Un Cartujo La Oración Del Corazón

February 22, 2023 | Author: Anonymous | Category: N/A
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UN CARTUJO: CARTUJO: LA ORACIÓN DEL CORAZÓN Fray Dom André Poisson Traducción: Traduc ción: Monseñor Erik Varden V arden https://coramfratribus.com/archive/the-prayer-of-the-hear t/ t/  

Erik Varden es un monje cisterciense cisterciens e y Obispo Católico Católi co Noruego. Noruego. Desde el 1 de octubre de 2019 es obispo de la Prelatura de Trondheim. He traducido un folleto foll eto publicado en 200 2001 1 por la Association Associati on auxiliai auxil iaire re de la vie cartusienne bajo el el título 'La Prière du coeur'. Su autor, designado como 'Cartujo', ha sido identificado como Dom André Poisson, prior de La La Grande Grande Chartreuse, y por lo tanto Ministro Mini stro General de la Orden, desde 1967 hasta 1997. La traducción se publica con el amable permiso de los Padres de La Grande. Monasterio. El texto está disponible en PDF aquí . Introducción

Me habéis habéi s pedido que os hable de la oración oración del corazón. corazón. La solicitud soli citud me la l a hicieron hicie ron ya hace unos años. Respondí entonces que no podía podía lanzarme lanzarme a un tema te ma que no conocía lo suficiente sufi ciente.. Mientras tanto, el tiempo ha pasado. He He adquirido alguna pequeña experiencia de lo que he visto en otros y de los descubrimientos descubrimie ntos hechos en mi propia búsqueda del Señor. Por lo l o tanto, le l e confiaré confi aré algunos pensamientos, con la condición de que no sobrevalore su importancia.

Como sabéis, la oración oración del corazón corazón es fruto f ruto de una l arga arga experiencia en la espiritualidad espiritualidad de la Iglesia oriental. Lo que tengo que decir tiene mucho en común con esa tradición, ciertamente; pero soy muy consciente conscie nte de que mi forma f orma de presentarlo es demasiado personal personal.. De lo que estaré hablando puede no ser la verdadera oración del corazón.

No pretendo trazar un marco rígido o una estructura fija. Más bien, quiero señalarte una cierta dirección, indicarte indi carte un camino camino que debes seguir, sin si n saber de antemano exactam ex actamente ente a dónde te llllevará. evará. La oración del de l corazón no es e s una meta me ta a alcanzar. Es Es una manera manera de ser, una manera de escuchar y de avanzar.

 

Antes de que empieces e mpieces a leer le er lo que he escrito, te propongo propongo que que entres en oración oración y le pidas al Espíritu Espí ritu del Señor que nos ilumine il umine a ambos. Porque Porque no tengo otro deseo que qu e el e l de ayudarlo ayudarlo a iluminar nuestros corazones.

Abba , santificado sea tu nombre

Cuando rezo, no me dirijo al Dios de los filósofos, ni siquiera, se podría decir, al Dios de los teólogos. Hablo a mi Padre, o más bien, a nuestro Padre. Para ser más precis o todavía, me dirijo di rijo a aquel a quien Jesús tan íntimamente llamó Abba . Cuando los discípulos le pidieron que les enseñara a orar, el Señor Se ñor simplemente dijo: 'Cuando ores, ores, di: Abba.' Llamar a Dios por ese nombre es saber con certeza que somos amados. amados. Nuestra certeza no es del orden de las ideas i deas aprendidas, aprendi das, sino de la íntima convicción. Podemos tener la impresión de llegar a esta certeza —nuestra fe —  después de cierto tiempo de reflexión, reflexi ón, meditación y escucha escucha interior. En última instancia, instancia, sin embargo, es e s un regalo. Creemos en un Amor que se encuentra en nuestros cora corazones zones porque el Padre mismo, habiendo glorificado a su Hijo, nos envió su Espíritu.

Es porque el Padre me ama que puedo hablarle hablarle con absoluta cconfianza onfianza y seguri seguridad. dad. No vengo a él apoyado en mis méritos o buenas razones, razones, sino con la confianza en la infini inf inita ta ternura que el Abba de Jesús tiene por su Hijo. Él es mi Abba también. también.

El es Padre. ¿Qué significa eso?

Él da vida. Lo da, no como un objeto obj eto distinto disti nto de sí mismo, que podría transmitir como un regalo. La da al darse a sí mismo. El único regalo que puede dar es su propia Persona. De ese don nace un Hijo, un Hijo Hijo que lo ama sin límites. El El amor del Padre por su Hijo es absoluto. absol uto. El Hijo en e n cambio es amor por su Padre.

Estee es el Abba Est A bba a quien me dirijo. dirij o. Él es Aquel que puede darme vida, una vida perfectamente perfectamente modelada a su manera. Aquí y ahora quiere que q ue yo sea a su imagen y semejanza, seme janza, no en virtud de algún barniz barniz exterior, ex terior, sino engendrándome engendrándome de su propio ser.

 

Eso es lo que quiero decir cuando oro, ' Abba , santificado sea tu nombre'. Que tú, Abba , seas perfectamente tú mismo en mí. mí. Que tu nombre de Padre P adre se haga perfecta perfe cta realidad en la l a relación que va creciendo entre nosotros. Te pido que seas mi Padre, que me hagas nacer a tu imagen y semejanza por puro amor para que yo, a cambio, por tu don, sea un movi movimiento miento de amor 'hacia ti' (cf. Jn 1, 1) .

