Vida Mistica

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LA VIDA MÍSTICA

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Si este libro le ha interesado y desea que lo mantengamos informado de nuestras publicaciones, escríbanos indicándonos cuáles son los temas de su interés (Astrología, Autoayuda, Esoterismo, Qigong, Naturismo, Espiritualidad, Terapias Energéticas, Psicología práctica, Tradición...) y gustosamente lo complaceremos. Puede contactar con nosotros en comunicació[email protected]

Título original: This Mystical Life of Ours Traducido del inglés por Elsa Gómez Diseño de portada: Editorial Sirio, S.A.

© de la presente edición editorial sirio, s.a. C/ Rosa de los Vientos, 64 Pol. Ind. El Viso 29006-Málaga España

editorial sirio

Nirvana Libros S.A. de C.V. Camino a Minas, 501 Bodega nº 8, Col. Lomas de Becerra Del.: Alvaro Obregón México D.F., 01280

ed. sirio argentina

C/ Paracas 59 1275- Capital Federal Buenos Aires (Argentina)

www.editorialsirio.com E-Mail: [email protected] I.S.B.N.: 978-84-7808-786-0 Depósito Legal: B-36.624-2011 Impreso en los talleres gráficos de Romanya/Valls Verdaguer 1, 08786-Capellades (Barcelona) Printed in Spain

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

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RALPH WALDO TRINE

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El New Thought –Nuevo Pensamiento– es una corriente filosófica que surgió en Estados Unidos hace unos ciento cincuenta años, impulsada por grandes pensadores como Emerson, Trine, Allen y Atkinson, entre otros. Rápidamente fue tomando cada vez más fuerza, mejorando la vida de muchas personas al elevar su nivel de conciencia y llegando, durante todo el siglo xx, a surgir grandes escritores. No es una religión –aunque de él emanaron algunas instituciones religiosas–, sino más bien una filosofía que proclama la necesidad de que tengamos una experiencia directa del Creador, sin intermediarios. Su mensaje central es que nuestro pensamiento da origen a nuestras experiencias y a nuestra visión del mundo; por ello, concede mucha importancia a una actitud mental positiva, a la meditación y a la visualización. En la colección New Thought estamos editando obras poco conocidas de este movimiento filosófico-espiritual, cuya influencia en nuestros días sigue siendo enorme.

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I

UN NUEVO COMIENZO

Al despertar del sueño y retornar a la vida consciente, nos hallamos en un estado de receptividad particularmente sensible. Las relaciones con el mundo material han estado por un tiempo interrumpidas, y ahora la mente, más desocupada y libre, se asemeja a una placa sensible en la que las impresiones dejan huella con facilidad. Por esta razón, con frecuencia experimentamos durante las primeras horas de la mañana, antes de que las actividades del día nos distraigan con su influjo, las más puras y elevadas sensaciones, y de ahí que mucha gente sea capaz de dar lo mejor de sí en esas primeras horas del día. 9

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Pero este hecho reviste una importancia aún más trascendente, pues nos permite moldear con sencillez nuestra vida cotidiana. La mente, al despertar, es como una hoja de papel en blanco; por tanto, podemos beneficiarnos de este sensible período de receptividad y sosiego si, con sabiduría, lo empleamos para dirigir la actividad de la mente por vías nobles y provechosas, estableciendo así el ritmo de la jornada. Cada amanecer es un nuevo comienzo, en el que podría decirse que empieza nuestra vida; la tenemos enteramente en nuestras manos. Por eso, cuando llega la mañana y la vida renace, todos los ayeres deberían quedar atrás, pues nada nos une a ellos; es suficiente con saber que nuestra vida de ayer ha determinado la de hoy. Y, asimismo, cuando llega la mañana y la vida renace, todos los mañanas deberían ser mañanas a los que nada nos uniera; es suficiente con saber que nuestra vida de hoy determinará la de mañana. Cada día es un nuevo comienzo, cada amanecer inaugura el mundo, como creado de nuevo. Para ti que has perdido el aliento, cansado de sufrir y de pecar, aquí tienes una hermosa esperanza; esperanza para ti y esperanza para mí. Todas las cosas pasadas, pasadas y acabadas están; hechas están las tareas y derramadas las lágrimas. Que el ayer sepulte los errores de ayer, porque el escozor de las sangrantes heridas de ayer sanó con el bálsamo que la noche derramó. 10

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Un nuevo comienzo

Dejemos atrás los errores, ya que exonerarlos de su carga no podemos; no los podemos deshacer ni enmendar. ¡Que Dios en su misericordia los reciba y perdone! Solo es nuestro el nuevo día. El hoy es nuestro, solo el hoy. Aquí están los radiantes cielos bruñidos, aquí, la agostada tierra resucitada; aquí los cansados miembros resurgen ligeros para encontrarse con el sol, y participar con la mañana de las gotas de rocío y la frescura del alba. Cada día es un nuevo comienzo. Escucha, alma mía, tan gozoso estribillo; y a pesar de pasadas tristezas, antiguos pecados, inquietantes presagios y posible dolor, toma aliento con el día que llega, y comienza de nuevo tu andadura. Vivid la primera hora de este nuevo día, que llega con toda su riqueza, su gloria y sus sublimes e ilimitadas posibilidades; y hacedlo también en cada hora que sigue, pero no antes de que cada hora llegue. Este es el secreto de la formación del carácter. Con este sencillo método, cualquiera podrá alcanzar la más elevada vida que concebir se pueda; pues, de cuanto sea posible concebir en esos momentos de conexión con la vida, nada habrá que, de alguna manera, en algún momento y lugar, no pueda hacerse realidad. 11

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Una vida así está al alcance de todos, porque no hay persona que, si seria y ardientemente lo anhela, no sea capaz de alcanzar tan elevado estado al menos durante una hora. E incluso aunque no lo lograra, bastará la sinceridad de su tesón para que, gracias a la ley por la cual cada cosa engendra a su semejante, pueda elevarse un poco más en la hora siguiente, y más aún a cada hora que pase, hasta que llegue el momento en que esa sea su forma de vida natural y cualquier otra suponga un esfuerzo. De este modo se establece un lazo de amor con lo más glorioso y sublime del universo, y, como consecuencia, lo más glorioso y sublime del universo establece un lazo de amor con quien así lo ama. El universo le ayuda en cada paso que da; diríase que, literalmente, dispone los acontecimientos a su favor, ya que primero dirigió él su corazón hacia el universo. En armonía con el infinito

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II

EL ACTO MÁS TRASCENDENTAL DE LA VIDA HUMANA

El acto más trascendental de la vida humana es reconocer nuestra indisoluble unidad con la Vida Infinita, reconocimiento que nos hace abrirnos plenamente a Su divino influjo. «Yo y el Padre somos uno» (Juan 10:30), dijo el Maestro, reconociendo su unidad con la vida de Dios. Y añadió a continuación: «Las palabras que os digo, no las digo por mi cuenta; es el Padre que mora en mí El que realiza las obras» (Juan 14:10), mostrándonos lo claramente que se sabía incapaz de hacer nada, si no era conjuntamente con Él. Dijo: «Mi Padre trabaja siempre, y yo también trabajo» (Juan 5:17), o en otras palabras: Mi Padre envía el poder, yo me abro a él, y obro en unión con ese poder. 13

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Dijo también: «Buscad primeramente el reino de Dios y Su justicia, y todas las demás cosas se os darán por añadidura» (Mateo 6:33), y para disipar cualquier duda sobre a qué se refería exactamente, contestó en otra ocasión: «El reino de los cielos no se anuciará con antelación, ni dirán: “Helo aquí, o helo allí”; porque en vosotros está el reino de los cielos» (Lucas 17:2). De acuerdo a su enseñanza, el reino de Dios y el reino de los cielos son uno solo; y si, como expresa, ese reino está en nosotros, esto equivale a decir que su mandamiento es: Haceos conscientes de vuestra unidad con la vida del Padre, pues, cuando así lo hagáis, hallaréis el reino; y hallar el reino de Dios significa que todo lo demás os será dado con naturalidad. Dijo en otra ocasión el Maestro: «A nadie llaméis padre vuestro en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos» (Mateo 23:9), reconociendo que la verdadera vida emana directamente de la vida de Dios. Nuestros padres son los delegados, que nos dan un cuerpo y una morada en la tierra, pero la vida real proviene de la Infinita Fuente de Vida, de Dios nuestro Padre. Le anunciaron un día al Maestro que su madre y sus hermanos le estaban esperando para hablar con él, y respondió él: «¿Quién es mi madre y quiénes mis hermanos? (…) Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano, y hermana, y madre» (Mateo 12:48-50). Muchas personas son esclavas de lo que llamamos lazos de parentesco; sin embargo, bueno es recordar que nuestros verdaderos parientes no son necesariamente los 14

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El acto más trascendental de la vida humana

de nuestra misma sangre, sino aquellos más afines a nosotros en mente, alma y espíritu. De ese modo, puede que nuestros parientes más próximos vivan al otro lado del planeta, que sean personas a las que quizá no hayamos visto jamás, pero hacia las que nos veremos atraídos, en esta o en otra vida, debido a la perpetua e infalible ley de la atracción. Al exhortarnos el Maestro a no llamar «padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, que está en los cielos», fundamentó el trascendental concepto de la paternidad de Dios; y si Dios es Padre de todos por igual, en Su paternidad está el fundamento de la fraternidad entre los seres humanos. Pero existe, hasta cierto punto, un concepto aún más elevado, que es la unidad del ser humano con Dios, y, como derivación, la unidad de toda la raza humana. Cuando reconozcamos plenamente este hecho, comprenderemos con claridad que, al tomar consciencia de nuestra unión con la Vida Infinita, cada paso que demos hacia Dios ayudará a toda la humanidad a reconocerlo también, y será así capaz de dar, a su vez, un paso hacia Dios. El Maestro señaló igualmente nuestras verdaderas relaciones con la Vida Infinita al advertir: «Si no os volvéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos» (Mateo 18:3). Y cuando dijo: «No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Lucas 4:4), expresó una verdad de tal trascendencia que apenas si la hemos empezado a comprender; con ello quiso enseñarnos que ni siquiera la vida física puede mantenerse solo con alimentos, sino que es nuestra conexión con la Fuente Infinita 15

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la que en mayor medida determina el estado, e incluso la estructura y actividades, del cuerpo. Dijo el gran sabio indio Manú: «Aquel que en su propia alma vea el Alma Suprema de todos los seres y logre la ecuanimidad con todos ellos alcanzará la más alta dicha». Y fue Atanasio quien manifestó: «Incluso nosotros podemos llegar a ser dioses, encarnados en nuestro cuerpo»; y la misma gran verdad a la que aludimos imbuye la vida y las enseñanzas de Gautama, que se convertiría en el Buda. «El pueblo vive en la esclavitud —dijo— porque no ha erradicado aún la idea del “yo”», y esa necesidad de poner fin a cualquier sentimiento de separación, y de reconocer la unidad del sí mismo con el Infinito, es el espíritu que impregna la totalidad de sus enseñanzas. Todos los profetas, videntes, sabios y salvadores de la Historia llegaron a ser lo que fueron, y en consecuencia tuvieron los poderes que tuvieron, por un proceso enteramente natural. Todos reconocieron y tomaron consciencia de su unidad con la Vida Infinita. Dios no hace distinciones. Él no crea profetas, videntes, sabios ni salvadores. Crea hombres. Pero, entre ellos, hay quien reconoce su verdadera identidad y la unidad de su vida con la Fuente de la que procede, y viviendo conforme al reconocimiento de esa unidad llega a ser profeta, vidente, sabio o salvador. En armonía con el infinito

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III

EL PODER CREATIVO DEL PENSAMIENTO

Poco o nada sabe aún el mundo acerca del formidable poder que la mente y las fuerzas interiores tienen para forjar las condiciones de nuestra vida, y, lo que es más, acerca de la supremacía del pensamiento sobre cualquier condición. Que los pensamientos sean fuerzas, y que por medio de ellos tengamos el poder de crear, es uno de los hechos más vitales del universo, y el hecho más vital para el ser humano; pues estos instrumentos, que son nuestra justa herencia, nos conceden la facultad de forjar una vida y sus múltiples situaciones exactamente como lo deseemos. Las fuerzas del pensamiento nos confieren un poder creativo, no en sentido figurado, sino en la realidad. Todo 17

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cuanto constituye el universo material que nos rodea tuvo su origen en el espíritu, en el pensamiento, y a partir de él tomó forma. El mundo mismo en el que vivimos, con sus innumerables maravillas y sublimes manifestaciones, no es sino resultado de las energías procedentes de la inteligencia o mente divina: Dios, o como cada uno de nosotros prefiera llamarla. «Dios dijo: “Hágase…”» (Génesis), y se hizo. La palabra hablada se hizo literalmente realidad, y se originó el mundo material, o al menos la manifestación material del mundo, que era expresión y concreción externas de las fuerzas inherentes a la Inteligencia Suprema. Cualquier palacio que se haya construido en el mundo fue en primer lugar una idea en la mente del arquitecto; cualquier estatua fue primero una idea en la mente del escultor; cualquier máquina, una idea en la mente del inventor. Fue allí donde se engendraron. A continuación, esas mismas fuerzas mentales, imbuyendo de energía a la mano, le ordenaron que dibujara el modelo; y volvieron a enviar a las manos su energía para que, valiéndose de ella, cumplieran el mandato de dar forma material en madera o metal al primer instrumento. Lo más basto y negativo siempre da paso a lo más elevado cuando se torna positivo. La mente es positiva; la materia, negativa. Cada vida individual forma parte de la Vida Infinita y es una con ella; y en la medida en que cada individuo reconozca, reivindique y haga uso de su unidad con Dios, le pertenecerán la inteligencia y el poder supremos. Y es que el poder de la palabra no es meramente el de convertirse en frase o expresión banal, sino que la palabra, ­verdadero 18

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­hecho ­mental, espiritual y científico, al hallarse bajo vuestro dominio, y el mío, tiene la capacidad de hacerse sustancial y poderosa en el grado en que comprendamos la omnipotencia de las fuerzas del pensamiento y nos elevemos a los planos más elevados. Cuando ciegos, lisiados o enfermos llegaron ante ­Cristo, Cristo les dijo: «¡Ya puedes ver!» (Lucas 18:42), «Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa» (Mateo 9:6) o «¡Cúrate!» (Lucas 5:13). Y así fue. Porque la palabra hablada no era sino expresión y manifestación externa de las fuerzas interiores de su pensamiento, cuyo poder él conocía bien. Pero la ley que las gobierna es la misma hoy que entonces, y es decisión nuestra utilizarlas como él lo hizo. Lo que todo el mundo busca

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IV

EL PODER DE ATRACCIÓN DE LA MENTE

Cada vida individual, tras haber llegado a cierta edad o alcanzado cierto grado de inteligencia, transcurre en medio de un entorno o situación que son creación suya, y esto es debido al asombroso poder de atracción de la mente, activo en todo momento en cada vida humana, seamos o no conscientes de él. Todos vivimos, por así decirlo, en un vasto océano de pensamiento; incluso la atmósfera que nos rodea está cargada de las energías que nuestro pensamiento irradia sin cesar. Cuando esas energías salen del cerebro, entran en la atmósfera, y este sutil éter conductor las propaga de modo semejante a como ocurre con las ondas sonoras. En virtud 21

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de esta ley, es posible la transmisión del pensamiento, lo cual se ha establecido como un hecho científico; así, una persona puede dirigir sus energías de pensamiento, y otra, con disposición receptiva, puede recibirlas desde la distancia, de modo muy similar a como se propaga el sonido, por ejemplo, a través de un medio conector. Aunque al salir de una persona los pensamientos no hayan sido conscientemente dirigidos, el hecho es que se propagan, y que pueden influir en todas las demás personas, en la medida en que estas tengan una constitución interior más o menos sensible, o una actitud positiva o negativa, y se hallen por tanto más o menos abiertas a las influencias del exterior. La ley que aquí actúa es una de las grandes leyes del universo: la de la atracción entre iguales, en virtud de la cual atraemos hacia nosotros las fuerzas e influencias más afines a las de nuestra propia vida; y nuestra vida está determinada por los pensamientos y emociones que habitualmente alberguemos, es decir, cada uno construimos nuestro mundo un instante tras otro desde nuestro interior. Así como es dentro, es fuera. Es la ley de causa y efecto. Una espiga de trigo y una de maíz crecen juntas, una al lado de la otra. La tierra en la que crecen ambas es la misma; pero los nutrientes que el trigo absorbe de la tierra los convierte en trigo, asimilándolos a lo que él es, y los que absorbe el maíz de esa misma tierra los convierte en maíz. En qué se convierte aquello que cada espiga ha absorbido, lo determina el alma, la vida interior, las fuerzas interiores de cada una de ellas. Igualmente ese mismo grano, al ser ingerido por dos personas distintas, se convertirá en un 22

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caso en el cuerpo de un criminal y, en otro, en el de un santo, asimilándose a cada uno de ellos; y lo que cada uno de ellos sea viene dictado, respectivamente, por su vida interior. Pero ¿qué determina esa vida interior? Son los pensamientos y emociones que habitualmente alberga cada uno de ellos y que, tarde o temprano, se manifiestan adoptando forma material en el exterior. El pensamiento es el gran constructor de la vida humana: él es el factor determinante. Tened continuamente buenos pensamientos, y en adelante vuestra vida rebosará de bondad y vuestro cuerpo, de salud y belleza; tened continuamente pensamientos malvados, y en adelante vuestra vida rezumará maldad, y vuestro endeble cuerpo provocará repugnancia. Tened pensamientos de amor, y amaréis y seréis amados; tened pensamientos de odio, y odiaréis y seréis odiados. Cada cosa sigue a su semejante. Lo que todo el mundo busca

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V

CREAMOS NUESTRO PROPIO ENTORNO

En virtud de esta ley, cada persona crea su propio entorno o “atmósfera”, que estará determinada por el carácter de los pensamientos que habitualmente albergue. En realidad, será simplemente la atmósfera de su pensamiento, la que los demás detecten e influya en ellos. Así pues, cada persona crea la atmósfera de su propia estancia y cada familia, la de la casa en la que habita; por eso, en cuanto entramos por la puerta sentimos las influencias derivadas de los pensamientos y, por consiguiente, de las vidas de quienes moran en ella. En unas ocasiones es un sentimiento de paz y armonía, y en otras de desarmonía e inquietud. A veces nos sentimos cálidamente acogidos y a gusto, y a veces la frialdad con que se nos recibe nos da ganas 25

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de salir corriendo; y lo que percibimos en uno y otro caso es simplemente la actitud de pensamiento de sus moradores, pues quizá en ninguno de los dos se hayan intercambiado aún más que unas pocas palabras. Del mismo modo, son los estados mentales que existen en una congregación de personas lo que determina la atmósfera de una asamblea, iglesia o catedral determinadas, y es la cualidad mental de los habitantes de una localidad lo que determina la atmósfera de ese pueblo o ciudad. Los pensamientos afectuosos que envía un amplio círculo de gente mientras anima a un deportista le permiten a este alcanzar metas a las que jamás hubiera llegado con su solo esfuerzo. Y lo mismo puede decirse de un orador y su público. El ejército de Napoleón se encuentra en el Este, y la peste ya ha empezado a avanzar entre sus filas. Hay largas hileras de hombres, que yacen en camillas y en el suelo en una explanada colindante con el campamento. El miedo se ha apoderado de todos, y los hombres caen enfermos uno tras otro. Napoleón entonces, con amplitud de miras, desoyendo los ruegos de sus oficiales, que insisten en que exponerse al contagio significa la muerte segura, con semblante tranquilo y audaz, con paso firme y desafiante, se abre paso entre las filas infectadas por la peste. Se acerca a los soldados, les habla, los toca; y ellos, al verle, llenan el aire con un poderoso clamor: «¡El Emperador! ¡El Emperador!», y a partir de ese instante el avance de la peste se detiene en seco. Henos aquí ante un magnífico ejemplo del poder de un hombre que, gracias a su formidable valor, a su absoluta falta de miedo y al poder de su mente, pudo irradiar dichas 26

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Creamos nuestro propio entorno

fuerzas, que, por su parte, despertaron fuerzas afines en la mente de miles de hombres; y estas últimas, a su vez, dominaron los cuerpos ahuyentando así a la peste, e incluso a la muerte misma. Es uno de los más claros ejemplos de un hombre de formidable poder mental e implacable fuerza de voluntad, y, al mismo tiempo, es ejemplo de una de las mayores derrotas que, tomando la vida en su totalidad, el mundo haya conocido. Estamos mucho más influenciados por las fuerzas de pensamiento y los estados mentales de aquellos que nos rodean, y del mundo en general, de lo que podamos siquiera imaginar. Hemos adoptado innumerables creencias y prácticas, hipnotizados, por así decirlo, o semihipnotizados por la influencia de los pensamientos de otros, aunque no exista intención consciente ni por su parte ni por la nuestra; y el grado en que estemos influenciados y esclavizados guardará relación directa con nuestra incapacidad para reconocer el alcance y omnipotencia de nuestras propias fuerzas. Cuando las ignoramos, nos hacemos esclavos de la costumbre, de los convencionalismos, de la opinión de los demás, y, en igual medida, perdemos nuestra individualidad y nuestro poder. Cada uno de nosotros construye su mundo desde el interior, y si las fuerzas externas interfieren, es porque les permitimos que lo hagan. Pero está en nuestra mano determinar que esas fuerzas sean positivas, enriquecedoras, ennoblecedoras y que conduzcan a la plenitud, o negativas, degradantes, debilitadoras y que conduzcan al fracaso. Lo que todo el mundo busca 27

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VI

LA LEY DE LA ATRACCIÓN OBRA SIN CESAR

Si una persona se mantiene en la idea de la pobreza, será pobre, y lo más probable es que permanezca en ese estado; pero si, sean cuales sean sus circunstancias actuales, se mantiene en la idea de la prosperidad, activará fuerzas que, tarde o temprano, le conducirán a una situación próspera. La ley de la atracción obra sin cesar en el universo, y el hecho fundamental e inmutable que de ella se deriva es que cada cosa atrae a su semejante. Si somos uno con este Poder Infinito que es fuente de todas las cosas, en la medida en que vivamos en el reconocimiento de nuestra indisoluble unidad con Él, se manifestará en nuestras vidas un poder que nos traerá abundancia de todo cuanto de 29

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verdad necesitemos; estaremos en posesión de una fuerza con la cual podremos hacer realidad en todo momento las condiciones anheladas. Así como toda verdad existe ya en este instante, y simplemente espera a que la percibamos, también todas las cosas necesarias para satisfacer nuestras actuales necesidades existen ya, y simplemente esperan a que aflore en nosotros el poder de hacerlas nuestras. Dios tiene todas las cosas en Sus manos, y, como dice el proverbio: «Reconócelo en todos tus caminos, y Él allanará tus senderos» (Proverbios 3:6); Jehová-jireh, es decir, el Señor proveerá. «Dios da a todos abundantemente y sin reproche» (Santiago 1:5); da con generosidad a todo aquel que se coloca en disposición de recibir de Él. Él no obliga a nadie a recibir sus dones. La vieja y, hasta cierto punto, predominante noción de que la pobreza es requisito imprescindible para alcanzar la santidad carece de fundamento alguno, y cuanto antes nos libremos de ella, mejor. Nació pareja al concepto del ascetismo, en un tiempo en que dominaba la idea de que era inevitable la lucha entre el espíritu y la carne, idea que obviamente tuvo su origen en las mentes de quienes tenían un concepto retorcido de la vida y lleno de prejuicios. La verdadera santidad es, en cierto modo, idéntica a la verdadera sabiduría. A aquel que es verdaderamente sabio y hace un uso sensato de las fuerzas y poderes de que está dotado, el universo le abre siempre el arca de sus tesoros. ¿Te has quedado sin trabajo? Pues deja que el miedo a no encontrar otro empleo se apodere de ti y te domine, y lo más probable es que, efectivamente, tardes mucho en 30

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encontrarlo, o que, si lo encuentras, sea un trabajo tedioso y mal pagado. En cualquier circunstancia en que te encuentres, debes darte cuenta de que hay en tu interior fuerzas muy poderosas de las que puedes hacer uso, fuerzas que acabarán por triunfar sobre cualquier momentánea o aparente pérdida. Activa esas fuerzas, y habrás colocado un imán que atraerá a ti una situación mucho mejor quizá que la que habías perdido; y quién sabe si no llegará el día en que incluso des gracias por aquella pérdida. Reconoce cómo obra en ti y a través de ti el mismo Poder Infinito que crea y protege todas las cosas del universo, que gobierna los innumerables sistemas de mundos que hay en el espacio. Los pensamientos son energías que entrañan un poder oculto de proporciones incalculables cuando se utilizan con prudencia y rectitud; irradia, pues, el pensamiento de que la situación apropiada o el trabajo que anhelas vendrán a ti a su debido tiempo, de la manera debida, y que sabrás reconocerlos cuando lleguen. Persevera en este pensamiento, no permitas que flaquee; defiéndelo y susténtalo con firme esperanza, y así pondrás un anuncio en un periódico extrasensorial, un periódico espiritual de circulación ilimitada, que llega no solo a los más lejanos confines de la Tierra, sino del universo mismo. Es un anuncio que, además, si hay rectitud por tu parte al colocarlo, será mucho más efectivo que cualquier anuncio que pudieras insertar en una página impresa, por mucho que este se considere hoy día el gran medio de ofrecer y solicitar servicios. En la medida en que llegues a este reconocimiento y vivas en 31

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armonía con las leyes y fuerzas superiores, serás capaz de hacer esto de un modo eficaz. Si quieres ojear en los periódicos la sección de ofertas de empleo, hazlo, pero no como se suele hacer. Pon en funcionamiento tus fuerzas interiores, y sitúa así tu actividad en una esfera más elevada. Y si consigues un empleo que no resulta ser exactamente lo que deseabas, pues te sientes capaz de desempeñar uno mejor, entonces, desde el primer instante, considera que el empleo actual es un peldaño que te conducirá a otro aún más satisfactorio. Mantente firme en ese pensamiento, afírmate en él, cree en él y espéralo, y en todo momento sé fiel, absolutamente fiel, a la posición que por el momento ocupes; pues, si no eres fiel a ella, puede que en ese caso no sea un peldaño hacia algo mejor, sino hacia algo peor. En cambio, si le eres fiel, pronto llegará el día en que, regocijado y dichoso, darás gracias por haber perdido tu anterior colocación. En armonía con el infinito

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VII

LA LEY DE LA PROSPERIDAD

Dice la ley de la prosperidad: Cuando llegue la adversidad, no te dejes abatir por ella; sácale el mayor partido posible y confía siempre en que vendrán momentos mejores, situaciones más prósperas, pues mantenerse en esta disposición de ánimo es activar sutiles, silenciosas e irresistibles fuerzas que tarde o temprano harán realidad tangible aquello que hoy es solo un pensamiento. Pero es que los pensamientos poseen un poder oculto, y, cuando se siembran y se cultivan con celo, son las semillas de las que nacerán las situaciones materiales. No cedas ni por un instante a la queja; al contrario, el tiempo que habrías perdido lamentándote, empléalo en hacer realidad las condiciones que deseas. Sugiérete la idea 33

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de la prosperidad. Visualízate en una situación próspera, y afirma, de manera tranquila y sosegada, pero con convicción y confianza, que pronto se hará realidad en tu vida. Cree en ello, cree firmemente en ello; espéralo y manténlo continuamente envuelto en esa esperanza, pues de este modo serás un imán que atraiga aquello que anhelas. No temas sugerirte estas cosas, no temas afirmarlas, pues al sugerírtelas y afirmarlas crearás un ideal que irá revistiéndose de forma tangible, ya que habrás puesto a tu servicio los más sutiles y poderosos agentes del universo. Si sientes especial anhelo por algo que sinceramente crees que sería bueno y apropiado para ti, algo que completaría tu vida o que te haría más útil a los demás, simplemente mantén el pensamiento de que, a su debido tiempo, de la manera idónea y a través de las circunstancias propicias, te llegará, o se te abrirá el camino por el que puedas alcanzarlo. Ahora bien, no se trata de que te cruces de brazos y te sientes a esperar a que las cosas vengan a ti, sino de que actives las fuerzas interiores y aprehendas lo primero que se te ofrezca. Haz lo que tus manos sepan hacer, y hazlo bien; y si ese trabajo no te resulta del todo satisfactorio, ten plena confianza en que es el medio que te conducirá a otro mejor. «La base para atraer lo mejor que el mundo te pueda dar es, primero, rodearse de esas cosas, hacerlas propias y vivir en ellas en la mente, o en lo que erróneamente se suele llamar “imaginación”. Eso a lo que llaman “imaginaciones” son realidades y fuerzas de carácter invisible; y si en la mente vives en un palacio, el ambiente de la vida palatina empezará poco a poco a gravitar sobre ti. Pero vivir así no es desear 34

