Truth and Dare 1. Do You Dare - Lylah James

December 11, 2023 | Author: Anonymous | Category: N/A
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Esta traducción fue hecha sin fines de lucro. Traducción de lectores para lectores. Apoya al escritor comprando sus libros. Ningún miembro del staff de The Court Of Dreams recibe una retribución monetaria por su apoyo en esta traducción. Por favor no subas captura de este archivo a alguna red social.

STAFF TRADUCCIÓN Afterglow Φατιμά Elyeng18 mym_24 Vequi Holmes

CORRECCIÓN Cavi20_B DarkDream Lazo Rita SloaneE FFa J_m Keydi Rbk St. Torrance

REVISIÓN FINAL DarkDream mym_24 Elyeng18

DISEÑO August

CONTENIDO STAFF SINOPSIS PRÓLOGO CAPÍTULO UNO CAPÍTULO DOS CAPÍTULO TRES CAPÍTULO CUATRO CAPÍTULO CINCO CAPÍTULO SEIS CAPÍTULO SIETE CAPÍTULO OCHO CAPÍTULO NUEVE CAPÍTULO DIEZ CAPÍTULO ONCE CAPÍTULO DOCE CAPÍTULO TRECE CAPÍTULO CATORCE CAPÍTULO QUINCE CAPÍTULO DIECISÉIS CAPÍTULO DIECISIETE CAPÍTULO DIECIOCHO CAPÍTULO DIECINUEVE CAPÍTULO VEINTE CAPÍTULO VEINTIUNO CAPÍTULO VEINTIDÓS

CAPÍTULO VEINTITRÉS CAPÍTULO VEINTICUATRO CAPÍTULO VEINTICINCO CAPÍTULO VEINTISÉIS CAPÍTULO VEINTISIETE CAPÍTULO VEINTIOCHO CAPÍTULO VEINTINUEVE CAPÍTULO TREINTA CAPÍTULO TREINTA Y UNO CAPÍTULO TREINTA Y DOS CAPÍTULO TREINTA Y TRES CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO CAPÍTULO TREINTA Y CINCO CAPÍTULO TREINTA Y SEIS CAPÍTULO TREINTA Y SIETE CAPÍTULO TREINTA Y OCHO CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE CAPÍTULO CUARENTA EPÍLOGO I DARE YOU AGRADECIMIENTOS SOBRE LA AUTORA

Para Oliver Mi mejor amigo y mi socio en el crimen. Gracias por creer en mí.

SINOPSIS ¿Qué pasa cuando un reto va demasiado lejos? Maddox Coulter. Chico malo imprudente. Playboy infame. Mi némesis. Y ahora mi mejor amigo. Sé que nunca me dejará abandonada. Sabe que nunca me negaré a un reto. Dondequiera que vamos, llamamos la atención, pero no es así. Hasta que lo es. Para uno de nosotros, de todos modos. Siempre supe que él sería mi perdición. Pero confiaba en que él me atraparía. Él demostró que estaba equivocada. Maddox ha ido demasiado lejos y no sé si quiero frenarlo o presionar. Nos adentramos más en territorio peligroso. Me dice esas dos palabritas que anhelo. Dos pequeñas palabras que no quiero de nadie más. Te reto. Excepto que esta vez, no es un reto sencillo. Esto podría quemarnos hasta los cimientos. "Te reto a que te lo folles". (TRUTH AND DARE DUET #1)