La oración del corazón es simplemente un medio para encontrar el camino que me lleve a esta actitud con respecto al Padre, por po r la cual Él santifica santif ica su nombre en mí. En mí y en todos sus hi hijos. jos. En su Hijo único, que comprende al Unigénito y a todos sus hermanos.

Orar es recibir al Padre y participar de la vida vi da que nos da por gra gracia. cia. Recibir Recibi r al Padre es dejar que engendre a su Hijo y haga nacer el Reino en mi corazón. Así, el Espíritu puede crear lazos indestructibles indestruc tibles entre mí y el Padre, lazos que se extend erán a todos todos mis hermanos. Ver con el corazón

¿Qué camino debemos tomar para alcanzar ese encuentro con el Padre que tanto anhelamos? ¿Cuál de nuestras facultades nos ha dado para este fin? Nuestra inteligencia, tal vez: ¿nuestra capacidad de pensamiento y razonamiento? Tomemos nota de la respuesta de Jesús: 'Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas de los sabios y de los inteligentes y se las has revelado a estos pequeños: sí, Padre, porque tal era tu voluntad misericordiosa» (Mt 11, 25 ss.). Parece asombroso: el camino está cerrado para los inteligentes, para las personas hábiles hábile s en el pensamien pensamiento to y la evaluación. No es por ellos el los que Dios Di os ha guardado el desentrañamiento desentrañamiento de sus secretos.

Pero, ¿no nos ha dado Dios Di os nuestro cerebro, nuestra capacidad de pensar, formar ideas e iimagina maginarr cosas, como un medio para entrar en relación con los l os demás? Es cierto que todas estas facultades son otorgadas por Dios. Son buenos, indispensables, y no debemos despreciarlos despreciarlos n nii menospreciarlos. menospreciarlos. Pero debemos reconocer sus límites.

 

Cuando Cuan do pienso pi enso en algo —o mejor dicho, en alguien , alguien cercano — con la cabeza y no con el corazón, lo mantengo a distancia. Puedo tener una idea de él. Puedo maniobrarlo un poco para evaluarlo, pero no me comprometo con él de ninguna manera. No estoy realmente comprometido. Mantengo Mantengo una distancia. Me Me mantengo a salvo con respecto a esta persona. Hago todo lo que puedo para conocer conocer al otro sin si n dejarme llev l levar ar ni empañar por la vida que brota de su corazón. Quiero permanecer libre ante él. En algunos casos, este procedimiento puede ser apropiado. Pero si estoy buscando el amor, seguramente no es el camino a seguir. Jesús continúa su enseñanza: 'Todas las cosas me han sido entregadas por mi Padre; y nadie conoce cono ce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien quie n el Hijo se lo quiera revelar' (Mt 11,27). 'Todas las cosas me han sido entregadas por mi Padre.' Esto significa, precisamente, precisa mente, que entre e ntre el Padre y el Hijo se suprime la distancia. distancia. Ninguno Ni nguno busca preservar preservar la seguridad independiente con respecto al otro. Habiendo aceptado el compromiso recíproco, pueden conocerse mutuamente mutuamente por un conocimiento de amor que se presenta pre senta como un misterio misteri o reservado reserva do a los iniciados: i niciados: 'Nadie 'Nadie conoce conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce conoce al Padre Padre sino el Hijo'. Nadie lo l o sabe, porque nadie se arriesga arrie sga a abrir abrir el e l corazón. Si queremos conocer al Padre, debemos consentir cons entir en recibir ese conoc conocimiento imiento del Hijo,

Para conocer realmente a Dios, debo renunciar a todas mis seguri seguridades. dades. Debo eliminar la distancia distancia que los pensamientos y las ideas preconcebidas me han permitido mantener con respecto a él. Debo ser dueño de mi mi vulnerabilidad. Por muy bien que lo haya ocultado, ocultado, debo, a la clara clara luz del de l día, aceptarlo y vivirlo, es decir: debo permitir que las verdaderas respuestas de mi corazón se expresen. exprese n. A partir de ese momento podré entrar en relación con el Padre y el Hij Hijo, o, y con todos mis hermanos y hermanas en la humanidad.

En términos concretos, se trata de consentir en vivir al nivel de mi corazón. Debo concederle el derecho a existi e xistir, r, a hacer hacer sentir su presencia presenci a ya expresarse en su propio lenguaje, le nguaje, es decir, a través de emociones emocione s profundas: profundas: confianza, alegría alegría y entusiasmo, pero también miedo, a veces angusti a e ira. No quiero decir con esto que debamos vivir al nivel de la sensibilidad superficial. Por el contrario, debemos dejar que estos movimientos profundos se desarrollen en nosotros y nos lleven lleve n a un encuentro encuentro verdadero verdadero con con el Otro. Esto Esto es lo que signif ica ser 'pequeño': 'pequeño': alguien alguien que se

 

expresa espontáneamente y se deja atrapar por el amor al Otro que está frente a él. ¡Qué difícil tener el coraje de ser pequeño!

