Tuvimos Un Hijo 51-100

February 7, 2024 | Author: Anonymous | Category: N/A
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TUVIMOS UN HIJO

Capítulo 51 Salvaste mi vida Anastasia había terminado de dibujar un borrador de un diseño en su oficina, y sus manos estaban un poco adoloridas. Justo cuando estaba masajeando sus hombros, la puerta de su oficina se abrió antes de que la figura de Miguel apareciera de la nada. —¿Por qué estás aquí, Miguel? ―Anastasia aun así estaba feliz de verlo. ―Tengo un regalo para ti. ―Después de que Miguel termino de Hablar, cerró la puerta de la oficina antes de poner las flores y la caja de regalo en su escritorio. —¡Mira! ¿Adivina que es? Anastasia miró los grandes caracteres de la

Residencia de las nubes 1 impreso en la caja. Después de asustarse por unos segundos, ella recordó que este era el nombre de una de las mejores inmobiliarias del centro de la ciudad. Anastasia empujó la caja hacia él. ―Miguel, no me atrevo a aceptar este regalo. Es demasiado caro. ―No es caro, es sólo una unidad de más de 200 metros cuadrados. Inicialmente quería comprar un doble en el último piso, pero creí que sería demasiado grande y vacío ya que sólo serían dos los que vivirán ahí. Por lo tanto, tuve que escoger una unidad más pequeña ―dijo Miguel, pensado que pudo haberle dado una unidad mejor. Anastasia estaba sin palabras. «Seguro, ¡aquellos con dinero pueden hacer lo que quiera! Incluso pueden elegir unidades de una inmobiliaria de clase alta. Para una

empleada de oficina como yo, ni siquiera puedo permitirme el baño en esa unidad incluso con mi salario de un año. ―Miguel, somos amigos. No aceptaré ningún regalo de tu parte más que tu amistad ―habló seriamente Anastasia. ―Salvaste mi vida; ¿no sabes cuánto vale mi vida? ―contestó Miguel de inmediato. ―Tu vida no tiene precio y no se puede medir con dinero. ―Anastasia sonrió y negó con la cabeza. ―El salvarte también es una manera de acumular buen karma para mi vida. ―No, mi vida es tuya, y mis cosas también son tuyas. Tienes que aceptar esta casa ―dijo Miguel tercamente. Anastasia se quedó sin palabras de nuevo.

―Me has ayudado a mí y a mi hijo mucho a lo largo de los años. Si vas a enviar regalos como estos otra vez, entonces no me atreveré a ser tu amiga en el futuro. Además, mi papá ya me ha comprado un apartamento, y puedo mudarme el siguiente mes. ―Que no será tan cómodo como Residencia en las nubes 1 ―dijo Miguel, ansioso. ―Realmente no necesito esta casa. De todos modos, tengo una junta pronto, así que ¡por favor vete! ―Después de que Anastasia termino de hablar, recogió su cuaderno y salió. Miguel de inmediato pensó en otra manera mientras mordía sus finos labios. Tomó la caja de regalo y fue a la oficina del presidente donde Elías estaba lidiando con algunos trabajos en sus manos en ese momento. Al

ver a la persona sin invitación, regreso a mirar su trabajo. —¡Hazme un favor, Elías! ―Continua. ―Bueno, compré una casa en Residencia en las nubes 1 para Anastasia. ¿Puedes dársela en el nombre de la compañía? Por ejemplo, di que este es un bono de fin de año para ella. Las manos de Elías que estaban firmando documentos se detuvieron. Luego, dijo cortante. ―No. —¿Por qué? Quiera dárselo ahora, pero lo rechazó. ¡No sé qué más hacer! ―Miguel se recargó en el escritorio y habló desesperado. ―Si no lo acepta, significa que no está

interesada en ti. —Se burló Elías. Él también le había ofrecido una casa en esa propiedad y fue rechazado por Anastasia. —¡No es eso! ¡Le gustó mucho a Anastasia! Tengo mucha confianza en eso. ―Se dijo así mismo Miguel. Elías frunció el ceño y dijo en forma de burla. —No estés tan confiado. —¡No te burles de mí, Elías! Definitivamente me voy a casar con Anastasia. No importa sin son tres, cinco, o diez años, esperaré por ella mientras no se case con otro hombre ―Miguel parecía como si estuviera determinado en hacer a esa mujer su esposa. —¿Entonces sabes quién es el padre de su hijo? ―preguntó Elías fríamente de la nada.

Capítulo 52 ¿Me ayudarás? El atractivo rostro de Miguel se miraba sorprendido, ya que era la única cosa que no le dijo Anastasia. También había tratado de adivinarlo muchas veces, pero ella sólo no quería que lo supiera. —¿Sabes quién es, Elías? ―preguntó Miguel, un poco curioso de que Elías también estuviera interesado en este tipo de chismes de empleados. ―La última vez su hermana vino a la compañía a ocasionar problemas, ella dijo que Anastasia fue la amante de un hombre hace cinco años. Incluso vendió su cuerpo en un club por dinero. Miguel de pronto abrió sus brillantes ojos mientras escuchaba la repentina información sin créelo. Rápidamente contestó: —

¡Imposible! Anastasia no es ese tipo de persona, y nunca haría algo así. —¿Qué tanto sabes de ella? ―Elías miró a su primo, esperando que no lo molestara de nuevo con Anastasia. Miguel no quería pensar ya más en eso. Él dijo con firmeza. —No me importa cómo fue su pasado. Sólo quiero pasar mi futuro con ella y no quiero saber quién es el padre de su hijo. De todos modos, estoy dispuesto a ayudarla a criarlo juntos y tratarlo como si fuera mío. Elías realmente subestimó la determinación de su primo para cortejar a esta mujer. Apretó sus dientes y contestó: —¿Qué hay de bueno en ella? Miguel curveó sus labios en una sonrisa. ―Anastasia tiene un tipo único de belleza.

Algunas veces, es tan brillante como el fuego, y a veces es elegante como una rosa. No importa qué lado sea, estoy profundamente fascinado por esta mujer. En el corazón de Elías, sólo tenía tres adjetivos para evaluar a Anastasia: poco razonable, bárbara y grosera. ―Elías, ¿me ayudarás? ―Miguel no pudo evitar sentarse en el escritorio de Elías mientras lo miraba rogando. ―No ―respondió Elías fríamente. ―Eres terrible. ¿aún me crees parte de la familia? ―dijo Miguel. Elías decidió ignorarlo y Miguel eventualmente se fue triste. El decidió en seguir cortejando a Anastasia hasta que aceptara el regalo, así que regresó a su

oficina. Después de un rato, Anastasia también regresó. Al ver que el aún estaba ahí, no tuvo otra opción más que decir: ―Miguel, realmente no puedo aceptar tu regalo. ¡Vete! ―No me iré si no lo aceptas ―respondió Miguel con insistencia. Anastasia después se rio y dijo: ―Sabes que esto no funciona conmigo. Miguel de inmediato negó con la cabeza y respondió triste. ―Anastasia, ¿no puedes ser un poco más materialista? De esa manera, puedo comprarte con dinero. Anastasia se rio a carcajadas. ―Realmente estoy muy interesada en el dinero, pero sólo me gusta el dinero que gano.

En ese momento, el teléfono de Miguel sonó. Contestó y dio una mirada antes de decir seriamente en el teléfono. ―Hola, papá. ―Ven a la compañía, Miguel. Tengo que darte algo. ―Está bien, iré ahora mismo. ―Las vacaciones de Miguel Habían llegado a su fin y, de mañana en adelante, tenía que volver a trabajar en la compañía obedientemente. ―Iré a ver a mi papá primero. Llámame si necesitas algo, estaré ahí cuando lo hagas. ―Miguel miró a Anastasia con amor. Anastasia deliberadamente fingió que no lo había visto y simplemente dijo: —¡Ve! No hagas a tu padre esperar. Después de que Miguel se fue, Anastasia suspiró ligeramente. En ese momento, Maya

llamó y dijo: ―Anastasia, ya casi estamos listas para salir del trabajo. —¡Si! De acuerdo ―respondió Anastasia. Después de eso, Maya se escondió en un pasillo vacío y llamó a Helen, que le dijo que hiciera algo del otro lado de la línea. Le dijo a Maya que se asegurara de que el teléfono de Anastasia se quedara en la oficina no importaba que, y no dejar que Anastasia lo llevará con ella. Maya estuvo de acuerdo de inmediato. Aunque no sabía por qué Helen le pidió que hiciera esto, sólo necesitaba ser obediente. Pronto, Maya llegó a la oficina de Anastasia y miró que estaba arreglando algunos documentos y su bolso se encontraba en el sofá. Mientras que deliberadamente se sentaba junto al bolso de Anastasia, luego le dijo a la mujer que estaba

guardando los documentos. ―Anastasia, ¿has completado tus diseños que se supone que tienen que ser presentados al final del mes? ¡Aun me quedan algunos por hacer! ¡Estoy muy preocupada por ellos! ―Mientras se estaba quejando, ajusto su postura deliberadamente. Con la línea de vista de Anastasia obstruida, se acercó, tomó el teléfono del bolso de la mujer y lo metió entre en medio del sofá.

Capítulo 53 Entren al auto Anastasia no se dio cuenta de lo que había hecho Maya. Después de poner los documentos en el gabinete, miró la hora y le dijo a la mujer. ―Está bien, deberíamos irnos también. Hay tres tiendas que deben ser inspeccionadas esta noche, así que estamos un poco apresuradas de tiempo. ―De acuerdo, ¡Vámonos! ―Maya tomó la iniciativa de tomar el bolso. ―Yo lo sostendré por ti, Anastasia. Tan pronto Anastasia salió; aun así, tomó su bolso. —¡Yo lo sostendré! Maya se la entregó de inmediato, y las dos bajaron las escaleras. Ya que ninguna tenía auto, sólo podían viajar en taxi. Desafortunadamente, era justo la hora del cambio de turno de los taxis, y ninguno se

detenía por ellas. Anastasia estaba comenzando a frutarse justo en ese momento un Rolls-Royce Phantom de la nada se detuvo. Bajó la ventana, revelando a un atractivo hombre en un traje negro que estaba sentado elegantemente en el asiento del conductor. Se miraba dominante, misterioso y particularmente encantador. Maya se quedó sorprendida por la vista. «¿Es el auto del presidente Palomares?». ―Entren al auto. Las llevaré a ambas ahí ―dijo Elías con una amabilidad sin igual. Anastasia contestó amablemente. ―No hay necesidad de eso, gracias. Sin embargo, Elías no tenía ninguna intención de irse. Sus profundos ojos miraron al obstinando rostro de Anastasia y después lo repitió por segunda vez. ―Entren al auto.

Maya no podía esperar en sentarse en el auto de Elías. Si sólo pudiera tomar ventaja de la suerte de Anastasia y subirse una vez, sería la chica más suertuda del mundo. ―Anastasia, no podremos tomar un taxi ahora. Vamos a llegar tarde, ¡así que hay que entrar al auto del presidente Palomares! ―Después de hablarlo, Maya tomó la iniciativa de abrir la puerta del pasajero y la empujó dentro del auto. Anastasia naturalmente no estaba feliz con esto, pero ya que Elías insistió en llevarlas a su destino y Maya ya había abierto la puerta del auto, le dijo: ―Tú siéntate en frente. Después de eso, abrió la puerta trasera y se sentó atrás. Al escuchar eso, estaba loca de la emoción. Fue suficiente afortunada en sentarse en el asiento del pasajero con Elías. Después de hacerlo, no se atrevió siquiera a

respirar. Su cuerpo entero estaba tenso, y estuvo nerviosa todo el tiempo. Mientras que Anastasia, estaba sentada en la parte trasera. Tan pronto levantó su cabeza, se encontró con los profundos ojos del hombre en el espejo retrovisor. Rápidamente miró hacia la ventana y el auto lentamente se alejó. Dirigiéndose a la calle comercial que era a donde iban. —¿Cómo sabe que vamos para allá, presidente Palomares? ―preguntó Maya sorprendida. ―Leí la información ―respondió Elías. Media hora después, el auto de Elías se estacionó en una tienda en la calle comercial. Maya salió del auto desconcertada, mientras que Anastasia rápidamente le dijo al hombre en el asiento del conductor. ―Gracias.

Después de eso, Elías las miró caminar dentro de la tienda Burgués. Estaciono su auto en un lugar cercano, pero no se fue. En lugar de eso, salió del auto y camino hacia allá. En la tienda, Anastasia se presentó al gerente, y rápidamente fue asignada a una antesala. En ese momento, un hombre llegó a la entrada. Estaba vestido con un traje recto, que desencadeno un temperamento superior y misterioso. Bajo la luz, desbordaba un aura real. «¿Algo está mal con esta tienda?». —¿Dónde está Anastasia Torres y los demás? —¡Oh! La señorita Torres está en la antesala, y le he dado la información de los compradores. —Después de eso, el gerente se apresuró a llevar a Elías a la antesala. Anastasia estaba mirando la información de los compradores recientes y los informes de ventas de los artículos más populares de la

tienda cuando la puerta de pronto se abrió y una figura esbelta y atractiva entró. Los ojos de maya se abrieron enseguida debido a la vista. «¿Por qué el presidente Palomares está aquí?». Mientras tanto, Anastasia estaba sorprendida, pero para nada feliz. «¡Este hombre me está siguiendo a todas partes persistentemente!». —Sigan con su trabajo —dijo Elías en voz baja mientras se sentaba a su lado. Anastasia no se dio cuenta de lo que había hecho Maya. Después de poner los documentos en el gabinete, miró la hora y le dijo a la mujer. ―Está bien, deberíamos irnos también. Hay tres tiendas que deben ser inspeccionadas esta noche, así que estamos un poco apresuradas de tiempo. ―De acuerdo, ¡Vámonos! ―Maya tomó la iniciativa de tomar el bolso. ―Yo lo sostendré

por ti, Anastasia. Tan pronto Anastasia salió; aun así, tomó su bolso. —¡Yo lo sostendré! Maya se la entregó de inmediato, y las dos bajaron las escaleras. Ya que ninguna tenía auto, sólo podían viajar en taxi. Desafortunadamente, era justo la hora del cambio de turno de los taxis, y ninguno se detenía por ellas. Anastasia estaba comenzando a frutarse justo en ese momento un Rolls-Royce Phantom de la nada se detuvo. Bajó la ventana, revelando a un atractivo hombre en un traje negro que estaba sentado elegantemente en el asiento del conductor. Se miraba dominante, misterioso y particularmente encantador. Maya se quedó sorprendida por la vista. «¿Es el auto del presidente Palomares?». ―Entren al auto. Las llevaré a ambas ahí

―dijo Elías con una amabilidad sin igual. Anastasia contestó amablemente. ―No hay necesidad de eso, gracias. Sin embargo, Elías no tenía ninguna intención de irse. Sus profundos ojos miraron al obstinando rostro de Anastasia y después lo repitió por segunda vez. ―Entren al auto. Maya no podía esperar en sentarse en el auto de Elías. Si sólo pudiera tomar ventaja de la suerte de Anastasia y subirse una vez, sería la chica más suertuda del mundo. ―Anastasia, no podremos tomar un taxi ahora. Vamos a llegar tarde, ¡así que hay que entrar al auto del presidente Palomares! ―Después de hablarlo, Maya tomó la iniciativa de abrir la puerta del pasajero y la empujó dentro del auto.

Anastasia naturalmente no estaba feliz con esto, pero ya que Elías insistió en llevarlas a su destino y Maya ya había abierto la puerta del auto, le dijo: ―Tú siéntate en frente. Después de eso, abrió la puerta trasera y se sentó atrás. Al escuchar eso, estaba loca de la emoción. Fue suficiente afortunada en sentarse en el asiento del pasajero con Elías. Después de hacerlo, no se atrevió siquiera a respirar. Su cuerpo entero estaba tenso, y estuvo nerviosa todo el tiempo. Mientras que Anastasia, estaba sentada en la parte trasera. Tan pronto levantó su cabeza, se encontró con los profundos ojos del hombre en el espejo retrovisor. Rápidamente miró hacia la ventana y el auto lentamente se alejó. Dirigiéndose a la calle comercial que era a donde iban. —¿Cómo sabe que vamos para allá, presidente Palomares? ―preguntó Maya

sorprendida. ―Leí la información ―respondió Elías. Media hora después, el auto de Elías se estacionó en una tienda en la calle comercial. Maya salió del auto desconcertada, mientras que Anastasia rápidamente le dijo al hombre en el asiento del conductor. ―Gracias. Después de eso, Elías las miró caminar dentro de la tienda Burgués. Estaciono su auto en un lugar cercano, pero no se fue. En lugar de eso, salió del auto y camino hacia allá. En la tienda, Anastasia se presentó al gerente, y rápidamente fue asignada a una antesala. En ese momento, un hombre llegó a la entrada. Estaba vestido con un traje recto, que desencadeno un temperamento superior y misterioso. Bajo la luz, desbordaba un aura real. «¿Algo está mal con esta tienda?».

—¿Dónde está Anastasia Torres y los demás? —¡Oh! La señorita Torres está en la antesala, y le he dado la información de los compradores. —Después de eso, el gerente se apresuró a llevar a Elías a la antesala. Anastasia estaba mirando la información de los compradores recientes y los informes de ventas de los artículos más populares de la tienda cuando la puerta de pronto se abrió y una figura esbelta y atractiva entró. Los ojos de maya se abrieron enseguida debido a la vista. «¿Por qué el presidente Palomares está aquí?». Mientras tanto, Anastasia estaba sorprendida, pero para nada feliz. «¡Este hombre me está siguiendo a todas partes persistentemente!». —Sigan con su trabajo —dijo Elías en voz baja mientras se sentaba a su lado.

Anastasia no se dio cuenta de lo que había hecho Maya. Después de poner los documentos en el gabinete, miró la hora y le dijo a la mujer. ―Está bien, deberíamos irnos también. Hay tres tiendas que deben ser inspeccionadas esta noche, así que estamos un poco apresuradas de tiempo. ―De acuerdo, ¡Vámonos! ―Maya tomó la iniciativa de tomar el bolso. ―Yo lo sostendré por ti, Anastasia. Tan pronto Anastasia salió; aun así, tomó su bolso. —¡Yo lo sostendré! Maya se la entregó de inmediato, y las dos bajaron las escaleras. Ya que ninguna tenía auto, sólo podían viajar en taxi. Desafortunadamente, era justo la hora del cambio de turno de los taxis, y ninguno se detenía por ellas. Anastasia estaba comenzando a frutarse justo en ese

momento un Rolls-Royce Phantom de la nada se detuvo. Bajó la ventana, revelando a un atractivo hombre en un traje negro que estaba sentado elegantemente en el asiento del conductor. Se miraba dominante, misterioso y particularmente encantador. Maya se quedó sorprendida por la vista. «¿Es el auto del presidente Palomares?». ―Entren al auto. Las llevaré a ambas ahí ―dijo Elías con una amabilidad sin igual. Anastasia contestó amablemente. ―No hay necesidad de eso, gracias. Sin embargo, Elías no tenía ninguna intención de irse. Sus profundos ojos miraron al obstinando rostro de Anastasia y después lo repitió por segunda vez. ―Entren al auto. Maya no podía esperar en sentarse en el auto de Elías. Si sólo pudiera tomar ventaja de la

suerte de Anastasia y subirse una vez, sería la chica más suertuda del mundo. ―Anastasia, no podremos tomar un taxi ahora. Vamos a llegar tarde, ¡así que hay que entrar al auto del presidente Palomares! ―Después de hablarlo, Maya tomó la iniciativa de abrir la puerta del pasajero y la empujó dentro del auto. Anastasia naturalmente no estaba feliz con esto, pero ya que Elías insistió en llevarlas a su destino y Maya ya había abierto la puerta del auto, le dijo: ―Tú siéntate en frente. Después de eso, abrió la puerta trasera y se sentó atrás. Al escuchar eso, estaba loca de la emoción. Fue suficiente afortunada en sentarse en el asiento del pasajero con Elías. Después de hacerlo, no se atrevió siquiera a respirar. Su cuerpo entero estaba tenso, y estuvo nerviosa todo el tiempo. Mientras que

Anastasia, estaba sentada en la parte trasera. Tan pronto levantó su cabeza, se encontró con los profundos ojos del hombre en el espejo retrovisor. Rápidamente miró hacia la ventana y el auto lentamente se alejó. Dirigiéndose a la calle comercial que era a donde iban. —¿Cómo sabe que vamos para allá, presidente Palomares? ―preguntó Maya sorprendida. ―Leí la información ―respondió Elías. Media hora después, el auto de Elías se estacionó en una tienda en la calle comercial. Maya salió del auto desconcertada, mientras que Anastasia rápidamente le dijo al hombre en el asiento del conductor. ―Gracias. Después de eso, Elías las miró caminar dentro de la tienda Burgués. Estaciono su auto en un

lugar cercano, pero no se fue. En lugar de eso, salió del auto y camino hacia allá. En la tienda, Anastasia se presentó al gerente, y rápidamente fue asignada a una antesala. En ese momento, un hombre llegó a la entrada. Estaba vestido con un traje recto, que desencadeno un temperamento superior y misterioso. Bajo la luz, desbordaba un aura real. «¿Algo está mal con esta tienda?». —¿Dónde está Anastasia Torres y los demás? —¡Oh! La señorita Torres está en la antesala, y le he dado la información de los compradores. —Después de eso, el gerente se apresuró a llevar a Elías a la antesala. Anastasia estaba mirando la información de los compradores recientes y los informes de ventas de los artículos más populares de la tienda cuando la puerta de pronto se abrió y una figura esbelta y atractiva entró. Los ojos

de maya se abrieron enseguida debido a la vista. «¿Por qué el presidente Palomares está aquí?». Mientras tanto, Anastasia estaba sorprendida, pero para nada feliz. «¡Este hombre me está siguiendo a todas partes persistentemente!». —Sigan con su trabajo —dijo Elías en voz baja mientras se sentaba a su lado.

Capítulo 54 ¿Estás perdido? Anastasia estaba sin palabras. «¿Este hombre está supervisando mi trabajo? Olvídalo, ¡será mejor que termine el trabajo! Después de todo, debo ganar el bono de fin de año». En ese momento, Franco había llevado a Érica a recoger a Alejandro y estaban cenando en un restaurante. Érica miró a Alejandro bajo la luz y sintió celos surgiendo en su corazón. ¿Con que hombre Anastasia dio a luz a este niño? Cuando crezca, se verá asombrosamente atractivo. Si este pequeño se casa con una mujer rica en el futuro, Anastasia no estará corta de dinero. —Papá, ¡hay que llevar a Alejandro a un área de juegos cerca después de cenar! Es divertido ahí —sugirió Érica. Ya que Franco era un hombre viejo, el

divertirse no le venía naturalmente como a los jóvenes. No obstante, también quería llevar al pequeño a un área de juegos. ―De acuerdo, llevaremos a Alejandro al área de juegos más tarde. —Asintió con la cabeza. ―Come más, Alejandro. —Franco miró a su nieto con amor en sus ojos. Al ver esto, se sintió resentida en secreto. Seguramente, el arma de Anastasia para ganar el corazón de mi padre era este pequeño diablillo. Franco siempre había querido un niño, pero Noemí no puedo dar a luz a más. Ahora que Anastasia había dado a luz a uno, Franco estaba rebosante de alegría. Por lo tanto, ¡Érica estaba segura que Anastasia deliberadamente dio a luz a un niño y volvió para robarle todos los bienes familiares! Entre más lo miraba, más disgustada estaba. Deseo que fuera secuestrado por unos hombres de inmediato,

y que nunca apareciera en su casa jamás en esta vida. Después de haber terminado de comer, manejaron y trataron de encontrar un estacionamiento cerca del aérea de juegos. Ya que los estacionamientos disponibles estaban lejos, Franco tenía temor de caminar mucho, así que les pidió que se bajaran primero en la entrada del área de juegos. Esto encajó en el plan malicioso de Érica, así que rápidamente le dijo al niño. —Ven, Alejandro. Nos bajaremos primero. ¡Tu abuelo tiene que estacionarse muy lejos! —Sé un buen niño y ve con tu tía primero, Alejandro. ―Franco le dijo amablemente al niño. Alejandro asintió con la cabeza de forma obediente antes de seguir a Érica fuera del auto. Mientras Érica miraba al auto de su padre irse, se burló en su corazón, y un brillo

malicioso cruzó en sus ojos. Miró fríamente al niño a su lado, sintió tanto odio por él como el que tenía por Anastasia. —Hay unos bocadillos deliciosa ahí. ¡Vamos a comprar algunos primero! —Érica no iba a llevarlo al área de juegos porque habría personal que lo cuidaría. De lo contrario, ella quería llevarlo a una calle muy concurrida donde a nadie le importaría. El pequeño no tenía otra opción más que seguirla. Cuando Érica vio la multitud caótica, le dijo a Alejandro. —¡Espérame aquí, y no te vayas corriendo! Compraré un poco de fruta. —¡Esta bien! ―Asintió con la cabeza el pequeño. —¿Tienes un reloj inteligente? —No. —Negó con la cabeza el pequeñín.

De inmediato, Érica se alegró en secreto. Si un niño tan pequeño se perdía, sería terriblemente difícil encontrarlo. Además, había muchas personas aquí, podría haber traficantes de niños al acecho. Por lo tanto, Érica dejó al pequeño y se fue. Diez minutos después, Érica volvió a la entrada del área de juegos a esperar a su padre. Alejandro esperó en el mismo lugar por mucho tiempo, pero no miró a Érica volver. Tan pronto levantó la vista, miró una gran multitud de personas a su alrededor. Aún era un niño pequeño y para nada podía saber dónde estaba. Al pestañar sus grandes ojos, sintió una mala premonición en su corazón mientras sentía que se había perdido. De hecho, ni siquiera sabía dónde buscar a su abuelo. No obstante, no entró en pánico ni lloró. Simplemente caminó a una tienda y le dijo al empleado de adentro. ―Disculpe, me perdí y

no puedo encontrar a mi familia. ¿Me prestaría su teléfono para llamar a mi mami? —¿Estás perdido, pequeñín? Está bien, aquí tienes ―El empleado rápidamente le dio su teléfono. Alejandro marcó el número de su madre y sonó del otro lado, pero no hubo respuesta. Hizo dos llamas seguidas, aun así, nadie respondió. No tenía el número de nadie más, a parte del de su madre. —¿Tu mamá contestó el teléfono, pequeñín? Alejandro negó con la cabeza, así que el empleado le dijo: ―Bueno, puedes esperar un rato antes de llamar otra vez. No te preocupes, soy una buena persona. Te cuidaré. El pequeño asintió de inmediato y decidió

llamar después luego. Mientras tanto Franco, se apresuró a la entrada del área de juegos luego de estacionar el auto, pero tan pronto llego, miró a su hija Érica acercándose y llorando. Le dijo con tristeza. ―Papá, algo malo paso, ¡perdí a Alejandro! Lo llevé a comprar un poco de helado, pero salió corriendo y no pude encontrarlo…

Capítulo 55 ¿Dónde está mi teléfono? —¿Qué? ―Franco estaba aterrorizado. Giró su cabeza para mirar a su alrededor. Las personas venían e iban, pero su nieto no se encontraba en ninguna parte. —¡Alejandro! ¿Dónde lo perdiste? ―gritó Franco enojado. En sólo unos minutos, ¡Érica había perdido a su nieto! Además, ¡el niño sólo tenía 3 años! —¡Lo siento, papá! Se estaba portando muy travieso, y salió corriendo a jugar. ¡No pude mantener un ojo en el! ―Érica comenzó a llorar de inmediato y culpó a Alejandro de todo. Franco rápidamente llamó a la policía antes de llamar a Anastasia, pero, aunque sonó, Anastasia no contestó el teléfono. Luego le

gritó a Érica de manera ansiosa. —¡Ve a buscarlo! ¿Cómo te atreves a quedarte parada y llorar? Érica se sorprendió por un momento; ella nunca había visto a su padre molestarse de esta manera y realmente estaba asustada. Quería ir al lugar donde había dejado a Alejandro para ver si el niño aún estaba ahí, pero no le diría a su padre el lugar exacto. Por lo tanto, fingió buscar al niño por separado. Cuando regresó al lugar justo ahora y se dio cuenta que Alejandro ya no estaba ahí, se sintió aliviada. «Anastasia, su hijo finalmente se perdió. Nunca encontrarás al niño en tu vida jamás. Este niño ya no es un arma tuya para robar los bienes de mi familia». Cuando Érica pensó es eso, su corazón explotó de la emoción. Mientras tanto, Franco llamó de inmediato al servicio al cliente de Burgués. Después de

explicar la situación, los empleados del servicio llamaron a Fernanda. Cuando Fernanda escuchó las noticias, rápidamente recordó que Maya y Anastasia estaban juntas, así que rápido llamó a Maya. Anastasia estaba verificando la información y estaba haciendo un informe detallado sobre ello.  Maya estaba sentada a lado de ella cuando escuchó que su teléfono sonaba, así que contestó y miró que era Fernanda. Por lo que rápidamente contestó la llamada y dijo: ―Hola, Fernanda. —¿Está Anastasia contigo? ―Sí, está a mi lado. ―Deja que conteste el teléfono. Maya le entregó el teléfono a Anastasia. ―Fernanda está preguntado por ti.

Anastasia se acercó para tomarlo. ―Hola, Fernanda. ―Anastasia, acabo de recibir una llamada del servicio al cliente. Tu papá llamó mientras decía que tu hijo había desaparecido y pidió que lo contactaras rápidamente. Los documentos en las manos de Anastasia se resbalaron y cayeron al suelo cuando escuchó las noticias. Su rostro se puso pálido mientras decía temblando. —¿Qué? ¿Mi hijo se perdió? El hombre que estaba leyendo las noticias en su teléfono a su lado de pronto levantó su atractivo rostro y sus pupilas se contrajeron al ver el rostro asustado de Anastasia. Entonces, Anastasia tomó el teléfono de Maya y dijo: ―Préstamelo, Maya.

Después de hablar, marcó al número de su padre con dedos temblorosos. —¡Hola! ―El tono frenético de Franco sonó en la otra línea. —¿Es Anastasia? ―Papá, ¿dónde se perdió Alejandro? ¿Dónde estás? —Anastasia estaba tan preocupada que comenzó a sudar frio. ―Cerca del área de juegos. Érica y yo decidimos traerlo aquí, pero de pronto desapareció. Anastasia… Lo siento… Lo… ―Franco estaba tan ansioso que al final se ahogó con sus palabras y casi empezó a llorar. ¡Perder a un niño era un problema serio! Cuando Anastasia escuchó que Érica está ahí también, rápidamente entendió que no fue su padre el que perdió a su hijo, si no Érica

que había utilizado algunos medios para causar su desaparición. ―Anastasia, ¿Alejandro recuerda tu teléfono? ¿Por qué no contestas? Anastasia rápidamente abrió su bolso, pero su teléfono no estaba. Estaba completamente confundida. «¿Dónde está mi teléfono? ¿En dónde lo deje?». Ella claramente recordaba que estaba en su bolso, y su hijo recordaba su número también. Por lo tanto, creía que su hijo era lo sufrientemente inteligente como para encontrar a alguien y tratar de llamarla. ―Papá, regresaré a la compañía y buscaré mi teléfono. ¡No te preocupes! Alejandro estará bien. Si lo encuentras llama a este número. Volveré primero a la compañía. Después de que Anastasia terminó de hablar,

le rogó a Elías que estaba sentado en el sofá y dijo: ―Presidente Palomares, ¿me regresarías a la compañía? Tengo prisa. —¡Vámonos! ―Claro que Elías sabía que tenía prisa. Después de todo, su hijo estaba perdido. Por lo tanto, Anastasia tomó su bolso y siguió a Elías con rapidez. Mientras qué Maya, se sentó en el sofá y limpió el sudor de su ceja en secreto. Así que, ¿esto fue por lo que Helen le pidió que escondiera el teléfono de Anastasia? «¿Acaso Anastasia ha perdido a su hijo?».

Capítulo 56 Alejandro estará bien Anastasia no se sintió nada optimista, a pesar de permanecer calmada y racional. Estaba en el asiento del pasajero dentro del carro de Elías mientras se encaminaban hacia la compañía. Ella se encontraba ansiosa y las lágrimas se acumulaban en sus ojos. Mantenía su agarre en el teléfono de Maya, puesto que esperaba que su padre la llamase en cualquier momento con buenas noticias. —Tu hijo siempre ha parecido ser muy inteligente, así que estará bien —consoló Elías. Él esquivó tantos carros como pudo con una maestría sobre el volante para llegar tan pronto como fuese posible al edificio Burgués. Cuando al fin arribaron, Anastasia abrió de golpe la puerta del pasajero y se apuró hacia las escaleras; sin embargo,

debido a su prisa, se tropezó y cayó. Sintió un dolor en su pierna izquierda al golpearse en una esquina de las escaleras. El dolor se elevó por toda la zona afectada. Lo sintió tan fuerte que no pudo ponerse de pie por un rato hasta que un fuerte brazo rodeó su cintura y la levantó. Elías quiso revisar sus heridas, pero ella se encaminó tan rápido como pudo para subir, aunque fuera cojeando. Cuando ya estuvo en la puerta, la comenzó a tocar con insistencia y nerviosa. El guardia de seguridad la reconoció y se apuró para abrirle, aunque se sorprendió más al ver a Elías detrás de ella. Después de eso, ella caminó hacia el elevador, en donde presionó el botón para el piso deseado mientras temblaba y la sangre le recorría la pierna. Por su parte, Elías la miró con la cabeza fría. Se metieron juntos al ascensor en cuanto llegó.

