Vaschetto Emilio Comp - Psicosis Actuales

January 4, 2017 | Author: ManuelCárdenas | Category: N/A
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Psicosis actuales Hacia un programa de investigación acerca de las psicosis ordinarias Emilio V aschetto (compilador)

Jean Claude Maleval José María Álvarez

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José Rodríguez Eiras Sérgio Laia Guillermo Belaga Juan de La Peña Elena Levy Yeyati Jorge Faraoni Delfina Lima Quintana Ramiro Gómez Quarello

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© GRAMA ediciones, 2008. Fondo de la Legua 2476, Edif. 3, Depto. 40 (1640) Martínez, Pcia. de Buenos Aires, Argentina Tel.: 4743-8766 • [email protected] http: / / www.gramaediciones.com.ar Vaschetto, Emilio Psicosis actuales : hacia un programa de investigación acerca de las psicosis ordinarias - la ed. - Buenos Aires : Grama Ediciones. 2008. 148 p. ; 21x14 cm. ISBN 978-987-1199-73-0 1. Psicoanálisis. I. Titulo CDD 150.195

Traducciones del francés: Carolina Alcuaz Traducciones del portugués: Pablo Sauce

Hecho el depósito que determ ina la ley 11.723 Q ueda prohibida la reproducción total o parcial de este libro por medios gráficos, fotostáticos, electrónicos o cualquier otro sin permiso del editor. Im preso

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A r g e n t in a

D istribuye en E spaña: C an o a Hihtokiai. •Telefono / fax: 9 11 ,M3 l'l | c mium-diiui mini vnlmn «

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Indice Agradecimientos / 7 Advertencia / 9

I. Argumento Psicosis actuales / 13 Emilio Vaschetto "Incurables" / 31 Delfina Lima Quintana, Ramiro Gómez Quarello, Jorge Faraoni, Emilio Vaschetto Itinerario / 45 II. Normalidades Las otras psicosis / 51 José María Alvarez, Juan de La Peña, José Rodríguez Eiras Una dificultad para el viraje en la psicosis / 65 Elena Levy Yeyati "Palabras impuestas". Contribuciones de Joyce y del Sr. Primeau a la clínica de las psicosis / 73 Sérgio Laia III. Suplencias Estudio sobre las soluciones narcisistas en las psicosis / 89 Guillermo Belaga La elaboración de una suplencia por un proceso de escritura. Raymond Roussel / 113 Jean-Claude Maleval

Agradecimientos

Psicosis actuales

Quiero agradecer en primer lugar a mi amiga, Alejandra Glaze, quien me confió la elaboración de esta compilación. A los autores, por haber ofrecido trabajos originales gestados en un intercambio formal e informal con este iniciador. A Jean Claude Maleval, por su respuesta entusiasta y desinteresa­ da; quienes seguimos sus desarrollos conocemos el nivel de sus conceptualizaciones. A Sérgio Laia, quien amablemente nos ofreció un excelente traba­ jo, el néctar de su tesis sobre James Joyce. A Guillermo Belaga, de quien esperaba en lo personal un escrito que pudiera resumir su fecunda labor de transmisión en la clínica de las psicosis. Sin lugar a dudas mí requerimiento ha sido ampliamen­ te saldado. A José María Alvarez, Juan de La Peña y José Eiras, a los que les agradezco no solo su original escrito, sino también el feedback amis­ toso previo a la redacción del libro. A Elena Levy Yeyati, por haber tomado el desafío de plasmar en un escrito para este libro las preguntas que convocan a nuestra clíni­ ca. Los que la conocemos personalmente, sabemos de su idoneidad y su agudeza teórica. A mis compañeros del Hospital Central de San Isidro, Delfina Lima Quintana, Ramiro Gómez Quarello y Jorge Faraoni, quienes tomaron con ardorosa inquietud el reto de constituir un grupo de investigación que no deja de sorprendernos e impulsar nuestro deseo de saber. A Pablo Sauce, colega argentino de la EBP Bahía, por su labor estricta en la traducción del portugués. A Carolina Alcuaz, no solo por el cuidado en la letra exquisita del señor Maleval, sino también por su crítica implacable (pero impres­ cindible) hacia mis elaboraciones.

Advertencia

P sicosis actuales

Este libro contiene diferentes estudios clínicos y teóricos produc­ to de un intercambio formal e informal con sus autores, quienes han intentado abordar -cada cual con su estilo- la temática de las llama­ das psicosis ordinarias con el mayor grado de rigurosidad y seriedad que tal definición lo permite. No pretende ser un compendio de saber acabado ni mucho menos enciclopédico, sino más bien, un acercamiento lo más exhaustivo posible, hacia los hechos clínicos que interrogan al psicoanálisis hoy. El subtítulo que glosa "programa", hace alusión a lo que del psi­ coanálisis comporta en su ética y esto implica un bien-decir. Por eso, el lector interesado que se aproxime a la lectura de estas investiga­ ciones se encontrará no solo con la letra de Joyce sino también con la de Roussel o la de Macedonio Fernández. Renovar estas lecturas, a la luz de una orientación pragmática, es la fuerza del psicoanálisis de orientación lacaniana hoy en su lucha contra cualquier terapéutica que implique la coacción, el enmu decimiento o la cobardía. Siempre son nuestros pacientes, aquellos sujetos que acuden a nuestra ayuda, quienes llevan la delantera respecto de las definicio­ nes más genuinas de una praxis: las que, edificadas con el dolor del alma, expresan los arreglos o remiendos que se tejen a su alrededor. Si quisiéramos soñar con un tiempo mítico en la historia de los síntomas (mentales), nos encontraríamos con un savoir faire de la dis­ ciplina fusionado maravillosamente con la lengua del loco, con sus invenciones. Bleuler cuenta en su monografía sobre las esquizofrenias que un paciente de Jung, en el momento del barrage del pensamiento, le dijo a éste que le habían "robado el pensamiento". Robo del pensamien­ to. ¿No es sorprendente que ese signo, esa invención psicótica -toma­ da a la letra- subsista en los manuales clasificatorios actuales como lo son el DSM o la CIE?

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I. A r g u m e n t o

Psicosis actuales Hacia un programa de investigación acerca de las psicosis ordinarias

Emilio Vaschetto *

Y la moraleja de esto es: 'Cuida el sentido, que los sonidos se cuidarán solos'. Aventuras de Alicia en el pat's de las maravillas, L ewis C arroll

Argumento Psicosis actuales** es el nombre que se me ocurrió para ilustrar, o tal vez, encontrar un sintagma desde donde problematizar ciertas presentaciones en la llamada época del Otro que no existe. Nuestro colega Eric Laurent planteó hace un tiempo la necesidad de incorpo­ rar la idea de psicosis ordinaria como un programa de investigación, lo que nos ayuda a desnaturalizar las nosografías clásicamente conoci­ das. Decíamos, la época del Otro que no existe, ¿pero la psicosis no es un ejemplo cabal de que no hay Otro del Otro? Más específicamente, la esquizofrenia, ¿no es un testimonio patente y doloroso de la tacha­ dura del Otro? Pues bien, no podemos negar que la vertiente irónica -que algu­ nas veces cumple paradójicamente un rol en la estabilización del sujeto- diluye toda ilusión posible de código compartido, de comuPsicosis a c t u a l e s

E m ilio V a s c h e t t o es miembro de la Escuela de Orientación Lacaniana y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis; miembro del Centro Descartes; Presidente del Capítulo de Epistemología e Historia de la Psiquiatría de la Asociación de Psiquiatras Argentinos; Jefe de trabajos prácticos del Departamento de Salud Mental de la Universidad de Buenos Aires e investi­ gador asociado al Departamento de Historia de la Medicina de la UBA; Médico psiquiatra del Hospital Central de San Isidro, Buenos Aires, Argentina. Email: [email protected]. ** Un resumen de este trabajo ha sido ya publicado en la revista electrónica Virtualía bajo el título "Psicosis contemporáneas''. 13 *

nidad de sentido. Incluso lo "paranoide" en la esquizofrenia, que alude al polimorfismo clínico de ésta (y no como a veces se piensa, a lo persecutorio), es el escepticismo más evidente del funcionamiento del Otro como código. ¿Qué pasa entonces con la paranoia o la melancolía? Es un hecho evidente que hoy el intento de construcción de un Otro, que en estas psicosis se genera por la vía del delirio, se encuentra debilitada. De allí que suele expresarse la nostalgia de algunos profesionales psi al modo de: "melancolías y paranoias eran las de antes". Si bien esos estados típicos causaban el asombro del psiquiatra, tal como lo reco­ nocía Freud, no comportaban necesariamente el principio de su entendimiento1. A saber, cuál era la lógica subyacente, o qué gramá­ tica soportaba la respuesta delirante; qué enigma inicial rubricaba la certeza interpósita que guiaría los encuentros extáticos y decadentes con el Otro gozador. Las psicosis actuales, plantean una clínica post-psicopatológica. Veamos en los casos donde, por ejemplo: el significante depresión puede anudar una xenopatía del cuerpo o del pensamiento2; donde los síntomas obsesivoides (rituales de verificación, locura de la duda y del tacto, pensamientos parásitos, etc.), los cuales el sujeto no per­ cibe con certeza ni ajenidad, son una respuesta, una cobertura imagi­ naria que mitiga el fenómeno de "cadena rota"3; donde una forma­ ción de carácter puede ser una defensa, un punto de llegada, casi un dasein, como solución posible4; las posiciones irónicas y los usos tran-

F reud, S., "Sobre un caso d e paranoia descrito autobiográficamente" (Schreber), en: Obras completas, t. XII, Amorrortu, Bs. As., 1989. 2 "... llama la atención la relación de extrañamiento con su cuerpo, lo ajeno a él. Se da cuenta de la gravedad de su depresión por la altura del pasto, adelgaza demasiado por darse cuenta de que tenía que comer apenas cuando estaba por desmayarse.". C ollier D o R éco Barros, I., "La ruta a seguir", trabajo presen­ tado en las Jornadas anuales de Pausa, diciembre de 2007. Inédito. Ver lam_ bien el caso C en: "Incurables...", en este mismo volumen. Hay una serie de trabajos psiquiátricos que destacan el electo "protector" que poseen los síntomas del trastorno obsesivo-compulsivo cuando ap.uoceu en una psicosis (esquizofrénica), como así también la posibilidad de évitai una "desintegración de la personalidad" en el proceso psicolno Vei los ti abajos de: STENGEL, E., A study on some clinical a sp ectu/ the rclaiilioii-hip bel tocen obsessional neurosis and psychosis types, | Ment Sci, I'M1, >i| lia, |HV y POYUROVSKY, M., Fucus, C , Wta/.MAN, A., ( >bscs -ioc t onipnl- ioc I Usinier in Patients With Eirst-Episode Schizophrenia, Am I I ’s v c l i i a l i v . 1'•*. I ' 1'in .’ttnil, 1000. (Citados en el notable trabajo île investigación de b in i M.un n n / I■. I minus psicóticas del trastorno obscsioo compulsion Pn-.eiilai ion de i,/e . ¡linn os, Uev. ALCMEON, Año XII, vol 10, N'’7, septiembre de .’OUI 14 1 Ver: "in cu ra b les., en este mismo volumen

Emilio Vaschetto

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sestructurales de la ironía5; en aquellos que padecen de la iniciativa del Otro sin ser clínicamente lo que se dice una paranoia6. Considero que el nombrar los hechos clínicos dados en un sujeto, como psicóticos, no resuelve nada más (ni nada menos), que cierta modalidad de relaciones fenómeno-estructura que orientan la escu­ cha y una mayor precisión en cuanto al lugar de intervención desde la transferencia. Esto último fue una preocupación central en J. Lacan para el tratamiento de las psicosis, ya que no desconoció en su lectu­ ra del caso Schreber el lugar del almicida (Seelenmord), el doctor Fleschig, como tampoco habrá dejado pasar por alto el libro escrito por este prestigioso neurólogo Cerebro y alma (Gehirn und Seele), donde se pueden rastrear los antecedentes de los enunciados o de la "inducción significante" en el delirio del presidente del tribunal supremo7. Discursos que porten semejante consistencia o atribución de lugar, solo podrían tener la vitalidad de otro tiempo, en donde la impresión de un Otro del saber a quien nadie pide cuentas -pues se autoriza primero en lo que dice y luego en su experiencia-, ya no es patrimonio de los hombres de hoy. Giorgio Agamben comenta en Infancia e historia que al hombre moderno se le ha expropiado su experiencia, posee una pobreza de experiencia. Hay un fárrago de acontecimientos que rebasan al hombre actual pero ninguno de ellos es convertido en experiencia, y esto es lo que vuelve insoportable la existencia cotidiana. Lo interesante que subraya el autor es que la experiencia "no tiene su correlato necesario en el conocimiento, sino en la autoridad, es

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5 Acerca de la posición irónica en una psicosis ordinaria ver: Botto, S., Vaschetto, E., "L o efímero de hacer con lalengua un cuerpo. Aportes para un programa de investigación acerca de las psicosis ordinarias", trabajo presen­ tado en las Jornadas anuales de la EOL, diciembre de 2007. Inédito. Sobre una observación transestructural de la ironía (según mi lectura) ver: Silvestri, N., "Efecto terapéutico: un punto de sorpresa". Jornadas anuales de la EOL, diciembre de 2007. Inédito. 6 "[El sujeto] no presenta un franco desencadenamiento. Solo vive experiencias que lo confrontan con el goce del Otro, que experimenta en la forma de enig­ ma y que siente como un serio peligro para su existencia." Cf. LÓPEZ, G., "Acomodando las piezas", trabajo presentado en las Jomadas anuales de PAUSA, diciembre de 2007. Inédito. 7 Un trabajo al que me he abocado en algunas clases o seminarios es a hacer una lectura comparada de los dos textos (el de Schreber y el de Fleschig). En ellos se encuentra una coincidencia extraordinaria. En nuestro medio el libro de Paul Fleschig Cerebro y alma tuvo una escasa circulación pese a la excelente tra­ ducción de los doctores Outes y González y los invalorables aportes del doc­ tor Goldar en el prólogo. 15 actuales

decir en la palabra y el relato. Actualmente ya nadie parece disponer de autoridad suficiente para garantizar una experiencia"8. Nuestra época posee el interesante desafío de poder modular tanto lo viejo como lo nuevo. No es el momento de cubrir con tierra seca el fecundo tesaurus de los maestros clínicos, como tampoco es la ocasión de estratificarse en suelos arcaicos sin aspirar el aire fresco de la superficie. Tanto algunos aportes de la clínica clásica, como el esfuerzo de investigadores de nuestro tiempo, pueden confluir -al menos es lo que intento demostrar- en un punto central: el interés en los trastornos del lenguaje. Decir "trastornos del lenguaje" nos puede ayudar también a pen­ sar que hay un trastorno propio del lenguaje, o un trastorno por el uso del lenguaje. "Hablar es un trastorno del lenguaje", deda J.-A. Miller en Las psicosis ordinarias. Puede entenderse, entre otras cosas, que hablar es un modo de horadar Mengua de tal manera que la rela­ ción con el lenguaje no nos sea tan "normal"9. Y normal quiere decir que la intención significante viene dada, es impuesta, extranjera, xenopática; puede estar localizada en el Otro (paranoia), estar deslo­ calizada (fragmentación del cuerpo, disgregación y emancipación del pensamiento), o bien, develar con pureza el vector intencional de la realidad al modo de un "delirio de significaciones" 10 (acepción por cierto inapropiada ya que justamente se trata de sujetos que no ponen en funcionamiento el artificio del delirio en respuesta al enig­ ma inicial). Veamos entonces qué nos dice "lo sensitivo".

Emilio Vaschetto

La era sensitiva La hipertrofia del trastorno de ansiedad social a partir del DSM IV gracias a la confluencia de los lobbys farmacéuticos y agrupaciones de distintos tipos (entre ellas, de pacientes y familiares de enfermos) produjo una medicalización de los estilos de vida, el “life style drugs" (como lo llama el prestigioso psicofarmacólogo D. Healy). Esto moti­ vó que muchos sujetos tímidos y vergonzosos entraran en los casille­ ros de una supuesta enfermedad, atrayendo a su vez a algunas per­ sonas que en la consulta relataban, dentro del catálogo de las mani­ festaciones de este trastorno, fenómenos que implicaban otro orden 8 A gamben, G., Infancia e historia, AH editora, Bs. As., 2001, pág. 9.

9 "Se trata para e) hombre justamente de arreglársela con esa modulación con­ tinua, como para que no le ocupe demasiado.", L acan , J., El seminario. Libro .1, Las psicosis, Paidós, Bs. As., 1992, pág. 163. 16 ln Jaspers, K., Tratado de psicopatología general, FCE, México, 1993.

que el del contagio masivo. La vergüenza, indicador fantasmático por excelencia, se expresaba en estos sujetos como la emergencia des­ camada del objeto mirada o la mueca del mundo. Hemos constatado clínicamente la presencia de estos fenómenos en sujetos psicóticos que en otro tiempo habrían sido llamados "sensitivos". Vale decir, sujetos que clínicamente no se ajustaban a lo que típicamente se cla­ sifica como paranoia, esquizofrenia, parafrenia o melancolía. Desde luego, no es nuestro interés reintegrarlos anacrónicamente a la ya conocida categoría del delirio sensitivo, aunque sí nos importa inter­ pretar esto. Durante un tiempo se pensó en la clínica psiquiátrica que aquellos sujetos que presentaban el fenómeno de significación personal mór­ bida (Eigenbeziehung) posteriormente desarrollarían un delirio siste­ mático, y se actuaba a tal fin. O bien, alojando a los mismos en salas de clinoterapia a la espera del advenimiento del delirio, o bien apa­ ciguándolos en un sueño profundo11 (ver foto).

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R, "Fenómenos elementales psicóticos y mecanismo institucio­ nal", Rev. Etiem, 1996. 12 Extractada del libro de Stagnaro, J. C ; G onzález C háves, J. M.., Hospicio de las Mercedes, 130 años, Polemos, Bs. As., 1993. Corresponde a una de las veinti- 17 11 S a u v a g n a t,

En la actualidad, el empuje al delirio está -por la liquidez de los discursos- sofrenado, detenido. El lugar del analista como secretario del alienado, como receptor de un testimonio que alienta al sujeto a la estabilización del significante y el significado (vía la metáfora deli­ rante), ha quedado cualitativamente desplazado al lugar de un des­ tinatario del significante aislado en lo real; o al igual que el contra­ punto orquestal, al otro lugar desde donde hacer resonar en forma atenuada los efectos de la no extracción de goce o del desanuda­ miento del sentido, de la frase o del cuerpo. Para lo cual no debemos retroceder ante la pesquisa del aconteci­ miento, no como búsqueda cronológica sino como encrucijada de destino, como trazo...

Emilio Vaschetto

"Siempre hay una ruptura con lo que Kraepelin llama (...) la evolución continua del delirio dependiente de causas internas -refiere el doctor Lacan. Es absolutamente manifiesto que no se puede limitar la evolución de una paranoia a las causas internas". Más adelante agrega: "Cuando se buscan las causas desencade­ nantes de una paranoia [diremos psicosis] siempre se pone de manifiesto, con el punto de interrogación necesario, un elemento emocional en la vida del sujeto, una crisis vital que tiene que ver efectivamente con sus relaciones externas, y sería muy sorpren­ dente que no fuera así tratándose de un delirio que se caracteriza esencialmente como delirio de relaciones, término que es de Wernicke y no de Kretschmer" .13 La referencia corresponde al "primer Lacan" pero se ajusta con precisión a los fenómenos predelirantes de nuestro época. Siempre me llamó la atención esta mención a Wernicke, un emi­ nente neurólogo y como tal, de espíritu localizacionista. Pero lo que interesa a Lacan y lo que a nosotros nos debe interesar, es la orienta­ ción hacia los hechos significantes de la locura. No es un detalle menor que Freud tuvo también que acudir a Wernicke a la hora de hacer uso del concepto de pensamiento hipervalente o hiperintenso. Freud utiliza el concepto de Wernicke de überwertig en el "Pro­ yecto. . ,"14, en las conceptualizaciones de la histeria con Breuor15 y en el caso Dora; aunque siempre para referirse a la histeria:

cinco láminas que se encuentran en el Museo de Ncuropsiquiali ía del 1lospital José T. Borda, realizadas por orden del Dr. Domingo Cabred (C'irea 19051910). 13 Lacan, J., El seminario, Libro 3, Las psicosis, op. cil., p.ígs. .11. 14 Freud, S., "Proyecto de psicología para neurólogos", op. cil., I. I, p.lgs. 194. 18 13 Freud, S., "Estudios sobre la histeria (1891-1895)", op. cil., I. II, p.ígs. 257.

"Un itinerario de pensamientos así puede llamarse hiperintenso o, mejor, reforzado, hipervalente, en el sentido de Wernicke. A pesar de su carácter en apariencia correcto, resulta patológico por esta peculiaridad: no puede ser destruido ni eliminado por más esfuerzos conceptuales concientes y deliberados que haga la persona" 16 Este uso detallado del significante nos ayuda precisamente a aproximarnos a los fenómenos más sutiles de nuestro tiempo y a sos­ tener una clínica correlativa entre neurosis y psicosis. Volviendo al delirio sensitivo de relaciones, el detalle de la men­ ción a Wernicke, inadvertido por los clínicos, tiene en su núcleo la esencia de la psicosis. Lo sensitivo es la respuesta del sujeto a las rela­ ciones que se le plantean en la realidad. En rigor de verdad, la reali­ dad toda se tiñe de una significación enigmática. Wernicke subraya que se debe a un severo grado de los fonemas donde: "...hay una acentuación sensitiva dada por la misma enferme­ dad como elemento adicional de en sí percepción sensorial nor­ mal". [Por lo tanto esto] "lleva a una alteración en la identificación secundaria en el sentido de que entre todas las interpretaciones posibles es preferida la que se refiere a la propia persona, -y añade- es la significación personal mórbida de Neisser, y de esta manera se favorece el surgimiento del Delirio de relaciones". [El cual es] "como el delirio de persecución, solamente un nombre colectivo para una gran selección de imágenes delirantes, las que están ligadas al acto de percepción y que se presentan simultáne­ amente con éste; consiste en una alteración de las propias percep­ ciones (...) el enfermo hace la observación de que la gente se detie­ ne, en ocasiones, debido a él, se apartan y hacen o efectúan cual­ quier clase de gestos. Cuando silba lo hacen delante de él, cuando hablan, hablan de él, lo siguen, las miradas y los gestos de perso­ nas extrañas se refieren a él" .1718

16 F reud, S., "Fragmentos de análisis de un caso de histeria (Dora)", op. cit., t. VII,

págs. 48. 17 W ernicke, C, Tratado de psiquiatría, Polemos, Bs. As., 1992, pág. 131. 18 L acan , J., De la pychose paranoïaque dans ses rapports avec la personnalité, Seuil,

Paris, 1975, pág. 91

Psicosis a c t u a l e s

Ya posteriormente Ernst Krestchmer, a quien la historia le atribu­ yó este delirio de relaciones, plantea un aporte interesante que Lacan no deja pasar por alto en su tesis. El carácter reaccional del delirio, a punto de partida de un acontecimiento, señala al sujeto en el plano éticow. Es curioso y contradictorio a la vez, ya que el paranoico es

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quien indiscutiblemente señala al Otro como responsable del mal, siendo su inocencia proporcional a esta imputación certera. En el caso del delirio sensitivo, el sujeto se asigna la responsabilidad de lo que le retorna como goce del Otro, ya que él reconoce estar lesiona­ do en su ética19, y el delirio representa manifiestamente el calco exterior del desprecio interior de sí mismo. No voy a centrarme en lo ya conoci­ do del autor acerca de la personalidad, lo situacional y la vivencia que coronan el diagnóstico. Lo que sí es destacable, es la particular coalescencia que se produce entre ética y psicosis, que es también explicitada por Lacan en su seminario sobre las psicosis a propósito de Schreber: "... en el caso del presidente Schrebrer una significación que concierne al sujeto, pero que es rechazada, y que solo asoma de la manera más desdibujada en su horizonte y en su ética, y cuyo sur­ gimiento determina la invasión psicótica" .20 Hay una nueva clínica que convive con la vieja clínica, la de las bellas formas21. No es que hayan desaparecido brutalmente las viejas paranoias, ni las sorprendentes parafrenias, pero sí habitan en cons­ telaciones clínicas mucho más borrosas22. Sin embargo las "nuevas presentaciones" nos impulsan a no sos­ layar el hecho consustancial a la psicosis una y otra vez enunciado por Jacques Lacan: "la relación del hombre con el significante", o bien. "La relación entre el significante y el sujeto ...se encuentra ...desde el aspecto de los fenómenos, si regresando de la expe­ riencia de Freud, se sabe el punto adonde conduce..Z'.23 19 Kretschmer, E., Paranoia et sensibilité. Presses Universitaires de France, Paris,

i Emilio Vaschetto

1963. 20 L acan , J., El seminario, Libro 3, Las psicosis, op. cit., pág. 124. 21 Sobre la psiquiatría como discurso estético pongo a disposición del lector dos de mis trabajos presentados en sendos congresos: "Ecos argentinos de la Otra psiquiatría" (Congreso Europeo de Historia de la Psiquiatría, Madrid, agosto de 2006); "Hacia una historia de los síntomas..." (Encuentro Argentino de Historia de la psiquiatría, la psicología y el psicoanálisis. La Piala, noviembre de 2006). Inéditos. 22 "La clínica nos enseña que los casos más frecuentes son precisamenle los mix­ tos o híbridos entre la paranoia y la esquizofrenia, la paranoia y la melancolía, la esquizofrenia y la melancolía", en: Estudios sobre las psicosis. Ai.v a r e M., Grama ediciones, Bs. As., 2008, pág. 175. 23 L acan "De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psico20 sis", en: Escritos 2, Siglo Veintiuno ediciones, Bs. As., 1980, pág. 518. / ,

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No se trata de un significante que engendra sentido o que puede llevarnos a una hermenéutica infinita (como suele criticársele aun hoy al psicoanálisis), sino más bien de una clínica del significante ais­ lado y su posible apareamiento de goce o la fuga del sentido. Si continuamos, sin temer a una lectura anacrónica24, se trata del significante en su dimensión de letra, la cual sabemos que "es mucho menos etimológica (precisamente diacrónica) que homofónica (precisamente sincrónica)"25. Hace ya varios años que veo a un sujeto que, según él, encontró una salida al "caos" por la vía de la escritura26. Pero una escritura que resultó ser estrictamente artesanal 27. No es en sí el acto de escri­ bir lo que le evitó desengancharse del Otro -pues éste ya era su ejer­ cicio habitual-, sino una modalidad de escritura, producto de su aná­ lisis, que osciló inicialmente entre la "poesía libre" y el "soneto", para luego inventarse un estilo propio: "el emocionismo". Este estilo tiene la particularidad de ser un soneto que no respeta la estructura rígida del mismo pero que le ayuda a "encontrar el sentido". El emocionis­ mo es el nombre a "un sentido" que es la evitación misma de su des­ lizamiento al infinito, como le sucede cuando retorna al ejercicio de la poesía libre, o para poder eludir la extrema compacidad del sone­ to, que en él se expresa como taedium vitae e inercia.

Psicosis

24 Podríamos preguntarnos si es factible una lectura eucrónica de la obra de Lacan. Las enseñanzas de J.-A. Miller y E. Laurent nos han transmitido, a mi modo de entender, un ordenamiento no canónico ni heurístico, sino lógico. (Acerca de la lectura anacrónica en general, sugiero el libro de DidtH uberman, G., Ante el tiempo, Adriana Hidalgo, Bs. As., 2005). 25 A riesgo de cansar al lector, podríamos continuar deslizándonos en la misma página del texto donde añade: "Queda el hecho de que el inconsciente se pre­ ocupa más del significante que del significado...", Ibíd., pág. 551. 26 El material completo correspondiente a este caso fue presentado en las jorna­ das del Departamento de Enlaces (EOL), noviembre de 2006, Vaschetto, E., "Caso A. Del 'arresto' al estilo propio". Inédito. 27 "¿Qué es el saber hacer? Es el arte, el artificio, lo que da al arte del que se es capaz un valor notable, porque no hay Otro del Otro que lleve a cabo el Juicio Final (...) Esto significa que hay algo de lo que no podemos gozar. Llamémoslo el goce de Dios, incluyendo allí el sentido de goce sexual." Lacan , J., El semi­ 21 nario, Libro 23, El sinthome, Paidós, Bs. As., 2006, pág. 59. actuales

Un pasaje por la clínica pobre Hay algunos psicopatólogos que en su aguda mirada no se han dejado hipnotizar por la fenomenología más productiva de la psico­ sis. Tal es el caso de Wolfang Blackenburg, quien se adentró en lo que él llamó la "clínica pobre" de la esquizofrenia para tratar de descu­ brir cuál es el trastorno fundamental28. Bien sabemos que lo que Bleuler llamaba esquizofrenia, en sus manifestaciones clínicas más conspicuas, era la presencia de los síntomas accesorios de la enfer­ medad (delirios y alucinaciones). El trastorno psicopatológico funda­ mental para el psiquiatra del Burghózlhi, estaba centrado en la diso­ ciación, la Spaltung, lo que producía a su vez la falta de cohesión a las representaciones -efecto generado por la pérdida de la representación meta. Lo interesante de Blakenburg es que va a interrogar, desde la fenomenología, lo que Conrad llama la "apofanía"29, en el punto donde se produce la vivencia de significación anormal; pero poniendo el acento no solo en la Erlebnis sino también en la estructura de esta sig­ nificación anormal. Las síntomas observables son en sí, una reorganización, una res­ puesta del sujeto (el delirio como tentativa de curación en Freud); mientras que la incubación de tales estados, el campo preparatorio con la perplejidad y el enigma, introducen los interrogantes precisos y de rigor para el despliegue posterior. Desde luego que el modelo clínico de las psicosis en la psiquiatría está construido sobre la base de las expresiones más floridas y cautivantes. En este sentido, el molde utilizado para la esquizofrenia desde Bleuler a nuestros días, utiliza como soporte semiológico para todos los subgrupos el tipo paranoide. Es pertinente interrogarse junto a Blakenburg en las formas paucisintomáticas si "en la ausencia de toda conciencia anormal de significa­ ción30, una esquizofrenia podría aun ser diagnosticada". Es decir, si más allá de los síntomas de estado, puede pesquisarse la intimidad Emilio Vaschetto

28 Blakenburg, W., La perte de ¡'evidencie naturelle. Una contribution a la psychopalologie des schizophrénies pauci-symptomatiques, Presses Universitaires île Franee, París, 1991. 29 C onrad , K., La esquizofrenia incipiente. Intento tie un uniiliuis de lu /onini del deli­ rio, Editorial Alhambra, Madrid, 1961. 30 Corresponde a la traducción literal del texto di' Bl.ikenbuq’,, ,unu|iic se lee fácilmente que el fenómeno corresponde a una conciencia de signilicacioii anor­ mal ya que lo aberrante no es la conciencia sino la siy,ubicación que percibe el sufriente. Es solidario de esto la vivencia de signifient ion on laspers ( ver: 7rulado 22 de psicopatología general, FCE, Bs. As., 1991, paq. Ills y sutes.

morbosa. De hecho, es al punto en que se vuelve en cada agudización o poussée de la enfermedad, un retorno al punto de interrogación ini­ cial, una vuelta por ese universo ptolomeico donde el sujeto padece la experiencia más extrema de centralidad, clave de toda certeza.

La psicosis y los trastornos del lenguaje "... para que estemos en la psicosis tiene que haber trastornos del lenguaje, en todo caso les propongo que adopten provisional­ mente esta convención".31 En un artículo del 2003 del American Journal of Psichiatry, el inves­ tigador Shitij Kapur se interroga acerca de los procesos mentales en la psicosis proponiendo que la misma es "un estado de significación [salience] aberrante"32. Al margen del desarrollo biológico sobre el que asienta este precioso trabajo, el mismo posee la virtud de señalar el punto álgido de la fenomenología de la psicosis, lo que él llama "experiencias de significación aberrantes". Acontecimientos que no son privativos de las psicosis, como él lo aclara, sino que también se suceden en personas normales: lo mórbido reside en la atribución (la interpretación) que se le da. Es sugestivo leer a continuación de qué manera el autor se pregunta sin ningún prejuicio, acerca de por qué cuando a un paciente se le suspende la medicación neuroléptica, los síntomas vuelven al mismo lugar del desencadenamiento de la enfer­ medad, vale decir al punto inicial de la experiencia de significación aberrante. Algo muy cercano a lo que Lacan define como lo real. Kapur ubica, sin mencionarlo explícitamente, el trastorno esencial de la psicosis a nivel del lenguaje33. Vale decir, las experiencias de certe­ za en las cuales el sujeto se encuentra concernido por una significa31 32

L acan , J., El seminario, Libro 3, Las psicosis, op. cit., pág. 133. K apur, S., "Psychosis as a state of aberrante salience: a frameworking biology,

P sicosis

phenomenology, and pharmacology in schizophrenia", American Journal of Psichiatry, January 2003. Como se verá el término "salience" lo he traducido como significación por sugerencia del Dr. Aníbal Golchluck, quien fue el que me acercó este trabajo. Verdaderamente, el fenómeno se aproxima a lo que Clemens Neisser, a fines del siglo XIX había definido como "significación per­ sonal mórbida" y que viene a ser el "embrión lógico" del fenómeno elemental. Al respecto conviene no confundir a este autor con otros investigadores neurobiólogos como E. Kandel, quien intenta el recorrido inverso al querer "vali­ dar" las ideas del psicoanálisis mediante la exploración directa del cerebro humano. Más aún, reconoce en este tópico su "fascinación" actual. (Reco­ miendo leer en su libro, Kandel, E., Psychiatry, psychoanalisis and the new biology of mind, APP ed., 2005, en su introducción, pág. xvii) 23 actuales

ción que le resulta enigmática. El significante aislado en lo real que señala en una pura intencionalidad al sujeto, perception desvelado que revela los qualia del mundo tal como son (mirada sin ojos). Ese aspecto, es necesario recalcarlo, es ineliminable y a su vez consustancial a las psicosis. Es el develamiento de la pura intencio­ nalidad del significante, es esa exagerada sensibilidad a las saliences descripta por Kapur, o bien ese giro singular del espíritu que hace "reglamentar las coincidencias" o "codificar lo imprevisto", como lo mencionan Serieux y Capras en sus Folies raissonantes.

