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* Una Serie de Catastróficas Desdichas * Decimo Libro
LA PENDIENTE RESBALADIZA de LEMONY SNICKET Ilustraciones de Brett Helquist
Título Original THE SLIPPERY SLOPE Traducción de Marco Rossi
ISBN 88-8451-635-8
© 2001, Lemony Snicket. Publicado por acuerdo con HarperCollins Children's Book, una división de HarperCollins Publishers © de las ilustraciones: Brett Helquist
Dibujos de la cubierta: © 2001, Brett Helquist Diseño de la cubierta de Alison Donalty Cubierta: © 2001, HarperCollins Publishers Inc.
de la traducción: Marco Rossi, 2011 http://unaseriedecatastroficasdesdichasls.blogspot.com/
Para Beatrice Cuando nos conocimos por primera vez eras muy bella, y yo estaba solo. Ahora estoy muy solo.
CAPÍTULO
Un hombre que conozco, una vez escribió un poema llamado “El camino menos transitado”, que habla de un viaje que él hizo a través de los bosques por un camino que la mayoría de los viajeros nunca toma. El poeta se dio cuenta de que el camino menos transitado era pacífico pero muy solitario, y probablemente estaba un poco nervioso mientras seguía por ese camino, porque si algo le sucediera en el camino menos transitado los otros viajeros que pasaban por el camino más frecuentado no podrían escucharlo mientras gritaba por ayuda, si es que la necesitaba. Efectivamente, el poeta está muerto. Al igual que un poeta muerto, se puede decir que este libro va por el camino menos transitado, ya que comienza con los tres niños Baudelaire en su camino a través de las
Montañas Mortmain, que no es un destino muy popular entre los viajeros, y termina en las agitadas aguas de la Corriente Afligida, a la que muy pocos viajeros se aproximan. Pero este libro también va por el camino menos transitado, a diferencia de los libros que la gente suele preferir, que contienen historias divertidas y reconfortantes sobre gente encantadora y animales que hablan, la historia que ahora estás leyendo no es más que frustrante y desconcertante, y la gente desafortunada que aparece en ella está más desesperada y frenética que encantadora, y en cuanto a los animales, prefiero no hablar de ellos. Por esta razón, no puedo recomendarte que leas este espantoso libro más de lo que puedo recomendarte que vagues por el bosque, porque al igual que el camino menos transitado, es probable que este libro te haga sentir solo, miserable, y con necesidad de ayuda. Los huérfanos Baudelaire, sin embargo, no tuvieron más remedio que ir por el camino menos transitado. Violet y Klaus, los dos mayores Baudelaire, iban en una caravana, viajando muy rápidamente por un sendero muy empinado de las montañas. Ni Violet, que tenía catorce años, ni Klaus, quien acababa de cumplir trece años, jamás habían pensado
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que se encontrarían alguna vez en ese camino, excepto tal vez durante unas vacaciones familiares con sus padres. Pero los padres Baudelaire habían desaparecido después de un terrible incendio que destruyó su casa —aunque los niños tenían razones para creer que uno de sus padres podría no haber muerto en el incendio, después de todo— y la caravana no iba subiendo por las Montañas Mortmains, hacia un cuartel secreto del que los hermanos habían oído hablar y que tenían la esperanza de encontrar. La caravana iba bajando por las Montañas Mortmain, muy rápidamente, sin forma de controlar o detener este viaje, por lo que Violet y Klaus se sintieron más como un pez en un mar tormentoso que como turistas de vacaciones. Pero Sunny Baudelaire se encontraba en una situación que podría definirse aún más desesperada. Sunny era la Baudelaire más joven, y aún está aprendiendo a hablar de manera inteligible para todos, por lo que apenas pudo encontrar las palabras adecuadas para lo asustada que estaba. Sunny iba subiendo, hacia la sede en las Montañas Mortmains, en un automóvil que funcionaba a la perfección, pero cuyo conductor era un hombre que era en sí mismo razón suficiente para estar aterrorizado. Algunas personas
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llaman a este hombre perverso. Algunos lo llaman forajido, que es una palabra elegante para “perverso”. Pero todo el mundo lo llamaba Conde Olaf, a no ser que llevara uno de sus ridículos disfraces y se hiciera llamar por un nombre falso. El Conde Olaf era un actor, pero hacía tiempo que había abandonado su carrera teatral para tratar de robar la enorme fortuna que los padres Baudelaire habían dejado. Los planes de Olaf para obtener la fortuna habían sido mezquinos y especialmente complicados, pero sin embargo se las había arreglado para encontrar una novia, una mujer malvada y elegante llamada Esmé Miseria, que estaba sentada junto al Conde Olaf en el auto, quien se reía groseramente y apretaba firmemente a Sunny sobre su regazo. También en el auto estaban varios empleados de Olaf, entre ellos un Hombre con Ganchos en vez de Manos, dos mujeres a las que les gustaba llevar polvo blanco en sus rostros, y tres nuevos compañeros que Olaf había reclutado recientemente en el Carnaval Caligari. Los niños Baudelaire habían estado en el carnaval, también, usando disfraces, y habían fingido unirse al Conde Olaf en sus traicioneros planes, pero el villano había visto a través de su estratagema, una frase que aquí significa “se dio cuenta de quienes eran realmente y cortó el nudo que unía a
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la caravana con el auto, dejando a Sunny en las garras de Olaf y a sus hermanos dando tumbos hacia su perdición”. Sunny estaba sentada en el auto y sentía las largas uñas de Esmé arañándole la espalda, y estaba preocupada por lo que le sucedería a ella y lo que le estaba ocurriendo a sus hermanos mayores, mientras oía sus gritos que eran cada vez más y más remotos y el auto subía más y más alto. —¡Tenemos que detener esta caravana! —gritó Klaus. Se apresuró a ponerse las gafas, como si al optimizar su visión pudiera mejorar la situación. Pero incluso con una visión perfecta, pudo ver que su situación era adversa. La caravana había sido el hogar de varios artistas de la Casa de los Fenómenos del carnaval antes de que desertaran —una palabra que aquí significa “se unieran al Conde Olaf y a sus repugnantes secuaces”— y ahora los objetos que contenía la pequeña casa rodaban y chocaban con cada sacudida en el camino. Klaus se agachó para evitar ser golpeado por un molde para hornear, el que Hugo el jorobado había utilizado para preparar la comida, que en la sacudida se había caído de un estante. Levantó sus pies del suelo cuando vio que un grupo de fichas de dominó se deslizaban en su dirección… un artículo con el que Colette la contorsionista hubiera
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disfrutado jugar. Y entrecerró sus ojos cuando una hamaca giró violentamente sobre su cabeza. La hamaca había sido el lecho de una persona ambidiestra llamada Kevin antes de unirse al grupo de Olaf, junto con Hugo y Colette, y ahora parecía que en cualquier momento podría caer y atrapar a los Baudelaire debajo de ella. Lo único reconfortante que Klaus podía ver era a su hermana, que estaba mirando la caravana con el ceño fruncido, reflexiva y desabrochándose la camisa que los dos hermanos compartían como parte de su disfraz. —Ayúdame a quitarme estos pantalones de fenómeno que los dos llevamos puestos —dijo Violet—. No sirve de nada fingir que tener dos cabezas es mejor que una, ambos debemos tener la máxima movilidad posible. En unos momentos, los dos Baudelaire se escabulleron de la amplia ropa que habían tomado del kit de disfraces del Conde Olaf y se quedaron de pie con sus vestimentas comunes, tratando de mantener el equilibrio en la caravana tambaleante. Klaus rápidamente se apartó del camino de una maceta rodante que se había caído, pero no pudo evitar sonreír mientras miraba a su hermana. Violet estaba tratando de atar su pelo con una cinta para mantenerlo alejado de sus
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ojos, una clara señal de que estaba tratando de pensar en un invento. Las impresionantes habilidades mecánicas de Violet habían salvado la vida de los Baudelaire más veces de las que se pueden contar, y Klaus estaba seguro de que su hermana podría inventar algo para detener el peligroso descenso de la caravana. —¿Vas a inventar un freno? —Klaus le preguntó. —Aún no —dijo Violet—. Un freno interfiere con las ruedas de un vehículo, y las ruedas de esta caravana están girando demasiado rápido para interferirlas. Voy a desenganchar esas hamacas y las utilizaré como un paracaídas de deceleración. —¿Paracaídas de deceleración? —Klaus repitió. —Un paracaídas de deceleración es un pequeño paracaídas unido a la parte trasera de un auto —explicó Violet apresuradamente, mientras un perchero se desplomaba al lado de ella. Se acercó a la hamaca donde ella y Klaus habían dormido y rápidamente la desprendió de la pared—. Los pilotos de los autos de carrera los usan para ayudar a detener sus vehículos cuando una carrera ha terminado. Si hago que estas hamacas cuelguen de la puerta
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de la caravana, deberá reducir la velocidad considerablemente. —¿Qué puedo hacer? —preguntó Klaus. —Mira en la despensa de Hugo —dijo Violet—, y ve si puedes encontrar algo pegajoso. Cuando alguien te dice que hagas algo inusual sin una explicación, es muy difícil no preguntarse por qué, pero Klaus había aprendido hace mucho tiempo en confiar en las ideas de su hermana, y rápidamente se acercó a un gran armario que Hugo utilizaba para almacenar los ingredientes para las comidas que preparaba. La puerta del armario se balanceaba de un lado a otro como si estuviera riñendo con un fantasma, pero la mayoría de los ingredientes aún se encontraban dentro. Klaus miró el armario y pensó en su hermana pequeña, que estaba cada vez más lejos de él. A pesar de que Sunny era aún muy joven, había mostrado recientemente un interés por la cocina, y Klaus recordó cómo había inventado su propia receta de chocolate caliente y como había ayudado a preparar una deliciosa sopa que todos en la caravana habían disfrutado. Klaus abrió la puerta del armario y miró hacia adentro, esperando que su hermana sobreviviera para desarrollar sus habilidades culinarias.
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—Klaus —dijo Violet con firmeza, tomando otra hamaca y tratando de unirla a la primera—. No me gustaría decirte que te apresures, pero tenemos que dejar esta caravana tan pronto como sea posible. ¿Has encontrado algo pegajoso? Klaus parpadeó y volvió a la tarea de inmediato. Una jarra de cerámica rodó entre sus pies mientras examinaba los frascos y tarros de material de cocina. —Hay un montón de cosas pegajosas aquí —dijo—. Veo melaza, miel de trébol silvestre, jarabe de maíz, vinagre balsámico añejado, mantequilla de manzana, mermelada de fresa, crema de caramelo, miel de maple, mantequilla batida, marrasquino, aceite de oliva virgen y extra virgen, crema de limón, albaricoques secos, chutney de mango, crema di noci, pasta de tamarindo, mostaza picante, bombones, crema de maíz, mantequilla de maní, jalea de uva, dulces de goma, leche condensada, tarta de calabaza rellena, y pegamento. No sé por qué Hugo guardaría pegamento en la despensa, pero no importa. ¿Cuáles de estos elementos necesitas? —Todos —dijo Violet con firmeza—. Encuentra una manera de mezclarlo todo, mientras uno estas hamacas.
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Klaus tomó la jarra del suelo y comenzó a verter los ingredientes en ella, mientras que Violet, sentada en el suelo para mantener más fácilmente el equilibrio, unía las cuerdas de las hamacas sobre su regazo y comenzaba a torcerlas formando nudos. El descenso de la caravana se hizo más y más áspero, y con cada sacudida, los Baudelaire se sentían un poco mareados, como si estuvieran cruzando de nuevo las turbulentas aguas del Lago Lacrimógeno tratando de salvar a uno de sus desafortunados tutores. Pero a pesar del caos a su alrededor, en un momento Violet se puso de pie con las hamacas envueltas en sus brazos, todas unidas en una masa de tejido, y Klaus miró a su hermana y levantó la jarra, que estaba llena hasta el borde con un espeso y colorido limo. —Cuando diga la palabra —dijo Violet—, voy a abrir la puerta y tirar las hamacas fuera. Quiero que te vayas al otro extremo de la caravana, Klaus. Abre la ventana pequeña y vierte la mezcla sobre las ruedas. Si las hamacas funcionan como un paracaídas de deceleración y la sustancia pegajosa interfiere con las ruedas, la caravana debe reducir su velocidad lo suficiente como para salvarnos. Sólo tengo que atar las hamacas en el pomo de la puerta.
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—¿Utilizaras el nudo lengua del diablo? —Klaus le preguntó. —El nudo lengua del diablo no nos ha traído mucha suerte —dijo Violet, refiriéndose a sus anteriores escapes con cuerdas—. Voy a utilizar el nudo Sumac, un nudo de mi invención que se llama como una cantante que admiro mucho. Bueno… ahora parece seguro ¿Estás listo para verter la mezcla sobre las ruedas? Klaus se acercó a la ventana y la abrió. El traqueteante sonido salvaje de las ruedas de la caravana se hizo más fuerte, y los Baudelaire se quedaron por un momento viendo el camino por el que iban bajando. La tierra era irregular y sinuosa, y parecía que la caravana podría caer en cualquier momento en un agujero, o en el borde de uno de los picos cuadrados de la montaña. —Creo que estoy listo —dijo Klaus vacilante—. Violet, antes de que probemos tu invento, quiero decirte algo. —Si no lo intentamos ahora —dijo Violet tristemente— , no tendrás la oportunidad de decirme nada nunca más —le dio otro tirón al nudo y luego se volvió hacia Klaus—. ¡Ahora! —dijo, y abrió la puerta de la caravana.
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A menudo se dice que si tienes una habitación con vistas, te sentirás más tranquilo y relajado, pero si la habitación es una caravana que va a toda velocidad por un camino empinado y retorcido, y la vista es una cadena de misteriosas e inquietantes montañas alejándose a toda carrera de ti, mientras que los fríos vientos de las montañas se azotan en tu cara y te arrojan polvo en los ojos, entonces no sentirás ni un pedazo de paz y relajación. En su lugar sentirás el horror y el pánico que sintieron los Baudelaire cuando Violet abrió la puerta. Por un momento no pudieron hacer nada más que quedarse quietos, sintiendo las salvajes sacudidas de la caravana, mirando los extraños picos cuadrados de las Montañas Mortmain y escuchando el chirrido de las ruedas de la caravana al rodar sobre rocas y troncos de árboles. Pero entonces, Violet gritó —¡Ahora!— una vez más, y los dos hermanos entraron en acción. Klaus se asomó por la ventana y comenzó a verter la mezcla de melaza, miel de trébol silvestre, jarabe de maíz, vinagre balsámico añejado, mantequilla de manzana, mermelada de fresa, crema de caramelo, miel de maple, mantequilla batida, marrasquino, aceite de oliva virgen y extra virgen, crema de limón, albaricoques secos, chutney de mango, crema di noci,
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pasta de tamarindo, mostaza picante, bombones, crema de maíz, mantequilla de maní, jalea de uva, dulces de goma, leche condensada, tarta de calabaza rellena, y pegamento sobre las ruedas más cercanas, mientras que su hermana echaba las hamacas fuera, y si has leído algo de la vida de los huérfanos Baudelaire —y en realidad espero que no— entonces no te sorprenderá saber que el invento de Violet funcionó a la perfección. Las hamacas captaron de inmediato la corriente de aire y se inflaron por detrás de la caravana, como globos de tela enorme, lo que hizo que la caravana redujera su velocidad hacia abajo un poco, de la misma forma en correrías más lento si llevaras arrastrando algo detrás de ti, como una mochila o un alguacil. La mezcla pegajosa cayó sobre las ruedas giratorias, que inmediatamente comenzaron a moverse con menos ferocidad, de la misma forma en que correrías con menos ferocidad si de repente te encontraras a ti mismo corriendo en arenas movedizas o a través de lasaña. La caravana se desaceleró, y las ruedas giraron con menos violencia, y en unos momentos los dos Baudelaire viajaban a una velocidad mucho más cómoda. —¡Funciona! —dijo Klaus.
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—Aún no hemos terminado —dijo Violet, y se acercó a una pequeña mesa que se había volcado con las sacudidas. Cuando los Baudelaire vivieron en el Carnaval Caligari, la mesa resultó ser muy cómoda para sentarse y hacer planes, pero ahora en las Montañas Mortmain resultaría útil por una razón diferente. Violet la arrastró hacia la puerta abierta —. Ahora que las ruedas se están desacelerando —dijo—, podemos utilizar esto como un freno. Klaus tiró la última pizca de mezcla de la jarra y se volvió hacia su hermana. —¿Cómo? —preguntó, pero Violet ya estaba mostrándole cómo. Rápidamente se tumbó en el suelo, y tomando la mesa por sus patas, la hizo colgar fuera de la caravana haciéndola rozar contra el suelo. Inmediatamente hubo un ruido ensordecedor y la mesa empezó a temblar en las manos de Violet. Pero ella se mantuvo firme, obligando a la mesa a rozar contra el suelo rocoso, ralentizando aún más la caravana. Las sacudidas del vehículo se hicieron cada vez más y más suaves, los objetos de los empleados del carnaval dejaron de chocar unos contra otros, y luego con un último chirrido las ruedas se detuvieron por completo, y todo quedó en silencio. Violet se asomó por la puerta y puso la mesa
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detrás de una de las ruedas, por lo que no volverían a rodar otra vez, luego se levantó y miró a su hermano. —Lo hicimos —dijo Violet. —Tú lo has hecho —dijo Klaus—. Todo fue idea tuya —puso la jarra en el suelo y se limpió las manos con una toalla que se había caído. —No dejes la jarra ahí —dijo Violet, mirando a su alrededor los restos de la caravana—. Tenemos que reunir todas las cosas que puedan ser útiles, tanto como sea posible. Tenemos que conseguir que está caravana comience a ascender si queremos rescatar a Sunny. —Y llegar a la sede —agregó Klaus—. El Conde Olaf tiene el mapa que hemos encontrado, pero recuerdo que la sede se encuentra en el Valle del Fortín Desembocado (Valley of Four Drafts / Valle de los Cuatro Bosquejos), cerca del origen de la Corriente Afligida. Va hacer mucho frío. —Bueno, hay un montón de ropa —dijo Violet, mirando a su alrededor—. Hay que agarrar todo lo que podemos y organizarlo afuera de la caravana. Klaus asintió con la cabeza y cogió la jarra de nuevo, que estaba junto a varias prendas de vestir que habían caído
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en una pila sobre un pequeño espejo de mano que perteneció a Colette. Tambaleándose bajo el peso de tantas cosas, salió de la caravana detrás de su hermana, que llevaba un cuchillo de pan largo, tres abrigos pesados y un ukelele con el que Hugo jugaba a veces en las tardes de ocio. El suelo de la caravana crujió cuando los Baudelaire salieron de ella hacia el brumoso y vacío paisaje, y se dieron cuenta de lo afortunados que habían sido. La caravana se había detenido justo en el borde de uno de los extraños picos cuadrados de la cordillera. Las Montañas Mortmain parecían una escalera, arriba en dirección a las nubes o abajo hacia un manto de niebla espesa y gris, y si la caravana hubiera seguido su camino en la misma dirección, los dos Baudelaire se habrían volcado por un acantilado y hubieran caído a través de la niebla al siguiente escalón que estaba mucho, mucho más abajo. Pero a un lado de la caravana, los niños podían ver las aguas de la Corriente Afligida, que tenían un extraño color negro grisáceo, deslizándose lentamente cuesta abajo por la montaña como un río con petróleo derramado. Si la caravana se hubiera volcado hacia un lado, los niños hubieran terminado sumergidos en las oscuras y sucias aguas.
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—Al parecer, el freno funcionó justo a tiempo —dijo Violet en voz baja—. Sin importar a donde hubiera ido a parar la caravana estaríamos condenados. Klaus asintió con la cabeza y miró a su alrededor el paisaje desolado—. Va a ser muy difícil sacarla de aquí — dijo Klaus—. Vas a tener que inventar una especie de timón. —Y una especie de motor —dijo Violet—. Eso va a tomar tiempo. —Y nosotros no lo tenemos —dijo Klaus—. Si no nos damos prisa, el Conde Olaf estará demasiado lejos y nunca encontraremos a Sunny. —La vamos a encontrar —dijo Violet con firmeza, y puso los objetos que llevaba en el suelo—. Vamos a volver a la caravana y buscaremos… Pero antes de que Violet pudiera decir lo que debían buscar, se vio interrumpida por un crujido desagradable. La caravana parecía gemir, y luego, lentamente, comenzó a moverse hacia el abismo Los Baudelaire echaron un vistazo hacia abajo y vieron que las ruedas habían roto la pequeña mesa, por lo que no había nada para evitar que la caravana se moviera de nuevo. Poco a poco y con dificultad se inclinó hacia delante,
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arrastrando tras de sí las hamacas mientras se acercaba al borde del precipicio. Klaus se inclinó para agarrar una hamaca, pero Violet lo detuvo. —Es muy pesada —dijo—. No podemos detenerla. —¡No podemos permitir que se caiga por el precipicio! —gritó Klaus. —Seríamos arrastrados hacia abajo también —dijo Violet. Klaus sabía que su hermana tenía razón, pero aun así quería agarrar el paracaídas de deceleración que Violet había construido. Es difícil, cuando te enfrentas a una situación que no puedes controlar, admitir que no puedes hacer nada, y era difícil para los Baudelaire permanecer de brazos cruzados mientras veían como la caravana se acercaba al borde del acantilado. Hubo un último crujido cuando las ruedas traseras chocaron contra un montículo de tierra y luego la caravana desapareció en absoluto silencio por el abismo. Los Baudelaire se acercaron y vieron por encima del borde del abismo, pero la niebla era tan densa que la caravana sólo se veía como un rectángulo fantasmal, cada vez más pequeño, hasta que se desvaneció.
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—¿Por qué aún no se escucha un choque? —Klaus preguntó. —Porque el paracaídas de deceleración hace que tarde —dijo Violet—, espera. Los hermanos esperaron, y después de un momento se produjo un apagado ¡boom! desde abajo, cuando la caravana encontró su destino. En la niebla, los niños no podían ver nada, pero sabían que la caravana y todo dentro de ella se había ido para siempre, y de hecho nunca he sido capaz de encontrar sus restos, incluso después de meses de investigación en el área, con la única compañía de una linterna y un diccionario de rimas. Parece que, incluso después de innumerables noches de luchar contra los mosquitos de nieve y de rezar por que no se agoten las baterías, es mi destino que algunas de mis preguntas nunca sean contestadas. El destino es como un extraño e impopular restaurante, lleno de camareros extraños que te traen cosas que nunca pediste y no siempre te gustan. Cuando los Baudelaire eran muy jóvenes, se habían imaginado que su destino era crecer felizmente en compañía de sus padres en la mansión Baudelaire, pero ahora tanto la mansión como sus padres se
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habían ido. Al asistir a la Academia Preparatoria Prufrock, habían pensado que su destino era graduarse junto a sus amigos los Quagmire, pero no habían visto la academia ni a los dos de los trillizos durante mucho tiempo. Y sólo unos momentos antes había parecido que el destino de Violet y Klaus era caer por un precipicio o por una corriente y en cambio ahora estaban sanos y salvos pero lejos de su hermana y sin un vehículo para ayudarles a volver a encontrarla. Violet y Klaus se colocaron muy cerca uno del otro, y sintieron el helado viento de las Montañas Mortmain que soplaba por el camino donde se encontraban, poniéndoles la piel de gallina. Miraron las oscuras aguas y remolinos de la Corriente Afligida, y miraron hacia abajo a la niebla desde el borde del abismo, y luego se miraron entre sí y se estremecieron, no sólo por el destino del que habían escapado, sino también por el misterioso destino que les aguardaba.
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Violet dio una última mirada sobre el precipicio neblinoso y después se agachó para poner sobre el suelo los pesados abrigos que había sacado de la caravana. —Toma uno de estos abrigos —le dijo a su hermano—, hace mucho frío aquí y puede que haga aún más frio. Se supone que la sede está muy arriba en las montañas. Mientras vayamos subiendo, probablemente, vamos a tener que ir utilizando cada una de estas prendas.
—Pero, ¿cómo vamos a llegar? —Klaus preguntó—. No estamos ni siquiera cerca del Valle del Fortín Desembocado y la caravana está destruida. —Detengámonos un momento y veamos lo que tenemos —dijo Violet—, tal vez podría construir algo con los objetos que pudimos salvar. —Eso espero —dijo Klaus—, Sunny está cada vez más y más lejos. Nunca podremos alcanzarla sin un vehículo. Klaus ordenó todos los objetos en el suelo y se puso uno de los abrigos, mientras Violet examinaba su pila de objetos, pero los dos Baudelaire se dieron cuenta al instante que construir un vehículo no estaba dentro de lo posible, una frase que aquí significa “no se podía construir un vehículo con algunos objetos pequeños y con unas prendas de vestir que pertenecieron a los empleados del carnaval”. Violet recogió su cabello con una cinta de nuevo y frunció el ceño ante las pocas cosas que había logrado salvar. En la pila de Klaus había una jarra, aún pegajosa a causa de las sustancias utilizadas para frenar las ruedas, así como el espejo de Colette, un poncho de lana y una camiseta que decía CARNAVAL CALIGARI. En la pila de Violet había un cuchillo de pan largo, el ukelele, y una abrigo más. Incluso
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Klaus, que no tenía la mente mecánica de su hermana, sabía que los objetos dispersos por el suelo no servían para construir algo que pudiera llevarlos a través de las Montañas Mortmain. —Supongo que podría hacer que una chispa frotando dos piedras —dijo Violet, buscando alrededor del paisaje brumoso materiales adicionales para inventar—, o podríamos tocar el ukelele y golpear la jarra. Un ruido fuerte podría llamar la atención de alguien y brindarnos ayuda. —Pero, ¿quién lo escuchará? —preguntó Klaus, mirando a través de la densa niebla—. Cuando estábamos en la caravana no vimos ni un alma en los alrededores. El camino a través de las Montañas Mortmain es como un poema que leí una vez, hablaba sobre El Camino Menos Transitado. —¿El poema tiene un final feliz? —Violet preguntó. —Ni feliz ni triste —dijo Klaus—. Más bien ambiguo. Bueno, hay que recoger esto objetos y llevarlos con nosotros. —¿Llevarlos con nosotros? —Violet preguntó—. No sabemos a dónde ir y no sabemos cómo llegar allí. —Claro que lo sabemos —dijo Klaus—. La Corriente Afligida tiene su origen en la parte alta de las montañas y se
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abre paso a través del Valle del Fortín Desembocado, donde está la sede. Probablemente no sea la ruta más rápida o sencilla para llegar allí, pero si seguimos la corriente subiendo a través de las montañas llegaremos a nuestro destino. —Pero eso podría llevar días —dijo Violet—. No tenemos un mapa, ni agua ni comida para el viaje, o tiendas de campaña o sacos de dormir o cualquier otro material de acampada. —Podemos usar toda esta ropa como mantas —dijo Klaus—, y podemos dormir en cualquier refugio que encontremos. En el mapa habían varias cuevas que los animales utilizan para hibernar. Los dos Baudelaire se miraron y se estremecieron con la fría brisa. La idea de caminar por las montañas durante horas, sólo para dormir envueltos en la ropa de otras personas en una cueva que podría estar habitada por animales hibernando, no era la más agradable, y los hermanos deseaban no tomar el camino menos transitado y en su lugar viajar de manera rápida y con buena calefacción, dentro de un vehículo para llegar con su hermana en tan solo unos minutos. Pero desear algo, al igual que tomar un vaso
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de ponche, o tirar de una alfombra de piel de oso con el fin de acceder a una trampilla oculta en el suelo, es simplemente una manera tranquila de pasar el tiempo antes de que las velas del pastel de cumpleaños de uno mismo se apaguen, y los Baudelaire sabían que era mejor dejar de desear y comenzar su viaje. Klaus puso el espejo de mano y el ukelele en los bolsillos de su abrigo y cogió el poncho y la jarra, mientras que Violet ponía el cuchillo de pan largo en el bolsillo y cogía la camiseta y el último abrigo, y luego, dándole una última mirada a las huellas dejadas por la caravana que había caído por el acantilado, los dos niños comenzaron a subir siguiendo la Corriente Afligida. Si alguna vez has hecho un largo viaje con algún miembro de tu familia, entonces sabes que hay momentos en los que te dan ganas de hablar y momentos en los que prefieres permanecer en silencio. Este fue uno de los momentos en los que prefirieron permanecer en silencio. Violet y Klaus subieron por la ladera de la montaña hacia la sede que esperaban encontrar, y escucharon el sonido de los vientos de la montaña, un bajo y monótono gemido, como si alguien estuviera soplando sobre la boca de una botella vacía, y el áspero y extraño sonido de los peces cuando
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asomaban la cabeza fuera de las oscuras y espesas aguas de la corriente, pero los viajeros se encontraban en un estado de ánimo en el que preferían guardar silencio y ninguno se dirigió la palabra, cada uno sumido en sus pensamientos. Violet dejó que su mente vagara por los días que había pasado con sus hermanos en la Villa de la Fabulosa Desbandada, cuando un misterioso hombre llamado Jacques Snicket fue asesinado y los niños fueron acusados por el crimen. Se las habían arreglado para escapar de la cárcel y rescatar a sus amigos Duncan e Isadora Quagmire de las garras del Conde Olaf, pero se habían separado en el último momento de los dos trillizos, que zarparon en una casa móvil autosuficiente construida por un hombre llamado Héctor. Ninguno de los Baudelaire había visto a Héctor o los dos Quagmire desde entonces, y Violet se preguntó si estaban a salvo y si habían logrado ponerse en contacto con la organización secreta que habían descubierto. La organización se llamaba V.F.D. y los Baudelaire aún no sabían exactamente qué es lo que hacía la organización o incluso lo que significaban las iniciales. Los niños pensaban que la sede en el Valle del Fortín Desembocado podría proporcionarles ayuda, pero ahora, mientras la mayor de los
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Baudelaire caminaban a lo largo de la Corriente Afligida, se preguntó si alguna vez encontraría las respuestas que estaba buscando. Klaus también estaba pensando en los Quagmire, pero en el día en el que los Baudelaire los conocieron, en la Academia Preparatoria Prufrock. Muchos de los estudiantes de la escuela habían sido malos con los tres hermanos — sobre todo una chica muy desagradable llamada Carmelita Polainas—, pero Duncan e Isadora habían sido muy amables y pronto los Baudelaire y los Quagmire se habían hecho inseparables, una palabra que aquí significa “amigos muy cercanos”. Una de las razones de su amistad fue que ambos grupos de niños habían perdido a personas muy queridas para ellos. Los Baudelaire habían perdido a sus padres, por supuesto, y los Quagmire habían perdido no sólo a sus padres, sino también a su hermano, el tercer trillizo Quagmire, cuyo nombre era Quigley. Klaus pensó en la tragedia de los Quagmire y se sintió un poco culpable por el hecho de que, después de todo, uno de sus padres aún podría estar vivo. Un documento que los Baudelaire habían encontrado contenía una foto de sus padres de pie junto a Jacques Snicket y junto a otro hombre, con algo escrito a
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máquina encima de ella que decía: “Dadas las pruebas comentadas en la página nueve, los expertos han llegado a la conclusión de que tal vez hubiera algún superviviente en aquel incendio, aunque se ignora su paradero”. Klaus tenía dicho documento en su bolsillo en ese momento, junto con algunos de los restos de los cuadernos de los Quagmire, quienes se las habían arreglado para dárselos. Klaus caminaba junto a su hermana mayor, pensando en el rompecabezas de V.F.D. y en cómo amablemente los Quagmire habían tratado de ayudarlos a resolver el misterio que rodeaba a todos. Estaba pensando con tantas fuerzas en estas cosas que cuando Violet finalmente rompió el silencio fue como si hubiera despertado de un largo y confuso sueño. —Klaus —dijo Violet—, cuando estábamos en la caravana, querías decirme algo antes de probar mi invención, pero no te permití decírmelo. ¿Qué era? —No lo sé —admitió Klaus—, sólo quería decir algo en caso de que… bueno, en caso de que el invento no funcionara —suspiró y miró hacia el oscuro cielo—. No recuerdo cual fue la última cosa que le dije a Sunny —dijo en voz baja—. Debió haber sido cuando estábamos en la tienda de Madame Lulú, o afuera, tal vez, justo antes de
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entrar en la caravana. Si hubiera sabido que el Conde Olaf iba a llevársela, hubiera tratado de decirle algo especial. Pude haberla felicitado por el chocolate caliente que hizo, o haberle dicho lo hábil que era al permanecer encubierta. —Podrás decirle esas cosas —dijo Violet—, cuando la volvamos a ver. —Eso espero —dijo Klaus con tristeza—, pero estamos tan lejos de Olaf y sus secuaces. —Pero sabemos a dónde van —dijo Violet—, y sabemos que no le tocará ni un pelo. El Conde Olaf cree que perecimos en la caravana, por lo que necesita a Sunny para poner entre sus manos la fortuna. —Probablemente esté ilesa —coincidió Klaus—, pero estoy seguro de que ha de estar muy asustada. Sólo espero que sepa que iremos por ella. —Yo también —dijo Violet, y caminó en silencio por un rato, interrumpida sólo por el viento y por el extraño gorgoteo de los peces. —Creo que los peces están teniendo problemas para respirar —dijo Klaus, que apuntó a la corriente—, hay algo en el agua que les está haciendo toser.
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—Tal vez la Corriente Afligida no siempre tuvo ese horrible color —dijo Violet—, ¿Qué podría convertir el agua normal en lodo negro grisáceo? —El mineral hierro —dijo Klaus, pensativo, tratando de recordar un libro sobre el medio ambiente que había leído cuando tenía diez años—. O tal vez un depósito de arcilla que fue liberado por un terremoto u otro evento geológico, o por algún tipo de contaminante. Puede ser que en la zona haya una fábrica de tinta o regaliz. —Tal vez V.F.D. nos lo diga —dijo Violet—, cuando lleguemos a la sede. —Tal vez uno de nuestros padres nos lo diga —dijo Klaus en voz baja. —Es mejor no albergar tantas esperanzas —dijo Violet—, incluso si uno de nuestros padres realmente sobrevivió al incendio, y la sede de V.F.D. en realidad se encuentra en el Valle del Fortín Desembocado, aún no sabemos lo que encontraremos al llegar ahí. —No veo nada malo en albergar esperanzas —dijo Klaus—, estamos caminando a lo largo de una corriente contaminada, detrás de un perverso villano, en un intento de rescatar a nuestra hermana y encontrar la sede de una
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organización secreta. Me vendría bien un poco de esperanza en estos momentos. Violet se detuvo. —Me gustaría más ropa —dijo—, está haciendo más frío. Klaus asintió con la cabeza, y le entregó lo que llevaba. —¿Quieres el poncho —preguntó—, o la sudadera? —El poncho, si no te importa —dijo Violet—. Después de mi experiencia en la Casa de los Fenómenos no quiero hacerle publicidad al Carnaval Caligari. —Yo tampoco —dijo Klaus, tomando la camiseta con letras de las manos de su hermana—. Creo que me pondré la camisa al revés. En lugar de quitarse sus abrigos y exponerse a los helados vientos de las Montañas Mortmain, Klaus se puso la camiseta al revés por encima de su abrigo y Violet se puso el poncho por fuera de su abrigo, donde colgaba torpemente alrededor de ella. Los dos mayores Baudelaire intercambiaron una mirada y no pudieron evitar sonreír a causa de su aspecto tan ridículo. —Estos son peores que los trajes de raya diplomática que Esmé Miseria nos dio —dijo Violet.
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—O que los suéteres que usamos, los que picaban, cuando vivimos en la casa del Sr. Poe —dijo Klaus, al referirse a un banquero que estaba a cargo de la fortuna de los Baudelaire, con quien habían perdido contacto—. Pero por lo menos nos mantendremos calientes. Si llega a hacer aún más frío podemos turnarnos para llevar el abrigo extra. —Si uno de nuestros padres se encuentra en la sede — dijo Violet—, él o ella no nos reconocerá por toda la ropa que llevamos puesta. Nos veremos como dos enormes sacos de dormir. Los dos Baudelaire miraron los nevados picos por encima de ellos y se sintieron un poco mareados, no sólo por la altura de las Montañas Mortmain, sino también por todas las preguntas que zumbaban en sus cabezas. ¿Podrían realmente llegar al Valle del Fortín Desembocado por su cuenta? ¿Cuál sería la apariencia de la sede? ¿V.F.D. estaba esperando a los Baudelaire? ¿El Conde Olaf llegaría a la sede antes que ellos? ¿Encontrarían a Sunny? ¿Encontrarían a uno de sus padres? Violet y Klaus se miraron en silencio y se estremecieron bajo sus extraños atuendos, hasta que finalmente Klaus rompió el silencio con una pregunta más, que parecía la más extraña de todas.
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—¿Cuál de nuestros padres —dijo—, crees que sea el sobreviviente? Violet abrió la boca para responder, pero en ese momento inmediatamente otra pregunta ocupó la mente de la mayor de los Baudelaire. Era una pregunta terrible, y casi todos los que han preguntado lo mismo han acabado deseando nunca haber mencionado el tema. Mi hermano se hizo la pregunta una vez y tuvo pesadillas durante semanas. Un socio mío se hizo la pregunta y se encontró cayendo por los aires antes de que pudiera oír la respuesta. Una vez hice esa pregunta, hace mucho tiempo, con una voz muy tímida y suave, y una mujer me respondió rápidamente poniéndose un casco de motociclista en la cabeza y envolviendo su cuerpo en una capa de seda roja. La pregunta es —¿Qué demonios es esa nube de aspecto siniestro con pequeños y blancos objetos zumbantes que viene hacia nosotros?— y siento mucho tener que decirles que la respuesta es —Un enjambre de bien organizados y malhumorados insectos conocidos como mosquitos de nieve, que viven en las zonas frías de las montañas y que disfrutan picotear a las personas sin ninguna razón en absoluto.
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—¿Qué demonios —dijo Violet—, es esa nube de aspecto siniestro con pequeños y blancos objetos zumbantes que viene hacia nosotros? Klaus miró en la dirección que su hermana estaba señalando y frunció el ceño. —Recuerdo haber leído un libro sobre la vida de los insectos en las montañas —dijo—, pero no recuerdo los detalles. —Trata de recordar —dijo Violet, mirando nerviosamente al enjambre que se acercaba. La nube de aspecto siniestro con pequeños y blancos objetos zumbantes había salido de una esquina rocosa y a lo lejos se parecía un poco al inicio de una nevada. Pero ahora la nevada se había agrupado para tomar forma de flecha y se dirigía hacia los dos niños, zumbando cada vez más fuerte como si estuviera molesta—. Creo que podrían ser mosquitos de nieve —dijo Klaus—. Los mosquitos de nieve viven en las zonas frías de las montañas y son conocidos por agruparse para tomar formas muy definidas. Violet miró la flecha que se acercaba a las aguas de la corriente y al borde del pico de la montaña.
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—Me alegro de que los mosquitos de nieve sean inofensivos —dijo—, porque parece que no hay manera de evitarlos. —Hay algo más acerca de los mosquitos de nieve — dijo Klaus—, que no puedo recordar. El enjambre estaba muy cerca, con la punta de la flecha blanca revoloteando a pocos centímetros de la nariz de los Baudelaire, y luego se detuvo en su camino, zumbando furiosamente. Los dos hermanos se enfrentaron cara a cara con los mosquitos de nieve por un largo y tenso segundo, y el mosquito, que estaba más y más al frente de la flecha, voló suavemente hacia delante y se introdujo en la nariz de Violet. —¡Ay! —gritó Violet. El mosquito de nieve voló de regreso a su lugar, y la mayor de los Baudelaire se frotó una pequeña marca roja que tenía en la nariz—. Eso me dolió — dijo—, es como si me hubieran enterrado un alfiler. —Ahora recuerdo —dijo Klaus—, los mosquitos de nieve son malhumorados y disfrutan picotear a las personas sin ninguna razón en ab… Pero Klaus no pudo terminar la frase, porque los mosquitos de nieve lo interrumpieron con una horrorosa
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demostración de lo que estaba hablando. Tenaz y perezosamente en los vientos de las montañas, la flecha tembló y se convirtió en un gran círculo zumbante, y los mosquitos comenzaron a girar alrededor y alrededor de los dos Baudelaire como un bien organizado y malhumorado aro de hula-hula. Cada mosquito era tan pequeño que los niños no podían ver ninguna de sus características, pero sentían como si los insectos estuvieran sonriendo maliciosamente. —¿Las picaduras son venenosas? —Violet preguntó. —Levemente —dijo Klaus—. No hay problema si nos pican un par de veces, pero muchas picaduras pueden hacernos mucho mal. ¡Ay! Uno de los mosquitos había volado y picado a Klaus en la mejilla, como si tratara de ver si el Baudelaire de en medio se divertía al hacerle daño. —La gente siempre dice que si no molestas a los insectos que pican ellos no te molestaran —dijo Violet nerviosamente—. ¡Ay! —Eso casi nunca es cierto —dijo Klaus—, y ciertamente no es verdad con los mosquitos de nieve. ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! —¿Que debemos… ¡Ay! —Violet medio preguntó.