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La ley de la prosperidad

con nostalgia y lamentaciones, suspirando por lo que se desea, sino, estando en lo más bajo, verse a uno mismo en la cima: es, teniendo que comer de un plato de hojalata, considerar que este es un simple paso hacia uno de plata; no es refunfuñar con envidia por que otros tengan un plato mejor que el nuestro, pues esa envidia sería un incalculable capital descontado de la cuenta bancaria de nuestras fuerzas mentales.» Dice así un amigo que conoce el poder de las fuerzas interiores y cuya vida está guiada por ellas hasta en los más pequeños detalles: «Si te rindes ante la adversidad, lo más probable es que se adueñe de ti; en cambio, si reconoces en tu interior el poder de dominar las circunstancias, la adversidad se rendirá a ti y se transformará en prosperidad. Si cuando el infortunio llega lo sobrellevas con temple, y el tiempo que hubieras podido malgastar en lamentaciones, temores e infundados presentimientos lo dedicas a poner en marcha las poderosas fuerzas que hay en tu interior, ten por seguro que pronto se irá de tu lado». La fe, la fe absoluta, es la única ley del verdadero éxito. Cuando comprendamos de verdad que el ser humano lleva consigo los elementos de su triunfo o de su fracaso, y que estos no dependen de las condiciones externas, se manifestará en nosotros el poder de transformar ­rápidamente esas condiciones en otras, apropiadas para lograr la prosperidad. Cuando nos demos plena cuenta de esto, y nuestra vida esté, por tanto, en total armonía con las leyes superiores, seremos capaces de enfocar las fuerzas interiores recién despertadas y de dirigirlas hacia el exterior, de donde 35

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regresarán portando aquello que salieron a buscar. Seremos lo bastante fuertes como para atraer el éxito, que a veces sobrepasará con mucho el alcance de nuestras miras. Y, entonces, podremos establecer en nuestro interior un centro tan poderoso que, en lugar de tener que correr de acá para allá en pos de lo que deseamos, podremos permanecer en calma y atraer a nuestra vida las circunstancias deseadas. Si nos situamos en ese centro y nos mantenemos firmes en él, parecerá que todo, continuamente, se pone de nuestra parte. En armonía con el infinito

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VIII

LA LEY DE LA CREACIÓN DE HÁBITOS

¿Está dentro de nuestras capacidades el decidir en todo momento qué hábitos arraigarán en nuestra vida? Es decir, ¿acaso la creación de hábitos y la formación del carácter son cuestiones que debemos atribuir enteramente al azar, o tenemos cada uno de nosotros la capacidad de controlarlas? Y la respuesta es que, indiscutiblemente, la tenemos. Existe un método sencillo, natural y rigurosamente científico que todos deberíamos conocer; un método por el cual pueden romperse viejos hábitos indeseables, que nos encadenan al plano terrenal, y adquirirse hábitos nuevos, provechosos y capaces de elevarnos a un plano superior; un 37

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método que nos permite transformar la vida, en parte o en su totalidad, con tal de que seamos lo bastante serios como para conocer la ley y, una vez conocida, aplicarla. El pensamiento es la fuerza que subyace a todo ello. Y ¿a qué me refiero con esto? Sencillamente, a que todo acto consciente va precedido de un pensamiento. Por eso, aquellos pensamientos que predominen en nosotros determinarán las acciones predominantes; las acciones que se repitan cristalizarán formando un hábito, y la suma de hábitos constituirá nuestro carácter. Así pues, según cómo queramos que sean nuestras acciones, deberemos tener cuidado con el tipo de pensamientos que albergamos, y según cómo no queramos que sean nuestras acciones —o qué hábitos no queramos adquirir— deberemos estar atentos a no albergar el tipo de pensamientos que originarán ese acto, o ese hábito. Es una sencilla ley psicológica que cualquier pensamiento que mantengamos vivo durante el tiempo suficiente llegará, a la larga, a los circuitos del cerebro y, finalmente, se traducirá en acción. El asesinato, así como muchos otros actos despreciables, pueden cometerse, y muchas veces se cometen, de esta manera. Por otro lado, así también se acrecientan nuestras más poderosas fuerzas, se engendran cualidades divinas y se llevan a cabo los actos más heroicos. Lo que debemos entender con claridad es que el pensamiento es siempre progenitor del acto. Y depende enteramente de nosotros decidir con exactitud qué pensamientos albergar y alimentar, ya que en el reino de nuestras mentes, tenemos poder absoluto, o deberíamos tenerlo; e incluso 38

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Ley de la creación de hábitos

si en determinado momento lo perdiéramos, existe un ­método por el cual podemos recuperarlo, y ser así dueños y señores definitivos de ese reino. Veamos ahora esa ley de la mente que es idéntica a la ley conectada con el sistema nervioso autónomo, o involuntario, y que afirma que, una vez que hemos hecho algo de determinada manera, nos resulta más fácil volver a hacerlo la vez siguiente, más fácil aún la que le sigue, y cada vez más fácil a medida que lo repitamos, hasta que, con el tiempo, no exigirá ya esfuerzo alguno, o al menos no un esfuerzo que valga la pena mencionar; lo que, en cambio, supondría entonces un esfuerzo sería hacer lo contrario. La mente cuenta con el inherente poder de perpetuar sus pensamientos, igual que el sistema nervioso involuntario tiene implícito el poder de perpetuar y facilitar progresivamente sus propios actos. Por consiguiente, aun cuando en un principio fracasáramos repetidamente, un pequeño esfuerzo por controlar nuestros pensamientos, un simple acto de poner orden, tarde o temprano nos llevará a una situación de espontáneo, pleno y absoluto dominio. Cada uno de nosotros podrá desarrollar de este modo la capacidad de decidir y controlar sus pensamientos, la capacidad de determinar la clase de pensamientos que albergará y fomentará, y la que no. Pues tengamos siempre presente que todo esfuerzo tenaz en cualquier sentido hará que la meta se encuentre un poco más cerca la próxima vez, aunque, como decíamos, las primeras veces no obtengamos, aparentemente, más que fracasos. Pero es que este es uno de esos casos en que incluso el fracaso es un éxito, ya que 39

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cada esfuerzo serio incrementa nuestra capacidad, que en última instancia logrará el objetivo que anhelemos alcanzar. La mente forma el carácter

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IX

HACER REALIDAD NUESTROS IDEALES

Nada hay más cierto en lo referente a a la vida humana que el hecho de que acabamos asemejándonos a aquello que contemplamos. Literal, científica y verdaderamente, «tal como piensa su corazón, es el ser humano en su vida». Y «es» alude a su carácter, al carácter que es la suma total de sus hábitos. Los hábitos, a su vez, se han formado a través de sus actos conscientes; pero todo acto consciente, como ya hemos dicho, va precedido de un pensamiento. Tenemos, pues, por un lado el pensamiento, y por otro el carácter, la vida, el destino; y todo se vuelve muy sencillo cuando comprendemos que ese pensamiento que ­determina lo demás 41

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es simplemente el pensamiento del momento presente, y seguirá siéndolo cuando llegue el momento siguiente, y los sucesivos, y el pensamiento presente será lo único determinante hasta el final de los tiempos. Podemos, por tanto, alcanzar de este modo cualquier ideal que nos propongamos. Tan solo hay dos pasos necesarios: el primero, que día a día forjemos esos ideales, y el segundo, que los sigamos de manera firme y continua, ocurra lo que ocurra y nos lleven adonde nos lleven. Recordad siempre que el carácter fuerte y maduro es aquel que está siempre dispuesto a sacrificar el placer presente por el bien futuro. Quien de esta manera siga sin descanso sus más altos ideales en lo que quiera que se le presente, descubrirá que, al igual que Dante siguió a su amada de mundo en mundo y finalmente la encontró a las puertas del Paraíso, también él se encontrará un día ante esas mismas puertas. Hemos de decir que la vida no está hecha para los meros placeres pasajeros, sino para el más elevado desarrollo que cada uno de nosotros tenga la capacidad de alcanzar, para el más noble carácter que tenga la capacidad de forjarse, y para el más generoso servicio que tenga la capacidad de ofrecer a la humanidad. En ello encontraremos, no obstante, placer supremo, pues solo en ello reside el verdadero deleite. La cuestión no es cuáles son las circunstancias de nuestra vida, sino cómo afrontamos las circunstancias que se nos presentan. Sean estas las que sean, e incluso si se tratara de condiciones que de ningún modo desearíamos, es necio e inútil considerarlas con actitud quejumbrosa, ya que la queja será causa de depresión, y la depresión debilitará, e 42

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Hacer realidad nuestros ideales

incluso matará posiblemente el espíritu y el poder gracias a los cuales hubiéramos podido traer a nuestras vidas una serie de condiciones enteramente nuevas. Cada uno de nosotros tiende a pensar que su condición, sus experiencias, problemas y tristezas, o sus luchas, si es el caso, son mayores que las de la generalidad de los mortales, o posiblemente mayores que las de ningún otro ser humano del mundo. Nos olvidamos de que cada cual tiene sus propias luchas, sus propios problemas a los que hacer frente, sus sufrimientos que soportar y sus hábitos que vencer, y de que corremos idéntica suerte al resto de la raza humana. Nuestro error al pensar así se deriva de la intensidad y minuciosidad con que, por vivirlas en carne propia, experimentamos nuestras tristezas o adversidades, o ciertas características nuestras que desearíamos superar, mientras que, las de los demás, no las apreciamos con tanta claridad y detalle, y por eso tendemos a pensar que no son tan decisivas o terribles como las nuestras. Pero cada cual tiene sus propios problemas que resolver, y cada cual tiene sus propias dificultades. Cada uno hemos de desarrollar la intuición, la visión interior que nos permita detectar las causas que han abonado el terreno para las condiciones desfavorables que hay hoy en nuestras vidas, y cada uno hemos de desarrollar la fortaleza necesaria para hacer frente a esas condiciones y activar las fuerzas interiores que harán posible un cambio de las circunstancias. Y, en esto, sí podemos ayudarnos mutuamente, haciéndonos sugerencias, poniendo en conocimiento unos de otros que existen ciertas leyes y fuerzas superiores, fuerzas y leyes que nos 43

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­facilitarán la tarea de conseguir lo que de verdad queremos. La acción, no obstante, ha de realizarla cada cual por sí mismo. La mente forma el carácter

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X

NATURALEZA DE LA FE Y LA ORACIÓN

Ahora quisiera preguntaros: ¿Qué papel desempeña la oración? La oración, como todo acto de devoción, es una puerta hacia una ilimitada armonía consciente con el Infinito, una perla de valor inestimable, pues esa armonía nos traerá todas las demás cosas. La oración es el sincero anhelo del alma, y es por tanto su propia respuesta, ya que, una vez activado y acompañado de la fe, ese ardiente anhelo tarde o temprano se hará realidad. Y es que la fe es un invisible e invencible imán, que atrae hacia sí cualquier cosa que uno anhele con fervor y en cuya llegada ponga su sosegada e inquebrantable esperanza. Esta es una realidad absoluta, y los resultados serán absolutos en la misma medida en que la actuación de las fuerzas mentales, es decir, en que esa fe, 45

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sea absoluta; y será relativa, con resultados relativos, en la misma medida en que sea relativa nuestra fe. El Maestro dijo: «Por tanto os digo que todas las cosas que pidáis en oración, creed que ya las habéis recibido, y os serán concedidas» (Marcos 11:24). ¿Puede una ley enunciarse con mayor claridad? ¿Puede haber nada más definitivo y más absoluto? «Conforme a vuestra fe os sea hecho» (Mateo 9:29). Y si hay veces en que no obtenemos los resultados que deseamos, la falta o el fallo no está en la Ley, sino en nosotros. Considerada por lo que verdaderamente es, nada hay más científico, más valioso ni más efectivo que la oración. El reconocimiento de nuestra unidad con la Vida Infinita es, de todo cuanto existe, lo único que cabe desear. Pues, cuando reconozcamos esa unidad y vivamos en ella, todo lo demás nos llegará por añadidura; no habrá deseos que no se hagan realidad, ya que Dios no ha sembrado en el corazón humano ningún deseo que no cuente con su correspondiente medio de realizarlo. Ningún mal se acercará a nosotros; nada podrá dañarnos; no habrá nada que temer, pues solo el bien atraeremos. Si comprendemos la Ley, de cualquier cambio que el tiempo traiga esperaremos siempre algo mejor que lo actual, y al hacerlo así activaremos las fuerzas que lo atraerán a nosotros, lo cual nos hará darnos cuenta de que, tantas veces como salen de nosotros los ángeles, pueden entrar los arcángeles; y esto es siempre verdad en el caso de una vida vivida en tan elevado reconocimiento. ¿Por qué habríamos de tener temor alguno…, temor incluso por nuestra nación, como tantas veces se oye decir? Dios ampara su mundo, y con amor y cuidado 46

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Naturaleza de la fe y la oración

infinitos lleva a cabo Sus magníficos y todopoderosos planes; y cualquier plan que el hombre pueda proyectar, a su debido tiempo Él lo frustrará y desbaratará, o lo apoyará e impulsará hasta su perfecta culminación, dependiendo de que se oponga a Su plan o de que esté en armonía con él. Estos hechos, relacionados con los poderes que acompañan al más alto despertar, se han explicado aquí en detalle para mostrar que las cuestiones referentes a la vida del alma humana, al pensamiento íntimo, intuitivo y espiritual, en lugar de ser, como muchas veces se las considera, meras cuestiones indefinidas, sentimentales o poco prácticas, son, por el contrario, poderosa, omnipotentemente reales, y, de todas las cosas prácticas del mundo, son sin duda las más prácticas; en realidad, en el más profundo y verdadero sentido, son las únicas cosas prácticas que existen. Y esto resulta especialmente obvio cuando, con mirada amplia, capaz de ver más allá de los acontecimientos puntuales de hoy, contemplamos el desenlace final, el momento en que tiene lugar eso a lo que acostumbramos a llamar “muerte”, momento en que quedan atrás todas las posesiones y riquezas materiales y el alma se lleva consigo solo la madurez y el desarrollo de la vida real; y a menos que estos existan cuando todo lo demás ha de dejarse atrás, uno se irá infinitamente pobre. Hay un hecho en verdad maravilloso y bello, y es que todo progreso, todo avance, todo logro conseguido en el ámbito espiritual, en el ámbito del alma y de la vida real, se hace para la eternidad, y es imposible de perder. Lo que todo el mundo busca 47

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XI

LA INSIGNIFICANCIA DE LO PERSONAL Y LA GRANDEZA DE LO UNIVERSAL

Una vez que hayamos dado el paso de lo personal a lo impersonal, de lo individual a lo universal, la gran solución de la vida habrá llegado, pues de inmediato se nos abrirá la puerta a un ámbito todopoderoso. Cuando demos ese paso, y reconozcamos plenamente que la vida más excelsa es la dedicada a servir a la humanidad, a la vez que comprendamos con claridad absoluta el gran principio de la rectitud, la verdad y la justicia que late en todo el universo —y que, pese a parecer temporalmente pervertido, al final prevalece siempre, sin excepción—, imbuidos de una fuerza omnipotente tendremos en nuestro haber la clave que resolverá todas las situaciones. 49

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Un rey de estas características se ocupa de sus tareas con total indiferencia hacia lo que la gente pueda decir, oír, pensar o hacer, pues él nada tiene que perder ni que ganar; la pérdida y la ganancia no pueden aproximarse a él, y mucho menos afectarle, pues sus raíces no están ya en lo personal sino en lo universal. Su obrar, entonces, será uno con la obra de Dios, y los poderes de Dios serán suyos; diríase que los propios ángeles del cielo le abastecen de cuanto necesita y disponen los acontecimientos a su favor. Y así es; así es en verdad, ya que este hombre no hace sino recorrer el camino de Dios, y cuando así lo hacemos, la certeza del resultado es absoluta. ¡Cuántas veces dijo el Maestro: «Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad de El que me envió» (Juan 6:38)! He aquí el supremo ejemplo de una vida vivida fuera de lo personal, en lo universal, y de ahí su grandioso poder. Y lo mismo puede decirse de todos los salvadores, profetas, videntes, sabios y guías espirituales de la historia del mundo, todos ellos de un poder verdaderamente magnífico y eterno. Por eso, aquel que quiera descubrir el secreto del poder debe abandonar lo personal y entrar en lo universal, ya que al hacerlo obtendrá, no solo gran poder, sino la liberación de todo el desconcierto y resentimiento que nacen de los malentendidos y las opiniones de los demás. A un ser humano de cualidad tan elevada nada le importa lo que los demás digan, oigan, piensen o hagan mientras él sea fiel a los grandes principios de la rectitud y la verdad en cuanto dice y hace. Y es que, si observamos con mucha atención, 50

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La insignificancia de lo personal

descubriremos que prácticamente todos los problemas y preocupaciones de la vida tienen su origen en el ámbito de lo personal. Se les habla mucho a los jóvenes de hoy sobre la importancia de tener éxito en la vida —éxito en el sentido en que el mundo lo entiende, claro está—. Convendría, no obstante, tener bien presente que hay un tipo de éxito que no es, en sentido profundo, sino un total y absoluto fracaso, mientras que hay un tipo de fracaso que no es sino un magnífico, noble y divino éxito. De ahí que sea una apremiante necesidad de nuestros tiempos enseñar a los jóvenes la dignidad, nobleza y valor que entraña eso que el mundo considera un fracaso, y que es, a los ojos de Dios y de los tiempos venideros, un auténtico triunfo. Cuando así se haga, habrá entre nosotros más profetas, más salvadores y más hombres esclarecidos, que con mano firme sostendrán, encendida y en alto entre las gentes, la antorcha del verdadero progreso. Y será a ellos a quienes la gente siga con gusto, pues ellos hablarán y obrarán con genuina autoridad, verdaderos hijos de Dios y hermanos nuestros. Un hombre puede amasar una fortuna, y su vida ser, aun así, un rotundo fracaso. Lo que todo el mundo busca

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XII

DE CADA RAMA DEL BOSQUE CUELGA LA POESÍA

Para que no os afecten los acontecimientos pasajeros, debéis primero encontrar vuestro centro y después afianzaros en él, pues así gobernaréis el mundo desde vuestro interior. Quien no es capaz de condicionar las circunstancias, revierte el proceso, y se convierte él mismo en circunstancia condicionada. Hallad vuestro centro y vivid en él, y no lo rindáis ante nada ni nadie, pues en la medida en que lo logréis veréis crecer de día en día vuestra integridad y fortaleza. ¿Cómo halla el hombre su centro, os preguntáis? Reconociendo su unión con el Poder Infinito, y viviendo continuamente en ese reconocimiento. 53

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Pero si no gobernáis el mundo desde vuestro centro, y otorgáis a cada incidente que se os presente el poder de acarrearos irritación, padecimiento o perjuicio, recibid entonces lo que os acarree, pero no lancéis calumnias contra la eterna bondad y beneficencia de todas las cosas. Os aseguro que encontrará en la tierra plenitud quien recorra sus caminos con el ser y el espíritu plenos. Solo a quien elija permanecer triste y fragmentado le esperará una tierra desabrida y yerma. Si las ventanas de vuestra alma están sucias, cubiertas de materias extrañas a ella, sucio y desordenado os parecerá el mundo que por ellas miréis. Dejad, pues, de lamentaros; guardaos vuestro pesimismo, vuestro «¡pobre de mí!»; negad si queréis la evidencia de que vuestras ventanas tienen seria necesidad de un poco de agua clara, pero reconoced que aquel amigo vuestro que mantiene limpias sus ventanas recibe los rayos del Eterno Sol, que le iluminan por dentro y le muestran con transparencia las cosas de fuera; reconoced que aquel amigo vive en un mundo distinto del vuestro. Corred entonces a limpiar vuestras ventanas; así, en lugar de suspirar por un mundo mejor, descubriréis las asombrosas maravillas de este mundo; y si en él no sois capaces de encontrar inefables bellezas, tened por seguro que jamás las encontraréis en parte alguna.

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De cada rama del bosque cuelga la poesía

De cada rama del bosque cuelga la poesía cuando los ojos del poeta en ellas se posan; y en mascarada se ha de trocar la calle entera cuando Shakespeare con sus pasos la recorra. El mismo Shakespeare, cuyos meros pasos causan tan enorme conmoción, es el que puso en boca de uno de sus personajes: «La culpa, querido Bruto, no está en nuestra estrella, sino en nosotros mismos, si nos resignamos a ser inferiores». La colosal obra de su vida es prueba más que suficiente de que supo reconocer la verdad de los hechos que estamos considerando; y así lo confirman otras palabras suyas, que dicen: «Nuestras dudas son traidores que, tentándonos a temer el intento, nos hacen perder lo que a menudo podríamos ganar». Probablemente no haya pasión de efectos tan perniciosos como el miedo. Nada deberíamos temer, y así será cuando lleguemos al pleno conocimiento de quienes verdaderamente somos. Dice un viejo proverbio francés: «Has curado muchas de tus penas y sobrevivido a las que no supiste curar; pero ¡cuánto tormento has soportado por males que nunca llegaron!». El miedo y la falta de fe se dan la mano; de esta, nace aquel. Decidme cuán temeroso es alguien, y os diré hasta qué punto está falto de fe. El miedo, lo mismo que la preocupación, es un huésped muy costoso de albergar; tanto, que nadie puede en realidad permitirse el lujo de albergarlo. Cada vez que tememos algo, lo atraemos a nuestras vidas, al igual que, con un cambio de actitud mental, atraemos 55

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­aquellas influencias y circunstancias propicias que deseemos. Una mente dominada por el miedo abre la puerta a cosas de naturaleza semejante, haciendo realidad así las mismas y precisas condiciones que teme. «¿Adónde vas?», le preguntó a la peste un peregrino que se topó con ella mientras caminaba. «Voy a Bagdad a matar a cinco mil personas», respondió. Al cabo de unos días, el peregrino volvió a encontrarse con ella que retornaba, y le increpó: «Me dijiste que ibas a Bagdad a matar a cinco mil personas, ¡y has matado a cincuenta mil!». «No —replicó la Peste—, yo maté a cinco mil, como te dije; las demás murieron de miedo». El miedo es capaz de paralizar todos los músculos del cuerpo, y de alterar la circulación de la sangre así como la acción normal y saludable de las fuerzas vitales. El miedo puede crear en el cuerpo una rigidez que lo inmovilice por completo. En armonía con el infinito

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XIII

CÓMO INFLUYE EN LOS DEMÁS NUESTRO ESTADO DE ÁNIMO

No solo atraemos a nuestra vida aquello que tememos, sino que además ayudamos a que otros atraigan hacia sí las condiciones que pensamos firmemente que temen; y esto lo hacemos proporcionalmente a nuestra fuerza mental y al grado en que la propia sensibilidad de esas personas las haga más o menos vulnerables a nuestra influencia, por más que todo ello ocurra de modo inconsciente, tanto por su parte como por la nuestra. Los niños, especialmente los más pequeños, son por lo general más sensibles a las influencias circundantes que los adultos. Algunos de ellos son verdaderas plaquitas sensibilizadas que recogen todas las influencias que los rodean, 57

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­influencias que más tarde expresarán en su persona al hacerse mayores. Cuánta atención deben prestar, por tanto, a su propio estado mental dominante quienes cuiden del niño, y principalmente la madre, que, durante el tiempo que lo lleva en su seno, ejerce en la vida del feto una influencia directa con cada pensamiento suyo y con cada estado mental y emocional. Por encima de todo, deben tener mucho cuidado los padres de no infundir miedo al niño, cualquiera que sea la edad de este; suelen hacerlo inconscientemente, llevados unas veces por la ansiedad y otras por lo que podríamos llamar sobreprotección, pero lo que le transmiten desde su inconsciencia es en verdad igual de malo que la total despreocupación y falta de cuidados. Sé de numerosos casos en que tanto se ha temido por que al niño pudieran ocurrirle una u otra desgracia que estos pensamientos de temor han atraído a la vida de ese niño precisamente las circunstancias temidas, y que, de otro modo, es probable que no se le hubieran presentado jamás. Con frecuencia, el miedo es totalmente infundado; pero en caso de que el temor de los padres tenga una base real, lo más prudente será adoptar la actitud diametralmente opuesta, a fin de neutralizar primero la energía del peligro, y de afianzar luego al niño en su capacidad de discernimiento y en su fortaleza, que le permitirán hacer frente a la situación y dominarla, en vez de dejarse dominar por ella. Hace apenas un par de días, cierto amigo me contó una experiencia suya relacionada con esto. En un período de su vida en que sostenía una terrible lucha contra un determinado hábito suyo, el continuo temor de su madre y 58

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Cómo influye en los demás nuestro estado de ánimo

de su prometida —con la que, según lo acordado, se casaría solo una vez erradicado dicho hábito— era tan grande que, siendo él un hombre de naturaleza particularmente sensible, percibía a cada instante los efectos depresivos y debilitadores de los pensamientos negativos de ambas mujeres. En todo momento sabía exactamente lo que pensaban; y su desconfianza, sus preguntas y sospechas le hacían perder su propia confianza en sí mismo, todo lo cual lo dejaba literalmente paralizado. Así, en vez de generar en él fuerza y valor, lo único que aquellas dos mujeres consiguieron fue acrecentar en este amigo el sentimiento de dolorosa flaqueza e incapacidad casi absoluta para vencer en la lucha. He aquí a las dos mujeres que más entrañablemente le amaban y que habrían hecho cualquier cosa por ayudarle a tener dominio de sí mismo, pero que, ignorantes del silencioso, sutil, incansable y revelador poder de las fuerzas mentales, en vez de contribuir a ellas para infundir valor a este amigo, las debilitaron, añadiendo a la flaqueza propia la flaqueza exterior. De este modo, la lucha fue tres veces más terrible y costosa. El miedo, la preocupación y todas las demás disposiciones de ánimo relacionadas con ellos son demasiado caros de albergar, y nadie, ningún hombre ni mujer ni niño, puede permitirse pagar el precio que supone darles cabida en nuestro interior o dejarnos absorber por ellos. El miedo paraliza la acción espontánea; la preocupación corroe y abate el organismo, y acaba por trastornarlo; y lo mismo ocurre con el prolongado pesar tras una pérdida. Nada se gana con ninguno de ellos, y el menoscabo es incalculable. 59

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Cada emoción negativa acarrea su propia enfermedad: una desorbitada ambición de éxito, una actitud de tacañería, de avaricia, tendrán sus efectos afines; la ira, los celos, el rencor, la crítica malintencionada o la lujuria tienen cada uno su particular modo de corroer, debilitar y destruir el organismo. De ahí que la rectitud del vivir en armonía con las leyes superiores no solo sea fuente de alegría y prosperidad, sino también de salud corporal. El gran vidente hebreo que fue el rey Salomón enunció así la gloriosa química de la vida: «Así como la justicia conduce a la vida, el que va detrás del mal, camina hacia la muerte» (Proverbios 11:19); y al contrario: «En el sendero de la justicia está la vida, y el camino que ella sigue no lleva a la muerte» (Proverbios 12:28). Llegará el tiempo en que estas palabras signifiquen mucho más de lo que la gente hasta ahora se ha atrevido a imaginar siquiera. El ser humano ha de decidir si su alma morará en una suntuosa mansión de majestuosidad y belleza infinitas, o en una casucha que él mismo ha construido y que con los años acabará en ruinas. Son innumerables los que viven sin dominio alguno de sus vidas, desordenadas, desequilibradas, y que cada año, debido a la perniciosa influencia de ese desequilibrio, ven cómo sus cuerpos se deterioran, y se quedan por el camino antes de tiempo. ¡Pobres moradas, las de esos cuerpos! Destinadas a ser templos magníficos, se han desmoronado a manos de sus insensatos dueños, hombres ilusos sumidos en la ignorancia. ¡Pobres moradas! En armonía con el infinito 60

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XIV

SALVADORES LOS UNOS DE LOS OTROS

Todos somos, o podemos llegar a ser, salvadores unos de otros. Se produce una situación de emergencia, y me siento confundido, estoy paralizado por el miedo; pero el amigo que está a mi lado se da cuenta de que es urgente actuar, y haciendo acopio de todas sus fuerzas se lanza sin vacilación a hacer lo necesario. Su sublime ejemplo me estimula, activa todas mis energías, pues sé que, de no haber sido por él, quizá no habría salido con vida. Por eso, sigo su ejemplo, me hago consciente de mis propios poderes, y sé que contaré con ellos para siempre jamás. De este modo, mi amigo se ha convertido en mi salvador. Tengo cierta debilidad de carácter: claudico con facilidad, soy propenso a la vacilación y esto me hace cometer 61

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errores; luego me desmorono y, debido a todo ello, soy presa de una inexpugnable amargura. Mi amigo, en cambio, es fuerte; ha conseguido un total dominio de sí mismo; la majestad y belleza del Poder iluminan su semblante. Y yo, al ver su ejemplo, amo su vida, me siento influido por su poder, y mi alma anhela fervientemente lo mismo. Siento entonces cómo surge en mi interior una suprema fuerza de voluntad —ese imperial maestro que, dirigido con rectitud, le conducirá a uno a cualquier lugar que se proponga—; siento cómo nace, al fin, y cómo activa todos los poderes latentes en mi alma. Ahora, en vez de tambalearme, me planto con firmeza; en vez de dejarme vencer por la debilidad, miro al frente con audacia y me hago dueño de mi propia vida. Conozco entonces la inefable dicha que trae el dominio de sí mismo, y, a través de él, adquiero dominio sobre todas las demás cosas. De este modo, mi amigo se ha convertido nuevamente en mi salvador. Con el nuevo poder que he adquirido gracias al ejemplo y la influencia de mi amigo y salvador, yo, a mi vez, me pongo frente a un amigo que lucha consigo mismo, que se tambalea, presa de la desesperación; y él, al verme, percibe la magnitud de mi fuerza. Es lo mismo que él anhela, por lo que su alma suplica. Y ahora, de pie junto a mí, se activan sus propias fuerzas interiores. Ahora adquiere consciencia de sus poderes y, en lugar de esclavo, se convierte en dueño; y yo, a mi vez, me convierto en su salvador. El reconocimiento de este hecho debería traer a todas las personas sin excepción ¡una magnífica sensación de excelsitud, un 62

