De Los Sonidos a Los Sentidos

December 10, 2018 | Author: bibliotecasala | Category: Word, Syntax, Sentence (Linguistics), Lexicon, Phonology
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De los SONIDOS a los SENTIDOS Introducción al lenguaje Josefina García Fajardo Editorial Trillas Motivos Este trabajo tiene una larga historia.* Al inicio de la década de los ochenta, acababa de

regresar de la Universidad de Massachusetts  y me invitaron a dar un curso introductorio a la lingüística durante el verano. Mi primera respuesta fue que yo no creía en los cursos intensivos. Me ahorro los detalles de la forma de convencimiento que me hizo aceptar, un poco a regañadientes. Ya ahí, en la ciudad de Campeche, con un grupo de maestros que estaban fundando (¡estábamos fundando!) una escuela de educación especial, recibí una de las mejores lecciones de mi vida. Las condiciones estaban lejos de ser las óptimas para la concentración  y el trabajo placentero. Los alumnos, maestros de niños pero también míos, me fueron enseñando, en cada uno de los diez veranos que participé con ellos, a compartir el trabajo de ir abriendo caminos. Allí chapeamos juntos, formamos equipo, con la dirección de Laura González Guerrero, una maestra en la vida de compromiso con la educación, guiada por una bella conjunción de sensibilidad e inteligencia. En Campeche fue naciendo la idea de hacer este libro. Comenzó por ser unas hojitas de "textos de apoyo" que se fotocopiaban. Eran esquemitas raquíticos que fueron engordando. Al embarnecer lo puse a consideración de amigos dedicados al magisterio  y de otros dedicados a la lingüística. Su entusiasmo agilizó mi pluma. Leonardo Manrique le dedicó generosamente tiempo  y deliciosas reflexiones. Como el pan de levadura, lo hacía reposar; de vez en cuando lo sacaba, lo rehacía  y lo ponía otra vez a reposar. Así pasó de la época del papel sobre la madera del escritorio a la de pantallas llenas de lucecit as de colores. Pasó de mis tiempos en el Instituto I nstituto Nacional de Antropología e Historia al de los actuales, en El Colegio de México. Desde sus inicios, cuando este trabajo era un proyecto pensado para los maestros, claro que se me presentaron inmediatamente, en el recuerdo, los mío s de primaria, en especial las maestras Graciela García Cruz  y Aurora Servín. No sé dónde están; pero de alguna manera están también en este texto. Y así, recordando a los primeros, viene a mi mente que Zoila Balmes y Antonio Millón, cuando comenzaba a fascinarme con l os principios que estructuran las palabras, me mostraron que en el lenguaje también hay un encantador misterio. Ya casi listo el texto, un domingo por la noche oc urrió un accidente cibernético que parecía conducir a perderlo todo, a borrarlo. Pero llegaron Margarita Báez y Juan Francisco Meza al rescate amoroso. Y aquí está… para usted, amable lector, amable

lectora. * Elaboré la primera versión de este trabajo siendo investigadora del Departamento de Lingüística del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Realicé la presente versión, como investigadora del Centro de Estudios Lingüísticos  y Literarios de El Colegio de México. En ambas instituciones recibió el apoyo de mis directores; en total cuatro, en orden de aparición: Leonardo Manrique Castañeda, Susana Cuevas Suárez, Beatriz Garza Cuarón  y Rebeca Barriga Villanueva.

Índice de contenido Motivos 5 Cap. 1. La estructura del sistema que todo hablante conoce 9 Un juego. Reflexiones básicas, 9. Observando el habla podemos conocer el sistema de la lengua, 12. Los elementos  y las reglas del sistema, 15. Estructu-ración del sistema, 22. Cap. 2. Características del sistema de la lengua que se basan en su estructuración y en las relaciones entre sus registros 27 La doble articulación  y la economía del sistema, 27. El signo lingüístico. Sus características, 35. Oposición, valor, paradigma  y sintagma, 41. Cap. 3. La facultad natural de adquirir una lengua 43 Algunas peculiaridades del funcionamiento de la lengua, 43. La base que permite la adquisición de la lengua, 48. La adquisición de la lengua en el uso cotidiano, 51. Cap. 4. El componente fonológico 55 Iniciamos con la fonética, 55. Puntos  y modos de articulación de las consonantes, 60. Guía para un trabajo práctico, 65. Las vocales del español, 69. Para llegar a la fonología, 71. La adquisición de los fonemas, 77. Cap. 5. El componente sintáctico Del análisis a los registros mentales, 81. Marcas perceptibles, 91. La adquisición del componente sintáctico, 95. Cap. 6. El componente semántico ...  y utilizamos esos mecanismos para construir significados, 101. ¿Qué contiene el componente semántico?, 107. La adquisición del componente semántico, 113. Apéndice A. Distintos enfoques en el quehacer lingüístico117 Estructura del sistema  y acción social, 117. Especialidades que enfocan un nivel, 130. Disciplinas que enfocan la relación entre el lenguaje  y otro tipo de realidad, 136. Apéndice B 8 1

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1 La estructura del sistema que todo hablante conoce UN JUEGO. REFLEXIONES BÁSICAS Imagínese usted, amable lector, amable lectora, la siguiente situación: dos personas están  jugando un juego que usted no conoce y quisiera participar participar en él. Le hacen saber que esperan que usted juegue con ellas, que comience observando. A partir de los datos que obtenga de la observación, llegará a saber cómo actuar en el juego. Las dos personas que  juegan no se lo explicarán: usted tiene que descubrir cómo hacerlo. Suponga que comienza a observar y se da cuenta de que una de las dos personas dice una palabra y que la otra le contesta con otra palabra; de esta manera van alternando su participación. Por ejemplo:  PERSONA 1: -rosa  PERSONA 2: -Elena  PERSONA 1: -alcatraz  PERSONA 2: -Daniel  PERSONA 1: -jirafa  PERSONA 2: -alcoba  PERSONA 1: -elefante  PERSONA 2: -acento  PERSONA 1: -amapola  PERSONA 2: -Inés  PERSONA 1: -jabalí  PERSONA 2: -espejos 

Usted se da cuenta de que cada vez que la persona 1 dice el nombre de una flor, la persona 2 responde con un nombre de persona; y que cuando la persona 1 dice el nombre de un animal, la persona 2 responde con un nombre de cosa inanimada. Entonces usted decide participar en el juego:

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CAP. 1. LA ESTRUCTURA DEL SISTEMA UN JUEGO. REFLEXIONES BÁSICAS 11

PERSONA 1:  — crisantemo crisantemo USTED: —  Luisa

¡En ese momento le dicen que se equivocó! Usted respondió con un nombre de persona cuando el jugador 1 dijo el nombre de una flor. Sin embargo, hubo un error. Por consiguiente, la hipótesis a la que había usted llegado no era adecuada. Vuelve usted a observar

Índice de contenido Motivos 5 Cap. 1. La estructura del sistema que todo hablante conoce 9 Un juego. Reflexiones básicas, 9. Observando el habla podemos conocer el sistema de la lengua, 12. Los elementos  y las reglas del sistema, 15. Estructu-ración del sistema, 22. Cap. 2. Características del sistema de la lengua que se basan en su estructuración y en las relaciones entre sus registros 27 La doble articulación  y la economía del sistema, 27. El signo lingüístico. Sus características, 35. Oposición, valor, paradigma  y sintagma, 41. Cap. 3. La facultad natural de adquirir una lengua 43 Algunas peculiaridades del funcionamiento de la lengua, 43. La base que permite la adquisición de la lengua, 48. La adquisición de la lengua en el uso cotidiano, 51. Cap. 4. El componente fonológico 55 Iniciamos con la fonética, 55. Puntos  y modos de articulación de las consonantes, 60. Guía para un trabajo práctico, 65. Las vocales del español, 69. Para llegar a la fonología, 71. La adquisición de los fonemas, 77. Cap. 5. El componente sintáctico Del análisis a los registros mentales, 81. Marcas perceptibles, 91. La adquisición del componente sintáctico, 95. Cap. 6. El componente semántico ...  y utilizamos esos mecanismos para construir significados, 101. ¿Qué contiene el componente semántico?, 107. La adquisición del componente semántico, 113. Apéndice A. Distintos enfoques en el quehacer lingüístico117 Estructura del sistema  y acción social, 117. Especialidades que enfocan un nivel, 130. Disciplinas que enfocan la relación entre el lenguaje  y otro tipo de realidad, 136. Apéndice B 8 1

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1 La estructura del sistema que todo hablante conoce UN JUEGO. REFLEXIONES BÁSICAS Imagínese usted, amable lector, amable lectora, la siguiente situación: dos personas están  jugando un juego que usted no conoce y quisiera participar participar en él. Le hacen saber que esperan que usted juegue con ellas, que comience observando. A partir de los datos que obtenga de la observación, llegará a saber cómo actuar en el juego. Las dos personas que  juegan no se lo explicarán: usted tiene que descubrir cómo hacerlo. Suponga que comienza a observar y se da cuenta de que una de las dos personas dice una palabra y que la otra le contesta con otra palabra; de esta manera van alternando su participación. Por ejemplo:  PERSONA 1: -rosa  PERSONA 2: -Elena  PERSONA 1: -alcatraz  PERSONA 2: -Daniel  PERSONA 1: -jirafa  PERSONA 2: -alcoba  PERSONA 1: -elefante  PERSONA 2: -acento  PERSONA 1: -amapola  PERSONA 2: -Inés  PERSONA 1: -jabalí  PERSONA 2: -espejos 

Usted se da cuenta de que cada vez que la persona 1 dice el nombre de una flor, la persona 2 responde con un nombre de persona; y que cuando la persona 1 dice el nombre de un animal, la persona 2 responde con un nombre de cosa inanimada. Entonces usted decide participar en el juego:

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CAP. 1. LA ESTRUCTURA DEL SISTEMA UN JUEGO. REFLEXIONES BÁSICAS 11

PERSONA 1:  — crisantemo crisantemo USTED: —  Luisa

¡En ese momento le dicen que se equivocó! Usted respondió con un nombre de persona cuando el jugador 1 dijo el nombre de una flor. Sin embargo, hubo un error. Por consiguiente, la hipótesis a la que había usted llegado no era adecuada. Vuelve usted a observar

PERSONA 1:  — encendedor encendedor PERSONA 2:  —  Raúl

Trini PERSONA 1:  — Trini

PERSONA 2:  — avispas avispas

Ahora se percata de que la persona 2 siempre responde con un nombre del mismo género que el nombre que dice la persona 1 ( masculino o femenino), mientras que usted no hizo lo mismo cuando se equivocó. Llega usted a la hipótesis de que la clave es el género de los nombres

 y vuelve a participar:

ropero USTED: — abrigo abrigo PERSONA 1:  — ropero ¡Parece que va bien! Continúa:

PERSONA 2:  — ángel ángel

lámpara USTED: — mariposa mariposa PERSONA 1:  — lámpara

¡Nuevamente le dicen que se equivocó! Las dos personas siguen el juego y usted continúa investigando para encontrar alguna relación entre las pálabras que dicen los jugadores: PERSONA 1:  —   Eduardo PERSONA 2:  —   Ángeles PERSONA PERSONA PERSONA PERSONA PERSONA

PERSONA PERSONA PERSONA 

1:  — espalda espalda 2:  — anteojos anteojos 1:  —  Luis 2:  — ceniza ceniza 1:  — andén andén 2:  —  ferrocarril 1:  —  sapo 2:  — ajo ajo Llega usted a una nueva hipótesis  y la pone a prueba: PERSONA 1:  — equilibrista equilibrista USTED: — antifaz antifaz PERSONA 2:  — Cristina Cristina PERSONA 1: —árbol USTED: — cenicero cenicero PERSONA 2:  — empleado empleado PERSONA 1:  — arroz arroz USTED: -Sol

PERSONA 2:  — canica canica PERSONA 1:  — alcohol alcohol

 perro PERSONA USTED: — 

2:  — objeto objeto

¡Su hipótesis funcional ¿Qué tuvo usted que hacer según lo narrado, para poder participar en el juego? De acuerdo con que tuvo que pasar por un proceso de conocimiento para saber cómo se. jugaba. Pero, concretamente, ¿qué cosas del juego tuvo que conocer? Imagínese a usted en el inicio de s u observación. En primer lugar, se dio cuenta de que los nombres que decían las personas eran los elementos pertinentes del  juego; es decir, no resultaba importante tomar en cuenta los gestos, el tono de la voz, las posiciones de los brazos, para poder participar en este juego. Además, se percató de que

había alguna regla para relacionar el nombre que decía uno de los jugadores con el nombre que decía el otro. Por consiguiente, para saber cómo jugar, usted tuvo que conocer cuáles eran los elementos del juego  y sus reglas. Ahora bien, usted podrá darse cuenta de que para llegar a conocer los elementos  y las reglas del juego, tuvo que tener acceso a los datos necesarios, mediante la observación a los participantes — escuchándolos — . Analizó los datos y construyó una hipótesis sobre los elementos  y las reglas del juego; los participantes le manifestaron que su hipótesis no era adecuada.

12 CAP. 1. LA ESTRUCTURA DEL SISTEMAEL SISTEMA DE LA LENGUA 13 1

Siguió obteniendo datos  y modificó su primera hipótesis para llegar a construir la segunda. Al poner a prueba su nueva hipótesis, supo que tampoco era adecuada. Su posterior observación le confirmó la inadecuación y llegó asía construir una tercera hipótesis sobre el sistema del juego. En resumen, usted necesitó conocer el sistema del  juego para poder participar. Esto implicó descubrir los elementos  y la regla del juego. A este descubrimiento llegó usted analizando los datos que le aportaron las dos personas al  jugar  y construyendo sus propias hipótesis. Cada vez que usted construyó una hipótesis, la puso a prueba participando  y volviendo a observar los datos. Mediante su participación  y la obtención de nuevos datos, usted fue modificando sus hipótesis hasta llegar a construir un sistema equivalente al que conocían los dos jugadores. Una realidad de la que es muy importante tomar conciencia es el hecho de que cualquier persona que observe un juego como el de la situación imaginaria mencionada  y que realmente intente descubrir lo necesario para jugar, estará realizando unos procesos intelectuales que culminarán en la construcción de hipótesis  – no necesariamente adecuadas desde el primer momento.

OBSERVANDO EL HABLA PODEMOS CONOCER EL SISTEMA DE LA LENGUA Ahora bien, si en lugar de observar un juego observamos el habla de un grupo de personas, nos damos cuenta de que el habla está constituida por sonidos; es decir, por fenómenos físicos de la misma naturaleza que el que se produce cuando golpeamos con los nudillos la madera de nuestro escritorio. Nos percatamos, además, de que eso s sonidos hacen posible cierta comunicación entre las personas; éstas obtienen significados a partir del habla. Pero los significados son de una naturaleza muy distinta de los sonidos. Se producen sonidos y obtenemos significados... ¿Cómo sucede lo anterior? ¿Será que los significados "viajan" de una persona a otra junto con las cadenas de sonidos que constituyen el habla? Si grabamos el habla de una persona en una cinta magnetofónica, al reproducir ésta, podemos interpretar significados; sin embargo, sabemos que la grabadora sólo registra las ondas sonoras; es decir, los fenómenos físicos llamados sonidos. Por tanto, puesto que nos consta que al escuchar el habla grabada obtenemos significados, tenemos que reconocer que los significados no «vienen* con las cadenas de habla (la grabadora sólo puede reproducir lo que ha registrado: sonidos). Supongamos que grabamos el habla que escuchamos durante un día y la analizamos. Imaginemos que no sabemos nada de los análisis gramaticales que enseñan en las escuelas. Nos enfrentamos así a las cadenas de sonidos, como a cualquier otro objeto de observación y análisis, con la peculiaridad de que en este caso se trata de cadenas de habla de nuestra misma lengua. Lo que vamos a encontrar es que las s ecuencias de sonidos no están producidas al azar, sino que podríamos hacer agrupaciones de palabras con base en los lugares en los que aparecen dentro de las cadenas. Si esto es posible, quiere decir que las cadenas de habla tienen estructuras determinadas, son sistemáticas.

