Volver A Vernos Yasmina Soto
April 2, 2023 | Author: Anonymous | Category: N/A
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Volver a ve vernos rnos Yasmina Soto
Copyright © 2022 Yasmina Yasmina Soto Todos los derechos reservados.
Todos los derechos reservados. Ninguna sección de este material puede ser reproducida en ninguna forma ni por ningún medio sin la autorización expresa de su autora. Esto incluye, pero no se limita a reimpresiones, extractos, fotocopias, grabación, o cualquier otro medio de reproducción, incluidos medios electrónicos. entre ellos y sucesos en elTodos libro los sonpersonajes, totalmente situaciones ficticios. Cualquier parecido conaparecidos personas, vivas o muertas o sucesos es pura coincidencia. Twitter: @sotoyasmi Safe Creative: 2212052783499
ÍNDICE
Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo Capí tulo 9 Capí Capítulo tulo 10 Capítulo Capí tulo 11 Capítulo Capí tulo 12 Capítulo Capí tulo 13 Epílogo Epíl ogo
Capítulo 1 Nerea Capdevila Me tiro al sofá agotada, miro al salón de mi casa y veo las dos últimas maletas que nos quedan por bajar, todo el equipaje de esquí ya está en la furgoneta, una vez baje todo y almuerce pondré rumbo a Andorra. La temporada de esquí comienza el dos de diciembre y este año he apurado hasta el último momento para marcharme de Girona que es donde tengo mi casa. —Solo espero que lo tengas todo —dice Elia sentándose junto a mí en el sofá. —Creo que sí —respondo entrecerrando los ojos e intentando recordar todo lo que había apuntado para llevar. —Pues más vale que revises —exige mi amiga golpeando mi muslo. —Estoy a algo más de tres horas, es más cómodo vivir allí en temporada y tengo un alquiler bastante accesible. —Es un zulo, Nerea. —Bueno, es mi zulo —indico encogiéndome de hombros. —¿V —¿Vendrás Navidades? —No,endrás tengoenesa semana reservada, realmente tengo el mes de diciembre completo —miento, ya que la semana de Navidades la tengo todavía libre. —¿Quién reserva en Navidades? —No a todo el mundo les gustan g ustan esas fiestas, Elia. Yo las odio, por ejemplo. —Tú no cuentas. Nos mantenemos unos minutos en silencio, miro el reloj y veo que son algo más de las dos, tengo hambre y no he preparado nada, ya qué mi —¿Qué nevera ahora mismo está completamente quieres para almorzar? —preguntovacía. a mi amiga.
—Me da igual, pero algo que venga pronto porque me muero de hambre. — Pizza entonces. Abro la agenda del teléfono y llamo a la pizzería donde siempre suelo pedir, hago el pedido y le propongo a Elia bajar lo que nos queda al —No coche tengo antes de que para lleguenada la comida. fuerza —protesta ella recostándose en el sofá. —Solo son dos maletas, una tú y otra yo y estará todo listo. Elia resopla, me levanto del sofá y tiro de ella haciendo que se levante. —Vamos, —V amos, gandulilla, ya con esto terminamos. —Menos mal que te voy a perder de vista unos meses —indica cogiendo una de las maletas. —Me echarás de menos —respondo sacando la lengua. —Tira para el coche antes de que me arrepienta. Bajamos las dos maletas que quedan y dejo el coche preparado para después de comer poner rumbo a mi destino. —Por lo que he trabajado hoy tendrás que venir en Navidad. —No, y en eso no hay discusión. —Pues me plantaré en tu zulo. —Haz lo que quieras, pero no voy a venir. venir. Nos mantenemos en silencio, mi odio a estas fechas es porque mi madre falleció hace dos años, yo estaba con unas amigas celebrando la entrada de Año Nuevo cuando recibí una llamada de mi tía, un infarto fulminante se la había llevado. No pude despedirme de ella, ni siquiera le dije mi último te quiero, a partir de ese momento, odié las fiestas navideñas y hoy en día lo sigo haciendo. No era justo que mi madre se fuera así, una mujer supuestamente sana que una noche su corazón dijo basta. Sin darme cuenta una lágrima cae por mi mejilla y me limpio rápido. —Perdona —susurra Elia apoyando su cabeza en mi hombro. —Sé qué se me pasará algún día, sin embargo, ahora mismo no puedo. No fue justo. —Lo sé, cariño —acaricia mi mano mientras sigue apoyada en mi hombro. El timbre suena y es ella quien se levanta a recoger las pizzas y pagar mientras yo intento que los recuerdos de aquella noche no
vuelvan. Entra después de pagarle al repartidor y va a la cocina donde dispone de todo para empezar a comer. —Esta pizza está de muerte —afirma Elia dando el primer mordisco. que. las preparan muy bien —reconozco engullendo un —La buen verdad trozo dees pizza —Me indicas que tienes diciembre completo, ¿los demás meses? —Tengo —T engo algo, de todas formas, sabes que siempre colaboro con la estación de esquí si no tengo mis propios clientes y también con otros compañeros. —¿Me llamarás? —pregunta poniendo morritos. —A ver, Elia, que todos los años es lo mismo, me voy a trabajar, seguiremos hablando por WhatsApp, dramática. —Estos meses sin ti van a ser una agonía —dice con dramatismo, para después comenzar a reír. —Eres gilipollas —protesto lanzándole el paño de la cocina. Terminamos de comer y recogemos todo. Compruebo que dejo todo apagado, incluso desconectar la nevera, ya que estará vacía y no puedo dejarla cerrada. —Pues ya está todo listo —indica Elia. —Espera, tengo que revisar que he desconectado la caldera y que he cerrado la llave de paso. —Está todo —afirma Elia agarrándome del brazo. —Déjame revisarlo. —Si te dejo revisar eso, querrás volver a empezar y al final saldrás de aquí tarde y llegarás ya de noche a Andorra. No te preocupes, vendré en unos días y volveré a comprobar que tu casa no se ha inundado —indica sonriendo. Suspiro porque sé que mi amiga tiene razón, muchas veces me obsesiono con las cosas y es como si las hiciera en un bucle. Elia me abraza y nos despedimos como si me marchara a un país del Este de Europa obligada para ser sometida a esclavitud, cuando voy voluntariamente a trabajar a otro país que está a apenas a unas horas de España. Me monto en mi furgoneta Volkswagen y busco la dirección del apartamento que alquilo en Andorra, el GPS me marca que en tres
horas y veinte minutos estaré en mi destino. Empieza una temporada de esquí que espero que sea como las últimas, donde el trabajo no me ha faltado y he podido reducir la hipoteca de mi casa.
Capítulo 2 Nerea Ya me he instalado en mi apartamento, abro mi agenda en la Tablet y compruebo las reservas que tengo, y las horas que tienen contratadas. Mañana empiezo con un grupo de empresa, algunos ya saben esquiar y otros no, comparto las clases con Javier y estoy convencida de que las chicas van a querer que sea él el que las enseñe. Le he escrito a Javier, y nos veremos en la cafetería de la estación de esquí hasta que el grupo llegue del hotel donde se están hospedando. Tanto él como yo somos autónomos y muchas veces compartimos grupos grandes, así los dos salimos ganando. Me levanto temprano, ya tengo todo preparado en la furgoneta, sin embargo, necesito llegar pronto, ya que conociendo a Javier y la hora que se levanta debe estar por llegar a la estación. Cuando me subo al coche son las ocho y media, pongo rumbo a la estación que solo se tarda unos minutos. Accedo por donde lo hace el personal y entro a la cafetería era deenesperar ya Javier está sentado en una de las mesas cony elcomo periódico las manos. —Hola, marido de la temporada —saludo sonriendo. Veo que Javier baja el periódico y me mira de arriba abajo arqueando la ceja. —Cada temporada estás mejor. mejor. Estás segura de que, entre tú y yo, ¿no puede haber nada? —Segurísima, sobre todo por lo que te cuelga entre las piernas. —Una lástima. —¿Qué tal Amber y las niñas? —pregunto tomando asiento. —Pues bien, la mayor ya ha empezado el cole y la peque empezando a caminar caminar..
La camarera nos saluda y le pido que me haga un café con leche y unas tostadas. —¿Sabes algo más del grupo, Javier? —No, solo sé que me contactaron por la web, que es una actividad para consolidar el compañerismo y que son unas veinte personas. Todos saben esquiar, al menos mantenerse con losapoyando esquís. la espalda —Entretenida va a oestar la mañan mañana a —respondo en la silla. —Entretenida vamos a tener toda la semana, los tenemos hasta el sábado, algunos sabrás que se cansarán y dejarán de venir, o vendrán más tarde, pero, chica, pagan muy bien, les he dado una tarifa algo más elevada diciendo que es por la exclusividad y la han aceptado. —¿Cuánto? Si se puede saber —pregunto curiosa. Normalmente, cobramos veinte euros la hora de clase, y es lo que nos pagamos entre nosotros cuando colaboramos, sin embargo, ahora tengo curiosidad de cuanto ha podido sacar Javier. Me mira chulesco y se mantiene en silencio, ya que la camarera me trae lo que he pedido. —Gracias, Paloma. Bebo el café con leche que me ha traído y miro a Javier esperando una respuesta que parece que no llega. —Buah, pareces gilipollas con tanto misterio —protesto por su silencio. Él comienza a reír y yo entrecierro los ojos negando con la cabeza mientras doy una mordida a mi tostada. —No voy a cobrarte más, sabes que tenemos siempre un precio pactado. —Lo sé —admite sonriendo. Sigo desayunando, porque si no llegaremos tarde el primer día. Me imagino que le habrá dicho que los esperamos fuera de la cafetería, aunque sabiendo que hoy abre la estación, quizá lleguen un poco después de la hora. —¿No vas a insistir más? —pregunta ofendido. —No —respondo encogiéndome de hombros. —Aguafiestas. Ya Ya me dijo d ijo Amber que no insistirías en saber lo que he cobrado. —Tu mujer es más lista que tú, aunque eso yo ya lo sabía.
—Antipática —dice levantándose de la silla—. Y qué sepas sep as que les he cobrado treinta y cinco euros la hora —susurra a mi lado. Javier se va a la entrada y yo casi me atraganto con el café al escuchar lo que les ha levantado por cada monitor de esquí. Mi cabeza empieza a hacer cálculos, doy una última mordida a la tostada y salgo detrás de él. horas pagan? —pregunto llegando a su lado. —¿Cuántas —El día, ya te dije que no cogieras nada esta semana, estaremos con ellos desde las 9:00 hasta las 17:00 que cierra la estación. Disponemos de una hora para comer que también la pagan. Saco el móvil del bolsillo lateral del pantalón y abro la calculadora. —Doscientos ochenta euros por día y monitor —responde Javier sin que yo pueda sacar la cuenta. —Capullo. Javier me rodea con su mano y me pega a él. —Tee pagaré lo mismo que me han pagado a mí —afirma —T estrujándome. —No hace falta, el contacto es tuyo, tengo que qu e ser más capulla antes de bajar los precios. —Yaa lo he comentado con Amber y le parece bien que lo haga, es —Y más, puede cortarme los huevos si no lo hago, y chica, a mí las bolitas que me cuelgan me gustan mucho. —Qué asco —afirmo provocada. —Vee a buscar el equipo al coche, el mío está dentro, yo espero aquí —V a que empiecen a llegar. Una hora después y como era de esperar ya tenemos a todo el grupo frente a nosotros, Javier es el que da las instrucciones y el que divide el grupo en dos. El muy capullo ha decidido que yo hoy me lleve a tres chicas que jamás se han puesto unos esquís, mientras él tiene a gente que, aunque no sepan esquiar, logran mantenerse más de un minuto en pie. Por suerte tengo también de los otros y les voy marcando cosas, mientras sigo intentando que duren de pie y no con el culo en la nieve. —Esto es una mierda —protesta una de las mujeres. —Venga, —V enga, Ana, que es super sencillo —indica otra para después terminar con el culo en la nieve.
Dejo a las tres mujeres un momento y me voy con el grupo que tiene algo más de experiencia para hacer algunos ejercicios, cuando vuelvo con las tres mujeres están sentadas en la nieve con los brazos cruzados. —Levantaos porque os vais a poner malas con tanto frío —les advierto. —Un favor haría—dice el coger frío que en se el llama culo, Ana. no poder levantarme de laque camanos mañana la mujer Miro a mi alrededor y veo a Javier dando clases al grupo mientras los que yo tenía ya se han unido a él, porque no puedo ocuparme de todo. Javier me mira y me hace una señal de que todo está bien. Vamos, que me ha dejado el muerto con tres mujeres que no quieren levantar su culo de la nieve. —Esto está mal organizado —protesta Ana—. Deberíamos estar por turnos y no pasarnos aquí horas para aprender a esquiar. La mujer tiene más razón que un santo, debería de haber grupos y no estar más de unas horas e ir alternando y así también podrían hacer otras cosas. —¿No tenéis más actividades contratadas? —pregunto curiosa. —Qué va, mi jefe ha decidido que como a él le encanta esto al resto también y aquí estamos, haciendo el gilipollas porque a él le parece una idea estupenda —vuelve a hablar Ana, mientras sus dos compañeras siguen calladas. —Puedo hablar con Javier y comentarle lo de los grupos, que sea algo más reducido y quizá será mejor para vosotras y el resto. —Yoo solo quiero descansar y no dejarme el culo en la jodida —Y montaña —indica enfadada Ana. —Propongo algo, algo , podemos hacer actividades más divertidas, tirarse en los trineos, hacer alguna caminata entre los senderos habilitados. —Yoo me apunto —dice una de ellas. —Y Ana me mira y mira al resto, creo que ella es la cabecilla del grupo de chicas y es a ella a la que me tengo que llevar al bolsillo para que las demás hagan lo que les propongo. —Por mi genial, mientras no me tenga que volver a poner esta mierda en las piernas —dice apartando los esquís de su lado. —Pues genial, levantaos las tres y nos ponemos en camino hasta los trineos.