Caso Antonio: una novedosa forma de estabilización

Emilio Vaschetto

Concurrió a mi consulta un joven que padecía de "ataques de pánico". Fue tratado como tal mediante un tratamiento psicoterapéutico, pero los síntomas fueron tomando tal magnitud, que gra­ dualmente usurparon la zona faríngea, el tórax, el epigastrio y hasta los músculos respiratorios. Los médicos que lo asistían en la urgen­ cia le decían que era "psicosomático". Pero lo cierto es que su estado obedecía, según sus dichos, a un "cordón atravesado en la laringe". Este cordón iba ciñéndose cada vez más hasta poner en riesgo su vida. Vino a la cita ayudado por familiares y amigos, ya que "no podía dar un paso más". Manifiesta que llevaba un año en el tratamiento psicológico, al cual acudía espontáneamente, pero a pesar de sli esfuerzo denodado y el del profesional, no había obtenido alivio alguno. Decidí tomar el "cordón" por el caso. Cada vez que en sus dichos se derramaba la libido para diferentes partes del cuerpo (cabeza, pul­ mones, piernas, etc.) intervenía sobre la localización del "cordón": -¡Pero si eso está allí! La práctica inicial de yoga y luego artes marciales le permitió ubi­ car "un problema energético en esa zona", para así condensar el goce en una especie de anillo que bordea su garganta.34

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34

Es importante recordar el concepto de causa en Lacan para entender que entre ella y su efecto tiene que existir necesariamente una hiancia: "lista hiancia es tan necesaria que para poder seguir pensando causa allí donde correría el ries­ go de ser colmada, necesitamos hacer que subsista un velo sobro el detorminismo estrecho, las conexiones, a través de las cuales actúa la causa". Lacan , )., El seminario, Libro TO, La angustia, Paidós, I3s. As., 21)06, págs. 318-310.

Psicosis

Hubo que transitar un largo camino para que el sujeto pudiera decir acerca del punto de desamarre vital34. En el tiempo en que su padre se queda sin trabajo y su familia debe transitar una crisis eco­ nómica, Antonio había comenzado sus estudios universitarios y es donde comienza a preocuparse de una manera excesiva por la caída de su cabello. Pasaba horas mirándose frente al espejo; cuando salía a la calle percibía que las miradas se dirigían a su verdaderamente despoblada cabeza. Concurría a la facultad y los compañeros lo mira­ ban de una manera que le resultaba intolerable. Una mirada que pri­ mariamente estaba localizada en las mujeres. Sin embargo, el vínculo con los muchachos estaba conservado. De una manera un tanto singular, relata que cuando había una compa­ ñera que le gustaba, "hacía todo lo posible para enganchar a otro amigo, como que buscaba perjudicarme yo". El recurso a la realiza­ ción efectiva de la condición que conocemos en Freud como del "ter­ cero perjudicado" -ubicándose él en posición tercera-, venía a ser una solución provisoria a su malestar. Un buen día, almorzando con su familia, el padre se atoró con un pedazo de comida y se produjo la caída. Se vino redondo al piso y estuvo desvanecido por cuestión de segundos: "No sé qué me pasó allí, pero creo que caí yo también, eso me hizo muy mal". Pudo situarse, en este instante, el desenganche que originó lo que el sujeto llama "ataque de pánico", y junto al sitiado de estas coordenadas, Antonio pudo empezar a encontrar bajo el significante "caída" otros desabrochamientos: la caída del abuelo materno desde lo alto de una tribuna de fútbol, la caída de su tío del techo de la casa, la caída del cabello, el miedo a la re-caída. Finalmente se produjo lo que el sujeto llama un "posicionamiento": un buen día se levantó de dormir la siesta, fue a la casa de una amiga que hacía un tiempo no veía y le entregó una flor espetándole "te amo". Tamaño acto bizarro no tuvo otra contestación que la nega­ tiva, acompañada del predicado poco feliz: "Vos no me podés decir eso porque yo no te veo como un hombre sino como un amigo". A decir verdad, el analista previo lo peor al escuchar el relato ale­ lado del sujeto -que hasta entonces venía en vías de estabilización- y echó a mano, en su intervención, algo que quizás estuvo en con­ gruencia con la solución posterior que el sujeto encontró: "Usted en esa frase se afirma como hombre, la contestación de ella, luego de su declaración, no puede ser tomada literalmente en esos términos". Tiempo después volverá a preguntarse qué es lo que hizo que él se le "cayera" a una mujer, sorprendido de haber modificado, a partir del acontecimiento, su "modo de ser" -tal como lo refiere. Siente que ahora no da más vueltas, ya que claramente su retórica adquirió un ^ 5 actuales

matiz performativo, lo cual le permitió soportar el encuentro con el otro sexo: "Voy sin vueltas, me le caigo de prepo35, me paro y digo...". Junto al enunciado performativo -tal como lo conocemos con John L. Austin36-, todo su ser adquirió la fuerza de la palabra, de tal manera que junto a la honestidad brutal con la que se presentaba, asumió también una posición erguida al momento de hablar. A propósito del momento del desenganche expresará: "No sé qué pasó pero algo cambió en mí, era un autómata, un muerto en vida, apenas podía caminar. Si en aquel momento hablé, no sé lo que dije, contestaba pero yo no estaba allí (...) no querría decir esto, pero era un muerto en vida". Antonio pasó del puro parasitismo del lenguaje y de la desafecta­ ción absoluta del cuerpo a encontrar una función que se instala en el acto de habla; una función de fonación37 que alcanza el valor de pseu­ do falo, permitiéndole un modo de acceso amoroso sin otro referente que la frase misma38 .

Orientaciones Podríamos pensar que las psicosis actuales, al igual que otros cua­ dros sintomáticos típicos, se desvían de la psicopatología en tanto que la "pobreza" sintomática no es más que una desobediencia a la narrativa médica del sufrimiento.

Emilio Vaschetto

35 Modismo utilizado frecuentemente para denotar imposición, precipitación o actitud abrupta. No posee para el sujeto carácter de neologismo. 36 Se denominan performativos aquellos enunciados que cumplen dos requisi­ tos: 1- describen una determinada acción de su locutor y 2- su enunciación equivale al cumplimiento de esa acción. Vale decir, que es una semántica que necesariamente incluye una pragmática. Ver: D ucrot, O.; Todorov , T., Diccionario enciclopédico de las ciencias del lenguaje, Siglo Veintiuno editores, Bs. As., 2003. Son situaciones donde "decir algo es hacer algo; o en los que porque decimos algo o al decir algo hacemos algo (...) [Las expresiones lingüísticas preformativas] muestran en su rostro la apariencia -o por lo menos el maquillaje gra­ matical- de 'enunciados'; sin embargo, cuando se las mira de cerca, no son obviamente expresiones lingüísticas que podrían calificarse de 'verdaderas' o 'falsas' [que son características de los enunciados]". Cf. A ustin, J. L., Cómo hacer cosas con palabras, Paidós, Bs. As., 2006, pág. 53. 37 Lacan , El seminario. Libro 23, El sinthome, op. cit., pág. 125. 38 "Te-amo carece de matices. Suprime las explicaciones, los acondicionamientos, las gradaciones, los escrúpulos. En cierta manera -paradoja exorbitante del lenguaje-. Decir te-amo es hacer como si no hubiese ningún teatro de la pala­ bra, y esa expresión es siempre verdadera (no hay otro referente que su profe26 rición: es un preformativo)." Barthes, R., Fragmentos de un discurso amoroso,

Llegado este punto, exige este estudio una rectificación respecto de un trabajo anterior39 donde propuse el uso de las "clases interac­ tivas" de Hacking40, pero restringiéndolo casi exclusivamente al plano imaginario, sin haberme extendido sobre el nervio del asunto: qué es lo que en el fondo produce la mutación de las clases. En un primer término el individuo clasificado al ser autoconciente de la clasificación modifica sus conductas y esto es acompañado por la modificación del contexto que está dispuesto a alojarlo41: CLASIFICACION ------------

►INDIVIDUO CLASIFICADO

P sicosis

Siglo Veintiuno editores, Bs. As., 1998. Para una justificación clínica del uso performativo del discurso amoroso ver: W alker, V; Solari, R.; P enecino , I.; Vaschetto, E., "Investigaciones en el dispositivo de presentación de enfer­ mos", http:/ / saludmentalsanisidro.blogspot.com. También en: Vaschetto, E., "Fragmentos del discurso amoroso en la presentación de enfermos", trabajo presentado en las Jornadas anuales de la Escuela de Orientación Lacaniana (EOL), diciembre de 2007. Inéditos. 39 V a sc h e tto , E., "Formas actuales del síntoma en la psicosis", en: El psicoanáli­ sis en lo contemporáneo, G la z e , A. (comp.). Grama ediciones, Bs. As., 2005. 40 La clase interactiva "es un concepto unitario que no se aplica a la gente sino a las clasificaciones, a clases, a las clases que pueden influir en lo que se clasifi­ ca. Y debido a que las clases pueden interactuar con lo que se clasifica, la misma clasificación puede ser modificada o reemplazada". Esta interacción ocurre en una matriz amplia de instituciones y prácticas que rodean a la clasi­ ficación, de tal manera que cuando ellas son conocidas por las personas o quienes están a su alrededor y usadas en instituciones, cambian las formas en que los individuos tienen experiencia de sí mismos. Por otra parte, hay clases indiferentes, los famosos quarks por ejemplo, los cuales no tienen conocimien­ to de sí, no son autoconcientes; ellos pueden ser afectados por lo que los cien­ tíficos les hacen en los aceleradores, pero llamar quark a un quark no da lugar a ninguna diferencia en éste. Algo diferente pasa con la psicopatología, que para Hacking contiene una clase interactiva y una cíase indiferente (la cual no necesariamente es natural, esto englobaría todo el problema de la causalidad, lo cual supera los limites de este sumario escrito). Aquel que adopta un modelo psicológico considera de algún modo a la enfermedad mental como interactiva, mientras que el que adopta un modelo biológico la considera como indiferente (con las propiedades que ejemplificamos con el quark). "No es necesario, refiere el autor, abrazar la antipsiquiatría para constatar que la clasificación como esquizofrénico, así como las habituales actitudes hada los esquizofrénicos y también los tratamientos a que se les somete, son asuntos que los parientes conocen intensamente, pese a todas sus pérdidas de lógica y sen­ tido de la realidad". "La clasificación como esquizofrénico -continúa más ade­ lante- afecta de muchas maneras a las sensibilidades de los clasificados." H ack in g , I., ¿La construcción social de qué?, Paidós, Bs. As., 2001, pág. 173-204. 41 Los gráficos que acompañan el escrito están hechos a los fines de ilustrar el desarrollo argumentativo. 27 actuales

Pero el individuo al ser autoconciente, genera a su vez, una lectu­ ra desviada de la clase en base a su propia singularidad. Se le ofertan (o se le imponen) los significantes amo de la época, pero aunque éstos sean receptados pasivamente por el individuo, el sujeto siem­ pre fracasa en su lectura. Él selecciona los significantes del enjambre para representarse o dejarse representar, pero no puede evitar su necesaria inadecuación. De ahí que se expresa en una nueva muta­ ción de las clases: CLASIFICACION

INDIVIDUO CLASIFICADO

AUTOCC

Modificación de la clase

Esto demuestra que no se trata solamente del registro imaginario de las clases y el bucle interactivo que se ocasiona en el individuo, sino de entender la lógica imitativa a partir de que no hay un nom­ bre que finalmente pueda asir la causa:

(Hay un enjambre de significantes amo que se proponen o se imponen al sujeto como clases, como trastornos, y un bucle interacti­ vo que se produce en el sujeto dejando caer como causa o como caso lo que no ingresa en la clase, y esto retorna como imposible de sopor­ tar para la pasión nominalista del manual).

Posición Emilio Vaschetto

Una determinada relación del sujeto con el lenguaje, en su lógica, en su peso literal, en su intencionalidad real, y porqué no, en su forma, se ha convenido en llamar psicosis -y el peso que posee este vocablo crea la ilusión de un acuerdo con la psiquiatría. Quizás se pueda traducir el epígrafe que encabeza este estudio al modo de: "Cuidemos el sentido pues lalengua se cuida sola", o mejor, "acompañemos a la construcción de un sentido posible pues 28 hay que saber hacer con eso que se impone".

Finalmente, la orientación, tal como Lacan lo plantea hacia el final de su enseñanza, la orientación a lo real, forcluye el sentido42. Y si hay un sentido posible, lo hallamos en "la copulación del lenguaje... con nuestro cuerpo".43 La enseñanza de las psicosis, de ayer y de hoy, es transmitida hacia las neurosis casi por su revés: "Cuidemos el significante (homofonía y letra) y suspendamos el sentido (solo queda el llamado "poder discrecional del oyente"); al fin y al cabo el síntoma, para que sea analizable, debe llevar en su seno un rastro de significación per­ sonal44.

P sicosis actuales

42 Lacan, }., El seminario. Libro 23, El sinthome, op. cit., pág. 119. 43 Ibid., pág. 120. 44 Lacan, J., Problemas cruciales del psicoanálisis. Seminario 1965-66 (inédito).

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"Incurables" A tres años de una experiencia inédita con un grupo de pacientes llamados "refractarios"

D elfina Lima Q uintana, Ramiro Gómez Q uarello, J orge Faraón , Emilio Vaschetto * Con mi barca yo me iré... a naufragar a naufragar a naufragar La Balsa (canción del grupo de rock Los gatos) "Si por una suerte extraña atravesamos la vida encontrán­ donos solamente con gente desdichada, no es accidental, no es porque pudiese ser de otro modo. Uno piensa que la gente feliz debe estar en algún lado. Pues bien, si no se quitan eso de la cabeza, es que no han entendido nada del psicoanálisis". Jacques L acan

Investigaciones clínicas en medio del naufragio La práctica lacaniana según dice Miller, no posee más principio -si se distingue de las otras- que el de esofalla1. ¿Cómo hacer una práctica que esté en el corazón mismo de lo que *

Psicosis

Lima Q u in ta n a , D.: concurrente psicóloga del Servicio de Salud Mental del Hospital Central de San Isidro. Admisora e integrante del dispositivo de urgencias subjetivas de dicho servicio. Coordinadora del Grupo de pacientes refractarios. / G óm ez Q u a r e llo , R.: concurrente psicólogo del Servicio de Salud Mental del Hospital Central de San Isidro. Integrante del dispositivo de urgencias subjetivas de dicho servicio. Coordinador del Grupo de pacientes refractarios. / F a r a o n i, J.: miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana, miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, integrante del Servicio de Salud Mental del Hospital Central de San Isidro. Coordinador del Grupo monosintomático de Ataque de pánico y asesor del Grupo de pacientes refrac­ tarios. / V a s c h e t t o , E.: miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana, miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, psiquiatra del Servicio de Salud Mental del Hospital Central de San Isidro. Coordinador del equipo de urgencias subjetivas y más Uno del cartel: Grupo de pacientes refractarios. 31 actuales

R. G ómez Q uarello, J. Faraoni , E. V aschetto . Lima Q uintana,

no anda? ¿De qué manera realizar una praxis en una institución con pacientes cuyo rasgo es hacer fracasar el leitmotiv de esa institución: el ideal de salud mental para todos? El psicoanalista que trabaja en instituciones públicas debe operar necesariamente en una tensión entre dicho ideal de salud (la paz social) y el no hay satisfacción libidinal general12. Como en toda terapéutica, o más aun, en toda práctica humana, siempre aparece el aspecto de falla o de fracaso repetido; los trata­ mientos institucionales no son la excepción. Es así que decidimos abocarnos a un grupo de pacientes, que en nuestro servicio de salud mental3, presentaban como rasgo principal la ausencia casi absoluta de respuesta a los tratamientos instaurados. La primera pregunta que hicimos fue dirigida a los diferentes pro­ fesionales tratantes que habían comandado la asistencia de estos enfermos. En sus afirmaciones nos encontramos con la evidencia de marcadas dificultades en la transferencia (o más bien la ausencia de ésta), en el lazo social, la preeminencia de rasgos acentuados de carácter, e identificaciones cristalizadas -por nombrar algunos aspec­ tos. La tendencia de estos pacientes es hacia la cronicidad (entendida ésta como la elongación temporal de diferentes tratamientos), por lo general con abundante consumo de psicofármacos y la respuesta no se aproxima al ideal esperado. La segunda pregunta fue por qué un sujeto (supuesto) debería adaptarse al ideal de curación que promueve una institución. Observamos que son concurrentes repetitivos a la misma y que el rasgo de queja y reivindicación es frecuentemente hallado en su dis­ curso, pero a su vez no existe ningún precepto médico que obligue a curar a alguien, ya que solamente conocemos el famoso adagio "pri­ man non nocere". Ahora bien, si estos pacientes son desde el punto de vista institu­ cional lo que se llama comúnmente "refractarios" (en términos técni­ cos) o "incurables" (en un sentido contratransferencial), y no estamos obligados a curarlos, se nos impuso la tercera pregunta: ¿por qué siguen viniendo? El psicoanálisis aplicado, con su portavoz, el profesional de la salud 1 M ille r , J-A., "Una fantasía", en: Lacaniam N°3, EOL, 2005. 2 C o r o n e l, Marta, C r a sn ic h , Nancy, H erm ann , Nilda, Ir r a z á b a l, Evangelina, Leserre, Lucas, S o to , Adriana, La admisión de la asistencia, un proceso. Trabajo

de integrantes del Servicio de Salud Mental del HCSI, presentado en el XIV Encuentro Americano del Campo Freudiano, Buenos Aires, 2005. Inédito. 3 Nos referimos al Servicio de Salud Mental del Hospital Central de San Isidro, cuyo jefe, el doctor Guillermo Belaga, nos allanó el camino para la puesta en 32 marcha de la experiencia.

mental4, interviene en el espado público, sabiendo que el intercambio de saberes no es sin el malentendido. El empuje a la satisfacción y la exigencia de felicidad son estigmas de una época cuyo destino cínico no hemos logrado calibrar en su totalidad. Si este grupo de consultantes asistían repetitivamente y exigían un tratamiento, debíamos presuponer que ellos mismos estaban, en algún aspecto (como veremos más adelante), advertidos de su incu­ rabilidad por más que ningún profesional se lo hubiera manifestado así. Estábamos, por lo tanto, dispensados de curarlos, pero como ana­ listas dentro de la institución, no podíamos dejar de dar una res­ puesta: no una terapéutica como adaptación arbitraria al ideal de salud mental, sino un tratamiento de lo imposible de curar. De tal manera que estos pacientes que habían atravesado -entre otros abordajes terapéuticos- el psicoanálisis, y ya habían sido cata­ logados como "inanalizables", nos impresionaban paradójicamente como los sujetos más lacanianos: aquellos que portaban a flor de piel un imposible. Pero había que saber sobre eso5.

P sicosis

4 "...el sujeto en su demanda como consistencia real, la psiquiatría como con­ sistencia imaginaria y el psicoanálisis como consistencia simbólica se anudan borromeicamente (...) y en esa estructura el profesional [de la salud mental] que se confronta a la demanda, ocupa el lugar del objeto a; causa de deseo, de punto de calce del nudo emergente por el malestar que inducen en el sujeto los efectos del lenguaje". Cf. R ivas, E., Psiquiatrialpsicoaniïisis. La clínica de la sospecha, Miguel Gómez ediciones, Madrid, 2000, pág. 22. 5 Dentro del campo de la salud mental, pocas son las referencias que podemos hallar a la hora de aproximarnos a la cuestión de la incurabilidad. En el caso del libro de Michael Stone (Personality-disordered patients. Treatable and Untreatable, American Psychiatry Publishing, Londres, 2006), el autor se ocupa principalmente de definir el espectro de personalidades, de rasgos o de trastornos que entrarían dentro de lo que él considera como "tratables". Define a su vez la "tratabilidad" como "una combinación de cualidades -la capacidad de someterse a las reglas y al tiempo que demanda la psicoterapia, así como una adecuada motivación, reflexividad y habilidad para desarrollar una alianza de trabajo con el terapeuta -que interviene para conducir, luego de algunos meses o años, a una significativa impronta en la personalidad" (pág. 213). Mientras que lo "intratable" es definido en base a los intentos falli­ dos de distintas psicoterapias convencionales, que a su vez se prolongan en el tiempo (pág. 214). (Más adelante veremos las distinciones que dicho autor realiza dentro del grupo de los intratables). Nosotros preferimos el término "incurable" por parecemos más afín al psicoanálisis, y en este sentido, pen­ samos que lo incurable no implica necesariamente lo intratable. 33 actuales

D. Lima Q uintana, R. G ómez Q uarello, J. Faraoni , E. Vaschetto

Un lugar para el no-lugar En líneas generales, hay un escollo respecto de la clasificación que no es solo de los clínicos sino también de los pacientes. El sujeto hipermodemo es aquel que demanda saber en qué casillero será ubicado: ¿qué soy? (depresivo, panicoso, fóbico, bipolar). Es una pregunta de actualidad que no tiene en su horizonte la falta en ser del "qué soy ahí en cuanto al estupor de existir o al enigma del sexo", que son las pre­ guntas fundamentales del sujeto al Otro. Más bien, es un quién soy a partir del trastorno (disorder). Algo, por cierto, muy lacaniano: la pre­ gunta por quién soy en el desorden, o quién soy en este desorden de significantes amos que se imponen desde la cultura. Por otra parte, es un desorden que recorre dos extremos de una herradura. Hablamos recién de un extremo de la herradura, la de la búsqueda fija de un significante que suture la grieta abierta del estu­ por sexual, pero en el otro extremo se ubica la ermncia, que es: no hay significante amo que ancle mi fracaso de existir, y no he podido inventarme un nombre en singular que pueda escribir algo de mi destino. S (/() (desorden)

Al tratar de hallar un fundamento clínico para la conformación del grupo, nos encontramos con un movimiento en el Reino Unido llamado la "postpsiquiatría" y que fue llevado adelante por un grupo de personas que no obtenían resultado alguno con la terapéutica médica, y que a su vez, descreían de las explicaciones que les brin­ daban los psiquiatras. Uno de sus primeros grupos surgió en Holanda, con una mujer que padecía de voces y que no respondía a los neurolépticos, quien pidió a una periodista salir en televisión para comentar su experien­ cia. Ella decía no creer en los argumentos esgrimidos por los profe~ sionales acerca de su cerebro y los neurotransmisores. Luego de su

exposición en el medio, más de cincuenta escuchadores de voces lla­ maron por teléfono (!). La mayoría no habían tenido contacto con ser­ vicios psiquiátricos. Esto llevó a la formación de un grupo autogestionado llamado "resonancia", conjunto de personas que están en desacuerdo con los diagnósticos y tratamientos médicos. Hoy en día hay más de cuarenta grupos en Inglaterra, Gales y Escocia, confor­ mados en una red6 que -según Braken y Thomas- les dan la oportu­ nidad a los escuchadores de voces de compartir sus experiencias usando un encuadre no médico. Así los grupos realizan sus propias explicaciones a partir del intercambio de singularidades y esto es lo que les permite (aclaran los autores) obtener un sentido. Estos dispositivos ponen en consideración la posibilidad de invención de los sujetos en contraposición de la tendencia a medicalizar y a tecnificar los estilos de vida. Un verdadero tiro de gracia a la agenda psiquiátrica y a la tan mentada guía clínica en pos de una "efectividad" ajustada a los presupuestos estándar de la "evidencebased-medicine"7. Volviendo a nuestra experiencia en el ámbito de la institución, el agrupamiento de aquellos pacientes que ningún profesional quería asistir, se logró en base a un modo de nombrar algo que no tiene nombre y que viene a desobedecer las categorías de la psiquiatría -ya que no existe una nosografía de lo imposible de curar. Pudo surgir entonces, la invención de un nombre que operó produciendo un efec­ to de comunidad. Una efectividad que hasta hoy capitaliza lo que deja por fuera del lazo social a estos sujetos.

A tres años de la experiencia Decidimos así conformar tres grupos al modo de grupos de refle­ xión8, a lo largo de tres años, teniendo como orientación principal el 6

P

Hearing voices network (Red de escuchadores de voces): Los objetivos de la red son: aumentar la conciencia de la voz audible, de las visiones, las sensaciones táctiles y otras experiencias sensoriales; dar a los hombres, mujeres y niños que tienen estas experiencias, la oportunidad de hablar libremente sobre esto en grupo; para apoyar a nadie con estas experiencias hay que entender, apren­ der y crecer con ellos a su manera. Ver: www.hearing-voices.org. Cf. Bracken, R, T homas, R, "Postpsychiatry", Oxford Medical Publications, 2005 y el artículo de los mismos autores, "Postpsychiatry: a new direction for mental health", British Medical Journal, 2001; 322:724-727. Citado por M atusevich, D., en su trabajo: Postpsiquiatría, presentado en el XXI Congreso Argentino de Psiquiatría de la APSA, Abril 2005. De lo estrictamente llamado grupo de reflexión, que lleva su anclaje histórico en los reconocidos "grupos operativos" ideados por el reconocido psiquiatra 35

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sicosis a c t u a l e s

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L i m a Q u i n t a n a , R. G ó m e z Q u a r e l l o , J. F a r a o n i , E. V a s c h e t t o

ser una investigación clínica que no parte del tipo clínico, sino del borramiento de las formas clásicas del sufrimiento (ya que son suje­ tos que no son claramente clasificables). Es el obstáculo el que, a cien­ cia cierta, subvierte la tendencia universalista que posee toda clínica. De tal manera que se sostiene así la política del caso único como esco­ llo singular. Los criterios de inclusión al grupo (desde luego, arbitrarios y con­ vencionales) fueron: - el haber atravesado al menos dos tratamientos dentro de nues­ tro servicio de salud mental (psicoterapias individuales y grupales, terapia psicofarmacológica, talleres clínicos) durante un lapso míni­ mo de un año9 - el juicio clínico10 del terapeuta. Mediante esta argumentación se piensa la incorporación al grupo, pues no es un dispositivo de admi­ sión; - el rasgo de incurabilidad o de refractariedad enunciado tanto por el paciente como por el responsable tratante; - pensar la inclusión del paciente como discontinua, aperiódica y no estándar. Por lo cual dicho integrante podría eventualmente dejar de asistir al grupo para continuar solamente con el tratamiento que

Enrique Pichon-Riviére, solo conservamos algunos detalles de su dinámica. Tales son la articulación con las representaciones sociales y variables institucionales, la pertenencia a un grupo y la explicitación de las situaciones conflictivas. Desde luego, no pensamos en que haya respuesta subjetiva grupal, como tampoco síntoma compartido. Más bien, el efecto sujeto que puede llegar a producirse (como lo hemos verificado), mediante la presencia de formaciones del incons­ ciente o de la emergencia del sujeto supuesto saber, es una contingencia que deberá ser capitalizada en el dispositivo analítico. Para una síntesis de esta modalidad grupal sugiero el resumen: Sobre los grupos de reflexión en institucio­ nes de Jaime Castrellón Díaz, México D.F (www.gruporeflexion.com.mx/gruposdereflexion / gruposdereflexion.htm) 9 El argumento convencional respecto del tiempo radica en que, para mensurar los efectos de un tratamiento psicofarmacológico a largo plazo, se suele utili­ zar por lo general el límite de los seis meses; en cuanto a las investigaciones en psicoterapia, la experiencia que poseemos en nuestro servicio -y que se sustenta en otras investigaciones- el límite de los cuatro meses o de dieciséis sesiones es un tiempo suficiente para observar los cambios terapéuticos ini­ ciales (el 60% de las consultas finalizan antes de los 4 meses). Para un trata­ miento exhaustivo del tema sugerimos consultar: Leserre, L., "Medición de efectos terapéuticos rápidos: investigación sobre 100 tratamientos de 16 entre­ vistas", trabajo presentado en el 3er Encuentro Americano, XV Encuentro Internacional del Campo Freudiano, Brasil, agosto 2007. Sugiero asimismo, consultar otras experiencias similares dentro del Campo Freudiano, como son los CPCT (Centros Psicoanalíticos de Consulta y Tratamiento) o en nuestro país, PAUSA (Psicoanálisis Aplicado a las Urgencias Subjetivas de la Actua36 lidad).

viene realizando, o bien, concurrir las veces que él mismo lo consi­ dere; - algunos tipos clínicos y /o rasgos: pacientes con síntomas mudos (sin significación), caracteropatías, sujetos querellantes, posiciones de rechazo al saber, distímicos, irresponsables, entre otros. Funda­ mentalmente, pacientes inclasificables. Al no ser una psicoterapia de grupo la derivación se piensa con el profesional tratante, el cual sigue como responsable del caso, conti­ nuando el paciente paralelamente con el grupo durante un tiempo a determinar. Y como criterios de exclusión: - Pacientes en urgencias o en estados psicopatológicos agudiza­ dos (acting outs, auto o heteroagresividad, excitación psicomotriz, etc.). - Pacientes compensados que requieren un seguimiento a largo plazo (por ejemplo esquizofrenia, síndromes psicoorgánicos, trastor­ nos delirantes, etc.). - Pacientes en transferencia. - Aquellos pacientes que confían en que tanto una medicación como algún otro tipo de psicoterapia, pueden curarlos.

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El inicio de las reuniones fue un fiel reflejo del obstáculo clínico en ciernes. Se tuvieron que postergar los encuentros en tres ocasiones debido a la ausencia de los integrantes. Pese a esto, todos afirmaron el haber concurrido al hospital para asistir al grupo, pero sorpren­ dentemente se quedaron esperando solos, sin encontrarse entre ellos ni con los terapeutas que coordinarían el dispositivo. Como en todo abordaje colectivo, sus efectos deben verificarse entre lo múltiple y el uno por uno. En este caso la circulación de un proceso de identifica­ ción horizontal, tal como lo menciona Lacan en "La psiquiatría ingle­ sa y la guerra"1011, fue la ocasión para el despliegue de los términos que hacían a las dificultades de inserción en un vínculo social para estos sujetos. "Soledad", "trabajo", "depresión", "pánico", "incapaci­ dad", fueron algunas de las letanías grupales que recorrían ámbitos

sicosis actuales

10 Cf. M iller, J.-A., Del Edipo a la sexuación, ICBA-Paidós, Bs. As., 2001. 11 "En efecto, todo déficit físico o intelectual asume para el sujeto dentro del grupo un alcance afectivo en función del proceso de identificación horizontal que el trabajo de Freud, antes evocado [Psicología de las masas...], quizás sugie­ re, pero que descuida en provecho, si puede decirse así, de la identificación vertical con el jefe" Cf. L acan , }., "La psiquiatría inglesa y la guerra". Uno por uno N° 40, EOLIA-Paidós, Bs. As., 1994, págs. 12-13. 37

"Hay una multitud de procesos similares entre aquellos que nos ha dado la exploración analítica de la vida anímica. De estos, una parte se los llama patológicos y otra parte se los incluye en la diversidad de lo normal. Pero ello poco importa, pues las fronte­ ras entre ambos no son netas, los mecanismos son en vasta medi­ da los mismos; y es mucho más importante que las alteraciones en cuestión se consumen en el yo o se le contrapone como algo ajeno, en cuyo caso son llamados síntomas".14

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comunes, y que desplazándose en las bocas quejosas de uno a otro, acentuaban el aislamiento al que estaban confinados12. Apatía, des­ gano, ideas de muerte, tomaron el relevo. Siempre con un sesgo: "la imposibilidad no te deja hacer cosas", según dijo alguno. Un "estar mal" que afecta (o no afecta) a los otros. En este sentido, pensábamos que aparecía una dimensión del sufrimiento, pero cuya particularidad era la atribución subjetiva al otro, al igual que su des­ conocimiento. Un paciente lo expresó del siguiente modo: "Cuando estás mal la gente no quiere saber nada". Vale decir, una considera­ ción opuesta al síntoma, que requiere ese valor de autoconciencia (para decirlo en términos hegelianos) del sufrimiento y la dimensión enigmática que convoca a una verdad13. Esta posición refractaria al tratamiento (no querer saber nada) implica que el sujeto no logra orientar el síntoma como mensaje al Otro. Esto es lo que dificulta una delimitación estricta entre lo normal y lo patológico, en la dirección misma en que Freud lo bosqueja en "Moisés y la religión monoteísta":

La invisibilidad o ausencia del síntoma freudiano es solidaria, en gran medida, del borramiento de una clínica estructural y discontinuista y es lo que favorece el ingreso de esta investigación dentro del programa de las psicosis ordinarias15. Desde luego, no todo refracta-

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12 fustamente se trata de sujetos que no han llegado ni tan siquiera al encanta­ miento que producen los efectos identificatorios de grupo y que amenguan el embate moral que implica la no adaptación a la salud psíquica. 13 “El síntoma como algo que señala al sujeto que sabe que eso le concierne, pero no sabe lo que es", Cf. Lacan , J., Seminario 12, Problemas cruciales del psicoaná­ lisis, 1964-1965 (inédito). 14 F reud, S., “Moisés y la religión monoteísta" (1939), en: Obras completas, t. XXIII, Amorrortu, Bs. As., 1980, pág. 120. 15 Muy bien señalado por Silvia Baudini, cuando se refiere a que las psicosis ordinarias no son ni una categoría clínica, ni un diagnóstico, sino "un progra­ ma que tiene que ver con el tratamiento; lo que hacemos se inscribe en la posi­ bilidad de vivificación del sujeto psicótico, y que el psicoanálisis sostiene". Cf. 38 Las nuevas formas de la psicosis. Segundas Jornadas Interinstitucionales de

rio estaría incluido en la noción de psicosis ordinaria, pero sí, el con­ junto refractario aporta -a nuestro modo de ver- información valio­ sa acerca de los elementos de normalización, de consistencia o de sínthoma para algunos casos.

