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e La COLECCi ÓN P OPULAR signifi ca un esf uerzo edi to ria l - y social-pa ra difundir entre núcl eos má s am plios de lec tor es. de acue rdo con normas de ca lidad cultura l y en libros de prec io accesible y pr esen tac ión se nc illa pero digna, las mo dernas c rea ciones li terarias de nuestro idioma. los as pec tos más im po rt antes del pensamiento contemporáneo y las obras de in ter és fun damenta l para nuestra Amér ic a.
maRIA DE LA CLASE OCIOS~ De tod os los libros de Veblen , éste es el qu e ha eje rcido un a in flu en cia más pro funda so b re el des arro llo hist ór ic o de nu estra epo ca , y ba jo su ex ho rto se han reunid o los ec onomist as m ás so bresa lientes . Publi cado por primer a ve z en 1899 sigue si endo un libro teóri c o indispe nsa ble pa ra co nocer la posi ci ón y el valor de la c lase ociosa dentro del f act or eco nó m ico de la vida mod erna. y los ejem plo s que prese nta par a il ustr ar su teor ía y las pre misas que la apoya n so n tan ac tua les co mo en la époc a en qu e fue escrito . Su senc illez y acces ibili d ad lo co nvie rte n en un libro ameno y co mprens ib le , así c om o su pr ofundi dad lo hac e ex c itante y creador .
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Traducción de VICENTE HERRERO
THORSTEIN VEBLEN
TEORIA DE LA CLASE OCIOSA Introducción de JOHN KE"INETH GALBRAITH
FONDO DE CULTURA ECONóMICA M1lxlCO
Primera edición en inglés. 1899 Primera edición en español (Sccc. de Obras de Sociología), 1944 Primera edición (Col. Popular). 1963 Segunda edición, 1974 [Tercera edición (Col. Conmemorativa 70 Aniversario) 2004] Tercera reimpresión, 2005
por JOHN KENNETH GALBRAITH
cultura Libre veblcn. Thorstein Bunde Teoría de la clase ociosa I Thorstcin Bundc Vcblcn ; trad. de Vicente Herrero. - 2" ed . - México: FCE, 1974. 407 p. ; 117 x 11 cm - (Colee. Popular; 50) Título original The Theory 01' the Leisut-e Class. An Economic Study of Institutions ISBN 968-16·3846-8
1. Clase ociosa 2. Sociología 1. Herrero, Vicente. Ser. lll. 1.
Le HB831 V4318
u- n.
Dcwcv 339.4 V395t
Distribucíán mundial para lengua española Sugerencias:
[email protected] \',..'\v\\'.fondodcculturaeconomica.com Te!. (55)5227-4672 Fax (55)5227-4694 Título original de esta obra: The Theory oíthe Leisure Class. An
Economíc Studv o( lnstitutíons © 1989, Macmillan Companv Prólogo © 1973 by John Kenneth Galbraith D. R. © 1944, FONDO DE CüLTL1RA ECONÓMICA Carretera Picacho-Ajusco 227; 14200 México, D. F. Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra -incluido el diseño tipográfico y de portada-, sea cual fuere el medio. electrónico o mecánico, sin el consentimiento por escrito del editor;
ISBN 968-16-3846·8 Impreso en México. Printed in Mexico
THORSTEIN VEBLEN y LA "TEOR1A DE LA CLASE OCIOSA"
Siempre hay un halo de picardía en su actitud hacia su propia obra, en marcado contraste con la fúnebre seriedad de la mayoría de los economistas. WESLEY
C.
