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June 4, 2019 | Author: Nicolas Daniel Avalo | Category: Sin, Forgiveness, Ten Commandments, Love, Priest
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Klaus Dick Rudolf Gehr Gehr ig Bernhard Meuser Andreas Süß

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Confesión Update!

ESPAÑOL

CONFESIÓN UPDATE! 2 3

Klaus Dick Rudolf Gehrig Bernhard Meuser Andreas Süß

Traducido del original alemán por Pablo Cervera Barranco

Índice

1. ¡CONFIÉSATE! ¿Por qué es importante buscar la reconciliación con Dios? ¿Cómo se hace? Página 9

2. IN & OUT Un examen de conciencia diferente Página 21

EL SACRAMENTO DE LA CONFESIÓN ¿Cómo se hace ahora? ¿Qué se necesita para ello? ¿Cómo lo puedo hacer? Página 27 

BUENAS ORACIONES PARA LA CONFESIÓN Página 35 Los símbolos y su significado:

Cita literal

Cita de la Sagrada Escritura

Informaciones  y consejos

Preguntas del Youcat 

3. CONFESARSE: YES, I CAN! Página 45 �������� �

¿Confesionario o confesión en un lugar informal? Página 68 �������� ��

Preguntas sobre la confesión Para todos aquellos que quieran saber exactamente qué es Página 72 © Ediciones Encuentro, S.A., Madrid, 2016 Primera edición: octubre de 2016 Segunda edición: noviembre de 2016

Título original de l a edición alemana: Rudolf Gehrig (ed.), YOUCAT Update! Beichten! © 2015 de la edición alemana: YOUCAT Foundation gGmbH, Königstein im Taunus El socio único de YOUCAT Foundation es la asociación pontificia internacional «Ayuda a la Iglesia Necesitada» (AIN) con sede en Königstein im Taunus, Alemania.

(logotipo y nombre) reconocida y protegida internacionalmente. Número de registro 011929131. Maquetación, diseño e ilustraciones: Alexander von Lengerke, Colonia. Traducción del alemán de Pablo Cervera Barranco. Con la aprobación eclesiástica del Obispado de Augsburgo el 06/07/2013, monseñor Harald Heinrich, vicario general.

Todos los derechos reservados.

Traducción y adaptación española con las debidas licencias del Arzobispado de Madrid (26 de septiembre de 2016).

El uso de la marca YOUCAT ha de hacerse con la conformidad de YOUCAT Foundation. YOUCAT® es una marca

ISBN PDF 978-84-9055- 709-9 D.L. M-32923-2016 www.edicionesencuentro.com

Í    N  D  I    C   E  

4 5

A MODO DE PRÓLOGO Cuando tenía 15 años todavía no había podido experimentar mucho el verdadero efecto liberador de la confesión. Sin embargo, desde entonces han pasado muchas cosas. Actualmente soy sacerdote y me alegra poder mostrar a los jóvenes la belleza del amor y de la misericordia de Dios en el sacramento de la reconciliación, y que ellos mismos una y otra vez lo experimenten en la propia confesión. He podido escuchar  ya innumerables confesiones de jóvenes y es para mí muy conmovedor ver cómo Dios nos libera de culpas, cura heridas  y nos posibilita una nueva vida a través de su perdón. Antes de la JMJ 2005 no habría imaginado que los jóvenes se reunieran durante seis horas para rezar y cantar y, además,

confesarse. Pero ese fue exactamente el deseo de un grupo de jóvenes en Bonn que quería continuar sus experiencias de la JMJ y de diversas comunidades espirituales. Hoy el concepto se conoce con el nombre de «Nightfever». Y funciona en todas partes. En cada «Nightfever», ocho o diez sacerdotes se sientan en un lugar visible en las naves laterales de la iglesia (y a una distancia suficiente para que no se pueda oír nada). Delante de ellos luce un cirio y un letrero indica lo que ofrecen: «Conversación, bendición, sacramento de la reconciliación». Ante estos carteles se forman largas colas con bastante rapidez. ¿Por qué? Porque en la confesión recibimos la fuerza liberadora de la reconciliación y un nuevo comienzo con Dios. Y la alegría de esta experiencia es realmente visible. Una noche inesperadamente vino a hablar conmigo una señora. Ella había visto cómo una joven salía de la confesión completamente liberada y feliz. Se palpaba con las manos qué peso se había quitado de encima. La mujer se dirigió a mí y me dijo: «Yo querría también eso». Ella no sabía exactamente cómo confesarse, pero había visto lo que pasaba. Por eso puedo aconsejar de todo corazón:

¡Comienza de nuevo! ¡Confiésate! Andreas Süß Director espiritual de Nightfever

A  M   O  D   O  D  E   P   R   Ó   L    O   G   O 

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1 . ¡CONFIÉSATE!

¿Por qué es importante buscar la reconciliación con Dios? ¿Cómo se hace? Bernhard Meuser 

¿Qué es lo primero en la lista de lo que no nos gusta? ¡Evidentemente ir al dentista! Pero después del dentista viene enseguida la confesión. ¿Contar lo peor de mí a un perfecto desconocido? ¡Ni que estuviera loco! ¿Y luego ir a un sacerdote y decirle que he robado, engañado, mentido? ¿Que he deseado a mi compañero de mesa que se fuera al infierno, y que he pasado la mitad de la noche navegando en internet por páginas poco recomendables? ¡Eso ni hablar! ¡Lo que pensará de mí! ¡No le podría volver a mirar a los ojos! De acuerdo, es cierto. Hace falta mucha valentía para ello, también para vivir en el lado oscuro de la vida.

1   . �    C    O  N  F   I   É     S   A  T   E    !  

8 9

De alguna manera, todos queremos ser los más

grandes. Queremos brillar, queremos ser admirados.  Y ciertamente tenemos mucho de admirable en nosotros. + Uno es un genio en matemáticas; + el otro es un deportista genial; + y otro es simplemente un superamigo, daría por ti su última gota de sangre.

Pero todos sabemos que también hacemos el

mal

.

Durante un tiempo uno puede esconder su lado oscuro. Pero un día se descubre que el maravilloso trabajo que llevé a clase fue un corte y pega. Se nos pilla en una mentira y alguien nos plantea: «¡Eh, me has mentido desde hace años!». Tenemos que reconocer que la costumbre de mentir nos tiene pillados. Entonces ponemos cara compungida.

Los cobardes buscan entonces disculpas y excusas. Quien tiene valor, dice:

«Sí, eso fue así.

He metido increíblemente

la pata

.

¡Por favor, perdóname!»

1   . �    C    O  N  F   I   É     S   A  T   E    !  

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En la mayoría de los casos, la valentía de la confesión compensa. Pero a menudo también queda una sensación de inquietud. Una vez tuve que decirle a un amigo estas duras palabras: «¿Puedes volver a perdonarme?». Y esto es lo que dijo mi amigo: «¡De acuerdo, te puedo perdonar, pero no podré olvidarlo nunca!». ¿Qué perdón es ese? Entonces yo, en un alarde de osadía, le dije a mi amigo: «¡La verdad, preferiría que no me perdonaras, pero que lo olvidaras!».

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¡Hola, Dios!

¡Otra vez estoy aquí! Hace un par de días volví a confesarme. ¡Hola, Dios, otra vez estoy aquí! He metido bastante la pata. Me he apartado del camino. Sé exactamente por qué. Todo pecado, cualquier falta de amor, TE afecta. ¡Solo tú eres Dios! Solo tú puedes perdonarme.

¡Aquí estoy,

perdóname! A pesar de que en mi vida ya me he confesado cientos de veces, siempre tengo que hacer un esfuerzo. Y eso que sé que cinco minutos después, cuando salgo del confesionario, voy

a estar tan contento como después de darme un baño en el mar. + + +

Hay paz en mi alma. Podría cantar y bailar de alegría. No todos tienen esa alegría espontánea, pero para mí es así.

Bien, yo quería hablaros de esta confesión especial: después de haber confesado mis pecados, me dijo el sacerdote unas palabras que produjeron en mí el efecto de un bálsamo: «Cuando, en nombre de Jesús, perdono tus pecados, entonces puedes realmente volver a empezar de nuevo. Imagínate: ¡Totalmente nuevo! Sí, empieza la vida para ti, una vida que comienza ahora desde el principio. Y te digo todavía más:

¡Dios, que es Amor, no solo te  perdona tus pecados, sino que incluso, en cierto sentido, los olvida!». ¡Uff, habría podido abrazar a aquel hombre!

1   . �    C    O  N  F   I   É     S   A  T   E    !  

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14 15

¿Cómo es Dios? ¡Sencillamente increíble! Sí, eso creo yo a veces también de mí: ¡Oh, Dios, cómo he podido merecer yo que tengas tal interés por mí! ¡Tú me conoces! Realmente no tengo tantas cosas maravillosas que mostrar. Pero es evidente que eso a Dios no le interesa. Su amor es inquebrantable. ¿Y qué hace eso en mí? Yo me rindo. Voy a correr hacia Él como el hijo pródigo en el evangelio. A veces no puedo creer que el Padre del cielo abre nuevamente sus brazos y me acoge sonriendo. Yo balbuceo como el hijo pródigo: «¡Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo!» (Lc 15,21). No puedo imaginar cómo reacciona Dios conmigo, pecador arrepentido. Normalmente se debería decir: ¡Él me dice ahora todo! ¡Su mirada severa me aniquila! Tendría que decir algo así como: «¡Lárgate! ¡Desaparece de mi vista!

¡No quiero volver a verte nunca, nunca, nunca !». ¡Pero precisamente eso Dios no lo hace! Él está plenamente feliz de que  yo le haya encontrado. Él ha preparado una fiesta para mí. ¡Todo de lo más exquisito! Algunos dicen: «He hecho demasiadas obras malas, Dios no puede perdonarme». Esto es una vulgar blasfemia. Significa poner límite a la misericordia de Dios. Pero esta no los tiene: es ilimitada. Nada ofende tanto al buen Dios como dudar de su misericordia. SAN JUAN MARÍ A VIANNE Y �CURA DE A RS�

1   . �    C    O  N  F   I   É     S   A  T   E    !  