Insistencia / resistencia y variantes El carácter, para Wilheim Reich, se ubica como una construcción producto de un proceso estructural, individual, sociológico e históri­ co, que permite un modo de adaptación a las exigencias tanto exter­ nas como internas. "La necesidad de reprimir los deseos instintivos es la que le da nacimiento al carácter (...) el establecimiento de un rasgo de carácter indica que un problema de represión ha encontrado una solución, o que su existencia quita sentido a un proceso de repre­ sión, o que éste se transforma en una estructura relativamente rígida y aceptada por el yo".16 Dadoun explica la concepción del carácter en Reich, en "cone­ xión" con el placer: "La energía instintiva es consumida por el proceso que desem­ boca en la reunión y en la amalgama de los contenidos del carác­ ter (identificaciones, formaciones reactivas, etc.)".17 Por consiguiente, dice Dadoun, "La libido no está dirigida hacia un objeto determinado, ni siquiera hacia el yo, sino que en la misma operación de estructu­ ración se carga a sí misma; el propio proceso estructural se con­ vierte en actividad hedonista. Por lo tanto, cabe hablar de un auto-goce de la estructura... la estructura gusta de sí misma".18

Psicoanálisis Aplicado. Organizadas por la Fundación Etiem, setiembre de 2007, pág. 17. 16 D ad o u n , R. Cien flores para Wilhelm Reich, Anagrama, Bs. As., 1975, pág. 118.

Anagrama.

17 Ibid., pág. 119. 18 Ibid., pág. 119.

PSI COSI S ACTUALES

Para W. Reich el carácter era analizable, en tanto que constituía el punto de partida para acceder a los conflictos inconscientes. Ahora

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bien, hay que observar si esta defensa es un punto de partida o un modo de arribo, ya que bien pudimos ver en uno de los sujetos, que el hecho de vertir al espacio grupal la queja de no poder levantarse, salir o trabajar, en esas letanías (propias de la caracteropatía depresi­ va o melancoloide), evitaba el hecho de acudir a un lugar que ya tenía previsto para matarse. Para otros, la coraza de carácter19 -como lo llama Reich- era una de las formas de la enfermedad del otro (especular). Asimismo, una pregunta sobrevolaba inquietantemente la atmós­ fera de la reunión: "¿cómo hacer que el otro entienda lo que padece­ mos?"20. En "Variantes de la cura tipo" Lacan habla de W. Reich, "[quien] ha definido perfectamente las condiciones de la intervención en su modo de análisis del carácter, considerado con justicia como una etapa esencial de la nueva técnica, reconoce no esperar su efecto sino de21 su insistencia".22 Lacan remarca que es un error el oponer, a la resistencia del ana­ lizante, la insistencia producida por la sugestión del analista. Sin embargo, podríamos invertir estos términos ya que en otro momen­ to será él mismo quien dirá que las resistencias son del analista y que la insistencia, que relaciona tanto el carácter como la demanda pulsional, se ubica más del lado del analizante. A propósito, comenta Germán García en Fundamentos de la clínica, que "El concepto de resistencia es la decepción del analista (...) ¿qué quiere decir resistencia?, que no aparece lo que espero; no tiene más sentido que ese. Por eso es que Lacan puede decir que la resistencia es en verdad resistencia del analista y no del anali­ zante".23 19 "Character armor", Cf. Reich, W., Character analysis. En particular el capítulo IV p. 40 y sgts. Ed. Nooday Press, 1961. 20 ¿Cómo hacer en términos terapéuticos con sujetos que ya han hecho un autotratamiento llegando a lograr una consistencia tal? Por ello es que Lacan conceptualiza lo imaginario como consistencia en su última enseñanza, donde hay una dejerarquización de los tres registros (ISR). Consistencia afectada por lo imaginario, que no es el agujero en lo simbólico ni la ex-sistencia en lo real. Cf. Lacan , J, El seminario. Libro 23, El sinthome, Paidós, Bs. As., 2006, págs. 37 y 50.

21 En la edición francesa que de son= "más que de", nos da la impresión de un mejor entendimiento. Cf. L a c a n , J., "Variantes de la cure-type", en: Écrits 1, Seuil, París, 1999, pág. 336. [El subrayado es nuestro] 22 L a c a n , "Variantes de la cura-tipo", en: Escritos 1, Siglo Veintiuno editores, Bs. As., 1985, pág. 325. 40 23 G arcía, G., Fundamentos de ¡a clínica, Otium ediciones, Tucumán, 2007, pág. 13.

Del lado de lo incurable, conviene pensar que estos sujetos vienen con una solución, vienen curados, aunque no desde el punto de vista médico; pero esa solución, es una autocuración que los deja por fuera del vínculo social. A veces, algunos sujetos aman esas soluciones más que ninguna otra cosa; y bien podemos decir que en términos freudianos, han perdido la capacidad de amar los objetos del mundo de no ser lo que se reduzca a su propia causa. ¿Hay una prevalencia imaginaria? Pues sí, en tanto que consis­ tencia. De ahí el rasgo querellante en la mayoría de los refractarios, que no es rebeldía, no es lo rebelde del síntoma. El carácter es consistencia y por eso es paranoico. Es lo que desli­ za Lacan en el seminario El sinthome cuando menciona el plegamiento de los tres registros como consistencia, la cual siempre está afecta­ da por lo imaginario y ahí es donde coloca la psicosis paranoica24. "El carácter es paranoico" (al igual que el yo) -sería la fórmula lacaniana-, lo cual es una inversión de la famosa frase de Clérambault de que "el paranoico delira con su carácter" (Los delirios pasionales, eroto­ mania, reivindicación, celos, 1921). Todo esto en disidencia con la for­ mulación kraepeliniana clásica de la paranoia como el resultado más acabado de un carácter morboso. Estos pacientes que en un principio parecían los más reacios al psicoanálisis, fueron paradójicamente los más lacanianos en tanto portaban un incurable a flor de piel. Algunos incluso como decisión lograda.

Efecto "comunidad de vida"

sicosis a c t u a l e s

24 L a c a n , ]., El seminario, Libro 23, El sinthome, Paidós, Bs. As., 2006, pág. 53.

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Llegado este punto podemos dar cuenta de algunos efectos (ines­ perados por cierto) que pudieron verificarse en la dinámica de las reuniones. El primero de ellos fue la prescindencia del grupo respecto de los coordinadores, que dio cuenta como decíamos anteriormente del fenó­ meno de identificación horizontal, pero principalmente de un efecto de comunidad de vida. Empezaron a juntarse antes y después de las reu­ niones, y así al más abúlico lo iban a buscar a la casa, mientras que al más solitario le intentaron buscar una compañera; a la más inhibida le propusieron una actividad manual, y al que tristemente permanecía en cama lo despertaban con música. Todo sin dejar de lado el cántico repetitivo que ahora se hacía coral: "Estamos peor que nunca".

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En segundo término, tres de ellos dejaron de concurrir: una mujer cuyo desplazamiento de la queja débil del "no hay trabajo" al "qui­ zás no me publicité lo suficiente", resultó ser inédito. Otro descubrió que había obtenido, gracias al arte de su psiquiatra, un efecto benefi­ cioso de los psicofármacos. La tercera, abandonó la concurrencia al hospital -ergo, todo tratamiento en curso- cuando no pudo lograr su jubilación por discapacidad Pero también tenemos el curioso caso de B., un sujeto querellante confrontado repetitivamente con todo el personal médico de la insti­ tución: cirujanos, médicos clínicos, cardiólogos; con psicólogos direc­ tamente ni hablaba (no había tenido una buena experiencia previa)... finalmente lo deriva su psiquiatra quien tampoco encontraba el plan farmacológico que lo apaciguara. Al concurrir al grupo se establece una extraordinaria paradoja: encuentra un lugar en la institución donde denunciar a la institución misma. Luego de una única concu­ rrencia, suspende los encuentros. Al llamado telefónico el sujeto res­ pondió con gratitud, por habérsele dado un espacio para decir que ese no era un grupo para él. El resultado fue el mismo que en su his­ toria previa, pero en vez de ser rechazado por el amo, él es quien decide que no es su lugar. Ahora sabe y toma la decisión. Es un no como algo diferente a lo anterior. Finalmente, otra integrante, luego de quejarse de su familia, pasó a quejarse de las mujeres, y por último, hablar de la muerte. El rela­ to de un sueño, como formación del inconsciente, rubricó su salida del grupo hacia un espacio analítico con uno de los coordinadores.

¿Curar de qué?

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C. cuenta que luego de un accidente se le produjo un daño en el hueso del cráneo, dejándole como saldo una "depresión". En con­ gruencia con ese relato, G. expresa que lleva consigo "una herida que no cicatrizará jamás". Más adelante, volverá C cerniendo esa insis­ tencia, que bajo el significante "depresión", velaba el dolor de existir; mientras que G. se referirá en esa abertura (la herida), al acento de certeza al que lo convoca la realidad cotidiana (nunca había podido enunciar hasta aquí el hecho de llegar a cualquier lugar y percibir en el ambiente algo que tiene que ver con él, es decir, que le concierne). Michael Stone, uno de los pocos psiquiatras que se han atrevido a pensar, en los términos actuales de la especialidad, el pesimismo terapéutico reinante en el terreno de las caracteropatías, divide el Q espectro de "tratabilidad" en tres grandes zonas: 42

Región B

R egión C

En la región A, los pacientes tratables, C intratables y B lo que él llama la "zona gris", en referencia a que se obtiene de allí un "éxito más incierto". En la región C, los "intratables", pueden ser subdivi­ didos en "salvables" e "insalvables", siendo estas distinciones tami­ zadas por el concepto de psicopatía -distinción si las hay, más cerca­ na al prejuicio moral que a la evidencia clínica25. La recuperación, en el caso de los salvageables, está motivada por el factor "prosocial", mientras que en el caso de los unsalvageables, el espectro narcisista es el que rubrica la categoría. Para los primeros, aquellos que tuvieron una evolución favorable, y que sin embargo no recibieron tratamien­ to alguno, muchas veces fueron "salvados" por ciertas contingencias. "El destino cura a menudo enfermedades mediante conmocio­ nes felices, por la satisfacción de necesidades, la realización de deseos; con él no puede competir el médico, que, fuera de su arte específica, suele estar condenado a la impotencia".26 En cuanto a la región B, resulta interesante el hallar como factor contributivo (del éxito terapéutico) al entusiasmo del terapeuta27. Más allá del magro aporte que realiza este libro a la clínica y el realismo ingenuo que lo sustenta, posee el valor de haberse adentrado hacia una variable no desdeñable en la práctica: el deseo del profesional. A punto tal que sin saberlo, invita a colegir lo siguiente: que lo tratable o lo intratable, en esa "gray zone" puede ser zanjado por el deseo del terapeuta.

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25 Observemos por un instante el concepto de psicopatía aportado por Kurt Schneider (autor llamativamente obviado por Stone) donde el criterio adopta­ do para su definición -y lo dice con todas las letras- es "con arreglo a un punto de vista de valoración de índole muy relativa (sociológica)". Por lo que el tra­ tamiento, propuesto por el psiquiatra germano, es más bien de índole peda­ gógica o coercitiva que meramente médico. Cf. S chneider, K., Patopsicología clínica, Ed. Paz Montalvo, Madrid, 1975, págs. 33-61; y en Las personalidades psi­ copáticas, Marata, Madrid, 1962, pág. 27 y sigtes. 26 F reud, S., "Psicoterapia (Tratamiento por el espíritu)" (1905), t. I, XXIV, en: Obras completas, Amorrortu, Bs. As., 1980, pág. 1021. 27 "(...) a couterintuitive factor, duch as the therapist's 'youthful enthusiasm' might also have an effect". Cf. Stone, M., "Personality disorders patients. Treatable and untreatable", American psychiatric publishing, 2006, pág. 220. 43 sicosis actuales

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Podríamos pensar así, que aquellos pacientes que para nosotros mismos habían sido alojados en la región C como intratables, pudie­ ron ubicarse en esta región intermedia produciéndose una inversión del vector terapéutico: ahora somos los profesionales los que tene­ mos que curarnos del furor sanandi. El poder soportar ese espacio y la asombrosa disposición de los concurrentes al mismo, fueron provocados (es una de nuestras hipó­ tesis) por una versión del deseo del analista, como aquel deseo de obtener lo incurable. Son estos sujetos, despreciados por no ser ana­ lizables y desdeñados por nuestra infatuación, quienes pueden ense­ ñarnos a los psicoanalistas acerca de eso, y en la misma medida, a curar del deseo por curar. Si el psicoanálisis viene dando, sin lugar a dudas, una respuesta inédita al sufrimiento del hombre, es porque desde su surgimiento se detuvo en las venas de esa subjetividad marginal, develando lo que es la estructura del deseo a una profundidad inesperada28. La institución médica con sus reglas y normativas no había logra­ do alojar lo que podríamos llamar la errancia de estos pacientes, empe­ ro bajo el nombre de refractarios se propició un modo de nominar eso que no tiene nombre y que desobedece las categorías psiquiátricas. Fue la invención de un nombre provisional lo que produjo, en suma, un efecto de comunidad alojando esa errancia asubjetiva29. Será nuestra tarea de investigación el poder hallar bajo el nombre indistinto30 que aloja esa errancia (ser "refractario"), el trazo singular que ancla el goce de cada quien.31 Bibliografía A ramburu , J.: El deseo del analista. Capítulos: "El deseo del analista y la pul­

sión" y "El deseo del analista". Tres Haches, Bs. As., 2004. M iller, J.-A.: La erótica del tiempo. Capítulos: "7 de abril de 2000" y "8 de abril de 2000", Tres Haches, Bs. As., 2001. C ottet , S.: Freud y el deseo del psicoanalista, Capítulos XV y XVI, Manantial, 1991. L acan , J.: El Seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoa­ nálisis, "La excomunión", Paidós, Bs. As., 1991.

28 L a c a n , J., "Variantes de la cura-tipo", op. cit., pág. 330.

29 Al decir de Alexandre Stevens son los sujetos "que encuentran su regla en la errancia misma". Cf. Stevens, A., "Uerrance du toxicomane", en: Paradis toxi­ ques, Rev. Quarto N° 79, Juin 2003, págs. 24-26. 30 Cf. M iln e r, J. C., Los nombres indistintos, Paidós, Bs. As., 1998. __ 31 Agradecemos la colaboración del Dr. Curt Hacker por sus esclarecimientos 44 acerca de la obra de W. Reich y los generosos aportes de Germán García.

Itinerario de trabajo Debido a lo exiguo de nuestro escrito, proponemos al lector que quie­ ra adentrarse en estos asuntos, los puntos que han motivado este tra­ bajo de investigación: Carácter Curable / incurable; terminable / interminable Deseo del analista De estas tres ideas directrices se desprenden los siguientes vasos co­ municantes: Degeneración (en Freud) Reacción terapéutica negativa Resistencia Pulsión Curación Destino 1) Carácter: S., "Hipnosis" (1891), Obras completas, 1.1, Amorrortu, Bs. As., 1980, pág. 138, Freud, S., "Carta 18" (1884); "Carta 72" (1897), Obras completas, t. 1, op. cit. Freud, S., "La sexualidad en la etiología de las neurosis" (1898), Obras completas, 1.1, op. cit., pág. 272. Freud, S., "La interpretación de los sueños" (1900), Obras completas, t. V, op. cit., pág. 533. Freud, Sv "El método psicoanalítico de Freud" (1904), Obras comple­ tas, t. VII, op. cit., pág. 241. Freud, S., "Tres ensayos de una teoría sexual" (1905), Obras completas, t. VII, op. cit., pág. 126, 127, 218. Freud, S., "Sobre psicoterapia" (1905), Obras completas, t. VII, op. cit., pág. 253. Freud, S., "Carácter y erotismo anal" (1908), Obras completas, t. IX, op. cit., pág.158. Freud, S., "La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna" (1908), Obras completas, t. IX, op. cit., pág. 175-6. Freud, S., "La predisposición a la neurosis obsesiva" (1913), Obras completas, t. XII, op. cit., pág. 343-344, XII. Freud,

Psicosis a c t u a l e s

F reud, S., Conferencia 17 "El sentido de los síntomas" (1916), Obras completas, t. XVI, op. cit., pág. 38. F r e u d , S., "Algunos tipos de carácter dilucidados por el trabajo psicoanalítico" (1916), Obras completas, t. XVI, op. cit.

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Freud, S., "El estado neurótico común", conferencia 24, (1916/17), Obras completas, t. XVI, op. cit., pág. 346. Freud, S., "La angustia", conferencia 25 (1916/17), Obras completas, t. XVI, op. cit., pág. 362. Freud, S., "Resistencia y represión" (1917), Obras completas, t. XVI, op. cit., pág. 272. Freud, S., "Pegan a un niño" (1919), Obras completas, t. XVII, op. cit. Freud, S., "El yo y el ello" (1923), Obras completas, t. XIX, op. cit., pág. 31. Freud, S., "Una neurosis demoníaca" (1922), Obras completas, t. XIX, op. cit., pág. 93. Freud, S., Conferencia 32, "Angustia y vida pulsional" (1933), Obras completas, t. VII, op. cit., pág. 84. Freud, S., "Moisés y la religión monoteísta" (1939), Obras completas, t. XXIII, op. cit., pág. 120. Lacan , }., El seminario, Libro 20, La angustia, Paidós, Bs. As., 2005, pág. 156 (Referencia al "neurotic carácter" de Alexander). Lacan , J., El seminario, Libro 23, El sinthome, Paidós, Bs. As., 2006.

sinthome:

vertien te d e l síntom a:

vertien te d el

verdad sujeto falta en ser falta fantasma campo del Otro sentido represión

goce (+ -) parlétre ser agujero consistencia del cuerpo Uno sinsentido defensa1

2)

C urable/incurable; term in able/in term inab le:

Síntoma-carácter-sublimación, www.elsigma.com/site/ detalle.asp?IdContenido=7088 Freud, S., "Psicoterapia (Tratamiento por el espíritu)" (1905), Obras completas, 1.1, op. cit., págs. 1014, 1021 y 1026. A cuña , E.,

Q 1Este gráfico, con algunas modificaciones, fue expuesto por Germán García en su curso en la Fundación Descartes, año 2006.

46

Freud, S., "Sobre psicoterapia" (1905), Obras completas, t. I, op. cit., pág. 1008-1009. Freud, S., "Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico" (1912), Obras completas, t. XII, op. cit., págs. 114,118. Freud, S., "Sobre la iniciación del tratamiento" (1913), Obras comple­ tas, t. XII, op. cit., págs. 131,141,143. Freud, S., "Más allá del principio del placer" (1920), Obras completas, t. 3, op. cit., pág. 2541. Freud, S., "El yo y el ello" (1923), Obras completas, t. CXXV, Cáp. V, op. cit., pág. 2722. Freud, S., "Análisis terminable e interminable" (1937), Cáp. V, Obras completas, t. XXIII, op. cit., págs. 222, 223, 227, 228, 232, 236, 244, 251. Freud, S., "Esquema del psicoanálisis". Obras completas, t. XXIII, op. cit., pág. 177, 180. Miller, J-A., "Marginalia de Milán", París, 29 de abril, 1993. Segunda Parte, Rev. Uno por uno, pág. 23. Miller, J-A., La experiencia de lo real en la cura psicoanalitica, Paidós, Bs. AS., 2005. http: / / www.lacanian.net/ Ornicar%20online/Archive%20OD / ornicar/ articles/ 153fre.htm.

3) Deseo del analista A ramburu, ]., El deseo del analista, Tres Haches, Bs. AS., 2000. Los capí­ tulos: El deseo del analista y la pulsión" y "El deseo del analista". Miller, J.-A., La erótica del tiempo, Tres Haches, 2001, Capítulos: "7 de abril de 2000" y "8 de abril de 2000". C ottet, S., Freud y el deseo del psicoanalista, Manantial. Capítulos XV y XVI. Lacan , ]., El seminario. Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, Bs. As., 1995. Capítulo I "La excomunión".

DESEO DEL ANALISTA

Objeto a Causa de deseo Resistencia

Objeto a Plus de goce Insistencia

act

CARÁCTER

P sicosis

CAUSA

Vasos com unicantes: Eleb, D., Figuras del destino, Manantial, Bs. As., 2007. D eutsch, H., "Névrose hystérique de destinée", en

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, E. V

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Les introuvables. Seuil, Paris, 1992, págs. 169-184. Meed, M., Sexo y temperamento, Paidós, Barcelona, 1982 ("El inadap­ tado"), pág. 244. R eynolds, La vibración de la música, puede encontrarse en You tube, o bien, el documental Buscando a Reynolds (2004), presentado en el VI Festival de cine independiente. Grupo de música inclasificable, cuyo estilo ha sido denominado por algunos críticos como "música expe­ rimental", se trata en realidad de la No-música. Liderado por su baterista (Tomasín), quien padece de síndrome de Down, han sido reco­ nocidos en varios países del mundo. Su repertorio contingente y caó­ tico está montado sobre una composición en tiempo real. Uno de los discos editados en nuestro país, desmaterializado, venía ser una caja sin nada adentro.

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II. Normalidades

Las otras psicosis ¿A partir de cuándo se está loco?

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J osé M aría Á lvarez, la Peña y J osé R odríguez Eiras *

La preocupación por delimitar las fronteras de la locura viene de antiguo, aunque solo con el nacimiento de la psiquiatría se convirtió en una exigencia que la nueva ciencia debía asumir y resolver con urgencia. Como consecuencia de la consolidación de la ideología de las enfermedades mentales a lo largo del siglo xix, se produjo una hipertrofia de la nosografía psiquiátrica que daba cuenta de las difi­ cultades de trazar las lindes divisorias entre las diversas enfermeda­ des mentales, y entre éstas y la normalidad. Especialmente con la apa­ rición de las sucesivas ediciones de Psychiatrie, del profesor Emil

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* J o sé M a r ía Á lv a r e z , psicoanalista, miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP), Doctor en Psicología y Especialista en Psicología Clínica del Hospital Psiquiátrico Dr. Villacián de Valladolid, tutor y corresponsable de la formación de médicos internos residentes en psiquiatría y psicólogos inter­ nos residentes en psicología clínica. Autor de varios libros, en especial La inven­ ción de las enfermedades mentales (Ia ed. 1999; la segunda edición ampliada y actu­ alizada aparecerá en mayo en la editorial Gredos), coautor de Fundamentos de psicopatología psicoanalñica (2005) y Estudios sobre la psicosis (Grama ediciones, 2008). [email protected] J o sé R. E ir a s psiquiatra del Complejo Hospitalario Universitario deVigo. AME de ELP. Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP). Ex-miembro del Consejo de Administración de EEP y de la ELP. [email protected] Juan d e l a P eñ a, licenciado en Medicina (UAM), psiquiatra en el Centro de Salud Mental de Moratalaz-Vicálvaro, psicoanalista. Socio de la ELP, sede en Castilla y León. Socio de la Asociación Española de Neuropsiquiatría (AEN). Editor y autor de la colección Conversaciones Moratalaz-Vicálvaro. Autor y coautor de varios artículos publicados en las revistas: AEN, Cuadernos de psi­ coanálisis, Análisis, Siso-Saude, etc. Colaborador en la sección de Historia de la Psiquiatría de la revista de la AEN. Co-coordinador del grupo de investigación en psicoanálisis y salud mental en la ELP-Madrid. [email protected] 51 actuales

Kraepelin, ese panorama arborescente y alambicado logró adquirir unas formas más compactas y presumiblemente definitivas. Sin embargo, también su nosografía sistemática dejaba sin resolver el pro­ blema de las formas atenuadas, rudimentarias y parciales de la locu­ ra. Al no amoldarse éstas a los presupuestos nosológicos -sea en materia etiológica, sea respecto a la sintomatología, las formas de evo­ lución y de terminación- esas variantes de la locura fueron relegadas a posiciones marginales, suscitándose numerosas controversias al tra­ tar de considerarlas enfermedades de pleno derecho, y también cuan­ do se pretendía determinar qué signos morbosos permitían incluirlas en algunas de las grandes categorías nosográficas descritas.

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I. Fronteras

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Al investigar la historia de la clínica mental atendiendo en espe­ cial a las fronteras de la locura, se observan algunos cuadros y casos clínicos que parecen rebelarse a ser incluidos entre las psicosis prototípicas, es decir, la esquizofrenia, la paranoia y la psicosis maníacodepresiva. Tales son, entre otros, algunos de los casos descritos por Pinel y Esquirol entre los delirios parciales, las locuras razonantes, la "locura parcial" (partidle Verrücktheit) de los autores alemanes, la forma simple y la latente de la esquizofrenia bleuleriana, y, de mane­ ra especial, la locura lúcida de Trélat. En lugar de profundizar en la especialidad de este tipo de formas clínicas, asumiendo por ello el riego de desbaratar los modelos psicopatológicos imperantes, la mayoría de los tratadistas se repartieron en dos posiciones contrarias: mientras unos las negaron sin más -es lo que hizo J.-P. Falret con las monomanías-, otros las incluyeron directamente en alguna de las grandes categorías existentes, como propuso Bleuler respecto a la forma simple y la latente de la esqui­ zofrenia. Mas la simple negación ni remedia el problema ni lo apla­ za, como pudo comprobarse a finales del siglo xix con los inagotables debates acerca de la paranoia. Tampoco la solución aquí ilustrada con Bleuler está exenta de complicaciones, de las que con acierto se hicie­ ron eco Ey y Guiraud al escribir: "Nuestro temor es que las mentes demasiado prudentes o demasiado hábiles, en presencia de casos dudosos, [...], se refugien en la esquizofrenia, como ocurría en otro tiempo con la degeneración"1. 1

Ey, H. y G u irau d , P.: "Remarques critiques sur la schizophrénie de Bleuler" [1926], en H. Ey, Schizophrénie. Études cliniques et psychopathologiques, Condé-

sur-Noireau, Synthelabo (Les empêcheurs de penser en rond), 1996, pág. 30.

Pese a su dificultad, más atinado parece investigar esas variantes excepcionales no solo desde los modelos tradicionales sino también a partir de otros, quizás construidos ad hoc, que permitan captar su esencia y singularidad, además de mostrar el denominador común que comparten con el resto de psicosis.

II. Locos lúcidos

Psicosis

Han sido pocas, en verdad, las monografías dedicadas por los clá­ sicos a los locos normalizados, es decir, a esos cuya vida discurre por las sendas más transitadas y caminan con un paso similar al de la mayoría de sus coetáneos. Seguramente la más ambiciosa y directa es la que publicara en 1861 Ulysse Trélat (1795-1879) con el título Lafolie lucide étudiée au point de vue de la famille et de la société. Médico de la Salpêtrière y más tarde de Charenton, Trélat compaginó el alienismo con un activismo político de extrema izquierda2. Partidario de la herencia como causa última de la locura, dedicó su primera obra a recuperar las opiniones de los principales médicos que se ocuparon de la locura a lo largo de la historia3. Aunando sus ideales sociales y la práctica médica, Trélat investigó durante años la folie lucide. Lo hizo con el fin de que sus colegas reconocieran a esos locos que pasan desapercibidos y pudieran salvaguardar el matrimonio, la familia y la sociedad de sus desmanes y maldades. Se trata por tanto de un tipo de alienados que, a diferencia de la mayoría, no parecen en abso­ luto locos cuando se les observa superficialmente. Solo si se logra penetrar en ellos mediante un análisis de su vida íntima, se podrá apreciar la alienación que los subyuga: "Estos enfermos deliran en sus actos, pero no deliran en sus palabras. Su falta de razón solo se conoce desde el interior y no se muestra afuera"4. Advierte además Trélat que en los interrogatorios hacen gala de un gran dominio de sí mismos ("no dan un paso en falso"), razón por la cual el médico debe atender sobre todo a los antecedentes. Comoquiera que la inmensa mayoría son incurables, es del todo recomendable que "[...] los que están dotados de razón los conozcan para no ligarse en absoluto ni entrar en relación con ellos"5.

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2 Sobre la v ida y obra de Trélat, véase R. Semelaigne, Les pionniers de la psychia­ trie française avant et après Pinel, Baillière, Paris, 1930, págs. 202- 211. 3 Cf. U. T rélat, Recherches historiques sur la folie, Baillière, Pans, 1839. 4 T rélat, U.: La folie lucide étudiée au point de vue de la famille et de la société, A. Delahaye, Paris, 1861, pág. 12. 5 T rélat, U.: La folie lucide..., op. cit., pág. 16. 53

L os locos lúcidos pueden pertenecer a las diferentes categorías de la locura: imbéciles, idiotas, sátiros, erotómanos, celosos, orgullosos, etc. Pese a sus numerosas diferencias, todos ellos dan muestras de una suprema ingratitud y de una indestructible confianza en sí mis­ mos. Estas son las dos características más destacadas que se des­ prenden de la monografía de Trélat, cuyos escasos resultados psicopatológicos contrastan con los elevados ideales sociales a lo que está destinada.

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III. Escenarios actuales Durante los últimos años, esta problemática de las locuras que no lo parecen se ha reactualizado en escenarios de la clínica mental muy distantes entre sí. Con una intención clara de ampliar el número de consumidores de neurolépticos y otros psicofármacos, la industria farmacéutica trata de abrir una brecha entre aquellos jóvenes un tanto raros a los que se presume candidatos a la psicosis. De la mano de tan magnánima propuesta se ponen en marcha intervenciones precoces, esto es, el uso próspero de medicamentos para prevenir posibles locuras del futuro. Esta es una de las modalidades por las que el territorio de la psicosis se ensancha en nuestros días para aco­ ger a supuestos esquizofrénicos o bipolares. En las antípodas de esta orientación, tratando de conjugar la investigación psicopatológica de las formas actuales de presentación de la psicosis con una terapéutica más acorde a los tiempos, la orien­ tación lacaniana ha promovido la noción de "psicosis ordinarias"6, motivando un creciente número de publicaciones por el momento un tanto heterogéneas. En ellas se abren de nuevo las preguntas sobre los límites, las fronteras o los litorales que separan la locura de la nor­ malidad, la psicosis de la neurosis. Como es natural, las propuestas que de aquí deriven deben ser suficientemente cuidadosas y no gene­ ralizar el diagnóstico de psicosis; eso traería graves perjuicios a los pacientes y arruinaría la concepción tradicional de las neurosis7.

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6 Cf. J.-A. M iller et al., La psicosis ordinaria, Paidós, Bs. As., 2004. 7 No conviene en modo alguno dejarse llevar por el entusiasmo. El propio E. Laurent reconoce que "[...] entre las neurosis clásicas por un lado y las psico­ sis extraordinarias por el otro, se encuentran fenómenos mezclados, mixtos, que no son fácilmente asignables. Hay un campo de exploración clínica que justamente debe ser cualitativamente explorado. Pero, neurosis y psicosis deben ser distinguidas como dos polos completamente fundamentales" (L aurent, E.: "La psicosis ordinaria", en: Virtualia, n" 16, febrero-marzo, 2007; 54 www.eol.org.ar/Vitualia).