Encontramos que, aunque el habla de una persona no es predecible (porque no sabemos de antemano qué va a decir exactamente ante determinada situación), las cadenas de sonidos que se producen al hablar resultan sistemáticas. Esa sistematización de los lugares que ocupan las palabras se mantiene en la infinita variedad de cadenas que producen los distintos hablantes de una misma comunidad lingüística. De lo anterior podemos deducir que al hablar emitimos una secuencia de sonidos sistematizados de tal manera, que permiten cierta comunicación. Enfoquemos bien este fenómeno del habla: se trata de sonidos sistematizados y permite alguna comunicación (esto no es una definición; su valor está sólo dentro de este punto de la reflexión que estamos realizando usted y yo). Si en las cadenas de distintos hablantes hay una misma sistematización, quiere decir que éstas se producen a partir de un sistema. Y si al escuchar esos sonidos sistematizados, los hablantes de la misma comunidad interpretamos significados que permiten alguna comunicación entre nosotros, y estos significados no vienen con los sonidos (recordemos el caso de la grabación), quiere decir que compartimos el sistema. Este sis tema nos da las cla-ves para producir las cadenas de habla y la base para interpretarlas. Pero, ¿en dónde se encuentra ese sistema? Al hablar o al interpretar, en situaciones normales, no tenemos que acudir a algo externo a nosotros para obtener las claves que nos indiquen cómo hacerlo. Ni siquiera somos conscientes de que recurrimos a un sistema cada vez que hablamos o interpretamos. Por consiguiente, reconocemos que se trata de un sistema que está en nosotros y que no es consciente: un conocimiento no' consciente. Este sistema tiene, entonces, una base en el cerebro de los hablantes, como todo conocimiento.' ' Sobre la concepción de una base neurofisiológica del conocimiento, véase el apartado *El lenguaje  y sus correlatos neurofisiológicos', del Apéndice A. 14 CAP. 1. LA ESTRUCTURA DEL SISTEMA

¿Cómo investigar la realidad del sistema de la lengua? Nuestras percepciones sensoriales no tienen acceso directo a él, por ser un conocimiento (no lo olemos, no lo vemos ni tocamos... ). Sin embargo, podemos observar las producciones que se basan en él, para descubrir cómo es. Esto es lo que hacemos en lingüística:' a partir de la observación  y el análisis de las realidades del habla, construimos hipótesis que intenten describir el sistema de la lengua, al que no podemos observar directamente. Construimos estas hipótesis con la idea de que el sistema de la lengua debe ser de tal manera que, con base en él se producen las realidades del habla que estamos observando. Así, partimos de los datos empíricos, los analizamos, construimos nuestras hipótesis y, posteriormente, regresamos a los datos empíricos para ver si esas hipótesis son adecuadas para explicar la producción de fenómenos del habla que observamos. Si resultan adecuadas, consideramos que estas hipótesis describen algún aspecto de l sistema de la lengua. Podemos dejar de construir hipótesis y describir las cadenas de habla, pero entonces no intentamos explicar cómo se realizan; en este caso, nuestro objeto de estudio no sería el sistema de la lengua, sino las producciones basadas en él. Espero que esté de acuerdo en que usted y yo podemos, en este punto, concluir lo siguiente. Un sistema de lengua es un conocimiento no consciente que comparten los hablantes de una comunidad lingüística. Este conocimiento le permite a ca da persona estructurar sus cadenas de habla e interpretar el significado de éstas. Es posible saber cómo es el sistema mediante la construcci ón de hipótesis basadas en las evidencias que ofrece el habla. Puesto que se trata de un conocimiento del que no tenemos conciencia, sabemos que no es un conocimiento escolar. Además, si fuese escolar, ninguna persona no escolarizada podría hablar,  y esto no sucede: en condiciones normales, toda persona llega a hablar independientemente de que sea escolarizada o no. Es cierto que resulta común que la adquisición de una segunda (o tercera, o cuarta...) lengua se realice escolarmente, ya se trate de una lengua extranjera o del mismo país. En el caso de México, po r ejemplo, lo más usual es que los hablantes cuya primera lengua es nativa de nuestro territorio

adquieran el español, como segunda lengua, en la escuela; pero tanto ellos como cualquier persona de cualquier lugar del mundo, en condiciones normales, adquieren su primera lengua o "lengua materna" sin ningún tipo de entrenamiento escolar. 'En el Apéndice A se describen distintos enfoques en el quehacer lingüístico.

ELEMENTOS Y REGLAS DEL SISTEMA 15

Si nos encontramos con un adulto normal que no pueda estructurar de manera adecuada el español, podemos suponer, acertadamente, que el español no es su lengua materna  y que hablará su lengua con toda la estructuración adecuada.

LOS ELEMENTOS Y LAS REGLAS DEL SISTEMA Así como el observador de un juego puede llegar a descubrir los elementos  y las reglas de éste al analizar la manera en que es jugado  y hacer hipótesis sobre el sistema en el que está basado, podemos emular, en este momento, la investigación lingüística, tratando de llegar a hipótesis adecuadas sobre la lengua. Intentemos, pues, usted y yo, saber cómo es el sistema de la lengua, reflexionando sobre las evidencias que tenemos en las realidades del habla. Comencemos teniendo presente que es importante no perder de vista lo que aparenta ser evidente, trivial y sencillo en la realidad que investigamos. La mayor parte de las veces, en la historia de las investigaciones, el reconocimiento serio de algún dato que parecía secundario, por resultar demasiado evidente, ha tenido la función de iluminar la comprensión del objeto estudiado. Con el fin de llegar a una explicación adecuada, no tengamos, pues, miedo de describir de manera explícita las realidades que nos parezcan más simples. A veces la base para soluci onar un problema es algo muy concreto que tenemos frente a nosotros, como pueden ser los sonidos con los que empiezan  y con los que terminan las palabras del juego imaginario con el que comenzamos; pero en ocasiones buscamos algo más complejo, más sofisticado o más abstracto que lo que tenemos frente a nosotros. En primer lugar, podemos darnos cuenta de que cualquier hablante reconoce los sonidos de su lengua y los distingue de otros sonidos  – de un estornudo, por ejemplo – ; y, lo más importante en este aspecto, entre los diferentes sonidos que pronuncia y que escucha de los hablantes de su comunidad lingüística, reconoce cuándo la diferencia de una unidad de sonido repercute en un cambio en la interpretación del significado. Por ejemplo, entre las dos secuencias de sonidos que se producen al pronunciar las palabras caña y cana, sólo hay una unidad de sonido que cambia;  y este cambio es suficiente para que interpretemos una secueUcia con un significado distinto del de la otra. Esto nos con duce a afirmar que una clase de elementos que conoce todo hablante, y que forma parte del sistema de su lengua, son los registros que le permiten distinguir las unidades de

sonido de su lengua. Recordemos que al hablar de los "saberes" que conforman el conocimiento de la lengua, nos estamos refiriendo a un conocimiento no consciente. Es probable que usted, por su exigencia de rigor lógico, piense que no es necesario suponer que tenemos unos registros que permiten distinguir el sonido / ñ / del sonido / n /, puesto que los dos son "objetivamente diferentes" y, por tanto, sólo hace falta poseer una percepción auditiva normal para distinguirlos. Ante lo cual, podría yo solicitar su paciencia, aduciendo que en el capítulo 4 sobre el componente fonológico va a darse cuenta usted de que sí es necesario pensar en la existencia de registros de unidades de sonido. Sin embargo, a reserva de poder profundizar un poco más sobre el asunto en el capítulo mencionado, motivada por la reflexión de usted, le haría pensar en esas unidades de sonido que son totalmente ajenas a nuestra lengua española y que pertenecen a otras lenguas – como el sonido producido por un chasquido en la boca, que

aparece en algunas lenguas – . Un sonido así, no sólo lo percibimos como distinto de / n /, sino que además sabemos que no pertenece a nuestra lengua, mientras que el sonido / n / sí pertenece. Frente a esta realidad es posible pensar que cada hablante reconoce los sonidos de su lengua y los diferencia de los que no perten ecen, debido a que tiene registrados los primeros. Pero el punto más convincente, y al que entraremos con más detalle en el capítulo sobre el componente fonológico, es el siguiente: una diferencia entre dos unidades de sonido puede cambiar el significado en una lengua y en otra no; y cada persona sabe cuáles son las diferencias entre las unidades de sonido que sí cam bian el significado en su lengua. A los registros de las unidades de sonido que cada hablante tiene de su le ngua se les llama fonemas, los cuales no son los sonidos del habla sino que son registros internos  – mentales-3 que forman parte del conocimiento inconsciente que cada persona tiene de su lengua. Esos registros le permiten distinguir las unidades de sonido más pequeñas que son aislables en una secuencia de habla. 3Sobre

distintas posturas para ubicar una realidad llamada *mental », véanse los apartados del Apéndice A, titulados «El lenguaje y su dimensión psicológica'  y 'El lenguaje y sus correlatos netirofisiológicos'. Sobre distintas concepciones acerca de la ubicación del fonema, con respecto a la realidad, véase el apartado 'El fonema', del Apéndice B. ELEMENTOS Y REGLAS DEL SISTEMA 17

En segundo lugar, todo hablante puede reconocer y producir las combinaciones desonidos que forman sílabas concebibles en su lengua. Es decir, aunque un hablante no tuviese un conocimiento consciente de lo que es una sílaba, tendría el conocimiento inconsciente que le permitiría combinar los sonidos propios de su lengua estructurando las distintas clases de sílabas que también son propias de su lengua. Este mismo tipo de conocimiento eslo que ocasiona que nos cause extrañeza escuchar una sílaba en la que la combinación de las unidades de sonido no sea posi ble en nuestra lengua, aunque cada una de esas unidades sí pertenezca a ella. El tipo de conocimiento al que me estoy refiriendo no es el que permite reconocer las palabras que hemos registrado, sino el que permite reconocer una secuencia de sonidos que podría ser una palabra de nuestra lengua aunque no la tuviésemos registrada como tal; y permite distinguir las secuencias de sonidos que no siguen los patrones de las palabras de nuestra lengua (extrañas como secuencias, aunque cada unidad de sonido fuese reconocible y familiar). Por ejemplo, al escuchar algo como  prúsasigna, podemos saber que no es una palabra española; a cualquier hablante de nuestra lengua le causaría extrañeza; esto se debe a que la secuencia de sonidos que corresponde a  prtlsa no sigue los patrones de una sílaba del español, ni tampoco la secuencia signa. t',n cambio, al escuchar algo como tamirón, aunque no sea una palabra de mi vocabulario, podría pensar que quizá se trate de una palabra del español que desconozco. La interrogante que le surgiría a cualquier hablante del español al escuchar tamirón no sería del mismo tipo que la extrañeza que le causaría escuchar prtlsaslgna. Estas evidencias nos conducen a afirmar que, como parte del conocimiento que todo hablante tiene de su lengua – cualquiera que ésta sea – , existe un tipo de reglas que permiten combinar los sonidos de la lengua para formar sílabas y reconocer las combina-ciones de sonidos posibles en su lengua. Se trata de reglas de combinación de fonemas. Un tercer tipo de conocimiento que forma parte del sistema de cualquier lengua es quizá el más fácil de reconocer desde la reflexión más superficial: el conocimiento de elementos del léxico. No se trata, como en lo considerado en párrafos anteriores, del conocimiento que le permite a un hablante distinguir todas las posibles secuencias de sonidos que podrían formar una palabra, sino que se trata de su propio vocabulario registrado de hecho, que le permite reconocer los vocablos que pertenecen a él, cuando los escucha. Esta parte del sistema de la lengua, el léxico, se mantiene abierta a todo lo largo de la vida de cada persona. Seguramente usted habrá experimentado, igual que todo hablante de cualquier lengua, que en el transcurso de la vida incorporamos nuev os términos a nuestro vocabulario.

Al hablar de esta clase de elementos de la lengua, no me refiero al registro de los

significados de los elementos del vocabulario, que nos permiten i nterpretar cada palabra, sino a un tipo de registro que nos permite reconocer los elementos en sí del vocabulario. Para tener más claro este tipo de registros, sería útil pensar en algún término que hubiésemos escuchado y que pudiésemos recordar y reconocer al volver a escucharlo, y del cual desconociésemos su significado. Seguramente usted, como yo, ha experimentado alguna vez lo anterior. Eso que nos ha permitido reconocer el término cuyo significado desconocemos es de la misma nat uraleza que el registro de un elemento léxico. Por supuesto que mientras tengamos un registro así, desligado de cualquier significado, no podremos utilizarlo lingüísticamente: no tendría valor lingüístico; un registro de este tipo deberá relacionarse con el registro de un significado para que pueda utilizarse con valor lingüístico. En cuarto lugar observamos que en las cadenas de sonidos que producen todos los hablantes de una lengua cualquiera, los elementos que podemos relacionar con un significado, es decir, los elementos léxicos, aparecen siempre ocupando determinados lugares dentro de una estructura. ¿Qué quiere decir esto? Si nosotros anotásemos las cadenas de habla –de una misma lengua– que escucháramos durante todo un día –en situaciones normales de comunicación– y analizásemos las secuencias en que aparecen los elementos léxicos, nos daríamos cuenta de que, si bien la cadena de habla que produce un hablante en un momento determinado es impredecible (normalmente no podríamos asegurar qué es lo que va a decir una persona en cada momento), hay entre todas las cadenas algo sistemático: los elementos léxicos pueden clasificarse de acuerdo con los lugares en que aparecen formando estructuras. Si esto es así, sólo puede deberse a que cada hablante tiene registrados todos los elementos léxicos de manera clasificada y unas reglas que le permiten combinar los elementos léxicos que seleccione, ubicándolos en un lugar determinado según su categoría. De esta manera se explica que las cadenas de habla revelen una construcción de estructuras en las cuales cada elemento léxico ocupa un lugar determinado (sobre las distintas maneras de marcar estos lugares hablaremos en el capítulo

5 sobre el componente sintáctico). ELEMENTOS Y REGLAS DEL SISTEMA 19

Es decir, además de tener registrados los elementos léxicos de manera clasificada, cualquier hablante de cualquier lengua tiene registradas unas indicaciones para combinar los que él seleccione – al hablar –  de acuerdo con la clase a la que pertenece cada uno. Por esto es que en condiciones normales de habla, ningún hablante de español diría algo como: tarde la vamos en vernos a; en cambio si podría decir: en la tarde vamos a vernos. A las indicaciones que todo hablante tiene registradas y que le permiten combinar sus elemen-tos léxicos formando estructuras, en lingüística les llamamos reglas

sintácticas.4 La clasificación de los elementos léxico s y el registro de las reglas para combinarlos forman parte del conocimiento inconsciente de todo hablante. Esto podríamos probarlo en cualquier lengua  y descubriríamos que en cada una hay clasificaciones  y reglas que comparten todos sus hablantes (distintas de las que c omparten todos los hablantes de otra lengua), aunque no tengan la menor conciencia de ello. Así, vamos a encontrar que aunque una persona no tenga un estudio elemental de gramática, aun si fuese analfabeta, si bien es cierto que utilizará, como cualquier otra persona, algunas expresiones que predominen en su grupo social, compartirá con todos los hablantes de su misma lengua el uso de ciertas estructuras básicas; por ejemplo, si su lengua es el español, en situaciones normales, no sería probable que dijese una secuencia del tipo: la a cuando casa llover llegué a empezó, pero sí podría decir una secuencia del tipo: llegué a la casa cuando empe  zó a llover. Si analizamos las cadenas de habla de distintas lenguas  y las comparamos, descubriremos que las clasificaciones de los elementos léxicos de una y sus reglas de combinación son distintas de las de las otras lenguas. Un quinto tipo de conocimiento corresponde a uno al que ya hemos aludido y cuya prueba de existencia salta a la vista al reconocer que todo h ablante utiliza los elementos de su propio léxico de manera congruente con sus significados. Esto quiere decir que tenemos registrado el significado de cada elemento léxico  y en cada sistema de lengua están relacionados los registros de los elementos léxicos con los registros de sus

significados. Ésta es la razón por la que una persona puede utilizar un elemento léxic o y logra que otra persona de su misma comunidad lingüística sepa a qué se refiere la primera: ambas tienen el registro de ese elemento léxico relacionado con el registro de su significado (aun si el significado que una persona ha registrado no es totalmente idéntico al de la otra). El primer registro mencionado (el elemento léxico) permite reconocer la secuencia correspondiente dentro de las largas cadenas de sonidos del habla  – no es la secuencia de sonidos de cada palabra, sino los registros mentales que permiten reconocer dichas secuencias de sonidos – ; el segundo registro mencionado (el significado léxico) permite hacer la relación con un referente -por ejemplo, emplo, el significado de la palabra puerta es un registro que nos permite relacionar el elemento léxic o con los objetos (o nuestras representaciones de ellos) llamados «puerta" – . El hecho de que una persona logre relacionar un término con su referente (el objeto  – físico o imaginario –  del mundo, al cual se refiere) muestra que tiene relacionados el registro léxico que corresponde a ese término  y el registro de su significado; este último es el vínculo entre un elemento léxico  y su referente (en cada contexto en que se use). Sobre los principios estructurantes que se concretan con la concepción de reglas sintácticas y otras alternativas formales, consúltense los trabajos citados en el apartado «La noción de reglas y el comportamiento sintáctico", del Apéndice B; también puede verse el apartado *El sistema en sí mismo", del Apéndice A. 20 CAP. 1. LA ESTRUCTURA DEL SISTEMA

