Urmson, J. O. - Enciclopedia concisa de filosofia y filosofos.pdf

February 8, 2017 | Author: govera28 | Category: N/A
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ENCICLOPEDIA CONC ISA

DE FILOSOFIA y FILOSOFOS Ba Jo la duec crcn de

J.

O . Urmson

C ATEDRA

Enciclopedia concisa de filosofía !1 filósofos

Enciclopedia concisa de filosofía y filósofos Bajo la dirección de J. O. URMSON

I1

EDICIONES CÁTIDllA, S. A. Madrid

índice

INTRODUCCIÓN

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ENCICLOPEDIA

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~OTAS SOBRE LOS COLABORADORES

BIBLIOGRAFÍA

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Agradecimientos Quisiéramos dar las gracias a Arthur E. Murphy, de la Texas University en Austin y a Emerson Buchanan, director del [ournal 01 Philosopby, en la Columbia University de Nueva York, por su gran ayuda en la lectura del texto.

Lista de colaboradores J. L. Ackrill H. B. Acton A. Hilary Armstrong Sir Alfred J. Ayer Errol Bedford Sir Isaiah Berlín Karl Britton joseph G. Dawson M. A. E. Dummett Dorothy M. Emmet A. C. Ewing

Marvin Farber J. N. Findlay Thomas Gilby Roland Hall R. M. Rare R. Harré H. L. A. Hart D. J. B. Hawkins P. L. Heath Ronald W. Hepburn Edmund Hill Walter Kaufmann 1. G. Kidd G. S. Kirk

Stephen Korner T. D. Mabbott Alasdair Macintyre D. M. Mackinnon D. G. C. MacNabb Philip Merlan Ernest Nagd P. H. Nowell-Smith James O'Connell D. J.O'Connor R. S. Peters Anthony Quinton Richard Robinson Erwin 1. J. Rosenthal Gilbert Ryle Ruth Lydia Saw P. F. Strawson F. A. Taylor Ivo Thomas J. O. Urmson James Ward Smith G. J. Warnock Alan R. White B. A. O. Williams

Introducción Es probable que existan campos de la investigación en los que el feliz compilador de una enciclopedia tenga por tarea principal la recolección de un conjunto de informes imparciales acerca de los principales resultados aceptados; esto podría parecer cierto de las ciencias exceptuando las fronteras mismas de la investigación reciente y las especulaciones sobre zonas marginales. Pero en filosofía, y por razones que expondremos más adelante en esta introducción, no hay ningún conjunto de resultados aceptados a los que se suscriban todos los expertos; «no existe una sola materia dentro de su esfera que no siga estando en disputa», dijo Descartes en el Discurso del Método, y este enunciado es tan cierto ahora como lo fue en el siglo XVII. Por tanto, cualquier conjunto de respuestas a los principales problemas de la filosofía, por muy eminentes que sean sus autores, o bien no representará más que uno de los incontables puntos de vista, constituyendo un manifiesto partidista, o bien incurrirá constantemente en contradicciones. De 10 que se sigue que una enciclopedia de filosofía no puede proponerse dar respuestas con autoridad a los problemas filosóficos sin decepcionar a sus lectores representando como una respuesta aceptada 10 que en realidad es una opinión rival o confundiéndoles con una serie de respuestas inconsistentes; siendo esto así, nos ha parecido mejor no intentar responder en absoluto a ninguna de estas cuestiones. Por tanto, en esta enciclopedia será buscada en vano la clave del enigma del universo, así como declaraciones acerca de la realidad o de la materia, la objetividad o subjetividad de los criterios morales, o la relación de mente y cuerpo; pero quedan muchas tareas útiles que sí puede realizar una enciclopedia de filosofía. Primero es posible dar explicaciones de los principales términos técnicos usados por los filósofos de todos los matices de opinión; términos tales como «analítico», «categoría», «universal», «dialéctica» y «dato sensible» se usan constantemente en los textos filosóficos y no pueden ser explicados de forma adecuada ni siquiera por el mejor diccionario. En segundo lugar, se puede dar cierta información de las principales respuestas a las cuestiones filosóficas, existiendo posiciones estandar que son mantenidas con la suficiente frecuencia como para que se les dé un nombre como realismo, idealismo, monismo, dualismo, nominalismo, conceptualismo, racionalismo y empirismo; estos «ismos- son esqueletos de posiciones más que respuestas completas y de ningún filósofo digno de consideración puede decirse adecuadamente que mantiene combinación alguna de estos «ismos», pues siempre tendrá su propia contribución peculiar que hacer; pero es imposible la lectura de la filosofía sin el entendimiento de estos términos, por peligrosos y equívocos que sean muchos de ellos. En tercer lugar se pueden describir sumariamente las obras y opiniones de filósofos individuales, sin duda no como sustitutivo adecuado de la lectura del

