y Si Me Miras Otra Vez..

August 4, 2017 | Author: idana.pasion3851 | Category: Love, Coffee, Truth, Woman, Philosophical Science
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El trabajo en una clínica privada si funciona bien, se multiplica por días, cuando las doctoras Cruz y Maca decidieron unirse para montarla, tras sus separaciones, del doctor Rodolfo Vilches por parte de Cruz, y la enfermera Esther por parte de Maca, no imaginaron que tendría tanto éxito. Al principio, contrataron a una enfermera que se había marchado como ellas del hospital a media jornada, junto a una Recepcionista prima de Cruz a la que Maca tenía prohibido mirar, y combinaba el trabajo con sus estudios en la Universidad hasta encontrar a otra persona para el puesto. Con eso fueron funcionando, les iba bien a las dos, mientras trabajaban olvidaban sus problemas sentimentales, y cuando llegaban a casa, lo hacían tan agotadas que lo único que deseaban era echarse a la cama. Para ambas, la experiencia estaba siendo enriquecedora, formaban un equipo equilibrado y que daba confianza a los pacientes que cada vez más se iban añadiendo a su listado, tanto fue así, que a los tres meses de tener abierta la clínica tuvieron que hacer una improvisada reunión de trabajo un sábado por la tarde mientras compartían un café en la terraza de Maca. -Como a ti te gusta, con dos cucharadas de azúcar y un chorrito pequeño de leche. -Por eso me fui contigo a trabajar, porque eres detallista hasta para el café –le dijo sonriente Cruz. -Muchas gracias. Lo mismo digo –sonrisa fresca, de esas que ella sabía podían hipnotizar a cualquier mujer. -¿Cómo lo llevas? -¿La soledad? –Cruz asintió mientras daba un trago de ese café delicioso. Maca elevó los hombros-. Bien, desgraciadamente ya me voy acostumbrando. -¿Seguro? -Sí... ¿y tú? -Echo de menos al gruñón Vilches, mucho más de lo que pensaba. -Imagino, cuando tienes a tu lado una persona con tanto carácter y tan notoria, perderla debe causar un vacío insoportable. -Así es... pero era lo mejor, es lo mejor –trató de ser contundente.

-Sigues sin verlo claro, ¿por qué no te das un tiempo Cruz?, no lo veas como algo definitivo. -Ya, es lo que intento pero... a veces... tengo esa sensación de volver a respirar ¿sabes?, libertad diría yo, no es que con Rodolfo no la tuviera –hizo una mueca de dudas-. Pero... era diferente y ahora saboreo leer un libro con tranquilidad antes de acostarme, poder pasear sin escuchar ¡venga Cruz no puedes andar más deprisa! – imitaba a Vilches ante la carcajada de Maca-. No sé... todo es diferente quizá por eso ahora tengo esa mitad de echar de menos y esa mitad de saborear mi libertad. -Te entiendo perfectamente, cuando Esther se fue, me sentía huérfana... totalmente huérfana, comencé a buscar una sustituta, ya sabes que en parte la soledad me aterra, pero ninguna es como ella yo no encuentro nada ni nadie que me haga borrar su ausencia. -¿Sabes algo de ella? –le preguntó con cierto temor, sabía que nombrarla le hacía daño. -Nada, ¿y tú? –la miró con sus ojos repletos de sombra. -Bueno... parece ser que con la persona que está, le va bien –dijo con cautela. -¿Cómo no le va a ir bien? -Maca no sigas culpándote por eso, creo que ella no te entendió demasiado bien, y tú tampoco a ella, creo que os precipitasteis. -Lo sé... ambas nos precipitamos, si, pero la echo de menos Cruz. -Cinco años de unión dan para mucho, y vosotras disfrutasteis mucho. -Y me da la impresión de que nos separamos y aún estábamos enamoradas, al menos te puedo asegurar que por mi parte fue así, pero bueno... –volvió a elevar los hombros en señal esta vez de desconcierto asumido. -Quizá la llame –Maca la miró y sonrió débilmente-. Bueno y ahora vamos con el trabajo. -Eso... ¡hemos acertado, eh! -Sí, la verdad que yo creo que nos vino bien marcharnos del Central, eran tantos recuerdos, tantas miradas juiciosas.

-Si, a mí me tenían entre ojo y ojo las enfermeras, Raquel me lo ha confirmado, hacer daño a la enfermera jefe me hubiera costado más de una bronca si hubiera seguido. -A mí igual, los médicos estaban divididos, los hombres me miraban algo mal por dejar a Vilches. -Hemos acertado, Cruz –dijo finalmente con aire triunfal sacando un poco su barbilla. -Ayer hablé con Teresa. -¡Dios mi Teresa!... yo lo hice la semana pasada, dice que nos echa de menos pobre... la note triste y es que no es mujer para estar divorciada. -Eso es cierto. ¿Sabes que ha pedido una excedencia? -¿No me digas? –la miró algo incrédula. -Pues sí, ¿y sabes para qué? –sonrió. -No... ¡Va a volver con su marido! –le dijo sonriendo-. Si es que Teresa no es carne de separada ya te lo digo –sonreía abiertamente. -No, algo mejor –dijo sonriendo-. Me ha solicitado una entrevista, para ver si tiene un perfil que nos pueda servir como Recepcionista. -¡Hostia! –exclamó como loca. -Sabía que pondrías esa carita –sonreía sin cesar. -Le habrás dicho que si, ¿no? -De hecho faltan cinco minutos para que venga. -¡Cruz te das cuenta! –sus ojos brillaron con una sonrisa marcada en sus labios, pero de pronto su gesto cambio con aire sombrío. -Solo nos falta Esther –le dijo apretándole la mano. -Si –su tristeza era patente-. Nunca debí actuar como actué. -Bueno... eso ya está –trató de que no siguiera por ese camino que sabía le hacía daño. -Pero por eso la perdí. -No creo Maca, ella fue sincera reconociendo su parte de culpa, te lo dijo. -Ya, ya... uf –suspiró pasándose varias veces las manos nerviosa por el rostro. -Quien sabe a lo mejor el tiempo os vuelve a unir.

-No creo que quien esté a su lado sea tan imbécil como yo de dejarla escapar. -¡Teresa! –dijo feliz al escuchar el timbre, porque estaba allí, y porque sabía que cuando Maca hablaba de Esther, siempre acababa con esa pena que tanto le costaba superar. Fue a abrir y allí estaba, con su traje chaqueta de falda, sus grandes pendientes y su collar de perlas grandes y coloreadas-. ¡Mi Teresa, mare! -Cruz, cariño... ¿dónde está Maca que no sale a recibirme? –le preguntaba molesta. -¿Cómo que no?, estaba esperando mi turno –le abrazó con tanta necesidad que Teresa acertó el tema del que hablaban. -Estás más delgada... esto no puede ser –le decía en su papel de madre adoptada. -Bueno si pasas la entrevista y nos convences, tendré una Recepcionista que me va a cuidar. -Eso es verdad... ¡pero tengo tanto miedo a la entrevista! –decía fingiendo nervios. -¡Vaya par!, esto es lo malo que me vais a volver loca entre las dos. -Pero déjame decirte que igual no te interesa –pasó su brazo por los hombros de su amiga y la acompañó así hasta el comedor. -¿Cómo que no? –preguntó alertada. -No hay mucho que cotillear, solo somos cuatro personas. -Tú déjame a mí, que al paso que vais, seguro que tenemos que ampliar la clínica. Ambas sonrieron por la esperanza de Teresa, pero a los cuatro meses de trabajar, aquellas palabras se hicieron realidad, tuvieron que buscar un nuevo local, el desembolso era muy elevado pero con las buenas expectativas que seguían teniendo era una buena manera de arriesgarse. Pero claro, tal y como decía Teresa, si ampliamos la clínica, ampliamos el personal. Era cierto, ya no daba con una sola enfermera, ni tampoco daban abasto las dos, así que se propusieron ampliar todo, el personal también. -¿Qué te parece este local, Teresa? -Me gusta, creo que tiene un aire como nosotras. -¿Y se puede saber cuál es ese aire? –la miraba cruzándose de brazos sobre su cazadora.

-Es elegante como Cruz, pijo como tú, destella clase como yo –sonrió de lado ante la sonrisa de las dos mujeres que alucinaban-. Y en definitiva es sencillo como el equipo que formamos. -Joder... –musitó atónita. -Eso digo yo... ¡joder Teresita! –la miraban con el mismo gesto que Cruz. -Solo falta algo. -¿Ah sí? –sonrió pensando que nueva locura se le había ocurrido. -Falta Esther, porque es alegre como ella. Aquel comentario le hizo sentir una punzada a Maca, se giró y fijó sus ojos en el edificio, era cierto, tenía un aire alegre como la sonrisa de Esther, como ella, aunque al final de aquella relación, la sonrisa de Esther se había perdido, todavía seguía innata en su mente. Suspiró porque la ausencia era tan alargada que estuviera donde estuviera, hiciera lo que hiciera, siempre le llegaba su sombra. La noche la sorprendió con una copa en la mano, mirando las estrellas era su instante del día favorito, mirar las estrellas y suspirar en soledad, recordar cómo había fallado con sus propias creencias, como más que traicionar a Esther, se había traicionado ella misma. La relación no iba demasiado bien, Maca había propuesto a Esther tener un hijo, sin embargo los miedos de la enfermera y sus constantes dudas sobre si ella podría

sentirse

madre

de

ese

niño

iban haciendo mella en la pareja, quería y a la vez temía. Sin duda aquella indecisión implicó que la ilusión de Maca estuviera cada día más por lo suelos, como resultado comenzó a haber una lejanía insalvable entre ellas, y como casi siempre ocurre, en tiempos de crisis es cuando aparecen las personas menos indicadas. Una Radióloga Italiana llamada Marina, una morenaza con un estilo impresionante, y al mismo tiempo con una sencillez única, una sencillez que tan solo había encontrado en Esther. Comenzaron con un café, con charlas sobre caballos, sobre vinos, sobre el mar tenían tantas cosas en común que se sorprendían. Al mismo tiempo, la llegada de un nuevo médico al hospital quien solicitó que Esther fuera su mano derecha, fue clave para que cada una de ellas se

fuera inclinando por otros caminos en el trabajo, ambas sabían que la relación iba cada vez peor, en casa, se hablaban lo mínimo, Maca se metía en el despacho y se ponía a estudiar, cuando no a chatear con Marina, Esther, se metía en la habitación a leer o si las preocupaciones por su matrimonio le aplastaban mucho, se subía a la bicicleta estática y pedaleaba sin parar, a veces pensaba que si esa bicicleta tuviera ruedas... habría llegado a Moscú. Conforme pasaban los días, Maca se había inclinado ya definitivamente por pasar del café al almuerzo, y de algún almuerzo a alguna comida, sin explicaciones a Esther, más que... hoy no voy a comer... que era recibido por una Esther algo apática con un silencio abrumador. Y lo que al principio fue irse sola a casa a llorar, fue cambiando poco a poco, su interior se iba revelando contra Maca, como no podían hacerlo de otra manera, en casa discutían hasta por el canal de televisión que querían, sin darse cuenta Maca, que a Esther no se le ocurría otra manera de hacerle ver que estaba asustada, que no quería perderla, que necesitaba hacerse notar. Y si alguna noche era ella quien empezaba a acariciar el cuerpo de Maca, era ella quien al final sentía más lejana a su mujer, tenía su cuerpo pero no estaba segura de tener su alma junto a ella. Todas esas sensaciones le contaba a aquel médico Sergio, que la escuchaba y le daba consejos, y pasaron de un café a un almuerzo y de un almuerzo a una comida, y Maca en lugar de reprocharle nada, se callaba sabía que pasaba porque ella misma lo estaba viviendo, pero el miedo que da decir “esto no va”, les hacía seguir llegando juntas algunos días, marchándose juntas si no habían quedado con otras personas, e incluso al principio de la distancia hicieron un viaje juntas a Roma con la esperanza de reencontrarse. El viaje no iba mal, hasta que Esther vio que le llegaba un mensaje a Maca, le dio tiempo a leer, Marina, y al ver su sonrisa, se percató que nada sería igual. Pero a pesar de aquel pensamiento aguantaba a su lado, seguía a su lado, y aunque las charlas con aquel médico era distendidas, refugiarse en él como amigo, le había costado ser un cotilleo más en el hospital. Teresa siempre al acecho le comentaba, dicen esto... dicen aquello... a lo que ella siempre respondía, “es una amigo... ¿no puedo tener un amigo?”, los ojos de Teresa siempre se mostraban negativos, y entonces saltaba la pantera que llevaba

dentro “Maca puede tener una amiga... ¡quizá deberías decirle a ella, no a mí!”, entonces Teresa se cansaba de decirle que hablara con ella, y cuando Maca aparecía le comentaba la misma cantinela, pero la pediatra lejos de responder, callaba. Y así día tras día, hasta que Esther fue a coger unos pijamas, y las vio besándose, todo fue silencio, Maca no se disculpó, Esther no culpó. Tan solo llegó a su casa envuelta en un llanto feroz, y esperó sentada en el sofá la llegada de su mujer, que había tardado todo lo posible para no tener que enfrentar el momento. Pero el momento llegó, se sentó a su lado, sin mirarla le dijo. -Lo siento... -Creo que no tiene sentido esto Maca, así que... he decidido irme –su voz aparentemente era clara. -¿Adónde? –la miró con temor. -A casa de mi madre. -Esther... sé lo tuyo con el médico –le reprochó quizás a modo de defensa. -¿Y qué es lo mío? –la miró con cierta sorna. -No te das cuenta, tú te has liado con él y yo lo tengo que soportar. -Está claro que tenemos un problema, ¿no? –le dijo enarcando una ceja. -Sí, lo tenemos... quizá sea lo mejor, darnos un poco de tiempo... –no la miraba. -Si –guardaron un espeso silencio que volvió a romperlo Esther-. ¿Desconfías de mí, no es cierto? -¿Tú qué crees? –clavó sus ojos acuosos en los de Esther. -Nunca pensé que llegaríamos a esto, veía que teníamos problemas pero me daba miedo decírtelo, miedo porque me dijeras que no me querías, y ahora, te he perdido, por mi culpa por mi indecisión con lo del niño... -¡Pues sí Esther! –le reprochó nuevamente y con dolor le dijo-. Me jode que no quieras tener un hijo conmigo. -Solo te pedí tiempo –la miró con actitud exigente. -¿Para qué?, ¿para liarte con él? -Juan es un gran amigo que me entiende... el único que me entiende porque ha pasado por lo mismo que yo, puede que tenga problemas contigo, pero aún me

respeto lo suficiente como para no engañarte, siempre te dije que si un día te dejaba de querer, te lo diría. -Me lo has dicho con tu actitud. -Te equivocas Maca, mi actitud era justamente lo contrario, miedo a perderte porque te quiero con locura, eres el amor más grande que he tenido en mi vida, y estoy segura que el amor más grande que tendré, pero está claro que ya no sientes lo mismo por mí. Quizá ya no te doy lo que te puede dar ella. -Lo siento –se mordió el labio cerrando los ojos-. Es lo único que te puedo decir. -Lo sé, y sé que no querías hacerme daño, pero... no quiero que nos destruyamos, ¿vale? –su tranquilidad estaba desquiciando a Maca-. Me voy. -Esther... sé que me he equivocado, lo siento. -Nos hemos equivocado. No se dijeron más, aquella noche una y otra lloraron en sus camas por separado, Esther había fallado justo en lo que más ilusión hacia en la vida de Maca, y ella había pensado que ya no la quería, si no quería esa oportunidad de ser madre con ella, era porque estaba claro no la quería. Y se había dejado llevar, aunque decirle a Esther que no se había acostado con Marina, y que, aquel beso era de despedida porque no quería perder a su mujer, aquel su único beso, no cambiaba nada porque era consciente que el simple hecho de pensar en otra mujer, le demostraba que algo iba mal. Suspiró y pensó en darle un poco de tiempo, había sido estúpida y por no hablarlo, había perdido esa oportunidad de reconducir su relación. Era un bache. Pensó. Como la otra vez, el viaje a París sola sin embargo luego todo se arregló. Llegado el momento le diría que no había pasado nada entre ellas, que había sido ella misma la que había cortado con aquella tontería porque sabía que no le llevaba a ningún lugar, que a quien amaba realmente era a ella. Agradeció que tuviera cinco días libres, necesitaba pensar, se pasó el primer día prácticamente dormida, de la cama al sofá, se sentía decepcionada consigo misma y quería depurar su culpa, planteándose si realmente valía la pena volver con Esther. Entonces siempre que terminaba de hacerse esa pregunta, sonreía incrédula pensando “menuda tontería... como no va a valer la pena, si la amo, solo hay que hablar y escucharnos y darnos esa oportunidad”.

Así tras esos cinco días de meditación llegó al Central con el ánimo algo mejorado, dispuesta a arreglar las cosas con Esther, cinco días sin ella le habían dejado ver que no quería vivir así. Llegó con su casco en el codo y una sonrisa repleta de ilusión por verse con ella y recuperarla. Al llegar al mostrador miró y sonrió a Teresa. -Buenos días Teresa. -Hola Maca –le dijo con voz temblorosa quitándose las gafas de cerca. -¿Qué te pasa? –le llamó la atención su seriedad y tristeza. -Nada –pero su gesto demostraba todo lo contrario. -¿Ha llegado Esther? -No –contestó bajando la voz. -¿Hoy tiene turno, verdad? -No, ya no tiene turno –le dijo con temor. -¿Lo ha cambiado? –preguntó nerviosa. -No, Esther ha firmado la baja voluntaria del Hospital, se ha marchado. Y su mundo se desmoronó. Ni un adiós, ni un me voy a otro lugar necesito pensar, se había ido y ella se había quedado allí sin saber nada. Sintió temblar su alma, y con el paso ligero pero firme fue hasta Cruz, ella no debía contarle nada pero quien podía dejar sufrir a una mujer que se había sentado derrotada llorando. Así supo que se había marchado a Granada, con una prima suya, y que un día la llamaría, pero que por el momento no quería saber nada. Se había ido dolida quizá porque Maca pensó darle espacio para que pensara y Esther lo entendió de diferente manera. ¿Y por qué no había dado señal alguna en esos cinco días?, Maca había estado con el móvil en la mano todo el tiempo esperando esa llamada que nunca llegó. Y el otro mundo se desmoronó. No recibió una llamada en los cinco días que siguieron a su marcha, ¿cómo podía Maca no llamarla?, se suponía que la quería, porque ella había llegado hasta la puerta del portal a punto de subir y rogarle de rodillas si era necesario perdón por ser tan egoísta por no entender que para Maca era muy importante tener un hijo, si, reconocía su culpa. ¿Pero qué iba a pasar?, se desesperó pensando y las dudas son las peores consejeras que hay en la

vida, y esas dudas le dieron el peor de los consejos. Quizá no la había llamado porque aquella mujer, estaba ya ocupando su lugar. Y así se fue ella, le dejó libertad, le dio toda la libertad para que fuera feliz. Y las lágrimas recorrieron su rostro en aquel avión que la trasladó a Granada, alejándola de un amor que estaría marcado en su corazón el resto de su vida. En aquella terraza sus recuerdos la golpeaban duramente, tras la separación, pasó mucho tiempo en el que ni una ni otra se llamaron, como Teresa dijo “orgullosa la una, orgullosa la otra”. Sin embargo, algunos aún creían en el milagro de la reconciliación, así un año después de separarse sin verse, ni llamarse se volvieron a encontrar en la celebración de la boda de Javier, Esther iba sola, Maca también, aunque a ambas les acompañaban como acompañantes agarrados de la mano un buen manojo de nervios ante la situación del reencuentro. Después de mucho pensar los novios y amigos decidieron sentarlas en mesas separadas no querían provocar nada de lo que pudieran arrepentirse en el transcurso de la boda. Al verse, ambas sintieron esas cosquillas inequívocas, se saludaron cortésmente, pero cada una se fue a un lado. Durante la cena miradas furtivas fueron encontrándose pero ninguna hizo nada por hablar con la otra. Solo cuando la fiesta terminaba, Esther dejó a Teresa con la que había decidido estar toda la noche como si pudiera así ser un escudo contra las miradas que una y otra vez le dedicaba Maca, sintió una necesidad imperiosa de hablar con ella, y cuando vio que se sentaba a un lado en la terraza sola, no lo dudó, fue hasta ella que sonreía al ver como bailaban todos. -¿Me puedo sentar, Maca? -Claro –sonrió aunque con los nervios desatados removiéndose un poco en su silla, no sabía absolutamente nada de ella y temía saber. -¿Cómo estás? -Ahí voy... ¿y tú? -Bien –de pronto un silencio incómodo se instauró entre ellas sin saber muy bien que decirse. Esther carraspeó y le dijo-. Me voy mañana, sólo quería saber cómo estabas.

-Pues ya ves... aquí estoy... y tú, ¿qué tal te va? –por primera vez la miró a los ojos encontrando en ellos quizás el mismo temblor que los suyos tenían. -La verdad que he tenido mucha suerte... –guardó silencio, no se atrevía a continuar. -¿En el trabajo o en tu vida personal? –le preguntó apartando la mirada tras dar un largo trago a su copa. -En ambas cosas... ¿y tú? –lo dijo rápido como si no quisiera profundizar en aquel tema que las incomodaba a las dos. -También, irme a trabajar con Cruz ha sido un gran acierto... -Me alegro Maca... de verdad –le quiso entregar una sonrisa alegre, pero tan solo se dibujo en su rostro, una repleta de tristeza. -Lo sé... yo también –se quedaron mirando fijamente, Maca sintió deseos de besar sus labios, pero se reprimió con fuerza-. ¿Vas a volver? -No creo... allí estoy muy bien –de repente el silencio las envolvió, cada una miraba el centro de la pista donde sus compañeros bailaban-. Bueno me voy... cuídate. -Tú también. Y allí en aquel lugar, había sentido el puyazo más grave de su vida, podía sentirse arrastrada por el caballo más hermoso, notando como a cada paso del animal su piel se iba cayendo a tiras con las palabras de Esther, en ambas cosas le iba bien, y ella esperaba, esperaba que volviera, esperaba una llamada que le dijera te echo de menos, esperaba y esperaba, lo que no esperaba era recibir aquel puyazo envenenado que le había traspasado el corazón. Y fue entonces, cuando dejó a un lado su vaso, miró al resto de personas que conocía tan bien, y que en ese momento todos desconocían que Maca, sentía que había fracasado como persona, como mujer, se marchó sin despedirse de nadie, quería borrar la espera, quería que alguien le borrara esa espera durante aquel año en su cuerpo, y se perdió en la noche. No necesitaba nada, tan solo una mujer, un cuerpo, cualquiera, tras entrar a uno de los locales de ambiente más selectos de la ciudad y donde había acudido alguna vez con Esther a bailar, se dejó llevar, ir sola no suponía para ella ningún problema, llevaba un atuendo lo suficientemente llamativo como para dejar de

estar pronto sentada en un taburete en la barra sola, y así fue, se acercó una mujer, bailaron durante un rato, sus cuerpos primero se movían alejados, para poco a poco irse atrayendo irremediablemente, y finalizar entre gemidos en la parte trasera de un coche, con un nombre en su garganta y en su memoria que quería tachar, que quería perder, que necesitaba borrar. Fue Cruz quien descubrió su otro lado, un lunes tras otro, su estado era precario, y se encontró con ese otro yo al que según sus propias razones nada convincentes le había empujado Esther y por lo que ambas discutían los lunes cuando la veía llegar ojerosa y triste. -Es la salida más fácil Maca, la más cobarde, ¿tú la quieres?, quizá lo que está esperando es que vayas y le pidas perdón. -Yo no tengo porque pedirle perdón, ella falló también y no lo ha hecho. -No te das cuenta Maca... lo siento... pero no os dais cuenta que un error, que un silencio, que el creer que la otra nunca iba a fallar os ha empujado a esto. -Ella parece estar muy bien –decía siempre con el mismo tono de rabia. -Eso no lo sabes. -Me lo dijo ella, la vida le iba muy bien –hablaba con el resentimiento a punto de ahogarla. -¿Y la tristeza en sus ojos? –le preguntó aunque era cierto que Cruz sabía la verdad también seguía pensando que Esther no era feliz. -Déjalo Cruz –era su mejor respuesta. -No puedo dejarlo, los fines de semanas te pierdes... eso no es vida Maca. -Es mi vida y lo controlo, no fumo, no bebo... -Ya... claro... pero te estás convirtiendo en una ninfómana. ¿No te das cuenta? –le preguntó de manera nerviosa. -Por favor no exageres -le dijo con una sonrisa irónica. -No claro, desde que se ha marchado Esther... ¿con cuántas mujeres has tenido relaciones? -Menos de las que crees –susurró con su voz chirriante y su mirada repleta de dolor-. De todos modos eso no importa.

-Eres mi amiga y te veo destruirte, y no me niegues que bebes Maca, ¿crees que me puedo quedar de brazos cruzados? ¡Cómo no va a importarme! -Lo controlo, sólo necesito Evadirme. -No quieres encontrar ninguna otra mujer, por eso te evades, porque quieres ser superficial, divertirte, apuesto lo que tengo a que no lo consigues, y no logras Evadirte. -Ella siempre está en mi mente... ¡la tengo que borrar! –su voz se mostraba estridente. -¿Con una mujer tras otra? -Con lo que sea Cruz... con quien sea. Respirando el aire fresco de la noche granadina, Esther voló en sus pensamientos. En Granada en ese mismo tiempo que Maca esperaba la vuelta de Esther, a ésta el trabajo le ayudaba mucho a ir superando el dolor que le había causado el pasotismo de Maca hacia ella, si bien en un primer momento pensó que sería algo temporal, cuando vio que pasaba el tiempo y no reaccionaba, se sintió como si la hubieran sacudido sin cesar durante tantos días que le habían robado las fuerzas. Pero el tiempo cuanto pasa ayuda a curar cicatrices, el tiempo y una buena compañía. Eso le pasó a Esther, no tardó en conocer a una mujer especial, trabajaba en la radio, era inteligente, guapa, sensible, libre pero sobre todo, era absolutamente tierna y cariñosa con ella. Se habían conocido por casualidad, el hermano de la locutora había tenido un accidente grave de motocicleta, ella había estado allí permanentemente a su lado porque no le quedaba nadie más que él, y la enfermera que curaba todos los días y les regalaba una sonrisa apagada pero, maravillosa había sido Esther. En el pasillo alguna vez la locutora llamada Paula, había recibido los ánimos de aquella enfermera especial. De los encuentros en la habitación y pasillo, se pasó una noche a compartir una amena charla en la cafetería, de ahí a una comida y como quien no quiere la cosa, fueron quedando para ir al cine, al teatro, a todo lo que aquella mujer con mucha influencia, le ofrecía. Paula era quince años mayor que Esther, había vivido una vida muy

intensa, revolucionaria al máximo, sus valores de vida eran la libertad, la lucha, y el respeto. Había sido capaz de no ocultar su condición sexual y ganarse el respeto de todos y cada uno de los compañeros de profesión, había amado, le habían amado, había ganado y perdido en el amor tantas batallas que cuando Esther le contó la suya, la supo entender, ayudar, apoyar. Justo lo que una mujer necesita en el momento más difícil de su vida, apoyo, comprensión y ternura. Sin saber muy bien como, al año de estar en Granada, Esther convivía con Paula, todo cuanto pasaba en sus vidas era compartido, hasta que una noche, aquella mujer con tanta experiencia en la vida, tras una cena Romántica, le pidió que se quedara con ella, Esther sintió que no podría, que el recuerdo y el amor por Maca aún pesaba demasiado en su alma, y sobre todo en su corazón, pero la vida es maestra en enredar todos los sentimientos, en marear, en hacer que una persona abandone todo por sentirse un poco querida, respetada, y de eso la locutora sabía mucho. Poco a poco fue ganándose su confianza, casi sin oponer resistencia, se iba sumergiendo cada día un poco más en aquella relación, tanto que aquella noche durmieron juntas, sin más que un abrazo compartido, que a una le supo a gloria, y a otra a traición hacia la mujer que seguía amando, poco tiempo después, sin saber muy bien si por necesidad de que alguien le ayudara a olvidar el gran amor de su vida, o simplemente porque no se sentía capaz de soportar la ausencia de ese amor y su soledad, Esther se entregó a Paula mientras la acariciaba, pensaba en Maca, y mientras la hacía suya y gemía, trataba de olvidar a Maca. Esos recuerdos bailaban en su mente, asomada a la gran terraza que tenían en aquella enorme casa, si con Maca quiso que todo fuera de las dos, con Paula no le importó que fuera todo suyo, de su pequeño estudio, pasó a su gran mansión, de su vida de recortes, pasó a no preocuparse por el dinero, pero seguía en su corazón una cicatriz imposible de borrar. ¿Y porque pensaba en todo aquello?, ¿por qué los recuerdos habían invadido nuevamente su alma?, simplemente por una llamada de Teresa, le había colocado nuevamente en el filo del precipicio. -Esther hija... ¿cómo estás? -¡Teresa que alegría! –le respondió con total sinceridad por escuchar a su amiga.

-Si no te llamo yo... –se quejó con cierto tono de reproche. -Lo siento he estado muy liada, ¿sabes que le han dado a Paula el premio a la mejor locutora de Andalucía? –le comentaba con orgullo. -Vaya... me alegro –dijo no con mucha ilusión. -Gracias. Bueno, ¿y tú qué tal estás? -Bien... bien... tengo una noticia que darte. -¿Qué pasa?, espero sea buena. -Para mí sí. ¿Recuerdas que te dije que Cruz y Maca habían montado una clínica? -Sí –dijo borrándose su sonrisa, siempre que aparecía el nombre de Maca le pasaba igual, se tensaba. -Pues me he ido a trabajar con ellas –decía feliz y orgullosa. -¡Cuánto me alegro por ti! –sonrió. -Lo sé Esther, lo sé. -Eso es estupendo –no sabía que más decir. -Y ahora se van a mudar, han tenido que comprar un edificio de dos plantas para trasladar la clínica... no sabes lo famosas que se van a hacer... ¡menuda agenda tenemos ya! -Me alegro –su tono se fue apagando y con dudas le preguntó-. Teresa... ¿cómo está? -¿Quién? -Teresa –le dijo con cierta advertencia. -Está bien... es que no me gusta que ni la nombres ¡caray! Sigue igual. Sola. -¿Sabe que yo...? –se calló frunciendo los labios. -No, no se lo hemos dicho, sabe lo que tú le dijiste el día de la boda de Javier, es decir, que tienes a tu lado a alguien pero ni Cruz ni yo hemos hecho referencia a ello... total... ¡para qué! -Ya... bueno Teresa debo dejarte que viene Paula. Cerró los ojos sintiendo que todo se movía, Maca, su rastro era imposible de borrar, y aquella llamada le había despertado nuevamente todos los recuerdos vividos desde su separación, toda la sensación de pérdida y duelo por no tenerla a su lado.

Al rato de estar en la terraza oyó la puerta, se giró con una sonrisa y allí estaba Paula entrando de manera triunfal mientras dejaba su cartera la saludaba. -¡Hola mi amor!... ¿cómo estás? –le decía sonriente mientras le besaba. -Echándote de menos... ¿ya tienes el traje? -Tengo el traje y algo más –la cogió por la cintura acercándola hasta su cuerpo-. A parte de unas ganas locas de recorrerte desnuda de arriba abajo. -Paula –le decía un poco tontita. -Me encanta que te ruborices así –la besó suavemente en los labios. -Dime... ¿qué pasa? –la miraba con los ojos brillantes. -Cariño, me han hecho una propuesta de trabajo maravillosa –se mostró exultante, Esther espero que le contara mirándola con una sonrisa divertida-. ¿Quieres venirte conmigo? –le susurró mirándola con pasión. -¿Irme? -Tú contéstame, ¿sí o no? -Pero... ¿y mi trabajo? –le respondió sin saber muy bien que decir. -Trabajo hay en todos lados mi vida, en cuanto toque contactos sabes que tienes trabajo –la volvía a besar-. Venga contéstame que te voy a subir al firmamento en nada, ¿gemirás como me gusta que lo hagas? -Mira que eres mala conmigo –le decía haciéndose la inocente. -Me tienes loquita –volvía a besarla esta vez, entrando a su boca sin miramiento recibiendo el permiso de Esther. Tras un prolongado beso y las manos de Esther estrechándola le dijo-. ¿Me contesta, señorita? -Claro que me iría contigo, ya los sabes. -Pues haz las maletas.... ¡nos vamos a Madrid! –le dijo abrazándola feliz. -¿A Madrid? –su sonrisa se borró y lo dijo tan asustada separándose de ella que tuvo que apoyarse en el sofá. -Sí Madrid, ¿no crees que ya es hora de que vuelvas?, tienes amigos, tu familia, cariño... tu madre te echa mucho de menos y estas más cerca en Madrid de ella que aquí. -No quiero volver a Madrid –su sonrisa se borró.

-Pero vienes conmigo –le decía acariciando su cara lentamente-. A ver ven aquí mi vida, sentémonos y hablemos. -Paula lo siento yo... –negaba con la cabeza mordiéndose el labio inferior nerviosa. -A ver... si no quieres volver a Madrid porque te sientes a gusto aquí en tu trabajo, lo acepto, no nos movemos, pero si tú razón de no volver a Madrid es por Maca, entonces tienes un problema. -No... no es eso... –de pronto sintió que se quedaba sola en medio del ojo del huracán, Paula la conocía demasiado bien. -Mi vida, sé sincera sabes que soporto todo menos la mentira –le decía con dulzura. -No quiero volver allí es así de sencillo. -Por ella –le confirmó. -Si, por ella en parte, y también por mí. -Porque sigues enamorada de ella, no hace falta que me lo niegues, siempre lo he sabido cariño –le decía con tranquilidad-. ¿Si es así, quizá deberías volver para saber qué hacer con tu vida? -Yo sé lo que quiero hacer con mi vida –le respondió mirándola a los ojos-. Quiero estar a tu lado, te quiero a ti. -Pero no puedes volver a Madrid, por ella, no ves que tienes una contradicción ahí mi amor –le hablaba con una terrible dulzura. -Paula... no me lo hagas difícil. -No lo pretendo. -Eres una mujer maravillosa. -¡Oh por favor!, eso suena fatal –le decía riéndose. -Pero es verdad –se acercó a ella besándola con pasión-. ¿No ibas a recorrerme no sé qué?... -¡Ay cariño mío!, eres mi perdición. Paula era esa clase de mujer que sabe como conquistar a otra, siempre tenía la palabra justa, la mirada necesaria, el apoyo que precisaba, detallista diariamente, sorprendente casi siempre, observadora, callada y habladora, directa, divertida, y a cambio de todo lo que le daba tan solo le pedía sinceridad, sonrisas y el día a día.

Había aprendido a convivir con ese otro yo escondido de Esther, donde se perdía de vez en cuando, esos lapsus que al principio le molestaban cuando sabía que pensaba en Maca, pero había aprendido a convivir con su fantasma, sabía que esos pequeños instantes Esther era libre y volaba, pero el resto era suya, fiel, a su lado siempre, encantadora. Todos los que conocían la relación, decían que eran la pareja ideal. Todos excepto Teresa que cuando Esther se lo comentaba siempre acababa diciendo. -Tu pareja ideal es Maca. Parecía mentira, pero había llegado el día de la inauguración, aquella Clínica era sencilla, acogedora y sobre todo, daba una impresión de calma, que se mostraban orgullosas de los resultados, de aquella combinación entre las tres ideas que divertidas habían estado mezclando para llegar a aquel momento. Las tres en la puerta recibiendo a sus amigos, casi todos los compañeros del Hospital, algunas enfermeras, y hasta Dávila se había presentado. Teresa se había hecho cargo del catering con la ayuda de una Rosario que se mostraba encantada de poder compartir ese momento de felicidad con su hija, y un Pedro que no podía evitar sentirse orgulloso de su hija, sin duda había conseguido sorprenderle. -Maca... acaba de entrar Rodolfo –le dijo con los nervios a flor de piel. -Pues ves y recíbele como se merece –le dijo sonriendo con una copa en la mano. -Joder. -Y viene dispuesto a todo, ¿eh? –le dio un suave golpe con su codo. -¿Por qué? –le preguntó sorprendida. -Va muy elegante. -Joder –suspiró y se fue a recibirlo ante la risa de Maca. -Hija... no me has presentado a esa chica que va contigo... –le decía Rosario, la madre de Maca. -Es una amiga mamá –era una de sus amigas de Universidad con las que había retomado el contacto y con las que salía por las noches a perderse en el ambiente. -Hija tenemos que hablar. -¿De? –preguntó mirando alrededor tratando de evitar los ojos de su madre.

-Esther... creo que no es justo que no sepas la verdad. -No la quiero saber –bebió de la copa y sonrió a Laura una compañera del hospital que se acercaba hasta ella-. Hola Laura. -Esto es una pasada, ¿habrá hueco para mí? -Si lo quieres... vamos a pensar incorporar a algún médico más a la plantilla. -Oye pues te lo digo muy en serio –le decía sonriente. -Un exitazo... un exitazo –repetía Teresa acercándose hasta Maca y saludando a Rosario-. Maca hija... estoy como un flan. -Exagerada eres –le sonrió dando otro sorbo a su copa. -¿Has visto a Cruz? –le dio un codazo. -Sí la he visto –ambas miraban a la pareja que hablaban distendidamente. -Vuelven... estoy segura... ¿y has visto a la acompañante de Héctor?, es mona. -Sí Teresa, sí. -Hija tu padre y yo nos marchamos, pero quiero que tengas en cuenta lo que te he dicho, quiero hablar contigo muy seriamente. -Si mamá. -Adiós Teresa. -Adiós Rosario. ¿Qué has hecho ahora? –la miró con el ceño fruncido. -Nada, no sé que dice que tengo que saber algo de alguien. Ahora vuelvo. -Debo tener una reunión urgente con Cruz... sin duda la debo tener. La fiesta acabo con las tres anfitrionas sentadas en las sillas de entrada, Cruz y Teresa con los zapatos en la mano, Maca apurando su copa de champán. -Ha sido fantástico... no me lo pasaba tan bien desde yo que sé... –decía sonriendo. -Ni yo –se quitaba los zapatos y resoplaba. -Pues anda que si os digo yo –las tres se miraron y dieron una carcajada-. Bueno yo me voy... o mañana no podré levantarme. -Sí, creo que es lo mejor –se frotaba los pies mientras veía los gestos de Teresa, indudablemente quería decirle algo. -Voy a cerrar las luces. -Te esperamos aquí. -Cruz... creo que tenemos un problema y de los gordos –le decía en voz bajita.

-¿Se han llevado algo? –miró alrededor. -No, es Rosario, quiere hablar con Maca de Esther. -Mucho ha tardado. -¿No crees que deberíamos adelantarnos?, explicado por nosotras no será tan dañino como explicado por ella. -No sé... la verdad que no pensaba que Esther volvería –decía mostrando en su rostro reflejada su sorpresa. -Dentro de dos días está aquí. -¿Quién? –preguntó Maca llegando hasta ellas, mientras se ponía el abrigo. -Mi prima... con lo pesada que es. -Bueno... nos vamos... ¡ah!, pero creo que nos hemos ganado algo por esta magnífica fiesta. -Tienes razón –entendiendo lo que trataba de hacer. -En mi casa, ¿no?, como siempre –las miraba cruzando los brazos. -Maca cariño, es lo que tiene tener una terraza con esas vistas... es lo que tiene. -¿Lo dices por mi vecino? -Sí, solo por eso ya me da gusto –sonreía. Tal y como habían quedado, Paula consiguió llevarse a Esther con ella a Madrid, juntas estuvieron recorriendo los mejores barrios de la ciudad, Paula no era nada pretenciosa, pero desde que conocía a Esther, vivía par darle todo cuanto podía, era todo para ella y por esa razón todo le parecía poco. -Paula está es carísima. -¿Y? -Joder... no necesitamos una casa como esta. -Yo diría que sí cariño, cuanto más grande, más sitios para hacer el amor. -No tienes remedio –reía divertida. -Es que me vuelves loca Esther –le dijo mirándola fijamente a los ojos-. Te quiero. -Y yo –sonrió abrazándose a ella-. ¿Has visto que cuarto de baño?, mi casa de soltera era todo esto –decía sonriente dando vueltas en medio del baño. -Eso quiere decir que has ido evolucionando en la vida cariño... y me gusta ser partícipe de ello.

-Lo eres no lo dudes nunca –se acercó y la beso. -Un palacio para una reina, ¿qué te parece? –le dio una pequeña palmada en el culo que fue recibida con una sonrisa pícara por parte de Esther-. Mi reina... -Me parece maravilloso. -Nos la quedamos. No se hable más –sonrieron felices. En la terraza, Maca había dispuesto todo para sus compañeras y amigas, ese día al llegar al trabajo, había ocurrido algo que le había llamado la atención pero que después con el ir y venir, se le había olvidado por completo. Repasaba aquel incidente con Teresa. -Como ha cambiado, ¿no?, parece que no sea ella... tengo tantas ganas de verla y darle un buen abrazo desde la boda de Javier no la veo –hablaba con cierta nostalgia. -Está muy guapa –sonreía mirando la fotografía del periódico. -¿Qué va a pasar cuándo la vea así de acompañada? –se preguntó mirando la foto donde Paula Gastón recogía su premio acompañada por su pareja, Esther García. -No lo sé… es su pareja Teresa, lo queramos o no. -Ya... pero ¡ay hija que quieres no me acostumbro! –decía mirando la revista. -¿A qué no te acostumbras Teresa? –le preguntó sonriente. -Eh... nada... nada... a estas actrices de hoy en día –sonrió nerviosa. -A ver –asomó su cabeza por el mostrador. -No –se apresuró a esconder la revista. C_ Venga vamos... no quiero que te vuelvas una chismosa como ella. -Estáis un poco raras, ¿no? Ajena a la noticia, pensaba mirando al cielo, ¿qué estaría haciendo Esther en ese momento?, las palabras de su madre le habían vuelto a dejar con el corazón temblando, sin duda, ella debía conocer a su pareja, seguro que era un médico afamado de su hospital, siempre pensó que Esther no sería capaz de estar con otra mujer, y estaba casi segura de que a su madre era eso lo que molestaba. Pero no tanto como a ella, saber que sus noches no estaba sola en la cama, que otras manos recorrían la piel que era suya era algo que le provocaba un dolor insistente en el

corazón. Suspiró, negó con la cabeza, refugiándose en sus propios brazos, sintiendo un miedo atroz. El timbre la sacó de su miedo, la cena también, hablaron de cosas del trabajo, de Vilches, agradeció que no sacaran el tema Esther, aquella noche no le apetecía nada, total estaba tan lejos que nada le podía afectar. -Este café es buenísimo. -Tienes razón, Teresa –apuntó Cruz. -Perdona, el café es café, lo que pasa es que la mano de la cocinera hace mucho –le dijo con su habitual sonrisa sarcástica. -Ya salió... ¡ay por Dios! –renegó ante la carcajada de Cruz y Maca. -Oye Maca... la verdad que me estoy sintiendo un poco mal y no quiero que pienses lo que no es –Maca la miró seria-. Esta cena tiene un fin. -Si –añadió con pesar Teresa dejando la taza sobre la mesa. -Si ese fin es Esther... no quiero saber nada –como siempre que hablaba de ella, en su rostro se marcaba una mueca de dolor. -El otro día me dijiste que la llamara que querías saber. -No, el otro día estaba un poco gilipollas, en realidad me da igual lo que haga –dijo de forma tajante. -Entonces si te da igual ¿por qué no podemos decirte que está aquí? –como siempre Teresa fue directa. -¿Aquí dónde? –la miró pensativa. -En Madrid. -Me da igual –trató de aparentar indiferencia. -Maca... Esther se queda definitivamente en Madrid, las posibilidades que te encuentres con ella son efímeras supongo, pero sé que te van a llegar habladurías y no me gustaría que pensaras mal de ella. -¿Qué me quieres decir? ¿Qué no tengo que asustarme de que se esté tirando a un tío? -Maca por favor no hables así, sabes que no me gusta –le dijo dolida al ver cómo se encendían sus celos sin remedio.

-Esther desde hace algo más de un año, vive con una mujer –la cara de Maca fue de verdadero espanto, la impresión fue tal que hasta llegó a palidecer-. Es locutora de radio, han venido a Madrid a instalarse por su trabajo, Esther vive con ella y... -Una mujer –repitió ofuscada. -Cariño... yo creo que no la quiere –la mirada de Cruz hacia Teresa le hicieron callar de golpe. -Ah vale, ¿está a su lado por algo especial? –preguntó enarcando su ceja izquierda. -Porque no te tiene a ti. -Por favor Teresa, te hacía más inteligente –se levantó enfadada dejándolas allí. -¿Crees que ha sido buena idea? –miraba nerviosa a Cruz. C_ Tiene que procesar la noticia, no es fácil –se acodó en la mesa apoyando su barbilla sobre las manos cruzadas. -Pobrecilla. -Teresa, Maca también ha vivido lo suyo, no es una mártir –decía un poco cansada de la defensa de Teresa. -No ya... si... si eso ya lo sé pero... -Mira, el día que se encuentren, como Esther vaya con Paula, le da algo. -Pues tendrá que hacerse a la idea. -No es fácil Teresa, no es fácil. -¿Crees qué si estuviera con un hombre, lo vería más normal? -No lo sé, francamente, no sé qué piensa Maca en ese aspecto, está cerrada completamente, imagino que debe pensar que Esther no estaría nunca con una mujer que no fuera ella... no sé. -Pero eso es una tontería. -Ya, para ti, para mí... vete a saber para ella... no es fácil. Y no lo era para ninguna de las dos, si bien Esther quería dar la impresión de tener todo bajo control, lo único que hacía era sobrevivir a su propio descontrol. No había visto a Maca en la semana que llevaba en Madrid, tampoco había salido mucho y aunque le habían invitado a cenar Cruz y Teresa, había puesto la excusa del traslado para no verse con ellas, le daba miedo enfrentarse a la verdad, y darse cuenta de que habían muchas cosas por superar todavía. Así tras una llamada de

Teresa bastante larga no pudo más que ceder en verse con ella, una parte quería verla y abrazarla, otra le daba miedo, pero tal y como le había dicho Paula, debía superar el miedo ella sola era la única capacitada para superarlo. El timbre sonó, resopló varias veces y abrió. Tras la puerta una emocionada Teresa que al verla no pudo más que abrir sus brazos. -¡Teresa! -¡Esther hija!... Esther –sonreía mientras la abrazaba realmente emocionada. -Que ganas tenía de verte. -Mentirosa –le dijo entrecerrando los ojos. -Anda pasa no seas mala. -Oye... oye... pero… ¡esto es un palacete! –decía mirando todo a su alrededor con gesto atónito. -Bueno... la verdad que yo me conformaba con algo mucho menos que esto pero... -Ya... Paula –le dijo con gesto de desagrado. -Si es muy buena persona Teresa, si le dieras una oportunidad lo sabrías –la miraba como pidiendo algo de confianza. -Que quieres hija... a mí... pues –hizo una mueca de desacuerdo. -Ya... ya... –le interrumpió acompañándola hasta la terraza cubierta-. Pues o te acostumbras o no voy a poder quedar contigo. -Está bien –protestó-. Oye ¿y no tienes servicio? -Me he negado –puso gesto triunfal. -Tonta... tú que puedes... yo que pudiera. Madre mía terraza cubierta... ¡esto si es un lujo! -Venga Teresa no digas tonterías, siéntate que te he preparado un chocolate que sé te encanta –sonrió contenta-. Y ahora dime ¿cómo están tus hijos?, ¿tu nieto? -Ahí vamos... con los problemas cotidianos ya sabes... -Si, es inevitable tener problemas. -Así es –la miró fijamente-. ¿Tú los tienes? -No –contestó con rapidez sin titubear-. Es imposible tener problemas con Paula. -Me alegro. -Gracias, ¿cómo está Cruz? –quiso desviar el tema.

-Superando su ruptura. -Cuando me lo dijo no me lo podía creer. -Yo esa la esperaba, la que no esperaba era la vuestra, aunque últimamente lo veía venir, ¡y mira que os avisé! –la miró seria. -Teresa por favor, no quiero hablar de eso. -Vale. ¿Vas a ver a Maca? -Tampoco quiero hablar de Maca. -Pues entonces... no sé de qué vamos a hablar –suspiró poniendo una mano sobre su barbilla mirándola fijamente. -¿El trabajo bien? -Faltas tú. Esther se mojó los labios, frunciéndolos sin abrir la boca, era inútil decirle que no hablara de Maca o lo que girara sobre ella, y de eso si que no tenía ningunas ganas de hablar. Por suerte comenzó a contarle nuevos cotilleos y así, se pasó el tiempo. Sentada en el sofá pensativa, la sorprendió una Paula exultante. -Buenas tardes mi vida –le sonreía y dejaba un beso en sus labios. -¿Cómo te ha ido? –la miró con esa sonrisa que siempre tenía para ella. -Muy bien, creo que mejor de lo que esperaba. -Ves tonta... ya te lo dije. Eres la mejor locutora del panorama español. -Es cierto, me lo dijiste –la miraba con devoción, y tras un suspiro le preguntó respetuosamente-. ¿Todo bien con Teresa? -Sí todo bien. -Me alegro mucho. Y ahora mi reina se va a vestir que nos vamos de fiesta. -Pero... –la miraba con gesto cansado. -Voy a regalarte una cena de ensueño, después hemos quedado para ir a bailar y tomar unas copas con mis viejas amigas que tú ya conoces. -Pensé que nos quedaríamos en casa, he puesto sábanas nuevas para estrenar -Después... a la vuelta –susurró acariciando su cuello. -De acuerdo, vamos.

Era viernes por la noche, tras cenar con unas amigas de la facultad, Maca se fue dispuesta a quemar la noche como tantos otros viernes, vestida con vaqueros, camiseta ajustada y botas, entró en aquel lugar selecto donde encontraba lo que necesitaba para desfogarse de todo. Como siempre, se acercaba a la barra, la camarera le ponía un gin-tonic y miraba la pista, a veces se encontraba con alguna amante con la que había pasado alguna noche, pero pronto rechazaba repetir, ella buscaba otra cosa, y aquello que buscaba parecía que una morena se lo iba a dar aquella noche. Con el estómago revuelto, y gesto de miedo, entró Esther a aquel local selecto donde tantas veces había ido a divertirse con Maca, Paula notó que al entrar su mano se apretaba con fuerza y se giró. -¿Te pasa algo cariño? -No, la música está muy fuerte –le susurró en el oído. -Ahora vamos a una zona más tranquila –la besó con su mano rozando la barbilla. -Claro –suspiró tratando de controlar sus nervios, no era probable que Maca estuviera allí y si estaba era lo suficientemente grande como para no encontrarse con ella-. Paula. -Dime. -¿Por qué no bailamos un ratito antes de ir allí? –sabía que se pondrían a hablar y cuando lo hacían de política se aburría soberanamente. -Vamos a tomar una copa y bailamos. Las amigas de Paula, se habían colocado todas en un apartado donde dos sofás con una mesita en medio, les permitía tomar sus copas tranquilamente mientras hablaban, como no, de cambiar el mundo. Desde allí se podía ver perfectamente la pista de baile, era como un lugar privilegiado para aquéllas que estuvieran dispuestas a atisbar a las jovencitas y no tan jovencitas mover sus cuerpos. -¿Bien cariño? -Sí –le entregó una sonrisa y un beso. -Te quiero mi amor –le entregó un beso con calma en los labios y siguió con su enfrascamiento sobre política y los dos mundos.

Para Esther aquellas reuniones eran un auténtico latazo, pero, le gustaba acompañar a quien era en vistas de todos su mujer y escucharla hablar, le había cautivado siempre su inteligencia, su manera de hablar, saber de todo era un privilegio y así lo habían entendido en la radio, dándole la oportunidad de tener un programa para ella sola en una de las principales cadenas nacionales. Pero aquella circunstancia no significaba que no se aburriera, y aquella noche además de aburrirse tenía un soberano problema que no podía contar a nadie, sentía las pulsaciones de su corazón en la garganta, era como presentir la presencia de Maca en el lugar, sus nervios se habían disparado, tanto que no paraba de mover su pie, golpeaba contra el suelo como si se le fuera la vida en ello. Le llegaban las voces de las seis amigas de Paula, incluso la suya, pero sus ojos decidieron Estherdirse de allí y viajar a través del local, para su suerte, de las camareras que ella conocía no quedaba ninguna, y no había nadie conocido, hecho que le tranquilizó bastante. Un poco más tranquila se dejó llevar por la música, por el entorno, hasta que de pronto, sus ojos se detuvieron en una figura que reconocía a la perfección, la copa que iba a llevarse a sus labios se detuvo de igual manera que lo hizo su corazón. Aquellos ojos se inyectaron de un cierto color rojizo que le provocó la rabia por verla, aquella silueta que reconoció perfectamente sin esfuerzo, aquel maravilloso cuerpo que se movía de una manera alocada como nunca antes lo había visto, lo había recorrido tantas veces con sus manos, con su boca, que podía imaginarlo como si fuera suyo en ese instante. Entonces como si se avergonzara de lo que estaba viendo y pensando, retiró los ojos y algo nerviosa se rascó la nuca, bebió y sonrió como si efectivamente estuviera escuchando la conversación, pero por mucho que trataba de poner distancia a su mirada era imposible, como si su cuerpo hubiera abandonado su estado y se hubiera convertido en un simple trozo de hierro, era captada de manera irremediable por el imán en el que se había convertido la otra mujer, ésa que estaba acercando su cuerpo mientras bebía de su copa peligrosamente a otra mujer que ni siquiera quería mirar, pero allí estaba sus caderas se movían al mismo compás, sus piernas se habían entrelazado haciendo que se rozaran insinuantemente, cantaban al mismo tiempo, mientras a ella la boca se le iba quedando seca. Maca se había acercado demasiado para su gusto a la

morena, con esa sonrisa suya que tanto la provocaba y aunque trató de evitarlo por todos los medios que le fueron posibles, no logró retirar los ojos a tiempo y fue testigo de cómo la boca de Maca atrapaba la otra desesperadamente, de cómo la mano de esa morena paseaba por el trasero de la médico, y de cómo a pesar de la distancia la lengua de Maca jugueteaba con la otra. Sintió calor, nauseas, sintió que todo le daba vueltas, y unos celos que se apoderaron de ella como si fuera un vendaval y ella una hoja arrastrada por el viento. Apuró de un solo trago su copa, bebió mientras cerraba los ojos y trataba de mirar a Paula, pero de reojo su mirada volvía a recobrar independencia y se fundía en aquellas dos que se besaban, se tocaban, se contorsionaban y ella sentía ganas de gritar, de llorar, de marcharse lejos. -¿Estás bien, Esther? –la voz de Paula la sacudió con fuerza. Paula la miraba a los ojos. -Sí… esto… voy al lavabo un momento. -¿Estás llorando? –le tocaba el rostro con gesto preocupado. -No, no, es el humo ya sabes que no lo soporto –decía tratando-. No hace falta que me acompañes está aquí mismo. -Vale pero no tardes ¿eh? -No –la besó suavemente en los labios. Paula la vio marcharse, desde que habían llegado había notado en ella cierto desasosiego, no había querido hostigarla, pero sabía que era necesario enfrentarse a sus fantasmas para poder superar sus dudas. Y aunque le dolía la situación, la vida le había enseñado a ser respetuosa con los demás, y al verla perderse entre la gente, sintió un pinchazo en su corazón, de igual manera podría perderla ella y sabía en el fondo que no lo soportaría, Esther había pasado a ser una parte muy importante de su vida, no quería más que disfrutar de ratos con esa mujer que llegó a su vida de pronto con una infinita tristeza en sus ojos, y una sonrisa maravillosa que tan solo repartía a ratos, y sin embargo día a día se había ido enamorando de aquel ser que era especial. Tenía un carácter que le imprimía fuerza, y al mismo tiempo, debilidad, a veces le provocaba abrazarla y olvidarse del mundo, eso solo lo había conseguido ella, y tras el cariño de compartir la experiencia de la vida, llegó algo

más que fue un amor olvidado, como esos amores de juventud, llegó un amor volcánico y una pasión desmedida pero sabía que muchas veces, cuando le hacía el amor, no se lo estaba haciendo a ella, sabía que en su corazón aún seguía estado la otra mujer, ésa que le era tan complicado olvidar, ésa que le había desgarrado el corazón. Y volver a Madrid suponía un reto también para ella, podía perder el amor que en esos momentos le hacía feliz. Tras hacer una cola para poder entrar al lavabo, donde rezó no se le ocurriera ir a Maca, llegó su turno, entró como si la vida se le fuera en ello, se apoyó en la puerta cerrada y sin poder evitar lo que le sucedía comenzó a llorar, un llanto que le salía de su alma, tantas veces se había preguntado lo que sentiría cuando la volviera a ver cara a cara, y allí en aquel pequeño habitáculo con un olor infernal, lo averiguó. Un ataque de dolor, de rabia, de celos, de llanto fue lo que sintió al volverla a ver, golpeando con sus puños la pared se recriminó estar así por alguien que le había defraudado tanto. La noche les daba para disfrutarla, tras bailar y excitarse sin remedio en la pista, fueron hasta casa de la morena, algo alegres, en el ascensor habían comenzado a besarse acaloradamente, a tocarse desesperadamente. Cuando la morena le fue a decir su nombre, Maca se lo impidió, no lo quería saber le dijo. Llegaron al piso, Maca no miraba nada, no le interesaba nada más que no fueran aquellos labios y aquel cuerpo, entre jirones de ropa llegaron a la cama, tan solo les quedaba una sugerente ropa interior, que fue retirada sin concesión alguna. El cuerpo bien formado de la morena le fue expuesto a una Maca que parecía transformarse en una fiera sedienta de piel, y así fue, la atrapó bajo su cuerpo, haciéndole el amor tan frenéticamente que la chica le pedía compasión, una compasión que no tenía a la hora de proporcionarle placer, de tocarla, de saborearla, ambos cuerpos se buscaban y encontraban pero Maca era quien imponía ritmo y deseos, justo cuando aquella morena llegaba al clímax Maca susurraba con su voz extasiada y agotada por el esfuerzo. -Esther… Esther… cariño… Esther… La puerta del nuevo hogar de la pareja se abría dando un pequeño golpe, y es que es lo que tiene estar besándose apasionadamente, no atinar muy bien en la

fuerza. La pareja se besaba, se acariciaba y se quitaba la ropa entre sonrisas y alguna que otra frase subida de tono, a Paula le encantaba ver como Esther se ruborizaba y excitaba por igual ante sus frases sobre lo que quería hacerle y quería que le hiciera con sensualidad, ante sus caricias repletas de acierto, le gustaba excitarla, y Esther se sentía aquella noche con esa necesidad de olvidar y entregarse a la sensación de morir, para poder olvidar. -Estás preciosa esta noche. -Paula no pares –le decía jadeante mientras Paula bebía de sus pechos. -Mi reina… mi niña. Y allí rompió la magia, ese “mi niña” rompió el deseo y la abocó nuevamente a otra dueña, a otra mujer, a sus ojos, a sus manos, a sus labios, entre gemidos, caricias de Paula recordaba aquella noche más que nunca las caricias de Maca, mezclado con la rabia de verla dueña de otra, de verla besarse, tocarse con otra mujer, cerró sus ojos ya no sería su niña nunca más, y su pensamiento traicionero le provocó un bajón de sensaciones entre las manos y el cuerpo de Paula, se quedó fría, sin sentir nada, trató de evitar que su mujer quien sin quererlo había provocado su reacción, lo notara. Entonces la apartó y se echó sobre ella, Paula sonreía, le gustaba tanto verla así, a su niña, a esa niña que la llenaba de placer con tanta suavidad, con tanto cuidado. -Así mi amor… así –decía entre jadeos con los ojos cerrados la boca abierta y sus manos metidas en el pelo de Esther. De repente la suavidad se tornó en fiereza, la rabia de la imagen que Esther tenía en su mente le hizo cobrarse en el cuerpo de Paula la venganza, de la amante tierna se convirtió en la amante salvaje, la mujer se veía desbordada ante tanto placer, tanto que no pudo reprimir un grito de locura, de desenfreno, mientras Esther lo reprimía, reprimía el grito desesperado, angustiado que llamara a Maca. -¡Oh cariño!... no estoy para estas cosas… me vas a matar. -¿No te ha gustado? –le preguntó jadeante con una sonrisa muy pícara. -Mucho… ven… necesito sentirte –decía con un hilo de voz mientras abrazaba a Esther. -Yo también.

Y así la abrazó, la retuvo en su cuerpo mientras Esther volaba nuevamente a la discoteca, y entonces se reprochaba su actitud, ¿cómo podía pensar en Maca?, ella la había dejado escapar, se había liado con otra mujer a sus espaldas, la había engañado y a su lado estaba la mujer que la amaba de verdad, la que le había curado la herida, la que día tras día trataba de hacerla feliz, su mirada perdida en el techo se diluyó entre lagrimas, había hecho el amor pensando en Maca, hacía mucho tiempo que esa parte de su vida la había superado, pero siempre había sido consciente que el día que tuviera que verla florecería en ella esa semilla que había guardado en su corazón, y que le había dejado sin regar para que fuera muriendo poco a poco. Entonces sintió miedo, rabia y pena contra sí misma, al ver a Paula allí ajena a sus pensamientos, abrazarla con total dependencia, mientras ella se mostraba celosa por Maca y aquella morena. Los lunes siempre eran malos para Maca, los odiaba, en su despacho Cruz, siempre espera verla entrar, sabía perfectamente si había vuelto a las andadas con alguna mujer, y es que esos encuentros la dejaban mucho peor porque en el fondo sabía que no iba a superar su ruptura con Esther porque no quería superarla, quizá había llegado el momento al ser consciente de que estaba con otra mujer. -Buenos días. -Buenos días –la miró dándose cuenta que su pensamiento no se había hecho realidad en ella. -No me mires así –le dijo de pronto mientras dejaba su cazadora de cuero en el armario. C_ ¿Y cómo te miro? –le preguntó Cruz con voz severa. -Juzgándome, sí, te lo pondré fácil, me he tirado a otra mujer este fin de semana, una morena que quitaba el hipo ¿contenta? -Desde luego la que no está contenta eres tú. -Me voy a trabajar –se mostraba enfadada. -Esto… problemas chicas –entró de pronto Teresa, que pudo ver el rostro de Maca bastante cariacontecido y con marcas del exceso del fin de semana-. Tú vas a terminar mal.

-Teresa por favor –le dijo con cierto tono harto -¿Qué problemas tenemos? -Está bien, Raquel no puede venir, está con ciática en la cama sin poderse mover. -Joder –se quejó Cruz cerrando los ojos. -Perfecto… buena manera de empezar –se sentó abatida resoplando-. ¿Y ahora qué? -No podemos trabajar sin enfermera, sobre todo tú. -Ya lo sé –se pinzaba el labio pensativa-. ¿Pero qué hacemos? -Yo tengo sustituta. -¿Es de fiar? –le preguntó Cruz. -Por supuesto –respondió con total firmeza Teresa. -¿La puedes localizar? -Sí. -Bien… tenemos que salir del paso, además yo creo que deberíamos empezar a pensar Maca muy seriamente en expandir la clínica. Quiero decir, Laura habló conmigo y me dijo que contigo también. -Así es… creo que es una buena idea, si. -Bien, si nos gusta la enfermera que consiga Teresa, pues tendremos que contratarla también. -Si, estoy de acuerdo –asentía con el gesto serio y pensativo ante el problema que les había aparecido de repente. -¿Entonces la llamo? –les preguntó Teresa. -Sí por favor, que no tarde –Cruz miró el reloj algo nerviosa-. Faltan veinte minutos para abrir. Por cierto ¿cómo se llama?, ¿la conocemos del Hospital? -¡Anda pues claro!, voy a llamar a Esther. La mirada de Cruz se dirigió directamente a la figura de Maca, que vio como se tensaba con tanta fuerza que pensó en un momento iba a romper la silla. Después miró a Teresa con un gesto desconcertante, la mujer, asintió con una mueca tipo “a estas las arreglo yo”, que Cruz denegó. -Me niego a que venga –dijo con firmeza Maca con gesto de loca. -Maca… espera –se levantó nerviosa.

-Si entra ella, me voy yo –contestó contundentemente mirando a Cruz y levantándose. -Ahora no es el momento ni de tus numeritos, ni de tu egoísmo. -Teresa –le recriminó aquel toque de atención que acababa de darle. -Ni Teresa ni nada, ¿crees qué vamos a encontrar otra enfermera dispuesta a venir? -¿Crees que va a venir?, debe estar muy ocupada con su mujer –acentuó la palabra… no creo que haga falta ni que te molestes. -Hola Esther, sí soy Cruz –Maca se giró con una mirada fulminante hacia Cruz-. ¿Te he despertado?, ah bueno… disculpa que te llame tan pronto pero tenemos un serio problema y nos gustaría que pudieras ayudarnos, si… si, si, es que Raquel esta con ciática en la cama, no puede venir a trabajar y… necesitamos una enfermera, ya… ¿podrías?, si no hay problema –Maca cerró los ojos con la seguridad de que diría que no-. No, no, tranquila si te causa mucho… sería hoy hasta que encontremos a alguien, ya es que… gracias Esther –al colgar suspiró y dijo firmemente-. Tenemos enfermera. -Me voy. -Tú no te vas –le dijo con seguridad levantándose. -Te he avisado, anula todas mis citas Teresa. -Muy bien huye… -le reprochó la mujer. -Mira Teresa no me toques las narices –le dijo realmente enfadada. -No tienes ninguna razón para marcharte, eres adulta, ella también, ¿no podéis estar juntas? -No quiero verla Cruz, es así de sencillo y no es mi problema si no lo entiendes. -Pues no la mires como si fuera tuya, ya no lo es Maca y si eso no lo admites vas a sufrir, y no quiero que sufras –le hablaba con la dulzura de una amiga realmente preocupada por ella. -Pues para no querer que sufra, me lo has puesto en bandeja –dicho esto, se fue. -¡Jesús!, lo que nos va a costar. -Teresa no pretendas unirlas, por favor –le sugirió con su dedo blandiendo al aire. -¡Oh por Dios!, Esther la ama y ella ama a Esther –decía con gesto de verlo tan fácil.

-Pero Esther está con otra persona y nadie tenemos derecho a meternos en su nueva vida, ¿entendido? –le dijo con firmeza mientras se sentaba abatida. -Una persona a quien no quiere. -Eso lo dices tú Teresa, yo creo que sí la quiere. En su casa Esther andaba nerviosa de un lado a otro buscando algo de ropa, desde la cama la miraba divertida Paula. -¿De verdad te parece bien?, ¿no te molesta? -Eh… eh… eh… calma –le decía levantándose de la cama con su pijama de seda blanco. -Cariño… si me dices que no vaya no voy. -¿Y por qué no voy a querer que vayas? –la miraba fijamente, Esther notó como se ruborizaba-. ¿Tú quieres ir? -Sí, me gustaría ayudarles. -Pues no hay más que hablar. -Te quiero Paula –le besó en los labios. -Anda ves –le dio un ligero golpe en el trasero. -¿Voy bien así? –le decía mostrándose con su traje chaqueta negro y un suéter de colores que le alegraba el rostro. -Estás de muerte así que va, vete o no respondo, me encantaría quitarte esa ropa… ya lo sabes. -Te digo algo… ¿vas a la emisora? –le decía mientras sacaba de su armario un abrigo. -Sí, tengo cosillas que hacer… ¡pero qué mona Dios! –decía suspirando. -Tonta, te digo algo –la besó en los labios y se marchó. -Espero que me lo digas, sí –susurró al verla marchar. El camino en el taxi lo pasó mentalizándose, iba a verla y debía mostrarse serena, no serían más que unas horas y no necesariamente las iba a pasar con ella, imaginaba que ayudaría a ambas, así que… trató de controlar su respiración, sus latidos y sobre todo trató de llevar en su mente a Paula. Sonrió, miró su móvil y le mando un mensaje. “Pórtate bien sin mí… te quiero”.

Le gustaba mandarle mensajes cuando menos lo esperaba, era algo que con Maca no se había dado, ella no era muy de móvil, Maca tampoco, pero con Paula el mundo de la telefonía le había llegado a inundar sus días. Cuando menos lo esperaba siempre recibía uno que le decía lo mucho que la amaba, necesitaba, adoraba o echaba de menos, tanto era así, que si no lo hacía se preocupaba, las contadas ocasiones en las que habían discutido, siempre echaba de menos los te quiero de una mujer tan especial como Paula. La voz del taxista la sacó de sus pensamientos, había parado frente a un edificio moderno, y sonrió, tenía mucho de Maca, y mucho de Cruz. Leyó el nombre de la clínica “Clínica Infantil María”, sin duda entendía que Maca había dejado que su compañera pusiera aquel nombre significativo de su hija. Al llegar a la puerta notaba como sus latidos se habían disparado, se arregló un poco la melena, el abrigo y tras una exhalación del aire que oprimía sus pulmones, entró. Allí tras el mostrador como no, Teresa, había cambiado de hospital, pero su porte seguía siendo el mismo su inseparable collar aparatoso, sus pendientes a juego y sus gafas colgadas sobre su pecho. Sonrió al verla, justo en el mismo momento en que levantaba su rostro de una historia. -¡Esther! –salió con rapidez abrazándola para después observarla con detenimiento-. ¡Pero qué guapa estás! -No seas exagerada, anda –le restó importancia. -Demasiado diría yo –le susurró bajito. Teresa te advierto que... –su gesto cambio de la risa a la máxima seriedad. -Ya... ya... vamos al despacho -la interrumpió para no llevarse su regaño-. ¿Te gusta? -Es preciosa… -dijo realmente impresionada ante la sencillez pero al mismo tiempo la elegancia de la clínica. -Mujer como no va a serlo –le dijo como si el comentario de Esther sobrara. Subió unas escaleras que llevaban al despacho de Cruz, a su lado, estaba el de Maca, mientras subía notaba como el corazón le bombeaba demasiado deprisa, debía estar sufriendo un principio de ataque de ansiedad, lo reconocía verla de nuevo le creaba un anhelo que no podía controlar demasiado. Agradeció que Teresa la acompañara así el impacto sería menor, al encontrarse con ambas.

-Es aquí, ¿has visto la planta?, la elegí yo –le decía orgullosa. -Me gusta –sonrió sintiendo que el momento se acercaba irremediablemente. La puerta se abrió y tras ella en una mesa amplia con un ordenador portátil y varios informes estaba una Cruz que al verla sonrió ampliamente. -¡Qué alegría verte Esther! –la estrechaba fuertemente. -Lo mismo digo –sonrió algo emocionada. -Pero deja que te vea… oye el cambio te ha sentado fenomenal. -Gracias… siento lo tuyo con… -le respondió un tanto cortada por su comentario. -Tranquila –le guiñó un ojo-. Anda ven siéntate. -Si –le dijo quitándose el abrigo. -Dame… dame –le decía alterada por su presencia. -Gracias Teresa, siento la demora pero el taxi ha tardado un poco en llegar, no tengo coche aquí. -Tranquila… lo importante es que estás aquí. ¿Qué te parece? -Me encanta Cruz, la verdad que me ha impresionado –sonrió contenta. -Me alegro, fue una aventura que mira… nos ha llevado hasta aquí. -Si… si y lo que nos queda –acentuó Teresa satisfecha entrando con dos cafés. -Gracias Teresa. -Gracias –lo tomó mientras pensaba “¿dónde está?”. -Bien te explico un poco aunque no creo que haga falta –le hablaba realmente contenta de tenerla allí, como profesional era una de las mejores, y era un privilegio tenerla a su lado. -Ya sabes que sí. -¿Puedes quedarte todo el día? -Sí, no hay problema. He hablado con Paula tiene una reunión de trabajo así que, iba a estar sola en casa. Mientras Cruz le explicaba cómo se habían distribuido, Maca era la pediatra oficial, Cruz quien se encargaba del resto de pacientes y casos, ambas habían montado aquella clínica cuya especialidad eran los niños y ancianos, aunque si finalmente podían hacer que Laura se uniera al grupo, ampliarían las especialidades. Teresa la miraba sonriente feliz, de tenerla allí, mientras Esther por

mucho que trataba de concentrarse en la voz de Cruz le era difícil, entendía que si Maca no estaba allí era porque no quería verla. Y su espalda tensa y recta, le daba muestras a Teresa de que su tensión por la presencia de la pediatra era mucha. -¿Qué te parece Esther? -La verdad que me parece impresionante, y estoy segura que lo vais a conseguir. -Estamos tratando de... –sus ojos pasaron por encima del hombro de Esther y llegaron a otra figura que estaba en la puerta apoyada en el marco. Aquel gesto de Cruz alertó a la enfermera-. ¡Maca... mira quién tenemos aquí! El momento había llegado, Esther cerró los ojos tratando de controlar todas las emociones que sentía, se levantó de la silla para saludarla pensando que estaba detrás de ella. Mientras Maca la miraba desde la distancia, con las manos metidas en los bolsillos, con cierta actitud fría y lejana. -Hola Maca –le dijo algo afectada por su actitud y más que nada, porque entonces recordó lo que había visto en la pista de baile y se sintió incapaz de acerarse a ella. -Hola –no dijo más. -Bueno... pues podemos empezar ¿no? –les dijo Cruz algo tensa al ver la reacción de ambas. -Si, ven Esther, tengo preparado un pijama para ti. -Muy bien Teresa... –pasó junto a Maca sin mirarla de frente aunque sí lo hizo de reojo. -Me encanta como la has saludado ¡por favor Maca!... que nos está haciendo un favor, tú eres una tía profesional… me estás defraudando con este comportamiento, al fin y al cabo nos está salvando de… -No me digas como debo actuar con ella, empiezo con mi primer niño. -Maca separa el trabajo de tu malestar con ella –Maca no contestó y Cruz susurró enfadada- ¡Joder!... Bajó las escaleras dirigiéndose hacia su consulta, suspirando, temblando, ansiosa por no verla pero sabiendo que ese día la iba a tener allí perenne, y eso, le molestaba lo suficiente como para hacer que su gesto fuera serio, duro. Abrió la luz, encendió el ordenador y llenó la estancia de un suspiro que salió de su alma como si de no hacerlo, muriera ahogada. ¡Estaba radiante!, guapa, segura de si

misma parecía otra, no tenía nada que ver a esa Esther triste de los últimos meses con ella, sus ojos brillaban, su sonrisa aunque nerviosa al verla, seguía siendo maravillosa, ¿y ella?, se preguntaba, con ojeras, con su delgadez que a Teresa tan preocupada le tenía y que le llevaba caldos y caldos, comida de la que ella misma hacía para pasar la semana, y allí estaba con su gesto repleto de rabia, y es que, no podía dejar de pensar en que otra mujer, ¡otra mujer!, estaba disfrutando de ella, de su Esther. En el vestuario, Teresa la observaba, hablaban de la consulta y de la cantidad de personas que iban, lo bien que todos se sentían recibidos y atendidos, cuando Teresa no pudo aguantar más y le dijo. -¿Cómo la ves? -Teresa por favor... mira no quiero hablar de Maca, he venido para echar una mano ¿vale?, pero no para fijarme en ella. -Está bien... como quieras, pero es inevitable no verla ni opinar después de tanto tiempo ¿eh? –insistía. -Le he dado el número de teléfono a Paula, si me llama ¿me podrás localizar? -Claro, no te preocupes. ¿Vas en serio así con ella? -Teresa –le sonrió acariciándole la cara-. Llevo un año siendo muy feliz, ella consigue que me sienta importante, es una mujer maravillosa, siempre pendiente de mí, cariñosa, tierna, siempre a mi lado. -¿Y no te cansas? –ante su mirada dijo con gesto de fastidio-. Está bien... ¿pero qué quieres?... no te veo sin Maca al lado. -Pues lo siento, pero tendrás que verme. Las visitas comenzaron a llegar, Maca no llamó ni una sola vez a Esther, sin embargo con Cruz estuvo prácticamente toda la mañana, la ayudaba reconociendo a los niños, haciéndoles las pruebas que le solicitaba, inyectándoles pero sin poder dejar un atisbo en su mirada de pena, la actitud de Maca por esperada no le dolía menos. Se le pasó la mañana con rapidez, y en una de las veces que pasó por delante de Teresa ésta la llamo. -Dime –llevaba unas historias-. Esto me lo ha dado Cruz para ti. -Si, tengo a Paula al teléfono.

-Gracias –sonrió contenta. -Bien... voy a guardar esto. -Teresa dame una hoja de analítica no sé donde están las mías –entonces vio como Esther se daba la vuelta, no quiso escuchar pero escuchó. -Todo bien, gracias, ¿y tú?... me alegro cariño... si, si, no te preocupes –dio una carcajada sincera-. Vale... se lo diré un beso... yo también –al girarse se encontró con los ojos de Maca clavados en ella, fieros, duros, juiciosos, sin evitar mostrar ese sentimiento hacia ella-. Teresa voy con Cruz tengo que terminar una cura. -Bien... toma Maca, ahí tienes, voy a pedir que nos quedamos cortas –Maca la miraba marcharse-. ¿Maca?, ¡Maca! -¡Qué Teresa! –le respondió enfadada. -¡Ay hija estás un poco insoportable, eh! –doblaba un poco la boca a la vez que su gesto se transformaba en pesaroso. -Dame –le quitó de las manos las hojas. -¡No sé si es buena idea… no lo sé! –negaba con su cabeza mientras se ponía las gafas. La hora de la comida había llegado, Cruz había invitado a Esther a comer con ellas, antes de salir quiso hablar con Maca para que las acompañara. Estaba en su despacho con la historia de un niño que le tenía preocupada. -¿Cómo vas? -Bien, le he mandado pruebas urgentes, me da que es leucemia. -Me lo temía –puso gesto serio y triste. -Si es así, debemos derivarlo urgentemente al hospital. -Si. Venga deja eso y ven. -¿Adónde? -Vamos a comer... recordar viejos tiempos. -Yo no voy, lo siento he quedado. -¿Hasta cuándo la vas a esquivar? -Mira Cruz, por favor... dejarme con el temita ¿vale? –se mostraba seria. -Está bien... como tú quieras, nos vamos a comer.