Lo que estoy diciendo aquí está alineado aline ado tanto con el relato re lato del Evangelio como con los procesos proc esos psicológicos normales. Los dos niveles son distintos, obviamente, pero complementarios y entrelazados. Debemos aprender a percibi percibirr todo a tra través vés de la mirada amorosa con con la l a que Jesús ve ve a todas las criaturas e incluso a las Personas divinas. Esto es lo que entiendo por 'ver con el corazón': aceptar que el Hijo me revela al Padre en el único nivel en el que puedo asumir la revelación; el nivel en el e l que, en e n virtud vi rtud de mi humanidad, hay hay en mí una imagen imagen de la relación relación ínt íntima ima entre el Padre y el Hijo, es decir, de cir, en mi corazón. corazón.

Hacia Hac ia la l a pureza de corazón

No necesitamos necesi tamos una experiencia exhaustiva exhausti va de la condición humana, o de llaa vida espiritual, espi ritual, para darnos cuenta de que estamos cautivos de un mundo casi ilimitado de desorden en forma de pecados, desequilibrio afectivo, heridas abiertas, hábitos destructivos, etc. Todas estas cosas componen las impurezas de nuestro corazón.

Acabamos de señalar que nuestro corazón corazón habla habla a través de las emociones. e mociones. Ahora A hora bien, todos los trastornos que he enumerado conducen a emociones en desorden. Se expresan casi sin que nos demos cuenta; nos dan órdenes; nos desgarran; nos cierran cierran a Dios; y nos atan en una especie de maldad automatizada. automatizada. ¡Todo esto desde dentro de nuestro nue stro corazón! 'Pero lo que sale sal e de la boca, del corazón corazón sale, y esto es lo que contamina. contamina. Porque Porque del corazón salen salen las l as malas intenciones, intenciones, el asesinato, etc. Eso es lo que contamina a la persona” (cf. Mt 15, 18 -20 -20). ). Si quiero limpiar mi ser, quitarle la mancha, debo empezar por purificar mi corazón.

Ante esta urgente necesidad de enderezar enderezar las cosas, tendemos te ndemos a recurrir a lo que podría llamarse l lamarse 'ascetismo tradicional'. tradicional'. Es un método probado, elaborado por muchas generaciones de monjes y hombres de buena voluntad con mentes dispuestas a romper los lazos que los esclavizan. Tal ascesis llama a todos los recursos de nuestra voluntad, energía e nergía y perseverancia, a la luz de llaa fe y del amor. amor. Tiene méritos claros, claros, y no debemos abandonar abandonarlo. lo. Pero Pe ro también también tiene límites.

 

En lo que se refiere a la l a genuina purificación purificación del corazón, corazón, debemos ir más más allá de las l as técnicas técnicas humanas. A este respecto, haríamos bien en releer las exhortaciones de san Bruno a su amigo Raoul:

Entonces, ¿qué debemos hacer, amado amigo? Qué sí, sino creer en los consejos divinos, en la Verdad que no puede defraudarnos. Así se dirige a todos nosotros: 'Venid a mí todos llos os que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar'. ¿No es un tormento terrible e inútil ser atormentado por los propios deseos, estar e star constantemente constantemente magullado magull ado por los cui dados y las ansiedades, los temores y las l as penas a los que estos de deseos seos dan lugar? ¿Qué puede se serr una carga carga más pesada que la que, en pura injusticia, inju sticia, lastra l astra el espíritu desde de sde una dignidad di gnidad sublime subli me hacia tan oscuras profundidade profundidades? s? ( Carta a Raoul , IX). IX) .

Hay, pues, pue s, una especie especi e de purificac puri ficación ión en la que la l a primera necesidad es e s volverse hacia hacia Jesús, venir venir a él y ser consolados por él. Él nos invita a hacer precisamente eso inmediatamente después de pedirnos que renunciemos a las pretensiones de sabiduría sabiduría e inte i nteligencia ligencia para volvernos como niños pequeños. peque ños. Entrar en el camino del corazón es e s darse cuenta cuenta de que la l a única pureza real viene como un regalo de Jesús.

'Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí; porque soy manso y humilde de corazón, y hallaréiss descanso para vuestras almas' (Mt hallaréi (Mt 11,29 11,29). ). La purificación purifi cación básica se hace hace efectiva efe ctiva desde el el momento en que la inmundicia inmundi cia y el desorden que me aquejan alcanzan al canzan a Jesús. Esta empresa no es más fácil que el ascetismo tradicional, tradicional, pero sí más efi eficaz, caz, porque nos e stablece en e n la verdad: v erdad: la verdad sobre nosotros mismos, estando ahora obligados a confrontar la realidad de nuestro pecado; y la verdad sobre Jesús, que es verdaderamente verdaderamente el Salvado Salv adorr de nuestras almas, al mas, no de una manera general y lejana, lej ana, sino a nivel nive l de contacto inmediato y tangible con cada impureza que nos aqueja. debo de bo aprender a presentárselos pre sentárselos como un don irrevocable, ya sea espontáneam e spontáneamente ente,, según según se presenten las circunstancias apropiadas, o en un solo movimiento profundo de mi corazón, Cada vez que me doy cuenta de uno de esos lazos l azos paralizantes, lo l o más importante es no declarar de clarar la guerra a esta servidumbre en e n particular, porque en la mayoría de los casos estarí estaríaa cortando cortando el tallo sin llegar a las raíces. Lo que importa es exponer las raíces y sacarlas a la luz, por feas que sean, por desagradables que sean de reconocer. Debo reconocerlos como realmente son y

 

dárselos, mediante un acto libre y consciente, al Señor. En tales circunstancias, la invocación tradicional, 'Jesús, Hijo de Dios vivo, ten piedad de mí, pecador', no corre el riesgo de ser una fórmula vacía. Es una profesión infinitamente repetida de que se producirá un nuevo encuentro entre el Corazón purificador de Jesús y mi propio corazón impuro.