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filósofo mismo, sino para proporcionar una base informativa o como una guía preliminar de la lectura de sus obras. Finalmente, se pueden dar algunas indicaciones de los campos principales de la investigación filosófica mediante artículos sobre lógica, metafísica, epistemología, ética y estética que intenten explicar cuáles son los problemas que preocupan a los filósofos dentro de esos campos. La mayoría de los artículos de esta enciclopedia caen dentro de uno de estos cuatro grupos -explicaciones de términos técnicos, descripciones de «isrnos» bien conocidos, exposiciones de filósofos individuales y descripciones generales de los principales campos de investigación filosófica. Incluso en estos artículos el escritor más honesto y más desprovisto de prejuicios tiene que ser parcial hasta cierto punto, puesto que debe seleccionar, explicar e interpretar; pero, si tiene presente esta condición inevitable, el lector puede esperar con confianza recibir información correcta y no expresiones partidistas de opinión. Esta enciclopedia es concisa. Y ser concisa exige ciertamente la omisión de todo el material superfluo, pero el compilador todavía se enfrenta con decisiones difíciles. ¿Tiene que intentar incluir artículos sobre todos los temas de los que un lector pudiera esperar razonablemente obtener información? El intento estaría condenado al fracaso, pero aun así esto podría realizarse al precio de hacer muy cortos todos los artículos. Más aún, este procedimiento adolece de la desventaja decisiva de que hay muchos temas de los que no se lograría decir nada que valga la pena dentro del ámbito de un artículo breve. Las fechas de la muerte y el nacimiento de Kant y una lista de sus obras más importantes podrían darse en un artículo de cien palabras; pero si se quiere dar una información de las opiniones de Kant es cierto que cualquier cosa que se diga en uno o dos breves párrafos será más que inútil, pues sería enormemente ininteligible, y si fuera inteligible sería erróneo. De hecho, el artículo sobre Kant que hay en esta enciclopedia contiene unas seis mil palabras; el lector informado verá con prontitud, y al lector no informado le pediremos que 10 acepte, que se trata de una descripción de la filosofía de Kant todo lo simple y clara que puede ser para que sea compatible con la precisión y que nada de lo que contiene podría ser omitido en ninguna exposición de Kant que intentara hacerle justicia; seis mil palabras es en este caso la extensión mínima compatible con la precisión y la inteligibilidad. Así, la brevedad extrema en los artículos individuales no es un método razonable para alcanzar una brevedad general. El número total de artículos incluidos ha sido restringido según el principio de que es mejor tener un número razonable de artículos útiles que un gran número de artículos inútiles, aunque seleccionar tiene sus inconvenientes. Aparte del esfuerzo obvio por incluir 10 importante en vez de lo no importante y por anticipar aquello que es más probable que el lector busque, diversos principios de selección han desempeñado un papel del que puede ser útil informar al lector. Primero, y esto es 10 más importante, se ha escogido una interpretación razonablemente estrecha de qué constituye la filosofía, interpretación que se conforma más al uso de los filósofos profesionales de la tradición occidental que al uso popular. En el pensamiento popular un filósofo es un hombre de elevados principios que es inmune en la medida de lo humanamente posible a los intereses y problemas a corto plazo de los mortales ordinarios, calmado y ecuánime cara a la adversidad, que tiene un mensaje para los seres humanos acerca de cómo pueden vivir mejor y más sabiamente, mensaje que se llama «una filosofía de la vida». Pero, aun cuando los tienen, los grandes filósofos de la tradición occidental no han alcanzado la fama por estos rasgos; Platón, Aristóteles, Aquino, Descartes, Locke, Berkeley, Hume, Kant y los otros grandes de la filosofía occidental alcanzaron su grandeza por caminos bastante distintos a éste, y en general estaría fuera de lugar preguntar por su «filosofía de la vida». Quizá durante un corto periodo, en la época del nacimiento de Cristo, cuando los sabios estoicos y epicúreos contendían acerca de cómo se debe vivir, se haya conformado la filosofía de occidente a la imagen popular. Con unas pocas excepciones notables, la filosofía oriental ha estado tradicionalmente más de acuerdo con esta concepción popular. Al decidir

