Monografía Las lenguas del mundo
Un elogio de la diversidad: lenguas y escrituras
Jesús Tusón
Descubrir la diversidad lingüística puede producir alguna desazón, es cierto; pero también puede ser la causa directa de un enriquecimiento que derive de manera natural del reconocimiento de la realidad plural de nuestra condición humana. En el ámbito educativo, además, habrá que gestionar esta diversidad con el ánimo abierto; y aquí se dan algunas pistas para eliminar prejuicios y para construir en positivo, tanto en el dominio de la oralidad como en el de las escrituras.
Universidad de Barcelona
Palabras clave: prejuicios culturales, pluralidad lingüística, diversidad de escrituras. In praise of diversity: languages and writing Discovering the wide range of different languages can be somewhat overwhelming, but it can also be highly enriching and lead directly to an appreciation of the diverse, plural nature of the human condition. Furthermore, in the field of education, this diversity should be managed with an open mind. This article sets out some pointers for overcoming prejudice to help build positively, both in terms of oral and written work. Keywords: cultural prejudices, language plurality, different kinds of writing.
El monolingüismo no es «sapiens»
Un mito indeseable La «confusión» de lenguas siempre fue presentada como un castigo divino y, unos más y otros menos, todos hemos soñado alguna vez con la vuelta a los orígenes o con el retorno a la inocencia del mito: a aquel mundo primigenio en que sólo se hablaba una lengua; una época en que los animales (o, por lo menos, las tentadoras serpientes) y los humanos incluso eran capaces de dialogar en un idioma común sobre el tema perturbador de las transgresiones. Sin embargo, conviene dejar muy claro desde el principio que el sueño monolingüe no sólo es profundamente antihumano; es, también, radicalmente imposible, como demostraremos sin esforzarnos demasiado. Una lengua única para toda la humanidad implicaría que toda nuestra especie no sería otra cosa que un conjunto de casi siete mil millones de clones, tanto desde el punto de vista natural como cultural: todos con el mismo entorno, con los mismos gustos y esperanzas, con la misma historia y con idénticos referentes o modelos lingüísticos. Sin duda, la lengua única (llevada al paroxismo) sería la manifestación cabal de una humanidad cortada por un patrón estrictamente idénti9 | Textos
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co, fruto de los caprichos y de las fantasías de cualquier poder supremo. En este marco, la menor variación lingüística, imposible por principio, sería vista como un acto de rebeldía originado en un mundo personal y distinto del establecido; una actitud que habría que erradicar inmediatamente. Digámoslo más claro: si algún día todos los actuales sapiens hablamos una sola lengua, la misma, y de la misma manera, perteneceremos a otra especie que no sabrá qué es la personalidad individual y la diversidad. Es decir: si las lenguas y sus modalidades de uso representan diferentes maneras de ver y de estar en el mundo, la reducción que supone el monolingüismo supondría, también, un empobrecimiento tan radical que nos convertiría en algo diferente de lo que ahora mismo somos. Y nada nos garantiza que el resultado sería mejor de lo que ya conocemos.
Un mito imposible Pero el sueño monolingüe no sólo es inconveniente o indeseable; es también imposible, por suerte. Más todavía: es inimaginable, a menos que nos inventemos otro mundo. Un mundo hiperconcentrado en el cual los miles de millones de humanos viviríamos en un mismo punto y con el mismo repertorio simplificadísimo de objetos y costumbres. Porque, como es sabido, el léxico de cada lengua actual contiene el archivo de todo aquello que es habitual y relevante para una comunidad de hablantes, tanto desde la óptica de su historia como desde la perspectiva de su presente. Por eso hay dificultades a la hora de traducir textos en los que se alude a objetos, tradiciones y comportamientos que no son conocidos en la lengua de destino. Así pues, si el mundo continuase siendo tan variado como el que conocemos, la lengua única tendría que contener un léxico desorbitado capaz de acoger a todos y cada uno de los objetos y costumbres de toda la humanidad actual para convertirlos en moneda corriente; y no es seguro que el cerebro fuese capaz de soportar una sobrecarga semejante. Existiría, eso sí, una solución que nos llevaría de regreso a lo ya dicho: a simplificar el mundo y a simplificar la lengua; de manera que, en un mundo espeluznantemente homogéneo, hablaríamos una especie de basic english que sería correlativo o paralelo al basic world. Todos, pues, reducidos a menos de lo esencial; pero, eso sí, cómodamente monolingües, hablantes de una semilengua que no podría acoger ni la expresión individual, ni la creatividad.