—Alejandro estará bien. Alejandro estará bien. Aunque es joven, es muy inteligente… Mi hijo no está en problemas, no lo está — murmuraba y repetía Anastasia, perdiendo la cabeza sin poderlo evitar, además de que su cuerpo estaba a punto de colapsar. Muy en el fondo de Elías, surgió una preocupación que ni él mismo fue capaz de ser consciente de ello. Anastasia salió corriendo del elevador en cuanto llegaron al piso del departamento de diseño y se dirigió directo a su oficina. Una vez ahí, marcó a su propio número desde el teléfono de Maya y pudo escuchar el tono de su celular provenir desde una esquina del sillón. Lo ubicó después de buscar por unos momentos y tomó el aparato con manos temblorosas. Cuando lo desbloqueó, vio que tenía 16 llamadas perdidas, unas de su padre y otras de un número desconocido, el cual la

había intentado contactar múltiples veces. Contuvo su respiración mientras regresaba la llamada. No tardó mucho antes de que la otra línea conectara. —¿Hola? —contestó una voz femenina. Sonaba muy joven, aunque amable. —Hola, ¿un niño marcó a este número desde su teléfono? —Así es. ¿Usted es la madre del niño? —Lo soy. ¿Mi hijo está con usted? —Sí, le dije que la esperara en mi tienda. No se preocupe, se encuentra bien y lo he estado cuidando. —Estoy bien, mami. No te preocupes. —En ese momento, pudo escuchar la tierna voz de hijo y Anastasia al fin pudo respirar aliviada.

—Alejandro… mi bebé… ¡Mi pequeño! ¡Gracias al cielo! Iré a recogerte en este instante. —Anastasia sintió un tumulto de emociones encontradas, mientras sus lágrimas se deslizaban por sus mejillas. —No llores, mami. Estoy bien —consoló el pequeño a su mamá desde el otro lado de la línea. —Señora, le enviaré la ubicación de nuestra tienda. ¡Por favor, venga pronto! —habló de nuevo la joven. —¡Sí, gracias! Iré en seguida. Anastasia colgó y, de inmediato, comenzó a sentirse mareada. Ya que se había calmado, la sangre comenzó a correr por todo su cuerpo, en especial hacia su cabeza, lo que la hizo experimentar diversos mareos. Por puro

instinto, extendió su mano para tratar de apoyarse de algo. Lo que terminó por agarrar fue el brazo de un hombre para evitar caerse. Al siguiente instante, otro brazo la rodeó por su cintura para que se recargara sobre un pecho firme. Ella no se resistió porque necesitaba apoyarse en él. Solo se esperó a que los mareos pasasen. Mientras bajaba la mirada, Elías miró hacia la mujer, quien respiraba con mucha fuerza en sus brazos. Su rostro estaba pálido y tenía una inusual expresión de vulnerabilidad. Lucía muy distinto a su apariencia usual y, en ese momento, parecía que necesitaba de alguien quien la protegiese.

Capítulo 57 Perdido y encontrado —¿Te sientes mejor? —preguntó Elías con un tono grave. Los mareos que hicieron que Anastasia se tambalease comenzaban a disiparse y fue entonces cuando ella se dio cuenta de que Elías la estaba sosteniendo en sus brazos. Se apuró a alejarse, aunque solo terminó chocando con la mesa detrás de ella. —¡Ay! —exclamó. Al siguiente segundo, Elías la volvió a tomar en su abrazo, volviéndola a poner en la misma posición que hace unos escasos segundos atrás. Cuando su rostro se apoyó sobre su firme y marcado pecho, ella recapacitó el haber escuchado un ruido y una sensación que provenía de su mejilla; sin embargo, antes de que pudiese terminar de

registrar el dolor, sintió una mano grande tomarle de la muñeca. Ella estaba aturdida mientras la guiaban hacia el carro estacionado en la acera. Elías abrió la puerta del pasajero para acomodarla adentro del mismo con firmeza. En cuanto ella se sentó, sacó su teléfono y le llamó a su padre, quien contestó en pánico y entre gritos. —¡Anastasia, aún no encuentran a Alejandro! —No te preocupes, papá. Alejandro está a salvo. Se encuentra bien y estoy en camino para recogerlo. —¿Qué? ¿En dónde está? —Una vendedora amable lo está cuidando. Vamos a la tienda para encontrarnos con ellos.

—Dime la dirección y los veré allá también. «Érica tenía planeado pasar el día con papá. Ella no es de fiar y es una persona peligrosa. No hay forma en que permita que esté cerca de Alejandro». Con eso en mente. Anastasia se apuró a responder: —Papá, estoy segura de que estás agotado. Deberías descansar. Yo recogeré a Alejandro. —No, necesito asegurarme de que Alejandro está bien —insistió Franco. Estaba tan preocupado que sentía cómo su corazón se estrujaba. —Lo sé, pero me aseguraré de ir de inmediato a verte en cuanto me reúna con Alejandro —indicó Anastasia con firmeza.

Ella sospechaba que Érica estaba involucrada en la desaparición de su hijo, por lo que sabía que obtendría información sobre eso para el final del día. Después de la conversación, colgó el teléfono. Elías se encontraba a su lado, manejando hacia la ubicación de la tienda. Anastasia mantuvo sus ojos cerrados durante el trayecto, intentando componerse. Solo el cielo sabía lo aterrorizada que estuvo, al borde de perder todos los estribos. Esta era la primera vez desde que nació Alejandro que estuvo a merced de un miedo tan primal. Se pudo terminar de calmar cuando al fin llegaron a la tienda y, en cuanto entró al lugar, vio a su hijo sentado en un sillón. Rompió a llorar mientras le llamaba: —¡Alejandro! —¡Mami, mami! ¡Llegaste!

El pequeño corrió hacia ella y se aventó a sus brazos. Ella se agachó para recibirlo y abrazarlo, todavía tenía lágrimas recorriendo sus mejillas. Mientras tanto, la vendedora quien había estado cuidando a Alejandro se dio cuenta del hombre que se encontraba detrás de Anastasia. Se sorprendió de inmediato mientras pensaba: «¡Vaya, qué galán! Él debe ser el papá del niño. ¡Lucen idénticos!». Elías tenía una apariencia reluciente con sus facciones atractivas y su traje hecho a la medida y, bajo las luces, su figura lucía alta y con porte. No había forma de confundir la elegancia que emanaba. A pesar de no decir nada, él parecía igual de aliviado mientras observaba a la madre e hijo abrazarse. Por su parte, Anastasia se recompuso y se quitó el collar que traía puesto, que era lo único de

valor que llevaba consigo. Tomó la mano de la vendedora y se lo entregó, agradeciendo: —No tengo mi bolso conmigo, pero, por favor, tome este collar como una recompensa por su buena voluntad. Este collar vale 20,000. —Oh, no. No hay necesidad de esto. Cualquiera hubiera hecho lo mismo. Él es un niño muy bueno. Asegúrese de mantenerlo cerca la próxima vez —respondió ella con gentileza mientras alejaba la mano de Anastasia. —Muchísimas gracias. Salvó a mi hijo. ¿Al menos podríamos pedirle su número de teléfono? —Anastasia la miraba con sus ojos brillando en gratitud. —No hay necesidad de ser tan formales. Vayan a casa. Descansen —urgió la

muchacha, algo apenada. Al ver que la chica estaba firme en no aceptar una recompensa, Anastasia no tuvo otra opción más que continuar agradeciéndole. Por su parte, el pequeño a su lado miró hacia Elías, dándose cuenta de que los acompañaba, y preguntó: —Señor galán, ¿usted trajo a mi mami hasta acá? —Así es, pequeño. ¿Sabes lo preocupada que estaba tu mamá? Le diste un gran susto — contestó Elías mientras se agachaba para cargar al niño en sus brazos. —Lo siento, mami. Fue mi culpa. Nunca debí alejarme por mi cuenta. Alejandro se disculpó, sintiéndose culpable al darse cuenta de la gravedad de la situación.

Después de terminar de agradecerle a la vendedora, Anastasia se giró hacia él y le preguntó: —Alejandro, ¿me podrías decir cómo fue que te perdiste? —El abuelo estaba estacionando el carro y la tía Érica me dijo que iría a comprar unos ricos bocadillos para mí. Se fue, pero nunca volvió. Quise ir a buscarla, aunque me terminé perdiendo —contestó el pequeño con franqueza. Anastasia ardió en cólera cuando escuchó esto. Apretó los dientes y pensó: «Intentaste abandonar a mi hijo a propósito, ¿no es así, Érica?».

Capítulo 58 No te acerques a mi hijo Dejar a un niño tan pequeño como Alejandro en un lugar tan concurrido hubiera podido terminar en que fuese secuestrado por un rufián que trabajase para alguna organización malévola y nadie lo hubiese notado. El parque de diversiones no estaba tan lejos de ahí, así que Elías manejó hacia allá y se detuvo afuera del estacionamiento. En ese momento, no había muchas personas cerca de la entrada; solo se encontraba Franco junto con Érica y Noemí. Cuando Érica escuchó que habían encontrado a Alejandro, comenzó a actuar evasiva y de inmediato negó que estuviese involucrada en la desaparición del niño. Estaba esperando con su papá cuando vio cómo se acercó un carro misterioso y se detuvo cerca de ellos. La puerta se abrió y Anastasia salió de él. Llevaba a Alejandro en sus brazos. Franco

caminó de inmediato hacia ellos y se apuró a abrazar al pequeño contra su pecho. Las lágrimas recorrían su rostro, mientras la culpa lo comía por dentro. —¡Oh, mi querido nieto! ¡Me diste un gran susto! No obstante, ante tal escena tan conmovedora contrastaba la misma Anastasia, quien miraba con instinto asesino hacia Érica. Sentía una furia que crecía dentro de ella y necesita descargarla con alguien; de lo contrario, era muy probable que terminase haciendo combustión en ese mismo instante. Érica, por su parte, en cuanto vio la forma en que estaba Anastasia, retrocedió de golpe y comenzó a hablar en tono exigente. —¿Por qué me miras así, Anastasia? Al ver lo evasiva e incómoda que estaba

Erica, la ira de Anastasia volvió a incrementar. Levantó una mano y soltó una cachetada en toda la cara de Érica. El sonido de esta resonó por todo el lugar. Érica gritó mientras abría los ojos de par en par y corría hacia Noemí mientras lloriqueaba. —¡Ay! ¡Me pegaste! ¿¡Perdiste la cabeza, Anastasia!? ¡Mamá, me pegó! Noemí rodeó de inmediato a su hija con sus brazos de manera protectora. Se giró hacia Anastasia para arremeter: —¿¡Cómo te atreves a golpear a mi hija, Anastasia!? —Si no puedes cuidar a mi hijo, Érica, ¡entonces no te ofrezcas a hacerlo! No creas que no sé lo que intentaste hacer —replicó Anastasia mientras fulminaba a la otra mujer con la mirada.

—¡Maldita! ¿Tienes alguna prueba de que Érica extravió a tu hijo a propósito? — contestó Noemí a la defensiva, protegiendo a su hija. Franco sabía que él era quien tenía la mayor culpa en este accidente, así que caminó hacia las mujeres e intervino en la discusión. Su voz sonaba con mucha pesadez. —Anastasia, fue mi culpa. No responsabilices a Érica. Sin embargo, ella estaba tan consumida por su furia que mantuvo su mirada sobre la mujer mientras le advertía: —¡No te acerques de nuevo a mi hijo! Si te atreves a hacerlo o intentas herirlo de nuevo, ¡me aseguraré de matarte en ese mismo instante!

—Deja de hacer acusaciones sin razón alguna, Anastasia —replicó Érica, rehusándose a admitir que había hecho algo malo. Por su parte, Franco sintió que su corazón se quebraba al ver a sus dos hijas peleándose entre ellas. Se giró hacia Anastasia y comenzó a persuadirla: —Anastasia, todo es mi culpa. De verdad lo es. Te prometo que no volveré a apartar a Alejandro de mi vista nunca más. —Mami, no te enojes. No debí alejarme por mi cuenta —intervino Alejandro con un puchero. El enojo de Anastasia se calmó un poco al escucharlo. Lo que más importaba era que encontraron a su hijo a salvo, por lo que

apartó el resto de su furia y se giró para recoger a Alejandro de los brazos de Franco. —Papá, gracias por tu ayuda el día de hoy. Estoy segura de que todo esto ha sido una experiencia fuerte para Alejandro. Lo llevaré a casa por ahora. Tú también deberías volver y descansar. Después de eso, le lanzó una mirada breve a Elías y se dirigió para subirse al carro. Por su parte, Érica mantuvo sus ojos sobre Anastasia y fue hasta entonces que se dio cuenta de que un hombre la acompañaba. Sus ojos se abrieron por sorpresa cuando registró los rasgos de dicha persona. «¿Por qué luce parecido al hijo de Anastasia? ¿Será el padre del niño?». Para cuando Érica trató de analizar bien al hombre, él ya le había dado la espalda y todo

lo que ella pudo ver fue su silueta. Una vez que el carro de Elías se alejó, Franco suspiró aliviado y se dirigió hacia Noemí y Érica. —Vamos, regresemos a casa. Él no podía culpar de ninguna forma a Érica por lo sucedido con Alejandro. Después de todo, ella no tenía ninguna experiencia cuidando niños, así que, si bien había sido descuidada, no era del todo su culpa. Por su parte, Noemí estaba enfurecida de que su hija hubiese sufrido debido a la ira de Anastasia. «Ella no hizo nada malo. ¿Por qué tuvo que sufrir la cachetada de Anastasia?». Pese a todo, Érica era la única que sabía que sí tuvo intenciones de abandonar a Alejandro en ese lugar concurrido. De hecho, había deseado desde lo más profundo de su ser

que el niño fuese secuestrado. ¡Qué mal que el universo estaba en su contra! El muchacho había regresado enterito y sin rasguños. Por otro lado, y más importante, ella quería saber quién era el hombre misterioso. Solo pudo lanzarle una mirada, de la cual pudo corroborar que él tenía una elegancia innata, similar a la de un príncipe, y que, en definitiva, no era un Juan cualquiera. Elías detuvo el carro afuera del complejo de departamentos en donde vivía Anastasia. Al ver que había una farmacia a un lado, se dirigió hacia allá sin decir nada más, lo que dejó a la mujer perpleja mientras lo miraba alejarse. No pasó mucho tiempo antes de que Elías regresase, cargando consigo una bolsa. —Muchas gracias por lo que hizo el día de hoy, presidente Palomares. Se hace tarde; debería regresar —expresó Anastasia, siendo

honesta con su agradecimiento. —Los acompañaré a su departamento — ofreció Elías mientras los miraba. Anastasia se giró y se dirigió hacia el elevador, mientras Elías le seguía el paso. Subieron a su piso y al llegar a su departamento, ella abrió la puerta y encendió las luces. El pequeño se fue a sentar al sillón y lucía como un triste cachorrito esperando su regaño. —Mami, sé que hice mal. Por favor, ya no te enojes. —No estoy enojada, solo… exaltada. Estaba muy conmocionada y terminé actuando sin pensarlo —confesó ella. Sabía muy bien que su hijo la vio enfrentándose de forma violenta con Érica.

De repente, Elías se acercó para tomar su muñeca y la dirigió para sentarse sobre el sillón. Ella se sorprendió, pero antes de que le pudiese preguntar qué pasaba, él se hincó delante suyo. Tomó su pierna y fue en ese momento que Anastasia notó que tenía una herida con sangre que se extendía por todo el lugar. Como no la había atendido a tiempo, la sangre se había secado, pero la herida seguía ahí.

Capítulo 59 Quedar a mano —¡Mami, te lastimaste! —exclamó Alejandro preocupado ante la herida de Anastasia. «¿Él fue a la farmacia para comprar una pomada y vendas para mí?» pensó Anastasia, sorprendida. Observó cómo Elías aplicó el antiséptico a la herida antes de proceder a vendarla. Fue tan cuidadoso en el proceso, como si estuviese acostumbrado a hacerlo. No le tomó mucho tiempo para terminar de atenderla. Ante esto, Anastasia se tensó debido a que creía que él ya había hecho mucho por ella en esa tarde. —Gracias. —No se te olvide cambiar las vendas en los siguientes días —indicó Elías. Dejó las cosas

sobre la mesita de café frente a ellos. —Entendido. Gracias de nuevo —expresó Anastasia, pero sin animarse a verle a los ojos. No se atrevió al considerar la forma grosera en que se había comportado antes con él. Ese sentimiento solo empeoró cuando también recordó toda la ayuda que había proporcionado durante el día. —Gracias, señor galán —intervino Alejandro. Observó a Elías con muchísima gratitud. —De nada. Elías se agachó para acariciar en la cabeza a Alejandro, para después mirar hacia la mujer, quien aún tenía la cabeza gacha. Sin decir más, se levantó y se dirigió a la puerta para salir del lugar y fue hasta ese momento que al fin Anastasia pudo suspirar aliviada. Tomó a Alejandro en sus brazos y lo acercó lo más

que pudo hacia ella, tratando de calmar todas las emociones que aún podía sentir en su pecho. De igual forma, a manera de respuesta, Alejandro también la rodeó con sus brazos por su cuello. «Jamás dejaré a mi hijo con personas tan maliciosas como Érica y su madre de nuevo. Prefiero morir antes que tener que confiar en ellas». Esa noche miró a Alejandro dormir, aunque seguía sintiendo los escalofríos recorrerle la espalda. Estaba aterrada y sabía que no tendría fuerzas para seguir viviendo si algo le llegase a pasar a su hijo. Se recostó y tomó a su pequeño entre sus brazos. Lo rodeó de forma protectora. Aún sentía el dolor en su rodilla, por lo que dejó salir un leve quejido. Recordó que Elías se había quedado por mucho tiempo con ella

durante la noche mientras buscaban a Alejandro. Actuó como su chofer personal, yendo a gran velocidad de un lado a otro, y la apoyó cuando estuvo a punto de caer exhausta. De nuevo, volvió a sentir que la culpa la embargaba. Todo el tiempo lo trató como un puercoespín a un extraño; algo que, en retrospectiva, estuvo fuera de lugar. «Parece que tendré que ser más amena con él. ¿No mencionó algo de encontrarme con su abuela? Supongo que podría hacerlo para quedar a mano». Eso sería lo mejor. Ella podría ir a conocer a la señora Palomares y disuadirla de su idea de recompensar las acciones desconsideradas de Amalia de hace tantos años. Después de todo, Amalia no hizo nada más que su trabajo y su deber como una oficial de la ley cuando se sacrificó por el bien de Elías.

Franco se presentó por su cuenta al departamento a la mañana siguiente. En esa ocasión no lo acompañaban ni su otra hija ni Noemí, aunque sí traía consigo frutas y otros regalos. Al final, había entendido que Érica estuvo involucrada de alguna forma en la desaparición de Alejandro del día anterior. A pesar de eso, seguía siendo su hija, por lo que no podía ni imaginar que ella fuera capaz de planear algo tan cruel. —Déjalo ir, papá. Ya pasó, así que no tenemos que seguir hablando de esto — expresó Anastasia en tono consolador después de que Franco insistiera en seguir disculpándose. Franco no continuó hablando, pero todavía se podía notar la culpa en sus ojos. A esto, Alejandro también comenzaba a sentirse mal por el señor. Se acercó para sentarse a su lado y, con un tono serio, le aseguró:

—Nunca volveré a irme por mi cuenta, abuelo. Te lo prometo con una mano en mi corazón. —Eres un buen chico, Alejandro —murmuró Franco. Lucía más tranquilo mientras acariciaba la cabeza del niño. Mientras tanto, en la residencia de los Torres, Érica estaba tirada en su cama mientras le contaba a Helen sobre los sucesos del día anterior. Del otro lado de la línea, su amiga no pudo resistir sus comentarios venenosos cuando escuchó los detalles. —Esto no terminará bien para ti, Érica. Apuesto a que Anastasia te está dejando mal con tu papá en estos momentos y de seguro le está diciendo que tú dejaste que su hijo se perdiera a propósito. Quién sabe con cuánto de la fortuna familiar te dejarán después de

esto. Érica palideció cuando escuchó eso, pero no tardó nada en que una furia comenzase a nacer desde sus entrañas. —Si esa zorra se atreve a decirle aunque sea una sola palabra a mi padre, ¡la haré pasar por un inferno! —Anoche te golpeó enfrente de su papá, ¡así que no me sorprendería si decide contarle tonterías sobre ti! —expresó Helen con malicia debido a su rencor contra Anastasia. Érica pensó en la posibilidad de que eso sucediese y se dio cuenta de que sí podía suceder. «Es probable que Anastasia ya le haya dicho a mi papá lo horrible que soy. Antes si apenas yo le importaba algo a mi papá, pero ahora

será peor. ¡Tal vez ella lo llegue a convencer de que le herede toda la fortuna familiar y que me deje sin nada! ¿Qué haré entonces?». —No dejaré que se salga con la suya. ¡Anastasia no podrá detenerme! —De repente, un recuerdo se le vino a la mente, por lo que murmuró—: Vi que un hombre acompañaba a Anastasia anoche y, siendo sincera, él y Alejandro lucían similares, aunque no sé quién es. —Bueno, ¿me lo describes? —preguntó Helen. Tenía curiosidad por saber quién era el hombre misterioso en la vida de Anastasia.

Capítulo 60 Toma el día libre Helen estaba perdiendo el tiempo en su opulento chalé. Lucía, tal cual, la imagen del privilegiado despreocupado, con todo y vino rojo por la mañana, aún en su bata de dormir. Delante de ella se encontraba todo un desayuno preparado y variado que sus empleadas habían traído antes. Fue en ese momento que una llamada entrante interrumpió su conversación con Érica, por lo que se apresuró a excusarse: —Te marco después, Érica. Necesito tomar esta llamada. —Después de eso colgó para poner a Maya en la línea—. ¿Hola? —Señorita Sarabia, soy yo, Maya. —Maya, hiciste bien anoche. —Gracias, señorita Sarabia, pero hay algo

importante que necesito comentarle. Anastasia estaba con el presidente Palomares anoche. —¿Qué? —preguntó Helen, palideciendo. —Anastasia y yo teníamos que redactar un informe de evaluación anoche, pero el presidente Palomares también estaba ahí. Ambos se fueron juntos poco después. «Así que Elías era el hombre que acompañó a Anastasia anoche. ¿Él podría ser el hombre al que se refería Érica, el que se parece al niño de Anastasia? ¡Maldita sea! ¡Anastasia debió de actuar frente a él para ganarse su simpatía y que se comportase protector con ella!». Helen sentía un odio indiscutible contra Anastasia. Creía que ella trataba de quitarle a Elías, puesto que no podía descartar la posibilidad de que Anastasia se hubiese

convertido en una mujer avara y hueca en los últimos cinco años; aunque, siendo sinceros, ninguna mujer en su sano juicio podría rechazar a un espécimen tan perfecto como Elías. Helen apretó sus dientes y juró que no permitiría que Anastasia se saliera con la suya utilizando sus trucos sucios. «¡No te robarás a mi hombre!». Por su parte, Anastasia no apartó a su hijo de su vista en todo el fin de semana. Cuando al fin llegó el lunes, lo llevó a su escuela, en donde lo vio entrar con alegría. Hasta ese punto fue que ella se relajó. Al notar la hora, se apuró en dirigirse a la compañía. Bebió un poco de agua cuando entró a la oficina. Eran las 10 de la mañana, así que aprovechó y, armándose de valor, tomó el teléfono para marcar a la extensión del presidente. No esperó mucho antes de que una voz grave contestara del otro lado.

—¿Hola? —Soy yo, Anastasia. Yo… decidí que quiero conocer a su abuela. Ella se expresó con algo de resistencia y tropezando un poco con sus palabras. Después de lo de anoche, había decido ser más accesible con Elías. Por algunos segundos, no hubo respuesta del otro lado de la línea. Creyó que su corazón saldría volando de su pecho por la espera, pero al final pudo escuchar su respuesta. —¿Cuándo estás libre? —Estaré disponible siempre que sean antes de las 3 de la tarde —contestó, puesto que a esa hora tenía que recoger a Alejandro y no tendría tiempo en la noche tampoco.

—Muy bien, entonces iremos en este momento —confirmó con lentitud, su tono grave y seductor. «Espera, ¿qué? ¿En este mismo instante? ¡Es demasiado pronto!» pensó Anastasia, sintiendo que podía explotar en cualquier momento. —Pero tengo trabajo —replicó, aunque ella misma podía escuchar lo forzado que sonaba. —Entonces toma la mañana libre. —Pero yo… —¿Tendré que hacerlo por ti? —presionó, divertido. —No, está bien. Lo haré yo. —No quería importunarlo y tampoco se arriesgaría a que comenzaran a correr más rumores sobre

ellos. —Muy bien. Te veré en la entrada principal en diez minutos —confirmó con firmeza antes de terminar la llamada. De esa forma, Anastasia fue a la oficina de Fernanda para pedir el día. Explicó que su hijo necesitaba de su compañía debido al evento traumatizante del día anterior. Fernanda, como fue de esperarse, no la cuestionó y aceptó sin problemas. Por su parte, Maya se dirigió a la oficina de Anastasia, pero al llegar vio que guardaba sus cosas y se preparaba para retirarse. —¿Vas a un lado, Anastasia? —le preguntó con curiosidad. —Necesito salir por un rato. —Pero acabo de escribir este informe y

esperaba que pudieras revisarlo. —¡Déjalo en mi escritorio! —comentó mientras se apuraba hacia el elevador. Maya parpadeó y se apresuró a alcanzarla. —Te acompaño. De cualquier forma, iba en camino hacia abajo para un té. Ambas se quedaron paradas cerca de la entrada, aunque separadas. Maya jugaba con su teléfono a propósito mientras se escondía detrás de la puerta de vidrio. Observó que Anastasia se acercó a la calle cuando un carro familiar se aproximó. Miró a los lados para asegurarse de que nadie la estuviese viendo y se apuró a abrir la puerta del pasajero para entrar. Desde su posición detrás de la puerta de vidrio, Maya sintió cómo su boca se abría por completo.

«¿Anastasia saldrá en una cita con Elías durante el horario laboral?». Sin perder el tiempo, tomó una fotografía y la envió a Helen. Por su parte, ella se encontraba caminando por el centro comercial, puesto que encontraba consuelo en comprar porque sí. Escuchó que su teléfono recibió un nuevo mensaje y lo sacó para leerlo. Vio que era por parte de Maya y decía: «Señorita Sarabia, esta foto es de Anastasia entrando al carro del presidente Palomares. Parece que saldrán juntos en una cita».

Capítulo 61 La actuación de Helen «¡Anastasia no tiene vergüenza! ¡En verdad está seduciendo a Elías cuando debería estar trabajando!» pensó Helen, mientras se desvanecía su buen humor. Se mordió el labio y decidió que tomaría medidas desesperadas. Dejó sus compras y corrió hacia su carro para encenderlo. Miró hacia una pared del estacionamiento y, sin dudarlo, pisó el acelerador para estrellarse directo contra la estructura. El impacto hizo que se golpeara la cabeza contra el volante y el dolor que sintió fue tan intenso que tuvo que tomarse un tiempo para respirar y enfocarse. El carro estaba estrellado y era razón suficiente para llorar, así que Helen se preparó y tomó su teléfono para marcarle a Elías. En ese momento, él recibió su llamada, pero

como su teléfono estaba conectado al sistema del carro, el tono se escuchó por todo el vehículo, interrumpiendo el silencio de este. Anastasia ya se sentía algo intranquila y ese sentimiento solo aumentó al ver el nombre de Helen aparecer en la pantalla del carro. Se dio la vuelta para no observarlo, como si le ofendiese de gran manera. Elías dudó al ver su reacción, pero decidió contestar de todas formas. —Hola, Helen. ¿Qué pasa? —¡Choqué el carro, Elías! Estoy asustada. ¿Puedes venir a ayudarme, por favor? — indicó Helen entre sollozos y lloriqueos. —¿Estás herida? —preguntó Elías mientras reducía la velocidad del vehículo. —Mi cabeza me duele y siento que todo da vueltas. Elías, te necesito aquí. Duele

mucho… —sollozó. —Envíame la dirección, iré en camino — contestó Elías, sin saber que había hecho justo lo que ella quería. «Han pasado cinco años desde la última vez que nos vimos, pero incluso yo tengo que admitir que su acto de damisela en apuros es algo impresionante» pensó Anastasia con sarcasmo. De momento, Elías colgó la llamada y miró la dirección que Helen le había mandado. Se giró hacia Anastasia para preguntarle: —¿Te importa si tomamos una desviación? Ella se encogió de hombros, medio accediendo. Supuso que podría ir a ver cuánto daño había causado Helen. Elías condujo hasta el centro comercial más

grande y entró hasta el tercer piso del estacionamiento. El carro de Helen se encontraba destrozado contra la pared, mientras que la conductora descuidada estaba agachada al lado de este. Lucía como si intentase evitar que su cabeza se partiera a la mitad. Vio que Elías se acercaba a ella, pero no parecía para nada sorprendida que Anastasia estuviera con él. De inmediato, se abalanzó a sus brazos. —Al fin llegaste, Elías. «Y yo aquí creyendo que su cabeza estaría clavada y sangrando por el impacto, pero anda brincando como si todo estuviese bien. Es una lástima que su carro sea lo único que se dañó aquí» pensó Anastasia con amargura. —¿Qué estás haciendo aquí, Anastasia? — preguntó Helen, fingiendo estar sorprendida mientras apretaba su agarre en la cintura de

Elías. —Es vergonzoso reconocerte como una conductora, Helen. ¿Obtuviste tu licencia por medio de sobornos o algo similar? — comentó en burla mientras entrecerraba sus ojos. —¿Por qué tienes que ser tan mala, Anastasia? —sollozó Helen mientras se mordía el labio y veía a Anastasia con sus ojos enrojecidos. —¿Oh, estoy siendo mala? ¿No? Me imaginé que habías perdido un brazo o una pierna debido al choque. ¡De hecho, estaba a punto de encender los fuegos artificiales para celebrar el hermoso momento de tu fatal accidente! Al escuchar eso, Elías frunció y le lanzó una mirada. Él concordaba que las palabras de

Anastasia estaban fuera de lugar. —Anastasia, tú… Los ojos de Helen estaban muy rojos. Parecía que intentaría reincorporarse, pero una mano se posicionó sobre su frente, a lo que ella se tambaleó y se apoyó sobre Elías. Con sus reflejos entrenados, él reaccionó y la tomó con firmeza. Algo preocupado, le preguntó: —¿Qué pasa, Helen? —¡Solo está actuando! No le pasa nada — intervino Anastasia con sarcasmo. Podía ver de inmediato lo falsa que era. —¿Tal vez podrías dejar de hablar por un momento? —comentó Elías entre dientes, algo enojado.

Anastasia se mordió adentro de la mejilla. Se rehusaba a quedarse y mirar como Elías mimaba a Helen. Volteó sus ojos y dijo: —Entonces me voy. —No te vayas —llamó Elías. «¿Qué? ¿En verdad tienes tiempo para llevarme con tu abuela?» pensó Anastasia mientras se detenía y se giraba para lanzarle una mirada. Elías agachó su vista hacia Helen y murmuró: —Helen, Ray está en camino para acá. Le pediré que te lleve al hospital para que te hagan una revisión completa, ¿está bien? Si el doctor dice que no hay ningún problema, regresa a casa y descansa un poco.

Capítulo 62 Mentiras —No, Elías… Quiero que me lleves al hospital —dijo Helen con un puchero. Afianzó su agarre sobre Elías, actuando como un niño aterrorizado por perder el afecto de alguien. —No puedo ir contigo porque hay cosas que tengo que hacer. Sé buena y deja que Ray te lleve al hospital —reprimió Elías con paciencia. —No. Quiero que vayas conmigo. De lo contrario, no me moveré en absoluto — lloriqueó con mucha terquedad. Él frunció, pensativo. Era posible que ella estuviera impactada por el accidente, así que tenía sentido que le pidiera que la acompañase al hospital y que se quedara con ella; sin embargo, mientras él consideraba esto, Anastasia, de forma repentina, replicó:

—Entonces no vayas al hospital y ya, Helen. El presidente Palomares y yo aún tenemos cosas que hacer. ¡Vámonos, presidente! ¡Tenemos que retirarnos! El pecho de Helen comenzó a subir y bajar de modo errático al escuchar eso. Temblorosa, comenzó a gruñir. Sus ojos se voltearon y sus piernas colapsaron. Fue gracias a que tenía a Elías a un lado, y que él tomó con rapidez, que no cayó al suelo. La cargó en sus brazos y la llevó al asiento trasero de su carro. —Te llevaré al hospital, Helen. —Se volteó hacia Anastasia, quien permanecía firme en su lugar, y le dijo—: ¿Puedes pedir un viaje hacia la compañía? Ella observó al carro retirarse a toda velocidad del estacionamiento, dejándola atrás. Suspiró con pesadez y se dirigió hacia

la oficina. Mientras tanto, en un hospital privado manejado por el Corporativo Palomares, Helen recibió atención y se le hicieron múltiples exámenes. Se concluyó que, fuera del impacto del accidente y una concusión, se encontraba bien. El doctor indicó que requeriría de unos pocos días de descanso. —No te preocupes, solo tendrás que quedarte aquí por unos días para observación —consoló Elías a su lado al ver el golpe en su cabeza y su rostro pálido. —Elías, ¿qué hacías con Anastasia? ¿Tenían asuntos de trabajo o algo? —preguntó Helen, luciendo modesta sobre la cama y fingiendo curiosidad. —Íbamos camino a la residencia Palomares para que conociera a mi abuela —contestó, negando con la cabeza.

—¿Por qué quieres que conozca a tu abuela? —preguntó Helen, sorprendida. —Me secuestraron cuando era un niño y fue la mamá de Anastasia quien se sacrificó para rescatarme. Mi abuela siempre ha querido pagar esa acción desde entonces —explicó Elías con franqueza. —¿Qué? ¿Tú eres el niño que la mamá de Anastasia salvó en aquel entonces? Anastasia y yo fuimos compañeras de clase desde la primaria hasta la preparatoria. Escuché sobre cómo su mamá murió en la línea del deber, pero nunca me imaginé que tú fueras la persona a la que ayudó. Su madre era una mujer desinteresada. Siempre la admiré — expresó Helen. —¿Algo pasó entre Anastasia y tú? — preguntó Elías con curiosidad.