MITCHEI.L
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Lo MÁS cercano que hay en los Estados Unidos a una leyenda académica -equivalente a la de Scott Fitzgerald en literatura o a la de los Barrymore en el -teatro- es la leyenda de Thorstein Veblen. La naturaleza de una leyenda semejante, puede suponerse, se basa en que la realidad es aumentada por la imaginación y que, a la postre, la imagen tiene una existencia propia. Esto puede decirse de Vebien. Fue un hombre de grande y fértil inteligencia, y un maravilloso presentador de sus productos. Su vida, comenzada en la frontera del alto Medio Oeste en 1857 y desarrollada en su mayor parte en una u otra universidad hasta su muerte, en 1927, no careció de aventuras. Ciertamente, según las normas de la vida académica de su época, fue un anti-conformista. En su obra y en su vida hay vasto material sobre el cual edificar la leyenda, y no ha faltado quien lo haya hecho. En el pensamiento social norteamericano hay, en realidad, una tradición que atribuye a Veblen todo VII
comentario y crítica de las instituciones norteamericanas. Como en Marx para un marxista devoto, todo está allí. Sin embargo, es probable que el marxista conozca mejor su tema. En realidad, es posible que en nuestro tiempo nada delate más claramente a un impostor intelectual que una tendencia a citar desenvueltamente a Veblen; particularmente a afirmar con toda seguridad, cuando se dice algo de aparente interés, que Veblen lo dijo antes y mejor. La leyenda derivada de la vida de Veblen debe más aún a la imaginación. A decir verdad, pocos fundamen tos tiene lo que se dice acerca de su sombría niñez en una pobre familia de inmigrantes noruegos, pasada en Minnesota; de su reacción a ese medio opresivo; de su acosada vida en el medio académico norteamericano de las últimas décadas del siglo pasado y las tres primeras de éste; del modo fatal en que atraía a las mujeres y viceversa, y de las consecuencias de esto en su rígido ambiente; y de la indiferencia de todas las personas "rectas" a su obra. Quizás un prologuista debiera perpetuar cualquier mito que encuentre. La economía es una materia bastante aburrida, y la sociología a veces es peor y así son, también, a veces, quienes enseñan estas materias. Cuando -como en el caso de Veblen- un hombre se ve rodeado por un aura, ésta debe ser ensanchada, no disuelta. Una razón de que la economía y la sociología sean aburridas es la creencia en que todo lo asociado con la personalidad humana debe ser tan fastidioso como sea posible. Eso es la ciencia. Sin embargo, hay en ello algo de verdad; pero, en el caso de Veblen, está lejos de ser tedioso. Su vida fue interesantísima; su niñez, aunque mucho menos sombría de Jo que VIII
suele creerse, dejó una influencia profunda y duradera sobre sus escritos posteriores. Veblen no es una universal fuente de luz sobre la sociedad norteamericana. No vio lo que aún no había ocurrido. y también, en algunos aspectos, se equivocó y, en la disyuntiva entre exactitud y alguna fórmula que él sintiera que escandalizaría a su público, rara vez vaciló. Optó por el escándalo. Pero ningún hombre de su tiempo, ni posterior, vio con ojo tan frío y penetrante, no tanto el lucro pecuniario, sino el modo en que su búsqueda hace comportarse a hombres y mujeres. Esta mirada fría y penetrante es la sustancia que hay tras la leyenda de Veblen. Es una mirada que aún asombra al lector con lo que le revela. Aunque puede haber otros candidatos respetables, sólo se leen aún dos libros de economistas norteamericanos del siglo XIX. Uno es Progress and Poverty, de Henry George;* el otro es la Teoría de la clase ociosa. Ninguno de estos libros, Interesa observarlo, vino del mundo complejo y derivativo de la costa del este. Ambos fueron productos de zonas limítrofes: reacciones del colonizador, en un caso a la enajenación especulativa de tierras, en el otro a las pomposas ordenanzas sociales de los ricos. Pero no debe llevarse demasiado lejos la comparación. Henry George fue el expositor de una idea de notable arrastre; su libro sigue siendo importante para tal idea: el concepto del terrible precio que la sociedad paga por la sociedad privada y por el afán de lucro con tierras. La gran obra de VebIen es un comentario vasto e intemporal de la conducta de quienes poseen riqueza o andan en pos de ella y que, aparte de su dinero, carecen de la 1<
Progreso y miseria, Fomento de Cultura, Valencia.