-Bien –cuando Cruz cerró la puerta, se apoyó con los codos sobre la mesa, con las manos sujetando la cabeza, tras un fuerte suspiro de rabia, cogió el bolígrafo y lo estampó con todas sus fuerzas contra la pared-. ¿Cómo has podido hacerme algo así? En el Restaurante que había cerca de la clínica, se sentaron las tres dispuestas a comer, y sobre todo, dispuestas a mantener una comida tranquila y relajada entre tres amigas que hacía mucho tiempo que no se encontraban. Con el primer plato, hablaron de los compañeros del hospital, si bien Teresa ya no estaba, le seguían llegando las noticias de todo cuanto pasaba, rieron bastante sobre los chismes y sobre todo de cómo los explicaba Teresa. En el segundo plato Cruz y Teresa le contaron a Esther de sus vidas y para cuando llegó el postre, el tema se desvió justo donde no quería Esther, que para sus adentros pensaba que quizás, aquella comida le iba a suponer una encerrona. -Esther... creo que es inevitable que hablemos... -Mira Cruz si vas a hablarme de Maca –le interrumpió haciendo un gesto con sus manos de no querer hablar tal y como siempre hacía la propia Maca. -Si, voy a hablarte de ella, sé que tú eres más racional en este aspecto que lo es ella, quizá no estás tan herida como ella y puedas escucharnos. -¿No estoy tan herida como ella? –la miró fijamente levantando las cejas incrédula. -Lo que Cruz quiere decir es que... -Sé lo que quiere decir, y me ha costado mucho tiempo poder olvidar el daño que me hizo. -Que os hicisteis –le recordó Cruz con un tono que trató de ser conciliador entre ellas. -Si –cerró los ojos- Pero yo nunca le engañé. -Espero que un día te aclare aquella situación. Pero a tu forma también le hiciste daño –ante el gesto de Esther agregó con rapidez-. No quiero juzgarte ni reprocharte nada, pero Maca está pasándolo muy mal. -Si... ya lo sé –dijo con cierta ironía. -Si tú supieras Esther, estamos preocupadas por ella –añadió Teresa con gesto serio.

-Lleva una vida que no es lo más recomendable –agregó Cruz preocupada. -Pues a ella parece que le encanta –ambas la miraron algo extrañadas y tras una mueca de apesadumbrada habló-. La otra noche la vi en el local donde íbamos juntas, las amigas de Paula insistieron en ir, la vi bailar y besarse con una chica, se lo estaba pasando de lo más bien además se fueron juntas, así que... no creo que esté muy afectada. -Ahí está el problema Esther, tú estás con Paula, me consta que si estás con ella es porque la quieres. -Mucho, sí, es lo mejor que me podía pasar y me gustaría que así lo entendierais. -Entiendo que no vas a volver con Maca y por lo tanto lo que te voy a contar no te puede afectar de una manera digamos de pareja –dijo Cruz con cuidado tratando de ser delicada. -Esther, Maca necesita ayuda y a nosotras no nos hace caso –Teresa trataba de ablandarle un poco su cabezonería contra Maca. -Verás, lleva algún tiempo, concretamente desde que tú le dijiste aquel día en la boda de Javier que tu vida estaba bien y le dejaste entre ver que estabas con otra persona, pues desde ese día está perdiendo el norte, lo ha perdido totalmente, ella supuso que tenías compañero y se vino a bajo. Los fines de semana, va a ese lugar y no le importa estar con una u otra mujer –Esther abrió los ojos perpleja-. Lleva una vida nada saludable, bebe, y los lunes pues... ya has visto el aspecto que trae al trabajo. -No sabemos que hacer, estamos preocupadas por ella Esther. -Me culpas a mí de lo que hace, yo creo que ya es mayorcita para saber cómo maneja su vida –sus palabras salieron lentas pues le había afectado aquella confesión de la pareja. -Si, pero lo hace para olvidarse de ti, te quiere, no ha podido olvidarte y no trato de presionarte ni de culparte Esther, sabes que no es mi estilo, tan solo trato de pedirte ayuda –decía Cruz realmente inquieta. -Habla con ella, no sé... hazle entender que debe superarlo que debe asentar la cabeza, nunca fue así, su madre ha echado la toalla, y nosotras ya no sabemos que

hacer –la miraba con gesto de pena y un tono apaciguador que realmente mostraba su angustia. -Yo no me preocuparía demasiado Teresa, se lo pasa muy bien. -Ya Esther puede que se lo pase bien pero, ¿tú la ves bien? –le preguntó con gesto realmente apenado. -Yo... –guardó silencio. -Dime... ¿la ves bien? –insistió. -Yo no puedo hacer nada Cruz, creo que soy la persona menos adecuada, no ves como me huye... no quiere saber nada de mí. Ni siquiera me ha dirigido la palabra en toda la mañana, ¿cómo quieres que le hable? -Está dolida porque compartes tu vida. -¿Y qué esperas?, que deje a Paula para volver con ella –le dijo atónita. -Yo sí. -Teresa –hizo una mueca de fastidio ante la claridad de la mujer. -Esther solo te pido que hables con ella, que te acerques a ella que seas su amiga. -No creo que podamos ser amigas. -Inténtalo –la miraba fijamente con sus ojos repletos de esperanza. -Teresa... Cruz... yo tengo mi propia vida. -Ayúdala Esther, haz que entienda que va por mal camino por favor, tan solo te pido eso, por favor –finalmente Cruz le rogó con cierto desespero. La tarde siguió cómo la mañana, Maca trabajando sin solicitar ni una vez la presencia de Esther, hasta que finalmente cuando necesito ayuda porque el pequeño no se dejaba reconocer y su madre no conseguía calmarlo, buscó ayuda pero no la de Esther. -Teresa ven por favor necesito que me ayudes. -Sí, voy –colgó el teléfono y marcó una extensión-. ¿Esther? -Dime –le contestó pues llevaba un teléfono por el cual todas estaban comunicadas entre sí. -Maca dice que vayas... te necesita. -Vale –al colgar sus nervios se dispararon, sus latidos golpeaban angustiosos su pecho, la garganta se había convertido en diminutos trozos de cristal y cuando

abrió la puerta trató de sonreír pero su mirada le dejó helada-. Me ha dicho Teresa que me llamabas. -Teresa –murmuró con tono irascible-. Señora sálgase y déjenos a nosotras con el pequeño. -Pero... –no sabía que decir ante la brusquedad de la doctora mirando a una Esther que le hizo un gesto de conmiseración. -No se preocupe, el niño se pone nervioso de verla... pero en seguida acabamos y puede entrar –le sonrió y logró que la mujer saliera más tranquila-. A ver pequeño no es nada... no pasa nada... venga... -Joder –susurró al ver que el niño no se callaba. -Deja que lo coja en brazos así se calma –Maca no contestó tan solo esperó, pero claro aquello tenía un inconveniente estaba demasiado cerca de Esther para reconocer los oídos del pequeño, su olor, su fragancia volvía innata a ella-. Venga pequeño... ves... ya está eso es tranquilo cariño... tranquilo. -Voy a verle el otro oído –le dijo tratando de parecer igual de irascible que antes. -Si... venga ahora el otro y te voy a dar una piruleta grande, grande –el niño se dejaba reconocer por Maca que se estaba mareando con aquel tono de voz de Esther y su sonrisa-. Muy bien, ¡ves como ya está! -Ya puede pasar la madre, te puedes ir. Al salir cerró los ojos, el orgullo de Maca estaba más erguido que nunca, quiso pensar que tan solo tendría que soportarlo ese día y... ya no volvería a coincidir con ella. Había terminado su jornada y estaba hablando con Cruz en su despacho, sin duda no habían tenido tiempo de buscar otra enfermera, le pidió que volviera al día siguiente y Esther dudó, pero finalmente accedió a volver. Teresa estaba subiendo las escaleras para darle un aviso a Esther y la sala se había quedado sola. Cuando Maca salió de su despacho, había estado escuchando como hablaba Esther con Cruz, y decidió marcharse sin despedirse. Sin embargo al dejar unos informes sobre el mostrador se encontró con una mujer sentada en la sala de espera, le llamó la atención y se acercó. -Disculpe... ¿tenía hora? –le preguntó con amabilidad.

-No, no, vengo a... –se le quedó mirando y con una sonrisa le dijo-. Tú eres Maca. -Si –contestó algo turbada-. ¿Nos conocemos? -Tú a mí no, yo a ti sí –la miraba con el gesto serio pero relajado. -No le entiendo –en cambio ella la miraba con intensidad tratando de controlar el latido que su corazón comenzaba a dar, no lo entendía. -He oído hablar mucho de ti, soy la pareja de Esther, me llamo Paula, encantada – le extendió la mano. -Ah... pues ya baja... yo ya me iba –no le estrechó la mano pero no por mala educación, sino, porque al escuchar aquellas palabras su visión perdió el contacto con todo lo que le rodeaba y tan solo le entraron unas ganas terribles de huir-. Adiós. -Hasta otra. Oyó la voz de su chica y la sonrisa, entonces se pellizco el labio divertida, la sonrisa de su chica era lo mejor que le había pasado en la vida. La esperó mirándola como si viera bajar una princesa, sus ojos clavados en ella intensamente adorándola, y aquel gesto bastó a las dos amigas para darse cuenta que no había marchar atrás. -Cariño... ¿qué haces aquí? –le preguntó tras darle un beso con una amplia sonrisa. -Ya ves, me dije ¿quién va a felicitar el día a mi amor, mejor que yo? –le sonrió. -Déjame que te presente, bueno a Teresa la conoces. -Hola Teresa, ¿te voy cayendo algo mejor? –le preguntó sincera con un gesto divertido. -Esto... yo... –carraspeó por su sinceridad-. Si me la cuidas bien quizá. -Me cuida muy bien... mira y ella es Cruz. -Encantada Paula. P_ El gusto es mío, Esther me ha hablado mucho de ti. -Espero que bueno –sonrió amablemente. E_ ¿Tú qué crees, eh? –miró a Cruz con una sonrisa cómplice. -Te aseguro que muy bueno y te doy las gracias por cuidarla y ayudarla en su peor momento –la miraba a los ojos.

-Bueno... –podía notar en sus ojos adoración por Esther y en ese momento pensó en Maca irremediablemente, era la perdedora. -Pues nosotras nos vamos que mañana tengo que volver. -¡Eso está genial! –le dijo feliz-. Por cierto chicas, este viernes vamos a dar una fiesta de bienvenida, estáis las dos invitadas en mi casa, será nada una cenita entre amigas y quiero que estén las amigas de mi mujer para compartir la felicidad que nos rodea –su mano pasaba por la cintura de Esther quien sonrió. -Pues... –miró a Teresa. -Por mí bien –respondió en seguida. -De acuerdo arreglaré con la canguro para que se quede con María. -Estupendo... decírselo a Maca también si le apetece venir, a mí no me ha dado tiempo, llevaba prisa. ¿Nos vamos mi vida? -Sí –contestó algo confundida pensaba que Maca estaría todavía en el despacho-. Hasta mañana. -Hasta mañana, adiós Paula. -Si le decimos a Maca que venga... ¡la qué puede montar! -Joder... –susurró atónita. T_ Es demasiado mayor para ella Cruz –decía no muy convencida-. Son cuarenta y nueve años. -Pero se le ve feliz Teresa, ¡que importa la edad! –decía desconectando el ordenador. -Se han debido encontrar ella y Maca. -Voy a su casa no ha debido ser agradable encontrarse con ella –sacaba el teléfono y hablaba con la canguro para avisar que se retrasaría. -No sé qué vamos a hacer Cruz... creo que Maca lo va a pasar muy mal y me da miedo –le dijo una vez finalizó volviendo a su lado tras apagar el cuadro eléctrico. -Yo iba a proponerle a Esther que trabaje con nosotras. -¿Quieres la guerra? -No deberían... Maca debe primero pensar en el trabajo, lo siento, y después tiene que aceptar por una vez aceptar que Esther es feliz sin ella. -No lo veo, perdona, pero no lo veo.

-Pues tendrá que verlo Teresa, además la culpa es tuya por traerla En el coche Esther guardaba silencio, sin querer pensaba en como lo habría tomado Maca, le hubiera gustado ser ella quien le aclarara todas las cosas, sentía que le debía ese respeto como alguien a quien había amado mucho, pero sin duda, la presencia de Paula allí la había descolocado. La periodista se percató, lo que esperaba un camino repleto de anécdotas del día por parte de Esther, se convirtió en un silencio casi sepulcral con la mirada perdida en la ventanilla. -¿Te ha molestado qué viniera a recogerte? -¿Cómo me va a molestar? –la miró algo confundida. -¿Entonces qué te pasa? -Supongo que... muchas emociones... no sé –apoyó su codo en la ventanilla y su mano sobre la frente. -Mañana vas a sentir las mismas emociones ¿o estarás más tranquila? -¿Qué quieres decir? -Esther... te ha molestado que yo me presente a Maca, lo sé. -Sólo quería haberle dicho que... que... –ante su mirada agregó-. Nada. -Cariño –detuvo el coche una vez dentro en el garaje-. Antes o después íbamos a conocernos, es más, yo no tenía intención alguna, coincidimos… -¿Por qué la has invitado? –le dijo de pronto-. Maca está pasándolo mal, no sé porque les has dicho que viniera, eso sería como una burla, como si yo quisiera hacerle más daño aún –elevó la voz. -Esther no me grites –le dijo con tranquilidad mirándola fijamente. -No te grito, lo siento. -De acuerdo –salieron del coche en silencio Paula con su maletín, Esther con su sensación extraña. Al entrar al ascensor le preguntó-. ¿Quieres que vayamos a cenar fuera? -Preferiría que no, estoy agotada Paula. -Vale, cenamos en casa. Pero si en lugar de estar feliz porque te has reencontrado con tus amigas, has trabajado con ellas tienes este cabreo porque Maca me ha conocido de manera casual, tenemos un problema.

El timbre funcionaba, estaba segura, el portero le había confirmado que si estaba en casa, y aunque desde fuera no lograba escucharlo, imaginaba que dentro su interlocutora sí debía hacerlo. Insistió y finalmente, apareció una Maca envuelta en albornoz y el pelo mojado. -Lo siento estaba en la bañera –su cara mostraba gesto serio. -Perdona he sido inoportuna –sonrió con cariño. -Pasa, pasa –le decía aparentemente bien-. ¿Quieres tomar algo? -No, solo venía a saber que tal estabas. -¿Tenía que estar mal? –la miró extrañada. -Mujer... tras el día completo al lado de Esther. -Estoy bien, tú dijiste que debía superarlo y creo que ver a Esther me ha valido para darme cuenta que lo tengo superado. -Ya –asintió con un gesto de no creérselo mientras dejaba el bolso en el sofá -Ella ha elegido vivir su vida, yo tengo que vivir la mía. -Muy bien. M_ No hay problema Cruz, creo que tan solo tenía que verlo con mis propios ojos –fueron hasta la cocina. -Además parece que Paula la quiere mucho –puso el dedo en la llaga. -¿Paula?, sí... seguro que la quiere mucho... nada más hay que verla... ¿cuántos años le lleva?, ¿crees que funcionara aún en la cama?, ah no, que total Esther estaba acostumbrada al final de nuestra era a no follar. -Ya veo que lo llevas muy bien, si, no hay duda me dejas mucho más tranquila. -¡Joder Cruz!, ¡cómo me ha podido hacer algo así! –decía fuera de control apartándose la melena y sacando un cigarrillo con sus manos temblorosas. -¿Desde cuándo fumas? –la miró algo extrañada mientras prepara una tila. -Desde que me dan ataques de locura ajenos, desde que no entiendo nada de lo que ha sido mi vida, ¡desde que no la reconozco! ¿Tan poco me ha querido?, ¿eh?, ¿tan poco que se lía con ésa? -Vamos Maca... tú no has perdido el tiempo.

-¡Joder Cruz no es lo mismo!, yo le di tiempo como ella me pidió esperando que un día volviera y me diera una oportunidad, volvió y me dijo que todo le iba muy bien, su vida personal, su vida laboral... ¡coño Cruz que esperabas! -Yo nada pero quizás ella esperó que le hubieras mostrado algo de interés... ¿quizá que le hubieras demostrado que la seguías queriendo? –le preguntó mirándola con las cejas elevadas mientras le preparaba algo. -¿Y yo?, ¿acaso yo no espere, a caso debía ser yo quien la llamara tras lo ocurrido?, me dejo muy claro que no quería saber de mí –dio una especie de carcajada ahogada y le dijo-. Además hubiera quedado como gilipollas, ella ya tenía a la tía esa que es más cursi que yo qué sé –ante la mirada de Cruz insistió-. ¡De qué va!, viene a marcar territorio ¿tiene miedo a que yo le diga algo a Esther y se baje las bragas en seguida? -No hables así de Esther. -A saber cómo habla de mí, porque la tía me dijo con mucha autosuficiencia, me han hablado mucho de ti... ¡gilipollas! –masculló con rabia. -Anda tomate esta tila, te hará bien. -¿Cómo he podido perder así el tiempo esperándola?, ¡cómo joder! para que ella se restriegue con esa... ¡petarda! –Cruz la miró negando con la cabeza. Mientras en la otra casa, se escuchaba de fondo la 40 Sinfonía de Mozart, mientras Paula le preparaba pensativa la cena a una Esther que parecía agotada, podía imaginar que estar junto a su ex mujer, le debía haber puesto nerviosa. Entonces recordó la comida que había compartido con su amiga del alma Aurora. En ella se había dado una conversación que le llegaba como si la estuviera viviendo entonces reflejada en la encimera. -Estás loca, completamente loca... ¡vamos a buena hora la dejo yo trabajar aunque sea un día con su ex! -Vamos Aurora... ¿sabes qué existe la palabra confianza? -En el amor, no, te lo he dicho siempre –le apuntaba con el tenedor. -Mira, prefiero perder de una, que no ir perdiendo poco a poco, si hoy veo que Esther tiene dudas, o que algo ha sentido por Maca, no seguiré adelante, es como no sé...

-Ponerla estúpidamente a prueba, vale, te voy a decir yo el resultado. Ahora no te va a mostrar ni una duda, pero tú deja, deja que se vean, que se rocen, y verás tú, siempre has dicho que Esther en el fondo no la ha olvidado ¿y qué haces tú?, la empujas a que se refugie entre sus piernas. -No seas ordinaria –la miraba con seriedad. -Y tú no seas idiota cariño –le reprochó. -Si le hubiera negado la posibilidad de ir, entonces, habría sido peor, porque pensaría que soy celosa que no confío en ella, y eso es justamente lo que la apartó de Maca, no quiero cometer su mismo error. -Perdona lo que la apartó de Maca, fue que tu noviecita es una capulla. -¡Aurora basta ya! Una voz la sacó de sus pensamientos, levantó la mirada del fuego y allí estaba Esther con el albornoz y el pelo humedecido sonriéndole. -¿En que estabas pensando? -Nada... que están queriendo poner un rato dedicado al corazón ya sabes, chismes, dimes y diretes... -Ah –le contestó no muy convencida. -Venga que ya está la cena, merluza asada, y ensalada. -Bien –se acercó y la besó suavemente-. Perdona por lo de antes. -No tiene importancia, siempre y cuando me digas que pasa por tu cabeza –le señaló con el dedo mientras le besaba en los labios. -Maca sabes que ha sido una persona muy importante para mí –le dijo de carrerilla como si lo hubiera estado ensayando-. Lo está pasando muy mal, Cruz y Teresa me han pedido ayuda, sé que soy la persona menos indicada para ayudarle y sé que con su orgullo no me va a dejar, pero al menos, no quiero provocar en ella nada que le afecte más –la miraba fijamente mostrando sus ojos sinceros y aunque algo nerviosos, repletos de verdad. -Bueno... solo me presenté y ella se fue. -Ya, no te he echado la culpa a ti de nada, ¿lo he hecho cariño? –le acarició la cara modulando la voz para convertirla en suave y tierna. -Me ha dado la sensación de que sí, de que te molestaba.

-Lo siento, no era mi intención. -Quiero que estés segura de lo que sientes Esther... sabes que yo no soy persona que me guste obligar a nadie, creo en la libertad del individuo aún en pareja, lo sabes y sobre todo, creo en el respeto y la confianza. Solo te pido eso, voy a cambiarme. -Joder... ¿me estaré equivocando? –se mordió el labio suspirando mientras se apoyaba en la mesa. Cuando Maca se quedó sola, se enrolló abrazada a un almohadón mirando la televisión, daban las noticias y las seguía sin mucho ahínco, hasta que finalmente echó el mando a un lado y la apagó. Se fue hasta la cama, después de lavarse los dientes se acostó. Vueltas y más vueltas, miró la hora. -¿Se habrá acostado ya?, ¿la estará desnudando?... no puede ser que roce su piel como lo hacía yo, era mía, sus labios, sus pechos, ¡uf! –suspiró fuertemente tratando de relajarse-. Esther ¿cómo puedes estar con ella?, ¿qué he sido yo para ti? Su mente le dibujaba escenas de las dos, besándose, desnudándose, amándose y ella mientras, en aquella inmensa cama, destruyéndose en la más estricta soledad. -¡Y encima es lunes! ¿Y si me voy a dar una vuelta por el bar?, no joder tengo que ser sensata, se lo debo a Cruz –musitó con rabia. La cena entre ambas había transcurrido tranquila, habían hablado del esquema de trabajo para su programa en la radio, también habían hablado de la clínica como si nada hubiera ocurrido. Después vieron la televisión juntas, hasta que Esther se quedó dormida sobre el hombro de una Paula que la miraba sonriente. -Mi amor... venga a la cama. -¿Qué? –abrió los ojos tratando de mantenerse despierta. P_ Vamos a la cama cariño te has quedado dormida –le besaba en la sien. -Mmmmm –se desperezó-. Me he quedado frita. -Si –sonrió mientras cerraba la televisión. -¿He roncado?

-Sí, me ha tocado subir la televisión no me dejabas escucharla –le decía con tranquilidad mientras la observaba. -¡Y no me has llamado!, no te creo, seguro que no he roncado. -Sí, sí bastante eres una osita ya lo sabes –se levantó marchándose hacia la habitación apagando la luz dejándola sola en el comedor a oscuras. -¡Eh! –le dio un gritito gracioso. Al llegar a la habitación la atrapó cuando se estaba desnudando-. Eres muy mala, ¿lo sabías? -¿Ah si?, ¿y eso? –sonreía. -Porque me engañas, yo no ronco. -Tú roncas ¡y mucho! –entonces Esther la echó en la cama subiéndose sobre ella a horcajadas-. Esther... Esther... -Así me llaman, sí –sus manos comenzaron a recorrer su piel lentamente. -Cariño... mañana... trabajamos... –decía con la voz entrecortada por el dulce recorrido de aquellas manos. -¿Y...?, ¿cuándo eso ha sido problema? –se movía suavemente contra el pantalón de Paula. -Me enciendes así, me enciendes sin remedio –dejo caer sus brazos a ambos lados del cuerpo en actitud rendida hacia ella. -Me gusta... si... me gusta que te enciendas así –le susurró mientras le metía la mano en el pantalón logrando un suspiro de Paula que cerraba los ojos por el placer que siempre lograba causarle. Hicieron el amor con toda la pasión que sentían, ambas llegaron a lo más alto juntas, para después abandonarse al cansancio, al maravilloso cansancio del goce, Paula abrazó el cuerpo desnudo tapado por la sábana de seda de Esther, le besó el hombro y le deseó buena noche, de igual modo le devolvió el saludo con un voz apagada, ahogada por el cansancio. La clínica la había abierto Maca, cuando Cruz llegó se encontró con la sorpresa de ver la luz de su despacho encendida, no sabía muy bien que se encontraría allí. Pero antes de subir, coincidió con Teresa que entraba soplando sus manos. -¡Vaya frío!

-Pues sí, insoportable. -¿Ya está aquí? –miró hacia el despacho que mantenía la puerta cerrada pero la luz encendida. -Pues eso parece ¿no? –enarcó las cejas. -¿Qué tal ayer? -Nada bien, deberías haberla visto... que si que sí que lo tengo muy superado, me decía y ni vieras las culebras que salieron por su boca contra Paula –le decía en voz baja acompañándola hasta su cuarto donde dejaba la ropa y se ponía la bata-. Creo que verla le ha hecho mucho daño. -Uf, me lo hace a mí... eso del viernes la verdad que... -Teresa, nosotras vamos lo hacemos por Esther le hace ilusión. -Ya... ya... pero... –movía su cabeza de lado a lado molesta. -Cenamos y nos vamos recuerda que Esther sigue siendo nuestra amiga. -¿Le vas a proponer que trabaje aquí? -Sí, creo que sería bueno... aunque recuerda que tengo una socia a la que hay que consultar. -¡Ay la socia... la socia! -Anda vamos a ver que dice me gustaría hablar con ella antes de que venga Esther. Salían del cuarto con el abrigo en la mano Cruz, y Teresa desliando sus gafas del cordón que las envolvían, entonces la vieron entrar, con su maravillosa sonrisa, y un gesto de felicidad al llegar. -¡Buenos días! -¡Caray que energía! –le decía sonriente Cruz. -¡Uf es que hace un frío! -Ni que lo digas, venga tenemos un cuarto de hora para tomar un cafetito. -Mmmm Teresa, venía todo el camino pensando en él –sonrió cerrando los ojos recordando aquellos cafés que compartían con Maca en el Hospital, entre risas y chismorreos. -Pues no se hable más. -Vamos a mi despacho estaremos más cómodas. -Me cambio y voy.

-Perfecto –sonrió y comenzó a subir, ante la puerta de Maca llamó, dos golpes como solía hacer ante la orden de que pasara, lo hizo-. Buenos días. -Buenos días, ¿qué tal? –le decía sin apartar sus ojos del ordenador. -Yo bien, ¿y tú? -Muy bien –entonces la miró, Cruz vio que se había maquillado suavemente, quizá por culpa de una mala noche. -Vamos a tomar café, ¿vienes? -Sí... ahora voy. -De acuerdo. Maca una cosa –le dijo agachando un poco la cabeza mientras con la bota de su pie izquierdo hacía un amago de golpear algo suavemente-. ¿Tienes tiempo para comer conmigo? -Sí claro. -Tenemos que hablar de cosas del trabajo. -Muy bien, comemos juntas –entonces su móvil sonó-. Disculpa. ¿Si?, hola –una sonrisa demasiado amplia se dibujó en su rostro. Con mil dudas salió de su despacho, algo había cambiado en ella, pero no le dio tiempo a pensarlo, Esther llegó entonces a su altura y ambas escucharon nítidamente una carcajada de Maca que les hizo mirarse. Esther sonrió, Cruz resopló. Entraron al despacho sin hacer el menor comentario, Teresa llegó con el café, las tazas y una sonrisa feliz de tener allí a su gente, tal y como a ella le gustaba, era como tenerlas protegidas a todas, todas bajo su control de madre protectora. -¿Y cuándo estrena? -El lunes que viene empieza –decía orgullosa. -Me alegro –sonrió antes de beber. -Debe ser un coñazo eso de ser periodista –Maca apareció por la puerta oyendo el comentario. E_ No, es muy inquietante... no sé... diferente. -¡Ah! –no dijo nada más bebió como Cruz y se intercambiaron una mirada tensa. -¿Qué pasa qué yo no tengo café?

-Ya te lo preparo yo. -No creo que sea buena idea –la miró con algo de maldad en sus ojos que no eran otra cosa que unos celos insoportables porque la imaginaba la noche anterior haciendo el amor con Paula. -¿Por qué no? –trató de mirarla con la misma calma de siempre, pero al encontrarse ambos ojos, agachó la mirada sin poder mantener ese desafío para coger la taza. -No creo que a tu amante le haga gracia que me prepares el café, a mí, que soy tu mujer todavía –afiló su voz y se transformó en dardo. -Anda que yo te lo preparo –la miraba de manera reprobatoria. -No hace falta yo puedo. ¿Qué tal te va? –preguntó como si nada después del primer encontronazo. -¿Te importa? –le dijo mirándola ya con cierto enfado. -Tienes razón, ni lo más mínimo. Además perdona que me meta donde nadie me llama. -¡Maca por favor! podemos tomar el café con tranquilidad –trató de mediar entre ellas. -No, déjame decirle... ya que ayer no puede. Creo que es un poco mayor para ti, ¿no te parece? –sonrió de lado tratando de controlar el temblor de sus manos. -Tienes razón –dejó la taza sobre la mesa y agregó diciéndole antes de salir-. No tienes porque meterte en mi vida, pero te diré algo, es la mujer de la que estoy enamorada y me hace feliz, me respeta y me valora. -Te has pasado... ¡y mucho! –le dijo Teresa saliendo del despacho tras Esther. -Lo tienes muy superado ¿eh?... mucho Maca... mucho –repitió con el ceño fruncido realmente enfadada. -Mierda –suspiró con rabia cuando sufrió el abandono de todas. La mañana pasó igual que el día anterior, Maca hacía todo lo posible para no necesitar a una enfermera, y Esther hacia todo lo posible para no entrar en su despacho, así a la hora de la comida, Maca llevaba su bandolera colgada en el pecho, con su cazadora negra de cuero, y un gesto concentrado mirando el móvil, al bajar la vio con su abrigo, sus pantalones negros, su porte diferente a la Esther

que ella había conocido y compartido con ella tantas cosas, la miró pero no obtuvo respuesta en otra mirada por su parte, la vio salir con una Teresa que le había demostrado estar enfadada con ella. Una vez en la cafetería, sin poderlo evitar se mostraba tensa, sabía que Cruz le iba a reprochar su actitud, miraba la carta entretenida queriendo no pensar ni sentir los ojos de Cruz, que realmente no la miraba. Pidieron sus respectivos platos y Cruz se acodó en la mesa Cruzando las manos entre si, Maca la miraba fijamente como esperando la riña, tras beber el agua y ver que no decía nada, fue ella quien habló. -¿Tú dirás?, o mejor dicho, dímelo. -No pienso decirte nada, es una reunión de trabajo y no soy como tú, se separar una cosa de la otra. -¿Qué es lo que vamos a discutir? –aceptó el recado. -Tú y yo no discutimos, eso lo dejas para otras. -Se me da bien, ¿verdad? –sonrió. -De momento te diría que deberíamos buscar dos enfermeras –omitió su respuesta-, si Laura se puede incorporar el mes próximo que es cuando vuelve de África, tendríamos que contar con tres enfermeras, una por cada médico. -Me parece bien, sería lo más recomendable para poder trabajar eficientemente. -De acuerdo... ahora viene el otro tema, hasta esta mañana pensaba decirle a Esther que si quería trabajar con nosotras, es la mejor en su puesto, tú lo sabes, para nuestra clínica nos vendría de lujo poder contar con su experiencia, así que te lo iba a consultar a ti pero creo que no debería ni siquiera proponérselo, gracias a tus estúpidos celos, y a tu rabieta de niña malcriada por verla con otra mujer. -Hay miles de enfermeras –esta vez quien omitió el comentario fue Maca. -Si... lo sé... ¡sabes qué me jode Maca!, que tú no eres así, que mientras no cures tus celos, y aceptes que Esther ya no es para ti, mientras no dejes de considerarla de tu propiedad, vas a estar jodiéndote la vida, y lo que es peor, vas a lograr que ella te odie. -¿No lo hace ya?

-No Maca, no. ¿Sabes una cosa?... ha sido un golpe bajo lo de la edad de Paula, te lo aseguro, tú quieres a Esther de eso nos damos cuenta todas, pero al menos no le hagas daño –Maca la miró ladeando la cabeza-. Maca... -Hemos quedado que era una reunión de trabajo ¿no?, si seguimos con ese tema me voy, sabes que no me gusta hacer numeritos, y dejarte sola lo es. -Sigue destruyéndote... me rindo –movió sus manos nerviosa ante el silencio de Maca. En el Restaurante que había junto a donde ellas comían, Esther hablaba con Teresa, sin duda se veía afectada por la actitud, más que por las palabras de Maca, su gran amiga la escuchaba, la miraba, asentía triste y a veces, le extendía su mano acariciando la de su amiga Esther. -No es fácil tratar de rehacer tu vida, no es sencillo máxime cuando has amado tanto a tu anterior pareja. -Maca está herida. -¡Por qué!, a ver... ¿me lo puedes explicar? -Porque te quiere, es así de sencillo. -¿Me quiere?, ¿y por qué no hizo nada por recuperarme?, ¡eh! –salía esa vena de la Esther cabreada. -No lo sé Esther... he tratado de hablar con ella, pero siempre me detenía, cuando se fue del Hospital lo hizo porque se sentía presionada por todo el mundo, porque tu ausencia le ha hecho mucho daño, tan solo Cruz ha sido capaz de ayudarla. -No pensé que reaccionaría así –su voz reflejaba la incredulidad-. Jamás pensé que podría odiarme de esa manera. -Piénsalo un momento... ponte en su lugar, ¿tú qué harías? -No lo sé, me imagino que... no sé... –resopló Cruzando los brazos sobre su pecho. .Es complicado porque tú tampoco le dijiste nada, no viniste para aclarar las cosas Esther, huiste. -Si huí, porque la amaba demasiado para verla con otra... –agachó la mirada completamente abatida justo cuando sonaba su móvil, miró la pantalla y carraspeó-. Hola cariño, si estoy comiendo con Teresa, ¿y tú?, muy bien... si... si claro, si que vienen tranquila... no... te quiero –sonrió.

-La quieres... pero no la amas, porque amar lo que se dice amar, es a Maca. -Es tan difícil, no quiero pero... pero siempre acabo comparándolas, cuando Paula hace algo que me recuerda a Maca, pienso en ella, a veces cuando estoy sola pienso, Maca estaría aquí y haría esto, lo otro... no me ha sido fácil Teresa, pero, Paula me ha ayudado mucho. -¿A qué precio Esther?, a ser infeliz toda tu vida. -No, ella me hace feliz. T_ ¿No te das cuenta que te estás engañando?, ella te ayuda a soportar tu pena, pero no te hace feliz. -Teresa por favor –renegó sonriendo un tanto irónica. -Piénsalo antes que sea demasiado tarde y... bueno antes que... le hagas daño a Paula. No tengo nada que pensar Teresa, Paula es mi compañera... y lo seguirá siendo. Teresa la miró con una profunda pena, podía entenderla, Esther había quedado perdida sin Maca, con el corazón roto, y allí estaba una buena mujer de la que no dudaba lo fuera, pero había sabido aprovecharse de la situación de la enfermera para tenerla a su lado. Seguía convencida que aquello se podía retomar, que tan solo le hacía falta estar junto a Maca trabajando para lograr que se diera cuenta que de quien estaba enamorada era de ella, y lo que sentía por la periodista tan solo era agradecimiento. Si la mañana había sido ajetreada, la tarde había sido más calmada, Cruz había aprovechado para citar a Maca en el despacho. -Voy a consultarle a Esther nuestra oferta. -Bien, he terminado ya y había quedado así que... luego te llamo y me cuentas. C_ ¿Te vas? -Eso te he dicho, yo te llamo Cruz, seguro que sin mi presencia es mucho más sencillo. -Tú misma pero esto es cosas de las dos, va a trabajar para nosotras y el trabajo es cosa nuestra Maca y nunca hasta el momento me habías dejado sola -Es Esther… no me necesitas.

Agachó la cabeza y se fue, después esperó en su despacho a que Esther pasara, cuando la vio entrar, bajó las escaleras con un sentimiento enrevesado, por un lado pedía a gritos que se quedara, por otro que se marchara, y así salió sin despedirse si quiera de Teresa no quería que le viera sus ojos repletos de lagrimas. En la calle, se puso las gafas de sol, sacó el casco y se preparó para subir a su moto, justo delante un coche se detenía, un Mercedes de gama alta, se puso el casco bien sujeto, le dio al motor y se dispuso a salir, entonces se dio cuenta que quien llevaba ese cochazo, no era otra que la maldita Paula. Por breves segundos sus miradas se encontraron, se desafiaron por parte de Maca, la interrogaron por parte de Paula, y así salió a toda velocidad de allí. Cuando Cruz llegó a su casa, dejó el bolso a un lado, el ordenador portátil a otro, resopló porque el día había sido duro, demasiado, miró nuevamente el teléfono móvil y vio lo mismo, ninguna llamada perdida, ningún mensaje. Podía imaginar porque conocía a Maca, esa Maca de los últimos tiempos, que no la iba a llamar que seguramente estaría perdida por alguna cama ajena a la suya, en compañía de cualquier mujer sin nombre con la que pasar el rato. Negó con la cabeza, le preocupaba seriamente sino hacían algo, finalmente a Maca le iba a costar mucho más que perder una amiga, le iba a costar una verdadera enfermedad. En la cama, dos cuerpos retozaban de placer, las manos volaban por el cuerpo ajeno, los suspiros llenaban la habitación, los gemidos daban por entendido que la cosa iba por buen camino, finalmente, la explosión se llevó a cabo, y volvió la calma, poco a poco, se enlazaron dos manos, diez dedos que apretaban como si con ello la vida se alargara un poco más. -Ha sido fantástico cariño –susurró Paula. -Sí. -¿Todo bien? -Sí –musitaba mientras cerraba los ojos. -Descansa mi vida... voy a dejarme llevar por tus nubes –sonrió de lado. -Te quiero Paula. Al día siguiente, cuando Maca salió de su casa llovía a mares, en esas condiciones no quería ir con la moto, así que decidida fue a coger un taxi, pero

tardaban lo suyo en llegar. Cuando por fin llegó a la clínica estaba calada hasta los huesos, Teresa la miró de arriba abajo, por encima de las gafas. -Lo siento pero ya sabes cómo se pone esta ciudad cuando llueve. -Sí, y también sé cómo se pone la gente que no lleva paraguas, ¡anda hija voy a buscarte un pijama! -Gracias –le sonrió-. ¿Está Cruz? -Sí –le gritó mientras entraba en el cuarto donde tenían la ropa. Subía las escaleras y mientras lo hacía buscaba como el lobo busca a su víctima en la noche, sus ojos se habían vuelto rápidos en imágenes, y su olfato se había afinado tanto que desde la distancia sabía que iba a reconocer su olor. Llegó al despacho de Cruz sin rastro de su víctima. -Buenos días. -Bue... ¡vaya me vas a poner el despacho hecho una porquería! -Lo siento –se disculpó elevando los hombros con una sonrisa-. ¿Hay novedades? -Tenemos trabajo, sí. -Toma cabeza hueca, Cruz ya van llegando ¿las hago pasar? -Dile que me esperen un momento, cámbiate, tienes que al menos ayudarme a ver qué te parece. -Sí. -¡Desde luego cualquiera la entiende!, ayer le reprocha a Esther, hoy no la tiene y se queda pálida. -Para ambas es complicado, Teresa. -¡Pero si se aman! –decía sin entender el comportamiento de ambas. -No trates de llenarle la cabeza a Maca con tus pensamientos sobre Paula, te lo advierto, Teresa. En su despacho Maca como si fuera una autómata se fue cambiando, escuchaba claramente la conversación, Teresa no soportaba a Paula, quizá le sacaría más información, pero lo que en ese momento le importaba era que no iba a ver a Esther, era lo que quería, ¿o no? -Ya estoy aquí.

-Bien, haz pasar a la primera Teresa –le avisó por teléfono-. Ha trabajado en varias clínicas e hizo sus prácticas en el Materno, se llama Aurelia. -Vale –asintió sentándose en un lateral del despacho. Podía haberse quedado en su despacho tranquilamente, ni siquiera prestó atención a la primera, ni a la segunda, ni a la tercera, Cruz era quien preguntaba una y otra vez, Maca estaba ausente. -¿De todas a mí me ha parecido bastante buena la última, y a ti? -También. -Maca... ¡vuelve a la tierra por favor! –le sonrió llamando su atención levemente. -¿Qué? -La última era la peor, no tenía experiencia. -Lo siento es que... me he despistado. -Lo sé... –admitió con una tímida sonrisa. -Creo que... bueno lo que tú digas. -¿Qué es lo que crees? –la miró intensamente. -Tienes razón Cruz, no he superado lo de Esther, no, no puedo soportar la idea de que esté con otra mujer, lo siento, sé que me pasé con ella, que no debí decirle nada, es su vida y yo como bien dijo no tengo el porqué meterme en su vida porque me excluyó de ella –hablaba nerviosa inquieta-. Lo sé. -¿Anoche tuviste compañía? -Sí, ¿es malo? –le preguntó enarcando una ceja. -Te das cuenta, ¡estás mal Maca!. Tú no eres así, ni siquiera eres como ayer te presentaste aquí y le dijiste todas esas barbaridades, ¿y sabes a quién haces daño?, a ti –le dijo con pena. -No puedo olvidarla... mira... hay una canción no sé quien la canta, se llamaba “La Mujer de Humo”, eso es Esther para mí, es de humo, sé que está y sé que nunca podré tocarla, sé que existe pero sé que cuando yo la abrazo se esfuma como ese humo, sé que la quiero y sin embargo, ella a mí no, ¿y sabes lo peor?, que ninguna tía me había causado esta desesperación sin embargo Esther, me ha matado en vida. -Os habéis matado en vida –apuntó con tristeza.

-Lo siento... siento que... –no sabía cómo decirlo-. Siento que no esté con nosotras, ella es buena, la mejor sin duda y sé que te hacía mucha ilusión que trabajara aquí... siento que por mi culpa lo haya estropeado, no debí anteponer nuestra situación personal al trabajo, lección aprendida. -No has estropeado nada, si te he dicho que estuvieras presente es porque la enfermera es para ti, yo tengo a Esther me lo ha confirmado esta mañana –Maca la miró con sus ojos abiertos como platos-. Quería que te dieras cuenta de que te pasaste y le debes una disculpa. -Cabrona. Quizá la tranquilidad de saber que la tenía allí, le provocó que su alma se calmara algo, no se habían visto nada más que una vez, pero la mirada de Maca le había dicho tantas cosas a Esther que sintió como si una nube oscura se pusiera sobre su corazón. -¿Cómo vas? -Bien... oye Teresa... ¿Maca tiene mala cara, no? -Sí, la tiene, seguro se pasó una noche loca –le dijo con cara de pena. -¿Ah sí? –le preguntó mirándola fijamente. -No lo sé... Cruz me ha dicho que no me entrometa entre vosotras y lo voy a hacer. -Una noche loca –susurró negando con la cabeza mientras se iba. -¿Y digo yo?, ¿por qué tengo que hacer caso a Cruz? ¡Maca! –la llamó. -Dime Teresa, tengo cinco minutos para hablar contigo. -¡Anda y de qué quieres hablar! –se hizo la sorprendida. -Del tiempo no que me aburre, pero hace un par de días que me has dejado a dos velas de tus chismes –le sonrió enarcando las cejas. -Muy graciosa tú... oye mira, baja al almacén y por favor me traes un taco de posits me he quedado sin ellos, a poder ser, los rositas, el amarillo me da grima. -Tú y tus grimas –sonrió. Bajó pensando cómo podía sacar el tema de Paula sutilmente, aunque conocía a Teresa y no hacía falta ser sutil, con pinchar un poco seguro saltaba y le resultaba más sencillo de lo previsto. Abrió la puerta justamente cuando Esther que llevaba una caja con vendas iba a hacer los mismo, ante el movimiento brusco se le

cayeron todas al suelo, su mirada hacia Maca fue de autentico enfado y una pequeña sonrisa burlona de la médico hacia ella cosa que todavía marcó más su mueca de enfado. -Al menos podías disculparte. -Lo siento –le dijo pasando de largo y levantando los pies uno tras otro para no pisar ninguna de las vendas que habían caído por el suelo. -Tranquila no necesito ayuda. -Ya lo sé... no pensaba ayudarte –cogió del estante el encargo de Teresa y con las mismas que entró, salió. -Joder porque es tan difícil... joder –musitó con rabia ante su actitud. Al llegar a la altura de Teresa le dejó el taquito sobre la mesa y mirándola a los ojos fijamente le dijo. -Ni una sola encerrona más Teresa... -¿Yo? –preguntó como si no entendiera nada. -Tú. -No tienes buena cara hasta ella me lo ha preguntado. -Vaya ahora se preocupa por mí, ¿y digo yo?, en calidad de qué crees tú Teresita... –entrecerró los ojos se mordió el labio y le susurró-. ¿Querrá ser mi amante? -Mira solo te digo que así vas mal, que esta Maca va muy mal. -Pues es lo que hay... al fin y al cabo, es la Maca que ella creó –se dio media vuelta y se fue. -No si... cuando yo digo que no... –al ver la cara de Esther se precipitó hacia ella sus ojos se mostraban algo tristes-. ¿Estás bien? -Sí, estoy bien –suspiró. -No se lo tomes en cuenta. -No tengo porque, Maca no quiere ni ser mi amiga... así que nada de lo que diga o haga me va a sentar mal. -Déjame que te cuente entonces… -No hace falta que vueltas con la misma cantinela, ya lo sabes... y te agradecería el viernes cuando vengáis a casa ni la nombres.

-¡Bueno...! –negaba dando un chasquido con la lengua-. Pues nada, Teresa a aguantar el tipo y cuando necesiten ayuda la das, mientras tanto ni una sola palabra. Había terminado la jornada, Teresa y Esther se marchaban juntas, Cruz tras la llamada de la canguro de que María tenía fiebre, se había marchado a media tarde, y Maca una vez terminó su jornada y todas se habían marchado, se puso a contar la caja. Iban por buen camino, sin duda el negocio visto desde el punto de vista monetario iba bien, aunque a ella no le importaba demasiado y habían decidido poner precios para que pudiera acudir cualquier familia, necesitaban pagar todas las deudas que tenían al ampliar la clínica. Esa tarea era la que menos le gustaba, pero como todo en el trabajo se dividían una noche cada una la tarea de la caja. Salió cerrando la luz, y conforme descendía iba apagando luces hasta que pasó por delante del cuarto que estaba destinado a cambiarse, no lo pudo remediar, abrió la puerta y fue hasta el armario donde Esther tenía su ropa, dudó en abrir no quería ver si había alguna fotografía como cuando ellas eran pareja en la pared, porque si la había no sería suya y aquella seguía doliéndole. Dio media vuelta para salir pero algo más fuerte en ella que le provocó una mueca de rechazo le hizo girar sobre sus talones, abrió el armario, no había foto alguna, quizá porque era demasiado pronto, pero allí estaba su uniforme, se pasó lentamente la lengua por los labios, su pulso se había disparado enormemente, la garganta le gritaba en forma de sequía que hiciera algo o se ahogaba, y al final decidió hacer, descolgó la camisa de uniforme, la olió, allí estaba su aroma, inconfundible para ella, lo abrazó y sintió unas ganas inmensas de llorar, pero con determinación se prohibió hacerlo, tan solo dejó un beso en aquella tela y salió. Al llegar a la calle agradeció ese golpe de frío en su rostro, la lluvia había cesado pero el frío era intenso y penetrante, se sopló las manos las frotó varias veces y tras asegurarse que la puerta estaba cerrada decidida dio unos pasos para llegar a la acera y pedir un taxi, atenta por si llegaba, no movió la cabeza pero algo le hizo finalmente girarla hacia la derecha, allí vio como Esther sonreía ampliamente, puesta en jarras, aquel gesto suyo tan rabiosamente divino, que a ella tantas veces le había hecho perder el control, y la

vio, vio como Paula salía de un coche muerta de risa, vio como la abrazaba y vio como la besaba, un beso rápido pero de igual manera destructor para su alma. En un Restaurante se encontraban las dos tortolitas con el resto de colaboradores de Paula, hablaban básicamente del programa hasta que Aurora que se había sentado a la izquierda de la periodista y por tanto alejada dos posiciones de Esther, sacó la cabeza y le disparó a quemarropa. -Por cierto Esther, me ha dicho Paula que estás trabajando. -Sí. -¿Algo momentáneo? -No... eh... –dudó porque aún no se lo había dicho a Paula, la miró y habló-. Me han ofrecido un contrato de tres meses y lo he aceptado. -Vaya –silbó ante la mirada sonriente de Paula-. ¿Y ahí trabaja tu ex mujer, no? -Bueno... vamos a brindar porque mi niña ha sido llegar y encontrar trabajo eso es todo un acontecimiento –cortó las malas intenciones de Aurora. Cuando llegó a su casa, Maca puso el contestador automático, escuchó varias llamadas, dos de su madre que omitió, una del dentista que omitió también, y otra de Cruz. Tenía pensado llamarla nada más salir de la clínica pero la visión de Esther la traumatizó tanto que se le pasó completamente, así que lo primero que hizo tras quitarse los zapatos fue llamar. -Hola Cruz... ¿qué tal María? -Bien, simplemente es un constipado Maca. Quería pedirte un favor, he mirado mi agenda y mañana tengo dos visitas por la mañana y eso si la tarde colapsada, pero las de la mañana... ¿te importaría atenderlas tú? -No, claro que no. -Te debo una. -Oye... pasa algo más que lo de María, no sé, te noto seria –le dijo con gesto realmente preocupado. -Bueno, tengo que hablar con Vilches. -¿Y eso? -Se ha enfadado porque no le he dicho nada, hemos discutido por teléfono y... -Oye Cruz, si quieres no vengas en todo el día.

-No, no, solo que –se frotaba la frente-. Últimamente estábamos tratando de acercar posturas y... bueno, no quiero malos entendidos quiero pasarme por el Hospital. -De acuerdo, no hay problema yo me hago cargo de todo. -Esther te puede ayudar, mañana empieza la chica nueva así que mejor que esté con ella y contigo. -Tranquila me puedo apañar con todo. -Maca por favor... te lo dije el otro día, trata de separar una cosa de la otra, Esther tú misma lo has dicho es buena y quien mejor que ella para ayudarnos. -Lo admití ¿no?, pues ya está. -No te pido nada más que seas correcta con ella y ya está, luego fuera si no quieres ni mirarla es tu decisión –le hablaba amigablemente. -Lo sé, no te preocupes mañana le diré que esté conmigo y con la chica nueva. -Bien, me quedo más tranquila –resopló cerrando los ojos. -Por cierto... ¿la nueva es mona, verdad? –sonrió. -Uf Maca que miedo me das –sonrió con ella. Pero su sonrisa se evaporó cuando colgó el teléfono, la visión de Esther y Paula martilleaban su cabeza de manera brutal. -Debo superarlo, no puedo seguir esperando un milagro, no puedo seguir esperando por más que me duela que me vea a mí... ¡pero cómo ha podido!... te imaginas que mañana trabajando juntas, se acerque a ti como siempre… con esa sonrisa maravillosa, ¿te lo imaginas Maca?... ¡mierda! –se reprochó-. No seas gilipollas, no voy a darle el gusto de verme mal… te lo juro Esther, no me vas a ver deseándote como te deseo. En su casa Esther trataba de justificarse por haber aceptado el trabajo, durante el trayecto del ascensor le explicó todos los detalles a Paula, para después pedirle disculpas por no haberle consultado. Al entrar en casa seguía con la misma cantinela, y la periodista le dijo mirándola fijamente. -Tendré que hacer algo para callarte –se acercó y la besó, Esther sonrió-. Así me gusta más. -Iba a decírtelo aquí.

-¿Puedes parar ya?, tú quieres trabajar y a mí me parece estupendo. -¿No te enfadas, verdad? -¿Debería? –la miró con seriedad. E_ No claro no... –quiso responder con contundencia sin dudas para mostrarse todo lo firme que podía. -Bien... pues... ese suéter que llevas creo que empieza a sobrar –le decía con voz ahogada por el deseo. -Pues tendrás que quitármelo tú, porque yo estoy muy cansada –suspiró tratando de controlar todo lo que en ella había nacido sin permiso. -Ese reto me gusta, sí, me gusta mucho. Volvieron a entregarse en una lucha sobre el colchón, esta vez fue Paula quien llevó hasta el cielo a una Esther que repetía su nombre sin cesar, no quería ni podía dejar una sola divagación a su mente, no podía dejar que otro nombre que había enterrado saliera sin permiso. El invierno parecía no dar tregua a la gente, duro, muy duro y la lluvia persistente, el atasco era importante por eso Maca se había puesto el despertador un poco antes de la hora diaria, se duchó, buscó algo sexy y atrevido para ir a trabajar, se miró al espejo y sonrió de lado. Tras el mostrador, Teresa, Esther y Belén la nueva enfermera hablaban animadamente, al ver que se abría la puerta las tres miraron, una Maca exuberante entraba con el teléfono en su oreja y hablando. -Vale ahora no me digas eso que empiezo el día –daba una carcajada-. Oye no voy a poder pero a la noche nos vemos espera –se calló llegando a la altura del mostrador-. Buenos días, Belén sube conmigo por favor, pasa delante. -Si. -Ya te llamo guapa –y subió tras ella. -¡Será posible! -¿Qué pasa? –la miró sin entender aquella queja. -¿No has visto cómo le mira el culo? –le preguntó indignada. -¿Maca? -Pero… -no sabía ni siquiera como seguir miraba perpleja a Teresa.

-Lo que yo te diga… ¿no estará enferma Esther?, ¿no se nos habrá vuelto una obsesa de esas? –la miraba preocupada-. Mira que el otro día leí en la revista una mujer que de la noche a la mañana se volvió una enferma del sexo, ¿ninfomanía? ¿no?, pues eso… a ver si Maca se nos ha vuelto así. -Ninfómana Teresa. Que fuerte –murmuró y salió del mostrador hacia el despacho de Maca. Llegó y tocó la puerta, oyó la voz de Maca dándole paso-. Hola... ¿has terminado ya? -¿Por? –la miraba seria. -Tengo que enseñarle el cuarto de material, tiene que preparar las cosas en tu despacho y... -¿Y por qué no lo has hecho antes, en lugar de estar de palique? -Porque acababa de llegar. -Pues llega antes. -Yo había llegado a mi hora –se defendió con rotundidad sin dejarse pisotear por su tono severo. -Bueno Belén ya hablamos luego, ¿vale? -Sí, claro –al salir, bajaba con el rostro serio-. Oye Esther... esta tía es un poco rara ¿no? -Tiene sus cosillas –no pudo evitar que su voz saliera ronca. -Joder... ¿me ha preguntado si tenía novio? -Eso no es raro mujer... –encendía la luz del despacho de Maca pasando primero y Belén después. -Ya... pero luego me ha preguntado si tenía novia. -¿Novia? –no podía creerlo, se mordió el labio negando con su cabeza. La clínica abrió sus puertas, como siempre Teresa distribuía las visitas, aunque aquella mañana todas serían revisadas por Maca, Belén iba junto a Esther tratando de aprender sus trucos, su manera de trabajar y sobre todo como le gustaba a Maca que trabajaran con ella. Estaban las dos en el despacho cuando entró Maca con su Fonendo alrededor del cuello, Esther no puedo evitar mirarla, estaba aquella mañana especialmente atractiva, entonces se percató como su sangre la traicionaba y se alteraba de manera increíble para ella. Maca pasó por delante de

ella dejando a demás su rastro de perfume, que provocó aún más trastorno en una Esther que notaba como se ponían sus mejillas sonrojadas. -Puedes salirte Esther, no te necesito –no llegó a ser déspota pero reconocía Maca que le había salido un tono muy contundente e inexorable. -Belén por favor sal un momento. -No te mueves, la que se tiene que salir eres tú, aquí mando yo –entonces la miró, se miraron, casi por primera vez se enfrentaron de forma desafiante. -Belén –la muchacha que notaba la tensión que existía entre ellas salió apresuradamente dejándolas una frente a la otra-. Mira Maca para mí tampoco es agradable trabajar contigo en estas circunstancias. -Perdona, ¿a qué circunstancias te refieres? -A tu comportamiento Maca, a eso me refiero, creí que podríamos ser amigas, creí que podríamos hablar. -¿Hablar de qué?, ¿tú y yo tenemos algo de qué hablar?, me parece que no. -¡Está bien! –concluyó ante la actitud hiriente de Maca no por sus palabras sino por todo lo que las acompañaban, su gesto, su tono, sus ojos aquella mirada dura y reprobatoria-.Al menos podías respetarme, tan solo te pido eso, respeto. Se giró y salió en busca de Belén trataba de relajarse ya que no quería que Maca sintiera que realmente la había herido. Exhaló un profundo suspiro y entonces pasaron, al hacerlo Maca que seguía quieta en su lugar le dijo. -Belén espera fuera –la chica volvió a salir cada vez más alucinada de la situación que estaba viviendo con aquellas dos mujeres que se miraban de aquella manera tan dura. Maca se acercó a Esther con el fuego marcado en sus ojos-. No me pidas un respeto que tú no has sabido darme a mí. -¿Qué yo no he sabido respetarte? –la miraba negando con la cabeza-. ¿Sabes una cosa?, cuando vine a trabajar lo hice con ilusión porque podía verte y… -¿Y follar conmigo? –le soltó de golpe. -Cuando me avisaron que habías cambiado, no pensé que iba a ser tan para mal –se giró y salió del cuarto a toda prisa. -Esther –la llamó pero ya no la oyó cerró los ojos la rabia y el dolor habían sacado de su boca algo que se arrepintió en el momento en que lo dijo

La tensión se podía cortar con un cuchillo, fuera Belén esperando alguna orden de Maca para entrar, Esther que había pasado por delante del mostrador de una Teresa desconcertada camino hacia el cuarto de baño. Teresa miró a Belén, la chica elevó los hombros y finalmente ante la señal de la mujer se acercó. -¿Qué ha pasado? -No lo sé, pero, sea lo que sea ha sido gordo, ¡yo pensaba que la rara era solo Maca!... joder… -Ve con ella anda, voy a ver a Esther. Y así lo hizo cuando entró la encontró llorando sin parar en el cuarto, al escuchar la puerta, pensando con la posibilidad de que fuera Maca se detuvo y giró, al verla así Teresa adivino que se habían enfrentado nuevamente. -No lo entiendo –decía entre suspiros mientras se limpiaba la nariz-. ¿Por qué me trata así? -¿Qué ha pasado? –le preguntaba elevando las cejas con gesto de preocupación. -Si tan mal le ha sentado que esté con Paula, ¿por qué no hizo nada por demostrarme que me quería?, no paro de hacerme esa pregunta. -Yo también, no lo sé, imagino que pensó que si te ibas era porque no querías saber de ella. -No la reconozco –la miró sintiendo pena. -Ya te lo he dicho… yo tampoco. En la consulta Maca trataba de concentrarse, había visto a dos niños y Belén aunque lo había tratado de hacer todo como Esther se lo había dicho, cosa que en el foro interno de Maca debía agradecer, le costaba acertar cuando le pedía algo. Por ese motivo ante la revisión algo delicada que debía hacer a una niña, le pidió que llamara a Esther y que no se moviera de su lado para aprender. La chica así lo hizo, cuando entró acompañada por ella, Maca notó su gesto, la conocía y sabía que le había hecho daño, mucho daño. Reconoció a la niña con la ayuda de Esther cuando le pidió el otoscopio para revisar sus oídos, Maca tenía la palma de su mano abierta, Esther le dio un golpe con él que le hizo mirarla de reojo, Belén sonrió pero trató de evitar que se le notara mucho. Siguió la exploración, y Esther le hablaba a la niña.

-Eres muy buena… muy valiente -Es toda una mujercita ¿verdad Nerea? -Y caramelo… -Ahora… porque el caramelo se da cuando la doctora acaba y la niña ha sido buena y no ha llorado. -Y tú has sido muy buena, y ahora Belén te va a dar esa recompensa deliciosa. -¿Ti guzta? –decía la pequeña sonriendo. -Mucho. - ¿Y a ti? –le preguntó a Esther. -También cariño. -Sujétale un poco la cabeza. -Por favor –añadió-. ¡Qué va a pensar Nerea! –miró a la niña sonriendo. -Por favor sujétale un poco la cabeza –su tono fue seco y duro pero su mirada no pudo evitar una pequeña sonrisa que guardaba en su interior. -Bien Nerea, ahora voy a sujetarte la cabeza ¿vale?, pero no te asustes no pasa nada, no te mueves ¿eh?, la doctora tiene que ver tesoros escondidos –le decía con gesto tierno mientras le sonreía, Maca que estaba preparando el aparato no pudo más que quedarse atrapada en su rostro-. Tú tranquila la doctora es un poco lenta, pero no se lo digas. -No –sonreía. -¿Habéis dicho algo de mí? -Nosotras no, no mueves la cabeza cariño. Tanto la madre como Belén contemplaban la escena, y si a Belén diez minutos antes que aquel hecho se diera le hubieran dicho que iba a transcurrir así, muy posiblemente hubiera negado esa posibilidad. Mientras en casa de Esther se reunía Aurora con Paula, tenían una reunión de trabajo y debían aclarar algunos conceptos, hablaban distendidas ante una taza de café, una vez terminaron, Aurora que había sido años atrás pareja de Paula y que la sentía como si fuera una hermana, le preguntó con su estilo a bocajarro: -¿Cómo vas?

-Bien, bien... nerviosa ya sabes es una oportunidad única... no sé... espero estar a la altura. -Sabes que sí. -Aunque imagino que tu pregunta es por Esther, y déjame decirte que no me gustó nada tus malas intenciones la otra noche. -¡Oh vamos!... no sé a que te refieres –hizo un ademán descuidado. -La pusiste en un aprieto. -¿Yo?, creo que no era ningún aprieto contestar. -¿Sabes que ya la conozco? -¿A su ex? –la miró atónita. -Sí. -¿Y? –se incorporó un poco en el sofá escuchando atentamente. -Guapa, muy guapa, no tiene mal tipo... –decía dando vueltas a su cuchara. -¿Y? –insistió con los ojos abiertos y las palmas de las manos extendidas hacia arriba. -Me presenté y la verdad que me di cuenta que sigue enamorada de Esther. -Vaya... -Algo que no logro entender, si durante más de un año no dio señales de vida, ¿qué pasó para que no lo hiciera si la quería de verdad? -Claro y ahora que has visto a tu rival, te ha entrado el acojono... ya lo decía yo. -Tengo toda mi confianza en Esther, ella no me ha demostrado nada que me haga variar de opinión, sigue igual que siempre, si hubiera algún cambio en ella se lo diría, sabes que no soy mujer que le gusten las mentiras. -Dale tiempo y te las meterá como puños. -Se lo voy a dar... y verás como quien está equivocada eres tú. -Ojalá no me gustaría verte sufrir, y sabes que solo lo digo por esa razón. -Lo sé, gracias cariño... La mañana llegaba a su final, Esther había acompañado a los pacientes pero no se quedaba en la consulta, tan solo si era requerida para algo por Maca, lo hacía, la tuvo que llamar en varias ocasiones porque lógicamente Belén por muy buena que era, andaba un tanto perdida. Al terminar con el último paciente, Maca se

quedó en el despacho rellenando unos informes. Trataba de hacerlo pero su mente le recordaba su pérdida de papeles con Esther, era la primera vez que hablaban a solas más de lo justo y al final su rabia había podido con su cordura. Cuando salió vio como Teresa recogía sus cosas. -¿Comes con alguien? -Sí, ¿por? -No por nada... me apetecía invitarte a comer. -Pues no hija, llegas tarde, ¿mañana? -No puedo, mañana he quedado con unos representantes espero que Cruz pueda venir. -Me ha llamado, a las cinco está aquí. -Bien, yo hoy acabo a las seis. -Perfecto. -Vale. -Me voy. -¡Teresa! -Dime –se detuvo cuando iba a salir. -¿Queda alguien? -No, eres la última. -Vale... gracias... Estaba cansada, se sentó en el sillón de su despacho, apoyó la cabeza en el respaldo y cerró los ojos, trató de dejarse llevar por la soledad, y el silencio pero lo único que le entregaban eran sus duras palabras a Esther y la mirada de ésta una mirada repleta de dolor pero sobre todo de decepción. Tras hablar con Cruz y ponerle al día de todo lo que había pasado Maca se despidió, lo hizo también de Teresa y de una Belén que estaba a su lado aprendiendo como debía organizar los papeles. Al salir se Cruzó con Esther que volvía de una comida con Paula pero no hubo nada nuevo, ni un saludo, ni una mirada ni siquiera un gesto relajado. Tan solo un suspiro al pasar la una por al lado de la otra. -Buenas tardes.

-Hola cariño, ¿qué tal la comida? -Bien, bueno... ya sabes... los periodistas solo hablan de actualidad –sonrió. -¡Va... menuda lata hija! -No tanto mujer... –le sonrió-. Me voy a cambiar. ¿Todo bien Belén? -Sí, gracias creo que poco a poco le voy cogiendo el punto a Maca. -Me alegro. Me cambio y le dices a Cruz que en cinco minutos estoy con ella. -Oye Teresa... ¿qué pasa entre ellas? –le preguntó al verla marchar. -¡Bueno... pero esto que es el primer día y ya quieres cotillear!, anda, anda, a trabajar –le decía moviendo los brazos. Llegó el viernes y tras la reunión en la que Maca y Cruz compartieron una comida de negocios con los representantes de las máquinas que querían instalar, volvieron a la clínica, Cruz estaba más tranquila porque si bien no era que Esther y Maca hablaran normalmente entre ellas, al menos, si estaba todo calmado y pensaba que si seguían así, poco a poco podrían ir acercando un poco más las posturas y entablando nuevamente esas charlas que tenían no como pareja, pero al menos si podían recuperar la amistad. Por otro lado, la cena en la que habían sido invitadas podía resultar para Teresa muy esclarecedora, y es que, Cruz seguía pensando que Teresa quería una y otra vez acercar a Esther hacia Maca y si podía, alejarla de Paula. En esas estaban sus pensamientos cuando vio como Maca salía de su despacho. -Cruz me voy. Nos vemos el lunes –le guiñó un ojo y se marchó, bajaba las escaleras cuando vio como Esther se alejaba del mostrador junto a una Belén que se moría de la risa-. Hola Teresita. -Hola Maca –la miró mordiéndose la patilla de la gafa con sus grandes ojos clavados en ella como tratando de averiguar que le pasaba que estaba tan atenta con ella. -Oye Teresa... ¿te apetece cenar conmigo? -¿Yo? –la miró extrañada. -¿Hay más Teresas por aquí? –su mirada reflejaba ese punto borde en ella que a Teresa le hacía tanta gracia. -Evidentemente no. Mucho quieres tú cenar o comer conmigo... ¿qué buscas?

-Te lo diré, me muero por pasar una noche loca contigo. -¡Bueno! –se hizo la ofendida abriendo los ojos como platos y ante la carcajada de Maca le dijo-. ¡A mí no me vengas con esas cosas, eh! -¿Qué hay de malo en que cene contigo? –se había acodado sobre el mostrador divertida. T_ Nada... solo que esta noche tengo una cena muy importante –le dijo haciéndose la interesante. -Ah –se hizo lo loca y con gesto interesante le preguntó bajito-. ¿Quién es el afortunado? -¡Que afortunado ni afortunado!, me voy a cenar a casa de Esther –si no lo decía reventaba a buen seguro. -¡Vaya... así que eso es una cena muy importante! –Teresa juntó sus labios llevándolos hacía un lateral de la boca mientras le guiñaba un ojo-. Oye... a mí no es que me importe mucho pero... ¿tú no la ves mayor a la tía esa? -Entre tú y yo ¡eh! –le decía bajando la voz-. A mí no me gusta para ella. -¡Ah!... oye... ¿y tú crees que aún funciona en la cama? –le susurraba divertida mirándola a los ojos. -¿Lo quieres saber? –la desafío con su mirada. -No... me da igual. Bueno me voy que lo pases bien... pero tenemos una comida pendiente. Buen fin de semana Teresa. -Haz el favor de no pasarte. -¿Yo?... que descanses. Al salir dejó sobre el asiento de la moto el bolso, se puso el casco y se subió la cremallera de la chaqueta de cuero, se colgó la bandolera y con agilidad se subió a la moto, arrancó, miró por el espejo del retrovisor hacia la izquierda y salió colocándose a medida que se ponía en marcha mejor en el asiento. Con su chaqueta de cuero, su pantalón vaquero y sus botas marrones de montar, sencilla pero al mismo tiempo, arrebatadora. Al menos eso pensaba Paula que la estaba observando desde su coche, las palabras de Aurora llegaban frescas a su mente, sin duda era una rival complicada con la que luchar.

“Yo no tengo porque luchar contra nadie, Esther es libre de estar conmigo o con ella, y de momento, sigue conmigo”. Faltaba poco menos de una hora para que sus invitados fueran llegando, en total eran doce personas, agradecía que Cruz y Teresa estuvieran allí, porque así podría hablar con alguien de sus cosas sin necesidad de pensar dos veces lo que decía, aquel entorno de Paula de personas tan inteligentes y tan del mundo, a veces le hacía sentirse un poco fuera de lugar, sus conversaciones siempre eran tan elevadas que agradecía cuando alguna de ellas, tenía la deferencia de hablar con ella de cosas más mundanas, y no es que Esther no pudiera mantener una conversación inteligente, es que, ella como le decía a Paula, no estaba tan metida en todo aquello, la política y la economía le aburrían, ella era diferente. -No empieces Esther –le decía mientras terminaba de ponerse una camisa negra-, porque sabes que por eso me tienes tan loca, porque eres maravillosamente diferente a todas las demás –le daba un beso en los labios. -Ya... pero no deja de ponerme un poco nerviosa. -Además hoy tienes dos aliadas –salió del lavabo abrochándose el collar. -Si –sonrió mientras se ponía dos gotas de su perfume favorito en el cuello. -No hagas eso delante de mí o no respondo. -¡Mira que eres tonta, eh! -Oye por cierto mientras te duchabas me ha llamado Sergio. -¿Sergio? –la miraba algo dubitativa. -Cariño Sergio, sí, lo conoces de la radio en Granada, me ha invitado a su programa del sábado. -¡Eso es estupendo!, jo no me acordaba yo ahora mismo de Sergio. -¿Dónde tenías la cabecita, eh? –ponía su mano sobre el culo de Esther atrayéndola hacia ella. -¿Dónde la voy a tener?... ¡en Aurora! –le decía muerta de risa. -Jajajaja –dio una carcajada con ella-. No sé porque le tienes tanto miedo... es inofensiva. -Sí, sí –reía mientras le besaba mirándola dulcemente a los ojos-. Te quiero Paula.

-Y yo mi vida. -¿Entonces nos vamos a Barcelona? -La verdad que de eso te quería hablar, a ver, me iré el sábado al medio día, y el programa empieza a las doce de la noche. -Anda –protestó. -Ya... volveré el domingo, si quieres venirte... aunque yo había pensado que es mucha paliza para ti, y mejor descansar, pero ya sabes... lo que mi reina quiera –la besó. -Ya, es una faena voy a estar mañana sola. -Si –asintió apoyando su frente en la de Esther. -¿Y qué voy a hacer? -¿Echarme de menos? –la besó suavemente en los labios mientras su mano recorría su espalda con delicadeza. -Por ejemplo, ¡qué remedio! –comenzaron a besarse con pasión, Esther alcanzó la invitación de Paula y se dejó llevar hasta la pared, una vez allí comenzaron a besarse apasionadamente mientras sus manos buscaban abarcar toda la piel, pero entonces el timbre sonó, se separaron y Esther aún con la respiración jadeante susurró-. Aurora, no falla. Y así fue, la primera en llegar Aurora, como siempre con su botella del mejor vino, tras ella fueron llegando los invitados todos, los compañeros de Paula, y amigos, hasta que por fin llegaron Cruz y Teresa. -Ya sabes nada de nombrar a Maca –le advirtió parada frente a la puerta. -¡Pero bueno ni que yo no supiera lo que debo hacer! -Te conozco, y no puedes hacer de Celestina cuando hay otra mujer por el medio a la que pueden hacer daño. -¡Hola! –abrió la puerta contenta por fin de encontrarse con sus amigas. -Hola guapa, lo siento pero Teresa es la tardona –le dio dos besos contenta. -Teresa... Teresa... –le riñó con una sonrisa. -¡Nada hija mi nieto que se me pone a hacer tonterías y ya sabes! –le decía con gesto embobado.

-Ese nieto tuyo te tiene loquita –le decía divertida-. Pasad y os presento, eso si, alguno son un poco coñazo os iré avisando, ¿vale? Una vez realizadas las presentaciones, Teresa estaba encantada con una periodista que salía en la televisión y era de sus preferidas a la hora de contar chismes de los demás, Cruz se moría de risa por sus caras cuando la divertida periodista a la que Teresa le cayó fenomenal, le contaba chismorreos sin parar. -¿Qué tal Cruz?, lo siento pero han venido los colaboradores de Paula y quería que estuviera con ella. -Tranquila, me estoy riendo mucho, ¿has visto a Teresa? -Sí, creo que ha dado en el clavo con la compañía. -¿Cómo estás? -Bien... bien... estoy bien –reía algo nerviosa. -Me contó Belén. -Vaya pues no debía –su gesto le demostró malestar. -La chica está un poco asustada, no sabe si está trabajando junto a dos locas... -Es que Maca le preguntó si tenía novia –le dijo con cierto fastidio ante su gesto le dijo concluyente-. Como te lo digo. -Bueno... voy entendiendo... -Pues ya me explicarás porque yo... te juro que no entiendo nada. -Ya te lo dije. -¿Y por qué?, es lo que no entiendo su actitud hacia mí es de odio, de rencor y si es así, debió hacer algo no mantener su actitud fría hacia mí. -Maca está cabreada con el mundo entero Esther, y cuanto antes lo aceptes mejor, no ha superado que te fueras, mucho menos que estés con Paula. -¿Qué le pasa a mi amor con esa carita? –le preguntó llegando hasta ella y dejándole un beso. -Nada... cosas de un paciente. -Ves, siempre te lo dije la diferencia entre mi trabajo y el tuyo, es que yo no puedo dejarme influir por un mundo loco, en cambio tú, te dejas influir por un enfermo o enferma, como es natural con tanta sensibilidad, ¿cierto Cruz? -Sí, cierto –le sonrió al ver con el cariño que le hablaba.

-¿Qué tal si cenamos? Durante la cena, Esther se había sentado junto a Paula que no cesó en todo momento de ocuparse de ella, de darle algún beso, alguna caricia, y todo eso era seguido de cerca por Teresa, que le habían jorobado la velada al apartarla de su amiga la periodista, ya no sabría más chismes de la sociedad, de esos artistas que ella tanto seguía en sus revistas. Cruz se había sentado junto a Esther y a su lado lo había hecho Aurora que quedo entre Teresa y ella. Hablaron distendidamente de todo un poco, y cuando terminó la cena, todos pasaron al comedor, donde una suave música de fondo acompañaba la conversación. -Oye Esther, me lo he pasado muy bien pero debo irme. ¿Ya? -Sí, tengo a María con la canguro, Candela no está hoy en casa. -De acuerdo... –puso gesto un poco triste. -Yo también me voy que luego sola es un palo. -Vale... os acompaño –se despidieron de todas, y Paula junto a Esther salieron hasta la puerta-. Id con cuidado. -Tranquila... bueno Paula gracias por la invitación y de verdad un placer conocerte. -Lo mismo digo Cruz, cuando quieras esta es tu casa... mira se me ha ocurrido algo cariño, mañana voy a dejar a mi reina sola, si queréis hacer otra cena ya sabéis –le sonrió. -¿Te quedas sola? –le preguntó Teresa. -Sí Teresa. -¿Tienes algo qué hacer? –le preguntó con ilusión ante la mirada algo preocupada de Cruz. -Pues... no, iba a cenar solita. -Anda vente a casa y conoces a mi niño... ¡venga anímate! -Claro Esther, venga así me voy más tranquila de que no estás sola. -De acuerdo –sonrió. -Gracias Teresa, la dejo en tus manos –le sonrió dándole dos besos y diciéndole-. Que sé me la vas a cuidar muy bien. -Gracias Paula... no lo dudes –le sonrió agradecida por sus palabras.