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¿Existen esas fronteras? ¿Tenemos todos algo de locos? ¿Tienen los locos algo de cuerdos? Todos esos interrogantes, cuya sempiter­ na actualidad ha animado a lo largo de los dos últimos siglos con­ tinuas controversias, alinea a los partidarios de un continuum fren­ te a los que afirman diferencias estructurales irreductibles. A los defensores del delirio universal, de los núcleos psicóticos que a todos nos conforman o del tránsito por estadios psicóticos arcaicos, pese al indudable filón heurístico que atesoran tales hipótesis, siem­ pre se les podrá objetar una razón tan dura como el acero: las expe­ riencias del loco distan mucho de las que caracterizan al sujeto reputado de normal8. La autorreferencia del paranoico, la fragmen­ tación del esquizofrénico y la indignidad del melancólico parecen conformar dimensiones de una experiencia solitaria cuyo denomi­ nador común hemos convenido en denominar "psicosis". Schreber, Rousseau, Aimée y Wagner han sido elevados por los estudiosos a la categoría de casos paradigmáticos, sirviendo por ello a los nove­ les de referente para adentrarse en las experiencias y en la lógica de la psicosis. En sus testimonios se pone de relieve la manera en que la locura compromete al lenguaje, al cuerpo, al goce y al vínculo social. Cabe pensar que todos los psicóticos tienen algo en común que les hermana, sean sus experiencias rotundas o discretas, su comporta­ miento parezca loco o normalizado, sus certezas se afirmen en lo insólito o lo común. De esta manera, en el territorio de la psicosis conviven sujetos muy trastornados y otros más normalizados. A los primeros los reconocemos por las magníficas descripciones de los clásicos de la psiquiatría, y los conocemos por las explicaciones ela­ boradas por la psicopatología psicoanalítica. Los segundos, en cam­ bio, constituyen un grupo más heterogéneo y desconocido: hay quie­ nes no han presentado aún ninguna crisis psicótica (pre-psicóticos) y quienes habiéndose desencadenado lograron reequilibrarse median­ te estabilizaciones o suplencias; los hay también que pasan desaper­ cibidos porque sus crisis son muy atenuadas y breves, como fogona­ zos o destellos de experiencias psicóticas posteriormente reabsorbi­ das en maneras de vivir adaptadas y comunes; otros saben hacer buen uso del disimulo y la ocultación9, defensa voluntaria que los pone al resguardo de los profesionales de la salud; también hay otros

Sobre este particular, uno de nosotros ha insistido en algunos trabajos ante­ riores, en especial en "La certeza como experiencia y como axioma" (Á lvarez, J. ML Estudios sobre la psicosis. Grama ediciones, Bs. As., 2008, págs. 157-174). Sobre la disimulación, véase en especial P. Sérieux y J. C apcras, Les folies rai­ sonnantes. Le délire d'interprétation, Alcan, París, 1909, págs. 244-286. 55

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que se sostienen en identificaciones con lo que se considera más o menos normal, con lo que pasa desapercibido10. Parece entonces conveniente reorientar el debate sobre estas for­ mas normalizadas de psicosis o locuras que no lo parecen. Con las miras puestas en la terapéutica, nuestro punto de partida se sitúa en las peculiaridades que atañen al sujeto contemporáneo, en especial a las modalidades con que conforma su pathos, sin descuidar las apor­ taciones tradicionales del psicoanálisis y de la psicopatología clásica. Como tal, esta propuesta está destinada a identificar y definir los sig­ nos discretos que presentan estos casos, cuyo resultado habrá de cul­ minar en la construcción de una semiología clínica destinada a los rudimentos psicóticos apredables en este ámbito de experiencias, hechos, fenómenos y formas de "hacer con" que caracterizan a estos sujetos en principio "inclasificables"11. Tomando como referencia las categorías lacanianas imaginario, simbólico y real, a continuación apuntaremos algunas peculiaridades que se presentan en estas for­ mas normalizadas de la psicosis, razón por la cual se examinarán los ámbitos del cuerpo, el goce, los usos singulares del lenguaje, la clíni­ ca del acto, el lazo social y las identificaciones.

IV. Esbozos psicopatológicos El cuerpo Cuanto menos resultará honesto aceptar que la condición de la existencia humana, por el hecho de ser-hablante, está atravesada por un desencuentro irremediable entre verbo y carne. Por ello la feno­ menología de lo corporal resulta de especial interés en este tipo de locuras normalizadas, pues en la psicosis ese desencuentro entre len­ guaje y cuerpo se hace más evidente y ominoso. En la esquizofrenia este exilio de la palabra y del cuerpo está claramente representado por los fenómenos de fragmentación corporal y automatismo del len­ guaje. Por lo general el sujeto neurótico adora su cuerpo, lo cuida, lo alienta, lo toma como signo de su ser y cree poseerlo. En cambio, en el caso de la psicosis el cuerpo se instala en un espacio ajeno a la his­ toria del sujeto. Podemos decir que el psicótico "no tiene cuerpo" porque no se ha apropiado de él. Más bien su situación se reduce a

10 Cf. H. D eutsch, "Some forms of emotional disturbance and their relation to schizophrenia", en Neurosis and character types. International Universities 56 Press, Nueva York, 1965, págs. 268-286.

sufrir de sus fundones sin el auxilio de los remedios universales que los demás poseemos. El psicótico vive ajeno a su cuerpo, mostrando a menudo una relación de extraordinario desapego e indiferencia. Por ello, en ocasiones descubrimos en estos sujetos raros, ciertos hechos clínicos o formas atípicas de hacer con el cuerpo que nos pro­ porcionan una pista útil para el diagnóstico. Este es el caso de un joven al que venimos atendiendo por una clínica poco convendonal. Entre otras peculiaridades, R. muestra una relación bien enigmática con su propio cuerpo. A raíz del fallecimiento de su abuelo comenzó a presentar episodios de intensa angustia que solo se calmaba cuan­ do veía brotar la sangre roja de los cortes que se hacía; este hecho se acompañaba de un singular pensamiento según el cual él podía ejer­ cer alguna clase de dominio sobre la vida y la muerte.

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El goce Manifestación de lo real, los efectos del goce sobre el cuerpo consti­ tuyen un terreno igualmente fértil cuando se trata de la fenomonelogía de la locura. Pues si en las locuras clásicas el goce adquiere una expre­ sión particular -invasión de goce experimentado por el esquizofrénico en la fragmentación; objeto exclusivo de otro gozador, en el caso del paranoico-, en estas formas discretas de psicosis también habrán de apreciarse algunos indicios que las diferencien de las neurosis. Si el proceso de neurotización edípica respecto a la satisfacción pulsional conlleva la represión y la localización de ésta en ciertas zonas corporales, al tiempo que el reconocimiento de su realidad de goce, en el caso de la psicosis descubrimos que dicho proceso no se ha producido. Así, en determinados momentos biográficos, el sujeto psicótico se verá confrontado con ciertas experiencias de goce extra­ ño que no podrá vivir sin horror y perplejidad. En los casos de psi­ cosis que no lo parecen, aunque sea en grado ínfimo, conviene tam­ bién rastrear la presencia de este tipo de fenómenos. Es más, en algu­ nos sujetos de apariencia normal, se observa que su existencia se sos­ tiene gracias al enganche a ciertos tipos de goce solitarios, los cuales les permiten mantenerse alejados del desencadenamiento de la psi­ cosis, como sucede en ciertas toxicomanías. Resumiremos a continuación el caso de una paciente que nos fue derivada tras ser intervenida por una dolencia física relacionada con "lo femenino". Aunque no se ha observado ningún signo alucinatorio-delirante concreto y su vida discurre con absoluta normalidad, el enunciado de su relación con los hombres nos advirtió de la posibili­ dad de una psicosis casi en los límites. Soltera y con escasos contac­ tos masculinos, salvo en algún acto irreflexivo en el que se veía empujada a situarse como objeto de abusos, su historia ha estado

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orientada por varias experiencias que le han obligado a una distan­ cia mínima frente a los hombres. Pues en repetidas ocasiones, a lo largo de su adolescencia y madurez, cuando pasa por delante de un hombre -como en tiempos le ocurriera con su padre- se repite una y otra vez la sensación de "diluirse" y la percepción de los lascivos intereses sexuales del otro.

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Usos o r ig in a le s d e l le n g u a je

Han sido numerosos los autores que han investigado los trastor­ nos del lenguaje en la psicosis, queriendo afianzar en ellos un diag­ nóstico certero1112. Sin embargo, los trastornos descritos por la psicopatología no alcanzan a especificar la relación singular que los psicóticos normalizados guardan con el lenguaje. Los famosos desórdenes verbales, como el neologismo, no suelen estar presentes en este tipo de sujetos. Pese a esto, sí es posible apreciar una propiedad bastante significativa en lo que se refiere a su lenguaje. Ser neurótico implica participar de un sentido compartido con los demás, de una alusión a lo sexual soportada y comprendida. No sucede tal en la psicosis, pues en esa estructura el sujeto parece situarse fuera de la órbita de ese sentido compartido. Los trastornos del lenguaje en estas formas de presentación de la psicosis son míni­ mos, nada evidentes. Más aún, cuando se producen no suelen ser percibidos en el orden del significante, en la estructura de los ele­ mentos que componen dicho código, sino en el terreno de la signifi­ cación, es decir, en la relación que estos elementos básicos mantienen entre sí. En algunas ocasiones acuden a consulta sujetos que, sesión tras sesión, no terminan de cerrar una significación al exponer sus pade­ cimientos, manteniendo el dicho en suspenso sin la menor de las con­ creciones. Esta particular forma de hacer uso del lenguaje se opone claramente a la tendencia habitual del neurótico, consistente en sumar significados sobre significados en torno al malestar que le anima a consultar. La neurosis está sometida al equívoco que la estructura del lenguaje entraña, al juego de las significaciones uni­ versales, donde el sentido del malestar queda abierto a la tentación

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11 Cf. M iller, J.-A. et al.: Los inclasificables de la clínica psicoanalítica, Paidós, Bs. As., 2005. 12 Sobre este conjunto de trastornos, véase, J. Ma Á lvarez, R. Esteban y F. Sauvagnat, Fundamentos de psícopatología psicoanalítica. Síntesis, Madrid, 2004, págs. 393-412. Un enfoque más específico, en J. Ma Á lvarez, "¿Los trastornos del lenguaje son causa o consecuencia de la psicosis?". Estudios sobre la psico­ sis, op. cit., pág. 139-157. 58

de saber sobre el deseo inconsciente y su desciframiento. En cambio, el psicótico no da lugar a la mala-interpretación. En su decir no exis­ te el horizonte de la significación universal a través de la cual el sen­ tido de su discurso pueda ser inmediatamente comprendido en un ilusorio entendimiento inter-subjetivo. Puede decirse que su relación con el lenguaje es más real y menos metafórica, dando la impresión de que habla al pie de la letra, como si para él no existiera la impre­ cisión de la palabra. Por ello, tras intervenciones terapéuticas en las que el equívoco del lenguaje introduzca una ambigüedad en el men­ saje transmitido, podrán producirse lances de cierta confusión o per­ plejidad en la relación transferencia!. Clínica del acto Al considerarse en psicopatología que la acción sustituye a la palabra, la clínica del acto y sus variaciones vienen a suplir la falla de la dimensión simbólica con la que normalmente tratamos de apaci­ guar el continuo desafío de la existencia humana. Pues vivir es una incesante tensión entre hacer y decidir. A veces uno pasa mucho tiempo pensando sin llevar siquiera a cabo una mínima intención. En cambio, otras veces se actúa sin reflexión alguna. También existen puntos intermedios. De manera genérica el acto en psicopatología tiene dos dimensio­ nes que han de ser revisadas en estos casos de psicosis normalizadas. La pregunta del acting-out se dirige al Otro, véhicula una demanda, un "llamado", una intención de dar sentido. Por contra, la respuesta del paso al acto consiste en una ruptura con el Otro, con la palabra e incluso con lo que le sostiene al sujeto en la vida. En estos casos difíciles de clasificar la dimensión del acto se pre­ senta de una manera muy significativa, tanto en su razón clínica como en su cuantificación. De forma general se observa que muchos de estos sujetos anteponen el actuar al uso de la palabra. Por otra parte, la cualidad del acto tiene una naturaleza diferente cuando se trata de la psicosis, ya que en ésta la acción obedece a una disposi­ ción subjetiva propia de su estructura. Psicosis a c t u a l e s

Lazo social y sobre-identificación Cualquiera que sea la exploración de la psicosis nunca se debe olvidar la problemática del vínculo social. A diferencia de los gran­ des psicóticos, estos pacientes parecen acomodarse en el lazo social con semejantes aptitudes y dificultades que el común de los morta­ les. Sin embargo, algunas modalidades de relación nos ponen sobre la pista de una psicosis normalizada cuando se atiende al estilo sin­ gular de incluirse en lo social.

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Según se viene diciendo, la posmodernidad ha supuesto un decli­ ve de la figura del padre, una caída de la función paterna como refe­ rencia para orientarse en la vida respecto a un ideal. Pareciera que ya no hay en quién ni en qué creer, ni siquiera en que el síntoma alber­ ga la posibilidad de un sentido y de un imposible. Por contra, día tras día se amplían y diversifican las normas según las cuales los seres humanos se relacionan entre sí. Y es precisamente en este punto donde, de forma nada desdeñable, se puede apreciar un aumento de esas formas larvadas de psicosis que se sostienen gracias a invencio­ nes o "sobre-identificaciones" con ciertos rasgos grupales, incluso encarnando en sí algo de la norma social cuya desaparición se viene denunciando.

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V. Lo que Lacan nos enseñó de Joyce "¿A partir de cuándo se está loco?", es una de las preguntas que Lacan formula en su seminario El sinthome, el cual nos sirve para cen­ trar el objeto de estudio. A largo de este seminario, dictado entre los años 1975 y 1976, Lacan trató de contestar a dicho interrogante mediante la elaboración teórica de una nueva clínica, la clínica de los nudos "borromeos", a través de la construcción del "caso" Joyce. "¿Estaba Joyce loco?". En el Seminario 23 Lacan buscó los límites de la psicosis en la original obra del escritor James Joyce; los buscó en su texto, en su curioso uso de la lengua, en su insólita forma de hacer con su particular desencuentro desgarrador con la ley del lenguaje. Veinte años antes, en el Seminario 3, Las psicósis, Lacan dedicó un largo comentario al concepto de pre-psicosis en el que señalaba, entre otras cosas, la importancia de conocer con precisión "la sensación que tiene un sujeto de haber llegado al borde del agujero". Este señalamiento nos invitaba a conceptualizar al pie de la letra qué le acontece al suje­ to en el momento previo a rebasar el límite hada la psicosis y con ello poder distinguir el diagnóstico de psicosis, incluso antes de que ésta sea manifiesta. De este modo, orientaremos el comentario sobre la última enseñanza de Lacan haciendo uso de dos conceptos: en primer lugar, el de pre-psicosis y la fenomenología del "crepúsculo de la reali­ dad"13 que caracteriza la entrada en la psicosis; en segundo lugar, el de psicosis no desencadenada, entendida ésta como la existenda de una estructura subjetiva psicótica desprovista de las manifestadones típi­ cas de la psicosis clásica. Finalmente concluiremos con una observa-

60 13 L a c a n , J.

E l s e m i n a r i o , L ib r o 3 , L a s p s ic o s is ,

Paidós, Bs. As., 1984.

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ción fundamental sobre la noción de sinthome -postrera aportación lacaniana a la clínica de los bordes, los límites oscuros y los casos inclasificables- a través de una lectura concisa del estudio clínico de Jacques Lacan acerca de la escritura de James Joyce. Pre-psicosis es un término que Lacan utiliza en el seminario Las psi­ cosis cuando critica los trabajos de Mauritz Katan sobre la fase previa al estallido psicopatológico de la locura del doctor Schreber. Si nos detenemos por un momento a reconstruir dicha fase observaremos que, como bien precisa Lacan, "nada se parece tanto a una sintomatología neurótica como una sintomatología pre-psicótica"14. En el caso de Paul Schreber se observa un período prodrómico que dura cuatro meses, esto es, desde el momento en que recibe la noticia de su nombramiento de Senatprasident (Presidente de la Cámara en la Corte Suprema del Land de Dresde) hasta la toma de posesión del cargo. Es el período en el que surgirá la representación hipnopómpica -la revelación del fantasma de ser la mujer de Dios- que tanto habría de perturbarle: "Se trataba de la idea de que debía resultar muy placentero ser una mujer cuando se entrega al coito"15, al tiem­ po que toda una serie de manifestaciones psicopatológicas inespecí­ ficas -insomnio, presiones precordiales, intranquilidad, ideas de sui­ cidio, etcétera- que se correlacionan con la descripción que habitual­ mente hacemos del cortejo clínico de la angustia. No obstante, como también señala Lacan en el mismo seminario, "¿qué buscamos cuan­ do abordamos una perturbación mental, ya sea de modo patente o latente, ya se enmascare o se rebele en síntomas o en comportamien­ tos? Siempre buscamos una significación: la certeza"16. La certeza es lo que nos permite localizar el "sentimiento de crepúsculo del mundo", el sentimiento de estar al borde del agujero; pero también otros síntomas presentes en estos momentos de la pre-psicosis: actos inmotivados, como las fugas, los robos, los incendios o actos violen­ tos. Igualmente, diversos síntomas neuróticos pueden hacer su apa­ rición: angustia, obsesiones, fobias, o somatizaciones, pero con el añadido de que estos síntomas tienen algo de imprevisible, de erráti­ co, de cambiante, es decir, que no obedecen -como sucede en la neu­ rosis- a la repetición. Para tratar de las psicosis no desencadenadas seguiremos la hipóte­ sis del "caso" Joyce tal y como Lacan la propone en su Seminario 23, El sinthome. Es en este registro de la clínica -que podríamos estable-

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u Ibfd. 15 Cf. Schreber, D. P. Sucesos memorables de un enfermo de los nervios, AEN, Madrid, 2003, pág. 50. 16 Cf. Lacan , J. El seminario. Libro 3, Las psicosis, op. cit. 61

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cer como el de la locura sin desbordar- donde aparecerá el concepto de suplencia en oposición al de compensación imaginaria; compensa­ ción estudiada con anterioridad por otros autores analistas como Helen Deutsch17 y Mauritz Katan18. Cuando hablamos de una com­ pensación imaginaria que contiene el sujeto frente el desencadena­ miento de la psicosis nos referimos a una serie de identificaciones conformistas -adhesivas, integrales, miméticas y no-dialécticas- ante un semejante situado, respecto al sujeto, en el lugar de Ideal del yo. Sin embargo, el estudio lacaniano de James Joyce representa otra ver­ sión de la clínica. En este caso el mecanismo que sostiene al sujeto en la pre-psicosis ya no se trata de una identificación, sino de una suplencia. Lacan no contestó a su pregunta sobre si estaba loco Joyce o no, examinando minuciosamente los datos de su biografía. Su argumen­ to no consideró los rasgos paranoides del escritor irlandés, ni sus ideas de persecución, ni siquiera lo extravagante de su carácter o sus tendencias querulantes19. Lacan solamente se apoyó en su obra para identificar en qué términos circulaba la subjetividad de James Joyce, haciéndonos saber de la especial relación que Joyce mantenía con el lenguaje, de la que podría deducirse la existencia de una psicosis sin desencadenar. La hipótesis lacaniana sobre el autor de Ulises sostiene que en Joyce la psicosis se ve compensada por el hecho mismo de la escritura: por la forma como utiliza las palabras para defenderse de su traumático encuentro con la lengua. Joyce era un sujeto que padecía un trastorno real, algo que él mismo llamó epifanías -manifestaciones súbitas de la esencia o el significado de algo- que, según Santo Tomás, es la propiedad de revelar la esencia de la cosa misma. Joyce describe estas experiencias como diálogos cortos, diálogos interrumpidos, pero que para él te­ nían una particularidad absolutamente trascendente: "eran eviden­ tes". Evidencia que acontece como aplanamiento de la significación en forma de diálogos triviales, frases anodinas, pero cuya realidad era insoportable, "el infierno de los infiernos"; pero una evidencia de la que extrajo una convicción: la certeza de su vocación de artista. Lo que nos enseña Lacan de la obra de Joyce es que ésta le sirvió como tratamiento de su perturbada relación con el lenguaje, como una

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17 Cf. D e u t s c h , H. "Some forms of emotional disturbance and their relation to schizophrenia", en Neurosis and character types, International Universities Press, Nueva York, 1965, págs. 268-286. 18 Cf. K atan, M. "Contribution to the Panel on Ego Distortion", en International Journal of Psychoanalysis, vol. X XX IX, 1958, págs. 265-270. 62 19 L aia, S. L o s escritos fuera d e sí, AGSM-La Otra Psiquiatría, Vigo, 2006.

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forma sintomática de estar en el mundo, a lo que Lacan llamó sintho­ me. Es el arte del escritor Joyce -quien transforma en su obra la cer­ teza insoportable de sus epifanías en un enigma- lo que funciona como un biombo para proteger al sujeto del trauma de la lengua, para modelar y atemperar la relación con la lengua. El ser hablante más que estar en posesión de la palabra es hablado; y con eso cons­ truye una trama de la familia que véhicula el deseo del Otro, el deseo de los padres, el de los otros: Mengua. Es lo que Freud llamó una fija­ ción. Lo verdaderamente traumático está en el encuentro con la len­ gua familiar. El Nombre del Padre es lo que nos protege del trauma de la Men­ gua, un aparato que permite civilizar el deseo, mantener el principio del placer, y llevarnos más o menos mal con el goce. El sinthome es una suplencia del Nombre del Padre, es una suplencia de la carencia radical de la función del padre. Como señala Jacques-Alain Miller en su curso Piezas separadas, el síntoma joyceano es la suplencia de una función que el padre de Joyce no cumplió, esto es, la capacidad de dar nombre a las cosas: "Nosotros recibimos el nombre de las cosas y las creemos y podemos comunicarnos, ya que estos nombres permi­ ten asociar significante y significado, tener un uso rutinario del len­ guaje". Joyce padecía, igualmente, un trastorno imaginario que podemos confirmar a través de la particular relación que el escritor mantenía con su cuerpo. En el Seminario 23, Lacan nos lo demuestra evocando el episodio de la paliza que Joyce sufrió siendo joven, en el que des­ taca -de forma absolutamente concluyente- una especie de "dejar caer su cuerpo", acompañado por una llamativa falta de afecto, de dolor corporal. Pero eso no es todo. Joyce también padecía un tras­ torno simbólico: las palabras impuestas. De manera que, el sinthome en Joyce era una forma de suplencia que tuvo la propiedad de anu­ dar simbólico, imaginario y real de una manera estable. Era un sín­ toma terapéutico que, a diferencia de las formaciones del inconscien­ te freudianas, se correspondía con el reverso del inconsciente, en la medida en que podía ser interpretado. Se trataba de un síntoma mediante el cual Joyce logró mantener unidos simbólico y real de una manera bien enigmática, pues faltaba el elemento imaginario para anudar los registros. Esta carencia la puso de manifiesto Lacan en la obra joyceana al señalar que Finnegans Wake es una obra en la que falta el relato; esta novela no se lee para tratar de saber lo que pasa en la página siguiente. Por añadidura, el sinthome difiere del delirio -a pesar de tener numerosas afinidades con éste- en un punto esencial. En oposición al delirio que obtura el enigma por la certeza, Joyce lo cultiva, desci-

frando el enigma de las palabras que le son impuestas. Esto es para Lacan la esencia de todo síntoma, la esencia de la clínica: un síntoma que no puede ser descifrado pero que sirve como parapeto frente al traumatismo de la lengua. De este modo, Joyce hace de su síntoma un arte, y al hacerlo, hace un uso lógico de su síntoma.

José M

aría

Á

lvarez,

Juan

de

La P

eña

, José R o d r íg u e z E iras

Es de esperar que, tratando de despejar oscuridades e impericias, los clínicos vayamos aunando esfuerzos para definir con ciencia y atino lo que verdaderamente corresponde a la locura, máxima que debe extenderse también a esos casos que se alejan de la norma. Siguiendo las descripciones de la psicopatología y las enseñanzas del psicoanálisis lacaniano, iniciamos este proyecto de investigación, cuyo marco y principales líneas de fuerza se han esbozado en las páginas precedentes.

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Una dificultad para el viraje en la psicosis Elena Levy Y eyati

"Esta descripción del estadio del espejo hace de la psicosis el estado natural del sujeto. La metáfora pater­ na resolvería esa hiancia del estadio del espejo por la significación fálica. Y cuando la metáfora paterna no funciona, habría elisión de la significación fálica y retorno a la hiancia mortífera". (J.-A. M iller)1

Conceptos En "De una cuestión preliminar..." Lacan hace una notable obser­ vación acerca de la explicación que Freud da sobre la reconciliación de Schreber, en la culminación de su delirio, con la idea de transfor­ marse en mujer, emasculación mediante. La cita a la que me refiero es: "Creemos poder decir que Freud aquí faltó a sus propias normas y del modo más contradictorio, en el sentido de que acepta como momento de viraje del delirio lo que rechaza en su concepción gene­ ral, a saber, hacer depender el tema homosexual de la idea de gran­ deza...".2 Para seguir el argumento hay que recordar que muy tem­ prano en su obra, pero sobre todo a la altura de su análisis de las Memorias 3 de Schreber, Freud señaló que el delirio paranoico era una defensa contra la pulsión homosexual. Eso puede leerse, por ejemplo, en las contradicciones a una única afirmación inconsciente "yo (un hombre) lo amo (a un hombre)", cuyo tratamiento defensivo y retó­ rico dará como resultado uno u otro tipo de delirio. Los cuatro tipos* Psicosis

* E lena L evy Yeyati es médica especialista en psiquiatría. Psiquiatra de guardia

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del Hospital Alvear. Miembro de la Fundación Descartes. Analista practicante de la Escuela de la Orientación Lacaniana y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, [email protected] } M ille r , J.-A. y otros: La psicosis ordinaria, ICBA-Paidós, Bs. As., 2003, pág. 268. 2 L aca n , J.: "De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psico­ sis", en: Escritos, Siglo Veintiuno editores, México, 1993, pág. 549. 3 Freud , S.: "Observaciones psícoanalíticas sobre un caso de paranoia (Caso Schreber)" (1911), en: Obras Completas, t. II, Biblioteca Nueva, Madrid, 1973. 65

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más conocidos de delirios que se derivan de la negación de la frase son: persecutorio, celotípico, erotómano y megalómano. A partir de la relectura de esa tesis Lacan va a sostener que la conclusión freudiana, según la cual Schreber se reconcilia con la idea de transfor­ marse en mujer al verse compensado por el delirio de grandeza de ser la mujer de Dios, es contradictoria. Lacan propone que la expli­ cación debe buscarse en el hecho de que "el verdadero resorte del vuelco de la posición de indignación, que provocaba primeramente en la persona del sujeto la idea de la Entmannung: es muy precisa­ mente que entre tanto el sujeto había muerto".4 Lacan ve en ese fenómeno, correlativo del momento de desenca­ denamiento de la psicosis de Schreber, el índice de la regresión tópi­ ca a la "hiancia mortífera del narcisismo", como la llama Miller5. La dinámica de lo imaginario, en tanto que mortífera, se manifiesta en las tentativas suicidas, los estados catatónicos e incluso en los dichos del sujeto: por ejemplo, Schreber decía haber leído la noticia de su muerte en los diarios; se veía como un cadáver leproso conducido por otro cadáver leproso. Esta fenomenología constituye el resultado de una dinámica: la elisión fálica, resultante de la forclusion, es supli­ da por una regresión imaginaria. La elisión fálica no es la falta de un atributo en la imagen del cuerpo en el espejo, sino que es el efecto de la ausencia de la condición de posibilidad del goce fálico -el cual debe entenderse como un efecto fuera-de-cuerpo-, que provoca una regresión al modo de funcionamiento imaginario, cuyos efectos sí se localizan en el cuerpo. A partir de ese momento de viraje Schreber puede soportar, y esperar, su transformación en mujer. En Lógica del delirio, Ma levai6 sostiene la importancia funcional de la observación de Lacan que estoy comentando, o sea que antes de producirse la aceptación de su transformación en mujer, el sujeto Schreber había muerto. Maleval sostiene que la muerte del sujeto, entendida en un sentido dinámico, y no necesariamente traducida en comportamientos (pasajes al acto, automutilaciones, asesinatos), per­ tenece al trabajo del delirio. Dice Maleval: "En el transcurso de su delirio dicho estado (en el que Schreber se creía muerto y putrefacto) constituyó 'la mayor angustia', el peligro más temido: el temor de hundirse en la imbecilidad y que los rayos divinos lo 'dejaran plan­ tado'."7 Maleval sostiene la hipótesis, a propósito del cambio de posi4 5 6 7

L acan , J.: "De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psico­ sis", op. cit., pág. 549. M iller, J.-A. y otros: La psicosis ordinaria, op. cit. M aleval, J. C. Lógica del delirio, Serbal, Barcelona, 1998. Ibid., págs. 201-207.

ción necesario para el apaciguamiento subjetivo, según la cual los que resultan particularmente modificados son los ideales anteriores del sujeto. En Schreber, por ejemplo, el cambio es muy notable: antes del desencadenamiento él era un libre pensador y después se convir­ tió en creyente y edificador de un nuevo sistema religioso. A partir de que el sujeto consiente "en un cierto renunciamiento, sobreviven huellas del fenómeno: emergencias de un nuevo apellido, sentimien­ to de una conmoción decisiva, modificación radical de los ideales, certeza de la realización de un asesinato de almas, construcción de una nueva filiación, etc." 8 Para el sujeto esa muerte es correlativa de la deslocalización fálica del goce. La enseñanza (auto)terapéutica que Maleval extrae de este fenó­ meno es que si el sujeto supera el 'dejar plantado' y se sobrepone a la prueba, dejaría de tener una actitud pasiva ante los mensajes de lo real. "Este momento de transición es necesario siempre, sin duda, para que las construcciones del delirio adquieran consistencia..." .9 Mientras no se cumpla ese momento de reconciliación con lo que es rechazado por los ideales, no podría alcanzarse una nueva estabili­ dad mediante alguna invención delirante, y los fenómenos de la des­ composición imaginaria mantendrán sumergido al sujeto en la angustia y el riesgo del pasaje al acto. La muerte del sujeto constitu­ ye un momento de desanudamiento de la estructura subjetiva, reque­ rido lógicamente para un anudamiento corrector a posteriori. Dejaré solo mencionado que, a diferencia de Maleval, otros auto­ res han querido ver en lo que se llama la muerte del sujeto, todo aquello de lo que dan testimonio los fenómenos intrusivos que pade­ cen algunos psicóticos: si la iniciativa viene del Otro, entonces el psicótico está muerto (como sujeto de autoafirmación). Teniendo presentes estas indicaciones teóricas, voy a analizar lo que enseña la dificultad de un sujeto para producir un viraje hacia alguna forma de estabilización luego del desencadenamiento de su psicosis.

Lo que enseña un caso ^ n

O Es frecuente observar cómo, ideales de salud, normalidad o esti- en*2 los de vida, complican el hallazgo de alguna salida posible para el > padecimiento de muchos pacientes. Esto es especialmente notable ^ ALES

lbid. 9 Ibid.

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cuando, en el seno de una familia conservadora de la clase media porteña, un hijo padece una grave perturbación mental. Hace unos años tomé en tratamiento a un muchacho cuyos padres sostenían que padecía una enfermedad bipolar, declarada hacía seis años, y que no había sido oportunamente diagnosticada. Para ellos la bipolaridad excluía el delirio -es decir psicosis-, y debía poder con­ trolarse eficazmente con psicofármacos. Además, el psicoanalista que trató a su hijo al comienzo de sus padecimientos, no lo diagnosticó correctamente. Ellos quisieron venir a la consulta antes que el pacien­ te para advertirme... sobre sus contradicciones. Sabiendo que practi­ caba el psicoanálisis y la psiquiatría, me solicitaban que atendiera su medicación pero admitieron que tenían dudas sobre la conveniencia de una cura analítica. Consideraban la posibilidad de realizar una terapia alternativa (breve, cognitiva, más directiva, focalizada, etc.). El paciente tenía hacia el tratamiento una actitud similar a la de sus padres solo que, como se sentía muy angustiado, vino a hablar con cierta regularidad durante un año. En el tiempo que duró la consul­ ta rechazó hacer cualquier ilación que permitiera historizar las coor­ denadas de un desencadenamiento. Entendía que ir al pasado -como él decía-, era hacer psicoanálisis y, en nombre de esa razón, rechaza­ ba relatar historias de su vida. El único tipo de conversación que sos­ tenía oscilaba entre el relato y la mostración de síntomas. a. Fenómenos de cuerpo Desde los 20 años el paciente comienza a tener crisis de agitación durante las cuales el cuerpo parece ser independiente de intenciones que se le pudieran atribuir: de repente hace la vertical; habla sin parar; baila o hace figuras de Tai-chi en cualquier lugar; cambia de entonación al hablar; si en el diario lee la frase "ponerse de pie" se para. No puede dar cuenta de la finalidad de esto que, además, le resul­ ta muy disfuncional. Tiene una relación de ajenidad con el cuerpo, pero está lejos de deshacerse de él "como una cáscara" -como dice Lacan al hablar de Joyce10. El hecho de que el paciente relate o mues­ tre esos síntomas ¿hace de él un histérico para quien su cuerpo es un enigma? No lo creo. La frase del diario "ponerse de pie" significa para él un imperativo que viene del Otro y lo somete a una pasividad próxima a una influencia persecutoria ligada a fenómenos de signifi­ cación personal. A merced de un goce Otro no dispone de un medio para separarse de él.

68 10 L acan , J.: El Seminario, Libro 23, El sinthome, Paidós, Bs. As., 2005.

Lo que más lo hace padecer es la autonomía del órgano que él llama la mente. La mente, como los latidos del corazón, alguna vez podría detenerse, dice. En este sentido padece dos clases de fenóme­ nos asociados entre sí: escucha frases en su cabeza y se le imponen ideas que llama conexiones.

Psicosis a c t u a l e s

b. Trastornos de lenguaje como fenómenos de cuerpo Vacila en identificar las frases y conexiones que se le imponen como alucinaciones auditivas o como acontecimientos mentales pro­ pios. Parecen experiencias poco separables. Algo en él responde siempre a la voz xenopática. Si bien se queja, los fenómenos intrusivos son correlativos de un afecto de euforia. No está seguro, pero cree que es Dios quien le habla. La voz dice frases que no siempre son completas: "Este chico tiene que prestar atención a...". Entonces, cada vez que se produce el dejar plantado, cada vez que la voz se calla o se detiene, o que ima­ gina que él mismo podría separarse de esa experiencia, dice sentir angustia, pánico, una desolación, un escalofrío, un vacío insoporta­ ble. En el Seminario 23 Lacan11 presenta al paciente que padecía una psicosis lacaniana -palabras impuestas-, como un caso fallido de tra­ tamiento del parasitismo del lenguaje. Lo compara con el sujeto Joyce quien también, Lacan conjetura, es invadido por las propiedades fonemáticas de las palabras. Mediante el uso enigmático de los equí­ vocos, Joyce, a la vez que inventa una escritura singular, se libra del parásito palabrero. Los equívocos de Joyce, efecto de su sinthome, están desafectados de su cuerpo. Lacan identifica la desafectación corporal en la forma del "abandonar, del dejar caer la relación (de Joyce) con el propio cuerpo...''. Miller12 muestra la relación que exis­ te entre lo que Lacan analiza en el Seminario 23 y "De una cuestión preliminar...". Cito a Miller: "Así, el 'dejar caer la relación con el pro­ pio cuerpo'... se refiere a la derelicción designada en el delirio del presidente Schreber por liegen lassen... (que Lacan) traduce... por laiser en plan (dejar plantado, dejar tirado)...". En el caso que presento las palabras que se le imponen afectan al cuerpo y sus acciones de un modo evidente. Despieza palabras que se le imponen. Por ejemplo, descompone la palabra impuesta "apo­ calipsis" en inglés y en español del siguiente modo: "apoca (poco)lips (labios)-is (es) lo que significa más vale hablar poco", dice. Luego, permanece en silencio. 11 Ibid., clases 10 y 17 de febrero 1976. 12 Ibíd., "Notas paso a paso", pág. 206.