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Salvadores los unos de los otros

intenso sentimiento de responsabilidad, de profunda fuerza y paz! Dado que Dios obra valiéndose del instrumento que es el ser humano, ¡acabemos de una vez para siempre con la antigua y malvada idea, ya agonizante, marchita, de que somos pobres gusanos destinados a vivir en el polvo! Puede que lo seamos o puede que no; depende de nosotros. En el instante en que pensemos que somos gusanos, en gusanos nos convertiremos, y mientras así sigamos creyéndolo, mantendremos esa identidad, y viviremos y actuaremos como tales. Ahora bien, en el instante en que reconozcamos nuestra divinidad, nuestro sí mismo supremo, divino, y reconozcamos el hecho de que somos salvadores potenciales de nuestros semejantes, nos convertiremos en salvadores; nuestra presencia y nuestros actos estarán entonces imbuidos de tal majestad, belleza y poder que hablarán por sí solos. Existe la idea generalizada de que el triunfar en este sentido implica abandonarlo más o menos todo —algo, posiblemente, del orden del ascetismo—. La realidad es que, muy al contrario, los más elevados, intensos y verdaderos placeres que el alma humana pueda conocer, los descubrirá solo una vez que establezcamos contacto con lo supremo y permitamos que su Poder obre, otorgándonos el dominio de nosotros mismos. Entonces, en lugar de tener que abandonar nada, actuará la gran ley en virtud de la cual lo inferior, siempre y por voluntad propia, se desprende y muere ante lo superior. Lo que todo el mundo busca 63

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XV

NO REPRESIÓN, SINO DOMINIO DE SÍ MISMO

De todo lo dicho hasta ahora, no debemos deducir que la vida material, el cuerpo físico, ha de despreciarse o mirarse con desdén. Este, la verdad sea dicha, es uno de los más lamentables errores de nuestro tiempo, y germen de incalculables tergiversaciones, vergüenza y sufrimiento. Muy al contrario, el cuerpo físico merece la más elevada consideración: deberíamos amarlo, y desarrollarlo hasta verlo alcanzar su plenitud de cualidades, belleza y poderes. No fue en vano el que Dios nos diera este cuerpo. Es igual de sagrado y hermoso que el propio espíritu; de hecho, no es sino la manifestación material y visible del espíritu individualizado, y nosotros lo moldeamos con nuestros ­pensamientos y 65

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emociones a cada instante, determinando sus condiciones, su estructura y apariencia. Todas las partes del cuerpo, todos sus órganos y funciones son exactamente igual de puras, bellas, nobles y sagradas, y solo la pervertida forma de mirar del ser humano ha hecho que algunas de ellas reciban distinta consideración, dando esto pie a que se produzcan abusos, vergüenza y amargura. ¡Miles de veces deberíamos repetir: «No represión, sino elevación»! Cada parte, órgano y función del cuerpo se nos han dado para su uso, no para el uso indebido ni el abuso, pues en el momento en que abusamos de cualquier función, esta pierde sus poderes superiores, y, con ellos, desaparece la posibilidad del auténtico disfrute. El verdadero conocimiento de las realidades espirituales de la vida prohíbe el ascetismo y la represión tanto como la perversión y el libertinaje, y nos enseña que errar en un sentido es tan contrario a la vida ideal como errar en el opuesto. Todas las cosas tienen un propósito, y todas existen para nuestro uso y disfrute; pero, para poder disfrutar de ellas plenamente, deben usarse con inteligencia y mesura. Para vivir en plenitud, debemos experimentar y desarrollar los tres planos, físico, mental y espiritual, en igual medida, y a quien relegue cualquiera de los tres le será imposible alcanzar la perfección que existe solo en la totalidad. El plano físico tiene idéntica utilidad e importancia que los otros; ahora bien, el secreto de una vida verdaderamente exitosa es imbuir el cuerpo mental y el cuerpo físico 66

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No represión, sino dominio de sí mismo

del espiritual, es decir, espiritualizarlos ambos, y elevarlos así hasta los más altos poderes y posibilidades. Lo deseable son un hombre y una mujer completos, plenamente desarrollados, no unos seres etéreos y exangües, sino un hombre y una mujer de carne y hueso, capaces de actuar con decisión aquí y ahora; un hombre y una mujer fuertes, poderosos, que hayan descubierto todas sus facultades y funciones y las utilicen plena y saludablemente, coordinándolas entre sí, pero conociendo el orden de subordinación que les corresponde. Ese hombre y esa mujer que tienen dominio soberano sobre todo —cuyo porte y cuyos movimientos son, por tanto, los de un monarca, o mejor dicho, los de un dios mismo—, ellos son los legítimos representantes del Poder, y su vida es la vida ideal; cualquier otra cosa es parcial e incompleta. Lo que todo el mundo busca

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XVI

LOS PENSAMIENTOS SON FUERZAS

El pensamiento es la base de todo progreso o retroceso, de todo éxito o fracaso, de todo lo que es deseable e indeseable en la vida humana. El tipo de pensamiento que albergamos crea y atrae circunstancias que cristalizan en torno a él, circunstancias de idéntica naturaleza al pensamiento que les ha dado forma. Los pensamientos son fuerzas, y cada uno de ellos crea aquello que le es semejante, tanto si nos damos cuenta de que ocurre como si no. La gran ley referente al magnético poder de la mente, que establece cómo cada cosa crea y atrae a su semejante, está constantemente activa en cada vida humana, pues es una de las grandes leyes inmutables del universo. De ahí que, si nos tomamos 69

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el tiempo necesario para saber con claridad qué queremos verdaderamente, y mantenemos luego ese ideal con firmeza y constancia en nuestra mente sin permitir jamás que la fe —nuestra fuerza de pensamiento positiva— flaquee o se deje neutralizar por las dudas y los miedos, y si con ese ideal y esa fe emprendemos cada día las acciones que el día nos traiga, sin lamentaciones, más bien dedicando el tiempo que tal vez habríamos perdido lamentándonos a concentrar nuestras fuerzas mentales en el ideal que nuestra mente ha ideado, os aseguro que, tarde o temprano, se materializará plenamente aquello que anhelemos conseguir. Hay quienes, al empezar a comprender que existe lo que podríamos llamar una “ciencia del pensamiento” y que, valiéndonos de nuestras fuerzas interiores, espirituales, tenemos la facultad de moldear gradualmente a voluntad las condiciones de nuestra vida cotidiana, hasta tal punto se entusiasman con ello que, si no ven resultados tan rápidos como esperaban, tienden a pensar que no es tan maravilloso, al fin y al cabo, eso sobre lo que acaban de tener noticia. Deben recordar no obstante que, cuando decidimos erradicar un viejo hábito o crear uno nuevo, no puede hacerse todo de un instante para otro. Cuanto más intentemos hacer uso de las fuerzas mentales con seriedad y constancia, más capaces seremos de utilizarlas de modo eficaz. Al principio el progreso será lento, pero irá haciéndose más rápido a medida que continuemos; y el poder en sí mismo aumentará, o, mejor dicho, el utilizarlo lo hará crecer continuamente. Todo ello está regido por la Ley suprema del universo, así como lo están todas 70

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Los pensamientos son fuerzas

las cosas de nuestra vida y todas las que nos rodean. Todo paso y progreso de un músico están en plena concordancia con la ley. Es obvio que ningún principiante puede, por ejemplo, sentarse al piano e interpretar una pieza musical sublime al primer intento; sin embargo, no debe ni suele el estudiante sacar la conclusión de que nunca será capaz de interpretar esa pieza maestra, ni de que nadie será capaz de interpretarla. Empieza a practicar, y la ley de la mente a la que ya nos hemos referido acude en su ayuda, haciendo que cada nueva interpretación le resulte más fácil; pues otra ley, de la que también hemos hablado, empieza a operar a su favor. Nos referimos a ley que rige el sistema nervioso autónomo y sus actos reflejos, en virtud de la cual, a cada nuevo intento, los dedos coordinarán sus movimientos con los de su mente cada vez con mayor fluidez, confianza y precisión, hasta que, con el tiempo, en lugar de aquellas notas que un día tocara a trompicones, faltas de armonía y discordantes, se revelará finalmente la música del maestro, que conmoverá a auditorios inmensos. Esto es lo que ocurre cuando se hace uso de las fuerzas mentales. Es la reiteración, la constante reiteración de un pensamiento lo que acrecienta la capacidad de enfocarlo cada vez con mayor intensidad y poder, y esto finalmente hace que se manifieste en la realidad visible. La mente forma el carácter

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XVII

TODA VIDA NACE DEL INTERIOR

Toda vida nace de nuestro interior. No deberíamos olvidar nunca que los orígenes de todo cuanto hay en nuestra vida están dentro de nosotros; y, siendo esto así, valdría la pena que dedicáramos a nuestra vida interior más tiempo del que solemos dedicarle, especialmente en el mundo occidental. Nada nos reportará tan generosos beneficios como pasar un poco de tiempo en silencio cada día de nuestra vida. Necesitamos ese silencio para expulsar de nuestras mentes, y por tanto de nuestras vidas, toda clase de retorcimiento; lo necesitamos para forjar ideales de vida más elevados, y también para saber con claridad en qué queremos enfocar 73

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y concentrar nuestras fuerzas mentales. Necesitamos ese silencio para renovarnos continuamente, y para mantener una conexión consciente con el Infinito. Lo necesitamos para que el presuroso ritmo de la vida cotidiana no nuble nuestro reconocimiento consciente de que el espíritu de la Vida y el Poder infinitos —que está detrás de todo cuanto existe, que actúa en todo y a través de todo, y da vida a todo— es la vida de nuestra vida y la fuente de nuestro poder; ni nuble el reconocimiento consciente de que, fuera de él, ni tenemos poder ni tenemos vida. Reconocer plenamente este hecho y vivir en sintonía con él en todo momento significa encontrar el reino de Dios, que es, por su propia esencia, un reino interior, y nunca podrá ser salvo eso. Solo dentro de cada uno de nosotros puede hallarse el reino de los cielos, y su hallazgo se hace de una vez para siempre y de la única manera en que puede hacerse, que es reconociendo de verdad, con todo nuestro ser, que en esencia somos uno con la Vida Divina, lo cual nos hará abrirnos continuamente a fin de que esta pueda hablar y manifestarse a través de nosotros. Así alcanzaremos un estado en el que cada paso que demos lo daremos con Dios; así la consciencia de Dios se hará realidad viva en nuestras vidas, y nos reportará sabiduría, visión interior y poder, más arraigados en nosotros a cada día que pase. La consciencia de Dios en el alma del ser humano es la esencia, la suma y sustancia de toda religión; pues la religión es cada acto y momento de nuestra vida cotidiana, y aquello que no pueda identificarse con cada momento y cada acto de la vida será religión únicamente de nombre, pero no religión verdadera. 74

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Toda vida nace del interior

Si no es con inocencia, no encontraremos a Dios. Ya lo dijo el Maestro: «Si no os volvéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos» (Mateo 18:3). Porque únicamente entonces reconoceremos que nosotros solos nada podemos hacer, que todo cuanto hacemos es manifestación de la Vida y el Poder Divinos que en nosotros obran; y solo cuando nos volvamos inocentes y vulnerables podrán obrar a través de nosotros, y podremos nosotros ser o hacer algo. Es así como entraremos en esa vida sencilla, que es fundamentalmente una vida de disfrute y logros supremos. En Oriente, la gente dedica por lo general mucho más tiempo a la quietud y el silencio. Hay, sin embargo, quienes lo llevan hasta el mismo extremo que llevamos nosotros lo opuesto, y el resultado es que nunca llegan a objetivar ni hacer realidad en la vida exterior aquello con lo que sueñan en su vida interior. Nosotros, por nuestra parte, dedicamos tanto tiempo a las actividades de la vida exterior que apenas nos quedan unos instantes al día para forjar, en la quietud de la vida espiritual del pensamiento, los ideales que nos gustaría ver hechos realidad; y el resultado es que vivimos de manera azarosa, se podría decir que tomando la vida según viene y sin reflexionar demasiado acerca de ella, quizá incluso viéndonos arrastrados por circunstancias dolorosas, en vez de vivir moldeando nuestra vida con la ayuda de las fuerzas interiores, y de conseguir exactamente lo que deseamos. La humanidad necesita, por tanto, establecer un armonioso equilibrio entre el mundo occidental y el oriental, sin llevar ninguna de las dos actitudes al extremo. Si el 75

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­individuo oriental dedicara un tiempo a la contemplación y luego se levantara y fuera al trabajo, se encontraría en mejores condiciones; tendría una vida más normal y satisfactoria. Y si nosotros, en Occidente, tomáramos una parte del tiempo que entregamos a las presurosas actividades del mundo exterior y lo dedicáramos a la contemplación, la meditación y la ideación, a encontrarnos con nosotros mismos, y luego nos ocupáramos de nuestro trabajo manifestando los poderes de nuestro Yo verdadero, nos sentiríamos mucho más satisfechos, ya que llevaríamos una vida más normal, más natural. Porque encontrar el propio centro, estar centrado en el Infinito, es el requisito esencial e ineludible para llevar una vida satisfactoria; y luego salir, pensar, hablar, trabajar, amar y vivir desde ese centro. La mente forma el carácter

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XVIII

LA HERENCIA Y EL PODER SUPERIOR

No faltan, por supuesto, quienes se sienten impedidos para forjarse un carácter de calidad superior, como el que venimos describiendo, a causa de lo que podríamos denominar su “herencia”. En un sentido tienen razón, y en otro están totalmente equivocados. Su temor parece derivarse de aquella rima de la Cartilla de Nueva Inglaterra que a nuestros antecesores les inculcaron de niños, y que decía: «En la caída de Adán, pecamos todos». Veamos; en primer lugar, cuesta entender que pueda haber justicia alguna en esas palabras, si lo que dicen fuera verdad; en segundo lugar, cuesta entender por qué habría de ser verdad, y en tercer lugar, no hay ninguna verdad en ello. Lo que aquí nos ocupa 77

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es el Yo esencial, nuestro ser verdadero, y por muy anciano que sea Adán, Dios es eterno; lo cual significa que vosotros también lo sois, que yo soy eterno, que es eterna el alma humana. Cuando comprendamos plenamente este hecho, nos daremos cuenta de que la herencia es un junco que podemos romper con facilidad. La vida de cada individuo está en sus manos, y puede hacer de ella, en lo que a carácter, logros, poder, divina realización de sí mismo e influencia se refiere, exactamente lo que quiera. Todo aquello con lo que más sueña es suyo, o puede serlo, si con sinceridad lo anhela. Entonces, a medida que vaya aproximándose a su ideal y adquiera así un carácter cada vez más fuerte e influyente, empezará a servir de ejemplo e inspiración a cuantos entren en contacto con él: los débiles e indecisos se sentirán gracias a él alentados y fortalecidos, y quienes carezcan de auténticas aspiraciones o lleven una vida mediocre verán instintiva e inevitablemente elevados sus ideales; y ningún ideal puede elevarse sin que el cambio se trasluzca en la vida exterior de quien lo experimenta. Al ir comprendiendo con profundidad cada vez mayor lo colosal que es el poder de las fuerzas mentales, dicho individuo descubrirá que a menudo, mediante un sencillo proceso de sugestión, su pensamiento podrá ser de valiosa ayuda al hombre indeciso e inseguro que lucha consigo mismo inútilmente; bastará con que de vez en cuando le envíe su energía mental y mantenga de él un elevado concepto, revistiéndole en su mente de fuerza, sabiduría y amor supremos. 78

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La herencia y el poder superior

Quien pasa suficiente tiempo en tranquilidad y silencio forjando mentalmente sus ideales, quien dedica suficiente tiempo a establecer y mantener su conexión consciente con el Infinito, con la vida y las fuerzas Divinas, es quien más preparado está para una extenuante vida de trabajo. Él es quien puede enfrentarse con sagacidad y dominio a cualquier imprevisto que se presente en los asuntos cotidianos, pues la morada que ha construido no está hecha para soportar el paso de los años, sino de los siglos; no el paso del tiempo, sino de la eternidad. Por eso puede caminar sin saber a dónde se dirige; le basta con saber que la Vida Divina que hay en su interior no le fallará jamás, sino que, al contrario, le guiará hasta que llegue a ver al Padre cara a cara. Así pues, al construir vuestra morada, asegurad sus cimientos, pues solo aquella que tenga la más elevada, noble y verdadera base resistirá el paso de los siglos. Más aún, construidla a prueba de toda la eternidad, para que, cuando la transición a la que llamamos muerte llegue un día, podáis tener en abundancia vida, carácter, dominio y divina realización del sí mismo, los únicos bienes que el alma podrá llevarse consigo cuando quede despojada de todo lo demás. Entonces, tanto en la vida como en el momento de transición hacia otra forma de vida nueva, nunca tendréis miedo, porque sabréis a ciencia cierta que detrás, dentro y más allá de vosotros están la Sabiduría y el Amor Infinitos. Y en ellos tendréis vuestro centro; en ellos, de los que nada jamás os podrá separar. Y con Whittier cantaréis:

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No sé dónde están Sus islas, pues divisar no consigo sus frondosas palmeras; solo sé que no navegaré a la deriva pues Sus desvelos y amor me guiarán hasta ellas. La mente forma el carácter

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XIX

CASTILLOS EN EL AIRE

Incluso los experimentos de laboratorio han demostrado el trascendental hecho de que los pensamientos son fuerzas, con forma, cualidad, sustancia e inmenso poder, y empezamos a descubrir que existe lo que podríamos llamar una “ciencia del pensamiento”. Todo cuanto existe en el universo físico, y cuanto haya existido jamás, tuvo su origen en el pensamiento, y de él tomó forma. Cada fortaleza, cada estatua, pintura o máquina se engendraron en la mente de quien las concibió, antes de ser plasmadas como expresión visible. El universo mismo en el que vivimos es efecto de las energías de la mente de Dios, el Espíritu Infinito que es anterior a todo. Y si es 81

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verdad que, como hemos visto, nuestro verdadero Yo tiene la misma esencia que ese Espíritu Infinito y es uno con Él, ¿no nos damos cuenta de que, gracias a la acción interior de nuestras fuerzas espirituales y mentales, en la medida en que reconozcamos tan prodigioso hecho podremos tener un poder creador de la misma cualidad que el Suyo? Todo existe en lo invisible antes de manifestarse o hacerse realidad en lo visible, y, siendo esto así, lo invisible es lo real, mientras que lo visible es lo ilusorio, puesto que lo invisible es causa y lo visible, efecto. Lo invisible es eterno; lo visible, cambiante y transitorio. El poder de la palabra es un riguroso hecho científico. Por la acción de nuestras fuerzas mentales tenemos poder creador, y la palabra no es ni más ni menos que la expresión externa de dichas fuerzas interiores; es, en cierto modo, el medio que utilizan esas fuerzas mentales para concentrarse y adoptar determinada dirección, y ambas acciones son necesarias antes de que pueda manifestarse tangiblemente el poder mental en el mundo exterior. Con frecuencia hemos oído la expresión «hacer castillos en el aire», y no precisamente para alabanza de aquel que supuestamente a ello se dedica. Sin embargo, es necesario hacer castillos en el aire antes de poder hacerlos en la tierra y de morar en ellos. El problema no es hacer castillos en el aire, sino eludir hacerlos luego realidad en la vida, no darles forma material. Quien construye simplemente castillos en el aire, hace una parte del trabajo, una parte muy necesaria, pero la otra parte, igual de necesaria, la deja sin hacer. 82

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Castillos en el aire

Existe, en relación con las fuerzas mentales, algo a lo que podríamos llamar «poder atractivo de la mente», regido por la gran Ley universal de la atracción entre iguales, y en virtud de la cual atraemos continuamente a nosotros las fuerzas y condiciones, tanto del lado visible como del lado invisible de la vida, que sean más afines a nuestros pensamientos. Esta ley actúa sin cesar, seamos o no conscientes de ella. Vivimos, por así decirlo, en un vasto océano de pensamiento, e incluso la atmósfera que nos rodea está impregnada de las fuerzas mentales que a cada momento enviamos, o que dimanan de nosotros, en forma de ondas. A todos nos afectan en mayor o menor medida las fuerzas mentales, tanto si tenemos consciencia de ello como si no, y será nuestro grado de sensibilidad o nuestro grado de negatividad, que nos dejan más expuestos a las influencias externas, lo que determinará qué fuerzas penetrarán en nuestra mente y ejercerán por tanto un efecto en nuestras vidas. En armonía con el infinito

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XX

EL ANCLA DE LOS INDIVIDUOS ESPECIALMENTE SENSIBLES

Hay individuos mucho más sensiblemente formados que otros. Diríase que sus organismos están constituidos con mayor exquisitez y delicadeza; y son, por lo general, personas a las que, en mayor o menor medida, les afectan las ideas de aquellos con quienes se relacionan o conviven. Cierto amigo mío, director de un importante periódico, es un hombre de tan sensible disposición interior que, cuando asiste a reuniones sociales y charla y saluda allí a distintas personas, hasta tal punto absorbe sus condiciones mentales y físicas que queda profundamente afectado, y hasta dos o tres días después no vuelve a ser plenamente él mismo ni puede reanudar su trabajo. 85

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Debido a esto, algunos consideran una desgracia poseer tan extrema sensibilidad. Pero no lo es; en absoluto. Es una verdadera ventaja para quien sabe utilizarla a su favor, pues dicha sensibilidad le hace más abierto, y más receptivo a los sutiles impulsos del alma, así como a las más elevadas energías exteriores. Puede no ser tan ventajoso, sin embargo, o ser incluso extremadamente perturbador, estar dotado de tal sensibilidad cuando el individuo la desconoce y, por tanto, no ha desarrollado la facultad de cerrarse en ciertos momentos, o de mantener una actitud positiva ante toda influencia perjudicial o indeseada. No obstante, por muy sensible y vulnerable que sea el individuo, podrá sin duda adquirir dicha facultad sirviéndose del poder de su mente. En realidad, no hay ningún hábito del que más pueda beneficiarse cualquier persona, sea cual sea su grado de sensibilidad, que el de mantener de continuo una actitud mental que diga: «Me cierro a las influencias inferiores, dejando que la indiferencia me proteja de ellas; y me abro plenamente a las influencias elevadas, dejándome penetrar por lo que de las alturas provenga». Bastará con adoptar de vez en cuando dicha actitud consciente para que pronto se convierta en un hábito; y si somos de verdad serios y sentimos sinceramente esas palabras, nuestra actitud movilizará sutiles y poderosas influencias para lograr los resultados que anhelamos. De este modo, mantendremos alejadas de nosotros las influencias perjudiciales del lado visible y del lado invisible de la vida, y abriremos la puerta a los influjos 86

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El ancla de los individuos especialmente sensibles

elevados y benéficos, que acudirán a nosotros con la misma intensidad con que los invoquemos. El hecho en sí de la existencia, cualquiera que sea la forma que adopte, significa la continuidad de la Vida, principio único y eterno del universo y que por consiguiente continuará sin fin. Por eso, aunque sus representantes en la Tierra, a través de los cuales la Vida se manifiesta, cambiemos de forma cuando el cuerpo se acaba, nuestra existencia es un hilo infinito, eterno, como la vida misma: «En la casa de mi Padre hay muchas moradas» (Juan 14:2). Una vez que el individuo abandone el cuerpo físico, no tendrá evidencia alguna de lo que ha dejado atrás. Pero no empezará de cero, ya que no hay comienzo, puesto que nada cesa; su vida adoptará una forma nueva, y continuará exactamente allí donde la anterior terminó, pues toda vida es una evolución continua, paso a paso, en la que no caben los saltos, ni grandes ni pequeños. No podemos sino confiar en que aquellos que, movidos por el amor, obraron con edificante poder aquí en la Tierra continúen actuando entre nosotros, con mayor celo, si cabe, y aún con mayor poder. «Oró Eliseo y dijo: “Te ruego, Señor, que abras sus ojos para que vea”. Y abrió el Señor los ojos del criado, y el criado miró: y he aquí que el monte estaba lleno de gente a caballo, y de carros de fuego alrededor de Eliseo» (2 Reyes 6:17). En armonía con el infinito

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CÓMO ATRAEMOS EL ÉXITO O EL FRACASO

Hoy día está científicamente demostrado que las cosas que vemos constituyen solo una mínima parte de las que en realidad existen. El ojo físico no tiene capacidad para ver las fuerzas vitales que actúan en nuestras vidas y en el mundo que nos rodea, y que sin embargo son la causa de lo que vemos, que no es sino un mero efecto de aquellas. Así pues, dado que los pensamientos son fuerzas y que cada cosa atrae y engendra a su semejante, si sabemos gobernar nuestros pensamientos, determinaremos el curso y las condiciones de nuestra vida. Dijo alguien que tenía un profundo conocimiento de la naturaleza de las cosas: 89

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«Maravillosamente exacta en su acción es la ley de correspondencia entre lo espiritual y lo material: quien se deja dominar por la melancolía, atrae hacia sí circunstancias melancólicas; quien siempre está desanimado y deprimido, fracasa en todo lo que emprende y acaba viviendo a costa de los demás; sin embargo, la persona animosa, confiada y de trato afable atrae los elementos del éxito. Si observamos el jardín o el patio de una persona, sabremos, por cómo está cuidado, qué estado de ánimo predomina en su vida. Una mujer muestra su estado mental en su forma de vestir en casa, y si su aspecto es desaliñado, sabremos que vive sin esperanza, alegría ni orden, pues los andrajos y la suciedad existen en la mente antes que en el cuerpo. El pensamiento que predomine en nuestra vida atraerá su correspondiente elemento visible y cristalizará en él, de manera tan real y exacta como el pequeño pedazo visible de cobre, introducido en una solución, atrae hacia sí las invisible partículas del mismo metal disueltas en el líquido. Una mente henchida de esperanza, confiada, valerosa y firme en sus propósitos atraerá todos los elementos y poderes necesarios para que esos propósitos se hagan realidad. »Cada pensamiento tiene valor real en todos los sentidos: la fuerza de vuestro cuerpo, el poder de vuestra mente, el éxito de vuestros negocios o el placer que vuestra compañía reporte a los demás dependerán de la naturaleza de los pensamientos que alberguéis…; y en concordancia con la disposición de vuestra mente estarán también las influencias que vuestro espíritu reciba del mundo invisible. Esta es la ley, tanto química como espiritual; pues la química 90

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Cómo atraemos el éxito o el fracaso

no se reduce a los elementos que vemos, sino que aquellos otros que no ven nuestros ojos superan miles de veces a los primeros». La fe no es ni más ni menos que la actuación de las fuerzas mentales en forma de sincero anhelo, al que acompaña la esperanza de hacerlo realidad; y en la misma medida en que mantengamos viva y alentemos con nuestra esperanza esa fe que desde nosotros se expande, atraerá hacia sí aquello que anhela, tornando en material y visible lo espiritual e invisible. En armonía con el infinito

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EL MIEDO ACARREA FRACASO

Nada es más sutil que el pensamiento, nada es más poderoso, ni más irresistible cuando se aplica debidamente y se cree en él con fe y fidelidad inquebrantables, con una fe y fidelidad que no conocen los debilitadores efectos de la duda y el miedo. Si aspiráis sinceramente a mejorar vuestra condición, tanto si deseáis una promoción en el trabajo, un lugar más ameno, más afables colaboradores, como si ansiáis un ambiente más grato, bastará con que de continuo emita vuestra mente sus más elevadas fuerzas mentales, alimentadas con la firme esperanza de que alcanzarán su objetivo, para que tarde o temprano veáis convertidos en 93

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realidad vuestros deseos, en simple concordancia con las leyes y fuerzas naturales. El miedo crea su propia materialización, al igual que la esperanza; la misma ley actúa en ambos casos. Al recordar las palabras que pronunció nuestro buen amigo Job cuando la oscuridad empezó a cernerse sobre él: «Lo que más temía me sobrevino; lo que más me asustaba me sucedió» (Job 3:25-26), no podemos sino pensar en lo distinta que habría sido su suerte si hubiera tenido la más ligera idea del alcance de sus poderes, si hubiera desempeñado el papel de amo, y no de sirviente, y hubiera sido él quien dictara las condiciones, en vez de someterse a ellas y tener así que sufrir las consecuencias. Si nos encontramos en cualquier situación o ambiente poco deseables, que nada pueden aportarnos para nuestro desarrollo humano y espiritual —o, al menos, no de forma duradera—, tendremos el remedio en nuestras manos en cuanto reconozcamos el poder y la supremacía de las fuerzas de la mente y del espíritu. En realidad, a menos que con inteligencia utilicemos dichas fuerzas, vagaremos sin rumbo arrastrados por la corriente; a no ser que a través de ellas nos hagamos dueños de nosotros mismos y dirijamos nuestras vidas, nos convertiremos en esclavos, obedeceremos las órdenes de otros y seremos víctimas de sus caprichos. Si alimentamos con esperanza inquebrantable la seria y sincera aspiración de alcanzar condiciones más gratas y elevadas, o los medios para su realización, no permitiendo jamás que las fuerzas del miedo penetren en nosotros, y si la alimentamos y acompañamos, además, de un esfuerzo 94

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El miedo acarrea fracaso

debidamente dirigido, es verdad tan absoluta como que a la causa le sigue el efecto que lograremos materializar plenamente nuestros más elevados anhelos y aspiraciones. Todos podemos hacer que nuestra vida sea cada día más favorable, atraer influencias cada vez más elevadas, y realizar un ideal cada día más sublime; pues en nuestro interior yacen las fuerzas necesarias para lograrlo, que simplemente esperan a que las reconozcamos y utilicemos para infundir aliento a la vida cotidiana, y a que la moldeemos con su ayuda. En cuanto las reconozcamos plenamente, se harán servidoras nuestras a la espera de nuestras órdenes. No hemos nacido para ser ni esclavos ni mendigos, sino para tener dominio y abundancia. Tal es nuestra legítima herencia; basta con que la descubramos y reivindiquemos. Muchos hombres y mujeres añoran hoy condiciones de vida superiores a las que tienen; pero el tiempo que esos hombres y mujeres dedican en vano a quejarse y a añorar, podrían emplearlo en activar las fuerzas interiores, que, acompañadas de una recta actividad personal, rápidamente podrían hacer realidad sus más ambiciosos sueños. Lo que todo el mundo busca