Sabía que Anastasia guardaba recelo contra Helen, al punto que su odio por ella era más que evidente. Helen ya había pensado en una respuesta desde hacía mucho tiempo. Suspiró con pesadez para comenzar a mentir: —En una ocasión, Anastasia vino a rescatarme cuando alguien quería abusar de mí, pero al final, ella fue quien terminó siendo abusada en mi lugar. Desde entonces me guarda rencor por lo sucedido. —¿Abusada? —preguntó Elías, palideciendo ante esto. Se preguntó si Helen se pudiese referir a otro tipo de abuso. —Si, algún prostituto terminó violándola. Fue por mi culpa que ella tuvo que sufrir algo tan horrible como eso —expresó Helen entre sollozos culposos. Cubrió su rostro con sus manos y, con dolor, murmuró—: Nunca podré

compensarle por eso, ni siquiera si pasase el resto de mi vida tratando de expiar mis errores. «¿Anastasia fue abusada por un hombre antes?» pensó Elías mientras sentía cómo su corazón se aceleraba. —¿Estás segura de que ella…? No pudo terminar su oración y solo se quedó mirando hacia Helen. No estaba dispuesto a aceptar lo que acaba de oír. Helen asintió con lágrimas en sus ojos y comentó: —Sí, su castidad fue tomada de una ruin manera aquella noche, contra su propia voluntad. Fue su primera vez y yo… Fue abusada por mi culpa y nunca se lo podré compensar. Ella me odia por ese evento tan horrible y me merezco que lo haga por el resto de nuestras vidas.

Mientras decía esto, Helen pensaba otra cosa totalmente opuesta. «Nada más necesito que Elías sepa que Anastasia no es ninguna mujer virtuosa y pura. Ahora, sin importar lo bella que sea, ¡siempre será mercancía usada para él!». Elías, por su parte, sentía como si hubiese sido sacudido por un terremoto. Estaba tan impactado que sus atractivas facciones estaban congeladas y sus ojos abiertos de par en par, mientras contemplaba lo que acaba de enterarse. —Es justo que me repudie. No hay nada que pueda hacer para redimirme por esto, Elías. Sé que yo experimenté lo mismo que ella, pero tuve la fortuna de que estuvieses dispuesto a hacerte responsable. No puedo decir lo mismo por Anastasia. Ella se

encontró con una sabandija que se aprovechó de ella y luego la abandonó una vez terminó con ella. —¿Eso significa que el niño es del prostituto? —preguntó Elías en voz baja, mientras apretaba su puño sobre su rodilla. «No puedo creer que sufriera algo como eso».

Capítulo 63 Cambio de planes —No tengo idea. Ella se fue del país después de ese día y perdimos contacto desde entonces —explicó Helen mientras negaba con la cabeza. Después, levantó su mirada hacia Elías, algo nerviosa, y le dijo entre lágrimas—: Elías, debes prometerme que no le dirás nada a Anastasia. No quiero que despierte antiguos demonios de su pasado, ¿sí? Además, si se entera de que te conté, solo me odiaría más por eso. Elías sabía que algo tan horrible como eso debía ser traumatizante para cualquier mujer. Asintió y, en un arrebato de compasión, dijo: —Prometo que no le mencionaré nada de esto. Helen comenzó a sollozar con su cara hundida entre sus manos, aunque en

realidad estuviese sonriendo, tal cual una villana. «Ahora que Elías sabe sobre tu oscuro pasado, ¿aún querrá estar con alguien tan sucia como tú, Anastasia?». —Vamos, deja de llorar y descansa un poco. Regresaré a la oficina —comentó Elías mientras le daba unas palmadas en el hombro. —No te vayas. ¿No te puedes quedar conmigo un rato más? —preguntó Helen mientras le tomaba de la camisa y le miraba con lástima. Apenas se había levantado, pero como Helen le pidió que se quedara, le hizo caso y se sentó de nuevo. La conversación le hizo recordar aquella fatídica noche de hace cinco años, cuando había estado tan fuera de sí

que terminó aprovechándose de Helen como si fuese un monstruo. Todavía podía escuchar sus sollozos, le perseguían desde aquel entonces. Eran sonidos y tonadas que llegaban de la nada. También podía sentir cómo se resistía, tratando de liberarse; pese a todo, nunca se detuvo. La apresó contra su voluntad y abusó de ella. —Aquella noche… También fue mi primera vez, Elías —murmuró Helen con timidez mientras le miraba tratando de lucir tierna. —Lo sé —contestó con gentileza mientras le asentía. En aquel momento notó las gotas de sangre en el sillón después de que se despertó. Al pensar en eso, solo hizo que quisiera compensarle aún más. —Elías, yo… yo quiero ser tu mujer —añadió con franqueza. Abandonó toda sutileza y confesó sus sentimientos por él.

—Hablaremos de esto después de que te mejores. Tengo muchas cosas ocurriendo en este momento —respondió firme, pero con una mirada cálida. —Elías, por favor, no me rechaces. Sé que no soy hermosa, pero… yo te quiero. —Ella pudo captar su rechazo detrás de sus palabras escogidas cuidadosamente, pero eso no la detendría. En ese instante, el teléfono de Elías sonó, así que se levantó para salir del cuarto. —Tengo que contestar. Helen observó su figura alta y recta marcharse del cuarto. Frunció, decepcionada, pero no perdía la esperanza de algún día llegar a ser su mujer. Por otro lado, la persona que había llamado era Eva. Ella había

esperado por mucho tiempo a que Anastasia llegara, pero cuando la invitada de honor nunca se presentó, comenzó a preocuparse y decidió llamar a su nieto para que le diera una explicación. —Elías, ¿por qué no ha llegado aún la señorita Torres? —Algo pasó camino para allá, abuela. Iremos a verte mañana. —¿Qué pasó? —Algo que tiene que ver conmigo. —¡Bueno! Vengan mañana temprano. ¡Mejor aún, deberíamos comer juntos! —Muy bien, me encargaré de eso en este momento —respondió Elías con respeto.

Colgó la llamada y se detuvo por un instante. Se giró para regresar al cuarto del hospital. Una vez abrió la puerta, se dirigió hacia Helen y le avisó: —Me necesitan en la oficina, así que me retiraré por ahora. Descansa. —Muy bien —comentó Helen, sin atreverse a forzarle a quedarse con ella. Elías asintió, aliviado, y se retiró del hospital. Mientras tanto, Anastasia había regresado a la compañía, pero todo el viaje le había tomado dos horas de su tiempo. Debido a eso, comenzó de inmediato a revisar los documentos y atar todos los cabos sueltos en la oficina; sin embargo, apenas había comenzado cuando su teléfono sonó. Contestó la llamada y preguntó: —Hola, ¿quién habla?

—Soy yo —contestó Elías. —Oh, miren quien volvió. ¿Helen al fin le dejó ir? —preguntó Anastasia mientras levantaba una ceja. —Reorganicé tu reunión con mi abuela para mañana. —Bueno, entonces, mientras haya hablado con ella. De cualquier forma, tengo trabajo que hacer en este momento. —Me gustaría invitarte junto con Alejandro a cenar —ofreció Elías de repente. —No, gracias. Anastasia no estaba de humor para seguir entreteniéndolo por más tiempo, sobre todo después de haberlo visto tan meloso con

Helen en el estacionamiento. Si era honesta, ella odiaba a Helen profundamente. Alguna vez fueron tan cercanas como hermanas, pero era obvio que esa amistad nunca fue más que un chiste para Helen. Ella no dudó en traicionarla por la espalda a la primera oportunidad que tuvo y dejarla a morir en el abismo. Si Alejandro no existiese, Anastasia no podría imaginarse qué la hubiera podido salvar de la agonía que procedió al incidente que la dejó marcada. Hubiera caído en la depresión y el odio. Jamás había olvidado, ni olvidará nunca, cómo aquel hombre, esa sabandija quien era el mismo diablo, la desgarró de una forma brutal aquella noche. Siempre recordaba que en ese instante pensó que moriría.

Capítulo 64 Ir por la cena Cuando al fin dieron las 4:30 de la tarde, Anastasia tomó su bolsa y dejó la compañía diez minutos antes de lo usual. Esperaba poder tomar un taxi a las afueras del edificio; sin embargo, por alguna razón, no había ninguno en el área. Estuvo a punto de caminar hacia la parada de los autobuses cercana cuando vio un carro familiar acercarse a ella. Una de sus ventanas se bajó para dejar ver al conductor del vehículo, quien la observaba con una mirada penetrante mientras le decía: —Súbete. —No, gracias. Anastasia rechazó la oferta con un movimiento de su mano. Prefería tomar el camión; no obstante, el hombre detuvo el

carro y abrió la puerta para salir y aproximarse a ella. Sin saber lo que planeaba, y antes de que pudiese reaccionar, Anastasia vio como abrió la puerta del copiloto y la tomó de la muñeca con rapidez. Sin decir ni una palabra, la empujó hacia adentro. —¡Oiga! ¡No quiero subirme a su carro, Elías! —Se quejó Anastasia. Nunca le había tocado lidiar con una persona tan insensible como él. Elías la ignoró y, una vez que Anastasia ya se había acomodado dentro del carro, aunque algo reacia, cerró la puerta del vehículo y presionó un botón en su llave. Con esa acción había cerrado con seguro las puertas, ocasionando que ella no pudiera escapar. Ella lo observó con ojos angustiados, mientras él comenzaba a subirse al asiento del pasajero. Sin hacerle caso a su mirada fulminadora, Elías arrancó el carro con elegancia y se

alejaron del edificio. Anastasia se rindió y se abrochó el cinturón; después de todo, ya no había tiempo para perder debido a que ya se había hecho tarde para ir a recoger a Alejandro a la escuela. —El que sea mi jefe y me haya ayudado mucho antes no significa que tenga el derecho para faltarme al respeto de esta forma —reclamó Anastasia, irritada. —Hubiera sido más razonable si tú hubieras actuado con más obediencia —contestó Elías con seriedad mientras mantenía sus ojos sobre el camino. —¿Y qué ha hecho para merecer mi obediencia? —cuestionó Anastasia, incrédula. —Nunca he sido bueno manejando el rechazo —explicó Elías a secas mientras le

lanzaba una mirada de reojo. Ella sintió la necesidad de bufar en su cara, puesto que, como se esperaba, no había modo de hacer entrar en razón a ese hombre. Decidió cambiar el tema y, en un tono malicioso, terminó preguntando: —Así que, ¿cuáles fueron los daños ocasionados por su novia? ¿Ahora es una idiota certificada? —Helen no es mi novia. Solo es alguien por quien me preocupo —contestó Elías sin dejar que le afectara. —No sea así. Puede admitir que están juntos de manera romántica. Los he visto abrazarse y todo eso —bufó Anastasia. —Eso es entre ella y yo —comentó, frunciendo. Por alguna razón, no estaba de

humor para compartir los detalles de su relación con Helen. —¡Bueno! Entonces, es más que se acostó con ella, ¿cierto? Anastasia no perdió el tiempo para ir al punto. Él se limitó a tensar su postura y retirar toda su mirada de ella, como si así también pudiese evadir su pregunta. —¿No sabe si se acostó con ella? —presionó Anastasia. No quería que dejarán ir este tema. «¿Estará intentando mostrarme lo inocente que es? ¿Por qué no admite que sí han dormido juntos?». —No quiero hablar de esto —contestó con firmeza.

—No sea así. Hágase responsable de sus acciones. Todos los hombres son basura. —Se quejó Anastasia. No obstante, Elías no se dejó llevar por sus palabras. Sabía que la hostilidad de Anastasia estaba justificada. —Oye, no nos generalices de ese modo — comentó sin saber qué más decir. Anastasia mordió su labio y se quedó callada. La situación le había recordado a su propio problema. Al menos Elías estaba dispuesto a hacerse cargo de Helen después de dormir con ella. Esto significaba que él era un hombre de principios. «¡Mientras tanto, espero que la sabandija que me arruinó hace cinco años se pudra en el infierno!».

No tardaron en llegar a las puertas de la escuela. Anastasia se bajó del carro y entró al edificio para recoger a su hijo. Elías los esperó en la entrada. No les tomó mucho tiempo para volver. Ella abrió la puerta trasera para que su pequeño se subiera. —Hola, señor Palomares —saludó el niño una vez estuvo dentro. Elías se giró para revisar al pequeño, quien lucía adorable y arreglado con su uniforme. No pudo evitar imaginarse lo perfecto que se volvería su vida si tuviese un hijo de la edad de Alejandro. De repente, sintió unos celos contra Anastasia. Dejó eso de lado y condujo hacia el restaurante, en donde ya tenía reservado un lugar. Atrás de él, Alejandro le contaba a su mamá sobre todo lo que ocurrió en el día. Su mayor logró fue el primer lugar en comer. Anastasia estaba más que feliz cuando escuchó eso y le besó la frente con

gentileza. —¡Buen trabajo, cariño! Sigue haciendo tu mayor esfuerzo. —¡Muy bien! —contestó Alejandro con decisión. Una vez estuvieron sentados en la mesa del restaurante, Anastasia comenzó a ordenar con rapidez. Durante la cena, ella mantuvo un ojo sobre Alejandro todo el tiempo para asegurarse de que comiera sin hacer desastres. Ella era una mamá, después de todo, y sus instintos maternos no le permitirían disfrutar su comida sin antes asegurarse que su hijo comiera bien. De lo contrario, ella permanecería preocupada durante toda la cena. En otra mesa, no muy lejos de ellos, se encontraba la jovencita que había humillado

a Anastasia durante la exhibición de joyería del otro día. Esta joven se había hecho amiga de Helen, quien se había hecho popular entre las otras damas y jóvenes del evento de élite después de que se nombrara a sí misma como la cita de Elías; pues al final de todo, era su intención escalar entre las altas élites de la sociedad. La joven reconoció de inmediato a Anastasia, ya que desde la exhibición se había sentido celosa de ella. «Él se encargó de cuidarla durante la exhibición y ahora aquí está con ella de nuevo, cenando en privado. Por otro lado, ¿quién es ese niño? ¿Sería el sobrino de Elías? ¡Al juzgar por su parecido sí deben de estar relacionados de alguna forma!».

Capítulo 65 Astrafobia La joven tomó unas fotos más y se las mandó todas a Helen junto con un mensaje que decía: «¡Señorita Sarabia, me imagino que querrá cuidar de cerca a su hombre porque esta mujer aquí está tratando de seducirlo!». Helen estaba descansando en el cuarto del hospital y viendo unos videos en su teléfono cuando recibió un nuevo mensaje. Al ver las imágenes de Anastasia y Elías, sus ojos se abrieron de par en par, incrédula, además de que comenzaba a crecer una furia interna en su pecho. «¡Anastasia se llevó a Elías a una cita junto a su hijo!». Aún enojada, se preguntó si el plan de

Anastasia era que Elías se convirtiera en el nuevo padre de su hijo. Una madre soltera como ella tenía pocos prospectos para conseguir esposo y era muy probable que ella estuviese usando el sacrificio de Amalia de todos esos años atrás para forzar a Elías a casarse, disfrazándolo como si fuese el pago de esa acción desinteresada. «Y no solo eso, ¡también está intentando que Elías acepte a su hijo!». Helen pensó que ya había descubierto todo el plan de Anastasia y estaba decidida a no dejarla triunfar con él. Parecía que ya era hora para que Helen se acercase a la familia de Elías e informarles que ella le había dado su castidad a Elías para sacarlo de un aprieto. Mientras tanto, en el restaurante, Elías era la viva imagen de la elegancia al beber su vino rojo. Las sombras y luces del sitio acentuaban

sus rasgos delicados y definidos. Miró a Alejandro al otro lado de la mesa. En ese momento, sentía que había conocido a ese niño en situaciones muy específicas, lo que de forma inevitable le había llevado a generar un afecto especial por el pequeño. Alejandro se sentía del mismo modo. Se había encontrado con Elías pocas veces, pero ya confiaba en él y lo veía como un lugar seguro. Para él, Elías era un hombre en quien podía confiar. Era extraordinario que un niño como Alejandro, quien no tenía hermanos, confiara en alguien con quien no vivía. —Gracias por invitarnos —expresó Anastasia después de la cena y una vez Elías los dejase en su departamento. Después de eso, tomó a Alejandro de la mano y comenzó a guiarlo a la casa. —Mami, como el señor Palomares nos invitó

a cenar, ¿no deberíamos, al menos, ofrecerle té en nuestra casa? —preguntó Alejandro de repente. Anastasia se congeló ante eso. No tenía ninguna intención en pedirle que subiera con ellos a tomar té; sin embargo, como Alejandro ya lo había mencionado, parecería grosera si no le extendía la invitación a Elías. —¿Le gustaría pasar por una tacita de té? — preguntó mientras se giraba hacia él. Ella asumió que los rechazaría, debido a que tenía un horario ocupado y eso, por lo que actuó por pura cortesía y para que su hijo no le reprochara por ser una mala anfitriona; sin embargo, lo que nunca se esperó era que Elías apagase su carro y saliera de este. Vio como su silueta alta y recta se acercó a la entrada del edificio, a lo que Anastasia comenzó a sentirse presionada.

«¡No le debí preguntar!» pensó enojada y arrepentida de su decisión. —Supongo que puedo acompañarlos con una taza de té. —¡Señor Palomares, puede venir a mi casa hasta por un vaso de agua si quiere! — ofreció Alejandro, saltando de la alegría. Y fue así cómo Anastasia terminó por llevar a un hombre a su casa. Buscó por toda la cocina por alguna taza adicional, pero al no encontrar ninguna, tuvo que conformarse con utilizar la tacita para agua de Alejandro, la cual tenía dibujos y caricaturas en ella. Cuando se la entregó a Elías, le dijo: —Espero que no le importe usar la tacita de mi hijo.

A él no le incomodó en lo absoluto y bebió de ella. Mientras tanto, el pequeño se encontraba jugando con unos bloques al lado del sillón. Elías miró de reojo hacia las cajas de juguetes amontonadas cerca de ellos y notó que no parecían ser baratas. De inmediato supuso que habían sido regalos de Miguel. Sin pensar mucho en ello, regresó su atención hacia Alejandro, quien parecía muy enfocado en los bloques. Su mirada seria se había disipado para ser reemplazada por una cálida y compasiva. Afuera parecía que llovería pronto. Anastasia estaba metiendo la ropa lavada del balcón; sin embargo, mientras caminaba por la sala, una prenda rosa cayó del montón que tenía en sus brazos. Ella no lo notó, pero sí lo hizo Elías con sus ojos de águila. La prenda rosa era una ropa interior femenina. Él se levantó del sillón y recogió la ropa para seguir a Anastasia y decirle:

—Oye, se te cayó esto. Ella se dio la vuelta y sus bonitos ojos se abrieron un poco cuando notó la ropa interior en su mano. Se apuró a acercarse y tomarla. Se sonrojó un poco mientras le agradecía. En ese momento, un destello morado brilló a través del cielo oscuro y fue seguido por el sonido ensordecedor del trueno. Alejandro abandonó sus bloques para tapar sus oídos con ambas manos. —¡Mami! —Su gritó se escuchó desde la sala. Elías fue de inmediato hacia el sillón, en donde encontró al niño luciendo aterrado por completo. Lo tomó en sus brazos y lo acercó a él. El pequeño se acurrucó contra el pecho definido de Elías, haciéndose pequeño en su abrazo, como si tratase de esconderse de los truenos. Fue esa escena la que pudo

observar Anastasia cuando salió de su cuarto. Otro fuerte trueno se escuchó del cielo y, en esa ocasión, fue seguido por una fuerte lluvia. El cielo se tornó gris y el agua caía sobre todo el balcón. Mientras Anastasia revisaba el panorama a través de la ventana, un nuevo relámpago destelló a través del cielo. El trueno que le siguió fue escandaloso y fuerte, lo que causó que ella se cubriera sus oídos. Se encogió y parecía aterrorizada también. En ese momento, Alejandro apretó su agarre sobre Elías, luciendo igual que su madre. Con el corazón hundido en su pecho, Elías se dio cuenta de que, tanto madre como hijo, ambos tenían un temor mortal y compartido a las tormentas eléctricas.

Capítulo 66 Jugar a la casita —Le conseguiré un paraguas —ofreció Anastasia al notar que la lluvia no se detendría pronto. —Pasaré la noche aquí —contestó Elías con un tono firme, aunque algo divertido. —¿Por qué? —cuestionó Anastasia, sorprendida. —Porque Alejandro me necesita. Como para dejar su punto claro, Elías acarició la cabeza de Alejandro con su mano, actuando como si fuera alguna divinidad guardiana. El pequeño levantó la mirada hacia él y, con una expresión suplicante, pidió: —Señor Palomares, a mi mami y a mí nos

aterran los relámpagos y los truenos. ¿Puede quedarse, por favor, y mantenernos a salvo? —De ninguna manera, Alejandro. Soy más que capaz de cuidarte durante la tormenta — intervino Anastasia de inmediato. —¡Pero a ti también te dan miedo los truenos, mami! —replicó Alejandro, exponiéndola sin ninguna consideración. —No me dan miedo, solo… Pareció que el universo estaba en su contra porque, mientras se intentaba explicar, otro grupo de relámpagos destellaron por el cielo y la noche. Como siempre, fueron seguidos por fuertes truenos que resonaron por todo el lugar. Ella tembló mientras se cubría sus oídos. Se esperó a que el trueno pasase para mirar a Elías. Alcanzó a ver como sus ojos brillaban divertidos por la situación. Se

sonrojó y, entre dientes, dijo: —Lo que quiero decir es que no se puede quedar aquí. No es lo más conveniente para ninguno de nosotros. —Me retiraré en cuanto los truenos se detengan —insistió él. —Está bien. No es como si pudiera volver a su carro, de cualquier forma, considerando la tormenta de afuera. Anastasia accedió, resignada, al ver cómo Alejandro se aferraba a Elías. Tomó a Alejandro y salió de la sala para dirigirse a su cuarto. Cuando entró, vio la ropa interior de antes y se sentía como una bufona. «¡De todo lo que se pudo haber caído del montón de ropa, tuvo que ser la ropa interior!».

Los truenos no cesaban y la tormenta afuera continuó. Incluso hubo una alerta de clima y se les solicitó a todos que se quedasen seguros en sus casas porque la tormenta continuaría toda la noche. «No puedo dejar que se quede toda la noche, ¿no es así? Si la gente se llega a enterar de que pasó la noche en mi casa, ¡los rumores y los chismes se esparcirán como pan caliente!». Peor aún, no tenía cómo acomodarlo dentro de la casa. El departamento tenía espacio limitado y no había ningún cuarto adicional en donde Elías pudiera quedarse. Las únicas camas eran las de Alejandro y la suya. Por fortuna, los truenos fueron menguando y la tormenta se fue calmando. Anastasia se llevó a Alejandro al baño para

que lo pudiera preparar para la cama. Poco después, ella salió de ahí con la mayor parte de sus ropas empapadas debido a la ducha del pequeño. Dejó a Alejandro en la sala y decidió que ahora ella se metería a bañar. En ese momento, su teléfono sonó con una nueva notificación, pero fue su hijo quien se acercó a revisarlo. —¡Es un mensaje del señor Miguel! — exclamó con sorpresa y alegría. Elías entrecerró los ojos mientras se agachaba para leer el mensaje de Miguel. Era obvio que lo había mandado preocupado, puesto que decía: «Anastasia, ¿Alejandro y tú se encuentran bien? ¿Necesitas que vaya a hacerles compañía?». Alejandro no sabía cómo contestar el texto,

así que dejó el teléfono y se puso a jugar con sus Legos de nuevo. Elías tomó el celular rosa entre sus largos dedos para comenzar a escribir una respuesta. «No es necesario». No obstante, eso no detuvo a Miguel y continuó entusiasta. «Sabes que me importan tú y Alejandro, Anastasia. Iré en este momento, ¿qué te parece?». «No puedes venir. No sería correcto que vinieras en este momento». Elías le respondió, pero era notorio que su mirada se ensombrecía entre más insistía el otro. «¿Por qué no sería correcto? Me llegué a

quedar muchas veces en tu casa cuando estábamos en el extranjero, ¿te acuerdas?». «¿A cuál base llegaron? ¿Hasta qué nivel llegaron?» se preguntó Elías. Su expresión era tan sombría como la tormenta de afuera. Antes de que pudiese contestar, llegó otro texto de Miguel. «Anastasia, todo lo que necesitas hacer es decirme que sí y sería más que feliz en cuidar de ti y de Alejandro por el resto de nuestras vidas. Los protegería a ambos y sería el lugar más seguro para los dos». La confesión sincera de su primo hizo que Elías se quisiese morir por dentro. Hizo una mueca de desagrado y dejó el teléfono sobre el sillón. Ya no leería más. Se levantó y analizó el departamento con algo de interés. Cuando llegó al cuarto de Alejandro, vio que

tenía fotografías en un estante. Una de ellas tenía a Anastasia y Miguel con él. Alejandro se encontraba sobre los hombros de él y cualquiera que no los conociese podría pensar que se trataba de una foto familiar. La mirada de Elías se ensombreció, pero fue justo en ese momento que Alejandro entró cansado al cuarto. Se estaba frotando los ojos mientras le comentaba: —Quiero ir a la cama, señor Palomares. —Ven aquí. Elías se agachó y lo tomó en sus brazos. Similar a como si lo hubiese tomado su madre, Alejandro se relajó y se quedó dormido mientras Elías lo acurrucaba. En ese momento, Anastasia había terminado de lavarse y secarse el pelo. Salió del baño y

pudo ver a su hijo dormido, recostado sobre Elías. Se congeló, ya que opinaba que él de verdad había hecho muchas cosas por ellos esa tarde, tanto que ahora se había convertido en un niñero repentino en unas cuantas horas. Al notar que ella se acercaba, Elías se llevó un dedo a sus labios, indicando que se mantuvieran en silencio o despertarían al niño dormido. Ella entendió el mensaje y apuntó hacia el cuarto de Alejandro antes de murmurar: —Llevémoslo a su cama. Elías la siguió hacia el cuarto mientras cargaba al pequeño. Al llegar ella tomó al niño de sus brazos. La cercanía hizo que él pudiera oler su placentero aroma y no pudo evitar tensarse ante la corriente eléctrica que sintió recorrer por todo su cuerpo. Una

urgencia salvaje se apoderaba de él al registrar el carisma natural y seductor de la mujer. Sintió que su corazón se aceleraba.

Capítulo 67 Urgencia salvaje Elías se sentía en un trance mientras observaba a Anastasia cargar a Alejandro cerca de ella antes de dejarlo en su cama. Era probable que el pequeño estuviese muy cansado, puesto que, en cuanto tocó la almohada, encontró una posición cómoda y de inmediato se quedó dormido. Anastasia arropó a su hijo y le hizo un gesto a Elías para salir en silencio del cuarto. Siguió sus instrucciones y se encaminó para salir del cuarto con ella detrás de él. Después de cerrar la puerta, suspiró un poco y le dijo: —Gracias por lo de esta noche. —¿Cómo me agradecerás? —preguntó Elías. Su voz sonaba grave y magnética mientras la veía con curiosidad.

Ella frunció. Sus bonitos ojos destellaban con incredulidad mientras pensaba: «¿Cómo puedo agradecerle de otra forma que no sea decirle gracias y ya?». —Ahh… ¿Pudiera comprarle un almuerzo o algo si quiere…? —sugirió insegura de si a eso se refería el otro. —Oh, no hay necesidad de eso —contestó él sin darle importancia. «Qué bueno. No tengo tiempo de hacer eso, de cualquier forma» pensó ella con un suspiro. Su teléfono vibró en ese momento y ambos se giraron para mirarlo. Aunque estuviesen lejos, Elías pudo ver que quien llamaba era Miguel debido al identificador del teléfono. Anastasia se acercó y lo tomó. El único lugar

privado que quedaba en el departamento era su cuarto, por lo que se dirigió hacia allá para contestar la llamada, aunque dejó la puerta entreabierta. —Hola, Miguel. ¿Qué sucede? —¡Anastasia, déjame ir y quedarme con ustedes esta noche! —ofreció Miguel con alegría e insistencia desde la otra línea. —¿Por qué harías eso? ¿No estás viendo lo brutal que está afuera? ¡Terminarás empapado hasta los huesos antes de que llegues a tu carro! —Pero estoy muy preocupado por ti y Alejandro. Sé que a ambos les aterran las tormentas eléctricas. Anastasia se preocupó cuando recordó que Elías aún seguía en el departamento. Se

apuró a contestar: —No, no, no. No vengas. Alejandro y yo estamos a punto de irnos a acostar. Muy bien, sería todo. ¡Adiós! Después de eso colgó y se giró, pero se topó con Elías. Fue similar a encontrarse con un fantasma, ya que pareció que solo se materializó de la nada. Estaba parado justo detrás de ella, viéndola como si la estuviese analizando. —Presidente Palomares, usted… «Cielo santo, ¿por qué me tuvo que asustar así?» pensó mientras le miraba, parpadeando con incredulidad. —¿Te has acostado con Miguel? —exigió Elías sin ningún decoro.

«¿No sabe que es grosero indagar eso?». Ella se le quedó viendo con la boca abierta. La había dejado sin palabras. Él no tenía el derecho de preguntarle sobre su vida personal, aunque, de cualquier forma, fue franca y le contestó: —No. ¿Por qué? —¿Qué tan íntima eres con él? —Continuó presionando. Era como si tuviese que llegar al fondo de ese asunto. Anastasia decidió ser paciente con él, debido a toda la ayuda que le había dado hasta ese punto. —Nos hemos abrazado como amigos si eso es lo que quiere saber. —¿Se han besado? —preguntó, siendo más

específico entre más avanzaban. «¿Por qué debería contestarle todo? Además, este sujeto se está volviendo más y más peligroso con cada minuto que pasa. ¡No puedo dejar que se quede más tiempo!» pensó mientras parpadeaba con rapidez, como si no fuese capaz de procesar que esa situación se estuviese desarrollando en ese momento. —Se está haciendo tarde, presidente Palomares. Tal vez debería regresar a casa — comentó con una pequeña sonrisa. Él la miró por mucho tiempo. Se acababa de bañar y olía limpia, fragante y con una seducción particular. Entrecerró sus ojos de repente y se sintió poseído por una urgencia salvaje. Su razonamiento se perdió mientras la observaba, tal cual un depredador vigilando a su presa.

Anastasia acababa de pasar a su lado cuando él extendió un brazo para tomarla de la cintura. Ella se tambaleó debido a la sorpresa y terminó tropezándose con su pie. Brazos y piernas se enredaron y ambos cayeron a la cama, él encima de ella. Se quedaron quietos por un momento. Su aliento se entremezclaba con la testosterona en el aire. Ella estuvo a punto de protestar, pero él la tomó de la cara y presionó sus labios contra los suyos, silenciándola por completo. Comenzó a soltar quejidos, mientras su mente se quedaba en blanco. Contra su propia voluntad, sintió una corriente eléctrica recorrer todas sus venas. Su cuerpo en realidad deseaba ese beso. Elías la besaba de forma agresiva y atrevida. No le daba cabida para la negociación o el aíre mientras la devoraba. Al mismo tiempo,

su figura, amplia y bien trabajada, la apresaba y le robaba todo el aliento. Anastasia no podía resistirse y no tuvo otra opción más que dejarlo hacer lo que quisiese. No fue hasta que sintió el peligro de la situación que pudo recuperar todos sus sentidos. Sus ojos se abrieron de golpe y ella comenzó a gruñirle y empujarlo. Al final la liberó, pero las puntas de sus narices estaban cerca de la otra y se miraban directo a los ojos. La tensión se hizo presente sobre ellos. Ambos jadeaban, todavía sintiendo el calor del momento. —Suélteme, Elías. Se lo advierto… — Comenzó a decir mientras apretaba sus dientes.

Capítulo 68 Una invitada inesperada —No hagas mucho alboroto o despertarás al niño —interrumpió Elías, poniendo un dedo sobre los labios de Anastasia. Ella se quedó callada de inmediato, pero pudo ver que el otro disfrutaba eso con malicia, por lo que decidió seguir empujándolo. Cuando consiguió apartarlo, notó un cambió específico en él en la parte baja de su cuerpo, lo que la hizo sonrojarse. «¡Oh, santo cielo! ¿Debe ser tan obvio?». Elías también estaba frustrado. Con una expresión dolorosa en su atractivo rostro, comenzó a hablar en un tono grave y rasposo. —Me iré, entonces.

Sin decir nada más, Anastasia se levantó y se dirigió a abrir la puerta principal. Lo observó retirarse y juró que nunca le permitiría pasar por esa puerta de nuevo a su hogar. Sabía lo peligroso que podía llegar a ser Elías. Había una bestia dentro de él esperando a atacar en cualquier momento. Para cuando salió del departamento, la lluvia comenzaba a cesar y él no tardó en desaparecer de la vista de Anastasia. Después de eso, recordó que nunca le ofreció el paraguas. Él se había estacionado algo alejado del edificio, por lo que terminaría empapado para cuando llegase al vehículo. Ella estuvo a punto de empatizar con él, pero recapacitó que tal vez la lluvia le ayudaría a calmarse, tomando en cuenta el momento tan abrupto que tuvieron no hace mucho. Mientras tanto, en el hospital, Helen se estaba torturando con el pensamiento de

Anastasia y Elías juntos. Decidió que saldría del hospital esa misma noche. «Es probable que ella tenga algún truco bajo la manga para seducir a Elías». Era de madrugada cuando llamó al chofer que Elías le había asignado. Su trabajo sería llevarla de un lado a otro de una forma segura. —Señor Corona, ¿puedo preguntarle si sabe dónde está la residencia de los Palomares? — indagó Helen en cuanto se subió al vehículo. —¿Desea ir a la residencia de los Palomares, señorita Sarabia? —preguntó Bernardo, sorprendido. —Sí, por favor, llévame ahí. Es una emergencia —indicó con arrogancia.

