VERDADES OCULTAS Y MENTIRAS by Troyis.pdf

October 4, 2017 | Author: akso_16 | Category: Foods, Nature
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VERDADES OCULTAS Y MENTIRAS

CAPITULO 1 OCULTANDO Tenía dos semanas de haber llegado de Forks, oficialmente hoy tenía dos semanas como estudiante de primer ingreso en la Universidad de Washington y tres días de haber cumplido los dieciocho años. Estaba conversando con Garrett un vagabundo a quien conocí mi primer día en Seattle, había salido a conocer los alrededores de mi apartamento cuando un borracho se me acerco con intensiones dudosas, Garrett lo ahuyento y desde ese día nos volvimos amigos , él era mi único amigo aquí además de una compañera de universidad, que en cuanto me vio me salto encima sin conocerme diciéndome que nosotras seriamos grandes amigas. Cuando su diminuta forma me envolvió en un abrazo se lo devolví sin dudarlo. En Forks nunca tuve amigos verdaderos además de Ángela y su novio Ben. Garrett desde el día de mi casi ataque me acompañaba todas las tardes a mi caminata por el parque, para asegurarse que nada me fuera a pasar, él era como mi padre por decirlo de alguna manera, tenía la misma edad de Charlie y sus ojos eran igual de bondadosos. Yo agradecía enormemente que me acompañara, me sentía segura en su compañía. Eran casi las siete de la tarde cuando íbamos a mitad del parque, había pocas personas haciendo ejercicio. -Bella, en verdad debes dejar de traerme comida, no es tu responsabilidad—me dijo mientras mordía un emparedado que siempre procuraba hacerle cuando nos reuníamos a caminar. -Se que no lo es, pero como no tengo que cocinarle a Charlie, pues te toca comerte su parte. No me gusta cocinar para mi sola—le dije una media verdad. -Solo por eso…te lo acepto—sonrió haciendo que sus ojos se llenaran de arruguitas. Asentí y seguimos caminando unos cinco minutos hasta que algo nos llamó la atención. Habían cinco hombres golpeando a otro parecía que le querían robar, el hombre se trataba de defender pero eran demasiados. -Oigan, déjenlo no sean abusivos—le grite corriendo hacia ellos. Escuche llamarme a Garrett y lo sentí a pocos pasos de mí. Cuando se percataron que nos acercamos salieron corriendo dejando al hombre en el suelo. Me arrodillé a su lado y mi respiración se atoró en mi garganta, su labio estaba roto al igual que su ceja; pero eso no fue lo que me robó el aliento, sino que era el hombre más hermoso que alguna vez mis ojos hubieran visto, ni siquiera los modelos de las revista que lee Alice le hacen justicia. Su cabello era de un extraño color bronce, sus facciones parecían esculpidas por los mismos ángeles. -Señor, señor. ¿Se encuentra bien? Por favor no se muera—me agache poniendo mi oído en su pecho, a pesar que estaba sudado por haber estado corriendo, olía mejor que cualquier fragancia que hubiera olido , lilas, miel, un toque de canela y especias, menta y loción de afeitar. Su corazón seguía latiendo lo que me alivio mucho. Me levante y toque su rostro. -Bella, creo que debemos llamar a la policía—me dijo Garrett. Lo ignoré y volví a tocar el rostro del hombre. -Vamos, despierte por favor—le supliqué moviéndolo con un poco más de fuerza. De pronto me encontré con los ojos verdes más brillantes que he visto, eran como dos esmeraldas cortadas. Su mano se movió y tocó mi rostro haciendo que miles de pequeñas corrientes eléctricas pasaran por mi cuerpo. -Un ángel….es sorprendente…Carlisle tenía razón—susurro antes de volver a caer inconsciente. -Debemos llevarlo al hospital—dije a nadie en particular. -Fíjate a ver si tiene aun su billetera, no podemos llevarlo al hospital sin saber quién es.—me dijo Garrett ladeándolo para que pudiera acceder a sus bolsillos traseros.

-No tiene nada—le respondí después de revisar sus bolsillos, sonrojándome un poco por estar tocándolo—Ayúdame a llevarlo a mi apartamento.—le pedí, no parecía tener nada roto, solo estaba algo golpeado. -Estas segura? No sabes nada de él, por lo que sabemos puede ser un asaltante o un violador—dijo Garrett inseguro. Yo rodé los ojos. -Si es un violador creo que tendrá mejores gustos que meterse con alguien como yo. Ayúdame o lo llevare yo sola arrastrándolo—lo amenace. Garrett murmuro algo bajo su aliento que sonó como "cabeza dura" pero lo deje correr. Por suerte mi viejo pick up no estaba muy lejos. Nos subimos los tres y maneje hacia la calle donde se encontraba mi apartamento. Lo único que rogaba era no encontrarme con nadie en el ascensor. Estacioné mi viejo auto en mi lugar y Garrett me ayudo a subirlo al ascensor. Por suerte para nosotros nadie subió mientras hicimos el viaje, en cuanto llegamos a la puerta de mi apartamento, Garrett se despidió diciéndome que mañana me esperaba a la misma hora para mi paseo por el parque. El hombre pesaba mucho, Garrett había cargado la mayor cantidad de su peso, pero arrastrarlo prácticamente sobre mi espalda hasta el pequeño sofá, fue un trabajo monumental para alguien como yo que solo pesa 110 lbs. Una vez lo deje lo más cómodo posible, fui a mi baño y saque mi botiquín de primeros auxilios. Puse a calentar un poco de la sopa que había hecho y saque una bolsa de guisantes congelados de la nevera. Me senté en el suelo junto al sofá y tome un algodón con alcohol. Lo pase primero por su ceja quitando la mayor parte de la sangre seca y luego suavemente por su labio, preguntándome que tan suave se sentirían contra los míos. Bella, deja de estar fantaseando, él tiene como diez años más que tú. Lo menos que querrá es besar a una niña simplona como tú. Me regañe mentalmente. -Urg!—gimió y su mano se aferro fuertemente a mi muñeca haciéndome jadear de la impresión. Sus ojos fieros se encontraron con los míos antes de volverse cálidos. -Se encuentra bien?—susurré en un una pequeña voz aun asustada. -Donde estoy?—me preguntó aflojando el fuerte agarre que tenía en mi mano, pero entrecerró los ojos. -En…en…mi apartamento…señor…un amigo mío y yo lo encontramos en el parque, lo estaban asaltando, hicimos que huyeran pero tiene el labio y la ceja rota. No tenía ninguna identificación y no podía dejarlo a su suerte—le dije un poco incomoda por la intensidad de su mirada. -No sabes quién soy?—me preguntó mirándome aun de la misma manera. Yo negué con la cabeza y él me recompensó con la sonrisa más hermosa que he visto. El microondas me salvo de mi estado de estupidez al avisarme que la sopa estaba lista. -Póngase esto en la cabeza, ya regreso—le dije entregándole la bolsa de guisantes congelados. Puse la sopa en un plato, no quedaba para más…bueno ya tendría que salir mañana a comprar comida. Regresé a la sala donde me espera ese dios griego que parecía haber sido sacado a patadas del Olimpo por su estado actual, pero aun así no dejaba de ser increíblemente guapo. Sus ojos se encontraron con los míos unos segundos antes que bajara la mirada avergonzada porque me encontró observándolo, seguramente debía tener baba en la comisura de mi boca. -Tome este poco de sopa, no es mucho pero seguro le abrigara un poco el estomago, le traeré una pastilla para ayudarlo con el malestar—él me sonrió y yo le devolví la sonrisa.—Soy Isabella Swan, pero puede decirme Bella, el único que me llama Isabella es Charlie pero lo hace a mis espaldas.-balbucee -Bella…-susurró mi nombre como si fuese algo mágico.—Yo soy…Anthony Masen—tartamudeó un poco y eso lo hizo parecer muy tierno. -Es un placer conocerte Anthony, ahora tomate la sopa mientras está caliente, voy a darme un baño rápido regreso en cinco minutos máximo diez—le dije antes de desaparecer hacia mi cuarto a buscar una Tylenol.

-Gracias Bella—le escuche decir antes de cerrar la puerta. EPOV Salí a correr molesto, había sido un día horrible. Mi secretaria trató de seducirme y la tuve que despedir. Anthony mi chofer se enfermó y tuve que conseguir otro que lo reemplazara por el momento, aun no conocía bien las calles de Seattle como para manejar por mí mismo. Los miembros de la junta directiva en Londres estaban preocupados por la transición de la empresa a Washington. Mi madre para variar siguió llorando por el hecho que me vine a vivir a Estados Unidos dejándolo todo atrás. Todos en la oficina me rendía pleitesía el apellido Cullen era conocido a nivel mundial, cosa que siempre atraía a las personas, nunca conocí a nadie que no estuviera interesado más en mi que en mi dinero. Todos querían ser parte de círculo de los Cullen ya que ese era su tiquete a los círculos más selectos de la sociedad. Al ser hijo único nunca pude compartir con nadie que me quisiera por algo más que mi apellido, que no fueran mis padres… demonios ni siquiera ella me quiso por quién soy. Corrí haciendo que mis pensamientos quedaran olvidados, sentí un fuerte golpe en mi cara haciéndome perder el equilibrio, trate de lanzar unos golpes pero estaba desorientado, sentí otro golpe en la boca que me hizo caer al suelo. Escuché a lo lejos voces que gritaban y de pronto sentí un fuerte dolor en el estomago. -Vamos antes que llegue la perra con ese vagabundo, ya tengo su cartera y celular—escuche decir a un hombre antes que todo se volviera negro. Oía una musical voz a la distancia, todo estaba oscuro a mí alrededor, seguramente había muerto y me encontraba en el limbo, ya que no creo que San Pedro me reciba en el cielo después de todas las cosas que he hecho, las personas que he destruido para beneficio de las empresas de mi familia…. Abrí los ojos y en medio de la oscuridad me encontré con unos profundos ojos chocolates que pertenecían a la cara de un ángel… Levanté mi mano y acaricie su rostro sintiendo como todas las terminaciones nerviosas cobraban vida por la corriente que pasó a mi cuerpo desde el de ella. No debí haber sido tan malo en mi vida si ella había venido a buscarme para llevarme al cielo, después de todo Carlisle si tenía razón. -.-.-.-.-.-.-.Sentí un dolor palpitante en mi labio superior, aun estaba en el parque con mis atacantes? Llevé mi mano rápidamente y sujete la muñeca de la persona que me estaba lastimando. Su muñeca era muy pequeña mi mano la encerraba con una facilidad asombrosa. Mis ojos se empezaron a acostumbrar a la luz mientras por mi mano sentía recorrer las mismas cosquillas que hace un rato. Cuando pude enfocar mis ojos me di cuenta que era el mismo ángel que había visto antes. No podía tener más de veinte años, era prácticamente una niña, su cabello chocolate estaba atado en una coleta, no usaba una onza de maquillaje en su bello rostro, su piel era perfecta por lo que no lo necesitaba -Se encuentra bien?—su melodiosa voz teñida por el miedo me pregunto. -Donde estoy?—le pregunte, seguro me secuestro para conseguir sacar provecho de la situación, afloje mi agarre en su muñeca pero no deje de estudiarla, era bueno para descubrir a los mentirosos. -En…en…mi apartamento…señor…un amigo mío y yo lo encontramos en el parque, lo estaban asaltando, hicimos que huyeran pero tiene el labio y la ceja rota. No tenía ninguna identificación y no podía dejarlo a su suerte— su voz era cálida, la más cálida que había escuchado a demás de la Esme -No sabes quién soy?—le pregunte y ella me miró con esos hermosos ojos un poco asustados antes de negar con su pequeña cabeza haciendo que los mechones que se habían salido de su cola le golpearan el rostro. Podía ser que después de todo en este mundo existiera una persona totalmente desinteresada que se preocupara por lo demás…pero de todos modos debía cerciorarme. Me entrego un plato de sopa antes de decirme que su nombre era Isabella Swan…solo que prefería que la llamaran Bella ya que el único que llama así es un tal Charlie… eso hizo empezar a mi sangre hervir, era lógico que una criatura tan celestial estuviera tomada.

-Bella. Yo soy…Anthony Masen—por un segundo pensé en decirle mi verdadero nombre, pero luego me arrepentí quería saber si ella podía llegar a quererme por quien realmente era y no por lo que poseía. -Es un placer conocerte Anthony, ahora tomate la sopa mientras está caliente, voy a darme un baño rápido regreso en cinco minutos máximo diez—me dijo cálidamente, cuando tuviéramos algo más de confianza le hablaría de los peligros de estar haciendo obras de caridad en la calle, yo podía ser un asesino en serie o algo así. -Gracias Bella—en cuanto cerró la puerta de su habitación me puse a inspeccionar la sala mientras tomaba mi sopa, podía fácilmente jurar que era el mejor caldo de pollo que he tomado en mi vida, ni siquiera en los mejores restaurantes del mundo he probado algo así. La sala era pequeña, el vestíbulo de mi oficina en la corporación podía fácilmente doblarle el tamaño. Habían cajas apiladas en las esquinas como si estuviera en plena mudanza, sobre una de las repisas habían fotos de ella junto a diferente personas en unas aparecía con una mujer que se le parecía pero de cabellos más claros y un hombre joven vestido como jugador de baseball, en otra salía con un policía y en otra estaba sentada sobre un auto con un nativo americano que parecía haberse tomado un frasco de esteroides quien sonreía de oreja a oreja, con su brazo alrededor de su cintura; supongo que ese era "Charlie" Sabía que estaba siendo estúpido, pero no podía evitar la llamarada de celos que se activo en mi interior. Estaba tan concentrado en mis pensamientos que no escuche cuando el agua de la ducha dejo de caer. -Tomate esta pastilla, te ayudara con la cara. Puedes quedarte a pasar la noche aquí estaba lloviendo bastante fuerte. –me miró por un segundo mientras me hablaba pero luego bajo rápidamente su rostro sonrojado para empezar a mirar el suelo. Su cabello estaba húmedo, podía sentir el olor a fresas emanando de ella, ahora vestida una camiseta amplia y unos pantalones buzo de lana grises. -No te has puesto pensar que podía ser un asesino en serie y me estas ofreciendo hospedaje?—le pregunte un tanto en broma y un tanto en serio. Preocupado seriamente por su seguridad. -Si lo fueras ya me hubieras atacado, además estas pastillas te pondrán a dormir en quince minutos, son bastante fuertes pero son las únicas que tengo, pensé que tenía Tylenol pero recordé que Alice se tomo las ultimas—me sonrió entregándome unas pastillas. -Para que te las tomas?—le pregunte dudoso. -Soy propensa a los accidentes… el doctor de mi pueblo me lo recetó antes de venir a Seattle para tener algo que tomarse la próxima vez que me tropiece y me doble el tobillo—murmuro apenada, tornando sus mejillas de un adorable color rojo. Yo sonreí a su inocencia. -De dónde eres?—le pregunté curioso. -Nací en Forks un pueblo a unas seis horas de aquí en auto, luego me fui a vivir con mi madre a Phoenix y regrese para mis dos últimos años de secundaria a Forks a vivir con mi padre Charlie—me dijo señalando la foto en la que aparecía con el hombre vestido de policía. -Tienes sus ojos y su cabello—le dije tomando nota del parecido con su padre—Es policía, por lo que puedo ver. -Es el jefe de la policía en Forks, mi madre Renee es maestra de kínder y este su esposo Phil juega en las ligas menores—dijo como si encontrara divertida la elección de carrera de su padrastro.—Ahora tomate las medicinas, que mañana vas a amanecer peor—hizo un ademan con su mano indicándome que me las tomara, mientras ponía un vaso de agua en mi mano. -Tu novio vive contigo?—le pregunte queriendo saber quién era ese hombre. -Qué novio? Yo no tengo novio—empezó a reír, su risa era tan contagiosa que empecé a reír junto con ella. -Por la foto, pensé que eran novios—la presione un poco más mientras me tomaba las medicinas. -Quién Jake?—dijo señalando la foto del Sr. Esteroides, para luego empezar a reír.—No…él es mi mejor amigo, nosotros solíamos hacer pasteles de lodo cuando éramos pequeños –volvió a reír y de pronto se detuvo del todo— Oh lo siento, puedes usar mi teléfono para llamar a tu casa seguro deben estar preocupados por ti—me indico el teléfono colgado en la pared de la cocina.

-No tengo familia en Seattle, me mude hace unas semanas, por lo visto tu también estas recién mudada—le señale las cajas soltando un bostezo, queriendo distraer la atención de mi vida . -Sí, me mude hace dos semanas, para ingresar a la universidad.—me dijo antes de ir a cuarto y regresar con una almohada y una cobija.—Por favor recuéstate vas a caer dormido en cualquier momento.—acomodó el sillón de manera que sirviera para dormir.—Lamento no tener nada más cómodo, el cuarto de huéspedes aun no está armado—se removió apenada mientras yo me recostaba. -Estas haciendo mucho ya con dejarme pasar la noche aquí—le dije en realidad agradecido de poder pasar tiempo con ella y tratar de descubrir el sus secretos. -No es nada Anthony, seguro cualquiera hubiera hecho lo mismo—me dijo tímidamente—Creo que te dejare dormir ahora. Mañana tengo que salir temprano para la universidad, te puedo acercar a donde quieras—me dijo y yo le iba a responder que no era necesario cuando el teléfono empezó a sonar. -Char-papá ha sucedido algo?—pregunto consternada, se quedo callada por un largo tiempo. -No..No papá… ya has hecho suficiente con pagarme los tres meses de renta…-le respondió algo molesta…parece que le gusta hacer las cosas por sí sola, una buena señal. …. -Ningún regalos de cumpleaños, papá me rehusó totalmente a tocar nada del dinero que tienes destinado para tu fondo de retiro.—miró nerviosamente sobre su hombro para mirarme pero yo me hice el dormido…entonces su cumpleaños estaba cerca …. -Aun tengo algo de ahorros de cuando trabaje con los Newton… mañana voy a una entrevista en una librería cerca del campus para un trabajo medio tiempo.—dijo bajando la voz. …. -Claro que si tengo para comer… papá deja de preocuparte… cualquier cosa te llamo. …. -Sí…sí… adiós… saludos a Jake y a Billy—cerro el teléfono y se golpeo la frente con la pared varias veces murmurando cosas bajo su aliento. Luego de unos minutos pasó a mi lado tomándose un vaso de leche, se aseguró que estuviera "dormido" y quito un mechón de mi frente antes de cerrar con cuidado su habitación. "Buenas noches Bella" dije en mi mente mirando la puerta de su cuarto Yo añoraba conocer más de esta criatura que parecía ser totalmente desprendida y desinteresada, así que haría una de las cosas que mejor sabía hacer…mentir.

CAPITULO 2 MINTIENDO EPOV Di varias vueltas en el incomodo sofá, así que decidí vagar un poco por el apartamento. Fui a la cocina y abrí la pequeña nevera, solo le quedaban tres huevos, medio cartón de leche, queso y pan. Incluso para una persona sola, era muy poca comida para unos cuantos días, entonces por qué le dijo a su padre que no necesitaba dinero?

Mañana espero poder conocer todo de Isabella Swan. Antes de regresar a mi improvisada cama, caminé hacia su habitación, tomé el pomo de la puerta y lo giré con cuidado. A esta niña le vendría bien un buen tirón de orejas, como deja la puerta sin seguro. Su lógica de que si fuera un asesino en sería la hubiese atacado en seguida no tenía sentido. Definitivamente si ella lograba entrar en mi vida, le daría unas buenas charlas de sentido común. Su pequeña forma estaba recostada en una cama twin, supongo que su tamaño debe ser muy pequeño para caber en esa miniatura de cama y que sobre espacio. Se veía muy graciosa, tenía una pierna fuera de las sabanas y el resto del cuerpo cubierto. Realmente quería saber si era el ángel que parecía ser y mañana mandaría a averiguar sobre ella; con ese pensamiento me recosté en el incomodo sillón, sumergiéndome un sueño intranquilo como siempre. Me desperté de mi sueño ligero por un canturreo. Me levanté sigilosamente y pude verla moviéndose en la cocina al ritmo de la canción que cantaba. No sonaba exactamente como un coro de ángeles, pero no pude evitar que una sonrisa se plantara en mi rostro. Estaba vestida con unos jeans, una camiseta y convers, como cualquier adolescente. So she said, "What's the problem baby?" (Entonces ella dice cual es el problema bebe) What's the problem I don't know (cual es el problema, no lo sé) Well maybe I'm in love, think about it every time ( bueno, tal vez estoy enamorado, pienso en eso a cada momento) I think about it, can't stop thinking 'bout it (pienso en eso, no lo puedo evitar) Removió los huevos de la sartén mientras movía sus caderas. No era tan exuberante como las mujeres a las que estoy acostumbrado a tratar. Pero tenía una belleza que parcia salir de su interior reflejándose sobre ella. How much longer will it take to cure this (cuanto tiempo pasara para curar esto) Just to cure it 'cause I can't ignore it if it's love (curarlo porque no puedo ignorarlo si es amor) Makes me wanna turn around and face me (me hace querer girar y enfrentarme) But I don't know nothing about love. (Pero yo no sé nada del amor) No puede evitarlo y me paré justo detrás de ella, era mucho más pequeña de lo que yo hubiera pensado si llegaba a mi pecho seria mucho decir, se veía frágil, no pude dejar de sonreír al verla y canté…por primera vez en años canté… Come on, come on (vamos, vamos) Move a little closer (acércate un poco más) Come on, come on (vamos, vamos) I want to hear you whisper (quiero oírte susurrar) Come on, come on (vamos, vamos) Settle down inside my love (acomódate dentro de mi amor) Ella se giró y me vio con una expresión de horror, sus mejillas se incendiaron y rompió el contacto visual conmigo. -Buenos…buenos días Anthony, espero que hayas dormido bien, lamento haberte despertado, puedes sentarte ya casi está listo el desayuno.—me dijo rápidamente antes de girarse y sacar un plato de la despensa. -No tenías que hacerme desayuno Bella, puedo comer cualquier cosa cuando llegue a mi apartamento—le respondí. -No te preocupes tengo mucha comida en la nevera para una sola persona, seguro se echaría a perder si no la uso pronto—dijo sin mirarme, pero sus hombros se hundieron un poco al igual que su cabeza y aunque no hubiera hecho esos gestos físicos, después de haberle echado un vistazo a su nevera anoche, sabía que era una mentira. Se giró y colocó frente a mí un plato, con huevos y jamón. Me entregó un vaso de leche. Ella se sentó frente a mí con un vaso que contenía tres dedos mientras el mío estaba rebosante. -No vas a desayunar?—le pregunté enarcando una ceja. -Ya desayune…-dijo tomando el vaso de leche y tomándose un trago. Sacudí mi cabeza, era imposible que yo me iba a comer toda su comida y ella se iría sin nada en el estomago que no fueran tres dedos de leche. Me levanté y saqué un plato de la despensa lo llevé a la mesa y partí mi desayuno por la mitad. Le quité el vaso de leche y serví la mitad del mío dentro del suyo.

-Come—le dije autoritariamente mientras colocaba el plato y el vaso frente a ella. Ella me miró y su rostro quedo en blanco—Se va a enfriar—le dije llevándome el tenedor a los labios con un poco de jamón. Ella asintió como una niña regañada y empezó a comer. -De dónde eres originario…tienes un acento raro—soltó de pronto y se tapó la boca como si se le hubiera escapado eso. -Nací en Chicago, pero he vivido casi toda mi vida en Londres—le dije, bueno al menos podía decirle esa verdad, no revelaba mucho de mí. -Por qué regresaste a los Estados Unidos? Claro si quieres decirme—dijo comiendo, un poco de huevo le quedo en los labios y sacó su pequeña y rosada lengua para recogerlo. Me removí en mi asiento, teniendo una muy clara idea de lo que esa lengua podría hacer. Concéntrate Cullen, no puedes darte el lujo de cometer errores. Me regañé a mí mismo. -Mi jefe vino a vivir aquí por negocios, así que tuve que venir con él—le dije encogiéndome de hombros, era cierto Masen había tenido que seguirme hasta América. -Tu familia se quedo allá, tan lejos?—susurró apenada como si pensara que había lastimado mis sentimientos. Era extraño no me ha preguntado en que trabajo, era como sí no le importara. -Sí, mi familia quedo en Inglaterra—le dije con naturalidad—Cuántos años tienes Bella? -Dieciocho—susurró y luego se mordió el labio inferior. Mis ojos se quedaron fijos en ese labio que yo quería succionar entre los míos.—y tú?—preguntó sacándome de mi ensoñación. -Veintisiete años—le respondí honestamente. Era mucho más joven de lo que pensé originalmente. Bueno al menos era mayor de edad, sí llegábamos a algo no sería un pedófilo. -Terminaste?—me preguntó levantándose de la mesa y poniendo los platos en el lavadero. La cocina era tan pequeña que no tuvo que dar un solo paso para hacerlo. Asentí y ella tomó los platos y los coloco bajo el chorro de agua. –Te puedo dar un aventón hasta dónde vives o al menos acercarte—dijo terminando de limpiar los platos y poniéndolos a escurrir. -Vivo algo retirado de la ciudad, puedes acercarme si quieres.—le dije, tendría que buscar la manera de llegar a mi casa, sin dinero, al menos mis llaves aun estaban en mi bolsillo. La esperé en la sala mientras ella corría a buscar su mochila y su impermeable y tomaba sus llaves de un tazón en la entrada. Abrí la puerta de la casa para ella y la seguí hasta el pequeño elevador que nos llevaría a su auto. Dentro del pequeño espacio el aire parecía estar cargado de electricidad, tenía ganas de volver a rozar su delicada piel…pero me controle… demonios que soy ahora? Un adolescente? Ella se removía nerviosa mirando sus zapatillas moverse de un lado a otro. Por suerte el ascensor se detuvo y salimos a un estacionamiento techado, en el que habían carros bastantes modestos, pero el que me llamó la atención fue una trampa de muerte de color rojo, era un pick up que muy bien podía haber sido manejado por mi abuelo cuando había sido nuevo, pero lo que me sacudió más era que parecía nos dirigíamos hacia ella. -Ese es tu auto?—le pregunté casi con horror. Ella se giró y entrecerró sus ojos mostrándose "amenazadora", yo solo quería reír al ver su cara. -Si, lo es—me dijo levantando su mentón para mirarme. Caminó fieramente y quitó el cerrojo con la llave, cuando puso su mano en la manija de la puerta esta no cedió. Ella con toda la gracia de la que era posible puso un pie en el vagón y tiró con todas sus fuerzas para abrir la puerta. Yo no pude evitar sonreír, toda la situación era muy cómica, la tome de la mano y la lleve a su lado del auto, la electricidad seguía pulsando y eso hizo que apretara mi agarre. Traté de abrir la puerta y no pude. -Esa puerta no abre—murmuró muy bajo volviéndose roja. Eso fue demasiado para mi, mis carcajadas empezaron a llenar el estacionamiento—No te rías y ahora sube tu trasero a mi auto para podernos ir—me haló de la mano hasta el otro lado y se subió torpemente teniendo que saltar el freno de manos y la palanca de cambios para llegar al

puesto del conductor. Yo aun no dejaba de reírme, cerré la puerta tras de mí.—Deja de reírte, me dijo empujándome por el hombro.—eso me causo mucha más risa, por dios tenia años que no me reía, se podría decir que desde hace casi diecisiete años, no soltaba una carcajada. El estacionamiento se llenó de un ruido ensordecedor que me cortó la risa, miré de donde salía el ruido para darme cuenta que era del motor. -Aun no te has quedado sorda?—hablé sobre el ruido del auto. -Anthony Masen estas buscando que te deje en este mismo lugar. A demás ya no suena tan fuerte, Jake lo arregló antes de venir a Seattle.—me dijo defensiva. -Es bueno saberlo que está arreglado…no quisiera saber como sonaría si siguiera descompuesto—le dije y volví a reír. Ella se unió a mis risas. -Dónde te dejo?—me pregunto cuando ya teníamos unos minutos de viaje. No podía decirle que dejara en mis oficinas, no quería que ella supiera nada de mí , bueno podría caminar hasta mi apartamento total no estaba tan lejos del parque. -Déjame cerca del parque—le dije y ella asintió. -Vives cerca?—me preguntó. -Se podría decir…—ella presionó sus labios como si pensara algo profundamente. Cuando se detuvo frente al parque tomó su mochila del suelo. Rebusco y sacó su cartera. -Toma, no es mucho, pero al menos no tendrás que caminar, no tienes documentos y puedes meterte en problemas además no sabemos si los que te golpearon aun están por aquí—me dijo entregándome diez dólares. Esta niña cada vez me sorprendía más. -Te los devuelvo esta tarde, te parece bien? Así te puedo invitar un café por toda tu ayuda—le dije ansioso por volver a verla. -No tienes que molestarte en serio, seguro tienes que trabajar o algo más importante que hacer—me dijo avergonzada, como si pensara que me sentía obligado a pedirle una cita. -No me voy a quedar con tu dinero y no tengo nada que hacer en la noche. A demás quiero volverte a ver—le dije la ultima parte suavemente—sus ojos se abrieron mucho, su respiración se volvió superficial cuando mi mano sin permiso llego a su rostro y acarició su mejilla.—Hasta la tarde Bella, cuídate por favor—besé su mejilla y me bajé del auto. Caminé unos pasos, ella tenía su mano sobre la mejilla que yo acaba de besar. Sacudió su cabeza como aclarando un pensamiento antes de seguir su camino. Yo toque mis labios, nunca antes me había atrevido a besar a alguien en la mejilla a quien prácticamente no conociera. Tomé el primer taxi que se detuvo y le pedí que me llevara a mi apartamento. Tuve que decirle que me esperara ya que los diez dólares no eran suficientes. El portero de mi edificio amablemente me prestó la cantidad necesaria, después de preguntarme que me había pasado. Llegué al ascensor y digité el código de mi apartamento. Me di un baño rápido y me miré al espejo, mi ceja y mi labio no estaban tan mal, por suerte ya no me dolían, debía reconocer que el analgésico que me dio es bueno, solo tenía un moretón en mis costillas, pero nada que no pudiera soportar. Me vestí y tomé mi maletín para dirigirme a mi oficina. Fuera del edificio me esperaba mi auto. -Masen—dije asintiendo con la cabeza, entrando al auto. En cuanto arrancó tomé el teléfono del auto y llame a mi investigador privado. -Demitri…necesito que me consigas si es posible para hoy antes de las cinco de la tarde todo lo que puedas de Isabella Swan, nació en Forks es hija del jefe de policía de ese lugar, tengo entendido que se llama Charlie.—le dije Demitri era el mejor investigador que se podía conseguir, se podría decir que tenía un don natural para el rastreo.

-La hija de un jefe de policía? Seguro será pan comido, le envió un correo cifrado en cuanto tenga la información. -Gracias—fue todo lo que dije antes de cerrar el teléfono y volver a mirar por la ventana. BPOV Llegué a la universidad por costumbre, aun podía sentir en mi mejilla el lugar donde Anthony me había besado, todavía ardía como si me hubiera quemado. -Por qué tienes esa cara? Oh por dios conociste a alguien?—me chilló Alice al oído. -No claro que no…es decir sí… pero no es lo que tú piensas—me dije avergonzada. -Oh vamos Bella cuéntaselo todo a Alice—empezó a brincar a mi alrededor. -Tomaste café no es cierto?—la miré reprobatoriamente, ella me sacó la lengua. -No cambies el tema—me obligó a sentarme en una de las bancas. -Ayer, cuando estaba caminando con Garrett, vimos a un hombre que estaban asaltando, lo golpearon y lo llevé a mi casa para curarlo, como llovió lo deje pasar la noche en mi sofá y eso fue todo lo que paso—le dije empezando a sacar mis libros para la primera clase. -Dame detalles, Bella!—me dijo amenazante. -Que quieres que te diga Alice? Se llama Anthony Masen, tiene 27 años y es un dios griego…-me llevé las manos a la boca cuando me di cuenta de lo que había dicho. -Lo volverás a ver no es cierto? Dime que lo volverás a ver!—su chillido hizo que varios de nuestros compañeros se voltearan a vernos. -Sí, Alice lo veré hoy en la tarde, pero no es por lo que tú crees, solo quiere invitarme un café de manera de agradecimiento, ahora deja el escándalo!—le siseé. -Ese será el hombre de tu vida, el padre de tus hijos, marca mis palabras, Bella!—dijo en secreto. Yo rodé los ojos y me dispuse a prestar atención a la clase. Suspiré frustrada a mitad de clase…todo lo que había logrado escribir era "Anthony" en todas y cada una de las esquinas de mi cuaderno. Debo de estarme volviendo loca, acabo de conocer a ese hombre y no me puedo sacar de la cabeza. Las clases terminaron y me dirigí a la librería donde me entrevistaría la señora Copbottom, por suerte la señora era muy amable, la paga no era mucha pero al menos me servía para ayudarme con los gastos, ya solo me quedaban cien dólares de todo lo que ahorre cuando trabajé con los Newton, bueno noventa si resto los diez que le di a Anthony… Regresé a mi apartamento dejé mi mochila y me dispuse a caminar al supermercado que había a unas dos cuadras. Después de hacer unas compras ligeras en donde me gaste veinte dólares, me dirigí a mi apartamento pensando si en realidad lo volvería a ver…seguramente que no… lo más seguro que solo me dijo eso de cortesía. Solté un suspiro mientras seguía mirando mis pies para no tropezarme con el aire. -Si solo miras el suelo, te puedes estrellar con alguien—dijo la musical voz que reconocí como sí la hubiera escuchado toda la vida. Levanté mi mirada para encontrarme a Anthony recostado contra la entrada de mi edificio. Pude sentir que mi sonrisa se hacía enorme. -Hola!- Fue todo lo que logre chillar. EPOV

Había pasado mi mañana entre reuniones y presupuestos, lo primero que había hecho era pedirle a mi nueva secretaria Zafrina que reportara robadas mis tarjetas y cancelara mi celular. Con las tarjetas no podían hacer nada ya que les tenía un numero pin especial y si no lo sabían no podían usarlas. Pero cada vez que tenía un segundo libre mi mente se iba a vagar descansando en esos hermosos ojos chocolates…mejor dicho en la dueña de ellos. Mi teléfono sonó a eso de las dos de la tarde. -Cullen—respondí sin mirar el id. -Le tengo lista la información que me pidió, espero que esta chica no haya hecho nada para ganarse su enemistad…-me dijo algo incomodo-es prácticamente un ángel caído del cielo. Fue voluntaria en el hospital de su pueblo los tres últimos años de su escuela secundaria, sus notas eran unas de las mejores y por lo visto nunca le dio ningún tipo de dolores de cabeza a su padre. Trabajo cuatro veces a la semana en un almacén de deportes y ahora está cursando el primer semestre de literatura en la universidad de Washington. Tengo todos sus datos personales, se los envié hace unos minutos a su computadora y junto con los de su padre, mañana conseguiré los de su madre y padrastro.—me dijo Demitri. -Te fue muy sencillo conseguir la información.—añadí un tanto asombrado. -La chica tiene el perfil más limpio que me ha mandado a conseguir, al parecer no tiene ningún esqueleto en su armario.—murmuró casi con asombro. -Algún interés amoroso en los últimos años?—pregunté "desinteresadamente". -Ninguno, salía con unos amigos pero todos tenían parejas menos ella—dijo y pude intuir una sonrisa en su voz. Esa información me había alegrado…no tendría que luchar contra ningún fantasma. -Envíame cualquier información adicional que consigas—le dije antes de colgar. Abrí mi correo personal e introduje la clave. Lo primero que salió fue una foto de ella, inconscientemente acaricié su perfil con mi dedo…"Isabella" murmuré. Su cumpleaños había sido hace cuatro días, había un registro con sus notas, reportes de felicitaciones y recomendaciones del hospital de Forks, así como de su secundaria. -Zafrina…-dije presionando el intercom.—dile a Jane que vaya a Wal-mart, y que consiga ropa y zapatos de mi talla. También quiero un auto barato… un volvo…plateado... Que lo entreguen en mi edificio y lo estacionen junto al maserati grancabrio. Me giré en mi asiento encarando la vista de la cuidad…solo pude pensar una sola cosa… -Quiero a Isabella Swan para mí y la voy a conseguir… A las cinco y treinta de la tarde me paré fuera de su edificio dándole gracias a la tecnología GPS, debía reconocer que el volvo era un buen auto, no como los que estoy acostumbrado a manejar, pero no me podía quejar. Toqué el número de su apartamento pero no obtuve respuesta. Me giré y la vi caminar mirando al suelo como si contara sus pasos. No pude evitar molestarla. -Si solo miras el suelo, te puedes estrellar con alguien—le dije tomándole el pelo. Levantó su cabeza como un resorte y sus hermosos ojos se encontraron con los míos, una amplia sonrisa se extendió por su rostro. -Hola!—dijo con una voz alta, mordiendo sus labios. Yo gruñí internamente queriendo capturar sus labios. -Déjame ayudarte—le dije tomando rápidamente el paquete de víveres que traía en sus manos. Subimos a su apartamento sin decir una sola palabra. La seguí hasta la cocina. Deje la bolsa en la mesa y empecé a sacar lo que contenía. Un cartón de leche, doce huevos, queso, jamón, lechuga, tomate, cereales. Eso era todo? Tendría que asegurarme que ella se empezara a alimentar mejor. -Yo los guardo no te preocupes, voy a hacer unos emparedados quieres uno?—me dijo, poniéndose los mechones sueltos de cabello tras sus pequeñas orejas. -Te invito a cenar—solté de repente. Ella lo pensó unos minutos.

-Está bien, pero yo elijo el lugar—dijo tomando los ingredientes para un emparedado. Claro seguro como todas las mujeres querría ir a un lugar caro… No Cullen, recuerda mente abierta primero veamos como sigue la noche. -Por qué estás haciendo un emparedado?—le pregunte curioso, no le acababa de decir que íbamos a cenar. -Oh esto es para Garrett—me dijo como si eso me explicara algo. -Entonces tenemos que esperar al tal Garrett, para poder salir?—voy a matar a Demitri con mis propias manos, él me dijo que ella no estaba involucrada con nadie. -No, tenemos que llevarle esto al parque y luego podemos salir—me dijo sonriendo. No pude evitar fruncir el ceño.— Vámonos, no podemos llegar tarde, si no Garrett pensara que me asesinaste mientras dormía—tomó el paquete vacio en que venían los víveres y metió el emparedado, me dio la espalda y rápidamente metió las cosas en la nevera, se agacho y sacó una botella de agua que guardo en el paquete del emparedado.—Te vas a quedar parado todo el tiempo en la cocina o vamos a salir?—sonrió sacudiendo su cabello. Yo aun estaba molesto por el hecho de tener que competir con su "amigo" o lo que sea que fuera ese Garrett, la seguí hasta el elevador, pero cuando ella fue a tocar el botón del nivel de estacionamiento donde guardaba la trampa mortal a la que llamaba auto, tome su mano sintiendo el mismo cosquilleo de esta mañana y marqué el nivel que daba a la calle. Ella miró hacia arriba para verme con curiosidad. -Vamos en mi auto—le dije y ella asintió. Su mano se sentía tan bien en la mía que no la solté desde que la sostuve en cuanto entramos al elevador. Su mano era pequeña y delicada como todo en ella, parecía que había sido hecha para encajar a la mía. La lleve a mi auto y la ayude a subir, su rostro esta sonrojado. Cuando tuve que soltar su mano, enseguida extrañe su calor. Di la vuelta lo más pronto posible para estar nuevamente junto a ella. -Es muy bonito tu auto—me dijo cuando me senté y encendí el auto. -Era de mi jefe…a él le gustan este tipo de juguetes, ya no lo quería, así que me lo cedió—le dije encendiendo la radio. -Claro de Luna! No pensé que te gustara este tipo de música—me dijo y luego abrió mucho los ojos—te juro que eso no lo pensé decir en voz alta…-murmuró avergonzada. -Que tipo de música pensaste que me gustaba? Y por lo visto también tienes buen gusto si has podido reconocer la melodía con solo unos pocos acordes.—la miré de reojo. -Mi madre escuchaba mucha música clásica cuando yo vivía con ella…era su manera de calmarse, yo solo escucho mis favoritas—sonrió cerrando los ojos transportándose a un mundo de paz donde yo quisiera poder acompañarla. Nos mantuvimos en un cómodo silencio escuchando la melodía hasta que me estacioné en el parque. Apagué el auto y salí presuroso para abrirle la puerta. Pude ver que no estaba acostumbrada a que la trataran como una dama cuando me miró sorprendida, pero tendría que empezar a hacerlo. -Gracias—murmuró sonrojándose, yo aproveche y le tomé nuevamente la mano, así el tal Garrett, sabría que no estaba sola. Empezamos a caminar tranquilamente mientras ella me conversaba de su día en la universidad. -Entonces conseguiste el empleo?—le pregunté. -Sí, la señora Copbottom me contrató, es medio tiempo, pero al menos me ayuda a pagar mis gastos—dijo sonriendo orgullosa de sí misma. -Eso es muy bueno—le dije, pero la sentí tensarse. -Oh rayos, no dos días seguidos—murmuró antes de ponerse a correr, me quede pasmado cuando la vi correr hacia tres hombres que estaban empujando a un vagabundo. Empecé a correr tras ella cuando la vi trastabillar para estabilizarse hasta llegar a ellos.

-Déjenlo tranquilo, no les ha hecho nada!—les grito mientras sacaba un espray de pimienta de su bolso y los amenazaba mientras ayudaba a levantar al vagabundo que enseguida la colocó tras él protegiéndola. Uno de los tipos se acercó a ella, rodeando al vagabundo, pero yo no iba a permitir eso. -Vamos cariño, baja eso y no te metas, este asunto es entre el viejo y nosotros, pero puedes dar un paseo con nosotros si quieres—se acercó el hijo de perra y le dijo a una corta distancia. -Creo que sería mejor que se alejaran de la señorita—les dije sacando la Glock que cargaba en el cinto de mi pantalón. No podía salir con mi guardaespaldas pero tampoco iba a salir desprotegido después de lo sucedido ayer. -Tranquilo, amigo. Solo estábamos jugando—dijo uno y empezaron a retirarse. Isabella me iba a escuchar…no puede andar salvando a todos los que tienen problemas arriesgándose ella de paso. -Bella que te he dicho!—la reprendió el vagabundo mientras ella se agachaba y tomaba un sucia maleta de un charco de agua con premura.—Oh no…-murmuró el hombre derrotado cuando vio la maleta mojada. Yo no estaba entendiendo nada de todo esto…de donde la conocía? -No te preocupes Garrett—dijo abriendo la maleta y sacando algo que parecía una foto. Así que este es Garrett?— Mary está bien, no se mojó—le dijo entregándole la foto. -Gracias Bella…-dijo con emoción abrazando la foto contra su pecho. Tomó unas cuantas respiraciones y se recompuso—Pero de todos modos fue muy imprudente de tu parte hacer eso. Sí no hubiera llegado este hombre…Oye eres el de ayer!—dijo cuando me miro. -Estoy de acuerdo con Garrett, Bella fue muy imprudente de tu parte ponerte en peligro de esa manera. Y sí soy el de ayer… como lo sabe?—le dije extendiéndole mi mano a Bella para ayudarla a levantar. -Bella y yo hacemos ejercicio todos los días a esta hora—dijo y empezó a reír. Caminamos hacia una banca y nos sentamos los tres. -Te traje algo Garrett!—dijo Bella y se puso a rebuscar en su maleta. -Cuantas veces te he dicho q—empezó a decir él, pero ella lo cortó. -Qué no es mi deber alimentarte…si la sé. Pero Anthony y yo comimos emparedados y sobraba uno…-murmuró la última parte y yo levanté una ceja. Ella me miró con ojos suplicantes para que la apoyara. Así que mentía para alimentar a todos… esta pequeña era algo singular. -Gracias…-le dijo tomando el paquete que le entregaba.—Te tengo un regalo de cumpleaños corazoncito—le dijo dándole una palmada en la cabeza de manera paternal. Yo estaba viendo todo el escenario como si fuera una película…esta mujer no podía ser real… -No…-empezó ella, pero ahora fue él quien la cortó. -No tenía que hacerlo, ya sé que no te gustan los regalos.—se levantó y saco de su cazadora una barra de chocolate que le entregó, volvió a sentarse y empezó a comer su emparedado.—En serio Bella, deberías abrir un restaurante, cocinas como los dioses.—murmuró devorándolo y tomando un sorbo de la botella de agua. -Cuando me gradué lo abriré y tú serás mi asesor financiero, así tendremos montones de dinero y encontraremos a Mary—le dijo tomando su mano libre. Ambos miraron el horizonte como si estuvieran perdidos en su mundo personal, no quería romper la burbuja, pero necesitaba saber. -Puedo preguntar cómo se conocieron?—dije un poco avergonzado por mi curiosidad.

-Pues veras esta pequeña busca problemas—empezó a decir y Bella rodó los ojos, dándole un codazo—Oye es cierto—se quejó riendo y yo me uní a sus risas ganándome una mirada "terrorífica" de parte de ella.—Como decía esta pequeñita se acababa de mudar aquí y se le ocurrió la brillante idea de caminar para conocer los alrededores, se perdió y un tipo empezó a seguirla, por suerte llegó al callejón donde yo estaba durmiendo y tuve que hacerme cargo del lio para poder seguir descansando, desde ese día no me la he podido quitar de encima, pero tengo el mismo efecto en todas las mujeres—empezó a carcajearse. -Oh cállate!, tú me quieres, acéptalo—le dijo metiéndole un trozo de chocolate en la boca haciendo que Garrett se ahogara y ella se puso a reír, ofreciéndome un trozo del chocolate. -Nunca he negado eso corazoncito—dijo abrazándola.—Y tu eres?—se giró hacia mí. -Anthony Masen… el de ayer—dije bromeando, mientras mordía el chocolate que me había dado. Cualquiera que me conociera no podría creer que yo, Edward Cullen uno de los hombres más ricos del mundo estaba sentado en una banca de parque compartiendo una barra de chocolate con un vagabundo y una adolescente. Sí alguien me hubiera dicho esto hace un mes atrás lo hubiera mandado a evaluación psicológica, diablos me lo hubieran dicho ayer en la mañana y hubiera hecho lo mismo. -Y por qué cargas un arma?—me preguntó sacándome de mis pensamientos. -No seas impertinente Garrett, eso no es asunto nuestro—lo regañó Bella. -Soy guardaespaldas—les dije mirando a un grupo de personas que corría frente a nosotros. -Y no se supone que debes estarle guardando la espalda a tu jefe?—Volvió a preguntar, quejándose cuando recibió otro codazo de Bella. -Somos varios, además le debo una invitación a salir a esta hermosa y temeraria dama—le dije. -Cuantos años tienes? Sabes que ella solo cumplió dieciocho hace cuatro días no?—empezó a decir, le iba a responder, cuando Bella se levantó. -Nos vamos, pórtate bien Garrett y extráñame. –le dijo besando el tope de su cabeza. -Seguro, niña… cuídate… y cuídala—dijo lo ultimo mirándome fijamente. -Parece que va a llover, abrígate bien—le dijo preocupada, él asintió mirando el cielo y poniéndose la maleta en el hombro antes de guardar la foto en su camisa dentro de su cazadora. Tomé nuevamente su mano en cuento tuve oportunidad alegrándome de su calor. -Mañana a la misma hora!—gritó a nuestras espaldas. Bella levantó su mano libre en señal de que lo escucho. Me has dado mucho que pensar Isabella Swan… pensé mirándola sonreír. Pero eso lo haría cuando estuviera solo. -Ahora a donde vamos a cenar?—le pregunté.

CAPITULO 3 SORPRENDIENDO EPOV -¿Ahora a donde vamos a cenar?—le pregunté. -No está muy lejos y es el mejor lugar todo Seattle ya verás, Charlie me llevó cuando me ayudó a mudarme— parloteó emocionada…el mejor lugar de todo Seattle, ya sabía yo que era demasiado bueno para ser verdad. Apreté

mi mandíbula. Total le debía una cena, una vez terminado no la volvería a ver más, solo le importaba el dinero como a todas. -Muéstrame el camino—le dije tenso abriéndole la puerta del auto. Lo más seguro querría ir a Fandango, era uno de los lugares de moda del momento. Respiré profundamente y entre al auto. -Toma el camino hacia mi edificio está a unas dos cuadras—me dijo mirando por la ventana relajándose con la música, estábamos escuchando Für Elise de Beethoven. Cerca de su edificio no había restaurantes que yo supiera, toqué mi GPS para ver la dirección de los mejores restaurantes de Seattle y no encontré ninguno que estuviera en esa dirección. -¿Estamos cerca?—le pregunté intrigado. -Sip… ya llegamos—me señaló por el parabrisas una cafetería que no parecía ser de lo "mejor" de Seattle. -¿Allí es donde vamos a cenar?—le pregunté desconcertado—¿no íbamos a ir al mejor restaurante de todo Seattle?—estacioné el auto pero no hice intento de bajarnos. -Sip! Ese es el mejor, espera a probar sus hamburguesas.—me dijo abriendo la puerta del auto. Yo me apresuré a salir y la encontré justo enfrente. Volví a mirar dudosamente el lugar y tomé su mano. Bella me mostró una sonrisa radiante y yo se la devolví. El lugar no estaba tan mal como pensé al inicio, estaba un poco concurrido. No tuvimos que esperar a que una anfitriona nos recibiera e indicara donde sentarnos. En cuanto cruzamos la puerta Bella me haló a la primera mesa disponible que vio. Tomó el menú que estaba en la mesa, bueno si a eso se le llama menú parecía una hoja de papel plastificado. Yo la imité…si iba a tener una relación con ella para ver a donde llegábamos tendría que aprender a esconder mi sorpresa por este tipo de cosas. -Toma…-le dije entregándole diez dólares que habían en mi bolsillo. -No tenías que devolvérmelos—murmuró y sacudí mi cabeza. -Cuentas claras y el chocolate espeso. No es así como dicen?—ella asintió y los guardó en su bolsillo. -Que me sugieres—le pregunté quitando la mirada del menú, no podía creerlo, haberla llevado al McDonald hubiera costado más que los platos que estaban aquí. -Charlie, pidió el bistec con papas, me dijo que era tan bueno como el de la cafetería de Forks, yo pedí una hamburguesa y estaba deliciosa—me dijo relamiéndose los labios haciendo que quedara hipnotizado por esos delicados labios.—Anthony?—me llamó suavemente moviendo su mano frente a mi cara. -¡Oh! sí bistec con papas—le dije apenado de haberme quedado mirándola más de lo que la buena costumbre exige. -Hola soy Nancy, que les puedo ofrecer?—preguntó una señora como de unos cincuenta años de rostro amable. -Yo quisiera el bistec con papas y la señorita quiere una hamburguesa. Algo más Bella?—le pregunté. -Una coca cola, por favor—pidió ella. -Dos…-le dije a la mesera que se retiró en cuanto tuvo nuestro pedido.—Vienes mucho aquí?—traté de empezar conversación. -No, la primera y única que vez que vine, fue con Charlie y Jake , el día que me mude, prefiero comer en casa. Tu comes mucho afuera, me imagino por tu trabajo, siempre tienes que estar cerca de tu jefe—sus deducciones no estaban tan fuera de lugar, en realidad comía mucho afuera, siempre estaba invitado a grandes bailes o cenas de negocios.

-Es correcto, por mi trabajo como mucho fuera de casa.—le dije y ella sonrió. Me gustaba que ella no fuera de esas personas que tienen que saberlo todo y hacen todo tipo de preguntas indiscretas.—¿Por qué le mientes a Garrett?— pregunté con verdadera curiosidad. Un cálido rubor se extendió por sus mejillas, no me pude contener y acaricié sus mejillas. -Lamento interrumpir, aquí esta su orden—dijo la señora de manera risueña poniendo nuestros platos en la mesa. -Gracias—murmuró Bella, mirando fijamente el sobre de la mesa, sus mejillas ahora carmesí. -Bien ahora, me dirás la respuesta a mi pregunta?—la mire fijamente, encogió sus hombros y suspiró. -Garrett, es un hombre algo especial…no le gusta que hagan cosas por él…pero él es el único amigo además de Alice que tengo en esta ciudad. Así que siempre tengo que darle una excusa para que acepte lo que le llevo, lo que más le gusta son los emparedados—me dijo jugando con una papa frita antes de metérsela en la boca. -Por lo visto tienen planes para el futuro… Si no es mucha impertinencia de mi parte…sabes porque quedo viviendo en las calles?—me llevé a los labios un pedazo de carne, debo reconocer que estaba muy buena. -Mmm…él era asesor financiero en Wall Street, pero una inversión le salió mal…y perdió su trabajo, su esposa Kate lo abandono poco tiempo después llevándose a su hija Mary sin decirle a donde, allí perdió las ganas de vivir y se convirtió en mochilero hasta que se quedo sin dinero y empezó a vivir en las calles. La última vez que vio a su hija tenía tres años—se sorbió la nariz. -Estas llorando?—le pregunté preocupado, levantándome para sentarme a su lado. -No…-mordió su hamburguesa sin mirarme, yo sonreí y cambie mi comida para que estuviera frente a mí. Comimos en un cómodo silencio, ocasionalmente le sonreía y ella me miraba casi en blanco antes de volver su atención a su comida. -Quieres postre?—le pregunté cuando terminó su hamburguesa. Ella mordió su labio. Yo gruñí—No te muerdas el labio—le dije y ella abrió mucho los ojos, pero asintió. -Hacen un pastel de frambuesas muy bueno… podemos compartirlo…ya has gastado suficiente—murmuro avergonzada. Yo la miré fijamente—¿Por qué me miras así? -No eres como nadie que haya conocido jamás—le respondí con la verdad, todas las mujeres con las que salí anteriormente siempre querían lo mejor, sin importar cuánto costaba sabiendo que yo podía pagarlo y aquí estaba esta pequeñita contando cada centavo que gastaba en ella preocupada de que fuera mucho. Bella no me respondió, yo pedí el postre junto con dos cucharas. Debía reconocer que el pastel estaba realmente bueno. -Te dije que te gustaría—dijo metiéndose otra cucharada y cerrando los ojos manteniendo la cuchara sujeta por sus labios. Por dios Cullen, eres un hombre hecho y derecho, no un adolescente hormonal! Pensé cuando la simple vista de ese hecho hizo que mis pantalones se apretaran un poco. -Definitivamente me gusta—murmuré. ¡Oh Isabella no sabes lo que me gusta!… La cena me costó unos quince dólares, yo solo podía sacudir mi cabeza, quince dólares no cuestan siquiera las medias que uso regularmente. La noche se estaba acabando pero no quería dejarla… -Isabella… sé que es un atrevimiento de mi parte y que apenas nos conocemos desde hace dos días…pero quisiera decirte que me gustas mucho…-Ella me miró y luego giró su cabeza. -¿Quién?—miró de un lado a otro. -Tú, quien más sino tú, pequeña…-le sonreí.

-Y la cámara escondida dónde está?—me miró escéptica. La ayudé a subir al auto y entré rápidamente. -Por qué te cuesta tanto trabajo creer que me puedas gustar?—me giré para ver su rostro sin arrancar el auto. -A parte de lo obvio?—me preguntó y algo en esa oración me molesto. -¿A qué te refieres con lo obvio?—ladeé mi cabeza para mirar en sus ojos. -Bueno mírame—estaba mirando, todo lo que hacía era mirarla. No entendía a que se refería. -Soy absolutamente ordinaria, si no cuentas con toda mi mala suerte. –La miré atontado—y mírate a ti—movió su mano, como si lo que me dijera fuera demasiado obvio. No podía creer que ella pensara que era ordinaria, ella era la criatura más delicada, hermosa y amable que he conocido en mi vida. -No te vez claramente a ti misma—le dije en tono de reprobación. Ella bufó…ella me bufó? Nunca antes, nadie se había atrevido a bufarme cuando le decía algo. Me solté a reír, dios me he reído más en este día de lo que lo he hecho en años. Revolví su cabello con mi mano como si ella fuera una niña pequeña y arranqué el auto.—Eres muy graciosa. -Me alegra divertirte—murmuró. -Entonces me vas a dejar volverte a ver? Dime a qué hora estas libre mañana, claro si no tienes tareas, podemos salir a comer un helado, que te parece?—¿Cuántos años tienes Cullen? ¿Catorce?, ¿un helado? -Está bien, pero yo invito. Es lo menos que puedo hacer tu pagaste la cena de hoy—me dijo. -Nada de eso señorita, mi madre se moriría de vergüenza si supiera que deje que una dama me pagara algo después de haber sido yo quien la invitó a salir. ¿Qué tal si pasado mañana, vemos unas películas en tu apartamento y me invitas el pop corn?—Buena movida, si conseguía un sí habría amarrado dos citas. No por nada soy bueno en los negocios. -Supongo que está bien, pero invito el pop corn y las sodas—me dijo tajante. -Yo llevaré las películas, alguna en particular?—le pregunté algo deprimido por haber llegado a su edificio. -Cualquiera que no sea de terror—dijo temblando levemente. -Yo te protegeré no tienes nada que temer—me burlé un poco. -Fanfarrón—murmuró bajo su aliento y yo volví a reír.—Es cierto solo porque eres guardaespaldas crees que no tienes nada que temer, además como sabes que tu jefe no te va a necesitar en esos días? No deberías preguntarle antes? -Tenemos un horario establecido, da la casualidad que estoy libre en las noches—le mentí. -A bueno… ya llegamos a mi edificio—señaló. -Te acompaño—la ayude a bajar y caminamos en silencio hasta su puerta. -Aquí es…gracias por la cena Anthony…me divertí mucho—dijo mirando al suelo. -Nos vemos mañana pequeña, a la misma hora de hoy—tomé su barbilla y la levanté para darle un beso en la mejilla. -Bue-buenas noches…que duermas bien y gracias—dijo sonrojada. -Gracias a ti pequeña… dulces sueños—me incliné para besar el tope de su cabeza, su aroma era tan atrayente las fresas nunca fueron tan apetitosas como ahora. Entró a su apartamento y regresé a mi auto.

La noche salió mucho mejor de lo que esperaba, Isabella Swan cada vez me sorprende más. Llegué a mi apartamento y que quité las ropas que había mandado a comprar, creo que le pediré a Jane que me compre unos Levi's creo que son de mejor marca que estos que tenia puesto, la verdad estos jeans no son nada cómodos. Me fui a dormir tranquilo con solo una cosa ocupando mis pensamientos…Isabella Swan. BPOV Aun no podía creer que me había besado dos veces…bueno en la mejilla y en la cabeza, pero me había besado. Anthony Masen, me estaba volviendo loca, era…no sé…era algo como yo nunca antes había sentido…tan…misterioso. Me lancé a mi cama y me puse una almohada en la cara, mañana lo volvería a ver. -Dime, cómo te fue? Lo viste? Qué te dijo? Qué hicieron? Van a salir de nuevo? Se besaron? Se te declaró? Bella cuéntame!—me parloteó Alice mientras caminamos a nuestra primera clase. -Alice, cálmate…me fue bien. Lo vi. Hablamos de muchas cosas. Hoy iremos a comer un helado y por supuesto que no nos besamos—le respondí todas sus preguntas sentándome en la silla. -Pero que no se hayan besado ayer, no significa que no se besen hoy.—dijo presumidamente. No pude evitar rodar los ojos. -Alice, él es nueve años mayor que yo, además es guardaespaldas, sabes la cantidad de mujeres hermosas que debe conocer por su trabajo—le dije soltando un suspiro. -Vamos Bella, no te menosprecies. Eres muy hermosa y con la ayuda de Alice lo serás mucho más.—me dijo aplaudiendo. -Alice, solo vamos a comer un helado—le dije y ella abrió muchos los ojos. -Un helado? ¿Qué están aun en la secundaria?—murmuró y por suerte el profesor entró. -Me parece muy lindo, nadie me ha invitado a comer un helado antes—le susurré. -Entonces este Anthony, es todo un misterio…¡qué emoción!—suspiró soñadoramente. -Si… Anthony es tan críptico—suspiré igual. Cumplí con mis horas de trabajo, casi de manera robótica, la verdad mi mente se la pasaba regresando a ese hombre de cabello cobrizo y facciones esculpidas. Debía tener unos muy buenos genes, casi no se le notó la cortada del labio y la ceja. Llegué a casa e hice algo que nunca antes había hecho, empecé a buscar el atuendo perfecto. -Diablos, porque todo lo que tengo es como para vivir en Forks!—me quejé, dándome por vencida, así que tomé unos jeans y una camisa azul. Me vestí lo más rápido posible pero cuando me estaba terminando de poner los pantalones tocaron la puerta. -Mierda!—murmuré mirando mis pantalones a media pierna—VOY!—dije corriendo hacia la puerta aun subiéndome los pantalones, cosa que me hizo tropezar, solté un gritito y pude detener mi caída metiendo las manos. -Bella, estas bien?—dios que vergüenza me escuchó…el hombre más guapo que he visto y escuchó cuando caí de pecho en el suelo. -SÍ, sí. Ya voy—le dije levantándome rápidamente y me terminé de poner los pantalones. Tomé una amplia respiración y abrí la puerta.

EPOV -Sr. Cullen, llamarón para confirmar la cena de la corporación Eclipse mañana en la noche—me dijo Zafrina. -Cancela todos mis compromisos nocturnos por este mes, Zafrina. No asistiré a ninguna gala, función o cena—le respondí sin apartar mi mirada del ordenador. Demetri, me había enviado la información de la madre y el padrastro de Isabella. La mujer era un caos a la hora de pagar las cuentas, muchas veces se le vencían los pagos y terminaba pagando recargos. Su padrastro estaba bien…supongo. -No va a asistir a ningún evento, Señor?—preguntó desconcertada. -Dije que las cancelaras. No me gusta repetir las cosas, Zafrina—le respondí. -Sí, señor—murmuró antes de salir de la oficina. Minimicé todas las ventanas de la pantalla, para mirar su foto que tenía como protector de pantalla. -¿Qué me estás haciendo, Isabella?—susurré acariciando su rostro. Primero pensé que solo quería meterme en sus pantalones, pero ahora sé que es mucho más. Tengo que descubrir exactamente qué es eso más… Terminé mi día de trabajo y fui a mi casa a cambiarme de ropas, tomé mi pistola, la puse en el cinto de mi pantalón y la oculté con mi chaqueta. -Señor, aquí está el emparedado que me mando a buscar—me dijo Masen. -Gracias, puedes tomarte la noche libre—le dije dirigiéndome al estacionamiento. Llegué ansioso al apartamento de Bella y toqué su puerta. -VOY!—la escuche gritar, sonreí. Luego la escuche soltar un grito seguido de un golpe. -Bella, estas bien?—la llamé preocupado. Me respondió que estaba bien y luego de unos segundos. -¿Qué hay?—me saludó agitada. La miré de arriba abajo y sonreí. -Estas lista?—le pregunté bromeándola. -Sí… solo le hago un emparedado a Garrett y nos vamos—me dijo invitándome a pasar. -Ya tengo eso cubierto—le mostré el paquete en mi mano. -Ok… vámonos, me dijo saliendo al pasillo y yo solté a reírme. Esta pequeñita me hacía reír. -No te falta algo?—me recosté contra la puerta. Volviéndola a mirar. Bella siguió mi mirada y se puso roja al notar que estaba descalza. -Sabelotodo… no te atrevas a reírte—me dijo "fieramente" antes de correr hacia su cuarto. Yo no pude evitar reírme, me causaba mucha gracia toda su actitud de gatito enojado.—Te estoy escuchando!—dijo desde su cuarto. Mis risas se volvieron mucho más altas. Regresó y me picó en el pecho con un dedo haciéndome retroceder hasta que salimos del apartamento, cerrando la puerta tras nosotros.

-No te enojes, pequeña—le besé el tope de su cabeza…me encantaba como olía. Me separé de ella y la vi sonriendo sonrojada—vamos a comer un helado, pero antes pasaremos a ver a Garrett. Nos subimos en el Volvo, para dirigirnos al parque. Cuando me estacioné y la ayude a bajar, la volví a tomar de la mano como ayer. -Bella, de casualidad sabes el apellido de Garrett—pregunte desinteresadamente, me había estado rondando una idea y quería ver si podía ponerla en práctica. -Brown, su nombre completo es Garrett Brown.—me respondió distraída y yo sonreí dándole forma a mi plan. Luego de conversar un rato con Garrett, nos dirigimos a una heladería cercana. Bella pidió un cono azucarado de vainilla y chocolate. Yo me fui por la fresa. -Bella, no has pensado en conseguirte un compañero de cuarto? Te ayudaría a pagar la renta y los demás gastos— dije indiferentemente mientras caminábamos por la parte del parque donde estaban los juegos infantiles. -Lo he pensado, pero Alice ya tiene compañera de habitación y aun tengo poco más de dos meses para preocuparme por la renta. Así que aun no me he puesto a darle vueltas al asunto, pero supongo que más adelante me ocuparé de eso.—lamió su helado haciéndome temblar…diablos esta mujer seria mi perdición. Yo sabía que no podía vivir con ella, si quería mantener mi mentira, pero también sabía que ella no me aceptaría un centavo. -Bueno yo por lo general vivo con mi jefe y los otros guardaespaldas, pero quisiera tener un lugar en donde quedarme cuando no esté de servicio—le volví a mentir.—No te molestaría mucho, porque casi no estaría—bueno eso sí era verdad. -No, lo sé…. No me parece justo que pagues por un lugar donde no vas a vivir—dijo y su helado se le derramó un poco sobre el escote de su camisa, perdiéndose en el valle de sus senos. Nunca antes había dado tantas gracias a mi altura que me permitía una buena visión de eso aunque la camisa era más recatada de lo que hubiera pensado.—Diablos!—se quejó haciendo que más helado le cayera encima y sacándome de mi ensoñación. -¿Problemas alimenticios?—me burle, ella entrecerró los ojos e hizo algo que nunca imaginé.-¿Me ensuciaste?—dije mirando la mancha de chocolate en mi camisa. -Ya no te vez tan fanfarrón, Masen—me dijo mostrándome su pequeña y rosada lengua. -No sabes con quien te has metido Swan, vas a pagarlo—ella soltó un chillido y se puso a correr. No me costó ni siquiera un minuto alcanzarla, la obligué a tumbarse sobre su espalda en la grama y me senté sobre sus piernas tomando sus dos manos en una de las mías. Bella no dejaba de retorcerse y carcajearse debajo de mí. Acerqué lo que quedaba de mi cono de fresa y se lo puse en su pequeña nariz. -¡No acabas de hacer eso!—dijo moviendo sus ojos de manera de tratar de ver su nariz haciéndome reír ante la vista de sus dos irises tratando de mirar la punta de su pequeña nariz. Me tomó desprevenido y se movió para saltar sobre mí tumbándome sentándose sobre mi pecho.—Creo que este cono se ve mejor en tu cara—no solo se contentó con embarrarme de helado en la nariz sino que también me ensució la frente y el mentón. Nuestras risas atraían la atención de los transeúntes, pero nunca me importo menos lo que podían pensar. -Isabella, siempre me estas sorprendiendo—le dije con sinceridad.—¿Entonces aceptas rentarme la habitación que te sobra? En verdad necesito un espacio para vivir— Apelé a su buen corazón, sabía que estaba jugando sucio, pero bien dicen que el fin justifica los medios. Ella volvió a morderse el labio de manera inconsciente, dios como deseaba besarla. -Está bien…pero no puedo cobrarte una renta completa si no vas a pasar tiempo en el apartamento, eso sería deshonesto de mi parte.—murmuró sacando un pañuelo y limpiándose la nariz y el pecho. Luego me lo entregó para que también me limpiara.

Mi dulce y tierno ángel. La pobre piensa que se puede aprovechar de mí, cuando en realidad soy yo quien se está aprovechando de ella, de la manera en la que ella me hace sentir. -No, insisto en pagarte la mitad de la renta de la casa y ayudarte con los víveres. Cuando este allá, tendrás que alimentarme con tus dones culinarios, así que es lo mínimo que puedo hacer.—la dije mirándole a los ojos—Por favor—le susurré. Su expresión quedo en blanco. -Está bien—dijo con un hilo de voz antes sacudir su cabeza aclarando sus pensamientos. Sonreí, en verdad estaba mal de mi parte manipularla, pero ella era como arcilla en mis manos y no podía evitarlo, tenía la necesidad de cuidar de ella y esta era una de las pocas cosas que podía empezar a hacer. Nos sentamos en la grama hasta que empezó a oscurecer. Reímos, charlamos y jugamos a las veinte preguntas. Odiaba mentirle en algunas de las cosas que me había preguntado, más adelante cuando nos conociéramos mejor le diría la verdad, pero por ahora no. Sin embargo aprendí tantas cosas de ella debido a su sinceridad. Le gustaba cocinar, leer clásicos y escribir. Es una cuidadora, sí, esa sería la palabra para describirla, primero cuidó de su madre emocionalmente por lo que pude ver, eso explica porque ahora es un desastre con las cuentas, siempre tuvo a Bella para encargarse de eso y luego que ella se mudó con su padre, pues todo se vino a pique aunque su nuevo esposo la ayuda. Después cuidó físicamente de su padre asegurándose de que comiera saludablemente. Eso me aclaraba porque había prácticamente adoptado a Garrett. Bueno solo me quedaba esperar a ver como terminaba la noche y que tal nos iba en la noche de películas.

CAPITULO 4 APRENDIENDO. Estaba en mi oficina mirando nuevamente el protector de pantalla, mientras lo hacía recordaba el vacio que me embargó desde que la deje en su apartamento, cuando me bañé y noté lo pegajoso que estaba recordé lo mucho que me había divertido en el parque cuando comimos helados, si me pongo a considerar nunca antes me había divertido tanto en toda mi vida, creo que ni siquiera cuando era un niño. -Zafrina…necesito que Jane me compre unas cosas que no sean muy costosas. Un televisor, una cama doble, sabanas…todo lo necesario para arreglar una habitación pequeña, asegúrate de decirle que todo lo que compre sea para alguien de clase media. Y comunícame con McCarty.—le dije por teléfono antes de colgarle y volver a centrar mi atención en la pequeña jovencita que había logrado cautivar mi atención. Tenía que mover bien mis fichas…cada vez estaba más interesado en ella, ahora no podía darme el lujo de cometer errores. El sonido del teléfono me saco de mis pensamientos. -Cullen…-respondí sin apartar mi vista de la pantalla. -A que debo el honor de que el magnánimo Edward Cullen, le haya pedido a su secretaria que me llamara.—me respondió con su característica voz burlona. -McCarty, dejemos los sarcasmos. Necesito un favor.—le respondí secamente. -¿Tu…pidiendo un favor? Dios, tengo que llamar a Rose para contarle—este hombre no conocía el significado de la palabra discreción. -Necesito que esto se mantenga entre nosotros. Necesito que crees una plaza para un asesor financiero en una de tus empresas. Estaré enviando a la persona la próxima semana, está un poco fuera de practica pero necesito que no sepa nada de mí.—quité la mirada de la pantalla por primera vez. Necesitaba que esto saliera bien. -Y quien es la maravilla financiera para que te estés tomando todo esta molestia—me preguntó aun sin dejar su humor de lado.

-Garrett Brown, fue uno de los mejores de su época. Demetri, me envió todos los datos personales. Te enviaré la información por correo electrónico. -¿Sabes que esto es raro, verdad?—suspiré—Tu nunca le haces favores a nadie.—dijo seriamente. -Lo sé…¿ Me vas a ayudar?—empezaba a irritarme. -Para eso es esta la familia.—empezó a reír.—Ahora que estamos en el mismo país deberías venir a ver a Rose. -Emmett, no pretendo viajar a Nueva York, me estoy instalando a penas—eso no era verdad, la verdad era que no quería dejar a Isabella. -Tenemos casi cinco años que no te vemos. Edward, no te hemos visto desd—Te acabo de enviar la información de todo lo que pienso hacer con respecto a Garrett-lo corté, no quería pensar en eso.—Trataré de mantenerme en contacto. -Seguro…nos vemos hermano—respondió después de dar un suspiro. Y yo colgué la llamada. Me llevé las manos a la cabeza, lo que menos quería recordar era ese día. Eso había quedado enterrado en el pasado. Ahora necesitaba hacer algo más importante. Tomé mi teléfono y le sonreí a la pantalla. -Librería Copbottom—me respondió la voz más dulce que mis oídos habían escuchado en estos veintisiete años de vida. -¿Cómo estas Bella?—la saludé. -¿Anthony?—preguntó dudosa y yo acaricié la foto ella siguiendo el contorno de su sonrisa. -Sí. Ya hablé con mi jefe y resulta que tengo el sábado libre. Quería preguntarte si estaría bien que llevara mis cosas a tu apartamento ese día. -Cl-claro, me parece bien—su entusiasmo me hacia feliz, podía ver que no le era indiferente. -Entonces nos vemos en la noche, no olvides las palomitas—la bromeé. -Y tu recuerda no traer nada que sea de terror—me respondió con el mismo tono—Ups, llegó un cliente nos vemos en la noche.—me dijo apresuradamente. -Hasta la noche—le dije colgando la llamada, extrañando de inmediato el sonido de voz. Me senté para concentrarme en los documentos legales que tenia frente a mí. Mirando con fiereza el reloj que no adelantaba su marcha. Casi a las cuatro de la tarde hice un par de llamadas para tener todo lo necesario en orden. Tomé mi cosas para encaminarme a mi apartamento. -Jane tiene listo todo lo que solicitó señor Cullen—me dijo Zafrina, yo asentí indicándole que había escuchado y presioné varias veces el botón del elevador urgiéndolo a llegar. -Masen, necesito comprar una película, llévame a una tienda—le dije mientras me subía al auto. Llegamos a la video tienda y había tantas películas que no tenía idea que comprar. La última vez que fui al cine, fue cuando Esme me llevó y creo que me llevó a ver "Querida agrandé al niño". Terminé llevando una película que me recomendaron mucho. Al llegar a casa seguí con la rutina que había adquirido hace dos días.

Volví a tomar el volvo pero en lugar de dirigirme a su casa me encaminé a su trabajo, me quedé esperando hasta que la vi subir en la trampa de muerte , la seguí de cerca pero no lo suficiente como para que se diera cuenta. La vi entrar al supermercado y salir a los cinco minutos con una bolsa de víveres, supongo que allí iban las sodas y el pop corn. La seguí a su casa, habló con Garrett unos cinco minutos, parecía que discutían porque como siempre no le quería aceptar lo que le había comprado, se despidieron y la observé entrar al edificio. Esperé que pasaran unos quince minutos antes de bajarme del auto. Toqué su puerta y la escuche apresurarse. En cuanto la puerta se abrió me recibió con una sonrisa enorme. -Hola! Puedo oler que el pop corn está listo—le dije dándole un beso en los cabellos inhalando su delicado aroma. -Sip, trajiste la película?—caminamos hasta el sillón, me puse a preparar la película mientras ella iba a la cocina, regresó con dos latas de soda y un tazón de palomitas. -¿Qué vamos a ver?—me preguntó sentándose a mi lado -¿Quién quiere ser millonario?—le respondí emocionado, me habían dado muy buenas referencias aunque no tenía idea de la trama. -Es buena?—me preguntó tomando un sorbo de la lata. -Eso me dijeron—nos quedamos en silencio mientras veíamos la película, la podía ver por el rabillo del ojo, llorando a lágrima suelta. No me pude contener y la abracé. Su cuerpo se sentía tan bien aferrado a mi costado como si hubiese sido hecha para encajar allí. No hablamos, el único sonido que llenaba la habitación era la voces de los actores y sus sollozos. Al fin después de poco más de dos horas de tortura la película se acabo. -Anthony, por dios es la película más triste que has podido conseguir, mira esos pobres niños todo lo que han pasado. Jamal…todo lo que hizo…por Latika-dijo y sollozó. Cuando leí el titulo de la película nunca pensé que sería así, creí que era una película sobre el concurso de televisión. -Es muy triste Bella, pero muchas veces el fin justifica los medios…-acaricié sus cabellos, no me gustaba verla triste. -No lo creo…es decir mira todo lo que hizo por amor y si ella en verdad lo hubiera amado tanto, no hubiera dudado dos veces en aceptarlo, así como era pobre sin nada que ofrecerle, incluso hubiera preferido la muerte a tener ese tipo de vida, de ese modo al menos mi amado no viviría en sufrimiento por lo que me pasaba. Juntos hubieran podido crear un futuro juntos, de la nada… hubieran huido cuando se lo propuso… no sé algo, yo no creo en ese dicho que dice que "cuando el hambre llega el amor sale por la ventana", digo si uno dice que ama a alguien es para estar juntos no importan las adversidades, sea rico, pobre, sea culto o no. Nada de eso importa—susurró secándose las lagrimas.-- Sabía que era desinteresada pero nunca la había escuchado conversar sobre un tema con tanta pasión. -Pequeña, no llores…lamento haber traído la película, me dijeron que gano ocho premios de la academia y que era muy buena, nunca pensé que fuera tan trágica—la abracé y acaricié su espalda con cuidado, tenía que distraerla de esa película, hasta a mi me remeció los cimientos. —Debí haber traído Jason vs Freddie—le bromeé y ella se rió un poco-Dime…¿qué harías si fueras millonaria? -No lo sé en realidad—dijo después de pensar mucho—nunca me lo he planteado, creo que primero que todo no dejaría que nadie se enterara, por ejemplo si llegara a publicar un libro lo haría con un seudónimo, de esa manera seguiría siendo simplemente Bella para todos—dijo encogiéndose de hombros. -¿Y en que usarías el dinero?—la presioné un poco más ávido por aprender lo que pasaba por su mente. -Lo primero que haría…sería comprarle un bote a mi papá para que pudiera ir de pesca con Billy con comodidad, ayudaría a Jake a montar su taller de ese modo se podría casar con Leah, contrataría al mejor investigador del mundo para encontrar la hija de Garrett y luego crearía una fundación para ayudar a combatir el hambre.— volvió a

encogerse de hombros—¿ahora dime, si tú fueras millonario qué harías?—tenia ganas de golpearme a mí mismo, pregunto algo para poder conocerla mejor y ella me lanza la misma pregunta haciéndome mentir. -Ese mundo es muy banal… las personas te tratan por lo que tienes en tu cuenta bancaria, cuántas empresas manejas, no existe una amistad o un amor sincero, todo se mueve en base al dinero.—le respondí pasándome la mano por la cara. -Conoces mucho de ese mundo, me imagino que lo has vivido a través de tu jefe…-puso una mano en mi hombro como si me estuviera consolando. -Sí…tienes razón…mi jefe ha atravesado muchas cosas desde muy joven…ha conocido la ambición de cerca.—le respondí amargamente. -Atrápalo—me dijo sobresaltándome cuando me cayó un pop corn en la cara.—Para ser guardaespaldas tiene malos reflejos—se burló lanzando uno al aire y tratando de apañarlo con la boca, lo atrapé en el aire y me lo comí.—Oye! Búscate tu propio maíz—se quejó. -Tu fuiste quien me acuso de hacer mal mi trabajo, así que tenía que demostrarte que si tengo reflejos—le bromeé, metiendo la mano en la tasa de pop corn y lanzado unos cuantos al aire para atraparlos con la boca. -Fanfarrón—me empujó juguetonamente haciendo que perdiera el último y cayera al piso.—En verdad estas dispuesto a recibir una bala por tu jefe?—me preguntó de pronto con su ceño fruncido. -Es el deber de los guardaespaldas poner en riesgo su vida por la de sus protegidos, para eso los entrenan—le respondí alisando la arruguita que se formó en su frente con uno de mis dedos. -Pero no es peligroso?...alguna vez…te han herido?—yo sonreí, esta niña hacia que sonriera sin siquiera proponérmelo, tantos años de sonrisas fingidas y ella solo tiene que decir una palabra… -No, pequeña…no me han herido y sí es peligroso, pero descuida soy muy precavido…Definitivamente la próxima vez compraré una película que nos deje de mejor ánimo—coloqué un mechón de su cabello detrás de su oreja sólo para verla sonrojar y no me decepcionó, en cuento toqué su piel se coloreó. -Si…hubieras traído "The proposal," Ryan Reynolds es muy guapo ¿has visto su abdomen?—tomé un puñado de pop corn y se lo lancé no me gustaba que estuviera enamorada de un actor. -Oye! Tu también podías mirar a Sandra Bullock, me vas a decir que no te parece sexy—yo asentí—vez los dos salimos ganando. –Empezó a reír—Dios, deberías ver tu cara—se carcajeó tan fuerte que se agarró los costados. -¿Qué tiene mi cara?—le pregunté confundido. -Tienes una cara como si no supieras de quien te estoy hablando—siguió riendo. Era cierto, el nombre me sonaba pero no tenía idea de su cara. Mañana tendría que ponerme a mirar fotos de farándula. Conversamos de muchas cosas, note que casi todo lo que me contaba era de su padre, las pocas veces que le pregunté por su madre miraba la foto de la repisa con nostalgia para cambiar el tema rápidamente. Allí había algo en el fondo que yo tenía que averiguar. -¿Quieres comer algo? Tengo mucha comida—yo apreté mis labios para no reírme. Había caído en cuenta que cada vez que mentía sus orejas se tornaban rosadas. -Vamos a cenar fuera—me levanté y le ofrecí mi mano. -Nop. Ya te dije que comeremos aquí.—me sonrió para encaminarse a la cocina. La seguí y no pude resistir la tentación de bromearla cuando la vi preparando una ensalada. -¿No vas a cantar?—ella se giró entrecerrando los ojos y me lanzó un trocito de zanahoria el cual atrapé con la boca.—Oye eso no es nada amable de tu parte, aun no me he mudado contigo y ya me maltratas—fingí estar lastimado.—Ella rodó sus ojos, otra primera vez para mí, nunca nadie me ha rodado los ojos cuando les hablo.

-Es poco amable de tu parte burlarte de mí. Debe haber una ley contra inquilinos que abusan verbalmente de sus caseros.—me sacó la lengua mientras ponía un plato de ensalada frente a mí. -Abusar verbalmente hubiera sido si te hubiera dicho que cantabas como un gato que había sido arrollado por un camión de nieve—me burle tomando un trocito de zanahoria para devolverle el favor. -Oye no juegues con la comida—me regaño, sentándose frente a mí con su plato. -Pero si tú empezaste—me quejé, debía reconocer que el aderezo estaba muy bueno. No tardaría en acostumbrarme tanto a su comida que ya nada me sabría igual. -Yo sabía que tú lo atraparías, pero, ¿cómo esperas que yo lo atrape? –volvió a rodar sus ojos. Terminamos de comer tranquilamente, conversando y bromeando. Tengo que admitir que cuando llegó el momento de dejarla, me sentí incomodo. Lo único que me compensaba era saber que cuando "viviera" con ella podría quedarme a veces. BPOV -Bella! ¿En qué mundo andas? Oh! Ya sé, andas en el mundo del guardaespaldas—me empezó a bromear Alice. -No, claro que no—le siseé cuando salimos de clase. -Desde que llegaste has tenido una cara de estar soñando despierta, no has escuchado nada de lo que te he dicho— me recriminó. Era cierto toda la mañana me la he pasado pensando en Anthony—¿Te besó?—chilló bastante alto como para hacer que varias personas se giraran a vernos. -No, como crees. Es solo que tengo muchas cosas que hacer, tengo que pintar la habitación del cuarto de huéspedes para este sábado. Le prometí a Garrett dejar que me ayudara con eso, no he podido llamar a Charlie y hoy es mi primer día libre en mi trabajo el cual debo ocupar para hacer mis deberes.—le respondí llegando a mi auto. -Sí, sí, claro. ¿Oye ese de allá no es Anthony?.—señaló hacia la izquierda. -¿Dónde?—Oh mierda! -Lo sabia! Solo mira como te has puesto de roja. Ese hombre te gusta y pronto estarán juntos.— rodé mis ojos.—No apuestes contra mí. Nos vemos el lunes Bella!—se despidió dándome un beso . -Duendecilla loca.—murmuré dirigiéndome a comprar la pintura. No podía negar que Anthony me gustaba y mucho. Solo que no quería hacerme falsas ilusiones, debía mantenerme serena no fuera a ser y él reconsiderara el hecho de mudarse conmigo. Compre una pintura azul bastante bonita y me dirigí al parque. Ya eran casi las cinco de la tarde, los viernes eran los días que salía más tarde de clases. Le compraría un hot dog para que cenara. Fruncí el ceño y luego sonreí. Anthony estaba con él. Ambos conversaban amenamente mirando a las personas pasear. Cuando me vieron sonrieron e hicieron un espacio en medio de ellos para que me sentara. Me uní rápidamente a su conversación, los tres reímos y conversamos durante largo tiempo. -¿Es usted el señor Garrett Brown?—mis ojos se encontraron con un hombre vestido de saco y corbata. Parecía un hombre importante, solo esperaba que Garrett no estuviera en problemas. -¿Quién lo busca?—preguntó Garrett tensándose. Yo sabía que Garrett no confiaba en las personas . -Soy Jason Jenks, estoy en representación del señor Emmett McCarty de McCarty Int.—le dijo entregándole una tarjeta de presentación.

-¿Qué desea el Sr. McCarty?—le preguntó Garrett mirando la tarjeta. Yo la observe y podía decir que el papel era bastante costoso. -El señor McCarty me pidió expresamente que lo contactara, él desea que usted sea uno de sus asesores financieros. Hay una habitación de hotel esperando por usted para pasar el fin de semana, tengo los boletos de avión y todos los papeles para sacar sus documentos de identidad personal el lunes a primera hora. Saldríamos para Nueva York el lunes después del medio día.—yo miré a Garrett. -¿Por qué el señor McCarty se ha tomado tantas molestias conmigo?—Garrett no sonaba como Garrett sino como un hombre de negocios en mitad de una reunión. -Al parecer usted le procuró grandes ganancias a su padre cuando trabajo en Wall Street dejándolo satisfactoriamente complacido. Al parecer el Sr. McCarty senior lo recomendó como el mejor antes de fallecer y su hijo solo quiere en su equipo a los mejores. En Nueva York cuenta con un apartamento, la compañía lo pagará hasta que usted sea capaz de hacerlo por si mismo.—le respondió con toda naturalidad. Garrett estaba pensativo, así que decidí darle un empujoncito. -Garrett, piensa en las posibilidades, podrás contratar un investigador privado para encontrar a Mary, no dejes pasar esta oportunidad.—le susurré bajito. -Pero entonces estarás sola, solo tendrá a Alice en esta ciudad. Eso no me gusta—murmuró. -Te doy mi palabra que yo la cuidaré Garrett, no dejaré que Bella paseé por el parque sola—le dijo Anthony sonriendo—Esta es una gran oportunidad para ti. No la dejes perder. Garrett se veía abrumado, estaba pensando las cosas con mucha calma, pero cuando lo vi acariciar el bolsillo en donde yo sabía que llevaba la foto de su hija, supe que había tomado una decisión. -Te llamaré en cuanto sepa dónde voy a estar y tienes que prometer que no vagaras sola por las calles.—me dijo mirándome seriamente—Espero que pruebes ser bueno en tu trabajo y la cuides—sus labios estaban tensos cuando habló con Anthony. -El auto nos espera Sr. Brown—le dijo el señor. -Cuídate Garrett, llámame para cualquier cosa que necesites—le susurré mientras lo abrazaba. Me besó la cabeza y me sonrió dándome una palmadita en la mejilla. Se inclinó hacia Anthony y le secreteó algo, él solo asintió con el ceño fruncido y le dio las gracias a Garrett. Garrett me volvió a abrazar y me pidió que me cuidara mucho. Estaba muy feliz por Garrett, por fin podría cumplir su sueño de buscar a su hija. Me senté de nuevo en la banca y lo vi hasta que se perdió de vista. EPOV Llegué temprano al parque, sabía que Bella llegaría en un rato, me senté a conversar con Garrett, pude comprobar por mi mismo todo lo que había averiguado Demetri. Garrett es un hombre muy culto, se nota que en verdad era bueno en su trabajo tanto así que aun se mantenía al tanto de todas los cambios financieros por medio de los periódicos que encontraba en la basura. Decir que su vida en los últimos quince años había sido dura, era solo un detalle. Me hizo sentir bien conmigo mismo, el estar haciendo algo por él. Al poco tiempo vimos a Bella acercándose hacia nosotros. -Una mujer muy especial—me murmuró. -En efecto, es muy especial.—le respondí, observando sus suaves curvas que se disimulaban bajo la conservadora ropa y su sonrisa angelical.

-Merece saber que no eres lo que aparentas—dijo y mi rostro perdió el color. -No se a que te refieres—mentí. -Hablas y te compartas como un hombre a quien los guardaespaldas cuidan, no como uno que cuida a otro. Yo viví en tu mundo mucho tiempo y sé lo que es. Solo espero que pienses bien lo que estás haciendo, no voy a permitir que Bella salga lastimada. -Lo último que deseo es lastimarla—le respondí sinceramente. -Eso está solo en tus manos, no diré nada porque no tengo pruebas, pero tú eres tan guardaespaldas como yo millonario.—suspiró—eres un buen hombre muy en el fondo. Te daré la oportunidad de descubrir que hay bondad en este mundo, solo espero que no termines igual de solo que yo cuando la descubras y la pierdas.—se pasó las manos por el cabello y guardamos silenció ahora que Bella estaba más cerca. Conversamos amenamente, traté de apartar de mi mente el miedo de que Garrett me delatara sabía que no lo haría, pero aun así no podía dejar de sentirme inseguro. Jenks acató perfectamente mis órdenes, cuando llegó a nosotros no hizo la más mínima cosa que pudiera delatar que me conocía. Después que Garrett aceptó, se despidió de Bella y luego se acercó a mí. Le di una palmada en la espalda. -Sé que estas detrás de esto y por eso te doy las gracias, pero recuerda lo que dije, se sinceró con ella, veras que vale la pena.—dijo asegurándose que Bella no lo escuchara, yo asentí y lo vi marcharse. Nos sentamos en la banca cada uno perdido en sus pensamientos. Decidí darme seis meses. Seis meses, me daría seis meses y le contaría toda la verdad a Isabella. -Tengo que ir a mi apartamento, voy a pintar tu cuarto de azul. ¿A qué hora te espero?—me preguntó mirando al cielo. Su rostro estaba sereno, como si pensara cosas buenas, sus ojos cerrados y una sonrisa bailaba en sus labios. -Vamos, te ayudo a pintar así terminamos más pronto—le dije tomando su mano, asintió levantándose. La acompañé hasta su pick up y en cuanto se encaminó hacia su apartamento pedí una pizza para que cenar. Reí ante la ironía que la pizza me costó más que la cena que le había comprado. Llegamos al mismo tiempo a su edificio, la ayudé con la lata de pintura y en cuanto entramos al apartamento me dijo que sentara mientras ella se cambiaba de ropa. Regresó a los cinco minutos con una camiseta de tiritas color verde que se ajustaba a sus pechos de manera delicada, su pantalón era corto y negro de deporte e iba descalza. Se veía muy sexy aun sin proponérselo. Me prestó una camisa vieja, me quedaba bien por lo que a ella le debía quedar enorme, me dijo que era de su padre y que ella la usaba para cuando limpiaba la casa. Empezamos a cubrir el piso de papel periódico para no ensuciarlo, justo cuando terminamos tocaron la puerta. -¿Quién será? No estoy esperando a nadie—murmuró levantándose, haciendo que mi vista se desviara de su adorable trasero que se dibujaba en la tela cada vez que se agachaba. -Er…pedí pizza para cenar—le dije y ella se mordió el labio haciéndome gruñir. -No tenias que molestarte—yo solo sacudí la cabeza y fui a buscar la pizza. -Son…son…veinticuatro dólares—dijo un chiquillo de unos dieciocho años mirando por mi costado. Me giré y vi que Bella estaba inclinada hacia adelante sobre el brazo del sofá haciendo que su pantalón se levantara de manera de mostrar casi el principio de sus muslos. -Quédate con el cambio—le gruñí y me miró asustado, sabía que mi mirada era fría y no me importo cerrarle la puerta en la cara con cierta satisfacción. La miré nuevamente y pude ver si se inclinaba más su ropa interior podría mostrarse. Solo ese pensamiento me hizo torcerme dentro de mis pantalones.

-Lo encontré!—subió la mano de manera victoriosa sosteniendo el control remoto. Yo aclaré mi mente y le sonreí. Comimos entre bromas y risas cuando ambos estuvimos lo suficientemente llenos nos dirigimos a mi "futura" habitación. -¿Alguna vez has pintado en tu vida?—se giró a verme curiosa mientras yo luchaba con el rodillo. -Muy graciosa—le respondí y ella se soltó a reír. Era cierto nunca antes había pintado, pero tenía la idea general. Teníamos la casi todo el cuarto pintado cuando se me ocurrió una idea. -¿Qué? Tu no acabas de hacer eso…-me miró incrédula para luego tratar de verse su espalda y como no pudo se miró la parte de atrás de las piernas. Yo le había pasado el rodillo lleno de pintura desde los tobillos hasta el cuello. -Tu empezaste diciéndome que no sabía pintar, debo decir que el azul te cae muy bien con tu tono de piel— murmuré aguantándome la risa mientras tomaba más pintura con el rodillo. -Oye, eso fue a traición!—me levante como resorte viendo como de mi cabello caían gotas de pintura. -No. No lo fue. Lo que tú hiciste si fue traición—se defendió. -Está bien, lo reconozco.—le dije volviendo a la faena, dejando que se confiara, en cuanto el ultimo pedazo de pared estuvo pintado, hundí mis manos en pintura.—Listo jefa, ya terminé, creo que me merezco un abrazo por el arduo trabajo. -Aléjate Anthony, hablo en serio—me dijo retrocediendo cuando vio mis manos. -¿Por qué?—le respondí con fingida inocencia. Dio un gritito cuando me le acerqué y corrió hacia la pintura hundiendo su brocha en ella, para amenazarme. Le salté encima y la tome por la cintura, haciendo que me llenara la cara y el cuello de pintura. Rodamos en el suelo cubriéndonos con más pintura. Moví mis manos por sus costados sintiendo como su tersa piel se tornaba azul. El ambiente se llenaba de electricidad estática. Nuestras risas no se terminaban y eso me hacía muy feliz. -¿Por qué parece que cada vez que estoy contigo, termino húmeda y pegajosa?—jadeó casi sin aire. Eso hizo que mis ojos se encontraran con los de ella. Cuando se dio cuenta de lo que dijo se volvió muy roja. Yo quité un mechón de su cabello que se le había pegado a la mejilla y lo coloqué tras su oído. Tenerla tan cerca, sus labios tan cercanos a los míos, su dulce aliento me golpeaba con la fuerza de una bola demoledora, quiera tenerla, la quería única y exclusivamente para mí. -Bella…-respiré su nombre como una plegaría, mi nariz estaba muy cera de la suya. -Bells!, ¿estas allí? Quiero saber cómo te ha ido esta semana en la escuela—dijo la voz de un hombre a través de la maquina contestadora, no había siquiera escuchado el teléfono sonar. -Debo responder la llamada—en sus ojos se mostraba el mismo anhelo que en los míos. Me levanté ayudándola a pararse sobre sus pies. La observé salir del cuarto maldiciendo a quien fuera que nos interrumpió. -Hola Jake!—la escuche responder. No importa que el momento hubiera quedado interrumpido, tenía la plena confianza de que mis labios estarían en los suyos muy pronto. Ya estaba aprendiendo a confiar en Isabella, ahora solo me faltaba aprender a confia en mí.

CAPITULO 5 VIVIENDO

Recogí los papeles sucios de pintura y abrí las ventanas para que saliera el aire viciado. Miré la habitación en la que pretendería vivir por un tiempo, hasta que me convenciera de sentarla y explicarle toda la verdad de una manera en la que ella no se enojara conmigo por haberle ocultado la verdad. -Lo siento, Jake siente la necesidad de asegurarse que no me han secuestrado—me murmuró algo apenada, sin lugar a dudas por nuestro casi beso.—Te voy a dar unas ropas de Charlie, puedes bañarte para quitarte la pintura. Será mejor que uses mi baño, es un poco más espacioso que el de visitas—su rostro estaba rojo, así que solo asentí para no hacerla sentir mal. La seguí hasta su habitación y me entregó la ropa que me había dicho. Salió sin decir nada y yo empecé a desvestirme pensando cómo romper el incomodo silencio cuando la puerta se abrió de golpe. -Anthony te traigo unas toa.. Oh por Dios, LO SIENTO!—grito antes te cerrar la puerta de golpe.—No vi mucho, lo juro. Las toallas están en el suelo—dijo a través de la puerta. -Bella, no te avergüences—le dije tratando de aguantar la risa, solo estaba en bóxers, no era como si hubiera estado desnudo, pero ver la expresión de su cara fue algo que el dinero no podía comprar. Sus ojos parecieron haberse salido de sus orbitas, el sonrojo no solo estaba en sus mejillas, sino en toda su cara y cuello; su boca estaba ligeramente abierta. Parecía un conejo frente a las luces de un auto.—Solo me viste en ropa interior, no es nada del otro mundo. Posiblemente hasta yo te llegue a ver a ti en ropa interior ahora que vamos a compartir el apartamento.—le dije tratando de hacerla sentir mejor. -Si…claro…vete a bañar que quiero dejar de parecer un pitufo—me dijo un poco más pareciendo ella misma. Caminé con cuidado y abrí la puerta encontrándome con su rojo rostro sus ojos estaban abiertos de par en par. Yo ignoré eso, le di una sonrisa y me incliné a recoger la toalla para luego cerrar la puerta. Me bañé con rapidez viendo como el agua se tornaba azul, use su jabón y shampoo por lo que terminé oliendo a fresas como ella. Me vestí con las ropas que me dio y debo decir que me quedaban algo cortas, por lo visto yo soy un poco más alto que el jefe Swan. La encontré en la cocina donde tenía unas galletas que parecían caseras con un vaso de leche. Me dijo que el postre estaba listo, nos sonreímos mutuamente y ella se retiró a bañarse rápidamente. Su reacción era mucha, para el simple hecho de haberme visto en ropa interior, seria que acaso ella nunca había visto un hombre en ropa interior…eso es casi imposible en esta época, ella tiene dieciocho años y en estos tiempos las niñas empiezan a tener relaciones desde los quince años sino antes. Seguramente era que nunca había visto a un hombre en todo el sentido de la palabra ya que los adolescentes tienen el cuerpo diferente al de un hombre de casi treinta años. Regresó cuando no habían pasado ni siquiera unos quince minutos. Su cabello húmedo parecía casi negro, vestía un ancho pantalón de franela muy parecido a que yo estaba usando y una camiseta de tiritas. Empezamos a hacer una charla trivial sobre como seria la mudanza mañana, me tomé la libertad de invitarla al cine para "celebrar" que tenía un lugar para "vivir" cuando me quisiera escapar de mi jefe y mis compañeros. Me retiré cerca de las doce de la noche, cuando la vi casi quedarse dormida en el sofá. Le informé a Masen que tenía que acompañarme mañana al apartamento de Isabella y le expliqué ciertas cosas, si le parecieron extrañas no dio indicio sobre eso. A las diez de las mañana el pequeño camión de mudanza que había contratado llegó al edificio de Bella. -Bella…-suspiré su nombre como si fuera un adolescente—este es James, ha trabajado conmigo durante los últimos siete años—le dije presentándole a Masen. -Es un placer James, pasen adelante—nos invitó, dejando la puerta abierta para los trabajadores que traían la cama. Entre James, y los dos hombres de la mudanza terminamos la pequeña habitación en menos de hora. James casi no conversó con Bella, él era un hombre de confianza a pesar de su expresión fría, lo había visto con su esposa Victoria y sus hijos Laurent e Irina, podía decir con toda certeza que amaba a su familia. Cuando le dije que nos iríamos de Londres se alegro de regresar a su país, solo le tomo diez minutos informarle a su esposa y para el final del día ella lo tenía todo preparado, habían encontrado una pequeña casa a las afuera de la ciudad para ella y los niños. -Así que fuiste soldado, supongo que fue muy difícil para tu esposa cuidar a dos niños tan pequeños ella sola— escuche decir a Bella desde la cocina. Sabía que no tenía que temer, todos mis empleados cercanos tenían un

acuerdo de confidencialidad firmado además de ser muy reservados, por lo que no corría riesgo de que James pudiera decir algo que me delatara. -Sí, en efecto fue muy difícil, pero mi Victoria es una mujer fuerte. Aunque estuvo realmente aliviada cuando le dije que dejaba el ejército para convertirme en chofer/guardaespaldas.—le respondió comiendo una de las galletas que Bella me ofreció anoche.—Debo decir que estas son las mejores galletas que he comido—se metió otra galleta casi gimiendo ante el sabor. Decidí hacerme notar. -Gracias por tu ayuda M-James—me corregí a mí mismo rápidamente. Sin cometer errores. Me recordé.—puedes retirarte y darle mis saludos a Victoria—lo despedí. -Adiós Bella, fue un gusto haberte conocido. Espero que nos volvamos a ver, así podría presentarte a mi esposa—le dijo cálidamente, se giró a mí y me dio un seco asentimiento antes de cerrar la puerta tras él. -Para ser tu compañero de habitación en casa de tu jefe, se tratan…diferente a lo que pensé—me dijo y frunció el ceño llevándose una galleta a la boca. -¿Cómo nos tratamos?—le pregunté tratando de leerle la mente. Muchas veces encontraba fascinante la manera en la que ella piensa. -Tu tratas a James como si fueras su jefe—murmuró distraída. Es perceptiva, debo tener cuidado con eso; dos errores en menos de media hora. Eso no habla muy bien de mí. Siempre he sido conocido por no cometer errores… solamente cometí uno y me ha costado demasiado. -Soy su jefe en cierto modo, soy el jefe de seguridad. Los viejos hábitos son difíciles de olvidar.—por su rostro pude ver que me creyó, me molestaba saber que ella pensaba que todas las personas eran como ella, incapaces de mentir y que yo me estaba aprovechando de eso vilmente.—Vamos al supermercado, nuestra nevera parece un océano y tenemos que remediar eso—la bromeé tomándole la mano y arrastrándola hacia la sala. -¿A qué te refieres con eso que parece un océano?—me preguntó mordiéndose el labio. Ese labio iba a ser mi perdición. Llevé mi pulgar a su boca y liberé el labio que estaba siendo oprimido por sus dientes. Ella me miró curiosa. -Digo eso porque solo tiene agua—Me solté a reír cuando la vi entrecerrar sus ojos y empujarme el hombro, aparentando ser una leona enojada cuando no era nada más que una pequeña gatita. Hicimos las compras entre pequeños pleitos, cada vez que yo ponía algo en el carrito ella lo sacaba alegando una de dos cosas: que demasiado caro o que no era nada saludable. Así que solo tenía que esperar a que ella se diera la vuelta y lo volvía a poner en el carrito escondido bajo alguna cosa. Cuando llegamos a la caja fue otra discusión. Usé todo mi encanto con la cajera para que ella tomara el dinero que yo le ofrecía como pago de la mercancía e ignorara a Bella. Bella hizo un adorable puchero y yo quería con ansias besar sus labios, pero sabía que aun no era el momento, como todo buen cazador tenía que esperar el momento perfecto para no asustar la presa. Ella aun era una adolescente y tenía que tratarla con cuidado, no podía olvidar eso si quería tenerla en mi vida. Paramos en una ferretería donde pidió que le hicieran un duplicado de su llave, luego me entregó "oficialmente" las llaves de mi apartamento. Cuando regresamos al apartamento la ayudé a guardar todo lo que compramos donde me lo indicó. -Creo que recuerdo haberte dicho que no era necesario comprar carne de cangrejo—se giró sosteniendo el paquete en las manos. -Um…debe habérseme olvidado—dije fingiendo inocencia mientras guardaba los cereales. -Parece ser muy olvidadizo señor Masen ya que también están aquí los pastelillos de chocolate blanco.—me acusó. -Culpable—le dije riéndome y levantando las manos en señal de rendición cuando me pinchó el pecho con un solo dedo.—Es que los he probado antes y te pudo decir que son una tentación—le dije en voz baja y seductora mirándola fijamente a los ojos. -Está bien…-dijo con un hilo de voz, para después sacudir su cabeza aclarando sus pensamientos.

-Vamos a cenar que aun no hemos almorzado luego vamos al cine—le dije quitándole los panecillos de la mano y guardándolos en la alacena. -Está bien, pero vamos al mejor restaurante de todo Seattle de nuevo y esta vez yo pago. Si no aceptas entonces nos quedamos en casa viendo películas.—me advirtió y yo gruñí. -Está bien pero yo invito el cine y las palomitas—le dije y ella rodó los ojos tomando su abrigo y cartera. Apenas eran poco más de las cinco de la tarde, así que cuando llegamos al "restaurante" nos atendieron enseguida. Esta vez seguí su consejo y comí la misma hamburguesa que ella pidió. Debo decir que estaba muy excelente. Me encantaba escucharla reír, eso hacía que mi atormentada alma se relaja. Ir al cine no era nada parecido a lo que yo recordaba, todo lo que hacía con Bella era una experiencia nueva para mí. Escogimos ver una comedia romántica llamada "The Ugly Truth" Nos sentamos en las sillas y levanté el reposa brazo que nos separaba cuando la vi temblar un poco de frio. La abracé y froté su brazo para darle un poco de calor. En cuanto la película inició no pudimos dejar de reír, muchas veces la atrapé mirándome, cuando la veía por el rabillo de mi ojo, aunque me estaba comportando como un adolescente no pensaba darle nuestro primer beso en una sala de cine. Compramos un pastel de queso que compartimos en nuestro camino al auto. Regresamos al apartamento y ella empezó a rebuscar en su cartera. -Gracias por la cena Anthony. En verdad no tenías que molestarte—me dijo cuando llegamos a su puerta, ella metió la llave y la abrió. -No fue ninguna molestia, Bella…disfruto mucho de tu compañía…-le dije sinceramente inclinando mi cabeza para poder mirar en sus ojos.—Te estás mordiendo el labio… -Te molesta?—dijo soltándolo de pronto, pero sin alejar su mirada de la mía. -No…es solo que me dan ganas de morderlo a mi también—su rostro se volvió completamente rojo y yo lo tome en mis manos.-¿Puedo besarte, Isabella?—acaricié su rostro, me moría por probar sus labios. Ella asintió levemente como si estuviera en un trance y yo lo iba a aprovechar. Como mido 1.85 y ella poco menos de metro setenta, tuve que inclinarme y prácticamente levantarla en el aire para poder unir nuestros labios. Sus labios estaban separados y sus mejillas rojas, yo miraba sus ojos fijamente para asegurarme que no se arrepintiera. Mi nariz rozó la suya y presioné mis labios suavemente con los de ella. Sus manos fueron a mis brazos como tratando de sostenerse. Bella era tan cálida, la besé suavemente al inicio aprisionando su labio inferior entre los míos y halándolo con delicadeza aunque en realidad quería capturarlo entre mis dientes y morderlo como había deseado desde que me desperté en su sala el día que la conocí. Ella al inicio no me devolvió el beso, pero cuando mi lengua acarició su labio me concedió la entrada y me sentí en el cielo, su sabor era dulce, como caramelo y aun podía sentir el sabor del pastel que compartimos, mi lengua se enroscó en la suya y ella emitió un ronroneo que envió una descarga directamente a mi parte inferior. Mis manos apretaron su cintura y ella llevó sus manos a mi cabello. No puede contenerme y mordí su labio. -Anthony…-dijo antes de quedar flácida en mis brazos. -Isabella! Isabella!—la llamé, entrando con ella en brazos, pateé la puerta para cerrarla y la senté en mis piernas. -Me…hiciste…desmayar…-me acusó y yo empecé a reír. -Me alegra saber que aun soy irresistible—la bromeé. Había algo en ella que me hacía sentir como nunca antes, la verdad disfrutaba cada pequeña cosa que hacíamos. Era como si nunca hubiera vivido, era como si solo después de haberla conocido es que hubiera empezado a vivir y realmente me gustaba lo que estaba viviendo.