16 17

¿Qué es la

confesión? La confesión es como un periódico +

update en mi vida. Si dejo escapar este update, todo mi  software se viene abajo un día. Mi ordenador portátil está expuesto a ataques de virus  y troyanos. +

La confesión es como el 

mantenimiento del coche. A más tardar, cada 30.000 kilómetros, el coche tiene que ir al taller; de lo contrario, la cosa no marcha y el motor se estropea. La Iglesia dice: al menos una vez al año, preferiblemente antes de la Pascua, todo católico debe confesarse.

+ La confesión es como

una

ducha tras una larga caminata.   Regresas muerto de cansancio a casa. El polvo de la calle se ha mezclado con tu sudor. Apestas, es imposible ir así entre la gente. Sin embargo, después de una ducha te sientes como nuevo. Tu piel puede volver a respirar. Vuelve el ánimo. Te pones ropa limpia y fresca. +

La confesión es como el final feliz del

viaje de un kamikaze.

Pecar es como conducir en sentido contrario. Si quieres evitar un choque frontal, solo tienes una oportunidad: ¡para el coche y da la vuelta! ¿Se te ocurren otras comparaciones? ¿Seguro que quieres saber exactamente lo que en ti no va bien (o es totalmente erróneo)?

Trabaja las próximas páginas con atención. Se trata de un examen de conciencia.

1   . �    C    O  N  F   I   É     S   A  T   E    !  

18 19

2 . IN & OUT

Un examen de conciencia diferente Si quieres examinar tu conciencia —ya sea al final de un día, ya en vacaciones, o porque quieres confesarte ahora—, te ayuda el denominado «examen de conciencia». Imprescindibles para el examen de conciencia son naturalmente los diez mandamientos y el doble mandamiento del amor a Dios y al prójimo (que encontrarás en las guardas de este libro). Puedes encontrar un examen de conciencia en internet (www.corazones.org/sacramentos/penitencia/examen. htm) y otro en el YOUCAT Confirmación. En las páginas siguientes tienes un esquema para examen de conciencia bajo la forma de una lista IN & OUT. Dichas listas son generalmente cuestión de gusto. Lo que hoy es in, mañana es out . He aquí una lista IN & OUT que puede dar algunas indicaciones. Lo más importante en este examen de conciencia es la palabra «amor». El amor es siempre in: ayer lo era así, hoy lo es y mañana lo será. Sin amor, todo se derrumba: el Estado, la familia, tu propia vida. Quien ama de verdad va sin rodeos por el camino hacia Dios, que no es otra cosa que amor. Esta lista IN & OUT  es un examen de conciencia que no solo enumera pecados. Debajo de in   encuentras cosas realmente actuales. Para amar es mil veces más importante buscar practicar el bien y hacer siempre lo mejor que fijarse en los pecados ( out ) para no cometer ningún error. Debes ser alguien que ama mucho y no un pedante que siempre está pendiente de no cometer un pecado.

2   . I   N   &   O   U  T  

20 21

A DIOS

IN

A OUT

Dar a Dios el primer puesto en la vida.

Posponer la relación con Dios.

Mostrarse como cristiano.

Considerarse a uno como el mejor de todos.

Tener en la habitación una cruz, un icono, un póster de la Biblia o un signo de fe. Reservar a Dios el primer pensamiento de la mañana y de la noche. Ir a Misa los domingos. Defender a Dios, cuando los demás blasfeman contra él. Invocar a Dios, pidiéndole que se comunique en mi vida. Buscar a Dios y su voluntad en la Biblia y en la Iglesia. Informarse y perfeccionarse en la fe. Examinar diariamente la conciencia, confesarse con regularidad.

Amar a alguien o a algo más que a Dios. En vacaciones hacer «pausa de Dios». Ser supersticioso, ser un veleta y creer en los horóscopos. Ir a divertirse sin tener tiempo para Dios. Avergonzarse de la propia fe. Blasfemar contra Dios, maldecirle o desafiarle. Propagar prejuicios contra la Iglesia acríticamente. Creerse mejor (o peor) que otros pecadores.

OR

AL PRÓ JIM O

IN

OUT

Vivir con alegría.

Vivir exclusivamente para el propio placer.

Dar gracias a Dios por las cosas bellas de la vida, pero también por las difíciles. Comprometerse e involucrarse activamente en la política, en la sociedad, en la Iglesia, asumir responsabilidades por otros. Estar atento: leer el periódico, ver las noticias, visitar portales de noticias, escribir cartas al director, publicar en foros. Cantar, bailar y hacer deporte. Cocinar algo bueno y compartirlo con otros.

Dejar el mundo a su suerte. Alimentarse solo con comida basura y producir permanentemente desperdicios plásticos. Trabajar solo para el propio bolsillo. No ofrecer resistencia alguna contra la codicia. Contaminar el medio ambiente. Maltratar a los animales.

Salir al campo.

Explotar la tierra, la mano de obra, el amor de los otros  y el propio cuerpo.

Hacer el propio entorno más acogedor.

Esconderse, enterrar los propios talentos y dones.

Maravillarse ante la creación de la creación, admirarse de la estrellas.

Holgazanear, echar a perder las cosas.

Escuchar y componer música. Comer chocolate.

Murmurar, cr iticarlo todo, ser un pesimista.

2   . I   N   &   O   U  T  

22 23

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IN Ser agradecido. Ser verdaderamente un buen amigo, al que se puede llamar de día y de noche. Perdonar a otros de corazón,  y uno mismo pedir perdón. Alegrar la vida de los otros. Soportar con paciencia a las personas irritantes.

A OUT

Blasfemar, cotillear  y destruir a los otros. Plagiar propiedad ajena en internet. Engañar, hacer trampas, mentir, ceder a presiones y tejer intrigas. Manipular a otros, usarlos para conseguir los propios objetivos.

Actuar con elegancia y ser «noble» e idealista.

Revelar secretos a terceros.

Rezar por los demás.

Mirar a los otros por encima del hombro.

Llamar a la injusticia por su nombre. Ayudar a las personas mayores  y a los minusválidos.

Seducir a alguien para utilizarlo sexualmente. Envidiar a los demás.

Alegrarse con los demás, tener compasión.

Callar cuando los amigos consumen drogas.

Emplearse a fondo con los marginados.

Hacer falsas promesas.

Tratar con respeto a las personas del otro sexo. Ser sincero, sin ofender. Ser cien por ciento fiel.

Ser intransigente, no querer ver las propias faltas. Ser un peligro para los demás en carretera. Colaborar en un aborto o aprobarlo.

OR

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IN

OUT

Crecer en la fe, construir una verdadera relación con Dios.

Ignorar síntomas físicos, no ir al médico.

Nunca dejar de trabajar sobre uno, de formarse, de querer ser mejor.

Estimular un culto fanático del cuerpo.

Reconocer las propias fuerzas  y debilidades. Aceptarse como Dios le acepta a uno, y contemplarse con buenos ojos. Cuidar del propio cuerpo de forma razonable: buscar el sol, tomar el aire y hacer ejercicio. Ser capaz de esperar hasta el matrimonio. Ser capaz de reírse de uno mismo; no darse excesiva importancia. Perdonarse a uno mismo. Disfrutar de la comida. No irritarse con todo. Diferenciar lo importante de lo secundario. Cuidar la propia conciencia.

Fumar, consumir drogas, emborracharse. Consumir pornografía, masturbarse.

2   . I   N 

Sacrificarlo todo por la propia carrera.

 O   U  T  

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Mendigar compasión.

25

Minusvalorar o minimizar manías y dependencias. Explotar abusivamente el propio cuerpo, trabajar en exceso, desmedidamente. Ser egoísta. Dejarse dominar por malos hábitos.

 & 

EL

SACRAMENTO DE LA

CONFESIÓN ¿Cómo se hace ahora? ¿Qué se necesita para ello? ¿Cómo lo puedo hacer?

En primer lugar, necesitas

arrepentimiento. Por lo tanto, tienes que arrepentirte de lo sucedido. Realmente no es suficiente hacerlo de boquilla solo porque leíste en alguna parte que eso y eso otro es pecado. Tienes que estar convencido de que hiciste algo equivocado, de que has herido o manchado a otros o a ti mismo, de que olvidaste a Dios y confundiste el orden divino de la existencia. La conciencia depende del aire si no se orienta por los mandamientos (en la guarda posterior del libro encuentras los «Diez Mandamientos» y el «Doble mandamiento del amor»). Antes de que pongas en movimiento tu conciencia debes saber algo: «No mentirás» (octavo mandamiento). Pero atención, nos gusta mucho engañarnos a nosotros mismos y decimos: «¡Eh, lo hice conscientemente! ¡Asumo la responsabilidad!». Apelando a la conciencia se miente, se engaña y se asesina. Si en un determinado 1 Jn 1,8 asunto no estás seguro, pregunta al sacerdote: él te puede ayudar a confrontar tu conciencia con los mandamientos de Dios. 297 ¿Se puede formar la conciencia?