-Pues hasta mañana. Adiós Cruz, un besito a las crías. -De tu parte –al salir del edificio Cruz miró a Teresa-. ¿Te cae mejor? -Aunque me repatee, debo reconocer que está muy pendiente de ella, sí. -Así es. -Un poco pegajosa pero... en buenas manos –dijo con una mezcla de alegría y tristeza. Bajo los focos de una discoteca, Maca bailaba con una chica, divertida sonriendo y hablando entre susurros en la oreja de la chica, que ante su propuesta sonrió y aceptó. Se sentaron en uno de los rincones del lugar, y comenzaron a besarse, el calor entre ellas iba subiendo, iba alcanzando un punto en el que no había vuelta atrás. -Esther, Esther –susurraba mientras metía su mano en la camiseta de la chica. -Eh tía... –la detuvo en seco. -¿Qué? –le preguntó sin saber muy bien a que venía ese parón tan brusco. -Si te quieres tirar a esa Esther, te la buscas, pero yo me llamo Lidia, y no me tiro a nadie para avivar fantasías –dicho esto se levantó y se fue. -Joder –resopló agachando la cabeza. La noche se le había atravesado, aquella Lidia la había dejado encendida sin remedio, pero a la vez fría como un glaciar del Polo Norte, recordarle que Esther era una fantasía, la dejó fuera de combate, se levantó con rabia, se alejó de la pista, pidió su chaqueta en el guarda ropa y salió de allí como si el diablo se hubiera adueñado de su alma. Al llegar a casa, echó la chaqueta, se quitó la camisa con toda la rabia que sentía al recordar a Esther, se puso el pijama, miró el reloj eran las dos y media de la mañana, se metió en la cama y se puso de lado, la sábana tapaba hasta la cintura, la calefacción hacía que la temperatura de la habitación fuera como a ella le gustaba, y entonces recordaba a Esther siempre muerta de risa decirle: “Yo sé porque pones así la calefacción, sabes que no puedo dormir tapada y eso te gusta... debo acostarme desnuda… es una táctica infalible”. Aquel recuerdo y su voz llegando hasta ella nítida y clara, le hicieron dar dos vueltas de un solo golpe, apartar la sábana, volverla a subirla, resopló con una

rabia que no la dejaba estarse quieta, a pesar de haberse lavado los dientes se levantó y encendió un cigarrillo, odiaba fumar antes de acostase, pero en ese momento lo necesitaba, necesitaba de alguna manera aplacar sus nervios, se puso una rebeca de lana y salió a la terraza, su vida había cambiado tanto, ya no le importaba a Esther, y a ella sin embargo le importaba tanto Esther, suspiró con rabia contra si misma por seguir centrando su vida entorno a la enfermera, pero hasta ese momento no había sabido hacer otra cosa, verla besarse con la mujer que ocupaba su lugar, le había hecho trizas sus esperanzas, sus ilusiones de un día volver a estar a su lado. Así que prefería castigarse continuamente antes de seguir soñando inútilmente. Volvió a lavarse los dientes, a apagar las luces y meterse en la cama, a la soledad de su cama hacía mucho tiempo que no la sentía tan fría, tan vacía, mientras ella seguro porque no, estaría quizá en ese momento bañada por el sudor del placer, seguro estaba haciendo el amor con… frunció el ceño, maldijo a la periodista por adueñarse de la piel que le pertenecía, sentía que el dolor de visualizarla con ella, de verla desnuda como tanto le gustaba, de recordar cuando sus labios recorrían su piel, sus pechos, su sexo, notó como el deseo que se había quedado a mitad camino en la discoteca volvía a ella de manera brutal, llenándola de un ardor en su sexo que comenzaba a doler, suspiró apartando el pantalón, descendiendo su mano hasta él notando su humedad, su necesidad de ser calmado, saciado de caricias que provinieran de otra mano, de otros labios, de otro cuerpo… -La última vez Esther… la última vez que pienso en ti… Fue un murmullo mientras iba llegando su placer, su fantasioso placer producido por un ser que no estaba allí, que tan solo estaba en su mente, en su corazón, allí fuertemente amarrado a ella sin querer marcharse a pesar del tiempo, las circunstancias, su lejanía, a pesar de todo Esther seguía ahí, como si en ese momento pudiera escuchar su voz. -Así cariño –musitaba Esther. -Esther… -Sigue mi amor… no pares –las venas de su garganta se habían henchido, sus manos apretaban fuerte sus sábanas de algodón. -Esther…

-Sigue –le gritaba con su voz ardiendo del deseo-. Sigue Paula… no pares… -Esther cariño… así… así –gemía Maca en su fantasía-. Ah… -elevó un gemido final ante su solitario orgasmo. -Ah –elevó un gemido final ante las caricias que la boca de Paula dejaba en su sexo y la guiaban al orgasmo-. Ha sido maravilloso cariño. -Si… y tanto que si –decía una cansada Paula que se refugiaba en su pecho -Mi amor… -la estrechaba entre sus brazos fuertemente. -Mañana voy a echarte de menos, mi vida –le decía con voz entrecortada Paula. -Y yo –musitó sin fuerzas cerrando los ojos refugiándose en su cuerpo… -Esther –Maca se abrazó a la almohada, dejando que su mano la acariciara lentamente mientras rompía a llorar-. No puedo soportar que ella te toque, ¿qué hago con este dolor?... ¡qué hago sin ti! El olor a café llegó hasta la pituitaria de Esther, había logrado dormir como una verdadera osa invernando, entonces sonrió, aquella frase la decía Maca cuando los días que no trabajaban, dormía a pesar de los ruidos, de la hora y de su presencia, sonrió con pena y algo de añoranza. Sin embargo pronto se le fue todo al ver como Paula entraba con la bata de seda blanca y la enorme bandeja con dos desayunos y una flor. -¡Buenos días dormilona! –le decía feliz. -Mmmm –se desperezaba-. Si es que me has dejado tan extasiada. -Ya… ya –se burlaba de ella mientras se daban un suave beso en los labios. -¿Cómo qué ya… ya…?¿Qué no te acuerdas, eh? –le metió la mano por la bata rozando su muslo. -Que sea mayor no quiere decir que ya sufra Alzheimer cariño. -¡Tonta! –la riñó dándole un golpecito-. ¿Quién dice que eres mayor? -Buenos días mi amor. -Buenos días –volvieron a besarse mientras Paula se sentaba en la cama a su lado con la bandeja ya dispuesta-. Gracias por este maravilloso desayuno. -A ti mi vida por existir a mi lado –le sonrió mirándola a los ojos fijamente como si fuera una ventana abierta al mar y le llenara de su brisa-. ¿Anoche qué te pareció la fiesta?

-Yo creo que todo un éxito –le dijo tras beberse el zumo de naranja. -¿Si verdad?, a mí me lo pareció. Ya vi encantada a Teresa recibiendo cotilleos. -Si –sonrió ampliamente mientras cogía la tostada-. Pobrecilla no la juzgues es que… ella es así. -Esther, me gustaría que habláramos de Maca. -¿De Maca? –la miró inquieta, mientras detenía el cuchillo con el que estaba repartiendo la mantequilla. -Sí, eso he dicho. -No tenemos nada que hablar –seguía quieta con el cuchillo en la mano. -Yo creo que sí, te conozco lo suficiente como para saber que esa ligera sombra en tus ojos y la tristeza de tu sonrisa en la comida llevaba su nombre. -Bueno –suspiró, nunca le había mentido ni ocultado nada a Paula y eso era una de las cosas que la tenían nerviosa trabajando junto a Maca. No quería fallarle-. Discutimos. -¿Por algo del trabajo? -No, bueno sí, verás… es que está tan molesta conmigo que apenas me dirige la palabra y cuando lo hace es para herirme. -Sigue enamorada de ti cariño –le dijo con tranquilidad, tanta que puso más nerviosa aún a Esther que derramo un poco de mantequilla fuera de la tostada-. Cuidado Esther no vayas a manchar la sábana. -Lo siento –se disculpó limpiando la mantequilla. -Yo quiero que trabajes donde a ti te parezca bien, quiero que seas libre lo sabes, pero si trabajar allí va a significar que te afecte emocionalmente… -No Paula jamás sería capaz de hacer nada que pudiera hacerte daño –le dijo como tratando de disculparse con gesto serio. -Ya lo sé, no hace falta que me lo digas –la miró con un ligero malestar-. ¿Crees que voy por ahí? -Perdona… no claro, es solo que –suspiró-. Me gustaría que las cosas fueran diferentes. -Te gustaría que te tratara mejor.

-Si, quiero decir, no quiero que se muestre cariñosa, sé que no es así, no lo necesito, tan solo que deje de hacerme daño con su actitud, que podamos hablar sin tanto dolor… sin tanto odio. -Eso sería estupendo, pero peligroso también. -¡Paula por favor! –le dijo molesta. -Hay un refrán que Aurora me dijo el otro día, donde hubo fuego, brasas quedan. -Aurora siempre igual malmetiendo entre nosotras. -No Esther, es cierto y si niegas esa posibilidad entonces sí me preocuparé. -Paula –se sintió descubierta, Paula era muy inteligente pero además muy intuitiva, era cierto que en ella seguía habiendo esa sensación de cariño hacia Maca, negarlo era una idiotez y sería peor-. Acepto y siempre lo he dicho que me queda algo en mi corazón hacia ella, cariño, un cariño porque fue una mujer muy importante en mi vida, pero es una parte muy pequeña, el resto es tuyo y lo sabes. -Lo sé, como también sé que ella sigue enamorada de ti. -No lo creo, no sabes cómo me trata… y tienes razón, si continua así creándome esta sensación de… no sé cómo definirla… -Inestabilidad –la miraba fijamente. -Sí, pero no porque quiera de ella otra cosa que amistad Paula. Pero si sigue así hablaré con Cruz, no quiero que me amargue la vida. Solo que me gustaría que pudiéramos hablar como amigas, tú lo haces con Aurora y es tu ex. -Ya… pero entre vosotras queda mucho por hablar, muchos silencios que no supisteis resolver antes de separaros, y eso es un problema para poderte llevar bien con una ex. Aunque como bien dice Aurora, las ex siempre son un incordio. -Se lo recordaré –le dijo seria, entonces se miraron y dieron una carcajada que llenó de alivio a los dos corazones-. Eres muy importante para mí Paula… lo sabes. -Lo sé, como tú para mí –le acarició la cara-. Y ahora a comer, daremos un paseo y me acompañas al aeropuerto. -Estupendo. Lo malo es que me voy a quedar sin saber los cotilleos con Teresa y eso no tiene precio –decía muerta de risa.

Tras una noche difícil, Maca pasó una mañana peor, se echó en el sofá para escuchar música, no tenía ganas de nada, ni siquiera salir esa noche, quería estar en soledad y pensar, pensar mucho lo que significaba la vuelta de Esther. Y si bien era cierto que no quería demostrarle lo mal que se sentía, su actitud tampoco era de su agrado, y es que debía reconocer que verla le provocaban unas ganas enormes de abrazarla, de besarla. Y entonces aquello aún le creaba mayor anhelo, mayor desesperación. -Esther… Esther… Esther… ¡mierda!, tengo que sacarte como sea… ¡como sea! Cuando el cielo se cerró, Esther estaba llamando a la puerta de Teresa, llevaba un gran paquete de pasteles, como sabía que le gustaban a ella, la cena junto a su hijo y nuera, con el pequeño fue un momento muy distendido y divertido con las locuras del crío y las conseguidas babas de la abuela. -Teresa la baba –le decía muerta de risa. -¡Ay hija qué quieres!, por mucho que diga mi consuegra, es igualito a mi hijo… igualito ¿eh? -No tienes remedio, bueno yo me voy a marchar. -Espera antes quería decirte una cosa. -Está bien –dijo resignada tras un suspiro. -Creo que debo disculparme contigo. -¿Y eso? –la miró seria al notar su gesto preocupado. -Reconozco que miraba con muy malos ojos a Paula, no me acostumbro a verte lejos de… bueno… ayer me di cuenta que te quiere mucho. -Así es –aceptó sonriendo. -Tendré que hacerme el ánimo, ¿verdad? -Sí, Paula creo que al día de hoy es lo que necesito a mi lado, ya lo ves es maravillosa. -Sí, lo es –la abrazó-. Me alegro que seas feliz. -Ya pensaba que nunca me lo ibas a decir –sonreía mientras se abrazaban-. Abuela babosa.

-¡Ay! –suspiraba mirando a su nieto que en esos momentos jugaba con sus padres-. Ahora estoy tranquila por tu parte, lo que no sé es que locura estará haciendo Maca a estas horas –miró el reloj marcaba las doce y media. -Bueno Teresa, yo me voy… quiero estar pronto en casa mañana me gustaría arreglar el jardín, le he prometido a Paula que voy a intentar que no se nos mueran las plantas. -No te veo… no te veo –decía poniéndose la mano en la barbilla de manera graciosa. -¿Quieres qué te diga una cosa? –sonrió-. Yo tampoco. -¡Ay esta si es mi Esther con esa sonrisa maravillosa! –la abrazó de nuevo-. Chicos que se va Esther… Y así fue, la saludaron y mientras bajaba en el ascensor, comenzó a escribir un mensaje. La música a tope, la bebida corría entre las mujeres que bailaban, ligaban o tan solo disfrutaban con la vista del centro de la pista donde las mujeres más o menos espectaculares bailan con sus parejas o parejas ajenas, o solitarias en busca de un momento aunque fuera efímero de compañía. Como no podía ser de otra manera, allí en el centro siendo la atracción de muchas por su forma de bailar, su sensualidad y su hermosura se encontraba Maca, aquella noche no habría una Esther ficticia, se había propuesto no buscar el placer de un fantasma. Así que lo primero que hizo fue preguntar el nombre a su compañera de baile, cuando ésta se marchó, se quedó con otra que igualmente lo primero que hizo fue preguntarle el nombre, bailaron entre risas, algunos intercambios de bebida y un cigarro compartido. La sala estaba repleta de humo, gente y hacía un calor insoportable, pero la gente seguía y seguía bailando, seguía y seguía bebiendo. -¿Quieres otra copa Susana? -No, lo que quiero es otra cosa –le dijo bajito en su oído con una voz seductora y sensual. -Veamos… –se mordió el labio sonriendo de lado con su maravillosa y eclípsante sonrisa. Entonces tomó el cordón que anudaba una chaquetita sobre una camiseta

minúscula que llevaba la chica y tiró de él-. ¿Y qué otra cosa quieres?... estoy dispuesta a escuchar. -Que te parece –se acercó a ella besando suavemente sus labios-, empezar por esto. -Me parece bien –puso sus manos sobre el trasero de la chica-. ¿Y por qué seguimos? -Podemos seguir por esto quizá –fundieron sus labios buscando sus lenguas, encontrándose mientras se movían abrazadas y las manos de Maca apretaban más contra su cuerpo la muchacha. -Me gusta… me gusta tu propuesta –le susurraba con su voz repleta de deseo, se había encendido totalmente mirándola. -Podríamos seguir por aquí –metió su mano por la camiseta y el pantalón de Maca sin reparo. -Y por aquí… que te parece –sus ojos lascivos se miraban con fuego abrasador mientras la mano de Maca subía hasta el pecho de la chica sin reparos como si no le importara el espectáculo que daba. -Ohhh me parece estupendo guapa –le susurró mordiéndose el labio inferior y gimiendo al mismo tiempo. -Ahhhh –murmuró ella también ante la mano juguetona de la chica terminando por preguntarle-. ¿Quieres que nos vayamos a otro lugar? -Creo que será mejor –sonrió y Maca le acompañó con la sonrisa. -De acuerdo… yo también lo creo. -Disculpa te importa dejarme a solas con mi mujer –apareció Esther de pronto con gesto muy serio mirando a la chica. -¿Tu... tu mujer? –la miraba atónita y miraba a Maca esperando que dijera algo pero estaba tan aturdida por su presencia que se olvidó de Susana. -Sí –le sonrió con seguridad. -Me largo yo no quiero líos –dijo mientras movía sus manos algo nerviosa. -¿Nos vamos? –le preguntó a Maca que seguía mirándola con la boca abierta -Perdona... ¿qué cojones haces tú aquí? -Lo siento no creo que este sea tu lugar, tienes a todas preocupadas y...

-Ahora vas de mujercita buena... la que todo lo perdona, ¿quizá debería llamarte Santa Esther? -Maca no he venido para discutir, he venido para llevarte a casa -No eres mi madre, ni siquiera mi mujer... aunque pensándolo bien, sí adultera, eres mi mujer que se tira a otra –sonrió con cierta malicia mirándola con un deseo que poco a poco iba creciendo. -Por favor Maca –al ver que Maca no se movía pero mantenía aquella postura le dijo-. Está bien... lo he intentado, al menos no me lo voy a reprochar, ¿te quieres quedar?, te quedas. -Un momento –la detuvo agarrándola del brazo con cierta fuerza y la atrajo hacia ella-. Me has jodido la noche, al menos, podías acabar lo que otra ha empezado, ¿qué dices? –sonrió con su lado más borde. -Me das pena Maca. -No te doy pena, te doy otra cosa... ¿dónde tienes a la plasta de tu novia? –dio el último sorbo de la copa-. Fuera seguro, sois tan buenas que seguro te está esperando... oye... no... ¿no pretenderás hacer un trío, verdad?, no es que no me vayan pero... paso con ésa. -¡Se acabo!, ya está bien de tanta tontería –la enganchó del brazo y se la llevó ante la mirada de alguna que otra chica que murmuraban entre ellas -Ey chicas... me han ligado… mi ex-mujer me ha ligado –les decía contenta ante el aplauso de varias de ellas y con pequeñas pero graciosas reverencias decía-. Gracias, gracias chicas... -Por favor me da su chaqueta –le dijo a la chica del guardarropa entonces notó como la mano de Maca paseaba libremente por su culo, de un movimiento seco le quitó la mano-. Maca estate quieta. -¿Por qué? –le preguntaba divertida volviendo a poner su mano en el trasero de una Esther que se había puesto roja sin remedio. -Porque no quiero que me toques, así de sencillo. -Ya... por eso has venido hasta aquí porque no quieres que te toque –entonces se le acercó al oído y le susurró con su voz ronca por el deseo que había nacido en ella-.

Estoy muy caliente cariño... tú me pones así... estoy como a ti te gusta ¿recuerdas?, claro que lo recuerdas... -Gracias. Ponte la chaqueta –notaba como el calor de todo el local le llegaba a ella, una oleada que no podía controlar -¿Y tú, eh? –le preguntó acercándose a ella-. ¿Cómo estás tú, me muero de ganas por saberlo? -Estás borracha Maca -Te aseguro que no, te aseguro que estoy caliente pero no borracha... vamos a casa, ven conmigo y volvámonos locas, vamos a retozarnos de placer como hacíamos siempre... ¿recuerdas? -Maca calla... -Claro que lo recuerdas –seguía mortificando a Esther con esa voz repleta de deseo -Por favor calla y entra –su rostro se había ruborizado, mostrando un gesto pesaroso por todo lo que le estaba diciendo. -¡Eh! ¿Y dónde está tu noviecita?, bueno no es noviecita que ya tiene tela –decía riendo. -Por favor nos lleva a la Calle Serrano, número 20 -Ese fue nuestro hogar... ahora la señora vive en otro mucho mejor que el que fuera nuestro, eso si vive con una petarda –hablaba en voz alta como si el taxista tuviera que saberlo. -Maca por favor... baja la ventanilla y que te dé un poco el aire, creo que lo necesitas. -Te necesito a ti –le dijo con tanta dependencia mirándola a los ojos que Esther sintió un temblor en todo su cuerpo -Por favor Maca –le susurró impresionada aún por sus palabras. El resto del camino lo hicieron en un total silencio, Maca se había recostado ladeada en el asiento dándole la espalda, mientras Esther miraba su teléfono, rogaba que no sonara mientras estuviera con ella, si bien era cierto, que casi seguro Paula no la llamaría más bien le mandaría un mensaje, le daba miedo que aprovechando la situación Maca pudiera seguir comportándose de esa manera tan insolente, pero la culpa era suya y lo debía asumir ahora estaba hecho y si bien al

principio dudó uno de los motivos por los que se había animado a ir a la discoteca era porque Paula no la llamaría, cada vez que recordaba como la había encontrado, una ráfaga de acidez le subía por el estómago. La miraba de reojo y la veía allí a un solo paso de ella, con los ojos cerrados con la frente fruncida, tan lejos de la Maca que ella conocía, tan lejos de la que fue su mujer, no entendía como había cambiado así, no entendía porque llevaba esa vida y si ella era el motivo, no entendía entonces porque nunca le había dicho nada. Los silencios, sin duda aquellos silencios que le decía Paula, eran los culpables quizá hasta de una separación que ninguna deseaba. Cuando llegaron a casa Maca bajó con dificultad del taxi, Esther no la ayudó, no quería tocarla, abrió la puerta del portal y cuando fue a entrar la mano de Maca la detuvo. -No hace falta que subas, no te quiero en mi casa –su voz había pasado del deseo al orgullo. -Creo que no estás en condiciones de llegar sola. -No es la primera vez que lo hago, así que muchas gracias por el numerito -¿Por qué lo haces? –le preguntó justo cuando Maca iba a subir un escalón, la pregunta la dejo quieta, sin moverse, se giró mirándola con los ojos rasgados en lagrimas-. Me duele verte así -¿Te duele? –sonrió de lado-. No creo que sepas lo que es el dolor, no creo que sepas lo que duele de verdad, no creo que ni por asomo te duela ni la mitad de lo que me duele a mí saber que estás con ésa. -Vale, creo que he cometido un error en ir a buscarte, vale –aceptó levantando ambas manos con tono duro y una mirada algo enfurecida se dio la vuelta para macharse. -No te vayas por favor –su voz volvió a cambiar, del orgullo pasó a un ligero un susurro repleto de dolor Esther sintió que aquel ruego Cruzó la distancia que las separaba, como si fuera un lazo del vaquero en pleno Oeste, aquel lazo le había rodeado su cintura y notaba como con sutileza las palabras de Maca le iban llevando hasta ella sin remedio. Definitivamente, se había equivocado nunca debía ir a buscarla.

-No consigo olvidarte, no puedo... lo he intentado todo Esther y sigo sin saber porque me dejaste, porque te fuiste –las lagrimas rodaron por su rostro -Maca –se agachó pues se había sentado en los escalones, se había tapado con las manos la cara y podía escuchar su sollozo ahogado, un sollozo que se le clavaba en el alma -¿Qué te da ella, que no te di yo? –le preguntó mirándola con el sofoco algo más intenso. -Maca no te castigues por favor -Algo es... algo que no sé... ¡joder Esther!, me has destrozado la vida, yo te amaba, ¡coño te amo! –le gritó sin medida mientras se mordía el labio desesperada. -Vamos a casa Maca por favor... –su voz se había colado por la escalera, por el hueco del ascensor y nunca les había gustado dar escándalos que pudieran alertar a los vecinos pero sin duda, aquel grito debió ser escuchado por alguno y Esther quería evitarlo. -Me has jodido la vida Esther y creo que ni siquiera te das cuenta –la miró ya sin lagrimas con su odio clavado en los ojos que le parecía mentira a Esther recibir. -Maca –insistió para subir. Sin embargo Maca se estrechó a su cuello, la abrazó con total dependencia y las manos de Esther tuvieron que acariciar su espalda, poco a poco Maca fue soltándose y sus mejillas se iban rozando ligeramente, mediante el contacto de sus pieles se fueron encendiendo se desplazaban tan lentamente que notaban como la piel de cada una se erizaba, como la cercanía de sus bocas comenzaron a buscarse hasta que en un segundo Esther reaccionó. -Maca no. Venga levanta te acompaño a casa. -No puedo borrarte de mí... -Por favor... –la ayudó a levantarse y se tambalearon las dos. -Esther... no puedo... y por más que quiero no lo consigo –Esther abrió la puerta del ascensor y la empujó suavemente, Maca se dejó hacer apoyando su frente en el espejo y tras él veía la mueca triste de Esther-. No consigo sacarte de mí, no sé vivir sin ti me siento tan vacía... la casa está tan fría sin tu risa... sin ti, si no quieres que tengamos hijos... no los tendremos... –el ascensor se detuvo en la planta,

Esther abrió la puerta, la llevaba cogida de la mano y salieron hasta la puerta mientras la abría Maca seguía con su monólogo-. Haré lo que quieras... pero no te vayas quédate conmigo. -Creo que será mejor que te quites esa ropa, voy a buscarte un pijama Entrar de nuevo a su piso, le creó una oleada de recuerdos, alguna vez pensó ¿qué pasaría en su corazón si volvía a aquella casa?, recordaría lo bueno o lo malo, tendría fuerzas de aguantar allí o saldría corriendo, en ese momento entrar a la que había sido su habitación, le hizo llegar una oleada de recuerdos y precisamente no los malos, ellos inundaron su corazón y tuvo que cerrar los ojos porque sintió como todo se movía a su alrededor. Sacudió la cabeza con la idea de poder sacar los recuerdos como si con ese ligero movimiento fuera posible, abrió el armario y allí estaba la ropa de Maca y como siempre hiciera cuando vivían juntas, al abrir la puerta su perfume llegaba a ella como esa brisa fresca que siempre asemejó con la brisa del amanecer en el mar. Abrió el cajón donde sabía estaban los pijamas y allí efectivamente, los encontró, estaba cerrando la puerta cuando notó como Maca se colocaba tras ella, sin poderlo evitar su pulso se alteró, no la tocaba no lo hizo, pero de repente notó como su cabeza se apoyaba sobre su nuca, como rebuscaba su hueco y sus manos se apoyaban en las caderas de Esther, ésta, tembló. -Recuerdas Ovidio en “El arte de amar”, la obra que fuimos a ver... recuerdas lo que decía “odio y amo, tal vez preguntes por qué lo hago. No lo sé, pero siento que soy torturado y transformado” –sus manos apretaron al terminar la frase las caderas de Esther que sentía un profunda pena en su interior, tragó saliva sin saber ni que decir ni que hacer. Se mantuvo quieta y le llegó la voz de Maca ronca, quebrada en un susurró alcoholizado-. Eso me pasa a mí, te odio y te amo... es una tortura y a la vez... me ha transformado en lo que nunca quise ser. -La vida nos lleva a esto Maca –le contestó con un ligero temblor de voz. -¿Y si no quiero? -Tuvimos una oportunidad y... -¿Tú quieres? -Yo quiero a Paula –Maca cerró los ojos como si sintiera que en ese instante le había clavado un puñal en el corazón y como era la voz de Esther y el sentimiento

de Esther, sintió como lo retorcía a cada palabra que iba diciéndole-. Y cuanto antes lo entiendas, mejor –entonces se giró huyendo de ella-. Ponte el pijama -No te creo. -Maca –la miró enarcando las cejas ladeando un poco su cabeza, la nombró con ternura, con cariño, con pena. -Si no me quisieras no habrías venido a la discoteca. -Me lo dijo Teresa estaba preocupada por ti. -Pero si no me quisieras no habrías venido aunque te lo pidiera el Santo Padre –se acercó hasta ella mirándola desafiantemente con gesto serio-. No tengo ni puta idea de porque estás con ella, pero sé que me quieres a mí, porque yo te sigo queriendo igual a pesar de todo, o más, porque cada vez que quiero odiarte el amor vence el odio, así una y otra y otra vez, por eso sé que me quieres, lo sé. -Siempre confundiste lo que tú querías Maca, con lo que yo quería. -¿Entonces me mentiste? –se detuvo delante de ella mirándola fijamente. -No, nunca te mentí... creo que... debería irme –le dijo algo apurada al notar su mirada -Mírame... y dime que no... dime que no me quieres. -Maca te quiero, te aprecio... pero no como antes, entiéndelo. -No te creo –se acercó más y su respiración se agitó, mirándola directamente a los labios de una manera un tanto lasciva -Me voy... descansa... –agachó la cabeza sin saber si debía o no decirle, pero finalmente tomó la decisión de hacerlo, tomó aire y decidida con el rostro algo estragado le dijo mirándola a los ojos-. No me gusta tu transformación, me gustaría que acabaras con esto, tú no eres así –dio dos pasos para atrás. -Tú me has empujado a ser así –se acercó nuevamente a ella. -No Maca, yo no, no quieras hacerme responsable de tu actitud... no Maca –le susurró bajito porque tenerla tan cerca le hacía agitarse sin remedio. -Eres responsable lo quieras o no –le dijo como si su dulce voz de repente se convirtiera en un raíl chirriante molesto y que se hubiera convertido en un trozo afilado de hierro clavado en su alma-. Te quiero Esther, te quiero.

Fue a acercarse para tomarle de la cintura pero Esther con agilidad lo evitó, Maca siguió mirándola intensamente, Esther exhaló un profundo y lento suspiro como tratando de controlarse, Maca pensó que se estaba controlando para no darse a ella, y se volvió a acercar. -Quédate conmigo –susurró moviendo lentamente sus labios. -No puedo y no quiero, lo siento Maca pero Paula es la persona que ahora mismo está a mi lado y quiero que siga estándolo, compréndelo por favor, será mejor para las dos. -No la quieres -insistió. -Maca... por favor deja de engañarte, no quiero hacerte daño, no quiero que vivas en un error, no voy a quedarme junto a ti ni ahora ni nunca, no quiero que pienses en mí, no quiero que imagines cosas que no son, tampoco quiero que me odies que me mires como lo haces... tan solo quiero ser tu amiga. -No puedes ser amiga de alguien a quien amas –la miraba fijamente como si pudiera leer entre esas líneas lo que sus ojos decían y su boca se negaba a pronunciar. -Lo siento... me gustaría que lo vieras pero me doy cuenta que no, y no puedo hacer nada por ti, por ayudarte por aliviar el odio que sientes, la rabia, yo no tuve toda la culpa Maca, la pareja es de dos, fuimos dos y las dos cometimos errores, espero que el tiempo te ayude –se giró y salió de la habitación con el gesto serio, las manos le temblaban y cuando oyó como la llamaba no se detuvo -Nunca tuve nada con Marina, jamás me acosté con ella –le gritó haciendo que Esther por un segundo se detuviera delante de la puerta-. Lo único que quería era que te dieras cuenta que no podía continuar con tu distancia, con nuestras broncas... quería llamar tu atención decirte que te necesitaba... Esther... te quiero Esther... Esther... No le contestó, salió de allí a toda prisa, bajó las escaleras al trote, no veía los escalones, no veía la puerta, ni supo cómo llegó a la calle y pidió un taxi, no recordó como subió a casa, tan solo se percató que estaba sentada en el suelo con un llanto desgarrador cuando el sonido de su móvil le indicó que había recibido un mensaje. Tembló su pulso, y en la pantalla estaba reflejado un nombre, leyó

“Te echo de menos cariño... odio dormir sola, sin ti a mi lado es como si mi corazón latiera descompasado. Tuya, Paula”. -Paula... ¿qué he hecho?, ¡nunca debí ir a verla!, Maca no puede volver a sacar lo que tanto me costó ahogar... no puede... Siguió llorando hasta quedarse sin fuerzas, entonces con el animo por el suelo se acostó, cerraba los ojos y no quería recordar nada de lo ocurrido a partir de que salió de casa de Teresa, le hubiera gustado borrar completamente lo que había sucedido, lo que había sentido al verla con esa mujer, lo que le provocó su acercamiento en el guardarropa, dio otra vuelta más en la cama, lo que supuso su caricia en el trasero, era Maca, la misma Maca que le había dejado marcharse, la misma que... -¡Joder ahora va y me dice que no se acostó con ella! –dijo de pronto sentándose en la cama sintiendo como el aire no le llegaba a los pulmones-. No puedo pensar en lo que no ha sido, ya no puedo dar marcha atrás, aquello tan solo fue el detonante, recuerda el resto, no puedo caer porque está Paula... Paula... Se repetía como tratando de obligarse a pensar en quien era su pareja en ese momento, volvió a acostarse, se dejó llevar en la cama, dormía muy pocas veces sola, pero cuando lo hacía el peligro venía en forma de Maca, y aquella noche todavía más, todavía más llegaba a ella, el perfume al entrar a casa, su roce en la mejilla, su mano recorriendo su trasero, ante aquella caricia su interior se había revelado y al notar su piel había sido una lucha contra si misma para no responder, la lucha que mantenía en ese mismo instante por dormir y olvidarse de sus palabras, de aquel te quiero Esther, ¿por qué se lo decía en ese momento? ¿Por qué cuándo realmente ya no había marcha atrás? ¿Por qué se sentía culpable de verla como la venía, hundida? ¿Lo era realmente?, tanta pregunta podía con su tranquilidad, dio más vueltas y fastidiada con gesto de hastío contra ella misma murmuró. -Acéptalo y ya está, ¡acéptalo y duerme!, ahora mismo irías corriendo hasta ella, olvidarías todo y le rogarías que te hiciera el amor, ya está Esther, ya, tú quieres a Paula, mantén ese pensamiento Esther, o de lo contrario caerás en lo que te hizo

huir de ella, la mentira, el engaño. Pero ahora te mueres de ganas por besarla, por acariciarla, querías ponerle el pijama, en tu cabeza se dibujaban sus pechos, su piel desnuda –cerraba los ojos con la respiración agitada-. Querías rozar su piel... imagínate, entregarte otra vez a ella, a sus besos, a sus caricias... imagínate sentirla mía otra vez, no, recuerda lo que dice Paula, las personas no somos propiedad de nadie, tengo que recordarlo, eso hizo que falláramos, no puedo pensar en que sea mía, no puedo... ¡coño a qué me toca tomarme una pastilla!... otra vez igual... esta maldita ansiedad... Maca... ¿por qué Maca? En su casa Cruz, estaba preparando el desayuno para sus niñas, eran las nueve y media de la mañana pero a la pequeña María ya le tocaba el desayuno, estaba en la cocina pensativa en el trabajo, en Vilches cuando sonó el timbre de su casa, frunció el ceño, le extraño recibir visitas a esa hora. Preguntó por el interfono y su gesto fue de perplejidad, abrió la puerta y esperó a que subiera los tres pisos el ascensor, al verla salir se dio cuenta que algo había cambiado. -¿Qué haces despierta a estas horas? –le hizo pasar con una de sus amables sonrisas. -¿No te habré despertado?, llevo más de una hora esperando bajo –le dijo Maca siguiéndola hasta la cocina. -¿Una hora?, ¿qué pasa no has dormido?, ¿vienes directa de alguna cita? -Algo mejor, pero sí, algo así. -Maca tú estarás despierta pero yo no –la miró sonriendo de lado-. Más que nada te lo digo para que no me líes, háblame claro por favor. -Esther me quiere, y voy a luchar por recuperar lo que es mío. -¡Un momento! –detuvo de poner el café en la taza y se giró mirándola fijamente, su sonrisa, su gesto tranquilo, sus ojos brillantes, otra vez era Maca, entonces se precipitó hasta la silla y se sentó-. ¿Quieres decirme que has estado con Esther? -Sí, bueno... a ver... no nos hemos acostado si estás pensando en eso. -No que va, no pensaba en eso –decía con gesto totalmente perplejo. -Se presentó en la discoteca, ¿puedo? –señalo unas galletas. -Por supuesto, ¿ella fue a buscarte? –la miraba sin entender a Esther.

-Sí, se presentó ante la chica que estaba conmigo como mi mujer –Cruz abrió mucho los ojos después se acodó en la mesa y pasó sus manos por la frente ante la mirada divertida de Maca que mordía alegremente su galleta-. No te pongas así, me sacó de allí, me llevó a casa hablamos de nosotras, bueno yo más bien le dije que no podía soportar verla con esa mujer y... discutimos sin gritar, tan solo hablando, yo le abrí mi corazón después se marchó. -Me he perdido... ¿si se fue qué te hace pensar que Esther te quiere? –la miraba con gesto de sorpresa que parecía habérsele petrificado en la cara. -Vino a buscarme. -¡Oh no Maca! –se pasó las manos por la cara algo nerviosa, después frunció sus labios y miró al techo, tomó aire y le dijo-. Nosotras Teresa y yo le dijimos que por favor nos ayudara, que no sabíamos cómo detener esas salidas tuyas que... -¿Crees que Esther vino hasta allí porqué vosotras lo dijisteis?, no Cruz, te aseguro que no, Esther me quiere me lo ha demostrado, y he aprendido la lección, así que estoy decidida a hacer todo lo posible por recuperarla, es mía. -Maca tú nunca has sido así, posesiva –no entendía su actitud, realmente le había sorprendido aquel cambio. -La necesito como nunca he necesitado a nadie Cruz, y ella a mí. Eso no es ser posesiva, nos amamos. -Estas confundiendo amor con posesión, Esther es feliz con Paula yo misma lo vi. -¡No me vengas con cuentos! –le dijo medio enfadada medio dolida. -Que tú no lo quieras ver no significa que Esther no sea feliz a su modo, a su forma y tú le debes respeto. -La respeto, mucho, por eso quiero luchar por ella. -¿Luchar contra Paula?, ¿contra la pareja que forman? -Sí, contra ella contra quien sea pero Esther tiene que volver a mi lado -No sé quien me asusta más, si la Maca cabreada con el mundo entero o la Maca dispuesta a pasar por encima de todos incluida Esther por recuperarla, me recuerdas a un hombre, ¡por favor! –negaba con la cabeza con sus facciones rígidas, serias.

-Ella solo necesita que me muestre como soy, solo necesita que le diga que la quiero, le dije la verdad de Marina que no me había acostado con ella, que solo fue una manera estúpida de llamar su atención. -No aprendes de las estupideces, cometiste aquella y ahora cometes esta, eres inteligente, Maca, no puedes hacer algo así. -La inteligencia no vale en el amor, esto es como la guerra. -¿Te das cuenta de lo que estás diciendo Maca? –la miraba atónita no reconocía a su amiga en esa postura, no la entendía. -Esther y yo nos amamos, cometimos un error separarnos sin hablar claro, ahora no pienso volver a cometer el mismo error. -No claro, el que vas a cometer es mucho más grave, separar a Esther de Paula, que es una mujer maravillosa que la quiere, la respeta y le hace feliz. -Te equivocas Cruz, quien la quiere, la respeta y necesita hacerla feliz soy yo, y si se separa de ella es porque no la quiere porque realmente se va a dar cuenta que quien la hará feliz, seré yo –su tono era contundente tanto como su gesto. -¿Y no te importa lo que piense Esther? ¡No te das cuenta!, vas a pasar por encima de ella y va a tener que pararte los pies eso va a ser muy desagradable, ¿no te das cuenta? -No, estoy segura que no... ella espera que yo haga algo. -No Maca, no te engañes... ella lo esperó en su día, ahora ya no, ahora solo espera que seas su amiga, o al menos que no la odies –cerraba los ojos tratando de convencerla. -No te engañes tú Cruz... ella a quien quiere es a mí. -Vas a... vas a terminar por destruirte y lo que es peor, vas a arrastrar a Esther a destruirse –le dijo mirándola con el ceño fruncido y cierto enfado-. Admite que Esther es feliz con otra mujer, admite que quizá no lo dudo fue un error separaros así, pero admite y hazlo por tu bien y el de ella, que Esther no es de tu propiedad, no es tuya, no puedes ser posesiva ni anular a la persona que es Esther, ella elige libremente, y ha elegido a Paula, respeta eso Maca por favor –la miraba realmente preocupada. -Ha elegido a Paula, porque estaba lejos de mí, no lo olvides.

-De acuerdo, a cabezota no te gana nadie ¡qué le vamos a hacer!, iré recogiendo los trozos de Maca que vayan cayendo pero no te aseguro que los pueda volver a unir. -Esther lo hará. -No juegues con ella, te lo advierto –la apuntó con el dedo índice en su cara. -¿De qué parte estás?, creí que eras mi amiga. -Soy amiga de las dos, y por eso te lo digo, porque no quiero volver a ver como sufrís y si tratas de recuperarla a ella le vas a hacer daño, estoy segura que eso será una pesadilla para ambas –trataba de hacerle entrar en razón hablándole con el tono reconciliador. -No quiero hacerle daño, tan solo quiero llenarla de mi amor –volvió a morder la galleta, durante la discusión no lo había hecho tan solo trataba de asimilar que Cruz no le estaba apoyando. -No seas egoísta, ella ya tiene un amor. -Por eso, voy a luchar por ella con todo y que sea Esther quien decida a quien de las dos ama realmente, de igual a igual, pero voy a luchar por recuperarla Cruz, te lo aseguro –decía con un auto convencimiento que alertó a su compañera. -Mami... mami -¡Pero mira quién tenemos aquí!, es la niña de mis ojos –decía sonriente levantándose y cogiéndola en sus brazos bajo la atenta mirada de una Cruz que se mostraba realmente preocupada. El reloj de la mesita de noche marcaba las doce y media, Esther continuaba durmiendo, la pastilla había hecho efecto tarde y no podía levantarse de la cama, dormía con su camisón de seda blanco, prenda que no había utilizado nunca hasta conocer a Paula, lo hacía boca abajo abrazada a la otra almohada, parecía falsamente relajada aunque sus sueños se habían vuelto a lo largo de la noche pesadillas, y en ese momento, la tensión de su cuerpo se había relajado. Justo cuando un dedo comenzó a deslizarse jugueteando sobre la piel desnuda de su brazo, justo, cuando unos labios comenzaron a besar suavemente sus muslos, su culo, su espalda, ella sonrió sentía que los sueños se hacían realidad, mucho más cuando las manos la medio giraban para atrapar sus labios, a los que ella respondió de igual manera, estaba allí, sus manos recorrieron aún medio adormiladas por las

pastillas su espalda, la otra lengua había paseado por su boca, para pasar a jugar por su cuello saboreándolo intensamente, cuando los labios y suspiros volvieron a su boca, Esther abrió los ojos y dio un pequeño respingo. -Hola mi amor –le dijo aunque había captado su gesto. -Ho... hola –le dijo confundida. -He venido todo el viaje soñando que estarías esperándome. -Lo siento... ¿qué hora es? –parecía que de pronto toda su magia se había roto. -Las doce y media, dormilona. -¡Uf! –se puso la mano sobre la frente. -Voy a prepararte el desayuno. -Gracias –dijo aún aturdida tras su reacción a la que Paula no había hecho mención pero estaba segura no había pasado desapercibida-. ¿Qué tal el viaje? -Muy bien... ansiosa por llegar a casa. -¿Y el programa? -¿No lo oíste? –le preguntó mirándola. -No, lo siento... estaba con Teresa y... –elevó los hombros en señal de disculpa. -No pasa nada, mientras desayunas te cuento. Al quedarse sola cerró los ojos, puso su mano en la frente y se mordió el labio. En la cocina una desconcertada Paula le comenzó a preparar el desayuno, puso la leche pensativa, sin duda no era a ella a quien esperaba que la besara así, Paula nunca había sido celosa, sabía que era una tontería si la otra persona se enamoraba de alguien ¿para qué le servían los celos?, pero en este caso, Esther no era como las otras, se había mostrado siempre una mujer sincera y a pesar de todo abierta a confesar sus pensamientos, sus dudas, sus miedos, al principio de su relación innumerables veces le contó cosas de Maca, le pidió perdón por no poder corresponderla, todo aquello le había hecho creer en ella, y siempre habían sido sinceras respecto a todo, que no oyera su participación en el programa le había disgustado, siempre lo hacía a no ser que tuviera que trabajar, sus nervios hicieron que derramara la leche sobre el banco.

-Mierda –se quejó, limpió el mármol donde había caído y cuando echó el papel en la basura algo llamó su atención, cogió lo que le había hecho detenerse al cerrar la puerta y susurró-. Una pastilla... -Ya estoy... –al verle con la pastilla en la mano le dijo-. No podía dormir. -Hacía mucho tiempo que no tomabas ninguna, ¿fue todo bien? -Sí todo bien –sonrió acercándose a ella con cierto temor. -¿Qué pasó? -¿Tenía que pasar algo? –la miró con incertidumbre no quería contarle nada aunque sabía que debía hacerlo. -No lo sé, eso deberías decírmelo tú ¿no? –le devolvió la mirada mientras echaba a la basura el envoltorio de la pastilla. -Está bien, sí pasó –aceptó finalmente como si aquella mirada le hubiera derrotado. -Maca –confirmó con rotundidad mientras sus ojos la miraban fijamente. -Sí, no pasó nada –aclaró rápidamente. -¿Debía pasar algo? –la miró enarcando sus cejas. Evidentemente le había molestado el comentario, más que realmente fuera o no con ella. -No quería decir eso, perdona... no sé... –se mostraba aturdida, molesta consigo misma, tragó saliva sentándose para poder pensar sus palabras, sabía que Paula era demasiado receptora de todos sus movimientos-. Teresa me dijo que estaba preocupada por ella, que si podía ir al lugar donde va a... bueno... a liarse con otras mujeres. -Noto cierto malestar en tu voz –seguía apretando un poco más su presión contra Esther, lo hacía con aquella frialdad que la caracterizaba tanto y por lo que para muchos era la número uno en su trabajo. -Maca nunca fue así. Odiaba eso. -Ya, ¿y te sorprende? -Sí Paula, me sorprende, me sorprende mucho que haya cambiado de esa manera – decía nerviosa sin esquivar su mirada. -¿Estás celosa? -¡No digas tonterías por favor! –se puso en pie dándole la espalda. -Sigue –la miraba tan intensamente que sus ojos parecía traspasaban su espalda.

-Fui y la encontré borracha liándose con una mujer, y me la llevé. -¿Con qué derecho hiciste eso? –le preguntó desde la distancia. -¿Yo? –se giró mirándola sin entender. -Lo que ella haga no es de tu incumbencia, como si quiere tirarse a todo Madrid, a todo caso si a Teresa le preocupa tanto debería haber ido ella ¿no? -No les hace caso. -Es que es su vida, a ti que más te da –movió su mano y el hombro al mismo tiempo creando en ese momento un gesto de discrepancia ante el acto de su compañera. -Es que Maca no es así. -Ah... ya... no es así –parecía contestarlo con algo de ironía. -Paula tú no la conoces, ella no es así –insistió cerrando los ojos ante el gesto risueño de Paula que parecía burlarse de aquella afirmación, Esther ante su silencio continuó-. La llevé a casa y la dejé allí, punto, nada más. -Has hecho una buena obra de caridad, lástima que te haya afectado tanto tu buen hacer como para tener que tomarte una pastilla para dormir –le habló con tranquilidad pero con ese tono lo suficientemente hiriente como para darle un toque de atención. -No debí hacerlo, lo sé, lo admito. -¿Y esta mañana quién pensabas que te besaba?, ella, de ahí tu gesto al verme a mí –le dijo sin llegar a ser su voz molesta, pero lo suficientemente grave como para demostrarle su enfado. -¿Qué gesto? -Sabes que lo único que no soporto es que me tomes por tonta. -Paula... no me digas eso –entrecerró sus ojos sintiendo un golpe en su corazón. -Estás a tiempo aún Esther, si tanto te molesta lo que tu ex mujer haga, hasta el punto de ir a su rescate, deberías pensar, pensar que es lo que realmente quieres, y no me digas a ti, creo que deberías valorar lo que has hecho, lo que has sentido. Piénsalo y cuando lo sepas me lo dices. -Paula... –la llamó con dolor cerrando los ojos-. Joder...

Y lo peor de todo era que sabía tenía razón, debía reconocer que estaba celosa, que la primera noche que la vio allí besándose con la morena le había causado una herida en su corazón, ¿era egoísta?, quizás era lo que debía pensar, ella estaba llevando adelante su vida, pero reconocía en el fondo que todo lo referente a Maca le seguía doliendo, era algo que no había superado de ahí que no quería regresar a Madrid, de ahí que persistía con su engaño personal de que nada más quería ser su amiga, pero no podía ser más se debía a Paula y quería esa tranquilidad que le daba a su vida, esa seguridad que tenía y esa paz. Suspiró con un profundo y amargo dolor de cabeza dirigiéndose al despacho de su compañera donde sabía debía encontrarse preparando su estreno. -¿Puedo pasar? -Claro –le dijo mientras miraba su correo en el ordenador. -Me duele verla así, esa es la verdad, me gustaría poder ser su amiga, poder sentarme junto a ella y hablar tranquilamente, me duele su odio hacia mí eso es... es todo –suspiró profundamente y añadió con gesto triste-. Anoche me dio pena. -Yo creo que quieres engañarte –le dijo seria-, pero si antes te dije que no eras nadie para inmiscuirte en lo que ella hacía, de igual modo pienso que yo no debo dudar de tus palabras, eso sí, lo único que no te perdonaría y lo sabes, es un engaño, prefiero la verdad aunque duela ¿vale? –la miró con intensidad. -Lo sé… eres la última persona de este mundo a quien haría daño –se acercó a ella mirándola con un cariño profundo-. Pero reconozco que el comportamiento de Maca me ha impactado, no esperaba algo así, además me culpa por ello. -¿Te culpa? -Sí, se ha vuelto así por mí –hablaba mirando a un punto indefinido, resopló y la miró para poder continuar-. Me dijo que entre ella y Sofía no hubo nada, que tan solo quería llamar mi atención. -La tenía por inteligente, pero desde luego vaya manera de llamar tu atención, imagino que con su actitud de ahora es lo que pretende conseguir está claro, ¿le gusta destacar, llamar la atención de esa manera? -No, solo creo que realmente está herida y no me lo perdona.

-¿Por qué estás conmigo? –Esther no contestó sentándose sobre sus rodillas y ella misma terminó por contestar su propia pregunta-. Porque aún te quiere. -Tiene que entender que en mi vida no tiene otra cabida que no sea la de la amistad, la de compañera de trabajo, nada más. -¿Te das cuenta del peligro que corremos? –la miraba con gesto serio mientras sus manos se habían posado rodeando su cintura. -¿Nosotras? –preguntó sin entender sus palabras. -No, ella y yo. -¿Por qué dices eso? –no entendía aquella afirmación de Paula la miraba con el ceño fruncido y con gesto tenso. -Porque ella no quiere ser tu compañera de trabajo ni tu amiga, ella quiere ser lo que fue, y yo quiero ser lo que soy ahora, pero ambas estamos en tus manos, por eso creo que sería bueno que aclararas tu interior, quizás este viaje a Madrid sea provechoso para todas. -Paula… estoy segura que te quiero a ti, y quiero estar contigo… pero no puedo negarte que su actitud me duele. -Entonces… deberías ser clara con ella para que no sufra más. -Ya lo fui, te lo aseguro –la miraba con cariño a los ojos y entonces tras un suspiro se agachó con cuidado y como si le pidiera permiso mirándola a los ojos fue acercándose hasta besarla, despacio, para fundirse en un beso mayor. Así quiso dar por zanjado el tema Maca-. ¿Qué vamos a hacer hoy? -Lo que tú quieras. -Un paseo para relajarte, un baño en la hidromasaje, y un buen masaje para dejarte lo más relajada posible para mañana ¿te parece bien? –volvió a besarla. -No sé si va a ser bueno –atrapó sus labios con cierta vehemencia. -¿Y eso? –respondió jadeante, aquel beso le hizo sentir un torbellino en su interior y como se encendía la hoguera de la pasión, como si fuera la mecha que explotaba el deseo. -Si me tienes tan relajada… no voy a servirte para nada –con agilidad metió sus manos por el camisón atrapando sus pechos.

-Mmmm –sonido de placer muy gutural tal y como le gustaba a Paula a modo de respuesta ante sus caricias, Esther se echó un poco para atrás mientras la periodista la miraba con deseo-. Te aseguro que si me dejas yo te animo y me sirves para mucho –la abrazó contra ella con fuerza. -Esther –aquel nombre salió de su corazón, había pasado por diversas etapas desde que había llegado, desengaño, dolor, rabia, miedo y en ese momento sentía un deseo que no quería detener, en el instante en que sentía cuando la quería-. Mi amor… mi vida… La tarde había sido muy amena en casa de Cruz, Maca se había quedado junto a ella, adoraba a la pequeña María y se había pasado gran parte del día cargada con ella, habían ido al parque junto a Vilches, tras la insistencia de ambos se quedó a comer, hablaron de trabajo pero también de los niños, de la vida y ambas aprovecharon para hacerle una oferta al Doctor más borde del Central. Rieron mucho, y ese cambio en ella para Cruz, era algo contradictorio, por un lado, se mostraba contenta con esa Maca de siempre, risueña, centrada, resolutiva, pero por otro lado, sabía cuál era el motivo y la alegría de volver a recuperar a Esther le daba pavor. Al llegar a casa, lo hizo pensativa no sabía cómo estaría la otra mitad, ni siquiera como lo llevaba o si realmente llegaba a imaginar lo que estaba pasando por su cabeza, así que trató de hablar con Esther para evitar que al día siguiente pudiera llevarse un duro encontronazo con esa nueva Maca. La llamó pero el móvil estaba desconectado, supuso que estaría con Paula y aquello la alertó más, Esther debía hablar y dejarle los puntos claros a Maca. -No puedes basarte en tu propia ilusión para sobrellevar esto Maca –murmuró con tristeza. Tras cenar algo ligero, una ensalada y un bistec asado, Maca tomó un libro que tenía aparcado desde hacía mucho tiempo y se sentó en el sofá con música de fondo, así estuvo durante más de dos horas, cuando comenzó a dolerle el cuello, se percató del tiempo que había pasado en aquella misma posición, sonrió, desde que Esther se marchara aquellos instantes no los había podido aprovechar, en ese momento reconocía que sentirla más cerca y preocupada por ella, le daba esa

calma en la que estaba inmersa, ansiosa que llegará el día siguiente, y estaría con Esther, podría hablar con ella y empezar a cambiar su actitud, estaba segura que la iba a sorprender y estaba segura que era lo que estaba esperando. En la cama, se abrazó a si misma y volvió a pensar que eran los brazos de Esther quien la rodeaban, las manos de Esther que la acariciaban. Sin embargo aquellas manos rodeaban otro cuerpo, acariciaban otro cuerpo, en la cama con la tranquilidad del descanso Paula dormía, no había nada mejor para ella cuando iba a estrenar que Esther la dejara en aquella actitud de levitamiento, en aquel duermevela que le surgía tras hacer el amor, y allí Esther la miraba con una sonrisa marcada en su rostro, como si pudiera adivinar sus sueños, Paula era tan cristalina que en un año la conocía mucho más que a Maca. “Otra vez... ¡por qué cojones no dejas de compararlas!, Maca es pasado, no puedo mezclar mis sentimientos, Paula va a estar al tanto cualquier fallo o cualquier duda mía, la va a tomar como lo que no es... ¿o si es?... me va a reventar la cabeza, mañana mismo hablaré con ella, le diré que no puede ser, que la quiero pero mi vida está bien junto a Paula... imagínate por un momento que te besa estuvimos tan cerca... ¿qué pasaría?... ¡puedes hacer el favor de quitarte esa visión de la cabeza!”... –suspiró acercándose más a Paula-. “Eres idiota crees que Maca va a acercarse a ti y no es así, anoche estaba furiosa y borracha, seguramente mañana volverá a ser la misma mujer rígida que estos dos días... y tú la misma gilipollas que teniendo a esta mujer maravillosa a tu lado, estás pensando en quien no debes” -sentía que su cabeza iba a explotarle, no podía detenerla, no podía evitar que la imagen de Maca la martirizará haciéndole flaquear en sentimientos. El despertador de Maca sonó pero ella hacía rato que estaba despierta abrazada a la almohada, la acariciaba como si fuera la piel de Esther, sus yemas recorrían la funda suavemente mientras mantenía una sonrisa, hasta imaginando que realmente aquella almohada era su niña, le dejó un beso y los buenos días. Suspiró ya quedaba menos para encontrarse con ella y su maravillosa sorpresa. Se arregló más de lo que habitualmente lo hacía y se detuvo una vez finalizó ante el espejo mirándose con sonrisa desafiante dijo.

-Prepárate Esther... hoy empieza mi reconquista. En la clínica como siempre la primera en llegar fue Teresa, seguidamente lo hizo Esther, y a los pocos minutos Maca. -Buenos días Teresita. -¡Vaya! –se quitó las gafas y la miraba atentamente. -¿Qué te pasa? -Estás radiante... -¿Verdad?, cuando esta mañana me he mirado al espejo, me lo he dicho –sonrió y le dijo-. ¿Tú todo bien? -Sí, sí –la miraba un poco aturdida por aquel cambio, y le hizo una señal-. Ven. -¿Qué pasa? -¿Estás bien? –insistió. -Muy bien Teresa, ¿ha llegado Esther? -Sí hace nada, debe estar cambiándose. -Vale –le guiñó el ojo y se fue. -Esther... –susurró mientras se mordía la patilla, entonces sonó el interfono-. ¡Pero quién tiene tanta prisa! ¿Sí? -¿Esther García? –sonó la voz grave de un hombre. -Sí, aquí es, pase... pase –le abrió la puerta, ante ella un ramo sencillamente impresionante que la dejó boquiabierta al verlo. -¿Es usted? -No, no, ella se está cambiando pero le firmo el papelito –dijo sin dejar de mirar el ramo-. Gracias ¿eh?... ¿no lleva tarjeta?... esta Paula se le ve detallista... si... la quiere de verdad será cuestión de ir haciéndose el ánimo. -¡Vaya ramo Teresa!, ¿reconciliación? –le preguntaba sonriendo ampliamente. -Pues no creo... es para ti.... debe ser ya sabes de quien –movía graciosamente sus cejas-. Tu mujercita vale una Potosí. -Es maravillosa, si. Es precioso, el mejor ramo que me ha regalado en mucho tiempo, ¡que bien huele! –dijo sonriendo mientras metía su nariz en medio de las flores de colores. -Venga a ver que te dice –le instó señalándole la tarjeta.

-¡Cómo eres! –sonrió divertida. Sacó la tarjeta con una sonrisa repleta de felicidad, al abrir el pequeño sobre y leer su contenido, su rostro palideció borrándose por completo su sonrisa. -¿Qué pasa?, ¡ay hija no me asustes! -No es de Paula –musitó todavía incrédula. -¿Y? –la mirada hacia arriba le dio a entender de quien era el ramo y le preguntó aturdida-. ¿Maca? -Joder... –cerró los ojos y cogió el ramo. -¿Dónde vas? -No puedo aceptarlo Teresa, no puedo... –decía nerviosa. -A ver cálmate –salió del mostrador y la acompañó a un apartado entendiendo el rostro radiante de Maca-. ¿Qué ha pasado?, porque algo ha pasado fijo, Maca ha venido muy cambiada, muy sonriente. -Cuando salí de tu casa, fui al lugar donde sabía la iba a encontrar –Teresa abrió mucho los ojos y se tapó la boca con una mano-. No debí hacerlo lo sé, ahora lo sé –entonces bajó la voz hasta dejarla en un susurro-, me arrepiento de lo que hice. -Pero... -Lo sé, no voy a negarte que al estar sola pensé en ella y en lo que estaría haciendo, la llevé a casa, trató de besarme, estaba borracha y bueno... me dijo que me quería. -Madre mía –musitó asombrada por lo que escuchaba-. ¿Y tú? -¿Yo qué? –le preguntó sin entender muy bien aquella pregunta. -Tú la quieres Esther... no hay más que ver que fuiste a... -No fui porque la quiera como pareja Teresa, la quiero como alguien que significó mucho para mí y a la que veo mal, pero por lo que veo ella lo ha tomado por otro lado y no lo puedo permitir. -No... claro –decía todavía afectada por aquel hecho, sin duda nuevos problemas se aventuraban a su paso. -Voy a hablar con ella, no quiero que piense lo que no es. -De acuerdo. Esther –la llamó con ternura-. No le hagas daño. -Más del que le he hecho, no creo –su rostro serio y triste le dieron a entender a Teresa, que ella también estaba sufriendo por esa actitud.

Las escaleras se le hicieron pesadas, los escalones parecían gigantes como los Molinos del D. Quijote, su pulso se había disparado sin poderlo evitar, tanto era así que cuando fue a abrir la puerta, se acordó que Paula estaba en la radio y ella había prometido escucharla cuando comenzara, y en lugar de estar por ella, ahí estaba en el despacho de Maca. Cerró los ojos haciendo una mueca de malestar, negando con la cabeza al tiempo que resoplaba con fuerza. Dio dos golpes a la puerta no sabía ni lo que iba a decirle pero debía dejar las cosas nuevamente claras. La puerta de la clínica volvió a abrirse, era Cruz que entraba con su ordenador portátil y varias carpetas en la mano. Siempre era así, los lunes siempre traía nuevas ideas, y mucho trabajo, Teresa la admiraba profundamente, siempre tan implicada. -Buenos días Teresa, ¡vaya ramo! -No me hables del maldito ramo –protestó con tristeza. -Mujer… eres la primera que le disgusta tanto un ramo. -No si… si no es para mí –elevó un hombro. -¿Ah, no? –la miró sonriente-. Para mí tampoco, claro. -Pues no, Vilches nunca fue detallista. -Eso es cierto –sonrió-. Así que Paula le ha mandado esta bonita sorpresa a Esther. -Más bien podríamos decir, que esta bonita sorpresa se la ha mandado Maca a Esther. -¿Pero qué me estás diciendo? -Lo que oyes. El Sábado por la noche… -Lo sé –la interrumpió-. Me lo contó Maca. -Pues Maca se lo ha tomado por donde no es. -¿Y Esther?, ¿cómo se lo ha tomado? –su tono era realmente preocupado. -Mal… tú sabes que a pesar de todo se siguen queriendo. -Si, es el verdadero problema, tienes razón, y solo espero que de esto no salgan ambas dañadas. -Pues yo también lo espero, aunque si Esther sigue queriendo a Maca, no veo sentido en que siga con Paula, a ver si ahora que me cae bien, va a darle de lado – decía con aire preocupado.

-¡Cómo eres! –sonrió a pesar de los nervios-. Me voy, no sé si subir o quedarme aquí, no me apetece empezar el día escuchando gritos. -De momento ninguno –ambas miraron hacia arriba-. De momento. Al darle paso Esther había entrado con la cara seria, la vio concentrada aparentemente con unos papeles aunque su corazón latía con tal intensidad que pensaba que debería reanimarse ella sola en caso de infarto. No quería levantar la vista del papel, para que no viera el desespero que sentía su interior. Por su parte Esther, notó que se había arreglado, tenía mejor cara nada que ver con la Maca de dos noches atrás, esa era su Maca, ante aquel pensamiento se reprochó nuevamente su estupidez. -Hola. -Hola Esther –levantó la vista y le entregó una sonrisa maravillosa. -Verás… quería decirte que… -se detuvo al ver su sonrisa. -¿Qué? –la miró con sus ojos repletos de amor, aquella mirada que tantas veces echó en falta Esther en los últimos tiempos que estuvieron juntas, y sin embargo, allí estaba entregándosela a corazón abierto, justo en ese momento que no lo esperaba ni necesitaba. Al notar sus dudas, sabía que algo había ganado y añadió con esa voz que tan solo ella sabía modular tan espectacularmente-. ¿Estás bien? -Sí, sí –dijo torpemente y cuando la vio que se levantaba y dirigía hacia ella notó como se tensaba su cuerpo, como necesitaba dar un paso atrás a modo de defensa-. Es por lo del ramo. -¿Te ha gustado? –sonrió sabiendo de ante mano que le había encantado. -“No me sonrías así” –pensó nerviosa frotándose las manos-. Verás Maca no quiero que te confundas… yo solo quiero que podamos hablar sin reñir, no quiero que… bueno… no quiero que creas lo que no es. -¿El qué? –la miraba intensamente, los labios, los ojos, los labios, sus manos le gritaban “a por ella, tócala lo estás deseando”, su corazón entre latido y latido le susurraba “está tan hermosa… acércate demuéstrale que la quieres”. -Maca –sonrió de lado-, no me lo pongas difícil ¿vale? –trató de ser fuerte y contundente con ella manteniendo en todo momento las palabras de Paula en su mente “Paula…Paula”.

-¿Te lo estoy poniendo difícil? –volvió a sonreírle “bésala… bésala lo está desando tanto como tú” y se fue acercando poco a poco hasta ella. -Lo que me dijiste la otra noche, sé que estabas borracha y… bueno que no quiero engañarte, siento si aparecer allí te pudo hacer ver lo que no era, tan solo quería ayudarte, no quiero que creas que por ningún motivo me interesa algo de ti que no sea tu amistad –dijo de carrerilla tal y como lo había estado ensayando toda la noche-. Lo siento Maca pero para mí Paula es muy importante, y no voy a hacer nada que le pueda hacer daño, tan solo quiero que no me odies. Sólo eso. -Ya –asintió recibiendo el golpe lo mejor que pudo, su cara se había ido transformando poco a poco por sus palabras, se había quedado un poco fuera de juego, sin saber que decirle. El silencio se hizo pesado “dile la verdad y que la sepa, entonces la dejará”. -Gracias por el ramo pero… no creo que debieras –se dio media vuelta para marcharse. -Espera un momento Esther. -Tengo que empezar –se detuvo nerviosa en la puerta pero la mano de Maca la cerró y la sintió tan cerca que suspiró poniéndose en alerta todo su interior “no la dejes Esther… no te puede vencer”. -No estaba borracha te lo aseguro, lo que te dije es la verdad, te quiero y me jode mucho verte con ella, no lo voy a negar nunca he sido así, sé que lo tengo complicado, pero te conozco y sé cuando tus ojos me miran lo que me dicen. -Te equivocas si vas por ahí, no quiero hacerte sufrir más de lo que has sufrido –le respondió con seguridad dándose la vuelta y mirándola, estaba demasiado cerca suya y no podía dar un paso para atrás aún así luchaba por mantenerse firme-. Déjame salir, tengo que trabajar. -Te quiero, y sé que tú a mí también, nada más es cuestión de tiempo –le musitó con esa voz repleta de musicalidad como si los propios ángeles tocaran alrededor de Esther envolviéndola en ese estado de bienestar-. Te perdí por estúpida, lo he asumido y aprendido, voy a recuperarte como sea Esther porque no tiene sentido estar separadas cuando nos queremos –respetaba la distancia pero sus ojos bailaban

al son de su propia música entre los labios de Esther y sus pupilas nerviosas. Para terminar de demostrarle lo que quería le musitó-. Te quiero. -Y yo quiero a Paula, es así de duro pero sencillo. Asúmelo será mejor para todas. No esperó respuesta, se giró y salió casi corriendo de aquel despacho, necesitaba aire para poder respirar, para no ahogarse en aquella voz, para no embriagarse en aquella mirada, para no sentir un latido más fuerte del normal, bajó las escaleras y por su cara, Teresa entendió que no había sido. La mañana fue bastante movida, muchas citas, muchas visitas y aquello evitó que se vieran más que lo imprescindible. Cruz notaba la tensión en Esther y cuando terminó de la última visita, cerró el despacho y habló con ella. La enfermera se hundió en un momento dado, se hundió entre los brazos de su amiga que trataba de ayudarla, de hacerle ver que debía ser fuerte si quería a Paula, demostrarle a Maca que no tenía nada que hacer, Esther la escuchaba sabía que tenía razón, no lo podía negar de ella dependía otra vez que Maca volviera a sufrir o dejara de hacerlo definitivamente. -No esperaba algo así, pasar así del odio del viernes al amor de hoy. -Maca piensa que puede imponer su voluntad, si le demuestras que la sigues queriendo… será un error y vivirás un infierno, como amiga te lo digo. -Lo sé, lo sé –negaba con la cabeza con cierta ansiedad. -Esther me consta que quieres a Paula, pero también sé que amaste mucho a Maca y no es sencillo, me… me duele decirte esto por lo que para mí representa pero… ¿quieres marcharte? –Esther la miró seria-. ¿Quieres dejar de trabajar aquí? -¿Y huir otra vez? –la miró seria-. No… huí una vez y no sabes lo que me he arrepentido, tan solo tengo que ser fuerte y hacerle ver que no conseguirá de mí otra cosa que no sea amistad, y lo que más quiero en este momento es verla a ella también feliz. -¿Tú lo eres? –la mirada de Cruz fue intensa había cambiado, parecía que hablar con ella le estaba dejando claro que algo había que no era tan bonito como representaba la pareja-. ¿Eres feliz con Paula? -A mí modo sí…

-Está bien –asintió-. Si en algún momento la situación te supera, no tienes más que decírmelo y te ayudaré. De todos modos no quiero inmiscuirme entre vosotras, pero hablaré con Maca. -Gracias Cruz, no sabes cuánto os he echado de menos –la abrazó sin poder evitar llorar. -Lo sé Esther, lo sé –le acariciaba la espalda lentamente con gesto apenado. Mientras en el otro despacho, Maca estaba inscribiéndose en un curso de pediatría que hacían en Madrid, estaba frente a la pantalla rellenando datos, al finalizar, estuvo leyendo el diario de salud del día, se reclinó sobre el sillón y poniéndose la mano sobre la barbilla comenzó a leer. A la segunda línea que llevaba leída, su mente cobró vida propia, sus ojos seguían moviéndose de izquierda a derecha continuando las palabras una tras otra que deberían formar la frase que su cerebro debía captar, pero lejos de eso, proclamó la independencia y tras un suspiro Maca se entregó sumisamente a su pensamiento, se acomodó en el sillón y dejó volar su imaginación. Lo veía tan claro que no podía evitar una medio sonrisa. La puerta del despacho se volvía abrir, ella estaba allí leyendo sobre la pantalla del ordenador, sus ojos se apartaron para ver entrar a una Esther seria, le llamó la atención que entrara pero no estaba dispuesta a echarla, la vio encaminarse hasta ella y detenerse junto al sillón Maca la miraba con una sonrisa repleta de provocación, sus ojos se habían enredado en una mirada ardiente, como si entendiera lo que quería, Maca empujó con su pie derecho apoyado en el suelo el sillón hacia detrás haciéndole sitio, Esther se subió a horcajadas sobre ella y Maca dejó que poco a poco se fuera acercando a su boca que esperaba ansiosa y entre abierta su llegada, el sillón fue cediendo y casi podían estar tumbadas. Las manos de Maca jugaron en las caderas de Esther para desabrocharle con rapidez el pantalón, ella cerró los ojos al notar como apartaba su braga y su mano comenzaba a rozar su pubis mientras sus bocas comenzaban a batallar, saborear aquel sabor que tan bien reconocían, que anhelaban desde tanto tiempo atrás. Las manos de Esther por su parte tomaban vida propia igualmente, entraban en la blusa de Maca, rozaba y apretaba sus pechos por igual, ambas moviéndose, entregándose, Esther

notando su propia humedad escurriéndose entre los dedos de una Maca que gemía como loca, que la besaba como si se le fuera la vida, y Esther mientras movía sus caderas introducía de igual modo su mano en el pantalón de Maca, allí estaba lo que tanto deseaba, su sexo abierto para ella como si fuera la más hermosa flor recibiendo las caricias del sol, ambas gimiendo, ambas devorándose, sin pensar en otra cosa que no fueran ellas mismas y su propio deseo, placer. Esther abría la boca para respirar, se echaba para atrás, Maca cerraba los ojos mientras con su mano libre atraía más y más el cuerpo de Esther al suyo, quería sentirla, como la estaba sintiendo. Verla gozar como la estaba viendo. -Maca… Maca -¿Qué? –su voz sonó medio ahogada -¿Te encuentras bien? -Sí, sí perfectamente. ¿Qué pasa? –instintivamente Cruzó sus piernas -Tienes visita. La interrupción de Teresa le había dejado sin poder a su mente acabar con la visualización del orgasmo que tantas veces habían vivido ambas en su matrimonio, sabían que tras llegar a él, los besos se tornaban suaves, las caricias lentas y sonrisas divertidas se escapaban sin remedio. Maca resopló, se apartó el pelo de la cara y odió la visita que había llegado, se levantó notando su propia humedad y cerró los ojos. Aquello era una tortura. Un representante la esperaba en el hall, al bajar le estrechó la mano y estuvo durante un rato atendiéndolo, entonces la vio bajar por la escalera, se percató que en un oído llevaba puesto un auricular, entonces recordó la presencia de Paula, el hombre seguía hablándole, ella seguía mirando a una Esther, que sabía de esa mirada y la evitaba de manera consciente. Mientras el primer programa de Paula había sido un éxito, estaba en su despacho hablando con los representantes de la cadena quienes le estaban dando la enhorabuena, había tenido una sesión fotográfica y tras ella, por fin pudo respirar tranquila, todo estaba bajo control. Cuando se quedó sola, miró el teléfono y entre innumerables mensajes de felicitación buscó el que esperaba encontrar. -Despacio o vas a cargarte la tecla… ¡ay vaya desespero!

-Aurora, no te metas conmigo –le decía seria pero sin enfadarse. -¿Qué… se ha olvidado de decirte algo?... claro si está con… -la mirada de Paula le hizo callarse. El suspiro de Paula le dio a entender que no había mensaje-. ¿Nada? -Nada… -Tendrá mucho trabajo Paula, ya sabes que parece que la clínica funciona muy bien –la miraba con algo de inquietud. -Si, claro… -se quedó pensativa mordiéndose el labio. Mientras en la clínica, Maca seguía hablando con el representante, Esther se acercó para decirle algo a Teresa, tras la afirmación de la mujer sacó su teléfono móvil y marcó. Maca separó sus ojos de ella, le había dado la espalda. En el despacho, Paula repasaba unos folios que le habían dado para el día siguiente, debía reunirse con su equipo para aclarar los puntos de emisión del programa, lo hacía con el ceño algo fruncido y su dedo índice sobre los labios. -Ese gesto no me gusta un pelo, quiere decir que estás realmente decepcionada. Y el programa ha estado perfecto. -Lo sé. -¿Y? –ahí estaba su incondicional amiga para atosigarla. -No es por el programa, ayer tuve una charla profunda con Esther. -Ya salió –se quejó. -Si vas a ponerte así no te lo cuento, y te aseguro que necesito hablar. -Perdona, dejó mis coñas para otro momento –si Paula le decía aquello era sin duda porque necesitaba desahogarse. -Mientras yo estaba en Barcelona ella fue a rescatar a su ex del mundo de las maldades, se plantó en una discoteca y se la llevó –Aurora abrió su boca pero no dijo nada-, dice que lo hizo porque el estado de Maca es bastante malo, la culpa de encontrarse así, y Esther, asume esa culpa, quiere ayudarla no soporta que la odie. -¿Y tú? -Dice que le dejó claro a Maca que no iba a conseguir nada de ella, que me amaba a mí.

-Noto cierta zozobra en esas palabras, el mensaje carente de presentación en tu móvil te hace dudar. -No voy a negártelo, sería estúpido, me da miedo sí, miedo a que estando a su lado recupere el amor que me consta fue mucho el que sintió por ella –entonces sonó su móvil y aquel rostro apagado que hablaba se llenó de luminosidad ante el número que aparecía. -Me asustas, estás muy pillada por ella… -le dijo marchándose antes de que contestara. Tras aguantar toda la información que estimó oportuna recibir de aquel hombre engominado de traje negro de raya diplomática, se retiró con una sonrisa amplia en su rostro, miró a Esther que continuaba hablando por teléfono con esa sonrisa tan arrebatadora que a pesar de estar dedicada a otra persona a ella le servía de igual manera, aunque debía reconocer que conforme llegaba y le escuchaba hablar sus celos iban llenando su interior sin poder hacer otra cosa que aguantarse. Teresa que captó su presencia y su gesto, comenzó a hablarle pero se daba cuenta que no era escuchada, que a pesar de querer incomodar la escucha no lo estaba logrando. Esther que se había dado la vuelta al ver como la miraba desde la otra parte del hall, hablaba sin pensar que Maca estaba allí en el mostrador. -Si cariño… he podido escuchar algo pero poco hemos tenido mucho lío… sabes que si, claro… -Maca golpeaba insistentemente el mostrador con sus dedos mientras la miraba y Teresa seguía hablando, la carcajada de Esther no le gustó-. Que si, ¿vamos a comer?, es que Cruz y Teresa me han comentado de invitarte a comer, ya lo sabía mi vida si eres la mejor, no hay problema les aviso que mañana, que sí, que si –nueva carcajada que reventó la aorta de Maca que se separó del mostrador ante la mirada de pena de Teresa-. Te quiero mi vida. -¿Cómo está? -Contenta. -¡Esther! –la llamó algo alterada y es que por mucho que quisiera ocultar su malestar le era complicado controlarlo. -Dime –le dijo con algo de distancia. -Quería comentarte una cosa, ¿puedes venir?