Bernardo había observado la gentileza y gracia con que Elías trataba a Helen, por lo que no se atrevió a cuestionarla y encaminó el carro hacia la residencia de los Palomares. Una media hora después, Helen vio por primera vez la opulenta mansión con sus elegantes columnas en la que vivía Elías. Tragó saliva ante tal vista. Si consideraba que estaban en medio de la ciudad, las propiedades para terrenos eran escasas y muy caras, por lo que ser dueños de una casa como esa requería más que solo una fortuna. En realidad, requería una verdadera influencia. Helen se dio cuenta de repente lo poco que conocía a la familia Palomares. Todo lo que sabía de Elías lo aprendió de revistas y periódicos, además de algunos otros medios. Ahora que se encontraba frente de la casa y viendo toda su grandeza y de la familia, sintió

cómo su ambición crecía. Más que nunca quería convertirse en la señora de este exquisito lugar. Quería vivir ahí y ser la esposa de Elías; después de todo, su posición en su propia familia siempre había sido desfavorable frente a sus dos hermanos, ambos varones y menores que ella. Había pasado toda su vida tratando de escapar la vida que su familia le dio. Siempre la habían dejado de lado, ya fuera en su casa o en la sociedad, así que buscaba y deseaba una vida de indulgencia y lujos. Quería poseer algo que pudiese llamar suyo o tener poder propio para utilizarlo. Ahora, frente a ella, tenía un atajo para alcanzar sus sueños y haría todo lo que estuviese en sus manos para conseguirlos. No dudaría en quitar del camino a quien fuera que se entrometiese; siendo más específicos, quitar del camino a Anastasia y su hijo. Con

su determinación renovada, Helen se reincorporó y tocó el timbre de la puerta. Una empleada de la casa habló por el parlante y, con educación, preguntó: —¿Está buscando a alguien, señorita? —Hola, vine a ver a la señora Palomares — contestó Helen. Había leído que la señora Palomares, la abuela de Elías, era la matriarca de la familia. —¿Me pudiera proporcionar más detalles? Le permitiremos entrar una vez que hayamos verificado su identidad. Le pasaron un formato para que lo llenase. Helen lo hizo y lo entregó junto con su identificación. Esperó afuera unos diez minutos hasta que, al fin, se le permitió ingresar a la vivienda. En ese momento, Eva se encontraba desayunando en un pabellón

elegante cuando le comentaron que una joven deseaba verla. Sorprendida, se preguntó si era Anastasia quien había ido a buscarla. —¿Es la señorita Torres? —No, señora Palomares. Es una joven de nombre Helen Sarabia. Dice que es amiga del joven Elías. Eva se recompuso con elegancia y dijo: —¡Pásenla! No mucho después, vio a la joven entrar al pabellón, seguida por una empleada. Eva tenía planes de encontrarse con Anastasia ese mismo día, pero esta invitada inesperada la había dejado dudando. «¿Quién es esta muchacha?».

Capítulo 69 La novia de Elías Frente a Helen estaba Eva, quien con su cabello blanco expedía un aura dominante como la matriarca de la casa, por lo que no se atrevió a comportarse mal frente a la señora. Se acercó a ella y la saludó con educación. —Saludos, señora Palomares. Mi nombre es Helen Sarabia. Soy la novia de su nieto. —¿Eres la novia de Elías? —preguntó Eva, sorprendida y frunciendo. —Bueno, Elías y yo comenzamos a salir hace poco, por lo que no habíamos tenido la oportunidad de venir a saludarla. Lo siento tanto por eso, señora Palomares —explicó Helen, actuando como si se estuviese reprochando por eso. Eva era consciente que Elías nunca le

gustaban los arreglos o compromisos que ella hacía para él. Se preguntó si Helen era la razón por la que él se rehusaba a casarse con Anastasia. —Helen, ¿me podrías contar cómo se conocieron? La señora examinó a Helen de pies a cabeza. Notó que era de apariencia ordinaria y que no provenía de una familia rica; sin embargo, lo que más le preocupaba era si Elías de verdad estaba saliendo con Helen. Cuando ella mantuvo su cabeza agachada y frunciendo en silencio, Eva, con curiosidad, preguntó: —¿Qué pasa? ¿Por qué estás tan callada? —Es vergonzoso —comentó Helen mientras se mordía el labio y miraba a la señora.

—¿Por qué? ¿Qué pudiera ser vergonzoso? Solo cuéntame —pidió Eva. Su curiosidad crecía aún más. Helen pretendió tomar fuerzas y valor para compartirle el incidente que ocurrió hace cinco años. Debido a que era capaz de adivinar cómo fue la intimidad entre Anastasia y Elías, consiguió armar una historia similar, como si fuera la misma Helen quien la vivió. Al escucharla, Eva sintió que sus ojos se abrieron de par en par. No podía creer que su nieto fuera el responsable de tomar la virginidad de una joven.

—El reloj fue la pista que le ayudó a encontrarme. Me dijo que pasaría el resto de su vida compensándome. Los ojos de Eva se llenaron de simpatía luego

de oír la historia de Helen. Después de todo, reconocía que ella se merecía su simpatía luego de sacrificar su virginidad para que su nieto estuviese bien. —Helen, quiero disculparme contigo en nombre de Elías; además, me aseguraré de que te lo compense. «Bueno, es probable que Helen tuviese 19 años cuando eso pasó. A esa edad una mujer está en sus años dorados, pero algo como eso le sucedió. Apuesto a que sufrió mucho por eso» pensó la señora mientras se ponía en los zapatos de Helen y fue capaz de empatizar como mujer con ella. —¿Ya desayunaste? —preguntó, preocupada. —No, aún no… —contestó Helen mientras negaba con la cabeza.

—¡Prepárenle un desayuno, por favor! — ordenó Eva a las empleadas. Helen conservó su cabeza agachada, pero una expresión complacida se posó sobre su rostro por un instante. En el fondo, creía que el cambio en la actitud de Eva era una señal positiva de que su lugar dentro de la familia Palomares se asentaba y se hacía más importante. Por su parte, Anastasia se encontraba revisando unos documentos en su oficina en el edificio Burgués cuando su teléfono sonó. Lo tomó y contestó: —Hola, ¿quién habla? —Te estoy esperando en la puerta. Ven de inmediato —habló Elías con su voz grave y carismática que ningún otro hombre podría imitar.

Ella sostuvo su respiración por una fracción de segundo, puesto que recordó cómo la había besado a la fuerza. Con eso en mente, no estaba muy cómoda en ver a Elías, por lo que decidió rehusarse. —Estoy ocupada, así que hoy no iré a la casa de su abuela. —¿Vendrás por tu cuenta o tendré que ir a buscarte? Tú decides —contestó el hombre, nada feliz. Anastasia se mordió los labios al darse cuenta de que no sería correcto que se retractara en su promesa, por lo que guardó sus cosas y tomó su bolso antes de salir de la oficina. Cuando llegó al primer piso, vio el familiar carro de Elías. Abrió la puerta de este y tomó asiento. El hombre vestía un traje negro y proyectaba un aire intimidante.

Anastasia no le dirigió ni la mirada cuando entró al carro. Observaba hacia afuera por la ventana mientras sentía una descarga de adrenalina en todo su cuerpo, puesto que aún recordaba las reacciones inesperadas de Elías de la noche anterior. Él, por su parte, mantuvo su mirada sobre el perfil de la mujer mientras encendía el carro. En los siguientes momentos, el interior del carro se quedó en silencio hasta que aceleró de repente en la carretera. —¡Elías, el límite son 80 kilómetros por hora! —gritó Anastasia, horrorizada, mientras se abrochaba el cinturón.

Capítulo 70 Otra invitada inesperada «¿Qué está haciendo? ¿¡Trata de presumir lo veloz que puede ir su carro cambiando de 48 a 110 kilómetros por hora de un jalón!? ¡Cielos! ¡Este hombre me dará un ataque!». —Pensé que eras muda —comentó Elías, sonriendo. —El mudo aquí eres tú —replicó mientras le miraba, sintiéndose enfadaba y sonando casi como si quisiese maldecirlo. De cualquier forma, Elías no estaba enojado, sino divertido por la respuesta de Anastasia, por lo que reaccionó agrandando su sonrisa. El carro fue disminuyendo su velocidad y ella decidió que no le haría más caso. Se quedó callada hasta que llegaron a la residencia de los Palomares.

Al llegar, fueron recibidos por la vista que proporcionaba la reja de apariencia magnífica frente a la mansión. En ese momento, fue que Anastasia se dio cuenta de lo rico y poderoso que era en realidad Elías, incluso lo relacionó con lo que había escuchado en los medios de comunicación sobre que nadie podía estimar de forma acertada el valor real de su fortuna. Después de todo, lo que habían logrado descubrir de dicha fortuna solo era una ínfima fracción del total. Anastasia se apuró a arreglar su atuendo, puesto que quería presentarse de la mejor manera frente a Eva, mientras seguía a Elías por la puerta principal. Sentía como si hubiese entrado al jardín de un palacio, lleno de panoramas exóticos y raras especies de plantas. Por otro lado, Eva se encontraba hablando con Helen cuando una empleada le informó que Elías había llegado, así que le pidió a Helen si podía retirarse, pero ella

aprovechó la oportunidad para intervenir. —¿Elías vino acompañado de la señorita Torres? —preguntó Helen a la empleada. —¿Conoces a Anastasia, Helen? —dijo Eva, sorprendida. —Sí, la conozco. Fue una buena amiga mía desde la primaria hasta la preparatoria. — Helen sonrió un poco antes de añadir—: Pero después de eso, nos distanciamos por un malentendido. —¿Ella sabe lo que pasó entre tú y Elías? —Sí, lo sabe —concordó Helen, asintiendo. Eva suspiró. Se le hacía difícil creer que Helen, la joven que le había dado su virginidad a Elías, era la antigua compañera

de clase de Anastasia, cuya madre había salvado la vida de su nieto. Cuando Elías y Anastasia entraron al pabellón, el hombre se sorprendió de ver a Helen sentada a un lado de su abuela, puesto que no tenía idea de que ella estaría ahí. Al mismo tiempo, Anastasia encontraba su presencia molesta. Sus ojos brillaban con odio cada vez que la veía. —¿Por qué estás aquí? —Elías se acercó a Helen y, en verdad, lucía más como un interrogatorio. —Lo siento, Elías. Quería conocer a tu familia, así que… Helen se mordió el labio y agachó la cabeza. Parecía que tenía miedo de que la regañaran. Del otro lado, él enfocó su mirada sobre ella, suponiendo que tal vez ella le dijo algo imprudente a Eva.

—Al fin llegaste, señorita Torres. Por favor, ven y siéntate. —Eva apenas podía ocultar el gusto y la preferencia que tenía hacia Anastasia. —Buenos días, señora Palomares —saludó Anastasia con educación. —Señorita Torres, estuve esperando poder conocerla. Ahora que estamos cara a cara, ¡luce mucho más hermosa de lo que me imaginaba! Eva elogiaba a Anastasia sin contenerse, mostrando de forma indirecta su cariño por ella. Por su parte, Helen, quien observaba la interacción, se sintió celosa de Anastasia, puesto que tenía la noción de que la familia Palomares prefería a Anastasia porque su mamá salvó a Elías. A causa de eso, Helen deseaba con fervor cambiar lugares con

Anastasia y afianzar su posición como la nuera de la familia. —Anastasia, viniste. —La saludó Helen. Ella solo le lanzó una mirada gélida antes de regresar su atención hacia Eva. —Señora Palomares, me gustaría hablar con usted en privado. Al escuchar eso, Elías entrecerró sus ojos y se preguntó si Anastasia iba a rechazar la petición de su abuela. —¡Claro! De cualquier forma, también quiero hablar contigo. Vamos, sentémonos a hablar. Eva tomó de la mano a Anastasia y se fueron juntas. Llegaron a un jardín afuera de la sala donde se pusieron cómodas en un sillón frente al escenario hermoso. Poco después,

una empleada sirvió frutas y bocadillos para las dos. —Té, señorita Torres. —Gracias, señora Palomares. —Anastasia levantó la taza y tomó un sorbo del té, el cual expedía un aroma placentero. —Señorita Torres, he estado esperando poder agradecerle por la vez en que su madre salvó a mi nieto en aquel entonces. Si bien estoy triste por el fallecimiento de su madre, en verdad he estado buscando la oportunidad para compensarle a usted y su familia —comentó Eva con sinceridad. Al sentir la culpa que cargaba la señora, Anastasia negó con la cabeza y le contestó: —Por favor, no se lo tome a pecho, señora Palomares. Mi mamá salvó a su nieto porque

era lo correcto, lo que tenía que hacer. —Niña, quiero que sepas que la familia Palomares siempre será tu segunda casa si así lo deseas. Por ahora, me gustaría ser como tu abuela y haré mi mayor esfuerzo para cuidarte, a ti y a tu hijo —expresó Eva con lágrimas en los ojos.

Capítulo 71 Enamorado de Anastasia —No tiene idea de cuán agradecida estoy al saber que nunca se olvidó de mi madre, pero no necesito que usted me compensé ningún favor. De hecho, solo vine a saludarle, pero no aceptaré ningún ofrecimiento. —Si bien Anastasia estaba agradecida por las intenciones de Eva, terminó negando con firmeza. —Niña, tu madre ya no está, lo que hace mi responsabilidad cuidar de ti. ¡Por favor! Deja que te trate como mi nieta. Eva estaba agitada cuando tomó la mano de Anastasia. Por su parte, ella ya no tenía a nadie más en su familia desde que sus propios abuelos fallecieron, salvo su padre, por lo que, se sintió conmovida por el gesto amable de Eva.

—Niña, nada más piensa en mí como un pariente a la que puedes visitar de vez en cuando, ¿sí? Sé que ambas, tanto tú como tu mamá, son mujeres justas. No te estoy pidiendo mucho, sino que vivas feliz y en paz, es todo lo que quiero. Eva miró con absoluta sinceridad a Anastasia, esperando su respuesta. No tardó mucho para que ella se rindiera porque no tenía idea de cómo rechazar a la vieja señora. A pesar de ser la primera vez que se encontraban, de algún modo había formado una conexión íntima con ella que no había tenido en mucho tiempo. Pensó que debía de estar bendecida y afortunada por tener una abuela como Eva, por lo que asintió y respondió: —Muy bien, señora Palomares. —¡Qué bueno! Entonces, ahora tengo una nieta más —contestó Eva mientras sonreía

con felicidad. —Señora Palomares, es hora de su medicina. —¡Oh, cierto! Tengo que tomar mi medicamento, Anastasia. Por favor, ponte cómoda o toma un paseo por el jardín. Regresaré más adelante.

—Claro, vaya a tomar su medicamento. Anastasia asintió y observó a Eva retirarse. Algo reacia, comenzó a caminar por el jardín. La verdad era que no quería encontrarse con Helen, por lo que evitaría la sala. Mientras tanto, dicha chica se encontraba con Elías, dando un paseo por el jardín, mientras le mostraba la residencia de los Palomares. Él se detuvo y se quedó mirando, de forma penetrante, directo a sus ojos para

preguntarle: —¿Por qué no me dijiste que vendrías a visitar a mi abuela, Helen? Lo que él no sabía era que Helen estaba, en realidad, haciendo todo lo que pudiese para proteger sus intereses con la familia Palomares con respecto a la posición de Anastasia. «Si ella hará que los Palomares la compensen, entonces necesitaré obtener la aprobación de la familia para que las dos estemos a la par». —Te amo, Elías. Quiero que seamos más de lo que ya tenemos —contestó Helen mientras mantenía su mirada sobre el hombre. Sus ojos brillaban con admiración al exponerle su corazón.

—Helen, te compensaré por lo que pasó. Tendrás comodidad y dinero por el resto de tu vida —respondió Elías con gentileza, aunque sabía muy bien lo que hacía. En el fondo, estaba seguro de que esa era la única forma en que le podía pagar sin comprometer su libertad de tener una relación sentimental. —Elías, ¿estás enamorado de Anastasia? Por su lado, Helen se estaba preparando para indicarle que ya la había tratado muy bien en los últimos días al darle todo lo que había querido, pero, por desgracia, ella quería más que eso. Levantó su mirada y le hizo esa pregunta, aunque sus ojos se llenaron de resentimiento y odio al pensar en eso. No obstante, Elías entrecerró sus ojos sin responderle, a lo que Helen pretendió sonreír con amargura.

—Bueno, Anastasia me odia, sobre todo ahora que sabe que estuvimos juntos alguna vez. Además, ella fue violada en el pasado, lo que la dejó marcada e imposible de confiar en los hombres. Elías se quedó petrificado por unos segundos. En el fondo, de algún modo, no le gustaba escuchar sobre Anastasia con otros hombres. Aún se encontraba algo absorto cuando respondió: —Hablemos de otra cosa. En ese momento, Helen vio de reojo a una silueta que se acercaba hacia ellos desde un lado de los arbustos y reconoció que era Anastasia. De inmediato, se dejó caer sobre los brazos de Elías a propósito y le tomó con firmeza de la cintura. —Elías, eres el primer y único hombre con el

que he estado, pero juro que nunca me volveré a enamorar de ningún otro en mi vida. Te amo, Elías. Él se congeló, manteniendo la cabeza agachada y su mirada enfocada en Helen. Su confesión lo había tomado por sorpresa y, en su pánico, se apuró a consolarla y decirle: —Por favor, no hagas esto, Helen. —¡No! Aún puedo recordar cada beso y aliento de esa noche, la forma en que te inhibiste cuando estuviste encima de mí… «¡Santo cielo! ¿No pueden hacer esto en algún otro lugar? ¡Esto es vergonzoso!» pensó Anastasia, disgustada por la interacción melosa entre Helen y Elías con la que se topó cuando paseaba por el jardín. Al final de cuentas, parece que este no estaba tan tranquilo y callado como creyó.

Capítulo 72 Aléjese de mí —Sé que debo hacerme responsable ahora que te encontré —expresó Elías, mirando directo a Helen, aunque alejándose de ella. Por su parte, ella lucía como un cachorro abandonado en la lluvia. Hacía pucheros y las lágrimas comenzaban a acumularse en sus ojos. —Está bien, confío en ti, Elías. Eres la persona en quien más tengo fe en todo el mundo. Todo lo que quiero es quedarme a tu lado por el resto de nuestras vidas y no ir a ninguna parte sin ti. Quiero que me protejas y sentir que me necesitas. —De acuerdo, solo deja de llorar, ¿sí? No lucirás linda con el maquillaje corrido — comentó Elías con un tono empático mientras le daba palmadas en el hombro.

Ella mantuvo su cabeza agachada, como si estuviese avergonzada. Dirigió su mirada hacia otra parte, por los arbustos, y sintió júbilo al saber que Anastasia debió escuchar toda la conversación. Al mismo tiempo, Elías fue capaz de detectar que había movimientos detrás de él, gracias a su buen oído, por lo que gritó: —¿Quién está ahí? ¡Muéstrate! De cualquier forma, Anastasia no tenía ninguna intención de permanecer oculta, así que salió detrás de los arbustos sin dudarlo. Cuando Elías la miró, sus ojos se llenaron de emociones encontradas porque se preguntó si ella había escuchado la conversación entre Helen y él. —Anastasia… —exclamó Helen.

—Continúen. Pretendan que no estoy aquí porque solo voy de camino —comentó Anastasia con una sonrisa gélida. —¿Qué te dijo la abuela, Anastasia? —Helen se apuró en acercarse a ella, al mismo tiempo que aprovechaba para referirse a Eva de una forma íntima.

—¿Por qué debería decirte? —contestó ella con frialdad mientras levantaba una ceja. —Nada más pregunto. No lo tomes a pecho —respondió Helen con una sonrisa forzada. —Deja esta inocencia fingida, Helen. Tanto tú como yo sabemos la clase de persona que eres. —Anastasia deseaba que pudiese exponer la hipocresía y la verdadera naturaleza de Helen frente a Elías.

—Lo siento, Anastasia. En aquel entonces, si no hubiera sido por mí, tú no hubieras… — Comenzó a disculparse Helen con lágrimas en los ojos y aparentando que hacía de lado su ego. —¡Cállate! No hagas que te odie aún más — interrumpió Anastasia con frialdad. Su cara quedó pálida. Helen estaba impactada por su reacción y se giró hacia Elías para que la consolara. Por su parte, él sabía a cuál incidente se estaban refiriendo y, por la cara de Anastasia, fue capaz de entender lo horripilante que tuvo que ser la experiencia para que ella no quisiera hablar de eso. —Espérame en el pabellón, Helen. Quisiera hablar con la señorita Torres en privado — habló Elías.

Aunque no quería dejarlos solos para que hablaran, Helen no quiso arriesgarse a quedar mal frente a Elías, por lo que decidió asentir y alejarse. Al ver que se retiraba, Anastasia quería borrar de su mente la conversación y la mención de la noche que tuvieron Helen y Elías de su cabeza. «¡Qué asco! Me revuelve el estómago nada más de imaginar que Elías estaba todo desatado e inhibido encima de Helen. Hace que quiera vomitar. Supongo que por eso dicen que los hombres solo se comportarán hasta el día en que mueran». Concluyó al recordar cómo actuó con ella la otra noche. —Anastasia, Helen me contó lo que te sucedió, pero el pasado quedó atrás. No continúes cargando con eso y sigue adelante —comentó Elías al ver que ella se comenzaba a alejar.

Lo que dijo hizo que Anastasia se detuviera. Sabía lo que Helen estaba planeando. En el fondo, estaba consciente de que era probable que Helen exagerara su, de por sí, revoltoso pasado e hiciera que su historia sonara aún más patética frente a Elías. No pudo evitar preguntarse si él le tenía lástima; no obstante, no estaba dispuesta a aceptar su simpatía. Después de todo, aunque el hombre con el que pasó esa horrible noche la dañó mentalmente, fue gracias a su hijo que consiguió superar el trauma y casi olvidar lo que sucedió hace cinco años. Por eso, no quería pensar en eso, mucho menos discutirlo con alguien. —¡Preocúpese por usted mismo, joven Elías! —gruñó Anastasia.

—En ese caso, ¿qué puedo hacer por ti? —Él mantuvo su mirada sobre su cara pálida. Su corazón latía con mucha rapidez. —Sí, hay algo que puede hacer: tomé a Helen con usted y aléjese de mí —respondió y se retiró del lugar en cuanto terminó de hablar.

Capítulo 73 La nuera que Eva aprueba Mientras observaba a Anastasia alejarse, Elías pudo sentir su tenacidad y fuerza de voluntad a pesar de su figura tan compacta, lo que lo hizo sentir perdido. En ese momento, una empleada se acercó y le anunció: —Joven Elías, la señora Palomares lo está esperando en el comedor. Elías asintió y se retiró con la empleada. Helen, por su parte, estaba camino al pabellón, pero se terminó perdiendo en el inmenso jardín, por lo que estuvo obligada a seguir sus instintos para salir del lugar, aunque terminó en un sitio aún más callado. Vio otro pabellón, pero este lucía más antiguo que el otro. No estaba muy lejos, así que pensó que podría pedir direcciones ahí; sin embargo, cuando se aproximó, escuchó la voz de una mujer mayor provenir detrás de

unas cortinas. —Señora Palomares, ¿está segura de que hará que el joven Elías se case con la señorita Torres? ¿Qué hay de la señorita Sarabia? —No he cambiado de parecer. La única mujer que debería casarse con Elías es Anastasia. En cuanto a Helen, me aseguraré de que Elías la compense con dinero y comodidad. Por alguna razón, no he logrado congeniar bien con Helen y siento que ella es un poco manipuladora. De cualquier forma, Anastasia será la única nuera que aprobaré. «¡Madre mía! A pesar de todo el teatrito que hice esta mañana, ¿ella no quedó satisfecha conmigo? Lo que es peor, ella solo quiere a Anastasia como su nuera» pensó Helen al quedar horrorizada cuando reconoció la voz de Eva. El resentimiento la estaba comiendo viva cuando escuchó unos pasos acercarse a

ella. Se apuró a esconderse detrás de un árbol y trató de permanecer quieta.

—¿Me estabas buscando, abuela? —Se escuchó la voz de Elías. —¿Qué fue lo que sucedió, Elías? ¿Cómo terminaste haciendo algo tan absurdo como tener una relación de una sola noche con Helen? —interrogó Eva al ver a su nieto. —Lo siento, abuela. Se aprovecharon de mí. Me dejaron inhibido y no pudo pensar con claridad. —Bueno, te has comprometido a tomar la responsabilidad de tu error, así que no te puedo culpar por eso; sin embargo, ¿cómo planeas arreglar esta situación con la señorita Sarabia? —cuestionó Eva sin tentarse el

corazón. —Ya estoy haciendo todo lo que puedo para compensarla. —Muy bien, no interferiré en este asunto, pero quiero que recuerdes algo: la única nuera que aceptaré es Anastasia. Si ella accede a casarse contigo, se convertirá en parte de la familia Palomares, pero si no lo hace, será mejor que la trates bien por el resto de tu vida —comentó con firmeza. A pesar de que Helen no podía ver la expresión del hombre, sintió como si le hubieran aventado un balde llenó de agua helada. Pronto, escuchó la respuesta tensa de Elías y fue peor que si un cuchillo le atravesara el corazón. —Está bien.

«Así que Elías nunca tuvo intención de casarse conmigo. Lo único que he querido es vivir una vida cómoda y lujosa. ¿Por qué Anastasia no deja de entrometerse en mi camino? ¡No! ¡Ella no me quitará lo que me pertenece!». Después de eso, ella se retiró en silencio. Se topó con una empleada, a la que le pidió direcciones, y regresó al primer pabellón. La comida estuvo lista unos momentos después. Por su parte, Anastasia decidió quedarse, aunque estaba reacia a hacerlo, debido a que su horario ya había quedado todo fragmentado. Luego de que todos se reunieran en la mesa, Eva le pidió a Helen que comenzara a comer. —Por favor, sírvete, señorita Sarabia. Siéntete como en casa. —Muy bien, abuela. —Helen sonrió, aunque

por dentro esperaba que la vieja se muriera. —Tú también, Anastasia. Sírvete. —Eva miró hacia la otra muchacha como si fuera su propia nieta. —Claro. —Anastasia procedió a servirse. Después de comer, Eva se llevó a ambas para que la acompañaran para el postre, mientras Elías subía al segundo piso para descansar. Acostado en un sillón, no se pudo relajar debido a que no dejaba de pensar sobre Helen y Anastasia. Por alguna razón, parecía que, para él, Helen era más una extraña que una persona con la que llegó a compartir química. «Lo que más nos conecta a Helen y a mí es la noche de hace cinco años, pero dudo que vuelva a encontrar ese mismo aliento que compartimos esa vez con otra persona».

Capítulo 74 Una prueba de carácter Elías no podía olvidar la intimidad que tuvo esa noche, mientras aquella mujer lloraba y se resistía inútilmente en la oscuridad. A pesar de que ella solo estaba soportando su locura debido a que él estaba bajo la influencia de las drogas, Elías aún podía recordar hasta el día de hoy esos dulces momentos que le brindó su tiempo con ella. Antes de perder el conocimiento, se hizo la promesa de que tomaría toda la responsabilidad de lo que le hizo. En ese momento, el rostro de Anastasia, por alguna razón, continuaba apareciéndose en su mente. Su intuición le decía que lo que sentía con ella era lo mismo que experimentó aquella noche. Comenzó a controlar su respiración para no dejar que su mente divagara.

«De cualquier modo, compensaré a ambas. Si bien debo pagar mi deuda con una de ellas, estoy obligado, por honor y por responsabilidad, a compensar a la otra mujer». Mientras tanto, Anastasia le informó a Eva que tenía que retirarse para un asunto importante que tenía en la tarde. Eva decidió que no la obligaría a quedarse, puesto que era consciente de que no era fácil para Anastasia cuidar de un niño por su cuenta. Le pidió con rapidez a una empleada que fuese a buscar a Elías para que la llevase a su casa. Cuando Helen vio eso, de inmediato fingió que también tenía una reunión planeada con sus amigos y que quería retirarse junto con Anastasia. Como Eva estaba justo enfrente de ella, Anastasia no dijo nada, ya que la señora le estaba permitiendo a Helen que hiciera lo que quisiese. Por su parte, Eva le pidió a una

empleada que trajera dos regalos para las presentes. Pusieron dos brazaletes costosos sobre la mesa, pero ella no especificó para quién era cada uno. En su lugar, sonrió y dijo:

—Vengan y véanlas, niñas. ¿Cuál les gusta más? Helen estaba cegada por su avaricia y de inmediato pudo distinguir cuál era el brazalete más caro. Posó su mirada sobre el artículo brilloso. Luego, se giró hacia Anastasia y le preguntó: —Anastasia, este me gusta. No te importa que me lo quede, ¿cierto? —Es un regalo de la señora Palomares, así que le debes preguntar a ella —respondió Anastasia con calma.

—No hay problema. Si lo quieres, llévatelo — confirmó Eva con una sonrisa. —Señora Palomares, esto es demasiado. No lo puedo aceptar —objetó Anastasia luego de revisar el otro brazalete. Helen había tomado el brazalete que quería, pero al escucharla, quedó impactada. Pensó que Anastasia estaba intentando avergonzarla, por lo que, algo incómoda, dejó el regalo y dijo: —¡Sí, es cierto! Es un obsequio muy caro. ¡No lo puedo aceptar! —No, no son caros en lo absoluto. Además, es la intención lo que cuenta, después de todo. ¡Por favor, acéptenlos! —Eva sonrió con gracia, tal cual una sabia benevolente.

Por su parte, Anastasia se encontraba en medio de un dilema, puesto que podía distinguir que los brazaletes estaban valuados en más de diez millones; sin embargo, sabía que ambos eran regalos pequeños para alguien como Eva. También estaba consciente de que la situación se tornaría mala si le rechazaba algo a la vieja señora, por lo que asintió y le agradeció: —Gracias, señora Palomares. «Anastasia es una dama tan elegante y decente. No hay nadie más perfecta para ser mi nuera» pensó Eva mientras analizaba a ambas mujeres. Por otra parte, opinaba que Helen parecía más una persona arrogante que solo era avara. Mientras ella se regodeaba de su codicia por bienes y dinero, no tenía ni idea de que Eva en realidad estaba poniendo a

prueba el carácter de ambas. Helen no se dio cuenta de que había algo malo con su propio comportamiento, ya que nunca había visto algo tan valioso, ni siquiera como una niña, por lo que, de forma inconsciente, intentó tomarlo como suyo de inmediato. Poco después, las dos mujeres entraron al carro de Elías. Helen trató de afirmar su posición al acomodarse en el asiento del copiloto. Por su parte, Anastasia se sentó en la parte trasera, al considerar que estaría más cómoda ahí mientras buscaba un lugar en donde bajarse cuando estuviesen en la carretera. Después de todo, prefería tomar un taxi a tener que viajar junto a Helen. No tardaron en alejarse de la residencia de los Palomares y Helen aprovechó para mostrar el brazalete a Elías. —Mira, Elías. La abuela me lo regaló. ¿Qué tal? ¿Me queda bien?

Capítulo 75 Una necesidad por proteger —Sí, te queda bien —concordó Elías después de mirarlo de reojo. —La abuela me trata muy bien y parece que me quiere mucho —comentó Helen con la intención de que Anastasia la escuchara. Quería que ella estuviese consciente de cuán importante era Helen para Eva. —Solo asegúrate de tenerlo contigo. Elías mantuvo parte de su mirada en el retrovisor para observar a Anastasia por medio del reflejo. Ella continuó enfocada en la ventana, mirando hacia afuera. Su perfil la hacía lucir más como una diosa sagrada que era alabada por muchos. Al final, ella se cansó de estar en el carro. En cuanto llegaron a la carretera, le habló al hombre frente a ella.

—Por favor, oríllese, presidente Palomares. —¿Ocurre algo? —preguntó Elías después de detenerse y mirarla con un fruncido. —Quiero bajarme del carro ya. Anastasia terminó de hablar y abrió la puerta con rapidez para salir sin dudarlo ni un segundo. Al ver cómo actuó, Elías quedó impactado y se preguntó si ella estaba reacia a aceptar que él la llevara; por su parte, Helen estaba feliz en ver que se alejaba, puesto que así podría pasar un momento a solar con Elías. No obstante, él se bajó al siguiente instante, lo que dejó a Helen sorprendida mientras miraba como él alcanzaba a Anastasia. De nuevo, Helen no pudo evitar que el odio la consumiera aún más que antes. Pensaba

que Anastasia trataba de seducir a Elías a propósito. Por su parte, la otra mujer notó que él se estaba acercando, pero decidió ignorar su presencia. Encontró el sitio ideal para pedir un taxi y decidió esperar ahí. —Puedo dejarte a donde vayas, ¿por qué te quedarías a esperar un taxi? —preguntó Elías mientras fruncía, nada complacido. —No es de su incumbencia. Solo tome a Helen consigo y váyanse —contestó. —La llevaré a casa y después nos iremos a la oficina —persuadió Elías con su voz grave. —No quiero estar en el mismo lugar que ella, por lo que será ella o yo. Elija. Anastasia dio su ultimátum mientras alzaba con orgullo su cabeza. Elías pausó por un

momento. Él no era extraño a su comportamiento infantil, así que no tardó en tomarla de la muñeca y decirle: —Anastasia, ¿no puedes ser más razonable? No obstante, Anastasia se alejó de él, frustrada. —¡Puedo ser razonable para cualquier que no sea usted! ¡Suélteme en este instante! En ese momento, un taxi se acercaba. Ella aprovechó para pararlo y meterse dentro de este, dejando a Elías con una expresión molesta en su rostro. «¡Rayos! Esta mujer es testaruda, ¿no es así?». Mientras tanto, Helen aún seguía enojada con Anastasia, a pesar de que ella ya no

estaba con ellos. Se sentía disgustada por su actitud. Cuando Elías regresó, de inmediato notó su expresión ensombrecida y aprovechó para manipularlo. «Después de todo, la que estaba actuando como una dramática era ella, ¿no?». —¿Anastasia se fue por mi culpa? De haber sabido que esto sucedería, hubiera pedido un taxi antes. —Tonterías. Solo tiene algo importante que hacer en la oficina —comentó Elías mientras cambiaba su expresión por una más gentil. —Anastasia y yo nunca podremos ser tan cercanas como lo fuimos en aquel entonces y nunca podré compensarle por el daño que le causé —expresó Helen mientras suspiraba con falso arrepentimiento.