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XXIII

ADIESTRAR AL CORAZÓN APRENDIENDO DEL MUNDO ANIMAL

Es un hecho reconocido que limitarnos a adiestrar el intelecto no es suficiente. Si hay una verdad en este mundo es que una educación intelectual, cuando no va acompañada del adiestramiento del corazón, sencillamente incrementa nuestra capacidad para hacer el mal, mientras que, cuando ambos van unidos, nuestra capacidad para hacer el bien crece; y esta es, qué duda cabe, la verdadera educación. Por supuesto, debemos empezar por el niño, pues las lecciones aprendidas en la infancia son las últimas en olvidarse. Enseñemos a los niños que los animales inferiores son criaturas de Dios, al igual que lo son ellos, colocadas aquí por nuestro común Padre Celestial, cada una con su 97

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propósito específico, y que tienen el mismo derecho que nosotros a la vida y a la protección. Enseñémosles el principio, reconocido por todos los seres humanos de corazón noble, de que solo una naturaleza depravada, corrompida y cobarde hará daño a una indefensa criatura inferior por el simple hecho de tener poder para hacerlo, y enseñémosles que no hay mejor ni mayor prueba de verdadera valentía y nobleza de carácter que la manera en que uno trata a los animales inferiores. No puedo resistirme a citar, en relación con esto, un par de fragmentos del archidiácono Farrar que recientemente han llegado a mi conocimiento: En más de una ocasión, paseando yo por la playa, me he encontrado ante el atroz espectáculo —un espectáculo cuyo recuerdo aún me persigue— de un grupo de indefensas gaviotas que yacían muertas y desfiguradas sobre la arena, rojo su blanco plumaje, ensangrentado, pues allí las había abandonado la marea, muertas o mediomuertas, después de que embrutecidos hombres sin corazón hicieran de su tortura, de aquella masacre, la diversión del día. ¡Diversión! ¿Puede haber diversión más execrable que matar por puro placer? ¿Podéis imaginaros la barbarie, la absoluta insensibilidad a la misericordia y a la belleza, de un hombre que, al ver a esas espléndidas y hermosas criaturas sobrevolando el oleaje azul, extendidas a la luz del sol sus inmaculadas alas blancas, se haga a la mar con sus hijos y, para embrutecer su carácter, encuentre diversión—¡diversión tan falta de humanidad!— en asesinar por capricho a esas bellas aves de Dios, o en 98

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Adiestrar al corazón aprendiendo del mundo animal

­herirlas con crueldad y dejarlas luego ir a morir a algún lugar solitario? Y dice otro de los párrafos que hace unos días me envió también este buen amigo de esas criaturas hermanas nuestras: El célebre novelista ruso Turgueniev cuenta un conmovedor incidente de su vida, a raíz del cual despertaron en él sentimientos que imbuirían luego de profundidad y ternura todos sus escritos. Tenía Turgueniev diez años cuando su padre un día lo llevó de caza. Avanzaban a duras penas a través de un oscuro rastrojal cuando de pronto, casi a sus pies, un faisán dorado echó a volar, aleteando bajo; y él, con el regocijo del cazador corriéndole por las venas, levantó la escopeta y disparó, llenándose de entusiasmo al ver a la criatura caer con pesado revoloteo justo a su lado. La vida del ave se escapaba con rapidez, pero el instinto maternal era más fuerte incluso que la muerte, y, con débil batir de alas, la madre faisán llegó hasta el nido en el que la esperaban apiñados sus polluelos, ajenos al peligro. Entonces, con una mirada de súplica y reproche tan dolorosa que el corazón de Turgueniev se quedó helado al contemplar el daño tan grande que acababa de hacer —y jamás hasta el día de su muerte olvidaría el sentimiento de culpa que se apoderó de él en aquel momento— la pequeña cabeza marrón se ladeó y quedó colgando inerte. Solo el cuerpo muerto de la madre protegía a su nidada. 99

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“¡Padre, padre, qué he hecho!”, exclamó volviéndose hacia su padre con el horror pintado en el rostro. Pero a ojos de su padre no había en ello tragedia alguna; por el contrario, le felicitó diciéndole: “Así se hace, hijo mío. Para ser tu primer tiro, no ha estado nada mal. Serás un buen deportista”. “Jamás, padre, jamás volveré a quitar la vida a ningún ser vivo. Si esto es deporte, nada tendré que ver con él. He comprendido que la vida es mucho más bella que la muerte, y, puesto que no puedo dar vida, tampoco la quitaré”. De modo que, en vez de poner en las manos de un niño una escopeta o cualquier otra arma que sirva para mutilar, torturar o quitar la vida incluso a un solo animal, yo le daría unos prismáticos y una cámara fotográfica y lo enviaría al campo, a hacerse amigo de los animales, a observar y estudiar sus características, sus hábitos, a aprender de ellos las magníficas lecciones que se pueden aprender, colaborando así a que su naturaleza humana se expandiera como fruto de la admiración, el amor y el interés por ellos, y a que de esa manera llegara a ser un hombre verdaderamente valeroso y noble, en vez de un tipo indolente, bruto y cruel. El respeto a todo ser viviente

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XXIV

EL SECRETO Y EL PODER DEL AMOR

Cuando reconozcamos plenamente la extraordinaria e indisoluble unidad de todos los seres vivos, puesto que todos hemos nacido de la gran Fuente Infinita y, por tanto, es la misma vida la que late en cada uno de nosotros, los prejuicios desaparecerán, se desvanecerá el odio y reinará el amor. Entonces, dondequiera que vayamos y cuandoquiera que estemos en compañía de nuestros semejantes, sabremos reconocer a Dios dentro de nosotros y de ellos. En consecuencia, solo buscaremos el bien, y lo hallaremos, pues el bien sale siempre al encuentro de quien lo busca. Subyace una profunda realidad científica en las palabras «quien a hierro mata, a hierro muere». En cuanto descubramos la sutil y poderosa energía que entrañan las 101

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fuerzas mentales, notaremos rápidamente cómo, cada vez que alberguemos pensamientos de animadversión hacia otra persona, esta recibirá el efecto de las diabólicas fuerzas que de nosotros dimanen, despertando en ella idénticos pensamientos de odio, que recaerán a su vez en quienes primero los albergamos. Cuando luego comprendamos el efecto que sentimientos como el odio o la ira tienen sobre el cuerpo físico, nos daremos cuenta de lo perjudiciales y gravosos que son. Y lo mismo puede decirse de todos los pensamientos y pasiones afines: la envidia, la crítica malintencionada, los celos o el menosprecio; al final descubriremos que, dejándonos arrastrar por pensamientos de esta índole hacia un semejante, sufrimos mucho más nosotros que aquel contra quien van dirigidos. Cuando reconozcamos de verdad que el egoísmo está en la raíz de todo error, pecado y crimen, y que la ignorancia es la base de todo egoísmo, empezaremos a mirar con caridad los actos de todos los seres humanos. Es el ignorante quien busca su propio provecho a expensas del bien colectivo; y el egoísta no es, por tanto, sino aquel que vive en la ignorancia. Por eso nunca es egoísta el sabio; él es capaz de ver más allá de la superficie de las cosas, y sabe que cada miembro del gran cuerpo que es la humanidad se beneficia exactamente en la misma medida en que se beneficia el organismo entero, luego no quiere para sí nada que no quiera para toda la humanidad. Y si el egoísmo es el fundamento de todo error, pecado y crimen, y la ignorancia es la base de todo egoísmo, cuando veamos una manifestación de cualquiera de estas ­perniciosas cualidades, si somos de verdad fieles a lo bueno 102

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El secreto y el poder del amor

y noble que hay en nosotros, trataremos de buscar lo bueno y noble en cada individuo con quien entremos en contacto. Cuando Dios habla con Dios, Dios responde, y se manifiesta como Dios, pero cuando el diablo habla con el diablo, es el diablo quien responde, y al diablo se le ha de pagar. A veces oímos decir: «No veo nada bueno en él». ¿De verdad que no? Entonces es que no tenéis capacidad para ver. Mirad por debajo de la superficie y hallaréis a Dios en toda alma humana. Pero recordad que solo un Dios reconoce a un Dios. Cristo hablaba siempre a lo bueno y verdadero de cada persona, y era capaz de reconocer a Dios en cada una porque antes Lo había reconocido en sí mismo. Comía con publicanos y pecadores, lo cual consideraban abominable los escribas y fariseos, pues tan cegados estaban por su propia vanidad y egocentrismo —es decir, por su ignorancia— que nunca hallaron a Dios dentro de sí, y por consiguiente no podían soñar siquiera que la verdadera vida latiese lo mismo en ellos que en los publicanos y pecadores. En la medida en que mentalmente retengamos a una persona en la idea de la maldad o el error, alentaremos la maldad o el error en ella, puesto que, dependiendo de su grado de sensibilidad, o de su falta de individualidad, estará sujeta a las sugerencias del pensamiento ajeno, y se dejará influir por él. Somos partícipes, así pues, del errado obrar de aquel a quien mentalmente hemos recluido en la idea de la maldad, y también lo somos de la rectitud de aquel a quien en nuestra mente asociamos con el bien, la verdad y la honradez, lo cual le sugerirá esas mismas cualidades, por vía del pensamiento, y tendrá una benéfica influencia en 103

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su conducta y en su vida. Si nuestros corazones rebosan de amor hacia todo aquello con lo que entremos en contacto, inspiraremos amor, y esas mismas reconfortantes y nobles influencias de amor retornarán a nosotros, pues también dimanará el amor de aquellos a quienes antes inspiramos. Una profunda verdad científica fundamenta el precepto: «Si quieres que todos te amen, empieza por amar a todos». Así como amemos, seremos amados. Porque los pensamientos son fuerzas, y cada una engendra a las de su misma especie; cada una retorna con el efecto exacto que le corresponde, y del cual es causa. Que tus pensamientos secretos sean nobles, pues trascendental es el papel que desempeñan como artífices de las palabras y forjadores del destino. ¡Misteriosos son los designios de Dios! No conozco mejor ejercicio que el de un amigo que continuamente mantiene la actitud mental de difundir amor, sustentando sin cesar el pensamiento: «Queridos todos, os amo». Teniendo en cuenta que un pensamiento produce invariablemente su efecto antes de retornar, o de cesar, está claro que este hombre exhala de continuo una bendición, no solo sobre aquellos con quienes se relaciona, sino sobre el mundo entero; y los mismos pensamientos de amor, manifestados de distintas maneras, llegan constantemente a él desde todos los ámbitos. En armonía con el infinito 104

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XXV

DEMOS AL MUNDO LO MEJOR QUE TENGAMOS, Y LO MEJOR DEL MUNDO RETORNARÁ A NOSOTROS

¡Qué dichoso privilegio sería vivir en un mundo donde solo encontráramos hombres y mujeres de cualidad divina! Y, sin embargo, la realidad es que en tal mundo podéis y puedo vivir; porque en la medida en que reconozcamos nuestra más elevada naturaleza, veremos únicamente a Dios en cada persona, y ese será entonces el mundo en el que vivamos. Cuando de este modo reconozcamos a Dios en cada ser vivo, gracias a ese reconocimiento nos acercaremos a Él cada día más. ¡Qué privilegio, el vuestro y el mío! Ya no tendremos relación alguna con la hipocresía de juzgar a nuestros semejantes, pues tendremos la capacidad de ver, 105

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por debajo de la parte cambiante, confusa y falible de cada uno de nosotros, el sí mismo verdadero, inmutable y eterno que constituye nuestra esencia y que poco a poco irá manifestándose con toda la belleza de su cualidad sagrada. Tenemos inteligencia suficiente como para comprender que, al condenar a otro, nos condenamos a nosotros mismos. Al comprender esto, tan henchidos de amor estaremos que sentiremos desbordarse nuestros corazones. Todos aquellos con quienes tengamos contacto sentirán su cálido poder vivificante, y dirigirán hacia nosotros, a su vez, idénticos sentimientos de amor, de manera tal que continuamente llegará el amor a nosotros desde todos los ámbitos de nuestra vida. Decidme cuánto amáis, y os diré cuánto habéis vivido con Dios; decidme cuánto amáis, y os diré hasta dónde habéis entrado en el reino de los Cielos, en el reino de la perfecta armonía. Porque, como dijo el apóstol Pablo, «el amor es el cumplimiento de la Ley» (Romanos 13:10). En cierto sentido, el amor lo es todo; es la llave de la vida, y sus influjos hacen girar el universo entero. Vivid exclusivamente con el pensamiento del amor a todas las cosas, y en todas las cosas encontraréis amor. Vivid sumidos en pensamientos de malicia y de odio, y la malicia y el odio recaerán en vosotros. Puesto que el mal envenena, los dardos de la malicia como bumeranes retornan, causando heridas que no sanarán mientras persistan el rencor y la ira. 106

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Demos al mundo lo mejor que tengamos

Cada pensamiento que alimentáis es una fuerza que de vosotros emana, y lo que a su regreso traiga consigo será de su misma índole. Esta es una ley inmutable. Asimismo, cada pensamiento por el que os dejéis dominar tendrá una repercusión directa en vuestro cuerpo. El amor y los sentimientos afines son lo natural, pues están en armonía con el orden eterno del universo, ya que «Dios es amor» (1 Juan 4:8), y tienen una influencia vivificante y saludable en el cuerpo, además de embellecer el semblante, afinar la voz y haceros cada día más atractivos en todos los sentidos. Y siendo verdad que tanto como mantengáis pensamientos de amor hacia todos los seres alentaréis el que ellos con amor os correspondan, y que el amor ejerce un efecto directo en vuestra mente y, a través de ella, en vuestro cuerpo, vuestra fuerza vital resultará incrementada también desde el exterior. Entonces, al fortalecerse así vuestro ser físico y mental, veréis que vuestra vida entera se enriquece gracias a la influencia del amor. El odio y las emociones afines a él son perversiones anormales, contra natura, y están por tanto en discordancia con el orden eterno del universo. Si el amor es el cumplimiento de la ley, estos son entonces su opuesto: la directa violación de la ley; y no se puede violar la ley sin que, de una u otra forma, aparezcan el dolor y el sufrimiento correspondientes. Es algo que no se puede eludir. ¿Y qué consecuencia tiene esa violación? Cuando os dejáis poseer por pensamientos de ira, odio, malicia, celos, envidia, reprobación o desprecio, estos literalmente corroen y envenenan vuestro organismo, lo minan; y si permitís que echen raíces 107

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en ­vuestras mentes, llegará el momento en que se exteriorizarán dando lugar a sus correspondientes enfermedades específicas, y destrozarán vuestro cuerpo. Luego, por si fuera poco, a estas influencias destructivas se añadirá la influencia de otras mentes, que, atraídas por la vuestra, os enviarán sus propias fuerzas destructoras, contribuyendo así al proceso de deterioro. El amor inspira amor, y el odio engendra odio. El amor y la bondad estimulan y fortalecen el cuerpo, mientras que el odio y la malicia lo corroen y debilitan. El amor es vida, y el odio es muerte. Escuchad, leales corazones, espíritus valientes y almas puras, de la verdad amantes; dad al mundo lo mejor que haya en vosotros y lo mejor del mundo a vosotros tornará. Dad amor, y el amor afluirá a vuestros corazones, aliado inestimable en horas de desaliento. Tened fe, y una legión de corazones os demostrará su fe en vuestra palabra y acción. En armonía con el infinito

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XXVI

EL ODIO NUNCA CESA POR OBRA DEL ODIO, SINO DEL AMOR

El amor es positivo, y mucho más fuerte que el odio. El odio siempre puede vencerse con amor. Por otra parte, si respondéis al odio con odio, solo conseguiréis intensificarlo, añadir leña a la hoguera ya encendida, alimentándola, acrecentándola, e intensificaréis de ese modo el mal ya existente. Nada se gana con ello; al contrario, se pierde todo. En cambio, si devolvéis amor a cambio de odio, lograréis neutralizarlo hasta el punto de que, no solo no os afecte, sino que ni siquiera os alcance; y lo que es más, tarde o temprano llegaréis a transmutar al enemigo en amigo. Responded al odio con odio y os degradaréis; responded al odio con amor y no solo os ennobleceréis a vosotros mismos, sino también a aquel poseído por el odio. 109

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Dijo un sabio persa: «Responded siempre con gentileza a la petulancia, y con bondad a la perversión. Una mano gentil puede dirigir a un elefante sin apenas rozarlo; por eso, responded con dulzura a vuestros enemigos, pues es pecado oponerse a la paz». Y el budista dice: «Si en su insensatez un hombre me agravia, le devolveré la protección de mi amor incondicional; y cuanto mayor sea su agravio, más bondad le devolveré». «El sabio venga las injurias con beneficios», reza un proverbio chino; y escribe el hindú: «Devolved bien por mal, y venced con amor la ira; porque el odio nunca cesa por obra del odio, sino del amor». El hombre o la mujer verdaderamente sabios no tendrán a nadie por enemigo. Con frecuencia oímos decir: «No importa; ya le daré lo que se merece». ¿Sí? ¿Y cómo lo harás? Puedes hacerlo de dos maneras. Una es portarte con él como aparentemente él se porta contigo, pagándole, como suele decirse, con su misma moneda; si así lo haces, te rebajarás para colocarte a su mismo nivel, y los dos sufriréis por ello. La otra es mostrarte magnánimo, devolviéndole amor por odio, generosidad por abuso, e igualarte a él elevándole a un nivel superior; recuerda que no puedes ayudar a otro sin a la vez ayudarte a ti mismo, y si tu acción es en verdad desinteresada, entonces, en la mayoría de los casos, lo que hagas será más valioso aún para ti que para aquel a quien prestes servicio. Ahora bien, si estás dispuesto a tratar al otro como él te trata a ti, demostrarás claramente que existe en ti algo que atrae a tu persona el odio y el abuso; en ese caso, mereces lo que recibes y no deberías quejarte, ni te quejarías si tuvieras un poco de sensatez. En cambio, seguir 110

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El odio nunca cesa por obra del odio, sino del amor

el otro curso de acción te hará lograr tu propósito del modo más efectivo, pues obtendrás una victoria, al tiempo que prestas a ese ser humano un gran servicio, del que evidentemente está muy necesitado. Podrás de este modo ser su salvador, y él, a su vez, podrá ser salvador de otros hombres y mujeres que, abrumados por el peso de sus preocupaciones, actúen aún de forma errada. Y es que muchas veces la lucha de un ser humano es más terrible de lo que imaginamos; por eso necesitamos conducirnos con más dulzura, simpatía y compasión en el trato cotidiano con nuestros semejantes. En lugar de culpar y condenar, simpaticemos con ellos, y más aún: Reconfortémonos unos a otros, pues tan arduo es a veces el camino que los pies se fatigan y se entristece el corazón. Pesada se hace la carga cuando la soledad y el desamparo nos hacen olvidar cualquier tiempo mejor. Reconfortémonos unos a otros; estrechémonos la mano con ternura, y con la dulzura que exhala el amor mirémonos a los ojos. No ocultemos inexpresada la gracia que nos alienta, ocupados solo en el pan nuestro de cada día, pues las palabras de ternura son como el maná caído del cielo. En armonía con el infinito 111

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XXVII

EL PENSAMIENTO DIRIGIDO POR LA INTELIGENCIA

De todas las formas conocidas de energía, el pensamiento es la fuerza más sutil e irresistible. Ha estado activo desde siempre, pero, en lo que a las grandes masas de gente se refiere, ha actuado a ciegas; o mejor dicho, la gente ha permanecido ciega a su formidable poder, exceptuando unos pocos casos aislados de individuos excepcionales, que, como consecuencia, han sido nuestros profetas, videntes, sabios y salvadores, nuestros hombres y mujeres de auténtico poder. Estamos empezando a comprender que en verdad existe una “ciencia del pensamiento” y que es posible conocer las leyes que la rigen y aplicarlas científicamente. 113

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Para ser efectivo, el pensamiento necesitar tener dirección, y su efectividad depende de ella tanto como de la propia fuerza. Y esto nos lleva a la voluntad. La voluntad no es, como suele pensarse, una fuerza en sí misma, sino el poder que la dirige; la fuerza es el pensamiento, y la voluntad lo que le da dirección. El pensamiento disperso hace hombres y mujeres débiles, inseguros, vacilantes, que aspiran a conseguir algo pero jamás hacen nada por conseguirlo. El pensamiento firmemente dirigido por la voluntad crea, por el contrario, hombres y mujeres fuertes, constantes, infatigables e invencibles que utilizan las dificultades y trabas, que desalentarían a la persona común, como piedras con las que construyen la calzada sobre la que caminan triunfantes; hombres y mujeres que, por la propia fuerza que existe en ellos, neutralizan y transmutan hasta tal punto los obstáculos que intentaban descorazonarles que estos acaban rindiéndose a sus pies y les ayudan en el camino; hombres y mujeres que, al igual que el águila, utilizan el viento que habría hecho peligrar su vuelo empujándoles y arrastrándoles en dirección contraria, como aliado que les elevará ilimitadamente, hasta hacerse imperceptibles para el ojo humano. Y esto, además de ayudarles, les da un sentimiento aún más pleno de sus poderes, o, dicho de otro modo, un poder aún mayor. Son estos los hombres y mujeres que, ya truene o brille el sol, superan cada obstáculo, derriban cada barrera y, como decía Browning, finalmente “llegan”. Pensemos, por ejemplo, en el hombre de negocios que ha alcanzado la cumbre —en realidad, todos los casos son uno, ya que la 114

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El pensamiento dirigido por la inteligencia

ley en todos ellos es la misma—, un hombre que empezó sin nada más que sus recursos interiores. Quiere triunfar. Piensa en el éxito. Tiene fe en conseguirlo y no deja que nada ni nadie le distraigan de su ideal, y de esta manera lo atrae hacia sí, puesto que sus fuerzas mentales continuamente atraen cada circunstancia favorable. Ha decidido el rumbo, y cada viento que sople le impulsará hacia la meta. No cuenta con la posibilidad de fracasar, y por lo tanto no invita al fracaso. No tiene tiempo ni energía que perder en temores y presentimientos. Es intrépido e incansable en su empeño, y si la tempestad le sorprende hoy, mañana o incluso en este instante, retoma el rumbo y de nuevo saca fuerzas para seguir adelante; y esas fuerzas resultan ser más valiosas que el medio millón de dólares de su vecino, que ha sufrido el mismo percance. Cuando hablamos de quien fracasa en los negocios, no reparamos en que el verdadero fracaso había empezado tiempo atrás y en que el desplome final no es sino la culminación, la manifestación visible de lo que ya venía ocurriendo desde hacía mucho. El ser humano lleva consigo su éxito o su fracaso; estos no dependen de las condiciones externas. Lo que todo el mundo busca

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XXVIII

LA VOLUNTAD HUMANA Y LA VOLUNTAD DIVINA

La voluntad es el poder de dirigirnos con firmeza; es concentración; es el piloto que, una vez que el navío se hace a la mar impulsado por la poderosa fuerza interior, señala el rumbo y lo mantiene hasta el final. La voluntad es la lupa que hasta tal punto concentra y enfoca los rayos del sol que estos rápidamente queman y perforan el papel colocado ante ella; de no estar así concentrados y enfocados, esos mismos rayos caerían sobre el papel durante días sin producir el menor efecto. La voluntad es la herramienta que dirige, concentra y enfoca las fuerzas del pensamiento; y es esa sabia dirección del pensamiento la que realiza el trabajo, la que logra los resultados que 117

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­anhelamos y nos conduce finalmente al éxito. Es el objetivo inamovible, el ideal que inquebrantable vive en nuestra mente y que no perdemos de vista ni por un instante; que nunca flaquea, del que nunca nos desviamos y que, con persistencia, lo determina todo. Nada puede oponerse a las fuerzas mentales cuando de ese modo la voluntad las dirige. Quizá os preguntéis: ¿No se podría, entonces, utilizar ese poder para conseguir propósitos abyectos tanto como loables, con fines egoístas tanto como desinteresados? Os diré que cuanto más elevado y espiritual sea el pensamiento, más poderoso y sutil se volverá; cuanto más elevada y espiritual sea la vida, más se alejará de los fines abyectos, innobles y egoístas. Pero, incluso si pudiera utilizarse así, ¡que aquel que lo haga tenga cuidado!; que no olvide jamás que la omnipresente y omnipotente ley de la rectitud, la verdad y la justicia que rige en el universo, y que es imposible de abolir, imposible hasta de relegar ni por un solo segundo, le hundirá, le aplastará con fuerza terrorífica si hace mal uso de ese poder. Que no olvide jamás que todo aquello que egoístamente consiga a expensas de sus semejantes mediante el engaño, la falsedad o el ejercicio de un poder astuto y rastrero, en virtud de una ley igual de sutil y poderosa se convertirá en cenizas tan pronto lo tenga en las manos. La miel que cree haber obtenido se tornará en hiel cuando se la lleve a la boca; la fruta madura que considera suya será amarga como el ajenjo cuando intente saborearla; la rosa que arrancó se marchitará, y él se encontrará agarrando un tallo lleno de espinas que se le clavarán hasta lo más profundo de la 118

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La voluntad humana y la voluntad divina

carne y le arrebatarán la sangre de las manos. Aunque haya conseguido lo que se propuso, por violar una inmutable ley suprema será despojado de la capacidad del verdadero goce, y lo que quiera que posea será como un aguijón en su costado; o bien, tarde o temprano lo perderá todo. El triunfante carruaje de Dios avanza en una dirección y a una velocidad ciertas y absolutas, y quien se oponga a su marcha o vaya en dirección contraria acabará aplastado bajo sus ruedas. Pero, quien fuere, necesita que sea así, a fin de que el dolor le haga reconocer lo antes posible las leyes superiores y realizar su Yo superior. Esto nos muestra que hay, por tanto, dos clases de voluntad, que en aras de la claridad podemos denominar humana y divina. La voluntad humana es la que acabamos de describir: la voluntad de los sentidos, del yo inferior, ansiosa por lograr sus objetivos, obviando si están en consonancia o no con el bien de la totalidad. La voluntad divina es la voluntad del Yo superior, del Yo imbuido de Dios, que nunca yerra, que nunca genera problemas. El Poder Infinito actúa a través de nosotros y a nuestro favor; Él es nuestra inspiración verdadera. Y en lo que a nosotros respecta, basta con que mantengamos consciente y viva nuestra conexión con ese Poder. Lo que todo el mundo busca

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EL SECRETO DEL PODER SUPREMO

El secreto del poder supremo consiste sencillamente en lograr la unión entre nuestras manifestaciones exteriores y el Poder que obra dentro de nosotros. ¿Eres pintor? Entonces, en la medida en que tu ser se abra al poder de las fuerzas interiores, serás, bien un genio de la pintura, o bien un pintor mediocre. No puedes dar forma permanente a inspiraciones más elevadas que las que tu propia alma te comunique; y para que esas sublimes inspiraciones lleguen a ella, debes abrir tu alma, debes abrirla plenamente a la Fuente Suprema de toda inspiración. ¿Eres orador? Pues en la medida en que estés en armonía con el Poder Superior que hablará a través de ti y 121

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­trabajes conjuntamente con él, tendrás o no el don de conmover y convencer a la gente. Si solo empleas tus dotes físicas, nunca serás más que un demagogo; pero si te abres a la voz de Dios para que a través de tus labios hable, serás un gran orador y llegarás al corazón de la gente. ¿Eres cantante? Deja entonces que el Dios que mora en ti se manifieste en el espíritu de tu canto. Cantar te resultará así mil veces más sencillo que en tu larga y estudiada carrera en solitario, y tu voz será tan encantadora, tan arrebatadora que ningún oído podrá resistirse a su influjo. Cuando durante el verano tuve mi tienda montada en medio del bosque, me despertaba a veces justo al rayar el alba y me quedaba tendido, muy quieto, escuchando el silencio que lo envolvía todo. Pronto empezaba a oírse aquí y allá algún gorjeo intermitente, que poco a poco iba creciendo en frecuencia e intensidad a medida que los tintes de la aurora se hacían cada vez más perceptibles; hasta que finalmente el bosque entero prorrumpía en un grandioso coro. ¡Qué maravilla! Se hubiera dicho que los árboles, que cada brizna de hierba y cada arbusto, el cielo mismo allá en lo alto y la tierra toda participaban en aquella majestuosa sinfonía. Un día, al quedarme escuchando aquella melodía inefable, pensé: «¡Qué magnífico estudio del canto sería poder aprender de las aves!». Si pudiéramos abrirnos a las mismas energías y las dejáramos expresarse a través de nuestra voz, ¡qué conmovedores cantantes podría haber entre nosotros!… Mejor dicho, ¡qué conmovedores cantantes habría! 122

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El secreto del poder supremo

