Walt Stephen - Relaciones Internacionales Un Mundo Muchas Teorías

October 5, 2017 | Author: Rodrigo Demaestri | Category: State (Polity), Democracy, International Politics, International Relations, Marxism
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Descripción: En este texto Stephen Walt analiza las diferentes teoría rivales que se presentan en el mundo de las relaci...

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Relaciones Internacionales: Un mundo, muchas teorías Stephen M Walt, Foreign Policy, Spring 1998, pgs.29-46. ¿Por qué deberían preocuparse las autoridades y los practicantes del estudio de los asuntos internacionales? Esos que transmiten política exterior a menudo descartan a los teóricos académicos (frecuentemente, uno debe admitir, con razón), pero hay un enlace irreductible entre el mundo abstracto de la teoría y el mundo real de política. Necesitamos que las teorías le den sentido a la gran afluencia de información que nos bombardea diariamente. Aun en estos casos, las autoridades responsables, que son desafiantes de la "teoría", deben confiar en sus (a menudo no comentadas) ideas acerca de cómo trabaja el mundo para decidir qué hacer. Es difícil hacer buena política si uno de los principios básicos de la organización es defectuoso, tal como es difícil construir buenas teorías sin saber mucho del mundo real. Todo el mundo usa teorías -ya sea él o ella sabe eso o no- y los desacuerdos acerca de la política usualmente estriban en desacuerdos fundamentales acerca de los resultados en la forma y en como resulta la distribución de las fuerzas básicas. Tomando, por ejemplo, el debate actual en relación a como reaccionar frente a China. Desde una perspectiva, el ascenso de China es el último ejemplo de la tendencia de los poderes nacientes para alterar el balance de poder global de maneras potencialmente peligrosas, especialmente si su crecimiento le genera una mayor ambición. Desde otra perspectiva, la clave para comprender la conducta futura de China está en entender si su comportamiento será modificado por su integración en los mercados mundiales e (inevitablemente?) abrirá espacio a los principios democráticos. Pero desde otro punto de vista se puede señalar que las relaciones entre China y el resto de mundo estarán marcadas por asuntos de cultura e identidad: ¿Podrá China verse a si misma (y también vista por los otros) como un miembro normal de la comunidad mundial o como una sociedad singular que merece tratamiento especial?. Igualmente, el debate sobre la expansión de la OTAN se ve diferente dependiendo de la teoría que uno utilice. Desde una perspectiva "realista", la expansión es un esfuerzo para extender la influencia del Oeste –desde el tradicional enfoque de los intereses vitales de Estados Unidos- durante el período de debilidad rusa y con la posibilidad de provocar una respuesta ruda de Moscú Desde la perspectiva liberal, sin embargo, la expansión reforzará las nacientes democracias de Europa Central y extenderá los mecanismos de manejo de solución de conflictos de OTAN para una región potencialmente turbulenta. Un tercer enfoque es enfatizar el valor de incorporar a la República Checa, Hungría, y Polonia dentro de la comunidad de seguridad del Oeste, donde sus miembros comparten una identidad común que ha hecho de la guerra algo largamente inconcebible. Ningún de las perspectivas es capaz de captar toda la complejidad de la política mundial contemporánea. Por consiguiente, estamos mejor con un arsenal diverso de ideas irreconciliables en vez de una ortodoxia teórica sola. La competencia entre teorías ayuda a revelar sus fortalezas y debilidades e incita a la consiguiente reformulación, al revelar desperfectos en la sabiduría convencional.