Pasamos la mañana con las actividades que les he organizado dentro de la estación y también he intentado que se vuelvan a poner los esquís y lo he conseguido menos en Ana que se niega a ponérselo. Las otras dos chicas se llaman Esther y Carmen. A la hora de la comida ellas se van y yo me quedo en la cafetería esperando a Javier, comemos que más está siendo el primer díamientras y está de acuerdoleencomento separar elporcaos grupos reducidos. —Hablaré con Paolo sobre lo que hemos pensado, pen sado, él sabe esquiar y solo lo he visto esta mañana, pero se lo comento, no podemos seguir como esta mañana porque mucha gente se desmotiva debido a que hay diferencias. —Exacto, ha sido un desastre. Te había dicho que sabían al menos mantenerse de pie y no daban ni un paso. —Tee quejarás de que llevas la mañana tocándote el papo, mientras —T las tres mujeres se tiran con el trineo. —Era eso o que una u na tal Ana que qu e parece la cabecilla cab ecilla me montara un motín y se negaran a dar clases. —Termino —T ermino de comer y llamo a Paolo para hablar con él. Está claro que así no podemos seguir. Busca otras actividades y me las pasas por WhatsApp, podemos proponerle otras cosas. Hay algo claro y es que él lo que quiere es esquiar tranquilo y entretener a su personal, el cómo le da igual. Espero que Javier tenga razón y podamos organizar todo mucho mejor de cómo le dijo inicialmente quien lo contrató.
Capítulo 3 Nerea Como era de esperar, las tres mujeres no han aparecido a la hora acordada. Lo que hemos hecho es dividir el grupo de Javier porque había gente quejándose y me los he llevado a hacer actividades como hice esta mañana con las otras mujeres. Ya son las cinco menos cuarto y estamos sentados en la misma mesa de la cafetería que esta mañana. —Hay que hacer algo, esto no es lo que acordamos —informo a Javier una vez deja de hablar por teléfono. —Lo sé. He hablado ya con Paolo, le ha gustado la idea de dar otras actividades. —Genial —digo más tranquila. —El problema es que solo son cinco los que quieren seguir aprendiendo a esquiar. esquiar. —No me jodas, Javier. Javier. Que yo tengo que hacerme responsable de quince y tres de ellas me la pueden liar. —Son adulta, tú las llevas a la actividad y demás, sabes que gente en muchas hayNerea, monitores. —Pasa tres horas, con co n esas mujeres mu jeres y después me cuentas. cu entas. Que son capaces de abrirse una brecha en la cabeza para no salir de la habitación del hotel. Creo que las han traído en contra de su voluntad. —Exagerada —indica Javier riendo. —Necesitaré ayuda, ayu da, imagina que Ana no n o quiere montar en moto de nieve… Me quedo un rato pensando en lo que acabo de decir, Javier chasquea los dedos en frente de mi cara lo que me hace salir del trance. eso, con Ana no me atrevería a que cogiera una moto, esa —Descarta se tira montaña abajo.
Javier comienza a reír por lo que acabo de decir y me contagia, hasta terminar los dos casi llorando de la risa. —Joder, necesito conocer a Ana —dice limpiando sus lágrimas. —Tee las puedo presentar, Ana, Esther y Carmen, tres señoras que —T deben de estar a punto de alcanzar los sesenta años y están hasta el coño del jefe dequedado la vida general. —Algo meyha qued adoenclaro con Paolo, va a pagar lo que sea, pero que no lo molesten, mientras justifiquemos con facturas las actividades, le da igual lo que hagan, la empresa correrá con los gastos de todo. —Pues perfecto me pondré a mirar las actividades que organiza la estación, sé que lo hacen por sectores y después vamos organizando. —Verás —V erás que tú sola puedes con los quince —asegura sonriendo para levantarse y salir de la cafetería. Una hora más tarde estoy en la cama, en pijama y con el portátil entre las piernas mirando las actividades que hace la estación de esquí de Grandvalira. Hay cuatro Sectores, después otros programas como rutas guiadas por las montañas o Naturlan, donde creo que el trío jamás debe entrar, hay motos de nieves, moon bike, que es una especie de bicicleta para la nieve y Tobotronic , entre otras actividades. Me pongo a hacer las actividades por sector y cuánto tiempo aproximado tardaremos, para tener todo planteado. Mando un correo a Javier y le digo que ya lo tengo casi todo organizado y le mando el listado de actividades, también dejo claro que la opción de Spa por el momento no la incluyo o el trío de señoras no querrán ir a ningún otro lado. De pronto mi teléfono vibra, lo miro y es un WhatsApp. Javier: Pues Javier: Pues dejamos al trío en el Spa y nos quitamos los problemas de encima. Yo: o: Pues Pues sería una buena solución. Javier: T Javier: Tee digo algo mañana. Cuando llego al día siguiente a la estación, Javier me está esperando en la misma mesa de siempre y leyendo el periódico. Voy a la mesa y no saludo, solo arrastro la silla para que sepa que estoy ahí y me dejo caer en ella. —Buenos días —saluda con una sonrisa.
—Otro día de tortura —protesto yo y solo llevo dos días de la temporada. —Eres demasiado dramática —indica Javier para seguir leyendo el periódico. Saludo a Paloma y le pido lo mismo que ayer, mientras mi compañero sigue ignorando. mi móvil de ponerme desayunar yme respondo a Elia queReviso me escribió antesantes de salir a trabajara diciéndome que me echa de menos. Una vez estoy desayunando miro a Javier que sigue enfrascado en la lectura y eso me cabrea. Estiro la mano y le bajo el periódico para que me haga caso de una vez. —¿Me vas a decir cuál es el plan? ¿Dejamos al trío en el Spa? — pregunto impaciente. —No hay Spa, al menos hasta el último día, Paolo se ha negado a eso. Son actividades para fomentar… —Fomentar matarse, porque ya me dirás. Que esas tres si pueden se parten una pierna para no volver a ponerse unos esquís. —Hemos encontrado encon trado una solución para p ara todos —resuelve alzando la ceja. —Pues no sé cómo se va a solucionar. solucionar. —Hemos contratado co ntratado a otro guía, g uía, tranquila, tiene experiencia, ex periencia, así no estarás sola. Sobre todo, por si alguno al final se anima a aprender a esquiar. —¿Quién es? —pregunto mirando a ver si veo a alguien que me suene su cara. —Todavía —T odavía no ha llegado. —Pues es bastante irresponsable porque son las ocho y media. —Relájate, le dije que a las nueve menos cuarto en la cafetería. —¿Y por qué a mí me haces venir antes? —Porque me gusta desayunar contigo —dice guiñándome el ojo. —Eres tontísimo. —Mira, ahí viene tu nueva compañera —dice haciéndome una seña con la cabeza. Me giro a donde me ha indicado Javier y casi me atraganto con el trozo de tostada que tenía en la boca al ver quien está entrando. —No me jodas, Javier. Javier.
Capítulo 4
Nerea Quien entra a la cafetería y que ahora se pone a saludar a algunos compañeros es Bianca Ribas, ella y yo competíamos, éramos muy amigas hasta que nos convertimos en rivales, su altanería era desquiciante. Creo que no se llevaba bien con casi nadie, la rivalidad entre nosotras fue creciendo hasta que una lesión de rodilla me apartó de las pistas. Dejé de competir y después entré a la universidad dejando a un lado la posibilidad de ir a unos juegos olímpicos de invierno, era el sueño de todas y ella lo había conseguido. Así que ahora tengo ante mí a un ser insoportable que hizo mi adolescencia demasiado competitiva y la culpable de la lesión que tuve. Me exigían ser la mejor, nos disputábamos el primer puesto, muchas veces fue ella la primera, otras fui yo. —Ha cambiado —me dice Javier haciendo que salga de mis pensamientos. —No lo creo. Las personas como ella no cambian. —La vida por muchas te hace cambiar, Nerea, eran dos chiquillas compitiendo ser laveces mejor. —Me lesioné por su culpa —intento justificarme por mi conducta. —No. Te lesionaste por tu obsesión en superarla, por la presión social, por lo que fuera, pero ella no tuvo la culpa —afirma Javier mirándome serio. —No voy a discutir contigo —respondo cabreada levantándome de la silla. —Vamos, —V amos, Nerea, no seas cría. —Puedo con el grupo yo sola —afirmo apoyando mis manos en la mesa y mirando fijamente a Javier.
Me marcho de la cafetería para ir a mi coche e intentar relajarme y esperar que el grupo se presente, me cruzo con mi rival de hace años y ni siquiera la miro, pero cuando voy a salir por la puerta aparece Ana. —Hola, Nerea, vine a decirte que no pensamos esquiar más — empieza a decir de forma atropellada—. Hemos intentado hablar con Paolo, nos ha ignorado, cuentespero con ninguna de las tres.así que he bajado para decirte que no Pongo las manos en mi cara para intentar relajarme, estoy totalmente desbordada por la situación y ahora Ana y sus compañeras que se niegan a esquiar, aunque eso ya lo había planteado ayer, tengo que contarle lo planeado, pero no soy capaz de que las palabras salgan de mi boca. —Hola, Ana, soy Bianca, la nueva compañera de Nerea y la que ayudará en las actividades, ya he hablado con Paolo y hemos descartado esquiar, sin embargo, Nerea ha planificado unos días de ruta que seguro que serán muy interesantes tanto para con ustedvarias comoopciones sus compañeras. —¿Actividades? ¿Cómo cuáles? —pregunta Ana poniendo sus brazos en la cintura. —Pues la estación dispone de muchas, desde motos de esquí, trineos tirados por perros, rutas caminando, realidad virtual, también hay un … Le doy un codazo a Bianca que no pasa desapercibido para Ana, mientras ella me mira sin entender por qué la he detenido. —¿Qué? —pregunta Ana mirándome fijamente. —Un parque para familias, eso es lo que quería decir —respondo rápido. —Está bien, hablaré con las demás, y bajaremos para ver qué nos propones —protesta resignada, para después desaparecer por la puerta. —No vuelvas a darme un codazo —me reprocha tras girarse para mirarme. —Pues no vuelvas a hablar de algo que no sabes. Si le llegas a decir que hay un Spa, tendríamos un problema, el dueño de la empresa nos ha exigido que nada de Spa —explico sin saber muy bien por qué. —Pues aprende aprend e a hablar y a no quedarte callada cuando cuand o una un a clienta no quiere seguir con una actividad. —Aquí sobras, Bianca. A mí me sobras.
—No me has contratado tú, si tienes algún problema lo hablas con Javier —aclara para ir hasta la mesa donde está el que yo pensaba que era mi amigo. Suspiro resignada mientras sigo mi camino hasta mi coche, para coger la carpeta que antes me he dejado con lo que le planteé anoche. Por en cómo gestionar el volver a encontrarme con la que el uncamino día fue pienso mi rival. Cuando regreso veo a Bianca y Javier riendo mientras habla con el grupo que se llevará él a esquiar, miro y veo que hay ya gente de los que se niegan a ponerse unos esquís, aunque a la que no veo es a Ana, sin embargo, si puedo ver a Esther y Carmen, sentadas con cara de pocos amigos. —Genial —suspiro intentando relajarme. —Pensaba que habías huido —dice Javier intentando hacer una gracia que ahora mismo no la tiene. —No la necesito —insisto mirando Javierdel Javier. . brazo para apartarme, Él suspira intentando calmarse y mea coge yo me zafo de su agarre cabreada mientras él me hace un gesto para que lo siga. —¿Puedes dejar de comportarte como una cría y ser una profesional? —No soy ninguna cría —escupo con rabia. —Pues es lo que parece, Nerea. ¿Cuántos ¿Cuán tos añ años os han pasado? ¿Doce, trece años? —Dieciséis —confirmo. —Yaa va siendo hora de pasar página, ni tú ni ella son la misma —Y persona de antes. Va a estar con contigo tigo y sobre eso no hay discusión. —Dividiremos los grupos —aseguro. —Nerea, hazlo como te dé la gana, pero deja de ser una niña caprichosa y ponte a trabajar —suelta enfadado para marcharse con su grupo. Me acerco al grupo grande y la veo venir colocándose a mi lado. —Haremos dos grupos, para dividirnos y así no hacer tanta cola en las actividades —intento justificarme porque quiero hacer eso. —No es lo correcto —dice Bianca a mi lado. —No he pedido tu opinión —respondo sin mirarla.