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eminencia que -según suponían- iban a adquirir con él. Nadie ha leído realmente mucho si no ha leído al menos una vez la Teoría de la clase ociosa. No muchos que tengan una educación superior a la ínfima pasan por la vida sin advertir, en una u otra ocasión, el "consumo ostensible", la "emulación pecuniaria" o el "derroche ostensible" aunque no sepan muy bien de dónde salieron estas frases. En un prólogo bien planeado debe hablarse, juiciosamente, de lo que el lector -con raras excepciones- aprenderá por sí mismo al leer el libro. O, como la percepción de cada quien es distinta, se dice lo que el lector nunca descubrirá y que, en realidad, quizá no se halle presente. Y luego se dice algo acerca del autor. En el caso de Veblen, esto no puede hacerse. Su vida y su educación son muy importantes para apreciar su obra. Debemos empezar por ellas. Y como -según dijo él mismo, y hay buenas razones para creerlo- la Teoría de la clase ociosa está especialmente marcada por las circunstancias de la niñez de Veblen, yo me propongo hacer una pausa después de decir esto, para hablar acerca del libro. Así, después me será posible comentar más brevemente los años posteriores y la obra de Veblen. JI
A primera vista, los orígenes de Veblen son el típico clisé norteamericano. Sus padres, Thomas Anderson y Kari Bunde Veblen, emigraron de Noruega a una granja de Wisconsin en 1847, diez años antes del nacimiento de Thorstein. Tuvieron las diñcultades habituales para conseguir el dinero del pasaje, las inevitables -en su caso terribles- molesX
tias de la travesía. Los Veblen tuvieron en total doce hijos, el sexto de los cuales fue Thorstein. La primera granja de Wisconsin era improductiva o, más probablemente, inferior a lo que, mejor informados, supieron que había más al oeste. Se mudaron, y en 1865 volvieron a mudarse. El hogar nuevo y final estuvo en la pradera, hoy a cerca de una hora de Minneapolis, al sur. Es esta granja la que aparece en la leyenda de la oscura y miserable niñez de Veblen. Nadie que visite la comarca podrá creerla. No puede haber, en ninguna parte, un paisaje rural más generoso y opulento. El suelo es negro y profundo, los graneros son enormes, los silos numerosos, así como las secciones para vender el grano excedente; las casas son grandes, cuadradas, cómodas, aunque sin pretensiones arquítectónicas. Se ha conservado un retrato de la casa de Veblen: una estructura blanca, amplia, agradable, que no sólo delata desahogo, sino riqueza. Co~o esta comarca fue originalmente una pradera abierta, con buena vegetación, debió de parecer promete dora hace cien años. Thomas Veblen adquirió 117 hectáreas de ella; es difícil imaginar que él, su mujer o, por enseñanzas suyas, alguno de sus hijos haya podido considerarse miserable. No había mil, quizás ni aun cien propietarios de granjas -fami~ Has que trabajaban su propia tierra- tan bien dotadas en la Noruega que habían dejado atrás. Y, de hecho, los Veblen no se consideraban pobres. Hermanos y hermanas de Thorstein comentarían d~s~ pués, a veces divertidos, a veces airados, el mito de su anterior pobreza. Si esta parte de la historia de Veblen es poco notable -desarraigo, partida, penalidades, error de cálculo, recompensa final-, es común, pero hubo otras cosas que separaron a la familia de la par-
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vada de emigrantes escandinavos, haciendo de Thorstein algo menos fortuito. Thomas Veblen, que había sido un hábil carpintero y ebanista, pronto demostró ser un granjero mucho más inteligente y progresista de lo normal. Y parece seguro que, considerase como considerase la granja para sí mismo, sólo la veía como un puente para sus hijos. Acaso más excepcional aún fuese su mujer, Kari, Era una persona notablemente despierta, imaginativa, inteligente, confiada en sí misma; desde temprana edad, ella identificó, protegió y alentó al genio de la familia. En años posteriores, en una familia y una comunidad en que siempre se necesitaba más mano de obra y en que, en consecuencia, la virtud se asociaba a la labor eficiente -su eficiencia como trabajador era lo que distinguía a un buen chico o chica de los demás- tal parece que Thorstein Ve· blen fue tratado con cierta tolerancia. So pretexto de falta de robustez, se le daba tiempo libre para leer. Esto sólo pudieron hacerlo unos padres notablemente perspicaces. Uno de los hermanos de Veblen escribiría después que fue de su madre de quien "Thorstein sacó su personalidad y su cerebro", aunque otros los considerasen decididamente su propiedad privada. Como sus hermanos y hermanas, Thorstein fue a escuelas locales y, al terminar, fue enviado al Carleton College (entonces llamado CarIeton College Academy ), en la cercana población de Northfield. Su hermana Emily asistía también allí; otros miembros de la familia fueron, asimismo, a CarIeton. En un interesante y característico ejercicio de imaginación, su padre entró en acción para reducir los gastos escolares. Compró una parcela de terreno en los límites del poblado, por el valor nominal cargado entonces por tales bienes raíces, y levantó
una casa para albergar a su prole mientras estaba educándose. La leyenda también ha sostenido., o implicado siempre que el obtener una ed~cacIo,? requirió de Thorstein Veblen esfuerzos casi heroicos. Esto debe ser desechado para siempre .. Una carta conservada en los archivos de la Sociedad Histórica de Minnesota, escrita por Andrew Veblen hermano de Thorstein, hace notar que "nuestro padre le prestó la ayuda estrictamente necesaria durante sus años de escuela. Como el resto d~ la familia Thorstein mantuvo sus gastos en el IDInimo. .. de acuerdo con la economía que practicaba toda la familia". Una cuñada suya, Florence (Mrs, Orson) Veblen escribió, más indignada, "No h~y .la
menor razón para negarle a
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suegro el crédito
de haber pagado por la educación d~ sus hijos, de todos ellos; bien podía hacerlo: .tema dos bu~n,~~ granjas en el distrito agrícola mas neo del paI~ . A pesar de todo, fue una excepció"?, a la práctica general de la comunidad el que los Jovenes Veblen fuesen enviados a la escuela en lugar de dedicarlos al trabajo útil -como lo llamaban los granjeros no-
ruegos- en el campo. También fueror; enviados, como cosa natural, a una escuela confesional anglosajona -Carleton era congregacionalista- y n~ a una de las instituciones luteranas que respon~Ian al idioma, la cultura y la religión de los escandinavos. El mito de Veblen (también insiste en ello su familia) ha exagerado el alejamiento de los noruegos en general y de los Veblen en particular. Es parte de la leyenda que. ~l padre d,:, Veblen no habiaba inglés y que su hIJO tuvo dificultades con el idioma. Esto es disparatado. No obstante, en la estructura de clases local, los anglosajones forma1 Estas cartas fueron escritas en 1926 a Joseph Ijorfman. el distinguido biógrafo de Veblen.