Cuando nuestro espíritu se abre a las más sublimes inspiraciones, nunca nos fallan; en cambio, si nos cerramos a ellas, jamás conseguiremos los elevados resultados que buscamos, sea cual sea nuestra empresa. ¿Eres escritor? Acuérdate entonces de que el principal precepto a que está sujeta toda gran obra literaria es: «Busca en tu interior y escribe, con sinceridad, sin temor. Sé siempre fiel a los impulsos de tu alma». Recuerda que nunca podrás escribir con más excelencia de la que en ti haya. Y si quieres escribir con mayor profundidad y madurez, tendrás que hacerte un individuo más profundo y más maduro, pues no eres en realidad más que tu propio amanuense; en cierto sentido, te plasmas a ti mismo en las páginas que escribes, y no puedes plasmar más que lo que verdaderamente seas. Si eres un hombre de gran personalidad, firme en tus propósitos, profundo en el sentir y receptivo siempre a las más altas inspiraciones, tus páginas estarán impregnadas de un indefinible aroma, y exhalarán una energía tan viva, tan poderosa y vital que transmitirán a quienes las lean las mismas inspiraciones que impulsaron tu mano de escritor. Lo que se dice entre líneas es muchas veces más importante y elocuente que lo que está escrito en ellas, y es tu espíritu el que engendra esa prodigiosa capacidad. Quien, por el contrario, tema salirse de los caminos trillados y acepte someterse a reglas arbitrarias, limitará de ese modo su poder creativo tanto como esté dispuesto a someterse a ellas. Dice uno de los grandes autores modernos: «Mi libro olerá a pino, y en él resonará el zumbido de los 123

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insectos. La golondrina que sobre mi ventana hace su nido entretejerá las hebras y pajas que trae en el pico, también en mi trama». ¡Cuánto mejor que tu libro huela a pino y que en él resuene el zumbido de los insectos que oír resonar en sus páginas, querido sabio, las normas que el escritor mediocre fija tras estudiar la obra de los grandes autores, audaces como tú, y con las que formula un manual de retórica! «¿De qué nos sirven aquellos que estudian para hacer exactamente lo mismo que se hizo en el pasado, que nunca entenderán que hoy es un día nuevo?» En armonía con el infinito

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SABIDURÍA O LUZ INTERIOR

Para alcanzar suprema Sabiduría y profunda comprensión de la vida, debemos tener confianza absoluta en que la Divinidad nos guía; pero no a través de otros. ¿Por qué habríamos de recurrir a otros para obtener conocimientos y claridad? Dios no tiene preferencia por nadie, luego ¿por qué habrían de llegarnos estas cualidades por mediación de nadie, de segunda mano, por así decirlo? ¿Por qué habríamos de dejar anquilosarse nuestros propios poderes innatos, en vez de beber directamente de la Fuente Infinita? «Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche» (Santiago 125

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1:5). «Antes que ellos clamen, yo responderé; y mientras aún estén hablando, ya les habré oído» (Isaías 65:24). Si acudimos directamente a la Infinita Fuente de Sabiduría, no seremos esclavos de ningún hombre, institución ni libro. Debemos mantenernos siempre receptivos a las indicaciones de la verdad que estos mediadores nos sugieran, y considerarlos legítimos mediadores, pero nunca fuentes; no hemos de verlos como maestros, sino como simples instructores. Deberíamos reconocer con Browning que: La verdad está dentro de nosotros; no emana de nada exterior, sean cuales fueren nuestras creencias. Hay en todos nosotros un íntimo centro donde la verdad mora en plenitud. No hay mandamiento más importante en el mundo entero, ni que tenga más profundo significado, que el que dice: «Sé fiel a ti mismo», o, en otras palabras, sé fiel a tu alma, pues a través de ella te habla la voz de Dios. Esta es la guía interior. Esta es la luz que ilumina a todo ser humano venido a este mundo. Esta es la intuición, la conciencia; es la voz del Yo superior, del alma, la voz de Dios. «Entonces tus oídos oirán a tus espaldas una voz que dice: “Este es el camino. Síguelo”» (Isaías 30:21). Estando Eliseo en el monte presenció sucesivas y portentosas manifestaciones físicas del poder de Dios, pero fue en el silbido apacible y delicado que se oyó tras el huracán, el terremoto y el fuego donde detectó Eliseo la voz de su propia alma, a través de la cual Dios le hablaba. Si 126

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Sabiduría o luz interior

­escucháramos esa sutil voz de la intuición, nos hablaría con mayor claridad y sencillez cada día, hasta llegar a ser con el tiempo guía absoluta e infalible. El gran problema de los seres humanos es que no escuchamos ni obedecemos a esa voz que resuena en nuestras almas, y somos entonces como un país dividido por una guerra civil; nos vemos arrastrados ora por un bando, ora por el otro, sin estar nunca seguros de nada. Tengo un amigo que escucha con tal atención su voz interior que siempre actúa con presteza y en plena concordancia con sus intuiciones; su vida está, por consiguiente, hasta tal punto guiada por ellas que siempre hace lo apropiado, en el momento correcto y de la manera idónea. Siempre sabe cuándo y cómo actuar, y jamás se encuentra en la situación de un país dividido, que lucha contra sí mismo. Pero hay quien dice: «¿No será peligroso obrar siempre según nuestras intuiciones? Supón que tuviéramos la intuición de hacer daño a alguien?». No es esto algo que debamos temer, porque la voz del alma, la voz de Dios que nos habla a través de ella, jamás nos ordenará dañar a nadie ni hacer nada que no esté en armonía con el bien, la verdad y la justicia. Y si en alguna ocasión sentís un impulso de ese tipo, sabed que no es la voz de la intuición, sino algún aspecto de vuestro yo inferior el que os instiga. No se trata de dejar de lado la razón, sino de iluminarla continuamente con la elevada percepción espiritual, y en la medida en que así la iluminemos será agente de luz y poder. Cuando nos hagamos individuos verdaderos, dueños de nosotros mismos, entraremos en el reino de todo 127

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el conocimiento y la sabiduría; y ser dueño de sí mismo es no reconocer otra guía que la del Poder Infinito que todo lo sustenta. Quien reconoce este gran hecho y se abre al Espíritu de la Sabiduría entra en el camino de la verdadera educación, y los misterios antes velados se le revelan. Sin duda, ha de ser fundamento de toda educación verdadera el desenvolvimiento interior, el desenvolvimiento de todo lo que en nosotros envolvió el Poder Infinito. No hay astros nuevos, ni nuevas leyes ni fuerzas, pero si nos abrimos a ese Infinito Espíritu podemos descubrir y reconocer todo aquello que hasta ahora no se ha conocido, y que por lo tanto es nuevo para nosotros. La sabiduría verdadera es la percepción directa de Dios; y se alcanza por medio de la intuición, que trasciende con mucho al conocimiento. El conocimiento, por más extenso que sea, puede derivarse simplemente de poseer una memoria formidable, y es fruto de la enseñanza. Pero la sabiduría va mucho más allá; el conocimiento no es sino un mero incidente en el pozo infinito de la sabiduría. En armonía con el infinito

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XXXI

ABRE TODAS LAS VENTANAS DE TU ALMA

Quien quiera entrar en el reino de la sabiduría debe despojarse primero de toda vanidad intelectual. Debe volverse niño; porque los prejuicios, las opiniones y creencias preconcebidos se interponen en el camino de la sabiduría verdadera, y las sentencias presuntuosas tienen siempre una influencia suicida, pues cierran la puerta a la verdad. Vemos a nuestro alrededor, ya sea en el ámbito religioso, en el ámbito científico, político o social, a personas que, por su orgullo intelectual, se han quedado tan atrapadas en su propia presunción y en sus prejuicios que las grandes verdades y revelaciones no tienen modo alguno de entrar en sus mentes, y, en vez de crecer en sabiduría y evolucionar 129

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como seres humanos, se atrofian y empequeñecen, volviéndose cada vez más incapaces de recibir la verdad. En vez de ayudar activamente al progreso del mundo, son obstáculos erigidos en el camino que entorpecen las ruedas del progreso. O eso intentan. Porque en realidad no está en su mano hacer tal cosa; y, con el tiempo, quedarán atrás, maltrechos, destruidos, mientras el triunfal carruaje de la verdad de Dios avanza a su propio ritmo sin detenerse. Cuando se estaba probando aún la máquina de vapor, antes de que estuviera suficientemente perfeccionada, un caballero inglés, muy conocido entonces en los círculos científicos, escribió un extenso folleto en el que intentaba demostrar que sería imposible utilizarla jamás para la navegación marítima, es decir, para una travesía de larga distancia, ya que ningún buque podría transportar el carbón necesario para alimentar las calderas. Lo más curioso es que el primer buque de vapor que hizo la travesía de Inglaterra a Estados Unidos llevaba en sus bodegas numerosos ejemplares de aquel panfleto tan meticulosamente preparado, y del que solo se hizo aquella primera edición. Quién sabe si, por su histórica arrogancia e ingenuidad, no se hubieran vendido actualmente muchas más ediciones. Es sin duda un caso curioso; pero más lo es el de quien voluntariamente se cierra a la verdad porque, ¡cosa inaudita!, no le llegue por los canales convencionales, ortodoxos y hasta ese momento aceptados como buenos, o porque no coincida plenamente, o incluso esté en oposición, con los usos y creencias establecidos. A quien así obra, le digo: 130

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Abre todas las ventanas de tu alma

Abre cuantas ventanas puedas en tu alma para que por ellas entre y la embellezca la gloria del universo, pues el estrecho marco de un mezquino credo no puede captar los refulgentes rayos que emiten las innumerables fuentes de luz. Desgarra los velos de la superstición y deja que por las ventanas abiertas entre a raudales la luz, inefable como la verdad e inabarcable como el firmamento. Sintoniza tu oído con la inescrutable música de las estrellas y con la voz de la naturaleza, y tu corazón se volverá hacia la verdad y el bien como se vuelven las plantas hacia el sol. Un millar de manos invisibles descenderán para elevarte a sus alturas coronadas de paz, y todas las fuerzas del firmamento fortalecerán tu vigor. No temas rechazar las medias verdades para estrechar la verdad. Hay una importante ley relativa al advenimiento de la verdad. Y es que siempre que un hombre o una mujer se cierren a la verdad porque, a causa de la vanidad intelectual, de las opiniones y juicios preestablecidos, se nieguen a mirar por otra ventana que la de su propia hechura, no habrá fuente alguna de la cual pueda llegarles la verdad completa. En cambio, a quien se abre plenamente a la verdad, venga esta de donde venga, la verdad le llegará de todas las fuentes, de todos los ámbitos. Estos serán el hombre y la mujer libres, pues solo la verdad nos libera. Los demás seguirán viviendo en la esclavitud, ya que la verdad no ha recibido invitación a sus moradas, y solo entra allí donde sabe que será 131

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plena y libremente bienvenida. Pues donde a la verdad se le niega la entrada, no pueden morar las magnánimas bendiciones que lleva consigo; entonces, muy al contrario, un emisario suyo se abrirá camino portando consigo atrofia, enfermedad y muerte físicas, espirituales e intelectuales. Más peligroso que el salteador y el ladrón es aquel que roba a otro la libertad de buscar la verdad, que se interpone, erigiéndose en legítimo intérprete de ella, con la intención de crear en el otro dependencia en lugar de guiarle hasta donde pueda ser su propio intérprete. Muchísimo mayor es el daño que este usurpador inflige, pues atenta directa y certeramente contra la vida misma de aquel a quien retiene bajo su autoridad. ¿Quién designó jamás a persona alguna como guardián, custodio y dispensador de la ilimitable verdad de Dios? Cierto es que muchos se consideran y han sido llamados maestros de la verdad; pero el verdadero maestro nunca se erigirá en intérprete para supuesto beneficio de otros. Maestro de la verdad es aquel íntegramente dedicado a llevar a su discípulo al verdadero conocimiento de sí mismo y de sus propias fuerzas interiores, a fin de que sea su propio intérprete. A todos los demás les mueven, por lo general, motivos puramente personales, de engrandecimiento y lucro. Además, quien asegure estar en posesión de la verdad única y absoluta es un fanático, un loco o un truhán. En armonía con el infinito

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XXXII

SOBRE LA CALIDAD DE LA EDUCACIÓN

«Que todos los niños y niñas estén escolarizados hasta alcanzar la edad o la preparación necesarias para poder hacer frente a las responsabilidades de la vida» debería ser el lema de cualquier nación. Sería asimismo conveniente decir algo sobre la calidad de esa enseñanza que preceptivamente les será impartida. Porque, en pocas palabras, no basta con educar el intelecto; y seguiremos estando muy lejos del ideal mientras no hagamos de la educación moral, humana, de la educación del corazón, una parte mucho más importante de nuestros sistemas educativos. Hemos avanzado un poco, pero nos queda aún mucho camino por recorrer. Debemos ejercitar 133

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aún la amabilidad y la consideración, la franqueza y la fraternidad, el amor a la justicia —es decir, la total disposición a hacer justicia tanto como a exigirla—, y debemos reconocer claramente la majestuosidad y belleza que sobrevienen en la vida de un individuo cuando comprende y hace suyo el omnímodo contenido de la regla de oro. Adiestrar el intelecto a expensas de las “humanidades” ha otorgado poder a criminales sin número, usurpadores de hogares y propiedades, opresores que han envenenado y arruinado sus propias vidas y las de aquellos con quienes han tenido contacto y que han padecido su dañina y debilitadora influencia. Por otra parte, entre aquellos que carecen de dicha educación “humana” se encuentran también mayormente quienes dan un trato insensible y cruel a ese gran cuerpo de criaturas compañeras nuestras que denominamos reino animal, y quizá casi exclusivamente entre los más ricos y famosos. Creo que hay otro aspecto de nuestros sistemas educativos al que sería aconsejable prestar más atención. En una nación de instituciones libres, debería atenderse a que se impartiera una instrucción sistemática y concreta referente a los organismos gubernamentales, y también, en relación con esto, una formación cívica que cuidara de que nuestros cargos públicos estén ocupados por hombres de una honestidad e integridad comunes, al menos; hombres que consideren el oficio público como un servicio digno de confianza y lo desempeñen con valentía y orgullo, y no con el ojo puesto en el más sustancioso botín y en el mayor soborno que se les presenten. Tal sistema pronto sería 134

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Sobre la calidad de la educación

el fin de Tammany Hall, esa organización democrática de Nueva York cuyo principal objetivo es hacer de la política una tapadera para distraer sumas de dinero fabulosas, que pasan directamente de los contribuyentes de la ciudad a los bolsillos de quienes controlan el saqueo; y sería el fin de los círculos y salones republicanos cuyo objetivo y propósito es idéntico en todas las ciudades que han logrado tener bajo su mando, como han hecho los círculos democráticos en otras ciudades además de Nueva York. Igual de sucios son los métodos de los unos y de los otros; cuando los motivos son los mismos, la acción resultante es la misma también. Pero es verdad que ha habido cierta evolución de los métodos educativos, gracias a la presencia de algunos de nuestros más nobles hombres y mujeres, que han sabido introducir un elemento práctico y útil con el cual se han empezado ya a remodelar los métodos anteriores. Siempre me ha parecido que tanto en las escuelas públicas como en los institutos y universidades habría de poderse conseguir una formación igual de excelente en asignaturas eminentemente prácticas, que más adelante serán de utilidad, que en aquellas dirigidas solo a proporcionar una sólida formación. El carácter de utilidad no debería existir a expensas del formativo, sino en combinación con él, y este creo que es el rasgo más destacado de los actuales cambios que está experimentando el sistema de educación. El problema básico de todas nuestras escuelas públicas será, casi sin excepción, conseguir que los sistemas educativos aporten a los estudiantes la mayor ayuda práctica posible para hacer frente a las actividades de la vida. Esta 135

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es, a mi entender, una de las principales metas de la educación; y estoy convencido de que en los institutos puede hacerse una gran mejora en este sentido aumentando de un veinte a un cuarenta por ciento los cursos de carácter práctico, que ahorrarán además un tiempo precioso a aquellos que tengan pensado dedicarse a ciertas profesiones que les exigirían, de otro modo, pasar un número considerable de años en escuelas profesionales. Cuando reparamos en que apenas un uno por mil de los alumnos de la escuela primaria llegan a la universidad, o incluso a la escuela secundaria, entendemos lo importante que es para cada uno de ellos tener garantizado lo que exige la ley de la más básica justicia, y que es recibir al menos una formación que le permita ser un joven, o una joven, de provecho, libres de los tremendos impedimentos que dificultan en la actualidad la vida de no pocos de ellos. En el fuego del corazón

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XXXIII

UN NUEVO CONCEPTO DE PATRIOTISMO

Una nueva clase de patriotismo ha empezado a nacer entre nosotros. Lo que en un tiempo fue exclusivo de unos pocos individuos valerosos, independientes y progresistas se está convirtiendo en rasgo común entre la gente. Hemos empezado a darnos cuenta de que la justicia y la rectitud, la virtud y la fraternidad guardan relación directa con el patriotismo… o, mejor dicho, de que el patriotismo guarda una relación muy directa con dichas cualidades. La guerra y la bandera han sido durante mucho tiempo los únicos agentes externos supuestamente vinculados al amor a la patria; lanzar vivas a la bandera y estar ansioso por ir al frente 137

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cuando se oyen sonar las cornetas de guerra ha constituido hasta hace poco su imagen predominante. Y tal vez todavía sea esta una manera de manifestar el espíritu patriótico. Pero la gente ha empezado a comprender que las verdaderas causas de muchas guerras —en realidad, de la mayoría de ellas— son, de un lado, la cabezonería, la falta de competencia de quienes se encargan de los asuntos de Estado, y, de otro, los poderosos intereses económicos de un pequeño número de personalidades sin escrúpulos que, con tal de obtener sus ganancias, no tienen inconveniente en llevar a la guerra a una nación entera. Estos dos son los factores causantes de nueve de cada diez guerras modernas, y también de las del pasado. Pero la gente empieza a comprender que el patriotismo no solo guarda escasa o ninguna relación con este tipo de guerra, sino que consiste precisamente en negarse en redondo a colaborar con ella y en utilizar la propia influencia para hacer entender la realidad de la cuestión a aquellos de nuestros semejantes con menor capacidad de discernimiento. Dado que quienes velan por los intereses económicos de las personalidades sin escrúpulos son, casi siempre, agentes estratégicamente colocados en puestos públicos, cuando la gran mayoría de los ciudadanos se ocupe de que dichos agentes sean destituidos de sus cargos y relegados a los puestos subordinados que en justicia les corresponden, presenciaremos el pleno nacimiento de una clase totalmente nueva de patriotismo, que muy pronto predominará entre nosotros. 138

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Un nuevo concepto de patriotismo

El más elevado espíritu patriótico que conozco es aquel que impele al ciudadano a ser honrado, generoso y, por consiguiente, respetuoso y considerado tanto en sus negocios como en sus relaciones cotidianas; que le impulsa a cuidar de lo primordial, y a prestar atención a aquellos aspectos institucionales y políticos de mucha mayor trascendencia que el de emitir su voto el día de las elecciones; que le incita a pensar, a hacer uso del discernimiento; que le permite no tener miedo de señalar a quien solo busca el engrandecimiento personal ni de denunciar sus artes demagógicas, ya sea un personaje público, un destacado financiero, un militar o un ciudadano común. No hay patriotismo más valioso que el de la vida cotidiana: el de los hombres y mujeres eficientes y honrados en su trabajo, fieles cumplidores de sus deberes, que están igual de dispuestos a hacer justicia que a exigirla, que se entregan a su labor con inteligencia a fin de cuidar de sí mismos y de quienes de ellos dependen, y son así un sólido apoyo para la comunidad; hombres y mujeres que no pierden el coraje, la dulzura ni la esperanza en los momentos difíciles e inciertos que, por uno u otro motivo, a todos nos llegan alguna vez en la vida; que velan por el honor de su país y de la administración de sus asuntos internos, pues tanto en la vida de la nación como en la del individuo, todo nace de dentro, y tal como sea el mundo de dentro será el mundo exterior. Estos ciudadanos y estas condiciones están dando vida a un nuevo tipo de patriotismo que ha empezado a extenderse entre nosotros y a arraigar en nuestros corazones. 139

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Todo hombre y mujer capaces de razonar están de acuerdo en que las guerras del pasado, y también las actuales, son demasiado frecuentes, y totalmente inexcusables en la gran mayoría de los casos; por otra parte, el sector más inteligente de entre nuestros ciudadanos opina que las fuerzas militares son de muy poca utilidad, o ninguna, si no es con fines defensivos. Y aun así, en lo que a eficacia se refiere, se ha demostrado una y otra vez que no hay en el mundo entero soldados más excelentes que los propios ciudadanos. Ni los grandes cuerpos de infantería formados por hombres a los que se ha obligado a abandonar creativos trabajos y productivas empresas para convertirse en soldados profesionales, ni los cuerpos de mercenarios tienen la entereza y el valor de los ciudadanos inteligentes y bien formados que oyen la llamada a las armas en el momento exacto en que una causa justa los necesita; y ellos son los más eficientes. No combatirán por la gloria de otro, ni por una extensión de tierra, pero si sienten peligrar sus hogares y las instituciones que aman, respetan y defienden, lucharán con triunfante inteligencia y todo el indómito valor que de un hombre se pueda esperar. Y si contamos con esta milicia popular de ciudadanos dispuestos a acudir en el momento preciso, por miles o por millones, desde la mina, el molino, la contaduría o la granja, ¿qué necesidad tenemos de ese gran cuerpo de soldados profesionales, de esa gran clase social improductiva, mantenida principalmente para gloria y servicio de la clase dominante pero sustentada casi en su totalidad por la gente común? Y esto es aplicable a los insensatos sistemas militares de varios países europeos actuales. 140

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Un nuevo concepto de patriotismo

El deber de una nación es velar por los intereses de todos sus ciudadanos con el mismo celo, por que sus instituciones estén fundamentadas en la justicia, en la igualdad de oportunidades para todos y en la ausencia de privilegios especiales para nadie; por que todo individuo tenga un hogar y posibilidades de disfrutar de una vida digna. Y si así se hace, el mantener un aparatoso sistema militar es innecesario y absurdo, puesto que la acción de una milicia de tales ciudadanos será más inteligente, decidida y efectiva, por tanto, de lo que jamás pueda serlo una legión de guerreros profesionales, y a un coste por lo menos cien veces menor. Un campo de batalla donde el sentimiento esté ausente habrá perdido su principal fuente de heroísmo. La gente común que defiende la justicia de sus instituciones es gente con sentimiento; de ahí que en cada caja de cartuchos, en cada fusil y herramienta de combate de la milicia formada por estos hombres comunes, merezca estar estampada la palabra “Invencible”. En el fuego del corazón

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PERSONAS DE EXCEPCIONAL CAPACIDAD EJECUTIVA Y FINANCIERA

Una gran nación es aquella en la que un individuo de naturales capacidades ejecutivas o financieras se contente con una menor cantidad de posesiones para sí mismo y halle satisfacción y dicha en poner su inusual capacidad al servicio, y para beneficio, de su ciudad, estado y nación. Lo asombroso es que no sean más quienes ya actúen de este modo. ¡Cuán enorme podría ser su influencia, qué asombrosos resultados podrían lograr, qué auténtica riqueza podrían atraer hacia sí mismos gracias a las riquezas que harían llegar a las vidas de las multitudes…, qué inmensa gratitud se sentiría hacia ellos! 143

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A medida que tales individuos comprendan la nimia satisfacción que se deriva de poseer una gran capacidad de esta naturaleza, o una enorme fortuna, mientras estén divorciadas de los intereses y el bienestar de los demás ciudadanos, y a medida que reconozcan la inmortal verdad de las palabras pronunciadas por Aquel que, aun no teniendo dónde reposar la cabeza, era más noble que todos ellos —«El que es el más grande de vosotros sea vuestro siervo» (Mateo 23:11)—, podrán, en compañía de todos sus semejantes, obtener verdaderas riquezas. Pensad en lo que podría conseguirse en una nación donde hubiera un grupo de personas entregadas a tan elevados fines. El cambio se está produciendo con gran rapidez, y pronto llegará el día en que no consideraremos que la mera posesión de riquezas materiales o la capacidad para conseguirlas sean merecedoras de especial distinción, y especialmente en caso de que los medios adoptados para adquirirlas sean otros que los del honor y la rectitud absolutos. Qué significativas son las siguientes observaciones del Outlook: Aquellos que han caído bajo el hechizo de la caza de fortunas, y a los que ha consumido la fiebre de su afán, que deseca las fuentes mismas de la vida espiritual, no pueden permanecer ciegos al hecho de que, cuando las grandes riquezas materiales dejan de estar asociadas con la fortaleza de carácter, con el honor, el genio o el respeto público, se convierten en un miserable sustituto de lo que en un tiempo la gente las consideraba. Hay muchos hombres honrados poseedores de incalculables 144

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Personas de excepcional capacidad ejecutiva y financiera

riquezas, y grandes fortunas hechas con honestidad; pero ha salido a la luz tanta brutal indiferencia hacia los derechos de los demás, un uso tan tiránico del poder, un empleo tan arbitrario de los privilegios sin el más leve toque de genialidad, un desprecio tan cínico por todo tipo de lazos humanos, y una codicia tan vulgar, que el lustre ha desaparecido por completo, y la riqueza material, considerada hasta hace poco el premio supremo de la vida, ha perdido considerablemente su atractivo. Hay legiones de jóvenes que ambicionan ser ricos, pero que no están dispuestos a aceptar la riqueza bajo tales condiciones. El precio es demasiado alto; el pacto, demasiado difícil de cumplir. Aquellos de vosotros que poseáis excepcionales dotes ejecutivas y financieras, elevaos a una posición de auténtica grandeza y utilizad vuestras facultades para nobles propósitos y fines imperecederos, en lugar de dedicaros a acumular una montaña de objetos que pronto tendréis que abandonar, y que quizá hagan a aquellos a quienes luego los leguéis más daño que bien. Los tiempos están cambiando; la humanidad ha empezado ya a avanzar y a ascender hacia las más altas posiciones, y no pasará mucho tiempo antes de que las vuestras, si es que para entonces aún las conserváis, sean simplemente posiciones ordinarias, o incluso de baja categoría; lo que ahora creéis tener no será ya más que un recuerdo. El obispo de Exeter expresa así una súplica humana poco menos que universal: 145

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¡Danos hombres!, hombres fuertes y resueltos cuya elevada esperanza nos inspire y cuyo impecable honor nos enardezca; hombres que pisoteen la vanidad a su paso y den a su país motivos para laurearles como nobles hijos suyos, dignos de sus padres; hombres que jamás avergonzarían a sus madres ni fallarían jamás a sus hermanos; fieles y sinceros frente a la falsedad. ¡Danos hombres verdaderos, Señor! ¡Danos hombres! En el fuego del corazón

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XXXV

UNA ANCIANA MUY JOVEN

El observador perspicaz, atento estudiante del poder que entrañan las fuerzas mentales, será capaz de captar rápidamente en la voz, los ademanes y la expresión de una persona los efectos producidos por el estado de ánimo y los condicionamientos que en ella predominen. O, a la inversa, conociendo estos últimos, sabrá deducir la voz, los ademanes y la expresión de aquel a quien correspondan, así como, en un sentido amplio, sus principales dolencias. Según escribo, se me viene a la mente una amiga, una señora de cerca de ochenta años, alguien a quien muchos considerarían una anciana si son dados a medir la edad por las primaveras transcurridas desde el nacimiento. Pero 147

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­llamar anciana a nuestra amiga sería como decir que lo negro es blanco, pues en realidad no es mayor que una muchacha de veinticinco años, o incluso más joven, y me alegra poder decir —o siento tener que decir, todo depende de cómo se mire— que es bastante más joven que la mayoría de las muchachas de esa edad. El querer ver la bondad en todo y en todos la ha llevado a encontrar el bien en todas partes. La alegre disposición y radiante voz que posee actualmente, y que la hacen tan bella y atractiva a los ojos de cuantos la conocen, la han caracterizado a lo largo de toda su vida, y han transmitido alegría, esperanza, fuerza y valor a miles de personas durante todos estos años, y aparentemente así seguirá siendo durante muchos más. Ningún temor, preocupación, resentimiento ni envidia, ningún pesar, aflicción ni ambición codiciosa han logrado entrar jamás en los dominios de su pensamiento; y, como consecuencia, su mente, libre de dichos anormales estados y condiciones, no ha exteriorizado en su cuerpo las diversas dolencias físicas que la mayoría de las personas arrastra consigo, suponiendo en su ignorancia que son naturales y que padecerlas está en concordancia con el “eterno orden de las cosas”. La suya ha sido una vida de muy variadas experiencias, y no hay duda de que todos los viles sentimientos que antes mencionábamos se habrían abierto paso hasta los dominios de su mente, y de su vida, de haber sido ella tan ignorante como para dejarlos entrar; pero, muy al contrario, tuvo la perspicacia suficiente como para reconocer que, al menos en el reino de su mente, ella era la soberana, y solo a ella le correspondía decidir qué debía 148

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Una anciana muy joven

o no debía entrar en él. Sabía, además, que al decidir esto determinaba todas las condiciones de su vida. En la actualidad, es dichoso al tiempo que ejemplar verla ir de un lado para otro con espíritu alegre y paso juvenil, y oír su risa llena de júbilo. En verdad sabía Shakespeare de lo que hablaba cuando dijo: «La mente es la que enriquece el cuerpo». Con vivo placer la observaba yo hace tan solo unos días mientras caminaba por la calle. La vi detenerse a hablar con un grupo de niños que jugaban junto a la carretera, acelerar luego el paso para intercambiar unas palabras con una lavandera cargada con un atado de ropas; pararse a saludar a un obrero que volvía del trabajo con la tartera en la mano, y devolver el saludo a una señora que pasaba en su carruaje, compartiendo así la espléndida riqueza de su vida con todos aquellos con los que se relacionaba. Y para mayor fortuna, mientras seguía observándola, una anciana señora pasó a su lado —esta sí, verdaderamente anciana, aunque al menos diez o quince años más joven que nuestra amiga, si por primaveras se cuentan los años—. Andaba encorvada, con paso lento y dificultoso. Llevaba el taciturno semblante cubierto por un espeso velo negro que envolvía su sombrero, y que intensificaba aún más las huellas de la tristeza en su rostro y su aspecto sombrío. Igual de lúgubre era el resto de su vestimenta. Aquel atuendo que parecía sacado del baúl de sus difuntos, combinado con el peso de sus pasos y con su expresión, proclamaba a voz en cuello dos cosas: su tristeza, su infortunio —que con su actitud mantenía permanentemente vivo— y su falta de fe 149