El grupo nos mira a las dos sin entender muy bien qué es lo que pasa, la tensión entre las dos se nota demasiado como para pasar desapercibida. —Estoy de acuerdo con la rubia —dice un joven tras darle un repaso de arriba abajo a Bianca. —Hoy al iremos al sector —empiezo a explicar ignorando susodicho—. Allíde hayGrau variasRoig actividades… —¿Cómo cuáles? —pregunta el mismo tío. —Caminar con Raquetas, construir iglús, motos de nieves, algunas rutas. —Las motos —asegura el joven. —Quieres callarte de una puta vez, Enrique, y dejar que expliquen las cosas —escupe Ana. —Pues esas serán las actividades, cuando estemos en el sector nos dividiremos en dos grupos y así será todo más ágil. Veo que el tal Enrique levanta la mano e intento mantenerme tranquila. —Yoo quiero el grupo de… —Y —Sí, Enrique, a todos nos ha quedado claro con quién quieres ir — resuelvo cerrando la carpeta—. Ahora todos al bus para irnos. Bianca me sujeta del brazo y no me deja moverme mientras el grupo comienza a caminar hasta la salida. Miro a ella y a mi mano, al ver que no me suelta vuelvo a clavar mi mirada en sus ojos de color gris. —¡Quieres soltarme! —exijo sacudiendo mi brazo. —Perdona. Ella se ha quedado sin moverse y yo comienzo a caminar para ir hacia la salida. —Espera —dice volviendo a sujetarme—. Perdona —vuelve a decir, soltando mi brazo de nuevo—. No creo que sea conveniente separar al grupo, es mejor ir todos juntos, por lo que dices que es más ágil es una tontería, sabes que hay más clientes en esta estación y habrá colas en alguna actividad. La miro y la ignoro, ya que, aunque me haya parado para escucharla, no respondo y sigo caminando, siento cómo bufa con desesperación y sigue detrás de mí. Sé que estos cinco días van a ser una tortura porque, aunque me cueste reconocerlo, Bianca hace que se me remuevan cosas por dentro que sentía que estaban acalladas.
Capítulo 5 Bianca Cuando ayer me llamó Javier, no podía creer que volvería a verla, ya me había dicho que estaría con ella, pero fue verla pasar y remover todo lo que hacía dieciséis años atrás había pasado. Aunque doy clases de esquí al igual que ella, yo siempre estoy en otra estación mucho más pequeña que es la de Ordino-Arcalís. No me la he cruzado, ya que, he evitado venir aquí, sabía que encontrarme con mi pasado no era buena idea y ahora lo acabo de comprobar. Esa niña que ahora se ha convertido en mujer me sacaba de quicio, era competitiva y me hacía exigirme al máximo hasta casi llegar a límites no demasiados sanos, porque sentía la presión a diario de mis padres. Recuerdo aquella vez en los vestuarios cuando éramos adolescentes y me di mi primer beso con una mujer, con ella mi cuerpo vibró. Habíamos bajado un puerto de montaña y nos habíamos llevado la bronca de nuestro entrenador. No parábamos de reírnos por nuestra pequeña travesura. —Si se enteran nuestros padres nos van a matar —dijo Nerea con los mofletes rojos debido al frío. —No creo que Roger les cuente nada. Ha sido muy divertido —dije sacando mi ropa de la taquilla. Nunca me había fijado en Nerea de la forma que lo hice en aquel momento. La pillé mirándome fijamente y en mi mente de niña quise provocarla, había algo en ella que me llamaba la atención y necesitaba descubrir qué era. Me acerqué y ella corrió a las duchas y yo hice lo mismo entre risas, nos duchamos mientras nos echábamos miradas furtivas, ninguna de las dos se atrevía a decir nada, era pecado lo que estábamos haciendo. Veníamos de dos familias muy
católicas, aunque poco después supe que la madre de Nerea era mucho más comprensiva de lo que serían mis padres. —Tengo —T engo frío —dijo Nerea ttapándose apándose con la toalla. Mi impulso en aquel momento fue ir hacia ella y abrazarla, yo ya me había puesto mi ropa interior y una camiseta, ella siempre era más lenta para vestirse. Nerea abrió la toalla y la pude ver solo con la ropa interior y me atrajo hasta ella, en ese momento el roce de nuestros cuerpos me dio una sacudida y nos apartamos instintivamente. Aquello estaba mal, pero no podíamos parar, necesitábamos saber qué era lo que nos estaba pasando. —No sé lo que me pasa contigo —le confesé confundida. Nerea se apartó más de mí y pegó su espalda a la taquilla intentando que no volviera a acercarme. —Esto está mal —me reprochó reprochó ella al ver que volvía a acer acercarme. carme. No podía ni quería parar, parar, me acerqué todo lo que pude y posé mis labios de ella un nunca beso casto, cuerpo de adolescente empezóena los sentir cosasenque habíamiexperimentado, mi sexo palpitaba y no entendía qué era lo que me estaba pasando. Había escuchado que el demonio te tentaba con la lujuria, ¿y si mi tentación era Nerea? No me importaba, necesitaba saber qué más podía sentir con ella y volví a besarla. Posé mis manos en su cintura y metí mi lengua tímidamente en su boca. Nerea me giró y ahora era yo la que quedaba con la espalda en las taquillas, mientras ella recorría con su lengua el interior de mi boca, pensaba que iba a morir en aquel momento, me estaba haciendo sentir mil emociones que no había experimentado nunca, ni siquiera mi primer beso con Tom mi compañero de clase. —¡Bianca! —escuché gritar a mi madre. madre. En ese momento aparté de golpe a Nerea, mi madre nos había pillado e hizo que actuara de la forma en que lo hice en aquel momento. —No soy una pervertida como tú —le acusé en aquel momento, aunque sabía que había sido yo quien la había besado primero—. No vuelvas a tocarme en tu vida —le advertí caminando hasta mi madre. Vi la decepción de Nerea en los ojos, sabía que ya todo sería distinto y vaya que sí lo fue, entre nosotras creció una rivalidad absurda por ser la mejor, nos besábamos con chicos mientras
buscábamos a la otra con la mirada. Fueron unos años absurdos de hacernos mucho daño. Después de un entrenamiento nos encontramos en los vestuarios, ya no teníamos el mismo entrenador entrenador.. Ella me retó a volver a salir y volver a esquiar por un tramo nuevo. Nerea intentó bajar por un sitio que ya le había advertido que no fuera, pero ella me retaba a hacerlo. —Aquí sabremos quién de las dos es la mejor —dijo en lo alto de la montaña llena de rabia. —No quiero esto, Nerea, no quiero seguir compitiendo absurdamente contigo. —Cobarde —me espetó haciéndome sentir furiosa. —De acuerdo, quien llegue primero abajo gana y darán igual las competiciones. Nerea asintió, sabía que eso era una locura, estaban próximas las competiciones, incluso los juegos de invierno, pero Nerea me insistía y no estaba dispuesta a que me ganara. El ego de adolescente superaba todo. Comenzamos el descenso y ya me estaba arrepintiendo de hacerlo, pero si ella no paraba, yo tampoco iba a hacerlo y la puta mala suerte hizo que se cruzara un ciervo, yo iba más rezagada y pude reaccionar, a ella no le dio demasiado tiempo y terminó dando vueltas ladera abajo y cayó en una mala postura. —Mierda, ¿estás bien? —le pregunté al ver que no se movía. No respondía, las lágrimas corrían por mis mejillas sin poder controlarlas, hasta que por suerte sentí a Nerea quejarse del do dolor lor.. Fui a intentar tocarle la pierna y ella gritó. —No me toques, todo esto es por tu culpa —dijo llorando asustada. Me quedé sentada sin poder reaccionar y ella culpándome de aquello que había pasado, en ese momento lo único que quería era estar en su lugar, que fuera yo la que se hubiese destrozado la rodilla, yo la que dejara de sentir cosas por ella, como creo que ella nunca sintió por mí. Quería huir de aquello, pero no podía dejarla allí. Grité desesperada sabiendo que aquello era un jodido error, pero la desesperación nos hace actuar de forma incorrecta y yo lo hice. —Esto te pasa por querer ser siempre la mejor mejor,, ahora seré yo quien ganará todo —escupí llena de rabia al ver que Nerea no dejaba de culparme.
Saqué de mi mochila el teléfono por satélite y llamé a la estación y en quince minutos ya estaban atendiendo a Nerea. Me dijo que me odiaba, que no quería volver a verme y volví a experimentar la sensación de impotencia, la misma que cuando mi madre nos pilló en los vestuarios. Sabía de ella por terceras personas, me puse mi armadura de zorra, y fui la mejor mejor,, ya no tenía competencia, pensé que quizá lo mejor era no volver a ver a Nerea, al menos me lo repetía a diario, mientras por las noches lloraba por no poder verla, aunque solo fueran unos minutos. Nerea se fue de Andorra a vivir a Girona, su familia era de allí. No tenía sentido seguir en Andorra estudiando y entrenando. Años después supe que ella había pedido marcharse, no quería volver a verme. Sabía de su vida por la información que me iban dando compañeros que si seguían en contacto conmente ella. Yo, cambio, refugié en las competiciones hasta que mi dijoenbasta trasme unos juegos de invierno. No era feliz con la vida que mis padres habían diseñado para mí y deseaba a diario lesionarme hasta que sucedió lo inevitable y terminé en un hospital tras una caída, había perdido la concentración y acabé ingresada y con la rodilla rodilla destrozada. Recuerdo llorar a moco tendido, pero no era de tristeza, era de felicidad porque para mí ya se terminaba un calvario de esfuerzo sin recompensa, dietas, ejercicios, entrenar a diario al máximo y todo eso sin dejar de estudiar. Estaba cumpliendo el sueño de mis padres, pero ¿quién iba a cumplir los míos? Cuando me recuperé, y tras terminar la universidad quería ir a buscarla, decirle que podríamos intentarlo, pero otra vez mi madre tenía otros planes y se llamaba Abel, el hijo de un inversor adinerado que acababa de llegar a Andorra con un hijo de casi la misma edad que yo, veinticuatro años, y volví a caer de nuevo en los caprichos de mis padres. —Ya —Y a es hora de que te cases ca ses y tengas hijos —me dijo mi padre pa dre una tarde antes de presentarme a Abel. Y como siempre había hecho, agaché la cabeza y acepté ser la hija modelo que ellos querían. Terminé al año y medio casada con Abel, por suerte el interés del uno por el otro era mutuo, realmente ninguno.
Nos dedicamos a convivir convivir,, aunque nuestros padres insistían en que debíamos tener hijos, pero eso no entraba dentro de nuestros planes, ya que tanto Abel como yo no teníamos ningún interés ya no solo el uno por el otro, sino en ser padres. La mala suerte hizo que Abel una noche de fiesta terminará con su vida en un trágico accidente de tráfico, había quedado viuda con apenas treinta y uno. Sentí un vacío enorme, era mi amigo, mi confidente y al que le conté cómo me había enamorado de Nerea cuando apenas tenía dieciséis años. Ya no sabía nada de Nerea, aquella chica no tenía un perfil en ninguna red social, era como si la tierra se la hubiera tragado, hasta que supe que venía a trabajar cada invierno a la estación de Grandvalira, desde hacía tres años atrás y cada año iba al inicio de temporada a verla llegar con su furgoneta. Soy una cobarde porque a mis treinta y dos años no me atrevía a decirle a esa mujer que sigo sintiendo lo mismo que cuando teníamos dieciséis años y nos besamos en el vestuario. Cuando mi mano tocó la suya, mil recuerdos se agolparon en mi cabeza, el aire le costaba llegar a mis pulmones y aunque ahora ya sé que me gustan las mujeres y he estado con unas cuantas, jamás podrá compararse a lo que sentí aquel día que nos pilló mi madre.
—Ya hemos llegado —anuncia el conductor —Ya con ductor abriendo las puertas del bus haciendo que salga de mis recuerdos. Me bajo la primera y coloco al grupo a mi alrededor mientras veo que Nerea habla con el conductor para acordar la hora de recogida. No sé cómo voy a llevar estar cerca de ella, lo que sí que tengo claro es que ya no soy aquella niña de dieciséis años y que tampoco voy a dejarme pisar por la altanera de Nerea, aunque me muera de ganas de cerrarle la boca a besos.
Capítulo 6
Nerea Bianca ha reunido al grupo, veo cómo algunos hablan entre ellos y como el tal Enrique le sonríe con cara de gilipollas mientras ella habla. Le daría un guantazo a ese tío para que espabilara. Me acerco al grupo enfadada, y no entiendo muy bien por qué o quizá sí que lo sé, pero me niego a reconocer que volver a verla me afecta más de lo que esperaba. —Hola —me dice Bianca cuando ve que me coloco a su lado. —Buenos días —digo mirando al grupo ignorando a Bianca—. Hemos decidido que lo mejor es separar los grupos en dos, os voy a decir las actividades que hay y nos dispondremos a realizar algunas. —Yoo no me voy a separar de mis compañeras —protesta Ana. —Y —Deberíamos ir el grupo completo, es una tontería dividirnos, y si una actividad tiene más cola que otra y unos disfrutan más que los otros —dice un hombre de mediana edad. Las palabras del hombre hacen que la gente proteste y todos quieran hablar a la vez, desvío la mirada hacia Bianca y la veo con los brazos cruzados con una sonrisa mirándome. —Creo que te han montado un motín —susurra la idiota acercándose un poco. La miro con cara de pocos amigos, mientras el resto sigue hablando y proponen hacer actividades que ya han leído en el programa de la estación. —Yoo quiero montar en trineo como hicieron ayer, Ana, Esther y —Y Carmen —propone una mujer. mujer. —Yoo quiero subir en las motos de nieve, eso sí que debe ser una —Y pasada —dice el pervertido de Enrique.