Aunque deberíamos tener cuidado al enfatizar la inventiva y el abuso del discurso, le deberíamos dar la bienvenida y promover la heterogeneidad de los estudios contemporáneos. ¿DE DÓNDE VENIMOS ? El estudio de asuntos internacionales es mejor comprendido como una prolongada competencia entre las tradiciones realistas, liberales, y radicales. El realismo enfatiza la propensión a sostener el conflicto entre Estados; el liberalismo identifica varias formas para mitigar tales tendencias conflictivas; la tradición radical describe cómo el sistema de relaciones entre Estados puede ser transformado. Las fronteras entre estas tradiciones están poco definidas y un número importante de trabajos no calzan claramente dentro de cualquiera de estas, pero los debates al interior y entre ellas son los que han definido la disciplina. El Realismo El realismo fue la tradición teórica dominante durante el período de la Guerra Fría. Plantea las relaciones internacionales como una lucha por el poder entre Estados interesados en sus objetivos y es generalmente pesimista sobre los prospectos para eliminar el conflicto y la guerra. El realismo dominó los años de la Guerra Fría porque proporcionó explicaciones simples pero poderosas para la guerra, las alianzas, el imperialismo, los obstáculos para la cooperación y otros fenómenos internacionales, y porque su énfasis en la competencia era consistente con las características centrales de la rivalidad soviética-norteamericana. Por supuesto que el realismo no es una teoría particular ya que este pensamiento se desarrolló considerablemente a lo largo del periodo de Guerra Fría. Los realistas "clásicos" como Hans Morgenthau y Reinhold Niebuhr creyeron que los Estados, como seres humanos, tenían un innato deseo de dominar a los otros, lo cual les condujo a la guerra. Morgenthau también enfatizó las virtudes del sistema clásico, multipolar, del balance de poder y vio la rivalidad bipolar entre Estados Unidos y la Unión Soviética como especialmente peligrosa. Por contraste, la teoría "neorrealista" desarrollada por Kenneth Waltz ignoró la naturaleza humana y centró su atención en los efectos del sistema internacional. Para Waltz, el sistema internacional consistía en un número de superpotencias, cada una tratando de sobrevivir. Debido a que el sistema es anárquico (i.e., no hay autoridad central para proteger a los Estados), cada Estado debía sobrevivir a su manera. Waltz sostiene que esa condición conduciría a los Estados más débiles a balancearse en contra rivales más poderosos. Al contrario de Morgenthau, afirmó que la bipolaridad era más estable que la multipolaridad. Un importante aporte al realismo fue adscripción de la Teoría Ofensiva –Defensiva (Teoría de la Guerra), diseñada por Robert Jervis, George Quester, y Stephen Van Evera. Estos estudiosos sostuvieron que la guerra era más probable cuando los Estados podrían vencer a otros fácilmente. Cuando la defensa era más fácil que la ofensiva, sin embargo, la seguridad era más abundante, los incentivos de expansión declinaban y la cooperación estaba en condiciones de florecer. Por tanto, si la defensa tuviese la ventaja, y los Estados pueden distinguir entre armas ofensivas y defensivas, entonces los Estados podrían adoptar la manera de defenderse sin amenazar a otros; por consiguiente, desalentar los efectos de la anarquía. Para estos realistas "defensivos", los Estados

solamente trataron de sobrevivir y las superpotencias podían garantizar su seguridad mediante la formación de alianzas balanceadas y elegir las posturas militares defensivas (como las fuerzas nucleares vengativas). Como es lógico, Waltz y la mayoría de los neorealistas creyeron que los Estados Unidos fueron sumamente seguros en gran parte de la Guerra Fría. Su temor principal era que su posición favorable podría verse disminuida al adoptar una política exterior excesivamente agresiva. Así, hacia el fin de la Guerra Fría, el realismo se había trasladado desde el la percepción oscura de la naturaleza humana de Morgenthau y hacia un tono ligeramente más optimista. El liberalismo El principal cambio al realismo se originó desde una amplia familia de teorías liberales. Una de las perspectivas sostuvo la opinión que la interdependencia económica haría que los Estados desistieran de usar la fuerza en contra del otro porque la guerra amenazaría la prosperidad de cada uno de ellos. Una segunda visión, a menudo asociada con el Pdte. Woodrow Wilson, vio la ampliación de las democracias como la llave para la paz mundial basándose en el hecho que los Estados demócratas estaban intrínsecamente más tranquilos que los estados autoritarios. Un tercer punto de vista teórico, más reciente, plantea que las Instituciones Internacionales (como la Agencia Internacional de Energía y el Fondo Monetario Internacional) pueden ayudar a superar los comportamientos estatales autárquicos, alentando a los estados a privarse de ganancias inmediatas en función de los mayores beneficios de una cooperación consolidada. Aunque algunos liberales