-Es bueno saber que puedo agregar la modestia a tu lista de cualidades—esta vez fue su turno de bromearme. -Bella…-le dije acariciando su rostro—me gustaría mucho poder intentar tener una relación contigo—acaricié su labio inferior con mi pulgar, solo el recordar lo bien que se había sentido tenerlo entre mis dientes me hacia querer más. -¿Tener una qué? ¿Con quién?—me preguntó incrédula. -Isabella…eres la criatura más fascinante, hermosa y desinteresada que he conocido. Pero me he dado cuenta que no te vez a ti misma con claridad—besé una vez más sus labios—Entonces, ¿qué me respondes? ¿Estás dispuesta a entablar una relación sentimental conmigo?—le pregunté una vez más esperanzado, ansiaba por descubrir lo que era tener una relación con alguien que solo te quisiera por lo que eres y no por lo que tienes. Ella tomó su labio entre sus dientes y asintió levente. Eso era todo lo que yo necesitaba, volví a capturar sus labios en los míos, mientras mis manos acariciaban su espalda. Sus manos fueron a mi rostro y podía sentirla trazando los planos de mis mejillas tímidamente. Me separé de ella no queriendo asustarla con un avance completo. -Gracias..—le susurré dejando mi frente descansar en la suya.—Creo que es hora que ambos nos vayamos a acostar—murmuré queriendo poner y poco de distancia. No mucha, pero si la suficiente como para que no se percatara de la vergonzosa tienda de campaña que se había formado en mis pantalones. -¿Te quedaras esta noche?—me dijo un poco apenada. Yo sonreí y asentí al notar que ella se sentía tan reticente a separarse de mí como yo de ella. -Sí, claro si no te molesta—le dije queriendo asegurarme que eso era lo que ella deseaba. -Para nada…que descanses Anthony—me dijo acariciando mi rostro. -Que descanses tu también—le di un beso corto en los labios y la vi desaparecer tras la puerta de su cuarto. Yo fui al mío y saqué mi ropa de dormir. Me dirigí al baño y salté dentro de la ducha sin encender el agua caliente. Tenía el presentimiento que esta iba a ser la primera de muchas duchas frías que tendría que tomar. El domingo lo pasamos juntos entre risas y besos. Sin lugar a dudad podía decir que me acostumbra a esta forma de vida y que no extrañaría para nada mi frio y solitario penthouse. El lunes me informaron que Bella fue al aeropuerto a despedirse de Garrett. Jenks, me mantuvo al corriente de toda la conversación entre ella y Garrett. Lo único referente a "Anthony Masen" fue cuando Bella le dijo que estábamos empezando una relación, él le pidió que tuviera cuidado y ella le aseguró que solo estábamos saliendo para "conocernos" mejor, por lo que no tenía nada de qué preocuparse. La semana pasó con tranquilidad, nos veíamos todas las tardes y las noches que no me podía quedar con ella porque tenía que trabajar en alguna propuesta o presupuesto, hablamos hasta que yo pensara que hora de que ella se acostara a dormir. McCarty me llamó para decirme que estaba más que feliz con Garrett, por lo visto solo hubo que sacudirle un poco el polvo y empezó a brillar como un diamante. Mi madre me llamó un par de ocasiones pero solo era para pedirme una vez más que regresara a Londres o que al menos fuera a visitarlos. Yo lógicamente me negué, si había venido a Seattle era porque no soportaba un día más allá, con todas sus galas de beneficios y cenas con "amistades" que no eran sino una fachada para las cenas de negocio y cotilleo social. Un mundo tan artificial como los pechos y las sonrisas de las esposas de los ricos y famosos de esa ciudad. Por eso estar con Isabella era como un trago de agua fresca, no había un ápice de falsedad en todo su ser. Era una lástima que yo no pudiera decir lo mismo de mí, cada vez me sentía peor al mentirle, al darme cuenta que ambos estábamos enamorándonos, pero siendo tan egoísta como soy no podía atreverme a confesarle la verdad hasta que estuviera plenamente seguro que no la perdería. Cada día que pasaba ansiaba más su contacto, sentir el calor de toque, ansiaba inclusive comer lo que fuera que me pusiera en el plato. Las dos siguientes semanas pasaron rápido y para mi pesar tendría que hacer un corto viaje a Vancouver por dos días para resolver la próxima semana. No podía llevarla conmigo y eso me hacía pensar que si ella supiera toda la verdad y la aceptara, no tendría que separarme de ella.

Bella disfrutaba de cuidar de mí a su manera, tanto como yo disfrutaba de cuidar de ella. Algunas noche nos sentábamos en el sofá a leer o a conversar de nuestro día, bueno yo tenía que mentir bastante sobre mi día de "trabajo". Por suerte Bella se conformaba con saber que yo me encontraba bien y que no estaba "arriesgando mi vida". Mi predicción sobre las duchas frías no estuvo equivocada, nuestros besos cada vez se volvían más apasionados pero por alguna razón la sentía dudar si mis manos se movían de su cintura o su espalda. Habíamos hablado de todo menos de relaciones amorosas pasadas, no tenía la más mínima intensión de conocer si tuvo algún romance previo. Solo pensar que alguien más la pudo tener en sus brazos como yo hacía que mi sangre hirviera y me dieran ganas de destruir al pequeño mocoso por haberse atrevido a tocar lo que por derecho es mío. Mi celular empezó a sonar sacándome de mi ola de ira hacia el supuesto chiquillo, sonreí al ver su imagen aparecer en mi pantalla, su sola sonrisa hacia que un día pésimo como el que estaba teniendo se transformara por arte de magia en un día tranquilo. -Bella, amor—por el reflejo del ventanal de mi oficina pude ver que mi sonrisa era amplia. Me estaba volviendo un niño en sus manos. -Anthony, solo te llamaba para decirte que hoy me quedaré un poco más tarde en la librería, llega un nuevo lote de libros y quiero dejarlo terminado antes del fin de semana—me dijo y podía imaginarla mordiéndose el labio. -Está bien amor, hoy tengo que acompañar a mi jefe a una cena de negocios—le mentí, en realidad tenía que terminar de revisar los protocolos operativos de la planta de Vancouver, así no tenia que preocuparme por ellos y disfrutar el fin de semana con mi novia. Dios que extraño se escuchaba eso, ni siquiera a ella le di nunca ese título. No tenía idea que me estaba haciendo esta niña que me tenía todo trastornado. -¿Prometes tener cuidado?—murmuró y en su timbre de voz pude ver que estaba un tanto asustada, odiaba que ella tuviera miedo por mi seguridad cuando no había razones para ello. -Siempre lo tengo—le dije-¿Qué te parece si mañana te paso a recoger para llevarte a la universidad y luego te recojo cuando sales para ir a ver una película?—le dije maldiciendo el hecho de no poderla ver hoy. -Mejor rentas una película y la vemos en el apartamento, no hay nada que me guste en el cine. Además creo que después de terminar con el lote de libros me querré recostar toda la tarde, antes de ponerme a resolver ese trabajo de finanzas que nos dejaron. Aun no entiendo porque tengo que dar materias generales de otras carreras que no tienen nada que ver con el titulo que voy a obtener—se quejó. Yo sabía que estaba teniendo problemas con esa materia, pero no era tanto por ella, sino por el profesor que no era muy bueno dando cátedra. -Está bien, yo te puedo ayudar en finanzas si quieres, fui bueno en esa materia en la universidad.—le dije otra media verdad. No solo había sido bueno en la universidad en esa materia, sino que finanzas era mi pan de todos los días, al ser el presidente de un consorcio multinacional, todo el día me la paso entre números. -Eso sería genial en verdad, la verdad mi profesor tiene un método algo extraña de explicar las cosas. No puedo darme el lujo de bajar mis notas y poner en riesgo mi beca.—sonó aliviada, aunque muy bien ella podía perder su beca, yo me encargaría que a ella nunca le faltara nada. Le cumpliría todo lo que su corazón anhelara, aunque en este tiempo juntos he logrado aprender que ella solo desea cosas simples y nada que el dinero pueda comprar. -Entonces tenemos una cita con tu tarea de finanzas—la bromeé. -Es una cita—anunció emocionada. Escuché un chillido y una maldición muy bajita lo cual solo podía significar que el pequeño terremoto a quien conocía por Alice estaba cerca. Alice y yo no nos habíamos conocido personalmente, pero si habíamos conversado por teléfono. Por lo poco que la conocía podía decir que era una pequeña bola de energía con sobredosis de cafeína. -¿Es Alice?—le pregunté y ella empezó a reír. -Me conoces bien, Alice te manda a decir ¡Hola! Me tengo que ir. Nos vemos mañana. Te quiero—murmuró bajito. -Hasta mañana amor y yo te quiero más—le respondí antes que la llamada se desconectara. Había tomado todo tipo de precauciones con Bella, por lo que llamé a Masen por mi celular, para decirle que le informara a Peter que Bella se quedaría hasta tarde en su trabajo y que no la perdiera de vista. Sabía que estaba siendo un poco extremo pero siempre que no podía estar con ella mandaba a Peter quien era el segundo al mando

después de James en lo que se refería a mi seguridad a que la siguiera de manera discreta y cuidara de ella. Mi teléfono sonó mostrando que era de la extensión de mi secretaria -Señor Cullen, la señora Cullen está en la línea dos—dijo Zafrina. -Dígale que estoy en una reunión—le respondí cerrando la llamada, no iba a permitir que arruinara el buen humor en el que estaba ahora después de haber hablado con mi ángel. Solo pensar en sus lloriqueos y su insistencia que volviera a casa para estar juntos en familia me ponía de malas. Tomé el portarretratos que estaba en mi escritorio, era una foto de Bella en uno de sus momentos " de paz" estaba acostada sobre la grama en el parque con los brazos extendidos y los ojos cerrados. En su rostro se extendía una hermosa sonrisa y tenía una expresión de completa felicidad. Siempre me sorprendía ver que aunque tuviese un día pesado ella siempre lograba relajarse y tener uno de sus momentos. Le tomé esa foto sin que ella supiera para atesorar la paz que yo nunca he podido tener. En cierto modo envidiaba la sencillez con la que miraba el mundo. Recuerdo que ese día le pregunté, como lograba calmarse y volver a estar tan feliz como si nada hubiera pasado. Ese día su profesor de finanzas, les "explicó sobre los informes financieros y ella estaba frustrada por lo que me pidió que la acompañara al parque. Cuando llegamos se lanzó sobre la grama y cerró los ojos después de recogerse las mangas del sweater para absorber los pocos rayos de sol que había. Su respuesta me maravillo, me dijo que cuando cerraba los ojos se ponía a dar gracias por todas las cosas que tenia y se daba cuenta que habían personas con verdaderos problemas por lo que una clase mal explicada nunca se podría comparar con un hijo o un familiar enfermo como muchas personas tenían y que por eso ella no podía decir que su día había sido malo, cuando habían otras personas que lo habían pasado peor. Decir que me quedé con la boca ligeramente abierta al escucharla era quedarme corto. Imité su postura en el suelo, pero esa paz jamás me llego. Supongo que solo está destinada para almas puras como la de ella, no para seres tan bajos como yo. Besé la fotografía antes de guardarla nuevamente en mi cajón. Aun tenía mucho que hacer, podía decir que estaba más tranquilo por lo que terminaría pronto. Y la única responsable de esa tranquilidad, no era nadie más que Isabella Swan.

CAPITULO 6 ASUSTANDO Bella estaba terminando de cocinar la cena, hoy no podía quedarme a dormir mañana temprano tenía que salir para Vancouver. Lo único que me quedaba de consuelo es que James se quedaría para mantenerla vigilada y evitar que le pasara algo en mi ausencia. -La cena esta lista Anthony—me llamó desde la cocina, yo sonreí. Ella estaba de espaldas a mí terminando de colocar la comida en los platos, la tomé por su diminuta cintura y la giré capturando sus labios en los míos, sus labios estaban entreabiertos por mi repentino ataque, así que lo aproveche y acaricié su lengua con la mía. La deseaba demasiado, la deseaba como no había deseado otra mujer. Bella ahora era un poquito más confiada conmigo aunque aun no habíamos pasado de besos acalorados, pero necesitaba algo para llevarme conmigo a Vancouver y algo que dejarle a ella. Me incliné y la tomé por los muslos colocándola sobre el pequeño sobre junto al fregador. -Bella—susurré soltando sus labios y tomando posesión de su cuello. La sentí temblar cuando besé la parte de atrás de su oreja. Ella echó su cuello hacia atrás dándome más espacio e invitándome a que lo tomara. Besé cada superficie de su delicado y esbelto cuello, deje que mis manos vagaran dentro de su camiseta, con mis labios aparte el tirante que estaba sobre su hombro. Mis manos recorrían su espalda mientras mordía y chupaba su clavícula. Cuando llegué a un punto de su espalda me di cuenta que ella no estaba usando sujetador. Deseaba tanto poder quitarle la camiseta y maravillarme con su cuerpo, pero sabía que aun no era el momento. Ella era tan diferente a cualquier mujer que yo hubiera conocido y yo quería darle el tiempo que ella necesitaba para dar el siguiente paso. -Anthony—tembló en mis brazos cuando besé el hueco de su garganta, no pude evitar sonreír.

-Quiero dejarte algo para que me recuerdes en estos dos días que estaré lejos—murmuré contra la piel de su cuello. Ella dejo escapar un gemido y yo lo tomé como una aceptación, mi nariz rozó su clavícula antes que mi boca succionara su delicada piel marcándola como mía. Quería que fuera en un lugar visible para que todos supieran que esta celestial criatura tenía dueño. Cuando me separé de ella estaba muy roja, tanto que su sonrojo desparecía bajo el cuello de la camiseta. -¿Prometes que te vas a cuidar?—murmuró descansando su frente en mi hombro. -Te prometo que regresaré a ti sano y salvo en dos días. Tú eres quien tiene que prometer que te portaras bien en esa fiesta que está haciendo Alice. —le dije un tanto molesto por pensar que ella estaría rodeada de universitarios calenturientos que solo estaban buscando alguien con quien pasar la noche. -Pero yo no quiero ir—lloriqueó y yo me reí. -Pero el pequeño duende no dejara que le des un no por respuesta.—le respondí sabiendo que cualquiera que conocía el buen corazón de mi pequeña podría aprovecharse de eso. Como lo estás haciendo tú. Dijo una voz en mi cabeza que hice callar de inmediato.—Si quieres le puedo pedir de favor a James que te traiga de regreso, eso ayudaría mucho a mi paz mental.—le sonreí y pude ver que su respiración se aceleraba. Ella asintió mordiéndose el labio, no había nada que yo le pidiera que ella pudiera negarme, me gustaba tener ese tipo de poder sobre ella, de esa manera todo sería más fácil a la hora de la verdad. Cenamos con tranquilidad, riendo mientras me contaba lo bien que le había ido en la clase de finanzas, estaba tan feliz que se sentó en mi piernas y me abrazó con todas las fuerzas que tenía en sus frágiles brazos. Seguimos riendo recostados en el pequeño sofá de la sala, me contaba todas sus aventuras en Forks, describía ese pequeño pueblo con mucho cariño aunque decía que todo era demasiado verde. Bostezó varias veces mientras me contaba de los viajes de pesca de su padre y de cómo pasaba ese tiempo en una reservación india junto al señor esteroides y su novia. Yo acariciaba sus cabellos mientras ella hablaba, prefería que fuera ella quien conversara así no tendría que mentirle, poco a poco su voz fue bajando y su respiración acompasándose. La subí a mi regazo y me dedique a acariciar su perfecto rostro. La cargué con cuidado, era tan liviana como una pluma. Ella giró su cabeza de manera que estaba recostada contra mi cuello. Su respiración era lenta y acompasada. La calidez y dulzura de su aliento me llegaba como una caricia. Usé una de mis piernas para quitar la colcha, la recosté con tanto cuidado como si fuera una muñeca de porcelana. -Anthony—suspiró en sueños cuando besé sus suaves labios a manera de despedida.—te amo—se giró colocando una de sus manos debajo de su cara, como si fuera una niña pequeña. -Te amo, pequeña—le dije ahora que estaba inconsciente, ahora que no me podía escuchar. No podía creer que esa pequeña niña de apenas dieciocho años hubiera capturado no solo mi atención, sino algo que nunca pensé que poseía…mi corazón. La besé una vez más y le deje una nota diciéndole que la llamaría en cuento tuviera una oportunidad. Cerré con cuidado la puerta de su habitación y la del apartamento. Con cada kilometro que mi auto avanzaba hacia mi pent house, sentía un vacio cada vez mayor. BPOV Anthony se había ido anoche, me había dejado una nota que tenía en este momento guardada en mis libros, su escritura era pulcra y estilizada. No habían pasado veinticuatro horas desde que lo había visto y ya lo extrañaba enormemente. Suspiré jugando con mi plato de comida. Salté de mi silla en cuanto mi teléfono sonó. -Diga—dije casi sin aliento descolgando el teléfono de la cocina.—Ah…hola Alice…-murmuré decepcionada al no escuchar la voz que deseaba. -Vaya, me alegra saber que te entusiasma escuchar a tu mejor amiga—me respondió sarcásticamente. -Lo siento Alice, es solo que pensé que era Anthony—confesé avergonzada. -Debe estar ocupado Bella, aun no ha pasado un día, seguro te llamará en unos momentos—me reconfortó. —Se nota que lo quieres, pareciera que todo tu mundo ha empezado a girar en torno a él—dijo distraídamente.

-¿Crees que eso es malo?—enredé mi dedo en el cordel del teléfono, jugando nerviosamente. -No… no lo es. Yo también estoy esperando a que aparezca el hombre que remueva hasta los cimientos con una sola mirada. —su voz se volvió soñadora. -Es solo que a veces… nada olvídalo, ¿para qué me llamabas?—decidí cambiar de tema. -Es solo que a veces ¿qué? Bella.—duendecillo curioso. Suspiré. -Es que a veces es tan… no se… tan influyente… tan… no sé, dominante… imperativo, demandante….es como si nunca pudiera encontrar la fuerza para decirle que no a nada de lo que me pide…-mi cara debía estar roja. -Eso no es nada malo, eso se llama estar enamorada y recuerda que es un poco mayor que tu por lo que te puedes sentir de esa manera. Pero tienen poco más de un mes y nunca te ha obligado a hacer nada que no quieras. ¿Verdad? -Por supuesto que no, Anthony es un perfecto caballero… -podía sentir un suspiro escapando de mis labios. -Lo vez, tú no eres caperucita roja y él no es el lobo feroz que te quiere comer—dijo riendo—A qué hora vendrás mañana tenemos que estar perfectas ya tengo tu disfraz—cambio de tema. -Alice, no quiero ir—me quejé nunca he sido de ir a fiestas, nunca me gustaron gracias a Phil… -Tonterías, no te vas a quedar en tu apartamento la noche de Halloween, suspirando por Anthony Masen. No traigas tu camioneta mañana te recogeré y luego que termínanos las clases venimos directo a mi apartamento. —dijo tajante. -Esta…bien…pero no me quedaré mucho, un amigo de Anthony me traerá a la casa para asegurarse que llegue con bien. —le dije y ella empezó a reír. -Medio protector ¿no?—volvió a reír—Nos vemos mañana Bella -Hasta mañana Alice—le dije antes de colgar. Miré el teléfono anhelante, me dirigí a mi habitación pero me quedé en el pasillo unos segundos contemplando una idea. Sin pensarlo dos veces entre en su habitación, su aroma me embargó a pesar que no habían sido muchas las noches en las que se había quedado a dormir. Acaricié inconscientemente su almohada y me la llevé al rostro para sentir su masculino aroma. El teléfono volvió a sonar y corrí hacia la cocina tropezándome a mitad de camino. -¿Anthony?—pregunté sin aliento. -¿Cómo sabias que era yo?—preguntó riendo. -Tenia el presentimiento…-murmuré avergonzada por mi avidez. — ¿Estás bien?—me preocupaba de sobre manera que su trabajo consistiera en recibir alguna bala que fuera dirigida a otro. -Tranquila pequeña, no te preocupes por mí. Estoy bien. Ahora dime, ¿estas impaciente por tu fiesta mañana?—me bromeó. Lo que más me gustaba de él era la capacidad que tenia de juguetear y de bromear como si fuera un adolescente igual que yo. -Sí claro, estoy ansiosa—le respondí con sarcasmo. Su musical risa volvió a resonar. De pronto ambos nos quedamos en silencio unos minutos, como si no tuviéramos nada que decirnos -Te extraño—dijimos los dos a la vez. -Se ve que las grandes mentes piensan igual. —me dijo y luego escuche un ruido en el fondo que no pude descifrar, era como personas hablando, lo escuche maldecir bajito. —Te llamo mañana amor, cuídate mucho—su voz sonaba apesadumbrada como si no quisiera dejarme.

-Tú también cuídate por favor. Te quiero mucho—murmuré. Aun no me atrevía a decirle que lo amaba, no quería asustarlo, ni que pensara que era una adolescente encaprichada. -Yo también—volví a escuchar unas voces, alguien saludó a un Edward, supongo que debía estar en horas de trabajo—me tengo que ir—desconectó la llamada sin darme tiempo a responderle. Regresé a su habitación y me recosté en su cama enterrando mi rostro en sus almohadas. Soñando en que el príncipe azul de mis cuentos de hadas regresaba sano y salvo. -.-.-.-.-.-.-.-No, no y no. No pretendo ponerme esa escusa de disfraz.—le dije enojada. Cerrando con fuerza mí bata. Había sido suficiente con que me hiciera ponerme esa mala imitación de ropa interior y unas medias de red. -¿Por qué no? Vas a ser una linda gatita.—me dijo entrecerrando sus ojos y poniendo sus pequeñísimos brazos en las caderas. Negué con la cabeza—Te lo pones o te lo pongo—me amenazó. Volví a negar y creo que ese fue el peor error de mi vida. Ese pequeño monstruo me saltó encima con una fuerza que nunca pensé que podía poseer. En un parpadeó me había enfundado en una faldita súper corta con borde de encaje..—Ahora, te pones el top o ¿te lo pongo yo? –me pregunto sentada sobre mi estomago. -Tregua, yo me lo pongo y eso no es un top, es un trozo de tela. Ni siquiera tiene botones—me quejé mientras hacia un fuerte nudo en la tela justo debajo de mis pechos.—Alice, se me van a salir, voy a darles un espectáculo gratis a tus invitados. Ella giró los ojos y dejó caer su bata revelando un escandaloso disfraz de conejita. Me haló de la mano y me sentó frente al espejo. Después de retocar mi peinado y colarme las orejas, me pintó un triangulo negro en la nariz y unos bigotes. Me paré frente al espejo, mirando sin creer en mi reflejo, puesto no se veía tan vulgar como pensé. Al menos me habia maquillado el chupete que me dejo Anthony como recordatorio suyo. -Llegaron los invitados—cantó Alice—ah por cierto, déjame guardar mi celular—lo metió en medio de sus pechos, enarqué una ceja y ella sonrió inocentemente. Alice abrió la puerta y recibió a varios de nuestros compañeros de clase, aunque el disfraz no era tan malo como había originalmente pensado, me sentía incomoda. Muchos de mis compañeros que nunca me habían mirado, ahora... conversaban conmigo. Había uno llamado Benjamín, se había integrado tarde a las clases, parecía ser amable aunque miraba a todos con cara de pocos amigos, pero al menos hacia que todos se alejaran de mi. Alice estaba conversando amenamente y alguien me ofreció un ponche de frutas, creo que su nombre era Tyler o algo así. Benjamín, le dijo no se qué cosa, pero yo me empecé a sentir algo rara. Benjamín, me sujetó y lo escuché vi hablar por celular. No pasaron cinco minutos y llegó James a buscarme, vaya debía ser muy tarde. -Tu me caes bien…-le dije en cuanto llegó a mi lado—pero eres más serio que Masen, ¿por qué casi nunca te ríes?— todo se ve como borroso…deben ser ideas mías. -Nos vamos Bella—me dijo en voz seca y su teléfono sonó. Uhhh Alice, me alejé de James y pero antes de llegar a ella James me agarró.—Dije que nos vamos. EPOV Estaba terminando de arreglarme para mi cena con los Hunters cuando mi celular sonó, miré la pantalla y vi que era de Alice, me extrañó mucho, el titulo decía Feliz Halloween, abrí el archivo y mi mandíbula se cayó al ver una belleza…no una belleza es quedarse corto, una diosa. En la pantalla estaba mi Isabella, sus hermosos ojos abiertos de par en par, enmarcados por gruesas pestañas, su labio entre sus dientes, un hermoso sonrojo coloreando sus mejillas. Pero eso no era lo que me dejo boquiabierto, sino que tenía puesto un "disfraz" negro de gatita que revelaba todo su hermoso y muy bien esculpido cuerpo. Sus pechos parecían luchar contra la pequeña tela que los cubría, la falda empezaba en sus caderas y el tejido satinado terminaba en unas ruchas de encaje a mitad de su muslo. Sus piernas estaban envueltas en unas medias de red que mostraban pequeños diamantes de piel. Para completar ese escandaloso atuendo unos zapatos negros de charol de tacón fino y unas lindas orejitas peludas. Tuve que acomodar mi pantalón, miré nuevamente la foto y vi que había algo más en el correo. "Es una pena que te vayas a perder la fiesta, pero al menos así puedes verla." Entonces caí en cuenta, Alice había vestido así a MI ISABELLA para su fiesta… -James…-dije en cuanto contestó.— Benjamín, ¿ya está en la fiesta de Alice?—tenia que estar, sino yo mismo lo ahorcaría con mis manos.

-Si, señor Cullen. Benjamín fue uno de los primeros en llegar. -Voy de regreso James, dile a Benjamín que no le quite el ojo a Bella de encima y que no permita que nadie se le acerque demasiado.—le dije cortando la llamada. Llamé al piloto del avión y cancelé mi cena alegando una urgencia. Peter manejó a toda velocidad hacia el aeropuerto a petición mía. El vuelo duró solo 38 minutos, pero fueron los 38 minutos más largos de mi vida. En cuanto el avión aterrizó llamé a James. -Señor, tengo a Bella. Benjamín se está encargando de un chiquillo que al parecer le puso Rohypnol en la bebida, está un poco… diferente. -¿Dónde están?—gruñí. ¿Cómo demonios teniendo un guardaespaldas graduado con honores paso esto? -Estoy tratando de sacarla de la casa de la chica Brandon, no quiero causar una escena, ella está algo incoherente. -Llego en diez minutos, la quiero fuera de la casa.—cerré el teléfono y me pinché el puente de la nariz.—Acelera, Peter—le dije entre dientes. Salté del auto en cuanto se detuvo. James sostenía a Bella por un brazo, mientras Benjamín la tenía por el otro. Mi hermoso ángel, parecía una muñeca de trapo y alguien tenía que pagar por esto. -Bella, amor. ¿Me escuchas?—le pregunté inclinándome para verla a la cara. -Anthony—dijo arrojándose a mis brazos y dándome un beso en los labios. Esta no era mi Bella. Suspiré. -Voy a llevarte a casa amor—la tomé en brazos asegurándome que nadie viera su ropa interior. Ella asintió y trato de besarme de nuevo.— Benjamín, lo quiero fuera de circulación un rato y hazle saber que si se le vuelve a acercar será mucho peor—con eso me giré y entre a la limosina con ella en mi regazo. -Te amo…-me susurró al oído antes de morderlo. Whoa, definitivamente esta no es mi pequeño ángel.—Te amo…tómame—llevó sus manos a su "camisa" y tiró del nudo. -Yo también te amo, pero no sabes lo que estás haciendo—le dije seriamente tomando la tela para volverla a unir, tratando de no mirar directamente las suaves protuberancias rosas que se mostraron en todo su esplendor. -Sí sé. Soy una chica grande. –se giró de manera de quedar a ahorcajadas sobre mí. -Bella—le siseé por la estimulante sensación.—trata de dormir—coloqué mis manos en su espalda y acaricié la deliciosa piel expuesta. -Te deseo, tómame—dijo casi en un susurro y yo retiré mis manos de su piel. El efecto que estaba teniendo su cercanía, no me dejaba pensar con claridad. Podría volver a tener las manos allí. Imagino lo que sentiría al deslizarlas más abajo, al acariciarle el trasero, estrechándola en mis brazos, haciéndola saber cuánto me excitaba. En aquel momento estaba excitado viéndola vestida con ese pequeño disfraz, pidiéndome que la hiciera mía y llevaba más de un mes ardiendo por ella, había tenido que hacer un gran esfuerzo por hacer que las cosas no pasaran a nada que no fueron unos besos apasionados. No podía actuar siguiendo mis deseos. Sería injusto para Bella, aunque ella me lo hubiera ofrecido. No era justo aprovecharme de su estado. Cuando su respiración se acompasó y yo respiré aliviado. No me preocupaba que ella recordara mi auto ni nada de lo sucedido, después de todo, la amnesia era uno de los efectos de la maldita pastilla que le dieron. En cinco meses le diría la verdad, pero esperaba que para ese tiempo le fuera imposible dejarme. Podría lidiar con su rabia y su disgusto; pero nunca podría soportar que me sacara de su vida. Esta mujer se había convertido sin proponérselo en la razón por la que doy gracias todos los días, solo por el hecho de respirar su mismo aire.

La dejé en su cama y removí sus zapatos bebiendo de la hermosa visión de su cuerpo frente al mío, la cubrí con la manta y besé su frente. Me senté en una silla para velar su sueño y me sentí mucho más tranquilo después del informe de Benjamín sobre todos los sucesos, le entregué mis ropas y me vestí una de las que tenía aquí. -¿Anthony?—escuché su suave voz llamarme. Abrí los ojos para encontrarme con la mirada confundida de mi ángel¿Cuándo regresaste? -Bella amor. ¿Cómo te sientes?—me levanté sintiendo que todo mi cuerpo me dolía, supongo que eso sucede cuando duermes en una silla de plástico. -Me siento rara, muy adormilada aunque siento que he dormido por días. ¿Cuándo llegaste?—se movió de manera descoordinada para dejar reposar su cabeza en mi hombro. -¿No recuerdas nada de anoche?—le pregunté tanteando el terreno. Ella negó con la cabeza. -Me siento fatal—dijo poniéndose una mano en la cabeza -¿Te duele la cabeza?—le pregunté suavemente -No, es como mi mente tuviera un velo negro, lo último que recuerdo fue haber hablado con unos compañeros de la universidad y luego todo se vuelve muy confuso.—La recogí de la cama y la senté en mi regazo. -Isabella…-dije con frustración—eres la hija de un policía, ¿tu padre no te enseñó a no tomar nada que hayas visto como era servido? Si no hubiera sido porque B-James había llegado a buscarte…-me corté no podía siquiera pensar en esa posibilidad. La estreché contra mí. No podía perderla. No iba a perderla. -¿Tomar algo? yo no bebo alcohol, Anthony. Aun no tengo edad legal. Alice compró ponche de frutas, estaba servido en una de las mesas—se tocó la cabeza—uno de mis compañeros de finanzas…Taylor o Tyler no recuerdo bien… oh por Dios…recuerdo otro compañero Benjamín…me quitó el vaso después que le diera dos tragos… Oh Anthony—dijo enterrando su rostro en mi cuello. -Tranquila pequeña, ya te tengo. James fue a recogerte, nada paso. Mi jefe adelanto su regreso y James me contó todo. Nos encontramos aquí, me quede contigo a tu lado, para asegurarme que estuvieras bien. No te preocupes— acaricié su cabello, los lindos rizos que lo habían adornado estaban todos revueltos. -Gracias—suspiró contenta. -No fue nada—capturé sus labios en un beso. No sabía cómo hacer, pero ella no volvería estar en peligro de ninguna manera, así tuviera que contratar un ejército de guardaespaldas. Ella se había vuelto parte indispensable en mi vida y no podía dejar que nada, ni nadie nos separará. Ni siquiera mis mentiras.

CAPITULO 7 AMANDO La dejé después de asegurarme que se encontraba completamente bien, la besé con fuerza una última vez antes de dejarla de regreso en su cama para que descansara, le pedí que durmiera un poco más, yo solo me demoraría unas tres horas en la oficina así que regresaría pronto a su lado. Nos acabábamos de confesar que nos amábamos mutuamente y me encontraba aun en la nube nueve del cielo. Estaba enviando un correo electrónico aprobando unas cifras del presupuesto que me habían presentado en Vancouver, me pase la lengua por los labios. -Maldición, aun puedo sentir su sabor—murmuré para mi mismo tocándome los labios, recordando lo dulce que se sentían los de ella.

Desde que me había dado cuenta de cuales eran mis sentimientos hacia ella, me era cada vez más difícil apartarla de mis pensamientos. Aun no podía creer que mi ordenado mundo se hubiera visto patas arriba por esa pequeña criatura de hechizantes ojos cafés. Necesitaba saber que ella se encontraba bien a cada momento y el hecho de no tener un celular me lo complicaba bastante. -Zafrina, consígame un Blackberry y adjúntelo a mi cuenta de celulares—le dije a mi secretaria. Ahora solo me queda pensar cómo hacer para que ella lo acepte. Terminé los pendientes que tenia y salí hacia su departamento. Como lo pensé fue una pequeña batalla hacer que aceptara el teléfono, a pesar que le dije que era un privilegio que nos daban a los guardaespaldas y que James tenía a Victoria en la cuenta. Tuve que usar todo mi poder de convencimiento para lograr convencerla después que puso todo tipo de excusas como" es un modelo muy caro" o "no hay algo más sencillo". Cada vez que se quejaba por el costo de algo que le ofrecía, ya fuera una cena o un simple teléfono, no sabía si quería rodar mis ojos y decirle que eso era como quitarle pelo a un gato o ponerme a bailar por su desprendimiento ya que no le interesaba nada material que pudiera conseguir de mi. Ella era la primera mujer además de Esme que me quería por quién soy y no por mi cuenta bancaria. Pero ella ama Anthony no a Edward. Me dijo la molesta vocecita que desde hace unos días había empezado a aparecer en mi mente. Volví a alejarla de mi mente, no quería que manchara mi felicidad. El siguiente mes fue genial, cada vez estábamos más unidos, eso me daba muchas esperanzas en nuestro futuro. Nuestra relación aun se mantenía inocente, si el primer mes tenia las pelotas azules, para este las tenía casi negras. Pero aun así quería darle su tiempo, no quería que se arrepintiera de estar conmigo solo porque la situación se nos salió de las manos. En nuestro aniversario de dos meses decidí llevarla a comer fuera, no podía llevarla a un restaurante muy reconocido porque me podría encontrar con alguien que tirara mis planes al suelo. Cuando la vi salir del apartamento casi me caigo de espaldas. Llevaba un vestido azul con pequeños volantes de seda mostrando sus cremosas y largas piernas, su cabello caía en rizos sueltos por sus hombros y espalda. Casi no tenía nada de maquillaje. La vi morderse el labio y eso casi hace que perdiera mi resolución de salir, sentía más ganas de hacer que entrara al apartamento y tenerla solo para mí de una manera muy poco caballeresca. - Alice, lo hizo… se fue hace unos minutos -dijo un tanto incomoda por mi fuerte mirada. -Estas tan hermosa esta noche que me robas el aliento—le dije con sinceridad mientras tomaba su mano y le besaba el dorso para luego girarla y besar la cara interna de su muñeca. Su mirada estaba fija en la mía y luego sacudió su cabeza como siempre lo hacía cuando me miraba a los ojos mucho tiempo. La guié a mi auto y luego de subirme le tomé nuevamente la mano mientras conducía hacia nuestro destino. -Bella, amor. He conseguido un lugar especial para nosotros, ya sabes que mi jefe tiene muchas influencias, por favor no te mortifiques cuando lleguemos. No estoy tratando de sugerir nada con nuestra locación—le advertí para que se fuera haciendo a la idea, no quería que le diera uno de sus acostumbrados ataques cuando viera a dónde íbamos. -¿A dónde vamos?—preguntó curiosa mirando por la ventana. -¿Sabes que la curiosidad mato al gato? –jugué con sus dedos, no le iba a responder, quería sorprenderla cuando viera a dónde íbamos. Manejé unos cuantos minutos en dirección al muelle en silencio, cuando me vio aparcando en la entrada principal del hotel jadeó. -Anthony, no podemos cenar aquí, este hotel es muy costoso—dijo aferrándose al asiento. -No me costó un centavo, mi jefe se queja que nunca tomo vacaciones y este es su regalo—le mentí, saliendo del auto y abriendo su puerta. -Vaya, tu jefe debe apreciarte mucho—dijo asombrada mientras miraba a su alrededor.

La guié hacia los ascensores, colocando una mano en la parte más baja de su espalda. Como había pedido nadie vino a hacerme la corte y yo ya tenía la llave de la habitación en mi bolsillo. Cuando se percató que nos dirigíamos a las habitaciones la sentí tensarse. -Isabella, solo comeremos en la suit, no tienes nada que temer, nunca te haría sugeriría hacer nada para lo que no te sientas preparada—le dije suavemente—no tengo intención que esta noche termine siendo nada que no sea una privada cena romántica. Si se hace muy tarde, podemos quedarnos a dormir, la suit tiene dos habitaciones—le aseguré y ella me devolvió una sonrisa radiante. Cuando entramos a la suite penthouse, volvió a jadear, yo sonreí. Me alegraba poder hacerla vivir experiencias que nunca había tenido y llenarla de sorpresas. -No puedo creer lo hermosa que se ve la vista a la bahía Elliot—susurró acercándose a las puertas de vidrio. -Cenaremos mientras vemos el crepúsculo reflejarse en las aguas y allá podemos ver las montañas Olymic —le dije al oído. Se sobresaltó al no darse cuenta de cuando me acerqué. La envolví en mis brazos y deje mi cabeza descansar sobre la suya. Abrí las puertas y la ayudé a tomar asiento. Toqué un botón para llamar al camarero. -S-su entrada es-es pastel de cangrejo y camarones con salsa de langosta al limón y mermelada de tomate.—dijo una joven camarera, yo asentí y ella dejó los platos frente a nosotros. Bella se notaba muy divertida por algo que no logré captar. -Pareces muy divertida—le dije tomando su mano en cuanto estuvimos solos. -Es que lo que haces no es justo—me dijo en tono de acusación, pero con una sonrisa en sus dulces labios. -¿qué no es justo?—le pregunté confundido. -Que deslumbres a las personas, siempre que salimos a algún lugar te miran como bobas, reconozco la expresión de sus rostros cuando te miran, es la misma que la mía.—dijo para luego sonrojarse cuando se percató de su desliz. -¿Yo te deslumbro?—interesante, sonreí y pude ver que su expresión se ponía en blanco. -Todo el tiempo—respondió y se puso a comer. Era una delicia verla disfrutar cada bocado. -¿Quieres tomar un poco de vino o te pido una soda? -Un poco de vino está bien, solo espero que no esté tratando de emborracharme, Sr. Masen.—yo solo sacudí mi cabeza. –La comida está realmente deliciosa—me comentó. -Eso es solo la entrada, amor. De plato fuerte pedí, salmón salvaje de Alaska. Tiene un poco de hinojo, berro, almendras, un poco de polvo de naranja y vinagreta de limón, además de panceta de carnes frías. Pensé que podría gustarte—volví a llamar para que nos trajeran la comida. -Anthony…-empezó a decir y yo la corte. -Bella, trabajo mucho, lo menos que puedes dejarme hacer es disfrutar de los beneficios que conlleva mi posición. Beneficios que quiero compartir contigo—le volví a sonreír de la manera que sabia la desarmaría y no me equivoqué. Termínanos de cenar mientras conversábamos y reíamos por cualquier tontería. La noche fue cayendo y sugerí que tomáramos el postre en el sillón. Pedí unos helados sencillos, sabiendo que a ella le encantaban. -Gracias, ha sido una noche perfecta, murmuró recostando su espalda contra mi pecho, mientras volvíamos a contemplar la hermosa vista. -Me alegra que te haya gustado. –la giré para darle un beso, empezó suave y Bella quiso dominarlo así que la dejé.

-¿En verdad podemos quedarnos a pasar la noche aquí?—susurró contra mis labios. -Podemos quedarnos todo el tiempo que quieras, podemos pasar el fin de semana si así lo deseas—volvió a juntar sus labios con los míos. -Anthony…creo que estoy lista…-dijo casi sin voz. No entendí a lo que se refería hasta que tomó mi mano y se empezó a mover por la suite abriendo varias puertas hasta que encontró la recamara y nos hizo entrar.

CAPITULO 8 ENSEÑANDO Aun no podía creer que hubiera conocido a Anthony hasta la habitación de la suite. Nunca pensé poder reunir el valor necesario para hacer algo así. Pero aquí estaba yo, la simple, sencilla y tímida Bella Swan, frente al hombre más hermoso de la faz de la tierra, pidiéndole en silencio que me hiciera suya. Él estuvo quieto durante unos minutos, supongo que aun extrañado por mi osadía o considerando si valía la pena hacer el amor con alguien que no tenía la menor idea de lo que sucedería o de cómo complacerlo. Me estaba empezando a preocupar, pero él levanto mi barbilla con dos dedos y me beso con tanta suavidad, tanta delicadeza que casi me hace llorar. El fuego en mi interior que había sentido con anterioridad durante nuestras sesiones de besos empezó a arder con vida propia. Cuando se separó de mí pude ver que aun había duda nublando sus bellos ojos mientras me estudiaba con atención. Supongo que buscando algún tipo de duda para retirarse como siempre. Puse mis manos en su rostro, no iba a dejar que estaba vez ambos quedáramos insatisfechos. Sabía que lo amaba y sabía que él me amaba de la misma forma. No encontraba mejor persona a quien entregarme mi virginidad. Volvió a besarme, solo que esta vez con fuerza, era un beso que dejaba claro que era lo que seguiría. Sus grandes manos, tan fuertes y a la vez delicadas, recorrían el costado de mis costillas, haciendo que la seda del vestido se frotara contra mi acalorada piel, haciendo que fuera tan placentero que no pude evitar gemir. Fue el sonido más vergonzoso que hubiera emitido y no pude evitar sonrojarme. -Dime, Bella. ¿Quieres esto?—me dijo al oído. Su voz era suave, seductora, como una caricia de terciopelo. Me sentía casi en trance como si me tuviera embrujada. Asentí casi sin darme cuenta ya que estaba pérdida en la exquisita sensación de sus manos acariciando mi espalda y costillas, acariciando cada vez más abajo, haciendo que la velocidad de mi respiración subiera con cada centímetro que sus manos descendían. Me haló hacia por el trasero haciendo que lo "sintiera" estaba duro como roca, completamente erecto y enorme. Mi respiración aumentó mucho más, podía sentir un delicioso dolor entre mis piernas que calentaba a la vez que me asustaba no saber lo que pasaría en la mañana. -Podemos detenernos en cualquier momento—me murmuró —No quiero que estés asustada por esto Bella. —yo confiaba en él, sabía que cuidaría de mí, quería que continuáramos, necesitaba que continuáramos. -Por favor, no te detengas—podía sentir el sonrojo en mi rostro, pero tenía que mostrarle que lo decía en serio. Acaricie su definido cuerpo mientras trataba de desvestirlo, él tenía la contextura perfecta, ni muy delgado, ni muy musculoso. Me pidió que lo desvistiera con un poco más de rapidez y yo cumplí su orden sintiendo mi rostro estallar en llamas mientras la palma de mi mano se magnificaba de trazar cada musculo de su cuerpo. Lo escuche sisear mientras mi mano descendía hasta sus pantalones. Me beso con pasión mientras mis manos soltaban el botón de sus pantalones, empujándolos lo más que podía sin bajar mi mano hacia terrenos desconocidos. Lo sentí mover sus piernas seguramente para quitárselos. Yo no podía reunir el coraje de hacer ningún movimiento y por suerte él se quedo completamente quieto y…completamente desnudo.

Deje que mi vista lo recorriera completamente, nunca antes había visto un hombre desnudo… y Anthony se veía tan…grande que me dio un poco de miedo. Había escuchado conversaciones de Leah y Emily en la reservación donde hablaban de hombres y sus tamaños, pero yo no creía que mi novio se hallara entre los parámetros estándares. Anthony se empezó a reír. No sabía si había hecho algo mal. -¿Nunca has visto a un hombre desnudo?—me preguntó y cuando negué con la cabeza su rostro cambió varias veces de expresión -¿Eres virgen?—su voz era insegura, como si no lo supiera a ciencia cierta. Volví a asentir-¿Por qué nunca me dijiste?—lo vi pasarse la mano por sus cobrizos cabellos como si estuviera exasperado. -Tu nunca me preguntaste—no sabía si estaba molesto por esto, al parecer él nunca consideró que yo no tuviera experiencia. -Dime, amor…-su voz era apenas un murmullo, tomó mi rostro entre sus férreas manos y sus ojos se clavaron en los míos— ¿alguna vez te habían besado antes de mí?—negué nuevamente, su rostro se volvió pensativo, supuse que lo había molestado saber esto de mi. De pronto se habría dado cuenta que quería alguien con más mundo que una pequeña adolescente recién salida de un pueblo. Le pregunté la causa de su molestia con mis labios pegados a los suyos y obtuve una respuesta que no era lo que me esperaba. -Quiero tocarte ahora, amor. ¿Puedo?— su voz era ronca, baja y muy sensual, solo asentí como respuesta, eso era lo que más deseaba en este momento. Que me tocara. Anthony, sacó mi vestido por mi cabeza, levanté mis brazos para que la tarea fuera más fácil. Cuando el frío aire golpeó mi piel desnuda, sentí vergüenza por estar frente a él en nada que no fuera mi ropa interior. Miré al piso tratando de ocultar mi enrojecido rostro. -Isabella, eres la más hermosa criatura que he visto jamás, realmente lo eres, por favor no tengas vergüenza conmigo. –me dijo mirándome a los ojos antes de besarme. No podía creer que él pensara que yo era hermosa, cuando solamente era una fea muñeca de trapo a su lado. Me besó las mejillas y el cuello, mientras me decía al oído lo hermosa y preciosa que era para él. Sus manos acariciaron mis hombros como el toque de una pluma, haciendo que la calidez se extendiera sobre ella, su piel cosquilleaba la mía y la sensación entre mis piernas ahora era mayor. No podía creer sus palabras, ni siquiera cuando me dijo que yo ya lo hacía feliz. Estaba recostaba en la cama con su cuerpo sobre el mío. Sus labios empezaron a recorrer nuevamente mi cuerpo, quitó mi sujetador con un poco de torpeza, pero casi no sentí cuando me quitó las bragas. Sus labios estaban en uno de mis pechos, mientras su mano atormentaba el pezón libre, pinchándolo y rodándolo, entre sus firmes y hábiles dedos. No podía evitar los sonidos que escapaban de mis labios, mi cuerpo se removía y tensaba casi con frenesí bajo él. La mano que estaba en mi pecho, lo dejó desatendido para mi disgusto pero empezó un camino de descenso y sujetó mi cadera. Me pidió que tuviera paciencia… sí claro paciencia, pensé con sarcasmo, como podría tener paciencia cuando él me estaba volviendo completamente loca, necesitaba algún tipo de liberación, de cualquier tipo. Cuando su mano bajo mucho más abajo, tuve que cerrar los ojos por la cantidad de sensaciones que me asaltaron, nunca antes nadie me había tocado de esa manera, ni en ese lugar. Sus manos eran suaves y delicadas, se podría decir que hasta estaban bien cuidadas; es lógico ya en su trabajo no creo que requiera mucha labor manual. Cuando uno de sus dedos entró en mí, jadeé por la extraña sensación. Luego añadió un segundo dedo a la ecuación y los empezó a mover dentro y fuera, una y otra y otra vez. Podía sentir sus labios bajando por mi cuerpo, pero no podía concentrarme en nada que no fuera como todas mis terminaciones nerviosas De repente sentí los labios de Edward encerrar el pequeño botoncito que sabía que estaba allí pero que nunca había si quiera imaginado tocar, mi aliento se atoró en mi garganta. Cielos, si Charlie se enterara de esto creo que me moriría de vergüenza. Renee, había inculcado en mi ciertos valores…bueno yo misma me los había inculcado, viendo todos los errores que mi madre cometió en sus relaciones amorosas. Pero todos los pensamientos sobre lo que estaba bien o estaba mal me abandonaron cuando sus dedos se curvaron en mi interior y tocaron un lugar que literalmente me hizo ver estrellas. Me sentía confundida por los altos valores morales que tenia arraigados y las arrebatadoras sensaciones que Anthony estaba infringiendo a mi cuerpo. Definitivamente este tipo de besos deben ser considerados pecado. Como si hubiera podido leer mi mente, Anthony levantó su cabeza de en medio de mis piernas y me miró a los ojos. -Bella, amor. Nos amamos, no hay nada malo en que compartamos el placer, yo te amo y tú me amas. No te avergüences, no pienses; solo siente— me dijo y sus ojos eran negros cual alquitrán. Gemí con fuerza cuando su boca regresó a la delicada piel entre mis piernas. Sentí su lengua recorrer mis pliegues. Mis manos fueron a sus sedosos cabellos y lo halé contra mí. Lo escuché reír suavemente, haciéndome que la sensación se hiciera cada vez más intensas. Cuando su lengua reemplazó a sus dedos, mis caderas se arquearon buscando más fricción mientras su pulgar aplicaba una deliciosa presión en mi clítoris.

La lengua de Anthony se movía a un ritmo fijo, entrando y saliendo, la fricción era tan deliciosa que mis caderas se movían contra su mano por voluntad propia. Mis caderas se movían cada vez más rápido, mi aliento salía entrecortado, sentía el sudor que empezaba a brillar sobre mi cuerpo. Y entonces cuando la tensión que había en la parte baja de mi estomago, estaba a punto de estallar…Anthony dejó la estimulación de mi cuerpo, dejándome totalmente insatisfecha. Sentí su miembro en mi entrada y tomé aire preparándome para lo que seguía. Mi principal preocupación no era que fuera doloroso, sino que no pudiera complacerlo. Podía sentir el amor que sentía por este hombre llenar mi corazón y mi única preocupación era poderlo complacer en todo sentido. Frotó su erección contra mi centro haciendo que la llama que había estado flameando en mi interior volviera a arder. Lo vi tomar un condón de la mesita de noche, por suerte Anthony siempre pensaba en todo para garantizar mi seguridad, lo que menos necesitaba era quedar embarazada y yo no tomo ningún tipo de pastillas ya que no había conocido alguien con quien quisiera compartir esto. Arqueé mi espalda ofreciéndole más mi pecho, cuando su boca lo capturó. -Esto te dolerá un poco amor. Aférrate a mí. — me dijo volviendo a ponerse en mi entrada, soportando su peso con sus brazos y piernas. Cuando se movió de manera que entró en mí cerré los ojos con fuerza, era una sensación extraña, no del todo dolorosa, pero no del todo placentera. Acomodó mis rodillas para dar espacio a su amplio miembro. Lo sentí empujar para entrar un poco más en mí y yo sentí como si me estuviera partiendo en dos. Lo hacía de manera dulce y amorosa, entró centímetro a centímetro y luego se detuvo para empujar con fuerza. Demonios…eso dolió… Me aferré con fuerza a su espalda, me pidió disculpas y me dijo que haría que el dolor desapareciera, besó la única lagrima que se escapo por la comisura de mi ojo, quedándose completamente quieto. Luego de un momento empezó a moverse con suavidad, entrando y saliendo de mí. Lo hacía con tanta delicadeza que el dolor fue reemplazado con rapidez por el placer. -Oh Bella, mi Bella. Que felicidad me estás dando, mi amor. — envolví mis piernas con timidez, no sabía lo que estaba haciendo, pero si sabía que lo quería más cerca. Podía sentir el placer que me estaba dando con cada embestida desde ese ángulo. Sentía que no podía contener más el fuego en mi interior. Anthony, cambió el ángulo de sus embestidas tocando lugares que me empujaban cada vez más a un abismo, podía oír mis gemidos rebotando en las paredes, solo esperaba que no tuviéramos vecinos en la suite contigua. Mis caderas empezaron a encontrar las suyas en cada movimiento y entonces la más fantástica sensación que había experimentado, recorrió todo mi cuerpo, ola, tras ola de intenso placer. Su boca se apoderó de la mía, acallando mis sonidos. Luego su mirada se fijó en la mía, podía ver que habían muchas emociones dentro de él que literalmente sus ojos hicieron que un escalofrío recorriera mi espina. -Tú eres mía, mi Isabella— me gruñó posesivamente y era cierto. -Tuya, solo tuya—a partir de este momento le pertenecía completamente a Anthony Masen. No podía creerlo, al fin pertenecía a alguien, era la mejor sensación del mundo. Saber que había entregado mi corazón y que había sido correspondido. Anthony, me amaba; no había un solo segundo en que no me sintiera totalmente segura a su lado, era como si nada, ni nadie me pudiera dañar mientras estaba con él. Renee me amaba, pero no tanto como a su nuevo esposo, Charlie…mi padre me quería, él cuidaba de mí a su manera, pero nunca sentí como si realmente perteneciera a Forks. La mayoría siempre me trato como una recién llegada, aunque hubiera tenido dos años viviendo con Charlie, en La Push era el único lugar en el que me había sentido a salvo. Leah y Emily habían sido las mejores amigas que hubiera deseado, pero ellas tenían a sus medias naranjas y no podían estar con una quinta rueda como yo. Jake es mi mejor amigo, mi casi hermano. Siempre trató que no me sintiera excluida pero era casi imposible. -Te amo, Bella…-susurró en mi oído acariciando mi cuello con su nariz. Yo no pude evitar sonreír. -Y yo a ti—le dije suspirando contenta. Mi primera vez no podía haber sido más perfecta, pensé con satisfacción, vanagloriándome de cómo su cálido cuerpo reposaba sobre el mío. -¿Sabes que ahora no podrás librarte de mí?—ronroneó rozando mi hombro con su incipiente barba. Yo reí, haciendo que nuestros cuerpos se frotaran. Lo escuché murmurar algo que no pude entender, pero me si me di cuenta de cómo se ponía rígido nuevamente en mi interior.

-¿Ya? ¿Tan pronto? Tenía entendido que ustedes necesitaban descansar para poder volver a… tu sabes…-me sonrojé y él acarició uno de mis senos, haciéndome vibrar. -Este es el efecto, que tienes en mí. Mi pequeña Bella, no sabes las cosas que me haces—dijo mientras volvía a tomarme. Así siguió prácticamente toda la noche, insistió en tomar una ducha y me poseyó contra la fría pared de mosaico, sobre la alfombra a la entrada de la habitación ya que no alcanzamos a llegar a la cama y una estuvimos acostados en la cama, volvió a hacerme suya. No tenia con quien compararlo, no sabía si todos los hombres eran así de insaciables o solo él. Al fin nos quedamos dormidos, cuando el sol reflejaba los primeros rayos del amanecer sobre las aguas de la bahía. Me desperté un tanto desorientada sintiendo una leve caricia en mi espalda, abrí lentamente los ojos para encontrarme con los ojos del hombre de mis sueños. Pude sentir el rubor expandiéndose por mi cuerpo cuando recordé la noche anterior y el hecho que me encontraba totalmente desnuda en la cama. -Buenos días amor. El almuerzo está listo—me dijo dándome un beso en la frente. Miré el reloj que estaba en la mesita de noche y me di cuenta que eran casi las dos de la tarde. -Cielos, nunca antes había dormido tanto—me senté halando la sabana contra mi pecho. Podía sentir cierta incomodidad en mis partes íntimas, como recordatorio de todas las actividades. -¿Te sientes bien?—preguntó recorriendo con uno de sus hábiles dedos el contorno de mi rostro. Asentí mordiéndome el labio. Él se inclinó y lo liberó succionándolo entre los suyos. -Lo lamento, pequeña. Tú me hiciste perder la razón y casi no recordé que no estabas acostumbrada. Pedí que te trajeran dos advils con la comida para que te sientas mejor. —me miraba con deseo y algo más que no sabía cómo identificar, inclinó su rostro y dejo que su nariz recorriera mi cuello, clavícula y hombro; inhalando profundamente. -No me d-duele tanto—le mentí perdiéndome en las sensaciones que dejaba su toque. Lo escuché reír y me miró enarcando una ceja. —Solo un poquito—rectifiqué apenada de que me pudiera leer con tanta facilidad. -Ven, almuerza para que te tomes las medicinas—me besó la punta de la nariz. Me ayudó a levantar y yo me envolví en la sabana tanto que prácticamente parecía una momia. Anthony, tenía puestos unos jeans y una camisa casual remangada hasta el codo, mostrando sus fuertes antebrazos. Me sentó sobre sus piernas y me alimentó como si fuera una niña pequeña. Hacia bromas y jugueteaba, nunca lo había visto de tan buen humor. Me tomé las pastillas y me fui a dar una ducha rápida. No pude evitar que el sonrojo cubriera mis mejillas cuando recordé los gemidos que salían de sus perfectos labios mientras se enterraba en mí una y otra vez contra la pared con el agua tibia cayendo por nuestros cuerpos como una cascada. Amaba a ese hombre con todas mis fuerzas y después de anoche se había despertado algo en mí que no sabía que existía. Además de amarlo, lo deseaba con fervor. Salí del baño envuelta en una toalla y como no sabía que ponerme ya que no encontraba mi vestido de ayer. Abrí la puerta y me dirigí a la sala donde lo encontré sentado mirando a la bahía. Me senté a sus pies en medio de sus piernas y deje descansar mi cabeza en su rodilla. Nos quedamos en silencio unos minutos, yo tenía mis ojos cerrados disfrutando de la manera en la que acariciaba mi cabello. -No encuentro mi vestido—le dije suspirando. -En el armario hay una bolsa con algunas de tus ropas. Me tomé el atrevimiento de hacerla por ti ya que no sabía si pasaríamos la noche aquí o no—susurró muy bajo, acariciando mi oreja y cuello. —No tienes idea lo mucho que te amo, Isabella—murmuró, al parecer más para él mismo que para mí. Levanté un poco mi cabeza, su voz sonó cargada de una antigua tristeza y sus ojos me lo confirmaban. -¿Estas triste?—le pregunté, irguiéndome de pronto para tomar su rostro en mis manos. -Como podría estarlo si te tengo a mi lado, amada mía—me besó con suavidad, pero este beso era diferente, estaba cargado de temor.—A veces pienso que eres solo un sueño, que vas a desaparecer entre mis dedos y me despertaré

para volver a mi vida fría y vacía—no sabía porque me decía esas cosas. Anthony por lo general no hablaba de su vida, pero en este momento me parecía tan vulnerable como un niño pequeño y extraviado. -Nunca me perderás, pase lo que pase siempre estaré contigo hasta que me digas que ya no me quieres a tu lado— le dije con sinceridad. Supongo que soné como una niña encaprichada con su primer amor, pero en verdad sentía cada palabra que le dije. Lo besé con intensidad, quería transmitirle todo el amor que sentía por él. Besé su cuello, sus hombros, solté con premura los botones de su camisa y le brindé atención a cada perfecto plano de su pecho cincelado. Seguí bajando sintiéndome atrevida, pero cuando llegué a sus pantalones, no supe que hacer. —Quiero complacerte, quiero hacerte sentir bien ¿Qué…qué hago?—le pregunté sonrojándome. -Desabrocha mis pantalones y sácalo—me ordenó en una voz cargada de deseo, que provocó un flujo de humedad en mi entrepierna. Cielos, secretamente adoraba cuando se ponía en plan mandón; era tan excitante ver cómo podía tomar el control de una situación con tanta facilidad. Cumplí con su orden y jadeé al ver que igual que anoche no traía ropa interior… Definitivamente este hombre quería matarme, nunca antes había hecho nada como esto, pero no debía ser difícil… ¿o sí? Me relamí los labios en espera de otra indicación. Me encontré con sus ojos cargados de deseo y vi que los míos reflejaban lo mismo. Actué por instinto e incliné mi cabeza, tratando de engullirlo lo mejor posible con mi boca, aunque no había espacio para más y lo sentía casi en mi garganta, podía ver que aun faltaba por tenerlo completo dentro. Cerré los ojos recordando lo enorme que se sintió dentro de mí, moví mi cabeza de arriba abajo tímidamente primero y luego con más decisión. Anthony, tenía los ojos cerrados y la cabeza recostada contra el respaldo de la silla. Lo único que me indicaba que lo estaba haciendo bien, fueron sus leves gruñidos y que él pronto empezó a mover sus caderas para encontrarse con la mía. Trataba de respirar por la nariz para evitar ahogarme. -Bella…amor…estoy a punto—me dijo entre dientes tratando de separarme de él, pero yo quería hacer bien esto por él, así que me pegué mucho más a él y trabajé con más ahínco. Había escuchado muchas historias de Leah y Emily pero nada me preparó para cuando sentí que descargaba en mi boca, el sabor… no sé como hacían ellas, pero yo a pesar que tragué un poco no pude obligarme a tragar más y terminé con los cachetes hinchados, llenos de él. — Creo que necesitas un baño—me dijo con una sonrisa bailando en sus labios y en sus ojos, me alegraba saber que volvía a parecerse a sí mismo. Me levanté y caminé al baño con la mayor dignidad que podía, pero cuando estuve fuera de su vista corrí hasta llegar al lavamanos. Me cepillé los dientes logrando deshacerme del extraño sabor y regresé a su lado. Anthony, no se había movido ni un solo centímetro de donde lo había dejado. Aferré mi toalla a mí alrededor y me volví a sentar entre sus piernas. Sus bellos ojos se abrieron y rió ligeramente. -Te ríes, porque no sabía lo que estaba haciendo—lo acusé y sentí que mi labio inferior sobresalía en un puchero. -No, amor. Me rio porque es lo más maravilloso que me han dado. —me tomó de la mano y me sentó a horcajadas sobre él, soltó mi toalla haciéndola caer en el suelo y me besó con pasión mientras volvía a penetrarme.

CAPITULO 9 ACEPTANDO Tenía los ojos cerrados mientras recordaba el maravilloso espectáculo que fue ver como Bella engullía mi falo, hasta hacerlo desaparecer entre sus deliciosos labios. Sentí tanto placer en ese momento que la culpa que me carcomía desapareció. Pero sabía que tenía que hacer las cosas bien por ella, tendría que arreglarlo todo para contarle la verdad, hacer que me perdonara por mi mentira y que ocupara el lugar que debía, que era estar a mi lado. Mandé un email desde mi celular a Jenks, tenía que ocuparme de un asunto que no podía esperar un segundo más. Isabella Swan, tenía que ser mía en todo el sentido de la palabra. Suspiré contento ahora que todo estaba en marcha. Me dediqué a acariciar su espalda desnuda y escuchar el suave ritmo de su respiración. Aun no sabía cómo iba a soportar no verla desde el jueves hasta el domingo. Nunca he aborrecido las fiestas tanto como en esta ocasión.

Isabella, regresaba a Forks, para pasar acción de gracias con su padre y naturalmente no podía acompañarla. Serian cuatro días insoportables. Por suerte aun nos quedaba un día más en la suite. Mi celular sonó y Jenks me confirmó que empezaría a redactar el contrato enseguida. Apreté el delicado cuerpo de mi amada y enterré mi rostro en sus cabellos dejándome entrar en el mundo de los sueños, donde ya Isabella era una Cullen. Después de haber pasado todo el fin de semana con ella en mis brazos, me estaba resultando muy difícil acostumbrarme a la idea de que esta noche no podía quedarme en su apartamento. -Bella, amor. Esta noche te tendré en cada uno de mis pensamientos y maldeciré cada segundo que no puedo estar contigo—le dije mientras entraba y salía de ella. -Entonces, no te vayas—me susurro con un gemido. Le respondí con un gruñido mientras apretaba los dientes, tratando de demorar todo lo que podía mi inminente clímax. Apreté sus caderas y jugaba con su clítoris mientras besaba la piel que estaba justo en medio de sus omoplatos. Mis embates se hacían cada vez más fuertes y rápidos. Me deleitaba escuchado sus gemidos cada vez más fuertes, por suerte la vecina del apartamento de al lado de Bella era una anciana sorda. Aunque no podía decir lo mismo de quien vivía en el apartamento de arriba o en el de abajo. Pero eso no podía importarme menos. Mis manos jugaban con sus pechos y su clítoris. Le susurraba al oído lo mucho que la amaba y el inmenso placer que ella me estaba proporcionando. Hice que su cabeza se girara para poderle dar un beso sin dejar de moverme. El sonido que hacían nuestras carnes al encontrarse era casi mágico, envolviéndonos en una burbuja en donde no existía nadie que no fuéramos los dos. Gruñí con fuerza mientras sentía como sus paredes se contraían contra mi miembro, ordeñándolo y haciendo que vaciara hasta la última gota de mi amor en ella. La abracé con fuerza haciendo que su espalda se pegara a mi pecho. A pesar que mi miembro ya estaba flácido, no tenía intenciones de salir de ella. Necesitaba sentirla cerca, cerré los ojos sabiendo que mañana otra parte de mi plan se pondría en marcha. Me quedé diciéndole palabras dulces al oído hasta que se durmió. Salí de su cuerpo e inmediatamente extrañe su calidez que me rodeaba como la más fina de las sedas. La deje durmiendo en mi cama y arropé su cuerpo desnudo dándole un último beso antes de salir de su apartamento. -.-.-.-.-.-.-Jenks, ¿redactaste los documentos para la Sra. Kuznetsova?—le pregunté jugando con el anillo que había sacado de mi caja fuerte esta mañana. -Por supuesto Sr. Cullen, esta misma tarde se los envió para que los revise y me dé su aprobación. –me dijo nerviosamente. -Los quiero al medio día, necesito cerrar este trato— colgué el teléfono, mi voz no dejaba duda de que quería cerrar ese negocio a la mayor brevedad posible. Mi celular sonó y me el identificador de llamadas me dejó ver que era Benjamín. Esperaba que fueran buenas noticias. -Todo listo Sr. Cullen; el estorbo fue eliminado—me dijo en tono profesional, yo sonreí abiertamente, ya tenía una cosa menos de la que preocuparme con referencia a Isabella. Ahora solo me tocaba esperar y ver como se desarrollaban las cosas. BPOV

-Lo hicieron…-dijo como una afirmación y no una pregunta. Alice, me miraba especulativamente esperando mi confirmación. Sabía que mi cara me delataba porque la sentía completamente en llamas. — ¡Lo sabia! Ahora dímelo todo—aplaudió mientras daba pequeños saltitos a mi lado. -Alice, no voy a darte detalles de mi vida privada en ese sentido—le murmuré con vergüenza. -Por la cara de felicidad que tienes puedo ver que fue fantástico, ¿tuviste varios orgasmos? ¿Está bien dotado? -¡ALICE!—la miré con horror—no creo que sea de tu incumbencia—sonreí al recuerdo de todo lo que hicimos este fin de semana y luego me volví a sonrojar. -Puedo ver que la respuesta es afirmativa a las dos cosas. Vamos Bella, dame algunos detalles, yo te los daré cuando Jaz y yo lleguemos a ese punto. —me dijo soñadoramente. -Whoa, no creo necesitar esa información Alice. Y ¿Quién es Jaz?—su cara irradiaba felicidad con solo la mención de ese nombre. -Va a ser mi esposo, el futuro padre de mis hijos. Es el hombre más maravilloso de la tierra. Lo conocí el sábado en Starbucks, me mandé una Bellada y le manche su traje italiano. Cuando nuestros ojos se encontraron supe que estaba frente al amor de mi vida—suspiró, poniéndose una mano sobre el corazón. Yo rodé los ojos a la mención de torpeza que ella había bautizado con mi nombre.—Nos hemos visto todos los días, me llama siempre que puedo. -Me alegro mucho por ti Alice—le dije envolviéndola en un abrazo, yo sabía que ella había mantenía una relación familiar bastante tensa con su madre y su padre. Era bueno que tuviera alguien que la quisiera—¿Tus padres ya regresaron de Paris? Puedes ir conmigo a Forks, si quieres—le ofrecí mientras llegábamos a mi auto. -Nop, Jaz me invitó a las Vegas, ¿puedes creerlo? Es dueño de un hotel allá.—me dijo y la vi registrar en su cartera con afán. Sacó su celular y me lo mostró—dime si no es el hombre más guapo que hayas visto—puso teatralmente su mano en su frente. -Anthony, es más guapo—le bromeé y ella solo rió. Nos despedimos, la vi saltar en su auto y encender el radio a todo volumen. Subí a mi auto y traté de encenderlo sin lograrlo. No podía creer que esto me estuviera pasando a mí. ¿Por qué tiene que pasarme esto a mí? ¿Es algún tipo de castigo por tener sexo antes de casarme? ¿Cómo se supone que voy a ir hasta Forks, con el auto averiado? Seguí intentándolo en vano, hasta que mi celular empezó a sonar. -Anthony—respiré para calmarme. -¿Qué sucede, pequeña? Te noto algo estresada—me dijo con su voz sedosa, haciendo que todo lo que me preocupaba desapareciera. -No sé que le sucede, a mi auto. Me ha dejado tirada en la universidad—dije sacando mi frustración. -Espérame allí, voy a recogerte. Tengo un amigo que tiene un taller, le pediré que lleve su grúa para remolcarlo y que lo revise. Aunque te soy sincero, amor. No creo que tu auto de para mucho—su manera de hablar era tan segura, tan controlada. Era como si no tuviera que preocuparme por nada mientras él estuviera cerca. -Ok…-le dije patéticamente. -Estaré a tu lado en quince minutos, amor.—colgó y yo salí del auto, para sentarme en la banca que estaba frente a él. -Cacharro inservible. Voy a matar a Jake en cuanto lo vea—murmuré molesta. Él me aseguró que el auto estaba en perfectas condiciones y que no tendría ningún tipo de problemas. Me había dicho que lo revisaría en acción de gracias, para asegurarse que todo marchara bien. Deje caer mi cabeza sobre el respaldo de la silla y cerré los ojos por unos minutos. -Oye, tú eres la chica Swan de literatura, ¿verdad? La de los poemas—me dijo un chico rubio de facciones aniñadas.

-Eh..Sí… tu eres…¿Aston?—su rostro me era familiar pero ligarlo con el nombre me estaba costando trabajo. -Austin—me corrigió. -Lo siento, soy mala con los nombres—me disculpe. -Estabas en la fiesta de Alice, eras la gatita—sus ojos brillaron con reconocimiento y yo asentí sonrojándome, sintiéndome un poco incomoda por la asociación. Él chico me sonrió abiertamente—Esta semana es acción de gracias, pero de pronto el próximo viernes quieras ir al cine o algo así. Podríamos salir a cenar.—su voz sonaba confiada. -Isabella, no está disponible. Lamento estropear tus planes—dijo Anthony de manera posesiva. -Anthony—me levanté como un resorte y sabía que estaba sonriendo como idiota, pero no podía evitarlo. -Hola, amor.—se inclinó y me dio un beso profundo, haciendo que tuviera que sujetarme de él cuando mis piernas se volvieron gelatina.—todo está listo, mi amigo se encargará de tu auto. Me llevó a su auto y pude ver como subían el mío a una grúa. -¿Crees que tu amigo lo tenga listo para que pueda ir a Forks?—él negó con la cabeza y yo gemí. -No te preocupes uno de mis compañeros, Peter. Va a Port Angeles, por las fiestas. Hablé con él hace unos momentos y me dijo que no tenia problema en llevarte.—me sonrió tomando mi mano y besándola. -No quiero molestar—me daba algo de pena tener que depender de otra persona para que me llevara. -No, te preocupes. Peter me debe un favor y está más que dispuesto a llevarte. Es eso o que me dejes ayudar a comprarte uno de los carros que mi jefe compra para nunca usar y después vender por dos céntimos. Podemos vender tu auto a alguien a quien le gusten las antigüedades—pude escuchar un tono burlón cuando dijo lo último. -Ey, no odies a mi auto. Es un clásico, no una antigüedad—le recriminé, cruzando los brazos. -Lo que sea. Creo que puedo conseguir un excelente precio por él y eso lo puedes invertir en comprarte un auto nuevo. -No creo que me den para tanto—le murmuré sabiendo que el auto solo le costó a Charlie quinientos dólares y con quinientos dólares no se compran autos nuevos a menos que sean de juguete. -Confía en mi, ¿cuándo te he dicho algo que no haya podido cumplirte? Dime qué te parece un lindo Prius, ayuda a cuidar el medio ambiente—besó mi mano. -Estas loco, esos autos son costosos, nunca podría conseguirlo solo vendiendo mi chevy—abrí mucho los ojos al verlo mover la mano como si fuera una pequeñez. Debía reconocer que Anthony a veces mostraba un aura muy poderosa e influyente, era como si para él, conseguir cualquier cosa fuera tan fácil como tronar los dedos. -Mi jefe se compró uno hace unos meses y ahora no lo quiere, como yo tengo el Volvo, no he hablado con él, pero creo que ese auto sería estupendo para ti, ¿qué te parece en color azul eléctrico o un rojo sangre?—fruncí el ceño. -¿De qué color es el auto de tu jefe? ¿Para qué escojo colores?—frunció los labios unos segundos y luego sonrió de medio lado. -Tiene varios, ya sabes cosas de ricos—detuvo el auto fuera de mi edificio y me besó con fuerza, haciéndome olvidar cualquier cosa que me preocupara. Me sacó del auto casi sin darme cuenta y en un parpadeo estuve frente a la puerta de nuestro apartamento. -Isabella—murmuró en mi oído, haciéndome temblar por la anticipación, cada vez que él pronunciaba mi nombre completo hacia que mi corazón dejara de latir por unos segundos.—sabes lo mucho que te amo y no me canso de repetirte lo que significas para mí—acarició mi costado con su largo, hábiles y estilizados dedos. La sola sensación

de su suave tacto me estaba haciendo temblar.—te necesito en mi vida, pero no solo como mi novia, quiero que seas mi amante, mi esposa, la madre de mis hijos—sus palabras eran dulce, atrayentes y persuasivas; pero al mismo tiempo me llenaban de temor. Siempre me he querido casar, pero antes quiero terminar mi carrera universitaria. No quería adelantarme a la situación, ni poner palabras en su boca que él no había dicho, pero cuando abrió la puerta del apartamento y sentí algo frio, metálico, pero muy delicado en mi dedo, mi aliento se atoró. Todo el apartamento estaba suavemente iluminado por cientos y cientos de velas. En medio de la sala había un único jarrón de rosas matizadas que tenía una enorme tarjeta a sus pies. "Cásate conmigo" decía. Jadeé como un pez fuera del agua. Tantos sentimientos y pensamientos se vinieron a mi mente. Lo primero que quise fue decirle que sí y brincar a sus brazos para hacer el amor toda la noche. Pero la otra parte de mi tenía miedo, miedo de quedar igual que mis padres. -¿Qué me respondes amor?—me preguntó levantando mi mano izquierda y besándola. -N-no sé que decirte—susurré dándome cuenta que me había colocado un hermoso anillo en el dedo. -Dime que sí—apretó mi espalda contra su pecho.—No nos tenemos que casar mañana, podemos esperar un poco. No interferiría con tu universidad, puedes seguir estudiando—besó mi cuello y yo cerré los ojos ante la avasallante sensación. A pesar de que sentía que era muy pronto, tenía unas enormes ganas de aceptar. -¿Puedo darte mi respuesta cuando regrese de Forks?—le pregunté con un hilo de voz. -Tomate todo el tiempo que quieras—me dijo empezando a desvestirme. EPOV -Anthony, este anillo es demasiado. Debió haberte costado una fortuna y además no creo que deba usarlo hasta que no te haya dado mi respuesta.—dijo contemplando el anillo en su dedo. -Primero, el anillo no es demasiado, tú te mereces mucho más. Segundo, no me costó ni un centavo porque perteneció a la abuela de mi madre y tercero, úsalo así te acostumbraras de todos modos tu respuesta será "sí"—le dije acariciando su cuerpo desnudo con un solo dedo. -Como que tienes mucha confianza, espero no desinflar tu burbuja—rió con suavidad. Era cierto, tenía mucha confianza. Tenía confianza en ella y en que podría convencerla -No lo harás—le dije subiéndome en ella. -.-.-.-.-.Después de ese grandioso fin de semana, debía confesar que me costaba mantener mis manos para mí mismo, sabía que no era porque tenía mi necesidad sexual reprimida como castigo desde hacía cinco años, sino por el seductor ángel que se encontraba entre mis sabanas. Bella, había resultado una pequeña cajita de sorpresas, quien podría imaginar que en ese pequeño y virginal cuerpo, se encontraba una diosa sexual. Desde la primera vez que me pidió que le enseñara a complacerme, había seguido cada una de mis instrucciones al pie de la letra, debía decir que era una alumna muy aplicada en lo referente a las artes amatorias. Se dejaba llevar y le gustaba experimentar todo lo que podía, nunca se opuso a nada de lo que le sugería. Lo que más me excitaba era que la estaba moldeando para mí y no tendría otro maestro que no fuera yo. No conocería nada aparte de mí y eso sacaba mi macho interior. La había tomado de todas las formas que sabia e incluso de algunas nuevas. La había poseído sobre sus rodillas, contra la pared, en mi auto, en el parque, en el sofá, sobre una silla. No había superficie de su apartamento donde no hubiéramos hecho el amor. Después de nuestro primer fin de semana juntos, empecé a usar preservativos, solo que a veces con el calor de la situación se me olvidaban, mi pobre ángel siempre estaba tan absorta cuando el deseo la envolvía que no se daba cuenta de nada de lo que sucediera a su alrededor, creo que hubiera podido destrozar la cabecera de la cama y ella no se hubiera dado por aludida. No me preocupaba el hecho de que pudiera quedar embarazada, cuando su periodo la visitó mientras estaba con su padre por acción de gracias debo aceptar que me llevé una pequeña desilusión. Sabía que la quería como la mujer de mi vida.

No se da cuenta de que no usas preservativo, pero confía plenamente en que seas tú quien la cuide. Me pinché el puente de la nariz, como siempre que esa voz sonaba en mi mente. Ella aun no había aceptado mi propuesta de matrimonio, pero sabía que terminaría haciéndolo. El hecho que aun portara el anillo de compromiso y me hubiera pedido un poco más de tiempo me decían que solo era cuestión de días. Ya me había deshecho de ese maldito carro y ahora tenía un Prius, le había tenido que decir que conseguí un excelente precio por su viejo "auto" vendiéndoselo a un coleccionista que los restauraba; hubiera querido regalarle un Mercedes o un Ferrari, pero entonces tendría que decirle la verdad y en estos momentos con el caso de Irina Kuznetsova. Necesitaba mi mente fría para poder conseguir lo que quería asegurándome que se firmaran esos papeles. En cuanto tuviera esa maldita firma, podría enfocar toda mi atención en mi Isabella. Peter la había llevado a Forks y la había traído de regreso a mis brazos sana y salva. La vigiló con mucha discreción, asegurándose de que no se metiera en ningún problema. El sonido del teléfono me sacó de mis cavilaciones. -Sr. Cullen, la Sra. Cullen en la línea uno—dijo Zafrina. Aquí vamos… -Páseme la llamada.—murmuré sabiendo lo que venía. -Buenos días madre—la saludé. -Edward Anthony Cullen Patt—me siseó.—estoy muy contenta que al parecer has dejado de estar lamentándote de tu vida y escondiéndote bajo el trabajo. Pero no puedo creer que no tengas tiempo para venir a visitar a tu madre. Ahora dime, ¿Qué ha sucedido para que hayas dejado tu actitud de querer arrancarles la cabeza a mordiscos a las personas? ¿Hay algo de lo que debería estar enterado? Rose me contó, que Emmett le ha dicho que has hablado con él más veces en estos dos meses que en los cinco últimos años, también le dijo que ya no eres un ogro. No sabes cómo me alegro hijo mío—dijo con voz jovial. Solo mi madre podía cambiar de estar enojada a estar alegre en menos de un minuto. -Madre, he estado muy ocupado y no creo eso de que haya cambiado mi forma de ser. Sigo siendo el mismo de siempre—le dije queriendo arrancarle la cabeza a McCarty por su indiscreción. -Sea lo que sea que te este haciendo feliz, me alegra y sabes que cuentas con toda mi aprobación—me dijo con suavidad. -Madre, no creo que aprobarías lo que estoy haciendo—sacudí mi cabeza.—Y dile a Rose que se deje de meter en mis asuntos. -Edward, sabes bien que ella te quiere como si fueras su hermano mayor, se preocupa por ti al igual que todos los demás. ¿Vas a venir a casa para estas fiestas?—odiaba cuando mi madre ponía esa voz suplicante. -No lo creo, madre. No, a menos que sea indispensable y la verdad no quiero ir a tener otra discusión con mi padre y arruinarles las fiestas a todos. Estoy bien aquí—aunque la principal razón era que no quería separarme de Bella, aunque ella se fuera a pasar las fiestas con su padre, quería estar en el mismo país que ella. -No siempre vas a poder huir de los problemas hijo. -Madre, estoy tomando las riendas de mis problemas. No te preocupes.—sabia que caeríamos en temas que no tenía intención de conversar, mi celular sonó y era mi ángel personal—Madre, te llamaré después, tengo que atender una llamada importante. -Te quiero hijo. -Yo igual—le dije cerrando la llamada. Suspiré profundamente, echando a un lado los fantasmas del pasado, antes de responder la llamada de mi ángel. -Amor—sonreí enseguida que contesté. -¿Crees que tendrás la noche libre hoy? Voy a hacer la cena y tengo algo que contarte—su voz era tan suave y angelical que podía cambiar mi día más gris en uno lleno de color.

-Claro, amor. Iré al apartamento en cuanto salga de la oficina. -¿Oficina?—me preguntó curiosa, haciendo que quisiera golpearme por mi estupidez. -Acompaño a mi jefe a su oficina, estoy aquí en estos momentos—le mentí con rapidez. -Ah…ok… entonces te veo en la noche. Tengo que entrar a clases. Te amo—dijo colgándome con premura. Maldición, necesitaba sentarme y hablar las cosas con ella. Contarle toda la verdad, antes de seguirme enredando en tantas mentiras. -Jenks— gruñí por teléfono.—Necesito esa maldita firma y la necesito ahora. -Sr. Cullen, he hecho todo lo posible, pero la Sra. Irina dice que no negociara con nadie que no sea con usted; que si tanto desea su firma, tendrá que ir a verla en persona.—me dijo con miedo. -Bien…-colgué. Si se va a comportar de esa forma y quiere guerra. Guerra tendrá. Ella tiene algo que es mío y lo quiero de vuelta. Tendré que hacer un viaje relámpago a Rusia para conseguir esa maldita firma. Me cambie de ropas y me dirigí al apartamento de mi amor. Hoy más que nunca necesitaba encontrar el consuelo de sus brazos. Estábamos a mediados de diciembre y el tráfico en la ciudad estaba horrible. Abrí la puerta del apartamento con ansias y la encontré en la cocina, como siempre cantando mientras cocinaba. Okay, so you're Brad Pitt That don't impress me much So you got the looks but have you got the touch Don't get me wrong, yeah I think you're alright But that won't keep me warm in the middle of the night That don't impress me much You're one of those guys who likes to shine his machine You make me take off my shoes before you let me get in I can't believe you kiss your car good night C'mon baby tell me-you must be jokin', right! Oh-oo-oh, you think you're special Oh-oo-oh, you think you're something else -Yo espero tener el toque que te mantiene caliente en medio de la noche—le ronroneé al oído. -Oye, me asustaste!—se quejó girándose en mis brazos, aun con su mano alrededor de su cuello.—Y aunque no me impresione tu brillante Volvo, si me mantienes tibia cuando te quedas a dormir. Tú no tienes que impresionarme, eso es lo que me gusta de ti, que eres autentico y sincero —murmuró avergonzada, haciendo que sintiera como si me hubiera caído un balde de agua congelada -Isabella…. Yo…-le tenía que decir…me dolía saber que ella solo penaba cosas buenas de mi, mientras yo era el canalla que la engañaba. —Ahora, siéntate. Voy a sacar la lasaña del horno—me cortó, dándome un pequeño beso en los labios y se inclinó para sacar los alimentos del horno. Yo, como el cobarde que soy me callé la verdad, enterrando mi culpa, para que no se diera cuenta. Fue a la nevera y sacó una botella de vino, yo enarqué una ceja. -Es sidra sin alcohol, no me dejaron comprar una botella de vino por no tener la edad legal—su sonrojó fue tan cómico que no pude evitar reírme.

-Lo siento amor, por lo visto vamos a celebrar una ocasión especial. Sí me hubieras dicho eso habría traído champaña—tome la botella y la abrí sirviéndola en las copas. Ella me miró nerviosa y luego se entretuvo colocando la comida. -Tengo dos cosas que decirte—me dijo con timidez y yo besé su mano.—Mi profesor de literatura nos pidió que tomáramos unas fotografías e hiciéramos una poesía inspirada en ellas. Me dijo que tanto la poesía como las fotografías tenían futuro. Me sugirió que siguiera tomando fotos y que me inscribiera en un curso sobre eso.—me dijo emocionada, sentándose en mis piernas. Yo la abracé con fuerza. -Estoy muy orgulloso de ti, amor.—le dije besándola suavemente—Me hubieras dicho eso y te hubiera invitado a celebrarlo. -Sabes que prefiero que estemos los dos solos, no me llamaba la atención contarte esto en público—se acurrucó en mi cuello.—Ahora vamos a comer, antes que se enfríe.—se levantó casi de un salto y empezamos a comer.—Sabes Garrett, está muy bien. Dice que ya ha contratado un investigador para rastrear a su ex esposa. Estoy muy feliz por él, ahora que su vida se está encaminando. -Es bueno saberlo. Por favor envíale mis saludos cuando vuelvas a hablar con él.—le dije saboreando la lasaña. La notaba algo inquieta, jugaba con el anillo. Terminamos de comer y la vi mordiéndose con fuerza el labio. -¿Hay algo más que me quieres contar?—tomé su mano izquierda y acaricie el anillo, mirándola fijamente. La vi tragar en seco y volver a morderse el labio.—Isabella, no te muerdas el labio—le dije moviéndome incómodamente en la silla. Ella sabía perfectamente que tipo de reacción ocasionaba en mi cuando ella presionaba su labio con sus dientes. Bella, liberó su labio, pero no se encontró con mi mirada. -Si acepto, casarme contigo en un futuro, ¿estas seguro que me dejaras terminar la universidad si nos casamos antes de que haya terminado?—me preguntó, yo sonreí y asentí-¿No me presionaras para poner una fecha a la boda hasta que esté preparada?—su voz era suave y yo asentí sabiendo que lograría que se casara conmigo antes de lo que ella pensaba, pero cumpliría sus condiciones.—Entonces, si tu propuesta aun está en pie, acepto—dijo sonrojándose suavemente. Mi corazón se hinchó de alegría. -No te vas a arrepentir nunca—la levanté y la besé con fuerza. Estaba tan feliz como nunca antes me había sentido. -Tienes una pistola en tu bolsillo o estas feliz de verme—dijo bromeándome usando una de las frases de Mae West. Yo la presioné más contra mi cuerpo. -Eso tienes que averiguarlo—le dije tomándola en brazos y escuchándola como reía mientras corría a toda velocidad hacia mi habitación. -.-.-.-.-.-.-.-.Venia maldiciendo mi mala suerte, había viajado a Rusia en vano. Creo que si la hubiera tenido en frente la hubiera ahorcado, perdí tres días con mi Isabella y ella se iría pasado mañana a pasar las fiestas con su padre. Quería hacer que esta noche fuera especial, le entregaría su regalo de navidad y luego me sentaría con ella a conversar, la iría preparando poco a poco para contarle toda la verdad. Como el elevador estaba tardando demasiado en llegar, subí corriendo las escaleras, abrí la puerta y me extrañó que todo estuviera apagado. Su auto estaba en el estacionamiento, por lo que tenía que estar en casa. -¿Bella?—la llamé, sin obtener respuesta. Empecé a preocupar, cuando fui a su habitación y no la encontré, fui a la mía y tampoco estaba. Me detuve en el pasillo cuando escuche unos gemidos lastimeros. Con el corazón latiéndome a mil por segundo abrí la puerta de su baño y la encontré en el suelo con su rostro escondido en sus rodillas.— Bella…-la llamé suavemente, con precaución, no podía ser que se hubiera enterado de la verdad sin que yo se lo dijera. Me encontré con sus ojos rojos y había ríos de lágrimas cayendo por sus mejillas. -Charlie, va a matarme—dijo con voz rota volviendo a esconder su rostro, mientras los sollozos atravesaban su cuerpo.

CAPITULO 10 CENANDO -¿Por qué te va a matar tu padre?—le pregunté sentándome en el suelo a su lado y sentándola en mis piernas. Aun se sacudía sollozando y tenía su cara oculta en sus piernas. -T-te vas a enojar conmigo—dijo sorbiéndose la nariz. -Nunca me enojaría contigo, amor. No hay nada que puedas hacer para molestarme—le dije con sinceridad, levantando su rostro y secando sus lagrimas. -Sí, sí te vas a enojar—volvió a sollozar, tratando de ocultar su rostro de mi. -Qué tal si me dices que es y así salimos de dudas—besé sus cabellos y la estreché con fuerza entre mis brazos. -E-estoy em-embarazada—sollozo con fuerza—te juro que no sé como sucedió.—me señaló hacia el lavabo en donde habían al menos una docena de pruebas de embarazo, tomé una que mostraba una carita feliz, así que todas las demás tenían que estar con resultado positivo. -Bella…-le dije con alegría. -Sé que me vas a dejar, porque lo voy a conservar… Renee, me lo había dicho, me dijo que me quedaría embarazada y sola—sollozó. Mi frente se frunció. ¿Qué tipo de madre le diría eso a su hija? -Bella… -No te voy a obligar a nada que n-Isabella, que tal si cierras esa linda boquita y me dejas hablar—le tomé el rostro con una mano.—No te voy a dejar, no estoy enojado y ahora nos vamos a casar. Tu padre no te va a matar porque nunca permitiría que te pasara algo. Nuestro hijo o hija será muy amado y nosotros muy felices. La besé con todo lo que tenia, estaba feliz, un hijo. No solo un hijo, sino un hijo de Bella y mío. Sabía que había posibilidades pero nunca pensé que se volverían una realidad. -Dios, no tengo trabajo fijo, ¿cómo lo voy a mantener? Me van a despedir ¿Cómo sucedió? Siempre nos protegimos—lloró desconsolada, me sentí mal por meterla en esta situación, pero ella no estaba sola. Empecé a acariciar su espalda en círculos -Yo me encargaré de todo, no tienes que preocuparte por el dinero yo tengo más que suficiente para los dos.— respiré hondo-Nunca te lo he comentado, pero no soy tan pobre como crees en realidad tengo bastante dinero.—la escuché inhalar y aguantar la respiración; continué hablando para no darle la oportunidad a enojarse- además tengo que pedirte disculpas porque esto es culpa mía, hubieron un par de ocasiones en las que en el calor de las cosas se me olvido colocarme el preservativo. No te lo dije porque no quería asustarte y que estuvieras preocupada por algo que posiblemente no pasaría. Y por eso te pido disculpas por eso.—balbuceé apresuradamente, tratando de contarle la verdad o al menos un pedazo- No puedo decirte que cambiaría nada si pudiera retroceder el tiempo, porque te amo demasiado y este hijo es fruto de nuestro amor. ¡Nos vamos a casar! –dije lo ultimo como una colegiala emocionada. -Creo que es un poco tarde para reclamarte por no decírmelo—sacudió su cabeza mientras las lagrimas aun surcaban su rostro-pero al menos te agradezco tu sinceridad, así no me estaré rompiendo la cabeza pensando, si algún preservativo se rompió o si era algo que yo había hecho—sacudió la cabeza—Debiste decírmelo—suspiró-debí ser más cuidadosa y haber empezado a cuidarme. No puedo dejarte toda la responsabilidad a ti… y ahora ¿qué vamos a hacer?—me susurró, yo esperaba que cuando le contara toda la verdad la tomara tan bien como esta. -¿Quieres llamar a tu madre, para que te ayude con los preparativos?—me separé un poco de ella sonriendo como un idiota. Su sonrisa desapareció enseguida.-¿Qué pasa amor?—le dije secando sus lágrimas. -No he hablado con mi madre desde que me fui de su casa para vivir con Charlie cuando tenía dieciséis años—más lagrimas salieron de sus lindos ojos.

-¿por qué?—le pregunté queriendo saber porque siempre evadía el tema de su madre. Escondió su rostro en mi cuello. -Tuve un mal entendido con su esposo…-dijo vagamente. -¿Te gustaría aclararme que sucedido?—le susurré besando su cabellos. Suspiró con fuerza. -Al parecer todo fue culpa mía. Phil tenia veintiocho años cuando se casó con mi madre—levanté una ceja aunque ella no me podía ver. –Yo sentía que me miraba raro, pero mi madre me dijo que eran ideas mías. Un día salí a mi primera fiesta …una compañera me invitó, cuando estaba en la fiesta, Phil fue a buscarme alegando que yo no había pedido permiso, le dije que mi mamá me lo había dado. –se sorbió la nariz y yo apreté mis dientes. -Él se puso a regañarme diciéndome que lo que yo buscaba era tener un revolcón con uno de mis compañeros, que si quería perder la virginidad habían mejores maneras que hacerlo con un adolescente, que podía hacerlo con un hombre. No me gustó como me miraba y su mano estaba lastimando mi muñeca. Logré soltarme y corrí de regreso a casa, le conté a mi madre y ella me gritó, diciendo que yo era una mentirosa, que Phil había salido a jugar carta con unos amigos y que yo estaba celosa porque al fin ella era feliz. Discutimos con fuerza, ella me acusó de que tenía un encaprichamiento con su esposo y cuando le dije que me iría a vivir con Charlie, me dijo que era lo mejor que se me había ocurrido, que me fuera, pero no se me ocurriera contarle mis mentiras a mi padre sobre su esposo. Que por mi manera de ser, me quedaría embarazada y no sabría quien era el padre o cuando se lo dijera él no querría saber nada de mí o el bebe—balbuceó- Ni siquiera me llevó al aeropuerto, no se despidió de mí—sollozó con fuerza y yo tenía ganas de romper algo. Pensar que ese cerdo pudo hacerle algo a mi Isabella, me estaba poniendo como un loco y no podía permitir que ella se diera cuenta de mi enojo. A demás que clase de madre pone a su marido sobre su hija…definitivamente, esperaba nunca conocer a mi suegra. -Tranquila amor, no te alteres. Eso no le hace bien ni a ti, ni al bebe. Nadie te volverá a hacer daño—tenía una curiosidad y quería salvarla-¿Por qué tienes sus fotos en la repisa de la sala?—limpié sus lagrimas y la miré fijamente. -Es mi madre y él es su esposo, aunque no quiera, son mi familia. Renee es muy explosiva, pero estoy segura que algún día podrá dejar esa noche en el pasado y volveremos a estar unidas—se encogió de hombros. Bella, realmente era la persona más compasiva y bondadosa que he conocido. Es capaz de perdonar cualquier cosa. Y por eso tú te aprovechas de ella. -Mañana a primera hora iremos a ver el mejor ginecólogo de Seattle—le dije, mientras empezaba a hacer una lista mental de todo lo necesario para acelerar la boda. -Deben existir otros médicos que sean bueno y no tengan los honorarios del "mejor". No puedo permitir que gastes todo ese dinero en una consulta médica—me frunció el ceño. -Isabella, te dije que el dinero no es una preocupación para mí—bien ya está dicha la verdad. ¿La verdad? Le llamas a eso la verdad. Deja de ser cobarde y dile TODA la verdad. Esa pobre excusa realmente no era la verdad. -Anthony, no puedo dejar que gastes tus ahorros en mí—murmuró en voz baja. Dile la verdad. -No son exactamente ahorros—imbécil, cobarde, patética excusa de hombre…. –Pensaba que faltaban unos días para tu periodo—Tenia que reunir el valor para contarle lo que faltaba, pero por el momento necesitaba distraerla en otra cosa. Su sonrojo me hizo saber que lo había conseguido. -Faltan…t-tres días—susurró.—Alice…necesitaba hacerse una y no quería hacérsela sola, así que compramos dos pruebas y yo me hice una. La de ella salió negativa y la mía positiva, por lo que regresamos a la farmacia a comprar todas las que vimos. Como faltan días para mi periodo pensé que era un error. Me hice seis en su apartamento todas con el mismo resultado y me vine a casa para hacerme las demás.—su voz apenas era un susurro.—Me había estado sintiendo mal unos días, no le preste mucha atención pensando que era el stress de los exámenes finales. Pero ahora esas nauseas y mareos raros tienen una explicación. Bueno eso explica, la cantidad de pruebas que hay en el lavabo. La estreché contra mi pecho, respirando su aroma y maravillándome de tenerla en mis brazos.

-Supongo que no has cenado.¿ Deseas algo en especial? ¿Algún antojo?—podía sentir mi boca en una sonrisa permanente. -No tengo mucha hambre…-suspiró—¿crees poder conseguir una cita médica en esta fecha? O usaras los contactos de tu jefe.—se acurrucó en mi pecho. Deje que mi cabeza se golpeara contra la pared. -No te preocupes por la cita yo me encargo, no necesito los contactos de nadie.—acaricié su cabello—Vamos, necesitas comer un poco—me levanté del suelo, llevándola conmigo. La acuné contra mi cuerpo como si fuera una niña pequeña y la dejé sobre una de las sillas de la cocina.—Usted no se preocupe mi bella dama yo me encargaré de alimentarla. Me sentía como un niño en la mañana de navidad, revisé la nevera y no había nada que yo supiera preparar. Bueno tendría que hacer lo único que Esme me enseño…huevos. Tendría que llamar a mi madre para informarle sobre esto. Carlisle…era mejor que mi madre se lo dijera, no tenía ganas de entrar en una confrontación. -Ta-da—le dije colocando el plato frente a ella. -Vaya que eres un chef- Bella se rió antes de empezar a comer. -Debo confesar que es lo único que sé cocinar. Nunca he dependido de mi propia mano para alimentarme, pedía comida para que me la entregaran en el apartamento o cenaba fuera, hasta que te conocí—Vaya, al menos esa es una verdad. Sacudí mi cabeza, tendría que hacerme una cita con un psiquiatra cuando pidiera la de ella con un ginecólogo, definitivamente algo andaba mal en mi cabeza, para tener esa molesta voz en mi mente. -Vaya, wao…son los mejor huevos revueltos que he probado o realmente me estaba muriendo de hambre—me bromeó y yo le sonreí. -Si aun sigues con hambre después de esto puedo pedir que te traigan algo de cenar—le dije mientras mandaba un correo desde mi celular pidiendo la cita médica. -¿No vas a cenar?- Me frunció el ceño -Cené en el avión—le dije mientras recibía la confirmación de mi correo.—Tienes la cita médica para mañana a las nueve de la mañana. Te recogeré a las ocho, te traeré desayuno para que no te tengas que preocupar por eso.—le besé la mano. Ella bostezó sonoramente, se notaba que estaba extenuada, prácticamente se estaba quedando dormida sobre el plato de comida. -¿Te vas a ir?—susurró mostrando la preocupación reflejada en sus hermosos ojos -Me quedare contigo toda la noche, si así lo deseas—le besé la frente. Lo que menos quería en este momento era que se empezara a estresar o a preocupar por tonterías, así que me quedaría con ella toda la noche, asegurándome de que no le estuviera dando vueltas al asunto. La llevé en brazos a la cama y me tumbé a su lado. Empecé a acariciar su plano vientre. Esta experiencia era tan diferente a la anterior, mis sentimientos eran totalmente distintos. Me estaba visualizando llegando de la oficina y encontrándola con una pequeña idéntica a ella en brazos. El cuarto de la bebe, bellamente decorado. -Necesitamos un lugar más grande—le dije distraídamente.—un lugar amplio, a las afueras de la ciudad, lejos del ajetreo del trafico—tracé círculos sobre su ombligo. Bella, parecía perdida en sus pensamientos. -Tengo unos seis mil dólares en el banco como fondo de mi universidad, podemos usarlos—acarició mi cabello perezosamente , parecía que le costaba mantener los ojos abiertos y yo enterré mi cara en su cuello. -Te dije que el dinero no es importante. Isabella, tengo más dinero del que podría gastar en toda una vida—le dije preparándome mentalmente para hablarle con franqueza. Ella se tensó en mis brazos. -S-si es así . ¿Por qué trabajas como guardaespaldas?—su ceño se frunció. Tomé un amplio respiro.

-Isabella, tengo que decirte que… no so—me corté por el timbre de mi celular sonando.—Dame un segundo—le pedí dándole un breve beso en los labios y sentándome en la cama para sacar el molestoso aparato de mi bolsillo. Salvado por la campana, ¿no? -Diga—gruñí sin ver quién era. Esa maldita voz, me estaba volviendo loco. -Sr. Cullen, disculpe que lo llame a esta hora, pero la Sra. Kuznetsova se comunicó conmigo hace unos minutos, dice que está dispuesta a renegociar. Esta aquí en América. He hecho unos ajustes a los documentos, en cuanto usted los revise y dé el visto bueno, podrá proseguir…pero…pero ella quiere verlo—me dijo Jenks, temeroso. -¿Cuándo y dónde?—miré a mi ángel que se había quedado dormida y le quité un mechón de la cara. -Esta…esta noche, señor. Lo espera en el restaurante del hotel donde siempre se hospeda. -James, pasara a recoger los documentos en media hora, espero que estén listos—le dije colgando la llamada. Me recosté al lado de mi ángel, mientras le enviaba las indicaciones a James. Se veía tan serena, tan inocente. Su rostro reflejaba todas sus cualidades, por cada poro de su piel brotaba el desinterés, la gentileza, el amor a los demás, la comprensión y la compasión. Todas son cualidades que a ti te faltan. Deje escapar un pesado suspiro. Definitivamente tendré que hacerme una cita con un loquero. Al menos estaba tranquilo, no se había molestado porque no le contara que tenía dinero, eso ya era un avance, mañana le contaría sobre mi nombre y mi profesión. No se molestó, porque no le diste tiempo a pensar las cosas, la deslumbraste y la mareaste como siempre. No tienes valores Edward Cullen, eres digno hijo de tu padre. Definitivamente la cita con el psiquiatra no puede esperar. Estaba a punto de quedarme dormido cuando mi celular sonó informándome que James estaba abajo con los documentos en su poder. Le escribí una nota a Bella y se la deje sobre la almohada. Le besé los labios y salí a encontrarme con la mujer que más desprecio en el mundo…bueno la segunda mujer que más desprecio. BPOV Me desperté sintiendo algo de frio y me giré para acurrucarme en el pecho de Anthony, encontrando solo sabanas vacías. Me levanté de golpe haciendo que mi cabeza diera vueltas, como lo había estado haciendo desde hace unos días. Empecé a hiperventilarme, al ver que Anthony, se había ido. Me había prometido que se quedaría conmigo y se marchó cuando dormía. Era lógico, solo tenemos poco más de tres meses de relación y salgo embarazada. Ahora que me dijo que tiene dinero, ¿pensará que soy una especie de caza fortunas o algo así? Pero él me dijo que se casaría conmigo…Dios, Charlie me va a matar, que diablos estoy pensando, solo tengo dieciocho años, aunque me case con Anthony, Charlie me estrangulara primero y luego le pegara tres tiros a Anthony. Sí es que puede, porque Anthony no volverá… Las lágrimas caían libremente por mis mejillas, un miedo casi irracional se apoderó de mí. ¿Cómo iba a mantener a un bebe? ¿Qué soluciones tenia?

Aborto… Solo pensar en eso me ponía enferma. Nunca podría hacerle eso a mi hijo. Renee me dio la oportunidad de nacer y yo nunca se la negaría a nadie. Darlo en adopción estaba fuera de discusión, no podría dejar que dos completos extraños cuidaran de mi bebe. Ser una madre adolescente era mi única solución. Pedirle ayuda a Charlie, tal vez… conseguir dos trabajos a demás de la universidad o renunciar a la universidad y conseguirme tres trabajos. -¿Amor, ¿Qué te sucedió? ¿Por qué lloras? ¿Te sientes mal?—me preguntó frenético. Había estado tan absorta que no lo escuché acercarse. -P-pensé que-que me habías de-dejado, que-que ya no me que-querías—sollocé lastimosamente. -Pequeña… te deje una nota diciéndote que regresaría en cuanto pudiera, que volvieras a dormir que yo estaría a tu lado cuando despertaras—acunó mi rostro en sus manos y limpiaba mis lagrimas con su pulgar.—Nunca te abandonaré, Isabella. Aunque me lo pidieras, no podría abandonarte nunca.—besó mis labios. -N-no la vi—me sorbí la nariz. Debía tener una imagen patética a sus ojos. -Creo que las hormonas te están empezando a afectar—me bromeó. -No, lo creo. Aun es muy temprano para eso.—le dije suspirando. Me sentía tranquila y segura ahora que estaba en sus brazos. -Pues no parece—se inclinó y me besó el cuello.—Tu piel está más hermosa que de costumbre—su lengua recorrió el contorno de mi clavícula, haciendo que yo jadeara.—Me encanta como te derrites cuando te toco—sus manos empezaron a recorrer la piel bajo mi camiseta de dormir.—tus pechos se sienten más llenos y pesados—acarició mis pezones y sopesó mis senos con cuidado—Te amo tanto, pequeña; y el hecho que lleves mi hijo en tu vientre, parece ser un fuerte afrodisiaco para mí—murmuró enroscando su lengua en uno de mis pezones. Deje de respirar, deje de pensar y solo pude sentir…. -.-.-.-.-.-Buenos días, Bella durmiente—dijo Anthony en mi oído, haciéndome sonreír. -Buenos días—bostecé abiertamente, me sentía muy cansada, bueno eso era normal después de todas las actividades que tuvimos anoche. -Mmmm, adoro tu sonrojo en las mañanas cuando te despiertas después que hemos hecho el amor…es fascinante.—besó el hueco de mi garganta, haciendo que me estirara como un gato en búsqueda de cariño.—Te tengo preparado un desayuno ligero. Aquí tienes unas galletas para ayudarte con las nauseas. Ahora vístete que tenemos que ir al médico. Salió de la habitación mientras masticaba una galleta. Me cepillé los dientes y me di una ducha rápida. Me puse unos jeans una camiseta y unas zapatillas cómodas. Me miré en el espejo y parecía una típica adolescente. La verdad aun me sorprende que ese impresionante hombre se hubiera enamorado de mi y que ahora estuviéramos esperando un hijo juntos. Desayunamos unos waffles y un poco de fruta , yo tomé jugo de naranja y él su clásico café negro con una cucharadita de azúcar. El olor me molestó un poco, pero no le iba a negar uno de sus placeres solo por una tonta nausea. Llegamos a un consultorio que parecía muy lujoso, toda su decoración, dejaba ver que la consulta no resultaría nada barata. Incluso el papel donde Anthony estaba llenando mi información se veía costoso. -Anthony—le susurré muy bajo—este lugar parece ser muy costoso. No creo que podamos pagarlo—él me miró con una expresión divertida.

-Bella…-sacudió su cabeza—anoche te dije que el dinero no es problema para mi, tengo suficiente para que los hijos de nuestros hijos vivan sin tener que trabajar nunca—estaba segura que mi, rostro denotaba mucha sorpresa, podía sentir que mi boca estaba abierta. Él me había dicho que tenía dinero, pero tanto… Lo vi pasarse la mano nerviosamente por el cabello. -Si tienes tanto dinero, ¿por qué trabajas para otros? ¿No deberías tener tu propia empresa o algo así?—habían piezas de este rompecabezas que no me encajaban y esperaba que él me ayudara a armarlo. -Isabella…-tomó mi mano entre las suyas. Sus ojos me dejaban ver que estaba teniendo una lucha interna, estaba decidiendo si me contaría o no, sea lo que sea que estuviera ocultando. -No me gustan las mentiras Anthony. Sea lo que sea, dímelo—le dije con un poco más de fuerza de la que hubiera deseado. Suspiró pesadamente. -Cuando te conocí… nunca antes había- se cortó por la voz de una mujer llamándome. -Isabella Swan, la doctora Marcus la atenderá—dijo una enfermera de unos cincuenta años. Todos los nervios que había logrado echar a un lado, resurgieron con fuerza. Anthony, me tenía la mano sujeta y la acariciaba con suavidad, tratando de calmarme. -Bienvenida Isabella, soy la doctora Didyme Marcus. Tengo entendido que crees estar embarazada, ¿no es cierto?— me sonrió una mujer de cabellos negros y piel blanca. No podía tener más de unos treinta y ocho años. Asentí y ella nos pidió que nos sentáramos frente a su escritorio.—Te vamos a tomar una pequeña muestra de sangre, para confirmar las sospechas—llamó a la enfermera que habíamos visto. Anthony, sintió mi molestia cuando, la enfermera empezó a preparar todo para tomarme la muestra de sangre. Sentí sus manos en mi rostro acariciándolo con cuidado y de pronto sentí sus labios en los míos. Me olvide, del lugar, que teníamos compañía , que estaban a punto de sacarme sangre lo cual haría que me sintiera enferma. Solo me importaban sus labios en lo míos y lo bien que me hacían sentir. -Listo—escuché decir a la enfermera antes que Anthony dejara mis labios. Me sonrojé profundamente. La enfermera y la doctora intercambiaron una sonrisa, antes que la primera se retirara. -Las pruebas no deben tomar más de diez minutos.—miró unos momentos la ficha clínica.—Aquí dice que tu periodo es regular y nunca has tenido un atraso—asentí, mientras Anthony acariciaba distraídamente mi mano.— Voy a hacerte un examen general, mientras esperamos el resultado—me tomó la presión, me pesó y midió. Luego me pidió que me cambiara de ropas por una bata. Cuando salí Anthony y la doctora estaban conversando. -¿Cuántas pruebas caseras de embarazo te hiciste?—me sonrió leyendo algo anexado a la ficha clínica que Anthony le había entregado a la enfermera. -Casi veinte, todas dieron positivo, pero aun faltan días para que llegue mi periodo—le dije un tanto avergonzada. -Explícame como fue tu último periodo, ¿fue normal?—me preguntó, levantándose e indicándome que me subiera a la camilla. Anthony, estuvo a mi lado en un parpadeo. -Duró unos tres días, fue más corto de lo normal y un poco más ligero.—Anthony acariciaba mis manos.—la doctora asintió, levantando mi bata. -Es normal que alguna madres primerizas tengan un ligero sangrado el primer mes, no hay nada de malo en eso y tu bebe nunca estuvo en riesgo. Según la prueba de embarazo tienes casi ocho semanas de embarazo. Este mes no debes presentar sangrado—el aliento se me quedó atorado en la garganta. Ocho semanas, eso debió ser en nuestra primera vez…pero ¿Cómo? Yo lo vi ponerse el preservativo… creo…-Ahora que tal si vemos al pequeño que el papá está impaciente por verlo. Me colocó un gel que estaba demasiado frio, cuando empezó a pasar el aparato por mi estomago me hizo cosquillas, solté una risita tonta.