El hecho que acabo de mencionar se realiza debido al nexo entre esos tipos de registros que forman parte del conocimiento inconsciente que constituye el sist ema de la lengua; en cambio, el hecho de que una persona pueda definir el significado de un término implica cierto nivel de conciencia. Por ejemplo, si a una persona se le dificulta definir el significado de algún término (que no es lo mismo que identificar sus referentes), no sería válido deducir que carece de los registros del elemento léxico  y del significado correspondientes, ambos relacionados. En este punto es importante considerar que la distinción entre los tipos de registros resulta útil para comprender algunas realidades del funcionamiento de la lengua; pero igualmente importante resulta tener presente que no se trata de registros independientes. El conjunto de elementos léxicos y significados que ha registrado una persona en un momento determinado depende de su propia experiencia. Es de suponer que entre dos personas estos conjuntos no serán idénticos. Sin embargo, el hecho de qu e al hablar logren entenderse medianamente prueba que hay un núcleo importante de elementos léxicos y significados relativamente compartidos entre las dos. En sexto lugar, si los hablantes de una lengua cualquiera conocieran inconscie ntemente sólo los elementos  y las reglas que hemos reconocido en los párrafos anteriores, podrían producir cadenas de habla estructuradas e interpretar significados; pero estas interpretaciones serían muy distintas de las que realmente hacemos en cualquier lengua del mundo. Consideremos, como ejemplo, el caso del español. Como hablantes de esta lengua, podemos reconocer la diferencia de significado dhtré - los siguientes pares de ejemplos: la. Manuel trabaja antes de comer lb. Manuel come antes de trabajar 2a. Siempre respiramos mientras dormimos 2b. Siempre dormimos mientras respiramos 3a. Caín mató a Abel 3b. Abel mató a Caín 4a. El testigo vio al ladrón 4b. El ladrón vio al testigo 5a. La niña observaba el cielo desde la rama de un árbol 5b. La rama de un árbol observaba a la niña desde el cielo

Si en nuestro conocimiento inconsciente de la lengua sólo tuviésemos registrados los tipos de elementos y de reglas mencionados anteriormente, podríamos distinguir y producir las palabras de los ejemplos anteriores; entenderíamos el significado de cada una de ellas; al hablar, podríamos combinar estas palabras formando frases y oraciones como las de 1 a 5  y seríamos capaces de – inconscientemente –  reconocer las diferentes ubicaciones de las palabras en las estructuras de estas frases y oraciones al escucharlas. Pero no podríamos obtener la interpretación total de cada oración, porque no tendríamos ningún conocimiento que nos indicase cómo combinar los significados de sus elementos léxicos. Recordemos que los elementos léxicos y sus significados son cosas diferentes. De manera paralela a esta diferencia, las reglas sintácticas nos indican cómo combinar los elementos léxicos para formar estructuras; otra cosa sería algún tipo de instrucción para com-binar los significados. Sin un tipo de conocimiento que nos indicase cómo combinar los significados de esos elementos dentro de las estructuras, sólo podríamos interpretar los significados de cada elemento léxico de manera aislada. Siendo así, ¿de qué nos serviría poder combinar los elementos léxicos? Sin poder combinar los significados, la construcción de estructuras al hablar no tendría ninguna función lingüística, no serviría para construir significados más allá de los elementos léxicos. Para que la construcción de estructuras tenga una función lingüística, es necesario que al combinar los elementos léxicos mediante reglas sintácticas, combinemos también sus significados. Si no tuviésemos un tipo de conocimiento que nos indicase cómo combinar los significados léxicos, para interpretar estructuras mayores, sólo entenderíamos conceptos aislados. Sin este tipo de conocimiento, con oraciones como las del primer par de ejemplos anteriores, entenderíamos que se refieren a una persona llamada Manuel  y a las actividades de trabajar  y de comer; sin ninguna relación entre estos conceptos, la, y lb, significarían lo mismo. 22 CAP. 1. LA ESTRUCTURA DEL SISTEMA

Además, los términos «antes» y "de" no tendrían sentido. En un sistema así  – que es sólo imaginario, porque no podría corresponder a ninguna lengua del mundo –  en el que no fuera posible relacionar los significados de las estructuras producidas, seguramente no existirían en el léxico términos como est os dos. En consecuencia, cada par de ejemplos como los anteriores significarían lo mismo, por contener los mismos elementos léxicos. Sin embargo, cualquier hablante de español, en condiciones normales, encontrará una diferencia de significados entre los miembros de cada par de los ejemplos anteriores; y lo que interprete en cada uno de ellos no serán conceptos aislados. En cualquier lengua de cualquier rincón del mundo podría probarse lo mismo (por supuesto, entre una lengua  y otra serían distintos, no sólo los elementos léxicos y su pronunciación, sino también las estructuras de frases  y oraciones). Por consiguiente, estamos ante una evidencia de que en nuestro sistema de lengua tenemos registrado un tipo de conocimiento que nos permite combinar los

significados léxicos interpretando las secuencias de ést os según el lugar que ocupa cada elemento léxico dentro de una estructura  –   y todo hablante de cualquier rincón del mundo posee este tipo de conocimiento, como parte de su sistema de lengua – . Así como todo hablante puede estructurar sus elementos léxicos con base en sus reglas sintácticas, al mismo tiempo puede combinar los significados de esos elementos léxicos mediante sus reglas semánticas. Con base en nuestra experiencia cotidiana del uso de la lengua, hemos identificado, a través de nuestras reflexiones, seis tipos de conocimiento que constituyen el sistema de cualquier lengua del mundo – las pruebas de la existencia de cada uno de estos tipos de conocimiento pueden obtenerse diseñando una pequeña investigación  y tomando como informante a un hablante de cualquier lengua del mundo; obviamente, las reglas y los elementos específicos serán distintos entre una lengua  y otra; pero en ellos reconoceremos los seis tipos que hemos hallado.

ESTRUCTURACIÓN DEL SISTEMA Para realizar los estudios del sistema de la lengua  – al enfocar las características específicas de una lengua en particular o las características universales de la lengua humana – , en lingüística se ha concebido a este sistema como una estructura formada por » . Las descripciones basadas en tres componentes – algunos autores los llaman «niveles –  esta estructuración han resultado congruentes y adecuadas para explicar los fenómenos empíricos que se pueden observar en el uso de la lengua. Se concibe al conjunto de conocimientos inconscientes que constituye el sistema de la lengua conformado por tres subconjuntos, cada uno de ellos con características distintas de los otros. Los fonemas  y sus reglas de combinación presentan características afines entre ellos y distintas de las características que presentan los elementos léxicos  y sus reglas de combinación; y tanto unos como los otros presentan características distintas de las que pueden apreciarse en los significados léxicos y sus reglas de combinación. Por consiguiente, consideramos que los fonemas y sus reglas de c ombinación constituyen un componente, al que se le ha llamado fonológico; los elementos léxicos y sus reglas de combinación constituyen el componente sintáctico; los significados léxicos y sus reglas de combinación constituyen un componente al que se le ha denominado semántico.-, Cualquier persona, en condiciones normales, llega a hablar una lengua  – por lo menos una –  desde temprana edad. Si analizamos su habla, nos damos cuenta de que se trata de una producción que sólo podemos explicar reconociendo que dicha persona posee un sistema de lengua constituido por los seis tipos de conocimiento inconsciente: los elementos y las reglas que hemos mencionado anteriormente;  y que éstos pueden describirse en los tres componentes, también mencionados. Al describir alguno de estos componentes en un trabajo de investigación, suele utilizarse el término «sistema»; por ejemplo, es común hablar de un "sistema fonológico", debido a que los elementos y las reglas de cualquier lengua  – independientemente de que tenga mucho o poco prestigio social –  presentan, dentro de cada componente, características de estructuración  y de funcionamiento que permiten concebirlos como registros relacionados entre sí que forman un sistema. Pero esto no implica que cada componente sea un sistema independiente; la interacción entre los tres es lo que permite que cualquier persona, en condiciones normales, pueda hablar estructurando significados, ubicando un elemento léxico en cada lugar de la estructura y expresando estas estructuras mediante sonidos. Al reflexionar sobre la adquisición de la lengua, en el capítulo 3, veremos con mayor clarid ad el funcionamiento de los tres componentes actuando de manera correlativa. 'Con respecto a la ubicación de un componente morfológico, véanse los apartados 'La ubicación de la morfología' y «Especialidades que enfocan un nivel », de los Apéndices B y A, respectivamente. 24 CAP. 1. LA ESTRUCTURA DEL SISTEMA

Si consideramos los elementos del componente fonológico, los fonemas, nos damos cuenta de que son elementos que carecen de significado: los utilizamos para saber cómo producir cada sonido de los elementos léxicos que selec cionamos al hablar; y, al escuchar, los empleamos para identificar cada uno de estos sonidos y, mediante esto, identificar, a su vez, cada elemento léxico. Pero cada uno de ellos no está relacionado, en el sistema de la lengua, con un significado; por esto es que si utilizamos uno de ellos para producir una unidad de sonido, con esta unidad no logramos que se interprete un significado; a menos que exista en el componente sintáctico de nuestra lengua algún elemento léxico que se realice, al hablar, mediante un solo fonema; por ejemplo, en español, la conjunción y, que, al hablar, se produce mediante un solo elemento fonológico. No es lo mismo considerar el valor sintáctico de la conjunción y que el valor del fonema al que está asociada. En las cadenas de habla, podemos escuchar varias veces el mismo sonido con que se pronuncia y, como unidad mínima de sonido, no es interpretable, porque las unidades mínimas de sonido de cualquier lengua están basadas en los fonemas, que, dentro del conocimiento inconsciente, no están relacionados con significados. Sólo por su función dentro de una estructura sintáctica, en las cadenas de habla, podemos identificar  – inconscientemente –  algunas veces la realización de ese sonido

con un elemento registrado en nuestro componente sintáctico: con una conjunción, es decir, un elemento léxico, y, como tal, podemos interpretarlo, porque en nuestro conocimiento inconsciente, como todo elemento léxico, estará relacionado con un significado. La conjunción es un tipo de elemento léxico cuyo significado no nos remite a un referente, sino que nos proporciona las instrucciones para relacionar los significados de los elementos que vincula. Cada elemento léxico tiene un significado. Estos elementos están registrados en el componente sintáctico y cada uno de ellos está relacionado con un significado, que, a su vez, está registrado en el componente semántico. Además, cada regla del componente sintáctico, que permite estructurar secuencias de elementos léxicos, está relacionada con una regla del componente semántico, que permite interpretar las combinaciones de significados léxicos, según la manera como estén estructurados. ESTRUCTURACIÓN DEL SISTEMA 25

De acuerdo con lo que hemos reflexionado hasta el momento, sabemos que cada persona que habla y que interpreta los significados del habla, lo hace grábiás a su cono;imié'nto inconsciente de la lengua; que ese conocimiento, independientemente de la lengua particular de que se trate, está integrado por seis tipos de registros estructurados en tres componentes. A ese conocimiento inconsciente que cualquier hablante tiene de su lengua,  petencia. se le llama com  Podríamos esquematizar la estructura de la competencia de cualquier lengua de la siguiente manera: Con esta forma de esquematizar la competencia pretendo que se refleje una realidad que ya hemos reconocido: los registros del componente sintáctico están relacionados con los registros del componente semántico. Es decir, a cada elemento léx ico (a cada registro que nos permite reconocer un elemento de nuestro vocabulario), le corresponde un registro del componente semántico, el cual nos permite interpretar el significado del elemento léxico (el registro de un elemento léxico sin su correspondiente registro de significado sólo nos permitiría reconocer dicho elemento al escucharlo y producir la secuencia de sonidos con que se realiza al hablar; pero no nos permitiría saber qué quiere decir; por consiguiente, no podría tener una función lingüística para nosotros); y a cada regla sintáctica (que nos permite combinar los elementos léxicos formando las estructuras del habla) le corresponde una regla semántica (que nos permite combinar los significados léxicos para interpretar las secuencias de ha bla según el lugar que ocupa cada elemento dentro de una estructura). Los componentes fonológico  y sintáctico corresponden a los registros del plano

de la expresión; y el componente semántico corresponde al plano del contenido. Los dos planos son indisociables en su realidad lingüística.

2 Características del sistema de la lengua que se basan en su estructuración y en las relaciones entre sus registros LA DOBLE ARTICULACIÓN Y LA ECONOMÍA DEL SISTEMA'

Al hablar utilizamos inconscientemente la competencia; sin ella no podríamos hablar ni entender lo que otro dice. Cada vez que habla una persona, en dondequiera que se encuentre, un pueblo pequeñito o una ciudad enorme, cerca o lejos de nosotros, en una lengua que abarque varios países o en una que se circunscriba a unos cuantos kilómetros, en una lengua que tenga escritura o en una que no la tenga, se refleja la estructura de la competencia. Por eso producimos oraciones (estructuras formadas con elementos léxicos combinados mediante reglas sintácticas) convertidas en secuencias de unidades de sonidos (producidas con base en los fonemas y sus reglas de combinación). Las cadenas de sonidos son interpretables, gracias a que nuestros registros del componente fonológico nos permiten reconocer las unidades de sonido  y, de las secuencias de éstas, los registros del componente sintáctico no s permiten reconocer los elementos léxicos y la estructura que forman al combinarse. A su vez, los registros del componente semán-tico nos permiten interpretar el significado tanto de los elementos léxicos como de toda. Si consideramos la manera en que se usa una oración de cualquier lengua, en primer lugar reconoceremos que tiene un significa‘Puede encontrar la exposición original de la doble articulación y la economía de la lengua en la

obra de André Martinet citada en el apartado "La d oble articulación", del Apéndice B. 28 CAP. 2. Características DEL SISTEMA DE LA LENGUA

cado; al analizarla, encontraremos que dentro de ella hay unida des menores que también tienen un significado, las frases y, dentro de éstas, los elementos léxicos; además, dentro de los elementos léxicos hay unidades más pequeñas s in significado; las más pequeñas de ellas son las unidades de sonido que corresponden a los fonemas. Así es como nos damos cuenta de que las oraciones están articuladas; es decir, formadas por unidades menores que constituyen la secuencia. Por la manera en que están articuladas las oraciones que se producen en cualquier lengua, se dice que la lengua es doblemente articulada: encontramos la primera articulación al analizar, a partir de la oración, las unidades con significado: la oración misma, las frases y los elementos léxicos; la segunda articulación la encontramos al seguir analizando y descubrir las unidades sin significado: las sílabas y los fonemas; estos últimos son las unidades mínimas sin significado. Podemos, entonces, enfocar una oración y analizar en ella las unidades que pertenecen a la primera articulación; es decir, las unidades con significado. Reconoceremos que la oración misma tiene un significado; dentro de ella podremos encontrar frases, cada una de las cuales tendrá también un significado (por supuesto que no el mismo de la oración completa); y dentro de las frases podremos encontrar palabras, cada una también con su propio significado. Pero si somos cuidadosos con nuestros análisis y nos fijamos bien, nos daremos cuenta de que dentro de las palabras podemos encontrar unidades más pequeñas que también tienen significado. Veamos esto en un ejemplo: Estas muchachas viajaron en tren  Tratemos de encontrar en esta oración las unidades más pequeñas que expresen algún tipo de significado. Para ello, tomemos la palabra muchachas. ¿No hay dentro de ella unidades que expresen alguna parte del significado de la oración? Con esta palabra sabemos que se nos está hablando de unas personas, ¿verdad? ¿Cómo sabemos que se nos habla de varias personas y no de una sola? ¿De cuántas personas se nos estaría hablando si la palabra fuese muchacha? De una-sola, ¿verdad? ¿En qué se diferencian las palabras muchachas y muchacha? Seguramente está usted de acuerdo en que se diferencian en que la primera tiene s al final. Recuerde que no estamos haciendo una reflexión sobre el sistema de escritura, sino sobre el sistema de la lengua; éste refleja las características que estamos buscando más directamente en el habla que en la escritura; por consiguiente, pensemos en la unidad de sonido s (y no en la letra). Usted ya sabe que, como unidad de sonido del habla, s corresponde a un fonema, registrado en la competencia, y que, como tal, carece de significado. Sin embargó, 'si' nos cuestionamos sobre esa unidad en cuanto a su función en la palabra muchachas,