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ban la clase dominante, en el gobierno y en el comercio; los escandinavos eran el campesinado laborioso. Los jóvenes Veblen fueron destinados a salir de su clase. Carleton fue uno de los colegios confesionales que se establecieron cuando los límites de las tierras cultivadas se desplazaron hacia el oeste, y por los que se demostró que con los logros económicos y cívicos iba también otra índole de cultura. Como los otros de su época, indiscutiblemente era bastante malo. Como tantas pequeñas escuelas de artes liberales de su tiempo, era el paradero de unos cuantos hombres cultos y maestros devotos, el elemento salvador que al parecer siempre surgía al establecerse uno de tales colegios. En la época de Veblen, uno de estos hombres fue John Bates Clark, que después, en la Universidad de Columbia, sería reconocido como el decano de los economistas estadunidenses de su época. (Fue uno de los originadores del concepto de marginalidad, la idea de que las decisiones concernientes al consumo no se toman como consecuencia del total de los bienes poseídos, sino como consecuencia de las satisfacciones que pueden obtenerse de la posesión o del uso de una unidad adicional.) Veblen fue estudiante de Clark : Clark tuvo un buen concepto de Veblen. Esto pudo requerir imaginación y tolerancia, pues en varios de sus ejercicios de clase ya estaba VebIen ofreciendo buenas indicaciones de su posterior estilo y método. Preparó una clasificación, solemne y ostentosamente sincera, de los hombres, por la forma de sus narices; en uno de sus ejercicios de retórica defendió la opinión de un ebrio de su propio probable fin; en otro, defendió el canibalismo. Clark, que presidía el jurado cuando Veblen pareció favorecer la embriaguez, se vio obligado a obXIV
jetar. En un colegio confesional del Medio Oeste de aquella época, tal parece que el canibalismo resultaba más aceptable canónicamente. Veblen recurrió a la defensa que había de emplear tan consecuentemente por el resto de sus días: no estaba haciendo ningún juicio de valor; él no era un parcial de la bebida; su argumento era puramente científico. Veblen terminó sus dos últimos años de college en uno solo, y se graduó con brillantez. Su tesis de graduación fue sobre "El examen hecho por Milis de la filosofía hamiltoniana de lo condicionado". Sus contemporáneos lo describieron como un triunfo, mas no ha sobrevivido. En Carleton, Veblen había trabado una íntima amistad con ElIen Rolfe; hija de una destacada y próspera familia del Medio Oeste era, como Veblen, independiente e introvertida -muy aparte de la masa- y, asimismo, muy inteligente. Tardaron ocho años más en casarse, aunque esta falta de prisa no significa que alguno de los dos tuviera menos razones de lamentarlo en años posteriores. La leyenda siernpre ha sostenido que Veblen fue un marido indiferente e infiel, singularmente incapaz de resistir los requerimientos de las mujeres que, por raro que parezca, seguían enamorándose de él. Al parecer, la familia Veblen consideró que la culpa, al menos en parte, fue de Ellen. Ésta sufrió un colapso nervioso después de un exceso de trabajo enseñando; en una carta nada reticente, y no necesariamente precisa, conservada en los archivos de St. Paul, una cuñada suya 2 afirma: "No hay la menor duda de 2 Florence (Mrs. Orson) Veblen, en 1926. En una crónica anterior de la familia Veblen ("Thorstcin Veblcn: Reminiscense of his Brother Orson", Social Forces, diciembre de 1931), Florence Veblcn también trata duramente a Ellen. En
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que está loca". Lo que es seguro es que fue un matrimonio fracasado e infeliz, y así fue también el segundo de Veblen. Después de enseñar durante un año en una academia local, una vez graduado en Carleton, Veblen partió rumbo a la Universidad Johns Hopkins. de Baltimore, para estudiar filosofía. Por entonces -1881- Johns Hopkins se anunciaba como la primera universidad norteamericana con una escuela especializada para graduados, según el modelo europeo. La propaganda, como Veblen diría después, estaba en considerable adelanto sobre los hechos. El dinero escaseaba, y por tanto, los maestros. El ambiente era el de un conservador poblado sureño. Veblen se sintió infeliz, no completó su curso y comenzó lo que -con una importante interrupciónhabía de ser toda una vida de peregrinar por el paisaje académico