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en la eterna bondad de todas las cosas, su falta de fe en el amor y en la eterna misericordia del Padre Infinito. Sumida en el tortuoso pensamiento de sus dolencias, desdichas y pesares, era incapaz de recibir ni de transmitir ninguna alegría, ninguna esperanza ni ánimo, nada que fuera de ningún valor para quienes pasaban a su lado o con ella se relacionaban; al contrario, insinuaba a todos, y ayudaba a intensificar en muchos, aquellos estados de ánimo que, por desgracia, suelen prevalecer más de lo deseable en nuestra vida humana común. Al pasar junto a nuestra amiga, la vi girar levemente la cabeza hacia ella y mirarla de reojo con expresión reprobadora, que parecía querer decir: «Ni tu atuendo ni tu porte corresponden a una señora de tu edad». ¡Gracias a Dios, entonces, gracias por que así sea! Y roguémosle por que, en su amor y bondad infinitos, nos envíe toda una compañía de tan raros especímenes, y por que vivan mil años, para bendecir a la humanidad e impartir las vivificantes influencias de sus majestuosas vidas a los innumerables seres humanos del mundo que tanto las necesitamos. En armonía con el infinito

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XXXVI

DE CÓMO LA MENTE EDIFICA EL CUERPO

¿Os gustaría ser siempre jóvenes y conservar en vuestros años de madurez la enérgica alegría de vuestra juventud? Entonces ocupaos de una sola cosa: de cómo vivís en el mundo de vuestros pensamientos; porque eso lo determina todo. Dijo Gautama, el Buda: «La mente lo es todo; según pienses de ti, así serás»; y lo mismo debió de pensar Ruskin cuando escribió: «Haceos un nido de pensamientos gratos. Ninguno sabemos aún, porque a ninguno se nos enseñó en nuestra niñez, qué prodigiosos palacios podemos construir con hermosos pensamientos; palacios a prueba de cualquier adversidad». ¿Os gustaría que vuestro cuerpo conservara la elasticidad, la fuerza y la belleza de los años de 151

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juventud? Revivid, pues, estas cualidades en vuestra mente sin dejar espacio para los pensamientos impuros, y eso mismo exteriorizaréis en vuestro cuerpo. En la medida en que os mantengáis jóvenes de mente, vuestro cuerpo seguirá siendo joven; y veréis cómo el cuerpo acude en auxilio de la mente, ya que el cuerpo ayuda a la mente lo mismo que la mente ayuda al cuerpo. Continuamente edificáis, y exteriorizáis por tanto en vuestro cuerpo, condiciones afines a los pensamientos y emociones que alberguéis. Pero no solo edificáis así desde dentro, sino que atraéis además del exterior fuerzas de similar naturaleza. Vuestra particular cualidad de pensamiento os conecta con determinada categoría de pensamientos externos: si es jovial, audaz y esperanzada, os conectaréis con una corriente de pensamiento afín, y si es triste, temerosa y deprimida, esa será entonces la corriente de pensamiento con la que establezcáis contacto. Si este último es vuestro caso, y quizá gradual e inconscientemente os habéis ido conectando con dicha corriente aciaga, será necesario que volváis atrás y retoméis aquella parte de vuestra naturaleza infantil caracterizada por un ánimo sencillo, despreocupado y risueño. La condición normal y natural de la vida es gozar de plena y abundante salud; cualquier condición que no sea esta es anormal, y las condiciones anormales invariablemente nacen de una perversión. Dios no creó la enfermedad ni el sufrimiento; los ha creado el ser humano al violar las leyes de la vida. Pero tan habituados estamos a verlos que, poco a poco, hemos llegado a considerarlos, si no naturales, sí al menos algo común y corriente. 152

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De cómo la mente edifica el cuerpo

Llegará el día en que la labor del médico no será ya tratar de curar el cuerpo, sino mantener la salud de la mente, que por sí misma curará al cuerpo. Dicho de otro modo, el verdadero médico será un maestro, y su trabajo consistirá en mantener a la gente en un estado general de armonía, y no en intentar curarla después de que se haya presentado la enfermedad; y diré aún más: llegará el día en que cada individuo será su propio médico. En la medida en que vivamos en armonía con las leyes superiores que rigen nuestro ser, y que estemos por tanto en contacto íntimo con los poderes de la mente y del espíritu, necesitaremos prestar menos atención al cuerpo; no menos cuidados, sino menos atención. Mucho más sanos estarían actualmente los cuerpos de miles de personas si estas se preocuparan menos de ellos. Por regla general, quienes menos piensan en su cuerpo gozan de espléndida salud, mientras que son muchos los que carecen continuamente de ella debido a la anormal y obsesiva atención que le dedican. Dad al cuerpo el alimento, ejercicio, aire fresco y sol que necesita, mantenedlo limpio, y no os preocupéis más de él. Ni en vuestros pensamientos ni en vuestra conversación os recreéis en el lado negativo; no habléis de enfermedades y dolencias, pues al hablar de ellos os hacéis daño a vosotros mismos y a quienes os escuchan. Hablad de aquello que sea provechoso para vuestros interlocutores, y de ese modo les transmitiréis vuestra salud y vigor, y no vuestra flaqueza y enfermedad. Escribió un médico amigo: 153

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Nunca afirméis ni repitáis respecto a vuestra salud lo que no deseéis que se haga realidad. No penséis en vuestros males ni estudiéis sus síntomas; y nunca os dejéis convencer de que no sois dueños absolutos de vosotros mismos. Afirmad enérgicamente vuestra superioridad sobre las enfermedades corporales, y no os consideréis jamás esclavos de ningún poder inferior. Yo enseñaría a los niños a que levantaran desde pequeños una sólida barrera entre ellos y la enfermedad mediante el ejercicio de hábitos mentales saludables, elevados pensamientos y pureza de vida. Les enseñaría a rechazar toda idea de muerte, toda imagen de enfermedad, toda emoción discordante, como el odio, la malicia, la venganza, la envidia y la lujuria, pues evitarían así cualquier tentación de hacer el mal. Les enseñaría que los alimentos y bebidas malsanos, o el aire impuro, crean mala calidad de sangre; que esta crea pobres tejidos, y que un organismo débil es origen de una débil moral. Me gustaría enseñarles que los pensamientos saludables son tan esenciales para la salud del cuerpo como lo son los pensamientos puros para la pureza del espíritu; enseñarles a cultivar una férrea fuerza de voluntad, y a afianzarse por todos los medios posibles contra los enemigos de la vida. Me gustaría enseñar a los enfermos a tener fe, confianza y alegría, pues nuestros pensamientos y temores son los únicos límites reales de nuestro potencial. Jamás serán el éxito o la salud de una persona mayores que su confianza; por lo general, somos nosotros quienes erigimos nuestras barreras. En armonía con el infinito 154

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XXXVII

EL ESPLENDOR DEL ALMA

Todas las contradicciones, incertidumbres, dolencias y sufrimientos de nuestra vida, todos los temores, aprensiones y desconciertos nos llegan porque no vivimos en armonía con el orden divino de las cosas, y continuarán haciéndolo mientras así vivamos. Remar contra corriente es dificultoso e incierto, mientras que ir con la corriente, aprovechando de ese modo la acción de una poderosa fuerza natural, es fácil y seguro. Cuando reconozcamos plenamente nuestra indisoluble unión con la Vida y el Poder Infinitos, fluiremos con la corriente de esta divina secuencia. El estar, así, en armonía con el Infinito nos hará, a su vez, estar en armonía con todo cuanto nos rodea, en armonía con el cielo y con la 155

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totalidad del universo; y principalmente nos hará estar en armonía con nosotros mismos, de modo que cuerpo, mente y alma estén perfectamente armonizados, gracias a lo cual tendremos una vida plena y completa. El poder de los sentidos dejará entonces de dominarnos y esclavizarnos, ya que el plano físico estará subordinado al mental y gobernado por este, que por su parte estará subordinado, e iluminado a cada instante, por el plano espiritual. La vida ya no será entonces la supervivencia pobre y parcial que es en tantos casos, sino la existencia viva de los tres elementos que nos constituyen; estará completa, y rebosante de la belleza, la dicha y el poder entre los que ahora discurre. Así es como nos daremos cuenta al fin de que el camino del medio es la gran solución de la vida: ni el ascetismo, ni la acción licenciosa y pervertida. Todo existe para nuestro uso, pero todo hemos de usarlo con prudencia para poder gozar verdaderamente de ello. No es que al vivir con tan alto reconocimiento ignoremos los sentidos, sino que estos alcanzarán cada día mayor perfección; pues a medida que el cuerpo se vuelva menos basto y pesado, más fino de forma y de estructura, los sentidos se volverán más sutiles, y se desarrollarán en nosotros muchas facultades que hasta ese momento no sabíamos que nos pertenecieran. Alcanzaremos, así, de manera espontánea y natural el ámbito de la superconsciencia, haciendo posible con ello que se nos revelen las leyes y verdades superiores. Cuando accedamos a tales dominios, no nos encontraremos ya entre quienes dedican su tiempo a especular sobre si este o aquel poseían realmente la claridad 156

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El esplendor del alma

y los poderes que se les atribuían, sino que ahora sencillamente lo sabremos; ni nos encontraremos tampoco entre aquellos que intentan dirigir a la gente hacia cualquier herejía, sino que sabremos de qué hablamos, y solo entonces puede uno hablar con legítima autoridad. Son muchas las cosas que no podremos saber hasta que, viviendo en armonía, no alcancemos el estado en el que tienen posibilidad de revelársenos. «El que quiera hacer Su voluntad, sabrá si la doctrina es de Dios» (Juan 7:17); y dijo el filósofo griego Plotino: «La mente que anhele ver a Dios debe convertirse en Dios». Cuando hagamos posible que las leyes y verdades superiores se nos revelen, seremos a nuestra vez seres iluminados, canales a través de los cuales podrán revelarse a otros. Cuando estéis plenamente receptivos a las posibilidades que abre este alto despertar, al ir de un lado a otro y relacionaros con vuestros semejantes, impartiréis a todos una inspiración que despertará en ellos un sentimiento de grandeza semejante al vuestro, ya que continuamente emitimos influencias afines a las que en ese momento actúan en nuestra propia vida, igual que cada flor emite su peculiar aroma. La rosa exhala su fragancia, que queda suspendida en el aire, y todos los que cerca de ella pasen recibirán la frescura e inspiración que del alma de la rosa dimana. La mala hierba, por su parte, emite su olor repulsivo, cuyos efectos no son ni refrescantes ni inspiradores; y si permanecemos demasiado tiempo en sus proximidades, podemos resultar tan desagradablemente afectados por él que lleguemos incluso a enfermar. 157

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Cuanto más elevada sea nuestra vida, más vivificantes y favorecedoras serán sus continuas emanaciones; cuanto más basta sea, más perniciosa será la influencia que continuamente ejerza sobre quienes entren en contacto con ella. En definitiva, todos irradiamos a cada instante una energía de un tipo o del otro. Cuentan algunos marinos que han navegado por el océano Índico que, con frecuencia, saben que se aproximan a una isla, mucho antes de verla, por la dulce fragancia del sándalo que flota mar adentro en el aire. ¿Os dais cuenta de lo beneficioso que sería tener un cuerpo tan perfeccionado, y habitado por un alma de tal belleza que, allá donde fuerais, emanara de vosotros una sutil y silenciosa energía que todos los demás captaran y que influyera favorablemente en ellos; ser portadores de inspiración y derramar bendiciones por doquier; que fuerais siempre bien recibidos en los hogares de vuestros amigos y parientes, por saber ellos que vuestra llegada es siempre portadora de paz y alegría; que cuando caminarais por la calle, los hombres y mujeres cansados, desalentados, o incluso enfermos, sintieran cierto influjo divino que despertara en ellos nuevas esperanzas y renovadas ganas de vivir; que, a vuestro paso, el caballo mismo volviera la cabeza con una extraña y anhelante mirada casi humana? Pues tales son los poderes del alma cuando se trasluce en ella la Divinidad. En armonía con el infinito

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XXXVIII

LA INTUICIÓN ES LA VOZ DEL ALMA

La grandeza de toda vida, la vida en sí, está determinada por aquello con lo que se relaciona. Dios, inmanente así como trascendente, crea, hace y gobierna en el universo, en vuestra vida y en la mía, lo mismo hoy que desde el principio de los tiempos, aunque tendamos a considerarle ausente de su obra, imaginando que, tras activar las fuerzas del universo, se desentendió de ellas. En la medida, sin embargo, en que Le reconozcamos esencialmente inseparable de todo lo creado, Infinito Espíritu de Vida y Poder que, hoy, en este mismo momento, obra y se manifiesta en todo y a través de todo, y reconozcamos nuestra unidad con Su vida, seremos partícipes de 159

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ella y haremos realidad en nuestras vidas las cualidades de la Suya. En la medida en que nos abramos al influjo de esta inmanente y trascendental Vida, seremos canales a través de los cuales obrarán la Inteligencia y el Poder Infinitos. La mente es el instrumento que nos permite conectar la verdadera vida del alma con la vida física, permitiendo así que, a través de esta, aquella se manifieste y actúe. El pensamiento necesita estar continuamente iluminado desde dentro, y esa iluminación nos llegará en el mismo grado en que, por medio de la mente, reconozcamos nuestra unidad con Dios, de quien cada alma es expresión individual. Esto nos dará la guía interior a la que llamamos intuición. «La intuición es a la inteligencia espiritual lo que la percepción sensorial a la naturaleza física. Es un sentido interior con el que percibimos la revelación y el conocimiento directos de Dios, así como los secretos de la naturaleza y de la vida, y a través del cual llegamos a la comunión consciente con Dios y podemos reconocer nuestra deífica naturaleza y la supremacía de ser hijos suyos. »La intuición es, repetimos, un sentido espiritual que se abre hacia dentro, así como los sentidos físicos se abren hacia fuera; y debido a su capacidad para percibir, asimilar y saber la verdad directamente y con independencia de toda fuente de información externa, la llamamos intuición. Toda enseñanza y revelación inspiradas se fundamentan en el reconocimiento de esta facultad espiritual del alma y en su capacidad para recibirlas y hacerlas suyas».

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La intuición es la voz del alma

Algunos llaman a la intuición “la voz del alma”; otros, “la voz de Dios”, y hay quienes la llaman “el sexto sentido”. En todo caso, es nuestro sentido espiritual interior. Cuando descubramos nuestra verdadera esencia, que es la unidad de nuestra vida con la Vida Infinita, y nos abramos así al influjo divino, sentiremos que esa voz del alma, la voz de Dios, nos habla con claridad; y a medida que la reconozcamos, escuchemos y obedezcamos, nos hablará con claridad cada vez mayor, hasta que llegue el día en que sea infalible, absolutamente infalible en sus indicaciones. En armonía con el infinito

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XXXIX

LOS MILAGROS Y LA VIDA SUPERIOR

El factor más decisivo en la formación del carácter es el despertar al Yo verdadero, reconocer el hecho de que el ser humano es un ser espiritual…, más aún: de que yo soy un ser espiritual, eterno, aquí y ahora, dotado de poderes divinos que con sencillez puedo hacer surgir. Este despertar hace que la vida, con todas sus múltiples relaciones, se simplifique prodigiosamente; y en cuanto a los poderes derivados de tal reconocimiento y de una vida acorde con él, son absolutamente ilimitados, y aumentan en el mismo grado en que el Yo superior, el Yo divino, asuma la autoridad, y vaya acentuándose y desarrollándose un carácter altamente espiritual en nuestra vida. 163

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Este despertar y este reconocimiento nos llevarán de inmediato a una perfecta sintonía con el universo, y sentiremos entonces el poderío y la emoción de la vida universal. Al salir de nuestro pequeño jardín y encontrarnos inmersos en el universo inconmensurable, todas las trabas, complicaciones y problemas de nuestra vida cotidiana que tanto nos contrariaban y enfurecían nos abandonarán por voluntad propia a causa de su absoluta insignificancia. Las intuiciones se harán cada vez más claras y certeras en sus dictados; cada vez estará más desarrollada nuestra capacidad para ver el trasfondo de las personas, y de evitar así que pueda llegarnos de ellas ningún mal; crecerá de día en día el poder de prever el futuro, ratificando con ello el viejo dicho de que, a los acontecimientos por venir, su sombra les precede. Con el tiempo, la salud reemplazará a la enfermedad, ya que toda enfermedad, así como el sufrimiento consiguiente, es mera consecuencia de haber trasgredido la ley, con consciencia o sin ella, intencionadamente o no; y nos llegará también una facultad espiritual destinada a la curación de nuestros semejantes, tal como se hacía en tiempos remotos. El cuerpo se volverá más liviano, más sutil, y será capaz de servir y responder con mucha mayor eficacia y presteza a los elevados impulsos del alma. Más adelante, la materia misma responderá a la acción de estas fuerzas de cualidad divina, y muchos de aquellos sucesos que, atendiendo a la razón y a nuestra visión limitada, nos hemos acostumbrado a considerar milagrosos o sobrenaturales se convertirán en la sencilla realidad natural de cada día. 164

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Los milagros y la vida superior

Pues ¿qué es un milagro? No es ni más ni menos que la acción del ser humano iluminado, de aquel que vive en total armonía con las supremas leyes y fuerzas espirituales de su ser, y por tanto del universo, lo cual hace posible que lleguen a él privilegios de toda índole y le hagan partícipe de una ley un tanto superior a la que la mente común conoce hasta el momento. Vive y obra de acuerdo con ella, y ella responde. La gente ve el resultado y exclama: ¡Milagro!, cuando es un hecho tan natural y en consonancia con la ley de ese plano superior como lo es el acto común de nuestra cotidianeidad con la ley que conocemos. No debemos olvidar que, al ir evolucionando en nuestro proceso y reemplazando lo inferior por lo superior, lo que hoy es milagroso y sobrenatural será la natural cotidianeidad de mañana; y la verdad es que actualmente se hacen milagros en el mundo al igual que siempre se han hecho. El Maestro nunca se atribuyó facultad alguna que no atribuyera también al resto de la humanidad; al contrario, continuamente repitió: «El que en mí cree, las obras que yo hago también él las hará; y aun mayores hará; porque yo voy al Padre» (Juan 14:12), queriendo decir, pese a lo raro que a muchos les parece, exactamente lo que dijo. Lo que todo el mundo busca

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XL

LA VOZ DEL YO SUPERIOR

Qué gran dicha debería ser que la ilimitada verdad de Dios esté abierta a todos por igual, y que haga de cada uno de nosotros su morada según el ardor de nuestro anhelo y nuestra capacidad para recibirla.  En cuanto a la sabiduría que nos guía en nuestra vida cotidiana, nada que nos convenga saber se nos ocultará cuando reconozcamos la ley que a ello concierne y seamos capaces de aplicarla como corresponde. Hemos de comprender que todas las cosas serán nuestras en cuanto sepamos cómo apropiarnos debidamente de ellas.   167

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Creo, como ley inmutable de la que nadie puede sustraerse ni apartarse, que existe en nosotros algo capaz de atraer todo cuanto necesitamos y merecemos.   Si alguna vez no sabemos qué camino tomar, nuestra es la culpa; y si la culpa es nuestra, también el corregir esa antinatural condición dependerá de nosotros. No tenemos por qué encontrarnos en tal estado si nos mantenemos despiertos a la luz y a las fuerzas que moran en nuestro interior; y puesto que la luz brilla siempre, lo único de lo que debemos cuidar con diligencia es de que nada ni nadie se interponga entre nosotros y esa luz. «Porque en ti está la fuente de la vida; en tu luz veremos la luz» (Salmos 36:9). Oigamos las palabras de uno de los hombres más iluminados que he conocido, y que como consecuencia, llegado el momento, jamás se encontró en la incertidumbre de qué hacer y de cómo hacerlo: «Siempre que dudéis sobre qué camino seguir, después de haber recurrido a todos los medios de guía externos, dejad que el ojo interior vea, que el oído interior oiga, y permitid que este sencillo, natural y hermoso proceso siga su curso sin obstaculizarlo con preguntas y dudas… En los momentos de oscuridad, cuando una extraña perplejidad se apodere de nosotros, debemos tomar un solo camino, que encontraremos —como todos los caminos que necesitemos encontrar— en el conocido evangelio, que muchos leen pero, ¡son tan pocos los que saben interpretar!: “Entra en tu aposento y, cerrada la puerta, ora a tu Padre (…)” (Mateo 6:6). ¿Significa esto 168

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La voz del yo superior

que ­literalmente d ­ ebemos retirarnos a nuestro aposento y cerrar la puerta con llave? Si así fuera, el mandamiento jamás podría cumplirse al aire libre, ni en tierra ni en la mar; y es sabido que Cristo prefería con mucho los lagos y los bosques a las estrechas estancias de las casas urbanas. La realidad es que sus consejos, debido a su sabiduría intrínseca, tienen tal amplitud de sentido que no hay rincón de la tierra ni circunstancia imaginable en que no puedan ser nuestra guía. »Un hombre extraordinariamente intuitivo que conocí trabajaba en una oficina donde había de continuo otros caballeros reunidos, haciendo negocios y hablando en voz alta. Sin dejar que los numerosos sonidos circundantes afectaran su ánimo, en los momentos de bullicio este hombre, de profunda fe y serenidad, corría las invisibles cortinas de la privacidad a su alrededor y parecía hallarse de este modo recluido en su propia aura, tan alejado de todas las distracciones como si hubiera estado solo en medio de un bosque en el principio de los tiempos. En su silencio místico, formulaba entonces su problema a modo de pregunta directa, a la que esperaba encontrar respuesta certera, permaneciendo en pasividad absoluta hasta que la respuesta llegaba; y ni una sola vez en sus muchos años de experiencia se vio defraudado ni inducido a error. Las percepciones intuitivas de la verdad son el pan de cada día que satisface nuestra profunda hambre cotidiana; llegan como el maná del desierto, día a día, y cada día trae lo necesario para satisfacer solamente las necesidades de esa jornada. Pero las intuiciones de la verdad han de seguirse de inmediato, 169

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porque si demoramos la acción, la claridad de la percepción se perderá. »Una sola condición ineludible nos impone la ley universal, y es dejar de lado todo anhelo menos uno: el de descubrir la verdad, acompañándolo de la firme determinación de obedecer al instante la verdad que claramente se nos revele, y no permitiendo que ningún otro afán comparta el campo en el que palpita ese arrebatador amor a ella por lo que es en sí misma. Obedeced esta única vía, sin olvidar jamás que la esperanza y el anhelo son marido y esposa inseparables hasta el fin, y pronto veréis que vuestro camino, hasta ahora oscuro, se ilumina con celestial resplandor; pues el cielo interior atrae incesantemente la colaboración de todos los cielos externos». Podríamos llamar a esto “entrar en el silencio”; en ese silencio en que percibimos, y nos guía, la luz que alumbra a cada ser humano que llega a este mundo; en que escuchamos, y nos guía, la voz de nuestra alma, la voz de nuestro Yo superior.   En armonía con el infinito

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EN EL ALMA DIÁFANA SE TRASLUCE LA DIVINIDAD

El alma es divina, y cuando le permitimos hacerse diáfana, en ella se trasluce el Espíritu Infinito que nos revelará todas las cosas. Al apartarnos de esa Luz Divina, todo se nos oculta, pero en realidad nada hay oculto por sí mismo. Cuando el sentido espiritual está vuelto hacia la Luz y lo receptivo, trasciende todas las limitaciones de los sentidos físicos y del intelecto; por eso, en la medida en que sepamos traspasar los límites a los que ellos están sujetos, y nos demos cuenta de que la vida real es una con la Vida Infinita, alcanzaremos el lugar donde su voz nos hablará siempre, sin fallarnos jamás con tal de que la escuchemos, y de ese modo recibiremos a cada instante iluminación y 171

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guía divinas. Saber esto y actuar en consonancia con dicho reconocimiento no significa que un día viviremos en el cielo, sino vivir en el cielo aquí y ahora, hoy y todos los días de nuestra vida. No hay nadie que no pueda alcanzar esto; en cuanto volvamos el rostro en la dirección correcta nos encontraremos inmersos en ello con la misma sencillez y naturalidad con que se abre la flor o el viento sopla. El dinero no lo puede comprar, porque no tiene precio; es un estado que simplemente espera ser reconocido, por el rico y por el pobre, el rey y su vasallo, el amo y su criado, en el mundo entero. Todos son sus legítimos herederos, y si el vasallo lo encuentra primero, su vida superará con creces en belleza y auténtico poder a la del rey; si el criado la halla antes, su vida superará en magnificencia a la de su amo. Si quieres experimentar la más alta plenitud y riqueza que puedan vivirse, no solo en este, sino en cualquier mundo, elimina la sensación de que tu vida está separada de la vida de Dios. Mantén vivo el pensamiento de tu indisoluble unidad con él, pues, cuando lo hagas, esta realidad cobrará de día en día más fuerza en tu corazón; y esa fuerza, esa pasión, hará que nada bueno se te niegue, ya que todo está incluido en ella. Entonces, sin temores ni aprensiones, harás lo que hayas de hacer, y estarás listo para la llegada de mañana, sabiendo que traerá consigo todo cuanto tu vida mental, espiritual y física precisen. Pero recuerda que el sustento de mañana no te será necesario hasta que mañana llegue. 172

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En el alma diáfana se trasluce la divinidad

A quien se compromete plenamente con la Ley, la Ley nunca le fallará; solo quien confía en ella a medias obtiene resultados inciertos y poco satisfactorios. Nada hay más firme ni más seguro que Dios, que jamás defraudará a quien se arroje incondicionalmente en sus brazos. El secreto de la vida consiste, así pues, en vivir continuamente en el reconocimiento de Dios, hagamos lo que hagamos, estemos donde estemos, de día y de noche, durante el sueño y la vigilia; porque lo mismo podemos vivir en Él mientras estamos despiertos que mientras dormimos. En armonía con el infinito

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XLII

CÓMO RECIBIR INSTRUCCIÓN MIENTRAS DORMIMOS

Durante el sueño, solo el organismo físico permanece quieto y en reposo; no así la vida del alma, que continúa en plena actividad. El sueño es el remedio que la naturaleza ofrece para la recuperación del cuerpo y la reposición de todas las pérdidas sufridas durante las horas de vigilia. Es el gran restaurador de la naturaleza; y si al cuerpo no se le da suficiente descanso, de modo que la reconstrucción pueda subsanar el proceso de desgaste, el cuerpo se irá, poco a poco, agotando y debilitando, y cualquier enfermedad o dolencia tendrá fácil acceso a ese organismo. A esto se debe que quienes tienen predisposición a resfriarse enfermen más fácilmente cuando están cansados por falta de sueño 175

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que en cualquier otro momento, ya que el agotamiento deja al cuerpo en un estado mucho más vulnerable a cualquier influencia externa; y cuando esto sucede, las influencias afectan siempre en primer lugar a los órganos más débiles. El cuerpo se nos ha dado para fines mucho más elevados que aquellos para los que normalmente lo empleamos; y esto es principalmente cierto en el caso de la persona que es esclava de su cuerpo. Cuanto mayor sea nuestro reconocimiento de las poderosas facultades de la mente y del espíritu, y más preeminente sea el papel que desempeñan en nuestra vida, más ligero y sutil, más delicado de forma y estructura será nuestro cuerpo gracias a su influencia. Entonces, al hallar la mente un reino de gozo en sí misma, así como en todo aquello con lo que establezca contacto, los excesos en el comer y en el beber, y cualquier otro exceso, desaparecerán por sí solos de forma natural; y morirá igualmente la apetencia de ingerir alimentos y bebidas bastos, poco saludables, tales como la carne animal, las bebidas alcohólicas y todos aquellos estimulantes que exciten pasiones en el cuerpo, en lugar de fortalecerlo y de aportar al cerebro los nutrientes que le aportarían vigor, agudeza y flexibilidad. A medida que el cuerpo se haga menos basto y pesado, menor será el desgaste, y, si lo hubiere, será más fácil de restituir, gracias a lo cual se mantendrá en un estado de equilibrio casi constante. Esto hará que necesite menos horas de sueño; e incluso siendo así, esas pocas horas serán para el cuerpo refinado mucho más reparadoras que las más abundantes para uno de otra naturaleza. 176

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Cómo recibir instrucción mientras dormimos

Al aumentar así la delicadeza del cuerpo, es decir, al acelerarse su proceso de evolución, también las percepciones de la mente y del alma serán cada vez más elevadas; por lo tanto, el cuerpo contribuye al desarrollo de la mente lo mismo que la mente contribuye al del cuerpo. Y esto es sin duda lo que Browning pensaba cuando dijo:   Exclamemos: “Todo lo bueno nos pertenece; no ayuda más el alma al cuerpo que el cuerpo al alma”.   La misión del sueño es, por consiguiente, permitir que el cuerpo descanse y se recupere. Pero el alma no necesita descansar y, mientras el cuerpo duerme, sigue teniendo una vida igual de activa que durante la vigilia. Quienes tienen profunda percepción directa de las actividades del alma, dicen que esta viaja mientras dormimos, y hay incluso quienes son capaces de recordar e incorporar a su vida consciente la información obtenida y las situaciones y acontecimientos experimentados. La mayoría de la gente, sin embargo, no es capaz de hacerlo, y se pierde así mucho de lo que se podría ganar; pero quienes tienen conocimiento de estas cuestiones aseguran que, en la medida en que comprendamos las leyes, estará dentro de nuestras posibilidades viajar adonde queramos y traer de vuelta a la vida consciente todo lo experimentado y aprendido durante el sueño. En cualquier caso, lo cierto es que, mientras soñamos, tenemos capacidad para recibir, de forma totalmente normal y natural, valiosas enseñanzas que 177