coquetearon con la idea que los actores transnacionales nuevos, especialmente las corporaciones multinacionales, se iban apropiando gradualmente del poder de los Estados, el liberalismo generalmente vio a los estados como los actores centrales de las relaciones internacionales. Todas las teorías liberales percibieron a la cooperación como la acción más penetrante, más aun que la visión defensiva del realismo, pero cada perspectiva ofreció una receta diferente para promoverla. Aproximaciones Radicales Hasta los 80’ el marxismo fue la alternativa principal para las tradiciones representativas realistas y liberales. Dónde el realismo y el liberalismo daban por supuesto al sistema estatal, el marxismo ofrecía a ambos una explicación diferente para el conflicto internacional y un modelo para fundamentar las transformaciones del orden internacional existente. La teoría marxista ortodoxa vio al capitalismo como la causa central del conflicto internacional. Los estados capitalistas luchaban en contra como consecuencia de su incesante interés por beneficiarse y, además, se enfrentaban contra los estados socialistas porque vieron en ellos las semillas de su destrucción. La teoría de neomarxista de la "dependencia", por contraste, se enfocó en las relaciones entre los poderes capitalistas desarrollados y los subdesarrollados, sustentando que los primeros – ayudada por una alianza diabólica con las clases dirigentes del mundo en vías de desarrollo- se había hecho ricos explotando a los últimos. La solución fue derrocar a tales elites parásitas e instalar un gobierno revolucionario con el fin de lograr un desarrollo autónomo.

Ambas teorías fueron largamente desacreditadas antes que la Guerra Fría finalizara. La extensa historia de la cooperación económica y militar entre los poderes industriales desarrollados mostró que el capitalismo inevitablemente no condujo al conflicto. Los quiebres que dividieron al mundo comunista demostraron que el socialismo no siempre promovió la armonía. La teoría de la dependencia sufrió contratiempos empíricos similares como también se determinó que, primero, la activa participación en la economía mundial fue el mejor camino a la prosperidad que el desarrollo socialista autónomo y, segundo, muchos países en desarrollo se probaron a si mismos como capaces de negociar exitosamente con corporaciones multinacionales y otras instituciones capitalistas. Si bien el marxismo sucumbió por fallas diversas, su herencia fue asumida por un grupo de teóricos que tornaron en escrituras postmodernas la crítica literaria y de teoría social. Este acercamiento "deconstructivista" fue abiertamente escéptico al esfuerzo de idear teorías generales o universales como el realismo o el liberalismo. Ciertamente, sus proponentes enfatizaron la importancia del lenguaje y del discurso para forjar resultados sociales. Sin embargo, porque estos estudiosos enfocaron inicialmente la atención en criticar los paradigmas representativos de la mayoría sin ofrecerles alternativas positivas, permanecieron en una autoconsciente minoría hasta fines de los 80’. La Política Doméstica No todos los estudios sobre relaciones internacionales durante la Guerra Fría se ajustaron a los paradigmas realistas, liberales o marxistas. En particular, un número importante de obras enfocaron su atención en las características de los Estados, la organización del gobierno o en líderes individuales. El estilo demócrata de la teoría liberal le hicieron fijarse bajo estos encabezados, como lo hicieron Graham Allison y John Steinbruner para usar la Teoría de la Organización y la burocracia política para explicar el comportamiento de la política exterior; o como Jervis, Irving Janis, y otros, quienes aplicarán la sicología social y cognitiva. En la mayoría de los casos, estos esfuerzos no proveyeron una teoría general de comportamiento internacional, pero identificaron otros factores que podían conducir a los estados a comportarse de modo diferente de las predicciones o de las aproximaciones realistas y liberales. Así, mucha de esta literatura debería ser considerada como un complemento para los tres paradigmas principales mas que una aproximación distinta para el análisis del sistema internacional como un todo. NUEVOS METODOS EN VIEJOS PARADIGMAS Los estudios en relaciones internacionales se han diversificado significativamente desde el fin de la Guerra Fría. Las opiniones no americanas son más conspicuas, posen un abanico mayor de métodos y sus teorías son vistas como legitimas. Además, nuevos temas como el conflicto étnico, el medio ambiente y el futuro del Estado han tomado posicionamiento en la agenda de los teóricos. Pero el sentido del deja vu es igualmente espectacular. En lugar de resolver la lucha entre las tradiciones teóricas, el fin de la Guerra Fría meramente ha implicado un nuevo número de debates. Irónicamente, del mismo modo que muchas sociedades suman los mismos ideales de democracia, libre mercado y derechos humanos, los especialistas de hallan cada vez más divididos.