Obviamente, este proceso contiene un elemento de pura psicología humana. ¿Por qué debería sorprendernos? ¿La obra de la gracia no está e stá siempre modelada sobre sobre la realidad realid ad estructural estructural de la naturaleza? En el presente caso, nuestra naturaleza sustenta la Redención de Dios, que viene a transformar mi corazón, a sanar mis heridas heri das en un encuentro pe personal rsonal con Jesús resucitado.

Procediendo de esta manera, adquirimos gradualmente el hábito de volver a Él sin cesar, sobre todo cuando nos enfrentamos a los lados sombríos, oscuros e inquietantes de nosotros mismos.

Para empezar, esta disposición disposi ción del corazón es aterradora. Con demasiada frecuencia he hemos mos oído que debemos dar al Señor solo lo que es hermoso y bueno, para que no podamos ofrecerle nada más que obras virtuosas. Pero, al pensar de esta e sta manera, ¿no ccontradeci ontradecimos mos el Evangelio? Evangel io? Jesús mismo insiste en que no ha venido por los sanos sino por los enfermos. Sin falsa vergüenza, entonces, debemos debe mos aprender a acercarnos acercarnos al médico divino divi no como hombres y mujeres que eestán stán genuinamentee enfermos; que reconocen genuinament reconocen fielmente fi elmente todo lo que en nosotros nosotros es falso, mendaz mendaz y opuesto a Dios. Sólo Él puede sanarnos. Mi cuerpo como lugar de encuentro e ncuentro con la Palabra

La expresión 'oración del corazón' se considera a menudo como simbólica, como si el 'corazón' representara una realidad puramente interior y, por lo tanto, espiritual. Esta interpretación es inexacta. inex acta. Cada movimi movimiento ento del corazón corazón que contribuye a nuestra relación con el e l Padre está e stá ligado li gado a nuestro ser sensibl sen sible, e, material. materi al. Por experi e xperiencia, encia, quizás a costa de nuestra salud, sabemos sabe mos que emociones verdaderamente verdaderamente profundas alcanzan nuestro corazón físico. físi co. No podemos entrar e ntrar en la la oración del corazón corazón a menos que aceptemos aceptemos vivir deliberada deliberada y deci decididamente didamente al nivel ni vel de nuestro nue stro cuerpo.

 

Así nos hizo Dios. El relato de Génesis muestra a Dios formando al hombre del polvo pol vo de la tierra. Al Al mismo tiempo afirma, con gran confianza, que este ser material es verdaderamente a imagen y semejanza de Dios. Nuestro cuerpo no es un obstáculo en nuestra nue stra relación con Dios. Dio s. Al contrario, contrario, es obra misma de Dios, quien él mismo nos formó como hijos y nos llamó a recibirl recibirlo o como nuestra porción.

La dispensación de la encarnación del Hijo de Dios nos coloca constantemente ante la misma perspectiva. La Iglesia Igle sia primitiva primitiva libró li bró una feroz batalla batall a para defender la l a realidad re alidad de la humanidad de Jesús. Él nació en la l a carne; carne; en la l a carne carne vivió, vivi ó, enseñó, padeció y murió; en la carne carne resucitó.

Estas son las obras humanas de la Palabra de Dios, por las cuales hemos recibido la vida y la seguimos recibiendo cada día. La Palabra de Dios Di os viene vie ne a nosotros en e n palabras humanas. Nuestro pecado no se limpia simbólicamente, sino por el derramamiento de sangre, por la sangre que brota del Cuerpo de Jesús. En su carne verdaderamente murió y re resucitó. sucitó. Tanto nuestros nue stros cuerpos como nuestras almas son salvados por su resurrección resurrección material.

Finalmente, no recibimos el Espíritu hasta que el Hijo resucitó corporalmente de entre los muertos. Él, el Hijo de María María,, envía el Espíritu desde el seno del Padre, porque esta es obra, no del Verbo increado, sino del Verbo V erbo encarnado después después de compartir nuestra condición condició n y hacerse h acerse uno de nosotros. Experimentamos la encarnación diariamente a través de los sacramentos y la liturgia, en la vida comunitaria com unitaria y por el hecho de pertenecer pertenecer al Cuerpo de la Iglesia. Iglesi a. Tal es el fundamento fundamento inmediato, la presencia en nuestra nue stra vida, de la realidad reali dad corporal corporal de Cristo. Crist o. Debemos aprender aprender a acoger acoger a Cristo cuando viene vie ne a nosotros nosotros y nos habla en nuestro cuerpo. No debemos te tener ner prisa por despojarnos despoj arnos de este intermediario que, quizás, tendemos a considerar una impureza en nuestra relación con Dios. Eso es falso. El cuerpo no es una impureza, sino el lugar mismo del encuentro con nuestro Abba . Si bien es imposible abordar la vida en comunidad como si nuestros hermanos fueran seres desencarnados de puro espíritu, a los que se puede llllegar egar de algún modo más más allá de su envolt envol t orio físico, sería una negación de la realidad del amor de Dios convertir la presencia física, material,