en el nivel de los elementos con significado, reconoceremos que esta unidad es la que expresa que se está hablando de varias  y no de una sola persona. La ausencia de esas , en cambio, expresaría que se está hablando de una sola: muchaclia. Por consiguiente, dentro de estas palabras, el último lugar  – de izquierda a derecha si está escrita la palabra; y el último lugar en el tiempo si analizamos la secuencia de sonidos que se producen, uno después de otro, al hablar –  expresa un tipo de significado: si en este lugar aparece s, sabemos que se nos está hablando de más de una; si en este lugar no aparece s, sabemos que se nos está hablando de una. Así es que tanto la presencia como la ausencia de s funcionan como una unidad con un tipo de significado en el último lugar de algunas palabras  –de sustantivos y de adjetivos. Hay excepciones: existen sustantivos que no tienen ese último lugar para s con significado; por ejemplo, la palabra análisis no tiene un lugar para expresar plural o singular, se mantiene invariable; su s final no es, por tanto, una unidad que exprese pluralidad, no tiene significado: resulta sólo una unidad a nivel de elementos sin significado y no una unidad a nivel de elementos con significado; a diferencia de la s final de muchachas, que es una unidad en cada uno de esos niveles. Continuemos con nuestro análisis de las unidades con significado de la palabra muchachas. Con ella sabemos que se nos está hablando de personas de sexo femenino. ¿Cómo sabemos que las personas de las que se nos est á hablando son de sexo femenino? ¡Por supuesto estoy preguntando cómo lo sabemos mediante la palabra! ¿Qué pasaría si en el penúltimo lugar de la palabra apareciera o en lugar de a? Tendríamos la palabra muchachos y enton-ces sabríamos que las personas a las que se refieren incluyen, por lo menos, una de sexo masculino, ¿verdad? Por consiguiente, a y o podemos sustituirlas entre sí en el penúltimo lugar de algunas palabras  – de algunos sustantivos y adjetivos – y estas unidades expresan que se nos está hablando sólo de femenino o también de masculino – refiriéndose al sexo si las palabras completas tienen como referente personas o algunos animales, o relacionándose sólo con una clasificación que tenemos de las palabras (y de las cosas), por su género, cuando su referente son objetos o algunos animales – . Así es que a y o funcionan en ese lugar de algunas palabras como unidades con un tipo de significado. Ahora bien, con la palabra muchachas sabernos que se nos está hablando de seres humanos jóvenes; este significado se mantiene en las palabras muchacha y muchacho; por consiguiente, dicho significado no se expresa a través de la última unidad: presencia o au-sencia de s, ni de la penúltima unidad: a u o, porque al modificar estas unidades se mantiene el significado 'seres humanos jóvenes': muchachas muchacha muchacho Al darnos cuenta de que en las tres palabras anteriores se conserva la parte muchach y que al conservar esta parte se mantiene el significado 'seres humanos jóvenes', concluimos que esta parte de la palabra es una unidad con significado; es la parte que expresa de qué conjunto de individuos – físicos o imaginarios, seres vivos u objetos inanimados, abstractos o concretos –  se nos está hablando. Si continuamos nuestro análisis de la palabra muchachas, ya dividida en las unidades con significado muchach, a, s, encontraremos dentro de ella elementos más pequeños pero sin significado, por ejemplo: m, u, etc. Quizá alguien podría pensar que dentro de muchach hay una parte más pequeña con significado: mucha; esta unidad es una palabra que expresa 'cantidad grande', a diferencia de  poca, que expresa 'cantidad pequeña'. Pero resulta que mucha, como unidad con significado, no tiene una función dentro de la palabra muchachas; la prueba está en que el significado de mucha no forma parte del significado (consciente) de muchachas. Por consiguiente, mucha, como unidad con significado, no tiene ninguna función (en esta línea de análisis) dentro de la palabra muchachas. Así, hemos encontrado las unidades mínimas con significado de e sta palabra: muchacha, s. A las unidades mínimas con significado de cualquier lengua se les llama morfemas.

Los morfemas son de dos clases: a aquéllos mediante los cuales expresamos a qué conjunto de objetos (humanos o no) nos referimos (por ejemplo, al conjunto de serles humanos de corta edad, con el morfema niñ), se les llama lexemas; a la otra clase de morfemas se les llama gramemas. En los sustantivos y adjetivos, así como en los verbos, los gramemas delimitan el concepto expresado por el lexema (así, el concepto expresado por muchach se delimita por a y por s, puesto que con estos elementos se reduce la posibilidad de referencia, de todo el conjunto de seres humanos jóvenes, a los que son del sexo femenino y más de un individuo). Estos gramemas, en español, expresan género (masculino o femenino) o número (singular o plural), en sustantivos y adjetivos; y en los verbos expresan persona (primera: se refiere, en términos generales, al autor de un enunciado; segunda: se refiere a la(s) persona(s) a quien(es) se dirige quien habla; o tercera: se refiere a alguien o algo que no se identifica ni con el autor ni con el destinatario del enunciado), número (singular o plural), tiempo y modo (presente, pasado, etc., indicativo, subjuntivo). No menciono de manera exhaustiva los tipos de gramemas del español; podemos encontrar otros, como por ejemplo los de aumentativo y diminutivo, en los sustantivos y en algunos adjetivos. Volviendo a nuestro primer ejemplo, de los tres morfemas que contiene la palabra muchachas, uno es un lexema y dos son gramemas.  Tomemos, ahora, la palabra viajaron; en ella encontramos que la unidad aron expresa la persona, el número, el tiempo y el modo del verbo. Es decir, con esta parte sabemos que la persona que utiliza tal palabra no se está refiriendo a algo que le aconteció a ella misma, pues si así fuese, utilizaría la unidad é: viajé; ni a algo que le aconteció al destinatario (la persona a quien se dirige al hablar), pues en este caso utilizaría la unidad aste: viajaste; por consiguiente, entendemos, mediante la unidad aron, que lo referido en la otra parte de la palabra le aconteció a una tercera persona (esto quiere decir que no es ni el autor del enunciado ni tampoco el destinatario de él). Sabemos también, mediante la unidad aron, que la persona que emplea la palabra , viajaron no se está refiriendo a algo que le aconteció a un solo individuo, pues si fuese así utilizaría la unidad ó: viajó, sino que se refiere a algo que les aconteció a varios individuos: número plural; asimismo sabemos que no se refiere a algo que esté sucediendo en el mismo momento en que el autor del enunciado utiliza la palabra, pues en este caso utilizaría una forma compuesta: están viajando, sino que se refiere a algo que aconteció en algún momento anterior al tiempo en que se utiliza la palabra: a un tiempo pasado en relación con el momento en que se habla. Con la unidad en cuestión sabemos que el autor del enunciado no está expresando un caso hipotético, sino un caso real; si fuese un caso hipotético utilizaría la unidad asen o aran: viajasen o viajaran (por ejemplo, en: me gustaría que las muchachas viajasen en tren; aunque los gramemas asen, aran también pueden utilizarse en algunas construcciones que suponen casos reales, com o en: no me gustó que las muchachas viajasen en tren). Por consiguiente, en la palabra viajaron encontramos el gramema aron. Además, nos podemos dar cuenta de que al ir cambiando el gramema que expresa persona, número, tiempo y modo, otra unidad permanece invariable: viaj. Eáte es el lexema; mediante este morfema se nos expresa un proceso de movimiento: el desplazamiento de un lugar a otro (note usted que en cada construcción específica puede enfocarse el proceso de movimiento como algo con un principio y un fin, como el caso del ejemplo citado; o puede enfocarse el estado de cosas habituales, como en las muchachas viajan en tren... desde niñas). Los lexemas de otros verbos pueden referirse a esta dos, procesos o actividades, realizaciones. En los verbos llamados irregulares, el lexema del v erbo es variable en su forma.  Tanto los lexemas como los gramemas son elementos que constituyen nuestro léxico. Los gramemas que he ofrecido como ejemplos dependen de su combinación con un lexema para poder constituir una palabra y se llaman gramemas dependientes. Existen otros gramemas que, en los enunciados aparecen como palabras (no como parte de ellas); a éstos se les ha llamado gramemas independientes; expresan, entre otras cosas, distintos tipos de relaciones entre conceptos o entre referentes (resalto: "entre otras

cosas", porque en el capítulo 6 sobre el componente semántico podremos ver algunos ejemplos en los que se relacionan otras cosas), como las preposiciones y las conjunciones del español (el libro de mi buen amigo, llovió y todo se inundó); algunos de ellos, como los artículos del español, delimitan los conceptos expresados por el sustantiv o y, a la vez, funcionan como instrucciones para combinar el significado del sustantivo con otro significado (veremos al-gunos ejemplos en el capítulo 6 sobre el componente semántico). No estoy exponiendo una clasificación exhaustiva de los gramemas del español, recordemos que el punto de partida al comenzar a hablar de los lexemas y de los gramemas era, simplemente, encontrar las unidades mínimas con significado que aparecen en una oración; y... ¡las hemos hallado! En resumen, al hablar en cualquier lengua del mundo (sea de prestigio social o no, tenga escritura o no la tenga, de cualquier rincón del mundo, sea cual sea el número de sus hablantes), producimos expresiones que tienen estructura de oración; las construimos mediante las reglas sintácticas, que están registradas en nuestra competencia en relación con las reglas semánticas; es por esto que las oraciones tienen significado, lo mismo que las frases  y las palabras. Todas éstas son construcciones formadas mediante elementos léxicos (los morfemas) y, puesto que éstos también están registrados en la competencia en relación con un significado, resulta que los morfemas expresan también significados: son las unidades mínimas con significado. A la vez, las cadenas de sonidos, en las que son convertidas las oraciones, son secuencias de unidades de sonido, cada una de estas unidades se produce con base en un fonema, y, debido a que éstos están registrados en nuestra competencia sin relación alguna con los elementos del componente semántico, cada unidad de sonido, como tal, de manera aislada, no tiene significado. Los fonemas son las unidades mínimas sin significado. Es por esto que la lengua humana es doblemente articulada; en la primera articulación encontramos oraciones, frases, palabras y morfemas y en la segunda articulación encontramos sílabas y fonemas. El hecho de que tengamos registradas unidades mínimas sin significado  — los fonemas —   y que al combinarlas, obtengamos secuencias que corresponden a unidades léxicas (cada unidad léxica en relación con un significado), ocasiona que la lengua humana tenga una característica muy importante, pues resulta que un mismo fonema puede inte rvenir en la formación de miles de elementos con significado, incluso puede intervenir más de una vez en la secuencia que constituye un elemento con significado (por ejemplo, en la palabra ojo se utiliza dos veces el fonema /o/). Así, con sólo tener que distinguir entre unos cuantos fonemas (en cada lengua se distinguen aproximadamente de 20 a 30 fonemas), es posible contar con un elevadísimo número de elementos con significado; esto implica que podemos expresar miles de conceptos a partir de la distinción de unos cuantos fonemas. $¡ en las lenguas, las 20 o 30 unidades de sonido las tuviésemos registradas cada una relacionada con un significado, cada lengua sólo podría expresar unos 20 o 30 conceptos (básicos); entonces, nuestra estructura conceptual estaría muy limitada y la interpretación de nuestras expresiones dependería, de manera m uy desbalanceada, de los contextos de comunicación. 0, si se mantuviera el número de conceptos (básicos) que normalmente manejamos, relacionado cada uno con una unidad de sonido, sería necesario distinguir entre miles de unidades de sonido; se complicarían nuestra pronunciación y audición, para poder distinguir entre todas esas unidades de sonido. Debido a que en todas las lenguas del mundo existen unidades en los dos niveles de articulación, en el de los elementos sin significado y en el de los elementos con significado, y que a partir de las secuencias de los primeros se e xpresan los segundos, es suficiente que los hablantes logremos pronunciar y percibir un sistema de soni dos basado en unas cuantas distinciones para poder expresar un elevadísimo número de elementos con significado. Y, debido a que tenemos registradas reglas sintácticas relacionadas con reglas semánticas, es posible que un hablante de cualquier lengua del mu ndo cree un número ilimitado de construcciones con significado. Por esto se dice que la doble articulación de la lengua hace de ésta un sistema económico.

Entre una lengua y otra, los fonemas específicos  y sus reglas, registrados por los hablantes, son distintos; por eso es que al escuchar que alguien habla maya, francés, tzeltal, ruso, alemán, yaqui, catalán, zapoteco, árabe, etc., percibimos algunas unidades de sonido y algunas combinaciones entre éstas que no utilizamos en español. Los morfemas también difieren de una lengua a otra; quizá lo más evidente en esta diferencia, aun sin hacer un análisis al respecto, lo encontremos en las secuencias de fonemas que constituyen cada lexema: un lexema que tengamos registrado en español para referirnos a un objeto determinado generalmente será distinto del que tengan registrado los hablantes de otra lengua para referirse al mismo objeto.' Si analizamos las palabras de distintas lenguas, encontramos que no sólo cada lexema o gramema difiere de una lengua a otra, sino que la manera como están clasificados, tanto los lexemas como los gramemas, difiere también entre las lenguas. Por ejemplo, en español los sustantivos contienen gramemas de género y de número, entre otro s, mientras que en maya sólo los sustantivos que designan personas pueden llevar gramemas de género y esta lengua tiene gramemas de otras clases que no se encuentran en el español;  y viceversa. Lo mismo sucede al comparar cualquier par de lenguas, aunque las diferencias sean más evidentes en unos casos que en otros. Las reglas sintácticas de una lengua también son distintas de las de otra lengua; por eso es que las estructuras de las oraciones difieren entre ellas. Por ejemplo, en unas lenguas, el sujeto puede aparecer antes o después del verbo; en otras, necesariamente antes; en algunas, necesariamente después. En unas lenguas, el adjetivo aparece necesariamente antes del sustantivo; en otras, después; en algunas, antes o después. No sólo en relación con el orden de los elementos varían las reglas sintácticas de una lengua a otra, sino también por las clases de elementos que constituyen la estructura de una frase, porque no son las mismas en todas las lenguas. Y, puesto que los elementos  y las reglas del componente sintáctico están relacionados con los elementos y las reglas del componente semántico, también estos últimos varían de una lengua a otra. 2 Hablar

de un mismo objeto del mundo en dos lenguas distintas no garantiza que se estén utilizando los mismos conceptos; al respecto, véase el apartado »El signo lingüístico  y sus características', del Apéndice B.

La diferencia entre una lengua y otra consiste, por consiguiente, en diferencias entre los elementos específicos (y su clasificación) y entre las reglas específicas que tienen registrados los hablantes en cada componente de la competencia. Esto es lo que ocasiona que dos personas, cada una con una lengua distinta, no se entiendan entre sí al hablar. Pero los seis grandes tipos de registros  – no cada registro específico ni la clasificación dentro de cada tipo –  estructurados en tres componentes son comunes a todas las lenguas; en todas encontramos fonemas y sus reglas de combinación, elementos léxicos  y reglas sintácticas, significados léxicos  y reglas semánticas.

EL SIGNO LINGÜÍSTICO. SUS CARACTERÍSTICAS Cada elemento léxico está relacionado con el registro de su significado formando una unidad a la que se le ha llamado signo lingüístico (en el capítulo 6 sobre el componente semántico consideraremos la complejidad del registro del significado). Fácilmente podemos comprender que ésta sea la razón por la cual se dice que e l signo lingüístico tiene "dos caras": una es el registro del elemento léxico y la otra es el registro de su significado. Al hablar del signo lingüístico, tradicionalmente se han utilizado los términos de imagen acústica  y de significante para referirse a lo que nosotros ya conocemos como el registro de un elemento léxico; y los términos de imagen conceptual  y de significado para referirse a lo que hemos descrito como el registro del significado de un elemento léxico.3 Se requieren las dos caras (significante y significado) para que exista signo lingüístico; esto es así por algo que habíamos notado anteriormente: e l registro de una cadena de sonidos sin un registro de significado no podría usarse con función lingüística. El registro de cada signo lingüístico implica el registro de un elemento riamos que del concepto con

el cual se relacionaba no surgía una motivación que necesariamente lo ligara con esa imagen acústica con la que se relacionaba. `Sobre la concepción original del signo lingüístico, véase el apartado 'El signo lingüístico -v sus características', del Apéndice B.