norteamericano. Su siguiente parada fue Yale. Era allí una época de considerables controversias, de lo que los eruditos con afición a las metáforas tomadas de la industria cervecera llaman un fermento intelectual. El principal foco de los debates se centraba entre cierto Noah Porter, presuntuoso teólogo, a la sazón considerado como gran filósofo y metafísico, y William Graham Sumner, el expositor norteamericano de Herbert Spencer. El afán práctico de Porter fue impedir que Sumner asignara a sus clases los Principios de sociología de Spencer, y lo logró. Spencer fue virtuosamente suprimido. Podemos suponer que el triunfo de Porter debió menos a la fuerza de sus argumentos contra la aceptación spenceriana de la un comentario inédito (que también se conserva en los Archivos de Sto Paul), Andrew Veblen disiente, al menos en parte, y observa que las dos mujeres nunca se habían encontrado.
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evolución como axioma social así como biológico, que al hecho de que el propio Porter era el presidente de la Universidad. Los escritos posteriores de Veblen sugieren poderosamente a Spencer. La selección natural no es para Veblen la base de La sistema, pero sí le sirve como utilísima explicación de cómo algunos subsisten y prosperan y otros no. Huelga decir que la avidez es la base de tal selección, más a menudo que el valor moral. Se han efectuado solemnes discusiones sobre el efecto de la disputa filosófica de Yale, y de su propia tesis sobre Kant, sobre los escritos ulteriores de Veblen. Mi instinto me dice que tal efecto fue insignificante. Los otros Veblen afirman esto, de modo general. En años posteriores, su hermano Andrew, físico y matemático, respondió repetida y tercamente a los esfuerzos por identificar las fuentes del pensamiento de Thorstein Veblen, afirmando que no era posible precisarlas. "No creo que nadie en particular influyera mucho sobre la formación de sus opiniones." Baste añadir que después de dos años y medio en Ya le -subvencionado por un hermano y por la granja y la familia de Minnesota- Veblen salió con un doctorado en filosofía. Deseaba dar clases y tenía recomendaciones bastante favorables. Mas no pudo encontrar ernpleo, y así volvió a su hogar de Minnesota. Allí, leyendo incesantemente y escribiendo ocasionalmente, permaneció siete años. Durante una parte de este tiempo afirmó hallarse enfermo; Andrew Veblen, como lo demuestran sus cartas, consideró auténtica la enfermedad; otros miembros de su familia díagnosticaron alergia a los trabajos manuales. Veblen se casó, y Ellen llevó consigo un poco de dinero. De vez en cuando, se le pedía solicitar un puesto de maestro; algunas ofertas tentadoras fueron rápida-
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mente retiradas al descubrirse que Veblen no era cristiano. En 1891 reanudó su vagabundeo académico inscribiéndose como estudiante graduado de economía en Cornell. El principal profesor de economía en CornelI era, a la sazón, J. Laurence Laughlin, inveterado exponente de la escuela clásica inglesa, quien hasta entonces se había negado a ser miembro de la Asociación Económica Norteamericana, en la creencia de que ésta era de inclinaciones socialistas. Joseph Dorfman, de la Universidad de Columbia. el eminente estudioso del pensamiento económico norteamericano y máxima autoridad acerca de Veblen, en su voluminosa e importante obra Thorstein Veblen and his Al11erica (Nueva York, Viking Press. 1934), libro al que deben algo todos los que hablan o escriben acerca de Veblen, narra el encuentro de Laughlin con Veblen." Laughlin "se hallaba sentado en su estudio de Ithaca cuando una persona de aspecto anémico, tocada con un gorro de piel de mapache, con un pantalón de pana, entró y, en el tono más moderado dijo: 'Soy Thorstein Veblen'. Contó a LaughIin su historia académica, le habló de su ociosidad forzada y de su deseo de proseguir sus estudios. Todas las becas estaban dadas, pero Laughlin quedó tan impresionado por aquel hombre, que se ::¡ Unos miembros de la familia han rebatido a Dorfman sobre muchos detalles. En la biblioteca de la Sociedad Histórica de Minnesota hay un ejemplar, profusamente anotado, del libro de Dorfman, con las correcciones y disensiones de Emily Vehlen. Se refutan muchos puntos menores de la historia de la familia. Como otros miembros de ésta, Emily protestó por toda sugestión de que la familia fuera pobre o de que estuviese enajenada del resto de la comurrídad. Y claramente manifestó que le parecía exagerado el retrato de Thorstein, pintado como un chico solitario, mi-