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Los orígenes de la diversidad lingüística La realidad conocida (y la que suponemos que hay que gestionar) es una cosa muy diferente de lo que pueda ofrecer el sueño monolingüe: en el mundo actual hay unas seis mil lenguas y, por lo que sabemos, esta situación no es el resultado de un plan malévolo para dividir a la especie humana. Porque, si atendemos a una historia generosamente milenaria, en ningún lugar consta que unas mentes perversas hubiesen promovido (y mantuviesen hoy) las diferencias lingüísticas para provocar divisiones y enfrentamientos. La diversidad lingüística no es sino el resultado natural de muchos factores que han generado el cambio, y todos ellos inocentes: el paso inexorable del tiempo, la transmisión intergeneracional de las lenguas, la dispersión geográfica de los grupos humanos, la adaptación a entornos diferentes, las influencias entre lenguas y las derivas de los propios sistemas lingüísticos. En un vuelo vertiginoso hacia el pasado, podemos imaginar a nuestros primeros antecesores sapiens de hace aproximadamente ciento cincuenta mil años, en las tierras del África centro-oriental, tal y como ha establecido la paleoantropología y avalan los estudios sobre genética de las poblaciones. En principio, cabe sospechar con bastante fundamento que vivían en una o varias comunidades pequeñas, perfectamente comunicadas por una lengua o, ya en los orígenes, por unas pocas lenguas muy semejantes. Demos ahora un salto casi mortal hasta el presente: hoy nuestra especie ocupa prácticamente todo el globo, incluso en sus rincones más inhóspitos. Somos, por lo tanto, una especie definitivamente viajera que empezó por poblar todo el continente africano y, ya hace cien mil años, salió de él hacia tierras asiáticas, desde las que se proyectó a Australia hace entre sesenta mil y cincuenta mil años; y hacia Europa, hace cuarenta mil. Mucho más tarde, hace unos dieciocho mil años, atravesando el estrecho de Bering, empezó el poblamiento de las Américas; y así los humanos llegaron, por fin, a la Tierra de Fuego, el punto habitado más meridional del planeta. Esta epopeya incomparable no fue dictada por un espíritu aventurero; más bien hay que concebirla como el resultado de la necesidad: sucesivos aumentos de la población hicieron que los recursos del territorio inicial resultasen insuficientes; y las nuevas generaciones no tuvieron más remedio que buscar la subsistencia (caza, pesca y recolección de frutos naturales) en tierras diferentes. Si a todos esos ingredientes añadimos el decurso de cien mil años con los grupos humanos obviamente separados por distancias considerables, es evidente que la lengua o las lenguas iniciales tenían que devenir sistemas 11 | Textos
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también distanciados. Y el resultado no pudo ser otro que el panorama lingüístico actual, fruto natural de la historia humana. Lo absurdo e inconcebible hubiese sido que los sapiens de África y de Australia hubiesen mantenido intacta la lengua primera, luchando (no se sabe por qué) contra el paso de cien milenios (¡piénsese en lo ocurrido con el latín, en tan sólo dos milenios!). Las cosas, pues, son como son, y corren en paralelo con otras múltiples adaptaciones del organismo humano a los entornos diferentes: cuestión de pura supervivencia.