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Su cuerpo obedece al imperativo de la enunciación y, a la vez, el enunciado alucinatorio es interpretado semánticamente. Cualesquie­ ra sean las palabras neológicas (o neosemánticas) casi siempre tienen una misma significación que remite tanto a sus esperanzas contra­ dictorias de retirarse de la voz que le habla como a la idea, también reiterada, de mantener los agujeros cerrados. Se puede reconocer aquí la preeminencia de la dimensión imaginaria en el tratamiento del lenguaje. Este caso verifica la idea que discuten Miller, La Sagna y Laurent13 según la cual, en tanto el cuerpo es el lugar del Otro, separar los fenómenos de cuerpo de los de lenguaje resulta demasia­ do forzado.

d. ¿Qué discurso para ese cuerpo? Cuando habla sin reservas confiesa una intención misional: quie­ re ser el puente que une Oriente, Occidente y a todas las religiones. Quiero ser como Buda, Moisés y Cristo a la vez, dice. Habitualmente lee a Osho, un filósofo esotérico, bastante de moda en el ambiente New age. Algunos títulos de las publicaciones de Osho son Soy la puerta; Del sexo a la conciencia divina; La muerte, la última ilu­ sión; Meditación paso a paso; Un arte de morir por Occidente. El misticis­ mo y el mesianismo del paciente parece un delirio tomado prestado de los textos, de los que no se apropia, en los que no puede sostener­ se. ¿Por qué?

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c. La mujer Hay una sola mujer en la que siempre piensa, como una obsesión, pero a la que no se acerca. En cuanto a la sexuación el sujeto no se encuentra claramente del lado hombre. No tiene relaciones sexuales. No es por falta de erotismo. Conoce el goce peniano. Todo lo erotiza -mujeres en revistas, televisión, etc.-, se masturba con frecuencia. Pero, estar frente a la única mujer en la que piensa, le da pánico. En general, frente al otro sexo, al no poder coordinarse al goce fálico, experimenta violencia y vergüenza. Se siente un monstruo, dice. En algunas expresiones se insinúa la cuestión del empuje transe­ xual. Una vez pronunció la misteriosa e irónica frase "Que Oriente custodie la entrada". Luego, cerró su boca. Un tiempo después, al explicar lo que significaba la frase, dijo lo que hacía con la letra. Intentaba, mediante el uso de la O mayúscula de Oriente, producir el cierre del agujero que se ve en la grafía de la G mayúscula, "porque es la letra del punto G del goce femenino". Admite con vergüenza que el punto G es parte de su anatomía.

70 13 M ille r, J.-A. y otros:

L a p s ic o s is o r d in a r ia , o p . c í t., págs. 268-274.

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d. Algunas conclusiones En el caso que analizo, si bien pueden reconocerse ideas deliran­ tes, existe una gran dificultad para darle consistencia a un delirio que funcione como un modo de estabilización. Los fragmentos de sus experiencias alucinatorias y delirantes guardan entre sí relaciones de semejanza, pero eso no es suficiente para que un delirio, siempre par­ cial, se sistematice. Para tener ese resultado haría falta una articula­ ción que se funde en un real. Hay razones que dan cuenta de su detención ante la posibilidad de producir un viraje hacia el apaciguamiento de su padecimiento: -el sujeto no sintomatiza los ideales familiares ni puede rebelarse contra ellos, punto de cobardía que contribuye al padecimiento depresivo del caso. La cura se interrumpe cuando, para preservarlo de posibles pasajes al acto, se vuelve necesario apartarlo por un tiem­ po de su trabajo. Sus padres quieren que siga trabajando. -Si hubiera continuado, habría de confrontarse con una contradic­ ción: por un lado el misticismo mesiánico y por el otro sus ideales de clase y su antisemitismo. Esa contradicción, tal vez, le hubiera dado alguna consistencia con la cual ir elucubrando un delirio parcial. -El paciente no puede superar el dejar plantado, no puede sobre­ ponerse a la prueba de retirarse de la voz que le habla. Si bien hizo referencia a la cuestión de la muerte del sujeto, esto no se verificó ni en acciones ni en las consecuencias de sus dichos. En algunos textos de Osho podemos leer que la metáfora de la muerte del yo es nece­ saria como modo de ascesis a su mística holística. El paciente habla de eso sin certeza. Hay que subrayar, además, que la significación social del misti­ cismo orientalista en nuestro medio tiene un dudoso valor de ver­ dad: ¿qué institución, qué prácticas sociales podrían darle alguna consistencia? Al respecto vale la pena tener en cuenta las observacio­ nes de E. Santner14 sobre las afinidades del delirio de Schreber y la mentalidad nacional-socialista de su entorno. -Los trastornos del lenguaje y la descomposición imaginaria están fuertemente ligados. El discurso no le sirve para defenderse de lo real porque para él el lenguaje es real, imaginario y privado. Al excluir la conversación analítica rechaza tal vez la única práctica que le permi­ tiría hacer público su soliloquio.

S a n tn e r, E.: My own private Germany (Daniel Paul Schreber’s secret history of Modernity) Princeton Universtiy Press, Princeton, 1996. 71

"Palabras impuestas" Contribuciones de Joyce y del Señor G. Primeau a la clínica de las psicosis* Sergio La ia * *

Philippe Sollers creó una fórmula para el funcionamiento de la "palabra joyceana"1: 3+0=1 4

La lectura propiamente algebraica de esa fórmula torna esta tanto o más enigmática que las palabras creadas por James Joyce. ¿A fin de cuentas, cómo es posible que tres más cero sobre cuatro sea igual a uno? Sin embargo, en el corpus literario que nos legó Joyce, particu­ larmente en Finnegans Wake, sería así: para que lleguemos a "una palabra", es preciso de "al menos tres palabras además de un coefi­ ciente de anulación, de contradicción, de vacío" que, en la fórmula

P sicosis

* Este texto es una versión modificada, teniendo en vista los propósitos de este libro -Psicosis actuales-, de un texto anteriormente publicado con el título "Dos estilos de tratamiento de la palabra impuesta: James Joyce y el Sr. Primeau". Para la primera versión, producida gracias a recursos obtenidos junto al Programa de Pesquisa e Iniciación Científica de la Universidad FUMEC (proPIC-FUMEC), cf.: P eres, Ana Maria Clark, P ejxoto, Sérgio Alves y O liveira, Silvana Maria Pessoa (orgs). El estilo en la contemporaneidad. ** S é r g io L aia es psicoanalista (Belo Horizonte), Miembro de la Escola Brasileira de Psicanálise (EBP) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP); Profesor Titular de la Universidad FUMEC (Fundaçâo Mineira de Educaçâo e Cultura); Master en Filosofía y Doctor en Letras, por la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG). [email protected] 1 Sollers, Philippe: "Joyce et C'e . Tel quel, n. 64, hiver 1975, págs. 18-19. Lacan, por su parte, menciona ese texto de Sollers ya en la primera lección del libro del seminario consagrado a Joyce: L acan , Jacques. Le séminaire. Livre 23, Le 73 actuales

encima citada, es designado por el número cero. Por lo tanto, con el embutido de 4 (cuatro) elementos, o sea, superponiendo 3 (tres) pala­ bras y el 0 (cero) de la anulación del sentido, Joyce crea 1 (una) pala­ bra de la cual el sentido, debido a su propia acumulación, no deja de huir. Para medir el alcance de esa fórmula, citaría uno de los ejemplos propuestos por el propio Sollers. De 1 (una) palabra joyceana como siuse, encontrada en el Finnegans Wake, es posible extraer otras 3 (tres) palabras: "since (desde), sense (sentido) y sin (pecado)", además de que "el desarrollo 'silogístico' de esa condensación" nos permita afir­ mar que "desde que hay algo del sentido, hay pecado; desde que hay algo del pecado, hay sentido; desde que hay algo del orden de un desde (o sea, algo del orden del tiempo), hay algo del orden del senti­ do y algo del orden del pecado"2. En la descomposición de sinse, Sollers no explicita claramente lo que ese neologismo comporta como "coeficiente de anulación", pero, en mi opinión, tal coeficiente se impone en la medida en que sinse agujerea literalmente la dimensión del sentido y, al mismo tiempo, su referencia implica, en el lenguaje, el vacío de la propia función referencial del lenguage porque, más allá de la dimensión de invención a la que somos convocados por Joyce, no encontramos lo que sinse podría designar. En su acumula­ ción de sentido, tal palabra corroe el propio sentido y, como palabra, por no designar nada salvo a ella misma, acabará por tener como referente apenas el nombre de su creador: se trata de una palabra joy­ ceana. También es de destacar que Sollers es sensible no solo a la acu­ mulación de sentido encontrada en el vacío mismo de la referencia de esa palabra, sino también a la satisfacción que se encarna en ella: "en since", tenemos toda "una tesis sobre el lenguaje y la caída del hom­ bre del paraíso" o, podría agregar, ella condensa, en una sola palabra, las seiscientas y tantas páginas del Finnegans Wake y, "al mismo tiem­ po, es una chanza"3. Ahora, esa mención de la chanza me permite adoptar una terminología lacaniana y afirmar que, en sinse, algo del goce, de la satisfacción, está incrustado y así, de un modo más colo­ quial, podría decir también que tal palabra es, ella misma, una burla.

I S érgio C aía

sinthome (1975-1976), Seuil, 2005, París, pág. 11. [En la edición castellana: Lacan , J., El seminario, Libro 23, El sinthome, Paidós, Bs. As., 2006, pág. 11J. Para otros desdoblamientos realizados a partir de Sollers, Lacan y Joyce, cf. Laia, S. Los escritos fuera de si: fcyce, Lacan y la locura. Traducción al castellano de José Alvarez Vázquez. Asociación Galega de Saúde Mental (AGSM), Colección La Otra Psiquiatría, 2006, págs. 190 y sgts. 2 Sollers, Phillipe: "Joyce et C,e , pág. 19. 14 3 Ibid., pág. 19.

Psicosis a c t u a l e s

Luego, como invención joyceana, la palabra sinse, por más sentido que agregue, no designa nada más allá de ella misma y su único refe­ rente en el mundo será el propio nombre de Joyce, en el cual, como él mismo llegó a notar, encontramos la referencia al goce a partir del término inglés joy4, que significa alegría, satisfacción, disfrutar, o sea, gozar de alguna cosa. Según Miller, lo que Joyce opera en su obra son "desfiguraciones fonéticas de un material significante, conectadas a nuevos sentidos"5. Pero, en lugar de resonancias y alusiones, encontradas tanto en la poesía, como en las formaciones metafórico-metonímicas del incons­ ciente, Joyce nos impone un “super-decir"6. Sin embargo, ese "superdecir" no favorece plenamente el sentido, porque nos convocaría mucho más a una búsqueda de mayores referencias para ayudarnos a circunscribir lo que tal palabra quiere decir. Es importante resaltar que esa búsqueda agota la dimensión del significado porque, por ejemplo, no encontramos ninguna significación para sinse en los dic­ cionarios y, entonces, Joyce nos exige ir detrás de sus propias refe­ rencias: la pasión por la obra de Joyce se torna, como es bien propio de las pasiones, una enorme dedicación por su vida, por su proceso de creación, por su historia, en fin, por lo que lo hizo tornarse James Joyce. Así, Miller pudo resaltar que, en Joyce, el sentido se presenta siempre superpuesto a "diversos saberes" -"el saber de varias len­ guas y los saberes de la enorme biblioteca que se hace necesaria para la buscar de dónde vienen las cosas"7 acumuladas, por el escritor, en el vacío abierto por una referencia inexistente. Desde esa perspectiva, uno de los efectos provocados por la lectura de la obra de Joyce es el de la búsqueda a través de sus propias fuentes, o sea, cuáles fueron sus referencias para crear, por ejemplo, sinse y, en ese recorrido, él acaba por promover todo un proceso de fabricación de "dicciona­ rios" destinados a contener las palabras que, ausentes de los diccio­ narios tradicionales y legitimados por el Otro, pasan a hacer existir una nueva forma de lazo social designable por el adjetivo "joyceano". En Joyce, particularmente en el Finnegans Wake, las palabras copu­ lan unas con otras, son embutidas unas en las otras y acaban, a tra­ vés de un proceso de "reproducción", creando nuevas palabras. En

4 Cf. Laîa, S.: Los escritos fuera de sí: Joyce, Lacan y la locura..., op. cit., págs. 191183. Ver, inclusive, nota de pié de pagina n. 208. 5 M iller, J.-A.: "Lacan avec Joyce", en: La Cause freudienne. Revue de psychanaly­ se: Nouveaux symptômes, n. 38, fév. Paris, 1988pàg. 14. 6 Ibid., 15. 7 lin'd., pág. 14. 75

ese contexto, recordaría que, en el Ulisses, Joyce ya designa ese flujo creador que toma los cuerpos de las palabras como "lenguaje del amor"8. Sirviéndome nuevamente de Lacan, destaco que ese flujo erótico-amoroso del lenguaje no hace existir, ni siquiera entre las palabras, la relación sexual: las palabras generadas en ese flujo no consiguen hacer existir la complementariedad o la proporcionalidad entre los sexos porque Joyce no inventa, en sus libros, un término capaz de designar completamente lo que es la mujer, lo que es ese elemento que -como nos muestra, por ejemplo, toda la literatura pro­ ducida a partir de las relaciones amorosas- fluye y escapa como el sentido que se escurre entre las palabras mismas que un Joyce cor­ porifica9. Lo que se procesa en el "lenguaje del amor", en el procedimiento joyceano de creación de palabras o de tratamiento de la palabra, siquiera puede ser rigurosamente abordado en los términos de una "relación entre palabras", de una comunicación. Pero se trata más bien de la revelación de una disyunción entre las palabras y, en esa disyunción, lo que se hace evidente es un vacío de la referencia: las palabras joyceanas no designan ninguna cosa, ellas son vestigios de un goce y, por lo tanto, tal vacío nos señala la presencia de lo que Lacan designó como objeto a, ese resto de satisfacción que insiste a pesar del tratamiento que la palabra intenta dar a las cosas, esa pre­ sencia de lo innombrable que late en ese instante en que, por ejem­ plo, aquel que aprende a leer da voz a las letras sin darse cuenta inmediatamente de lo que ellas quieren decir y de la cosa que ellas designan. También en ese vacío, es el nombre de Joyce lo que se ins­ cribe como un término inaudito, como lo que Lacan llamó S1 y que, en la lengua francesa tanto designa la letra "S" del significante, que por tener el índice 1 es un "significante amo", ordenador, fundamen­ tal, como reverbera homofónicamente la palabra essaim, o sea, el "enjambre" que, como sabemos, implica múltiples unos, una colecti­ vidad de una sola "cosa". Por lo tanto, el nombre de Joyce se inscri­ be en ese vacío en la medida en que él se destaca en el mundo de las letras como un creador de palabras, su "estilo" se destaca por hacer con las palabras lo que muchos escritores se limitan a hacer con los 8

Joyce, J.: Ulysses. The corrected text edited by Walter Gabier with Wolfhard

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Steppe and Claus Melchior. Vintage Books, New York, 1986, pág. 226. 9 Joyce no inventa la mujer en sus libros, pero me autoriza a localizar en su vida, a partir del modo como concibe la relación mantenida con Nora Barnacle, Mrs. James Joyce, que -conforme él mismo llegó a declarar- fue quien hizo de él un hombre. No será entretanto en este texto donde podré desarrollar más este punto que, ciertamente, merecería un mayor desdoblamiento: la relación entre 76 James Joyce y Nora.

personajes y las narrativas: ese nombre es, él mismo, tratado tal cual una palabra joyceana porque no deja de ser una creación del propio James Joyce. Así, en lugar de "relación entre palabras" tendríamos, por una operación de disyunción, cada significante en Joyce, cada palabra joyceana, indicando el vacío de la referencia; pero pretendo aún demostrar cómo, en ese vacío, acabaremos por leer el propio nombre de Joyce. En la obra de ese escritor, nos esclarece Miller, "el signifi­ cante retorna sobre sí mismo, no está conectado al sonido, no está conectado a un objeto en la realidad" que podría servirle como refe­ rente y, por lo tanto, "sigue en dirección hacia sí mismo"10. Por esta vía, cada significante, uno disyunta del otro, enredado por la fluen­ cia gozosa del lenguaje corporificado en la obra de Joyce, va a decir: "yo soy un neologismo joyceano" y, entonces, "de la misma forma que los cielos y la tierra cantan la gloria de Dios, cada significante del Finnegans Wake canta la gloria de Joyce"11. En el flujo que caracteriza lo que Joyce llamó de "lenguaje del amor", el sentido se acumula y huye, su obra está marcada, en rela­ ción al sentido, por lo que yo designaría con el oxímoron "exceso disipativo": hay, al mismo tiempo, exceso de sentido y sentido algu­ no. Sin embargo, no es ese exceso disipativo que distingue radical­ mente la obra joyceana de la fórmula que Ariman, el "dios inferior", imponía delirantemente a Schreber diciéndole que "todo sinsentido se anula" y que el propio Schreber reencontró en la voz susurrada para él, de "fuera para adentro", por un pájaro que le revela efecti­ vamente cómo "todo sinsentido llevado a las últimas consecuencias acaba por llegar a un punto en que se anula a sí mismo"12. Sin duda, en la obra de Joyce, en el tratamiento que él proporciona a la palabra, podremos detectar aquello que Lacan nos orienta, a partir de Schreber, a escuchar en el delirio del psicótico: "se trata de un men­ saje que no proviene de un sujeto más allá del lenguaje, sino cierta-

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10 M i l le r , J.-A.: "Lacan avec Joyce", op. cit., pág. 16. 11 Ibid., pág. 16. 12 S c h r e b e r , D. R: Memorias de um doente dos ñervos, Graal, Rio de Janeiro, 1984. Destaco que, en los pasajes encima citados, la expresión "sinsentido" sustitu­ ye lo que fue traducido en portugués por "absurdo". Para hacer tal sustitu­ ción, me pauté por la cita que Lacan hace, en alemán, o sea, en el original, de la fórmula de Ariman: "Aller Unsinn hebt sich a u f - el término Unsinn podría haber sido traducido literalmente por "no sentido"; cf. L a c a n . "D'une ques­ tion préliminaire à tout traitement possible de la psychose". Écrits, Seuil, Paris, 1966, pág. 574. [En la edición castellana: Laca n , J.: "De una cuestión prelimi­ nar a todo tratamiento posible de la psicosis". Escritos 2, Siglo Veintiuno edi­ tores, México, 1978, pág. 556.] 77

mente de una palabra más allá del sujeto"13. En otros términos, en ambos casos -Joyce y Schreber (aunque de forma diferente)-, como también en las psicosis, lo que encontramos no es un ultrapasare o una anulación del lenguaje, sino una palabra que, imponiéndose más allá del sujeto, lo sobrepasa y, tributaria de la forclusion de un signi­ ficante fundamental (el Nombre del Padre), no deja de imponerse como una anulación del sujeto. En ese contexto, me parece impres­ cindible destacar cuánto James Joyce, sobretodo a partir de la lectura que Lacan le dedica en 1975-197614, es decisivo para que apreendamos lo que está en juego en el tema de este libro organizado por Emilio Vaschetto, o sea, en las "psicosis actuales". A fin de cuentas, como Vaschetto nos indica aquí, los "transtornos del lenguaje" -y el propio hablar, según Jacques-Alain Miller, es un transtorno del len­ guaje- son una referencia preciosa para que localicemos efectiva­ mente lo que dice respecto de la psicosis, en un mundo donde el diagnóstico de psicosis se diluye en Manuales como el DSM-IV, y la psicosis misma parece presentarse de un modo más sutil y hasta ordinario. Será importante, por lo tanto, tematizar tanto la proximi­ dad como la distancia entre Joyce, la psicosis y una experiencia gozosa-lenguajera que sobrepasa al sujeto que habla. En la lección del 17 de feberero de 1976, Lacan hace referencia a un psicótico entrevistado por él durante una "presentación de enfer­ mos". Ese paciente se llamaba G. Primeau y localizaba el agrava­ miento de su locura a partir de lo que él mismo designó, "lacanianamente" conforme resalta Lacan, como "palabras impuestas"15. Tales palabras eran definidas así por el Señor G. Primeau: "Es una emer­ gencia, que se impone a mi intelecto y que, considerando el senso común, no significa nada. Son sentencias que emergen, que no son reflejadas, que todavía no fueron pensadas, pero son una emergen­ cia"16. Cuando Lacan, durante la entrevista, le pide un ejemplo de esas sentencias impuestas, el paciente hace evidente un procedimien­ to de contracción y de creación de palabras muy próximo a lo que, con Sollers, encontramos en el sinse corporificado por Joyce: "Me matará 13 Lacan , J.: "D'une question préliminaire à tout traitement possible de la psy­ chose...", Écrits, Seuil, Paris, 1966, pág. 574. [En la edición castellana: Lacan , J.,

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"De una cuestión preliminar...", Escritos 2, Siglo Veintiuno editores, México, 1978, pág. 556.] 14 Lacan , J.: Le séminaire. Livre XXIII, Le sinthome..., op. cit. [En la edición caste­ llana: L acan , J.: El seminario, Libro 23, El sinthome, Paidós, Bs. As., 2006.] 15 Ibid., págs. 91-102. [En la edición castellana: lin'd., págs. 89-99] 1,1 L acan , J., "Una psicosis lacaniana". Presentación de caso. El Analiticón n" 1, Texto establecido por J.-A. Miller (Traducción y prólogo de Vicente Palomera), 78 pág. 20.

el pájaro azul. Es un 'anarchic system'. Es un 'assastinat' político... que es la contracción entre assassinat (asesinato) y assistanat (asistentado), que evoca la noción de asesinato" 17 Al ser entrevistado, el paciente concuerda con Lacan en que, entre las palabras assassinat y assistanat, no hay en sí tanta diferencia, sino más bien, un equívoco que no le permite distinguir una de la otra y, por eso, ellas se le impo­ nen, como tantas otras, en una contracción, "a ráfagas, a veces, espon­ táneamente"18. En la lección del 17 de febrero de 1976, Lacan deja en evidencia que, en el ejemplo ofrecido por el paciente, "el significante se reduce ahí a lo que es, al equívoco, a una torsión de voz"19, a una sonoridad que, más que representar al sujeto, lo confunde, lo engaña y lo perturba. Me parece, entonces, que la "psicosis lacaniana" inves­ tigada por Lacan le permite destacar una otra definición para el sig­ nificante. En ese nuevo contexto, el significante no es propiamente lo que representa un sujeto para otro significante, lo que está en juego no es exactamente la representación, aunque la consideremos siempre fallida en la medida que inscribe un sujeto dividido entre dos signifi­ cantes sin que él consiga ser completamente designado por uno o por otro. Lacan pasa a resaltar la falla que la representación significante es, el equívoco, la torsión de voz, lo que hace resonar las palabras hasta el punto de perturbar a quien las escucha. Por eso, para el Lacan que lee Joyce en 1975-1976, la palabra no es más abordada en su fun­ ción de liberar la verdad de un sujeto. La función curativa con la que ella consolidó al psicoanálisis como una talking cure ("tratamiento por la palabra") deja de ser enfatizada, pero sin que esto implique su abandono por los psicoanalistas: la palabra pasa a ser tratada, inclusi­ ve en relación a lo que se llama de "un hombre normal", como "un parásito..., la forma de cáncer que aqueja al ser humano"20, a pesar de que muchas veces éste no lo perciba. La obra de Joyce indica que, en lo que concierne a la palabra, algu­ na cosa le era impuesta porque, "en el progreso de alguna manera continuo que su arte constituye", desde sus primeros ensayos críticos

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17 ¡bíd., pág. 29. 18 lbt'd., pág. 29. 19 Lacan , Jacques. Le séminaire. Livre XXIII, Le sinthome..., op. cit., pág. 95. [En la edición castellana: L acan , ]., El seminario, Libro 23, Le sinthome, op. cit., pág. 93] 20 Ibid., pág. 95. [En la edición castellana: Ibid., pág. 93] Jacques-Alain Miller tematiza ese cambio del estatuto de la palabra para Lacan destacando cómo, en la última enseñanza de Lacan, el sentido, el significante y el saber son reba­ jados en la medida misma en que la palabra -al ser asimilable a un cáncer, a un parásito- pierde su función de "vía de salvación": cf. M iller, J.-A.: "Le réel est sans loi", La Cause freudienne. Revue de psychanalyse: L'obscur de la jouis­ sance, n. 49, Paris, nov. 2000, pág. 12. 79 ACTUALES

hasta el Finnegans Wake, la "palabra que... acaba por ser escrita", Joyce, al quebrarla, desmantelarla, "termina imponiendo al lenguaje mismo una especie de quiebre, de descomposición, que hace que ya no haya más identidad fonatoria"21. La desaparición de la identidad fonatoria, o sea, de lo que puede distinguir los fonemas entre sí y, por lo tanto, hacer prevalecer la lengua como un sistema de diferencias, es evidente sobre todo en el Finnegans Wake porque este libro, aunque escrito predominantemente en inglés, no solo incluye palabras de varias lenguas como también tiene pasajes donde lo que está escrito en inglés puede hacer reverberar el alemán, el francés... En esa rever­ beración, el significante permanece como un soporte sonoro del sen­ tido, pero al mismo tiempo su identidad fonatoria es radicalmente estremecida y tal perturbación afecta el flujo mismo del sentido: se cuentan historias, por ejemplo, en el Ulises y también en el Finnegans Wake, pero ellas no tienen la fluencia que encontrábamos en Dublinenses y aún en el Retrato del artista, o inclusive en otros textos que no siguen el ritmo devastador con el que Joyce buscó despertar a la literatura de la somnolencia de la narración, comprometida con el sentido de la historia contada. Por eso, en lo concerniente a la palabra impuesta, comenzaría por demarcar la diferencia entre los estilos de James Joyce y del Señor G. Primeau, paciente entrevistado por Lacan, resaltando que, en el pri­ mer caso, el tratamiento dado a la palabra impuesta es mucho más extenso, complejo y radical que en el segundo. En Joyce, la lengua inglesa -que es también la lengua de los dominadores de Irlanda, su tierra natal, y la lengua en que se lanza como escritor- será conti­ nuamente estremecida en su identidad fonatoria a tal punto que los significantes "ingleses" resuenen como significantes provenientes de otras lenguas, al punto de que el inglés, según Philippe Sollers, deje de existir, tanto como cualquier otra lengua, como una lengua autosuficiente22. Además de esto, si comparamos el sinse joyceano con el assistanat del paciente entrevistado por Lacan, verificamos que, en este último, dos palabras -assassinat e assistanat- fueron insertadas juntamente con un coeficiente de anulación que hace que el término assistanat suene como un equívoco, en cuanto que, en sinse, hay con­ tracción de tres palabras más el coeficiente de anulación.

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21 Ibid., pág. 96. [En la edición castellana: Ibíd., pág. 94] 22 Philippe Sollers, en el ya citado "Joyce et Cie", op. cit., afirma que "desde que Finnegans Wake fue escrito, el inglés no existe más. Él no existe más, tanto como cualquier otra lengua, en cuanto lengua auto-suficiente" (Sollers, Ph.: "Joyce et Cie , op. cit., pág. 15). Esta afirmación, como ya indiqué en el inicio de este texto, será explícitamente evocada por Lacan en la primera lección de 80 su seminario consagrado a Joyce.

Psicosis a c t u a l e s

Ahora, el hecho de que encontremos en el since joyceano cuatro elementos y, en assistanat, apenas tres, no me parece que sea para des­ considerar, especialmente si tenemos en cuenta la orientación de Lacan según la cual, para Joyce, la obra -a través de la cual él se hace un nombre, o sea, se torna "poeta del propio poema"23 que se inscri­ be en su vida- funcionaría a su vez como un cuarto elemento capaz de compensarle la "carencia" de la fundón simbólica del padre y, así, encontrar un amarre para la psicosis que, en el caso del Señor G. Primeau, perturba considerablemente su vida porque tal nombre, aunque corporificando algo del "primero" y del "yo"24, no consigue producir en el campo del Otro, en el ámbito de la cultura, un trabajo que, excepto por la breve acogida dada por Lacan, lo trate como algo original. A partir de la diferencia entre forjar una palabra con tres elemen­ tos y otra con cuatro, a partir de la distancia entre no incluir o incluir, en esa palabra, una cierta marca o el propio nombre de aquel que la crea, me permitiría destacar lo siguiente: en el caso de Joyce, el coefi­ ciente de anulación -que, con Lacan, puede ser designado con la pre­ sencia misma del objeto a- no es apenas lo que se impone al sujeto como equívoco o torsión de voz cuando el significante es reducido a lo que efectivamente es. En Joyce, mucho más que en el caso del Señor G. Primeau, la imposición del equívoco propio al significante, equivalente también a la fuga del sentido precipitada por la acumu­ lación misma del sentido, es contrabalanceada por otra faceta del coeficiente de anulación que el nombre mismo de Joyce corporifica. Así, al agujero del equívoco significante, a la fuga del sentido, Joyce contrapone el propio nombre y, en esa operación de nominación, con­ trabalancea, de un modo mucho más eficaz que el del paciente entre­ vistado por Lacan, la acumulación del sentido de las palabras, el "parásito palabrero" que afecta a todo ser humano. Apuntando a un mayor esclarecimiento del tratamiento de la palabra impuesta en Joyce, citaría aún dos comentarios que Philipe Soupault nos legó de su contacto con ese escritor. Refiriéndose a un trabajo conjunto de traducción de un fragmento de Finnegans Wake, Soupault destaca cuánto, para Joyce, "era necesario considerar las palabras como objetos, estirarlas, cortarlas, examinarlas al microsco-

23 A lo largo de mi libro. Los escritos fuera de sí, busqué explicitar cómo Joyce se toma "poeta del propio poema" a medida que inscribe el nombre Joyce en la historia de la literatura. 24 En "Primeau", tenemos algo que nos remite al "premier", al "prime", o sea, al "primero"; por su parte, la letra "G" no deja de resonar como "Je", donde encontramos por lo tanto el pronombre que designa la primera persona del singular. 81

pió"25 -la palabra impuesta en Joyce, a diferencia del caso entrevis­ tado por Lacan, no se daba de modo tan espontáneo porque se efectivizaba en todo un tratamiento que éste, como escritor, confería a la palabra, exigiendo que redoblásemos o le devolviésemos la imposi­ ción con que ella misma nos afecta y nos perturba. Con su escritura, Joyce busca perturbar la palabra que lo perturba -es ese doblez que el Sr. G. Primeau no consigue efectuar, aunque lo intente a partir de un mecanismo situado por él mismo como del orden de una reflexión o de un mundo imaginativo: "Tengo una amiga Bárbara y de lo que resulta Santa Bárbara. Santa Bárbara es una frase emergente... [una palabra impuesta]. Siempre tengo esa disyunción entre las dos, se completan según la influencia del tiempo, y que no son del mismo tipo; una es emergente y la otra es reflexiva" .26 "Es un lenguaje muy simple que uso en la vida cotidiana, y por otra parte, hay un lenguaje de influencia imaginativa, en el cual hago una disyunción de las personas que me rodean. Eso es lo más impor­ tante. Mi imaginación crea otro mundo, un mundo que tendría un sentido equivalente al mundo llamado real, pero que estaría comple­ tamente desunido. Los dos mundos estarían completamente desuni­ dos. Por otro lado, estas frases impuestas, en la medida en que emer­ gen para agredir, a veces, a la persona, son puentes entre el mundo imaginativo y el mundo llamado real" .27 Ahora, después de hacer alusión al modo riguroso con que el Ulises fue construido, Soupault nos muestra también, a través del estilo con que Joyce trata la palabra impuesta, la presencia de una especie de asignatura, de nominación y de redoblamiento apropiador de la perturbación provocada por el parasitismo de la palabra: "Joyce exige de su lector un esfuerzo sin dispersión. Le impone de entrada su tono, su color, su estilo. La imaginación jamás puede seguir libremente su curso. Desde la primera palabra, aquel que ose comenzar la lectura es de algún modo aprehendido y, cueste lo que cueste, deberá curvarse ante la voluntad del autor" .28 Si Lacan reconoce la singular inventiva del paciente que forja la expresión "palabras impuestas", pero al mismo tiempo, en el final de la entrevista no deja de subrayar lo poco optimista que estaba encuanto a su pronóstico, es porque, en palabras como assaslination, no encontramos propiamente la marca de un autor, o sea, un nombre < que las asigne para legarlas a un mundo que, como sucede con los < _i o

u 25 Soupault, Ph.: Souvenirs de James Joyce, Chariot, Paris, 194, pág. 27 y pág. 25. -m 26 Lacan , J., "Una psicosis lacaniana". Presentación de caso, op. cit., pág. 20. 1/1 27 Ibíd., pág. 21. 82 28 Soupault, Ph.: Souvenirs de James Jopee, op. cit., pág. 27.