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—No lo… ¡Ay! —Klaus medio respondió, pero en unos momentos los Baudelaire no tuvieron tiempo ni siquiera para una media conversación. El círculo de mosquitos de nieve comenzó a girar más y más rápido, y los insectos se extendieron de tal manera que parecía como si los dos hermanos estuvieran en el centro de un pequeño y blanco tornado. Luego, con una serie de maniobras aparentemente bien ensayadas, las picaduras de los mosquitos a los Baudelaire comenzó, primero de un lado y luego del otro. Violet chilló mientras varios mosquitos le picaban la barbilla. Klaus gritó mientras un puñado de mosquitos le picaba la oreja izquierda. Y los dos Baudelaire gritaron mientras trataban alejar a los mosquitos, sólo para sentir sus manos ondulantes llenas de pinchazos y aguijones. Los mosquitos de nieve volaron picándolos de izquierda a derecha. Atacaron a los Baudelaire desde arriba, por lo que los niños se agacharon, y luego desde abajo, haciendo que los niños se pararan de puntas en un esfuerzo para evitarlos. Y mientras tanto, el enjambre zumbo cada vez más y más fuerte, como queriendo recordar a los Baudelaire lo mucho que se estaban divirtiendo los insectos. Violet y Klaus cerraron los ojos y se abrazaron, demasiado asustados como
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para caminar a ciegas y caer fuera del pico de la montaña al abismo o de hundirse en las aguas de la Corriente Afligida. —¡Abrigo! —Klaus alcanzó a gritar, luego escupió un mosquito que se había metido en su boca abierta con la esperanza de picarle la lengua. Violet entendió al instante, tomó el abrigo extra y lo extendió sobre Klaus y sobre ella como un gran y blando paraguas de tela. Los mosquitos de nieve zumbaron furiosamente, tratando de entrar para continuar con su labor, pero tuvieron que conformarse con picotear las manos de los Baudelaire que mantenían el abrigo en su lugar. Violet y Klaus se miraron débilmente por debajo del abrigo, con muecas de dolor por las picaduras en sus dedos, y trataron de seguir caminando. —Nunca llegaremos al Valle del Fortín Desembocado de esta manera —dijo Violet, hablando más fuerte que de costumbre por el zumbido de los mosquitos—. ¿Cómo podemos detenerlos, Klaus? —El fuego hace que se alejen —dijo Klaus—. En el libro que leí, el autor dijo que incluso el olor del humo puede mantener lejos a un enjambre entero. Pero no podemos encender un fuego debajo de un abrigo.
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—¡Ay! —un mosquito de nieve picó el pulgar de Violet en un punto que ya había sido herido, al igual que los Baudelaire rodeaban la esquina rocosa donde el enjambre había hecho su primera aparición. A través de un raído agujero en el abrigo, los Baudelaire apenas podían distinguir una gran y oscura apertura circular en el lado de la montaña. —Debe ser la entrada a una de las cuevas —dijo Klaus—. ¿Podemos encender un fuego ahí dentro? —Tal vez —dijo Violet—, y tal vez molestemos a un animal hibernando. —Ya hemos logrado molestar a miles de animales — dijo Klaus, casi dejando caer la jarra cuando un mosquito picó su muñeca—, no creo que tengamos muchas opciones. Creo que debemos ir a la cueva y tomar nuestra oportunidad. Violet asintió con la cabeza, pero miró nerviosamente la entrada de la cueva. Tomar una oportunidad es como tomar un baño, porque a veces terminas sintiéndote cómodo y cálido, y a veces hay cosas terribles acechando alrededor que no puedes ver hasta que es demasiado tarde y no puedes hacer nada más que gritar y aferrarte a un patito de goma. Los dos Baudelaire caminaron con cuidado hacia la gran y oscura apertura circular, teniendo cuidado de mantenerse
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alejados del borde del pico y tirando de la chaqueta con fuerza alrededor de ellos para evitar que los mosquitos de nieve pudieran encontrar una forma de entrar, pero lo que más les preocupaba no era el altura del pico o las picaduras de los mosquitos, sino la oportunidad que estaban tomando mientras entraban en la sombría cueva. Los dos Baudelaire nunca habían estado en esta cueva antes, por supuesto, y por lo que he podido averiguar, nunca volvieron aquí de nuevo, incluso en su camino de regreso por la montaña, después de haber encontrado a su hermana menor y de haber aprendió los secretos del Verbal Frigorífico Diálogo. Y, sin embargo, mientras Violet y Klaus tomaban su oportunidad y caminaban dentro de la cueva, se encontraron con dos cosas con las que estaban familiarizados. La primera fue el fuego. En el umbral de la cueva, los hermanos se percataron de inmediato que no había razón de preocuparse por los mosquitos de nieve por más tiempo, porque podían oler un humo que estaba cerca, e incluso ver, a gran distancia, pequeñas llamas de color naranja hacia el fondo de la cueva. El fuego, por supuesto, era muy familiar para los niños, desde el olor ceniciento de los restos de la mansión Baudelaire hasta el olor de las
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llamas que habían destruido el Carnaval Caligari. Pero mientras los mosquitos de nieve formaban una flecha y se alejaban corriendo de la cueva, Violet y Klaus dieron otro paso por el interior de la cueva y encontraron otra cosa familiar ─una persona conocida, para ser más precisos, una persona que había pensado no volver a ver jamás. —¡Oigan ustedes Zampabollos! —dijo una voz desde el fondo de la cueva, y el sonido fue casi suficientemente fuerte para hacer que los dos Baudelaire desearan haber tomado su oportunidad en otro lugar.
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CAPÍTULO
Bien puedes preguntarte por qué no hay rastros de Sunny Baudelaire en los dos primeros capítulos de este libro, hay varias razones de por qué esto es así. Por un lado, es muy difícil reconstruir el viaje que hizo Sunny en el auto del Conde Olaf. Las huellas dejadas por los neumáticos han desaparecido desde hace mucho tiempo, y las tormentas de nieve y tantas avalanchas que se han producido en las Montañas Mortmain han hecho que el camino haya desaparecido casi por completo. Los pocos testigos del viaje de Olaf, en su mayoría, han muerto en circunstancias misteriosas, o estaban demasiado asustados como para responder a las cartas, telegramas y tarjetas de felicitación
que les envié solicitando una entrevista. E incluso la basura que fue arrojada por la ventana del auto de Olaf —la señal más clara de que personas malvadas iban por ese camino— fue recogida del camino mucho antes de que mi trabajo comenzara. La basura extraviada es una buena señal, ya que indica que ciertos animales de las Montañas Mortmain han regresado a donde les correspondía y están reconstruyendo sus nidos, pero eso ha hecho que sea más difícil para mí escribir un relato completo del viaje de Sunny. Pero si estás interesado en saber en que gastaba su tiempo Sunny Baudelaire mientras sus hermanos detenían la caravana, subían siguiendo el camino de la Corriente Afligida, y luchaban contra los mosquitos de nieve, hay otra historia que podrías leer que describe más o menos la misma situación. La historia trata sobre una persona llamada Cenicienta. Cenicienta era una mujer joven que fue puesta bajo el cuidado de varias personas malvadas que se burlaban de ella y la obligaban a hacer todas las tareas. Al final, Cenicienta fue rescatada por su hada madrina, quien por arte de magia le creó un vestido especial para que lo llevara a un baile donde conoció a un apuesto príncipe, con quien se casó poco tiempo después, viviendo felices para siempre en un
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castillo. Si sustituyes el nombre de —Cenicienta— por el de —Sunny Baudelaire— y eliminas el hada madrina, el vestido especial, el baile, el apuesto príncipe, el matrimonio, y vivir felices para siempre en un castillo, tendrás una clara idea de la situación en la que se encontraba Sunny. —Desearía que la bebé huérfana parara su irritante llanto —dijo el conde Olaf, frunciendo la ceja mientras el auto daba otro giro violento—, nada arruina más un agradable viaje en auto como una secuestrada llorona. —La pellizco tanto como puedo —dijo Esmé Miseria, dándole otro pellizco a Sunny con sus uñas con estilo—, pero aún no se calla. —Escucha, dentona —dijo Olaf, quitando los ojos de la carretera para mirar a Sunny—. Si no dejas de llorar, te daré una razón para llorar. Sunny dio un pequeño gemido de disgusto y se secó los ojos con sus pequeñas manos. Era cierto que había estado llorando durante casi todo el día, durante un largo viaje que hasta el más dedicado de los investigadores sería incapaz de reconstruir, y ahora, al ponerse el sol, aún seguía incapaz de contenerse. Sin embargo, con las palabras del Conde Olaf, estaba más irritada que asustada. Siempre es molesto cuando
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alguien te dice que si no dejas de llorar te dará una razón para llorar, porque si estás llorando, claramente hay una razón por la que estás llorando y por lo tanto no hay razón para que te den una razón más por la cual llorar, muchas gracias. Sin duda Sunny Baudelaire sentía que tenía las razones suficientes para llorar. Estaba preocupada por sus hermanos y se preguntó cómo detendrían la caravana que iba a toda velocidad hacia un cruel destino. Tenía miedo de su propio destino, ya que el Conde Olaf había descubierto su disfraz, arrancado su barba y atrapándola en el regazo de Esmé. Y sentía mucho dolor por los constantes pellizcos de la novia del villano. —No pellizco —dijo a Esmé, pero la perversa y elegante mujer sólo frunció el ceño, como si Sunny hubiera dicho una tontería. —Cuando no está llorando —dijo Esmé—, habla en una lengua extranjera. No puedo entender una cosa de lo que dice. —Los niños secuestrados nunca son divertidos —dijo el Hombre con Ganchos en vez de Manos, que era quizás el villano menos favorito de Sunny del grupo de Olaf—, ¿Recuerda cuando tuvimos a los Quagmire en nuestras
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garras, jefe? No hicieron nada, pero se quejaron. Se quejaron cuando los pusimos en una jaula. Se quejaron cuando los encerramos dentro de una fuente. Puras quejas, quejas, quejas... Estaba tan arto de ellos que casi me alegré cuando escaparon de nuestras garras. —¿Te alegraste? —dijo el Conde Olaf con un gruñido—. Trabajamos duro para robar la fortuna de los Quagmire y no obtuvimos ni un solo zafiro. Fue una verdadera pérdida de tiempo. —No se sienta culpable, Olaf —dijo una de las mujeres empolvadas desde el asiento trasero—. Todo el mundo comete errores. —No esta vez —dijo Olaf—. Con los dos huérfanos aplastados en algún lugar debajo de una caravana estrellada y con la bebé huérfana sobre su regazo, la fortuna de los Baudelaire es mía. Y una vez que llegamos al Valle del Fortín Desembocado y encontremos la sede, todas nuestras preocupaciones se acabarán. —¿Por qué? —preguntó Hugo, el hombre jorobado que había sido previamente empleado del carnaval. —Sí, por favor explíquenos —dijo Kevin, otro ex empleado del carnaval. En el Carnaval Caligari, Kevin se
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avergonzaba mucho de ser ambidiestro, pero Esmé lo había convencido para que se uniera al grupo de Olaf, atando la mano derecha de Kevin a su espalda, para que nadie supiera que tenía la misma fuerza que en su mano izquierda—. Recuerde, jefe, no se olvide que somos nuevos en el grupo, por lo que no siempre sabemos lo que está sucediendo. —Recuerdo que cuando me uní al grupo de Olaf —dijo la otra mujer empolvada—, nunca antes había oído hablar del expediente Snicket. —Cuando trabajan para mí aprenden sobre la marcha —dijo Olaf—. No pueden esperar que les explique todo. Soy un hombre muy ocupado. —Yo les explicaré, jefe —dijo el Hombre con Ganchos en vez de Manos—. El Conde Olaf, como cualquier buen empresario, ha cometido una gran variedad de crímenes. —Sin embargo, esos estúpidos voluntarios han reunido de todo tipo de pruebas y las han archivado —dijo Esmé—. Traté de explicarles que hoy en día la delincuencia se llevaba, que es muy in, pero al parecer no estaban interesados. Sunny secó unas lágrimas de sus ojos y suspiró. La Baudelaire más joven pensó que casi prefería ser pellizcada
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de nuevo que escuchar más tonterías de Esmé Miseria sobre lo que estaba in, o lo que se llevaba —palabra que utiliza Esmé para decir “de moda”— y de lo que estaba out, o no se llevaba. —Tenemos que destruir esos archivos o el conde Olaf podría ser arrestado —dijo el Hombre con Ganchos en vez de Manos—. Tenemos razones para creer que algunos de los archivos se encuentran en la sede de V.F.D. —¿Qué significa V.F.D.? —la voz de Colette llegó desde el piso del automóvil. El Conde Olaf le había ordenado usar sus habilidades como contorsionista del carnaval para acurrucarse a los pies de los demás miembros del grupo. —¡Esa es información confidencial! —gruñó Olaf, para gran disgusto de Sunny—. Yo solía ser miembro de la organización, pero me di cuenta que era más divertido ser un practicante individual. —¿Qué significa eso? —preguntó el Hombre con Ganchos en vez de Manos. —Eso significa una vida de crimen —dijo Esmé—. Es muy in en estos momentos.
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—Def errónea —Sunny no podía hablar correctamente a causa de sus lágrimas. Por “def errónea” quería decir algo como “Practicante individual significa que alguien trabaja solo en vez de en un grupo, y no tiene nada que ver con una vida de crimen”, y se entristeció con la idea de que no había nadie a su alrededor que pudiera entenderla. —Ya ha comenzado a balbucear de nuevo —dijo Esmé—, es por eso que no quiero volver a tener hijos. Excepto como sirvientes, por supuesto. —Este viaje ha sido más fácil de lo que pensaba —dijo Olaf—. El mapa dice que sólo hay que pasar unas cuevas más. —¿Hay un hotel cerca de la sede? —Esmé le preguntó. —Me temo que no, querida —respondió el villano—, pero tengo dos tiendas de campaña en el maletero del auto. Vamos a acampar en el Monte Tensión, la cumbre de las Montañas Mortmain. —¿La cumbre? —dijo Esmé—. Hará mucho frío en el pico más alto. —Eso es cierto —admitió Olaf—, pero la llegada de la Falsa Primavera está en camino, por lo que en poco tiempo va a ser un poco más de calor.
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—¿Pero qué haremos esta noche? —dijo Esmé Miseria—. Definitivamente para mí no es in armar tiendas de campaña en medio del frío. El Conde Olaf miró a su novia y se echó a reír, y Sunny pudo oler el mal aliento de su desagradable risa. —No seas tonta —dijo finalmente el villano—, no vamos a armar las tiendas de campaña, Esmé. Estarás cómoda y calientita en el auto. La bebé dentona armará las tiendas de campaña para nosotros. Todos los secuaces de Olaf se echaron a reír, y el auto se llenó con el olor del desagradable aliento de todos esos villanos. Sunny sintió otras lágrimas rodar por sus mejillas y se volteó hacia la ventana para que nadie la viera. Las ventanas del auto estaban muy sucias, pero la Baudelaire más joven podía ver los extraños picos cuadrados de las Montañas Mortmain y las oscuras aguas de la Corriente Afligida. En ese momento el auto había subido tan alto por las montañas que la corriente estaba casi totalmente congelada, y Sunny miró la amplia franja de helada oscuridad y se preguntó dónde estaban sus hermanos, y si irían en su rescate. Se acordó de la otra vez que había estado en las garras del Conde Olaf, cuando el villano la ató y la
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encerró en una jaula haciéndola colgar desde lo alto de la torre como parte de uno de sus planes. Eso había sido una experiencia absolutamente terrible para la Baudelaire más joven, y a menudo tenía pesadillas en las que escuchaba el lejano crujir de la jaula y en las que veía a sus hermanos mirándola lejanamente desde el patio trasero de la casa del Conde Olaf. Pero Violet había construido una ganzúa para rescatarla, y Klaus había hecho una investigación legal muy importante para descubrir el plan de Olaf. Cuando el auto llevó a Sunny cada vez más y más lejos de sus hermanos, y se quedó mirando el desolado terreno, sabía que podrían salvarla nuevamente. —¿Cuento vamos a permanecer en el Monte Tensión? —preguntó Hugo. —Lo que yo diga, por supuesto —respondió el Conde Olaf. —Pronto se darán cuenta que este trabajo implica esperar mucho tiempo —dijo el Hombre con Ganchos en vez de Manos—. Usualmente tengo algo cerca para ayudar a pasar el tiempo, como una baraja de cartas o una gran roca.
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—Puede ser aburrido —admitió una de las mujeres empolvadas—, y puede ser peligroso. Recientemente varios de nuestros compañeros han sufrido un destino terrible. —Valió la pena —dijo el Conde Olaf con indiferencia, una palabra que aquí significa “en un tono de voz que indicaba que no le importaban un higo sus empleados fallecidos”—. A veces, algunas personas deben morir en incendios o ser devoradas por los leones si todo se hace por el bien común. —¿Qué es el bien común? —preguntó Colette. —¡El dinero! —dijo Esmé con una alegría codiciosa—. ¡El dinero y la satisfacción personal, y vamos a conseguir ambas cosas de esta bebé lloriqueando en mi regazo! ¡Una vez que tengamos en nuestras manos la fortuna Baudelaire, tendremos suficiente dinero para vivir una vida de lujos y para concebir planes mucho más traicioneros! El grupo entero empezó a aplaudir, y el Conde Olaf dio a Sunny una radiante sonrisa hedionda, pero no dijo nada más mientras el auto subía por una colina empinada, llena de baches, y finalmente paró en seco, al igual que los últimos rayos de sol se desvanecieron en el cielo de la noche.
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—Hasta aquí hemos llegado —dijo el Conde Olaf y le entregó las llaves del auto a Sunny—. ¡Afuera bebe huérfana! Descarga de todo el equipaje y arma las tiendas de campaña. —Y tráenos unas papas fritas —dijo Esmé—, así tendremos algo que comer mientras esperamos. Esmé abrió la puerta del auto, puso a Sunny en el helado suelo y cerró la puerta otra vez. Al instante, el frío aire de la montaña golpeó a la más joven de los Baudelaire haciéndola estremecer. Era tanto el frío en el pico más alto de las Montañas Mortmain que sus lágrimas se congelaron en su cara, formando una pequeña máscara de hielo. Inestable, Sunny se puso de pie y caminó hacia la parte trasera del auto. Tuvo la tentación de seguir caminando y escapar de Olaf mientras esperaba en el auto con su grupo. Pero, ¿A dónde podría ir? Miró a su alrededor y no logró ver un lugar donde un bebé pudiera estar a salvo por su cuenta. La cumbre del Monte Tensión era un pequeño y plano cuadrado, y mientras Sunny se acercaba al maletero del auto, miraba más allá de cada borde del cuadrado, sintiéndose un poco mareada por la altitud. En tres de sus bordes se podían ver los brumosos picos cuadrados de algunas de las
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montañas, la mayoría de las cuales estaban cubiertas de nieve, y girando a través de los picos estaban las extrañas negras aguas de la Corriente Afligida y el pedregoso camino por el que el auto había pasado. Pero desde el cuarto borde del pico cuadrado, Sunny vio algo tan extraño que le tomó un momento averiguar de qué se trataba. Desde el pico más alto de las Montañas Mortmain se extendía una brillante y blanca tira, como un enorme pedazo de papel aluminio doblado hacia abajo o como el ala de un enorme pájaro. Sunny vio los últimos rayos de la puesta del sol que se reflejaban en esa enorme superficie y poco a poco se dio cuenta de lo que era: el origen de la Corriente Afligida. Al igual que muchas corrientes, la Corriente Afligida se originó entre las rocas de las montañas, y en una estación cálida, Sunny podía imaginarse que la corriente caía desde el pico más alto como una enorme cascada. Pero esta no era una estación cálida del año, y al igual que las lágrimas de Sunny se habían congelado en su rostro, la cascada se había congelado en una larga pendiente resbaladiza que desaparecía más abajo en la oscuridad. Fue un espectáculo tan espeluznante que le tomó a Sunny un momento
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preguntarse por qué el hielo era blanco en lugar de negro, como las aguas de la Corriente Afligida. ¡Honk! Un fuerte sonido proveniente del claxon del Conde Olaf le recordó a Sunny lo que se suponía debía hacer, y se apresuró a abrir el maletero y encontró una bolsa de papas fritas que llevó de regreso al auto. —Esto te tomó una eternidad, huérfana —dijo Olaf, en vez de “Gracias”—. Ahora ve y arma las tiendas de campaña, una para Esmé y yo, y otra para mi grupo, para que podamos dormir un poco. —¿Dónde se va a quedar la bebé? —preguntó el Hombre con Ganchos en vez de Manos—. Yo no la quiero en mi tienda de campaña. He oído que los bebés pueden robarte la respiración mientras duermes. —Bueno, ciertamente ella no dormirá conmigo —dijo Esmé—, tendrás que tener una bebé en tu tienda de campaña. —Ella no va a dormir en ninguna tienda de campaña — decidió Olaf—, en el maletero hay una gran cacerola con una tapa. Puede dormir allí. —¿Estará a salvo en una cacerola? —Esmé preguntó—. Recuerda, Olaf, cariño, si ella muere, entonces no podremos tener en nuestras manos la fortuna.
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—Hay algunos agujeros en la parte superior para que pueda respirar —dijo Olaf—, y la tapa la protegerá de los mosquitos de nieve. —¿Los mosquitos de nieve? —preguntó Hugo. —Los mosquitos de nieve son unos bien organizados y malhumorados insectos —explicó el Conde Olaf—, que viven en las zonas frías de las montañas y que disfrutan picotear a las personas sin ninguna razón en absoluto. Siempre he sido aficionado a ellos. —Nonat —dijo Sunny, lo que significaba algo así como “Yo no vi ningún insecto afuera”, pero nadie le prestó atención. —¿La bebé no puede huir si nadie la vigila? —preguntó Kevin. —No se atrevería —dijo el Conde Olaf—, y aunque tratara de sobrevivir en las montañas por su cuenta, podríamos ver a dónde ha ido. Es por eso que nos vamos a quedar aquí en la cumbre. Si la cría escapa, o si alguien viene detrás de nosotros, lo sabremos, porque podemos ver todo y a todos a muchas millas y millas de distancia.
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—Eureka —dijo Sunny, antes de que pudiera detenerse. Quería decir algo así como “Acabo de darme cuenta de algo”, pero no había querido decirlo en voz alta. —¡Deja de balbucear y ponte a trabajar mocosa colmilluda! —dijo Esmé Miseria cerrando la puerta del auto estrepitosamente. Sunny podía escuchar la risa del grupo y el crujido de las papas fritas mientras caminaba lentamente de regreso hacia el maletero para encontrar las tiendas de campaña. A menudo es muy frustrante poner todos los palos, telas, mástiles y piquetas de manera que una tienda de campaña esté armada correctamente, por lo que siempre he preferido alojarme en hoteles o alquilar castillos, que además tienen los atractivos añadidos de paredes sólidas y servicio de mucama. Sunny, por supuesto, tenía el inconveniente adicional de tener que hacerlo ella misma, en la oscuridad, cuando aún era bastante principiante para caminar y estaba preocupada por sus hermanos. Sin embargo, la Baudelaire más joven tenía un largo historial de trabajos de Hércules, una frase que aquí significa —tenía la capacidad de hacer cosas muy difíciles—. Como estoy seguro que sabes, si alguna vez has tenido que hacer algo muy difícil, a menudo
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encontrar una fuente de inspiración es de gran ayuda. Cuando Sunny se había visto envuelta en un duelo de dientes-y-espada en el Aserradero de la Suerte, por ejemplo, pensó en lo mucho que amaba a sus hermanos, y eso le ayudó a vencer a la malvada doctora Orwell. Cuando Sunny escaló por el hueco de un ascensor desde el apartamento número 667 de la Avenida Oscura, se había concentrado en sus amigos los Quagmire, y lo mucho que quería rescatarlos, y en poco tiempo había llegado al apartamento en el ático. Por lo tanto, mientras Sunny cavaba un agujero en la helada tierra con sus dientes para fijar los palos de la tienda al suelo, pensó en algo que la inspiró, y por extraño que parezca, era algo que había dicho el conde Olaf, acerca de ser capaz de ver todo y a todos a muchas millas y millas de distancia. Mientras Sunny armaba las tiendas, y miraba hacia abajo de vez en cuando hacia la pendiente resbaladiza de la cascada congelada, decidió que no iba a tratar de escabullirse de Olaf y su grupo. Simplemente no trataría de escapar. Porque si se podía ver todo y a todos desde el Monte Tensión, eso significaba que todo y todos, incluyendo a Violet y Klaus Baudelaire, podrían ser vistos por ella.
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CAPÍTULO
Esa noche fue un día oscuro. Por supuesto, todas las noches son días oscuros, porque la noche es simplemente una versión mal iluminada del día, debido al hecho de que la Tierra sigue girando alrededor y alrededor del Sol, recordando a todos que es el momento de levantarse de la cama y empezar el día con un taza de café o con un mensaje secreto plegado en un avión de papel volando a través de los barrotes de una ventana de una estación de guardabosques. Pero en este caso, la frase “un día oscuro” significa “un momento triste en la historia de los huérfanos
Baudelaire, de V.F.D., y de todas las personas buenas, valientes y de buen leer del mundo”. Pero Violet y Klaus Baudelaire, desde luego, no tenían la menor idea de la catástrofe que estaba ocurriendo por encima de ellos en el Valle del Fortín Desembocado. Lo único que sabían era que estaban oyendo una voz que habían esperado no tener que escuchar de nuevo. —¡Lárguense, zampabollos! —dijo la voz—. ¡Esta es una cueva privada! —¿Con quién hablas Carmelita? —preguntó otra voz. Esta voz era mucho más fuerte y parecía pertenecer a un hombre adulto. —Puedo ver dos sombras en la entrada de la cueva, tío Bruce —dijo la primera voz—, y me parecen zampabollos. El fondo de la cueva se llenó de risas, y Violet y Klaus se miraron consternados. La voz familiar pertenecía a Carmelita Polainas, la desagradable chica que los Baudelaire habían conocido en la Academia Preparatoria Prufrock. Carmelita había tomado una aversión instantánea hacia los tres hermanos, llamándolos por nombres ofensivos y desagradables y en general haciéndoles la vida imposible en la academia. Si alguna vez has sido un estudiante, entonces
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sabes que por lo general hay una de esas personas en todas las escuelas y que una vez que te has graduado tienes la esperanza de no volver a verlas nunca más. Los dos mayores Baudelaire habían tenido suficientes problemas en las Montañas Mortmain como para toparse con esta persona desagradable, y al oír su voz casi habían querido volver atrás y tomar su oportunidad una vez más con los mosquitos de nieve que zumbaban en la nieve. —¿Dos sombras? —preguntó la segunda voz—. Identifíquense, por favor. —Somos montañistas —dijo Violet desde la entrada—, perdimos nuestro camino y nos encontramos con un enjambre de mosquitos de nieve. Por favor, déjennos descansar aquí por un momento, mientras el olor a humo los ahuyenta, y entonces retomaremos nuestro camino. —¡Por supuesto que no! —dijo Carmelita, que parecía aún más desagradable de lo habitual—. Este es el campamento de los Exploradores de Nieve, quienes van celebrar la Falsa Primavera y quienes me coronarán a mí como reina. No queremos que ningún zampabollos arruine nuestra diversión.
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—Calma, calma, Carmelita —dijo la voz del hombre adulto—, se supone que los Exploradores de Nieve deben ser acomodadizos, ¿recuerdas? Es parte del juramento del Alfabeto Morse de los Exploradores de Nieve. Y sería muy acomodadizo para nosotros ofrecerles refugio en nuestra cueva a estos extraños. —No quiero ser acomodadiza —dijo Carmelita—, soy la Reina de la Falsa Primavera, por lo que puedo hacer lo que yo quiera. —Tú no eres la Reina de la Falsa Primavera aún Carmelita —dijo con paciencia la voz de un niño—, no hasta que bailemos alrededor del Poste de la Primavera. Entren viajeros y siéntense junto al fuego. Estamos contentos de ser acomodadizos con ustedes. —Ese es el espíritu, niño —dijo la voz del hombre adulto—. Vamos, Exploradores de Nieve, hay que recitarles todos juntos el Alfabeto Morse de los Exploradores de Nieve. Al instante se hizo un eco en la cueva de muchas voces en perfecto unísono, una frase que aquí significa “recitar una lista de palabras muy extrañas al mismo tiempo”.
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—¡Los Exploradores de Nieve —recitaron los Exploradores de Nieve—, son acomodadizos, básicos, calmados, deseados, emblemáticos, fogosos, gratos, humanos, inocentes, jóvenes, kafkianos, limitados, mansos, nobles, ordenados, preciosos, quietos, recientes, sistematizados, tolerantes, unidos, vivarachos, windsurfistas, xilófonos, yanquis y con zíperes… cada mañana, cada tarde, cada noche, y todo el día! Los dos Baudelaire se miraron entre sí confundidos. Al igual que muchos juramentos, el Alfabeto Morse de los Exploradores de Nieve no tenía mucho sentido, y Violet y Klaus trataron de imaginar cómo un explorador podría ser “calmado” y “manso” al mismo tiempo que “fogoso” y “vivaracho”, o cómo todos estos niños podrían evitar ser “jóvenes” o “humanos”, incluso si quisieran. No podían entender por qué el juramento sugería que fueran todas estas cosas “cada mañana”, “cada tarde” y “cada noche” si después añadía “todo el día”, o por qué la palabra “xilófono” aparecía en el juramento. Pero no tenían mucho tiempo para hacerse preguntas, ya que cuando el juramento había terminado, todos los Exploradores de Nieve respiraron profundamente y emitieron un sonido largo y espacioso,
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como si trataran de imitar el sonido del viento haya afuera, y esto lo hizo aún más extraño. —Esa es mi parte favorita —dijo la voz del hombre adulto cuando el sonido se desvaneció—. No hay nada como poner fin al Alfabeto Morse de los Exploradores de Nieve con un sonido nevoso. Ahora acérquense viajeros, para que podamos echarles un vistazo. —Mantén tu abrigo sobre tu rostro —susurró Klaus a su hermana—. Carmelita podría reconocernos. —Y los otros Exploradores probablemente han visto nuestras fotos en El Diario Punctilio —dijo Violet, poniendo la cabeza debajo de su abrigo. El Diario Punctilio era un periódico que había publicado una historia en la que culpaba a los tres Baudelaire por el asesinato de Jacques Snicket. Por supuesto, el artículo era un completo disparate, pero parecía que todo el mundo lo había creído e que iban en busca de los Baudelaire para meterlos en la cárcel. Mientras los dos hermanos caminaban hacia las voces de los Exploradores de Nieve, se dieron cuenta de que no eran los únicos que ocultaban sus rostros. El fondo de la cueva era como una gran habitación circular, con techos muy altos y paredes escarpadas de roca
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que brillaban bajo la luz naranja de las llamas. Sentados en círculo alrededor del fuego, había quince o veinte personas, todas ellas mirando a los dos Baudelaire. A través de la tela de los abrigos, los niños podían ver que una persona era mucho más alta que las demás —probablemente Bruce— y llevaba un abrigo a cuadros escoses feos y en la mano sostenía un gran puro. En el lado opuesto del círculo había alguien que lleva un suéter de lana gruesa con varios bolsillos grandes, y el resto de los Exploradores de Nieve llevaban blancos y brillantes uniformes con enormes zíperes en la parte frontal y emblemas de copos de nieve, de diferentes formas y tamaños, a lo largo de las abultadas camisas de manga larga. En la parte posterior de los uniformes, los Baudelaire podían ver las palabras del Alfabeto Morse de los Exploradores de Nieve impresas en grandes letras de color rosa, y todos llevaban cintas para la cabeza con pequeños copos de nieve de plástico que sobresalían en todas direcciones en la parte superior y la palabra “¡Brr!” escrita en una tipografía al estilo hielo al frente. Pero Violet y Klaus no veían los copos de nieve de plástico sobre las cabezas de los Exploradores de Nieve, o los acomodadizos, básicos, calmados, deseados,
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emblemáticos, fogosos, gratos, humanos, inocentes, jóvenes, kafkianos, limitados, mansos, nobles, ordenados, preciosos, quietos, recientes, sistematizados, tolerantes, unidos, vivarachos, windsurfistas, xilófonos, yanquis uniformes con zíperes que la mayoría llevaba puesto. Miraban las oscuras y redondas máscaras que cubrían las caras de los Exploradores. Las máscaras estaban cubiertas de pequeños agujeros, como las que se usan para la esgrima, un deporte en el que la gente lucha con espadas por diversión y no por honor o con el fin de rescatar a un escritor que ha sido pegado a la pared con cinta adhesiva. Sin embargo, en la vacilante luz de la cueva, los Baudelaire no podían ver los agujeros, y parecía que las caras de Bruce y los Exploradores de Nieve habían desaparecido, dejando un oscuro y vacío agujero por encima de sus cuellos. —Ustedes zampabollos se ven ridículos —dijo uno de los Exploradores, y los Baudelaire supieron de inmediato que esa era la figura enmascarada de Carmelita Polainas—. Sus caras están todas cubiertas. —Somos muy mansos —dijo Violet, pensando rápidamente—, de hecho, somos tan mansos que rara vez mostramos la cara.
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—Entonces encajarán bien aquí —dijo Bruce detrás de su máscara—. Mi nombre es Bruce, pero pueden llamarme tío Bruce, aunque en realidad no sea su tío real. Bienvenidos a los Exploradores de Nieve, viajeros, donde todos somos mansos. De hecho, somos acomodadizos, básicos, calmados... El resto de los Exploradores de Nieve se unieron al juramento, y los dos mayores Baudelaire tuvieron que soportar nuevamente la lista de absurdos, mientras que el Explorador con el suéter se levantó y dio un paso hacia ellos. —Tenemos algunas máscaras de repuesto por ahí — murmuró en voz baja, señalando a un gran montón de accesorios, apilados al lado de un poste de madera muy largo—. Mantendrán a los mosquitos de nieve lejos cuando vuelvan a salir. Ayúdense a ustedes mismos. —Gracias —respondió Violet, mientras los Exploradores se comprometían a ser kafkianos, limitados, mansos. Ella y su hermano tomaron rápidamente las máscaras y las pusieron por debajo de sus abrigos, de modo que cuando los Exploradores se comprometieron a ser xilófonos, yanquis y con zíperes, los Baudelaire se veían sin rostro como todos los demás en la cueva.
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—Eso fue divertido, niños —dijo Bruce, mientras el sonido nevoso se desvanecía y el juramento había terminado—. Ahora, ¿por qué ustedes dos no se unen a los Exploradores de Nieve? Somos una organización donde los jóvenes se divierten y aprenden cosas nuevas. En este momento estamos en una caminata de los Exploradores de Nieve. Vamos a subir hasta el Monte Tensión con el fin de celebrar la Falsa Primavera. —¿Qué es la falsa primavera? —Violet preguntó, sentándose entre su hermano y el Explorador con el suéter. —Cualquiera que no sea un zampabollos sabe lo que es la Falsa Primavera —dijo Carmelita, con un tono burlón—. Es cuando el clima se vuelve inusualmente caliente antes de volverse frío otra vez. Lo celebramos con un bonito baile de fantasía en el que giramos alrededor y alrededor del Poste de la Primavera —señaló hacia el poste de madera, y los Baudelaire se dieron cuenta de que todos los Exploradores de Nieve llevaban brillantes guantes blancos, cada uno adornado con una S.—. Cuando el baile termina, elegimos a la mejor Explorador de Nieve y la coronamos la Reina de la Falsa Primavera. Esta vez, soy yo. De hecho, siempre soy yo.
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—Eso es porque el tío Bruce es realmente su tío —dijo uno de los Exploradores de Nieve. —No, no es cierto —insistió Carmelita—. Es porque soy la más acomodadiza, básica, calmada, deseada, emblemática, fogosa, grata, humana, inocente, joven, kafkiana, limitada, mansa, noble, ordenada, preciosa, quieta, reciente, sistematizada, tolerante, unida, vivaracha, windsurfista, xilófono, yanqui y con zíperes. —¿Pero cómo alguien puede ser “xilófono”? —Klaus no pudo evitar preguntar—. “Xilófono” ni siquiera es un adjetivo. —El tío Bruce no pudo pensar en otra palabra que comenzara con X —explicó el Explorador de Nieve con el suéter, con un tono que indicaba que él creía que no era una buena excusa. —¿Qué tal “Xenófilo”? —Klaus sugirió—. Es una palabra que significa… —No se pueden cambiar las palabras del Alfabeto Morse de los Exploradores de Nieve —interrumpió Bruce, moviendo su puro hacia su cara como si tratara de fumar a través de la máscara—. El objetivo de los Exploradores de Nieve es hacer la misma cosa una y otra vez. Celebramos la
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Falsa Primavera una y otra vez, en el Monte Tensión, en el origen de la Corriente Afligida. Mi sobrina Carmelita Polainas es la Reina de la Falsa Primavera, una y otra vez. Y una y otra vez, nos detenemos aquí en esta cueva para la Hora de las Historias de los Exploradores de Nieve. —He leído que las cuevas de las Montañas Mortmain son el hogar de animales en hibernación —dijo Klaus—. ¿Está seguro de que esta cueva es un lugar seguro? El Explorador de Nieve con el suéter en vez de uniforme volvió la cabeza rápidamente hacia los Baudelaire, como si fuera a hablar, pero Bruce respondió primero. —Ahora es seguro, niño —dijo—. Hace años, al parecer, estas montañas estaban repletas de osos. Los osos eran tan inteligentes que fueron entrenados como soldados. Pero desaparecieron y nadie sabe por qué. —No eran osos —dijo el Explorador con el suéter con una voz tan baja que los dos Baudelaire tuvieron que agacharse para escucharlo—. En estas cuevas vivían los leones y no eran soldados. Los leones eran detectives... Voluntarios Felinos Detectives —se dio la vuelta por lo que su máscara estuvo frente a las de los dos hermanos, y los niños sabían que tenía que estar mirándolos a través de los
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agujeros—. Voluntarios Felinos Detectives —dijo otra vez, y los Baudelaire casi se quedaban sin aliento. —¿Has dicho… —dijo Violet, pero el Explorador de Nieve con el suéter negó con la cabeza, como si no fuera seguro hablar de eso en ese momento. Violet miró a su hermano y luego al el Explorador, con el deseo de ver sus rostros detrás de las máscaras. Las iniciales de —Voluntarios Felinos Detectives—, por supuesto, formaban la sigla — V.F.D.—, el nombre de la organización que estaban buscando. ¿Sin embargo, las iniciales eran una coincidencia, como tan a menudo les había sucedido? ¿O este explorador misterioso les estaba dando algún tipo de señal? —No se acerca de que están murmurando, niños —dijo Bruce—, pero deténganse en este instante. Este no es momento para conversar. Es Hora de las Historias de los Exploradores de Nieve, cuando un Explorador de Nieve cuenta una historia a los demás Exploradores de Nieve. Entonces todos comemos malvaviscos hasta sentirnos enfermos y vamos a dormir sobre una pila de mantas, al igual que lo hacemos cada año. ¿Por qué nuestros nuevos Exploradores de Nieve no cuentan la primera historia?
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—Yo debo contar la primera historia —se quejó Carmelita—, después de todo, yo soy la Reina de la Falsa Primavera. —Pero estoy seguro de que los viajeros tendrán una maravillosa historia que contar —dijo el Explorador con el suéter—. Me encantaría escuchar un Verdadero Fascinante Drama. Klaus vio a su hermana llevar sus manos a la cabeza sonriendo. Él sabía instintivamente que Violet había comenzado a atar su pelo recogiéndolo con una cinta para que le ayudara a pensar mejor, pero era imposible hacerlo con una máscara encima. Las mentes de los Baudelaire trabajaban a toda potencia tratando de encontrar una manera de comunicarse con este explorador misterioso, y los niños estaban tan perdidos en sus pensamientos que apenas oyeron como Carmelita Polainas los insultaba. —No pierdan más el tiempo zampabollos —dijo Carmelita—, si nos van a contar una historia, comiencen. —Disculpen el retraso —dijo Violet, eligiendo sus palabras con tanto cuidado como pudo—, hemos tenido un Verdadero Frustrante Día, así que es difícil pensar en una buena historia.
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—No me había dado cuenta de que era una ocasión triste —dijo el Explorador con el suéter. —Oh, sí —dijo Klaus—, no hemos comido nada durante todo el día a excepción de algunas Vinagradas Fragantes Donas. —Y luego estaban los mosquitos de nieve —dijo Violet—, se comportaron como Voraces Frigorizadas Donzelinhas (Zygoptera, en portugués). —Cuando tomaron forma de flecha —dijo Klaus—, se parecían más a un Voraz y Feroz Dragón. —O a un Voluminoso Fútil Dictador, me imagino — dijo el Explorador con el suéter, y le dio un guiño enmascarado a los Baudelaire como si hubiera recibido su mensaje. —Esta es la historia más aburrida que he escuchado — dijo Carmelita Polainas—, tío Bruce, dile a esos dos que son unos zampabollos. —Bueno, no sería muy acomodadizo decirlo —dijo Bruce—, pero debo admitir que la historia que contaban era un poco aburrida niños. Cuando los Exploradores de Nieve cuentan historias, omiten todo lo aburrido y sólo cuentan lo interesante. De esta manera, la historia puede ser tan
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acomodadiza, básica, calmada, deseada, emblemática, fogosa, grata, humana, inocente, joven, kafkiana, limitada, mansa, noble, ordenada, preciosa, quieta, reciente, sistematizada, tolerante, unida, vivaracha, windsurfista, xilófono, yanqui y con zíperes como sea posible. —Voy a mostrarle estos zampabollos cómo contar una historia interesante —dijo Carmelita—. Érase una vez, me desperté y me miré en el espejo, y allí vi a la más linda, inteligente y adorable niña en el mundo entero. Me puse un vestido precioso de color rosa para verme más bonita, y me fui a la escuela donde mi maestro me dijo que yo era la niña más guapa que jamás había visto en toda su vida, y me dio un caramelo como un premio especial y... En este punto, tomaré una página del libro de alguien, una frase que aquí significa —adoptar una idea utilizada por otra persona—. Si, por ejemplo, un hombre te dice que la mejor manera de escribir tarjetas de agradecimiento es recompensándote a ti mismo con una galleta cada vez que termines una, puedes tomar una página de su libro y preparar un plato de galletas para tenerlas cerca cuando acabe tu cumpleaños o para cualquier otra ocasión donde se intercambien regalos. Si una chica te dice que la mejor
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manera de escaparte de casa a altas horas de la noche para ir a verla es asegurarte primero de que todo el mundo está dormido, puedes tomar una página de su libro y preparar un brebaje vertiéndolo en el café de la cena para hacer dormir a todos antes de subir y deslizarte por la hiedra que crece fuera de la ventana de su dormitorio. Y si has estado leyendo esta miserable historia, entonces la próxima vez que te encuentres en una situación similar, puedes tomar una página de La Pendiente Resbaladiza y usar una combinación de sustancias pegajosas y un paracaídas de deceleración para frenar una caravana que desciende a toda velocidad por una montaña, y a continuación, recoger varias prendas de ropa gruesa para protegerte del frío y encontrar una cueva llena de Exploradores de Nieve reunidos alrededor de una fogata, cuando un enjambre de mosquitos de nieve comiencen a zumbar. Pero voy a tomar una página del libro de Bruce, en la que sugirió que un contador de historias sólo debe tomar en cuenta las parte interesantes de estas y omitir lo aburrido. Ciertamente, los dos mayores Baudelaire hubieran preferido omitir esta aburrida parte de su propia historia, ya que estaban muy ansiosos por salir de la cueva y reanudar la
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búsqueda de su hermana. Pero Violet y Klaus sabían que no podían irse antes de hablar con el Explorador misterioso con el suéter, y no podían hablar con el Explorador misterioso con el suéter frente a Bruce y los demás Exploradores de Nieve, por lo que se sentaron junto al fuego, mientras Carmelita Polainas hablaba y hablaba acerca de lo bonita e inteligente y querida que era y de cómo todo el mundo que conocía le decía que ella era increíblemente adorable. Aunque los Baudelaire tuvieron que soportar esta parte aburrida de su historia, no hay ninguna razón por la que tu tengas que hacerlo también, así que pasaré por alto los detalles de la desconcertante historia sin fin de Carmelita, y el juramento lleno de sinsentidos que Bruce hizo repetir a todos varias veces, y la cena de malvaviscos que los Exploradores compartieron con los dos hermanos. Pasaré por alto lo molesto que fue para Violet y Klaus alejarse de los Exploradores y rápidamente subir sus máscaras y empujar los malvaviscos en sus bocas antes de cubrir sus rostros nuevamente para no ser reconocidos. Después de su largo y arduo viaje, los niños hubieran preferido una cena más substancial y menos complicada de comer, pero los hermanos no podían omitir esta parte de su historia, por lo
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que tuvieron que esperar a adentrarse más en la noche, hasta que los Exploradores de Nieve comenzaron a sentirse mal y acomodaron las mantas en un gran montón al lado del Poste de la Primavera. Incluso cuando Bruce hizo que los Exploradores de Nieve repitieran una vez más el Alfabeto Morse de los Exploradores de Nieve como una forma de decir buenas noches, Violet y Klaus no se atrevían a levantarse y hablar con el Explorador con el suéter por temor a ser escuchados, y tuvieron que esperar durante horas, muy ansiosas y curiosas de sueño, mientras el fuego se extinguía y la caverna resonaba con los sonidos de los ronquidos de los Exploradores de Nieve. Pero voy a tomar una página del libro del líder de los Exploradores de Nieve, e iré directamente a la siguiente cosa interesante que ocurrió a muy pero muy altas horas de la noche, cuando muchas partes interesantes de las historias suceden, y las que muchas personas se pierden, porque están dormidos en sus camas o escondidos en el cuarto de los artículos de limpieza de una fábrica de mostaza, disfrazados como un recogedor de basura para engañar al vigilante nocturno. Era muy tarde por la noche —de hecho, se podría decir que era la parte más oscura de ese día oscuro—, y era tan
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tarde que los Baudelaire casi fracasaban en permanecer despiertos, sobre todo después de un día tan agotador, pero justo cuando los dos hermanos estaban empezando a conciliar el sueño, cada uno sintió que una mano les tocaba el hombro, y rápidamente se incorporaron y se encontraron contemplando el rostro enmascarado del Explorador con el suéter. —Vengan conmigo, Baudelaires —dijo el muchacho con una voz muy baja—. Conozco un atajo que lleva directo a la sede —y esto en realidad fue una parte interesante de la historia.