 

palpable del Hijo-con-nosotros Hijo- con-nosotros en una abstracción. abstracción. En efecto, la l a Eucaristía Eucaristía que cel celebramos ebramos cada cada día es la celebración cele bración de un acto que produjo una profunda transformación en el Cuerpo Cue rpo y la Sangre Sangre de Cristo, no dejándolos atrás o superándolos, superándolos, sino dándoles su pleno pl eno signifi si gnificado. cado. Como realidad reali dad material, son el Hijo de Dios. Dios. De manera similar, simil ar, nuestro propio cuerpo, con su pesadez, pe sadez, límites l ímites y restricciones, esla realidad de lo l o que somos. Es mi cuerpo el que toca esa otra realidad de la l a que Jesús dijo: dij o: 'Este 'Este es mi Cuerpo'. El encuentro en cuentro de estas dos realidade realidadess corporales corporales inicia mi comunión viva con Dios. “Si no coméis la carne del Hijo del hombre y bebéis su sang re, no tenéis vida en vosotros vosotr os […]. […]. Como Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, así el que me come, vivirá vivi rá

por mí» (Jn 6, 53; 57).

Este estado de cosas implica que no puedo orar sin orar en mi cuerpo. Cuando me vuelvo hacia Dios, no puedo abstraer mi realidad reali dad encarnada. encarnada. No es sólo una cuestión de disciplina di sciplina religios reli giosaa si se prescriben ciertos gestos, si ciertas condiciones materiales me dirigen, cuando me dirijo a Dios. Estos son indicadores de la l a única verdad: Dios me ama ta tall como me hizo.

¿Por qué debería debería yo querer ser más espiritual que él?

Así aprenderé a vivir al nivel de mi cuerpo con sus limitaciones, ya sea que coma, duerma o descanse, ya sea que esté enfermo o agotado. Entre Dios y yo, tales experiencias no son obstáculos. Al contrario, constituyen el tejido de una perfecta continuidad entre la realidad más íntima de Dios y mi vida cotidiana concreta. ¿Quién no ha tenido la experiencia, a veces terriblemente dolorosa, dolorosa, de sentirse confinado, casi aprisionado, aprisionado, a causa, causa, por ejemplo, de u na salud frágil? Si nuestro corazón es sincero, sólo podemos decir una cosa: es Dios quien viene a nosotros a través de tan dolorosas limitaciones. Son verdaderamente los puntos en los que el amor de Dios hace su entrada en nuestras vidas. Nuestro corazón recibe a Dios en la medida en que atiende a esta realidad. reali dad. Estamos Estamos tentados a verlo como inferior i nferior a nuestro llamado ll amado espiritual. espiri tual.

No pretendamos ser espíritus puros. Somos mucho mejores que eso. Somos hijos de Dios. El Espíritu ora dentro de mí

 

Hablamos de oración, pero ¿sabemos lo que es orar? ¿Sé siquiera en qué consiste la verdadera oración? Para ser honesto, admito que no. Sie Siento nto un profundo llamado interior a caminar caminar en ciert cie rtaa dirección, pero estoy rodeado de oscuridad.

Felizmente, Fel izmente, 'el Espíritu Espíritu nos ayuda en nuestra debili debi lidad; dad; porque no sabemos orar como conviene, pero ese mismo Espíritu intercede por nosotros con suspiros demasiado profundos para las palabras. Y Dios, que escudriña el corazón, sabe cuál cuál es la intención intenci ón del Espíritu, porque el Espíri Espíri tu, conforme a la voluntad de Dios, intercede por los santos» (Rm 8, 26 ss.).

La oración está en mi corazón; brota de mi corazón. Y aún así, no lo produzco por mi cuenta. El Espíritu me ha sido dado y habita en mi corazón. Él es quien ora en mí, viniendo del Corazón de Dios, deseando encender encender mi corazón corazón con el fuego f uego que arde en el suyo.

Conocemos todos los pasajes en los que san Pablo repasa esto una y otra ve vez, z, pero pe ro ¿no tendemos te ndemos a considerarlos como pura teoría o, para elegir ele gir una expresión más noble, como 'realidades 'realidade s de fe', f e', es decir, el tipo de cosas cosas hablamos con convicción convicción pero pe ro vivimos vivi mos en completa comple ta oscuridad? Tiendo a imaginar la presencia del Espíritu en mi corazón como algo que pertenece exclusivamente a un nivel divino, al que sólo puedo acceder a través de fórmulas intelectivas. La realidad misma parecería estar mucho más allá de mi experiencia. ¿Es eso realmente lo que nos dice San Pablo?

Como respuesta a esta actitud desmedida, ¿debemos exigir una vida auténticamente cristiana para manifestar una experiencia ex periencia del Espíritu, como la de los Apóstoles recibiendo recibi endo llamas de fuego en la mañana de Pentecostés? Tal nunca ha sido la enseñanza de la Iglesia. Sin embargo, entre los l os dos extremos hay una actitud que es verdadera y accesible accesibl e a todo cristiano. cristiano. Reconoce que la presencia del Espíritu Espíritu en nuestras vidas tiene ti ene un impacto directo di recto en nuestro nue stro ser, en nuestras relaciones amorosas con los demás y en nuestra oración. Si recordamos las diferentes etapas de las que hemos hablado, surge un patrón de progresión. Dejamos de pensar en la oración como algo que sucede en la cabeza, en imaginaciones i maginaciones o sistemas si stemas de pensamiento. Entramos en nuestro corazón. Allí encontramos un mundo desordenado de sentimientos sentimi entos y heridas. Brotan de nuestro nue stro corazón y necesitan purif purifica icación ción . Descubrimos Descubrimos entonces entonces

 

la posibilidad efectiva de integrar todas estas heridas de nuestro corazón en el fluir de la Redención, exp ex poniéndolas oniéndolas a la luz y ofreciéndolas ofreciéndol as deliberadamente deli beradamente a la obra redentora de Jesús.