2   . I   N   &   O   U  T  

26 27

Del arrepentimiento forma parte también el

propósito de enmienda. Es decir, tienes que tener intención verdaderamente de no volver a cometer estos pecaPuede dos que le cuentas al confesor. suceder que uno caiga. Solo es Ahora podrías decir: «¡Eso no funciona! imperdonable Sé que tarde o temprano volveré a recurrir no levantarse. a las drogas. Simplemente no lo consigo». WINSTON CHURCHILL Esto habla de tu realismo. Es probable que no consigas de inmediato decir adiós a las drogas para siempre. Pero si tienes la verdadera intención de hacer todo lo posible, debes confiar en que Dios está contigo por medio del ministerio del sacerdote y te da el perdón y la paz. Verás: en la confesión recibes una fuerza sobrenatural para el bien, que también denominamos «gracia». Tal vez un día tengas nuevamente el impulso de caer en el mal y no puedas resistir la tentación. ¡Entonces vuelve a confesarte! ¡Y otra vez! Puedes venir mil veces con la misma historia. Eso no cambia en nada la misericordia de Dios, absolutamente en nada. Él es siempre el Padre que te acoge con los brazos abiertos. ¡Y Él ha preparado nuevamente una fiesta para ti! ¿Increíble? ¡No! Lc 15,11–32

Entonces necesitas la

confesión. Eso significa que no basta con que tengas en tu corazón una pequeña lista de tus pecados y faltas, y la repases una vez por semana cuando te preparas para ir a dormir. Es verdaderamente importante realizar con regularidad un breve examen de conciencia. Pero si realmente quieres tener un sólido perdón de los pecados (o debes tenerlo, porque has cometido un pecado grave que te separa de Dios), entonces solo ayuda la confesión con un sacerdote. Jesús dotó a los apóstoles y a sus sucesores de un poder increíble: «A quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos». Solo Dios puede perdonar pecados. Jesucristo confía ahora esta  Jn 20,23 maravilla a la Iglesia. El amor de Dios quería que las cosas fueran muy concretas. Si 228 tú quieres empezar de nuevo, no necesitas ¿Quién puede gritar al cielo tus recriminaciones. Vas a un perdonar pecados? sacerdote y dices: «Así y así están las cosas. * Sobre este Me arrepiento de esto delante de Dios». Y tema lee las cuando el sacerdote vea que realmente lo preguntas sobre la confesión: dices en serio te concederá el perdón de pecados «graves» Dios. (p. 81) y poder de perdonar los pecados (p. 73).

2   . I   N   &   O   U  T  

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¡VE ENTRANDO! o Rito de la confesión Asumamos que te decides por el confesionario y no por la confesión en un lugar informal*, que antes has hecho examen de conciencia, que has preparado quizá la confesión escribiendo una lista con tus pecados**, que has invocado al Espíritu Santo*** para que te conceda una buena confesión, ¡ya está! El confesionario está ahora con la luz verde (o cualquier señal de que no hay otra persona confesando en ese momento). ¡Por tanto, entra! El sacerdote te saluda. Después es tu turno. Haz la señal de la cruz y di: En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Entonces, con estas palabras u otras parecidas, dice el sacerdote: Dios, que ha iluminado nuestro corazón, te conceda un verdadero conocimiento de tus pecados y de su misericordia.

Tú respondes:  Amén .

¡Así, pues, es muy fácil!

Ahora tienes tiempo para tu confesión, por tanto, tiempo para acusarte de tus faltas. Suena estúpido, pero es intencionado. Debes reconocer tu culpa, no explicar tu inocencia. ¡Por tanto una verdadera acusación personal! Uau, hace falta valor para eso. Debes decir simplemente a qué reconocimiento has llegado tras haber analizado tu vida en la presencia de Dios. Hay dos cuestiones fundamentales, ambas igualmente importantes. La primera es la siguiente: ¿Qué he hecho mal ?  Y la segunda: ¿Qué obras buenas he dejado de hacer ? Un pequeño consejo: a veces pecamos más por lo que no hacemos que por lo hacemos. Tenlo en cuenta en caso de que no te acuerdes de tus pecados.  Y siempre puedes utilizar tu hoja de confesión como ayuda**. Al final de tu confesión debes decir algo con lo que expreses tu arrepentimiento. Por ejemplo: Estos son mis pecados. Lo confieso con arrepentimiento y humildad.

* Lee el apéndice: «¿Confesionario o confesión en un lugar informal?», página 68 ** Sobre este tema lee también la página 51 *** ¡Mira algunas oraciones que ayudan a preparar la confesión!, página 35

E   N  T    R  A  N  D   O 

30 31  R  I   T    O  D  E   L   A   C    O  N  F   E    S   I    Ó   N 

¡Ahora es el turno del sacerdote! Él te puede formular alguna pregunta; pero lo hará con todo cuidado y amabilidad. El sacerdote no pretende investigarte. inves tigarte. Es tu confesión. El confesor ejerce en ti un ministerio minister io divino. Quiere ayudarte a que reconozcas bien tus pecados y puedas expresarlos correctamente en palabras. Luego te da un consejo espiritual, espir itual, es decir, decir, te dice a qué cosas le debes prestar prest ar especial atención. El sacerdote te impone en este momento m omento una pequeña «penitencia» que, generalmente, se trata trat a de un determinado deter minado tipo de oración que deberás hacer tras la l a confesión. Esto debe ser un pequeño signo de

penitencia por tu parte que expresa e xpresa tu voluntad de

reparar

la ofensa que infligiste a Dios con tu pecado. Esta reparación forma parte del sacramento de la penitencia. También forma parte del sacramento que des lo mejor de ti para reparar los daños ocasionados por tus faltas. falt as. Por tanto, t anto, si has robado algo debes devolverlo (esto puede hacerse de forma anónima). Si has herido a alguien debes, al menos, pedir disculpas.

Después el sacerdote te puede conceder la

absolución: Dios, Padre misericordioso, miser icordioso, que reconcilió consigo al mundo  po r la mu  por muer er te y la r es esur urrr ec ecci ción ón de su Hi Hijo jo  y de derr r am amó ó el Es Esp p ír it itu u Sa Sant nto o pa parr a la r em emis isió ión n de lo loss pe peca cado dos, s, te conceda, por el minister io de la Iglesia, el perdón y la paz. Y yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre †, del Hijo  y de dell Es Esp p ír it itu u Sa Sant nto. o.

Tu respuesta es:  Am  Amén én . Para concluir, dice el sacerdote: El Señor ha perdonado tus pecados. Vete en paz.

E   N  T    R  A  N  D   O 

32 33  R  I   T    O  D  E   L   A   C    O  N  F   E    S   I    Ó   N 

BUENAS ORACIONES PARA LA CONFESIÓN

3.

BEICHTEN?

Algunos piensan que cuando se trata de pecado y confesión hay mucho que hablar consigo mismo . Error. Error. Es mejor mejo r que enciendas una vela, hables con Dios, contemples un crucifijo, un icono. En el diálogo con Dios se clarificarán clar ificarán muchas cosas sobre ti mismo. Una buena confesión siempre se acompaña de buenas oraciones. Puedes orar libremente, pero también puedes utilizar estas oraciones:

Lava del todo mi delito, limpia mi pecado. Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado. Contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces. aborreces. Lávame: quedaré más blanco que la nieve. Hazme oír el gozo y la alegría, que se alegren los huesos quebrantados. quebrant ados. No me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu. Devuélveme la alegría alegr ía de tu salvación, afiánzame con espíritu espír itu generoso. generoso. Amén. Del SALMO 51

B   U  E   N  A   S    O   R  A   C   I    O  N  E    S   P  A   R  A  L   A   C    O  N  F   E    S   I    Ó   N 

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Oración para un buen examen de conciencia

Te necesito a ti, Señor, como mi maestro, cada día te necesito. Dame la claridad de la conciencia, que solo puede alcanzar tu Espíritu. Mis oídos son sordos, no puedo oír tu voz. Mi vista está empañada, no puedo ver tu signo. Solo tú puedes afinar mi oído, aclarar mi mirada  y lilimpi mpiar ar mi co cora razó zón. n. Enséñame a sentarme sentar me a tus pies,  y a es escu cuch char ar tu pa pall abr abra. a. Am Amén én.. JOHN HENRY NEWMAN

Una oración al Espíritu Espír itu Santo para una buena confesión

Ven, Espíritu Santo,

dame la gracia de reconocer mis pecados, de arrepentirme seriamente, de hacer una confesión sincera y honrada  y de me mejo jorr ar ve verd rdad ader eram amen ente te.. Am Amén én..

Oraciones de arrepentimiento

Dios mío, me pesa de todo corazón haber respondido tan mal a todo tu amor por mí. Me duele el alma porque he pecado con mis palabras, mis pensamientos, mis actos y omisiones contra tu infinita misericordia. Perdóname, Señor. Mírame, cómo vengo a ti, tan imperfecto y con las manos vacías. Ten compasión de mí. Creo que quieres acogerme de nuevo como tu hijo. Buscando tu amor y tu perdón infinito. Estoy determinado a hacer penitencia, a no volver a caer en el pecado  y a evitar las ocasiones de pecado. Cúrame y sáname por tu pasión y muerte  y dame la gracia de responder mejor a tu amor. Amén.