PRÓLOGO Lila Su presencia era cálida detrás de mí cuando entramos al bar. Estaba cerca, real y jodidamente cerca. Podía sentirlo. Podía olerlo. Estaba tan cerca, pero tan lejos de su alcance. Una tentación peligrosa colgando justo frente a mí. Quería darme la vuelta y rodearlo con mis brazos, disfrutar de su calidez. Nos hemos abrazado y reconfortado muchas veces antes, pero desde la gala benéfica, todo ha sido diferente. Él ha sido diferente. De alguna manera, ahora había una pared entre nosotros. No podía romperla o caminar alrededor de ella. Era agotador y aterrador ver el cambio en él, verlo tan… frío y apartado de mí. A veces, se sentía como si estuviera luchando contra algo dentro de su cabeza. Esperaba en silencio a que viniera a mí, para hablar de sus preocupaciones, para poder encontrar una manera de calmarlo. Como siempre. Excepto que... comencé a sentir como si yo fuera el problema. Como si se estuviera escondiendo de mí. Una semana en París. Se suponía que esto iba a ser divertido y emocionante. Una aventura para nosotros. El primer día y ya se estaba desperdiciando. Mordí mi labio inferior mientras caminábamos más adentro de la habitación oscura. No estaba demasiado llena, pero todos aquí parecían elegantes. Después de todo, este era uno de los hoteles famosos de París; gente rica y elegante venía aquí a menudo. —No pensé que el hotel tendría su propio bar. Elegante. Me gusta.

—Es agradable. —Respondió. Había una aspereza en su voz, excepto que su tono era robótico. Sin emociones en absoluto. ¿Qué sucede contigo? Que hice Detuve mis pasos, esperando que chocara conmigo. No lo hizo. En cambio, sentí su brazo deslizarse alrededor de mi cintura mientras lo enroscaba a mi alrededor. Nuestros cuerpos chocaron entre sí suavemente, y respiré en silencio. Su pecho duro como una roca estaba en mi espalda, presionando contra mí, y podía sentir cada inhalación que tomaba. Su toque era una dulce, dulce tortura. Vete a la mierda. Vete a la mierda por hacerme sentir así. Vete a la mierda por tentarme y dejarme colgada. Vete a la mierda por hacer que me enamore de ti... —De esta manera. —Sus labios se permanecieron cerca de mi oído mientras susurraba las palabras. Me condujo hacia los taburetes de la barra. Nos sentamos uno al lado del otro. Por el rabillo del ojo, lo miré mientras ordenaba nuestras bebidas. Su voz era suave y se deslizaba sobre mi piel como seda. Suave y gentil. Perdida en mis pensamientos, no me di cuenta del hombre que estaba a mi lado hasta que su mano tocó mi hombro. Giré hacia la izquierda, mis ojos atraparon al intruso. Sí, intruso. Estaba interrumpiendo mi tiempo con él. Maddox Coulter: el bálsamo para mi alma, pero también el dolor punzante en mi pecho. Él era el cielo dulce y la perdición de mi existencia. —¿Me recuerdas? —Preguntó el hombre del traje con una pequeña sonrisa. Sí, lo hacía. Él era el dueño del hotel. Lo conocimos ayer cuando nos registramos.

—Te vi al otro lado de la barra, y supe al instante, que debías ser la chica bonita que conocí anoche. —Su inglés era perfecto, pero estaba mezclado con un ronco acento francés. Tenía que admitir que era algo sexy. El Señor Frenchman se paró entre nuestros taburetes, separándonos a Maddox y a mí. Bloqueaba mi visión de Maddox. Lo hacía. Y No. Me gustan. Este tipo de cosas inoportunas. —Gracias por ayudarnos ayer. —Respondí dulcemente, enmascarando mi irritación. Sus ojos esmeraldas brillaron y su sonrisa se ensanchó. El Señor Frenchman era el típico atractivo visual alto, moreno y guapo. Y vestía un traje caro que se amoldaba muy bien a su cuerpo. —Fue todo un placer. Asentí con la cabeza, un poco perdida por qué, que más podía decir. No era tímida ni me sentía incómoda con los hombres. Pero este era un poco demasiado cercano para mi gusto, y como no tenía ningún interés en él, aunque definitivamente podría ser mi tipo, dado el hecho de que alguien más tenía toda mi atención, no quería continuar esta conversación. —Lucien Mikael. —Se presentó. Recordé que nos dijo su nombre anoche, pero no le dije el mío. Tomé su palma en la mía, sacudiéndola. —Puedes llamarme, Lila. Es un gusto conocerte. En lugar de estrechar mi mano, le dio la vuelta y se llevó mi mano a los labios. Besó la parte de atrás, sus labios permanecieron allí por un segundo, demasiado tiempo. Sus ojos se encontraron con los míos sobre nuestras manos entrelazadas. —Es un placer, ma belle1. Oh querido. Sí. El señor Frenchman estaba coqueteando. Miré alrededor de Lucien y vi que Maddox estaba recostado en su taburete, sus largas piernas estiradas frente a él, una bebida en