-Sí claro –salió del mostrador de Recepción metiéndose el móvil en el bolsillo, la miraba algo intrigada por su amabilidad. -Verás... me acaban de invitar a un Spa –la miraba algo nerviosa, sonriéndole, Esther no pudo evitar la sorpresa por sus palabras porque conociéndola se adelantó a lo que iba a contarle-. ¿Te apetece venir? -¿Yo? –le preguntó aturdida. -Pues sí... no veo por qué no puedas acompañarme, es un circuito de seis horas, te vendría bien te noto algo tensa. -A ver Maca –suspiró tragando saliva mientras se mordía el labio y abría sus palmas de las manos-. No sé como decírtelo, no creo que yo deba ir contigo a ningún Spa. -¿Por qué? –la miraba fijamente cómo si realmente le sorprendiera aquel comentario. -Maca no me hagas esto –sonrió de lado-. No voy a ir porque no es lógico. -¿Desde cuándo quieres poner las cosas lógicas?, nunca lo miramos así. -Maca tú lo has dicho –decía tratando de no alterarse-. En pasado, tú y yo somos pasado, fuimos pareja, pero yo tengo ahora un presente diferente, estoy con Paula y si tengo que ir a un Spa me voy con ella, creo que lo último que haría es irme contigo, no pases de un extremo a otro. -Esther dame una oportunidad de demostrarte que te quiero. -Ni puedo, ni quiero –le decía con el ceño fruncido-. Has llegado tarde Maca. -Por favor... –le suplicó con gesto realmente angustiado. -No tiene sentido, admite que tú y yo nunca volveremos a estar juntas. -Yo no estaría tan segura –dicho esto se giró y se fue. -No sé que es peor... Teresa que las había estado observando negó con la cabeza en desacuerdo con lo que acababa de ver entre ellas. Habían terminado la jornada, Cruz y Maca se habían quedado repasando algunos casos como solían hacer, Teresa, Esther y Belén se habían marchado a tomar una cervecita juntas y charlar un buen rato de manera sosegada. Una vez finalizaron el trabajo, Cruz miró a una Maca que se mostraba seria, aunque lejos de

mostrarse como lo había estado haciendo tiempo atrás, arisca con todo el mundo, y como decía Vilches, enfadada hasta con los cometas del Universo. -¿Todo bien Maca? -Ehhh… sí todo bien –contestó recogiendo los papeles. -He visto el ramo, es precioso. -Ya –se levantó como dándole a entender que no quería hablar del tema-. Me voy Cruz tengo cosas que hacer. -Nos vemos mañana guapa, y descansa –le apuntó con su dedo índice y tono amigable. -Si, tú también. Salió resoplando como si el no hablar con Cruz sobre sus intenciones, le hubiera dado un respiro. Subió a la moto, la puso en marcha y comenzó su camino hacia casa, lo hacía con la cabeza dándole vueltas sin parar, cierta rabia se había apoderado nuevamente de ella, no esperaba la reacción de Esther, justo cuando estaba pensando en aquella reacción la vio parada en la calle con los brazos Cruzados mirando el teléfono, no lo pudo evitar una sonrisa se dibujó bajo el casco, miró a la derecha se aseguró que podía pasar y se detuvo delante suya. Esther que no estaba atenta a su entorno se asustó. Maca se quitó el casco de aquella manera suya tan sexy, Esther vio aquel movimiento como si fuera en cámara lenta, como si el mundo se hubiera detenido alrededor y sus ojos nada más fueran capaces de captarla a ella y su maravillosa sonrisa. -¿Te llevo a algún sitio? -No gracias –le dijo con amabilidad no quería ser brusca con ella. -Vale –asintió sonriendo como si aceptara aquella negativa de buenas maneras, aunque su interior había vuelto a alterarse. -Maca –la llamó antes de colocarse el casco. -Dime -A pesar de todo… me ha gustado el ramo –le sonrió levemente. -Lo sé. La moto de Maca se marchaba a toda velocidad, en el mismo instante que Paula y Aurora llegaban a donde habían acordado con Esther que miraba como se

perdía aquella cazadora negra entre el resto del tráfico. Nuevo susto ante la puerta que se abría y veía salir a Aurora, sus nervios le pasaban malas jugadas, pensó. -Perdona si te he asustado. -Hola Aurora, no pasa nada –le sonrió aunque su rostro demostraba una mueca algo distraída. Entró al coche y besó a Paula-. Buenas tardes, mi amor. -Te debo mil disculpas por el retraso cariño –la besó varias veces repetidas. -No os cortéis, no… total una pasando hambre y otras saciadas de gula –protestaba ante la sonrisa de ambas. -Nos vamos a casa, no voy a poder llevarte al Restaurante cariño –ponía su Mercedes en marcha y salían-. Hemos tenido un contratiempo para mañana y Aurora tiene que trabajar conmigo para ver como lo solucionamos, ¿no te importa, verdad? -Sabes que no, además estoy cansada hoy ha sido un día intenso, parece mentira… -se calló porque sus ojos encontraron una motorista con cazadora negra y casco sobre el muslo derecho hablando por teléfono, su interior se revolvió. -¿Qué parece mentira?, ¿has acabado así la frase o te ha impactado algo?, tienes cara de impacto –le sonrió rozándole con su mano la barbilla -No, no, había acabado así la frase –decía aturdida, ¿la habría visto también Paula? -Encargamos la cena y así te das un baño bien relajante -Joder… si vais a seguir poniéndome los dientes largos, me bajo. La risa fue general en las tres, aunque la de Esther más por compromiso que por otra cosa, cuando el coche arrancó del semáforo, sus ojos disimuladamente buscaron el espejo retrovisor y la encontraron hermosa, riendo a carcajadas. “Bueno ya lo sabes… debe ser algún ligue sin duda lo del ramo solo ha sido para impresionarme” entonces recordó la frase de la tarjeta “Siento mi comportamiento, te pido perdón y solo espero que me des una oportunidad de demostrarte que no te odio, que tan solo te amo”. “Me ama… quizá debería marcharme como dijo Cruz”. Dos despertadores marcaban la misma hora con un minuto de diferencia, las 00:21 en casa de Esther, las 00:22 en casa de Maca. Dos mujeres despiertas a pesar

de la hora, del cansancio y del sueño, dos mujeres que pensaban la una en la otra sin remedio. -“¿Me habré pasado con lo del Spa?, igual tan solo quiere acercarse a mí para ser mi amiga, imagínate tenerla a tu lado con un bikini, ¡uf no lo soportaría!... ¡deja de imaginar porque la verdad la tienes a tu lado!” Entonces miraba a Paula que ajena a sus pensamientos la tenía rodeada con su brazo por la cintura. En la otra cama. “¿Estará haciendo el amor?... no puedo seguir así, vale no ha querido el ramo, ni venir al Spa, pero luego me ha dicho que le ha gustado, y esa sonrisa… joder que sonrisa y menos mal que no viene porque ya me veo en la ducha abordándola… ¿te imaginas? –se preguntaba a sí misma abrazándose a su almohada que todas las noches profanaba pensando en Esther-. No mejor no imaginar que por esta mañana ya he tenido bastante”. Daba una vuelta en la cama, unos golpes a la almohada, subía la sábana, bajaba el edredón, resoplaba y se quejaba. En la otra cama… -“Tengo que pensar cómo actuar, sé que lo va a intentar tengo que estar muy pendiente de lo que me diga o haga… aunque el peligro es más lo que yo diga o haga, Maca no está por la labor de respetarme, joder me duele el estómago, creo que ha sido un error volver, verla me hace pensar en locuras que no debería”. -¿Qué te pasa? –oyó la voz dormida de Paula susurrándole al oído. -Nada… no puedo dormir, no debí tomarme el café, lo siento no quiero molestarte –le musitaba despacio mientras Paula la estrechaba más entre sus brazos acariciándola. -No digas tonterías… no me molestas… te quiero. -Y yo –le besó la mano que tenía cerca de su pecho. Para repetirse a si misma en pleno estado de convencimiento-. “Lo ves Esther, lo ves”. Las malas noches que estaba pasando desde la llegada de Esther le estaban pasando factura a su rostro, tras la ducha y un buen desayuno, trató de arreglar algo las ojeras, el color pálido de su piel con algo de pintura y pintarse suavemente

como solía hacer. La llamada de su hermano el día anterior le había llenado de felicidad, iba a ser tía por primera vez y sin dudarlo quería compartirlo rápidamente con Esther. Al pensarlo cerró los ojos y se apoyó en la pila. -Como sigas así, te veo en un psiquiátrico Maca –entonces la radio de su despertador se puso en marcha, se estaba terminando de arreglar, pero su voz le llegó claramente-. ¡Lo que me faltaba!, la capulla esta me persigue joder. Llegaron a la vez, Maca estaba aparcando la moto cuando Esther bajó del taxi, se detuvo en la acera contemplando sus movimientos, allí agachada poniendo el seguro en la rueda, después al levantarse y arreglarse su melena con las manos, colocarse el casco en el codo, la bandolera y su caminar llevándola hacia la puerta, todos y cada uno de sus movimientos eran descoordinados, pero tan hermosos que le habían dejado casi petrificada allí en medio del paso de la gente. Por su parte Maca había llamado al timbre y por el cristal la vio allí parada, sonrió, sabía que la estaba mirando y aunque fueron unos segundos, merecieron la pena, en ese instante, había ganado una pequeña batalla. -¡Buenos días Teresa! –le dijo con alegría. -Buenos Maca –le contestó sin tanta alegría. -¿Pasa algo? –la miró alertada por aquellos ojos un tanto desafiantes mirándola. -Tú y yo tenemos que hablar –le apuntaba con el dedo índice. -No me digas que no es precioso, ¿eh? –le dijo sonriente y bobalicona mirando el ramo. -Pues… -entonces llamaron al timbre. -Anda abre –Maca sabía que era ella y se quedó allí mirando unos papeles que no eran importantes ni siquiera eran suyos. -¿No te subes?, eso no es tuyo –le reprochó Teresa. -Que prisas por echarme, joder –le dijo con cara de enfurruñada sin estarlo realmente. -Buenos días –las saludó con una tímida sonrisa porque sus ojos se habían perdido en el trasero de Maca que se había apoyado graciosamente en el mostrador. -Buenos días cariño.

-Buenos días –le sonrió-. A mí no me llamas cariño, Teresita –la miró desafiante ante la sonrisa de Esther que no podía evitar hacerlo cuando se ponía así, en su plan de payasa. -Tú… tú… -movía su cabeza mirándola por encima de las gafas. -¿Yo qué? -Mejor me callo. -¿Tú has visto esto Esther?, es malísima conmigo, bueno no sé de que me extraño, siempre has sido su preferida. Por cierto puedo hablar contigo un momento, no voy a robarte mucho tiempo –le sonreía con la mirada llenándola de luz. -Claro, claro –contestó cegada por los rayos de sus pupilas. -Maca hoy tienes mucho lío, te aviso –trató de entrometerse sin mucho éxito Teresa. -Tranquila. Ven… ¿puedo acompañarte a tu taquilla? -Pues… sí, claro así dejo esto –le señaló el bolso. -Maca… -Que si Teresa… ¡eres peor que mi madre! –le riñó divertida saliendo tras Esther y haciendo lo que segundos antes había hecho ella, perder sus ojos en aquel trasero que siempre le había cautivado. -Tú dirás. -La verdad que no lo sabe nadie aún, pero… quería decírtelo a ti primero, estoy como loca. -¿A mí? –sintió un escalofrío que nuevamente se reprochó con rapidez. Se giró mirándola esperando esa noticia que debía dar-. Pues cuenta. ¡Voy a ser tía! –exclamo feliz. -¿De verdad?, ¿Pascual y Sandra? –preguntaba sonriente al saberlo. -Sí… ¿no es maravilloso? –sonreía ampliamente feliz. -Lo es, enhorabuena. -Gracias. Sonrió más feliz todavía y sin pensarlo vio como Esther compartía aquella felicidad por ellos que tanto les había costado incluyendo un par de abortos. Esther se dejó arrastrar por la alegría de la noticia y la abrazó sin pensarlo, Maca que al

principio se quedó quieta, no desaprovechó la ocasión, y rápidamente la estrechó con fuerza en sus brazos. Fueron segundos que le supieron a gloria hasta que Esther al notar la caricia de Maca en su espalda se apartó con rapidez. -Esto… me alegro ¿se lo dices, vale? –con actitud nerviosa se rascó la cabeza, cerró la taquilla y salió. -Dios… -susurró cerrando los ojos. La mañana fue tan movida como era costumbre. Cruz estaba en su despacho estudiando una historia que Maca le había pasado sobre una niña, cuando sonó el teléfono. -Dime Teresa. -Tengo aquí al Señor Ródenas, es el director del colegio de aquí al lado, “El Jardín” quiere hablar con dirección. -De acuerdo dame un minuto hablo con Maca y que suba –colgó y se fue hasta el despacho de Maca que estaba hablando por su teléfono-. ¿Tienes un segundo? -Sí, bueno mamá ya te llamo yo, si, tranquila… un beso. ¿Qué pasa? -El director del colegio de aquí al lado quiere hablar con nosotras. -Bien, vamos. -¡Estás radiante! –le dijo con una sonrisa divertida. -Lo estoy… hoy he tenido una maravillosa recompensa. -¿Me la piensas contar? -No –le dijo maliciosamente. -Eres muy mala… -entonces volvió a sonar el teléfono-. ¿Sí?, hola Armando, sí, sí la reserva sigue en pie. De acuerdo… gracias –le sonrió Maca hizo como si no hubiera escuchado nada, aunque lo había anotado en su cabeza-. Oye ¿qué piensas que puedan querer? -Me lo imagino, ¿revisión? -¿Y qué hacemos? -Bueno… lo valoramos… y… -Espera ¿si?, de acuerdo Teresa, que suba. ¿Te puedes creer que me he puesto nerviosa? -Me lo creo, yo también –ambas sonrieron.

Durante el rato que estuvieron reunidas, Esther había estado enseñando a Belén, más cosas, la chica le apasionaba la manera que tenía de explicarle hasta los detalles más minuciosos. Aprovechando que estaba en el almacén haciendo el pedido de farmacia, Esther subió para recoger unos papeles que necesitaba. -Hola Teresa por favor me das las dos historias que Cruz ha dejado para mí. -Si, claro. Oye… estás tú muy contenta hoy –le dijo sonriente. -Si… -sonrió de lado. -¿Algo especial?, quizá lo que te tenía que contar Maca –enarcó una ceja mordiendo su patilla y con ese gesto tan de detective privado. -No, no –se apresuró a contestar-. Ya venía contenta de casa ¿te lo cuento? -Mejor no, no me iba a gustar. -Teresa el sexo es una parte más de la vida. -¡Ay calla que hablas como Maca! y luego miraré a Paula y me acordaré. ¿Está contenta? –la miró sonriente. -Sí, la verdad que el trabajo le ha ido muy bien. -No tonta –hizo un ademán con sus manos-. Digo por comer con nosotras. -¡Ah!, pues sí, está encantada. -¿Vendrá la periodista de los chismes? -No Teresa, no –sonrió negando con la cabeza-. ¿Tienen reunión? –preguntó al ver la luz del despacho de Cruz encendida y la de Maca apagada. -Sí, el director de la escuela de aquí al lado ha querido hablar con ellas. -Madre mía que me veo la clínica llena Teresa. -Ni lo digas, solo de pensarlo niños por aquí, niños por allá, ahora, yo quito las plantas, ¡vamos que si las quito! -Las plantas dice –sonreía sacudiendo nuevamente la cabeza para darle unas palmaditas en la mano y marcharse. -Ay bonita mía, ¿qué habrá pasado en el vestuario para que ambas estén así? La reunión dejó muy satisfechas a la pareja, que acompañaron al director hasta la puerta, y una vez se marchó se miraron sonrientes dándose un tremendo abrazo. Hasta ellas llegó Teresa con sus habituales aspavientos. -¿Qué, qué?

-Teresa acabamos de hacer un contrato que nos va a abrir muchas puertas. -Sí, aquí donde nos ves Teresita, vamos a ser la clínica oficial para nuestros vecinos del cole privado. -¡Dios mío! –se puso la mano en la boca. -Si Teresa, eso sin duda nos va a facilitar mucha clientela, dice que le han llegado informes muy buenos de nuestro trabajo. -Las plantas, las plantas –repetía sin cesar. -Tranquila, de momento iremos nosotras, no van a venir en manada –le dijo con tono borde. -¿Qué pasa que tenéis esas caritas? –llegaban las dos enfermeras. -Esther, creo que nos has dado suerte –esbozó una sonrisa mientras Maca la miraba fijamente provocando que los latidos de su corazón comenzaran a dispararse-. Acabamos de firmar un contrato por seis meses con el colegio, si todo va bien nos harán una prorroga de un año. -¡Pero eso es magnífico! -Claro… -miró a Maca esperando que dijera algo pero al ver su rostro totalmente relajado y entregado a Esther, agregó-. ¡Esto se merece una celebración! -Por todo lo alto además –instó Teresa elevando su dedo al aire. -Bueno… lo planeáis tengo que hacer una llamada urgente –se marchó con su andar característico. -Nosotras a la faena Belén –se giró con rapidez y sus ojos siguieron la figura de una Maca que se marchaba apremiada “¿A quién tendrá que llamar?” Después de hacer la llamada, una sonrisa ciertamente vencedora salió de sus labios. Al medio día, cuando el programa acabó, Paula salió con prisas de los estudios, saludó y dio la enhorabuena a todos los compañeros que hacían posible que trabajara tan cómoda, y se fue. Aurora la siguió hasta la puerta. -¿Pero volverás? -Claro que volveré, no puedo negarle a Esther comer con ella, lo hace con toda la buena voluntad.

- Ya, no lo dudo, pero nos crea un problema, no sé... deberías decirle que durante el primer mes de emisión tendrás que comer aquí –le decía jadeando porque Paula caminaba deprisa. -Ya se lo diré. -¿Mejor con ella?, la vi algo distraída en la comida. -Si mejor, he pensado el fin de semana llevármela a Granada, es nuestro aniversario. -Celebración por todo lo alto, ya te veo. Eso está bien. -Bueno cualquier novedad me llamas al móvil. Tal y como quedaron en la puerta de la clínica, Cruz, Esther y Teresa esperaban a Paula que ya llegaba con un considerable retraso. Al salir del taxi le hizo un gesto de comprensión a Esther que no pudo más que sonreír, atentas a todos los gestos, miradas y demás estaban Cruz y Teresa, que después de lo del ramo seguía pensando que tarde o temprano, Esther iba a tener que elegir. -Lo siento, lo siento, lo siento –decía sonriendo mientras la besaba en la boca y todos las miraban. -No pasa nada, nosotras acabamos de salir ahora. -¡Uf, Cruz de verdad qué lo siento! –volvió a disculparse con gesto divertido. -Tranquila Paula, hemos estado charlando. -Tenemos cosas que contarte –le habló Esther con una sonrisa. -¡Pues venga vamos allá que tengo que estar en un par de horas en la radio! ¡Teresa qué no me has saludado! –le dijo como decepcionada. -Te he visto enfrascada en la conversación y… -Bueno ven aquí –le dio dos besos y Cruz sonrió mirando a Esther quien miraba a Paula con infinito cariño. Llegaron al restaurante, las cuatro con risas por las ocurrencias de Paula, era una mujer que sabía cómo hacer reír, y eso siempre se agradecía. Teresa poco a poco iba dejándose embaucar por ella, que además lo sabía hacer muy bien, y Cruz sin duda, desde la noche que compartieron la cena, pudo percatarse que era una mujer encantadora. Al llegar el metre les acompañó hasta su mesa. Cruz la había pedido apartada, y estaba detrás de un biombo de madera donde la intimidad era

más adecuada para una larga y amistosa charla, al dar la vuelta para llegar a la mesa, Cruz que iba la primera se detuvo parpadeando sin poder creer lo que veía. -Llevo un buen rato esperando a que lleguéis. -Maca –susurró con una mueca amenazadora -¿Maca? –preguntó Teresa mientras sus ojos mostraban el mismo impacto que Cruz -Sí, Maca… ¡y os estoy esperando!, he pedido el vino, espero no os moleste. Hola Esther –le sonrió demasiado encantadoramente para el gusto de Paula-. ¿Qué tal Paula? -Muy bien gracias. -Nos sentamos ¿no? –miró a Cruz. Se fueron sentando por la distribución de la mesa, Cruz valoró rápidamente la situación, a un lado de Maca se sentó Teresa tras una señal de la cirujana, al otro ella, justo enfrente lo hizo Esther. Una Esther que al verla se le habían paralizado los músculos de su cuerpo, la garganta se secó por el miedo de lo que podía pasar, de repente se sintió descubierta de algo, que no había hecho, y su incomodidad fue captada por todas, sobre todo por Paula. Mientras cogían sus servilletas, el silencio era desgarrador, tan denso que todas podían palparlo. La llegada del camarero con las cartas relajó un poco la tensión, la presencia de Maca había creado un conflicto entre todas que no sabían cómo actuar. Cruz y Teresa pensando en la incomodidad de Esther, Paula porque Maca no se había escondido a la hora de mirar a Esther y la propia Esther, porque sentía que aquello era una encerrona por su parte, estaba muerta de miedo por cómo podía actuar Maca, si salía su lado borde y decidía atacar a Paula, sabía que ésta no se callaría, tampoco sabía muy bien las pretensiones de Maca así que los nervios le habían atacado de tal manera que no había podido abrir la boca. -Perdonar –dijo de pronto Cruz contestando una llamada. -Cariño que te vas a pedir –Maca la fulminó con su mirada llevándose una patada de Teresa. -Pues… yo voy a pedirme de primero la sopa y de segundo el lenguado en salsa. ¿Y tú?

-Lo mismo que tú –cerró la carta y vio como Maca agachaba la mirada que tenía fija en Esther. -Maca… perdonarme tenemos un pequeño problema ¿puedes venir? –le dijo Cruz con gesto algo alterado. -Sí claro. -Vaya algún representante el otro día nos pasó igual… -supuso lo que Cruz iba a intentar hacer, ante el gesto de Esther que al ver marchar a Maca cerró los ojos suspirando lentamente para que Paula no se diera cuenta, por su parte Teresa trató de mantener una conversación lo más normal posible para evitar tensiones-. Bueno Paula y que tal, cuenta, cuenta debe ser apasionante el mundo de la radio, yo que me críe… Mientras Teresa le contaba a Paula su vida con relación a la radio, Esther pensaba en tranquilizarse una y otra vez se decía que si ella no hacía nada ilógico, Paula no tenía nada que sospechar. E_ “¡Escúchate Esther…! ¿Sospechar?, ¿pero de qué va a sospechar si no has hecho nada?, cálmate… joder ¿por qué ha venido?, supongo que nadie le ha invitado tendré que preguntarle a Cruz. ¿Y cómo le paro los pies?, si no me entiende, si no me hace caso… y encima toda de negro con lo bien que le sienta, y ese maquillaje… para Esther… para” –se ordenó removiéndose un poco en la silla. Entre tanto, Cruz fuera se había puesto las manos sobre las caderas, la miraba con cierto desasosiego, mientras Maca con un ojo cerrado por la fuerza del sol esperaba que le dijera que problema había. -¡Te has vuelto loca! –le dijo por fin. -¿Qué problema tenemos? -¡Tú!, tú eres el problema, nadie te ha invitado, nadie te ha dicho que vengas. -¿Y por qué no puedo venir a una comida de amigas? -Porque tú no vienes por las amigas… la verdad no sé a qué vienes. -A comer –le dijo con total tranquilidad. -No me vaciles Maca –le dijo muy seria. -Sólo quiero estar con vosotras, ¿qué pasa?

-Pasa que estás mirando a Esther como si te la fueras a comer, pasa que a su lado está su pareja, pasa que has venido sin pedir permiso, sin saber si a Esther le parece bien o no que estés, pasa que te saltas a la torera todo para hacer lo que tú quieres – tomó aire para detener la rabia que sentía al verla comportarse de aquel modo tan asombroso-. Esther no es tu marioneta, ponte por un momento en su lugar, su ex mujer enfrente, su pareja actual a su lado, si ella os hubiera presentado si hubieras hablado como personas adultas, no te digo que no, pero conozco tu mirada y no lleva buenas intenciones. -Cruz no pienso irme si es lo que tratas de decirme. -Maca no le hagas esto a Esther por favor… esto sí le va a hacer daño, esto sí te va a crear problemas con ella, ¿no te das cuenta que se ha impresionado, qué le ha gustado muy poco verte aquí? -Sí, ¡y sabes perfectamente porqué! –habló apretando los dientes por la rabia que sentía de ver que volvían a mentirse. -Eso no lo sabes, es tu idea –hablaba desesperada con aspavientos nerviosos. -Ella me quiere y si nos ve juntas sabe lo que siente. -Quizá te sorprenda saberlo… mira, a lo mejor es buena idea que te quedes y quien lo vea con sus propios ojos seas tú. Hubo silencio entre ellas. Teresa pidió por Cruz y por Maca aunque tenía claro que con un poco de suerte no se quedaría allí. Por su parte, Paula que agradecía que Maca no estuviera en la mesa y decidió seguir contando sus historias como locutora, se había podido suavizar la tensión y en ese momento la charla entre las tres era amena. Paula le había pedido que fuera un día como colaboradora en la parte rosa. -Si, si… acepto ir un día, me pido fiesta –aplaudía divertida Teresa mientras aceptaba la propuesta. -¡Qué morro tienes! –le dijo Esther bebiendo. -Cariño, te estás bebiendo toda el agua antes de comer y luego no tendrás hambre – le decía divertida.

-Tengo sed –se excusó por no decirle que cada vez que bebía podía desviar sus ojos a una ventana por la que veía a la pareja hablar, discutir más bien-. Hoy no he tenido tiempo ni de beber. -Perdón ya estamos aquí –aparecieron Cruz con su mejor cara sentándose, Maca con seriedad rotunda. -He pedido por vosotras. -Pues es una lástima Teresa porque yo me tengo que ir –dijo seria Maca. -Mil veces le he dicho que nosotras también tenemos derecho a comer, pues nada, el tío insiste –Cruz necesitó beber un sorbo de agua mientras todas miraban a Maca como recogía sus cosas, para agregar tras beber-. Un representante que es un poco pesadito. -Maca se lo dejara claro, ¿verdad? -Pues sí Teresa, que remedio, bueno nos vemos luego. Adiós Paula. -Adiós Maca. -Por cierto, muy bueno tu programa. -Gracias –el silencio entre todas se hizo demasiado pesado de soportar, tanto, que fue la propia Paula que tras dar un sorbo a su copa, dijo-. Se nota que es una Wilson, el vino está delicioso. -Se nota, si –Teresa miró de soslayo a Esther que sin poderlo evitar se había puesto colorada.-. Bueno a ver… ¡le habéis contado la nueva noticia a Paula! –sonrió tratando de relajarse también ella. Y allí se quedaron hablando de la nueva noticia, de la radio, de Teresa y sus historias para no dormir. Esther se recompuso como pudo de aquel momento de tensión, sabía que Paula también se había sentido incomoda y que quizá la noche traería una discusión sobre Maca. Por su parte Maca, había entrado a su despacho, había dejado todo sobre la mesa y se había acercado a la ventana, el sol era penetrante y cálido, pero no llegaba a rozarla y quitarle el frío que sentía. Suspiro tras suspiro, trató de controlar el miedo que de pronto le había inundado, aquel “cariño” le había hecho una herida honda en su corazón, de tal modo que podía notar como sangraba de manera

hiriente. Bajó la vista y se sentó en el sillón, se le habían marchado las ganas de comer y tan solo buscó soledad para pensar, para meditar. En la puerta de la clínica, Cruz y Teresa llamaron al timbre para que fuera Maca quien les abriera. -¿Dónde estará? -¿Revolviéndose en su rabia? –elevó una ceja mostrándose algo molesta con su actitud-. ¿Viste la cara de Paula? -Peor fue la de Esther. -¡Pero cómo se le ocurre!, vamos si hasta a mí que me gustaría que estuvieran juntas, me ha molestado, ¡imagínate a ella! Bueno… abriré yo –dijo Teresa incómoda. La pareja se había quedado un poco retrasada esperando el taxi, Esther llevaba las manos metidas en su abrigo corto, caminaba pensativa mientras Paula seguía hablando por el móvil, llevaba algo así como veinte minutos hablando, cuando llegó el taxi, Esther le hizo una señal. -Espera un momento Aurora. Cariño nos vemos en casa… -Si, tranquila –se dieron un beso rápido-. Hasta luego. La vio marcharse y sintió que los problemas se le iban acumulando, mientras veía alejarse el taxi pensó si no estaría equivocada, si volver a ver a Maca no era un error. -¿Qué haces aquí? –le preguntó asustándola. -Despedía a Paula –respondió seria. -Te quedan diez minutos y no he podido tomarme el café, ¿me acompañas? -Sí, te acompaño. A Maca le sorprendió que aceptara tan rápido, sonrió algo nerviosa como si fuera la primera vez en su vida que Esther le aceptaba una invitación, esos nervios en su estómago. Se dirigieron en silencio hasta la cafetería, iban caminando una al lado de la otra, sin mirarse, sin decirse nada, hasta que entraron, Maca gentil como siempre, le aguantó la puerta para que pasara, después se sentaron en una mesa un tanto apartada del resto y se sentaron. Frente a frente, cara a cara, suspiraron al

mismo tiempo, miraron la carta de cafés y pidieron al camarero. Nada más irse, Esther arrojó el primer misil. -¿Por qué lo has hecho? ¿Por qué has venido a una comida a la que nadie te había invitado? -Porque no quiero que me excluyas de tu vida. -Perdona Maca, no hay otra manera en la que pueda mirarte en mi vida que no sea como amiga, fuera de ahí no tienes cabida. En su momento quien se excluyó de mi vida, fuiste tú –le habló con voz amarga con gesto irritado pero tono suave. -Vale, la otra noche te dije la verdad, entre Marina y yo… -¿Acaso crees qué puede importarme ahora?, me importó en el momento que pasó y tú te callaste. -Fui una estúpida lo sé, pero tú fuiste la que decidió marcharse, no yo –le echó en cara apretando los dientes. -¿Qué esperabas? -Esperaba que pudiéramos hablar y no, tú decidiste huir, te esperé hasta la boda de Javier, te di el tiempo que pensé estabas buscando, y cuando por fin nos volvimos a ver, lo que estabas era tirándote a otra mientras, gilipollas de mí, te esperaba –la vena de su frente se había marcado ante su voz áspera y amarga que le demostraba a Esther su dolor. -Si me hubieras aclarado las cosas no hubiera pasado esto te lo aseguro, pero tu maldito orgullo –le dijo alterada sin alzar la voz. -¿Qué querías? –la interrumpió-, te fuiste de mi vida me diste una patada como si no nos conociéramos a penas y a pesar de todo te seguía esperando, ni una llamada Esther, ni una sola llamada ¿de verdad me merecía algo así? -Pensaba que tu silencio era porque estabas con la otra. -Y hablas de mi orgullo –musitó con cierta rabia guardando silencio mientras el camarero les dejaba a Esther un té a Maca un café, ninguna se miraba, Esther miraba hacia la ventana, Maca la mesa. -Nos equivocamos las dos, puede que si, puede que tengas razón ninguna quisimos dar el brazo a torcer, ¿por orgullo?, quien sabe, pero Maca ahora no me vengas a buscar, ahora no, ahora tengo a mi lado una mujer que...

-Esther por favor… -la interrumpió como si no se creyera aquella historia que la tenía atada, aquella historia que la separaba de ella irremediablemente. -Esther por favor nada Maca, reacciona –movió sus manos con firmeza como tratando de que la entendiera de una vez por todas-. Entiende que te quiero muchísimo, y si te miro a la cara y te digo que te quiero como amiga, es gracias a Paula, ella borró de mí el odio que sentía porque me habías abandonado. -¿Tengo que darle las gracias? –renegó mirándola con incredulidad. -Sí Maca, ella me ayudó a poder entenderte, y ahora llego aquí dispuesta a retomar mi vida, mis amistades, y me encuentro primero con tu odio, y luego con esta tontería de que me quieres, con el ramo, con tu presencia en el restaurante que no entiendo ni puedo aceptar. -¿Así que mis sentimientos te parecen una tontería? –le preguntó con tono herido. -Entiéndeme Maca –le dijo cerrando los ojos y tratando de calmarse suspiró y le dijo-. A ver, hagas lo que hagas y no es un reto no vas a conseguir que yo te vea de otra manera como lo que te veo, mi amiga. Quiero a Paula, y no voy a hacer nada que le suponga la más mínima decepción, ¿me entiendes?, estoy hablando lo suficientemente claro ¿verdad Maca? –la miraba intensamente. -Muy claro, sí –tragó su rabia que se había quedado justo en medio de la garganta. -Pues por favor, no trates de crearme problemas con Paula. -Si te creó problemas con Paula está claro que es porque ella sabe qué me quieres – ante su gesto desesperante agregó-. Pero, tienes razón no soy quien para entrometerme entre vosotras, pero de igual modo que ella sabe qué me quieres y no como amiga, te aseguro Esther, que te quiero, te adoro, no puedo vivir sin ti, es así de sencillo y mucho más cuando fue por un estúpido silencio. -Hay silencios que matan, y a nosotras nos mató –dijo lentamente con una mueca de tristeza profunda. -Y si me miras otra vez… y si te miras tú y aclaras lo que quieres –le dijo aferrándose como loca a una esperanza ilusa. -Lo tengo muy claro Maca. -Yo creo que no.

-Mira te voy a decir una cosa, no niego que a veces te miro y no puedo creer que no estés a mi lado –Maca enarcó sus cejas como si le dijera “lo ves”-. Pero también es cierto que si tengo que elegir a quien quiero a mi lado, es a Paula, lo siento pero no quiero engañarte, ni que sufras más, ni que me compliques la vida con números como el de hoy. -Yo no quiero complicarte la vida, lo único que quiero es que seas feliz. -Lo soy –dijo con total convencimiento, con una mirada desesperada por su parte-. A ver, yo también lo quiero para ti Maca, lo que más me gustaría es verte con alguien que te hiciera feliz de igual modo que lo soy yo, sin tener que ver a la Maca que vi en la discoteca. Te quiero Maca, pero de diferente forma y cuanto antes lo asumas, será más fácil para todas. Y si no eres capaz de verlo, lo siento por ti, no encontrarás nada más en mí. -Llegamos tarde. Maca se levantó y se dirigió hasta el mostrador pagó la cuenta y salieron sin decir más palabras. Al entrar en la clínica, cada una se fue hacia un lado, Maca a su despacho, Esther a cambiarse, todo observado de manera minuciosa por una Teresa que se mostraba preocupada. -Belén por favor, quédate aquí. -Si –le dijo sonriendo. Entró al cuarto donde Esther se estaba cambiando, al verla con el rostro serio, se acercó con un movimiento de cabeza y contrayendo la barbilla de manera que en su rostro se mostraba una mueca de temor. -Espero que esta conversación merezca la pena Teresa, no me gustaría marcharme de aquí por ella y es definitivo. -Dale tiempo, todo se ha precipitado al reencontraros. Ha sido mucho tiempo de silencios, es como si los sentimientos que durante todo este tiempo a mantenido guardados hacia ti, al verte se hayan desbordado, la hayan superado, sabes que Maca no es así. -Lo sé, lo sé –se puso la camiseta blanca que llevaba y después la camisa azul mientras se arreglaba el pelo-. Pero creí que Maca era lo que quería, irse con Marina y ahora me doy cuenta que me quiere, que me sigue queriendo, y yo tengo

una persona a mi lado buena y que me hace la vida sencillamente maravillosa, que lo peor que me ha hecho ha sido traerme a Madrid, y es lo peor porque sé que le hago sufrir a ella. -Esther la vida a veces no sabemos porqué pero nos pone estas trabas, lo mejor es tener paciencia y seguridad en uno mismo, si tú estás segura de ese amor por Paula no tienes nada que temer –le acarició el pelo mientras Esther se abrazaba a ella-. Maca irá comprendiendo y aceptando las cosas, poco a poco. -Teresa… nunca debí volver. -No digas eso, venga va, si no hubieras vuelto no nos estaríamos riendo todo lo que nos estamos riendo, sólo es cuestión de tiempo que ella lo acepte ¿vale? -Como siempre tienes las palabras que necesito –ante su mirada le dijo-. Lo sé, la única vez que no te hice caso y me costó perderla. -Pues ahora ya sabes… si amas a Paula no debes temer nada ¿de acuerdo? –la miró sonriente-. Y a lo mejor por mucho que tú quieras hay determinadas ex parejas que no pueden ser amigas, piénsalo. Volvieron a tener trabajo, aquella noche le tocaba a Cruz quedarse por lo que Maca, salió antes, al hacerlo supo por Teresa que Esther se había ido hacia veinte minutos. Al salir a la calle vio que seguía allí parada esperando que apareciera un taxi, había escuchado mientras hablaba con Cruz que Paula tenía una reunión. Cuando pasó por delante se levantó la visera del casco y se detuvo para decirle. -Hasta mañana. -Hasta mañana –una parte de ella hubiese querido volar en aquella moto agarrada a su cintura, pero entonces todo lo que había dicho en la cafetería se vendría abajo y Maca volvería a creer en la oportunidad de tenerla. Una llamada de teléfono le sacó de sus pensamientos-. ¿Sí? -Soy Aurora, Esther me dice Paula que vayas a casa, le es imposible ir a por ti. De mala gana colgó, se subió el cuello del abrigo y comenzó a buscar un taxi mientras mascullaba hacia sus adentros contra Aurora y sus maneras de mandar.

Llegó a casa con la sensación de que Paula la esperaría molesta por lo sucedido, pero realmente no había sido su culpa, Maca se había presentado sin previo aviso, sin saber cómo se había enterado de la comida. Iba con esos pensamientos cuando al abrir la puerta oyó la voz de Paula, allí estaba con Aurora tomando una copa tranquilamente entre risas, aquello y una patada en el hígado, significaba en aquel momento lo mismo. -Hola mi amor –le dijo con su sonrisa alegre yendo hacia ella. -Hola –no evitó mostrar su malestar al verla allí con Aurora. -Menuda cara me traes -la besó. -Hola Esther –la saludó Esther. -¿Qué tal? -Yo bien… -Aurora se queda a cenar cariño, tenemos que mirar unas cosas. -Muy bien no hay problema, voy a ducharme que estoy cansada y me duele un poco la cabeza –su gesto así les dio a entender a las dos que la miraban con atención. -Claro mi amor. Voy llamando a la casa de comidas para que nos traigan la cena. ¿Qué te apetece? –le acariciaba la cara suavemente. -Verduras. -De acuerdo, en nada están aquí. Esther se metió de mala gana a la ducha, le había dicho que tenía trabajo y allí estaba en casa de charla con Aurora, una Aurora que le provocaba cierta repulsa a pesar de ser la mejor amiga de Paula, sabía que le hinchaba la cabeza en su contra, un día que ambas no se percataron de su presencia en casa la escuchó decirle que nunca sería completamente suya, que las ex marcan para el resto de vida, y Maca siempre estaría entre ellas, continuamente se reprochaba no haber salido y haberle dicho, “¿y tú que eres?”. Con gesto serio y enfadada comenzó a desnudarse, le dolía la cabeza, la tensión que había vivido con Maca le estaba pasando factura. Se dejó arrastrar bajo el grifo por la fuerza del agua golpeándole en su piel, apoyó sus manos en la pared y metió su cabeza entre los brazos, allí se dejó llevar por sus latidos, por sus pensamientos y sin poderlo evitar recordó las

veces que había vuelto cansada del hospital, y Maca le tenía preparada la cena, y cuantas veces estando en la ducha había entrado a besarla, a amarla, o tan solo a abrazarla, en aquella ducha después de un día muy duro, se sentía sola, más sola que nunca. -Maca –musitó débilmente mientras el agua resbalaba por su piel, por sus pechos, por sus pezones erectos, por su vientre como alguna vez, lo hizo acompañada por las manos de su mujer-. Tengo que acabar con esto, como sea. -¿Qué te pasa Esther? –le preguntó Paula desde fuera. -Nada –susurró sin saber lo que habría escuchado ni el tiempo que llevaba fuera. -¿Has acabado ya? -Sí, ya salgo -se enjabonó deprisa y se enjuagó cerrando los ojos y dejándose llevar por el sonido del agua, no quería pensar. Al salir allí estaba con una sonrisa Paula mientras le extendía el albornoz-. Gracias. -Mi amor, estás tan guapa recién salida de la ducha –se le acercó abrazándola mientras le besaba-. Que no me movería de aquí. -Ya pero tienes que trabajar, yo si me permites, voy a cenar y acostarme –su voz sonó quejosa. Entonces salió al cuarto, se detuvo para girarse y mirarla a los ojos tal y como a Paula le gustaba que le hablara para decirle-. He hablado con Maca. -¿Y? –la miró seria desde el quicio de la puerta del cuarto de baño. -He tratado de que me entienda, parece que lo ha aceptado. -Ahora que lo dices, me gustaría que tus amigas no me trataran como si fuera tonta. -¿Cómo? –esta vez quien la miró seria fue ella dejando de secarse. -Puedo estar perfectamente en la mesa en la que coma tu ex, soy una persona civilizada y racional, no pensaba montar ningún escándalo. No es mi problema si ella no se sabe comportar. -¿Y por eso te han tratado como si fueras tonta?, perdona pero creo que han sido muy correctas, hasta Maca –entró nuevamente al cuarto de baño. -¿Por qué se ha marchado? -No quiero discutir Paula.

-¿Tenemos que discutir? –la miró a través del cristal-. Creo que podemos hablarlo tranquilamente sin necesidad de que te angusties tanto. -No me gusta que hables así de Cruz y Teresa, no querían incomodarte. -¿A mí o a ti? –le preguntó directa. -A ninguna de las dos. -¿Te molestaba su presencia? -Sí, no la invitamos y eso me ha molestado, no me gusta tener a mi ex mujer delante y a mi actual mujer al lado, lo siento Paula, no estoy preparada para algo así, no soy como tú. -¿Y cómo soy yo? -Desde un principio has impuesto la presencia de Aurora entre nosotras dos, lo siento yo no soy así, no puedo. -Porque no ves a Maca como yo veo a Aurora. -No, quizá tienes razón –salió del lavabo enfadada con el pijama puesto. -¿Qué te pasa Esther?, si es lo que pienso solo tienes que decírmelo. -Dime tú qué piensas –la miró con el rostro tenso. -Sabes perfectamente a lo que me refiero con respecto a Maca. -¿Tan poco te importo? ¿Cómo puedes decirme esto? –los ojos se llenaron de lágrimas. -Porque no quiero que sufras, es así de sencillo, yo te quiero eres muy importante en mi vida, no tengo ni una sola duda, pero si tú las tienes, eres libre de volar de esta casa y de mi lado. A pesar de que con eso me destrozarías el alma te lo aseguro. -No quiero dejarte, no quiero irme de tu lado –decía a punto de llorar con un ligero temblor de barbilla. -Vale… vale... –se abalanzó al verla como rompía a llorar, la abrazó diciéndole con voz afligida de verla así-. Sabes que no soporto verte llorar, venga, has hablado con Maca pues perfecto, quizá he sido un poco dura con lo de Cruz y Teresa, lo siento sabes que digo lo que pienso siempre.

-Me siento presionada por todo, desde que llegamos parece que todo lo hago mal, haga lo que haga tengo problemas –exhaló un profundo y extenso suspiro para terminar diciendo-. Necesito que me abraces. Paula la estrechó entre sus brazos, Esther se refugió en aquel pecho como si allí pudiera olvidarlo todo y quedarse tranquila sin esa zozobra que sentía en su interior. Cuando se calmó salió a cenar, Aurora había sido advertida por Paula de que no estaba demasiado bien y no quería problemas. Durante la cena le hablaron de un pequeño tiempo que iban a dedicar a la salud, y ambas habían visto en Cruz la persona ideal para poder llenar ese espacio, a Esther le pareció una muy buena idea y quedaron en que tomarían un café con ella para trasladarle sus ideas. Tras terminar de cenar se retiró, se lavó los dientes, se puso su crema en la cara, se cepilló el pelo, estiró bien las sábanas y se metió en la cama. Apagó la luz con la idea de dormir y que aquel intenso dolor de cabeza pudiera desaparecer. Trató de no pensar en nada, de relajarse y dormir, pero su cabeza no estaba por la labor de dejarla descansar tan fácilmente y menos después de lo vivido en intensidad durante el día. Se trasladó a pesar de su resistencia de golpe al pequeño cuarto de farmacia, estaba preparando lo que Cruz le había pedido cuando la puerta se abría, pensó en un principio que era Teresa que iba para cotillear, pero al girarse vio que quien acababa de entrar era Maca, se estaba acercando a ella sin decir palabra, podía notar sus propios nervios ya que no podía atinar con la pastilla en cuestión, entonces notó como se pegaba a su espalda, como sus brazos la rodeaban y sus manos rozaban las suyas temblorosas. Maca le quitó las pastillas, y sus manos volaron hasta su cintura provocándole un pequeño gemido que por mucho que quiso controlar le fue imposible, después fueron cobrando vida, y acariciando su pecho, ante su silencio, Maca continuaba y al mismo tiempo golpeaba suavemente su pelvis contra el trasero de Esther que en un momento dado no pudo aguantar más aquel calor que sentía derramar en su sexo, se giró mirándola con esos ojos abrasadores dispuestos a quemarla de placer. Se besaron de modo salvaje, sus manos buscaban con ansiedad encontrar la piel deseada, sus lenguas se iban encontrando como tantas veces habían hecho, sus respiraciones se agitaban, sus

bocas pedían más, más mucho más, decidida con casi fiereza, Esther arrancó el botón del pantalón y metió su mano en el interior, el gemido de Maca la hizo enloquecer notando su propia humedad, el susurro de su voz en su oído, su nombre musitado por aquella voz le hacía enloquecer por segundos. -Esther... Esther –insistía -¿Qué? –respondió con cierto éxtasis abriendo los ojos dándose cuenta que tan solo estaba soñando y quien tenía al lado era a Paula -Te he echado de menos cariño –comenzaba a acariciarla. -Si –se dejó llevar por sus caricias por sus besos hasta que introdujo su mano en el pantalón. -Estás mojada mi vida... ¿estabas soñando, eh? –la miraba con gesto lascivo. -Estaba soñando con esto –se apresuró a besarla para que no siguiera hablando. El resto de semana la pasaron de igual manera, ambas trabajando Paula en la emisora consiguiendo audiencias importantes, con reuniones y sin comer nada más que un día con Esther y lo hicieron a solas sin la presencia de Aurora, Esther por su parte, con el trabajo en la clínica tras el sueño que se había permitido vivir con Maca, y en la realidad tras hablar con ella, los días pasaron tranquilos y sin apenas encuentros que pudieran denotar cualquier otra situación complicada para ambas. Esa relajación entre ellas, causó en la otra pareja Cruz y Teresa cierto alivio. Parecía que Maca tras la charla con Esther en la cafetería que ambas sabían había ocurrido, estaba más tranquila al respecto. Aunque por las noches, su almohada volvía a transformarse en Esther y sus imaginaciones, volaban una y otra vez a estar con ella. Así un nuevo viernes llegó, y como él Maca llego corriendo a la clínica porque había hecho tarde, una muy mala noche había nuevamente marcado su rostro. Se había puesto la bata y bajaba por las escaleras cuando vio como llegaba un ramo de flores, la mirada reprobatoria de Teresa le llegó a modo de dos ojos echando fuego contra ella. Finalmente sabiendo que no era suyo, pasó de largo hacia su consulta, en el mismo instante en que Esther llegaba con su maleta corriendo.

-Lo siento, lo siento no venía el taxi –decía apurada a Teresa pasando por delante del mostrador sin darse cuenta de la presencia de Maca. -¿Dónde vas con la maleta? –le preguntó mientras veía como se marchaba hacía el vestuario. -Me voy con Paula a Granada –le gritó. -¡Ay hija menudas prisas! -¿Empezamos Maca? –le preguntó Belén pero Maca no contestó-. ¿Empezamos? -Sí, ya voy –entonces con seriedad se acercó hasta el mostrador-. ¿Tengo algo nuevo? -¡Tienes muy poca cabeza! ¿Cómo se te ocurre regalarle otro ramo?, que no tuvimos bastante. -¿Tengo o no tengo algo? –su tono fue serio, duro y contundente cómo su mirada. -No, no tienes nada –respondió confundida por su actitud nuevamente herida. -Ya estoy aquí –llegó justo cuando Maca se marchaba-. ¿Qué tal Teresa? -Ha llegado esto para ti, no es tan espectacular como el otro pero... –elevó los hombros en señal de resignación-. No te vayas a enfadar con ella que ahora parece que vamos mejorando -Ya... –esbozó una amplia y fresca sonrisa de enamorada al leer la nota-. Es de Paula, hoy es nuestro aniversario. -¿Paula? –preguntó algo desconcertada. -Sí Teresa, Paula... –no dijo nada más se giró y lo puso en la entrada mientras que el de Maca se había quedado junto a Teresa-. ¿Queda bien, eh? -Otro golpe más. Dos en uno... anda que yo también podía haberme callado – susurró al quedarse sola poniéndose las gafas. La mañana transcurría normal, Maca recibió la visita dos veces de Cruz para consultarle unas cosas, la atendió nuevamente con esa parte de la Maca herida, y como ya estaba advertida por Teresa, la invitó a tomar un café a solas. -He hablado con Laura. -¿Y qué te ha dicho? –le preguntó poniéndose el café. -Que le queda un mes, que si seguimos con la idea de contratarla. -Estupendo. ¿Y Vilches no se anima? –dio un sorbo a su taza.

-Mejor que no –sonrió de lado. -¿Y eso?, lo tendrías más cerca. -Visto, lo visto, prefiero tenerlo lejos. -Pues si, la verdad que haces bien, esto es una gran putada, más que eso, es una mierda de calvario que día a día te va destrozando un poquito más, que te va llenando un poquito más de rabia, de dolor, de una desesperación incontrolada que te nace en la planta de los pies y te martillea sin piedad hasta los sesos ¡y por más que quieres huir no puedes! –suspiró mientras se retiraba el pelo de la cara-. Cuando me mentalizo resulta que aparece con algo, se acerca a mí y pierdo todas las murallas que había tratado de levantar, cuando hablo con ella es una lucha titánica para no acercarme a besarla, cuando no quiero saber más de ella porque el dolor es insoportable tal y como lo tengo ahora, aparece –exhaló un profundo suspiro-. En resumen, una puta mierda. -Maca... ¡oh lo siento no sabía que estabais reunidas! –entró Esther con su maravillosa sonrisa. -Tranquila Esther –dijo mirando a Maca y comprendiendo el infierno que debía estar pasando. -Dime –la miró suspirando. -¿Tú has pedido un sofá? -No lo he pedido, lo he comprado, sí –apareció nuevamente su lado borde. -Es que está bajo. -Vale –pasó por su lado con aire molesto. -¿He dicho algo mal? –le preguntó a Cruz preocupada. -No Esther, tranquila, no –sonrió con tristeza. Los operarios subieron las escaleras y dejaron el sofá en su despacho, uno de dos plazas, con pinta bastante cómoda. Teresa se preguntaba para que quería el sofá en su despacho y comenzaba a preocuparse, era viernes y encima Esther se marchaba de aniversario. Cuando volvió al despacho de Cruz, Esther estaba hablando con ella. -No me apetece pero es que las fiestas de Paula son así, mucha gente, mucha diversión es nuestro aniversario y queremos hacer una fiesta.

-Eso está muy bien. -¿Quieres algo más Cruz? –preguntó desde la puerta Maca con cara de circunstancias. -No, nada más. -Sigo con mi trabajo –se dio la vuelta para marcharse. -¿Oye podemos ver el sofá? –le preguntó sonriente Cruz tratando de bajar un poco el ambiente crispado que había entre ellas. -Claro... pero es un sofá, tan solo un sofá –concluyó traspasando con su mirada a Esther. -Mejor voy a seguir trabajando. Estaba finalizando la jornada Maca estaba en el mostrador rellenando un papel mientras hablaba por teléfono, Teresa había salido un momento al baño y ella se había quedado al cargo. Esther debía pasar a recoger una ficha que Cruz le había solicitado y se iba a marchar, pero al ver a la pediatra un tanto apurada, se quedó. -Si quieres ya me quedo yo. -Si por favor no tengo paciencia para este trabajo –sonrió volviendo nuevamente a sorprender a Esther. -Maca –ella se giró-. Espero que... tengas un fin de semana tranquilo –Maca sonrió de lado y en lugar de marcharse como era su primera intención, bordeó el mostrador acercándose a ella que la miraba algo nerviosa. -¿Puedo felicitarte?, por lo que veo debería hacerlo. -Pues... –no sabía que decirle la tenía excesivamente cerca y eso desbarataba sus nervios. -Felicidades –jugó su baza, pasó la lengua por los labios y se acercó dándole dos besos lentos y prolongados en la mejilla. -Gracias –contestó aturdida. -¿Te ha gustado el sofá? –preguntó de pronto poniendo su mano en el mostrador, cerca tremendamente cerca de Esther. -Es... es muy bonito. -Y cómodo –le guiñó el ojo marchándose.

A Esther se le había removido el suelo, las paredes y el techo, había vuelto a sorprenderla, sin duda no esperaba para nada aquella actitud falsamente reconciliadora y si, muy provocativa. Dos besos y una propuesta que conociendo a Maca le había lanzado con el sofá. Cerró los ojos para tratar de controlar la situación. Cuando Maca llegó al despacho cerró la puerta suspirando fuertemente, aquel beso le había puesto a mil, apoyó la cabeza en la puerta cerrando los ojos, y se sentó en el sillón. “Me voy a morir como siga así... ¿te imaginas que sube para probar el sofá?, si sube no voy a poder soportarlo, me voy a lanzar a su cuello, estoy deseándolo como loca, igual ella también, he notado como se ha erizado, ¡ojalá subiera! Joder Maca esto es ilógico, no puedes esperar nada de Esther te lo ha dejado claro, muy claro, solo soy su amiga, una amiga que se muere por serlo todo, pero este es el primer paso, con un poco de paciencia probaremos el sofá y eso será la muestra para ella de que me quiere a mí. ¡Maca para... para!” –se reprochaba con una mueca amarga. En el mostrador Esther se estaba despidiendo de Teresa, Paula le haría una perdida para que saliera una vez llegado el taxi, le había ocultado lo que había pasado entre ellas, pero no podía evitar que sus ojos mostraran cierta intranquilidad. -No me pasa nada es que el avión me pone nerviosa –le dijo cuando le preguntó. -A mí también, y eso que no lo he cogido nada más que una vez –dijo con gesto coqueto -¡Ah! –sonrió mientras miraba la escalera por si la veía bajar-. Oye Teresa, espero que Maca no vaya a la discoteca esa y vuelva a las andadas. -Bueno, eso... no sé yo... esta semana está muy tranquila creo que os hacía falta hablar. -Si –sonrió sonrojándose no lo pudo evitar al recordar sus labios rozando sus mejillas. Entonces el móvil sonó-. ¡Paula!, bueno me voy que no le gusta esperar. -¡Pues para no gustarle esperar se ha ido a buscar una buena novia! –decía jocosa. -Hasta el lunes –le dedicó una sonrisa amplia tras ponerse el abrigo.

-Pásalo bien -Gracias. ¿La vigilaras? –le preguntó antes de marcharse. -Que sí pesada, que sí... iré al bar ese a ver si ligo yo también. -Oye pues no estaría nada mal ¿eh? –reía abiertamente. -Venga ve, ve. Salió con sus prisas arrastrando la maleta mientas fuera del taxi la esperaba una Paula que hablaba por el teléfono, al verla llegar, lo apartó de su oreja y la recibió con un beso en los labios, el taxista guardó la maleta mientras Paula le sujetaba la puerta a Esther que pasaba riéndose ante algún comentario que le había dicho su pareja. Todo eso, estaba siendo visto por unos ojos acuosos, y un corazón tan herido que no pudo más que romper a llorar por su mala suerte, por su rabia porqué anhelaba ser ella la que se la llevara, la que la besara, la que provocara su sonrisa y le parecía imposible poder cambiar ese sentimiento por el de amistad. Cuando la pareja llegó a Granada, las estaban esperando para irse a cenar, las amistades de Paula eran así, no importaba el cansancio, una cena, una intensa charla y después un paseo por la ciudad, por las callejuelas viejas, algo que Esther había aprendido a adorar, pero que en ese momento luchaba internamente contra ella misma porque le estaba resultando agotador y pesado. Iba con un grupo de tres mujeres mientras Paula lo hacía detrás hablando con los hombres. Esther notó como su mochila se movía, sin duda estaba recibiendo un mensaje, no sabía qué hacer si mirarlo o no, algo le hizo suspirar y ver que lo mejor que podía hacer era esperar a cuando estuviera sola para leerlo, ¿por qué?, ni siquiera podía encontrar una explicación a su corazonada inexplicable. Entre tanto en Madrid la noche era bastante oscura y fría, Teresa estaba en casa sola a punto de cenar, se había puesto el programa de chismes, preparada para enterarse de todo lo que acontecía en el mundo de la farándula, justo cuando se sentaba el timbre de la puerta sonó. -¿Y ahora quién es? –se preguntó en voz alta, cuando abrió la vio allí parada frente a ella. -¿Puedo pasar? -¡Maca hija, claro! –se hizo a un lado ante su rostro serio.

-Gracias. -¿Te pasa algo? -No, es que no quiero ir a cenar con mis amigas que luego me lío y acabo fatal. -No sabes lo que me alegro, venga siéntate que voy a poner la cena y cenamos juntas ¡qué ilusión hija, que ilusión! –la besaba feliz. -Gracias Teresa –suspiró dejando el bolso y la cazadora, sacó su móvil y con una sonrisa mientras Teresa le preparaba uno de sus caldos que sabía le encantaban a Maca, cogía su móvil y tecleaba. Cenaron hablando de los chismes, Maca no se enteraba de casi nada con lo que Teresa acababa muerta de risa, así la cena fue mucho más amena de lo que podía imaginar, una vez acabaron, Teresa apagó la televisión mirándola mientras se tomaban su cafecito, ella con leche condensada, Maca a solas. -No sé cómo puedes dormir tomándote eso. -Estoy acostumbrada –sonrió de lado llenando su rostro de tristeza. -Ya hija ya... pero... yo no dormiría –insistió -Estoy acostumbrada a no dormir Teresa –agregó sonriendo. -Eso también y me parece muy mal, deberías hacer algo se nota en tu rostro, estás cansada ¿por qué no te vas a un balneario? -Buena idea –sonrió. -No lo digo de broma, necesitas descansar de verdad. -Sí, es verdad –dio un sorbo a su taza de café, después puso sus manos alrededor notando el calor para preguntarle a Teresa-. ¿Lo deben estar celebrando, verdad? -Pues... imagino –le dijo con pena. -Ya –no supo muy bien que decir tan solo comenzaron a salir de sus ojos lágrimas por doquier. -Maca cariño... hija... debes superar esto, no puedes continuar así ¿no te das cuenta? –la miraba con una mezcla de profundo cariño y pena mientras le acariciaba el brazo. -No verla me hacía daño pero al menos no sufría así, tenerla tan cerca es como un castigo.

-Lo sé. Mira Maca, sabes que yo quiero mucho a Esther, y sabes que no me gustaba para nada Paula, sé que es duro para ti, te veo sufrir y me duele a mí también porque os quiero a las dos, pero a Esther se le ve feliz, Paula es una mujer que la respeta, la quiere y la trata como una reina, quien sabe a lo mejor vuestra oportunidad pasó, y lo único que consigues así es destrozarte, deberías poder aceptar la realidad y superarlo. -No puedo, es una obsesión, me estoy volviendo loca Teresa. -¿Y si buscas ayuda? –la miraba con gesto apenado. -Voy a tener que hacerlo, tú no sabes los deseos que tengo de besarla, de tenerla para mí. -Eso es obsesión, sin duda –le dijo seria y preocupada. -Si pero no hablo de su cuerpo, hablo de ella, de levantarme y volverla a ver a mi lado, de acostarme abrazada a ella ¿me entiendes? -Sí, pero desgraciadamente pasó tu tiempo. -¿Y por qué no lo puedo recuperar? –la miró con su nariz enrojecida por el sofoco que se había apoderado de ella. -Primero porque no es respetable ni con ella ni contigo, Esther está con otra mujer y se quieren, segundo porque en el supuesto de que Esther dejará a Paula por ti, a la larga sería una carga de conciencia para ella y siempre se lo reprocharía, sabes cómo es Esther. -Pero me quiere –decía desesperada-. Mírame Teresa, yo nunca he sido así, nunca me he sentido tan perdida como ahora, como desde que se fue jamás creí que una mujer pudiera dejarme tan sin rumbo. -Lo sé. Esther puede querer a las dos, pero está con Paula y lo debes respetar. Maca cariño, hay miles de mujeres que estoy segura pueden hacerte feliz, deja que pase el tiempo, y él te ayudara a olvidar a Esther como tu mujer, la verás como amiga, y podréis ser las mejores amigas del mundo, no sería la primera vez. Solo debes dejar que ese amor que sientes por ella, vaya invirtiendo su sentido, que sea amor de amistad, lo demás te hará sufrir mucho y creo que ya has sufrido bastante, ¿no crees? -¿Puedo quedarme a dormir?

-¡Pues claro!, tengo las sábanas limpias en los dos cuartos, el que más te guste para ti –decía sonriente y feliz por tenerla allí. -Teresa, ¿puedes abrazarme? –la miró con el ceño fruncido a punto de llorar. -Ven aquí. La estrechó entre sus brazos, sintiendo el desasosiego en ella, sintiendo ese dolor que da el amor no correspondido, el amor perdido por un mal entendido, por un silencio que nunca debió existir entre dos personas que se amaban. Estuvieron en esa posición largo rato, hablaron más sobre la vida, sobre el amor, y tan solo cuando Teresa se quedo tranquila de que Maca parecía estar más calmada le propuso irse a dormir. Le dejó un camisón suyo, y fue un momento donde las risas aparecieron, Maca se miraba y rompía a reír, Teresa lo mismo y así la dejó con un beso en la frente. -Buenas noches Maca. -Buenas noches Teresa, y gracias. -No seas tonta, descansa -Trataré –había dejado el móvil sobre la mesilla de noche, eran las tres y media y no había recibido contestación, igual se había precipitado al mandarle un mensaje. En Granada, las chicas habían llegado a casa. -¡Por fin cariño!, lo siento ya sabes como son. -Sí, lo sé, si –reía Esther. -Déjame que vaya al baño y vuelvo. -Bien –al ver que se marchaba sacó corriendo el móvil, se había mordido las uñas por no mirarlo, los nervios se habían apoderado de su estómago, trató de convencerse que podía ser cualquier cosa, publicidad, alguna amiga que se había enterado de su viaje a Granada, pero su instinto le decía, “es ella”, miró hacia el cuarto de baño y destapó la tapa. -Cariño... ¿estás muy cansadita? -No, no –le dijo distraída y murmuró-. Lo sabía... Maca... -¿Dices algo? –le preguntó

-Que no tardes –le decía sin mucho afán mientras leía “Hola Esther, no quiero que estés sufriendo por mí, soy una niña buena y estoy en casa de Teresa, voy a dormir aquí, espero que estés bien. Un beso guapa”. -Voy a tener que decirle a Raquel que no ponga la calefacción tan fuerte... que calor –salió desnuda, Esther al girarse la vio y sonrió de lado. -No vale, yo también tengo necesidad de lavabo. -Pues te espero... tú sabrás si tardas o no. -Vale... ¿por qué no me esperas en la cama? –la besó. -Muy buena idea –le dio una palmada en el culo. -No tardo –se desabrochó con rapidez el botón y la cremallera, sacó el móvil. Las vueltas en la cama de Maca eran intensas, extrañaba la suya, en una de esas vueltas escuchó la señal de un mensaje, la sonrisa iluminó su rostro. -Esther –lo leyó con los ojos inyectados de esperanza-. “Maca me alegro por ti, descansa. Otro beso” –suspiró y dudó en si mandarle otro o dejarla así, se mordió el labio y no quiso pensar en lo que podría estar pasando-. Esther... por favor no me dejes. En la cama, Paula se había dispuesto para que su mujer hiciera con ella lo que quisiera, la vio salir desnuda también, se iba acercando despacio, lentamente hasta ella que mantenía una sonrisa divertida y un gesto ansioso por tenerla. -Por Dios Esther que me da algo. -No tengas prisa cariño –se subió a la cama y comenzó a besarle los pies, las piernas, los muslos, su sexo, el vientre, los pechos, y cuando llegó a la boca de una excitada Paula susurró-. Feliz día cariño -¡Y tanto que es feliz contigo! –la estrechó entre sus brazos. No lo pudo evitar, su mente le jugó una mala pasada, comenzó a besar su vientre, entre mordiscos y lamidos finos mientras su cabeza le decía “imagínate que es Maca, imagínate como la estás besando, amando, es ella, ella la que gime, ella la que me acaricia, Maca... Maca... así... así cariño”. Sus labios sellados con fuerza para no dejar escapar el nombre que su mente una y otra vez le repetía mientras sus manos acariciaban con los ojos cerrados como si así pudiera reconocer el cuerpo deseado en aquel momento de Maca.

-Esther... sigue... sigue –decía con el tono repleto de énfasis. -Si –mientras en su mente la lucha persistía “Maca, Maca cariño”-. ¿Te gusta? -Me enloquece. -Y a mí –musitó mientras nuevamente su mente la llamaba “quiero enloquecerte Maca, quiero que me grites mi nombre, quiero tenerte así, para mí, sólo para mí”. -¡Esther para, Esther! –tuvo que gritar y juntar sus piernas ladeándose respirando como si fuera a morirse de un momento a otro por un ahogo de placer. -Lo siento cariño, lo siento –le decía preocupada al verla. -¡Joder! –gritó como loca. -¿Estás bien? –la miraba de manera culpable. -Estoy de coña cariño mío, ¡cómo me dejas!, anda ven, ven –le decía para que se subiera sobre ella-. No voy a poder moverme pero... no vas a quedarte así E_ ¡Paula! –susurró mordiéndose el labio, mientras ella le tocaba con su dedo corazón, pero Esther aquella noche estaba ausente del mundo real, cerró los ojos y volvió nuevamente a imaginar que quien le acariciaba era Maca, y fue tal la impresión que tuvo al pensarlo que su orgasmo llegó en apenas segundos y un gritó salió de su garganta-. ¡Ya, ya! -¿Ya, seguro? –la miraba jadeante, algo extrañada de que hubiera llegado tan rápida. -Sí, sí –se dejó caer a su lado-. ¡Oh!, lo siento pero estaba uf... -Te quiero mi vida. -Y yo –sonrió. -Mañana... más. -No puedo más por hoy –“no quiero volver a hacerlo así, Paula, tú no te lo mereces”-. Voy al lavabo –forzó una sonrisa mientras veía como Paula se iba durmiendo sin remedio, cerró la puerta y rompió a llorar-. ¿Qué me ha pasado?, no puede ser... no puedo seguir pensando así, ¿o si?, sólo lo sé yo, solo yo... pero Paula no se merece algo así, no se lo merece. El lunes llegó con menos frío, un sol que no calentaba mucho porque las nubes se habían empeñado en no dejarle salir, pero la luz de la ciudad era diferente, el ánimo mejoraba en la gente que dejaba bufandas, gorros y guantes en

el armario, las calles se llenaban con algo más de colorido y parecía que la alegría de ver sol, relajaba un poco el ánimo de la malhumorada gente que iba a trabajar. Así llegó Maca, se había levantado con las ilusiones renovadas, volvía a verla, volvía a estar a su lado, tras dos días de echarla de menos, de soñarla. Al entrar, la vio rellenando una ficha, muy concentrada. -Hola Esther –le saludó con alegría. -Hola Maca –le sonrió sin poder evitar un brillo en sus ojos. -Oye... ¿has tomado el sol? –la miraba fijamente. -No, bueno un poco de pasear –respondió con es sonrisa que tanto hechizaba a Maca. -Pues que sepas –se agachó a su oído susurrándole-. Que te queda de muerte. No dijo más, subió las escaleras dejando a Esther con cara de boba, sin poder cerrar la boca, algo así como si de repente su corazón hubiera dado un brinco que le había proporcionado bienestar. A mitad mañana, Cruz llamó a Maca, juntas en el despacho estudiaban los informes de revisión del colegio, los alumnos, las cantidades de pruebas que deberían hacer, y les preocupaba poder quedar bien. -Son muchos sin duda. -Si, pero ahora tenemos que ver la manera de actuar. -Yo creo que para esta ocasión y sin que sirva de precedentes, Esther debería ayudarme con los pequeños para las vacunas –su tono sonó de lo más imparcial, que si hubiera sido otra en lugar de Cruz, le hubiera conseguido convencer de que no iba a protestar. -Esther, bien. -Después podría ya encargarse Belén, no es por nada ¿eh?, es que Esther tiene ángel ya lo sabes para los niños. -Y para las niñas. -Y para las niñas –sonrió divertida. -Me alegro de que puedas trabajar con ella con ese pensamiento. -¿Cuál? -Ir superándolo.

-Lo intento. Por cierto la semana que viene tengo un congreso, te aviso porque anularé las dos tardes del… espera –miraba sus hojas-... miércoles y jueves. -Muy bien, a mí me han propuesto uno en Menorca... pero con María... -¿De qué es? -Es de... –sonó su móvil-. Uy Vilches. -La fiera –le dijo bromeando-. Te dejo. Al salir se fue directa a su despacho, se sentó en el ordenador, buscaba un balneario para poder relajarse entonces su mente, volvió a viajar. -“No, no, no pienses en Esther en un balneario contigo, no va a pasar, no va a pasar”. Pero su mente la imaginó, desnuda en la ducha junto a ella. “Vale, tienes ganas de abrazarla, besarla pero no puede ser, no puede ser...”. ¿Y si la invito a un café? –cogió su móvil y marcó. Suspiró sonriente y murmuró-. Ahora a esperar. Fue preparando la cafetera, y a los pocos minutos la puerta se abrió, era un buen síntoma, Esther estaba allí. -Llevo un teléfono interno –le sonrió divertida. -Ya pero... el mensaje es más sorpresa, ¿no? –le devolvió la sonrisa con gesto algo pícaro. -Sí –entonces vio la pantalla del ordenador dejada adrede por Maca-. ¿Balnearios?, pensé que ibas a ir a ese que te invitaron. -No, solo son seis horas, y yo tengo la espalda para que trabajen más de seis horas con ella –dijo a modo de queja-. Toma, con dos cucharadas de azúcar. -Gracias –entonces se frotó el cuello-. La verdad que es horrible cuando tienes un dolor. -Si, ¿te duele el cuello? -Sí, un poco, me dormí mal en el avión. -Ya... –pensó “seguro que durmió poco... ¡joder calla!”-. ¿Quieres qué te dé un masaje? -No, no, un masaje no me lo va a curar, necesito como tú, varios días -sonrió. -Yo te curaba tus contracturas en el cuello –le dijo sin pensar dando un sorbo a su café.

-Es cierto –respondió nerviosa “no debías haber venido... no puede ser, ni un café a solas puedes compartir”. -¿Lo intento? -Tengo que volver con Teresa, otro día. -Venga, no seas tonta, ven aquí –la hizo sentarse en el sofá mientras Esther cerraba los ojos y Maca tragaba saliva-. Uf, si que lo tienes mal. -Ya te digo... me tomé una pastilla y me quedé frita –sonrió al recordar como Paula le reñía por quedarse dormida y tener casi, que cargar con ella. -Pero si no te da miedo el avión. -Bueno, no me gusta mucho, ya lo sabes, ¡ay, como me duele ahí! –musitó con su voz reflejando dolor. -Si, lo tienes muy mal ¡eh!, anda bájate un poco la camiseta. -Esto... creo que mejor me voy Maca, de verdad, gracias pero... me voy –le sonrió nerviosa, dio un tragó al café y le dijo-. Gracias, estaba riquísimo. -De nada –le guiñó un ojo y cuando la vio marcharse susurró-. No la vas a olvidar nunca Maca. Imposible. Lejos de allí, al otro lado de la ciudad, Paula terminaba su emisión del día, como siempre, se reunía con el equipo, más tarde llamaba a Esther y tras hablar unos minutitos con ella siempre y cuando podían, se marchaba a su despacho, allí Aurora la esperaba. -Bueno... ¿y qué tal el aniversario? -Muy bien, el sábado la llevé a la hípica comió como una Diosa, deberías vela, es única –decía riendo. -Me alegro que sonrías –respondió Aurora contemplando su cara. -Estamos bien, de verdad. Estoy más tranquila. -¡Pero no las tienes todas contigo, está claro!, si es que eres gilipollas, vas a llevar unos cuernos que no vas a entrar por la puerta. -Esther no es así. -Todos somos así, Esther no es especial, puede decir que para ella la fidelidad es muy importante, puede decirte que ella nunca te engañará, pero, si llega el momento lo hará, te lo aseguro.

-No... –dudó. -Ves ya no estás tan segura. Yo de ti Paula, sutilmente le hacía cambiar de trabajo, es un peligro está más horas con ella que contigo. -Pero Esther no es así, yo sé que es un palo para ella pero para nuestra relación tiene que tener una base fuerte, creo que la tiene, ella si está segura de nuestro amor no me fallará. -Voy a ser franca y sabes que a veces soy un poco animal, la otra según tú se la come con su mirada, y estoy segura que lo que quiere es comerse otra cosa –Paula la miró seria con profundo malestar-. Esther no es de piedra, ha tenido orgasmos con esa tía, no sé si mejores o peores que los que tú le das, pero los ha tenido, y cuando estás cerca de alguien que ha significado para ti tanto, y has tenido química y una buena vida sexual, tan solo en un segundo puede desbaratarse toda su buena voluntad. Y lo sabes. -Tengo miedo Aurora, no te voy a mentir, trato de llevar su ritmo, trato de que no se pueda quejar, llego cansada a casa y si quiere, lo tiene, a veces no me apetece pero me da tanto miedo que me compare con ella, ellas se llevan creo que uno o dos años, yo me llevo demasiados. -¡Alto que esto si es nuevo!, nunca te ha preocupado la edad en tus relaciones, Esther está contigo sabiendo tu edad, como eres. -Lo sé, lo sé –se levantó sin poder aguantar más sus nervios con la frente arrugada con un sentimiento extraño para ella-. Debo reconocer que la tía es guapa, y sabe muy bien como actuar, debiste verla, me dieron ganas de darle una buena hostia sin contemplaciones en la comida y eso que nada más estuve con ella cinco minutos, este fin de semana, he visto a Esther más pendiente del teléfono que nunca. -¿Lo has mirado? –la miraba alzando una ceja. -¿Cómo crees que voy a hacer algo así?, eso no va conmigo. -Tan poco va contigo el sentir ese miedo, estar tan irritada con tu edad, y mírate, has tenido relaciones con mayor diferencia de edad y nunca lo pensaste, sin embargo ahora… -¿Qué hago Aurora?

-Apártala de ella, no sé, conoces gente, médicos, no sé dile que os veis poco, que trabaja muchas horas, no sé, algo, pero apártala. -¡A qué mala hora vine a Madrid! -Los fantasmas de las ex, siempre acaban reviviendo. Aquel día, Maca se mostró muy serena y muy atenta con Esther, cada vez que necesitaba algo, allí estaba ella, incluso se fueron todas a comer, se rieron, lo pasaron como en los viejos tiempos, tanto fue así que a mitad tarde Esther se reprochó no haber pensado ni una sola vez en Paula, lo hizo cuando Maca le propuso tomarse una cerveza al salir, y la declinó. Durante el resto de la semana, siguieron con las mismas, cafés por parte de Maca, alguno que Esther le preparó, sobre todo por las tardes que se quedaba hasta última hora en su despacho. Antes de irse subía y después de hablar tranquilamente durante un rato, después de sonreírse se marchaba con alegría de ver que podía estar cerca suya, a pesar de sentir cosas que debía obligar volver a su sitio, el pasado, pero la actitud de Maca al cambiar le hacía sentirse relajada y bien. Y así hasta el viernes, que ocurrió algo especial. Maca se dirigía hasta el almacén, y oyó hablar a Esther lo hacía con voz alta, potente, como si estuviera discutiendo. -Has pensado que yo no quiero ir a esa discoteca, no Paula, es que siempre hacemos lo mismo, ¿y si hubiera quedado con Cruz, o Teresa?, ¡o mi madre qué aún no hemos ido a verla!... no me enfado Paula, pero ¡joder! Si, ya lo hablamos, pero a esa discoteca no quiero ir. Se dio la vuelta y se marchó sin hacerse notar. La hora de la salida había llegado, solían las cuatro tomar juntas una cervecita y unas papas como le gustaba a Teresa a pesar de que engordaran, hacían un repaso a la semana, a los casos divertidos, a las anécdotas a todo aquello que sucedía, Maca siempre buscaba y encontraba la manera de encontrarse frente a Esther, disfrutaba mirándola fijamente, sabiendo que la ponía nerviosa, cada día le iba dando alguna señal de que toda la apariencia de distancia entre ellas, era más fachada que otra cosa, no dudaba que quisiera a Paula, pero estaba casi segura que no la quería tanto como a ella. Y ese amor era reciproco, se sentía en una nube,

había vuelto a dejar de fumar, no necesitaba buscar nada que no fuera la compañía de Esther, ¿podría soportar así mucho tiempo?, no lo sabía pero estaba dispuesta a averiguarlo, Esther lo era todo. Y Esther, agradecía aquellos momentos donde se olvidaba que durante esa semana había tenido dos discusiones con Paula, siempre por tonterías pero acababan discutiendo, aunque al segundo se buscaran para solucionar el problema. Lo bueno de Paula era que no soportaba el silencio entre ellas, y eso para Esther valía mucho. Entonces era cuando se reprochaba estar un tanto a la greña con ella, no la podía comparar con Maca todos los días las cosas que habían pasado y lo que pasaba con Paula, no podía porque era injusto primero porque Paula no sabía que Maca había pasado de aquel odio, a demostrar abiertamente a Esther amor, a darle algún masaje, a veces Esther necesitaba sentir las manos de Maca en su piel, aunque fuera algo efímero, aunque fuera algo irrelevante, pero lo necesitaba, entonces cuando llegaba a casa, se sentía mal con ella misma, y era cuando discutía, cuando cargaba contra Paula lo que debía cargar contra ella misma. Era un cúmulo de despropósitos en su interior que a veces se sentía morir. Se sentía como si estuviera estúpidamente entre la espada y la pared. Por eso agradecía aquellos momentos a pesar de las miradas cómplices entre ella y Maca. Se despidieron como siempre en la puerta, aquel día Maca y Esther se quedaron un poco más. -¿Quieres qué te lleve?, me viene de paso. -Lo sé –entonces recordó que Paula tenía comida con el grupo y no estaría en casa, sonrió y le dijo-. Vale, lo echo de menos. -Porque tú quieres, te llevaría a casa todos los días. -Ya pero... -Vale no me lo digas –le dijo sonriendo. -¿Y el casco?, ¿sólo llevas uno? -No, ¿entonces qué haría con mis ligues? –levantó el asiento y sacó el que había sido su casco, aquel comentario de Maca le había dolido y ella lo captó-. Está limpio, era broma.

-Con lo conquistadora que estás tú últimamente, yo voy y me lo creo que está limpio. -¿Conquistadora?, no creo, a mí quien me interesa eres tú –le dijo de frente bajando de golpe la visera del casco dejando de un pieza a Esther-. Venga lenta que quiero hacer la siesta. -Voy –fue lo único que se le ocurrió decir porque entonces fue consciente de lo que ella le había dicho, y encima debía agarrarse a su cintura-. No corras. -Me acuerdo de la primera vez que subiste... creo que estuve a punto de quedarme sin respiración. -Tonta –sonrió agarrándose a ella suavemente. -Oye que puedes más fuerte, ¿eh? -Así está bien –“joder otra vez he metido la pata, ¡pero por qué no pienso antes de hablar!¡Bocazas!” Maca no corrió, y si hubiera podido, hubiera ido por Salamanca, pasado por la Coruña y bajando por Toledo hasta llevarla a su casa. Sentirla así le daba una sensación de bienestar que notaba como sus ojos se emocionaban, era así, no había más vuelta, la amaba. Por su parte Esther, sentía tantas cosas que rogaba estuvieran todos los semáforos en verde para no tardar, no lo debía negar, le encantaba estar ahí y tocarla. -Gracias –le sonrió dándole el casco-. Para tu próxima conquista. -Entonces… lo llevarás tú –seguía lanzando su anzuelo sin cortarse. -Anda ve, que querías hacer la siesta. -¿Vives aquí? –le preguntó mirando hacia arriba-. Es selecto, sí. -Un poco –dijo con algo de vergüenza. -¿Un poco? –sonrió. -Venga vete. -¿Tienes miedo que nos vea? –siguió un poco más con la tortura. -No, no haga nada malo, ella sabe que puede confiar en mí. -Me voy, nos vemos el lunes. -Pórtate bien.