Sin haberlo explicad expli cado, o, hemos llegado a un punto en el e l que hablamos del movimiento movimi ento del Espíritu Espíritu en nosotros. Si vivimos las etapas que acabo de describir, es porque el Espíritu del Señor está realmente obrando en nosotros. Del complejo almacén de nuestras emociones, el Espíritu nos ayude a desentrañar lo que con paciencia y perseverancia podemos ofrecer a la gracia de purificación purifi cación y resurrección del Señor. Todo lo que hemos hablado habl ado ya es e s obra del Espíritu. Espíritu. Sigamos por esa misma línea.

Más allá de los movimie movi miento ntoss desordenados desordenados de nuestro corazón, podemos, sobre todo ahora que la obra de Jesús comienza a poner orden, reconocer movimientos menos desordenados y que, que , poco a poco, llegan incluso a estar bien ordenados. Sin que nos demos cuenta, la profundidad de nuestro corazón aprende aprende espontáneam e spontáneamente ente a moverse y moverse hacia el Señor. Sólo Sól o después, después, en retrospectiva, nos damos cuenta de que el Espíritu del Señor estaba realmente obrando en nuestro nuestr o corazón, corazón, discreta y silenciosamente. si lenciosamente. A medida que la paz se estable ce en nuestras nuestras profundidades, una vitalidad vi talidad misteriosa mi steriosa comienza a agitarse. Debemos aprende aprenderr a cooperar cooperar con él.

Así aprendemos a asumir todos los movimientos de nuestro corazón, los buenos, los menos buenos y hasta los malos, para para dirigirlos dirigi rlos hacia hacia Dios. Los L os que son buenos vienen vi enen directamente di rectamente del Padre y vuelven a él. Los otros necesitan ser transformados y asumidos en la muerte y resurrección de Jesús. Todos ellos ell os deben integrarse intencionalme intencionalmente nte en la acción vital del de l Espíritu derramado en nuestro corazón. corazón. Debemos aprender a estar atentos a llos os movimientos movimi entos de nuestro corazón, a unirlos librem li bremente, ente, intencionalme intencionalmente nte a la obra del Espíritu Santo que vive en nosotros.

Nada de esto presupone la gracia gracia 'mística'. 'mística'. Con mansedumbre y sencillez, sencil lez, simpleme si mplemente nte tomam os conciencia de que nuestro corazón está vivo con una vida que puede ser ofrecida al Espíritu Santo. Él lo conducirá en su movimiento hacia el Padre.

Según San Pablo, Pabl o, el e l Espíritu suplica dentro de nosotros con suspiros 'demasiado profundos para las palabras'. La frase es digna de mención. La actividad normal del Espíritu no es dar ideas o

 

percepciones claras, ni tampoco darnos darnos nada en absoluto; es para conducirnos al Padre. 'Porque todos los que son guiados por el Espíritu Espíritu son hijos hi jos de Dios. Porque no no recibisteis recibi steis espíritu espíritu de esclavitud para volver a caer en temor, sino que habéis recibido espíritu de adopción. Cuando clamamos, “ Abba! ¡Padre!" es ese mismo Espíritu que da testimonio a nuestro espíritu de que

somos hijos de Dios» Dios» (Rm 8,14ss). 8,14ss). El Espíritu es un testigo; es una ffuerza uerza vital que nos guía. Nunca Nun ca debemos tratar de explicarlo, expli carlo, identificarlo identificarlo o inmovilizarlo para controlarlo. controlarlo. Eso sería se ría expulsarlo expul sarlo de nuestro corazón, apagar apagar eell Espíritu. Debemos concederle total llibertad ibertad para para orar en nosotros en su modo velado y oculto, oculto, misterioso, misterioso , que conoceremos por los frutos que produce. En la medida een n que nos encontram e ncontramos os aprendiendo aprendie ndo a orar, capacitados, capacitados, sin saber sabe r cómo, para suplicar a Dios y ser respondidos respond idos por él, tenemos tenemos una señal de que, a pesar de nuestra ev idente debilidad, el Espíritu Espíritu ora en nosotros.

Descubriendo Desc ubriendo el amor del Padre en mi debilidad debili dad Ha llegado el momento de retomar las líneas maestras de lo que venimos diciendo; recogerlos y atarlos juntos, porque representan la actitud fundamental de la oración del corazón.