B   U  E   N  A   S    O   R  A   C   I    O  N  E    S   P  A   R  A  L   A   C    O  N  F   E    S   I    Ó   N 

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 Jesús, siento mucho haberte fallado otra vez. A veces la tentación es demasiado grande, yo mismo demasiado débil o mi confianza en ti demasiado pequeña. Te agradezco que una y otra vez hayas querido perdonarme  y te prometo que, fortalecido con la confesión, comenzaré una lucha por una vida nueva, una vida como a ti te agrada. Te ruego: fortaléceme para todas las luchas que vendrán,  y dame la conciencia de que te tengo a mi lado como compañero de lucha. Estoy contento de que cuentes conmigo  y más todavía por los planes que tienes para mí. No permitas, Dios mío, que me desanime por las desilusiones que te causo. Amén. RUDOLF GEHRIG

Qué bello es, Padre bueno, que no podamos caernos de tus manos. Están debajo de nosotros cuando caemos; están junto a nosotros si vacilamos, están sobre nosotros en el peligro. BERNHARD MEUSER

B   U  E   N  A   S    O   R  A   C   I    O  N  E    S   P  A   R  A  L   A 

Dios, cuando tropiezo en todos los obstáculos  y fallo en todas las pruebas  y, en cualquier caso, caigo  y finalmente soy apartado cuando ya no me puedo levantar: entonces estás tú ahí, en lo más hondo del barro, a mi lado y en mi fe. BERNHARD MEUSER

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Ayúdame, Señor, a que te conozca mejor  y te ame más para que te siga con determinación. SAN IGNACIO DE LOYOLA

Señor mío y Dios mío, toma todo de mí, lo que me aleja de ti. Señor mío y Dios mío, dame todo lo que me lleva a ti. Señor mío y Dios mío, tómame contigo y date totalmente a mí. NIKLAUS VON DER FLÜE

B   U  E   N  A   S    O   R  A   C   I    O  N  E    S   P  A   R  A  L   A 

Padre mío, me abandono a ti. Haz de mí lo que quieras. Lo que hagas de mí te lo agradezco, estoy dispuesto a todo, lo acepto todo. Con tal que tu voluntad se haga en mí   y en todas tus criaturas, no deseo nada más, Dios mío. Pongo mi vida en tus manos. Te la doy, Dios mío, con todo el amor de mi corazón, porque te amo, y porque para mí amarte es darme, entregarme en tus manos sin medida, con infinita confianza, porque tú eres mi Padre. CHARLES DE FOUCAULD

 C    O  N  F   E    S   I    Ó   N 

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CONFESARSE: YES, I CAN! Rudolf Gehrig terminó el bachillerato en 2012. Actualmente trabaja en la parroquia en Senden (Iller), para descubrir la voluntad de Dios sobre su vida. Últimamente, desde las últimas  Jornadas Mundiales de la Juventud, la «confesión» es un tema importante para él.

Se suponía que era un simple juego de niños. Disparé en clase una goma al aire, rebotó en el marco de la puerta ¡y aterrizó en la cara de la profesora! Debido a esto, recibí una reprimenda y en todos los recreos tuve que ir al patio a recoger la basura con un saco y unas pinzas. ¡Estupendo! ¿Tienes una idea aproximada de cuántos chicles pueden quedar pegados en el patio de recreo? Ahora ya lo sé. En cualquier caso, aunque trabajara durante todos los recreos no sería suficiente para limpiar la totalidad del patio. Incluso los sitios que había limpiado estaban al día siguiente tan sucios como antes.

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Demasiada basura en mi vida Una cáscara de plátano necesita —según la temperatura y humedad— casi un año para pudrirse; una bolsa de plástico tarda de mil a tres mil años en descomponerse; el uranio-238 se desintegra a la mitad tras 4.468 millones de años. Sin embargo, todo esto no es nada en comparación con la basura que nunca se descompone: el pecado. En un determinado momento he entendido que pecar produce una basura especial, que es «muy tóxica» porque afecta a todo el mundo, influye en nuestra vida y puede destruir. Ensucia mi

paisaje interior. El pecado no tiene ningún período de descomposición, no se desintegra, pero existe una posibilidad de librarnos de toda esa inmundicia acumulada: la confesión.

En caso de que nos condene nuestro corazón, Dios es mayor que nuestro corazón y lo conoce todo. 1 JUAN 3,20

314 ¿Cómo sabemos que Dios es misericordioso?

¡Empezar todo de nuevo! La confesión, por lo que he entendido, es una cosa muy sencilla. Dios me dice: «Has pecado, pero porque estás sinceramente arrepentido y porque te amo, yo te perdono». Rompe mi pagaré y aprieta el botón de resetear; vacía la papelera de reciclaje  y pulsa «empezar». Me regala una nueva oportunidad, un nuevo comienzo. Con todo, no empiezo exactamente «desde cero». No es como en el «hombre-no-te-enfades», donde la figura debe volver al punto de partida y realizar de nuevo todo el camino. Se parece más a un circuito de carreras: mis pecados acumulados, con el paso del tiempo, me lanzan hacia el exterior de la pista en la curva. Dios toma mi coche y me pone nuevamente en la pista. No debo volver al principio, sino que simplemente puedo continuar en la misma posición donde me salí. Estoy otra vez en la carrera, recién lavado, con el depósito lleno. ¡Eh, a partir de ahora conduzco con un juego de neumáticos nuevos!

No quiero, pero después vuelve a ocurrir. Desde el pecado original de Adán y Eva es así: esto sucede constantemente con el pecado, al margen de lo mucho que me esfuerce por combatirlo. Y si llegara el día en que pudiera decir: «Bravo, lo he conseguido, ya no estoy en situación de pecar», entonces estaría o bien muerto o tan cegado por la soberbia de creer haber alcanzado tal madurez que ya no sería necesaria la confesión. ¿Cómo fue tu día? Todas las noches, antes de dormir, hablo con Dios. Dejo que Dios me pregunte: «Eh, joven, ¿qué has hecho hoy de bueno? ¿Dónde has metido la pata?». Así evito que determinados pecados se hagan habituales  y que mi conciencia, lentamente, se haga insensible. C.S. Lewis comparó la conciencia con una piedra puntiaguda clavada en el corazón; cuando pecas se clava en tu corazón. Si pecas continuamente de modo que esta piedra permanece en contacto permanente con la pared de tu corazón, este último forma un callo hasta que llega un momento en el que no notas absolutamente que pecas.

68 ¿Pecado original? ¿Y qué tenemos que ver nosotros con el pecado original de Adán  y Eva?

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El modo más incómodo de locomoción es ir hacia dentro de uno mismo. KARL RAHNER

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312 ¿Cómo sabe un hombre que ha pecado?

Necesito un sistema de alerta En algunas cosas es evidente que estoy en el camino equivocado. En otras me falta visión de conjunto. Pero para ver claro también aquí me ayudó una vez el sacerdote con el que me confesé (mi «confesor»). He conseguido comprender muchas cosas también al leer la Sagrada Escritura o el Catecismo. Tengo un mecanismo fijo mediante el cual, de forma inconsciente, llego al carril equivocado:

He pegado a mi hermano pequeño. En realidad yo no quería, en absoluto, pues es un chico muy majo. Sin embargo, ¿cómo El amor comienza hoy.  sucedió eso? Está bien, allí estaba el Hoy sufre alguien. Hoy hay tema de los dos euros colocados encialguien en la calle. Hoy alguien tiene hambre. ma de mi escritorio y que de repente Hoy tenemos que empezar. desaparecieron. Aunque mi hermano Ayer ya pasó. Mañana todavía no existe. Solo hoy lo ha negado y ha vaciado su hucha podemos dar a conocer a  para demostrarme que él no había Dios, amando, sirviendo, alimentando a hambrientos, cogido mis dos euros, a pesar de ello, vistiendo a los desnudos, no estoy totalmente convencido de procurando un techo a los  su inocencia. A continuación, en el pobres. ¡No esperes a mañana! Mañana estarán muertos desayuno, ha cogido el último panesi hoy no les damos nada. cillo, a pesar de que yo tenía hambre SANTA TERESA DE CALCUTA  pero, por cortesía, quería esperar,  por si mamá o papá lo querían. Pero

al hermano pequeño se le permite todo, no le riñen nunca. Ofendido, he visto con asombro como él mostraba muy orgulloso a nuestros  padres su dibujo y mamá lo colocó enseguida en la puerta de la nevera. Luego entró tres veces en mi habitación sin haber llamado, y cuando le pillé después con mi móvil, cuyos  SMS acababa de curiosear, le di un bofetón. Él entonces se fue llorando en busca de mamá; me arde la mano y me duele muchísimo, y te  pregunto qué me tendrá preparado la próxima vez.

Descubrí que, con frecuencia, las cosas pequeñas llevan a la catástrofe cuando se acumulan. El sistema de alerta funciona. Consigo controlarme a tiempo y evitar determinadas ocasiones de pecado. Si yo sé que es mejor no entrar en el dormitorio con el ordenador, entonces lo dejo fuera. Es me jor que a la mañana siguiente caiga de rodillas delante de Dios y le pida perdón para no tener que chapotear en el barro hasta el amanecer.

Si os indignáis, no lleguéis a pecar; que el sol no se ponga sobre vuestra ira. EFESIOS 4,26

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Las tentaciones son como los vagabundos: cuando se las trata con amabilidad, vuelven  y traen a otros consigo. MARK TWAIN

Haz lo que puedas, pide lo que no puedas y Dios te dará para que puedas. SAN AGUST ÍN

291 ¿Cómo puede un hombre distinguir si sus actos son buenos o malos?

¡Yo también lo tengo que querer! Un amigo mío, al que se ve que le gusta comer bien, inició, seis semanas antes de Navidad, una dieta bastante radical y ya llevaba cinco  semanas. Luego llegó un paquete de su tía. Permaneció un rato sobre su mesa. Él sabía muy bien lo que había dentro: todo un car gamento de galletas caseras. Mi amigo sabía  perfectamente que si abría ese paquete y veía las galletas se las comería, pues no tenía autodominio. Miró todavía un poco el paquete, lo abrió y fue demasiado tarde: la dieta llegó a su fin. Incluso si tengo un sistema de alerta, no me sirve de nada si mi voluntad es débil. Para hacer algo contra el poder destructivo del pecado en mi vida necesito no solo entendimiento, sino también una buena dosis de voluntad. Y, por supuesto, un juicio claro que distinga el bien y el mal.

Pequeña nota para una «lista de confesión»… ¡Sí, sí, está claro que no hay que anotar los propios pecados si uno quiere confesarse! Nadie que recibe frecuentemente el sacramento de la reconciliación con Dios lo hace. Alguien me dijo una vez: «Para una buena confesión, las hojas de confesión   y el examen de conciencia   son como una muleta para la izquierda y la derecha. Cuando un día consigues andar, prescindes de ellas». Pero ¡eh, aún no estoy tan adelantado! Utilizo las dos cosas mientras las necesito. Quiero tomarme mi relación con Jesús totalmente en serio.