-Lo siento, se que esta frio—me dijo a manera de disculpa.—Bueno parece que este pequeñito tiene seis semanas y seis días. Mide 0.8 cm. Miren el corazón—dijo mostrándome un puntito palpitante en la pantalla. Tocó unos botones y el sonido de su latido lleno la habitación. Mire a Anthony, quien estaba estoico como un dios griego. Sus hombros estaban rígidos, pero su rostro dejaba ver un orgullo que era más que evidente. -Te amo—se inclinó y beso mi frente. Sus ojos me dejaban ver que estaba emocionado, pero yo había aprendido que Anthony era un hombre duro que no dejaba ver lo que sentía con mucha facilidad. Supongo que era por su profesión… sí es que era verdad que era un guardaespaldas. Solo esperaba que no fuera un narcotraficante o capo de la mafia. Eso sería la cereza del pastel cuando le diera la noticia a Charlie. -Todo se ve muy bien, el embrión se está desarrollando de acuerdo a los parámetros normales. Tu fecha estimada es para los primeros días de septiembre o finales de agosto, su prometido me dio la fecha aproximada de la concepción, por lo que no me baso en la tabla de regla.—su voz era muy apacible y calmante Una vez nos encontramos fuera, todo lo que podía pensar era en el bebe, nada más ocupaba mi mente en este momento. -Espero que sea niña y se parezca a ti—me dijo Anthony una vez estuvimos en su auto, con todas la vitaminas, libros y consejos que la doctora recomendó para ayudarme con las nauseas. Aun no había vomitado, pero las nauseas eran horribles cuando me daban. -Pues yo espero que sea niño y sea idéntico a ti—le murmuré un tanto emocionada ahora que la noticia se estaba asentando en mí. -En pocos meses, veremos a quien se le concede su deseo.—besó mis nudillos y su sonrisa se hizo mucho más radiante.—Ahora almorcemos, estas muy delgada—me bromeó picándome el costado con un dedo. Almorzamos en la cafetería que estaba cerca de mi apartamento. En cuanto llegó mi hamburguesa la ataque como si no hubiera comido en días. Lo escuchaba reír suavemente, mientras me miraba. Adoraba el sonido de su risa, para mí no había mejor sonido en el mundo. Casi no supe cómo llegamos al apartamento, me sentía sumamente cansada después que hicimos el amor en cuanto cruzamos la puerta. Abrí mis ojos para darme cuenta que eran cerca de las cinco de la tarde. Estaba sola en su habitación pero lo escuche deambulando por la cocina. Tomé su camisa del suelo y me la puse para cubrir mi desnudez. Había muchas bolsas de supermercado sobre la mesa y él estaba sacando lo que había en mi alacena y poniéndolo en unas bolsas en el suelo. -¿Qué haces?—le pregunté aun soñolienta. -Sacando todos los alimentos pocos sanos, pedí que me trajeran alimentos que no tienen conservantes, ni aditivos. Todos son cien por ciento orgánicos—dijo mientras seguía en su labor—uno de los libros dice que debes comer muy saludablemente. -¿Y qué vas a hacer con toda mi comida?—le pregunté señalando las bolsas del suelo. -Oh, las llevaran a un refugio. Les servirá de algo y así no se desperdicia.—hablando de control… Lo observé terminar de guardar todo, con mi cabeza recostada sobre mis brazos en la mesa.—Te vez cansada, ¿Por qué no duermes un poco más?—murmuró besando mis labios, para luego soltar un juramento cuando su celular sonó.¿Qué sucede? Dije claramente que no quería que me molestaran hoy—su voz era afilada, se veía claramente enojado. Espero que nunca se ponga así conmigo.— Maldición, lo había olvidado. Confirme mi presencia—cerró el teléfono y lo puso nuevamente en su bolsillo.—Amor tengo que salir, pero regresaré esta noche como a las nueve. Cuídate mucho y al pequeño también.—me besó los labios y luego el vientre.—Te amo, hijo Tanto como a tu madredijo con una emoción en la voz que no pude comprender. Se levantó con su garbo acostumbrado y se fue, llevándose las bolsas que habia recogido. Me senté mordisqueando unos palitroques integrales con queso crema, hasta que el teléfono sonó. La voz de Alice se volvía cada vez más emocionada a medida que le contaba todo los sucedido y mi cita con la ginecóloga.

-Bella… necesito pedirte un enorme favor—su voz sonó triste de pronto. -Claro, Alice. Lo que sea—le respondí casi sin pensar. -Recuerdas que hoy conoceré a la familia de Jaz—me dijo y su voz se animó un poco a la mención del nombre de su amado. -Claro, es en dos horas—o al menos eso me había dicho. -Mi madre dijo que vendría para acompañarme, pero me acaba de llamar para decirme que tiene unos compromisos que no puede evadir—me dio pena mi amiga. Su madre siempre buscaba alguna manera para faltar a todos sus eventos importantes o al menos eso fue lo que me había contado.—Crees que puedas acompañarme, no quiero ir sola, como un árbol sin sombra. A Jaz le parece una idea genial, ya sabes que está loco por conocerte. -No hay problema Alice, déjame buscar que encuentro en mi armario que sea apropiado—murmuré, recordando el vestido que compramos para la cena que tuve con Anthony antes de acción de gracias. -No te preocupes, yo tengo el vestido, ahora ábreme la puerta que no tenemos mucho tiempo—cerró la llamada. Vaya que estaba confiada en que le diría que sí. En cuanto abrí la puerta, mi pequeña amiga entro como un remolino, enviándome a bañarme y desplegando una cantidad de equipos que le harían competencia a un salón de belleza. Me arregló en menos de un parpadeo, o al mensos eso me pareció, porque cuando miré el reloj eran casi las siete. Por lo que nos apresuramos a llegar al restaurante. Me sentía un tanto nerviosa porque sabía que la familia de Jaz era muy rica, aunque no estaba tan nerviosa como Alice. Debía decir que me sentía muy cómoda en el hermoso vestido negro en el que me había enfundado y los zapatos gracias a dios no tenían mucho tacón. Le envié un rápido mensaje a Anthony, diciéndole que salí con Alice y regresaría antes que él volviera al apartamento. En cuanto Alice, aparcó su auto y un hombre al que reconocí por las fotos, estuvo a su lado en un segundo. -Es un placer conocerte finalmente, Bella. Alice me ha hablado mucho de ti. Soy Jasper Hale.—me dijo con unos modales impecables. -El placer es mío, Jasper—le dije con timidez. Alice y él solo tenían ojos para ellos. -Por favor, acompáñenme. Mi familia está reunida en el área del bar.—me ofreció el brazo que tenia libre, así que entro al restaurante con nosotras sujetas a cada uno de sus brazos. La recepción era preciosa, había candelabros colgando del techo y pinturas en las paredes. Caminamos por un concurrido salón hasta llegar a otro que estaba un poco menos lleno. Supongo que por la época del año, hay muchas celebraciones. Nos dirigimos a dos parejas que se encontraban tomando una copa con lo que supongo era champaña o vino. Las dos mujeres eran espectacularmente hermosas, ambas parecían sacadas de una revista de los años veinte o treinta. La rubia era más joven y sin duda la más bella. La otra tenía un cabello acaramelado y una sonrisa bondadosa que se fijo en nosotros en cuanto nos divisó. Los hombres también eran dos opuestos. El mayor era tan hermoso que parecía un dios. Podría decir que tenía el mismo tipo de belleza que Anthony. Mientras que el otro era enorme y del cabello oscuro. Parecía muy amenazante hasta que sonrió, haciendo que se le formaran dos hoyuelos en las mejillas, concediéndole un aspecto infantil. -Tía Esme, esta es mi Alice—dijo Jasper con orgullo. Las dos se abrazaron e intercambiaron presentías.—Y ella es Isabella, la mejor amiga de Alice. -Es un placer conocerte, ¿puedo llamarte Bella? He hablando tanto con Alice, sobre ti que parece que te conozco de toda la vida—me dijo la tía de Jasper en tono amoroso, haciéndome sentir bienvenida. -Por supuesto que puede, Sra. Cullen.—le dije sabiendo de antemano, gracias a Alice su apellido. -Dime Esme, cariño—tomó mi mano—Déjame ver tu anillo de compromiso, dice Alice que es una belleza.—Levantó mi mano y su sonrisa desapareció unos segundos antes de volver a sonreír.—Alice, dice que tu novio se llama

Anthony, debo reconocer que tiene muy buen gusto en cuanto a las joyas, ese anillo debe tener una historia fascinante. Pero viéndote a ti era de esperarse. Eres muy hermosa—palmeó mi mano y su voz sonaba un poco rota. No quise ser indiscreta así que hice como si no me hubiera dado cuenta. -Me dijo que el anillo perteneció a su abuela. No me dio muchos detalles—murmuré apenada jugando con mi anillo de compromiso. Alice ya había sido presentada a toda la familia y por visto era mi turno, porque Esme, me llevó hacia el hombre que deducía era el Sr. Cullen. -Carlisle, esta es Bella. No te parece encantadora—le dijo sujetando su mano. Su rostro denotaba preocupación, pero trataba de esconderla. -Debo decir que tienes muy impresionada a mi esposa, Alice, ha hecho que te tenga en un pedestal—se inclinó a besar mi mano, deteniéndose unos segundos antes posar sus labios sobre ella. Yo me sonrojé profundamente. -Alice, tiende a exagerar. Es un placer conocerlo Sr. Cullen.—murmuré patéticamente. -El señor Cullen es mi hijo, a mi llámame Carlisle.—me bromeó y me empecé a relajar de inmediato, aunque él ahora tenía la misma expresión que su esposa. Podía ver que Alice, encajaría a la perfección en esta familia. Esperaba que la familia de Anthony fuera igual. -Lamento haber venido con un aviso de tan poca anticipación, espero no molestarlos.—les dije un tanto apenada al darme la cuenta que sería la séptima rueda. -Tonterías. Esta noche te sentaras a mi lado. Quiero saberlo todo sobre ti—me llevo hacia la rubia, quien descubrí que era la hermana melliza de Jasper. Luego me presentaron a su esposo Emmett. Su nombre me sonaba de algún lado pero no recordaba de donde o porque. -La mesa esta casi lista, ¿quieres una copa?—me preguntó Carlisle. -No puedo tomar—dije avergonzada. -¿Estas en tratamiento médico? Yo soy doctor, si necesitas ayuda en algo…—Ambos, Esme y él me miraron con intensidad, haciendo que mi sonrojo fuera más evidente. -Bella, está embarazada. Esta mañana fue al médico con su prometido y pudieron ver el bebe—dijo Alice emocionada. Cielos, gracias Alice, por hacerles saber que estaba embarazada sin haberme casado. Mi sonrojo se hizo evidente al ver la expresión de shock de Esme y Carlisle. Aunque esta duro solo unos segundos, fue claro que no se esperaban esa noticia. Supongo que ya no estaba más en el pedestal. Ambos sacudieron su cabeza, después de mirarse unos segundos. -¿Cómo se llama tu novio?—me preguntó Esme. -Anthony Masen—ambos se relajaron visiblemente. Era como si un gran peso se les hubiera quitado de encima. -Vamos a la mesa, que ya esta lista—dijo Carlisle recuperando su sonrisa. La mesa era para nueve personas, pero no hice caso a eso. Supongo que esperábamos a alguien más. Esme me hizo sentarme entre ella y Carlisle. Cuando proteste, me dijo que no me preocupara que ella quería conocerme más. -¿Esperamos a alguien más?—pregunté cuando la curiosidad pudo más. -No, mi hijo Edward. Dice que se disculpa, pero se tiene que retirar—Carlisle y Jasper intercambiaron una mirada, antes de volver a sonreír.

Escuché una fuerte voz de mujer hablar en un idioma extranjero, lo cual provocó que todas las cabezas giraran en esa dirección. Mi aliento se quedo atorado. La mujer era muy bella, su cabello era de un tono oro como las espigas de trigo. Su piel era blanca y estaba enfundada en un vestido rojo. Pero eso no fue lo que hizo que mi aliento se atorara. Sino el hombre que estaba a su lado, sujetándola y mirándola con un odio indescriptible. Era mi Anthony, pero nunca lo había visto vestido de esa manera. Intercambió un par de palabras con la mujer, parecían discutir. La tomó del brazo con fuerza y se encaminaron a nuestra mesa, donde reinaba un silencio sepulcral. -Disculpen la demora, ya saben cómo se pone Edward—dijo la mujer con un fuerte acento que parecía ruso. Mi mente estaba totalmente en blanco. -Edward, déjame presentarte a Alice y su mejor amiga Bella—le dijo Jasper levantándose de la mesa. Pude ver como sus ojos se agrandaron con sorpresa cuando sus verdes ojos se posaron en los míos. -Bella, Alice. Este es mi primo. Edward Cullen. Dios, quería desaparecer en este momento, pero no podía arruinar la cena de Alice. -M-mucho gusto señor Cullen—logre decir a través del nudo que se había formado en mi garganta. -Isabella…-su voz se escuchaba tan vacía como yo me sentía. -No vas a presentarme, возлюбленный*—le dijo la mujer, sosteniendo su brazo posesivamente. -Isabella, esta es Irina Kuznetsova—dijo casi mecánicamente. -Su esposa—dijo ella, haciendo que mi mundo se derrumbara.

CAPITULO 11 LLORANDO Estaba molesto, estaba atrapado en esta estúpida cena familiar, cuando lo único que en verdad quería hacer era estar en casa con mi amaba Bella, acariciando su aun plano estomago y hablarle a mi futuro hijo. En pocos meses ella sería mi esposa y luego formaríamos una hermosa familia cuando nuestro hijo naciera. Esta mañana cuando fuimos a la consulta, no pude evitar sentirme emocionado al contemplar el pequeño milagro en el que se convirtió la pequeña semilla que había depositado en el vientre de mi Bella. El haberla dejado en su apartamento había sido la cosa más difícil que había hecho en mis veintisietes años. Ahora que Bella sabia parte de la verdad, me hacía sentir más tranquilo. Estaba aparcando en el dichoso restaurante, cuando vi a mis padres bajarse de la limosina. Mi madre me recibió con una sonrisa como siempre. -Mamá—le dije dándole un beso. -Te he extrañado mucho—me susurró al oído, se separó un poco de mi con sus manos aun sobre mis mejillas—Te ves diferente, te vez feliz y se nota que estas comiendo mejor—me miró con sospecha—creo que tienes algo que contarme—pellizcó una de mis mejillas.

-Sí, mamá tengo algo que contarte, pero eso será luego—le dije sabiendo que con Carlisle tan cerca la situación podía tornarse tensa. -Edward—extendió su mano para estrechar la mía. -Padre—le dije a manera de saludo estrechando nuestras manos. Sonreí con sorna al reconocer los genes maquiavélicos que corrían por mi sangre. Debo reconocer que aprendí a mover los hilos de mi vida, del mejor maestro que pude conseguir. Mi padre nunca había dado una puntada sin un dedal. Se había procurado la esposa perfecta, una mujer tan hermosa como sumisa a sus deseos, el hijo varón que siempre fue su ambición…un heredero que portara su apellido con orgullo. Era una lástima que su hijo no hubiera sido el perrito hambriento de afecto y aprobación que él había imaginado. -Los demás están adentro—mi madre pasó su mirada de mi rostro al de mi padre con aprensión. Asentí y le ofrecí el brazo a mi madre, mi padre iba frente a nosotros. En el área del bar estaban Rose, Jasper y Emmett. -Edward, hermano es bueno verte—me palmeó la espalda Jasper antes de darle un beso a mi madre. -Lo mismo digo—le dije antes de ir donde McCarty y Rose. -Te ves bien hermanito—me dijo Rose dándome un beso en la mejilla. -Tu también, Rose. Por lo menos se ve que Emmett no te da tan mala vida, después de todo—la bromeé y todos los ojos se posaron en mi.- ¿Qué nunca han escuchado una broma?—murmuré un tanto incomodo. -Nunca de tus labios—rugió McCarty, haciendo que varias personas giraran para vernos por el estruendo que provocaba su risa. -Bien, Jasper. ¿Dónde está la maravilla de mujer que te tiene comiendo de su mano?—él sonrió. Jasper siempre había sido lo más cercano que había tenido a un hermano. Cuando sus padres murieron cuando teníamos quince años, mi madre se había hecho cargo de sus sobrinos y ahijados, convirtiéndolos en parte de nuestra familia. Aunque a ambos nos perseguían mujeres inescrupulosas, Jasper, no sentía tanto el asedió ya que él era un Hale y los Hale no tenían la posición, el estatus y la cantidad de dinero que poseían los Cullen. -Ali, debe estar por llegar. Veras que es una pequeña bola de energía. Podrás comprobar que es la chica más dulce que existe –sonrió y pude ver que era la misma sonrisa que yo ponía cuando pensaba en mi Bella. -Me alegro mucho por ti, hermano—lo palmeé. -No sé si serán ideas mías, pero te ves… alegre. ¿Recibiste alguna buena noticia hoy? No te había visto sonreír tanto desde que te compraron tu primer Ferrari a los diez años—me preguntó con cautela y pude notar las miradas curiosas de mi familia por enterarse. -Las mejores—sonreí abiertamente al recordar la pequeña forma de mi hijo y la sonrisa radiante de mi ángel.—No hay nada en este momento que se pueda comparar a lo que ha pasado en mi vida durante estos dos días—le dije y mi madre sonrió pero miró tensa a mi padre. -Edward, cariño. Tu padre pensó que como esta es una cena familiar y estamos cerca de navidad…deberíamos invitar a Irina. —dijo con suavidad y yo lo empecé a ver todo rojo. -No pienso compartir la mesa con esa mujer—les gruñí. Mi padre como siempre tomando decisiones que no le atañen, cuando se refiere a mi vida. -Es tu esposa, Edward—me dijo con su barbilla tensa. -Estoy en proceso de divorcio. Eso es exactamente lo que debí hacer en cuanto me enteré de la verdad.—golpeé mi puño contra la barra del bar.

-Los hombres Cullen, no se divorcian—su voz era fría. Pero ya estaba harto de que tratara de dictar mi vida. -Pues entonces deberías cerciorarte de que en verdad yo sea un Cullen. Porque anoche conseguí que esa zorra pusiera su maldita firma en los papeles.—Mi madre jadeó y todos los demás estaban tensos. -Edward…-dijo mi padre con reprobación, poniendo una mano sobre el hombro de mi madre. -Edward, nada. Nunca debí permitirte que me orillaras a casarme con esa mujer. Nada te ha importado, además de tus malditos fines.—mi padre tragó en seco y en ese momento las puertas se abrieron dejando entrar a Irina. - мой муж*, que lindo verte—dijo con sorna, tratando de tocar mi hombro. Jasper me miró apenado y Rose se veía un tanto molesta. McCarty como siempre estaba tan calmado como si nada estuviera pasando. Mi madre parecía a punto de llorar y Carlisle la tenia abrazada, taladrándome con la vista. -No eres bien recibida—le gruñí tomándola del brazo y llevándola a un salón privado, antes que alguien pudiera decir algo. En cuanto la solté, mi teléfono vibró y lo saqué con rapidez, suponiendo correctamente que era Bella. Me decía que había salido con Alice. Al menos ella lo pasaría bien esta noche. Le respondí que se cuidara mucho y que recordara que la amaba. -Que pasa, cariño. No estás feliz de ver a tu adorada esposa.—me ronroneó. -Tú no eres mi esposa. Nunca lo has sido.—le espeté y ella me sonrió. Irina, era una mujer fría, siempre lo había sido. Me había logrado confundir durante unos meses cuando, se podía decir que yo era joven e inexperto. En esa época incluso cometí la estupidez de pensar que estaba enamorado de ella. -Tu padre me invitó. Ya sabes que Carlisle, siempre ha sido un hombre preocupado por la familia.—admiró sus uñas. -Mi padre puede ser amigo de los tuyos, pero tú no formas parte de mi familia. Así que no entiendo que es lo que haces aquí.—estaba tratando de controlar mi temperamento que estaba a punto de explotar. -El acuerdo que me hiciste firmar no aclaraba que tenía prohibido aceptar invitaciones de tu familia—esbocé una sonrisa llena de maldad. -Eso te enseñará a leer antes de firmar. Pensé que lo habías aprendido cuando te hice firma el acuerdo prenupcial. Pero no puedes negar que he sido mucho más que generoso. Después de todo, según el acuerdo no debería haberte tocado un solo centavo de mi dinero por todas tus infidelidades. —le mandé un mensaje de texto a mi padre informándole que no pretendía quedarme en la estúpida cena. -Tu eres un malnacido y me encargaré que todos lo sepan—me espetó. -Recuerdo el acuerdo de confidencialidad… una palabra y todo el dinero que te he dado desparecerá…luego me pondré una demanda tan fuerte que lo poco que tus padres te dejaron tendrás que pagárselo a tus abogados…no me tientes, Irina. Puede que una vez no haya cubierto mi espalda contigo y te sirvió tener el apoyo de mi padre, pero como puedes ver no cometo dos veces el mismo error. —sonreír al verla boquear- Te escolto a la salida—le dije disfrutando de ver como aun mantenía su boca abierta por la impresión. La tomé del brazo y la saqué del salón tomando la puerta que llevaba al restaurante. -Бастардо*-chillo enojada. -Siempre he sabido que lo soy. No te molestes en recordármelo. –sacudí mi cabeza. -Déjame al menos despedirme de Carlisle y Esme.—asentí, aceptando a regañadientes. -Recuerda, que una de las clausulas era un acuerdo de confidencialidad, una palabra fuera de lugar y despídete de mi dinero. –la amenacé tomándola del brazo con fuerza. Después de todo eso era lo único que le importaba a ella.

-Disculpen la demora, ya saben cómo se pone Edward—no sabía a lo que estaba jugando, así que apreté su brazo con más fuerza. Quería que se despidiera para salir de este maldito lugar y regresar a los brazos de mi ángel para encontrar paz. -Edward, déjame presentarte a Alice y su mejor amiga Bella—cuando Jasper se levantó diciendo eso, el mundo dejó de girar. Mis verdes ojos se encontraron con unos chocolates que me miraban con infinita tristeza. -Bella, Alice. Este es mi primo. Edward Cullen. Sentía como si el tiempo se hubiera congelado. La vi tragar con fuerza y tratar de cambiar su expresión de asombro. -M-mucho gusto señor Cullen—dijo con voz ahogada y seca. -Isabella…-quería tomarla en mis brazos y borrar el dolor que me transmitían sus ojos. Pedirle perdón por todo lo que le había ocasionado. -No vas a presentarme, возлюбленный*—la voz de Irina sonó a la distancia, no podía apartar la mirada de esas orbes cafés. -Isabella, esta es Irina Kuznetsova—mi voz salió monótona, solo la presenté por cortesía. -Su esposa—sus ojos se agrandaron por la sorpresa y se clavaron en el mantel. - проститутка*-le siseé—Querrás decir ex esposa—dije haciendo hincapié en el ex. Sus ojos se encontraron con los mío por unos segundos antes de volverlos a bajar, para ocultar sus emociones de mí. -No has dejado si quiera que la tinta se seque—me espetó. Iba a decirle algo muy desagradable cuando Jasper dándose cuenta de mi humor, le ofreció un asiento a Irina. Obligándome a sentarme a su lado, justo frente a Isabella. -No creo que esta sea una conversación apropiada para este momento y este lugar—dijo mi madre tratando de hacer que reinará la paz. -Alice. Jasper nos contó que tu madre es una diseñadora de ropa—intervino mi padre. Llamé a un camarero y le pedí que me trajera un whisky. Mi padre tenía una mirada solemne y mi madre descorazonada. Isabella, no volvió a mirar en mi dirección. La conversación fluía tranquilamente, pero yo me estaba muriendo por dentro, al no poder saber que pasaba por la mente de Bella. Seguramente se sentía traicionada. Maldecía una y otra vez mi estupidez por no haber hablado con ella. Maldecía a Irina por haberme tendido esa trampa, maldecía a mi padre por haberla ayudado y sobre me maldecía a mi mismo por ser un cobarde. -Es bueno saber que no vas a dejar de estudiar aunque estés embarazada—dijo mi padre haciéndome salir de mi ensimismamiento. Isabella le respondió con una sonrisa, pero yo sabía que era una sonrisa falsa. -¿Estas embarazada? Tan joven… que horror debe ser para ti estar sola—dijo Irina con burla y yo cerré mis manos entorno a la servilleta para no hacerlo con su cuello. -Bella, no está sola. Tiene un novio que la adora y se van a casar—dijo Alice saliendo en defensa de su amiga. -Oh, se casan por el bebe, supongo… -Irina—dije amenazante al ver que Bella se estremeció ligeramente. -Claro que no Anthony le pidió matrimonio a Bella antes de saber que estaba embarazada.—le discutió y Jasper le tomó la mano besándosela para calmarla. -¿Aun estas indecisa entre seguir literatura o fotografía?—mi madre trató de cambiar el tema.

-Es correcto, hasta ayer pensaba seguir las dos. Terminar mi carrera en literatura inglesa y tomar cursos complementarios de fotografía.—les respondió con una voz que no parecía la de ella. -¿Y qué te hizo cambiar de opinión? ¿Tu noviecito no te apoya?—se burlo Irina. -Estas colmando mi paciencia—le advertí en voz baja. -Anthony Masen, es el hombre más comprensivo del mundo. Apoya a Bella en todo lo que ella decida porque no hay secretos entre ellos, además la cuida y ama—dijo Alice haciendo que yo me encogiera como si me hubieran dado un golpe en el estomago y Bella prácticamente parecía querer desaparecer. Yo me merecía sufrir por ser un cobarde, pero mi ángel era totalmente inocente y no debía padecer dolor. -¿Masen? ¿Ese no es el apellido de tu guardaespaldas? Dios andas con un hombre casado, que feo eso, querida— Los ojos de Bella se encontraron con los míos, su mirada no tenía la calidez con la que siempre me miró. Me miraba con tanta rabia y odio, que fue como si mis pulmones se hubieran reusado a moverse para brindarme oxigeno.— Supongo que entonces, conoces a mi esposo, siendo el jefe de "tu novio"—se burló y mis manos se fueron a su brazo con tal fuerza que estaba seguro dejaría marcas. Necesitaba que Irina se callara antes que dijera algo que me hiciera reacción apretándole el cuello. -Nunca antes había visto al Señor Edward Cullen—escupió Bella con un veneno del que no la hubiera creído capaz. Haciendo que mí enojo dejara de hervir para explotar. -Basta Irina, una sola palabra más y créeme que tendrás que darle un beso de despedida a mi dinero. Pídele una disculpa a Isabella por tus palabras—la solté con brusquedad casi haciéndola caer de la silla. -No se disguste con su esposa, por mi causa señor Cullen—su voz hizo énfasis en la palabra esposa y me miró con resentimiento mientras jugaba con el anillo en su dedo haciendo una mueca burlona, antes de sacudir su cabeza. Jugueteó con su comida, pero al igual que yo no probaba bocado. Quería que esta maldita cena terminara para poder hablar con ella. Bella tenía que escuchar mis razones. No pretendía perderla -Estoy esperando tu disculpa, Irina—le dije apretando mi agarré en su brazo. No podía soportar verla de esa manera y mucho menos dejar que alguien la ofendiera por algo que era únicamente mi culpa. -Acepta mis disculpas por mi falta de tacto—dijo entre dientes tirando de su brazo para librarse de mi agarre. -Edward, por favor. No causes una escena. ¿Qué van a pensar Alice y Bella?—me siseó mi padre. Como si realmente le importaran alguna de las dos. A él solo le importaban las apariencias. -Sí no querías que estos sucediera, padre; no debiste haber invitado a Irina—le espeté con sequedad. La mesa se sumió en un incomodo silencio, hasta que la cena terminó. Bella se despidió de Rose y McCarty, luego cuchicheó algo con Alice a lo cual ella asintió y besó a Jasper en la mejilla. Yo estaba esperando mi momento para hablar con ella. No pensaba dejarla marchar sin que habláramos. -Ha sido un placer conocerlos—les dijo a mis padres. Mi madre la envolvió en un abrazó y me miró con tristeza sobre el hombro de Bella. Esme Platt era una mujer de agudo instinto y muy pocas veces las cosas pasaban desapercibidas para ella. -Espero volver a verte Bella. Por favor recuerda que puedes comunicarte con nosotros si necesitas cualquier cosa.— la abrazó mi padre y a mí me dieron ganas de sacarla de sus garras. No quería que una persona tan vil tocara el cuerpo de mi ángel. Tú has hecho mucho más que tocarlo y eres igual que tu padre. Apuré el último trago de mi vaso. Ya había perdido la cantidad de licor que había ingerido en esta noche y realmente no me importaba. -Sr. Cullen, Sra. Cullen, espero que estén bien—dijo sin mirarme, dando un seco asentimiento en forma de despedida. -Isabella, espera. Permíteme llevarte a tu casa—le dije cerrando mi mano en la suya.

-Le agradezco que no me toque Sr. Cullen y muchas gracias por el ofrecimiento, pero prefiero tomar un taxi.—me siseó -Tienes que dejar que te explique—le dije apresuradamente, sintiéndome dolido por cómo se separó de mí. -No me hagas pasar por la humillación de que sepan que me convertiste en tu amante. Sí alguna vez sentiste algo por mí, cúmpleme aunque sea eso, no me pongas en evidencia delante de tus familiares y mi mejor amiga—su susurro se escuchaba dolido, miró hacia atrás supongo que asegurándose de que nadie se estuviera dando cuenta. -Isabella, tienes que darme la oportunidad de hablar—ella negó con la cabeza. -Edward. Deja que Bella se retire. Estas causando una escena. No hagas que salgan los dos mañana en primera plana—dijo mi padre. Me giré para encararlo. -Me importa muy poco eso, padre. Pero descuida. No mancharé el preciosísimo apellido Cullen. Isabella y yo hablaremos en otro lugar. Me traté de girar para llevarme a Bella, pero él me lo impidió. -Tu comportamiento ha dejado mucho que desear Edward. Deduzco que eres el padre del niño que esa pobre chica espera. ¿Cómo pudiste tenerla de amante?—me dijo. Diecisiete años de ira controlada estaban esperando por reventar. -¿Cómo pude?... pude porque me enamoré de ella. La mujer a la que le acabas de dar la oportunidad de salir corriendo de aquí, significa el mundo para mí. Lástima que tu no puedas entender lo que es ese sentimiento—le escupí. Su rostro palideció y se sostuvo el pecho. Los ojos de mi madre estaban brillantes por lágrimas sin derramar. Alice me miraba con rencor, supongo que escuchó lo que mi padre había dicho. Jasper tenía el rostro inexpresivo al igual que Emmett. Rosalie, tenía lágrimas en los ojos. -Yo siempre he amado a Esme. Edward, no puedes decir que amas a Bella. Cuando uno ama se hace cualquier cosa por la persona amada.—me dijo y yo solté una carcajada de burla. -Sí, se exactamente el tipo de amor que siempre le has profesado a Esme. Yo hice lo que hice por Isabella, por que la amo y pienso hacerla mi esposa, en unos cuantos días seré libre de la zorra que quisiste meter en mi cama y me casaré con la única mujer que he amado. No fue un revolcón rápido como el que tú tuviste y al menos no era la hermana de la que se llamaba mi mujer—tenía unas ganas horribles de estampar mi puño contra su mejilla, pero me contuve. -Nunca me perdonaras, ¿no es cierto?—su voz era inestable y un poco rota, pero eso estaba lejos de importarme, tenía demasiados años de dolor y rabia acumulados. -Como podría perdonarte cuando destruiste la vida de la mujer que me dio la vida, la de mi tía y la mía de paso.— gruñí dándole la espalda e ignorando los llamados de mi madre. Tenía que encontrar a Isabella, tenía la certeza que se había dirigido a su apartamento. Llamé a Benjamín para asegurarme y me lo confirmó. Subí las escaleras sin molestarme a esperar el ascensor y abrí la puerta. La cocina estaba llena de bolsas y los anaqueles de la despensa vacios. Caminé pesadamente hacia las habitaciones. La regadera de su baño estaba encendida Me paré en seco frente a mi cuarto, todas las sabanas de la cama estaban en el suelo. En medio de la cama había un sobre dentro estaba el anillo de compromiso y las llaves del auto. Los estrujé entre mis manos como si pudiera hacerlos desaparecer. Metí el anillo en el bolsillo de mi pantalón, esperando que pronto pudiera volver adornar su dedo. En cuanto escuché que la regadera se cerró, tomé mucho aire, giré sobre mis talones y me dirigí a su habitación. La encontré sentada sobre la cama, aun en toallas. Su piel estaba muy roja, como si se hubiera restregado con mucha fuerza. Se estaba limpiando de ti, del recuerdo de tus manos en su piel. Seguro le da asco. Sacudí mi cabeza tratando de alejar esa voz. -Bella, amor—le dije cayendo de rodillas frente a ella.

-No me llames de esa manera—sus ojos se veían vacios.—Por favor toma todas tus cosas y sal de mi vida, no quiero volverte a ver.—dijo pasivamente como si estuviera hablando del clima. -No te voy a dejar Isabella, sé que te he hecho daño al ocultarte cosas, puedo imaginar cómo te sientes—me cortó con una risa cínica. -Tu no sabes cómo me siento, tú no tienes idea de lo que se siente abrir tu corazón por primera vez y aceptar entrar en una relación solo para que te saquen el alma y confirmen tu peor temor… te confirmen que no vales nada.—una lagrima solitaria cayó de uno de sus ojos. La limpió con furia antes que siquiera pudiera acercar mi pulgar para recogerla. La expresión de su rostro era la de una persona que está mucho más allá de un corazón roto, era la de una persona que tenía el alma rota. Tú se la rompiste… Asentí dándole la razón a la voz. -Tú vales más que cualquier persona en el mundo Isabella. Eres la persona más especial que he conocido. Me hiciste reír en cuanto te conocí y debo decir que eso es una gran hazaña—le susurré. -Me alegra haberte divertido, supongo que te divertiste enamorando a una pueblerina como yo. No me digas que hiciste una apuesta con tus amigos sobre mi virginidad porque sería demasiado cliché. –volvió a reír sin humor— dios… soy la amante embarazada de un hombre casado. Si Renee se entera esto será de fabula.—su voz era cínica y me dolía reconocer que era mi culpa. -Tú nunca fuiste mi amante, yo no puedo decir que estuviera casado con Irina, nunca compartimos el lecho matrimonial. Como puedo considerarme casado con alguien que ni siquiera vivía en el mismo país que yo. Los papeles del divorcio están firmados amor, podemos casarnos sin problema –ella sacudió su cabeza y sus ojos se negaban a encontrarse con los míos.—Por dios Bella tienes que creerme, te amo más de lo que he imaginado poder llegar a hacerlo—traté de tomar sus manos y ella chilló. -¡No me toques! No me ensucies más de lo que ya has hecho.—sus palabras fueron como una bofetada- No puedo creer que me hicieras esto Anthony…cielos…ese ni siquiera es tu nombre…-sollozo, pasando con fuerza sus manos por su cabeza, como si quisiera arrancarse los cabellos—no sabía el nombre del padre de mi hijo. -Si me llamo Anthony, ese es mi segundo nombre. Bella, dios…-apreté mis ojos cerrados con mi pulgar e índice en un desesperado intento de calmarme.—te juro que traté de decirte la verdad—su aliento se hacía cada vez más rápido y superficial. -Por favor…por favor…vete. –dijo antes que sus ojos se pusieran blancos y cayera flácida sobre el colchón. Dios…dios…dios… mi mente no podía pensar en nada más. La tomé en brazos y salí lo más rápido posible del edificio. Benjamín y Peter estaban conversando y cuando me vieron con Bella en brazos se sorprendieron, pero enseguida Peter se subió al auto y Benjamín me abrió la puerta para que subiera con Bella. -Al hospital, Peter. Rápido—le gruñí, mientras acariciaba frenéticamente el rostro ceniciento de mi ángel. Tenían que estar bien, ambos tenían que estar bien. Me repetía mientras veía como nos acercábamos al hospital. Use mis influencias y Bella fue atendida de inmediato. La sala de urgencias estaba rebosante de casos y yo no podía esperar un segundo más para asegurarme que ambos estuvieran bien. Prácticamente me tuve que imponer al doctor para que me dejara quedarme mientras la examinaba, en más de una ocasión me había pedido que me retirara, pero eso era lo último que iba a hacer. Le tomaron muestras de sangre, la presión y le hicieron un ultrasonido, donde gracias a los cielos el bebe estaba bien. El doctor me dijo que Bella había tenido un bajón de presión y que debió haber sido causado por el stress. La dejarían en observación una noche para asegurarse que todo estaba bien. Cuando la trasladaban a la habitación privada que yo había solicitado, me encontré con Alice, a quien Jasper tenía abrazada. En cuanto me vio sus ojos llamearon.

-Tu, cerdo desgraciado. Te voy a matar—me gritó abalanzándose contra mí, Jasper aferró su agarre en ella, elevando su pequeño cuerpo del piso. James y Peter se metieron por si las dudas, pero yo los aparté con un movimiento de mano. La ignoré mientras seguía la camilla que transportaba a mi ángel. En cuanto la dejaron recostada en la habitación, tomé su mano y empecé a llenarla de besos. Me sentía agradecido que ni ella, ni el niño estuvieran en peligro. Sentí las lagrimas calientes rodar por mis ojos. No podía creer que estuviera llorando, la última vez que lloré fue cuando descubrí la relación que mantuvo mi padre con Elizabeth. Ver a la mujer que me dio la vida en el estado tan deplorable en el que se sumió cuando se descubrió el amorío de mi padre, es algo que hasta el sol de hoy carcome mi roída alma. La última mirada que Bella me dio, fue la misma que vi en el rostro de Esme, cuando se entero que yo sabía todo lo que sucedió entre mi padre y su hermana mayor. Siempre odie a mi padre por haber puesto esa mirada en mi madre y ahora yo la he colocado en el de Bella. Tenía que hacer lo que fuera para que me perdonara, sin importar que me costara o como lo hiciera, Bella me volvería a ver con amor. Me levanté de mi silla y acuné su frágil rostro entre mis manos. Se veía tan frágil, tan delicada… necesitaba sentirla cerca. Bajé mis labios a los suyos, tratando de encontrar algo de paz, en el dulce roce de los suyos. -¿Cómo que tienen que preguntar si tengo permitido ver a mi hija?—rugió una voz fuera de la habitación. Me aparté a regañadientes de sus labios, acaricié su rostro por lo que podría ser la última vez, sequé mis lágrimas y me encaminé a la puerta. Al abrirla me encontré con el policía que estaba en todas las fotos de mi ángel. No tenía idea de cómo había llegado aquí, pero al ver a mi madre al final del pasillo junto a mi padre, Alice y Jasper, tuve la idea clara. -James. Deja que el jefe Swan pase para que vea a Isabella—le dije a ver que le cerraba el paso. Él asintió y le dejó el camino libre. —Jefe Swan, soy Edward Cullen; el prometido de Isabella. —sus ojos se abrieron a toda su anchura. Vaya que tienes tacto. Y como dices ser su prometido cuando ella te dejó por ser un cobarde mentiroso. —Hubiera preferido habernos conocidos en mejores condiciones -Bells, me dijo que estaba saliendo con alguien, pero nunca pensé que se hubiera comprometido…ella es solo una niña. ¿Cuántos años tienes muchacho?—me miró como si estuviera evaluándome. -Veintisiete. Lamento que mis guardaespaldas le hayan cortado el paso, son muy eficientes en lo que se refiere a mi seguridad. —traté de apaciguar las coas. No quería empezar con el pie izquierdo con mi suegro. -Si, ya lo veo…bueno me sorprendieron menos que el helicóptero que aterrizó en la comisaria. Mis muchachos se llevaron una impresión tan grande como la mía. —sacudió su cabeza—dice su padre que mi Bells sufrió un desmayo y que todo lo demás me lo explicaría usted. -Vera, jefe Swan…-James y Peter se movieron intranquilos, sabiendo lo que diría—Isabella, está esperando mi hijo. —lo vi abrir y cerrar la boca varias veces. Su rostro empezó a parecer un arcoíris, por suerte nos encontrábamos en un hospital ya que estaba seguro que mi suegro estaba a punto de sufrir una embolia o un ataque al corazón. -Tú embarazaste a mi bebita y ahora yo tengo que ponerte una bala en medio de las cejas—bramó. —Masen se puso frente a mí. -Está bien Masen, mi suegro solo está conmocionado por la noticia. —lo calmé, sabiendo lo arisco que se podía poner James frente a cualquiera cosa que considerara una amenaza. -¡No, no está bien! Bella acaba de salir de la escuela, no puede estar comprometida y encima embarazada de un hombre que es casi diez años mayor que ella. —bramó haciendo que varias enfermeras y doctores se empezaran a acercar. Iba a decir algo una débil voz se hizo oír. -¿Papá?—dijo el débil murmullo de mi ángel. Entre presuroso a la habitación con el jefe Swan pisándome los talones. ¿Qué me sucedió? ¿El bebe está bien?—su voz empezó a tener un tono de pánico.

-Ambos están bien, Bella. Solo fue un desmayo. —traté de calmarla y cuando sus ojos se encontraron con los míos, se volvieron fríos. -¿Qué haces aquí? No quiero verte—me gritó. Su padre se acercó rápidamente a ella y mis pies parecían haberse pegado al suelo con cemento. -Bells, este hombre dice que es tu prometido y el padre de tu hijo. ¿Eso es cierto jovencita?—la miró con dureza y Bella pareció encogerse por unos segundos, para luego mirarme con odio. -Es el donador de esperma que concibió a mi hijo, pero no será su padre y mucho menos mi prometido—espetó y tanto su padre como yo fuimos tomados de sorpresa por esas palabras. -Isabella, entiendo que estés molesta, pero no te permito… -¿No me permites, qué? Te dije claramente que no te quiero cerca de nosotros, no quiero volver a verte, te odio— me gritó. Haciendo que entrara su médico a tratar de calmarla. Su padre aun parecía estar en trance. -Hijo, por favor. Deja que se calme un poco, puede perder el bebe si se sigue alterando de esa manera. —me suplicó mi madre halando mi mano. -Me iré por el momento Isabella, pero recuerda lo que te dije anoche, yo siempre cumplo mis palabras—le dije antes de salir de la habitación. —Peter…-él asintió y se alejó para hablar por teléfono. Dejaría que las cosas se calmaran para no ponerlos en peligro a ninguno de los dos. Isabella Swan y el bebe eran míos… y yo siempre conservo lo mío.

Capitulo 12 PENSANDO Caminé hacia el final del pasillo con mi madre pegada a los talones, Jasper y mi padre estaban conversando, por suerte Alice estaba dormida, ya había tenido suficientes enfrentamientos por el día de hoy. -Hermano… ¿Todo bien?- dijo Jasper en cuanto me vio. Yo negué con la cabeza. -Bella, está bastante alterada de momento, por lo que pareció más sensato dejarla sola un tiempo para que pueda descansar. —sentí un golpe en la pantorrilla. -Tu canalla, desvergonzado—otro golpe.—mentiroso, bastardo, manipulador.—chilló Alice—bájame Jasper. Voy a matarlo—volvió a chillar, mientras Jasper la levantaba en peso, tratando de restringirla. Debo decir que para ser alguien tan pequeñita, sus golpes dolieron bastante, seguramente mañana tendría unos moretones en las piernas. -Alice… no te metas—le espeté con más fuerza de la que quería. -¿Qué no me meta? Ella es mi mejor amiga—me dijo entre dientes, luchando por zafarse del agarre de Jasper. -Ali, vamos. Tienes que calmarte o el doctor te pedirá que abandones el hospital—le dijo tratando de tranquilizarla, mientras se alejaba con ella aun suspendida en el aire. -¿Cómo llegaron ustedes aquí?—me giré preguntándole directamente a mi padre. -Alice, estaba llegando al apartamento de Bella cuando te vio entrando con ella en brazos a tu auto. Jasper nos llamó pensando que sería bueno que el padre de Bella estuviera enterado. Supongo que ya sabes lo demás. –Miró a mi madre quien se acercó enseguida a su lado-¿Qué va a suceder entre Bella y tú?—pude sentir como las aletas de mi nariz se ensancharon.

-Eso no es de tu incumbencia.—le espeté con veneno—Nos vemos luego mamá—me incliné y le di un beso en la mejilla—Padre—incliné mi cabeza antes de girar sobre mis talones e irme del hospital. Tramar y planear siempre han sido algo diario en mi vida, me sentía intranquilo porque sabía que Bella no toleraba esas práctica, pero no tendría porque enterarse, hasta el final cuando ya no pudiera luchar contra mí. Recuperaría el amor de Bella y a mi hijo, aunque tuviera que convertirme en mi padre. BPOV Lo vi salir de la habitación y mi roto corazón me dolió como si lo volviesen a romper antes que mis ojos se cerraran por el medicamento que me inyectó el médico. Mis sueños fueron intranquilos y desesperantes, en unos corría detrás de Edward entre un mar de personas, para encontrarlo al final del pasillo de la iglesia tomado de manos con lrina, siendo declarados marido y mujer. En otro estaba sentada en una pequeña casa viendo como un pequeño de cabellos cobrizos y brillantes ojos verdes jugaba en el patio con un carrito roto cuando una enorme limosina se detenía frente a él, Edward bajaba lleno de regalos caros haciendo que mi hijo no lo pensara dos veces antes de irse con su padre sin siquiera darme una mirada de despedida. Me desperté dando de gritos, podía escuchar el pitido apresurado del aparato en donde está conectada mostrando lo errático que latía mi corazón. -Nenita, tranquila. Todo está bien—me dijo mi padre a quien me costó enfocar a través de mis ojos bañados de lágrimas. -Isabella, debes calmarte. De otra manera tendrás que permanecer más tiempo en el hospital.—me dijo el mismo medico que me había drogado anoche. Asentí, tratando de normalizar mi respiración. –Bien, ahora que estas más calmada, podemos conversar. Sufriste una baja de presión anoche. Tienes que prometerme, que trataras de estar relajada. Sino entonces pasaras navidades con nosotros—me sonrió. -¿Eso significa que me podre ir hoy? Voy a Forks, con mi padre.—le dije buscando su aprobación. -Bueno es un viaje un tanto más largo de lo que quisiera, pero lo puedes realizar siempre y cuando te detengas a tomar líquidos y estirar las piernas. Firmaré los papeles para que te puedas ir.-dijo mientras me quitaba los aparatos a los que estaba conectada y saliendo de la habitación. -¿Puedo regresar contigo a Forks, papá?—pregunté insegura mirando fijamente mis manos. Lo escuché suspirar y sentí la cama hundirse bajo su peso. No me atreví a mirarlo, sabiendo que solo encontraría decepción en sus ojos. -Bells, eres mi hija. Claro que puedes regresar conmigo a Forks. No puedo negar que aun no entiendo cómo te fuiste a meter con alguien casi diez años mayor que tú, ni cuales han sido los problemas por los que han roto. Siempre fuiste una niña muy responsable, no sé como quedaste embarazada, pero no te haré sentir mal… -dejo escapar un gran suspiro—con que abuelito, ¿eh?—lo miré sorprendida viéndolo sonreír, llenando sus ojos de arruguitas. -Lo siento, papá—le susurré. -Nah, no te preocupes. Todo se resolverá. Tu amiga Alice, te trajo algo de ropa. Te dejaré unos minutos para que te cambies—palmeó mi rodilla y salió de la habitación. En cuanto me cambie de ropa, me senté en la cama a esperar que regresara Charlie. La habitación era bastante lujosa para ser un hospital, no quería siquiera pensar en la cuenta que tendríamos que pagar por haber estado aquí. -Oh, Bella.—chilló Alice, lanzándose sobre mí. -Está bien Alice, no digas nada—le supliqué. Ella frunció los labios, pero luego asintió. -¿Regresas a Forks?—me preguntó tomando mi mano.

-Por un tiempo, seguro regresaré después de las fiestas, no puedo dejar mi trabajo en la librería y tengo que conseguir otro—cuando la vi que iba a decir algo, alcé la mano para pararla. -Jasper y yo los llevaremos a Forks.—me dijo y yo la miré interrogante. -Esme y Carlisle, trajeron a Charlie en helicóptero anoche. Esme, ofreció su helicóptero para regresarlos a los dos a Forks, pero supuse que no querrías. -Gracias, Alice—le dije sabiendo que en este momento no podría lidiar con los Cullen. -Todo listo, bebita—me dijo mi padre abriendo la puerta de la habitación. Me hicieron sentar en una silla de ruedas para salir del hospital, no tenía ganas de protestar, ni de discutir por lo que no dije nada. Jasper nos esperaba en un flamante BMW azul. Me saludó con una sonrisa y yo luché por devolvérsela. Miré por la ventana del auto, realmente sin ver nada hasta que me quedé dormida. Mi padre me despertó cada cierto tiempo para que tomara un poco de agua y me quisieron obligar a comer algo, pero para ser sinceros el nudo que tenía en la garganta no me lo permitía. Quería llegar a mi habitación en Forks, para llorar la perdida de mi vida y mis sueños. Estaba agradecida que nadie hubiera dicho nada, incluso Alice estaba callada. Durante las tres horas que duró el viaje, estuve entrando y saliendo de un sueño intranquilo; por lo que fue para mí una bendición cuando Charlie me despertó para decirme que habíamos llegado a casa. -Bella, estos son mis números de teléfono. No dudes en llamarme si necesitas cualquier cosa, no importa la hora.— me dijo Jasper suavemente entregándome una tarjeta de presentación. -Gracias Jasper, cuida mucho a Alice—le traté de sonreír, pero sentía mis ojos ardiendo por las lagrimas sin derramar—Los veré después de las fiestas.—él asintió y yo abracé al duendecillo que tenia por amiga—muchas gracias Alice—le di un beso en la mejilla y entré a la casa, subí las escaleras dando tumbos hasta llegar a mi habitación. Me arropé con las cobijas cubriendo mi cabeza para no seguir viendo el día que estaba tan oscuro que simulaba como me sentía en estos momentos. No se cuento tiempo estuve en esa posición o si en algún momento logré quedarme dormida. -Bells—dijo mi padre con suavidad, quitándome las cobijas—tienes que comer algo—me entregó una manzana—Sue nos invitó a la cena de noche buena y mañana Billy tiene una parrillada para celebrar la navidad. -No quiero salir…me siento muy cansada—me sinceré, mis ojos estaban pesado y me costaba mantenerlos abiertos. -Regresaré pronto. ¿Estarás bien sola?—yo asentí—pero mañana te levantaras de cama. No podrás decir que no. Aun no sé qué sucedió para que tu novio—dijo la palabra como si hubiera chupado un limón—y tú estén peleados, pero seguramente solo será cuestión de días resolverlo. –suspiré—no te voy a presionar. Te dije que me lo dijeras cuando te sintieras preparada para hablar de eso. Ahora, dale aunque sea una mordida a la manzana, no quiero que mi futuro compañero de pescas nazca flacucho—traté de sonreírle y le di una mordida a la manzana—así está mucho mejor. Me terminé de comer la manzana cuando escuché que la puerta principal se cerraba y el motor de la patrulla encenderse indicándome que me había quedado sola. Entonces sin previo aviso las lágrimas se desbordaron de mis ojos. Lloré por todas las mentiras. Lloré por todas las verdades ocultas. Lloré porque extrañaba cada beso y caricia. Lloré porque extrañaba su sonrisa.

Lloré porque mi hijo no tendría padre. Lloré porque lo amaba. Pero sobre todo lloré porque aunque lo intentara no podía odiarlo. Me dormí cuando mis lágrimas se agotaron, sabiendo que tenía que continuar mi vida por mi pequeño. No podía permitir que pensara que su madre era una débil. Edward Cullen, me podía haber hecho caer, pero no me iba a quedar en el suelo esperando a que me pisoteara. -Bella…Bells…-Feliz navidad-dijo una ronca pero molesta voz en mi oído. -Fuera—dije volviendo a esconderme bajo las cobijas, aun me sentía cansada. -Nop. Nada de eso Sra. Grinch—dijo otra voz—Jake… -A sus órdenes hermosa dama—respondió halándome por los pies, mientras Leah me quitaba las cobijas. -Epa…que estoy embarazada—me quejé cuando me puso sobre su hombro como un costal de papas. -Que quisquillosa.—murmuró bajo su aliento- Lee Lee, ¿tienes la maleta?—le preguntó mientras corría escaleras abajo conmigo. -Jacob William Black. Si sabes lo que te conviene me pondrás en el suelo en este instante—le gruñí cuando sentí el resplandor del sol. -Vaya te has vuelto una gruñona. Te pareces a Leah, creo que deberían cortar su amistad—empezó a reír hasta que se quejó cuando Leah le dio un puñetazo en el brazo. -Se han dado cuenta que estoy en pijamas. ¿Qué tal si hubiera estado durmiendo en ropa interior?—me quejé. -Claro, claro…-se burló Jacob rodando los ojos. –Ni siquiera me he desayunado.—mi estomago rugió en ese momento para confirmarlo. -Vamos Emily hizo muffins para desayunar. Así que sube tu flacucho trasero al auto—le dijo Leah en su tono mandón tan familiar. -Ok…solo voy si me hacen huevos revueltos para acompañar los muffins—dije sintiendo como se me hacia agua la boca. El viaje a La Push fue agradable, aunque sentía mi corazón desgarrado, no podía seguir viviendo de esa manera. Emily y Leah habían conversado conmigo de todo menos de lo que yo aun no estaba dispuesta a hablar y se los agradecía. Después de desayunar en abundancia para vomitar la comida y volver a comer. Me senté a ver como encendían la parrilla. Todos se veían muy felices, aunque de vez en cuando Charlie me miraba con expresión preocupada. Me entregaron varios regalos, por suerte Alice había hecho una pequeña maleta con mis ropas y los regalos que había comprado para mis amigos. Traté no ser una aguafiestas, pero sabía que no estaba siendo buena compañía. Caminé en dirección a la playa y me senté sobre el mismo tronco caído donde cientos de veces nos sentamos Leah, Emily, Sam, Jake, Ben y Ángela a pasar el tiempo conversando. El agua se veía a punto de congelarse…la ironía es que así mismo sentía mi corazón. Giré mi cabeza en dirección a los estacionamientos cuando sentí que me miraban, pero debieron ser imaginaciones mías ya que no había nadie. Suspiré; debería estarme volviendo loca, pero hubiera jurado que Edward estaba mirándome. Supongo que tenía muchas ganas de estar con él como para que mi mente me jugara esos trucos.

Edward… Sentí que mis ojos se empezaban a llenar de lágrimas. Escuché unos inconfundibles pasos en la arena y me sequé los ojos rápidamente. -Supuse que estarías aquí—me dijo Jake sentándose a mi lado—te traje algo de comer. Nada cura mejor un corazón roto que la carne—me bromeó pasando el plato frente a mi nariz. -Es el helado, no la carne—le sonreí. -Helado para ustedes, pero carne para mí, sino cómo crees que me mantengo tan guapo—empezó a hacer poses de fisiculturismo haciendo que riera verdaderamente. -Ya sabía que mi chica estaba en algún lado—me pasó el brazo sobre los hombros entregándome la carne asada y me reconforté en su calidez inclinando mi cabeza en su pecho. Nos quedamos en silencio mientras comía, el suave vaivén de las olas parecía calmarme. -¿Cómo va todo con Leah?—lo escuché suspirar y me levante mi vista para verlo. -Leah, quiere irse a estudiar a una universidad.—dijo mirando lejos hacia la inmensidad del mar. -Pero pensé que se casarían y montarían el taller juntos. -Ella tiene sus sueños, quiero que los cumpla. Ya es suficientemente malo que me sienta culpable porque se ha tomado un año sabático para quedarse conmigo. Ella pensó que cuando yo terminara la secundaria me iría con ella de aquí. Pero la buena noticia es que regresara, nosotros mantendremos nuestra relación aunque sea a distancia— su voz sonaba determinada. -¿Tu estarás bien, Jake?—no podía imaginarme a Jake sin Leah. Era poco natural, ellos han estado enamorados desde pequeños. -No te preocupes por mi cariño—puso su cabeza sobre la mía.—Así que voy a ser tío.—yo asentí—tienes que darme un nombre y una dirección para romperle la cara, nadie desflora a mi hermanita y sale ileso—trató de bromear, pero no dijo nada más. -Soy un año mayor que tu Jake—le dije soltando el aire de pronto. -Eso es lo que tú crees—me apretó contra él reconfortándome. Nos quedamos unas horas contemplando las olas, la brisa jugar con los arboles y los pájaros buscar su presa. Así, siempre había sido mi relación con Jake, sencilla, sin complicaciones, tan fácil como respirar. Ambos sabíamos cuando el otro quería hablar y cuando no. Los siguientes días los pasé en una especie de nebulosa, no salí de mi mundo hasta un día que fui al banco con Charlie para hacer un depósito en mi cuenta. Mi padre montó en cólera en cuanto la cajera le informó que el nuevo saldo de mi cuenta en lugar de ser siete mil dólares era veintisiete mil. -¡Quiero saber quien deposito esa cantidad en la cuenta de mi hija!—bramó. La pobre oficial de cuentas se veía un poco intimidada por la fuerte reacción de mi padre, pero yo sabía quien había sido sin que me lo tuvieran que decir. -Por favor Sra. Stanley, emítame un cheque de gerencia por los siete mil dólares que debería tener mi cuenta y regrésele los veinte mil al Sr. Cullen. Quiero cancelar mi cuenta en este banco—le dije suavemente y mi padre se vio asombrado. Seguramente no había pensado que el dueño del dinero era del que se hizo llamar mi novio. La mujer me miró como si estuviera loca, pero no me importó. Yo no quería nada que viniera de Edward Cullen, además no tengo idea que estaba pensando él, al enviarme ese dinero. No quería pensar que estaba tratando de comprarnos y mucho menos que quería que tomara ese pago como pago a los "servicios prestados". Apreté contra mi pecho el sobre en donde estaba el cheque con mis ahorros y los mil dólares que mi padre me estaba dando para ayudarme hasta que consiguiera un segundo trabajo.

Sabía que Charlie seguía molesto, pero no me comentó nada en los siguientes días. Había pasado año nuevo y tenía mis resoluciones firmes. Seguiría la universidad y trabajaría para sacar a mi hijo adelante. Edward Cullen, no tendría nada que ver con nosotros. Tal vez más adelante cuando el dolor fuera menor, le permitiría acercarse a mi hijo, no podía negarle al niño el derecho de saber quién era su padre, pero todos sus encuentros serian bajo mi supervisión y le dejaría muy claro que no necesitaba su ayuda económica. -Bells, ¿estás lista para regresar a la gran ciudad?—me bromeo Jake recogiendo mi equipaje y metiéndolo en su auto. Asentí y cerré la puerta. Charlie se había despedido de mí esta mañana antes de ir a la estación. Manejo con tranquilidad, bromeamos durante el camino y recordamos los viejos tiempos. No sabía porque, pero a medida que cada kilometro pasaba acercándome más a Seattle, más crecía mi inseguridad. En la radio empezó a sonar Ignorance de Paramore y solo pude sacudir mi cabeza al no poder evitar las comparaciones con lo que me estaba sucediendo. La última nota de guitarra fue tocada justo cuando Jake estacionaba fuera de mi edificio. -Cariño… sabes que cuando estés lista para hablar, puedes contar conmigo—me dijo dándome un abrazo.—eres más que mi mejor amiga Bells, eres mi hermana y eso lo sabes. Me duele verte de esta manera. No te he visto derramar una sola lagrima pero siempre tienes los ojos rojos—acarició mi cabeza y yo me solté a llorar. -Tengo tanto miedo Jake—sollocé penosamente -Siempre estaremos para ti Bells, todos los que te amamos nunca te dejaremos sola—beso mis cabellos y seco mis lagrimas con sus callosos dedos.—sabes lo mucho que te quiero y Leah te adora—me susurro al oído, se alejo un poco y me dio un beso en la mejilla. Le iba a responder cuando la puerta del auto fue abierta de pronto y Jake arrastrado prácticamente fuera. ¿Qué diablos? Pensé tratando de salir del auto para ver quien atacó a Jake, pero cuando escuché su voz me paralicé. -No te vuelvas a atrever a ponerle uno de tus sucios dedos encima—le gritó Edward y vi a Jake levantándose y lanzándosele directamente. Edward, se veía más delgado, como si hubiera perdido peso y estaba increíblemente ojeroso. Edward en un movimiento rápido colocó su antebrazo contra el cuello de Jake, como si quisiera romperle el cuello. Eso fue lo que hizo que saliera de mi estupor. Oh cielos, cielos. Abrí la puerta del auto justo cuando James y otro hombre a quien no conocía se metieron en medio y trataron de separarlos. No podía creer que él se estuviera peleado con Jake. -Edward, Jake. Por favor deténganse. — chillé cuando al fin pude soltarme del maldito cinturón de seguridad y salir del auto. -Supongo que tú fuiste quien dejo embarazada a Bells—dijo Jake escupiendo un poco de sangre en el suelo, lo que hizo que el mundo empezara a girar. -Si lo soy—le respondió limpiándose la sangre que había en su labio con el pulgar. –Solo te digo. Mantente. Alejado. De. mi. Familia.—Jake lo miró con sorna mientras se limpiaba más sangre—lo digo en serio niño. No estoy jugando.—le rugió. La brisa atrajo con toda su fuerza el olor a la sangre, haciendo que empezara a sudar frio. Atreves de un túnel pude ver a James soltando a Edward y lanzándose hacia mí, mientras sentía como mis piernas cedían. -Amor. ¿Estas bien?—escuché que me decía Edward. -Voy a vomitar—fue lo único que pude decir. -Por suerte no lo hiciste en mi auto. –recogió mi cabello, pero sentí unas familiares manos, acariciar mi espalda-Si fueras un vampiro te morirías de hambre—me bromeó Jake. -Cállate y ayúdame a subir a mi apartamento.—le gruñí, aun sintiendo que la cabeza me daba vueltas. -Yo te llevo—replicó Edward.

-Por favor…aun no estoy lista para hablar contigo—y no sé si lo esté algún día añadí para mí. No escuché su respuesta porque Jake me tomó en brazos y me llevó dentro. Extrañé de inmediato su tacto, pero no quería sentirme así. Aun sentía mi cabeza dando vueltas cuando estaba acostada. Jake me entregó un vaso de agua y le aseguré que estaría bien, sabiendo que estaba deseoso por regresar con Leah. Aunque sabía que no podía ponerme a penar por Edward, no podía negar que él llenaba cada uno de mis suspiros. Los días pasaron para mí como si estuviera en un estado de zombie. Contaba con el apoyo de Alice, quien había resultado ser mi ángel guardián. Se aseguraba que comiera, mea llevaba y me traía de la universidad o mi trabajo todos los días, pero sobre todo…no lo mencionaba a él… Seguía trabajando para la librería del campus, pero eso no me daba los suficientes ingresos como para mantenernos al bebe y a mí cuando naciera. Así que estaba segura que tenía que conseguirme otro trabajo…cualquier trabajo. Estaba revisando las opciones de empleo en el periódico mientras caminaba a mi apartamento, cuando abrí la puerta me llamó la atención que habían metido bajo ella. Lo recogí y le di vueltas tratando de descubrir quien lo había enviado. Me senté en la mesa dejando el periódico de lado y abrí el sobre. Por suerte estaba sentada de otra manera me hubiera ido de espaldas. Junto a un cheque por treinta mil dólares, diez mil más que la vez que deposito dinero en mi cuenta, además había una breve nota en una pulcra y estilizada letra que reconocí enseguida, de todas las veces que me ayudó con las tareas de la universidad. Isabella: Por favor acepta este cheque, usa el dinero para tus gastos personales y médicos que se presenten. James te estará llevando las llaves de tu auto. Espero que pronto estés lista para que hablemos. Edward. Achurré la nota y la lancé al piso. Tome el cheque y lo rompí en cientos de pedazos. Sí Edward Cullen, pensaba que podría comprar la tranquilidad de su conciencia con dinero, estaba muy equivocado. Me senté enfurruñada hasta que tocaron la puerta. Sabiendo quien era metí todos los trocitos del cheque en el sobre y marché a la puerta. -No pretendo aceptar el auto y regrésale también a tu jefe esto. Dile que no quiero sus limosnas o su caridad. Que busque otra manera de tranquilizar su conciencia—le espeté a James poniendo el cheque contra su pecho y cerrando la puerta. -Se lo hare saber Bella, no te preocupes—lo escuché reír.—Aunque te digo, tengo años trabajando para él y nunca he conocido a nadie más testarudo que él…bueno hasta que tu apareciste. Supuse que se fue cuando vio que no le respondí. Así paso casi una semana, me había decidido por un empleo de mesera en un bar, la paga no era mucha, pero decían que las propinas lo compensaban. Al menos el dueño acepto a que cuando mi embarazo fuera evidente, trabajaría tras la barra. De esa forma los clientes no tendrían que verme embarazada. Ya había pasado un mes desde la fatídica cena donde mi vida se desmoronó. Para mi consulta mensual de embarazo fui donde una doctora de honorarios moderados. Alice había querido pagarme la consulta con la misma doctora que me había revisado la primera vez, pero yo no se lo permití. Hoy había sido un día pesado en la universidad, por suerte no tenía trabajo en la librería, así que me podía arreglar para mi primer día en mi nuevo trabajo. Tenía que ser honesta, detestaba el uniforme. Eran los pantalones cortos más cortos de la historia y la camiseta era bastante ajustada. Por suerte mi estomago seguía siendo plano.

Había terminado de recogerme el cabello en una coleta cuando tocaron a la puerta. Era un repartidor por lo que supuse se había equivocado. -¿Es usted Isabella Swan?—me preguntó un chico vestido de DHL. -Si…pero no estaba esperando ningún paquete. ¿Quién lo envía?—le respondí al ver la caja que tenía en las manos. -Firme, aquí, aquí y aquí—me señaló tres lugares diferentes en la forma. Hice lo que me pidió y me entregó el pesado paquete. Cerré la puerta y coloqué el paquete en la mesa de la cocina. Cuando vi que no tenía remitente, me dio mala espina y me lo quedé mirando como si me fuera a morder. -No seas cobarde—me dije a mi misma, mientras abría el paquete. Mi aliento se quedo atorado, dentro había muchos fajos de dinero… no tenía que contarlos para saber que eran cuarenta mil…si seguía con su patrón cada vez que le rechazara el dinero, anexaría otros diez mil dólares. Tomé la nota que estaba en la parte superior con manos temblorosas. Isabella: Como pude ver que no aceptas los cheques, pensé en enviarte efectivo. Creo que demoraras más tiempo rompiendo los billetes. Si no decides hablar conmigo pronto, iré a verte. E.C. Esta vez la nota era más fría que la anterior y podía ver una leve amenaza en ella. Pero si él pensaba que me iba a intimidar estaba muy equivocado. Rebusqué en mi bolso hasta que encontré lo que necesitaba y marqué el número de teléfono. -Jasper…hola soy Bella…Bella Swan. Espero no molestarte—le dije insegura. -Para nada Bella, ¿cómo puedo ayudarte? -¿Podrías darme la dirección de las oficinas de An..De Edward?—le pregunté apresuradamente mientras forraba nuevamente la cajeta con cinta adhesiva. -Claro…-sonó inseguro pero me dio la dirección. -Gracias Jasper—le colgué y me coloqué un impermeable largo que cubría mi escaso uniforme. Tomé mi bolso y el paquete. No le había comentado a Alice sobre este nuevo trabajo porque sabía que lo desaprobaría e insistiría en llevarme y recogerme cuando mi turno terminara. Los malditos zapatos de tacón, resonaban cada vez que subía y bajaba de los autobuses. Tuve que tomar tres para llegar a las oficinas de Cullen, Corp. Debía decir que el edificio era enorme y muy elegante. Una recepcionista de aspecto arrogante conversaba amenamente con un joven de cabellos negros. -Disculpe señorita, estoy buscando al Sr. Edward Cullen—le dije tratando de recuperar el aliento después de mi apresurada entrada. Ella me miró de arriba abajo evaluándome y sonrió con burla. -El Sr. Cullen no recibe a nadie, su secretaria se encarga de las reuniones o las citas. ¿Tiene una?—su voz era burlona y mis hormonas no me estaban ayudando en este momento.

-Pregúntele a la secretaria del señor Cullen, si puede recibir a Isabella Swan—le dije y sus ojos se hicieron grandes. -Jeffrey la escoltara a la planta de la presidencia señorita Swan. El señor Cullen ha dado órdenes específicas que cuando usted viniera subiera de inmediato. Si hubiera sabido que era usted—empezó a balbucear mientras me ponía un gafete de visitante en la solapa de la gabardina. El chico tomó el paquete de mis manos y me escolto a los elevadores, presiono el numero treinta. Estaba pasando mi peso de un lado a otro, había pensado que era una crueldad romper el dinero o quemarlo, habiendo tantas personas necesitadas, pensé en donarlo a la caridad, pero entonces él pensaría que me quede con el dinero y eso no lo iba a permitir. Las puertas del elevador se abrieron con un suave "ding". El joven me dio un empujoncito para que saliera cuando vio que me quede inmóvil. -Señorita Swan, soy Zafrina la secretaria del Sr. Cullen. En unos minutos estará con usted en unos minutos.—me dijo pero yo no iba a esperar. No quería tener una confrontación con Edward y mucho menos en su entorno, donde yo tenía la desventaja. -No puedo esperarlo tengo que irme a trabajar. Solo podría entregarle esto y decirle que no vuelva a molestarme, por favor—le dije señalando la caja que tenía el chico en sus manos. Giré sobre mis talones y me dirigí al ascensor dejándolos desconcertados. -Isabella—lo escuché llamarme cuando me giré para presionar el botón. Oh mierda, oh mierda, pensé mientras lo vi acercarse a paso rápido desde el final del pasillo.-Detengan el maldito elevador—vociferó cuando las puertas se empezaban a cerrar. Por fin las puertas se cerraron y deje escapar el aire de mis pulmones, pero no me atrevería a respirar tranquila hasta que estuviera fuera de sus dominios. En cuanto las puertas del elevador se abrieron, salí lo más rápido que mis rápido que mis torpes pies me permitieron. Subí al primer autobús que iba pasando y lo vi en las puertas de su edificio, como lo que era un gran hombre de negocios y no el sencillo guardaespaldas de quien me enamoré. Apreté mi boca para no sollozar. Al llegar a mi nuevo trabajo ya estaba más tranquila. Mi jefe Vladimir, era una especie de conde dracula moderno. Me explicó como servir las bebidas y también me hablo de que las chicas no tenían permitido irse con los clientes. Estaba segura que mi cara denotaba sorpresa, ¿qué tipo de clientes son los que piensan llevarse a las meseras? Creo que prefería no saberlo. Empecé a tomar pedidos, todos hasta el momento parecían hombres normales, la mayoría eran universitarios. No puedo negar que había unos muy efusivos y ruidosos pero al menos dejaban buenas propinas. -¿Los de la mesa cinco te están dando problemas?—me preguntó una de mis compañeras de quien no recordaba el nombre. -Están algo borrachos, pero creo que se irán pronto—le respondí, sacando las cervezas que me habían pedido. -Suerte, oye hay un bombón en la mesa doce que te pidió a ti específicamente—me dijo. Me congelé… no puede ser… -¿Cómo es?—mi voz era un susurro -Pues hermoso, cabello cobrizo, nariz perfecta, pómulos y mentón fuerte. Un sueño—empezó a parpadear.— Vladimir quiere que lo atiendas como a un rey, parece ser un hombre muy importante. En verdad te envidio la propina—se alejo suspirando. -Bella, tenemos a Edward Cullen en la mesa doce, trátalo bien muchacha, dale todo lo quiere, si requiere algo especial me avisas y lo mandaré a buscar. Sin errores…quiero que regrese—me dijo quitándome el pedido que iba a servir. Genial ahora iba a tener mi jefe encima un paso en falso con su cliente estrella y seguro me despediría.

Caminé hacia él y tenía una sonrisa presumida mientras me miraba como lo hacía antes de quitarme la ropa. Dios, Bella. Contrólate, están en un lugar público, no es como si te fuera a tirar sobre la mesa. -Buenas noches, ¿qué le puedo ofrecer?—forcé mi sonrisa al ver a mi jefe mirándome desde la esquina. -Dime qué haces aquí Isabella y quiero saber a qué hora sales.—me preguntó muy serio. Su sonrisa se había perdido. -Tengo que trabajar y la hora de mi salida no te incumbe. Ahora que vas a tomar. Necesito tomar el pedido de otra mesa.—le dije mirando la mesa de donde me llamaban. Lo vi fruncir el ceño y entrelazar sus dedos. -Si tanto insistes, quiero un escoses en las rocas.—me dijo, me apresuré a buscarle su orden. Mi jefe me acorraló cuando terminaba de servir el trago con manos temblorosas, quería asegurarse que estuviera atendiendo bien a Edward y me recordó que mi trabajo estaba en riesgo si lo desairaba. Odiaba que ese hombre me afectara tanto, no solo sentimentalmente sino en los todos los aspectos de mi vida. -Su bebida, Sr. Cullen—le puse la bebida en la mesa y cuando me iba a retirar me agarró de la mano haciendo que la misma electricidad de antes me recorriera. -Oye lindura, a mi no me dejaste agarrarte la mano, aunque quisiera agarrarte otra cosa—me dijo uno de los chicos de la mesa de al lado chocando las manos con sus amigos y las aletas de la nariz de Edward se hincharon. —Por favor Edward, necesito el trabajo, no hagas que me despidan.—le supliqué, sabiendo cómo se podía poner después de haberlo visto con Jake. -No, Isabella. No necesitas el trabajo—se levantó y empezó a llevarme a la salida. -Sr. Cullen—le dijo Vladimir, pero James se acercó y lo vi entregarle unos billetes antes que Edward me metiera a una limosina que esperaba en la entrada. -No puedes hacer esto Edward—le dije mirando como subía la ventanilla que nos separaba del conductor. Estiro sus piernas todo lo que el auto le permitía y me sonrió. -He esperado un mes…un mes para que hablaras conmigo. Quise que fuera a tu manera pero me cansé de esperar. Así que ahora será a mi manera.—su voz era frío. Este es un hombre totalmente diferente al que conocí. Tenía la misma confianza y seguridad magnética de siempre, pero parecía encerrado dentro de un gran muro de hierro, que lo hacia parecer intimidante. -¿A dónde me llevas?—le dije susurro asustado cuando vi que nos acercábamos al aeropuerto. -A Italia—me respondió mirando por la ventana.

CAPITULO 13 SECUESTRANDO Miraba por la ventana pensando en todo lo sucedido durante este último mes. Todo pasaba frente a mis ojos como una película. Había llegado a Forks la mañana de navidad. James estaba dando la curva que llevaba a su casa, cuando la vi siendo sacada sobre el hombro del señor esteroides. -Señor… ¿sigo de largo?—preguntó James mirándome por el espejo retrovisor—puede hablar con Bella en otro momento—me sugirió y yo asentí.

Tenía que controlar mis emociones, quería arreglar las cosas con mi ángel y sabia que con lo molesto que me sentía por haberla visto en los brazos de ese bárbaro, no iba a ser una conversación muy tranquila. Pasamos junto al auto donde estaba Peter y este le dio a James, un block de notas el cual me fue entregado con todos los movimientos de Bella desde que salió del hospital. Había anotaciones de Benjamín, Peter y Brady; de todas las actividades, rutas y personas que estuvieron cerca de Bella. Tenía que asegurarme que no saliera con algún tonto plan como querer desaparecer de la faz de la tierra con mi hijo para que yo no los pudiera encontrar. Los seguimos mientras Bella y sus amigos se dirigían a lo que parecía una reservación india. Al parecer tenían una parrillada de navidad. Acaricié en mi bolsillo el regalo que le había comprado y no había tenido oportunidad de entregarle . Mi ángel se veía tan triste, tan rota; pero aun así soportaba toda la alegría que la rodeaba. La vimos dirigirse hacia la playa y yo la seguí a una buena distancia, iba pensando exactamente que decirle para que me perdonara. Me quedé largo rato mirándola oculto en un bosquecillo cerca de unos aparcaderos que daban a la playa, ella estaba sentada sobre un tronco caído, parecía perdida en sus pensamientos. ¿Sabes que lo que estás haciendo se llama acoso? Eres un acosador. Sacudí esas palabras de mi cabeza y pude ver como sus ojos me buscaban. Esperaba que ella pudiera sentir mi presencia y saber lo mucho que la amaba. Pero no había mejor manera de demostrárselo que hablando con ella. Di unos pasos para salir de mi escondite cuando, él chico de los esteroides apareció frustrando mi intento de acercarme a ella. Yo debería ser quien cuidara de ella y la consolara. Pero fuiste tú, quien le ocasionó estar así. Cuando los vi hablar tan íntimamente tuve que hacer acopio de todas mis fuerzas para no cometer una estupidez. Sin embargo di un par de pasos en su dirección, en cuanto lo vi acariciar su brazo y suspirar. Un amigo… sí, como no… -Señor, no creo que sea prudente que cometa algún acto sin pensarlo. Creo que debemos marcharnos. Peter y los demás lo mantendrán informado. —me dijo James, mirando también la escena frente a nosotros—Dele uno días— sugirió y yo asentí. De regreso en mi frio apartamento, me quede contemplando la cuidad, pensando en cómo estaría mi ángel y nuestro pequeño. Tenía que asegurarme que ella tuviera los medios económicos para hacer frente a cualquier situación que se presentara por lo que hice una transferencia bancaria a su cuenta corriente. De la cual me llegó la confirmación de rechazo. Esa pequeña podía ser testaruda cuando se lo proponía, pero ya me encargaría de encontrar la manera en que aceptara el dinero. Si no lo hacía por ella, por lo menos que lo hiciera por el bebé. Dos días después de año nuevo, recibí la llamada de Peter informándome que mi Isabella regresaba a Seattle. Caminaba de un lado a otro frente al edificio esperando a que llegara. No me podía quedar tranquilo en el auto a esperarla. Pero cuando llegó acompañada del chico todo lo empecé a ver rojo. Otra vez él se metía en medio. Yo tenía que hablar con ella y él estaba poniendo sus sucias garras en MI Isabella. Mía… Por primera vez la voz de mi cabeza coincidió conmigo. Lo saqué del auto y sin darle tiempo a nada lo golpeé. Se sentía muy bien sacar parte de la rabia que me venía consumiendo desde hace más de una semana. Él chico me llegó a golpear también, debo reconocer que era un buen oponente. Bella, se notaba alterada; pero yo ya estaba harto de ser interrumpido por este chico. Necesitaba que se alejara de mi mujer y mi hijo. Ellos eran mi familia y nadie se interpondría entre nosotros.

James, me soltó de pronto y atrapó a Bella antes que cayera al suelo. Pude tomar su frágil cuerpo en mis brazos antes que vomitara, por lo visto la sangre le causa malestar y tanto el chico como yo teníamos cortes en el rostro. Bella, me pidió tiempo y se lo concedí de mala gana. Un fuerte dolor atravesó mi pecho cuando la vi desaparecer en sus brazos por las puertas del edificio. Maldije mi suerte al tener que viajar a Londres para resolver una serie de problemas en la casa matriz de la corporación. Sabía que estaba de mal humor, eso lo podía confirmar al ver que todos los ejecutivos se apresuraban a sus cubículos en cuento me veían pasar. Había dado órdenes estrictas en la oficina de Seattle, de explicarle la situación a Bella, proporcionarle mi teléfono en Londres y entregarle mi dirección electrónica, si llegaba a aparecer en mi ausencia. Al volver a pisar Seattle pude respirar más tranquilo ya que me encontraba en la misma cuidad que ella. Me apresuré a las oficinas. -¿La Srta. Swan, ha venido?—le pregunté a la recepcionista que se encogió un poco al escucharme. -N-no señor Cullen—me respondió tartamudeando. -Ya sabe lo que tiene que hacer en cuanto la Srta. Swan, venga. Me alejé hacia los elevadores, tenía que ir al piso de contabilidad a hablar con el vicepresidente, por lo general los ejecutivos viene a mí, pero en estas semanas mis secretarias andaban con la cabeza en las nubes, haciendo que mi poca tolerancia se terminara con cada error. -Se supone que el señor Cullen no llega hasta la próxima semana, es una suerte porque tengo entendido que anda ladrándole órdenes a todos—dijo una rubia teñida que no me había visto caminar por el pasillo. -Sí, antes era más llevadero, incluso sonreía y le daba los buenos días a todos los que se cruzaban en su camino. ¿Crees que es por la misteriosa Isabella Swan?—le respondió una chica de cabellos negros. -Ladro ordenes porque siempre me encuentro a todos haciendo cualquier cosa que su trabajo. Seguramente tendrán algo mejor que hacer que chismorrear sobre mi vida privada—les dije pasando junto a ellas para en pasar al pasillo que me llevaba a la oficina del vicepresidente de contabilidad. Ambas se desaparecieron en un instante. Deje escapar un profundo respiro. Era cierto mientras tenía a Isabella en mi vida, no había nada que me pudiera molestar. Ahora andaba con el ceño fruncido permanentemente. Casi no dormía y pocas veces me acordaba que tenía que comer. Terminé la reunión con rapidez y me fui a mi despacho. Le envié un cheque en un sobre cerrado a Peter para que lo pasara bajo la puerta del apartamento de Bella y le di órdenes claras a James de llevarle el auto. James regresó unas horas más tardes con una sonrisa burlona en los labios. -Bella, no aceptó el auto y me pidió que le entregara esto.—me colocó el sobre que le había dado a Peter enfrente.—dice que no acepta caridad, ni limosnas—volvió a sonreír—Le pide que busque otra manera de aquietar su conciencia. -¿Te tiene contento, que no haya cedido, no es cierto? Sé que no aprobaste nunca como fue mi relación con ella— murmuré abriendo el sobre y dejando caer los pedazos rotos del cheque. James era mi hombre de confianza y lo conocía lo suficiente para ver la desaprobación reflejada en sus ojos cada vez que salía con Bella. -Digamos, que sí, nunca había conocido una niña como ella—hizo énfasis en la palabra niña-con el debido respeto señor Cullen. En estos momentos no me sentiría orgulloso de recibir una bala por usted—murmuró. -Puedes irte—le dije molesto, por su desaprobación. Él tampoco me entendía, no era que quisiera comprarla con dinero, diablos. Nunca antes había conocido alguien a quien le importara menos el dinero que a mi Bella. Ella debía entender que era mi responsabilidad cuidar de ella.

Bella y mi hijo son la razón de mi existencia y no puedo soportar la idea de saber que puede estar pasando apuros económicos. La conocía lo suficientemente bien, como para saber lo testaruda y orgullosa que podía llegar a ser, seguro que aunque estuviera pasando dificultades se lo escondería inclusive a su padre. Lo único que me consolaba era que Alice, la llevaba y la traía de la universidad o la librería. Pasé las siguientes semanas como un animal herido. La más mínima provocación me hacia estallar. Mi madre y Jasper habían querido hablar conmigo en ese tiempo, pero yo había rehusado recibir sus llamadas. Necesitaba estar solo para lamer mis heridas que cada día se hacían más profundas porque Bella se negaba a ponerse en contacto conmigo. Un mes… un mes sin tenerla entre mis brazos y poder acariciar su vientre diciéndole a nuestro hijo lo mucho que lo amo…quería ser para mi hijo mucho más que padre que alguna vez tuve. Envié un paquete a su casa con entrega segura donde iban cuarenta mil dólares en efectivo. Peter me había dicho que Isabella se había visto con una ginecóloga que no era a la que yo la había llevado. Mi hijo necesitaba el dinero y ella tendría que dejar su orgullo a un lado para aceptarlo aunque no quisiera saber de mí. Estaba molesto cuando escribí la nota, solo le daría hasta mañana. Si no se comunicaba conmigo tomaría el asunto en mis manos y no aceptaría una negativa. -Señor Cullen, él Sr. Jenks y la señora Kuznetsova son sus abogados ya están en la sala de juntas.—me dijo Zafrina por teléfono. Bien… al menos lo único bueno de este día será la certeza de no verle la cara nunca más. Por fin habían emitido la sentencia final de divorcio. Solo faltaba una firma y entregarle el maldito cheque para que estuviera fuera de mi vida para siempre. La reunión estaba siendo larga para mi gusto. Irina, empezó a suplicar con que le aumentara la cantidad que habíamos acordado. -Irina, ni siquiera puedo decirte que te voy a recompensar por los servicios prestados, ya que no me prestaste ninguno—respondí a su tonto alegato. La escuché responder algo, pero me llegó un mensaje diciéndome que Bella había venido a verme. Mi corazón se hinchó solo de saber que estábamos en el mismo edificio. Respondí ordenando que la atendieran como la reina que era y que yo me reuniría en unos minutos con ella. Quería ser un hombre totalmente libre para poder tomarla entre mis brazos y volverla a hacer mía, sin que se sintiera sucia por eso. -Explíquele a su cliente que debido a sus múltiples infidelidades comprobadas, no tiene derecho a un solo centavo de mi dinero. Pídale que firme los papeles definitivos antes que me arrepienta y se quede sin nada.—gruñí, Irina asintió dándome una mirada de odio pero finalmente firmó y así lo hice yo también con rapidez, sintiendo como el peso del mundo se elevaba de mis hombros. Salí con rapidez de la sala de juntas, dejando a Jenks que se encargara de entregarle el cheque y que se firmaran los demás papeles. Cuando llegué al pasillo de mis oficinas la vi entrando al elevador. -Isabella—se giró y sus grandes orbes me miraron sorprendidas.-Detengan el maldito elevador—grité a mis espantados empleados cuando las malditas puertas se cerraron.-¿Es que no pueden hacer nada bien, les pago una fortuna y no pueden evitar que un estúpido elevador se vaya?—entré al otro elevador y salí corriendo del edificio para no verla en ningún lugar. Me pasé las manos el cabello y regresé maldiciendo al edificio. Todos tuvieron la buena cabeza de huir de mi trayectoria. -No quiero interrupciones—le dije a mis secretarias y entré cerrando de golpe la puerta de mi oficina. Era la última vez que esa niña, me huía. He esperado lo suficiente, he sido paciente con ella, sabiendo que cometí un error al mentirle, eso no justifica que me quiera alejar de mi hijo. Si va a ser una inmadura, pues que así sea. De ahora en adelante las reglas del juego las pondré yo. Miré el portarretratos doble que tenía en mi escritorio, donde estaba una foto de ella y la imagen del ultrasonido de mi hijo.

-Muy pronto volveremos a estar los tres juntos, pequeño—le dije a la fotografía en blanco y negro de mi bebé. Muy pronto Isabella estaría donde pertenece, a mi lado y en mi cama. -Zafrina, comunícame con Gianna, en el Palazzo en Pisa—le dije sin esperar respuesta. Le envié un mensaje a James pidiéndole que hiciera todos los arreglos en lo referente con Bella. Había llegado a esta posición siendo despiadado y sí tenía que seguirlo siendo para tener a mi mujer y a mi hijo al lado, así seria. Tenía mi fortuna personal que no tenía que ver nada con la de mis padres y se podría decir que en estos momentos tenía mucho más dinero que ellos. Años de soledad, decisiones fríamente calculadas y de estar enterrado en trabajo habían rendido sus frutos. Demoré casi cuatro horas en tenerlo todo arreglado, Peter me había dicho que Isabella se había dirigido a un bar cerca del área bancaria de Seattle y que por lo visto había conseguido un trabajo de mesera. Traté de calmarme durante todo el camino a ese lugar. El dueño era Vladimir Blood, en el pasado había cruzado camino con los míos cuando pidió una aprobación crediticia a uno de mis bancos. Sonreí al ver lo bueno que era Dimitri cuando se trataba de rastrear información. En cuanto me bajé de la limosina y James ya estaba hablando con Vladimir. Ambos se percataron de mi presencia y Vladimir se acercó a mí con rapidez. -Señor Cullen, es un honor tenerlo aquí. Su guardaespaldas ya hizo un reconocimiento rápido y todo está listo para que podamos atenderlo.—tenía ganas de rodas mis ojos -Gracias Vladimir, me puedes dar una mesa y quiero que me atienda Bella Swan, tengo entendido que trabaja para ti—le dije escaneando el bar. La encontré atendiendo una mesa cerca de la pared más alejada. Mis labios se presionaron tensos al ver que estaba siendo molestada por los chicos que había en ella. -Pero…pero…ella es nueva, una joven muy hermosa, no se puede negar, pero es su primera noche y no creo que lo pueda atender como usted se merece.—me dijo mirándola nervioso. -Quiero que sea ella quien me atienda—le deje claro que eso no estaba a discusión. Asintió y me llevó directamente a una mesa, cuando una mesera se acercó él, la mando a buscar a Bella. La vi encaminarse hacia mí, sus pasos eran inseguros por lo que caminaba despacio dejándome contemplar sus bellas piernas enfundadas en unas medias de malla, sus femeninas caderas envueltas con un pantaloncillo que no me dejaba mucho a la imaginación y una camiseta ajustada que dejaba ver sus pechos hinchados. Recorría todo su cuerpo con mis ojos, un cuerpo que me pertenecía, que marqué en todos los lugares y sentidos posibles, un cuerpo que volvería a ser mío. -Buenas noches, ¿qué le puedo ofrecer?—su sonrisa era forzada y se veía un tanto asustada. Tal vez no tendría que llegar a los extremos y podría hacer que me escuchara cuando terminara su turno. -Dime qué haces aquí Isabella y quiero saber a qué hora sales.—estaba viendo como otros hombres dejaban vagar sus ojos por su cuerpo con deseo. No podía creer que hubiera aceptado trabajar exponiéndose de esta manera. -Tengo que trabajar y la hora de mi salida no te incumbe. Ahora que vas a tomar. Necesito tomar el pedido de otra mesa.—por lo visto las cosas iban a ser por la manera difícil, no dejaría que volviera a hacer una de sus espectaculares escapadas. -Si tanto insistes, quiero un escoses en las rocas.—le pedí y en cuento desapareció le hice una seña a James indicándole que estuviera al pendiente. No quería sorpresas desagradables por parte de algún cliente demasiado "festivo". -Su bebida, Sr. Cullen—tomé su mano en la mía, maravillándome una vez más de la calidez que me embargaba con el suave toqué de su piel.

-Oye lindura, a mi no me dejaste agarrarte la mano, aunque quisiera agarrarte otra cosa.—escuché decir a uno de los chicos de la mesa de al lado. Mía… volvió a rugir mi animal interior. En este momento me sentía como un hombre de las cavernas, queriendo matar a cualquiera que me desafiaría entrando en mi territorio. —Por favor Edward, necesito el trabajo, no hagas que me despidan.—me dijo en voz baja y asustada, pasando su mirada de mi rostro a al chico de la mesa. Me molestó que ella en realidad pensara que necesitaba un trabajo, cuando podía quedarse en casa leyendo libros y dejando que yo la cuidara. -No, Isabella. No necesitas el trabajo—le dije levantándome de golpe sin soltarle la mano y sacándola del bar antes que tuviera tiempo de reaccionar. Fui sacado de mis pensamientos cuando ella salió de la sorpresa. -¿A Italia? Yo no tengo nada que hacer allá, además no tengo pasaporte y créeme que haré un escándalo antes de pasar aduana—me amenazó enojada. -James, tiene tu pasaporte y tu ropa. Pasaran unos veinte minutos antes del despegue, te puedes cambiar de ropa y refrescarte. Sobre el escándalo… puedes hacerlo, no creo que mi tripulación te haga mucho caso, saben que estas en estado y por ende un poquito emocional—su rostro estaba rojo por el enojo, sus ojos estaban casi cerrados tratando de mostrarse amenazante. La limosina se detuvo a un lado de la pista, cerca de mi avión. La miré detenidamente mientras lo miraba. -No pienso bajar—se cruzó de brazos, comportándose como la niña enfurruñada que me ha demostrado ser durante este mes. -Te puedes bajar por tus propios pies o te puedo cargar. Créeme Isabella, no hay nada que desee más que tenerte entre mi brazos—le murmuré, acercándome a ella. Tuve la satisfacción de verla jadear y apresurarse a aceptar la mano que James le brindaba para bajar. Bajé enseguida tras ella y la tomé del brazo, poniéndole mi abrigo sobre los hombros para asegurarme que no tuviera frio. -Esto es totalmente innecesario—me espetó frenándose frente a las escalerillas del avión. -¿Vas a hablar conmigo de manera razonable por el bien de nuestro hijo?—le pregunté viendo la respuesta en sus ojos, solo necesitaba una confirmación para saber que lo que estaba haciendo estaba bien. -No quiero escucharte y este niño es solo mío—presionó sus labios con fuerza. Había dicho exactamente lo que yo pensaba. James, suspiró frustrado a mi lado, quería decirle "te lo dije" pero me aguanté. -Isabella, no estás siendo racional, ahora sube o te juro por lo más sagrado que te subiré yo—le gruñí. -¿Sabes que esto es secuestro? Mi padre es jefe de la policía—me bramó envalentonada. -Por eso le enviaste un lindo correo electrónico a la comisaria, diciéndole que te habías arreglado conmigo y saldríamos del país para la reconciliación, el mismo mail que se mando a Alice—la tomé en brazos, haciendo que soltara una exclamación de sorpresa. Respiré su dulce aroma -Tu….tu…-parecía haberse quedado sin un adjetivo adecuado. La dejé sobre la cama del compartimiento privado del avión. -Tu maleta esta en el armario, y tienes la pijama en el baño. Date un baño rápido, te espero en quince minutos para que podamos despegar.—cerré la puerta sin dejarla contestar y me encontré a James. Enarqué una ceja.

-Ya me di cuenta que tenía razón sobre los planes de Bella, para con su hijo—murmuró incomodo—pero aun así…sacudió la cabeza.—espero que todo le salga como lo tiene planeado y no esté cometiendo un error. -Nos vemos en quince días—le dije, él asintió y bajó del avión. Todo había resultado hasta el momento como lo había planeado no había una sola persona en la pista de aterrizaje cuando llegamos, por ende Bella no había podido cumplir su amenaza de armar un escándalo. Bella, salió de la habitación enfundada en una cómoda y tibia pijama. Mirándome enojada, se notaba que había llorado, pero no comenté nada. -Por favor siéntate, en cuanto despeguemos te traerán la cena…porque sé que no has cenado—la miré con reprobación, eran casi las once de la noche y ella no había probado alimento desde el almuerzo.—tengo un ginecólogo en la cabina de la tripulación, si te sientes mal, solo avísame y—me cortó. -No le veo razón a que me lleves a Italia, ¿no entiendes que lo nuestro se acabó?—su labio tembló ligeramente. Me levanté y la senté a mi lado colocándole el cinturón. -No me has dado otra opción, son casi doce horas hasta Florencia, luego iremos en helicóptero hasta la provincia de Pisa donde esta mi Palazzo—acaricié su rostro y ella se alejó de mi mano como si la quemara. Me enojé pero no dije nada. Nos sentamos en silencio hasta que el avión despegó. La azafata le trajo una cena ligera, de la cual comió muy poco. Traté de distraerme trabajando en mi laptop y a veces la miraba de reojo, la vi bostezar varias veces mientras leía la copia de Cumbres Borrascosas que le había traído. Seguí trabajando hasta que la sentí reclinarse sobre mi brazo. Dejo escapar un suspiro contento cuando la abracé. La tomé con suavidad y la coloqué en mis brazos. -Te amo…-le dije con suavidad al oído, besando sus cabellos. Bella se acurrucó contra mi pecho. Me la llevé en brazos hasta la cama y nos recosté cubriéndonos con las cobijas. Por primera vez en un mes pude descansar feliz de volver a tener a mi ángel en mis brazos. No, nos despertamos hasta que la azafata llamó a la puerta para indicar que aterrizaríamos en treinta minutos. Me levanté con pesar, al saber que dejaría de estar en mis brazos por ahora. Tomé una ducha rápida, me vestí con un pantalón de vestir y una camisa. Bella aun estaba dormida, por lo visto debía estar agotada, además en los libros de embarazo que me leí mientras no estaba conmigo, decía que en el primer trimestre la madre sufre de mucha fatiga y agotamiento por lo que recomiendan mucho reposo. La volví a tomar en brazos y la senté con cuidado a mi lado amarrándola con el cinturón mientras iniciaba el aterrizaje. Una vez en tierra le coloqué con cuidado los protectores de oído de manera que el ruido de las aspas del helicóptero estuviera amortiguado. Cuando el helicóptero despegó, Bella se despertó desorientada. -¿Dónde estamos?—preguntó mirando de un lado a otro. -Estamos en Florencia y vamos a una casa que tengo en la provincia de Pisa, tiene un viñedo y es muy bonita. Hay muchos lugares históricos cerca, esta Volterra, Montepulciano, San Gimiagno y otros lugares muy hermosos.—le dije imaginándome caminar por las callejuelas estrechas de esos pueblos, tomados de la mano. -Me voy a escapar, ya lo veras. No puedes traerme a un lugar extraño y esperar a que me quede tranquila, aceptando todo lo que tú me propones u ordenas sin decir nada —me amenazó y sentí la ira bullir dentro de mí. -No hablas italiano, no tienes dinero, ni amigos. Dime… ¿Cómo pretendes escapar?—la reté, sabiendo que no había forma que saliera del Palazzo una vez llegáramos allí. Entonces tendría que darme la oportunidad de hablar y explicarle, porque no le iba a quedar otro remedio. Me miró con odio, pero se mantuvo callada los treinta minutos que duró el vuelo. Aterrizamos en el helipuerto cerca de los viñedos que daban al patio trasero del Palazzo. Podía ver que Bella está un poco abrumada por todos los sucesos y que además se veía asustada aunque no quisiera demostrarlo.

Aceptó que la ayudara a bajar a regañadientes y le puse una mano en la espalda para guiarla a la casa donde me esperaba Gianna con una enorme sonrisa. -Caro-dijo sonriéndome. Me incliné y le di dos besos, uno en cada mejilla-Cosa culla rubato la ragazza?*-me miró con reprobación. Suspiré. -Bella, ella es Gianna. Fue la niñera de mi madre y la mía cuando era niño—le informé. Ella me miró asustada. -Gianna, ella es mi Isabella—le dije pronunciando el nombre de mi ángel con acento italiano. -Oh…que gusto conocerte, bambina—le dijo con cariño—todo está listo en su habitación, vamos para que te des un baño mientras te preparo el desayuno para que alimentes al nuevo piccolo Cullen—Bella se giró hacia mi mirándome temerosa, sabía que era una crueldad traerla a un lugar desconocido, con personas desconocidas…pero ella me obligó a esto. Ella me obligo a traerla a mi terreno. Eso la obligaría a abrirse a mí, sabiendo que yo era su único apoyo. -Gianna, la estas asustando—le dije en broma—yo la llevaré a la habitación mientras tu preparas uno de tus asombrosos desayunos, solo tu sabe cómo convertir unos simples huevos en una ambrosia. —tomé su mano y la besé. Mi nana era la única mujer a que quise además de Esme hasta que conocí a Bella. Ahora las tres eran las joyas de mi corona. -Eres un pícaro, coqueteando con una mujer de mi edad—dijo antes de irse murmurando algo en italiano, sobre lo bien que había aprendido a hacer que la gente hiciera lo que yo quisiera. La llevé dentro de la casa, Bella miraba a todos lados un poco perdida. Sabía que podía apreciar toda la hermosa decoración, había murales en los cielos rasos y cuadros en las paredes de invaluable valor. Los muebles eran de varios estilos desde victorianos hasta modernos, todos compaginándose y luciendo en perfecta armonía gracias al exquisito gusto de mi madre. En cuanto llegamos a la habitación principal, la escuché tomar aire. La habitación era hermosa pero nunca pude apreciarla ya que no tenia nadie con quien compartirla. La llevé a la cama y la senté, arrodillándome frente a ella. Aprovechando que se había quedado sin habla para que me escuchara me precipité en mi explicación. -Isabella, lamento mucho haberte mentido, cuando te conocí no confiaba en nadie y no sabía que creer de ti, al pasar de los días me fui enamorando como un idiota y me empezó a dar miedo decirte la verdad porque sabía que me rechazarías por haberte mentido—tomé sus manos en las mías.—En cinco años no me había tomado un solo día de descanso y luego del primer día, rehíce toda mi agenda, solo trabaja las ocho horas reglamentarias o incluso menos en lugar de las veinte horas que he trabajado desde lo dieciocho años.—sus ojos estaban anegados con lagrimas sin caer- Lamento haberte mentido en algunas cosas pero no lamento haber manipulado todo para que me amaras. –Cerró los ojos por algo que dije y me apresuré a tratar de remediarlo—por favor Bella cásate conmigo… -Me has traído hasta aquí prácticamente secuestrada, demostrándome tu poderío; pero no me doblegaré ante ti… no me pienso casar… criaré a mi hijo yo sola, con mis propios medios. No quiero que mi hijo crezca cerca de un mentiroso, manipulador-me aseguró con fuerza. Me levanté del suelo enojado…le había pedido disculpas y aun así quería negarme el derecho a estar con mi hijo… Podía sentir como la rabia me llenaba por dentro. -Te casaras conmigo quieras o no…-la amenacé encolerizado. -Debes haberte golpeado la cabeza en algún momento si piensas que me vas a obligar a casarme contigo—su voz resonó por toda la habitación. Alimentando las flamas de mi cólera. -Ningún hijo mío, nacerá siendo un bastardo. No te queda otra opción, Isabella. —no iba a permitir que mi hijo sufriera…no podía dejar que nadie alguna vez lo llamara bastardo. Lo protegería inclusive de su madre… del amor de mi vida… -Debes escucharte, parecer venir de la edad media. No pretendo casarme contigo porque tú lo dices, te odio. —sus palabras me golpearon con fuerza… había escuchado ya con anterioridad esas palabras de sus labios, pero seguían teniendo el mismo efecto… era como si una enorme bola de demolición golpeara contra mi pecho…pero no iba a retroceder…atacaría con todo y saldría vencedor.

-¿Qué pretendes? Regresar con tu madre y su marido quien solo buscara una oportunidad para entrar a tu cuarto y tomarte. ¿Ir a Forks, para que tu padre te mantenga, hasta que puedas conseguir un trabajo que te pague salario mínimo? Créeme Isabella, no someterás a mi hijo a esa vida, solo por tu estúpido orgullo. Acepta mis condiciones, cásate conmigo y criémoslo juntos o en cuanto nazca mi hijo, mi abogados lo tendrán todo arreglado para que seas tú quien tenga que pedirme permiso para visitarlo. Piensa que cuando nuestro hijo sea lo suficiente mayor, te preguntará porque preferiste que ambos pasaran penurias antes de aceptar casarte con su padre. —le espeté con una dureza que jamás pensé poder usar contra ella. Me dolía ver como se encogió a mis palabras y ver las gotas de sudor frio agolparse en su frente; pero sabía que era la única manera de hacerla entrar en razón y no me detendría hasta conseguirlo. -N-no puedo, no lo hare—su voz falló. Sabía que casi había quebrado su voluntad y no pararía hasta tenerlos seguros a los dos a mi lado. -Claro que puedes y claro que lo harás. Aunque me odies, nunca pondrías tu felicidad sobre la de tu hijo. Nunca lo privarías de crecer rodeado del amor de sus dos padres, nunca le negarías la posibilidad de crecer de la manera que tú deseaste para ti misma. En tres días a esta hora serás la Sra. Cullen y lo harás por tu hijo—le dije tajante, sus hombros se hundieron y las lagrimas se derramaron por sus mejillas. Me miró y asintió con un sollozo. Mi garganta se cerró por el dolor—ve a bañarte… vendré a buscarte para el desayuno—dije con suavidad tratando de contener mis emociones. La llevé al baño y esperé a escuchar la regadera, para dirigirme a toda prisa a mi despacho y dejar que el dolor me consumiera.

CAPITULO 14 HUYENDO BPOV Acorralada…. Así me tiene—dejé que las lagrimas rodaran por mis ojos-Lo odio, lo detesto, pedazo de…-sollocé penosamente bajo la regadera.—si tu papá cree que me voy a rendir sin luchar está mal de la cabeza—le dije a mi bebé poniendo mi mano sobre mi vientre.—No es malo…bueno más o menos…pero es tan Ugh! Tomé unas amplias respiraciones para calmarme. Salí de la ducha y me envolví en un enorme albornoz que estaba en la puerta. Debía ser de él porque me llegaba casi hasta los tobillos y las mangas me quedaban enormes. Verme vestida así me recordó lo fuerte que era y lo bien que se sentían sus manos acariciando mi piel. Respiré su suave olor… Dios Bella, como puedes desearlo… Sacudí mi cabeza…no podía negar que lo seguía amando. Salí con cuidado del baño y me encontré con la sonrisa cálida de la mujer que nos recibió. -Buen dios, bambina—dijo con un marcado acento italiano, miró mi vestimenta y rió un poco. Fue a unas puertas y desapareció tras ellas, para regresar a los minutos con un hermoso vestido de verano color azul claro y ropa interior de ese mismo color. -Gracias señora Gianna—le di una sonrisa mientras me colocaba con rapidez la ropa, solamente Edward y mi doctora me habían visto desnuda, no pensaba cambiar eso ahora.—¿conoce muy bien a Edward?—pregunté con curiosidad mientras ella me llevaba a un hermoso tocador y empezaba a cepillar mis cabellos mientras yo la observaba atreves del espejo. -Conozco a Edward, desde que nació y nunca lo había escuchado tan feliz como cuando me ha hablado de usted, quiero agradecérselo mucho. Mi pobre bambino, ha sufrido demasiado.—sacudió su cabeza como si alejara un mal pensamiento- Mi Esme que es más buena que el pan, trató de darle todo el amor que tenia para dar, fue un niño de mamá, hasta que llegó la niña Elizabeth—su voz se volvió triste- y le contó las cosas sin ningún tipo de consideración. Mi niño tenía al señor Carlisle en un altar y después de eso su relación nunca ha vuelto a ser buena, por mucho que mi Esme tratara de mediar las cosas.—suspiró pesadamente.—el pobre señor Carlisle, pensó que ayudando a la señorita Irina—hizo un gesto de desaprobación- a casarse con mi niño resolvería las cosas y todo lo que hizo fue hacerle más daño a su hijo…-me sonrió con tristeza-Perdone a esta vieja, seguro usted sabe toda la

triste historia de mi niño y no necesita de mis chismes—me palmeó la mano y se retiró de la habitación dejándome mucho más confundida. ¿Quién era Elizabeth? ¿Por qué Carlisle, ayudó a esa mujer a casarse con su hijo? Hasta un ciego podía ver que Edward la odiaba, como la trató en la cena lo dejo más que claro… y ella es una arpía en todo el sentido de la palabra. La había aborrecido desde el momento en que abrió la boca y no solo tenía que ver con el hecho de haberme roto las ilusiones. Creo que había demasiadas piezas sueltas en este rompecabezas y solo una persona me podría dar las respuestas y esa persona entró a la habitación en este momento. -Voy a darme una ducha rápida, luego bajaremos a desayunar y te llevaré de paseo—me dijo con voz suave, nuestras miradas se encontraron en el espejo, sus ojos se veían algo rojos, como si hubiera llorado… aunque yo lo dudo…Edward no tenia corazón y eso ya me lo había dejado claro.—no tardaré más de cinco minutos—me aseguró entrando al baño. Desayunamos en una hermosa terraza, Gianna, no dejaba que nadie nos atendiera que no fuera ella. Su dominio del español era muy bueno, por lo que se pasó todo el tiempo que estaba a nuestro lado, dándonos consejos sobre bebés. A pesar de estar furiosa con él, no podía evitar sonreír cuando lo escuchaba reír. Se parecía mucho más a mi Anthony que a ese hombre déspota que me secuestró. -A las dos de la tarde, vendrán unas diseñadoras con un surtido de sus vestidos en tu talla, pero podemos salir a pasear, la Toscana es un lugar hermoso—me sonrió y yo asentí. Ese podría ser el momento apropiado para conseguir respuestas. En cuanto terminamos de desayunar, Gianna, apareció con un sombrero de ala ancha y unas estolas con la que me lo amarró a la cabeza, "para protegerme del sol". -Disculpa a Gianna, es algo mandona—me dijo haciendo una mueca mientras me llevaba hacia el costado de la casa. -Como si tú no lo fueras—murmuré entretenida por la belleza del jardín. -Veo que sigues siendo una gatita arisca, pequeña—dijo burlón mientras me empujaba para entrar en lo que parecía un garaje. -Nunca he entendido porque me dices pequeña—dije enfurruñada, mirando demasiados autos como para que alguien los pudiera manejar todos con regularidad. -Porque eres bajita y porque eres casi diez años menos que yo—sonrió como si hubiera algo le hubiera hecho gracia y me ayudó a sentarme en un auto descapotable color plateado. -Tienes muchos autos…-dah, Bella, eso es obvio. Pensé con sarcasmo. -Algunos… es algo así como uno de mis hobbies—hizo una mueca. -¿Otro de tus hobbies es seducir adolescentes para que te entreguen su virginidad y dejarlas embarazadas?—le espeté enojada…vaya y yo que creía que no tenia cambios de humor hormonales. -Isabella…no creo que tengo que recordarte que fuiste tú, quien me entregó su virginidad y debo decir que lo hiciste de muy buena gana—me dijo con seriedad, poniendo en marcha el auto. Sabía que había sido injusta en eso y que él tenía razón. -Lo siento… no debí decir eso—me disculpé. -No tienes nada de que disculparte, Bella. Daremos una vuelta por la campiña y estaremos de regreso a la hora del almuerzo—me sonrió colocándose unos lentes oscuros y pasándome un par adicional que estaban en la guantera. Me quedaban algo grandes por lo que supuse que eran de hombre, pero aun así tenía que preguntar.