El reflejo refl ejo espontáneo espontáneo de cualqui cualquier er ser humano es temer la l a debili debi lidad. dad. En cuanto nos encontramos e ncontramos con que, en un ámbito u otro, no podemos contar con nuestras propias fuerzas, se apodera de nosotros una angustia que, en algunos casos, puede convertirse en desesperación. Ahora bien, todo lo que hemos tratado hasta ahora conduce a la pérdida de seguridades personales al exponer lo que hemos llamado nuestra vulnerabilidad, los desórdenes ocultos, las lilimitaciones mitaciones de nuestra condición de criaturas, etc. En cada coyuntura nos hemos dicho a nosotros mismos que sólo hay una sali salida: da: apropiarnos de la realidad de llo o que somos y dejar dej ar que el Señor Se ñor se haga cargo de ella.

Piensa en Jesús calmando la tormenta. Aterrorizados por la tempestad que sacude su barca, los Apóstoless despiertan Apóstole despiertan a Jesús, que se vuelve vuel ve hacia hacia ellos el los y les le s pregunta asombrado: asombrado: '¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?' Luego, con un movimiento de la mano, aquieta las olas.

 

¿Por qué, entonces, debo tener miedo de mi debilidad? Está ahí. Durante mucho tiempo, me negué a enfrentarlo. e nfrentarlo. Poco a poco, me puse a domesticarlo. domesti carlo. Pero ahora no tengo más remedio que admitir que es parte de mí. No es un accidente exterior del que algún día pueda librarme para siempre; de hecho, si tratara de olvidarlo, el Padre pronto lo traería de vuelta a mi mente, permitiendo permiti endo un pecado ante el cual no podría negar mi realidad real idad como pecador, o dejando de jando que mi salud jugara de tal manera que yo tienen tie nen que admitir admiti r la derrota y entregarse indefensos indefe nsos al amor del Padre. Sin Si n ninguna posibilidad de duda, me haría sa saber ber los límites l ímites de mi fuerza. La novedad es que mi debilidad debi lidad ya no representa un peligro, peli gro, sino una forma de entrar e ntrar en contacto con Dios. Debo dejarme conquistar gradualmente por él, viéndolo, no como un aspecto preocupante de mi personalida personali dad, d, sino como una dimensión querida o aceptada por el Padre. Lejos de ser un último úl timo y desesperado recurso, forma una estructura estructura fundamental en el orden de la vida vi da divina divi na tal como me es dada. Cuando me sorprende una fragilidad fragil idad hasta ahora desconocida en mí, mi reflejo ya no será el pánico, sino sino un intento de ver dónde se esc esconde onde el Padre en ella.

Una pregunta obvia viene a la mente: ¿Es esta transformación de la debilidad, con toda su apariencia de fracaso, en una victoria del Amor, una especie de recuperación por la cual Dios conviertee el mal en bien? ¿O es de hecho una dimensión fundamental conviert fundamental de la dispensación dispensación divina? Mucho se podría decir sobre este tema. Basta observar simplemente que, incluso en el orden natural, el amor genuino es siempre una victoria de la debilidad. No amamos dominando, poseyendo o imponiéndono i mponiéndonoss al Amado, sino si no aceptando indefensos al Otro que viene a nosotros. A cambio, nosotros mismos estamos seguros de ser plenamente aceptados sin juicio, condena o comparación. compara ción. Para dos seres que se aman, las pruebas de fuerza deben debe n cesar. Un entendimiento entendimi ento mutuo surge desde adentro y nos asegura que nunca tendremos que temer daño del Otro.

Aunque destinada a permanecer permanecer incompleta, incompleta, esta experiencia puede ser lo suficiente mente convincente. Sin embargo, es sólo un reflejo de la realidad divina. Cuando, con nuestro corazón, comenzamos a creer creer realmente en el amor infinito del Padre, de alguna manera somos impulsado impulsadoss a descender descende r cada cada vez más hacia una aceptación positiva y gozosa del despojo, desp ojo, el descon de sconocimie ocimiento nto y la impotencia. En esto, no hay auto-humillación malsana. Simplemente estamos cruzando el umbral hacia el mundo del amor y la l a confianza. confi anza. Casi Casi sin darnos cuenta entramos entramos en e n comunión con

 

la vida divina. Las relaciones de Padre, Hijo y Espíritu son, a un nivel mucho más allá de nuestra comprensión, una forma perfecta de debilidad asumida plenamente en la comunión.

Más cerca de nuestra propia experiencia, el amor íntimo íntimo del Tres Veces Santo se manifi manifiesta esta en la la relación del de l Hijo encarna e ncarnado do con su Padre. ¿No nos sorprende la l a serenidad y la seguri seguridad dad sin límites límites con que Jesús declara con serenidad que no tiene nada propio ni puede hacer nada propio, excepto lo que ve hacer al Padre? ¿Quién de nosotros consentiría en tal pobreza? Sin embargo, este es el camino a seguir si realmente queremos vivir en lo más profundo de nuestro nue stro corazón tal como el Padre lo creó y lo transfiguró por la muerte y resurrección de su Hijo.

Es en esta e sta dirección que María María nos señala. El Magnifi Magnificat cat es, en una sola cadencia, a la l a vez un canto de triunfo y un himno de agradecimiento de alguien absolutamente pobre. Los dos van juntos. Desde el principio principi o reconoció reconoció y aceptó aceptó su absoluta debilidad; debil idad; así ella ell a estaba lilista sta para recibir al Hijo Hij o que le había dado el Padre. Se convirtió en Madre de Dios porque, de todas las criaturas, era la más cercana cercana a la pobreza de Dios.