la mano, y me miraba directamente. Su rostro estaba inexpresivo. Lucien se volvió hacia el camarero y le dijo algo en francés. No entendí las palabras, pero rápidamente comprendí lo que dijo cuándo se volvió hacia mí. —Yo Invito. Un regalo para una dama encantadora. Ya estaba negando con la cabeza. —Oh. No tenías que… Su mano se apretó alrededor de la mía. —Por favor, permítame tener un simple detalle. —Gracias. Lucien abrió la boca para decir algo más, pero fue interrumpido por el timbre de su teléfono. —Disculpa, chérie2. Mientras se alejaba, vi a Maddox de nuevo. Nuestras miradas se encontraron y dejé de respirar. Su mirada era oscura y su mandíbula estaba tan apretada que me pregunté si se rompería bajo la presión. Pude ver las arrugas en su mandíbula afilada mientras apretaba los dientes. Su rostro, no supe cómo describirlo. La ira hacía que sus ojos parecieran más oscuros, casi mortales. Una sombra se cernía sobre su rostro, su expresión casi amenazante. Había una sensación de depredador en su mirada mientras me miraba de cerca. Constantemente me alejaba, poniendo cada vez más distancia entre nosotros. ¿Por qué estaba tan enojado ahora? No sabría decirlo. Yo no podía. jodidamente. Pensar. Especialmente cuando me mira así. Maddox estaba enloqueciendo. Tiraba y empujaba; amaba y odiaba. Yo siempre pensé que lo entendía mejor que nadie. Pero en este momento, me confundía muchísimo. —Lila. —Mis ojos se apartaron de Maddox y miré a Lucien. Al parecer, había terminado con su llamada telefónica y su atención

estaba de nuevo en mí. Antes de que pudiera alejarme, tomó mi mano en la suya una vez más. —Si necesitas algo mientras estás en París, por favor llámame. Podría llevarte a hacer turismo. Conozco muchos lugares hermosos. Soltó mi mano y volteé la palma para ver su tarjeta de presentación. Buen truco, señor francés. —Umm, gracias. Lucien se inclinó y rápidamente me dio un casto beso en ambas mejillas antes de alejarse. —Au revoir, chérie3. No lo vi irse. Toda mi atención estaba en el hombre sentado a mi lado. Tomó un gran trago de su bebida. —Le gustas. —Dijo, una vez que Lucien estuvo fuera del alcance de la audición. —¿Celoso? —Le respondí de inmediato. Una sonrisa se arrastró por su rostro, y se río entre dientes, su ancho pecho retumbaba con ella. —Quiere follarte, Lila. Mi estómago se apretó, se me puso la piel de gallina. Mi respiración salió en un suspiro. Sus palabras fueron pronunciadas peligrosamente en voz baja, aunque la dureza de su voz no podía confundirse. —¿Cómo lo sabes? —Repliqué, enojada y confundida. Jugaba con mis sentimientos, convirtiendo mis emociones en un pequeño juego suyo. Maddox me tenía hecha un lío, haciéndome girar como si fuera un juguete. Gruñó, sacudió la cabeza y luego soltó una carcajada. Como si estuviera compartiendo una broma privada consigo mismo. —Soy un hombre, como él. Sé en lo que estaba pensando cuando te miró así.