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limitar el alcance de nuestro estudio a la filosofía practicada por los grandes filósofos occidentales hemos excluido, por tanto, la filosofía oriental tradicional. Esta decisión no contiene sugerencia alguna de que no valga la pena prestar atención a los sabios budistas y confucianos; la simple verdad es que sus logros no están estrechamente relacionados con los de los filósofos occidentales y que no es posible incluir ambos temas dentro de los límites de una enciclopedia concisa. La decisión de cómo vivir es sin duda más importante que cualquier lucha intelectual por el entendimiento teórico; pero este último es el objetivo de la filosofía occidental. Un segundo principio de selección ha sido que se ha concedido prioridad a las necesidades de los lectores no . especialistas y los artículos de problemas muy técnicos y los filósofos que se especializaron en éstos han sido, por tanto, restringidos a un mínimo; así, se han omitido las especulaciones más abstractas de la lógica -no hay, por ejemplo, ningún artículo sobre Lord Keynes cuya única contribución impresa a la filosofía fue un tratado importante, pero muy abstruso, sobre probabilidad. Los lectores que puedan abordar con provecho tales temas y autores no necesitarán la guía de esta enciclopedia. En tercer lugar se ha supuesto que el lector no es políglota; por tanto, aquellos filósofos de cuyas obras no se dispone traducción han sido omitidos o se les ha dado un tratamiento quizá más breve del merecido. Por tanto, esta enciclopedia no pretende ser una guía comprehensiva de la filosofía moderna, aunque se esfuerza por extenderse más allá de los confines de las modas filosóficas contemporáneas americanas e inglesas. Pero sería vano pretender que se pueda dar un motivo racional de cada inclusión y cada exclusión; aparte de los meros descuidos atribuibles a error humano del compilador, hay ineviablemente algunas decisiones sobre el contenido que son marginales y arbitrarias. El compilador expresa aquí y ahora sus excusas a aquellos que hubieran escogido de manera diferente; hubiera añadido más cosas de haber podido, pero de hecho toda adición a lo que hay hubiera implicado la exclusión de algo que se ha incluido. En la elección de artículos la decisión más difícil lo ha sido con respecto a los filósofos vivos, cuya obra, todavía, está en progreso. Se han incluido muchos filósofos vivos, pero aquellos cuya obra aún está en progreso han sido tratados con una brevedad que no es indicativa de sus méritos, y a aquellos cuyos escritos son fácilmente accesibles en forma de libro se les ha dado preferencia sobre los que han escrito, principalmente, en revistas especializadas. En este campo particular ha sido imposible considerar el mérito como principio único de selección. Quizá recuerde el lector nuestra primera declaración de que los artículos que intentan responder directamente a los grandes problemas de la filosofía se han evitado porque en filosofía no hay respuestas aceptadas y, por tanto, cualquier respuesta que aquí se pudiera dar sería inevitablemente partidista y en este sentido inadecuada para el contenido de una enciclopedia. Esta declaración bien podría sonar a un ataque hostil a la filosofía y sentar la base para la opinión, expresada con bastante frecuencia, de que el estudio de la filosofía es una locura y un fastidio ocioso. ¿No parece que la filosofía es una vana pérdida de palabras que el hombre que tenga los pies en tierra debe evitar? Quizá valga la pena examinar las razones de esta falta de resultados aceptados para ver si ello justifica el resto de los duros reproches a los que está sujeta la filosofía. «Filosofía» es la transcripción de una palabra griega que generalmente se traduce por «amor a la sabiduría», pero que quizá esté mejor traducida por «amor al conocimiento». El conocimiento todo nunca ha sido incluido dentro del campo de la filosofía; las piezas particulares de la información práctica que no tienen relación teórica nunca se han incluido dentro de la provincia especial del filósofo; puede que éste conozca el nombre de sus vecinos y cómo mezclar un cocktail, pero esto no cuenta como parte de la erudición filosófica. Pero debemos hacer hincapié en que originariamente la filosofía incluía muchos campos. de la investigación que ahoracuentancorno algo .que está fuera de la competencia del