serable, excesivamente introvertido. XVIII
dirigió al rector y a otras autoridades de la Universidad, y le consiguió una beca especial". El relato, aparte de la impresión que nos trasmite acerca del carácter y el atuendo de Veblen es importante por otra razón. En la vida de Veblen siempre hubo individuos -pocos, pero vitalesque sintieron su genio y fueron fascinados por él. A menudo eran conservadores, como en el caso de Laughlin, hombres que, en ideas y modo de vida, estaban separados de él por un mundo. Y repetidas veces estos hombres rescataron o protegieron a su prodigioso y muy inconveniente amigo. Veblen permaneció en CornelI menos de dos años tiempo suficiente para empezar a avanzar en s~ carrera, de un modo poco característicamente ortodoxo: publicando artículos en revistas especializadas. Luego Laughlin fue invitado a encabezar el departamento de economía de la nueva Universidad de Chicago, y se llevó consigo a Veblen. Éste recio bió una fellowship de 520 dólares anuales, a carnbio de preparar un curso de historia del socialismo y ~y~dar a editar el recién fundado Journal of Political Economy. Aún no cumplía 35 años. En los siguientes años avanzó hasta ocupar el puesto de profesor e instructor, siguió escribiendo y editando el I ournal, escribió muchas críticas e incontables artículos -entre otros, sobre la teoría de los vestidos femeninos, sobre el bárbaro status de la mujer y sobre el instinto del trabajo eficaz y sobre lo fastidioso del trabajo-, todo ello anunciador de sus libros posteriores. En aquellos años desarrolló también su estilo pedagógico, si puede hablarse de tal. Se sent,aba ante el _escritorio, a hablar en voz baja y monotona al punado de estudiantes interesados que lograban acercarse bastante. También descubrió Veblen -si no lo sabía de antemano- que algo XIX
en él (inteligencia, modales, vestimenta, su sardónica y desafiante indiferencia a toda aprobació~ o desaprobación) le hacía extremadamente atraenvo para las mujeres. Su esposa, como ya dijimos, se encontró cada vez con mayor competencia. Esta competencia fue algo con lo que no pudieron reconciliarse ni ella ni las comunidades académicas en que residió Veblen. En 1899, aún en Chicago, míentras Laughlin seguía esforzándose por conseguirle pequeños aumentos de salario, o por. 0,btener. renovaciones de su contrato, Veblen publicó el pnmero y más grande de sus libros: la Teoría de la clase ociosa. ItI
Poco hay que pueda decirse acerca de la Teoría de la clase ociosa que el lector no aprenda mejor en el propio libro. Es una obra maravillosa; es asimismo a su modo especial, una obra maestra de la prosa inglesa. El estilo de Veblen no puede leerse como el de ningún otro autor. Wesley C. Mitchell -considerado, aunque no muy justificadamente, como su principal albacea intelectual- dijo una ~ez: "Hay que ser sumamente avanzado para apreciar sus Iibros." Todos los que aman a Veblen quisieran creer eso. La verdad es más sencilla. Sólo hay que tomar en cuenta que, si se desea apreciar a Veblen, se le debe leer muy cuidadosa y lentamente. Vebien ilustra, divierte y deleita, pero sólo si se le dedica bastante tiempo. Resulta difícil separar el idioma de Veblen de las ideas que trasmite. Las ideas son agudas, incisivas y desafiantes. Pero también su escritura es un arma. Mitchell observó que Veblen normalmente escribía "con un ojo en los méritos científicos de
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su análisis y el otro en el intrigado lector". Asimismo,· Veblen sobresalta a su lector con unos significados perversamente escogidos. Estos significados rara vez se apartan de lo sancionado por el uso más preciso y exigente. Pero en el éontexto son, al menos, inesperados. Esto lo atribuye Veblen a la necesidad científica. Así, en su inmortal análisis del consumo ostensible, observa que el gasto, si ha de contribuir eficientemente a la "buena fama" del individuo, generalmente debe hacerse en "cosas superfluas". "Para producir buena reputación, ese consumo tiene que ser derrochador." Todo esto es perfectamente exacto. Los ricos adoran la fama; el gasto productor de buena reputación es lo que aumenta su fama; los vestidos, casas, séquitos que sirven a este propósito y no son esenciales pa.ra la existencia, son superfluos. El gasto