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CAPÍTULO
Cuando tienes muchas preguntas en tu mente y de repente tienes la oportunidad de hacerlas, las preguntas tienden a amontonarse y tropezar unas con otras, al igual que los pasajeros de un tren lleno de gente cuando llega a una estación muy popular. Con Bruce y los Exploradores de Nieve dormidos, los dos mayores Baudelaire finalmente tuvieron la oportunidad de hablar con el explorador misterioso con el suéter, pero todo lo que querían preguntar parecía irremediablemente enredado. —¿Cómo… —Violet comenzó, pero la pregunta “¿Cómo sabes que
nosotros somos los Baudelaire?” tropezó con la pregunta “¿Quién eres tú?” y cayó de espaldas contra las preguntas “¿Eres un miembro de V.F.D.?” y “¿Qué significa V.F.D.?”. —¿Sabes… —dijo Klaus, pero la pregunta “¿Sabes dónde está nuestra hermana?” tropezó con la pregunta “¿Sabes si uno de nuestros padres está vivo?” quien estaba luchando con “¿Cómo podemos llegar a la sede?” y “¿Mis hermanas y yo nunca encontraremos un lugar seguro para vivir sin estar constantemente amenazados por el Conde Olaf y su grupo mientras idean plan tras plan para robar la fortuna Baudelaire?”, a pesar de que el Baudelaire de en medio sabía que había pocas probabilidades de que esa última pregunta fuera respondida. —Estoy seguro de que tienen muchas preguntas — susurró el muchacho—, pero no podemos hablar aquí. Bruce tiene el sueño ligero, y ya ha causado bastantes problemas a V.F.D. como para que escuche otro de nuestros secretos. Prometo que todas sus preguntas serán contestadas, pero primero debemos llegar a la sede. Vengan conmigo. Sin decir una palabra, el Explorador con el suéter dio la vuelta, y los Baudelaire vieron que llevaba una mochila con una insignia que habían visto en el Carnaval Caligari. A
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primera vista, esta insignia sólo parecía ser un ojo, pero los niños habían descubierto que más de cerca se podían ver las iniciales V.F.D. ingeniosamente escondidas en el dibujo. El Explorador comenzó a caminar, y los dos hermanos salieron de sus mantas lo más silenciosamente que pudieron y lo siguieron. Para su sorpresa, él no los llevó hacia la entrada de la cueva, sino en sentido contrario, donde había estado la fogata de los Exploradores de Nieve. Ahora no era más que un montón de cenizas grises, aunque todavía estaba muy caliente y el olor a humo aún estaba en el aire. El Explorador con el suéter buscó en su mochila y sacó una linterna. —Tuve que esperar a que el fuego se extinguiera antes de mostrárselos —dijo, y, con una mirada nerviosa a los exploradores que dormían, encendió la linterna y la apuntó hacia arriba—. Miren. Violet y Klaus voltearon hacía arriba y vieron que había un agujero en el techo, lo suficientemente grande para que una persona se pudiera mover a través de él. Los últimos vestigios de humo de la fogata se fueron flotando por el agujero. —Una chimenea —murmuró Klaus—, me preguntaba por qué la fogata no llenaba la cueva de humo.
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—El nombre oficial es Vertical Flameante Desviación —susurró el Explorador—, sirve como una chimenea y un pasadizo secreto. Se extiende desde la cueva hasta el Valle del Fortín Desembocado. Si subimos por ahí podremos llegar a la sede en cuestión de horas, en lugar de subir por la montaña. Hace años había un tubo de metal que corría por el centro del agujero que la gente podía utilizar para deslizarse hacia abajo y esconderse en esta cueva en caso de una emergencia. El tubo ya no está, pero debe haber pequeños puntos de apoyo en los laterales de la pared para escalar — con la linterna señaló hacia la pared de la cueva y, por supuesto, los Baudelaire pudieron ver dos filas de pequeños agujeros excavados, perfectos para poner las manos y los pies. —¿Cómo sabes todo esto? —le preguntó Violet. El Explorador la miró por un momento, y a los Baudelaire les parecía que estaba sonriendo detrás de su máscara. —Lo leí —dijo—, en un libro llamado Notables Fenómenos de las Montañas Mortmain. —Me suena familiar —dijo Klaus.
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—Debería —dijo el Explorador—, lo tomé prestado de la biblioteca del Dr. Montgomery. El Dr. Montgomery fue uno de los primeros tutores de los Baudelaire, y ante la sola mención de su nombre Violet y Klaus descubrieron que tenían varias preguntas más que querían hacer. —¿Cuándo… —Violet comenzó. —¿Por qué… —Klaus comenzó. —Carm… —otra voz sorprendió a los Baudelaire y a el Explorador… la voz de Bruce, quien se había despertado con el sonido de la conversación. Los tres niños se paralizaron por un momento, mientras Bruce se enredó en su manta y, con un largo suspiro, se volvió a dormir. —Hablaremos cuando lleguemos a la sede —susurró el Explorador—, la Vertical Flameante Desviación hace mucho eco, por lo que tendremos que ser absolutamente silenciosos a medida que ascendemos, el ruido o eco alertará a Bruce y a los Exploradores de Nieve. Adentro está muy oscuro, por lo que hay que buscar puntos de apoyo en la oscuridad, y el aire se llena de humo, pero si no se quitan sus máscaras estas filtrarán el aire y harán más fácil el respirar. Yo iré primero y los guiaré. ¿Están listos?
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Violet y Klaus se vieron el uno al otro. A pesar de que no podían verse las caras a través de las máscaras, los dos hermanos sabían que no estaban en absoluto preparados. Seguir a un completo desconocido por un pasadizo secreto a través del centro de las montañas, hacia una sede que ni siquiera tenían la seguridad de que existiera, no les parecía algo muy seguro. La última vez que habían acordado realizar un arriesgado viaje su hermana menor les había sido arrebatada. ¿Qué pasaría esta vez, estando a solas con una misteriosa persona enmascarada en un agujero oscuro y lleno de humo? —Sé que debe ser difícil para ustedes confiar en mí, Baudelaires —dijo el Explorador con el suéter—, después de que tantas personas les han hecho tanto mal. —¿Puedes darnos una razón para confiar en tí? — preguntó Violet. El Explorador miró al suelo por un momento, y luego volvió la máscara para hacer frente a los Baudelaire. —Uno de ustedes mencionó la palabra “Xenófilo” — dijo—, cuando estaba hablando con Bruce sobre ese tonto juramento. “Xenófilo” es una palabra que se refiere a las
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personas que sienten gran simpatía por cosas o personas extranjeras. —Tiene razón —murmuró Klaus a su hermana. —Yo sé que tener un buen vocabulario no garantiza que yo sea una buena persona —dijo el muchacho—, pero sí significa que he leído mucho. Y en mi experiencia, es menos probable que las personas de buen leer sean malas. Violet y Klaus se miraron entre sí a través de sus máscaras. Ninguno de ellos estaba convencido en su totalidad por lo que el Explorador enmascarado había dicho. Hay, por supuesto, un montón de gente malvada que ha leído muchos libros, y un montón de gente muy amable que al parecer han encontrado otras maneras de pasar el tiempo. Pero los Baudelaire sabían que había algo de verdad en lo que había dicho el niño, y tuvieron que admitir que preferían tomar su oportunidad con un desconocido que sabía el significado de la palabra “Xenófilo”, en lugar de salir de la cueva y tratar de encontrar la sede por su cuenta. Así que los hermanos se volvieron hacia el explorador, asintieron con sus máscaras, y lo siguieron a lo largo de los puntos de apoyo en la pared, asegurándose de que aún tenía todos los objetos que habían sacado de la caravana con ellos. Los
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escalones eran sorprendentemente fáciles de usar, y en poco tiempo los Baudelaire estaban siguiendo al Explorador misterioso dentro del oscuro y ahumado pasadizo. La Vertical Flameante Desviación que conectaba a la sede de las Montañas Mortmain con esta particular cueva de Voluntarios Felinos Detectives fue una vez uno de los secretos mejor guardados del mundo. Todo el que quisiera usarla tenía que responder correctamente a una serie de preguntas sobre la fuerza de la gravedad, los hábitos de los animales carnívoros y los temas centrales de las novelas rusas, por lo que muy pocos conocían el lugar exacto del pasadizo. Hasta la llegada de los dos Baudelaire, el pasaje no había sido utilizado durante muchos años, desde que uno de mis compañeros quitó el tubo con el fin de utilizarlo en la construcción de un submarino. Por lo que sería exacto decir que la Vertical Flameante Desviación era un camino menos transitado… incluso menos transitado que el camino a través de las Montañas Mortmain en la que este libro comenzó. Mientras que los Baudelaire mayores tenían una muy buena razón para ir por el camino menos transitado, con el fin de llegar a toda prisa a la sede y rescatar a su hermana de las garras del Conde Olaf, no hay razón alguna en el mundo
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por la que tú debas ir por el camino menos transitado y seguir leyendo el resto de este lamentable capítulo, que describe su oscuro y humoso viaje. El aire ceniciento de la fogata los Exploradores de Nieve— hacía difícil el respirar, incluso a través de las máscaras, y Violet y Klaus tuvieron que luchar por no toser, conscientes de que el sonido de la tos haría un fuerte eco por el pasadizo y despertaría a Bruce, pero no hay ninguna razón por la que tú debas luchar a través de mi triste descripción de este problema. Un número considerable de arañas se habían dado cuenta de que los puntos de apoyo no habían sido utilizados últimamente y se habían mudado para convertirlos en condominios de araña, pero no estás obligado a leer lo que ocurre cuando las arañas son repentinamente despertadas con un sobresalto por la repentina aparición de un pie escalador en sus nuevos hogares. Y a medida que los Baudelaire seguían al Explorador más y más hacia arriba, los fuertes vientos helados desde lo alto de la montaña se precipitaban a través del pasadizo, y los tres jóvenes se aferraban a los puntos de apoyo con sus propias vidas, con la esperanza de que el viento no los golpeara y los enviara de vuelta al fondo de la cueva. Pero incluso si los Baudelaire consideraban necesario
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seguir subiendo por el resto de ese día oscuro para llegar a la sede lo más rápido posible, y a pesar de que creo que es necesario que deje de hablar para que mi historia de los Baudelaire sea tan exacta y tan completa como sea posible, no es necesario que tú termines de leer el resto de este capítulo, para así evitar que seas tan miserable como sea posible. Mi descripción del viaje que hicieron los Baudelaire a través del camino menos transitado comienza en la página siguiente, pero te ruego que no viajes con ellos. En cambio, puedes tomar una página del libro de Bruce y pasar directamente al Capítulo Seis, y encontrar mi informe sobre las tribulaciones de Sunny Baudelaire —una palabra que aquí significa “la oportunidad de escuchar a escondidas mientras cocina para un grupo de teatro”— con el Conde Olaf, o puedes saltar al capítulo siete, cuando los Baudelaire mayores llegan al lugar donde se encuentra la sede de V.F.D. y desenmascaran al desconocido que los llevó hasta ahí, o puedes tomar el camino más frecuentado omitiendo este libro por completo y encontrar algo mejor que hacer con tu tiempo además de acabar esta triste historia convirtiéndote en una persona agotada, llorosa, y de buen leer.
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El viaje de los Baudelaire subiendo por la Vertical Flameante Desviación fue tan oscuro e insidioso que no se puede describir sólo con escribirlo El viaje de los Baudelaire subiendo por la Vertical Flameante Desviación fue tan oscuro e insidioso que no se puede describir sólo con escribirlo El viaje de los Baudelaire subiendo por la Vertical Flameante Desviación fue tan oscuro e insidioso que no se puede describir sólo con escribirlo El viaje de los Baudelaire subiendo por la Vertical Flameante Desviación fue tan oscuro e insidioso que no se puede describir sólo con escribirlo El viaje de los Baudelaire subiendo por la Vertical Flameante Desviación fue tan oscuro e insidioso que no se puede describir sólo con escribirlo —Mi querida hermana, estoy tomando un gran riesgo al ocultar una carta para ti dentro de uno de mis libros, pero estoy seguro de que incluso las personas más melancólicas y de buen leer en el mundo han encontrado mi historia de las vidas de los tres niños Baudelaire aún más miserable de lo que les había prometido, por lo que este libro se quedará en las estanterías de las bibliotecas, completamente ignorado, esperando a que lo abras y encuentres este mensaje. Como precaución adicional, les advertí que el resto de este capítulo contiene una
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descripción del miserable viaje de los Baudelaire subiendo por la Vertical Flameante Desviación, por lo que cualquier persona que tenga el coraje de leer esta descripción es probablemente lo suficientemente valiente como para leer mi carta escrita a ti. Al fin he descubierto el paradero de la evidencia que me va a exonerar, una frase que aquí significa “demostrar a las autoridades que fue el Conde Olaf, y no yo, quien inició todos esos incendios”. Tu sugerencia, hace muchos años durante ese día de campo, de que un juego de té sería un lugar perfecto y a la mano para ocultar algo pequeño e importante en un día oscuro, resultó ser correcta. (Por cierto, tu otra sugerencia, durante otro día de campo, de que una simple combinación de rodajas de mango, frijol negro y apio picado mezclado con pimienta, jugo de limón, y aceite de oliva pude dar como resultado una deliciosa ensalada también resultó ser correcta). Ahora me dirijo hacia el Valle del Fortín Desembocado, a fin de continuar mi investigación sobre la historia de los Baudelaire. También espero finalmente recuperar las pruebas mencionadas anteriormente. Es demasiado tarde para recuperar mi felicidad, por supuesto, pero al menos puedo
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limpiar mi nombre. Desde el sitio de la sede de V.F.D. iré directamente al Hotel Denouement. Voy a llegar el… bueno, no sería prudente escribir la fecha, pero debe ser fácil para ti recordar el cumpleaños de Beatrice. Nos vemos en el hotel. Trata de conseguir una habitación que no tenga cortinas feas. Con todos mis respetos,
Lemony Snicket
P.D. Si sustituyes el apio picado por corazones de palmito, sigue siendo igualmente deliciosa.
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CAPÍTULO
En las primeras horas de la mañana, mientras los dos mayores Baudelaire luchaban por mantener el equilibrio mientras subían por la Vertical Flameante Desviación —y sinceramente espero que no hayas leído la descripción de ese viaje— la más joven de los Baudelaire se encontraba luchando con un tipo diferente de equilibrio. Sunny no había disfrutado de la larga y fría noche en el Monte Tensión. Si alguna vez has dormido en una cacerola con una tapa en el pico más alto de una cordillera, entonces sabes que es un lugar incómodo para descansar, incluso si encuentras un paño de cocina en su interior que pueda servirte como manta. Durante toda la noche, los helados vientos de la montaña
soplaron a través de los pequeños agujeros de la tapa, haciendo tanto frío en el interior de la cacerola que los enormes dientes de Sunny castañearon toda la noche, dejándole pequeños cortes en los labios y con tal ruido que era imposible dormir. Finalmente, cuando los primeros rayos del sol de la mañana se filtraron a través de los agujeros y el ambiente se calentó lo suficiente como para haberse quedado dormida, el Conde Olaf salió de su tienda de campaña y quitó la tapa de la cacerola con una patada para comenzar a darle órdenes a Sunny. —¡Despierta, tú, pesadilla de dentista! —le gritó. Sunny abrió un agotado ojo y se encontró mirando los pies del villano, en particular el tatuaje en el tobillo izquierdo de Olaf, algo tan horrible de ver que fue suficiente para que deseara mantener sus ojos cerrados. En el tobillo de Olaf estaba tatuada la imagen de un ojo, y a Sunny le parecía que ese ojo había estado observando a los Baudelaire desde que iniciaron sus problemas, desde aquel día en la Playa Salada cuando se enteraron de que un terrible incendio había destruido su casa. Una y otra vez, el Conde Olaf había tratado de ocultar ese ojo por lo que las autoridades no lo reconocían, por lo que los niños siempre
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trataban de descubrir el ojo que se encontraba detrás de sus ridículos disfraces, y los Baudelaire comenzaron a ver los ojos en otros lugares, como en la oficina de una malévola hipnotista, en un lado de la carpa de un carnaval, en el bolso de Esmé Miseria, y en el collar de una misteriosa adivina. Era casi como si esos ojos hubieran reemplazado a los ojos de sus padres, pero en lugar de vigilar a los niños y asegurarse de que estaban a salvo de todo daño, este ojo sólo los miraba fijamente, como si no le importara los problemas de los niños o no pudiera hacer nada al respecto. Si se ve de cerca se pueden distinguir las letras V.F.D. medio escondidas en los ojos, y esto recordó a Sunny los siniestros secretos que rodeaban a los tres hermanos, y lo lejos que aún estaban para poder entender la red de misterios en las que se encontraban envueltos. Pero es difícil pensar en misterios y secretos a primera hora de la mañana, sobre todo si hay alguien gritándote, y Sunny centró su atención a lo que estaba diciendo su secuestrador. —Vas a cocinar y limpiar para nosotros huérfana —dijo el Conde Olaf—, y puedes comenzar preparando el desayuno. Tenemos un gran día por delante, y un buen
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desayuno le dará a mí y a mi grupo la energía que necesitamos para cometer toda clase crímenes abominables. —¿Plakna? —Sunny preguntó, y quería decir “¿Cómo se supone que voy a preparar el desayuno en la cima de una montaña helada?” pero el Conde Olaf se limitó a sonreír desagradablemente. —Es una pena que tu cerebro no sea tan grande como tus dientes, pequeña chimpancé —dijo—. Como siempre, diciendo sinsentidos. Sunny suspiró, frustrada por el hecho de que no había nadie en la cima de las Montañas Mortmain que entendiera lo que estaba tratando de decir. —Traductor —dijo, lo que significaba “Sólo porque tú no puedas entender algo no quiere decir que sea un sinsentido”. —Ahí vas, a balbucear de nuevo —dijo Olaf, y le tiró las llaves del auto a Sunny—. Saca las provisiones, que compramos en el supermercado, del maletero del auto y ponte a trabajar. Sunny de repente pensó en algo que podría animarla un poco.
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—Sneakitawc —dijo, que era su manera de decir “Por supuesto, ya que no puedes entenderme, te puedo decir lo que quiera, y no tendrás la menor idea de lo que estoy hablando”. —Me estoy empezando a cansar de tu ridículo impedimento del habla —dijo el Conde Olaf. —Brummel —dijo Sunny, lo que significaba “En mi opinión, necesitas desesperadamente un baño y tu ropa es un desastre”. —Silencio en este mismo instante —ordenó Olaf. —Busheney —dijo Sunny, y quería decir algo como “Eres un malvado hombre sin preocupación alguna por los demás”. —¡Cállate! —gritó el conde Olaf—. ¡Cierra la boca y comienza a cocinar! Sunny salió de la cacerola y se puso de pie, mirando hacia abajo al suelo cubierto de nieve, por lo que el villano no pudo que ver que estaba sonriendo. No es bueno burlarse de la gente, por supuesto, pero la joven Baudelaire sentía que no había nada malo con disfrutar de una broma a expensas de un criminal tan perverso, y caminó hacia el auto de Olaf con el corazón ligero, un frase que aquí significa “de una
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manera sorprendentemente alegre teniendo en cuenta que estaba en las garras de un despiadado villano en la cima de una montaña tan fría que incluso la cascada de al lado estaba congelada”. Pero cuando Sunny Baudelaire abrió el maletero del auto su sonrisa se desvaneció. En circunstancias normales, guardar las provisiones del supermercado en el maletero de un auto durante un largo periodo de tiempo no es sabio, debido a que algunos alimentos se echan a perder sin no están refrigerados. Pero Sunny vio que la temperatura de las Montañas Mortmain había hecho mucho más que mantener las provisiones refrigeradas. Toda la comida estaba cubierta con una fina capa de escarcha, y Sunny tuvo que meterse en el maletero y quitar la escarcha con sus propias manos para ver qué podría preparar para el grupo. Había una gran variedad de comida congelada que Olaf había robado del carnaval, pero ninguna parecía adecuada para el desayuno. Había una bolsa de granos de café bajo un arpón y un trozo congelado de espinacas, pero no había manera de moler los granos en pequeños pedazos para hacer café. Junto a una cesta de picnic y a una bolsa grande de hongos, había un contender con jugo de naranja, pero estaba cerca de uno de
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los agujeros de bala en el maletero, por lo que se había congelado completamente por el frío. Después Sunny movió hacia un lado tres trozos de queso frío, una gran lata de castañas de agua, y una berenjena tan grande como ella, y finalmente encontró un pequeño frasco de mermelada de moras, y una barra de pan con la que podría preparar tostadas, a pesar de que hiciera tanto frío que parecieran más un tronco que el ingrediente para un desayuno. —¡Despierta! —Sunny se asomó fuera del maletero y vio al Conde Olaf llamando a través de la puerta de una de las tiendas de campaña que ella había ensamblado—. ¡Despierta y vístete para el desayuno! —¿No podemos dormir diez minutos más? —preguntó la voz quejosa del Hombre con Ganchos en vez de Manos—. Estaba teniendo un hermoso sueño en el que estornudaba sin cubrirme la nariz y la boca, mientras todo el mundo recibía mis gérmenes. —¡Por supuesto que no! —respondió Olaf—. Tengo un montón de trabajo para ti. —Sin embargo, Olaf —dijo Esmé Miseria, al salir de la tienda que había compartido con el Conde Olaf. Su cabello estaba con rulos, vestía una bata larga y un par de pantuflas
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de peluche—. Necesito un poco de tiempo para escoger que ropa me pondré. No se puede incendiar una sede sin llevar ropa a la moda adecuada. Sunny contuvo el aliento. Ella sabía que Olaf estaba ansioso por llegar a la sede de V.F.D. tan pronto como fuera posible, con el fin de poner en sus manos los restos de cierta evidencia crucial, pero no se le había ocurrido que combinaría esta toma-de-evidencia con su habitual piromanía, una palabra que aquí significa “amor por el fuego, generalmente producido en una mente enferma”. —No entiendo porque necesitas hacer eso todo el tiempo —fue la respuesta malhumorada del Conde Olaf a su novia—. Después de todo, yo siempre me pongo la misma ropa durante semanas, excepto cuando me disfrazo, y siempre me veo insoportablemente guapo. Bueno, supongo tienes unos minutos antes de que el desayuno esté listo. La lentitud del servicio es una de las desventajas de tener a niños como esclavos —Olaf se dirigió con grandes pasos hacia el auto y miró a Sunny, quien todavía estaba agarrando la barra de pan. —Date prisa, bocona —gruñó a Sunny—. Necesito una buena comida caliente para quitarme el frío de la mañana.
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—¡Nofacil! —gritó Sunny. Por “Nofacil” quería decir “Para preparar una comida caliente sin electricidad, necesito fuego, y esperar que un bebé encienda un fuego por sí misma en la cima de una montaña nevada es cruelmente imposible e imposiblemente cruel” pero Olaf sólo frunció el ceño. —Tu lenguaje infantil está comenzando a molestarme —dijo. —Higiene —dijo Sunny, sólo para sentirse mejor. Quería decir algo así como “Además, deberías de estar avergonzado por llevar la misma ropa durante semanas sin lavarla”, pero Olaf sólo frunció el ceño y volvió a su tienda. Sunny miró los fríos ingredientes y trató de pensar. Incluso si hubiera tenido la edad suficiente para encender un fuego por sí misma, Sunny sentía cierto nerviosismo por el fuego desde aquel incendio que destruyó la mansión Baudelaire. Pero al pensar en el incendio que destruyó su casa, recordó algo que su madre le había dicho una vez. Un día estaban las dos muy ocupadas en la cocina… la madre de Sunny estaba ocupada preparando un delicioso y elegante almuerzo, y Sunny estaba ocupada haciendo caer un tenedor al suelo una y otra vez para ver qué tipo de sonidos hacía. El almuerzo estaba a punto de comenzar, y la madre de Sunny
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mezclaba rápidamente una ensalada con rodajas de mango, frijol negro y apio picado mezclado con pimienta, jugo de limón, y aceite de oliva. —Esta no es una receta muy complicada, Sunny —le había dicho su madre—, pero si arreglo la ensalada muy bien sobre los platos de lujo, la gente pensará que he estado cocinando todo el día. A menudo, cuando uno cocina, la presentación de la comida puede ser tan importante como la propia comida. Pensando en lo que había dicho su madre, abrió la cesta de picnic del maletero de Olaf y descubrió que contenía una vajilla elegante, decorada con el familiar símbolo de un ojo, y un pequeño juego de té. Luego se arremangó las mangas —una expresión que aquí significa “se enfocó totalmente en su tarea, aunque en realidad no se arremangó las mangas, ya que hacía mucho frío en el pico más alto de las Montañas Mortmain”— y se puso a trabajar mientras el Conde Olaf y sus compañeros comenzaban su día. —Utilizaré esta manta como mantel —escuchó Sunny decir a Olaf en la tienda, sobre el sonido que sus propios dientes estaban haciendo.
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—Buena idea —oyó responder a Esmé—. Es muy in desayunar al fresco. —¿Qué significa eso? —Olaf preguntó. —Eso significa “afuera” por supuesto —explicó Esmé—. Es muy de moda tomar las comidas al aire libre. —Yo sabía lo que significaba —respondió el Conde Olaf—. Sólo estaba poniéndote a prueba. —Eh, jefe —dijo Hugo en la tienda al lado—. Colette no me quiere prestar su hilo dental. —No hay ninguna razón para usar hilo dental —dijo el Conde Olaf—, a menos que estés tratando de estrangular a alguien con un cuello muy frágil. —Kevin, ¿me harías un favor? —preguntó el Hombre con Ganchos en vez de Manos, mientras Sunny luchaba para abrir el contender con jugo de naranja—. ¿Me ayudarías a peinarme? Estos ganchos a veces lo hacen difícil. —Siento envidia de tus ganchos —respondió Kevin—, no tener manos es mejor que tener dos manos con la misma fuerza. —No seas ridículo —dijo una de las mujeres empolvadas—. Tener la cara empolvada es aún peor.
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—Pero tú tienes la cara blanca porque te maquillas — dijo Colette, mientras Sunny salía del maletero y se arrodillaba en la nieve—. Incluso estás poniendo polvo en tu cara en este momento. —¿Tienen que pelear cada mañana? —preguntó el Conde Olaf, y salió de su tienda llevando una manta cubierta con imágenes de ojos—. Que alguien tome la manta y ponga la mesa allá sobre la roca plana. Hugo salió de la tienda y le sonrió a su nuevo jefe. —Con mucho gusto —dijo. Esmé salió de la tienda, después de haberse cambiado, vistiendo un brillante traje para nieve de color rojo, y puso su brazo alrededor de Olaf. —Dobla la manta en un gran triángulo —le dijo a Hugo—. Así es como se pone la mesa. —Sí, señora —dijo Hugo—, y, si no le importa que lo diga, lleva un traje para nieve muy hermoso. La villana novia se comenzó a mover en todos los sentidos para mostrar y modelar su ropa desde todos los ángulos. Sunny levantó la mirada y notó que en la parte trasera del traje había cosida una letra B, junto con el símbolo de un ojo.
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—Me alegro que te guste, Hugo —dijo Esmé—. Es robado. El Conde Olaf miró a Sunny y rápidamente se puso delante de su novia. —¿Qué estás mirando, dientona? —le preguntó—. ¿Has terminado de hacer el desayuno? —Casi —dijo Sunny. —Esa mocosa siempre dice sinsentidos —dijo Hugo—, no es de extrañar que nos haya engañado haciéndose pasar como fenómeno de carnaval. Sunny suspiró, pero nadie la escuchó sobre las risas burlonas del grupo de Olaf. Uno por uno, los espantosos villanos empleados iban saliendo de la tienda, acercándose a la roca plana, donde Hugo estaba doblando la manta. Una de las mujeres empolvadas miró rápidamente a Sunny y le dio una pequeña sonrisa, pero nadie se ofreció a ayudarla a terminar con los preparativos del desayuno, o incluso a poner la mesa con los platos decorados con ojos. En su lugar, se reunieron alrededor de la roca, riendo y charlando hasta que Sunny cuidadosamente les llevó el desayuno, puesto sobre una gran bandeja con forma de ojo que había encontrado en el fondo de la cesta de picnic. Incluso si aún estaba asusta
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por el hecho de estar en las garras de Olaf y preocupada por sus hermanos, Sunny no pudo evitar sentirse un poco orgullosa mientras el Conde Olaf y sus compinches miraban la comida que había preparado. Sunny había tomado en cuenta lo que su madre había dicho acerca de que la presentación de la comida es tan importante como la comida en sí, y había logrado hacer un delicioso desayuno a pesar de las adversas circunstancias. Primero, había abierto el contender con jugo de naranja congelado y utilizó una pequeña cuchara para raspar el hielo hasta que tuvo un gran montón de virutas de jugo de naranja, que colocó en pequeños montones sobre cada plato para hacer granita de naranja, una fría y deliciosa mezcla que se sirve a menudo en cenas lujosas y en bailes de máscaras. Luego, Sunny se enjuagó la boca con nieve derretida para que fuera lo más higiénico posible, y picó algunos de los granos de café con sus dientes. Puso un poco de café molido dentro de cada vaso y lo combinó con más nieve que había derretido con sus propias manos para hacer café con hielo, una deliciosa bebida que disfruté por primera vez cuando visité Tailandia para entrevistar a un taxista. Mientras tanto, la joven Baudelaire había puesto el pan congelado por
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debajo de su camisa para que se calentara un poco, y cuando estuvo lo suficientemente caliente para ser comido puso una rebanada en cada plato, y con una pequeña cuchara untó un poco de mermelada de moras en cada pedazo de pan. Hizo todo lo posible para que la mermelada tuviera forma de ojo, para complacer a los villanos que lo comerían, y como toque final se encontró con un ramo de flores, que el conde Olaf le había dado a su novia no hace mucho tiempo, y lo puso en el pequeño jarro del juego de té que se utiliza para la crema. No había crema, pero el ramo ayudaría con la presentación de la comida, sirviendo como centro de mesa, una palabra que aquí significa “elemento decorativo colocado en el centro de una mesa, a menudo utilizado para distraer a la gente de la comida”. Por supuesto, la granita de naranja y el café con hielo a menudo no se sirven al fresco como desayuno sobre la cima de los helados picos de las montañas, y el pan con mermelada es mucho mejor si primero se tuesta, pero sin una fuente de calor o de cualquier otro equipo de cocina, Sunny lo había hecho lo mejor que había podido, y esperaba que Olaf y su grupo pudieran apreciar sus esfuerzos. —Caffefredde, sorbete, tartartoast —anunció.
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—¿Qué es esto? —preguntó el Conde Olaf con recelo, mirando su taza de café—. ¡Se ve como el café, pero es frío y está congelado! —¿Y qué es esa cosa naranja? —Esmé preguntó con suspicacia—. ¡Quiero una comida a la moda, no un puñado de hielo! Colette tomó un pedazo de pan y lo miró con recelo. —Esta tostada está cruda —dijo—. ¿Es seguro comer pan crudo? —Por supuesto que no —dijo Hugo—. Apuesto a que la bebé está tratando de envenenarnos. —En realidad, el café no está mal —dijo una de las mujeres empolvadas—, aunque si un poco amargo. ¿Podría alguien pasarme el azúcar, por favor? —¿Azúcar? —Gritó el Conde Olaf estallando en cólera. Se levantó, tomó de un extremo de la manta, y tiró tan fuerte como pudo, lanzando al aire todo el trabajo duro de Sunny. Los alimentos, bebidas y platos cayeron por todas partes, y Sunny tuvo que agacharse para evitar ser golpeada en la cabeza con un tenedor—. ¡Ni todo el azúcar del mundo podría salvar este terrible desayuno! —rugió, y luego se inclinó por lo que sus brillantes, brillantes ojos miraban
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directamente a Sunny—. ¡Te dije que hicieras un buen desayuno caliente, y me diste un frío y repugnante sinsentido! —dijo, mientras su mal aliento hacia una nube por el helado aire—. ¿No ves a que altura estamos, tu especie de babuino dientes de sable? Si te lanzara del Monte Tensión no sobrevivirías. —Olaf —dijo Esmé—. ¡Me sorprendes! Seguramente recuerdas que nunca conseguiremos la fortuna Baudelaire si tiramos a Sunny por la montaña. Tenemos que mantener a Sunny con vida por el bien común. —Sí, sí —dijo el Conde Olaf—. Lo recuerdo. No tiraré a la huérfana de la montaña. Sólo quería asustarla —le dio una cruel sonrisa a Sunny, y luego se volvió hacia el Hombre con Ganchos en vez de Manos—. Ve a la cascada congelada —dijo—, y haz un agujero en el hielo con tus ganchos. La corriente está llena de salmón afligido. Recoge lo suficiente para todos nosotros y haremos que el bebé prepare una comida real. —Buena idea, Olaf —dijo el Hombre con Ganchos en vez de Manos, se puso de pie y caminó hacia la pendiente de hielo—. Es tan listo como inteligente.
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—Sakesushi —dijo Sunny en voz baja, lo que significaba “No creo que disfrutes del salmón si está crudo”. —Deja de balbucear y lava los platos —ordenó Olaf—. Están cubiertos con esa repugnante y pésima comida. —Usted sabe, Olaf —dijo la mujer empolvada que había pedido el azúcar—, no es de mi incumbencia, pero podríamos poner a otra persona a cargo de la cocina. Probablemente fue difícil para un bebé preparar un desayuno caliente sin fuego. —Pero claro que hay fuego, un gran incendio —dijo una profunda y baja voz, y todos se volvieron para ver quién había llegado. Tener un aura amenazante es como tener una comadreja como mascota, ya que raramente conoces a alguien que tenga una, y cuando lo haces te dan ganas de esconderte debajo de la mesa de café. Un aura amenazante no es más que una clara sensación de maldad que acompaña la llegada de alguna persona, y muy pocas personas son lo bastante malvadas como para producir una fuerte aura amenazante. El Conde Olaf, por ejemplo, tenía un aura amenazante que los tres Baudelaire habían sentido desde el momento en que lo conocieron, pero un gran número de personas nunca pareció
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darse cuenta de que había un villano a su alrededor, incluso cuando Olaf se encontraba justo al lado de ellos con un brillo maligno en sus ojos. Pero cuando los dos visitantes llegaron al pico más alto de las Montañas Mortmain, su aura amenazante era inconfundible. Sunny se quedó sin aliento cuando los vio. Esmé Miseria se estremeció dentro de su traje para nieve. Los miembros del grupo de Olaf —todos excepto el Hombre con Ganchos en vez de Manos, quien estaba muy ocupado pescando salmones, teniendo así la suerte de pasar por alto la llegada de los visitantes— miraron hacia abajo, al suelo cubierto de nieve, en lugar de echarles un vistazo más a fondo a los visitantes. El conde Olaf parecía un poco nervioso cuando el hombre, la mujer, y su aura amenazante se acercaban más y más. Y hasta yo, después de tanto tiempo, aún puedo sentir su aura amenazante tan fuerte con sólo escribir acerca de estas dos personas, a quienes no me atrevo a nombrar, y en su lugar me referiré a ellos de la misma forma a la que todos los que se atreven a referirse a ellos se refieren a ellos, como “el hombre con barba pero sin pelo” y “la mujer con pelo pero sin barba”. —Es un placer verte, Olaf —continuó la profunda voz, y Sunny se dio cuenta de que la voz pertenecía a la mujer de
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aspecto siniestro. Ella estaba vestida con un traje hecho de un tejido extraño de color azul que era muy brillante, decorado con dos grandes hombreras, una en cada hombro. Ella estaba arrastrando un deslizador de madera —una palabra que aquí significa “un trineo lo suficientemente grande como para llevar a varias personas”— que hacía un chirriante extraño sonido contra el frío suelo—. Estaba preocupada de que las autoridades te hubieran capturado. —Te ves bien —dijo el hombre con barba pero sin pelo. Iba vestido de forma idéntica a la mujer con pelo pero sin barba, pero su voz era muy ronca, como si hubiera estado gritando durante horas y casi no pudiera hablar—. Ha pasado mucho tiempo desde que nuestros ojos se cruzaron por última vez —el hombre le dio a Olaf una sonrisa que la hacía parecer aún más fría en la cima de la montaña, y luego se detuvo y ayudó a la mujer a apoyar el deslizador en la roca donde Sunny había servido el desayuno. La Baudelaire más joven vio que el deslizador estaba pintado con la familiar imagen de un ojo, y tenía un par de largas correas de cuero, presumiblemente utilizadas para dirigirlo. El Conde Olaf tosió ligeramente en su mano, que es algo que la gente suele hacer cuando no sabe qué decir.
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—Hola —dijo, un poco nervioso—, ¿Le he oído decir algo acerca de un incendio? El hombre con barba pero sin pelo y la mujer con pelo pero sin barba se miraron entre sí y comenzaron a reír por lo que Sunny se tapó los oídos con sus manos. —¿No te has dado cuenta —dijo la mujer—, de que no hay mosquitos de nieve alrededor? —Ya nos habíamos dado cuenta —dijo Esmé—. Pensé que tal vez los mosquitos de nieve ya no eran in. —No seas ridícula, Esmé —dijo el hombre con barba pero sin pelo. Tomó la mano de Esmé y la besó, Sunny pudo ver que temblaba—. Los mosquitos no están por los alrededores ya que pueden oler el humo. —Yo no huelo nada —dijo Hugo. —Bueno, si fueras un diminuto insecto, podrías olerlo —respondió la mujer con pelo pero sin barba—. Si fueras un mosquito de nieve, podrías oler el humo de la sede en llamas de V.F.D. —Te hicimos un favor, Olaf —dijo el hombre—. Quemamos todo el lugar. —¡No! —gritó Sunny, antes de que pudiera detenerse. Por “¡No!” quería decir “Ciertamente espero que eso no sea
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cierto, porque mis hermanos y yo teníamos la esperanza de llegar a la sede de V.F.D. y resolver los misterios que nos rodean, y quizás encontrar a uno de nuestros padres”, pero ella no tenía intención de decirlo en voz alta. Los dos visitantes miraron a la joven Baudelaire, dirigiendo su aura amenazante hacia ella. —¿Qué es eso? —preguntó el hombre con barba pero sin pelo. —Esa es la Baudelaire más joven —contestó Esmé—. Hemos eliminado a los otros dos, pero nos hemos quedado con ella para poder hacer nuestra oferta y finalmente robar la fortuna. La mujer con pelo pero sin barba asintió con la cabeza. —Los niños sirviente dan muchos problemas —dijo—. Yo tuve un niño como sirviente una vez… hace mucho tiempo, antes del cisma. —¿Antes del cisma? —preguntó Olaf, y Sunny deseó que Klaus estuviera ahí con ella, porque la bebé no sabía lo que significaba la palabra “cisma”—. Eso sí que ha sido hace mucho tiempo. Ese niño ahora debe ser toda una persona adulta.