Por esto se dice que el signo lingüístico es inmotivado o arbitrario: ésta es una característica de la relación entre la imagen acústica y la imagen conce ptual. La arbitrariedad del signo lingüístico ha sido discutida por distintos autores, básicamente desde dos criterios: la estructura del sistema en sí misma y la realidad social de la lengua.' Ahora bien, la relación entre imágenes conceptuales e imágenes acústicas es la base sobre la cual se constituye el vocabulario de cada com unidad lingüística. Si bien la formación de un concepto con el registro de su imagen acústica ocurre e n el interior de cada individuo, resulta que esta formación de signos lingüísticos se hace a partir de la comunicación intersubjetiva; así que a pesar de las experiencias individuales que pudieran conducir a conceptos divergentes entre un individuo y otro, el uso social regula las relaciones entre los dos tipos de imágenes que constituyen los signos, limitando las divergencias. A pesar de las diferencias en el acervo del vocabulario entre los individuos (algún subconjunto compartido con unos, otro subconjunto con otros), la comunicación asegura un núcleo de vocabulario compartido en una comunidad lingüística. Este uso de vocabulario compartido, por una parte, pone límites sobre la potencialidad individual de quien está adquiriendo un nuevo signo lingüístico, y, por otra parte, enriquece la construcción del individuo al participar en la comunicación con otros. Es decir, hay unos límites que surgen de relaciones ya establecidas entre imágenes acústic as y conceptuales, en cada comunidad lingüística, y hay, al mismo tiempo, una apertura al cambio que proviene de las realizaciones particulares del uso. Estos límites y enriquecimiento funcionan como tales para cada uno de nosotros, en la medida en que el uso so cial del vocabulario resulta un objetivo cuando se intenta una comunicación. Al considerar la tendencia a mantener los vínculos ya establecidos socialmente entre imágenes conceptuales y acústicas específicas, se ha dicho que el signo lingüístico es inmutable. Pero nos damos cuenta de que la interacción social mediante la lengua, que garantiza cierta comunicación a partir de bases ya establecidas en el si stema, provoca constantemente la modificación del mismo sistema, a partir de la expresión subjetiva. Es probable que usted conozca algunas palabras de nuestra lengua que antiguamente se decían de manera un poco diferente; o, tal vez recuerde que algún o bjeto se identificaba, en generaciones pasadas, con un nombre distinto del que ahora tiene; incluso puede usted saber que alguna palabra que actualmente se utiliza para expresar cierto concepto antes significaba otra cosa diferente. Si esto ha sucedido, quiere decir que una de las caras de un signo lingüístico ha cambiado, constituyendo un nuevo signo lingüístico (al cambiar una de las caras, se transforma en otro signo: esto sucede cuando el vínculo que une cierta imagen acústica se ha ido deslizando en la cadena conceptual, alejándose del núcleo conceptual en donde originalmente caía ese vínculo; o bien, cuando ese deslizamiento ocurre por el lado acústico del vínculo). ‘Sobre esta discusión, véase el apartado "El signo lingüístico  y sus características", del Apéndice B.

Nuestra visión del mundo cambia, el mundo cambia, aparecen para nosotros nuevos objetos, nuevas realidades, nuevas clasificaciones de las cosas; por consiguiente, con el tiempo se modifica nuestra estructura de signos lingüísticos. Esto quiere decir que nuestra capacidad de transformación en la visión del mundo implica una modificación en la estructuración de los signos lingüísticos. Lo que hace singular el uso de un término, en el nivel de la expresión o en el del contenido, puede tener una repercusión social y el grado de esta repercusión está en relación directa con su normalización en la lengua. La relación necesaria entre visión del mundo y estructuración de los signos lingüísticos, aunada a nuestra capacidad de cambio en la visión del mundo, permite la mutabilidad del signo lingüístico. La flexibilidad de la lengua para cambiar se debe a que resulta permeable a las variaciones que ocurren en el uso. Cuando un uso distinto se registra y

se extiende en la sociedad, ahí hay un posible cambio: un nuevo valor, una nueva ubicación de los elementos que tendrá probabilidades de mantenerse (relativamente, hasta que se perciba un nuevo cambio). Es claro que un signo puede cambiar radicalmente en el transcurso de muchos años, conforme se va garantizando el uso común; pero también podemos observar en un momento determinado inicios de posibles cambios. En el plano del conte nido, por ejemplo, cotidianamente se logra comunicar, mediante una expresión, significaciones que no son exactamente las compartidas socialmente para esa expresión, pero que se asocian con ella. Cuando esa variación, que tiene una base en el sistema, pero que constituye una creación a partir de él, comienza a compartirse, puede pasar a ocupar un significado básico del sistema. Es por esto que pensamos que las variaciones del uso corresponden a creatividades que tienen una base sistemática en la lengua (con lo c ual nos imaginamos una relación que vacíela lengua al uso) y que, a la v ez, esas variaciones del uso pueden modificar las bases sistemáticas de la lengua (una relación que va en dirección del uso a la lengua). Esta interacción se nos presenta como resultado de una característica esencial de la lengua: un principio que hace posible (y necesario) el cambio. El cambio lingüístico alcanza cualquier elemento o regla de cualquier componente de la lengua Con respecto a las imágenes acústicas o significantes, hemos visto que se trata de los elementos léxicos que nos permiten reconocer las palabras al escucharlas y utilizarlas al hablar; es decir, al hablar, convertimos las imágenes acústicas en secuencias de sonidos. Si observamos cómo se realiza la secuencia de sonidos que corresponde a una imagen acústica, nos daremos cuenta de que, independientemente de que se hable muy rápido o despacio, se pronuncia primero una unidad de sonido, después otra y así sucesivamente; por supuesto, en el habla natural la secuencia que corresponde a una imagen acústica se pronuncia sin aislar una unidad de sonido de otra, enlazando el final de una unidad con el principio de la siguiente; pero ni el hecho de que estén enl azadas (y que algún rasgo de una se traslape con los de la siguiente) ni el hecho de que se hable muy rápido nos impiden reconocer que primero se pronuncia una unidad de sonido y después otra. Con un reloj que mida centésimas de segundo, podemos registrar el tiempo que transcurre mientras una persona pronuncia la secuencia de sonidos que corresponde a una imagen acústica; es decir, registramos el tiempo transcurrido desde que la persona pronuncia la primera unidad de sonido hasta que pronuncia la última. En la cultura occidental — por lo menos —  concebimos el transcurso del tiempo como una secuencia de momentos que fluyen constantemente uno tras otro; solemos imaginar esa secuencia de momentos como una línea, uno de cuyos puntos es el presente; a un lado de ese punto ubicamos los hechos pasados y al otro lado, el porvenir. En un segmento muy pequeñito de esa recta — microscópico o macroscópico, según la escala que elijamos —  estarían representadas las centésimas de segundo que transcurren mientras pronunciamos una secuencia de sonidos correspondiente a una imagen acústica. Nuestras realidades de habla tienen lugar en la dimensión del tiempo; es decir, ocupan un segmento en el tiempo  — o, visto desde otra perspectiva, requieren del transcurso del tiempo para existir — . Al observar esto desde una concepción lineal del tiempo, concluimos que la realización de la secuencia de sonidos que corresponden a una imagen acústica e s lineal. 'Puede encontrarse una breve bibliografía sobre el tema del cambio lingüístico en el apartado «El cambio lingüístico«, del Apéndice B.

Con base en estas reflexiones sobre los signos lingüísticos hemos llegado a varias conclusiones. En primer lugar, cada signo lingüístico es la unión de dos tipos de registros: una imagen conceptual y una imagen acústica. Las dos imágenes tienen que estar relacionadas para que se constituya un signo lingüístico. Por el tipo de relación que existe entre las dos caras (o imágenes) que c onstituyen cada signo lingüístico, se ha dicho que éste tiene tres características: es arbitrario (o inmotivado, en cuanto a las imágenes específicas que se unen en cada lengua, característica que resulta discutible si se considera la relación entre los signos dentro de cada cultura); es inmutable, como tendencia que surge de la cohesión social  y que permite un uso relativamente estable durante algún tiempo,  y es mutable, como posibilidad que surge de nuestra propia

transformación y se extiende a un grupo social, a través del tiempo. Por la dimensión que ocupa en la línea del tiempo la secuencia de sonidos en la que se convierten las imágenes acústicas al hablar, cada signo tiene una característica en su realización, en el habla: es lineal. Podemos graficar un signo lingüístico con sus dos caras y con la relación que tiene cada cara con los objetos externos al sistema de la lengua, de la siguiente manera (su representación en forma de figura elíptica es ya tradicional): En la figura 2.1, la línea diagonal discontinua señala el límite entre los registros que constituyen un sistema de lengua y los objetos externos a él.' Es importante recordar que estamos concibiendo el sistema de la lengua con seis tipos de registros, de los cuales, las dos imágenes que constituyen cada signo lingüístico corresponden sólo a dos de ellos: los elementos léxicos y sus significados. En el cuadro 1.1 (pág. 25), están esquematizados los seis tipos de registros que constituyen el sistema de la lengua. Observe usted el cuadro 1.1. Dentro de la competencia, ¿en dónde se ubicarían los signos lingüísticos? Puesto que las caras de los signos lingüísticos llamadas imágenes acústicas son los registros de los elementos léxicos, éstas se localizarían en el componente sintáctico; y, debido a que las caras llamadas imágenes conceptuales son los significados de los elementos léxicos, éstas se localizarían en el componente semántico (al reflexionar sobre el componente semántico, en el capítulo 6, v eremos que existen otros significados además de los conceptuales). Estos dos componentes constituyen las dos facetas de la primera articulación.

OPOSICIÓN, VALOR, PARADIGMA Y SINTAGMA 7 Hemos visto que en la competencia tenemos registrados distintos elementos  y reglas. Los hablantes de cualquier lengua podemos distinguir cada elemento de nuestro sistema, diferenciando lo de los demás elementos, porque hemos registrado cada uno de ellos mediante sus rasgos característicos. Dos elementos cualesquiera de un mismo componente (fonológico, sintáctico o semántico) podrán compartir algunos de sus rasgos, pero uno de ellos siempre tendrá, por lo menos, un rasgo que el otro ele mento no tiene; si no fuera así, si no hubiera por lo menos una característica distinta, es obvio que no serían dos elementos diferentes, estarían registrados como un solo elemento. Por consiguiente, cada elemento de la competencia está constituido por varios rasgos característicos  y estos rasgos son los que hacen que esté registrado como un elemento distinto de los otros del mismo componente: 'Acerca de las distintas concepciones de los límites entre lo que pertenece a la lengua y lo extralingüístico, véase el apartado 'Distintos enfoques en el quehacer lingüístico", del Apéndice A. 'Puede encontrarse la primera exposición sistemática de estos conceptos, en el trabajo de Ferdinand de Saussure que aparece citado en el apartado "El sistema en sí mismo", del Apéndice A.

Estos rasgos ocasionan que cada elemento esté registrado en oposición a los demás elementos del mismo componente (por ejemplo, cada fonema se opone a los demás fonemas; cada elemento léxico se opone a los otros  y cada significado también). El hecho de que cada elemento esté registrado mediante características que, al mismo tiempo que lo hacen semejante a otros, lo diferencian de cualquiera de ellos, impli ca que el valor de cualquier elemento, en el sistema, depende de la estructura que conforman todos los elementos del mismo componente. Por ejemplo, el hecho de adquirir un elemento más en un componente, conduce a una reorganización de la estructura de ese componente  y esto tiende a modificar los valores de los demás elementos de la misma clase, puesto que en ellos se estarán registrando características para diferenciarse del nuevo elemento. Veíamos que dos elementos de un mismo componente pueden compartir algunos de sus rasgos característicos –   y siempre habrá, por lo menos, un rasgo que los opone – . Esto origina que nuestros elementos estén registrados conformando clases o conjuntos, mediante rasgos compartidos; de esta manera, tenemos distintas clases de fonemas, de elementos léxicos y de significados. En consecuencia, así como la competencia está

estructurada en tres componentes (fonológico, sintáctico y semántico), cada componente tiene también una estructura interna que depende de la manera como estén clasificados sus elementos. De una lengua a otra varían las estructuraciones específicas de los componentes. En el componente fonológico tenemos distintas clases de fonemas; en el sintáctico, distintas clases de elementos léxicos,  y en el semántico, distintas clases de s ignificados. Cada una de estas clases o conjuntos se ha llamado, en lingüística, paradigma. Los hablantes de cualquier lengua tenemos registrados, en cada componente, varios paradigmas de elementos  y las reglas para combinar un elemento de un paradigma con otro elemento de otro paradigma del mismo componente. El resultado de est as combinaciones producidas por las reglas es una cadena que se llama sintagma  – aunque este término se ha utilizado, preferentemente, para denominar sólo a las cadenas de elementos léxicos, construidas con base en las reglas sintácticas; es decir, enfocando las construcciones producidas por el funcionamiento del componente sintáctico.

3. La facultad natural de adquirir una lengua ALGUNAS PECULIARIDADES DEL FUNCIONAMIENTO DE LA LENGUA En

el análisis de las expresiones de habla de cualquier humano en condiciones normales (es decir, cualquier humano que viva en un grupo social, sin importar si se trata de una sociedad semejante a la nuestra o muy distinta; y sin graves trastornos psíquicos o neurológicos) podemos encontrar las evidencias de que el sistema e n el que se basa es doblemente articulado y que tiene una estructura que podríamos describir tal como hemos descrito la competencia lingüística. En la búsqueda de las características que nos muestren lo que es peculiar, único, de la lengua humana, se han realizado varios estudios que analizan y contrastan nuestra actuación lingüística con las señales que emiten los animales y que se relacionan con la presencia de algún estímulo de la situación en que se encuentran. Con las observaciones obtenidas se puede concl uir que la diferencia central entre la lengua humana y los sistemas de señales de los animales no se basa en el medio de expresión (sonidos, movimientos, secreciones químicas), sino en las posibilidades y maneras de construir significados y expresarlos. Esto es una consecuenci a de la estructuración del sistema de la lengua y de su funcionamiento. Algunos autores presentan sus conclusiones mostrando una serie de diferencias radicales entre animales y humanos. A otros les ha interesado discutir las evidencias que obtienen en cada punto de comparación, procurando enco ntrar  y mostrar características compartidas en cierto grado entre humanos y algunas otras especies animales, y preci sar lo que es propio de la lengua humana. La finalidad de enfocar los estudios de las características de la lengua de esta manera, como una comparación con los sistemas de señales de los animales, generalmente se orienta a la inve stigación dirigida a conocer en qué consiste la capacidad con la que el humano nace y que le permite adquirir una lengua. El criterio que permite la comparación entre los sistemas animales de señales y la lengua humana consiste en considerar que ambos producen formas (visuales, acústicas, olfativas, táctiles o correspondientes a otros medios de percepción) cuya presencia coincide sistemáticamente con la existencia de ot ra cosa. En pocas palabras, en el caso de los humanos, esta otra cosa sería un significado; en el caso de los animales, un estímulo. Si observásemos las conductas de distintas especies animales  – desde una amiba hasta el humano – , nos daríamos cuenta de que en los organismos más sencill os, los sistemas de señales informan algún aspecto del exterior del animal y de su interior; pero conforme observemos organismos cada vez más complejos, notaremos que esa imbricación entre interior y exterior adquiere diferencias entre un individuo y otro de la misma especie. El humano construye su propia representación del mundo en un sistema de dos caras; por un lado estarían los registros de nuestras formas de expresión  y sus reglas de combinación, y por el otro estaría nuestra conceptualización del mundo; dos caras de una

misma cosa: la lengua. Esas dos dimensiones de la lengua se han llamado, respectivamente, plano de la expresión  y plano del contenido (como mencionamos en el capítulo 1); pero resulta importante no imaginarlas como si fueran planas pues, como podremos ver más adelante, cada una tiene a su vez distintos nivele s y dimensiones. Puesto que el plano del contenido estructura nuestra conceptualización del mundo,  y hay una correspondencia determinada entre los elementos  y las reglas del plano de la expresión y los del plano del contenido, no es posible expresar algo del m undo sin expresar algo de nosotros, de nuestro interior, de nuestra visión del mundo, de nuestros pensamientos. Y más aún, si tomamos en cuenta que en los valores de contenido hay también una carga afectiva  y no sólo conceptos propiamente dichos, comprendemos que al usar nuestras formas de expresión, además de aquello de lo cual hablamos explícitamente, nuestros deseos, nuestros sentimientos también se expresan implícitamente. Al analizar el uso de la lengua, pueden encontrarse diferencias de una cultura a otra, no sólo en cuanto a las formas de expresión y sus reglas de combinación, sino también en cuanto a la representación del mundo; y semejanzas entre los individuos de la misma cultura.' Pueden encontrarse también las diferencias que existen entre los distintos individuos en su manera de representarse el mundo. PECULIARIDADES DE LA LENGUA 45

El hecho de que en el humano se refleje, a través del us o de la lengua, una subjetividad en su manera de concebir el mundo nos conduce a pensar que la conducta lingüística no consiste en una simple respuesta determinada por estímulos. Hay una realidad interna en cada sujeto, que se construye en la lengua, por lo que ésta constituye un proceso de transformación del sujeto. No se trata, pues, de un simple medio de comunicación, sino de la construcción de su interpretación de, la realidad y, al mismo tiempo, e s la base que da forma a sus propias expresiones. Los humanos, mediante el uso de la lengua, podemos comunicarles a otros individuos de nuestra misma comunidad lingüística experiencias desconocidas para ellos. Por supuesto que no quiero decir que necesariamente nuestros oyentes, en el momento de la comunicación vivan la misma experiencia que les relatamos, sino que pueden interpretar el significado de lo que les estamos diciendo, aunque se refiera a una experiencia que no hayan tenido ellos previamente. Por ejemplo, un astronauta puede tener la experiencia de contemplar, desde una nave, la periferia de nuestro planeta, de manera brillante, en medio del fondo oscuro del espacio. Al regresar a la Tierra, puede platicarnos, en español, su experiencia, describiendo el asombroso panorama que tuvo ante sus ojos. Al escucharlo, quizá no sintamos exactamente la misma emoción que él tuvo al asombrarse en el momento de su contemplación, pero sí vamos a poder interpretar el significado de sus frases descriptivas  – o narrativas – . Y, mediante estas interpretaciones, puede suceder que nosotros lleguemos a construir un conocimiento nuevo sobre el mundo. No importa tanto si la novedad para nosotros se basa en un pequeño detalle o en algo mayor. Lo más i mportante es el maravilloso hecho de que, por medio de la lengua, una persona le pueda expresar a otra un punto de vista nuevo y que esta última, a partir de ello, pueda construir nuevos conocimientos del mundo  y hasta modificar su concepción de él, aunque no tenga previamente la experiencia referida. ‘Puede encontrarse una bibliografía básica de las investigaciones sobre las diferencias culturales en la estructuración conceptual en el apartado "Lengua  y sociedad», del Apéndice A.