El Retorno del Realismo Aunque el fin de la Guerra Fría llevó a que algunos autores declararan que el realismo estaba destinado al basurero académico, los rumores de su defunción eran exagerados. Una contribución reciente de teoría realista es su atención para el problema de las ganancias relativas y absolutas. Respondiendo a los internacionalistas que indicaban que las instituciones internacionales permitirían privarse de las ventajas de corto plazo por el bien de mayores ganancias de largo plazo, realistas como Joseph Grieco y Stephen Krasner apuntaron a que las fuerzas anárquicas obligan a los Estados a preocuparse por ambas y por cómo estas son distribuidas entre los participantes. La lógica es franca: Si un estado cosecha más ganancias que sus socios, gradualmente se fortalecerá, y sus socios eventualmente se pondrán más vulnerables. Los realistas también se han dado prisa para explorar una variada colección de nuevas temáticas. Barry Posen ofrece una explicación realista para el conflicto étnico, reparando en que la desintegración de los estados multiétnicos podría colocar a estos grupos a merced del terror -en sentido anárquico- ya que cada facción pudiese tentarse a utilizar la fuerza para mejorar su posición relativa. Este problema puede ser particularmente grave cuando el territorio de cada grupo contuvo enclaves habitados por sus rivales étnicos -como en el caso de Yugoslavia- por lo que cada sector se vería en la tentación de "limpiarlo" (preventivamente) de minorías ajenas y expandirse para incorporar a cualquier otro de su grupo étnico que se encontrase fuera de sus bordes. Los realistas también le han advertido a la OTAN respecto a la ausencia de un enemigo claro, con lo que probablemente afrontaran crecientes tensiones y, al expandirse hacia el este podrían en peligro las relaciones con Rusia. Finalmente, estudiosos como Michael Mastanduno han sostenido la opinión que la política exterior de los Estados Unidos consiste generalmente en principios realistas, en cuanto a que sus acciones están diseñadas para conservar el predominio de Estados Unidos y forjar una orden de posguerra bajo los intereses americanos. El desarrollo conceptual más interesante dentro del paradigma realista ha sido la diferencia emergente entre las opciones "defensivas" y "ofensivas". Los primeros, como Waltz, Van Evera, y Jack Snyder supusieron que los estados tuvieron pequeños intereses intrínsecos en la conquista militar y sostuvieron que los costos de expansión generalmente sobrepasaron los beneficios. Consecuentemente, mantuvieron la idea que las grandes guerras de poder ocurrieron porque los grupos domésticos exageraron y fomentaron las percepciones de amenaza y confiaron excesivamente en la eficacia de la fuerza militar. Esta perspectiva está siendo desafiada a lo largo de varios frentes. Primero, como Randall Schweller señala, la suposición neorealista de que los estados solamente tratan de sobrevivir “compusieron el mapa” a favor del status quo, ya que tal estado de situación imposibilitó la amenaza de las naciones revisionistas depredadoras –como la Alemania de Hitler o la Francia de Napoleón Bonaparte que "aprecian lo que codician mucho más que lo que poseen" y llegan a arriesgar su aniquilación para lograr sus metas. En segundo lugar, Peter Liberman, en su libro Does Conquest Pay?, usa varios casos históricos -como la ocupación nazi en el oeste de Europa y la hegemonía soviética sobre Europa del este- para mostrar que los beneficios de la conquista a menudo exceden los costos; por consiguiente, pone en duda el hecho que la expansión militar sea eficiente en base a tales costos. En tercer lugar, los realistas ofensivos como Eric Labs, John Mearsheimer y Fareed Zakaria sostienen que la anarquía alienta a todos los

estados a intentar maximizar su fuerza relativa, simplemente porque ningún estado puede estar seguro del momento y el cuando un estado revisionista pueda emerger. Estas diferencias ayudan a explicar por qué disienten los realistas sobre los asuntos como el futuro de Europa. Para los realistas defensivos como Van Evera, la guerra es raramente lucrativa y usualmente resulta de un militarismo, hiper-nacionalismo o algún otro factor doméstico distorsionador. Van Evera cree que tales fuerzas están mayormente ausentes en la posguerra europea, concluyendo que en la región prima la paz. Por contraste, Mearsheimer y otros realistas ofensivos creen que la fuerzas anárquicas de las grandes potencias compiten tanto con sus características internas como con la seguridad que retomaran el control de Europa en cuanto Estados Unidos deje su introspección. Nueva Vida para el Liberalismo La derrota de comunismo le dio inicio a una suerte de autocomplacencia en el oeste, el cual es muy bien ilustrado por Francis Fukuyama respecto a que se había alcanzado el "fin de historia". La historia le ha prestado muy poca atención a este alarde, pero el triunfo del oeste le dio un estímulo notable a todas las posturas y perspectivas del pensamiento liberal.