—Lo que sea que pasó, ya se acabó. No hay que volver a mencionarlo —consoló Elías. —Anastasia me ha odiado por cinco años. Es el mismo tiempo que yo me he culpado por lo sucedido. De hecho, todas las noches recuerdo cómo lucía después de su violación y quiero golpearme a mí misma por lo sucedido. ¿Por qué? ¿Por qué le ocurrió algo tan cruel? Mientras tanto, Elías apretó su agarre sobre el volante, aunque no fue consciente de eso, al escuchar lo que Helen decía. Al mismo tiempo, se preguntaba por qué Anastasia se había encontrado con un enfermo pervertido que la había torturado de esa forma. Por su parte, Helen no dejaba de hacer énfasis en cómo Anastasia había terminado herida y abusada, puesto que su finalidad era hacer que Elías perdiera el interés en ella.

Ella creía que ningún hombre aceptaría a una mujer que había sido utilizada por otro hombre, pero poco se imaginaba lo equivocada que estaba. De hecho, el énfasis de Helen sobre Anastasia solo ocasionó que él sintiera más simpatía por ella. En lugar de sentir disgusto, una necesidad de protegerla nacía dentro de él; además, su percepción sobre Anastasia cambió de su rechazo inicial a casarse con ella a una disposición de hacerla su esposa. No obstante, de algún modo, había fallado en ganar su corazón. —El pasado quedó atrás. No hablemos de esto más. Nada más asegúrate de no continuar culpándote por esto y sigue adelante —consoló Elías a Helen mientras observaba su expresión resignada.

Capítulo 76 La distracción de Elías Helen se forzó a derramar algunas lágrimas para pretender durante el trayecto. De vez en cuando se las secaba camino a la mansión. Una vez llegaron, se giró hacia el hombre y, emocionada, le preguntó: —Elías, ¿por qué no pasas y tomas una tacita de té conmigo? Además, casi siempre me siento sola al estar aquí por mi cuenta. —Como ya te dije antes, puedes invitar a tu familia para que se muden contigo si te sientes sola —sugirió Elías. —Ya les he comentado, pero no creen que se puedan adaptar a vivir aquí conmigo. La primera reacción de Helen fue mentir porque de ninguna manera quería compartir todo lo que tenía con la familia que odiaba.

Después de todo, nunca le habían traído otra cosa que no sea dolor y sufrimiento a su vida, por lo que era más que suficiente para ella para justificar el resentimiento que sentía hacia ellos. —Entonces puedes persuadirlos para que te hagan compañía —comentó Elías. Luego miró hacia su reloj y continuó—: Tengo que irme ya. A pesar de que sabía que no sería posible convencerlo de quedarse ese día, ella se perdió en su sonrisa encantadora hasta que se armó de valor y se acercó a él para abrazarlo y besarlo. No obstante, Elías estaba un paso adelante de ella y se resistió, interponiendo sus manos entre ellos cuando sintió su aliento a pocos centímetros de distancia. Entonces, con una mirada firme, dijo:

—¡Ya bájate del carro! Al ver el rechazo frío, Helen no tuvo otra opción que salirse, avergonzada. Observó como Elías se alejaba, aún con el rostro sonrojado, y se preguntó por qué el hombre no sentía ninguna atracción por ella. Helen recordó la marca de labios que tenía en su cuello el otro día. Si esa marca no venía de Anastasia, entonces, en definitiva, estaba viendo a alguien más. «¿Tendrá alguna otra mujer?». Por otro lado, Anastasia se encontraba leyendo mensajes en su celular para pasar el rato en el taxi, pero se sorprendió cuando vio las respuestas de su parte a Miguel, las cuales no recordaba haberlas escrito. Trató de recordar qué ocurrió ese día y se acordó que ella se estaba bañando en ese momento. No pensaba que su hijo le hubiera

respondido a Miguel, por lo que Elías era el único que lo pudo hacer, ya que él estaba en su departamento con ellos. «¿Fue él? ¡Sí, es lo más probable! ¡Rayos! ¿¡Cómo se atreve a despojarme de mi privacidad y responder a mi nombre!?». La intuición de Anastasia le indicaba que Elías era quien le había respondido a Miguel sin que ella supiese. El enojo no le duró mucho, ya que después se quedó divertida cuando leyó la confesión de Miguel; después de todo, ya había recibido muchas confesiones similares en el pasado. Era algo usual y sentimental. Después de eso, Anastasia llegó a la oficina justo a tiempo para atender a una junto dirigida por Fernanda para discutir los preparativos para la exhibición de joyería de la siguiente semana. Si bien las piezas de

Alexis y Anastasia habían sido nominadas para el concurso, Fernanda esperaba que ambas pudieran ganar para mejorar la reputación de la compañía. Aunque fueran de la misma empresa, Alexis y Anastasia terminarían siendo contrincantes en la competencia. Alexis parecía confiada durante la junta. A pesar de la mirada provocadora de la mujer, Anastasia permaneció impasible. Estaba determinada a ganar debido al premio lucrativo que estaba en juego. Si bien el edificio Burgués estaba localizado al este, era eclipsado por otro edificio, el cual no era otro que el Grupo Palomares. De hecho, este se alzaba sobre todo, hasta llegar a las nubes, como un pilar que crecía del suelo al cielo. Debido a su altura, los otros edificios que le rodeaban parecían ser más como seguidores obedientes que se hincaban

ante su líder. En ese momento, Elías se encontraba sentado en la sala de juntas del Grupo Palomares. Lucía como un rey en su trono, aunque casi no había alguna emoción en su rostro atractivo. Se quedaba mirando al vacío, como si estuviese perdido, a pesar de su apariencia intimidante. —Presidente Palomares… ¿Presidente Palomares? El jefe del departamento de finanzas le estaba llamando, puesto que necesitaba su aprobación después de haber presentado su propuesta. Elías no tardó en enfocar su vista y giró su atención hacia su subordinado. Con una mirada gélida, le pidió: —Por favor, repíteme la situación.

El jefe del departamento de finanzas se sorprendió al escuchar eso. Aclaró su garganta con rapidez y repitió su presentación. Por fortuna, en esa ocasión, Elías sí estaba poniendo atención. Al finalizar la junta, Elías se paró frente a su ventana para mirar hacia el Burgués. Se sentía perdido debido a lo distraído que estaba, pensando en Anastasia. Poco después, volteó hacia su reloj y regresó a su escritorio para marcar desde su teléfono. «¡Rayos! Esta es la primera vez que estoy así de perdido». —Preparen todo. Vamos al Burgués — ordenó. —Entendido, presidente Palomares. Mientras tanto, Anastasia había acabado sus tareas del día media hora antes de que

terminara su turno. Se estaba preparando para irse y recoger a su hijo de la escuela cuando escuchó que su teléfono sonaba. —¿Hola? —contestó. —Por favor, ven a mi oficina —dijo Elías con su voz magnética. —¿Qué sucede, presidente Palomares? — preguntó Anastasia en un tono que implicaba lo reacia que estaba en ver a Elías.

Capítulo 77 Sé mi padre —Se trata de trabajo —comentó Elías para colgar antes de que Anastasia pudiese reaccionar. Por su parte, ella no tuvo otra opción más que dirigirse a la oficina del presidente, donde tocó la puerta antes ingresó. Él se encontraba dentro, vistiendo una camisa blanca, además de tener una mirada atractiva, la cual parecía indicar que quería seducirla. Ella se acercó y preguntó: —¿De qué quería hablar, presidente Palomares? —¿Estás segura en tu diseño? ¿Crees que ganarás la competencia de joyería y el premio en esta ocasión? —preguntó Elías mientras la miraba con calma.

—Claro, estoy segura —contestó Anastasia, curvando sus labios en una sonrisa. —Subí el premio de 100,000 a 1,000,000. Si llegas a ganar, todo ese dinero será tuyo — comentó Elías. Sus ojos brillaban mientras se recostaba sobre su silla, todo un mujeriego experimentado. «Podría ser toda una celebridad en la industria del entretenimiento con esa apariencia». Anastasia se tomó un momento para pensar en las carreras alternativas que tendría Elías si no fuera un hombre de negocios. Por otro lado, ella estaba segura en que podía ganar ese premio de un millón; además, ya estaba planeando ahorrar el monto para su hijo, con la finalidad de que no tuviese que preocuparse por su futuro más adelante.

—Ya era hora. Necesito prepararme — comentó Anastasia, indicando que ya tenía que retirarse. —Yo también ya casi termino. Déjame llevarte para recoger a Alejandro. —No es necesario, pero gracias por la oferta —rechazó Anastasia con amabilidad. —Le prometí a mi abuela que cuidaría de ti y de tu hijo. Elías entrecerró sus ojos y se quedó mirando hacia ella. Por su parte, pese a que ella no tenía problemas en congeniar con Eva, no se sentía de la misma forma con Elías, por lo que decidió rechazarlo de nuevo. —No necesitamos que nos cuide. Diez minutos después, Anastasia salió del

edificio para esperar en la calle por un taxi. Poco después, un carro oscuro se detuvo frente a ella. La ventana de este bajó para dejar ver a Elías, quien dijo: —Súbete. Anastasia le respondió con cara de poco amigos. Se le hacía molesto que no dejara de seguirla, a pesar de sus múltiples rechazos hacia él. En ese momento, un taxi se detuvo detrás del carro de Elías, por lo que Anastasia aprovechó para abordarlo con rapidez. En cuanto el taxi comenzó a moverse, Elías lo siguió de cerca en su propio carro. Anastasia se giró a ver cómo el otro los seguía, a lo que maldijo y se preguntó cuáles eran las intenciones de ese hombre. «¿Qué está tratando de hacer?» se preguntó, frustrada.

Elías llegó a la escuela de Alejandro cuando Anastasia estaba ingresando a esta. Salió unos pocos minutos después con el pequeño siguiéndola. Cuando él vio la silueta del familiar hombre atractivo apoyándose en el carro mientras los miraba, soltó la mano de su mamá y se acercó feliz para saludarle. —Señor Palomares. Elías se encontentó y se hincó para abrazar al niño. Lo cargó y dejó que se sentara en su musculoso brazo, haciendo que ambos estallaran de júbilo. Al mismo tiempo, un padre y su hijo se acercaron a ellos. Este último preguntó: —Alejandro, ¿él es tu padre? Alejandro intercaló su mirada entre su compañero y el señor que lo sostenía. Estaba listo para responder negando con su cabeza,

pero Elías se le adelantó y, con una sonrisa, contestó: —Sí, soy su padre. Alejandro quedó boquiabierto cuando lo escuchó, mientras que Anastasia, quien se estaba acercando, fulminó con su mirada al hombre y gruñó para sí misma sobre el motivo oculto que pudiese tener el hombre para hacerse pasar por el padre de su hijo. En cuanto el otro par se alejaron, Alejandro se enfocó en Elías. —Señor Palomares, ¿pudiera ser mi papá por un tiempo? —¿De verdad quieres que sea tu padre? —¡Claro! —¡De ninguna forma! —interrumpió

Anastasia mientras comenzaba a regañar a Elías por actuar tan infantil frente a su hijo. —Mamá, mi profesor dijo que habría un programa de padres e hijos este mes y todos tienen que llevar a sus papás. Por eso quiero que el señor Palomares me haga este favor y actúe como mi padre por un tiempo. Así podré participar en el programa. —¿No hay un programa para que las mamás atiendan con sus hijos? —Hay uno, pero es solo para que las niñas atiendan con sus mamás. A los niños nos dijeron que tenemos que participar con nuestros papás —explicó Alejandro. Anastasia quedó sorprendida al escuchar a su hijo, puesto que no se esperó que la escuela de Alejandro no considerara a los niños que no tienen papá, aunque no los podía culpar

por eso. Por su parte, Elías aprovechó para contestar con firmeza. —Muy bien, iré a este programa de padres e hijos contigo.

Capítulo 78 Por qué mientes —¡Genial! —Asintió Alejandro, contento. —Alejandro, tal vez deberíamos invitar al señor Miguel. ¿Qué te parece? —Anastasia opinaba que Miguel sería una mejor opción en este caso. —Miguel acaba de asumir la presidencia de su compañía, así que no tendrá tiempo de atender al evento. —Déjeme preguntarle y ver cuáles son sus planes —comentó, indicando que para ella era necesario una alternativa. —¡No, mami! Fer acaba de escuchar que el señor Palomares es mi papá, por lo que, si el señor Miguel viene conmigo, sabrán que no es verdad.

«¿Por qué tenía que mentir y decir que es el padre de mi hijo?» pensó Anastasia después de escuchar la explicación. Maldijo a Elías por lo que hizo mientras no podía hacer otra cosa más que sentirse acorralada. —Seré un buen padre, ya lo verás —comentó Elías con una sonrisa a Alejandro. —Estoy ansioso por verlo —respondió el pequeño mientras aplaudía. —Vamos, los invito a comer. —Elías abrió la puerta de su carro y estuvo a punto de dejar al niño adentro. —No se preocupe, presidente Palomares. Ya tengo planeada la cena de hoy —comentó Anastasia mientras se apuraba a recoger a su hijo. —Señor Palomares, ¿le gustaría venir a mi

casa a probar la comida de mi mami? Cocina muy rico… —comentó Alejandro. Miró hacia Elías y comenzó a levantar sus pulgares, pero su mamá pronto lo bloqueó. Ella cubrió su boca con su mano y, girándose hacia el hombre, replicó: —Mi cocina apesta, así que no creo que debería probarla. —No hay problema con eso —dijo Elías mientras les sonreía. Miró al pequeño de forma simpática, puesto que aún tenía la mano de su mamá sobre su boca—. Deberías dejar de hacerle eso al niño. Fue entonces que Anastasia reaccionó y retiró su mano de Alejandro. Su hijo tomó una bocana de aire para después mirar hacia su madre.

—Mami, ¿por qué mientes sobre tu comida? Sabes cocinar muy bien. «¡Cielos! Supongo que no puedo culpar a mi hijo por decir la verdad. Después de todo, le enseñé a nunca mentir, aparte de que nunca he dudado de mi comida» pensó Anastasia mientras veía resignada a Alejandro. A pesar de todo, se sentía frustrada de que la hubiese expuesto frente a Elías debido a su naturaleza inocente. —Señor Palomares, mami comprará lo que hace falta para la cena de hoy. Acompáñenos. El niño miró a ambos para después entrar al carro sin darle ninguna oportunidad a Anastasia para negarse. De cualquier forma, ella pronto concluyó que debería invitar a Elías a comer para pagarle por toda la ayuda que le ha dado, además de su disposición para ayudar a Alejandro con su programa de

padres e hijos. Terminó por seguir a Alejandro y se subió al carro. Elías los llevó después a un centro comercial. Al llegar, le pidió a su hijo que esperase en el carro con él, mientras ella compraba. Regresó con una bolsa llena de ingredientes y condimentos que serían suficiente para esa noche. Luego, se dirigieron a su departamento. Una vez ahí, Anastasia sintió que su casa era mucho más chica cuando Elías estaba dentro de esta. Después de todo, su departamento solo tenía dos cuartos, además de una sala, la cual apenas era lo suficiente grande para ella y su hijo. —Puede acompañar a Alejandro mientras preparo la cocina. En el fondo, Anastasia quería terminar de cocinar para que Elías se retirase tan rápido como fuese posible. Por su parte, Alejandro

opinó que ya era lo suficiente grande e independiente como para quedarse solo por un rato. —Señor Palomares, ¿por qué no ayuda a mi mamá en la cocina? Yo estaré haciendo mi tarea. —¡Muy bien, ve! —confirmó Elías mientras miraba hacia la figura delgada en la cocina. Elías se encaminó a la cocina en cuanto Alejandro se puso a trabajar en su tarea. Tenía la intención de ofrecer ayuda a Anastasia, pero no se esperaba que ella se estuviese acercando al refrigerador para agarrar algo, por lo que ambos terminaron cara a cara, casi estrellándose, en la entrada de la cocina. Por fortuna, Elías reaccionó con rapidez y la tomó por la cintura. Anastasia quedó sorprendida por lo que

sucedió y, en su afán por querer alejarse de él, terminó tropezándose por accidente. Reaccionó tomando la mano del hombre, mientras que él afianzaba su agarre sobre su cintura. Ella quedó con sus brazos rodeando la muscular cintura del hombre y sujetándolo con fuerza. Se liberó un segundo después y se alejó como pudo. Luego comenzó a regañar a Elías, muy molesta. Al ver que le reprochaban, Elías se sintió mal por sí mismo, puesto que su inocente gesto terminó siendo agradecido de esa forma. —¿No se puede quedar tranquilo en el sillón? Hará todo un desastre aquí. «Vine a ver si necesitaba ayuda y la salvé dos veces de terminar en el piso, pero todo lo que obtuve fue un regaño injusto». —Entonces, ¿no necesitas ayuda? — preguntó con los ojos entrecerrados.

Capítulo 79 Una persona amable —No, no necesito ayuda —contestó Anastasia mientras fruncía. Elías regresó a sentarse al sillón. Se mantuvo mirando de reojo a la cocina, mientras ella preparaba la cena para tres. En ese momento, de alguna forma, sintió que corría una energía dentro del departamento, la cual le eliminaba el cansancio y le permitía relajarse. Anastasia preparó en una hora: el platillo favorito de Alejandro de hongos y pollo, muchos platillos de verduras y una sopa de maíz. Por su parte, Elías permaneció en el sillón durante ese tiempo, observándola y sintiendo que nunca se cansaría de esa vista, no importa cuánto durase ahí. «¿Qué me sucede?». Alejandro había permanecido en su cuarto

todo ese tiempo intencionalmente, puesto que quería darle algo de privacidad a Elías y su madre, con la finalidad de que se hicieran cercanos. En el fondo, quería que Elías fuese su papá algún día. A pesar de tener una corta edad, él podía ver que, para su mamá, Miguel no era más que un amigo y pensaba que ella no tenía ninguna intención de casarse con él, por lo que quería ver si ella se podía terminar enamorándose de Elías. —Hora de cenar. Anastasia sirvió la cena y, después de mirar con frialdad al hombre en su sillón, que, por cierto, lucía elegante y atractivo, se dirigió al cuarto de su hijo para avisarle también. Alejandro abrió su puerta y miró hacia Elías. —Señor Palomares, ¡hay que lavarnos las manos, juntos!

—Claro. Elías acompañó a Alejandro al baño y se aseguró que se limpiara bien las manos. Después se dirigieron a la mesa, en donde vieron todos los platillos deliciosos sobre ella. A pesar de que todos eran caseros, los encontró mucho más apetitosos que la comida que servirían en un restaurante de cinco estrellas. Por su parte, Anastasia se limpiaba las manos y salía de la cocina. En la sala miró que los otros dos ya estaban listos. Ella comenzó a comer solo hasta que se aseguró que su hijo podía tomar los platos y servirse, aunque Alejandro sirvió primero algunos platillos a Elías. —Pruébelo, señor Palomares. ¿Qué opina de la comida de mi mamá? —preguntó.

—No está mal. —Entonces debería venir más seguido a cenar con nosotros. —¡Claro! —concordó Elías casi de inmediato. «¿Qué le ocurre a mi hijo? ¿Por qué está haciendo mi vida tan difícil? Ya es suficiente cansado llegar de trabajar todo el día, ¿y ahora se supone que tengo que cocinar para una persona más? Ni en sueños haría eso» pensó Anastasia, extrañada por completo por las acciones de su hijo. —Señor Palomares, ¿puede darle un aumento a mi mamá? El niño miró hacia él con una sonrisa en toda su expresión. Al escucharlo, Anastasia paró de comer y se quedó mirando a Elías, quien estaba sentando delante de ella. Se preguntó

si en verdad le daría el aumento. El hombre no tardó en voltear hacia Alejandro y responder: —Claro. Le daré el aumento mañana mismo. Anastasia recapacitó y recordó que el día siguiente era el día 15 del mes, por lo que era día de paga. Ante eso, se preguntó si Elías en verdad le subiría el sueldo. Una vez terminaron de comer, Anastasia comenzó a lavar los platos, mientras Alejandro se llevó a Elías a su cuarto para que jugaran juntos. Para cuando eran las 8:30 de la tarde, la madre se dirigió al hombre en la cama de su hijo y le proporcionó la hora, indicando de forma implícita que debería retirarse. —Se hace tarde, presidente Palomares. —Muy bien, es hora de irme —comentó Elías mientras acariciaba la cabeza de Alejandro.

—¡Lo veré en el programa de padres e hijos, señor Palomares! —¡Claro! Ahí estaré —prometió Elías. Al salir, Anastasia apuntó hacia una bolsa de basura y dijo: —Presidente Palomares, por favor, saque la basura por mí. El basurero está a un lado de la entrada. A pesar de su posición como el gran hijo de la familia Palomares, Elías tomó la basura sin quejarse, lo que enterneció un poco a Anastasia. «Bueno, supongo que sí es una persona amable, aunque puede llegar a ser un tanto dominante de vez en cuando».

Capítulo 80 Pago inicial En ese momento, Anastasia recibió una llamada de su padre. —Hola, papá. —Anastasia, tu nueva casa está lista. Enviaré a alguien en dos días para que te ayude a mover tus cosas. Será tu nuevo hogar, así que necesitarás asegurarte de que estén cómodos en él. —Muy bien. Comenzaré a empacar todo y estaremos listos en dos días. —Anastasia, lo siento mucho por lo que sucedió con Alejandro la última vez. Eso no hubiera pasado si hubiese tenido más cuidado. —Está bien, papá. Ya pasó, así que no te lo

tomes a pecho —consoló Anastasia a Franco. Ella no culpaba a su padre en lo absoluto. —Entiendo. Deberíamos cenar juntos cuando terminen de mudarse. —¡Claro! Pondré a Alejandro al teléfono para que hablen, papá —dijo Anastasia para pasarle el dispositivo a su hijo, mientras ella se iba a empacar su ropa. A la mañana siguiente, todos en la oficina se encontraban emocionados porque era el día de paga. La compañía Burgués era una de las empresas que daban la oportunidad de carreras prometedoras a sus empleados, así como salarios atractivos. Mejor aún, desde que fue adquirida por el Grupo Palomares, todos habían recibido un incremento a su salario, lo que hacía que la compañía fuese más competitiva.

La mayoría de los empleados recibieron la notificación a las 8 de la mañana de que su sueldo había sido depositado, incluyendo Anastasia, quien escuchó la alerta de su teléfono. Su mensaje indicaba que había recibido su paga y un bono extra, combinados juntaban 68,000. A pesar de que Jonás intentó aprovecharse de ella, Anastasia estaba feliz de que él había pagado todo lo que le debía, sobre todo considerando la comisión a la que era acreedora. Después de todo, su salario base era un poco más de 10,000 sin comisión. En ese momento, sintió lástima por sí misma al recordar la recompensa de 1,800 que perdió antes, aunque no mucho después, recibió otro mensaje que lo cambiaría todo. Cuando lo abrió y leyó, descubrió que su balance de cuenta bancaria tenía unos 100,000 adicionales.

«Un momento. ¿Acabo de recibir 100,000 por parte de la compañía? ¿Hubo algún error con el Departamento de Finanzas?». Anastasia quedó perpleja, preguntándose de dónde había salido ese dinero, puesto que su comisión ya estaba incluida en el depósito de su paga. Decidió que confirmaría con finanzas. No quería adelantarse y emocionarse, solo para terminar con que hubo algún error en los depósitos. Llamó al departamento, donde fue transferida con la directora. —Hola, directora Espinosa. Quería preguntar sobre mi paga porque recibí unos 100,000 extra. ¿Hubo algún error con la transferencia? —Sabía que preguntarías, señorita Torres. En realidad, la primera transacción fue tu salario mensual. La transacción subsecuente se

realizó por órdenes del presidente Palomares, pero yo tampoco tengo los detalles. Tal vez quieras preguntarle a él. «¿Por qué me dio tanto dinero?». Anastasia se quedó en blanco. No se le ocurría por qué le daría 100,000. Colgó el teléfono y llamó a la oficina del presidente, en donde le respondió la voz magnética, aunque cansada, del hombre. —¿Hola? —¿Por qué me dio 100,000? —Le prometí a Alejandro que te daría un aumento. Aquí está —explicó. Anastasia estaba incrédula. No creyó que Elías le fuese a aumentar su paga con 100,000 extras. Si bien estaba dispuesta a

aceptar alrededor de unos miles más, no podía justificar recibir esta otra exorbitante cantidad del hombre. Como temía que esa cantidad tan grande tuviese algún motivo oculto, de inmediato pensó en todas las veces que él había intentado aprovecharse de ella, por lo que concluyó que el recibir ese dinero de él no era una buena señal. —Le transferiré el dinero de regreso a su cuenta. No necesito el aumento porque estoy satisfecha con mi salario. —Bueno, lo puedes considerar como pago por las cenas. Estaré yendo muy seguido a tu casa a cenar a partir de ahora. —¿¡Qué!? ¿Quiere venir a mi casa a cenar? ¿Está bromeando? Nunca accedí a que viniera cuantas veces quisiera —comentó Anastasia, anonadada.

—Te estoy pagando 100,000. ¿Eso no es suficiente para que cocines mi porción también? —Elías no parecía entender el rechazo de Anastasia. —No se trata del dinero. En primer lugar, no quiero cocinar para usted —gruñó. —Haz lo que quieras. De todas formas, iré a cenar con ustedes, sin importar si aceptas mi dinero o no, por lo que no me acuses más tarde de ser un aprovechado. Elías terminó de hablar y colgó la llamada. Anastasia se había quedado sin palabras y se preguntó qué era lo que tramaba. «¿Mi comida es tan buena como para que no pueda dejar de pensar en ella? ¡No hay manera de que sea eso! A juzgar por su excusa, él está haciendo algo más que solo pagarme por eso» reflexionó Anastasia.

Decidió que sacaría el dinero y se lo devolvería a Elías en la tarde.

Capítulo 81 Plan de la caída en desgracia de Anastasia Eran alrededor de las 10 de la mañana y Helen estaba buscando algo para comprar en una tienda Louis Vuitton dentro de un centro comercial de élite. Se encontraba revisando uno de los estantes cuando su teléfono sonó. —Ah, mamá —contestó de una forma brusca. —Helen, no tendrás algo de dinero que nos puedas dar, ¿o sí? Tus hermanos necesitan liquidar el pago de la escuela y nos preguntábamos si nos pudieras ayudar un poco. —¿De dónde sacaría el dinero, mamá? A penas tengo suficiente para mantenerme, así que no, no puedo ayudarlos —respondió Helen sin perder el tiempo para rechazar a su madre, quien no tardó en cambiar su tono de

voz con ella. —¿Qué demonios has estado haciendo estos días? De seguro estás holgazaneando por ahí, ¿no es así? ¡No puedo creer que no hayas aprovechado nada de mi crianza y que seas tan inútil que ni nos puedes dar unos 2,000 para ayudarnos! ¡Puedes considerarte mi mayor error! Helen era indiferente ante las palabras de su madre, quien una vez se cansó de insultarla, colgó sin más. Entonces, Helen se giró hacia la dependienta de la tienda y, en un tono que indicaba con claridad que necesitaba desquitarse con alguien, le habló con rapidez y ordenó: —Carga todas las bolsas de ese mostrador a mi tarjeta, ya. La dependienta la miró asombrada. Había

escuchado la conversación de Helen al teléfono, así que no podía imaginar que ella tuviese el dinero para pagar por todas esas bolsas; sin embargo, con deslizar su tarjeta negra, Helen hizo la transacción y se retiró de la tienda, frustrada. Esa misma tarde, se encontró con Maya y fueron a un restaurante de primera clase. —¡Esta es la primera vez que voy a un lugar tan lujoso como este, Helen! ¡Es increíble! —Dime todo lo que sepas de Anastasia en estos días, Maya —dijo Helen después de tomar un sorbo de su té, tan elegante como pudo. —¿Estás enterada de la competencia de diseño de joyería que se está organizando? Por lo visto, el diseño de Anastasia llegó a las finales y el ganador se declarará la siguiente semana. Si es ella, ¡se llevará un millón en

premio! —informó Maya. Se notaba los celos en sus ojos. —¿Qué? ¿Un millón? —Incluso Helen estaba sorprendida por esto. —¡Así es! El premio de la competencia suele llegar solo hasta 100,000, pero escuché que el presidente Palomares hará una extraordinaria excepción este año y por eso subió el premio a un millón. Es revolucionario. «¿Así que Elías fue quien subió el premio?» pensó Helen mientras apretaba su agarre sobre su taza. Si la tomaba más fuerte, terminaría rompiéndola. —El presidente Palomares es tan generoso — comentó Maya, ensoñada. Helen de inmediato supuso que esto se

trataba de una de las formas en que Elías le pagaría a Anastasia por las acciones de su madre, lo que para ella significaba que todo estaba arreglado para que Anastasia ganase la competencia y se llevase un millón por el premio. Elías tenía mucho poder en varias industrias bajo el conglomerado. Le sería muy fácil manipular los resultados de la competencia. No sería ninguna sorpresa que Anastasia terminase en primer lugar. «¡No puedo dejar que Anastasia se vaya con ese dinero así de fácil ni que gane la competencia sin siquiera intentarlo! ¡Quiero que su reputación sea arrastrada por todo el suelo!». A Helen la embargó el odio y la ira. Quería echar a Anastasia del Burgués y que fuese removida de manera permanente de la industria. La competencia de diseño sería la oportunidad perfecta para lograr ese

cometido. «Veamos que tal te va cuando caigas en desgracia desde lo más alto». Después de comer, Anastasia regresó a la oficina con los 100,000 en mano. Llevó el dinero a la oficina del presidente, en donde tocó la puerta antes de entrar. Ray abrió, por lo que, al verlo, le preguntó: —¿Se encuentra el presidente Palomares? —Sí, aquí está —respondió con cortesía. —Tengo algo que discutir con él —contestó después de asentir. Entró y vio que Elías estaba sentando en un sillón. Lucía ocupado mientras revisaba una montaña de documentos. Él levantó la mirada cuando ella ingresó, pero casi de

inmediato regresó su atención a los documentos que tenía frente. Sin darle mucha importancia, preguntó: —¿Hay algo en lo que te pueda ayudar? —Vine para pagarte los 100,000 que te debo —comentó Anastasia, sacando sin esperar los fajos de billetes. Elías dejó de escribir por un momento, pero se recuperó con rapidez y terminó de firmar un documento antes de cerrar la carpeta. Luego, la miró y, con frialdad, le dijo: —Un momento, Anastasia. Regresa y toma tu dinero. A pesar de lo mucho que le encantaba el dinero, Anastasia no quería quedarse con algo que sentía no le correspondía. Se giró para retirarse y dijo:

—Done su dinero a la caridad si no tiene algo mejor que hacer con él. Hay otras personas en el mundo que apreciarían su generosidad. Al escuchar eso, Ray decidió intervenir por su jefe. —Señorita Torres, el presidente Palomares ya tiene una fundación de caridad a su nombre y dona miles de millones cada año a dicha fundación —comentó. Cuando Anastasia escuchó eso, dudó y no supo cómo continuar. Terminó tosiendo con incomodidad, sonrojándose y saliendo del lugar. —Bueno, entonces pretendan que no dije nada.

Capítulo 82 Una nueva casa Anastasia recogió a Alejandro de la escuela esa tarde y también le dieron los detalles sobre el Día de la Familia que estaba programado para el viernes. Los equipos serían de máximo dos estudiantes, quienes serían acompañados por sus papás. —Señorita Torres, escuché de Alejandro que su padre vendrá para el Día de la Familia. Una cosa: necesitaremos la altura y el peso del papá, puesto que les daremos camisas para el programa. Estas se harán de acuerdo con los equipos de las familias. —¿Las familias necesitan tener el mismo atuendo? —preguntó Anastasia, puesto que se le vino a la mente la figura alta y atractiva de cierta persona. —Es un requerimiento de la escuela, señorita

Torres, y establecerá un código de vestimenta para los niños en el Día de la Familia. No sería tan divertido si todos vistieran lo que quisieran durante los juegos —explicó la profesora con calma, aunque dejó en claro que era un requerimiento que no se podría saltar. «Bueno, Elías fue quien le prometió al niño que vendría, así que tendrá que usar la camisa sin importar lo fea que sea» pensó Anastasia, divertida. —En ese caso, la altura del padre es de 1.90 metros. —¡Vaya! El papá de Alejandro es alto, ¿no es así? ¿Y su peso? —Regular. —Muy bien. Ahora, si nos pudiera transferir

el pago por medio del grupo de mensajería de padres y maestros, ¡sería estupendo! Una vez que terminó de anotar los detalles, la profesora se retiró para continuar con sus otras labores. Después de eso, Anastasia se retiró con Alejandro a la casa. Al llegar, recibió una llamada de Franco, quien le dijo que también había llegado y que quería llevarlos a que conocieran su nueva casa. El nuevo lugar era un departamento de dos habitaciones, pero el área del lugar en total tenía más de 100 metros cuadrados. A pesar de las dos recámaras, la sala era espaciosa y tenía mucho potencial para personalizarla. Anastasia ya podía visualizar cómo dividiría el espacio y apartaría una porción para un sitio de juegos para Alejandro. El nuevo hogar también tenía dos balcones: uno para poner ropa a secar y el otro para

plantas. También podría convertirlo en un espacio para trabajar al aire libre si añadía una mesa pequeña. En general, le gustaba el departamento que Franco le había escogido y apreciaba que él se había resistido en contra de Noemí y Érica para poder darle esa casa a ella y Alejandro. —Empaquen sus cosas y múdense cuando puedan. ¡Cualquier cosa que necesiten, el centro comercial está a un elevador de distancia! —comentó Franco con entusiasmo mientras se sentaba en el sillón, con Alejandro en su regazo. —Muy bien. Empacaré nuestras cosas esta noche. No tenemos mucho, así que deberíamos terminar la mudanza para mañana por la tarde. ¡Tal vez, incluso, mañana también podamos tener nuestro primer almuerzo aquí!