La perversión del sueño monolingüe Pese a todo, la pluralidad lingüística sigue produciendo, en no pocas personas, sentimientos de desasosiego o incomodidad, cuando no de abierto rechazo. Y no son infrecuentes las actitudes de los que, al parecer, añoran un tiempo y un lugar que jamás han existido. Así, como mal menor, hay quienes defienden la máxima «un estado, una lengua», olvidando un dato básico y crucial: que una cosa son las venturas y desventuras de las fronteras estatales y otra muy distinta el hecho natural de que unos grupos humanos hablen hoy las lenguas que, pacíficamente y sin la menor pretensión imperialista, heredaron de sus antecesores. Esta diferencia se muestra de manera elocuente en las cifras: actualmente se hablan todavía seis mil lenguas; pero sólo hay unos doscientos estados. Así pues, los defensores de la anterior máxima o equiparación tendrían que decirnos cómo se las quieren arreglar para conseguir la extinción de cinco mil ochocientas lenguas; es decir, para dejar sin habla (o en situación de semihablantes de una lengua ajena) a bastantes centenares de millones de personas que, en sus tierras de siempre, hablan las lenguas de toda la vida. La reducción de lenguas, sin embargo, no se detendría aquí: para los partidarios de la simplificación es evidente que las doscientas lenguas resultantes todavía serían demasiadas; y la solución final sólo podría consistir en consolidar la lengua única, a la que antes nos referíamos, que evidentemente no sería otra que la propia del monolingüe militante poseedor, claro está, de la lengua por antonomasia, la lengua fácil, clara, internacional, de cultura y con un espléndido futuro.
Gestionar la pluralidad Sin llevar las cosas tan lejos, es perfectamente comprensible sentir cierta inquietud en aquellos territorios en los que se ha pasado de un 12 | Textos
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panorama con una o dos lenguas a una situación en la que han ido haciéndose presentes muchas más, especialmente en espacios urbanos y en barriadas populares. En estos casos no estaría de más afrontar la nueva circunstancia con cierto espíritu positivo y políglota, como guía de las relaciones habituales, especialmente en los ámbitos educativos. Y no se aboga aquí por desplegar la habilidad de hablar media docena o una docena de lenguas, cosa que está al alcance de muy pocas personas y con una trayectoria vital muy especial. Se defiende una mentalidad abierta que reconozca la realidad y que acoja sin prejuicios y de manera natural la existencia de lenguas diversas como muestra pequeña, pero significativa, de la condición humana plural. Una mentalidad que valore la diversidad como fuente de crecimiento y origen de una convivencia también enriquecedora. Además, seamos, si así se quiere, sanamente egoístas y no olvidemos un hecho substancial: los grandes progresos de la humanidad han surgido casi siempre de los encuentros interculturales y de las conexiones interdisciplinarias. La pluralidad lingüística y cultural, pues, podría anunciar un futuro muy prometedor, si se sabe gestionar con inteligencia y espíritu abierto. En esta línea, hay que tener muy presentes algunos factores de las nuevas situaciones interculturales e interlingüísticas. En primer lugar, cuando unas personas dejan su tierra y emprenden un largo viaje para organizar su existencia en otro territorio, ya saben que, poco o mucho, tendrán que cambiar de vida y hábitos, los lingüísticos incluidos. Pero esto no quiere decir que tengan que borrar sus costumbres anteriores para comenzar desde cero: toda persona es algo así como un receptáculo generoso que puede contener, asumir e integrar lenguas y culturas diferentes. Así que sería injusto y absurdo exigir a alguien que construyese una nueva identidad sobre el olvido de la anterior. Dicho esto, la llamada «integración» de la «nueva ciudadanía» nunca tendría que ser exclusivamente unidireccional: la población autóctona, por lo tanto, debería dar por lo menos muestras de interés y, en general, ganas de conocer costumbres distintas y algunos aspectos de las lenguas que aparecen en el nuevo escenario. Un caso especial es el de las criaturas que llegan a un entorno diferente con pocos años de vida y el de las que nacen ya en las tierras de destino, en hogares con culturas y lenguas distintas de la habitual del entorno. Sin entrar aquí en la casuística de edades y medios, en general la asunción de una o más lenguas diferentes de la de origen es un problema menor cuanto menor es la edad a la que se adquieren, como muestra abundantemente la experiencia. Además, muchas familias ya practican el poliglotismo de origen como algo habitual, así que el encuentro con nuevas lenguas es natural en muchos casos. 13 | Textos