—Quizás no estaba pensando en sexo. Quizás sea un caballero. A diferencia de ti. —Estaba jugando con fuego, lo sabía. Lo estaba probando, probándonos a nosotros. —Te reto. —susurró tan suavemente que casi me lo pierdo. Maddox miró su vaso, con los dedos apretados alrededor. Incluso en las luces tenues, pude ver la forma en que sus nudillos comenzaban a ponerse blancos. ¿Me estaba dando un reto ahora? No terminó su oración y me pregunté si estaba contemplando su reto. La mandíbula de Maddox se flexionaba por la evidente frustración. Por un breve momento, pensé que tal vez no estaba enojado conmigo. Quizás, estaba enojado consigo mismo. Estaba luchando contra sí mismo. ¿Podría ser que el problema no fuera yo? Bebió el resto de su bebida de un trago y luego golpeó su vaso contra el mostrador, antes de girar en su taburete para mirarme. Maddox se puso de pie y caminó un paso más cerca de mí, hasta que mis rodillas tocaron sus fuertes muslos. Se inclinó hacia adelante, enjaulándome entre el mostrador y su cuerpo. Nuestras miradas se cruzaron y él se humedeció los labios. Me tuvo cautivada por un momento hasta que rompió el hechizo sin piedad. —Te reto a que te acuestes con él. Me eché hacia atrás en estado de shock. ¿Qué? No, debí haberlo escuchado mal. Esto no podría ser... —¿Qué? —Susurré, mi garganta seca, y mi lengua de repente se me hizo pesada en la boca. Los ojos de Maddox se clavaron en los míos, clavados en mi alma. Cuando habló de nuevo, su voz profunda y con acento bailaba peligrosamente sobre mi piel. —Te reto a que te lo folles, Lila.

Un temblor comenzó en mi centro y luego se movió a través de mi cuerpo como una tormenta. No solo una tormenta tranquila. Un tsunami de emociones me golpeó de repente, imprudente en su asalto. Me sumergía bajo las oscuras olas, asfixiándome, y luego me abrían, tan brutalmente, que enviaba pequeñas grietas a mi corazón y las fisuras a mi alma en todas direcciones. Apreté los dientes para evitar decir algo, cualquier cosa que lo empeorara. Habíamos hecho demasiados retos para simplemente contar con los dedos. Innumerables retos tontos a lo largo de los años, pero nunca nos habíamos retado a acostarnos con otras personas. De acuerdo, le había pedido que besara a una chica una vez; se besaron, pero fue hace años. Pero nuestros retos nunca habían cruzado esa línea. Sexo... eso nunca estuvo sobre la mesa. Nunca hablamos explícitamente de ello, pero era casi una regla tácita. —¿Qué pasa con esa mirada, Lila? Mis ojos se cerraron. Me negué a mirarlo, a mirar sus hermosos ojos y no ver nada más que una oscuridad total. No me miraba como solía hacerlo. La luz de sus ojos se había ido. Eso me asustó. Me dolió. Estaba destruyendo el poco respeto que sentía hacía él. —Quiero que me mires. No quería. No quería que él viera el dolor en mis ojos. —Abre los ojos, Lila, —dijo con su rica voz de barítono. Hice lo que se me ordenó. Se apiñó en mi espacio personal, obligándome a inhalar su aroma y sentir el calor de su cuerpo. — ¿En serio? ¿O ya estás borracho? —Pregunté en voz baja. Era difícil respirar con él tan cerca. —Nunca me retracto de un reto.