-Trataré –sonrió con algo de malicia mientras Esther sonreía abiertamente-. Buen fin de semana. -Igualmente –levantó la mano para despedirla-. Te estás metiendo en un callejón sin salida Esther. Cuando llegó Paula, Esther la esperaba como siempre, la recibió con un beso, con una caricia y le preparó la ducha para que no tuviera que perder demasiado tiempo, la cena era a las nueve y había llegado a las ocho. -¡Uf qué pesados son los hombres! –se quejaba metiéndose en la ducha-. ¡Cuántas vueltas le dan a lo mismo!, por cierto cariño, el lunes podrías citarme con Cruz. -Claro no hay problema, está encantada con la idea –dijo sonriendo mientras le sacaba el traje chaqueta. -Bien. ¿Qué tal el día? -Muy bien, el lunes empezamos con los niños de la escuela. -Estupendo. -Siento haberte alzado la voz antes. -Tiene razón, siempre te acabo arrastrando a lo mío. Haremos una cena para tus compis. -Eso, que Belén quiere que le des un autógrafo para su abuela. -¿No me digas? –sonreía abiertamente. -Sí mi vida, es una fan tuya desde que hacías radio en Andalucía. -Bien, pues el fin de semana que viene, es tuyo. -Si es que ¡cómo no te voy a querer! –la besaba con pasión. Durante la cena, pudo sacarse de la cabeza el trabajo, Maca y todo lo relacionado a su situación, siempre pensó que la podría sobrellevar bien, pero se daba cuenta que con el cambio de actitud de Maca le costaba más porque estaba tan adorable y tan maravillosa como cuando se enamoró de ella. -Oye Esther... me dijo Paula que ahora vais a trabajar en una escuela –le comentó Aurora. -Bueno exactamente nos encargamos de la vacunación y revisión. -Interesante –la miró con sus ojos juiciosos Aurora.

-Oye cariño, hoy me han hecho una propuesta interesante –le dijo con la ayuda de Aurora que había sacado el tema adrede. -¿Qué? –sonrió mientras todas las miraban. -El marido de la directora de la radio es médico, se ha quedado sin enfermera, tiene la consulta justo al lado de la emisora, nos veríamos más. -¡Eso es estupendo! –aplaudió la noticia Aurora. -Le he dicho que te lo comentaría que tú estás muy bien en la clínica de Cruz pero que de todos modos te lo comentaría. -Ah ya –dijo mostrando cierto tono irritado -Ya lo hablamos tranquilamente. -Sí, mejor. Para Esther aquella cena se le había atragantado, no entendía como Paula le decía algo así delante de todas, que comenzaron a respaldar la oferta de trabajo, durante un buen rato tuvo que soportar la opinión de todas, y por momentos su enfado iba en aumento. El solo hecho de pensar en no ver a Maca, le había puesto de mal humor. Cuando salieron hacia la discoteca Esther la detuvo. -Espera Paula, te dije que no quería ir. -Lo sé mi amor, pero será nada más un rato te lo prometo, un rato y nos vamos. -Eso espero –su enfado era considerable. -No te enfades mi reina, ya sabes, una charlita, unas copitas –entonces se acercó a su oído y le dijo-. Y luego en casa te recompenso. Llegaron al local con el ánimo por las nubes, Aurora como siempre en cuanto traspasaba la puerta de esos locales, se transformaba, comenzaba a gritar, a bailar y a hacer la payasa algo que sacaba de los nervios a Esther. Se sentaron donde siempre, bebieron lo de siempre, y Esther puso sus ojos sobre la mesa con la intención de no moverlos de allí, de no buscar, de no encontrar, de no saber. Llevaba unos cinco minutos allí cuando sonó su móvil, un mensaje, con disimulo lo abrió y leyó. -“Si yo fuera ella, estaría más atenta, estás muy guapa esta noche, es un pecado dejarte de lado de esa manera” -“Joder está aquí”. Mierda –dijo con una mezcla de miedo y alegría.

-¿Pasa algo mi amor? -No nada, los de la publicidad... son pesaditos. -Desconecta el móvil cariño, estamos en un momento de relax –fue a besarla pero instintivamente Esther se apartó, los ojos de Paula la dejaron helada-. ¿Qué te pasa? -Nada, nada, lo siento –suspiró besándola ella. -¿Quieres que nos vayamos? –le preguntó alertada por sus nervios. -No, no, antes estaba un poco enfadada –le dijo agachando la vista. -Lo sé. Luego hablamos con calma. -¡Paula cuéntale a Estrella lo de la ministra, menuda cara! –le decía Aurora, y en un momento Paula comenzaba a hablar de política. -Paula cariño voy al lavabo no he ido en el restaurante. -De acuerdo. ¿Por dónde iba?, ah si... Allí se quedaba enfrascada en la conversación, Esther quería huir pero al mismo tiempo quería verla, no quería mirar, pero al mismo tiempo sus ojos a punto de caer al suelo miraban, quería no encontrarse con ella, pero al mismo tiempo su corazón palpitaba como loco por encontrarla. Llegó al lavabo y se puso en la cola, cuando tan solo le quedaba una persona para entrar, notó su presencia a su lado. -Hola. Estás muy guapa. -Maca –le dijo enfadada. -Cuando me nombras, consigues enloquecerme Esther –su voz se tornó tan sedosa que hasta ella misma se excitó -Me voy –quiso huir, aquellos ojos la estaban mareando. -No te vayas, por favor –sus labios se habían movido lo mínimo, tan carnosos, aquella boca parecía llamarla. -Maca yo... -Shhhh, no digas nada –volvió a susurrarle. -¡Vas a pasar o lo hago yo! –llegó una voz desde atrás que le indicaba a Esther. En el lavabo, se apoyó contra la puerta, su respiración se había agitado tanto que notaba como se mareaba, Maca estaba allí, tan absolutamente hermosa que no sabía cómo aplacar el deseo que había nacido en ella, pero no podía ceder, así que

respiró con calma para recobrar el sentido común y salió, al hacerlo, no la vio y en parte respiró aliviada. Cuando fue a caminar una mano la detuvo, conocía el tacto, sabía quién era. Notó como la arrastró hacia otra zona alejada de donde estaba Paula, la música, la gente moviéndose, el olor a tabaco, a sudor, la gente gritando, cantando, notaba que se mareaba que no iba a llegar a donde Maca fuera que la llevara, pero entonces como si lo supiera se detuvo, la miró, se encontraron sus ojos, sus respiraciones ya se habían alterado lo suficiente como para suspirar profundamente para no ahogarse, se miraban con tanta fogosidad que si se hubieran adelantado al tiempo, habrían descrito un beso lento pero apasionado, muy apasionado. -Maca... no –musitó despacio como si al decirlo pudiera romper una magia que no quería romper. -Te quiero Esther. No hubo más palabras, las bocas se fundieron en un apasionado beso, las manos tocaron la otra piel, las lenguas chocaron como si hubieran vivido desde el día en que se separaron para reencontrarse allí dispuestas a ganar todo el tiempo perdido, ladeaban las cabezas, las manos de Maca pasaron por los pechos de Esther, las de Esther se pusieron sobre su cara, sobre su cuello obligándola a continuar con el beso. Un beso que duró, que fue como si todo el mundo se perdiera y tan solo quedaron ellas. Juntaron sus frentes mientras ambas derramaban lágrimas, se abrazaron, se volvieron a besar, hasta que Maca le dijo como si se le fuera la vida. -Huyamos Esther, tú y yo... huyamos. -¡Maca por favor! Se soltó de sus manos, de su cuerpo, de su abrazo, de sus labios, recobrando la cordura, una cordura que la hizo salir corriendo, Maca la vio marchase lentamente perderse nuevamente entre la gente sintiendo que otra vez la vida se burlaba de ella, que otra vez la perdía, se giró con la rabia de nuevo como protagonista de su vida, a empujones se abrió paso y salió de aquel lugar que le había hecho perder la compostura, sentirla, acariciarla, besarla, nuevamente la tortura, nuevamente la desazón en su alma, en su corazón, en su vida, Esther tan

cercana, Esther tan lejana, y allí se había quedado, mientras ella corría sin saber hacia donde, Esther estaría quien sabe si besándose con su pareja, y la visión en sus ojos arrasados por las lágrimas le llegaban a la mente, desatando los celos más crueles, más viscerales, la locura más cuerda en su cabeza, en su corazón. Corría pero sabía que por mucho que lo hiciera no huiría de Esther, porque la llevaba en su corazón y no podía desprenderse de él, tragó saliva y se detuvo, parecía que el aire le faltaba, que la respiración iba a fallarle, puso ambas manos sobre su barbilla, los puños cerrados poco a poco fueron abriéndose haciendo que las manos extendidas llegaran a sus labios para ahogar un grito de rabia, de dolor. Tapó su boca, cerró sus ojos y quiso desaparecer, desaparecer de la tierra, del mundo, del Universo, si no la tenía a ella, ¡qué más daba su vida! Mientras ella se debatía en pensamientos desgarradores, Esther se había detenido a mitad camino, no podía volver junto a Paula, ¿con qué cara la miraría?, después de lo que había sucedido, de haber deseado ese beso, de haber respondido ¿cómo mirarla? Saber que no había sido un impulso sino el más puro deseo. Se sentó en un banco que había libre, respiró tratando de relajarse, limpió su boca, imaginó que debía ir marcada por la fiereza del beso deseado, regalado, anhelado, compartido. Mil pensamientos Cruzaban su mente, en todos aparecía en un lado Paula, en el otro Maca, ella en medio sintiendo que a ambas quería, sintiendo que a ambas necesitaba, y entonces su desconcierto la empujaba a sentirse culpable por lo que había hecho, culpable por hacer daño a una mujer que amaba, Paula. Sabía que no podía pasar mucho más rato allí, debía unirse al grupo de mujeres que seguían enfrascadas en revoluciones moribundas antes de nacer. -¡Cariño estaba a punto de mandar a los Geos!, pensé que te habían robado –le dijo besándola. -Había mucha cola –le respondió retirando rápidamente los labios como si pudiera notar que habían sido besados por otra. -¿Te encuentras bien? -No Paula, me duele mucho la cabeza, ¿nos podemos ir a casa? -Claro cariño... tienes mala cara –la miró extrañada por su cambio de actitud. -Me siento agotada.

-No se hable más. Chicas, ¡mi reina necesita descansar así que con vuestro permiso me la llevo al Palacio! Besos y abrazos, intercambiados entre todas. Al salir a la calle, Paula la cogió de la mano, Esther apoyó su cabeza en el brazo, sus pasos eran lentos, no quería llegar a casa y mirarla. -¿Quieres que vayamos paseando?, el aire te vendrá bien. -Como quieras, solo quiero descansar. -Esther he sido un poco egoísta nuevamente, lo siento mi amor –se detuvo y puso su mano en la barbilla-. Te quiero, ¿lo sabes, verdad? -Sí, lo sé –sonrió de lado. Cuando llegó a casa lo primero que hizo fue desconectar el teléfono, antes miró por si tenía un mensaje de Maca, y cuando tendría que haber respirado tranquila de no hallarlo, se sorprendió haciendo una mueca de desilusión que rápidamente se reprochó. -Toma cariño te he preparado un vasito de leche con la pastilla –le dio el vaso dejándole un beso en la frente-. ¿Qué te pasa Esther? -Me duele la cabeza ya te lo he dicho –su tono era apesadumbrado. -Te pasa algo más, lo sé. -Paula por favor ahora solo quiero descansar ya hablamos mañana, por favor –su mirada repleta de suplica hizo que apartara la vista de los ojos de aquella mujer que la miraba entristecida-. Por favor Paula. -Está bien, descansa. Le dejó un beso en la frente y salió de la habitación, fue hasta la cocina donde dejó el vaso, abrió el grifo y cuando se dio cuenta el agua rebosaba el vaso, su mente no estaba allí. Fue al sofá, nunca había sido mujer de dramas, ni de celos ni de escenas fuera de lugar, sin embargo, aquellos ojos de Esther la llenaron de dudas, de miedos, ¿qué pasaría si la dejara?, pensó por un momento. -Me he equivocado, era demasiado pronto para regresar –susurró para sí, y entonces se ordenó “imagínalas”, su cabeza obedeció, y comenzó a visualizarlo, las vio besarse como locas en la consulta, sobre la mesa hacer el amor, y ella abriendo la puerta descubriéndolas, descubriendo que en ese instante le explotaba

el corazón en miles de pedazos, pedazos repletos de dolor-. No puede ser, no me haría algo así, Esther no... ¡Cómo fui tan idiota de dejarla trabajar allí!, estoy segura que Maca es la culpable de su actitud. Se acostó y Esther dormía, la abrazó tratando de borrar lo que había imaginado, la tenía allí a su lado y quizá debía pensar que desde que habían llegado la presión para ambas había sido muy dura. Quizá hablando nuevamente con tranquilidad todo volviera a ser como antes. -¿Cómo antes de qué?, sabía que esto podía pasar y vine... –se preguntaba cerrando los ojos, y fue su conciencia quien le contestó con rotundidad-. Como antes de verla, Maca nunca saldrá de tu corazón cariño... y si me dejas siento que muero. La mañana llegó y encontró a Maca sentada en el sofá, no había podido dormir, cada vez que cerraba los ojos volvía a ella aquel beso con Esther, otra vez había vuelto a sentir todo lo que echaba de menos, ninguna mujer con las que había compartido le habían hecho sentir tan solo con un maravilloso, fino y apasionado beso. Sus labios aún temblaban y si los rozaba podía saborear aquel sabor de la que era sin duda la mujer de su vida. Salió a la terraza con el albornoz puesto, con una taza de café mirando al horizonte. -¿Qué va a pasar ahora Esther?, ¿te habrás dado cuenta que sigues deseándome?, respondiste como siempre, mi vida... mi amor... ¿por qué tengo que soportar esta lejanía? –se abrazó a sí misma como si sus brazos fueran los de Esther y ella misma se respondió con dolor-. Por torpe lo sé... pero... no lo puedo soportar tengo que hacer algo antes de cometer una locura mayor, porque ella no va a dejarla lo sé, Esther no es así. Será mejor tratar de no volver a intentarlo. Será mejor por mucho que me duele, por mucho que lo desee y lo necesite como el respirar empezar una vida por mí misma. El olor a café hizo que Esther se fuera despertando, sabía que debía enfrentar el momento de la noche anterior pero le hubiera gustado seguir durmiendo todo el día, ¿qué excusa podía ponerle a su reacción?, no quería mentirle pero si le decía la verdad sería mucho peor, le haría mucho daño, y no quería, no podía.

-No sé lo voy a decir, esto no se va a volver a repetir, no puedo vivir este infierno, ella es mi pareja lo decidí así, me ayudó a sobrevivir a las tinieblas, me cuida, me mima, me trata como a una reina ¿qué más puedo pedir?, la fiesta de la otra noche ¡joder!, el dinero que se gastaría tan solo por hacerme feliz, aunque... un solo beso y me ha desarmado, no puedo dejar que la pasión me guié porque lo más seguro es que me pierda en el camino entre las dos. Lo más seguro es que acabe deseando tanto a Maca que no pueda resistirme. No volverá a pasar, otra vez, no. Abrió la puerta con su magnífica sonrisa, allí estaba Paula llevaba puesto su típico pijama de seda azul a rayas blancas con la bata que le hacía juego, Esther al verla sonrió como si sus pensamientos que la habían maltratado con anterioridad nada más hubieran sido producto de una pesadilla y lo que ellos le empujaron a la oscuridad, la sonrisa de su mujer, le llenó de luminosidad. -Buenos días cariño –sonrió. -Hola mi amor, aquí tienes tu desayuno. ¿Estás mejor? -Sí, sí, descansar me ha hecho bien, ¿has desayunado tú? -Sí, hace rato me he levantado y me puse a trabajar. -¿Qué hora es? -Las once y media pasaditas mi vida –se sentó a su lado le gustaba compartir con ella esos momentos-. Esther creo que ayer me comporté como una idiota, quiero decir, no debía sacar el tema del trabajo, sé que era algo entre tú y yo, y con mi estúpida metedura de pata se centró casi en un debate. -Me molestó, lo sabes –la miró fijamente. -Lo sé -admitió. -Ahora mismo no quiero cambiar, no te digo que una vez finalice mi contrato lo haga, pero nunca las dejaría colgadas. -Lo sé, te conozco y lo sé, solo que era una buena oportunidad estabas cerca de mí, así no vamos a poder ni comer juntas. -Yo iré a la radio por eso no te preocupes –le cogió la mano mirándola a los ojos fijamente luchando en la esencia de su ser para que no saliera la otra de su escondite-. Pero sabes que no me gusta que me organicen la vida.

-Lo reconozco, me pase –su voz se mostraba apesadumbrada. -¿Y me vas a compensar por el mal rato que me hicieron vivir tus amigas? –la miraba divertida. -Pues... ¿tengo escapatoria? –se acercó sintiendo que volvía a ella otra vez, fuera lo que fuera lo que había pasado, estaba allí otra vez, para ella, exhibiéndose tan solo para ella. -No –dio una carcajada mostrándose radiante y besándola-. Te quiero. -Y yo mi vida. Y quiero ver en ti esa sonrisa todos los días, desde que hemos llegado, se ha nublado como el tiempo de Madrid –le decía acariciando su pelo con suavidad. -Si estás a mi lado se recupera, ¿no lo ves?, y ahora te daría un beso pero se me enfría el café con leche. -Lo siento –susurró besándola-. ¿Qué hacemos hoy? -Paula yo quiero ir a ver a mi madre, al final me va a rechazar como hija –le dijo muy seria. -¿Encarna? –Esther sonrió antes de dar un sorbo al café-. Jamás haría eso, no he visto una madre como ella. -Es cierto, ¿te parece bien que vayamos? -Por supuesto, anda acaba y nos vamos –subió la persiana y dejó que la luz bañara la habitación, al girarse vio que había dejado a un lado la bandeja y se apresuró hasta ella-. Deja, deja, que ya la llevo yo. -Puedo ir perfectamente yo ¿eh? -No, las reinas no llevan bandejas –se acercó a ella que se había levantado, la rodeó por la cintura y la atrajo a su cuerpo-. La reina se ducha mientras yo arreglo las cosas. -Vale yo hago la cama –Esther sonrió, comenzaron a besarse, poco a poco, pero fueron subiendo la intensidad, las manos tomaron vida tocando la otra piel, pero en un momento dado Esther se detuvo y se apartó-. Cariño... que me conozco que si empezamos no paramos. -Tienes razón... –sonrió jadeante-. Es que no puedo remediar este deseo intenso por ti.

-Ni yo... venga voy a ducharme y a la noche seguimos hablando del fuego –le besó la punta de la nariz. Bien –suspiró-. Yo arreglo esto y riego las plantas ¿vale? -Vale. Cuando se quedó sola, miró de reojo el móvil recordaba haberlo desconectado, suspiró para dejarlo en la mesita mientras se arreglaba, sacó la ropa del armario, deshizo la cama y abrió la ventana, pero una fuerza mayor de lo que podía controlar le hacían de tanto en tanto mirar el teléfono, hasta que finalmente como si supiera que allí había algo esperándola lo puso en marcha, se fue hacia el lavabo y se puso a orinar, aceptó el pin y el teléfono le preguntaba que tal estaba, Esther sonrió de lado elevando las cejas como si con eso pudiera responderle que no muy bien, después mientras esperaba levantaba la punta de sus pies, después los talones, y así sucesivamente, hasta que sonó la campanita que le indicaba que alguien había dejado un mensaje para ella, entonces suspiró, abrió la tapa con miedo primero a que Paula pudiera entrar, segundo a quien le hubiera mandado ese mensaje. Sus ojos como si pudieran defenderse así del impacto que iba a recibir, se entrecerraron, allí estaba su confirmación, no pudo evitar que su piel se erizara, que sus pies comenzaran con nervios a moverse contra el suelo, tras exhalar un profundo suspiro y con rapidez como si quisiera acabar con aquello cuanto antes leyó. “Esther, lo siento, perdóname, lo siento” Podía imaginarla perfectamente escribiendo el mensaje, podía imaginar sus dedos temblorosos acariciando las teclas escribiendo aquella frase como si fuera un castigo, podía imaginar hasta su rostro, ese rostro apesadumbrado por lo ocurrido, melancólico por lo que habían sentido, ella misma se miró al espejo y podía verse reflejada allí con ese temor. Hacía mucho tiempo que Maca no salía con los patines por la calle, era el momento de retomar ese ejercicio, necesitaba quemar toda la energía que le sobraba, se había puesto sus mallas, su camiseta de manga corta y estaba saliendo cuando su móvil sonó advirtiéndole que alguien le dejaba un mensaje, su corazón comenzó a latir con tanta fuerza que tuvo que apoyarse sobre la puerta que había

vuelto a cerrar para leerlo, antes suspiró no sabía que iba a encontrar y una mezcla de temor y esperanza se adueñaron de toda ella. “Será mejor olvidarlo Maca, no ha pasado nada” Fue como si un puño imaginario que no sabía si salía del teléfono con la mano de Paula cerrada, le golpeara en la cara tan fuerte que agradeció estar apoyada en la pared, de otra manera hubiera caído fulminada de espaldas al suelo. Guardó el teléfono, se tragó su rabia, sus lágrimas, y bajó las escaleras a toda prisa obligándose a no pensar en ella, a no analizar aquella frase, tan solo admitir que todo estaba perdido y que, para Esther el beso no había significado más que un error. Patinó con tanta fuerza, que cuando terminó, sintió que el corazón le iba a salir por la boca. En la ducha el agua y sus lágrimas se mezclaron. “¿Qué estará haciendo?, supongo que estará con ella, estoy segura que no lo ha olvidado, que no ha sido para ella un simple acto que se pasa de página, me beso con pasión, sentía como se estremecía como siempre, como yo, no, no puede pensar que no ha significado nada. Joder no puedo ser egoísta, no puedo pensar nada más en mí, en esta historia hay otra persona que por mucho que odie, no tiene la culpa de estar con Esther, la única culpable soy yo –salió de la ducha con la sensación de derrota. Entre tanto la pareja había llegado al pueblo donde Encarna había trasladado su residencia poco antes que Esther se marchara a Granada, las esperaba en la puerta, ya que el sol permitía estar fuera de casa, al ver llegar el coche conducido por Esther, sonrió. Paula sabía que la quería mucho aunque ella seguía guardando la esperanza de que un día sin saber como y sin hacer daño a nadie, Maca y Esther volvieran a ser la pareja que siempre fueron, o quizá, mejor. -¡Ya estaba preocupada!, se me va a quemar el cocido –les reñía con su amplia sonrisa. -Encarna ¿aún no sabe que Esther nunca pasa de cien? –le preguntaba sonriente mientras se saludaban y besaban. -No te burles toda precaución es poca, con tanto loco al volante –decía mientras sacaba su bolso, y como no, su teléfono silenciado durante el camino. -Eso es cierto Encarna, mi mujer es... divina hasta para eso.

-Ven aquí hija, que un poco más y tengo que pedir hora para verte, ¿tan ocupada estás? –la miraba seria. -Estoy trabajando mamá y Paula tenía que empezar su programa. -Maravilloso, a las ocho ya me tienes a mí ahí escuchándote, venga pasar que la tía Emilia está desesperada en la cocina, tu prima Paloma me ha dicho que vienen a comer con el pequeño para que lo veáis –decía ilusionada mientras se llevaba a Paula. -Voy a coger los pasteles, entrad vosotras. Abrió el maletero del coche para sacar los pasteles, entonces recordó su teléfono y cerciorándose de que no la veían lo abrió, ningún mensaje respiró profundamente, pero justo cuando estaba mirando las luces comenzaron a reflejarse en la pantalla, cerró de golpe el maletero y asustada contestó, no sin antes pasarse la lengua por unos labios que se habían quedado secos. -Hola –la saludó. -Esther no quiero molestarte, ¿puedes hablar? –le preguntó nerviosa. -No mucho mi madre me espera. -¿Estás con Encarna? –su voz reflejó sin dudas la envidia de no poder ser ella quien estuviera allí. -Sí –captó el reflejo y también su nerviosismo como el suyo propio que sabía estaba de igual modo mostrándose en su voz-. ¿Qué quieres Maca? tengo que entrar. -Saber como estás –cerró los ojos como si al decir aquella frase pudiera desencadenar el final del mundo. -Estoy bien, ¿y tú? -Extraña –esperó respuesta por parte de Esther pero no la hubo, entonces prosiguió-. Yo... de verdad no quiero crearte ningún problema –habló mientras gesticulaba con su otra mano. -¡Esther cariño ya o que! –le decía desde la puerta Paula haciendo que Maca sintiera envidia-. Venga te ayudo. -Si toma –le dio la bolsa. -No tardes mi amor.

-No –hasta Maca llegó el sonido del beso, y la envidia se transformó en un intenso dolor de alma-. No pasa nada Maca, de verdad, creo que fue un error, tan solo eso. -Si –contestó, cuando quiso decir, “no, no fue un error lo deseábamos las dos”. -Te dejo, lo siento, no puedo seguir me están esperando. Hasta el lunes. -¡Esther! –la llamó con ansiedad. -¿Dime? –le contestó con cierta amargura. -No... nada...dale un beso a Encarna o bueno... cuando puedas... no sé –decía frotándose la frente arrugada. -Se lo diré tranquila. - Adiós –colgó y musitó-. Te quiero. -Adiós –suspiró profundamente. Y pensó-. “Yo también”. Al entrar, entre las bromas de su tía, las riñas de su madre y las atenciones de Paula se le fue pasando el sabor amargo que se le había quedado tras la conversación con Maca, tan inesperada que le había dejado a parte de ese sabor en la boca, una duda inquietante en el corazón. -¿Quién era cariño? –le preguntó cuando se quedaron solas. -Teresa, si nos apetecía comer con ella, desde que está divorciada... –no dijo más tan solo sonrió. -Pobre... tendremos que ir un día de estos. -Bueno... ya van llegando... pasar... pasar... –decía Encarna feliz de tener a su familia reunida. -¡Paloma! –llamó a su prima que traía a su pequeño bebé en brazos y lo cogía llenándolo de besos. -¿Qué tal Paula?, me alegro de verte –la saludó cortésmente. -Gracias igualmente, ¡que bonito está ya! –dijo mirando al pequeño en los brazos de una feliz Esther. -Si, es un bendito... Eduardo ven que están aquí, como siempre ha visto a mi primo y ya están discutiendo que si el Madrid y que si el Barcelona... ¡hombres! -¡Hola prima! –sonrió feliz abrazando con cariño a Esther. -¡Pero Eduardo qué delgado estás!

-Sí, ya sabes el colesterol no me deja devorar mi comida y hay que hacer caso o tu prima me mantiene a raya. -¡Eduardo! –lo riñó. -¿Qué tal Paula? -Muy bien, gracias –el tal Eduardo no era de su agrado, desde el primer día que se conocieron, le tenía ciertas reservas, una de las veces que fue a entrar a la cocina en la primera reunión familiar, lo oyó decir que como Maca nada, desde entonces lo tenía en el punto de mira-. Tienes un pequeño muy guapo. -Si ha salido a la madre, por suerte para él. Oye prima... ¿qué tal está Maca? –el silencio se hizo entre ellos cuatro llevándose el codazo de su mujer. -Está bien, trabajando –contestó algo nerviosa. -La saludas de mi parte, voy con la tía Emilia que me está haciendo señales. -Te lo encargo voy a ver que pasa –fue tras su marido para darle una buena regañina. -Te sienta muy bien un niño en brazos –acarició al pequeño y por extensión a Esther. -Si, es muy guapo tiene razón Eduardo, ha tenido suerte. -Si. Espero que aún la tenga más y no se parezca a él en lo bocazas. -Vamos Paula... –la miró con gesto de suplica. -Ya, ya, ya sé que no soy santo de su devoción. -¡Y qué!, lo eres para mí ¿no?, pues ya está –le entregó una sonrisa y un beso. -¿Te gustaría tener un hijo? –le preguntó a quemarropa. -Siempre quise tener sí, pero... no lo sé. -Estamos a tiempo –le guiñó un ojo acariciando levemente su mejilla que se había puesto algo colorada. -¡A comer chicas... a comer! A Esther aquella afirmación de Paula volvió a empujarla tres años atrás cuando Maca le dijo que quería tener un hijo, aún en ese instante en que cargaba a su sobrino, no era capaz de saber que le impidió realmente reaccionar con la naturalidad con la que Paula había reaccionado, no podía entender porque le entró

miedo, dudas, porque no fue valiente y le pidió a Maca ayuda para entender lo que pasaba en su interior. -¿Esther estás bien? –la miró con pena. -Sí mamá, lo estoy –se habían quedado a solas en la cocina. -No me habías dicho que estabas trabajando –la miraba con una mirada repleta de ternura pero al mismo tiempo de riña. -Es cierto... -¿Y dónde? -En la clínica de Cruz... –se calló sabía que si le decía algo a su madre adivinaría esa mirada extraña que estaba tratando de descifrar. -Un momento, en la clínica de Cruz también trabaja Maca –su gesto sensato y moderado fue suficiente para Esther, en ese momento su madre acababa de comprenderlo todo. -Si mamá, también. Venga que nos esperan. -Tía Encana venga. -Espera hija, déjame un momento a solas con tu prima, llévate al niño por favor –le dijo con calma mirando a su hija. -Claro tía. Vamos pequeño mío. -Mamá solo voy a trabajar unos meses para ayudarles en los inicios, nada más, y Maca está muy diferente... no debes preocuparte –trataba de convencerla. -Tanto que has luchado contra ti y sus recuerdos, has encontrado otra mujer a la que se nota quieres, ¿tanto sacrificio para regresar y volver a su lado? -Mamá, no hay problema, Maca y yo nada más somos compañeras de trabajo, ni siquiera hablamos. -¿Pretendes qué me lo crea?, tú no necesitas hablar con Maca para que se encienda la hoguera –Esther cerró los ojos-. ¿Paula lo sabe? -Claro mamá, sabes que no le oculto nada –trató de ser lo más creíble que pudo. -¡Tan poco le importas a esta mujer que te pone en los brazos de Maca! -¡Mamá a mí nadie me ha puesto en sus brazos! –se defendió con rabia en sus ojos. -Aún no, pero estarás –le dijo segura. -Vamos a comer por favor –se notaba su angustia.

-Sé sensata sobre todas las cosas Esther, es lo único que te pido. La comida fue de lo más divertida, Paula se sentía integrada en la familia pero no era tonta, sabía que para todos Maca seguía siendo la mujer de Esther y ese fantasma se daba cuenta que lo que para ella en Granada era algo lejano que no le importaba, al estar en Madrid tan cerca comenzaba a asustarle. Terminaron con la comida, las mujeres recogieron la mesa, los tres hombres todos primos de Esther, hablaban de fútbol los dos sobrinos jugaban en el salón, uno de ellos Daniel el más mayor cuando se sentó a su lado ante la mirada feliz de Paula le dijo: -Tía... ¿y Maca?, ya no tengo sus cuentos, ya no me trae. -Bueno veras... –miró a Paula que dio media vuelta y salió con el gesto de seriedad absoluta. Y salió a que le diera el aire, el día se había entristecido con unas nubes que aparecieron amenazando una lluvia segura, se había asomado al balcón trasero de la casa donde daba a una montaña, en seguida presintió la presencia de alguien, allí estaba Encarna. -¿Puedo? -Claro Encarna –sonrió algo triste. -Mi Esther me ha dicho donde trabaja –como era costumbre en ella lo dijo sin titubeos. -Sí, está muy contenta. -¿Y tú? -¿Yo?, yo si la veo a ella feliz, sabe que soy feliz –le contestó mirándola con seriedad. -¿Por qué la dejas trabajar a su lado? -Ella lo ha decidido Encarna, yo no voy a prohibirle nada. -No te ofendas por lo que te voy a decir Paula, pero, te hacía más inteligente –los ojos de Paula se clavaron en la mujer que la miraba con cierto halo de tristeza-. Poner cerca de Esther a Maca, es un suicidio. -Yo confío en Esther. -Yo no –la miró de golpe con el ceño fruncido y cierta expresión hostil-. Mira para mí como madre sería muy fácil no decirte lo que pienso, sé que quieres a mi hija...

-... pero usted también prefiere a Maca. -Yo prefiero a la mujer que mi hija tenga a su lado, sé que Maca la sigue queriendo y lo sé a pesar de no haberla visto desde hace mucho tiempo, no me hace falta, la conozco, las he visto, y quizá mi hija te diga que no pasa nada, yo lo dudo, y no porque crea que te va a engañar conscientemente, no creo, pero si están cerca volverán a florecer sentimientos que hay ocultos. -Si eso pasa será porque su hija se ha engañado a si misma, y me ha engañado a mí. ¿No cree? -Posiblemente se ha engañado a si misma –le contestó con total rotundidad-, pero si está contigo es por algo Paula. Yo nada más quiero lo mejor para vosotras dos, y lo mejor quizá no sea lo que tiene ahora. -No soy nadie para negarle que trabaje donde quiera. -Sé que eres un ser que ama la libertad, pero para según que cosas esa libertad nos puede destruir inconscientemente, no sé si me explico, dudo de que Maca teniendo a su lado a mi hija la omita, lo dudo mucho. -Yo también, pero por el contrario a usted, confío en Esther, a pesar que usted como todo el resto de su familia prefieran a Maca. No soy tonta. -Pues para no serlo has cometido un gran error, solo espero que no lo pagues demasiado caro. -Si lo pago, usted estará encantada Encarna –le habló con tono duro y rotundo. -No lo creas... te aprecio y no me gustaría que esto se convirtiera en un calvario para las tres. -¿Pero qué hacéis aquí? –acudió a ellas sonriente pero al ver el gesto de Paula su sonrisa se borró. -Nada hija hablar. ¿Vamos Paula? -Claro –le respondió aunque su gesto fue de seriedad. Tras el café, nuevas risas y algunas caricias cariñosas entre Paula y Esther, después trataron de hacerles entender que el tiempo se iba a estropear y era mejor que se quedaran allí a dormir, Esther rechazó la oferta de su madre poniendo de excusa que Paula debía trabajar para el programa del lunes. El camino de vuelta fue silencioso porque la periodista se durmió, Esther tuvo más de dos horas y

media de camino para pensar. Cuando le había hablado a su madre de Maca, era consciente que se había quedado preocupada y quizás aquella conversación en la terraza entre ella y Paula iba encaminada hacia Maca. Desde ese momento y a pesar que Paula había tratado de disimular, notaba en ella una seriedad que no era habitual tuviera con Encarna. Puso atención a la carretera, miró a un lado y allí estaba profundamente dormida su compañera, recordó obligadamente para apartar fantasmas como Paula la conquistó con su facilidad de palabra, con flores, con libros de poesía, con música de grupos o solistas que no sabía existían, con sus cenas en tabernas extrañas, con paseos por la ciudad, con esa calma que tuvo desde el primer beso hasta que Esther estuvo preparada para tener relaciones con ella, toda la ternura que puso en esa relación que Esther no buscaba pero que poco a poco fue haciendo mella en su interior, esa mujer que le había ayudado a superar un dolor que pensó destruiría su alma, aquella mujer que tenía a su derecha dulce, cariñosa, atenta, pasional, pero sobre todo que la había cuidado, protegido y adorado como sólo lo había hecho ella. -Paula cariño hemos llegado, Paula –la llamaba con delicadeza. -¿Ya? ¿Qué rápido? -¡Qué guasona eres! –sonrió alegre dejándole un beso-. ¿Estás cansada? -Un poco. -Mi familia es agotadora, dilo –volvía a mostrarle esa sonrisa que tanto le gustaba a Paula. -Si, son como la mía pero mira cariño, ahora que no los tengo los echo de menos – le acarició la cara. -Venga vamos a casa te duchas te tumbas en el sofá un ratito mientras preparo la cena. -No soy una vieja –le dijo sin poder evitar el comentario. -¿Y quién ha dicho eso? –la miró algo sorprendida, nunca antes había hecho esa clase de comentarios-. Yo solo te iba a mimar. -¡Ah!, vale, ya sabes que me gusta estar en casa contigo, y mimarnos mutuamente, pero si quieres salir a cenar...

-No, estoy cansada... mi primo Eduardo es muy pesao –dijo subiendo las escaleras del portal. -Ni que lo digas –susurró. -Bueno, venga, a la ducha –le dijo mientras abría la puerta. -¡Qué mandona eres! –sonrió. -¿Y el milagro de que tu móvil no haya sonado? –le preguntó Esther gratamente sorprendida por el hecho. -Lo he desconectado, hoy soy tuya –le dejó un suave beso con una sonrisa-. Voy a ver si me despejo un poco. -Voy preparando la cena. Se quedó pensativa, lo había desconectado para ella, había soportado las impertinencias de su primo, las bromas de su familia, y seguía replicando en su cabeza la charla con su madre. ¿Y qué hacia ella?, mirar en ese momento el móvil por si tenía mensaje, entonces recordó su mentira, al escuchar el grifo de la ducha, salió a la terraza que era el lugar más lejano a la habitación y marcó un número de teléfono. La tarde la había sorprendido con el álbum de fotos sobre sus rodillas observando aquella mujer de sonrisa maravillosa, con un pañuelo en su mano, la nariz entaponada y los ojos rojos de tanto llorar y de tanto llamarla sin respuesta. Entre suspiros de melancolía recibió con un ligero bote de impresión el sonido del teléfono, miró la pantalla y frunció el ceño. -Hola Beatriz. No, estoy en casa, no gracias, no me apetece mucho, no de verdad guapa, estoy bien un poco constipada, si, ¿el lunes?, vale, sí perfecto te llamo y quedamos, un beso. Chao. Colgó pensativa mientras se ponía el teléfono en la barbilla, cerraba los ojos y susurraba: -Es la única manera, la única opción de apartar de mí este calvario. Bajo el grifo de la ducha, Paula movía su cuello de lado a lado, le dolía sentía una gran tensión acumulada allí mismo, su gesto demostraba la agudeza del dolor, aunque también demostraba la tristeza de su alma. -¿Puedo ayudarte? –le preguntó Esther entrando a la ducha.

-¿Y la cena? -Cambio de planes –se apegó a ella empapándose también del agua mientras sus manos volaban por el cuerpo de su compañera-. Te necesito. -Y yo –susurró mientras cogía aquellas manos y las besaba, las dejaba nuevamente volar y entonces las apretaba ella misma contra sus pechos-. Esther. -¿Qué cariño? –pasaba su lengua por la espalda bebiendo el agua que en ella había saciando su sed de deseo. -No me dejes nunca. -No pienso hacerlo, no me dejes tú –musitó mientras Paula se daba lentamente la vuelta y se miraban a los ojos-. Te quiero. Salieron de la ducha repletas de caricias y besos, saciadas de placer, con pocas ganas de hacer otra cosa que echarse en la cama y abrazarse, en esa postura estaban cuando Esther decidió saber a que se debían aquella frases que eran nuevas para ella en Paula, aquel no me dejes, aquella referencia a la edad, ¿habría notado algo?, por primera vez sintió un miedo apoderarse de ella desconocido, un miedo que no sabía cómo atajar, no sabía si preguntarle, si omitir, pero entonces recordó que la omisión en los problemas con Maca, le había llevado a perderla. -“¿Qué estará haciendo ahora?, seguro que se ha ido por ahí de juerga, aunque... no sé, está cambiada pero su cambio no es bueno para mí, ¡Esther deja de pensar en Maca!, tienes un problema a tu lado, venga, se valiente no vuelvas a cometer el mismo error dos veces, Paula no se lo merece, mira como me acaricia ajena a todos mis pensamientos” –entonces la llamó-. Paula. -Dime mi amor –susurró abatida por el cansancio acumulado del día y la ducha, el intenso momento de pasión vivida. -¿Qué estabas hablando con mi madre? –le preguntó girándose para mirarla. -Tu madre piensa que soy idiota por dejarte trabajar con tu ex –Esther notó que por primera vez no la nombró y cierto tono de malestar al hablar de ella-. Yo le he dicho que confío en ti, que no tengo ningún temor. -Paula mi madre no habrá querido decir eso... –cerró los ojos sintiéndose mal. -Sé que a todos les gusta más Maca que yo, no puedo hacer nada contra eso cariño, tampoco puedo hacer nada si decides volver con ella, es la vida no voy a hacerte

un drama por eso, aunque creo que eres la primera mujer que si me deja, me va a destrozar. -No me digas eso Paula, no pienso dejarte, no digas tonterías yo te quiero, nadie me va a hacer separarme de ti –la miraba a los ojos con ansiedad. -Eso espero, porque yo sí te quiero. -¿Dudas de mi palabra? -Es tu actitud quien me hace dudar –la miró retirándole el mechón que caía graciosamente sobre su frente-. Desde que empezaste a trabajar, te noto más distraída, nerviosa pendiente del teléfono cuando tú nunca habías prestado atención, ahora hasta al lavabo lo llevas –Esther la miraba con cierto desasosiego, ¿cómo salir de ahí?-. Yo te he dado libertad para trabajar donde tú quisieras, sabes que te quiero, en mis manos no está lo que tú hagas, está lo que hago yo por ti. -Paula no voy a hacer nada, te lo juro, Maca está... -Si, lo sé, pasando un mal momento... ¿te has parado a pensar que ese mal momento lo pasa porque ella lo eligió? –le dijo con rotundidad sin llegar a ser un tono enfadado, ni elevado -Sí -¿Y no te das cuenta que lo está utilizando para reconquistarte? -¡Por favor Paula! –se quejó ante aquella pregunta. -En la mesa del Restaurante y estando yo delante te comía con los ojos, ¿qué te hará cuando estés sola?, es eso lo que no me deja tranquila. -¿Quieres qué deje de trabajar? -Esa no es la cuestión, la cuestión es lo que quieres tú. -Yo quiero que estés tranquila, quiero trabajar porque me gusta ser independiente, lo sabes, pero no por ello quiero que para ti sea un sufrimiento. -A mí lo que me hace sufrir es tu actitud, tú eres quien me hace pensar –insistía con su mirada acerada. -No hay nada que pensar, nada que pueda hacerte temer, pero quizá si tienes razón en algo, no puedo dejarlas ahora porque sería una putada, cuando se estabilice todo, lo haré. De momento hablaré con Cruz para que lo tenga presente. -¿Es lo que tú quieres?

-Sí. -¿Por qué?, si se supone que te gusta, que no pasa nada entre ella y tú, ¿por qué lo quieres dejar? –le preguntaba con cierto aire enfático. Al ver como la miraba agregó-. ¿Por qué Esther? -Porque no quiero que tú sufras, ni tampoco quiero que ella sufra, la quiero Paula lo sabes, de igual manera que tú aprecias a Aurora. -Hay una diferencia. -Paula no. -Si, tú has dicho la quiero, y yo aprecio a Aurora. -A ver –parecía que cada vez que hablaba más y más iba enredando la situación ella misma, necesitó pensar para poder hablar con la suficiente claridad para no complicar más aquel momento-. No es fácil para mí trabajar al lado de Maca, lo sabes, pero de igual modo que tú lo haces con Aurora, me gustaría poderlo hacer a mí con ella, ha sido una parte muy importante de mi vida, y no quiero perder al menos su presencia como amiga de igual modo que tú con tu ex, porque si tú puedes yo también... bueno... pues eso de ahí a que haya algo más, le dejé claro que por mi parte no va a recibir el más mínimo gesto que le haga creer que aún puede pensar en mí como algo más que esa amiga que le gustaría ayudarla. Te tengo a ti, y no quiero perderte Paula. -No vas a resistirte Esther –parecía que cuanto más hablaba Esther, más se afianzaban en su mente las palabras de Encarna. -¡Por favor Paula! –se separó de ella sentándose en la cama tapándose la cara y apartándose la melena de golpe. -Ella sabe cómo ponerte nerviosa, en la comida me di cuenta, quizá, desde la distancia pensé que podrías superarlo, una vez aquí me doy cuenta que no, que a la mínima que ella te provoque caerás. -¿Eso es lo que confías en mí? –se levantó enfadada de la cama-. En todo caso, te dije que no quería volver. -¿Me culpas a mí? –se levantó poniéndose la bata yendo tras ella que había hecho lo mismo. -Paula no te culpo.

-Pues lo parece. -Esta situación es... –no sabía ni siquiera como definirla-. Paula... quiero hacer las cosas bien, no quiero que tú sufras, ni ella, ni yo. -No está en tu mano Esther... -¿Cómo qué no?, ella tiene que entender que nuestra oportunidad pasó, y que ahora ella debe retomar su vida, y yo vivir la mía, respetarnos, ya está Paula –le dijo con total convencimiento. -Está bien... disculpa... creo que estamos las dos un poco nerviosas y fuera de lugar. -Si cariño, y es lo que no quiero. -De acuerdo... ¡anda vístete vamos al teatro!, ¡al cine!, ¡a pasear!, nos irá bien algo de aire. Y así lo hicieron se abrazaron, besaron y salieron a la calle, Esther más tranquila, Paula también, pero algo en el subconsciente de ambas se había quedado, algo que tenía un nombre y ese nombre era, Maca. El domingo estaba terminando, en casa de Esther, Paula había dado por terminada su compañía con ella, debía trabajar y cara a su portátil repasaba las noticias del mundo tomando notas, Esther le había entrado un poleo tal y como a ella le gustaba para trabajar, se lo había dejado sobre la mesa, había cerrado la puerta y se había alejado de ella por unas cuantas horas. Siempre era así, estaba acostumbrada y en parte le gustaba esa independencia dentro de la pareja. Pero en ese momento en el que su mente se había empeñado en pasarle malas jugadas, se sentía más sola que nunca, así que decidió con un libro salir a la terraza a leer, se abrigó, se cogió una manta tal y como solía hacer con Maca. -¡Mierda Esther!, mierda –se dijo en voz alta como si al nombrarla hubiera sufrido una descarga eléctrica que le hiciera reaccionar. Entonces su móvil sonó, miró la pantalla y resopló ladeando un poco la cabeza hacia la izquierda asegurándose que estaba sola. Entonces su voz sonó un poco gélida-. ¿Dime Maca? -Hola Esther –notó su tono y por ello quizá a ella las palabras le salieron algo titubeantes, silencio al otro lado, hizo una mueca de desaliento pero siguió-. Verás

estaba pensando que como tenemos que ir al colegio, ¿por qué no paso a por ti y ganamos tiempo? -No hace falta, gracias, voy a ir en taxi. -Pero... -De verdad te lo agradezco pero no, ¿quieres algo más?, estoy ocupada. -No, no, solo saber que... bueno... pues nada... ¿estás bien? –le preguntó ansiosa por seguir oyendo su voz. -Sí, sí muy bien. Pues nada nos vemos mañana, adiós Maca. -Adiós Esther. Al colgar sintió la frialdad, la lejanía y la soledad fría que se había quedado en su cuerpo, tiritó, ¿por qué la había llamado?, había perdido totalmente la prudencia, la objetividad, Esther seguramente estaba con su mujer, y ella, no debía llamar, no quería por un lado crearle problemas, por otro, deseaba tanto que los tuvieran. Aquella dualidad en sus pensamientos la estaba volviendo loca, miró el reloj, las ocho y media de la tarde, se levantó haciendo un esfuerzo, suspirando a la vez y se fue a preparar la cena mientras susurraba. -Ya queda menos para verte, ¡joder queda menos… que lentas pasan las horas sin ti! Y así era, la noche para Esther pasó demasiado deprisa, abrazada al cuerpo de Paula, se sentía protegida, pero sabía que al día siguiente la vería otra vez, y volvería a tentarla, y si no la tentaba ella, su interior lo haría, se apretó más y más al cuerpo de la periodista que dormía sin saber de sus cábalas. Pero de igual modo que la noche pasaba rápida para ella, lo contrario lo hacía para Maca, los minutos pasaban lentamente en el despertador de su mesilla, y allí dando vueltas esperaba que amaneciera para verla nuevamente, para poder disfrutar tan solo de su visión, de su compañía, de su calor a distancia. Un sol tempranero, recibió a Esther, ya sola en la cama cuando el despertador sonó, se duchó mientras salía el café, se vistió de manera seria pero informal como le había acostumbrado Paula, pantalón negro de tela con una camisa a rayas finas, y un abrigo corto, desayunó oyendo a su mujer hablar, lo hacía con una sonrisa en su boca mientras su mirada fija en la taza le hacía ser

totalmente suya en ese momento. Una vez acabó, se lavó los dientes, se maquilló un poco, nada extravagante, se puso su perfume y miró el reloj. -Joder ya llego tarde... ahora si pido un taxi... ¡uf tendré que esperar en la calle! Dicho y hecho, no llamó, bajó por las escaleras porque el ascensor estaba ocupado, saludó con su sonrisa brillante a dos vecinas que le devolvieron el saludo para una vez perdida de vista empezar a cotillear, Esther volvió a sonreír esas cosas que antes pasaban un tanto desapercibidas para ella, y que con los profundos y divertidos análisis realizados por Paula, había aprendido a descifrar de una manera irónica. Abrió la puerta y su sonrisa se borró, sus ojos se abrieron como platos y la imagen que recibió la dejó de hielo. -Sabía que se te iba a hacer tarde, tenía ese presentimiento, ¿subes? Allí estaba Maca con la moto sobre la acera, con sus botas marrones, con su dos piernas una a cada lado del asiento cubiertas por un pantalón vaquero, con un casco apoyado sobre la moto, sus dos manos sobre él, su cazadora negra de cuero gastado, y su sonrisa electrizante tan solo para ella. Era lógico que se quedara sin poder decir ni hacer nada. Ante su mirada atónita Maca insistió. -¿Subes o llegamos tarde definitivamente? -Subo –dijo de repente olvidando todo y encaminándose hacia ella con una sonrisa algo nerviosa. -Buenos días –le dio el casco. -Buenos días –se lo cogió y puso con una tímida sonrisa-. Me he dormido. -Tú nunca te duermes... te habrás entretenido en algo, agarrate. Era así, Maca la conocía y sabía que habría estado desayunando con la mirada pérdida en algún punto, pensativa, era inevitable, no se podían borrar tantos desayunos, ni tantos días juntas, ni tantas horas compartidas. Y eso era justamente lo que estaba pensando Esther, la conocía mejor que nadie en ese aspecto, incluso mejor que Paula. E_ “Joder no le he mandado mensaje, ahora nada más bajemos. Que bien huele, está más delgada... ¿qué habrá hecho este fin de semana?, por lo que he podido ver no tiene mala cara, seguro que no ha salido, ¿sería una coincidencia vernos allí? ¿Qué haría después?”.

La moto arrancó con fuerza, Esther apoyó su cabeza en la espalda de Maca como hacía siempre, y se dejó arrastrar por ella, en ese momento allí abrazada a su cuerpo, pensó en dejar su vida en sus manos, que la llevara a la Sierra. -Imagínate -se dijo-, ahora en lugar de coger la avenida, se va a la derecha, salimos a la carretera, yo le diría “¿Dónde vamos?”; ella no me contestaría tan solo me entregaría su media y maravillosa sonrisa, aceleraría y yo me dejaría llevar, llegaríamos a la Sierra, yo me negaría a bajar, pero ella entregándome su mano me llevaría hasta la habitación, sin palabras, tan solo con esa mirada que hace que te pierdas en ella, que te hipnotiza, si, lo sabe, sabe el poder que tiene su mirada, esa sensualidad, esa ternura, y caería rendida como la primera vez, me dejaría llevar y hacer, me desnudaría, me besaría, haríamos el amor, y entonces... –un suspiro llenó su interior y retumbó en la espalda de Maca. Maca lo percibió, entrecortado y profundo, sonrió debía estar pensando algo, quizá lo que ella había pensado por la mañana. -Podría raptarla para mí, podría llevármela a la Sierra, poner una excusa y así poder hablar solas, ¡y quién sabe!, podría besarla, amarla otra vez, ¡bah Maca!, deja de soñar, pareces idiota. Cuando la moto se detuvo, Esther abrió los ojos y dejó de soñar con aquellas imágenes de otras ocasiones en las que habían compartido días en la tranquilidad de la Sierra, allí, era todo diferente, no habían prisas, paseos largos, risas por doquier, comidas en su restaurante favorito “Casona Paco”, en ese momento se dio cuenta que echaba de menos aquellas cosas, aquellos momentos en los que el amor había sido el principal alimento de sus días. -¡Bien ya hemos llegado!, daremos un vistazo a las instalaciones como me dijo Cruz –le decía mientras se quitaba el casco y se acomodaba a un lado su melena con ese gesto sensual que tanto gustaba a Esther que trataba de no mirarla-. Nunca me había fijado en él. -Lo dices por la cantidad de niños que deben haber, ¿no? –le preguntó con una sonrisa. -Exacto –elevó las cejas haciendo una mueca divertida-. ¿Vamos? -Sí, vamos.

Entraron hasta el despacho del director que según su secretaría estaba hablando por teléfono, les dijo amablemente que se sentaran unos cinco minutos. Así lo hicieron, las sillas estaban juntas, muy juntas al sentarse chocaron sus brazos, se miraron con una sonrisa un tanto nerviosa por ambas partes. Esther no estaba por la labor de comenzar una conversación con Maca que pudiera ponerla nerviosa, así que sacó su teléfono y comenzó a teclear un mensaje. Maca no pudo evitar mirar lo que escribía y fue un mazazo al que con una exhalación fuerte y profunda trato de menguar su efecto. -Pueden pasar –les dijo la secretaría con toda su amabilidad. -Gracias. ¿Esther? –la llamó mientras ésta daba a la tecla ok para enviar -Sí, perdona. Durante la reunión, a veces a Maca se le iba un poco la noción de lo que estaban hablando, parecía ella más necesitada de escuchar el sonido del “pip” que Esther que seguía atentamente las palabras del hombre. Una vez finalizaron, las llevó a la sala que iban a habilitar para su trabajo, el fino oído de Maca seguía sin escuchar el “pip”, no sabía porque, pero respiraba aliviada. -En esta sala el año pasado atendimos a todos, las vacunas y las revisiones se hicieron aquí –les dijo el director. -Me parece un buen lugar ¿verdad Esther? -Sí, a mí también, hay bastante luz –decía mirando todo con atención. -De acuerdo, entonces quedamos para la semana que viene, las vacunas y demás no debe preocuparse todo lo traemos nosotras... lo pondremos a... –se calló sonó un “pip... pip”, Esther sonrió sin poderlo evitar mirando el teléfono-… a disposición de los niños, ¿me da el listado entonces con los nombres y demás para solicitar las vacunas? -Sí claro, ¿quieren esperar aquí? -Bien –la miraba, Esther sacaba el móvil y leía, su sonrisa fue tan llena de vida y calidez que abrasó las esperanzas de Maca que necesitó de una manera ávida, borrar el rostro de felicidad que tenía-. ¿Te parece bien el lugar? -Perdona... ¿qué decías? –la miró y su sonrisa se borró. -Si te parece bueno –la miró sin poder evitar enfado en sus pupilas.

-Sí, claro, es espacioso y de luz está bien... para mí es algo nuevo la verdad, me acuerdo cuando venían al cole a ponernos las vacunas –sonrió ampliamente. -Si –ella lo hizo de lado y con esa angustia clavada en su alma. -Tendremos mucho, pero mucho jaleo. -Así es, bueno serán dos días intensos. Si prefieres que venga Belén conmigo... lo dices ¿eh? –la miraba algo nerviosa, estaba poniendo de su parte para alejarse de aquella tortura. -No, ¿Por qué? –la miró algo escandalizada-. En el hospital nos encargábamos las dos de las vacunas. -No sé... no... no quiero crearte problemas Esther. -Bien –asintió volviendo la seriedad a su rostro de repente-. Yo tampoco quiero que me los crees Maca, creo que eres sensata e inteligente, sigo pensando que podemos superar esto y ser amigas. -No estoy segura Esther –la miró con sus ojos mostrando una verdad que hería-. A tu lado, cuando estoy o no contigo, cuando estoy sola en la cama y pienso en ti, cada vez que respiro me vuelvo insensata y torpe por ti –arrastró las palabras con su voz aterciopelada. -Aquí están... las listas que hemos confeccionado para ustedes. La entrada del director, propicio que el silencio que había llenado cada rincón de aquel espacio, explotara en miles de partículas indefinidas en el espacio, pero bien definidas en el interior de cada una de ellas. Al verlas entrar Teresa, por sus caras supo que nuevamente había problemas o quizá, lo que realmente había era tan solo un sentimiento, un amor imposible que una trataba de recuperar y la otra trataba de esquivar. -Buenos días Teresa –la saludó Esther aunque su gesto serio afirmaba la teoría de Teresa. -Buenos días cariño. ¿Qué tal Maca? -Bien, Teresa. ¿Está Cruz? -Sí, en media hora tienes tu primera visita. -Gracias –subió las escaleras mientras Esther se marchaba a cambiar. Llamó a la puerta y entró al darle paso Cruz que estaba hablando por teléfono ante su señal, se

esperó. “Igual le he creado una bronca con la otra por llamarla... debo acabar con esto... no soy así debo admitir mi derrota, quererla como la quiero esperar que si un día ella da el paso, se queda sola, poder tener una oportunidad de poder amarla otra vez. ¡Joder se me hace tan complicado tenerla a mí lado y no poder amarla, ni besarla, ni acariciarla!, está tan guapa, ¡cómo la echo de menos!” – contrajo su barbilla asintiendo mientras miraba hacia la ventana. -¿Ya has acabado de pensar? –le preguntó Cruz observándola. -Disculpa –resopló-. No me había dado cuenta que habías terminado, aquí tienes el listado de niños, lo he estado estudiando y creo que podemos estar dos días trabajando allí, en el horario de los críos. -Bien, revisión y vacunas. -Exacto. -Estaba hablando con el laboratorio, oye nos han regalado un crucero... ¿no te apetece? -Sí, pero no creo que sea buena idea. -¿Por qué? -Porque lo más probable es que tuviera que ir sola y no me apetece. -Con alguna amiga. -¿Una amiga?, mira es cierto se lo podría decir a Esther, ahora somos amiguitas – dijo con cierto tono herido. -Omitiré el final. Bueno... pues esto marcha... tenemos suerte de momento hemos aumentado un treinta por cien los ingresos, acaba de llamarme Rafael. -Eso está bien... pues voy a seguir aumentando por lo que a mí respecta esos ingresos –le guiñó un ojo. -Yo haré lo mismo –sonrió al ver su gesto. Mientras, Teresa esperaba un tanto impaciente que Esther llegara y le contara algo de lo que había sucedido en ese fin de semana, al verla se apresuró a salir a su encuentro. -Bueno... me vas a contar ¿por qué tengo que mentirle a Paula sobre una llamada que yo no realicé? -Por favor Teresa ni se te ocurra dejarme al descubierto –la miraba aterrada.

-¿Yo? ¿Crees que haría eso? –la miraba enfadada-. Tan solo quiero saber el motivo, que imagino cual pueda ser. -Teresa estoy muy liada, tengo la cabeza a punto de estallarme. -Un café y me lo cuentas... necesitas hablar estás muy roja Esther. -Vale, en mi descanso... tranquila estoy bien, solo descolocada, muy descolocada. Durante la mañana el trabajo volvió a separarlas, y con eso la calma volvía a ellas, a pesar de ser conscientes que la otra parte de sus alteraciones cardíacas estaban cerca, era más fácil controlar los latidos si no se veían. Una vez finalizada su consulta, Maca fue al lavabo, cuando salía de la puerta de al lado también lo hacía Esther, no se dijeron nada, tan solo una mirada nerviosa mientras se lavaban las manos, el agua fría contactó con las pieles que de pronto se habían alterado, ninguna hizo un solo movimiento ni apartó la vista del agua corriendo por sus manos pero en ese instante dos cabezas diferentes se abandonaron y pensaron lo mismo. “Maca acabaría la primera, Esther trataría de alargar el momento para evitar contactar con ella ante el papel para secarse las manos, pero una mirada lenta a hurtadillas de reojo bastaría para que hambrientas abrieran la puerta del lavabo, pasaran como locas besándose, tocándose, desabrochando botones, cubriendo piel, deseos y gemidos. Sería Esther quien dejaría que Maca hiciera con ella lo que deseaba, porque era ella quien debía frenarla pero no podría, la deseaba, anhelaba que pasaran las caricias, los besos, las miradas, los deseos. Llegarían juntas y unidas a un clímax total y esperado, juntas felices, sonrientes”. -Hola chicas –les sorprendió Cruz, cada una en un lado Maca de espaldas a Esther, Esther enjuagándose las manos, pero ambas ante su presencia se sobresaltaron igual que si las hubiera descubierto en aquel sueño hecho realidad, Cruz captó en ambas la tensión. -Hasta mañana Cruz. -Adiós. ¿Estás bien Esther? -Sí, gracias –se secó las manos y salió como si al hacerlo la realidad golpeara su rostro y ahuyentara a toda vela la ilusión anterior. Bajó hasta Recepción y allí Teresa estaba terminando de recoger-. Ya estoy aquí.

-Bueno, bueno ¿vas a comer con Paula? –le preguntó al ver como entraba para mirar algo en el ordenador. -No, a partir de ahora va a comer allí, no tiene tiempo de venir. -¿Te apetece comer conmigo?, no hemos podido hablar en el descanso con eso de que Cruz no viene esta tarde. -Claro –sonrió. -Perfecto –entonces vio como entraba una mujer alta, morena de pelo lacio, francamente hermosa-. ¿Y ésta quién es? -Ni idea –le respondió mirándola fijamente. -Perdón... disculpe –le hizo señas para llamar su atención. La chica se encaminó hasta ella-. ¿Quería algo?, hemos terminado ya... -No, no, disculpe estoy esperando a Maca –al decir su nombre, Esther levantó la vista de los papeles mirándola con gesto duro y las cejas muy pero que muy fruncidas formando en su frente aquella mueca de total sorpresa e indignación. -Pues... –miró a Esther sin saber muy bien que decir pero captando su gesto. -No se preocupe me ha dicho que ya bajaba, he entrado porque hace mucho viento y me molestaba. -Claro, claro, no hay problema –le decía mirando de reojo a Esther. -¡Hola Bea ya estoy aquí! –le sonrió ampliamente mientras la chica se acercaba a ella y la abrazaba con fuerza, Esther agachó la cabeza -Estás guapísima –le susurró pero el comentario se captó en Recepción. -Tú también, ¿nos vamos?... hasta luego. -Hasta luego. -Hasta luego –susurró por educación mientras veía como la chica pasaba la mano por la espalda de Maca. -Bueno... no sé cómo ha podido salir por la puerta. -¿Qué? –le preguntó distraída. -Pensé que la habías desintegrado con esa mirada. -¿Con qué mirada Teresa? –la miró fijamente como si realmente no supiera lo que decía. -Con esta de rabia que tienes, de celos Esther...

-Son tonterías tuyas Teresa, me alegro así me deja en paz. -Dame dos minutos y nos vamos. Teresa fue a por su bolso, Esther sintió una punzada terrible en su alma, que se tuvo que apoyar directamente sobre el mostrador cerrando los ojos. -Ya hemos llegado y todo el camino en silencio, me asustas Esther –dijo entrando en su casa. -No pasa nada –su móvil sonó-. Es Paula. -Voy a preparar la comida, solo la tengo que calentar –dijo feliz de tenerla allí. -Hola mi amor... ¿qué tal? -Yo bien cariño... el programa hoy ha salido casi perfecto. -¿Y eso es raro en ti? –sonreía ampliamente notando una paz en su cuerpo y en su corazón al escuchar su voz. -Bueno mi amor... ya sabes. ¿Y tú?, espera Aurora ahora no puedo, luego. ¿Esther? –la llamó una vez terminó de reñir con Aurora. -Sí estaba esperando que acabaras con Aurora. -¿Si lo hago me visitaras en la cárcel? –preguntó sonriente. -Te lo prometo, y tendremos un bis a bis cada semana –sonreía divertida aunque su gesto era triste. -¡No me compensa sabes que soy insaciable y lo quiero todos los días! –sonrió y Esther también-. Bueno cuenta. -La mañana algo liada, Cruz ha tenido muchas visitas y bueno... en el colegio vamos a tener que estar dos días enteros, son muchos niños para dos. -Ya, estas cosas ya se saben. ¿Estás bien? -Sí mi vida echándote de menos, ¡ah por cierto!, estoy en casa de Teresa comiendo. -¡Un beso Paula!, lo del debate ha estado fantástico. -Ya ves cariño... es tu mayor fan. -Me alegro que estés con ella, después del plantón del otro día. -Si –sonrió un tanto trémula-. ¿Vas a venir a recogerme cariño? -¿Quieres?, pensaba esperarte en casa con el delantal solo.

-¿Solo? –abrió los ojos sonriendo y bajó la voz diciéndole-. Es una idea muy tentadora... que no sé si voy a poder quitármela de la cabeza en toda la tarde, se me va a hacer eterna. -¿La idea? -No tonta, la tarde –dio una carcajada. -Me apasiona tu carcajada, lo sabes. -Si –sonrió feliz-. Como a mí la tuya. -Bueno cariño voy a dejarte... me paso a por ti entonces. -Vale, hasta la tarde –colgó y se quedó mirando el teléfono con cierta calma. -¿Ya Esther? -Sí, anda déjame que te ayude, que bastante es que me he apuntado a comer. -Como quieras pero no hace falta ¿eh? ¿Qué tal Paula? -Contenta –sonrió mientras cogía los vasos. -No es para menos ¿verdad? -Por lo que veo ya te cae mejor –le sonrió-. Y me alegro. -No es fácil para mí Esther, yo... yo pensaba que vosotras nunca os separaríais, para mí sois dos de las personas que más quiero y... -Ya –la cortó-. Es guapa la chica esa ¿no? -Sí, nunca la había visto antes –sacó el arroz de la olla y lo repartió entre los dos platos captando inmediatamente el cambio de tema y su interés por saber. -Ya, ya Teresa, o reventaré el pantalón. -¡Exagerada! –le riñó muy seria-. Pues lo que te decía, no pongo la tele que nos molestará, ¿o quieres verla? -No, por mí no. -Que no la he visto nunca, desde que estoy con ellas no ha venido ninguna mujer a recogerla, ni la ha llamado nadie ni... no sé... me ha sorprendido. -Me alegro por ella, está buenísimo. -Esther, que soy Teresa –la miraba fijamente como si estuviera diciéndole una tontería. -No te lo digo por peloteo, es que te ha salido muy bueno. -No lo digo por eso, se te ha visto el plumero cuando las has visto marcharse.

-Venga... es su vida y no quiero verla mal. -Tampoco quieres verla con otra, Esther, estamos solas, te puedes sincerar conmigo, es más creo que lo necesitas. -No sé Teresa, desde que he vuelto... no sé –negaba con la cabeza sin levantar la vista del plato. -¿Por qué has vuelto? -Por Paula... yo no quería... sé el magnetismo que tiene Maca, sé que me iba a ser difícil pero jamás pensé que tanto. -Si es que... en parte la culpa es mía, no debí llamarte para trabajar. -No Teresa, no es culpa tuya, yo podía perfectamente haberme negado. -¿Por qué no lo hiciste? -Porque una parte de mí quería verla otra vez –con Teresa era tremendamente fácil sincerarse. -No me equivoco si digo que sigues queriéndola, ¿verdad? –bebió de su vaso la cerveza sin alcohol que se había servido. -No, no te equivocas, desde la distancia pensaba que lo había superado, que había tenido suerte en encontrar a Paula. -Pero no es así. -No, no es así –dejó de lado el plato-. El viernes cuando salí de trabajar cené con Paula, en el grupo está una tal Aurora, es su ex, son muy buenas amigas, pero a mí no me traga, durante la cena me dijo que me cambiara de trabajo, Paula nunca ha sido celosa, pero ve que no estoy igual que siempre, no sé si... bueno si, claro, es difícil estarlo teniendo a Maca a mi lado, sé que por un lado me comprende, pero últimamente hemos tenido algún que otro encontronazo. Pues bien, en esa fiesta después se empeñaron en ir al local de ambiente donde iba con Maca, ya sabes para bailar un rato y eso, yo estaba en la cola del lavabo, y me encontré con ella. -¿Qué dices? –apartó ella también el plato mirándola fijamente-. ¿Otra vez ha vuelto? –se preguntó nerviosa. -Sí... bueno no sé si ha vuelto o... si provocó el encuentro, pero cuando salí me apartó de todos y me llevó a un rincón, me besó. -¡Se ha vuelto loca! –exclamó escandalizada.

-Lo peor no es que me besó, lo peor es que yo le respondí, la bese con todas mis fuerzas Teresa, no podía más, la necesitaba, y por un segundo que tuve de sensatez la aparté de mí. -Te das cuenta de lo que significa eso? –sus ojos se habían abierto como platos, enormes, formando una mueca de espanto. -Sueño con que me hace el amor –se levantó frotándose las manos nerviosa. -Esther vete de la clínica, si quieres seguir con Paula vete o caerás porque ella te ama, ha pasado de odiarte o lo que ella pensaba que era odio, más bien era un cabreo importante por perderte, pues ahora que te tiene junto a ella, entiende que te quiere y no puede vivir sin ti. -Pero es que... voy a volverme loca, por un lado está Paula a la que quiero, lo último que haría es engañarla, hacerle daño. -En el momento que bajes la guardia pasará. -No, no puede pasar –parecía como si intentara auto convencerse, obligarse a entender que no era posible, que no podía dejar que sucediera, pero ella misma sin darse cuenta seguía contradiciéndose-. Déjame seguir –suspiró y Teresa la miraba con pena, una pena infinita en sus ojos-. Me mandó un mensaje pidiéndome perdón, hasta ese momento había respetado mi espacio, pero desde el viernes sé que es como si hubiera levantado la veda, me ha llamado incluso para quedar a pasarse a por mí, esta mañana yo le había dicho que no, pero estaba en mi casa. -Dios mío... -Por eso no entiendo que esta mañana haya pasado algo así y al medio día este con otra. -Sería lo mejor... aunque... creo que os deseáis y no es un deseo de a ver como lo digo, no es un deseo de aquí te pillo te mato y punto, no, os deseáis como pareja que creo es lo que ambas añoráis, os queréis no hay duda... -Insisto en decirle una y otra vez que no se acerque a mí como mujer, sino, como amiga. -Si... ¿pero? –la conocía tan bien, que sabía que aquel gesto en su cara escondía algo más.

-A veces deseo que se acerque a mí como siempre, que sus manos me toquen, a veces me descubro soñando con ella y deseándola incluso noto como me humedezco solo de pensar en ella, entonces me siento culpable por pensar así teniendo a Paula a mi lado. -Esto no puede continuar así Esther... vas a enfermar tú, Maca va a sufrir y Paula ni te digo. -¿Y qué hago? -Habla con Cruz, dile que lo dejas, si quieres a Paula pon nuevamente distancia sólo así lograras que este fuego se vaya apagando. -Da igual, Maca me mandará mensajes, me llamará de vez en cuando y ahí estará mi deseo furtivo, ¿no te das cuenta? -Pues habla con Paula, está claro lo que tienes que hacer si es eso lo que piensas, sepárate. -No puedo hacerle eso –la miró horrorizada. -¿Y entonces? –la miraba ya no con pena, sino, con lágrimas en sus ojos veía su sufrimiento lo mismo que vio el sufrimiento de Maca. -No lo sé Teresa, dejaré que pase un poco de tiempo, si Maca encuentra consuelo con esta chica, quizá yo la vea que se aleja de mí y sufra en silencio su perdida, al menos sería una solución para las tres. -Vivirás engañada. -No puedo dejar a Paula... no puedo, es... ¿cómo lo diría yo?... casi como un deber moral. -En el amor no se puede estar con alguien por un deber, por una gratitud, se debe estar con quien amas, por amor. -Lo sé Teresa, lo sé –se ponía las manos en la frente con actitud desesperada-. Pero no sé qué hacer te lo juro, quiero tener una solución pero no sé como llegar hasta ella... de verdad –la miraba con pena. -No es una situación sencilla para ninguna, no lo es –la abrazó sintiendo su corazón desesperado cabalgando sobre su pecho afectado por su confesión.

Mientras en la otra comida, habían terminado y se marchaban paseando hasta la clínica donde Bea había dejado su coche, lo hacían en silencio y pensativas. -Bueno ya hemos llegado Bea. -Sí –sonrió. - ¿Nos llamamos? –le preguntó sonriendo. -No Maca, creo que deberías plantearte tu situación. -¿Qué dices? –la miró algo incrédula por sus palabras. -Te has pasado toda la comida hablando de tu ex. -¿Yo? –la miró sonriendo con algo de desespero. -Sí, creo que primero deberías saber que quieres, y una vez lo tengas claro, me llamas si lo que quieres es pasarlo bien, divertirte, pasear, viajar, te ofrezco todo eso, ahora bien, hasta que no estés depurada de ella, no me busques. -Lo siento yo... –agachó su mirada cerrando finalmente los ojos. -No Maca, eres una tía de puta madre, de verdad, pero... necesitas depurarte. -Pensé que podría, con tu ayuda. -Yo no te puedo ayudar, no escuchas, solo hablas de... -Dame otra oportunidad por favor... hoy es que... ha recibido un mensaje y... -Hoy un mensaje, otro día será otra cosa, ¿no te das cuenta?, te afecta cualquier cosa de ella, que haga o diga, no Maca... así no puedes afrontar ninguna relación, estás obsesionada con ella. -Bea –entonces su ojos pasaron por encima de su hombro y siguieron una figura que se acercaba por aquel lado-. Tienes razón, es difícil luchar contra una misma, ¿no? -Cuídate –le dejó un suave beso en los labios imaginando que aquella mirada iba dirigida a Esther-. Espero haberla puesto lo suficientemente celosa, ¿no? -¿Cómo sabías que...? -Tus ojos. Cuídate. Mientras ellas se despedían, Teresa trataba de abrir la puerta pensativa todavía con todo lo que Esther le había contado, no había manera de administrar tanta información, tantas posibles consecuencias graves entre ellas. Además a eso,

le debía añadir el gesto de Esther al verla con aquella morena, y el beso, para ella un beso insignificante, pero sabía que a Esther le había parecido otra clase de beso. -Hola –les saludó al llegar a ellas. -Hola Maca... ¿qué tal ha ido la comida? -Muy bien Teresa, gracias –le llegaba intacta a su nariz el perfume de Esther que no había dicho nada-. ¿Y a vosotras?, ¿venís juntas? -Si... bien, bien, hemos comido en mi casa. -Espero me invitéis a la próxima –miraba a Esther que no apartaba su mirada del suelo. -Claro... ya está, para dentro. -Esta tarde estoy de suerte, ¡dos enfermeras para mí! –sonrió marchándose mientras le guiñaba un ojo a Esther. -Anda, pues es verdad. -Si, Cruz me dijo que me fijara con Belén, parece ser que se le escapan algunos detalles. -Pero me parece buena, ¿eh? -Sí, sí, solo hay que pulirla –“la ha besado, ¿se habrán liado?, ¿tan pronto... tú crees?... no empieces Esther, piensa que sería lo mejor”-. Voy a cambiarme. Minutos después dos golpes sonaban en el despacho de Maca que esperaba a su enfermera. -Adelante –dijo pensando en Belén. Pero allí estaba Esther, recién pintada y con un gesto bastante serio, pero no por ello menos hermosa-. ¿Qué pasa? -Ha llamado Belén, está con fiebre. -Joder... ¡menos mal que no viene Cruz!, bueno... pues nada... ya sabes –dijo mirándola embobada. -Si. Tienes media hora porque la primera visita se ha anulado –la miraba fijamente como queriendo adivinar quien era Beatriz. -Vale, ¿te apetece café? –la miró con una sonrisa nerviosa. -De acuerdo... –cuando Maca se dio la vuelta Esther suspiró silenciosamente, se frotó las manos la incertidumbre la iba a matar, pero debía obligarse a saber que

era ella quien estaba comprometida, ella la que debía estar contenta por Maca-. ¿Cómo se llamaba la chica que iba contigo? -Bea –separó los ojos de la cafetera le impactó que le preguntara por ella-. ¿Por? -Es muy mona –trataba de controlar los celos, no quería verse descubierta. -Si, lo es –sonrió forzosamente entregándole una taza. -Me alegro por ti. -¿Por qué? –la miró fijamente con un ligero temblor de su labio inferior que denotaba sus nervios. -Porque quiero verte feliz, y que vuelvas a sonreír. -Beatriz es mi amiga, nada más. -¿Una amiga que te besa en los labios? –“vale estúpida lo has dejado claro, celos, a borbotones”. -Pues sí Esther, también me besé contigo el otro día y eres mi amiga, ¿no? –su mirada penetrante llegó al corazón de Esther que tan solo pudo agachar la vista-. No sé si te he puesto azúcar. -Sí, está bien. Ahora que bueno... que estamos hablando con tranquilidad quería pedirte algo. -Claro –no se giró aquel tono de Esther no le gustó, cogió su taza. -Creo que es bastante absurdo que sigamos casadas Maca, me gustaría ya que estoy aquí poder firmar el divorcio. -¡Ay! –se quejó amargamente y notó en seguida como un líquido caliente regaba su piel-. ¡Mierda! -Joder vaya corte... deja... deja... voy a curarte. -¡Joder! –protestó tratando de taponarse la herida con una servilleta. “¿Y con qué me tapono los ojos para qué no salgan mis lágrimas?”, se preguntó afectada por la petición de Esther. -Ya estoy aquí, a ver déjame, siéntate –Maca se apoyó en la mesa quedando Esther de pie mientras le quitaba la servilleta-. ¿Duele? -No tanto como lo que me acabas de pedir tú –dijo mirándola fijamente mientras Esther no levantaba la vista del dedo. -¿No crees qué es lo racional?, tú y yo Maca...