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El caso especial de las escrituras
Una notación secundaria Obviamente, el sistema educativo no puede ignorar ninguno de estos ingredientes de la realidad. Es más, son ya muchas las acciones integradoras llevadas a cabo y de las que queda constancia en este mismo monográfico y en las referencias bibliográficas. En esta línea, permítansenos unos apuntes necesariamente breves sobre un tema secundario, pero claramente visualizable, que ayude a abrir horizontes y dar carta de existencia a un aspecto particular de la diversidad lingüística en los ámbitos educativos: el tema de la pluralidad de las escrituras, sobre el cual parece imprescindible introducir al menos dos notas u observaciones precautorias. En primer lugar, acostumbrados secularmente a considerar el «prestigio supremo de lo escrito», hay que afirmar rotundamente que la escritura es un artificio utilísimo, pero absolutamente irrelevante desde el punto de vista lingüístico: en su versión natural y primaria (sea oral, sea gestual), toda lengua, cualquier lengua, es una realización cumplida de la condición verbal humana; y lo es tanto si goza de escritura como si no. Más todavía: está más que claro que la población analfabeta es plenamente lingüística; de manera que el sistema verbal que posee un iletrado realiza sin problemas su condición de hablante. Piénsese que la especie técnicamente llamada «Homo sapiens anatómicamente moderno», como ya hemos apuntado, tiene ciento cincuenta mil años de existencia; en cambio, y en contraste con este largo recorrido, la escritura apareció tan sólo hace poco más de cinco mil años. En síntesis: para la especie humana como tal, la escritura ha sido innecesaria durante la mayor parte del trayecto (pero, eso sí, ha llegado a ser muy útil en determinadas circunstancias, como enseguida veremos). La segunda observación (que tiene mucho que ver con las nuevas condiciones migratorias) es que la instrucción letrada oficial de muchos estados oculta, con muchísima frecuencia, la lengua familiar; de manera que bastantes escolares pueden llegar alfabetizados en, por ejemplo, castellano, mientras que su lengua natural y espontánea es alguna de las lenguas amerindias (o llegan alfabetizados en árabe, siendo así que su lengua es tamazight, también mal llamada bereber). Esta segunda observación ha de ser tenida muy en cuenta, porque una parte del alumnado puede que acceda a los espacios educativos con un complejo de inferioridad cultural, que habrá que combatir: así pues, será necesario descubrirles el orgullo legítimo de ser hablantes (esto es lo importante), aunque secundaria o circunstancialmente hayan sido alfabetizados en una lengua diferente de la que tienen como primaria 14 | Textos
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o espontánea. Y con estas dos notas previas estamos ya en condiciones de introducir algunos datos y reflexiones sobre la diversidad de las escrituras.
Dónde, cuándo y por qué En primer lugar, y si nos atenemos a la historia, las diferentes escrituras hacen su aparición cuando la convivencia humana se complica. En Mesopotamia, ya avanzado el Neolítico, surgieron grandes concentraciones urbanas, como Ur y Uruk, que evidentemente ya no podían ser administradas confiando en la memoria. Y es así que las primeras muestras escritas, de hace poco más de cinco milenios, en tablillas de barro, contenían registros relativos a las entradas de productos en los almacenes reales, a las asignaciones de tierras de cultivo, a las raciones de comida que habían de ser suministradas a la población y a todo tipo de transacciones. La primera escritura, pues, nació como contabilidad y como ayuda necesaria para una administración compleja (imagen 1). Y lo mismo cabe decir de Egipto, poco después; o más tarde de la China y, allende los mares, de la civilización maya. No es el caso, claro está, de otros pueblos y culturas que, incluso hoy, viven en pequeños grupos, para los cuales la escritura sería un añadido sin sentido ni utilidad pues, en estas comunidades, todo el mundo recuerda lo que hay de recordar (potenciando las posibilidades enormes de la memoria) y todos saben quiénes son, de dónde proceden y, si es el caso, qué deben a quién y de qué son acreedores. Imagen 1. Una tablilla mesopotámica de finales del cuarto milenio a.C. con la anotación de productos (cereales) y sus cantidades (A. Robinson, The Story of Writing, Londres, Thames and Hudson, 1995)