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—No necesariamente —dijo la mujer, y se rió de nuevo, mientras que su compañero se inclinaba para mirar a Sunny. Sunny no podía ver directamente a los ojos del hombre con barba pero sin pelo, y en su lugar miró sus brillantes zapatos. —Así que esta es Sunny Baudelaire —dijo en su extraña y ronca voz—. Bien, bien, bien. He oído muchas cosas acerca de esta pequeña huérfana. Ha causado muchos problemas, casi tantos como sus padres —se levantó de nuevo y miró a Olaf y a su grupo—. Pero sabemos cómo resolver los problemas, ¿verdad? El fuego puede resolver cualquier problema en el mundo. Se echó a reír, y la mujer con pelo pero sin barba se rió con él. Nerviosamente, el Conde Olaf se echó a reír también, y luego miró a su grupo hasta que se echaron a reír con él, y Sunny se encontró rodeada por altos villanos riéndose. —Oh, fue maravilloso —dijo la mujer con pelo pero sin barba—. Primero quemamos la cocina. Luego quemamos el comedor. Después quemamos la sala, luego el centro de disfraces, la sala de cine y los establos. Luego pasamos al gimnasio y al centro de entrenamiento, al garaje y los seis laboratorios. Quemamos los dormitorios y las aulas, el salón
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social, el teatro y la sala de música, así como el museo y la heladería. Entonces quemamos las salas de ensayo y los centros de prueba y la piscina, que fue muy difícil de quemar. Entonces quemamos todos los baños, y, finalmente, quemamos la biblioteca de V.F.D. ayer por la noche. Esa fue mi parte favorita… cientos y cientos y cientos de libros, todos reducidos a cenizas para que nadie pueda leerlos. ¡Debiste haber estado allí, Olaf! Cada mañana iniciábamos un incendio y cada noche lo celebramos con una botella de vino y con algunos títeres para dedos. Hemos estado usando estos trajes a prueba de fuego durante casi un mes. Ha sido un tiempo maravilloso. —¿Por qué queman todo gradualmente? —preguntó el Conde Olaf—. Cada vez que yo quemo algo lo hago a la primera vez. —No podríamos haber incendiado la sede de una vez —dijo el hombre con barba, pero sin pelo—. Alguien podría habernos visto. Recuerda que donde hay humo hay fuego. —Pero si quemaron la sede habitación por habitación —dijo Esmé—. ¿No escaparon todos los voluntarios? —Ellos ya se habían ido —dijo el hombre, y se rascó la cabeza donde el cabello debió haber estado—. La sede entera
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estaba desierta. Como si supieran que íbamos a venir. Pero bueno, no se pueden ganar todas. —Tal vez encontremos a algunos de ellos cuando vayamos a incendiar el carnaval —dijo la mujer, con su profunda, profunda voz. —¿El carnaval? —preguntó Olaf nerviosamente. —Sí —dijo la mujer, y se rascó en el lugar donde su barba debió haber estado, si tuviera—. Ahí hay una pieza muy importante de evidencia de V.F.D. escondida en una figurita que venden en el Carnaval Caligari, por lo que tenemos que ir a incendiarlo. —Ya quemé el lugar —dijo el Conde Olaf. —¿Todo el lugar? —la mujer dijo con sorpresa. —Todo el lugar —dijo Olaf, dándole una sonrisa nerviosa. —Felicitaciones —dijo, haciendo casi un ronroneo—. Eres mejor de lo que pensaba, Olaf —el Conde Olaf pareció aliviado, como si no hubiera estado seguro de si la mujer iba a felicitarlo o darle unas patadas. —Bueno, es todo por el bien común —dijo Olaf. —Como recompensa —dijo la mujer—, tengo un regalo para ti, Olaf —Sunny vio como la mujer metió la mano en el
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bolsillo de su brillante traje y sacó una pila de hojas de papel, atadas con una cuerda gruesa. El papel parecía muy viejo y gastado, como si hubiera pasado por muchas manos diferentes con el paso del tiempo, oculto en una serie de compartimentos secretos, y tal vez dividido en distintas pilas, viajando alrededor de una ciudad sobre carruajes tirados por caballos, y luego puestos nuevamente juntos a medianoche en la trastienda de una librería disfrazada de un café disfrazado de tienda de artículos deportivos. Los ojos del Conde Olaf se hicieron muy amplios y muy brillantes, y tomó los papeles con sus sucias manos, como si se tratara de la fortuna Baudelaire. —¡El expediente Snicket! —dijo en susurros. —Todo está aquí —dijo la mujer—. Cada carta, cada mapa y todas las fotografías del único expediente que podría meternos a todos en la cárcel. —Está completo, a excepción de la página trece, por supuesto —dijo el hombre—. Sabemos que los Baudelaire consiguieron robar esa página del Hospital Heimlich. Los dos visitantes fulminaron con la mirada a Sunny Baudelaire, que no podía dejar de gemir de miedo.
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—Surchmi —dijo. Quería decir algo como “Yo no la tengo… mis hermanos la tienen”, pero no hubo la necesidad de un traductor. —Los huérfanos mayores la tienen —dijo Olaf—, pero estoy bastante seguro de que están muertos. —Entonces, todos nuestros problemas se han convertido en humo —dijo la mujer con pelo pero sin barba. El Conde Olaf tomó el expediente y lo acercó a su pecho como si fuera un bebé recién nacido, aunque no era del tipo de persona que trataría con mucha amabilidad a un bebé recién nacido. —Este es el regalo más maravilloso del mundo — dijo—. Lo leeré en este momento. —Todos vamos a leerlo juntos —dijo la mujer con pelo pero sin barba—. Contiene todos los secretos que debemos saber. —Pero primero —dijo el hombre con barba pero sin pelo—, tengo un regalo para tu novia, Olaf. —¿Para mí? —preguntó Esmé. —He encontrado esto en una de las salas de la sede — dijo el hombre—. Nunca había visto uno antes, pero ha pasado bastante tiempo desde que fui un voluntario —con
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una socarrona sonrisa, buscó en su bolsillo y sacó un pequeño tubo verde. —¿Qué es eso? —Esmé preguntó. —Creo que es un cigarrillo —dijo el hombre. —¡Un cigarrillo! —dijo Esmé, con una sonrisa tan grande como la de Olaf—. ¡Que in! —Pensé que te gustaría —dijo el hombre—. Toma, pruébalo. Resulta que tengo un par de fósforos por aquí —el hombre con barba pero sin pelo encendió un fósforo, encendido el extremo final del tubo verde, y se lo ofreció a la malvada novia, que lo agarró y lo llevó a su boca. Un olor amargo, como el de vegetales quemándose, llenó el aire y Esmé Miseria empezó a toser. —¿Cuál es el problema? —preguntó la mujer con su profunda voz—. Pensé que te gustaba lo que es in. —Claro —dijo Esmé, y luego tosió un poco más. Sunny recordó al Sr. Poe, que siempre tosía sobre un pañuelo, mientras Esmé tosía y tosía y, finalmente, dejó caer el tubo verde al suelo, donde se quedó haciendo una cortina de humo de color verde oscuro—. Me encantan los cigarrillos —le explicó al hombre con barba pero sin pelo—, pero
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prefiero fumarlos con una larga boquilla, porque no me gustan ni su olor ni el sabor y porque luego hacen daño. —Eso no importa ahora —dijo el Conde Olaf con impaciencia—. Entremos a mi tienda y leamos el expediente —comenzó a caminar hacia la tienda, pero se detuvo y miró a su grupo, que estaban empezando a seguirlo—. Ustedes se quedarán aquí —dijo—. Hay secretos en este expediente que no quiero que conozcan. Los dos siniestros visitantes se echaron a reír, y siguieron al Conde Olaf y a Esmé al interior de la tienda de cerrando las solapas detrás de ellos. Sunny observaba en silencio junto a Hugo, Colette, Kevin, y las dos mujeres empolvadas, esperando a que el aura amenazante desapareciera. —¿Quiénes eran esas personas? —preguntó el Hombre con Ganchos en vez de Manos, y todos se volvieron para ver que había regresado de su expedición de pesca. Cuatro salmones colgaban de cada uno de sus ganchos, goteando agua de la Corriente Afligida. —No lo sé —dijo una de las mujeres empolvadas—, pero me pusieron muy nerviosa.
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—Si son amigos del Conde Olaf —dijo Kevin—. ¿Qué tan malos pueden ser? Los miembros del grupo se miraron entre sí, pero nadie respondió a la pregunta de la persona ambidiestra. —¿Qué es lo que el hombre quiso decir cuando dijo “Donde hay humo hay fuego”? —preguntó Hugo. —No lo sé —dijo Colette. Un helado viento soplaba, y Sunny miraba como se retorcía el cuerpo de la contorsionista por la brisa, hasta que parecía casi tan curvilínea como el humo del tubo verde que Esmé había tirado. —Olviden esas preguntas —dijo el Hombre con Ganchos en vez de Manos—. Mi pregunta es, ¿cómo vas a preparar este salmón, huérfana? El hombre de confianza de Olaf miró hacia abajo a Sunny, pero la Baudelaire más joven no respondió por un momento. Sunny estaba pensando que sus hermanos se habrían sentido orgullosos de ella por la forma en la que estaba pensando. Klaus se habría sentido orgulloso, porque estaba pensando en la frase “Donde hay humo hay fuego” y qué consecuencias podría tener. Y Violet se habría sentido orgullosa, porque estaba pensando en el salmón, que el Hombre con Ganchos en vez de Manos estaba sosteniendo, y
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en qué podría inventar para que la ayudara. Sunny miró al Hombre con Ganchos en vez de Manos y pensó tan duro como pudo, y se sintió casi como si sus dos hermanos estuvieran con ella, Klaus ayudándola a pensar en la frase y Violet ayudándola a pensar en un invento. —Respóndeme, mocosa —gruñó el Hombre con Ganchos en vez de Manos—. ¿Qué vas a hacer para preparar este salmón? —¡Lox! —dijo Sunny, y fue como si los tres Baudelaire hubieran respondido a la pregunta.
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CAPÍTULO
Un socio mío una vez escribió una novela llamada “Los Corredores del Poder”, que cuenta la historia de varias personas discutiendo de cómo el mundo se ha vuelto un lugar corrupto y peligroso, y si hay o no hay suficientes personas con la integridad y la decencia necesaria para evitar que todo el planeta caiga en la desesperación. No he leído esta novela en varios años, porque a menudo participo en debates que discuten de cómo el mundo se ha vuelto un lugar corrupto y peligroso,
y si no hay suficientes personas con la integridad y la decencia necesaria para evitar que todo el planeta caiga en la desesperación, no tengo necesidad pues de leer sobre esto en mi tiempo libre, pero sin embargo la expresión “los corredores del poder” ha llegado a significar el lugar silencioso y secreto donde a menudo se discuten los asuntos importantes. Sean o no corredores de verdad, los corredores del poder tienden a ser tranquilos y misteriosos. Si algunas vez has caminado dentro de un edificio importante, como la sala principal de una biblioteca o la oficina de un dentista que ha acordado camuflar tus dientes, entonces puede que hayas experimentado esa sensación que acompaña a los corredores del poder, y Violet y Klaus Baudelaire lo experimentaron al llegar al final de la Vertical Flameante Desviación, siguiendo al misterioso explorador con el suéter mientras salían del pasadizo secreto. Incluso a través de las máscaras, los dos hermanos podían sentir que estaban en un lugar importante, a pesar de que no era más que un oscuro y curvo pasillo con una pequeña rejilla en el techo, donde la luz del día brillaba a través de ella. —Ahí es por donde sale el humo de la fogata de los Exploradores de Nieve —susurró el misterioso explorador,
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apuntando hacia el techo—. Lleva directamente al centro mismo del Valle del Fortín Desembocado, por lo que el humo se dispersa a los cuatro vientos. V.F.D. no quiere que nadie vea el humo. —Donde hay humo —dijo Violet—, hay fuego. —Exactamente —dijo el explorador—. Cualquier persona que viera humo saliendo de la cima de una montaña podría sospechar e ir a investigar. De hecho, me encontré con un dispositivo que funciona exactamente de acuerdo con este principio —metió la mano en su mochila y sacó una pequeña caja rectangular llena de pequeños tubos de color verde, exactamente iguales al que Sunny había visto, aquel que el hombre con barba pero sin pelo le había dado a Esmé Miseria. —No, gracias —dijo Violet—. No fumo. —Yo tampoco —dijo el explorador—, pero estos no son cigarrillos. Estos son Verdeantes Flameantes Dispositivos. Verdeante significa “verde”, cuando enciendes uno libera un humo de color verde oscuro, por lo que otro voluntario podrá saber dónde estás. Klaus tomó la caja de las manos del explorado y los examinó en la penumbra.
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—Ya había visto una caja como esta antes —dijo—, en el escritorio de mi padre, cuando buscaba un abridor de cartas. Recuerdo que pensé que era extraño que estuvieran ahí ya que él no fumaba. —Posiblemente los estaba escondiendo —dijo Violet— , ¿Pero por qué guardarlo en secreto? —Toda la organización es un secreto —dijo el explorador—. Fue muy difícil para mí encontrar la ubicación de la sede. —También para para nosotros fue difícil —dijo Klaus—. La encontramos en un mapa codificado. —Tuve que dibujar mi propio mapa —dijo el explorador, y metió la mano en un bolsillo de su suéter. Encendió la linterna, y los dos Baudelaire pudieron ver que estaba sosteniendo un cuaderno con una cubierta de color púrpura oscuro. —¿Qué es eso? —Violet preguntó. —Es un libro común —dijo el explorador—. Cada vez que encuentro algo que parece importante o interesante, lo escribo. De esta manera, toda mi información importante está en un solo lugar.
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—Creo que debería empezar uno —dijo Klaus—. Mis bolsillos están llenos de trozos de papel. —De la información que leí del libro del Dr. Montgomery, y de algunos otros —dijo el explorador—, me las arreglé y dibujé un mapa de la ruta para llegar hasta aquí —abrió su cuaderno púrpura y pasó varias páginas hasta llegar a una pequeña pero elegante representación de la cueva, de la Vertical Flameante Desviación, y del pasillo en el que ahora se encontraban—. Como pueden ver —dijo, deslizando el dedo por el pasillo—, el pasillo se divide en dos direcciones. —Este es un mapa muy bien dibujado —dijo Violet. —Gracias —dijo el explorador—. He estado interesado en la cartografía desde hace bastante tiempo. Miren, si vamos a la izquierda, hay una pequeña área utilizada como almacén de trineos y ropa de invierno, por lo menos de acuerdo con un artículo de prensa que encontré. Pero si vamos a la derecha, llegaremos hasta una Vernácula Fortaleza Defensiva, que conduce directamente a la cocina de la sede. Posiblemente encontremos a toda la organización desayunando.
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Los dos Baudelaire se miraron entre sí a través de sus máscaras, y Violet puso una mano sobre el hombro de su hermano. No se atrevió a decir nada en voz alta, con la esperanza de que posiblemente uno de sus padres pudiera estar a la vuelta de la esquina. —Vamos —susurró Violet. El explorador asintió en silencio y llevó a los Baudelaire por el pasillo, que parecía más frío y más frío, con cada paso. En ese momento estaban tan lejos de Bruce y los Exploradores de Nieve que no había necesidad de susurrar, pero los tres niños guardaron silencio mientras caminaban por el oscuro y curvo pasillo, silenciados por la sensación de los corredores del poder. Finalmente llegaron hasta una gran puerta de metal con un extraño artefacto en el lugar en el que debería haber estado la manija. El dispositivo se parecía un poco a una araña, con ondulados cables extendiéndose en todas direcciones, pero en el lugar en el que pudo haber estado la cabeza de la araña había un teclado de una máquina de escribir. Incluso con la emoción de ver la sede, la mente inventiva de Violet estaba interesada en este dispositivo, y se acercó para ver de qué se trataba.
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—Espera —dijo el explorador con el suéter, tomándola del brazo para detenerla—. Está bloqueada con código. Si no se ingresa el código correctamente, no podremos llegar a la sede. —¿Cómo funciona? —preguntó Violet, temblando un poco por el frío. —No estoy seguro —admitió el explorador, y sacó su libro común de nuevo—. Se llama Vernácula Fortaleza Defensiva, por lo que… —Por lo tanto, funciona con el lenguaje —terminó Klaus—. Vernácula es una palabra para “un lenguaje o dialecto local”. —Por supuesto —dijo Violet—. ¿Ven cómo los alambres se enroscan alrededor de las bisagras de la puerta? Estos las bloquean, a menos que se escriba la secuencia correcta de letras en ese teclado. Hay más letras que números, por lo que será más difícil averiguar la combinación de la cerradura. —Eso es lo que he leído —confirmó el explorador mirando una página de su cuaderno—. Se supone que tienes que escribir tres frases específicas secuencialmente. Las frases cambian cada temporada, por lo que los voluntarios
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deben tener un montón de información a su alcance para poder usar esta puerta. La primera es el nombre del científico al que se le atribuye universalmente el descubrimiento de la gravedad. —Esa es fácil —dijo Violet, y escribió con el teclado SI-R-I-S-A-A-C-N-E-W-T-O-N, el nombre de un físico que siempre había admirado. Cuando terminó, hubo un sordo, sonoro y zumbante clic desde el teclado de la máquina de escribir, como si el dispositivo se estuviera calentando. —La segunda es el nombre en latín de los Voluntarios Felinos Detectives —dijo el explorador—. Encontré la respuesta en Notables Fenómenos de las Montañas Mortmain. Es Panthera leo —se inclinó hacia delante y escribió P-A-N-T-H-E-R-A-L-E-O. Hubo otro ligero y tranquilo zumbido y los niños vieron que los cables alrededor de las bisagras vibraban ligeramente. —Se está empezando a abrir —dijo Violet—. Espero tener la oportunidad de analizar este invento más adelante. —Primero lleguemos a la sede —dijo Klaus—. ¿Cuál es la tercera frase? El explorador suspiró y se volvió a una página de su libro común.
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—No estoy seguro —admitió—. Otro voluntario me dijo que es el tema central de la novela de León Tolstoi, Anna Karenina, pero no he tenido la oportunidad de leerla. Violet sabía que su hermano estaba sonriendo, a pesar de que no podía ver su cara a través de la máscara. Recordó un verano, de hace mucho tiempo, cuando Klaus era muy pequeño y Sunny aún no había sido concebida. Cada verano, la madre de los Baudelaire les leía una novela muy larga, bromeando acerca de que leer una novela muy larga era el único ejercicio que a ella le gustaba hacer durante los meses calurosos. En la época en la que Violet estaba pensando, la Sra. Baudelaire había elegido Ana Karenina como su lectura de verano, y Klaus se sentaba en el regazo de su madre mientras leía durante horas. El Baudelaire de en medio aún no entendía muchas cosas, por lo que su madre le ayudaba con las palabras difíciles y de vez en cuando dejaba de leer para explicarle lo que había sucedido en la historia, y de esta manera Klaus y su madre leyeron la historia de la Sta. Karenina, cuyo novio la trataba tan mal que terminó lanzándose a las vías de un tren. Violet había pasado la mayor parte de ese verano estudiando las leyes de la termodinámica y construyendo un helicóptero en miniatura
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con un batidor de huevos y algunos cables de cobre viejo, pero estaba segura de que Klaus debía recordar el tema central del libro que leyó en el regazo de su madre. —El tema central de Anna Karenina —dijo—, es que la simplicidad moral de la vida rural, a pesar de su monotonía, es un relato personal preferible a una vida audaz llena de pasión impulsiva que sólo conduce a la tragedia. —Ese es un tema muy largo —dijo el explorador. —Es un libro muy largo —dijo Klaus—. Pero puedo escribir con rapidez. Mis hermanas y yo, una vez escribimos un largo telegrama en cuestión de segundos. —Es una pena que el telegrama nunca llegara —dijo el explorador en voz baja, pero el Baudelaire de en medio ya estaba presionando las teclas de la Vernácula Fortaleza Defensiva. Mientras Klaus escribía las palabras “vida rural”, una frase que aquí significa “vivir en el campo”, los cables comenzaron a encresparse y desenroscarse con rapidez, como los gusanos en la acera después de que ha llovido, y cuando Klaus escribió “una relato personal preferible”, una frase que aquí significa “la manera de vivir tu vida”, la puerta entera se estremecía como si estuviera tan nerviosa como los Baudelaire. Finalmente, Klaus escribió —T-R-A-
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G-E-D-I-A, y los tres niños dieron un paso hacia atrás, pero en lugar de que la puerta se abriera dejó de temblar y los cables dejaron de moverse, y un silencio de muerte reinó por el pasillo. —No se abrió —dijo Violet—. Tal vez ese no sea el tema central de Anna Karenina de León Tolstoi. —Perecía estar funcionando hasta que se escribió la última palabra —dijo el explorador. —Tal vez el mecanismo está un poco atascado —dijo Violet. —O tal vez una vida audaz llena de pasión impulsiva puede conducir a otra cosa —dijo el explorador, y en cierto modo tenía razón. Una vida audaz llena de pasión impulsiva es una expresión que se refiere a las personas que siguen lo que está en sus corazones, y como la personas que prefieren seguir lo que está en sus cabeza, o seguir los consejos de otras personas, o seguir a un hombre misterioso con un impermeable de color azul oscuro, las personas que llevan una vida audaz llena de pasión impulsiva terminan haciendo todo tipo de cosas. Por ejemplo, si alguna vez has leído un libro titulado La Biblia, te encontrarás la historia de Adán y
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Eva, cuya vida audaz llena de pasión impulsiva les llevó a usar ropa por primera vez en su vida, con el fin de dejar el jardín infestado de serpientes donde habían estado viviendo. Bonnie y Clyde, otra famosa pareja que vivió una vida audaz llena de pasión impulsiva, terminó teniendo una exitosa aunque breve carrera como asaltantes de bancos. Y en mi caso, en las pocas veces en las que he llevado una vida audaz llena de pasión impulsiva, terminé teniendo todo tipo de problemas, desde falsas acusaciones de incendio premeditado hasta un gemelo roto que nunca puede reparar. Pero en este caso, mientras los Baudelaire se encontraban frente a la Vernácula Fortaleza Defensiva, con la esperanza de llegar a la sede de V.F.D. para rescatar a su hermana y para ver si uno de sus padres aún seguía con vida, el explorador con el suéter estaba equivocado y los dos Baudelaire tenían razón, ya que en Anna Karenina de Leo Tolstoi, una vida audaz llena de pasión impulsiva sólo conduce a la tragedia, como Klaus había dicho, y como Violet había dicho, el mecanismo estaba un poco atascado, y después de unos segundos, la puerta se abrió con un lento y misterioso crujido. Los niños entraron por la puerta, parpadeando por la súbita luz, y se quedaron congelados. Si
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has leído hasta este punto la lamentable historia de los Baudelaire, entonces no te sorprenderá saber que la sede de V.F.D. en el Valle del Fortín Desembocado en las Montañas Mortmain ya no existía, pero Violet y Klaus, por supuesto, no pudieron haber leído su propia historia. Estaban en su propia historia, y ésta fue la parte de su historia en la que se quedaron en shock ante lo que vieron. La Vernácula Fortaleza Defensiva no se abrió hacia una cocina, ya no. Cuando los Baudelaire siguieron el explorador misterioso a través de la puerta, se encontraron de pie en lo que al principio parecía ser un vasto campo, en el que crecía una negra y arruinada cosecha en un valle tan frío y con tantas corrientes de aire como su nombre. Pero poco a poco se fueron viendo los restos carbonizados de la majestuosa e imponente construcción que había estado donde los tres niños estaban parados. Cerca de allí había un puñado de plantas que habían sobrevivido a las llamas, dispersas por delante de los restos de una estufa y de un refrigerador que estaba tirado de lado, como si tratara de custodiar los restos incinerados de la cocina. Al otro lado había un montón de madera quemada que una vez fue probablemente una gran mesa de comedor, con un candelabro medio fundido que
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sobresalía de la parte superior, como si fuera un árbol bebé. Más lejos, se podían ver las misteriosas siluetas de otros objetos que habían sobrevivido al incendio: un trombón, el péndulo de un reloj, lo que parecía un periscopio o tal vez un catalejo, una bola de helado tristemente abandonada, cubierta con un montón de cenizas y azúcar quemada, y un arco de hierro adornado con las palabras “Biblioteca de V.F.D.”, pero más allá del arco no había más que montones y montones de restos ennegrecidos. Fue un espectáculo devastador, e hizo que Violet y Klaus se sintieran como si estuvieran solos en un mundo completamente en ruinas. Lo único que parecía no haber sido tocado por el fuego era una lisa pared blanca, más atrás de la nevera, que estaba tan lejos que apenas los dos hermanos la podían ver. Le tomó a los Baudelaire unos minutos darse cuenta de que era una cascada congelada, que se levantaba en una pendiente resbaladiza hacia el origen de la Corriente Afligida en el Monte Tensión, tan blanca y brillante que hizo que los restos ennegrecidos de la sede se vieran aún más oscuros. —Debió haber sido muy hermosa —dijo el explorador con el suéter, con voz temblorosa. Se dirigió hacia la cascada, batiendo el polvo negro con los pies a cada paso—.
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Leí que ahí había una gran ventana —dijo, moviendo su mano enguantada en el aire como si la ventana aún estuviera allí—. Cuando a alguien le tocaba cocinar, podía admirar la cascada mientras picaba verduras o mezclaba una salsa. Se suponía que era muy tranquilo. Y había un mecanismo justo fuera de la ventana que transformaba el agua de la corriente en vapor. El vapor se levantaba y cubría la sede para que no fuera vista a través de la cortina de niebla. Los Baudelaire caminaron hacia donde estaba el explorador, y miraron la corriente congelada al pie de la cascada. La corriente se dividía en dos afluentes, una palabra que aquí significa “divisiones de un río o un arroyo, cada una revolviéndose y fluyendo en diferentes direcciones, alejándose de las ruinas de la sede y pasando curvadamente alrededor de las Montañas Mortmain hasta desaparecer de la vista”. Violet y Klaus miraron con tristeza las congeladas aguas revueltas de color negro grisáceo que habían visto al subir caminando al lado de la Corriente Afligida. —Eran cenizas —dijo Klaus en voz baja—. Las cenizas que produjo el incendio cayeron en la corriente al pie de la cascada, y la corriente las llevó río abajo.
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Violet se dio cuenta de que era más fácil hablar de un problema pequeño que pensar en su inmensa decepción. —Pero la corriente está congelada —dijo—, es imposible que las haya llevado río abajo. —Tal vez no estaba congelada cuando sucedió —dijo Klaus—. El calor del fuego pudo haber descongelado el arroyo. —Debió haber sido un terrible espectáculo —dijo el explorador con el suéter. Los tres niños imaginaron el infierno, una palabra que aquí significa “enorme incendio que destruyó una sede secreta en la cima de las montañas”. Casi podían oír quebrándose los vidrios de las ventanas, y el crepitar del fuego que consumía todo. Casi podían oler el espeso humo aumentando, que flotaba hacia arriba y oscurecían el cielo, y casi podían ver los libros de la biblioteca cayendo de los estantes envueltos en llamas terminando hechos cenizas. Lo único que no podían imaginar fue a las personas que pudieron haber estado en la sede cuando el fuego comenzó, corriendo a toda velocidad hacia afuera, al congelante frío para evitar las llamas. —¿Crees que —dijo Violet—, que algunos de los voluntarios...
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—No hay señal de que hubiera alguien aquí —dijo el explorador rápidamente. —¿Pero cómo podemos saberlo con seguridad? — preguntó Klaus—. En este momento puede haber algún sobreviviente en algún lugar. —¿Hola? —Violet llamó, mirando a su alrededor en los escombros—. ¿Hay alguien aquí? —se dio cuenta de que sus ojos se habían llenado de lágrimas, mientras llamaba desde el fondo de su corazón a las personas que sabía no encontraría en ese lugar. La mayor de los Baudelaire sentía como si hubiera estado llamando a estas personas desde aquel terrible día en la playa, y que si llamaba lo suficiente podría ser que aparecieran ante ella. Pensó en todas las veces en las que los había llamado, cuando vivía con sus hermanos en la mansión Baudelaire. A veces los llamaba cuando quería que vieran algo que había inventado. A veces los llamaba para que supieran que ya había vuelto a casa. Y a veces los llamaba simplemente porque quería saber dónde estaban. A veces Violet solamente quería verlos y sentirse a salvo en su presencia—. ¡Madre! —Violet Baudelaire los llamó—. ¡Padre! No hubo respuesta.
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—¡Mamá! —Klaus los llamó—. ¡Papá! Los Baudelaire no escucharon nada más que el silbido de las cuatro corrientes de aire del valle, y el crujido de la Vernácula Fortaleza Defensiva mientras se cerraba. Vieron que la puerta había sido hecha para verse como la pared de una montaña, de modo que apenas podían ver por dónde habían llegado o la forma de volver. Ahora estaban realmente solos. —Yo sé que todos esperábamos encontrar a personas en la sede —dijo suavemente el explorador con el suéter—, pero no creo que nadie esté aquí. Creo que sólo somos nosotros. —¡Eso es imposible! —gritó Klaus, y Violet pudo oír que estaba llorando. Buscó a través de sus muchas capas de ropa hasta encontrar sus bolsillos, y sacó la página número trece del Expediente Snicket, que llevaba con él desde que los Baudelaire lo habían encontrado en el Hospital Heimlich. En la página había una fotografía de sus padres, de pie junto a Jacques Snicket y a otro hombre que los Baudelaire habían sido incapaces de identificar, y la fotografía tenía una frase escrita a máquina por encima, una frase que Klaus se había aprendido de memoria de leerla tantas veces— “Dadas las
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pruebas comentadas en la página nueve —recitó con lágrimas en los ojos—, los expertos han llegado a la conclusión de que tal vez hubiera algún superviviente en aquel incendio, aunque se ignora su paradero” —se acercó al explorador y sacudió la página frente a su cara—. Pensamos que el superviviente estaría aquí —dijo. —Creo que el superviviente está aquí —dijo el explorador en silencio y se quitó la máscara para mostrar su rostro—. Yo soy Quigley Quagmire —dijo—, y sobreviví al incendio que destruyó mi casa, y tenía la esperanza de encontrar a mi hermano y hermana.
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CAPÍTULO
Ocho
Una de las peculiares verdades de la vida es que la gente suele decir cosas que saben muy bien son ridículas. Si alguien te pregunta cómo estás, por ejemplo, podrías decir automáticamente “Muy bien, gracias”, cuando en realidad acabas de reprobar un examen o has sido pisoteado por un buey. Un amigo te puede decir “He buscado por todas partes en el mundo mis llaves”, cuando sabes que en realidad sólo ha buscado en pocos lugares en las áreas más inmediatas. Una vez le dije a una mujer a la que amé demasiado, “Estoy seguro de que este problema terminará pronto, y tú y yo pasaremos el resto de nuestras vidas juntos en la dicha y en la felicidad”, cuando en
realidad sospechaba que las cosas estaban a punto de ponerse mucho peor. Y así sucedió con los dos mayores Baudelaire, cuando se enfrentaron cara a cara con Quigley Quagmire y se encontraron diciendo cosas que sabían eran absurdas. —Estás muerto —dijo Violet, y se quitó la máscara para asegurarse de que estaba viendo las cosas con claridad. Pero no había duda de que era Quigley, a pesar de que los Baudelaire nunca lo habían visto antes. Se parecía tanto a Duncan e Isadora que sólo podía ser el tercer trillizo Quagmire. —Moriste en un incendio, junto a tus padres —dijo Klaus, pero mientras se quitaba su máscara se dio cuenta de que no era así. Quigley le dio a los Baudelaire una pequeña sonrisa que era idéntica a la de sus hermanos. —No —dijo Quigley—. Yo sobreviví, y he estado buscando a mis hermanos desde entonces. —Pero, ¿cómo sobreviviste? —Violet le preguntó—. Duncan e Isadora dijeron que la casa se había incendiado. —Es cierto —dijo Quigley con tristeza. Miró a la cascada congelada y suspiró profundamente—. Supongo que debería empezar por el principio. Yo estaba en la biblioteca de mi familia, estudiando un mapa del Bosque Finito,
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cuando escuché un ruido de vidrios rotos y gritos. Mi madre entró en la habitación y dijo que había un incendio. Tratamos de llegar a la puerta principal, pero la sala principal estaba llena de humo, por lo que me llevó de vuelta a la biblioteca y levantó una esquina de la alfombra. Debajo había una trampilla secreta. Me dijo que esperara abajo mientras iba por mis hermanos, y me dejó ahí en la oscuridad. Recuerdo haber escuchado la casa derrumbándose a pedazos sobre mí, y el sonido de pasos desesperados y a mis hermanos gritando —Quigley puso su máscara en el suelo y miró a los dos Baudelaire—. Pero nunca regresó —dijo—. Nadie regresó, y cuando traté de abrir la trampilla, algo se había caído encima de ella y no se movía. —¿Cómo saliste? —Klaus preguntó. —Caminé —dijo Quigley—. Cuando se hizo evidente que nadie iría a rescatarme, me encontré rodeado por la oscuridad y me di cuenta de que estaba en una especie de túnel. No había otro lugar adonde ir, así que empecé a caminar. Nunca había estado tan asustado en mi vida, caminando solo por un túnel oscuro que mis padres habían mantenido en secreto. No podía imaginar a donde iría a parar.
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Los dos Baudelaire se miraron entre sí. Pensaron en el pasadizo secreto que habían descubierto debajo de su casa, cuando estaban bajo el cuidado de Esmé Miseria y su marido. —¿Y adónde llevaba? —Violet preguntó. —A la casa de un herpetólogo —dijo Quigley—. Al final del túnel había una puerta secreta que daba a una enorme habitación, hecha enteramente de cristal. La habitación estaba llena de jaulas vacías, pero era obvio que la habitación había albergado alguna vez una enorme colección de reptiles. —¡Estuvimos ahí! —gritó Klaus asombrado—. ¡Esa es la casa de tío Monty! Él fue nuestro tutor hasta que llegó el Conde Olaf, disfrazado como… —Como ayudante de laboratorio —terminó Quigley—. Lo sé. Su maleta aún estaba allí. —También había un pasadizo secreto en nuestra casa —dijo Violet—, pero lo descubrimos hasta que fuimos a vivir con Esmé Miseria. —Hay secretos por todas partes —dijo Quigley—. Creo que los padres de todo el mundo tienen secretos. Sólo tienes que saber dónde buscar para encontrarlos.
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—Pero ¿por qué nuestros padres, y los tuyos, tenían túneles por debajo de sus casas que conducían a un edificio con apartamentos de lujo y otro a la casa de un herpetólogo? —Klaus preguntó—. No tiene sentido. Quigley suspiró y puso su mochila en el suelo ceniciento, al lado de su máscara. —Hay tantas cosas que no tienen sentido —dijo—. Tenía la esperanza de encontrar las respuestas aquí, pero ahora no sé si algún día las encontraré —sacó su cuaderno púrpura y lo abrió por la primera página—. Todo lo que les puedo decir es lo que tengo aquí, en este libro común. Klaus le dio Quigley una pequeña sonrisa, y metió la mano en los bolsillos para sacar todos los papeles que tenía guardados. —Dinos lo que sabes —dijo—, y te diremos lo que sabemos. Quizás juntos podamos responder a nuestras preguntas. Quigley asintió con la cabeza, y los tres niños se sentaron en círculo en lo que fue el piso de la cocina. Quigley abrió su mochila y sacó un paquete de almendras saladas, que les pasó a los Baudelaire.
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—Deben tener hambre por nuestra subida a través de la Vertical Flameante Desviación —dijo—. Yo si tengo hambre. Vamos a ver, ¿dónde estaba? —En la Habitación de los Reptiles —dijo Violet—, al final del pasadizo secreto. —Bueno, no pasó nada por un tiempo —dijo Quigley— . En el umbral de la casa había una copia de El Diario Punctilio, donde había un artículo sobre el incendio. Así es como me enteré de que mis padres habían muerto. Me pasé días y días allí, solo. Estaba tan triste y asustado que no sabía qué más hacer. Supongo que estaba esperando a que el herpetólogo se presentara a trabajar para averiguar si era un amigo de mis padres o ver si me prestaba su ayuda. La cocina estaba llena de alimentos, así que tuve lo suficiente para comer, y cada noche me dormía a los pies de las escaleras para poder escuchar si alguien llegaba. Los Baudelaire asintieron con simpatía, y Violet puso su mano sobre el hombro de Quigley. —A nosotros nos sucedió lo mismo —dijo Violet—, cuando nos enteramos de la noticia acerca de nuestros padres. Apenas recuerdo lo que hicimos y lo que dijimos. —¿Pero porque nadie te buscó? —preguntó Klaus.
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—El Diario Punctilio dijo que también perecí en el incendio —dijo Quigley—. El artículo decía que mi hermana y hermano fueron enviados a la Academia Preparatoria Prufrock, y que los bienes de mis padres estaban bajo el cuidado de la sexta asesora financiera más importante de la ciudad. —Esmé Miseria —dijeron Violet y Klaus al unísono, una palabra que aquí significa “con una voz disgustada, y exactamente al mismo tiempo”. —Exactamente —dijo Quigley—, pero yo no estaba interesado en esa parte de la historia. Estaba decidido a ir a la escuela y encontrar a mis hermanos. En la biblioteca del doctor Montgomery encontré un atlas y lo revisé hasta que encontré la Academia Preparatoria Prufrock. No estaba demasiado lejos, así que empecé a recoger toda la comida que pude encontrar en la casa. —¿No se te ocurrió llamar a las autoridades? —Klaus preguntó. —Supongo que no estaba pensando con mucha claridad —admitió Quigley—. En lo único en que podía pensar era en encontrar a mis hermanos. —Por supuesto —dijo Violet—. ¿Y entonces qué pasó?
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—Fui interrumpido —dijo Quigley—. Alguien entró justo cuando estaba poniendo el atlas en una bolsa de compras que encontré. Era Jacques Snicket, aunque, por supuesto, en ese momento no sabía quién era. Pero él sabía quién era yo, y estaba muy contento de que aún siguiera con vida. —¿Cómo supiste que podías confiar en él? —Klaus preguntó. —Bueno, él sabía sobre el pasadizo secreto —dijo Quigley—. De hecho, sabía un poco sobre mi familia, a pesar de que no había visto a mis padres en años. Y. . . —¿Y? —preguntó Violet. Quigley le dio una pequeña sonrisa. —Y él era una persona de buen leer —dijo—. De hecho, había ido a casa del doctor Montgomery a investigar y buscar algo. Dijo que había un expediente importante que estaba oculto en algún lugar de la casa, y que se quedaría por unos días para tratar de completar su investigación. —¿Entonces no te llevó a la escuela? —preguntó Violet. —Dijo que no era seguro para mí ser visto —dijo Quigley—. Me explicó que formaba parte de una
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organización secreta, y que mis padres habían sido parte de ella también. —V.F.D. —dijo Klaus, y Quigley asintió con la cabeza. —Duncan e Isadora intentaron contarnos acerca de V.F.D. —dijo Violet—, pero nunca tuvieron la oportunidad. Ni siquiera sabemos que es lo que significa. —Al parecer tiene muchos significados —dijo Quigley, hojeando las páginas de su libro común—. Prácticamente todo lo que la organización utiliza, desde los Voluntarios Felinos Detectives hasta la Vernácula Fortaleza Defensiva, tiene las mismas iniciales. —Pero, ¿qué es la organización? —preguntó Violet—, ¿Qué significa V.F.D.? —Jacques no me lo dijo —dijo Quigley—, pero creo que las letras significan Voluntaria Fundación de Deflagraciones. —Voluntaria Fundación de Deflagraciones —repitió Violet, y miró a su hermano—. ¿Qué significa eso? —En algunas comunidades —dijo Klaus—, no hay ningún cuerpo de bomberos oficial, por lo que hay voluntarios que se ofrecen para extinguir incendios.
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—Eso ya lo sé —dijo Violet—, ¿pero qué tiene que ver eso con nuestros padres, o el Conde Olaf, o cualquier cosa que nos ha pasado? Siempre pensé que cuando conociera el significado de las iniciales podríamos resolver el misterio, pero sigo tan confundida como siempre lo he estado. —¿Crees que nuestros padres extinguían incendios en secreto? —Klaus le preguntó. —¿Pero por qué lo guardarían en secreto? —preguntó Violet—. ¿Y por qué hay un pasadizo secreto debajo de casa? —Jacques me dijo que los pasadizos fueron construidos por los miembros de la organización —dijo Quigley—, para que en el caso de que hubiera una emergencia pudieran utilizarlos para escapar a un lugar seguro. —Pero el túnel que descubrimos conectaba a nuestra casa con la de Esmé Miseria —dijo Klaus—. Ese no es un lugar seguro. —Algo pasó —dijo Quigley—. Algo que cambió todo —hojeó unas cuantas páginas de su libro común, hasta que encontró lo que estaba buscando—. Jacques Snicket lo llamó “cisma” —dijo—, pero no sé lo que significa esa palabra.