no esencial es derrochador. Pero sólo Veblen pudo usar esas palabras de esta manera. En el caso de dr:rro.c,he considera necesarias unas palabras de explicación. característicamente desenvuelta y objetiva. En el lenguaje de la vida cotidiana, dice, "la palabra lleva consigo una resonancia condenatoria. La utilizamos aquí a falta de una expresión mejor ... pero no se le debe tomar en mal sentido ... " y así continúa. Las esposas de los ricos evitan todo empleo útil porque "la abstención del trabajo no es sólo un acto honorífico o meritorio, sino que llega a ser un requisito impuesto por el decoro". Honor, mérito y decoro son empleados con exactitud, pero no son asociados a menudo con la ociosidad. El ladrón o estafador, dice Veblen, que ha ganado una gran riqueza... tiene mayores posibilidades que el raterillo de eludir el castigo de la ley porque "un gasto bien considerado de su botín agrada extraordinariamente a personas que tienen XXt
un sentido cultivado de las conveniencias y contribuye mucho a mitigar el sentido de depravación moral con que se consideran las infracciones cometidas". Ordinar-iamente, ~o asociamos el disponer de una nqueza mal habida con la buena crianza. Es así como debe leerse la Teoría de la clase ociosa, o cualquier escrito de Vcblen. Si el lector a.vanza rápidamente, las palabras tendrán su significado contextual ordinario, no el sentido preciso y perverso dado por Veblen. El derroche será malo no fuente de estima; la asociación de ocio con mérito, honor y decoro será pasada por alto, así como la que existe entre el pillo y sus gastos. Al planear esta edición, pensé en explicar los puntos Oscuros de Veblen. Me senté a hacerlo y a preparar unas notas de pie de página. Mas concluí, al final, que casi nada requería explicación. El estilo es claro y lúcido. Son sólo las plabras las que hay que pensar. El libro entrega su mensaje, y con él todo su encanto, sólo a quienes, también, tienen sus ratos de ocio. Cuando Veblen hubo terminado el manuscrito de La clase ociosa, lo envió al editor, pero la obra volvió a sus manos varias veces para revisión y, según se cree, requirió una garantía de su autor. Resulta tentador especular acerca de las razones de esta renuencia. El libro no pudo estar mal escrito en ningún aspecto técnico o gramatical. Y tampoco era Veblen un escritor bisoño. Podemos imaginar que el perverso y sorprendente uso de las palabras, aunado sin duda a la ironía y al ataque a los iconos, . fueron más de lo que ningún editor podía publicar, Pero alguien más debió de ver qué ha. bía allí.
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La tesis de la Teoría de la clase ociosa puede exponerse rápidamente. Es un tratado, el más comprensivo jamás escrito, sobre esnobismo y presunción social. Parte de él es aplicable a la sociedad norteamericana de fines del siglo pasado -c-en plena "edad sobredorada" del capitalismo norteamericano- pero es más maravillosamente pertinente en el caso de la opulencia moderna. A menudo, los ricos han sido atacados por los menos ricos, por disfrutar de una posición social superior, basada en su dinero y no en valores morales o intelectuales, por usar su riqueza y su posición para sostener un disoluto consumo de las riquezas que otros necesitan urgentemente, y por defender la estructura social que les ha acordado su privilegiada posición. Y han sido atacados por el comportamiento pérfido y bajo que su riqueza puede pagar y que sanciona su posición social. Sus críticos reconocen en todo esto a los ricos su superior poder y posición, les niegan el derecho a tal posición o a comportarse como lo hacen. Habitualmente, su negativa muestra mucha escandalizada cólera o indignación. Se ha considerado a los ricos dignos de tal cólera o indignación. Es éste el supremo logro literario y polémico de Veblen: no concede nada a los ricos y acaudalados; y no soñaría siquiera con sugerir que sus propias actitudes o pasiones personales están en juego. Los ricos son meros especímenes antropológicos, cuya conducta resulta más interesante y más visiblemente ridícula por la posesión de dinero y propiedades. El esfuerzo por establecer precedencia para sí mismo y el afán por el resultante reconocimiento y aplauso son casi las tendencias humanas XXIII