-¿Sales mucho en este auto con tus conquistas?—pregunté tratando de sonar desinteresada. Por el rabillo de mi ojo pude ver que sus labios se torcían hacia arriba en una sonrisa torcida. -Realmente nunca he conducido ninguno de mis autos con nadie que no seas tú o mi madre de copiloto…-sonrió más—si me preguntas por los lentes, son míos. -¿Ni siquiera con tu esposa?—solté de pronto, avergonzándome enseguida. -Ex esposa… y no… Irina y yo, nunca fuimos un matrimonio convencional. Pareces muy curiosa, ¿será que al fin estas dispuesta a escuchar explicaciones?—dijo pensativo y yo me mordí el labio sin saber exactamente que pensaba, no estaba segura de querer saber las cosas, pero me costaba seguir tratando de refrenar mi curiosidad, pero me fue imposible dejar de preguntar. -Entonces, ¿por qué se casaron?—ignoré su pregunta, me removí intranquila, la curiosidad estaba sacando lo mejor de mí. Ni siquiera debería estarle hablando. Él me miró y soltó un suspiro. -Conocí a Irina cuando yo tenía tu edad, nuestros padres eran amigos. Entablamos una amistad, incluso llegue a pensar que estaba enamorado de ella—sonrió tristemente y yo me encogí, me dolió saber que la había querido— luego empezó a mostrarse muy interesada en conseguir que le regalara cosas y en que todos supieran que estaba conmigo. Así que me di cuenta de su juego además de algunas otras cosas que no sabía sobre ella y me alejé. Cuando tenía casi veintidós años recibimos la noticia de que la hermana mayor de Esme había muerto y a pesar de todo el daño que nos había hecho, no dejaba de ser parte de mi familia. –apretó con fuerza el volante—Carlisle la dejo entrar a mi apartamento con la pobre excusa de que pensó que necesitaba un amigo. Yo estaba muy tomado y no recuerdo como fueron las cosas—empezó a disminuir la velocidad y se echó a un lado del camino, bajo la sombra de unos árboles.—A la mañana siguiente me desperté encontrándola en mi cama… -se pasó la mano por los cabellos y yo sostuve la respiración, debía recordar que eso había sido hace muchos años. Lo que no es en tu año, no es en tu daño. Traté de recordar. -Le pedí que se marchara y que no se hiciera a la idea de tener una relación conmigo, hacia años me había engañado y no le iba a permitir hacerlo de nuevo—soltó una carcajada sin humor y me miró fijamente—un mes después regreso junto con mi padre…para decirme que estaba embarazada—jadeé y él me tomó de la mano. Estaba tan consternada que no me importó—le dije que mantendría al niño si cuando nacía la prueba de ADN confirmaba que era mío, pero mi padre se interpuso y terminé casándome casi a la fuerza, alegando que estaba deshonrando a la hija de sus mejores amigos. Le juré que nunca le pondría un dedo encima y así lo cumplí—me dijo suavemente— después de la ceremonia tomé un avión y me fui a Nueva York mientras ella se quedó en Londres, después de mucho pensarlo empecé a pensar que tener un hijo no sería tan malo. No amaba a su madre, pero seguramente amaría al niño -bufó y sacudió su cabeza—compré ropitas de bebe e inclusive juguetes, …dos semanas después Irina me llamó para informarme que había sufrido un aborto.—Apreté su mano, sabiendo lo mucho que debió dolerle eso, yo no sabría que hacer en una situación así. -Regresé a Londres de inmediato, pero hubo algo que me estuvo dando vueltas en la cabeza durante el viaje. Así que en cuanto llegué, llevé a Irina prácticamente a rastras a un ginecólogo. -Oh Edward…lo siento mucho—él sonrió con tristeza y me besó la mano. -No sientas pena por mí, pequeña…No había tal bebé…nunca lo hubo…Irina padece de matriz infantil…ella no lo sabía. Por lo visto había estado tratando de quedar embaraza de uno de sus amantes para hacer pasar el niño como mío y cuando no lo consiguió pensó en fingir un aborto. Siempre estuvo tras mi dinero, como todas las demás. Sin pensarlo, lo abracé. Esa despreciable mujer, ¿cómo pudo hacer algo tan horrible? Nadie se merece ese tipo de dolor. Lo sentí inhalar profundamente en mi cuello y yo acaricié sus cabellos. -Lamento haberme hecho pasar por alguien que no era…pero cuando te vi, por primera vez en mi vida, quise que alguien me quisiera por quién era y no por lo que tenia. A tu lado me sentí feliz como nunca lo había estado, podía permitirme ser yo mismo—lo sentí hacer una mueca—solo que tenia que decir mentiras, pero era yo, por una vez pude sentir un amor incondicional. Eso fue lo que me obligo a mentirte…eso y que me había enamorado por primera vez en mi vida.—murmuró contra mi cuello. Podía entender su miedo, podía entender su dolor al nunca haberse sentido amado por si mismo, siempre esperando que alguien quisiera sacar beneficios…pero aun quedaba la dura realidad que me había convertido en su amante, sin que yo lo supiera. Con el tiempo podía llegar a perdonar las mentiras sobre su identidad, pero no sabia si podía perdonar su engaño y el hecho que me utilizó como a una fulana.

-Creo que es mejor que regresemos a tu casa—le dije con suavidad, no queriendo dejar que mi corazón se ablandara del todo. Lo sentí depositar un beso en mi cuello y eso me hizo temblar. -Tienes razón, debemos almorzar y además no has podido apreciar el paisaje.— puso en marcha el auto y se dedico a explicarme todo sobre el viñedo que colindaba con la casa. Decidí tratar de comportarme civilizadamente con Edward. A raíz de nuestra conversación se habían abierto más dudas. Aun me quedaba la curiosidad de saber que fue lo que le había dicho esa mujer llamada Elizabeth para romper su relación con su padre, ¿por qué no se divorció de esa horrible mujer en ese tiempo? Acepté su ayuda para bajar y nos encaminamos a mi habitación. Me extrañó que entrara. -¿Dónde está tu habitación?—le pregunté, temiéndome la respuesta cuando lo vi entrar al armario y sacar su ropa. En la mañana lo vi usar el baño, pero pensé que era porque no quería perderme de vista. -Es esta—me respondió pareciendo confundido. -Oh, no. Eso sí, que no—le dije molesta poniéndome las manos en las caderas. -Isabella, pronto serás mi mujer, no hay motivo para que no durmamos juntos—me sonrió torcidamente, dejando caer su camisa antes de entrar al baño mostrándome su musculosa espalda, haciéndome recordar lo bien que se sentía pasar mis manos por ella y enterrar mis uñas en su piel cuando hacíamos el amor. -¡Basta!—me regañé a mí misma, sintiendo como un flujo cálido bajaba a mis partes femeninas. Caminé con decisión hacia el armario y recogí las pocas prendas de ropa que reconocía como mías y me las lleve a otra habitación. Cuando terminé de vaciar el armario de mis ropas y colocarlas en la otra habitación, bajé las escaleras triunfantemente. Veamos qué le parece eso al señor se hace todo lo que quiero. Un hombre de unos cincuentas años a quien no le entendía nada, me empezó a hacer señas. Le pregunté por Gianna y asintió emocionado por que al fin nos estábamos comunicando. Me llevó a un comedor y me hizo una señal de alto con las manos. Supongo que debo esperar en este lugar. Gianna, me trajo algo de beber y a los pocos minutos llegó Edward con una sonrisita de suficiencia que me hacia querer borrársela de un golpe. -¿Haz seguido con solo las nauseas o has empezado a vomitar en las mañanas?—me preguntó de pronto, agradeciéndole a Gianna la comida que nos había servido. -Ya casi no tengo malestares, las nauseas son muy esporádicas, la doctora que consulte me dijo que en par de semanas cuando cumpla los tres meses probablemente empiecen a desaparecer del todo.—empecé a jugar con mi comida. -Come…-me ordenó y sentí como las aletas de mi nariz se ensancharon cuando bufé—No quise ordenarte—sacudió su cabeza—por lo visto lo hago todo mal contigo…-murmuró para más para él que para mí—no te he visto comer casi nada en estos días, no es bueno para el bebe—dijo en voz suave. Yo asentí y empecé a comer hasta sentirme completamente llena. -Edward…-pregunté un tanto insegura. -¿Si?—preguntó ayudándome a levantar. -¿Por qué no te divorciaste antes?—me miró y me dio una triste sonrisa—Mi padre tiene la creencia de que los hombres Cullen, no se divorcian. Seguí casado como una manera de castigarme a mí mismo por haber perdido el control con la bebida esa noche. Desde esa vez no volví a estar con ninguna mujer hasta que llegaste tu.—murmuró acercando su rostro al mío, siempre que lo miraba a los ojos, me sentía como presa de un embrujo que no me dejaba mover.—en cuanto te entregaste a mí, recordé que no era un hombre libre y le pedí a mis abogados que tramitaran el divorcio.—su aliento era casi toxico, mis sentidos estaban embotados—en ese tiempo mi amor por ti y mi deseo por tu cuerpo nublaban mi juicio…todavía no puedo pensar con claridad cuando te tengo tan cerca—sentí una de sus manos en mi espalda y la otra en mi cuello, antes que me diera cuenta nuestros labios se movían casi con frenesí. Mis manos encontraron el familiar camino a su cabello. Su sabor era mucho mejor de lo que recordaba,

volver a sentirlo, despertó muchos de mis recuerdos dormidos. Dejé que su lengua explorara a gusto mi boca, arrancándome unos cuantos gemidos de paso. -Te amo—jadeó por la falta aire, sobre mis labios. Mis labios me picaban pidiéndome seguir en contacto de los suyos, los sentía arder por sus besos. Cuando al fin encontré mi voz, tocaron a la puerta para avisar que habían llegado las diseñadoras. No podía negar que lo amaba, sería una estupidez tratar de engañarme a mí misma. Edward, tenía razón en que no podía dejar que mi egoísmo y mis deseos de hacerle daño, se antepusieran a las necesidades de mi bebe. Pero si seguía con esto, seria bajo mis condiciones. -No te preocupes, no pienses en lo que acaba de pasar - me susurro, dándome un beso en la frente Nunca antes me encontré rodeada de tantos vestidos, estaba totalmente atontada mientras las diseñadoras me median todas sus creaciones y me hacían salir a la sala de estar donde estaba Edward trabajando desde su portátil. Solo levantaba la mirada para aprobar o no un vestido. No sé como antes no me percaté de su aura de poder, se notaba que estaba acostumbrado a dar órdenes y que estas fueran obedecidas. Las modistas no paraban de alabarlo y decirme lo afortunada que era, al estar por casarme con él y más blah, blah, blah… -Edward, no tienes que comprarme todos esos vestidos…-le dije exasperada—en un par de meses no me van a quedar—sabia que sonaba como una niña de cinco años y no me importaba. Me sentía irritable y cansada, además de aburrida. -La mayoría de los vestidos son playeros, se estiraran cuando estés hermosamente redondeada con mi hijo—dejo la portátil a un lado y acarició mi plano vientre. El contacto era demasiado íntimo, así que alejé antes que las cosas pasaran a más. Él suspiró —Bella, quiero hacer todo para que te sientas cómoda. Tu ropa de Seattle no te servirá con este clima, ordené unos cuantos vestidos para que pudieras usar mientras llegaban las diseñadoras. Si hay algo que necesites, no dudes en decírmelo. -¿Tienes una biblioteca?—le pregunté esperanzada. Frunció el ceño. -Sí, pero dudo que tenga algo que te guste, son en su mayoría libros de negocio y leyes.—suspiré derrotada—pero en Volterra hay una buena librería, en una hora podemos estar allí si quieres—yo asentí y no pude evitar sonreír al reconocer en ese gesto al hombre de quien me enamoré. EPOV Traté de alejar todos los malos pensamientos de mi mente, en dos días estaría casado con Bella y podría relajarme. La volvería a enamorar y me volvería a ganar su confianza, aunque fuera lo último que hiciera. Ya al menos había conseguido besarla sin perder la vida en el intento. Subimos a la habitación y ella siguió de largo hacia el cuarto donde había puesto sus ropas, se llevaría una gran sorpresa esa pequeña bribona. Me había quitado la correa de los pantalones de vestir y la camisa, cuando entró a la habitación claramente enojada. -¿Dónde está toda mi ropa?—me miró enojada y quitó la mirada rápidamente sonrojándose. -Esta en tu armario—le respondí mientras señalaba inocentemente las puertas detrás de mí. -Pero esta es tu habitación—refunfuñó. -Y la tuya también—le sonreí y cuando la vi que iba a contradecirme la corté—Isabella, nos te voy a tocar un pelo a menos que tú quieras, la cama es muy amplia como puedes ver y si te sientes más segura podemos poner una barricada de almohadas en medio. No quiero despertar habladurías entre los empleados por el hecho de que no durmamos juntos.

-Me voy a llevar mi ropa a la otra habitación—dijo testaruda. -Y yo la traeré de nuevo, podemos hacer el ejercicio toda la noche si quieres, pero dormirás en esa cama, conmigo—cruzó los brazos bajo su pecho—imagina el disgusto de la pobre Gianna, al descubrir que no nos llevamos—la vi morderse el labio y supe que ya había vuelto a ganar. Ella le había tomado cariño a mi nana y no iba a quererla preocupar.. -Bien… pero por lo menos deberías tener la decencia de subirte un poco los pantalones—me espetó con voz fría. -Eres una pequeña mentirosa, me deseas tanto como yo a ti—le dije llevándome la satisfacción de ver como su rostro se tornaba rojo, cuando me deleite viendo como me comía con los ojos mientras me desvestía. -No es cierto, yo no te deseo—murmuró muy roja y yo sabía que estaba mintiendo-¿Eso es…?—en cuanto sus ojos se fijaron en mi cuello pude saber a qué se refería. -Sí…-me acerqué a ella soltándome la cadena que tenia puesta—es tu anillo…lo llevo desde que me lo devolviste…me hacía sentirme más cerca de ti—tomé su mano izquierda y lo volví a deslizar donde pertenecía. -Si era de tu abuela; ¿por qué no lo portaba tu esposa?—sus ojos estaban llorosos. -Lo porta mi esposa—besé su mano—nunca le hubiera entregado ninguna de las reliquias de mi familia a esa mujer. Mi padre tuvo que comprarle inclusive los anillos de matrimonio, porque yo me rehusé a hacerlo. —acaricié su mano-Ya basta de temas trágicos, cámbiate para poder llegar a Volterra antes que cierren la librería. Me puse unos cómodos vaqueros y una camisa. Bella iba hermosa con un vestido sin mangas color durazno. Estuvo callada durante todo el camino, pero la veía jugando con su anillo, así que supongo que estaba pensando en nuestra relación. Cuando llegamos a la librería, paseó feliz por los pasillos, yo la seguía como una sombra, encantado con cada una de sus expresiones faciales y la alegría. Mi teléfono sonó y le entregué mi tarjeta de crédito diciéndole que la esperaba afuera cuando terminara, ella solo levantó la vista, lo pensó unos segundos antes de asentir y tomar la tarjeta. Ya había hablado con el dependiente de la librería por lo que no había problemas. -Alice, ¿a qué debo el placer de tu llamada? -No vengas con idioteces conmigo, Cullen. ¿Dónde esta Bella? ¿Cómo es eso que Jasper me dice que se casan en dos días? -Bella, está comprando unos libros, estamos paseando por Volterra, un hermoso pueblo. Si nos haces el honor de contar con tu presencia en nuestra boda, le diré a Jasper que te traiga—escuché a Jasper decirle algo y ella le respondió irritada. -Claro que voy a ir y si Bella, me dice que la estas obligando te voy a dejar imposibilitado de tener más hijos. ¿Me escuchaste?—me gritó antes de colgar el teléfono. Sacudí mi cabeza, pobre Jasper, no le envidio para nada la noviecita. Suspiré y me pasé la mano por el cabello, cuando iba a entrar, volvió a sonar mi teléfono, solo que esta vez era mi madre, para decirme que había llegado y nos estaba esperando en el Palazzo. Me pinché el puente de la nariz, se suponía que ella debía llegar mañana en la noche con todos los demás invitados. Siguió regañándome diciéndome que un hombre no se podía ocupar de una boda, cuando caí en cuenta que estaba anocheciendo y Bella debía haber salido de la tienda. Le pregunté al encargado por ella y me respondió que había salido a buscarme. Recorrí toda la tienda buscándola y encontré una salida adicional muy parecida a la que entramos. Maldición… ¿estaba huyendo? Soy un imbécil…. Di por sentado que había aceptado ser mi esposa… Estaba molesto, tanto con ella como conmigo mismo, ya decía yo que había sido demasiado fácil. Ella estaba actuando, me hizo creer que todo iba bien para tener la oportunidad de escapar. Maldita sea, debí haber traído escoltas. Los llamé y les dije que vinieran enseguida, la busqué por todas las calles sin encontrarla…

¿A dónde había podido ir? No quería siquiera considerar la posibilidad de que algo le hubiera pasado. Habían transcurrido unos treinta minutos desde que me había percatado que se había escapado cuando recibí una llamada. Era un policía que me decía que habían capturado a una indocumentada que se había robado mi tarjeta de crédito. Respiré aliviado por un segundo y luego empecé a bramar y amenazar, pidiendo que la tuvieran lista para cuando yo la recogiera. Llegué a la estación de policía en menos de cinco minutos, a pesar que se hallaba a las afueras del pueblo. Mi ira estaba bullendo a fuego lento y lo más seguro seria que se desataría en cuanto la viera. Al parecer la encontraron vagando por las calles y la apresaron por no tener documentos. Al parecer fue una prostituta con quien compartía la celda, tradujo lo que ella decía, pero nadie le creyó que era mi prometida, pero de todos modos me llamaron. Luego que hablaron conmigo la habían pasado a una sala de interrogatorio donde me esperaba, según ellos muy apenados por la equivocación. Llené las formas, mientras le gruñía a todos los que se acercaban, no quería imaginarme a mi Isabella en una celda junto a prostitutas como si fuera una criminal, mi humor era tal que inclusive el jefe se apersonó a la estación en su día libre y fue quien me la entregó junto con la bolsa de libros que compró. -Edward—dijo llorando corriendo hacia mí. Envolvió mi cintura con sus brazos. Puse mis manos sobre sus hombros y la separé hasta que tuve la certeza que me miraba. -Isabella, lamento no ser el príncipe azul de tus sueños, tengo que romperte la burbuja y hacerte entender que te vas a casar con un hombre de carne y hueso; cometo errores, no soy el súper héroe con el que soñabas, pero tampoco soy el chico malo de la película. No tenias porque huir, para no enfrentarte a mi ¿Tienes idea de lo que te pudo haber pasado si la policía no te encuentra? Arriesgaste tu vida y la de nuestro hijo de manera estúpida, solo por escapar de mí. T- me cortó. -Yo no me escapé…-dijo entre lagrimas—hice exactamente lo que me dijiste, salí de la tienda y tu no estabas a fuera, camine un poco buscándote en las demás, pensando que estabas comprando algo y cuando salí seguí vagando pero ya no recordaba hacia donde quedaba la tienda y m-me arrestaron, y-yo traté de explicarles y pedirles que te buscaran pero nadie habla español—sollozó y yo me quería golpear por imbécil. La estreché contra mi cuerpo y acaricié sus cabellos, consolándola. -Ah…Isabella…ya ves que es cierto, que nada de lo que hago contigo me sale bien…-le murmuré, besando su cabeza. -Al fin he comprendido que no puedo castigar a mi hijo por los errores de su padre. Tú mereces conocer a tu hijo y nuestro hijo merece conocer a su padre. Yo puedo odiarte, pero esos son nuestros problemas, no los suyos. No lo castigaré por algo que no es culpa suya—me dijo suavemente, seguro tratando de evitar más problemas y yo la separé de mi cuerpo, solo que esta vez fue para secar sus lagrimas. Aun me dolía que dijera que me odiaba, pero sabía que lograría reconquistarla, solo tenía que dejar de comportarme como un idiota. -Eso está bien, ¿eso significa que la boda sigue en pie?—le traté de bromear, mientras la sacaba de ese espantoso lugar. -Sí…pero tenemos que poner reglas—me dijo seriamente. -Sí, mi bella dama—le dije besando su mano y ayudándola a subir al auto. -¿Sabes lo que pienso, Edward Cullen?—me dijo secándose las lagrimas. -No. Pero estoy seguro que me lo vas a decir—le respondí con un poco de sarcasmo. -Que eres bueno cambiando de profesiones, primero fuiste guardaespaldas, luego un millonario hombre de negocios, hace dos días te convertiste en secuestrador y ahora en un caballero de reluciente armadura. Debo decir que me tienes sorprendida…-añadió con burla frotando sus manos buscando calor. Me recordó un poco a cuando me bromeaba los primeros días que nos conocimos, pero sabía que aun así distaba mucho de eso. -Al menos estarás segura que tu esposo puede cambiar de profesión con facilidad. —le respondí bromeando. -Quisiera conocerte—me tensé sin saber a qué se refería, miré a la carretera y la vi mover las manos nerviosamente.

-Tu sabes quién soy—le dije precavidamente. -No sé cual de todas tus personalidades, es la verdadera—dijo con suavidad. -Se podría decir que eres la única persona que conoce al verdadero yo—esperaba que la sinceridad de mis palabras, la hiciera aceptarlas. BPOV Me quedé un buen tiempo callada. Había sido una tarde horrible y quería dejarla en el olvido lo más pronto posible. Solo había algo que me seguía dando vueltas, Edward es un hombre de carne y hueso, a veces pienso que lo tenía demasiado idealizado cuando éramos novios. Él me había mostrado facetas que me hacía que mi cabeza doliera, por tantos cambios de humor. A veces dulce y comprensivo, a veces dominante y obtuso, a veces asustado y dolido, juguetón y amable, serio y siniestro, libre y despreocupado, malcriado y adinerado, confiado y cariñoso, presumido y arrogante…cielo la lista seguía y seguía… Dios… ¿Cuál de todos era Edward Cullen? -Dime cuales son las reglas, que deseas que cumpa—me dijo mirando fijamente el camino. Suspiré -Nada de besos y tú sabes qué. Si algo llegara a pasar es porque yo te lo pido—cosa que no va a pasar, añadí en mi mente para no crear más disgustos. Lo vi sonreír presumido. Rodé los ojos, veía que estaba muy confiado, pero yo no iba a ceder. —Ya que es mi boda, quiero elegir mi propio vestido y quiero a mi padre conmigo. Prometo, no escaparme, ni acusarte de secuestro, como debería hacerlo. —su mandíbula se tensó…hablando de cambios humor… estoy a punto de pensar que estoy por casarme con un bipolar. -No te secuestré—me dijo petulante. -Sí, claro…-rodé mis ojos. —quiero que me firmes un documento donde quede claro que en caso de divorcio me quedo con mi hijo. —cerré un ojo y me pegué a la puerta, esperando que estallará. -No habrá divorcio, Isabella. Una vez nos hayamos casado, será para toda la vida—me gruñó. -No me casaré sin ese documento—le dije seriamente. -Bien—dijo entre dientes— ¿debo incluir también a nuestros futuros hijos o solo este?—me dijo y yo me atraganté. —No pensaras que seremos célibes por el resto de nuestros días—lo escuché reír, sabiendo que me había atrapado. -No, no lo sé… todos… creo…-dije avergonzada, si teníamos más hijos, significaría que volveríamos a tener relaciones, solo pensar en eso, me hacia recordar todas las noches que compartimos juntos. -Debo, advertirte que mi madre, llegó con antelación para ayudar con los preparativos de la boda…te suplicó que no le demuestres tu desagrado por mi…ella piensa que nos reconciliamos…mi madre es muy romántica, pero también es una mujer bastante frágil de salud aunque no lo aparente, yo trato de darle la menor cantidad de disgustos aunque no siempre lo consigo—me pidió aparcando el auto frente a la casa. -No te preocupes, Esme me agrada mucho, nunca pondría en riesgo su salud—le dije con sinceridad. -Gracias, sé que no lo merezco…-me ayudó a bajar del auto, justo antes que las puertas se abrieran mostrando a una radiante Esme. -Bella, estoy feliz de verte de nuevo—me abrazó, luego besó a Edward y le haló un cachete como a un niño pequeño. Lo vi rodar los ojos y teñirse de un leve rubor…eso era algo que yo nunca pensé ver.—Vamos, vamos, que hay demasiadas cosas por hacer. Dios solo tenemos un día para tenerlo todo listo, entiendo las prisas, pero creo que en un mes más no se te hubiera notado, la pancita—me llevó apresuradamente hasta el estudio donde cerró las puertas en las narices de Edward. Quise reír, pero me contuve al ver varios tipos de bocadillos y postres en miniatura sobre una mesa, junto a una computadora portátil encendida, prácticamente cubierta por trozos de tela.

Wao… pensé en mi mente. Seguro mi cara denotaba asombro, porque la escuché reír. -Se nota que estoy un poquito emocionada por organizar la boda de mi bebé.—sonrió. Lo que dijo me intrigó. -Edward, ¿no la dejo planear su primer matrimonio?—dije sin pensar y su sonrisa desapareció. -La primera boda, fue solo una breve ceremonia en el registro civil…supongo que sabrás que Carlisle, tuvo mucho que ver en eso—dijo aparentemente avergonzada. -Lo siento, Esme. No quería tocar ningún tema que te hiciera sentir incomoda—dije presurosa. -Eso es pasado. Lo importante es que finalmente tengo de vuelta a mi hijo y es gracias a ti.—tomó mi mano y la apretó.—Creo que has notado que es mi consentido, aunque no siempre pasa tanto tiempo conmigo como quisiera. Mi esposo y Edward no pueden pasar mucho tiempo en una misma habitación sin que estalle una guerra, pero eso no me importa; con tal de verlo unos días, vale la pena el disgusto.—sonrió. -Supongo que se debe a que es hijo único.—dije tomando una servilleta. Ella suspiró. -Debo reconocer que siempre me he inclinado más por Edward de lo que debiera, debe ser porque lo quiero por seis—sonrió tristemente, pero yo no entendía nada.—Edward, ¿te comento que perdí cinco bebes?—Yo abrí mucho los ojos y negué mordiéndome el labio.—Siempre los perdía en el primer o segundo mes, el ultimo nació muerto y el doctor dijo que nunca podría tener un hijo—yo jadeé con fuerza y ella me sonrió palmeándome la pierna—un año después llegó Edward y yo tuve a mi hijo contra todo pronóstico.—su sonrisa fue radiante—desde entonces lo he mimado y apoyado en todo. Carlisle por lo general me hacía caso, pero me ignoró totalmente en cuanto a Irina.— sacudió la cabeza. -Lo siento mucho Esme—le dije mortificada. -No te preocupes cariño. Basta de hablar temas tristes y pongamos manos a la obra. Después de eso no tuve tiempo de pensar en nada, me vi envuelta en escoger servilletas, cubiertos, mi vestido de novia, flores, arreglos. Probar los bocadillos, la comida y los postres, para lo que Esme, sacó a Edward de una conferencia telefónica de negocios o algo así. Cenamos y lo dejamos todo preparado, nos dimos las buenas noches. Me preparé para la cama y encontré a Edward sentado en un sofá en una esquina de la habitación, escuchando música clásica, se veía agotado. Me había estado muriendo por preguntarle algo. Me acerqué con cuidado. -¿Edward?—le dije bajito por si acaso estaba dormido. -¿Dime?—respondió sin abrir los ojos y palmeó el asiento a su lado invitándome a sentar. Pasé mi peso de un pie al otro y solté mi pregunta de pronto. No atreviéndome a sentarme a su lado. -¿Quién es Elizabeth?—lo vi tensarse, se levantó y eso hizo que lo mirara a los ojos. Se pinchó el puente de la nariz y empezó a respirar pausadamente. — Si no quieres decírmelo está bien—me apresuré a decirle sintiendo su molestia. -¿Dónde escuchaste ese nombre?—me preguntó en un susurro. Me mordí el labio, no queriendo delatar a Gianna. Él suspiró—Elizabeth… era la hermana mayor de Esme, murió cuando yo tenía veintidós años—se pauso un momento, como decidiendo algo y tomó mi rostro entre sus grandes manos—pero también era mi madre. Jadeé, sin saber que decir. Ahora entendía las cosas mucho menos que antes.

CAPITULO 15

CONOCIENDO -¿Quién es Elizabeth?—lo vi tensarse, se levantó y eso hizo que lo mirara a los ojos. Se pinchó el puente de la nariz y empezó a respirar pausadamente. — Si no quieres decírmelo está bien—me apresuré a decirle sintiendo su molestia. -¿Dónde escuchaste ese nombre?—me preguntó en un susurro. Me mordí el labio, no queriendo delatar a Gianna. Él suspiró—Elizabeth… era la hermana mayor de Esme, murió cuando yo tenía veintidós años—se pauso un momento, como decidiendo algo y tomó mi rostro entre sus grandes manos—pero también era mi madre. Jadeé, sin saber que decir. Ahora entendía las cosas mucho menos que antes. BPOV -Vamos siéntate…-me dijo ayudándome a sentarme. Dirigiéndose a una pequeña nevera en la esquina.-¿Quieres beber algo? Porque yo si lo necesito para esta conversación—preguntó sirviéndose una copa de algo que parecía licor. -Estoy embarazada…—le dije y él me devolvió una sonrisa triste. -Eso lo sé…no solo tengo licor aquí, tengo leche y jugos—sentí que el color cubrió mis mejillas y negué con la cabeza. Tomó un trago y se sentó a mi lado. —Por dónde empezar…-suspiró. -No tienes que decirme nada, Edward…-le dije notando que era un tema delicado, aunque por dentro me moría por conocer las respuestas. Se pasó la mano por la cara y terminó lo que había en el vaso. -Supongo que debo empezar por el principio. Las hermanas Platt… Elizabeth, Esme y Rosalie. Según sé en una reunión de negocios entre padre de Esme y el de Carlisle fue donde se conocieron. Al parecer se realizó en la mansión Platt y allí fue donde la historia de amor entre Esme y Carlisle inició—dijo en tono de burla. Pero yo no entendía porque se expresaba con sorna de sus padres y como era que Elizabeth era su madre. —Se casaron en poco tiempo, pero resulta que la hermana mayor de Esme, siempre estuvo enamorada de su cuñado. —jadeé y él sujeto mis manos con fuerza—Esme estaba teniendo muchos problemas para tener hijos, cada embarazo ponía más en riesgo su salud, pero a mi padre parece que no le importaba, nada que no fuera tener un heredero—acarició su mejilla con mi mano que estaba entre las suyas, como buscando consuelo. -Al parecer a mi padre se le hizo fácil cambiar una hermana por otra y embarazó a Elizabeth. La mantuvo amenazada durante todo su embarazo con decirles a mis abuelos que ella lo había seducido. Los Platt eran realmente conservadores y la repudiarían en cuanto se enteraran, le dijo que se encargaría de desacreditarla como madre para que le entregaran la custodia legal. La mantuvo hasta que dio a luz en su casa de huéspedes detrás de la casa que compartía con su esposa. Luego me compró por una fuerte suma haciendo que ella firmara los papeles en los que cedía todos los derechos como madre y me entregó como regalo a su esposa, que en esos momentos daba cualquier cosa por un hijo, aunque ese hijo fuera el fruto de una dolorosa traición…-terminó con un susurro. -Edward…-él sacudió su cabeza. -No pasa nada Bella, conozco esa verdad desde que tengo diez años. Ya no me molesta tanto como antes. Mi madre y yo hemos tratado de dejar eso en el pasado. Esme no tiene la culpa de nada, ella es una buena mujer, nunca me ha hecho sentir menos, siempre me ha dicho que soy el hijo de su corazón. No he podido tener mejor madre—me palmeó la mano, yo no sabía que decirle, ni como comportarme. -Tu madre…es decir Elizabeth… ¿fue quien te contó la relación que tuvo con tu padre?—no podía creer que una madre le causara tanto dolor a su hijo, pero si era cierto lo que Gianna me contó, la responsable del distanciamiento entre Carlisle y Edward, había sido Elizabeth. -Llegó un día después de mi cumpleaños número diez. Mis padres habían salido y el personal no sabía de la historia, solo Gianna pero ella estaba de vacaciones visitando a su hermana… ni siquiera la madre de de Jasper y Rosalie, estaba enterada. Yo había visto a "la tía Elizabeth" en un par de ocasiones pero siempre que venía era para hablar con Carlisle en su despacho, cuando mi madre no estaba en casa. —se rió sin humor—me habían hecho una pista de carreras a escala y regalado para mi cumpleaños un Ferrari, lo estaba conduciendo porque en ese tiempo quería

ser piloto de fórmula uno—wao…supongo que se debe tener demasiado dinero cuando se le compra de regalo a un niño de diez años un auto de carreras —Me observó mientras hacía mis vueltas, cuando me cansé y estacioné. Me lo contó todo, mis abuelos se enteraron de todo y la desheredaron cuando yo tenía un año más o menos. Desde ese tiempo Carlisle, la mantenía. Elizabeth, me aseguró que seguían viéndose a espaldas de Esme. Dios mío… ¿le dijo eso a un niño de diez años? ¿Qué clase de mujer es esa, para causarle semejante dolor a su propio hijo? -Cuando lo confronté, lo único que negó era que siguiera acostándose con Elizabeth. Carlisle, me aseguró que Elizabeth solo actuaba de mala fe ya que él se había negado a pagar la ultima deuda de juego que había adquirido, me dijo que no se arrepentía de haberme separado de Elizabeth cuando nací y desde ese momento empecé a odiarlo. Esme, desde ese entonces ha tratado por todos los medios de reconciliarnos pero ha sido en vano. —se levantó de golpe y se sirvió otro vaso, tomándoselo de un trago –Cuando cumplí dieciocho años, contraté un detective para encontrarla. No la habia vuelto a ver desde ese dia…desde que Carlisle le retiró el apoyo económico…Elizabeth había empezado a prostituirse. Me llevé las manos a la boca para que no me oyera sollozar. Edward, estaba de espaldas a mí. Quería abrazarlo y consolarlo pero no logré hacer mi cuerpo reaccionar. -Cuando la encontré estaba mal…había empezado a experimentar con drogas unos años antes de mi mayoría de edad. Luché cuatro años para sacarla de esa vida…pagué los mejores centros de rehabilitación, pero siempre que salía, recaía. Cuando me negaba a darle dinero, volvía a vender su cuerpo. Uno de clientes la mató antes de suicidarse cuando yo tenía veintidós años. Logramos hacer que la historia publica fuera que ella había estado en el lugar y momento equivocado. —lanzó el vaso contra la pared, rompiéndolo en pedazos. Mis lágrimas caían libremente por mis mejillas, aun no podía creer que algo así hubiera podido pasar en una familia con tanto dinero y tanta clase. Edward, se habia visto sometido a más dolor del que cualquier persona debería estar expuesta. -Le fallé… aunque no la sentía como mi madre ya que ese lugar siempre lo ha tenido Esme, me preocupaba por ella…después de todo fue quien me dio la vida…-su voz se rompió y antes de darme cuenta lo estaba abrazando. Él sujeto mis mejillas con fuerza, obligándome a mirarlo. -Bella… por eso te dije que no podía dejar que mi hijo naciera bastardo, no podía ver repetirse la historia, por eso tenía que obligarte a ser mi esposa por los medios que fuera, para que yo pudiera cuidar de ti, de él…me aterraba pensar que sin mi ayuda llegara a pasarte algo y terminaras como Elizabeth… yo no podía perderte… Dios, Bella; no a ti—estrelló sus labios con los míos, la desesperación que él sentía me la estaba transmitiendo en ese beso, al igual que sus miedos y sufrimientos. No supe que fuerza oscura se apodero de mi cuerpo, pero antes que pudiera pensar racionalmente, estaba mordiendo su labio, mis manos hicieron saltar los botones de su camisa, para recorrer su pecho con mis dedos. El beso se empezó a poner cada vez más apasionado, su lengua luchaba por dominar la mía y de pronto me sentí siendo recostada en algo blando. -Ed-Edward…-le dije casi sin aliento. Quería hacerlo sentir bien…pero no así -Oh, Bella…-murmuró contra la piel de mi cuello, una de sus manos en mi muslo y la otra fuertemente cerrada sobre mi pecho. -No… -gemí-debemos parar—traté de pensar coherentemente, cosa que me resultó casi imposible cuando su lengua se enroscó en mi pezón. Me arqueé como un gato… mis pechos se habían vuelto tan sensibles por el embarazo; que las caricias que estaban recibiendo ahora mismo, me tenían casi al borde del abismo. -Déjame, amarte… te necesito…-susurró contra mi pecho húmedo por su saliva haciendo que se volviera una piedrecilla al recibir su aliento. Su mano subió por mi muslo, cuando su boca se ocupó del otro pecho. -Edward…-olvidé lo que iba a decir cuando su mano apartó la tela que cubría mi centro e introdujo un dedo, haciéndome jadear y mover mis caderas para conseguir más. -Mira como estas por mí, Isabella…tan húmeda y preparada-añadió otro dedo y yo copié sus movimientos, totalmente perdida en el deseo que había estado tratando de evitar sentir desde que volví a verlo. —tu cuerpo

responde a mi—sus dedos dejaron mi interior y yo lloriqueé en protesta- porque yo te enseñé esto—se introdujo en mi con una sola estocada, su voz era tan posesiva y eso extrañamente mando una corriente a mi cuerpo. -¡Oh!—fue lo único que pude decir en un jadeo. Como había extrañado esto…me volví a sentir completa. Envolví mis piernas alrededor de sus caderas y presioné su trasero con mis talones, para hacerlo entrar más profundo. Ninguno volvió a decir nada, los únicos sonidos que llenaban la habitación, eran nuestros jadeos y gemidos. Sabía que después me arrepentiría, pero en este momento necesitaba de Edward con la misma desesperación que él a mí. Mis uñas se clavaban en su espalda, escucharlo jadear en mi oído, me envió al borde y él lo sabía. Conocía mi cuerpo con una precisión asombrosa. Mordió con cuidado mi oído y llevó su mano a donde nuestros cuerpos se unían en una danza tan antigua como las estrellas…y eso fue exactamente lo que vi cuando movió dos dedos en círculo sobre mi clítoris. Estrellas… -Oh. Cielos. Edward…-grité cuando pequeñas convulsiones de placer recorrieron mi cuerpo, una y otra vez. Edward, aceleró su paso y bombeó dentro de mí unas cuantas veces más antes de acompañarme en el camino del éxtasis. Se desplomó sobre mí y escondió su rostro en mi cuello. Mordisqueándolo suavemente. Nos quedamos unos minutos jadeando, ambos tratábamos de poder respirar con normalidad y calmar los agitados latidos de nuestros corazones. Edward ni siquiera tenía fuerza para salir de mí. Luego de unos minutos, rodó sobre sí mismo y trató de abrazarme pero yo me tensé. -Lo que sucedió no cambia nada entre nosotros—le dije mirando fijamente el techo. Lo escuché reír. -Lo que digas, pequeña…lo que tu digas—se levantó de un salto, dejó caer su estropeada camisa, sus pantalones y se acostó de su lado de la cama. -No iras a dormir desnudo—le recriminé, él solo me sonrió. -Siempre he dormido desnudo. Eso ya lo sabes—mis mejillas estaban ardiendo. Tomó todas las almohadas decorativas y las colocó en el medio de la cama-¿Esto es suficiente para salvaguardar su pudor, mi bella dama?— dijo con sorna. -Sí… y no se te ocurra tocarme… ya sabes las reglas, aunque las hayas violado hace un momento—le reclamé, acomodándome el camisón para cubrir mi desnudes y descartando las estropeadas bragas. -Primero que todo, fuiste tú quien me tocó y me besó. No me eches la culpa, ya que fuiste tú quien me sedujo, pequeñita y por ende rompió las reglas—yo recordé los sucesos y era cierto. Me dejé arrastrar por el amor que seguía sintiendo por él, lo amaba sí… de eso no había duda, pero aun teníamos muchas cosas por arreglar para que yo lo dejara volver entrar en mi corazón y entregarle mi confianza. -Pues no volverá a suceder, me pillaste desprevenida eso fue todo—le dije con veneno, sonrojándome aun más por verme al descubierto. -Si tú lo dices… hasta mañana—me sonrió y recostó cubriendo su desnuda forma con las sabanas. Engreído, que espere sentado si piensa que lo que sucedió se volverá a repetir. Encima tiene el tupé de dormirse como si nada hubiera pasado. Suspiré pesadamente, aun tenía muchas noches en vela que reponer, pero el sueño no acudió a mí tan rápidamente como pensaba, mi mente aun tenia fresca toda la conversación que había tenido con Edward sobre su triste pasado y obscura historia familiar. Bueno al menos eso explicaba porque estaba jodido, sentimental y mentalmente. Parecía que finalmente estaba conociendo un poco del verdadero Edward Cullen.

EPOV Contarle a Bella la historia de mi vida no fue tan malo como imaginé que sería al inicio. Hoy había sido un día lleno de emociones para mí. Contarle sobre Irina, enojarme con ella cuando se perdió, revelarle la verdad de mi nacimiento. En cuanto Bella me abrazó y besó para consolarme, no pude detenerme. Su cuerpo me llamaba como el canto de una sirena, había algo en ella que me atraía inexplicablemente haciéndome desatar mis más primitivos instintos. Cuando volví a estar enterrado en el cuerpo de mi ángel, volviéndome uno con ella, mis problemas y tristezas parecieron desaparecer por arte de magia. Eso siempre pasaba cuando estaba con ella. Sabía que cuando ambos bajáramos de la altura donde nos dejo el clímax, ella volvería a pelear con uñas y dientes contra mí. Por eso no me importó cuando se puso a la defensiva, es más; utilicé ese momento para molestarla un poco. Traté de no reírme mientras pretendía dormir. La sentía dando vueltas y vueltas en la cama, tratando de conseguir que el sueño la visitara. Supongo que el cambio de horario estaba manifestándose en todo su apogeo ahora que la adrenalina había abandonado su cuerpo. Despues de un tiempo se quedó tranquila y me di cuenta que me equivoqué porque media hora después, Bella estaba plácidamente dormida. Me levanté sobre mi codo y la vi abrazando una de las almohadas que nos separaban en la cama. Me acerqué con cuidado y empecé a acariciar su mano con mucho cuidado. Mi sonrisa se hizo imposiblemente ancha cuando después de unos segundos de sentir el contacto de mi piel, Bella empezó a moverse, quitó la almohada que nos separaba y pateó las otras. -Ves, sabía que aunque sea subconscientemente sabes a donde perteneces—murmuré contra su cabello y ella se apretó contra mi pecho dejando escapar un suspiro de satisfacción. Me desperté cuando los rayos del sol me golpearon el rostro. Gianna me sonrió poniendo un dedo sobre sus labios, señalando a Bella antes de salir. Ella estaba prácticamente sobre mí. Una de sus piernas estaba entrelazada con una de las mías, la otra colocada sobre la parte baja de mi estomago mientras su pantorrilla presionaba mi erección matutina, uno de sus brazos sujetaba con fuerza mi pecho y su rostro estaba a la altura de mi tetilla. Besé sus cabellos, aspirando su delicado aroma y ella se acurrucó mucho más en mi pecho, haciendo que su pantorrilla se frotara contra mi ya dolorosa erección. -Mmmm—murmuró contra mi piel. -Buenos días pequeña—le dije sabiendo lo que seguía. La sentí tensarse y luego de unos segundos se sentó de golpe. -¿Qué…qué haces durmiendo de mi lado de la cama?—me preguntó molesta. -Eres tu quien está durmiendo de mi lado de la cama, anoche te acercaste a mí y te pegaste a mi cuerpo como una gatita buscando el calor de su amo—le dije sonriendo y colocando mis manos tras mi cabeza. Ella pasó su mirada de mi lado al suyo de la cama antes de sonrojarse con fuerza. -Tu…. —me bufó regresando a su lado de la cama y cubriéndose con la cobija hasta el cuello. -Voy a darme un baño rápido, tenemos mucho que hacer—le dije levantándome de la cama y dirigiéndome hacia el baño. Podía sentir su mirada clavada en mí. —Aunque puedes bañarte conmigo, ahorraremos agua y tiempo—me giré para ver su rostro sonrojado y sus ojos llenos de deseo. -No gracias—dijo pasando la lengua por su labio inferior—y sería preferible que no te estuvieras pavoneando desnudo por la habitación. —dijo con su actitud de gatito salvaje. -No te cobro por mirar, pequeña. Puedes hacerlo todo lo que quieras—me reí cuando tomó una almohada y me la lanzó, fallándome por mucho—Dejare la puerta del baño sin llave, por si cambias de opinión.

-Sigue soñando—la escuché gritarme antes de cerrar la puerta detrás de mí. Me daba cierta satisfacción verla enojada de esa forma, sabía que Bella estaba teniendo una lucha interior, entre arreglar todas las cosas conmigo para que volvamos a ser una pareja y su orgullo mancillado al sentirse usada. Cuando salí del baño no había señales de Bella en la habitación. Uno de los sirvientes me dijo que ella se encontraba en la terraza con mi madre, esperándome para desayunar. -Que hermosas se ven las mujeres que más amo, bajo este radiante sol de Toscana—les dije entrando a la terraza. Bella mordió su labio, apenada por el cumplido; pero en realidad se veía radiante en ese vestido color rosa de tirantes. -Ven cariño, te hemos estado esperando. Nunca debes dejar que una mujer embarazada pase hambre, no hay nada que las vuelva más irritables que eso—me dijo mi madre dándome un beso en la mejilla cuando me incliné a saludarla. -Lo tomaré en cuenta, la próxima vez que vea a Bella de mal humor me encargaré de tenerle un bocadillo cerca— me reí y besé el tope de la cabeza de mi ángel cuando pasé a su lado para sentarme. Bella, tenía un muy atractivo puchero, seguramente molesta por mi comentario en presencia de mi madre ya que sabía que no me podía soltar alguna respuesta sarcástica. Gianna y mi mayordomo Franco trajeron el desayuno mientras Bella conversaba tímidamente con mi madre sobre los detalles de la boda. Mientras más hablaba mi madre, más pérdida se veía Bella. Traté de frenar algunos de los planes de mi madre cuando veía que Bella se veía incomoda, pero lo único que conseguida era una mirada severa de Esme. Por lo visto el dicho que los hombres se casan con mujeres que se parecen a sus madres es cierto. Eso lo descubrí al ver a mi padre salir a la terraza. Tanto Bella como mi madre sujetaron mis manos, tratando de controlar mi reacción. -Provecho a todos—dijo haciendo una inclinación de cabeza-¿Cómo te sientes hoy querida?—le preguntó a mi madre cuando se inclino a darle un beso y ella le respondió que maravillosamente. Las aletas de mi nariz de movieron y Bella apretó su agarre en mi mano. Cada vez que veía ese despliegue de "afecto" desde que supe la verdad, me enojaba. No podía soportar su hipocresía. -Edward…-dijo secamente—Me alegra mucho verte Bella—se inclinó sonriente y le besó la cabeza. Esta vez fue mi turno de apretar su mano; no confiaba en mi padre y su encanto "Cullen" -Yo igual Carlisle—le respondió un tanto tensa. -¿A que debemos que hayas llegado horas antes de lo previsto?—fui directo al grano, sabía que él no había venido a ayudar, sino seguramente todo lo contrario. Mi padre presionó sus labios y mi madre lo tomó de la mano. -He venido porque quiero hablar con Bella—miró directamente a Bella cuando dijo eso y ella se removió un tanto incomoda en la silla. —A solas—me miró a los ojos. -Lo que tengas que hablar con ella puedes hacerlo frente a nosotros. —él negó con la cabeza. —No pretendo dejarte a solas con ella. ¿Qué quieres? ¿Ofrecerle un cheque para que se aleje de mi?—tanto mi madre como Bella hicieron sonidos de sorpresa. -Edward…-me dijo Bella con suavidad, acariciando mi brazo de manera calmante. -No sería la primera vez… después de todo padre, siempre sabes cómo usar la chequera para liberarse de lo que le parece que no es conveniente para la familia—le espeté. -A lo que he venido es a ofrecerle mi ayuda a Bella. –se giró hacia mi madre—Esme, cariño. Es hora de tu medicina—mi madre negó con la cabeza. —No te preocupes. Bella se queda con nosotros para asegurarse que no corra sangre. Recuerda que debes tomártela siempre a la misma hora—le dijo y mi madre suspiró levantándose.

-Se bueno—me dijo severa antes de marcharse. -Bella no necesita el tipo de ayuda que tu brindas—le dije acercando a Bella a mi cuerpo. -Edward. Te he repetido hasta el cansío, que lo que crees que paso no es cierto. —Golpeó la mesa. —Lo único que quiero estar seguro es que no estés obligando a Bella a casarse contigo. ¿Lo está haciendo Bella? Si me dices que sí, puedo hacer que regreses a Estados Unidos en este momento y prometo protegerte de Edward—se levantó y estiró su mano hacia ella. -No te atrevas a tocarla—gruñí, aunque fuera mi padre lo mataría si la tocaba-no creas que Isabella es igual a Irina. Ella es una mujer decente. ¿Acaso piensas que como te llevaste a la cama a mi primera esposa, puedes hacerlo también con la segunda?—tiré mi servilleta contra la mesa y me levanté para encararlo. Bella, se levantó de golpe y me sujetó por un brazo. -Por favor, no hagas nada de lo que te puedas arrepentir Edward—me trató de tranquilizar, aunque el disgusto era evidente en su voz. -Te dije que nunca dormí con Irina. Ella acababa de perder a sus padres, que eran mis mejores amigos y no tenía a su "esposo" para darle apoyo. —me gruñó. -Entonces porque mi madre pensaba que estabas en un viaje de negocios. Mi equipo de seguridad te vio entrar a su apartamento con ella… abrazados y no saliste hasta pasado el mediodía del día siguiente. No te rompí la cara en ese momento por consideración a mi madre, sabía que un disgusto de esa clase podría matarla. La sorpresa que me llevé al descubrir que me obligaste a casarme con esa zorra, para que fuera la perfecta tapadera de sus cochinadas. —estaba lívido de rabia. No dejaría que mi padre se acercara a mi Bella, ni ahora ni nunca. -Te dije que Irina me llamó muy alterada por la noticia y yo suspendí el viaje. Tu madre había tenido una recaída y no quería preocuparla. Además ese era tu lugar como su marido—me dijo mirando nerviosamente a la casa. -Que conveniente tu explicación—me reí con burla. Bella seguía frotando mi brazo, aunque su mano temblaba tanto que le era casi imposible controlarla. -Piensa lo que quieras—se giró hacia Bella-¿Quieres que llame a mi helicóptero, Bella?—la mano de ella se detuvo en seco. -M-me quedaré con Edward. —dijo tratando de escudarse con mi cuerpo. Seguramente prefiriendo que fuera el menor de monstruos quien la protegiera. Mi padre la miró por unos minutos en completo silencio. Luego sonrió sacudiendo su cabeza. -Bien. Entonces todo está arreglado. —miró a la casa y su sonrisa se volvió mayor cuando vio a mi madre acercarse preocupada—Ahora cuéntanos, ¿cómo esta nuestro nieto?- ayudo a Esme sentarse como si no hubiera pasado nada.

CAPITULO 16 SUSPIRANDO BPOV Mi mente aun no podía aceptar todo los eventos de estos dos últimos días. Ahora comprendía mejor la actitud de Edward hacia su padre y hacia la vida, sobre todo después de escuchar que su progenitor fue capaz de acostarse con la esposa de su hijo. Algo estaba mal, realmente mal. Carlisle, no me daba la impresión de ser un mal hombre, incluso en la noche de la cena cada vez que me veía, lo hacía con lastima y algo de dolor en sus ojos. Además la manera en la que se comportaba con Esme, tan protector y atento. Sentía que estaba a punto de tener un dolor de cabeza por estar dándole vueltas a un asunto que no lograba comprender.

Mientras más interesado se mostraba Carlisle por mi embarazo, más tenso se ponía Edward. Esme parecía totalmente ajena a la situación, parecía tan emocionada con la perspectiva de un bebé en la familia que no notaba que el aire se podía cortar con un cuchillo. -¿Te ha visto un medico desde que llegaste a este país?—me preguntó Carlisle con curiosidad. -No…aun no—respondí jugando con mi comida, mientras Edward escribía algo en su Blackberry. -Si quieres puedo hacerte una revisión—me dijo y Esme me miró emocionada. Edward, levantó su cabeza como si fuera un resorte. Sus manos se cerraron en un puño. Yo me mordí el labio, insegura de que hacer. Por una parte no quería ofender a los padres de Edward y por otra no quería estar sola con Carlisle, sin saber a ciencia cierta qué clase de hombre era. -Isabella, no necesita atención medica, su próxima cita será después de nuestra luna de miel, además, padre, tienes años sin ejercer y que yo sepa no estás especializado en ginecología. —dijo con voz helada, haciendo que yo me tensara automáticamente. Esme sacudió su cabeza con visible decepción, Carlisle me miró con tristeza unos segundos y luego puso una sonrisa cálida. No sabía cuál de los dos tenia cambios de humores más radicales, si Edward o su padre. Al menos ahora sabía que su bipolaridad era heredada, solo esperaba que mi bebé no fuera igual o entre ellos dos podían volverme totalmente loca. En cuanto Edward se dio cuenta que terminé de desayunar, nos excusó y me tomó de la mano, llevándome a su oficina. En cuanto cerró la puerta se giró a mí y acarició mi mejilla con un solo dedo, haciendo que todo mi cuerpo se estremeciera. Odia que él tuviera ese poder en mi, cada vez que estábamos cerca o que cuando tocaba mi piel, sentía mi traidor cuerpo volver a la vida. -Lamento mucho que hayas tenido que presenciar esa discusión—dijo con una antigua tristeza reflejada en sus ojos. -No te preocupes por mi—le dije con sinceridad—al menos puedo entender un poco más porque eres como eres y porque actúas de la manera que lo haces. —le me dio una sonrisa que no llegó a sus ojos. A pesar de nuestra diferencia de edad, en estos momentos, él me parecía un niño perdido. -Eres una pequeña muy dulce—suspiró—tengo lo que me pediste—me guió hasta su escritorio. — léelo bien y en una hora vendrá un abogado para darte asesoría, pregunta todo lo que no entiendas y solicítale los cambios que desees. Mi respiración se agitó mientras leía los papeles. -¿Es un acuerdo prenupcial?—le pregunté adivinando el contenido de los papeles y él pareció sorprendido. -No, pequeña…. — rió suavemente—es el documento donde te aseguro que en caso de divorcio te quedaras con la custodia de los niños—volvió a reír. -¡Oh!—dije sonando como una idiota—pero… ¿la gente como tú no hace acuerdos prenupciales? Ya sabes para proteger sus cosas—soné curiosa, pero era cierto, ya que en los papeles solamente expresaba que él, en ningún momento emprendería una batalla legal por la custodia de ninguno de nuestros hijos, pero los horarios de visita ya estaban establecidos, los vería a diario y según decía el contrato, eso no estaba sujeto a cambio o a negociación. -Isabella—negó con su cabeza—todo lo que tengo es tuyo—acarició mi mejilla con sus nudillos. -Pero yo no quiero tu dinero, ni tus propiedades—le dije tajante y él sonrió ampliamente. -Es precisamente por eso que quiero poner el mundo a tus pies—acunó mis mejillas—nunca me has pedido nada, por eso lo tendrás todo. Si alguna vez nos divorciamos, cosa que dudo, porque nunca te dejaré partir, quiero que te quedes con la mitad de todo lo mío. Del dinero de las propiedades, los autos, las empresas, te puedes quedar incluso con este Palazzo—me mordí los labios.

-Edward… — suspiré—en verdad no quiero nada de esto, —hice un ademan con la mano señalando su majestuosa oficina— ¿Dónde vamos a vivir? sabes cómo soy…no creo que este cómoda con una multitud de sirvientes y casas. Compartiendo con mujeres que seguro querrán ser mis amigas, las cuales que tendrán más dinero que cerebro. — le confesé sabiendo que yo no podría soportar esa situación. -No tienes que tener amigas sin cerebro—murmuró triste—podemos vivir donde quieras. Bella, debes entender que todo esto—copió mi ademan agitando la mano y señalando la oficina—soy yo. Esta es mi forma de vida. Amor, soy un millonario y no puedo cambiar eso. Sé que preferirías mil veces que no tuviera en que caerme muerto, pero esta es mi realidad. Lamento que no puedas aceptar fácilmente mi verdadero ser. —bajo sus ojos al piso, parecía tan indefenso, tan diferente al Edward fuerte y autoritario que conocía. Su rostro reflejaba mucha tristeza, no podía creer que él estuviera pensando que yo lo estaba juzgando por ser rico. -Edward…-le dije con suavidad—nunca podría desear que fueras una persona que no eres… ¿recuerdas que es eso el problema por el que estamos como estamos? Acepto que seas esta persona, tienes razón al decir que este es tu verdadero ser. Yo me había enamorado de una ilusión, cuando me dijiste que tenias dinero no imaginé que fuera tanto…-mi voz se quebró al final, las lagrimas se agruparon en mis ojos. Malditas hormonas…. -¿Por qué lloras?—dijo apresuradamente. -No lo sé—sollocé penosamente. Lo escuché suspirar exasperadamente antes de abrazarme haciéndome levantar de la silla, para sentarse sobre el escritorio y ponerme en su regazo. Enterré mi rostro en su pecho y dejé que mis lágrimas arruinaran su costosa camisa. Me dejo calmarme, diciéndome dulces palabras al oído. Me sentía tan pequeña en sus brazos…pero tan segura y cálida, que no me quería mover de donde estaba, aunque sabía que debía hacerlo. No podía dejar todas mis barreras abajo, ya que me costaría demasiado volverlas a levantar. Él me confunde, altera todos mis sentidos. Supongo que ese es el efecto que tiene Edward Cullen, en mí. El teléfono me evitó lo que seguramente hubiera sido una confrontación con Edward, cuando hubiera querido poner distancias. -Cullen—dijo en tono malhumorado y yo me bajé de su regazo con cuidado, tratando de recuperar mi compostura. Me dediqué a recorrer la oficina mientras lo escuchaba ladrar órdenes como "vende", "compra", "redacta memos" o "envíame los informes de ingresos por fax". Era asombroso ver como pasaba de ser cariñoso y comprensivo a un hombre de negocios frio, en pocos segundos. A los pocos minutos tocaron la puerta y habló con Franco en fluido italiano. La cadencia rítmica de su voz y el movimiento de sus labios, que se movían para dar vida a esa romántica lengua, me tenían casi en trance, no podía creer que me la hubiera pasado suspirando, mientras miraba sus suaves labios. -Bella, amor. El abogado esta aquí. Pregúntale todo lo que quieras saber, quiero que te sientas segura. Estoy dispuesto a negociar cualquier término del mismo, menos las visitas. —me dijo con firmeza y yo asentí. Cuando vi que iba a dejarme sola, me entró el pánico. -No iras a dejarme sola, con alguien a quien no conozco, ¿verdad?—pregunté patéticamente. Nunca me sentí cómoda con personas desconocidas y mucho menos si tenía que estar con ellos a solas en un lugar cerrado. -Si quieres que este contigo, así será—me miró algo preocupado y yo le sonreí aliviada, en señal de gracias. El abogado entró unos minutos después, me explicó cada una de las dudas que tenia. Ambos tanto Edward como el abogado se sorprendieron cuando le solicité un acuerdo prenupcial en donde especificara que lo único que quería de Edward si nos divorciábamos era la pensión de los niños y nada más.

Edward, se soltó a reír, el abogado me miró como si estuviera loca y esperaba que apareciera alguien a ponerme un chaleco de fuerza, antes de girarse hacia Edward, mirándolo preocupado. Después de mucho discutir, tuve que ceder ya que Edward no pensaba dar su brazo a torcer. Incluso me amenazo con hacer un contrato prenupcial tan cerrado que sería casi imposible separarme de él. Terminamos de revisar los documentos y me entregaron una copia certificada del mismo, justo a la hora del almuerzo. Por suerte, Carlisle había tenido que ir a Florencia por unos negocios y no regresaría hasta la cena. El almuerzo fue tranquilo. Esme, estaba emocionada porque ya había llegado mi vestido. Aun seguía sin saber quiénes eran los invitados. Suponía que serian solo empresarios y personas ricas. Suspiré y Edward se dio cuenta. -Un centavo por tus pensamientos—me sonrió, tomando un sorbo de su vino. -Desearía que mis amigos pudieran venir. Sé que debo considerare afortunada que venga Charlie, pero - volví a suspirar - eso no evita que desee lo que no puedo tener. -Tengo entendido que los deseos se le cumplen a las personas de corazón puro—murmuró tomando mi mano, yo sacudí mi cabeza y seguí comiendo unos ravioles de tres quesos que estaban exquisitos. Edward estaba ocupado tecleando algo en su teléfono, mientras Esme conversaba animadamente conmigo. A los pocos minutos, le llego un mensaje de texto y él se levantó rápidamente tomándome de la mano, haciéndome seguirlo. Salimos del comedor y me di cuenta que la casa parecía ser un hervidero, habían personas prácticamente corriendo a las que no había conocido aun. Atravesamos varios salones hasta que llegamos a unas puertas francesas que llegaban al patio. A unos doscientos metros había lo que parecía una superficie de cemento. No me percaté de su uso hasta que escuche el inconfundible sonido de un helicóptero. -¿Son tus amigos?—le pregunté sintiéndome confusa y un poco fuera de lugar, al no saber quiénes eran, ni como debía comportarme. -Son los invitados de la boda—me dijo dándome la sonrisa torcida que hacia mi corazón acelerarse. Me alisé el vestido nerviosamente, al igual que mi cabello. —Estas tan hermosa como siempre—me dijo al oído tomándome de la cintura en cuanto el helicóptero quedó a la vista, quedando así en medio de él y Esme. En cuanto el helicóptero descendió levantando el polvo y enviando ráfagas de aire, se vio otro aproximándose en el horizonte, pero eso perdió importancia en cuanto vi a mi padre bajar del que había aterrizado, seguido por una pequeña diablilla de cabellos negros, quien prácticamente lo empujo para salir corriendo -¡Bella!—gritó Alice. A través de mis lágrimas podía ver a Jasper disculpándose con Charlie y con otro señor por el comportamiento de su novia. El abrazo de mi mejor amiga prácticamente me sacó el aire y estaba segura que si no hubiese sido porque Edward me sostenía, hubiera ido a parar al suelo. -Alice, que alegría verte—le dije sin aliento por el golpe. -¿Te tiene amenazada? Si es así, Jasper y yo te sacaremos enseguida—me dijo al oído. Si esa misma pregunta me la hubieran hecho en la mañana de ayer, no hubiera dudado en aceptar; pero ahora habían dos cosas que me retenían. Por un lado ya veía a Edward con ojos distintos, no lo había perdonado del todo pero lo comprendía. Y la otra cosa es que Edward tenía razón, siempre quise que mis padres nunca se hubieran separado, me hubiera gustado crecer en un hogar completo, por lo que nunca le negaría esa posibilidad a mis hijos. -Estoy bien, Alice. – me miró escéptica- Nadie me está haciendo hacer nada que no quiero—le aseguré. -Bells—mi padre me sonrió, viéndose completamente incomodo. Me acerque y le di un beso en la mejilla. -¿Recuerda a mi madre, jefe Swan?—le dijo Edward cortésmente.

Jasper me saludó con un ligero asentimiento de cabeza y yo fije la vista en el hombre que estaba junto a él. Se me hacia familiar…pero no podía poner el dedo sobre a quién me recordaba… !Oh mi dios! -¿Garrett?—pregunté incrédula, su cabello estaba corto, no tenía barba y ahora vestía un elegante traje en lugar de su impermeable. -Hola corazoncito—me abracé a él y comencé a llorar. Estaba empezando a odiar las hormonas del embarazo.—es bueno verte de nuevo, tengo mucho que contarte, pero eso puede esperar. En cuanto se separó de mí, pude ver el segundo helicóptero del cual salían mis amigos de La Push. Emily, Sam y Leah me tenían envuelta en un abrazo grupal, pero mi mirada estaba fija en Edward y Jacob que se miraban el uno al otro. -Black—dijo Edward estrechándole la mano a Jake. -Cullen—le respondió Jake sin soltarle la mano. Por lo visto estaban teniendo una comunicación silenciosa, Edward tenía una expresión fanfarrona, mientras que la de Jake era burlona. Ninguno de los dos soltaba la mano del otro. -Jake—le toqué el brazo a mi mejor amigo, rompiendo su concentración. Cuando soltaron sus manos pude ver a Jake, abrirla y cerrarla disimuladamente. Hombres…pensé agitando mi cabeza, Jake se percató que me había dado cuenta de su "pequeño apretón de manos" y me dio una sonrisa de disculpa. Luego miró sobre mi hombro y sonrió traviesamente. -Es bueno verte Bells—me envolvió en un abrazo por más tiempo del necesario y luego besó mi frente. En cuanto me soltó, mi cintura fue envuelta por unos cálidos y familiares brazos. -Bella y yo estamos muy complacidos que hayan podido asistir para acompañarnos en nuestra boda—dijo afirmando más de la cuenta las dos últimas palabras, antes de llevar la mano en la que portaba el anillo de compromiso a sus labios. -No nos perderíamos la boda de Bella por nada del mundo—respondió Leah, tomando a Jake por la cintura. Seguramente debió pellizcarlo para que se comportara porque mi amigo hizo cara de dolor.—gracias por invitarnos y habernos traído señor Cullen. -No hay nada que agradecer, Leah. Los amigos de Bella son mis amigos—le dijo con una sonrisa pero cuando miró a Jake sus labios se pusieron tensos, así que ahora fue mi turno de pellizcarle con disimulo la mano. Lo escuché reír antes de besarme la cabeza.—Por favor pasen y siéntanse como en su casa. Gianna les mostrará sus habitaciones. Cuando me giré pude ver que todos mis amigos tenían copas con champaña en las manos. Leah y Emily miraban a Edward como si pensaran que en cualquier momento se pondría a caminar sobre las aguas. Garrett, Alice, Jasper y Charlie conversaban animadamente. Yo trataba de hablar con todos y ponerme al día con todo lo que había pasado. Según Leah, James los había buscado y encargado de todo lo pertinente para que pudieran venir. Emily, ella y los chicos estaban emocionados ya que nunca habían salido del estado de Washington. Mi padre y Garrett se habían retirado a sus respectivas habitaciones a eso de las dos de la tarde, yo estaba empezando a sentir los ojos pesados. -Bella, te noto algo cansada—Emily dijo con preocupación. -No es nada, el médico dice que durante los tres primeros meses siempre estaré cansada. —le aseguré.

-Adorables señoritas. Ya es hora—dijo Edward abrazándome por la cintura, haciendo que mi espalda se pegara a su pecho, tenía tantas ganas de girarme y descansar un rato entre sus brazos. Me sentía tan cansada que ni siquiera pregunté para qué era hora. Volví a suspirar. No entendía que me sucedía el día de hoy. Tenía que hacerme recordar frecuentemente que debía seguir enojada con Edward, para no sucumbir nuevamente ante sus encantos. Mis amigas rieron tontamente y sus novios les lanzaron miradas de advertencias. Edward, nos guió hacia una de las habitaciones al otro extremo de la casa. Cuando llegamos a la puerta, tomó mi barbilla entre sus dedos y me besó de manera profunda, delicada. -Te voy a extrañar. —murmuró contra mis labios—te veré mañana, yo seré el de negro frente al altar—bromeó antes de volverme a besar. -¿No te veré hasta la boda?—no pude evitar que la ansiedad llenara mi voz. Él sonrió y me abrazó. -Por lo menos tengo la esperanza de que tu también me vas a extrañar—besó mi frente—mi madre me mataría si te veo doce horas antes de la ceremonia. Creo que esta noche tendrás…una pijamada/despedida de soltera—sus labios se curvaron en una sonrisa traviesa. -Nada de strippers—mi voz fue dura. No pretendía que me hicieran pasar por eso. -No me conoces lo suficiente, si piensas que permitiría que un hombre semidesnudo este en la misma habitación que tu. —su sonrisa se hizo más amplia—la única excepción seria que ese hombre semidesnudo fuera yo. Rodé mis ojos, pero no pude evitar sonreír. Adoraba a cuando Edward se ponía juguetón aunque me negara a aceptarlo en voz alta. -Te veré mañana—me puse de puntillas y le besé la mejilla. Lo vi ponerse la mano en la mejilla, antes que cerrara la puerta. Nada me hubiera preparado para lo que me esperaba en esa habitación. Alice estaba sentada junto a Leah y Emily recibiendo masajes en los pies. -Serás la novia más hermosa de la historia—me dijo Esme haciendo que me sobresaltara un poco cuando apareció tras de mi. —Pasaremos la tarde recibiendo mimos y en la noche tendremos una velada de películas y chocolate caliente. Mientras ellas recibían masajes en los pies, a mi me recostaron en una camilla y en cuanto mi cabeza tocó la almohada me dormí profundamente. Cuando me despertaron al parecer habían hecho lo que querían conmigo sin que yo me percatara de ello. Cenamos en otra de las terrazas con tranquilidad, Alice, me acorraló un par de veces y después que le explicara que no me casaba bajo coacción 'eso era cierto el día de hoy' dejo de molestarme. Al momento de las películas mi estomago estaba hecho un nudo. Los nervios me estaban empezando a calar, no me concentraba en nada de lo que sucedía en la pantalla. -¿Nerviosa?—me preguntó Esme de manera maternal. Yo asentí. -Es normal… yo estaba igual la noche antes de mi boda con Carlisle. –acarició mis cabellos. -¿Qué hiciste para convencerte que estabas haciendo lo correcto?—ella pareció meditar unos segundos. -Pensé en que me casaba con un buen hombre, alguien que me amaba más que a su propia vida. —sonrió y su mirada estaba perdida como recordando cosas agradables—Edward, te ama. Recuerda eso siempre, de esa manera siempre podrán superar cualquier prueba o situación difícil que les depare la vida. Nunca en mis treinta y tres años de matrimonio me he arrepentido de haberme casado con Carlisle. —la miré sorprendida, pensando en cómo podía

pensar eso, después de todo lo que yo había escuchado decir a Edward de su padre. Seguramente mi rostro denotaba incredulidad por que añadió—Mi esposo es un buen hombre Bella; terco, orgulloso y obstinado como Edward. Pero ambos son buenos hombres, pero recuerda…los buenos hombres también cometen errores, lo importante es que los sepan remediar. —besó mi frente dejándome sumida en una completa confusión. Dormí en la habitación de invitados donde había colocado mis ropas cuando estuve molesta con Edward. El sueño tardó en visitarme, tenía la mente llena de preguntas sin respuestas y posibles hipótesis, pero al final la máscara de aromaterapia que me habían dado para colocar sobre mis ojos surtió efecto relajándome. Unos murmullos me hicieron despertarme, mi habitación estaba llena de personas. Me apresuraron a entrar al baño para darme una rápida ducha y cepillarme los dientes. En cuanto salí me sentaron frente al tocador mientras trataba de desayunar lo que Gianna me había traído. Alice vociferaba algo sobre que se le había arrugado el vestido, Leah y Emily corrían de un lado a otro como gallinas sin cabeza porque no encontraban sus zapatos. A las ocho de la mañana terminaron de arreglarme y aun no me dejaban mirarme al espejo pero sentí que los ojos se me llenaban de lágrimas cuando Esme me colocó unas horquillas en mi cabello. -Eres la hija que siempre desee Bella. Sé que Edward y tu serán muy felices—dijo ella limpiándose las pocas lagrimas que habían rodado por sus mejillas. Mi garganta se cerró por la emoción. -Gracias, Esme…en verdad lo aprecio mucho. Mi madre no está aquí para acompañarme pero tú no has dejado que yo pensara mucho en eso con tu apoyo—la abracé. -Sin lagrimas que se van a estropear el maquillaje—nos regaño Alice. Traté de sonreír pero sabía que se aproximaba más a una mueca que a una sonrisa. -Estas muy hermosa, hija—me dijo Esme con emoción, haciéndome encarar el espejo. Abrí mucho los ojos cuando vi mi reflejo. Sabía que mi vestido era hermoso, pero nunca pensé en mi vida que yo me podría sentir hermosa. El escote palabra de honor ayudaba a resaltar el poco escote que me había salido a raíz del embarazo, la seda caía como una vaporosa nube de algodón hasta el suelo. Piedras plateadas hacían un patrón entrelazado de espirales rodeando todo mi torso bajo mis senos. Mi cabello estaba recogido en un desordenado moño sujetos por hermosas horquillas de diseño con un complicado diseño formado por pequeñas piedrecillas, que dejaba escapar varios mechones de mi cabello que caían en formas de rizos por mis hombros y espalda. El maquillaje era suave y muy fresco. Tocaron a la puerta muy discretamente. -Es hora Bells—dijo mi padre asomando la cabeza y abriendo mucho los ojos. —Vaya…estas muy…hermosa—su voz contenía emoción y eso hizo que mis ojos se volvieran humedecer. -Isabella Swan, lloras de nuevo y estarás en problemas conmigo—me amenazó Leah—ahora mueve tu trasero y ve por ese bombón—toda la habitación rompió a reír. -Te quiero papá…-le dije con el corazón en la mano a mi padre, cuando quedamos frente a las puertas francesas que daban a la parte del jardín que había sido preparada para la boda. Los ojos de mi padre se humedecieron. -Y yo a ti pequeñita…con todo mi corazón…-me besó la frente—quiero que sepas que estoy muy orgulloso de ti. Amaba a mi padre, después de lo que pasó como Renée, irme a vivir con Charlie me había devuelto la sonrisa. Aunque básicamente me convertí en su cuidadora, mi padre siempre tenía gestos que me hacían sentir querida. Como cuando se aseguraba que mi pick up siempre estuviese en perfecto estado mecánico o las llamadas que me hacía para saber cómo me había ido en el colegio cuando él sabía que no llegaría a casa para encontrarme despierta. Alice, nos interrumpió luciendo avergonzada por acortar el tiempo padre-hija. Me entregó un pequeño ramo redondo de azucenas blancas que tenían el tallo forrado con cinta de organza blanca con bordes plateados. La suave melodía de la marcha nupcial llenó el ambiente. Tome una amplia respiración y acaricié mi aun plano vientre prometiéndole a mi hijo que trataría de resolver las cosas con su padre para cuando el naciera.

Debo confesar que todo pensamiento desapareció de mi mente cuando Edward se giró y su mirada se encontró con la mía, su expresión era seria, sonreía pero se notaba preocupado. Supongo que pensaba que me negaría a casarme al último minuto, por lo que le regalé una sonrisa, sintiéndome satisfecha cuando su rostro cambio de severo a feliz en un segundo. Charlie le entregó mi mano y Edward la sujetó como si pensara en nunca soltarla. La pérgola donde estábamos parados era hermosa, las azucenas que caían en cascadas llenaban el aire con su aroma. La voz de Edward era fuerte y clara cuando pronunció sus votos, la mía se rompió ligeramente cuando dije el "sí" que me uniría a él por toda la vida. Edward, no espero a que nos declararan marido y mujer, sino que me tomó en brazos y me besó con tal fuerza que me dejo mareada. -Ahora eres oficialmente la Sra. Cullen y yo te voy a adorar por el resto de nuestros días—dijo contra mis labios y yo suspiré como idiota.

CAPITULO 17 CEDIENDO Separarme de ella para que recibiera su tratamiento de SPA fue una de las cosas más difíciles que he tenido que hacer, justo cuando podía ver que Bella empezaba a ceder, tenía que dejarla en compañía del duende de su amiga Alice. Sabía que me había ganado a Leah y a Emily por eso no tenia que preocuparme por ellas. Sin embargo Alice cada vez que me miraba parecía que quería arrancarme la cabeza. Regresaba a la sala cuando me encontré con Jasper quien estaba conversando por celular. Mi primo me sonrió, sacudiendo su cabeza, colgó el teléfono y me puso una mano en el hombro. -Emmett y Rose, dicen que estarán aquí mañana para la ceremonia. —sonrió con tristeza. -¿Cómo esta Rose?—le pregunté aun sabiendo la respuesta por su expresión. -Algo irritable…ya sabes…los tratamientos aun no han surtido efecto. Este último también falló. -Lamento escuchar eso—la sinceridad en mi voz era patente. Yo sabía que mi prima deseaba tener familia y lo mucho que le dolía tener tantos problemas para conseguirlo. -Ella lo superara, Rose siempre lo hace. Ahora dime, ¿cómo conseguiste que Bella te aceptara de nuevo? Pensé que tratar de hablar con ella, seria para ti igual que darte de golpes contra la pared. Nunca había conocido nadie más testaruda que ella… bueno si conozco a alguien… a ti—dijo riendo, yo reí con él. -Me costó bastante trabajo convencerla, pero lo conseguí—empezamos a caminar en dirección a la sala de recreación. -Alice, pensaba que la habías secuestrado o algo así—rió suponiendo que su novia se había equivocado cuando había estado en lo correcto. -Bueno…-empecé a decir pero me corté al ver al chico Black y a Sam en la sala jugando billar. Sam me sonrió algo apenado, mientras Jacob me miraba con el ceño fruncido, llevándose una mano a la boca y limpiándosela como si recordara la pelea que había tenido afuera del edificio de Bella. Nos embarcamos en un juego "amistoso" de billar. Éramos Jasper y yo, contra Sam y el niño esteroides. Cuando Jasper y yo celebrábamos nuestra victoria, aparecieron mi futuro suegro y Garrett. Sabía que mi actitud era algo infantil pero no podía evitar disfrutar el haberle ganado al chico que me había arruinado las dos ocasiones en las que podía haber arreglado las cosas con Bella.

Me acerque al que mañana seria mi suegro y a Garrett. -Muchacho—dijo el jefe Swan en cuanto me acerqué a ellos—espero que trates a mi hija como se debe y que no se repita sea lo que sea que sucedió hace un mes—su voz era muy seria. -Se lo prometo, jefe Swan—no cabía duda de la sinceridad en mi voz. -Me alegra…-sonrió con burla—recuerda que tu suegro es un muy, pero muy armado policía—dijo rompiendo en una risa cómplice con Garrett. Jasper palmeó mi espalda como tratándome de consolar, pero yo sabía que no haría nada que pudiera dañar a mi ángel. Mi padre llegó cuando nos disponíamos a cenar, se sentó a mi lado y se unió a la conversación de la mesa con su característico don de palabra. Debía reconocer que mi padre era un experto consiguiendo caerles en gracia a las personas. Incluso se atrevió a "darme consejos" de cómo ser un buen esposo. Yo sólo me limité a levantar mi copa y brinda con un claro sarcasmo en mi voz. Cuando terminamos de tomarnos unas copas iba en dirección a mi habitación cuando una fuerte mano sujetó mi brazo haciéndome detener en seco. -Te voy a estar vigilando Cullen, un solo paso en falso y te las veras conmigo. No dejaré que le vuelvas a hacer daño—me dijo fieramente el pequeño duendecillo que me dejo sorprendido por su fuerza. -No tengo intenciones de lastimar a Isabella. Alice. —le dije secamente. -Te voy a estar observando—llevó su dedo índice y medio en forma de 'V' a sus ojos y luego me señaló con ellos. Alejándose en dirección a su habitación. Yo sacudí mi cabeza. Definitivamente Bella, tenía una larga fila fieros protectores, la cual encabezaba yo. Traté de dormirme pero daba vueltas en mi cama sin poder pegar los ojos. Sabía exactamente lo que necesitaba, pero también sabía que si mi madre me atrapaba no llegaría vivo a mi boda. Suspiré pesadamente, me levanté tomando mi albornoz y saliendo en dirección a la habitación donde dormía la razón de mi existencia. Abrí la puerta con sumo cuidado y me acerqué sigilosamente hasta su lado. Su rostro estaba oculto por un antifaz rosado, tomé entre mis dedos un mechón de su cabello y lo llevé a mi nariz para inhalar su dulce aroma. Me incliné y deposite un casto beso en sus labios. -Edward, te amo…-murmuró en sueños y yo sonreí. No todo estaba perdido, pensé esperanzado. Quité el cabello de su frente antes de besarla una vez más y regresar a mi habitación, donde el sueño me dio la bienvenida en cuanto mi cabeza tocó la almohada. Me desperté temprano en la mañana, nunca en mi vida me había sentido tan nervioso. He cerrado trato de negocios millonarios sin que me temblara el pulso y sin embargo aquí estaba tratando de abrochar los botones de mi camisa por tercera vez sin tener éxito. -Jasper, te vuelves a reír y te lanzaré por la ventana aunque tenga que conseguirme otro padrino—lo amenacé, cuando me dijo que me había vuelto a saltar un botón de la camisa. -¡Oh Edward!—dijo mi madre con voz rota, entrando a la habitación—Bella, esta tan hermosa. —Empezó a abrochar los botones de mi camisa—estoy tan orgullosa de ti. No has podido escoger una mejor mujer para hacer tu vida. Estoy segura que serán muy felices. Tu más que nadie mereces toda la felicidad del mundo, hijo mío—unas lagrimas rodaron por sus mejillas. -Te amo, mamá—le susurré abrazándola con fuerza. Tal vez ella no me hubiera dado la vida, pero era mi madre en todo sentido de la palabra y yo nunca hubiera podido desear una mejor madre que ella. -Y yo a ti, mi niño—me ayudo a ponerme el corbatín y alisó el cuello de mi camisa. —Ahora voy de regreso con Bella solo le faltan unos toques en el cabello. Será mejor que bajes al jardín a esperarla. —con eso salió de la habitación. -Bueno hermano, ¿listo para aceptar tu condena de por vida?—dijo bromeándome.

-Cállate, Jasper—lo empuje juguetonamente por el hombro. Cuando llegamos al jardín todos estaban conversando, James me saludó con un asentimiento de cabeza y yo sé lo devolví. En realidad aunque estaba nervioso me sentía muy alegre. -Solo espero que Bella entre en razón al último minuto y no se case contigo—me dijo Jacob entre dientes pasando a mi lado. Fruncí mi ceño. Era cierto. Bella aun podía pensarse las cosas y retractarse en el último minuto. -Esme, me pidió que te dijera que Bella, está bajando las escaleras—me dijo Rose un poco seria. Mi prima estaba pasando un mal momento, sabía que el tratamiento de hormonas no le estaba haciendo mucho efecto o al menos eso fue lo que Jasper me dijo, pero al menos no había perdido del todo la esperanza, pensaba hacerse una fertilización invitro. Jasper puso su mano en mi hombro y me acompañó hasta mi lugar bajo la pérgola. -Tranquilo, hermano. Bella, no saldrá corriendo—me dijo al sentir mi incomodidad. Yo pasé i peso de un pies al otro nerviosamente, cuando escuché la marcha nupcial no pude evitar girarme y ver a Bella me robó el aliento. Se veía simplemente hermosa, parecía una diosa bajada del Olimpo. Cuando ella me sonrió con timidez, no pude evitar que una sonrisa se expandiera por mi rostro. En cuanto su padre me la entregó, posando su mano en la mía, juré que nunca la volvería dejar apartarse de mí de nuevo. En cuanto Bella, dijo que aceptaba cuando termino de decir sus votos, no resistí y la tomé en mis brazos, besándola con todo el sentimiento que tenía en mí, para ella. Ahora eres oficialmente la Sra. Cullen y yo te voy a adorar por el resto de nuestros días—le dije sonriendo contra sus labios, Bella, se veía un poco deslumbrada y en cuento el sacerdote nos declaro oficialmente esposos, volví a unir nuestros labios. Me sentía más eufórico de lo que alguna vez me hubiera sentido. Nuestros familiares y amigos se acercaron a desearnos toda la felicidad del mundo. Mi padre se acercó y me dio unas palmadas en el hombro, para luego darle un beso en la mejilla a Bella. No pude evitar que mi reacción, la halé de la cintura y la pegué a mi cuerpo para protegerla. Nos sentamos en las mesas dispuestas en el patio para esta ocasión, nos sirvieron el desayuno, primero ya que muchos no habíamos tenido la oportunidad de comer nada por las prisas, aunque me aseguré que Bella, comiera mientras la arreglaban. Luego de eso vino el tradicional primer baile. Yo no podía evitar tocarla, necesitaba rozar su piel para asegurarme que esto fuera real. -Huele de maravilla, Sra. Cullen—le dije mientras bailábamos. Su aroma me tenía embriagado. -F-fue un perfume que me regaló Esme—su voz era baja, se notaba que estaba nerviosa. -No tengas miedo, Isabella…este es el comienzo de nuestras vidas—besé su cuello y ella se estremeció. -¿Puedo bailar con la novia?—dijo el niñato, haciendo que mis dientes chocaran entre ellos. Bella, me lanzo una mirada que decía claramente que me comportara. -Claro…debo ir a bailar con mi madre—dije forzadamente y Bella me sonrió. Yo me incliné y la besé, sonriéndole con burla al chico.

Bailamos con todos los invitados. Sonreí cuando vi a Bella, bailando con Garrett. Ambos conversaban amenamente, el cariño sincero que se tenían se notaba a leguas de distancia. Ayudar a Garrett a pararse nuevamente en sus pies fue una de las pocas cosas buenas que he hecho en mi vida. Poco después la reclamé para seguir con las tradiciones. Tomé a Bella por la cintura para asegurarme que no se fuera a caer de espaldas cuando lanzara el ramo. Alice, lo atrapó con mucha facilidad. Emmett y yo nos burlamos de la cara que puso Jasper, quien ahora era el soltero de la familia. Luego llegó el momento de la liga y me encargué de prepararla para que supiera lo que le esperaba esta noche. Dejé un camino de besos húmedos partiendo desde su muslo hasta su rodilla, de la manera más disimulada para nuestros invitados. Cuando la miré con la liga entre mis dientes pude ver que su rostro estaba más rojo de lo que nunca antes lo había visto. Me sentía muy feliz de ver a Bella, brillar. Podía decir con toda seguridad que estaba contenta. Cuando nos tocó partir el pastel y darnos de comer el uno al otro; mi pequeña traviesa se encargó de embárrame el rostro. Su cantarina risa, calentaba mi alma. Tomé su mano embarrada y me encargué de limpiar uno a uno sus delicados dedos, metiéndolos en mi boca y acariciándolos con mi lengua. Los ojos de Bella se nublaron y pude reconocer el deseo que había visto en ellos en nuestras primeras experiencias sexuales. -Señora Cullen, quiero presentarle a mi esposa Victoria y a mis hijos Laurent e Irina—le dijo James sosteniendo a su hija de siete años en brazos. Bella los saludo con cortesía, pidiéndole a James que la siguiera llamando por su nombre de pila. La vi un tanto nerviosa cuando dijo el nombre de la niña mientras acariciaba su cabello rubio. Esperé que se retiraran para explicarle. -La madre de Victoria se llamaba Irina. Es solo una coincidencia—le aclaré para que supiera que la familia de James no tenía nada que ver con esa mujer. La fiesta siguió durante el almuerzo, bailé con ella toda la tarde. Los invitados seguirían la celebración durante la noche, pero yo tenía otros planes para mi ángel. Mi madre y Alice se la llevaron dentro para ayudarla a cambiar. Franco me confirmó que nuestras maletas estaban en el helicóptero y la limosina nos estaría esperando en el aeropuerto para llevarnos al hotel. En cuanto regresó nos despedimos de todos ya que nuestra luna de miel duraría poco más de una semana y para ese entonces ya todos se habrían marchado. Antes de subir al helicóptero la besé con pasión, dándoles oportunidad a los fotógrafos que tomaran algunas fotos. El vuelo hasta Florencia fue rápido, había reservado la pent-house suite en el Hotel J.K. Place de esa manera teníamos todo el piso para nosotros durante nuestra estadía. Bella, estaba maravillada con todo lo que veía, cada vez que la escuchaba decir lo bonita que encontraba la cuidad, sentia que mi corazón se hinchaba. La llevé en brazos para cruzar el umbral de la habitación. La deje de pie, al lado de la cama, mirándola intensamente a los ojos. -Quiero que esta noche sea mágica para ti. Es lo menos que te mereces—le dije acariciando sus delicados hombros que quedaban casi descubiertos por el fino chal que los cubría. -Edward…-dijo humedeciéndose los labios para luego morder su labio inferior, haciéndome gemir. -El labio no, pequeña—mi pulgar se encargó de liberarlo de entre sus dientes con suavidad—no podre complacerte como quiero si te muerdes el labio…eso lo sabes bien. Empecé a quitarme la camisa, siempre supe que a Bella le gustaba mi pecho y pensaba usar eso a favor esta noche. Sus ojos estaban siguiendo cada uno de los movimientos de mis manos mientras me desvestía, cuando me quité el pantalón, volvió a relamer sus labios.

-¿Pasa algo, Bella?—mi voz estaba ronca por la anticipación. -No, no -contestó ella, su voz le tembló un poco. -Deja que te ayude, me parece que tienes demasiada ropa –murmuré bajando los tirantes de sus hombros. La giré y bajé el cierre de su vestido. Me incliné un poco y tomé una fresa del tazón de frutas, me la llevé a la boca, mordiéndola, dejando que sus jugos resbalaran por las comisuras de mi boca antes de bajar y darle un beso húmedo en la nuca. -Estaba seguro que tu sabor sería mejor con fresa—murmuré pasando mi lengua por el costado de su cuello. La escuché jadear y la sentí temblar cuando solté el broche de su sujetador y acaricié sus pechos sin darle la vuelta. -Magnífica -seguí acariciando sus pechos con las dos manos, ahora estaban más grandes, firmes y llenos. Adoraba como se amoldaban a mis manos. -Edward…por favor…-susurró echando su cabeza hacia atrás, dejándola descansar sobre mi pecho, mientras se abandonaba a mis caricias. -¿Qué deseas pequeña?—le dije al oído antes de tomarlo entre mis dientes y darle un pequeño tirón. -Deja de jugar conmigo—su voz no era más que un susurro. Tuve el placer de ver como frotaba sus piernas tratando de buscar fricción donde más lo necesitaba. -No estoy jugando. Deja que te ayude con esta incomodidad –deje uno de sus pechos y lleve mi mano a sus bragas blancas. Las metí dentro y encontré su mítico botón de placer. Bella cerró sus piernas.-No, no –protesté, moviendo mis dedos de arriba abajo recolectando su húmedad antes de frotar en círculos su clítoris. -Quiero tocarte –me murmuró, intentando mover las manos. -Esta noche es solo para ti, única y exclusivamente para mi, amor—le quité las bragas, la levanté y la deposite con suavidad en la cama, luego empecé a besarle el cuello, la garganta, los pezones... Bella arqueó la espalda, gimiendo de placer mientras pasaba la mano por su cintura, sus caderas, sus muslos, las rodillas, hasta la planta de sus pies, sin dejar de besarla. Y ella recibía esa pasión con total abandono que hacía que mi ego de cavernícola creciera, sabiendo que su cuerpo era solo mío. La sentí envolverme en sus brazos, acariciando mis hombros, trazando mi espina dorsal con los dedos. Se apretaba contra mí, frotaba sus pechos contra mi torso, disfrutando de la fricción que eso producía. Sabía que ella estaba desesperada por liberarse, pero aun no quería llegar, sabiendo que mañana me esperaría una larga charla. Sobre "esto no cambia las cosas" Cuando metí la mano entre sus muslos, la sentí temblar de deliciosa anticipación. Estaba húmeda y caliente, preparada, y separó las piernas instintivamente, invitándome a tomar lo que por ley era mío ahora. Su pequeña mano se deslizaba por mis caderas, buscando otra cosa... -No tan rápido, mia amore –reí suavemente alejando lo que buscaba de su mano- Quiero que esto dure, que disfrutemos los dos. Con los ojos llenos de pasión, Bella me miró tenía una sonría pecadora. Fue esa sonrisa lo que me hizo distraerme. Y cuando empezó a acariciar mi miembro, no pude evitar lanzar un gemido. -No puedo esperar—gimoteó y yo no estaba hecho de piedra. Capturé sus labios y ella los mordió cuando volví a meter la mano entre los dos para acariciar hábilmente el capullo escondido entre sus rizos. Y levantó las caderas dejando que la tocase hasta que no podía aguantar más. Sabía que estaba ardiendo, a punto de estallar. -¿Me deseas, Isabella?—necesitaba escucharla decirlo. Quería que ella me deseara tanto como yo a ella.

-Demasiado…por favor, Edward—se removió buscando tener más fricción con mis dedos. Eso era todo lo que necesitaba, metí las manos debajo de sus caderas para levantarla. Deje que mi miembro la rozara recolectando la humedad a medida que se deslizaba por sus sedosos pliegues. La penetré de una sola estocada y la escuche suspirar. Me aparté un poco antes de volver a entrar. -OH, sí, Edward, Edward -murmuró. Mis embestidas hacían que se convulsionara de placer. Haciendo a su vez que mi placer creciera. Empecé a empujar dentro de ella con un ritmo primitivo, casi violento. Estaba a punto de perder la cabeza. Se abrazaba a mí con fuerza, sentía sus uñas en mi espalda marcándome como suyo. De igual manera en que yo la marcaba como mia, a medida que la poseía. Empezó a encontrar mis embestidas y sus gemidos eran cada vez más altos. Ella necesitaba más, mi ángel me pedía más y yo estaba para complacerla. Pasé uno de mis brazos por la corva de su rodilla, levantándola para cambiar el ángulo. -EDWARD—gritó cuando toque su lugar más dulce y un espasmo recorrió su cuerpo. Haciéndome seguirla porque las fuertes contracciones de sus paredes ordeñaron mi miembro haciendo que expulsara hasta la última gota de mi simiente en sus entrañas. Nuestros cuerpos estaban empapados de sudor, nuestros corazones latían a mil por hora y sentía una paz interior que no cambiaría por nada. Besé su cuello, mis brazos casi no me sostenían y no quería dejarla cargar mi peso por lo que hice acopio de todas mis fuerzas y me deje caer a su lado, atrayéndola a mi pecho, donde ella colocó un pequeño beso haciéndome sonreír. -Esto no cambia nada—susurro y yo no pude evitar soltarme a reír sin aliento. Ella podia decir lo que quisiera, pero yo sabía que estaba cediendo.

CAPITULO 18 DISFRUTANDO -Esto no cambia nada—le dije después de haber compartido un clímax enloquecedor. Debía reconocer que este hombre me confundía y hacia conmigo lo que se le antojaba. Su risa resonó por la hermosa habitación. —No te rías, es en serio—mi enojo empezó a crecer. —Lo que tú digas, pequeña—ni siquiera trató de controlar sus accesos de risa. Esas habían sido las mismas palabras que había usado cuando le dije eso aquella noche en el Palazzo. —Te odio—la expresión salió entre mis dientes. Edward, me miro sin emoción alguna, luego me sonrió torcidamente, me perdí por unos segundos en sus ojos y lo siguiente que supe era que sus labios estaban fuertemente presionados contra los míos, sus dedos pellizcando mis pezones que se habían vuelto duros por la excitación. Mi traidor cuerpo se pegó al suyo, mis manos recorrían los perfectos planos de su escultural anatomía. El sabor de sus labios, era un manjar que siempre me hacia desear no dejar nunca de saborearlo. Deje de resistirme y me rendí ante él. Mi mente me gritaba que detuviera esto, ya había cumplido consumando mi matrimonio, no tenia porque ceder de nuevo. Pero mi cuerpo tenía otras intenciones. Los besos de Edward estaban tan cargados de ansias y necesidad; arrastrándome en su espiral, mi cuerpo temblaba bajo su roce, haciendo que me abandonara a sus caricias. Me sentía tan pequeña, tan desvalida, pero, a la vez tan segura. La manera tan erótica en que se sentía su piel desnuda rozando la mía. Sus posesivas manos…dios…sus manos que parecían marcar mi piel con un hierro candente, marcándome como su propiedad. Mis uñas se enterraron en su hombro, cuando me mordió el cuello y sus manos apretaban con fuerza mis piernas. Separándolas para volver a tomar posesión de mi cuerpo. Gemí a la intrusión, no podía creer que él se hubiera recuperado tan pronto de nuestra actividad anterior. Se movía casi con frenesí animal, hasta que se detuvo y salió de mi haciéndome girar sobre mi estomago y tirando de mis

caderas para que quedara apoyada sobre mis manos y rodillas. Murmuré su nombre cuando separó mis piernas. Mi deseo por el estaba insatisfecho y lo necesitaba en este momento como al aire. La quemazón que sentía en mi bajo vientre lo reafirmaba. —Tu mente puede decirte eso—me besó entre los hombros y se detuvo un segundo—pero tu cuerpo me desea, tu cuerpo sabe a quién pertenece. —me penetró nuevamente. Su pecho estaba pegado a mi espalda, una de sus manos jugaba pellizcando mi pezón mientras la otra frotaba mi clítoris en círculos, a medida que nuestros cuerpos se balanceaban con cada estocada. Su tibia respiración en mi oído, las palabras de amor y deseo susurradas en voz baja y sugerente. Yo gemía pidiéndole que estuviera más cerca, lo necesitaba más dentro. Trataba de atraerlo hacia mí. —Edward—le supliqué y él negó con la cabeza. —Dime, lo que quieres—bajo la velocidad de sus embestidas. —Por favor—mis manos apretaron las sabanas. Su paso lento, era una tortura. —No puedo leer tu mente, Isabella. Tendrás que decirme lo que quieres—gimoteé penosamente, Edward sabía muy bien lo que hacía, me estaba enseñando una lección y por mucho que yo quisiera resistirme, no podía, necesitaba liberarme. —Más rápido—jadeé cuando pellizcó uno de mis sensibles pezones—más fuerte…por favor—subió un poco la velocidad de sus penetraciones, pero no lo suficiente para lanzarme al borde. Me sentía parada frente a un precipicio del cual necesitaba desesperadamente saltar, pero no podía porque Edward me sostenía. — ¿Me deseas? A pesar que dices que me odias—su voz era burlona. Yo asentí derrotada tratando de encontrar sus embestidas para marcar el paso que necesitaba, pero sentí sus fuertes dedos clavándose en la piel de mis caderas, inmovilizándome. — Dímelo, Isabella. Dime que eres mía y que solo me deseas a mi—cada vez iba más despacio. —Sí, te deseo…a ti…solo a ti, Edward, soy tuya, solo tuya….por favor… Edward…por favor…te necesito—me tragué mi orgullo, lo escuché inhalar sorpresivamente a mis palabras. —Mía…solo mía…—repetía una y otra vez a medida que sus embestidas se hacían más frenticas, sentir la piel de su pecho rozando mi espalda, sus muslos frotando los míos, nuestras rodillas encontrándose con cada vaivén, el sonido de nuestra piel encontrándose, sus expertos dedos tocando cada pedazo de mi cuerpo que estaba a su alcance. No pude resistir más, ya no lo podía resistir más. Era cierto yo era suya, le pertenecía desde la primera vez que lo vi en el parque, ya no podía seguirlo negando, lo amaba, tanto o más que antes, a pesar de las mentiras, a pesar de las verdades que me hacían falta conocer. Darme cuenta de esto, hizo que el suelo despareciera de mis pies, dejándome caer al precipicio. Grite su nombre en éxtasis y él grito el mío, me dejé caer sobre mi estomago. Mis brazos y piernas ya no me sostenían. Edward, se tendió a mi lado, cubriéndose los ojos con su brazo. Su respiración era tan agitada como la mía. Lo sentía demasiado lejos, ya no quería que estuviera lejos. Aun teníamos cosas que resolver, sobre todo de mi parte. Me acerqué con cuidado y deje mi cabeza reposar sobre su corazón. Sus latidos eran erráticos. Edward estaba tenso, supongo que lo tomé desprevenido, pero solo le tomo unos segundos envolverme en sus brazos y apretarme contra él. Él no dijo nada y yo tampoco, nos quedamos largo tiempo en silencio, disfrutando de la cercanía de nuestros cuerpos. Edward acariciaba perezosamente mi espalda, a mí solo me faltaba ronronear como una gatita. Conociéndolo como lo hacía sabia, que él estaba esperando a que le dijera algo. —No te voy a decir que esto no cambia nada…porque sería una mentira, pero, aun nos faltan cosas por arreglar— me apreté contra él y entrelacé mis piernas a las suyas. Edward, besó mi cabeza. —Lo sé, pequeñita…lo sé—me estrechó contra él y me siguió acariciando hasta que me dormí. Mi sueño era muy…pero muy placentero. Las sensaciones…me volvían loca. Lamida, lamida, mordida. Lamida, lamida, mordida. Succión, lamida, movimiento rápido sobre mi clítoris. Esto era demasiado bueno para ser un sueño…

Abrí los ojos para encontrarme con una visión que me hizo sonrojar profundamente. Mis pies estaban planos contra el colchón, mis rodillas levantas y un mechón cobrizo brillaba entre mis muslos. Edward, levantó su hermoso rostro cuando me escuchó gemir por la vista y las sensaciones. Una sonrisa picara se formó en su rostro haciéndolo ver mucho más joven. Iba a decir algo, pero todo pensamiento se fue de mi mente cuando reanudó su tarea. Gracias a los cielos que los mareos se me habían pasado y que mi embarazo era relativamente tranquilo. Me abandoné a las sensaciones y solo cuando grite su nombre, Edward dejo de torturarme. Nos entregamos una vez a la pasión, la sensación que recorría mi cuerpo cada vez que me llenaba era algo indescriptible. Después de retozar y desayunar, Edward nos hizo subir a una limosina donde en cuento las puertas se cerraron, quedamos el uno sobre el otro, besándonos, tocándonos, mordiéndonos…parecíamos dos adolescentes en lugar de unos recién casados. No pude evitar soltar una risita tonta por eso. —Lastimas mi ego, Isabella. Estoy tratando de darte placer y tú te ríes—mordió mi oreja. —Lo siento, es que pensaba que parecemos unos adolescentes hormonados—enterré mi rostro en su hombro. Lo escuché suspirar. —Bueno, en realidad. Tú eres una adolescente. —Besó mi frente. —Yo desearía serlo también—su voz sonaba triste. Levanté mi rostro y lo miré fijamente. —No eres tan viejo—traté de aligerar su humor y él se puso a reír. —Así que no soy tan viejo…pero eso significa de todos modos que sí soy viejo. —volvió a reír—eres pésima para subir los ánimos—me sonroje justo cuando el auto se detenía. — ¿Dónde estamos?—le pregunté al ver unos edificios antiguos. —En el casco viejo de la ciudad. Precisamente frente a Galleria dell'Accademia —yo abrí mucho los ojos. — ¿Es donde está el David de Miguel Ángel?—no era muy culta en cuanto a obras de arte, pero había leído mucho. —Isabella…no puedo creer que de todas las obras que hay en este museo, tu solo recuerdes la del hombre desnudo.—sacudió su cabeza reprobatoriamente y yo me sonrojé avergonzada.—estoy solo bromeando amor— acarició mi rostro—que te he dicho del labio—su se volvió ronca en el momento en que sus ojos se fijaron en mi boca, se inclinó y tomó mi labio entre sus dientes.—Vamos, antes que te tomé en este mismo lugar. El edificio era imponente, incluso por fuera. Su fachada lo hacía parecer un castillo. Subimos las escaleras y miré hacia arriba para ver con detenimiento los dos grifos que custodiaban la entrada. Los animales alados estaban tan bien esculpidos que parecían reales. Caminamos por los pasillos, me sentía en otro mundo, vimos la Pieta de Palestina y el David de Miguel Ángel. Me reí como tonta al igual que otros turistas cuando llegamos a esa estatua y Edward me cubrió los ojos, diciendo que no entendía como podían catalogar ese tipo de pornografía un arte. Me llevó rápidamente a ver Venus y Cupido de Pontormo. Debo reconocer que la pintura era maravillosa. En cuanto salimos rebusque en las páginas de una guía turística que me había comprado…bueno que Edward me había comprado. Le tomé de la mano dirigiéndome hacia donde yo pensaba quedaba la iglesia de San Lorenzo. Edward me detuvo y cuando lo miré interrogante, sus ojos estaban llenos de diversión. —Tienes el mapa al revés—fue todo lo que dijo, dándole la vuelta al pedazo de papel que tenía en las manos y yo lo empuje por el brazo. —Sabelotodo—murmuré bajo mi aliento. Edward, revolvió mi cabello y tomó mi mano llevándome en la dirección correcta. La arquitectura del Duomo, me robó el aliento. El enorme reloj que lo decoraba databa de 1443, según leí en la guía.

Luego de bromear mientras caminábamos, como a unos cinco minutos del Duomo, llegamos a un lugar donde dos calles estaban arregladas de manera estética para que los vendedores ofrecieran sus productos. Cuando le pregunté a Edward, donde estábamos. Me respondió "Mercado di San Lorenzo." Debo reconocer que me quedé mirándolo como una idiota. Cada vez que lo escuchaba hablar en italiano, debía reconocer que una corriente de humedad se agrupaba en mis prendas interiores. Edward, prácticamente se pegó a mi espalda. Las calles estaban abarrotadas de cientos de personas comprando en los puestos de artesanías. Casi todo en los puestos estaba hecho de cuero; las correas, los bolsos, las billeteras, las pulseras y los abrigos. Curioseaba los stands mientras caminaba; realmente nada me llamaba la atención. De pronto vi una tienda de animales y un perfecto cachorrito me miraba con ojos tristes, con sus patitas rojizas pegadas al cristal. Me puse en cuclillas para verlo mejor. El perrito corría de un lado a otro moviendo su pequeña colita; era la cosa más tierna que había visto. —Si quieres lo compramos— miré arriba, para ver a Edward con la nariz fruncida. Se veía que no era muy amante de los perros, pero hubo algo que me alarmó. — ¿Eso quiere decir que nos vamos a quedar en Italia? —chillé.—Es decir, no hemos hablado de donde vamos a vivir y eso… pero yo aun no he terminado la universidad y—Edward puso un dedo sobre mis labios. —Viviremos en Seattle, amor. No te preocupes. Puedes continuar la universidad si así lo quieres—en cuanto dijo eso empecé a entrar en pánico. —Dios. Edward. La universidad… seguro perderé mi beca, quien sabe cuántos exámenes me habré perdido para cuando regresemos.—mi voz se quebró. Edward se agachó junto a mí y me abrazó. —No te preocupes por la beca, amor. Yo puedo pagar tu universidad sin problemas—trató de calmarme, pero surtió el efecto contrario. —Pero yo no quiero que me pagues la universidad—sabia que sonaba como una niña petulante, pero no me importaba. —Eres mi esposa, todo lo que tengo es tuyo. A demás aun no sabes a ciencia cierta si habrás perdido la beca. ¿Qué te parece si nos preocupamos cuando sepamos cuál es tu situación a ciencia cierta?—suspiré y asentí. Seguimos caminando, ya me sentía más tranquila. Debo confesar que cuando llegamos a la iglesia de Santa Croce, me estaba muriendo de hambre. Me rehusé a dar un solo paso más si no me alimentaban como era debido. Edward, solo sacudió la cabeza y me besó la frente, antes de plantarse frente a un restaurante. Seguramente no era como a los que él estaba acostumbrado a ir, pero se veía mejor que la cafetería a la que lo llevaba en Seattle, así que… es mejor que haga de tripas corazón, porque no le di tiempo a pensar y entré con paso decidido. Era realmente acogedor, había un fresco de un campo florentino y me senté justo frente a él para apreciarlo. Edward me entregó un menú y fue cuando leí el nombre del local Ristorante Natalino decía en letras negras. Según lo poco que entendí, las especialidades eran asadosa la parrilla de carne y pescado. Mi nariz se frunció. —¿No te gusta nada del menú? Podemos ir a otro lugar si quieres.—dijo al notar mi entrecejo fruncido. —No entiendo muy bien lo que dice—murmuré apenada.—a demás no soporto el pescado…cuando estuve en Forks, Charlie fue de pesca y… debo decir que casi me voy a dormir a la casa de Jake—me estremecí por el recuerdo. —Bueno, descuida…los voy a alimentar muy bien—acarició mi mano. — de entrada que te parece unSformatino di asparagi con fonduta di formaggi .Es una especie de flan de espárragos con queso fundido. ¿De plato principal prefieres pollo o carne? — le dije que carne y llamó al mesero con un movimiento de su mano. Luego de almorzar, terminamos de pasear por las calles de Florencia. Debía reconocer que me estaba divirtiendo como nunca. Edward, quiso entrar a varias joyerías, pero yo me opuse rotundamente. La limosina se deslizaba por las ajetreadas calles. Florencia de noche era uno de los lugares más hermosos que había visto…no que haya visto muchos lugares…pero sin lugar a dudas, te robaba el aliento. —¿Edward?—lo llamé cuando me estaba quedando dormida. Él tenía ese efecto en mí, no podía creer que estuviera recostada sobre su hombro disfrutando de sus dedos sobre mi espalda.

—Dime, amor—murmuró contra mi cabello. —¿A dónde iremos mañana? —¿Qué tal te suena Monza?—acarició mi cabello. —¿Monza?—susurré emocionada. Él no podía recordarlo o ¿sí? —Una vez me dijiste que te gustaba la formula uno—chillé y me le lancé al cuello. —¿En serio? O dios mío, ¿podemos ir?—él asintió y yo lo besé con fuerza. —Te llevaré a todos los Grand Prix, si con eso consigo que me beses de esa manera.—rió y yo reí con él. No podía estar más feliz. No estábamos del todo bien, pero poco a poco, creo que lo podríamos superar.