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acrecentarían nuestro entendimiento y desarrollo humano, y que en la actualidad la mayoría de la gente pasa por alto. Si la vida del alma, que nos relaciona con el Espíritu Infinito, está activa incluso cuando el cuerpo descansa, ¿por qué no hace la mente las disposiciones necesarias para poder recibir la luz del alma mientras el cuerpo duerme, y traerla luego consigo a la vida consciente? En realidad, no solo puede hacerse, sino que hay quienes lo hacen, obteniendo de ello inestimables beneficios. Muchas veces, las más elevadas inspiraciones del alma llegan de esta manera, lo cual es perfectamente comprensible y natural si tenemos en cuenta que, durante ese período, se interrumpe por completo la entrada de cualquier comunicación del mundo exterior. De hecho, como muchos sabemos, basta con que al irnos a dormir dispongamos despertarnos a determinada hora al día siguiente para que nos despertemos en el minuto exacto. Cuando la mente está enfocada en determinado curso de pensamiento y acción, seguirá ese curso sin interrupción hasta que otro objeto del pensamiento la desvíe. Así pues, dado que cuando dormimos solo el cuerpo está en reposo, mientras que la mente y el alma permanecen activas, si al punto de dormirnos damos a la mente una orientación precisa, seguirá el rumbo que le hayamos indicado y, con el tiempo y la práctica, podrá incorporar luego a su consciencia de vigilia lo vivido en esas actividades inconscientes. Algunos obtendrán resultados muy pronto, y otros tardarán más, pero la práctica tranquila y continuada incrementará esta facultad.   En armonía con el infinito 178

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XLIII

HAY QUIENES, COMO JOSÉ, SUEÑAN E INTERPRETAN LOS SUEÑOS

En virtud de la ley que rige la atracción de las fuerzas mentales, y teniendo en cuenta que la mente está siempre activa, mientras dormimos seguimos atrayendo influencias de los ámbitos afines a aquellos pensamientos que nos ocupaban justo antes de quedarnos dormidos. Esto significa que podemos atraer cualquier influencia que deseemos, y obtener por tanto grandes beneficios durante el sueño. Ahora bien, las facultades psíquicas se hallan en un estado mucho más relajado y receptivo mientras dormimos, y por esta razón tendremos que cuidar aún más la naturaleza de los pensamientos que ocupen nuestra mente cuando traspasemos la frontera entre la vigilia y el sueño, ya que 179

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solo vendrá a nosotros aquello que nuestro orden de pensamiento atraiga; de nosotros dependerá enteramente lo que atraigamos. Debido también a ese alto grado de receptividad que caracteriza este período, si comprendemos y aplicamos debidamente la Ley de la Atracción tendremos la posibilidad de aprender de esta manera enseñanzas de gran valor para la formación de nuestro carácter, y de aprenderlas con mucha mayor rapidez que cuando los sentidos están plenamente abiertos al mundo material que nos rodea. Quizá algunos encontréis beneficiosa la práctica de un ejercicio como el que describiré a continuación. Cuando necesitéis información o claridad respecto a cualquier asunto que sintáis que legítimamente os incumbe, una información que vuestra prudencia considere que os beneficiará, como por ejemplo qué curso de acción tomar, entonces, al retiraros, empezad por adoptar una disposición mental de paz y buena voluntad hacia todas las cosas, y así vuestro estado de armonía atraerá a su vez del exterior las mismas pacíficas cualidades. Luego, mientras reposéis con este sentimiento de paz, con calma y confianza dirigid hacia lo alto vuestro sincero anhelo de hallar el conocimiento que necesitéis, y desterrad de la mente todo temor y preocupación por que pudiera no llegaros la respuesta; recordad que «(…) en quietud y en confianza será vuestra fortaleza» Isaías 30:15). Dormíos entonces con ánimo esperanzado, confiando plenamente en que despertaréis sabiendo lo que anheláis saber. Al despertar, antes de que los pensamientos y actividades del 180

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Hay quienes sueñan e interpretan los sueños

mundo absorban vuestra atención, permaneced un rato en silencio, receptivos a las intuiciones o impresiones que os lleguen; y cuando lo hagan, cuando se manifiesten con claridad, actuad según su dictado sin demora. Cuanto más lo practiquéis, mayor será vuestra capacidad para hacerlo, y mayor será la eficiencia. O si, con propósito desinteresado, anheláis desarrollar y fortalecer cualquiera de vuestras facultades, o acaso acrecentar la salud y fuerza de vuestro cuerpo, adoptad la disposición mental correspondiente, cuya forma se os sugerirá de inmediato y en consonancia con esos deseos o necesidades concretos; de este modo estaréis abiertos y conectados a las fuerzas que acabáis de activar y que os traerán los resultados que anheléis. No temáis expresar vuestros deseos, pues al hacerlo activaréis las fuerzas vibratorias que se expandirán hasta dejar su impresión y unirse a otras fuerzas, en unión de las cuales se ocuparán de hacer realidad vuestros deseos. No habrá anhelo que no le sea satisfecho a quien conozca y utilice con sabiduría las facultades de que está dotado. Vuestro sueño será más sosegado, pacífico y renovador, y vuestro poder mental, físico y espiritual se verá por consiguiente incrementado, simplemente con que, en el momento de dormiros, enviéis pensamientos de amor, buena voluntad, paz y armonía hacia todos, ya que de esta manera os conectaréis con las fuerzas que en el universo favorecen la paz y la armonía. Para recibir inspiraciones y visiones de orden supremo, bastará con que creemos las condiciones necesarias. Un hombre que estudió a fondo este tema dijo: 181

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«Recibir educación espiritual mientras el cuerpo duerme es una experiencia totalmente normal y sistemática, que a ciencia cierta ocurriría satisfactoriamente en las vidas de todos si prestáramos más atención a los estados interiores y, en consecuencia, menos a los exteriores y a todas sus supuestas necesidades inexcusables, aunque en realidad ficticias… Nuestros pensamientos nos hacen quienes somos, ahora y en todos los ahoras por venir, y con frecuencia son más activos durante la noche que durante el día, dado que, cuando nos dormimos para el mundo exterior, podemos estar plenamente despiertos al mundo interior; y el mundo invisible es un lugar sustancial, cuyas condiciones están enteramente dictadas por los logros mentales y morales. Cuando no obtenemos información a través de los sentidos, recibimos instrucción por los canales de percepción internos; y cuando de verdad comprendamos lo que esto significa, será costumbre universal que cada ser humano se entregue al sueño con la mente puesta en aquello sobre lo que sinceramente anhele recibir enseñanza. El Faraón sueña, y sueñan su mayordomo y su panadero; pero el verdadero vidente es José, que sueña y sabe interpretar los sueños». En armonía con el infinito

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XLIV

UNA DIETA HUMANITARIA

A veces he oído decir: «Pero ¿no es natural comer carne? ¿Acaso no se alimentaba de carne el hombre primitivo, el hombre en estado salvaje que simplemente seguía sus instintos naturales? ¿No se devoran los animales unos a otros?». Sí, pero nosotros no somos salvajes, ni somos puramente animales; por eso, ya va siendo hora de que esa costumbre propia de la vida salvaje quede atrás. Lo cierto es que más de la mitad de la población del mundo actual no come carne; y numerosos pueblos a los que en América e Inglaterra una mayoría denomina “los infieles”, y a los que se intenta cristianizar enviando misioneros, están moralmente mucho más avanzados que nosotros, y por tanto podrían considerarse en este sentido más cristianos. Una 183

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de las razones por las que la labor misionera ha tenido comparativamente tan poco éxito en muchas partes de la India, entre los budistas y los brahmanes, por ejemplo, es que estas gentes de mente clara y gran desarrollo espiritual son incapaces de comprender qué superioridad puede haber en la religión de aquel a quien esta le permite matar y cocinar a las criaturas hermanas suyas, e incluso festejar su muerte, todo lo cual a los indios les resultaría imposible de hacer. En Bombay, está prohibido por ley exponer animales muertos en los mercados, no como aquí, donde a veces aparecen en grandes cantidades adornando de lado a lado los escaparates. No pocos estudios sobre alimentación demuestran que, en lo que a la debida nutrición del organismo se refiere, hay alimentos que aportan el doble, y en algunos casos más que el doble, de los nutrientes que contiene cualquier tipo de carne. El error en que tantas personas viven al creer que la carne es imprescindible para el vigor corporal tiene su origen en que la carne, al llegar al estómago, se quema y oxigena a mayor velocidad que otros alimentos, y ese breve efecto estimulante —semejante en cierto sentido al del alcohol— se ha tomado erróneamente por un efecto nutritivo y vigorizante. La experiencia os demostrará que, si dejáis de comer carne y la sustituís por otros alimentos de alto valor nutritivo, os iréis poco a poco olvidando de ella; después llegará el día en que no tendréis la menor apetencia de probarla, y finalmente la carne y sus efectos os repugnarán hasta tal punto que por nada del mundo la volveríais a comer. Y a 184

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Una dieta humanitaria

los que piensan que quienes no comen carne son necesariamente personas enclenques, me gustaría desafiarles a que intentaran igualar el ritmo de trabajo de un amigo mío, profesor de una importante universidad norteamericana, que lleva sin comer carne más de dieciocho años. En Londres hay ya cierto número de restaurantes que no sirven carne, en Berlín hay alrededor de veinte, y en ambas ciudades, así como en muchas otras, el número no ha dejado de aumentar; es simplemente cuestión de tiempo que aparezcan restaurantes de este tipo también en nuestro país. Lo cierto es que solo la persona que no come carne puede ser verdaderamente humanitaria. Tras haber comido en estos excelentes restaurantes de Inglaterra y Alemania, por ejemplo, se queda uno asombrado por la excusa, que tanta gente esgrime sin ningún fundamento, de que es difícil, e incluso imposible, estar fuerte y sano sin comer carne. Encontramos en todos los demás reinos una diversidad cien o mil veces superior a la que como alimento ofrece el reino animal; una variedad de alimentos de gran valor nutritivo y que es posible cocinar de maneras irresistiblemente apetitosas. Uno de los motivos por los que tanta gente piensa que la carne es un artículo necesario o incluso imprescindible de nuestra alimentación es que en los hoteles, restaurantes y cafés, y de hecho en la mayoría de los hogares, la carne ha constituido tradicionalmente el plato principal, cocinado con la mayor dedicación y esmero, mientras que el resto de las viandas se han considerado accesorias, un mero acompañamiento, y se han preparado generalmente sin ningún gusto ni cuidado. 185

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Sin embargo, a medida que disminuya nuestro consumo de carne y que dediquemos más atención a la preparación de todos los demás alimentos, empezaremos a preguntarnos por qué hemos sido durante tanto tiempo esclavos de una mera costumbre, creyéndola necesaria. Llegará un día en la historia del mundo en que será tan extraño que un hombre o una mujer coman carne como lo es actualmente el que no lo hagan, aunque he de decir que ya en la actualidad existe un movimiento de esta orientación que va cobrando auge. Personalmente, comparto la opinión de quienes consideran que solo alcanzará la más alta excelencia mental, física y espiritual aquella persona que, entre otras cosas, se abstenga de incluir carne y sangre en su dieta. Pero queda aún otro aspecto de gran importancia relacionado con esto, y que no deberíamos pasar por alto. De un lado, está la brutalidad con que se trata al mundo animal, que como parte más débil de la creación deberíamos cuidar y proteger, y, de otro, nuestro deber hacia aquellos a quienes contratamos para que por nosotros se encarguen de la carnicería. Todo aquel que contribuya a crear la demanda de carne es, en mayor o menor medida, no indirecta sino directamente responsable de las degradantes y deshumanizadoras influencias que actuarán en las vidas de esos miles de hombres semejantes nuestros. Somos guardianes de nuestros hermanos en cualquier asunto en el que personalmente estemos implicados, y hay responsabilidades que no podemos eludir una vez que tenemos conocimiento de los hechos concernientes. El respeto a todo ser viviente 186

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XLV

ESTAR EN PAZ

Profundo es el significado de aquella verdad que dice: «La intención del espíritu es vida y paz» (Romanos 8:6). Reconocer que somos espíritu y tener presente este pensamiento en nuestra vida es tener una mente espiritual, y estar por tanto en paz y armonía. Incontables son los hombres y mujeres que, agotados por un exceso de celo, torturados y desasosegados, corren de un lado a otro en busca de paz, exhaustos en cuerpo, mente y alma; viajan a otros países, recorren el mundo entero, y regresan sin haberla encontrado. Por supuesto, ni la han encontrado ni la encontrarán nunca de esa manera, porque la buscan donde no está. La buscan fuera, cuando deberían buscarla dentro. 187

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Solo podemos encontrar paz en nuestro interior, y, a menos que allí la encontremos, no la encontraremos jamás. La paz no reside en el mundo exterior, sino en nuestra propia alma. Así pues, por más caminos que recorramos buscándola, por más que intentemos hallarla en los apetitos y pasiones corporales, o en todos los medios que la sociedad nos ofrece, por más que la persigamos de una parte a otra del mundo, siempre estará fuera de nuestro alcance, porque no reside donde la buscamos. Sin embargo, en la medida en que supeditemos nuestros apetitos y pasiones carnales a las inspiraciones del alma, se abrirán paso en nuestras vidas las más elevadas formas de paz y felicidad; pero en la medida en que fracasemos en nuestro propósito, nos llegarán la enfermedad, el dolor y el descontento. Estar en unión con Dios es estar en paz. La inocencia infantil, la sencillez con que el niño reconoce su relación real con la vida del Padre, es el medio más eficaz para la plena realización de la paz en nuestra vida. Conozco a algunas personas que, tras alcanzar dicho reconocimiento, viven con tal consciencia su unidad con la Vida Infinita, con el Espíritu de Infinita Paz, que sus vidas rebosan de dicha. Se me viene a la mente en este instante el caso de un hombre relativamente joven que estuvo inválido durante varios años, y que sufrió graves problemas de salud debido al agotamiento nervioso. Este joven pensaba que no valía la pena vivir; lo veía todo triste y gris, y su aspecto era igualmente triste. Pero no hace mucho experimentó un reconocimiento tan vivo de su unidad con el Poder Infinito, y se abrió tan de lleno a su divino influjo, que hoy es el día en que goza de 188

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Estar en paz

excelente salud, y, cada vez que nos encontramos, a duras penas puede resistir el impulso de gritar: «¡Ah, qué alegría es estar vivo!». Quien alcanza tan alto reconocimiento, jamás teme a nada, pues le acompaña siempre un sentimiento de protección; y el hecho en sí de reconocer dicho sentimiento hace que esa protección sea absoluta. A él pueden aplicársele los versículo que dicen: «Ninguna herramienta forjada contra ti, resultará eficaz» (Isaías 54:17); «No te alcanzará ningún mal; ninguna plaga se acercará a tu carpa» (Salmos 91:10) y «Aun con las piedras del campo tendrás tu pacto, y las bestias del campo estarán en paz contigo» (Job 5:23). Estos son los hombres y mujeres que parecen gozar de una vida encantada. Porque en cuanto tememos algo, abrimos las puertas de nuestro ser a la materialización de aquello que precisamente tememos. Un animal nunca hará daño a aquel que no le muestre ningún temor; ahora bien, en el instante mismo en que sienta miedo, estará abierto al peligro, pues algunos animales, como el perro, por ejemplo, detectan el miedo de inmediato, y esto les da el valor para atacar. En la medida en que adquiera fuerza y realidad en nosotros el reconocimiento de nuestra unidad con el Poder Infinito, reinarán en nuestra vida una claridad y una calma que no resultarán perturbadas por los pequeños acontecimientos que antes tanto nos irritaban y exasperaban. Y en cuanto al trato con nuestros semejantes, no nos sentiremos ya defraudados por nadie, porque conoceremos sus verdaderas intenciones gracias a nuestra capacidad para penetrar 189

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en lo más profundo de sus almas y ver los motivos que allí se ocultan. Cuando seamos capaces de conocer así a las personas, dejarán de decepcionarnos, ya que habremos dejado de colocarlas en un pedestal; y es que es imposible que tal gesto no traiga su consiguiente desengaño: tarde o temprano llega la caída, y la decepción que sentimos nos hace ser muchas veces injustos con nuestros amigos. Cuando estemos en armonía con el Espíritu de Paz, ni las murmuraciones ni los desaires de los que seamos objeto, bien por parte de nuestros amigos o bien de nuestros enemigos, turbarán nuestro ánimo. Cuando conscientemente, lo mismo en la vida familiar y social que en el trabajo, nos mantengamos fieles al eterno principio de la rectitud, la verdad y la justicia que se extiende al universo entero, que lo gobierna todo y que, en última instancia, prevalece siempre, la maldad no se aproximará a nosotros, y, en cualquier caso, ocurra lo que ocurra gozaremos de una tranquilidad inalterable. Nada de lo que antes fue causa de sufrimiento, dolor y aflicción podrá ya dominarnos, pues, imbuidos de verdadera sabiduría, sabremos qué lugar exacto le corresponde a cada cosa. La pérdida de familiares y amigos ocasionada por esa transición a la que llamamos muerte no causará tristeza a quien sabe que en realidad la muerte no existe, dado que cada uno de nosotros es, no solo partícipe, sino partícipe eterno de esta Vida Infinita. Ese hombre sabe que el final de la existencia física no afecta en modo alguno a la vida real, que es la vida del alma; de ahí que, con la tranquilidad de espíritu que emana de su fe absoluta, sea capaz de 190

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Estar en paz

­comprender la realidad por sí mismo, y de decir a quienes son menos fuertes que él: ¡Amorosos amigos!, sed sabios y enjugad de inmediato vuestros ojos llorosos, pues lo que en el féretro habéis dejado no merece una sola lágrima; no es más que una concha de la que se ha desprendido la perla. Nada valía la concha, dejadla ahí; porque la perla, que lo era todo, está aquí. Y en lo que a la separación se refiere, sabrá también que el espíritu no conoce fronteras, y que la comunión espiritual, ya sea entre dos personas encarnadas, o entre dos personas de las cuales una ha dejado atrás el cuerpo, está al alcance de todos; bastará con que hagamos realidad en nuestras vidas la más sublime cualidad espiritual para que podamos vivir esta elevada comunión. Al llenarnos así de ese Espíritu de Paz y hacernos receptivos a su influjo, fluirá a través de nosotros y nos acompañará adondequiera que vayamos. Al abrirnos de ese modo, seremos como imanes que atraigan la paz de toda aquella fuente de la que mane; y al atraerla a nosotros y encarnarla en nuestro ser, podremos transmitirla a los demás, convirtiéndonos así en perfectas encarnaciones de la paz, que allá donde vayamos derramaremos continuas bendiciones. Hay a nuestro alrededor personas de estas cualidades que continuamente reparten bendición y consuelo, personas 191

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cuya mera presencia parece transformar en alegría la tristeza, en valor el miedo, en esperanza la desesperación y en fuerza la debilidad. A quien haya reconocido su Yo verdadero, a él le pertenece este poder, y lo irradiará allá donde vaya; como suele decirse, esa persona ha encontrado su centro. Y en el universo inconmensurable el único centro que existe es el Poder Infinito que actúa en todo y a través de todo. En armonía con el infinito

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XLVI

EL VALOR ENGENDRA FUERZA; EL MIEDO, DEBILIDAD

Solo encuentra su centro quien reconoce su unidad con el Poder Infinito y se reconoce a sí mismo como ser espiritual, puesto que Dios es espíritu. Tal es el individuo de poder; pues estar centrado en el Infinito significa estar conectado, firmemente enlazado, a la gran central de energía del universo. Este individuo obtiene energía de toda clase de fuentes, ya que, al estar centrado, conocerse a sí mismo y ser consciente de su poder, los pensamientos que de su mente dimanen serán pensamientos de fuerza; y en virtud de la ley por la cual cada cosa atrae a su semejante, la cualidad de sus pensamientos atraerá continuamente la ayuda de quienes, como él, alberguen 193

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pensamientos animosos, y se vinculará de esta forma a todo aquello que en el universo participe de la misma categoría de pensamiento. Así pues, al que tiene le será dado; y este no es más que el simple efecto de una ley natural. El carácter enérgico, positivo y por lo tanto constructivo de su pensamiento labrará para él una vida de éxitos, ya que de todos los ámbitos le llegarán ayudas. Todo aquello que visualice y conciba como idea en su mente, gracias a la constructiva fuerza de su pensamiento pronto adquirirá forma visible y se manifestará en el mundo material. Pues las silenciosas e invisibles fuerzas que actúan sin cesar, tarde o temprano se han de revelar en el mundo visible. A un individuo como este jamás le asaltan temores, ni presagios de fracaso; y si por alguna razón llegaran a sugerírsele, los rechazará de inmediato, evitando que cualquier pensamiento de esta índole influya en su mente. No los atrae hacia sí, por la sencilla razón de que se encuentra en una frecuencia de pensamiento distinta, y, por consiguiente, las ideas debilitadoras y funestas que hombres pusilánimes, vacilantes o pesimistas alberguen acerca de él no podrán influirle. La persona negativa y temerosa, en cambio, no solo verá debilitadas, o incluso paralizadas, sus energías y facultades físicas como resultado de engendrar tales temores, sino que al hacerlo se conectará con esa misma frecuencia de pensamiento existente en el exterior, convirtiéndose así en víctima de las mentes débiles, recelosas y negativas que le rodean. A diferencia del caso anterior, en lugar de ver aumentar su poder verá aumentar su ­impotencia, ya que se 194

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El valor engendra fuerza; el miedo, debilidad

hallará en el mismo orden de pensamiento de aquellos que ahora le influyen…, a los que, incluso lo poco que tienen les será arrebatado. Y esto, una vez más, no es sino el simple efecto de una ley natural, al igual que lo era el caso opuesto. El hombre mezquino, temeroso de no poder conservar sus insignificantes posesiones, pagará el precio de perder incluso eso. Los pensamientos de carácter fuerte nos fortalecen desde el interior y, a la vez, atraen del exterior una fuerza semejante. El valor engendra fortaleza, y el miedo debilidad, o lo que es lo mismo, el valor engendra éxito, y el miedo fracaso. El hombre y la mujer fuertes y valerosos son dueños de las circunstancias, y su poder tiene un efecto en el mundo; mientras que aquellos que carecen de fe y que, como consecuencia, padecen los efectos debilitadores y mutiladores del miedo y la preocupación, son títeres a merced de cualquier circunstancia. Lo que uno viva en su invisible mundo del pensamiento será lo que continuamente haga realidad en el mundo material y visible; y si quiere crear circunstancias más favorables en este último, necesariamente habrá de cambiar el primero. El reconocer esta gran verdad traería prosperidad a los miles de hombres y mujeres que en la actualidad viven sumidos en la desesperación; daría salud y energía en abundancia a los millares que sufren a causa de la enfermedad, y colmaría de paz y alegría las vidas de quienes no conocen sino el desasosiego y la desdicha. ¡Y qué hay de los miles de seres humanos que viven constantemente esclavizados por el miedo! Sus espíritus, 195

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que habrían de ser fuertes y poderosos, se vuelven débiles e impotentes; se malogran sus energías y se paralizan sus esfuerzos. «El miedo está en todas partes: miedo a la pobreza, a no tener qué comer; miedo a la opinión pública y a la opinión privada; miedo a que nuestras posesiones de hoy puedan no serlo mañana; miedo a la enfermedad, miedo a la muerte. Para millones de personas, el miedo se ha convertido en un hábito sólidamente enraizado en sus vidas. El pensamiento del miedo reina por doquier; nos llega desde todas las direcciones… Vivir en continuo estado de temor, temblando por lo que pueda pasar, por lo que podamos perder —ya sea amor, dinero, entorno o posición— es el medio más seguro de perder lo que más deseemos conservar». Con miedo, nada podemos ganar; al contrario, podemos perderlo todo. Habrá quien diga: «Sé que es verdad, pero soy propenso a tener miedo; surge en mí de forma natural, no puedo evitarlo». ¿No puedes evitarlo? En lo que dices se trasluce la principal razón de tus temores, pues demuestras que no te conoces a ti mismo. Es obvio que, si no te conoces, no sabes de lo que eres capaz, y, sin conocer tus capacidades, ¿cómo podrías hacer sabio y pleno uso de ellas? No digas que no puedes evitarlo; si lo dices, lo más probable es que efectivamente no puedas. En cambio, si piensas que puedes y actúas en consecuencia, no solo hay muchas probabilidades de que así sea, sino que, si tu acción está en total consonancia con ese pensamiento, ten la absoluta certeza de que podrás. Refiriéndose Virgilio al equipo de atletas que a su entender ganarían la carrera, aseguró: «Pueden porque creen que pueden», queriendo 196

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El valor engendra fuerza; el miedo, debilidad

decir que la actitud mental de aquellos hombres infundiría fuerza espiritual a sus cuerpos, colmándolos de un vigor y una resistencia que les llevarían a la victoria. Por lo tanto, acoge el pensamiento de que puedes. Si lo prefieres, acógelo meramente como si de una semilla se tratara; y entonces siémbrala en tu consciencia, cultívala con afecto, porque poco a poco, a medida que crezca, irá recogiendo energía de todas partes, y podrá así enfocar, activar e intensificar la fuerza espiritual que, hasta el momento, tan dispersa estaba dentro de ti que de nada te servía. Además, atraerá hacia sí otras energías del exterior, y recibirás la ayuda de otras mentes de la misma naturaleza, mentes audaces, fuertes, valerosas con las que ahora estarás conectado. Si actúas con fe y sinceridad, muy pronto verás que todos los miedos se han desvanecido, y en lugar de ser la personificación de la debilidad, una criatura dominada por las circunstancias, serás dueño de ellas, y dueño de ti mismo. En armonía con el infinito

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XLVII

“LO QUE ME PERTENECE SABRÁ ENCONTRARME”

En nuestra vida cotidiana necesitamos tener más fe; fe en las invisibles fuerzas del bien, fe en el Dios Infinito, y por consiguiente fe en nosotros mismos, creados a su imagen y semejanza. A pesar de lo terrible y oscuro que parezca todo a veces, saber que «el Poder Supremo cuida de nosotros igual que cuida de los soles y de los infinitos sistemas de mundos que habitan el espacio» nos dará la fe absoluta en que bien está cuanto sucede en nuestra vida, como bien está cuanto sucede en el mundo.1 «Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en Ti ha confiado» (Isaías 26:3). Nada hay más firme, más seguro ni más cierto que Dios. Así pues, cuando reconozcamos que de nosotros 1 Cita extraída de Nuestras fuerzas mentales, Prentice Mulford. (N. de la T.) 199

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­depende el estar más abiertos aún a su Infinito Poder, y el invocarle que en nosotros y a través de nosotros se manifieste, nos descubriremos imbuidos de un poder cada día más formidable, ya que de este modo obraremos conjuntamente con Él, y Él a su vez obrará en conjunción con nosotros. Comprenderemos plenamente entonces que la totalidad del universo coopera para favorecer a quien ama el bien. Así, el temor y la desconfianza que en otro tiempo nos dominaron se transformarán en fe; y la fe, cuando se comprende y emplea debidamente, es una fuerza a la que nada se puede resistir. El materialismo conduce inevitablemente al pesimismo —¿cómo podría no ser así?—, mientras que el conocimiento del Poder Espiritual que obra en nosotros y a través de nosotros, así como en todas y a través de todas las cosas, conduce al optimismo. El pesimismo, luego, conduce a la debilidad, y el optimismo a la fortaleza. Por esta razón, quien tenga su centro en Dios, no solo se sobrepondrá a cada tempestad, sino que, gracias a su fe y al poder consciente que esta le otorga, afrontará cada tempestad con la misma serenidad con que afronta la calma, pues sabe de antemano lo que sobrevendrá; sabe que en su interior residen las armas imperecederas, y se da cuenta de la verdad que entraña el versículo: «Deléitate asimismo en el Señor, y Él colmará los deseos de tu corazón» (Salmos 37:4). Todo le será dado con naturalidad a quien esté en disposición de aceptarlo; ¿puede haber nada más claro que esto? Cuanto más sintonizadas con el Poder Supremo estén nuestras acciones, menos tendremos que preocuparnos de 200

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“Lo que me pertenece sabrá encontrarme”

sus consecuencias. De ahí que el profundo reconocimiento de este hecho y de cuanto lo acompaña nos traiga paz, una paz plena, floreciente e ilimitada, una paz que completa el presente y que nos garantiza fuerza y salud en los días por venir. Quien esté, así, firmemente anclado en su centro, incluso en medio de la agitación y el desorden del mundo, como Burroughs podrá decir con calma: Detengo mis prisas, aplazo cuanto me urgía alcanzar, pues ¿qué sentido tiene este frenético ritmo? Siendo eterna la ruta que recorro, lo que me pertenece sabrá encontrarme. Dormido o despierto, de noche o de día, los amigos que busco me buscan a mí. No habrá viento que pueda desviar mi nave ni cambiar el curso del destino. Las aguas saben lo que es suyo, y atraen hacia sí los arroyos que brotan en las cumbres; igual fluye el bien, por la misma ley gobernado, hacia el alma plena de dicha. Llegan las estrellas cada noche al cielo y las mareas a la mar; no podrán tiempos ni espacios, abismos ni alturas apartar de mí lo que es mío. En armonía con el infinito 201

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¿SOMOS ESCLAVOS DE LA HERENCIA Y EL MEDIO?