El desarrollo más importante e interesante ha sido el debate respecto a la “paz demócrata". Aunque la fase más reciente de éste había comenzado antes que la Unión Soviética sufriera su colapso, se tornó más influyente a medida que el número de democracias comenzaron a aumentar y como esta situación demostraba que tal relación comenzaba a acrecentarse. La teoría de la “paz demócrata” es un refinamiento de la idea que las democracias estaban, intrínsecamente, más tranquilas que los estados autocráticos. Ello se sostenía en la idea que aunque las democracias parecían oponerse a las guerras, raras veces actuaban en contra de otros estados. Autores como Michael Doyle, James Lee Ray y Bruce Russett han ofrecido un sinnúmero de explicaciones para esta tendencia, siendo la

mas recurrida aquella que sostiene que las democracias abrazan normas de compromiso que vedan el empleo de fuerza en contra de grupos adoptando principios similares. Es difícil de pensar acerca de un debate más influyente, reciente y académico, en cuanto que la creencia que "las democracias no pelean con otras" ha sido una justificación importante para los esfuerzos de la administración Clinton para ampliar la esfera de influencia de las normas demócratas. Es irónico que la fe en la "paz demócrata" se haya convertido en la base de la política de Estados Unidos al mismo tiempo que las investigaciones y estudios identificaban criterios calificadores para esta teoría. Primero, Snyder y Edward Mansfield señalaron que los estados pueden ser más propensos para la guerra cuando están en medio de una transición demócrata, lo que significa que los esfuerzos para exportar la democracia podrían empeorar las cosas. En segundo lugar, críticos como Joanne Gowa y David Spiro han sostenido que la ausencia aparente de guerra entre las democracias se debe a que estas ya han sido definidas. Además, Christopher Layne ha apuntado que cuando las democracias se han acercado a la guerra en el pasado, su decisión a mantener la paz se ha debido a que comparten características democráticas. En tercer lugar, la prueba definitiva a la que las democracias no se oponen entre ellas es delimitada a la época post 1945 y, como Gowa ha enfatizado, la ausencia de conflicto en este período puede deberse más en un interés común en contener a la Unión Soviética que la convergencia de principios demócratas compartidos. Asimismo, los institucionalistas liberales han continuado adaptando sus teorías. Por un lado, los reclamos de fondo de la Teoría del institucionalismo se han tornado más pausados con el paso del tiempo. Las instituciones son ahora señaladas como facilitadoras de la cooperación cuando en cada estado esta la intención de hacerlo, pero se comprende ampliamente que no pueden obligar a los estados a comportarse en las formas que son contrarias a los intereses particulares de los estados. Por otra parte, institucionalistas como John Duffield y Robert McCalla han extendido la teoría en nuevas y sustantivas áreas, las más notable es el estudio de OTAN. Para los autores, la alta institucionalización de OTAN explique el por qué ha podido sobrevivir y adaptarse a pesar de la desaparición de su adversario principal. La línea económica de la teoría liberal es todavía más influyente en el fondo. En particular, ha sugerido que la "globalización" de mercados mundiales, el aumento de las redes transnacionales y las organizaciones no gubernamentales y la veloz difusión de las tecnologías de comunicaciones revierte el poder de los estados y concentra la atención de temas como la seguridad militar desde la óptica de la economía y la asistencia social. Los detalles son nuevos pero la lógica básica es familiar: inmersos en una sociedad convertida en una red de conexiones económicas y sociales, los costos de desestabilizarlas generarán acciones