CAPITULO 19 FLOTANDO EPOV El primer día de nuestra luna de miel, fue realmente asombroso. Sabía que aun tenía un largo camino para ganármela completamente de nuevo, pero era un reto que había aceptado con gusto. El solo hecho de escuchar su dulce voz, de perderme en sus ojos, de sentir sus labios en los míos, enterrarme en su interior volviéndome uno con ella, escuchar los suaves jadeos y gemidos que escapaban de sus labios cuando la hacia mía…todo eso merecía que caminara sobre brasas si era necesario. Bella, se encontraba dormida. Mi vista estaba fija en el techo de la habitación. Mi ángel era tan apasionada, tan ardiente…sentía unos deseos imperiosos de tomarla nuevamente, sin importarme que hubiéramos estado retozando entre las sabanas desde que regresamos al hotel. La manera en la que ella se entregaba a mí, no solo en cuerpo sino también en alma cuando hacíamos el amor, era embriagante y saber que había sido yo quien le enseño a amar, me llenaba de un orgullo primario. —Edward—se estiró haciendo que la sabana de seda se deslizara por sus firmes pechos dejándolos al descubierto. —Aquí estoy, sigue durmiendo—acaricié su espalda. —No puedo…tengo hambre—se quejó como una niña pequeña. —Bella, amor. Cenamos hace un par de horas, no puedes tener hambre con todo lo que comiste.—en cuanto dije eso, me arrepentí. Se sentó de golpe y su labio inferior empezó a temblar. Traté de tocarla y ella evitó mi roce.—No te enojes, dime qué quieres comer—traté de enmendar la situación. —Nada. No quiero comer nada.—sus ojos se humedecieron y yo maldije mentalmente. —Amor, no te puedes matar de hambre—le reproché. —Primero me llamas gorda y ahora me dices anoréxica—su voz subió dos octavas y yo me quedé en blanco. —Amor…yo no dije eso—me rasqué la cabeza. Nunca pensé que tendría que enfrentarme a las "temibles hormonas del embarazo" que había leído en los libros, pero parece que me equivoque.

—Un buen entendedor necesita pocas palabras—se sorbió la nariz. —No llores, niña hermosa—la abracé—dime qué quieres comer, ¿un rico gelato?—achurró su pequeña nariz— ¿pizza?—tanteé el terreno ahora que estaba más calmada. Se mordió el labio inferior, gruñí internamente nunca antes pensé que un labio podía ser mi perdición. —¿Puede ser una hawaiana y le pueden poner aceitunas negras?—sus hermosos ojos cafés se abrieron anchos e inocentes. —Amor…estamos en Italia ponerle piña a una pizza e—me corté al ver que sus ojos se llenaban de lagrimas.—Pizza hawaiana con aceitunas negras, no hay problema, amor. ¿Algo más? —¿Un batido de… melón?—me volví a rascar la cabeza. Solo de pensar en esa combinación me hacia querer devolver el estomago. Conseguir el melón no era lo difícil, lo complicado era que un italiano le pusiera piña a una pizza de jamón con aceitunas negras. Muchos de ellos consideraban las variaciones americanas de las pizzas como un insulto. —Claro…¿algo más?—me esforcé por darle una sonrisa. —¿Crees que habrá cheesecake de oreo?—se lamió los labios. —Er… creo que sí…—me puse los pantalones y una camisa con rapidez—vengo pronto—besé sus labios suavemente. Lo primero que hice fue buscar el menú de servicio a cuarto. Luego de ofrecer una cuantiosa propina conseguí el batido de melón y que convirtieran un cheesecake sencillo en uno con galletas oreo. El problema era que solo tenían piñas en conserva y la frutería que abastecía el hotel no abría hasta las cinco de la madrugada cuando apenas eran las doce de la noche. Ellos enviarían a alguien a rastrear una piña y yo decidí hacer lo mismo. Pedí que me trajeran el batido y el cheesecake, pero Bella se negó a comerlos hasta que no hubiera llegado la pizza. Llamé a varias pizzerías desde el auto pero en cuanto mencionaba la piña me colgaban el teléfono. Llegamos a una frutería donde finalmente encontramos la maldita piña y regresamos al hotel en casi tiempo record. —Bella, amor. Traje la pizza—se la entregué emocionado por haber cumplido mi primera misión como padre. —¿Y los hongos?—preguntó en cuanto la abrió. —Tú no pediste hongos, pediste aceitunas negras—le respondí tratando de no enojarme. —Aceitunas negras y hongos—su voz fue petulante. —No, no lo hiciste. —sus ojos se volvieron a llenar de lagrimas y yo me masajeé las sienes. —Pediré que traigan los hongos—suavicé mi voz. Ella negó con la cabeza. —Lo siento—sorbió su nariz—soy muy desconsiderada contigo, es tarde en la noche y yo te tengo andando de un lado a otro por una pizza—sollozó—soy la peor de las esposas—cubrió su rostro con sus manos y yo la tomé en brazos.—y solo me la paso llorando… —No, no lo eres, amor. Es normal en tu estado que estés un poco sensible.—tomé un trozo de pizza—Ahora, abre la boquita, mira qué rica está la pizza—la tenté como a un bebe. Ella apretó los labios—¿Bebé, verdad que quieres comer una muy yumi pizza que te trajo papito?—acaricié su vientre que estaba casi plano. Bella se soltó a reír y mordió un pedazo de pizza. Entre juegos y risas hice que se comiera al menos cuatro pedazos de pizza, todo el batido y el cheesecake. Cuando me ofreció pizza me comí un par de trozos aunque en realidad, aun me sentía llenó de la cena, solo lo hice para evitar que se pusiera a llorar de nuevo.

Logré que se durmiera luego de un rato, tuve que amenazarla con postergar nuestra ida a Monza, con eso logré que cerrara los ojos enseguida. Eran pasadas las tres de la mañana cuando al fin sucumbió en las garras de Morfeo, poco después traté de seguirla yo, aunque mi mente estaba llena de pensamientos sobre cómo evitar que las hormonas volvieran al ataque o al menos como salvarla situación sin que mi esposa me arrancara la cabeza. En momentos como estos son en los que me gustaría contar con un consejo masculino de alguien que ya hubiera pasado por esta situación, pero dada la relación que tenia con mi padre, eso era algo improbable y realmente no tenía ninguna idea de que tan involucrado estuvo en el embarazo de Elizabeth, yo dudaba que él se hubiera levantado nunca de madrugada para cumplir algún extraño antojo de ella. Me obligué a dormir, ya habría tiempo para darle vueltas al asunto y mañana seria un día largo pero muy reconfortante cuando viera lo mucho que Bella disfrutaría de las pruebas de fórmula uno. ~.~.~.~ Gruñí cuando sentí una molestia en mis ojos. —Despierta, ya es día—volví a sentir que trataban de abrirme los ojos y volví a gruñir girándome sobre mi costado. —Nada de eso, abre los ojos—me quitó la sabana de encima. Abrí un solo ojo y la miré. Ella me sonreía abiertamente, su rostro a centímetros del mío. Me levanté con pesadez, casi no había podido descansar en la noche. Se sentó sobre sus tobillos y sus ojos era brillantes y expectantes. Sonreí y quise tomarle el pelo. —¿Por qué vas de rojo? ¿Tú no le ibas a Renault? No me digas que te cambiaste de bando—me estiré y un almohadón me golpeó el rostro. —Soy Alonsista, a donde vaya él, voy yo—su voz fue rotunda y yo no pude evitar reírme a la expresión de su rostro. — Ahora báñate, ya trajeron el desayuno. Apúrate que las practicas empiezan a las diez—miré el reloj y quise gruñir, eran las seis de la mañana. —Bella, son las seis de la mañana. El viaje a Monza en helicóptero solo toma cincuenta minutos—me deje caer sobre la almohada. —Lo siento—la escuché sorberse la nariz. Oh, no, no por favor. No más lagrimas. —No tienes nada que sentir, amor. Es mejor que salgamos pronto de esa manera podremos llegar a los boxes antes que empiecen las pruebas, ¿te gustaría eso?—la abracé y ella asintió contra mi pecho.—Bueno entonces dame diez minutos para bañarme, ve desayunándote—besé su cabeza y ella me regaló una sonrisa. Durante el viaje a Monza, me divertí viendo como Bella se movía impaciente en su asiento, parecía casi una niña preguntando a cada momento si ya estábamos cerca. Aterrizamos cerca del autódromo e hicimos el resto del trayecto en auto. En cuanto el auto se detuvo tuve que agarrarla de la mano para que no se bajara. —Wao…aun no puedo creer que seas patrocinador de esta escudería—sonreí, en realidad no me había hecho patrocinador hasta que ella me había dicho lo mucho que aprendió a disfrutar este deporte al verlo con su padre. —Pues créelo, amor.—apreté su mano, ella estaba encantada en los boxes. La presenté al director del equipo y la dejé explorar un poco mientras me envolvían en aburridas conversaciones sobre negocios y las expectativas sobre el desempeño de los nuevos autos en esta temporada. Había estado pendiente de cómo disfrutaba del sol hasta que se perdió en medio de los miembros del equipo. Fruncí el ceño, hace unos segundos ella estaba hablando con alguien a quien no le pude ver la cara. Me apresuré a terminar la conversación y buscarla entre las personas. Mis manos se convirtieron en puños cuando la vi en el centro de un grupo, con su rostro sonrojado y una sonrisa que no le tenía nada que envidiar a la de una fanática enamorada. Sus risitas tontas se escuchaban hasta donde yo estaba. Mis celos crecieron… ella nunca se ha reído así por mí. —Isabella—en cuanto llegué a su lado la tomé por la cintura y besé su cuello.

—Edward, ellos son Kimi Raikkonen, Fernando Alonso y Felipe Massa—se volvió a reír. Traté de que mi mandíbula no se tensara, al escuchar su tono de voz y ver la manera en la que le sonreían. —Caballeros, es un placer conocerlos. Espero que Isabella no los haya distraído de sus prácticas—mi tono fue cortes pero tenía unas enormes ganas de estrangularlos a los tres por la manera "sutil" en que la miraban. —Para nada, conocer a la encantadora Bella ha sido toda una experiencia, ¿no es así caballeros? Es muy extraño que una dama tan encantadora quiera pasar un día de su luna de miel entre autos y pilotos—pregunto Kimi a sus amigos y los otros dos asintieron mostrándole a Bella "su cálido" temperamento latino. Conversamos unos cinco minutos para no ser descortés y luego la alejé de esos buitres. —Oh por dios, no puedo creer que hablé con Fernando Alonso…—suspiró y mis dientes chocaron, ya estaba empezando a pensar que haberla traído era una pésima idea.—Viste a Kimi, cuando le cuente a Charlie que hable con Iceman no me lo va a creer. Siguió balbuceando durante todo el tiempo que duraron los entrenamientos, por surte tenia lentes oscuros y no podía verme rodando los ojos cada vez que decía "Kimi esto, Alonso lo otro, Felipe no se qué" y más blah, blah, blah. Por dios esos hombres eran su tamaño, eran un tapón de coca cola si se paraban a mi lado. Se suponía que esta era Mi luna de miel y no tardaría en recordárselo. El único cambio en el tema fue hablar de que pasaríamos el resto de la semana en Milán y luego iríamos a Paris, pero en cuento se le paso la emoción, volvió al tema de los pilotos. En cuanto terminaron las practicas y la tuve para mí solo en el auto, la aprisioné contra un rincón del asiento y me aseguré que el cristal tintado que nos separaba del chofer estuviera subido. —¿Edward?—no le di tiempo a decir nada más capturé sus labios y ella no intentó oponerse cuando la besé. Separó sus labios y yo introduje mi lengua en su boca, le abrí los botones del vestido para poder acariciar sus pezones que estaban erguidos por mi sola cercanía, le solté el cabello y lo enredé en mi mano tirando de su cabeza hacia atrás para que quedara a mi merced. —Creo que hace falta que te recuerde quien es tu dueño, Isabella—mordí la parte de arriba de sus pechos, adoraba el hecho que sus pechos estuvieran tan sensibles que ella no usara sujetador, eso hacía que yo tuviera un acceso más rápido a ellos cuando la ocasión se presentaba. —¡Oh cielos! Atrapé sus pechos con mis manos y los llevé a mi boca, saboreando uno primero y luego el otro. La escuché gemir de placer y capturé sus labios para ahogarlos en mi boca. Mis manos siguieron las suaves curvas de su cuerpo hasta llegar a mi destino que era el borde de su vestido, lo subí hasta que llegué a su trasero y lo agarré para hacerla montarse sobre mí. Apreté su centro contra mi erección para que ella supiera lo que me hacía. Ninguno de los dos habló. Bella estaba sin aliento y si yo hubiera hablado mi voz hubiera sido temblorosa. Metí mis manos bajo la suave tela de encaje y descubrí que mi ángel estaba preparada para recibirme. La levanté por las nalgas mientras enterraba mi rostro en medio de sus pechos y los succionaba como un crío hambriento. Mis manos luchaban por liberarme de mi confinamiento. Levanté mi vista y Bella tenía su mirada fija en la mía, podía ver cómo me suplicaba con sus ojos que la hiciera mía. Lleve la mano que estaba en su trasero a su cálido centro e introduje un dedo primer y luego otro. La expresión de su rostro, casi hace que me viniera en ese instante. La miré con salvaje posesión mientras mis dedos entraban y se curvaban en su interior, haciendo que su hermoso rostro se contorsionara por el placer. Saqué mis dedos de ella cuando explotó y me los llevé a los labios para limpiarlos. Bella inclinó su cabeza y unió su lengua a la mía para ayudarme en mi tarea Verla tan abandonada al placer, hacia que el mío se multiplicara. No soporté más y con mi mano libre aparté la tela que la protegía y la empujé hacia abajo, atravesándola hasta el tope de una sola vez. Ambos soltamos una palabra altisonante por la sensación, esto hizo que ambos perdiéramos la poca cordura que nos quedaba. —Isabella—gemí cuando ella clavó sus uñas en mis hombros. Mis manos la ayudaban a montarme, tan rápido y duro como era posible. Nuestros pulmones luchaban por respirar, sentir como se deslizaba sobre mi cuando entraba y salía, era algo casi enloquecedor.

El aroma a sudor y sexo flotaba en el ambiente, sus gemidos tan altos como para ser escuchados en la luna, la calidez de su apretada carne que me envolvía. Todo eso sumado a los espasmos que la atravesaron cuando alcanzó su clímax gritando mi nombre, me enviaron al bordé. Nunca antes me había venido de tal manera, tan fuerte y duramente. Era como si mi cuerpo quisiera impregnarla con la mayor cantidad de mi semilla, para que todo hombre a la redonda reconociera que esta hermosa mujer tenía dueño. La estreché contra mí, no la había dejado que se moviera de su posición. Aun me sentía flotando después del enloquecedor momento que habíamos compartido. Apreté sus caderas haciendo que estuviera mucho más unida a mí de lo que estaba. —Pensé que estabas grandecito para hacerlo en el asiento trasero de un auto—rió tontamente. —Tú, tienes la culpa por sacar mi adolescente interior—rocé su cuello con mi nariz. —¿Yo o tres renombrados pilotos de fórmula uno?—gruñí.—Tres renombrados y muy felizmente casados pilotos de fórmula uno—canturreó y me sacó la lengua, riendo de tal manera que sus pecho rebotaron contra mi barbilla. Debo reconocer que no perdí tiempo capturándolos entre mis labios y pasando la lengua alrededor de su pezón, poniendo fin a la conversación.

CAPITULO 20 ODIANDO Nuestra luna de miel fue como un sueño, traté que fuera lo mejor y que fuera muy especial para Bella. Puedo decir que disfrutó Milán, sin embargo creo que lo que más disfrutó de esa ciudad fue que yo solo había ido por negocios, por lo general solo me quedaba un día o dos a lo mucho e iba del hotel a la Plaza Affari que es el hogar de la bolsa de valores o la fabrica de los Alfa Romeo cuando había algún tipo de reunión de accionistas. La llevé a la catedral de Milán, Bella estuvo muy impresionada por el estilo gótico de la misma y su fachada neogótica. Pensé que de pronto debí casarme con ella en un lugar como ese, tener cientos de invitados y hacer partícipe a la prensa del hecho con un comunicado; pero conociendo a Bella sabia que prefería mil veces la boda que tuvimos a una en donde hubieran personas a las que no conocía y ella fuera el foco de atención. Eso me lo dejó muy claro la expresión de horror que adoptó su rostro cuando le comenté que esa posibilidad me cruzó por la mente cuando estaba haciendo los planes antes de raptármela, de esa manera a nadie le quedaría duda de que ella era mía. Que puedo decir, soy un hombre calculador, siempre lo he sido y en ese momento estaba planeando la estrategia para conseguir lo más preciado que podría poseer. Ella se sentía insegura, muchas veces me dejo claro que pensaba que nunca encajaría en mi mundo, yo estaba más que dispuesto a crear una burbuja a su alrededor para que la suciedad e inmundicia de la alta sociedad no la tocara, lo que menos quería era que su puro e inocente corazón se manchara si llegaba a conocer la hipocresía, la envidia y todos los pecados que ese mundo escondía. Lo que menos quería era que Bella tuviera miedo a algo, mi trabajo era protegerla de todos y de todo lo que pudiera herirla. Paseamos por las galerías de Vittorio Emanuele, Bella estaba encantada con sus cúpulas de vidrio en forma de cruces latinas, entramos en innumerables librerías, cada vez que pasábamos frente a una de las cafeterías o restaurantes y había algún aroma que le gustaba me miraba con esos enormes e inocentes ojos, mordiéndose el labio. Aun le costaba pedirme cosas y yo podía ver el conflicto interno que tenía en sus sinceros gestos. Yo solo me inclinaba le daba un beso y tiraba de su mano para hacerla entrar y que pidiera el bocadillo que le apetecía. Seguimos el trayecto de las galerías para salir a Piazza della Scala, admiramos el Teatro alla Scala, le prometí que en un futuro próximo la traería a escuchar la opera en el teatro más grande del mundo. Bella tal vez no perteneciera a mi mundo pero era una jovencita muy culta, mucho más que muchas de las "damas" de sociedad con las que he lidiado. Recorrimos museos e incluso logre sacarla a una discoteca de moda. No era la primera vez que iba a una discoteca, pero por lo general iba solamente por cuestiones de negocios y no por diversión. Sentir el cuerpo sudado de Bella contra mi ropa, mientras nos movíamos al ritmo de la música era casi enloquecedor. Dejé que mis manos vagaran libremente por el cuerpo que me pertenecía, la sujetaba con fuerza contra mí, sabiendo que era la envidia de muchos de los hombres que estaban en el local. Hombres ilusos que deseaban lo que me pertenecía por ley.

Salí de discoteca en tal estado de excitación que en cuanto la tuve toda para mí en la limusina, salté sobre ella, haciéndola susurrar mi nombre mientras yo entraba y salía de ella en un estado de frenesí. Lamenté realmente que nuestro tiempo en Milán terminara, me prometí mentalmente que regresaríamos en la primera oportunidad que tuviéramos, para revivir nuestra luna de miel. Cuando llegamos a Paris, nos hospedamos en el Ritz, la habitación era digna de una reina, que era lo que quería que Bella se sintiera a mi lado. Yo hubiera preferido pasar todo nuestro encerrados en la habitación, yo había estado en muchas ocasiones en Paris, pero sabía que era eso era injusto con mi esposa. Mi esposa… Aun me emociona el hecho que Bella sea mi esposa, nunca antes pensé que esa palabra significara tanto para mí. Con mi primer "matrimonio" era una palabra completamente vacía, carecía totalmente de importancia, era una palabra que estuvo vetada de mi diccionario por cinco años ya que solo me traía malos recuerdos y me enfurecía. Sobre todo me hacía pensar en mi padre y todo el odio que sentía por él. Paseamos por Paris, la llevé a conocer la torre Eiffel, paseamos tomados de la mano por el Campo de Marte. Traté de comprarle ropa adecuada para que renovara su guardarropa una vez regresáramos a Seattle, la llevé a Chanel, Dior y Givenchy. Bella me discutió cada vez que trataba de comprarle algo, sabía que no estaba acostumbrada a este estilo de vida y entendía que tenía que darle su espacio. Aun así le compré todo lo que pensé que necesitaría una vez regresáramos a Estados Unidos, en las boutiques tenían sus medidas así que solo tuve que decirles que vestidos quería y los enviaron a nuestro hotel. Podría decir que una de las cosas que ambos más disfrutamos fue un paseo en un Bateaux Mouches alquilé toda la barcaza para nosotros solos, de esa manera Bella pudo conocer Paris desde el rio Sena. Cuando fuimos a Notre Dame, volví a pensar en nuestra boda y manifesté mi preocupación en voz alta. — ¿No te hubiera gustado más que nos hubiéramos casado aquí?—le susurré mientras mirábamos la estructura que inspiró tantas historias. —No—movió su cabeza con vehemencia. —Nuestra boda fue perfecta…fue mucho más de lo que alguna vez hubiera podido desear. Estar solo rodeada de mis amigos más íntimos y mis familiares—dejo escapar un suspiro. — ¿Qué sucede amor? ¿Falto algo que te hubiera gustado?—mi voz dejaba notar la preocupación que sentí. —Es solo que…—volvió a suspirar—mi madre no fue…—se quedó callada y enfocó su atención en el órgano CavailleColl Su madre… si a esa mujer se le puede llamar madre. A pesar que James se puso en contacto con ella, se mostro desinteresada en la boda de su hija mayor, le dijo textualmente que quien sabe qué tipo de mafioso era yo. Incluso la llamé personalmente, pero me dejo claro que no tenía intenciones de hacer semejante viaje con una niña pequeña, que no pretendía romper su presupuesto para viajar a Italia, además me dejo claro que no le interesaba lo que sucedía con Bella, ya que la consideraba una mala hija y una niña celosa de la felicidad que ella había encontrado con su esposo. Le expliqué que el viaje y la estadía iban por mi cuenta y me preguntó con descaro si en verdad tenía tanto dinero como sonaba. Cuando al fin se dio cuenta de con quien hablaba quiso cambiar de estrategia pero yo ya la había leído. No permitiría que se acercara a Bella, ahora que se había enterado que era una mujer inmensamente rica. Mi enojo fue tal, que le deje claro que si ella o su marido en alguna oportunidad trataban de ponerse en contacto con mi esposa, tomaría acciones legales. —Sé que la relación entre ustedes dos no terminó bien—ella ni siquiera sabía que tenía una media hermana de menos de dos años—quieres que haga los arreglos necesarios para que se reúnan—le dije en contra de mi juicio. —Ella no ha hecho el más mínimo intento de ponerse en contacto conmigo desde que me fui de su casa, no le respondía ni siquiera a Charlie cuando la llamaba o le escribía. No creo que ella quiera saber nada de mí—su voz se quebró. Yo la abracé y acaricié su cabello.

Esa mujer estaba entrando en la lista de las personas que odio y no es un buen lugar para estar. Puedo decir que iba justo después de Carlisle e Irina. Le pedí a Dimitri que la investigara a ella y a la escoria que tiene como esposo a fondo. No quería sorpresas, me gustaba saber exactamente que los puntos débiles de mis enemigos, eso era algo que siempre resultaba muy provechoso a la hora de actuar. —No te preocupes, ella se lo pierde. Si no se quiere dar cuenta de la excepcional mujer que tiene por hija entonces es que no tiene dos dedos de frente. —Besé sus labios brevemente—vamos, tenemos otros lugares que ver y no quiero que estés triste, olvida todo lo referente a tu madre. Disfruta de nuestra luna de miel.—ella asintió pero se veía triste.-¿Quieres una Crème brûlée? En cuanto esas palabras salieron de mi boca todo su rostro se iluminó. Ya de noche llegamos a la habitación, quería que Bella se relajara por lo que había preparado una noche especial. Me quité la ropa con deliberada intención. Pedí que para cuando llegáramos nos estuviera esperando una bandeja que contuviera fondue de chocolate, fresas, malvaviscos, bananas troceadas, biscochos y quesos. Esperé hasta que estuviera completamente desvestida y lista para ponerse el camisón. Bella no se había dado cuenta de lo que había pedido. Me incliné y pasé mi brazo bajo sus piernas cargándola. Dejó escapar un jadeo de sorpresa. La recosté sobre la cama. —Edward…—en sus ojos pude ver el deseo. Mis ojos se deleitaron con su desnudes. Agradecí a todos los cielos que se me ocurriera comprarle un paquete de spa para una depilación con crema. No me atreví a pedir la depilación con cera por miedo a que pudiera afectar al bebe. —Esta noche quiero comerte, mi dulce Isabella—Sus ojos se dilataron y su lengua humedeció su labio inferior. Uno de mis dedos rozaba su piel de su barbilla, su cuello, el valle de sus pechos, deteniéndome en su ombligo. Me levanté y busqué la charola. La coloqué sobre la cama. Cuando iba a decirme algo coloqué un dedo sobre su boca para hacerla callar. Moví mi cabeza negativamente, mientras hundí mi dedo índice en el chocolate e hice el mismo recorrido. Hundí dos e hice un circulo en su ombligo sobre el cual coloqué una fresa que también sumergí en la mezcla. —La otra noche pude comprobar que tu sabor es mucho mejor con fresa…un tanto redundante, pero, exquisito. Así que quise saber con qué más, sabes bien—mi lengua recorrió el camino que habían marcado mis dedos, cuando llegué a la fresa me aseguré que mis dientes estuvieran en contacto con su piel. —Deliciosa—sorbí el jugo de la fresa que estaba en su piel.-Sabes mucho mejor de lo que podia imaginar. Repetí la acción solo que esta vez el circulo lo hice sobre sus sensibles pezones, donde coloqué las rodajas de bananas. Mi lengua solo se acercó a uno de sus pechos cuando ella arqueó su espalda, ofreciéndomelos libremente. Estaba tan ansiosa como yo por tener su duro monte en mi boca. —Tks, Tks, tks—chaqueé mi lengua. —Ahora tengo que empezar de nuevo—la amonesté, volviendo a sumergir mis dedos en el chocolate. —Por favor, Edward—sollozó y cuando se fue a mover levanté una ceja, retándola a moverse de nuevo. Lloriqueó pero se quedó quieta. Una vez la volví a tener cubierta de chocolate y frutas, me dediqué a succionar y mordisquear sus pezones. Mi lengua se enroscaba en ellos y no podía evitar gemir. Mis manos aferraron la parte de atrás de mi cabeza manteniéndome pegado a ella. Sonreí al ver lo excitada que estaba. Volví a mi faena solo que esta vez mis dedos no se detuvieron en su ombligo. Baje hasta llegar a la piel que recubría su clítoris y coloqué un malvavisco en ella. Bella, inhaló con fuerza y mantuvo el aire en sus pulmones mientras mi lengua hacia el recorrido.

—Por favor, por favor—suplicó cuando mis dientes rozaron su delicada piel. Mi mano se movió con cuidado de no tocar mucho su piel. Cuando dos de mis dedos se adentraron en el centro de su tormento, su orgasmo llegó rápido y con fuerza. Sus caderas se alzaron de la cama con violencia, su cabeza se echó hacia atrás y sus labios soltaron mi nombre con un grito de placer que casi hace que yo mismo terminara sin siquiera haber entrado en ella. Quería que esta noche fuera larga para ella, pero verla tan excitada y tan entregada, no estaba ayudando a mi resolución. —Hazme el amor, Edward…por favor—la besé para hacerla callar, el dolor era exquisito. Aun no quería hacerle el amor, quería ver cuántas veces más podía llevar ese hermoso ser al nirvana. En cada ocasión, frustré sus esfuerzos de acercarme más. Las únicas partes de mi cuerpo que permitía tocar el suyo eran mis labios y mis manos. Los siguientes cuatro orgasmos de mi ángel fueron rápidos e intensos. No podía soportar más la tortura a la que me estaba auto sometiendo, ni seguir ignorando las suplicas de Bella, que me pedía una y otras que me enterrara en su calidez. —Aun no, mi pequeña—susurré contra su muslo. —Edward Cullen, si no me haces el amor en este instante te juro que te violaré y luego pediré el divorcio—su cabeza se movía de un lado a otro de la cama. No pude evitar reírme a carcajadas ante la imagen mental que se formó en mi mente. Me puse a su altura y besé con suavidad sus labios por unos segundos. Me separé de ella para regresar a la faena. Sus ojos se entrecerraron y su mano trató de agarrar mi erecto falo. Me hizo sisear y traté de apartarme de ella, pero Bella no pensaba claudicar. Lanzó una pierna sobre las mías y nuestros sexos hicieron contacto. —Isabella—supliqué y ella lanzó sus brazos alrededor de mi cuello. —Te necesito—fue todo lo que dijo para que mi lengua asaltara su boca, la besé profundamente, con intensidad, liberando toda la tensión sexual que tenía reprimida en mí. La penetré unos segundos más tarde y fue como si estuviera en la gloria. Mi necesidad de poseerla completamente no me dejaba pensar con raciocinio. Me moví dentro y fuera de ella con locura como si fuera un poseso. Todos mis planes de hacerle el amor dulcemente se fueron al caño cuando ella mordió mi oído y me dijo lo mucho que le gustaba sentirme dentro de ella, completándola y dominándola. Perdí completamente los papeles, tomé sus rodillas e hice que las plantas de sus pies quedaran planas contra mi pecho. Sabía que esta posición podía llegar a ser dolorosa si no tenía el debido cuidado. No pude evitar mirar el punto donde nuestros cuerpos se encontraban y supe en ese instante que no iba a aguantar mucho tiempo. —Bella…—dije con los dientes fuertemente apretados. Ella entendió lo que le pedía y llevó sus dedos a su centro girándolos en círculos haciendo que su dulce palpitar explotara a mi alrededor. Mi clímax llegó poco después. Solté sus piernas y caí sobre la cama girando sobre mi espalda y llevándola conmigo. Ambos respirábamos pesadamente. Tratábamos de recuperar el aliento, pero yo necesitaba saber algo con desesperación. — ¿Te hice daño?—aparté un húmedo mechón de cabello que se había pegado a su frente. —No—respiró pesadamente y se acurrucó contra mi pecho. —No puedes dormirte aun amor, estas toda pegajosa—al igual que las sabanas añadí mentalmente. Me levanté pese a sus protestas y empecé a preparar el baño. Dejé llenando la bañera con agua tibia y sales aromáticas. Llamé al servicio de habitación y les pedí que cambiaran las sabanas mientras tomábamos un baño. La levanté en brazos y la dejé con cuidado en la tina, sentándome tras ella. En cuanto empecé a enjabonarla con suavidad pude sentir la reacción de nuestros cuerpos. Debo decir que volvimos a hacer el amor en la bañera y

cuando regresamos a la cama. Las sabanas estaban listas y el recipiente volcado con frutas y chocolate no estaba a la vista. Nuestra luna de miel terminó de manera tranquila. Los dos nos estábamos reencontrando. Bella estaba llegando a conocer aspectos de mí, que ni yo mismo conocía. Disfruté enormemente cuando regresamos a Seattle y llegamos a mi pent-house. Por el momento viviríamos allí hasta que encontráramos una casa que nos satisficiera a los dos. Quería tenerla lista antes que el bebe llegara. —Oh dios Edward, gracias—las lágrimas en sus ojos me dejaba saber que le había gustado el regalo. —No debiste haberte molestado—la incredulidad de su voz era notable. —Si quieres lo devuelvo—le bromeé y ella me lanzó una mirada que dejaba claro lo que pensaba de mi broma. Levanté mis manos en señal de rendición. —Es tan lindo—su sonrisa era enorme mientras se sentaba en el sofá con su regalo en las piernas. —Recuerdo lo mucho que te gusto en Florencia—me senté a su lado y me incliné para besarla ganándome un gruñido. Entrecerré mis ojos mirando fijamente el pequeño animal, dejándole claro que esta era mi casa, esa era mi mujer, yo era el jefe de esta manada y podía hacerlo desaparecer tan fácil como había llegado. Sonreí con satisfacción cuando gimoteó y escondió su rostro entre sus patas. —No lo mires así. Lo estas asustando—me recriminó, acariciando la bola de pelos.-¿Cómo vamos a llamarlo?—me miró emocionada. — ¿Saco de pulgas?—me golpeó el hombro. —No seas malo con el perrito. Sabes bien lo mucho que deseaba tener uno de pequeña.—tomó el perrito por la barriga y lo puso a la altura de sus ojos.-¿Te gusta honey?—le preguntó y yo quise reírme, pero sabía que me golpearía si le decía que si esperaba que el perro le respondiera estaba un poquito loca. —Bella, amor. El pulgoso es macho, ¿no crees que necesita un nombre más masculino?—lo miré con recelo.—No sé algo como Rambo o Rocky, esas eran buenas películas en su época. —Por dios Edward esos nombres son de películas que dieron antes que naciera—rodó sus ojos. —¿Me estas llamando viejo?—le dije "amenazadoramente" poniendo al perro en el suelo y recostándome sobre ella, dejándola tumbada en el sofá. —N-no sería capaz—me equilibré con el pie que tenía en el suelo para no dejar que mi peso la aplastara. Capturé sus labios en los míos y de pronto sentí de algo que tiraba el ruedo de mi pantalón. Miré hacia abajo para encontrarme el cachorro prendido de mi pantalón, mordiéndolo y tirando de él. —No, no. Eso no se hace. No debes morder los pantalones de Edward— Bella lo tomó en brazos, pero esa pequeña molestia no me iba a robar el preciado tiempo que tenia con mi esposa. —Creo que será mejor que le demos su espacio y lo volvamos a poner en su jaula, mientras te termino de enseñar el apartamento.—se lo quité de los brazos, ganándome un puchero. —Luego podemos meternos en un site y buscar un nombre para él.—eso la alegró. Caminé hasta la cocina y levanté al cachorro para que me viera. —Si quieres quedarte a vivir aquí, debes entender ciertas reglas. No me gustan mucho los perros, así que es mejor que te comportes a menos que quieras que te embarque y te regale a alguna niña que te vestirá con tutu y te pondrá lazos de colores en el pelo. Créeme conozco una así—pensé en la hija de James—Primero: nada de interrumpirme cuando estoy con mi mujer, ¿entendido?—mis ojos se fijaron en los suyos—Segundo: nada de estar mordiendo o levantando tu pata en donde te dé la gana, Tercero: le harás caso a tu entrenador y te comportaras bien, no me darás dolores de cabeza. Cuarto: cuando nazca el bebe nada de estar celoso. Para ese momento nos

habremos mudado a una gran casa y tendrás mucho patio para jugar. Si cumples con eso, nos llevaremos bien. ¿Estamos de acuerdo?—lo metí en su jaula y me encontré con un par de ojos chocolates que me miraban burlones.—los chow chow son perros inteligentes y es mejor dejarle claro las cosas desde el inicio—me defendí y ella me sonrió. Los dos siguientes meses fueron casi pura alegría. Bella había vuelto a la universidad, estaba muy satisfecha por no haber "perdido" la beca. Me encargué personalmente que eso no fuera así. También recibí los informes completos de la "familia" Dwyer. Resultó ser que el flamante nuevo esposo de mi "querida" suegra, tenía no una amante sino dos. Estaban bastante endeudados, así que tendría que estar al pendiente por si Renee quería ponerse en contacto con mi Bella por su dinero. Podríamos asegurarnos que la niña tuviera un fideicomiso para su educación después de todo ella era un ser inocente, pero me negaba a darles algo más. Todo estaba en paz y tranquilidad hasta que recibí una noticia a traves de una llamada que nunca pensé recibir. —Sr. Cullen—James sonaba ansioso. —¿Le sucedió algo a mi esposa?—mi respiración se volvió elaborada. —No es eso…es solo que—vaciló y yo empecé a perder la paciencia. —Es solo que, ¿qué?—gruñí. —Esta en el apartamento de sus padres. Al parecer el señor Cullen, le pidió que hablar con ella y—eso fue todo lo que necesité escuchar, hoy era uno de los días en los que mi madre se reunía con sus amigas en una tarde de lectura. Colgué el teléfono y salí de mi oficina llevándome a quien se pusiera delante de mí. Mientras conducía, mi mente se llenaba de posibles escenarios. ¿La abría amenazado para reunirse con ella y ofrecerle dinero para que se alejara de mí, como lo hizo con Elizabeth? ¿Estaría interesado en ella como lo estuvo en Irina? Si le ha tocado un solo cabello, podría ser capaz de matarlo con mis propias manos. Olvidándome que fue quien me dio la vida. Dejé mi carro mal estacionado en la acera frente al edificio. Le tiré las llaves a Peter que estaba apostado en la entrada. Toqué con desesperación el botón del ascensor. Marqué el último piso mientras movía mis pies con ansiedad. En cuanto las puertas del elevador se abrieron, salí al pasillo, pasando junto a James y abrí la puerta con la llave de repuesto que tenía en mi cartera. El apartamento estaba en silenció, no los encontré en la sala, pasé primero por la biblioteca, sabía que mi Isabella nunca aceptaría ir a las habitaciones. La escena que tenia frente a mi me dejo frio. Mi padre tenía una de sus asquerosas manos sobre el vientre de Bella que había empezado a redondearse hace unas semanas. La otra de sus garras en sus mejillas bañadas de lágrimas. Él estaba tratando de ganársela, seguramente se estaba haciendo la victima para que Bella le tomara simpatía, de esa manera tendría un acceso más fácil a ella. Solo que eso iba a suceder sobre mi cadáver. Nunca permitiría que él volviera a posar sus sucias manos en mi dulce e inocente Isabella, no me importaba lo que tuviera que hacer para evitarlo. —Isabella—mi gruñido la hizo sobresaltarse. Mi padre me dio una débil sonrisa. Eso hizo que mi odio creciera. Además de todo se estaba burlando de mi. Bella se acercó a mí, vacilando un poco mientras pasaba su mirada de mi rostro al de mi padre. —Edward, déjame explicarte, no es —Te vas de regreso al apartamento—le dije sin mirarla. —Edward —Al. Apartamento. Isabella, ahora—bramé, mirándola con fiereza. Más lagrimas rodaron por sus mejillas—James— en cuanto pronuncié su nombre apareció y sacó a Isabella, tratando de convencerla por el camino hacia la puerta que no tenía nada de qué preocuparse.

—Edward—la voz de mi padre era cansina. Mis manos se convirtieron en puños. Miré su rostro por un momento, miraba al hombre que más estaba odiando en este momento. Sabiendo que había llegado a un punto de quiebre. Avancé hacia él, listo para asestar el primer golpe.

CAPITULO 21 ODIANDO II BPOV Los dos últimos meses de nuestro matrimonio habían sido casi un sueño. Edward y yo pasamos la mayor parte del tiempo libre, buscando una casa en las afueras de Seattle. Ninguno de los dos quería que nuestro hijo y finalmente encontramos una que a los dos nos gustaba. Podía imaginarme a nuestro hijo corriendo detrás de Momo en el amplio jardín. Nuestro hijo, apenas hace un día nos enteramos que sería varón. Edward estaba que no cabía en sí de la alegría; estaba casi tan emocionado como cuando lo sentimos moverse por primera vez. Me hizo el amor con tanta delicadeza que me hizo llorar. Incluso el solo recuerdo me hacia romper en lagrimas de la emoción. En cuanto salimos del consultorio de mi doctora, Edward condujo directo a una tienda especializada en bebes, a pesar de que le había dicho que consideraba que era demasiado temprano para empezar a comprar. Su respuesta fue mirarme y sonreírme. —Bella, amor. Nuestro hijo vendrá al mundo en cuatro meses. Lo que estamos es atrasado—se inclinó y besó mi frente. Confiaba en que Edward haría solo lo mejor para nosotros. En cuanto entramos pude constatar una vez más el aura de poder que rodeaba a Edward, el cual a veces me hacía sentir muy pequeña. La dependiente de la tienda se dio cuenta de la jugosa comisión por la venta que podía sacar en cuanto se fijo en el costoso traje que tenia Edward. Verlo vestido de manera tan formal, dejaba claro que era el presidente de una multinacional, su sola apariencia dejaba ver que era alguien con muchos recursos. Edward apretó mis dedos y acarició el torso de mi mano con su pulgar. La dependiente nos hizo pasar a un acogedor salón en donde tenían en demostración diferentes formas y modelos para decorar el cuarto del bebe. Edward le dijo que quería que el ambiente del cuarto fuera exclusivo. La Sra. Smith, nos enseñó un muestrario con diseños para las cortinas, muebles, ropa de cama y otras cosas. Me sentía tan abrumada por las cosas que me mostraban, que empecé a jugar con los botones de mi celular. Edward sintió mi ansiedad. — ¿Sucede algo, amor? ¿No te gustan los modelos?—preguntó y pude ver por el rabillo del ojo a la dependienta poniéndose intranquila. —No, no es eso. Todo está muy bonito, pero no sé si sabré elegir bien. Quiero que todo sea perfecto para el bebe y me preguntaba si…—murmuré bajito y lo miré a través de mis pestañas para ver su reacción—si tu madre podría venir para ayudarnos. Una sonrisa se expandió en su rostro y se inclinó a darme un beso en la frente. —Creo que le encantaría—sacó su teléfono y habló brevemente con su madre. La dependiente se vio más relajada y nos siguió mostrando cosas de bebes hasta que llegó una muy emocionada Esme. Pasamos el resto de la tarde viendo hermosos diseños, queríamos algo sencillo, pero especial. Tenía que adecuarse a nuestro nuevo hogar. El piso del cuarto del bebe es de madera oscura. Yo quería que ese pequeño espacio fuera un oasis de paz y tranquilidad. Que una vez dentro de ese lugar todos los problemas se olvidaran.

Sabía que eso era lo que Edward quería, lo podía ver cada vez que llegaba al apartamento, dejaba su maletín sobre el sofá y aflojaba su corbata antes de darme un beso. Parecía que en cuanto ponía un pie en la casa, la fachada del hombre de negocios, frio y exitoso, se caía de sus hombros y dejaba paso a mi Edward. El hombre que decía que me amaba más que a nada en este mundo y yo le creía. Confiaba en que nunca más haría algo que me lastimara. Adoraba cuando descansaba su cabeza en mi regazo y me contaba las cosas que lo habían estresado en la oficina mientras yo recorría su sedoso cabello con mis dedos, haciendo que se relajara casi de inmediato. Saber que solo mi toque tenía ese efecto en él, me hacía sentir poderosa. Entre los tres decidimos que tipo de cuarto de bebe queríamos, las telas y los accesorios. Debía reconocer que el cuarto quedaría hermoso, pero, costaría una pequeña fortuna. Por mucho que traté de oponerme a gastar semejante cantidad de dinero, tanto Edward como Esme me ignoraron completamente, alegando que el pequeño merecía la mejor calidad para su seguridad. Aun estaba tratando de acostumbrarme a la vida de casada, pero al menos tenia a Edward apoyándome en todo, después que estuviera en sus brazos no había nada que pareciera poderme hacer daño. Habían días en los que no me apetecía ir a la universidad, muchas veces los malestares me hacían quererme quedar en cama todo el día. Por suerte Alice y Benjamín me traían las notas y las asignaciones de la clase cuando faltaba. Hoy era uno de esos días en los que no tenía ganas de nada, solo quería dormir. Fui a la universidad las primeras horas y luego falté las clases de las tarde. Estaba recostada en la cama, Momo tenía cabeza en mi pecho y yo jugueteaba con sus mechones. Solo podía estar así con el cachorro cuando Edward no estaba, aun no entendía la aversión que esos dos se tenían. No podían estar los dos en la misma habitación conmigo sin que se pusieran a disputar mi atención. Esperaba que cuando llegara el bebe los dos se comportaran de otra manera o la situación sería de locos con tres machos demandantes. La señora Cope quien venía tres veces a la semana limpiar, entró para decirme que me llamaban por teléfono. Pensé que era Edward por lo que contesté emocionada. — ¿Edward?—respiré. —No, señora Cullen. Soy Chelsea. La llamó de parte de la señora Esme. Le pide que por favor pase unos minutos por su apartamento para mostrarle unas cosas que consiguió para el cuarto del bebé, pero quiere que sean sorpresa para el señor Edward. —Oh…—traté de esconder mi decepción—no hay problemas, estaré allá en una media hora. Colgué el teléfono, esperando que en verdad no hubiera problemas. Nunca había ido a casa de los padres de Edward y sabía bien de la aversión que le tenía a su padre, pero nunca me dijo nada de no poder a visitar a Esme. Me puse el abrigo y busqué a James en el cuarto de recreo. Edward, no me dejaba conducir ahora que mi embarazo se había empezado a notar. Cuando le dije a donde quería ir, pude ver que no estaba muy seguro, pero, aun así me llevó. Le dije que no pensaba demorarme, de todos modos quería estar en casa para cuando Edward llegara. La señora llamada Chelsea, fue quien me abrió la puerta y me indicó que me recibirían en la biblioteca. Todo lo que podía ver en este apartamento a pesar de ser muy formal, también se veía hogareño. Iba tan distraída observándolo todo que cuando no me di cuenta cuando me dejó en la biblioteca hasta que escuché la puerta cerrarse. Me tensé al ver que quien estaba detrás del escritorio era el padre de Edward. Traté de relajarme pero fue en vano. Sabía que si Edward se enteraba iba a estar en enormes problemas. —Bienvenida, Bella. Debo añadir que luces radiante—avanzó hacia mí con los brazos abiertos y me envolvió en un abrazo que respondí, torpe e incómodamente. —Gracias… eh…¿se encuentra Esme?—retrocedí unos pasos, tratando de mantener distancia.

En el rostro de Carlisle se tornó ligeramente rosado y me dio una sonrisa de disculpa. —Esme no se encuentra, quería hablar contigo y sabia que no aceptarías venir si sabias que se trataba de mi, así que opté por una mentirilla blanca—se movió incomodo. Ya sé de donde aprendió Edward, a ser de esa forma. Yo empecé a preocuparme. No tenía idea sobre lo que quería decirme. Carlisle no me caía mal, incluso la primera vez que lo vi, me pareció un hombre bastante agradable. Mi visión sobre él cambió luego de la conversación que presencié en Florencia, pero, aun así no me parecía aquel ser tan despiadado que Edward tenia visualizado. —¿Q-qué desea hablar conmigo?—aclaré mi garganta. —Siéntate, por favor.—me indicó una silla frente al imponente escritorio. Me sentía como si estuviera frente a un decano o algo así y no frente a mi suegro. Tragué sonoramente. Empecé a jugar con mis dedos al ver que no decía nada.—No tengas miedo, Bella. No te traje aquí con ninguna macabra segunda intención.—su sonrisa parecía sincera. —Entonces, ¿por qué estoy aquí?—lo miré fijamente. —Por Edward—dijo simplemente. Lo miré confundida y él suspiró pesadamente.—le prometí a Esme que haría un esfuerzo consciente por arreglar las cosas con mi hijo antes que mi nieto naciera.—sonrió brillantemente cuando mencionó el nombre de Esme y al bebe. —Y ¿Qué tengo que ver en eso?—seguro que mi voz dejaba ver la confusión que yacía dentro de mí. —Mi hijo es orgulloso—miró un portarretrato frente a él donde se veía a un pequeño a quien reconocí como Edward sujetando la mano de Esme y mirando a su padre con adoración. No podía tener más de cinco años cuando tomaron la fotografía.—tú eres la mujer que él ama y estoy seguro que eres la única que puede tocar su corazón para que haga un esfuerzo y olvide su orgullo por el bien de la familia. —se pasó la mano por el cabello, un acto que era igual al de Edward. —Señor C—enarcó una ceja, por lo que me corregí—Carlisle. Dudo mucho que yo tenga ese tipo de poder en Edward. Hablar de ciertas cosas lo pone un poquito…—busqué una palabra que fuera suave y a la vez dejara ver la realidad de la situación—irritable.—Carlisle se soltó a reír. —Apuesto a que lo hace—sacudió su cabeza—debo reconocer que Edward se parece a mí en más aspectos de los que él desea reconocer. A pesar de lo que Edward te ha dicho, Bella, no soy un ogro. Sé lo mucho que te incomoda estar aquí, pero no tengas miedo, no tengo intención de hacerte daño. ¿Cómo podría cuando eres la madre de mi nieto? Esme me dijo que era un niño—sonrió con alegría y a me avergoncé de no haber tenido la delicadeza de haberle comunicado la noticia. —Carlisle, en verdad lo siento. Fue muy desconsiderado de mi parte no infórmale que el bebe era un niño, después de todo es su nieto—me disculpé rápidamente. —Entiendo los motivos por los que no estuve informado de una manera más directa.—se levantó y se acercó a mi por lo que me levanté, tratando de ser cautelosa. Por sus ojos pasó una expresión de dolor.—no me tengas miedo, Bella. En verdad no soy el monstruo que mi hijo cree.—su voz era suave, tranquilizante, se veía que trataba de no asustarme. —No soy quien para juzgarlo—le respondí, sin saber que pensar. —Bella, yo quiero a mi hijo, como no quererlo, es parte de mí. Sé que he cometido error tras error con él, haciendo que la brecha entre los dos se hiciera mayor. Tú eres una buena mujer, Bella. Esme, te tiene en muy buena estima, puedo decir que te ve como si fueras su hija. No te lo pido por mí, te lo pido por ella, para darle la alegría de ver a su familia unida una vez más. ¿Crees que podrías hacer el intento de hablar con mi hijo, por Esme y por mi nieto?— la emoción en su voz hizo que las lagrimas se agruparan en mis ojos. En ese momento el pequeño decidió patearme, supongo que quería que cumpliera con lo que me pedía su abuelo. No podía negarme a su petición. Este era un hombre que se veía había atravesado el infierno de ida y vuelta. Su vida no podía ser tan llena de banalidades como piensa Edward, si es capaz de suplicar por la felicidad de su esposa. Además debía ser horrible que tu propio hijo te odiara de tal manera.

—Está bien, lo intentaré—le dije a ambos, colocándome la mano donde mi hijo se había hecho sentir, acuné mi barriga con amor. La mirada de Carlisle siguió el movimiento de mi mano. —¿Se está moviendo?—yo asentí con la cabeza. Sus ojos nadaban con emoción y lo vi tragar en seco—¿P-puedo?— hizo un ademan con su mano. Yo volví a asentir—Eres mucho más de lo que podía haber deseado para mi hijo y lamento que hayas tenido que sufrir la consecuencia de mis errores. —Colocó una de sus manos sobre mi vientre y otra en mi cara, limpiando las lágrimas que no sabía que había derramado. —Isabella—escuché a Edward gruñir. En su voz y su rostro se notaba que estaba mucho más que enojado. Temía que hiciera algo de lo que se arrepintiera más adelante. Me acerqué a él con pasos vacilantes. El rostro de Carlisle estaba sereno, mientras el de Edward denotaba un odio intenso. Tenía que hacerle ver que las cosas no eran como pensaba, tenía que pedirle que le diera una oportunidad a su padre para arreglar las cosas. —Edward, déjame explicarte, no es—me cortó con una voz que parecía hecha de acero. —Te vas de regreso al apartamento—me dijo entré dientes, mirando por encima de mi cabeza. —Edward—intenté nuevamente, podía ver un nervio en su mejilla contraerse y las aletas de su nariz dilatarse. —Al. Apartamento. Isabella, ahora—me gritó de tal manera que me asustó, nunca antes Edward me había hablado de esa forma. Me miró fijamente pero me dijo nada más—James—dijo solamente y a los pocos segundos, James estuvo a mi lado. —Vamos Bella, déjame llevarte al apartamento. Debes tratar de calmarte. No tienes nada de qué preocuparte—para cuando me dijo esto ya me había sacado de la biblioteca. —James, por favor. No podemos dejarlos solos—lo miré suplicante, plantando mis talones en el suelo para evitar que me siguiera llevando. —Lo siento Bella, solo cumplo ordenes, por favor no te muevas o podrás hacerle daño al bebe—con esto me tomó en brazos y empezó a caminar hacia la salida. Nos encontramos de frente con una Esme, muy preocupada que nos miraba. James y ella intercambiaron una mirada y salió casi corriendo hacia la biblioteca. Traté de controlar mis lagrimas por el bien del bebe, el camino de regreso a casa fue espantosamente largo. Al igual que el tiempo que paso, me recosté en la cama, cansada de caminar de un lado a otro. No podía dejar de pensar en lo que podría estar pasando, seguramente discutirían, solo esperaba que Esme pudiera calmarlos, para que pudieran hablar civilizadamente. Cerré los ojos y abracé la almohada de Edward, solo esperaba que nada malo sucediera. No sé exactamente en qué momento me dormí, solo sé que cuando desperté, todo estaba oscuro, yo estaba desorientada y sentía mi estomago húmedo. Alguien estaba conmigo, tocándome con manos temblorosas. La puerta del pasillo estaba abierta y entraba algo de luz, haciendo que la habitación no estuviera totalmente negra. La vista frente a mi rompió mi corazón en mil pedazos. Nunca pensé que podría ver algo semejante. En el suelo, arrodillado junto a la cama, con el rostro presionado sobre la piel desnuda de mí estomago, sollozando amargamente, pidiéndole a nuestro hijo que nunca lo odiara, mientras las lagrimas mojaban mi vientre, estaba Edward… EPOV —¿Edward?—los delicados dedos de mi ángel acariciaron mis cabellos.-¿Qué sucedió?—su voz fue un susurro.

Levanté mi rostro para mirarla, en sus ojos se veía clara su preocupación por mí. Se corrió con dificultad y palmeó el colchón a su lado. Me arrastré penosamente sobre las colchas volví a colocar mi rostro junto a su vientre. En estos momentos los necesitaba a los dos. Sus dedos acariciaban el contorno de mi rostro, sabía que estaba tratando de calmarme. Por suerte la habitación no tenía suficiente iluminación, de lo contrario, ella hubiera pensado que yo era una criatura lastimosa. —¿Quieres contarme que sucedió?—su voz era un suave murmullo. Aspiré su limpio y delicado aroma. Saber que ella estaba conmigo, me hacía sentir mejor. —Tuve…una pequeña conversación con mis padres—tragué en seco, mi voz se rompió dos veces. —Está bien, no tienes que decirme nada si no quieres—siguió acariciando mis cabellos, dando por finalizada la conversación, pero yo necesitaba desahogarme y sabía que ella era la única que me ayudaría a lamer mis heridas sin juzgarme. Así que le empecé a relatar todos los sucesos mientras lo veía pasar en mi mente como en una película. Me dirigí hacia mi padre con toda intención de darle un puñetazo. Tenía que existir alguna frontera que él respetara. Su rostro estaba impasible, su mirada era arrogante y orgullosa. —¿Me vas a golpear, Edward?—su voz no demostraba ninguna emoción. No me pedía siquiera disculpas por haber citado a mi mujer a mis espaldas. Mi cuerpo vibraba con el odio, no permitiría que él me arrebatara lo que más amaba en la vida, como me había arrebatado tantas otras cosas. Levanté mi mano cerrada y la detuve en alto. —¡Edward!, ¡No!—escuché a mi madre antes de verla correr y ponerse en medio de los dos. —Esme, querida. Mantente al margen. Tu hijo parece estar decidido a darme una "lección".—bajé la mano solo porque mi madre me miraba con el ceño fruncido. —Carlisle, esto se tiene que terminar—se giró para encararlo y mi padre presionó el puente de su nariz.—Lo digo en serio. Hemos perdido casi dieciocho años en los que pudimos haber convivido como una familia. Si no fuera por la testarudez de ambos. Ahora viene mi nieto en camino, les aseguro que no dejaré que ni el bebe, ni su madre, se vean envueltos en esta locura. —No tengo nada que decir, Esme. Edward es demasiado orgulloso y corto de vista. Pensé que Bella podría ayudarme a hacerle entender, pero, veo que es imposible.—se sentó tras el escritorio y pretendió ignorarnos. —Perfecto. Si tú no tienes nada que decir, Carlisle Cullen, está bien. Pero yo no pienso seguir guardando silencio viendo como mi familia en lugar de crecer y volverse más fuerte, se destruye por estar ocultando las verdades y formar una red de mentiras—espetó mi madre, mostrándose furiosa. Nunca antes la había visto de esa manera y estaba empezando a temer por su salud. La arteriosclerosis múltiple aumentaba el riesgo de un infarto. —Mamá —Esme Dijimos mi padre y yo al mismo tiempo. Ella nos miró enojada, su rostro estaba rojo, me indicó la silla frente al escritorio de mi padre. Me senté para no contrariarla y ella sorteó el escritorio y se quedó de pie, poniendo una mano en el hombro de mi padre y quedándose a su lado. —No quiero más verdades ocultas en esta familia. Es hora que tu hijo sepa cómo sucedieron las cosas—me miró primero a mí y luego a mi padre. Me quedé callado, mi mente daba vueltas tratando de entender a lo que se refería mi madre. —Cariño, no-

—Cállate, Carlisle.—los ojos de mi padre casi se salen de sus orbitas al igual que los míos. Nunca había escuchado a mi dulce madre mandar a callar a mi padre.—Edward, esto te lo voy a decir una sola vez. Te quedaras sentado y escucharas todo lo que tengo que decir, sin interrumpirme. Luego si quieres puedes decir todo lo que quieras. Y eso también va para ti Carlisle. Yo asentí completamente mudo, al igual que mi padre. —Bien…—dijo alisándose la falda.—Lo primero que debes entender es la relación que teníamos Elizabeth y yo. Ella era la hermana mayor, la más consentida, pero por alguna razón siempre decía que no la querían. Siempre tuvo una especie de competencia con Rosalie y conmigo. Nunca pensamos que era algo para preocuparse, nosotras no le dábamos la misma importancia que ella a las joyas y a los vestidos. Sabíamos como era ella, pero, no sabíamos que tan competitiva podía llegar a ser, hasta que Carlisle vino a cenar con sus padres. Suspiró pesadamente y miró a mi padre. —La atracción entre tu padre y yo fue inmediata. Elizabeth se molestó ya que siendo ella la más hermosa de las hermana era lógico que tu padre la prefiriera a ella. Además tenían la misma edad. —Nos fuimos distanciando cada vez más, con decirte que solo la vi dos veces en cinco años, una en el matrimonio de Rosalie con el Mayor Hale y la otra cuando la encontré en la cama con Carlisle—su voz se quebró en ese momento, pero respiró profundamente. Mi padre apretó su mano y me miró como si yo tuviera la culpa de que mi madre estuviera pasándola mal por hablar de esto y no quien había sido él que la engañó con su hermana. — Después de perder el último bebe caí en un estado de severa depresión. Nos hice la vida un infierno, aun no sé como tu padre me soportó todos esos meses. No soportaba que me tocara sabiendo que nuestra unión nunca podría producir fruto. Una noche decidí irme a casa de mis padres, Carlisle había estado bebiendo esa tarde, tratando de ahogar tanto dolor que amenazaba con romper nuestro matrimonio. Elizabeth, vio su oportunidad y la aprovechó. Se puso mi ropa y mi perfume. Tu padre la confundió conmigo tal cual como ella había planeado. —¿Cómo puedes saber si eso es verdad?—le gruñí tirando de mi cabello. Seguramente mi padre la había convencido que él era totalmente inocente de su adulterio. —Porque encontré mis ropas en el suelo, ella olía a mi perfume y eché a Elizabeth de la casa, antes que Carlisle se despertara. Claro no sin que ella me dijera que lo más seguro es que hubiera quedado embarazada ya que no habían usado protección y ella estaba en sus días fértiles. Sentía tal rabia y dolor que la abofeteé e hice que la sacaran fuera de la propiedad. Me fui a la habitación a esperar a que Carlisle se despertara, pensaba arrancarle cada una de las uñas. Me senté en una silla al lado de la cama a rumiar mi desgracia. Cuando tu padre se despertó, me preguntó '¿Por qué estas vestida? Vuelve a la cama.' Él no supo que se había acostado con Elizabeth hasta el día que ella llegó proclamando que estaba embarazada.—mi madre se secó las pocas lagrimas que habían caído por sus mejillas y yo parecía estar pegado con goma a la silla. Mi padre tenía la cabeza entre las manos. —Me costó tiempo asimilar lo que Esme me decía. No podía creer que hubiera cometido semejante estupidez. Tenía miedo que nuestro matrimonio se fuera a pique. Elizabeth pensaba que yo dejaría a Esme para casarme con ella. Cuando comprendió que no sería de esa manera, amenazó con abortar. Esme se opuso fervientemente, yo estaba asombrado, pensé que lo que menos querría ella era una prueba viviente del error más grande de mi vida.—mis ojos se encontraron con los de mi padre—No me malentiendas Edward. Siempre te quise, es diferente con los hombres, el lazo que formamos con los hijos es a base de convivencia, pero en ese momento…aunque me avergüence de decirlo hubiera aceptado el aborto si con eso podía volver a tener a Esme. Por suerte para ambos, yo estaba casado con la mejor mujer del mundo, ella quería que tu nacieras, le suplicó a Elizabeth que si no te quería tener que al menos te permitiera vivir y luego ella te adoptaría como su hijo, tu madre biológica se rehusó, por lo que le ofrecí dinero, mucho dinero… La hice firmar un despiadado contrato, no te lo voy a negar. Me rehusaba si quiera a verla, a pesar de que la teníamos instalada en una de las casas de la propiedad… debo confesarte que la odiaba mucho. No por lo que me hizo a mí, sino por lo que le hizo a Esme. Tenía mis dudas en cuanto a la decisión que habíamos tomado, pero nunca me arrepentí, mucho menos cuando Elizabeth te puso en mis brazos sin mirar atrás y tú tomaste mi dedo índice con toda tu mano—su voz se rompió y de mis ojos se desbordaba la humedad. —Tu padre te ha adorado tanto o más que yo Edward. Prefirió que te hicieras una mala imagen de él antes de permitir que pensaras que tu madre biológica era una…—mi madre inspiró profundamente—era una mujer como lo era. —supe que omitió su verdaderos pensamientos por mi beneficio. —Si eso es verdad… ¿por qué lo de Irina?— tenía que aferrarme a lo que fuera, no podía siquiera considerar que hubiera estado durante años equivocado en mi odio. —Soy humano, Edward… debo reconocer que te fallé como padre. Por eso deseaba que tu no cometieras mi errores, pensé sinceramente que haciendo que te casaras con Irina, estaba haciendo lo mejor para ti. Ella era la hija de mis

mejores amigos, no podía pensar en mejor pareja para ti. Creí que de alguna manera eso nos haría acercarnos, pero surtió el efecto contrario. — ¿Y lo demás?—gruñí, él se había acostado con ella. Como si estuviera leyendo mi mente mi padre empezó a negar con la cabeza. —No pasó nada entre nosotros Edward. No puedo creer que tuvieras una imagen tan pobre de mí que pensaras que me había acostado con la que era tu esposa. —mi madre jadeó y se llevó una mano al pecho. — ¿Cuándo sucedió eso? —La noche en que murieron los padres de Irina—mi padre le respondió y mi madre me miró frunciendo el ceño. — ¿La noche en la que tu y yo pasamos hablando por videoconferencia, mientras Irina dormía por causa de los fuertes tranquilizantes que le tuvieron que inyectar?—mi padre asintió y yo sentí la bilis subir por mi garganta. Prácticamente corrí al baño de la biblioteca y vomité violentamente antes de regresar a la biblioteca. — ¿Por qué no me contaste esto antes?—le reclamé. —Por orgullo—murmuró y mi madre apretó su mano para confortarlo. —pero vas a tener un hijo propio, mi nieto y quiero…—suspiró—quiero dejar el orgullo atrás. Quiero estar en su vida como debí estar en la tuya, si hubiera sido menos obstinado en ese tiempo, convenciéndome que no tenía porque darte explicaciones de mis actos. Incluso hice que Esme me prometiera que nunca te contaría nada sin que yo se lo pidiera. —la miró como tratando de recordarle que había roto su promesa y mi madre sonrió sin remordimiento alguno—Pero comprendí que tú y tu hijo son la única familia de sangre que me queda. Te quiero y también a mi nieto. Y te pido humildemente que me dejes estar en sus vidas a partir de ahora—los ojos de mi padre se llenaron de lagrimas, las cuales limpió mi madre. —Se que no me crees, pero te digo la verdad. —Tengo que irme—fue lo único que dije, salí de allí antes que alguno de los dos pudiera decirme algo. Vagué por las calles, con mi mente hecha un caos. Tantos años de rencor y odio, solo por nuestro orgullo. No quiero imaginarme lo que mi padre sintió todas esas veces que le dejaba claro lo que sentía por él. Si alguna vez mi hijo…oh dios…no puedo siquiera pensar en que mi hijo me llegara a odiar de esa manera. Necesitaba estar en paz…y solo una persona en el mundo podría brindármela. Sin pensarlo dos veces, presioné el acelerador y me dirigí hacia mi Bella. Ella me escuchó todo lo que le conté, palabra por palabra. Limpiando mis lágrimas y acariciando mi cabeza que aun estaba junto a su redondeado abdomen. Ni siquiera protestó cuando le dije que la necesitaba y la tomé como un animal en celo, no pude hacerla venirse, solo usé su cuerpo para calmar mis ansias y encontrar el refugió que me daba perderme en su cuerpo. Mi ángel me dijo que no me preocupara por eso, que ella estaba más que feliz en poderme ayudar de la manera que yo necesitara. Juré no volver a hacerlo. Nunca en todas las veces que hemos hecho el amor, ella no había llegado a un orgasmo, ni siquiera la primera vez. Siempre procuraba que Bella acabara al menos dos veces antes de permitirme soltar mi semilla en su interior. Me dediqué a verla dormir en mis brazos, trataba de no pensar. Bella me conocía tan bien que no me preguntó si había tomado alguna decisión, ella sabía que cuando yo estuviera listo se lo contaría.

CAPITULO 22 VERDADES La mañana siguiente llegó, me desperté al sentir una pequeña patada contra mi estomago. No pude evitar que una sonrisa se expandiera por mi rostro.

Mi ángel estaba profundamente dormida, su rostro escondido en mi cuello, su dulce aliento acariciando mi piel, su redondeado estomago presionado contra el mío, una de sus piernas sobre mi cadera y su brazo envolviendo mi pecho. Acaricié la desnuda piel de su vientre dándole los buenos días a mi hijo. Recibí un golpe como respuesta y mi sonrisa se hizo más grande. La giré con cuidado para librarme del agarré de sus piernas y su brazo. Me recosté con cuidado sobre su vientre y lo besé. —Se, un buen niño y deja a mamá dormir un rato más—acaricié su estomago y cubrí su desnuda forma con las cobijas. Me vestí con rapidez, quería recompensarla por mi egoísta acción de anoche. Baje las escaleras de dos en dos, tratando de encontrar las formas en las que me iba a resarcir. En la cocina me encontré con la señora Cope y le pedí que preparara un suculento desayuno para Bella. Hice unas cuantas llamadas para limpiar mi agenda por el día de hoy, pedí que no me pasaran ninguna llamada, sin importar quien fuera. Rebusqué en mi oficina el regalo de navidad que le había comprado y no había tenido oportunidad de darle. Subí con la bandeja de desayuno y la coloqué sobre la mesa lateral. —Despierta mi Bella durmiente—besé la sensible área que tenía bajo su oído. —Mmm—se estiró como un gatito y se pegó a mi cuerpo. Besé su hombro y acaricié su espalda. — ¿Dormiste bien?—besó mi pecho. Suspiré. —Sí—le dije terminando la conversación, no quería recordar lo que sucedió el día de ayer. —te traje el desayuno a la cama. Hoy nos vamos a quedar todo el día en la cama y te voy a complacer en todo lo que quieras. —No tienes que hacerlo—acarició mis cabellos. —Te lo debo…después de cómo me comporté anoche—la estreché contra mi todo lo que pude sin aplastar su barriguita. —No me debes nada y si hablas de lo de anoche, mucho menos. Me alegra haberte podido ayudar. —suspiré contento por la sensación de sus dedos acariciando la piel bajo mi cabello. —Estuvo mal…ni siquiera pudiste terminar…no debí haberte tomado así—tracé círculos con mis dedos sobre su columna. —Edward… tu eres un amante generoso…—sentí el calor de su sonrojo.—si vamos a ponernos a contar…pues yo te debo muchos a ti… yo termino dos o tres veces cada vez…y tu solo una—al final su voz fue un susurró. Escondió su rostro en mi pecho. Quería reírme, aun después de tantas veces que hemos estado juntos, ella aun tenia vergüenza de hablarme sobre estas cosas. —No importa quién ha tenido más orgasmos. No estamos hablando de eso, sino del hecho que lo no debí haberte tomado solamente para tratar de olvidar—hice una mueca cuando me llego el recuerdo. —Necesitabas lo que podía ofrecerte y no me molestó que lo tomaras. Si por lo menos de esa manera puedo ayudarte, me alegra poder hacerlo—la sentí tantear con sus labios mi piel, buscando mis labios. —Bella—gemí capturando sus labios en los mío, el beso inició suave, delicado y fue subiendo de tono. —mi dulce y pequeña Bella—murmuré contra la piel de su cuello. Quería seguir adelante, pero ella tenía que desayunar primero. Me senté separándome de ella, el tierno puchero que hizo, pintó una sonrisa en los labios. —Regresa aquí—se quejó sentándose con cuidado y sujetando la cobija que cubría su desnudes.

—Primero, lo primero. Necesitas comer, no es bueno para ti, ni para el bebe que te saltes las comidas. —me levanté y busqué la bandeja con su desayuno. Me dediqué a darle la comida como a una bebe, cada vez que protestaba le recordaba que debía practicar para cuando nuestro pequeño llegara al mundo. En cuanto dejé la bandeja vacía en la mesa y regresé a la cama. —Tengo algo para ti…lo compré para dártelo en la navidad, pero…no tuve oportunidad, ahora creo que es el momento perfecto—le dije sacando el collar de cajita de raso. —Edward…—estiró la mano para acariciar la cadena y el dije en forma de corazón. Levanté su cabello para poder ponerle el collar. —Nada mejor que verte vestida de diamantes…—murmuré acariciado el colgante que quedaba justo sobre sus pechos. —no tienes idea lo sensual que te ves, desnuda y con solo este collar adornando tu piel. —separó sus labios cuando un jadeo escapó de ellos al sentir la yema de mis dedos acariciar su cuello y la cima de sus turgentes pechos. Bella me desabrochó la camisa con urgencia y acarició mi pecho haciéndome temblar, capturé sus labios en un beso apasionado y ella murmuró algo contra mis labios. Podía sentir como su cuerpo reaccionaba a mis caricias, me encantaba verla perder el control, ver lo desinhibida que se volvía en nuestros momentos de intimidad. Sus pequeñas manos acariciaron mi hombría que estaba recluida en mis pantalones, pronto los hicimos desaparecer para dejarlos en el suelo junto a mi camisa. Acaricié su vientre, regodeándome con el hecho de que yo había sido el causante de todas sus primeras experiencias. Yo le había dado su primer beso, la había hecho mujer, la había hecho mi esposa y ahora la estaba convirtiendo en madre. Mi mano siguió bajando hasta que estuvo entre sus muslos, la escuché gemir y temblar, su cuerpo se inclinaba hacia mi mano, buscando lo que solamente yo podía darle y lo que le iba a dar hasta que no pudiera soportarlo más. —Edward…dios…—su cabeza se reclinó en las almohadas cuando mis dedos se curvaron en su dulce punto de placer. Los rayos del sol arrancaban destellos del dije haciendo que su blanca piel brillara como un arco iris. Estaba usando toda mi fuerza de voluntad para no embestir dentro de ella. —Déjate llevar, amor—le dije enroscando mi lengua en uno de sus pezones mientras mis dedos mantenían un ritmo constante. —Oh, si… oh cielos…Edward—mordí con suavidad su pezón, eso hizo que sus paredes empezaran a contraerse alrededor de mis dedos. —por…favor—jadeó cuando su orgasmo terminó. La coloqué sobre mí, sus ojos ardían con la misma pasión que veía reflejada en los míos. —Cabálgame… déjame ver como tus hermosos pechos se mueven cada vez que me das la bienvenida—mis manos fueron a sus caderas, ella gimió mientras se empalaba lentamente en mi.- la mia bella ragazza* —le dije con voz ronca una vez me hubo acogido completamente en ella. Mordió su labio, yo sabía lo mucho que le gustaba que le hablara en italiano mientras hacíamos el amor. Bella empezó a moverse de arriba abajo, se tomaba su tiempo y yo la dejaba, después de todo, yo quería que ella liderara este encuentro. Después de unos minutos de suaves jadeos y quejidos, empezó a aumentar la velocidad de sus movimientos, la ayudé con mis manos para que no se esforzara tanto en mantener el ritmo. Sus gemidos se hacían cada vez más fuertes, clavó sus uñas en mis brazos, aferrándose a mí como si su vida dependiera de eso. Se puso tan tensa que tuve que sujetarla para poder seguir moviendo mis caderas mientras podía sentir como se contraía. Ver a Bella llegar al clímax era algo casi sublime, sus ojos cerrados, sus suaves y rellenos labios formando una pequeña 'o', su cuerpo arqueado y tenso como un arco a punto de disparar una flecha. Poco después la seguí, mi orgasmo fue salvaje, intenso. Mis dedos se clavaron en la piel de sus caderas.

La giré de manera que ambos estábamos recostados sobre nuestros costados. Permanecimos así unos minutos; tumbados y aturdidos tratando de recuperar el aliento. Ambos estábamos en la novena nube después de ese enloquecedor orgasmo. —Edward…—murmuró después de unos minutos de silencio. — ¿Sí, amor?—mis dedos jugaban con la cadena de oro alrededor de su delicado cuello. Llevó sus manos a las mías y entrelazó nuestros dedos. — ¿Sabes que tienes que resolver las cosas con tu padre, no es así?—me tensé enseguida, lo que menos quería era pensar en todo lo que sucedió ayer, en todos los años de odio sin sentido. Ignoré su pregunta, mis manos empezaron a acariciar su cuerpo con fervor, mis dedos hicieron el recorrido hasta su entrada, encontrándola húmeda y dispuesta, igual que siempre. —Creo que estas lista para la segunda ronda—capturé sus labios en los míos, ahogando su replica con mi boca y me dediqué a jugar con su cuerpo de manera que olvidara sus buenas intenciones de hacerme hablar sobre lo sucedido. Debo decir que la llevé hasta el punto en que no podía recordar su nombre, pero si recordaba muy bien el mío, cada vez que los espasmos de placer recorrían su cuerpo. Ahora estábamos nuevamente recostados, mi ángel dormía segura y pacíficamente usando mi pecho como almohada. Yo tenía un brazo detrás de mi cabeza y miraba fijamente el techo mientras acariciaba el sedoso cabello de mi pequeña. Aun no podía entender porque Esme había aceptado guardar la verdad durante tantos años. Yo podía ver el dolor que le causaba cada discusión, cada altercado, cada vez que ignoraba a mi padre pretendiendo que no estábamos en la misma habitación. Tampoco podía entender lo que había orillado a mi padre a decidir guardarse la verdad y hacer que Esme también lo hiciera. Aun recuerdo cuando era pequeño y esperaba a que él llegara del hospital sentado en el último escalón de la escalera y corría a su encuentro en cuanto escuchaba la puerta principal abrirse. —Te extrañé mucho, campeón. ¿Te has portado bien con tu madre?—era su saludo cuando me tomaba en brazos. En ese tiempo mi padre me parecía un gigante, un ser casi divino incapaz de equivocarse. Recuerdo mis sueños de convertirme en él cuando creciera, quería ser un medico y salvar vidas, justo como lo hacia él. —Te quiero hijo, que tengas dulces sueños—era lo último que escuchaba de sus labios antes de dormir. Cerré con fuerza mis ojos tratando de borrar las imágenes que se agrupaban frente a ellos, pero fue en vano, las imágenes estaban en mi mente y no parecían que fueran a desaparecer. —Cuando crezcas serás un gran hombre. — decía cuando me sentaba en sus rodillas y le preguntaba por la salud de sus pacientes. —Tú y tu madre son lo mejor que me ha pasado en la vida. Y por eso doy gracias. —era lo único que decía en Acción de Gracias. A pesar que era mi madre quien nos hacia celebrar ese día aunque viviéramos en Londres. Mi padre jamás me había levantado la voz o la mano, siempre fue un hombre amoroso no solo con mi madre sino también conmigo. Hasta ese día… —No tengo por qué darte explicaciones de mis actos, soy tu padre y como tal me debes respeto. —me espetó el día que lo confronté sobre Elizabeth. —Te odio, nunca te perdonaré lo que les hiciste. Desearía que no fueras mi padre, me voy a llevar a Esme para que lejos de ti consiga un hombre que la ame y la respete como se merece—fue mi respuesta y recibí a cambio un bofetón por mi insolencia.

—Edward…yo…—me miró arrepentido, pero yo no quería nada de él. Desde ese día la brecha se había vuelto cada vez más grande. Había cambiado mis planes de convertirme en medico, cuando mis abuelos paternos me hablaron de la herencia que me estaban dejando, me darían la parte que le tocaba a Esme y a Elizabeth, al ser ambas mis madres y ellos decidir que Esme no la necesitaba teniendo la fortuna Cullen a su disposición. De allí en adelante me dediqué a planear la manera en hacer que ese dinero siguiera multiplicándose, mi abuelo materno me ayudó en todas las inversiones ya que yo era menor de edad, podía ver el orgullo en sus ojos cada vez que el dinero se multiplicaba. Así fue durante años, para cuando cumplí diecisiete ambos de mis abuelos maternos murieron en un lapso de tres meses. Fue un golpe duro para mí ya que me había vuelto cercano a él, pero mi abuelo era el típico hombre ingles, solo le mostraba afecto a sus caballos o a sus perros. Fui extraído de mis pensamientos por un beso en mi pecho. Sonreí y besé sus cabellos. Si la tenía a ella, nada más importaba. Pasamos el resto del día, completamente desnudos en la cama. Solo me vestí para buscar nuestro almuerzo y cena. La consentí y la mime durante todo ese tiempo. También me di cuenta que me encantaba como lucia Bella con los diamantes, había considerado seriamente bañarla en ellos para que fuera lo único que usara en la cama. Bella me pidió que la dejara encargada de la mudanza para nuestra casa, me lo pidió de tal manera que no me pude negar aunque al principio me opuse por su estado, pero después que ella me prometiera una y otra vez que no se esforzaría, ni se estresaría, decidí dejarla a cargo de la planeación. Ya habíamos comprado todos los muebles y las decoraciones con la gran ayuda de mi madre. Seguía evadiendo cualquier conversación sobre mi padre, con Bella era más sencillo dar por terminada la plática, sabía muy bien cómo hacer que ella olvidara cualquier cosa que tuviera en su mente en determinado momento. Había conversado con James y me había dado grandes tips en lo que se refería a los antojos. Ahora muchas veces cuando Bella se despertaba en medio de la noche, yo tenía en casa hasta la más improbable comida y si no tenia lo que quería tenía el teléfono de todos los lugares que entregaran a domicilio, cuando eres un Cullen no importa la hora, siempre hay alguien feliz por atenderte, nunca antes había tomado ventaja de esto, pero, por Bella y mi hijo usaría cualquier ventaja que tuviera. Estaba feliz que me estuviera volviendo bueno en esto, cuando ella llegaba de la universidad o después de un día excepcionalmente agotador por las compras, solía sentarme con ella en el sofá y mientras ella devoraba un trozo de pastel de chocolate con relleno de dulce de leche yo le hacía masajes en los pies. Escuchar los pequeños gemidos que hacía cada vez que mi pulgar hacia presión en el arco de su pies era mi recompensa…bueno eso sin contar que una vez terminaba con el masaje ella por alguna razón se sentía tan necesitada que prácticamente no llegábamos a la cama, por lo que decidí empezar a hacerle los masajes en la habitación…no que yo me este quejando por eso. Hoy era el día en que los muebles llegarían a nuestra casa, habíamos traído casi todas nuestras ropas, pero, había sugerido que dejáramos una muda en el apartamento por si no terminábamos todo hoy pudiéramos dormir allá. Por alguna extraña razón cada vez que Bella me miraba esta mañana se mordía el labio y agachaba la cabeza para que mis ojos no se encontraran con los de ella. Algo me decía que me estaba ocultando algo y eso no lo iba a permitir, después de todo el mentiroso y el que guarda secretos en esta relación soy yo. Que honor es para ti ocupar ese puesto entonces. Gruñí, la voz de mi conciencia se había aplacado por meses, pero ahora con lo de mi padre parecía haber vuelto a despertar. Estoy tratando de cambiar eso, pero los viejos hábitos son difíciles de dejar. Le dije a mi conciencia. — ¿Dijiste algo?—me preguntó Bella, levantando sus ojos de la pila de ropa que estaba ordenando para poner en los armarios. Seguramente no dije la expresión en mi mente como pensé. A pesar que le había dicho que contratara personal para ayudarnos en la mudanza, ella se había negado diciendo que no quería a ningún extraño tocando nuestras cosas, así que solo accedió a que la señora Cope nos ayudara a colocar las cosas en su lugar.

—No amor, no dije nada…pero tú andas extraña—solté la camiseta que estaba doblando y tomé su rostro en mis manos. Un sonrojo empezó a extenderse por su cuello y mejillas, bajó su mirada ante la intensidad de la mía.-¿Qué me estas ocultando Isabella?—levanté mi ceja y la miré con más fijeza cuando empezó a retorcer sus manos. El timbre de la puerta sonó y ella saltó de la cama como un resorte alejándose de mis manos. —Parece ser que tenemos visitas—salió presurosamente de la habitación. Fruncí el ceño y miré mi reloj, probablemente era mi madre, ella había dicho que llegaría a esta hora. Bajé las escaleras tras ella, deteniéndome en seco cuando llegue al final. —Edward…. —Padre…—nos miramos fijamente. —Edward… —padre…—aclaré mi garganta. No sabía que decir, no sabía cómo reaccionar. —Carlisle y Esme han venido a ayudarnos con la mudanza, ¿verdad que es muy amable de su parte?—Mi madre tenía abrazada a Bella, quien me miraba a manera de disculpa. Los labios de esa pequeña tramposa se movieron sin emitir sonido para decirme "lo siento" para empezar a morder su labio mientras me miraba preocupada. —Sí es muy amable de su parte—dije después de volverme a aclarar la garganta. Mi madre me sonrió y mi padre se relajó visiblemente. —Bien, Alice y Jasper deben estar por llegar. James también llegará pronto con las provisiones para la barbacoa— me volvió a mirar a manera de disculpa. Cerré los ojos. Mi propia esposa…mi propia esposa se confabula en mi contra. Con razón me insistió tanto en lo de la mudanza y yo caí como un imbécil solo porque me lo pidió mientras me lamia de arriba abajo…solo por ver sus pequeños y carnosos labios envueltos en mi miembro, le hubiera dado cualquier cosa que me hubiera pedido. Ves lo que se siente ser manipulado mediante sexo. Tu se lo haces a ella todo el tiempo. Suspiré pesadamente sabiendo que era cierto. Mi padre se acercó a mí y fue algo extraño…él trató de abrazarme y yo le extendí la mano para estrechársela, luego yo traté de abrazarlo y el extendió su mano. Ambos nos dimos por vencidos sabiendo que las cosas estaban aun muy extrañas entre nosotros y mi padre optó por unas palmadas en mi hombro, yo le devolví una sonrisa tensa. Mi madre sonrió complacida y le dio un beso en la mejilla a Bella, para susurrarle algo que la hizo asentir vigorosamente. —Edward…—me miró mordiéndose el labio inferior y acariciando su estomago. —Esme y yo terminaremos de arreglar nuestra habitación. Carlisle te puede ayudar a ordenar la biblioteca mientras tanto—mi madre la tomó de la mano y desparecieron escaleras arriba, antes que yo pudiera recuperar el habla. —Esme me dijo que escogiste la casa con Bella, después de ver muchas—pasó su peso de un pie a otro. —Sí… ninguna nos gusto lo suficiente a los dos hasta que encontramos esta. —le indiqué que me siguiera. —Es bueno que la hayas tomado en cuenta para esta decisión, un hogar es cuestión de pareja. —dijo mientras caminábamos. Yo quería decirle que lo sabía, pero no quería empezar una discusión.-¿Cómo piensas ordenar los libros?—tomó una de las cajas. —Er…por autores. Bella, las prefiere de esa manera. Esa es su caja—señalé la que tenía en sus manos, girándome enseguida para empezar a ordenar una de las cajas que estaba sobre el escritorio.

—Es una jovencita muy culta, tiene un excelente gusto en libros. Haz escogido muy bien tu segunda esposa—su voz tenía una nota de asombro, lo que me molestó un poco, además del comentario sobre la "segunda esposa". Era más que obvio que mi Bella era excepcional para su corta edad. —Bella es la única mujer a la que he considerado mi esposa—mi voz salió en un gruñido. —No quise incomodarte, no hice el comentario para crear disputas—suspiré pesadamente, sabía que no había querido hacerme daño con su comentario. —Esto va a tomar tiempo…—susurré, enfocándome nuevamente en los libros. —Lo sé…—fue su única respuesta. Seguimos en un incomodo silencio hasta que Jasper entró informándonos que las mujeres de la familia lo habían confinado a ayudarnos. Hablábamos los tres ocasionalmente, aunque la tensión se podía sentir en el aire. Cuando James llegó con la carne para la barbacoa, suspiré aliviado al tener una oportunidad para escabullirme. Ahora estaba parado frente a un ultramoderno asador y no tenía la menor idea de que hacer. Pasé muchas noches estudiando la teoría de cómo usarla y ahora parecía una pérdida de tiempo. — ¿Estas seguro que sabes cómo hacer una barbacoa?—la voz de Bella me dejaba saber que estaba a punto de reír. —Claro que lo sé. —me puse de rodillas para estar a la altura de su vientre—veras como en poco tiempo, comerás un rico filete preparado por papá. No le hagas a tu madre cuando dice que no puedo alimentarte. —besé su vientre y lo acaricié, se movió como siempre que sentía mi voz y mi tacto. —Ves nuestro hijo confía en mí—le besé los labios. Tuve ganas de hacer un baile de celebración cuando pude encender la parrilla. Jasper y yo estábamos en nuestra faceta de machos carnívoros asegurándonos que la carne quedara exactamente como la habían pedido, Bella, la quería tres cuartos sin nada de sangre, mi madre la quería bien hecha y mi padre terminó medio. Al final mi padre recibió su carne casi cruda, la de Bella bien cocida, la de mi madre y Alice casi quemada, Jasper y yo fuimos un completo fiasco como cocineros. Lo bueno fue que todos nos pusimos a reír de la situación. Comimos relajadamente, incluso bromeamos. Nunca antes en la presencia de mi padre me pude relajar de la manera en la que lo estaba ahora. Al final de la tarde todas nuestras cosas estuvieron ordenadas, Bella estaba dormida en la sala. Todos se habían ido hacia una media hora, la casa era tan vasta que me costó encontrarla. La tomé en brazos y sus ojos se movieron hasta abrirse cuando la llevaba por las escaleras. —Edward…—murmuró suavemente, frotando su rostro contra mi pecho. —Vuelve a dormir pequeña—besé sus cabellos. — ¿Estas muy molesto conmigo?—su voz era suave, insegura. —No amor, las cosas con mi padre estarán un poco tensas por un tiempo. Sé que lo hiciste con buena intención. Aunque jugaste sucio para salirte con la tuya—me reí ante el recuerdo de su picardía. Su sonrojo se hizo evidente— ¿De quien estarás aprendiendo esas mañas?—mi voz dejaba ver que estaba bromeando. —Tengo un muy buen maestro—me sacó la lengua. —Guarda esa pequeña lengua antes que la muerda…duro…—su pecho empezó a subir y a bajar rápidamente, sus ojos mostraban el mismo deseo que los míos. Estábamos a punto de entrar a la habitación cuando el timbre de la puerta de acceso sonó. Gruñí molesto.

—Seguramente se le quedó algo a alguien—me acarició el brazo notando mi molestia. Presioné el botón del intercomunicador que estaba en la habitación y me sorprendí al escuchar la voz de Garrett. Bajamos juntos para recibirlo en la puerta principal. Garrett abrazó con fuerza a Bella y empezó a contarle sobre todo lo que había hecho en los últimos meses que no habíamos sabido nada de él, salvo los comentarios apreciativos de Emmett. Trajo un regalo para el pequeño era un peluche de oso pardo del mismo tono que el piso de la habitación del bebe y exactamente el mismo color azul de las paredes en el lazo que tenía alrededor del cuello. —Esme…—fue lo único que dijo cuando Bella se maravillo de lo bien que combinaba con la habitación. Mi madre había formado una buena amistad con Garrett y Charlie. Conversamos un poco más, pero Garrett parecía estar sentado sobre brasas ardientes. —Tengo que decirte algo, corazoncito—la miró con adoración paternal. —en verdad no sé cómo no me di cuenta antes, debí haberme dado cuenta en ese entonces—balbuceaba apresuradamente. — ¿De qué hablas Garrett?—los ojos de mi ángel tenían una mirada curiosa. — ¿Recuerdas cuando te dije que Mary, tenia tu edad?—Bella asintió y él tomó su rostro en sus manos para sonreír. —No sé cómo no me di cuenta antes—murmuró y yo quedé totalmente desconcertado. No podía ser… ¿o sí? No… no podía ser. Demetri lo hubiera sabido de ser así… ¿no es cierto? —Mi esposa se la llevó del país y se volvió a casar. Me costó trabajo encontrarla porque su padrastro la había adoptado y ya no usa el Brown como apellido, ni siquiera se llama Mary. Aun no he hablado con ella…no sé como lo pueda tomar…ella seguramente no sabe quien soy…tengo entendido que ella piensa que su padrastro es su padre… por eso vine a ti Bella tragó en seco y me miró en busca de confort, seguramente pensando lo mismo que pensaba yo. — ¿Qu-quien es?—tartamudeo. —Mary Brown... es ahora Mary Alice Brandon, tu mejor amiga. Ambos, Bella y yo jadeamos por la sorpresa. — ¿Alice?—Bella se llevó la mano al pecho y Garrett asintió. —Le tomé cariño a tu amiga en los pocos momentos que nos vimos, sin saber que estaba frente a mi Mary—su voz se quebró y Bella lo abrazó. —Oh Garrett… me alegro tanto que hayas encontrado a tu hija. ¿Ya has decidido que vas a hacer? ¿Qué le vas a decir?—me empecé a sentir como un intruso por lo que me levanté y preparé dos tragos, ofreciéndole uno a Garrett quien se lo tomó de un solo trago. —No lo sé… por eso vine a verte. Tú la conoces mejor. —se pasó la mano por los cabellos. Pasaron casi dos horas hablando y dándole consejos, cuando al fin se sintió lo suficientemente confiado, decidió hablar con Alice al día siguiente. Bella aun estaba intranquila cuando logré meterla en la cama, casi pasaba de media noche y ella seguía preocupada por Alice y Garrett. El reencuentro padre e hija, fue bastante emotivo por lo que me comentó Jasper, al menos Alice pudo entender porque su papá nunca le demostraba afecto, todo se resumía a que ella no era su hija. Su madre por lo visto dejo de interesarse por ella desde que se había vuelto a casar, solo porque Alice le recordaba mucho a Garrett.

Durante los siguientes meses Bella decidió dejar la universidad por un tiempo, su prominente vientre la hacía quedar exhausta luego de subir las escaleras para ir a clases, cuando regresaba a casa estaba tan cansada que se quedaba dormida sentada, sus pies le dolían al igual que su espalda. Hablamos y decidimos que después que el pequeño Edward Carlisle creciera un poco regresaría a la universidad. Sí, Edward Carlisle, aun no me acostumbro a la idea. Bella sugirió llamarlo de esa manera como una especie de rama de olivo, para tratar de mejorar mi relación con mi padre. Acepté porque me le pidió con una mirada de suplica a la cual no me pude negar. Sabia lo importante que era la familia para ella y lo incomoda que se sintió en nuestras cenas familiares semanales, cuando mi padre y yo nos quedábamos en un tenso silencio después que los temas sobre inversiones y los negocios se nos terminaban. Habíamos tomado cursos prenatales porque ella quería que estuviera a su lado en todo momento y quería tratar de hacerlo de la manera más natural posible. Yo estaba preocupado, había escuchado que los partos eran extremadamente dolorosos, sobre todo sin la medicación adecuada. Bella sin embargo me había tratado de calmar diciéndome que el cuerpo de la mujer era hecho para dar a luz y que por siglos las mujeres lo hicieron sin ningún tipo de droga. No sé en qué libro leyó que la epidural le resta efecto a los pujos. Yo trataba de darle por su lado porque estaba mucho más sensible que de costumbre y lloraba por las más pequeñas cosas. No hay cosa que me ponga más en desventaja que las lágrimas de Bella, no soportaba ver su rostro surcado por las lagrimas o verla tan enojada al borde de las lagrimas, por lo que últimamente parecía que caminara sobre cascaras de huevo. Todo lo hacía con gusto con tal de ver una sonrisa en su rostro. Yo estaba deseoso de terminar de revisar unos documentos de un negocio de un contrato de exportación de una de nuestras filiales. Edward Carlisle llegaría en menos de un mes, la casa estaba preparada para recibirlo. Bella estaba emocionada al punto de las lágrimas cuando sacamos los últimos objetos de las cajas de mudanza y los colocamos en su lugar. —No puedo creer que en verdad esta sea nuestra casa, todo me parece un sueño—sollozó contra mi hombro. —Créelo amor, esta es nuestra casa, donde nuestros hijos crecerán y nosotros nos volveremos ancianos. No es un sueño. El único sueño aquí eres tu… tu eres mi sueño que se convirtió en realidad—le susurré al oído. Nos besamos y terminamos haciendo el amor en ese mismo lugar. Sonreí como idiota. Tomé mí en mi mano el portarretrato doble donde estaba una foto de mi ángel el día de nuestra boda y el último ultrasonido que se hizo. Acaricié a través del vidrio el rostro de las dos personas más importantes en mi vida. Gruñí cuando mis pensamientos felices se vieron interrumpidos por el teléfono. Me tomó unos segundos percatarme que era mi celular y no el teléfono fijo de la oficina. —Amor—sonreí más ampliamente al reconocer el sonido. —Edward…—mi frente se crispo cuando escuché su respiración errática—por favor ven pronto. —jadeó. — ¿Qué sucede?—le dije saliendo por la puerta de mi oficina apresuradamente. —Creo….creo que el bebe ya viene.

CAPITULO 23 FINALIZANDO —Creo….creo que el bebe ya viene. —esas palabras se registraron lentamente en mi mente. Mi mano se congeló sobre el botón del elevador. Mi hijo viene en camino…seré padre el día de hoy — ¿Edward, me escuchaste?—su voz angustiada me sacó de mi letargo.

— ¿Dónde estás? Llamaré a James para que te recoja, en menos d—me cortó. —No quiero que nadie me lleve al hospital que no seas tú. —lloriqueó casi histérica. —Isabella— — ¡Isabella nada! TÚ eres el padre de mi hijo y no saldré de esta casa si no es contigo—me dijo entre dientes. —Bella, amor. Sé razonable….—dije exasperado.-¿Hace cuanto empezaron las contracciones? Yo salté del elevador en cuanto las puertas se abrieron llevándome por delante a varias secretarías que iban a entrar. —Hace una hora… son regulares y prolongadas—maldije internamente, debió llamarme en cuanto tuvo la primera contracción. —Estoy llegando a casa en quince minutos… ¿podrás soportarlo?—subí al auto y arranqué haciendo chillar las llantas. Maldije el haberle hecho caso, con eso de no tener personal de planta en la casa. —Aun tienen un intervalo de poco menos de diez minutos entre una y la otra. —respiré un poco más tranquilo, si lo que nos habían dicho en las clases era cierto, aun teníamos tiempo. Sorteé el tráfico del medio día de las calles de Seattle lo más rápido que pude, seguí conversando con ella para tranquilizarla cuando una nueva contracción la golpeó mientras cometía todas las infracciones de tránsito que se podían hacer. —Edward…—dijo cuando me falta poco más de una cuadra para llegar a casa.—se me rompió la bolsa.—pisé a fondo el acelerador. —Estoy llegando a la casa… ya estoy llegando.—apreté el código que me permitía entrar a casa. Salté del auto en cuanto se detuvo, entré a la casa para encontrar a Bella tratando de limpiar el charco de agua que tenia a los pies. Discutimos sobre la importancia de dejar que el piso se manchara. Le respondí que el piso podría irse al demonio por mí. La tomé en brazos y la dejé en el auto, entrando a buscar las bolsas que teníamos preparadas para el hospital, resbalando de paso con el líquido en el suelo. Por suerte siempre he tenido mucho equilibrio y conseguí evitar la caída. Arranqué a toda máquina, su mano fuertemente aferrada en mi muslo. —Te han regalado la licencia de conducir, imbécil—le grité a un estúpido que se cruzó en mi camino.—Muévete— presioné la bocina del Volvo. Otra de las cosas que había hecho mal hoy fue tomar uno de los autos más lentos que tengo, seguramente si hubiera usado el Ferrari o el Masserati ya hubieramos llegado al hospital. La mano de Bella, se movió de mi muslo y sujetó con una fuerza que yo desconocía ella poseyera, la mano que estaba sobre la bocina. Mi quijada estaba fuertemente cerrada, mi cuerpo tenso y mi corazón latiendo desbocado por el miedo. —¿Podrías dejar de hacer tanto ruido? Necesito paz y tranquilidad. Además estas manejando como un loco y yo quisiera vivir lo suficiente para llegar al hospital.—su voz era baja y muy amenazante. Creo que a esto era a lo que James se refería cuando decía que durante el parto las mujeres se transformaban. —Es que quiero llevarte lo más pronto posible—me disculpé. —Sé que estas nervioso y no lo puedes evitar, lo único que te pido es que no te apresures tanto que hagas que tengamos un accidente.—su tono se volvió dulce y yo me sentí la peor basura del mundo. Ella seguramente estaba asustada y yo en lugar de calmarla, estaba haciendo todo lo contrario. Definitivamente soy el peor padre y esposo.

Bueno…te iba a decir que no, pero, siendo tu conciencia no puedo mentirte. Gracias…le respondí cortante. —Lo siento, trataré de controlar los nervios—apreté su mano y ella apretó la mía con fuerza, ambos empezamos a respirar profundamente cuando una contracción llegó. Estacioné a la entrada de la maternidad y bendito sea, allí estaba James. Le lancé las llaves del auto y me apresuré a sacar a Bella del auto. Debo reconocer que mis empleados son muy eficientes, Zafrina que era la única que sabía que me había casado y estaba esperando un hijo, al verme salir apresuradamente de la oficina se imaginó por lo que pudo escuchar de mi conversación que el momento había llegado y contactó a mi madre y a la doctora de Bella. Recuerda eso la próxima vez que le ladres, porque has dormido poco. ¿Le aumenté el sueldo o no?, me respondí mentalmente, había llegado a la oficina casi sin haber dormido en casi dos días, porque a Bella se le antojaron unos tomates secos de una marca especifica que solo es vendida en Grecia, a las dos de la madrugada y ya se habían acabado los que habían en la despensa, el surtidor había dicho que llegarían en dos días, pero mi amada esposa no quería esperar. No había un solo maldito lugar en Seattle que los tuviera. Bella no paraba de llorar porque decía que una vez su abuela paterna le había dicho que cuando no se le cumple un antojo a una mujer embarazada el bebe nace con la boca abierta y había que hacer no se qué cosa para que la cerrara. Algo que sonó como a Bibidi babidi bu. Cuando le dije que eso era una tonta superstición, me lanzó el libro que estaba leyendo y luego se puso a llorar, acusándome que no quería que ella comiera porque estaba gorda. Luego como el grandísimo idiota que soy le dije que era normal que una mujer embarazada estuviera un poco pasadita de peso. Se encerró en el baño y se negó a abrirme la puerta. Tuve que despertar a James a las cuatro de la mañana para que forzara la cerradura. Cuando le dije que me dejara ayudarla a levantarse del suelo, me respondió. "No crees que será mejor que mandes a buscar una grúa, no querrás dañarte la espalda por soportar mi peso." En menos de cuarenta y cinco minutos después estábamos abordando mi avión para ir a Grecia a buscar los malditos tomates. Como al día siguiente tenía una reunión importante no pude recuperar el sueño perdido porque me la pasé revisando los informes y los reportes de movimiento que me habían enviado. Me pasé toda la siguiente noche tratando de ponerme al día, para asegurarme que conocía todos los aspectos del trato. Zafrina solo me recordó que tenía la reunión en diez minutos y luego una comida de negocios, pero que uno de los asistentes había cancelado. Eso fue todo lo que necesité para explotar. Fui traído al presente por mi padre quien me estaba ofreciendo una taza de café, mientras esperábamos que prepararan a Bella para que yo pudiera entrar con ella a la sala de labor de parto. —Gracias, aunque en este momento creo que necesito algo más fuerte.—tomé un sorbo y lo miré sorprendido. —Eso supuse—palmeó mi hombro y yo terminé de tragarme el café con brandy…bueno era más brandy que café, pero la intención era buena. —Gracias…es justo lo que necesitaba… ¿no tendrás más o sí?—me enseñó un termo que tenía en la mesita junto a su silla. —La doctora Marcus dice que puedes entrar Edward. Bella, se ha puesto un poco difícil desde que te fuiste—mi madre se apresuró a decir en cuanto salió de la habitación. Ella y la doctora me habían echado categóricamente de la habitación para que pudieran preparar a Bella con tranquilidad. Como si yo nunca la hubiera visto desnuda…

—Me dejaste sola—me acusó en cuanto entré a la habitación. Sus ojos estaban rojos y su frente perlada de sudor. Me apresuré a su lado y tomé su rostro en mis manos dándole un corto beso. Limpié su rostro y pegué mí frente a la suya. —No quería dejarte, pero ellas me obligaron—señalé a mi madre y a la doctora. —¿Estuviste tomando?—su voz fue la misma que ha usado durante todos estos meses para indicarme que estaba en grandes problemas. —Carlisle me dio un café…que tenía un poco de brandy…—acaricié los lóbulos de sus orejas en forma circular, eso siempre la relajaba. Frunció el ceño e iba a decir algo cuando sus dientes se apretaron y su cuerpo se tensó. Me senté tras ella como en las clases, la acariciaba mientras la contracción pasaba, le susurraba palabras de aliento y promesas de amor. Fueron horas interminables para mí, no podía ver a Bella sufriendo. —Doctora haga algo, ¿no ve que está sufriendo?—le gruñí al ver como Bella mordía su labio hasta hacerlo sangrar para evitar gritar. —No puedo darle anestésicos si ella se rehúsa.—fue su respuesta. —Bella, amor—gemí en su oído—las contracciones se volverán cada vez más dolorosas, no tienes porque sufrir, el pequeño vendrá al mundo dentro de poco, ¿no prefieres no estar tan dolorida y menos agotada cuando él venga? Seguro te podrás dormir en cuanto el medicamento te haga efecto. Vamos pequeña, no tienes que probar nada, se lo fuerte que eres. No puedo soportar seguirte viendo sufrir, eres mi vida, Isabella, por favor.—le supliqué al oído. Al final aceptó que le pusieran la epidural. Al final pudo dormir un poco, yo me mantuve caminando de un lado a otro de la habitación entre contracciones, por suerte estaba tan dormida que no se daba cuenta de ellas, sin embargo yo no podía dejar de acariciarle el rostro y el vientre cada vez que llegaba una. Creo que realmente lo que me gustaba era escuchar el sonido que hacia mi hijo cuando pateaba cerca del monitor, era como si alguien soplara dentro de un micrófono. Jasper y Alice se asomaban de cuando en vez a la habitación para ver cómo evolucionaba todo. Mi suegro se veía intranquilo, solo entró una vez y acarició los cabellos de su hija que en ese momento estaba dormida, me dijo que prefería quedarse fuera con mi padre, Garrett, Jasper y Alice. Cerca de las diez de la noche llegó el momento de pujar. Le pedí otro "café" a mi padre porque me encontraba en realidad asustado. En pocos minutos una vida dependería enteramente de mí. Eso es una gran responsabilidad, en este momento me golpearon los miedos de no ser un buen padre para mi hijo, mi padre y yo nos distanciamos cuando aun mi carácter no estaba forjado al cien por ciento. Recordaba ciertas cosas y esperaba que fueran suficientes para ser el mejor padre que un padre pueda tener. Eso es cierto, nunca hacemos nada a medias. Por primera vez me vi asintiendo estando en total acuerdo con la voz de mi cabeza. El movimiento en la habitación se hizo mayor, mi padre entró a la habitación, a pesar que había dejado de ejercer la medicina, me sentía confiado con su experiencia, aunque hubiera sido cirujano cardiovascular, tenia conocimientos generales sobre los otros campos de la medicina. —La cabeza está afuera. Solo dame un gran pujo la próxima vez y tendrás a tu hijo en brazos Bella—le dijo la doctora. Y así fue. Bella pujó con todas sus fuerzas y la habitación se llenó con el llanto de mi hijo. —Ven a cortar el cordón, papá—me bromeó la doctora y yo tragué en seco. Mis ojos estaban fijos en el pequeño cuerpecito ensangrentado que estaba sobre el vientre de Bella, al cual frotaban vigorosamente para limpiarlo.

Besé a mi esposa y le agradecí al oído antes de caminar con todo el aplomo del que fui capaz hacia donde la doctora sostenía las tijeras. La mano me tembló tanto cuando las sostuve que tenía miedo de hacerles daño. Al parecer mi padre leyó mi expresión. —Ninguno de los dos sentirá nada Edward, solo corta el cordón en medio de las pinzas—así lo hice y mis ojos se encontraron con los de mi padre, agradeciéndole silenciosamente por su ayuda.—Felicidades—palmeó mi hombro. —Gracias—mi voz estaba ronca por la emoción. En estos momentos me di cuenta que finalizaba una etapa no solo de mi vida, sino también de la de Bella. Ya no sólo éramos ella y yo. Ahora en nuestra pequeña familia éramos tres. Me entregaron al pequeño y lo acuné torpemente. Acaricié con un dedo su nariz y conté sus deditos, eran diez… mi hijo era perfecto. Sonreí como un tonto y seguí jugando con sus manitas, hasta que una de ellas se cerró en torno a mi dedo. Recordé lo que mi padre me dijo sobre el día de mi nacimiento. Levanté mi húmeda mirada y me encontré con la de mi padre que tenía lágrimas en ella. Mi madre tenía una mano sobre el hombro de mi padre y ambos me miraban emocionados con mi hijo en brazos. Creo que había llegado el momento de dejar al pasado en el pasado. BPOV Parpadeé y bostecé, entonces miré a mí alrededor y sonreí a la visión que tenia frente a mí. Edward estaba sentado en la silla junto a mi cama con nuestro pequeño en brazos. Tenía la misma mirada que tenía cuando me miraba. —¡Hola…!—le dije con suavidad. Me miró y su sonrisa se hizo enorme. —¡Hola de nuevo!—se levantó con mucho cuidado, sujetando al pequeño contra su pecho. Lo colocó a mi lado con mucha ternura.—Es muy pequeño—acarició la pequeña mata de cabello cobrizo. Reí con dificultad, aun me sentía un poco dolorida. —No es pequeño, Edward, junior pesó casi nueve libras.—fue él quien rió esta vez. —Lo sé… es muy pequeño—lo volvió a acariciar. —No dirías lo mismo si hubieras sido tu quien tuvo que darlo a luz—murmuré negando con la cabeza. Edward, me besó y sacó una cajita azul de su bolsillo. —Un pequeño presente para agradecerte todo lo que me has dado—sacó un pequeño brazalete que tenía dos dijes. Uno eran unas pequeñísimas argollas de matrimonio entrelazadas con las primeras letras de nuestros nombres y el segundo era una botita de bebe con una E.C. grabadas junto con la fecha del nacimiento de nuestro hijo. Mis ojos se llenaron de lágrimas. —Es perfecto Edward.—le besé con todo el amor y la felicidad que sentía en estos momentos. Era cierto todo era perfecto, no había nada que pudiera desear. De ahora en adelante mi vida seria perfecta… al menos eso creía. FIN.