El verdadero secreto del poder está en mantener nuestra conexión con Dios, Hacedor de todas las cosas. Aquello que no puede hacerse en el plano físico puede hacerse en el espiritual; por eso, quien se reconozca a sí mismo como espíritu y viva en consonancia con ello será capaz de superar en poder a quien se considere un ser únicamente material. Todas las Escrituras Sagradas del mundo rebosan de ejemplos de lo que llamamos milagros. No están circunscritos a ningún tiempo ni lugar, y ninguna época pasada puede considerarse particularmente propicia o favorecida en este sentido; al contrario, cualquier cosa que se haya hecho en la historia del mundo puede volver a hacerse, 203

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por obra de las mismas leyes y fuerzas. No fueron superhombres quienes obraron milagros; fueron aquellos que, habiendo reconocido su unidad con Dios, se convirtieron en hombres y mujeres de deíficas cualidades, y pudieron así obrar a través de ellos las fuerzas todopoderosas. Porque ¿qué es un milagro? ¿Es un hecho sobrenatural? Lo es solamente en el sentido de que trasciende lo natural, o mejor dicho, lo que le parece natural al ser humano en su estado de conciencia ordinaria. Un milagro no es ni más ni menos que eso. A quien alcanza el conocimiento de su verdadera identidad, de su unidad con la Sabiduría y el Poder Infinitos, se le revelan las leyes supremas que la mente ordinaria desconoce. Luego, cuando esa persona obra de acuerdo con dichas leyes y la gente ve los resultados, debido a las limitaciones de su mente los llama milagros, y a quien realiza tales acciones aparentemente sobrenaturales lo considera un ser sobrenatural. Pero quienes de esta forma se asombran no son en esencia diferentes, y podrían realizar “obras sobrenaturales” si abrieran sus almas y reconocieran las mismas leyes, lo cual concretaría en ellos los mismos poderes y las mismas posibilidades. Recordemos además que, al igual que en el proceso evolutivo avanzamos de lo inferior a lo superior y de lo material a lo espiritual, lo sobrenatural de ayer se convierte en lo natural de hoy, lo que hoy nos parece sobrenatural será lo natural de mañana, y así sucesivamente a través de los tiempos. En efecto, es el ser humano de deíficas cualidades quien realiza obras sobrenaturales en apariencia, quien, por haber reconocido los poderes supremos, trasciende a la mayoría y destaca entre los demás 204

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¿Somos esclavos de la herencia y el medio?

seres humanos; pero cualquier facultad que un ser humano haya adquirido pueden adquirirla los demás, puesto que en todas las vidas rigen las mismas leyes. Podemos ser hombres y mujeres con poder, u hombres y mujeres impotentes. En cuanto comprendamos de verdad que podemos elevarnos por encima de lo que ahora somos, ascenderemos, y no tendremos más limitaciones que aquellas que nosotros mismos nos impongamos. La espuma siempre asciende a la superficie; lo hace porque es su naturaleza subir. Se habla mucho del medio que nos rodea, pero es necesario darse cuenta de que jamás debería el entorno condicionar al ser humano, sino que en todos los casos es el ser humano quien debe, y puede, condicionar el medio. Si comprendemos esto, descubriremos que muchas veces no es necesario que nos excluyamos de un determinado ambiente, pues quizá todavía nos quede una labor por hacer en él; dejando que simplemente se manifieste nuestra fuerza interior, podremos influir en las circunstancias y cambiarlas hasta tal punto que hagamos del viejo entorno un lugar enteramente nuevo. Y lo mismo se puede decir de los rasgos y tendencias hereditarios. A veces oímos a alguien preguntar si es posible vencerlos… Solo quien aún no se conozca a sí mismo formulará semejante pregunta. Si estamos convencidos de que son invencibles, podemos tener la certeza de que lo serán. Ahora bien, en el instante en que reconozcamos nuestro ser verdadero, y por tanto los inefables poderes mentales y espirituales que hay en nosotros, empezarán a disminuir aquellos rasgos y tendencias hereditarios de naturaleza 205

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­dañina, y desaparecerán del todo con rapidez proporcional a la plenitud y profundidad de nuestro reconocimiento. Nada hay que no podamos vencer; no digas que has heredado tus viles instintos, ni que un atributo congénito es la causa de tu desdicha e inmerecidamente te castiga. Por encima de tu progenie impera la Gran Voluntad de Dios, que es también tu herencia: fuerte, hermosa, divina, pértiga infalible hacia el éxito, si así lo deseas. Nada pedirá de ti la Tierra a lo que tu alma no pueda responder. Reconócete parte inseparable de la Fuente Eterna y verás que nada osará enfrentarse a la fuerza de tu espíritu; pues ¡qué podría igualar la Divina Herencia del alma! En armonía con el infinito

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XLIX

PRESERVAR LA PROPIA INDIVIDUALIDAD

Son muchos quienes no llegan a materializar sus facultades potenciales porque, temerosos de descubrir al individuo que son, prefieren vivir en continua dependencia de los demás. ¿Quieres ser una fuerza en el mundo? Entonces, sé quien realmente eres. No te catalogues ni te dejes catalogar entre los seres humanos sin personalidad, entre los que repiten lo que dicen otros. Sé fiel a la grandeza de tu alma, y no te rijas por costumbres, convencionalismos ni arbitrarias normas sociales carentes de fundamento; pues todo aquello que esté fundamentado en principios éticos, el hombre y la mujer inteligentes y puros de corazón lo respetan espontáneamente, en cualquier caso. 207

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No renuncies a tu individualidad, que es tu más poderoso medio de acción, a las costumbres y formalidades instituidas por quienes no han tenido el valor suficiente para preservar sus individualidades, o, dicho de otro modo, por quienes las han cedido como ingredientes para confeccionar la “papilla acomodaticia” que, dice uno de nuestros más distinguidos escritores, caracteriza a la sociedad moderna. Si abdicas así de tu individualidad, contribuirás a fortalecer esta situación tan indeseable; y por si esto fuera poco, en pago por ello serás esclavo, y muy probablemente, con el tiempo, ni siquiera te considerarán digno de respeto aquellos a quienes de esta manera intentas complacer. Si preservas tu individualidad, en cambio, serás dueño de ti mismo y de las circunstancias, y, con sensatez y discreción, tu poderosa influencia ayudará a crear condiciones más elevadas, humanas y saludables en el mundo. La gente, además, te tendrá en la más alta estima. Los que te conocen te honrarán por ser quien eres mucho más que si, por debilidad, hubieras contribuido a la “papilla acomodaticia” a la que tantos de ellos contribuyen; e influirás asimismo en personas de todo tipo, porque: «El verdadero héroe atrae hacia sí a todas las clases y extremos sociales por igual; puede decirse que incluso los perros tienen fe en él». Ser quienes en verdad somos es lo único que merece la pena vivirse, y lo único que en definitiva es satisfactorio. «Cuando apelemos al Ser Supremo y nuestra vida esté regida por la ética, no tendrán dominio alguno sobre nosotros ni el miedo a la opinión pública ni a las críticas de que seamos objeto; y podemos estar seguros de que el Ser 208

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Preservar la propia individualidad

Supremo nos dará fuerzas. Si de alguna forma tratamos de complacer a los demás, nunca lo conseguiremos, pues, cuanto más empeño pongamos en complacerles, más exigentes se volverán. El gobierno de vuestra vida es enteramente un asunto entre vosotros y Dios, y cuando vuestra vida se aparte de ese centro influida desde cualquier otra fuente, sabed que os habéis equivocado de camino». Cuando descubramos el reino interior y nos centremos en el Infinito, seremos nuestra propia ley, y tendremos entonces capacidad para llevar a otros al conocimiento de leyes superiores a aquellas que les gobiernan, o que a menudo incluso les esclavizan. Una vez hallado ese centro, la hermosa sencillez, encantadora y a la vez poderosa, que caracteriza a una fuerte personalidad entrará en nuestras vidas, y no necesitaremos ya esforzarnos por aparentar lo que no somos, algo tan frecuente y que es indicio seguro de debilidad de carácter y falta de poder genuino. Quien trata de aparentar lo que no es, obviamente carece de algo importante. Me hace esto pensar en el jinete que, sabiendo que por sí mismo no atraerá suficiente atención, al igual que les ocurre a muchos otros jinetes, débiles como él, opta por la brutal acción de cortar la cola de su caballo, con la esperanza de que un aspecto tan antinatural y estrambótico despierte en la gente un interés que él por sí mismo es incapaz de despertar. Pero quien finge ser lo que no es resulta siempre más engañado de lo que consigue engañar a los demás. El hombre y la mujer verdaderamente sabios y perspicaces son capaces de ver en cualquier circunstancia qué motivos se 209

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ocultan tras los actos de aquellos con quienes se relacionan. «Es grande quien lo es por naturaleza, y en ningún caso nos parece un calco de otros». El hombre y la mujer auténticamente conscientes del poder real que hay en ellos aparentan hacer muy poco, pero es mucho lo que en realidad hacen, ya que actúan movidos por fuerzas superiores; o sea, realizan su trabajo en un plano superior. O mejor dicho, tal es su conexión con el Poder Infinito que Este hace el trabajo por ellos y les releva de la responsabilidad. De ellos puede decirse que son los “irresponsables”, pues, dado que el Poder Infinito obra a través de ellos, ellos no han de hacer más que cooperar. En armonía con el infinito

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L

EXCLUSIVIDAD E INCLUSIVIDAD

Cuando comprendamos de verdad que todo mal, error y pecado y sus consiguientes sufrimientos tienen su origen en la ignorancia, cada vez que veamos una manifestación suya en la forma que sea, si es que hay auténtica rectitud en nuestros corazones sentiremos empatía y compasión hacia aquel en quien se manifiesten; entonces la compasión se tornará en amor, y el amor se plasmará en generoso servicio. Tal es el método divino. Así, en lugar de forzar al débil a sumirse aún más en el pozo de su miseria, le ayudaremos a salir de él, hasta que pueda ganar independencia y ser su propio dueño. 211

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Con el ejemplo, y no con el precepto; con el vivir, y no con el predicar; con hechos, y no con palabras; conduciéndonos con rectitud en la vida, y no aleccionando a los demás sobre cómo se debería vivir. No hay contagio más fuerte que el de la vida. Cada uno recoge lo que siembra, y aquello que sembramos produce frutos de la misma especie. Podemos matar a otro infligiéndole directamente heridas mortales en el cuerpo, pero no es esta la única forma de matar. Los pensamientos de animadversión tienen la misma naturaleza letal; ahora bien, con ellos no solo matamos al otro, sino que a la vez nos suicidamos nosotros. Más de uno ha enfermado por haberse concentrado en él los pensamientos malignos de una serie de personas; hay quien ha muerto incluso. Siembra odio en el mundo y lo convertirás en un verdadero infierno; siembra amor, y el cielo con todas sus bellezas y glorias se hará realidad. No amar es no vivir, o es vivir una muerte en vida. Una vida vivida desde el amor es una vida plena, rebosante, que cada día crece en belleza y poder; es una vida cada día más inclusiva, y por tanto más amplia en su alcance e influencia. Cuanto más amplio sea el reino de nuestros corazones, más inclusivos seremos en la amistad y en el amor; cuanto más empequeñecido y mezquino, más necesidad tendremos de jactarnos de nuestra “exclusividad”. Cualquiera —un loco o un idiota— puede ser exclusivo; es muy fácil. Ser inclusivo, en cambio, requiere una naturaleza fuerte y un intenso anhelo de universalidad. Solo el hombre y la mujer mezquinos, egoístas y vanidosos son exclusivos; el hombre 212

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Exclusividad e inclusividad

y la ­mujer generosos, de corazón noble, nunca lo son. Es el hombre mezquino quien continuamente trata de aparentar lo que no es; el hombre de espíritu magnánimo no lo hace jamás. Uno va de acá para allá intentando obtener reconocimiento para aferrarse el mundo; el otro se queda en casa, retirado del mundo, y con su simple existencia hace que el mundo venga a él. El uno se quiere solo a sí mismo; el otro ama al mundo entero, y, para gran sorpresa suya, al amar al mundo entero se encuentra él también incluido en ese amor. En verdad, cuanto más amamos, más cerca estamos de Dios, pues Dios es el espíritu de Amor Infinito. Y cuando reconocemos nuestra unidad con ese Espíritu Infinito, de tal modo nos llena ese divino amor que, no solo enriquece y colma de felicidad nuestras vidas, sino que a través de nosotros fluye para enriquecer las vidas de todos los demás. Cuando reconocemos nuestra unidad con la Vida Infinita, espontáneamente establecemos relaciones armoniosas con nuestros semejantes, ya que estamos en armonía con la Ley Suprema; encontramos así nuestras vidas reales, tras haberlas perdido en el servicio al prójimo. Comprendemos entonces que toda vida es una y que cada uno somos una minúscula parte de un grandioso todo; comprendemos que no podemos ayudar a los demás sin ayudarnos a la vez a nosotros mismos, ni podemos hacer daño a los demás sin dañarnos nosotros; nos damos cuenta de que el hombre que vive solo para sí tiene una vida empequeñecida, atrofiada, porque no participa de la gran vida de la humanidad; mientras que aquel que entrega su vida al servicio de la 213

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humanidad ve su vida fortalecida y engrandecida un millar o millón de veces, y cada alegría y cada triunfo de quienes constituyen ese gran todo le llega asimismo a él, puesto que forma parte de la vida de todos los seres humanos. Digamos ahora unas palabras sobre lo que significa el verdadero servicio a nuestros semejantes. Un día en que Pedro y Juan habían subido caminando hasta el templo, encontraron junto a la puerta a un mendigo lisiado que les pidió limosna. En vez de darle unas monedas con las que ayudarle a cubrir las necesidades del día y dejarle en el mismo estado de dependencia el día siguiente y todos los días por venir, Pedro le hizo un auténtico servicio —a él y a la humanidad— diciéndole: «Ni tengo plata ni oro, mas lo que tengo te doy: en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda» (Hechos de los Apóstoles 3:6); le hizo un hombre completo, poniéndole en condiciones de valerse por sí mismo. En otras palabras, el mayor servicio que podemos prestar a nuestros semejantes es el de ayudarles a que a sí mismos se ayuden. No todas las circunstancias son iguales, por supuesto, pero una ayuda directa puede resultar en muchos casos debilitadora. Sin embargo, nunca puede ser debilitador ayudar a alguien a valerse por sí mismo; al contrario, es siempre alentador y fortalecedor, puesto que le conduce a una vida más plena y enérgica. En armonía con el infinito

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LI

LA VERDADERA RIQUEZA

Quien empiece a experimentar la cualidad de una vida superior no sentirá ya ningún deseo de amontonar una gran fortuna, ni de ningún otro exceso. Una vez que descubra la inmensa riqueza que hay en su interior, las riquezas externas perderán para él su atractivo. Cuando se dé cuenta de que mana dentro de él una fuente que en su favor invoca, haciendo que llegue a sus manos cuanto precisa para satisfacer sus necesidades, no se cargará ya con el peso de grandes posesiones que requerirían su atención y cuidado constantes, que le robarían su tiempo, y apartarían su mente de las cosas reales de la vida. Dicho de otro modo, 215

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primero halla el Reino, y entonces se da cuenta de que todo lo demás le es dado en abundancia por añadidura. Cuando las riquezas materiales superan cierto límite, no se puede ya hacer uso de ellas, y aquello que poseemos y de lo que no podemos disfrutar se convierte en un estorbo más que en una ayuda, en una cruz más que una bendición. A nuestro alrededor hay personas que llevan una vida anquilosada y mezquina y que podrían conocer la verdadera riqueza, la dicha eterna, si empezaran a hacer un uso sensato de la fortuna a cuya consecución han dedicado buena parte de su vida. Aquel que atesora durante su vida entera y al morir lo lega todo para “obras benéficas” está muy lejos del ideal; su acción no es más que una pobre excusa para justificar toda una existencia malgastada. No es ningún mérito mío regalar un par de zapatos viejos que nunca volveré a usar a alguien que va descalzo; sería encomiable —si es que se puede calificar de encomiable hacer algo que es un simple deber moral— regalar un buen par de zapatos a quien camina medio descalzo en los fríos días de invierno, mientras trabaja honradamente de la mañana a la noche para sustentar a su familia. Y si al darle los zapatos le brindo también mi afecto, habrá recibido doble regalo, y yo doble bendición. Lo único que sabiamente puede una persona hacer con las riquezas que ha atesorado es emplearlas para enriquecer su vida y su carácter en todo momento mientras esté viva. Llegará el día en que se considere una desgracia que alguien muera dejando tras de sí una gran fortuna. 216

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La verdadera riqueza

Muchas personas que viven en palacios son en realidad más pobres que quienes ni siquiera tienen un techo bajo que el cobijarse; pese a habitar una fastuosa mansión, más de una se sentirá igual de desdichada que si viviera en una miserable choza. La polilla y el moho son las sabias armas de la naturaleza —los métodos que emplea Dios— para desintegrar y desparramar, a fin de que pueda utilizarse de forma nueva, todo aquello que el hombre acapara sin darle provechoso uso. Hay además una ley suprema, continuamente activa, que priva de la capacidad de auténtico disfrute y de todas las demás facultades superiores a quien dedica su vida a acumular riquezas. Son muchos los que constantemente se apartan de lo más elevado y extraordinario de la vida por aferrarse a lo viejo, sin darse cuenta de que el haber hecho un generoso uso de ello habría dejado sitio para que llegara lo nuevo. La avaricia siempre acarrea pérdidas, de una forma u otra, mientras que el empleo inteligente de lo que poseemos trae consigo ganancias siempre nuevas. Si el árbol, movido por esa misma ignorancia y codicia, se aferrara a sus hojas en otoño una vez que estas hubieran cumplido su función, ¿dónde quedarían la plenitud y hermosura de la vida nueva que la primavera hace brotar en sus ramas? Acabaría por secarse. Y si el árbol está ya seco, quizá haga bien en aferrarse a su viejo follaje, puesto que no volverá a ver brotar hojas nuevas; pero mientras esté vivo y activo, necesita despojarse de las hojas marchitas para dejar sitio a las que habrán de nacer llenas de esplendor. 217

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La ley del universo es la opulencia, la abundante satisfacción de toda necesidad, si nada se interpone. Lo normal, lo natural, es tener una vida plena y rebosante de poder, pues natural es reconocer nuestra unidad con la Vida y el Poder Infinitos, que pondrán continuamente en nuestras manos abundante provisión de cuanto necesitemos. Luego no es el atesorar posesiones, sino el hacer prudente uso de ellas y desprendernos de cuanto ya no necesitemos, lo que nos ofrecerá en cada momento provisiones siempre nuevas, y mucho más apropiadas a las necesidades actuales de lo que las viejas hubieran podido ser. De esta manera, además de poseer los más sublimes tesoros que manan de la Generosidad Infinita, seremos canales plenamente abiertos a través de los cuales fluirán y se extenderán a los demás. En armonía con el infinito

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LII

MÉTODO PARA ALCANZAR LA VIDA SUPREMA

El conocimiento más importante que podemos alcanzar es la percepción viva de nuestra esencial unidad con la Vida Divina. Ahora bien, como mero razonamiento intelectual, como teoría inerte, a efectos prácticos no sirve de mucho, y en realidad de nada. Es el reconocimiento vivo de esa grandiosa y trascendental verdad lo que en la vida de cada uno de nosotros hará de ella una poderosa fuerza realmente activa y transformadora. Solo experimentando el reconocimiento vivo de nuestra unión con la vida del Padre podremos encontrar auténticas bendiciones, e incluso la paz y la felicidad; por eso, cuanto antes lo experimentemos, y vivamos así la vida del 219

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espíritu, tanto mejor, pues de ninguna otra forma conseguiremos satisfacer eso que tanto anhelamos. Y lo que es más, ni en esta ni en ninguna otra forma de vida estaremos más cerca que ahora de alcanzar ese reconocimiento y todo lo que de él se derive. Una vez que la fuente de la Vida Divina empiece a manar en nuestro interior, nunca se secará, y podremos tener la plena confianza de que en todo momento nos mantendrá en paz y a salvo de todo peligro. Por más extraños o imprevisibles que parezcan a veces los acontecimientos, nada tendremos que temer, sabiendo que solo el bien tiene acceso a nuestras vidas, ya que hay solo bondad en la vida de Dios; y ahora en ella vivimos y viviremos para siempre. Hay un método muy sencillo que nos será de gran ayuda para alcanzar tal reconocimiento; tan sencillo que miles y millones de personas lo han pasado por alto, buscando, como es costumbre, medios aparentemente más poderosos de llegar a él. Demasiado a menudo olvidamos que las cosas más importantes de la vida son las más sencillas. El método es el siguiente: dondequiera que estés y cualquiera que sea tu actividad en ese momento, ya estés caminando por la calle o por el campo, trabajando en lo que sea, a punto de quedarte dormido o recién despertado, haciendo los preparativos para cualquier empresa o dudando sobré qué curso de acción tomar, mantén vivo el pensamiento de que es el Padre quien obra en ti: «Mi Padre trabaja siempre, y yo también trabajo» (Juan 5:17). Este fue el pensamiento continuo de Jesús, quien alcanzó el más alto reconocimiento de su unidad con la vida de Dios 220

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Método para alcanzar la vida suprema

que un ser humano haya alcanzado jamás. Transcribo sus palabras por la sencillez con que expresan esta verdad tan profunda, pero cada cual puede formularla a su manera. El término que él empleó fue «Padre»; a algunos os resultará un término igual de natural que a él y sentiréis que adquiere también para vosotros carácter sagrado, mientras que otros quizá empleéis un término diferente para expresar el mismo concepto de que es el Padre quien obra a través de todas las cosas y les da vida y poder, de que es Dios quien obra en mí, y de que yo, al obrar según Su voluntad, soy recipiente de Su poder. De este modo, se abre nuestro espíritu y nos volvemos conscientemente receptivos a esa Vida y Poder Infinitos, siempre dispuestos a dirigir nuestras vidas y a obrar en ellas, con tal de que nuestra actitud les permita hacerlo; se abre nuestro espíritu para que puedan hablar y manifestarse a través de nosotros, con tal de que creemos las condiciones adecuadas. Si llevamos tan sublime pensamiento en nuestros corazones y nos mantenemos plenamente conscientes durante un tiempo —al principio, incluso repitiendo de vez en cuando esas palabras—, pronto descubriremos que han llegado a convertirse en nuestro pensamiento habitual, y que vivimos en él sin tener que hacer ya ningún esfuerzo consciente; y con el tiempo, descubriremos que de un modo natural vivimos en él de continuo. Entonces, Dios como presencia viva, como fuerza que nos dirige y anima, será un hecho en nuestras vidas; la consciente presencia de Dios en nuestra cotidianeidad, que es la esencia, la suma y sustancia de toda religión, se hará entonces realidad, y nos 221

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serán dados sabiduría y poder ilimitados, contando con que seamos capaces de hacerlos nuestros y usarlos con prudencia. Si por alguna razón no fuera así y los empleáramos con propósitos egoístas, nos serían retirados, pero si los usamos en ayuda y servicio del mundo, los veremos crecer constantemente. Este elevado reconocimiento nos devolverá el espíritu sencillo de la niñez, y, como Jesús, nos daremos cuenta de que «el Padre que habita en mí es el que hace las obras» (Juan 14:10). Solos, nada somos y nada podemos hacer; con Dios podemos hacerlo todo. Pero no alcanzaremos la sublime condición de vivir en Dios hasta que nuestro reconocimiento de la verdad Le haga una realidad consciente y viva en nuestras vidas. La confianza en este sencillo método provocará una completa transformación en la vida de millares de personas. Podemos comprobar su eficacia en muy poco tiempo, y veremos por nosotros mismos que es el camino directo que fácilmente nos conducirá a la más elevada realización que sea posible alcanzar. Mirar en la dirección correcta y seguir camino adelante sin desviarnos es el secreto de cualquier logro. Lo mejor de lo mejor

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LIII

UNA ESPECIE DE CREDO

Se ha de observar cada día, o en algún momento del día; se ha de cambiar, o abandonar, mañana, si hay mejor luz. Dar lo mejor de nosotros en todo cuanto nos ­concierna. Tender una mano a nuestros semejantes como mejor sepamos, con el mismo fin. Ayudar a enmendar los errores que hallemos en nuestro camino indicando a quien erró un mejor modo de hacer, ayudándole así a descubrir en sí mismo su capacidad para obrar el bien. Conservar una naturaleza afectuosa, sencilla y humilde; es decir, una naturaleza fuerte. 223

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Mantenernos plenamente receptivos y puros, a fin de ser dignos canales a través de los cuales pueda obrar el Poder Divino. En cualquier circunstancia, volver y mantener nuestros rostros en dirección a la luz. Pensar por nuestra cuenta; escuchar con atención las opiniones de los demás y ser lo bastante hombres y mujeres como para actuar siempre según nuestras convicciones. Cumplir con cualquier cosa que consideremos nuestro deber, haciendo caso omiso de la opinión de los demás, de la aparente pérdida o ganancia consiguientes y del posible sentimiento de culpa o la alabanza temporales. No representar el papel de imbécil ni de loco intentando juzgar a los demás; en cambio, dedicar el tiempo que en ello habríamos malgastado a vivir nosotros mismos con mayor rectitud. Levantarnos de inmediato cuando nos caemos, dirigir la mirada de nuevo hacia la luz, y proseguir nuestro camino sin desperdiciar un solo segundo en lamentarnos. Amar todas las cosas, y no atemorizarnos ante nada, salvo nuestra propia maldad. Reconocer la bondad que hay en el fondo de todos los seres humanos y de todas las cosas a la espera de ser expresada, de la manera adecuada y a su debido tiempo. Amar los campos y las flores silvestres, las estrellas, el mar abierto, la tierra blanda y cálida, y pasar mucho tiempo con ellos a solas; pero amar con mayor intensidad al hombre y a la mujer cansados y a cada criatura que palpita en este mundo. 224

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Una especie de credo

Tratar siempre de comportarnos con los demás como nos gustaría que los demás se comportaran con nosotros. En resumen, ser honrados, valientes, justos y generosos, pues eso hará que sea en verdad glorioso nuestro papel en la magistral obra de la vida, que aún no somos plenamente capaces de comprender. Nada habremos de temer entonces: ni la vida ni la muerte, ya que la muerte es vida… O, más exactamente, es la rápida transición hacia la vida en forma distinta; es quitarnos el abrigo viejo y ponernos uno nuevo; pasar, no de la luz a la oscuridad, sino de la luz a la luz, dependiendo de cómo hayamos vivido aquí; es asumir la vida en forma nueva, pero retomándola en el punto preciso en que aquí la dejamos; es una parte de la vida que no se ha de intentar eludir ni temer, sino acoger con gozo y sonrisa amplia cuando llegue, a su manera y en su momento.

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ÍNDICE

Un nuevo comienzo...............................................................................9 El acto más trascendental de la vida humana.................................... 13 El poder creativo del pensamiento..................................................... 17 El poder de atracción de la mente...................................................... 21 Creamos nuestro propio entorno....................................................... 25 La ley de la atracción obra sin cesar................................................... 29 La ley de la prosperidad...................................................................... 33 Ley de la creación de hábitos............................................................. 37 Hacer realidad nuestros ideales.......................................................... 41 Naturaleza de la fe y la oración.......................................................... 45 La insignificancia de lo personal y la grandeza de lo universal......... 49 De cada rama del bosque cuelga la poesía......................................... 53 Cómo influye en los demás nuestro estado de ánimo....................... 57 Salvadores los unos de los otros......................................................... 61 No represión, sino dominio de sí mismo........................................... 65 Los pensamientos son fuerzas............................................................ 69 Toda vida nace del interior................................................................. 73 La herencia y el poder superior.......................................................... 77 Castillos en el aire............................................................................... 81 227

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La Vida Mística El ancla de los individuos especialmente sensibles............................ 85 Cómo atraemos el éxito o el fracaso................................................... 89 El miedo acarrea fracaso..................................................................... 93 Adiestrar al corazón aprendiendo del mundo animal........................ 97 El secreto y el poder del amor.......................................................... 101 Demos al mundo lo mejor que tengamos, y lo mejor del mundo retornará a nosotros...................................... 105 El odio nunca cesa por obra del odio, sino del amor....................... 109 El pensamiento dirigido por la inteligencia..................................... 113 La voluntad humana y la voluntad divina....................................... 117 El secreto del poder supremo........................................................... 121 Sabiduría o luz interior..................................................................... 125 Abre todas las ventanas de tu alma.................................................. 129 Sobre la calidad de la educación...................................................... 133 Un nuevo concepto de patriotismo.................................................. 137 Personas de excepcional capacidad ejecutiva y financiera............... 143 Una anciana muy joven.................................................................... 147 De cómo la mente edifica el cuerpo................................................. 151 El esplendor del alma........................................................................ 155 La intuición es la voz del alma......................................................... 159 Los milagros y la vida superior......................................................... 163 La voz del yo superior...................................................................... 167 En el alma diáfana se trasluce la divinidad...................................... 171 Cómo recibir instrucción mientras dormimos................................. 175 Hay quienes, como José, sueñan e interpretan los sueños.............. 179 Una dieta humanitaria..................................................................... 183 Estar en paz...................................................................................... 187 El valor engendra fuerza; el miedo, debilidad.................................. 193 “Lo que me pertenece sabrá encontrarme”...................................... 199 ¿Somos esclavos de la herencia y el medio?..................................... 203 Preservar la propia individualidad.................................................... 207 Exclusividad e inclusividad............................................................... 211 La verdadera riqueza......................................................................... 215 Método para alcanzar la vida suprema............................................ 219 Una especie de credo........................................................................ 223

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