Y nunca pierdo. Él lo sabía. Los dos éramos muy competitivos y, hasta el día de hoy, ninguno de nosotros había retrocedido ante un reto. La mano de Maddox se levantó y ahuecó mi mandíbula. Sus dedos besaron suavemente mi piel. Sonrió, pero no coincidió con la expresión de sus ojos. —¿Qué pasa? ¿No quieres hacerlo? —No juego para perder. Estúpido. Maddox se inclinó más cerca, su rostro apenas a una pulgada del mío. Nuestras narices casi se tocaban. Mi corazón se aceleró cuando echó mi cabeza hacia atrás. Retira tu reto. Retira tu reto, Maddox. No me obligues a hacer esto. Enroscó su dedo índice alrededor del mechón de cabello que se había caído de mi moño. Su aliento mentolado, mezclado con el olor a alcohol, se deslizó sobre mis labios. Quería suplicarle con mis ojos. Maddox tiró un poco de mi cabello antes de colocarlo detrás de mi oreja. Se movió y mis ojos se cerraron una vez más… esperando… un aliento desesperado se atascó en mi garganta, mi pecho se hundió y mi estómago se apretó. Presionó su mejilla contra la mía y sus labios se posaron sobre mi oreja. —No me decepciones, chérie. Mi cuerpo se estremeció y exhalé un suspiro tembloroso. Me abrió el corazón y me dejó sangrando. Se apartó y me miró fijamente. Maddox se estaba burlando de mí. Mofándose de mí. Nunca dejó de ser una idiota. Simplemente lo escondió detrás de una sonrisa sexy y una expresión indiferente. Pensé que había dejado atrás sus bromas. Pero no, me equivoqué. Tan jodidamente mal acerca de él. A cerca de nosotros.

Amigos. Éramos amigos. Pensé que tal vez... quería más. Más de mí. Más de nosotros, de lo que fuimos o podríamos ser. Estaba tan malditamente equivocada. Maddox Coulter seguía siendo un idiota detrás de una bonita máscara. Y yo era la chica estúpida que se enamoró de su mejor amigo.

CAPÍTULO UNO Hace tres años y medio

Lila —Hijo de puta… —Mi boca se cerró de golpe antes de soltar otro suspiro doloroso cuando mis rodillas amenazaban con doblarse debajo de mí. La mesa de café estaba allí como burlándose de mi desgracia, y yo la fulminé con la mirada. Mierda. Le di una patada, con mi pierna ilesa, solo por el gusto de hacerlo. Mi mañana ya era un desastre y luchaba contra el impulso de sacar mi ira en la mesa de café. Por supuesto, solo me lastimó la rodilla, pero en realidad, la culpa era mía. Mi alarma no sonó, lo que obviamente significaba que me desperté tarde. Muy tarde. Las clases del primer período ya habían terminado y estaba a la mitad del segundo período. Luego, en mi lucha por vestirme apresuradamente, terminé haciendo un agujero en mi blusa blanca y prístina de la escuela. Genial. Qué hermosa mañana ya. Me alejé de la mesita, salí corriendo de la casa de mis abuelos y rápidamente cerré la puerta detrás de mí. Tenía que tomar el autobús en dos minutos, de lo contrario iba a llegar mega, jodidamente tarde. El próximo autobús tardaría otros treinta y cinco minutos en llegar. Mientras corría hacia la parada de autobús más cercana, rápidamente repasé mentalmente mi lista matutina. Cuatro cosas