Intento relajarme e intentar controlar el revuelo que se ha formado, pero no consigo que se calmen y solo me falta gritar de pura desesperación. —Un momento, por favor —dice Bianca intentando contener a la gente—. Necesitaremos un orden o esto será un caos continuo, estamos todos de acuerdo no queréis esquiar, es Muchos responden que en sí, que mientras otros asienten conasí, la ¿verdad? cabeza y se cruzan de brazos. —Pues bien, iremos todos juntos en orden, nada de salirse del grupo, si alguien tiene que ir a alguna parte se nos notificará a alguna de las dos. Ahora vamos a plantear las actividades, dada la hora que es deberíamos hacer una ruta corta con raquetas, sabréis utilizarlas y puede ser bastante divertido otra actividad es aprender a hacer iglús, es bastante interesante. Respecto a las motos, habrá gente que querrá subirse y otras que no, es ese caso, es mejor que se haga casi por la tarde, quedarse en unaasí rutapueden corta en moto. en una de las cafeterías mientras otros van Me quedo perpleja mirando a Bianca acabar de organizar el día sin contar conmigo. —Pues yo no quiero quedarme en la cafetería —protesta Ana—, y tampoco me voy a poner a construir una cabaña de hielo. —Si alguien piensa como Ana, es mejor que bajen hasta la estación principal y se queden con Javier esquiando, que es a lo que realmente habéis venido. No voy a discutir con nadie sobre las actividades, estas son las reglas o las aceptan o a esquiar, vosotros decidís —responde Bianca mirando fijamente para Ana. Esa mujer ahora mismo creo que quiere tirarle de su larga melena rubia y dejarla calva, por lo que acaba de decir. —Tampoco —T ampoco hay que ser… —intento quitar tensión. —Somos todos mayorcitos como para comportarnos como niño, ¿verdad, Ana? —me corta Bianca mirando a la mujer que ahora tiene una sonrisa ladeada. Ana asiente y nos ponemos en marcha, yo agarro del brazo a Bianca y nos quedamos más rezagadas. —No vuelvas a desautorizarme delante de nadie. —Yoo no he hecho eso, Nerea. Solo he dejado claro que aquí —Y mandamos nosotras.
—Ana te va a odiar. odiar. —No más de lo que lo haces tú —indica y sigue su camino, mientras veo a Enrique que se ha parado a esperarla. Cierro los ojos intentando dejar mi mente en blanco, y escucho de fondo gritos de que me dé prisa o llegaremos tarde hasta el punto indicado. La ruta con las raquetas es más divertida de lo esperado, Ana y sus amigas que se oponían en un principio terminaron por ceder, solo hizo falta una mirada de Bianca, para que aquellas mujeres se activaran de inmediato. El resto se está divirtiendo bastante, hemos escogido una ruta corta, hay guía, aunque en este caso él se ocupa del resto, mientras nosotras le hacemos indicaciones al nuestro. —Esa mujer es el mismo demonio —escucho que dice Esther a su grupo de amigas. —La rubia solo quiere mandar —responde Carmen, que se ha sentado en uno los bancos para quitarse las bajo raquetas de losmirada pies. de —¿Cómo la de soportas? —pregunta Esther la atenta Ana. Miro a mi alrededor y aunque sé que es a mí esa pregunta, prefiero no responder a esas tres mujeres que me la pueden liar en cualquier momento. Ellas siguen con la mirada fija en mí y yo las miro ahora con el ceño fruncido. —¿Es a mí? —pregunto señalando a mi pecho. —Claro que es a ti —dice Ana. —Yoo no tengo que soportar a nadie, cada una hace su trabajo y ya. —Y —Bueno, chicos y chicas, ahora nos colocamos en fila… —Mírala mandando, es lo que le encanta hacer y el tonto de Enrique babeando, ¿ese no estaba casado? —comentan entre ellas. —Creo que se separó de la mujer hace unos meses, eso me dijo Sofía de contabilidad, ya que, también lo ha intentado con ella —ahora hablan entre ellas sobre Enrique. Esas tres mujeres pueden despellejar a cualquiera de esa empresa, espero que sean buenas en lo que hacen, porque madre mía, como les gusta largar. —Es mejor hacer lo que nos dice —digo mirando a las tres mujeres. —Tranquila, a ella no le interesa Enrique —comenta Ana pasando por mi lado.
Me quedo clavada en el sitio mirando a la mujer que ahora sonríe y me guiña un ojo para reunirse con el resto del grupo. Veo que Bianca me está mirando, cuando nuestros ojos se encuentran ella aparta la mirada para dirigirse al grupo, me he dado cuenta de que he estado absorta en toda la actividad, ella ha cogido las riendas del grupoen y yo simplemente una más. Nos ponemos marcha y ahora soy llegamos al área de hacer el iglú, hay muchas familias y los niños se lo pasan genial. Aunque la actividad pueda ser absurda, al final Bianca se las ingenia para que empiecen a construir uno entre todo el grupo. Y aunque yo pensaba que el trío se enfadaría y protestaría por lo infantil de lo que puede ser la actividad, esas mujeres son las que guían al resto y sorprendentemente se construye todo mucho más rápido de lo que esperamos y con un resultado excelente. —Está perfecto —digo mirando al iglú. —Esas tres ladran mucho, pero no muerden —comenta Bianca a mi lado. —¿Y tú, muerdes? —pregunto mirándola fijamente. Cuando ya creo que no va a responder se pega demasiado a mí y me empieza a faltar el aire. —Depende de a quien, sí que suelo morder. morder. Trago saliva mientras ella sonríe, cuando intento responder, alguien del grupo llama a Bianca, y ella se aleja mientras yo sigo plantada de pie, desconcertada por lo que ella hace que sienta. Tras comer, comer, unos se van a montar en motos mientras otros se quedan en el restaurante, algo que agradezco, porque sigo sin ver a muchos de ellos subirse en las motos. Decidimos que Bianca vaya con el grupo a hacer la actividad, mientras yo me quedo con el resto que ha decidido quedarse en el restaurante. Las horas pasan más rápido de lo que esperaba, ya que cuando nos damos cuenta, el otro grupo está de vuelta, acceden a la terraza entre risas. Busco con la mirada a Bianca, porque no la veo por ningún lado y me fijo en que Enrique tampoco está y la rabia empieza a bullir en mi interior. —¿Bianca? —pregunto cuando alguien se acerca. —Ahora viene, se ha quedado rezagada porque Enrique fue el último en volver —indica un joven que ahora sé que se llama Toni.
—Enrique no pierde el tiempo en intentarlo con esa muchacha — comenta Arturo. Muerdo mis labios y veo como ahora si puedo divisar a Bianca y al Enrique ese, vienen sonriendo mientras hablan animadamente. —Respira —susurra Ana al pasar por mi lado. el poder de desconcertarme más, junto ella sigue conEsa el mujer resto altiene baño, mientras yo me pongo decada pie yvez espero a la pequeña escalera que da acceso a la terraza. Cuando llegan hasta mi altura pongo mi mano en el pecho de ella y Enrique sigue caminando hacia donde está el resto. —No vuelvas a dejar al grupo solo —escupo enfadada. Ella mira mi mano e intenta hacer presión para seguir caminando, ignorándome. Mi enfado crece y le sujeto del brazo. —Compórtate como una profesional y no como una… —¿Cómo una qué, Nerea? —pregunta retándome con la mirada. Mi respiración agita ymismo trago saliva, ella sebesarla, da cuenta de mique estado y moja sus labios,se ahora solo quiero quiero me arrincone como hizo una vez y meta su lengua en mi boca, el deseo hace que me estremezca y no pasa desapercibido para ella, suelto su brazo rápido. —No vuelvas a cuestionar mi trabajo. —No vuelvas a dejar parte del grupo solo. —No he h e dejado al grupo solo. Quizá lo que te joda es con co n quien qu ien he llegado. Ella ya no está a mi lado y es algo que agradezco. Tras una charla en la terraza nos ponemos rumbo a la parada donde el autobús nos espera para dejarnos de vuelta en la estación. Solamente quiero llegar a mi casa, darme una ducha y que los días pasen lo más rápido posible.
Capítulo 7 Nerea
Llego a la cafetería donde ya Javier está sentado y como no era de otra forma está leyendo el periódico. Me acerco a la barra para pedir a Paloma el desayuno y me dejo caer en la silla al lado de él. —Hola —digo con desgana, cruzando los brazos encima de la mesa para apoyar mi cabeza. —¿Saliste de fiesta? —No. —Entonces, ¿por qué estás así? —curiosea Javier haciendo que yo me ponga recta en la silla. —No quiero trabajar al lado de Bianca. —Joder, Nerea, que somos adultos todos, que han pasado muchos años. Tapo mi cara con mis manos e intento relajarme, pero no lo consigo, es cerrar los ojos y ver a Bianca, su sonrisa, su melena rubia, ese desparpajo que no ha perdido y que ahora me atrapa mucho más que antes. —No me jodas, Amber tenía razón. —¿En qué tenía razón? —pregunto entrecerrando los ojos. —Tee gusta. —T —No —respondo rápido. —No te he preguntado, Nerea, es una afirmación. Su regreso te ha removido cosas del pasado que tenías enterradas o al menos eso creías. —No —repito para intentar ser creíble. Paloma llega con lo que le he pedido y Javier, que no quiere seguir indagando en lo que me acaba de decir, vuelve a ponerse a leer el periódico. —¿Por qué todavía lees en papel? ¿Sabes qué hay en digital? Con un solo clic lo tienes todo.
—Porque me gusta y sobre todo no tener que estar saltando la publicidad para llegar a la noticia. —En eso tienes razón. —Siempre la tengo, incluso en lo que te he dicho antes. —Buenos días —saluda Bianca pasando por nuestro lado. —Buenos días, guapa, sentarte con nosotrosno—indica Javier Yo ahora mismo podríapuedes morder a mi compañero, la quieroJavier. tener. al lado, solo lo justo y necesario, para mí es una tortura tener a esa mujer cerca. Bianca toma asiento al lado de Javier y pide el desayuno a Paloma, y yo empiezo a sentir celos por él tonteo que tienen entre las dos, puedo ver cómo Javier me mira de reojo, mientras yo quiero gritarle a Paloma que haga su jodido trabajo y se deje de coquetear con Bianca. —Podemos quedar fuera de aquí —le propone la camarera. —Claro, cuando quieras. Aunque sabes que aquí en esta época hacen muchas fiestasbabea. y son bastante interesantes —comenta Bianca mientras la camarera Miro a Javier que sonríe, parece divertirse con lo que ve, yo sigo mordiendo mi tostada mientras veo el espectáculo de la rubia y la camarera. —Nerea también puede venir si quiere —dice Paloma, cogiéndome desprevenida. Comienzo a toser porque no esperaba lo que ha dicho Paloma e intento no asfixiarme con la jodida tostada, Javier sirve un poco de agua en un vaso y me lo da. —Bebe —exige viendo que cada vez me pongo más roja. Por suerte consigo beber algo de agua y que el trozo de pan vaya por el camino correcto. Paloma se va tras mi casi ahogamiento y Bianca me mira fijamente con preocupación. —¿Mejor? —pregunta cariñosa. —Qué te importa —ladro enfadada. —La educación la has perdido igual que los modales —protesta Bianca. —Yoo al menos no voy intentando ligar con todo lo que se mueve. —Y —Yoo no hago eso, y además creo que deberías ser algo más —Y inteligente, si Paloma quiere a alguien es a ti. —Ni de coña —respondo furiosa.
—¿Crees qué si quisiera quedar conmigo, te iba a invitar a ti? No, Nerea, no lo haría. —En eso tiene razón, Bianca —apunta Javier. Javier. —Yaa me habéis cabreado, espero fuera. —Y Bianca ha debido de hacer algún comentario que yo no he escuchado, tanto Javier como ella terminan salgo por laporque puerta de la cafetería a esperar al grupo.riendo, mientras yo —Solo te quedan cuatro días, cuatro, y la perderás de vista — susurro frotando mis manos al notar el frío.
Capítulo 8
Bianca —No sé si esto es una buena idea, Javier, me sigue odiando incluso más que antes —reconozco frustrada. —Dale tiempo, Bianca. Sé que puede pu ede ser desesperante desesperan te a veces, pero volver a verte la ha removido por dentro. —¿Tee ha dicho algo? —pregunto intrigada. —¿T —No, sigue siendo la misma adolescente que se cierra an ante te algo que se le escapa de las manos. —Es mi culpa. En mi cabeza se repite esa escena día tras día, Javier. Fui un ser despreciable. —Tee protegiste de tu madre, Bianca. Sería egoísta ahora mismo —T culparte de aquello. —Podría haber hablado con ella después, disculparme, no sé, y no hice nada, solo dejé pasar el tiempo y más tarde el accidente. Joder, es que lo hice todo mal. Coloco mis codos en la mesa y suspiro intentando relajarme, ya que los recuerdos siguen llegando y la actitud que Nerea tiene hacia mí, me está matando, pero no puedo reprocharle nada. Javier se mantiene en silencio, cosa que le agradezco y Paloma regresa con mi desayuno. Le doy las gracias y me pongo a comer en silencio. —Dale celos —dice de pronto Javier. Javier. —¿Qué? —Yaa me has oído, has visto como se ha puesto con Paloma al —Y pensar que entre tú y ella… —No voy a hacer eso, sería cagarla caga rla todavía más. Tampoco sé si ella siente lo mismo que yo. Qué complicado es todo —reconozco con desgana.