SEGUNDA PARTE CAPITULO 1

EL PRINCIPIO DEL FIN BPOV Habían pasado seis años desde que E.C. nació, no podía quejarme de mi vida a pesar que no había cumplido mis sueños de adolescencia ya que otros sueños más fuertes habían aparecido eclipsándolos. No regresé a la universidad después que E.C. tuviera dos años como pensé. Por una parte me costaba mucho dejarlo en manos de otra persona y por otra había nacido la pequeña Nessie. Con dos bebes en casa era mucho más difícil que pudiera ir a la universidad y tener todo listo. Edward había discutido conmigo en incontables ocasiones, tratando que yo accediera a tener un personal de servicio de planta. Hasta el momento me había salido con la mía, consiguiendo que la señora Cope viniera cuatro días a la semana a limpiar casi todas las habitaciones, menos la de los niños y la nuestra. Eso era algo que yo prefiera hacer por mí misma. Un gorgoreó hizo que levantara la vista de las sabanillas que estaba doblando. Anthony… Aun no podía creer que tenía veinticuatro años y ya era madre de tres adorables niños. Al menos Anthony y Nessie se llevaban cuatro años, la verdad no creo que hubiera podido con tres niños con dos años de diferencia entre sí. Mi último embarazo había sido muy difícil, para mi octavo mes tuvieron que hacerme una cesárea de urgencias porque se me estaba empezando a perforar el apéndice. Anthony y yo estuvimos bajo tratamiento de antibióticos por largo tiempo ya que la secreción me había llegado a contaminar. Al menos ahora todo se estaba encarrilando. Esme ha sido de gran ayuda en estos años, ofreciéndose a cuidar a los niños cada vez que Edward y yo queríamos un tiempo a solas. La relación entre Edward y su padre, era buena… a veces Edward se ponía pesado cuando Carlisle le daba algún consejo sobre la crianza de los niños, pero con solo recordarle todo el tiempo que ellos dos habían perdido, hacia un esfuerzo. Alice y Jasper se habían casado hace poco, habían vivido juntos cerca de cuatro años antes de que Jasper se decidiera a hacer la gran pregunta. Charlie se había vuelto a casar hace poco con la viuda de un amigo y ahora estaban de luna miel por las islas griegas, Charlie había protestado, pero, Edward logró convencerlo que aceptara nuestro regalo de bodas, diciéndole que en Grecia había muy buena pesca, con esas palabras mágicas, mi padre estaba más que ansioso por irse de viaje. De Renee había sabido poco, no la había visto desde que me fui de su casa, pero Edward hizo que la investigaran y me enteré que tenía una media hermana de unos ocho años. Al principio no quería que Edward lo hiciera porque sentía que estaba invadiendo su intimidad, después de todo si ella no me quería hacer partícipe de su nueva vida, yo no era quien para obligarla. Tomé a Anthony en brazos y me asomé con cuidado en la habitación de Nessie para asegurarme que estaba dormida. Bajé con cuidado las escaleras, mientras el pequeño estaba entretenido halando un mechón de mi cabello. Me incliné a recoger el correo que habían dejado sobre la mesa del recibidor, eran lo mismo de siempre, facturas, propagandas y revistas. Puse a Anthony en su mecedora automática al lado de la isla de la cocina mientras empezaba a preparar las cosas para el almuerzo. E.C. no tardaría en regresar del colegio. Momo se arrastró hasta mis pies y empezó a mover la cola para que le diera alguna golosina. —Pórtate bien Momo, sabes que a Edward no le gusta que te de comida de casa, así que nada de delatarme en las noches arrastrándote bajo la mesa.—me mordí el labio cuando deje caer como quien no quiere la cosa un trozo de la carne que estaba marinando, sonriendo cuando empezó a devorarlo.

Después de todos estos años, Edward y Momo seguían teniendo disputas territoriales. En varias ocasiones Edward amenazó con dárselo a la hija de James, en especial la vez que nos estábamos besando en el patio mientras los niños jugaban en el arenero y Momo levantó su pata mojando el pantalón de Edward. Mientras el guiso se cocía, me puse a ojear las revistas, me detuve en seco en una página en donde mostraban a Edward con una escultural belleza de ojos violetas. Ya a estas alturas me había acostumbrado a verlo en una que otra revista cuando salía de alguna gala o cena de negocios fuera de la ciudad, por lo general siempre tenía colgada del brazo alguna belleza, pero la cara de Edward siempre me dejaba ver lo incomodo o molesto que se encontraba por esa situación, por lo que me extraño verlo sonreír en esta foto. Heidi Volterra Ese era el nombre de esa hermosa mujer. Una ola de celos me golpeo, la deseché rápidamente. Edward te ama, Bella. Tienen tres hijos y claramente está loco por ti y por ellos. Me dije a mi misma, recordando lo apasionado que fue conmigo la semana pasada. Eran cerca de las seis de la mañana cuando escuché la puerta de principal cerrarse, aun faltaba una hora para que tuviera que despertarme por lo que me acurruqué en la almohada de Edward. —Bella—susurró levantando la sabana. — ¿Cómo te fue en el viaje?—murmuré aun adormilada. —No quiero hablar…te necesito—con suma delicadeza separó mis piernas enterrando su rostro entre ellas. Ese día había sido tan dulce, tan tierno que casi me había hecho llorar. Cuando le dije que me dejara ayudarlo con su "problema", me respondió que no me molestara, que todo ese día giraba en torno a mí. Me dijo que siguiera durmiendo, que él se ocuparía de llevar a E.C. a la escuela y de atender a Anthony. Quería reírme de mi misma, al notar lo tonto que eran mis miedos. Esta noche volveríamos a hacer el amor y podría constatar que todo era igual que siempre. Sin embargo el título del artículo atrajo mi atención. La nueva conquista de Edward Cullen, ¿sabrá la señora Cullen lo que su esposo hace fuera de casa? En eso tienen razón… No sé lo que hace mi esposo cuando esta fuera de casa. No te pongas paranoica Bella, el hecho de que no hayan hecho el amor desde hace más de medio año no significa que Edward se vaya a conseguir otra. ¿Verdad? Con ese pensamiento pasé el resto del día. Cuando Esme pasó a recoger a los niños y me guiñó el ojo con complicidad diciendo "asegúrate que se proteja, no queremos otro bebe tan pronto" antes de subir en su camioneta de lujo y desaparecer por el camino haciendo que mis mejillas se inflamaran por la vergüenza. Estaba rumiando aun mi angustia, no podía evitar mirar la revista, todas esas fotos de ellos dos en diferentes galas y eventos. Galas a las que no me ha llevado. Aunque para ser sincera nunca le pedí que me llevara.

Siempre me contente con quedarme en casa cuidando de los niños mientras lo dejaba ser el gran señor que siempre ha sido. Se ve tan alegre, tan tranquilo y despreocupado. Todos estos meses ha estado tan tenso y llega tan cansado a casa… No te vayas por ese camino Bella. Esa mujer es solo su relacionista pública… No es como si se estuviera relacionando con él a otro nivel… Edward me ama, él hecho que solo le haya podido brindar sexo oral no va a hacerlo correr hacia otra mujer. Vamos Isabella, no te puedes poner a llorar por algo que seguramente es producto de tu imaginación e inseguridades. Pero y entonces ¿qué significa aquella foto en la que ella le estaba hablando al oído mientras su mano esta en el brazo de él? Sacudí esas tonterías de mi mente. Dedique mi tiempo libre a disfrutar consintiéndome, pocas veces tenia la ocasión de relajarme y tener una tarde sola para mí. Al cabo de unas horas, cuando la comida estaba en el horno manteniéndose tibia, subí y me coloqué mi vestido favorito. Edward me lo había regalado, diciendo que resaltaba el color de mi piel. Me puse un toque de perfume en las áreas claves y retoqué mi maquillaje y mi peinado. Había puesto a enfriar el champagne cuando el timbre sonó. Más correspondencia debía estar llegando la luz que indicaba que el transporte neumático había llegado estaba parpadeando. Tome la correspondencia y eran otras revistas además de unas cuantas cartas dirigidas a Edward. Por algún motivo abrí con manos temblorosas la revista, no era de espectáculo, era de negocios, sin embargo había un artículo de Edward hablando un poco de su vida privada, pero la fotografía de quien decían era su esposa no era la mía… Era la de Heidi Volterra. Heidi Volterra abrazada con Edward…abrazada de la manera en la que se abrazan dos amantes. Esto debe ser un error… El teléfono sonó haciendo que quitara la atención de la foto. Rogaba que no fuera Edward no creo que podría hablar con él en estos momentos. — ¿Diga?—suspiré aliviada cuando escuché la voz de Alice. —¿Todo listo para la gran noche? ¿Ya llego el idiota de tu esposo? —Alice… necesito que me digas algo… quiero que me digas la verdad. Prométeme que me dirás la verdad—mi voz salía estrangulada por el nudo de mi garganta. —Bella…tengo algo que decirte, es algo serio…será mejor que te sientes, no tengo mucho tiempo, si Jasper se entera estaré en graves problemas. No me ha dejado salir sola porque no quiere que te lo cuente—se notaba que estaba preocupada, me cortó intempestivamente y no sabía si estaba tratando o no de evadirme. — ¿Jasper y tu están bien?—pregunté tentativamente. —Voy para tu casa, llego en diez minutos.

Colgó el teléfono dejándome sumida en la duda mirando una vez más las fotos. En menos de diez minutos el intercomunicador de la puerta principal sonó. La deje entrar y me senté a esperarla. Parecía que hubieran pasado horas desde que le abrí hasta que la escuché aplastar la grava con sus llantas. —¡Oh Bella! No llores cariño—miró las revistas en mi regazo y las lanzó al suelo. —¿Es cierto? ¿Verdad?—la miré a los ojos, metió su dedo meñique en su boca y mordisqueó su uña. Fue toda la confirmación que necesitaba.—Ya no me digas nada. Lo sabías. Lo sabías y no me dijiste.—la acusé. —Es el maldito de tu marido, amiga lamento mucho decírtelo hasta ahora. No podía decírtelo, Jasper me lo prohibió.—me levanté alejándome de ella— Jasper y yo lo vimos besándose con ella en la puerta de su departamento, por lo visto habían tenido una noche movida, porque ella solo tenía puesto un camisón casi tranparente y él tenía toda la camisa ajada. Le grité, le reclamé, te lo juro que quería decírtelo. -Edward…no puede haber cometido una infidelidad, debes haberte equivocado Alice—mi voz sonaba sin emoción. No podía poner a pensar, mi cerebro se rehusaba a trabajar. Alice tenía que estar en un error o al menos debía estar mintiendo, lo que me decía tenía que ser una gran mentira. -Bella…amiga…. —suspiró—no sería la primera vez que lo hiciese… ¿recuerdas? Tú fuiste su amante mientras él estuvo casado con Irina. No era de extrañar que volviera a las andadas—Alice siguió hablando tratando de confortarme pero yo ya no escuchaba, sentía como si estuviera entumecida. Quería llorar pero las lágrimas no acudían, quería gritar pero mi voz se había quedado atorada en mi garganta. —También me engañaste… te decías mi amiga y me engañaste. Todos lo ocultaron, todos se burlaban de mí…—caí sobre mis rodillas mirando las revistas, las tomé y las rompí. Necesitaba sacar el dolor que tenia dentro. No solo mi esposo mi había traicionado mi mejor amiga también lo había hecho. La escuchaba balbuceando algo por teléfono, no me importaba lo que hiciera, fuera lo que fuera no quería verla, no quería oírla. Ni a ella ni al traidor de mi esposo. El estridente ruido de su voz al teléfono llenaba el frio vacio que sentía en la casa, me estaba volviendo loca, necesitaba silenciarla, no quería seguir escuchandola. Sin pensarlo me levanté con rapidez y me dirigí al comedor cerrando la puerta de un portazo tras de mí. Me giré sobre mis talones viendo las paredes llenas de fotos familiares, en todas se notaba el amor que había en mi familia. Una risa histérica se coló de entre mis labios. Todos me amaban, todos, menos mi marido. No sé cuánto tiempo estuve sentada en la mesa mirando fijamente la pared, hasta que escuché las gravas del camino protestando bajo las llantas del auto. EPOV La culpa…la culpa se había convertido en mi constante compañía. De cuantas maneras se puede traicionar a la persona amada antes de darse cuenta de sus errores. Había sido infiel, no podía negarlo, había llevado a bailar y a cenar a otra mujer, había compartido cosas con ella que solo debía compartir con el ángel que me esperaba cada noche para cenar con una sonrisa pintada en su cansado rostro. No solo eso, llevaste a esa mujer a eventos a los que nunca has llevado a tu esposa. Enterré mi rostro en mis manos, no me atrevía siquiera a mirar el rostros sonriente de mi familia en las fotos sobre mi escritorio. La vergüenza de saber que había fallado en mis promesas, había fallado como esposo y como padre. Te advertí que no cometieras esa estupidez, pero como siempre, pensaste que estaba por encima de la situación.

—Cállate—gruñí estrellando el vaso con whisky que tenía en la mano. Respiré profundamente tratando de calmarme, tenía que ir a mi casa, Bella me estaba esperando. Ella había planeado que esta noche nos quedáramos solos, los niños ya debían estar a esta hora en casa de mis padres. Sentía como si en cualquier momento el perfecto mundo que había creado para Bella y para mi estuviera a punto de derrumbarse. ¿Y de quien es la culpa? Suspiré resignado, dándole la razón a mi conciencia. Había solamente llegado a la puerta de mi oficina cuando mi celular empezó a sonar. —Diga—respondí un tanto irritado. —Edward, debes ir enseguida a tu casa—el tono en la voz de Jasper me hizo ponerme alerta. — ¿Por qué? No me digas que tu mujer metió sus narices donde no la llamaban—prácticamente le gruñí. —Creo que lo importante en estos momentos es que TU mujer parece haberse encerrado en el comedor y no responde su celular, ni las suplicas de Alice.—por mi nuca cayó una gota fría de sudor. —Si algo le pasa a mi Bella por culpa de la metiche de tu mujer, te juro que…—deje la amenaza inconclusa. —La culpa no es solo de Alice, no te permito que te exprese de esa manera sobre mi esposa, si no le hubieras sido infiel a TU mujer nada de esto estaría pasando. —No fui infiel…—maldije en voz alta, cerré el teléfono mientras ponchaba con violencia el código del ascensor para el sótano. ¿Estás seguro? Mi puño se impactó contra la fría superficie del metal. En cuanto el elevador se detuvo salí corriendo hacia mi auto y aceleré a fondo. Mientras manejaba miles de escenarios y miles de disculpas se posaron en mi mente. No iba a perderla, por una simple idiotez. Bella es mi vida… ella y mis hijos lo son todo. A buena hora te acuerdas de eso. La puerta automática se empezó a abrir en cuanto registró el sensor de mi auto. Tomé la curva del camino de grava a toda velocidad. La casa se veía lúgubre, estaba totalmente oscura a pesar que eran más de las ocho de la noche. Abrí la puerta de la casa y dejé caer mi maletín, encendí la luz del recibidor y lo primero que vi la endemoniada mujer que hizo todo esto. Cerré los ojos con fuerza y me obligué a andar, ignorándola para no agarrarla del cuello. Con cada paso que daba me sentía como si estuviera caminando a mi ejecución. Es lógico, vas presenciar la ejecución de tu matrimonio. —Eres un desgraciado Edward Cullen, si a mi amiga le pasa algo.—cruzó sus manos sobre el pecho recostada junto a la puerta del comedor. —Será culpa tuya por abrir la boca—le espeté. Iba a responderme pero no quería seguir escuchándola, si lo hacía sería capaz de cometer una locura. Empujé la puerta que estaba entreabierta y fue cuando la vi. No hubo lágrimas, no hubo gritos, solo levantó el rostro y miró en mi dirección como si yo no estuviera parado allí.

La mesa estaba preparada para que fuera una velada intima, había velas, flores, platos cubiertos con charolas de plata para mantener el calor, Bella se había puesto el vestido que yo siempre halagaba, se había maquillado y arreglado el cabello, incluso tenía una cubeta con champaña, me sentí como el peor de los canallas. Lo eres… —Bella…—me acerqué, pero antes de siquiera haber llegado a la mesa, sus ojos se enfocaron en un punto sobre mi cabeza. —Aun no puedo creer que me engañaras. Dime que no es verdad Edward…—su ceño se frunció sus ojos brillaba por las lagrimas no derramadas y yo tragué en seco. Eres culpable…ten los pantalones para reconocerlo. —Tienes que entender que las cosas no son como crees. Alice es una intrigante, siempre me ha tenido animosidad, por años ha estado esperando a que me resbalara para tratar de rematarme—mis manos se convirtieron en puños. Maldito duendecillo, podría romperle el cuello con mis manos la próxima vez que la viera, pero seguramente Jasper no me dejaría acércame a ella sabiendo que estoy molesto. —No hables de mi como si no estuviera, todo esto es culpa tuya—se acercó a Bella quien se encogió alejándose de su tacto. — ¿Te estabas besando o no con Heidi Volterra en la puerta de su apartamento? ¿Alice esta mintiendo?—me preguntó como quien pregunta el estado del clima. Solo una vez anteriormente vislumbré esa fachada de fría tranquilidad, la noche en la que descubrió la verdad sobre mi identidad. —Ella no era mi amante…no es lo que Alice cree. ¡Maldición, Isabella! No te quedes mirándome como si no estuviera frente a ti. Ya no nos vemos más, ¿me entiendes? No es como te lo hizo ver Alice…esa pequeña víbora rastrera…— miré con rencor a Alice, ella me devolvió la mirada—entiéndelo Isabella, solo es mi amiga—pasé mis manos con furia por mi cabello. —Eso es lo que tu dices pedazo de basura. Sabia perfectamente bien que un dia lastimarías a mi amiga, una vez infiel siempre se es infiel.—dijo la causante de todos los males. Respiré profundamente. Mi paciencia llegó a un limite. —Vete de mi casa Alice. Vete antes que yo mismo te eche a la calle.—sus labios formaron una tensa línea. —No dejaré a Bella sola, ella me necesita. No la dejaré para que vuelvas a envolverla en tus mentiras, una vez te lo permití, pero no volveré a cometer ese error. Eso era todo lo que iba a soportar. La tomé por el brazo y la saqué de la casa a pesar de sus molestos chillidos. —No te quiero cerca de mi familia, Alice. No me importa si eres la esposa de Jasper, si tratas de separar a mi familia, te destruiré sin contemplaciones—con eso cerré la puerta en su cara. En cuanto regresé al comedor la vi con su espalda vuelta hacia mi. —Quiero que te vayas…quiero el divorcio. —el aire escapó de mis pulmones. Ella rodeó la mesa…iba a dar por finalizada la conversación, su voz era serena, tranquila; eso me enfureció más. Sin pensar dije lo primero que me salió. —Deja de decir estupideces, sabes tan bien como yo que esa no es una solución viable. Tenemos que sentarnos a hablar como dos adultos. No voy a dejarte salir corriendo a esconderte. —por sus ojos pasaron varias emociones, pero las enmascaró antes que pudiera descifrar cuales eran.—Mira ,las cosas se me salieron un poco de las manos, tenía mucha presión por un caso de desfalco en una de nuestras filiales en Londres, un antiguo amigo de Elizabeth estaba amenazando con mostrar algunas fotos de ella nada halagadoras, tu embarazo fue de alto riesgo, Anthony que paso enfermo tanto tiempo, E.C. iniciando colegio nuevo, Nessie en un etapa de rebeldía, tu sin aceptar que

contratáramos personal de ayuda, estabas irritable y sensible todo el tiempo. Me estaba volviendo loco. Heidi era solo una amiga… no tuve corazón para llenarte con mis problemas. Necesitaba descargarme en algún lugar y tu n— ¡No digas nada más!—por primera vez en esta desastrosa noche me dejo ver lo herida que estaba, sus ojos llamearon y me miró con asco. —Por dios, Isabella. Todo ha terminado, nunca volverá a pasar. No tienes idea de lo asqueado que me siento de mi mismo. Isabella eres mi esposa, la madre de mis hijos yo te amo…—empezó a reírse histéricamente. —No sé cuál de las dos te parece más idiota, ella por no saber que la desecharías como un trapo viejo o yo por no haberme dado cuenta antes.—volvió a reír. —Todos esos viajes de negocio, las cenas y funciones a las que nunca me has invitado, todas las noches que regresabas y toda tu ropa apestaba a su perfume. Dios, las fotos en las revistas, todo estaba frente a mis ojos y nunca lo vi… nunca quise pensar mal de ti…Que patética te he debido de parecer. No sé como no lo vi antes, después de todo como bien me recordó Alice, no es la primea vez que le eres infiel a una de tus esposas y yo como una imbécil pensando que eras el esposo perfecto—sacudió su cabeza tristemente. Yo me sentía como si estuviera clavado en mi lugar, deseaba poder tomarla en brazos y pedirle que me dejara explicarme, pero ese último comentario hizo que la rabia en mi empezara a bullir. —Lo que sucedió hace años con Irina y nosotros es distinto—mis dientes estaban fuertemente presionados unos contra los otros—Te estoy diciendo que no volverá a suceder. Con eso basta, debes aceptar mi palabra sobre la de Alice. —ella debía confiar en mi más que en su amiga, yo soy su esposo. Sí, su esposo el mentiroso, manipulador e infiel. Alice siempre ha sido incondicional con ella, suma dos y dos, eres un chico listo. —Hasta la próxima vez que necesites "descargar" tus problemas. Seguro que esa es la razón por la que no te ha molestado que no hayamos hecho el amor en tantos meses y yo como una imbécil pensando que eras un marido comprensivo, supongo que el sexo oral no era suficiente para ti —la burla en su voz me cegó. Crucé la distancia que nos separaba en dos zancadas y la sujeté por los brazos. —Deja de decir idioteces Isabella. Claro que me preocupaba tu salud, estuviste a punto de morir en el parto, no tienes idea de lo asustado que estaba, Isabella, eres mi vida.—más que verlo, lo sentí, su mano se impactó con fuerza en mi mejilla. Me quedé de piedra, Isabella, hasta donde yo supiera Isabella jamás le había levantado la mano a nadie. —Según nuestro contrato puedes ver a los niños cuando quieras, no te negaré tu derecho; por favor vete y pídele a tus abogados que se comuniquen conmigo para acordar el horario de visitas, te quiero fuera de mi vida cuanto antes—miró al suelo. —No hay ningún horario, yo decido donde viven mis hijos y los puedo ver todas las horas al día que quiera, firmamos un contrato, ustedes seguirán viviendo conmigo. —le dije simplemente. —Claro que si lo hay, yo tengo copia de los documentos que firmamos en Italia.—me miró sorprendida. —Debo enseñarte a leer las letras pequeñas—deje que la frialdad que sentía en mi pecho se reflejara en mis palabras. Su rostro perdió el color, dejo caer su cabeza y salió de la habitación. ¿Supongo que ahora estas feliz? Sacaste tu as bajo la manga. Bien por ti. Sal de mi cabeza, mis dedos rastrillaron mi cráneo tratando de deshacerme de esa desquiciante voz mental. Me quedé bebiendo en el comedor, dejé que mi vista vagara, habían muchas fotografías puestas boca abajo, solo la de los niños estaban aun en pie. Levanté el primer marco, una lluvia de cristales cayó de él. Era una foto de Bella y mía en Italia. Fui levantando todas las fotos que estaban en situación similar y en todas ellas salíamos los dos, ya fuera solos o con los niños. ¿Te vas a quedar tan tranquilo mientras la perdemos? ¿Ahora, te convertirás en un borracho? Recuerda lo que pasó la última vez que te emborrachaste.

No necesito de tus consejos. No pienso perderla. Yo nunca pierdo. Con ese pensamiento, dejé la copa de licor en la mesa y subí las escaleras con paso decidido. Había tratado de hablar con ella y no me había querido escuchar. Si no confía en mí lo suficiente, entonces que piense lo que quiera. Al llegar a nuestra habitación me di cuenta que ella no estaba allí dentro. La busqué hasta que encontré una puerta cerrada. Sacudí mi cabeza. Como si eso antes me hubiera detenido. Después de la primera vez que se encerró le pedí a James que enseñara como abrir las cerraduras. En menos de cinco minutos había forzado la cerradura, la vista que me recibió me golpeó hondamente. Mi Bella, mi ángel; estaba encogida en posición fetal en medio de la enorme cama. Aun tenía la ropa y los zapatos puestos. Sus mejillas tenían trazos de lágrimas y el cobertor estaba manchado con el maquillaje que se había corrido. —Te prometo que todo estará bien. Todo volverá a estar bien—le susurré sabiendo que no me escuchaba. Acaricié sus cabellos y me recosté a su lado sabiendo que iba a tener una batalla monumental por conseguir que mi familia volviera a ser lo que era. Sin importar cuánto me costara, lo conseguiría.

CAPITULO 2 EL COMIENZO DE LA GUERRA No pude dormir en toda la maldita noche, aunque la tenía entre mis brazos era como si inconscientemente ella estuviera poniendo una barrera entre los dos. Ni una sola vez se giró y me abrazó como siempre lo hacía; tampoco murmuró mi nombre reverencialmente como todas las noches, lo único que se escapaba de sus labios era una sola palabra… "¿Por qué? Llegó un momento cerca de las siete de la mañana en que estaba tan desesperado que sin medir consecuencias la giré de tal manera que estuviera bajo mi cuerpo y empecé a tratar de seducirla aunque estuviera dormida. Bella, nunca ha podido soportar mucho tiempo mis caricias sin responder. Aunque estuviéramos enojados si la tocaba a los pocos minutos se derretía en mis brazos. —Siempre te he amado pequeña—le susurré al oído. Eso era cierto, nunca, nunca había dejado de sentir el irrevocable amor que ella me inspiraba. La necesitaba, solo el cielo sabía cuánto la necesitaba. Anoche se suponía que iba a ser nuestro reencuentro físico, pero en estos momentos necesitaba la conexión espiritual que sentía cuando nuestros cuerpos se unían. Necesitaba sentir que ella aún era mía y que pasara lo que pasara seguiría siéndolo. Necesitaba esa aseveración como el aire para respirar. Necesitaba eso para poder seguir viviendo. Bajé mi cabeza a uno de sus pechos que se insinuaban sobre el corpiño de su vestido, el cierre del vestido cedió con facilidad cuando tiré de él, permitiéndome capturarlo mejor. Necesitaba sentir su piel contra la mía, esa era la única manera que tenía en estos momentos de olvidar por unos segundos la espantosa noche que pasamos, pero aun así no me arriesgué a quitarme la camiseta. Succioné su pezón a través del suave encaje de su sujetador. Cuando un suave gemido se escapó de sus labios levanté mi vista y me encontré con sus parpados aún cerrados. Me afané en mi labor, lamiendo, mordiendo y

saboreando cada pedazo de piel ya fuera blanca o rosada de sus pechos, necesitaba llevarla al éxtasis, necesitaba que pensara en cualquier cosa menos lo que había sucedido, lo que ella pensaba que había sucedido. Mis manos encontraron rápidamente sus bragas, rasgándolas en mi frenesí. Mis dedos exploraban sus pliegues con delicadeza. -Sus caderas hicieron que su centro se pegara contra mi mano, buscando el alivio que solamente yo podía proporcionarle, el alivio que yo le había enseñado a su cuerpo a sentir. Sus gemidos se hacían cada vez más audibles, podría jurar que estaba teniendo un sueño erótico por todas mis atenciones. Me subí sobre ella y me coloqué en su entrada, besando sus labios suavemente, necesitaba despertarla, por mucho que no lo deseara porque sabía que sería una lucha de dominios, necesitaba que ella estuviera despierta para que compartiera este momento conmigo. Sus parpados empezaron a moverse suavemente antes de que se abrieran mostrándome sus ojos confundidos y desorientados. — ¿Qué?—no la deje terminar mis labios cubrieron los suyos, respondió el beso al inicio pero antes que me diera cuenta sentí un dolor punzante en mi labio inferior. Me separé de ella maldiciendo bajo mi voz. —Si necesitas un revolcón puedes llamar a tu amiga Heidi, seguro estará encantada de ayudarte a desahogarte—podía sentir la sangre palpitar en mis oídos, su cuerpo se movía bajo el mío tratando de zafarse. —No quiero ninguna mujer que no seas tú, Isabella. Te deseo. Te amo, eres el amor de mi vida—empujé con fuerza para entrar en ella y de sus labios salió un gemido, cuando de los míos salió un suspiro. No hay otro lugar en el mundo donde quisiera estar. Sus dedos se enterraron en mi espalda haciendo que sus uñas me rasguñaran. Yo le di la bienvenida al dolor, quería que ella se desahogara de algo del sufrimiento que llevaba dentro. Volví a capturar sus labios en los míos, no era un beso tierno o lleno de amor como los que nos dábamos, este era un beso de batalla, un beso que dejaba claramente que era solo por el dominio. Bella se negaba a mi invasión y yo estaba dispuesto a conquistarla a cualquier precio. Mis manos acariciaban su rostro para evitar que sus dientes siguieran mordiendo cada parte de mí que tuvieran a su alcance. Me aparté un momento para tomar aire y mis manos bajaron a sus caderas, sujetándola contra el colchón, evitando que se moviera. Sus dientes sin embargo se tomaron a la tarea de morderme el cuello y los hombros cada vez que la penetraba. Las reacciones de ambos eran primitivas y urgentes. Era deseo combinado con locura lo que ambos estábamos experimentando. Siseaba de dolor cada vez que Bella me mordía o me arañaba, seguramente para mañana las marcas serian más que evidentes, pero las portaría con orgullo si con eso lograba que mi ángel se sintiera mejor y me dejara tratar de arreglar las cosas. Cerré los ojos y me concentré en la sensación de estar dentro de ella, el frenesí de mi deseo me estaba llevando al borde, Bella también estaba llegando, sus ojos estaban totalmente cerrados y sus labios entreabiertos. Aceleré el paso conociendo su cuerpo a la perfección, sabiendo exactamente el momento en que sus paredes se contraerían contra mi miembro, por lo que me dejé ir en el momento exacto solo para quedarme petrificado al sentirla tensarse completamente y no seguirme en el camino al éxtasis. Mi mente estaba a mil, Bella había compartido conmigo todos los orgasmos desde la noche en la que la tomé para evadirme de la realidad cuando mis padres me dijeron la verdad sobre Elizabeth hace tantos años. —Lo siento—dije cayendo sobre mi espalda en la cama, mi camiseta blanca estaba totalmente pegada a mi cuerpo por el sudor de ambos. — Déjame compensarte—mi mano empezó a bajar hacia su centro cuando ella pareció salir de su letargo. Saltó de la cama arrastrando la sabana con ella, sus ojos me miraban con una mezcla de miedo y furia. Me incliné sobre la cama estaba a punto de impulsarme para levantarme cuando me gritó congelándome en mi lugar. —No me toques…—cubrió su desnudez completamente con la sabana.

—Amor, de—me cortó con un chillido. —No soy tu amor. ¿También le decías amor a Heidi? ¿También gemías con ella de la misma manera cuando estas a punto de llegar? ¿Le decías pequeña? ¿Le decías que era tu vida? ¿Perdías el control de igual manera? Contéstame maldita sea—sollozó con fuerza. Sentí mi corazón dejar de latir. Le di un golpe a la cama con mi puño cerrado. La bilis amenazaba con subir por mi garganta al verla en ese estado. Es tu culpa que este así. Tragué en seco. —Isabella, deja que te cuente como fueron las cosas por favor…—me preparé mentalmente para lo que mi confesión podría desencadenar. —Tienes que comprender lo que te voy a contar. Todo inició h—me volvió a cortar con otro chillido. —No quiero saber los sórdidos detalles de tu aventura—negó vehemente con la cabeza, las lagrimas caían espesas por sus mejillas. Me levanté sin poder resistir su dolor y la tomé en brazos, enterrando mi rostro en sus cabellos —Dios, Isabella…no llores, no sabes cuánto lo siento, no tienes idea lo arrepentido que estoy. Por favor, deja llorar amor. —le supliqué, estrechándola contra mí. —Te odio…—golpeó mi pecho con su puño. —Ten la seguridad que yo me odio a mi mismo mucho más.—siguió golpeando mi pecho diciéndome que me odiaba hasta que sus sollozos se convirtieron en pequeños hipidos. Me mataba su dolor, ella necesitaba consuelo y no había nadie que no fuera yo quien pudiera proporcionárselo en estos momentos. Si me hubieras hecho caso cuando te advertí sobre esa mujer, no estaríamos en esta situación. Poco a poco se fue quedando dormida, pero antes de eso se dedicó a decirme como nunca más podría confiar en mí y si tenía que permanecer en un matrimonio que no deseaba solo por nuestros hijos, ella se encargaría que mi vida fuera un verdadero suplicio hasta que fuera yo quien pidiera el divorcio, liberándola de la clausula que estipulaba que si ella pedía el divorcio perdería la custodia de los niños. Eso fue una jugada sucia. Fue lo único que se me ocurrió en ese momento para no perderla. Como si no la hubiéramos perdido ahora y todo por tu culpa. No la hemos perdido, ella volverá a ser mía, porque ella es mía, no nuestra. Sus palabras eran vacías, eran solo una hipérbole que mostraba la profundidad de su dolor. Mi Bella sería incapaz de una mala acción, de herir a alguien a sabiendas, eso era algo que simplemente no era parte de ella. La llevé a nuestra habitación caminando con mucho cuidado para no despertarla, la coloqué sobre la cama y busqué en su cómoda unos pijamas cortos para cubrir su desnudez, mi madre debería estar trayendo de regreso a los niños en cualquier minuto. Salté al baño para darme una ducha rápida, aunque no pude evitar golpearme la frente contra la pared cada vez que pensaba como resolver las cosas. Isabella estaba totalmente cerrada a cualquier explicación y Alice parecía no haberle dejado duda de mi culpabilidad. Pero no hay dudas… eres culpable. Salí con rapidez de la ducha, el jabón y el agua hacían que mi piel ardiera cada vez que entraban en contacto. Debería conseguir algo para las heridas de las mordidas y los arañazos, aunque sea un antiinflamatorio porque me dolían como el carajo.

Me vestí sigilosamente, no queriendo perturbar su sueño, bajé las escaleras buscando algo en la cocina para hacer el desayuno, seguramente los niños vendrían en pijamas ansiosos por ver que les había hecho de comer su madre. E.C. y Nessie no comían nada en casa de mis padres porque en cuanto se despertaban estaban ansiosos por regresar a casa. Si mis padres lograban hacerles comer aunque sea algo de fruta antes de traerlos era todo un logro. Saqué una de las bolsitas con leche materna que Bella, tenía almacenadas en el congelador para que se fuera aclimatando para Anthony y empecé a cortar algo de fruta para ponerles en los cereales cuando los escuché gritar. —Mamá—gritaron Nessie y Anthony antes de entrar corriendo a la cocina. Traté de poner mi mejor cara, si en algo siempre habíamos estado de acuerdo Bella y yo era nunca dejar que los niños se dieran cuenta de las veces que peleábamos, aunque hasta este momento, esas ocasiones se habían podido contar con una sola mano y sobraban dedos. E.C. me miró extrañado, pero Nessie me regalo una enorme sonrisa levantando sus brazos. —Ariba—me ordenó en cuanto llegó a mi lado. —¿Cómo has estado muñequita? ¿Te portaste bien en casa de la abuela?—Besé sus cabellos y ella asintió vigorosamente. —Es mentira, anoche no quería dormirse y se la paso haciendo que el abuelo la persiguiera por toda la casa—la acusó E.C. sentándose en un banquito junto a la isla y buscando a su madre con la mirada. —¡Mentira!—le replicó Nessie mirándolo ceñuda. La pequeña tenía un carácter bastante fuerte, aunque no tan dominante como E.C. —Es verdad, le voy a decir a mamá. Ella dijo que yo estaba a cargo— el orgullo en la voz del niño no pasaba desapercibido. —¡NO! —SI —NO —SI Y peleando a gritos de esa manera los encontró mi madre que traía al pequeño Anthony en brazos. —Larga noche—me sonrió con complicidad. —Y que lo digas—murmuré tomando a Anthony en brazos. Mi madre me miró especulativamente. —No me digas que dejaste plantada a Bella. Edward si eso fue así créeme que te voy a—E.C. cortó la amenaza de mi madre, con una pregunta. —¿Dónde está mi mamá? ¿Por qué estás haciendo el desayuno?—suspiré. E.C. era lo que se podía decir un niño de mamá. El apego que tenia con Bella rayaba en adoración, era casi tan posesivo con su madre como el molestoso perro que en estos momentos estaba gimoteando en la puerta de la cocina que daba al patio para que lo dejara entrar a la casa. —Está dormida—le respondí vertiendo la leche en un biberón para dárselo al bebe. —Ella nunca duerme tanto, ¿está enferma?—no me dejo responderle salió corriendo de la cocina y no dudaba por un segundo que se dirigiera a nuestra habitación. —Recuerda que esta noche es la cena por el aniversario de bodas de Rose y Emmett.—gruñí, justo lo que necesitaba, una noche llena de formalidades en la que tendríamos que fingir que todo estaba bien para no levantar la curiosidad de nuestra familia.

Pude ver en los ojos de mi madre que iba a empezar con un férreo interrogatorio, por lo que dediqué a darle el biberón al bebe y asegurarme que Nessie desayunara todo el cereal. —Edward…—mi madre decidió romper el silencio pero no siguió con lo que iba a decir porque E.C. regresó trayendo a Bella tras él. Bella se disculpó por haberse quedado dormida, acarició a Anthony en la cabeza. Saludó cortésmente a mi madre y besó en la cabeza a Nessie, pero evitó mirarme. Los ojos de mi madre se achicaron en un gesto de sospecha, pero no dijo nada. Después que mi madre se retirara, la mañana transcurrió con la mayor tranquilidad posible para el benefició de los niños. Bella hablaba con mucha tranquilidad con los niños, sin embargo las pocas veces que traté de entablar una conversación con ella, solo me respondía con monosílabos o me ignoraba si creía que los niños no se darían cuenta. Me encerré en mi despacho después de haber almorzado una comida que parecía nadar en sal. Me tragué cada bocado estoicamente sin quejarme ni una sola vez, cuando fui a tomar un sorbo de mi limonada mi rostro debió haberme traicionado, seguramente hice alguna mueca extraña por el sabor, porque los labios de Bella se curvaron en las comisuras y tomó un sorbo de la suya luchando por contener la sonrisa. Los niños comían con tranquilidad y alababan las dotes de cocina de su madre como siempre, por lo que no fue difícil deducir que mi comida había sido "especial." Empezó la guerra. Pensé para mi sentado frente al ventanal mientras veía a mis hijos y Bella jugar con el perro en el jardín. Agradece que solo haya sido una comida mal condimentada y una limonada con limones pasados, en lugar de mata ratas. Es lo menos que te mereces, yo no la culparía si lo hiciera. Bella nunca haría eso, solo me estaba provocando. Me senté a tratar de leer los documentos sobre los avances que habíamos hecho para detener la publicación de las fotos de Elizabeth, pero me di por vencido totalmente frustrado. Pasé el resto de la tarde mirando las imágenes que tenía almacenadas en mi computadora, cada una de ellas me mostraba lo que estaba a punto de perder por mi idiotez. A golpe de las seis de la tarde Nessie entró con un plato de galletas y se subió en mis piernas, la estreché con fuerza y casi rompo a llorar cuando me dijo las había hecho especialmente para mí, porque no había mejor papá en el mundo. Si supiera la verdad no pensaría de esa manera. El nudo que tenía en la garganta me hacía difícil poder tragarme las galletas. Nessie metió su pequeño pulgar en su boca y recostó su cabeza contra mi hombro. La llevé a su habitación donde le di un rápido baño para acostarla a dormir. Después de darle el beso de las buenas noches, me asomé a la E.C., me quedé de pie junto a la puerta. Bella estaba leyéndole un libro al niño. Su cabello estaba recogido, su maquillaje era leve y vestía solo un albornoz. — ¿Por qué estas triste?—le preguntó de pronto el niño haciendo que ella detuviera su lectura. —No estoy triste—le sonrió, tristemente era un amago de sonrisa, una no muy convincente.—lo que pasa es que estoy cansada y no me siento muy bien, ya te lo había dicho en la mañana.—su voz era un murmullo, casi era como si lo estuviera arrullando para hacerlo dormir. — ¿Papá te hizo algo?—su sonrisa se hizo mucho más triste. Mi hijo era muy perceptivo, cuando se enfocaba y por lo general muy acertado en sus deducciones, pero a veces también era un pequeño tirano, se podría decir que era un Cullen de la cabeza a los pies. —No. —le dijo con simpleza, el frunció el ceño—No tienes que preocuparte E.C. lo más seguro es que me vaya a resfriar. Ahora duerme—se inclinó a besar sus cabellos y yo me dirigí a la habitación de Anthony, antes que alguno de los dos se diera cuenta que yo había escuchado a escondidas.

No me había gustado que E.C. se diera cuenta de que teníamos problemas, debería arreglar las cosas con Bella cuanto antes. No quería que nuestros hijos sintieran el distanciamiento y lo resintieran. El bebe estaba totalmente dormido, sus labios abiertos formando una pequeña "O". La Sra. Cope me sonrió a manera de saludo desde una esquina de la habitación del bebe y siguió leyendo su novela. Acaricié su cabello chocolate, idéntico al de su madre, antes de salir e ir a cambiarme de ropa. La encontré en la habitación del pequeño, estaba dándole las típicas instrucciones que siempre le daba a la Sra. Cope cuando hacía de niñera de los niños. Debía reconocer que estaba muy hermosa con ese vestido color melocotón, pero sus ojos me dejaban ver lo rota que estaba por dentro. La casa de McCarty en Seattle no quedaba muy lejos de la nuestra, todo el camino lo hicimos en completo silencio, era como si yo no estuviera sentado a su lado. Maldije en mi mente cuando el carro giró hacia el camino de la casa de Rosalie, parecía que ellos habían invitado a medio Seattle. Mi madre había dicho que era una cena formal pero nunca imagine que sería una cena de sociedad, pensé que sería algo de índole familiar. Esta iba a ser una noche difícil. Solo esperaba que todos estuvieran demasiado concentrados en el bebe de Rosalie como para que no notaran nada que algo malo estaba pasando entre Bella y yo. Estaba muy cerca de mi punto de quiebre y si alguien se ponía a interrogarme lo más seguro era que terminara por estallar. Le ofrecí mi brazo cuando nos bajamos del auto y lo miró como si fuese algo que se encontró pegado en la suela de su zapato. Suspiré pesadamente y la sujeté por el brazo, metiéndola en el cuarto de los abrigos. —Se que estas molesta conmigo y acepto que te comportes como quieras en casa o cuando estemos solos, pero esta noche es la fiesta de nuestros amigos y te pido que seas civilizada.—le siseé "ayudándola" a quitarse el abrigo de pieles en el que estaba envuelta. Sus labios se volvieron una tensa línea, pero no me respondió. Me di por vencido y la guié al salón principal escaneé la habitación reconociendo algunos rostros. Mis padres conversando amenamente, mis ojos se achicaron cuando mi vista se poso en Alice a quien Jasper sujetaba por los hombros y le decía algo que si mal no entendía el movimiento de sus labios era "Déjalos tranquilos." Supongo que Jasper sabía perfectamente bien que sería capaz de arrancarle la cabeza a su mujer donde se nos acercara. Ella era la causante de todo este problema, si ella hubiera mantenido su bocota cerrada, nada de esto hubiera pasado. Mi mujer podría estar en este momento prendida de mi brazo como siempre que nos encontrábamos en un ambiente en el que no se sentía cómoda, yo estaría besando el tope de su cabeza diciéndole que no tenía nada de qué preocuparse, que yo la protegería, pero sin embargo ahora tenía que ver sus hombros tensos y su mirada desvalida antes el escrutinio de los asistentes a la recepción. Decenas de personas se acercaron a nuestra mesa, buscando adularme o saciar su curiosidad sobre mi evasiva esposa, las mujeres le hacían comentarios insidiosos y los hombres le lanzaban miradas lascivas. Estas eran las razones por las que no la llevaba a cenas de negocio, en mi mundo había demasiada porquería y no quería que ella se contaminara con eso. Mi ángel es demasiado pura como para ensuciarla con todo este esnobismo y crueldad. Mi mundo era una selva despiadada donde el más fuerte se comía al más débil y mi dulce Isabella sería solo un aperitivo. No siempre podría estar a su lado en esas reuniones y ella sería un blanco muy fácil aunque fuera la esposa de un Cullen. ¿Y crees que escondiéndola no le has dado el lugar que le corresponde? Lo que has hecho es convertirla en un blanco mucho más fácil. Todos querrán saber porque no la conocían o porque no te acompaña Heidi que es mucho peor. No me despegué de ella en toda la noche. La tensión en nuestra mesa se podía palpar. Mis padre no hicieron alusión a este hecho, pero Carlisle y Esme me lanzaron una de esas miradas que decían "hablaremos más tarde." Bella hablaba forzadamente con Alice, quien cada vez que podía mirarme me lanzaba dagas encendidas las cuales yo contestaba con descaro.

Por lo que podía notar, Bella también estaba molesta con Alice, supongo que ahora pensaba lo mismo que yo, que no era más que una enana metiche metiendo sus narices donde no la llamaban. La noche terminó sin mayores complicaciones, mucho de ello debido a que miraba de manera asesina a cualquiera que sospechara tenía intenciones de acercarse a nosotros. Nos despedimos de Rose y McCarty quienes no paraban de hablar de las proezas que hacia su hijo de siete meses, fui indulgente con ellos y escuché todo lo que tenían que decir porque sabía todo lo que les había costado engendrar a este niño. Rose se había sometido a todos los tratamientos que existían a lo largo de los diez años de su matrimonio, cuando habían perdido totalmente las esperanzas descubrieron que ella estaba embarazada. James nos esperaba en la entrada, lo había mandado a llamar porque había tomado más de mis dos copas acostumbradas. Isabella se sentó lo más lejos de mí que le permitía la limosina, el silencio era espeso. Cuando llegamos a casa prácticamente corrió para entrar a la casa. La encontré despidiéndose de la Sra. Cope. —Buenas noches Bella, que tengas dulces sueños—le dije mirándola con un pie en la escalera después de habernos quedado solos, se giró y me miró con ojos vacios, rió sin alegría alguna. —Ya no creo en los sueños, Edward—su voz sonaba distante, opaca. Me rompió el alma verla girarse y desaparecer escaleras arriba. Volverás a creer Isabella, me encargaré que lo hagas. Pensé antes de seguirla escaleras arriba.

CAPITULO 3 CAMBIOS BPOV Habían pasado quince días desde la fatídica noche. Manteníamos una relación cordial frente a los niños, no discutíamos ni siquiera frente a Anthony, no importaba que fuera muy pequeño como para entender las palabras, pero estaba segura que si sería capaz de darse cuenta de la tensión entre sus padres y no quería que nada afectara a mis hijos. Después de todo ellos eran totalmente inocentes y no tenían la culpa de las porquerías de su padre. Dormíamos juntos, pero cada vez él trataba de acercarse a mí, me ponía rígida y empezábamos una acalorada discusión. Pensé que se cansaría al cabo de una semana, pero seguía buscándome. Había suspendido sus viajes de negocios y mientras estaba en la casa me vigilaba como un halcón, podía sentir su mirada donde quiera que me moviera. Tal vez temía que estuviera lo suficientemente deprimida como para acabar con mi vida. Estaba doblando las camisetas de EC el día que exploté. —Puedes dejar de estarme vigilando, no pretendo morirme por tu culpa. No eres tan importante como para que pierda mi vida y deje solos a mis hijos. —Deja de estar a la defensiva, no te estoy vigilando. Isabella, solo estoy preocupado por ti. Tienes días que no duermes, casi no comes; has regañado a los niños por tonterías incluso le reñiste a Anthony por orinarse mientras lo bañabas. —Había terminado de bañarlo y tenía que poner a hacer la cena. Tengo demasiadas cosas que hacer y necesito trabajar sin retrasos en mi horario—le espeté enojada. —A eso es exactamente a lo que me refiero. Anthony va a cumplir cinco meses, él no entiende aún las cosas, pero tú estas demasiado estresada. No tienes porque trabajar con un horario, necesitas ayuda con las cosas de la casa, no tienes que hacer nada en la casa. Maldición, Isabella, eres la ama y señora de esta casa, tengo más dinero del

que podría gastar en mil años y sin embargo tú te empeñas en ser la domestica en lugar de disfrutar de lo que te puedo ofrecer y de los niños sin tener que preocuparte por nada más. Si no hubieras estado tanto tiempo ocupada con las labores domésticas podrías haber compartido más cosas conmigo y con los niños. —pasó sus manos por sus cabellos. —No trates de culparme a mí por tus cosas. No quieras achacarme la responsabilidad de tus porquerías. No sabía que el hecho de que tu esposa lavara la ropa o hiciera la cena, te llevaría al punto de conseguir una amante con quien revolcarte. —salí de la habitación cerrando de un portazo antes que él pudiera reaccionar. En cuanto estuve en el jardín me senté junto a Momo y me puse a llorar tratando de descargar todo el dolor y el enojo que sentía. Me sentía vacía, no decir que me sentía vacía era decir que sentía algo, en realidad no podía decir que sentía porque no sentía nada. Era como si estuviera congelada. El descubrir que todo mi perfecto mundo de cuento de hadas era una mentira y descubrir que mi esposo había dejado de amarme. No me amaba… No encontraba otra explicación para su traición. Simplemente se dio cuenta que podía hacerlo mucho mejor, que podía encontrar una mujer de acuerdo a su posición social, elegante y con clase. Una mujer de la que no se avergonzara en público. Miré mi reflejo en el espejo. La niña que me miraba era completamente patética, tenía el mismo corte de cabello de cuando tenía dieciocho años, mi mirada era asustada, mis ojos rojos por todas las lagrimas que había derramo y que seguía derramando, unas ojeras que ni siquiera el mejor corrector podría disimular, había perdido al menos unas diez libras ya que la comida no me apetecía ya que el nudo que tenía en la garganta me impedía tragarla. Aun seguía usando jeans aunque fueran de diseñador eran jeans, camisetas y zapatillas como si fuera una adolescente en lugar de una madre de tres niños. Parecía que el tiempo no hubiera pasado, me miraba y parecía que era la misma chica que salió de Forks ilusionada por ir a la universidad. ¿Dónde quedaron mis ilusiones? Esa es una pregunta simple de responder, todas mis ilusiones se volcaron a vivir para Edward. Ser quien él quería que yo fuera. Y yo lo hice gustosa, había estado ansiosa de ser quien él necesitaba. Frustrada empecé a cepillarme los dientes, me puse a pensar en todas las cosas que tenía que hacer el día de hoy. Tenía que lavar el baño, hacer la merienda de los niños, buscar la ropa en la tintorería, preparar el almuerzo, esperar a que E.C. llegara del colegio, llevar a Nessie a ballet, volver para preparar la cena y luego ir a buscarla. ¿Dónde estás Bella Swan? Me arrodillé frente al mueble del lavamanos, sacando los productos para limpiar el baño. —Esto es exactamente lo que me faltaba—maldije internamente, se me había olvidado comprar un cepillo nuevo para el baño. Resoplé enojada. —Claro mientras mi perfecto marido está haciendo dinero y jugando al hombre poderoso yo estoy hincada lavando servicios y ni siquiera tengo un cepillo para hacerlo. ¿Estará realmente trabajando? O ¿Estará con ella? Mis ojos volvieron a llenarse de lágrimas. ¿Se estará ella maravillado con su exquisito aroma y el dulce sabor de sus labios, en estos precisos momentos? Miré todo lo que había en el sobre del lavamanos, la pasta de dientes mentolada que le gustaba, sus perfumes, su cepillo de dientes colgado al lado del mío.

De pronto la mujer en el espejo me sonrió. Sin pensarlo dos veces tomé su cepillo de dientes y me volví a hincar, puse todos los productos químicos que necesitaba y empecé a tallar el poco sarro que se había acumulado en estas dos semanas. No podía evitar que una sonrisa amplia estuviera pintada en mi cara. No más lagrimas Bella Cullen. ¿Se quería dar de besos con otra mujer?, bien, no había ningún problema. Media hora después, con la tasa del inodoro brillando de limpio y las paredes del baño sin rastro de moho, colgué el cepillo de dientes en su lugar. —Creo que es hora que Bella Cullen empiece a cambiar. —saqué a Anthony de su mecedora y empecé a vestirlo. — ¿Qué te parece si visitamos a papá? Tu abuela está de viaje y hoy la señora Cope tiene el día libre. Seguro los puede vigilar mientras yo hago unas cosas. Terminé de vestirlo y fui a la habitación de Nessie para encontrarla jugando, había ensuciado todas las paredes y el suelo con masilla de colores. —Vanessa Cullen Swan, ¿de dónde sacaste eso?—puse a Anthony en el suelo y me agaché al lado de la niña que había escondido las manos detrás de la espalda. —Papi lo dio—se defendió sacando su labio inferior para hacer un puchero. Claro como "papi" no limpia los desastres que hacen... Pues veamos qué cara pondrá cuando la niña le deje el despacho en la misma condición. Bañé a la pequeña, la vestí y preparé su maletín de ballet. Cuando al fin terminamos era la hora en la que E. C. estaba por salir de la escuela. Llamé a James y le dije que se encontrara conmigo en el lobby de las oficinas de mi esposo. Conduje con los niños en el asiento posterior y seguramente más de un guardaespaldas en algún auto de los que venía tras de mí. Pero con cada milla que las llantas de mi auto se comían, el miedo que anidaba en mi estomago empezaba a crecer. Llegué al enorme edificio y me detuve en la entrada. Miré nerviosa mis ropas, maldiciéndome a mi misma por estar vestida como una adolescente en lugar de la sofisticada mujer con la que se debió haber casado un magnate. James venia caminando por la acera llevando a E. C. de la mano. Un joven me abrió la puerta del auto preguntándome a donde me dirigía. El miedo volvió a atenazar mi estomago. James cruzó unas cuantas palabras con el joven a quien se le empalideció el semblante. Puse a Anthony en su cochecito y sujeté a Nessie contra mi cadera, E. C. iba a mi lado contándome todo lo que había hecho en el colegio. Al llegar a la recepción me anuncié como la señora Cullen y la recepcionista me miró como si estuviera loca. Su vista me recorría de arriba abajo y miraba a mis hijos como tratando de encontrar algún parecido con su padre. Estaba a punto de decirle algo no muy agradable y mostrarle mi identificación cuando escuché la voz de James. — ¿Lauren, no es así?—la chica asintió con seriedad supongo que James la intimidaba, esa era una de sus características, sino conoces a James podrías llegar a sentirte intimidada por su fiera expresión. —Te sugiero que le entregues el pase de seguridad a la Sra. Cullen antes que pongas en riesgo tu puesto, créeme cuando te digo que el señor Cullen no tomará a la ligera que hayas dejado a su esposa e hijos esperándolo en la planta baja mientras tú llamas a su secretaria para confirmar su identidad. —James se inclinó sobre el mostrador de la recepción y me entregó el pase que pescó con la mano. —C-claro, ¿necesita que la acompañe señora Cullen? ¡Qué niños tan lindos!—empezó a decir pero yo no esperé a escuchar nada más. Seguramente nunca pensó que la esposa de Edward podría ser alguien como yo.

Llegué al último piso del rascacielos mis hijos estaban más que emocionados por la perspectiva de conocer el lugar de trabajo de su padre E. C. había insistido en presionar el botón del elevador y luego Nessie también quiso hacer lo mismo por lo que hicimos una parada antes de llegar. La última vez que había estado en este lugar estaba embarazada de E. C., nunca se me ocurrió venir a su oficina nuevamente, era como si mi lugar hubiera sido estar en la casa cuidando de los niños. Eso era algo que estaba a punto de cambiar. La secretaria de Edward a quien ya conocía porque la había visto en varias ocasiones cuando le llevó algún documento a Edward cuando se tomaba días libres. —Zafrina, ¿cómo está? Mi esposo me está esperando—me mordí el labio tratando de parecer confiada, sin embargo tenía un enorme nudo en la boca del estomago. La mujer me sonrió amablemente y saludó a los niños. Pude sentir la mirada fija de las otras personas que trabajan en el piso. Muchos incluso se detuvieron a mitad de camino hacia sus oficinas solo para mirarnos. Escaneé rápidamente la sala para ver si esa mujer trabajaba en este lugar. Solo sabía que trabajaba para él, pero no sabía dónde y que hacia aparte de ser la amante de mi marido. Respiré profundamente para calmarme, no podía ponerme a llorar frente a todas estas personas. Nessie estaba a punto de quedarse dormida y E.C se estaba impacientando. —El señor Cullen tiene una reunión en unas cuantas horas y está leyendo unos documentos, pero estoy segura que se alegrará mucho de verlos. —me señaló una imponente puerta doble de madera. Tragué en seco antes de sujetar con fuerza el cochecito de Anthony y a Nessie, y empujar la puerta sin llamar primero. Edward no nos había escuchado entrar. Tenía sus codos apoyados sobre el escritorio y su cabeza entre las manos. Toda su oficina gritaba poder y dinero. Me sentí mucho más pequeña e insignificante en su presencia. Era como si yo nunca me podría mezclar con su mundo — ¡Papi! —chilló Nessie sacándolo de sus cavilaciones, sus ojos se encontraron con los míos antes que yo evitara su mirada como lo hacía últimamente. La coloqué en el suelo para que corriera hacia él. Envidiando a mi hija por primera vez, yo también hubiera deseado correr a sus brazos y refugiarme, esperar a que él me dijera que todo iba a estar bien y resolviera la situación sin que yo tuviera que preocuparme por nada. —Isabella…—su voz me sobresaltó, no me había dado cuenta cuando se había levantado de la silla y mucho menos que se hubiera acercado a mí. Jadeé cuando sus manos envolvieron mi cintura apretándome contra su cuerpo y sus labios se juntaron contra los míos, su lengua acarició la mía y nos giró de manera que mi cara estaba oculta de la vista de los niños. Cuando su pulgar limpió las lagrimas en mis mejillas, me di cuenta entonces de la razón de su acción. El beso fue tan delicado que por un momento pensé que lo hacía porque me quería. —No llores, pequeñita—me dijo al oído estrechándome contra su cuerpo con fuerza. Inhaló profundamente en mis cabellos. Por un segundo quise quedarme allí para siempre. Sintiéndome amada y protegida. Soñando con que nada hubiera cambiado. Nos separamos sobresaltados por el lloriqueo de Anthony. Los ojos de Edward me miraban con añoranza o eso pensé, pero deseché rápidamente ese pensamiento. Él no me quería, si lo hiciera no me hubiera cambiado por otra.

—Te traje los niños porque necesito hacer unas diligencias y no tenia con quien dejarlos—me mordí el labio y miré a un punto por encima de su cabeza. —tu madre está de viaje y la señora Cope tiene día libre. —Isabella, estoy trabajando…—frunció su perfecto ceño y me dieron ganas de abofetear su perfectamente estúpida cara. Debía recordar mantener mi voz baja y mi rostro sereno por el bien de los niños. —Lo sé, pero cuidar a tus hijos unas cuantas horas no derrumbara tu imperio, ni te matará. —seguí hablando antes de perder el coraje—Nessie tiene ballet en dos horas, Anthony ya tomó su biberón, tienes que mandarles a comprar el almuerzo a EC y Nessie, asegurarte que haga sus tareas y poner a Anthony a tomar su siesta. No es nada del otro mundo, seguramente es menos complicado que hacer una fusión de empresas, creo que te las podrás arreglar. —puse las bolsas en sus manos. Besé en la cabeza a Nessie y a E.C. que estaban jugando con unos papeles, ojalá fueran importantes, les dije que los vería en la casa, acaricié a Anthony y me estaba encaminando hacia la puerta cuando la voz de Nessie me detuvo. —Papi, tambén quere beshito—volvió a meter su pulgar entre sus labios y me miró expectante. E.C. miró para otro, a él no le gustaban las demostraciones de afecto, en sus propias palabras decía que eran de lo más ¡wakala!. —Es cierto, falta el beso para papá.—la sonrisa burlona de Edward se hizo mayor. Respiré hondo y me acerqué para darle un beso de despedida en la mejilla. —Nos vemos en casa—murmuré antes de ponerme de puntillas para besarlo, sin embargo él tenía otros planes. En cuanto tuve a su alcance volvió a estrecharme, esta vez me besó sin contenciones, me apretaba contra su cuerpo con una mano mientras que con la otra sujetó mi coleta obligándome a echar hacia atrás la cabeza para tenerme a merced de sus labios. En cuanto consiguió que mis labios se abrieran su lengua volvió a tomar posesión de mi boca. No pude evitar que un gemido se escapara de mis labios, lo sentí sonreír y se pegó a mi cuerpo para hacerme notar la reacción del suyo. Había sido así desde siempre y no había cambiado. Mi cuerpo me traicionaba y eso solo hacía que me molestara más conmigo misma y con él. Conmigo porque no podía negar que lo seguía deseando y amando con la misma intensidad. Cosa que me mataba. Con él porque pareciera que la pobre de mí seguía teniendo la capacidad de excitarlo y volverlo loco, lo que hacía mucho más incomprensible su infidelidad. Se me separé de golpe tratando de recuperar la compostura y poner distancia entre los dos. —Nos vemos en casa, amor—me sonrió de lado y acomodó sus pantalones. Cuando se dio cuenta que mi mirada siguió el movimiento de sus manos sonrió mucho más. —Bastardo—mis labios se movieron sin emitir sonido. Sacudió su cabeza y soltó una risita. Salí de su oficina con paso firme, todas las miradas volvieron a estar puestas en mí. Traté que eso no afectara mi mal equilibrio por los nervios. Devolví el pase de seguridad en la recepción y subí a mi auto que estaba esperando en la entrada principal. Conduje por las calles por las que tenia años sin conducir. Estacioné mi auto cuando llegué a mi destino y sonreí al ver un cartel de anuncio. Si necesitaba una señal sobre lo que estaba haciendo, esta era. Caminé con decisión y le sonreí a la señora tras el escritorio. — ¡Hola! Soy Isabella Swan y quisiera inscribirme en sus clases de fotografía. EPOV Quince largas y agonizantes noches han pasado desde que la paz de mi mundo se perdió.

Cada noche cuando nos acostábamos no podía evitar acariciarla, respondía con timidez a mi toque pero llegaba a un punto en donde parecía bloquearse, se tensaba y se apartaba de mi toque como si estuviera apestado. Me estaba volviendo loco, ambos quedábamos extremadamente frustrados e insatisfechos. Trataba de hablar con ella, pero cada intento era infructuoso, siempre terminábamos en una acalorada discusión. No lograba hacerla entender razones, quería explicarle las cosas, pero era hablar con una pared. Gracias al cielo los niños seguían sin darse cuenta de nada, frente a todos seguíamos siendo la perfecta familia feliz. Lo prefería de esa forma porque no era problema de nadie nuestro matrimonio. Eso fue lo que le hice saber a mi padre cuando me preguntó si algo sucedía entre Bella y yo. Carlisle optó por una retirada estratégica y se llevo a mi madre a Londres para resolver unos cuantos pendientes, alegando que sería bueno para su salud que salieran en crucero por el Caribe. Bella se había mantenido en una constante guerrilla, había optado por tomar antiácidos antes de cada comida, tuve incluso que ir al dermatólogo por una alergia que me salió, aun recuerdo sus brillantes ojos llenos de travesura. — ¿Isabella, cambiaste de detergente?—levantó su mirada cuando salí del baño rascándome la ingle, la cual tenía totalmente rosadas de lo escaldado que estaba. Sus ojos se iluminaron y evadió mi mirada. —No…— fue lo único que dijo antes de seguir estirando la cama. — ¿Los niños han presentado algo de alergia? O ¿se han quejado por la comezón?—levanté una ceja. —No—salió de la habitación con el cesto de ropa sucia y yo empecé a untarme la loción que me recomendó el médico. Fui al baño a afeitarme y vi mi calzoncillo en el suelo, lo recogí para llevarlo abajo y sin querer se me cayó en el agua que estaba preparando para afeitarme. En cuestión de segundos el agua empezó a hacer espuma. ¿Qué demonios? Tomé la prenda en mis manos y la restregué haciendo que salieran inusuales cantidades de jabón. Seamos justos, ella nos dijo que nos haría la vida fácil. —No recuerdo haberte pedido tu opinión—murmuré haciendo una mueca al pensar que mi conciencia tenía toda la razón. — Además no estoy seguro de nada. Me vestí con rapidez y llegué a la lavandería en silencio. Bella murmuraba algo para ella misma mientras sacaba la ropa de la lavadora por lo que presté mucha atención. —Ojalá le diera una reacción tan fuerte que no pudiera usarlo más, eso le enseñaría a no hacerme eso. ¿Qué pensaba él? ¿Qué la tonta de Bella se quedaría sin dar la batalla?, pues ya no soy esa niña tonta que él conoció no señor. Tuve que morderme los labios cuando la vi sacar de la lavadora mis pantalones y ropa interior totalmente llenos de espuma y lanzarlos a la secadora. Si será… —Eres una pequeña bruja—le di una nalgada haciéndola saltar y gritar del susto. Sus enormes ojos me miraron asustados por unos segundos pero luego su boca se tensó. — Creías que no me daría cuenta. Debería cruzarte sobre mis rodillas y darte unos buenos azotes.

—Yo…tú…—tragó seco cuando la tomé por la cintura y la halé hacia mí. —Dudo mucho que un poco de jabón haga que no pueda usarlo o que en verdad quieras que eso pase—la subí sobre la lavadora y me coloqué entre sus piernas, presionando mi erección contra su centro cubierto por la fina tela de encaje de sus bragas. —No tienes idea lo mucho que te deseo, Isabella—apreté sus nalgas con mis manos haciendo que estuviera mucho más cerca de mi.—Aunque seas una pequeña bruja—mordí su oreja y deslicé mis manos bajo su falda.—Bella, por favor. Permítenos empezar otra vez. Dame a mí y a nuestro matrimonio una oportunidad y te prometo que nunca te defraudaré de nuevo. No tomes ninguna decisión apresurada—tomé sus labios en los míos y dejé que mis dedos se metieran bajo sus bragas para tener el contacto que anhelaba. —No…—jadeó cuando uno de mis dedos se introdujo en su interior. —Por favor, Edward, detente. No puedo hacer esto. —su voz era desesperada. —No pienses, amor. Solo siente. Sé que me deseas como yo a ti—seguí moviendo mis dedos para meterlos y sacarlos de su cuerpo—No pongas barreras entre los dos, no nos separes. Todo su cuerpo se tensó. —Yo no soy quien nos separó Edward, de eso te encargaste tu solo—empujó mis hombros y yo la solté. Cerré mis ojos con fuerza, no quería ver en sus ojos el dolor que escuché en su voz. Debiste haberte metido el pie en la boca, a ti solo se te ocurre decir algo así. Sí, lo sé. La culpa es tuya, no has podido hacer que tu mujer se vuelva acostar contigo, seguramente se bloquea porque te imagina con otra. Eso dices tú. Sabes que lo que digo es verdad. Levanté la vista para verla desaparecer por la puerta de la lavandería, me dejé caer de rodillas en el suelo y solo pude seguir rumiando mi culpa. — ¿Le puedo decir a mamá que Nessie te hizo dibujos en los papeles importantes?—la voz de E.C. me sacó de mis pensamientos. Eran pasadas las siete de la noche y Bella no llegaba a casa. Los niños estaban intranquilos y yo tenía un fuerte dolor de cabeza. Nessie había tomado unos informes operativos y de presupuestos de mi escritorio para jugar mientras yo trataba de darle el biberón a Anthony que estaba de mal humor y los que no recortó con la tijera los garabateó hasta dejarlos ilegibles. —No. No le digas nada a tu madre—le dije levantando la mirada de una foto que tenia sobre mi escritorio en casa, la foto era de cuando le di a Momo, parecía una niña en ese entonces, su cabello caía despeinado sobre sus hombros, su camisa era de tirantes y tenia al perro en brazos. Estaba tan despreocupada, sus ojos estaban vidriosos por la emoción, pero su sonrisa era simplemente perfecta. Cuando le tomé la foto ella ni siquiera se percató, estaba mirando a otro lado en ese momento. —Mamá esta triste. ¿Es culpa tuya?—la pregunta de mi hijo mayor me tomó desprevenido.—No me gusta que mamá este triste—me recriminó con sus ojitos fieros. —Edward Carlisle—suspiré pesadamente—tienes que entender que los adultos no tienen por qué estar siempre alegres, hay ocasiones en que nos ponemos tristes como los niños.—lo subí a mi escritorio para estar a su nivel. —Pero ella antes nunca estaba triste, haz algo para que se ponga contenta—frunció su ceño.

—Eso es lo que estoy tratando de hacer, hijo—me vi reflejado en sus ojos que eran idénticos a los míos y supe que no lo había convencido. Debería llevarlos a todos de viaje, de esa manera podríamos salir de la rutina y cambiar de aires. —Hazlo pronto—dijo seriamente antes de saltar de mi escritorio—¡Mamá!—gritó al escuchar la puerta principal abrirse y cerrarse. Salió corriendo de mi oficina y yo lo seguí para encontrarlo abrazado a su madre. —Llegas un poco tarde—mi voz salió más demandante de lo que hubiera deseado. —Perdí la noción del tiempo—contraatacó. Su suave voz no engañó a E. C. quien entrecerró sus ojos para mirarme. Traté de calmarme. —¿A dónde fuiste?—pregunté más calmado. —Fui a inscribirme en la universidad. CAPITULO 4

—¿Qué hiciste qué?—modulé el volumen de mi voz por el bien de E.C. y de ella misma. Las sienes me empezaron a palpitar y mi dolor de cabeza pronto se convertiría en migraña. —M-me matriculé en la universidad, son solo unos cursos, no son todos los días y son solo unas cuantas horas.— levantó su barbilla desafiante.—No creo que haya problema con eso. —¿Y los niños?—podía sentir las aletas de mi nariz moviéndose—EC porque no vas a ver televisión con Nessie hasta que llegue la pizza.—el niño se pegó a las faldas de su madre y me miró de la misma manera en la que me mira cuando regaño a Nessie. El pobre es demasiado sobreprotector para su propio bien. ¿A quién habrá salido? Rodé mis ojos a mi comentario mental. —Hazle caso a papá, ve a ver la televisión o a jugar con Nessie, pronto los llamaré para cenar—se inclinó y besó sus mejillas. Se susurraron algo al oído y luego E.C. asintió y empezó a subir las escaleras. Esperé a que el niño subiera las escaleras para tomarla por el brazo y llevarla a mi oficina. —Ahora dime, ¿Quién se encargará de los niños? Tú fuiste quien me dijo que no quería volver a la universidad porque preferías quedarte en casa cuidándolos porque no querías que tus hijos fueran educados por una extraña. ¿A qué viene el cambio? Anthony aun toma pecho—no podía imaginarme que razones eran las que la motivaban, ¿acaso no había tenido todo lo que deseo en estos años? Tal vez quiera buscarse un marido nuevo. Eso no. Ella es mía… ¿Estás seguro que ella sigue pensando que es tuya? Me froté las sienes con fuerza, definitivamente tenía una migraña. —Los niños no se quedaran solos, hablé con la señora Cope y ella está dispuesta a cuidarlos, ellos se llevan bien con ella y le tienen confianza. Solo son unas horas al día Edward, serán en la mañana después que E.C. vaya a la escuela y volveré a tiempo para prepararles el almuerzo, no me quieras hacer sentir como si los estuviera abandonando. Yo soy la que siempre ha estado allí para ellos cuando tú te la has pasado de viaje haciendo dios sabe que cosas mientras yo creía que estabas trabajando. No puedes decir que te importan más que a mí, cuando sabes perfectamente que no es verdad—me espetó, la tomé por los hombros y combatí las ganas que tenia de sacudirla hasta que entrara en razón.

—No seas injusta Isabella, he tratado de estar para nuestros hijos todo lo que podido, cuando me he ausentado por cuestiones de trabajo ha sido porque no he podido enviar a nadie más en mi lugar por lo delicado del caso. El hecho que estés molesta conmigo no tiene que nublar su juicio, nunca ha habido nada más importante para mí que ustedes.—se empezó a reír histéricamente. —Eres un mentiroso, eres un maldito mentiroso. Si eso fuera así no me hubieras engañado—dejó de reír para empezar a sollozar penosamente, sus rodillas se doblaron. El corazón se me partió, la sujeté con fuerza mientras nos bajaba hasta quedar sentado en el suelo con ella sobre mis piernas. Cerré los ojos con fuerza y la estreché contra mí. —No tienes idea lo que me mata escucharte llorar. Isabella, no tienes idea lo mucho que lo siento—besé sus cabellos —¿Por qué Edward?—sus manos se convirtieron en puños apretando mi camisa. —Porque soy un idiota, amor. Por tener el ego del tamaño del mundo. No llores, no merezco tus lagrimas—levanté su barbilla y uní mis labios con los de ella en un casto beso.—Te amo tanto que duele—suspiré contra sus labios y volví a tomarlos en los míos.—¿Estás segura que quieres regresar a la universidad? —asintió—Bien, no me opondré, si eso hace que vuelvas a sonreír por mi está bien. ¡Qué magnánimo eres! Me asombras. —No te estoy pidiendo permiso—la volví a besar cuando empezó a discutir. Dios... la deseaba tanto como el primer día que mis ojos se encontraron con los suyos, quería volver a ver esa luz en ellos, estaba desesperado por volver a ver sus ojos brillar por mí. Mis manos recorrieron con suavidad su estomago cubierto por la camiseta, su cuerpo vibraba con mi toque. Levanté la prenda de algodón para dejar descubierto su abdomen. Le quité la camiseta mientras la recostaba con cuidado sobre la alfombra. Bebí su torso solo recubierto por un sujetador de encaje rosado. Con el paso de los años su cuerpo había adquirido curvas mucho más femeninas, había dejado de tener el cuerpo de una niña para dar paso al cuerpo de una muy hermosa mujer. —Eres perfecta—murmuré y de sus labios se escapó un sollozo. Aun no entiendo como tuvimos tanta suerte de hacerla nuestra. Cuando no la mereces. Yo tampoco me lo explico… Y aun así te arriesgaste a perderla. No pensé… Exacto. No pensaste. Besé las lágrimas que caían de sus ojos que estaban fuertemente cerrados. Mis labios bajaron por sus mejillas plantando suaves besos. Sus manos estaban inmóviles a ambos lados de su cuerpo. Mis labios fueron bajando por su cuello, mi lengua acarició el valle de sus senos, solté el cierre del sujetador que estaba entre ellos, liberándolos de su prisión. Enterré mi rostro entre sus pechos y mordí una cima dejando mi marca. Tenía que tenerla marcada, todos debían saber que me pertenecía. ¿Cómo lo sabrían si siempre la has tenido escondida? Pero si la hubiera llevado conmigo a todos lados seguramente hubiera encontrado a alguien mejor que yo y me hubiera dejado de querer. Tienes razón, tienes un buen punto. Alguien hubiera podido robárnosla.

Sus pechos estaban llenos por no haber amamantado a Anthony en horas, por los que lo traté con suavidad para evitar incomodarla y que tuviera un accidente. Mis manos se deshicieron del pantalón con rapidez, quería tenerla para mí, quería tirar esa pared emocional que nos dividía mejor que cualquier pared de ladrillos. —Dios, Isabella…—murmuré capturando uno de sus pechos en mi boca, mis manos soltaron con rapidez mis pantalones desesperado por están dentro de ella.—te necesito—me alineé en su entrada. Por fin volvería a hacerla mía, después de tantos días de estrés y dolor volvería a unirme a ella. —Mamá, ya llego la pizza—gritó EC golpeando la puerta de la oficina. —¡Sí, yumi!—se le unió Nessie golpeando repetidamente la puerta. —Los niños—murmuró Bella tratando de salir de debajo mío.—Enseguida vamos—dijo en voz alta para que la escucharan Gruñí y maldije internamente mi suerte, cuando finalmente había conseguido llegar tan lejos sin que se pusiera rígida y escapara de mis atenciones, sucede esto. Capturé sus labios una vez más cuando se volvió a vestir, evadió mi mirada y se apresuró a abrir la puerta. Sus mejillas estaban totalmente rojas y su cabello revuelto, se veía toral y absolutamente hermosa. —¿Venes papi?—preguntó Nessie sonriéndome. —En un segundo voy—necesitaba al menos un minuto para calmarme totalmente. Los vi salir a los tres tomados de la mano y yo me dejé caer en la silla de mi escritorio. —Volveremos a estar bien, Isabella, marca mis palabras—le dije a la foto sobre mi escritorio. BPOV Cuando me desperté en la mañana estaba sola en la cama. La ducha estaba encendida por lo que suponía que Edward se estaba bañando. Edward… Edward no había tenido ocasión para tratar de hacer el amor conmigo, fue una suerte que tuviéramos compañía en la cama, EC y Nessie insistieron en dormir con nosotros, lo cual fue un alivio ya que no creía que hubiera podido resistirme, aun había mucho dolor dentro de mí y demasiadas cosas a las que no quería enfrentarme de momento, quería ir paso a paso y lo primero que necesitaba era reencontrarme conmigo misma. No podía seguir sumergida en el dolor. Había pensado mucho en estas semanas sobre mi matrimonio y me di cuenta de que no solo Edward había cometido errores, yo también los había cometido, si iba a seguir casada con él, tenía que volver a ser yo misma. Lo había decidido. Trataría de recuperar a Bella Swan como fuera, no podía seguir siendo la misma niña que Edward conoció hace casi siete años. Era hora de cambiar y sabía exactamente quien me ayudaría en eso. Me giré sobre mi estomago y tome mi blackberry de la mesita de noche enviándole un mensaje. Quedamos en que me pasaría a recoger en una hora, el tiempo justo para haberles dado de desayunar a los niños y que EC se hubiera ido al colegio. Tomé mi ropa y me fui al baño de la habitación de al lado a prepararme para el día de hoy. La universidad empezaría en dos semanas y quería estar preparada para cuando comenzara. Regresé a la habitación a cepillarme los dientes y no pude evitar sonreír al ver a Edward tomar su cepillo de dientes. Me mordí el labio y tomé el mío tratando de no prestarle atención, lo vi mirar las cerdas especulativamente, solo

esperaba que lo hubiera enjuagado bien, librando cualquier evidencia de lo que hice con él. Pude sentir su mirada en mí y me concentré en ponerle pasta a las cerdas. —Sabes Isabella, para que mi cepillo tenga solo una semana de uso, las cerdas se ven bastante desgastadas.—miré hacia abajo rápidamente y me encogí de hombros tratando de aparentar estar desinteresada en su comentario.—El tuyo tiene el mismo tiempo que el mío y no se ve igual—me quitó el cepillo de la mano y se lo llevó a la boca usándolo para cepillarse los dientes. —Ese es mi cepillo— me quejé. Estaba consciente de que había sonado totalmente infantil, pero no me importó. —Puedes usar el mío—me sonrió abiertamente y siguió cepillándose los dientes. —Eso es asqueroso, la boca tiene demasiadas bacterias—me incliné y saqué de su estuche un cepillo de dientes nuevo. —Me besas todo el tiempo, ya hemos compartido las bacterias con anterioridad.—escupió para enjuagarse la boca. —Eso fue antes que tuvieras una amante y tuviera que tener no solo tu saliva en mi boca sino también la de ella—le espeté molesta y dolida, sus ojos se achicaron amenazadoramente, tragué en seco y me rehusé a dejar que las lagrimas que amenazaban por aparecer lo hicieran, no quería seguir siendo débil. —Debes usar tu propio cepillo y no robarte el mío. —su boca se torció en burla. Siempre tan mercurial… Aun después de siete años sus cambios de humor me mareaban. —Supongamos que uso mi cepillo de dientes el cual esta sospechosamente deteriorado, ¿podría darle un beso de despedida a mi esposa y no te opondrías? —No veo porque tenga que besarte, una cosa es hacerlo frente a los niños para guardar las apariencias y otra cosa es hacerlo por amor al arte. — me había descubierto, no sé de qué manera lo había hecho, pero él sabía que mi mano estaba detrás de lo que le pasó a su cepillo. —Eres mi esposa y uno de mis derechos es besarte todo lo que quiera—sus ojos se fijaron en mi boca. —Exiges derechos, pero no cumples tus deberes. ¿No se supone que debías guardarme fidelidad?—la dureza en mi voz era simplemente una fachada para ocultar el dolor que amenazaba con destruirme. —"Esto es lo que un hombre necesita después de trabajar todo el día, el dulce sabor de su mujer". ¿No era eso lo que me decías después de besarme cuando llegabas a casa? Por lo visto cuando te referías a "su mujer" no lo decías exactamente por "su esposa".—por sus ojos pasó una sombra de dolor o al menos eso fue lo que pensé, pero seguramente me había equivocado, él no podía sentir dolor, parecía arrepentido pero ya lo había perdonado una vez y me volvió a tomar por tonta. —Isabella…—trató de tomar mi rostro en sus manos pero yo me retrocedí. Si me tocaba en este momento seguramente me pondría a llorar. —Vas a llegar tarde a la oficina, voy a preparar el desayuno. —salí del baño antes que pudiera decirme algo más. Soy una estúpida, acabo de decidir que trataré de resolver las cosas para llevar una vida armoniosa y lo primero que hago es esto. Creo que nunca volveré a confiar en él y esa realidad solo complica más las cosas. Estaba bajando las escaleras observando mi wallet lleno de tarjetas de crédito y una chequera que rara vez usaba, me sentía extraña pensando en usarlas pero creo que había llegado la hora, además Edward siempre decía que podía usarlas como me placiera, no había razones para sentirme mal usándolas. ¿O sí? Respiré hondo y subí al auto de Alice, la podía verla mirándome de reojo, sabía que seguramente tenía algo entre espalda y pecho que quería decirme. Suspiré. —Sé que tienes algo que decir, pero no lo digas. Hoy solamente quiero ser Bella Swan, ¿sí?

—Claro, que lo serás. Para eso nuestra primera parada será ¡el salón de belleza! Lo primero es un buen corte de cabello y que te vuelva a presentar a mi amiga la cera… mira esas cejas, ¿cuántas veces te he dicho que no te las perfiles tu misma? Froté mis sienes, este será un largo día. La escuché balbucear todo el trayecto sobre, cremas hidratantes, masajes, pedicura y manicura, ceras, tratamientos y tendencias de belleza. Ahora estaba sentada en una silla con un estilista francés mirándome en el espejo mientras él acariciaba mi cabello y hablaba con Alice sobre lo que sería mejor para mí. — ¿Podrías no cortarlo mucho?—lo miré mordiéndome el labio—a mi esposo le gusta que lo lleve largo. —Mis ojos se encontraron en el espejo con unos furiosos que pertenecían a Alice. —A mí también me gusta largo Alice. —Oui madame, sería una pena cortar demasiado este hermoso cabello, solo le daremos vida y forma, verá que Monsieur Cullen estará más que encantado con el resultado.—me colocó una capa morada y yo solo crucé los dedos para que eso fuera verdad. Dos horas más tarde estábamos en una de las boutiques que había en The Belleveu Square, probándome ropa de diseñador, debía reconocer que los vestidos me hacían sentir femenina y delicada. Luego salimos de la tienda y Peter me miraba divertido cuando lo estábamos llenando de bolsas. Cuando levanté la mirada, fue amor a primera vista. Frente a mí, en una tienda justo al lado de donde estábamos, estaba mi amor secreto. Una cámara Nikkon D3X, siempre había querido una cámara fotográfica profesional y esa para mí era la mejor. Suspiré, ya había gastado demasiado. —Se ve que es una buena cámara—dijo Alice haciéndome saltar levemente, no pensé que me estaba observando. —Sí, lo es. Pero también es muy costosa, más de ocho mil dólares. —Bella. Edward gana más de eso en quince minutos, eres su esposa y tienes todo el derecho de usar su dinero. Te lo has ganado a pulso, nunca has comprado nada que no fuera necesario y cada vez que has usado las tarjetas es solo para comprar cosas para los niños. Además la necesitas para la universidad. Me encaminé a la tienda mordiéndome el labio. La dependienta me miró de arriba abajo y luego me sonrió con falsedad. Cuando le indiqué que cámara quería me volvió a mirar, empecé a sentirme incomoda, supongo que los tenis y los jeans no me hacían ver muy sofisticada. Supongo que así mismo me veía Edward. Saqué la Amex negra con mi nombre impreso en ella para pagar la exorbitante suma de dinero por un solo artículo. Enseguida la actitud de la dependienta cambió hacia mí. Quise rodar mis ojos, siempre era igual, si estaba sola con los niños me trataban de manera indiferente hasta que llegaba a la caja y pagaba, la única manera de que me trataran con deferencias era cuando estaba con Edward. Edward… Seguramente se iba a flipar cuando viera todo lo que había gastado en esta mañana. Solo esperaba que recordara que siempre me había incitado a usarlas y yo nunca lo había hecho. En cuanto salí de la tienda no pude contener mi emoción y empecé a tomarle fotos a todo lo que veía. Lo siguiente que supe fue que estábamos en la quinta avenida de Seattle, frente a La Perla. Mi boca se abrió todo lo posible. Ella estaba totalmente loca.

—Alice, se seria. ¿La Perla? Si ya compramos en Victoria's Secret. Además, ¿para qué necesito tanto lingerie.—me miró como si yo estuviera hablando un lenguaje extraño. —Para que el tonto de tu esposo sepa lo que está perdiendo. Por dios Bella, tienes tres hijos con un cuerpo por el que cualquier mujer mataría, solo que no le sabes sacar provecho. Es hora de que Edward Cullen se dé cuenta que su esposa ya no es la misma tierna ovejita. Los vestidos y conjuntos que compramos están de ataque, es lógico que tengas que usar una ropa interior de acuerdo a ellos.—Salió del auto haciéndome señas para que la siguiera. —Alice, todo en esta tienda es casi transparente y lo que no es casi transparente esta tan cubierta de encajes que es totalmente transparente.—no quería pensar en usar esa ropa frente a Edward. Aun no estaba segura de poder tener una relación sexual con mi esposo sin que me vinieran a la mente las imágenes de él con esa mujer en la misma posición. Mis ojos se volvieron a llenar de lágrimas y maldije bajito. Sin embargo Alice lo noto. —No te preocupes Bella, sobre la ropa interior llevaras una enagua. No estarás tan expuesta.—la dejé confortarme por algo que no era, no me sentía con ganas de hablar sobre el asunto. Llegamos a casa cerca de las cinco de la tarde, cargadas en bolsas, no solo compré para mí sino también para los niños, no me resistí cuando pasé por Gap Kids, se podría decir que tuve un momento Alice. En cierto modo quería compensarlos por no haber pasado el día con ellos. La señora Cope me recordó que hoy Edward no vendría a cenar ya que tenía una reunión de negocios. La primer reunión de negocios por la noche desde que me enteré de lo Heidi. Mis ojos se volvieron a llenar de lágrimas. Necesitaba que Alice se fuera para poder llorar con libertad. —Vamos a prepararte, ya sé exactamente la ropa que te pondrás para esta noche, te aseguro que vas a parar el trafico.—levanté mi mirada sin entender a lo que se refería y por lo visto ella se dio cuenta.—Hoy en la noche el hotel de Jazz estrena su club nocturno, vamos a pasarla en grande. —Pero, pero… no tengo con quien dejar los niños y no le he dicho a Edward…—mi voz se fue perdiendo. ¿Por qué tenía que pedirle permiso? El no era mi padre, dios, sí que soy patética. Edward nunca me decía a donde iba, ¿Por qué siempre tenía que hacerlo yo? —Los niños los cuidará la señora Cope, ya hablé con ella—me guiñó el ojo—y en cuanto a ti "esposo"—hizo comillas con sus dedos—déjale una nota diciéndole que estás conmigo sobre la almohada. — ¿No crees que es mejor que lo llame al celular y le avise?—me miró como si no pudiera creer lo que oía y yo tampoco podía—tienes razón, le dejaré una nota, así no podrá decir que no le dije donde estaba. —Alice empezó a aplaudir y nos dirigimos a mi habitación. Cerca de las ocho, después de meter a los niños a Nessie y Anthony a la cama, fui a ver a EC, quien no estaba muy contento conmigo. —Buenas noches bebe, descansa—acaricié su cabello. Me traspasó con sus brillantes ojos verdes. — ¿Por qué saliste todo el día con la tía Alice? No me gusta la comida de la señora Cope—estaba totalmente enfurruñado. —Quería comprar unas cosas para ponerme bonita, ¿no te gusta mi cabello?—traté de aligerar su humor y solo frunció más su ceño. —A papá le pareces bonita siempre, ahora hueles raro y no luces igual. ¿Vas a salir con papá esta noche? Siempre hueles raro cuando sales con papá—mi corazón se encogió.

—Papá está en una reunión de negocios y voy a salir con la tía Alice y el tío Jazz. —me miró de la misma manera en la que lo hacia su padre cuando algo no le gustaba, eran tan parecidos. — ¿Papá te dio permiso?—quise reírme, incluso mi hijo se había dado cuenta que había vivido bajo el ala de Edward, haciendo todo lo que él quería siempre. —Soy una chica grande, no tengo que pedirle permiso a papá para salir. Ahora duerme, mañana te haré waffles de desayunar. —besé su mejilla y achurró el rostro como lo hacía desde hace un año. —Te quiero. —Y yo a ti mami. Cerré con cuidado su puerta y lo próximo que supe fue que estaba siendo arrastrada por Alice a una concurrida discoteca, seguida de cerca por Peter. —Vamos a bailar—Alice tiraba de mi mano hacia la pista de baile. —No, Alice. Accedí a venir pero no pretendo bailar con estas botas. —miré inconscientemente el reloj preguntándome si ya Edward había regresado a casa, lo dudaba porque mi teléfono no había sonado. —Bella, habíamos quedado en que esta noche solo seria Bella Swan. Olvídate por unos instantes de todas las responsabilidades. En estos momentos no eres ni madre, ni esposa. Solo eres una chica normal de veinticuatro años. Mi amiga tenía razón, por una sola noche quería salir de la rutina. Así que deje en el fondo de mi mente todo lo que había pasado en el último mes. Bailé con Alice e incluso conocí personas nuevas personas. Muchas fueron amables conmigo aun sin haber sido presentada como una Cullen. Estaba totalmente relajada, incluso me había tomado unas margaritas, tenia años en los que no me divertía tanto. —Te vas a morir cuando escuches la canción que le he pedido al DJ que ponga. —su voz era burbujeante, mi amiga tenía unas cuantas copas más que yo encima y parecía que le estaban pasando la factura. —¿Cúal? —So what de Pink y vas a bailarla con algún chico guapo. No pude evitar ponerme a reír, cuando le iba a decir que estaba loca había desaparecido de la pista. Miré a Peter quien me veía como un halcón y seguí bailando mientras me tomaba mi segunda margarita. Alice regresó seguida de Alvin, Marvin o algo así, lo había conocido en cuanto llegamos pero no recordaba su nombre. Empecé a bailar al ritmo de Pink, realmente sintiendo las palabras del remix que empezó por el coro. So, so what, I'm still a rock star I got my rock moves and I don't need you And guess what, I'm havin' more fun And now that we're done I'm gonna show you tonight Lo que nunca pensé fue que la letra se volvería una realidad, en especial a lo que se refería a una pelea. No tengo idea de donde salió Edward, pero Alvin cometió el gran error de decirle "piérdete" a un muy, pero muy enojado Edward y todo se volvió un caos. EPOV

El nuevo club nocturno de Jasper en el que me había pedido que fuera uno de sus socios se veía que sería un gran éxito. Estábamos llenando unas formalidades y celebrando la inauguración. En realidad yo solo quería estar en casa, tratando de resolver las cosas con Bella. —Jasper, viejo zorro. Tenias que haberme dicho que tú esposa tenia amigas tan espectaculares, nunca hubiera declinado tus invitaciones a salir. — Jasper, lo miró sin tener idea de lo que hablaba. Rayos esa castaña es una bomba de tiempo andante, tiene la mezcla perfecta entre inocencia y seducción apuesto que es una tigresa en la cama. ¿Crees que me puedes conseguir su teléfono? Los ejecutivos se levantaron como leones al asecho y se pegaron al vidrio del salón VIP para mirar a la pista de baile. Si a Alec le gustaba debía ser una mujer sumamente hermosa. —Yo la vi primero—dijo Alec riendo. Jasper, se levantó para ver qué era lo que sucedía, yo seguí tecleando en mi laptop, necesitaba terminar esta reunión lo más pronto posible. Era la primera noche desde que todo comenzó que no estaba en casa para acostar a los niños. —Mira ese cuerpo, ni muy voluptuoso ni muy plano, simplemente perfecto, justo como me gustan—dijo uno. —Sus piernas parecen kilométricas en esas botas—respondió el otro. —Seguro se ven mejor alrededor de mi cintura— Rompieron a reír. No entendía cómo podían ser tan grotescos, varios de ellos tenían esposas e hijos. Al igual que tu. Bufé frustrado. Yo no soy así. Nunca hablaría así de una mujer. Eso es cierto, al menos en esa parte. Los ejecutivos siguieron hablando pero yo los ignoraba, enfrascado en los estados de resultado. —Edward…—la voz de Jasper me sacó de mis pensamientos. —Creo que deberías venir a ver esto. Me levanté molesto, a mí que me importaban las amigas de Alice, la mayoría era unas busconas. Cuando me detuve frente al vidrio y miré a la pista de baile, todo se congeló. Empecé a escuchar con atención los comentarios sin dejar de mirar a la pequeña castaña que estaba enfundada en unas botas negras a la rodilla y un vestido blanco algo suelto, sujeto por un cinturón negro que hacía que sus curvas se resaltaran en los lugares exactos. No solo los hombres que estaban conmigo la miraban, en la pista de baile varios hombres seguían sus movimientos con atención. Movía sus caderas y bailaba junto con Alice al son de una canción. Se veía totalmente hermosa, total y absolutamente perfecta. Y todos los demás también lo han notado. Pero ella es MÍA. — ¿Caballeros…desean que les envíe a buscar unas servilletas?—mi voz era severa por el enojo. Todos se giraron a mirarme extrañados sin embargo Jasper me miraba muy divertido. — ¿Servilletas para que señor Cullen?—preguntó Charles.

—Para que se limpien la baba que se les está cayendo mientras se comen a MI esposa con los ojos—les espeté haciendo que todos palidecieran, empezando a murmurar disculpas estúpidas, uno incluso fue tan estúpido que se disculpó diciendo que no miraba a mi esposa sino a la chica que estaba a su lado, ganándose una fría mirada de Jasper. — ¿Cuándo te casaste? ¿No eres un poquito mayor para ella?—empezó a reírse y yo quería borrarle la sonrisa de la cara de un golpe— La pobre Heidi debe estar destrozada. Me la encontré hace unos días en una fiesta, supongo que no sabía que andabas de luna de miel. —la burla en la voz de mi viejo rival de los negocios no paso desapercibida para mí. No le respondí como quería, no le daría armas con las cuales pudiera seguir alimentando su burla. —No veo porque Heidi deba estar destrozada, no había nada entre nosotros y ella tiene la piel más curtida que un lagarto. —le espeté sin quitarle la vista de encima a mi esposa, pesqué mi Blackberry del bolsillo de mi pantalón y le envié un mensaje a Peter, quería saber exactamente dónde demonios se encontraba el guardaespaldas de mi mujer al que no veía por ningún lugar. Lo vi cuando miró hacia donde estábamos, se encontraba a unos cuantos pies de distancia de donde ellas estaban bailando, no lo había visto antes porque estaba entre las sombras. Respiré más tranquilo, al menos había alguien cuidando de ella. —Eso es lo que tú piensas, ella sin embargo ya se veía como la futura Señora Cullen.—se rió.—En fin ese no es mi problema, ¿verdad?—me dio la espalda—Jazz por lo visto seremos todo un éxito en este nuevo negocio. Me tengo que ir, tengo una linda chica en mi apartamento esperándome para celebrar. Lo vi salir del salón y lo seguí con la mirada hasta que se salió por la puerta principal, no sin antes mirar de arriba abajo a mi esposa, quien seguía bailando totalmente ajena a lo que sucedía a su alrededor. Alice se inclinó y le dijo al oído, por lo visto era algo que ella no quería hacer porque empezó a mover negativamente su cabeza con vehemencia, luego empezó a reírse, hacia casi tres semanas que no la veía reírse. Miré a Jasper arqueando una ceja y él solo se encogió de hombros. Volví a sentarme, necesitaba terminar la reunión para poder llevármela a casa, supongo que un poco de diversión sana no le caería mal, tal vez llegara a casa de muy buen humor y pudiéramos sentarnos a conversar las cosas para resolverlo todo. Estas muy confiado en que todo será muy fácil. Estaba firmando unos documentos mientras uno de los ejecutivos conversaba con otro y me distrajo con su necedad. No tenía idea donde Alec conseguía sus empleados, parecían todos salidos de un kindergarten. No podía creer que ese niñato fuera el mejor amigo de Jasper. Eran tan distintos el uno del otro como el sol de la luna. Decidí que lo mejor sería traerla al salón de esa manera la tendría vigilada y nadie se atrevería a acercarse a ella. Jasper quiso acompañarme me imagino que para evitar un altercado entre su mujer y yo. Cuando estuve a unos cinco metros de ella la sangre me empezó a hervir. Había un tipo bailando con ella, mirándola como si fuera algo de comer. ¿Qué es lo que sucede en estos tiempos que nadie respeta a la mujer ajena? ¿No se dan cuenta del enorme anillo que yo había colocado en su mano, como símbolo de que estaba tomada? —Isabella—mis ojos se fijaron en los suyos que se abrieron tan anchos eran. El tipejo puso su sucia mano en su cintura y me miró fijo. —Piérdete…—no dejé que terminara lo que sea que fuera a decir, mi mano se movió por voluntad propia y le asesté un golpe en la nariz. Desde allí todo se volvió un mar de confusión. Peter salió y tomó a Bella por la cintura, protegiéndola con su cuerpo. Las botellas volaban por todos lados al igual que los puños.

Tenía tanta furia contenida que no me detuve hasta que casi goleó a Jasper por error. Para la media noche estábamos en una comisaría de policía. Para colmo de males el jefe era amigo de mi suegro, por lo que seguramente en cuanto Charlie pusiera un pie en Forks se enteraría que su yerno estuvo envuelto en una disputa. Eso sin contar que no se enterara por los periódicos primero. —¿Por qué tienes que ser tan impulsivo? Haz formado un problema por un simple baile. Tu esposa no estaba haciendo nada malo y tú te pones como un cavernícola cuando sabemos que has hecho cosas peores. Tiene razón… —Vete a la mierda Hale. Todo esto es culpa de tu esposa—la silla golpeó el suelo cuando me levanté. —Alice, no ha hecho nada que no sea tratar de ser una buena amiga para Bella. La vuelves a culpar de algo y te golpearé Cullen, créeme cuando te digo que lo haré. Fuimos interrumpidos por el jefe de policía quien venía a decirnos que estábamos libres. Al menos el estúpido de Alec había hecho algo bien. Ahora iría a casa a cruzar unas cuantas palabras con mi mujer. ¿La vas a reñir por una salida inocente con su amiga? Estaba bailando con otro hombre. Tú también has bailado con otra mujer. Es diferente… Lo que tú digas Cuando salí de la comisaria empecé a verlo rojo todo de nuevo. Alec estaba demasiado cerca de Bella, me acerqué con cuidado para escuchar lo que le decía. Mi corbata estaba puesta en su lugar pero a mi camisa le faltaban botones, levanté las manos sobre mi cabeza. Definitivamente la vida me odia o me debe estar jodiendo. — ¿Sabes Bella? Edward es un hombre con suerte, eres tan hermosa… tan sensual…tan...—la miró de arriba abajo. —Casada.—completé sobresaltándolo. —Cullen. —Al auto Isabella— mis ojos estaban fijos en los de Alec. —La tratas como a tu hija, sabemos que eres mayor que ella pero exageras—empezó a reír y yo me tensé. —Vamos a casa Edward—puso su mano sobre mi brazo. —Si ve a jugar a la casita, Cullen. —Se giró y miró a Bella.—Lo que te he dicho es cierto, me has cautivado y quisiera seguirte viendo. —Sube al maldito carro, Isabella. —le rugí. —Edward, no lo hagas, por favor—me suplicó, pero yo estaba más que furioso.—No hagas caso —Sube al puto carro o créeme que te meteré yo mismo.—se tensó y pude ver su labio inferior temblar cuando sus ojos se llenaron de lagrimas. Peter se acercó y la guió por el brazo hacia el auto.

Bien hecho, la has vuelto a lastimar. Ahora no puedo pensar en eso, solo podía enfocarme Alec a quien tenía enfrente tratando de robarme lo que más he amado en la vida.

CAPITULO 5 LA LLAMADA —Mantente alejado de mi mujer, Hamilton. No te quiero ni a cien metros de ella—le espeté. — ¿Por qué? Que yo sepa estamos en un país libre puedo estar en el lugar que yo quiera. No puedes prohibírmelo— miró hacia la forma de Bella que era llevada por Peter hacia el auto. —Créeme Hamilton, te acercas a ella y haré que te arrepientas de haber nacido. —lo tomé por la solapa de su saco. —Vamos Cullen, no me digas que lograste enamorarla con esa actitud de hombre de las cavernas, seguramente tenias que hacerle ver que seguías teniendo testosterona para tu edad—mi puño fue detenido por James. —Jefe, creo que es hora que regresemos a casa antes que lo metan preso en verdad. La señora nos espera—respiré pesadamente tratando de calmarme. —Lo digo enserio Hamilton, no te le acerques a mi esposa—lo solté haciendo que trastabillara. Me di la vuelta para dirigirme al auto cuando lo escuché empezar a reír. —Debes inscribirte en un curso de manejo de ira, Cullen. Lo necesitas—me iba a girar nuevamente cuando James puso su pesada mano sobre mi hombro y negó con la cabeza. Alec Hamilton era como un perro de caza, una vez olfateaba una presa iba tras ella. Solo que ahora era diferente porque yo no permitirá que hincara sus dientes en mi Isabella. Respiré profundamente y conté hasta cien antes de subir a la limosina. Los ojos de Bella estaban rojos e hinchados por las lágrimas sin derramar. — ¿Puedes explicarme a que se debe todo esto?—la miré de pies a cabeza, sus piernas forradas en las botas estaban cruzadas a la altura de sus tobillos. — ¿A qué se debe qué?—me miró molesta. —Debes ser más específico. —Esta ropa… ¿Qué le hiciste a tu cabello?—me moví hasta quedar a su lado sujetando su sedoso cabello y pasando mis dedos a través de él. — ¿No te gusta?—soltó sin darse cuenta, se sonrojó y luego tensó sus labios—No importa si no te gusta. A mí me gusta y es todo lo que importa. —Me gustaba largo porque podía tomar mechones de tu cabello y pintar tu cuerpo desnudo con ellos—murmuré en su oído haciéndola temblar ligeramente. —Pues ya no podrás—se movió sobre el asiento alejándose de mí. —Si no te gusta mi nueva apariencia lo siento mucho por ti, tendrás que acostumbrarte porque no pienso volver a ser la de antes. —Tu apariencia me gusta, no hay nada en ti que no me guste, lo que no me gusta es que estés mostrándola delante de todos esos hombres. ¿Se puede saber por qué demonios estabas en ese lugar? No me avisaste que

saldrías y mucho menos que lo harías de noche con esa pequeña víbora. —le espeté sujetando su mentón haciendo que me mirara. —No tengo porque pedirte permiso. Que yo recuerde nunca me lo has pedido tu a mí, solo me decías "tengo una cena de negocios, llegaré tarde."No me dabas ningún tipo de explicación, así que no veo la razón por la que yo tenga que dártelas a ti. Mis dientes se cerraron audiblemente. Sujeté con fuerza su barbilla, la atraje hacia mí y la besé como venganza. Mis labios se movieron contra los de ella obligándola a abrirlos para recibir mi lengua. Cuando la sentí relajarse traté de profundizarlo solo para separarme abruptamente maldiciendo. La muy bruja me había mordido. —Soy tu marido y me debes respeto. Obviamente me tienes que avisar a donde sales y con quien. —me limpié la sangre que tenía en el labio. No lo estarás diciendo en serio. ¿Cómo puedes exigirle algo que tú no cumples? Yo soy su esposo, estoy acostumbrado a lidiar ese tipo de personas, ella no lo está. ¿De verdad? —Tú nunca lo hiciste, ¿Por qué tendría que hacerlo yo? Tienes un doble estándar y eso no me gusta. Te estás comportando como un hombre del cromañón. ¿Te diste cuenta que has provocado una pelea en la noche de apertura de tu discoteca? Por no decir que terminaste en la comisaría para deslindar responsabilidades, luego sales de ella y te pones a gritarme frente a uno de tus socios que lo único que hizo fue ayudar a que todo se aclara más rápido para que tu y Jasper pudieran salir antes. — abrí la boca para decir algo, pero ella levantó la mano haciéndome callar— Dices que quieres arreglar las cosas conmigo y lo único que haces es comportarte como un bárbaro salido de la época de las cavernas. No sabes decirme otra cosa que no sea "Isabella, me perteneces." Pues déjame darte una noticia Edward Cullen, pude haberte pertenecido antes pero eso ya no es igual. No tiene nada de malo que me haya arreglado y si no me gusta pues es tu problema. Tiene razón en todo, y lo sabes. No puedes decir que no. Alec está acabando con mis nervios. Lo sé, con los míos también. —Te arreglaste para conseguir la admiración y el deseo de otros hombres. Yo soy tu esposo y solo debes desear eso de mí. Crees que no me di cuenta que no te ofendió lo que Alec te decía, debías haberle dado una bofetada. Te estás comportando igual que tu hijo. ¿Qué edad tienes? —No tiene nada de malo que alguien me haga un cumplido. Me estaba halagando no le vi la razón para mandarlo a callar. —me miró fieramente. —Él no te estaba halagando, estaba tratando de llevarte a la cama—le respondí airado. —Eres demasiado inocente, un hombre como él fácilmente podría atraerte a su trampa y tú aun estas vulnerable emocionalmente. —sus ojos resplandecieron. —Bien dice el dicho que el león cree que todos son de su condición. El hecho que tú me hayas engañado no significa que yo saltaré a la cama del primer hombre que me diga algo bonito. Aunque no te vendría mal el escarmiento. No es como dice la ley del talión, ojo por ojo y diente por diente. —me sonrió con una crueldad rara en ella.—Tal vez le tome la palabra a Alec.—se puso a mirar por la ventana del auto. Me lancé sobre ella, tomándola de los hombros y girándola hacia mí. Sus ojos se abrieron por la sorpresa. —¿No sabes cuándo parar verdad?—la sacudí exasperado. —Suéltame, Edward. Me haces daño—la solté como si me hubiera quemado. Me sentí mucho más asqueado conmigo mismo de lo que ya estaba.

—-Perdóname Isabella, no sé lo que me ha pasado. ¿Te lastimé?—tomé la manga de su vestido para examinarla. —No demasiado, pero no me gusta cómo te estás comportando, en lugar de tratar de arreglar las cosas conmigo, si es eso lo que en realidad quieres hacer, te comportas como si no hubiera pasado nada y yo tuviera que olvidar todo como por arte de magia.—volvió a mirar por la ventana. Tiene razón de nuevo y lo sabes. —Dime como puedo hacer para que me perdones, Isabella. Lo que más quiero es que nuestra familia vuelva a ser la de antes. Me comporto de esta manera porque estoy desesperado. Me tienes al borde.—tomé sus manos en las mías—pídeme lo que quieras, haré lo que quieras con tal de que vuelvas a ser mía.—empecé a cubrir de besos sus manos. —No soy una propiedad, Edward. Eso de volver a ser tuya es exactamente a lo que me refiero.—sacudió su cabeza haciendo que sus suaves rizos se balancearan golpeando su rostro.—soy tu esposa, debo ser tu compañera—suspiró y yo bebía cada una de sus palabras, esta era la conversación más larga que habíamos mantenido desde esa noche—en cuanto a lo que debes… no tengo la menor idea, te tenía en un pedestal demasiado alto y te me caíste. No sé si alguna vez pueda volver a confiar en ti. Estoy consciente que no podemos seguir en esta situación por el bien de los niños, E.C. es mucho más receptivo de lo que hubiera pensado. Voy a firmar una tregua contigo. —Bella—ella levantó su mano y yo cerré la boca. Haría lo que me pidiera con tal de volverla a tener. ¿Qué tal si empiezas por escuchar? No te acaba de decir que no quiere ser tratada como una propiedad, deja de pensar en ella como tuya. Pero es mía… Eso lo sabemos pero no podemos demostrarlo tanto como antes, empieza a usar la cabeza. De nada te sirve tenerla para ganar millones si no puedes usarla para que la volvamos a tener en nuestros brazos. Mis brazos… corregí a la voz. Sí, sí, claro. Lo que digas. Tuyos, míos, nuestros. Es lo mismo. —Vamos a ir paso a paso, Edward. No me presiones, dame mi espacio. No te diré que seremos amigos porque para ser amigos tiene que haber confianza y yo no confío en ti. Demuéstrame que en verdad vas a cambiar y tal vez haya luz al final del túnel para este matrimonio. Lo del contrato fue una jugada muy sucia, si vuelves a querer manipularme de esa manera te juro que me llevaré a los niños y nunca podrás encontrarnos.—asentí como un idiota. Nunca antes la había escuchado hablarme de esa manera, con tanto aplomo. —Te juro que haré lo que sea para volverme a ganar tu confianza—me incliné a besarla como un niño emocionado solo para que mis labios encontraran su mano. —No quiero palabras. Quiero hechos. Piénsalo bien, si eso es lo que quieres te va a costar, sino creo que lo más sensato es que pusieras la demanda de divorcio y me libraras de esa estúpida clausula—iba a responderle cuando presionó aun más sus dedos sobre mis labios—piénsalo. Abrió la puerta del auto y la vi desaparecer por la puerta principal. Sé exactamente lo que tengo que hacer, no te preocupes Bella. Todo volverá a estar bien. Había estado tan absorto en la conversación que no me había dado cuenta que estábamos en casa. La seguí apresuradamente, podía sentir su aroma en las habitaciones de los bebes, sonreí ante eso. Bella era una madre realmente dedicada, en cuanto regresábamos las pocas veces que salíamos, entraba a ver a los niños para asegurarse que estuvieran bien. La encontré en la habitación de E.C. ella estaba tan preocupada como yo por el niño. —Vamos a acostarnos, no creo que se despierte hasta mañana.—puse mi mano en su hombro, ella asintió y miró mi mano sobre su hombro fijamente. La quité sabiendo lo que significaba esa mirada.