—Perfecto. Entonces, los llevo a su casa para que cenemos juntos —dijo Franco, sonriendo. Si bien Anastasia amaba tener a su papá de visita, no podía esconder su preocupación frente a él. Como si le leyera la mente, le aseguró: —No te preocupes. Iré solo. —Muy bien —respondió mientras asentía. Anastasia de verdad no quería a Noemí o Érica cerca de su casa. En la residencia de los Torres, Noemí aún seguía molesta porque su esposo le compró un departamento a Anastasia. El hecho era algo que la carcomía por dentro e incluso tenía planes para pedirle a Franco que le consiguiese un nuevo departamento a Érica.

A pesar de todo, sabía que Franco no podía costearse otro departamento, aunque a su compañía le había comenzado a ir muy bien. Era casi como si el universo le estuviese ayudando. Todas las licitaciones en que participaban habían sido exitosas y todo iba por buen camino para la empresa, sin mencionar que las cuentas lucían muy prometedoras. Después de todo, no era sencillo manejar una pequeña compañía con solo unos millones en activos. Por otro lado, Elías estaba en su oficina dentro del Corporativo Palomares. Regresó de su visita del Burgués para atar algunos cabos sueltos en su trabajo. En ese momento, Ray se acercó a él con una carpeta en mano y le informó: —Presidente Palomares, una nueva propuesta de la compañía de Franco acaba de llegar. Ya la hemos aprobado.

—Muy bien. —Asintió Elías, satisfecho. —Por cierto, no creo que Franco sepa que usted es quien le ha estado ayudando con su compañía y permitiéndole que crezca hasta su estado actual. —No hay necesidad que se entere. Su esposa sacrificó su vida por mí y es correcto que yo ayude a su familia para pagar por su acción desinteresada —comentó Elías mientras se masajeaba la frente. El cansancio comenzaba a acumularse. —Por último, también ya hablamos con el panel que trabaja en la competencia de diseño de joyería. —Bien —dijo Elías con sus ojos brillando de repente en anticipación.

—Debería regresar, señor. Ya son las 9 de la noche —indicó Ray con gentileza. Una media hora después, Elías regresó a su chalé en la colina. Al entrar a su sala espaciosa, sintió lo vacía que estaba su casa en comparación con el departamento de Anastasia, pequeño pero acogedor. «Tal vez lo que necesita esta casa sea el toque femenino. Un niño también avivaría el lugar». Mientras su mente divagaba, recordó a Anastasia y Alejandro. Ella era una persona testaruda, del tipo que se rehusaba a tomar la salida fácil. Además, era independiente, decisiva y nunca se doblegaría ante nadie por dinero. No la podían comprar y, a pesar de todo el poder que tenía, sabía que no podía obligarla a casarse con él.

Por otro lado, y más importante, él le debía un favor. Como estaban las cosas, le era más difícil ganarse a Anastasia que manejar una compañía enorme, valuada en miles de millones. No podía dejar de pensar en ella o en las curvas de su silueta. Entre más lo hacía, más fuerte era el calor que sentía recorría todo su cuerpo. De repente, cierta parte de su pantalón comenzó a sentirse muy apretada.

Capítulo 83 Una pesadilla «¿Cómo es posible que solo recordarla haga que mi cuerpo reaccione de esta forma? Ahora que se enteró de que hubo una relación de una noche entre Helen y yo hace cinco años, de seguro me odio aún más» pensó, impactado por completo. Su teléfono sonó en ese momento. Lo desbloqueó y vio que tenía un mensaje de Anastasia junto con una fotografía de una camisa amarilla. «Este es el uniforme para el Día de la Familia. ¿Está seguro de que aún quiere venir?». «¡Qué camisa tan ordinaria! Apuesto a que se podría comprar camisas con patrones similares en cualquier tienda en línea por un puñado de billetes» pensó mientras se apuró a escribir su respuesta:

«Ya se lo prometí a Alejandro, así que iré en definitiva». «Aun así, esto no va para nada con usted y creo que sería mejor que no formara parte de esto. Le puedo decir a la profesora de que me deje tomar su lugar». Después de leer la respuesta de Anastasia, entrecerró sus ojos y le contestó con determinación. «Ahí estaré, sin duda alguna». Por su parte, Anastasia acostada en su cama mientras se mensajeaba con Elías. Al ver lo insistente que estaba, a pesar de sus intentos por disuadirlo, terminó respondiendo con: «¡Bien! Lo veremos a las 2 de la tarde de este viernes».

«Claro. ¿Alejandro ya se durmió?» preguntó Elías. «Sí, ya está dormido». «¿Qué estás haciendo?». «Hablando con usted, acostada en la cama» contestó Anastasia con rapidez. «Anastasia, ¿y si te diera 10 miles de millones para que te casaras conmigo?» preguntó Elías de repente. Al ver eso, la mente de Anastasia se quedó en blanco. «¿10 miles de millones para casarme con él? ¡Ja, ja! ¿De verdad cree que puede hacer lo que se le plazca nada más porque tiene dinero?» pensó Anastasia.

Lo rechazó de forma directa con el mensaje: «¡Vaya con Helen si necesita a una mujer! Aunque estuviera solitaria, nunca buscaría las sobras de Helen». En su mansión, la expresión de Elías se ensombreció de inmediato y la atmósfera del lugar se hizo tensa. Un brillo penetrante comenzó a nacer en sus ojos. «¿De verdad me odia tanto? Espéralo, Anastasia. Estoy seguro de que algún día te conmoverás por mis acciones. Después de todo, ¡aún tenemos mucho tiempo juntos del resto de nuestras vidas!». En ese momento, el teléfono de Elías comenzó a sonar. Cuando notó que era una llamada de Helen, la aceptó, aunque se encontraba frunciendo.

—Hola, Helen. —Elías, estoy asustada… ¿Puedes venir a hacerme compañía? —preguntó Helen con una voz que daba lástima, tratando de invocar su lado protector. —Le pediré a la señora Cartagena que vaya y te haga compañía. —No, solo te quiero a ti… Elías, tuve este sueño sobre aquella noche, hace cinco años. De verdad te extraño. Quiero volver a sentirlo… todo… otra vez —comentó, sonando ambigua y necesitada. De cualquier forma, Elías pausó al oír eso. «¿Cómo puede extrañar lo que ocurrió hace cinco años cuando la herí tanto aquella noche?».

—Helen, ¿te acuerdas de cómo te trate esa noche? Debió ser una pesadilla para ti — preguntó con calma. Al escucharle, Helen comenzó a quejarse y lloriquear. —Tenía miedo aquella noche, pero… Ya no me asusta. Cuando te recuerdo, el dolor se convierte en placer. —Deberías dejar de pensar en eso. No quiero que quedes traumatizada —comentó Elías. —¡Está bien, entonces! Por cierto, mañana quiero visitar tu compañía y que almorcemos juntos. —Claro. Ahora, necesito una ducha — contestó Elías y colgó después de eso.

Por su parte, Helen, quien se encontraba en la mansión en el centro de la ciudad, había comenzado a sudar frío. «¡Elías casi descubre la verdad! Por su tono de voz, apuesto que sabe cuánto torturó a Anastasia esa noche. Aun así, no se encontraba en sus sentidos y era la primera vez de ella, así que apuesto que debió ser horripilante para ella». Pese a todo, Helen no podía evitar sentirse celosa. «Si solo hubiera sido yo aquella noche. Hubiera podido experimentar a Elías cuando no tiene limitantes. En verdad, aunque fuera una vez, quisiera ser su mujer». Sintió que su cuerpo comenzaba a excitarse cuando pensaba en el físico bien trabajado

de Elías.

Capítulo 84 El hazmerreír El jueves, Anastasia se tomó medio día libre para poder mover todas sus cosas de su actual departamento al nuevo con la ayuda de Franco. Mientras él fue a recoger a Alejandro, ella comenzó a decorar el lugar. Como había un centro comercial abajo, eso le permitía a Anastasia ir por las necesidades diarias. Todo estaba progresando muy bien, por lo que, esa noche, pudo cocinar una cena para todos. A partir de ese momento, tenían una nueva casa dentro de la ciudad. —Papá, ¿cómo le ha ido a tu compañía en estos días? —preguntó Anastasia con curiosidad. —¡Todo marcha muy bien! Estamos a punto de obtener un contrato que nos dejará unos 100 millones en ganancia; bueno, eso si somos capaces de obtener el proyecto.

Al escuchar eso, Anastasia se puso muy contenta por Franco. Él no se hacía más joven, así que no sería ideal si a la compañía no le estuviera yendo tan bien. De repente, él miró a Anastasia con completa seriedad y le preguntó: —Anastasia, ¿planeas continuar con esta carrera en el campo del diseño por siempre? ¿Nunca has contemplado en aprender a manejar una compañía? «¿Quiere que me haga cargo de su compañía? Supongo que está ansioso, puesto que ya casi llega a los sesenta» pensó Anastasia, quien de inmediato entendió a lo que estaba implicando. —No creo que sea buena en eso, papá — contestó, sin tenerse mucha confianza.

—Bueno, al menos eres más madura que Érica y me sentiría más cómodo si la compañía quedara en tus manos —explicó Franco con sinceridad. Érica había sido mimada por Noemí por completo y no sabía hacer otra cosa que no fuera gastar su dinero. —Bueno, aún eres joven. ¿Por qué no decides de nuevo en dos años, papá? De cualquier forma, yo aún tengo que esperar hasta que Alejandro sea más grande para tener tiempo de ayudarte —sugirió Anastasia después de reflexionarlo por un momento. Si bien Franco solo estaba preguntando, le daba gusto saber que Anastasia tenía planes para ayudarle en un futuro. En ese momento, Anastasia miró a Franco y notó las canas que se acumulaban a sus lados. Se dio cuenta de que su padre sí comenzaba a envejecer.

—Muy bien. Me haré cargo de la compañía por dos años más antes de tomar mi decisión de pasarte la compañía —concordó Franco. Por otro lado, Helen invitó a Alexis, la contrincante de Anastasia, a una cena en un restaurante. Ahí, le contó sobre cómo la Competencia Internacional de Diseño de Joyería estaba arreglada para que Anastasia ganase. —¿Cómo se enteró de esto, señorita Sarabia? ¿Está segura? —cuestionó Alexis. Era obvio que le enfurecía el hecho. —Le puedo asegurar que mis fuentes son confiables. Si quiere ganar la competencia justamente o incluso poderse mantener en el Burgués, necesitará quitar a Anastasia. Si no lo hace, la persona que sobrepase a todos en la compañía será ella, en definitiva —declaró Helen con un brillo particular en sus ojos.

—¿¡Cómo es eso posible!? —Señorita Tejeda, no estoy tratando de asustarla, pero en la situación actual, solo será capaz de superarla si usted deja el Burgués; de lo contrario, Anastasia siempre la eclipsará. —Señorita Sarabia, creo que esta no es la razón principal por la que me invitó a venir, ¿no es así? —Alexis era lo suficiente lista como para entender que había otra razón. —Sé que odia a Anastasia, al igual que yo. Quiero que ella deje el Burgués y de verdad deseo que no pueda quedarse en la industria del diseño de joyería ni un minuto más, así que espero que pueda ayudarme. Por obvias razones, Alexis sabía por qué Helen odiaba a Anastasia, por lo que no dudó

en concordar con ella. «¿Cómo pudiera no odiarla? Ella es la novia del presidente Palomares, aunque Anastasia y el presidente se la pasan coqueteando con el otro dentro de la compañía». —Claro. Estoy dispuesta a trabajar con usted, señorita Sarabia, aunque no estoy segura de qué puedo hacer. —¿Conoce a un directivo de la compañía que esté patrocinando la Competencia Internacional de Diseño de Joyería de este año? —preguntó Helen, ya sabiendo lo que quería. Alexis tenía muchos contactos dentro de la industria, así que sí conocía a una persona con las características que buscaba Helen. El directivo era un notorio pervertido. Una vez trató de invitarla a cenar con la excusa de que

le ayudaría a hacer contactos, pero ella lo rechazó. —Tengo su número de teléfono y puedo llamarlo cuando sea. Helen sonrió al escucharla, satisfecha. —Planeo que Anastasia y él terminen en la misma cama para tomarle fotos. Las revelaré en la ceremonia de premiación. Para ese punto, ella no podrá obtener ningún premio y será el hazmerreír de la industria. ¿Qué opina? Alexis pensaba que el plan era arriesgado, pero ya no podía soportar por mucho más tiempo a Anastasia. Si la competencia en verdad estaba arreglada para que ella ganase, entonces el premio de un millón terminaría en sus bolsillos. Nada de eso le sentaba bien a Alexis.

—¡Claro! Estoy dispuesta a ayudarla pidiéndole al directivo que nos veamos; sin embargo, ¿cómo conseguirá que Anastasia caiga en la trampa? —preguntó Alexis con curiosidad. —Tengo mis propias maneras. Contacte al directivo para este sábado en la noche y yo me encargaré de poner las cámaras de vigilancia previamente. Conseguiré que Anastasia esté en la cama a tiempo para el plan.

Capítulo 85 Cásate conmigo Ahora que Helen estaba preparada, se comportaba con mayor osadía y terquedad, por lo que era claro que no iba a pensar dos veces en tener que jugar sucio. —Muy bien. Entonces estamos de acuerdo — asintió Alexis y aceptó a trabajar junto a Helen. A la mañana del viernes, Anastasia recibió un mensaje de texto por parte de la profesora de Alejandro: «La actividad en familia comenzará hoy a las 2:00 de la tarde. Esperamos que todos los padres puedan atender a tiempo». Después de mandarle el mensaje a Elías, su teléfono fijo empezó a sonar al poco tiempo y supuso que era probable que fuera él, por lo

que contestó la llamada. —¿Hola? —Veme en el estacionamiento a la 1:00 de la tarde en punto. —La atractiva voz de un hombre resonó antes de que ella respondiera: —De acuerdo. Anastasia se quedó sin palabras después de que Elías terminara la llamada, ella empezó a arrepentirse por su decisión de permitir que él actuara como el padre de Alejandro para que se uniera a la actividad familiar. «Hasta puedo decir que lo único que estoy pidiendo es que me molesten. Creo que mejor debí haberle preguntado a Miguel». Ella no tenía idea qué tipo de juegos se llevarían a cabo en las actividades en familia,

por lo que lo único que ella podía esperar era que fueran normales y no de esas que involucraran demasiada interacción. Cuando llegó la 1:00 de la tarde, Anastasia tomó su bolsa y entró al elevador. Al mismo tiempo, Maya, quien la había estado observando, siguió tras ella con rapidez y le preguntó con una sonrisa: —¿Vas a salir, Anastasia? —¡Sí! Tengo que salir a hacer algo. — Entonces ella presionó sobre el botón que daba para el primer piso del sótano, mientras que Maya se bajó en el primer piso para luego salir corriendo con rapidez para descender las escaleras que estaban a un lado para seguirla; en su camino hacia abajo, ella vio que Anastasia entró al vehículo privado de Elías. Los ojos de Maya quedaron abiertos al instante.

Ahora que Helen estaba preparada, se comportaba con mayor osadía y terquedad, por lo que era claro que no iba a pensar dos veces en tener que jugar sucio. «¿Acaso ella está saliendo con el presidente Palomares a una cita durante las horas de trabajo una vez más? Ellos no van camino a un hotel, ¿o sí?». Ella se apresuró a sacar su celular y reportó lo que vio a Helen; después de saber lo ocurrido, Helen se sintió tan enojada que creía que iba a enloquecer en cualquier segundo. «¿Acaso ella está saliendo con el presidente Palomares a una cita durante las horas de trabajo una vez más? Ellos no van camino a un hotel, ¿o sí?». Ella se apresuró a sacar su celular y reportó lo que vio a Helen; después de saber lo ocurrido, Helen se sintió tan enojada que creía que iba a enloquecer en cualquier segundo.

«Da al parecer que Anastasia sí ha estado utilizando el trabajo como una excusa para salir a citas con Elías. ¡Qué persona tan manipuladora! Ahora puedo estar segura de que ella fue quien le dejó la marca en el cuello a Elías con toda la intención de hacerlo, no cabe duda de eso. Supongo que él solo aparentaba que no tenía algún deseo o necesidad biológica, pues Anastasia lo había estado satisfaciendo en secreto. Pero qué detestable, ¿cómo se atreve a criticar a Elías en frente de mi cara mientras que lo seduce a mis espaldas con todo un almacén de trucos sucios?». Mientras tanto y durante el viaje hacia el jardín de niños, Anastasia se empezó a sentir como si estuviera loca por permitir que Elías tomara el papel del padre de Alejandro. —¿Qué te parece si… mejor no vas? Yo se lo

explicaré a las maestras. —Ella volteó su mirada hacia el hombre y dio la sugerencia de que ella no quería que él arruinara su imagen al ir con ella. No obstante, Elías mantuvo su mirada al frente de él y dijo con determinación: —Yo le prometí a Alejandro que iría. —Le puedo explicar que no puedes ir porque estás ocupado. Alejandro no se enojará contigo porque él es una persona que fácil perdona. Te lo imploro, Elías, ¿podrías no ir? —Anastasia le mostró una mirada suplicante. —¿Qué ocurre? ¿Tanta vergüenza te provoco? —Giró la mirada para poder verla. A pesar de todo, eso no tenía relación con la reputación de alguien, pues se debía a que Anastasia simplemente no quería que él actuara como el padre de su hijo porque eso le haría imposible darse a explicar si alguien

llegara a descubrirlo. —Lo digo en serio, en verdad no deberías ir. Te prometo que te invitaré a comer si no vas… no, te invitaré un día entero a comer. ¿Qué te parece eso? —Ella dio su mejor esfuerzo por persuadir a Elías para que cambiara de parecer, pero él se mantuvo firme. —Yo iré. —Entonces, ¿qué quieres de mí para que no vayas? —Anastasia trató de negociar con él. —Yo no iré con la condición de que te cases conmigo en este instante. —Elías se volteó y respondió con suma consideración, pero ella se le quedó viendo sin palabras. —Eso es imposible. —Después de eso, él continuó conduciendo sin expresar emoción

alguna y llegaron al jardín de niños en muy poco tiempo. Ya había varios padres de familia allí en ese preciso instante, pese a que llegaron 15 minutos antes. Después de echarle un vistazo a su reloj, Anastasia sugirió —: ¿Qué te parece si esperamos en el auto por un poco antes de entrar? Me imagino que Alejandro aún debe de estar tomando su siesta en este momento. Elías estaba de acuerdo y asintió, luego ella empezó a usar su teléfono para revisar las noticias más recientes para pasar el tiempo. Por el otro lado, el hombre que estaba a un lado de ella no tenía la costumbre de revisar su celular sin propósito alguno, por lo que mantuvo su mirada fija sobre ella. En ese momento, el largo cabello de Anastasia fue llevado hacia atrás, lo cual dejó que unos cuantos mechones de pequeños cabellos acentuaran sus mejillas completas; estas eran

tan suaves y esponjosas, lo cual demostraba cuan delicada era su piel.

Capítulo 86 Este es el padre de Alejandro En ese momento, la mirada de Elías se dirigió directo a los labios de Anastasia, como si fuera parte de su instinto; sus labios eran gruesos y suaves, los cuales enviaban una señal que atraía al hombre a acercarse. Mientras tanto, ella se encontraba en el proceso de leer las noticias más recientes cuando sintió la presencia de unos ojos que la observaban para luego voltear su mirada, la cual chocó directo con la de Elías. Ella fue tomada por sorpresa cuando pudo presentir lo que él estaba pensando. «¡¿Otra vez se está excitando?!». —Ya es hora, ¡vamos! —Anastasia guardó su celular y salió del auto. Al mismo tiempo, la lujuriosa mirada de Elías se desvaneció antes de que saliera del auto y se dirigiera hacia el jardín de niños junto a ella. Ahí, las dos

jóvenes maestras que se encontraban dando direcciones a la entrada al jardín de niños quedaron perplejas cuando vieron a la pareja que se dirigía hacia ellas. El hombre que caminaba junto a Anastasia emanaba un aura de nobleza y arrogancia. No importaba que él solo estuviera vestido con una camisa blanca de vestir con unos pantalones negros, su simple estatura de 1.88 metros lo hacía aparentar como si perteneciera a la realeza. «¿Es esta la definición de perfección? Oh por Dios, ¿es ese el papá de Alejandro? ¡Qué hombre tan apuesto!». —Señorita Torres, ¿acaso él es el padre de Alejandro? —Una de las maestras preguntó por curiosidad. —Eh… —Anastasia apachurró los labios. —Sí. Yo soy su padre —admitió el hombre

que estaba a su lado con una voz profunda. —Por favor, pasen. La actividad comenzará dentro de poco. —Las maestras le dieron unos cuantos vistazos más a Elías. «¡Santo cielo! ¡No cabe duda de que la madre de Alejandro debe de estar disfrutando de la vista! Debe de ser lindo casarse con un hombre tan apuesto y también tener un hijo tan guapo». En ese momento, la mirada de Elías se dirigió directo a los labios de Anastasia, como si fuera parte de su instinto; sus labios eran gruesos y suaves, los cuales enviaban una señal que atraía al hombre a acercarse. Mientras tanto, ella se encontraba en el proceso de leer las noticias más recientes cuando sintió la presencia de unos ojos que la observaban para luego voltear su mirada, la cual chocó directo con la de Elías. Ella fue tomada por sorpresa cuando pudo presentir

lo que él estaba pensando. —¡Alejandro y su padre se parecen mucho entre sí! —agregó una de las maestras. Sin embargo, Anastasia se quedó sin palabras cuando escuchó a la maestra. «¿Es en serio? ¿Cómo puede ser que mi hijo tenga algún parecido con este hombre? ¿Será que todas las personas apuestas se parecen? Aun así, es imposible parecerse tanto que incluso los desconocidos piensen que parecen como padre e hijo, ¿no?». El programa sería llevado a cabo en el campo del jardín de niños, por lo que construyeron un escenario con sillas para los padres. Anastasia había inscrito a Alejandro en un jardín de niños común y corriente, así que se podía comprender que el tipo de equipo utilizado estuviera un poco desgastado. En ese momento, los niños salieron uno por uno

mientras que sostenían el rincón de la camisa de la persona que estaba delante de ellos. Todos los niños lucían adorables y felices mientras que sus rostros se iluminaban con orgullo cuando vieron a sus padres; Alejandro mostró una sonrisa que demostraba sus dientes cuando vio a las personas que él anticipaba, luego Elías sacudió su mano en el aire para saludarlo. La presencia de Elías no solo era como un regalo para las maestras en ese instante, sino que también era un dulce deleite para todas las madres jóvenes. Cada una de ellas lo miraba fijamente y sin disimular, como si pudieran adueñarse de él si se le quedaban viendo lo suficiente y por cierto tiempo; incluso los padres empezaron a escanearlo de pies a cabeza mientras que opinaban en sus cabezas: «¿Qué tan injusto puede ser que este

hombre obtenga todos los beneficios cuando todos somos varones? ¿Cómo puede ser que él sea un galán y que tenga una gran figura al mismo tiempo que luzca con elegancia, inteligencia y riqueza?». A pesar de todo eso, Elías tenía sus brazos cruzados con gracia antes de que su mirada cayera sobre Alejandro. Su mirada era gentil y cálida en ese momento, como si en verdad estuviera mirando a su propio hijo. Justo después de que la directora terminara de dar su discurso, las maestras empezaron a subir a los niños al escenario para sus actos de clases. Para la clase de tercer grado, todos los niños aparecieron como adorables ángeles para que luego entraran bailando los de segundo grado como preciosuras al son de una encantadora canción, Alejandro también era parte de eso. Después de eso, los niños más pequeños que pertenecían al primer grado subieron al escenario antes de que

algunos de ellos empezaran a llorar, lo cual hizo que algunos de los padres que estaban abajo del escenario comenzaran a reír en silencio, a la vez que Anastasia también reía un poco. Cuando ella levantó la mirada y chocó con los ojos de Elías, el cual se encontraba sentado a un lado de ella, de repente se percató de que él tenía un aspecto gentil en ese rostro que solía ser tan frío. —Muy bien, queremos que nuestros padres de familia se cambien a los atuendos que preparamos para las actividades de más adelante porque nuestras actividades en familia darán comienzo dentro de poco. — Después de que consiguieron los atuendos, todos, eso incluía a Elías, fueron al lavabo para cambiarse. Tiempo después, todos salieron y Elías se encontraba parado en medio del grupo de personas con una camiseta amarilla; pese a que él llevaba

puesto una simple y ordinaria camiseta, él la hacía lucir como si fuera costosa, como si tuviera un valor de decenas de miles.

Capítulo 87 Te amo, esposo querido Incluso Anastasia le echó unos cuantos vistazos más a Elías. Era raro verlo de tal manera y ella en verdad quería tomarle una fotografía como recuerdo. —Nos gustaría pedir que los padres se paren a un lado de sus niños porque vamos a comenzar nuestra primera ronda de actividades en familia. —Cuando Elías fue a pararse a un lado de Alejandro, el chico le dio un abrazo con felicidad mientras que Anastasia escuchaba al par de mujeres a un lado de ella hablar en voz baja. —Él es el papá más candente que alguna vez haya visto. —Ya sé, ¿verdad? ¡Al principio pensé que era alguna celebridad! —Luego le echaron una mirada llena de envidia a Anastasia antes de

que una de ellas acumulara el valor para acercársele y preguntarle: —¿Esos son tu esposo e hijo? —Tan pronto como escuchó eso, sintió que su rostro se puso tan rojo como una manzana para luego asentir para darles su confirmación. La primera ronda de las actividades familiares consistía en un juego de regate sobre el escenario, en donde habría tres grupos que competirían al mismo tiempo. Cada niño se juntaría con sus respectivos papás y los papás tendrían que pasarles las pelotas a sus niños, mientras que ellos tendrían que llevar las pelotas al punto final. Todos los padres que estaban debajo del escenario fueron entretenidos cuando comenzó la competencia. Cuando fue el turno de Elías, fue rápido en quitarse de encima los otros dos pares de padre e hijo con sus rápidos movimientos, mientras que Alejandro

cargaba la pelota con rapidez y corría hacia el punto final, lo cual los dejó como los ganadores de la ronda; después, cada uno de los grupos que iban ganando prosiguieron a las eliminatorias antes de que Elías y Alejandro finalmente terminaran en el primero lugar. Anastasia se encontraba abajo del escenario y ella pudo sentir cómo las lágrimas se le empezaban a acumular tan pronto como vio la sonrisa complacida de Alejandro, pues esa era la primera vez que lo veía tan orgulloso y contento, mientras que el hombre a un lado de él se reclinaba para limpiarle el sudor con gentileza; ese fue el momento en el que ella se percató de que en verdad le debía a Alejandro por no haberle proporcionado una familia completa. Incluso Anastasia le echó unos cuantos vistazos más a Elías. Era raro verlo de tal manera y ella en verdad quería tomarle una

fotografía como recuerdo. Después de eso siguió un juego de pelota y aro, en donde cada padre tendría que girar con rapidez seis veces a la vez que cargaban a sus niños para luego aventar la pelota dentro del aro; el grupo que fuera capaz de hacer el tiro más rápido y preciso sería el ganador.  Todos se sintieron mareados después de haber hecho demasiadas vueltas, pero Elías ya había completado diez conjuntos de vueltas y tiró las pelotas dentro de los aros a la velocidad del rayo con una increíble puntería, lo cual impresionó a la multitud. Después de eso siguió un juego de pelota y aro, en donde cada padre tendría que girar con rapidez seis veces a la vez que cargaban a sus niños para luego aventar la pelota dentro del aro; el grupo que fuera capaz de hacer el tiro más rápido y preciso sería el ganador.  Todos se sintieron mareados después de

haber hecho demasiadas vueltas, pero Elías ya había completado diez conjuntos de vueltas y tiró las pelotas dentro de los aros a la velocidad del rayo con una increíble puntería, lo cual impresionó a la multitud. —¡Santo cielo! ¡Ese papá es tan bueno en este juego! ¡Qué genial! —Una de las madres no pudo evitar exclamar a todo pulmón. Al haber dicho eso, fue también lo que todas las demás madres pensaban: «¡Este papá es lo máximo!». Lo único que había debajo del escenario eran elogios por parte de todos para Elías; por el otro lado, los ojos de Anastasia quedaron perplejos, pues esa era la primera vez que ella veía a Alejandro tan feliz. Ellos volvieron a ganar. Después de que Alejandro ganara por segunda vez

consecutiva, la directora subió al escenario y anunció: —Hay que invitar a la madre de Alejandro para que suba al escenario con nosotros. — En un instante, la mente de Anastasia quedó en blanco. «¿Qué es lo que intenta hacer la directora?». Sin embargo, ella sabía que no podía acobardarse de subir al escenario, por lo que respiró hondo para luego subir con una sonrisa. En ese momento, la directora preguntó con entusiasmo: —¡Mamá de Alejandro! Para empezar, me gustaría preguntar, ¿dónde es que logró encontrar a un hombre tan excepcional y guapo como su esposo? —Anastasia se sonrojó en un instante para luego apachurrar sus labios para formar una sonrisa, por lo que tartamudeó:

—B-bueno… ¡Supongo que fue el destino! —¡El papá del Alejandro fue grandioso, en verdad! ¿Me permitiría saber a qué se dedica? —En este momento, me dedico a trabajar en el campo de las finanzas. —La atractiva voz de Elías fue extremadamente encantadora. —¡Guau! ¡Apuesto a que usted es bueno consiguiendo plata! —En ese preciso instante, incluso la directora, quién ya se encontraba en sus años cuarenta, le echó un vistazo a Elías unas cuantas veces más porque esa era la primera vez que veía a un padre tan apuesto—. Muy bien. A continuación, que el papá de Alejandro le diga a su mamá: Hiciste un buen trabajo, querida esposa. —La directora pidió de la nada. Elías había mantenido una pequeña

sonrisa en su rostro durante todo ese tiempo, la cual solo se hizo mucho más grande cuando escuchó esa petición; después de tomar el micrófono que la directora le entregó, él miró fijamente a Anastasia para luego decir con su profunda voz: —Hiciste un buen trabajo, querida esposa. — Después de chocar con la abrasadora mirada del hombre, Anastasia sintió que su rostro se calentaba. A decir verdad, casi tenía miedo de saber qué es lo que la directora iba a hacer a continuación. —Hay que hacer que la mamá de Alejandro confiese a su papá y le diga: ¡Te amo, querido esposo! —declaró la directora mientras que Anastasia fue dejada sin palabras.

Capítulo 88 ¿Te molesta vestir eso? «¡Oh, Dios mío! ¡Cómo quiero darme una patada a mí misma!». La mente de Anastasia estaba completamente en blanco aun cuando ya se le había pasado el micrófono, pues ella no era capaz de decirlo. —¡Dilo, mami! —En ese instante, Alejandro se encontraba parado a un lado de ella y tiró de su pantalón con anticipación, por lo que no le quedó más opción que decirlo sobre el micrófono tan rápido como pudiera. —Te amo, querido esposo. —Al decir eso, ella quería bajarse del escenario de inmediato, pero la imparable voz de la directora resonó una vez más. —¿Qué tal si dejamos que el papá de Alejandro le dé un abrazo a su mamá ahora?

—Anastasia se encontraba atónita cuando el brazo de Elías se aproximó para rodear su cintura, ella fue presionada contra su pecho justo después y empezó a oler el aroma de sus feromonas masculinas. Mientras tanto, la multitud comenzó a aplaudir antes de que ella por fin pudiera recobrar los sentidos para alejar a Elías de manera inconsciente. Cuando bajaron del escenario, Alejandro regresó con rapidez a su asiento mientras que Elías volvía al suyo a un lado de Anastasia; no obstante, ella temía voltear a verlo y lo único que deseaba era que las actividades en familia terminaran tan pronto como fuera posible. Para su suerte, las actividades en familia que siguieron eran entre los niños de otras clases con sus madres. La ceremonia de premiación comenzó alrededor de las 4:00 de la tarde y Alejandro regresó contento con un pequeño trofeo de cristal para él; por fin, ella pudo dan un suspiro de alivio cuando la directora

anunció el fin de la ceremonia, pues ya no podía esperar para poder irse con su hijo. Todos los padres se dieron cuenta de que Elías conducía un Rolls-Royce Phantom que costaba millones cuando ellos se subieron a su auto. Mientras tanto, Alejandro exclamó dentro del vehículo: —¡Señor Palomares, usted fue tan genial el día de hoy! «¡Oh, Dios mío! ¡Cómo quiero darme una patada a mí misma!». La mente de Anastasia estaba completamente en blanco aun cuando ya se le había pasado el micrófono, pues ella no era capaz de decirlo. —¡Apuesto a que estás exhausto! ¿Qué tal si te invito a cenar esta noche? —ofreció Elías después de girar un poco su cuerpo. Sin embargo, Anastasia rechazó su oferta por él.

—¡Apuesto a que estás exhausto! ¿Qué tal si te invito a cenar esta noche? —ofreció Elías después de girar un poco su cuerpo. Sin embargo, Anastasia rechazó su oferta por él. —No, está bien. Me llevaré a Alejandro a casa. —Mami, el señor Palomares no debería tener que invitarnos a comer porque la cosa es al revés. ¿Qué tal si salimos a comer algo esta noche? Tú invitas. —Alejandro ya tenía todo planeado. Del otro lado, Anastasia no quería aparentar ser tacaña e ingrata en frente de su hijo; además, supo que Alejandro tenía razón y que debía recompensar a Elías por ayudar a su hijo ese día. —Está bien. En ese caso, te invitaré algo de comer —le dijo Anastasia al hombre que conducía.