Parte del grupo comienza a entrar en la cafetería y Javier aprieta mi brazo y se dirige a sus alumnos, mientras otros piden un café en la barra. Termino de beber el café con leche y me pongo de pie para salir e ir a buscar a Nerea. No sé si es un error o no, pero sé que está vez no puedo tirar la toalla como lo hice hace dieciséis años. Cuando salgo, ellahabla está animada hablandoycon parte y sonrío al verla cómo sobre tododepornuestro ver quegrupo en ese momento está feliz. Nuestros ojos se cruzan y ella se pone seria mientras yo muerdo mi labio inferior de forma inconsciente. Ahora mismo solo quiero ir donde está ella y besarla, decirle que lo siento y que necesito sentir su cuerpo desnudo, como una vez lo sentí en aquel vestuario. —Hola, rubia —escucho la voz de Enrique justo detrás de mí. Respiro profundamente antes de girarme, al hacerlo veo esa sonrisa que me encantaría borrar de un guantazo, pero no puedo ni debo. —Meque llamo Bianca, ni rubia, ni nena, ni guapa, ni hostias, Bianca y espero te quede claro. Enrique sonríe con chulería mientras intenta acercarse más de la cuenta y pongo una mano en su pecho para que pare el recorrido. —Creo que ha sido clara, Enrique —dice Alex, otro chico del grupo. —Qué sabrás tú, lo que quiere la rubia. Estoy a punto de hablar, pero Alex no me deja, coge a Enrique por la chaqueta y casi lo levanta como un muñeco y lo aparta del grupo, por un momento voy a intervenir, ya que Alex es como un jodido ropero, pero recuerdo que Enrique parece que con educación las cosas no le entran. Me quedo mirando a los dos hombres y veo cómo sin alterarse en ningún momento el grandullón hace que Enrique baje la cabeza y asiente obediente. —Lamento el comportamiento de mi compañero, Bianca, no volverá a pasar. Quiero que sepas que para cualquier inconveniente que puedan tener tú o tu compañera podéis contar conmigo. —Muchas gracias, Alex. —De nada —responde guiñándome un ojo y dirigiéndose hacia Nerea. Miro dónde está Enrique y se ha quedado clavado en el sitio, debe de estar recapacitando en las palabras que le habrá dicho su
compañero. Nos subimos todos como el día anterior al bus y es Nerea quien nos dice nuestro destino y las actividades a realizar. realizar. —Hoy iremos al sector de Canillo en él se puede hacer rutas como ayer con raquetas, hacer Skimo, esto lo descartamos porque es con Musing… esquís y lo es queeso? seguro si queréis es hacer —¿Qué —pregunta —pregun ta Ana antes de d e que Nerea pueda terminar de hablar. —Ir en trineo tirado por perros. —Pobres perros —comenta Carmen poniendo cara de pena. Me huelo el percal de las tres y que se la van a liar a Nerea e intervengo antes de que empiecen con su activismo. —Pueden hacer rutas simplemente, nadie os obliga a hacer tarea… —Sí que nos obligan —ahora es Esther la que se une a la fiesta—. Podríamos estar en el hotel.
—En el Spa —dice Ana paraesto sorpresa resto delestar grupo—. señores, estamos aquí haciendo cuandodel podríamos todos Sí, en una piscina de agua climatizada, sauna… —Yaa basta —dice Alex enfadado—. Paolo dio una orden que todos —Y tod os hemos aceptado y vosotros os comportáis como críos. Estas dos mujeres no tienen por qué aguantar nuestras frustraciones, se harán las actividades pactadas, o vais a aprender a esquiar como se había contratado desde un principio y todos estuvisteis de acuerdo porque perdéis una semana de trabajo. —Yaa tuvo que hablar el aguafiestas —protesta de nuevo Ana. —Y Alex mira serio a Ana y esta lo reta con la mirada, mientras yo miro a Nerea que está como yo, sin saber qué decir. —Yaa hemos llegado —anuncia el conductor por suerte para el —Y ambiente que se estaba formando en el bus. Todos van bajando, pero Ana ha atrapado la mano de Alex y no lo deja bajar, Nerea y yo nos miramos y decidimos que es mejor quedarnos, aunque ese hombre sea un ropero empotrado, yo le tendría pánico a Ana. —Como vuelvas a hablarme así delante de todos verás —lo amenaza Ana. —Es que parecéis crías, sabéis a lo que veníamos, y soy el jefe de Recursos Humanos —dice Alex autoritario.
—Yo soy tu madre y a mí me respetas, Alex… —Yo Nerea y yo pensamos lo mismo, ya que las dos nos giramos para bajarnos del autobús según oímos las palabras de Ana. Los que están esperando siguen con la mirada fija a la discusión que están teniendo madre e hijo, hasta el conductor ha permanecido fuera del bus, esperando terminen para poder acceder. —Que seque joda —escupe Enrique. Todos se giran a mirar a Enrique que ha soltado esas palabras y lo miran con reprobación. Nerea comienza a dar instrucciones mientras yo me mantengo al margen y sin darme cuenta recorro su silueta acolchada por la ropa. ¿Cómo será verla desnuda? ¿Sentiré lo mismo que sentí? El calor empieza a subir por mi cuerpo y se me instala en las mejillas, haciendo que la ropa que llevo ahora mismo me sobre toda. —¡Bianca! —grita Nerea al ver que no le presto atención. —¿Qué? —pregunto saliendo de mis pensamientos. —¿Estás acuerdo consin la tener ruta aniseguir? —Sí, clarode—respondo idea de lo que ha dicho. Me doy cuenta de que Ana y su hijo ya estaban fuera. Nerea encabeza el grupo y los demás la seguimos en silencio. —Primera parada, el trineo —susurra Ana a mi lado. —Gracias —respondo en un susurro inaudible. Sonreímos con complicidad mientras ella acelera el paso hasta llegar al lado de sus dos compañeras. El trío Lalala, las voy a llamar.
Capítulo 9 Nerea Después de montar en trineo, hemos ido a comer y ahora estamos caminando en una ruta corta que nos ha parecido a todos genial, hasta que nos hemos dado cuenta de que el trío de mujeres que debían seguir al grupo no está. —¿Dónde se han quedado atrás? —pregunto al resto, a ver si alguien sabe algo. —No sabemos, ellas siempre iban algo más rezagadas y de pronto ya no estaban —dice Alex con preocupación. Aparto a Bianca del resto del grupo para poder hablar con ella a solas. —Sabía qué estás me la iban a liar. liar. —Tranquila, no pueden andar muy lejos —asegura mirando hacia los lados. —Es mejor dejar al resto en el restaurante e intentar encontrarlas, si no avisaremos para que nos ayuden. —Ellas se han desviado hace un rato —suelta de pronto Enrique. —¿Por qué no lo has dicho antes? —le increpa Alex. Enrique se encoge de hombros y veo cómo Alex trata de calmarse. —Escucha —me indica Bianca agarrando mi brazo—. Voy a hablar con Alex, para tranquilizarlo, dejo al grupo en la parada acordada con el conductor del bus y vuelvo. Ve a hablar con Enrique, a ver si sabes dónde las perdió de vista. —Hazlo tú, por favor —me pide. —¿Yaa no te interesa? —¿Y —Nunca me ha interesado, Nerea —afirma con desgana. a los ojos porque mientras hacecomienza lo mismo,a siento queMe mequedo sobramirándola lo que llevo puesto miella cuerpo arder,
solo de imaginarme que puede besarme, Bianca se moja su labio inferior con la lengua para después morderlo. —Chicas, necesito encontrar a mi madre y sus amigas —dice Alex llegando a nuestra altura. Bianca habla con Alex, mientras yo voy a hablar con Enrique, que me que se teníaindica que hacer pis.habían desviado un momento porque Ana decía que Al final es Bianca quien los lleva mientras yo intento mirar por la zona sin ningún éxito. —¿Tee ha dicho por dónde se han separado? —pregunta de pronto —¿T Bianca que ya ha regresado y no me había dado cuenta. —Sí, pero por donde dond e me ha dicho no hay nada, debemos ir un poco más hacia atrás. Nos ponemos a caminar en dirección contraria a la que íbamos en silencio. —¿Por han hecho? —pregunta sin parar de mirar a los lados. —Ana, qué teníaloganas de hacer pis. No llevamos más de cien metros y escuchamos voces. —Pero qué cojones… —protesto al ver a las tres señoras jugando con la nieve. Las tres paran de golpe y nos miran intentando recomponerse, ahora mismo es como si Bianca y yo fuéramos las adultas y ellas tres unas niñas pilladas en alguna jugarreta. —Tiene una explicación —comenta Ana sacudiendo la nieve de su ropa. —Seguro que tienes, pero puedes inventarte extraordinario para ellasusto que nos han ya pegado —indico cabreada.algo —Yoo tenía ganas de hacer pis, vamos que me meaba, Esther también —Y y decidimos apartarnos un poco. —Debieron de avisar —la interrumpo en su relato. —Es mejor que volvamos, ya nos cuentas por el camino —dice Bianca mirando el reloj. —Sois unas aburridas, las dos —protesta Ana mientras camina. Suspiro por no matar a esa mujer, las otras dos han permanecido calladas. Bianca y yo nos ponemos a caminar cuando escucho que algo impacta en Bianca. —Joder —protesta para girarse a ver a las tres mujeres.
Las tres tienen una bola de nieve en las manos y yo miro a Bianca con terror, ya que veo que ahora Esther lanza la bola e impacta en mi pecho. —No somos unas crías… No sigo con la frase porque las tres lanzan una bola a la vez, lo que hace yo me encoja para con quelas nomujeres me dé yque veo cómo Bianca coge nieve que y comienza una guerra tenemos en frente. Escuchar la risa de Bianca hace que me quede mirándola, hasta que una bola me impacta en la cara y hace que vuelva a la realidad. —¡Podéis parar! —grito desesperada —Vamos, —V amos, Nerea, hay que qu e disfrutar de los placeres de la vida —dice Carmen mientras ríe. —Bianca, por favor, para, debemos volver. La veo con una bola en la mano mientras las otras tres mujeres gritan que me la lance. —No lo ignora hagas —amenazo levantando la mano. Ella me y lanza la bola que impacta contra mi estómago, no duele, apenas lo noto, pero haberme desobedecido me enfada. Siento como las mujeres gritan eufóricas y aplauden a Bianca mientras yo cada vez estoy más enfadada, camino a paso firme hacia Bianca. Mi cuerpo impacta contra el suyo y hago que siga avanzando hasta que el cuerpo de la mujer que tengo delante termina contra un árbol. No puede seguir retrocediendo, dejo de escuchar a las mujeres y miro los labios de Bianca. Ella alza la mano con una bola de nieve y la atrapo, mientras mis ojos siguen clavados en su boca. Ya no ríe, y su respiración al igual mía, se haimpacta vuelto pesada. Siento como unaque bolala de nieve en mi espalda y hace que salga del estado en que me ha dejado Bianca. Cabreada me agacho en el suelo y lanzo una bola que impacta en la cara de Ana, que parece ya no hacerle tanta gracia, aunque sus dos amigas se rían mientras ella protesta limpiándose. —Nos vamos, ¡ya! —ordeno—. Sé está haciendo tarde, y tu hijo está preocupado. Así que andando —digo sin mirar a Bianca. Las mujeres comienzan a caminar para llegar al sendero, yo lo hago detrás de ellas y no soy capaz de mirar atrás a ver si Bianca viene o no. Llegamos en silencio hasta donde está el resto del grupo y nos dirigimos al bus para que nos lleve hasta la cafetería de la estación y
terminar el día de hoy. hoy.