escritos de Joyce, pasaría a esforzarse para decifrarlas. Al Señor G. Primeau, aprisionado en un "círculo solitario"29, con pronóstico dudoso en lo que concierne a los síntomas que le afectan el cuerpo al punto de haberlo conducido una vez al suicidio, no le resta otra solu­ ción que la de curvarse ante la voluntad de un Otro que le impone polifónica y perturbadoramente las palabras. Es importante destacar, en ese contexto, que la expresión "círculo solitario" fue utilizada por el propio Sr. G. Primeau para designar el mundo en el cual, al encon­ trarse "emparedado por dentro", él no podía transponer, "para la realidad del día a día"30, lo que le era impuesto. Lo que Joyce consi­ gue con su obra es justamente esa transposición, para la realidad más cotidiana, de las palabras que le eran enigmáticamente impuestas: diccionarios joyceanos son producidos para esclarecer sus escritos, el dia en que transcurre Ulises se toma cada vez más celebrado en el mundo entero como "Bloomsday", miembros de la familia de Joyce dejan de ser vistos simplemente como personas comunes por el sim­ ple hecho de haber sido próximas a él y, así, pasan a ser literalmente bio-grafiados31. Otro modo de abordar esta diferencia -entre el Sr. G. Primeau preso en su "círculo solitario" y la transposición realizada por Joyce, que no deja de visar una serie de conexiones mantenidas, hasta hoy, sobre todo por los llamados "joyceanos"- es aproximar tal aprisionamiento y tal transposición a lo que Jacques-Alain Miller nos esclarece, por un lado, sobre el "círculo de Popilio" y, por el otro, sobre el enredo joyceano en el nudo borromeo32. La descomposición que Joyce imprime a las palabras, según la enseñanza de Lacan, da lugar a una deformación marcada por la

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29 L a c a n , ]., "Una psicosis lacaniana". Presentación de caso, op. cit., pág. 31. 30 lbid., pág. 33. 31 Sobre la esposa de Joyce, tenemos la biografía realizada por: M addox, B.: Nora: the real life of Molly Bloom, Houghton Mifflin, Boston, 1988. También el padre de Joyce tuvo su vida relatada en: Jackson, John Wyse; C ostello, Peter: John Stanislaus Joyce: the voluminous life and genius of James Joyce’s father. Houghton Mifflin, Boston, 1988. Más recientemente, fue lanzada una biografía de la hija de Joyce, Lucía, que, a diferencia del padre, tuvo gran parte de su vida fuerte­ mente marcada por la presencia de la psicosis; aunque la autora de esta biografía llegue a problematizar el diagnóstico de psicosis dado a Lucía, tomándola muchas veces más como un "chivo expiatorio". Tal libro es, para quien se interesa por la clínica de las psicosis, bien esclarecedor de cómo el modo que posee Lucía de responder a las palabras impuestas, la aproxima más al Señor G. Primeau que a James Joyce: Shloss, Carol Loeb. Lucia Joyce: to dance in the wake, Farrar, Straus and Giroux, New York, 2003. 32 Cf. M iller, J.-A.: "N otice de fil en aiguille", en: Lacan , J.: Le séminaire. Livre XX1I1, Le sinthome, op. cit., págs. 220-224. [En la edición castellana: Cf. M ille r, J.-A., "N otas paso a paso", en: L acan , J., El seminario, Libro 23, Le sinthome, op. cit., págs. 215-219.] 83 s i c o s is a c t u a l e s

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ambigüedad. Es justamente en esa ambigüedad, con todo el riesgo que ella implica, que el sujeto puede encontrar alguna chance para contraponerse al parasitismo de la palabra y esa chance, según creo, es señalada por Lacan en la primera de las dos cuestiones con que cir­ cunscribe lo que hay de ambiguo en el tratamiento conferido por Joyce a la palabra: "saber si se trata de librarse del parásito palabre­ ro... o, por el contrario, de dejarse invadir por las propiedades de orden esencialmente fonémico de la palabra, por la polifonía de la palabra" .33 Miller, por su parte, me permite destacar aún más lo que distin­ gue los estilos de James Joyce y del Señor G. Primeau en relación al tratamiento de la palabra impuesta: a partir de la última enseñanza de Lacan, tenemos una "teoría de la doble escritura"34. Así, hay una escritura que se procesa como "una precipitación del significante fónico", como una forma de traducción en el sinse joyceano en cuan­ to que en el assistanation, podemos verificar, en la torción de voz que ellas corporifican, en el equívoco que ellas imponen, cuánto "la pala­ bra es susceptible de depositarse bajo la forma de escritura y ser recompuesta a partir de ese rasgo"35. Entre tanto, hay una otra escri­ tura que, como "puro trazo de escrito", "no tiene nada que ver con la palabra y con la voz" y que, de este modo, se impone "desanudada de la voz y de la palabra portadora de sentido"36, autónoma con rela­ ción a lo simbólico y al sentido. Lacan, en su última enseñanza, se aventura por esa otra escritura cuando busca diseñar el "nudo borromeo", resaltando su propiedad de enlazar tres anillos de modo que un corte sobre uno de ellos implica el desenlazamiento del propio nudo. Ahora, en el mismo período en que comienza a interesarse cada vez más por la trinidad corporificada a través del nudo borromeo, Lacan se reencuentra con la obra de Joyce y nos invita a considerarla como un anudamiento -un verdadero nudo-, a través del cual este escritor intentaba lidiar con los equívocos y enigmas que parasitaban su cuerpo y también su destino como escritor. El estilo de Joyce es diferente al del Señor G. Primeau porque ese paciente entrevistado por Lacan, aunque sensible a la "palabra impuesta", no conseguía una solución efectiva para doblegarla de un modo diferente a aquel de la reflexión o de la creación de un mundo imaginativo: la obra de

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33 L acan , Le séminaire, Livre XXIII, Le sinthome, op. cit, pág. 97. [En la edición castellana: Lacan , }., Ei seminario, Libro 23, Le sinthome, op. cit., pág. 94] 34 M iller, J.-A.: "Le réel est sans loi", op. cit., pág. 13. 35 Ibid., pág. 13. 84 36 Ibid., pág. 13.

Joyce no es propiamente un reflejo de su vida, ni un mundo imagi­ nativo creado aparte de su propia existencia. El nudo que enlaza real, imaginario y simbólico, nos dice Lacan en la última lección de su seminario sobre Joyce, "hay que hacerlo" y ese hacer "se reduce a escribirlo"37. Tal escritura no resulta de una precipitación fónico-semántica de los significantes, sin embargo puede configurarse como una "dimensión", un "dicho-mención" (dit-mension) en la que significantes puedan ser enganchados38. Ese enganche de los significantes en un nudo es, por lo tanto, un modo de oponernos al parásito palabrero que asóla nuestros cuerpos. En el caso de Joyce, ese nudo o ese "dicho-mención" donde se enganchan los significantes que le fueran impuestos, toma la forma de su obra y de su propio nombre. Al final, Joyce, como nos resalta Lacan, se impuso en el mundo como escritor de una obra inundada de enig­ mas, "sabiendo muy bien que habría joyceanos durante docientos o trescientos años" para ocuparse "únicamente de la resolución de enigmas" y, buscando rehacer el gesto del escritor de enganchar sig­ nificantes en una escritura autónoma en relación a los equívocos de la palabra y del sentido, a las torsiones de la voz, esos joyceanos "siempre encuentran una razón" a partir de la inscripción del propio nombre de Joyce en el mundo de las letras: "Puso eso en su lugar por­ que justo después hay otra palabra, etc" .39 No hay, por lo tanto, en lo que concierne al equívoco y al enigma, espontaneidad como en el caso entrevistado por Lacan porque, en relación a Joyce, lo que un Soupault puede llamar de "voluntad del autor" hace con que los joyceanos acaben siempre por encontrar otra palabra pasible de esclarecer el enigma o deshacer mínimamente el equívoco, aunque esa palabra acabe por ser, en última instancia, el propio nombre de Joyce. Al final de cuentas, ese nombre, además de engancharse a una obra, como un nombre de autor, como creador de un estilo, también insufla las palabras enigmáticas del texto con la posibilidad de que no pasen de una chanza que, como ya destaqué, está enganchada en joy que el propio Joyce no dejó de extraer de Joyce.

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L a c a n , J.: Le séminaire. Livre XXIII, Le sinthome, op. cit., pág. 144. [En la edición castellana: L acan , El seminario, Libro 23, El sinthome, op. cit., pág. 142] 38 Ibíd., pág. 144. [En la edición castellana: Ibúi, pág. 142] 39 Ibíd., pág. 153. [En la edición castellana: Ibíd., op. cit. 85

Suplencias

Estudio sobre las soluciones narcisistas en las psicosis G uillermo A . B ela g a *

Introducción En la última enseñanza de Lacan se puede verificar estudiando sus presentaciones de enfermos la inauguración de una clínica que ya no será la de Freud. A tal punto, que se puede definir que se trata de la época lacaniana del psicoanálisis. Dado que esta clínica ya no se corresponde con el reino del Nombre del Padre, sino con la de la enseñanza del materna S(X) (significante del Otro tachado). En la cual, no solo plu­ raliza el Nombre del Padre sino que lo socava desde el interior, ata­ cando mediante el equívoco el lazo del significante con lo que se cree es su significado. Es la época de la inexistencia del Otro, la época de los desengaña­ dos, la época de la errancia1. En este sentido, la presentación de la paciente Mlle. B., en 1976, permito ilustrar esta clínica. Es más, su relectura -sobre la que volveremos varias veces- tiene la importancia de que no solo mues­ tra una clínica en particular, sino que anticipa una práctica con las psicosis, que también irá más allá de las mismas. Así, el caso, puede P sicosis

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actuales

G u ille r m o B e la g a es médico psiquiatra, psicoanalista (Buenos Aires), miem­ bro de la Escuela de la Orientación Lacaniana (EOL) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP). AE (1999-2002). Jefe del Servicio de Salud Mental del Hospital Central de San Isidro. Docente del Instituto Clínico de Buenos Aires. Docente de las Facultades de Medicina y Psicología (UBA). [email protected] 1 M ille r , J.-A.: El Otro que no existe y sus comités de ética, con la colaboración de Eric Laurent, Paidós, Bs. As., 2005, pág. 11. 89

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trasladarse en general a una clínica, donde el sujeto cada vez más está expuesto a lo real, y enuncia sus incertidumbres y descreimien­ to de los semblantes. En lo que hace a las psicosis, a partir de la enseñanza lacaniana de la presentación de enfermos, J.-A. Miller propuso la diferencia entre enfermedades de la mentalidad y del Otro2. Estas últimas, caracteri­ zadas por la certeza, por un Otro no tachado, que hace que estén muchas veces en cierta armonía con sus cabezas y sus cuerpos. Enfermedades serias, que se vinculan con el modo en que Lacan tomaba al Nombre del Padre en sus inicios: como lo que ordenaba al mundo, como significante del Otro, S(Á), como Otro del Otro. Cuestión que más tarde fue revisada, y el concepto de forclusion del Nombre del Padre pasó a ser reemplazado por el de fuera de discur­ so. Entre las consecuencias de esta distinción, las enfermedades de la mentalidad se presentan para nuestra práctica como una enseñanza, porque permiten comprobar los efectos de estar expuesto a lalengua, sin ninguna defensa frente a lo real. Además de como esto rebasa los códigos, y provoca que se pase por debajo de las normas sociales, exponiendo las patologías de la identificación en la época del Otro que no existe. La clínica lacaniana que parte de esta inexistencia, implica leer la presencia actual de los que no se engañan más con el Nombre del Padre. Así, podemos recurrir a la cultura para pensar sobre ello. Me refiero a la película franco-austríaca Caché (Escondido) del director Michael Haneke, donde los hijos de los protagonistas saben de ma­ nera explícita o implícita que el Otro es un semblante. La trama muestra cómo lo simbólico contemporáneo ya no cum­ ple con la pacificación, ya no es el simbólico que le permitía a Lacan ordenar la experiencia analítica con el atravesamiento dialéctico de lo imaginario. Por el contrario, los protagonistas de la película -representados por Daniel Auteuil y Juliette Binoche- que vivían apaciblemente, de repente pasan a ser filmados en sus vidas privadas, sin saber nunca por quién, en una situación que no parece tener medida ni límites. Enigma que -¿por eso mismo?- no quedará resuelto en el final, y que también será trasladado en forma ansiógena a los espectadores. Es este detalle, impecablemente transmitido por el director, lo que marca la época: cómo el objeto a (mirada) comanda la subjetivación contemporánea. M iller, J.-A.: "Enseñanzas de la presentación de enfermos", revista Uno por

uno N° 44, Eolia-Paidós, Bs.As., otoño de 1997, págs. 89-101.

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Así, de forma imprevista para estos personajes de vida acomoda­ da, se pone en evidencia que ya no se está en la propia casa, que el Nombre del Padre ya no puede taponar ni garantizar el estado de bienestar, y entonces el miedo y la angustia alcanzan a todos estos sujetos criados bajo un orden tradicional ya caído en el pasado. Para todos, menos para sus hijos, que parecen gozar de cierto cinismo y empuje por recordarles a los padres que lo real se impone y no tiene estructura de ficción. De esta manera, la película muestra una época donde hay un desamparo organizado, donde lo traumático irrumpe angustiosa­ mente cuando los sujetos comprueban la falla de una vida autoorganizada, en la que creían estar en un mundo de espacios protegidos o inmunes. Situación que lejos de los primeros seminarios de Lacan, muestra que lo simbólico ahora se consagra a la imagen. Es más, se puede afirmar que el mismo está dominado o en continuidad con lo imagi­ nario, y que cuando se desestabiliza produce como consecuencia ya no el malestar en la civilización, sino la civilización del trauma3. Es desde estas lecturas que proponemos abordar el estudio de las soluciones imaginarias de las psicosis. Esa relación que tanto ha lla­ mado la atención desde el Hombre de los Lobos, entre narcisismo y restauración imaginaria. Planteos que más tarde, en el seminario denominado RSI, son reformulados por J. Lacan, cuando en los tér­ minos de su topología complejiza la triple identificación freudiana y el lugar del Nombre del Padre, situando un cuarto término como condición para el anudamiento4. Así, el estudio del nombre propio aparece desde el punto de vista de la nominación, como referente en el sentido que lo explica Kripke, como denominador rígido. Dando lugar -entre otras- a una nominación imaginaria, como lazo entre lo real y lo simbólico, que subyace cuando se menciona la identificación "como si", y/o el "carácter narcisista". Una forma de anclaje, de remiendo particular, una solución vinculada al sínthoma definido como real de un imaginario de seguridad. En principio, cualquier estudio sobre las psicosis toma alguna ref­ erencia del Presidente Schreber. Para el presente, resulta importante la distinción que realiza Lacan de las tres identificaciones que reconoce en el mismo como suplencia a la identificación fálica: la primera ocurre en la etapa del predesencadenamiento, al significante

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3 Laurent, E.: "El tratamiento de la angustia postraumática: sin estándares, pero no sin principios", en: La urgencia generalizada: ciencia, política y clínica del trauma, Grama ediciones, Bs. As., 2005, págs. 31-49. 4 L acan , J.: Seminario RSI, 1974-75 (inédito). 91

del deseo de la madre. La segunda identificación es una identifi­ cación narcisista, la del "cadáver leproso", expresión de i(a). Por últi­ mo, la identificación que manifiesta la resolución delirante: "Ser la mujer de Dios" .5

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1. El "conformismo narcisista". El mecanismo "como si" Anteriormente, en el texto sobre "Los complejos familiares", Lacan observa un "conformismo narcisista" previo al momento del desen­ cadenamiento. Luego, en la fase "fecunda del delirio", los objetos transformados por una extrañeza inefable se revelan como enigmas, encuentros repentinos, significaciones: "Es en esta reproducción que se derrumba el conformismo, superficialmente asumido, mediante el cual el sujeto ocultaba el narcisismo de su relación con la realidad"6. Así, en 1938, establece una clínica diferencial en base a los fenó­ menos imaginarios del estadio del espejo. En lo más alto de la escala ubica al delirio de reivindicación, y sucesivamente, el delirio sensiti­ vo de Kretschmer, y el delirio de interpretación. En un nivel menor, la psicosis alucinatoria, y por último, la parafrenia7. Ya en el Semi­ nario 3 toma el período prepsicótico de un caso analizado por Katan. Un hombre joven cuyo desencadenamiento ocurre en la pubertad: "En ese sujeto, nada había del orden de un acceso a algo que pudiese realizarlo en el tipo viril. Todo faltó. Si intenta conquistar la tipifi­ cación de la actitud viril es mediante una identificación, un enganche, siguiendo los pasos de uno de sus camaradas". Para agre­ gar que encuentra allí "el mecanismo del 'como si', que Helene Deutsch destacó como una dimensión significativa de la sintomatología de las esquizofrenias". Definiendo que se trata de un meca­ nismo de compensación imaginario del Edipo ausente, "que le hu­ biera dado la virilidad bajo la forma, no de la imagen paterna, sino del significante, del Nombre del Padre"8. Luego, subrayando aún más este mecanismo, citará una de sus presentaciones de enfermos: "Recuerden ese pequeño sujeto que evi­ dentemente nos parecía, a nosotros, muy lúcido (...) se había vincu­ lado a un amigo, que se había vuelto su punto de arraigo en la exis5

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a c a n , J.: "De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de las psi­ cosis", en: Escritos 2, Siglo Veintiuno editores, Bs. As., 1987, págs. 513-564. 6 L a c a n , J.: La familia, Argonauta, Bs. As., 1987, pág. 100. 7 Ibid., págs. 100-102. 92 8 L a c a n , J.: El seminario. Libro 3, Las psicosis, Paidós, Bs. As., 1986, págs. 274-5.

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tencia, y de golpe algo le había ocurrido, no era capaz de explicar qué. Chocaba ahí con algo, y faltándole por entero la clave, se metió tres meses en su cama, como para ubicarse".9 En esta época, la estabilización es planteada como una sustitución imaginario/real, como lo manifiesta el delirio paranoico, pero tam­ bién la solución del "como si". Del mismo modo, se podrían ubicar los casos Dick de M. Klein, y del pequeño Robert de R. Lefort10. Así, es conocida la definición de Lacan del "enchapado" del mito edípico en relación a Dick. El niño de cuatro años, para quien lo real y lo imaginario eran equivalentes, y que como respuesta a la intervención intrusiva de la terapeuta produce un movimiento en donde imagi­ nario y real comienzan a estructurarse "al punto que se humaniza". Consideraciones similares describe cuando discute el diagnóstico del caso Robert. El pequeño vive solo lo real, ya que se trata de "una síntesis de lo imaginario y lo real"11. Al respecto, Lacan destacará la elaboración imaginaria secundaria, subrayando cómo el compor­ tamiento motor que el niño alcanza está en relación al dominio ima­ ginario.

2. Las psicosis luego de "Introducción al narcisismo"

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En "Duelo y melancolía" (1916) Freud se refiere a un caso de esquizofrenia, que Landauer relata en "Spontanheilung einer Katatonie" (1914) ("La cura espontánea de una catatonía"), como una ilustración muy pura de la "identificación narcisista". Hasta entonces, este término era aplicado a la clínica de la histe­ ria. A partir de ahora, empieza a diferenciarlo de la "identificación histérica", y con el uso de este concepto dispondrá de un punto de apoyo para su clínica diferencial. Lo que le permitirá aislar y oponer, de un lado, la esquizofrenia de la paranoia, y de otro, la neurosis histérica de la melancolía. En cuanto al caso descripto por Landauer, éste pone de relieve la extensión de la libido del yo en la identificación asociada al narcisis­ mo. En el texto, que nos es posible conocer en detalles por una inves­ tigación de Vicente Palomera12, se refiere a una enferma de 23 años.

9 Ibtd., pág. 289. 10 L a c a n , J.: El seminario. Libro 1, Los escritos técnicos de Freud, Paidós, Bs. As., 1985. 11 Ibíd., págs. 130-166. 12 P a l o m e r a , V .: "Freud y la esquizofrenia", en: Uno por Uno, Rev. Mundial de Psicoanálisis, n° 39, Bs. As., 1994, págs. 106-126. 93

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Marie, cuya madre murió a] nacer. A los 16 años, su padre empieza a jugar en la Bolsa y pierde toda su fortuna, al tiempo que se entera que su mujer actual lo engaña con otros hombres. Esto fué demasiado para este hombre quien decide una noche a las 11 hrs. poner fin a su vida disparándose un tiro en la sien izquierda. Despertada por el ruido de la detonación, Marie entra en la habitación, agarra la pisto­ la y se dispara en el mismo lado, produciéndose una herida. Varias personas que entraron para socorrerla la encuentran riendo y brin­ cando por la habitación, con una expresión rígida en el rostro y diciéndose a sí misma: "¡Muerto está! ¡Muerto está! ¡Las 11!". Llevada a un sanatorio psiquiátrico, permanece durante ocho semanas en un estado típico de la catatonía: sin pronunciar una sola palabra, rígida e inmóvil en la cama y repitiendo siempre lo mismo: "¡Muerto está! ¡Las 11!". Pero, de repente se recupera y Marie es externada. Dada su nueva situación, se ve obligada a buscar un trabajo, y se traslada a otra ciudad para dedicarse al teatro. Vive muy retirada y no tiene ningún pretendiente. En las vacaciones, antes de cumplir los 19 años, vuelve a su casa y busca a un amigo de su padre, médico de la familia, un hombre de la misma edad de aquel. Ahí, a pesar de la presencia de la madrastra, empieza a compor­ tarse de modo extraño, jugando a poner su cabeza en el regazo del amigo paterno y mostrando una gran satisfacción al percatarse que lo excitaba sexualmente. Terminará acostándose con él, entregándose a este hombre cada vez que vuelve a su casa. Lo significativo será que se ofrece a él sin tener una inclinación especial. Es más, durante mucho tiempo había tenido un verdadero miedo al acto sexual ya que sabía que "una vez que empezara no podía pararlo". Hasta entonces, se había limitado a una mastur­ bación frenética. Asimismo, Marie mostrará un interés singular por el desnudo femenino, concurriendo con frecuencia a los cabarets y salones de variedades ávida de saber "si hay algo para ver" en las representa­ ciones acrobáticas o en las danzas. En cierta ocasión, le relata a Landauer con gran excitación, cómo había visto el pubis de una bailarina. De igual manera, solía sentarse durante largos ratos al lado de la ventana de un café para ver las piernas de las mujeres que se paseaban por la calle. Su "actividad homosexual" más importante era tomar asiento y esperar a que una mujer tomara asiento en la mesa contigua. A continuación se quedaba mirándola fijamente hasta que se diera cuenta, instante en el cual la paciente se entregaba a un juego que consistía en pasarse la lengua por los labios. Sí después de estas escenas no tenía ningún amigo cerca, recurría

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a la masturbación y se echaba en la cama de modo tal que pudiera observarse ante el espejo. Esta condición del espejo era esencial tam­ bién en sus relaciones con los hombres, ya que lo que trataba de observar era la relación sexual. Además, se informa que de pequeña había espiado con gran curiosidad lo que acontecía en el dormitorio de sus padres. En este "empuje a mirar" se trataba, como resalta Landauer, de una repeti­ ción de una escena que había presenciado en la habitación de sus padres (entre los cinco y seis años): "En un cumpleaños de su padre, se había vestido a toda prisa para poder felicitarle. En la habitación contigua reinaba el silencio. Marie miró dentro y vio que la cama de su padre estaba vacía. Su madre, por el contrario, estaba en la cama sentada frente al espejo. Se maquilló, tras las abluciones de sus partes íntimas, se puso coqueta y se recostó para dormir. Tras ésto, entró su padre en la habitación vestido solo con la camisa, y despertó a su mujer con besos. Luego mantuvieron relaciones sexuales. Marie salió corriendo furiosa y estuvo durante todo el día inmóvil y sin felicitar al padre". Si bien, por un lado, se pone de relieve la identificación actual con la madre. Palomera comenta que antes del estado actual, precedió una época de equiparación casi total de Marie con el padre, lo que Landauer llama "el período de la psicosis". Del historial clínico de su enfermedad en el sanatorio, además de las semanas en que estuvo con el cuerpo totalmente rígido, sin responder a las preguntas, donde solo cantaba de vez en cuando, riéndose y diciendo, "¡Muerto está! ¡Muerto está! Las 11", el período de internación estuvo repleto de fantasías delirantes en las que Marie se veía en relación sexual con su madre. Pero lo más inquietante para Landauer fue un episodio ocurrido a los 7 años de edad: "estaba de visita en la granja de sus abuelos y a causa de una travesura fue amenazada con mandarla de vuelta a su casa con su padre. Para ella fue tan espantoso que decidió que era mejor morir. Se alejó de la granja y estuvo, por faltarle el valor para arrojarse al río, un día y medio escondida en medio de un cañaveral desnuda, ya que había arrojado sus vestidos al agua, en vez de tirarse ella. Aunque oyó los gritos de quienes la buscaban, no salió y aguantó pacientemente durante muchas horas el hambre. A la noche siguiente regresó a la casa despacio y sin hacer ruido". Lo que se subraya en esta historia es la incidencia de lo especular, al considerar la ecuación vestidos = yo. Por último, Landauer prosigue diciendo que "con la muerte del padre se da un poderoso conflicto inconsciente de amor-odio contra él mismo. Marie se sustrae al conflicto identificatorio con el padre.

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Así regresa a mecanismos que son propios de la primera infancia y que parten del narcisismo. Esta identificación iguala ahora al padre desaparecido. En lugar del duelo -lo que hubiera sido una cuestión de amor- abandona el amor y recurre a la primera forma de elección de objeto del narcisismo". Agregando, que la ecuación "Vestidos = yo", deducible del recuerdo infantil, es una prueba de que "había sacrificado de modo manifiesto una identificación conciente, sus vestidos, es decir, una parte de su yo en lugar de su yo". Así, el mecanismo identificatorio en Marie es consciente: "Concientemente identifica casi cada objeto con ella misma o al menos con la parte más importante de su yo, los ge­ nitales". Según parece, fue Otto Rank quien hizo observar a Landauer que estos casos donde lo expresado simbólicamente es conciente, no tienen nada que ver con los símbolos sino con sus etapas previas (la identificación), concluyendo que en Marie como en todos aquellos esquizofrénicos se trata de una fase previa semejante. Cuando, en 1916, Freud cita el caso, lo hace en relación a la paradoja que plantea la melancolía y el duelo patológico: ¿cómo explicar, en el reflujo de la libido, que la pérdida del objeto se trans­ forme en pérdida del yo? Freud reconoce a Rank el haber propuesto ya una salida al dilema al señalar que en la psicosis la elección de objeto se produce sobre una base narcisista, sustituyendo la carga de amor por la identifi­ cación. En este sentido, el caso de Landauer resultaba perfecto, dado que la cura daba cuenta de la regresión de un tipo de elección de objeto hasta el narcisismo originario. En un conciso resúmen del mismo. Palomera aísla los siguientes puntos: 1 ) el odio al padre (Vaterhass) desestabiliza la elección del objeto de amor; 2 ) el tratamiento confirma la tesis de una regresión narcisista (después de haber estado atrapada por la muerte del padre, la joven muestra que la cura es un retomo identificatorio a la madre gracias a la regresión narcisista); 3) las escenas de mastur­ bación ante el espejo, su "avidez de saber lo que hay para ver", sus relaciones heterosexuales, remiten a la escena de la alcoba de su madrastra; y 4) el recuerdo infantil de Marie deshaciéndose de sus ropas como de un yo, muestra la incidencia de un fenómeno de regresión tópica al estadio del espejo. Igualmente se puede señalar que estos fenómenos de deriva imaginaria pueden detenerse para algunos sujetos, en lo que se conoce como una identificación "como si".

3. El "como si" y sus referencias

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En 1942, H. Deutsch publica "Algunas formas de trastorno emo­ cional y su relación con la esquizofrenia"13, en donde describe una serie de casos: "en los que la relación emocional del individuo con el mundo exterior y con su propio yo parece estar empobrecida o ausente". Dichas observaciones las refiere a estados muy relaciona­ dos con la despersonalización, pero distintos de ésta "en tanto el paciente mismo no los percibía como trastorno". Y explica que la denominación se debería a que en este tipo de personalidad, es "como si" la persona fuera "normal" y nada en ella sugiere un trastorno. La conformación del "como si", siguiendo a Abraham, se basaría ya no en una represión, sino en una verdadera pérdida de carga objetal, es decir una patología narcisista que conservaría la capacidad de identificarse como un autómata con los objetos externos. Deutsch finaliza diciendo que estos casos permiten aprender sobre la psicología del yo, los transtornos afectivos, y quizá, el pro­ blema del esquizoide, definiéndolos como estados prepsicóticos de la esquizofrenia. Buscando en artículos más recientes, principalmente de autores norteamericanos, encontramos un debate en cuanto a lo abarcativo de las categorías "borderline". Así, habría por un lado una descripción más amplia y generalizada: la de Otto Kernberg, donde entre otras, la personalidad "como si" queda como un subtipo. Incluso, en otros trabajos que siguen estos lincamientos, figura la descripción de H. Deutsch como un antecedente del cuadro "límite"14. A su vez, otros psicoanalistas, han optado por una descripción más restringida del "borderline” y consideran vigente la noción del "como si". Esta es la posición de algunos artículos de la Menninger Clinic, donde se lo sitúa como un trastorno de la personalidad, dife­ renciándolo de la personalidad esquizoide, del sindrome borderline, y de la esquizofrenia15. También con una posición crítica hacia Kernberg, W. Meissner establece dos continuum clínicos: primero, el continuum histérico, englobando en niveles ascendentes, la pseudo-esquizofrenia, el

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D e u t s c h , H.: "Algunas formas d e transtorno emocional y su relación con la esquizofrenia". Revista de Psicoanálisis, APA, t. XXV, N° 2, Bs.As., págs. 413-431. 14 G o b b i , H.: "Disturbio Borderline", Rev. Vertex, vol. 1, N°l, Polemos, Bs. As., pàg.28. 15 G a rd n er, C. et al.: "Clinical diagnosis of the As-if Personality Disorder", en: Bulletin of the Menninger Clinic, Vol. 50 N°2, págs. 135-147. 97

carácter psicótico, la personalidad borderline, y por último la histeria primitiva. Y al segundo, lo denomina continuum esquizoide, com­ prendiendo la personalidad esquizoide, la organización de un falsoself (basada en Winnicott), y la personalidad "como si"16. Expuesta así, sea por una u otra de estas corrientes, la personali­ dad aparece como el eje evaluativo y de diagnóstico final. Para estos psicoanalistas, sería lo "más propio", lo más consistente del indivi­ duo, en contraposición a los desplazamientos sindrómicos, a la "superficialidad" del síntoma. Esta concepción puede recordar el par descripto por Freud como síntoma y carácter. Desarrollado más tarde con mucho detalle y valor para la clínica de las psicosis por W. Reich, seguramente obedecien­ do a su propia posición subjetiva, que le permitió tener la intuición de una conexión libidinal del carácter con el cuerpo. Aspecto retoma­ do por Lacan al final de su enseñanza, con la noción de sinthoma.