Especificar reglas — ; y sólo mediante esta modificación de su sistema irá modificando su interpretación del habla de otras personas y sus propias construcciones de habla. En los procesos de adquisición de la lengua intervienen, por tanto, una base neurofisiológica necesaria y el desarrollo cognoscitivo. Una neuropatología o un trastorno en el desarrollo cognoscitivo se reflejarán en los resultados de la adquisición. Hay otro factor más que interviene en el logro lingüístico: la afectividad. Postular el amor como origen del lenguaje no es puro romanticismo, ni supone ingenuamente que sólo

expresamos amor (¡qué tan lejos de la realidad!), sino que se trata de un principio que orienta el deseo de vincularse con él otros

4. El componente fonológico INICIAMOS CON LA FONÉTICA

¿Cómo podemos saber cuáles son los fonemas que están formando parte del sistema de la lengua de una persona? Suponemos que los elementos y las reglas del sis tema de la lengua tienen alguna base neurofisiológica.' Sin embargo, sabemos que no ha sido posible encontrar la relación exacta entre los valores lingüísticos  y las bases ne ti ro fisiológicas. El camino para conocer los elementos fonológicos de un sistem a particular no puede recorrerse a partir de la observación del cerebro, para de allí deducir cuáles son los fonemas de ese sistema. Aun si contásemos con las técnicas y los instrumentales más finos para registrar los procesos neurológicos, se requeriría un análisis lingüístico para poder determinar qué diferencias entre los procesos químicos y eléctricos corresponden a valores pertinentes en el sistema de una lengua. Puesto que sabemos que de los fonemas registrados depende la manera como s e utilizan las unidades de sonido del habla, y como a los sonidos del habla tenemos acceso directo, escuchándolos  y distinguiendo uno de otro, entonces es posible, al analizar la manera como una persona utiliza los sonidos del habla, llegar a conocer qué fonemas tiene registrados esa persona.' ‘Sobre la relación entre el sistema de la lengua y el sistema neurofisiológico, véase el apartado «El

lenguaje y sus correlatos neurofisiológicos', del Ap éndice A. ‘Acerca de distintas maneras de concebir la realidad del fonema, véase el apartado 'El fonema', del

Apéndice B. En el apartado «Especialidades que enfocan un nivel', del Apéndice A, se encuentra una bibliografía básica sobre fonética y fonología.

A cada unidad de sonido del habla se le llama fono. La producción de cada fono, con la voz, está basada en el registro de un fonema en el sistema lingüístico. Podemos investigar los distintos fonos que se utilizan en una lengua, tornando nota de cada uno de ellos, al escucharlos (transcribiéndolos),  y describiéndolos, según sus características. A este tipo de estudio de los fonos se le llama fonética. Una vez descritos los distintos fonos que se utilizan en una lengua (diferenciándolos hasta donde nuestra percepción  y nuestros criterios lingüísticos nos indican), podemos hacer una serie de análisis con ellos para conocer cuáles son los fonemas que tienen registrados las personas que producen dichos fonos al hablar. A la disciplina que lleva a cabo una serie de análisis destinados a conocer el sistema de fonemas de una lengua se le llama fonología. Así pues, la fonética es una disciplina destinada a describir los fonos que se producen al hablar una lengua; y la fonología es una disciplina destinada a describir el componente fonológico. La fonética tiene como objeto de estudio un aspecto del habla, mientras que el objeto de estudio de la fonología es un componente del sistema de la lengua. Los estudios fonológicos requieren como base los estudios fonéticos. Para describir los fonos que se utilizan en una lengua podemos observar la manera como utilizamos nuestros órganos anatómicos al producirlos. En este c aso trabajamos mediante la fonética articulatoria.  También, podemos describir los fonos fijando nuestro punto de vista en sus características físicas; es decir, ese tipo de características de los sonidos que se estudian en física; en este caso trabajamos mediante la fonética acústica. Las moléculas del aire se desplazan debido a la vibración de un objeto, produciendo movimientos en forma de ondas. Este fenómeno físico es percibido por nuestro oído e interpretado por nuestro cerebro como sonido (o como ruido si no encontramos periodicidad en los movimientos ondulatorios). Los movimientos de cada molécula de aire alcanzan una distancia máxim a (desde su posición original hasta un punto en el que tiende a regresar a su posición original).

Esta distancia máxima, o "amplitud de la vibración", es el factor principal que va a determinar la intensidad del sonido. Al número de veces en que una molécula recorre, en un segundo, el camino desde el punto de origen hasta el punto más alejado de él, se le llama frecuencia. De ésta depende el tono del sonido. Puesto que las características físicas de los sonidos, como su intensidad y su tono, dependen de fenómenos de movimiento de las moléculas del aire, es posi ble, mediante aparatos registradores, captar las vibraciones del aire (generalmente por medio de algún tipo de membrana elástica) y, a través de conexiones mecánicas, traducir cada tipo de vibración en una gráfica sobre papel. Con aparatos registradores de sonido  –   y también con productores artificiales de fonos (habla sintética) –  se llevan a cabo trabajos experimentales dentro del campo de la fonética acústica. Los órganos anatómicos que ocasionan las vibraciones de las molécul as de aire, produciendo los fonos del habla, constituyen el aparato fonoarticulador. Al ubicarnos en la perspectiva de cómo se utiliza el aparato fonoarticulador, entramos a la fonética articulatoria. Imaginemos un globo de hule, de los que se inflan con aire. En la boca del globo está conectado un tubo. A cierta distancia del inicio del tubo, en su interior, está col ocada una membrana elástica en forma de liga (fig. 4.1). Si el globo está lleno de aire y lo apretamos con las manos, el aire sale por el tubo. Si la membrana en forma de liga está suelta, sin ninguna tensión, el aire pasa por en medio de ella sin ningún obstáculo que haga vibrar sus moléculas. Pero si la membrana está tensa, estirada de tal manera que sus lados se acerquen, como cuando estiramos una liga, al pasar el aire, éste encuentra un obstáculo; al golpear las orillas de la membrana, ésta comienza a vibrar  y las moléculas del aire, al chocar, también empiezan a vibrar antes de pasar al otro lado de la membrana, produciendo un sonido característico. Si el tubo, poco antes de su extremo final, contieneptra membrana, en forma de lengüeta, uno de cuyos extremos está unido a una porción del interior del tubo, de tal manera que el otro extremo quede suelto, la cavidad interior del tubo puede irse modificando con el movimiento de la membrana. Al salir el aire, éste encontrará un obstáculo en la membrana y se desviará en su camino golpeando en algún punto el interior del tubo. Según la posición que tome la lengüeta será el punto del tubo hacia donde el aire será desviado. Al golpear las moléculas de aire la membrana y el punto del int erior del tubo hacia donde se dirijan, entrarán en vibración  y producirán distintos tipos de sonido dependiendo del punto hacia donde la membrana las haga golpear. Si la membrana se mueve obstruyendo totalmente la salida del aire, éste se comprime a presión. Si la membrana regresa con un movimiento rápido a su posición original, el aire sale de golpe produciendo un sonido característico (fig. 4.2). Si la membrana, al acercar su extremo suelto a una porción de la pared interior del tubo, tensa dicho extremo, el aire, al salir, golpea el extremo tenso  y lo hace vibrar; esta vibración de la membrana, a su vez, hará vibrar las moléculas de aire produciendo un sonido característico Supongamos que el tubo se dobla perpendicularmente en un punto anterior a la segunda memo rana; y que, en el mismo punto del doblez, surge otra salida (¡el tubo, hacia arriba, que también se dobla. Imaginemos que hay una puertita móvil que puede impedir o permitir el paso del aire a la salida superior (fig. 4.3). El sonido producido por la acción de las dos membranas (la de forma de liga y la lengüeta) puede salir por el acceso inferior, teniendo como cavidad de reso nancia las paredes de este extremo; o, si la puerta móvil deja pasar el aire hacia la salida superior, el sonido producido tendrá como caja de resonancia la cavidad del extremo superior. Así, la producción final de sonido puede tener timbres distintos dependiendo de la cavidad que funcione como resonador. Si una de las salidas tiene su extremo blando y elástico, este extremo puede tener una función semejante a las membranas y así modificar también el sonido (fig. 4.4). La producción de sonidos en el tubo bifurcado que sale del globo, con las dos membranas, la puertita y el extremo blando, es semejante a la producción de los fonos en el aparato fonoarticulador.

En nuestro organismo, la función del globo con aire la ejercen los pulmones; las manos que aprietan el globo serían el diafragma. El tubo sería la tráquea, la laringe y la faringe; la cavidad bucal sería la salida inferior del tubo, y la cavidad nasal sería la salida superior: dos cavidades que, por tener formas distintas, ocasionarán distinta resonancia. La membrana en forma de liga corresponde a las cuerdas vocales; el agujero de en medio de la membrana sería la glotis; la membrana en forma de lengüeta, la lengua; la puertita móvil, la úvula (parte final del interior de la bóveda bucal). El extremo blando y elástico sería nuestros labios. Los movimientos de los órganos en el aparato fonoarticulador obedecen a las instrucciones cerebrales correspondientes a los fonemas.

PUNTOS Y MODOS DE ARTICULACIÓN DE LAS CONSONANTES Si, al pasar el aire por la laringe, las cuerdas vocales se encuentran flojas, el sonido que se produce se llama sordo. Si las cuerdas vocales están tensas, sus extremos se acercan. Si en estas condiciones pasa el aire, las cuerdas vibran produciendo un sonido que se llama sonoro. Al pasar el aire por la faringe, si la úvula se encuentra en posición baja, dejando libre el paso por la cavidad nasal, se produce un sonido nasal. Si, al paso del aire, la úvula se encuentra arriba, tocando la cara posterior de la faringe y, por consiguiente, cerrando el paso hacia la cavidad nasal, el aire saldrá por la cavidad bucal produciendo un sonido llamado oral. Si, al paso del aire, uno de los "órganos activos" (lengua o labios) cierra la cavidad bucal obstruyendo totalmente la salida en algún punto de la bóveda, el aire se acumula detrás de ese punto aumentando su presión; al abrirse la cavidad con un movimiento rápido del órgano activo, el aire sale de golpe produciendo un sonido llamado oclusivo. Si, al paso del aire, uno de los órganos activos estrecha la cavidad bucal en algún punto de la bóveda, sin cerrarla por completo, el aire rozará la cavidad en ese punto produciendo un sonido fri cativo. Al pasar el aire por la cavidad bucal, si uno de los órganos activos estrecha dicha cavidad  y se tensa, ocasiona vibraciones, produciendo un sonido vibrante. Si no se tensa y, por consiguiente, no vibra ningún órgano activo al paso del aire por la cavidad bucal, el sonido que se produzca será no vibrante. Las maneras descritas de producción de sonidos constituyen los modos de articulación: son cuatro parejas de posibilidades de sonido; en cada pareja una posibilidad se opone a la otra; es decir, un mismo sonido no puede ser al mismo tie mpo sonoro y sordo, ni puede ser oral y nasal, ni oclusivo y fricativo, ni vibrante y no vibrante. En cambio, un elemento de, una pareja sí puede darse al mismo tiempo que otro elemento de otra pareja; por ejemplo, un mismo sonido puede ser oral, sordo y oclusivo. Hemos visto cómo se realiza cada modo de articulación. Para que usted, amable lector, amable lectora, pueda probar empíricamente de qué modo produce cada fono, puede realizar las actividades que se describen a continuación. Para probar si un fono es sonoro o sordo, colocamos suavemente las yemas de los dedos de una de nuestras manos al frente del cuello, más o menos a la mitad de su altura (en donde algunas personas, sobre todo los varones, tienen una pequeña protuberancia llamada coloquialmente "manzana de Adán"). Si, al producir un fono sentimos que esta parte del cuello vibra, entonces se tratará de un sonido sonoro; en caso contrario, se tratará de un sonido sordo. Hay que tener cuidado de no confundir un movimiento que realizan las cuerdas vocales al comenzar la articulación, con lo q ue serían realmente vibraciones. Para contrastar, compare usted, mediante la prueba descrita, el primer sonido de la palabra bonito con el primer sonido de la palabra saco (cuide de pronunciar cada uno sin el sonido de la vocal que le sigue). Compare usted, ahora, de manera semejante, el primer sonido de gato con el primero de casa. Para probar si un sonido es nasal u oral, acercamos nuestro dedo índice a los orificios de la nariz, con la yema hacia abajo. Si, al producir el sonido, sentimos que el aire sale por dichos orificios, es decir, si el aire roza el dorso de nuestro dedo (no la yema, pues sería

aire salido por la boca), entonces es un sonido nasal; sino sentimos que salga por allí, acercamos nuestro dedo a la boca; si el aire sale por ésta al producir el sonido en cuestión, éste es oral. Compare usted el primer sonido de la palabra morado con el primero de bonito. No podemos alargar un fono oclusivo de manera continua, sin interrupción, puesto que en su producción el aire sale de golpe, cuando el órgano activo abre la cav idad bucal. Un fono fricativo, en cambio, sí podemos alargarlo, ya que para su producción el órgano activo no cierra previamente la cavidad bucal, sino que sólo la hace más estrecha en algún punto, por lo que el aire sale como un continuo. Por consiguiente, para probar si un fono es oclusivo o fricativo, debemos tratar de alargarlo como un continuo, sin que cambie a otro sonido distinto. Si podemos alargarlo, será fricativo; si no, será oclusivo. Puede usted comparar el primer sonido de la palabra puente con el primero de sal. En español, el único órgano activo que produce fonos vibran-les es la lengua. La punta de ésta se eleva acercándose a la bóveda de la cavidad bucal, se tensa y vibra a la salida del aire. Para probar si un fono es vibrante, tenemos que sentir que en su producción la punta de la lengua, elevada, vibra. Hay que tener cuidado para no confundir la sensación de cosquilleo que produce en las papilas de la lengua la salida del aire, con auténticas vibraciones (movimientos cortitos y muy rápidos) de la punta de la lengua. Compare el primer sonido de la palabra rápido con el primero de lago. En la fonética articulatoria, cada fono consonántico se clasifica con base en dos criterios: el modo de articulación (llamado también "modo de producción") y el punto de articulación. Veamos cómo se producen los puntos de articulación. En primer lugar, consideremos la configuración de la cavidad bucal. En la parte baja tenemos ese órgano móvil llamado lengua, que permite modificar la configuración inferior de la cavidad. En el extremo exterior tenemos los labios, también móviles. En la parte superior tenemos la bóveda, constituida, en el extremo más cercano al exterior, por los dientes superiores; detrás de ellos, un pequeño abultamiento carnoso que podemos sentir tocándolo con la punta de la lengua: son los alveolos. Si deslizamos la punta de la lengua hacia atrás, sin dejar de apoyarla en la bóveda, sentiremos una región amplia, carnosa y dura, que se va elevando: el paladar duro: si la deslizamos hacia la parte más interna de la bóveda, sentiremos una región carnosa y suave que baja de altura: el paladar blando, llamado también "velo del paladar". Amable lector, o lectora, íno le recomiendo intentar tocar con la lengua el final de la bóveda!; además de que sería una posición muy incómoda para su lengua, podría causarle una sensación desagradable. En cambio, puede verlo reflejado en un espejo, si abre la boca como cuando el médico le examina la garganta. La bóveda finaliza en un cuerpo carnoso en forma de gota de agua: la úvula (fig. 4.5). En el momento en que va a salir el aire de la cavidad bucal, si el labio inferior sube hacia el labio superior, o hacia los dientes superiores, el sonido que se produce es labial (bilabial en el primer caso, labiodental en el segundo; ambos son labiales) (fig. 4.6). Cuando el aire pasa por la cavidad bucal, si la punta de la lengua (llamada "ápice") se eleva hacia los dientes superiores, se produce un sonido dental. Al pasar el aire por la cavidad bucal, si el ápice de la lengua o la superficie superior de la lengua que está contigua al ápice (predorso) se eleva hacia los alveolos, se produce un sonido llamado alveolar.