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fil6sofo, incluyendo todo lo que ahora llamaríamos ciencia; incluso la geografía era considerada parte de la filosofía por el gran geógrafo griego Estrabón; generalmente, cualquier investigaci6n incitada por la curiosidad te6rica más que por necesidades prácticas inmediatas era contada como filos6fica en la aceptación original de la palabra. Gradualmente, conforme se iban desarrollando lo que ahora llamamos ciencias, se hizo conveniente distinguir diversos intereses especiales dentro de la filosofía, tales como «filosofía natural», «filosofía mental» y «filosofía metafísica». Pero en época tan tardía como el siglo XVII, en los tiempos de Newton, todavía se pensaba que la filosofía natural tenía meramente un interés especial dentro de un único tema; para Newton, la filosofía natural, en la que se especializó, estaba lejos de ser una disciplina tan estrecha como lo es la física moderna, como queda bien indicado cuando dice en los Principia: «y así en gran medida por lo que se refiere a Dios, cuyo discurso a partir de las apariencias de las cosas pertenece sin duda a la filosofía natural.» Pero a medida que avanzaba el conocimiento primero de la matemática pura, después de la naturaleza física del mundo, más adelante de su naturaleza química, estos estudios se convertían en ocupaciones de especialistas a [ull-time con métodos bien probados de sus propios vocabularios técnicos; de ser una mera provincia de los intereses del fil6sofo se convirtieron en disciplinas por sí mismas. La biología, el campo de la filosofía al que Arist6teles hiciera en un principio tan grandes contribuciones iba a ser la siguiente en separarse; aún a mediados del siglo XIX Herbert Spencer pudo escribir un sistema de filosofía que empezaba por los primeros principios metafísicos, acababa con un tratado de ética e incluía un volumen sobre biología en el centro, aunque ésta ya se estaba convirtiendo en una disciplina separada. La psicología, que solía ser llamada ciencia mental o filosofía mental, se ha convertido en una disciplina especial s610 para el sentir actual, y en Oxford y Cambridge se la sigue enseñando normalmente en conjunci6n con la filosofía. La lógica, aunque se incluye en esta enciclopedia como filosofía, se está volviendo tan técnica que en algunas universidades es más enseñada en los departamentos de matemáticas que en los de filosofía. Así, vemos que el campo de la filosofía se ha ido contrayendo gradualmente. Todos los estudios te6ricos fueron en su infancia parte de la filosofía; dejaron de serlo solamente cuando se convirtieron en disciplinas establecidas con métodos técnicos propios y con resultados en los que había acuerdo. Así, nos viene a la mano una explicaci6n de por qué no hay resultados en los que haya acuerdo en filosofía; y es que siempre que en un campo cualquiera de la filosofía (o lo que hasta entonces se había contado como filosofía) encontramos un método seguro de procedimiento y un modo de probar las hip6tesis en el que hay acuerdo, dejamos de llamar filosofía a ese campo. La filosofía es, pues, la madre fisípara de todas las ciencias; todas ellas fueron parte de ésta, ella les dio nacimiento y las atendi6 en su débil infancia; ahora que son mayores afirman su independencia a la manera natural de los niños. Ya tenemos aquí una justificación suficiente de la ocupaci6n de la filosofía como la fuente original de todo entendimiento- teórico del mundo y, por tanto, indirectamente, del dominio que tenemos sobre el entorno. Sería precipitado, además, suponer que ya no hay más nuevas ciencias que sigan siendo cuidadas por la filosofía en su estadio de desarrollo infantil. Si parte de la actividad de los fil6sofos sigue siendo la primera tentativa bruta en nuevas ciencias, ésta llegará a algo, al menos a explicar la continua falta de resultados en los que haya acuerdo en filosofía; pues hasta que una ciencia se ha establecido totalmente nadie puede estar seguro de cuáles son los métodos válidos para aproximarse a ella y ni siquiera de qué podemos esperar lograr en su prosecuci6n; lo único que podemos hacer es avanzar a tientas de manera inteligente hacia un método hasta que llegue el genio afortunado que sitúe a la ciencia sobre una base firme -y de ahí en adelante este genio será conocido no como filósofo sino como el primer «oO.610go». Nadie puede decir cuántas serán las nuevas ciencias que se desprenderán de la