Capítulo 10 Nerea La mañana siguiente llego a las ocho de la mañana, como me había indicado Javier anoche, porque necesitaba hablar con nosotras. Soy la primera en entrar, me dirijo a la barra y saludo a Paloma y esta vez me ofrece cruasanes que acepto. Tomo asiento en la mesa y espero a que lleguen mis compañeros. El primero en aparecer es Javier, que se extraña al verme ya allí tan pronto, mira su reloj para después tomar asiento. —Pues sí que has sido puntual —dice entrelazando sus manos. —Me has dicho a las ocho y eso e so he hecho. Necesito que qu e este grupo se vaya ya —confieso. —Quizá tus deseos se hagan realidad. —¿En serio? ¿Se van? —Espera a que llegue Bianca y hablamos. —Da igual, después se lo cuentas a ella —resuelvo para saciar mi curiosidad. Javier niega con la cabeza mientras ahora Paloma toma nota de su desayuno. —Buenos días —saluda a Bianca, para dirigirse a la barra. —¿Qué tal con ella? —pregunta Javier. Javier. —Siempre pienso que me quedan menos días que al principio para perderla de vista. Javier pone los ojos en blanco y no dice nada más hasta que Bianca se sienta. —Bueno, chicas, Paolo ha decidido que después de lo de ayer con el trío de mujeres es mejor que hoy sea el último día de actividades, después ya que vayan al Spa. Sobre el dinero, os pagará la semana
completa, por eso no os preocupéis, lo único que pide es una cena todos juntos, esta noche. —¿Una cena, por qué? —pregunto sin entender el motivo. —La razón que me ha dado es que, como ya no os verán más, quieren despedirse de vosotras y la forma de agradeceros el trabajo es invitarnos a todos a una cena. —¿Dónde? —pregunta Bianca con curiosidad. —Se hospedan en el Sport Hotel Hermitage & Spa —Iremos —asegura Bianca por las dos. —No, guapa, yo no pienso ir, vas tú. tú. —Me llamo Bianca —dice ella inclinándose en la mesa—. Y vamos a ir a ese hotel a cenar con nuestro grupo. —Sé cómo te llamas, mi rodilla me lo recuerda cada vez que me duele. —Lo de tu rodilla fue culpa tuya. Si eres una profesional como dices .
irás a esa cena. —Claro que soy profesional en mi trabajo —aseguro enfadada. —Pues demuéstralo, irás a esa cena y me perderás de vista, ¿no es eso lo que quieres? —Por supuesto, no quiero volver a verte. —Pues ya está. Javier, iremos a la cena. ¿Nos recogen o debemos ir nosotras? Me quedo sin palabras ante la seguridad que acaba de mostrar Bianca, no soy capaz de replicarle, aunque desee gritarle y decirle que ella no puede decidir por las dos, que perdió ese derecho si es que un día lo llegó ordenado a tener. Veo cómo distraída Javier,ircomo no me hubiera hacer algohabla que no quería, con no deseo a esa si cena porque estará ella y aunque me joda reconocerlo me acelera el pulso. Me asusta pensar que lo único que quiero y deseo es pasar una noche junto a ella y saber si siento lo mismo que sentí en los vestuarios cuando teníamos dieciséis años. Ya es la hora de salir y Bianca lo hace, mientras yo sigo sentada junto a Javier que me mira extrañado. —¿Estás bien? —Sí. ¿Cómo voy a la cena? —pregunto poniéndome de pie. —Tee pasarán a recoger. —T recoger. Camino a la salida para ir al bus, pero Javier detiene mi avance.
—Espera, Nerea. —¿Qué quieres? —Es solo una cena, no vas a tener que volver a verla. Admito que no ha sido una buena idea contratarla, pero somos amigos, competimos juntos, estudiábamos juntos, erais inseparables. Mira que Amber me advirtió seríavez idea —indica con frustración. —Puesque la esto próxima vmala ez haz caso a tu mujer —le increpo para seguir segu ir caminando hacia la salida. Nos subimos al autobús e indico que nos dirigimos al sector de Canillo, allí haremos varias actividades entre ellas un juego de realidad virtual. Es un parque familiar. —Mamá, por favor no te vayas a subir a eso —ruega Alex a Ana al verla subida en una bicicleta de nieve. —¿No había que vivir la aventura? —dice ella con los brazos en alto. puedo parar cabrona se va amientras matar como se tire con esoNomontaña abajo,desureír, hijoesa está desesperado las amigas las animan a que lo haga. —Si lo hace, va directa al hospital —susurra detrás de mi Bianca. Bianca. Al escucharla se me eriza la piel, notar su respiración tan pegada a mi oído hace que deje de reír de golpe y me estremezca. No me giro, porque sé que si lo hago el deseo podrá más que mi voluntad, así que camino con paso firme hasta donde está Ana. —No hagas sufrir más a tu hijo, y baja anda —le pido amable. —¿Por qué siempre tienes que quitarme todo lo que qu e me divierte? — pregunta de laque bici.no te ibas a tirar, —Tú ybajando yo sabemos tirar, di que te lo he prohibido. —¿Por la tirolina sí que podré? —pregunta entrecerrando los ojos. —Puedes, realmente puedes hacer lo que quieras, pero no te mantienes en unos esquís, y quieres tirarte montaña abajo con eso — digo señalando al MoonBike. —Sé montar en bicicleta, eso es lo mismo. —No es lo mismo, Ana, ni el suelo donde te desplazas es el mismo. —Bueno, chicas, la aguafiestas no quiere que me tire. Así que vamos a lanzarnos en, ¡tirolina! —grita alzando los brazos. Miro a Alex y niega con la cabeza mientras se acerca a mí, puedo leer gracias en sus labios. Me giro para ver a Bianca y está hablando
mientras se ha puesto a caminar justo detrás de la líder de todos, Ana, esa mujer puede conquistar cualquier cosa. El Everest, si se lo propone lo subiría, no sé si ella caminando o encima de alguien, pero ella llega a la cima, seguro. Terminamos pasando un día divertido, más de lo que esperaba, Ana se ha comportado y se tirado comovirtual una niña por todo lo que hemos visto, ahora estamos enha él de realidad haciendo cola. —A mí esas cosas me marean, creo que por hoy ya está bien — indica Ana sentándose en la entrada de la atracción. —Venga, —V enga, Ana, vamos juntas —le propongo. Ella niega, pero, en cambio, sus amigas sí que suben, yo decido quedarme fuera con Ana mientras el resto hace cola para subir. —¿Tú no vas? —pregunta extrañada. —Yaa me he subido otras veces, y debo reconocer que estoy cansada. —Y —¿Irás esta noche a la cena? —pregunta después de llevar unos minutos silencio. —Iré, en aunque no quería. —Lo pasarás bien, Paolo en esos casos no escatima en gastos y se come muy bien en el restaurante del hotel. —¿A qué se dedica la empresa? —Diseñamos mobiliario de oficina, hacemos proyectos de grandes cadenas. —¿Eres su secretaria? Ana se ríe al escuchar mi pregunta y niega con la cabeza. —Soy Ingeniera, realmente soy jefa de proyectos. —No jodas —suelto, poder controlarme. —Sé la imagen quesin proyecto mucho de las veces, pero no va conmigo tener un palo metido por el culo, lucho por la igualdad en el trabajo, y porque mis compañeras tengan las mismas oportunidades. —¿Carmen y Esther? —Carmen es mi ayudante, mi mano derecha, mi todo en esa oficina, ella se ocupa de los plazos y de gestionar que el proyecto se termine, si no fuera por Carmen, siempre presentaría fuera de plazo. Esther trabaja en recursos humanos. Nos mantenemos nuevamente en silencio, no pensaba que esa mujer alocada pudiera tener un cargo de responsabilidad en una empresa. —¿Y tú qué? —se interesa ahora Ana.
—Pues ya ves, profesora de esquí. —Pero eso es por temporada, ¿el resto del año qué haces? —Estudié turismo, soy guía oficial en Cataluña, así que en verano trabajo para una empresa de excursiones y en invierno vengo a Andorra. Hablar con Ana hace que se me pase el tiempo volando y cuando me quiero dar cuenta están todos fuera esperando para dirigirnos a coger el autobús y volver a nuestro destino, aunque esta noche tendré que salir a cenar.
Capítulo 11 Bianca He decido ir a la cena en taxi, no quería compartir el mismo espacio que Nerea, sobre todo para que ella no se sintiera incómoda, bastante he tensado la cuerda como para que huya y no quiera venir. Estoy hablando con algunos del grupo cuando veo a Javier entrar y eso significa que ya han llegado y es así, ya que justo detrás de él está ella. Se quita el abrigo y mis ojos no pueden apartarse de esa mujer. Bebo de mi copa intentando disimular lo que provoca en mí, pero mi inconsciencia hace que siga mirándola, tengo los ojos clavados en ella y la sigo con la mirada. —Hola —escucho a mi lado haciendo que mire hacia la voz que me saluda. Cuando me giro veo que es Enrique, suspiro y me digo que solo tengo que soportarlo hoy y ya está, que mi propósito es Nerea, no ese hombre ni ninguno que esté en esta cena. —Hola —saludo intentando ser agradable. —¿Me preguntaba si quería tomar una copa? —Yaa tengo una, muchas gracias —revelo levantando la copa que —Y llevo en la mano. —Está vacía —señala él. Miro y lo que dice es cierto, veo pasar a un camarero con una bandeja y cojo una copa dejando la vacía. —Solucionado —indico mostrando mi mejor sonrisa. —Yaa veo, yo solo quería disculparme por mi comportamiento, no ha —Y sido el más indicado. —Está todo bien, Enrique. Solo hay que tratar a las mujeres con respeto, y llamarlas por su nombre, eso debes tenerlo claro.
—¿Crees que ella? —pregunta haciendo que mire para donde me señala él. —¿Nerea? —Sí. Bebo mi copa mientras él espera expectante que le diga algo, sé perfectamente que el interés de Nerea por los hombres es nulo, y que el pobre que tengo al lado está demasiado despistado para darse cuenta de ello. —No creo que sea buena idea —indica Alex mientras pone una mano en mi cintura y alzo la vista para mirarlo. Él me sonríe y yo en lugar de apartarlo dejo que siga con su mano ahí, porque me transmite seguridad, esa que no me da Enrique. —Qué sabrás tú de eso, si eres… —Da igual lo que sea, tengo ojos en la cara y esa mujer increíble no está interesada en ti, Enrique. —Que conteste ella —exige,con señalándome. —Estoyme totalmente de acuerdo Alex en todo, desde que es una mujer increíble hasta que ella no tiene ningún interés en ti, si lo hubiera tenido ya lo hubieras sabido. Veo que se acerca Nerea a saludar y Alex va a retirar la mano y yo la atrapo con fuerza haciendo que él me miré sin entender por qué lo hago. La realidad es que ni yo misma lo sé, pero siento vértigo al verla acercarse tan decidida en nuestra dirección junto a Javier. —No me sueltes —susurro a Alex. Parece que Alex ha ignorado mi comentario porque según llega Javier a nuestra quita saludarlo. Miro aestoy Nereayo.que empieza a saludaraltura al resto delala mano gente para y ahora vuelve donde —Hola —saludo. —Ah, hola, no te había visto. Debe ser que ya empiezas a ser invisible para mí. —Llevo siendo invisible años —respondo para alejarme de ella. Espero que Paolo se digne a venir y podemos pasar a comer, pensaba que esto podía ser una buena idea, pero ya no lo tengo tan claro. —¿Estás bien? —pregunta Alex a mi lado. —No, te dije que no me soltaras.
—Disculpa, no creo que sea correcto que te fijes en un hombre casado. —¿Qué dices, Alex? —Javier, está casado. —Yaa sé que Javier está casado, somos amigos desde la infancia. —Y Alex me mira y después lo hace en dirección al grupo y vuelve la mirada hacia mí, tiene el ceño fruncido mientras su cabeza debe de estar poniendo los pensamientos en orden. —Joder, es ella —suelta por fin. —Tee ha costado, ¡eh! —indico dándole un golpe en el antebrazo. —T —Díselo. —Es complicado, Alex. —Las cosas co sas las complicamos co mplicamos nosotros n osotros mismos, Bianca. Dile lo que q ue sientes, cómo te sientes y sobre todo lo que te hace sentir —indica acariciando mi brazo. quehice, Alextengo tieneque razón quiero Nerea perdone lo que unaSévez ir a si hablar conque ella, perome el miedo mepor paraliza. —¿Y si me rechaza? —pregunto mirándolo fijamente. —Si te rechaza sigues adelante con tu vida, Bianca, pero no te agarres a algo que puede ser y no sabes si será o no. Asiento con la cabeza mientras vuelvo a beber de mi copa. Por suerte Paolo ya ha entrado al salón donde estamos esperando todos y ahora nos indican donde tenemos que dirigirnos para cenar. Una vez todos sentados en una mesa enorme que han dispuesto y en la que nos ha tocado una en frente de la otra, miro a Alex que está tres puestos a la derecha. Me sonríe mientras me guiña ojo, muerdo mi labiomás inferior inconsciente, es como si él supiera miselpecados y el delito que puedo cometer y me está animando a ello, pero cuando vuelvo a mirar al frente me encuentro con la mirada seria de Nerea. Me doy cuenta de que puede pensar que entre Alex y yo puede haber algo, sin embargo, esa opción la descarto enseguida, ya que no puede ser que Nerea no se haya dado cuenta de que me pone nerviosa o me muera de ganas de besarla. Noto el calor como sube hasta mis mejillas y estiro el cuello de mi jersey para que, entre algo de aire, ahora mismo tengo demasiado calor. —La verdad es que tienen la calefacción un poco alta —dice una chica a mi lado.