más universales. A este respecto, nada diferencia a Whitney, Vanderbilt o Astor de un cacique papú o de lo que "ofrecen las tribus de los andamanes". Los atuendos, festivales o ritos y artefactos de los Vanderbilt y los Whitney son más complejos, pero eso no significa que su móvil sea distinto, en modo alguno, del de sus equivalentes bárbaros. Conviene recordar que Veblen escribió en los últimas años del siglo pasado, antes de que el orden establecido sufriera el pulverizador embate de la primera Guerra Mundial, de Lenin y de la oratoria igualitaria de la moderna política democrática. Era un tiempo en que los caballeros aún se creían caballeros y -al menos en los Estados Unidos- que era la riqueza la que establecía la diferencia. Y, en general, el resto de la población convenía en ello. Veblen calmadamente identificó los modales y el comportamiento de estos presuntos caballeros con los modales y el comportamiento de los pueblos de la selva. Al hablar de la utilidad de las distintas observancias con el propósito de afirmar o aurnentar la reputación del individuo, Veblen observa que "los regalos y las fiestas tuvieron probablemente un origen distinto de la ostentación ingenua, pero adquirieron muy pronto utilidad para este propósito y han conservado este carácter hasta el presente. .. Las diversiones costosas, tales como el potlach y el baile, están especialmente adaptadas para servir a este fin". Las cursivas que equiparan el potlach y el baile son mías; Veblen nunca habría soñado con hacer resaltar un punto tan obvio. El libro es verdaderamente devastador. Pero es, también, muchas cosas más. L'1. teoría de la clase ociosa ilumina de modo brillante y revelador el efecto de la riqueza sobre el comportamiento. Nadie que haya leído este libro volverá a ver a la XXIV
misma luz el consumo de bienes. Por encima de cierto nivel de riqueza, el disfrute de bienes -vestidos, casas, automóviles, diversiones- nunca puede volver a considerarse intrínseco como, ingenuamente, aún lo considera el economista establecido o neo-clásico. Posesión y consumo son el estandarte que anuncia el triunfo, que proclama, según las normas aceptadas por la comunidad, que su poseedor es un hombre de éxito. En este sentido, al revelar lo que antes no se había visto, la Teoría de la clase ociosa es un gran logro científico. También es cierto, j ay!, que buena parte del proceso por el cual se revela esta verdad -por el cual se logran las percepciones de Veblen- es, científicamente, algo así como una estratagema. No hay duda de que antes de escribir La clase ociosa, había leído extensamente sobre antropología. Tenía a su disposición incontables comunidades y costumbres primitivas, y se remite a ellas con un desenfado que sugiere -y que probablemente se proponía sugerir- que tenía en reserva mucho más de tales conocimientos. Pero en el libro no hay referencia a sus fuentes; no hay nota que nos diga de qué dependió Veblen para informarse. En una de las primeras páginas nos explica que el libro está basado en la observación cotidiana, y no pedantescamente en la erudición de otros. Esto es cierto por lo que concierne a la Quinta Avenida y a Newport. Se puede suponer un conocimiento adecuado, aunque sea de oídas. Pero Veblen no tuvo oportunidad similar de saber acerca de los papúes. En rigor, la antropología y la sociología de Ve· bIen son arma y armadura antes que ciencia. Se vale de ellas para iluminar (y ridiculizar) el comportamiento de la clase más poderosa de su época. Y como lo hace en nombre de la ciencia y con las
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armas de la ciencia -sin perrmtir manifestarse a ningún indicio de resentimiento o de ira-, lo hace con casi perfecta seguridad. La mariposa no ataca al zoólogo por decir éste que es más decorativa que útil. Que Marx era un enemigo cuyo veneno había que devolver en la misma especie es algo que los capitalistas no dudaban. Pero Veblen no. El rico norteamericano nunca comprendió bien qué trataba de hacer Veblen, o qué estaba haciendo con él. La pretensión científica, la ironía y las explicaciones minuciosas de que las palabras más peyorativas estaban siendo utilizadas en un sentido estrictamente no peyorativo lo pusieron más allá de la comprensión de aquél. Por entonces, la protección era necesaria. Y hay no pocas pruebas de que Veblen estaba consciente de esta necesidad. Durante los años que dedicó a trabajar en La clase ociosa, los profesores liberales de la Universidad de Chicago eran frecuentemente atacados por la plutocracia vecina. Ésta esperaba que la economía y otra~ ciencias soc