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3. La "máquina de influencia" y la serie clínica de Tausk En cuanto al diagnóstico de psicosis, a diferencia de esos psi­ coanalistas, Lacan pondrá el acento en la "envoltura formal" del sín­ toma, y la presencia de fenómenos elementales. Evaluación sutil, que abarcará la pesquisa de fenómenos en el cuerpo, en el plano percep­ tivo, y también de la certeza de signos autorreferenciales que se cono­ cen a partir de Neisser como de "significación personal". En el seminario sobre las psicosis, comenta cómo los clínicos han enfatizado la relación de exterioridad del sujeto con el significante bajo la descripción de un síndrome de acción exterior. Lo que subra­ yaría bien la dimensión esencial del fenómeno, "la exterioridad del psicótico respecto al conjunto del aparato del lenguaje." En relación a esta heteronomía del lenguaje, aparece citada Helen Deutsch, destacando "cierto como sií", en donde los enfermos nunca entran en el juego de los significantes, salvo a través de una imitación exterior17. Luego, en 1956, clarificará aún más -como ya mencionamos- la relación entre compensación prepsicótica e identificación: el sujeto en la psicosis "ha asumido el deseo de la madre", debiendo entenderse

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W.W.: "Notes on the Potential Differentiation of Borderline Conditiones", Int. Journal of Psychoanalytic Psychotherapy, vol. 9,1982/83. 98 17 L a c a n , J.: El seminario. Libro 3, Las psicosis, op. cit., págs. 359-60. 16 M eissn er,

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esto como una identificación al Otro previo. Identificación que si tambalea, desencadena "la disolución del tripié imaginario"18. Asimismo, indicará las mismas líneas de fuerza de la compen­ sación imaginaria para la posterior estabilización psicótica: "Esta determinación simbólica se demuestra en la forma en que la estruc­ tura imaginaria viene a restaurarse"19. Tiempo antes, V. Tausk describe en un trabajo célebre la "máquina de influencia" de la esquizofrenia20. Estimulado por Freud, parte del estudio de fenómenos que la psiquiatría clínica ya había descripto, pero que no había dado ningún valor a la significación de estos sín­ tomas aislados, que a su entender permiten elaborar los mecanismos psíquicos en general. Tausk encuentra que pueden haber muy bien psicosis alucinatorias crónicas sin persecución, es decir, sujetos que están afectados por un sentimiento de extrañeza, sin que por ello busquen la causa en una fuerza hostil o extraña. La existencia de la "máquina de influenciar", le permitirá ubicar toda una serie de casos que no estarían incluidos en la paranoia: "Existe un grupo de enfermos que renuncian por com­ pleto a satisfacer su necesidad de causalidad. Simplemente se quejan de sentimientos de transformación y de fenómenos extraños en su persona física y en la psíquica, sin buscar la causa en un poder hostil o extraño. Particularmente ciertos enfermos declaran que estas imá­ genes no se les 'representan' pero que simplemente las perciben, ante su gran sorpresa. Otros sentimientos de transformación pueden exis­ tir sin que sean por ello atribuidos a un responsable: así hay enfermos que se quejan particularmente de pérdida o de transformación de ideas y de sentimientos sin pensar por ello que esas ideas o esos sen­ timientos les sean robados o impuestos. Ocurre lo mismo con los sen­ timientos de alteración de la piel, del rostro, y de las dimensiones de los miembros. Este grupo de enfermos no se queja de la influencia de un poder extraño, sino de un sentimiento de alienación". Agrega que estos pacientes se toman extraños a ellos mismos, y que estos sín­ tomas serían típicos tanto del período de comienzo de la demencia pre­ coz, como de estados evolutivos avanzados. Se puede subrayar que estas descripciones adquieren actualidad, cuando se demanda precisión a la hora de tratar los casos tildados como "raros". Asimismo, Tausk pone de manifiesto la necesidad de dar cuenta

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18 L a c a n , J.: "D e u n a cuestión prelim in ar a to d o tratam ien to posible d e las p si­ cosis", op. cit., pág. 547. 19 Ibid., pág. 550. 20 Tausk, V.: Obras Completas, M orel, Bs. As., 1997, págs. 169-208. 99

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de estos fenómenos por el mecanismo de la identificación, fijando la atención sobre un síntoma de la esquizofrenia: la pérdida de los límites del yo. Expresado en que los enfermos se quejan de que todo el mundo conoce sus pensamientos, que éstos no están encerrados en su cabeza sino desparramados en forma ilimitada por el mundo, de manera tal que se desarrollan al mismo tiempo en todas las mentes. En este sentido, hace un señalamiento esclarecedor: "Conocemos el estado en el que reina en los niños, la concepción que los otros cono­ cen sus pensamientos. Los padres saben todo, aún lo más secreto, y lo saben hasta que el niño logra triunfar en su primer mentira. Luego esta concepción resurge a veces como resultado de un sentimiento de culpabilidad, cuando el niño es descubierto en pleno delito de men­ tira. La lucha por poseer los secretos sin conocimiento de los padres es uno de los factores más poderosos de la formación del yo, de la delimitación y de la realización de la voluntad propia". Recordemos al respecto, como Freud en "Introducción al narcisis­ mo" utiliza el "delirio de observación" para teorizar sobre la instan­ cia crítica en la neurosis21. Así, Tausk intentará pensar sobre la for­ mación del yo, ubicando temporalmente antes de la proyección al exterior, un estadio "anobjetable" donde la libido está dirigida a la propia persona. En otros términos, se concentrará en ese primer acto fundamental en la constitución subjetiva, el juicio de atribución descripto por Freud, la Bejahung (afirmación primordial) subrayada por Lacan, donde se constituye esa "atribución primera" que inau­ gura la asunción del significante por el sujeto. Juicio del que depende la distinción exterior/interior, y la constitución en un segundo tiem­ po del yo, como también, del "complejo del semejante" como primera forma de lazo imaginario. Este concepto de la "afirmación primordial" (Bejahung) encierra un "sí fundamental", un asentimiento del sujeto sobre la satisfacción silenciosa del goce, cuyo correlato posterior en el neurótico es el "yo miento" y la pasión por la verdad, y su contraparte (como noBejahung) es el negativismo absoluto esquizofrénico. Como consecuencia del desarrollo de su teoría, Tausk elabora una serie de tipos clínicos en cuyo extremo inicial estarían los síntomas esquizofrénicos: donde el propio cuerpo es extraño y regido por potencias extrañas, o la variante del estupor catatónico y el "lengua­ je de órganos". Entonces, en su esquema hace entrar los fenómenos observados ordenados a partir del desarrollo del aparato de influencia: 21

F reud, S.: "Introducción al narcisismo", en: Obras completas, Amorrortu, Bs. As., 1990.

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22 PALOMERA, V.: "Freud y la Esquizofrenia",

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1. Simples sentimientos de alteración, primitivamente sin sen­ timiento de lo "extraño", luego acompañados del mismo, sin refe­ rencia a una persona responsable (alteraciones físicas y psíquicas y de ciertas partes del cuerpo). 2. Sentimientos de alteración bajo forma de sensaciones anor­ males, con designación de un responsable que es el enfermo mismo. 3. Sentimientos de alteración con designación de un responsable que se sitúa dentro del enfermo, pero que no es el enfermo mismo. 4. Sentimientos de alteración con proyección alucinatoria del pro­ ceso interior hacia el exterior, sin designación de ningún responsable, sin sentimientos de lo extraño al principio, luego acompañado del mismo. 5. Sentimientos de alteración con designación de un responsable, por vía de identificación (caso Emma A.). 6. Sentimientos de alteraciones con proyección del proceso inte­ rior hacia el exterior, y designación de un responsable según el mecanismo paranoico (se le proyectan las imágenes, se lo sugestiona, se lo hipnotiza o electriza, se le imponen o se le roban pensamientos y sentimientos, se le provocan erecciones, poluciones, etc.). 7. Sentimientos de alteraciones atribuidos a un "aparato de influir" que es manejado por enemigos. Estos son por lo general desconocidos e indefinibles al principio. Luego el enfermo los llega a definir: en un principio el enfermo no puede explicarse cómo está construida la máquina; poco a poco elabora la idea que se va hacien­ do. De esta serie tomaremos en detalle el caso Emma A., célebre a par­ tir de las referencias que ha hecho Freud. Se trata de una mujer joven que se sentía influida, de un modo completamente insólito, por aquel a quien ella amaba: "Decía que sus ojos no estaban correctamente situados en su rostro, que se habían torcido. Esto se debía a que su querido era un mal hombre, un mentiroso, que hacía torcer los ojos. En la iglesia se sintió un día bruscamente sacudida, como si la hubieran cambiado de lugar: su querido era alguien que la engañaba y la había vuelto mala y parecida a él mismo". En su trabajo. Palomera describe el juego significante que Freud comenta con tanto interés22: "El Dr. Tausk de Viena ha puesto a mi disposición algunas de sus observaciones que presentan la ventaja de que la enferma misma proporcionaba aún la explicación de sus pa­ labras (...) acudió a la consulta poco después de haber reñido con su novio y quejándose de que Tos ojos no están bien, están torcidos' ("Die Augen sind nicht richtig, sie sind verdrhet"), y explica luego, por

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sí misma, esta frase, añadiendo en lenguaje ordenado una serie de reproches contra el novio: "Nunca ha podido comprenderle. Cada vez se le muestra distinto. Es un hipócrita ('ein Augenverdrehef) le ha torcido sus ojos {'er hat ihr die Augen verdreht'), ahora ella tiene sus ojos torcidos, ya no son sus ojos nunca más, ella ve ahora el mundo con ojos diferentes {'sie sieht die Welt jetzt mit anderen Augen')". Emma utiliza un modismo corriente de la lengua alemana y lo toma al pie de la letra: el novio es un hipócrita {"ein Heuchler" o “ein Augenverdrehef). Si a un mentiroso o hipócrita se lo puede designar en la lengua como una persona que "tuerce los ojos", ipso facto ella hace de esa expresión, mediante el cuerpo, una réplica inmediata, vaciándolo de su valor metafórico. Freud escribe que "estas mani­ festaciones, añadidas por la enferma a su primera frase ininteligible, tiene todo el valor de un análisis, pues contiene una equivalencia de la misma en lenguaje perfectamente comprensible y proporcionan, además, el esclarecimiento de la génesis y la significación de la for­ mación verbal (Wortbildung) esquizofrénica. La relación del con­ tenido con un órgano (con los ojos) se ha arrogado la representación de dicho contenido en su totalidad". Así concluye diciendo que "el dicho esquizofrénico tiene aquí un rasgo hipocondríaco, se ha convertido en lenguaje de órgano". A partir de este caso, Freud destacará la génesis y significación de la formación de palabras del esquizofrénico. En efecto, la paciente de Tausk, en otro momento, da otra expresión: "Está en pie en la iglesia. De repente siente un impulso a cambiar de posición, como si alguien la colocara en una posición, como si ella fuese puesta en cierta posi­ ción" (“sie muss sich anders stellen, ais stellte sie jemand, ais würde sie gestelf). ¿Cómo se analiza esta frase? Freud destaca que se analiza por medio de los reproches de la paciente al novio: "Es muy ordi­ nario y le ha hecho ordinaria a ella, que es de familia fina. La ha hecho igual a él, haciéndole creer que él era superior; y ahora ha lle­ gado a ser ella como él, porque creía que llegaría a ser mejor si con­ seguía igualarse a él. Él se ha colocado en una posición que no le co­ rrespondía {"Er hat sich verstellt") y ella es ahora como él -por iden­ tificación-, pues él la ha colocado en una posición que no le corre­ sponde {“er hat sie verstellt")". Es decir, el movimiento de "posición" -observa Tausk- es una representación de la palabra "fingir" {sich stellen = colocarse; verstellen = fingir) y de la identificación con el novio. Con estas descripciones y teorías, se podría deducir cómo me­ diante la hipocondría y el lenguaje de órganos de la esquizofrenia, Freud elabora la conexión entre el cuerpo y el inconsciente. 102 Al respecto, J.-A. Miller también se ha detenido en la preocu-

pación de Lacan por establecer una relación entre el Un-cuerpo y el inconsciente. Elogiando el trabajo de los Lefort en relación al autismo, comenta que es preciso escuchar Mengua en relación con el Un-cuerpo23. En tanto Mengua, no es el lenguaje sino que apunta a la palabra tomada en su materialidad, fonética, la posibilidad de alcan­ zar el lazo social, depende de una elucubración que construya al Otro, y que debe pasar necesariamente a través de un elemento ternario. Este elemento es el Un-cuerpo, que se presenta como la con­ sistencia esencial del ser humano.

4. Mlle. B.

23 M iller, J.A.: Curso de la Orientación Lacaniana, clase del 7 de marzo de 2007

(inédito) 24 M iller, J.A.: "Enseñanzas de la presentación de enfermos", op. cit.

Psicosis a c t u a l e s

Refiriéndose a los casos de psicosis con "fenómenos puramente psíquicos", es decir, aquellos que presentaban "el síndrome del auto­ matismo mental" sin una interpretación delirante consistente, Miller -en el artículo ya citado- usa el término de "enfermedades de la men­ talidad" para los casos donde la dimensión del Otro estaría en défi­ cit24. En el curso de la entrevista, Mlle. B. sostiene por ejemplo: "No tengo ninguna referencia, estoy buscando un lugar en la sociedad, no soy ni una verdadera ni una falsa enferma, me había identificado con varias personas que no se me parecen, me gustaría vivir como un vestido". Esta paciente, que se encuentra en un estado de flotamien­ to perpetuo, había alucinado su chaleco "puesto en otra enferma", y esto no generó una reivindicación, sino dedujo: "Ella tomaba mi identidad"25. En este sentido, luego de la presentación, Lacan afirma: "Esta per­ sona no tiene la menor idea del cuerpo que tiene que meter bajo (su) vestido, no hay nadie para habitar la vestimenta". Luego una defini­ ción fundamental, cuando dice como contraejemplo -según nuestra lectura-, que la misma "ilustra lo que llamo el semblante. Nadie logra hacerla cristalizar. No es esta una enfermedad seria, una de esas formas identificables". Y, para finalizar dictamina que: "Lo que dice no tiene peso ni articulación, velar por su readaptación me parece utópico y fútil".

25 Presentaciones de enfermos de J. Lacan -1975-76-, en el Centro Descartes, Bs. As. (inéditas) 103

Se trataba de una persona que en su testimonio refería estar en la búsqueda de un lugar en la sociedad de un modo radical: "Ya no tengo lugar, no soy ni una verdadera ni una falsa enferma", como efecto del padecimiento del parasitismo del lenguaje, de un síndrome de acción exterior puro, que no precipitaba en ninguna construcción delirante consistente. Más bien, estaba en un flotamiento perpetuo, como ella misma se describía: "Soy interina de mí misma". Nada la enganchaba al Otro. Como antecedente de estas definiciones, podemos remitirnos al diagnóstico que Lacan hace de Mayo del '68. Así, cuando el movimiento social acentuó el carácter de semblante de las normas sociales, éste impulsó el uso del neologismo Mengua, y que el lengua­ je es el producto de una operación de dominio. De esta manera, a partir del Seminario 20, el lenguaje se descompone en dos partes co­ rrelativas: Mengua y el lazo social26. En resumen, tendrá una composición barroca, estará hecho del elemento social que lo normaliza, más un elemento en exceso. Men­ gua. LENGUAJE

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LALENGUA 0 LAZO SOCIAL Volviendo al caso, la paciente demuestra según el categórico pronóstico de Lacan estar del lado de una utópica readaptación a nivel del lazo social, estar desenganchada radicalmente del Otro, del Nombre del Padre. Por esto, en su comentario final, advierte de lo fútil de toda maniobra, dado que está a la deriva por padecer como parlétre del parasitismo del lenguaje en forma pura. A su vez, Miller ha descripto cómo fueron variando los paradig­ mas del goce en la enseñanza de Lacan27. AI final, el lenguaje y su estructura, al igual que el inconsciente, que antes eran tratados como un dato primario, aparecen a partir de Aun como secundarios y derivados, en tanto: Mengua es la palabra como goce, en disyunción con la estructura del lenguaje. Al respecto, el mismo llega al extremo de plantear como sem­ blante el concepto de lenguaje, el antiguo concepto de comunicación. J.-A.: "La psicosis ordinaria: la convención de Antibes", Paidós, Bs. As., 2003, pág. 286. 27 M ille r , J.-A.: "Los seis paradigmas del goce", en: El lenguaje, aparato del goce. Colección Diva, Bs. As., 2000, págs. 141-180. 26 M ille r ,

pero también los conceptos de Otro, de Nombre del Padre, de sím­ bolo fálico. Lo remarcable y novedoso es que todos estos términos pasan a tener una función de broche entre elementos profundamente en disyunción: la no relación del significante y el significado; la del goce y el Otro; la del hombre y la mujer. Así, el Otro, el Nombre del Padre, el falo, que aparecían como trascendentales y condicionando toda la experiencia, son reducidos a conectores. La consecuencia de esto es que de ser una dimensión pre­ via a la experiencia, autónoma a la misma, como si hubiera un sim­ bólico previo, se pasa a la primacía de una práctica, de una prag­ mática social. Además, Miller va a representar este paradigma signado por la disyunción con dos círculos eulerianos cuya intersección está marca­ da como vacío.

Postulando que es esta intersección vacía la que es susceptible de ser llenada por un cierto número de términos, considerados en esta perspectiva como suplencias, operadores de conexión entre los dos conjuntos. Es más, estos intersectores pueden ser variados y pertenecen a dos grandes registros: la rutina o la invención.

5. El m o i y la persona

28

Psicosis a c t u a l e s

Volviendo al comentario de la presentación del caso B., Miller observa que: "su ser de puro semblante: sus identificaciones, por así decirlo, no se precipitaron en un 'yo' (moi), en ningún cristalizador y, por ende, no hay ninguna persona". Agregando que las enfer­ medades de la mentalidad dependerían de "la emancipación de la relación imaginaria, de la reversibilidad a-a', extraviada por ya no estar sometida a la escansión simbólica". Teniendo en cuenta estas formulaciones de un imaginario a la deriva, es que ya intentamos vincular el "como si" a un punto de lle­ gada suplementario28.

B elag a, G.A.: "La actualidad del 'como si'", en: Formas clínicas, Catálogos, Bs. As., 1999, págs. 59-76. 105

En sus Escritos J. Lacan hace una distinción entre moi y persona. Recuerda que decir que: "la persona es una máscara no es puro juego etimológico;' es evocar la ambigüedad del proceso por el que su noción ha llegado a tomar el valor de encarnar una unidad que se afirmaría en el ser"29. Subraya de esta manera dos cuestiones impor­ tantes; por un lado, que la palabra persona para los etimólogos lati­ nos viene de personare: la máscara a través de la cual (per) resuena la voz (del actor). La referencia para estas definiciones posiblemente está en una conferencia de M. Mauss de 1938, titulada: "Sobre una categoría del espíritu humano: la noción de persona y la noción del 'yo'", en la que se describe desde una perspectiva histórico-social el recorrido com­ plejo de estas nociones que partiendo de una simple mascarada, se pasa a la máscara; del personaje a la persona, al nombre, al indivi­ duo. Y de éste, a la consideración del ser con un valor metafísico y moral, de una conciencia moral a un ser sagrado, y finalmente a una forma fundamental del pensamiento y de la acción (todo acto de con­ ciencia es un acto del "yo")30. En una época donde se equipara al yo a la noción de individuo, al igual que a la conciencia, Lacan al final de la "Observación..." a D. Lagache, lanza la siguiente pregunta: "Con la per-sona empieza efec­ tivamente la persona, pero ¿dónde la personalidad?". Agregando que lo que suena es la "voz de la conciencia", como enunciación, una voz en primer lugar y, bien vocal: una voz estentórea, cuyo enuncia­ do está en esas "leyes", matriz de la persona31. En conclusión encontramos que sostiene ambos términos, el yo (moi) como doblete imaginario del sujeto, y la persona que va más allá. Siguiendo con lecturas conexas, resulta interesante lo que explica Viveiros de Castro, antropólogo brasileño, sobre la comunidad amazónica de los Piro en relación al cuerpo y el emplazamiento de las diferencias32. En estas sociedades las personas se constituyen a 29

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L a c a n , J.: "Observación sobre el informe de Daniel Lagache: Psicoanálisis y estructura de la personalidad", en: Escritos2, Siglo Veintiuno editores, Bs. As., 1987, pág. 650. 30 M auss, M.: "Sobre una categoría del espíritu humano: la noción de persona y la noción del 'Yo'", en: Sociología y antropología, Tecnos, Madrid, 1991, págs. 309-333. 31 L a c a n , J.: "Observación sobre el informe de Daniel Lagache: Psicoanálisis y estructura ds la personalidad", op. cit. 32 C orsÍn Jiménez, A.: "Cooperación y procomún: relaciones antropológicas". Archipiélago, Cuadernos de Crítica de la Cultura, N°77-78, Barcelona, 2007, 106 págs. 27-32.

través de sus cuerpos. Sostienen que todos los seres vivos, humanos o no humanos, animales, plantas, son Uno en virtud de compartir un mismo espacio cósmico y lo que nos distingue son nuestros cuerpos, y el trabajo que invertimos en que nuestro cuerpo sea de un tipo u otro, definiendo que para ser humano hay que "hacerse" un cuerpo humano. En términos que resuenan con el seminario de Lacan sobre Joyce, se dice que la vida de un piro consiste toda ella en "hacerse" este cuerpo, invirtiendo en ciertas prácticas y modos de sociabilidad y no en otras. Por ejemplo, distintos modos de fabricarse un cuerpo humano denotan distintas "clases" de ser persona, empezando por aquellas que son parientes y las que no lo son. Así, no se nace pa­ riente de otra persona, sino que el parentesco se "hace": compartien­ do modos de vida. En suma, el parentesco es un punto de llegada, y no un punto de partida, porque no tiene que ver la biología sino con experiencias de sociabilidad, con estilos de vida.

6. Acontecimiento de cuerpo

J.: El seminario, Libro 23, El sinthome, Paidós, Bs. As., 2006, pág. 147.

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ACTUALES

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PSICOSIS

Continuando con la categoría de las enfermedades de la mentali­ dad, contemporáneamente al encuentro con la paciente, J. Lacan desarrollaba el seminario sobre Joyce. Es de suponer que frente a esos casos frecuentes, relatado ejemplarmente por Mlle. B., con un "ima­ ginario extraviado sin yo, espejo enganchado en todas partes, pero captado por nada", que carecen de algún significante amo y, a la vez, nada que venga a darle el lastre de alguna sustancia, "no hay objeto a que llene su paréntesis", recurre a lo escrito por Joyce para desa­ rrollar estos problemas de las psicosis. Proponiendo una enseñanza en donde éste parece alcanzar algunas soluciones: por ejemplo, la re­ ferencia a la forma joyceana de abandonar la relación con el propio cuerpo, que Lacan califica que "resulta completamente sospechosa para un analista, porque la idea de sí mismo como cuerpo tiene un peso"33; solución que caracteriza al ego de Joyce. Y que justamente es lo que contrasta con los casos que presenta donde verifica la disyun­ ción entre el parasitismo del lenguaje y el cuerpo, y lo insuficiente de la consistencia del propio cuerpo, definido en la clínica borromea como imaginario. Jean-Claude Masson -conocido poeta y traductor de autores lati­ noamericanos-, en su presentación de la edición francesa del

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"Mundo de la Novela de la Eterna", compara a Macedonio Fernández con Joyce34. Se sabe que Macedonio "se pasó la vida escribiendo"35, pero a su vez publicó en pequeñas dosis, con reticencia o distraídamente. Por ejemplo, una parte sustancial del Museo fue compuesto entre los años 1920-1930, y lo siguió escribiendo hasta que finalmente poco antes de su muerte (en 1952), desparrama frente a su hijo el enorme fajo de hojas que formaba la novela, mezclándolas y apilándolas otra vez, como en un juego de cartas. Luego de este episodio, hubo que esper­ ar quince años para que se publicara; fue el tiempo que le tomó a Adolfo de Obieta reconstituir y ordenar ese rompecabezas, siguien­ do lo que fueron presumiblemente los planos de su padre. En relación a su trabajo, Masson confiesa que por momentos ha tenido que contenerse para no tratar de desmentir, de amansar la prosa de Macedonio: su bosque conceptual, su lógica alucinatoria y su jungla de juegos de palabras. En este sentido, recuerda que el propósito de Joyce era nada menos que el de terminar con el inglés "tal como se lo habla". Socavando la anglicidad en sus fundamentos mismos, al cuestionar lo que hay detrás del orden lingüístico, detrás de lo arbitrario de la lengua. Así, para Masson, lo que Joyce ha hecho con la lengua inglesa, el argentino lo ha realizado con el castellano. Sin dudas, el derrumbamiento subjetivo que sufrió al morir su esposa es un hito muy importante en su obra. En este sentido, G. García, comenta que para Macedonio es su cuerpo lo que lo separa de Elena y no la muerte lo que a Elena lo se­ para de él. Incluso sostenía que "morir para él era sacarse el sobreto­ do"36. En la obra de Macedonio se halla un vaivén entre los ensueños (comparables a las epifanías joyceanas) y la escritura. Con lo cual, se deduce que entre sus soluciones se interceptan la escritura como un medio para procurarse una identidad, y el amor como modo de enlazar un cuerpo: "y solo porque ella quiere sonreír una última vez a su amor, compongo este libro que no necesitamos". También, dirá: "Anhelo que me animó en la construcción de mi novela fue crear un hogar, hacerla un hogar para la no-existencia, para la no-existencia en que necesita hallarse Deunamor". 34 M asson, J.C.: "Macedonio Fernández, una lectura francesa. La refutación de la

novela", presentación de la edición francesa del "Museo de la novela de la eterna". En: Descartes, Revista Internacional, Año IX, Número 15/16, Anáfora, Bs. As., julio 1997. 35 C amblong, A.: "Prólogo" de Macedonio Fernández. Textos selectos. Corregidor, Bs. As., 2004. 108 36 G arcía, G.L.: Hablan de Macedonio Fernández, Atuel, Bs. AS., 1996.

Es aquí donde aparece "Deunamor"37, una creación que se inspi­ ra en sus "ensoñaciones", y como explica a partir del "deceso de su esposa, a quien aparecía amando inmensamente, (...) poco a poco, Deunamor fue perdiendo su sensibilidad, hasta quedar reducido a un cuerpo sin conciencia". Por su lado, Rubén Ríos coincide en que esta acción que le per­ mite materializar este "poquísimo" de cuerpo, es una instrumentalidad pragmática orientada más allá de lo útil38. Como insinúa Macedonio: "todo es posible", dado que la psyché "no responde a ninguna ley", es únicamente la praxis del lenguaje nombrando o describiendo el acontecer errático del mundo. Con lo que el "hom­ bre" tiene que asumir la tarea -que le vendría impuesta- de "hacer" el mundo describiendo lo que aún no tiene nombre. A esta tarea Ríos la formula como el "nominalismo de la sensibilidad" de Macedonio Fernández, y denomina su lógica como pragmatismo poiético (de poiesis: "invención", "creación") o pragmatismo mitopoético del acontecimiento. "Manera de una psique sin cuerpo"39, es el título de un texto en donde enfatiza: "Mantente en el Misterio, lector. Para la psique no hay el 'en', no está en el Cuerpo. Y en un cuerpo pueden manifestarse y recibir estímulos dos Psiques tan extrañas una a otra como las que se manifiestan me­ diante dos cuerpos. Y esta experiencia es suficiente para iluminar la no-dependencia: la transparencia de la Psique en los Cuerpos". La noción de síntoma "en lo que es: acontecimiento de cuerpo, lig­ ado a lo que se tiene ", fue subrayada por Miller de la intervención que hiciera J. Lacan en la sesión inaugural del Quinto Simposio Internacional James Joyce40. A su vez, Eric Laurent señala que el hecho que "el síntoma no está en el cuerpo" sino que está situado como "acontecimiento de cuer­ po", es el modo en que Lacan lo vincula a los "incorporales"41. Interviniendo en lo que había señalado años antes G. Deleuze sobre

2001. 40 Lacan , ].: "Joyce el síntoma H", en: Uno por Uno, Revista Mundial de

Psicoanálisis, N° 45, Eolia, Barcelona, 1997. 41 L aurent, E.: "Dos aspectos de la torsión entre síntoma e institución", en: Los

usos del psicoanálisis, Paidós, Bs. As., 2003.

actuales

Corregidor, Bs. As., 2004. 38 Rios, R.H.: "Macedonio Fernández y el sueño americano", en: La Biblioteca, Número 2/3, Bs. As., 2005. 39 F e rn á n d e z , M.: Manera de una psique sin cuerpo y otros textos. Mate, Bs. As.,

P sicosis

37 F ernández, M.: Textos selectos. Selección de textos por Adolfo de Obieta,

109

el pensamiento de los estoicos y su distinción entre cuerpo e incor­ porales, donde oponían el espesor de los cuerpos, a acontecimientos corporales que tenían lugar únicamente en la superficie. Así los "incorporales", no son cualidades y propiedades físicas, sino atribu­ tos lógicos o dialécticos (relacionados esencialmente al lenguaje). No son cosas o estados de cosas, sustantivos ni adjetivos, sino verbos, acontecimientos: resultados de acciones y de pasiones42. En síntesis, el acontecimiento es expresado siempre por un verbo, no es un ser, sino una manera de ser, y Deleuze lo ejemplifica distin­ guiendo que un árbol puede ser verde, pero diferente es cuando el acontecimiento incorporal en la superficie resulta en que el árbol verdea.

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7. Una lógica de bolsas y cuerdas

110

En el final del Seminario 23, Lacan va a proponer ante la disyun­ ción, "una lógica de bolsas y cuerdas" para anudar el lenguaje con el cuerpo43. En su "Nota paso a paso", Miller retoma esta clase, y formula los alcances de la articulación de Lacan del cuerpo sin órganos, el cuer­ po conjunto vacío, el cuerpo bolsa, su ex-sistenda, respecto a las cuerdas del lenguaje que lo atraviesan alrededor de un agujero44. De este modo, siguiendo la tesis según la cual venimos al mundo con un parásito, podríamos estudiar en la clínica cotidiana ciertos fenómenos clínicos que dan cuenta de la categoría de lo real y que surgen en el borde del sistema del lenguaje. Y desde esta premisa, verificar cómo las cuerdas (el elemento significante, el rasgo unario, el S,) están allí para anudar la bolsa, para articularla al agujero. En las psicosis, ante las "palabras impuestas", frente al "eco del pensamiento", el sujeto experimenta dramáticamente que no se puede salir más del lenguaje, que algo infecta sin un orden, sin una ley. Al respecto, frente a esos "unos" separados en disyunción, la psi­ cosis enseña con sus soluciones a la clínica de las neurosis. Lina de ellas surge por la vía de la invención macedoniana del amor, como muestra "Deunamor". En la perspectiva del sinthome, el amor es lo que puede hacer 42

D eleuze, G.: Lógica del sentido, Planeta-Agostini, Barcelona, 1994.

43 Laca n , J.:

44

El seminario, Libro 23,

El sinthome, op. cit., pág.

144.

M ille r, J.-A.: "Nota paso a paso", en: El seminario, Libro 23, El sinthome, op. cit.,

págs. 195-241.

mediación entre los unos solos, es una manera de fabricar sentido a partir de un goce que es siempre parasitario45. Para concluir, Borges relata que el amor fue un tema de conver­ sación con Macedonio: "Yo tuve una discusión con Macedonio Fernández, ya que Macedonio negaba el yo, él ponía el amor como supremo, y yo le decía: 'bueno, ¿entonces quién se enamora si no existe el yo?' El decía 'el yo no existe' (...). Pero entonces, ¿por qué tanta importancia al amor? Macedonio pensaba que la pasión es her­ mosa, más allá de que existan personas. No he entendido bien eso -finaliza Borges- no sé si Macedonio lo entendía"-46 En definitiva, el diálogo Borges-Macedonio enseña que el lazo entre el yo y el cuerpo es un mito, que para sos-tener un cuerpo hace falta otra cosa. Como en el amor macedoniano, será cuestión que cuerpo y lenguaje se pongan en conexión por la resonancia del dicho, por un decir que haga eco en el cuerpo.

Psicosis a c t u a l e s

45 M iller, J.-A.: Curso de la orientación lacaniana, "Piezas de repuesto", clase del

24 de noviembre de 2004 (inédito) 46 Borges, J.L.: "Encuentro con Jorge Luis Borges", en: La Caja Digital, Nro. 17, Año 1, diciembre de 2006. http:/ / www.tomasabraham.com.ar/cajadig/ 111

E la b o ra c ió n d e u n a s u p le n c ia p o r u n p ro c e s o d e e s c ritu ra R a y m o n d R oussel Jean -C laude M a leva l *

Consagrar su existencia a examinar el lenguaje por sí mismo y lograr conducirlo hasta un límite, implica sin duda una posición sub­ jetiva experimentada como una adquisición impuesta y parasitaria. Es lo que Joyce y Wittgenstein tienen en común. Es extremadamente poco frecuente que tales intuiciones estén en el fundamento de una obra reconocida. El siglo xx conoció sin embargo al menos otro ejem­ plo: el de Raymond Roussel. Definido por André Breton como "el más grande magnetizador de los tiempos modernos", fue poco frecuentado por la crítica litera­ ria del movimiento surrealista, pero él mismo se cuidará de partici­ par ahí, permaneciendo en toda su existencia como un ser solitario, aislado, poco comunicativo. Conoció en su juventud una experiencia singular. Ha sido relatada por Pierre Janet en su trabajo intitulado De la angustia al éxtasis. Martial es el seudónimo sobre el cual presenta a un "neurótico, tímido, escrupuloso, fácilmente deprimido", que no es otro que Roussel; esto último lo revela él mismo en 1935 en una publicación póstuma. De 1897 hasta su suicidio en 1933, Janet no cesará de curarlo. Debió dos veces enviarlo al hospital1. Martial, relaes psicoanalista (Paris), miembro de la Escuela de la Causa Freudiana; Profesor de psicópata logia en la universidad de Rennes 2. Laboratorio de clínicas psicopatológica y psicoanalítica. Place du recteur Henri le Moal.CS 24307-35043 Rennes Cedex, [email protected] 1 Según Charlotte Dufrène, que lo conoció como "neurasténico", el habría esta­ do internado dos veces en una casa de descanso en Suiza, en Valmont por un mes y, una segunda vez en Saint-Cloud, por ocho meses. (Caradec F. Vie de Raymond Roussel. Jean -Jacques Pauvert. Paris, 1972,pàg. 379.) Janet lo con­ sideraba como un "neurótico psicasténico", pero remarca que a veces su esta­ do "se aproximaba singularmente a la melancolía". (Janet, P., De l'angoisse à l'extase, Alcan, Paris 1926, II, pág. 230). 113 * J e a n -C la u d e M a le v a l

P sicosis a c t u a l e s

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ta Janet, "presentó a la edad de 19 años, durante cinco o seis meses, un estado mental que él mismo juzga como extraordinario. Interesándose en la literatura, que prefería a los estudios seguidos hasta entonces, había propuesto escribir una gran obra en verso y quería terminarla antes de alcanzar los 20 años. Como ese poema debía comprender miles de versos, trabajaba asiduamente, casi sin parar de día y de noche y no experimentaba ningún sentimiento de fatiga. Se sintió invadido poco a poco por un extraño entusiasmo: "Sentimos alguna cosa particular que nos hace una obra maestra, un pródigo: hay niños pródigos que se manifiestan a los ocho años, yo me manifestaba a los 19 años. Yo era igual a Dante y a Shakespeare, sentía lo que Victor Hugo sintió a los sesenta años, lo que Napoleón sintió en 1811, lo que Tannhauser soñaba en Venusberg: sentía la glo­ ria... No, la gloria no es una idea, una noción que adquirimos cons­ tatando que vuestro nombre hace acrobacias sobre los labios de los hombres. No, no se trata del sentimiento de su valor, del sentimien­ to de que merecemos la gloria; no, yo no experimentaba la necesidad, el deseo de gloria, ya que yo no pensaba antes en ella para nada. Esa gloria era un hecho, una constatación, una sensación, yo tenía la glo­ ria... Lo que escribía estaba rodeado de radiaciones, cerraba las corti­ nas, ya que tenía miedo que la menor fisura dejara pasar hacia afue­ ra los rayos luminosos que salían de mi pluma, quería retirar la pan­ talla bruscamente e iluminar el mundo. Dejar esos papeles tirados, hubiera provocado rayos de luz que hubieran llegado hasta la China, y la multitud alocada se habría desplomado sobre la casa. Pero en vano había tomado precauciones, los rayos de luz se escapaban de mí y atravesaban las paredes, yo llevaba el sol en mí y no podía impedir esta formidable fulguración de mí mismo. Cada línea era repetida por millones de ejemplos y yo escribía con miles de puntas de plu­ mas que flameaban. Sin duda, con la aparición del volumen, ese foco que enceguece se habría develado de entrada y habría iluminado el universo, pero él no habría sido creado, yo lo llevaba ya en m í... Yo estaba en ese momento en un estado de bienestar extraordinario, un golpe de piocha me había hecho descubrir un filón maravilloso, había ganado la lotería, la más sensacional. Viví más en ese momen­ to que en toda mi existencia."2 Podríamos estar tentados de establecer una relación entre la glo­ ria de Roussel y las Epifanías de Joyce: esas experiencias parecen haber estado, la una y la otra, en el origen de sus vocaciones de escri­ tores. Ellas difieren sin embargo radicalmente. Las Epifanías se anclan en experiencias en las cuales la significación parecería estar ausente,

114 2

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R, De l'angoisse à l’extase, O. C. I, págs. 116-117.

lo que conduce a Lacan a situarlas fuera de lo imaginario -en la cone­ xión de lo simbólico y lo real. Por el contrario, la gloria de Roussel pone en juego su cuerpo: es una "sensación" que él lleva consigo, ésta se escapa de su ser, participa de un estado hipomaníaco que le permite no sentir la fatiga, trabajando casi sin parar. En este caso se trata de un goce no fálico que se apodera del cuerpo: goce Otro situa­ do en la articulación de lo real y de lo imaginario. Sostener que la glo­ ria se produce fuera de lo simbólico puede sorprender, ya que ella parece salida de un trabajo de escritura, por lo tanto Roussel mismo indica que ella no es esencial a la tarea, él señala que ella es lo que experimentaba Napoleón en 1811 o lo que Tannhauser soñaba en Venusberg, y sobre todo, precisa que el foco deslumbrante no está ligado al volumen, no fue creado, ya que él lo llevaba ya consigo. Los límites que lo simbólico impone al goce se encuentran franqueados en esta experiencia. Roussel encuentra ahí menos la fuente de su vocación que la certeza de una posición de excepción: "De esta crisis de gloria y luz, escribe Janet, Martial ha conservado la convicción inquebrantable de que él tuvo la gloria, que él posee la gloria; que los hombres lo reconozcan o no, poco importa". El fracaso de sus libros retrasa la constatación externa de su gloria por los otros, pero "esto no conmueve su realidad". La experiencia del goce Otro por un sujeto no es suficiente para inferir de ello su estructura psicótica: el misticismo y las técnicas arcaicas del éxtasis bastarían para hacer objeción. La certeza de estar en una situación de excepción, solamente comparable a figuras más elevadas, tales como Dante, Shakespeare o Napoleón, sugiere por el contrario que la función paterna forcluida retorna en lo real.