Sonrío para ser cortés, no es una de nuestro grupo, imagino que es alguien que estaba con Javier practicando esquí. Por suerte traen la comida y Alex ha decidido sentarse a mi lado, la chica que estaba le ha cambiado el puesto. Comemos y bebemos mientras hablamos, también reímos, Alex es un tío de puta madre y por un momento me ha hecho olvidar que, frente a mí, está ella. Me ha contado cuando le dijo a su madre que realmente le gustaban los hombres y como Ana le dijo, que a ella solo le contara cosas importantes, que con quien se acostaba no le interesaba. —Siempre he tenido la libertad de poder ser quien realmente soy — confiesa feliz. En ese momento siento envidia, una que es sana, o al menos eso quiero pensar, porque yo no he podido decirles a mis padres quién soy, ni lo que me gusta. Ellos dieron por hecho que lo correcto era hacer lo que ellos iban decían y no salirme de lanada, ruta marcada, mientras veía los días pasando sin hacer solo dejarme llevar porcómo sus exigencias. Hasta que me casé y pude ser libre con mi marido, a él si pude contarle quién era realmente y me respetó en todo momento, pero el destino tenía otros planes y era arrebatármelo y volvía a estar en la casilla de salida. Ahora tengo la oportunidad de arreglar lo que una vez hice, solo necesito tener un poco de valor. No sé cuánto tiempo llevo absorta en mis pensamientos, pero es Alex quien me acaricia el antebrazo y yo vuelvo a la realidad, miro al frente y no la veo y vuelvo a mirarlo a él. —Ha ido al baño —responde para satisfacer mi curiosidad. —Vuelvo —V uelvo enseguida —digo levantándome. Aparto la silla y cuando me voy a dirigir al baño me doy cuenta de que no sé exactamente dónde está. El salón es inmenso y ni siquiera sé en qué dirección se ha ido Nerea. —Al fondo a la derecha —indica Alex con una sonrisa. —Gracias. Camino con paso firme hacia la dirección que me acaba de indicar mi cómplice y solo espero que no haya gente esperando y pueda verla dentro de los baños. Al llegar suspiro porque por suerte no hay nadie, pero cuando entro si veo a dos mujeres en los lavabos hablando en francés, las saludo
amablemente mientras miro a ver dónde puede estar Nerea. Hay dos puertas cerradas, una de las puertas se abre y cuando miro es Nerea, entro en el habitáculo haciendo que ella vuelva a entrar. —¿Qué coño haces? —pregunta sorprendida. —Lo que no hice en su día —digo atrapando su cuerpo contra el mío y la pared. —Esto es acoso laboral —protesta sin oponer resistencia. Agarro su cintura y aunque me muera de ganas de besarla no quiero hacerlo, sé que no es el lugar más indicado para hablar, pero o lo hago ahora o creo que seguiré siendo la misma cobarde que, espera que pase algo y se arreglen las cosas con ella por pura magia. —Lo siento —confieso, apoyando mi frente a la suya—. Era una cría y no supe reaccionar en aquel momento… —Sí que lo hiciste, me apartaste de ti y me dejaste bien claro que me alejara —me aparta enfadada. —No eso, Nerea intentando acércame de nuevo. —Puesquería no parecía eso,—respondo después de la estúpida rivalidad entre nosotras. —Quería que me odiaras. —Pues lo conseguiste, y encima la lesión fue por tu culpa. —Eso no fue mi culpa y lo sabes, también fuiste competitiva y te empeñaste en hacer aquella estúpida carrera. —¡Sí que fue tu culpa! —grita enfadada mientras pone su mano en mi pecho para que no me acerque. Miro la rabia en los ojos de Nerea, aunque ahora noto cómo su respiración agitadeallaigual queforma la mía. su mano y la frentes aparto para volver aseestar misma que Agarro al principio, nuestras unidas mientras me muero de ganas de besarla. —Tee odio —dice con un hilo de voz. —T —Yoo no, yo me muero por besarte, arrancarte la ropa y volver a —Y rozar tu piel desnuda con la mía. Siento tanto como hice las cosas, Nerea. Estoy haciendo un esfuerzo sobrehumano por no besarla y arrancarle el jersey que lleva, pero este no es el lugar ni el momento oportuno, y como veo que Nerea se ha quedado muda, aunque respire con dificultad, decido que es mejor volver a mi asiento en la mesa.
Me aparto de Nerea y me humedezco los labios, ella los mira ahora con deseo, sé que he despertado algo en ella, aunque se resista a reconocerlo. Quito el pestillo y abro la puerta cuando la mano de Nerea me aprisiona el brazo y la miro frunciendo el ceño. —¿No vas a besarme? —pregunta agitada. Niego con la cabeza y ella suelta el agarre y salgo de ese habitáculo, fuera ya no hay nadie y camino en dirección a la salida del baño. —Solo has venido a calentarme —escupe cabreada. Sonrío sin que pueda llegar a verme, porque sé que esto ha servido para decirle a Nerea que me muero de ganas de estar con ella. —¡Tee odio! —vuelve a gritar tras cruzar la puerta. —¡T Cuando me siento al lado de Alex, me sonríe y espera a que esté sentada para preguntarme. —¿Qué ha pasado? —Nada —contesto mirando al fondo del d el pasillo para ver que Nerea viene haciaparece nosotros. —Pues que está cabreada —razona él al ver a Nerea. —Puede ser —respondo encogiéndome de hombros. —Y después desp ués dicen que los hombres somos so mos complicados co mplicados —comenta poniendo los ojos en blanco.
Capítulo 12 Bianca Cuando terminamos de comer vamos al bar del hotel y nos tienen reservada una zona donde hay sofás. Nerea no me ha dirigido la palabra después de lo que pasó en el baño y yo cada vez deseo más besarla. Habla animadamente con Ana, Esther y Carmen, mientras yo sigo con Alex. —Crees que el camarero… —me dice alzando la vista para que mire en la dirección que me indica. —Inténtalo —le animo al ver a la persona que me dice. —Ya, —Y a, qué fácil es verlo desde fuera. —Pues, ¿para qué preguntas? Te gusta el chico, por lo que se ve él no deja de mirar. Ve y háblale. —¿Por qué q ué tú no n o haces lo mismo? —pregun —pregunta ta colocándose co locándose frente a mí. —Yaa lo hice en el baño y no quiero volver a cagarla. —Y —No ha dejado de mirarte. —Alex —suspiro tras decir su nombre—. Necesito que sea ella quien del paso —reconozco por fin. —¿Y si no lo hace? —Joder, pues no lo sé. ¿Puedes dejar de hacerme preguntas? —digo bebiéndome la copa de un trago. La dejo encima de la mesa alta y me dirijo hacia el exterior, el frío me golpea según pongo un pie en la terraza y me abrazo el cuerpo. Veo que hay unas estufas de exterior y me dirijo a una de ellas, no quiero volver a entrar para coger el abrigo, necesito aire. Las preguntas de Alex me hacen darme cuenta de que quizá ya sea todo tarde con Nerea y la angustia se apodera de mí para instalarse en mi pecho.
Me apoyo en la barandilla e intento respirar y poner claras mis ideas, porque me cuesta creer que para ella no signifique nada, sentí cómo respiraba, como temblaba cuando estuve a punto de besarla y como me reprochó por no hacerlo. Pero la realidad es que no sé lo que siente Nerea, ni siquiera sé con certeza si está con alguien, según Javier no. Noto que alguien se acerca y cierro los ojos intentando respirar y contener todo lo que estoy sintiendo ahora mismo, cuando dejo de escuchar los pasos, suspiro sabiendo que Alex no se va a rendir tan fácilmente y me va a dar la noche. —Joder, Alex, quieres dejarme en paz —exijo desesperada mientras me giro. —Perdona, no quería molestar —dice Nerea agachando la cabeza. —Lo siento, pensaba que era… —Alex —termina ella por mí. Asiento mirándola a los anteNerea. ella yElla necesito controlarme y saber qué es loojos, que estoy quiereperdida realmente sigue parada frente a mí, observándome sin decir una sola palabra y yo quiero que hable, que me insulte, que me diga lo que me tenga que decir, pero que reaccione de una vez. —Es mejor que me vaya —logro decir conteniendo las lágrimas. Paso por su lado y Nerea atrapa mi mano y quedamos una al lado de la otra, hombro con hombro sin decir nada. Siento sus dedos aferrarse a los míos, mientras su respiración se acelera. —No te vayas, por favor —suplica en un susurro. Me deshago de sudiga mano y vuelvo a apoyarme esperando que Nerea lo que tenga que decirme. en la barandilla, —¿Por qué no me besaste? —pregunta seria. Suspiro con desesperación esto en un jodido error. —Esto es un error —respondo para marcharme. —¿Piensas huir otra vez? Paro de caminar y me giro para mirarla y doy dos pasos para acortar nuestra distancia. —No huyo, Nerea, pero no sé qué es lo que quieres. Lo hice mal, todo, pero ya no soy aquella adolescente. Tuve miedo de mis padres y seguía sus directrices. —Tee casaste —escupe enfadada. —T
—Sí, me casé, con un hombre estupendo que por suerte jamás me exigió absolutamente nada. Dentro de la farsa de vida que me habían montado mis padres estaba él, y gracias a Abel pude dejar de tenerles miedo a mis progenitores. Me equivoqué, y lo siento tanto, pero nunca dejé de intentar saber de ti, sé cada una de las parejas que has tenido. Noelia, Susana, Verónica y la última; Sofía. Odié a todas y cada una de esas mujeres, porque ninguna era yo. No podía hacer nada, Nerea, el miedo me paralizaba, enfrentarme a mis padres no era una opción, Abel me decía que me estaba equivocando, sin embargo, con él estaba tranquila e intenté acallar mi mente, conocí a otras chicas, pero ninguna eras tú. Una lágrima traicionera se escapa de mis ojos y la limpio rápido, miro al cielo porque no puedo mirarla a ella ahora mismo a la cara. —¿Qué ha cambiado ahora? —pregunta con voz temblorosa. —La muerte de Abel. La vida es eso que pasa entre que te preocupas cosas que fue nola debes mientras dejas escapar las importantes.por Volver a verte sensación más placentera que jamás he tenido, aunque me odies. —No te odio —confiesa mirándome directamente a los ojos. —Lo disimulas muy bien —respondo mordiendo mi labio inferior para contener las ganas que tengo de llorar. Nerea pasa el reverso de la mano por mi mejilla y yo la atrapo con mi hombro para dejar un beso en ella. Levanto la mirada y la veo mirarme. —No me has respondido a la pregunta. ¿Por qué no me has besado antes? —Porque yo no tengo ese derecho, lo perdí el día que qu e te empujé en los vestuarios —reconozco con tristeza. Veo que Nerea levanta la mano y me giro para mirar quien se acerca, es Javier con un grupo de gente, vuelvo a mirar a Nerea y esta me agarra del jersey y me pega a ella. —¿Entonces yo puedo besarte? Porque me muero por hacerlo. Asiento y noto como su mano va a mi cuello y como atrapa mis labios entre los suyos. Me agarro a su cintura porque siento vértigo, lo que me hace sentir Nerea, no se puede explicar con palabras, simplemente se siente y ahora mismo siento que mi mundo tiene
sentido, que da igual lo que pase, que me da igual enfrentarme a quien tenga que hacerlo, pero quiero que sea junto a ella. Nerea pega la frente a la mía tras romper el beso y nuestras respiraciones se entrecortan. Una ráfaga de aire nos hace estremecernos y ya no controlo las lágrimas que recorren mi cara sin control mientras ella intenta limpiarlas. —He sido una gilipollas —confiesa cogiendo mi cara entre sus manos—. Lo siento. Nerea me abraza y yo le devuelvo ese abrazo, me aferro a su cuerpo como si fuera la última gota de agua en un desierto. No quiero soltarla, encajo mi cara en el hueco que hay entre su hombro y su cuello y aspiro el olor a hogar que desprende esa mujer. —Chicas, no quiero joder esto, pero ha bajado mucho la temperatura, es mejor que entréis —indica detrás de nosotros Javier. —Yaa vamos —informa Nerea sin soltarme. —Y Me separo un poco de ella y vuelve a agarrar mi cara entre sus manos. —Es mejor entrar o nos pondremos malas —dice dejando un beso en mis labios. —Puedo cuidar de ti —respondo sin soltarme de su cintura. —Muy tentador, pero creo que nos pondremos las dos malas y quiero probar un poquito de Bianca —comenta alzando una ceja. —Necesitamos un taxi —respondo separándome de ella para tirar de su brazo al interior. Nerea sonríe y yo paro mi avance y vuelvo a mirarla. —Me encanta cuando —reconozco mordiendo su labio inferior. inferior. —Joder, no hagas eso,ríes Bianca. —¿El qué? —pregunto pegándome a ella para provocarla. —Esto —dice y ahora es ella la que muerde mi labio inferior mientras agarra mi culo para pegar nuestros pubis. —Larguémonos de aquí. Agarro a Nerea de la mano y caminamos con paso firme y rápido hacia el interior del bar con el objetivo de salir del hotel juntas.