estatales unilaterales, especialmente, por medio del empleo de fuerza Esta perspectiva implica que la guerra permanecerá, con una remota posibilidad, entre las democracias desarrolladas. Se sugiere, por tanto, que sumar a China y a Rusia en el juego del capitalismo mundial será la mejor forma de promover la prosperidad y paz. Mas aun si este proceso crea una clase media fuerte en estos estados y refuerza las presiones por democratizar. Si se suman estas sociedades a la prosperidad, la competencia se limitará solo al ámbito económico. Esta perspectiva ha sido desafiada por autores que sostienen que el actual nivel de "globalización" de estas sociedades es modesto y que las transacciones se llevan a cabo

en lugares moldeados y regulados por estados. No obstante, la creencia que las fuerzas económicas reemplazan a la tradicional política de fuerza, generan un aceptación extendida los académicos, expertos, y autoridades responsables. En tanto, el papel del estado tiene la probabilidad de convertirse en un tema importante en estudios futuros. Teorías Constructivistas Mientras que el realismo y el liberalismo tienden a centrar su atención en factores materiales como el poder o el comercio, las aproximaciones constructivistas enfatizan el impacto de las ideas. En lugar de tomar al estado para garantizar que las ideas subsistan y sobrevivan, el constructivismo aprecia los intereses y las identidades de los estados como un producto altamente maleable de procesos históricos específicos. Ponen mucha atención en el discurso(s) predominante(s) en la sociedad, porque este refleja y modela creencias e intereses y establece normas de comportamiento. Consecuentemente, el constructivismo está especialmente atento a los cambios. Este acercamiento ha reemplazado al marxismo como perspectiva radical preeminente en los asuntos internacionales. El fin de la Guerra Fría jugó un rol importante la legitimación de las teorías constructivistas porque el realismo y el liberalismo fallaron en anticipar tal evento y tuvieron problemas al explicarlo. El constructivismo, en cambio, tuvo una explicación: Específicamente, el anterior presidente Mikhail Gorbachev revolucionó la política exterior soviética porque aceptó nuevas ideas como la "seguridad común". Además, vivimos insertos en adentro una era en la cual las viejas normas están siendo desafiadas, los limites son disueltos y los asuntos de identidad se están tornando más concretos e irreductibles, sorprendiendo que los estudiosos hayan planteado tales temas desde perspectivas diferentes. Desde la perspectiva del constructivismo, de hecho, el tema central en el mundo de posguerra es como los diferentes grupos conciben sus identidades y sus intereses. Aunque el poder no es irrelevante, constructivismo enfatiza el cómo las ideas y las identidades son creadas, desarrolladas y forjadas de la manera en que los estados entienden y responden a su propia situación. Por consiguiente, tiene importancia si los europeos se definen ellos mismos primordialmente en términos nacionales o continentales; Si Alemania y Japón redefinen sus pasados adoptaran roles más activos internacionalmente; y si Estados Unidos adopta o rechaza su identidad como "policía global". Las teorías constructivistas son muy diversas y no ofrecen un set unificado de predicciones en cualquiera de estos asuntos. En un nivel puramente conceptual, Alexander Wendt ha sostenido que la concepción realista de anarquía no explica adecuadamente por qué ocurren conflictos entre estados. El tema central es cómo la anarquía es entendida -en las palabras de Wendt, "la Anarquía es lo que los estados hacen de él". Otra línea de la teoría del constructivismo ha enfocado la atención en el futuro del estado territorial, sugiriendo que la comunicación transnacional y los valores cívicos compartidos han transformado las lealtades nacionales tradicionales creando nuevas formas radicales de asociación política. Otros constructivistas enfocan la atención en el papel de normas, sosteniendo que el derecho internacional y otros principios normativos han erosionado las tradicionales nociones de soberanía y alterando los propósitos legítimos para los cuales el poder estatal puede ser utilizado. El tema común en cada una de estas visiones es la capacidad del formar un discurso político en el cual los actores se definen a si mismos y a sus intereses, modificando, de tal forma, su comportamiento.