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Un examen de conciencia me ayuAl buen r da mucho. Porque «sin él» solo me D ios le gus t a se m oles t ado. creo que no he matado a nadie y S A N  J U A N tampoco he robado ningún banco.  Y M A R Í A  V IA N N E ¡Eso es un inicio genial! Pero des�C U R A D E A R S � pués necesito «la lista», que me recuerda en concreto que no se trata solo de las cosas malas que yo no he hecho, sino de lo que yo realmente he dejado de hacer: las cosas buenas  de las que soy culpable ante Dios, ante los demás  y ante mí mismo.

No te lamentes de lo que no se puede cambiar, cambia lo que es de lamentar. WILLIAM SHAKESPEARE

Para conocer la voluntad de Dios se exigen tres cosas: orar, esperar y aconsejarse. SAN JUAN BOSCO

 Trabajar la lista de faltas Porque todavía estoy aprendiendo, recurro a un examen de conciencia. Lo recorro punto por punto. Como un mecánico de la inspección técnica de vehículos (ITV) examina un coche con una lista de puntos a verificar, así aplico cada punto que corresponde a mi «lista de faltas». La sensación de profundo desaliento que surge al llegar al final de una lista (que se ha hecho larga) es el «arrepentimiento» que necesito para que Dios me perdone mis pecados. Pongo en primer lugar las «partes difíciles» para tenerlas presentes en la confesión y no tener la tentación de omitir estos puntos por sentimiento de vergüenza. ¡Ras, ras, ras! La lista tiene un simbolismo especial. Tras haber cumplido su propósito, la rompo en trozos pequeños: ras, ras, ras. Todo lo que

me separa de Dios desaparece como por encanto. Lee lo que Pablo escribió en la carta a los colosenses: «¡Él (Cristo) canceló la nota de cargo que había contra nosotros!». Todavía una cosa más: no envío mi lista por SMS, ni la publico en Facebook, ni la escribo en el cuaderno de matemáticas. Simplemente la anoto en una hoja de papel y no lo hago hasta un día antes de la confesión. Un minuto después de recibir la absolución se convierte en minúsculos pedacitos de papel que el viento se lleva o que consumen las llamas.

Col 2,14

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STOP! ¡Lo más importante es el amor!

¡Algunos también exageran cuando analizan sus pecados! Toda su vida cristiana y de oración solo consiste en la loca búsqueda de nuevos pecados que hayan podido cometer. Piensan que Dios solo les amará si se muestran ante él lo más feos y pequeños posible. Su vida está como refrenada. No corren riegos pues podrían hacer algo equivocado. En lugar de alabar la grandeza de Dios piensan permanentemente en sus propias debilidades. Siempre están diciéndole a Dios lo horribles que son sus pecados. Se les llama escrupulosos  («escrúpulos» = falsas inhibiciones). Un famoso confesor, el santo francés Juan María Vianney, cura de Ars (1786-1859), tenía que tratar a menudo con «escrupulosos». Quien se confesaba con él, «debía evitar todas las acusaciones inútiles, todos los escrúpulos que nos hacen decir cien

veces la misma cosa, que llevan al confesor a perder el tiempo e irritan a las personas que esperan para confesarse». El santo cura de Ars recomendaba: «... lo que es dudoso, confesarlo como dudoso, y lo que es cierto, como cierto». Para él era importante «que nada fuera inventado: debéis traer vuestro corazón en vuestros labios. Podéis engañar a vuestro confesor, pero nunca al buen Dios, que ve y conoce mejor vuestros pecados que vosotros mismos». Que quede bien claro: debemos hacer el examen de conciencia siempre. Pero, por favor: ¡objetivo, corto y rápido!  Al santo cura de Ars le gustaban las confesiones breves, sinceras y de pocas palabras. + + + +

Dios perdona y «olvida» los pecados. ¡Olvídalos tú también! ¡No te ancles en el pecado! ¡Contempla a Dios, que es amor!

La señal de los cristianos debe ser la alegría.

Dios no quiere que deambules como un tipo depresivo, que mira permanentemente solo en el abismo de la propia alma. BERNHARD MEUSER

�   L    O  M  Á    S   I   M  P   O   R  T   A  N  T   E   E    S   E   L   A  M   O   R   !  

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228 ¿Quién puede perdonar pecados?

238 ¿Puede un sacerdote contar a otras personas algo que haya conocido en la confesión?

Busco un sacerdote. Sé que algunos prefieren hablar de sus pecados directamente con Jesús en la oración de la noche, abrir su corazón a su mejor amigo y recibir la absolución de un autómata. Sin embargo, Jesús concedió a la Iglesia el poder de perdonar pecados. Fue Jesús quien creó las reglas del juego. Por lo tanto, le creo y busco un sacerdote para volver a empezar de nuevo. Mientras que a partir de una determinada hora no se puede hacer ruido en la calle, siempre se puede ir al sacerdote. No se debe abusar de este a no ser que sea una urgencia (por ejemplo, estoy en un avión que cae en picado y, sentado frente a mí, hay un sacerdote que duerme como un bebé: ¿le debo despertar?). Si no es esta la situación, utiliza los horarios que cada comunidad ha determinado para la confesión. Puedes obtener esta información en internet, en la hoja parroquial o preguntando al párroco. He reflexionado sobre qué es mejor: confesarme con un sacerdote al que conozco bien o con uno con el que no tengo nada que ver habitualmente. En realidad, hago ambas cosas, pero creo que la segunda variante es más ventajosa. No debemos actuar los dos como si no existiera el sacramento, que por

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un momento derriba todos los muros existentes entre él y yo. ¿Con qué frecuencia me confieso? La regla me parece evidente: quien ha cometido un grave pecado debe confesarse y no puede ir previamente a comulgar. De lo contrario: una vez al año, especialmente antes de la Pascua, todo católico debe ir a confesar, aunque no tenga conciencia de haber cometido un pecado grave. Y yo, ¿con qué frecuencia me confieso? Algunas veces al año. Creo que debería aumentar el número de veces que me confieso. Pero existe un diablillo que contraría mis planes...

¿Confesionario o confesión en un lugar informal? ¿Qué es mejor? Página 68

234 ¿Cuándo hay obligación de confesar los pecados graves? ¿Con qué frecuencia hay que confesarse?

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Piensa que antes de entrar en la Tierra Prometida tienes que atravesar el Mar Rojo y el desierto. SAN JUAN BOSCO

Puedes encontrar buenas oraciones de preparación a la confesión en las páginas 35 a 41.

¡No volverse loco! De repente, me vienen a la mente miles de cosas que me impiden llevar a cabo en serio el encuentro con Dios en el confesionario. De repente recuerdo que tengo que limpiar otra vez mi habitación, que aún no he llamado por teléfono a mi novia o que tengo que cambiar urgentemente el carburador de mi moto. Además me doy cuenta de que no soy tan malo como pensaba, que al párroco no le interesan en absoluto mis pecados y que me resulta penoso haber creído esta tontería del perdón de los pecados y haber escrito una nota. Ok, no quiero eludir la propia responsabilidad, pero de alguna manera alguien trabaja desde el otro lado en mí, odia a muerte mi reconciliación con Dios. ¿Crisis de nervios, sudoración, taquicardia, presión arterial alta, incontinencia urinaria? ¡Al médico! O al confesionario. ¡Ahora o nunca! Antes de acercarme al confesionario, hago una pausa durante un momento y hablo con Dios. Le pido una buena confesión. Cuando estoy en el confesionario y la puerta se cierra detrás de mí, posiblemente mi corazón comienza a latir más fuertemente que en la primera cita con una chica: ¡no es de

extrañar, porque finalmente me encuentro con alguien que es más potente e imponente que cualquier otra persona en la tierra!

El sacerdote es solo «oído»... Después de la introducción inicial, empiezo a hablar. ¡Simplemente descargo todo fuera! Recorro mi lista, punto por punto. A veces me olvido del papel y utilizo cada punto solamente como referencia. El sacerdote que me escucha lo hace en lugar de Jesús. Él es el «oído»: el resto es secundario. Hablo con Jesús, Él me conoce. No es de extrañar que en el último rincón de mi corazón remueva incluso una bolsa de basura que casi había olvidado ya. Él conoce cada r incón oscuro de mi alma y se alegra de que finalmente deje que entre la luz. Después de haber dicho mis pecados a Jesús, sigue ahora la oración de arrepentimiento. No es nada complicado; después de todo solo significa que a la frase «Rompí el cristal de la ventana» añado: «... y siento haberlo hecho». Basta si digo: «¡Estos son mis pecados! Los reconozco y me arrepiento de ellos!».

Para saber cómo discurre la confesión exactamente puedes ver una descripción en las páginas 30 a 33.

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232 ¿Qué debo hacer en una confesión?

El perdón es una única causa, el perdón es un estilo de vida. MART IN LUTHER KING

314 ¿Cómo sabemos que Dios es misericordioso?

A los que aman a Dios, todo les sirve para el bien. También sus errores y caminos equivocados. Dios los permite para convertirlos en bien. SAN AGUST ÍN

He necesitado un tiempo para entender que Dios no está en absoluto enojado conmigo a causa de mis pecados. Él sabe que soy una criatura débil. No necesito darme aires de inocencia para ablandar su corazón y aplacarlo. Ante todo mis pecados entristecen a Dios, pero no le amargan. Me imagino cuánto se alegra cuando, con todo mi corazón, me arrepiento y le pido perdón. ¡El arrepentimiento es muy importante! ¡Si no estoy arrepentido, no debo ir a confesar! Dios, a lo largo de la historia de la humanidad, no ha rechazado a nadie que le haya pedido perdón. Esto no es obvio si piensas cómo reaccionarías si, por ejemplo, un amigo, una y otra vez, comete contigo la misma estupidez. Te pide disculpas, le perdonas, lo vuelve a hacer: en cierto momento uno se harta. Dios no.