INTRODUCCIÓN filosofía con e! correr de los tiempos, aunque sería temerario suponer que e! proceso está acabando. Pero ahora surge la cuestión de si debemos suponer que ésta es la única función de la filosofía, de si debemos considerar a los filósofos como parteras de ciencias embrionarias. Debemos preguntar si todo aquello sobre lo que los filósofos. están trabajando ahora se convertirá algún día en un conjunto de ciencias especiales o si será reconocido como vano e inútil, como la astrología y la adivinación; o si existe alguna provincia distintiva de la filosofía diferente de las ciencias, de tal modo que la salvaguarda de las ciencias jóvenes no será más que una ocupación parcial para el filósofo. En la historia de la filosofía ha habido muchas pretensiones de establecer campos especiales de la investigación filosófica en los que los resultados pudieran ser contados como resultados o descubrimientos de la filosofía. A veces, la filosofía ha sido considerada en sí misma una ciencia, pero en cuanto que se distingue de otras ciencias por su objeto especial; mientras que las otras ciencias, las llamadas ciencias empíricas -física, biología, psicología y demás-, tienen la tarea de investigar e! mundo sensible, la filosofía, según esta opinión, tiene la tarea de investigar el mundo inteligible que subyace a las apariencias a las que las otras ciencias están confinadas, investigación que debe proceder mediante una argumentación puramente intelectual y que no puede contar para nada con los sentidos. También otras veces a la filosofía se le ha asignado la tarea de traer a la luz los principios muy generales que se supone que son comunes y que subyacen a todas las ciencias, o la de dar una descripción del mundo que lo abrace todo con base en los descubrimientos de todas las ciencias especiales, o la de proporcionar una crítica general de las ciencias (propósito éste peligroso y pretencioso), o la de traer a la luz los presupuestos últimos de todo nuestro pensamiento. Aunque han sido sugeridas algunas de estas tareas, apenas han sido intentadas; cuando otras han sido intentadas generalmente han parecido meras especulaciones, quizá ininteligibles, sin duda injustificadas, para todos excepto sus autores. No es sobre la base de pretenciones semejantes como podemos esperar encontrar una justificación mayor de la filosofía ni un campo especial de la investigación filosófica, a pesar de que muchos de los filósofos que formularon tales pretensiones han hecho grandes contribuciones a la filosofía que nosotros no podemos olvidar. Hemos visto que una explicación de la falta de resultados filosóficos especiales es que cuando se obtienen éstos se cuentan como e! comienzo de alguna ciencia autónoma y dejan de contar como pertenecientes a la filosofía. Debemos pasar a ver ahora que hay otras áreas de la filosofía en las que se progresa cuando lo que era un problema deja de serlo. Aquí no se pueden apuntar resultados positivos como parte de los descubrimientos de la filosofía simplemente porque e! progreso consiste en hacer que los hombres dejen de estar perplejos, que dejen de pensar que se hallan enfrentados a un problema, allí donde en una ocasión estuvieron perplejos. Quizá en este asunto de hacer desaparecer los problemas aparentes tenemos al menos una de las funciones características de la filosofía. Una simple ilustración ayudará quizá al lector a captar lo que aquí hay en cuestión, aunque por la naturaleza misma del caso pueda parecer una ilustración trivial: en la primera parte de! siglo v a. C. una serie de hombres muy inteligentes comenzaron a quedar perplejos ante la posibilidad de hacer enunciados negativos; pues, como ellos argüían, si decimos «El gato no es blanco» la primera parte de lo que decimos es «El gato no es»; pero si el gato no es, entonces no hay ningún gato, no hay nada de lo que decir algo, y debemos guardar silencio; sólo es permisible hablar de lo que es. Estos hombres inteligentes eran, desde luego, tan conscientes como nosotros de que ese argumeno repugnara al sentido común, o como Parménides lo planteó, a la opinión; pero ellos estaban resueltos a seguir el argumento dondequiera que pudiera llevarles sin miedo al ridículo ante las personas respetables. Platón resolvió esta dificultad señalando que decir que el gato no es blanco no es negar que haya un gato sino que es decir que es una cosa distinta de blanco; en lenguaje técnico, se distinguieron los usos existencial y predicativo del verbo «ser». Aquí tenemos, pues, la eliminación de una confusión simple, aunque ni estúpida ni ingenua; pero no tenemos resultados