La desconexión de lo simbólico Numerosas son, por otro lado, las indicaciones que vienen a con­ firmar que el anudamiento de lo simbólico a las otras dos dimensio­ nes, tiene un error en la estructura de Roussel3. P sicosis actuales

3 Su curioso comportamiento alimentario parece dejar discernir la emergencia de un goce infinito en el seno de la pulsión oral. Le sucedía de agrupar las cua­ tro comidas en una sola ingesta, de manera ininterrumpida entre 12:30 horas y 17:30 horas: la abundancia de platos era excepcional ya que, según su coci­ nero, cada comida se componía de 16 a 22 platos (!) (Caradec F. Vie de Raymond Roussel, o.c., págs. 301-302). Sin embargo, Roussel se cuida de enmarcar este desborde pulsional: agrupando las comidas coloca en su lugar un límite auto-impuesto, que no es sin analogía con la función de su proceso de escritura. 115

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La gloria experimentada durante la escritura de su primera nove­ la fue seguida de un grave estado depresivo. "Este entusiasmo y estos sentimientos, cuenta Janet, con oscilaciones, se prolongan mientras que él compone sus versos, durante cinco o seis meses; ellos disminuyen mucho durante la impresión del volumen. Cuando el volumen apareció, cuando el joven hombre, con gran emoción, salió a la calle y se dio cuenta que no se daban vuelta cuando pasaba, el sentimiento de gloria y luminosidad se apagó bruscamente. Entonces comenzó una verdadera crisis de depresión melancólica con una forma bizarra de delirio de persecución, tomando la forma de la obsesión y de la idea delirante de la denigración universal de los hombres los unos contra los otros". Tal oscilación confirma la ausen­ cia de regulación simbólica del goce: ya sea invadiendo la imagen especular que le confiere la gloria y la luminosidad, ya sea retirán­ dose de allí revelando un sujeto identificado a su ser de deshecho. Cuando el objeto no está extraído, lo que los fenómenos preceden­ tes parecen indicar, el sujeto no llega a inscribirse en una estructura de discurso: ésta implica no solamente coordinación del sujeto con el objeto, sino que ella condiciona la representación significante del suje­ to. Numerosos son los signos que en Roussel sugieren la carencia de la identificación al trazo unario. Ellos se disciernen esencialmente por el lugar preponderante tomado por la imagen especular. Poco antes de su muerte, formula el deseo de que una fotografía suya, tomada a la edad de diecinueve años, cuando él experimentaba la gloria, figure como ilustración primera de todos4 sus libros en las impresiones pos­ tumas5. Esto incita a suponer que sostener su imagen constituirá una de las funciones de su escritura. La misma preocupación está sin duda en el trabajo de una búsqueda incesante de honores que le condujeron a hacerse nombrar Oficial de Academia y caballero de la Legión de honor. No faltaría también una ocasión de hacerse condecorar, de suerte que él recibió la Medalla conmemorativa francesa de la Gran Guerra, y la Medalla interaliada llamada de la Victoria. Además Roussel acordaba una importancia extrema y sorprendente a sus talentos de imitador. Una de las escasas indicaciones autobiográficas encerradas en su obra informa que él no conoció "verdaderamente el éxito más que (...) por numerosas imitaciones de actores o personajes cualesquiera"6 . Según Charlotte Dufrène, su amiga, "trabajaba siete años cada una de sus imitaciones, repitiendo frases en voz alta para 4 5 6

Él subraya. Caradec F. Vie de Raymond Roussel., o.c., pág. 65. R o u s s e l , R . : Comment j'ai écrit certains de mes livres (1935), Coll.10 /18.1963, pág. 35.

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C aradec, R: o.c., pág. 76. I b id ., pág. 315.

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atrapar la entonación, copiando gestos, hasta obtener una semejanza completa". No sabríamos encontrar indicación más pura de una investidura mayor de las identificaciones imaginarias. En la existencia de Roussel las imitaciones tienen un lugar en el cual su importancia viene justo después de la importancia de su escritura. Su extrema valorización sugiere que ellas participan de un proceso que contribuye al sostén de su ser: él imitaba, según parecía, a su padre "de manera alucinatoria"7 . La carencia de la identifica­ ción al rasgo unario fuerza al sujeto a ubicarse en las identificaciones imaginarias para sostener sus ideales. Parece que Roussel hubiera tenido el presentimiento de la prevalencia de estas últimas en su pro­ pio funcionamiento. El héroe de su primera novela, la que escribió sintiendo la gloria, es un actor fracasado, que permanece desconoci­ do, y que va de fracaso en fracaso. Una imagen que no es sin evocar al autor mismo. El título de la obra es El Doble, calificativo que desig­ na al héroe, consistiendo su primer fracaso en no comprometerse más que como "doble" de un actor célebre. Tal imagen especular pre­ sente en la obra de Roussel desde las primeras páginas se vuelve a encontrar, poco modificada en su última compilación, en la cual elige insertar su observación psiquiátrica hecha por Janet: se trata siempre de la imagen de un artista fracasado. La luminosidad conferida por la gloria a la imagen especular, no oculta más que un momento, la inherencia del objeto en ella: es por lo que se adjunta ahí un fracaso innato. La recurrencia al tema de la gemelidad en los escritos de Roussel, frecuentemente remarcada por los críticos, constituye un nuevo indicio del lugar predominante tomado en su funcionamiento por la imagen especular. De este hecho la imagen del otro peligra a veces de devenir invasora y maléfica: teme que los miedos experimentados por sus pró­ jimos se comuniquen a él por contagio, si son manifestados. No sopor­ ta ver llorar; demanda a Charlotte Dufrène no hablar jamás delante de él de sus miedos al dentista y a las serpientes8. Por otro lado, esta últi­ ma juega en su vida un rol curioso: el de la "amante como si". Durante veintitrés años ella se mantuvo a su lado en los lugares públicos, sobre todo en el teatro, pero jamás fue a su casa. Sus relaciones permanecie­ ron platónicas. Él le depositaba una mensualidad importante, esencial­ mente para que ella lo acompañe al espectáculo -casi todas las tardes. Sin duda se trató de que su homosexualidad9 permaneciera secreta y

La homosexualidad de Roussel es sobretodo conocida por la intervención d e ___ un artículo publicado en 1904, completando las dos primeras páginas de La 117

que las convenciones fuesen salvaguardadas10. Esta "amante como si" era necesaria al sostenimiento de su imagen pública. "Usted tendrá todo lo que desee, le había dicho a ella, porque tengo dinero, con la condición de no plantear jamás preguntas". Roussel tenía en efecto horror de las preguntas, generalmente hacía todo para evitar comprometerse en una discusión. "Temiendo por otra parte (dice Michel Leiris), ser contrariado y contrariar en las con­ versaciones, él decía que para evitar todo coloquio peligroso con las personas, él procedía haciéndoles preguntas". André Breton fue con­ movido por el estilo de las conversaciones rousselianas: "De mis escasos y muy breves encuentros con él, el recuerdo más preciso que guardo es el de un hombre que se oculta. Él permanece oculto para el conjunto del grupo que formamos, digamos entre 1922 y 1928, aún si tratamos mucho, uno u otro de nosotros -Michel Leiris(...)- de acercamos a él y, otros -Robert Desnos- (...) hayan hecho esfuerzos por levantar su profundo enigma. Pero con él Leiris, ingeniándose, no lograba desviar la conversación de su curso banal y. Desnos, aún si era tan cortésmente recibido, volvía desanimado de sus visitas"11. Los surrealistas constataron cuánto era esencial para Roussel evitar entrar en un intercambio que haya podido forzarlo a sostener sus opiniones, pero ellos no discernieron de lo que se trataba, a saber, la necesidad de preservar los ideales sentidos como frágiles a falta del anclaje simbólico. "Es horrible, le confía a Janet, que uno no tenga el respeto de las glorias adquiridas, un solo detractor es más fuerte a mis ojos que tres millones de admiradores; me hace falta la unanimi­ dad para que mi sentimiento esté tranquilo"12. El clínico remarca bien que él "siente sus convicciones tan vacilantes como sus goces". Las opiniones de Roussel no reposan más que sobre un asentimiento precario a los valores de su mundo. No experimenta la posibilidad de sostenerlos porque no llegó a hacerlos plenamente suyos. Es un gran burgués que adhiere a una forma caricatural y fija de los ideales de

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Cocarde, diario financiero antisemita en el cual él es acusado de "delitos o crí­ menes". Esta publicación menciona los encuentros con "numerosos menores de sexo masculino" e incluso de demandas judiciales y chantajes, de parte de los padres de jóvenes que habría seducido. Uno de estos asuntos judiciales ocurre meses después de la publicación de El Doble, en julio 1897. Roussel y su madre llegaron sin embargo a ocultar su homosexualidad. Según Germond, el artículo de La Cocarde, luego de haber tenido en la época el efecto de una bomba, fue muy rápidamente arrojado al olvido. Parece sin embargo que Roussel debió ,a veces, partir de viaje para evitar los escándalos. (Germond J. Raymond Roussel à la Une. Cahiers de l'Unebévue, EPEL, Paris, octobre 2000.) 10 C aradec, o.c., pág. 109-111. 11 Ibid., pág. 144-145. 118 12 Janet, P.: De l'angoisse a l'extase, o.c., II, pág. 106.

su medio: "Tiene una amante, cuenta Janet, tiene fortuna, hizo algu­ nos viajes lindos, son sus privilegios, hay que conservarlos, es nece­ sario que los otros no invadan indebidamente sus derechos. El mismo no piensa que podría aprovechar los progresos, hacer en avión viajes más rápidos y más lindos, ya que tiene horror de los actos futuros y sobretodo de los actos nuevos. Quiere conservar el beneficio de los actos antiguos y de una superioridad adquirida. Es necesario que las cosas sean defendidas por los otros para que él sienta el valor que tienen cuando él las posee"1314.La prevalencia de identificaciones imaginarias confirma lo que la gloria ya indicaba: el goce de Roussel está en una conexión estrecha con lo imaginario. Además, la emergencia del goce Otro y la carencia del rasgo unario llevan a considerar que en la estructura de Roussel lo simbólico no se mantiene. Esta dimensión no juega el rol de límite con respecto al goce, que sería el suyo si ella estuviera anudada de manera borromea a lo real. Ella no asegura más su función de límite con respecto a las identificaciones imaginarias: estas tienen una propensión a crecer hasta la megalomanía. Una de sus primeras publicaciones, un poema intitulado Mi alma, finaliza así: Regardant fuir au milieu d'elle Les vers surgissant sans effort, Dans la postérité fidèle Je vois plus tard grandir mon sort. A cette explosion voisine De mon génie universel Je vois le monde qui s'incline Devant ce nom: Raymond Roussel. Sur la terre queje domine Je vois cefeu continuel Qui seul et sans frère illumine Partout l'univers actuelM*

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13 Ibid., pág. 106.

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14 Publicado en paginas 3 y 6 del diario Le Gaulois del 12 julio 1897; citado por Caradec E, in o.c., pág. 48. * N.T. Se conserva el texto en francés para conservar la rima del poema. [ Mirando escaparse entre ella / Los versos surgiendo sin esfuerzo / En la pos­ teridad fiel / Veo más tarde aumentar mi suerte. A esta explosión vecina / De mi genio universal / Veo el mundo que se incli­ na / Delante de este nombre: Raymond Roussel. Sobre la tierra que yo domino / Veo ese fuego continuo / Que solo y sin her­ mano ilumina / Por todos lados el universo actual.] 119

Aunque lo real y lo imaginario estén anudados, una conexión no se opera entre ellos, la que permitiría fijar lo simbólico, el cual por este hecho se encuentra libre. Sin embargo Roussel, a pesar de algu­ nos momentos depresivos severos, no desencadenó una psicosis, lo que deja suponer que él llegó a remediar el error de su estructura. Sin duda que la suplencia elaborada por él está en relación con la escri­ tura que dominó totalmente su existencia.

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No se trata solamente aquí del ensayo malhecho de un adoles­ cente exaltado. A sus cuarenta y cinco años, Janet se sorprende aún de la representación que hace de sí mismo como un artista inmenso. "Él atribuye a sus obras, escribe el clínico, una importancia desmedi­ da, no se conmovió por el fracaso evidente, [...] no acepta la menor crítica ni el menor consejo, tiene una fe absoluta en el destino que le fue reservado: 'Llegaré a cimas inmensas y nací para una gloria ful­ gurante. Esto puede ser largo pero tendré una gloria más grande que la de Víctor Hugo o la de Napoleón. [...] Hay en mí una gloria inmen­ sa en potencia como en un proyectil formidable que todavía no esta­ lló... Esta gloria tocará todas las obras sin excepción, ella caerá sobre todos los actos de mi vida; investigaremos todos los actos de mi infancia y admiraremos la manera en la cual yo jugaba a las barras... Ningún autor ha sido y puede ser superior a mí."15 Incluso si la glo­ ria no se siente, ella no cesa sin embargo de sostener la imagen espe­ cular de Roussel; confirmación de la persistencia de una estrecha conexión de lo imaginario y de lo real, mientras que lo simbólico no asegura hacia ellos su función pacificante. Parece entonces posible situar como sigue el error de la estructura:

120 15 Ja n e t, p.: D e l' a n g o i s s e « V e x ta s e , o.c., I, pág. 116.

Una escritura específica Se trata de una escritura original creadora de mundos extraños y fantásticos. Ella encuentra su fuente en un proceso develado por Roussel en su última obra Cómo escribo algunos de mis libros, que cons­ tituye una suerte de testamento literario. Este procedimiento apare­ cía como la esencia de su arte y como su única invención verdadera. Es a ella que él confía, en última instancia, la carga de representarlo en relación a la posteridad. Aquí tenemos cómo él lo presenta. "Yo elegía dos palabras casi iguales (haciendo pensar en los metagramas). Por ejemplo billard [billar] y pillard [ladrón]*. Luego adjuntaba allí palabras parecidas pero tomadas en dos sentidos diferentes, y obtenía así dos frases casi idénticas. En lo que concierne a billard y pillard las dos frases que obtuve fue­ ron estas: 1) Les lettres du blanc sur les bandes du vieux billard. [Las letras blancas sobre los bordes del viejo billard] 2) Les lettres du blanc sur les bandes du vieux pillard. [Las cartas blancas sobre las bandas del viejo ladrón]. En la primera, "lettres" [letras] estaba tomada en el sentido de "signos tipográficos", “blanc" [blanco] en el sentido de tiza y “bandes" [bandas] en el sentido de "borde". En la segunda, “lettres" [letras] estaba tomada en el sentido de "cartas", "blanc" [blanco] en el sentido de "hombre blanco" y “ban­ des" [bandas] en el sentido de "hordas guerrilleras". A partir de las dos frases encontradas, se trataba de escribir un cuento pudiendo comenzar por la primera y terminar por la segun­ da. Ahora bien, era en la resolución de ese problema que yo agotaba todos mis materiales." Psicosis a c t u a l e s

Para generar el cuento progresando desde la frase inicial a la frase final, Roussel no encuentra inspiración más que en las imágenes sali­ das de nuevas homofonías. Él elegía una palabra, después la religa­ ba a otra por la preposición a; y esas dos palabras, tomadas en un sentido distinto que el sentido primitivo, le proveían de una creación

N.T. Se conservan las palabras en francés para mostrar el juego homofónico que el autor realiza con las mismas. 121

nueva. Propone numerosos ejemplos. Nos trae primero uno de los más simples. Roussel se otorga las palabras siguientes: Círculos a rayos. Él los entiende primero en su sentido más corriente: el de un redondel y el de trazos geométricos. Busca enseguida qué otro senti­ do podrían poseer esas palabras. Aparecía entonces que el círculo se entiende también como un club* y que los rayos pueden ser de glo­ ria. A favor de esta aproximación, inventa el club de los incompara­ bles. La más célebre creación de Roussel vuelve un poco más com­ plejo este método. Se trata de "la statue de Vilote, faite en baleines de cor­ set, roulant sur des rails en mou de veau et portant sur son socle une ins­ cription relative au duel d'un verbe grec"'" ["la estatua del ilota, hecho por varillas de corsé, rodando sobre rieles en carnes flácidas y lle­ vando sobre su base una inscripción relativa al plural de un verbo griego"]. Ella encuentra su origen en las palabras siguientes:

"El procedimiento evoluciona, continúa Roussel, y fui conducido a tomar una frase cualquiera, de la cual extraía imágenes dislocán­ dola, un poco como si se tratase de extraer los dibujos de un jeroglí­ fico". La frase: "Tu n'en auras pas" ***["Tu no lo tendrás"] le da la frase "Dune en or a pas(a des pas)" ["Duna de oro tiene pasos (tiene pasos)"].

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"1) Baleine (mammifère marin) à îlot (petite île), [Ballena (mamífero marino) a islote (pequeña isla)]; 2) Baleine (lamelle) à ilote (esclave Spar­ tiate), [Varilla (lámina) a ilota [esclavo espartano]; 1) duel (combat à deux) à accolade (deux adversaires se réconciliant après le duel et se donnant l'accolade sur le terrain), [duelo (combate de dos) a abrazo (dos adver­ sarios se reconcilian luego del duelo y se abrazan en el terreno]; 2) duel (temps de verbe grec) à accolade (signe typographique), [duelo (tiem­ po del verbo griego) a llave (signo tipográfico)]; 1) mou (individu veule) à raille (ici, précise-t-il, je pensai à un collégien paresseux que ses camarades raillent pour son incapacité), [débil (individuo apático) a burla (aquí, precisa, yo pensaba en un colegial perezoso que sus camaradas burlaban por su incapacidad)]; 2) mou (substance culinaire) à rail (rail de chemin de fer) [bofe (sustancia culinaria) a riel (riel de camino de hierro)]". De estos tres acoplamientos de palabras nació la imagen más conocida de Impresiones de África.16

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N.T. Círculo (cercle) tiene en francés varios sentidos, entre ellos el de "club", como lugar de concurrencia de personas. N.T. Se conserva la frase en francés para demostrar el juego que el autor reali­ za con el sentido de las palabras. 16 R o u s s e l , R.: Comment j'ai écrit certains de mes livres, o.c., p á g s . 14-15. *** N.T. Se conservan las palabras en francés para indicar el juego homofónico entre ambas frases.

17 18 19

Ibid., pág. 23. lbid., pág. 21-22. Ibíd., pág. 24.

-o ñ § £ saivrn:

De ahí forma la imagen de un poeta besando las huellas de los pasos sobre una duna. Remarca que su procedimiento es "pariente de la rima", ya que en los dos casos "hay creación improvisada debida a las combinaciones fonéticas"17. La fabricación comporta tres fases: primero la búsqueda de juegos de palabras o de frases con doble sentido, luego el establecimiento de una trama lógica uniendo los elementos disparatados; por último la redacción tan realista como posible, con el máximo rigor, del texto definitivo. Si Roussel debe ser considerado como uno de los grandes adver­ sarios de la retórica clásica, es porque él produjo una obra poética fundada sobre un esfuerzo por separar el significante de la enuncia­ ción. Deseaba no utilizar otros materiales más que los salidos del len­ guaje mismo. Si busca en la homofonía el principio generador de sus mundos imaginarios, lo que intenta es borrar el acto del sujeto en la creación. Su procedimiento deseaba hacer tabula rasa de toda inspi­ ración espontánea. La elección del autor interviene sin embargo en las frases y en las palabras iniciales. ¿No es en este punto que la singularidad del suje­ to peligra por introducirse? Roussel intenta cuidarse de introducir la singularidad del sujeto, tomando fragmentos del lenguaje tan insig­ nificantes como posibles. Con respecto a esto, él precisa: "Yo usaba no importa qué cosa": la dirección de su zapatero, una publicidad de un aparato, un título de un libro, versos de Víctor Hugo, etc.18 A partir de proposiciones cualesquiera, Roussel creaba con rigor nuevos mundos. Una escritura de pura lógica se encuentra en el hori­ zonte último de su proyecto. La esencia del proceso, remarca él mismo, consiste en "hacer surgir especies de ecuaciones de hechos" que se trata de "resolver lógicamente". Entre todos los juegos de palabras burlonas compuestos por sus adversarios concernientes a Locus Solus , el título de uno de sus libros, cita Loufocus Solus, gugus solus, Locus Saoulus, etc., "hay uno que falta, afirma él, y que, me parece, merece­ ría ser hecho, es Logicus Solus."19 La lógica se caracteriza, como todo discurso científico, por no poder instaurarse más que sobre una ten­ tativa de sutura del sujeto del inconsciente. De una manera diferente de la de Joyce, no tan radical, Roussel aparece "desabonado del inconsciente". Él rompe la conexión S^-S2, no como el irlandés, cortando el alma del sueño, y colocando el acen-

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to sobre el significante unario; sino a la inversa, borrando el signifi­ cante que representa al sujeto, y exaltando una función de represen­ tación acéfala. El procedimiento apunta a producir el significante a partir de significantes cualesquiera bajo los que Roussel intenta borrar su enunciación. Sus textos simulan el cifrado de un sueño, pero de un sueño en el cual el contenido latente se sostiene en frag­ mentos de lenguaje insignificantes. Ellos resultan de un cifrado vacío. El lector va a encontrar solamente un proyecto estético. Cuanto menos de lo real esté inmerso allí, más acabado estará para Roussel: "en mí -afirma él- la imaginación es todo". Él se ocupa de precisar en relación a esto que de todos sus viajes, no extrajo nada para sus libros.20 Efectivamente no son solamente sus viajes, sino todo rastro de su historia, de sus opiniones o de sus ideales que se esfuerza por mantener alejado de su obra. Cuando a pesar de todo, alguna cosa se encuentra inmersa en su obra, es particularmente anodina, a la manera de la dirección de su zapatero. El escritor posee como el hom­ bre el gusto por el silencio y el secreto. Uno y otro no se aproximan más que ocultándose. Los escritos de Roussel se parecen a sueños facticios generados, no por el deseo del sujeto, sino por un trabajo autónomo de la letra. Sin embargo ni el deseo del autor, ni un equivalente del signifi­ cante unario, podrían estar ausentes en una obra tan original. Es cier­ tamente en el proceso mismo que hay que buscar sus incidencias. No es más que en una referencia al proceso que Roussel se presenta como inventor y como un maestro: "Se trata, escribe él, de un proce­ dimiento muy especial. Y, este procedimiento, me parece que es mi deber revelarlo, ya que tengo la impresión que escritores futuros podrían quizá explotarlo con frutos."21 Es hacia la edad de treinta años donde tuvo la impresión de haber encontrado su camino gracias a las "combinaciones de palabras". Seguramente su escritura, a la cual él consagra su existencia, viene al lugar de síntoma. Ella locali­ za su goce de manera obligada: su procedimiento exigía que le sea consagrado un tiempo considerable. Sus obras demandaban muchos esfuerzos. "Yo sangro sobre cada frase", confía Roussel. Todo condu­ ce desde ese momento a considerar que en Roussel, el procedimien­ to posee una función de suplencia, que le permite enlazar el nudo de manera que lo simbólico pueda limitar lo imaginario y lo real. La estructura parece entonces poder escribirse así:

nudo borromeo

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22 C a ra d e c , E: Vie de Raymond Roussel, o.c., pág. 64.

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Interviniendo en el punto del error, el procedimiento coloca un punto de detención al deslizamiento de lo simbólico. El procedimien­ to ocupa el lugar de síntoma. Sin embargo no logra un anudamiento borromeo de los elementos de la estructura: esta última, a la manera de Joyce, conserva la huella de su falla. El procedimiento posee, en efec­ to, una curiosa deficiencia: se detiene delante de los nombres propios. Que Roussel no haya tenido imaginación en relación a esto es sor­ prendente, remarca su biógrafo, "pero que no haya buscado por un 'procedimiento' cualquier forma de remediar esto, de su 'juventud' a su madurez, es más sorprendente aún".22 El texto que entregaba Roussel al impresor, contrariamente a lo que habríamos podido espe­ rar de un hombre tan meticuloso, no estaba terminado: en un gran número de ocurrencias, él dejaba en blanco los nombres de sus perso­ najes, no completándolos más que sobre el texto impreso, o pidiendo al regente de la imprenta de hacerlo él mismo, pero, en ese caso, los reemplazaba casi siempre por otros nombres que los que le habían sido sugeridos.23 Es de destacar que con los significantes más propios a evocar el rasgo unario, el procedimiento se encuentra puesto en difi­ cultad, y que en esta sola circunstancia Roussel apela a una ayuda exterior. Sabemos que los nombres propios permanecen casi iguales en todas las lenguas, de manera que ellos poseen la característica de no traducirse, y esta propiedad revela su afinidad con el signo y la desig­ nación directa del significante como objeto. El patronímico no condu­ ce con él al sentido del objeto, afirma Lacan, "pero algo que es del orden de una marca aplicada de alguna manera sobre el objeto, super­ puesta a él".24 Esta característica le parece deber ser encontrada en una relación fundamental con la escritura, lo que lo conduce a subrayar sus afinidades con el rasgo unario. El procedimiento de Roussel conserva, por consecuencia, la huella de lo que él remedia: la carencia del signi­ ficante para representar al sujeto ante otros significantes.

23 Ibid., pág. 101. 24 L a c a n , J.: El seminario, Libro 8, La identificación, Clase del 20 de diciembre de 1961, Paidós, Bs. As., 1998. 125

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Existe sin embargo una excepción remarcable: uno de sus perso­ najes de Impresiones de África, un imitador habilidoso, una imagen de Roussel, posee un patronímico no solamente generado por el proce­ dimiento, sino que podría valer como nominación del procedimien­ to mismo, se trata de "Bob Boucharessas". En esta "bouche à ressasse"' ["boca que repite palabras"], en la cual la homofonía constituye el ali­ mento, se dejaría ver la vacuidad del cifrado operado por el procedi­ miento. Es porque Roussel debe elaborarlo para representarlo y para localizar su goce, que él puede funcionar para producir una especie de auto-nominación. Ésta, además, podría valer como seudónimo de su autor. Por el contrario, desde que el procedimiento se separa de sí mismo, y se encuentra confrontado a lo que más suplía -la función del significante que representa la singularidad del sujeto-, entonces una dificultad surge y porta la huella del error de la estructura. Las imágenes "repetitivas", ancladas en la homofonía, reposan sobre una estética fundada sobre la purificación de la escoria del sujeto en el lenguaje. Además, si el proyecto de Roussel consiste en borrar de sus escri­ tos el sujeto de la enunciación, de manera tan radical como posible, en provecho de un auto-engendramiento del texto por la letra, pare­ ciera que su obra entera, a la manera de la obra de Joyce, testimonia del error al que suple. El ensamblado que realiza el irlandés con sus escritos no restaura plenamente la función narcisista: lo que está en juego es para él un goce privado de la letra, que no retiene en nada el inconsciente del lector 25; mientras que para Roussel subsiste en su obra una propensión del símbolo a emanciparse que testimonia del error primero, y no atrae la atención del inconsciente del lector. Si ellos son distinguidos como ilegibles, es porque uno y otro, aunque de manera no semejante, se encuentran desabonados del inconscien­ te. El trabajo de conexiones significantes producido por Roussel genera sentido, pero su esfuerzo por reducir el texto al S2, borrando el soporte de la enunciación, no decanta más que significaciones va­ cías. Sus novelas desbaratan toda interpretación. Por otro lado, bordeando sus cuentos con dos frases que se refle­ jan casi en espejo, el procedimiento de Roussel inscribe en el texto la función de límite y de anudamiento que le es inherente. La analogía no puede dejar de aparecer con el Finnegans Wake que finaliza por una frase inacabada continuada en la primera línea de la obra. El

N. T. Se conserva la palabra en francés para mostrar el juego homofónico entre Bob Boucharessas y bouche à ressasse. 25 L a c a n , J.: "Joyce el síntoma I", en Joyce con Lacan, Uno por Uno 44, EOLIA, 126 Barcelona, 1990.

anudamiento es diferente: Roussel toma un mundo de imágenes entre sus frases reflexionadas; mientras que la frase interrumpida de Joyce es homogénea al suspenso de la significación inherente a su texto. De la escritura de Roussel se impone al lector una profusión de lo imaginario, testimoniando el lugar excepcional tomado por esta dimensión, en razón de su estrecho anudamiento a lo real. “En mí, afirma, la imaginación es todo". Nada de esto en Joyce: es el goce de la letra que se percibe ahí de manera evidente. En su caso es lo sim­ bólico que se encuentra con lo real de manera no borromea. Que la escritura de Roussel le haya permitido suplir el error de su estructura, encontramos la confirmación en el hecho que, cuando él se suicida el 14 de julio de 1933, había dejado totalmente de escribir.26 No esperaba más, desde uno o dos años, que "un poco de alegría des­ pués de la muerte"27. Sin duda Roussel presentaba numerosos rasgos obsesivos, que podían inducir a considerarlo como un neurótico, lo que parece haber sido la hipótesis de Janet, aunque haga mención a un momen­ to de delirio y a un episodio melancólico. Sin embargo esta hipótesis no parece pertinente cuando el discernimiento de la estructura psicótica, por fuera del desencadenamiento, llega a fundarse sobre la puesta en evidencia de los errores del nudo borromeo y de las suplencias correspondientes. Con respecto a esto, una nueva clínica diferencial queda por hacer28. No parece posible hoy esbozarla más que ejercitándose pri­ mero en reconocer los errores de la estructura, manifestados por un anudamiento mal asegurado, de una de las dimensiones de lo RSI a otra; esforzándose luego por discernir qué modo de suplencia está puesta en juego. T ra du cció n : C arolina A lcuaz

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26 C aradec, F.: Vie de Raymond Roussel, o.c., pág. 379. 27 Roussel, R.: Comment j'ai écrit certains de mes Iivres, o.c., pág. 35.

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28 Las hipótesis según las cuales los errores del anudamiento de la estructura, reposan en Joyce, sobre una liberación de lo imaginario, y en Roussel, sobre una liberación de lo simbólico, llaman al examen de una tercera posibilidad: la de dónde se localizaría lo real en el cual la conexión no estaría inicialmente asegurada. Es lo que Geneviève Morel pone en evidencia con Ven: en el caso de esta mujer, parece que el travestismo masculino, haciendo barrera contra el transexualismo, opera como una suplencia a la forclusion de la significación fálica. (M orel, G., Un cas de transvestisme féminin [Un caso de travestismo femenino], en ECF, 1995, 30, págs. 20-26). 127

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