¡Ya se ha pagado por ti! Me imagino que estoy en el banco. Tengo mi pagaré conmigo. Voy a la ventanilla. Hay un señor amable, con una bonita corbata. Todo mi cuerpo tiembla mientras él ve mi pagaré. A continuación debo admitir que, lamentablemente, no puedo pagar mi deuda. Hasta el final... ¿Qué hace el hombre en la ventanilla? Mira hacia arriba, me mira a los ojos con simpatía y rompe el pagaré hasta que solo quedan pequeños pedacitos de papel. «No importa», dice, «ya han pagado por ti». La confesión funciona así: «Ya se ha pagado por ti»: ¡Jesús pagó por mí! Sí, es realmente inconcebible, pero Dios tenía todo esto en mente hace dos mil años: comprar nuestra deuda.

Dios está más dispuesto a perdonar a un pecador arrepentido, que una madre a salvar del fuego a su hijo. SAN JUAN MARÍA VIANNEY �CURA DE ARS�

Ef 2,8–9

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337 ¿Cómo somos salvados?

Aunque vuestros pecados sean como escarlata, quedarán blancos como nieve; aunque sean rojos como la púrpura, quedarán como lana. ISA ÍAS 1,18

Cuando una empresa de camisetas paga la equipación de un equipo de fútbol, el director sin duda quiere que el nombre de la empresa aparezca en la equipación. De esta manera, aumenta la difusión y el beneficio de la empresa. Dios piensa de una forma totalmente diferente. Dios hace esto por amor. Dios es amor. Y el amor no es calcular ni buscar solo el propio beneficio. El sacerdote es el hombre en el mostrador de la vida, nombrado para romper mi pagaré en nombre de Dios. Es triste ver cómo muchos fuera dan vueltas desesperados, utilizando métodos salvajes y supuestas «ofertas para una cura» para deshacerse de su pagaré, en lugar de ir simplemente al hombre del mostrador para que les rompa ese documento.

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Jesús en el confesionario no es una lavandería. [La confesión] se trata más bien de un encuentro con Jesús. Él nos espera y nos toma tal como somos. PAPA FRANCISCO

Otra historia extraordinaria Conozco una historia tremenda: Había una vez un hombre que había hecho de todo en su vida y se distanció completamente de Dios. Un día fue por diversión a confesarse para tomarle el pelo al sacerdote. Le contó sus salvajes historias y, al final, se burló del sacerdote diciendo que no se arrepentía lo más mínimo de ello y se rió de la aparente ingenuidad del cura. Por supuesto que el sacerdote no podía absolver sus pecados, pero dijo al joven: «Si verdaderamente tienes valor, ve a la cripta y ponte ante el crucifijo. Entonces, contempla a Jesús y di diez veces en voz alta: “Me da igual que hayas muerto por mí”». Lleno de orgullo, el hombre siguió realmente las instrucciones del sacerdote. Fue a la cripta, se puso ante el crucifijo y dijo: «Me es igual que hayas muerto por mí». Repitió la frase varias veces. De repente, rompió a llorar y se arrojó al suelo sollozando. Luego volvió al confesionario. Esta vez se confesó correctamente. Esta vez recibió la absolución de sus pecados. A partir

de ese momento se convirtió; el amor de Dios lo había sobrecogido. El sacerdote es solo el instrumento de Dios. Por eso el sacerdote no podía absolver al  joven de esta historia, porque estaba claro que no estaba arrepentido de sus pecados. Al verdadero arrepentimiento pertenece la voluntad de evitar el pecado y cambiar la conducta. Está claro que es difícil cambiar realmente nuestro comportamiento y, en el futuro, dejar por completo de hacer el mal. Sin embargo, tengo que actuar con esa determinación. Dios me ayudará. Después de la absolución, el sacerdote nos impone una penitencia, que normalmente es una oración. Muchos piensan que la palabra «penitencia» es como una especie de castigo terrible que la Iglesia ha inventado para intimidar a la gente. Sin embargo, se trata más bien de ofrecer a Dios un signo de reparación y gratitud . De esta manera, muestro mi disponibilidad para reparar los daños causados. Una vez me sucedió que me confesé con un religioso del sur de Tirol y conversábamos tan amistosamente que, al final, se le olvidó lo que quería ponerme como penitencia. Me entró un gran susto cuando dijo: «Está

No hay un momento en nuestra vida en el que no podamos tomar un nuevo camino. CHARLE S DE FOUCAULD

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230 ¿Qué es la penitencia?

Los pecados contra el sexto mandamiento no son en absoluto los peores, pero sí los más viscosos. SANTO TOMÁ S DE AQUINO

339 ¿Qué efectos positivos tiene la confesión?

bien, como penitencia, tienes que subir el Everest de rodillas...». Al final, gracias a Dios, todo quedó en una oración.

Después de la confesión... Estoy increíblemente feliz, ¡libre! Me han corrido lágrimas de alegría por las mejillas. También me ha sucedido ya que tras una confesión no siento nada especial. Le pregunté a un sacerdote si había hecho algo mal. Me dijo: «No has hecho nada mal. Tu confesión tuvo efecto. En el sacramento de la reconciliación no se trata de que sientas que se te han perdonado los pecados, sino que se te ha perdonado. Si después experimentas eso mismo, ¡tanto mejor!». ¡Vaya! Realmente me quitó un peso de encima. ¿Y si vuelvo a caer en mi antigua vida? Sí, puedo darme de bruces, en la medida en que vuelva a la lucha. Parece que, en un momento de distracción, me olvido de que mantengo un combate de boxeo con el mal  y recibo de lleno un golpe que me tira al suelo. No es malo si caigo al suelo. El árbitro empieza a contar. Ahora es seguro. Dios

 3   . B  E   I    C   H  T   E   N  � Y   E    S    , I    C   A  N   !  

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me ayudará. ¡Me recupero! Por lo tanto, no tiene ninguna relevancia el número de veces que caigo, mientras quiera luchar y me vuelva a levantar. Puedo vencer, porque creo en Dios. Y porque Él cree en mí.

Entonces Jesús dijo a la mujer adúltera: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más». JUAN 8,11

A P É N D I C E  I

¿Confesionario o confesión en un lugar informal? ¿Qué es mejor?

confesionario

El   te permite mantener el anonimato. El confesor no parece tanto un amigo y conse jero comprensivo que te escucha con paciencia y te habla. Aquí se hace más clara su tarea de confesor como juez que escucha tus pecados, toma en serio tu arrepentimiento y luego te absuelve. Este es un aspecto importante porque debes saber que, teniendo en cuenta lo que puede hacer en ti la confesión, no es relevante si el confesor que te escucha es un santo o una persona de trato difícil. Incluso si fuera un criminal, te absolvería de tus pecados con todo el poder de Cristo. Y seamos sinceros: a veces esperamos que el sacerdote, en una conversación comprensiva, haga nuestros pecados más pequeños: «¡Eh, pero eso no es tan malo!». A veces me molesta cuando un sacerdote me dice algo parecido. Estoy delante de Dios  y si mi conciencia me acusa, no quiero oír: «¡Oh, pobrecito, ciertamente tuviste una terrible infancia».

Personalmente, como regla general, prefiero ir al confesionario. Lo hago cada cuatro semanas, y antes de ir me preparo bien, así no nos lleva mucho tiempo: de cinco a siete minutos. Cuando, de vez en cuando, quiero tener una conversación acerca de mi vida, la confesión no es el marco más adecuado. Entonces me siento con un sacerdote en su despacho. Y después de haber dicho todo, toma su estola, se la impone (se convierte en ministro del sacramento de la reconciliación) y terminamos la conversación abierta con una confesión formal. El posible problema del confesionario es que todo se reduzca a disparar los pecados. Soltar rápidamente algunos pecados, bendición y vuelta a la práctica cotidiana. La ventaja de la confesión consiste en mantener el anonimato. Pero, independientemente de confesar en el confesionario o en un lugar informal, el secreto de la confesión se mantiene íntegramente. Hace poco un amigo mío me contó algo de una confesión en Washington. Fue a un confesionario en la catedral. Una luz

68 69  �    C    O  N  F   E    S   I    O  N  A   R  I    O   O   C    O  N  F   E    S   I    Ó   N  E   N   U  N  L    U   G  A   R  I   N  F    O   R  M  A  L    ?  

verde indicaba que el sacerdote estaba dentro esperando al siguiente penitente. El confesionario estaba oscuro y no se podía reconocer el aspecto del sacerdote detrás de la rejilla. Mi amigo comenzó a relatar detalladamente la situación de su vida. Cuánto tiempo llevaba casado, cuántos hijos tenía, su profesión y lo que le preocupaba especialmente en ese momento. De repente, desde el fondo del confesionario resonó una voz grave: «¡Nada de historias, por favor! ¡Confiésese!». Una historia increíble. Me solidarizo con este hombre de Dios de Washington. En la confesión no debemos charlar demasiado, sino, con firmeza, ir directamente al grano. Cuando tenemos dudas aquí y allá, debemos preguntar. Pero el confesionario no es ningún quiosco informativo ni ningún diván de psicólogo, sino el lugar donde me encuentro con Dios a través de su ministro.

confesión en un lugar informal es una maravillosa oportunidad para exHacer una

perimentar el amor y la misericordia de Dios de una manera concreta. Tengo algunas fotos delante de mis ojos. En Taizé, adonde voy a menudo, cada semana hay una «Vigilia de la luz». A lo largo de la noche, varios hermanos están de pie, en bóvedas alternas. Con algunos podemos hablar sobre nuestra vida y nuestro camino con Dios. Otros visten su estola para demostrar que son sacerdotes católicos. Podemos ir a ellos y solicitar confesión. A menudo, los jóvenes hacen una larga cola para recibir el sacramento de la reconciliación. Es realmente contagioso, parecemos empujados por una corriente: «¡Hey! ¡De hecho, deberías también poner tu vida en orden con Dios!». Un espacio que está lleno de anhelos, paz y belleza. Dios trabaja aquí. Él cambia a la gente en lo más profundo de su corazón. Confesarse en un lugar informal es una cosa maravillosa, porque si no estamos seguros de qué es pecado o si queremos añadir a nuestro proceso de cambio de vida una petición de «orientación para el camino», sólo necesitamos tiempo y diálogo con alguien que escuche con paciencia divina y que nos ayude, tomando como punto de partida la Palabra de Dios. Pero una confesión en un lugar informal también tiene ciertos riesgos: podría degenerar en charla. Y el sacerdote podría ser simplemente un tipo simpático con quien podemos hablar relajadamente. La confesión es una acción santa, no podemos trivializarla. BERNHARD MEUSER

A  P  É    N  D  I    C   E   I  

70 71  �    C    O  N  F   E    S   I    O  N  A   R  I    O   O   C    O  N  F   E    S   I    Ó   N  E   N   U  N  L    U   G  A   R  I   N  F    O   R  M  A  L    ?  