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Cuadro 1. Evolución de algunos signos alfabéticos desde las figuras egipcias hasta las letras capitales latinas (W.V. Davis, Egyptian Hieroglyphs, Londres, British Museum Publications, 1987) Egipcio
Protosinaítico
Fenicio
Griego arcaico
Griego clásico
Latín
Las escrituras, pues, nacen plurales en sus cuatro orígenes independientes; y también se extienden y proliferan en la diversidad. Es el caso, espectacular y próximo, de una versión de la escritura egipcia que fue usada hace tres mil setecientos años en algunas inscripciones de la península del Sinaí y que, según todos los indicios, parece estar en los cimientos mismos de la escritura protofenicia, antecedente de muchos alfabetos actuales. Ésta se consolidó hace tres mil años y de ella nació la familia más extensa de escrituras que conocemos: unas derivadas por el sistema de la copia aproximada y otras surgidas gracias al descubrimiento y a la aplicación del principio alfabético, aunque realizado en la práctica con signos gráficos poco o muy diferentes (cuadro 1). 16 | Textos
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Las lenguas del mundo Cuadro 2. El árbol del alfabeto (muy simplificado): árbol o arbusto? protosinaítico (de inspiración egipcia?) (±1700 aC) 30 signos
ugarítico (±1400 aC) (30 signos)
fenicio (±1000 aC) 22 signos
griego (±900 aC) 20 signos *
arameo (±800 aC) 22 signos
etrusco (±800 aC) 17 signos * latín (±600 aC9 20 signos *
hebreo (±500 aC) 22 signos gótico (±400 dC) 27 signos
árabe septentrional (±500 dC) 28 signos
cirílico (±800 dC) 32 signos
* en las etapas más primitivas
Así, de este patrón fenicio, amplia y pacíficamente difundido, nacieron los alfabetos semíticos (hebreo y árabe) y, por una rama diferente, gracias al comercio mediterráneo, los alfabetos griego (con sus consecuencias eslavas) y latino (con sus continuidades románicas). Además, conviene no olvidar algunos ejemplos de otras adaptaciones originales, como la escritura tifinagh del pueblo amazigh, y también la ogham de los antiguos celtas, o la futhark de las tierras escandinavas (cuadro 2). 17 | Textos
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¿Del derecho o del revés? Como curiosidad educativa, vale la pena reflexionar sobre aquellas escrituras alfabéticas que, en opinión de algunos, proceden «del derecho», mientras que otras lo hacen «al revés», dando muestras de un prejuicio eurocentrista o, por lo menos, latinocentrista. Resulta que los antiguos escribas cumplían su tarea letrada tal y como procedían los campesinos iletrados cuando araban los campos. Éstos abrían un primer surco y, una vez llegados al límite, está claro que daban media vuelta y comenzaban el segundo allí mismo, sin desplazarse hacia el primer punto de salida al otro extremo de la parcela. Es decir, si nosotros hubiésemos observado su tarea desde un lado del campo, habríamos visto que un surco era labrado de izquierda a derecha y el siguiente de derecha a izquierda. Los antiguos letrados hacían eso mismo al practicar la llamada escritura bustrofédica (o del giro de los bueyes, en griego): comenzaban la línea siguiente bajando al espacio inferior y procediendo en sentido contrario, con Cuadro 3. Escritura bustrofédica lo cual las letras giraban (Wikipedia. Bustrofedón) los ciento ochenta grados correspondientes y mostraban una imagen especular respecto a las letras de la línea superior, como puede verse, por ejemplo, en textos griegos arcaicos (cuadro 3). Y es así que, por azares de la historia (de los que no tenemos noticia documental), unas culturas alfabéticas consolidaron una dirección y otras la contraria. Que quede claro, por lo tanto, que nadie puede aducir méritos para presumir sobre los otros: toda escritura es válida si es funcional (y éste es el caso, también, para los sistemas logográficos, como el de la escritura china y su derivada, la japonesa). 18 | Textos