Entrand Ent rando o en el silencio

Si seguimos el camino camino que les l es indico, podemos esperar esperar que que la actividad actividad intelectiva se apacigüe apacigüe gradualmente durante nuestro tiempo de oración. Asimismo, todo tipo de distracciones y diversiones cesarán a medida que las emociones de nuestro corazón se canalicen hacia otros lugares. En un movimiento movimien to casi casi autogenerado, la oración del corazón corazón conduce conduce al sil silencio. encio. A veces, ve ces, esta experiencia será particularmente poderosa, e inevitablemente estaremos expuestos a una 'tentación 'tenta ción de silencio', si se admite la expresión.

El silen si lencio cio es un bien que ejerce eje rce una fuerza seductora seductora en todo corazón que experimenta exp erimenta algo de su sabor. Pero hay muchos tipos de silencio. No todos son buenos. De hecho, la mayoría son distorsiones de la verdadera oración oración del silencio. sile ncio. La primera tentación es hacer del silencio un acto, a pesar de la convicción de que estamos haciendo exactam ex actamente ente lo contrario. contrario. Viendo V iendo que el intelec i ntelecto to se ha detenido, que el corazón está en reposo, nos imaginamos imaginamos en el verdadero verdadero silencio sile ncio del alma. Aunque indiscutiblemente real, este

 

tipo de silencio sil encio resulta, resul ta, de hecho, de una pre presión sión de la voluntad que, en última úl tima instancia, es el más más sutil,, el más pernicioso sutil pernici oso de los actos. Lejos de disponer di sponer nuestro corazón pa para ra estar abierto a Dios, Di os, lo confina a una actitud autoimpuesta y artificial que, como fruto de nuestro propio esfuerzo, finalmente final mente no logra lo gra acoger acoger al Señor. Las personas de voluntad volun tad enérgica encuentran aquí un gr gran an obstáculo para para la verdadera apertura hacia Dios. Materialme Materialmente nte hablando, su si lencio lenci o es grande, pero es un silencio sil encio recluido en sí mismo y confiado en sí mismo. Otra tentación es hacer hacer del silenci si lencio o un fin en e n sí mismo, imaginando que la l a oración oración del corazón, o cualquier tipo de vida contemplativa, existe en aras del silencio. No pasamos más allá de la realidad material a la Persona del Padre, o del Hijo, o del Espírit Espírit u Santo. Santo. Lo que cuenta cuenta es mi propia experiencia, no una verdadera relación de amor y apertura con respecto a Dios. No estamos en oración, sino en autocontemplación.

Una tentación análoga es considerar el silencio como una realidad autocontenida, suficiente a sí misma. Tan pronto como los diversos ruidos de los sentidos, el intelecto y la imaginación han amainado, se asienta en nosotros una sensación de bienestar, y eso es suficiente. No pedimos más; nos negamos a buscar más. Cualquier cosa que pueda reintroducir pensamientos de algún tipo, incluso del Señor, o de Él, aparece como un obstáculo. Aquí y ahora, el silencio es la única realidad divina. La oración oración se ha desvanecido. A la izquierda i zquierda es sólo un ídolo llamado Silencio.

A pesar de todo esto, el silencio genuino es una realidad importantísima, que debe ser muy apreciada. Pero si realmente real mente queremos entrar en él, él , debemos, debemos, desde el fondo f ondo de nuestro corazón, corazón, renunciar a él; no desacreditar renunciar desacreditarlo, lo, ni menospreciarlo, menospreciarlo, ni dejar de perseguirlo, sino renunciar renunciar a él como un fin en sí mismo.

Sobre todo, debemos evitar pensar en el silencio real como fruto de nuestro propio trabajo. No estoy llamado a construirlo desde cero, como una obra por producir. Con demasiada frecuencia pensamos en el silencio como una cuestión de simplemente establecer la paz en nuestras facultades intelectivas, imaginación imaginación y sensibil sensi bilidad. idad. Hay un aspecto de silenci si lencio o en esto, e sto, pero no la la realidad completa.

 

Necesitamos también el silencio en el fondo de nuestro corazón, en cuanto se superpone a nuestra voluntad: cualquier otro deseo que no sea el de hacer la voluntad del Padre debe ser pacificado. En lugar de tender la mano para imponerse al resto de mi ser, también mi voluntad debe permanecer enteramente a disposición de Dios, en estado de escucha y de acogida. Surge entonces la posibilidad posibi lidad de entrar en un verdadero silencio sil encio de todo mi ser ante Dios, silencio sil encio que nacee de la conformidad nac conformidad de mi ser más íntimo íntimo con el Padre, del cual cual es e s imagen y semejanza. Sólo Dios es suficiente; todo lo demás es nulo. El silencio genuino manifiesta esta realidad fundamental de toda oración. Hay Hay verdadero silencio silenci o en el e l corazón desde el e l momento en e n que se ha desvanecido toda impureza opuesta al reino del Padre. El verdadero silencio sil encio sólo sól o entra en un corazón puro, puro, que ha llegado l legado a parecerse al Corazón de Dios.

Es por eso que un corazón corazón verdaderamente puro puro puede guardar perfecto silencio sil encio incluso i ncluso cuando está inmerso en todo tipo de trabajo. La disonancia entre ella y Dios ha cesado. El verdadero silencio continúa reinando en tal corazón, incluso cuando su intelecto y su sensibilidad están en acción para obedecer la voluntad de Dios.

'Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.'

Navidad 1983

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