A P É N D I C E  I I

Preguntas sobre la confesión Para todos aquellos que quieran saber exactamente qué es Hay muchos jóvenes de Colonia y alrededores que tienen un con fesor especial: el obispo auxiliar Dr. Klaus Dick  (*1928). El buen anciano sacerdote, ahora emérito, se ha convertido en la persona de confianza de gente que tiene sesenta años menos que él. Es una  gran suerte para ambas partes. A los jóvenes les gusta su paternal manera de ser, que facilita el «volcado de todo» sin restricciones. No es de extrañar que los jóvenes le hayan buscado precisamente como director espiritual. Rudolf Gehrig le ha preguntado todo lo que tiene en su alma sobre el tema de la confesión.

YOUCAT: Si debiera resumir el sacramento de la reconciliación en una palabra, ¿qué diría? 

Dr. Klaus Dick: El sacramento de la reconciliación es un regalo de Cristo resucitado a sus discípulos.  Sorry, no entiendo: ¿«regalo de Cristo resucitado»? 

¡Piensa un poco! ¿Qué sucedió el Domingo de Pascua, cuando Jesús se apareció a los discípulos? Deseó la paz a los Apóstoles, les dio el Espíritu Santo y dijo algo increíble: «A quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados». Los Apóstoles han legado este «don de Cristo resucitado» a sus sucesores, los obispos. Y así, este don se ha transmitido de generación en generación, mediante la consagración episcopal, hasta nuestros días. El obispo entrega este poder a sus sacerdotes y cuando hoy un cristiano recibe el sacramento de la reconciliación a través de un sacerdote u obispo (ya sea en Nueva  York o en la jungla de Indonesia), recibe este don de Jesús.

A  P  É    N  D  I    C   E   I   I  

 Jn 20,23

72 73 P   R  E    G   U  N  T   A   S    S    O  B   R  E   L   A   C    O  N  F   E    S   I    Ó   N 

La confesión, dice usted, es un sacramento. ¿Qué quiere decir con eso? 

Sí, la confesión (o mejor, el sacramento de la reconciliación) es uno de los siete sacramentos de la Iglesia católica. Los sacramentos son signos sagrados instituidos por Jesucristo, que realizan precisamente lo que significan. Esto quiere decir que puedes estar absolutamente seguro de que, por el poder de Dios, se te perdonan los pecados cuando el sacerdote te imparte la absolución. El primer perdón de los pecados en la vida de una persona es el bautismo. Los primeros cristianos estaban muy asustados por el hecho de que un bautizado pudiera volver a pecar. Pero se pudo volver a las palabras de Jesús y determinar que el perdón de los pecados es también posible después del bautismo.  Alguien me dijo un día que la Iglesia solo inventó la confe sión para mantener a la gente bajo control…

Eso me provoca una sonrisa. La confesión tiene naturalmente un fundamento bíblico. Desde el comienzo, encontramos en los evangelios el siguiente llamamiento: «¡Convertíos!» (Mt 3,2; Mc 1,15). El Señor dio poder a la Iglesia para posibilitar esta conversión: «A quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados».  ¿Cómo se ha desarrollado la confesión en la Iglesia? 

En un primer momento pensaron que tan pronto como las personas fueran bautizadas estarían libres de todos los pecados (y ya no pecarían). Pero pronto se vio que sí que pasaba. Posteriormente, se pensó que solo se podía recibir este

perdón una vez más después del bautismo. Más tarde se hizo práctica común proclamar públicamente ante la comunidad los llamados «pecados capitales»: apostasía, asesinato y adulterio. Esta era la condición para obtener el perdón de los pecados. Solo más tarde llegamos al entendimiento de que siempre se debía acusar en este sacramento todo lo pecaminoso. Fue entonces cuando surgió la idea de que cada pecador, individualmente, fuera al sacerdote para confesarse ante él. En aquel momento surgió el «sigilo de la confesión». No obstante, en todas las etapas de la evolución, el don del perdón de los pecados es, en esencia, lo mismo.

Mi sacrificio es un espíritu quebrantado. Un corazón quebrantado y humillado tú no lo desprecias. SALMO 51,19

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 Sigilo sacramental: eso parece emocionante…

Sí, también es emocionante. Cada confesor debe estar preparado para morir antes que revelar a alguien lo que se le ha confiado en la confesión. Tampoco puede hacer juegos de palabras que, indirectamente, permitan descubrir la identidad de quien lo ha confesado.

¿Puede un sacerdote contar a otras personas algo que haya conocido en la confesión?

No puedes arruinar el amor de Dios por el pecado. HEINRICH CHRISTI AN RUST 

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 Suponiendo que el confesor me conoce, ¿va a pensar mal de mí la próxima vez que me encuentre? 

No hay ningún confesor que en cada confesión no tenga una atención especial por su «hijo penitente»: o se admira de lo poco que una persona ha confesado o se sorprende de la valentía con que una persona reconoce faltas graves en la confesión. El confesor siempre está feliz de anunciar el amor de Dios. Cada confesión bien hecha transmite lo siguiente al confesor: «Tú mismo debes llegar a ser un cristiano mejor». El confesor nunca puede mencionar lo que supo en la confesión relativo al penitente y tampoco puede hablar nunca de lo que se le ha comunicado en la confesión.  ¿Debe absolverme siempre el confesor? 

Si el penitente realmente se ha arrepentido de sus pecados, el confesor no puede privarlo de la absolución. ¡Tampoco puede regañar!  ¿Y si no puedo decir un pecado a pesar de ser un gran peso  para mí? ¿Hay un truco para superar este miedo?

Sé consciente de esto: si digo eso ahora, puedo ser ayudado  y no tiene consecuencias negativas. Si voy a la farmacia porque necesito urgentemente un medicamento para prevenir un ataque al corazón, pero no me atrevo a decir que estoy enfermo del corazón, estoy siendo tonto. No voy a obtener el medicamento que necesito. Debe estar muy claro para mí que, al final, me confieso ante Jesucristo. El sacerdote está obligado a guardar el secreto de confesión y es poco inteligente no confesar ante Jesús algo que Él ya sabe.

 ¿Y si me expreso lo más abstractamente  posible?

El confesor debe poder evaluar de alguna manera el peso del pecado, de lo contrario la confesión sería un procedimiento mecánico  y, en teoría, cualquier robot también podría dar la absolución. Si, por ejemplo, confieso que me he enfadado con mis padres, existe una diferencia entre si esto ha sucedido durante los últimos veinte años o si estoy en permanente conflicto con ellos desde hace quince años. Es absolutamente necesario decírselo al confesor. Si confesamos pecados leves no tenemos necesariamente que hacerlo de forma exhaustiva; la confesión no es una declaración de impuestos.

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La victoria de los malos es el fruto de la cobardía de los buenos. SAN JUAN BOSCO

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396 ¿Qué actitud tiene un cristiano ante la ira?

 ¿Cómo me aconseja que me confiese? 

No hay ninguna regla. Solo hay que hacer examen de conciencia: «¿Qué he hecho mal delante de Dios?». Debo arrepentirme sinceramente y decirme: «Tengo que cambiar algo». Una condición fundamental para confesar es e xpresar este reconocimiento. El sacerdote, como confesor, debe saber después de todo de qué absuelve al penitente.  ¿Cuál es realmente el interés de Dios por mis pecados? 

Dios es amor. ¡No le es en absoluto indiferente lo que hacemos o no! Cada pensamiento, cada palabra le interesa. El pecado es lo que nos destroza. ¿Y no le va a interesar a Dios si nosotros, sus amados hijos, permanentemente nos destruimos? Por esta razón, el confesor tiene la tarea de poner en claro que todos los pecados afectan a mi relación con Dios y que Él quiere poner todo en orden.  ¿Perdona Dios también los pecados que no he confesado? 

Dios siempre perdona sin reservas. Esto vale también para los pecados que he olvidado mencionar en la confesión. Sin embargo, un pecado conscientemente no confesado significaría que no se está arrepentido. Sin arrepentimiento, Dios no puede perdonar ningún pecado.  ¿Qué debo confesar?

El sacramento de la reconciliación se aplica a todos los pecados, porque es el responsable de reparar lo que realmente ha destruido mi relación con Dios. Son los llamados «pecados mortales» los que hemos de confesar, porque tenemos que

restaurar primero una relación destruida con Dios, por ejemplo, para poder recibir la Eucaristía. Todos los demás pecados son más leves, los llamados «pecados veniales». Estos también pueden y deben ser confesados. Pero la Iglesia no nos obliga a ello.