Tengo que tomarme las cosas con calma, debo ir paso a paso. No puedo correr el riesgo de asustarla. Tenía que usar mi edad y mi madurez mental en este caso. Entré al baño y me desvestí mirándome al espejo, para tener casi treinta y cuatro años, no estaba tan mal, mi cabello seguía siendo igual, solo habían dos canas entre los mechones pero nada muy obvio, la sombra de mi barba era un poco más gruesa que hace unos años, no tenía ninguna arruga. No estaba tan viejo para ella como lo decía Alec. —No le hice nada a tu rasuradora—la mire por el espejo, sus mejillas estaban un poco rojas, su camisón se ajustaba perfectamente a sus curvas.—En serio no tengas miedo de rasurarte—señaló la maquina en mi mano—lamento haber hecho las demás cosas, fue algo infantil de mi parte.—mordió su labio—te ofrecí una tregua y prometo cumplirla. No pude evitar sonreír. —Tenías mucho derecho a estar enojada. No te culpo por aquello, en cuanto a lo de la rasuradora, no empecé porque tuviera miedo de lo que hubieras podido hacer, fue solo que me perdí en mis pensamientos y me distraje. — dejé la maquina el lavabo ya me rasuraría mañana. La miré mientras cepillaba sus dientes y se me ocurrió algo— Hay una gala en unos cuantos días, ¿me harías el honor de acompañarme?—Sus ojos se abrieron anchos y el cepillo se quedó inmóvil en sus labios.—quiero empezar a rectificar mis errores y este es el primero que enmendaré. Asintió y salí a recostarme en la cama, esperé hasta que ella se hubo acostado también. —Buenas noches Isabella—me incliné sobre ella y besé la comisura de sus labios. Ella se había preparado para un beso en la boca pero le daría su espacio como me había pedido. A la mañana siguiente había pedido a una floristería que le entregara diariamente tres docenas de orquídeas del cymbidium de Borgoña. Iba a cortejarla como me habría gustado hacerlo cuando fuimos novios. Mi buen humor había empezado a volver, sabía que me costaría trabajo ganarme su confianza de nuevo, pero ese era un reto que estaba dispuesto a asumir. Pedí que limpiaran mi agenda, dedicaría todo mi tiempo libre a reconquistar a mi mujer y a disfrutar de mis hijos. Salí de la oficina antes de la cinco, James parecía aprobar mis acciones, se veía más tranquilo hacia unos dos meses en los que parecía que quisiera meterme un balazo, hoy por lo menos no me miraba de manera asesina. Llegué a casa y todo estaba en silencio en la parte inferior, deje mi maletín junto con el saco en una silla y empecé a quitar la corbata, los ladridos y las risas me indicaban que alguien había ido en contra de mis órdenes y había dejado entrar al perro a la casa. Caminé sigilosamente hasta mi habitación, podía escuchar las risas y los ladridos con mayor claridad. La escena ante mi me hizo sonreír. Mi familia estaba teniendo una pelea de almohadas, eran Bella y Anthony contra Nessie y E.C., Momo corría de un lado a otro tratando de alcanzar las plumas que flotaban en el aire. —¿Qué es lo que se supone que está pasando aquí?—traté que mi voz sonara enojada. Todos se quedaron inmóviles salvo Anthony que estiró las manos hacia mí. El perro se escondió tras las piernas de Bella y los niños me miraron expectantes. —Estábamos cambiando la cama y empezamos a jugar—me miró desafiante. Adoraba su actitud de mamá gallina. —Así que estaban jugando… inclusive el saco de pulgas estaba en el juego, pero no me esperaron… —Bella se mordió el labio y acomodó mejor a Anthony en su costado.—Creo que como mamá fue la que organizo esto, merece ser castigada—sonreí traviesamente y empecé a acercarme a ellos acechándolos. Nessie gritó y salió corriendo al igual que Bella que tenía que ir más despacio por el bebe en sus brazos. EC les siguió el ejemplo y empezó a huir de mí con Momo pisándole los talones. Sin embargo él no era mi objetivo. Bella estrechó contra su pecho al pequeño Anthony cuando vio que la tenía acorralada y la levanté en brazos y la deposité en la cama antes de tomar una almohada y golpearla con ella.

Su risa empezó a resonar en la habitación. Dios cuanto había extrañado ese sonido. Bella seguía riendo mientras me decía lo injusto y tramposo que había sido. E.C. como el caballero en blanca armadura de su madre empezó a golpearme con las almohadas, mientras Nessie me cubría los ojos con sus manos, subida en mi espalda. Incluso el perro estaba en mi contra, mordía mis pantalones tirando de ellos para que dejara a su ama. —Por favor, por favor—decía Bella entre almohadazos.—No volveremos a empezar una guerra sin ti. Me giré de tal manera que tomé Nessie y a E.C. desprevenidos y los coloqué en la cama junto a su madre antes de lanzarme con cuidado sobre ellos. Los tres chillaron cuando sintieron la parte de mi peso que había dejado descansar sobre ellos. —Bien eso les enseñara, pero ahora tengo tanto sueño que me quedaré dormido justo donde estoy—los tres volvieron a chillar diciendo lo mucho que pesaba. Besé el tope de cada una de sus cabezas, a Bella le di un casto beso en los labios antes de liberarlos. Cuando me acosté sobre mi espalda los cuatro estábamos riendo a carcajadas. Era el sonido que más me gustaba escuchar y trataría de oírlo tan seguido como fuera posible. Sin embargo la bola de pelos pensaba que ya habíamos tenido mucha diversión y saltó a la cama aterrizando sonoramente en mi estomago haciendo que perdiera el aire de mis pulmones. Iba a empezar a maldecir pero recordé que los niños estaban aquí, por lo que solo me contenté con hacer que se bajara de la cama. —En mi maletín tengo algo para ustedes dos— le toqué la nariz a Nessie con la punta de mi dedo mientras le revolvía el cabello a E.C. —¿Qué tajiste pada mi?—sus brillantes ojos chocolates se abrieron de emoción. —Una sorpresa —¿Qué tajiste pada E.C.?—empecé a reír. Esa siempre era su respuesta cuando les decía eso. —Para saber que es tienen que ir a verlo—los dos salieron corriendo.—Ahora que tus defensores se han ido, estas a mi merced.—los ojos de Bella se abrieron anchos esperando a que lo que fuera que ella pensara que le iba a hacer, sin embargo yo tomé a Anthony quien en seguida tomó mi cabellos, levanté su camiseta para hacerle cosquillas con la poca barba que me había salido. —Gracias por las flores y por jugar con los niños—su voz fue un susurró. —Ustedes son mi familia—puse al niño en la cama y me senté mirándola fijamente—Me pediste acciones para demostrar lo mucho que me importas y eso es lo que pretendo hacer. Me sonrió y tomó a Anthony en brazos. —Los niños quieren hacer pizza casera, que tal si te das un baño y nos acompañas.—mi sonrisa se hizo ancha.—Voy a acostar a Anthony y nos vemos en la cocina. —Gracias por darme esta oportunidad, Isabella. Prometo no volver a defraudarte—solo asintió y salió de la habitación. Bien Cullen, vamos por buen camino. Sí, voy por buen camino. Ahora no vayas a estropearlo.

No lo haré. Por nada en el mundo arruinaría esta oportunidad. Me bañé apresuradamente, no me detuve siquiera a rasurarme después de todo Bella me dijo antes de la pelea que le gustaba el cambio que hacia la sombra de mi barba en mi cara. Cuando bajaba las escaleras escuché sonar el teléfono, terminé de bajarlas de dos en dos y me paré en seco al los ojos de Bella empezar a brillar por las lagrimas que estaba conteniendo, sus nudillos sujetaban con tanta fuerza el teléfono que estaban blancos. -Isabella, amor. ¿Quien llama?-le pregunté viendo que su rostro perdió el color. Tragué en seco, empezando a preocuparme. -La señorita Volterra... Heidi Volterra, quiere hablarte-sus ojos perdieron la poca luz que los había iluminado hace unos minutos. Mi barbilla se tensó y tomé el teléfono inalámbrico dirigiéndome a mi oficina, llevando a Isabella casi a rastras conmigo. BPOV No podía creer la osadía de esa mujer, llamar a mi casa, a la casa de mis hijos. Estaba tan molesta que quería golpear algo y yo nunca me he considerado una persona violenta, pero en estos momentos lo haría. —Quiero saber algo Edward—su nombre quemó mi garganta. Él se detuvo poniendo una mano sobre el auricular. Un musculo en su mejilla se movía esporádicamente.—¿Debo decirles a mis hijos que viene el bastardo de esta nueva generación de Cullens? Solo dímelo y ahorrémonos la pérdida de tiempo de estar aquí—había sido un golpe bajo y lo sabía, pero no me arrepentía, necesitaba devolverle el golpe y esto era lo que más le dolía a él. —Isabella—gruñó mi nombre, las aletas de su nariz se movían mostrándome que estaba de muy mal humor. Bien…—siéntate aquí, vas a presenciar esta conversación, lo quieras o no.

CAPITULO 6 GALA —No puedes obligarme a escuchar la voz de esa mujer. Edward—sacudí mi cabeza, no sabía cómo explicarle mi sentir sin romper a llorar de frustración—no le des más combustible a mis pesadillas…por favor…—el nudo en mi garganta se hacía cada vez más grande. —me miró largamente a los ojos para luego suspirar pesadamente. Sus labios se volvieron tensos. Asintió y se colocó el teléfono al oído sujetando mi mano. No entendía si lo hacía para consolarme por las noticias que es mujer fuera a dar. Noticias que podían terminar de destruir mi mundo. —Espero que estés llamando a mi casa porque ha surgido algo de vital importancia en alguna de las empresas y es imperativo que sea de mi conocimiento para evaluar el comunicado de prensa, antes que se cometa un error como la vez anterior. —….—pasaron unos segundos de silencio que hicieron que todo el vello de mi cuerpo se erizara, rodó los ojos a lo que fuera que esa mujer le dijo. — ¡Ah! sí… la gala. Es correcto, la tengo presente. Mi esposa me ha hecho el honor de acceder a acompañarme — llevó mi mano a sus labios y la beso. Luego se tensó—creo que deje clara mi posición en ese asunto. No necesito lo servicios de escolta de tu compañía, suficientes inconvenientes tuve la última vez. Fue mi turno de tensarme. ¿Escoltas? ¿Se refería a las escoltas normales o a las escoltas de otro tipo? Edward sacudió su cabeza como si hubiera leído mi mente. —Todo lo que tengas que decirme envíamelo en un memo a mi oficina, no vuelvas a llamar a mi casa ni siquiera porque es el fin del mundo. En estos momentos mis hijos me esperan para hacer una pizza. —colgó sin esperar respuesta y sus ojos se posaron en los míos.

No fue tan malo como pensé que sería… Los ojos de Edward tenían ese característico brillo enojado. Sabía que me había pasado de la línea al decirle lo que le dije antes de la llamada. —Lamento…lamento haberte llamado bastardo indirectamente, estuvo fuera de lugar por mi parte. Estaba molesta, nunca esperé que tu amante llamara aquí. Si al menos no sientes respeto por mí, tenlo por tus hijos. —me levanté y le di la espalda. —Isabella—su voz sonó exasperada— ¿Cuántas veces tengo que decirte que ella no es mi amante? ¿Crees que yo le dije que llamara? Todos mis empleados saben perfectamente bien que no quiero que perturben la calma de mi hogar. —Tomó mis hombros y me giró para encararlo. —Hemos pasado una hermosa tarde, por favor no arruinemos la cena, los niños esperan divertirse con nosotros. —No quiero que esa mujer vuelva a llamar a mi casa—mi voz fue seca—prometí hacer un esfuerzo, pero no soy una mártir, ni una santa. No pretendo aguantarme este tipo de cosas. —me sonrió. Tan mercurial como siempre… —No te preocupes por eso, cesaré mi relación laboral con su agencia. Existen cientos de agencia de relacionistas públicos que matarían por tener mi compañía como uno de sus clientes. Sonríe que los niños nos esperan. Cuando estén dormidos puedes intentar arrancarme la cabeza—palmeó mi trasero y luego levantó sus manos en el aire a manera de rendición—Lo siento, es la costumbre. Sacudí mi cabeza y me dirigí a la cocina, los niños estaban jugando con lo que Edward les había traído, pero en cuanto me vieron dejaron el juego de mesa y me siguieron. Edward tomó a E.C. por la espalda y lo levantó sobre sus hombros. El niño gritaba y Nessie se había colgado de su pierna. Momo no se había inmutado después que Edward le lanzará una mirada y se había echado frente a la chimenea. No pude evitar sonreír. Esta era mi familia… Cada vez que veía a Edward dejar su fría fachada y jugar con los niños como si él tuviera su edad. Saqué la masa que tenia previamente preparada, Edward estaba colocándoles a los niños sus delantales, no pude evitar reírme al verlo poniéndose su sombrero de chef y su delantal bordado con las palabras "besa al chef". Sus ojos se encontraron con los míos brevemente, se veía tan espectacular como siempre. En verdad era un hombre muy guapo. Incluso ahora con la cara manchada de harina y salsa de tomate. Su barba de las cinco de la tarde, sus verdes y juguetones ojos, su cabello desordenado que parecía rehusarse a quedarse dentro del ridículo sombrero, su manzana de Adam moviéndose cada vez que tragaba alguno de los ingredientes, el exiguo vello de su pecho que se insinuaba ligeramente en el cuello de su camisa, sus amplios hombros, sus largos brazos, su expertos dedos moviéndose sobre la harina, su… —¿Ves algo que te gusta?—murmuró haciendo que me sobresaltara. Sentí mis mejillas enrojecer. Bufé molesta y seguí picando los hongos. —Hace mucho tiempo que no viajamos, me gustaría ir de vacaciones—E.C. estaba golpeando la masa para ponerla en el soporte. Lo miré curiosa y Edward se movió incomodo. Enarqué una ceja y Edward me ignoró. —Papi dijo vaaciones—Nessie se comió un trozo de jamón y me sonrió. —¿Edward? —¿Sí, amor?—me miró cautelosamente. —¿Has hecho algo sin consultarme?

—No…exactamente —papi malo—Nessie empezó a reírse histéricamente y Edward se sonrojo. —Bien, Edward. Estoy esperando una respuesta—coloqué el tazón de champiñones troceados frente a ellos. E.C. me miraba divertido, supongo que estaba contento de no ser él quien era objeto de mi regaño en esta ocasión. —Cuándo dices sin consultarte, ¿ a qué te refieres exactamente?—Se parecía tanto a E.C. cuando lo atrapaba en algo, siempre buscando una salida para salir bien librado. —Edward… —Pensé…pensé que sería bueno irnos de vacaciones a la playa… ya sabes para que descanses antes de iniciar la universidad. Puedes traer tu cámara el paisaje es espectacular y puedes tomarle hermosas fotos para ir practicando. Su voz era casi suplicante, un buen cambio ya que siempre había sido demandante y altanera. Pasé mi mirada de una cara de culpabilidad a otra. Padre e hijo me miraban de la misma manera. —Papi ta en poblemas— Nessie se rió. —Por favor—me dijeron los dos bribones al unísono. Rodé mis ojos, cuando se confabulaban en algo eran de temer. —Bien. Pero no nos ausentaremos mucho tiempo, no quiero que E.C. tenga problemas en el colegio—sentencié seria. —Ya me encargué de todo no tienes de que preocuparte, un tutor le dará el plan semanal que tiene asignado el colegio. —Entonces la parte de que no hiciste nada sin consultarme, ¿fue?—un leve rubor cubrió sus mejillas. —¿Una sorpresa?—me envolvió en sus brazos y plantó un beso en mis cabellos.—Lo siento, amor—susurró en mi oído. Cuando se comportaba de esta manera, era como si nunca nada hubiera pasado, como si siguiera siendo mi Edward. Era una triste ilusión pero a veces deseaba creer que nunca había pasado nada entre Heidi y él. Solo de pensarlo en la misma posición con la pastora de cabras hacia que mi sangre bullera, hacia que quisiera arrancarle los ojos por haberse fijado en alguien más cuando yo no tenía ojos para nadie que no fuera él. —Tengo hambre—E.C. rompió el silencio, haciendo que me separara de Edward y me dedicara a ayudar a Nessie con su pizza mientras Edward ayudaba al niño. El monitor del bebe me anunció que Anthony se había despertado, por lo que deje a los otros dos pequeños en compañía de su padre, no sin antes advertirles que no quería ninguna guerra de comida o alguna travesura que dejara la cocina en un estado similar al que quedó la última vez que los deje ayudando a su padre con la cena. Agradecí la separación ya que aun necesitaba pensar. EPOV Vi a Bella salir de la cocina, sabía que estaba huyendo de mí. Toda la armonía de la tarde fue interrumpida por la llamada de Heidi, si hubiera podido la habría ahorcado. Deje las cosas claras con ella, no quería que siguiéramos en contacto, deje la cuenta de mi empresa en su compañía porque me sentía en deuda con ella tenía un sentimiento de culpa por haberla utilizado para mis propósitos egoístas, pero después de lo que hizo esta noche no pienso seguir teniéndole consideración. Heidi sabía perfectamente lo que hacía cuando me llamó, apostaría mis empresas a que lo hizo para causar malestar entre Bella y yo. Por ahora solo cesaría del todo nuestra relación laboral, pero si se volvía atrever a llamar

aquí o importunar a Bella de alguna manera me encargaría personalmente de hundirla, nunca he tenido piedad cuando se metían con algo mío y no había nada que me importara más que Bella y los niños, por lo que Heidi había hecho una muy mala jugada. Al menos había salido bien librado sobre las vacaciones, por un instante pensé que empezaría una discusión, por suerte los niños estaban presentes. ¿Por suerte? Como si no lo hubieras planeado, confiesa que te espantaba la idea de que te dieran una negativa rotunda y por eso les dijiste a los niños antes que a ella, para tenerlos a tu favor. ¡Que vergüenza! No había otra forma, ya la conoces, necesitamos un cambio de aires es por el bien de todos. Síguete engañando, seguro querrás decir por el bien tuyo. La quieres para ti unos días, pero en la playa la verán en vestido de baño, ¿no has pensado en eso? Tendré que alquilar una villa entonces. Eres demasiado inseguro… —Mamá ya está contenta contigo, ¿verdad? ¿Hiciste que dejara estar enojada contigo? No me gusta verla triste—los ojos de mi hijo eran fieros. Le iba a responder cuando Bella entró en la cocina con un malhumorado Anthony. Metí rápidamente las pizzas al horno y tomé al pequeño rufián de los brazos de Bella mientras ella ponía la mesa con ayuda de los niños. Puse a Anthony en cuanto se durmió en la pequeña mecedora a baterías que teníamos cerca de la mesa y saqué las pizzas del horno. —bechito a papi—Nessie le dijo a su madre después de darme un sonoro beso en la mejilla. —Conoces las reglas, amor—señalé el bordado de mi delantal—tienes que besar al chef. Me acerqué a ella y me arrodillé a su lado. Añoraba sus labios y los capturé en un beso casto, ella juntó sus labios con los míos brevemente antes de separarse por un sonoro ¡puaj¡ de E.C. La cena transcurrió tranquilamente E.C. estaba entretenido contando todas las cosas que había hecho en la escuela esta semana. Nessie lo interrumpía cada vez que podía no queriendo dejar a su hermano acaparar toda la atención. La clásica discusión de los dos pequeños porque Nessie se comía solamente el jamón sin tocar el resto de la pizza no se hizo esperar, los gritos de la discusión llegaron a decibeles insospechados. Al final tuve que cargar a Nessie quien había tratado de lanzarse para morder a su hermano, me la llevé a bañar antes que se convirtiera en una lucha monumental. Después de bañarla o mejor dicho que ella me bañara a mí, pude recostarla en la cama y arroparla, me senté a leerle "El pequeño Nicolás" hasta que el cansancio la venció. Anthony estaba con Bella en la habitación de E.C., el niño se estaba leyendo un cuento mientras Bella lo escuchaba ayudándolo en las palabras con las que se trababa. Los escuché un rato parado en la puerta pasando desapercibido antes de decidir hacerme notar. Me senté en un puff vean que tenia al lado de donde Bella estaba sentada, E.C. dejó su libro y miró primero a su madre y luego a mí. — ¿No se van a divorciar, verdad? —la pregunta nos conmocionó tanto a mí como a Bella quien me miró asombrada. —Por supuesto que no. —mi voz fue un poco más tajante de lo que hubiera deseado haciendo que la mirada de Bella se volviera dura. — ¿Qué te hace pensar eso?—le habló con suavidad, tomando su mano en la suya. Bella le había explicado antes que entrara a la escuela las diferentes familias para que supiera que no había nada extraño en que un niño le contara que solo tenía una mamá o un papá o que ellos vivieran separados.

—William me dijo que antes que sus papas se divorciaran su mamá lloraba y estaba siempre triste. Tú siempre estabas triste, pero papá ya se disculpó y todo está bien, ¿verdad?—me miró fijamente mientras hablaba con su madre. Su pequeño rostro denotaba arrogancia. Ese pequeño tirano me daría la espalda sin pensarlo dos veces si tuviera que escoger entre Bella y yo. Llevaba la adoración a su madre a puntos extremos. ¿A quién habrá salido? Nunca he negado que se parece un poco a mí. ¿Un poco? Si son genio y figura. —No tienes nada de qué preocuparte, Edward Carlisle—le acarició el rostro con amor, confortándolo—en esta familia no pueden haber divorcios— sus ojos relampaguearon cuando me lanzó una mirada que me mostraba claramente que aun no me había perdonado por lo del contrato. ¿Y qué esperabas? Lo que hiciste fue algo muy sucio. Hice lo que necesitaba para mantener unida a mi familia ya te lo he dicho. No es a mí a quien debas convencer de eso, sino a ti mismo. Porque hasta ahora solo pensamos que lo hiciste por razones egoístas. —Bien—dijo conforme el niño bostezando sonoramente. Ambos besamos al niño en la cabeza y Bella se apresuró a sacar a Anthony de la habitación porque había empezado a llorar. —Ha estado muy irritable hoy…—murmuré viendo la carita roja y las lagrimas de enojo de mi hijo menor. —Creo que le está saliendo su primer diente—me miró brevemente y sacudió la cabeza—aun no puedes bañar a Nessie sin que te moje. —Ella se convierte en un pequeño monstruo en cuanto toca el agua, no es mi culpa. Prepárate para dormir yo me quedo con él—me defendí sonriendo y estirando los brazos para cargar al niño. —Creo que debes darte un baño y secarte antes de cargarlo—asentí y me giré a mirarlos una vez más antes de apresurarme a quitarme las ropas mojadas. Eran pasadas las doce de la noche cuando al fin logramos que el pequeño se durmiera. Bella estaba exhausta, yo no me atreví a mover a Anthony por temor de que se fuera a despertar por lo que envolví seguramente entre mis brazos dejándolo dormir sobre mi pecho. Finalmente pude dormirme, pensando en todo lo que tenía que hacer para volver a ganarme la confianza de Bella. Me moví desorientado por lo visto estaba cayendo un diluvio esta madrugada, seguramente en unos cuantos minutos… —Papi no pedo domi—sonreí cuando sentí su manita tocándome el rostro mientras sus deditos abrían mi parpado. —Está bien princesa, es solo un trueno, súbete a la cama con cuidado para no despertar a mamá. —me corrí hacia el centro de la cama quedando cerca de Bella. —Frio…—murmuró mi ángel dormida mientras se pegaba a mi cuerpo en cuanto levanté las cobijas para que Nessie pudiera acostarse, Anthony movió su cabeza hasta que volvió a encontrar una posición que le gustara y volvió a quedarse dormido. Nessie capturó su pulgar en su boca y cerró los ojos, tenía a casi toda mi familia reunida y me contenté con ese pensamiento. Otro trueno retumbó antes de que escuchara los pasos apresurados por el pasillo.

Mi hijo se movió con cautela hasta llegar a los pies de la cama. Siempre que llovía de esta manera era lo mismo, E.C. era demasiado orgulloso para decir que los truenos lo asustaban pero siempre llegaba a la habitación y esperaba hasta que yo o su madre lo invitáramos a dormir con nosotros. Era una suerte que me hubiera empecinado en comprar una cama tan grande a pesar de las protestas de Bella. —Aun queda espacio en la cama por si quieres dormir con nosotros—no espero a que se lo dijera dos veces y se trepó con premura quedando entre su madre y yo. —Parece que nos han invadido—Bella me miró con ojos soñolientos unos minutos después que los pequeños se hubieran dormido. — ¿tienen mucho de haber llegado? No los escuché—bostezó sonoramente. —Llegaron hace media hora. Vuelve a dormir amor—sus ojos se cerraron y a los pocos minutos su respiración se volvió acompasada. Ahora si tenía todo lo que amaba en esta cama por lo que pude cerrar los ojos tranquilamente, esperando que las cosas empezaran a mejorar. Los días pasaron tranquilamente o al menos por parte de Bella, yo quería romper algo cada vez que llamaba a la casa y me decían que habían salido. Sabía que lo hacía en beneficio de Anthony, de esa manera el pequeño se iría acostumbrando a la ausencia de su madre mientras ella estuviera en la universidad. Lo que menos me gustaban de esas salidas era que iba en compañía de la mujer de Hale. Ese duendecillo endemoniado seguramente le estaría metiendo cosas en la cabeza. Cada día podía verla pasar de mi dulce y manejable Bella, a una mujer decidida e independiente. Sí, que pecado el que tu mujer sea fuerte e independiente. La tarde estaba pasando con demasiada lentitud mañana nos iríamos de viaje y estaba ansioso. Bella debía estar arreglándose para la gala. Según me dijo Jasper su mujer tenía planeado todo un día de spa para ellas dos. Decidí irme temprano de la oficina, una de mis secretarias me sonrió complacida, Zafrina se la pasaba diciendo que yo trabajaba demasiado. James me condujo a casa en silencio, todavía estaba con su "rara" actitud. Solo me hablaba cuando era totalmente indispensable y cuando le preguntaba algo solo me respondía brevemente. Le informé que saldríamos en una hora y me sonrió con sorna cuando me dijo que Peter le había informado que Bella aun no había regresado por lo que seguramente saldríamos un poco tarde de lo que yo tenía planeado. Gruñí molesto porque quería llegar temprano para poder regresarnos temprano. Subí las escaleras y entré a bañarme murmurando bajo mi aliento que esa pequeña bruja estaba últimamente haciendo su santa voluntad. Tú hiciste la tuya por siete años. Me estaba terminando de acomodar la corbata cuando la escuché maldecir en la habitación. Solo pude captar un par de palabras y fueron: maldición, Alice y zapatos. En cuanto abrí la puerta me detuve en seco. — ¿Qué es eso que tienes puesto?—mi voz fue más densa de lo que quería. —Un vestido—fue su respuesta y abotonó el único botón del vestido. No lo digas…no lo digas… no lo digas… —Eso no es un vestido Isabella, eso es una bata. Mostraras toda la pierna por esa abertura cuando camines o cuando te sientes, sin mencionar el escote. ¡Esto es obra del duende ese! Me quiere volver loco. Tienes que cambiarte de ropa—vociferé. Te dije que no lo dijeras. —Te voy a decir tres cosas Edward Cullen. Uno, baja la voz, que los niños te pueden escuchar. Dos, no pretendo cambiarme de ropa y tres, empieza a comportarte como un hombre de casi treinta y cuatro años. No puedes estar

haciendo berrinches cada vez que hago algo que no te guste. Este vestido lo escogí yo y no Alice. —me amonestó, abrí y cerré mi boca varias veces totalmente sin palabras. Callado te ves mejor, hazme caso esta vez —Bien, si no tienes nada que decirme creo que estamos listos. Lamento haberme demorado en la peluquería. —se levantó dejando caer su vestido negro en cascada. Esta noche tendría que llevar seguridad adicional porque seguramente terminaré rompiéndole la cara a alguien y es mejor tener varias personas que me puedan detener. —Lo siento Isabella—tomé su mano y le besé el dorso— no quise perder los estribos de esa manera. —Acepto tus disculpas solo si prometes comportarte como alguien de tu edad y no hacer ningún espectáculo que nos ponga en ridículo. —Lo prometo—le di mi mejor sonrisa y le ofrecí mi brazo esos tacones hacían que fuera prácticamente de mi tamaño y lo menos que quería era que se lastimara por una caída. Después de despedirnos de los niños nos dirigimos al auto justo en la puerta Bella se agachó para recoger una muñeca de Nessie y mi sangre volvió a hervir. —Isabella—respiré para calmarme—¿ Son ideas mías o no llevas ropa interior?—me sonrió burlona dejando la muñeca en una silla del recibidor. —No puedo usarla con este vestido, se me marcaria toda.—salió y saludó a James antes de subirse al auto quien parecía que estaba conteniendo la risa. Estamos jodidos… Y que lo digas. Suspiré y subí tras ella, pasé el trayecto observando la palidez y longitud de sus perfectas y torneadas piernas. El hotel estaba lleno de gente influyente en el ámbito de negocios, política y entretenimiento. En cuanto entramos al salón pude ver como todas las miradas posadas en mi esposa. El brazo que tenia envuelto en su cintura se tensó. — Recuerda que prometiste comportarte como alguien de tu edad.—me susurró para que nadie la escuchara. —Lo cumpliré… no te preocupes. Vamos que quiero que conozcas a unos cuantos de mis socios. Es más fácil decirlo que cumplirlo. Cuando las subastas empezaron le dije que si veía algo que le gustara me dijera y yo me encargaría de dárselo. Sus ojos rodaron pero no dijo nada. Cuando hicieron un receso antes de seguir con los lotes, la invité a bailar. —Has visto mis zapatos Edward. Es imposible que baile con ellos cuando apenas puedo caminar.—tiré de su brazo y ella solo sacudió la cabeza, pero me acompañó. —Solo este baile, ya pasan más de las once y mañana partimos a las ocho. —Relájate y disfruta, Isabella.—mi mano en su cintura acariciaba la suave tele y me mostraba que en realidad no tenía ropa interior. No pude evitar pegarla contra mi cuerpo moviéndonos suavemente al compás de la música. La escuché suspirar e hice más presión para que su cabeza quedara recostada contra mi hombro. —Gracias por esta noche. ¿Es verdad lo que dijiste de la foto de tu esposa que apareció en la revista? —su voz fue suave, tenía un tono de miedo. Respiré profundamente por fin me estaba dando una ventana para que conversáramos.

—Pero si es la bellísima señora Cullen. Espero que participe en la subasta de las señoras. Una cena con el mejor postor… —Alec Hamilton… Es una lástima, pero Isabella no puede participar, la subasta es para mujeres solteras y como veras ella está casada. —Deberías dejarla participar, Cullen. Nadie la va a morder.—Sonrió abiertamente sin apartar los ojos de mi esposa. —Lo siento, Alec. Mi esposa y yo nos retiraremos en unos cuantos minutos. Mañana tenemos que abordar el avión temprano y no podemos trasnocharnos. —mi voz estaba teñida por la incomodidad. —Vamos Edward, sé que a tu edad necesitas dormir temprano, pero Bella aun es joven y seguro puede aguantar un trasnocho. —sentí la rabia bullir. Bella apretó su agarre en mi brazo. Sabía que ella me tenía prohibido comportarme como un hombre de las cavernas, pero en estos momentos no había nada más que quisiera hacer que golpear a Alec Hamilton con un garrote. —Puedo hablar por mi sola, muchas gracias—me siseó al oído asegurándose que nadie la oyera. Para cualquiera que viera la escena, era solo una esposa amorosa haciéndole cariños a su esposo, sin embargo yo sabía mejor. Asentí ligeramente y ella se giró. —Gracias por el ofrecimiento, Alec, pero como dice mi esposo tenemos un largo viaje programado y las reglas de la subasta especifica que son damas solteras las que deben ser subastadas, supongo que para evitar esposos celosos.—sonrió cálidamente haciéndome golpear mis dientes. —Supongo que tiene razón señora Cullen, además de hermosa inteligente. Espero que nos veamos pronto nuevamente—le devolvió la sonrisa— Eres un hombre con suerte Cullen, ten cuidado…alguien podría tratar de quitártela.—se giró y desapareció antes que pudiera agarrarlo por el cuello. —No me gusta que estés familiarizando con Hamilton—la apreté contra mi cuerpo. —Si vieras más allá de tus celos, te darías cuenta que hay reporteros siguiendo cada uno de tus pasos. Dudo que sea bueno para tus negocios que el presidente ejecutivo salga nuevamente en los diarios por participar en una pelea en medio de una gala benéfica. —pisó mi pie con su tacón, haciéndome soltarla. —Dijiste que no querías trasnocharte, así que vámonos. Tenias que abrir la boca de nuevo. La alcancé y la tomé de la mano. —Lo siento Isabella…tienes razón los celos me corroen, trataré de controlarlos de ahora en adelante. —Quiero hechos Edward, hasta ahora solo he visto palabras. No digas nada… No iba a hacerlo. Seguro… —Te daré los hechos Isabella, lo juro—la ayudé a subir a la limosina. Tendría que aprender a controlarme y rápido. Estas vacaciones me servirán de ejercicio y no pretendo desaprovecharlas.

Esto normalmente lo hago en mi blog, pero como han sido tan nice conmigo y han dejado de caerme ese poco de PM y rr malintencionados pos les dejo un preview del siguiente capi 7 que se titula Vacaciones

La mucama se retiró discretamente después que le entregué el pedido de almuerzo y yo me desvestí buscando mis pantaloncillos, estaba terminando de ponérmelos cuando la puerta se abrió mostrando una diosa. No era un vestido de baño escandaloso y eso era lo que lo hacía más sensual. Se anudaba al cuello y del top caían pequeñas cintas unidas al bikini mostrando solo pequeños fragmentos de piel. Nada parecido a los vestidos de baño enteros que usaba en casa. — ¿Te gusta?—me miró con picardía—Se llama Bendita Locura, hice unas compras para estas vacaciones. Los niños me esperan ¡Que me vuelvan loco cualquier día! Sí… ni que lo digas… La vi salir de la habitación como si estuviera atontado, me apresuré a terminarme de poner los pantalones y me apresuré tras ella.

CAPITULO 7 VACACIONES Bella conversó amenamente con James de regreso a casa, me sentía totalmente excluido, por momento incluso pensé que ambos lo hacían a propósito, a veces veía sonreír a Bella traviesamente y James también parecía muy divertido. Estaba considerando seriamente cambiar el jefe de mi seguridad. No puedes culparlo, sabes que aprecia a Bella y tuvo que ser tu cómplice en tus cochinadas, es lógico que esté molesto; siente que traicionó la confianza de Bella. Nos despertamos antes del alba, bueno Bella se despertó antes del alba porque yo no había podido pegar el ojo en toda la noche. Estaba tratando con todas mis fuerzas de calmar mi lado cavernícola, el lado que estaba insatisfecho por no haber podido asestarle un buen golpe a Hamilton en la gala. Los niños entraron a la habitación apresuradamente. E.C. empujaba el coche Anthony y la señora Cope lucia bastante avergonzada por la intromisión, yo me estaba terminando de poner los zapatos y Bella salía del baño completamente vestida. Por suerte íbamos a un lugar caluroso porque ese delicado vestido no le serviría de mucha protección contra el frio viento de Seattle. El hecho que hubiera cambiado los jeans y las camisetas por estos favorecedores vestidos era un arma de doble filo. Por una parte era una delicia para mis ojos, pero por otro lado también lo era para los ojos de otros hombres. Aun no me decidía como la prefería si vestida sencillamente o con estas finas ropas. Parecían dos personas diferentes y extrañaba considerablemente a mi dulce y suave Bella. La independiente Isabella, parecía no necesitarme y no solo eso, sino que también me hacía casi imposible tratar de llegar a mi Bella, que yo sabía muy bien que estaba en el fondo de ella sufriendo por todo lo sucedido. Necesitaba llegar a Bella y sacarla de ese lugar donde se había escondido. ¿Se escondió? O ¿hiciste que se escondiera? Suspiré y tomé su abrigo para ayudarla a ponérselo. Anthony reclamó a su madre en cuanto la vio. El vuelo de casi seis horas fue relativamente tranquilo, llevé a E.C. a la cabina de mando para mostrarle como se piloteaba un avión. Hacía años que no copilotaba y la verdad me quise lucir un poquito con mi hijo. El pobre había pasado semanas angustiosas preocupado por un inexistente divorcio entre su madre y yo.

—Papá me dejó volar el avión—le dijo emocionado a su madre en cuanto nos volvimos a sentar en los puestos de los pasajeros. Bella me regaló una sonrisa deslumbrante. Cuando bajamos del avión los niños iban vestidos con ropas de verano, el sol en la Rivera Maya nos daba la bienvenida. Nessie y E.C. hacían planes de hacer enormes castillos de arena y nadar con delfines. Pasamos Xel-Há, Xcaret y Playacar, cada vez se emocionaban más cuando les decía todo lo que podíamos hacer allí. Lo tenía todo preparado, en estas vacaciones reconquistaría a mi mujer, haría que volviese a confiar en mí y dejaríamos atrás el pasado. Altas expectativas… Tengo que cumplirlas, no puedo hacer menos. —Es muy hermoso Edward—susurró Bella cuando la ayudaba a bajarse de la limosina, tomando la vista del lobby. El equipo de The Tides Resort nos estaba esperando. —Es lo menos que te mereces—besé su mano antes que Anthony reclamara sus brazos. Cuando ese pequeño creciera seria un clon de su hermano mayor en lo que se refería a su madre, sería una lucha de titanes cuando llegara ese momento. —Buenas tardes señor y señora Cullen, bienvenidos al Tides, mi nombre es Consuelo y estoy para servirles en lo que necesiten, no duden en llamarme. Su mayordomo se llama Augusto y estará a su entera disposición las veinticuatro horas. —nos dijo la gerente. Nos guiaron a nuestras villas, había solicitado dos contiguas, una para los niños y la señora Cope, y otra para nosotros. Le sonreí pícaramente cuando me miró curiosamente al ver esto. Los niños gritaron emocionados los dos mayores tomando posesión de las camas que les habían gustado, para Anthony trajeron una pequeña cuna. No pudimos evitar reír cuando ambos empezaron a desvestirse con rapidez alegando que no almorzarían hasta que se hubieran bañado en la piscina privada de la villa. Nos llevaron a la nuestra donde ya una mucama estaba guardando nuestras ropas en el armario. —Voy a ponerme vestido de baño para acompañar a los niños, ¿crees que podrías ordenar el almuerzo para que lo sirvan en la villa de los niños?—no esperó mi respuesta, tomó un pequeño maletín de mano y desapareció tras las puertas dobles. La mucama se retiró discretamente después que le entregué el pedido de almuerzo y yo me desvestí buscando mis pantaloncillos, estaba terminando de ponérmelos cuando la puerta se abrió mostrando una diosa. No era un vestido de baño escandaloso y eso era lo que lo hacía más sensual. Se anudaba al cuello y del top caían pequeñas cintas unidas al bikini mostrando solo pequeños fragmentos de piel. Nada parecido a los vestidos de baño enteros que usaba en casa. — ¿Te gusta?—me miró con picardía—Se llama Bendita Locura, hice unas compras para estas vacaciones. Los niños me esperan ¡Que me vuelvan loco cualquier día! Sí… ni que lo digas… La vi salir de la habitación como si estuviera atontado, me apresuré a terminarme de poner los pantalones y me apresuré tras ella. Cuando llegué a la villa de los niños ya estaba en la piscina con ellos, Anthony flotaba en una especie de salvavidas en forma de botecito, Bella trataba de contentarlo porque estaba molesto por ser excluido del juego de sus hermanos. Nessie haciendo gala de su sobrenombre tenía una batalla de agua con E.C.

—Son mucho mayores que tu, no puedes jugar con ellos de esa manera—le chapoteé un poco de agua en su dirección haciendo que gorjeara. —Creo que no debimos esperar tanto tiempo entre Nessie y Anthony, al pobre siempre lo excluyen de todo—me miró con la boca abierta. —Debes estas bromeando. Nessie desde que nació fue difícil de manejar, mis manos estaban llenas. Además no "esperamos," tu decidiste que querías otro bebé y te encargaste de ello. —Me miró enojada—Con el tiempo jugaran con él, es lógico que sea así mientras este tan pequeño. Suspiré. No quería empezar una discusión, por lo que decidí dejarlo pasar y no recordarle que esa noche estuvo tan envuelta en el calor de la pasión que me había suplicado por mi simiente. Edward…por favor necesito sentirte pulsar dentro de mí. Eso fue lo último de lo que fui consciente esa noche antes de haberme arrancado el preservativo. La tarde transcurrió con tranquilidad, nos quedamos con los niños hasta que fue momento de prepararnos para la cena. Le supliqué que fuera vestida de blanco, esta noche deseaba que fuera muy especial. Cenaríamos los dos solos había pedido al mayordomo que nos tuviera todo listo en la playa. Decidí esperarla en ese lugar, el mayordomo se encargaría de traerla a mí. Deseaba asegurarme que todo estuviera perfecto y lo estaba. Las antorchas y las velas iluminando suavemente el ocaso, el murmullo del mar las pilastras con suave tela colgando de ellas, haciendo que todo fuera casi etéreo. Simplemente sublime… Sí… Tuve que concordar con la voz cuando la vi acercarse descalza, traía un suave y delicado vestido blanco, mangas largas con bordados hindúes en el cuello y pecho de la camisola. —Estas mucho más que hermosa, Isabella…—la tomé de la mano para ayudarla a sentarse. — ¿Por qué haces todo esto?—me preguntó de pronto. —No es que necesites alagarme para evitar que me vaya con la mitad de tu fortuna, bien sabes que el divorcio no es posible. —No lo hago para alagarte. Lo hago porque quiero que sepas lo arrepentido que estoy de no haberte dado tu lugar durante todos estos años, debí haberte insistido más en que me acompañaras a los eventos en lugar de conformarme y esconderte para tenerte solo para mi…fue muy egoísta de mi parte. Por eso quiero que estas vacaciones sean para encontrar la paz que hemos perdido por mi culpa. —Sus ojos brillaron pero los cerró para evitar las lagrimas—Esto es una pequeña muestra de lo que te digo… un pequeño símbolo de paz—saqué la cajita de raso azul y le coloqué el pequeño dije en forma de paloma en la pulsera de amuletos que le regalé cuando nació E.C. —Tra-trataré de comportarme, sé que estás haciendo un esfuerzo por los niños y te lo agradezco. —bajó la mirada y jugó con los amuletos —Bella…—empecé a decir pero el mesero nos interrumpió. Maldije bajo mi aliento por una nueva oportunidad perdida. En cuanto el mesero se retiró Bella se engarzó en una conversación sobre los niños, la escuela de E. C., su propia universidad, las fotos que había tomado desde que llegamos esta tarde, etc. Por más que trataba de volver el tema a nosotros dos fue una batalla totalmente vana. Tienes que darle tiempo y espacio. Sí, lo sé…

Regresamos a la habitación después de ver que los niños estuvieran bien dormidos y no haciendo una batalla campal. Solo hicimos entrar a la habitación y Bella dejó caer su vestido quedando solamente en un brevísimo conjunto de ropa interior de encaje. Mi cuerpo reaccionó a la vista pero ella desapareció en el baño. Estaba recostado mirando el techo cuando salió del baño. —Isabella…—mi voz estaba ronca por la excitación, lucía un babydoll de blanco con encaje en el busto y la parte inferior. Apostaría toda mi fortuna a que estaba totalmente desnuda bajo eso. —Buenas noches Edward—intuí la sonrisa en su voz cuando se recostó y giró sobre su costado apagando la luz. Nos tiene que estar jodiendo. Ni lo dudes… seguramente esto es parte de algún plan maligno para volverme loco. Nos está castigando por tu culpa. Seguro como el detergente no funcionó, quiere que me pongamos tan duro que se me caiga. Piensa entonces en otra cosa… Mi erección y yo pasamos casi la mitad de la noche mirando el techo, no podía creer que Bella se pusiera algo así y no me hubiera siquiera invitado a tocarla. —Buenos días Edward, ¿Cómo dormiste?—su sonrisa se hizo más ancha al ver la cara de idiota con la que la estaba mirando. — ¿Va-vas a ir a nadar con los delfines con eso?—tragué en seco. Me sentía un adolescente hormonal. —Sip—acomodó sus rellenos pechos en los triángulos de tela— ¿es bonito verdad? —giró descaradamente. ¿De dónde ha salido esta vampiresa que y que ha hecho con mi dulce esposa? —Mucho…—me levanté de un salto y tomé su estrecha cintura entre mis dos manos—nadie diría que este pequeño cuerpo nutrió a nuestros hijos por nueve meses. Pareces un pastelito—le ronroneé haciéndola temblar. —Se llama Bendito Brownie—apretó su tentador trasero contra mí ya dolora erección. —Creo que volveré a comer dulces, esto bien vale una hora extra de ejercicios o un par de caries—mordí su hombro. —Lo siento—se giró restregándose contra mi—los niños nos esperan para desayunar y para ir a nadar. Te sugiero… una ducha fría. —besó mi mejilla, tomó un vestido y un pareo antes de dejarse solo con un severo caso de bolas azules. Esa pequeña… Sí, mejor abstente de comentario alguno. Cuando llegamos a Xel-ha los niños estaban emocionados, querían hacer todas las actividades pero sobre todo el nado con delfines. Debo confesar que fue una muy buena experiencia Bella se reía al igual que los niños estuvo un poco nerviosa cuando el delfín la impulso, pero luego se relajó. Amaba verla tan libre y desinhibida, incluso hubo un momento en que me abrazó emocionada antes que la fría fachada que tenia frente a mí, ocupara lugar.

Dejamos a los niños con la señora Cope y una asistente que conseguimos en el hotel para que la ayudara, ya que queríamos ver el inicio del río y no sabíamos si sería buena idea llevarlos, a pesar que tanto Nessie como Anthony sabían nada no queríamos correr riesgos. Peter y Benjamín nos seguían a una distancia prudencial haciendo que pasaran totalmente desapercibidos. —Debes estar bromeando…—me miró asustada—me quieres matar, me caeré al océano. —Vamos, amor. Es solo un puente flotante, yo me aseguraré que no te caigas—la tomé por las caderas y sonreí cuando la obligué a caminar frente a mí. Era difícil caminar sobre las tablas, especialmente cuando la brisa soplaba. Bella se remecía pero yo me encargaba de estabilizarla cada vez que trastabillaba —Creo que puedo caminar yo solita, gracias—en cuanto llegamos a un sendero boscoso y se soltó de mi agarre. Todo pasó tan rápido que no me dio tiempo de reaccionar, en un segundo estaba frente a mí y al otro estaba acostada de frente en un enorme charco de lodo. Me apresuré a levantarla conteniendo con todas mis fuerzas la carcajada que amenazaba por salir de mis labios. No te rías, no te rías. Si lo haces estaremos en serios problemas Tomé aire y la giré. Se veía tan avergonzada, como si fuera a romper a llorar. —Es verdad lo que dicen, que bajo el barro se puede encontrar un tesoro—limpié su rostro cubierto de lodo. Sus labios se abrieron con un leve jadeo. No pude evitar que mi sonrisa se volviera presumida cuando noté sus ojos oscureciéndose con deseo. Su rostro se empezó a acercar al mío. Al fin… Podía saborear sus labios junto a los míos, su suave aliento golpeando mi rostro, cerró sus ojos y yo cerré los míos. Sus manos se envolvieron en mi cuello, acariciando suavemente mi espalda. Su nariz finalmente rozó la mía, había llegado el momento. Su mejilla se encontró primero con una de las mías, luego con la otra, su cuerpo pegado al mío moviéndose suavemente, de pronto se separó y empezó a reírse. Mi mente estaba totalmente confundida, no tenía idea de que se estaba riendo, de pronto la realización me cayó encima. Pequeña hija de… Se estaba doblando de la risa, me había ensuciado totalmente y yo pensaba que me estaba seduciendo. La tomé por las rodillas y me la eché sobre el hombro como un costal de papas. Chilló pero se siguió riendo. —Deberías haber visto tu cara—volvió a reírse y yo le di una nalgada haciéndola chillar nuevamente. Caminé hasta que el agua me daba a la rodilla y entonces la sentí forcejear. — ¡No te atrevas! —volví a pegarle en el trasero haciéndola chillar mucho más fuerte, Peter y Benjamín se retiraron discretamente dejándonos completamente solos. —Así que pensaste que sería divertido ponerme duro como una roca solo para ensuciarme, señora Cullen, debiste haberlo pensado mejor—le volví a golpear el trasero, esta vez con un poco más de fuerza, el jadeo que dejó sus labios estuvo tan cargado de sensualidad que me sentí torcer en mis pantalones. — ¡Lo siento, lo siento!—chilló nuevamente, casi sin aliento, su voz era más grave de lo usual. Hmm, podría resultar algo bueno de esto. — ¿Volverás a hacerlo? ¿Seguirás torturándome con esos tentadores vestidos de baño y esa excusa de ropa interior?—no le di tiempo a responder, volví a golpearle el trasero haciéndola gemir. —Te tardaste mucho en responder.

Me mordió el estomago haciendo que casi se me resbalara. —Seguiré haciendo lo que quiera. —su voz sonaba entre petulante y divertida. —ahora bájame antes que te muerda nuevamente. —Su deseos son ordenes mi bella dama—nos lancé a la cristalina agua, en ningún momento la solté, traté que estuviera la menor cantidad de tiempo bajo el agua. En cuanto nuestros rostros rompieron la superficie del agua buscando aire, ella envolvió sus piernas en mi cintura escupiendo un largo chorro de agua directamente a mi cara. Luego su risa resonó por todo el lugar. —Aún tienes lodo aquí—abrió su puño cerrado mostrándome un montoncito de barro que fue a parar directamente a mi mejilla. —Eres un pequeño demonio—murmuré y nos volví a sumergir. Sus brazos se apretaron en torno a mí, haciendo que sus pechos quedaran firmemente aplastados contra el mío. —Desearía que todo lo que ha sucedido fuera una pesadilla—murmuró de pronto, sus ojos perdieron el brillo, pareciendo un pajarillo herido. Es tu culpa… Tú la lastimaste, tú creaste esta situación que siempre vuelve a ti como un boomerang cuando las cosas empiezan a mejorar. —Lo es Isabella. Te juro que no es más que una pesadilla. No hay nadie más, nunca lo hubo y nunca lo habrá—la miré intensamente a los ojos. —Desearía poder creerte… sentir que ya no me amas, que ya no me deseas—su voz se rompió dos veces. —Te voy a demostrar que te sigo amando y deseando como el primer día. Te lo voy a demostrar ahora…—uní sus labios con los míos en un beso apasionado mi lengua pidió acceso, esta vez no fue una receptora pasiva. Ella me respondió el beso…

Dum, dun, dummmmmmm (8) mwajajaja si ya lo sé cortito, pero no pueden negar que tiene sabor jajaja. Nombre quería darles un respiro a estos dos, no sean malas, déjenlos coger airé ya llevan un mes en suplicio. Les dejo un preview del capi 8 —Deja de bailar de esa forma—sus caderas seguían moviéndose a pesar que la tenia sujeta, el contoneo era demasiado sensual por lo que estaba atrayendo demasiadas miradas para mi gusto. —¡Oh vamos Edward! todos bailan así, no seas cascarrabias—presionó su respingón trasero contra mi ya dolorosa erección.—Bailaste conmigo así en nuestra luna de miel y no te importó—se quejó sin dejar de moverse. —Preferiría no hacerlo, pequeña bruja. ¿Acaso piensas que no sé lo que tratas de hacerme?—tomé sus caderas y me froté contra ella, asegurándome que captara el mensaje. —Sólo estoy bailando, todos bailan igual todos los demás, es el ritmo lo que hace que se baile así, eso está de moda.—me miró sobre el hombro y batió sus pestañas coquetamente. Peri, cielo, muchas gracias por ayudarme con las locaciones de tu bello país. Si me equivoqué en algo sorry nunca he ido a Cancún.

CAPITULO 8 PRIMEROS PASOS.

¿Cómo puede pensar que no la deseo? ¿Qué no la amo? Cuando solo ella es la razón de mi existencia. Metí las manos bajo su vestido para acariciar la suave piel de su espalda, sus muslos apretados en mi cintura se apretaron más contra mi cuerpo. No quedaba un solo centímetro de espacio entre nosotros. Mis manos empezaron a vagar hacia su trasero acariciándolo suavemente, uno de mis dedos se escurrió bajo su bikini y cuando pensé que la victoria era mía, se tensó y prácticamente saltó poniendo distancia entre nosotros. —No puedo…—jadeó sacudiendo su cabeza frenéticamente. Abría y cerraba la boca como si tuviera las palabras atoradas en la garganta. Suspiré y me pasé la mano por los cabellos. No la presiones… —No importa amor—me acerqué a ella cuidadosamente, el agua se movía a medida que ella pataleaba para quedarse a flote. —solo quiero tenerte cerca, no te haré nada que no desees, cuando volvamos a estar juntos es porque así lo quieres. El resto del día lo pasamos con los niños, Bella parecía haberse recompuesto, su despreocupada fachada volvía a estar en su lugar. Los niños estaban rendidos, Anthony dormía sobre el pecho de Bella en una hamaca mientras esperábamos que Nessie y EC terminaran de jugar. Me quedé observándolos, se veía tan pacifica con el niño en brazos, su cabello se mecía suavemente con la brisa y el vaivén de la hamaca. Me incliné y saqué de su bolso su cámara, la escena era tan tierna que sería una pena no capturarla para el recuerdo, desde hacía un mes que no la veía tan serena, su característica alegría y tranquilidad se habían evaporado. Tú y esa mujer se la robaron. Sí… la culpa es mía por ser tan ciego, por no darme cuenta de su juego hasta que fue demasiado tarde. Pensaste que habías aprendido la lección con Irina, pero no fue así y ahora tu familia paga por ese error. Un error que me ha salido demasiado caro, no puedo creer que me tropecé con la misma piedra. Usaron el mismo truco y caíste como una fruta madura… Sólo que esta vez tenemos mucho que perder a diferencia de la vez anterior. No pretendo perderlos…no lo soportaría… Lo sé… Cuando llegamos al hotel los niños seguían totalmente dormidos, en cuanto pusieron su cabeza en el auto se durmieron, Bella concordó conmigo de no despertarlos para bañarlos, después de todo habíamos cenado algo de comida chatarra en el parque por lo que dudábamos que el hambre los despertara. Creo que la señora Cope estaba más que agradecida por eso. —Quisiera que mañana hiciéramos algo nosotros solos. Podemos ir a Isla Mujeres a hacer snorkel en el arrecife.— murmuré mientras me quitaba la camisa. —Podríamos ir a una playa nudista. —me congelé con los pantaloncillos a media pierna—Sería muy interesante, creo que se llama Hidden Beach—me sonrió —ya sabes tener experiencias nuevas y esas cosas.—su sonrisa se hizo más ancha. —Lo que creo es que necesitas un par de nalgadas adicionales—le advertí. —Para poder hacer eso tendrías que alcanzarme —sacudió su trasero únicamente cubierto por el bikini antes de salir corriendo hacia el baño. Traté de alcanzarla olvidándome de que tenía los pantalones en las rodillas y me fui de frente, por suerte mis reflejos eran buenos y metí las manos rompiendo la caída. La escuché reír una vez más mientras corría hacia piscina privada de la villa y se zambullía.

Me levanté escuchando su risa y me dirigí a la piscina. —No puedes entrar así tienes que ponerte ropas—señaló mi desnudez. —Nadie me va a ver que no seas tú y no es nada que no hayas visto antes—le sonreí presumido. Dos podían jugar ese juego. Me lancé al agua salpicándola, chilló y luego me lanzó agua con las manos. Podría reír y hacer como si nada pasara, pero yo sabía mejor. Sus ojos no irradiaban la misma luz de antes, su dolor atenazaba mi pecho. No pude soportarlo más y la tomé por la cintura atrayéndola hacia mi pecho. Se tensó unos segundos y cuando moví mi mano para acariciar su cabello se relajó soltando un suspiro. —Sólo quiero tenerte cerca—le dije suavemente y besé el tope de su cabeza. —No pretendo nada más. Puedes confiar en mí sobre eso. Sólo quiero abrazarte. ¿Está bien?—ella asintió sin emitir sonido. Me quedé con ella en brazos hasta que cayó la noche, acariciaba su espalda, su cabello, sus hombros y sus brazos. No había nada sexual en mis caricias, sólo quería demostrarle cuanto la amaba sin palabras. Si pudiera la escondería dentro de mi cuerpo para protegerla y curar su dolor. Tú la lastimaste… eres el responsable. Cerré los ojos con fuerza tratando de borrar esas palabras que parecían brillar tras mis parpados cerrados, mis labios besaban una y otra vez su frente mientras la recostaba con cuidado contra la pared de la piscina, mis manos nunca detuvieron sus caricias sobre su piel. Ella se dejó querer, me contentaba con saber que al menos no se apartaba de mi toque como si tuviera una enfermedad contagiosa. — ¿Qué te parece que hagamos un picnic en la playa a la luz de las estrellas y luego vayamos a una disco?—le pregunté cuando la sentí temblar entre mis brazos al ser acariciados por la fría brisa de la noche. —Los niños seguramente no se despertaran hasta mañana temprano y Anthony ya tomó su ultima toma del día. Si estas muy cansada solo podemos pasear no tenemos que quedarnos hasta muy entrada la noche. —volvió a asentir sin emitir sonido. La levanté sacándola de la piscina y sentándola en el reborde como si fuera una niña pequeña. Me sonrió tristemente y se alejó en dirección de la recámara. Me hundí en el agua dejando salir todo el aire de mis pulmones en un grito silencioso. No podía seguir en esta situación, me mataba lentamente verla tratar de mantener esa fachada. Es mujer fatal escondía mi Bella, mi frágil Bella. Peter me había dicho que ella estaba viendo un medico, primero pensé que estaba enferma, pero luego me confirmó que se veía una hora con una terapista tres veces a la semana. Tienes que confrontarla y sentarla para que te escuche. Mi cabeza rompió la superficie del agua, mis pulmones me ardían por la privación de oxigeno. Al borde de la piscina había una toalla, justo a mi lado. Una toalla que antes no estaba allí. Miré hacia la recámara pero ella no se veía. A pesar de todo te sigue cuidando. Ella me quiere, sé que aún me quiere. Tienes que ayudarla, pero para eso tienes que seguir cambiando. Caminé hacia la recámara sosteniendo la toalla para que cubriera mi desnudez. Bella estaba en el baño, la puerta estaba abierta. Su vestido era sin mangas rojo, su piel era dorada por efecto del sol.

—Deberías darte una ducha, dime que ropa quieres usar para sacarla del armario. —sus sonrisa fue un poco más autentica. —No te molestes, ya la sacaré yo cuando termine de bañarme. —Me acerqué al lavabo y observé mi incipiente barba con la rasuradora en la mano. Me miró y vaciló unos segundos antes de tocarme el mentón con su mano. —No te la quites—susurró—siempre he sacado tu ropa, no es ninguna molestia. —soltó mi rostro y extrañé su calor, pero aún así no pude evitar sonreír. —Saca lo que quieras que use, no tengo nada en mente. —su sonrisa se hizo más amplia y salió del baño pareciéndose mucho más a mi Bella. Le gusta tomar el control, eso es algo que nunca le habías permitido. Me estoy dando cuenta. Cuando salí del baño me coloqué los jeans y la camisa que había sacado para mí. Siempre ha sacado mi ropa para que me vistiera pero era la primera vez que la dejaba que fuera ella quien escogiera lo que yo usaría. Una nota junto a la ropa me indicaba que había ido a la cabaña de los niños, después de recibir la canasta de picnic que había solicitado, decidí ir descalzo a encontrarla, sería tonto que usara zapatos si estaríamos en la arena. La encontré de espaldas a mí, mirando fijamente el mar. —Todos están dormidos—me indicó en cuanto me escuchó acercarme. —Te lo dije—me sonrió burlonamente. —Sí…lo hiciste. Caminamos por la playa hasta un lugar que le pareció adecuado. Saqué la manta y la coloqué con cuidado sobre la aún tibia arena. Le entregué una copa con champaña y levanté la mía a manera de brindis. —Por la mujer más hermosa en la que he puesto mis ojos, por ti, mi amada y bella esposa. Se limitó a rozar su copa con la mía pero no comentó nada sobre lo que dije. Conversamos sobre el próximo aniversario de bodas de mis padres y mi intención de hacerles una pequeña celebración. Le pedí que se encargara de la preparación, al principio estuvo renuente pero cuando le dije que lo tomara como un nuevo reto y que seguramente la mujer de Hale estaría más que feliz en ayudarla, aceptó. —Estoy a punto de pensar que estas tratando de emborracharme, señor Cullen—me dijo sonriendo tontamente cuando le serví más champaña. —Sería incapaz de hacer eso mi adorada señora Cullen. Le sugiero que coma algo más para que el licor no se le suba a la cabeza.—le ofrecí más carnes frías. Me empezó a decir las cosas que tenía en mente hacer para el aniversario de mis padres, por lo visto fue buena idea haberle pedido que se encargara de eso. Finalmente le estas dando su lugar. Llegamos a la discoteca y la música era totalmente agobiante. Peter se mezclaba entre las personas asegurando el perímetro y buscando posibles salidas de emergencia de ser necesarias.

Bella jugueteaba, estaba un poco alegre pero aún era dueña de sus sentidos. Me encargué de alejar todos los tragos que contenían alcohol de su lado, al final conseguí que se tomara unos cocteles sin alcohol, sin embargo no había podido evitar que se pusiera a bailar, como si la vida se le fuera en ello. —Deja de bailar de esa forma—sus caderas seguían moviéndose a pesar que la tenia sujeta, el contoneo era demasiado sensual por lo que estaba atrayendo demasiadas miradas para mi gusto. —¡Oh vamos Edward! todos bailan así, no seas cascarrabias—presionó su respingón trasero contra mi ya dolorosa erección.—Bailaste conmigo así en nuestra luna de miel y no te importó—se quejó sin dejar de moverse. Sí, pero en nuestra luna de miel sabía que podía llevarte a cualquier lugar y tomarte sin restricciones ya que estarías tan ansiosa como yo por consumar nuestro amor, sin embargo en estos momentos sólo me quedaría una cita con un frio baño y mi mano. —Preferiría no hacerlo, pequeña bruja. ¿Acaso piensas que no sé lo que tratas de hacerme?—tomé sus caderas y me froté contra ella, asegurándome que captara el mensaje. —Sólo estoy bailando, todos bailan igual, mira a todos los demás, es el ritmo lo que hace que se baile así, eso está de moda.—me miró sobre el hombro y batió sus pestañas coquetamente. —Así se baila en estos tiempos, Edward. Sé que a tu edad lo encuentras inmoral, pero no tienes que escandalizarte. Si quieres yo bailo contigo Bella y así le enseñamos a tu esposo como baila nuestra generación. Bella se tensó en mis brazos pasó su mirada de mi rostro al de Hamilton. Está esperando a que salgas del museo moviendo el garrote y pintando paredes. Algo en mi cara la hizo relajarse, me regaló una pequeña sonrisa y luego se giró a Hamilton. —Te agradezco tu ofrecimiento, Alec—mis dientes chocaron entre ellos—me lanzó una mirada de advertencia. — pero estábamos por irnos, nuestros hijos están disfrutando mucho estas vacaciones y estoy segura que se levantaran al alba. Los ojos de Hamilton se abrieron y luego una sonrisa cruel se formó en sus labios. Mis brazos se apretaron más en torno a su cintura, preparándome para lo que seguía. —¿Hijos? Esto sí que es una sorpresa—me miró y frunció los labios aguantando una sonrisa—¿Cuántos son? Debo decirte mi hermosa Bella que tu cuerpo no parece haber pasado por la maternidad—dejó sus ojos vagar de manera insolente por su cuerpo demorándose más del tiempo prudencial en sus pechos. Mis manos se cerraron en puños sobre su vientre, estaba tomando todo mi autocontrol no romperle la cara. —Son tres—Bella se pegó a mi pecho instintivamente buscando seguridad. Eso fue un alivio, al menos aún buscaba mi protección. —Definitivamente tienes una genética fantástica…seguramente son niños encantadores—le mostró todos sus dientes en una sonrisa voraz. Conocía muy bien su juego y no pretendía dejar que se saliera con la suya. —¿Qué estás haciendo aquí, Hamilton?—me miró y luego sonrió. Una sonrisa que me dejaba saber lo que necesitaba. —Buscando nuevos lugares para inversión. Veras… necesito incrementar mi fortuna, estoy pensando sentar cabeza y formar una familia.—Solté a Bella y lo tomé por el cuello de la camisa. —No me provoques Hamilton y dile a tu prima que si sigue por este camino se va arrepentir de haberme conocido. La misma advertencia va para ti. —lo solté haciendo que trastabillara, me miró con odio y alisó el cuello de su camisa. — ¿Nos podemos ir amor?—traté que mi voz perdiera su filo. Bella me miró incrédula. Eso es, dale la elección, que sea su elección.

—Sí… vámonos—me dejó sacarla del club con Peter pisándonos los talones. Cuando nos subimos al auto me sonrió y besó mis labios suave y brevemente, solo duro unos segundos pero la calidez del acto me llenó. —Gracias— susurró antes de alejarse nuevamente. —¿Por qué?—pregunté con sinceridad. —Por controlar tu lado dominante, sé que te costó trabajo dejarme manejar la situación y que sólo lo hiciste en beneficio mío, porque estas intentando cambiar. —me sonrió y luego se giró para mirar por la ventana. Bien hecho… estamos progresando. —Te prometí que trataría de cambiar—dejé que la frase flotara en el aire. —Edward… ¿La prima de Alec es quien yo creo que es?—se giró de pronto, mirándome con fijeza. Yo asentí, no quería mencionar su nombre y causar un nuevo conflicto. Bella pareció meditarlo por unos minutos y luego se encogió de hombros antes de volver a mirar por la ventana. Ninguno de los dos volvió a sacar el tema esa noche. Los días que siguieron fueron similares al primero visitamos Isla Mujeres, Xcaret, Playa del Carmen y Tulum. En ocasiones Bella me parecía una versión de la chica de dieciocho años que conocí con una vampiresa. Muchas veces reía libremente y en otras me tentaba hasta casi el borde de la locura con esos vestidos de baños, si es que esas minúsculas prendas se les podían llamar por ese nombre. Ahora entendía porque la marca se llamaba Agua Bendita, eso exactamente es lo que necesitabas para quitarme todos los pensamientos que cruzaban mi mente cuando la observaba quitarse los pareos o los vestidos con los que se cubría mientras no estábamos en el agua. Al menos lo único favorable era que me dejaba abrazarla sin que se tensara, no se derretía en mis brazos como antes, pero al menos era un avance. Hoy era nuestro último día en Cancún por lo que decidimos hacer unas cuantas compras para tener recuerdos de nuestro viaje. — ¿Puedo pedirte un favor?—le dije en cuanto se despertó. Me miró curiosa y yo sonreí. Ahora estábamos en mejores términos, al menos ya la tensión había ido disminuyendo. —Depende… Se había vuelto tan cautelosa. Tú la hiciste que fuera así. Lo sé… —No es nada muy complicado. Pero me preguntaba si hoy podrías ponerte esto—le señalé la pila de ropa nítidamente doblada que saqué la noche anterior justo después que se durmiera. Se levantó y tomó las prendas en las manos. —¿Quieres que me ponga jeans?—su voz sonaba asombrada, desearía poderle ver el rostro, pero ella me daba la espalda. —Sólo si tu quieres, pero me gustaría mucho que hoy fuésemos solo Edward y Bella, sin títulos, sin escoltas, ni niñeras. Solo nosotros y los niños. Solo los Cullen-Swan—se giró y su sonrisa podría haber rivalizado con el sol naciente. —Me…me gustaría mucho eso—tomó las prendas y se fue al baño. Dejé caer la toalla en el suelo y tomé unos jeans negros, una camiseta y una camisa de franela. A los pocos minutos ella salió enfundada en sus pescadores de jean, una camiseta y unos zapatos flat. No tenía una sola gota de maquillaje y su cabello solo estaba recogido lo suficiente para que no le cayera sobre la cara.

Bella se detuvo en seco cuando me vio. Sus ojos se encontraron con los míos y me sonrió tímidamente. —Estás absolutamente hermosa—el sonrojo que tanto amaba cubrió sus mejillas. —Y tú luces exactamente igual a cierto guardaespaldas que una vez conocí.—esta vez fue mi turno de sonrojarme. La tomé de la mano y salimos riéndonos tontamente hasta llegar a la villa de los niños. Nos dirigimos a Kukulcan Plaza para hacer las compras. Los niños hablaban de todas las cosas que quieran que les compráramos, incluso pedían cosas para Anthony que paradójicamente eran juguetes para niños de la edad de ellos y no del bebé. Acabábamos de estacionar el auto que rentamos cuando el celular de Bella empezó a sonar. No pude evitar abrazarla mientras saludaba a mi madre. Anthony estaba dormido en su coche, Nessie y Anthony jugaban con sus videojuegos. Bella le contaba sobre los planes para la fiesta, podía ver que estaba muy emocionada con la idea de hacer el papel de anfitriona, supongo que sería algo que tenía que ver su autoestima, porque mi Bella nunca hubiera aceptado estar en el foco de la atención. Besé su frente y sus cabellos cuando la escuchaba reírse con mi madre al despedirse. —Mi propia madre no pide hablar conmigo, estoy herido de muerte en mi orgullo—fingí tocarme el corazón y mirarla trágicamente. —Lo que pasa es que me quiere más a mí—me sacó la lengua. —Eso es cierto, eres mucho más adorable que yo, pero te advierto pequeña bruja ten cuidado con esa lengua o te la morderé.—le di un casto beso en los labios antes de llamar a los niños para que guardaran todo y salieran del auto. Admiramos el vitral Maya y recorrimos las tiendas, como le pedí éramos solo Edward y Bella. Compramos una gran cantidad de cosas, ropa para los niños, juguetes, joyería de plata y artesanías. Llevábamos regalos para mis padres, Rose y para mi pesar la mujer de Hale. Cuando terminamos compramos helados en Baskin 31 Robbins, terminando en un desastre como la primera vez que comimos helado en el parque hace tantos años. Al llegar al hotel me sentía apesadumbrado, no quería que terminara el día no deseaba que la alegría que habíamos compartido el día de hoy terminara. —Creo que aprovecharé la regadera exterior para darme una ducha.—se desnudó frente a mi dejando su ropa en una pila en el suelo. Mis pantalones como siempre que estaba cerca de ella se tensaron. Mi cabeza no pensante tomó la decisión por mí y antes que tuviera tiempo de analizar mis actos estaba desnudo junto a ella en la regadera rodeada de vegetación. —¿Edward…?—no la dejé continuar, capturé sus labios en un beso desesperado. Mi boca tomaba posesión de la suya, el deseo que sentía era incontenible, mi autocontrol yacía en pedazos, costara lo que costara necesitaba enterrarme en su interior y hacerlos volar a una nube donde no hubieran problemas, una nube donde solo hubiera cabida para ella y yo. Deslicé mi mano por sus mejillas, su barbilla, su cuello, sus clavículas para finalmente acariciar su firme pezón endurecido por mi mera cercanía. Sus manos se aferraron a mi cabello, se puso de puntillas y me atrajo hacia ella. Solté su boca para que ambos pudiéramos respirar, sus ojos eran oscuros, me miraba diciéndome que ella también me deseaba, pero esto no solo era deseo, no era una calentura insatisfecha de vacaciones o mejor dicho de un mes. Era yo amando a mi mujer y demostrándole lo mucho que la amaba. —¿Cómo es posible que no tengas idea de lo mucho que te amo?—murmuré en su barbilla antes de morderla. Mi erección presionaba su plano estomago. Mis manos ahora se regodeaban acariciando sus perfectas nalgas, tomé sus muslos y los levanté haciendo que los enredara en mi cintura. El roce de nuestros sexos nos hizo gemir y separar nuestros labios para mirarnos a los ojos. Ambos estábamos más allá de cualquier pensamiento consciente. —La cama…ahora…—me gruñó capturando mis labios en un beso voraz.

Apagué la regadera y a ciegas regresé con ella aferrada a mi cuello, cada paso era una tortura, el movimiento hacia que mi miembro rozara la entrada de su sexo húmedo de necesidad y deseo, para luego retirarse y volver a rozarla. Las sensaciones eran tan potentes que estaba seguro que si caminaba un poco más me vendría de igual manera que si hubiéramos hecho el acto. Tendría que asegurarme de hacerla volar primero porque yo no creía que podría durar ni cinco minutos. Gracias a los cielos llegamos a la cama, sin soltarla rebusqué en la mesita de noche encontrando lo que necesitaba. —¿Condones?—asentí y ella volvió a besarme. ¿Contabas con tener suerte en las vacaciones? Sabía que como estábamos en esta situación lo que menos apreciaría Bella seria un embarazo. Las precauciones son por ella, no por mí. Nada me alegraría más que otro hijo, pero no era el momento. Seguro…para ti la respuesta a todo es dejarla embarazada. Esta vez es diferente. Dejé sus labios para besar su cuello, mis dedos jugueteaban con su clítoris y a entrada de su sexo. —¡Edward!—gimió cuando capturé un pezón al mismo tiempo que la invadía con uno de mis dedos. Mordiqué su suave monté y la recosté en la cama sin sacar mis dedos de su cuerpo. Su cabello estaba sobre la almohada como las algas marinas que vimos en el acuario, parecía una sirena recién salida del mar. Me acerqué a besarla y jadeé cuando su mano se aferró a mi miembro y empezó a bombearlo de la manera que ella sabia me volvía loco. Mi cabeza cayó sobre la almohada y no pude pensar con coherencia cuando su dedo recogió el líquido preseminal y lo esparció lubricándome para deslizarse mejor. Hizo que me girara de manera que ella estaba sentada a mi lado y yo acostado sobre las almohadas viendo como su mano subía y bajaba, prometiéndome una dulce liberación. No podía hilvanar dos palabras coherentes juntas. No podía siquiera pensar. —Me estas matando… tan…bueno…nunca…así— Sus movimientos se volvieron cada vez más lentos, la miré justo cuando cerraba sus ojos con fuerza y su labio empezaba a temblar.-¿Bella? —Aún no puedo…—sus susurró era roto—no puedo estar contigo mientras te imagine en la misma situación con esa mujer…—un sollozó salió de sus labios, me senté de golpe y ella soltó mi miembro que había empezado a perder su rigidez antes de prácticamente saltar de la cama y tomar mi camisa junto con mis bóxers. —Bella, espera, tenemos que hablar—le grité pero ella corría cubriendo su desnudez con las prendas. A buena hora sales de tu estupor. ¿Qué esperas para levantarte y salir tras ella? Tomé mi pantalón del suelo y rebusqué con rapidez una camiseta. Bella me escucharía esta noche, lo quisiera o no tendría que escucharme.

Dun,dum, dun (8) si ya lo sé, no puedo evitarlo en esas semanas andaba con el angelito bueno de paseo y el diablito de mi hombro izquierdo me mal aconsejaba XD Acá les dejo el preview.

Me muero por oír sus teorías. —Papá, debes regresar ha pasado algo malo, mamá estaba llorando antes de irse al hospital. —la voz de mi hijo era nerviosa. Mi corazón dejó de latir por unos segundos. ¿Le habría pasado algo a Bella? ¿Nessie o Anthony estarán enfermos? Traté de serenarme por el bien de mi hijo mayor y hablé con el mayor aplomo posible en esta situación. —¿Por qué se fue tu madre al hospital?—rogaba en mi interior que no fuera nada grave, me moriría si algo les sucediera. —No lo sé… la señora Cope no me ha dicho nada. Tienes que regresar, tú dijiste que cuidarías de mamá y ella está llorando sin nadie que la cuide. No me dejaron ir con ella. .

CAPITULO 9 Complicaciones La busqué desesperado por más de dos horas, Peter y Benjamín me ayudaron a peinar las instalaciones del hotel. Mi último recurso era la playa. Encontré el pequeño bulto en medio de dos sillas playeras sobre la arena, estaba acurrucada en posición fetal, totalmente dormida. Sus mejillas estaban heladas por las lágrimas que se estaban secando por la brisa nocturna. Le informé a mi equipo de seguridad que podían volverse a relajar. Me senté junto a ella con cuidado de no despertarla, le quité el cabello del rostro y le coloqué los rebeldes mechones tras su oreja. Esta es tu verdadera esposa. Una niña frágil a quien destruiste. ¿Qué puedo hacer para que vuelva a ser feliz? La traicioné, ese dolor seguirá allí, no sé si podre hacerlo desaparecer, siempre estará sobre nosotros como un fantasma, empañando todos los momentos felices que tengamos. Tienes que hacer algo antes que pierdas todo, ella no puede seguir sufriendo tanto, no es sano. Parece que estamos constantemente en una montaña rusa, en un minuto estamos bien y al siguiente segundo vamos cuesta abajo. —Bella—la llamé suavemente, necesitábamos hablar. Déjala descansar. Pero entonces no podremos arreglar las cosas nunca. Tienes todo el tiempo del mundo para hablarlo mañana cuando lleguen a casa o si estas tan desesperado enciérrate con ella en el avión. Seguí su consejo muy a mi pesar. La tomé con suavidad entre mis brazos. Es tan pequeña… Muchas veces olvidaba lo pequeña que era en contraste mío. Mi camisa le llegaba a las rodillas y sus manos quedaban ocultas por las mangas. Bajé mi cabeza y besé su frente.

Peter nos esperaba frente a la villa y me lanzó una mirada que no tenía nada que envidiarle a las que me lanzaba James. Por lo visto había puesto a otro guardaespaldas en mi contra. Eso no es algo muy inteligente… Lo ignoré y entré a la villa, con mucho cuidado la metí en la cama y me recosté a su lado envolviéndola en un cálido abrazo. —Te amo—besé sus labios antes de cerrar mis ojos y dejar que mi mente se nublara con pesadillas. —¡Edward!—escuché el gritó a través de la niebla que ocupaba mi mente. Me desperté sobresaltado, mi cuerpo bañado en sudor, estaba totalmente desorientado. Mi familia no había podido dejarme, mis hijos y mi esposa no podían abandonarme… Después de percatarme que todo había sido una horrenda pesadilla y que mi esposa me miraba preocupada con su hermoso ceño estaba fruncido, no pude evitar envolverla en mis brazos y enterrar mi rostro en su cuello inhalando su aroma. Sus manos acariciaron mis cabellos y me susurraba dulces palabras de igual manera que hacia cuando alguno de los niños tenia pesadillas. Mi subconsciente me mostro mi mayor miedo, solo recordar la pesadilla hace que mi frente rompa en sudor. —¿Te encuentras bien?—murmuró junto a mi oído sin dejar de acariciar mi cabello. Asentí y me separé un poco de ella. —Tenemos que hablar Isabella—tomé su rostro entre mis manos cuando esquivó mi mirada. —Por…favor—retorció sus manos sobre su regazo—no puedo…Tenemos que irnos…los niños. —Vas a escucharme Isabella…lo quieras o no, vas a escucharme—le hablé con más fuerza de la que quería. —¡No puedes obligarme!—prácticamente me gritó. —Haré lo que tenga que hacer para evitar que nuestro matrimonio se destruya—para evitar que mi pesadilla se vuelva una realidad añadí para mí mismo. —Debiste haberlo pensado antes…—sacudió su cabeza tratando de zafarse de mi agarre— ¿Cuántas veces, Edward?—su voz se rompió. —Isabella— la sujeté con más fuerza—si me escucharas cinco minutos—le supliqué. —¿Me engañaste? —yo tragué en seco, tenía que hablarle con la verdad. Sólo la verdad haría que las cosas empezaran a mejorar. —Sí, pero—ella levantó su mano haciéndome callar. El estridente sonido de mi celular llenó el pesado aire. —Contesta el teléfono, yo debo terminar de arreglar las maletas para irnos.—su voz estaba desprovista de emoción. Un paso adelante y dos atrás. Tienes razón… —Esta conversación queda pendiente Isabella, quieras o no me tendrás que escuchar—la frustración que sentía, se hacía palpable en mi tono. Ella despareció en el baño sin responderme—Cullen—prácticamente ladré al contestar al teléfono.

Maldición, una y mil veces maldición. No podía estar saliendo todo peor. Tendría que partir para Londres mañana temprano o a últimas horas de esta misma noche. —¡Para qué demonios les pago exorbitantes sumas a los directivos si no pueden resolver nada! —colgué antes de lanzar mi celular contra la cama, tenía que sacar algo del enojo que me embargaba, pero creía que ponerme a destrozar la habitación no era la mejor solución. Bella no me habló durante casi todo el vuelo, sólo se limitó a asentir cuando le informé de la situación que se presentó en Londres, la cual requería toda mi atención. La tensión volvía a cortarse con un cuchillo entre los dos. Los niños parecían no darse cuenta aunque E.C. nos lanzaba miradas de vez en cuando. Tenía que tratar de resolver todo antes de irme a Londres, estaría allá por cerca de una semana. Cerré mi laptop y metí la mano en su bolso de mano para sacar la cámara. Enfoqué la escena que tenía frente a mí y la capturé. Bella levantó su mirada frunciendo el ceño cuando sintió el flash de la cámara. —¡Edward!—chilló mientras se cubría el pecho. —No hay nada más hermoso que una madre dándole de comer a su hijo.—volví a capturar otra imagen esta vez la de su ceño fruncido. —Deja de jugar con mi cámara, no hay nada de hermoso en esas imágenes—trató de quitarme la cámara de las manos y le tomé la muñeca haciéndola caer en mis piernas. Besé sus labios y tomé una foto de nosotros en esa posición. Una sonrisa, estaba seguro que era involuntaria, apareció en su rostro.—Así es como me gusta verte, sonriente—volví a tomarle una foto y ella rodó sus ojos. Me quitó la cámara de las manos y me tomó una foto. Se levantó volviéndome a sonreír en cuanto le sonreí de regreso, el flash me cegó. —Compórtate, debo seguir trabajando—la miré serio, pero me sentía complacido por haberla hecho sonreír. Tomaba fotos de cada uno de mis movimientos.—Isabella… —Aún me faltan muchas fotos, así que sonríe.—sacudí mi cabeza, otra fachada, mi dulce Isabella me estaba demostrando tener más capas que una cebolla. Dejó de tomarme fotos solo cuando se aburrió. Luego se enfocó en los niños, había algo en su expresión que me hacía pensar que estaba tramando algo. Que el cielo nos ampare si tiene que ver con la esposa de Hale y tu ausencia. Me estremecí de solo pensarlo, tendría que dejar instrucciones claras. Lo que más me preocupaba era que Bella iniciaba la universidad en dos días y yo no estaría junto a ella para compartir ese logro… nunca quise que abandonara sus estudios. Pero estuviste más que feliz que decidiera quedarse para atenderte a ti y a los niños. La hubiera apoyado si ella hubiera querido seguir alguna de las dos carreras que había elegido. Pero no le dijiste lo que pensabas, casi bailaste cuando te dijo que prefería ser ama de casa. Fue para darle gusto… Sí, claro. Como digas Suspiré exasperado conmigo mismo. Mis divagaciones mentales estaban al punto de ser ridículas. —¿Vas solo?—me preguntó de pronto mientras terminaba de recoger unos papeles en mi despacho. Levanté la mirada de golpe, se mordía el labio con fuerza —Voy con un grupo de trabajo y James me acompañará. — podía ver en sus ojos la duda.

Tiene motivos de sobra para dudar de ti. Estiré mi mano hacia ella, invitándola sin palabras a que se acercara a mí. Sus pasos fueron inseguros, seguía mordiendo sus labios hasta que estuvo parada a mi lado. Me levanté de mi silla y la hice sentar, me arrodillé frente a ella, tomando su rostro en mis manos. Esperé hasta que sus ojos se encontraron con los míos antes de hablar. —Isabella…—acaricié sus mejillas con mis pulgares.—sé que no me creerás y que tienes todos los motivos del mundo para dudar de mi palabra, pero te juro por lo más sagrado que la única mujer que me acompaña en este viaje es Zafrina. Si lo deseas puedes venir conmigo. No tengo nada que ocultarte.—mis ojos estaba fijos en los suyos, quería ver con exactitud si me creía o no. —Con quien vayas es asunto tuyo, Edward. Sólo quería saber si me dirías la verdad. No puedo decirte que te creo porque para creerte debería confiar en ti y eso no lo hago.—se levantó de la silla, haciendo que yo me sintiera vacio—tus maletas ya están listas, te puse un traje adicional para cualquier eventualidad, tus efectos de aseo están en un neceser sobre las maletas.—su voz volvió a ser fría.-¿Crees que estarás aquí el sábado para el juego de E.C? —No me lo perdería por todo el dinero del mundo, si no he terminado de resolver el problema vendré a verlo jugar y luego regresaré a Londres—me sonrió, al parecer la respuesta que le di era la adecuada. —Estará muy contento, tiene mucha ilusión de que lo veas jugando. Iré a buscarlos, James esta esperándote en la entrada ya terminó de subir las maletas al auto.—salió antes que pudiera decirle algo. Me pasé las manos por los cabellos y terminé de guardar los documentos en mi maletín. Mi familia me esperaba en el recibidor. Nessie tenía el ceño fruncido, siempre se ponía de esa manera cuando me iba de viaje. —No quero que vayas—se aferró a mi pierna. Sus ojos eran idénticos a los de su madre estaban anegados en lagrimas. Me incliné para tomarla en brazos. —Yo tampoco quiero ir, princesa, pero tengo que trabajar—le susurré y ella negó con la cabeza—Prometo traerte algo bonito y brillante—pude sentir contra mi cuello como en sus labios se formaban una sonrisa. —Dosh regalos—me miró con picardía y me enseñó dos de sus dedos. —Está bien pequeña bribona, te traeré dos regalos. —la puse en el suelo y me reí al verla aplaudir satisfecha. —Te quedas a cargo de la casa, E.C. recuerda que eres el hombre de la casa mientras yo no esté. —me puse en cuclillas para quedar más o menos a su altura, su expresión era grave mientras asentía. —Yo siempre cuido de mamá—el orgullo en su voz me hizo sonreír. —Y de Nessie y Anthony también—hizo una mueca pero asintió. Besé a mi hijo mayor en la cabeza antes de besar también al menor que estaba en brazos de la señora Cope. —Cuídate mucho Isabella.—tomé su cintura en mis manos y la halé hacia mi.—por favor y descansa—susurré solo para ella antes de capturar sus labios en los míos. Me respondió el beso con un poco de duda, no queriendo aprovecharme de tener a los niños como testigos me separé de sus labios pero dejé mi frente reposar en la suya. La abrace con fuerza, no quería dejarla sin haber arreglado las cosas. —Tú también cuídate y recuerda regresar antes del sábado.—me permitió sostenerla unos pocos minutos más en mis brazos. —Cuando regrese quiero hablar contigo, Bella, te lo suplico—ella asintió y la besé una vez más de manera breve antes de subirme al auto. Miré por la ventana el cuadro que se veía, mi esposa con nuestro bebé en brazos, sosteniendo la mano de nuestra hija mientras mi hijo mayor estaba a su lado despidiéndome con su mano. —Dios… no puedo perderlos…—susurré solo para mi antes de cubrir mis ojos con una de mis manos dejando que lagrimas de desesperación cayeran de ellos.

La semana había sido una tortura. Apenas era miércoles y ya había despedido dos ejecutivos de cuentas y seis de sus subalternos. El departamento de cuentas internacionales era un completo caos. No obstante tuve la mala fortuna de encontrarme con Irina y su nuevo amante en la puerta del hotel donde estaba teniendo un almuerzo de negocios. Traté de ignorarla pero para mi mala fortuna el hombre que la acompañaba había hecho negocios conmigo en el pasado y tenía toda la intención de saludarme por lo que no pude evitarlos. —Cooper—me levanté de la mesa después de excusarme con los demás comensales. —Cullen, es un gusto verte de nuevo en Londres, tengo entendido que la razón por la que no vienes con frecuencias es que tienes una hermosa mujercita en Estados Unidos que ocupa todo tu tiempo. Carlisle está más que complacido con ella y los nietos que le ha dado. Quién diría que alguna vez te dejaras atrapar.—me sonrió mostrándome su dentadura postiza. Irina se hizo notar, su sonrisa era burlona.—¡Que descortesía la mía. ¿Recuerdas a la adorable Irina? Tengo entendido que se conocen. —La recuerdo muy vagamente—mi sonrisa hizo presencia al ver que la de ella desaparecía. —Sabrás Harold que la esposa de Edward es muy joven, ¿Cuántos años tiene la niña?, ¿veinte, veintiuno?—sacudí mi cabeza, si quería guerra… —La edad de mi esposa no te incumbe, Irina, pero podemos decir que tiene menos años que tú…Creo que estas llegando a los cuarenta, ¿verdad?—su rostro palideció, sus labios se tensaron, Cooper parecía bastante incomodo por la hostilidad que yo estaba irradiando. —Sabes perfectamente bien que tengo tu edad, Edward.—su voz fue seca. —Discúlpame por mi error… es que aparentas tener más años de los que en realidad tienes—podía ver que estaba a punto de empezar una de sus características rabietas, por lo visto Cooper se dio cuenta también porque se despidió de mí apresuradamente antes de sacarla del restaurante. Me disculpé con mis acompañantes y seguimos la conversación. Ya tenía a los candidatos adecuados para ocupar las posiciones que deje vacantes en la empresa, por lo que esperaba haber terminado todo el viernes a esta hora. Me extrañó que mi teléfono sonara, había hablado con Bella como todos los días hace dos horas, justo a tiempo para hablar con los niños antes de que se sentaran a cenar. No esperé a que volviera a sonar y respondí apresuradamente. —¿Isabella?—pregunté extrañado. —Papá, debes regresar ha pasado algo malo, mamá estaba llorando antes de irse al hospital. —la voz de mi hijo era nerviosa. Mi corazón dejó de latir por unos segundos. ¿Le habría pasado algo a Bella? ¿Nessie o Anthony estarán enfermos? Traté de serenarme por el bien de mi hijo mayor y hablé con el mayor aplomo posible en esta situación, aunque por dentro me estaba muriendo. —¿Por qué se fue tu madre al hospital?—rogaba en mi interior que no fuera nada grave, me moriría si algo les sucediera. —No lo sé… la señora Cope no me ha dicho nada. Tienes que regresar, tú dijiste que cuidarías de mamá y ella está llorando sin nadie que la cuide. No me dejaron ir con ella.—se notaba frustrado. —¿Tus hermanos están bien?—elevé una plegaria de agradecimiento a los cielos cuando me respondió que ambos estaban dormidos y que él había salido de su cuarto a llamarme desde mi estudio porque la señora Cope lo regañaría si lo pescaba fuera de la cama a estas horas en días de escuela.—Regresó en cuanto pueda, voy a llamar a tu madre para saber de qué se trata. Me despedí apresuradamente de las personas que estaban conmigo y empecé a llamar por teléfono al celular de Bella desde antes de salir del restaurante del hotel. Le dejé cinco mensajes de voz ya que no me respondía, necesitaba saber de qué se trataba. Llamé al número de Peter, él era su sombra por lo que debía saber que sucedía.

—Sabia que llamaría señor, estuve tratando de llamarlo pero no podía localizarlo. Llamaron para informar que su señor suegro no se encuentra bien, traje a la señora Cullen al Northwest Hospital hace unos minutos, por el momento no me he enterado de nada más, no permiten que entremos con los celulares encendidos a donde lo están atendiendo. —Voy para allá—corté la llamada apresurándome a preparar todo para mi viaje de regreso y maldiciendo una y mil veces la crisis que me hizo dejar a mi familia al otro lado del mundo. Fueron las diez horas y medias más largas de mi vida. No me pude quedar quieto en todo el maldito viaje y mucho menos pude pegar un ojo. Llegué al hospital cerca de las siete de la mañana hora de Seattle, Peter me informó que Bella y su madrastra no se habían movido de la sala de espera. Se me rompió el corazón en cuanto la vi. Parecía tan indefensa, tan desvalida y consumida en el dolor. Maldije una vez más a la suerte. Mi esposa apenas estaba saliendo del golpe que yo le había dado para que ahora recibiera otro más. —Bella… —¿Edward? ¿Volviste?-Sus ojos se encontraron con los míos y no tardó cinco segundos en lanzarse a mis brazos sollozando penosamente. Saludé a Sue por encima de la cabeza de mi ángel, ella parecía un poco más compuesta que Bella aunque en sus ojos se dejaba ver el dolor que sentía. Me dijo que bajaría un momento a la cafetería a traerle algo de comer a Bella quien no había probado bocado desde la cena de ayer que se vio interrumpida por la llamada de emergencia y un café para nosotros dos. Sin embargo yo sabía que quería darnos intimidad. —Todo estará bien, amor. Tu padre es un hombre fuerte. —me senté en una de las sillas de la sala de espera colocándola sobre mi regazo. Su rostro estaba enterrado en mi pecho, sus lágrimas mojaban mi camisa mientras yo la consolaba con palabras de aliento y acariciaba sus cabellos. Me tomó cerca de treinta minutos calmarla lo suficiente para que me explicara lo que sucedió. —S-se enteró de lo Phil…por eso le dio el infa…infarto…—logró decir entre hipidos. Mi cuerpo se tensó bajo el suyo, solo el recordar a esa escoria hacia que mi vista se nublara por la furia. —¿Cómo se enteró?—traté de que mi voz no dejara descubrir mis emociones, frotaba su espalda en pequeños círculos. —Pa-parece que lo escuchó hablar de-de mí en un bar con-con sus amigos. Sue dice que Charlie estaba decido a ma-matarlo—volvió a llorar desconsoladamente—to-do es mi culpa…—casi no logré escuchar su voz. La sostuve por los hombros y la alejé un poco para que pudiera verme el rostro. —Escúchame bien, Isabella Cullen. Tú no tienes la culpa de nada, el responsable es el asqueroso ese. No vuelvas a querer culparte por algo de lo que no tenias control cuando eras un adolescente y mucho menos lo tienes ahora de adulta.—se sorbió su pequeña nariz que estaba totalmente roja, sus ojos estaban hinchados y tenían oscuras ojeras, pareciera que no hubiera dormido en días, no era lógico que una sola noche en vela la hiciera tener ese aspecto. Después que asintió ligeramente la dejé que volviera a buscar refugió en mi cuello. —Todo va a estar bien, Bella. Ten fe…—sentí su respiración acompasarse y supe que al fin el cansancio la había vencido. Deseaba fantasear con la idea de que se había quedado dormida porque se sentía segura en mis brazos.

Ahora quieren a un pelín a mi Edward? dejenme saberlo Acá les dejo el preview del próximo capitulo Dejé a mi hijo en su escuela y luego respiré profundamente mientras me dirigía a la universidad. Cuando aparqué en el estacionamiento mi corazón latía con tanta fuerza que mis oídos retumbaban, muchas miradas curiosas se dirigieron a mi persona. Mi auto llamaba demasiado la atención, no se parecía en nada a los otros que estaban en ese lugar. Tampoco ayudaba que Peter caminara unos cuantos pasos detrás de mi luciendo una expresión que claramente no invitaba a acercase. En mi clase me sentí aún más fuera de lugar. Todos eran tan jóvenes, el que parecía mayor no debía tener más de veinte años.

Volví a preguntarme una vez más por qué estaba haciendo esto y siempre volvía a la misma conclusión. Era otra simple treta para demostrarle a Edward que era autosuficiente, cuando en realidad lo único que deseaba era estar en casa con mis hijos.

Capitulo 10 SOLEDAD Se había ido, sin importar que tratara de convencerme que no me dolía, mi corazón me decía que me dolía su partida. El sueño no llegaba, era la segunda noche prácticamente en vela que pasaba acostada en el lado de la cama donde él dormía. Confiaba en que estaba durmiendo igual de solo que yo. Alice me dijo que había visto a esa mujer esta misma mañana en el estacionamiento de su edificio. Eso era lo que al menos me permitía dormir una o dos horas, de lo contrario me volvería loca de celos y angustia. Alice me confirmó que al parecer esa relación se terminó como me dijo Edward. Eso o están siendo más discretos que antes. La segunda opción era demasiado imposible, Edward había dormido en mi cama todas las noches desde hace más de un mes. Las lágrimas que rodaban por mis mejillas me decían que era una cobarde, ardía en deseos por llamarlo y solo escuchar su voz. Si tan solo pudiera escuchar un "Buenas noches Isabella, que descanses" aunque lo que ambicionaba escuchar era un "te amo." Mañana era mi primer día de universidad y no tenía la menor idea de por qué no tenía la emoción que pensé que sentiría. Era todo lo contrario me sentía nerviosa y totalmente insegura. Estaba siendo patética y lo sabía. La doctora Greene había pasado horas hablándome sobre mis problemas de autoestima. Me moría por regresar a la seguridad y el confort de mi vida anterior, pero ya nada era igual. Había logrado progresar mucho en cuanto a mi apariencia física y la manera en la que me proyectaba frente a otras personas, pero en el fondo seguía estando escondida, tan herida y desvalida como un pichón que se cae del nido en cuanto sale del cascaron. Todas las atenciones con las que Edward me colmaba últimamente me hacían sentir muy bien, muchas veces quería abandonarme en sus brazos y fingir que nada sucedió, pero sería sólo eso, fingir. La doctora Greene seguía insistiendo en que me sentara y hablara con mi esposo, pero, yo no soportaba la idea. Prefería vivir en la ignorancia. Dicen que la ignorancia es felicidad, ¿verdad? Me mataría saber a ciencia cierta que Edward se hubiera enamorado de otra mujer, que hubiera compartido su cuerpo con ella, que la hubiera amado y adorado de la manera que sólo debía hacer conmigo, que alguien más lo hubiera hecho perder el control de sus sentidos. Era una cobarde y lo reconocía. Prefería aferrarme a cualquier pequeña y frágil ilusión que mi mente conjurara. Los rayos del sol me iluminaron nuevamente acostada en esta enorme cama vacía, enterré mi cabeza en su almohada. Dios… como amaba su aroma. Canela, miel y sándalo, mezclado con un poco de almizcle. La esencia del hombre que amo. Me levanté totalmente desganada, incluso pensé en posponer mi regreso a la universidad hasta que Edward regresara, pero me di cuenta que están siendo infantil y dependiente. Edward necesitaba a su lado una mujer decidida y no una niña que se esconda tras sus pantalones.

Me vestí con unos jeans y una blusa que Alice elogió cuando la compramos. En la cocina ya estaba E.C. esperándome para su desayuno. Frunció ligeramente el ceño pero no dijo nada. Alisé su preocupación con mis dedos, lo sentí relajarse bajo mi toque. Era tan parecido a su padre… — ¿Vas a ir a la escuela de personas grandes?—volvió a fruncirme el ceño. —Sí, iré a la universidad. Te dejaré en tu escuela de paso y estaré aquí antes que vuelvas.—saqué del congelador unos waffles que tenia preparados y los metí en la tostadora. Mi hijo se había quedado en silencio, algo muy poco normal en él. Cuando me giré pude ver que estaba frunciendo su cara en concentración. —¿Quién te va a cuidar en esa escuela? Si quieres yo puedo acompañarte y así te cuido—sacó su pequeño pecho y sus verdes ojos brillaron. Suspiré colocándome frente a él. —Edward—hizo un mohín al escuchar su nombre de pila, él sabía que sólo lo usaba cuando era algo serio o estaba en problemas.—no tienes que cuidarme, soy yo quien debe cuidarte a ti, eres mi bebé después de todo—besé su nariz y pellizqué sus mejillas. —¡Mamá!—se quejó frunciendo la nariz, últimamente no dejaba que uno le diera muestras de afecto sin hacer una mueca.—No soy un bebé, papá dijo que soy el hombre de la casa mientras él no esté. Creo que debes llevarte a Ben o a Peter. Papá querría que ellos te cuidaran, sé que en las escuelas de gente grande no tienen seguridad como en la mía.—no sabía si reírme o ponerme a llorar. Me ocupé en terminar su desayuno, aunque quisiera no podía evitar que Peter me siguiera, era mi sombra desde que me casé con Edward. Edward… debía ser cerca de las cinco de la tarde en Londres. Estaba debatiéndome en llamarlo o no. Tendría que tener una buena excusa para no parecer patética y necesitada. A los pocos minutos llegó mi excusa. Peter venia cargando un enorme ramo de rosas rojas adicional a las flores que regularmente recibía. No pude evitar sonreír cuando me entregó un pequeño estuche azul y una nota. Isabella: Desearía estar contigo en este día, apoyándote en tu regreso a la universidad. Este pequeño dije es otro amuleto para tu pulsera, es solo un recordatorio de un día que sin duda sé que significa mucho para ti. Con amor, Tu esposo. Las lagrimas recorrieron mis mejillas mientras acariciaba el pequeño dije en forma de libros, me lo coloqué en la pulsera con manos temblorosas. No podía creer que se hubiera acordado y mucho menos que hubiera tenido ese detalle. Antes de darme cuenta, estaba marcando su celular. No tuve tiempo de arrepentirme porque respondió al primer timbre. —Amor…—intuí la sonrisa en su voz—¿cómo dormiste? ¿Estás descansando?—fue mi turno de sonreír, si tan solo supiera que no he dormido casi nada desde que se fue. —Bien…espero no estarte molestando, sé que estas muy ocupado…pero quería agradecerte por las rosas y el dije, fue un bonito detalle.—dije presurosa, ahora me sentía como una tonta por haberlo llamado.

—Tú nunca me molestas, Isabella. No digas esas cosas—suspiró exasperado.—me alegra que me hayas llamado, así puedo desearte suerte en tu primer día. Sólo te pido que por favor te cuides. —Lo haré. Tengo que irme debo llevar a E.C. antes a su escuela. —Te llamaré cuando llegues para saber cómo te fue en tu primer día.—colgué el teléfono antes que alguno de los dos pudiera decir algo más Deje a mi hijo en su escuela y luego respiré profundamente mientras me dirigía a la universidad. Cuando aparqué en el estacionamiento mi corazón latía con tanta fuerza que mis oídos retumbaban, muchas miradas curiosas se dirigieron a mi persona. Mi auto llamaba demasiado la atención, no se parecía en nada a los otros que estaban en ese lugar. Tampoco ayudaba que Peter caminara unos cuantos pasos detrás de mi luciendo una expresión que claramente no invitaba a acercase. En mi clase me sentí aún más fuera de lugar. Todos eran tan jóvenes, el que parecía mayor no debía tener más de veinte años. Volví a preguntarme una vez más por qué estaba haciendo esto y siempre volvía a la misma conclusión. Era otra simple treta para demostrarle a Edward que era autosuficiente, cuando en realidad lo único que deseaba era estar en casa con mis hijos. No tiene nada de malo ser ama de casa y querer criar a tus hijos, Bella La voz de mi terapeuta volvió a resonar en mi mente. Mi terapeuta tenía razón y yo no lo negaba, muchas mujeres se veían realizadas en su vida sin tener que tener una carrera profesional. El solo hecho de ser el pilar de su familia, hacer de sus hijos hombres de bien y su hogar su santuario. Sin embargo quería que Edward viera que yo podía hacer otras cosas además de ser su esposita modelo, quería supiera que no dependía enteramente de él. No son los motivos correctos, solo debes regresar a la universidad si eso te hace feliz, no por darle una lección a tu esposo. La voz resonaba cada vez con mayor fuerza en mi cabeza mientras me distraía constantemente pensando en que estarían haciendo mis hijos, me preocupaba que Anthony estuviese teniendo una de sus acostumbradas pataletas luchando contra el biberón. Había acordado con la señora Cope a que le diera la comida semisólida que el pediatra nos dijo que empezáramos a darle. Suspiré frustrada una vez más. Trataba de ponerle atención a la clase sobre iluminación lineal rectangular pero mis pensamientos y las diversas conversaciones sobre fiestas de fraternidad me distraían constantemente. Dudaba mucho que pudiera hacer alguna amistad en la universidad, nuestros intereses parecían tan diferentes que me hacían sentir una anciana. Mi mal humor no pareció disminuir durante los dos siguientes días, el único lugar donde me relajaba era cuando estaba en casa, me sentía más segura, más tranquila, menos irritable. No tenía idea de lo que me sucedida, La doctora Greene me decía que estaba sufriendo algo llamado ansiedad por separación. Extrañaba a Edward no podía negarlo, solo habían pasado tres días de su partida y yo cada vez estaba más ansiosa. Cubría mi ansiedad rodeándome de mis hijos, por eso estábamos en la cocina terminando de hacer unas magdalenas de chispas de chocolate para el postre. La señora Cope entró a la cocina poco después que sonara el teléfono, pensé que se trataba de Edward pero mi sonrisa se borro de mi rosto cuando vi su rostro. Tomé el teléfono con mano temblorosa, rogando que nada le hubiera pasado a mi esposo, aunque estuvieras enfrentados si algo le sucedía a Edward acabaría conmigo. —¿Bella? Soy Sue…—su voz estaba rota. Charlie fue todo lo que pude pensar antes de que las lagrimas rodaran por mis mejillas.—Vamos camino al Northwest Hospital, tu padre tuvo una pelea y se desvaneció… parece ser que tuvo un infarto

—V-voy de camino—sollocé sin atinar a hacer nada más que tomar mi cartera y mis llaves, Peter me quitó las llaves en cuanto vio mi estado, no me atrevía siquiera a despedirme de mis hijos sabiendo que empezarían a hacer preguntas. Le indiqué a Peter a donde me dirigía y yo dejé que me ayudara a subir al auto. Me acurruqué en el asiento, rezando porque mi padre estuviera bien, no tenía idea de por qué se había peleado o con quien, sólo esperaba que las cosas no fueran tan graves como pensábamos. En estos momentos deseaba que Edward estuviera a mi lado, necesitaba por lo menos sentir su mano agarrando la mía para darme valor y consuelo. Tomé una amplia respiración cuando Peter me llevó a las puertas de la sala de espera. Sue enseguida me envolvió en sus brazos, la dejé que me consolara, un acto egoísta de mi parte. Su primer esposo había muerto de un infarto y yo en vez de apoyarla buscaba refugio en sus brazos. Ella era lo más cercano a una madre que he tenido además de Esme, por lo que con mucho esfuerzo traté de recomponerme. —¿Q-Qué fue lo que sucedió?—sorbí mi nariz y traté de limpiar mi lagrimas aunque a esas les siguieron otras. —Tu padre quiso que fuéramos a ver un partido de beisbol en un bar esta noche y mañana te íbamos a hacer una visita sorpresa. En las propagandas estaban anunciando la repetición de un programa de variedades y mostraron una foto tuya con Edward en una cena o un gala no recuerdo bien, nosotros estábamos en la mesa de al lado, cuando escuchamos tu nombre mezclado en varios comentarios soeces, Charlie lo reconoció como el esposo de tu madre, así fue como descubrió la razón por la que te fuiste a vivir con él. Debiste habérselo dicho en cuanto llegaste a Forks, cariño.—suspiró—lo que sucedió fue muy rápido. Charlie lo tomó por el cuello de la camisa y empezó a golpearlo, yo creía que lo iba a matar. No que se mereciera otra cosa ese saco de basura.—sacudió su cabeza disgustada—entonces fue cuando pasó…—las lagrimas se agruparon en sus ojos. Esta vez fui yo quien la abrazó, trataba de consolarla pero estaba haciendo un muy mal trabajo. Las horas que siguieron fueron terribles, no podía quedarme sentada así que caminaba de un lado a otro de la sala de espera. Peter me había ofrecido comida pero sólo pensarlo hacia que mi estomago se revolviera. Pensé en llamar a Edward en varias ocasiones, sentía la imperiosa necesidad de tenerlo cerca, pero era imposible que dejara sus negocios para venir a mí. Perdí la noción del tiempo, nadie nos decía nada en concreto. Todo lo que sabíamos es que habían tenido que resucitar a mi padre en dos ocasiones y que no podríamos verlo hasta que estuviera completamente estable. Me senté en una de las sillas junto a Sue quien no había parado de rezar en toda la noche. La puerta de la sala se abrió nuevamente pero no pude levantar mi vista, tenía miedo que fuera un medico con malas noticias. Entonces escuché su voz… Lo primero que pensé era que se trataba de una jugarreta de mi imaginación. Antes de razonar cualquier cosa, me arrojé a sus brazos olvidando toda pretensión. Solo necesitaba sentirme protegida. Dejé que todo mi miedo y mi desesperanza se desbocara, la seguridad que me brindaban sus brazos era un bálsamo para mi dolor. Todo era mi culpa, lo que le pasó a mi padre fue culpa mía. A esa conclusión había llegado durante las largas horas de la noche que pasé dándole vueltas a toda la situación. Traté de explicarle a Edward lo que sucedió, pero él fue firme en decirme que nada de lo sucedido fue culpa mía. Limpiaba mi nariz constantemente de un modo no muy femenino pero no parecía importunarle. Seguía acariciando mi espalda y besando mis cabellos, me sentía segura a pesar de todos los horrores que parecían esperarme si mi padre… no podía siquiera pensarlo. Me acurruqué contra su pecho escondiendo mi rostro bañado en lágrimas en su cuello. Respirar su aroma me calmaba, siempre lo había hecho, mis ojos empezaron a sentir el efecto de las noches en vela, lo último que recuerdo fue suspirar contenta en brazos de mi esposo. EPOV Tomé mi Blackberry con cuidado de no despertarle, le di las instrucciones a James y a Demetri, quería saber exactamente qué estaba haciendo ese hombre en Seattle. No lo quería cerca de mi Isabella, sea cual sea que haya sido el motivo por el que esté en la cuidad.