-No lo digas –le obligó a callar mientras Esther la miraba, estaban tan cerca que sus corazones podían escucharse-. No quiero oírlo. -No puedo negarle a Paula la posibilidad de casarse si me lo pide –le dijo lentamente. -Paula... Paula... Paula –dijo con rabia entre dientes-. Odio ese nombre. -Maca por favor no me lo hagas más difícil. -Yo no quiero hacértelo difícil, ni complicado –la miraba, sus labios estaban otra vez tan cerca, estaba entre sus piernas, si las juntaba podía atraparla, pero no, no podía debía ser... ¿cómo había dicho ella? ¿Racional?, sí eso-. Esther... yo... -Ya acabo –le dijo a modo de defensa. -No quiero hacerte daño... ni quiero que tengas problemas por mí pero... –se había acercado inconscientemente hasta ella de tal manera que apoyó su frente sobre el pelo de Esther, suspirando tan fuerte que pensó iba a terminar inspirándola a todo ella-. Te quiero Esther... no puedo engañarte... te quiero... –susurraba casi como si se le fuera la vida en cada susurro, en cada respiración, en los latidos de su corazón, insistentes, por ella; tragó saliva y con ella quiso limpiar toda su dependencia que sentía con aquella mujer, removió un poco su frente en la cabeza de una Esther que no la apartó, sino que cerró los ojos y volvió a estremecerse cuando Maca susurró con pasión-. Te quiero... -Maca –su nombre salió con una profundo exhalación de aire, aire que la estaba ahogando aire que la estaba mareando, pasó su lengua por los labios, podía notar la respiración de Maca juguetear como siempre en su oreja, podía notar como su deseo llamaba a la puerta, una puerta que debía cerrar de golpe-. Esto ya está... y... lo mejor es que... yo quiero que te olvides de mí... no puedo hacerle daño a Paula. -¿Y a mí? –la miraba a los ojos, sus pupilas se movían lentamente, sus labios se habían sellado como si así formaran un gesto de suplica elevando a la vez sus cejas, su rictus de dolor impresionó a Esther. Cerró los ojos y Maca al ver su duda insistió con la voz chirriante, necesaria, casi arrastrada-. ¿Y a mí Esther? -Tampoco... tampoco te lo juro, no quiero que sufras, pero no puedo Maca, mis valores no son esos y los sabes, siempre te lo dije, Paula es…

-No... no –negó con la cabeza mientras la agachaba cerrando los ojos-. Lo último que quiero es que me hables de ella. -Por favor entiéndelo... por favor Maca le estamos dando vueltas a lo mismo una y otra vez sin salir de un círculo que nos hace daño –su silencio todavía le dolía más. Suspiró y le dijo finalmente porque no podía soportar verla de aquella manera tan derrotada-. Mi abogado se pondrá en contacto contigo. Te avisa Teresa cuando venga la primera visita. Allí sola, con las palpitaciones en su dedo, el dolor de aquel corte, no era nada comparado con el dolor de su corazón, Esther había dado por finalizada su relación, era un simple papel, puesto que realmente estaba con Paula, no había nada más que dos firmas que las unían como pareja, pero para ella era la última posibilidad de volverlas a unir. Entonces se sentó en el sofá, habría llorado pero, no pudo, tan solo sentía el dolor de la pérdida absoluta, acababa de demostrarle que no quería nada con ella, el beso había sido una equivocación y, sabía que nada más lograría de aquella Esther que había sido capaz de lo que ella no, superar la separación, superar el sentimiento de amor hacia ella, verla y no sentir que millones de lucecitas se encendían en su interior, verla y no sentir que el corazón empuja para rozarla, para mirarla, verla y no sentir, ese imperioso deseo de decirle, aquí estoy, soy tuya, no me dejes nunca más. Aparcó su coche a la hora que había quedado con Esther, no quiso entrar y volver a encontrarse nuevamente con ella, no quiso volver a mirar sus ojos para volver a encontrar lo mismo, amor por su compañera, por su amante, por su mujer, su novia, como quisieran decirlo los demás, para ella era todo. Se removió algo en el asiento, su cuerpo se electrizó Aurora le había dicho, cuando la veas mira a ver que sientes, si miedo porque te la puede arrebatar, celos, rabia o simplemente ganas de arrancarle los pelos, en ese momento sentía miedo y rabia, la vio salir con su melena al viento, parecía tan segura, tan firme, su rostro no podía llegar a verlo como le gustaría, pero allí estaba, arreglándose el pelo para ponerse el casco, justo en el momento en que Esther salía y se Cruzaba con ella, vio a Maca detener su movimiento para poderle saludar, en ese momento sintió celos y ganas de arrancarle el pelo al ver la sonrisa que Esther le dedicaba y entonces sin medir sus

actos, abrió la puerta del coche y salió, en el mismo instante que Maca se ponía el casco y Esther comenzaba a caminar. Al verla apresuró su paso y llegó hasta ella al mismo tiempo que Maca salía despavorida con la moto, alcanzando a ver, muy a su pesar como se besaban. -Hola mi amor –la abrazó -¿Qué tal estás? -Bien... echándote de menos. -Pues vamos a casa que me muero por hacerte mía –le dijo Paula con mirada pícara. -¿Pero no me ibas a preparar la cena? –sonreía. -Sí, claro... pero como tú, he sufrido un cambio de planes –sonrió. -Me encantan tus cambios de planes –sonrió ampliamente Esther. Compraron la cena en su restaurante favorito, se llevaron el vino, y lo prepararon todo para una velada tranquila, sobre la mesa las velas, el vino, las copas y la cena, ellas dos recién duchadas saciadas de besos y caricias, Paula con el pijama negro de seda a rayas finas blancas, Esther con su pantalón negro de algodón y su camiseta blanca de tirantes, la calefacción le permitía estar en la terraza en el comedor cubierto observando la noche a la luz de las velas. Hablaron de cosas cotidianas sin entrar en nada importante, tras la cena, se tumbaron en las hamacas, mientras Paula terminaba su Martini y Esther se tomaba su café. -Que noche más bonita, ha sido una idea estupenda poner el techo de cristal. -Te lo dije cariño, es espectacular poder observar el cielo –le guiñó un ojo. -Si –sonrió y su mente le traicionó llevándola a una casa en la Sierra, Maca y ella en la cama abrazadas “Mi vida... siempre he querido poner una claraboya ahí, podríamos ver el cielo estrellado mientras hacemos el amor, mientras dormimos... ¿qué te parece?” -¡Esther te estoy hablando! –le dijo alzando la voz. -Perdona estaba acordándome de algo –sonrió para quitarle importancia. -¿De qué? -Nada importante, esto… quería comentarte algo –le dijo acodándose un poco en la hamaca.

-¿Es importante? –la miraba fijamente mostrándole que no le había gustado mucho su anterior respuesta. -Le he pedido el divorcio a Maca, no tenía sentido y... creo que es hora de romper nuestro matrimonio definitivamente. -Así que estabas pensando en Maca. -¿Cuándo? -De tu aislamiento momentáneo has pasado a hablarme de Maca. -¿Y siempre que me aísle vas a creer que estoy pensando en Maca? –la miró molesta. -Esa no es contestación. -¿Y cuál es la contestación Paula? -He visto como le sonreías –le dijo seria mirando su Martini. -¿Y? –la miraba incrédula. -No me ha gustado, simplemente y creo que tengo el derecho a decírtelo. -Que fuerte… –su enfado iba creciendo no lo podía controlar y no sabía por qué. -Esther. -Mira Paula, si cada vez que nombre a Maca vamos a discutir, o te vas a poner a la defensiva... -La que se pone a la defensiva eres tú. -¡Está bien!, me voy a la cama tengo sueño. -¿Por qué siempre haces lo mismo?, cuando hay un problema huyes, y me dejas hablando sola. -Perdona Paula, no hay ningún problema, el problema te lo has montado tú. Buenas noches. Y se fue, salió hasta su habitación con la sensación de ser el peor ser humano del mundo, ¿cómo podía atacar de aquella manera?, quizá porque un ataque era la mejor defensa de la verdad que acababa de decirle, de que sí estaba pensando en Maca, de que sí recordaba aquel momento de tanta ternura. Cerró los ojos desesperada, entonces su mente la volvió a empujar a Maca, ese beso con aquella mujer, ese beso le había encendido los celos más viscerales contra los que

trataba de luchar. No oyó a Paula llegar, cuando notó sus manos rodearle su cintura suspiró tragando saliva sobresalta y herida. -Lo siento, no era mi intención –susurró en su oído pasando sus manos por su vientre hasta sus pechos. -Lo sé –comenzó a jadear, se giró, la miró y terminó por empujarla sobre la cama-. Lo sé -Esther... No hubieron más palabras, Esther comenzó a desnudarla al igual que Paula, y en su mente volvió a dibujarse el beso entre Beatriz y Maca, de igual manera reprodujo sus susurros “te quiero Esther”, y entonces su deseo se enardecía, Paula buscaba sus labios pero Esther los rechazaba, besaba su cuello, su pecho pero sin abrir los ojos quería seguir viendo reflejada a Maca en su cabeza, seguía escuchando la voz de Maca “por ti pierdo la sensatez”, y la rabia la inundaba, le quitaba los pantalones, hundía su cabeza entre las piernas sin mirarla, sin escucharla gemir, mientras su cabeza hablaba “así Maca, así, ponte así para mí cariño... Maca... Maca... Maca...”. Paula apretaba su cabeza para separarla pero ella en un movimiento ligero se liberaba de las manos, y seguía, seguía pensando que estaba en otro lugar, con otra persona, con otra voz que gemía, “Maca córrete en mi boca cariño... vamos... Maca como tanto nos gusta a las dos”. El grito de Paula y el cerrar las piernas sobre ella, le hizo reaccionar, abrió los ojos, allí no estaba Maca, quien estaba era Paula jadeando como loca, y su propia humedad, cerró los ojos, sacudió su cabeza y se levantó. -¿Dónde vas? -Al lavabo... ya vuelvo –huyó de Paula pero no pudo huir de si misma. -No tardes cariño... no creo que aguante para ti... ¡este polvo ha sido todo pasión, joder! –susurró cerrando los ojos con fuerza. Al salir del cuarto de baño, la vio dormir, no se atrevió a acostarse a su lado, se puso la bata y se sentó en el sofá. Al llegar a la clínica, Esther se fijó que no estaba su moto, no había llegado aún, suspiró. Entró sonriendo no podía dejar que todo el mundo supiera que estaba pasando un momento horrible. Así que, saludó con su mejor sonrisa.

-Buenos días. -Buenos días Esther, tu boca sonríe, tus ojos no –le advirtió. -Pero Teresa, parece que tengas rayos x, ¿serán sus ojos de verdad rayos que nos traspasan? –se preguntaba divertida Cruz. -¡Vete tú a saber!, a lo mejor en lugar de rayos lo que pasa es que es experiencia, edad... ¡ya sabes! –sonrió Esther guiñándole un ojo a Cruz. -¡Oye guapa! –le llamó la atención. -Buenos días –entró Maca con una pequeña sonrisa-. ¿Pasa algo? -No, ya sabes la charla matutina. -Está bien –miraba de reojo a Esther “que guapa está”. -Mira ahora que estáis aquí todas os digo algo. Sotomayor me ha dicho que este viernes hay una cena, que quiere que vayamos... -¡Vaya! –exclamó sorprendida Cruz-. Nuestro viejo director se acuerda de nosotras. -Me apunto –dijo Maca cogiendo unos sobres que tenía en su casillero. -Y yo... por supuesto. -¿Esther? -No lo sé... ya te digo algo. -¿Lo tienes que consultar? –le espetó Maca a quien le salió del alma la pregunta, al darse cuenta de lo que había dicho carraspeó y dijo-. Nos vemos. -No lo tengas en cuenta... pero... ¿lo tienes que consultar? –Teresa enarcó la ceja sorprendida también. -Pues sí Teresa, no sé si estaré aquí o nos iremos a algún sitio. Voy a cambiarme. -Lo que yo te diga... Esther no es feliz –concluyó Teresa poniéndose las gafas. -Y Maca tampoco. Me comentó anoche que le ha pedido el divorcio –le respondió Cruz. -Me lo temía, eso tenía que llegar y verla con otra como iba ayer Maca, la ha empujado a eso, por rabia, ¡te lo digo yo, eh! -Pues sí Teresa, pero parece que no hay más ciego que el que no quiere ver, y Maca, sigue a pesar de su petición de divorcio, ciega con Esther.

-Y Esther sigue queriendo ser ciega con Paula. Van a terminar mal –puso gesto de temor. -La madre de Belén me ha comentado que traerá la baja –finalizó la charla Cruz marchándose a su consulta. Y así fue, Esther tuvo que partirse para poder ayudar a las dos, cuando le tocaba con Maca esperaba como su reacción de primera hora que fuera molesta, pero le sorprendió ver que le sonreía, que no le hablaba mal y sobre todo le sorprendió que ni una sola vez le dijo que saliera del despacho. Aquella actitud todavía la enredaba más. -¿Cómo llevas el corte? –le preguntó en un momento dado de descanso. -Imagino que bien. -Luego te lo miro. Y si, lo miró pero aprovechó la presencia de Cruz para hacerlo, vieron que estaba bien, pero en ese momento cada vez que los dedos de Esther rozaban la piel de Maca, ambas sentían la misma electricidad. Se miraban a los ojos y se huían, tan solo la presencia de Cruz, ayudó a que no hubieran susurros, ni hablaran entre ellas. -¿Qué me habías dicho del curso Maca? -Pues... que lo han pospuesto para dentro de dos semanas. -Está bien. Entonces hay que retomar agendas. -Si. Además quería decirte que este viernes no, el siguiente me marcho fuera. ¡Au! –se quejó porque a Esther aquella noticia le hizo temblar y le clavó la tijera con la que estaba retirando tejido muerto. -Lo siento, te has movido –respondió con reflejos “joder me estoy volviendo una mentirosa”. -¿Yo? –la miró con gesto de dolor. -Sí tú. -Entonces retomaremos la agenda, ¿aceptas una cenita con esta solterona? –le preguntó Cruz con cara de pena. -Acepto encantada. -Ya está, mañana lo volveremos a curar.

-Si quieres unirte Esther. -Lo siento Cruz pero no, la cena es sagrada para mí, es lo único que puedo compartir con Paula –dicho esto se marchó sin mirar a Maca. -De acuerdo –miró a Maca y la vio contraer la barbilla. El paso de la tarde, descubrió a Esther pensativa en donde iría Maca, se pasaba el día reprochándose su actitud, y tal era que acababa totalmente agotada mentalmente. Al salir allí estaba Paula, sonrió al verla, nuevo beso, nuevo abrazo y una vez todo estaba en orden entre ellas, se marchaban. -Cariño tengo que darte una mala noticia. -No por favor –dijo cerrando los ojos. -Verás el viernes tengo que hacer el programa desde Santiago de Compostela. -¿Y eso? -Compromiso puro y duro de la cadena –ponía gesto de admitir órdenes a disgusto -Joder –renegó. -El viernes por la noche es la entrega de premios y tengo que hacer de presentadora, ¿cómo lo ves? –sonrió finalmente. -¡Es fantástico! –dijo realmente feliz. -Sí, pero me obligará a quedarme hasta el sábado después de comer, había pensado que podrías venir. -¿El sábado? -No, el viernes no trabajas por la tarde, es cierto que voy a estar liada pero puedes conocer la ciudad... no sé... desconectar, tengo reserva en el mejor hotel –elevó las cejas de manera insinuante-. Con bañera de hidromasaje. -Menuda oferta –sonrió con algo de desgana-. Tentadora oferta. -¿Y? -Pues tengo una cena te iba a comentar, vamos a reunirnos todos los trabajadores del hospital, ya sabes hace mucho tiempo que no podemos... -Ah, así no vienes. -No sé Paula... si salgo volveré tarde a casa, me hace mucha ilusión, hace mucho tiempo que no los veo. -Está bien como quieras –“seguro que va Maca” se dijo descontenta.

-Gracias... ¿va Aurora? –trató de mostrar un tono imparcial. -Sabes que sí. ¿Va Maca? -Supongo que irá con su pareja, sí. -¿Pareja? –la miró sorprendida mientras detenía el coche en un semáforo. -Sí, eso parece, me alegro mucho por ella –trató de ser muy convincente en sus palabras. -Y yo me alegro por ti y por mí –le acarició la cara dejándole un beso. -¿Otra vez con eso? –retiró la cara molesta por el comentario. Casi sin darse cuenta pasó la semana, en el avión Paula repasaba junto a Aurora todos los planes que debían hacer, por mucho que se quería concentrar en lo que hablaba, le era imposible. Al llegar al hotel, cada una se marchó a su habitación pero a la hora de comer, Aurora llamó a la puerta de Paula. -¿Y esto? –le preguntó sorprendida al abrir. -Comemos en la habitación, creo que tienes cosas que contarme que no pueden ser oídas por nadie –empujaba el carrito con la comida. -Estás loca -sonrió. -Di lo que quieras pero te conozco y tienes preocupaciones muy serias. -Me conoces bien –admitió con una mueca triste. -Venga, he pedido tu plato favorito sopa de marisco y rape con salsa de almendras eso para ti, para mí, crema de verduras y merluza rellena de centollo, que se note donde estamos –sonrió. -Gracias. -Con el mejor vino blanco del mundo Albariño, como ves comida de confesiones. -Espera, primero tengo que llamar a Esther. -De acuerdo, no hablo, no quiero que note mi presencia –hizo un gesto con sus dedos como que sellaba sus labios, Paula sonrió-. Voy abriendo el vino. -Vale... ¿Esther?, hola cariño... si... ah vale... ¿me llamas tú?, de acuerdo... hasta luego. Yo también. -¿No puede hablar? -Se les ha complicado un niño... -Vaya por Dios... ¿qué pasa con Esther, Paula?

-Eso me gustaría saber a mí, ya no estoy tan segura como antes de que sea sincera conmigo respecto a Maca. -Bienvenida a la tierra –le dijo muy seria abriendo los brazos. -No sé Aurora, creo que ha sido un error muy grave, está distante, anoche hicimos el amor, primero yo a ella, evitó mis labios varias veces, antes susurraba mi nombre, ahora no, luego ella a mí, y ha pasado de su ternura a casi un sexo salvaje del que no puedo sobrevivir, ha pasado de sus caricias lentas, a movimientos bruscos, cuando acabábamos nos gustaba abrazarnos y besarnos lentamente, pues bien, ahora acabamos y se gira, me da la espalda. -Mala pinta tiene, si –dio un sorbo al vino. -Yo creo que está presionada. -Y esa es su manera de liberarse, follando como loca cuando nunca lo había hecho. -No sé qué hacer... además está muy susceptible, si le digo algo se enfada, si nombro a Maca, ni te cuento... es la primera vez que me siento desarbolada. -¿Sabes por qué, verdad?, porque aunque me repatee, es la primera vez que de verdad te has enamorado. -Lo sé. -Pues espero que pronto deje la presión para volver a ser la de antes o te mata en la cama. -Idiota –sonrió de lado. Al poco rato de comer, ya estaba sola en la habitación, sonó su móvil, la foto de Esther sonriendo llenaba la pantalla y le hacía suspirar con esa sonrisa de enamorada, franca y feliz. -Hola mi amor. -¿Has terminado de comer? –preguntaba Esther se notaba que estaba sonriente. -Sí, ¿y tú? -También, hemos comido algo rápido. -Está bien –sonrió. -¿Cómo van los nervios?

-Van, si estuvieras aquí mejor sin duda –cerró los ojos arrepintiéndose al segundo de sus palabras, palabras que trató de arreglar como pudo, moduló su voz bajándola en un susurro-. Oye cariño. -Dime –sonrió. -Hace mucho que no lo hacemos por teléfono, me apetece... ¿y a ti? -También –sonrió-, pero no puedo cariño... más que nada porque si lo hago Teresa que esta aquí a mi lado se me muere del susto. -Está bien... ¿dónde vas ahora? -Pues vamos a comprar, como está separada se ha cCruzdo a mi cuello de mujer en soledad porque su mujer se ha marchado a trabajar, según sus propias palabras – decía feliz y sonriente. -Dale las gracias por no dejarte sola –“y esta noche espero que haga igual” se dijo para si. -Después de las compras iremos a su casa a que se cambie de ropa, luego a la nuestra cariño –sonrió feliz sin darse cuenta nada le impedía sonreír transparentemente-. Y ya nos vamos juntas a cenar. -Me parece muy bien. ¿Cuándo llegues a casa me harás una perdida? -Por supuesto que sí, no te preocupes, o te mando un mensaje, tranquila. -Vale, ten cuidado ¿eh? -Hablamos mañana y me pones al día de todo. -Pásalo estupendamente y reparte saludos de mi parte. -Descuida lo diré, cuando llegue a casa te hago una perdida, te quiero Paula. -Y yo mi vida, te quiero mucho, no lo olvides –musitó casi con miedo. Paula miró el teléfono y sintió como su corazón le daba un pequeño crujido, no tenía porque pasar nada, tan solo era una fiesta y Maca iba con la novia, pero Esther iba sola, no era la primera vez, claro en Granada solía ir sola si ella no podía acompañarla, pero claro, en Granada... -En Granada no estaba Maca –terminó por alzar la voz mirando a través del cristal el mar. La tarde para Esther se le pasó prácticamente en un suspiro, la compañía de Teresa le ayudó a ello, pudo aunque algún esfuerzo fue necesario apartarse de la

cabeza a Maca. Se duchó y arregló cómoda e informal, vaqueros y una blusa negra, con una chaqueta de vestir de cuero, mientras se miraba en el espejo su mente susurró. -“A ver qué te parece cuando me veas así”... –entonces resopló molesta nuevamente consigo-. Mierda. -¡Esther ya está aquí Cruz! -Ya voy... a ver –se decía mirándose al espejo-. Nada de mirarla a hurtadillas, nada de sentarte a su lado, me esperaré para alejarme de donde se siente, nada de sonreírle y mucho menos nada de bailar con ella, ya sabes que siempre acababas sucumbiendo ante ese roce de sus piernas y las mías... Fuera, Teresa y Cruz se saludaban, mientras esperaban la aparición de Esther. -Si es por el tiempo que está tardando te aseguro que debe ir hecha un bombón. -Espero que esta cena no nos dé problemas -Yo igual Cruz, yo igual. Porque francamente, yo creo que Esther tiene un cacao mental de los gordos y esas cosas siempre acaban mal. -Ya estoy aquí –apareció con su musicalidad de siempre y su sonrisa feliz. -¡Perfecto pues nos vamos!, oye déjame decirte, sencilla pero monísima. -Gracias Cruz, tú también. ¿Y qué me dices de Teresa?, esta noche hay que hacer operación novio para Teresita. -¡Oye...oye... a mí dejarme tranquila, eh!... ¡bueno la niña!... con lo que me ha costado deshacerme de uno... como para buscar otro. -Anda tonta, si te mueres de ganas –le reía divertida. -Oye guapa, ¡un respeto, eh! -Venga o llegamos tarde –trató de parar las risas Cruz. En ese mismo momento, Maca subía a un taxi, se había planteado si ir con la moto pero prefirió dejarla en el garaje parecía que iba a llover y no quería contratiempos. Así también, le dejaba tiempo para pensar, ¿cómo iría vestida? ¿Qué intenciones llevaría? ¿La miraría?, estaba sola, la otra estaba fuera, eso quería decir que...

-“Para, es una cena más, pasar un buen rato en amigos y ya está” –trataba de convencerse-. “Procura sentarte lejos” Al llegar, se llevó la sorpresa de que en el lugar donde habían quedado ya estaban las tres mujeres Cruz, Teresa y Esther, la veía de espaldas y conforme se iba acercando el corazón le iba latiendo más y más fuerte, tanto que parecía que se le iba a salir del pecho. -“Recuerda... no te sientes a su lado...”. Hola ¿qué tal? –las saludó y cuando vio a Esther sonrió mirándola a los ojos abiertamente. -Aquí esperando hija... que no aparece nadie. -Tranquila Teresa, tranquila ya llegarán –le apuntó Cruz. -No me gusta esperar. -A mí tampoco pero... Aquel diálogo de ambas, no fue escuchado por ninguna de las dos, Maca miraba a Esther sonriéndole de lado, Esther miraba a Maca sonriéndola con timidez. -“Joder... está divina, voy a necesitar toda la fuerza del mundo para no cometer ninguna tontería esta noche”. -“Está radiante, claro, está sola y bueno... estoy yo... ¿será por eso? ¡Qué te cuesta soñar Maca!, realmente es lo único que haces últimamente”. -“No para de mirarme” -“Le gusta que le mire uf mi niña!”. -¡Mira ya están aquí! -Ves... si es que eres una impaciente –le decía sonriendo mientras se dirigían hacia ellos para intercambiar besos y abrazos. -Estás muy guapa –le musitó antes de ponerse andar, cerca del oído con sus manos en los bolsillos de su chaqueta. -Gracias, tú también. Los besos, los abrazos, las preguntas, todo para ponerse momentáneamente al día, poco a poco fueron entrando hacia esa mesa reservada en un asador argentino, amigo del doctor Molina argentino él y responsable del área de Cardiología. Comenzaron a disponerse en la mesa, Esther trataba de ver donde se

sentaba Maca para alejarse, en un momento dado, sin darse cuenta ya que hablaba animadamente con otro de sus compañeros médicos, se sentó distraída y justo a su lado lo hizo Maca, para la suerte o desgracia de ambas, les había tocado la doble pata, no se podían rozar las piernas. Se miraron de reojo al sentarse. Maca la sonrió, Esther agachó la mirada algo nerviosa. Y así, durante la velada todos hablando, todos riendo, contándose anécdotas sin parar, risas por aquí, risas por allá, cerveza, vino, agua, coca-cola, y Maca vigilando a Esther, había variado cerveza y vino, y sabía que eso para ella era una bomba. La había visto hacerlo conscientemente. Una vez terminaron, los chupitos para brindar, y así lo hicieron, Esther sonreía sin parar ante las locuras de sus compañeros de mesa y Maca no le quitaba ojo, a su vez Teresa las vigilaba a las dos. -Chicos... acá al lado tenemos la fiestecita esperando –elevó su voz el doctor Molina. Bastó aquella frase para que todos se pusieran en marcha, las mujeres eso si, en tropel al lavabo, Maca tuvo que aguantar a Esther al levantarse de la silla, ésta la miró y sonrió, se había desinhibido esa sonrisa tímida, le mostraba una ciertamente abrasadora para sus ojos y para su corazón. En el lavabo, Teresa se ocupó de Esther disimuladamente separándola de Maca, parecía que hicieran lo que hicieran se encontraban una y otra vez. Por eso, una vez finalizó, Maca salió con el resto necesitaba aire, o de lo contrario se ahogaría quemada por el deseo brutal que sentía por Esther. -¿Qué tal Maca? -Oye Cruz, Esther ha bebido mucho. -Me he dado cuenta... –puso gesto de preocupación. -Yo no quiero decirle nada. -Tranquila, vamos a disfrutar, ¿no? -Eso espero –su mueca le hizo ver que no estaba disfrutando, ni mucho menos, estaba sufriendo irremediablemente con esa Esther provocativa que salía del restaurante-. ¿Nos vamos? -Donde tú quieras, guapa –fue su respuesta en un susurró divertido.

Entraron al local, no era muy grande pero parecía bastante agradable, los hombres se fueron directamente hacia la barra, las mujeres a buscar donde dejar bolsos, abrigos y demás, una vez todo colocado, se reunieron en un corrillo, Maca trató de hacerlo lo más pegada y cercana posible a Esther, pero Teresa se lo impidió. Bailaron divertidos, mientras Esther bebía un Gin-tonic casi de un solo trago, comenzó a bailar y sus ojos se clavaron en los de Maca. -“Me tengo que emborrachar cariño... al menos tendré una excusa... estaba borracha cuando me lancé a su cuello”. -“Si me sigues mirando así, no voy a poder resistirme” –entonces Esther como si entendiera aquella mirada sonrió de una manera traviesa y provocativa-. “Esther... que me pierdes”. -“Hazlo, piérdete... bésame como la otra noche... lo echo tanto de menos tus labios explorando mi piel”. -“Deja de mirarme así Esther... y ese escote... joder... como le sienta la camisa”. Se habían ido acercando poco a poco, pero entonces la música cambió, y volvieron a bailar alocados, Esther lo hacía con el nuevo médico, Maca veía las manos del tipo moverse en el cuerpo de su ¿mujer?, sí, su mujer, y decidida a terminar con eso, al ver como bebía de su copa, le dijo a Cruz. -Cruz, me la llevo va a cometer una locura, está pérdida. -Si, Teresa –le dijo al oído. -¡Qué! –le gritó feliz mientras movía graciosamente sus caderas. -Nos llevamos a Esther... creo que ha perdido un poco el norte. -Os acompaño –dijo convencida. -No hace falta, tranquila... –se despidieron de todos, Cruz llegado a Vilches le dio dos besos-. Nos vemos. -¿Ya te vas? –le preguntó él un poco decepcionado. -Me voy a llevar a Esther ha bebido demasiado. -Espera yo os llevo, total he venido aquí por ti, si no estás, no tiene sentido –le guiñó el ojo. -Esther nos vamos... –se acercó Maca hasta ella. -¡Por fin!, ¡te ha costao, eh!... estás perdiendo facultades, cariño.

-Vamos Esther... será mejor ir a casa –se acercó Cruz con una sonrisa. -Ya llevo yo la ropa –le dijo saliendo tras ellas. -¿Y Maca? -Aquí. -No me dejes sola ¿vale? –la miró intensamente a pesar de su estado de embriaguez y no poder fijar muy bien la vista. -Nada de vomitar, tengo el coche limpio –le dijo Vilches a una Esther que rompió en una carcajada-. Joder... menudo pedo lleva. Entraron en el coche y tras las indicaciones de Cruz, iban llegando a su casa, a mitad camino, la enfermera posó su cabeza en el hombro de una nerviosa Maca, la miró le causó tanta pena, que sus ojos se llenaron de lágrimas. Cuando llegaron a su casa trastabilladas y con algún que otro tropezón serio la llevaron hasta su habitación, para Maca entrar allí le supuso un profundo dolor de estómago, Cruz vio como su gesto cambió cuando vio la fotografía de Esther junto a Paula en un abrazo, sabía que debía estar pasando un momento horrible. -Ya la cambio yo... ¿por qué no le preparas café y una aspirina? -Sí, será lo mejor –dijo como si así pudiera salvarse de entrar a la habitación. Hasta llegar a la cocina pasó sin querer ver nada y una vez allí susurró-. ¡Esto solo me puede pasar a mí! ¡Joder Esther, joder! Se quedó en la cocina sin moverse, parecía que su cuerpo se había vuelto sal y se había petrificado en aquel lugar, tan solo le funcionaba su cabeza, su mente como se estaba volviendo costumbre en ella, su mente volaba, en imágenes, de dos personas que conocía y le dolían, besos, abrazos, íntimos en la intimidad de esa casa que ella había profanado y que le estaban martilleando sin piedad su mente. Agradeció interiormente escuchar la voz de Cruz, que la obligó a girarse levemente hacia la izquierda donde se encontraba. Su cabeza fue volviendo poco a poco, un movimiento lento como si fueran disparos de una cámara fotográfica que iba captando uno a uno sus acciones. -Se ha quedado dormida. -Vale, mejor.

-¿Nos vamos? –la miró preocupada mientras le pasaba su mano por la espalda de la pediatra que agradeció el gesto. -Me voy a quedar. -Maca –su tono reflejaba cierta advertencia. -No pasa nada Cruz, estoy bien. -Como quieras –la besó y sonrió con tristeza-. Si necesitas algo me llamas. Al quedarse sola y cerrar la puerta sintió como todo lo que había alrededor caía sobre ella, el sonido del café saliendo a toda velocidad, le asemejó sus emociones saliendo despavoridas de su corazón por las venas recorriendo junto a la sangre obligándole a palpitar en las sienes, sintiendo el nudo en el pecho cada segundo apoderándose de ella. Resopló. Abrió un par de armarios y agradeció encontrar las tazas, las miró, ¿cuál sería la de Esther?, tomó una acariciando el borde con la yema de sus dedos, los labios habrían rozado aquel lugar donde ella en ese instante sentía que su cuerpo se alteraba fácilmente. Pero entonces la visión de Paula hizo que abriera los ojos de golpe, dejó la taza, lo dejó todo y salió a la terraza, no quería entrar al dormitorio, a pesar de que podía escuchar como gritaban su nombre para que acudiera, sintió y agradeció el frío de la noche golpeándole la cara, obligándole a despertar. Entró poco a poco hasta la habitación, allí en aquella cama se amaba con Paula, sacudió su cabeza como tratando de sacar de un golpe seco las imágenes de su traicionera mente, enredada en un edredón rojo, con una sábana blanca estaba Esther, la luz de la mesita de noche encendida, se reflejaba en su rostro, entonces lo sintió, sintió que le habían arrebatado brutalmente aquella mujer, le habían arrebatado esa oportunidad de observarla mientras dormía, o leía, o sonreía provocándole, ¿haría lo mismo con ella? ¿Cuántas noches antes de separarse perdió la oportunidad de hablar?, ni siquiera mirarla como estaba haciendo en el lugar que nada le pertenecía, ni siquiera ella. Ya era tarde, era demasiado tarde. -Mmmmm no... ay... -No te mueves Esther –le susurró acercándose a la cama. -No... tengo que llamar... tengo que llamar a Paula –repetía balbuceando.

-Será mejor que no... venga, descansa –se había agachado en el suelo y la miraba con pena. -Maca... –musitó -Dime cariño –le acarició la cara con gesto de pena. -No te vayas –tomó su mano entre sus dedos y los besó haciendo que Maca cerrara los ojos como si la caricia la hubiera transportado a un éxtasis, al abrirlos allí estaban los de Esther, repletos de lágrimas, de miedo, trémulos, desgarrados, por un instante Maca sintió esas ganas enfermizas de besarla-. No me dejes sola. -No... –fue lo único que supo decir porque la mirada que gritaba como se encontraba el interior de Esther le había dejado rota en miles de pedazos. -Maca yo... -Shhhh, no digas nada... no estás en condiciones de decir nada, ni yo de escucharlo –le acariciaba con una infinita ternura la frente. -Lo siento... -Lo sé... descansa –le sonrió mientras le caían dos portentosas lágrimas por sus mejillas rojas por todo cuanto su interior estaba batallando. -Paula... tenía que llamarla... -Vale, descansa, duerme será lo mejor. Las últimas palabras no las oyó, cerró los ojos con la visión de Maca allí agachada sobre ella, y se dejó llevar hasta donde los sueños quisieran llevarla, lejos, muy lejos de su lucha interior. Las manos le temblaban pero debería hacerlo, así que buscó en su bolso el móvil, cuando lo encontró suspiró con fuerza, dedujo que la silla que había junto a la cama en la parte de Esther era la suya y allí se sentó, abrió la tapa notaba su tensión en ese ligero temblor, el menú era sencillo sonrió porque Esther siempre le decía lo mismo “no quiero un teléfono de ejecutivo... lo quiero de enfermera”, se le escapó una sonrisa al recordarlo, se apartó la lagrima que volvía a insistir, abrió la carpeta de mensajes y miró las teclas, no sabía muy bien que escribir, suspiró apartándose el pelo de la cara, se había quedado con la camisa y desabrochado un poco los botones, el calor la abrasaba. Con el ceño fruncido que marcaba en su rostro una mueca de dolor y rabia por lo que estaba haciendo, escribió.

“Ya he llegado a casa... todo bien... hasta mañana”. -¡El beso que te lo dé tu puta madre! –musitó repleta de ira, pero su ira creció cuando al encontrar su nombre y aceptar, le salió una foto donde estaba abrazada a Esther besándola en la frente con gesto radiante-. Hija de puta... Echó el teléfono a un lado, se levantó y asomó a la ventana, eran las tres y media de la mañana, la ciudad dormía, al menos en ese lado, Esther dormía, la otra debía dormir porque no respondía, y ella, ahí estaba ella en casa de su mujer, rodeada de cosas ajenas a ella, eran de la otra, con un nudo en el corazón, con una rabia intolerable en su interior y con un dolor profundo en su alma. Anduvo un rato por la habitación, no quería moverse, a pesar de que deseaba con todas sus fuerzas acostarse junto a Esther, no podía soportar que fuera en ese otro “lado”, se dijo con cierto hastío, así pues, lo único que le quedaba suyo era esa silla y estar junto a ella de rodillas en el suelo, y así estuvo un rato, admirándola, amándola sin rozarla, el respirar tranquilo de Esther contrastaba con el suyo propio, alterado, notando como sus pechos se endurecían, notando como su centro le castigaba una y otra vez, pero no podía, no debía, y así se levantó girándose envuelta en lágrimas de desespero. Cerca de las nueve de la mañana, Esther movió levemente la cabeza quejándose amargamente por el profundo pinchazo que le había dejado la resaca como regalo a su estupidez, fue abriendo poco a poco los ojos, y fue cuando la vio, sentada en la silla, con las piernas abiertas con sus brazos apoyados sobre las rodillas echada un poco hacia delante, la melena le caía como tanto le gustaba a ella. Sus ojos se Cruzaron unos segundos, y entonces Maca se levantó, cogió su bolso, su chaqueta y desapareció, el ruido de la puerta cerrándose despacio, destrozó como si hubiera sido un golpe brutal el corazón de Esther. La mañana la pasó entre la ducha, el sofá, la cocina, la cama, nada le hacía detener su ansiedad, Maca se había pasado allí toda la noche y la había cuidado, podía entender cómo se habría sentido, en su casa, en su habitación, donde no había nada suyo, era todo de Paula, cerraba los ojos porque conociéndola como la conocía debía estar tremendamente mal. Se le fue pasando la mañana entre suspiros, entre pensamientos variados, mil maneras de pensar... mil maneras de

verla... siempre Maca, hasta que el sonido del teléfono le hizo volver a la realidad, Paula. -Hola, buenos días. -Buenos días dormilona, oye menudo mensajito más escueto anoche –“¿Anoche?, ¿mensaje?” pensó de golpe Esther-. Ni un te quiero, ni un beso... cariño... me voy a enfadar. -Lo siento Paula digamos que no estaba en muy buenas condiciones. -¿Y eso? –preguntó algo preocupada. -Pues mira... ya sabes una cena divertida, agradable ya les he dicho que a la próxima si vendrás, todos querían conocerte –sonrió porque era verdad. -¿Tienes resaca o me lo parece? -Tengo –dijo cerrando los ojos y resoplando-. Para ser más exacta un resacón de la hostia que dice mi primo Eduardo –sonrió. -No voy a dejarte sola más veces ¿eh? –decía de broma aunque en el fondo era una gran verdad. -¿Oye y que haces tú despierta tan pronto? -Esther son las doce y media ¡me estás preocupando! –le decía sonriendo. -Joder... si es que... bueno... ¿qué haces? –le preguntó y bebió de su taza de café. -Voy a la comida cariño, te prometo que a la noche estoy ahí toda para ti. -Bien –dijo sin más. Entonces sonó el timbre-. ¡Uy espera que tengo visita! -Sí, espero –se estaba comenzando a poner realmente nerviosa, ¿habría pasado algo entre ellas, si se había emborrachado...? -¿Ya Cruz?, es Cruz, anoche me trajo a casa. -Madre mía Esther... ¿al menos recuerdas lo que hiciste? –el silencio de Esther fue tenso, eternamente tenso, y Paula quiso destensarlo con una broma-. ¿No te pondrías en plan go-go a bailar sobre una tarima? -¡Pero qué dices! –explotó en una carcajada-. Hola Cruz, estoy hablando con Paula. -Dale un abrazo. -¡María!, dios cuanto ha crecido –decía sonriendo al ver a la niña. -Bueno mi amor voy a dejarte que ya vienen a por mí.

-Pásalo bien. -Y tú descansa, te quiero esta noche enterita para mí. -Vale –sonrió-. Yo también. ¡Pero qué guapa estás, mírala! –decía cogiéndola en brazos-. Oye... es clavadita a Vilches. -Si –sonrió divertida, pero la sonrisa se fue borrando a medida que veía sus ojeras y su rostro pálido-. ¿Cómo estás? -Uf... creo que hacía siglos que no me emborrachaba así. -Imagino... –la miraba fijamente. -Tenía que huir Cruz, no podía mirar a Maca y no sentir nada –habló con total franqueza. -Ya lo sé Esther, me lo dijiste anoche... -Se quedó conmigo toda la noche. -Lo imaginaba, no estabas en condiciones de estar sola –se sentó a su lado. -¿Quieres tomar algo?... perdona ni te lo he ofrecido... -No, no, si solo quería saber que tal estabas, tengo a Vilches bajo esperándome y quería que vieras a María –le decía con ese brillo en sus ojos, especial. -¿Os habéis arreglado? –abrió sus ojos ampliamente. -Estamos en ello –sonrió feliz-. Pero me preocupas tú. -No sé que voy a hacer Cruz, no lo sé... -Necesitas hablar... -No es cuestión de hablar Cruz –decía con gesto apenado marcando su rostro un gesto abatido mientras acercaba a la pequeña a su pecho. -¿Sabes lo que pienso Esther?, creo que no necesitas hablar, es algo así como si pudieras hacer el amor con Maca os quitaríais mucha carga que lleváis, aunque eso no signifique nada para ninguna, ningún compromiso, cuando estáis juntas se nota la tensión sexual entre vosotras –Esther la miraba ciertamente sorprendida-. Esther no estoy diciendo nada grave, es la naturaleza. -No puedo engañar a Paula, no se lo merece. -La estás engañando Esther, de la otra manera si os quitáis ese peso del deseo, si liberáis esa tensión, quizá, puedas ver todo diferente –Esther había agachado la cabeza, no podía entender que Cruz le dijera una verdad como aquella-. Mira

podría decirte, aléjate de Maca, o no seas mala con Paula, no puedes engañarle ni ponerle unos cuernos, no, soy amiga de las dos, os veo sufrir a las dos, y creo que podría ser un punto de inflexión, anoche vuestros ojos soltaban chispas, podían haber incendiado todo el local, con todos dentro. Valora lo que estás haciendo Esther, valora que has tenido que emborracharte para no lanzarte a su cuello... -Eso no es lo peor –cerró los ojos más abatida aún. -¿Quieres contármelo? -No me había pasado nunca, te lo juro, pero llevo dos veces, que hago el amor con Paula imaginando que es Maca... no sé... me parece humillante para Paula, Cruz. -Deja de pensar en Paula, en Maca, piensa en ti, piensa en lo que quieres... en lo que deseas sé honesta contigo misma y solo así podrás serlo con los demás –su móvil sonó-. Vilches. -Gracias Cruz... -Sé que puede sonar mi consejo un poco a loca, pero a veces esa tensión sexual nos hace idiotas y perder el tiempo, suéltala, vívela y solo así si lo único que deseas es tener un orgasmo bestial con Maca, hazlo, te servirá, cariño, para saber que quieres realmente. Pero esto no lo cuentes a nadie, negaré sobre la Biblia que he dado un consejo de este tipo –sonreía. -No lo contaré a nadie, será nuestro secreto –sonrió agradecida. -Vamos pequeña que el gruñón nos está esperando –cogió a su niña en brazos tras el beso de Esther a la pequeña que sonreía-. Nos vemos... descansa. -Gracias Cruz. Y allí se quedó tras la puerta, con sus manos apoyadas en ella, su cuerpo lentamente balanceándose sobre ella, los párpados, parpadeando a toda vela, como tratando de lavar sus ojos, y ocultar las lágrimas que en ellos habían nacido. -Le mandó un mensaje... –su voz sonó a puro dolor, a puro reproche frunciendo los labios disgustada con ella misma. Se sentó en el sofá sintiendo como su corazón latía fuertemente, miró el teléfono en mensajes enviados, aquellas teclas habían sido rozadas por sus yemas, aquellas yemas que tanto ansiaba sentir sobre su piel, aquella piel que la llamaba sin cesar. Cerró más fuerte sus ojos, encendió la televisión, nada la distraía, así que

hizo lo que pensaba, estaba en deuda. Quitó la televisión se acomodó en el sofá, y marcó un número, al escuchar el primer tono suspiró repleta de temor, sin saber muy bien que iba a decir. El otro teléfono sonó asustando a Maca, toda la noche sin dormir y sufriendo lo que había sufrido, le había pasado factura, se había tumbado en el sofá con los almohadones en su espalda, una y otra vez recordando el rostro de Esther tranquilo, relajado en “su” cama. Estiró el brazo derecho para alcanzarlo, miró la pantalla, Esther, ponía, y un nudo se formó en su corazón. Tras carraspear para aclarar un tanto su voz, contestó. -Hola. -Hola Maca, buenos días –contestó algo nerviosa. -¿Qué tal vas? –preguntó mucho más nerviosa. -Uf... imagínate... creo que desde la universidad no pillaba una borrachera así. Silencio. -Te dimos una pastilla, así que no debería dolerte demasiado la cabeza. -Pues menos mal –sonrió un tanto más tranquila-. Oye Maca que yo... -Dime –musitó cerrando los ojos... era su voz... era su voz nombrándola a ella. -Quería agradecerte que... bueno que cuidaras de mí. -Sabes que no podía dejarte en ese estado –su voz estaba embriagada de felicidad por ser en ese instante únicamente suya, entonces pensó en el mensaje-. Esto que... le mande un mensaje... -Ya lo sé –le cortó eran ellas, solo ellas no quería hablar ni pensar en nadie más-. Gracias. -No pasa nada –le quito importancia. Silencio. -Maca –susurró levemente mientras de pronto su mano izquierda libre del móvil comenzaba a perderse por su propia piel rozándose con total sutileza. -¿Qué? –susurró una sola palabra que sonó extasiada. -Yo... yo –un suspiro se escapó de sus propias caricias.

-Esther... –no podía decir más notó aquel suspiro que le hizo sentir un agudo deseo en su sexo, allí estaba en su oído suspirando, y al mismo tiempo sentía tal impresión que no pudo más que repetir su nombre-. Esther. -Maca... quiero... quiero tocarte –susurró mientras su mano seguía jugando sobre su piel. -¿Qué?

–preguntó

desconcertada

mientras

su

deseo

iba

en

aumento

inexplicablemente notando también como Esther se encendía. -Ahora mismo me muero por sentir tu pecho, porque sientas mi mano sobre él, rozarlo y apretarlo con toda mi ternura –le susurraba con su voz sugerente... incitante apretando el suyo mientras sus caderas se movían imperceptiblemente. -Esther... si –dijo desbordada del deseo, desbordada completamente de todo. -Quiero ser tu mano, quiero ser tu piel... -Mmmm –cerraba los ojos mientras se rozaba el pecho tal y como Esther le decía, notaba que toda ella se había vuelto fibra, tensada dispuesta a entregarse a lo que para ella era algo nuevo pero con Esther resultaba como si volviera ser ella de nuevo-. Esther ya... -Me gustaría recorrer tu cuello con mis labios, con mi lengua despacio lentamente saboreándolo. -Ahhhhh –gimió sin reprimirse mientras echaba la cabeza hacia tras como si así pudiera alcanzarla mejor. -Quiero rozar tu vientre... despacio, con la yema de los dedos deslizarme por tu vientre. -Esther sí, quiero tocarte mi vida, tocarte, rozarte, sentirte mi amor... -Me estás tocando cariño. -Necesito sentir tu piel... quiero recorrerte despacio... –jadeaba. -Mmmm –gimió tal como con anterioridad había hecho Maca-. Si... me estás tocando, me estás tocando. -Quiero descubrir tu humedad, rozarla, sentirla... -Si Maca... así... así, estoy húmeda cariño... muy húmeda –su voz casi era ronca de tanto deseo mientras reposaba su mano en el sexo humedecido.

-Ah –no pudo evitarlo, su mano reconoció en su humedad la de Esther, y siguió acariciándose suavemente-. Esther... Esther.... -No corras, despacio quiero seguir ahí... donde tanto me gusta, mmmm, que maravilla –a esas alturas sus piernas reposaban abiertas en el sofá, su mano se había introducido en su sexo y sus caderas se movían-. Entra Maca, cariño ven... entra ven conmigo. -Sí, estoy contigo cariño... me tienes dentro. -Ohh –gimió gritando sin poderlo ni quererlo evitar sentía como el deseo abarcaba cada poro de su piel. -Esther... Esther –decía jadeante moviendo su propia mano en el sexo, notando como se humedecía más y más. -Cariño... me tienes para ti... soy tuya mi vida, sigue tocándome... -Quiero sentirte Esther... sentir tus labios sobre mi piel. -Cierra los ojos... estoy contigo... sigue acariciándote... sigue... sigue... no pares... lleguemos juntas –jadeaba, gemía, se movía. -Mi vida... mi vida... –se le secaba la garganta ante la sacudidas de su sexo se movió echando a tierra los almohadones. -Así, Maca, así... juntas vamos juntas. -Estás dentro Esther. -Tú también, lo noto, noto como te mueves... -Así, así, –susurraba como loca dando golpes su cuerpo contra el sofá ante todo el torrente de placer que sentía, apretando el teléfono, sintiendo a Esther tan cerca. -Maca... Maca... ya... ya... -Sí, si ... ahhhhh –explotó en un gemido desconocido para ella. -Mmmm –respondió a su gemido de la misma manera. -Esther –susurró al acabar con la boca abierta tratando de recomponer su propia respiración, cerrando los ojos con fuerza, juntando sus piernas, notando las pulsaciones en su sexo, la humedad, el desconcierto. -Maca –susurró de igual manera, ladeada en el sofá... con los ojos cerrados imaginando como podía su pecho agitarse, la podía ver con los ojos cerrados la

boca abierta y la lengua pasándose por sus labios. Ella misma estaba conmocionada de todo lo que había sentido. Silencio. -¿Estás ahí? –preguntó jadeante sintiéndose culpable pero al mismo tiempo menos de lo que se hubiera sentido si aquel engaño hubiera sido cara a cara. -Creo que sí –susurró extasiada sin moverse del sofá. -Maca... –no sabía que decir se mordió el labio y abrió los ojos, entonces se vio como golpeada brutalmente en su realidad. -Esther –tragó saliva sin saber que responder. -Lo siento te tengo que dejar... me están llamando. -Espera Esther –pero ya no estaba allí tan solo le respondió el sonido del teléfono comunicando-. Joder... ¡pero!... No podía decir nada más, estaba totalmente aturdida, cerró los ojos nuevamente echando la cabeza para atrás, dio un respingo que inundó tanto con la voz como con el suspiro todo su comedor, aún estaba saciada de placer, la garganta se había secado, las piernas le temblaban, trató de sentarse y vio el desorden que había provocado aquel orgasmo, los almohadones en el suelo, el sofá revuelto con la manta que utilizaba para taparse los pies en la otra parte en el suelo también, se puso las manos en las sienes apartándose el pelo, todavía sus jadeos eran evidentes que luchaban por reencontrar la normalidad, su gesto marcaba un desconcierto brutal, por un lado sonreía porque la sensación había sido absolutamente abrumadora, por otro se hacía mil preguntas, Esther nunca fue así, no fue tan... -Dios mío ¿tan qué?, tan apasionada, tan arrolladora –no pudo más que volver a gemir-. Esto se lo ha debido enseñar ella... si... seguro, Esther no era así, ¿lo harán ellas?, joder... joder... no me puedo quejar pero la necesito, ¿y si voy a su casa?, no, no, quizá si se ha quedado con ganas vendrá a mí –se había levantado necesitaba agua-. Esther... Esther... no sabía lo mucho que te quería hasta que te he perdido... ¡qué idiota he sido!... Esther por favor vuelve –decía apoyada sobre el banco de la cocina. Tras colgar, había echado el teléfono a un lado, aún sentía las punzadas en su sexo, se estremecía, seguía con la boca abierta y los ojos cerrados, imaginando a

Maca que estaría igual, quien sabe si desnuda para ella, solo para ella, y volvía a notar la bocanada de aire caliente recorrer su piel, justo cuando sonó el móvil nuevamente, pensó en ella sonrió de lado, pero en la pantalla apareció Paula. Lo dejó a un lado no iba a contestarle, no podía contestarle jadeante. -Paula... cariño... se me está yendo de las manos, no puedo hacer lo que dice Cruz, no puedo, ni siquiera debería haber hecho esto... ni siquiera esto... Se mostraba nerviosa, juntó las piernas y se levantó, bebió agua para aclarar su garganta, su voz, y fue ella quien llamó a su mujer. -¿Paula?, cariño estaba en el lavabo –se disculpó-, en la ducha y no me ha dado tiempo a llegar. -Tranquila, tranquila Esther –notaba cierto azoramiento en su voz. -¿Cómo estás? –le preguntó tratando demostrarse contenta. -¡Uf!, deseando acabar para coger el avión. -¿Estás muy cansada? -Sí... ¿cenamos en casa cariño? -Sí, voy a preparar algo, ahora veré que tenemos en la nevera, por cierto habrá que hacer la compra –se rascó la cabeza. -Por favor a poder ser no me hagas pescado, creo que voy a llegar nadando –decía sonriendo. -Vale como tú quieras –sonrió ampliamente. -Esther –la llamó con voz sensual. -Dime –le respondió de igual manera. -Te quiero. -Y yo –su sonrisa se borró al colgar-. Se acabó Esther, ni una vez más... el lunes te disculpas con Maca, ¿y qué le digo?, Maca lo siento pero necesitaba hacer algo con la pasión que me despiertas... realmente no fue un engaño... Paula nunca se va a enterar y... la quiero a ella. ¡Vete a la mierda Esther! El esfuerzo y la noche sin dormir dejaron a Maca en la cama durmiendo, lo hacía abrazada a la almohada que un día fue de Esther, y en donde podía porque no, imaginar que reposaba ella, antes de dormir, acarició con las yemas de la misma mano que la había llevado al cielo como si fuera la de Esther aquel pedazo

de tela y así, despacio, mientras acariciaba imaginariamente la tela, se fue entregando a las profundidades del sueño. Cuando Paula llegó a casa, tenía la música de Mozart puesta, tal y como era su gusto, la luz tenue en el comedor, unas velas en la mesa, y todo preparado en la cocina, con un poco de desorden lógico del que Esther era poseedora, cacerolas por aquí, sal, pimienta, cuchillo, pieles que sobraban, Paula que había entrado sigilosamente sonrió al encontrarla allí, al reencontrarse en casa al verla y sentir como el calor del hogar que representaba aquella mujer, la envolvía y la dejada débil como nunca antes lo había hecho otra mujer. -Veo que estás muy atareada, ¿te estás peleando con las patatas? -¡Paula! –se giró sonriendo con un cuchillo en la mano, el flequillo revuelto y una sonrisa maravillosa para entregarle. -Deja el cuchillo que no me fío de ti –le decía apuntándola con el dedo divertida. -¡Mala! –dejó el cuchillo y se dejó abrazar, refugiar en aquel pecho voluminoso donde tantas veces recobró la compostura, la tranquilidad. Para después pasar a besarse con pasión-. Te he echado de menos. -Y yo –sonrió-. Pero no sabes la maravilla que se siente cuando vuelves a casa y te encuentras con esto. -Ya me queda poco, rezaba para que te pillara el atasco, y mira tú por donde no ha sido así –ante la mirada de Paula dijo divertida-. Es que se me habían olvidado los ajos. -No cambies nunca mi amor... nunca... –Esther cambió sin poderlo evitar la mueca de su rostro y Paula para no verla la abrazó diciendo-. He traído unos vinos de la tierra, que nos van a subir todo. -¡Oh no con anoche tuve suficiente! –la estrechaba fuerte-. Venga ¿te vas a cambiar o te quedas así? -¿Pijama o vestido largo? -Pijama, yo me ducho y me lo pongo –se acercó insinuante a ella diciéndole-. Es más cómodo para arrancarlo. -¡Dios! -no dijo nada más se giró saliendo de la cocina.

-¡No tardes! –le sonreía pero al quedarse sola su sonrisa se borró entonces cogió el teléfono en sus manos y lo desconectó-. Se acabó. La cena fue relajada, Esther una vez terminó de prepararla se puso también su pijama de seda, un pijama rojo que sabía despertaba los deseos de Paula, cenaron entre risas, entre anécdotas del viaje, para después tranquilamente Esther contarle de la cena, de las anécdotas de sus amigos y compañeros, con la promesa de que a la próxima iría ella como invitada especial. Se tomaron el café y una copa en el sofá, Esther reposaba su cabeza en el pecho de Paula quien la acariciaba con ternura, cuando dio el último sorbo de su copa, la dejó sobre la mesilla y miró a Esther que le sonrió, con total permiso, la dejó sobre el sofá que horas antes la había visto estremecerse, le desabrochó la camisa del pijama entre besos y suspiros, entre silencios y recorridos por la piel de su lengua, llegó a su boca entregándole un beso profundo y húmedo, Paula estaba tan excitada que no podía dejar de mover sus caderas sobre Esther, y Esther... pensaba. -“Joder... nada... nada... no me excito, me va a tocar y... no... no... tengo que hacer algo”. -Mi amor... me pones tan caliente, me gusta tanto estar así llenándote de placer. -Sigue Paula –“Maca... suspira en mi oído, tócame, Maca... Maca... eso es sigue tocándome baja...”-. Baja... baja... –rogaba con los ojos cerrados. -Claro mi vida... soy tu sierva mi ama –le pasó la lengua por los labios, los pechos su excitación llegaba de una manera abrasadora a su sexo. -Sí, si –musitó para seguir pensando “así Maca.... cariño... mi amor... lléname de ti... lléname de ti”... Maca se despertó sobresaltada, parecía que Esther la estaba llamando, miró a su alrededor pero no estaba, pero era su voz la que la llamaba, su voz la que le pedía más. -No puedo seguir así... al final voy a volverme loca de verdad. Cuando el lunes hizo su aparición con el sonido del despertador, dos corazones palpitaron nerviosos, ¿qué pasaría cuando se vieran?, la misma pregunta que surgió de ambas mentes nada más despertarse.

El día amaneció bien claro y limpio, se podía divisar un cielo azul intenso, invitaba a pensar que si el cielo las recibía tan maravillosamente bien, las cosas entre ellas deberían poderse aclarar. Cuando Maca llegó, no pudo evitar que sus nervios se dispararan, aún seguía impresionada por lo que había pasado el sábado, aún tenía en sus labios el sabor a Esther sin haberla besado. Sacudió la cabeza para liberarse de los recuerdos que no habían sucedido, que no se habían hecho realidad nada más que en su mente, realmente, Esther no la había tocado, ni besado. Se arregló el pelo sin saber muy bien como actuar una vez la viera, de todos modos si había sido Esther la que empezó por teléfono, debería ser ella quien dijera algo, porque había invadido su cuerpo casi sin permiso. -Buenos días Teresa –le salió la voz algo trémula, la mujer se levantó las gafas y la miró-. ¿Qué pasa? -Eso digo yo, ¡qué te pasa!, menudas ojeras ¿qué?, ¿otra vez de marcha? –la juzgaba sin darle oportunidad de hablar. -No Teresa, no salí de casa, aunque he descubierto que en casa también pueden darte marcha. ¿Han llegado ya? -Solo Belén, no te enfades conmigo ¿eh?, solo me preocupo por ti. -Tranquila, estoy bien... una mala noche pero... –le apuntó con el dedo-. No de la manera que piensas. -Vale. Maca una cosa más –se detuvo cuando iba a subir las escaleras con el pulso acelerado brutalmente-. ¿Esa chica... la del otro día? -Una amiga Teresa, en mi corazón nada más hay sitio para una. Luego te veo. -Ya... y esa una es Esther, claro. A los pocos minutos como siempre llegaba Esther corriendo, entre las pulsaciones nerviosas por encontrarse con Maca y las pulsaciones de la carrera, parecía que el corazón iba a estallarle allí mismo. Tras indicarle a Teresa pasando fugazmente que en dos minutos volvía, se cambió y subió, las manos y piernas le temblaban, llevaba el pelo suelto recogido de los lados, con el flequillo planchado, lo había hecho de manera inconsciente pero sabía que era el peinado que a Maca más le gustaba. -Buenos días.

-Buenos días, ¿qué tal tu resaca? -¡Uf no me la recuerdes! –resopló con fuerza y mal gesto al recordarlo. -Hay otras maneras de no caer en la tentación, ¿no crees? -¿En qué tentación Teresa? –entonces la vio bajar con sus pantalones vaqueros, sus botas y una blusa negra, encima la bata desabrochada, la melena libre al viento, necesitó sujetarse al mostrador porque sintió un profundo latigazo en su espalda, llamado deseo. -Buenos días –le sonrió algo nerviosa sin apartar su mirada de sus ojos -Buenos días –le respondió con el mismo tono. -Belén está preparando todo Maca, la primera visita ya ha llegado. -Gracias... hasta luego... -Hasta luego. -¿Qué ha pasado? -¿De qué? -Entre vosotras... se nota a la legua Esther... ¿acaso cuando se quedó? -No, no –se apresuró a hablar, cortando sus pensamientos-. Se quedó conmigo pero no pasó nada, solo me vigiló mientras yo dormía. -Con razón está ojerosa. -No tienes arreglo, tu instinto materno es brutal. Me voy a trabajar. A lo largo de la mañana Esther pensó varias veces entrar en el despacho, era cierto que estaba Belén y ella no pintaba nada, pero necesitaba aclarar pronto el punto que ahora le preocupaba, y era saber qué pensaría de ella, le estaba obsesionando, la idea de cómo habría tomado aquel acto Maca. No pudo con sus nervios durante toda la mañana, y cuando por fin Maca acabó con sus visitas y vio la oportunidad de entrar a su despacho para poder hablar, así lo hizo. Maca estaba de pie mirando unas radiografías, como acostumbraba, sus piernas abiertas, sus manos en las caderas y su gesto fruncido, no le veía la cara pero sabía perfectamente que era así. -Belén quiero que me traigas los formularios de la resonancia para niños, es muy... –al darse la vuelta se encontró directamente con Esther que la estaba mirando fijamente.

-Lo siento debí llamar. -Tranquila... tranquila... –no sabía que decirle ni que hacer. -Esto –alargó la palabra lo suficiente como para darle a entender que estaba nerviosa. Actitud que aprovechó Maca para acercarse a ella-. Verás... -Dime –susurró y aquel susurro a las dos les recordó lo que había pasado en el sofá. Maca seguía acercándose. -¿Qué tal la mañana? –le preguntó escaqueándose de aquel acercamiento, bordeándola y pasando de largo hasta la mesa, Maca se giró atónita ante su movimiento-. No te he visto -Movida –la miraba fijamente le estaba descolocando, tan ágil y desbocada por teléfono, tan torpe y cauta allí-. ¿Y tú? -También... –entonces se detuvo tomando aire, apoyó su mano en la mesa y cuando fue a hablar uno de los libros enciclopédicos que había sobre la mesa gordo, pesado se cayó sobre su dedo-. ¡Ay! -¡Esther!, vaya... –le retiró el libro mientras ella se soplaba el dedo y lo movía agitadamente-. Lo siento, ha sido al sentarte. -Ohhh que daño –se quejó. -A ver déjame ver. -No, no, no pasa nada si ya me iba –fue a salir pero la mano de Maca la detuvo, Esther cerró los ojos-. De verdad... no es nada... -Eso lo debo decir yo que soy la médica, dame el dedo. -Solo es momentáneo, ahora me pongo crema y ya, escuece nada más. -A ver –le cogió suavemente la mano, tan suavemente que a Esther le pareció como si la tocaran unos ángeles caídos del cielo-. Bueno es un golpe. -Ya te lo he dicho –sonrió de lado tratando de aliviar sus nervios. -Ya pero... duele y escuece ¿verdad? –su tono repleto de seducción abrió paso a su siguiente movimiento, lo tomó y llevó a sus labios, primero lo besó suavemente haciendo que Esther la mirara embobada con los ojos abiertos así como su boca-. ¿Mejor así, verdad? Esther no contestó porque al ver lo que iba a hacer toda ella se estremeció. Maca lo introdujo en su boca chupándolo suavemente, Esther sintió que se moría,

cerró los ojos ante el contacto de su saliva, de su lengua caliente, de su mirada lasciva, lentamente lo retiró de allí pensando que había logrado escapar, pero como si Maca hubiera tenido en su saliva un veneno paralizante, no se podía mover y veía como si ella fuera una espectadora en un cine, como la protagonista de sus deseos se acercaba lentamente a su boca. Y seguía sin moverse, Maca acarició suavemente con el dorso de su mano su mejilla acercándose a su barbilla, tan suavemente que Esther seguía allí esperando, deseando. Maca con su dedo índice sigo acariciando despacio el borde del labio inferior disparando interiormente en ambas el deseo, y dos suspiros pequeños, no se decían nada en palabras, sino, con los ojos, Maca dio un paso más y acarició el labio inferior, haciendo que Esther suspirara, la pediatra movía su cabeza un poco a la izquierda para llegar, después se separaba y giraba un poco a la derecha, sus respiraciones alteradas hacían que los alientos chocaran y formaran un bello espectáculo pirotécnico, miles de luces en sus interiores alumbraban la oscuridad en la que su separación les había empujado sin remedio, Maca volvió a acercarse quería que Esther hiciera algo, y lo hizo, se miraban a los labios, a los ojos, y sabían que sus cuerpos se llamaban, que mantener quietas sus manos era una condena, que mantener quietos sus cuerpos era como estar atadas a una soga que pronto podía ahogarlas. En el despacho tan solo se escuchaban las respiraciones y cuando por fin Esther dio un pequeño paso con su cabeza para encontrar lo que tanto deseaba, y Maca lo dio para lo que tanto necesitaba de pronto aquel bello espectáculo de luces, se volvió sombra, como si el estallido de una única carcasa repleta de la pólvora del deseo las devolviera a la realidad que no era otra que la oscuridad entre ellas y su amor. -¡Joder...! –entró Belén y no dijo más, se quedó allí petrificada. Pero su interrupción, hizo que ambas se miraran como si se asustaran de encontrarse como estaban, así Esther se giró y veloz como un galgo salió del despacho con la mano en el corazón, de igual manera, Maca se giró para que Belén no pudiera ver en su rostro la expresión de dolor que mantenía. -Voy... voy... a... ¡ya vuelvo! –ella también salió de allí casi corriendo, llegó al mostrado y le dijo bajito a Teresa que estaba mirando unos papeles-. Teresa no te vas a creer lo que he visto.

-¿Qué has visto? –le preguntó algo lejana. -A Maca y Esther casi besándose –dijo en voz baja pero casi a gritos. -¿Qué? -Esa misma cara se me ha quedado a mí –decía con gesto asombrado y muy afectado por la visión-. Yo no sabía que… -¿Dónde... dónde está Esther? –preguntó con sus ojos grandes abiertos como platos. -Ha salido corriendo. -Quédate aquí, si llaman contesta, no des citas que vuelvan a llamar. -Vale... vale... ¡qué fuerte! –murmuró finalmente. Cuando llegó al vestuario no vio ni rastro de Esther, suspiró con fuerza, entonces oyó algo en el cuarto de baño que supuso era ella. Se acercó hasta la puerta y llamó. -Esther... Esther... -Si –su voz sonó ahogada. -¿Cariño estás bien? –Esther abrió la puerta y acabó abrazándose a Teresa-. ¿Qué ha pasado? ¿Qué ha hecho Maca? ¡Inconsciente! -No ha sido Maca, he sido yo... ha sido mi culpa Teresa –decía llorando a lágrimas vivas-. Ha sido culpa mía... ella sólo me ha cuidado y yo... sólo le hago daño – decía sin parar de andar de un lado a otro. -Vamos a tranquilizarnos las dos y deja lo de la culpa, como se nota que tu madre es beata y te ha metido esa maldita palabra en la boca –decía nerviosa frotándose las manos. -¿No dirá nada Belén, verdad? –parecía no haberle escuchado. -Me lo ha dicho a mí –la miró fijamente. -Paula no se puede enterar, no ha pasado nada. -Ya por poco por lo que me ha dicho Belén... -No me presiones tú también Teresa... no puedo con esto, me está superando todo me supera –decía nerviosa con una expresión ceñuda de desconcierto, dolor y lucha interior. -Esther... si te supera es porque hay algo mal, ¿te has mirado el corazón?

-¿Si lo que veo me asusta, qué hago? –le preguntó inquieta. -Ser sincera, con la sinceridad se va a todos lados, con la verdad puedes hacer daño en ese instante en que dices lo que sabes va a doler, pero después te lo agradecerán –la miraba fijamente, explicándole lo que para ella era vital de manera muy seria. -Lo sé... pero no sé cómo hacerlo –dijo finalmente con la voz rota. -Pues averígualo, o de lo contrario vas a hacer daño a las dos y sobre todo a ti. -Nunca debí volver –susurró abatida. Cuando Teresa volvió al mostrador se enteró que Maca se había marchado a comer, aquel día Esther debía ir a la emisora a comer junto a Paula y así lo hizo. Durante la comida se quedó varias veces ausente, Paula no perdía detalle de su actitud y cuando volvió a la emisora, Aurora que entró a su despacho con gesto de “tenemos problemas”, se sentó esperando que Paula soltara aquello que le estaba oprimiendo el alma. -¿Has hecho alguna vez el amor con una mujer pensando en otra? -Infinitas vences, cada vez que hago el amor pienso que estoy con Angelina... ya sabes... –elevó los hombros graciosamente-. Hasta cuando estaba contigo ¿eh?, lo mío es grave creo que estoy obsesionada con esa tía –decía mascando chicle con intensidad. -Te estoy hablando en serio. -¿No me digas que mientras estabas en ello, Esther ha nombrado a su ex? –Paula le fulminó con la mirada-. ¿Sí? -No, no... te aseguro que si eso pasara, no dudaría ni un solo segundo en marcharme de su lado, pero... ¡no sé Aurora, no sé qué pasa! -Pasa que la tía está con su ex ahí al lado, que si la otra se le ha acercado porque lo habrá hecho te lo digo yo, si dices que se la come con la mirada, pues ni te cuento con el resto del cuerpo. -Aurora, no puedo creer eso... quiero decir, pensaba que Esther estaría un poco aturdida al encontrarse con Maca, no lo niego, pero no pensaba nunca que estaría así, hoy estaba totalmente ausente, creo que la última vez que hicimos el amor estaba a kilómetros de distancia. -Háblalo.

-Sabes que soy de las que lo habla todo, pero esto me da miedo, lo reconozco –bajó el tono volviéndose asustadizo y agrio. -Estas pillada, si fueras hombre te diría estás pillada por los huevos. -¡Aurora por favor sabes que detesto que hables así! –le dijo enfadada. -Mira Paula, es simple, Esther debe preguntarse ¿qué hago?, estoy con Paula, y quiero estar con Maca, ¿dos a la vez?, se puede, lo sabes, sabes el puntito que da tener dos, eso de jugar al engaño, a la ocultación a que no sepa la otra que estoy con otra tía revolcándome. -Esther no es así, te lo aseguro –seguía en su postura de defensa a ultranza de su compañera. -Esther y todo el ser humano es así, ¿o acaso tú no te sentirías bien si tuvieras a otra tía tras de ti? ¿Cortejándote? ¿Echándote florecitas?, Paula... habla con ella, plantea las cosas, no esperes porque cuanto más esperes el resultado será peor. -Lo sé... tenemos que hablar. Si... tenemos que hablar estos días pensaba que haciendo el amor con ella como siempre, todo sería igual, pero… ni siquiera eso nos ha funcionado. Cuando Cruz llegó a trabajar vio a Maca en su despacho, al pasar la encontró sentada en el sofá con los pies descalzos subidos y una taza de café sobre su rodilla. Le dio lastima, una profunda lastima, una mujer como ella, decidida, fuerte, con sus valores íntegros, con su independencia, que desgraciadamente para ella se había convertido totalmente dependiente a Esther. -Buenas tardes. -Hola Cruz. -¿Cómo estás? -Aquí pensando –elevó los hombros. -Ya veo, ¿hay solución a la vista? -Por favor ¿puedes pasar y cerrar la puerta? -Claro... –miró el reloj-. Me queda media hora para empezar. -Yo tengo dos visitas, luego iré al abogado para que nos repase los papeles del IVA. -Bien, sé que este mes debería ir yo pero...

-No pasa nada, yo soy una mujer desocupada, recuérdalo –se levantó del sofá dirigiéndose hacia la cafetera-. ¿Café, verdad? -Sí, por favor... ya sabes dicen que en el trabajo todo se contagia y tú me has contagiado eso del café –Maca sonrió-. De verdad ¿eh? -Sabes que estoy muy contenta de trabajar contigo ¿verdad? -No me asustes que ahora viene la parte que no me gustaría escuchar –la miraba fijamente con el ceño fruncido, preocupada. -No... tranquila. ¿Cruz has hecho el amor alguna vez por teléfono? –a Cruz la taza se le detuvo de golpe a mitad camino-. ¿Sí? -No. ¿Tú sí? –la miraba con una sonrisa algo burlona, eran poco dadas a hablar de sexo, pero cuando lo hacían era abiertamente sin ninguna clase de tapujos, siempre claras y trasparentes. -En todos los años que Esther y yo estuvimos juntas, jamás, nunca lo había hecho hasta el sábado. -¡Qué dices! –susurró recordando la conversación con Esther. -Me llamó, estábamos hablando de la noche anterior cuando de repente como si mi interlocutora no fuera Esther, fuera... una mujer desconocida para mí comenzó. -¿Y qué, bien? –trataba de desdramatizar lo que veía en sus ojos. -Todavía estoy descolocada, te lo juro. Esther no me cuadra en esas cosas, ha debido ser... -Ya –asintió como entendiendo a donde quería llegar-. ¿Y te molesta? -Sí, profundamente, estoy furiosa, celosa, y al mismo tiempo, ansiosa por volverlo a repetir, es como si de alguna manera ella estuviera tranquila que así no engaña a Paula... es la única explicación que le puedo dar a lo que ocurrió –decía con gesto serio, reflexivo y un tanto herido. -Hablé con ella y te voy a decir lo mismo, vosotras os habéis amado mucho, creo que sois una de las parejas que yo pensaba erais de verdad, sin dobleces, sin malas formas, y eso os ha dejado huella, todos tenemos problemas, pero vosotras cometisteis el grave error de no afrontarlo civilizadamente. -Si no se hubiera marchado –musitó con pena agachando la vista.

-O si tú hubieras hablado dándole la importancia real que ella tenía para ti –Maca la miró con los ojos ensombrecidos-. No te estoy reprochando nada, tan solo valorando un hecho. -Lo sé. -Le dije que lo que realmente necesitáis es hacer de una vez por todas lo que tanto deseáis, no por teléfono, no sin tocaros, sin miraros, sin estar juntas, lo que necesitáis es precisamente lo contrario, miraros a los ojos... sobrelleváis una tensión sexual que no sé como podéis soportarla de verdad, y perdona... no me refiero a un sexo salvaje de estos fieros, no, lo que vosotras necesitáis es otra cosa, es amar. Puede parecer una locura pero es la única forma de quitaros la presión, de tomar decisiones, es inevitable, va a pasar, antes o después. -No... no va a pasar, lo del otro día fue... bueno... no sé qué coño fue –dijo con rabia. -Fue la antesala, fue que Esther está repleta de dudas, de miedos igual que tú. -No puedo soportar que esté con ella. -Te voy a dar un consejo de amiga aunque traicione otra amistad como es la de Paula –la miró con el calor de la amistad, le acarició la cara y le dijo-. Si de verdad quieres tener alguna oportunidad de reencontraros no agobies a Esther, déjala que sea ella quien dé el paso, o de lo contrario si lo das tú, te aseguro que siempre quedara en vuestra memoria que tú provocaste hacerle daño a Paula, la mente humana es así, y hay otro sentimiento que además forma parte de vuestras dudas, la responsabilidad, sentirse responsable de destrozar la vida del otro es una de las miserias más agudas de la humanidad. -Yo no quiero hacer daño a Esther, ni siquiera a Paula, he tratado de salir con Bea, es una chica muy inteligente, hace algún tiempo que me dijo si quería intentar algo con ella, entonces le dije que no, que necesitaba un poco de soledad, como ese duelo que sentir cuando pierdes un amor. En mi caso un gran amor –hablaba con tranquilidad pero Cruz notaba su desespero en otras percepciones, el movimiento ligero de su dedo índice contra la taza le daba a entender que trataba de controlarse-. El otro día cuando sentí un deseo insoportable de abrazar y besar a Esther, la llamé a ella, no quiero que sufra, ni que por mi culpa tome ninguna

decisión por presión con Paula, así que pensé bueno vale, si no quieres eso, no pienses más en Esther. Te juro que lo intento, llame a Bea y comimos juntas ¿sabes cuál fue el tema del que hable? -Esther –asintió con la cabeza adivinándolo. -Esther, si Esther. -Ves como es la mejor manera, hacéis el amor, y quizá desaparezca esa visceralidad que ambas tenéis. Algo así como una despedida, tengo una amiga, que ella y su ex se llevaban a la camorra, ¡insoportables!, un día inesperado para ambos acabaron en la cama, nunca más tuvieron problemas, supongo que son cosas raras de esas que pasan en la mente humana, ya sabes. -Siempre podré echarle la culpa a la mente humana -Si... –sonrió-. En serio Maca, deberíais hacer algo, porque hay una tercera en discordia. -Que a pesar de no querer hacer daño, si soy completamente sincera contigo, odio. -Pero está ahí. -¿Tú crees que la hace feliz? -Sí, la adora, la trata como si fuera una reina, no sé... especial. -Esther es especial, muy especial y siempre lo será. Durante la tarde no se vieron, era como más cómodo para las dos no verse y tener que buscar disculpas o explicaciones. Cuando Esther llegó a casa, se sentía agotada, las caricias de Maca le habían dejado sin fuerzas, era como si con aquel dedo se le hubiera llevado la voluntad, se le hubiera llevado la fuerza y la hubiera dejado desnuda en el alma, y ese alma, pedía a gritos cosas que no podía hacer. -Buenas noches mi amor –la besó. -Buenas noches cariño... no voy a cenar. -¿Cómo qué no? –la miró preocupada. -No –le acarició la cara mirándola a los ojos notando algo en ellos que no había visto nunca-. No te preocupes Paula, he merendado bien Teresa nos ha traído una torta de chocolate, pero estoy agotada.