Con la superficie superior de la lengua en su parte media (dorso) elevada hacia el paladar duro, al paso del aire, se produce un sonido llamado palatal (fig. 4.9). Si la superficie superior de la lengua en su parte trasera (pos-dorso) se el eva hacia el velo del paladar (retrayéndose hacia atrás, dejando caer el ápice hacia abajo), al paso del aire, se produce un sonido llamado velar.

GUÍA PARA UN TRABAJO PRÁCTICO Si usted, amable lector, amable lectora, es estudiante de la carrera de lingüística, o es una maestra o un maestro que se está especializando para trabajar con niños que tienen

problemas de lenguaje; o bien, por cualquiera que sea su motivación, quiere aprender a manejar la descripción fonética, debe comenzar a distinguir usted mismo, de manera empírica, con su propia pronunciación, los modos  y los puntos de articulación de sus fonos consonánticos. La base para lograr esto es la descripción del apartado anterior, sobre la manera como se prueba cada modo y como se produce cada punto. El otro factor necesario es que pronuncie usted el sonido de cada consonante que utiliza al hablar, procurando no distorsionarlo mucho de cómo normalmente lo pronuncia  y sensibilizándose, con concentración, en la posición de su lengua y de sus labios. Al pronunciar cada consonante, hágalo de manera aislada, sin unirla a un sonido vocálico. Le recomiendo que, para lograr este conocimiento de fonética, no vea ningún cuadro de las consonantes del español (ni de México ni de otro sitio), en donde se encuentre ubicada cada consonante según su punto  y su modo de articulación. Sobre todo: no intente memorizarlo, pues esto le obstaculizaría el aprendizaje de la descripción fonética. Este aprendizaje, por la propia naturaleza del objeto de estudio, requiere que sea empírico. Por consiguiente, debe usted conseguirlo por medio de la práctica guiada; de preferencia en un curso de lingüística o en un taller de trabajo que usted mismo puede organizar, siguiendo esta guía; no hay ningún impedimento para que realice la práctica usted, de manera individual, permitiéndome guiar sus observaciones a través de estas líneas. Un tipo de práctica que ha mostrado logros efectivos y rápidos  – hasta donde mi experiencia me permite saber –  es el que corresponde a la guía que aquí presento, para la cual se ofrece un cuadro (cuadro 4.1) en donde usted podrá ubicar cada consonante, según el punto  y los modos de articulación que descubra. A continuación le ofrezco primero, algunas advertencias que podrán serle útiles cuando tenga dificultades; segundo, el orden en que usted deberá encontrar el modo  y el punto de articulación de cada fono; tercero, el cuadro 4.1 en donde usted deberá ubicar cada símbolo fonético, según los modos y los puntos que haya descubierto de cada fono; y cuarto, en una secuencia estratégica, los fonos que deberá usted pronunciar para ubicarlos. Mientras no recuerde bien cómo se articula cada punto y modo, tenga usted a la vista la descripción de ellos que ofrecí en el apartado anterior; puede resultarle más práctico tener a la vista unas anotaciones que usted haga  y en las que incluya los datos que le parezcan claves de ese apartado. Recuerde que debe articular cada fono de manera aislada (sin los otros s onidos de la palabra). Para distinguir entre sonidos alveolares y dentales, puesto que los dos puntos están muy cercanos, tenga presente que, al articular los alveolares, lo que sube hacia los alveolos puede ser el ápice de la lengua o el predorso. Cuando es el predorso el que sube, el ápice se dobla hacia abajo y a veces toca los dientes de abajo; en este caso el sonido no es dental porque la cavidad por donde sale el aire se hace más estrecha entre los alveolos  y el predorso, y es aquí por donde pasa el aire. Para cada fono que deberá usted articular, indico su símbolo fonético entre corchetes ese símbolo es el que deberá usted ubicar en el cuadro. Notará usted que unas veces el símbolo fonético se escribe igual que la letra con la que se representa ese sonido en la escritura del español, pero otras veces no es igual. Cuando un mismo fono se representa, en nuestra escritura española, con distintas letras (por motivos etimológicos); o, a la inversa, cuando dos fonos distintos pueden escribirse ortográficamente, con la misma letra, en ambos casos vamos a encontrar que alguno de los fonos se representa en fonética de una manera distinta de la ortografía del español. El criterio de base es el siguiente: par"- cada fono distinto, un solo símbolo fonético distinto. Esto es así necesariamente para poder hacer la descripción fonética (y la fonológica) de las lenguas. Recuerde usted que en cada número, de la guía hay que concentrarse en el fono (sonido) en cuestión no en la letra ortográfica, pues estamos tratando de describir lob fonos del español de México y no de investigar su sistema de escritura.

Cuando usted no esté seguro del punto de un fono, articule otro cuyo punto ya conoce y después el que quiere localizar, tratando de sentir si la lengua se mantiene en el mismo punto o s( mueve;  y al moverse sienta si es hacia adelante o hacia atrás Repita esta operación comparando el punto del fono que está tratando de describir con los puntos de otros fonos ya conocidos cada vez que sea necesario, hasta ubicar el punto en cuestión. De cada fono que se indique, pronúncielo y trate de encontrar (con base en las descripciones del apartado anterior) sus modos y punto de (articulación, siguiendo el siguiente orden: 1. Si es oral o nasal (recuerde hacia dónde va la yema del dedo) 2. De los orales: si es sonoro o sordo (recuerde dónde colocar los dedos). 3. De los sordos: si es oclusivo o fricativo (¿puede prolongarse no?). 4. De los sonoros: si es vibrante o no (sienta las v ibraciones del ápice de la lengua; los sonidos vibrantes del español pueden tener varias vibraciones: «vibrante múltiple"; o una sola vibración `vibrante simple"). 5. Su punto de articulación: labial, dental, alveolar, palatal o velar. Una vez que encuentre los modos  y el punto de articulación del primer fono que se indique a continuación, colóquelo en el lugar que le corresponda del cuadro 4.1. Entonces trabaje de igual manera con el segundo, y así sucesivamente. A continuación ofrezco la secuencia de fonos para que usted encuentre, en su propia pronunciación, los modos y los puntos, siguiendo el orden que presenté antes del cuadro. 1. El primer fono de la palabra mono: [m]. 2. El primer fono de la palabra taco: [t]. 3. El primer fono de la palabra lona: [1]. 4. El primer fono de la palabra yegua: (es el mismo que el primer fono (sonido) de la p alabra llama; pronúncielos y escúchese): [y]. S. El primer fono de la palabra casco (es el mismo fono que el primero de la palabra queso y también es igual al primero de la palabra kilogramo; pronúncielos y escúchese): [k]. 6. El primer fono de la palabra dedo: [d]. 7. El tercer fono de la palabra niña: [ñ]. 8. El primer fono de la palabra niña: [n]. 9. El primer fono de la palabra bote; es el mismo que el primero de la palabra vaso en el español general (salvo casos aislados, no hay constancia de algún lugar de habla española donde se mantenga sistemáticamente una diferencia entre b y v en la pronunciación, aunque haría falta una investigación en algunas zonas en las que se ha hallado, de manera no sistemática, esta diferencia, sin influjos de hipercorrección): [b]. 10. El primer fono de la palabra rojo (es el mismo que el tercero de la palabra carrera; pronúncielos y escúchese): nr li. El primer fono de la palabra gota (es el mismo que el primero de la palabra guerra; pronúncielos y escúchese): [g]. 12. El primer fono de la palabra peso: [p]. 13. El primer fono de la palabra cisne (es el mismo que el primer fono de la palabra sobre; pronúncielos y escúchese): [s]. 14. El tercer fono de la palabra cara: [r]. 15. El primer fono de la palabra faro: ffi. 16. El primer fono de la palabra gente (es el mismo que el primero de la palabra jamón; pronúncielos y escúchese): [x] (no confunda el símbolo fonético [x], que representa al primer sonido de las palabras anteriores, con la letra x). 17. El primer fono de la palabra chamaco: [é]. Si está usted haciendo la práctica en grupo, quizá no se pongan de acuerdo en si es oclusivo o es fricativo, debido a que este fono tiene un primer momento oclusivo y un segundo momento fricativo (la lengua, después de obstruir la cavidad bucal, la abre con un movimiento rápido, pero manteniéndose en una posición cercana a la bóveda, mientras sigue saliendo el aire); por ser así, se llama africado. Puede usted colocarlo en el cuadro dentro de los oclusivos; pero añádale el nombre 'africado". 18. El primer fono de la palabra Xola, segundo de la palabra Uxmal (pronunciándolo a la manera mexicana, no como turista estadounidense) y tercero de la palabra mixiote. Éste es un fono de

origen iláhuatl y maya que ha pasado, dentro de algunas palabras, al español de México: [1] (no siempre la letra ortográfica x representa ese fono: pronuncie y escuche la diferencia entre Xola, México y examen. En el primer caso representa al fono [1]; en el segundo, al fono [x]: como el primero de jitomate; en el tercero, a la sucesión de fonos [k] + [s]). LAS VOCALES DEL ESPAÑOL

Las vocales del español pueden describirse mediante tres criterios: posici ón de la lengua, abertura de la cavidad bucal y redondea-miento de los labios. Los dos primeros son suficientes para distinguir cada una de las vocales del español, aunque en su real ización interviene también la forma que toman los labios. Mantenga usted su lengua abajo, en la posición de reposo y abra bien la boca (sin exagerar: lo más que llega a abrirla al hablar); en esta posición intente producir una vocal, a ver cuál sale. ¿Está bien abierta la boca?, ¿la lengua está en posición de reposo, abajo? En esta posición usted producirá la vocal [a]. Ahora, partiendo de la posición de reposo, eleve la parte media del dorso de la lengua hacia el paladar duro, hasta tocarlo (mantenga el ápice de la lengua hacia abajo); repita la operación varias veces, sintiendo bien su lengua. Bien, vuelva a hacer este movimiento varias veces hasta que logre sentir bien su lengua, pero ahora sólo acercándola al paladar duro, sin tocarlo (fig. 4.11). Partiendo de la posición de reposo, eleve el pos dorso (parte t rasera del dorso) de la lengua hacia el velo del paladar, hasta tocarlo (la lengua se contraerá con el ápice hacia abajo); repita varias veces el movimiento desde la posici ón de reposo. Ahora haga lo mismo, pero sin llegar a tocar el velo del paladar, repitiendo la operación hasta que usted logre sentir con claridad el movimiento de su lengua (fig. 4.12). Articule usted (al y en seguida [i], sintiendo el mov imiento de su lengua. Después articule [a] seguida de [u], sintiendo su lengua. ¿Hacia dónde se movi ó su lengua al articular [i],  y hacia dónde, al articular [u]? Repita los movimientos a partir de [a] hasta que pueda concentrarse en percibir su lengua. Es importante que al articular cada vocal sienta usted relajada su lengua; si la siente dura, seguramente no estará pronunciando las vocales con naturalidad. Trate de pronunciarlas como usted normalmente lo hace. Es normal, sin embargo, que al pronunciar un fono de manera aislada, fuera de contexto usual y fijándose en los movimientos de su aparato fonoarticulador, resulte un poco artificial la pronunciación; pero puede tratar de evitar esto. Trate de responder la pregunta que aparece casi al inicio de este párrafo antes de continuar leyendo. Al articular [i], la lengua se eleva hacia el paladar duro; al articular [u], hacia el v elo del paladar. Después de tomar aire, articule [a] y mueva su lengua lenta mente hacia [ i] (su boca se irá cerrando un poco), sin dejar de producir sonido. Trate de reconocer la vocal que se escucha en medie del recorrido de la lengua. ¿Ya la escuchó?; ¿no? Vamos a hacerlo ( otra vez: necesita lograr que el recorrido de la posición para [a] a l posición para [i] no sea abrupto, sino mediante un movimiento lento. Tome suficiente aire y repítalo hasta que distinga qué boca produce entre el sonido [al y el sonido [i]. Posteriormente hay algo semejante, pero recorriendo la lengua de la posición de (a a la posición de [u]. ¿Qué vocal se escucha entre [a] e [i]? ¿Cuál entre [a] y [u]? Al articular [el, el dorso de la lengua se eleva un poco, desde su posición de reposo, hacia el paladar duro; la cavidad bucal s cierra menos que para [i]. Al articular [o], el pos dorso de la lengua se eleva un poco, desde su posición de reposo, hacia el M del paladar; la cavidad bucal se cierra menos que para (u]. El triángulo que aparece en la figura 4.13 (basado en uno ¡de¿ do por Hellwag, en 1781) esquematiza las posiciones de la lengua la abertura de la cavidad bucal. Como sabemos, en el idioma español tenemos cinco vocale que describimos en el apartado anterior.

Cuando usted pasaba de la posición de [a] a la posición de 1 (como le pedí en el apartado anterior), sin dejar de producir sor do, habrá usted escuchado, más o menos a la mitad del recorrido e la lengua, que estaba pronunciando [e]. Con esta misma actividad, poniendo especial atención a la audición, podría distinguirse un sonido intermedio entre [a]  y [e] (al mover lentamente la lengua de [a] a [e]). Voy a graficar este sonido así: [E], por razones prácticas de imprenta. Podríamos pensar que cuando hablamos español sólo producimos cinco sonidos vocálicos (además de las consonantes). Sin embargo, atendiendo especialmente a la audición, podríamos darnos cuenta de que al hablar normalmente, cuando decimos terquedad, nuestra pronunciación de la primera e no resulta idéntica a la de la segunda. Generalmente, pronunciamos la primera e con un sonido que se acerca al fono [E] que describí en el párrafo anterior, mientras que la segunda se parece más a [el. Si no supiésemos cuántos y cuáles son los fonemas vocálicos que tiene registrados cualquier hablante de español (o si lo supiésemos y quisiéramos comprobarlo), podríamos hacer lo siguiente. En primer lugar describiríamos los distintos fonos vocálicos que lográsemos distinguir en el habla de un cierto número de hispanohablantes (una muestra de ellos). Entre ellos, estarían el fono [e] y el fono [E]. Tendríamos que probar si en español cada uno de ellos pertenece a un registro fonológico distinto (es decir, si cada uno de ellos se produce con base en un fonema distinto) o si los dos pertenecen a un mis mo registro fonológico (es decir, si son dos realizaciones distintas de un mismo fonema: dos pronunciaciones, un poco distintas una de la otra, basadas en un mismo registro mental). Para ello, en primer lugar, trataríamos de encontrar en el habla hispana dos palabras que fuesen idénticas en toda la secuencia de sus unidades de sonido, a excepción de que en el lugar donde se escucha [e] en una palabra, se escucha [E] en la otra; y que a este cambio de sonido correspondiese un cambio en el significado: cada palabra con un significado distinto (los pares de palabras de este tipo se llaman pares mínimos). Si encontrásemos algo así, sería suficiente para saber que, en español, [e] y [E] corresponden a distintos fonemas, porque al cambiar uno por otro en el mismo contexto fonético, cambia el significado. Sin embargo, en la realidad no es así: no encontramos en español dos palabras, cada una con un significado distinto, cuya única diferencia fonética se base en la distinción entre [e] y [E]. En cambio, podemos darnos cuenta de que (e] aparece en unos contextos fonéticos, mientras que [E] aparece en otros. En la palabra que mencioné anteriormente (terquedad), por ejemplo, se escucha [E] seguida de [r] en la misma sílaba: éste es un contexto distinto de aquel en el que se escucha [e], el cual aparece como último elemento de sílaba precedido por [k]. Este tipo de evidencia, con Varios ejemplos más, nos hace pensar que los fonos [e] y [E] son dos alófonos de un mismo fonema: el Registro mental que funciona como la base para su pronunciación es un mismo fonema, pero se realiza como [e] en unos contextos fonéticos distintos de aquéllos en los cuales se realiza como [E]. Para terminar la prueba de que [e] y [E] pertenecen a un mismo fonema, podríamos pronunciar una palabra del español que contenga [E], tal como normalmente se pronuncia, y después pronunciar la misma secuencia, pero con [e]; por ejemplo: [tErko] y [terko]. Las pronunciaríamos ante los hispanohablantes de nuestra muestra y les preguntaríamos qué significan. Si nos responden que significan lo mismo, y obtenemos la misma respuesta con varios pares de ejemplos, entonces hemos terminado la prueba de que, para los hispanohablantes, la diferencia entre [e] y [E] no cambia el significado de las palabras, con lo cual llegamos a la conclusión de que [e] y [E] pertenecen al mismo fonema en español: los hispanohablantes, en su sistema de lengua, no tienen (no tenemos) registrada una oposición entre [e] y [E]. En otras lenguas, en cambio, sus hablantes pueden tener registrada una oposición entre [e] y [E]: cada uno corresponderá a un fonema distinto, por lo que, para ellos, la diferencia entre [el y [E] será suficiente para cambiar el significado de las palabras. Esto sucede, por ejemplo, en el amuzgo de San Pedro Amuzgos, Oaxaca.3 .