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Escritura y diversidad Pese a su carácter secundario (y a su utilidad allá donde se ha convertido en imprescindible), la potencia visual de la escritura puede ayudar a consolidar y certificar la bondad de la diversidad lingüística, si no se olvidan las dos «observaciones precautorias» anteriores. Y puesto que el bagaje verbal de cada persona forma parte inalienable de su identidad, bueno será que las instituciones educativas lo reconozcan, lo valoren y hasta lo promuevan; porque las nuevas adquisiciones lingüísticas no tienen por qué significar el olvido o la anulación del equipamiento previo. Por lo menos, será esencial que, en un contexto general que haga normal y que aprecie la pluralidad lingüística, todo el alumnado sienta el orgullo de contribuir con su ejemplo particular al panorama global. En concreto, será conveniente hacer visibles en mapas expuestos públicamente la localización de cada lengua, el número de sus hablantes, la familia a la que pertenece y los orígenes de su escritura; también algunas palabras básicas y las formas de saludo juntamente con su transcripción fonética, si así procede. El propio alumnado y sus familiares podrán contribuir a crear esta imagen global con las informaciones pertinentes; y también algunas instituciones y asociaciones cívicas, que prestarán su ayuda con sumo gusto y facilidad. Es obvio, por otro lado, que en los mapas y en otros paneles la lengua propia del territorio escolar habrá de ser tratada de manera idéntica; no sea que su ausencia se interprete como un «dado por supuesto» que simbolice, casi inconscientemente, un estatus de superioridad. Y no estaría de más que cada centro fuese creando una devedeteca con grabaciones de cuantas más lenguas, mejor. Porque las lenguas del centro educativo son un patrimonio del centro educativo.
La raíz de la igualdad La pluralidad lingüística pone de relieve una idea básica que es moneda corriente desde hace ya bastante tiempo entre los expertos en la materia: que todas las lenguas son básicamente iguales. Una idea que ya fue concretada hace seis siglos por los gramáticos medievales en la máxima siguiente: «En lo esencial, la gramática es una y la misma para todas las lenguas; aunque en lo accidental puedan darse variaciones». Hoy, después de estudios numerosísimos, sabemos que todas las lenguas comparten unos rasgos universales y que, con los matices correspondientes, todas son mutuamente traducibles. 19 | Textos
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Queda claro, por lo tanto, que la facultad para el lenguaje, dotación exclusivamente humana y señal distintiva de la especie sapiens, se realiza plenamente en cualquiera de las seis mil lenguas del mundo. Y que despertar a esta facultad en una lengua abre, además, las puertas para adquirir, si las circunstancias de edad y entorno lo facilitan, cualquiera de las otras. En esta línea claramente igualitaria, no estará de más recordar que unas pocas lenguas actuales, muy cotizadas en el mundo globalizado, ocupan ciertos lugares privilegiados, y no por méritos propios (o por razones estructurales), sino por circunstancias geopolíticas que son del todo ajenas a su condición común de concreciones (¡inocentes!) de la facultad verbal humana. Y, como sabemos por la historia, podríamos incluso vaticinar que, con el correr de los años, otras lenguas ocuparan su lugar en el futuro. Lo que no quiere decir que tengamos que renunciar a las ventajas circunstanciales que puedan hoy ofrecernos; pero sin tener que cantarles, por obligación, unos loores que estarían fuera de lugar.
Referencias bibliográficas
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Bibliografía web
En general, consúltese la página 172 de la obra de Junyent (2005), cit. Ancient Scripts. A compendium of world-wide writing systems from prehistory to today www.ancientscripts.com/ Omniglot. Writing systems & languages of the world www.omniglot.com/ Linguamón. Casa de les Llengües www.linguamon.cat/ Ethnologue. Languages of the world www. ethnologue.com
Dirección de contacto
Jesús Tuson Universidad de Barcelona
[email protected] Este artículo fue solicitado por T EXTOS DE D IDÁCTICA DE LA L ENGUA Y DE en julio de 2009 y aceptado en enero de 2010 para su publicación.
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LA
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