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—Un cisma —dijo Klaus—, es la división de un grupo de personas, unidas con anterioridad, en dos o más partidos de oposición. Es como una gran discusión, en la que cada quien elige un lado. —Eso tiene sentido —dijo Quigley—. Por la forma en que Jacques hablaba, parecía que toda la organización era un caos. Los voluntarios que alguna vez trabajaron juntos ahora son enemigos. Lugares que alguna vez fueron seguros ahora son peligrosos. Ambas partes están utilizando los mismos códigos, y los mismos disfraces. Incluso las iniciales de V.F.D. que alguna vez utilizaron para representar los nobles ideales que todos compartían, pero ahora todo se ha convertido en humo. —¿Cómo inició el cisma? —Violet preguntó—. ¿Por qué todos están luchando? —No lo sé —dijo Quigley—. Jacques no tenía mucho tiempo para explicarme nada. —¿Qué estaba haciendo? —Klaus preguntó. —Estaba buscándolos —dijo Quigley—. Me mostró una fotografía en la que aparecían los tres, esperando en el muelle de en un lago, y me preguntó si los había visto en alguna parte. Sabía que habían sido puestos bajo el cuidado
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del Conde Olaf, y de todas las cosas terribles que les habían ocurrido allí. Sabía que habían ido a vivir con el Dr. Montgomery. Incluso sabía acerca de algunos de los inventos que has hecho, Violet, y de las investigaciones que has hecho, Klaus, y de algunas de las hazañas dentales de Sunny. Quería encontrarlos antes de que fuera demasiado tarde. —¿Demasiado tarde para qué? —Violet preguntó. —No lo sé —dijo Quigley con un suspiro—. Jacques pasó mucho tiempo en la casa del doctor Montgomery, pero estaba demasiado ocupado llevando a cabo su investigación como para explicarme todo. Se quedaba despierto toda la noche leyendo y copiando la información en su libro común, y luego dormía durante todo el día o desaparecía durante horas. Y entonces un día me dijo que tenía que ir a entrevistar a alguien en la ciudad de Miserville, pero nunca regresó. Esperé semanas y semanas su regreso. Leí los libros en la biblioteca del doctor Montgomery y comencé a llevar un libro común. Al principio fue difícil encontrar información sobre V.F.D., pero tomaba notas de cualquier cosa que encontraba. Debí de haber leído cientos de libros, pero Jacques no volvió. Finalmente, una mañana, ocurrieron
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dos cosas que me hicieron decidir no esperar más. La primera fue un artículo en El Diario Punctilio que decía que mis hermanos habían sido secuestrados de la escuela. Sabía que tenía que hacer algo. No podía esperar más tiempo a Jacques Snicket ni a nadie más. Los Baudelaire asintieron solemnemente. —¿Cuál fue la segunda? —preguntó Violet. Quigley se quedó callado por un momento, se agachó al suelo y recogió un puñado de cenizas, dejándolas caer de sus manos enguantadas. —Olí humo —dijo—, y cuando abrí la puerta de la Habitación de los Reptiles, vi que alguien había arrojado una antorcha a través del cristal del techo, prendiendo fuego a la biblioteca. En cuestión de minutos toda la casa estaba en llamas. —Oh —dijo Violet en voz baja. “Oh” es una palabra que por lo general significa algo así como “te escuché, pero no me interesa lo que dijiste”, pero en este caso, por supuesto, la mayor de los Baudelaire quería decir algo completamente diferente, algo difícil de definir. Quería decir “Me he puesto muy triste al enterarme que la casa del tío Monty se ha incendiado”, pero no sólo eso. Por “Oh”, Violet
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también estaba tratando de describir la tristeza que sentía por todos los incendios que habían sido los causante de llevar a Quigley, Klaus y a ella hasta las Montañas Mortmain, para terminar sentados y reunidos en círculo tratando de resolver el misterio que los rodeaba. Cuando Violet dijo “Oh”, no sólo pensaba en el incendio en la Habitación de los Reptiles, sino también en aquellos que habían destruido la mansión Baudelaire, la mansión de los Quagmire, el Hospital Heimlich, el Carnaval Caligari y la sede de V.F.D., en donde el olor a humo aún permanecía y envolvía a los niños que estaban sentados. Pensar en todos aquellos incendios hacía sentir a Violet como si todo el mundo estuviera envuelto en llamas, y que ella y sus hermanos y toda la gente decente en el mundo ya no podrían encontrar un lugar que en realidad fuera seguro. —Otro incendio —murmuró Klaus y Violet sabía que él estaba pensando lo mismo—. ¿A dónde fuiste Quigley? —El único lugar en el que podía pensar era en Miserville —dijo Quigley—. La última vez que vi a Jacques dijo que iría allí. Pensé que si iba podría encontrarlo y preguntarle si podía ayudarme a rescatar a Duncan e Isadora. El atlas del doctor Montgomery me ayudó a entender como
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llegar hasta allí, pero tuve que ir a pie porque tenía miedo de que cualquiera que se ofreciese a llevarme fuera un enemigo. Me tomó mucho tiempo llegar, pero tan pronto como entré en la ciudad vi un gran edificio que tenía la misma imagen que tenía Jacques Snicket tatuada en su tobillo y pensé que podría ser un lugar seguro. —¡La consulta de la Dra. Orwell! —gritó Klaus—. ¡Ese no es un lugar seguro! —Klaus fue hipnotizado allí —explicó Violet—, y el Conde Olaf estaba disfrazado como… —Como recepcionista —terminó Quigley—. Lo sé. Su falsa placa de identificación aún estaba en el escritorio. La consulta estaba vacía, pero me di cuenta de que Jacques había estado allí, porque había algunas notas escritas sobre el escritorio con su puño y letra. Con esas notas, y la información que había leído en la biblioteca del doctor Montgomery, me enteré de la sede de V.F.D. Así que en lugar de esperar a que Jacques volviera, fui en busca de la organización. Pensé que era la mejor manera de rescatar a mis hermanos. —¿Y fuiste a las Montañas Mortmain por tu cuenta? — Violet preguntó.
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—No totalmente por mi cuenta —dijo Quigley—. Tenía esta mochila que dejó Jacques, con los Verdeantes Flameantes Dispositivos y algunos otros artículos, y tenía mi libro común. Y eventualmente me encontré con los Exploradores de Nieve, y me di cuenta de que esconderme entre ellos sería la forma más rápida de llegar al Monte Tensión —hojeó unas páginas de su libro común y examinó sus notas—. En Notables Fenómenos de las Montañas Mortmain, que leí en la biblioteca del Dr. Montgomery, había un capítulo oculto que decía todo acerca de la Vertical Flameante Desviación y de la Vernácula Fortaleza Defensiva. Klaus miró por encima del hombro de Quigley para leer sus notas. —Debí haber leído ese libro cuando tuve la oportunidad —dijo, sacudiendo la cabeza—. Si hubiéramos sabido de V.F.D. cuando vivíamos con tío Monty, podríamos haber evitado todos los problemas que nos surgieron después. —Cuando vivíamos con tío Monty —Violet le recordó—, estábamos muy ocupados tratando de escapar de las garras del Conde Olaf como para hacer cualquier investigación adicional.
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—He estado investigando por mucho tiempo —dijo Quigley—, pero aún no he encontrado todas las respuestas que estoy buscando. Todavía no he encontrado a Duncan e Isadora y sigo sin saber dónde está Jacques Snicket. —Está muerto —dijo Klaus, en voz muy baja—. El Conde Olaf lo asesinó. —Temía que dijeras eso —dijo Quigley—. Yo sabía que algo estaba muy mal cuando no regresó. Pero ¿Y mis hermanos? ¿Saben que sucedió con ellos? —Ellos están a salvo, Quigley —dijo Violet—. Creemos que están a salvo. Los rescatamos de las garras de Olaf y escaparon con un hombre llamado Héctor. —¿Escaparon? —repitió Quigley—. ¿A dónde fueron? —No lo sabemos —admitió Klaus—. Héctor construyó una casa móvil autosuficiente que funciona a base de aire caliente. Es como una casa voladora, manteniéndose en el aire por un manojo de globos, y Héctor dijo que podía permanecer flotando en el cielo para siempre. —Tratamos de subir a bordo —dijo Violet—, pero el Conde Olaf logró detenernos. —¿Así que no saben dónde están? —preguntó Quigley.
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—Me temo que no —dijo Violet, dándole una palmadita en su mano—. Sin embargo, Duncan e Isadora son personas intrépidas, Quigley. Sobrevivieron durante bastante tiempo en las garras de Olaf, tomando notas de sus planes y tratando de pasarnos la información. —Violet tiene razón —dijo Klaus—. Estoy seguro de que dondequiera que estén, continúan con su investigación. Con el tiempo, sabrán que estás vivo e irán en tu búsqueda, al igual que tú fuiste en su búsqueda —los dos Baudelaire se miraron y se estremecieron. Habían estado hablando sobre la familia de Quigley, por supuesto, pero sentían como si estuvieran hablando de la suya. —Estoy seguro de que si sus padres están vivos, también están buscándolos —dijo Quigley, como si les hubiera leído la mente—. Y Sunny también. ¿Saben dónde está? —En algún lugar cercano —dijo Violet—. Está con el Conde Olaf quien también quería encontrar la sede. —Tal vez Olaf ya estuvo aquí —dijo Quigley, mirando a los escombros—. Tal vez fue él quien incendió este lugar. —Yo no lo creo —dijo Klaus—. No habría tenido tiempo para quemar todo el lugar. Estábamos pisándole los
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talones. Además, no creo que este lugar se haya incendiado todo a la vez. —¿Por qué no? —preguntó Quigley. —Es demasiado grande —dijo Klaus—. Si toda la sede se hubiera quemado al mismo tiempo el cielo estaría cubierto de humo. —Es cierto —dijo Violet—, mucho humo hubiera despertado demasiadas sospechas. —Donde hay humo —dijo Quigley—, hay fuego — Violet y Klaus se volvieron hacia a su amigo asintiendo con la cabeza, pero Quigley no estaba mirando a los dos Baudelaire. Miraba detrás de ellos, hacia la corriente congelada y hacia los dos afluentes congelados, donde una vez estuvieron las enormes ventanas de la cocina de V.F.D., y donde una vez piqué brócoli mientras la mujer que amaba revolvía la salsa de maní picante que se pondría sobre el brócoli, y Quigley apuntó con su mano hacia un punto en el cielo, donde mis compañeros y yo solíamos ver a las águilas voluntarias que eran capaces de detectar humo a grandes distancias. Esa tarde no había águilas en el cielo sobre las Montañas Mortmain, pero mientras Violet y Klaus se
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levantaban y miraban en la dirección indicada por Quigley, había algo en el cielo que llamó su atención. Porque cuando Quigley Quagmire dijo —Donde hay humo hay fuego—, no se refería a la teoría de Klaus sobre como se había destruido la sede de V.F.D.. Se refería al humo verde que flotaba en el cielo desde la cima del Monte Tensión, en la parte superior de la pendiente resbaladiza.
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CAPÍTULO
Los dos mayores Baudelaire se quedaron un momento junto a Quigley mirando a la pequeña columna, una palabra que aquí significa “misteriosa nube de humo verde”. Después de la larga y extraña historia que les había contado acerca de cómo sobrevivió al incendio y de lo que había aprendido acerca de V.F.D., apenas podían creer que estuvieran frente a otro misterio. —Es un Verdeante Flameante Dispositivo —dijo Quigley—. Hay alguien en la parte superior de la cascada que está enviando una señal.
—Sí —dijo Violet—. Pero ¿quién? —Tal vez sea un voluntario que escapó del fuego — dijo Klaus—, y está haciendo señales para ver si hay algún otro voluntario cerca. —O podría ser una trampa —dijo Quigley—. Es posible que quieran atraer a los voluntarios hasta el pico de la montaña con el fin de tenderles una emboscada. No hay que olvidar que los códigos de V.F.D. son utilizados por ambos lados del cisma. —Apenas parece un código —dijo Violet—. Sabemos que alguien se está comunicando, pero no tenemos la menor idea de quién es o lo que esté diciendo. —Debe tratarse de lo mismo —dijo Klaus, pensativo—, como cuando Sunny habla con personas que no la conocen muy bien. Mencionando el nombre de Sunny, los Baudelaire recordaron lo mucho que la extrañaban. —Ya se trate de un voluntario o una trampa —dijo Violet—, podría ser la última oportunidad de encontrar a nuestra hermana. —O a mi hermana y hermano —dijo Quigley.
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—Respondamos a la señal —dijo Klaus—. ¿Todavía tienes los Verdeantes Flameantes Dispositivo, Quigley? —Por supuesto —dijo Quigley, sacando la caja con tubos color verde de su mochila—, pero Bruce vio mis fósforos y me los confiscó, porque los niños no deben jugar con fósforos. —¿Confiscados? —dijo Klaus—. ¿Crees que sea un enemigo de V.F.D.? —Si todos los que dicen que los niños no deben jugar con fósforos fueran enemigos de V.F.D. —dijo Violet, con una sonrisa—, entonces no tendríamos ninguna esperanza de sobrevivir. —Pero, ¿cómo vamos a encenderlos sin fósforos? — preguntó Quigley. Violet buscó en su bolsillo. Fue un poco difícil atar su pelo recogiéndolo con una cinta, ya que las cuatro corrientes de aire del Valle del Fortín Desembocado estaban soplando fuertemente, pero al final logro alejar el pelo de sus ojos, y las palancas y engranajes de su inventiva mente comenzaron a moverse mientras observaba la misteriosa señal. Pero por supuesto esta señal no era ni un voluntario ni una trampa. Era un bebé, con dientes inusualmente grandes y
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con una forma de hablar que muchas personas encuentran incomprensible. Cuando Sunny Baudelaire había dicho “lox”, por ejemplo, los miembros del grupo del Conde Olaf habían asumido que era simplemente otro balbuceo, en lugar de darse cuenta que trataba de explicar cómo iba a cocinar el salmón que el Hombre con Ganchos en vez de Manos había capturado. “Lox” es una palabra que se refiere al salmón ahumado, y es una deliciosa forma de disfrutar del pescado fresco, sobre todo si tienes los avíos adecuados, una frase que aquí significa “bagels, queso crema, rodajas de pepino, pimiento negro, y alcaparras, los cuales se pueden comer junto al lox para tener una deliciosa comida”. El lox también tiene el beneficio adicional de producir una gran cantidad de humo mientras se está preparado, y esa fue la razón por la que Sunny eligió este método de preparar el salmón, en comparación con el gravlax, que es el salmón que se deja marinar durante varios días en una mezcla de especias, o el sashimi, en el que se corta el salmón en satisfactorias formas y se sirve crudo. Pensando en lo que el Conde Olaf había dicho acerca de ser capaz de ver todo y todos, desde el pico más alto de las montañas, la Baudelaire más joven se dio cuenta de que la frase “donde hay humo hay fuego” tal vez
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podría ser de ayuda. Mientras Violet y Klaus escuchaban el extraordinario relato de Quigley a los pies de la cascada congelada, Sunny se apresuraba a preparar el lox y enviar una señal a sus hermanos, que esperaba se encontraran cerca. Primero pateó el Verdeante Flameante Dispositivo —que ella, al igual que todos en el pico, creía que era un cigarrillo— hacia una pequeña porción de malas hierbas, con el fin de que el humo aumentara. Luego arrástrelo la cacerola con una tapa que había estado utilizando como cama improvisada y colocó el salmón en su interior. En poco tiempo, los peces capturados por el Hombre con Ganchos en vez de Manos absorbieron el calor y el humo del tubo verde, y una gran columna de humo verde flotaba en el cielo sobre el Monte Tensión. Sunny miró la señal que había hecho y no pudo evitar sonreír. La última vez que había sido separada de sus hermanos, simplemente se había quedado esperando a que fueran a su rescate, pero había crecido desde entonces, y ahora era capaz de tomar parte activa y derrotar al Conde Olaf y a su grupo, y al mismo tiempo tener tiempo para preparar un plato de mariscos. —Algo huele delicioso —dijo una de las mujeres empolvadas, caminando por delante de la cacerola—. Debo
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admitir que tenía mis dudas acerca de que un bebé estuviera a cargo de la cocina, pero tu receta de salmón se ve muy sabrosa. —Hay un nombre para referirse a la manera en la que está preparando el pescado —dijo el Hombre con Ganchos en vez de Manos—, pero no puedo recordar cual es. —Lox —dijo Sunny, pero nadie la escuchó porque el conde Olaf salió corriendo de la tienda de campaña, seguido de Esmé y de los dos siniestro visitantes. Olaf tenía en la mano el expediente Snicket y miró hacia abajo a Sunny con sus brillantes, brillantes ojos. —¡Apaga el humo inmediatamente! —ordenó—. ¡Pensé que eras una aterrorizada huérfana prisionera, pero estoy empezando a pensar que eres una espía! —¿Qué quieres decir, Olaf? —preguntó la otra mujer empolvada—. Está usando el cigarrillo de Esmé para cocinar el pescado. —Alguien podría ver el humo —gruñó Esmé, como si no hubiera sido ella la que había estado fumando unos minutos antes—. Donde hay humo hay fuego.
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El hombre con barba, pero sin pelo cogió un puñado de nieve y la arrojó sobre la hierba, apagando el Verdeante Flameante Dispositivo. —¿Estabas haciendo señales, bebé? —le preguntó con su extraña voz ronca—. Si eres un espía te tiraremos de la montaña. —Goo goo —dijo Sunny, que significaba algo así como “Voy a fingir que soy una bebé indefensa, en lugar de responder a su pregunta”. —¿Lo ve? —dijo la mujer empolvada, mirando nerviosamente hacia el hombre con barba pero sin pelo—. No es más que una bebé indefensa. —Puede que tengas razón —dijo la mujer con pelo pero sin barba—. Además, no hay ninguna razón para tirar a un bebé de una montaña, a menos que sea absolutamente necesario. —Los bebés pueden ser muy útiles —coincidió el Conde Olaf—. De hecho, he estado pensando en reclutar a más gente joven para mi grupo. Ellos son menos propensos a quejarse de hacer mi voluntad.
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—Pero nosotros nunca nos quejamos —dijo el Hombre con Ganchos en vez de Manos—. Trato de ser tan acomodadizo como me es posible. —Ya, basta de chacharear —dijo el hombre con barba pero sin pelo—. Tenemos una gran cantidad de malévolos planes que hacer, Olaf. Tengo cierta información que podría serte útil con tus planes de reclutamiento, y de acuerdo con el expediente Snicket, hay un lugar seguro más donde los voluntarios pueden reunirse. —El último lugar seguro —dijo la siniestra mujer—. Tenemos que encontrarlo e incendiarlo. —Y una vez que lo hayamos hecho —dijo el Conde Olaf—, la última evidencia de nuestros planes será completamente destruida. Nunca tendremos que preocuparnos por las autoridades de nuevo. —¿Dónde está el último lugar seguro? —preguntó Kevin. Olaf abrió la boca para contestar, pero la mujer con pelo pero sin barba lo detuvo con un rápido gesto y una mirada recelosa hacia abajo a Sunny. —No delante de la huérfana dentona —dijo con su profunda, profunda voz—. Si se entera de lo que estamos
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haciendo, nunca volvería a dormir otra vez, y necesitas que tu sirviente infantil se encuentre llena de energías. Mándala lejos, y hagamos nuestros planes. —Por supuesto —dijo Olaf, sonriendo nerviosamente a los siniestros visitantes—. Huérfana, ve a mi auto y quita todas las migas de patatas fritas que haya en el interior, no olvides soplar tan fuerte como puedas. —Fútil —dijo Sunny, lo que significaba algo así como “Esa es una tarea absolutamente imposible”, pero caminó tambaleante hacia el auto mientras Olaf y su grupo se echaban a reír y se reunían alrededor de la roca plana para escuchar el nuevo plan. Al pasar junto al fuego extinguido y la cacerola con una tapa en la que había dormido esa noche, Sunny suspiró con tristeza, pensando que su plan de señales había fracasado. Pero cuando llegó al auto de Olaf y miró hacia abajo de la cascada congelada, vio algo que iluminó su espíritu, una frase que aquí significa “una nube de humo verde idéntica procedente de la parte inferior de la pendiente”. La Baudelaire más joven miró el humo y sonrió—. Hermanos —se dijo a sí misma. Sunny, por supuesto, no podía estar segura de que la señal de humo estuviera siendo mandada por Violet y Klaus, pero tuvo la
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esperanza de que así fuera, y la esperanza fue suficiente para levantarle el ánimo mientras abría la puerta del auto y comenzaba a soplar las migas que Olaf y su grupo habían dispersado por todas partes. Pero en el fondo de la cascada congelada, los dos Baudelaire mayores no se sentían tan optimistas mientras parados junto a Quigley observaban como el humo verde desaparecía del pico más alto. —Alguien apagó el Verdeante Flameante Dispositivo —dijo Quigley, sosteniendo el tubo verde con una mano hacia un lado para no oler el humo—. ¿Qué creen que signifique? —No lo sé —dijo Violet, y suspiró—. Esto no está funcionando. —Por supuesto que está funcionando —dijo Klaus—. Está funcionando perfectamente. Te diste cuenta de que el sol de la tarde se reflejaba en la cascada congelada, y eso te dio la idea de usar los principios científicos de la convergencia y la refracción de la luz… al igual que lo hiciste en el Lago Lacrimógeno, cuando estábamos luchando contra las sanguijuelas. Así que utilizaste el espejo de mano de Colette para capturar los rayos del sol y reflejarlos en el
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extremo inferior del Verdeante Flameante Dispositivo, por lo que pudimos encenderlo y enviar una señal. —Klaus tiene razón —dijo Quigley—. No pudo haber funcionado mejor. —Gracias —dijo Violet—, pero eso no es lo que quiero decir. Me refiero a que está señal no funciona. Aún no sabemos quién está arriba en el pico más alto, o por qué nos enviaba señales, y ahora la señal se ha detenido y aún no sabemos lo que significa. —Tal vez deberíamos apagar también nuestro Verdeante Flameante Dispositivo —dijo Klaus. —Tal vez —coincidió Violet—, o tal vez deberíamos ir hasta la parte superior de la cascada y ver por nosotros mismos quien está ahí. Quigley frunció el ceño y sacó su libro común. —La única manera de llegar hasta el pico más alto — dijo—, es por el camino que los Exploradores de Nieve están tomando. Tendríamos que volver a pasar por la Vernácula Fortaleza Defensiva, caminar y después bajar por la Vertical Flameante Desviación para entrar de nuevo en la cueva de los Voluntarios Felinos Detectives y reunirnos con los exploradores y caminar por un largo tiempo.
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—Esa no es la única manera de llegar a la cima —dijo Violet, con una sonrisa. —Sí lo es —insistió Quigley—. Mira el mapa. —Mira la cascada —dijo Violet, y los tres niños miraron hacia arriba a la brillante pendiente. —¿Quieres decir —dijo Klaus—, que crees poder inventar algo que nos ayude a subir por una cascada congelada? Pero Violet ya estaba atando su pelo alejándolo de sus ojos, y miró alrededor de las ruinas de la sede de V.F.D. —Voy a necesitar el ukelele que sacaste de la caravana —le dijo a Klaus—, y ese candelabro medio fundido de allí, el que está por la mesa de comedor. Klaus tomó el ukelele del bolsillo de su abrigo y se lo entregó a su hermana, y luego se acercó a la mesa para tomar el extraño fundido objeto. —A menos que necesites más ayuda —dijo—, creo que podría ir a examinar los restos de la biblioteca y ver si algunos documentos han sobrevivido. Debemos conocer tanto como podamos de esta sede. —Buena idea —dijo Quigley, y buscó en su mochila. Sacó un libro común muy similar al suyo, a excepción de
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que este tenía una cubierta de color azul oscuro—. Tengo un libro común de repuesto —dijo—. Puede que estés interesado en comenzar tu propio libro común. —Es muy amable de tu parte —dijo Klaus—. Voy a escribir todo lo que encuentre. ¿Quieres unirte a la búsqueda? —Creo que me quedaré aquí —dijo Quigley, mirando a Violet—. He oído mucho acerca de los maravillosos inventos de Violet Baudelaire, y me gustaría verla en acción. Klaus asintió con la cabeza, y caminó hacia el arco de hierro que marcaba la entrada de la biblioteca en ruinas, mientras Violet se sonrojaba y se agachaba para recoger uno de los tenedores que habían sobrevivido al incendio. Una de las cosas más tristes del caso Baudelaire, es que Violet nunca llegó a conocer a un hombre llamado C.M. Kornbluth, un socio mío que pasó la mayor parte de su vida viviendo y trabajando en el Valle del Fortín Desembocado como instructor mecánico en la sede de V.F.D. El Sr. Kornbluth era un hombre tranquilo y reservado, tan reservado que nadie sabía quién era, de dónde venía, ni siquiera lo que las letras C. o M. significaban, y pasaba gran parte de su tiempo encerrado en su dormitorio escribiendo
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extrañas historias, o mirando tristemente por la ventana de la cocina. Lo único que ponía de buen humor al Sr. Kornbluth era un estudiante de mecánica muy prometedor. Si un joven mostraba interés en el sonar de un submarino, el Sr. Kornbluth se quitaba las gafas y sonreía. Si una joven le llevaba una pistola de grapas que había construido, el Sr. Kornbluth aplaudía de emoción. Y si un par de gemelos le preguntaban cómo redirigir correctamente algunos cables de cobre, sacaba una bolsa de papel de su bolsillo y ofrecía algunos pistachos a cualquiera que estuviera a su alrededor. Por lo tanto, cuando pienso en Violet Baudelaire de pie entre los escombros de la sede de V.F.D., quitando cuidadosamente las cuerdas del ukelele y doblando los tenedores, puedo imaginar ver al Sr. Kornbluth, a pesar de que él y sus pistachos son cosa del pasado, alejándose de la ventana y sonriendo a la inventora Baudelaire, diciendo—. ¡Beatrice, ven aquí! ¡Mira lo que esta chica está haciendo! —¿Qué estás haciendo? —preguntó Quigley. —Algo que nos ayude a subir por la cascada — respondió Violet—. Ojala Sunny estuviera aquí. Sus dientes serían perfectos para cortar estas cuerdas del ukelele a la mitad.
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—Tal vez tenga algo que pueda ayudarte —dijo Quigley, buscando en su mochila—. Cuando estuve en la consulta de la Dra. Orwell, encontré estas uñas postizas. Están pintadas con un terrible color rosa, pero son bastante afiladas. Violet tomó la uña de la mano de Quigley y la miró con atención. —Creo que el Conde Olaf las usó —dijo—, como parte de su disfraz de recepcionista. Es muy extraño que hayas seguido nuestros pasos durante todo este tiempo y que aun así ni siquiera nos diéramos cuenta de que estabas vivo. —Yo sabía que estabas viva —dijo Quigley—, Jacques Snicket me contó todo acerca de ti, Klaus, Sunny, e incluso de tus padres. Los conocía muy bien desde antes de que tu nacieras. —Me lo imaginaba —dijo Violet, cortando las cuerdas del ukulele—. En la fotografía que encontramos mis padres están de pie junto a Jacques Snicket y otro hombre. —Probablemente sea el hermano de Jacques —dijo Quigley—. Jacques me dijo que estaba trabajando con sus dos hermanos en un expediente muy importante.
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—El expediente Snicket —dijo Violet—. Esperábamos encontrarlo aquí. Quigley miró a la cascada congelada. —Tal vez el que nos envió la señal sabe dónde está — dijo. —Lo sabremos muy pronto —dijo Violet—. Por favor, quítate los zapatos. —¿Los zapatos? —preguntó Quigley. —La cascada será muy resbaladiza —explicó Violet—, así que estoy usando las cuerdas del ukelele para atar estos tenedores doblados a la punta de los zapatos, para hacer unos crampones-tenedor zapatos de escalada. Llevaremos dos tenedores más en nuestras manos. Las puntas de los tenedores son casi tan afiladas como los dientes de Sunny, de modo que los crampones-tenedor zapatos de escalada se clavaran fácilmente en el hielo a cada paso, lo que nos permitirá mantener el equilibrio. —¿Pero para que es el candelabro? —preguntó Quigley, quitándose los zapatos. —Lo utilizaré como un probador de hielo —dijo Violet—. Un cuerpo de agua en movimiento, como una cascada, rara vez está completamente congelado.
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Probablemente hay lugares en la pendiente donde sólo hay una delgada capa de hielo, sobre todo con la llegada de la Falsa Primavera. Si nos limitamos a clavar nuestros tenedores a través del hielo y golpeamos el agua, perderíamos el equilibrio y caeríamos. Así que golpearé el hielo con el candelabro antes de dar cada paso, para así encontrar los puntos solidos por los cuales subir. —Suena a que será un viaje difícil —dijo Quigley. —No más difícil que subir por la Vertical Flameante Desviación —dijo Violet, atando un tenedor al zapato de Quigley—. Estoy usando el nudo Sumac, por lo que debe quedar lo suficientemente ajustado. Ahora todo lo que necesitamos son los zapatos de Klaus, y… —Siento interrumpir, pero creo que esto podría ser importante —dijo Klaus, y Violet se volvió al ver que su hermano había regresado. En una mano tenía el cuaderno de color azul oscuro y en la otra un trozo de papel pequeño y quemado—. Encontré este pedazo de papel entre un montón de cenizas —dijo—. Proviene de alguna especie de libro de códigos. —¿Qué dice? —Violet preguntó.
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—“En el flagración termine destruyendo un refu — leyó Klaus— tarios deberán valerse de los Verbal Frigrorífic Diálogo, los cuales deben ocultarse donde corresponde”. —Eso no tiene sentido —dijo Quigley—. ¿Crees que está en código? —Algo así —dijo Klaus—. Algunas partes de la oración se quemaron, por lo que tenemos que descifrar las palabras que faltan, como si estuvieran codificadas. “Flagracion” probablemente es la última parte de la palabra “deflagración”, una palabra elegante para incendio, y “refu” es probablemente el principio de la palabra “refugio”, que significa un lugar seguro. Así que la frase probablemente diga “En el caso de que una deflagración termine destruyendo un refugio”. Violet se levantó y miró por encima del hombro de su hermano. —“Tarios” —dijo—, probablemente sea “voluntarios”, en este caso no sé qué signifique “valerse”. —Significa “usar o hacer uso de” —dijo Klaus—, como tú que te estás valiendo del ukelele y de los tenedores. ¿No lo entiendes? Esto dice que en el caso de que un lugar
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seguro se incendie, se debe dejar un tipo de mensaje… un “Verbal Fri Dialogo”. —¿Pero qué podría ser un “Verbal Fri Dialogo”? —preguntó Quigley—. ¿Frívolo? ¿Friolento? —¿Frígido? —supuso Violet—. ¿Fricado? —Sin embargo, dice que deben ocultarse donde corresponde —señaló Klaus—. Eso significa que el mensaje debe ocultarse en un lugar lógico. Si se tratara de un Verbal Cascada Diálogo, estaría oculto en la cascada. Así que ninguna de esas palabras es la correcta. ¿Dónde se puede dejar un mensaje que el fuego no pueda destruir? —Pero el fuego destruye todo —dijo Violet—, mira la sede. Nada ha quedado en pie a excepción de la entrada de la biblioteca y… —… y del refrigerador —terminó Klaus—. O bien, podríamos decir, el frigorífico. —¡Verbal Frigorífico Diálogo! —dijo Quigley. —Los voluntarios debieron de haber dejado un mensaje —dijo Klaus, que ya estaba a medio camino del refrigerador—, en el único lugar donde sabían que no sería tocado por el fuego.
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—Y el único lugar donde a sus enemigos no se les ocurriría mirar —dijo Quigley—. Después de todo, nunca hay nada tan terriblemente importante en un refrigerador. Lo que Quigley había dicho, por supuesto, no era del todo cierto. Al igual que un sobre, una figurilla hueca, y un ataúd, un refrigerador puede contener todo tipo de cosas, y pueden llegar a ser muy importantes en función al tipo de día que estés teniendo. Un refrigerador, por ejemplo, puede contener una bolsa de hielo, lo cual sería muy importante si te has lesionado. Un refrigerador puede contener una botella de agua, lo cual sería muy importante si te estás muriendo de sed. Y un refrigerador puede contener una cesta de fresas, lo cual sería muy importante si un loco te dijera “Si no me das una cesta de fresas en este momento te golpearé con este palo largo”. Pero cuando los dos mayores Baudelaire y Quigley Quagmire abrieron el refrigerador, no encontraron nada que pudiera ayudar a alguien que se ha lesionado, o que está muriendo de sed, o que está siendo amenazado por un loco amantes de las fresas armado con un palo largo, o cualquier cosa que pareciera ser importante en absoluto. El refrigerador estaba casi vacío, con sólo algunas de las usuales cosas que la gente suele guardar en un refrigerador y
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que utiliza en raras ocasiones, incluyendo un tarro de mostaza, un frasco de aceitunas, tres frascos de diferentes tipos de mermelada, una botella de jugo de limón, y un solitario pepinillo en un pequeño tarro de vidrio. —No hay nada aquí —dijo Violet. —Mira en la gaveta —dijo Quigley, apuntando a un cajón en el refrigerador que se utiliza normalmente para almacenar frutas y verduras. Klaus abrió el cajón y sacó unas delgadas ramitas verdes. —Huele como a verbena —dijo Klaus—, y parece que es muy fresca, como si la hubieran recogido ayer. —Verbena Fresca y Duradera —dijo Quigley. —Otro misterio —dijo Violet, y sus ojos se llenaron de lágrimas—. No tenemos nada más que misterios. No sabemos dónde está Sunny. No sabemos dónde está el Conde Olaf. No sabemos quién nos está enviando señales desde la parte superior de la cascada, o lo que está tratando de decirnos, y ahora nos encontramos con un misterioso mensaje en un misterioso código en un misterioso refrigerador, y con un manojo de misteriosas hierbas en la gaveta. Estoy cansada de los misterios. Quiero que alguien nos ayude.
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—Nosotros podemos ayudar a los demás —dijo Klaus—. Tenemos tus invenciones, los mapas de Quigley y mis investigaciones. —Y todos somos personas de buen leer —dijo Quigley—. Eso debería ser suficiente para resolver cualquier misterio. Violet suspiró y dio una patada a algo que yacía en el suelo ceniciento. Era la pequeña cascara de un pistacho, ennegrecida por el incendio que destruyó la sede. —Es como si ya fuéramos miembros de V.F.D. — dijo—. Hemos enviado señales, descifrado códigos, y buscado secretos en las ruinas de un incendio. —¿Crees que nuestros padres se sentirían orgullosos de nosotros —preguntó Klaus—, por seguir sus pasos? —No lo sé —dijo Violet—. Después de todo, V.F.D. siempre ha sido un secreto. —Tal vez nos lo iban a explicar más adelante —dijo Klaus. —O tal vez esperaban que nunca nos enteráramos — dijo Violet. —Me pregunto lo mismo —dijo Quigley—. Si pudiera viajar en el tiempo hasta el momento en que mi madre me
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mostró el pasadizo secreto en la biblioteca, le preguntaría por qué guardaba esos secretos. —Ese es otro misterio más —dijo Violet con tristeza, y miró hacia la pendiente resbaladiza. Se estaba haciendo tarde y tarde, casi de noche, y la cascada congelada parecía menos y menos brillante con la luz del sol desapareciendo, como si se estuviera acabando el tiempo para subir a la cima y ver quien les había enviado la señal—. Debemos procurar investigar los misterios que son más probables que podamos resolver —dijo—. Yo subiré por la cascada y resolveré el misterio de los Verdeante Flameante Dispositivo, descubriendo quien está allá arriba y que es lo que quiere. Tú debes permanecer aquí, Klaus, y resolver el misterio del Verbal Frigorífico Diálogo, decodificando el código y descubriendo cuál es el mensaje. —Yo los ayudaré a ambos —dijo Quigley, sacando su libro común de color púrpura—. Voy a dejar mi libro común con Klaus, en caso de que pueda ser útil con los códigos. Y subiré la cascada contigo, Violet, en caso de que necesites mi ayuda.
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—¿Estás seguro? —preguntó Violet—. Ya nos has llevado hasta este punto, Quigley. No tienes la necesidad de arriesgar tu vida de nuevo. —Si quieres irte y buscar a tus hermanos —dijo Klaus—, nosotros lo entendemos. —No digan tonterías —dijo Quigley—. Todos somos parte de este misterio, sea lo que sea. Por supuesto que los ayudaré. Los dos Baudelaire se miraron y sonrieron. En este mundo es tan raro conocer a una persona de confianza que en verdad te quiera ayudar, y encontrar a tal persona puede hacerte sentir cálido y seguro, incluso si te encuentras en el centro de un valle con mucho viento en lo alto de las montañas. Por un momento, mientras su amigo les devolvía la sonrisa, parecía como si todos los misterios ya hubieran sido resueltos, a pesar de que Sunny seguía separada de ellos, y el Conde Olaf seguía en libertad, y la sede abandonada de V.F.D. aún permanecía en cenizas a su alrededor. El hecho de saber que habían encontrado a una persona como Quigley Quagmire, hizo sentir a Violet y Klaus como si cada código tuviera sentido, y como si cualquier señal fuera clara.
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Violet dio un paso adelante, con los crampones-tenedor zapatos de escalada, haciendo unos pequeños y determinados ruidos sobre el suelo, y tomó la mano de Quigley. —Gracias —dijo—, por ofrecerte voluntario.
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CAPÍTULO
Violet y Quigley caminaron con cuidado a través de la corriente congelada hasta llegar a los pies de la cascada. —¡Buena suerte! —les gritó Klaus desde el arco de la biblioteca en ruinas. Estaba limpiando sus gafas, como hacía a menudo antes de emprender una investigación seria. —¡Buena suerte! —respondió Violet, gritando por
encima de los furiosos vientos de la montaña, y cuando se volteó y vio a su hermano, recordó el momento en el que los dos hermanos estaban tratando de detener la caravana que se precipitó por la montaña cuesta abajo. Klaus había querido decirle algo, en caso de que el paracaídas de desaceleración y la mezcla de sustancias pegajosas no funcionaran. Violet tenía la misma sensación en ese momento, mientras se preparaba para subir la cascada congelada y dejar a su hermano atrás junto a los restos de ceniza de la sede de V.F.D.—. Klaus… —dijo ella. Klaus se puso las gafas y le dio a su hermana una valiente sonrisa. —Cualquier cosa que quieras decirme —dijo—, dímela cuando regreses. Violet asintió con la cabeza, y golpeó el candelabro contra un punto en el hielo. Oyó un profundo ¡thunk!, como si estuviera tocando algo muy sólido. —Empezaremos aquí —le dijo a Quigley—. Agárrate bien los pantalones. La expresión “agárrate bien los pantalones”, como estoy seguro sabes, no significa sujetar tus pantalones cuando los llevas puestos para que no se te caigan en caso de que sean
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muy amplios o no lleves un cinturón. La expresión significa “estar listo para algo que probablemente será difícil”, y realmente fue muy difícil escalar una cascada congelada en medio de un valle azotado por el viento con nada más que un candelabro y unos tenedores bien acomodados para ayudar a los dos los niños en su ascenso. Les tomó unos minutos a Violet y Quigley hacer funcionar el invento correctamente, y empujar los tenedores en el hielo lo suficiente para sostenerlos, pero no tanto como para quedarse atascados permanente, y una vez que los dos estuvieron en la posición correcta, Violet tuvo que estirarse lo más que pudo y golpear el candelabro contra el hielo por encima de ellos para encontrar el próximo lugar sólido por el cual subir. En los primeros pasos, parecía que subir la pendiente de hielo de esta manera sería imposible, pero a medida que pasaba el tiempo, y los dos voluntarios se hacían cada vez más hábiles con los crampones-tenedor zapatos de escalada y con el candelabro probador de hielo, quedó claro que una vez más las habilidades inventivas de Violet habían salvado el día, una frase que aquí significa “permitir a Violet Baudelaire y a Quigley Quagmire subir por una cascada congelada después de agarrarse bien los pantalones para el difícil viaje”.
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—Tu invento funciona —le dijo Quigley a Violet—. Estos crampones-tenedor zapatos de escalada son maravillosos. —Parecen estar funcionando —coincidió Violet—, pero no hay que cantar victoria antes de tiempo. Tenemos un largo camino por recorrer. —Mi hermana escribió un pareado sobre eso —dijo Quigley, y recitó el poema de Isadora: “Si celebras cuando se está a medio hacer, al terminar ni la mitad de divertido va a ser”. Violet sonrió y extendió la mano para probar el hielo sobre ella. —Isadora es una buena poeta —dijo Violet—, y sus poemas han sido útiles más de una vez. Cuando estuvimos en la Villa de la Fabulosa Desbandada, nos hizo descubrir donde se encontraban ocultando un mensaje secreto en una serie de pareados. —Me pregunto si se trata de un código que aprendió de V.F.D. —dijo Quigley—, o si lo hizo por sí misma.
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—No lo sé —dijo Violet, pensativa—. Isadora y Duncan fueron los primeros en decirnos acerca de V.F.D., pero nunca se me ocurrió que pudieran ser miembros. Sin embargo, si pienso en ello, el código que utilizó es muy similar al utilizado por nuestra tía Josephine. Ambos escondieron un lugar secreto dentro de una nota, y esperaron a que descubriéramos el mensaje oculto. Tal vez todos eran voluntarios —quitó su crampón-tenedor zapato de escalada izquierdo del hielo, y dio un nuevo paso a unos cuantos centímetros más arriba—. Tal vez todos nuestros tutores han sido miembros de V.F.D., de un lado u otro del cisma. —Es difícil de creer —dijo Quigley—, que siempre hemos estado rodeados de personas que llevaban a cabo misiones secretas y no lo sabíamos. —Es difícil de creer que estamos subiendo una cascada congelada en las Montañas Mortmain —dijo Violet—, y, sin embargo, aquí estamos. Quigley, ¿ves el saliente en donde está mi crampón-tenedor zapato de escalada? Es lo suficientemente sólido como para que los dos nos sentemos un momento y recuperemos el aliento. —Que bien —dijo Quigley—. Tengo una pequeña bolsa de zanahorias en la mochila que podemos comer para
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recuperar energías —el trillizo subió a donde Violet estaba sentada, en un pequeño saliente apenas del tamaño de un sofá, y se deslizó a su lado. Los dos escaladores pudieron ver que habían subido más alto de lo que habían pensado. Mucho más abajo estaban las ruinas ennegrecidas de la sede, y Klaus era sólo una pequeña mancha cerca de un pequeño arco de hierro. Quigley dio a Violet una zanahoria, quien la mordió pensativamente. —Sunny ama las zanahorias crudas —dijo Violet—. Espero que esté comiendo bien, dondequiera que esté. —También espero que mis hermanos estén comiendo bien —dijo Quigley—. Mi padre solía decir que una buena comida siempre levanta el ánimo. —Mi padre solía decir lo mismo —dijo Violet, mirando con curiosidad a Quigley—, ¿Crees que ese fuese también un código? Quigley se encogió de hombros y suspiró. Pequeños trozos de hielo de la cascada caían desde los extremos de los tenedores y volaron con el viento. —Es como si nunca hubiéramos conocido realmente a nuestros padres —dijo.
