Una Piedra y Tu Otoniel Font

March 25, 2019 | Author: nlucero5228 | Category: Goliath, David, Solomons, Jacob, Religion And Belief
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Una Piedra, Tú y Dios son Suficientes Escrito por Pastor por Pastor Otoniel Font el viernes, 30 de marzo del 2012.

En 2 de Samuel, capítulo 24, se nos narra el momento en que David ordena un censo de Israel y de Judá. Dios no le ordenó a David que contara el pueblo, sino que la razón principal por la que David David hizo el censo censo fue para saber saber con con cuán cuántos tos contab contaba a para para obtener victoria y continuar hacia adelante. David nunca necesitó de nadie, sólo de Dios. David no necesitó ochoc ochocien ientos tos mil mil hombre hombres s con espada espada para para llegar llegar a ser rey de Israel. Con una onda y una piedra alcanzó el destino de Dios para su vida. ¿Por qué ahora vas a tratar de depender de algo que no fue lo que te llevó al lugar donde tú estás? ¿Por qué piensas que te va a sostener en el lugar donde estás aquello que no te llevó allí? David David lo que que quería quería saber saber era era cuánt cuántos os homb hombres res él tenía tenía,, para para decir: Ahora sí soy fuerte. Davi David d habí había a pele pelead ado o solo solo la prim primer era a vez. vez. Y más adel adelan ante te,, su ejér ejérci cito to cons consta taba ba de cuat cuatro roci cien ento tos s fugi fugiti tivo vos s endeu ndeuda dado dos, s, amargados y afligidos de espíritu. David tuvo tres hombres que se llamaban los tres valientes de David. Uno de ellos, con una espada, mató ochocientos hombres. Incluso, en un momento dado, la espada se pegó en su mano. David no necesitaba ochocientos mil hombres. ¿Cuál fue la molestia de Dios? Que David estaba ahora poniendo su dependencia en algo de lo que él no había dependido. Cuando David se enfrentó a Goliat, no había nadie detrás de él. Cuando Goliat salía, el ejército se escondía. Y dice la biblia que David cogió cinco piedras del río. No cogió cinco piedras por si fallaba, sino porque Goliat tenía cuatro hermanos. David cogió una piedra para cada uno. Más adelante tuvo que vencer los cuatro. En ese momento, David era un jovencito de diecisiete años, pero ungido, con una promesa de Dios. Dios dijo que David sería el rey de Israel. Y David no tan sólo tenía esa promesa, sino que tenía una motivación. El rey dijo que el que matara a Goliat ganaría a su

hija, tendría el trono al lado suyo, y sus padres no pagarían impuestos por el resto de sus vidas. David se para allí solo, y Dios le da la victoria. Luego, su ejército son cuatrocientos hombres frustrados, endeudados, amargados. Eventualmente, Dios los convirtió en los hombres más ricos. Estos fueron los hombres que más adelante dieron ofrendas millonarias para el templo que construyó Salomón. Dice la palabra que dieron tantas riquezas que Salomón hizo un templo donde la plata no valía absolutamente nada. Todo porque Dios cambió aquellos endeudados, fracasados, en hombres ricos. El problema de David es que ahora quería ver con cuántos contaba para enfrentar los retos que tenía en frente. Y Dios se molesta, y le da a escoger entre tres consecuencias. Y David escogió caer en manos de Dios, porque sus misericordias son muchas, y no en manos de hombres. David no pidió las plagas porque eran tres días, sino porque ese sería un acto de Dios. Si escogía siete años de hambre, el pueblo tendría que ir a Egipto y entregarse, y vivir bajo otra nación. Si Dios los mandaba a correr, estarían corriendo de otra nación. Y David prefirió el castigo de Dios, que el castigo de los hombres. Por eso cuando cometemos algún error, es mejor ir a la casa de Dios y ponerse en manos de Dios, para que sea él quien trabaje y arregle lo que tenga que arreglar, porque cuando el hombre castiga y condena, te marca. La plaga no la podría controlar ninguna nación, sino sólo Dios. Es mejor ponernos en las manos de Dios que ponernos en las manos de los hombres. Hemos visto que Jacob quería volver a lo que en un momento dado habían sido para él habilidades, quiso volver a sus artimañas, para alcanzar ciertas cosas. Jacob no había entendido que aquellas artimañas lo que habían provocado eran veinte años de desconexión. Aquellas artimañas se habían vuelto en contra de él, y pasó de ser el engañador, a ser el engañado. Cuando regresa, Dios no quería que Jacob volviera a lo mismo, sino que dependiera de Dios. Dios le había prosperado, le había dado la fuerza por veinte años.

David nunca necesitó de nadie, nunca necesitó de trucos, nunca necesitó de nada. La promesa de Dios se cumplió en su vida, únicamente por Dios, por David confiar en Dios. Aquella piedra iba con fuerza, porque iba en la mano de Dios. Dios le había probado a David que él y Dios eran mayoría. ¿Cuál era el problema? Que ahora David tenía más, tenía mucho, y ahora dependía de lo mucho. En este caso, contrario al caso de Jacob, David sí tenía que regresar a lo que le había funcionado en un principio, porque en un principio, David dependía de Dios. En ocasiones pensamos que estamos en problemas, que hay crisis y dificultades, y no nos damos cuenta de que hemos sido prosperados, y que lo que tenemos hoy es porque nuestra confianza estaba puesta en nuestro Dios. A la mayoría de nosotros nos criaron visitando una iglesia regularmente. Crecimos con el entendimiento de que había un lugar donde ir, un lugar donde llegar, una palabra que escuchar, había algo de lo que teníamos que depender, había alguien a quien teníamos que conectarnos. Y lamentablemente algunos, cuando prosperan, comienzan a contar con lo que pueden ver. David cometió ese error. Era mejor que David siguiera con una piedra, pero contando con Dios, a que tuviera ochocientos mil hombres, y no contara con Dios. Para Dios es ganancia que tú andes con una piedra, pero cuentes con él, a que tengas ochocientas mil personas, y no cuentes con él. Algunos lo que necesitan es volver al río donde empezó el llamado, y agarrar aquella piedra. El río representa el fluir del Espíritu Santo, donde tomaste lo único que tenías a la mano, y lo pusiste en tu bolsa, y caminabas con si tuvieras el más grande armamento para destruir al mundo entero, y la confianza no estaba en la piedra, sino en el Dios que te hizo vencer.

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