—Claro. ¿Hacia dónde vamos? —¡Hay que ir al restaurante que sirve platillos locales que está bajando mi casa! —Ella no quería viajar muy lejos porque todavía tenía que asear a su hijo más tarde. —Nosotros nos quedamos aquí —le informó Alejandro a Elías cuando se detuvieron por la calle en donde Anastasia compró su nuevo hogar, por lo que el hombre asintió al joven chico justo después. El restaurante servía platillos de la localidad y le iba bien al negocio. Anastasia escogió una mesa que estuviera cerca de la ventana y luego se sentó para así poder ordenar unos cuantos deleites locales; la comida se les fue servida casi de inmediato. Al mismo tiempo, Alejandro seguía jugando con su trofeo en su asiento. —¡A comer! Aunque este no sea un

restaurante de mucha clase, los platillos de aquí son bastante buenos —le ofreció al hombre que se encontraba sentado en frente de ella. —Yo no soy quisquilloso. —Elías tomó sus utensilios y comenzó a comer, Anastasia escogió algo de comida para dárselo a Alejandro. Desde la perspectiva de una persona de afuera, ellos parecían tal cual como una familia de tres. En ese momento, ella no pudo evitar sentirse aliviada de que Alejandro estuviera en un jardín de niños normal y que los padres allí no tuvieran círculos sociales muy amplios, por lo que Elías no fue reconocido. Cuando terminaron con la cena, ella fue a pagar la cuenta mientras que Alejandro deambulaba por el lugar sin poner la más mínima atención a sus alrededores, por lo que estaba a pocos segundos de chocar contra una camarera que se aproximaba con rapidez con unos cuantos

platillos. —Alejandro, ten cuidado. —Elías lo jaló con rapidez detrás de él para protegerlo, pero la camarera se asustó e inclinó la bandeja que llevaba, por lo que todos los platillos cayeron sobre el brazo de Elías. —Lo siento. Lo siento… —La camarera, la cual era una pasante, comenzó a llorar debido al impacto antes de que hiciera un intento por limpiar su brazo con prisa. Cuando Anastasia presenció que Elías ensució su camisa para salvar a Alejandro, se aproximó a paso acelerado para tranquilizar a la camarera que todavía lloraba. —Todo está bien. Nosotros nos quedamos cerca de aquí, de todos modos. —Después de dejar el restaurante, a ella no le quedó más opción que invitar a Elías a su casa para que pudiera limpiarse—. Para tu suerte, la

camiseta que usaste para las actividades en familia sigue en el auto. No te molesta cambiarte a eso, ¿verdad? —le preguntó a Elías. —No tengo problema con eso. Me tomaré una ducha en tu despacho. —Era obvio que una persona obsesionada con la higiene como Elías no escogería volver a casa llevando puesta una camisa ensuciada. Después de recoger la camiseta del auto, Anastasia fue a casa junto a Alejandro y Elías. Cuando él presenció el nuevo lugar donde ella vivía, se dio cuenta de que era más grande que el departamento en donde ella solía quedarse y también era más acogedor que antes.

Capítulo 89 Abrir la puerta para que entre el lobo Anastasia se dio cuenta de que él no se llevó la camiseta con él cuando entró al baño. Alejandro regresó a su habitación para jugar con sus Legos mientras que ella acomodaba la sala de estar, por lo que perdió rastro del tiempo. Ella escuchó que la puerta del baño se abrió, por lo que giró su mirada sin pensarlo para ver a Elías, el cual tenía su cabello mojado y no llevaba puesto nada más que sus pantalones; su fuerte figura estaba completamente al desnudo bajo el brillo de la luz, la cual dejaba ver sus refinados omóplatos y clavículas, al igual que los músculos de su abdomen bien definidos. Anastasia no pudo evitar sentirse amenazada por su presencia en ese mismo lugar e instante debido a que él no llevaba su cinto puesto aún. A pesar de eso, no pudo más que ser puesta bajo un trance debido a que esa

era la primera vez que ella presenciaba un cuerpo masculino perfecto. Cómo era una perfeccionista, ella en realidad sí quería echarle otros vistazos a escondidas a Elías. —¿Ya terminaste de mirar? —Su garganta adolorida hacía que su voz sonara un poco ronca, mientras que el rostro de Anastasia se enrojecía con rapidez para que luego ella agachara su cabeza y limpiara la mesa con movimientos acelerados para aparentar como si estuviera ocupada. —Em… Tu camisa está en el sofá —le recordó; después, él dio largos pasos hacia el sofá para luego vestir la camisa amarilla. En ese momento, su mirada aterrizó sobre la delgada cintura de Anastasia y fue de repente que él se sintió indispuesto a permitir que el día concluyera de esa manera. En ese mismo instante, él se volvió más agitado debido a la ducha para luego dirigirse hacia la habitación

de Anastasia y preguntar: Anastasia se dio cuenta de que él no se llevó la camiseta con él cuando entró al baño. Alejandro regresó a su habitación para jugar con sus Legos mientras que ella acomodaba la sala de estar, por lo que perdió rastro del tiempo. Ella escuchó que la puerta del baño se abrió, por lo que giró su mirada sin pensarlo para ver a Elías, el cual tenía su cabello mojado y no llevaba puesto nada más que sus pantalones; su fuerte figura estaba completamente al desnudo bajo el brillo de la luz, la cual dejaba ver sus refinados omóplatos y clavículas, al igual que los músculos de su abdomen bien definidos. Anastasia no pudo evitar sentirse amenazada por su presencia en ese mismo lugar e instante debido a que él no llevaba su cinto puesto aún. A pesar de eso, no pudo más que ser puesta bajo un trance debido a que esa era la primera vez que ella presenciaba un cuerpo masculino perfecto. Cómo era una

perfeccionista, ella en realidad sí quería echarle otros vistazos a escondidas a Elías. —¿Dónde está mi celular? —Al mismo tiempo, ella estaba impactada; pese a que no había visto donde estaba el celular de Elías, estaba segura de que no estaba en su habitación. —¿Dónde está mi celular? —Al mismo tiempo, ella estaba impactada; pese a que no había visto donde estaba el celular de Elías, estaba segura de que no estaba en su habitación. —No está en mi cuarto—dijo Anastasia para luego seguirlo con rapidez a su dormitorio. Mientras que Elías buscaba por la cama, ella se acercó a su costado para luego ser sostenida del brazo y obligada a caer sobre el firme pecho del hombre; dentro de pocos segundos, la barbilla de Anastasia fue

sujetada para luego ser forzada a levantar la mirada mientras que Elías agachaba la cabeza y la besaba en contra de su voluntad. Después de probar el dulce sabor de los labios de Anastasia, se volvió más tenso debido a que los suaves labios de la mujer eran tan atractivos que le hacían seguir deseando por más. «¿Desde cuándo esta mujer se volvió tan encantadora que sería capaz de excitarme con solo un beso?». Por el otro lado, Anastasia estaba atónita. «Maldita sea. ¡¿Cómo se atreve a engañarme a entrar a mi habitación para aprovecharse de mí?!». No obstante, la habitación de Alejandro estaba justo a un lado de donde estaban y ella no quería que él se topara con ese escenario debido a que la casa era pequeña. Por ese motivo, lo único que podía hacer era intentar empujar lejos a Elías con

fuerza mientras que rechazaba su beso. Mientras tanto, Elías estaba estupefacto. «¿Por qué se siente tan familiar esto? Esto es tal cual como lo que pasó esa noche hace cinco años. Este dulce e inolvidable aroma, los gemidos de ella y la manera en la que me aleja… todo es demasiado familiar». Aun así, Anastasia sabía que Elías se volvía cada vez más posesivo entre más lo alejaba de ella a empujones, como si encendiera su deseo por dominarla. En ese instante, la pierna de alguien se tropezó con otra y los dos cayeron sobre la suave cama al siguiente segundo. Por fin, ella logró alejarse del agarre de Elías antes de que volteara a ver al hombre que estaba en la cama con una mirada desaliñada y maldijo: —¡Elías, eres un malnacido! —Al mismo tiempo, el hombre en la cama también

parecía impactado. Hace unos pocos momentos había un fuerte deseo dentro de él por conservarla para él y dominarla; él podía sentir cómo se volvía loco, pues no fue capaz de hacerlo—. Quiero que te vayas de mi casa ahora. Tú ya no eres bienvenido aquí. —Anastasia lo miró antes de frotar sus labios con enojo, lo cual indicaba el asco que sentía. Mientras tanto, Elías agachó su mirada para que luego un aspecto de confusión pasara de repente por su rostro. Después de que saliera, él no volvió a decir otra palabra y se retiró tras tomar las llaves de su auto y su celular que se encontraban en el sofá; Anastasia se sentó en el sofá mientras que reposaba su frente sobre la palma de su mano. «No puedo seguir permitiendo que el lobo entre a mi casa una y otra vez. Este hombre

es demasiado peligroso, no puedo dejar que él vuelva aquí de nuevo».

Capítulo 90 Te mataré Anastasia acompañó a Alejandro durante la noche hasta que él quedara dormido para luego regresar a su habitación; ella no podía dejar de recordar lo que pasó al estar recostada sobre la cama cuando una sensación electrizante recorrió su cuerpo. «¿Cómo es que esto pueda ser posible? He estado evitando a los hombres y cualquier contacto físico con ellos más allá del contacto ocasional con Miguel después de lo que pasó hace cinco años, pero lo que tenemos entre nosotros se queda en lo platónico; entonces, ¿por qué Elías fue capaz de hacerme sentir excitada? ¿Será porque él es demasiado encantador? No, eso es imposible. Elías es el hombre de Helen y yo no voy a permitir que alguien que tenga alguna relación con ella me vuelva a tocar».

A la mañana del sábado, Anastasia despertó y revisó su celular sin haberlo pensado para ver si tenía alguna notificación antes de que se diera cuenta de un mensaje por parte de un número desconocido. Ella creyó en un inicio que era un mensaje no deseado, pero el contenido del texto la hizo sentarse de golpe debido al impacto. «Yo fui el hombre de hace cinco años. ¿Por qué no me dijiste que diste a luz a mi hijo?». Tras haber visto eso, el rostro de Anastasia quedó pálido mientras miraba con atención el mensaje con estupefacción antes de que su mente quedara en blanco. «¿Cómo es que esto puede ser? ¿Cómo es que el hombre de hace cinco años se enteró de Alejandro? ¿Será que Helen o Érica le habrán dicho al respecto?». No obstante, la cosa que ella más temía que sucediera por fin estaba ocurriendo; el malnacido por fin

mostró la cara para robarse a Alejandro. «¡Helen debió ser quien le dijo al respecto! Ya que ella fue quien acomodó todo desde un principio, debió mantenerse en contacto con él». Aun así, Anastasia se obligó a mantenerse calmada antes de contestar al mensaje de texto. «No sé de qué está hablando. Tiene a la persona equivocada». Anastasia acompañó a Alejandro durante la noche hasta que él quedara dormido para luego regresar a su habitación; ella no podía dejar de recordar lo que pasó al estar recostada sobre la cama cuando una sensación electrizante recorrió su cuerpo. «Anastasia Torres, más vale que me escuches si es que no quieres que me lleve a tu hijo lejos de ti o puedes estar segura de que lo haré». Ella sintió cómo el deseo de aniquilar

se intensificaba cuando vio la respuesta del hombre. «Anastasia Torres, más vale que me escuches si es que no quieres que me lleve a tu hijo lejos de ti o puedes estar segura de que lo haré». Ella sintió cómo el deseo de aniquilar se intensificaba cuando vio la respuesta del hombre. «¿Cómo se atreve una persona que cometió un crimen intentar arrebatarme a mi hijo de mis brazos?». «Te mataré si intentas llevarte a mi hijo lejos de mí». El odio era evidente en la respuesta de Anastasia. «Quiero que me veas en el lugar indicado, ¡también podrías esperar a que tu hijo sea arrebatado de ti!». Alejandro era la debilidad más grande de Anastasia y ella haría lo que

fuera por él, incluso si tenía que poner en riesgo su vida. Ya que ese malnacido que se hacía pasar por hombre finalmente apareció, ya no había manera en la que ella podría evadirlo, incluso si ella no quería ir a verlo. «Está bien. Me reuniré contigo». Contestó Anastasia al mensaje. Al mismo tiempo, Helen, quien estaba en su lujosa mansión, sonrió malévolamente cuando leyó el mensaje de respuesta de Anastasia. «Este espectáculo acaba de comenzar. Siempre y cuando yo pueda manejar este personaje bien, podré hacer que ella haga lo que sea por su miedo a perder a Alejandro». A pesar de eso, ella todavía tenía otro plan para esa noche. Del otro lado, Anastasia estuvo repleta de

miedo y preocupación por todo el día. Después de lo ocurrido, ella contactó a Franco para que fuera durante la tarde y cuidara de Alejandro, pues debía ir a reunirse con ese hombre. Ella en verdad esperaba que su hijo tuviera un gran padre, pero el hombre era en realidad un malnacido. Después de tranquilizar a Alejandro, revisó su celular para ver la dirección, al igual que el mensaje del hombre. «Te quiero ver ahí a tiempo. Si te niegas a ir, yo me aseguraré de que lo pagues caro». Alrededor de las 5:30 de la tarde, Anastasia tomó un taxi para que la llevara a la ubicación acordada para la reunión. Ella se tuvo que bajar del vehículo alrededor del lugar en donde se verían porque, en realidad, no estaba muy segura de dónde sería la reunión; poco después, ella se percató que estaba en un callejón alejado en donde no había ni un

alma cerca. En el preciso momento que quería preguntarle al hombre dónde estaba, una persona apareció a sus espaldas y cubrió su boca de repente para que ella pudiera inhalar las drogas, lo que provocó que se desmayara. De inmediato, fue llevada al interior de una furgoneta y esta aceleró momentos después, lo cual permitió que se dejara ver un auto deportivo que iba detrás del mismo; mientras tanto, Helen, quien iba en ese auto, mandó un mensaje: «Llévenla al hotel acordado». Después, ella contactó al Alexis para asegurarse de que haya hecho todo lo que le correspondía por igual. —Le dije a Montoya, el presidente de la junta, que se reuniera conmigo en la habitación del hotel a las 10:00 de la noche de hoy. ¿Está segura de que Anastasia va a estar allí?

—No hay de qué preocuparse. Ella se encuentra en mi posesión en este instante y la enviaré a la habitación para que el presidente Montoya pueda disfrutarla más tarde. —Helen sonrió porque su plan progresaba a la perfección, por lo que sería capaz de conseguir esa grabación de Anastasia y Brandon Montoya para mañana en la mañana. Una vez que ella reprodujera la grabación durante la ceremonia de premiación, todos sabrían que Anastasia ganó por haberse acostado con ese hombre. Para entonces, se podía esperar que ella perdiera todo su crédito y se convertiría en un hazmerreir en su campo; incluso si Elías intentara ayudarla en Burgués, Anastasia aún se sentiría humillada para ese punto y no volvería a ser capaz de regresar a donde estaba nunca más.

Capítulo 91 No serás capaz de escapar Por el otro lado, Anastasia se encontraba colapsada e inconsciente en el asiento trasero de la furgoneta. Su cabello estaba caído de un modo desaliñado en ese momento y sus rasgos faciales intrínsecos daban un aspecto de desprotección por lo que se aproximaba. Los dos hombres en la furgoneta sudaban, pues ellos no tenían experiencia en los que Helen quería que hicieran, a pesar de que tomaron el dinero que ella les ofreció. —Ella no va a despertar, ¿verdad? ¿La droga fue lo suficientemente fuerte? —Yo tampoco lo sé. Solo tomé la dosis recomendada basándome en el libro de instrucciones. Si fue demasiado fuerte, es probable que permanezca inconsciente por

un rato más. —Una vez que los hombres llegaron al hotel, ambos se pusieron unas gorras para luego arrastrar a Anastasia hacia el elevador del hotel. Cuando llegaron a la suite presidencial, Alexis ya se encontraba en ese lugar y les abrió la puerta; ella mantuvo la calma aun cuando vio que arrastraban a Anastasia hacia adentro. —Colóquenla en la cama antes de permitirle beber de esa taza con agua que está en la mesa. —Anastasia fue colocada en el sofá y se le obligó a beber media taza de agua, la cual estaba mezclada con un afrodisiaco. Ahí, Alexis rio un poco con frialdad mientras la observaba. «Esto es lo que te mereces por intentar arrebatarme el dinero». Los dos hombres se retiraron de prisa después de colocar a Anastasia en la cama y Alexis se fue después de ellos. «Supongo que Brandon llegará en

cualquier momento». Como se esperaba, Brandon pronto entró después de que se escaneara su tarjeta de la habitación. Él no pudo encontrar a Alexis ahí, por lo que se apresuró en contactarla. —Oye, Alexis, ¿dónde estás? —preguntó Brandon con un tono de disgusto a la vez que tomaba asiento en el sofá. —¡Me disculpo tanto, presidente Montoya! Me tuve que retirar por una emergencia, pero mi colega aún sigue allí. ¿Ya la vio? Ella está embriagada, ¡por lo que tendrá que cuidar de ella! —Tan pronto como escuchó eso, él se levantó del sofá y entró al dormitorio principal para ver que había una mujer con un cuerpo delgado acostada en la cama blanca; él quedó completamente sorprendido cuando vio su rostro. Brandon no esperaba ver a una mujer más bonita y

seductiva que Alexis en su cama; él era un hombre pervertido y atrevido, por lo que estaba feliz de que por fin tuviera algo que hacer para esa noche. —Alexis, más vale que no me dejes plantado para la próxima. ¿De casualidad tu colega es alguien con quien se pueda llevar bien con facilidad? —¡No se preocupe! Usted haga lo que desee. Yo le puedo asegurar de que todo estará bien —le aseguró Alexis. —Entonces me daré provecho. —Brandon jadeó con anticipación. Al mismo tiempo, Alexis se encontraba en el auto y contactó a Helen. —Señorita Sarabia, ya hice que los hombres colocaran a Anastasia en la cama y Brandon está en el hotel en estos momentos.

—Qué bien. Después de esta noche, ella quedará arruinada —declaró Helen con gozo. —¿Está segura de que Anastasia no intentará encontrar nuestra conexión con esto? —A lo que Helen rio con frialdad. —Ella no se atreverá a hacerlo porque aún tiene que pensar en su hijo, por lo que preferirá tener que soportar la humillación a cambio. «Además, esta ya no es su primera vez en la que un hombre hiciera lo que quisiera con ella». Mientras tanto, Brandon jugaba con los objetos que había traído a un lado de la cama blanca. Él era una persona que tenía fetiches, por lo que tenía la costumbre de torturar a las mujeres con las que se acostaba. Al

mismo tiempo, Anastasia, quien aún estaba en un estado de confusión, recobró la conciencia después de sentir un repentino calor que aumentaba; después de abrir sus pesados párpados con lentitud, ella quedó impactada por el candelabro tan lujoso del hotel que colgaba sobre ella para luego levantarse bruscamente. A continuación, ella se dio la vuelta para ver a un hombre jugando con varios objetos de aspecto espantoso a un lado de la cama. —¿Quién es usted? —preguntó Anastasia con pocas fuerzas. Brandon era un reincidente, por lo que era claro que sabía que esa mujer fue puesta ahí, en frente de él, sin su consentimiento; aun así, no tenía el más mínimo plan de dejarla ir, pues ya se había llegado hasta ese punto—. ¿Qué…? ¿Qué me ha hecho? —Anastasia se sintió mareada cuando sostuvo su frente y trató de bajarse de la cama; sin embargo, sus piernas

colapsaron casi al instante antes de que se desplomara sobre el suelo. Fue ahí que ella se percató de algo horrible, pues había sido engañada y ahora averiguó que le faltaban fuerzas, también podía sentir una conocida sensación ardiente dentro de su cuerpo. —¡Oye, chica preciosa! ¿Por qué estás tan nerviosa? Puedes estar segura de que seré cariñoso contigo más adelante —dijo Brandon para luego intentar sostener a Anastasia. —¡No me toque! ¡Aléjese de mí! Deje de tocarme… —Ella lo empujó lejos de su persona con agresividad para luego salir tambaleándose del dormitorio principal e intentó buscar su bolsa para pedir ayuda. Sin embargo, atrás de ella se encontraba Brandon y salió corriendo para ir tras ella; no importaba que estuviera en sus años cincuenta, él aún era más fuerte que ella

porque era un hombre. No obstante, el instinto de pelear o huir se activó dentro de Anastasia cuando supo del devastador hecho de que él estaba a punto de arrastrarla de vuelta al dormitorio. No esperó ni un segundo más para morderle la mano a Brandon con fuerza para luego arrastrar su cuerpo carente de fuerza hacia el sofá para tomar su bolsa; sin embargo, él ya la estaba esperando con una sonrisa en su rostro a la entrada de la suite cuando quería hacer su escape. —¿A dónde crees que vas, cariño? ¿Por qué no permites que te dé amor? —Anastasia se sintió asqueada cuando escuchó esas palabras y sintió como si estuviera a punto de vomitar lo que cenó anoche. Dado que pudo ver que su ruta de escape fue bloqueada, se dio la vuelta y vio el lavabo, por lo que voló hacia adentro y cerró la puerta para luego poner el seguro. Brandon corrió de inmediato

hacia el lavabo y golpeó la puerta—. Abre la puerta, cariño. Tú no serás capaz de escapar esta noche. Al mismo tiempo que eso ocurría, Anastasia hurgaba dentro de su bolsa con desesperación. Una vez que ella encontró su celular, la primera persona que se le vino a la mente en contactar fue a Franco, pero él todavía estaba cuidando de Alejandro; en cambio, decidió llamar a Miguel. Sin embargo, nadie aceptó la llamada pese a que se había conectado. En ese preciso instante, ella tenía su corazón en la garganta mientras que aún podía escuchar los gritos enfurecidos de Brandon y los golpes a la puerta. Ella sabía que podía perder la conciencia una vez más en cualquier segundo, pues todavía se sentía sin fuerzas después de beber esa bebida adulterada; por ese motivo, pensó en otra persona para

luego tomar rápidamente su teléfono y contactar a Elías.

Capítulo 92 Sálvame, Elías —¿Hola? —La llamada fue aceptada dentro de tres segundos para que luego se escuchara sonar la voz de Elías. —Ayúdame… Elías, por favor ayúdame… Fui engañada y ahora me encuentro escondida en el lavabo de una suite. Hay un hombre afuera que quiere hacerme daño… Me siento muy mareada. Por favor, necesito tu ayuda… —A la vez que ella se volvía cada vez más callada, la preocupada voz de Elías pronto interrumpió: —¿En qué hotel estás? ¿En cuál suite? —No lo sé… Me trajeron aquí… Te enviaré la ubicación ahora… Elías… Por favor, sálvame… —Poco después, ella sintió cómo perdía la conciencia antes de que se desmayara en el lavabo.

A la vez, un auto negro salió disparado del estacionamiento del Grupo Palomares antes de que se dirigiera con rapidez hacia el hotel indicado. El hombre apuesto que conducía tenía un aspecto frío en su rostro. «¿Quién intentaría conspirar en contra de Anastasia? ¿Quién se atrevería a engañarla?». El auto de Elías entró al estacionamiento del hotel dentro de 15 minutos y empezó a dirigirse hacia la recepción después de eso. Él intentó llamarla, pero nadie contestó la llamada, lo cual le indicó que ella ya había perdido la conciencia. —Traiga a su encargado en este instante. Mi amiga está siendo abusada dentro de su hotel y quiero que este lugar se haga completamente responsable si algo le llega a pasar. —Cuando el encargado se acercó y vio

a Elías, él empezó a transpirar. «¿Qué no es este joven un miembro de la familia Palomares?». —Revisaré las cámaras de vigilancia de inmediato, joven Elías. —El encargado fue con rapidez hacia el cuarto de vigilancia en donde encontró la grabación de una chica inconsciente siendo llevada hacia el elevador dentro de dos minutos; fue llevada por dos hombres con gorras hacia la suite presidencial. Después de conseguir el número de la suite, Elías corrió hacia el elevador mientras que el encargado lo seguía a sus espaldas con dos de sus empleados. Él empezó a sentir cómo los latidos de su corazón aumentaban por cada segundo que pasaba en el transcurso que se dirigía hacia arriba con rapidez. «¡Vamos! ¡Muévete más rápido! ¡Rápido!

Anastasia ya habrá sido… No. No permitiré que eso suceda. Yo no voy a dejar que la abusen sexualmente una vez más». Elías se sentía con el deseo de matar en ese momento mientras que intentaba averiguar quién intentaría causarle daño a Anastasia. De regreso a la suite presidencial, Brandon se había asegurado de que Anastasia se haya desmayado en el lavabo; como era de esperarse, él empezó a abrir el cerrojo de la puerta que lo llevaría adentro, pues no se atrevió a pedirle ayuda al hotel. En ese preciso momento, él estaba quitando el seguro de la puerta del lavabo cuando la puerta que daba hacia la suite fue abierta con una patada y una figura enojada entró justo después; justo ahí, Elías tenía la misma apariencia que el mismísimo Diablo que venía a visitar a Brandon. Elías dejó caer su pierna sobre él con un aspecto de repugnancia en su rostro antes de que el

hombre viejo y ladino pudiera reaccionar. Después de que pateara a Brandon fuera del camino, el encargado actuó con rapidez en decirles a sus trabajadores que abrieran la puerta bajo las instrucciones de Elías, pues Anastasia había perdido la conciencia dentro del lavabo. Los empleados volvieron con prisa a los pocos minutos con las llaves para luego quitarle el seguro a la dicha puerta, por lo que encontraron a una mujer con aspecto desaliñado que se apoyaba contra la pared; su rostro estaba pálido bajo la luz, pero su belleza todavía podía hacer que uno perdiera el aliento. —Anastasia… —llamó Elías con preocupación para luego levantarla del suelo. Al mismo tiempo, Brandon por fin pudo reconocer a Elías; por ese motivo, él cayó al suelo por el impacto e incredulidad de que él haya intentado hacerle algo a su mujer. Antes de

que Elías se fuera con Anastasia, le dio unas frías instrucciones al encargado—: Quiero que presente una denuncia a la policía y que se ponga a este hombre bajo custodia. El encargado hizo que sus trabajadores sujetaran a Brandon de inmediato mientras que él contactaba a la policía. Por el otro lado, Anastasia se sintió aliviada cuando pudo percibir el aroma familiar del hombre que la cargaba para luego abrazar su cuello con fuerzas para reducir la ardiente sensación que había estado sintiendo. A pesar de eso, Elías no se retiró del lugar junto con ella y optó por llevarla a otra habitación. Ella se rehusó a soltarlo después de que la colocara en la cama con cuidado, pues sabía que era Elías quien la cargaba antes de que abriera sus bellos y lagrimosos ojos. Tan pronto como chocó su mirada con la de Anastasia, él sintió que se quedaba sin aliento; pese a que él sabía que no debía tener esos sentimientos

en la situación actual, era imposible que algún hombre no sintiera tentación ante la imagen de Anastasia en ese preciso momento.

Capítulo 93 Poner a prueba su autocontrol Anastasia se enrolló dentro de una cobija con su cabello esparcido y hecho un desastre cuando recobró un poco de su conciencia y después de saber que estaba a salvo; a pesar de eso, los efectos de la droga todavía la atormentaban sin cesar. Al momento de darse cuenta de la presencia de Elías, ella sintió que su razón se le escapaba de su persona para luego sentir el repentino deseo de querer abrazarlo. —Me... ¿Me puedes abrazar? —Anastasia experimentaba escalofríos y calor repentino al mismo tiempo, por lo que se sentía sumamente incómoda. Elías sabía lo que ella quería, por lo que se acercó para poder jalarla entre sus brazos y así abrazarla con fuerza; mientras tanto, ella alzó la mirada para mirar la frente y la nariz esculpida del

hombre. Ella podía ver un aspecto de gentileza en los ojos de ese hombre desde su punto de vista y eso la estaba atrayendo. La mirada de Elías se sintió como el toque de unas plumas en el corazón de Anastasia antes de que su comportamiento impulsivo cometiera algo que no iba con su personalidad; al siguiente instante, ella se puso derecha y sostuvo el rostro de Elías para colocarle un beso en los labios. A la vez, él se puso tenso. «¿Está intentando utilizarme como una cura?». Aun así, él sabía que todo lo que ocurría no era algo que ella haría de manera voluntaria debido a que ella no pensaba con racionalidad, por lo que no había necesidad de que él se sintiera contento al respecto. De hecho, podía ser que ella se arrepienta de lo que pasó cuando recobre la conciencia; en todo caso, rechazar a Anastasia ponía a prueba el autocontrol de Elías. Cuando él

probó sus labios, pudo sentir cómo perdía el control por completo antes de que agarrara su delgada cintura con sus fuertes brazos; Elías la acercó hacia él justo después y tomó dirección de lo sucedido para que luego los dos cayeran a la cama. Ese beso abrió la caja de Pandora y ya no había manera que se pudiera poner un alto. No obstante, la realidad era que Elías no intentó hacerle algo a Anastasia. Mientras que ella seguía en su estado de confusión, él la levantó y la llevó al baño para colocarla en la tina; el agua estaba más fresca que de costumbre debido a que era una noche de verano. En ese momento, el cuerpo de la mujer fue sumergido bajo el agua mientras que ella colocaba su cabeza al borde de la tina y gemía con debilidad. Ahora que su razón empezaba a regresar, ella alzó la mirada antes de que su mente quedara en blanco por unos momentos; después de

recobrar los sentidos, Anastasia se sintió tan avergonzada que quería desaparecer. «¿Acaso lo obligué a besarme?». De hecho, ella también recordó que se ofreció a él. —¿Por fin volviste a como eras antes? —Elías se encontraba parado cerca de la tina mientras que la observaba con preocupación. A pesar de eso, él también sintió como si requiriera de una ducha fría porque su cuerpo se sentía extremadamente caliente en ese entonces. No había manera de que él fuera capaz de observarla salir del agua después de haber sido tentado por ella hace unos momentos. Por el otro lado, Anastasia empezó a conectar los hechos para saber por qué terminó en la cama de un hombre anciano después de que recobrara los sentidos. Todo comenzó debido al mensaje de texto que recibió y fue drogada

en el callejón en donde se suponía que iba a reunirse con el hombre, para que luego terminara despertando en la cama. Estaba claro que ella fue enviada al anciano. En ese momento, ella se revisó que todavía conservara todas sus prendas para luego suspirar con alivio. —Gracias. —Ella alzó la mirada y le agradeció al hombre que se encontraba parado a la entrada del baño. Ella no se podía imaginar qué le hubiera ocurrido si Elías no se hubiera apresurado a rescatarla. —¿Por qué te pasaría algo como esto? ¿Quién te drogó para luego mandarte a la cama de ese hombre? —La mirada de Elías tenía un aspecto de irritación. «¿Por qué ella no puede hacer un mejor trabajo en cuidar de su persona?». A la vez, Anastasia suspiró para luego pararse y dejar

el agua; sin embargo, no tardó mucho para que ella volviera a sentarse en la tina, pues el agua había empapado por completo su atuendo y dejaba al descubierto la figura de su cuerpo. —¿Podrías conseguirme algo para cambiarme? —Anastasia le dio una mirada suplicante a Elías, por lo que él salió del baño y fue por el personal de limpieza para conseguirle un nuevo atuendo; eso le dio la oportunidad a Anastasia para darse una ducha antes de poder cambiarse a su nuevo atuendo. Elías se encontraba en el sofá cuando ella salió con su vestido beis y su cabello que colgaba al nivel de la cintura, por lo que quedó estupefacto para luego alegrarse en secreto de que no le pasó nada esa noche.

Capítulo 94 Déjenlo ir En ese momento, Anastasia escuchó el sonido de una notificación. Ella se puso tensa por ese motivo, por lo que fue a sentarse en el sofá y sacó su celular para leer el nuevo mensaje, el cual venía con un tono amenazante. «Anastasia, más vale que actúes como si nada haya pasado esta noche o sufrirás de las consecuencias. Te lo estoy advirtiendo». «¡Piensa en tu hijo!». El segundo mensaje fue incluso más confuso y el odio emanó desde lo más profundo de los ojos de Anastasia. «¡Entonces este es el sinvergüenza que me engaño!». —¿Dónde está ese maldito? —le pregunto al

hombre. —Es probable que esté camino a la estación de policías. Anastasia caminó hacia la cama y llamó a la recepción para preguntarle a la persona ahí cuando contestó: —¿Ya mandaron a ese desgraciado a la estación de policía? —Señorita, usted es la víctima de hace unos momentos, ¿no es cierto? La policía está en camino en este preciso instante, nuestros guardias de seguridad están manteniendo al hombre bajo control. —¿Dónde se ubica la sala de seguridad? — preguntó Anastasia. —En el tercer piso.