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—Los conocíamos —dijo Violet—. Sólo tenían unos cuantos secretos, eso es todo. Todo el mundo debe tener algún secreto. —Supongo que sí —dijo Quigley—, pero pudieron haber mencionado que se encontraban en una organización secreta con una sede escondida en las Montañas Mortmain. —Quizás no querían que conociéramos un lugar tan peligroso —dijo Violet, mirando fuera del saliente—, aunque sin duda es un hermoso lugar para ocultar una sede si tienes que hacerlo. Aparte de los restos del incendio, la vista es muy hermosa. —Muy hermosa en verdad —dijo Quigley, pero no estaba viendo la escena por debajo de él. Miraba a su lado, donde estaba sentada Violet Baudelaire. Muchas cosas les habían sido arrebatadas a los tres Baudelaire. Sus padres les habían sido arrebatados, por supuesto, y su casa les había sido arrebatada, por un terrible incendio. Varios de sus tutores les habían sido arrebatados, porque fueron asesinados por el Conde Olaf, o fueron simplemente guardianes miserables que pronto perdieron el interés por tres niños pequeños sin un lugar a donde ir. La dignidad de los Baudelaire les había sido arrebatada, en las
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ocasiones en que los hermanos se vieron obligados a usar disfraces absurdos, y recientemente habían sido arrebatados los unos de los otros, con Sunny secuestrada y obligada a realizar tareas pesadas en la parte superior de la cascada congelada, mientras que Violet y Klaus descubrían los secretos de V.F.D. en la parte inferior. Pero una cosa que había sido arrebatada de los Baudelaire de la que no se habla a menudo es su intimidad, una palabra que aquí significa “tiempo para estar solos, sin nadie a quien mirar o que interfiera”. A menos que seas un ermitaño o la mitad de un par de gemelos siameses, probablemente disfrutes ocasionalmente de tomar un descanso de los miembros de tu familia para disfrutar de un poco de intimidad, tal vez con un amigo o compañero, en tu habitación o en un vagón de tren en el que has logrado subir a bordo furtivamente. Pero desde aquel terrible día en la Playa Salada, cuando el señor Poe fue y les dijo a los Baudelaire que sus padres habían muerto, los tres niños apenas habían tenido algo de privacidad. Desde la pequeña y oscura habitación donde dormían en la casa del Conde Olaf, hasta la atestada caravana del Carnaval Caligari, por no lo hablar de los otros terribles lugares entre ellos, la situación de los Baudelaire había sido siempre tan
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desesperada y estrecha que rara vez podían tener un momento para un poco de privacidad. Así que, mientras que Violet y Quigley descansan durante unos minutos más en un saliente a mitad de la cascada congelada, voy a aprovechar esta oportunidad para darles un poco de privacidad, por lo que no escribiré nada más de lo que sucedió entre los dos amigos en esa fría tarde. Es cierto que hay aspectos de mi vida personal que nunca escribiré, por lo valiosos que son para mí, y le ofreceré a la mayor de los Baudelaire la misma cortesía. Te diré que los dos jóvenes retomaron el ascenso, y que la tarde poco a poco se tornó en la noche y que tanto Violet como Quigley tenían pequeñas sonrisas secretas en sus rostros mientras que el candelabro probador de hielo y los crampones-tenedor zapatos de escalada les ayudaban a acercarse cada vez más al pico más alto de las montañas, pero ha habido tan poca intimidad en la vida de Violet Baudelaire que la dejaré conservar unos pocos momentos importantes para ella misma, en lugar de compartirlos con mis angustiados y llorosos lectores.
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—Ya casi llegamos —dijo Violet—. Es difícil ver con la puesta de sol, pero creo que ya casi llegamos a la cima del pico. —No puedo creer que hemos estado escalando durante toda la tarde —dijo Quigley. —No toda la tarde —le recordó con una sonrisa tímida—. Creo que esta cascada es casi tan alta como el número 667 de la Avenida Oscura. Nos tomó mucho tiempo el subir y bajar por el hueco del ascensor tratando de rescatar a tus hermanos. Espero que esta vez tengamos más éxito. —Yo también —dijo Quigley—. ¿Qué crees que encontraremos en la cima? —¡Set! —fue la respuesta. —No te pude oír por el viento —dijo Quigley—. ¿Qué dijiste? —Yo no he dicho nada —dijo Violet. Se esforzó para ver por encima de ella, tratando de ver a través de la tenue luz del crepúsculo, y casi sin atreverse a albergar esperanzas de que hubiera escuchado bien. De todas las palabras en Inglés, idioma en el que originalmente fue escrito este libro, la palabra “set” es la que
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tiene el mayor número de definiciones, y si abres un buen diccionario y lees la larga, larga entrada de la palabra, comenzarás a pensar que “set” ni siquiera es una palabra, sino sólo un sonido que significa cosas diferentes dependiendo de quién lo dice. Si un grupo de músicos de jazz dice “set”, por ejemplo, se refiere probablemente a las canciones que planean tocar en un club esa noche, suponiendo que el club no se esté incendiando. Si el dueño de un restaurante usa la palabra “set”, podría referirse a un grupo de copas de vino idénticas o a un grupo de camareras que tienen el mismo aspecto o se parecen mucho. Un bibliotecario podría decir “set” para referirse a una colección de libros de un mismo autor o sobre un mismo tema, y un egiptólogo podría utilizar la palabra “set” para referirse al antiguo dios del mal, aunque es algo que no se menciona muy a menudo en una conversación. Pero cuando Violet escuchó la palabra “set” proveniente de la cima del Monte Tensión, no creyó que se tratara de un grupo de músicos de jazz, o un dueño de un restaurante, o de un bibliotecario o de un egiptólogo hablando de melodías de jazz, de copas, de camareras, de libros temáticos, o de un oso hormiguero negro e inmoral, quien es el peor enemigo del dios Osiris.
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Violet elevó y clavo su tenedor tan alto como pudo, y vio que los rayos del sol se reflejaban en un gran y largo diente, y Violet se dio cuenta de que esta vez la definición de la palabra “set” significaba “¡Sabía que me encontrarías!” y que la persona que la estaba diciendo era Sunny Baudelaire. —¡Set! —dijo Sunny de nuevo. —¡Sunny! —gritó Violet. —¡Sssh! —dijo Sunny. —¿Qué sucede? —preguntó Quigley a unos cuentos pasos detrás de Violet. —Es Sunny —dijo Violet, y subió hasta la cima del pico para ver a su hermana pequeña, de pie junto al auto del Conde Olaf y con una sonrisa de oreja a oreja. Sin decir una palabra, las dos hermanas Baudelaire se abrazaron fuertemente, teniendo cuidado Violet de no clavarle a Sunny el tenedor que llevaba. Cuando Quigley llegó a la cima del pico y se acercó hasta apoyarse en uno de los neumáticos del auto, las dos Baudelaire sonreían con lágrimas en los ojos. —Yo sabía que te volvería a ver, Sunny —dijo Violet— . Lo sabía. —¿Klaus? —preguntó Sunny.
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—A salvo y cerca —dijo Violet—. Él también sabía que te encontraríamos. —Set —coincidió Sunny, pero luego se dio cuenta de Quigley y sus ojos se agrandaron—. ¿Quagmire? —preguntó con asombro. —Sí —dijo Violet—. Este es Quigley Quagmire, Sunny. Sobrevivió al incendio —Sunny caminó tambaleante hasta Quigley y le estrechó la mano—. Nos guió hasta la sede, Sunny, con un mapa dibujado por él mismo. —Arigato —dijo Sunny, que significaba algo así como “Gracias por tu ayuda, Quigley”. —¿Fuiste tú quien nos envió la señal? —preguntó Quigley. —Sí —dijo Sunny—. Lox. —¿El Conde Olaf te ha obligado a que te encargues de cocinar? —Violet le preguntó desconcertada. —Vaccurum —dijo Sunny. —Olaf incluso la obligó a limpiar migas de patatas fritas del auto —Violet le tradujo a Quigley—, forzándola a soplar tan fuerte como pudiera. —¡Eso es ridículo! —dijo Quigley.
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—Cenicienta —dijo Sunny. Quería decir algo como “Tuve que hacer todas las tareas y fui humillada todo el tiempo”, pero Violet no tuvo tiempo de traducir debido al sonido de la áspera voz del Conde Olaf. —¿Dónde estás, Bebelaire? —preguntó, añadiendo un apodo absurdo a su lista de insultos—. He pensado en más tareas que puedes hacer. Los tres niños se miraron unos a otros en pánico. —Ocultarse —susurró Sunny, y no hubo necesidad de traducción. Violet y Quigley miraron a su alrededor el paisaje desolado de la cima en busca de un escondite, pero sólo había un lugar a donde ir. —Debajo del auto —dijo Violet, y ella y Quigley se metieron debajo del largo y negro automóvil, que era tan sucio y maloliente como su propietario. Como inventora, la mayor de los Baudelaire había mirado de cerca la maquinaria automotriz cientos de veces, pero nunca había visto una situación tan extrema de deterioro, una frase que aquí significa “la parte inferior de un automóvil en tan malas condiciones que el aceite del motor goteaba sobre las cabezas de ella y su compañero”. Pero Violet y Quigley no tenían tiempo que perder pensando en sus contrariedades.
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Ocultaron tan pronto como pudieron sus crampones-tenedor zapatos de escalada cuando el Conde Olaf y sus compinches llegaron. Debajo de él auto, los dos voluntarios sólo podían ver el tatuaje del villano en su mugriento tobillo por encima de su zapato izquierdo y un par de zapatillas de tacón alto muy a la moda, decoradas con purpurina y pequeños estampados de ojo, que sólo podían pertenecer a Esmé Miseria. —Durante todo el día sólo hemos comido salmón ahumado, y ya casi es la hora de cenar —dijo el Conde Olaf—. Es mejor que comiences a cocinar, huérfana. —Mañana es la Falsa Primavera —dijo Esmé—, y sería muy in tener una cena de la Falsa Primavera. —¿Has oído eso, dentona? —Olaf preguntó—. Mi novia quiere una cena con estilo. Dedícate a tu trabajo. —Olaf, te necesitamos —dijo una voz muy profunda, y Violet y Quigley vieron dos pares de siniestros zapatos negros aparecer detrás del villano y de su novia, cuyo calzado hizo que se estremecieran y se comenzaran a mover nerviosamente. De repente, parecía que hacía mucho más frío por debajo del auto, por lo que Violet tuvo que empujar
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sus piernas contra los neumáticos para no temblar y terminar haciendo ruido. —Sí, Olaf —coincidió la voz ronca de un hombre con barba pero sin pelo, aunque Violet y Quigley no podían verlo—. Nuestro plan de reclutamiento se llevará a cabo a primera hora de la mañana, así que te necesitamos para extender la red sobre la tierra. —¿No se lo puedes pedir a uno de nuestros empleados? —preguntó Esmé—. Ahí está el Hombre con Ganchos en vez de Manos, las dos mujeres empolvadas, y los tres fenómenos que recogimos en el carnaval. Son ocho personas, si ustedes se incluyen, para extender la red. ¿Por qué deberíamos hacerlo nosotros? Los cuatro zapatos negros avanzaron hacia las zapatillas de tacón alto muy a la moda de Esmé y al tatuaje de Olaf. —Harás esto —dijo la mujer con pelo pero sin barba—, porque yo lo digo. Hubo una larga y siniestra pausa, y luego el Conde Olaf se rió estridentemente. —Ese es un buen punto —dijo—. Vamos, Esmé. Ya le hemos dado órdenes a la mocosa, así que no hay nada más que hacer por aquí de todos modos.
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—Eso es cierto —coincidió Esmé—. De hecho, estaba pensando en empezar a fumar de nuevo, porque estoy aburrida. ¿Tienes más de esos cigarrillos verde? —Me temo que no —respondió el hombre con barba pero sin pelo, alejándose junto a los villanos del auto—. Fue el único que encontré. —Qué lástima —dijo Esmé—. No me gustó su sabor u olor, y son muy malos para la salud, pero los cigarrillos son muy in y me gustaría fumar otro. —Tal vez haya otro en las ruinas de la sede —dijo la mujer con pelo pero sin barba—. Es difícil encontrar algo en medio de todas las cenizas. Buscamos por días y no pudimos encontrar el Azucarero. —No delante del bebé —dijo Olaf rápidamente, y los cuatro pares de zapatos se alejaron. Violet y Quigley se quedaron debajo del auto hasta que Sunny dijo—. Vialibre —que significaba algo así como “Es seguro salir ahora”. —Esas eran personas terribles —dijo Quigley con un estremecimiento, sacudiendo el aceite y la suciedad de su abrigo—. Me hicieron sentir escalofríos por todas partes.
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—Sin duda, tenían un aura amenazante —coincidió Violet en un susurro—. Los pies con el tatuaje eran del Conde Olaf, y las zapatillas de tacón alto muy a la moda eran de Esmé Miseria. Pero, ¿Quiénes eran los otros dos, Sunny? —Unno Narsonist —murmuró Sunny. Quería decir algo como “no lo sé, pero sé que ellos incendiaron la sede de V.F.D.” y Violet se apresuró a explicar esto a Quigley. —Klaus encontró un mensaje importante que sobrevivió al incendio —dijo Violet—. Cuando regresemos al terminar de bajar la cascada, estoy segura de que ya habrá descifrado el mensaje. Vamos. —Novoy —dijo Sunny, que significaba—. No creo que deba acompañarlos. —¿Por qué diablos no? —Violet le preguntó. —Unasanc —dijo Sunny. —Sunny dice que los villanos mencionaron un lugar seguro más donde los voluntarios se reúnen —explicó Violet a Quigley. —¿Sabes dónde está? —preguntó Quigley. Sunny negó con la cabeza. —Olafpediente —dijo.
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—Pero si el conde Olaf tiene el expediente Snicket — dijo Violet—. ¿Cómo sabrás donde se encuentra ese lugar seguro? —Matahari —dijo, lo que significaba algo así como “Si me quedo, puedo espiarlos y averiguarlo”. —De ninguna manera —dijo Violet, después de haber traducido—. No es seguro que te quedes aquí, Sunny. Ya es bastante malo que Olaf te haya obligado a cocinar. —Lox —señaló Sunny. —Pero, ¿Qué prepararás para una cena de la Falsa Primavera? —le preguntó Violet. Sunny le dio a su hermana una sonrisa y caminó a la cajuela del auto. Violet y Quigley la oyeron hurgar entre los suministros restantes, pero se quedaron dónde estaban para no ser vistos por Olaf o cualquiera de sus secuaces. Cuando Sunny regresó, tenía una sonrisa triunfal en su rostro, y un trozo congelado de espinacas, una bolsa grande de hongos, la lata de castañas de agua, y la enorme berenjena en sus brazos. —¡Rollitos de la Falsa Primavera! —dijo ella, lo que significaba algo así como “un surtido de verduras envueltas
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en hojas de espinaca, preparados en honor a la Falsa Primavera”. —Me sorprende que incluso puedas cargar la berenjena, ¿Cómo vas a prepararla sola? —dijo Violet—. Debe pesar tanto como tú. —Suppertunity —dijo Sunny. Quería decir algo así como “Servir la cena a los villanos será una oportunidad perfecta para escuchar su conversación” y Violet tradujo a regañadientes. —Parece peligroso —dijo Quigley. —Por supuesto que es peligroso —dijo Violet—. Si te descubren espiando, ¿Qué es lo que harás? —Ga ga goo goo —dijo Sunny, que significaba—. No voy a ser capturada, porque creo que soy más que un bebé indefenso. —Creo que tu hermana tiene razón —dijo Quigley—. De una forma u otra no sería seguro llevarla cargando mientras descendemos por la cascada. Necesitamos nuestras manos y pies para el descenso. Deja a Sunny investigar el misterio que tiene mayor oportunidad de poder resolver, mientras trabajamos en un plan de escape. Violet negó con la cabeza.
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—No quiero dejar a mi hermana detrás —dijo—. Los Baudelaire nunca deben ser separados. —Separado Klaus —remarcó Sunny. —Si hay otro lugar donde los voluntarios se reúnen — dijo Quigley—, tenemos que saber dónde está. Sunny puede descubrirlo por nosotros, pero sólo si se queda aquí. —No voy a dejar a mi hermana bebé en la cima de una montaña —dijo Violet. Sunny dejó caer los vegetales al suelo y se acercó a su hermana y sonrió. —Yo no soy un bebé —dijo Sunny, y la abrazó. Fue la frase más larga que la joven Baudelaire había dicho, y mientras Violet miraba a su hermana, se dio cuenta de que era verdad. Sunny en realidad ya no era un bebé. Ella era una niña pequeña con inusuales dientes afilados, con notables habilidades culinarias, y con la oportunidad de espiar a un grupo de villanos y descubrir un pedazo de información crucial. En algún momento, durante las catastróficas desdichas que les habían ocurrido a los tres huérfanos, Sunny había superado su primera infancia, y aunque Violet se puso un poco triste al pensar en ello, también se sentía orgullosa y le dio a su hermana una sonrisa.
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—Supongo que tienes razón —dijo Violet—. Ya no eres un bebé. Pero ten cuidado, Sunny. Eres una niña pequeña, pero aun así es muy peligroso para una niña pequeña espiar a los villanos. Y recuerda que estamos justo al pie de la pendiente, Sunny. Si nos necesitas, sólo envíanos nuevamente una señal. Sunny abrió la boca para contestar, pero antes de que pudiera emitir sonido alguno, los tres niños escucharon un largo y perezoso ruidoso silbido venir por debajo del auto de Olaf, como si una de las serpientes del Dr. Montgomery se hubiera escondido allí. El auto se balanceó ligeramente, y Violet señaló uno de los neumáticos de Olaf, que se había desinflado por completo. —Debo haberlo pinchado —dijo Violet—, con los crampones-tenedor zapatos de escalada. —Supongo que no es algo agradable de hacer —dijo Quigley—, pero no puedo decir que lo siento. —¿Cómo va la cena, dentona? —dijo la cruel voz del Conde Olaf por encima del sonido del viento. —Creo que será mejor que nos vayamos antes de que nos descubran —dijo Violet, dándole a su hermana un abrazo y un beso en la frente—. Nos vemos pronto, Sunny.
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—Adiós, Sunny —dijo Quigley—. Estoy muy contento de que finalmente nos hayamos conocido en persona. Y muchas gracias por ayudarnos a encontrar el último lugar seguro. Sunny Baudelaire miró Quigley, y luego a su hermana mayor, y dio a los dos una gran y feliz sonrisa en la que mostró todos sus impresionantes dientes. Después de pasar tanto tiempo en compañía de los villanos, estaba feliz de estar con gente que respetara sus habilidades, que apreciara su trabajo, y que entendiera su forma de hablar. Incluso si Klaus se encontraba al pie de la cascada, Sunny sentía como si estuviera felizmente reunida con su familia, y que sus aventuras en las Montañas Mortmain tendrían un final feliz. Ella estaba equivocada acerca de eso, por supuesto, pero en ese momento la joven Baudelaire se limitó a sonreír a esas dos personas que se preocupaban por ella, una que acababa de conocer y otra a la que había conocido toda su vida, y sintió como si estuviera creciendo cada vez más en ese momento. —Feliz —dijo la joven, y todos los que la oyeron entendieron lo que quería decir.
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CAPÍTULO
Si alguna vez has mirado la imagen de alguien que acaba de tener una idea, es posible que observes el dibujo de una bombilla encima de su cabeza. Por supuesto, no suele ser común que haya una bombilla suspendida en el aire cuando alguien tiene una idea, pero la imagen de una bombilla sobre la cabeza de alguien se ha convertido en una especie de símbolo del pensamiento, así como la imagen de un ojo, por desgracia, se convirtió en un símbolo de la
delincuencia y del escabroso comportamiento en lugar de la integridad, la prevención de incendios, y del buen leer. Mientras Violet y Quigley descendían por la pendiente resbaladiza de la cascada congelada, sus crampones-tenedor zapatos de escalada atravesaban el hielo a cada paso, y miraron hacia abajo y vieron, iluminado por los últimos rayos del sol poniente, la figura de Klaus. Llevaba una linterna sobre su cabeza para ayudar a los dos escaladores a encontrar su camino hacia abajo, pero parecía como si acabara de tener una idea. —Debe de haber encontrado una linterna entre los escombros —dijo Quigley—. Se parece a la que Jacques me dio. —Espero que haya encontrado la información necesaria para decodificar el Verbal Frigorífico Dialogo —dijo Violet, y golpeó el candelabro por debajo de sus pies—. Ten cuidado aquí, Quigley. El hielo se siente delgado. Vamos a tener que bajar alrededor de él. —El hilo es menos solido que en nuestro ascenso — dijo Quigley. —No es de extrañar —dijo Violet—. Hemos hecho varios agujeros con los tenedores. En el momento en que
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llegue la Falsa Primavera, probablemente está pendiente sólo esté medio congelada. —En el momento en el que llegue la Falsa Primavera —dijo Quigley—. Espero que estemos en camino hacia el último lugar seguro. —Yo también —dijo Violet en voz baja, y los dos escaladores no dijeron nada más hasta que llegaron al pie de la cascada y cruzaron con cuidado la corriente congelada a lo largo del camino que Klaus iluminaba con su linterna. —Estoy tan feliz de que hayan regresado en una sola pieza —dijo Klaus, apuntando su linterna en dirección a los restos del comedor—. Parece que fue un viaje muy resbaladizo. Está haciendo frío, pero si nos sentamos detrás de la entrada de la biblioteca, nos resguardaremos de los vientos. Pero Violet estaba tan ansiosa por decirle a su hermano a quien había encontrado en la cima del pico que no podía esperar más. —Era Sunny —dijo—, Sunny estaba en la cima. Fue ella quien nos envió las señales.
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—¿Sunny? —preguntó Klaus, con sus ojos tan grandes como su sonrisa—. ¿Cómo llegó hasta allí? ¿Está a salvo? ¿Por qué no la trajiste? —Ella está a salvo —dijo Violet—. Está con el Conde Olaf, pero está a salvo. —¿Le ha hecho daño? —preguntó Klaus. Violet negó con la cabeza. —No —dijo—. La obliga hacer la comida y la limpieza. —¡Pero ella es un bebé! —dijo Klaus. —Ya no más —dijo Violet—. No lo hemos notado, Klaus, pero ha crecido bastante. Ella es demasiado joven para hacerse cargo de todas las tareas, por supuesto, pero en algún momento, durante todas las dificultades que hemos pasado, dejó de ser un bebé. —Ella es lo suficientemente mayor como para escuchar a hurtadillas —dijo Quigley—. Descubrió quien incendio la sede de V.F.D. —Son dos personas terribles, un hombre y una mujer, quienes tienen un aura amenazante —dijo Violet—. Incluso el Conde Olaf les tiene un poco de miedo.
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—¿Qué están haciendo todos ahí arriba? —Klaus preguntó. —Están teniendo una especie de reunión de villanos — dijo Quigley—. Los hemos oído mencionar algo acerca de un plan de reclutamiento y de una gran red. —Eso no suena muy bien —dijo Klaus. —Hay más, Klaus —dijo Violet—. El Conde Olaf tiene el expediente Snicket, y se enteró de un lugar secreto… el último lugar seguro donde los miembros de V.F.D. pueden reunirse. Es por eso que Sunny se quedó allí. Si puede lograr escuchar a hurtadillas donde se encuentra ese lugar, sabremos a donde ir para conocer al resto de los voluntarios. —Espero que tenga éxito —dijo Klaus—. Sin esa información, todo lo que he descubierto es inútil. —¿Qué has descubierto? —Quigley preguntó. —Te mostraré —dijo Klaus, y caminó en dirección a las ruinas de la biblioteca, donde Violet podía ver que había estado trabajando. Su cuaderno común de color azul oscuro estaba abierto, y pudo ver varias páginas llenas de notas. Cerca de allí había una gran cantidad de trozos de papel a medio quemar, apilados debajo de una taza de té quemada que Klaus había utilizado como pisapapeles, y todas las
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cosas del refrigerador estaban colocadas con precisión sobre el suelo en un semicírculo: el tarro de mostaza, el frasco de aceitunas, los tres frascos de diferentes tipos de mermelada, y la Verbena Fresca y Duradera. El tarro de vidrio, que contenía un solitario pepinillo, y la botella de jugo de limón estaban a un lado—. Esta investigación es una de las más difíciles que he hecho —dijo Klaus, sentado al lado de su libro común—. La biblioteca jurídica de Justicia Strauss era confusa, y la biblioteca gramatical de Tía Josephine era aburrida, pero la biblioteca en ruinas V.F.D. fue un gran desafío. Aunque sabía que el libro que estaba buscando podría estar reducido a cenizas. —¿Encontraste algo sobre el Verbal Frigorífico Dialogo? —Quigley le preguntó, sentándose a su lado. —Al principio, no —dijo Klaus—. El trozo de papel que nos condujo al refrigerador estaba casi totalmente en cenizas, lo que me dificultó un poco la búsqueda. Pero finalmente encontré una página que probablemente pertenezca al mismo libro —tomó su libro común y levantó la linterna para poder ver las páginas—. La página estaba en tan mal estado —dijo—, que inmediatamente la copié en mi
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libro común. En ella se explica cómo funciona el código en su totalidad. —Léelo para nosotros —dijo Violet, y Klaus cumplió, una palabra que aquí significa “seguir la sugerencia de Violet y leer un párrafo muy complicado en voz alta, explicando todo a medida que avanzaba”. —“El Verbal Frigorífico Dialogo —leyó—, es un sistema de comunicación de emergencia que utiliza los productos más esotérico disponibles en el refrigerador. Los voluntarios sabrán que el código está siendo utilizado por la presencia de Ver…” —levantó la vista de su libro común—. La frase termina ahí —dijo—, pero supongo que “Ver” es el principio de “Verbena Fresca y duradera”. Si hay Verbena Fresca y Duradera en el refrigerador, eso significa que también hay un mensaje. —Entiendo esa parte —dijo Violet—, pero, ¿qué significa “esotérico”? —En este caso —dijo Klaus—, creo que se refiere a cosas que no son muy utilizadas… las cosas que se quedan por mucho tiempo en el refrigerador. —Al igual que la mostaza y la mermelada y cosas por el estilo —dijo Violet—. Entiendo.
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—“El destinatario del mensaje debe encontrar sus iniciales, como lo señala más adelante uno de nuestros voluntarios poetas, de la siguiente manera” —continuó Klaus—. Y luego hay un breve poema: De los tres tarros de mermelada el más oscuro será, el que definitivamente el destinatario contendrá. —Ese es un pareado —dijo Quigley—, como los que mi hermana escribe. —No creo que tu hermana haya escrito ese poema en particular —dijo Violet—. Este código probablemente fue inventado antes de que tu hermana naciera. —Eso es lo mismo que pensé —dijo Klaus—, pero me hizo pensar quién podría haberle enseñado a hacer pareados a Isadora. Tal vez era un voluntario. —Ella tenía un profesor de poesía cuando éramos pequeños —dijo Quigley—, pero yo nunca lo conocí. Yo siempre tuve clases de cartografía. —Y tus habilidades cartográficas —dijo Violet—, nos llevaron a la sede.
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—Y tus habilidades inventivas —dijo Klaus—, les han permitido subir el Monte Tensión. —Y tus habilidades de investigación nos están ayudando —dijo Violet—. Es como si hubiéramos sido entrenados para esto, sin siquiera saberlo. —Nunca pensé en aprender acerca de los mapas como un medio de entrenamiento —dijo Quigley—, simplemente me gustaba. —Bueno, no he tenido un gran entrenamiento en la poesía —dijo Klaus—, pero el pareado parece decir que dentro del tarro de mermelada más oscuro está el nombre de la persona a la que se supone va dirigida el mensaje. Violet miró los tres tarros de mermelada —Aquí hay de albaricoque, de fresa y de boysenberry —dijo—. La de boysenberry es la más oscura. Klaus asintió con la cabeza y desenrosco la tapa del tarro de mermelada de boysenberry. —Miren —dijo, y apuntó con su linterna el objeto para que Violet y Quigley pudieran ver. Alguien había tomado un cuchillo y había escrito dos letras en la superficie de la mermelada: J y S. —J.S. —dijo Quigley—. Jacques Snicket.
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—El mensaje no puede ser para Jacques Snicket —dijo Violet—. Está muerto. —Quizás el que escribió el mensaje no lo sabía —dijo Klaus y continuó leyendo las notas de su libro común—. “Si es necesario, el diálogo hace uso de un calendario en el que se utilizan frutas para definir los días de la semana, con el fin de anunciar la fecha en la que se realizará una reunión. El domingo es representado por una sola…”, Aquí la frase se corta de nuevo, pero creo que significa que las aceitunas dentro del tarro son un código para saber que día de la semana se llevará a cabo una reunión. Para el domingo debe utilizarse una aceituna, para el lunes dos, y así sucesivamente. —¿Cuántas aceitunas hay en el tarro? —Quigley preguntó. —Cinco —dijo Klaus, arrugando la nariz—. No me gusta contarlas. Desde que los Miseria nos dieron esos martinis acuosos, el sabor de las aceitunas no es de mi agrado. —Cinco aceitunas quiere decir Jueves —dijo Violet. —Hoy es Viernes —dijo Quigley—. La reunión de los voluntarios es en menos de una semana.
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Los dos Baudelaire asintieron con la cabeza, y Klaus abrió su libro común de nuevo. —“Cualquier condimento hecho a base de especias — leyó—, debe tener en su etiqueta un código que debe referir a los voluntarios a un poema codificado”. —No lo entiendo —dijo Quigley. Klaus suspiró, y tomó el frasco de mostaza. —Aquí es donde realmente se pone complicado. La mostaza es un condimento hecho a base de especias, y de acuerdo con el código, debe referirnos a un poema de algún tipo. —¿Cómo puede la mostaza referirnos a un poema? — preguntó Violet. Klaus sonrió. —Estuve perplejo por un largo tiempo —dijo—, pero finalmente se me ocurrió mirar la lista de ingredientes. Escuchen esto: “Vinagre, semillas de mostaza, sal, cúrcuma, el cuarteto final de la undécima estrofa de “El jardín de Proserpina”, por Algernon Charles Swinburne, y calcio disódico, un conservador supuestamente natural”. Un cuarteto tiene cuatro versos de un poema, y una estrofa es
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otra palabra para verso. Ellos escondieron la referencia de un poema en la lista de ingredientes. —Es el lugar perfecto para esconder algo —dijo Violet—. Nadie lee las etiquetas detenidamente. Pero, ¿encontraste el poema? Klaus frunció el ceño y levantó taza de té. —Bajo el signo de madera quemado que decía “Poesía”, encontré un montón de papeles quemados prácticamente casi desintegrados —dijo—, pero este es el único fragmento sobreviviente, y también es el cuarteto final de la undécima estrofa de “El jardín de las Proserpina”, por Algernon Charles Swinburne. —Que conveniente —dijo Quigley. —Un poco demasiado conveniente —dijo Klaus—. La biblioteca fue destruida, y el único poema que sobrevivió es justo el que necesitamos. Esto no puede ser una coincidencia —levantó el trozo de papel para que Violet y Quigley pudieran verlo—. Es como si alguien supiera que estábamos buscando esto. —¿Qué es lo que dice el cuarteto? —preguntó Violet. —No es algo muy alegre —dijo Klaus, e inclinó la linterna para poder leerlo:
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Que la vida no sea eterna, Que nunca los muertos hombres se levanten, Que hasta el río más perezoso Llegue en sus giros al reposo del mar. Los niños se estremecieron y sentados se acercaron más los unos a los otros. Cada vez oscurecía más, y la linterna de Klaus era prácticamente lo único que podían ver. Si alguna vez te has encontrado sentado en la oscuridad con una linterna, tal vez hayas experimentado la sensación de que algo se esconde más allá del círculo de luz que emite la linterna, y leer un poema acerca de hombres muertos no es la mejor manera de hacerte sentir mejor. —Ojalá Isadora estuviera aquí —dijo Quigley—. Podría decirnos lo que significa el poema. —Que hasta el río más perezoso, Llegue en sus giros al reposo del mar —repitió Violet—. ¿Crees que se refiere al último lugar seguro? —No lo sé —dijo Klaus—. No he encontrado nada que nos ayude a entender el poema.
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—¿Qué pasa con el jugo de limón? —Violet le preguntó—. ¿Y el pepinillo? Klaus negó con la cabeza, aunque su hermana apenas podía verlo en la oscuridad. —Tal vez había algo más en el mensaje —dijo—, pero todo se ha convertido en humo. No he podido encontrar nada más en la biblioteca que pareciera útil. Violet tomó el trozo de papel de su hermano y miró el cuarteto. —Hay algo escrito aquí —dijo—, una palabra escrita con lápiz, pero es demasiado tenue como para poderse leer. Quigley buscó en su mochila. —Había olvidado que tenemos dos linternas —dijo, e iluminó el papel con una segunda luz. Efectivamente, había una palabra, escrita con lápiz muy tenuemente al lado de los cuatro últimos versos de la undécima estrofa del poema. Violet, Klaus y Quigley se inclinaron tanto como pudieron para ver lo que decía. Los vientos nocturnos hicieron crujir el frágil papel, e hizo temblar a los niños, quienes sacudieron las linternas, pero finalmente la luz iluminó el cuarteto y pudieron ver las palabras escritas.
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—Azucarero —dijeron al unísono, y se miraron unos a otros. —¿Qué significa eso? —preguntó Klaus. Violet suspiró. —Cuando estábamos escondidos debajo del auto —le dijo a Quigley—, uno de los villanos dijo algo acerca de que estaban buscado el Azucarero, ¿recuerdas? Quigley asintió con la cabeza y sacó su libro común de color púrpura. —Jacques Snicket mencionó un Azucarero una vez — dijo—, cuando estábamos en la biblioteca del Dr. Montgomery. Dijo que era muy importante encontrarlo. Escribí esto en la parte superior de una página de mi libro común dejando un espacio en blanco, por lo que podría añadir cualquier información que descubriera acerca de su paradero —levantó la página para que los dos Baudelaire pudieran ver que no había nada escrito—. Nunca supe nada más —dijo. Klaus suspiró. —Parece que cuanto más sabemos, encontramos más misterios. Llegamos a la sede de V.F.D. y decodificamos un
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mensaje, y todo lo que sabemos es que hay un último lugar seguro, y que los voluntarios se reunirán allí el jueves. —Eso podría ser suficiente —dijo Violet—, si Sunny descubre dónde está ese lugar seguro. —Pero, ¿Cómo vamos a conseguir salvar a Sunny de las garras del Conde Olaf? —Klaus preguntó. —Con nuestros crampones-tenedor zapatos de escalada —dijo Quigley—. Podemos subir de nuevo y rescatar a Sunny. Violet negó con la cabeza. —En el momento en el que se den cuenta de que Sunny se ha ido —dijo—. Nos encontrarán. Desde el Monte Tensión, se puede ver todo y a todos a muchas millas y millas de distancia, y nos superan en número. —Eso es verdad —admitió Quigley—. Hay diez villanos allí, y sólo cuatro de nosotros. Entonces ¿cómo la rescataremos? —Olaf tiene a alguien a quien amamos —dijo Klaus pensativo—. Si tuviéramos algo que el amara, podríamos intercambiarlo por Sunny. ¿Qué es lo que más ama el Conde Olaf? —El dinero —dijo Violet.
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—Los incendios —dijo Quigley. —No tenemos dinero —dijo Klaus—, y Olaf no intercambiaría a Sunny por un incendio. Debe haber algo que realmente ame… algo que lo haga feliz, algo que lo haría muy infeliz si se lo quitaran. Violet y Quigley se miraron y sonrieron. —El Conde Olaf ama a Esmé Miseria —dijo Violet—. Si lográramos convertir a Esmé en nuestra prisionera, podríamos realizar un intercambio. —Es cierto —dijo Klaus—. Sin embargo, Esmé no es nuestra prisionera. —Podríamos tomarla como prisionera —dijo Quigley, y todos se quedaron en silencio. Tomar a alguien como prisionero, por supuesto, es un acto muy villanesco de hacer, y cuando piensas en hacer un acto villanesco —incluso si tienes una muy buena razón para pensar en hacerlo— puede que también te sientas como un villano. Últimamente, los Baudelaire habían estado haciendo cosas como usar disfraces y ayudar a quemar un carnaval, y estaban comenzando a sentirse cada vez más como villanos. Pero Violet y Klaus nunca había hecho nada tan villanesco como tomar a alguien como prisionero, y al mirar a Quigley
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podían notar que se sentía tan incómodo como ellos, sentado en la oscuridad pensando un villanesco plan. —¿Cómo lo haremos? —Klaus preguntó en voz baja. —Debemos atraerla hacia nosotros —dijo Violet—, y atraparla. Quigley escribió algo en su libro común. —Podríamos utilizar los Verdeantes Flameantes Dispositivos —dijo—, Esmé cree que son unos cigarrillos, y ella piensa que los cigarrillos son muy in. Si encendemos alguno de ellos, puede que huela el humo y venga aquí. —Pero entonces, ¿qué? —Klaus preguntó. Violet se estremeció con el frío, y buscó en su bolsillo. Sus dedos tropezaron con el cuchillo de pan largo, que casi había olvidado estaba ahí, y luego encontró lo que estaba buscando. Sacó la cinta de su bolsillo y se recogió el pelo para que no le entrase en los ojos. La mayor de los Baudelaire no podía creer que estaba utilizando sus habilidades inventivas para idear una trampa. —La trampa más fácil de construir —dijo—, es un agujero. Podemos cavar un agujero profundo, y cubrirlo con un poco de madera quemada, por lo que Esmé no podrá
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verlo. La madera se ha debilitado por el fuego, así que cuando camine por ahí... Violet no terminó la frase, pero a la luz de las linternas pudo ver que Klaus y Quigley asintieron con la cabeza. —Los cazadores han utilizado trampas como esas desde hace siglos —dijo Klaus—, para capturar animales salvajes. —Eso no me hace sentir mejor —dijo Violet. —¿Cómo podemos cavar un agujero? —preguntó Quigley. —Bueno —dijo Violet—, no tenemos ninguna herramienta, por lo que probablemente tendremos que usar las manos. A medida que el pozo se haga más profundo, necesitaremos algo para tirar la tierra. —Aún tengo la jarra —dijo Klaus. —Y debemos tener cuidado de no caer en nuestra propia trampa —dijo Violet. —Tengo una cuerda —dijo Quigley—, en mi mochila. Podemos atar un extremo al arco de la biblioteca y utilizarla para salir. Violet puso sus manos en el suelo. La tierra era muy fría, pero muy suave, y se dio cuenta de que podrían cavar un pozo sin demasiados problemas.
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—¿Esto es lo correcto? —Violet preguntó—, ¿Crees que esto es lo que nuestros padres harían? —Nuestros padres no están aquí —dijo Klaus—. Puede que hayan estado aquí alguna vez, pero ya no más. Los niños se quedaron en silencio otra vez, y trataron de pensar que era lo correcto en el frío y la oscuridad. Decidir qué es lo correcto para una determinada situación es un poco parecido a decidir que te pondrás para una fiesta. Es fácil decidir qué es lo que te pondrás para una fiesta, como un equipo de buceo o un par de almohadas grandes, pero decidir qué es lo correcto es mucho más complicado. Puede parecer lo correcto ponerte un traje azul marino, por ejemplo, pero cuando llegas a la fiesta puedes notar que hay varias personas llevando la misma ropa, y puedes terminar siendo esposado debido a un caso de identidad equivocada. Puede parecer lo correcto ponerte tu par de zapatos favoritos, pero podría haber una repentina inundación en la fiesta, y tus zapatos se estropearían. Puede parecer lo correcto ponerte una armadura para la fiesta, pero pude haber muchas otras personas usando la misma armadura, y podrías terminar siendo capturado en una inundación debido a un caso de identidad equivocada, y encontrarte a ti mismo siendo
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arrastrado por las furiosas aguas del mar deseando haber llevado el equipo de buceo después de todo. La verdad es que nunca se puede estar seguro de que hayas tomado la decisión correcta hasta que se acabó la fiesta, y para entonces es demasiado tarde para volver atrás y cambiar de opinión, por lo que el mundo está lleno de gente que hace cosas terribles y usa ropa fea, y sólo hay algunos voluntarios que son capaces de detenerlos. —No sé si sea lo correcto —dijo Violet—, pero el Conde Olaf capturó a Sunny, y tendremos que capturar a alguien nosotros mismos para detenerlo. Klaus asintió solemnemente. —Lucharemos contra el fuego —dijo—, con fuego. —Entonces será mejor que empecemos —dijo Quigley y se levantó—. Cuando salga el sol, podemos encender de nuevo los Verdeantes Flameantes Dispositivos con el espejo, como lo hicimos cuando estábamos mandándole señales a Sunny. —Si queremos que el agujero esté listo al amanecer — dijo Violet—, vamos a tener que cavar toda la noche. —¿Dónde cavaremos? —preguntó Klaus.
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—En frente de la entrada —decidió Violet—, así nos podremos ocultar detrás del arco de la biblioteca cuando se aproxime Esmé. —¿Cómo sabremos si cayó en la trampa —preguntó Quigley—, si no podemos verla? —La escucharemos —dijo Violet—. Escucharemos como se rompe la madera, y el grito de Esmé al caer. Klaus se estremeció. —Ese no será un sonido agradable. —No estamos en una situación agradable —dijo Violet, y la mayor de los Baudelaire tenía razón. No fue agradable arrodillarse frente a la entrada de la biblioteca en ruinas, y cavar a través de las cenizas y la tierra con sus manos desnudas a la luz de dos linternas, mientras que los cuatro vientos del valle soplaban a su alrededor. No fue agradable para Violet y su hermano poner la tierra en la jarra y tirarla, mientras que Quigley ataba la cuerda al arco de hierro para que pudieran entrar y salir del agujero que se hacía más grande y más profundo, como una enorme y oscura boca que se abría cada vez más y más para tragarse todo a su paso. Ni siquiera fue agradable detenerse para tomar un descanso y comer una zanahoria para mantener sus energías, ni
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contemplar la silueta blanca de la cascada congelada que brillaba con la luz de la luna, ni imaginar a Esmé Miseria, atraída por el humo de los Verdeantes Flameantes Dispositivos, acercarse a la sede en ruinas para convertirse en su prisionera. Sin embargo, la parte menos agradable de la situación no era la tierra fría, o los vientos helados, ni incluso su propio agotamiento a medida que el tiempo pasaba y los niños cavaban más y más profundo. La parte menos agradable fue la idea, compartida por los dos Baudelaire y su nuevo amigo, de que estaban haciendo un acto villanesco. Los hermanos no estaban seguros de sí cavar un agujero profundo para atrapar a alguien, con el fin de intercambiar prisioneros con un villano, era algo que sus padres o cualquier otro voluntario haría, pero con tantos secretos de V.F.D. perdidos en las cenizas, era imposible saberlo a ciencia cierta, y esta incertidumbre los atormentó con cada jarra llena de tierra, y con cada subida por la cuerda, y con cada pieza de madera debilitada que colocaron en la parte superior del agujero para ocultarlo. Cuando los primeros rayos de sol aparecieron en el horizonte brumoso, la mayor de los Baudelaire levantó la mirada hacia la cascada. Ellos sabían que en la cima de las
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Montañas Mortmain había un grupo de villanos, con los que Sunny esperaba descubrir la ubicación del último lugar seguro. Pero, cuando Violet y Klaus bajaron sus miradas hacia su propia obra, y miraron al oscuro y profundo agujero que Quigley les había ayudado a cavar, no pudieron evitar preguntarse si no había también un grupo de villanos al pie de la pendiente resbaladiza. Mientras observaban el villanesco acto que habían hecho, los tres voluntarios no pudieron evitar preguntarse si ellos también eran unos villanos, y esta fue la sensación menos agradable en el mundo.