El comentario anterior sobre [e] y [E] es sólo un e jemplo para aclarar que al hablar producimos un número muy elevado de fonos distintos. Pero muchos de ellos corresponden a un mismo fonema de nuestra lengua; es decir que son distintos sonidos producidos con base en un mismo registro fonológico. Esto hace que la mayor parte de las veces ni siquiera nos demos cuenta de que estamos pronunciando sonidos distintos. No nos percatamos fácilmente de las diferencias fonéticas que no nos sirven para distinguir significados; estas diferencias fonéticas no corresponden a distinciones registradas en el sistema de la lengua que hemos adquirido: no son oposiciones fonológicas. Las diferencias que sí nos resultan fáciles de distinguir, sin necesidad de entrenamiento técnico, son las que corresponden a las oposiciones fonológicas de nuestro propio sistema (es decir, las diferencias entre dos fonos que corresponden a fonemas distintos). Y estas oposiciones no son las mismas para los hablantes de una lengua que para los de otra, Lengua. 3 En el apartado 'Especialidades que enfocan un nivel", del Apéndice A, puede encontrarse una breve bibliografía de investigaciones de los sistemas fonológicos de lenguas nativas de México.

En otras palabras: puede haber muchísimos sonidos diferentes en el habla; sin embargo, no todas las diferencias entre ellos están marcadas como tales en el sistema de lengua que hemos registrado mentalmente. Los hablantes de una lengua tienen registradas unas diferencias y los de otra lengua, otras. Por esto es que una diferencia entre dos fonos puede cambiar el significado en una lengua  y en otra no. Un fonema, entonces, puede realizarse a través de muchos sonidos distintos; pero todos ellos tenderán a mantener ciertas características (aunque no puede decirse de manera categórica que siempre mantengan el mismo núcleo de características inv ariable) que nos permiten reconocerlos inconscientemente, al escucharlos, como fonos del mismo fonema. Es como si el registro cerebral de cada fonema nos diera la clave para poder asociar a él distintos fonos;  y, al mismo tiempo, nos marcara los límites para reconocer cuándo un fono ya pasó los terrenos acústicos de ese fonema y, por tanto, pertenece a otro fonema. El cambio de un fono que pertenece a un fonema por otro que pertenece a otro fonema nos hace reconocer que el elemento léxico t ambién ha cambiado y que, por consiguiente, puede estar asociado a otro significado. En esto consiste la función fundamental de los fonemas en cualquier sistema de lengua: son unidades lingüísticas sin significado; pero nos sirven para diferenciar un elemento léxico de otro y, por tanto, para diferenciar la expresión de un significado de la expresión de otro significado.  Tenemos registrado cada fonema mediante sus características fundamentales, cada una de las cuales tiene la función de oponer (distinguir) ese fonema a los demás. A cada característica fundamental de un fonema se le llama rasgo pertinente o rasgo distintivo. Si hiciésemos un estudio fonético del es pañol de México, mediante el cual obtuviésemos una descripción de los distintos fonos que producen los hablantes;  y después considerásemos de dos en dos los distintos fonos encontrados, para realizar con ellos los análisis ejemplificados anteriormente con [e] y [El, descubriríamos cuáles fonos pertenecen a un mismo fonema, cuáles pertenecen a otro, así como cuántos y cuáles fonemas tienen registrados los hispano-hablantes mexicanos. De esta manera obtendríamos los fonemas que aparecen represelitados en el cuadro 4.2  y la figura 4.14. Es decir, al resultado de la descripción fonética se le aplican ciertos métodos y análisis del tipo de los ejemplificados con [el y [E], con lo cual ya estamos en el campo de la fonología, rama de la lingüística que nos permite conocer los fonemas de una lengua. En este capítulo, hasta el momento, cuando he hablado de conocer los fonemas me he referido al conocimiento consciente que ocurre al investigar algo,  y no al conocimiento inconsciente que, como hablantes, obtenemos de los fonemas en nuestra infancia. En el próximo apartado analizaremos este conocimiento inconsciente. Un cuadro fonológico puede considerarse como una manera de representar los elementos que tenemos registrados mentalmente en el componente fonológico.

Habíamos visto que los rasgos pertinentes son las características de cada fonema que sirven  para diferenciarlo de los demás. Suponemos que esos rasgos están registrados en el cerebro por

algún medio neurofisiológico. Hay otras características que también se presentan sistemáticamente al realizar los fonos de un fonema, además de los rasgos pertinentes, y que no se deben a la influencia de un contexto fonético, por lo que suponemos que también se encuentran registradas. Al pensar en la función distintiva de los rasgos pertinentes (sirven para distinguir cada fonema de los demás), descubrimos que los otros rasgos que se p resenten son redundantes; es decir, sin ellos, por lo menos aparentemente, podrían distinguirse entre sí los fonemas; sin embargo, vienen a ser como especie de relevos para diferenciarlos  – aparentemente son innecesarios, pero no resultan así en la realidad de las distintas situaciones comunicativas en las que puede haber afecciones de la voz, de la trasmisión de las ondas sonoras o de su  percepción; y en los distintos contextos fonéticos que condicionan las realizaciones de los fonemas. En un cuadro fonológico, un investigador pretende mostrar cómo se diferencia cada fonema de los demás mediante los rasgos pertinentes, sin representar los rasgos que resultarían redundantes. De dos características de un fonema, entre las cuales hay redundancia (es decir que al funcionar una de ellas, la otra no haría falta para distinguir el fonema de los demás), no siempre es muy claro saber cuál de ellas considerar rasgo pertinente y cuál redundante. Ésta es una de las razones por las que pueden presentarse distintos cuadros fonológicos para una misma lengua. Algunos de los criterios que, considerados de manera combinada, sirven de base para decidir qué rasgos tomar como pertinentes son: la simetría del cuadro, que estaría reflejando la  productividad funcional de las oposiciones en la organización del sistema, y la economía, es decir, el menor número posible de rasgos que sea suficiente para distinguir cada fonema, que reflejaría la productividad funcional de los rasgos. En español, los fonemas /b/, /d/ y /g/ se realizan como fonos oclusivos en unos contextos fonéticos y como fricativos en otros contextos (en la mayor parte de las comunidades hispanohablantes). Esto, y el hecho de que no son necesarios los rasgos oclusivo y fricativo  para distinguir cada uno de los fonemas ya mencionados, constituyen la razón para (¡ue no aparezcan esos rasgos para ellos. El fonema /y/ se realiza africado en unos contextos y fricativo en otros. En español, todas las consonantes nasales se realizan sonoras, por lo que este rasgo no sirve  para oponer cada nasal de las demás; y no resulta necesario para oponer a ninguna de ellas de las no nasales, pues el rasgo nasal lo hace. El fonema /1/ se realiza lateral: el aire pasa a los lados de la lengua (para algunas personas, de  preferencia por el lado izquierdo; para otras, por el derecho). Por economía no se distingue entre labiodental (para /f/) y bilabial (por ejemplo, para /p/); además algunas personas pronuncian /f/ bilabial. Esto hace suponer que la oposición bilabiallabiodental no es necesaria en español. Debido a que el fonema /1/ se utiliza en relativamente pocas palabras que han pasado al español de México, procedentes del maya, del náhuatl, del inglés y del francés, algunos autores no lo incluyen en su cuadro fonológico. Todas las vocales del español de México son sonoras; sólo en algunas regiones se ensordecen al  pronunciarlas en determinados contextos fonéticos. Al pronunciar cualquier vocal, la cavidad bucal se abre más que al pronunciar cualquier consonante. Es decir que, aunque la lengua se eleve hacia el paladar duro o hacia el velo del  paladar, entre dichas zonas de la bóveda y la lengua queda una distancia más grande que la que queda al pronunciar una consonante cualquiera. Tal vez usted cuestione por qué el cuadro fonológico de las consonantes del español de México (que supone un análisis fonológico) coincide con el cuadro que usted elaboró atendiendo únicamente a una descripción fonética. La respuesta se halla en el hecho de que los rasgos que

le pedí que identificara para cada fono, en la guía práctica, corresponden a los rasgos  pertinentes de los fonemas hispano mexicanos. Es decir, ese análisis "empírico" estaba conducido para que usted obtuviera el cuadro al que llegó (los criterios de la guía están basados en análisis fonológicos previos: ¡un caso que muestra claramente que los resultados de los análisis llamados empíricos dependen de alguna concepción previa, consciente unas veces, otras nol). Los argumentos que sustentan la concepción de ese cuadro los expresé en los  párrafos precedentes. LA ADQUISICIÓN DE LOS FONEMAS Hemos visto que los fonemas nos sirven para poder diferenciar elementos léxicos y éstos, a su vez, nos sirven para poder expresar distintos significados. Lo anterior tiene como resultado dos consecuencias: por una parte, mientras no se hayan registrado los primeros fonemas, no se registrará ningún elemento en los otros componentes (sintáctico y semántico); y, por otra parte, para poder registrar los primeros fonemas, es necesario descubrir que la oposición entre sus rasgos puede funcionar diferenciando ciertos elementos léxicos  y que éstos sirven para expresar distintos significados. De esto último concluimos que no es posible registrar ningún fonema sin descubrir que la diferencia de pronunciación entre dos o más elementos léxicos distintos sirven para poder expresar diferencias de significado. Por todo lo anterior, entendemos que registrar los fonemas no consiste simplemente en poder percibir las diferencias entre sus respectivos fonos, ni en poder pronunciarlos, sino en registrar entre ellos las oposiciones necesarias en el sistema de la lengua, para que tengan un valor lingüístico; es decir, para que puedan utilizarse con la función de diferenciar significados (a través de la diferenciación de elementos léxicos). Para ejemplificar la manera como adquirimos los fonemas de nuestra primera lengua, en la infancia, a continuación voy a seguir el inicio de la secuencia que el lingüista Roman  Jakobson propuso como hipótesis general de la adquisición de las lenguas. La primera distinción que registramos es entre vocales y consonantes, es decir, entre las articulaciones más abiertas  y las más cerradas. Con esta distinción obtenemos la base para el primer patrón silábico que se obtendría al combinar una consonante con una vocal. Pero todavía no habremos adquirido propiamente ningún fonema, pues no hemos registrado ninguna oposición entre distintas vocales rú entre distintas consonantes, por lo que todavía no podemos distinguir una vocal de otra ni una consonante de otra; en consecuencia, aún no nos es posible distinguir un elemento léxico de otro. Posteriormente registramos, entre las consonantes, la oposición nasal-oral; es decir que las características nasal  y oral comienzan a funcionar como rasgos pertinentes. En el momento en que esto sucede, nos habremos dado cuenta de la diferencia entre dos elementos léxicos que habíamos estado escuchando en contextos normales de uso; elementos que podrían ser, para nosotros, algo parecido a ma y pa; éstos podrían haber sido los primeros elementos léxicos que registramos, muy probablemente con los significados de 'mamá'  y 'papá' respectivamente (o, más bien con significados parecidos a éstos). En esta etapa quizá pronunciábamos un fono consonántico nasal con más preferencia que otros fonos del mismo tipo; pero si pronunciábamos uno u otro, para nosotros tenían el mismo valor, es decir que la diferencia entre dos nasales (por ejemplo, entre [n] y [m]) no era significativa para nosotros, porque n, habíamos registrado ninguna oposición entre una nasal  y otra; por tanto, la diferencia entre dos fonos nasales distintos no nos sirve para distinguir significados.

Algo semejante nos ocurría entre los fonos consonánticos orales y entre los fonos vocálicos, pues las únicas oposiciones qu habíamos registrado hasta entonces eran: vocal-consonante y no sal-oral. Por tanto, en esta etapa contábamos con tres foiiem¿ registrados: un fonema vocálico (que, en potencia, por lo menos podíamos realizar

mediante cualquier fono vocálico, aunque en' práctica hubiésemos tenido preferencia por pronunciar alguno,, un fonema consonántico nasal (cuya realiz ación también podía s( de cualquier punto de articulación)  y un fonema consonántico oral (las distintas variaciones en modo y en punto de articulación(' correspondían al mismo fonema). Así, habremos podido prono-, ciar  pa y ta indistintamente, es decir que no podíamos asociar para un significado distinto al que asociábamos para ta. Y al escuchar 1, voces de las otras personas, la diferencia entre sus fonos [p], [t] Las demás consonantes orales tampoco nos podrían servir para distinguir significados;  papa y tata podían significar lo mismo para nosotros. De esta manera, conforme los niños descubren las oposición que sirven para distinguir significados, van registrando sus foil más, al mismo tiempo que elementos léxicos que se distingan p las oposiciones fonológicas registradas, y, con cada elemento léxico, su significado. Cada vez que los niños registran una nueva oposición, lo q; antes era un solo fonema se convierte en dos. Por ejemplo, retoí-r mos el momento que estábamos describiendo de nuestra adquisición, con tres fonemas; en la siguiente etapa, registramos, para 1 consonantes, la oposición interno-externo, con lo cual nuestro anterior fonema consonántico oral se convierte en dos: un foner consonántico oral externo, que podíamos realizar como un fo[p] o [b], y un fonema consonántico oral interno, que podían realizar como [t], [k], [g] u otros fonos. Asimismo nuestro anteri fonema consonántico nasal también se convierte en dos al registrar esa oposición: una fonema consonántico nasal externo, c realización [m], y un fonema consonántico nasal interno, cuya nasalización podía ser [n] o [ñ]. Así como el niño va registrando gradualmente los fonemas, Descubrir, inconscientemente, las oposiciones significativas en habla de los demás, v a registrando también sus reglas fonológicas para poder construir sus sílabas al haNar. No en todas las lenguas se pueden hacer las mismas combinaciones entre consonantes y vocales para formar una sílaba. El niño descubre, gradualmente también, cuáles son posibles en su lengua. Al principio no utilizará, para sus elementos léxicos, com binaciones de cuatro consonantes con una vocal en medio, como en traes, pero sí podrá utilizar combinaciones de dos consonantes con una vocal en medio, como en pam. La etapa de adquisición de reglas fonológicas influye en la pronunciación de sus fonos a tal grado, que, con mucha frecuencia, podemos observar que los niños no pronuncian algún fono que corresponde a un fonema ya adquirido, pues se trata de una sílaba compleja cuya regla de formación no han adquirido; y para adecuar esta sílaba a sus reglas adquiridas, reducen el número de fonemas de la sílaba, o los cambian por otros. De la manera como hemos concebido que se adquieren los fonemas, concluimos que en el momento en que se registran los primeros elementos fonológicos (los primeros fonemas), necesariamente se están registrando, al mismo tiempo, los primeros elementos del componente sintáctico (los primeros elementos léxicos del niño) y los primeros elementos del componente semántico (los primeros significados basados en las primeras conceptualizaciones del niño, asociados a sus respectivo elementos léxicos). Por consiguiente, las primeras expresiones con valor lingüístico aparecen cuando se han registrado los primeros elementos en cada uno de los tres componentes de la lengua (aunque las primeras expresiones con valor comunicativo, analizables en sus distintas funciones, aparecen en etapas anteriores, como se menciona en el capítulo 6 sobre el componente semántico). 4

5. El componente sintáctico' DEL ANÁLISIS A LOS REGISTROS MENTALES Este capítulo no está planeado para practicar el análisis sintáctico del español, sino para reflexionar, a partir de algunos ejemplos del español, sobre la realidad que permite concebir la existencia de estructuras y categorías sintácticas en cualquier lengua del mundo.

Si analizamos los discursos que producimos al hablar o al escribir, en situaciones formales (por ejemplo, al dar una conferencia) o informales (por ejemplo, al conversar con un amigo), en cualquier lengua, encontraremos que las palabras no aparecen indistintamente en cualquier parte de las cadenas del discurso, sino que hay un lugar especial para cada palabra según la clase a la que pertenece. Esto permite que descubramos, mediante nuestro análisis, que al interior del cualquier plática (formal o informal) las palabras aparecen formando estructuras lineales; estructuras constituidas por la sucesión de palabras de distinta clase.

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