234 ¿Cuándo hay obligación de confesar los pecados graves? ¿Con qué frecuencia hay que confesarse?

 Según el lema: «Puedo volver a confesar todo de nuevo», ¿no es la confesión una carta blanca? 

Quien piense así, nunca se ha confesado auténticamente. Una confesión hecha sin la voluntad de mejorar es inválida. ¿Cómo puedo esperar que Dios me perdone? En el instante en que peco y permanezco indiferente:

233 ¿Qué pecados hay que confesar?

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«¡Olvídalo! Puedo volver a confesar!», he vuelto a cometer un pecado. Esto se llama «pecar deliberadamente, confiando en la misericordia de Dios».  ¿Por qué debo confesar, si sé que pecaré nuevamente?

Aquellos que se confiesan de manera regular, marcan luego la siguiente confesión. Puedo tomar la decisión: «¡Quiero evitar el pecado, quiero mejorar!». Sin embargo, sé que no lo voy a conseguir inmediatamente. Justo cuando sé que peco de nuevo, una confesión puede ser muy auténtica. Solo es importante que aproveche el nuevo comienzo que Dios me da. Puede ocurrir que decida una cosa diez veces y diez veces vaya mal, pero a la undécima funcionará.

Pero es frustrante cuando me confieso  siempre de lo mismo...

Sí, muchos me dicen la misma cosa, a lo que  yo respondo: «Sí, imagina que tuvieras que proporcionar diversidad al buen Dios: ¿cometerías otros pecados? ¡Alégrate, porque te confiesas siempre de lo mismo! Si no te confesaras porque son siempre las mismas cosas, un día llegarías a ser culpable de algo peor que tus pecados. Normalmente me confieso siempre de las mismas cosas».  ¿Con qué frecuencia debo confesar?

Bueno, no hay reglas sobre la frecuencia con que debemos confesar, con la excepción de la obligación de recibir el sacramento de la reconciliación, al menos una vez al año (si se hubiera cometido pecado mortal, nde ). Para quien realmente quiere tener una vida con Dios es útil confesar en períodos razonables (antigua regla básica: cada cuatro semanas). Hace poco hablaba de «pecado mortal».  ¿Qué es eso exactamente?

El pecado mortal o «grave» es un «¡No!» explícito a Dios, la violación de un mandamiento en algo importante (con pleno conocimiento y deliberado consentimiento). Desde siempre los pecados mortales fueron:

El problema no radica en el hecho de no caer nunca, sino en el de levantarse siempre. SAN AGUST ÍN

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235 ¿Puede uno confesarse también cuando no se han cometido pecados graves?

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la apostasía, el homicidio y el adulterio. Hoy, sin embargo, también debemos mencionar: graves calumnias, la denegación de la ayuda en el caso de peligro para la vida, el aborto, la trata de seres humanos, la explotación, la privación de medios de subsistencia, etc. Es importante, para que sea considerado pecado mortal, que haya habido «pleno conocimiento».

 ¿Cuál es la diferencia entre pecado mortal y venial? 

Quiero explicarlo de una forma muy sencilla, como si hablara a un alumno de nueve años: «Si no he amado absolutamente a Dios es un pecado grave, si he amado demasiado poco a Dios es un pecado venial». Cuando conoces a Dios y le dices «No», estás definitivamente en el camino equivocado.  Sobre el tema del sexo. Muchos jóvenes tienen numerosas dudas, tienen sexo antes del matr imonio como algo normal, quieren experimentar si encajan uno con otro...

San Juan Pablo II nos dice algo maravilloso: «La comunión corporal y sexual es algo grande y hermoso... No podemos vivirla solo experimentalmente, como no podemos morir de manera experimental. No podemos amar de manera experimental, como no podemos acoger a una persona de manera

409  ¿Es la masturbación una

 falta contra el amor?

La Iglesia alerta del riesgo de quitarle importancia al autoerotismo. De hecho, muchos jóvenes y adultos están en peligro de aislarse en el consumo de imágenes y películas eróticas y ofertas en internet, en lugar de encontrar el amor en una relación personal. La soledad puede llevarles a un callejón sin salida, en el que la masturbación se convierte en una adicción. Pero nadie es feliz siguiendo el lema: «No necesito a nadie para el sexo; me lo hago a mí mismo, como y cuando lo necesito».

experimental durante un cierto tiempo». Imagina que en tal «experiencia» se engendra un niño... Cuántas veces he oído en confesión: «Tuvimos que abortar el niño», es decir, ¡matar al niño! O tener el niño, pero no permanecer juntos porque eran demasiado jóvenes o inmaduros. ¡Qué injusticia para esa nueva criatura que viene al mundo con ansias de amor! Por eso, la Iglesia dice que el sexo es algo hermoso, pero sólo debe practicarse en su totalidad cuando sabéis

408 ¿Cómo puede vivir un joven cristiano cuando se vive una relación prematrimonial o  ya se han tenido relaciones prematrimoniales?

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que queréis permanecer juntos para siempre. Entonces casaos.  Si tengo una relación prematrimonial y no se puede cambiar, ¿puedo confesar? 

¡Sí! ¡En cualquier caso debemos llevar todo a la confesión! Podemos decir a Dios: «Siento no poder cambiar la situación» y, con sinceridad, reflexionar con el confesor sobre cómo corresponder mejor a la voluntad de Dios. En esta situación el confesor puede ayudar (y dar la absolución cuando el arrepentimiento se haya hecho efectivo con un cambio de la situación, nde). Muchos dicen: «No tengo necesidad de mandamientos. Me basta mi conciencia para decirme qué está bien y qué está mal...»

Si esto fuera así no existiría la verdad, ni lo correcto, ni lo falso. De esta forma, una persona debería actuar conforme a su conciencia y otra, actuando en conformidad con la suya propria, haría exactamente lo contrario. Un sacerdote encontraría genial lo que hice y otro, fatal. La conciencia es la capacidad

para distinguir el bien del mal, pero sobre la base de reglas y mandamientos existentes. «¡No mentirás!»: esto vale siempre y en todos los casos. La conciencia, desde un punto de vista más profundo, es la capacidad de aplicar las normas ya preestablecidas. Esto significa que si he escuchado que no debo mentir, hay situaciones cotidianas en las que debo aplicarlo. En la confesión, el sacerdote me ayuda a reconocer lo que es verdadero. A  P  É    N  D  I    C   E   I   I  

 ¿Cómo funciona entonces la conciencia? 

Un ejemplo: si un padre prohíbe a sus hi jos que alboroten porque de lo contrario el costoso jarrón chino puede romperse, caen de inmediato en una mala conciencia si el  jarrón realmente se hace añicos. Si no se hubiera dicho nada a los niños, por supuesto que no habrían sabido el daño que podían ocasionar. Así es como funciona la formación de la conciencia. Es como una balanza de farmacéutico con dos platillos; en uno tenemos las pesas (normas, mandamientos, palabras de la Biblia, palabras de Jesús); en el otro tenemos las situaciones concretas. Cuantas más pesas tengo, mejor puedo evaluar una situación, mejor podré ver si algo es bueno o malo. En la Biblia se lee la frase de Jesús: «¡[...] cada vez que hiciste esto a uno

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297 ¿Se puede formar la conciencia?

Mt 25,40

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de mis hermanos más pequeños, a mí me lo hiciste!», y lo has entendido. Entonces nunca más pasarás delante de un pobre con indiferencia. La palabra de Jesús es un peso muy fuerte.  ¿Qué puedo hacer para evitar en la medida de lo posible que mi conciencia se pierda? 

Puedes hacer esto mediante la adquisición de un conjunto ordenado de pesas. Y examinar continuamente tu conciencia, quizás por la noche. Solo de esta forma podremos evitar en el futuro situaciones peligrosas, en las que actuamos en contra de nuestra conciencia. Hay una regla que dice que si queremos comulgar debemos confesar primero. ¿Cómo debo prepararme a ello?

La comunión es la más profunda unión con Cristo. No es posible concebir una mayor intimidad entre Cristo y cada uno

de los cristianos. ¿Y qué sucederá si, al mismo tiempo, digo «No» a Dios con un pecado grave? La recepción de la comunión sería una completa mentira. Es decir, quien está cargado con el peso de un pecado que separa de Dios debe confesar antes de recibir la comunión. En caso contrario, recibe el sacramento de la Eucaristía indignamente.

El confesionario no es una cámara de tortura. Dios no me espera para golpearme, sino para recibirme con dulzura. PAPA FRANC ISCO

Después de la absolución recibo una «penitencia», que suena a castigo...

Sí, la palabra «penitencia» es muy equívoca. Dios me ha absuelto de mis pecados, y esto… ¡basta! Ahora no tengo que hacer una gran penitencia para que la absolución surta efecto. Por eso, en la mayoría de los casos el confesor impone una pequeña oración como un signo de reparación y de agradecimiento a Dios. Junto con la disposición para reparar el daño, manifiesto mi alegría de poder iniciar ahora una vida totalmente nueva con Dios.

Créditos de las fotograf ías:

Martin Buhl p. 71, 79; Sylvia Buhl p. 12, 34, 57, 63, 67, 77, 80, 84; Peter Christoph Düren p. 14-15; Kilian Hasselmann p. 61; Alexander von Lengerke p. 72; Luc Serafin p. 8, 20, 26; Andreas Süß (www.nightfever.org) p. 6; © youmagazin p. 42-43

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LO BÁSICO: LOS DIEZ MANDAMIENTOS 1. Amarás a Dios sobre todas las cosas. 2. No tomarás el nombre de Dios en vano. 3. Santificarás las fiestas. 4. Honrarás a tu padre y a tu madre. 5. No matarás. 6. No cometerás actos impuros. 7. No robarás. 8. No dirás falso testimonio ni mentirás. 9. No consentirás pensamientos ni deseos impuros. 10. No codiciarás los bienes ajenos.

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