Capítulo 13 Nerea —¿A dónde vais? —pregunta Javier. Javier. —Creo que es evidente, Javier —digo deteniéndome sin soltar a Bianca. —No podéis marcharos, Paolo quiere hacer un brindis. Suspiro desesperada mientras veo que Bianca se pega a mí y se agarra de mi cintura. —Podemos esperar unas horas, hemos he mos esperado años —susurra para que no pueda oírla Javier. Siento un escalofrío recorrerme el cuerpo, su voz hace que mi deseo por estar con ella crezca cada vez más. Miro con deseo a Bianca y por un momento me olvido del sitio donde estamos y que hay gente que nos pueden ver. Coloco mi mano en su nuca y la pego a mí para besarla. —Mierda —escupe Javier. Javier. Me separo de ella y vuelvo a mirar a Javier haciendo morritos. Él se ríe y niega con la cabeza mientras mi cara más chantajista sale a la luz. —Largaos, ¡ya! —exige mientras se da la vuelta. Agarro a Bianca de la mano de nuevo y caminamos hasta estar en la recepción del hotel. Cogemos nuestras chaquetas y salimos, esta vez gracias al abrigo que nos protege, no sentimos tanto frío. —¿Dónde tienes el coche? —pregunto mirándola. —He venido en taxi. Suspiro y miro alrededor, mientras pienso en cómo vamos a llegar a mi casa. —Espérame aquí, pediré en la recepción que llamen a un taxi. Bianca desaparece mientras yo meto las manos en el abrigo, sonrío al recordar lo que ha pasado hace un rato y no me parece justo que ella
haya expresado todo lo que siente mientras yo apenas he hablado. Tendré que contener las ganas que tengo de ella. —Ya, —Y a, en unos minutos lo tendremos tendremo s aquí —indica abrazándome por detrás. —Bianca, yo… —digo girándome para mirarla a la cara. —¿Te has arrepentido? —pregunta desconcertada. —¿Te —No, claro que no —respondo confusa, no entiendo que haya podido pensar eso—. Tú me has dicho lo que sientes mientras yo… —¿Qué sientes? —Que también he sido una gilipollas, que podía buscarte y no lo hice, que me limité a odiarte, aunque intentaba también saber de ti por Javier. Cuando supe que te casabas, estuve a punto de venir a buscarte y decirte que no lo hicieras, pero fui una cobarde y me era más fácil culparte a ti de todo, que admitir que yo también me estaba equivocando. Como te he tratado estos días, solo intentaba protegerme, cuando manostú.sePude tocaron, sentí por que qué estabamisperdida, que siempre nuestras habías sido entender relaciones terminaron en fracaso. Paro de hablar mientras intento relajarme, Bianca se ha mantenido en silencio, las lágrimas comienzan a salir y me las limpio rápido. —¿Por qué fueron un fracaso? —Porque ninguna de ellas eras tú —reconozco mordiendo mis labios. Ella agarra mi cara y me besa, es un beso suave. Cierro los ojos al sentirla y la abrazo, sé que no quiero volver a hacer más la gilipollas con ella.eso Nooquiero perder de estala oportunidad que nos ha brindado el destino, la terquedad mujer que tengo delante, pero de lo que estoy completamente convencida es que quiero intentarlo con ella. Es el sonido de un motor el que nos hace separarnos y miramos hacia la carretera viendo cómo es el taxi. —Vamos —V amos a mi apartamento —digo cogiéndola de la mano con decisión. Una vez dentro indico al conductor la dirección, por suerte son diez minutos, es el tiempo en que Bianca me hace caricias en la mano y deja que apoye mi cabeza en su hombro, mientras ella acaricia mi mejilla.
Una vez llegamos, saco la tarjeta y el taxista se cobra para después bajarnos del coche. —Bueno, recuerda que no vivo aquí y solo alquilo… Bianca no me deja terminar porque su lengua ahora mismo está dentro de mi boca. —Me da igual, pero entremos de una vez. Nos metemos por un lateral de la casa y accedemos al pequeño apartamento que me alquilan los dueños de la casa. —Elia dice que es un zulo —digo una vez abro la puerta. —¿Quién es Elia? —pregunta acorralándome contra la pared de la entrada. —Una amiga. —¿Solo amiga? —pregunta susurrando en mi boca. Asiento y comienza a quitarme el abrigo para después ella hacer lo mismo con el suyo, cierro la puerta con la pierna cuando Bianca se separa Sacay el jerseya por mielcabeza sus cuando manos recorrenunmipoco. cuerpo vuelvo sentir mismomientras deseo que éramos adolescentes. Ella sigue pegada a mi cuerpo y tras quitarme la blusa se separa un poco y contempla mi torso solo con el sujetador. —¿Tee gusta lo que ves? —¿T —Me encanta —responde. Agarro a Bianca por el jersey y la vuelvo a pegar a mi cuerpo para que su lengua vuelva a recorrer mi boca. Mi respiración se agita e intento torpemente quitarle el jersey, cuando lo consigo, recorro su cuerpo con mi mirada y coloco mis manos en la cintura de su pantalón mientras lo pubis, desabrocho besarla. Meto unademano sus bragas y su buscoyelvuelvo punto aexacto donde debo tocar,entre cuando aprieto, ella agarra mi mano man o y me hace hac e parar. —Tee necesito ya, Nerea —dice con deseo. —T Caminamos hasta mi cama mientras nos besamos, bajo mis pantalones a la vez que mis bragas y veo que ella hace exactamente lo mismo, pero Bianca tiene otros planes porque tira de mí y me lleva hasta el sofá haciendo que me siente mientras ella se sube a horcajadas. Desabrocha su sujetador y deja su busto expuesto ante mí. Atrapo sus pechos con mis manos mientras paso la lengua por ellos. Noto la agitación que tiene e intenta rozar su pubis contra mi muslo,
agarro su cintura para que pare y veo el desconsuelo en los ojos de Bianca. Tras besarla bajo una mano y noto como la humedad recorre mi mano una vez tengo dos dedos dentro de ella. Toco el clítoris con el pulgar mientras ella no para de moverse para que el contacto sea mayor. Noto mi sexo palpitar y cuando escucho los jadeos de Bianca no puedo aguantar y meto una mano entre ella y yo para tocar mi sexo mientras la mujer que tengo encima se agarra al sofá y no para de moverse. No aguanto demasiado y soy la primera en gemir tras llegar al orgasmo, ella lo hace a los pocos segundos después de escucharme. Apoya su frente en la mía, nuestras respiraciones son agitadas, como si hubiéramos estado corriendo una maratón, pero con una sonrisa en los labios que difícilmente se nos borrara.
Epílogo
Un año después.
Bianca.. Bianca
Me despierto y me giro en la cama, puedo ver el cuerpo desnudo de Nerea. Hace poco más de un año que decidimos que era hora de decirnos lo que sentíamos y terminamos en su casa calmando el deseo que sentíamos la una por la otra. Esas Navidades Nerea no quería hacer nada, decía que desde el fallecimiento de su madre nada era lo mismo. Con la ayuda de Elia logré que esa noche cenáramos todos juntos en mi casa. Fue una sorpresa para ella que su amiga estuviera allí, también vino Javier, Amber y las niñas. Nerea me ha dado la calma que necesitaba en mi vida, pensar que hui de ese amor durante años, duele, pero ahora ya estamos juntas y cada día con ella es diferente. A veces pienso que perdí mucho tiempo por los prejuicios e inseguridades, otras que llegó cuando tenía que ser. Lo que tengo claro es que somos dos mujeres adultas con las ideas claras y que nadie se interpondrá en lo que queremos o deseamos. —¿En qué piensas? —pregunta Nerea haciendo que la mire y sonría. Porque eso es lo que me pasa con ella, es una continua felicidad y la sonrisa tonta se me dibuja casi todo el día. También es cierto que discutimos, sobre todo porque es una cabezota, ella me dice que es
porque soy una niña caprichosa, lo que jamás hacemos es irnos a la cama enfadadas. —¿Vas —¿V as a contestarme? —dice colocándose en la misma postura que estoy yo, apoyada con la espalda en el cabezal de la cama. —En nosotras —respondo dejando un beso en sus labios. —¿Debo preocuparme? —No. Solo pensaba en lo que nos ha cambiado la vida en este año. Nerea apoya la cabeza en mi hombro y se mantiene en silencio, yo beso su cabeza y siento cómo la piel se le eriza. —Para mí ha cambiado para bien. Has hecho que las Navidades vuelvan a ser lo que un día fueron para mí, que mi vida haya cambiado en todo, que sea mucho más segura en lo que hago y que me quiera mucho más. Has dado luz a esas noches de oscuridad y vida cuando pensaba que no encontraría a nadie con la complicidad que tengo contigo. Nerea lapara de hablar porque siento calmarse. cómo la voz quiebra. Le acaricio mejilla mientras ella intenta Ellaseselesepara de mí, para ponerse de rodillas a mi lado y termina apoyando el culo en sus piernas para estar más cómoda. Miro a la mujer que tengo enfrente y me inclino para volver a besarla, no me sacio de sus besos y espero jamás saciarme del todo y desear siempre sentir sus labios en los míos. —Tee debo tanto en tan poco tiempo —susurra emocionada. —T —No me debes nada, cariño. Tú también haces que mi vida siga, eres el motor de todo. —¿Hasta cuándo te hago —comenta riendo con las lágrimas todavía saliendo de susenfadar? ojos. —Incluso hasta cuando te pones insoportable, porque realmente me muero por callarte la boca a besos y me resisto, he aprendido mucho autocontrol contigo. —Idiota —dice tirándome una almohada. —Esta idiota te ama con locura y quiero que cada día de nuestra vida juntas sea algo increíble. —Lo es —afirma—. Mírame ahora —dice abriendo los brazos—. Estoy en un hotel en Praga para pasar las Navidades con una mujer increíble.
Tiro del brazo de Nerea y la atraigo, ella se coloca a horcajadas encima de mí. Limpio su rostro de lágrimas y beso su frente para después bajar hasta sus labios. Ella intensifica el beso poniendo sus manos en mi cuello. Coloco las mías ahora en sus nalgas y hago que se pegue más a mí, un suspiro sale de sus labios nublándome el poco juicio que tengo. Pongo una mano en su pecho y comienzo a apretar su pezón. —Joder —suspira excitada. —Tee has portado muy mal, no debiste de meter la lengua en mi boca —T —susurro lamiendo su lóbulo. —No hagas eso, Bianca —dice atrapando mis muñecas para separarme de su cuerpo. Veo el deseo en los ojos de Nerea, es tan transparente su mirada que casi puedo saber en lo que está pensando, y ahora mismo sé que no quiere parar y que este juego que muchas veces hacemos va a terminar con las dos jadeando.tú, guapa. —Has empezado Muerdo mis labios y Nerea alza mis manos por encima de mi cabeza, ahora las sujeta con una sola mano mientras que con la otra baja acariciando mi cara y termina atrapando uno de mis pechos. Coloca la lengua en el pezón y lo lame para después succionar. Me está volviendo loca la tortura a la que me someto de forma voluntaria, pero el juego con ella es lo más placentero que he sentido jamás. —Fóllame —exijo cuando vuelve a mirarme. —Descarada —susurra en mis labios—. No sé si te mereces eso o continuar con mi tortura. intentando zafarme de su agarre. —Por favor —suplico Tras intentarlo varias veces por fin consigo colocarme encima de Nerea. Ahora soy yo la que hace que la espalda de ella esté en el colchón y sujeto sus manos como yo las tenía hace apenas unos pocos segundos. —Juguemos a tu juego —susurro en su oído. Recorro con una mano su costado hasta llegar a su pubis, no llego a tocarla como desea. Nerea se mueve intentando tener un contacto más directo, pero ahora quiero que se desespere y suplique. Intenta con desesperación colocarse encima, pero mi agarre es firme, coloco mi
pierna entre las de ella y eso hace que ella busque el contacto inmediato, la dejo unos segundos para después apartar la pierna. —No será tan fácil, cariño. —No puedo más, Bianca, te necesito ya. Intento seguir mi tortura, pero yo también necesito calmar el deseo que me hace sentir, así que suelto sus manos mientras coloco una directamente en su pubis para ir bajando, haciendo que el contacto le haga arquearse al notar como meto dos dedos en su interior. Terminamos agotadas en la cama, yo abrazando el cuerpo de Nerea y ella acariciando mi espalda como otras muchas veces. Nos saca de ese estado mi teléfono que comienza a sonar. —Es Elia —digo mostrándole el teléfono extrañada. Descuelgo y pongo el manos libres, no deja que hable, es ella la que habla. —Espero que esta noche no nos dejen plantados, habíamos quedado para en el pero claro, a saber lo Estoydesayunar aquí sola, enhotel, el mercado navideño de que unaestarías ciudadhaciendo. que no conozco, mientras mis amigas están haciendo vete a saber qué en la habitación del hotel. —Eres una un a dramática —suelta Nerea—. No estás sola, Alberto está contigo. —Pero Alberto no me entiende, no quiere ver los mercadillos, lo he tenido que traer casi arrastras. —Exagerada, dime dónde estás y vamos ahora. —Tee mando la ubicación. —T —Vale, —V ale, Elia, enseguida vamos a ese mercado —indico para que se calme. —Gracias, Bianca, estoy segura de que todo ha sido culpa de mi amiga. —Exacto, Elia, todo ha sido culpa de ella —respondo sonriendo. Cuelgo la llamada y Nerea se levanta de la cama, no dice nada, veo que se dirige al baño y yo voy detrás de ella para entrar juntas. —No, cariño, nos bañaremos por separado, no vaya a ser que por mi culpa nos volvamos a entretener. —Venga, —V enga, Nerea, déjame que entre contigo. —No —responde sonriendo mientras me cierra la puerta en las narices.
Cuarenta y cinco minutos después estamos en el mercadillo que nos ha dicho Elia, estas Navidades las pasamos con ella y Alberto que se han apuntado a nuestro viaje. Decidimos que siempre sería así, que pasaríamos las Navidades recorriéndonos los mercadillos navideños de distintos puntos del mundo y si algunos de nuestros amigos se apuntan siempre serán bienvenidos. La vida son momentos y nosotros decidimos con quien pasar esos momentos y quiero que siempre esté Nerea en ellos.
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