-Bueno pues te acuestas, te relajas y te llevó algo para tomar, mi vida, no puedes acostarte así sin cenar cariño –le hablaba con una dulzura que a Esther se le clavaba en ese alma que gritaba. -Vale como quieras –le besó y se fue a la habitación “Esther tienes que ser sensata, ¡como se preocupa por mí! ¿Y qué hago yo?, Maca...” -Venga dame la ropa, el bolso y toma el pijama, ¿quieres un vaso de leche caliente o prefieres un poco de verduras? -Un vaso de leche –le dijo mirándola de reojo, la veía llegar y dejarle un beso en el hombro, Esther cerró los ojos. -Ahora mi mujer bella se mete en la camita que te voy a llenar de mimos Esther sonrió, entró al lavabo pensando en Maca, por más que quisiera pensar en Paula, se sentía de Maca, y entonces volvía la lucha en su interior, el sentirse despreciable, mientras Paula le estaba dando todo el mimo, todo el cariño ella huía al lavabo para que no se diera cuenta que sus ojos estaban lejos de allí buscando la figura de otra mujer. -“¿Hasta cuándo Esther?” Aquella noche Paula no habló con ella, no le dijo nada, tan solo durmieron abrazadas, Paula la estrechaba entre sus brazos pegada a su cuerpo, en una de las vueltas, Esther era quien abrazaba a Paula y así parecía que todo estaba correcto, todo seguía siendo normal, una pareja que se quería durmiendo y soñando diferentes sueños. Al día siguiente la primera en llegar fue Cruz, al ver a Teresa se metió en el mostrador dejando su cartera a un lado y preguntándole. -Necesito ayuda. -Tú dirás. -Vilches y yo nos vamos a dar una nueva oportunidad. -¡Qué! –exclamó feliz abrazándola-. Eso es estupendo. -Pues si, eso espero –sonrió algo nerviosa-. Vamos a dar una fiestecita íntima ya sabes, en el jardín de casa compañeros y tal, tú por supuesto –le dijo sonriendo al ver su gesto-. Pero mi duda es... ¿invito a Maca y a Esther?, si invito a Esther tendrá que venir Paula, y si viene Paula...

-Cruz, no pienses tanto ¿vale?... haz lo que creas oportuno, quizá sea lo mejor, aunque yo ya no sé que es lo mejor. -Pues si, con lo de ayer... no sé... bueno pues nada las invitaré y que pase lo que tenga que pasar. -Hoy Maca trabaja solo de tarde. -Buenos días –les dijo algo seria. -¡Uy que cara!, ¿te encuentras bien? -No Teresa, me duele un poco la cabeza. -¿Te has tomado algo? ¿Quieres irte a casa?, Maca no trabaja y está Belén. -¿No trabaja? -No, tiene una charla en el Provincial. -¡Ah!, no... no... estoy bien de verdad. -Vale como quieras, ah por cierto Esther te quería comentar, el sábado vamos a hacer una cena en casa, nada… algo íntimo, Vilches y yo hemos vuelto y pensamos que para no ir diciéndolo uno a uno, pues mejor una cenita ya sabes – sonrió de lado. -¡Me alegro cantidad por ti! –la abrazó feliz -Gracias. ¿Cuento con vosotras? -¿Con quién? –al ver sus caras se apresuró a decir-. Sí, sí, claro lo hablo con Paula que últimamente tiene muchos compromisos. -Me lo dices ¿eh? Sin la presencia de Maca, las cosas iban mucho mejor, no se sentía tan presionada, y si era cierto que había llegado con un intenso dolor de cabeza, en ese momento se le había pasado. Ninguna había nombrado a Maca y la mañana había sido movida pero tranquila. Aquel día, Esther quiso invitar a Teresa a casa a comer, si bien le avisó que no tenía nada, así que tras un “para nada” de la recepcionista, volvieron a ir a su casa que quedaba más próxima. Justo cuando estaba llegando sonó su móvil, miró la pantalla sonrió. -Hola cariño... veníamos escuchando el final. -¿Qué te ha parecido el mundo de locos en el que vivimos? –le hablaba mientras iba por los pasillos de la emisora

-Fatal, pero me parece que tu opinión es la acertada cariño, me ha gustado mucho tu exposición. -Espero que a la cadena también, espera Esther. ¿Dime Aurora? -Es Paula –le dijo a Teresa. -Salúdala de mi parte. -Vale. -¿Estás? –le preguntó Paula con voz melosa. -Sí, un saludo de parte de Teresa. -Gracias, devuélveselo. -Antes de que se me olvide cariño, ¿el sábado tienes algún compromiso? -No, ¿por? –preguntó pasando el pestillo y soltándose la coleta que dejaba su corta melena al aire. -Es que Cruz y Vilches han vuelto y nos han invitado a una cena en su casa, nada, solo unos amigos y así te presento mi vida, que están todos como locos por ver quién me tiene loquita –le dijo sonriendo. -¿Yo te tengo loquita? –sintió un alivió tan grande en su interior que se apoyó a la ventana con la frente mientras veía el mundo seguir ajeno a su suspiro. -Sabes que sí tonti. Gracias por cuidar de mí anoche cariño... -Sabes que lo hago con gusto, siempre mi amor... ya lo sabes que eres mi reina, te quiero tanto cariño –le musitaba necesitada de gritarlo al viento. -Y yo... -¿Dónde estás a todas estas? -Vamos a comer otra vez en casa de Teresa. -Cariño... anoche no me dijiste nada... –le hablaba con su voz ronca demostrando su deseo. -¿Decirte qué? –siguió su juego. -Que te gusto. -Pero si ya lo sabes, mucho además. -Esther –susurró soltando aire. ¡Uf te echo tanto de menos mi vida! –cerró los ojos suspirando de nuevo. -Pero Paula cariño –le musitó sonriendo.

-No me hables así o... no respondo –notaba como el calor se apoderaba de ella -A ver ¿cómo te hablo, tonti? –enrollaba en su dedo índice un mechón de su cabello. -Sabes que me pierdes con la voz, esa voz tan maravillosa cuando me susurras -¡Paula! –le riñó divertida -Esther... –su tono rozó una súplica. -¿Qué? -¿Puedes quedarte sola? -Paula –sonrió pero sabía que si también le negaba aquello sus sospechas se harían mayores... “¿la culpa había hablado?”-. Teresa voy al lavabo. -Claro... ya sabes dónde está. -Sí. ¿Estás? –le preguntó. -Llevo el pantalón desabrochado ya... ¡oh Esther! Es que no puedo... no puedo estar tanto tiempo sin tocarte –musitó mientras se acariciaba. -Paula –susurró mordiéndose el labio tratando de localizar un deseo que de momento no llegaba. -Sí –susurró tragando saliva para aplacar el deseo brutal que se había detenido en su garganta y acentuado en su clítoris-. Mi amor... ahora mismo estoy tan mojada. -Paula –susurró desesperada mordiéndose el labio tratando de borrar otra imagen en su cabeza que la llevaba a su sofá. -Desabróchate el pantalón -Sí, si –dijo torpemente-. Voy de camino mi amor... ¿y tú? -Te espero, quiero escucharte gemir... mi vida... sentirte mía. -Ya estoy... mmmm –gimió suavemente mientras seguía su lucha interior. -Uf... ¿estás como me gusta? –le preguntó con voz sedosa. -Sí, está en su punto para ti –respondió apoyándose contra la pared. -Muévete cariño... ¡ah!... ¡ah!... puedo imaginar tus pechos, puedo verte desnuda para mí Esther –decía jadeando de placer mientras se apoyaba contra la pared, sus piernas temblaban.

-Sigue –su dedo corazón frotaba insistentemente contra su sexo cerrando los ojos tratando de dejarse llevar por la voz embriagadora de Paula, que ante sus oídos aparecía como la de Maca cuando le decía... “Esther... Esther...” -Estoy abierta mi vida, abierta para ti, mis caderas te buscan, te necesito Esther, ¡oh cómo te necesito! -Sigue tocándote cariño... sigue Paula... -Así cariño, mójate, mójate mi vida... como a mí me gusta. -Paula... Paula –se obligaba a decir en voz alta mientras su mente decía “Maca... Maca” -¡Esther estás bien! –golpeó la puerta Teresa desde fuera provocando que la mano de Esther saliera de entre su sexo y su braga rápidamente. -Si, estoy bien –le dijo tratando también de controlar su voz. -Recuérdame, que la próxima vez que vea a Teresa, la estrangule –dijo con la respiración jadeante. -La culpa es nuestra –sonrió resoplando. Mientras un nuevo golpe caía sobre su conciencia, otra vez sus ojos cerrados para buscar otra imagen. -¡Ah...ah! –gimió por última vez-. Mi amor... Ir junto a Teresa le daba cierto alivio, sin duda ver que Maca bajaba de la moto, le provocó un latido fuerte de su corazón, así que se aferró a la presencia de la mujer para tratar de mostrarse tranquila. -Hola Maca. -¿Otra comida juntas? –las miró con la boca un tanto entreabierta provocando en Esther el pinchazo en su entre pierna que Paula ya no provocaba-. Me voy a enfadar. -Anda... anda... -Oye Esther tenemos que hablar. -Si, si, claro –le dijo nerviosa no pensaba que se lo dijera tan a quemarropa -Cuando puedas creo que tengo la tarde movida. -Bastante, te lo advierto –apuntó Teresa. -Bien, hasta luego. -Ahí tienes la oportunidad Esther, habla con ella.

-Mira no voy a esperar al final, no quiero estar toda la tarde dándole vueltas a lo mismo. Si viene Belén por favor dile que prepare ambas consultas. -Ve tranquila, Esther –la llamó -Dime -Sinceridad ante todo. -Trataré. Ante la puerta, suspiró, el momento había llegado, al pasar la vio hablando por su teléfono móvil, hizo una mueca de que esperaba fuera pero Maca le hizo pasar. Cerró la puerta con cuidado y a pasos lentos se acercó hasta la mesa donde se sentó, miró el sofá donde nuevas fantasías acudían a su mente, podía verse allí entre suspiros entregándose a Maca. Y uno de ellos le ayudó a quitarse de su mente la imagen y fijarse en ella. Guapísima la encontró, ese maquillaje, y ese corte de pelo escalonado, realmente hermosa, sus labios carnosos moviéndose y de vez en cuando mostrando una sonrisa, aquella sonrisa le hizo preguntarse con quien hablaría ¿con Bea?, entonces apartó todos sus pensamientos y escuchó su voz. -De acuerdo, no, yo creo que con esas cantidades de momento tenemos suficiente, si, el lunes debemos empezar, vale perfecto. Gracias Antonio te debo una. Adiós. ¡Vale ya está! –dijo con voz triunfal, entonces la miró y sonrió sintiendo cosquillas en el estómago-. Gracias por subir, verás creo que tenemos que hablar. -Si, yo también. -Vale, el lunes necesito que tengas todo el día libre, estaremos en el colegio, comeremos allí, nos han preparado una mesa en el comedor. -¡Ah! –dijo algo confusa pensando que iban a hablar de otra cosa-. Que amables. -He recortado las horas, es decir, el martes nada más de mañana, mientras los de secundaria irán pasando por aquí, hemos anulado las visitas de esa mañana y las hemos distribuido. Sé que es una putada, pero he hablado con Belén, y ella no puede, el caso es que viene una cliente que tiene trillizos, y voy a necesitar ayuda, como un favor le he puesto el sábado pensando que Belén podría ayudarme, ¿te importa? ¿Podrías venir? -¿Este sábado?

-Sí, claro puedes consultarlo y ya me lo dices –le hablaba con calma, aunque le estaba costando un mundo. -No tengo nada que consultar, ¿a qué hora has quedado? -A las diez y media, no vamos a abrir la clínica, nada más que es para este caso. -De acuerdo a las diez y cuarto puedo estar aquí. -Perfecto, gracias Esther –le sonrió agradecida-. Ahora me voy que tengo un cúmulo de visitas, gracias –le posó su mano en el hombro de una Esther que sintió como si cayera al vacío, Maca al ver que no se movía le preguntó-. ¿Te quedas? -No, no, perdona –sonrió levantándose. -Solo te iba a decir que cerraras la puerta. -¿Cómo llevas el corte? –le preguntó poniéndose a su lado para bajar las escaleras mientras con aquel tacto su corazón latía desbocado, alocado. -Mejor, bastante mejor. -Esto... ¿quieres que... lo mire? -No te preocupes, Belén me lo va curando. -Vale... –le sonrió Cuando llegó al vestuario, no sabía porque sentía esa rabia, Maca parecía otra, no le había hecho referencia a nada de lo que había pasado, ¿le estaba demostrando que no era importante para ella? ¿Qué besarla no era importante?, la rabia sabía ya de donde venía, por un momento se sintió estúpida, ella pensando en Maca, y parecía que Maca lo único que había logrado era divertirse. Así que todo cuanto había estado sintiendo por ella, se vino a bajo. E_ No le intereso, está claro, tengo a mi lado a una mujer maravillosa y le estoy fallando por un juego de Maca, ¡debería haberme dicho algo!, fue ella quien empezó, ella es quien se debe disculpar, ¡A ver si aprendes gilipollas! –se dijo al verse en el espejo. Aquella rabia que había sentido en el vestuario, se había ido acentuando más durante la tarde, mientras se tomaban un café en uno de los descansos, Maca se había mostrado contenta, no la había mirado y había estado bromeando todo el rato con Belén quien una vez había superado el escándalo de verlas casi besarse, le hacía preguntas a Maca que respondía divertida. Sin duda su actitud todavía la

molestaba más. Al llegar a casa, Paula estaba hablando por teléfono, Esther la vio y como si fuera un nuevo amanecer despertó en ella una fuerte luz, se acercó guiándole un ojo y besándola, sonriendo le metió la mano por la blusa, mientras Paula divertida la sacaba y le reñía con la mirada, ¿se estaban reencontrando?, al menos aquella noche lo parecía, para ambas, tumbadas en el sofá relajadas escuchando música, lo parecía. Lejos de aquella casa, en otra, en un sofá, Maca hecha un ovillo lloraba desconsoladamente, tenía que hacer caso a Cruz, no podía ser la culpable de nada, así que debía retirarse, no mirar a Esther, no desearla delante suya, todo a escondidas, como esas lágrimas. Se sentía tan mal, que decidió llamar a Cruz, quien estuvo a punto de ir a su casa, Maca la tranquilizó diciéndole que lo único que necesitaba era hablar. Y de esa manera paso la semana, Esther herida en su orgullo, Maca tratando de que no se notara lo que para Teresa y Cruz era evidente, una huída digna, al menos hasta que Esther decidiera otra cosa. Tal y como habían quedado el sábado debían abrir la clínica para tratar a los niños, eran trillizos de dos años y estaban seguras que les iban a dar un poco de faena. Una extraña enfermedad les había atacado y desde hacía meses no sabían cuál era el diagnostico correcto, un colega de Maca, les hizo llegar hasta ella. Cuando se levantó de la cama lo hacía pensativa, iba a ser una prueba de fuego, tenerla sola para ella, estarían trabajando pero sin duda, al acabar había pensado invitarla a tomar una cervecita o un café, lo que quisiera, como colegas, amigas, tratar de no dar un paso en falso. -“Si no quieres dar un paso en falso, no la invites a nada, de lo contrario, no vas a poder resistirte, sabes que hay una conversación pendiente, y sabes que vas a tener que hablar, casi la besas así que... a ver como arreglas eso, y ella a ver como arregla esa manera tan maravillosa de inundarme mi soledad con tanto amor. ¡Venga no pienses más y a trabajar! Uf te imaginas que llegas y está esperando ya con la bata y el pijama, te imaginas que con toda la clínica solas para nosotras, cuando yo llegue comience a besarme lentamente como le gustaba

a ella, ¿ahora lo hará igual? ¿Besara igual? ¡Joder Maca déjalo ya, tía!” – renegaba en su contra. En la moto las mismas imágenes le llegaban a su mente, Esther acercándose, besándola, así cuando aparcó y se quitó el casco, lo hizo con una sonrisa amplia y por mucho que quiso evitar pensar, pensaba y deseaba por igual. Miró alrededor y no la vio, igual había llegado, llevaba llaves. -¡Esther! –miró el reloj en ese momento era lo hora acordada. No obtuvo respuesta e insistió-. ¡Esther!... no ha llegado aún, bueno voy dejando las cosas. Subió a su despacho mientras iba cantando, estaba contenta, saber que la iba a tener para ella aunque poco tiempo, y la posibilidad de quedar después, le hacía sentirse bien, al llegar dejó el casco en la repisa, su chaqueta de cuero en el perchero y el bolso en el sofá, pero entonces pensó. -“Y si sube aquí... uf... nos sentamos en el sofá... no no mejor para que te calientas enseguida”. -¡Maca! –le llegó su voz desde el piso de bajo. -Ya está aquí –se giró sonriendo al escuchar su nombre por su voz dejando el bolso en el perchero-. Si ¡ya bajo! –le dijo sonriendo, arreglándose el pelo, soltándose un botón de la camisa que llevaba puesta y saliendo del despacho. Con su amplia sonrisa la fue a saludar-. Ho... Se le quebró la voz, Esther no había venido sola, allí estaba Paula junto a ella sonriendo ampliamente mientras le bajaba un poco la cremallera de la camisa que llevaba y Esther le apartaba la mano dando una carcajada, aquella visión le produjo un dolor tal, que a punto estuvo de caer rodando por las escaleras. Los cuatro ojos la miraban fijamente, Esther sonreía, Paula la estaba ¿desafiando con la mirada?, esa impresión le dio. -Hola Maca... creo que ya conoces a Paula, ¿verdad? –le dijo cogiéndola de la mano acercándose a ella. -Si, hola ¿qué tal? –la saludó seria. -Muy bien ¿y tú? –por el contrario su amabilidad fue tan hiriente como directa para su corazón. -Pensé que ya estarías cuando llegué –omitió su pregunta.

-No, nos hemos retrasado un poco... como luego nos vamos a ir a comer, he pensado que no te molestaría que se quede aquí ¿verdad? -Si... digo si, si no pasa nada, nos va a llevar un tiempo porque son tres pero... no creo que mucho –trataba de tranquilizar sus desbaratados nervios y con un leve movimiento de su cabeza le dijo a Esther-. Voy preparando todo. -Vale, yo espero que vengan –se le notaba feliz y sonriente. No le ha gustado verme aquí –le susurró. -No digas eso, bueno cariño, no sé te quedas por aquí, o prefieres enfrente de la consulta. -Recuerda que me ibas a enseñar tu vestuario. -Sí, pero si ninguna pretensión –le señalaba con el dedo-. Mira ya están aquí. Cuando Maca llegó a la consulta, tuvo que buscar lo primero que encontró para sentarse, la presencia de la camilla la agradeció profundamente, puso su mano en el pecho, la otra en la cadera y respiró profundamente. Tuvo que levantarse enseguida y recomponerse como pudo al escuchar a los niños acercarse, se pasó las manos por la cara, tratando de controlar la punzada que le daba su corazón. -Mira quien tenemos aquí Maca, te voy a presentar, Emilio, Juan y Roberto. -Vaya... vaya... pero que tres hombrecitos tenemos aquí –les sonrió acercándose a ellos con cariño. -Adelante –les dijo a los padres con su sonrisa. -Hola soy la Doctora Fernández –se presentó. Fuera Paula respiraba con tranquilidad, no le quedaba ninguna duda, Esther no le había engañado, no se lo dijo la mirada de su mujer, se lo dijo la mirada de Maca, sentada allí echó la cabeza para atrás, era cierto que habían problemas entre ellas, pero más por deducción suya que porque Esther le hubiera dicho algo. Reconocía en aquel momento en que escuchaba la voz de Maca hablar que no había tenido valor para afrontar a Esther y hablar con ella sobre sus sospechas, los celos en los ojos de Maca, la rabia, le habían dado a entender que Esther seguía siendo suya, ¿propiedad?, por eso los celos siempre lo había dicho, incluso se lo había dicho a Esther, nadie somos propiedad de nadie, eres libre, pero ella Paula, la Paula que desconocía a si misma con relación a Esther, la había tomado de su

propiedad y sentía quizá los mismos celos que había visto en los ojos de Maca, y que, Esther sin embargo había parecido ajena a ellos. Las carcajadas dentro de la consulta le iban llegando como puñales, las oía hablarse, y la voz de la doctora era totalmente diferente a la voz con la que le había hablado en su presencia, en ese instante le hubiera gustado entrar y arrastrarla de allí y con el dedo muy cerca de la cara de su rival gritarle, “es mía”. Su educación, buenos modales y experiencia no se lo permitían ni aconsejaban. Dentro, las dos trabajaban como siempre, formando un gran equipo, Esther sabía lo que Maca necesitaba a cada instante, y por un momento ambas, se habían olvidado de la presencia de otra mujer fuera. Tras el estudio, decidió no dar ningún tipo de diagnóstico hasta no tener las pruebas, por su gesto Esther captaba que tenía dudas y las dudas en ella, siempre llegaban cuando era algo grave. Los padres se marcharon contentos del trato recibido, los niños con un muñeco cada uno en sus manos. -Recojo el desastre que han formado y nos vamos. -Vale cariño, ¿todo bien? -Me parece que no –puso gesto serio. Al entrar vio a Maca aparentemente concentrada en los papeles-. Voy a... -Ya te puedes ir Esther, tranquila ya lo arreglo yo... -Pero... -Te están esperando –le dio seria. -De acuerdo, ¿vas a ir a la noche a casa de Cruz? -No lo sé. -Vale pues ya nos vemos –notaba su seriedad e insistió-. ¿Es grave? -Me temo que sí, adiós. Al quedarse sola, afinó el oído, cuando oyó como cerraba la puerta echó el bolígrafo contra la pared dando un grito de rabia, rompiendo a llorar con un dolor en su pecho tan hondo que le ahogaba por momentos. Y sin embargo, allí estaba el deseo por ella, intacto, a pesar de haber tratado de huir, no podía, no sabía si quiera como hacerlo... ella seguía intacta en su interior, mientras que en su exterior seguía recibiendo golpes y golpes por parte de Esther.

En casa de Cruz, todo estaba preparado para la cena, Vilches protestando porque no quería invitados, y Cruz sonriendo porque la mayoría los había invitado él, era un nuevo intento sin duda, quizá por eso le aguantaba se decía, pero al verlo con la niña babeando sin remedio, se daba cuenta que lo aguantaba por muchas otras razones. La gente fue llegando. A veces era Cruz, a veces Vilches quienes los iban recibiendo. -¡Esther, Paula! –exclamó contenta de verlas. -Hola Cruz... ¿qué tal? –le besó contenta. -Pasar, pasar. -Cruz toma, recién traído de Santiago –le entregó una caja Paula. -¡Vaya... no teníais porque!, pasar, pasar... ya han venido casi todos. Y pasaron al jardín, los ojos de Esther abarcaron todo en un rápido recorrido pero no la vio, respiró aliviada, había estado todo el día pensando en lo mismo, pero había sido idea de Paula y su conciencia mala, y juiciosa por lo que estaba pasando en su interior, no le dejó otra salida más que aceptar su acompañamiento aún sabiendo que le iba a hacer daño a Maca, pero quizá debía ir haciéndose a la idea de que aquella era su pareja. -Cruz... llaman, ¿vas tú o yo? -Ya voy yo... –le dio sonriendo. -Héctor no empieces que te conozco, es muy adulador cariño –le decía a Paula con una tierna sonrisa. -Eso, tú a éste ni caso –apuntó divertida Teresa. -¡Pero bueno si le estoy diciendo la verdad... es muy bella! –decía riendo como si nadie le creyera. -Dejar al chico, que tiene razón –decía Paula arrancando la risa de todos. -No le entres al juego Paula, si quieres sobrevivir a la noche –le decía entre risas. -¡Bueno ya te echaba de menos! –su exclamación hizo que todos los presentes se giraran-. La doctora Fernández alías “la borde”. -El doctor Vilches alías “mi hermano borde” –le decía con esa sonrisa que tanto cautivaba a Esther.

Iba saludando a todos los compañeros, amigos y amigas de la pareja, bajo la disimulada mirada de Esther, que había necesitado beber de su copa, porque estaba realmente hermosa. Cuando la vio acercarse se puso a hablar con Paula, tratando de controlar sus nervios. Se saludaron sin más que un hola, y rápidamente Maca se dispuso a ayudar a la pareja. -¿Puedo decirte una cosa? –le dijo a Maca mientras le daba la bebida. -Tú dirás, gracias. -Me gustas más tú... -Pero a ella le gusta más ella. -¿De verdad lo crees?, no quiero echar leña a vuestro fuego, pero te está comiendo con la mirada aprovechando que Cruz se ha llevado a Paula. -Déjalo Vilches dio un sorbo su taza. -Gírate y la pillas –le susurró en el oído. Así lo hizo Maca, se giró y clavó su mirada en Esther que la estaba mirando fijamente, sus ojos se quedaron desafiantes los unos, en los otros, se miraban sin esconder Maca su deseo, Esther su temor. Todo cambió al segundo porque Paula llegó y Esther dedicó toda su atención a la mujer que estaba embaucando por simpatía, por inteligencia a unos y otros. -Ganas por goleada. -No lo creo, mira el corrillo que se ha formado a su alrededor. -Es interesante, si –dijo Javier mirando a Maca que miraba hacia el lugar-. Eso sí, si sigues mirando así Maca la vas a gastar. -Muy gracioso Sotomayor. -Oye que te conozco, deberías superar esto ya –le dijo mirándola fijamente-. No me gusta verte así. -¿Así cómo, Javier? –sonrió irónicamente. -Desalmada. Aquella definición tan desgraciadamente exacta, le hizo sentir un nuevo chasquido en su corazón, de tantos pensaba que al final iba a explotar sin remedio, las veía sonreír, incluida Teresa que no paraba de hablar con ella. Cruz entró a la

cocina, y le hizo una señal a Maca, comentaron el caso de los trillizos y notaba su desanimo. -¡Hola chicas!... es una fiesta muy divertida Cruz, que bueno reencontrarse con los amigos. -Me alegro Teresa. -Maca cariño... ¿cómo ha ido esta mañana? -Bien. -¡Uy qué seca por Dios! –le dijo de broma. -Pues ya sabes... ahí fuera te espera tu amiguita divertida, ¿no? –le dijo cogiendo la bandeja y saliendo de la cocina. -¿Y esto a santo de qué? –le preguntó aturdida a Cruz. -¿Te lo tengo que explicar Teresa? –la miraba con intensidad y nervios. Vilches se encargó de distribuir a la gente, como tío listo puso a Maca y Esther bien separadas, una en cada punta de la mesa, durante la cena todo fueron risas, Paula se sentía integrada totalmente en aquel grupo, exceptuando la presencia de Maca, que si bien no hablaba ni se acercaba a ella ni a Esther, le seguía manteniendo en guardia. Una vez finalizaron, todos ayudaron a recoger la mesa que habían puesto en el jardín, en una de esas Maca vio como Paula acariciaba la espalda de Esther y le dejaba un beso en el brazo, y tal como le sucediera a Esther con Beatriz, no pudo evitar esa electricidad que dan los celos. Entraban y salían pero nunca coincidían la una con la otra, Paula como invitada de honor se había quedado rodeaba por los hombres que le explicaban algunos de los problemas laborales, la periodista les escuchaba atentamente y se involucraba en la conversación de una manera pasional como todo lo que hacía en su trabajo. Esther la miraba sonriente, feliz de ver que estaba a gusto, no era lo mismo que con sus intelectuales amistades, pero allí la gente hablaba con el corazón. Se había apartado un poco y estaba hablando con Mónica, la mujer de Javier, Teresa, y se acercaron Cruz y Maca. -Se nota que es periodista –le dijo sonriente a Esther. -No lo puede evitar –sonrió orgullosa, porque realmente lo estaba.

-Es muy buena, yo escucho su programa y me parece muy buena –Maca bebió de su copa para no hablar pues sus pensamientos estaban a punto de desbordarla de una manera volcánica, Teresa la miró fijamente-. Oye pero la fiesta estupenda, ¿eh Cruz? -Gracias Teresa. -Vilches está como siempre... –sonreía. -Si, no va a cambiar, pero durante el tiempo que hemos estado separados, lo he echado mucho de menos. -Entiendo –bajó la vista y bebió de su copa porque notaba como los ojos enrojecidos de Maca estaban posados sobre los suyos de una manera totalmente abrasadora. -Mira ya me llama Javier seguro quiere que le explique a Paula lo de nuestro convenio. De verdad Esther has tenido mucha suerte ¿eh? –le dijo Mónica. -Gracias así es. -¿Vamos? –trató Cruz de cortar los efectos en Maca de aquella conversación. Esther suspiró y cuando fue a seguir a las chicas notó como suavemente Maca le sujetaba del brazo, se ponía a su altura bordeándola, y mirándola fijamente a los ojos, con tranquilidad y mucha frialdad le dijo: -Te doy la enhorabuena también. -Gracias –dijo sin saber muy bien lo que iba a venir a continuación, conocía aquella mueca de irritabilidad. -¿Qué crees que pensaría tu perfecta novia de que andes haciendo el amor por teléfono con tu ex? –sonrió con cinismo, con su porte chulesco, haciendo que Esther atajara el golpe como podía, agachó la cabeza frunciendo los labios-. Me llama la atención, simplemente tanta suerte y me buscas a mí, ¿eh? –agachó un poco la cabeza acercándola a ella con aire sarcástico y mordaz. -¡Maca... Maca me puedes acompañar a la cocina! –la llamó desesperadamente Teresa que se percató de la escena. -No hace falta Teresa, no voy a besarla aquí delante de todos, la besaré cuando nadie nos vea, porque lo estás deseando... ¿verdad?

-¡Ay Dios mío! –susurró al verla marchar y hablar con Cruz-. Menos mal se va. ¿Esther?, estás fría... bueno realmente –la miró con gesto de pena-. ¡Cómo para no estarlo! No contestó ni apartó la mirada de la figura de Maca, que sonreía abiertamente, daba una carcajada tan maravillosa que hasta Paula la envidió y retiro su vista de ella. Cruz la acompañó hasta la moto. -Me hubiera gustado que te quedaras un poco más Maca. -Ya tienes a Paula como mono de feria, no me necesitas para nada –dijo herida. -Maca... -Maca nada joder –protestó con rabia-. Me voy porque no quiero decir ni hacer ninguna tontería, es pronto, ¡la noche sigue siendo joven! -Maca por favor ten cuidado... -Tranquila mami –le dio un beso en la frente, se puso el casco y le dijo-. Creo que tienes razón en algo, esta noche me he dado cuenta, solo necesito follármela una vez... después podré olvidarla –dio a todo gas al motor y salió precipitadamente por la calle. -Que equivocada estás, que herida estás para hablar así Maca –su susurró fue lento y apenado. La noche siguió para los demás aunque poco a poco fueron retirándose, Paula y Esther lo hicieron de las últimas, llevaron a Teresa a su casa, algo que Esther agradeció profundamente para que amenizara el trayecto, y así sus pensamientos volar libres. -Gracias por traerme, y mañana os espero a comer. -Será un placer probar tu guisado Teresa –sonreía. -De acuerdo, pues mañana nos vemos –la besó-. Hasta mañana Esther. -¿A qué hora quieres que vengamos? -A la que os parezca bien a vosotras, yo a las siete estoy en pie. -Pero si son las cuatro. -Da igual, a mi edad dormir no es lo principal –sonrió-. Venga... venga... a casa. -Buenas noches –le sonrió Paula. -Hasta mañana Teresa.

-Está mujer es fantástica, bueno déjame decirte que tus amigos me han encantado, tengo que ver esto del convenio, creo que están en perfecto derecho de esa huelga. -Ya te veo con la pancarta en la mano –sonrió. -No es mala idea. -¡Paula! –le golpeó graciosamente, mientras la miraba sonriente. -Te quiero mi reina... esta noche estás tan mona. -¿Mona? –la miró frunciendo la frente. -Ya sabes... solo hay un pequeño problema. -¿Cuál? –le preguntó sonriendo. -Te sobra la ropa. Cuando el dolor ahoga, cuando miles de dudas se agolpan en el interior de una, cuando el día o la noche, no se distingue, cuando el amor y el odio son amigos y no consiguen doblegarse el uno al otro, el resultado es que el ser humano se vuelve una piltrafa, y en eso se había convertido Maca, había parado la moto en un parque, había bajado para ver la luna y dejarse llevar por sus influjos para no decaer, pero la luna al verla a ella se escondió como no queriendo ayudarla, huyó, como había huido su voluntad. M_ “solo necesito follármela una vez... después podré olvidarla”... –repetía su mente-. Esther... no quiero eso... perdóname solo ha sido un ataque de rabia, tengo que hacer algo, quizá deba ir a terapia, ¡no sé algo! –entonces pasaba un grupo de chicas por allí y se les acercó-. Hola... ¿tenéis un cigarro? -Si claro... toma. -Gracias. Buenas noches –contestó con educación, después se sentó sobre un banco, vio pasar un perro solitario asomándose a la basura, con el hocico removiéndola y se dijo susurrando-. Eso parezco yo, una perra removiendo mi propia basura... –entonces sonó su móvil por un momento el corazón dejó de latirle, ¿Esther?, al mirar la pantalla hizo una mueca de decepción profunda y contestó-. Hola Cruz. -¿Cómo estás? -Bien, oye… quería disculparme por lo de antes... te aseguro que no pienso así. -Lo sé –le dijo sabiendo perfectamente a lo que se refería.

-Vete a casa por favor Maca. -Tranquila, solo necesito que me dé el aire y me voy a casa. -Te quiero mucho Maca, y me duele verte así, debéis hacer algo ¿eh? -Lo sé, si ella no me dice nada tendré que ser yo quien le pida explicaciones, gracias por llamarme. -Vale... te dejo que subas a la moto y te vayas a casa –le dijo tratando de hacerle ver que era la mejor opción-. Mañana hablamos. -Gracias. Al colgar se mordió el labio inferior, sin duda tenían que hablar. Cuando Esther y Paula llegaron a casa, Paula comenzó a insinuarse a Esther, ella sabía que estaba deseando volverse en la pasión que solían tener, no puso resistencia y se dejó hacer. Eran las seis de la mañana y aún resonaban en su mente las palabras de Maca, la conocía y sabía reconocer cuando estaba herida de muerte, y cuando se fue lo estaba, quizá porque ella misma no le había gustado decirle lo que le dijo. Sin duda, había llegado un punto en el que definitivamente tras las actuaciones de ambas debían volver hablar. El brazo de Paula recorrió su vientre desnudo, y su reacción ante la caricia fue mirar sobre la mesita de noche si la luz del móvil en señal que tenía un mensaje se encendía. -“¿Habrás ido a desfogarte?, lo siento tanto Maca... pero no puedo hacer otra cosa, le debo que me sacara del infierno en que precisamente tú me metiste, ahora no puedo apuñalarla de esa manera” Pero Maca no había hecho caso a Cruz, era tal la rabia y el dolor, que de alguna manera tenía que mitigarlo, al principio puso rumbo a su casa, para posteriormente sin pensar, cambiar de marcha y acelerar hacia otro lugar. El ambiente en la discoteca cuando ella llegó, era cargado, humo, mucha gente, calor, los focos a tope recorriendo los cuerpos de mujeres bailando, besándose o tan solo tratando de mantener una conversación. Ella se abrió paso sin dudarlo, se acercó a la barra y pidió una ginebra y un paquete de cigarros, encendió uno, le dio una profunda calada y tras expulsar el aire, bebió su copa de un solo golpe, después le pidió un tequila, la chica obedeció, lo sirvió, volvió a dar una calada al cigarro y esconder la cabeza entre los brazos, estaba hundida en el dolor, no quería recordar

nada y la mejor manera de no recordar era no existir, borrarse, era sábado y eso significaba que tendría todo el domingo por delante para pensar en ella, en lo ocurrido, y era lo último que quería necesitaba salir de si misma. Sin más, levantó la cabeza con sus ojos acuosos y le dio un trago al tequila, fue como si toda la ira que había sentido al verla le raspara la garganta provocándole unas ganas locas de gritar. La música golpeaba su cabeza, sus ojos habían dejado de llorar, y su corazón parecía latir a otro ritmo, sintió una caricia en su espalda, giró la cabeza, una chica morena le sonreía, bien, le daba igual morena, rubia que pelirroja, se dejó arrastrar a la pista, allí se movió como loca, mucho más cuando la chica le pasó para que diera una calada de su porro, y así con toda la mezcla que hizo, se abandonó a la pista de baile, como loca, su melena despeinada, su cara deformada, el rímel le había dejado una marca en su mejilla, y tan solo cuando la morena decidió que ya había disfrutado mucho del baile y ella quería otra cosa, la cogió y se la llevó. Subieron a un coche, Maca no veía bien, no sabía nada, tan solo notaba las manos de aquella morena recorrer su piel en el asiento de detrás. -¡Au me estoy clavando algo!... –la chica dio una carcajada-. El puto cinturón, oye... vas a empezar ¿o qué? -¿Me deseas? -Claro Esther, claro que te deseo –se precipitó a su boca para sellarla no quería otro nombre, Esther era la morena, entonces le cogió la mano y ella misma se la metió en el pantalón, la morena al sentir su humedad gimió-. Así Esther... así... ¿ella está así? ¿Verdad qué no?... eh? -Dios –susurró entre dientes-. Creo que te voy a llevar a casa, estás muy necesitada nena. -Sigue Esther... no pares... no pares... –decía omitiendo cualquier comentario de su interlocutora mientras cerraba los ojos, se mareaba, todo le daba vueltas pero quería sentirla, trataba con dificultad de abrir sus piernas pero la chica sabía perfectamente como colocarse-. Me estoy poniendo a morir. -Tócame... vamos... -Ella te toca... no quiero... –balbuceaba mientras metía su cara entre sus pechos. -Eh tía las dos... yo también estoy caliente –decía jadeando.

-Esther... Esther... sigue Esther... -Pero quién coño es Esther!, y te he dicho que las dos, ¡hostias! –decía también con la voz grave por la mezcla de alcohol. -Esther –rompió a llorar sin poder hacer otra cosa, sus brazos cayeron sin fuerza sobre los lados de su cuerpo. -Joder tía con lo buena que estás –se bajó abriendo la puerta mientras negaba con la cabeza y estiraba del brazo de Maca sacándola del coche a estirones-. Ves y que te folle la Esther ésa –tras decirle eso se subió al coche y la dejó allí tirada en medio de la calle-. ¡Qué te follen cabrona que lo necesitas! -Esther –lloraba sin parar con su rostro marcado por el rímel, la pena y el dolor, había sido peor... no sabía dónde estaba, todo le daba vueltas y se sentía profundamente mareada-. ¿Dónde estás Esther?... ayúdame... ayúdame... Repetía sin cesar, mientras la llamaba, se dispuso a caminar como podía no habían andado mucho, tampoco lo recordaba con precisión, pero no debía estar muy lejos de donde había aparcado la moto, parecía que donde estaba era en un parking, algo oscuro, de pronto oyó la voz de dos mujeres. -Eh nena ven, ¿te apetece un trío?... vamos anímate... Maca giró la cabeza y siguió su camino, no sabía cual, pero debía salir de aquel infierno, de un infierno que ella sola había buscado, le pesaban las piernas, le dolía la cabeza y sentía unas profundas ganas de vomitar. Se había abrazado a su propio cuerpo, la chaqueta estaba en el guardarropa y sentía un frío atroz inundar su piel. Se tropezó varias veces, estando a punto de caer. Tras unos minutos llegó a la calle donde estaba la discoteca, entró al guardarropa y pidió su cazadora, su estado era tal que la chica que la conocía de otras veces, se encargó de ayudarla a llegar al lavabo. Maca vomitó, tuvo que necesitar ayuda para ponerse en pie, sus ojos cerrados, su aspecto destrozado y lo único que dijo fue. -El móvil... Cristina el móvil –su voz salió ahogada por el esfuerzo y lo mal que se sentía. -Toma Maca... ¿quieres qué marque algún número? -Esther... -Si –buscó en la agenda y le dio a la tecla verde- ¿Quieres qué le diga algo?

-Yo –tragó saliva esperando la respuesta... una repuesta que no obtuvo, cuando saltó el contestador al escuchar la voz de la propia Esther balbuceó lloriqueando-. Esther... Esther... ayúdame... te quiero... siento lo de esta noche... no... yo no iba a decirle nada –había apoyado su mano en la frente y lloraba mientras las dos chicas que la estaban ayudando se miraban sin saber que hacer-. Lo siento, lo siento... lo siento... -A ver Maca... dame el teléfono cariño –y colgó-. ¿No tienes a nadie más a quién podamos llamar? –Maca negó con la cabeza y pareció apoyarse para dormir-. Joder... ¿qué hacemos?... miro la agenda y llamo a alguien a voleo. -Vale, está claro que así no puede irse, y nosotras no la podemos llevar a casa, ¿tiene la documentación? -Sí, pero es un marrón. -Esther... -La Esther no le ha hecho mucho caso. -Mira la última de la lista es Teresa... ¿llamó? -Llama –dijo elevando los hombros. -Vale... –esperó respuesta mientras miraban como Maca volvía a vomitar-. Joder... menuda ha pillado. ¿Teresa? -Sí... ¿quién me llama? –preguntó medio dormida con la luz apagada. -Hola mire no me conoce pero soy camarera en una discoteca y tengo aquí a Maca. -¡Maca! No le hizo falta saber más, cogió la dirección, se vistió con rapidez cogiendo el abrigo, y salió en busca de un taxi que por fortuna llegó en el momento idóneo. Durante el camino se preguntaba si al final aquel triángulo no acabaría en algo trágico. Y al ver a Maca apoyada entre las dos chicas, fue consciente que quizá, en ese momento, Maca estaba viviendo el mayor drama de su vida. La ayudaron a entrar en el taxi, y Teresa se la llevó hasta su casa, pensó que estaría más cómoda, al llegar, el taxista amablemente tras escuchar la historia del drama de Maca decidió ayudarlas al menos hasta el portal, una vez dentro Teresa tuvo que hacer casi malabarismos para poder meterla en el ascensor, se le cayó dos veces y tan solo hacía que murmurar cosas que Teresa no lograba entender. Llegó

como pudo hasta su casa, a Teresa le inundaba un sudor frío debido al esfuerzo, la dejó caer sobre la cama y allí se quedó. -Maca por favor... Maca... –le golpeaba la cara-. Maca hija... Se asustó de ver el estado en el que estaba, miró el reloj eran las cinco de la mañana, sin dudarlo y asustada de ver que no reaccionaba llamó a Cruz. Ésta no lo dudo ni un instante, se vistió ante le refunfuño de Vilches, y salió con su coche hasta su casa. Cuando llegó, miró asustada a Maca. -Acaba de volver a vomitar... lleva cinco veces ya. -Joder... ¡Maca... Maca! –le golpeaba la cara-. ¡Maca!... ¡Maca! –le golpeó más fuerte haciendo que reaccionara. -Eh –trataba de abrir sus ojos pero una pesadez no le permitía. -¿Qué has tomado Maca?, dime, ¿droga?, ¿alcohol?... -No... -¿Cocaína Maca? -No –decía angustiada-. Quiero vomitar... Maca siguió vomitando, Cruz le pinchó para detener sus vómitos y esperó allí un rato junto a una Teresa que la miraba con tanta pena que sentía ganas enormes de llorar. -Hablé con ella, me prometió que se iba a casa. -Está perdida Cruz... ¿no crees que hemos cometido un error haciendo que estén juntas trabajando? -Teresa no es culpa nuestra, ellas deben aclarar las cosas pero... -Esther... ven... -Maca cariño... descansa... El silencio volvió a inundar la habitación, Teresa y Cruz, decidieron tomar un café, al ver que estaba más tranquila, Cruz decidió irse. Teresa se sentó en la cama junto a Maca, quien se giró y abrazó el cuerpo de Teresa susurrando el nombre de Esther. Eran las ocho de la mañana cuando Esther se despertó, abrió poco a poco los ojos, parpadeó varias veces para despejarse. Una vez lo logró, con cuidado quitó la mano de Paula que estaba aferrada a sus caderas, para levantarse.

-¿Dónde vas? –le preguntó con voz adormilada. -Al lavabo... duerme. -No tardes... Le dejó un beso en la frente, y se levantó, entonces se acordó del teléfono y se lo llevó al lavabo, encendió la luz teniendo que cerrar sus ojos ante la explosión de luz en la oscuridad, miró la pantalla y vio que tenía mensaje. Lo escuchó y su rostro iba variando al notar el estado de embriaguez de Maca, al notar su dolor, su pena, tragó saliva con los ojos a punto de derramar lágrimas pero entonces la voz de otra mujer le llegó con claridad, provocando que todo lo que había sentido se volviera rabia. E_ Qué cínica es... me llama para que vea que está con otra... ¿para qué me llama? –su gesto fue de auténtico pavor, echó la cadena se puso la bata y salió, allí una ajena Paula la requería-. Voy a poner el café Paula, no te mueves. Estaba en la cocina cuando su teléfono sonó, vio algo asombrada en la pantalla a Teresa, de inmediato pensó que le pasaba algo y contestó algo preocupada. -¿Teresa estás bien? -Sí, sí... estoy bien. -¡Qué susto! –le dijo sinceramente mientras encendía la vitro cerámica. -No tranquila... te llamaba porque vamos a tener que dejar la comida para otro día, lo siento. -Ah... vale no hay problema, tranquila –le dijo notando en su voz cierto temblor que le hacía entender que sí pasaba algo-. ¿Teresa estás bien? -Yo sí... –se mordió el labio inferior sin poder evitar llorar-. Es Maca... -¿Maca?, ¿le ha pasado algo? –su voz volvió a teñirse de alerta y preocupación. -No, no, está bien pero... –se limpió las lágrimas sin duda verla como la había visto la noche anterior le había hecho daño. -Claro que debe estarlo... anoche me dejó un mensaje en el móvil, no sé ni siquiera como puedo dudar... la tía me llamó estando con otra... encima pidiéndome perdón. No pienso tener piedad con ella Teresa –le decía repleta de enajenación.

-Esther... Maca anoche se emborrachó, suponemos que tomo algo más, debiste verla como la vi yo, no hablarías así –le dijo haciendo que Esther sintiera un nudo en su estómago-. La chica que oíste era la camarera, te llamaron porque Maca lo pidió así, por suerte no contestaste, por suerte no la viste como la vi yo. ¿Esther? -Sí –contestó débilmente toda su rabia se había desplomado dejando paso al sufrimiento. -Esto no puede continuar así... -Yo... lo siento no sabía que... –ni siquiera sabía que decir. -Tienes que decirle la verdad Esther, dile que dudas, que quieres a Paula pero también a ella. -Eso sería darle falsas esperanzas Teresa –musitó para no ser escuchada. -Es la verdad, que al menos sepa la verdad no le hagas sufrir de esa manera, es un día sí y otro no Esther, ¿sabes lo que eso significa para ella?, un día le das esperanza al día siguiente se la quitas. -Yo no le hago nada –trató de defenderse. -El otro día parece que sí, ¿no? –le preguntó enfadada-. Esther tú tienes tanta culpa como ella de lo que está pasando, el otro día casi os besáis, no eres contundente contra lo que ella pueda sentir, ¡por favor Esther, basta ya de destruiros! –le decía con pesar -¿Pasa algo cariño? –apareció Paula en la cocina. -No, no, nada, vale Teresa pues nada... queda pendiente para otro día. Un beso. Joder –susurró abatida. -¿Qué le pasa? -Maca... anoche parece ser que cometió una locura... –decía lentamente como si elevar la voz pudiera hacer que Paula explotara. -¿Y eso? –la abrazó por detrás-. Me extrañó que no viniera con la novia –le dejó un beso en la sien mientras la mecía dulcemente- ¿Tan pronto la ha dejado?, claro debe estar todo el día hablando de ti. -No tiene gracia –se soltó de ella con gesto serio -No pretendía que la tuviera –la miró fijamente-. ¿Te sientes culpable de que haya decidido tener otra noche loca?

-No, Paula –cerró los ojos como si aquella voz en ese momento la estuviera castigando. -¿Entonces? -Entonces nada Paula, solo me ha impresionado –elevó los hombros algo inquieta. -Voy a ducharme –le dijo marchándose de la cocina. Entonces sin dudarlo volvió a poner el mensaje, mientras lo escuchaba notaba como el corazón le iba doliendo un poco más, cada vez más, hasta que al final una lagrima resbaló por su mejilla, en ese momento si hubiera podido, habría ido a cuidarla de igual modo que lo hizo con ella. El sonido del café la devolvió al mundo real, a su mundo de dudas y contradicciones. Tras colgar Teresa se lamentó de haberle dicho lo que sucedía, pero realmente pensaba que de las dos quien más culpa tenía en no detener la locura que estaban viviendo era Esther, y mucho más después de enterarse de lo que no quería recordar, por mucho que lo imaginara, era incapaz de asimilarlo. Trató de despertar a Maca pero le costó lo suyo, para cuando lo hizo, ésta lo único que pudo hacer fue romper a llorar con una rabia que Teresa no había visto nunca antes en ella, se levantó yendo de un lado a otro, miró sobre el tocador una fotografía que seguía allí en la que tenía abrazada a Esther, era parecida a la que tenía en su casa con otra mujer, su respiración debido a la rabia se disparó y Teresa se puso en guardia, no sabía que iba a hacer pero seguía sus movimientos atentamente, Maca llegó hasta la fotografía, la tomó en sus manos temblorosas, mirándola con sus ojos trémulos para finalmente gritar a la vez que estampaba el retrato contra la pared rompiéndose en miles de trozos como estaba rota su alma. -¿Por qué? ¿Por qué me haces esto? -Maca cariño –el grito y el estruendo le habían perforado los tímpanos, la impresión de verla así, le había hecho una herida en su corazón, se precipitó hasta ella abrazándola-. Ya... ya... ya está cariño. -¿Por qué?, ¿por qué?, ¿por qué? –se repetía sin cesar. Cuando Teresa la consiguió calmar, la metió en la cama y recogió todos los desperfectos. Después de comer llegó Cruz, la revisó y vio que no tenía muchas ganas de hablar.

-¿Crees que mañana estarás bien o llamo y suspendo...? -Estaré bien –sus ojos rojos, su nariz taponada -¿Seguro? –Maca la miró y asintió-. De acuerdo. El lunes había llegado con un día espléndido, Maca se había pasado un buen rato maquillándose, ella no recordaba la llamada a Esther, como no lograba recordar nada a partir de salir de la discoteca, pero le daba igual no importaba nada a partir del momento en que se fue de casa de Cruz. Como todavía le quedaba cierto temblor, prefirió no arriesgarse y marcharse con un taxi. Eran las seis de la mañana cuando el despertador en casa de Esther sonó, estaba despierta inquieta por lo que podía pasar cuando se vieran, pero en el momento en que notó como Paula se incorporaba tras su clásico quejido se hizo la dormida. Paula, se acercó a ella y le dejó un beso en la sien. Desde que la había escuchado marcharse, se había quedado sentada en la cama con un pañuelo de papel limpiando sus lágrimas, se sentía egoísta, y no sabía como salir de ahí. Se vistió, se arregló y antes de salir de casa suspiró, necesitaba fuerza para poder mirar a los ojos a Maca. Tomo un taxi y llegó a la clínica. Dentro de la clínica el ambiente era tenso, Maca no había llegado, cuando vieron llegar a Esther, notaron por su rostro que no estaba demasiado bien, prefirieron no hacer ninguna referencia a su estado ni a lo ocurrido. Allí las cuatro mujeres hablaban distendidas de lo que les esperaba en el colegio. -Uy perdón –dijo al sonar su móvil-. Es Maca -¿Maca? –preguntó nerviosa y Esther captó sus nervios agachando la mirada. -Dime, sí, está ya aquí, ah vale... estupendo... pues ya van para allá. Belén, acompaña a Esther por favor, te espera allí -Vale... ¿vamos? –le sonrió a Belén. -Claro. -¿Cómo estaba? –le preguntó preocupada. -Sería. Al llegar la encontraron en la puerta del colegio caminando de un lado a otro con los brazos Cruzados sobre el pecho, con su rostro serio. Al verlas llegar se

quitó las gafas y se notaban en sus ojos unas profundas ojeras, a parte de una mirada repleta de tristeza. -Hola –las saludó. -Hola Buenos días –respondió con una tímida sonrisa. -¡Hola Maca! –exclamó alegre al verla con una amplia sonrisa a pesar de llevar el peso del instrumental. -Hola Belén. -¿Vas a venir a la clínica luego? -Sí, claro a la tarde cuando termine ¿por? –la miraba con amabilidad aunque su rostro era serio y de profundo pesar. -Te he traído el libro del que te estuve hablando. -Perfecto... pues luego lo veo. Dame la bolsa. -Hasta luego no os canséis –le sonrió. -Vamos allá –murmuró antes de tocar el timbre. -¿Estás bien, Maca? -Sí ¿por? –la miró fijamente. -No por nada –“ni debe acordarse de que me llamó, y si se acuerda no lo quiere reconocer” –pasaron al colegio, Esther la seguía mientras veía como llevaba el maletín en la mano-. “Menuda cara tiene, pobre... tengo que hablar con ella... no puedo verla así por más tiempo, no puedo posponer una charla con ella... ¡Maca qué nos ha pasado cariño!”. Durante la mañana el trabajo fue intenso, se detuvieron una par de veces para darse un respiro, de tanto oír llorar a los más pequeños les dolía la cabeza, mientras trabajaban todo iba sobre ruedas. También estuvieron bien cuidadas por alguna profesora y la subdirectora del cole les llevaron zumos y algo para tomar a mitad mañana. -Muy bien pues con estos cinco se han acabado el turno de la mañana –les dijo la profesora. -Perfecto... bueno pues debo reconocer que hasta ahora la salud en líneas generales es bastante buena.

-Me alegro, siempre es mejor tener niños sanos... aunque nos falta la tarde –decía con gesto nervioso. -Ya se verá, sí -Tienen una mesa reservada en el comedor, cuando gusten pueden ir a comer. -Gracias yo no voy a comer, imagino que ella si –dijo sin mirarla. -Esto –la profesora la miraba fijamente-. Sí, claro, eh... un poco más tarde. -Como ustedes quieran o si prefieren un poco de intimidad aquí al lado está el área del descanso que llamamos nosotras –sonrisa amplia. -Gracias –le sonrió Maca. -Muy bien pues nada lo que ustedes quieran. Nos vemos a la tarde. -¡Qué pesada joder! –renegó Maca. -Solo trataba de ser amable con nosotras –seguía preparando las cosas para continuar con su trabajo por la tarde. -Ve a comer no tenemos mucho tiempo –le dijo sin mirarla. -Prefiero quedarme y hablar contigo –tragó saliva, no sabía muy bien que decirle pero... debían aclarar las cosas. -¿Tenemos algo que hablar? –la miró fijamente. -Mucho sí, al menos yo. -Pues en este momento de verdad... no me apetece nada escucharte, mientras comes voy a descansar un rato. Pasó por su lado de largo hasta el despacho que la pesada profesora les había dicho, cerró la puerta y se sentó abatida en el sofá verde que allí había, era un sofá de dos plazas que a pesar de su corta medida, le iba a venir bien para estirarse un poco, tenía la cabeza a punto de estallar y agradecía que Esther se hubiera marchado a comer y la hubiera dejado allí. Hablar era lo que menos le apetecía. Lo que menos. Se tumbó poniéndose la mano en la cabeza, el silencio era tan reconfortante que su propio suspiro pareció romperlo. Aunque lo que definitivamente lo rompió fue la puerta abriéndose, se sentó sobresaltada y vio ante ella a Esther con una bandeja. -Creo que debes comer Maca, tienes mala cara.

-Esther... ¡déjame en paz! –le dijo entre dientes-. ¿Conoces el significado de esa frase? -Ayer cuando oí tu mensaje si te hubiera tenido delante te aseguro que hubiera cometido una tontería –le respondió omitiendo su comentario. -¿Mensaje? –la miró sin entender de lo que hablaba. -Sí, cuando supe que te habías vuelto a emborrachar –Maca bajó la cabeza ¿la llamó?, cerró los ojos avergonzada-. Y no puedo quedarme de brazos Cruzados Maca, lo siento, sé que nunca debió pasar, sé que cometí un error al llamarte – Maca no hablaba solo la miraba expectante-. No debió pasar creo que... me equivoqué, lo siento Maca la culpa fue mía... Silencio tenso, se miraban pero ninguna se atrevía a decir nada. -Era fácil tratar de olvidarte cuando estaba lejos, por eso no venía, por eso no volvía, no quería verte, tenerte a mi lado me hace las cosas mucho más difíciles –le decía mirándola fijamente sin esconder nada-. Sé que lo que pasó el otro día en parte lo deseaba tanto que... por eso no pude resistirme. -Se nota que has cambiado mucho en según qué cosas –le espetó de repente y al ver su gesto impresionado, ella misma se pidió una tregua para no herirla, estaba tratando de ser sincera, ella debía serlo también-. Lo siento. -Tienes razón Maca, he cambiado mucho, no sabes cómo estaba cuando nos separamos, nada me importaba, Paula llegó en un momento en el que todo estaba mal, para mí no tenerte era algo que no podía sobrellevar, ella me ayudó, me tendió una mano a la que me tuve que aferrar para no destruirme, te veo a ti, y me reconozco yo misma Maca. Por eso no quiero callarme más. Pero por otro lado, te veo y siento tantas cosas que estoy en una lucha constante, me siento como si estuviera en medio de una Cruzada, escuchando las balas silbar a mi alrededor, temiendo que en un momento dado van a matarme. Ahora veo que no ha sido buena idea trabajar a tu lado, quise recuperarte como amiga, pero... -No puedo ser tu amiga Esther, te amo, te amo con locura, si tú te ves en medio de una Cruzada, algo parecido me pasa a mí, no quiero hacerte daño, no quiero que por mi culpa estés mal, pero al mismo tiempo no puedo los celos me ciegan Esther,

siento una rabia que debo controlarme y no puedo... lo siento no puedo –decía mostrando esa rabia con su voz desgarradora. -Lo sé, y no quiero verte así Maca... te lo aseguro pero no puedo dar de lado a Paula, no puedo hacer que tú tengas ilusiones que eso va a pasar, no... no... yo... me equivoqué, estaba en ese momento mal, pensando en ti en lo que la noche anterior había pasado, en tus miradas, recordando tu beso, Maca me gustaría pedirte perdón por aquello y que lo olvides, no quiero que pienses que pueda volver a suceder, no quiero que creas que hay una oportunidad entre tú y yo –sus lágrimas asomaron sus ojos. -Esther por favor... –al igual que los ojos de Esther, los de Maca comenzaron a derramar lágrimas. -No puedo fallarle a Paula, no puedo Maca –le decía angustiada. -No la quieres –le dijo llorando ambas se miraban sin saber muy bien que hacer, necesitaban un abrazo pero Maca no se atrevía a pedirlo. -Si la quiero Maca, lo siento pero no puedo seguir así con este juego, quiero que tú y yo nos llevemos bien -Puede que la quieras, pero no la amas –ante su silencio, suspiró y tranquilamente añadió-. Lo quieres todo Esther, y eso no puede ser, ¡yo no puedo verte con ella, no puedo!, ¿lo entiendes joder? –se giró un poco en el asiento para llenarla con su mirada, pare tenerla más cerca para demostrarle su agonía. Esther agachó la mirada formando un puchero en su barbilla-. Esther dime que no me quieres... la otra tarde no fue hacer el amor, sé que es una manera de no caer en el engaño pero de igual modo estás engañando. -Maca es lo que hay –trató de defenderse ante el gesto desesperado de Maca agregó necesitando tocarla pero sin hacerlo-. A veces siento que te necesito, claro que te entiendo más de lo que crees, cuando te vi con la chica esa los celos se apoderaron de mí, y cuando en la pista te besabas con la otra pensaba que me iba a morir allí mismo Maca, y cuando me besaste, volvía a sentir el amor por ti, se borró de mí la cordura apareciendo esas ganas locas de besarte pero... por otro lado está Paula a la que no puedo engañar –las venas de su garganta parecían que iban a estallarle.

-Ya lo has hecho –le dijo seria. -Si, es cierto, lo he hecho, pero no volverá a pasar... –decía mirándola fijamente como necesitando ver que la apoyaba en aquel pensamiento. -¿Y si yo quiero que pase? –sus pupilas la miraban casi dilatadas, casi a punto de disolverse de tanto fuego que había en sus ojos. -No me hagas eso Maca –la miró frunciendo el ceño. Silencio nuevamente, tan tenso, tan pesado, tan oprimente. -Eres egoísta, quieres manejarnos a las dos. -¿Qué dices? –la miró seria. -No quieres hacerle daño a ella, pero a la vez sientes cosas por mí, nos manejas a tu antojo, ¿qué será lo próximo Esther? -Nada Maca, no quiero que sufras, por mucho que me duela quiero que encuentres una mujer que te quiera, como Paula me quiere a mí. -Y hacerle lo mismo que tú, te conozco Esther, y sé que más de una vez pensarás en mí, nuestra separación fue un error y lo estamos pagando, yo lo llevo pagando desde entonces. -Pero es lo que tenemos no podemos vivir en sueños. -Es que tú y yo no somos un sueño somos una realidad ¿no lo ves? –alzó un poco la voz. -No puedo... no puedo... es así no puedo perderla... -¿Y a mí? -Tampoco, tampoco –negaba con la cabeza a punto de ahogarse en su propio miedo. -Ves, lo quieres todo, a mí a ella... ¡aclárate Esther! –le dijo con los ojos henchidos por el dolor. -La quiero a ella, quiero estar con ella y quiero verte a ti feliz, es todo lo que quiero. -Vale... –suspiró profundamente-. Vale... me ha quedado claro. -Maca por favor –le cogió del brazo pero Maca se soltó de un manotazo con mucha rabia.

-No hay problema Esther... no te preocupes, no volveré a acercarme a ti, es lo que quieres ¿verdad? –sus ojos le penetraba como si fueran dos rayos. Esther tuvo que cerrar los suyos y darse la vuelta, entonces Maca con cuidado viendo que ella también estaba sufriendo la giró, separó rápidamente las manos de su cuerpo y le dijo-. ¿Lo quieres así Esther? -No lo quiero así... pero debe ser así –le dijo con total franqueza, pidiendo a gritos ahogados un abrazo. -De acuerdo... así será –la miraba necesitando estrecharla entre sus brazos pero, lo que hizo fue girarse, marchándose de aquel pequeño cuarto con los ojos repletos de lágrimas. -Debe ser así –rompió a llorar mientras su teléfono sonaba con Paula sonriente en la pantalla-. Maca... No contestó como iba a hacerlo, si no podía dejar de llorar, no podía dejar de pensar que acababa de destrozar del todo el corazón de Maca y el suyo propio. ¿Y si salía y le hacia una proposición que había estado pensando?, vernos sin que nadie lo sepa, poco a poco recuperarnos, y solo así decidir qué hacer, pero era un pensamiento tan bajo, estaba alzando así ese muro infranqueable en su conciencia para poder sobrevivir y no sentirse tan despreciable como se sentía por pensar, tan solo pensar la posibilidad de estar con Maca y Paula, pero su corazón lo sentía así, y en ese momento en que el teléfono volvió a insistir, se daba cuenta que las necesitaba. Volvió a llorar y no contestar. En su despacho Paula caminaba de un lado a otro algo nerviosa, era extraño Esther la había asegurado que la llamaría y no lo había hecho, ella mientras trabajaba había intentado sacar de su mente que estaría trabajando toda la mañana y la tarde con Maca, pero una vez había finalizado, su malhumor se había hecho patente a todos. No había ido a comer como acostumbraba con el equipo y había pedido tan solo una botella de agua y fruta para su despacho. Como no, la encargada de llevarla fue Aurora. -Vaya... vaya... como tenemos a la fiera, a puntito de explotar. -Por favor Aurora... –su mirada fue gélida y dura -Vale... vale...

-¿Puedes dejarme sola? -¿Para clavarte cuchillos? –ante su nueva mirada agregó-. Está bien... pero antes de hablar con ella respira o de esta te separas y no vaya a ser que sea lo que está provocando, tu reacción para huir. -Mierda... –renegó al quedarse sola pensativa en las palabras de Aurora, en cierta manera podía ser verdad, últimamente Esther saltaba en seguida, había visto su enfado al decirle lo de la novia, y no estaba dispuesta por primera vez en su vida a perder lo que tanto amaba. Miró la pantalla, nada, no había respuesta. Decidida marcó otro número de teléfono-. ¿Teresa? -¿Paula? –preguntó algo alertada. -Sí... verás es que estoy llamando a Esther pero no me contesta –su tono aparecía un tanto inquieto. -¿No?, uy... pues si he hablado yo con ella hace nada... me ha dicho que se iba a comer. -¿A comer? -Eso me ha dicho... a ver si se ha dejado el teléfono que es muy despiste mi niña – lo dijo con tanto cariño que Paula sonrió-. Es eso seguro ¿eh?, me ha dicho que han tenido mucho lío y ahora quería aprovechar para comer tranquila. -Ah –iba procesando la información, “¿por qué hablaba en singular?, ¿y Maca?”. Rápidamente cambió su estrategia sobre la marcha como buena periodista estaba acostumbrada a esos reflejos mentales-. ¿Oye Teresa, y Maca como está?, me enteré de lo del sábado. -Uf Paula –no supo esconder su preocupación-. Está, con eso te lo digo todo... pero vamos... yo creo que con lo mal que lo ha pasado no lo volverá a repetir. -Siento ser indirectamente la culpable –dijo con sinceridad. -¿Eh? –Teresa no supo como continuar había notado su tono derrotado y a pesar que no sabía si era bueno inmiscuirse en aquel tema, lo hizo, era Teresa-. Yo creo que Maca esta así porque ha aceptado la verdad Paula, ella amó mucho a Esther, lo siento pero es así. -Aún la ama, no creo que acepte la situación así... no creo. -Yo creo que sí. Estoy segura, Maca es una mujer muy integra y muy cabal.

-Pero el amor te hace perder todos los valores... perdona Teresa me entra una llamada y creo que es Esther... gracias por escucharme y espero que esta conversación... -Tranquila –colgó y suspiró para decir en voz alta-. Y a mí que también tú me das pena... las tres estáis sufriendo... ¡qué difícil es la vida y el amor, señor! -¡Esther! -Cariño sí, lo siento me he ido a comer y se me ha olvidado el móvil no me he dado cuenta hasta ahora –“perdóname Paula... perdóname” –susurraba para sí cerrando los ojos con fuerza y enfado contra sí misma. -Tranquila –sonrió al pensar en sus despistes aunque últimamente no solía despegarse de él-. ¿Qué tal? -¡Uf deberías ver a los peques! –hizo un esfuerzo enorme por sonreía, había salido a que le diera el aire y se había sentado en un escalón del patio-. Son un torbellino, y cuando ven la aguja ni te cuento. -Pobrecillos –sonreía más tranquila. -Bueno ¿y tú? -Echándote de menos cariño. -Y yo, cuando estaba frente a la bandeja he pesando ¿cómo no me llama? –sentía una punzada en su pecho por mentir. -Te he llamado un par de veces –“no voy a decirte que estaba desesperada... te lo aseguro, pero lo estaba”-, me he imaginado que algo pasaba. -Lo siento cariño –su tono fue tan rematadamente amargo que tuvo que carraspear. -Mi amor... ¿por qué dices eso?... no pasa nada –le habló como la madre habla a la hija tras una travesura, ¿era eso lo que quería?, ese cambio de mujer fuerte a madre débil-. Bueno va, te dejo que tendrás lío. -Si... nos faltan los de primaria, al menos estos espero no lloren –sonrió. -De acuerdo ¿paso a por ti? -Como quieras... ¿vas a estar en la emisora? -Sí, hemos tenido un problema y he puesto una reunión urgente. -Pues si quieres voy yo y cenamos por ahí, ¿vamos a un cine? -¿No estarás muy cansada?

-Espero que no... de todos modos lo vemos luego. ¿Vale? -Sí, besos mi vida. -Igualmente. Sabía que debía reencontrarse con Maca, tras la conversación que habían mantenido, dura, muy dura, no sabía como mirarla, como reaccionaría ella tras las palabras compartidas, ni siquiera sabía si iba a dirigirle la palabra, pero su elección estaba hecha. Por gratitud, por lealtad y también ¡porque no!, por cariño y amor, no podía fallarle a Paula. Y con ese pensamiento entró, viéndola sentada con la mirada perdida tras los cristales. Al escucharla dobló a penas la cabeza, con el rabillo del ojo se aseguró que era ella, después con tono tranquilo pero de sobra sabía Esther hiriente le dijo: -He hablado con mi abogado, le he dicho que en cuanto tengas los papeles del divorcio, me avise. Por lo tanto, puedes estar tranquila. -Gracias –no supo muy bien que decir, lo que menos esperaba en ese momento era esa noticia, y entendió sin reprocharle aquel tono envenenado de rencor con el que le había hablado. -Creo que es mejor ceñirnos tan solo al trabajo, si tienes pensado ir a alguna cena como el otro día, prefiero que me avises –entonces se giró y la miró, dos bolas de fuego se clavaron en Esther. -De acuerdo, me parece lo mejor, sí –contestó sintiendo como aquel fuego incendiaba su alma, y la destruía interiormente-. Maca... lo siento. -Es hora de trabajar. Volvieron con las vacunas, volvieron a emplearse como magníficas profesionales, no se hablaban si no era necesario sobre el trabajo pero el trato cuando debía haberlo era correcto, siempre a pesar del dolor que a las dos les marcaba, siempre tenían una sonrisa para los niños, palabras dulces para calmar su miedo, que si lo hubieran podido medir como la altura de los niños, el de Maca y Esther, no tendría fin. Regresaron a la clínica, Maca subió a su despacho, le dejó a Cruz las fichas y los resultados y se marchó. Al rato haciendo tiempo pues Paula todavía no le había llamado, Esther se presentó en el despacho de Cruz.

-Hola... pasa... -¿Te falta mucho? -No, apenas estaba ya cerrando el ordenador, ¿querías algo? No hubo más palabras, Esther se derrumbó en un llanto que salía amargo, muy amargo, Cruz que imaginaba algo había pasado por la actitud de Maca, la abrazó, la ayudó a sentarse y le dio un vaso de agua, tras calmarse después de un buen rato intenso de llorar, pudo balbucear herida. -Le he dicho que no puedo estar con ella... me he disculpado por lo que pasó y... he decidido seguir con Paula. -¿Es una decisión pensada? –la miraba con esa profunda pena de saber que era una decisión errónea que la llevaría a sufrir. -Sí, no puedo convertir mi vida en lo que la estoy convirtiendo por mi indecisión, por mi miedo, por mi gratitud. -No has dicho amor -Por amor Cruz. Sólo espero que mi decisión no destroce más a Maca. No me lo perdonaría. Eso no me lo perdonaría Cruz. ¿Por qué se me ha complicado la vida de esta manera, por qué? –la miraba intensamente como si Cruz realmente tuviera la solución. -La vida nos la complicamos nosotros cariño, quizá te falta valor para hacer lo que realmente sientes, espero que esto no se vuelva contra ti. -No puedo Cruz... hay cosas en la vida que no se pueden hacer, destruiría a Paula, no puedo hacerlo, ni quiero destruir a Maca más de lo que está, solo lo tiene que comprender. -¿Y tú? -Yo no importo... no importo –bajó la voz hasta dejarla en un susurro repleto de angustia. En su casa, con las luces apagadas, Maca paseaba de un lado a otro lentamente, dejaba que la luz de la luna la embriagara, le ayudara a superar aquel momento que tanto había temido, el adiós de Esther, el definitivo adiós. Iba descalza con los pantalones del pijama y una camiseta de tirantes, la calefacción se había disparado y como su interior, el calor la abrasaba. No podía hacer más, se lo

repitió, Esther había tomado una decisión, la había excluido de su vida y cuanto antes lo aceptara, mejor. Sería difícil trabajar a su lado, pero si Esther la respetaba, que sabía lo haría poco a poco iría superándolo. La amaría siempre, ese sentimiento siempre estaría presente en su vida, y podría albergar la esperanza que un día, aquella relación entre la enfermera y la periodista se acabara porque estaba segura que a quien quería Esther, era a ella. Con ese pensamiento se durmió, con ese pensamiento soñó. “Una Esther saliendo de su casa con dos maletas, ella esperándola en el coche con una sonrisa cristalina, al verla salir con una sonrisa iluminando su rostro, un abrazo feliz, intenso, verdadero, un beso pasional y a la vez tierno, mientras le llegaba la voz de Esther susurrándole un te quiero, respiró hondo dormida, y su mente le llevó un mensaje. La espera había valido la pena”. Los días fueron pasando y tanto Esther como Maca iban intentando mirarse cada día un poco más, porque evadiéndose no se solucionaba el problema, hacían lo justo juntas, pero era positivo, tanto Cruz como Teresa habían notado el cambio, todo parecía estar mejor, Esther volvía a sonreír algo más, a pesar de sus ojeras, Maca tenía color de cara, y un mejor ánimo su relación con Belén con la que compartía el gusto por la literatura francesa, le ayudaba a pasar el tiempo con la lectura. Llegó el viernes y Maca apareció con una maleta. Fue a dejarla al vestuario con el aviso por parte de Teresa de que Esther se estaba cambiando y la promesa de que iba a llamar antes de entrar. -¿Esther puedo pasar? –preguntó desde fuera. -Sí, sí, está abierto –le contestó arreglándose el pelo mientras cogía el Fonendoscopio. -Hola –la saludó, pasó de largo sin mirarla demasiado y dejó en un lado la maleta. Hola... ¿te vas? –le preguntó ansiosa. -Sí, he quedado con mis padres que iría a verlos –colocaba la maleta seguía sin mirarla. -Ah –se puso nerviosa sin saber porque apretando el peine entre sus manos-. Les saludas de mi parte, aunque bueno... vi a tu madre y... bueno...

-Me lo dijo, discúlpala –la miró por primera vez y le resultó tan reconfortante poder tenerla para ella sola en ese momento, que tuvo que hacer un esfuerzo por apartar sus ojos su figura y no delatarse. -Claro, claro –trató de quitar importancia al asunto. -Bueno pues me voy. -Ya voy yo también –dijo nerviosa. Cuando se quedó, miró la maleta, suspiró sabía que Azucena, su ex, se había ido a vivir a Jerez, ¿volvería con ella?, no tenía sentido -“Menos sentido tiene que estés pensando algo así, vamos Esther, que lo llevabas mejor, venga que tú puedes” -pensativa llegó hasta Teresa que la miraba fijamente-. ¿Qué? -¿Dónde va? -A Jerez dice. -¿Dice?, ¿no le crees? –le preguntó enarcando una ceja. -Sí, sí Teresa, claro que le creo... bueno a mí no me interesa donde vaya. -Ya bonita, y yo me chupo el dedo. -Me voy con Cruz. Llegó la hora de retirarse, Esther al llegar al vestuario vio que la maleta ya no estaba, ni siquiera se había despedido de ella, ¿por qué debía hacerlo?, se cambió con pena, recordando sin poderlo evitar otros viajes a Jerez en los que ella era protagonista, había disfrutado tanto allí, que en parte, lo echaba de menos, como tantas otras cosas que había disfrutado con Maca. Salió y se encontró con Paula allí esperándola mientras hablaba con Cruz y Teresa. -¡Hola mi amor! –sonrió con una devoción en su rostro que hizo que Teresa sonriera también. -Hola cariño... no sabía que venías. -Oh, perdona, pero para una vez que todo ha salido bien... ¡lo tengo que celebrar y que mejor que con vosotras! -Me alegro. -Le comentaba a Cruz si podía esta semana venir a la radio para hablar sobre medicina.

-¿Qué te parece Esther? –le preguntó sonriente su amiga. -Maravilloso, ¿no?, sería muy bueno que la gente disfrutara de tus consejos –le sonrió ampliamente -¿Te estás burlando? –le preguntó sonriente -Para nada –dio una carcajada. -¿Nos vamos? –les preguntó -Sí, venga una cervecita y a descansar el fin de semana –dijo jocosa Cruz. -Eso... que estoy agotada, esos cambios de tiempo me afectan a los huesos se quejó Teresa. -¿Sabes una cosa Teresa? –le dijo Belén bajito al ver como salían las tres mujeres hablando entre risas mientras Teresa y Belén eran las encargadas de cerrar-. Yo creo que Esther a quién realmente ama es a Maca. -Bueno, pues si lo crees me parece muy bien, ¡pero ni se te ocurra hacer ni un solo comentario! –le decía muy seria. -¿Me crees capaz?, las aprecio mucho como para hacer algo así. La noche era estrellada, con una hermosa luna en lo alto que dejaba ver un cielo hermoso, cautivador, todavía mayor castigo para alguien que había compartido en esa cabaña tantas noches así, que había hecho el amor en el suelo frente a la chimenea, en la cama con la ventana abierta oliendo a hierba fresca, aromas que se mezclaban con los de otra piel que la volvían loca. Y así era imposible poder superar una pérdida, imposible cuando su cuerpo la llamaba a gritos, cuando hubiera deseado que el teléfono sonara y se volvieran a envolver en la locura de pasión que había descubierto junto a ella. Y era imposible si su corazón se empeñaba una y otra vez en llamarla, en hacerle ver que existía que Esther siempre estaría ahí, que nadie podría borrarla porque ella no quería borrarla. Entonces era cuando mirando las estrellas les pedía ayuda como en su día en aquel lugar, firmaron ambas de mutuo acuerdo no dejar de mirar las estrellas juntas nunca en lo que les quedara de vida. En Madrid... -Esther entra que te vas a constipar, eres una lunática, mirando siempre la luna y las estrellas –sonreía mientras la abrazaba.