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positivos, ni siquiera el resultado de establecer la naturaleza de la negación, pues; como más tarde mostraría la historia con mucha claridad, seguía siendo posible estar confundido y perplejo con respecto a la negación de formas nuevas que Platón no previó. Los enunciados negativos le resultan muy extraños a cualquiera que reflexione sobre ellos y nunca dejarán de producir perplejidades; cuando se elimina una perplejidad, entonces se ha progresado filosóficamente, se ha progresado hacia la claridad; pero apenas hay resultados positivos que puedan ser con, tados como conocimiento filosófico. La historia de la filosofía está llena de ejemplos similares, siendo algunos de ellos mucho más complejos que el que acabamos de describir; puede que los grandes filósofos no hayan encontrado las soluciones finales a éste o aquél problema, pero como resultado de su obra hay algunos modos de estar perplejos respecto de algunos problemas en los que no necesita volver a caer ningún estudiante que haya leído su obra. Quizá no haya, desde luego, una solución final a estos problemas, sino sólo una lucha continua para no estar desconcertado ni cegado, para no caer en una confusión conceptual. Es probable que todos los filósofos estén de acuerdo en que algunos .logros de la filosofía son mejor descritos como el destierro de alguna confusión que como un descubrimiento positivo. Desde luego, que algunos filósofos modernos han deseado afirmar que todos los problemas genuinamente filosóficos son más bien perplejidades que hay que resolver que preguntas a las que hay que responder; los filósofos de influencia wittgensteiniana están particularmente asociados a esta opinión, que es notablemente expresada en las Investigaciones filos6ficas,de Wittgenstein. Al hacer esta afirmación desean en parte excluir de la filosofía algunas cuestiones que reconocen que no son de la variedad de las «perplejidades» -
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