Ella colgó y se dio la vuelta para ver al hombre. —Le agradezco por lo que hizo esta noche, presidente Palomares. Tengo unos asuntos que debo atender, por lo que yo me retiraré primero. —Con eso dicho, ella abrió la puerta con la intención de irse de inmediato; sin embargo, el hombre que estaba atrás de ella caminó en su dirección e hizo lo mismo. Anastasia se subió al elevador y él también la siguió. Sus ojos negros estaban posicionados sobre ella cuando preguntó: —¿Qué es lo que ocurrió? —Ella no quería que las cosas se salieran de control, por lo que juntó un poco de su cabello cuando dijo: —No mucho, fue un simple golpe de mala suerte. Alguien conspiró en mi contra. —Elías pudo ver que ella no quería hablar al

respecto y se sintió enfadado por alguna razón. Sus largas manos sostuvieron su cintura cuando volvió a preguntar: —Anastasia, dime a detalle lo que ocurrió. ¿Por qué serías abusada por este hombre? — Pero claro, ella no quería que el mundo entero se enterara de que el padre de su hijo era un acompañante sin vergüenza y detestable; por ende, ella alzó su tranquila y despejada mirada hacia el hombre. —Mejor no preguntes, no quiero hablar al respecto. —Ellos llegaron al tercer piso cuando ella terminó de hablar y sacudió su cadera para librarse de él, por lo que continuó su camino hacia la sala de seguridad. Cuando llegaron ahí, Brandon Montoya hacía un escándalo porque pedía un abogado, a la vez que estaba agitado mientras que empujaba a dos guardias de seguridad. Cuando él la vio, se sintió

atemorizado y retrocedió por la vergüenza. Anastasia tenía todo el deseo de apuñalar a ese viejo pervertido hasta la muerte, pero la persona que más se merecía la muerte era el desgraciado detrás de todo. —Déjenlo ir, no lo voy a tomar como responsable —les dijo Anastasia a los guardias de seguridad mientras que rechinaba los dientes. Todas las personas presentes quedaron sorprendidas; Brandon volteó a ver a los guardias de seguridad con vergüenza y lástima, pues tenía la intención de irse lo antes posible. De repente, una larga pierna se estrelló contra su cintura, lo cual lo obligó a caer contra el piso; al siguiente instante, una persona se paró sin piedad sobre su espalda para que su cara besara el piso una vez más después de que intentara pararse. —Ay… —chilló Brandon.

—¿Quién te dio permiso para irte? —Elías no tenía la más mínima intención de dejar que él se escapara con tanta facilidad. Anastasia se dio la vuelta para verlo y recordó la amenaza que ese maldito le mandó, por lo que caminó en dirección de Elías y le dijo: —Ya solo deja que él se esfume. —Anastasia, ¿tienes idea de las cosas que te hubieran ocurrido si yo no hubiera venido volando hasta aquí? —Una terrible imagen se dibujó en el apuesto rostro de Elías y su mirada era fría y tan afilada como navajas cuando la volteó a ver. Ella, por supuesto, estaba consciente de eso. «Yo soy la víctima, ¿cómo no podría saberlo?». Sin embargo, lo que ella más quería era proteger a su hijo, por lo que no quería que ese desgraciado de hace cinco

años apareciera en frente de su hijo y que destruyera su mundo de paz. «Este viejo pervertido es solo parte del trueque». —Elías, este es un asunto que me concierne a mí, por lo que tengo el derecho de tomar las decisiones. —Con eso, ella se puso en frente de él y alejó su pierna con un empujón. Brandon sudaba como cerdo por el miedo debajo del hombre y se retorció mientras que huía por la puerta. La verdad era que fue una noche muy desafortunada para él por haberse topado con Elías, de todas las personas del mundo; en realidad, él casi moría. Anastasia observó cómo ese viejo pervertido se iba y luego volteó para hablar con el hombre con el rostro apuesto, pero turbio—. Hay que volver. Ella estaba a punto de irse, pero el hombre la tomó de la mano; podía sentir la furia del hombre y él la forzó contra la pared del

elevador tan pronto como las puertas se abrieron. Ella sentía el enojo en su respiración que chocaba en su cara cuando sus rostros se encontraron y sus narices casi tocaban.

Capítulo 95 Invítame Anastasia miró a Elías a la vez que intentaba alejarlo de ella y su voz venía teñida de una advertencia cuando dijo: —¿Qué es lo que estás haciendo, Elías? —El aspecto de la mirada del hombre era oscura y profunda, tal cual como un charco de tinta derramada. Él apretó los dientes y rugió: —Anastasia, yo puedo satisfacerte si necesitas de un hombre. —Un zumbido pasó a través de la mente de Anastasia. «¿Pero qué tonterías está diciendo?». En ese momento, las puertas del elevador se abrieron con el sonido de una campana y afuera se encontraban unos cuantos huéspedes del hotel, los cuales quedaron boquiabiertos ante la pose tan íntima en la que se encontraban. Ella alejó al hombre que

estaba encima de ella de inmediato y salió corriendo del elevador para huir de esa escena; tomó la decisión de perdonarlo por esa ocasión debido a que él literalmente la rescató esa noche. Anastasia después decidió conseguir un taxi para que la llevara a casa, pero no podía ver ninguno que estuviera a la entrada del hotel a tal hora. Ella estaba a punto de caminar un poco más hacia la carretera principal para conseguir su transporte cuando la profunda voz de un hombre resonó detrás de ella. —Yo te llevaré a casa. —No, está bien. No quiero ser un inconveniente para ti —respondió Anastasia cuando giró a ver al hombre. —¿Por qué? ¿Tienes tan poca confianza en mí? —Elías estaba enojado mientras que sus

largas manos la sostenían de la muñeca y la jalaba hacia él al paso que caminaban en dirección de su auto. No había nada más que ella pudiera hacer que no fuera seguirlo hacia su vehículo debido a que no podía soltarse de su agarre; él abrió la puerta del asiento del pasajero y la metió con empujón, por lo que tuvo que entrar. Ella ya había pasado por tantas sorpresas esa noche que sus piernas se sentían debilitadas y sentía como si su cuerpo fuera vaciado. Al recordar una cosa, tomó con rapidez su celular y lo miró para averiguar que el hombre no le había contestado. Ella solo podía desear que ese hombre simplemente desapareciera de su mundo de una vez por todas en ese instante, que nunca volviera a aparecer de nuevo. Elías no había conducido por mucho cuando sonó el teléfono de Anastasia. Era una llamada de Miguel, por lo que ella contestó. —Hola, Miguel. —Tan pronto como terminó

de hablar, pudo sentir una pesada mirada sobre ella. —Hola, Anastasia. ¿Me llamaste? Estaba ocupado hace unos momentos, así que no me di cuenta. —En su voz se podía escuchar lo mucho que se disculpaba. —Ya todo está bien, no te preocupes por mí. Por accidente presioné el botón incorrecto — dijo Anastasia mientras trataba de aparentar lo más natural como fuera posible. —Te veré mañana al mediodía y luego podremos almorzar juntos. —¡Por supuesto! Te veo mañana al mediodía, entonces. —¿Me extrañaste? Yo sí y mucho. —Miguel tomó la oportunidad para confesarse.

—¡Muy bien, te veré mañana! —Anastasia rio mientras que terminaba la llamada. En lo que guardaba una vez más su celular en su bolsa, la voz profunda y molesta de un hombre le preguntó a un lado de ella. —Así que, ¿la primera persona a la que llamaste por ayuda fue a Miguel? —Anastasia estaba estupefacta, pero asintió con sinceridad. —Sí, pero él no contestó la llamada. —Entonces, cuando estás en problemas, ¿la primera persona en la que piensas es en Miguel y no en mí? —preguntó el hombre una vez más, como si buscara una confirmación. —Gracias por lo de esta noche. —Sin importar qué, ella estaba agradecida con total sinceridad por su ayuda.

—¿Cómo planeas agradecerme? —Elías volteó para verla con una mirada seria; ella apachurró sus labios. —Te invitaré a comer. —Pues bien. Cancela tu almuerzo de mañana con Miguel; en cambio, invítame a mí a almorzar —dijo el hombre con total intención y Anastasia quedó confundida. «¿Por qué insiste en que sea mañana?». —Está bien. Mejor invitaré a Miguel a cenar para que tú puedas quedarte con el almuerzo. —Ella reorganizó sus planes; sin que ella lo esperara, esa nueva organización hizo que el hombre se volviera más molesto. —¿Entonces Miguel es más importante para ti que yo? —preguntó con un bufido y

Anastasia se quedó sin palabras. «¿De qué se está poniendo tan celoso este hombre? Yo llevo conociendo a Miguel por unos cuantos años, ¡pero a Elías apenas lo llevo conociendo desde hace poco tiempo! Además, ¿qué no los dos son primos? ¿Cuál es el alboroto?». Anastasia suspiró y sonrió en señal de fastidio. —Está bien, presidente Palomares. Entonces, ¿qué le parece esto? Lo invitaré tanto al almuerzo como a la cena el día de mañana. «Él tendrá todo el día para él, me imagino que ya debería estar feliz, ¿verdad?».

Capítulo 96 Los planes arruinados Sin embargo, el tono forzado de Anastasia no logró animar el espíritu del hombre, pues Elías sintió como si ella estuviera obligada a invitarlo a comer. —¿Por qué permitiste que ese maldito se fuera en vez de entregárselo a la policía? ¿Y cómo fue que apareciste en el hotel en primer lugar? —Él todavía quería saber el motivo, pero Anastasia le mintió de manera disimulada: —Fui engañada a entrar al hotel; yo ni siquiera conozco a ese hombre. —¿Quién te engañó? —Alguien a quien conocí durante una salida a comer.

—¿Entonces lo necesitabas? —Elías continuó interrogándola, pero ella ya no podía seguir contando historias, por lo que balbuceó: —Sí. —Recuerda bien esto, Anastasia. Yo debería ser el primero al que le preguntes antes que cualquier otra persona. Por lo menos yo no haré nada desapercibido sobre ti —le recordó Elías. Ella no estaba lista del todo para estar de acuerdo con él debido a que ya se había aprovechado de ella en muchas ocasiones y lo podía poner como responsable si quisiera. —Sí, está bien. —Anastasia le confirmó sin tener la verdadera intención de hacer lo que él le dijo. Elías se ponía cada vez más furioso entre más pensaba y recordaba cómo permitieron que

ese maldito se fuera como si nada; en ese instante, el teléfono del auto de Elías sonó y apareció el nombre de Helen en la pantalla de control. Él no contestó la llamada y lo único que hizo fue mirarla, pero el asco surgió de los ojos de Anastasia cuando vio el nombre de Helen. El tono de llamada todavía sonaba, pero él no se acercó para contestar y dejó que parara de sonar por su cuenta. —¿Por qué no contestaste la llamada? ¿Qué tal si tu novia estuviera en una emergencia? —le preguntó Anastasia a propósito. —Helen no es mi novia; somos simples amigos —contestó Elías. —¡Oh! Amigos con beneficios. —Ella no pudo evitar tirar un insulto a la conversación. Elías la miró brevemente y luego le preguntó con una voz ronca:

—¿Entonces te molesta el hecho que me haya acostado con ella? —Pero Anastasia le regresó la pregunta: —¿Por qué debería de estarlo? A mí no me importa con quien te acuestes, ese no es asunto mío. —El rostro de Elías se volvió sombrío y sus cejas se juntaron con fuerza; cada una de las palabras que esa mujer decía lo estaba provocando. El ambiente dentro del auto se volvió incómodo y pesado, tanto que incluso Anastasia no se sintió cómoda al respecto. Ella lo analizó en secreto mientras que conducía, a la vez que las luces de las calles dibujaban sombras oscuras en su rostro tan apuesto. Él llevaba una camisa blanca que le quedaba bien; pese a los hechos que ocurrieron ese día, la camisa todavía permanecía sin ninguna arruga. Su perfil estaba impecable y bien definido, como si

Dios en persona le hubiera dibujado esas perfectas líneas en él. Ella tenía que admitir que ese hombre era tan perfecto que ninguna persona podía encontrar algo malo en él. Anastasia suspiró cuando se dio cuenta que estaba a punto de llegar a su comunidad. «¡Por fin! ¡Llegué a casa!». Sin importar qué, ese hombre la ayudó mucho para asegurarse de que regresara sana y salva. —Presidente Palomares, le agradezco tanto por lo que hizo esta noche —le agradeció Anastasia una vez más y fue completamente sincera con sus palabras. —Yo debería ser la primera persona a la que le pidas ayuda si te llegas a topar con un problema similar en el futuro. Si llegas a pedirle ayuda a algún otro hombre, yo no volveré a rescatarte —ordenó Elías, lo cual dejó sin palabras a Anastasia.

«¿En serio tengo que considerar sus prioridades cuando necesite ayuda? ¿Qué clase de lógica es esa?». Aun así, haya tenido sentido o no, su objetivo principal era apaciguar al hombre, por lo que asintió: —Está bien, lo entiendo. —Elías observó que se bajara del auto, pero el aspecto de su mirada era complicado y turbio. En cada ocasión que ella se iba de su lado, él sentiría una sensación de anhelo, como si él esperara que ella se quedara a su lado para siempre; sus pensamientos lo hicieron fruncir debido a que estaba un poco molesto sobre el poder que la mujer tenía sobre él. Elías empezó a conducir con lentitud mientras que observaba cómo Anastasia entraba por la entrada principal a su comunidad. En ese instante, Helen le volvió a marcar; por fin, contestó la llamada en esa ocasión.

—Hola. ¿Qué ocurre, Helen? —Elías, ¿dónde estás? Acabo de tomar una siesta y tuve una terrible pesadilla, estoy muy asustada. Por favor, ven y quédate conmigo. —La voz de Helen se escuchaba como si aún estuviera alterada. —Tengo un asunto urgente que debo atender. Enviaré a mi asistente, Daniel Leal, para que te acompañe. —No, te quiero a ti. Nadie más me puede hacer sentir segura además de ti. Por favor, Elías, te lo imploro. ¡Ven conmigo! —La voz de Helen ahora estaba marcado de sollozos. —Te juro que no puedo ir en este momento, Helen. Por favor, sé buena chica. —Lo único que podía hacer Elías era reconfortarla a través del teléfono. Del otro lado de la llamada se escuchó que la voz de Helen

estaba llena de decepción, pero decidió obedecer. —Está bien, entonces. No será necesario que envíes a alguien, tan solo dame un regalo mañana como compensación y dejaré esto ir. —Claro, ¿qué te gustaría? —Me acabo de comprar un vestido blanco, pero no tengo alguna joyería que combine con él. ¡Me podrías dar un conjunto! —Oh, por supuesto. —La respuesta de Elías fue rápida y decisiva, pues él prefería compensárselo con cosas materiales que de un modo emocional. Mientras tanto, Helen acababa de terminar su llamada con Elías en su lujoso chalé. No obstante, en sus ojos había una abrasadora flama debido a que sus planes se habían

arruinado, pues recibió una llamada hace media hora por parte de Alexis para decirle que Anastasia había encontrado a alguien para que la rescatara; sobre todo, esa persona responsable no fue nadie más que Elías en persona.

Capítulo 97 De regreso al trabajo Para su suerte, Helen logró hacer el papel del acompañante cuando amenazó a Anastasia para que no llamara a la policía, por lo que hizo que Brandon saliera de ahí; un poco más de 10 minutos después, recibió noticias de que el hombre había escapado del hotel ileso. Por ese motivo, ella dedujo que Elías se encontraba con Anastasia, también, ¡que no le contestara la llamada en un inicio le hizo saber que la mujer se encontraba con él! Sus planes de esa noche fueron interceptados por sorpresa, pero no se causó ningún daño. Ella sintió como si hubiera desperdiciado sus esfuerzos debido a que no logró hacer que Anastasia cayera en su plan original. Sin embargo, si ella mantenía el papel del acompañante, la tendría bailando en la palma de su mano. Alexis también reconoció que la relación

entre Anastasia y Elías era bastante peculiar, por lo que estaba muy claro que se le estaba ayudando dentro de la empresa, así que era probable que Alexis no fuera capaz de sacar al pez gordo; pero, si la oportunidad se presentara en el futuro, ella aún haría el intento de hacer desaparecer a Anastasia de Burgués y todo porque Alexis era una mujer ambiciosa. Ella quería convertirse en la jefa de diseño para luego esforzarse para llegar hasta el nivel de Fernanda, así podría convertirse en la directora del departamento de diseño. Anastasia no era simplemente su rival, sino que también era un obstáculo que le estorbaba en su camino. Anastasia vio que su padre cuidó bien de su hijo cuando regresó a casa. Ella se acostó en la cama y escuchó la tranquila respiración de su hijo a su lado, pero no pudo conciliar el sueño; cada vez que cerraba los ojos, podía ver la imagen de ella pegada a Elías dentro

del hotel. Hasta donde podía recordar, ella fue quien hizo la primera movida. «Pero qué vergonzoso». Anastasia abandonó todo sentido de la dignidad al estar bajo los efectos de la droga, en especial cuando lo abrazó y besó por doquier; había la probabilidad de que hubiera ido más lejos si Elías no la hubiera rechazado. «Cómo quisiera borrar este recuerdo de mi cabeza». Fue afortunada de que el hombre no mencionara lo sucedido después, pues ella se hubiera marchitado y muerto de pena. Mientras tanto, en la residencia de los Torres, Franco llegó tarde a casa una vez más y Noemí se encontraba sentada en el sofá, pero estaba furiosa mientras se quejaba cuando vio al hombre que acababa de regresar.

—De nuevo estabas haciendo de niñera para tu hija mayor, ¿no es así? Este ya no es tu hogar y el tuyo debería ser hasta allá. ¿Por qué regresas aquí? Franco le explicó: —Anastasia estaba ocupada. —A Noemí no le podía interesar menos sobre el nieto; a ella le preocupaba más que su esposo estaba favoreciendo a Anastasia y que podría llegar a ponerla a cargo de la compañía en el futuro. Ella todavía tenía una idea de dónde encajaba su propia hija en todo eso; Anastasia era más capaz y responsable que su hija y cualquier otra persona podía darse cuenta de eso, pero temía que su propia sangre no fuera capaz de ponerse cara a cara contra Anastasia. —Franco, yo no te estoy pidiendo más. Lo único que quiero es que le proporciones a

Érica las mismas cosas que le has dado a Anastasia. Tú no puedes estar favoreciendo a una sobre la otra; de lo contrario, sería mejor que esta familia se desmantelara y ya no habría razón por la que deberíamos quedarnos juntos. —Al decir eso, los ojos de Noemí se volvieron llorosos mientras que empezaba a sollozar. —Está bien, está bien. También trataré a Érica como se debe. —Franco la tranquilizó; después de todo, él quería tratarlas por igual porque eran su esposa e hija. —Más vale que mantengas tu promesa. — Noemí se acurrucó entre sus brazos para atarlo con su docilidad femenina y el corazón de Franco se ablandó un poco. —¡Por supuesto! Haré todo lo que prometí hacer.

Después de dejar a su hijo temprano en la mañana, Anastasia fue al trabajo. Los resultados de la competencia serían presentados al día siguiente y ella se sintió mucho más motivada para trabajar. No solo eso, pero ahora el Corporativo Palomares había comprado Burgués, por lo que el futuro brillaba para ellos. Anastasia estaba en su oficina cuando recordó que se suponía que invitaría a Elías al almuerzo a mediodía, por lo que tuvo que llamarle a Miguel para decirle que tenía que cancelar su merienda con él; ella tuvo que mentir para aligerar la situación. —Miguel, vamos a tener una junta al mediodía y solo podré tener un almuerzo rápido en mi oficina. Mejor hay que almorzar juntos para la próxima. —¿Están tan ocupados por allá? ¿Tanto que

ni siquiera tienes tiempo como para comer? Tu trabajo no dará frutos, Anastasia. ¡Mejor ven a trabajar a mi empresa! —Oh vamos. Yo adoro mi trabajo. Bueno, ya dije todo lo que quería decir, voy a colgar ahora. —Oye… —Miguel estaba a punto de decir algo, pero Anastasia terminó la llamada antes de que pudiera escuchar algo más. Durante la junta mañanera, la mirada de rivalidad de Alexis estaba fija sobre Anastasia, pero ella no sabía que Alexis había formado parte de lo ocurrido la noche anterior. El miedo que sintió aquella noche resultó ser inútil, pues Anastasia no había recibido mensaje alguno por parte de ese prostituto desde entonces. «¡Uf! Pero qué alivio».

Capítulo 98 El mencionado almuerzo

Después de que la junta concluyera, Alexis detuvo a Anastasia de repente. —Anastasia, hay que competir justamente si es que tienes el talento; si es que ganas el premio gracias a tus conexiones, apenas te podré considerar como digna de hacerme desperdiciar tiempo. —Ella no tenía idea a qué se refería Alexis. «¿Qué motivo tiene Alexis como para decirme estas cosas? Ya que las dos somos rivales y ella fue grosera conmigo primero, yo tengo todo el derecho de defenderme». —No sé de qué estás hablando. Yo siempre he seguido adelante gracias a mi talento. —¡Ja! —Alexis bufó y se fue. Alrededor de las 11:00 de la mañana,

Anastasia respiró hondo y realizó una llamada a la oficina presidencial. —Hola. —Se escuchó la voz clara y atractiva de Elías. —Habla Anastasia. Presidente Palomares, ¿tendrá tiempo como para ir a almorzar a mediodía? —preguntó. —¡Claro! Haré la reservación —le respondió Elías, pero Anastasia se sintió un poco incómoda en ese momento; si ese hombre hacía una reservación en un restaurante de clase alta, su cartera estaría en problemas. —Yo conozco un lugar donde sirven buena comida. ¿Por qué no…? —Ella intentó salvar el dinero. —¿Por qué? ¿No estás dispuesta a derrochar dinero por mí? —le preguntó el hombre de

un modo burlesco antes de que ella pudiera terminar de hablar. —Por supuesto que no. Olvídelo, usted puede hacer la reservación —respondió Anastasia con determinación. La llamada terminó y ella tuvo que dejar salir un suspiro; iba a tener que permitir que Elías dejara vacía su cuenta bancaria con comida si así él lo deseaba. Se tomó la decisión de que lo daría todo, porque, después de todo, él la rescató la noche anterior. Ya casi eran las 11:30 cuando Anastasia recibió un mensaje privado de Elías. «Te veo en el estacionamiento en 10 minutos». Anastasia le respondió con un: «Está bien».

Ella tomó su bolsa y salió para dirigirse directo hacia el elevador; después de entrar, presionó el botón que la llevaría al segundo sótano y en donde se encontraba el estacionamiento para autos vip. Cuando ella emergió, no se había percatado de un auto deportivo gris a un lado que acababa de detenerse. Adentro se encontraba un hombre que estaba a punto de salir del vehículo cuando la vio y la observó fijamente a través de la ventana con incredulidad; el hombre miró cómo ella abría la puerta de un Rolls-Royce y se subía. «Ese es el auto privado de Elías, el auto de mi primo». Los ojos de Miguel quedaron perplejos y sin poder creer que Anastasia cancelara su cita con él con el único propósito que para salir a una cita con su primo. «¿A dónde van?». Miguel ya no podía controlar su curiosidad,

así que encendió su vehículo y siguió al auto de Elías al instante. Anastasia se preguntó a qué restaurante la llevaría Elías mientras se encontraba sentada dentro del auto. La ciudad estaba llena de cocinas privadas que presentaban los ingredientes de la mejor calidad y donde una sola comida podía tener un costo de 10,000 o incluso 100,000. Ese podía ser el precio típico de una comida para un hombre del mismo nivel que Elías, pero era un número ridículo para las personas corrientes como ella. Anastasia pudo reconocer en un instante la calle tan familiar en donde estaban; ella suspiró por la sorpresa debido a que esa era la ruta que llevaba a su casa. —Presidente Palomares, ¿hizo una reservación en un restaurante cerca de mi casa? —preguntó por curiosidad.

—Sí —respondió el hombre con calma. Justo después, ella vio que su área residencial estaba justo a un lado de ellos y el hombre se había colocado en un espacio para estacionarse a la entrada de su despacho; ella estaba atónita y miró al hombre dentro de su confusión—. Sal del auto conmigo, iremos a comprar comestibles y tú cocinarás para mí. —Elías giró su cuerpo para mirarla. Ella apenas podía reaccionar debido a que ese hombre no la quería invitar a almorzar a un restaurante, ¡él quería que ella le hiciera el almuerzo! —Estoy demasiado cansada como para cocinar. Mejor hay que ir a un restaurante. — Anastasia no quería llevarlo a casa; después de todo, su hijo no estaba en casa, por lo que las cosas se podían poner incómodas si solo estaban ellos dos.

—Anastasia, esta es mi petición y más vale que sacies mis necesidades. —Con esas palabras, Elías abrió la puerta y salió, por lo que Anastasia se quedó sin palabras; a pesar de eso, ella no tenía la capacidad como para rechazarlo debido al verdadero hecho de que él sí la había rescatado la noche anterior.

Capítulo 99 A cocinar «Está bien, de esta manera mi cartera estará segura». Anastasia no gastaría más de 100 si cocinaba el almuerzo. Ella se encontraba perdida en sus pensamientos cuando se bajaba del auto; estaba a punto correr hacia el supermercado desde el otro lado de la calle cuando un auto eléctrico pasó a todo motor a un lado de ella, lo cual no le dio ni un segundo para reaccionar. En un instante, el hombre que estaba detrás la sostuvo de la cintura a la velocidad del rayo para poder acercarla entre sus brazos y ponerla fuera de peligro. Anastasia miró con furia al vehículo eléctrico que iba a exceso de velocidad y gritó: —¡Mira por dónde vas! —Cuando terminó, se dio cuenta de que su cintura seguía enroscada entre un fuerte brazo; por ese motivo, ella estiró los brazos y lo alejó—.

Mejor espere aquí. Iré a comprar los ingredientes en ese supermercado. —Iremos juntos. —El hombre cruzó la calle junto a ella cuando dijo eso, pero ellos no vieron que, dentro de uno de los autos que estaba cerca, había un par de ojos sorprendidos que los observaban. La decepción invadió los rincones más profundos de la mirada de Miguel. «¿Anastasia rechazó una cita al almuerzo conmigo y decidió ir de compras con mi primo?». Él pensó que lo único que ellos estaban haciendo era comprar unas cosas y que volverían al auto tiempo después; por esa razón, él decidió esperarlos. Anastasia se encontraba escogiendo unos cuantos vegetales dentro del supermercado. Elías le había comentado que podía cocinar cualquier platillo que considerara que fuera

buena preparando y que no sería quisquilloso, sin más ni menos. Gracias a eso, ella se tomó la tarea de comprar los ingredientes necesarios para preparar algunos de los platillos que solía hacerle a su hijo. «Bueno, esto me facilita las cosas». El costo total por los ingredientes que pagó fue menos de 100, tal como se esperaba. La cajera acababa de poner los objetos en la bolsa cuando vio que esa fue levantada por Elías; mientras que ella trataba de echarle otro vistazo a escondidas al hombre, la joven cajera realizó mal los cálculos y tuvo que contar el dinero de nuevo con el rostro sonrojado. Los dos salieron juntos después de que Anastasia pagara por los productos y caminaron a través de la calle hacia el área residencial en donde vivía; mientas eso ocurría, Miguel permanecía escondido en el auto cuando observó a Elías cargar la bolsa

con los comestibles y él hablaba con Anastasia al paso que caminaban por la entrada. Verlos a ellos dos le dio el impacto de su vida a Miguel. «¿Por qué entraron a un área residencial?». Él recordó al instante que el papá de Anastasia le había comprado una casa, ¿sería que la dicha casa era toda el área residencial? «Así que, ¿mi primo va a la casa de Anastasia acompañado por ella? No solo eso, pero ¿también tendrán una cita con comida hecha en casa?». Miguel empezó a preocuparse, a la vez que una enorme ola de decepción lo azotó. «¿Será que ella preferirá a hombres maduros como Elías? ¿Es este el motivo por el cual ella me ha estado rechazando?». Miguel regresó a su auto con su apuesto rostro ahora entristecido y con la sensación de abandono; poco después, él acercó su

mano para tomar su celular y marcó el número de Elías. —Hola, Miguel —dijo la voz de Elías por el teléfono. —Elías, ¿te encuentras disponible en este momento? Te puedo invitar a un almuerzo. —Tengo algo que debo atender, ¡así que tal vez para la próxima! —Tal y como lo esperaba, Elías se negó. —¿Qué tan importante es este asunto? No es todos los días que te ofrezco comprarte un almuerzo, ¿no podrías cancelar eso que debas hacer y venir a comer conmigo? — Miguel estaba probando a su primo para poder conseguir una respuesta de él. —Es un cliente valioso, así que no puedo cancelar. Yo te invitaré en la siguiente

ocasión, ¿de acuerdo? —Él colgó la llamada con esas últimas palabras. Miguel sintió como si un cuchillo se le acabara de enterrar en su pecho. Elías sabía a la perfección que él buscaba conseguir a Anastasia, ¿estará intentando arrebatarle la mujer en la que se enamoró? Ella se encontraba tensa dentro del elevador mientras que escuchaba la conversación por teléfono entre Elías y Miguel; Anastasia lo había rechazado ese día y se sentía un tanto culpable al respecto. Elías pasó una atenta mirada sobre ella y luego entrecerró la mirada con un aspecto difícil de comprender. Ella lo invitó a entrar cuando llegaron para luego ponerse ocupada dentro de la cocina. Anastasia llevaba puesto una blusa blanca junto a una falda negra que la hacía lucir como toda una profesional; sin embargo, con ese hombre cerca, ella consideró que no era

apropiado cambiarse de atuendo, por lo que decidió ponerse un mandil para luego ponerse a trabajar. No obstante, ella no tenía idea de que el estar cortando los vegetales en la cocina con su atuendo de negocios completo era como una forma de seducción para los hombres que les encantaban los uniformes bien puestos.

Capítulo 100 El almuerzo y una siesta Elías bebía agua mientras se recargaba contra el pasillo de la puerta y observaba lo ocupada que estaba Anastasia. Cuando ella se giró, se dio cuenta al instante que la taza que tenía el hombre en la mano era de ella, por lo que su rostro se puso caliente. —Esa es mi taza. —¡Oh! ¿Hay algún problema? —El hombre alzó la ceja y sus ojos se entrecerraron con una sonrisa. Anastasia le sugirió con un poco de pena: —Tenemos vasos desechables aquí, ¿por qué no usa uno de esos mejor? —Nosotros nos hemos besado, ¿de qué tanto te preocupas? —Los labios de Elías se curvaron para formar una sonrisa mientras

que contemplaba lo ridículo que se comportaba. Anastasia decidió dejar de fastidiarlo y fue en ese momento que pudo estar más convencida que no fue una buena idea dejarlo entrar a su casa; por ende, continuó lavando y cortando los vegetales en la cocina. Anastasia se había acomodado su cabello suelto con una pinza para cabello en la parte trasera de su cabeza con total normalidad y unos cuantos tramos de su pelo quedaron sueltos, los cuales añadieron más a lo atractiva que era. El hombre siguió bebiendo de su taza mientras que dejaba que su mente deambulara, pero él se ponía cada vez más sediento entre más pensaba. —¿Qué tal si se sienta en el sofá? Me siento presionada cuando está parado ahí y eso afectará en lo que hago. —Anastasia volteó a ver al hombre; lo que pasaba era que a ella no le gustaba la idea de que él se le quedara viendo debido a que eso la estresaba.

Elías sonrió y se dio la vuelta para dirigirse hacia el sofá. No obstante, él decidió escoger un lugar en donde todavía fuera capaz de observarla, por lo que prosiguió a admirarla en su postura perezosa, pero sin dejar de ser atractivo. Él no supo en qué momento empezó a sentirse atraído a cada uno de los movimientos que hacía esa mujer. Era como si él nunca pudiera tener suficiente de ella. Anastasia salteó los vegetales mientras que ponía un poco de sopa a cocinar y estaba tan ocupada que empezó a sudar; ella se dio cuenta demasiado tarde de que en verdad sí debió insistir en comer en algún otro lado porque así no estaría tan cansada en ese momento. La comida por fin estaba lista. Ella la colocó en la mesa, pero luego descubrió que el hombre estaba en el balcón; su ropa lavada

colgaba justo sobre él y podía ver su ropa interior si tan solo miraba hacia arriba. —Ejem… Presidente Palomares, el almuerzo está servido —lo llamó con rapidez. No obstante, Elías ya había visto todo lo que había por ver, por lo que se dio cuenta de que su tamaño de sostén era más grande de lo que esperaba. Eso lo puso feliz por alguna razón, como si estuviera involucrado de algún modo. El hombre cumplió con su palabra cuando dijo que no era una persona quisquillosa con los alimentos en lo más mínimo. Él comió con total elegancia, tal cual como si cenara en un restaurante de clase alta. Anastasia descubrió que el hombre tenía un apetito considerablemente bueno mientras que ella bebía de su tazón de sopa y comía un poco de lo que preparó. Él seguía saboreando sus alimentos, pedazo por pedazo, para el

momento que ella terminó de comer y eso la hizo sentir un tanto orgullosa, ¿tal vez su cocina sí se podía considerar impresionante? Anastasia fue al baño para poder lavarse la cara, después se volvió a aplicar una ligera capa de maquillaje en su rostro debido a que el que llevaba puesto antes se había derramado por el sudor. El hombre por fin había terminado de comer, por lo que volvió a beber de su taza. Ella también estaba un poco sedienta, por lo que solo pudo conseguirse un vaso desechable y beber agua fría de ese. Anastasia llevó los trastes a la cocina y decidió que los lavaría más tarde en la noche; ella miró a su reloj y dijo: —Deberíamos irnos, presidente Palomares. —Hay que descansar un poco. —Al decir eso,

Elías levantó su cabeza para luego cerrar los ojos y reposar en su sofá, pero Anastasia no tenía palabras al respecto. «¿Está intentando tomar una siesta en mi casa?». Ella no lo podía obligar a irse, por lo que tomó esa oportunidad para limpiar su casa. Vio que había un montón de juguetes de su hijo en el sofá y fue a recogerlos, luego vio que había unas cuantas piezas de Lego esparcidas a un lado del hombre, por lo que se acercó para llevárselas también. En ese instante, las exuberantes pestañas del hombre se abrieron como alas para revelar la mirada arrogante del depredador; sus largas manos actuaron con rapidez para sujetarla de la cintura y aproximarla con fuerza. Anastasia fue jalada hacia los brazos del hombre y cayó encima de él; al siguiente segundo, su cintura fue sostenida con fuerza y él se colocó sobre ella con un rápido giro, por lo que la tenía sometida sobre el sofá.

—Tú… Elías, cuidado con lo que haces. — Anastasia le lanzó una mirada de advertencia. Ella supo que no fue buena idea dejarlo entrar, pues ese hombre era una bestia que podía entrar en celo sin la más mínima aviso.

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