-Que noche más hermosa, ¿no? -Sí, es cierto. -Las estrellas iluminan el cielo con un brillo especial, es como para no perderse en ellas, en ese cielo espectacular al que tantas veces he pedido ayuda. -¿Estás pidiendo ayuda ahora? –Paula la miraba atentamente. -No, estoy dando las gracias... te has vuelto una desconfiada –se giró mirándola-. ¿Es por Maca? -Es por todo Esther... -Hablé con ella otra vez, esta semana firmaremos el divorcio, hemos acordado no vernos fuera de la clínica, sé que le duele vernos juntas cariño, y no quiero que sufra más ¿lo entiendes? –le preguntó con gesto contundente -Sí, tú sabes que siempre te dije que tenías que venir para superarlo, sólo que creo que esto nos ha afectado a ambas. -Lo siento. -Bueno pues ahora a la cama que mañana tenemos la cena de gala y hay que ir a por el vestido -¡El vestido!, joder... no me acordaba -Claro si no miraras tanto las estrellas, que te me quedas ¡embobaita! –sonreía besándola apasionadamente. En parte, agradeció aquella cena, le mantuvo entretenida toda la mañana con la modista, y parte de la tarde con la estilista maquillándola y peinándola. En Granada solían ir juntas siempre a todas las fiestas, la homosexualidad de Paula era conocida y respetada, en Madrid iba a ser la primera aparición y como tal, ambas estaban un poco nerviosas, si bien mucho más Esther que Paula que hablaba sin parar por teléfono, preparando el programa del sábado. Al llegar, Paula la miró y le guiñó un ojo como muestra de apoyo, posaron para la prensa y la televisión, Esther estaba radiante, bella y sonriente, Paula más, de llevar consigo a la mujer de su vida tal y como les había dicho a los periodistas, y aquella frase, a Esther le había hecho temblar el corazón. El lunes llegó con un sol que quería iluminar una ciudad que se despertaba al ritmo de la voz de Paula, Esther llegó a la clínica vio la moto de Maca aparcada

en la puerta, exhaló un profundo suspiro y entró. Allí Teresa sonreía con Belén, hablaban distendidas y al verla entrar sonrieron aplaudiendo. -¡La más guapa! ¡La más guapa de la fiesta! –decía saliendo del mostrador y besándola. -¡Anda Teresa no seas exagerada! -Que es verdad Esther, estabas muy guapa, el vestido te quedaba ideal... ¿verdad Maca? –le dijo Belén. Sin percatarse de su presencia, Esther y Teresa sonreían las palabras de Belén, hasta que la vieron con una carpeta en la mano y mirando fijamente a Esther con una sonrisa en sus labios, era tan bella esa sonrisa que Esther no pudo evitar quedarse hechizada por ella. -Verdad... estabas muy guapa. Y ahora a trabajar Belén –dijo con tal tranquilidad que logró asombrar a todas. -Si, ¡te he traído otro libro! -¿De verdad? –le preguntó sonriente marchándose las dos hablando mientras Belén daba saltitos a su lado -Bueno... parece que va asumiendo cosas. -Oye Teresa... ¿tú sabes si Belén entiende? –le preguntó seria y la mirada de Tersa le hizo reaccionar-. No, no, a ver, sólo lo digo porque la veo muy colgada de Maca. -Pues hija no lo sé, pero la verdad, no para de hablar de ella, ahora que lo dices – miraba como sonreía a su lado y sacudía la cabeza-. ¡Si apenas tiene veintidós años Esther! -¿Y qué? -Venga un cafecito y me cuentas chismes de la fiesta. Vi a Sofía Loren ¡por dios que mujer! ¿Os saludó?, también vi a... En el despacho de descanso que tenían justo al lado de Recepción, seguía hablando de todos los cotilleos que podía Teresa, le preguntaba y preguntaba, Esther contestaba sonriente aunque en el momento en que bebía de su taza de café su cabeza la empujó de nuevo, a la realidad.

-“¿Qué pensaría si le dijera que estuve toda la cena pensando en que estaría

haciendo Maca? ¿Si le dijera que es un tostón y yo imaginaba la cabaña de madera, a Maca desnuda entre mis brazos? ¿Si le dijera que Paula tuvo que darme un codazo para que volviera a la tierra y dejara de soñar despierta? Maca... ¿me viste?, rogué que no lo hicieras... veo la tristeza en tu mirada y siento la necesidad de estrecharte en mi pecho como hacíamos siempre... cariño... Maca...” -Pues eso... yo pensaba lo bien que se lo tiene que estar pasando Esther con tanta famosa y famoso –al despertar de su sueño seguía oyendo la voz de Teresa sin parar-. Bueno... pues eso... que estabas muy guapa ¿y lo que dijo Paula?... precioso -Bueno Teresa que tengo que trabajar ¿no? -Sí, además Cruz me ha hablado que Claudia ¿la recuerdas? -¿Cómo olvidarla?, creo que le gustaba Maca –decía con cierto mosqueo. -¡Pero qué dices!, si se va a casar con un rico empresario. -¿Ah, si? –realmente le sorprendió la noticia. -Sí –asintió juntando sus labios sacándolos un poco hacía fuera y ladeando su cabeza. -¿Y qué?, eso no quita para que le gustara Maca. -Perdona, Maca gusta a todas, es algo que tiene... -Es cierto –dijo muy molesta-. A la italiana le gustó demasiado -¡Pero si no pasó nada!, solo tonteo. -¿Solo?, estaba casada conmigo, te lo recuerdo –sus ojos se encendieron de ira. -¿Aún escuece, eh? -Sí, aún y no creo que esa herida deje de escocer nunca. Me voy a trabajar. -¿Y no quieres saber el cotilleo de Claudia? –la seguía. Una vez terminaron el trabajo tanto Cruz como Esther, se quedaron un rato en la consulta sin salir, estaban repasando algunos datos de la última paciente. Entonces a Esther se le cayó el mundo de repente a sus pies. -Bueno mañana y pasado sin Maca, va a ser más tranquilo el trabajo en referencia a los más peques. Y la semana que viene toda la semana fuera ¡no sé que voy a hacer! –se rascaba la frente.

-¿Se va? -Sí eso me ha dicho, van a hacer en París un encuentro de Pediatras, están estudiando el trasplante de células de hígado como algo novedoso para salvar vidas. -¿A París? –insistió Esther con los ojos muy abiertos. -Sí eso he dicho, ¿no has notado como habla francés con Belén? -No, la verdad he notado que Belén está muy por ella –ante la mirada de Cruz agregó-. No son celos. Simple observación. -Vale. Pues nada tendremos a partir del mes que viene, a Claudia como Neuróloga en la clínica, y Laura también, así que vamos a hacer una pequeña remodelación ¿qué te parece? -Estupendo –decía mientras pensaba “no la voy a ver en una semana” -En fin... que esto va a ir creciendo más de lo que Maca y yo pensábamos -Es lo lógico Cruz, sois muy buenas profesionales -¿Te pasa algo? –le preguntó Cruz al ver como había cambiado su gesto. -No, nada. -¿Cómo lo llevas? -Uf... lo llevo –dijo resoplando-. Paula es una mujer encantadora, es muy fácil vivir a su lado. Bueno... si no quieres nada más. -No, ¿vas a comer con ella? -Sí. Mañana comemos las tres ¿no? –por primera vez Esther le sonrió. -Sí, sí, estoy encantada con... -¡Perdón no sabía que estabais trabajando! –apareció Maca ante ellas con unos papeles en las manos. -No, no, pasa estamos charlando. -Bueno pues yo sí me voy, nos vemos a la tarde. -Adiós Esther –le dijo Cruz observando las reacciones de ambas. -Adiós –le dijo al verla pasar por su lado recibiendo una mirada extraña por su parte que le hizo suspirar-. Me acaban de llamar del laboratorio, ya tenemos los resultados de los tres peques. -¿Y?

-Lo que me temía... Fuera la escuchaba hablar apoyada la frente en la puerta, echaba de menos esas charlas médicas cuando llegaban a casa, ese pedir opinión sobre lo que la otra hacia, echaba de menos tantas cosas en ese pasillo se estaba dando cuenta, que ya la echaba de menos sin haberse ido. De pronto le entró un ataque de melancolía y tristeza que no se pudo quitar en todo el día, cuando llegó a casa seguía con él a cuestas, agradeció que Paula siguiera reunida en su despacho con Aurora, estaba triste, muy triste, pesada, le costaba hasta caminar, preparó la cena a disgusto, y no estaba dispuesta a escuchar a la pareja hablar de problemas, de soluciones, de temas que a ella por mucho que le pudieran atraer, en ese momento le apetecía escuchar. -Paula ¿puedes salir un momento? –le preguntó desde la puerta, la mujer abrió y salió con gesto preocupado-. Hola. -¿Qué pasa? –le preguntó acariciando su cara. -Nada cariño que me voy a la cama. -¿Cómo que a la cama, si son...? ¡Dios son las once de la noche! –realmente se les había ido el tiempo trabajando. -Si... estoy cansada Paula. -De acuerdo... venga mi amor... yo ceno terminamos esto y me acuesto. -Vale, hasta mañana -Hasta dentro de un ratito –la besó mirándola a los ojos-. Si puede ser, no te duermas... ¿vale? –elevó las cejas -Lo intentaré. Se metió en la cama con la misma sensación de tristeza que no podía apartar de ella, con ganas de llorar, desde que habían hablado en el colegio su teléfono ya no había vuelto a sonar, ya no hacía falta llevarlo consigo, Maca seguía a la letra el acuerdo, y en ese momento, ella debía morderse las uñas hasta los puños por no llamarla y escuchar su voz, por no llamarla y decirle que la echaba de menos, sin darse cuenta, se había dejado llevar por el sentimiento más absoluto de haber perdido en la vida, no podía mirar adentro, se encontraba con algo que no podía confesar a nadie, ya no, decir que seguía esperando a Maca, que hiciera algo,

que dijera algo, era una utopía para todo el que la escuchara, ella había sido clara, quiero a Paula, y era cierto, pero se encontraba con si fuera dando pasos por un laberinto y no viera la salida, porque decirlo era fácil, aceptarlo imposible, llevar a cabo no mirar a Maca con su corazón que gritaba amor por los cuatro costados era un absurdo. Las lágrimas caían de sus ojos demasiado rápidas, sabía que tenía una hora más o menos para poder llorar en soledad, con las luces apagadas, llorar por ese sentimiento que se había instalado en ella de esa añoranza a la persona que había elegido para que estuviera lejos de ella, ¿paradojas de la vida?, no, simplemente cobardía a llevar la contraria a su conciencia y su corazón, no podía dejar de lado a Paula después de todo... suspiraba, y entre suspiros trató de dormir, pero le era realmente imposible. Para cuando entró Paula, había podido detener su llanto pero no cerrar sus ojos, la escuchaba como se cambiaba, como se lavaba los dientes, como se aceraba a la cama y un nudo se detenía en su garganta. Notó como retiraba las sábanas, como el colchón cedía ante su peso, como se tapaba y suspiraba, pronto notó sus manos recorrer su cintura, y sus labios besar su cuello tras apartar la melena. -Paula por favor... esta noche no. -¿Qué te pasa? –era la primera vez que en el año y medio que llevaban de relación le había negado hacer el amor-. ¿Te encuentras mal? -Hoy ha sido un día duro cariño –le tomó la mano-. Hoy necesito que me abraces, por favor. -Claro mi vida, ven aquí –pasó su brazo por debajo del cuello y la estrechó entre sus brazos-. ¿Así? -Sí –exhaló un profundo y largo suspiro. No se dijeron nada más, el silencio cubrió la habitación, el pensamiento de Esther seguía en sus trece de castigarla al sentir a Paula cerca suya, mientras, la periodista abrazaba el cuerpo de su mujer, nada le hacía ver el tormento que en su interior le estaba marcando el corazón. En otra casa, en otra cama, la respiración agitada de Maca, una espalda encorvada, entre sus dedos la sábana sufriendo su fuerza, los dientes apretados, los

ojos cerrados y finalmente una explosión, un gemido, una profunda exhalación, unas lágrimas y un nombre. -Esther... Para Esther los dos días sin Maca, habían sido un total desespero, la echaba de menos, cada vez que miraba su despacho, sentía una pena honda, tanto que antes de ir a la comida que compartieron ella y Cruz con Paula, su amiga del alma le hizo maquillarse advirtiéndole de su gesto. Durante la comida, más o menos se concentró para ante la presencia de Aurora no darle motivos para que hablara de ella mal con Paula, sabía que lo hacía, y sabía que si la veía pensativa, seguro lo achacaría a Maca, la conocía. -Disculpar, ¡Maca, cariño!, si, si, tranquila... Aquella llamada la trastocó tanto que notó como su cuerpo volvía a darle un mazazo, siendo incapaz de mirar a Paula hasta no haber pasado algunos segundos. Y así durante la tarde, durante la noche en la que su mujer le preparó la cena, la tapó con una manta y Paula pensó en poner “Casa Blanca”, algo que lo único que hizo fue que al final Esther llorara desconsoladamente, siendo consolada por una Paula que estaba empezando a preocuparse de verdad por ella, hasta el punto de recomendarle ir al médico al día siguiente. -No te preocupes, sólo tengo un poco de bajón –le decía acariciando su cara mientras una lagrima recorría su rostro, no por el pasado, no por el presente, sino, por lo que ella iba descubriendo del futuro. El segundo día sin Maca, transcurrió de la misma manera, tanto fue así que cuando terminó la jornada, se quedó ella para cerrar, no les extraño porque había llegado un pedido para reponer en farmacia, y a pesar que Belén se había ofrecido voluntaria para terminar antes el trabajo, ella se había negado Paula estaba en la emisora con una reunión que acabaría probablemente a las tantas y no quería ir a casa sola. Con su explicación, convenció a todas, y se quedó sola, apagó luces, tan solo las de emergencia y las de Recepción, el pedido lo guardó en poco tiempo, tampoco era tanto ni tampoco le iba a llevar tanto tiempo, pero su fin no era aquel pedido, sino, otro pedido que le hacía su cuerpo. Conforme pasaba por los lugares iba apagando luces, hasta dejar tan solo las de emergencia, subió las escaleras

despacio como si al hacerlo con rapidez la magia que había creado en ese momento pudiera romperse. Abrió la puerta, si, la de su despacho se dijo orgullosa, sonrió encendió la tenue luz y observó todo que seguía tan pulcro como ella misma lo había dejado cuando se marchó. Despacio pasó la yema de su dedo por la mesa, por el sillón donde siempre solía estar con ese gesto serio de concentración, no le hacía falta cerrar los ojos para imaginarla, cogió el retrato que había puesto sobre la mesa, en otro tiempo, ese retrato la reflejaba a ella, en ese presente que estaba viviendo, Maca y su ahijada, María, allí se la venía sonriente con la niña, tan sonriente, tan bella, con luz en sus ojos, con esa luz que a ella tanto le había siempre impresionado, y que cuando se volvió sombra, fue el final como persona para Esther. ¿Por qué no reconocerlo allí? ¿Por qué no lo podía gritar allí en soledad? ¡Te amo Maca!, gritó su pensamiento, mientras nuevas lágrimas llegaban a sus cansados y tristes ojos. Suspiró queriendo apartar de ella esa melancolía que la embargaba sin remedio, bordeó la mesa y allí estaba el sofá, donde alguna noche sus sueños habían ido a parar, allí las dos entregándose sin descanso, y sintió como la sangre se le iba revolucionando, lo que no habían logrado las caricias Paula, lo estaba logrando el recuerdo de Maca. Volvió a suspirar, entonces sintió algo a sus espaldas al girarse la vio. -¿Qué haces aquí? –le preguntó con el rostro serio impresionada de verla, no por su presencia, más bien, por su estado como si fuera un zombi caminando por el que era su espacio. -Hola –fue lo único que pudo decir. Allí estaba de pie mirándola fijamente con esos ojos repletos de amor, de miedo, de pena, de necesidad, mientras Maca no entendía nada, ni quería pararse a pensar que debía hacer allí y que debía entender. Despacio dejó su bolso sobre la mesa, Esther seguía allí inmóvil, mirándola con cariño cada movimiento que había hecho, hasta que vio como se pasaba la lengua por sus labios y los dejaba algo entre abiertos mientras la miraba, mientras se miraban, mientras se acercaban con cuidado sin palabras, mirándose los labios, los ojos con miles de dudas pero una sola razón que era el amor. -Ven –le susurró

Y no hizo falta más, Esther estrechó entre sus brazos a Maca, ambas lloraban sin saber muy bien qué hacer, nada más que ese estrecho abrazo, las manos de Esther abrazaban a mitad espalda, fuerte, decididas, las manos de Maca lo hacían alrededor de su cuello, allí unidas cada una apoyaba la cabeza en el hombro contrario, eso era amor. Ese abrazo se había convertido en lo que ambas necesitaban, las dos, solas, abrazadas, así estuvieron el tiempo que desearon, que necesitaron. Sus respiraciones tras el abrazo primero, fueron relajándose entonces algo que no estaba en los planes de ninguna de la dos hizo trizas lo que buscaban. -Te quiero Esther, te quiero –fue a separarse pensando que ya estaba todo dicho, y que mejor escapar que quedarse allí en aquel cuello que la volvía loca. -No, no te vayas... abrázame –le pidió con voz suplicante mientras cerraba los ojos. Y ahí perdieron la compostura, las barreras, los temores, en ese instante ambas sabían que el respeto había salido de la habitación, y las había dejado desnudas, había arrastrado con él la conciencia y les había empujado a mirarse a los ojos, y a ver lo que tanto una y otra habían estado escondiendo. Maca la volvió a estrechar entre sus brazos, volvió a cerrar los ojos pero los latidos de su corazón se dispararon no dejándole pensar con claridad, su mano derecha recorrió lentamente su espalda transformándose en una caricia lenta pero igual de importante, Esther había bajado sus manos por la espalda de Maca de igual manera, al moverse Maca rozó su cuello pero no se atrevió a besarlo por mucho que todo su ser se lo reclamaba, mientras Esther al separarse y mirarse, suspiró, acariciando con una de sus manos que había volado de su espalda hasta su rostro, recorriéndolo lentamente. Se miraron con intensidad, con cariño, con dudas de si seguir o no, con miedo pero con esa ternura con la que siempre sus ojos se encontraban, Maca se acercó, pero se alejó, miraba sus labios, sus ojos, Esther al igual que ella sentía los latidos incesantes, y fue ella quien acercó suavemente los labios a los de Maca, se rozaron y la poca cordura que quedaba se marchó con el respeto y la conciencia, se sentaron en el pasillo y esperaron porque lo que dentro iba a ocurrir, esos sentimientos no podían estar involucrados con el amor, el deseo, la pasión que eran los que se habían quedado acompañándolas, los que tanto

tiempo habían sido aplastados por los primeros, salían vengativos, salían valientes y decididos. El primer beso guardaba la revancha del tiempo perdido, sus bocas se encontraron cerradas sin separarse prendidas la una de la otra, se encontraron así mientras la mano de Esther descendía con cariño por el brazo de Maca que le tenía cogida su cintura, tras ese beso, otros igual de pequeños que no por ello menos intensos, entre esos tres primeros besos una exhalación de alivio por el reencuentro, después se separaron, se miraron a los ojos y volvieron a encontrarse, delicadamente, suaves besos sin llegar a explorar las profundidades, acompañados por caricias lentas y tiernas, respiraciones agitadas, caderas buscándose, suspiros entre beso y beso. Las manos de Esther fueron a parar al rostro de Maca como queriendo atraparla, porque estaba segura que no era un sueño y necesitaba sentirla, siguieron besándose con tranquilidad como queriendo demorar el momento, como tratando de saborear los labios, las caricias, Maca acariciaba la espalda, los brazos, los pechos, la cara de Esther, mientras la miraba con devoción, Esther hacía lo mismo, no habían palabras porque no necesitaban escuchar sus voces, tan solo seguir los pasos que el corazón les iba marcando. Pero querían más, querían abarcarlo todo, ser egoístas y hacerse dueñas de la otra, dueñas de la piel de la otra, Maca trataba de no imponer nada, dejaba manejar la situación a Esther, pasaría lo que ella quisiera, y así le quitó la cazadora, la dejó con la camiseta que llevaba, Maca la miraba con gesto sereno sintiendo un alud de emociones que embriagan su alma, allí con los suspiros de Esther notó como las manos de la enfermera se introducían por la camiseta dibujando una caricia lenta, pausada como si quisieran detener el tiempo, Maca comenzó a imitarla, acariciaba lentamente su cuello, se miraban devorándose fieramente con los ojos, mientras sus manos se llenaban de ternura, de calma por rozar la mujer que tanto amor despertaba en cada una de ellas, necesitaron tocarse con calma mientras volvían a unir sus labios despacio, sin prisas, como dos condenados a muerte que esperan pacientes su hora, ellas eran dos condenadas en el tiempo a amarse, quizá sería la última vez entonces volvieron a besarse, volvieron a atrapar sus bocas despacio llenado el silencio con ese choque suave de dos bocas que se abren que se cierran

sobre si mismas y entonces sí, la ternura ya se había desbordado por completo como el río que al desbordarse arrastra todo a su paso, dejando la tierra cubierta por el agua, de igual modo que al desbordarse la ternura, barrió culpas, y cubrió la necesidad de lo que estaba pasando, sin dejar que otro pensamiento pudiera marcar el momento. Volvieron a abrazarse, sin palabras, solo con miradas que se decían todo, tanto amor, tanta ternura, tanto cariño, se fueron acariciando sobre la ropa, una invitaba a la otra a quitarla sin prisas demorando el momento de encontrase piel contra piel, alma con alma, Esther ayudó a Maca para quitarse la camiseta, desabrocharse el pantalón mientras los besos abarcaban más, robaban piel para ellas, mejillas, nariz, ojos, frente, y volvían a la boca, se quedaban a un paso, a un milímetro para mirarse, para llenarse de calidez, para volver a entregarse a las caricias, como si quisieran llevar a cabo una danza única en el Universo, querían hacer el amor con todas sus consecuencias, con todas las palabras en mayúsculas, AMOR, por tanto, las prisas y el ardor quedaron apartados, primaba la ternura y las miradas, los gestos de goce, las caricias a manos llenas, hasta que se quedaron con la ropa interior, al descubrir la piel que tantas noches habían trazado sin el más mínimo error al lado en la cama vacía, la llenaron de besos y caricias, para poco a poco sentarse en el sofá, Esther empujó suavemente a Maca, la miró a los ojos, mientras Maca entrelazaba sus dedos con ella, después se subió a ese cuerpo que la esperaba, un cuerpo que la albergó con tibieza, y se fundieron siendo una, besando la piel, llenándola de besos, de tibios besos y allí en aquel sofá comenzó el amor a fraguarse a reencontrarse, a ser una, sentían que habían ganado la batalla de las culpas para entregarse sin más, al descubrimiento, al reconocimiento. Maca la sorprendió con un conjunto negro de encaje, Esther con uno sonrosado, se volvieron a mirar, Maca retiró el pelo de la cara de Esther quería verla en todo su esplendor y ésta, depositó un beso en aquella mano, en los labios mientras notaba sus manos recorrer lentamente su espalda, quería alcanzar todo lo que podía de la otra piel con ansias y a la vez esmero, con locura y a la vez la mayor de las corduras de disfrutar el momento, como siendo en ese instante consciente que después ya no la tendría pero ese instante, quiso que fuera toda suya, sin rincón por

explorar, el cuello, los pechos los que uno atrapó con su boca, el otro con su mano tan suavemente que provocó un intenso y profundo gemido de Esther, deseado durante tanto tiempo, el tacto, el tacto que le faltó por teléfono lo tenía allí todo para ella, únicamente para ella, y así fue, una vez dio por terminado su exploración carnal, volvieron a mirarse, se sonrieron tímidamente para volverse a besar, esta vez sus lenguas se encontraron y al hacerlo se dedicaron movimientos lentos, rápidos, acompasados como si así ellas mismas pudieran celebrar por libre el reencuentro. La intensidad en los besos hizo que cuando se separaron la respiración en ambas fuera jadeante, y los ojos anhelando encontrar lo que tanto habían buscado, se fundían para entregarse un amor imperecedero a pesar de todo, a pesar de la distancia, a pesar de la dificultad, a pesar de no pertenecerse. Llegó el momento que habían tratado de retrasar, con la lentitud del reencuentro, pero era inevitable, el deseo en forma de acto de amor llegado a ellas desde hacía mucho tiempo, desde casi el momento en que ambas se miraron en el despacho, hizo que ambas se buscaran a la vez una vez desnudas para entregarse al mismo placer repleto de amor. No podían dejar de mirarse mientras las manos se colaban entre sus piernas, mientras los suspiros llegaban y se hacían de mayor bocanada, mientras las manos buscaban más y más para entregar todo el amor que en ese momento sentían. Entonces Maca con toda su dulzura y un movimiento acertado la giró, dejándola esta vez a ella sobre el sofá, y tras dejar que acariciara sus labios con la yema de su dedo, pasó a disfrutar de un cuerpo que trataba de retener la necesidad que marcaba el deseo, Maca comenzó a besar su cuello sin prisas notando como su pecho subía y bajaba, como si la hubieran llamado sus pechos bajó delicadamente hasta ellos, los besó, los adoró y al notar el contacto, Esther no pudo más que gemir, gemir con fuerza, era su Maca la que estaba allí llenándola de amor, de pasión pero con tal amor que parecía todo iba a terminar en un segundo y al igual que había hecho con anterioridad ella, su boca cazó el erecto pezón, su mano apretó con fuerza su pequeño pero perfecto pecho, fue esta vez Maca la que gimió al notar la dureza de sus pechos, y Esther la que elevó la cabeza echándola atrás, la que ofreció su cuello como recompensa a todo lo sufrido, la que notó y disfrutó de la lengua contraria en ese viaje amado, y suspiró, y gimió y pronunció

el nombre de su amada porque esta vez sí estaba allí, sí era real, notaba sus manos descender por su vientre, entonces abrió los ojos y la vio, era ella maravillosa, plena, ardiente, tierna y sonrió, porque era ella, y sonrió porque la amaba y sonrió, porque la vio mirarle con el amor de siempre, y la misma pasión que en ella recordaba. Había cambiado todo, menos eso, su misma esencia. Las manos por fin alcanzaron lo que tanto tiempo habían evitado, era inevitable llegar, lo hicieron mirándose, a veces cerraban los ojos por necesidad, abrían sus bocas, apoyaban sus barbillas pero sobre todo se miraban mientras el placer iba llenando el corazón de ambas, el brazo izquierdo de cada una abrazaba a la otra por el cuello, se besaban mientras se movían, devoraban sus labios con locura, con amor, con deseo, y allí ambas, disfrutando del momento iban alcanzando un éxtasis que al mismo tiempo las separaría, juntaron sus frentes mientras llegaba al final del viaje maravilloso por las estrellas, se movían, se convulsionaban entregándose directamente a la cumbre del amor y la pasión. Dos gritos cortos pero intensos dieron por finalizado el momento, la gloria alcanzada, reinas del infinito lugar donde habían ido a parar. Donde habían llegado a reinar. Cuando Esther entró en su casa, lo hacía con el rostro algo tenso, preocupada por si estaba Paula, se había duchado en el vestuario toda prudencia era poca, pero a ella le parecía que seguía oliendo a Maca. -¡Paula! –la llamó pero no obtuvo respuesta, las luces estaban todas apagadas. Resopló con bastante relajación, fue al cuarto, se quitó la ropa para lavarla, puso la lavadora y volvió, se puso un camisón y justo entonces se percató que era extraño que no le hubiera llamado, buscó el teléfono y al verlo su rostro mostró impresión-. ¡Joder diez llamadas pérdidas! Entonces oyó como la puerta se abría, los pasos nerviosos de Paula, sus tacones clavándose en el parqué y allí estaba ella inmóvil con el teléfono en la mano esperando verla como si su llegada fuera algo que estuviera esperando años. Cuando Paula la vio no dijo nada tan solo se dirigió a ella la abrazó con fuerza y rompió a llorar, Esther asustada por su reacción tan incomprensible como sorpresiva para ella, la estrechó entre sus brazos sin saber si quiera que decir, tan

solo un pensamiento Cruzó su mente como si se tratase de una estrella fugaz que cae en el cielo, ¿la habría descubierto? -Paula... ¿qué pasa no me asustes? -¡Dios mío no sabía nada de ti!... –la miraba con gesto de incredulidad y dolor. -Pero... lo siento yo... -He mandado a Aurora a la clínica, Teresa me dijo que te quedaste pero habían pasado tres horas y no sabía de ti, no me contestabas –hablaba con una angustia que no solo su voz sino, su rostro lo reflejaba, puso su mano en el pecho se mordió el labio inferior y volvió a abrazarse a ella-. Estaba desesperada... no sabía a quien acudir... llame hasta a Maca. -¿A Maca? –la miró casi sintiendo como su corazón se detenía. -Sí, pero no me contestó tampoco... estaba en una convención me dijo Teresa. -Sí, sí... pero cariño... a ver ven siéntate. -Me moriría si te pasara algo –le decía con total sinceridad-. Pensé mil cosas... -Lo siento se me quedó el móvil en el bolso. -¿Y no pensaste que te podía llamar? –su tono cambió a reproche, al ver el gesto de Esther negó con la cabeza y su gesto paso a lastima-. Lo siento disculpa, es que he perdido los nervios. -No si la culpa es mía... de verdad... perdóname, pensé que estarías en casa, no sé... lo siento. -No, no, no pasa nada. -Ahora al ver que no estabas te iba a llamar justo cuando has entrado, ¿me has visto, no? -Sí, sí –entonces sonó su móvil-. Disculpa. ¿Si? -Hola, disculpe tengo una llamada a mi móvil y... ¿Paula? –Maca reconoció su voz al segundo. -Hola, si Maca, soy yo...disculpa que te haya llamado es que no localizaba a Esther y... –Esther se había quedado pálida como la luna -¿Pero...? –se preocupó pensando que tal como se fue podía haber cometido cualquier tontería

-Está bien... está bien... aquí a mi lado... gracias, adiós. Dios mío Esther que mal lo he pasado –la miraba fijamente. -¿Qué te ha dicho? –trató de controlar todos los nervios que había acudido a ella en masa. -Nada que si te había localizado. -Lo siento mi amor... lo siento... lo siento –se abrazó a ella sintiéndose tan culpable, tan despreciable que se puso a llorar. -Ya cariño... doy por bueno el desespero si te encuentro aquí. Te quiero tanto mi vida –le acarició la cara mientras le quitaba unas lágrimas que jugueteaban por sus mejillas-. Te quiero. -Y yo Paula, te quiero –se besaron para después abrazarse. En su casa Maca, había decidido poner la televisión, sabía que le iba a costar dormir, y prefirió quedarse a ver alguna película, mirar el televisor, lo miraba, pero no veía nada porque ella misma tenía puesto en marcha su propio televisor. “Tras terminar de hacer el amor, Maca se tumbó y arrastró el cuerpo de una agotada Esther, una sobre otra inamovibles como si al intentar hacerlo pudieran romper la magia que habían vivido en el momento. Sus pulsaciones bajaban de intensidad, entonces como si cobraran vida, los sentimientos que se habían quedado fuera, entraron sin avisar, y ocuparon el lugar que debían. Así, al rato Esther comenzó a pensar, y al hacerlo, irremediablemente vino a ella la visión de Paula, se sentía culpable, pero era tarde, ahora el mal ya lo había hecho, justo en ese momento sintió el beso sobre la frente de Maca, que también estaba pensando en Paula, ambas sintiéndose basura allí, en lugar de estar felices, de besarse, de amarse nuevamente, en ellas nació la culpa y fue quien movió a Esther, se sentó abatida mientras rebuscaba en el suelo su ropa, Maca cerró los ojos, se sentó en el sofá, mirándola como se vestía, como le daba la espalda, como no le decía nada y sintió que estaba destrozada, se fue vistiendo como ella encontrando su ropa desperdigada por allí, cuando ambas acabaron, Esther miró a Maca, Maca miró a Esther, no se dijeron nada, no hacía falta, se abrazaron con dependencia, para cuando se soltaron, Esther abandonó precipitadamente el despacho”.

M_ Esther... ¿ahora qué? La noche estaba ya bien entrada cuando Esther se levantó de la cama, no podía continuar allí después de lo que había hecho, entonces trató de encontrar motivos para crear nuevamente esa muralla que volviera a ser infranqueable en su conciencia, en aquel instante era la única forma de vivir que se le antojaba sin sentirse más despreciable de lo que ya se sentía, se aferró como instinto de supervivencia a la falta de Paula por su nuevo trabajo, tantas horas sola, tantas horas abandonada, sabía que era una estupidez pero era lo único a lo que podía aferrarse para no gritar su dolor, había luchado mucho contra ella misma, había luchado contra un imposible, estaba tan cansada que había caído en su propia trampa, la gratitud que le debía a Paula por sacarla del hoyo, frente al deseo y amor que sentía por Maca, a Paula le debía mucho, ese llanto al no verla ese sufrimiento por no saber de ella se le había clavado a Esther en lo más profundo de su alma, se daba cuenta que no podía dejarla pero se había rendido porque era imposible luchar eternamente contra Maca, mucho menos teniéndola a su lado día tras día, compartiendo más horas con ella que con Paula, subió sus piernas en el sofá apoyó sus brazos y siguió sintiéndose cruel y despiadada. En su casa Maca daba vueltas y vueltas sin parar, la llamada de Paula la había puesto en tensión sin duda algo había pasado entre ellas, no sabía si alegrarse o no, porque realmente Esther le había demostrado que seguía enamorada de ella, que la deseaba de igual manera. Se sentó en la cama, pasándose las manos por la cara, no podía volver a pasar por lo mismo, no podía convertirse en amante como fue antes de llegar la enfermera a su vida, no volvería a humillarse de igual modo que ya lo hizo una vez. Pero... es que era Esther... suspiró sintiendo el inmenso amor que veía reflejado en sus ojos mientras se amaban. M_ Esther... ¿qué estamos haciendo?... te veo sufrir, no debe ser fácil para ti mi amor, ¿qué vamos a hacer? Cuando llegó a la emisora Paula, aún era de noche, saludó como siempre al portero, y pasó hasta su despacho, aún había cierto silencio por los pasillos, el repique de sus tacones, le iban golpeando las sienes de igual modo que sus pensamientos, y un repentino miedo que se había instalado en ella poniéndola de

mal humor. Se preparó una taza de café y para cuando se abrió la puerta, ya estaba sentada en su sillón con la mirada perdida y su gesto algo turbio. Aurora pasó sin pedir permiso, se sentó frente a ella, y esperó, sabía que Paula era mujer que si se le presionaba no se conseguía nada, así que decidió como hacía siempre esperar. Al cabo de unos minutos su espera obtuvo recompensa. -Creo que tienes razón, esta mañana antes de venirme he despertado a Esther como muchas veces, le he pedido hacer el amor, y mientras comenzábamos ella se ha girado, ha metido su cara entre las dos sabanas y le he hecho el amor sin mirar sus ojos. -¿A mí esa postura me pone mucho? –la mirada de Paula volvió a darle entender que no iba por ahí-. Vale... te has dado cuenta esta mañana que llevas unos buenos cuernos, ¿es eso? -No sé si los llevo, pero desde luego lo voy a averiguar. -¿Dónde está la Paula que yo conocía? ¿Dónde te has dejado la integridad? -De que me sirve ser integra si dejo que se la tire, su madre tenía razón, soy idiota por ponerle el caramelo en la boca -¡Nunca lo habías expresado tan bien! Los nervios disparados se habían instalado en las dos, Maca no sabía cómo actuar y lo mismo le pasaba a Esther, que todavía se sentía peor. Así cuando llegó Maca preguntó si lo había hecho Esther, ante la negativa de Teresa, subió a su despacho y se encerró allí. Cuando llegó Esther disimuladamente preguntó si había llegado Maca porque no vio la moto, al saber que estaba allí, sus piernas temblaron. Aquella mañana que Paula había querido hacerle el amor, le había sido imposible mirarla a los ojos, y en ese momento en el vestuario sentada en el banco, pensaba que había perdido la esencia de su pareja con Paula, porque si se sentía cómoda a su lado ¿cómo podía estar mirando y deseando a Maca?, en el fondo necesitaba que pasara algo, algo que le ayudara a desenmascarase ella misma como si al hacerlo pudiera respirar hondo que no podía, que desde que había visto a Maca se había Cruzado en su pecho el sentimiento de amor por ella.

-Me gustaría reencontrarme, en el punto en que me enamore de Paula, las cosas que la hicieron especial, las cosas por las que la amé, de alguna manera debo detener esta locura, no puedo más... –musitó derrotada sintiendo que necesitaba decirlo en voz alta para no matarse ella misma el corazón. La mañana iba y venía, Belén había salido hasta Recepción para pedir unas fichas que Maca solicitaba, no habían parado ni a almorzar, alguna que otra visita urgente, les había negado esa posibilidad. A eso había que sumarle que Cruz tuvo que salir a media mañana para la radio, era la primera vez que iba a hablar y Teresa fue la única que pudo escucharla con el auricular puesto. -¿Cómo va? –preguntó Belén. -Para un diez, está terminando pero de diez. -Oye Teresa, creo que ha pasado algo. -¿De qué? -Mira, Esther desde que se ha ido Cruz, está digamos escondida –le decía en voz baja-. Y Maca lleva toda la mañana sin salir nada más que al lavabo y cuando va lo hace a paso ligero. No se ven. -¡Anda... anda... no te montes películas!... ¡ya ha terminado! Si es que esta mujer es maravillosa, lástima que Maca no pueda ir. -¿Y por qué no, Teresa? -Porque no, y ale, viento bonita... viento –mientras pensaba “no me gusta esto, es cierto si anoche Esther se quedo preparando el pedido de farmacia, no sé que hace sin salir de allí, ¿seguro que han vuelto a discutir por lo del divorcio?... seguro” respiró profundamente, poniéndose las gafas. Mientras en la emisora Cruz recibía las felicitaciones de todo el equipo, Paula aprovechando que tenía diez minutos para dar las noticias, se levantó de su mesa y la acompañó hasta la puerta, gesto que agradeció la médico. -¿Qué te ha parecido, fácil, verdad? -Sí, la verdad que estaba algo nerviosa pero... bueno... la confianza de tenerte a mi lado me ha ayudado, gracias –le sonrió con amabilidad. -No hay de que, esto... me gustaría aprovechar el momento para preguntarte algo. -Claro tú dirás –mantenía una sonrisa en sus labios.

-Me gustaría que fueras sincera. -Si –le contestó frunciendo su frente borrándose la sonrisa, adelantándose con el gesto al tema que iba a sacar-. Tú dirás. -Se trata de Esther, bueno, más que de Esther, se trata de Maca... ¿tú sabes si han tenido algo? -Directa eres, sí –le contestó. -Suelo serlo con las cosas que me preocupan -Lo siento Paula, a mí no creo que me lo tengas que preguntar –su tono fue algo gélido. -Ya... me lo temía –agachó la cabeza-. Tú vas a cubrir a Maca en lo que haga. -No se trata de eso Paula, ambas son amigas mías, a ti te aprecio, pero sigo pensando que no soy yo quien debe contestar esa pregunta. Aunque... comprendo tu inquietud y hasta donde yo sé, no ha pasado nada. -Gracias Cruz –le sonrió triste. -Habla con Esther... y comprende también su postura. Cruz volvió, Esther salió de su escondite, seguían sin encontrarse, Maca preguntó dos veces a Belén por Esther y ésta le dijo que estaba en el almacén, suponía que no quería verla y en parte entendía el motivo. Con pena siguió trabajando hasta que llegó el turno de marcharse a casa, al salir, allí estaba Esther que iba a dejar unos papeles en el despacho de Cruz, al verse, ambas cambiaron el gesto, notaron como sus corazones se aceleraron, como sus ojos se encontraron tan distintos al día anterior, como sus músculos se tensaban. -Hola –le dijo escuetamente Maca. -Hola –respondió seria Esther. -¿Estás bien? -Ahí voy... ¿tú? –notó en sus ojos un halo de profunda tristeza. -Igual, voy. No hicieron falta más palabras, la conversación veloz en preguntas y respuestas daba a entender de sus nervios. Cuando Maca se fue, Esther exhaló aire para aliviar esa sensación que tenía grabada en ella de deslealtad hacia Paula.

Por su parte Maca subió a su despacho recogió sus cosas y se preparó para marcharse, en su mano llevaba una historia para que Teresa la guardara, llegó al mostrador dejó sobre el su casco, y la historia poniéndose bien la bandolera. -¿La guardas por favor? -Y sin favor –Maca sonrió-. Me he enterado lo de los trillizos. -Sí, un palo –entonces vio como los ojos de Teresa pasaban por encima de su hombro y miraban a alguien que supuestamente estaba detrás suya, se giró y vio a Paula que la miraba fijamente-. Hola -Hola -Bueno me voy... eh... lo guardas ¿si? –sin querer sus nervios se dispararon, se giró y cuando se marchaba sin despedirse Paula la detuvo interponiéndose delante, Maca tragó saliva mientras Teresa las miraba expectante. Entonces con tono brusco y borde le preguntó-. ¿Quieres algo? -Sí. -¿Tú dirás? –la miraba mientras en su retina aparecía Esther abrazada a ella y llorando la noche anterior. -¿Tienes tú algo que decirme? –le preguntó Paula con la miraba desafiante. -Yo no... ¿tenemos algo de lo que hablar tú y yo? –respondió Maca con voz acerada. -Esther –dijo mientras seguía clavándole los ojos de manera inquisitiva y voraz. -Yo no tengo nada que hablar de ella. -¿Segura? -Ni tampoco tengo porque aguantar tus preguntas de mujer periodista –le respondió con el mayor odio posible en su voz. -Esther me lo dirá. -Pues nada... me lo cuentas si quieres –dicho esto la bordeó y se marchó con los latidos de su corazón a todo tren. Allí en medio se quedó Paula, que al perder el punto de referencia de Maca, se encontró con una mueca de horror reflejada en el rostro de Teresa, quien negó con la cabeza como si de esa manera le pudiera recriminar su actuación. Para su

suerte en ese momento apareció Esther que al verla primero se quedó pálida luego reaccionó. -Hola Paula. ¿Qué haces aquí? -Ya ves... hoy he conseguido dejar a todos para estar contigo, ¿qué te parece? -Genial... ya me ha contado Cruz que ha estado muy cómoda contigo –sonreía feliz-. Hola Teresa. -Hola cariño. Bueno voy a cambiarme que yo también tengo que irme –les dijo marchándose pensativa. -Si la verdad que es muy buena en lo suyo, un día de estos podría venir Maca. -¿Maca?, estaría bien, sí... me voy a cambiar. -Te espero en el coche no me vayan a multar, cariño –le dejó un beso y salió. Cuando Esther entró en el vestuario lo hacía con algo de nervios, Teresa la esperaba sentada, y al verla entrar se levantó. -Hola Teresa. -No debería contarte esto... no sé si Paula lo haga, si no lo hace por favor no le digas –decía de manera aturullada. -¿Qué pasa Teresa? –la miró con algo de temor. -Paula y Maca han tenido un cruce de palabras –el rostro de Esther palideció y se tuvo que sentar-. Así que ha pasado algo finalmente entre vosotras –Esther asintió con gesto de profundo desespero-. Me lo temía. -¿Maca dijo algo? -¿La crees capaz?, ¡por favor Esther!, aunque no he escuchado a Maca, ya sabes cuando habla bajito la tía es una fenómena, pero ¿la crees capaz? –insistió medio enfadada. -No, no, no quise decir eso –se levantó nerviosa-. Me voy a morir Teresa, no puedo seguir así... -Exacto, no puedes, no debes y lo que es peor, la que más sufre eres tú. -Fue tan... maravilloso reencontrarme con ella, pero al mismo tiempo fue como quemarme en el infierno de mis contradicciones... –respiraba abatida. -Pues entonces... tienes un grave problema Esther, ¿por qué no buscas ayuda?

-Porque ¿quién ayuda a un corazón divido, entre el amor y la gratitud? –la miró apenada. Comieron sin Paula hacer referencia a lo ocurrido con Maca, ni Esther que sabía lo que había pasado por Teresa. La comida fue amena al menos las dos lo intentaron, pero la mala conciencia de Esther no le permitía estar tranquila, se removía en su asiento, hablaba de prisa y sobre todo evadía la mirada intensa de Paula. Y Paula evadía el tema porque prefería sentir que le había engañado a saberlo cierto, mientras lo sospechara tan solo sería un cúmulo de celos en su interior, que mientras pudiera dominar no pasaría de allí, pero, si buscaba la verdad y esa verdad formaba parte de un engaño, sabía que no lo iba a soportar, jamás lo había soportado antes, y así se pasaron la comida, hablando, pero pensando, meditando, observando, ocultando. Al volver Esther al trabajo, se encontró con los ojos juiciosos de Teresa, suspiró y vio como salía a su encuentro lo que menos quería era mover más el tema, bastante angustiada estaba ya como para que Teresa metiera más aún el dedo en esa yaga profunda y que tanto escocía. -¿Te ha dicho algo? -No, nada. Esta noche voy a hablar con ella. -Bien... es lo más sensato. -Hola chicas... bueno a Maca le ha surgido un imprevisto y no viene, así que todo para mí –hizo un gesto de fastidio. -¿Qué le pasa? -No sé... ya sabes como es. -¿Podemos hablar un momento? -Sí Esther, con un cafetito mejor, no sé porque, me da la impresión que no me va a gustar lo que me tengas que contar –entraron en el despacho. -Hicimos lo que tú dijiste –Cruz levantó su mirada y las cejas-. Nos dejamos llevar, acabamos haciendo el amor y... y ahora estoy peor Cruz. -Vaya –le dijo algo impactada por esas palabras -No pensaba que podía sentirse una persona tan baja, tan... -Esther... Esther... a ver cálmate, esto se veía venir

-Lo sé, la culpa fue mía. -Deja de culparte y toma las riendas de tu vida, ¿sabes lo qué me recuerdas?, el juego aquel de la pantalla del televisor en el que una pelota subía y bajaba y dos palitos iban pegándole, y rebotaba, y rebotaba, deberías parar y mirarte porque eso eres tú, esa pelota que va de Maca a Paula, y de Paula a Maca. -No quiero hacerles daño. -Ya lo sé, pero es un poco tarde ¿no crees?, ha pasado por lo tanto eso quiere decir que alguna de las dos debe quedarse fuera, a menos que pretendas tener a Maca de amante. -¡Por favor Cruz!, eso jamás lo permitiría ni yo ni ella. -Pues entonces Esther... deja de culparte, de lamentarte y busca soluciones pero definitivas, escucha lo que te dice tu corazón, ¿vale? La tarde le ayudó a no pensar, hubo más trabajo del esperado, cuando terminó, lo primero que hizo Esther fue llamar a Paula, en lugar de contestar ella, lo hizo Aurora. -¿No está Paula? -No Esther, está en una reunión muy importante, me ha dicho que te dejara aviso que llegara tarde, tiene una cena. -Gracias. -Oye tú sabes que no eres santo de mi devoción, que siempre pensé que debajo de esa piel de cordero, había escondida una loba que haría daño a Paula –Esther guardó silencio-. Está pasándolo mal ¿sabes?, ella no se merece eso, si al menos te queda algo de dignidad, aclara la situación, ¿ya te la has tirado? -Aurora... –se calló. -Dime. -Que te den por culo –le colgó enfadada. Y salió echando pestes contra ella, se pensaba que tenía toda la libertad del mundo para ir en su contra, seguro que Paula le había comentado algo, no era tonta, y aquella rabia le hizo tomar un taxi, suspirar y reconocer palmo a palmo la calle que sus pies pisaban, el telefonillo que tocaba su dedo, y reconocer la voz que le contestaba y abría la puerta. Reconocerse en el espejo del ascensor, reconocer la

puerta que estaba aún junta y ver la figura de Maca con unos pantalones cortos y una camiseta interior allí mirándola realmente asombrada de tenerla enfrente. -¿Estás bien? -Lo siento... si te he interrumpido yo... –no sabía que decir. -Anda pasa tonta –sonrió de lado al ver como no podía ocultar ponerse roja. -Gracias –Esther le devolvió la sonrisa. -¿Qué pasa? -Estaba preocupada... ¿estás bien? -Sí perfectamente, ¿por?, ¿quieres tomar algo? –le preguntó tratando de controlar sus nervios, no sabía que hacía allí. -No, no, sólo he venido un momento. -Te puedes sentar si quieres –le señaló el sofá-. Voy a por un zumo para mí, y otro para ti estaba estudiando y se me ha ido la hora. -Vale –sus ojos dieron una rápida ojeada por el comedor, allí aún quedaban fotos de las dos, aquello le provocó un vuelco en su golpeado corazón. “¿Cómo se lo digo?, se lo tengo que decir... le tengo que decir que no puedo seguir así... sé que es la única que me puede ayudar y me comprenderá, ahora que ha vencido el odio que me guardaba, el rencor, ahora que vuelve a ser ella... ¿y si vuelve hacer lo de la otra noche?... -Ya estoy aquí. ¿Pues tú dirás? –se sentó a su lado subiendo sus piernas al sofá mirándola con el rostro desconcertado pero al mismo tiempo ilusionado. -No sé por dónde empezar –se sujetaba las manos mientras dejaba su bolso al lado y se ladeaba ella para quedar de frente. -Pues por el principio –“no me lo digas Esther” se susurró repleta de miedo -Verás... –tragó saliva la miraba y sentía su corazón acelerarse inquieto, suspiró para tratar de devolverle el ritmo normal-. Primero quería agradecerte que... bueno... que no le hayas dicho nada a Paula. -¿Crees que haría tal cosa? –la mirada esta vez se le turbó. -No, no –se apresuró a decir, volvió a suspirar, tragó saliva y siguió-. Por supuesto que no, sé que no.

-Esther mírame por favor –Esther obedeció y la mano de Maca paseó por su barbilla mientras la miraba con gesto apenado-. Te quiero y aunque me joda que estés con ella y me hubiera resultado muy fácil decir lo que había pasado, por eso que te quiero, jamás haría nada que pudiera hacerte daño, te lo aseguro, si lo hice en el pasado, te aseguro que aprendí la lección, y no quiero volver a fallar, nunca haría nada que te pudiera herir. ¿Vale? –le preguntó con tal convencimiento que hasta ella misma notó como le temblaba el corazón. -Lo sé –entonces ante tal explicación, se derrumbó, comenzó a llorar sin poder evitarlo, no quería darle pena, pero era tanto lo que estaba sufriendo que ante ella, ante la persona que sin duda más había marcado su vida, no pudo más que derrumbarse del todo-. Maca yo... -Shhhh no digas nada... no digas nada Esther –la abrazó sin dudarlo. -Quiero decir... necesito decir... –se había aferrado a su cuello y tan solo con su contacto se había calmado el llanto desgarrado se había convertido en un abrazo necesitado. -No digas nada, por favor –musitó con su voz fina y delicada. Mejilla con mejilla abrazadas, en silencio con el único sonido de la calefacción, sintieron que el mundo volvía a ser de ellas, ninguna quería pero ambas lo necesitaban. Se separaron con lentitud, sus ojos se mostraban temerosos, se buscaban, y cuando se encontraron desviaron la mirada hacia los labios, muy lentamente acercaron sus bocas, suspiraban, los ojos volvían a jugar, variando ojos y labios, hasta que finalmente ambos se cerraron y pasaron del contacto visual al carnal, los labios atraparon la otra boca, despacio suave, con cautela, sin prisa, nuevamente dilatando el momento, sus manos se posaron en la cara de la otra, acariciando el pelo, las mejillas, y esta vez fue Maca quien tomó la iniciativa, le dio la mano, la levantó y la llevó hasta la que había sido su cama, Esther por el camino pudo decir que no, pudo detenerse, había ido a eso, a pedirle ayuda para poder ser leal con Paula, pero el contacto de aquellos labios la desmanteló como si sus capas de protección contra el engaño se hubieran caído de golpe con tan solo el roce de los labios de Maca, era poderosa, pensaba, nadie le provocaba lo que aquellos labios carnosos, lo que aquellas manos, y se dejó llevar, se dejó desnudar

y desnudó, con una diferencia a lo que había pasado aquella misma mañana, miró, vio, se entregó con los ojos fijos en los otros ojos, quería ver lo que veía, quería que vieran lo que estaban gritando, amor, amor, el más grande y a la vez, ruin amor. Amor por Maca, amor por sus manos, amor por su corazón, y Maca lo vio, y le entregó lo mismo ese profundo e idolatrado amor que sentía por ella, pasión, gemidos, suspiros, nombres, nombres certeros Esther, si Maca, Maca, si Esther, estaban allí la una con la otra, enlazadas, unidas inexorablemente, a pesar de todo, a pesar de saber que tras la puerta de la calle, había otro mundo, aquel era su mundo, un mundo perdido pero que una trataba de recuperar y la otra de superar, un mundo que fue sincero y repleto de felicidad, y que se volvió un mundo de distancia y silencios, silencios que mataron el amor que ahora en ese instante estaba reviviendo, estaba resucitando, con el calor de dos corazones dispuestos a revivirlo, con el calor de las pieles rozándose con las yemas de los dedos, los labios húmedos, con besos robados, con besos largos, profundos, furtivos. Eran libres, en ese instante, eran dos entes libres volando en su mundo de amor. Pero el mundo desde que es mundo, gira, y pasa, el instante que se vive es lo que se tiene, al menos eso pensaba Maca que estrechaba el cuerpo desnudo de Esther contra el suyo, cuando notó que se movía, sintió lo que era la ira y frustración contra lo que está escrito, contra lo que tiene que ser correcto. -No te vayas Esther. -Debo irme Maca, por favor –susurró entera, sin ese abatimiento con el que había llegado. -Un poco más, solo te pido un poco más. -No puedo... lo sabes... esto no tenía que pasar... -Pero ha pasado, lo deseábamos las dos –Esther se giró y la miró, sus ojos nuevamente se volvieron a encontrar y no pudo más que rozar sus labios-. Esther... -Lo siento pero es tarde... tengo que volver a casa. -Está bien –soltó su cuerpo se sentó en la cama poniendo sus manos en la frente. -Lo siento... Maca venía a decirte que lo del otro día no podía volver a pasar –su voz se había convertido de la debilidad de antes de entrar en casa a una fortaleza

que no sabía de donde le llegaba. Se giró y le dejó un beso en la frente, para decirle-. No puedo hacer esto Maca, ¿verdad que tú me entiendes? -No me pidas que te entienda –la miraba seria la mano que había parado en su barbilla la había hecho suya. -Sé que soy egoísta pidiéndote esto... pero... -No, no lo digas, déjame que lo diga yo –la miraba a los ojos fijamente-. Me conformo con esto Esther... con estos ratos, hasta que tomes una decisión firme... sin presionarte, me conformo con esto Esther –la miraba desesperadamente a los ojos. -No me digas eso Maca... por favor... no –negaba con la cabeza al tiempo que cerraba los ojos nerviosa por lo que pensó Maca no aceptaría ser. -Esther... -No puedo hacerlo, sería... sería algo –se levantó cerrando los ojos entendiendo el daño que estaba haciendo a Maca-. No puedo hacerte eso... -Me da igual... será nuestro secreto –se había puesto el camisón y la abrazó fuertemente por detrás. -No –se giró mirándola con dolor en sus ojos-. No puedo hacer eso a Paula. -Tómate tu tiempo, no te presiones, yo no te voy a presionar, en el momento estés preparada, volvemos juntas ¿sí? –cierto brillo en sus ojos daban muestras de la luz que había aparecido en su corazón, así como una sonrisa tierna y comprensiva. -Ahí está el problema Maca... que no sé si estoy o no preparada, que por un lado te amo, por un lado cierro los ojos miro el corazón y ahí estás tú, pero por otro quiero a Paula, no sé si lo puedes entender, esta situación es horrible, ya te lo dije Maca, mientras estaba en Granada pensaba en ti, me dolía pero no te veía, no veía el amor en tus ojos y podía engañar mi corazón –su gesto era dolido con ella misma, su voz se tornó cansada y derrotada-. Aquí todo es diferente, todo, te miro y me pierdo en tus ojos –le acarició la cara con suavidad-. Pero no puedo comportarme de manera tan ruin con Paula, ella me ha ayudado... -¡Esther no puedes estar con una mujer por gratitud! –elevó la voz con exasperación, las venas de la garganta se marcaron fuertemente en su cuello, al darse cuenta de lo que le había dicho cerró los ojos y musitó-. Lo siento.

-Tienes razón, pero no puedo hacerle esto tampoco –la miraba con gesto apenado mientras unía sus manos en señal de súplica. -Se lo estás haciendo porque me quieres. -Pero estoy sufriendo –decía alterada Esther. -Porque nos quieres a las dos y estás con las dos –le decía mirándola a punto de llorar. -¿Crees que esto es agradable para mí?, ¡lo crees! –Maca guardó silencio, Esther se giró con rabia y comenzó a vestirse. -Escúchame... has cambiado mucho... lo del teléfono me... me impactó… no sé, a veces no sé con qué Esther me voy a encontrar –la miraba vestirse, y sabía que tenía poco tiempo, después se marcharía-. Esther por favor... -He cambiado, sí, porque si no lo hubiera hecho... estaría... -¿Cómo yo?, sin poderte olvidar, sin poder dormir, buscando a mujeres que puedan bórrame tu rastro, ¿estarías como yo Esther? -Sí, ¡estaría como tú o peor! –la miró con fuerza a los ojos. -Esther por favor... espera –la detuvo cuando iba a salir-. Te quiero, voy a esperar, si decides quedarte con ella, lo entenderé –trataba de mostrarse al menos lo más digna posible-. Si decides romper y volver conmigo, te estaré esperando. Te doy tiempo –sus ojos insistían con fuerza como tratando de utilizar su poder para convencerla. -No lo vas a soportar... y no quiero hacer más larga la agonía. -Esther –la volvió a llamar. -Maca, no, no me humilles más, ni te humilles tú, te quiero con locura y te querré siempre, pero quiero que seas feliz, y así como tú dices que no me quieres hacer daño a mí, lo mismo quiero yo para ti, no puedo verte sufrir, no puedo verte como alma en pena, Maca no eres así, no quiero ser la culpable de tu tristeza por más tiempo, vive y si un día estoy libre y podemos estar juntas, perfecto, sino, habré perdido, pero al menos, que mi sacrificio al perderte valga para verte a ti feliz. Esther se apartó de ella con la mirada triste, negando con la cabeza, solo allí en ese cuarto era capaz de ver el daño que había hecho a Maca, el mismo seguro que si Paula sabía algo le habría hecho.

-¡Esther espera! –la detuvo nuevamente. Esther la miró-. Por favor no te vayas. -Maca... no... mira quiero volver a encontrarme con la Maca que me volvió loca, con aquella mujer arrebatadoramente maravillosa, borde, con ese humor ácido, quiero ver a la mujer que sonríe, que le gustan los niños, ¿sabes? –unas lágrimas cayeron de sus ojos-. Todos los días me arrepiento de mi estúpida reacción, todo porque no iba a parirlo ni a sentirlo yo, fui egoísta, y todo lo que sufrí, lo di por bueno, por el daño que te hice, pero no puedo consentir que tú sigas sufriendo, conviértete en esa mujer que eras... -Esther... no digas eso... –la interrumpió abrazándose con fuerza, Maca había comenzado a llorar igualmente. -Quiero verla, Maca, quiero verte feliz con una mujer a tu lado que te quiera, que te dé lo que te mereces –le dejó una lenta caricia sobre el rostro y le dijo emocionada-. Amor. -Tú me lo das. -No Maca, yo no puedo dártelo, mientras esté Paula, no puedo, ni quiero, ni debo, porque esto es una agonía que no quiero alargar. No puedo mirarte como la mujer que más he amado, como la mujer que amo, no puedo mirarte porque veo la tristeza y me siento responsable de ella... -¿Y si me miras otra vez?, ¡y si me miras otra vez! De manera diferente, yo también he cambiado, yo también creo que he cambiado y ahora las cosas las veo más claras, mírame otra vez Esther. Esther no dijo nada tan solo salió de casa y llamó al ascensor, Maca salió y se puso delante de ella, la miró, la adoró los segundos que pudo, y cuando notó que sus ojos se llenaban de lágrimas avivó el paso, abrió la puerta de su casa, y cerró. Cerró apoyándose sobre la misma, resbalando y cayendo al suelo sentada con miles de lágrimas, miles que surgían sin compasión. Le dolía, sabía que en parte tenía razón pero, dolía tanto dejarla marchar. No iba mucho mejor Esther, sacó su teléfono e hizo dos llamadas, la primera a Teresa, la segunda a Cruz. -Hola Esther. -Cruz.

-¿Qué te pasa? –le preguntó asustada. Hacía diez minutos que Esther se había marchado, había parado de llorar pero su mirada seguía perdida en cualquier lugar, oyó como la puerta se abría y levantó su mirada, ante ella la figura de Teresa, no se dijeron nada tan solo se abrazaron y ambas lloraron por lo que sabían se había perdido. Un gran amor, por culpa de los más oscuros silencios y miedos. El taxi la llevó hasta su casa, durante el camino había sopesado muy bien las palabras de Maca, era cierto, había engañado a Paula, le gustaba tan poco reconocerlo, pero lo había hecho. Había llegado al fondo del pozo, más bajo ya no podía llegar y sin duda, tal y como le dijo a Maca, ninguna de las tres se merecía algo así, algo tan ruin por su parte. Al entrar en su casa, vio allí en el comedor sentada a Paula, con el mando de la televisión en la mano cambiando canales, la cena preparada y su gesto serio esperándola. La decisión estaba tomada, y debía hablar, si hasta ese momento había sido cobarde, ya no podía serlo más, nunca había dudado tanto como en esos días donde su desesperación le había llevado a un callejón sin salida, pero aunque no la hubiera de inmediato, la debía encontrar por el bien de las tres. -¿Qué pasa cariño tienes mala cara? -Paula... ¿podemos hablar un momento? -Claro... –desconectó el televisor, notando cómo sus latidos se disparaban, como un sudor frío empapaba sus manos-. ¿Qué pasa? -No te quiero mentir más, no puedo hacer eso, no puedo seguir soportando esta situación en la que no sólo sufro yo, en la que te estoy haciendo sufrir a ti, y en la que he hecho sufrir a Maca –dijo totalmente abatida, viniéndose abajo como si la piedra que llevara sobre sus hombros, definitivamente le hubiera aplastado. -Somos un buen triángulo, sí –arrastró las palabras. -No puedo seguir así. -¿Me dejas fuera? –la miró con los ojos ensombrecidos. -No, me quedo fuera yo, sé que agradeces la verdad de frente siempre, sé que prefieres que te la diga y por eso estoy aquí, hablando contigo, porque te quiero, porque no soporto hacerte daño Paula.

-Pero te vas con ella –sus ojos se habían llenado de lágrimas, pero una dignidad absurda se había apoderado de ella, cuando quería gritar, cuando quería rogar que no siguiera hablando, ella lo único que podía hacer era convertirse en estatua y escuchar-. ¿Es así, no? -No, no me voy con ella, creo que necesito estar sola, siempre pensé que estas cosas sólo pasan en las películas, cuando la protagonista no sabe a quién elegir entre el chico guapo o el chico honrado, no sabía que podía llegarme a mí entre dos mujeres maravillosas y no saber qué es lo que quiero y a quién quiero. Por eso Paula no puedo seguir así, no puedo seguir engañándote ni a ti, ni a ella, ni siquiera a mí. -Por lo que veo, tienes a dos mujeres a tus pies. -¿Crees que eso me halaga? –la miró con gesto incrédulo y una sonrisa irónica-. Pues no, me duele porque haga lo que haga una de esas dos mujeres, o las dos sufrirán como lo están haciendo. Sólo te pido tiempo para no destruirnos, últimamente sólo discutimos, sólo somos capaces de vernos unas horas, no Paula, no puedo seguir así porque al final, nos odiaremos y te quiero demasiado para odiarte. -No lo entiendo Esther, pensé que podrías con la situación, que tenías claros tus sentimientos -Te dije que no quería volver, y al estar aquí, quise un imposible, ser amiga de Maca, no puedo ser su amiga, por lo menos así no, no puedo mirarla y no sentir nada, y al sentirlo entonces provocar en mí esta terrible angustia de no poderte corresponder como te mereces. -¿Sabes qué te quiero? -Sí –cerró los ojos con un sentimiento de culpa terrible. -¿Sabes que te he dado mi vida? -Paula –no pudo evitar abrazarla mientras lloraban ambas-. Te quiero. -Yo también, Esther mírame, no te lo digo de manera no sé si llamarle chantaje emocional, no es mi estilo –le puso su mano en la barbilla-. No quiero que me odies, ni quiero odiarte, no podría aunque quisiera no podría pero también es verdad que si seguimos así será irremediable llegar a ello –le cogió las manos con

cariño, con ternura, con todo el amor que sentía-. ¿Quieres tiempo?, te lo doy, ¿quieres estar sola y pensar?, no hay problema... yo no puedo más que esperar a que tú decidas... yo te espero. -Me siento... me siento una desgraciada Paula, ¿por qué me ha pasado esto? ¿Por qué no puedo amarte como te mereces? –realmente se mostraba angustiada. -Porque el amor por Maca es demasiado fuerte, y quizá yo sé que volverás con ella, pero al menos podré agradecerte que hayas sido sincera, y no me hayas destruido como persona. -Te quiero Paula... y te juro que no voy a estar con Maca, solo necesito soledad y tiempo para aclararme ¡no puedo seguir haciendo daño! -Te entiendo... –las lágrimas desbordaron sus ojos. -Lo siento Paula... lo siento. Habían pasado dos meses desde que a una y otra dejara, se había marchado a vivir al piso de su madre, quien había insistido en irse con ella, pero tras una charla profunda en el pueblo, Encarna entendió que lo que necesitaba era aclarar la madeja de sentimientos que se le habían enredado en el corazón. Su vida había cambiado de pies a cabeza, ya no trabajaba en la clínica, se había dado un tiempo de descanso, los días se los pasaba leyendo, paseando, comiendo con Cruz o Teresa, o las dos, ellas escuchaban la apoyaban sabían que no podían hacer más que eso, pero ambas admiraban la decisión de Esther, podía haber seguido como estaba, y sin embargo, había dado el paso que pocas se hubieran atrevido a dar, la soledad para aclarar sus dudas. Con Paula hablaba de vez en cuando, no se habían visto la periodista no quería presionarla, pero Esther todos los días la escuchaba en la radio, los primeros días envuelta en un mar de lágrimas sintiendo ese puñal que le había clavado en su corazón, como si lo llevara en el suyo propio, con el paso de los días, aquel puñal iba aflojando el dolor, dejando traslucir lo que siempre sintió por ella, admiración, un respeto absoluto y amor. ¿Era suficiente el amor que asomaba en su corazón?, desde luego ahí estaba y lo había perdido en los últimos tiempos, saber que podían hablar le daba una tranquilidad extrema y sin duda, aquello le había ayudado a soportar mejor la

soledad. Sin embargo, la otra parte de su corazón no había seguido los cánones de Paula, había preferido tragarse sus ganas, su amor y esperar. Se echaban de menos tanto, que Maca ansiaba verla pero se mordía las uñas para no llamarla, si estaba sola como Teresa le había comentado sin poder callarse, y no la llamaba, era porque así lo quería, y debía aceptarlo. También a Maca le había servido aquel tiempo para cambiar. Y tanto fue así que un día sonó el teléfono de Esther y al ver en la pantalla el nombre de Maca, tembló de igual modo que tembló la última vez que la vio. Le pedía quedar con ella porque tenía algo muy importante de lo cual hablar, Esther aceptó y así quedaron en una cafetería cerca de la clínica. La cita era a las cinco de la tarde de aquel verano soleado y pesado de Madrid, Esther llevaba una camiseta de tirantes y una falda de tela bastante fresquita, como tenía tanto tiempo libre, había ido casi media hora antes para no llegar tarde y así, soportar las burlas de Maca, había sonreído al pensarlo y reconocía que el corazón se había embarcado en un rítmico baile de emociones, pero todas controladas en esa caja torácica que de tanto que había estado sufriendo durante esos dos meses, tantas lágrimas derramadas, había aprendido a trabajar a toda vela, para poder llevar aire y tranquilidad a Esther. La vio llegar con un vestido veraniego, suspiró profundamente y sonrió, al verla Maca se sorprendió. -¡Pensé que iba a tener que esperar! –sonreía mientras le daba dos castos besos que a ambas le supieron a gloria al poder saborear y oler el aroma contrario. -Tengo mucho tiempo... así que me dije voy a ir antes para que no se meta conmigo y mis retrasos. -¡Cómo lo sabes! –sonrió algo nerviosa pidió un refresco al camarero y miró a Esther, muy nerviosa, muy insistentemente-. ¿Qué tal estás? -Bien... ahí voy... ¿y tú? -Bien, bien, la verdad que quería darte una noticia y no quería que te enteraras por nadie que no fuera yo. -Ah... pues tú dirás... – Esther la miró pensando en un segundo “tendrá pareja... en parte lo deseo tanto... quiero verte feliz Maca”.

-Estoy embarazada –soltó con una sonrisa y cierto temor. -¡Qué! –su sorpresa fue tal que al descolgar sus piernas a punto estuvo de echar los vasos al suelo al golpearse con las patas de la mesa-. ¿Embarazada? -Pues sí –sonrió feliz. -Eso... eso es... es ¡fantástico! –sonrió ampliamente. -Sí –respondió con su rostro feliz. -Me alegro mucho de verdad –le acarició el brazo con ternura. -Quería que lo supieras por mí. -Gracias –seguía sonriendo. Pero entonces una duda llegó a ella su gesto la delató. -Lo voy a tener sola –contestó a su pregunta mental-. He estado tratándome en la clínica con un doctor amigo de Vilches. Quiero empezar a vivir donde dejé de hacerlo, tú me diste la tranquilidad que necesitaba –suspiró con fuerza-. No quiero presionarte con esto, ni quiero forzarte a nada, pero al menos déjame que te explique algo. -Sí –sus manos temblaban pero no tanto con su corazón. -Quise tener este hijo contigo, lo sabes, sé que... bueno... sé que no tengo derecho a pedirte nada y si... por cualquier cosa no quieres, yo lo voy a entender, me gustaría que me acompañaras en este embarazo. -Maca... me encantaría... –sonrió-. No quiero engañarte, sé que he sido egoísta y me he sentido muy mal, por ti por Paula. -Lo sé –la miraba con cariño. -Me gustaría poderte decir, te quiero sólo a ti, te amo a ti, pero no es así y no quiero volver a cometer el mismo error, no quiero volver a jugar con ninguna de las dos, estoy asumiendo las cosas, y ni siquiera me planteo el futuro. Pero desde luego, te aseguro que si quieres mi apoyo como amiga, lo haré, encantada además –sonrió ampliamente tan emocionada como se mostraba Maca-. Pero no quiero más engaños, ni más dudas, sólo quiero estar en paz conmigo misma y así poder estar a la altura que os merecéis. Durante un rato más estuvieron hablando, más tranquilas, más relajadas, pensando que lo que estaban viviendo en ese instante, no lo habían podido vivir con anterioridad, quizá en parte, Cruz tuvo razón aquel peso que sentían ambas,

con la culpabilidad que ambas arrastraron, y en ese momento podían mirarse sin odio, sin rencor, con ternura, sin esa pasión desbordada, podían mirarse con calma y eso, sin duda para ambos corazones era lo mejor. Al terminar aquella relajada y apasionante charla con Maca, regresaba a su casa iba por la calle caminando, pensativa, con una sonrisa de admiración por Maca, era valiente y ella con sus miedos, seguía paralizada. Debía sin duda mejorar su interior y quizá con la amiga de Cruz que le había dicho era muy buena terapeuta podría aligerar esa carga de reproches que todos los días se hacía nada más levantarse de la cama. Conforme llegaba a su portal, vio una figura de mujer que reconocía perfectamente, una sonrisa feliz realmente ante la visión hizo que la otra parte, también sonriera. Al llegar a la altura se abrazaron con fuerza. -¿Cómo estás? ¡Bueno no sé para qué te pregunto! –sonrió. -Paula –la riñó sin poder ocultar una sonrisa traviesa-. Entonces no te pregunto a ti. -Vale... vale... –sonreía levantando las manos-. ¿Puedes invitarme a un café? -Por supuesto. Vamos, en esta cafetería los hacen de muerte. -¿A qué esperas a llevarme? Se sentaron y pidieron cada una, al quedarse solas se miraron sonriendo, después de poner al día Paula de todo lo que ocurría en la emisora a Esther, la miró con tranquilidad a los ojos, le gustó no ver la sombra que habían en ellos. -Te veo mejor Esther, hasta has engordado un poquito, me tenías preocupada. -Sí, bueno... estoy mejor... -Y tan guapa como siempre. -Paula –la volvió a reñir. -Vale... vale... lo siento no puedo evitarlo. -Lo sé –sonrió apretándole la mano-. Acabo de hablar con Maca. -¿Y? –bebió de su café. -Está embarazada. -¿Cómo? –enarcó una ceja tranquilamente ya no sentía ese odio por ella, lo había superado. -Pues sí, era su sueño así que está muy bien. -Entiendo. ¿Y tú? ¿Cómo estás tú al respecto? –quiso saber más.

-Bien, le he dicho que la ayudaré en lo que necesite. -Pensé que... -Paula no, no estoy preparada para nada de eso, ni estoy preparada para decirte ahora mismo, no me voy con ella, me voy contigo. -Lo sé... lo sé... disculpa. -Tranquila, voy a empezar una terapia. -Eso está bien, seguro te ayuda. -¿Estás bien Paula? -Echándote de menos, amándote como siempre, pero bien –sonrió con calma. -Me alegro. -Esther... –la miró a los ojos intensamente-. Retoma tu vida donde lo dejaste, es lo que necesitas, ni terapeuta, ni soledad, tú lo que necesitas es retomar tu relación con Maca. -Gracias. Esther le apretó la mano, mirándose a los ojos, suspirando tras mucho tiempo, notando que podía exhalar ese aire que se le había negado durante los últimos meses, y aquella tarde que parecía iba a dar una tregua para poder respirar sin tanto calor, decidió irse al Retiro, cogió su bicicleta y pedaleó hasta no poder más, después se tumbó sobre la hierba fresca, recién regada, y se puso los brazos bajo la cabeza sin importarle estar empapándose del agua que residía en él. Miraba el cielo, veía pasar las nubes, no quería cerrar los ojos quería llenarse de aquel cielo mágico y maravilloso, entonces tras ver a las dos mujeres de su vida ese mismo día pensó, era inevitable no hacerlo. -“Un hijo Maca... qué felicidad, sí, he visto en tus ojos ese amor por mí, de igual modo que creo tú has visto mis dudas, no puedo después de todo lo que estoy sufriendo tomar una decisión apresurada porque esté embarazada, si lo hago estoy segura que no seríamos felices, al menos hasta que no tenga claro lo que quiero. Y Paula... sigue amándome, es tan especial... una mujer tan maravillosa, al verla he sentido alegre mi corazón... sé que me ama y me amará siempre porque ella es así, y vuelvo al principio, dos mujeres entregándome un amor tan puro y sincero, y yo, aquí tumbada mirando el cielo sin saber sin poder decidir. Al

menos me queda el consuelo de verlas bien... al menos, ahora podré comenzar a pensar por mí misma, sin presiones, sin dejarme llevar por ese ir y venir en las olas... ahora podré limpiar mi corazón y comenzar a amar sin dudas..." Llevaba dos semanas de terapia, al principio le había costado mucho poder abrir sus traumas, su corazón con todas las heridas que había provocado, una de las primeras cosas que tuvo que aprender fue a eliminar de su vocabulario la palabra “culpa”, tras ella se refugiaba para hostigarse le había dicho su terapeuta, así que empezó a descifrar sus sentimientos apartando esa palabra y sustituyéndola por otra como “equivocación”, “error”. Fue cada día haciendo un examen de conciencia, sacando emociones algunos días hablaba poco porque las lágrimas impedían que pudiera hablar, se había instalado un nudo en su garganta que había que desatar. En su casa trabajaba lo que la terapeuta le había dicho, dominar su cabeza, el problema lo tenía porque había dejado cabalgar a su libre albedrío los pensamientos, la cabeza era la parte más importante del cuerpo porque ella podía llevarnos por el camino equivocado y hasta la muerte. Y Esther hacía eso, todos los días trataba de enfrentarse a sus propios miedos, a sus propias equivocaciones, y así llegó un día en que pudo hablar abiertamente de Paula y Maca, y al hacerlo notaba como sus sufrimientos iban dejando paso a un camino que le llevaba a la calma, la aceptación, la superación. Al terminar la terapeuta le dio un folio donde había apuntado dos nombres. Y las emociones que provocaban. -Ahora léelo en voz alta. -Paula –tomó aire para decir-, cariño, protección, tranquilidad, amistad, aburrimiento, soledad, cariño –suspiró para continuar con la voz algo quebrada-. Maca, amor, pasión, vida, sonrisas, discusiones, hijos, amor. -¿Aún tienes dudas? –le preguntó la terapeuta mirándola fijamente. Al salir ese día de su última consulta de terapia, iba caminando por la calle bajo los árboles verdes y las flores en su mayor apogeo, sonrió en principio lentamente, después su sonrisa fue tomando mayor amplitud y por último, no pudo resistir dar una carcajada de felicidad. Sacó el móvil y marcó segura un número de teléfono, cuando le respondieron dijo escuetamente.

-Maca ¿aún tengo esa oportunidad de estar a tu lado?

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