La Política Doméstica Reconsiderada Tal como en la Guerra Fría, los estudiosos continúan explorando el impacto de la política doméstica en el comportamiento de los estados. La política doméstica es obviamente central para el debate acerca de la paz demócrata, y autores como Snyder, Jeffrey Frieden y Helen Milner han examinado de que forma los intereses de los grupos domésticos (internos) pueden distorsionar la formación de las preferencias estatales y conducir a un comportamiento internacional ineficiente (subóptimo). George Downs, David Rocke y otros también han explorado la forma en que las instituciones locales (domesticas) pueden ayudar a los estados con el problema recurrente de la incertidumbre, mientras los estudiantes de sicología han aplicado prospectos teóricos y otras nuevas herramientas para explicar por qué a los tomadores de decisiones se les olvida actuar según el estilo nacional. La década pasada también fue testigo de una explosión de intereses acerca del concepto de cultura, un desarrollo que se cruza con el énfasis del constructivismo en la importancia de las ideas y las normas. Así, Thomas Berger y Peter Katzenstein han utilizado las variables culturales para explicar por qué Alemania y Japón han evitado políticas militares autoconfiadas; Elizabeth Kier ha ofrecido una interpretación cultural de las doctrinas militares británicas y francesas en el período de entreguerras; Y Iain Johnston ha investigado las continuidades en la política exterior china a través de una arraigada forma de "realismo cultural". Las advertencias horrendas de Samuel Huntington acerca de un inminente "choque de civilizaciones" son sintomáticas de esta tendencia, en cuanto que su discusión estriba en el hecho que las afinidades culturales amplias están suplantando las lealtades nacionales. Aunque estas y otras obras definen la cultura en amplias y variadas formas y carecen de una explicación aclaratoria del cómo surte efecto o qué tan perdurables estos podrían ser, las perspectivas culturales han estado de moda durante los últimos cinco años. Esta tendencia es parcialmente una reflexión del amplio interés en los asuntos culturales desde el mundo académico (y también desde el debate público) y, al mismo modo, una respuesta para el surgimiento de los violentos conflictos nacionalistas, étnicos y culturales desde la debacle de la Unión Soviética. LAS HERRAMIENTAS CONCEPTUALES DEL MAÑANA Mientras estos debates reflejan la diversidad de los estudios contemporáneos acerca de los asuntos internacionales, hay también signos obvios de convergencia. La mayoría de los realistas reconocen que el nacionalismo, el militarismo, la etnicidad, y otros factores domésticos son importantes; los liberales admiten que el poder es central para el comportamiento internacional; y algunos constructivistas admiten que las ideas tendrán mayor impacto cuándo sean respaldadas por el poder de los estados y reforzadas por las fuerzas materiales. Los limites de cada paradigma están algo permeables, y ello da pie a que exista una amplia oportunidad para el arbitraje intelectual. ¿Cuál de estas amplias perspectivas se analizan de forma mas ligera los asuntos internacionales contemporáneos y de que manera los tomadores de decisiones se mantienes más firmes al plantearse un esquema del curso de las relaciones internacionales en el próximo siglo? Aunque muchos académicos (y más que algunas autoridades responsables) se niegan a admitirlo, el realismo entrega el marco teórico mas completo para comprender las relaciones internacionales. Los estados continúan poniendo atención en el balance de poder y preocupándose por la posibilidad de un conflicto mayor. Entre otras cosas, esta