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CAPÍTULO
No hace mucho tiempo, en la ciudad sueca de Estocolmo, un grupo de ladrones de bancos tomaron unos cuantos prisioneros durante el curso de su trabajo. Durante varios días, los ladrones de bancos y los prisioneros convivían en estrecha proximidad, una frase que aquí significa “estuvieron juntos todo el tiempo hasta que la policía irrumpió en el banco, detuvo a los agresores y los
llevó a la cárcel”. Sin embargo, cuando los prisioneros fueron puestos en libertad, las autoridades descubrieron que se habían convertido en amigos de los ladrones de bancos, y desde entonces la expresión “síndrome de Estocolmo” ha sido utilizada para describir una situación en la que alguien se convierte en amigo de las personas que lo tienen prisionero. Hay otra expresión, sin embargo, que describe una situación que es mucho más común, cuando un prisionero no se convierte en amigo de sus captores, sino que los considera unos villanos y los desprecia cada vez más y más con cada minuto que pasa, esperando desesperadamente una oportunidad para escapar. La expresión es “síndrome del Monte Tensión”, y Sunny Baudelaire lo estaba experimentando mientras permanecía de pie en la cima del Monte Tensión, mirando hacia abajo a la cascada congelada y pensando en su situación. La pequeña niña había pasado otra noche sin dormir en la cacerola con tapa, después de quitar los restos de salmón con un puñado de nieve derretida. Hacía frío, por supuesto, con los vientos de las Montañas Mortmain soplando a través de los orificios de la tapa, y fue doloroso, porque una vez
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más le castañeteaban los dientes por el frío, provocándole pequeños cortes en los labios, pero había otra razón por la que Sunny no podía dormir bien, se sentía frustrada. A pesar de sus intentos de espionaje, la joven Baudelaire no había podido escuchar la conversación de los villanos y conocer la ubicación del último lugar seguro donde los miembros de V.F.D. se reunirían, o descubrir más sobre el plan de reclutamiento previsto por los terribles hombre con barba pero sin el pelo y la mujer con pelo pero sin barba. Cuando los villanos se reunieron alrededor de la roca plana para la cena, hablaron de estas cosas, pero cada vez que Sunny trataba de acercarse lo suficiente para escuchar lo que decían, ellos la miraban y cambiaban rápidamente de tema. Parecía que lo único que había logrado Sunny en toda la noche fue preparar una cena para que la disfrutaran los villanos. Cuando ella había presentado su plato de Rollitos de la Falsa Primavera, nadie se había quejado, y cada villano había tomado una segunda porción. Pero había un detalle crucial que había escapado a la atención del Conde Olaf y sus secuaces durante la cena, y Sunny estaba muy agradecida por eso. Como le había dicho a sus hermanos, la Baudelaire más joven había preparado un
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surtido de verduras envueltas en hojas de espinaca preparados en honor a la Falsa Primavera. Su receta había requerido la bolsa grande de hongos, la lata de castañas de agua, y el trozo congelado de espinacas, que se había descongelado sujetándolo por debajo de su camisa, como lo había hecho en la preparación de sus tostadas. Pero Sunny había decidido en el último minuto no utilizar la enorme berenjena. Cuando Violet mencionó que la berenjena debía pesar tanto como Sunny, la joven Baudelaire tuvo una idea, y en lugar de cortar la berenjena en tiras pequeñas con los dientes, se había escondió detrás de la rueda pinchada del auto del Conde Olaf, y ahora, mientras salía el sol y el grupo de villanos comenzaban sus disputas habituales por la mañana, Sunny tomó la berenjena y la hizo rodar en dirección a la cacerola. Al pasar por delante del automóvil con el enorme vegetal, Sunny miró hacia abajo a la cascada congelada, y se dio cuenta, con el sol de la mañana, que parecía menos congelada. Ella sabía que sus hermanos estaban abajo con Quigley, y aunque no podía verlos, se sintió mejor al saber que estaban relativamente cerca y que, si su plan funcionaba, pronto se les uniría.
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—¿Qué haces bebé? —Sunny acababa de deslizar la berenjena dentro de la cacerola cuando oyó la voz de uno de los secuaces de Olaf. Las dos mujeres empolvadas estaban afuera de su tienda de campaña y se estiraban bajo el sol de la mañana. —Berenjena —Sunny contestó, lo que significaba “He creado un plan que implica la berenjena, y no importa si les digo eso porque no entienden una sola palabra de lo que digo”. —Más balbuceos de bebé —dijo una de las mujeres empolvadas con un suspiro—. Estoy empezando a pensar que Sunny es sólo un bebé indefenso, y no una espía. —Goo Goo ga… —Sunny empezó, pero la solapa de la tienda de campaña del Conde Olaf se abrió antes de que pudiera pronunciar la última “ga”. El villano y su novia se pusieron de pie debajo del sol de la mañana, y estaba claro que esperan que ese nuevo día —sábado— fuese un gran día, porque estaban vestidos para la ocasión, una frase que aquí significa “vestían ropa tan extraña que la Baudelaire más joven estaba demasiado sorprendida para decir la última “ga” que había estado planeando”. Sorprendentemente, parecía que el Conde Olaf se había lavado la cara, y vestía un nuevo
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traje hecho de un material que a primera vista parecía cubierto de pequeños puntos. Sin embargo, cuando Sunny miró más de cerca, vio que cada punto era un ojo pequeño, iguales al tatuaje de Olaf y a la insignia de V.F.D. y a todos los otros ojos que habían atormentado a los Baudelaire desde aquel terrible día en la playa, por lo que ver al Conde Olaf con su traje nuevo le hizo sentir como si estuviera entre una multitud de villanos, todos mirando a Sunny Baudelaire. Pero no importa cuán inquietante era el traje de Olaf, el de Esmé Miseria era mucho peor a la vista. Sunny no recordaba haber visto un vestido tan enorme nunca, y se sorprendió de que una prenda de vestir tan enorme fuera capaz de entrar en la tienda y todavía dejar espacio para que los villanos pudieran dormir. El vestido estaba hecho de capas y capas de tela brillante, en diferentes tonos de amarillo, naranja y rojo, cortadas en feroces formas triangulares de forma en que cada capa parecía penetrar en la siguiente, y elevándose por encima de los hombros del vestido había enormes montones de encaje negro, que se envolvían unos contra otros con el aire en extrañas curvas. Por un momento, el vestido era tan enorme y extraño que Sunny no podía imaginar por qué alguien lo usaría, pero cuando la malvada novia dio otro
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paso lejos de la tienda, se hizo terriblemente claro. Esmé Miseria estaba vestida como un enorme fuego. —¡Qué hermosa mañana! —se regocijó el Conde—. Sólo piensa, ¡Al final del día voy a tener más miembros nuevos en mi grupo de los que nunca he tenido! —Y los necesitaremos —coincidió Esmé—. Todos vamos a tener que trabajar juntos por un bien común... quemar el último lugar seguro. —¡Sólo pensar en ver el Hotel Denouement en llamas me hace sentir muy emocionado! ¡Voy a abrir una botella de vino! —dijo Conde Olaf, y Sunny se cubrió la boca con las manos para que los villanos no escucharan su grito de asombro. El Hotel Denouement, se dio cuenta, debía ser el último lugar seguro para que se reunieran los voluntarios, y Olaf estaba tan emocionado que acababa de pronunciar el nombre sin darse cuenta, una expresión que aquí significa “donde la joven Baudelaire podía escucharlo”. —¡La idea de todas las águilas cubriendo el cielo me hace sentir muy emocionada! ¡Voy a fumar uno de esos cigarrillos verdes! —dijo Esmé, y luego frunció el ceño—. Pero no puedo, no tengo ninguno. Maldición.
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—Lo siento mucho, su Esménencia —dijo una de las mujeres empolvadas—, pero he visto un poco de ese humo verde proviniendo del pie de la cascada. —¿En serio? —Esmé preguntó con ansiedad, y miró en la dirección en la que la empleada de Olaf estaba señalando. Sunny también miró, y vio una nube de humo verde familiar en la parte inferior de la pendiente, cada vez más grande y más grande mientras seguía amaneciendo. La joven Baudelaire se preguntó por qué sus hermanos estaban enviando una señal, y que era lo que estaban tratando de decir. —Es extraño —dijo Olaf—. Uno pensaría que no habría quedado nada de la sede para quemar. —Mira la cantidad de humo que hay —dijo Esmé con avidez—. Tiene que haber un paquete entero de cigarrillos allí. ¡El día se hace cada vez mejor! El Conde Olaf sonrió, y luego desvió la mirada de la cascada y se dio cuenta de la presencia de Sunny. —Le diré al bebé que baje y los consiga para ti —dijo el Conde Olaf. —¡Siseñor! —dijo Sunny con entusiasmo.
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—Probablemente la bebé se robe todos los cigarrillos —dijo Esmé, mirando a la joven—. Yo iré. —Pero tardarás horas en descender —dijo Olaf—. ¿No quieres estar aquí para el plan de reclutamiento? Me encanta tenderles trampas a las personas. —A mí también —coincidió Esmé—, pero no te preocupes, Olaf. Vuelvo en un momento. Pero no descenderé a pie. Tomaré uno de los deslizadores para bajar por la cascada y llegaré al fondo antes de que alguien se dé cuenta de que me he ido. —¡Maldición! —fue lo menos que Sunny pudo decir. Quería decir algo así como “Eso es exactamente lo que estaba planeando hacer”, pero una vez más nadie le entendió. —Cierra la boca dentona —dijo Esmé—, y sal de mi camino —pasó junto a la Baudelaire más joven y Sunny se dio cuenta de que había algo cosido en la parte inferior del vestido que hacia un ruido crepitante mientras caminaba, por lo que la malvada novia sonaba como un fuego a la vez que parecía uno. Esmé le mandó un beso al Conde Olaf y tomó el deslizador que pertenecía a los siniestros villanos—. Ya vuelvo, querido —dijo Esmé—. Dile a ese bebé que tome la siesta para que no vea lo que estamos haciendo.
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—Esmé tiene razón —dijo Olaf, dando a Sunny una cruel sonrisa—. Metete en la cacerola. Eres una criatura tan fea e impotente que apenas puedo mirarte. —Tú lo has dicho, guapo —dijo Esmé, y se rió con malicia mientras se sentaba en la parte superior de la cascada. Las dos mujeres empolvadas corrieron a ayudarle, y empujaron el deslizador mientras Sunny hacía lo que le habían dicho, desapareciendo de la vista de Olaf. Como te puedes imaginar, la imagen de una mujer adulta ataviada con un enorme vestido con forma de un enorme fuego deslizándose hacia abajo desde el origen de la Corriente Afligida, por los dos afluentes y por un camino medio congelado, hasta los pies de una cascada congelada no es la clase de cosas que pasan desapercibidas, incluso desde muy lejos. Violet fue la primera en ver los colores distorsionados descender a gran velocidad por la pendiente, y bajo el espejo de mano de Colette, que había utilizado una vez más para reflejar los rayos del sol naciente y dirigirlos a lo que Esmé pensaba eran cigarrillos, estaban apilados los Verdeantes Flameantes Dispositivos frente al agujero. Arrugando la nariz por el amargo olor del humo, se volvió a Klaus y Quigley, quienes terminaban de poner la última
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pieza de madera debilitada sobre el agujero para ocultar la trampa. —Miren —dijo Violet, y señaló a la figura que descendía. —¿Crees que es Esmé? —preguntó Klaus. Violet volvió a miró a la figura en el deslizador. —Yo creo que sí —dijo—. Nadie más que Esmé Miseria usaría algo como eso. —Será mejor que nos ocultemos detrás del arco —dijo Quigley—, antes de que nos vea. Los dos Baudelaire asintieron con la cabeza y caminaron con cuidado a la entrada de la biblioteca, asegurándose de caminar alrededor del agujero que habían cavado. —Me alegra no tener que ver más ese agujero —dijo Klaus—. Mirándolo en la oscuridad me recordó a ese terrible pasadizo del número 667 de la Avenida Oscura. —Ahí fue donde tuvo como prisioneros a tus hermanos —dijo Violet a Quigley—, y luego nos capturó. —Y ahora que estamos combatiendo el fuego con fuego, la capturaremos a ella —dijo Quigley incómodo.
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—Es mejor no pensar en eso —dijo Violet, aunque no había dejado de pensar en la trampa desde que tomaron el primer puñado de cenizas y tierra—. Pronto recuperaremos a Sunny, y eso es lo importante. —Tal vez esto también es importante —dijo Klaus, y señaló hacia el arco—. No lo había notado hasta ahora. Violet y Quigley miraron hacia arriba para ver a que se refería, y vieron cuatro pequeñas palabras grabadas encima de sus cabezas, justo debajo de las grandes letras de “Biblioteca de V.F.D.”. —El mundo aquí, es tranquilo —leyó Quigley—. ¿Qué crees que significa? —Parece un lema —dijo Klaus—. En la Academia Preparatoria Prufrock, había un lema esculpido en la entrada, para que todo el mundo lo recordara cuando entraran a la academia. Violet negó con la cabeza. —Eso no es en lo que estoy pensando —dijo—. Esta frase me recuerda a algo, pero muy vagamente. —Ciertamente el mundo se siente tranquilo por aquí — dijo Klaus—. No hemos oído el zumbido de un solo mosquito nieve desde que llegamos.
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—El olor del humo los mantiene alejados, ¿recuerdas? —preguntó Quigley. —Por supuesto —dijo Klaus, y se asomó por una esquina del arco para comprobar el progreso de Esmé. La masa de colores distorsionados iba a mitad de la cascada, dirigiéndose directamente a la trampa que habían construido—. Ha habido tanto humo aquí en la sede, que quizás los mosquitos de nieve nunca regresen. —Sin mosquitos de nieve —dijo Quigley—, el salmón de la Corriente Afligida morirá de hambre ya que se alimentan de mosquitos de nieve —metió la mano en su bolsillo y sacó su libro común—. Y sin salmón —dijo—, las águilas de las Montañas Mortmain tendrán hambre. La destrucción de la sede de V.F.D ha causado más daños de lo que pensaba. Klaus asintió con la cabeza. —Mientras caminábamos a lo largo de la Corriente Afligida —dijo—, los peces tosían a causa de las cenizas en el agua. ¿Recuerdas, Violet? Se volvió hacia su hermana, pero Violet sólo escuchaba a medias. Ella seguía mirando las palabras en el arco, tratando de recordar dónde las había escuchado antes.
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—Casi puedo escuchar esas palabras —dijo—. El mundo aquí, es tranquilo —cerró los ojos—. Creo que fue hace mucho tiempo, Klaus, antes de que nacieras. —Tal vez alguien te las dijo —dijo Quigley. Violet trató de recordar volviendo al pasado lo más que pudo, pero todo parecía envuelto en la niebla, tal como lo estaba en las montañas. Podía ver el rostro de su madre y su padre de pie detrás de ella, vestidos con un traje tan negro como las cenizas de la sede de V.F.D., sus bocas estaban abiertas, pero Violet no podía recordar lo que estaban diciendo. No importaba lo mucho que lo intentara, sus recuerdos eran tan silenciosos como una tumba. —Nadie me las dijo —dijo finalmente—. Alguien me las cantó. Creo que mis padres me cantaban las palabras “El mundo aquí, es tranquilo” hace mucho tiempo, pero no sé por qué —abrió los ojos y miro fijamente a su hermano y a su amigo—. Creo que no estamos haciendo lo correcto — dijo. —Pero nos pusimos de acuerdo —dijo Quigley—, para combatir el fuego con fuego. Violet asintió con la cabeza y metió la mano en su bolsillo, tocando el cuchillo de pan otra vez. Pensó en la
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oscuridad del agujero, y en el grito que Esmé haría al caer en el. —Sé que nos pusimos de acuerdo —dijo Violet—, pero si realmente V.F.D. es una Voluntaria Fundación de Deflagraciones, es una organización que extingue incendios. Si todo el mundo combatiera el fuego con fuego, el mundo entero estaría envuelto en humo. —Entiendo lo que quieres decir —dijo Quigley—. Si el lema de V.F.D. es “El mundo aquí, es tranquilo” deberíamos estar haciendo algo menos ruidoso y violento que tenderle a alguien una trampa, sin importar lo malvado que sea. —Cuando estaba mirando hacia el agujero —dijo Klaus en voz baja—, me estaba acordando de algo que leí en un libro de un filósofo famoso. Él dijo, “Quien con monstruos lucha cuide de convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti” —Klaus miró a su hermana, luego a Esmé que se acercaba, y por último a la debilitada madera que los tres niños habían colocado en el suelo—. “Abismo” es una palabra elegante para “agujero” —dijo—. Hemos construido un abismo para que Esmé caiga en el. Eso es algo que sólo un monstruo podría hacer.
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Quigley copió las palabras de Klaus en su libro común. —¿Qué pasó con ese filósofo? —le preguntó. —Está muerto —dijo Klaus—. Yo creo que tienes razón, Violet. No queremos ser tan villanos y monstruosos como el Conde Olaf. —Pero, ¿qué hacemos entonces? —preguntó Quigley— . Sunny sigue siendo prisionera de Olaf, y Esmé estará aquí en cualquier momento. Si no pensamos en que es lo correcto en este momento, luego será demasiado tarde. Tan pronto como el trío terminó de hablar, los tres niños escucharon algo que les hizo darse cuenta de que probablemente ya era demasiado tarde. Desde detrás del arco, Violet, Klaus y Quigley escucharon un fuerte crujido mientras el deslizador llegaba al fondo de la cascada y se deslizaba hasta detenerse, y luego una risa triunfante de la boca de Esmé Miseria. Los tres voluntarios se asomaron desde detrás del arco y vieron a la traicionera novia salir del deslizador con una sonrisa codiciosa en su cara. Pero cuando Esmé acomodo su enorme vestido que simulaba un fuego y dio un paso hacia los Verdeantes Flameantes Dispositivos, Violet no la estaba mirando. Violet estaba mirando hacia el suelo, a pocos pasos de donde ella estaba de pie. Las tres
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oscuras y redondas mascaras estaban apiladas unas sobre otras, donde Violet, Klaus y Quigley las habían dejado al llegar a las ruinas de la sede. Habían asumido que no las necesitarían de nuevo, pero la mayor de los Baudelaire se dio cuenta de que se había equivocado. Cuando Esmé dio otro paso más hacia la trampa, Violet corrió hacia las máscaras, se puso una y salió de su escondite mientras su hermano y su amigo la observaban. —¡Detente, Esmé! —exclamó Violet—. ¡Es una trampa! Esmé se detuvo y miró con curiosidad a Violet. —¿Quién eres tú? —le preguntó—. No deberías de aparecer repentinamente delante de la gente de esa manera. Es un acto muy villanesco. —Yo soy un voluntario —dijo Violet. La boca de Esmé, pintada con el lápiz labial de color naranja que hacía juego con su vestido, se torció en una mueca burlona. —No hay voluntarios de aquí —dijo—. ¡La sede entera fue destruida! Klaus fue el siguiente en tomar una máscara y hacer frente a la traicionera compañera romántica de Olaf.
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—¡Nuestra sede puedo haber sido destruida —dijo—, pero V.F.D. es más fuerte que nunca! Esmé frunció el ceño ante los dos hermanos como si no pudiera decidir si tener miedo o no. —Puede que sean fuertes —dijo ella nerviosamente—, pero también son muy bajos —su vestido crujió cuando empezó a dar otro paso hacia el agujero—. Cuando ponga mis manos sobre ust… —¡No! —Quigley gritó, y salió desde el arco con su máscara, teniendo cuidado de no caer en su propia trampa—. No te acerques más, Esmé. Si das un paso más caerás en nuestra trampa. —Te lo estás inventando —dijo Esmé, pero no dio un paso más—. Estás tratando de quedarte todos los cigarrillos. —No son cigarrillos —dijo Klaus—, y nosotros no somos mentirosos. Debajo de la madera que estás a punto de pisar hay un agujero muy profundo. Esmé miró con recelo. Con cautela —una palabra que aquí significa “sin caer en un agujero muy profundo”— se inclinó hacia delante y movió una pieza de madera a un lado, y miró hacia abajo en la trampa construida por los niños.
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—Bien, bien, bien —dijo—. Han construido una trampa. Yo nunca habría caído en la trampa, por supuesto, pero debo admitir que cavaron un gran agujero. —Queríamos atraparte —dijo Violet—, por lo que podríamos intercambiarte por Sunny Baudelaire, pero… —Pero no han tenido el coraje de llevar su plan hasta el final —dijo Esmé, con una sonrisa burlona—. Ustedes los voluntarios nunca tienen el suficiente valor como para hacer algo por el bien común. —¡Meter a la gente en pozos no es hacer algo por el bien común! —gritó Quigley—. ¡Es un crimen repugnante! —Si no fueras tan idiota —dijo Esmé—, te darías cuenta de que esas cosas son más o menos lo mismo. —No es un idiota —dijo Violet con fiereza. Sabía, por supuesto, que no valía la pena molestarse por los insultos de una persona tan ridícula, pero a ella le gustaba tanto Quigley como para dejar que lo insultara de esa manera—. Él nos condujo hasta aquí, a la sede, mediante un mapa que él mismo dibujó. —Él es una persona de buen leer —dijo Klaus.
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Al oír las palabras de Klaus, Esmé echó la cabeza hacia atrás y se rió, moviendo las crepitantes capas de su enorme vestido. —¡De buen leer! —que repitió en un tono de voz particularmente repugnante—. Ser una persona de buen leer no te ayudará en este mundo. Hace muchos años me dijeron que debía perder todo el verano leyendo Anna Karenina, pero sabía que ese libro estúpido nunca me ayudaría, así que lo tiré a la chimenea —ella se agachó y recogió unas cuantas piezas más de madera, y las arrojó a un lado con una sonrisa—. ¡Miren su preciosa sede, voluntarios! ¡Está tan arruinada como mi libro! ¡Y mírenme! ¡Soy hermosa, elegante, y fumo cigarrillos! —ella se rió de nuevo, y señaló a los niños con un dedo burlón—. Si no hubieran pasado todo su tiempo con la cabeza en los libros, habrían recuperado a su preciosa bebé. —La recuperaremos —dijo Violet con firmeza. —¿En serio? —dijo Esmé, burlonamente—. ¿Y cómo lo harás? —Hablaré con el Conde Olaf —dijo Violet—, y me la regresará.
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Esmé echó la cabeza atrás y empezó a reír, pero no con tanto entusiasmo como antes. —¿Qué quieres decir con eso? —dijo. —Justo lo que dije —dijo Violet. —Hmmm —dijo Esmé sospechosamente—. Déjame pensar un momento —la malvada novia comenzó a caminar de ida y vuelta sobre la corriente congelada, por lo que su enorme vestido crepitaba a cada paso. Klaus se inclinó para susurrarle a su hermana. —¿Qué estás haciendo? —le preguntó—. ¿De verdad crees que podemos recuperar a Sunny del Conde Olaf con una simple conversación? —No lo sé —le susurró Violet—, pero es mejor que tenderle una trampa a alguien. —Fue un error cavar ese agujero —coincidió Quigley—, pero no estoy seguro de que caminar directamente hasta las garras de Olaf sea lo correcto. —Va a tomar algo de tiempo volver a la cima del Monte Tensión de nuevo —dijo Violet—. Pensaremos en algo durante el ascenso. —Eso espero —dijo Klaus—, pero si no podemos pensar en algo…
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Klaus no tuvo la oportunidad de decir lo que podría suceder si no podía pensar en algo porque Esmé aplaudió para llamar la atención de los niños. —Si de verdad quieres hablar con mi novio —dijo—, supongo que puedo llevarte a donde se encuentra. Si no fueras tan estúpida, sabrías que está muy cerca. —Sabemos dónde está, Esmé —dijo Klaus—. Está en la parte superior de la cascada, en el origen de la Corriente Afligida. —Entonces, supongo que sabes cómo podemos llegar hasta allí —dijo Esmé, sonando un poco tonta—. El trineo no va cuesta arriba, así que realmente no tengo la menor idea de cómo podemos llegar a la cima. —Ella inventará una manera —dijo Quigley, quien apuntó a Violet. Violet sonrió a su amigo, agradecida por su apoyo, y cerró los ojos por debajo de su máscara. Una vez más pensó en una canción que le habían cantado cuando era muy pequeña. Ella ya había pensado en la manera en la que los tres niños podrían llevar a Esmé con ellos cuando ascendieran por la montaña, pero pensar en el complicado viaje le hizo recordar una canción en la que no había
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pensado en años. Tal vez cuando eras muy joven, alguien te cantó esta canción, tal vez para hacerte dormir, o para entretenerte durante un viaje muy largo en auto, o con el fin de enseñarte un código secreto. La canción se llama “Itzi, bitzi araña”, y es una de las canciones más tristes que se haya compuesto. Cuenta la historia de una pequeña araña tratando de subir por un grifo, pero cada vez que llega hasta la mitad de su camino, cae un gran chorro de agua, ya sea debido a la lluvia o alguien que abre el grifo, y al final de la canción la araña decide intentarlo una vez más, y es probable que haya caído nuevamente arrastrada por el agua. Violet Baudelaire no podía evitar sentirse como esta pobre araña mientras subía la cascada por última vez, con Quigley y Klaus a su lado y Esmé Miseria en su deslizador detrás de ellos. Después de atar los últimos dos tenedores a los zapatos de Klaus, Violet le dijo a sus compañeros que ataran las correas de cuero del deslizador a sus cinturas, por lo que podrían jalar a la malvada novia a medida que ascendían. Fue muy agotador tratar de llegar a la cima del Monte Tensión de esta manera, sobre todo después de estar toda la noche cavando un agujero, y sentían que podrían ser arrastrados hacia abajo en cualquier momento por la goteante
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agua de la Corriente Afligida, como la araña de la que Violet había oído hablar cuando era una niña. El hielo en la pendiente se estaba debilitando, después de un ascenso y descenso con los crampones-tenedor zapatos de escalada, de un paseo en deslizador, y del aumento de la temperatura por la Falsa Primavera, y con cada paso de la invención de Violet, el hielo se movía un poco. Estaba claro que la pendiente resbaladiza estaba casi tan agotada como ellos, y que pronto el hielo se derretiría por completo. —¡Mush! —dijo Esmé desde el deslizador. Estaba usando una expresión que los exploradores árticos les gritan a sus perros de trineo, y esto ciertamente no hizo el viaje más fácil. —Me gustaría que dejaras de decir eso —murmuró Violet detrás de su máscara. Golpeó el candelabro contra el hielo frente a ella, y un pequeño trozo se separó de la cascada y cayó hasta las ruinas de la sede. Ella lo vio desaparecer por debajo de ella y suspiró. Nunca volvería a ver la sede de V.F.D. en todo su esplendor. Ninguno de los Baudelaire lo haría. Violet nunca sabría que se sentía cocinar en la cocina y mirar los dos afluentes de la Corriente Afligida mientras charlaba con otros voluntarios. Klaus
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nunca sabría que se sentía relajarse en la biblioteca y aprender todos los secretos de V.F.D. en la comodidad de una de las cómodas sillas de la biblioteca, con los pies en uno de los taburetes a juego de V.F.D. Sunny nunca utilizaría el proyector de la sala de cine, o practicaría el arte del bigote falso en el centro de disfraces, o se sentaría en la sala a la hora del té, comiendo las galletas de almendra hechas con la receta de mi abuela. Violet nunca estudiaría composición química en uno de los seis laboratorios, y Klaus nunca usaría la barra de equilibrio en el gimnasio, y Sunny nunca se pondría de pie detrás del mostrador de la heladería para prepárales sundaes butterscotch a los instructores de natación, cuando fuese su turno. Y ninguno de los Baudelaire jamás conocería a algunos de los voluntarios más queridos de la organización, incluyendo al instructor mecánico C.M. Kornbluth, y al Dr. Isaac Anwhistle, a quien todos llamaban Ike, ni al valiente voluntario que arrojó el Azucarero por la ventana de la cocina, que no fue destruido por el incendio, y que se fue flotando por uno de los afluentes de la Corriente Afligida. Los Baudelaire no harían ninguna de estas cosas, al igual que yo jamás volveré a ver a mi amada Beatriz de nuevo, o al igual que jamás recuperaré
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mi pepinillo de la nevera en la que lo dejé, para devolverlo a su legítimo lugar en un importante sándwich codificado. Violet, por supuesto, no estaba al tanto de todas las cosas que nunca haría, pero mientras miraba hacia abajo a los vastos restos cenicientos de la sede, sintió como si todo su viaje por las Montañas Mortmain hubiera sido tan inútil como el viaje de un diminuto arácnido en una canción que jamás le había gustado. —¡Mush! —gritó Esmé de nuevo con una cruel sonrisa. —Por favor, deja de decir eso, Esmé —dijo Violet con impaciencia—. Ese estúpido mush retrasa nuestro ascenso. —Un ascenso lento podría ser una ventaja para nosotros —murmuró Klaus a su hermana—. Cuanto más tardemos en llegar a la cima, más tiempo tendremos para pensar en lo que le diremos al Conde Olaf. —Podríamos decirle que está rodeado —sugirió Quigley—, y hay voluntarios en todas partes dispuestos a arrestarlo si no deja inmediatamente a Sunny en libertad. Violet sacudió la máscara. —Él no creerá eso —dijo ella, clavando un crampóntenedor zapato de escalada en la cascada—. Desde el Monte
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Tensión se puede ver todo y a todos. Se dará cuenta de que somos los únicos voluntarios en la zona. —Tiene que haber algo que podamos hacer —dijo Klaus—. No hicimos este viaje a las montañas por nada. —Por supuesto que no —dijo Quigley—. Al fin nos hemos encontrado, y hemos resuelto algunos de los misterios que nos acechaban. —¿Eso será suficiente —preguntó Violet—, para derrotar a todos los villanos en la cima? Le pregunta de Violet era difícil, y ni Klaus ni Quigley tenían la respuesta, y por lo tanto en lugar de aventurarse a dar una respuesta —una frase que aquí significa “seguir gastando sus energías discutiendo el asunto”— decidieron aventurarse y seguir su ascenso, una frase que aquí significa “seguir su difícil camino en silencio, hasta que llegaron al origen de la Corriente Afligida”. Al llegar a la cumbre plana, se sentaron en el borde y jalaron las correas de cuero con todas sus fuerzas. Fue una tarea tan difícil la de jalar a Esmé Miseria y al deslizador por el borde de la pendiente para hacerlos llegar a la cima del Monte Tensión que los niños no se dieron cuenta de quien estaba junto a ellos hasta que escucharon una áspera voz familiar detrás de ellos.
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—¿Quién anda ahí? —preguntó el Conde Olaf. Sin aliento, los tres niños se volvieron para ver al villano junto a sus dos siniestros secuaces de pie al lado del largo y negro automóvil, mirando con recelo a los voluntarios enmascarados. —Pensábamos que regresarías tomando el camino y los capturarías —dijo el hombre con barba pero sin pelo—, y no que subirías por la cascada. —No, no, no —dijo Esmé rápidamente—. Estas no son las personas que estamos esperando. Son voluntarios que encontré en la sede. —¿Voluntarios? —dijo la mujer con pelo pero sin barba, pero su voz no sonaba tan profunda como de costumbre. Los villanos fruncieron el ceño y los miraron con la misma confusión con la que los había visto Esmé, como si no estuvieran seguros si debían tener miedo o no, y el Hombre con Ganchos en vez de Manos, las dos mujeres empolvadas, y los tres ex empleados del carnaval fueron a ver lo que había hecho callar a su malvado jefe. A pesar de que estaban agotados, los dos Baudelaire se apresuraron a desatar las correas del trineo de sus cinturas y se pusieron de pie junto a Quigley para hacer frente a sus enemigos. Los
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huérfanos estaban muy asustados, por supuesto, pero se dieron cuenta que al tener sus rostros cubiertos podían decir lo que pensaban, una frase que aquí significa “hacer frente al Conde Olaf y a sus secuaces como si no tuvieran miedo”. —Construimos una trampa para capturar a tu novia, Olaf —dijo Violet—, pero no quisimos convertirnos en un monstruo como tú. —¡Son unos idiotas mentirosos! —gritó Esmé—. Me di cuenta de que también querían los cigarrillos, por lo que los capturé y los obligue a que me jalaran por la cascada, como perros de trineo. El Baudelaire de en medio ignoró las tonterías de la malvada novia. —Hemos venido aquí por Sunny Baudelaire —dijo Klaus—, y no nos iremos sin ella. El Conde Olaf frunció el ceño y los miró con sus brillantes, brillantes ojos, como si estuviera tratando de ver a través de sus máscaras. —¿Y qué te hace estar tan seguro —dijo—, de que te entregaré a mi prisionera sólo porque tú lo dices? Violet pensó furiosamente, mirando a su alrededor cualquier cosa que pudiera darle una idea de qué hacer.
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Estaba claro que el Conde Olaf creía que los tres enmascarados delante de él eran miembros de V.F.D., y pensó que si podía encontrar las palabras adecuadas, podría derrotarlo sin convertirse en una villana como sus enemigos. Pero ni ella, ni su hermano, ni su amigo sabían qué decir. Los vientos de las Montañas Mortmain soplaron contra ellos, y Violet metió las manos en sus bolsillos para protegerse del frío, tocando por tercera vez el cuchillo de pan largo. Empezó a pensar que, después de todo, tal vez hubiera sido lo correcto atrapar a Esmé en la trampa. El ceño fruncido del Conde Olaf comenzó a relajarse, y su boca comenzó a curvarse hacia arriba hasta formar una sonrisa triunfal, pero justo cuando abrió la boca para hablar, Violet vio dos cosas que la hicieron recobrar la esperanza. La primera fue los dos cuadernos de notas, uno de color púrpura oscuro y otro de color azul oscuro, que sobresalían de los bolsillos de sus compañeros… los libros comunes, donde Klaus y Quigley habían escrito toda la información que habían encontrado en las ruinas la biblioteca de la sede de V.F.D. Y la otra fue una colección de platos sobre la piedra plana que los secuaces de Olaf habían estado utilizando como mesa. Sunny se había visto obligada a lavar los platos, con puñados de nieve
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derretida, y los había puesto a secar bajo el sol de la Falsa Primavera. Violet podía ver una pila de platos, cada uno adornado con la imagen familiar de un ojo, así como una hilera de tazas de té y una jarrita para la crema. Pero había algo que faltaba en el juego de té, y que hizo sonreír a Violet detrás de su máscara cuando volvió a ver nuevamente al Conde Olaf. —Nos entregarás a Sunny —dijo—, porque sabemos dónde está el Azucarero.
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CAPÍTULO
El conde Olaf jadeó, y levantó su única ceja mientras miraba a los dos Baudelaire y a su compañero, sus ojos brillaban más que nunca. —¿Dónde está? —dijo en un terrible jadeo—. ¡Entrégamelo! Violet negó con la cabeza, agradecida por la máscara que ocultaba su rostro. —No hasta que nos entregues a Sunny Baudelaire — dijo. —¡Nunca! —respondió el villano—. Sin esa mocosa dentona, nunca obtendré la fortuna Baudelaire. ¡Dame el Azucarero en este mismo instante o los tiraré por la montaña!
—Si nos tiras por la montaña —dijo Klaus—, nunca sabrás donde está el Azucarero —no añadió, por supuesto, que los Baudelaire no tenían ni idea de dónde estaba el Azucarero, o por qué era tan importante. Esmé Miseria dio un paso hacia su siniestro novio, por lo que el vestido en forma de fuego crepitaba al caminar contra el frío suelo. —Debemos obtener el Azucarero —gruñó—. Deja ir al bebé. Después haremos otro plan para robar la fortuna. —Pero robar la fortuna es por el bien común —dijo el Conde Olaf—. No podemos dejar que el bebé se vaya. —Conseguir el Azucarero es por el bien común —dijo Esmé con el ceño fruncido. —Robar la fortuna —insistió Olaf. —Conseguir el Azucarero —replicó Esmé. —¡La fortuna! —¡El Azucarero! —¡La fortuna! —¡El Azucarero! —¡Ya es suficiente! —dijo el hombre con una barba pero sin pelo—. Nuestro plan de reclutamiento está a punto de ser puesto en acción. No podemos discutir todo el día.
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—No discutiremos todo el día —dijo el Conde Olaf tímidamente—. Después de un par de horas… —¡Dijimos que es suficiente! —dijo la mujer con pelo pero sin barba—. ¡Llévense al bebé de aquí! —¡Llévense al bebé de inmediato! —ordenó el Conde Olaf a las dos mujeres empolvadas—. Está durmiendo la siesta en su cacerola. Las dos mujeres empolvadas suspiraron, pero se apresuraron a tomar la cacerola con tapa y se la llevaron, como si fueran cocineras sacando algo del horno en lugar de ser unas villanas empleadas llevándose a una prisionera, mientras que los dos siniestros visitantes metían la mano en el interior del cuello de sus camisas y sacaban algo que colgaba en sus cuellos. Violet y Klaus se sorprendieron al ver dos brillantes silbatos de plata, parecidos al que el Conde Olaf había utilizado como parte de su disfraz en la Academia Preparatoria Prufrock, cuando pretendía ser un entrenador. —Miren esto, voluntarios —dijo el siniestro hombre con su voz ronca, y los dos misteriosos villanos hicieron sonar sus silbatos. Al instante, los niños escucharon un crujido enorme sobre sus cabezas, como si los vientos de las Montañas Mortmain estuvieran tan asustados como los
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jóvenes, y de repente todo se volvió muy oscuro, como si el sol de la mañana también se hubiera puesto una máscara. Pero cuando miraron hacia arriba, Violet, Klaus y Quigley vieron cual era la razón por la que el cielo era tan ruidoso y porque se había oscurecido de repente, una razón tal vez más extraña que una serie de temerosos vientos ruidosos y un sol enmascarado. El cielo sobre el Monte Tensión estaba lleno de águilas. Había cientos y cientos de ellas, volando en círculos en silencio por encima de los dos siniestros villanos. Debían de tener un nido cerca para llegar tan rápido, y debían de haber sido perfectamente entrenadas para ser tan inquietantemente silenciosas. Algunas parecían muy viejas, con la edad suficiente como para haber navegado por los cielos cuando los padres Baudelaire eran niños. Algunas parecían muy jóvenes, como si fueran recién nacidos, sin embargo ya estaban obedeciendo el estridente sonido de los silbatos. Pero todas parecían agotadas, como si prefirieran estar en otro lugar que en la cumbre de las Montañas Mortmain, sin hacer absolutamente nada más que seguir las órdenes de personas tan mezquinas. —¡Miren a estas criaturas! —exclamó la mujer con pelo pero sin barba—. Cuando se produjo el cisma, puede que se
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hayan quedado con los cuervos mensajeros, voluntarios, y puede que se hayan quedado con los reptiles entrenados. —No más —dijo el Conde Olaf—. Todos los reptiles, excepto uno… —No me interrumpas —le interrumpió la siniestra mujer—. Puede que tengan a los cuervos mensajeros, pero tenemos a los dos mamíferos más poderosos del mundo para que hagan nuestra voluntad: a los leones y a las águilas. —Las águilas no son mamíferos —exclamó Klaus exasperado—. ¡Son pájaros! —Son esclavos —dijo el hombre con barba pero sin pelo, y los dos villanos metieron sus manos en los bolsillos de sus trajes y sacaron dos largos látigos de aspecto malvado. Violet y Klaus se dieron cuenta de inmediato que eran similares al látigo que Olaf había usado para dar órdenes a los leones en el Carnaval Caligari. Con idéntica sonrisas siniestras los dos misteriosos villanos hicieron restallar los látigos en el aire, y cuatro águilas descendieron desde el cielo, aterrizando en las gruesas y extrañas hombreras que los villanos tenían sobre sus hombros. —Estas bestias harán lo que les digamos que hagan — dijo la mujer—. Y hoy nos ayudarán con nuestro mayor
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triunfo —desenrolló el látigo y señaló a la tierra a su alrededor, y los niños notaron por primera vez una enorme red en el suelo que se extendía a lo largo de casi toda la cumbre y se detenía justo frente a sus crampones-tenedor zapatos de escalada—. A mi señal, estas águilas levantarán esta red desde el suelo y la llevarán por los cielos, capturando a un grupo de jóvenes que piensan que estamos aquí para celebrar la Falsa Primavera. —Los Exploradores de Nieve —dijo Violet asombrada. —Capturaremos a cada uno de esos mocosos uniformados —se jactó el malvado hombre—, y a cada uno de ellos se les ofrecerá la emocionante oportunidad de unirse a nosotros. —Nunca se unirán —dijo Klaus. —Por supuesto que sí —dijo la siniestra mujer, con su profunda, profunda voz—. O se reclutan o serán nuestros prisioneros, pero una cosa es cierta… incendiaremos todos y cada uno de los hogares de sus padres. Los dos Baudelaire se estremecieron, y hasta el Conde Olaf parecía un poco incómodo.
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—Por supuesto —dijo rápidamente—, que la razón principal por la que estamos haciendo todo esto es para tener en nuestras manos todas esas fortunas. —Por supuesto —dijo Esmé, con una risita nerviosa—. Conseguiremos la fortuna Polainas, la fortuna Kornbluth, la fortuna Winnipeg, y muchas otras. ¡Seré capaz de pagar cualquier ático de cada edificio que no esté en llamas! —Una vez que nos digan dónde está el Azucarero — dijo el hombre con barba pero sin pelo—, podrán irse, voluntarios, y llevarse al bebé con ustedes. Pero ¿no les gustaría unirse a nosotros? —No, gracias —dijo Quigley—. No estamos interesados. —No importa si estás interesado o no —dijo la mujer con pelo pero sin barba—. Mira a tu alrededor. Están irremediablemente superados en número. A dondequiera que vayamos nos encontraremos con nuevos compañeros dispuestos a ayudarnos. —Nosotros también tenemos compañeros —dijo Violet valientemente—. ¡Tan pronto como rescatemos a Sunny, nos encontraremos con los otros voluntarios en el último lugar seguro, y les diremos acerca de su terrible plan!