Me encargaría personalmente de él en cuanto supiera el estado de mi suegro y que mi esposa estuviera más compuesta. Lo primero era lo principal y eso era el bienestar de Bella. Llamé a la señora Cope para que trajera a Anthony en una hora, los pechos de Bella estaban llenos, los sentía pesados contra mi cuerpo y sabía lo doloroso que resultaba para ella pasar prolongados periodos de tiempo sin amantarlo. Lo que menos necesitábamos en estos momentos era que le diera una fiebre. Sue regresó a los pocos minutos, había estado afuera hablando con el médico, mi suegro seguía en terapia intensiva, la habían dejado pasar solo por cinco minutos, cuando entró estaba tan pálida que por un momento pensé que lo peor había ocurrido. Al parecer había quedado bastante impresionada al ver a mi suegro conectado a tantas maquinas y monitores, a pesar de ser enfermera no pensó volver a pasar por el trauma de ver a su segundo esposo en la misma situación que el primero. Le sugerí que fuera a descansar un poco a lo cual ella se rehusó rotundamente. Entablé conversación con ella y me contó cómo habían pasado las cosas, lo desagradable de los comentarios de esa basura, el rostro rubicundo de mi suegro antes de saltar sobre él y empezar a golpearlo una vez Phil le repitió todo lo que había dicho haciendo que cada una de las personas del local se enteraran, mientras se burlaba diciendo que mi suegro no podía hacer nada porque no tenía las agallas, le dijo que no las tuvo para salvar su matrimonio, que no las tendría para salvar el "honor" de su hija y que incluso podía golpearlo ya que seguramente mi suegro tampoco tendría agallas para hacer nada al respecto. Craso error… En cuanto lanzó un golpe que mi suegro esquivó con facilidad para ser un hombre de su edad, era todo lo que necesitaba para que no fuera acusado de abuso de autoridad o de ataque, yo me encargaría que no importara el hecho que esa bazofia estuviera bajo los efectos del alcohol y mi suegro en plena posesión de sus facultades mentales, unas cuantas personas me debían unos favores y era hora de cobrarlos. Bella se removió en mis brazos, acaricié su espalda como lo hacía con Nessie esperando en vano que volviera a dormirse. Saltó de mi regazo en cuanto le dijimos que podía pasar a ver a su padre. Se detuvo unos segundos mordiendo su labio antes de tomar vacilantemente mi mano. —¿M-me acompañarías?—su voz sonaba tan rota, su rostro mostraba el cansancio que tenia. —Por supuesto, siempre que quieras, no podré entrar contigo pero te esperaré en la puerta.—asintió y caminamos hasta encontrarnos con el doctor, la esperé mientras se ponía la indumentaria estéril para poder entrar a la sala. Cuando salió a los cinco minutos sus ojos estaban mucho más rojos que antes, las lágrimas seguían cayendo de ellos. La tomé en mis brazos sin decir nada, la apreté fuerte contra mi pecho hasta que se calmó un poco. La llevé a la cafetería y la obligué a comer algo, no la culpaba por decir que no le provocaba nada, la comida se veía totalmente espantosa. Después de que calmarse un poco le dio pecho a Anthony, quien demandó la total atención de su madre en cuanto la vio. Bendita sea la inocencia de los niños… Nessie exigió sus dos regalos brillantes en cuanto llegamos totalmente ajena a la difícil situación por la que su madre atravesaba. Fueron días angustiantes, lo más difícil fue explicarles a los niños porque su madre no pasaba mucho tiempo en casa y que no podían ver a su abuelo. Me llevaba a Bella todas las noches para que descansara pero insistía en ir al hospital a primera hora de la mañana. Por fin al cuarto día de espera los médicos nos informaron que trasladarían a mi suegro a una habitación privada ya que estaba fuera de peligro. Bella lloro de alegría en mis brazos, en estos días no había visto a su padre consciente. Estuve con Bella cuando lo vio por primera vez, incluso tan débil como se encontraba pudo regañarla por no haberle contado lo que ese hombre trato de hacerle cuando no era más que una niña. Bella le explicó sus razones las cuales como todo lo que hacía solo buscaban proteger a las personas que amaba, le dijo que esto que sucedió era exactamente lo que ella trató de evitar. Al final de ese emocional encuentro llegó la llamada que estaba esperando. Era algo que no podía aplazar más.

Me acerqué a mi esposa y besé su frente. —Tengo que salir un momento, amor. No me tomará más de una hora para regresar. ¿Quieres quedarte aquí o prefieres ir a casa ahora que tu padre se ha dormido? —Me quedaré con Charlie…Sue fue a la casa a descansar, cuando la traigan entonces iré.—acaricié las profundas ojeras que había bajo sus ojos. Iba a discutir su decisión pero opté por morderme la lengua y evitar romper la frágil armonía que se había creado entre los dos durante estos días. —Al menos recuéstate en el sofá. Esta silla se ve incomoda.—suspiró y luego asintió encaminándose al sofá y dejándose caer pesadamente en él, no habían pasado dos minutos antes que se quedara profundamente dormida. Me atreví a depositar un casto beso en sus labios. James me esperaba en la puerta de la habitación. Caminamos en completo silencio hasta que llegamos a nuestro destino Harborview Medical Center, el único hospital público en Seattle. Caminé por los pasillos hasta llegar a una habitación común en la que la única cama ocupada era la suya como había sido mi solicitud, no deseaba que nadie escuchara lo que venía a decirle. No pude evitar sonreír cuando lo vi postrado en una cama con las costillas rotas, al parecer mi suegro le había roto dos. Era lo menos que se merecía por haber atormentado a mi ángel. —¿Qué hace aquí y quiénes son estos hombres?—me preguntó exaltado cuando me vio frente a su cama. Lo miré como si fuera algo asqueroso que se pegó en la suela de mi zapato. —Escúchame bien Dwyer, no me gusta repetirme y si sabes lo que te conviene lo harás.—mi voz era fría y sus ojos se abrieron por lo que esperaba fuera miedo.—Sé exactamente porque viniste hasta Seattle, todos creen que estas buscando trabajo, pero yo sé muy bien que lo único que quieres es dinero para saldar tus deudas de juego y eso es algo que no conseguirás de mi familia. No te equivoques conmigo, no suelo tener piedad con quienes amenazan la tranquilidad de mi familia y tú ya lo hiciste. Regresa a Florida o me encargaré que no vuelvas a conseguir trabajo en lo que te queda de tu miserable vida y tus amigos los cobradores estarán más que felices de hacerte una visita. —Se equivoca, yo estaba aquí para una entrevista de trabajo—me espetó tratando de mostrar valor. —Si vuelves a poner un pie en Seattle o tratas de contactar a cualquier miembro de mi familia—le dije como si no lo hubiera escuchado—ten la seguridad que te va vas a arrepentir. Recuerda mis palabras Dwyer, te mantendré vigilado, un solo paso en falso…—dejé la amenaza flotando en el aire y me encaminé a la salida. Escuché el quejido después de que James dijera "en nombre de la señora." Sacudí mi cabeza, solo James podría golpear a alguien que ya estaba en el suelo. Me hubiera gustado haberlo golpeado pero no quería ponerme a su nivel, por lo visto a James no le preocupó eso. Hice una inclinación de cabeza a manera de saludo a los dos guardias de seguridad que había contratado para que lo vigilaran. Había pensado meterlo a la cárcel una temporada pero eso preocuparía a Bella, conociéndola se pondría a pensar en cómo la mujer que la trajo al mundo estaría soportando la situación. Ahora solo quedaba esperar la total recuperación de mi suegro y confiaba en que al fin pudiéramos empezar un poco de tranquilidad. CAPITULO 11 EPOV Los días pasaron de manera casi igual, Bella iba al hospital y se quedaba casi todo el día con su padre. Yo había tenido que regresar a mis negocios, no podía dejarlos a un lado por más tiempo. Mañana darían de alta a mi suegro, casi un mes después de la noche de su infarto, esperaba que Bella me quisiera acompañar a una cena de negocios que tendría el sábado en la noche, era una buena oportunidad para ella. Los directores de una galería de arte querían pedirme su apoyo para una exposición de fotografías artísticas y tal vez, si a Bella le interesaba, podía hacer que expusieran algo de su trabajo. No estaba siendo imparcial, conocía de primera mano su trabajo, las fotografías que les había hecho a los niños, a las propiedades que tenemos e incluso al saco de pulgas, eran muy buenas.

Me tomé la libertad de preparar un portafolio con su trabajo y enviarlo sin decir que se trataba del trabajo de mi esposa para no crear un precedente en que solo me quisieran dar gusto, sólo esperaba que no lo tomara a mal o cómo que me estaba metiendo en lo que no llamaban. Eso es exactamente lo que estás haciendo, metiendo tus narices en las cosas de tu esposa… Froté mis dedos contra mis sienes, el dolor de cabeza que había tenido intermitente en estos días no quería desaparecer del todo. Sentía que tenía demasiadas cosas de las que me tenía que ocupar, la casa, los niños, Bella que cada día parecía retraerse más sintiéndose innecesariamente culpable por la condición de su padre, seguirle el rastro a la escoria del marido de su madre, la sucursal en Londres; pero sobre todo… Heidi y Alec. Este mes fue pesado, conseguir una nueva compañía de relacionistas públicos que se ajustara a mis exigencias fue una pesadilla, en especial cuando expresé claramente que no quería que una mujer se encargara de la cuenta de mis empresas y mucho menos la mía o la de mi familia. Sabía que parecía un misógino y no me importaba, lo único que me interesaba era la tranquilidad de Bella y evitar alguna otra situación como la de Heidi. Una situación a la que tú le diste cabida. La discusión había sido fuerte, las amenazas volaron de ambos lados, ella tenía armas en su poder que podía usar en mi contra y corroer aún más los cimientos de mi matrimonio, pero yo también tenía las mías. Hundiría su empresa si osaba revelar secretos profesionales, no habría nadie que volviera a considerar su empresa si no podían confiar en su discreción y secreto profesional. Ahora sólo quedaba esperar a saber qué sucedería. Dejaría que las fichas se empezaran a mover en este enorme juego de ajedrez. Me tragué las dos pastillas con un poco de agua, el dolor se estaba volviendo insoportable Mi suegro se quedaría con nosotros una temporada, aunque no se sintiera muy feliz sobre el asunto, pero al menos Bella lo obligó a aceptar nuestra hospitalidad por quince días. Me preocupaba que se diera alguna situación que rompiera el débil equilibrio de nuestra vida. Lo que te preocupa es que te pegue dos tiros por haber hecho sufrir a su hija. Decidí irme a casa temprano, sentía los ojos cansados y en la oficina no hacía otra cosa que ladrar órdenes, por lo que suponía que todos, en especial mis secretarias, se sentirían aliviados. En casa todo estaba en silencio, bueno relativamente en silencio, podía escuchar los ladridos del saco de pulgas retumbando en mi cabeza haciendo que pareciera que explotaría en cualquier momento. Cerré todas las ventanas de la habitación y me recosté cubriendo mis ojos con un almohadón. Relajé mi cuerpo dejando que un sueño ligero me absorbiera esperando que se aliviara el malestar. —Ya de día—quise gruñir al sentir el familiar peso en mi pecho y las traviesas manitas tratando de abrir mi parpado. —Papá se siente mal, pequeña. Ve a jugar con tus hermanos.—cerré con fuerza los ojos. —Yo curo—besó mi mejilla sonoramente, no pude evitar sonreír, la agarré y la giré de manera que quedara acostada a mi lado. —¿Qué te parece entonces dormir la siesta con papá?—por mi ojo entreabierto podía ver que estaba en pijamas y por la hora solo podía llegar a la conclusión que se escapó de su habitación. Lo pensó por unos segundos y luego me sonrió. —¿Qué tajiste pada mí?—rompí a reír.

—Te entregaré tu premio si te duermes—antes de que esas palabras salieran de mi boca ya había cerrado los ojos. Besé su frente y ella mi mejilla. Volví a cerrar los ojos esperando esta vez poder descansar hasta que mi migraña pasara. BPOV —Isabella, por el amor de dios, no soy uno de tus hijos. Soy tu padre niña, entre tú y Sue me van a convertir en un inválido. Suficiente tengo con esa mala imitación de comida que me obligan a comer, necesito un buen filete estoy cansado de esa comida de conejos que me dan—bufó mi padre, Sue rodó los ojos mientras acomodaba la almohada en donde estaba recostado. Terminé de acomodar la bandeja en su regazo y de acomodar nuevamente las sabanas en su regazo. —Es por tu bien Char-papá, estuviste a punto de morir, tenemos que ayudar a tu cuerpo a bajar los niveles de grasa y acido úrico por lo que nada de filetes hasta segundo aviso.—lo escuché remedarme por lo bajo, Sue sólo me sonrió indulgentemente y sacudió la cabeza.—Iré a preparar la cena de los demás. Nos vemos en un rato—besé su frente y él palmeó mi espalda torpemente. —Te aseguro que a mi yerno no lo pone a comer como si fuera un conejo—lo escuché quejarse antes de cerrar la puerta. Decidí ir a mi habitación a cambiarme el vestido que usé para ir a buscar a Charlie al hospital por algo más cómodo. La imagen que me recibió me hizo sonreír y me parecía muy invitadora. Nessie estaba durmiendo con sus pies sobre el pecho de Edward y su dedo en su boca ligeramente entreabierta. Pero…¿qué hacia Edward en casa? Y lo más extraño era que estaba profundamente dormido. Edward nunca dormía de día, ni siquiera cuando regresaba de un viaje y el cambio de horario lo afectaba. Me acerqué con precaución, retiré un mechón que tenia pegado en la frente. Inclusive dormido se veía preocupado, este mes había estado tenso, meditabundo y serio. Los días en Cancún donde lo veía despreocupado parecían tan lejanos. Quería saber por qué estaba de esa manera, pero no me atrevía a preguntarle. ¿Serian problemas en la oficina? ¿Sería esa mujer? Sacudí mi cabeza espantando esa idea. La doctora Greene decía que no era sano pensar de esa manera. Nessie se movió de forma que ahora sus piececitos estaban en la cara de su padre. Los quité con suavidad para no despertar a ninguno de los dos. Mi pequeño remolino, nunca dormía en una sola posición, después de dormida se encargaba de recorrer toda la cama. Edward parecía estar sudando, toqué su frente y me di cuenta que tenía algo de calentura. Fui a la pequeña nevera que teníamos en la habitación, saqué una compresa congelada y tomé unas pastillas del botiquín del baño. —Edward—lo sacudí con cuidado. Parpadeó antes de sentarse totalmente desorientado. —Tienes fiebre, tómate estas pastillas y vuelve a recostarte. —Es solo una migraña, ya me tomé medicamento para eso. —renegó como siempre que se enfermaba. Lo miré seriamente, en estos momentos siempre se comportaba como si tuviera la edad de E.C. —Esta bien…pero no son de esas pastillas que dan sueño, ¿verdad? Ya he dormido lo suficiente. —las tomó murmurando algo bajo su aliento.

Salí de la habitación sabiendo que las pastillas le harían efecto en breve por lo que dormiría un rato más y cuando despertara le sentaría bien un caldo. La gripe le duró una semana por lo que no pudo compartir mucho con mi padre para evitar contagiarlo. Tuvo que posponer una cena de negocios debido a su condición, cosa que no le causó mucha gracia. Estaba terminando de arreglarme el cabello cuando Edward salió del vestidor. Me robó el aliento como siempre que usaba ropa formal de color negro. Había algo en como ese color resaltaba la palidez de su piel y contrastaba con su broncíneo cabello. Me sonrió de lado. — ¿Te he dicho que me encanta como se ve el color azul sobre tu piel?—murmuró deteniéndose tras de mí, nuestras miradas se encontraron en el espejo. —pero le falta algo que lo complete—metió su mano en el bolsillo y cuando la sacó colocó sobre mi cuello un collar de zafiros y brillantes. Era bellísimo las cinco cadenas de zafiros y diamantes se unían en dos eslabones incrustados con más diamantes. —Es…esto es demasiado—murmuré mientras lo acariciaba, no queriendo imaginarme el precio. —Nada es demasiado para ti, Isabella—se inclinó y depositó un beso en mi clavícula cuando terminó de asegurar el broche del collar. —esta noche quiero que estés radiante, posiblemente tendremos mucho que celebrar. —lo miré con curiosidad, pero no dijo nada más mientras se colocaba los gemelos que le regalé para su cumpleaños el año pasado en los puños de su camisa. En la puerta me ayudó a colocarme el abrigo, James me conversaba alegremente sobre la última hazaña de su hija. Edward escribía algo en su blackberry y me sonreía de vez en cuando me encontraba mirándolo. La noche era fría, llovía como casi siempre en Seattle. En estos tres meses lo había acompañado a más cenas y galas de lo que lo hice en siete años. No podía culparlo enteramente por eso, parte de la culpa también fue mía. Lo único que había aceptado de su mundo fue el hecho que necesitaría en algún momento entender otro idioma. Esme se tomó la tarea de enseñarle lo básico para que pudiera mantener una conversación en francés, italiano e inglés. El auto se detuvo en la entrada del restaurante, en cuanto nos bajamos una ráfaga de aire nos golpeó haciendo que me ciñera el abrigo y nos encamináramos con rapidez al interior del local. El lugar se veía muy contemporáneo y moderno pero aun así muy elegante. Nos condujeron a una mesa donde nos esperaban tres personas, Edward solamente me había dicho que buscaban su respaldo para un evento, pero no me dijo nada más al respecto. Estuve algo distraída mientas hablaban de cosas banales, nada en concreto, sólo cuando mencionaron que una de las personas era curador de arte fue que tuvieron mi completa atención. Cuando llegó el primer plato fuerte mencionaron un artista nuevo, su trabajo llegó a manos de mi esposo y él remitió el portafolio para que le dieran su opinión sincera. Eso me pareció algo muy noble de su parte. Tal vez en un futuro yo crearía un portafolio y si mantenía buenas relaciones con estas personas podría enviárselos. —Señor Cullen, ¿cree que podría ponerse en contacto con el artista para preguntarle si estaría interesado en exhibir su trabajo en nuestra galería?—le preguntó el señor Johnson después de tomar un sorbo de vino, los otros dos asintieron fervientemente. —La manera en la que capta a los niños es sorprendente, aunque en lo personal me gusto como plasmó al policía, son pocas las veces en las que vemos una faceta diferente a la que nos muestran mientras están en servicio. Suponemos que los niños son familiares del hombre. —mi mano congelada con la copa de vino en mis labios, no podía ser… ¿verdad?—Si no lo ha visto le puedo mostrar el portafolio, señora Cullen—dijo la señora Brown—En verdad quiero conocer al artista quisiera hacerle tantas preguntas. —Puede hacerle todas las preguntas que desee señora Brown—le dijo Edward tomando mi mano y llevándosela a los labios. Mis ojos se encontraron con los suyos y me brindo una sonrisa que no me dejo para nada tranquila ya que confirmaba lo que había pensado. —la artista es mi esposa. Me vi envuelta en tantas preguntas y palabras de admiración a mis fotos que mi cabeza empezó a dar vueltas. Sentía ganas de llorar pero no sabía si eran de alegría o de enojo no haberme consultado antes. Estaba totalmente abrumada, trataba de responder como podía a las preguntas que me hacían.

Me entregaron el portafolio después de que les prometiera reunirme con ellos a mediados de la semana próxima para discutir el material que expondría. Luego discutieron unos puntos con Edward y firmaron los documentos, mientras yo miraba sorprendida las fotos que había en las páginas. — ¿En realidad no les dijiste que las fotos eran mías? O ¿les dijiste que tenían que exponer mi trabajo aunque no fuera bueno sólo porque soy tu esposa?—por sus ojos paso una expresión herida, lamenté enseguida haber hecho la acusación. —Ofendes mi ética profesional, Isabella. Sería incapaz de coaccionar a alguien de esa manera. He cometido errores pero no creía que me considerabas un ser tan ruin. —se levantó y me ofreció su mano, sus labios estaban tensos y un nervio se movía en su mejilla. No me atreví a decirle que lamentaba mis palabras pocas veces había visto a Edward de tan mal humor y aunque nunca estuvo dirigido a mí, siempre me asustó un poco. Por lo que no quería hacer una escena en público. En cuanto estuvimos dentro de la limosina traté de hablar pero él levantó una mano deteniéndome para luego pinchar el puente de su nariz con sus dedos y respirar profundamente un par de veces. —Te agradezco por tu ayuda y en verdad lamento mucho haber saltado a esa conclusión, fue injusto de mi parte, por lo que te pido mis más sinceras disculpas. —Me llené de valor y hablé aunque me pidió mudamente que no lo hiciera. —Está bien, Isabella… supongo que me lo merezco. No tengo nada que disculparte—sacó su blackberry de su bolsillo centrando toda su atención en el aparato hasta que llegamos a casa. No tenía idea de cómo me las había arreglado para convertir su regalo en un objeto de discordia. Las cosas se volvieron tensas entre nosotros por los días siguientes, sabía que ofendí profundamente a Edward, aunque él le quitaba color al asunto, la brecha entre nosotros parecía abierto más, Edward se había enterrado en montañas de trabajo con mucho disimulo acortando el tiempo que pasaba conmigo. Con los niños era una historia totalmente diferente, para ellos siempre tenía tiempo, cosa que hacía que mis ojos se llenaran de lágrimas. No podía creer que tuviera celos de mis propios hijos. — Bella, a veces hay que dejar ir el pasado y perdonar si se quiere ser feliz en esta vida—las palabras de mi padre me tomaron por sorpresa mientras veíamos jugar a los niños con Momo en el patio.—No soy quien para dar lecciones de vida, pero nunca está de más un consejo. Traté de hacerme la desentendida pero las palabras de mi padre resonaron con tanta fuerza en mi mente como la de las palabras de doctora Greene. EPOV Había salido a correr, tomé esa costumbre desde la cena con los de la galería. Necesitaba encontrar alguna manera de quemar toda la energía que sentía para no sacudir a mi esposa hasta que entrara en razón. Incluso hablé con mi padre para que me brindara un consejo, aún le daba vueltas si en realidad estaba haciendo bien al seguirlo. —Dale su espacio, Edward. Cuando Bella decida que está preparada para hablar te buscará. —me había dicho por teléfono. La pregunta era cuánto tiempo más tendría que esperar. Ya habían pasado casi cinco meses desde que todo estalló y seguíamos estando en la nebulosa. Empezaba a dudar de su buen juicio en este aspecto. Mi madre y él estaban en Londres, se estaba ocupando de la situación en esa sucursal a solicitud mía. No podía ausentarme del país y dejar a mi familia en estos momentos. Bella me preocupaba, sus hábitos cambiaron de manera radical, se irritaba con facilidad debido a la falta de sueño, parecía combatir la ansiedad con dulces, cosa que nunca antes había hecho. No me atrevía a decirle nada, al menos estaba enfrascada en la preparación de su aniversario para él que solo faltaba un mes y medio, cosa que la distraía aunque empezaba a preguntarme si esa era la razón de su ansiedad. La razón eres tú. Deberías subir y enfrentarla. Sacarla de una vez de ese estupor.

Me dejé caer en uno de los escalones que daban al jardín enterrando mi cara en mis manos. No sabía cuanto más tiempo podríamos pasar en esta situación. Debía tomar cartas en el asunto, traté de controlarme todo lo posible obligando a mi naturaleza dominante a mantenerse pasiva. Me obligué a levantarme forcé una sonrisa por si me encontraba con alguno de los niños. Anthony ahora gateaba por lo que no era extraño encontrárselo en algún lugar del piso inferior tratando de perseguir a su hermana. No me encontré a ninguno pero a través de la apertura de la puerta de la sala de juegos se escuchaba la música de una caricatura. Subí a la habitación a darme un baño, por la hora que era suponía que Bella tenía que estar en su estudio trabajando en algunas fotos, su exposición estaba prevista para dentro de tres meses. Toqué la puerta del baño frunciendo el ceño, estaba cerrada y no se escuchaba la regadera encendida. — ¿Bella?—volví a golpear la puerta sin recibir respuesta. —Isabella, sé que estas allá adentro—sentía como si el aire de mis pulmones se hubiera escapado de pronto. Ella no podía estar tan deprimida como para… ¡NO! Sin pensarlo dos veces le advertí que se alejara de la puerta antes darle una patada sacándola de los goznes. Volví a respirar cuando la vi sentada en el suelo con su rostro escondido en sus rodillas completamente sana y salva. —Es culpa tuya, como siempre es culpa tuya—sollozaba descontroladamente sin levantar el rostro. Me senté en el suelo a su lado y la subí en mi regazo. Acaricié su cabello y besé su frente esperando que se calmara. Me pareció extraño que viniera sin oponer resistencia, en este mes no habíamos tenido mucho contacto físico, ni siquiera la había besado. Murmuró algo que no entendí. Cuando sus lágrimas empezaron a disminuir las sequé con mis dedos y levanté con mi índice su mentón—Ya que estás más calmada, dime de que soy culpable ahora. Señaló con su mano el suelo frente a nosotros, no me había percatado que estábamos rodeados por pruebas de embarazo, tuve una sensación déjà Vu. Ya habíamos pasado por esto con anterioridad fue cuando me contó que estaba embarazada de E.C. No pude evitar sonreír enormemente. — ¿Hasta ahora te has dado cuenta? Debes estar de casi cinco meses—la sonrisa era evidente en mi voz. — ¿Te das cuenta que podemos ir al médico y nos dirá si es niño o niña? Ahora todo tenía sentido. Sus lágrimas inexplicables, sus explosiones de cambios de humor, su ligero aumento de peso. Traté de enfocarme en lo que me decía. Saliendo de mi burbuja de felicidad. —No lo quiero…—su voz sonó rota. Parpadeé para enfocarla bien. — ¿Qué dijiste? —No puedo…—sacudió su cabeza. — ¿Te… te refieres a que quieres un aborto?—estaba en estado de shock, ella empezó a sollozar nuevamente pero no la dejé refugiarse en mi cuello, quería saber. No, necesitaba saber a qué se refería. — ¡Contéstame, Isabella!—la obligué a mirarme. Negó con la cabeza. —Anthony es tan pequeño y nosotros… Otro bebé… no sería justo para él venir al mundo en esta situación. —Entonces quieres matarlo… —la alejé de mi como si me hubiera quemado. Ella empezó a negar nuevamente. —Es nuestro… no podría…—la atraje hacia mí y la estreché con fuerza. El aire volvió a circular libremente en mis pulmones.

—No sabes lo feliz que me haces, amor. Veras que todo se resolverá. Este será uno de los niños más felices del mundo. Ese era una promesa que pensaba cumplir a cabalidad.

CAPITULO 12 FINAL —Déjame llevarte a la cama, amor. Estar sentada aquí no les hace bien a ninguno de los dos, se nota que estas cansada. —La tomé en brazos sin esperar respuesta y la recosté en la cama, parecía que se quedaría dormida en cualquier momento. No pude contener mi emoción y levanté su camiseta y besé su vientre redondeado que yo había achacado a una combinación de estrés, mala alimentación y falta de ejercicio, pero nunca la dejé de considerar hermosa. —Llamaré a la doctora para que te revise y confirme que todo está bien contigo y el bebé, ¿está bien? —Es buena idea…—asintió cerrando los ojos. Dios, que feliz me encontraba en este momento, era como si no me importaran para nada los meses anteriores, como si al fin pudiera ver un rayo de esperanza al final del negro túnel que se había convertido mi matrimonio y mi hogar. Quería mostrarle lo bella que la encontraba, sobre todo ahora que en su interior crecía otro pequeño ser que era parte de ambos. La colmaría de atención y de cuidados, no dejaría que moviera un solo dedo. ¿No iras a sobreprotegerla nuevamente, o sí? No…. Claro que no… Sólo quiero…atenderla y hacerla sentir segura. Nuestro último embarazo había sido muy delicado. Había empezado a dilatar a los cinco meses haciendo que tuviera amenaza de parto prematuro, la doctora la había obligado a permanecer en reposo absoluto una vez le dieron de alta en el hospital. Contraté una enfermera 24/7 para que la atendiera, nuestra habitación se convirtió en un mini hospital donde le administraban los medicamentos necesarios. Varios de ellos teniendo efectos secundarios que la incomodaban. Solo podía levantarse para ir al baño, sin embargo ella se preocupaba por E.C. y por Nessie. Traté de hacer todo lo humanamente posible, pero muchas veces lograba sacarme de mis casillas negándose a contratar más ayuda. Mi madre trataba de ayudar en todo lo posible pero dos niños pequeños minaban las fuerzas que necesitaba para luchar contra su enfermedad. Esa fue la primera vez que salí a desahogarme Me sentí inmensamente culpable al saber que apegué mi celular para poder conversar a gusto con mi mejor amiga de la adolescencia con quien me encontré por casualidad y no me enteré hasta dos horas después de que mi esposa había tenido que ser trasladada de urgencia al hospital y la estaban preparando para hacerle una cesárea de urgencia a los ocho meses debido a que se le había perforado la apéndice. Me sentí la peor escoria del mundo. Mi esposa e hijo pudieron haber muerto si no hubiera sido por James quien la trajo al hospital al primer quejido de dolor, por lo visto se había venido sintiendo mal desde hace unos días pero lo achacaba a los efectos secundarios de los medicamentos. Anthony nació sano pero tanto Bella como él tuvieron que quedarse semana y media mientras les administraban medicamentos para asegurarse que hubiera una posible infección por la contaminación de las secreciones de la apéndice. Su cuerpo necesitaba sanarse por lo que nos prohibieron tener ningún tipo de actividad que pudiera lastimarla. Anthony había sido mucho más difícil que Nessie y E.C. juntos de bebé, había requerido cuidados especiales por ser prematuro y hubo que medicarlo por ciertos problemas de salud que tuvo.

—No quiero tener más hijos, Edward…—su voz fue un murmullo, pensé que se había quedado dormida, levanté mi mirada de su vientre y me encontré con sus ojos anegados en lagrimas. Asentí, se lo debía. —Estoy considerando en hacerme una vasectomía, creo que es la mejor solución—me encogí mentalmente ante la idea. ¿Vamos a ir disparando salvas? Vas a hacer que mi decisión flaquee. No necesito ayudas de ese tipo. Sí, pero pensar en un hombre con un bisturí cerca de esa parte de nuestro cuerpo no es algo que pueda pasar por alto. — ¿Harías eso?—su voz dejaba ver que estaba asombrada. —Por ti haría cualquier cosa—mi nariz rozó la curva de su vientre un par de veces más. Bella no respondió nada, me percaté que dormía profundamente. Besé su vientre luego su frente antes de saltar y tomar mi celular. Hice las llamadas pertinentes y luego salté a la ducha. Me puse a pensar en las muchas cosas que necesitábamos ya estábamos casi cinco meses retrasados, ¿debíamos acondicionar una habitación de bebé nueva o ponerlo a dormir con Anthony?, Bella iba a necesitar más ayuda y sobre todo ropa de maternidad nueva, le pediría a la señora Cope para que revisara si quedó algo de la ropa que usó con el embarazo de Anthony. Seguí pensando en las cosas que necesitábamos hasta que recordé algo importante. Tomates secos… No pueden faltar, sería un caos si faltaran. Salí sin hacer ruido de la habitación y bajé las escaleras de dos en dos para dirigirme a la cocina y revisar la alacena. Encontré un frasco a medio comer de tomates, el cual confirmó mis sospechas. Por suerte habían tres más, sin embargo anoté diez más en la lista de compras. Busqué los menús de los restaurantes de comida a domicilio que teníamos en una de las gavetas de la isla de la cocina y pedí que nos trajeran filetes, ensaladas y arroz sucio para el almuerzo, por supuesto que tenía que venir acompañado de un pastel de fresas con crema como postre. Eso era lo que más le gustaba comer a Bella durante el embarazo de Anthony, esperaba que sus gustos no hubieran cambiado. Como el cavernícola lleva tanto tiempo dormido, estas ejerciendo tu deber como macho dominante de poner la comida en la mesa. Rodé mis ojos a mi comentario mental. El intercomunicador sonó informándome que había llegado la doctora, la acompañé a la habitación en donde Bella aún estaba durmiendo. La desperté con mucha suavidad y le expliqué que la doctora estaba aquí para revisarla. Sujete su mano mientras la examinaba, por suerte el cuello de su útero estaba completamente cerrado, pero de todos modos quería que se tomara las cosas con calma ya que había dado a luz hace poco y su cuerpo podía no estar listo para tal tarea nuevamente. No pude evitar besarla en los labios cuando la doctora mostró a nuestro hijo en la pantalla cuando le hizo el ultrasonido. Bella prefirió que el sexo fuera un secreto y tuve que morderme la lengua para no protestar. Después que la doctora se fuera, la señora Cope me avisó que la comida había llegado y estaba lista en la mesa. Tomé a Bella en brazos ya que no se quería quedar en la cama y la senté a mi lado en el comedor. Sentía que mi mundo giraba mucho más a su alrededor de lo que ya lo hacía. No podía dejar la de colmar de atenciones, siempre había tenido ese efecto en mi cuando ella estaba embarazada, me sentía como un satélite a su lado.

Me encargué que se comiera todo lo que había colocado en su plato y que hubiera bebido suficiente líquido. Después de eso volví a tomarla en brazos para llevarla a la cama. No sabía si estaba pensativa o si solamente estaba cansada. Habían pasado semanas en las que la sentía moverse en la cama tratando de conciliar el sueño, no le dije nada tratando de no forzar las cosas en ese momento, dándole el espacio que mi padre decía que necesitaba. En cuanto se durmió, tomé las llaves del auto y me fui directo a una juguetería. Compre el oso de peluche más grande que encontré. Hice que le pusieran un enorme moño y le amarraran varios globos de colores pasteles. Les compré a los E.C., Anthony y Nessie unas camisetas que decían hermano y hermana mayor respectivamente. Pienso que será la mejor manera de darles la noticia sobre la llegada de un nuevo bebé. Antes de llegar a casa me detuve en la chocolatería y compre cuatro cajas de los bombones que le gustan a Bella mientras está embarazada. No podía contener mi emoción así que en cuanto entré en la habitación me dirigí a la cama, Bella estaba despierta pero me miraba de la misma manera que lo venía haciendo desde que se enteró de la noticia. Suspiré y decidí poner mi mejor cara. Coloqué el peluche y los regalos en una silla lateral antes de dirigirme a la cama con los chocolates. —Lo hiciste apropósito, me embarazaste por motivos egoístas ¿no es cierto?—habló mirando a los ojos, fue como si me hubieran tirado un cubo de agua helada encima. Mi sonrisa desapareció al instante al igual que mi alegría. Me levanté de la cama alejándome de ella. Restregué mis ojos con mis dedos, esto debía ser una pesadilla. —No puedes decir eso en serio… no puedes pensar tan bajo de mí. —murmuré sin saber si era para ella o para mí. —No sería la primera vez que lo hicieras. —respiré profundamente. Esto no podía estar pasando. No podíamos seguir así… —Aunque no me creas Isabella…este bebé fue una sorpresa para mí también. El concepto que tienes de mí es peor del que pensé. Le entregué los chocolates y salí de la habitación tan rápido como mis pies me llevaron, la escuché llamarme pero no me detuve. Subí a mi auto y me alejé de mi casa, en el espejo antes de curvar para dirigirme a la salida, vi a la mujer que amaba desaparecer. Llegué a Londres envuelto en una neblina mental, me sentía como si me hubiera arrastrado por cientos de miles de cuchillos y no hubiese un solo milímetro de mi cuerpo que no estuviese lacerado. El sueño no quiso llegar, resolví todo lo que necesitaba mientras estaba en el avión. Ahora sólo quería llegar a los brazos de la mujer que ayudaría a que lamiera mis heridas. Nunca la necesité tanto como en estos momentos. Necesitaba perderme en sus brazos, sus caricias seguramente serian un ligero bálsamo para mi dolor. La tomé por sorpresa, en cuanto la vi me arroje a sus brazos y la besé para luego esconder mi rostro en su cuello dejando que mis lagrimas se derramaran. —Edward… ¿qué sucede?—preguntó suavemente en mi oído, sus dedos recorrían mi cabello. —Perdí a mi familia—fue todo lo que logré decir. Tomó aire pero no dijo nada más. Dejó que llorara como si fuera un niño. Ni siquiera cuando fui un niño lloré tanto como ahora. Le conté todo lo que sucedió. Me escuchó con paciencia durante todo ese tiempo. Dejó que mi cabeza reposara en su regazo, mientras seguía acariciando mi cabello. Me sentía tan perdido como un niño.

— ¿Estás seguro que has tomado la decisión correcta?—preguntó después de un tiempo. — ¿Qué más puedo hacer? Ella no entiende razones, mamá. Mi hogar se ha convertido en un campo minado. No es sano para ella en su estado y mucho menos para los niños. —froté mis sienes con mis dedos. —Tampoco lo es para ti, hijo. Creo que te estás precipitando. Piensa las cosas con más cuidado, siempre has sido un extremista. Lo que toda pareja necesita es comunicación y por lo visto eso ha escaseado en tu matrimonio desde hace un tiempo. —Me levantó de su regazo y besó mi frente. —Piensa en los niños sobre todo en tu hijo mayor. No dejes que se repita nuevamente la historia de odio entre un Edward y Carlisle Cullen solo por un malentendido y un orgullo estúpido…mírate en el espejo de tu padre. Tiene razón y lo sabes. Me levanté, suspirando pesadamente, para servirme una copa, necesitaba ahogar mis pensamientos y mi pena. BPOV. Sentía que me iba a morir, estaba segura que me moriría. Al fin había sucedido lo que tanto había temido en estos meses. Edward se había ido, me había dejado y todo era mi culpa. Después de todo no había cambiado en nada, seguía siendo la misma niña que se subió asustada a un avión para irse a vivir con su padre hace ocho años. Lo lastimé… Lo lastimé una y otra vez por miedo de que se acercara. Prefería lastimarlo yo, a que fuera él quien me lastimara nuevamente si lo dejaba acercar y bajaba mis defensas. Quería que me amara, pero el miedo a que no lo hiciera me petrificaba. Sin embargo ahora me había quedado sola. Acaricié mi creciente vientre. Las lágrimas caían por mis mejillas. Tenía que tomar una decisión, por mis hijos, por Edward y por mí misma. No podíamos seguir en esta situación. Ninguno merecía lo que yo había estado haciendo. Limpie mis lagrimas y de mi cajón saqué una pequeña lista con las cosas que la doctora Greene me había preguntado y no le respondí en la última consulta. Las había escrito en cuanto había llegado al auto. ¿Amaba a mi esposo? Esa era una pregunta fácil de responder. Aunque no lo hubiera demostrado en los últimos tiempos, lo amaba más que a mi vida y temía perderlo. ¿Quería que mi matrimonio terminara? Esa era otra respuesta que vino con más facilidad hoy que en aquel entonces. No, no quería que terminara. ¿Cuál era mi mayor miedo en este momento? Perderlo a él y que mi familia se desintegrara. ¿Aún su traición pesaba?

Si era sincera. Debía decir que el paso de los meses empezaba a hacer de esa mujer y de las demás que mi mente había conjurado un recuerdo difuso. Ya ninguna atormentaba mi mente con pesadillas. Mis pesadillas habían pasado a ser del engaño de mi esposo con la belleza de ojos violetas o mujeres sin rostro a ser sobre la destrucción de mi familia. Había ocasiones en las cuales no recordaba la traición en sí, sino el dolor que con ella me había infligido. Ese recuerdo no pesaba lo suficiente para lanzar por la borda todo el amor que le he profesado desde que lo conocí. Al menos lo veía de esa manera en estos momentos. La confianza en él sería algo que debería ir trabajando poco a poco. Para poder confiar y volver a ser feliz debes ir a la raíz del asunto, Bella. ¿Qué tal si hablamos de tu madre? — sacudí las palabras de la doctora de mi mente. Según ella tenía que ponerme en paz con mi pasado lejano para poder ponerme en paz con mi pasado cercano. Es decir… tenía que sacarme a Renee de la cabeza. Lo había decidido. Lucharía por salvar mi matrimonio, dejaría de esconderme en la lastimosa actitud que había tomado. Miré el reloj mientras secaba mis lagrimas eran cerca de las ocho, Edward no tardaría en llegar. Seguramente ya estaría calmado y podríamos arreglar las cosas. Busqué un babydoll plisado color azul oscuro, por suerte era algo suelto porque con las libras de más que tenia debido a mi reciente condición no creo que las prendas más escandalosas que me compró Alice me quedarían. Me di un baño rápido, me coloqué el atuendo y lo cubrí con una sobria bata. Primero lo dejaría hablar, tendría que escuchar la historia quisiera o no. No me seguiría escondiendo. Después lo amaría dejando que mi cuerpo hablara lo que mis labios no pudieron decir en todo este tiempo. No vino… Me quede esperándolo durante dos días, nadie sabía a dónde estaba. No se llevó a ninguno de los guardaespaldas con él. Me había dejado… Lo empujé hasta que se dio cuenta que yo no valía la pena. Estaba sentada en el jardín llorando abrazada a Momo, lloraba la perdida de mi esposo y de mi amor por mi mera estupidez. —Isabella—su voz sonó en mis oídos, mi cabeza se levantó como un resorte y mis ojos se encontraron con los suyos. EPOV Mis ojos se encontraron con los de ella, por los de ella pasaron muchas emociones. La más predominante fue el enojo. Suspiré y me preparé para lo que venía. —Se puede saber dónde has estado metido estos dos días—su voz contradecía a las lagrimas que había visto hace unos momentos—Te desapareces sin siquiera tener la decencia de llamarme para decirme dónde estabas. Tus hijos se han cansado de preguntar por su papá y yo no tenía respuesta para darles. ¿Con que excusa me saldrás ahora? —Estuve en Londres—le respondí con monotonía. — ¿Con una amante? —Su pecho subía y bajaba—Si es así dímelo. O ¿te estoy juzgando mal y fuiste a hacerte la vasectomía?—su cambio de humor estaba haciendo que mi cabeza me doliera más de lo que ya lo hacía.

—Tengo la cita programada para dentro de unos días. No te preocupes Isabella, tus hijos serán los únicos que tendré—la escuché jadear. —Sabes bien que no me puedo divorciar…—su voz se rompió en la última palabra. —No te atreverías…no puedes. Los niños…—dijo sin coherencia alguna. Esto solo hizo que mi resolución se volviera más fuerte. Pensé que de pronto por algún milagro estos días alejados podía haberla hecho cambiar de opinión, pero no fue así. —No podemos hacer que el nuevo bebé venga a un matrimonio que parece más un campo de guerra que otra cosa. —pasé mi mano por mis cabellos — ¡Entonces no hagas esto! Lucha…. —se sentó de golpe en la banca del patio. — ¿Qué más quieres de mí, Isabella? He tratado de hacer todo lo posible por recuperar nuestro matrimonio pero tú solo sabes ponernos trabas en el camino. Estoy cansado de luchar contigo. ¿Quieres el divorcio? Pues te lo daré. Aquí está el contrato que firmamos ya no tiene validez. No tengo ganas de seguir luchando por algo que realmente me pongo a pensar si vale la pena. Recogeré mis cosas. —su rostro estaba totalmente pálido, enormes lagrimas caían por sus mejillas. No podía ceder a las ganas de abrazarla y pedirle una vez que me diera una oportunidad, siempre había sido egoísta poniendo mi necesidad sobre la de ella, era hora que la liberara. —Edward…yo…—susurró. —Tú, ¿qué? Dime Isabella. ¿Tú quieres que me dé prisa? ¿Tú no quieres volverme a ver?—negaba con vehemencia—he tratado de hablar contigo y nunca te has dignado a escucharme. Cometí errores, pero tú también los cometiste. No tengo toda la culpa de que este matrimonio se haya ido a pique.- Me giré para no verla más. Me sentía muerto por dentro. Entonces fue cuando lo vi… Estaba oculto entre los arbustos del jardín. — ¡Te odio!—me gritó, su pequeño cuerpo temblaba por el enojo—Dijiste que no la lastimarías y lo único que haces es hacerla llorar. Ya no te quiero, ya no eres mi papá. —me quedé totalmente paralizado, sentía que mi corazón se había terminado de romper. —Carlisle…—mi voz salió estrangulada. Rememorando lo que mi madre me dijo y mi propia experiencia con mi padre. — ¡Edward!— llamó Bella cuando empecé a correr tras mi hijo. No sabía a cuál de los dos llamaba, en estos momentos no podía pensar con claridad. Él me llevaba la ventaja podía sortear arbusto que yo tenía que rodear o tratar de saltar. Se metió entre los barrotes de la cerca, su pequeño cuerpo se deslizó con facilidad, nunca me había percatado de esa falla de seguridad. Iba corriendo en dirección a la calle principal, volví a llamarlo sin que se inmutara en hacerme caso. Rodear la cerca me tomaría mucho tiempo, por lo que opte saltármela cayendo con poca gracia del lado contrario. Lo vi girar la esquina, mis zancadas eran más largas que las de él por lo que lo alcanzaría pronto. Giró para mirar sobre su hombro deteniéndose. Mi corazón se detuvo, el aliento se me quedó atorado en la garganta. Mis piernas me impulsaron lo más rápido posible la adrenalina pulsaba por mis venas llevándome al extremo. Escuché un grito, el chillido de los frenos de un auto mientras lo empujaba fuera del camino. Luego solo sentí un golpe seco en mi costado y en mi cabeza. Todo empezó a nublarse, los gritos se acercaba al igual que las voces, mis ojos se debatían entre la luz y la oscuridad. —Papá…—me pareció escuchar la voz de mi hijo sorbiéndose la nariz. Traté de enfocarlo pero no podía.

—Edward…—sus manos se movían por mi rostro, mis ojos siguieron su voz al principio solo veía un borrón, luego el rostro del ángel apareció ante mí. Ella tenía que saberlo antes fuera tarde, no sabía si volvería a ver a la razón de mi existencia. Las sirenas resonaban en la distancia pronto me separarían de ella. —Bella…—empezó a sollozar con fuerza—te juro por nuestros hijos que…

CAPITULO 13 LA CHARLA —Bella—tomó airé trabajosamente—te juro por nuestros hijos que…—sus ojos se desenfocaron levemente, su rostro se contrajo en una mueca de dolor, yo casi no podía respirar. —Lo sé…—sollocé contra su pecho, ya había llegado por mí misma a esa conclusión anoche. —No te muevas… te vas a hacer daño—mis manos se movían frenéticas sobre su cuerpo, tratando de ver la extensión de sus heridas. —No me acosté…con ella.—su mano buscaba mi rostro, la tomé con delicadeza y la coloqué contra mi mejilla, empecé a sollozar con más fuerza. Todo era mi culpa tuvimos que llegar a esta situación para que dejara de ser tan obstinada y sacara la cabeza de la arena. —E.C…—mi hijo se limpió los ojos y sujetó la mano de su padre que estaba en la mía—recuerda que eres el hombre de la casa—su voz se apagaba con cada palabra. —Sí—se sorbió la nariz— yo los cuido—su voz estaba rota, su agarre en la mano de Edward se apretó. Mi pobre bebé estaba pasando por algo que nunca debió presenciar, ver a su padre en esta condición era algo que yo nunca hubiera deseado que hiciera. —No te atrevas a morirte—limpié su rostro ensangrentado—por favor…—le supliqué. —No lo haré—exhaló con dificultad cerrando sus ojos justo cuando la ambulancia se detenía a nuestro lado. Mis ojos se encontraron con los de James, un grito purgaba por salir de mi garganta. —Sólo ha perdido la conciencia, no se asuste. Su esposo no se dejará morir por algo tan tonto como esto—James trataba de calmarme, pero yo debía ver si era verdad. Me fijé en el pecho de mi esposo, hasta que no vi como subía y bajaba con suavidad no me quedé tranquila. Los paramédicos se pusieron a trabajar rápidamente en Edward, yo no quería soltar su mano pero me obligaron a hacerlo. —¿Papá se va a morir por mi culpa?—mi aliento se quedó en mi garganta. Abracé a mi hijo y besé sus cabellos. —No cariño, no tienes la culpa de nada…papá se va a poner bien…él lo prometió—acaricié sus mejillas.—Ahora debo irme con papá al hospital.—negó firmemente. —Voy contigo—suspiré viendo como subían a Edward en la ambulancia. —James te llevará, tengo que ir con papá, sólo te quedaras unos minutos los niños no deben estar en los hospitales ¿lo comprendes?—James asintió tomando de la mano a mi hijo y yo subí en la ambulancia, volviendo a tomar la mano de Edward en las mías. Una nueva ola de sollozos estalló en mí. No soportaba ver a Edward con un cuello ortopédico, tenía el brazo derecho entablillado, su hermoso rostro estaba hinchado y cubierto por una máscara de oxigeno.

Los paramédicos me pedían que me calmara, pero no podía hacerlo. Necesitaba verme reflejada en sus ojos por lo que le seguí suplicando que los abriera sin obtener respuesta. Los escuchaba hablar de cosas como TEC cerrado, les preguntaba a que se referían y cuál era la condición exacta de Edward, pero ellos me decían que el médico en el hospital me daría el informe completo que ellos no podían. Cuando llegamos al hospital me apartaron de él. Me quedé de pie frente a la puerta por donde lo llevaron mis ojos fijos en ella. Me sobresalté cuando sentí una pequeña mano en mía. Me limpié los ojos y miré hacia abajo para encontrarme con la verde mirada de mi hijo. James me entregó una taza de té y tomó mi antebrazo para llevarnos a la sala de espera. Senté a mi niño en mis piernas y le decía palabras para reconfortarlo, palabras que no tenían ningún efecto en mí. Al final lo había logrado convencer de que su papá iba a estar bien y que nada de lo que había sucedido era culpa suya. Mis ojos estaban fijos en el reloj parecía que hubieran pasado horas pero solamente había pasado una larga y tortuosa hora en la que no sabía nada de mi esposo. Le pedí a James que se llevara al niño a la casa ahora que estaba más calmado, no quería que estuviera aquí cuando los médicos salieran a decirme como estaba Edward. Peter había estado preguntando e informándome discretamente de lo que decían pero siempre era la misma respuesta. Estaba en el quirófano y cuando terminaran el médico hablaría conmigo. En cuanto James se marchó con E.C. mis lágrimas volvieron a brotar con más fuerza, sentía que algo me faltaba, necesitaba a Edward en este instante. Me levanté y con paso decidido me dirigí a la estación de enfermeras. —Quiero saber el estado de Edward Cullen y lo quiero saber ya. No aceptaré ninguna de las escusas baratas que me han estado dando en esta última hora.—encaré a la enfermera que estaba frente a mí. Peter colocó su mano en mi hombro y yo la sacudí. —Señora, debe calmarse—me dijo mirando a todos los otros pacientes a los que mi explosión había hecho mirar en nuestra dirección. —¡Me calmaré cuando sepa algo de mi esposo!—casi le grité. Tomé aire tratando de calmarme, en ese preciso momento las puertas se abrieron. Un doctor con expresión grave se acercó a donde estaba. Mi respiración se empezó a acelerar. Se quitó la gorra y el cubre bocas en cuanto estuvo frente a mí. —¿Señora Cullen?—asentí aferrándome al mostrador.—Su esposo tuvo una fractura de brazo derecho, un traumatismo craneoencefálico cerrado y múltiples cortaduras y raspones. No tuvimos que intervenirlo quirúrgicamente para aliviar la presión ya que empezó a reaccionar bien con los medicamentos—respiré aliviada por un segundo porque algo en la seriedad del rostro del médico me dejo ver que las cosas no iban bien.—ha entrado en comaEl grito que purgaba por salir de mi garganta lo hizo, lo veía moviendo los labios pero no podía comprender. Varias personas se acercaban a mí, yo sólo sacudía mi cabeza, negándome a comprender o asimilar lo que me habían dicho. Sentí que me levantaban en brazos cuando mis rodillas se doblaron por un repentino dolor en mi vientre. Ha entrado en coma… Esas palabras se repetían en mi cabeza, había personas que no salían de los comas… —¡Bella! ¡Bella! Mírame—mi rostro estaba fuertemente sujeto en las manos de alguien, mis ojos se enfocaron para darme cuenta que se trataba de Jasper. —No puedes quebrarte en estos momentos, Edward te necesita—traté de respirar por mi nariz, Jasper tenía razón. Asentí y sus brazos me envolvieron—Alice debe estar llegando pronto.— sacudí mi cabeza.

—¡Quiero ver a mi esposo!—me giré encarando al médico. La leve incomodidad que sentía en el bajo vientre se acrecentó un poco. —El señor Cullen acaba de salir del quirófano, tuvimos que ponerle unos tornillos en su brazo derecho por la fractura. Está en la unidad de terapia intensiva, las visitas son cortas pero por el momento lo estamos acomodando en las instalaciones t—¡Quiero ver a mi esposo, ahora! No voy a esperar un solo segundo y no pretendo apartarme de su lado, o me lleva con él en este instante o le aseguro que haré que mis abogados no solo lo demanden a usted sino a todo este hospital.—crucé mis brazos sobre mi estómago y miré fijamente al médico. El médico me miró como si pensara que estaba desvariando. —Señora Cullen, en su estado n—Jasper llama a Jenks, quiero que investigue este hospital seguramente hay algo que podamos encontrar para apoyar a algún paciente en una demanda que pueda ser ganada por un buen abogado y ya que nosotros tenemos el mejor equipo…—le di una de las miradas como las que había visto mirar a Edward a muchas personas, esperaba estarlo haciendo bien. —No creo que debamos llegar a esos extremos señora Cullen. Su esposo es una habitación privada y cuenta con la mejor atención, no será muy cómodo para usted quedarse con él ya que n- la mirada seca de Jasper lo hizo callar. —Estoy seguro que se puede acondicionar algo para que la señora Cullen se quede junto a su esposo, si es cuestión de precio… póngalo—lo miré agradecida. El doctor soltó un suspiró prolongado. —Me encargaré de que se hagan los arreglos.—se giró. —Quiero verlo—mi voz se rompió nuevamente. El médico asintió. Lo seguí y me indicó una habitación, a los pocos segundos entró una enfermera que me ayudó a quitarme mis ropas sucias y manchadas de sangre para colocarme ropas estériles. Desinfecté mis manos y cubrieron mis zapatos con un cobertor especial antes de dejarme caminar por una puerta diferente. Tenía miedo… Mi corazón palpitaba fuertemente mientras caminaba por en medio de distintas habitaciones, todas con las cortinas cerradas evitando miradas curiosas del exterior. Al llegar al final justo frente a la estación de enfermeras, nos detuvimos. Una enfermera de aspecto maternal, abrió la puerta y me indicó que pasara. Mi mano voló a mis labios para ahogar el sollozo. Me apresuré a su lado, mis lágrimas corrían libres por mis mejillas. Tenía un corte sobre su mejilla, un costado de su frente estaba morado, su barbilla esta raspada, su labio inferior estaba lastimado, tenía un pequeño y transparente tubo estaba colocado en su nariz, su brazo fuertemente sujeto sobre su pecho. Cables puestos en su pecho y su dedo pulgar se conectaban a monitores. —No es un coma permanente, se lo indujeron para ayudarlo a sanar más pronto. No se preocupe, puede hablarle se dice que cuando el coma es farmacológico los pacientes muchas veces escuchan lo que pasa a su alrededor.— acomodó un sillón reclinable junto a la cama y lo palmeó para que me sentara. En cuanto estuvimos solos me levanté y acerqué a su cama, mis dedos rozaban su nariz que parecía ser lo único que no tenía lastimado del rostro. —No te atrevas a morirte Edward Cullen…—sollocé inclinando mi rostro hacia el suyo.—Lo prometiste…prometiste que no te morirías—mis lagrimas parecían salir en una cascada continua—No me puedes dejar sola con los niños… ellos te necesitan…necesitan a su padre…—me senté con cuidado en su cama poniendo cuidado especial en no presionar ninguno de los cables.—E.C. está haciendo un ensayo en su escuela sobre quién es su héroe… y lo está haciendo sobre ti. No puedes fallarle—acaricié con mucho cuidado su cabello.—Te necesito para apartar a todos los

pretendientes que Nessie tendrá cuando crezca, debes ponerte bien para amenazarlos con destruir a su familia donde le toquen un cabello a tu princesa y ¿no fue eso lo que le dijiste mientras la mecías cuando tenía unos tres meses? Anthony, necesita que le enseñes a jugar beisbol y a esconder los vegetales para que yo piense que se los ha comido—sonreí con tristeza—¿no ibas a creer que no me daría cuenta que les enseñaste a esconder las coles de brúcelas en un paño para luego enterrarlas en el jardín? No eres tan sutil y discreto como piensas. —sonreí entre lagrimas acariciando su cabello. —El nuevo bebé también te necesita, necesita que su papá lo arrulle a mitad de la noche para que su mamá pueda dormir un poco, necesita que regreses del trabajo y te arrodilles a jugar con él sin importar que tus costosos trajes se puedan dañar. Me recosté a su lado acurrucándome como una niña y tomando su mano libre con cuidado de no tirar del cable sujeto a su dedo. —Yo también te necesito…te necesito para que me hagas sentir pequeña y protegida, te necesito para que me hagas sentir amada y valorada, te necesito para sentir que mis palabras tienen valor y sentirme escuchada, te necesito para poder cuidar de ti, te necesito para que me digas lo tonta que he sido en todo este embrollo, te necesito para que me digas que me amas a pesar de todo esto, te necesito porque te amo, te necesito porque eres mi vida, te necesito porque me complementas, te necesito porque sin ti no estoy viva, te necesito porque sin ti me apagaría como una vela—los sollozos no me dejaron seguir hablando. Cerré los ojos y me mantuve acariciando su mano, escuchando el suave bip, bip, bip que hacia el monitor, marcando los latidos de su corazón. Los siguientes tres días fueron de agonía, aunque el médico decía que Edward estaba evolucionando favorablemente yo no me quedaría tranquila hasta verlo despertar con mis propios ojos. Estaba colocando la nueva tarjeta que Nessie le había enviado diciéndole que se mejorara pronto y que no olvidara traerle de regalo algo brillante, cuando Esme entró a la habitación con mi almuerzo. —Dice el doctor que le quitaran los medicamentos esta tarde y que debe despertar por sí mismo unas horas después.—besó mi frente y acarició mi vientre. —Eso me dijeron—tomé los envases de comida que me ofrecía y los abrí un poco para olfatearlos. Me alivié al comprobar que era una sopa de brócoli con queso, durante estos días las nauseas se habían acrecentado, la doctora Marcus decía que eran a causa del estrés.—No te están dando mucho problemas los niños, ¿verdad?—pregunté un tanto avergonzada. —Son unos verdaderos ángeles, Alice está siendo de mucha ayuda al igual que la señora Cope, entre las tres estamos manejando la situación muy bien. Anthony ya se ha acostumbrado a tomar su leche biberón y las reservas que consigues enviar nos alcanzan muy bien ahora que su alimentación se complementa con papillas y sopas. — Sonrió y no pude evitar copiarla, hablaba con mis hijos a diario y los veía unos cuantos minutos todas las tardes mientras Esme se quedaba con Edward.—Veo que has empezado a escribir la carta como me habías dicho—miró los papeles arrugados que desbordaban el cesto de basura. Suspiré e hice una mueca. —Creo que finalmente he decidido a hacer uso de las cantidades insanas de dinero que he pagado en las terapias… debo dejar el pasado atrás, quiero que Renee sepa lo que se ha perdido y lo que nunca recuperará.—tomé la carta en la mano y releí las últimas líneas. Te perdiste la oportunidad de ver crecer a tus nietos y de participar en mi felicidad, nunca volveré a pensar que algo de lo sucedido fue culpa mía, tuviste suficiente tiempo para arreglar las cosas entre las dos, nunca respondiste ninguna de mis cartas, ni mis llamadas telefónicas. Ahora sé que te comportaste de esa manera porque está en tu naturaleza, sin embargo te agradezco que fuera así, pude formar un vínculo con mi padre y me puso en el camino de mi esposo. Esta será posiblemente la última vez que piense en ti, pero estoy segura que en un futuro cercano tú no podrás dejar de pensar en mí. Isabella Cullen. Doble la carta y la coloqué en el sobre. Esme se encargaría de dársela a James para que fuera entregada personalmente en las manos de Renee, de esa manera estaría seria que la recibiría ya quedaría de ella si la lee o no. Como dijo la doctora Greene, sentía que me había quitado un peso de encima, en la carta le había puesto todo lo que sentía y como me había afectado su rechazo.

Ese era uno de los pasos para poder dejar atrás el pasado y empezar a construir mi autoestima sobre bases solidas. Cuando Esme se retiró por la noche, los doctores le retiraron la medicación y yo volví a acurrucarme a su lado mientras le contaba lo que los niños me habían dicho y lo que había escrito en la carta para Renee. El sueño me fue venciendo hasta que dejé de luchar contra mis cansados parpados y caí profundamente dormida. No sé cuánto tiempo pasó desde que me dormí, me pareció escuchar un quejido y mis ojos se abrieron enseguida. Me senté con cuidado y pero sus ojos estaban cerrados. La poca luz que se filtraba por las ventanas me dejaba saber que estaba amaneciendo. —¿Edward?—le susurré y como respuesta obtuve un gruñido. Mis ojos se volvieron a llenar de lagrimas y una sonrisa se asomaba en mis labios—¿Me estas escuchando? Por favor despierta…—su rostro se torció por un momento en una mueca de dolor y volvió a gruñir.-¿Te duele algo?—mis dedos volaron al interruptor para llamar a una enfermera. —A-gua—su voz estaba ronca, mi mano voló a mi boca para evitar que mis sollozos hicieran ruido. Me giré en la cama y tomé con algodón para remojarlo en agua, no quería darle de beber y que luego fuera contraproducente para él. —Me tenias tan preocupada…—le reclamé mientras le deslizaba con suavidad el algodón sobre los labios—nunca se te ocurra volverme a hacer pasar por algo así, pensé que te ibas a morir—me sorbí la nariz y remojé el algodón— me tenias loca de dolor, créeme Edward Cullen que si te hubieras muerto buscaría la manera de encontrarte en el más allá y te hubiera matado a golpes nuevamente.—su labio se curvó en una sonrisa.-¿Me estas entendiendo? ¿Estás consciente y sólo me has pedido agua? ¿Me has dejado estar hablando como una tonta mientras tú me escuchabas para tu diversión?—su sonrisa se hizo mayor—¡Urgh! Si no te amara tanto creo que te daría un buen golpe—besé con cuidado sus labios, empecé a reír mientras seguía llorando, sus parpados se empezaron a mover hasta que por fin se abrieron. —U-un ángel…Car-lisle te-nía razón—eso hizo que más lagrimas salieran de mis ojos, esas fueron exactamente las mismas palabras que me dijo cuando lo rescaté de los ladrones. —Te amo—fue todo lo que pude decir, antes de esconder mi rostro en su cuello y empezar a sollozar. Todo el miedo y la angustia que había sentido en estos días se estaban desbordando en estos momentos. Sólo atiné a llamar a las enfermeras. Lo siguiente que supe era que estaba de pie en una esquina de la habitación mientras a Edward lo bombardeaban con preguntas y picaban cada parte de su cuerpo para saber si tenía sensaciones. Se lo llevaron a hacerle un estudio para asegurarse que la hinchazón había desaparecido. Me puse a mover mis dedos, estaba nerviosa, así que después de llamar a Esme, hablé con los niños unos minutos diciéndoles que su papá pronto volvería a casa. Para la noche ya lo habían cambiado a una suite privada fuera de la unidad de cuidados intensivos. El médico nos dijo que nos quedaríamos unos días más hasta asegurarse que no hubiera ningún tipo de complicación. Me sentía como en una nube, poder cuidar de Edward era un privilegio para mí. Él siempre había sido tan fuerte e independiente, pero ahora dependía de mí para las cosas más pequeñas. Yo era quien lo alimentaba, conseguir ganar esa batalla después de muchas protestas de que era perfectamente capaz de comer con la mano izquierda; lo ayudaba a bañarse e incluso le tecleaba las respuestas a los correos electrónicos que le mandaban. No habíamos podido hablar, sabía que sería el siguiente paso y lo esperaba con algo de ansiedad. Siempre había alguien con nosotros en el hospital. Edward y Alice hicieron una especie de tregua temporaria algo extraña, se hablaban con cordialidad pero de pronto ambos se lanzaban dagas con los ojos cuando creían que nadie se percataría. Jasper disfrutaba relatándoles a todos la manera en la que yo había amenazado al médico para que me dejaran quedar al lado de Edward. Charlie, Sue, Esme, Carlisle, Emmett y Rosalie, incluso Garrett le pedían que volviera a relatar la escena que por lo visto era muy graciosa para todos incluso para Edward. Yo solo sacudía mi cabeza avergonzada y escondía mi rostro sonrojado en su cuello.

Hoy regresábamos a casa después de poco más de una semana en el hospital. Tuvimos que salir por la parte de atrás debido a la gran cantidad de periodistas que se encontraban afuera. En casa los niños lo recibieron con pancartas de bienvenida y manualidades. Lo más emotivo fue cuando E.C. lo abrazó diciéndole que no era cierto que lo odiara, que él lo quería mucho y que lamentaba mucho lo que había dicho y lo que hizo. Estuvimos un rato en el jardín viendo los niños jugar con Momo, cada vez que el pobre se acercaba a mí Edward le lanzaba una mirada nada agradable haciendo que él perro se alejara con el rabo entre las patas sin llegar a mi lado. Sacudía mi cabeza y acomodaba el cuello de su camisa celeste, mientras lo regañaba por sus celos tontos. Al llegar la noche, después de muchas protestas porque no querían irse a la cama, Edward me acompañó a meterlos en la cama, tenía meses que no lo hacía. Durante el tiempo que duró la pesadilla, yo los arropaba sola y luego él entraba a verlos cuando yo había salido de la habitación. Sequé la lagrima que se había escurrido de mi ojo, pero no pasó desapercibida por Edward quien besó el tope de mi cabeza y me susurró lo mucho que me quería. Lo ayudé a desvestirse dejándolo solo en bóxers, tuve que combatir los fuertes deseos que me venían atacando desde hace unos días de tomarlo en mis manos y llevarlo a la gloria con mi boca. Primero teníamos que hablar, luego podría devorarlo. Me repetía mentalmente una y otra vez. —Edward…—necesitamos hablar. —Sí…—respondió acomodándose en las almohadas, haciendo una ligera mueca y tomando mi mano en la suya. —Creo que debemos comenzar por el principio…—la sonrisa que traté de forzar se quedó atrapada porque nunca llegó a salir. Su mano apretó su agarré en la mía y suspiró quedándose en silencio unos minutos. —Durante mi juventud tuve muy pocos amigos…sabes que nunca he sido una persona accesible por decirlo de alguna manera. —su mirada se perdió como si estuviera rememorando otras épocas, lo miré interrogante queriendo saber cómo se relacionaba la mujer esa con su adolescencia. —lo los pocos amigos que tuve, dos de ellos fueron mujeres—sacudió su cabeza—Irina y Heidi, de las dos Heidi nunca mostró ningún tipo de preferencia hacia mí. Siempre pensé que estaba tras Jasper…—bufó y volvió a tomar aire.—En fin…¿ recuerdas la noche que nació Anthony?—fue mi turno de tomar aire. —Esa noche discutimos como nunca…—dije casi sin emoción. —Esa noche me encontré con ella, conversamos y nos pusimos al día con todo lo que había pasado en estos años, yo estaba buscando cambiar la empresa que llevaba mis relaciones publicas y la de ella me pareció buena opción; casi me pierdo el nacimiento de mi hijo por estar ventilando asuntos que eran enteramente privados con otra persona y esa es otra cosa por la que te tengo que pedir perdón.—las lágrimas empezaron a llenar mis ojos y las traté de mantener a raya. —estuviste tan sensible después de la cesárea y yo empecé a pasar por una fase un tanto tensa con los nuevos trapos de Elizabeth que amenazaban por salir a la luz. No quería que tú o los niños se vieran ensuciados con eso. Traté de acercarme a ti, pero estabas tan complicada, te rehusabas a aceptar ningún tipo de ayuda y te veía consumirte frente a mis ojos sin que yo pudiera hacer nada, así que opté por la salida fácil y retomé mis reuniones de negocio, sólo que esta vez iba acompañado por mi amiga en lugar de contratar una escolta o una anfitriona como en otras ocasiones.—levantó su mano y limpió las lagrimas que no me había dado cuenta empezaron a salir de mi ojos.—se involucró personalmente en el asunto de Elizabeth, me decía que comprendía que yo no quisiera involucrarte en todo ese escándalo. Me mordí el labio, lo que me decía me dolía, sobre todo cuando recordaba las veces que me había querido hablar y yo le respondía con un "hablamos en un rato, estoy muy ocupada" o con "en verdad estoy cansada, ¿no podemos dejarlo para después?" Fue mi incomprensión y mi egoísmo en ese tiempo el que provocó todo esto, si hubiera estado para ser su confidente como siempre lo había sido, no habría tenido que buscar fuera lo que no conseguía en su casa. Alguien que lo escuchara.

—Te lo juro amor, ella era sólo una amiga la conozco desde que era adolescente, nunca pensé que ella quisiera algo de mí, esa noche fui a su apartamento porque había un asunto importante que tocar sobre las fotos y ella tenía la información allá—traté de tomar aire, pero cada vez me costaba más trabajo respirar —empezamos a beber, me sentía un tanto mareado, Heidi dijo que volvería en unos minutos, yo seguí tomando, estaba tan frustrado, el hombre quería más dinero del que ya le habíamos entregado, no quería involucrar a la policía pero ya me estaba cansando de sus juegos—acercó mi rostro al suyo sujetando mi barbilla con sus dedos—estaba casi dormido cuando sentí sus labios en los míos, por un momento pensé que eras tú, pero no era tu aroma, no era tu sabor. La empuje siendo lo más caballero posible, me sentía culpable por haber hecho que ella pensara que podía tener algo conmigo, salí trastabillando de su casa y en la entrada ella se colgó de mi cuello y me besó nuevamente. Sé que te falle, amor.—su voz se rompió— No fue mi intención todo se salió de control, luego tu le creías más a la revista y a Alice. Mi maldito orgullo pudo más y cada vez que trataba de hablar contigo tú te cerrabas, era algo casi insoportable, pero lo soportaba como una especie de penitencia por lo que te hice. Actué mal aislándote de todo y de todos. Te quería solo para mí, siempre he sido muy egoísta y tú siendo lo más preciado en mi vida es lógico que no te haya querido compartir.—se levantó con dificultad y rozó sus labios con los míos.—tenía miedo de dejarte salir, de dejarte enfrentar a la vida y que te dieras cuenta que podías hacerlo mucho mejor, que podrías encontrar alguien que no tuviera tanto equipaje emocional. Te tomé siendo tan joven, siendo casi una niña y te oculte a la vista de todos, encerrándote en una torre de cristal donde nadie pudiera alcanzarte que no fuera yo. Sacudía mi cabeza, tantos errores por parte de los dos. —Lamento no haber estado cuando me necesitaste…fui muy egoísta al olvidarme de tus necesidades y sólo pensar en las mías—me subí con cuidado en su regazo dejando descansar mi frente en la suya. De cierto modo me siento culpable por haberte arrojado a los brazos de esa arpía… ¿Cómo puedes quererme después de todo el enredo que cree? Me comporté de manera infantil y caprichosa—tomé aire.—Incluso cuando te fuiste de la casa después de la acusación tan vil que te lancé, había resuelto arreglar todo contigo en cuanto regresaras y lo único que hice en cuanto te vi fue empezar otra pelea. —Te amo por eso y a pesar de eso, Bella…te amo con tus pro y tus contras, incluso con tus locas hormonas, estoy seguro que han tenido buena parte de culpa en todo esto.—besó mi nariz. —Pero, dijiste que te ibas a divorciar de mí… te rendiste tan pronto que pensé que ya no me querías—su sonrisa se hizo ladina y sus ojos brillaron con picardía. —¿En verdad crees que te dejaría ir tan fácil?—cuando mis ojos se abrieron por la sorpresa tuvo la decencia de aparentar estar apenado.—Soy un CEO, amor, sé como cerrar un trato. Tú eres lo que más me importa en la vida, es lógico que usara alguna de mis técnicas. —¡Edward Cullen! ¿Me engañaste? Me hiciste creer que me estabas dejando ¿Todo fue una mentira?—busqué algún lugar de su cara que no estuviera mallugada así que le golpeé la nariz, él rompió a reír y luego se puso serio. —Te di la opción, dejé la pelota de tu lado del campo. Sabía que sería un shock para ti tener la suerte de nuestras vidas en tus manos y que eso te haría reaccionar. —me miró de la misma manera en la que lo hace E.C. cuando lo atrapo en una travesura—No te enojes…lo hice porque te amo más que a mi propia vida. No trataba de manipularte como siempre… bueno no mucho—besó mis labios, haciendo que mi mente diera vueltas. —¿Entonces ya no existe el contrato prematrimonial?—negó con la cabeza—Bien… porque no lo necesitamos, nunca te podrás deshacer de mí.—esta vez fui yo quien lo besó. —Quiero que sepas algo amor—se separó con dificultad de mis labios—no quiero que queden dudas entre nosotros. Nunca he vuelto a ver a Heidi desde esa noche en su apartamento, mis empresas liquidaron todo tipo de conexión con la suya, la única vez que hablé con ella fue para dejarle muy claro que si ella o su primo seguían acosándonos tomaría cartas legales en el asunto, tengo las declaraciones de los editores de las revistas en donde aseguran que la mala información sobre las fotos que publicaban habían sido enviada por ella. Eso destruiría su empresa, me amenazó con contarte lo de la noche en la que nació Anthony y tuve miedo, pensé que no te enojarías tanto que ese sería el último golpe que resistiría nuestro matrimonio.—Aspiré audiblemente, que poca monta la de esa mujer. Amenazarlo con algo tan bajo y vil.-¿Estás molesta?—preguntó alisando mi ceño fruncido. —Es sorprendente lo que pueden llegar a hacer ciertas personas.—sacudí mi cabeza enojada. —Sí no estás enojada, ¿eso significa que estoy perdonado?—sus ojos volvieron a brillar con picardía. —¡Oh no, señor Cullen! Usted está lejos de ser perdonado… se ha portado tan mal en estos meses que creo que necesita un castigo—esta vez fue su turno de fruncir el ceño. Me separé un poco de él, para quitarle los bóxers y me saqué el camisón tirándolo al suelo para quedarme completamente desnuda frente a él. Sus ojos se abrieron por la

sorpresa y luego se volvieron oscuros por el deseo—sí necesitas un castigo muy grande…. —susurré mientras lo acogía dentro de mí.

CAPITULO 14 Mis ojos prácticamente rodaron dentro de mi cabeza cuando su tibia carne me envolvió. Había extrañado la sensación de estar compartiendo nuestros cuerpos en una entrega total. Cuando se movió despacio con suavidad como si tuviera todo el tiempo del mundo sobre mi erecto miembro tuve que morderme la lengua para no soltar una palabrota. Quería que se retorciera de placer, quería llenar todos estos meses en los que sólo usamos la cama para dormir. Sonreí con vanidad al escuchar los suaves gemidos que salían de su boca cuando mis caderas se encontraban con las suyas, desearía tener libre ambas manos para poder marcar el ritmo que deseaba. Sus redondos y erguidos pechos, tan cerca de mi boca, suplicándome que los chupase y los mordiese de manera de darles la atención que les había sido negada. Mi brazo libre se envolvió en su cintura y tiré de ella para que estuviese sentada sobre mí, mientras mi espalda quedaba paralela a la cabecera de la cama. La siguiente vez que uno de sus pechos estuvo al alcance de mi boca, lo capturé, mi lengua lo envolvía acariciando la rosada punta hasta hacer que la piedrecilla se endureciera más. Su espalda se arqueó y gimió mi nombre, sus dedos se aferraron a mis cabellos sujetándome contra ella mientras seguía cabalgándome y yo mordía su otro pecho. La sensación y la euforia fue tal que después de unos cuantos minutos, ella se estaba contrayendo entorno a mí, mientras yo pulsaba dentro de ella. Su frente descansó sobre la mía, mi brazo la estrechaba contra mi pecho, nuestras respiraciones aún no se habían calmado. No había durado mucho tiempo, pero al menos los dos habíamos terminado. ¿Qué esperas? Tenemos más de un año sin hacerlo. Es una suerte que no hayamos terminado en cuanto se empezó a mover. — ¿Por qué me dijiste que me fuiste infiel cuando te lo pregunté?—murmuró jugando con los vellos de mi pecho. Respiré más relajado, su voz tenía un tono lleno de curiosidad, sin trazos de enojo. Nos hice recostar sobre las almohadas, su cabeza descansaba ahora en mi pecho. —De cierta manera lo fui…—besé sus cabellos—no física pero si emocionalmente, le conté cosas a esa mujer que sólo eran de nuestra incumbencia, evadía nuestros problemas y te deje con la carga de todo mientras yo me despejaba tratando de olvidar lo que pasaba en casa, fui infiel a mis promesas de compartir todo contigo. Por eso me siento culpable, inmensamente culpable. —ella se removió entre mis brazos, sus labios quedaron a centímetros de los míos. —No tienes por qué sentirte culpable, en cierto modo yo te empuje a eso—besó tiernamente mi labio inferior. —¿Se solucionó todo lo de las fotos de Elizabeth?—murmuró contra mi pecho y yo asentí. —Al final Jasper fue quien me ayudó. Uno de sus amigos está en los altos mandos de FBI y consiguieron las fotos con sus negativos… las quemé en cuanto las recibí. Nunca volverán a ser una amenaza para nosotros… — Nunca debí dejarte de lado y olvidarme de tus necesidades. Ahora soy yo quien se siente culpable.—besó mi pecho y suspiró pesadamente.

—Sí, usted tiene la culpa señora Cullen, tiene la culpa de ser tan diabólicamente irresistible. Ahora es mi turno de recordarle las necesidades que he tenido que suprimir desde hace más de un año de celibato—nos giré quedando sobre su cuerpo mis manos a los lados de su cabeza, teniendo cuidado de no poner peso en su vientre. —Eres incorregible—rompió a reír tontamente, pero dejó de hacerlo en cuanto la penetré. Aún no podía creer que mi Bella estaba entre mis brazos nuevamente, bueno en mi brazo sano, mi mano no dejaba de acariciar su desnuda espalda y mis labios no dejaban de besar su frente. Me sentía total y completamente feliz, hacia meses que pensaba que nunc a volvería a sentirme de esa manera, ahora sólo nos quedaba tratar de progresar en nuestro matrimonio y no volver a cometer los mismo errores, al menos por mi parte. Con mi nueva disposición de hacer todo lo posible para que nuestra vida volviera a ser tan pacifica como antes pero con ciertos cambios, de mí parte porque mi Bella es perfecta, cerré mis ojos sintiendo el confort de su cálido aliento en mi cuello. Los días siguientes fueron de mucha armonía y alegría. El cambio se veía no sólo en Bella y en mí, los niños también se veían más contentos. E.C. dejó de seguir tanto a Bella y ahora empezó a seguirme a mí. Nessie no estaba muy feliz con ese cambio. No le agradaba que nuestras sesiones de peinados o juegos de té se vieran interrumpidos por persecuciones policivas o carreras de fórmula uno. Bella pasaba más tiempo conmigo, ahora pasaba horas conmigo en mi despacho en lugar de trabajar solo, ella ahora hacia de mi secretaria personal, respondía mis correos electrónico, contestaba las cartas y las propuestas, mantenía al día mi agenda eliminando los compromisos a los que no podía asistir por mi brazo. Yo disfrutaba de su nueva faceta como mi asistente, sobre todo cuando la hacía sentarse en mis piernas para que tomara notas ya que por lo general terminábamos haciendo el amor en la silla o sobre el escritorio. Sin embargo hoy era el día en el que me enfrenté a uno de mis peores miedos. Aún pensaba que debía estar totalmente loco por haber dejado que ese hombre se acercara con un bisturí a mis… Fue por Bella… ella se lo merece… Mi mente trataba de convencerme pero mi cuerpo protestaba diciéndome que lo hice fue antinatural. Su tranquilidad vale el hecho que dispares salvas cada vez que hacen el amor, ya tienen cuatro hijos… Cuando salí del consultorio James me abrió la puerta del auto y cuando hice una mueca de dolor vi su mano cubriendo su entrepierna como protegiéndola de cualquier daño y luego suspiró sonriendo aliviado que no hubiera sido él. Pensé con crueldad en sugerirle a Bella que le dijera a Victoria lo eficiente de este método para ver si seguiría sonriendo. Cuando llegamos a casa Peter hizo el mismo movimiento con la mano y yo quise gruñir. Caminé con toda la dignidad posible hacia nuestra habitación. Eran cerca de las nueve de la noche por lo que los niños estarían dormidos. Bella me esperaba sentada en la orilla de la cama, me miró con esos enormes y profundos ojos mientras mordía su labio. —¿Te duele mucho?—quise rodar mis ojos pero preferí no hacer para no herir sus sentimientos. El embarazo siempre ponía sus hormonas muy revueltas por lo que si lo veía desde el punto brillante, era una suerte que fuera el último.

—Algo…—dije haciendo una mueca cuando me senté y recosté en la cabecera subiendo los pies en la cama. Me quitó las zapatillas, la camiseta, con mucho cuidado de no lastimar mi brazo al que sólo le faltaban tres días para liberar de su confinamiento, y los pantalones de deporte, dejándome en unos ridículamente ajustados bóxers que el médico me obligaba a usar por al menos una semana. —Pobrecito—murmuró poniéndome una bolsa de hielo en la ingle y dándome un beso justo sobre mi miembro, haciéndome temblar sin saber si era por frio o por deseo. —Sí, pobrecito yo—murmuré con voz un tanto ronca, tirando de ella para que quedara a mi nivel y no siguiera cerca de esa área tan delicada. Bella se mostró más complaciente durante esos días, debía confesar que me sentía muy a gusto cuando se desvivía por atenderme, alegando que lo yo había hecho era en beneficio de ambos, que había sido muy valiente y considerado al hacerlo. Me sentía en las nubes ahora que me habían quitado el yeso del brazo. Subí las escaleras de dos en dos después de haber dejado a los niños jugando en el patio con el perro y mis padres, Bella se retiró hace una hora a descansar y quería saber cómo estaba. —- ooooooo— El aniversario de bodas de mis padres fue una gran celebración, renovaron sus votos matrimoniales teniendo a sus nietos como pajes. Nessie se veía radiante como la pequeña princesa que era, su vestido color rosa estaba lleno de vuelos y encajes. E.C. por el contrario parecía algo incomodo con la pajarilla de su esmoquin, Anthony se veía más interesado en arrancar los anillos que tenia E.C. sobre la almohadilla o tratar de sacar el pecho de su madre por el escote, tuve que tomarlo en brazos para que dejara tranquilos los atributos que sólo debían estar expuestos para mi vista o la suya cosa que no le agrado mucho. La fiesta fue muy hermosa, debía reconocer que Bella hizo un gran trabajo con ayuda de la mujer de Hale, la cual había hablado conmigo en mi oficina para que firmáramos la paz por el bien de nuestras respectivas parejas, sin embargo cuando iba saliendo se paró en la puerta y volvió a hacer la misma seña que hace años, su dedo índice y medio en forma de "v" acercándoselo a sus ojos para luego señalarme diciéndome. —No creas que será todo flores y corazones. Que me haya equivocado esta vez no significa que creeré que eres una mansa paloma. Te seguiré vigilando—rodé mis ojos y conté hasta cien para no levantarme y apretar su pequeño cuello. Accedí a tratar de llevar la fiesta en paz por Bella y pensaba cumplirlo por muy difícil que me lo pusiera la enana esa. Como decía mi ángel, en algún momento ella se daría cuenta que yo era quien la hacía feliz y que eso no iba a cambiar. —¡Ma!—el golpe en la mejilla que me dio mi hijo menor me sacó de mis recuerdos. Bella estaba bailando con mi E.C, mientras mi padre bailaba con Nessie. Por el sonriente rostro de mi hija supuse que había conseguido que le prometieran algún tipo de regalo cuando regresaran de su "luna de miel." Bella había decidido tomar sus cursos por internet, decía que con el nuevo bebe no tendría mucho tiempo para ir a la universidad y su nuevo trabajo como mi asistente desde casa parecía haberle gustado. Ahora en lugar de Zafrina, era Bella quien llevaba mi agenda y era mi enlace con la compañía de publicistas, no se publicaba ninguna información que no estuviese aprobada por ella. Estaba viendo una nueva y mejorada Bella florecer ante mis ojos, seguía siendo mi dulce niña, pero cuando plantaba sus pequeños pies no había quien la moviera, a veces creía que alguno de mis empleados le tenían más miedo a ella que a mí, sobre todo Jenks, quien no se atrevía a decirle que alguna información tomaría su tiempo en ser conseguida. Su trabajo para la exposición estaba totalmente terminado aún no sabía como con ocho meses de embarazo podía hacer tantas cosas a la vez de cuidar de los niños. E.C. se veía mucho más feliz y seguro de lo que nunca lo había visto, bella insistió que fuera a un par de terapias infantiles, pero después de un mes la doctora dijo que no era necesario que volviera.

Hoy en la noche era la exposición de Bella y los niños se habían quedado en casa con la señora Cope. Los paisajes estaban siendo aclamados al igual que los retratos, no sólo por los críticos de arte y periodistas sino por las demás personas que asistieron. Bella estaba más que feliz recibiendo las felicitaciones y los elogios, así como las invitaciones a presentar sus fotos en otras galerías. Sus ojos se encontraban de vez en cuando con los míos, cada vez que eso pasaba yo levantaba mi copa en señal de aprobación. Su vestido le llegaba a media pierna y se anudaba detrás de su cuello mostrando su generoso escote producto del embarazo, el blanco de su vestido contrastaba con las suaves ondas de su oscuro cabello que caían sobre su hombro y la cinta azul oscuro que remarcaba el final de sus pechos y el inició de su prominente vientre. Los únicos accesorios que llevaba era la pulsera de amuletos que nunca se quitaba, una tenia de diamantes y zafiros, además de unos aretes a juego. Se veía simplemente…deslumbrante. —Me robas el aliento, amor… estoy pensando que tal vez debamos regresar un poco antes de lo previsto a casa sino tendré que encontrar una habitación desocupada para devorarte—murmuré besando su cuello, cuando finalmente pude recuperarla a mi lado. —No puedo creer que digas eso—rió—nos pasamos la mayor parte de la tarde "ocupados" en tu escritorio—encogí mis hombros. —Ese es el efecto que tienes en mí…—tomé su mano en la mía y la besé dejado que mi lengua rozara su piel. Jadeó antes de sacudir su cabeza dándome un golpecito en el brazo. —Compórtate que hay reporteros, no querrás salir en el periódico como un perver—se tensó por unos segundos pero luego sacudió su cabeza y acarició su vientre. Me giré para seguir su mirada y encontré la fuente de su incomodidad. Heidi se acercaba a nosotros, caminando como si fuera la dueña del lugar. Miré por el rabillo de mi ojo como Bella levantaba el rostro y se preparaba para el encuentro con una enorme sonrisa en el rostro. En estos últimos meses su autoestima aumentó mucho, yo no podía estar más que orgulloso de ella al verla afrontar muchas cosas que antes nunca se hubiera atrevido hacer sola y esta parecía que se sumaría a la colección de esos momentos. —Mi querido Edward…—me ronroneó en cuanto llegó a mi lado y la miré con disgusto—supe de tu accidente, he estado tan preocupada por ti. —sabia que ignoraba a propósito a Bella y eso no lo iba a permitir. —Te presento a la señora Cullen, mi esposa— le puse entonación a la palabra señora para que no le quedara duda que mi esposa era una dama a diferencia de ella, me llevé la mano de mi ángel a los labios. —Un gusto señora…—la miré fríamente cuando puso un énfasis burlón en la última palabra. —El placer es mío…—Bella sonrió con malicia mirándola de arriba abajo—señorita… —Edward, supongo que te has tenido que encomendar a todos los santos para poderte recuperar tan pronto de ese accidente. Veo que tu brazo ya está bien gracias a dios…—su mano acarició mi brazo, yo me aparté de ella envolviendo la cintura de Bella y dejando mi mano reposar en su vientre. —Tiene razón señorita… ¿no es cierto amor?—me miró una mirada que solo había visto en ella mientras hacíamos el amor— ¿no es cierto que últimamente todas las noches gritas "¡Oh dios mío!" cuando estamos juntos?—su mano se escurrió por mi cuello y me tiró hacia ella, nuestros labios se encontraron, sonreí en el beso, mi pequeño gatito había sacado las garras. Escuchamos una garganta aclararse a nuestro lado, Bella suspiró exasperada—¿aún continua aquí? Le pido que no vuelva a molestarnos, las pruebas de su falta de ética las tengo en mi poder y no soy tan gentil como mi esposo en pensar en usarlas para hundirla, así que háganos un favor a todos y vaya a comprar un poco de orgullo, si prefiere puedo extenderle un cheque para que se lo compre.—rompí a reír atrayendo varias miradas. Heidi tenía cara que no sabía que la había golpeado. —Tengo sed, vamos a buscar algo de tomar—besé el tope de su cabeza y nos encaminamos hacia la mesa de las bebidas.

Ver que mi muy embarazada esposa se hubiera manejado de esa manera, sin sentirse intimidada por la esbeltez de esa mujer fue la cereza que coronó el pastel. Esa noche la tomé en cuanto entramos a la limosina al igual que como hice en nuestra luna de miel, le había pedido a James que diera varias vueltas por la ciudad antes de llegar a casa. No podía evitar que una sonrisa idiota estuviera plantada en mi rostro cuando llegamos a casa, Bella no se atrevió a mirar a James, pero rió tontamente cuando le palmeé el trasero al entrar en la casa. Venia de regreso de uno de esos sábados en los que E.C., Anthony, Carlisle y yo salíamos a pescar con mi suegro, Jasper y Garrett. Una tontería que se inventaron nuestras mujeres sobre que debíamos estrechar los lazos masculinos o una tontería de esas. Yo sospechaba que era una forma muy delicada de echarnos de la casa para tenerla para ellas solas. Mi ángel me esperaba al final de las escaleras, dejé a Anthony en el suelo y este salió corriendo lo más rápido que sus cortas piernas le permitieron al encuentro de su madre. Ella le sonrió y lo cargó en su cadera besándolo en la nariz. —¿Tuvieron buena pesca?—se acercó y me besó los labios. —Si seguimos así nunca más tendremos que comprar pescado—reí y alboroté los cabellos de Anthony tan parecidos a los de Nessie.—Este pequeño debe darse un baño, mi padre pasó más tiempo persiguiéndolo que pescando. La señora Cope lo tomó en brazos como si hubiera estado esperando una señal. Miré hacia la entrada extrañado por qué E.C. no hubiera llegado corriendo. — Tus padres se quedaran con los niños esta noche, la señora Cope llevará a Anthony con James cuando haya terminado su baño. —Eso significa que quiere pasar la noche a solas conmigo, ¿señora Cullen?—enarqué una ceja y la atraje hacia mí tirando de su cintura. —No tonto…—rió, quiero mostrarte algo, me llevó de la mano escaleras arriba. Nos detuvimos frente a uno de los cuartos de huéspedes frente al de Anthony.—ahora cierra los ojos—la miré interrogante y sacudió su cabeza antes de cerrarme los ojos con sus dedos. Bufé pero los mantuve cerrados, escuché como se abría la puerta, tomó mi mano y me hizo caminar, luego soltó mi mano diciéndome que no hiciera trampa. —¿Puedo abrirlos? ¿Remodelaste el cuarto de huéspedes? ¿Vamos a tener una noche entretenida?—la escuché volver a reír en algún lugar de la habitación. —Ahora sí puedes abrirlos—me tomó unos segundos darme cuenta que la habitación había sido reformada para ser transformada en una habitación de bebé. Las paredes tenían un suave color amarillo con un verde pastel. La recorrí con la mirada hasta que quedó fija en la esquina donde estaba parada mi Isabella. Mis ojos se llenaron de humedad cuando la miré, ella me miraba totalmente sonriente. Tenía una camiseta muy ancha que decía "Es un niño". Crucé la distancia que nos separaba en dos zancadas para tomarla en mis brazos. —No tiene idea de lo feliz que me hace, señora Cullen.—enmarqué su rostro en mis manos. —No, no la tengo. Pero tenemos toda la vida para que me lo demuestres…—murmuró antes de fundir sus labios con los míos.

EPILOGO

—¡Corre Charlie, corre!—gritábamos al tope de nuestros pulmones, abracé a mi esposa mientras lo veía volar por las bases. A pesar de haberlo visto jugar cientos de veces no podía creer lo rápido que era. —¿Llegará a home?—me preguntó preocupada mientras daba brinquitos a mi lado mordiéndose una uña. —Claro que lo hará. Nuestro hijo es el más rápido y mejor de todos ellos. Ya lo ha hecho en otras ocasiones.—besé el tope de su cabeza, sin apartar mi vista del campo. —¡Oh dios, no quiero ver!—enterró su rostro en mi pecho cuando nuestro hijo se barrió para llegar a home. —Vamos mamá, lo has visto hacer eso muchas veces—se quejó E.C. a su lado, rodando los ojos. Quité una de mis manos de la espalda de Bella y la llevé para despeinar a mi hijo de dieciséis años.—Papá… no hagas eso, Maggie te puede ver—se alejó de mi mano. —¡Safe!—escuchamos al umpire y a la multitud gritar emocionada. Besé la cabeza de Bella quien sonreía emocionada aplaudiendo y vitoreando a nuestro hijo menor. —¿Qué no estabas saliendo con Talía, Tamara…Tatiana?—fruncí el ceño al tratar de recordar el nombre de la chica. —¡Tanya!—me dijeron mis dos chicas dándome con sus codos en los costados. —Estaba cerca—me reí y pasé mis brazos por sus hombros. Ambas dijeron algo bajo su aliento que no logre escuchar. —Terminamos la semana pasada, papá—me dijo algo exasperado. —¿Por qué?—enarqué una ceja—¿no que era el amor de tu vida? —Maggie lo es ahora, seguro que el próximo mes otra ocupará ese lugar. —Cállate enana entrometida, estas celosa porque no tienes novio—le dijo moviendo su torso hacia adelante para poder lanzarle una mirada asesina a su hermana sin que su madre o yo nos interpusiéramos en el medio. —Uy eres tan inteligente hermanito, al menos podemos estar seguros que nunca tendrás un derrame cerebral—le sacó la lengua y yo quise reír, pero la fiera mirada de Bella hizo que la risa que empezaba a salir se convirtiera en tos. —Niños…—usé mi voz de regaño. —Él empezó —Ella empezó Dijeron al mismo tiempo. —Vanessa, no es amable de tu parte decirle esas cosas a tu hermano—Nessie bufó pero no dijo nada. —A demás, E. C. no tiene nada de malo que tu hermana no tenga novio. Llegara un momento, cuando ella tenga unos treinta años o yo me haya muerto cuando los pueda tener—besé el tope de la cabeza de mi princesa. —¡Papá!—se quejó mientras E.C. se reía. —¿Qué? Si te estoy dando opciones, cualquiera de las dos que suceda primero, princesa. —Edward Cullen…—empezó Bella, pero se cortó cuando llego Anthony con sus amiguitos del salón que habían ido a comprar golosinas.—Tú no te puedes morir hasta que tengamos tataranietos—me susurró al oído y yo me incliné a besarla. Sonreí contra sus labios cuando escuché el típico "guácala" que nuestros hijos emitían cada vez que su madre y yo nos poníamos cariños, cosa que sucedía con mucha frecuencia, no podían culparme mi esposa de treinta cinco era la tentación para cualquier hombre, en especial para este de cuarenta y cuatro.

El equipo de Charlie ganó el partido, mis padres no habían podido asistir, tampoco Charlie que se encontraba trabajando pero en la tarde tendríamos una barbacoa familiar, vendrían todos menos Mary; la hermana menor de Bella quien quedó bajo nuestra tutela tras la muerte de sus padres hace cuatro años. Mary… Nuestro dolor de cabeza. Debo decir que esa niña puso a prueba no sólo nuestra paciencia sino la solidez de nuestro matrimonio. Los primeros años fueron difíciles, era de suponer que el cambio tan sorpresivo de su forma de vida y la pérdida de sus padres surtiera un efecto en una adolescente. Al inicio Bella me pedía que comprendiera a la "niña" cuando le hacia algún tipo de desplante, alegando que ella hace muchos años había aceptado la perdida de Renee, así que la noticia de su muerte aunque le dolió no fue algo que le hubiese afectado demasiado, sin embargo Mary estaba resintiendo esa perdida y por eso sacaba su enojo con ella. Para mí, esa niña lo único que sentía era una gran envidia hacia mi mujer e hijos. Bella decía que estaba exagerando cuando le decía que era demasiado extraño que la "niña" se mostraba irrespetuosa con ella o miraba mal a mi princesa cuando estaba conmigo y sin embargo cuando yo la reprendía se volvía un mar de lagrimas. La chiquilla no me gustaba y mi esposa lo sabía; Bella decía que yo le tenía antipatía a la chica por sus padres, pero no era quienes fueron sus padres, era lo que leía en ella lo que no me gustaba. Lo único bueno de la estancia de esa niña en nuestro hogar fue que probamos haber aprendido de los errores del pasado. Cuando recuerdo esa noche mi sangre aún hierve. Estábamos en nuestro brunch dominical, ese día mis padres no habían asistido porque estaban en Londres. La cabeza me dolía un poco por lo que subí a recostarme un rato. Estaba medio dormido cuando la puerta de la habitación se abrió para cerrarse nuevamente, supuse que era Bella ya que los chicos siempre tocaban la puerta antes de entrar ya que decían que no querían encontrarnos en algo. —¿Amor?—pregunté sin abrir los ojos. Sentí que la cama se hundía a mi lado y una mano tocar mi mejilla. Abrí los ojos de golpe para encontrarme con la niña esa en ropa interior sentada sobre de sus rodillas del lado de la cama de Bella. —¿Qué es lo que haces aquí?—pregunté entre mis dientes levantándome de la cama. —Vine a buscarte—me ronroneó, pasando su mano por medio de sus pechos. —Te doy treinta segundos para que vuelvas a ponerte la ropa y salgas de mi habitación. Si alguna vez te atreves a intentar nuevamente algo como esto me encargaré personalmente que tu hermana te eche a la calle.—llevó sus manos a su rostro y empezó a sollozar de igual manera que lo hacía para convencer a Bella.—Conmigo no funcionan esos truquitos, así que los segundos siguen pasando.—señalé la puerta. —Le diré que trataste de aprovecharte de mí.—me pinché el puente de la nariz para no agarrarla por el brazo y sacarla a rastras de mi casa. —Puedes decirle lo que quieras. Bella no creerá una sola palabra que salga de tu boca. Ahora no volveré a decírtelo sal de mi habitación o te sacaré yo mismo.—mi dolor de cabeza no estaba ayudando a las ganas que tenia de zarandear a esa niña.—estás loca si piensas que tendría algo contigo eres una niña—le espeté tratando de hacerla entrar en razón. —Eso lo veremos, creo que voy a esperar a Bella justo aquí. No entiendo tus escrúpulos yo tengo la misma edad que tenia ella cuando se caso contigo y eso no pareció importarte en ese tiempo.— Esa niña debía tener algo desajustado en su cabeza o tal vez se parecía demasiado a sus padres, traté de mantener la calma pero cuando la vi recostarse sobre las almohadas de mi esposa, perdí totalmente la paciencia. Chilló cuando la sujeté del brazo y empecé a arrastrarla fuera de mi habitación.

Sacudí mi cabeza furioso cuando envolvió su brazo libre en torno a mi cintura y pronunció mi nombre casi en un gemido diciéndome que ella también me deseaba. ¿Qué carajos? Mi ceño se frunció más y cuando me giré para seguirla arrastrando fuera de la habitación, vi porque lo había hecho. Bella…mi Bella estaba parada en el umbral de la puerta. Todo el aire de mis pulmones se fue al ver la expresión de su rostro. —Amor… no es lo q—me cortó levantando su mano para callarme. —Quiero una explicación y la quiero ahora.—dijo entrando a la habitación sin dejar de mirarnos. —¡Me quiso seducir! —¡Estás loca! Y es mejor que digas la verdad antes que me olvide que soy un caballero y te eche a la calle tal cual como estas. Bella, amor. No puedes creerle—me acerqué a mi esposa y respiré más tranquilo cuando me dejó sujetar su mano. No pretendía perder a mi mujer por tonterías de una niñata. —Te lo juro Bella, yo no quería pero Edward me ha estado acosando desde que cumplí los dieciocho—cubrió su rostro con sus manos y empezó a lloriquear cuando mi esposa bufó y levantó su mano acercándose a ella, por unos instantes pensé que la iba a golpear pero siguió de largo, recogió las ropas que la chiquilla había descartado en el suelo y se las lanzó. —Vístete. Aún no puedo creer que haya dado cobijo a una víbora como tú. Edward me lo dijo desde que te conoció, pero pensé que el hecho de que compartiéramos la misma sangre haría una diferencia pero veo que eres igual a mi madre, sólo piensas en ti misma. Mi esposo nunca ha mirado dos veces en tu dirección, si has estado aquí dos años es porque yo se lo pedí. Nunca…pero nunca pensé que podrías llegar a esto.—el pecho de Bella subía y bajaba con el enojo, parecía incapaz de decir nada más. Me coloqué tras ella mis manos encerraron su cintura atrayendo su espalda a mi pecho. Por encima de su cabeza le tiré dagas con los ojos a la niñata mientras la escuchaba inventar excusas baratas, maneras en la que la había seducido en su habitación e inclusive en mi propio lecho marital. Al ver el rostro de mi esposa y el mío decidió cambiar de táctica. —No es justo que tú tengas tanto cuando nosotros vivíamos cortos de presupuesto. Mamá tenía razón no eres más que una buscona con suerte, como no pudiste meterte con mi papá buscaste otro hombre y tuviste la suerte de que estuviera forrado en dinero, fuiste tan lista que saliste embarazada enseguida para obligarlo a casarse contigo. Yo puedo llegar a seducir a tu esposo, si lo hiciste tú puedo hacerlo yo que soy mucho más bonita—Bella inspiró audiblemente, su mano que estaba en la mía, voló a su cuello y yo lo vi todo rojo. —No tienes idea de lo que hablas. Tú padre no era más que una escoria y tu madre tenía los mismos instintos maternos de una hiena. ¿Por qué tenía yo que mantenerlos a ustedes con NUESTRO dinero cuando tu madre y tu padre no le habían causado más que dolor a mi esposa? Para tu información fui yo quien se aseguró de embarazarla, nunca he sido muy paciente y quería empezar mi familia pronto. Eres igual que tus padres, no te bastó con que te acogiéramos, Bella te tomó bajo su cuidado cuando no te conocía, se encargó que tuvieras todas las cosas que necesitaras cubiertas. Tuviste lo mismo que nuestro hijos y es así como nos pagas. —Apreté a mi esposa contra mi pecho—Recoge tus cosas. No quiero que pases una noche más bajo mi techo.—le espeté mirándola con todo el enojo que sentía correr por mis venas. —¿Vas a dejar que me eche a la calle?—chilló mirando a Bella—¡trató de seducirme! Yo soy tu hermana, no puedes dejarme desamparada—su voz tenía un borde de pánico. —Pagaremos tu universidad, tu alimentación, tus libros y vivirás en los dormitorios que te fueron asignados a inicio de año. Tendrás que conseguir un empleo de tiempo parcial para cubrir tus gastos adicionales que no estén en el presupuesto que te asignaremos mensualmente. Si dejas la universidad te cortaremos los beneficios que te estamos otorgando, si deseas regresar a esta casa serás bienvenida pero sólo en calidad de visitante. Creo que he dejado claro los puntos así que haz el favor de hacer lo que Edward te pidió y prepara tu equipaje, James te llevará a los dormitorios. Salió de nuestra habitación chillando histérica y gritando improperios a diestra y siniestra. Bella se giró en mis brazos y enterró el rostro en mi pecho. Besé sus cabellos estrechándola contra mí. —Me creíste…—le susurré bajito algo sorprendido, por unos instantes me temí lo peor. Al verla de pie en la puerta creí que mi vida volvería a pasar por el mismo infierno que sucedió hace casi diez años.

—Claro que te creí…hemos aprendido de nuestros errores y esta vez soy diez años más sabia—besó mi pecho. —Aunque seas diez años más sabia para mí sigues igual que si tuvieras dieciocho—empezó a reír. —¡Papá! ¡Papito…!—salí de mis recuerdos enarcando una ceja para mirar a mi hija. Su voz me dejaba ver que quería algo… algo que sabía que tenía muchas probabilidades de serle negado. —Dime princesa—miré la carne que estaba asando en la parrilla para aparentar estar entretenido. —El tío Jacob llamó para decir que llegaría en veinte minutos.—sujetó mi brazo y yo gruñí, ya sabía lo que venía y no me gustaba nada. —E.C. dice que mamá le dio permiso para salir al cine esta noche y mostrarle a Seth el auto que le regalaron por su cumpleaños—su voz era dulce…demasiado empalagosa, siempre era de esa manera cuando Seth estaba involucrado. —Uhum…—fue todo lo que dije. —Entonces yo pensaba, que tal vez p— —¡Nop! —Pero, no es justo, yo quiero ir… —Nop—hice mayor énfasis en la "p" —¡MAMÁ!—gritó y me concentré aún más en la parrilla. A lo largo de los años había perfeccionado ese arte. Escuché una risa y mi mirada se fijó en la de Jasper que me miraba riéndose a mandíbula suelta. Alice me miraba burlonamente y yo rodé mis ojos. —Edward…—sentí unas familiares manos envolver mi cintura y meterse bajo mi camiseta. Bufé y empecé a servir la carne en los platos, haciendo como que no me afectaba la manera en que sus dedos jugaban con mi abdomen y sus uñas recorrían la piel justo sobre la cintura de mi pantalón.—Edward…—me ronroneó —Nop—le di la misma respuesta que a mi hija, quien ahora miraba toda la situación muy divertida. —Edward…no es justo con la niña—besó mi espalda justo en medio de mis omóplatos y un jadeo escapó de mis boca cuando me mordió allí con suavidad. —Bruja—me giré olvidando toda pretensión y la tomé en mis brazos. —Sólo irán al cine, van a ir a la función de las siete y estarán aquí a las nueve. E.C. estará con ella. Conoces a Seth de toda la vida. Exactamente por eso es que no queremos que vaya, conocemos al chico de toda la vida y toda la vida hemos visto como mira a nuestra princesa. —De ir tendrá que ser a la función de las cinco y tienen que llevar a Anthony y a Charlie—miré directamente al chico en cuestión que se estaba acercando en estos momentos. —¡No es justo! A EC no le dices nada—chilló preparándose para uno de sus chantajes emocionales. Hizo su puchero patentado y me miró con lágrimas en los ojos. —Tómalo o déjalo. Tu hermano tiene diecisiete años, cuando tengas esa edad—me lo pensé por unos segundos— nop, ni aunque tengas esa edad—Bella me pellizcó y yo la besé. —Bien…—me bufó y se dio la vuelta para irse.

—Pero antes te cambias esos pantalones y te pones otros—le grité por encima de la cabeza de Bella, se giró y me sacó la lengua pero se encaminó a la casa. —Machista—volvió a pellizcarme. —Tiene tus piernas—fue lo único que dije como explicación.—A demás estos niños parecen que no respetan mis canas—me miró y pasó sus dedos por mi cabello. —Tienes unas canas hermosas—se puso de puntillas y me besó brevemente—también adoro las arruguitas que se forman en tus ojos cuando sonríes.—me acarició el rostro. —No tienes idea lo que te amo—le dije perdiéndome en sus ojos. —No…—me sonrió con travesura—pero si dejaras a los chicos salir de noche tendríamos unas horas para que me lo demostraras sin que tuviéramos que tratar de no hacer ruido. —Tengo una mejor idea—me incliné y la tomé por las rodillas, lanzándola sobre mi hombro. Golpeó mi trasero con su mano y yo el de ella—vamos a la cama ahora y como todos están acá afuera no tendremos que ser cuidadosos con eso. Caminé hacia Jasper y le puse el sombrero del chef. Alice me miraba divertida, mientras mi esposa no paraba de reírse. —Te encargo la comida… Nosotros tenemos…erg… algo que resolver—mis hijos gritaron "guácala" al unísono pero eso sólo hizo que me riera más. Corrí con mi esposa en el hombro deteniéndome sólo para darle un beso en la mejilla a mi madre y saludar a Jacob, antes de entrar a la casa para demostrarle a mi esposa no sólo con palabras y mis acciones lo mucho que la amaba. Habíamos recorrido un camino espinoso desde el inicio de nuestra relación, no sólo las verdades ocultas que salieron a la luz y las mentiras, amenazaron con separarnos, también la falta de comunicación y el orgullo hicieron lo suyo. Sin embargo salimos airosos de todo eso, nuestra familia se unió aún más y nuestro amor se cimentó haciendo que los lazos que nos unían fueran irrompibles. No podía desear nada más, habíamos aprendido de nuestros errores. Los suyos y los míos. No era la relación perfecta, ninguna relación lo era… …pero estábamos bastante cerca.

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