fuerte preocupación respecto al poder y la seguridad se plantea a raíz que muchos asiáticos y europeos están deseosos de conservar, y posiblemente, expandir la presencia militar de Estados Unidos en sus regiones. Tal como el presidente checo Vaclav Havel ha señalado, si a la OTAN no se sigue expandiendo, " podríamos dirigirnos hacia una nueva catástrofe global...lo cual tendría un costo mayor que las dos Guerras Mundiales ". Éstas no son las palabras de un hombre que cree que la gran rivalidad de poder ha sido prescrita por siempre. Por lo que respecta a los Estados Unidos, la década pasada ha mostrado cuánto le ha gustado ser el “número uno" y cuanto ello ha influido mantener una posición predominante. Los Estados Unidos se han aprovechado de su superioridad actual para imponer sus preferencias dondequiera que sea posible, a riesgo de molestar a muchos de sus aliados mas antiguos. Ha impuesto una serie de acuerdos de control de armamentos unilaterales a Rusia, ha dominado los problemáticos esfuerzos de paz en Bosnia, ha dado los pasos necesarios para expandir la OTAN en el patio trasero de Rusia, y preocuparse crecientemente del poder naciente de China. Igualmente ha demandado repetidamente mayor confianza en el multilateralismo y un mayor rol para las instituciones internacionales, pero ha tratado con desdén a ciertos organismos -como Naciones Unidas y la Organización Mundial del Comercio (OMC)al ver que sus acciones no han sido acordes a los intereses de Estados Unidos. Rehusó unírsele al resto de mundo en proscribir la producción de minas y fue poco cooperativo en la cumbre medioambiental de Kyoto. Aunque los líderes de Estados Unidos son adeptos a encubrir sus propias acciones bajo la noble retórica del “orden mundial”, sus reales intereses mienten tras la mayor parte de estas actuaciones. Así, el fin de la Guerra Fría no trajo el fin de política de fuerza, y el realismo tiene la probabilidad cierta de permanecer como el único instrumento útil en nuestra caja de herramientas intelectual. Pero el realismo no explica todo, y un líder sabio también mantendría elementos de otros paradigmas en mente. Las teorías liberales identifican los instrumentos que los estados pueden usar para lograr intereses compartidos, resaltan las poderosas fuerzas económicas las cuales los estados y las sociedades deben ahora afirmar, y ayudarnos a comprender por qué los estados pueden diferir en sus preferencias básicas. Paradójicamente, porque la protección de Estados Unidos reduce el peligro de rivalidades regionales y refuerza la "paz liberal" surgida después de 1945, estos factores pueden ubicarse en lugares relativamente más importante tanto como los Estados Unidos continúen entregando seguridad y estabilidad en muchas partes de mundo. Entretanto, las teorías constructivistas otorgan una mejor perspectiva al analizar cómo las identidades y los intereses pueden cambiar con el paso del tiempo, provocando cambios sutiles en el comportamiento de los estados y detonando, ocasionalmente y sorpresivamente, cambios inesperados en las relaciones internacionales. Tiene importancia si la identidad política en Europa continúa cambiando de posición desde el estado nacional a regiones locales o, en un sentido más amplio, en la identidad europea, tal como tiene importancia si el nacionalismo es gradualmente suplantado por el tipo de afinidades civilizacionales sobre las que hizo énfasis Huntington. El realismo tiene poco que decir respecto a estos temas, y las autoridades responsables podrían parcialmente ciegas si ignoran totalmente estas posibilidades. En resumen, cada una de estas perspectivas “irreconciliables” capturan aspectos importantes de la política mundial. Nuestra comprensión sería pobre si solo nos concentráramos en el pensamiento de solo una de ellas. El "desarrollo diplomático" del

futuro debería mantener el énfasis del realismo en el papel ineludible del poder, recordar la conciencia del liberalismo respecto de las fuerzas domésticas y, ocasionalmente, debería reflexionar sobre la visión constructivista del cambio.

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