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—Es demasiado tarde para eso, voluntarios —dijo el Conde Olaf en señal de triunfo—. ¡Ahí vienen mis nuevos reclutas! Con una horrible risa, el villano apuntó en dirección del camino pedregoso, y la Baudelaire mayor pudo ver, más allá de la cacerola con tapa que aún seguía en manos de las mujeres empolvadas, a los Exploradores de Nieve uniformados llegando, caminando en dos perfectas filas, más parecidos a huevos en un contenedor de cartón que a jóvenes en una caminata. Al parecer, los exploradores se habían dado cuenta de que nos estaban los mosquitos de nieve en esta parte de las Montañas Mortmain y se habían quitado sus máscaras, por lo que Violet y Klaus pudieron detectar al instante a Carmelita Polainas, de pie en la parte delantera de una de las filas con una tiara en la cabeza —“tiara” es una palabra que aquí significa “pequeña corona dada sin ninguna razón a una desagradable chica”— y con una gran sonrisa en su rostro. A su lado, a la cabeza de la otra fila, estaba Bruce, con el Poste de la Primavera en una mano y con un gran puro en la otra. Había algo en su rostro que Violet y Klaus encontraban familiar, pero estaban demasiado preocupados
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por el malvado plan de reclutamiento como para pensar en eso. —¿Qué es lo que están haciendo todos ustedes aquí zampabollos? —preguntó Carmelita, con una desagradable voz que los dos hermanos encontraron igualmente familiar— . ¡Soy la reina de la Falsa Primavera, y les ordeno que se vayan! —Vamos, vamos, Carmelita —dijo Bruce—. Estoy seguro de que estas personas están aquí para ayudar a celebrar tu día especial. Hay que tratar de ser acomodadizos. De hecho, debemos tratar de ser acomodadizos, básicos, calmados, deseados... Los exploradores comenzaron a recitar el ridículo juramento junto a Bruce, pero los dos Baudelaire sabían que no podían esperar a que fuera recitada la lista completa por orden alfabético. —Bruce —interrumpió rápidamente Violet—, estas personas no están aquí para ayudarles a celebrar la Falsa Primavera. Ellos están aquí para secuestrar a todos los Exploradores de Nieve. —¿Qué? —preguntó Bruce con una sonrisa, como si la mayor de los Baudelaire estuviera bromeando.
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—Es una trampa —dijo Klaus—. Por favor, de la vuelta y llévese a los exploradores de aquí. —No les prestes atención a esos tres idiotas enmascarados —dijo el Conde Olaf rápidamente—. El aire de la montaña se les subió a la cabeza. Sólo den unos cuantos pasos más y todos participaremos en una celebración especial. —Estamos encantados de ser acomodadizos —dijo Bruce—. Después de todo, somos acomodadizos, básicos… —¡No! —gritó Violet—. ¿No se da cuenta de la red en el suelo? ¿No ve las águilas en el cielo? —La red es decorativa —dijo Esmé, con una sonrisa tan falsa como la Primavera—, y las águilas son animales salvajes. —¡Por favor, escúchenos! —dijo Klaus—. ¡Está en un grave peligro! Carmelita miró a los dos Baudelaire y ajustó su tiara. —¿Por qué debo escuchar a zampabollos desconocidos como ustedes? —le preguntó—. Son tan estúpidos que todavía llevan sus máscaras, a pesar de que no hay mosquitos de nieve por aquí.
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Violet y Klaus se miraron entre sí a través de sus máscaras. La respuesta de Carmelita había sido muy grosera, pero los dos hermanos tuvieron que admitir que tenía razón. Era poco probable que los Baudelaire pudieran convencer a alguien de que estaban diciendo la verdad, si mantenían sus rostros cubiertos innecesariamente. Ellos no querían sacrificar sus disfraces y revelar su verdadera identidad al Conde Olaf y a su grupo, pero no podían permitir que todos los Exploradores de Nieve fueran secuestrados, aunque fuera para salvar a su hermana. Los dos Baudelaire asintieron con la cabeza, y luego voltearon a ver a Quigley quien también estaba asintiendo, y los tres niños se acercaron y se quitaron las máscaras por el bien común. La boca del Conde Olaf se abrió por la sorpresa. —¡Estás muerta! —le dijo a la mayor de los Baudelaire, diciendo algo que él sabía muy bien era ridículo—. ¡Moriste en la caravana con Klaus! Esmé miró a Klaus tan sorprendida como su novio. —¡Tú también estás muerto! —gritó ella—. ¡Caíste de una montaña! —¡Y tú eres uno de esos gemelos! —dijo Olaf a Quigley—. ¡El que murió hace mucho tiempo!
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—Yo no soy un gemelo —dijo Quigley—, y no estoy muerto. —Y —dijo el Conde Olaf con una sonrisa burlona—, no eres un voluntario. Ninguno de ustedes son miembros de V.F.D. No son más que un puñado de mocosos huérfanos. —En ese caso —dijo la mujer con pelo pero sin barba, con su profunda, profunda voz—, no hay razón para preocuparse por la estúpida bebé por más tiempo. —Eso es verdad —dijo Olaf, y se dirigió a las mujeres empolvadas—. ¡Tiren al bebé de la montaña! —les ordenó. Violet y Klaus gritaron horrorizados, pero las dos mujeres empolvadas se limitaron a mirar la cacerola con tapa que estaban sosteniendo, y luego se miraron una a la otra. Luego, lentamente, miraron al Conde Olaf, pero ninguna de ellas se movió ni un poco. —¿No me escuchan? —preguntó Olaf—. ¡Tiren al bebé de la montaña! —No —dijo una de las mujeres empolvadas, y los dos Baudelaire se sintieron aliviados. —¿No? —repitió Esmé Miseria asombrada—. ¿Qué quieres decir con no?
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—Queremos decir no —dijo la mujer empolvada, y asintió con la cabeza a su compañera. Juntas pusieron la cacerola con tapa en el suelo delante de ellas. Violet y Klaus se sorprendieron al ver que la cacerola con tapa no se movió, y asumieron que su hermana debía de estar demasiado asustada como para salir. —Ya no queremos participar en sus planes nunca más —dijo la otra mujer empolvada, y suspiró—. Durante un tiempo, fue muy divertido combatir el fuego con fuego, pero hemos visto suficientes llamas y humo para el resto de nuestras vidas. —No creemos que fuera una coincidencia que nuestra casa se haya incendiado —dijo la primera mujer—. Perdimos a nuestra hermana en ese incendio, Olaf. El Conde Olaf señaló a las dos mujeres con un largo y huesudo dedo. —¡Obedece mis órdenes en este instante! —gritó, pero sus dos ex cómplices se limitaron a mover la cabeza, le dieron la espada, y comenzaron a alejarse. Todos los presentes observaban en silencio a las dos mujeres empolvadas que pasaron por delante del Conde Olaf, de Esmé Miseria, de los dos siniestros villanos con águilas
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sobre sus hombros, de los dos Baudelaire y de Quigley Quagmire, del Hombre con Ganchos en vez de Manos y de los ex empleados del carnaval, y finalmente de Bruce y Carmelita Polainas y del resto de los Exploradores de Nieve, hasta llegar al camino pedregoso para comenzar a alejarse del Monte Tensión. El Conde Olaf abrió la boca y dejó escapar un terrible rugido, saltando de arriba a abajo sobre la red. —¡No pueden alejarse de mí, mujeres cara pálida! — gritó—. ¡Las encontraré y las destruiré con mis propias manos! De hecho, ¡Puedo hacer cualquier cosa por mi cuenta! ¡Soy un practicante individual, y no necesito ayuda de nadie para tirar a este bebé de la montaña! —con una desagradable sonrisa, cogió la cacerola con tapa, tambaleándose ligeramente, y caminó hasta el borde de la cascada medio congelada. —¡No! —gritó Violet. —¡Sunny! —gritó Klaus. —Díganle adiós a su pequeña hermana bebé, Baudelaires! —dijo el Conde Olaf, con una sonrisa de triunfo que reveló todos sus sucios dientes.
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—¡Yo no soy un bebé! —gritó una voz familiar bajo el largo y negro auto del villano, y los dos Baudelaire mayores observaron con orgullo y con alivio a Sunny salir por detrás de los neumáticos que Violet había pinchado, quien corrió a abrazar a sus hermanos. Klaus tuvo que quitarse las gafas para limpiarse las lágrimas cuando finalmente se reunió con la niña que era su hermana—. ¡Yo no soy un bebé! —dijo Sunny de nuevo, dirigiéndose a Olaf con una mirada triunfal. —¿Pero cómo puede ser posible? —dijo el Conde Olaf, pero cuando levantó la tapa de la cacerola vio cómo es que eso podía ser posible, y era posible porque el objeto dentro, que era aproximadamente del mismo tamaño y peso que la joven Baudelaire, no era un bebé. —¡Babganoush! —gritó Sunny, lo que significaba algo parecido a “inventé un plan para escapar con ayuda de la berenjena que resultó ser aún más útil de lo que pensaba”, pero no hubo necesidad de traducir, porque el gran vegetal se deslizó fuera de la cacerola y aterrizó con un ¡plop! a los pies de Olaf. —¡Nada me está saliendo bien hoy! —gritó el villano— . ¡Estoy comenzando a pensar que lavarme la cara fue una completa pérdida de tiempo!
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—No se enoje, jefe —dijo Colette, contorsionándose de la preocupación—. Estoy segura de que Sunny nos cocinará algo delicioso con la berenjena. —Eso es verdad —dijo el Hombre con Ganchos en vez de Manos—. Se está convirtiendo en una buena cocinera. Los Rollitos de la Falsa Primavera eran bastante sabrosos, y el salmón estaba delicioso. —Aunque, en mi opinión, pudo haber usado un poco de verbena —dijo Hugo, pero los tres reunidos Baudelaire se alejaron de esa ridícula conversación para hacer frente a los Exploradores de Nieve. —¿Ahora nos creen? —Violet le preguntó a Bruce—. ¿No ve que ese hombre es un terrible villano que está tratando de hacerles daño? —¿No te acuerdas de nosotros? —Klaus le preguntó a Carmelita Polainas—. ¡El Conde Olaf tramó un terrible plan en la Prufrock, y está llevando a cabo un terrible plan justo en este momento! —Por supuesto que me acuerdo de tí —dijo Carmelita—. Eres uno de los huérfanos zampabollos que le causaron todos esos problemas al subdirector Nerón. ¡Y
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ahora están tratando de arruinar mi día especial! ¡Dame el Poste de la Primavera tío Bruce! —Vamos, vamos, Carmelita —dijo Bruce, pero Carmelita arrebató el largo poste de las manos de Bruce y caminó a través de la red hacia el origen de la Corriente Afligida. El hombre con barba pero sin pelo y la mujer con pelo pero sin barba hicieron restallar los látigos y se llevaron los brillante silbatos a sus siniestras bocas, pero los Baudelaire se dieron cuenta de que estaban esperando a que el resto de los exploradores caminaran y estuvieran sobre la red, para activar la trampa y hacer que las águilas levantaran la red por los aires. —¡Me corono a mí misma cono la Reina de la Falsa Primavera! —anunció Carmelita al llegar al borde del Monte Tensión. Con una desagradable sonrisa triunfal, les dio un codazo a los Baudelaire y llevó el Poste de la Primavera a la parte superior de la cascada medio congelada y lo clavó ahí. Hubo un lento y fuerte sonido de algo resquebrajándose, y los Baudelaire dirigieron su mirada hacia abajo, a la pendiente, y vieron con horror que una enorme grieta poco a poco iba extendiéndose hacia el centro de la cascada, por la corriente y por los dos afluentes de la Corriente Afligida.
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Los Baudelaire gritaron horrorizados. A pesar de que el hielo sólo estaba resquebrajándose, parecía que toda la montaña estaba a punto de dividirse en dos, y que pronto un enorme cisma dividiría al mundo entero. —¿Qué están mirando? —le preguntó Carmelita molesta—. Todo el mundo debería estar bailando en mi honor. —Así es —dijo el Conde Olaf—, ¿Por qué no todos dan un paso hacia adelante y bailan en honor de esta adorable niña? —Suena bien —dijo Kevin, al frente de sus compañeros sobre la red—. Después de todo, tengo dos pies igual de fuertes. —Y debemos tratar de ser acomodadizos —dijo el Hombre con Ganchos en vez de Manos—. ¿No es eso lo que dijiste, tío Bruce? —Absolutamente —coincidió Bruce, dando una bocanada de humo de su cigarro. Parecía un poco aliviado de que las discusiones hubieran terminado y que los exploradores finalmente tuvieran la oportunidad de hacer lo mismo que todos los años—. Vamos, Exploradores de nieve, vamos a recitar el Alfabeto Morse de los Exploradores de
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Nieve mientras bailamos alrededor del Poste de la Falsa Primavera. Los exploradores aplaudieron y siguieron a Bruce, quien sin darse cuenta caminó sobre la red. —Los Exploradores de Nieves —dijeron los Exploradores de Nieve—, son acomodadizos, básicos, calmados, deseados, emblemáticos, fogosos, gratos, humanos, inocentes, jóvenes, kafkianos, limitados, mansos, nobles, ordenados, preciosos, quietos, recientes, sistematizados, tolerantes, unidos, vivarachos, windsurfistas, xilófonos, yanquis y con zíperes… cada mañana, cada tarde, cada noche, y todo el día! No hay nada de malo, por supuesto, en tener un juramento, y poner en él palabras que puedes considerar importantes en tu vida, como un recordatorio para ti mismo mientras sigues adelante por tu camino en el mundo. Si sientes, por ejemplo, que la gente de buen leer es más agradable que la malvada, y que un mundo lleno de gente sentada en silencio con buenos libros en sus manos es preferible a un mundo lleno de cismas y sirenas y otras cosas ruidosas y molestas, entonces cada vez que entres en una biblioteca puedes decirte a ti mismo “El mundo aquí, es
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tranquilo”, como una especie de juramento que declara que la lectura es algo que se debe hacer por el bien común. Si sientes que a las personas de buen leer les deberían robar sus fortunas y ser incendiadas, podrías adoptar el dicho “¡Combatir el fuego con fuego!” como tu juramento, cada vez que les des órdenes a tus camaradas. Pero a pesar de que puedas elegir cualquier palabra para describir tu vida, hay dos pautas básicas para escribir un buen juramento. Una de ellas es que el juramento debe tener sentido, de modo de que si tu juramento contiene la palabra “xilófono”, por ejemplo, quiere decir que un instrumento de percusión tocado con baquetas es muy importante para ti, y no que simplemente no pudiste pensar en una buena palabra que comenzara con la letra X. La otra es que el juramento debe ser relativamente corto, por lo que si hay un grupo de villanos atrayéndote a una trampa con una red y un grupo de exhaustas y entrenadas águilas, tendrás más tiempo para escapar. El Alfabeto Morse de los Exploradores de Nieve, por desgracia, no seguía ninguna de estas pautas. Mientras los Exploradores de Nieve se comprometían a ser “xilófonos”, el hombre con una barba pero sin pelo hacia restallar su látigo en el aire, y las águilas sentadas sobre los hombros de los
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dos villanos empezaron a batir sus alas y a clavar sus garras en las grandes hombreras, levantando a las dos siniestras personas en el aire, y cuando el compromiso llegaba a su fin, y los Exploradores de Nieve estaban tomando aliento para hacer el sonido nevoso, la mujer con pelo pero sin barba sopló su silbato, haciendo un fuerte y agudo sonido que les hizo recordar a los Baudelaire cuando dieron vueltas y vueltas como parte del plan de Olaf en la Prufrock. Los tres hermanos, parados junto a Quigley, vieron como el resto de las águilas descendieron rápidamente hasta el suelo, tomaron la red con sus patas, y, con sus alas temblorosas por el esfuerzo, levantaron a todos los que estaban de pie sobre ella en el aire, de la misma manera en que podrías quitar todos los platos de una mesa tomando y alzando todas las esquinas de un mantel. Si utilizas este inusual método para limpiar la mesa, lo más probable es que seas enviado a tu habitación o seas expulsado del restaurante, y los resultados en el Monte Tensión fueron igualmente desastrosos. En unos momentos, todos los Exploradores de Nieve y los secuaces de Olaf se encontraban en un cúmulo aéreo, revolcándose todos juntos dentro de la red que las águilas sostenían. La única persona que logró escapar del reclutamiento —además de los
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Baudelaire y Quigley Quagmire, por supuesto— fue Carmelita Polainas, de pie junto al Conde Olaf y su novia. —¿Qué está pasando? —Bruce le preguntó al Conde Olaf desde el interior de la red—, ¿Qué has hecho? —He triunfado —dijo el Conde Olaf—, de nuevo. Hace mucho tiempo, te quité una colección de reptiles que yo necesitaba para llevar a cabo mis planes —los Baudelaire se miraron asombrados, recordando de pronto cuándo vieron a Bruce por primera vez—. ¡Y ahora, te he quitado una colección de niños! —¿Qué será de nosotros? —preguntó uno de los Exploradores de Nieve con temor. —No me importa —dijo otro de los Exploradores de Nieve, que parecía ya estar afectado por el síndrome de Estocolmo—. Cada año vamos de excursión al Monte Tensión y hacemos lo mismo, ¡Por lo menos este año es un poco diferente! —¿Por qué me reclutaron a mí también? —preguntó el Hombre con Ganchos en vez de Manos, y los Baudelaire vieron que uno de sus ganchos salía frenéticamente de la red—. Ya trabajo para ustedes.
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—No te preocupes, ganchitos —dijo Esmé burlonamente—. ¡Todo es por el bien común! —¡Mush! —gritó el hombre con barba pero sin pelo, haciendo restallar el látigo en el aire. Graznando de miedo, las águilas comenzaron a jalar la red a través del cielo, alejándose del Monte Tensión. —¡Quítales el Azucarero a esos malcriados huérfanos, Olaf —ordenó la mujer con pelo pero sin barba—, y nos encontraremos en el último lugar seguro! —¡Con estas águilas a nuestra disposición —dijo el hombre siniestro con su ronca voz—, por fin podremos llegar a esa casa móvil autosuficiente que funciona a base de aire caliente y destruir a los voluntarios! Los Baudelaire gritaron, y compartieron una mirada atónita con Quigley. El villano ciertamente hablaba sobre el dispositivo que Héctor había construido en la Villa de la Fabulosa Desbandada, en el que Duncan e Isadora habían escapado. —¡Combatiremos el fuego con fuego! —gritó la mujer con pelo pero sin barba triunfante, y las águilas se la llevaron.
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El Conde Olaf murmuró algo para sí mismo y luego se volvió y comenzó a avanzar amenazante hacia los Baudelaire. —Sólo necesito a uno de ustedes para saber dónde está el Azucarero —dijo con sus brillantes ojos—, y para tener en mis manos la fortuna. Pero, ¿cuál debería ser? —Esa es una decisión difícil —dijo Esmé—. Por un lado, ha sido agradable tener un sirviente infantil. Sin embargo, sería mucho más divertido romper las gafas de Klaus y verlo tropezar con las cosas. —Pero Violet tiene el pelo más largo —propuso Carmelita, mientras los Baudelaire retrocedían hacia la agrietada cascada, con Quigley detrás de ellos—, podrías jalárselo todo el tiempo, y atarlo a cosas cuando te aburras. —Esas son dos excelentes ideas —dijo el Conde Olaf— . Había olvidado la adorable niña que eres ¿Por qué no te unes a nosotros? —¿Unirme? —Carmelita preguntó. —Mira mi elegante vestido a la moda —le dijo Esmé a Carmelita—. Si te unes a nosotros, te compraré todo tipo de ropa a la moda.
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Carmelita se quedó pensativa, mirando primero a los niños, y luego a los dos villanos quienes sonreían a su lado. Los tres Baudelaire compartieron una mirada de horror y decepción con Quigley. Los hermanos recordaron que tan monstruosa había sido Carmelita en la escuela, pero jamás habían pensado que estaría interesada en formar parte de personas aún más monstruosas. —No les creas, Carmelita —dijo Quigley, y tomó su cuaderno púrpura de su bolsillo—. Incendiarán la casa de tus padres. He aquí la evidencia, en mi libro común. —¿A quién prefieres creerle, Carmelita? —le preguntó el Conde Olaf—. ¿A un tonto libro, o algo que te dice un adulto? —Míranos adorable niña —dijo Esmé, con su amarillo, naranja, y rojo vestido crepitando en el suelo—. ¿Crees que parecemos la clase de personas a las que les gusta incendiar casas? —¡Carmelita! —gritó Violet—. ¡No le hagas caso! —¡Carmelita! —gritó Klaus—. ¡No te unas a ellos! —¡Carmelita! —gritó Sunny, lo que significaba algo así como “¡Estás tomando una monstruosa decisión!”.
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—Carmelita —dijo el Conde Olaf, en un tono dulzón—. ¿Por qué no eliges que huérfano vivirá, y empujas a los demás por el precipicio, y luego vamos todos juntos a un agradable hotel? —Serás como la hija que nunca tuve —dijo Esmé, acariciando su tiara. —O algo por el estilo —agregó Olaf, quien parecía preferir tener otro empleado en lugar de una hija. Carmelita miró una vez más a los Baudelaire, y luego sonrió a los dos villanos. —¿De verdad crees que soy adorable? —le preguntó. —¡Creo que eres adorable, bella, coqueta, distinguida, encantadora a la vista, fenomenal, guapa, hermosa, impecable, juvenil, krausista, linda, magnífica, novedosa, obviamente fantástica, perfecta, querendona, radiante, sensacional, tierna, única, valiente, wagneriana, xilófono, yin-yang, y zapateadora —recitó Esmé—, cada mañana, cada tarde, cada noche, y todo el día! —¡No le hagas caso! —imploró Quigley—. ¡Una persona no puede ser “xilófono”!
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—¡No me importa! —dijo Carmelita—. ¡Empujaré a estos zampabollos de la montaña, e iniciaré una nueva emocionante vida a la moda! Los Baudelaire dieron otro paso hacia atrás, y Quigley los siguió, mirando con pánico a los hermanos. Por encima de ellos podían oír el graznido de las águilas, que se llevaban cada vez más, más lejos a los nuevos reclutas. Detrás de ellos podían escuchar las cuatro corrientes de aire del valle soplar, donde la sede había sido destruida por la gente que los padres Baudelaire se habían comprometido a detener incluso a costa de sus propias vidas. Violet buscó su cinta en su bolsillo, tratando de imaginar que podría inventar para alejarse de aquellas personas tan villanescas y conocer la ubicación del último lugar seguro para reunirse con sus compañeros voluntarios. Sus dedos tocaron el cuchillo de pan largo, y se preguntó si debía sacarlo de su bolsillo y utilizarlo como arma para amenazar con violencia a los villanos, o si esto también la haría ser tan villana como el hombre al que estaba mirando en ese momento. —Pobres Baudelaire —dijo el Conde Olaf burlonamente—. Es mejor que se den por vencidos. Están irremediablemente superados en número.
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—No estamos superados en número —dijo Klaus—. Hay cuatro de nosotros, y sólo tres de ustedes. —Cuento por tres porque soy la Reina de la Falsa Primavera —dijo Carmelita—, por lo que están superados en número, zampabollos. Esto, por supuesto, no era más que otra tontería saliendo de la boca de esta cruel chica, pero incluso si no fuera una tontería, no siempre es una cuestión decisiva si estas superado en número o no. Cuando Violet y Klaus estaban caminando hacia el Valle del Fortín Desembocado, por ejemplo, eran superados en número por el enjambre de Mosquitos de Nieve, pero se las arreglaron para encontrar a Quigley Quagmire, subir por la Vertical Flameante Desviación a la sede, y encontrar el mensaje oculto en el refrigerador. Sunny había sido superada en número por todos los villanos en la parte superior del Monte Tensión, pero había sobrevivido a la experiencia, había descubierto el nombre del último lugar seguro, e incluso había inventado y preparado algunas recetas tanto fáciles como deliciosas. Y los miembros de V.F.D. siempre han sido superados en número, ya que el número de gente codiciosa y malvada siempre parece ir en aumento a medida que más y más
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bibliotecas son incendiadas, pero los voluntarios han logrado perdurar, una palabra que aquí significa “reunirse en secreto, comunicarse en código, y reunir pruebas cruciales para frustrar los planes de sus enemigos”. No siempre es importante saber si hay más personas de tu lado del cisma que del otro lado opositor, y los Baudelaire parados junto a Quigley dieron un paso más hacia atrás, ellos sabían lo que era más importante. —¡Rosebud! —gritó Sunny, lo que significaba “En algunos casos, la ubicación de un objeto determinado puede ser mucho más importante que ser superado en número o no”, y era verdad. Mientras los bandidos gritaban asombrados, Violet se sentó en el deslizador y tomó las correas de cuero. Quigley se sentó detrás de ella y puso sus brazos alrededor de su cintura, Klaus se sentó al lado de él y puso sus brazos alrededor de Quigley, y había suficiente espacio detrás para una niña pequeña, por lo que Sunny se sentó detrás de su hermano y lo abrazó con fuerza mientras Violet empujaba el deslizador por la pendiente del Monte Tensión y enviaba a los cuatro niños a toda velocidad hacia abajo por la pendiente. No importaba si estaban siendo superados en número o no. Sólo importaba que pudieran
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escapar de un monstruoso final deslizándose por los últimos tramos de la pendiente resbaladiza, al igual que para ti sólo puede importar escapar de un monstruoso final deslizándote por las últimas líneas de La Pendiente Resbaladiza, y leer un libro en el que los villanos no les rugen a los niños que tratan de escapar. —¡Estaremos detrás de ustedes, Baudelaires! —rugió el conde Olaf, mientras el deslizador iba a toda velocidad hacia el Valle del Fortín Desembocado, golpeándose y salpicando agua al pasar contra el agrietado hielo que se derretía. —El no estará detrás de nosotros —dijo Violet—. Mis zapatos pincharon su neumático, ¿recuerdas? Quigley asintió con la cabeza. —Y él tendrá que tomar ese camino —dijo—. Un auto no puede ir por una cascada. —Vamos a tener un buen comienzo —dijo Violet—. Tal vez podamos llegar al último lugar seguro antes que él. —¡Escucha! —gritó Sunny—. ¡Hotel Denouement! —Buen trabajo, Sunny! —Violet dijo con orgullo, tirando de las correas de cuero para evitar una gran grieta—. Yo sabía que serías una gran espía.
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—Hotel Denouement —dijo Quigley—. Creo que lo tengo en uno de mis mapas. Revisaré mi libro común cuando llegamos al pie de la cascada. —¡Bruce! —gritó Sunny. —Esa es otra cosa que deberemos escribir en nuestros libros comunes cuando lleguemos —coincidió Klaus—. Bruce estuvo en la casa del Dr. Montgomery, al final de nuestra estancia. Dijo que estaba recogiendo la colección de reptiles de tío Monty para llevarla a la sociedad herpetológica. —¿Crees que en realidad sea un miembro de V.F.D.? —Violet preguntó. —No podemos estar seguros —dijo Quigley—. Hemos logrado averiguar muchos misterios, y sin embargo todavía hay muchas cosas que no sabemos —suspiró pensativamente y miró hacia abajo a las ruinas de la sede que se acercaban a gran velocidad—. Mis hermanos… Pero los Baudelaire nunca pudieron escuchar nada más acerca de los hermanos de Quigley, porque en ese momento el deslizador, a pesar de los esfuerzos de Violet sujetando las correas de cuero, se deslizó por unas de las partes resquebrajadas de la cascada y comenzó a girar. Los niños
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gritaban y Violet agarró las correas de cuero tan duro como pudo, pero sólo logró que se rompieran en sus manos. —¡El mecanismo de dirección está roto! —gritó ella—. ¡Jalar a Esmé Miseria por la pendiente debió haber debilitado las correas! —¡Uh-oh! —gritó Sunny, lo que significaba algo así como “Eso no parece una buena noticia”. —A esta celeridad —dijo Violet, utilizando un término científico para velocidad—, el deslizador no se detendrá cuando lleguemos a la corriente congelada. Si no reducimos la velocidad, caeremos directamente en el agujero que cavamos. Klaus estaba mareado por tantos giros y cerró los ojos detrás de sus gafas. —¿Qué podemos hacer? —le preguntó. —¡Restriega tus zapatos contra el hielo! —gritó Violet—. ¡Los tenedores pueden ayudarnos a reducir la velocidad! Rápidamente, los dos Baudelaire mayores estiraron sus piernas y restregaron los tenedores de sus zapatos contra el hielo que quedaba en la cascada. Quigley hizo mismo, pero Sunny, que por supuesto no llevaba crampones-tenedor
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zapatos de escalada, no podía hacer nada más que escuchar los raspamientos y las salpicaduras de los tenedores contra el débil hielo de la corriente mientras el deslizador se desaceleraba ligeramente. —¡No es suficiente! —gritó Klaus. Mientras el deslizador seguía descendiendo, Klaus pudo ver brevemente el agujero que habían cavado, cubierto con una fina capa de madera debilitada, cada vez más cerca de los cuatro niños a medida que se aproximaban al pie de la cascada. —¿Bicúspide? —preguntó Sunny, lo que significaba algo así como “¿También yo debo restregar mis dientes contra el hielo?” —Vale la pena intentarlo —dijo Klaus, pero tan pronto como la joven Baudelaire se inclinó y restregó los dientes contra el débil hielo de la cascada, los Baudelaire se dieron cuenta de que en realidad no valía la pena intentarlo, mientras el deslizador seguía girando a gran velocidad hasta el fondo de la cascada. —Eso no es suficiente —dijo Violet, tratando de concentrar su inventiva mente tanto como pudo, recordando cómo había detenido la caravana, cuando ella y su hermano fueron despedidos lejos del automóvil del Conde Olaf. No
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había nada lo suficientemente grande como para usarlo como un paracaídas de desaceleración, y la mayor de los Baudelaire empezó a desear que Esmé Miseria estuviera a bordo con ellos, para que pudiera detener el deslizador con su enorme vestido que parecía un fuego. Ella sabía que no había melaza, miel de trébol silvestre, jarabe de maíz, vinagre balsámico añejado, mantequilla de manzana, mermelada de fresa, crema de caramelo, miel de maple, mantequilla batida, marrasquino, aceite de oliva virgen y extra virgen, crema de limón, albaricoques secos, chutney de mango, crema di noci, pasta de tamarindo, mostaza picante, bombones, crema de maíz, mantequilla de maní, jalea de uva, dulces de goma, leche condensada, tarta de calabaza rellena, o pegamento a bordo, o cualquier otra sustancia pegajosa. Pero entonces recordó la pequeña mesa que había utilizado como freno colocándola contra el suelo, detrás de la caravana, y metió la mano en su bolsillo y sabía qué hacer—. ¡Esperen! —gritó Violet, dejó caer las correas rotas del deslizador, tomó el cuchillo de pan largo y lo sacó de su bolsillo. Sólo habían pasado unos días, pero tenía la sensación de que había pasado mucho tiempo desde que había tomado el cuchillo de la caravana, y parecía que cada
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cinco minutos tocaba su dentada hoja dentro su bolsillo al tratar de encontrar una manera de derrotar a los villanos sin convertirse ella misma en uno de ellos. Pero ahora, por fin, había algo que podía hacer con el cuchillo que podría salvarlos a todos, sin herir a nadie. Apretando los dientes, Violet se inclinó por fuera del girante deslizador y hundió el cuchillo tan duro como pudo en el hielo de la pendiente resbaladiza. La punta de la hoja golpeó la grieta causada por el Poste de la Primavera de Carmelita, y luego todo el cuchillo se hundió en la pendiente justo cuando el deslizador llegó al pie de la cascada. Se produjo un sonido que los Baudelaire nunca antes habían escuchado, como una combinación de una enorme ventana quebrándose y el profundo, retumbante sonido de alguien disparando un cañón. El cuchillo había ampliado la grieta, y con un tremendo estrépito, el resto del hielo de la pendiente cayó hecho pedazos y todos los tenedores, la luz del sol, los dientes y el deslizador finalmente cobraron factura sobre la cascada. En un enorme ¡whoosh!, las aguas de la Corriente Afligida se precipitaron por la pendiente, y en un instante los Baudelaire ya no estaban sobre una corriente congelada en la parte inferior de
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una extraña curva de hielo, sino simplemente en el fondo de una cascada, con galones y galones de agua cayendo sobre ellos. Los huérfanos apenas tuvieron el tiempo suficiente para dar un respiro antes de que el deslizador se sumergiera bajo el agua. Los tres hermanos se aferraron los unos a los otros, pero la mayor de los Baudelaire sintió que un par de manos se deslizaron de su cintura, y cuando el deslizador de madera regresó a la superficie nuevamente, ella gritó el nombre de su perdido amigo. —¡Quigley! —gritó ella. —¡Violet! —los Baudelaire escucharon la voz del trillizo mientras el tobogán comenzaba a flotar sobre uno de los afluentes. Klaus señaló un punto a través de la agitada agua de la cascada y los niños pudieron vislumbrar por un momento a su amigo. Se las había arreglado para aferrarse a un trozo de madera de las ruinas de la sede, lo que vagamente parecía una barandilla, como las que se necesitan para apoyar las manos cuando se sube por unas estrechas escaleras que conducen a un observatorio astronómico. El torrente de agua arrastraba la madera y a Quigley por el otro afluente de la Corriente Afligida. —¡Quigley! —Violet volvió a gritar.
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—¡Violet! —gritó Quigley por encima del rugido del agua. Los hermanos pudieron ver que había sacado su libro común de su bolsillo y que lo agitaba desesperadamente en dirección a ellos—. ¡Espérenme!, ¡Espérenme en…! Sin embargo, los Baudelaire no escucharon nada más. La Corriente Afligida, en su repentino deshielo por la llegada de la Falsa Primavera, se agitaba de tal manera que hizo que la barandilla y el deslizador se separaran, enviando a cada uno por un afluente diferente. Los hermanos le dieron una última mirada a la cubierta de color púrpura oscuro del libro común hasta que Quigley dio una vuelta alrededor de un recodo en la corriente, y los Baudelaire dieron una vuelta alrededor de otro, y el trillizo despareció de su vista. —¡Quigley! —lo llamó Violet, una vez más, y las lágrimas brotaron de sus ojos. —Está vivo —dijo Klaus, y sujetó el hombro de Violet para ayudarla a mantener el equilibrio en el tambaleante deslizador. Ella no sabía si el Baudelaire de en medio también estaba llorando, o si su rostro estaba mojado por la cascada—. Él está vivo, y eso es lo importante. —Intrépido —dijo Sunny, que significaba algo así como “Quigley Quagmire fue valiente e ingenioso para
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sobrevivir al incendio que destruyó su casa, y estoy segura de que sobrevivirá a esto también”. Violet no podía soportar que su amigo estuviera alejándose de ella, no después de haberlo conocido mejor. —Pero se supone que debemos esperarlo —dijo—, y no sabemos dónde. —Tal vez tratará de llegar con sus hermanos antes que las águilas —dijo Klaus—, pero no sabemos dónde están ellos. —¿Hotel Denouement? —dijo Sunny tratando de adivinar—, ¿V.F.D.? —Klaus —dijo Violet—, viste algunas de las anotaciones de las investigaciones de Quigley ¿Sabes si los dos afluentes en algún punto se reúnen de nuevo? Klaus meneó la cabeza. —No lo sé —dijo—, Quigley es el cartógrafo. —Godot —dijo Sunny, lo que significaba “No sabemos a dónde ir, y no sabemos cómo llegar allí”. —Pero sabemos algunas cosas —dijo Klaus—. Sabemos que alguien le ha enviado un mensaje a J.S. —Jacques —dijo Sunny. Klaus asintió con la cabeza.
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—Y sabemos que el mensaje dice que se reunirán el jueves en el último lugar seguro. —Matahari —dijo Sunny, Klaus sonrió y acercó a Sunny hacia él para que no se cayera del deslizador flotante. Ya no era un bebé, pero la joven Baudelaire aún era todavía lo suficientemente joven como para sentarse en el regazo de su hermano. —Sí —coincidió Klaus—. Gracias a ti sabemos que el último lugar seguro es el Hotel Denouement. —Pero no sabemos dónde está —dijo Violet—. No sabemos dónde encontrar a esos voluntarios, o incluso si hay miembros sobrevivientes de V.F.D. Ni siquiera podemos estar seguros de lo que significa V.F.D., o si nuestros padres están realmente muertos. Quigley estaba en lo cierto. Hemos logrado averiguar muchos misterios, y, sin embargo, todavía hay muchas cosas que no sabemos. Sus hermanos asintieron tristemente con la cabeza, y si yo hubiera estado allí en ese momento, en vez de llegar demasiado tarde para ver a los Baudelaire, también habría asintió con la cabeza. Incluso para un escritor como yo, que ha dedicado su vida entera a investigar los misterios que rodean el caso Baudelaire, todavía hay mucho que he sido
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incapaz de descubrir. No sé, por ejemplo, qué pasó con las dos mujeres empolvadas que decidieron dejar el grupo de Olaf y marcharse, por su cuenta, por las Montañas Mortmain. Algunas personas dicen que siguen empolvándose la cara, y que pueden ser vistas cantando canciones tristes en algunos clubes de mala muerte de la ciudad. Otros dicen que viven juntas en el hinterlands, tratando de cultivar ruibarbo en la tierra seca y estéril. Y hay quienes dicen que no sobrevivieron a su descenso por el Monte Tensión, y que sus huesos pueden ser encontrados en una de las muchas cuevas de los impares y cuadrados picos. Pero a pesar de que he escuchado una canción triste tras otra, y he probado algunos de los peores ruibarbos en mi vida, y le he llevado huesos tras huesos de unos esqueletos a una experta hasta que me dijo que la estaba haciendo tan miserable que esperaba que nunca volviera por ahí, no he sido capaz de descubrir lo que realmente ocurrió con las dos mujeres. No sé dónde están los restos de la caravana, como ya te dije, y mientras llego al final del diccionario de rimas, y leo la corta lista de palabras que riman con “zipizape”, estoy comenzando a pensar que debería detener mi búsqueda del vehículo destruido y renunciar a esa particular parte de mi
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investigación. Y no he rastreado el refrigerador en el que los Baudelaire encontraron el Verbal Frigorífico Dialogo, a pesar de algunos rumores que dicen que se encuentra en una de las cuevas de las Montañas Mortmain, o que puede ser visto llevando a cabo algunas interpretaciones en algunos clubes de mala muerte de la ciudad. Pero a pesar de que hay muchas cosas que no sé, hay algunos misterios que he resuelto y que se con seguridad, y una cosa de la que estoy completamente seguro es a donde fueron después los huérfanos Baudelaire, mientras las cenicientas aguas de la Corriente Afligida alejaban al deslizador de las Montañas Mortmain, tal como habían alejado al Azucarero después de que el voluntario lo arrojara a la corriente para salvarlo de las llamas. Pero a pesar de que sé exactamente a dónde fueron los Baudelaire, e incluso puedo rastrear su ruta en un mapa dibujado por uno de los cartógrafos jóvenes más prometedores de nuestros tiempos, yo no soy el mejor escritor para describir el camino de los niños. El escritor que lograría describir con mayor precisión y elegancia la trayectoria de los tres huérfanos podría ser un socio mío que, como el hombre que escribió “El camino menos transitado”, ahora está muerto. Antes de morir, sin
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embargo, fue ampliamente reconocido como un poeta muy bueno, aunque algunas personas piensan que sus escritos sobre religión eran un poco demasiado mezquinos. Su nombre era Algernon Charles Swinburne, y el cuarteto final de la undécima estrofa de su poema “El jardín de Proserpina” describe perfectamente lo que los niños descubrieron mientras este capítulo en su historia llegaba a su fin, y comenzaba el siguiente. La primera mitad del cuarteto dice: Que la vida no sea eterna, Que nunca los muertos hombres se levanten, Y, de hecho, los hombres adultos en la vida de los Baudelaire que habían muerto, como Jacques Snicket o el padre de los niños, nunca se levantarían otra vez. Y la segunda mitad del cuarteto dice: Que hasta el río más perezoso Llegue en sus giros al reposo del mar.
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Esta parte es un poco más complicada, ya que algunos poemas se parecen un poco a los códigos secretos, ya que es necesario estudiarlos cuidadosamente para averiguar su significado. Un poeta, como la hermana de Quigley Quagmire, Isadora, por supuesto, se da cuenta de inmediato de que es lo que estas dos líneas quieren decir, pero a mí me tomó mucho tiempo decodificarlas. Eventualmente, sin embargo, me quedó claro que “el río más perezoso” se refiere a la Corriente Afligida, que de hecho parecía tener bastante pereza de llevar entre sus aguas todas las cenizas de la destruida sede de V.F.D, y que “Llegue en sus giros al reposo del mar” se refiere al último lugar seguro donde todos los voluntarios, incluyendo a Quigley Quagmire, podrían reunirse. Como Sunny dijo, ella y sus hermanos no sabían a dónde ir y no sabían cómo llegar hasta allí, pero los huérfanos Baudelaire iban por una ruta tortuosa que desembocaba a allí de todos modos, y eso es una cosa que sé con seguridad.
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De todas las personas del mundo que arrastran vidas miserables — y estoy seguro de que conocéis unas cuantas— los jóvenes Baudelaire se llevan la palma, frase que aquí significa que les han pasado más cosas horribles que a nadie... ¿Pero quiénes son estos desgraciados? VIOLET BAUDELAIRE Tiene catorce años y es una de las más grandes inventoras de su tiempo. Si la ves con el pelo atado con una cinta, significa que los engranajes y las palancas de su creativo cerebro están funcionando a toda velocidad. KLAUS BAUDELAIRE El segundo, tiene gafas, él puede dar la impresión de que es un gran amante de los libros. Impresión absolutamente correcta. Todo su conocimiento es utilizado, a menudo, para la elaboración de planes con la intención de detener las malvadas intenciones del Conde Olaf.
SUNNY BAUDELAIRE Es la más joven de los tres, quien aún es un bebé. Sin embargo, cualquiera de sus cuatro afilados dientes pueden entran en acción tan rápido como sea posible. Y este es su archienemigo: EL CONDE OLAF, Un hombre repugnante, pérfido y malvado, es mejor decir lo menos posible de él.
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