muy importantes. Teléfono, sí. Auriculares, sí. Llaves, sí. Mi tarea de inglés, sí. Todo parecía estar en orden. Ahora, solo tenía que llegar a tiempo a la clase del tercer período, para poder enviar mi ensayo de inglés a tiempo. O si no... Negué con la cabeza, negándome siquiera a pensar en las consecuencias. Mi corazón comenzó a acelerarse y a latir erráticamente ante la mera idea de obtener un cero en esta tarea. De ninguna manera. Arruinaría mi récord perfecto de sobresalientes. A mi abuela le gustaba bromear y decir que estaba paranoica y un poco demasiado traumada acerca de mis notas. Mi abuelo, con una risita orgullosa, decía que yo era perfeccionista. No estaban exactamente equivocados. Mi GPA4 perfecto, más mis mil horas de servicio comunitario y trabajo voluntario, me llevarían a Harvard. Y era todo lo que importaba. Harvard es mi camino. Era mi destino y era el lugar al que pertenecía. Quizás mis abuelos tenían razón. Quizás estaba obsesionada con la idea de la "perfección". Pero no me importaba. Si la perfección me daría todo lo que quería, entonces sería la señorita Perfeccionista. El autobús llegó a tiempo y subí con éxito sin más mala suerte. Mi asiento favorito en la parte trasera del autobús me estaba esperando. Me daba la vista perfecta de todo el autobús, y era un asiento junto a la ventana. Una vez que me pusieron los auriculares, "Hands to Myself" de Selena Gómez comenzó a sonar en mis oídos. Apoyé la frente contra la ventana fría y miré el mundo moverse. Esta era probablemente mi parte favorita de mi rutina matutina. Siempre había sido una observadora y se podía aprender mucho en un viaje en autobús de diez minutos.

No mucho después, el autobús se detuvo y salí; Me detuve en la acera por un breve momento para mirar el edificio grande y antiguo, pero inquietantemente hermoso y elegante, frente a mí. Berkshire Academy of Weston. La escuela privada para ricos y corruptos. Hijos de jueces infames, senadores, asociados del gobierno y algunos de los abogados y médicos mejor pagados de los Estados Unidos. Yo no era una de ellos. Mi padre era profesor de secundaria. Mi madre era enfermera. Y yo era la chica tranquila y pobre entre todos los famosos y ricos engendros de los mismos demonios. No pertenecía aquí. Pero elegí estar aquí. El 48,2% de los graduados de Berkshire Academy of Weston terminan en una Ivy League College: Yale, Princeton, Dartmouth o Harvard. Ese pequeño hecho fue la razón por la que decidí inscribirme en esta escuela durante mi tercer año. Ahora, era un estudiante de último año en Berkshire. Unos meses más y estaría fuera de aquí. Respiré hondo e inhalé el aire fresco de septiembre. Todavía no hacía demasiado frío. La temporada de otoño acababa de comenzar y las hojas comenzaban a ponerse rojas, naranjas y amarillas. Era una época hermosa del año, la época en la que los árboles terminan desnudos, esperando en silencio su renacimiento una vez más. El final de algo hermoso, mientras se espera un nuevo comienzo. —¡Lila! Mis pensamientos se detuvieron y me volví para ver a Riley venir hacia mí. Me saludó animadamente y no pude evitar sonreír. Riley era una chica dulce y salvaje, y mi única amiga en Berkshire. Sus bonitos mechones rubios rebotaron cuando saltó hacia mí. —¿También llegas tarde?

Asentí con un suspiro. Ella se animó descaradamente. —¡De ninguna manera! ¿La señorita sabelotodo llega tarde? Jesús, necesito escribir esto. Cuanto antes. La necesidad de poner los ojos en blanco era fuerte, pero me abstuve de hacerlo. —Tienes cálculo avanzado a continuación, ¿verdad? —Pregunté, cambiando de tema. Por lo general, me encantaba unirme a las bromas, pero hoy no estaba de humor. Despertarme tarde me había puesto un poco más gruñona. Me dolía la rodilla y me dolía cada vez que daba un paso, un recordatorio constante de lo increíble que había sido mi mañana hasta ahora. La Lila gruñona no era divertida. Riley parecía pensativa por un segundo. —Sí. Yo sí. — Respondió ella después de un largo segundo. ¿Tú? —Inglés. Tenemos veinte minutos antes de que comiencen nuestras clases. —De hecho, necesito ver a mi maestro antes de la clase. ¿Mencioné que odio las matemáticas? Sí, probablemente lo hice cien veces. Tenemos una prueba la semana que viene y estoy bastante segura de que la suspenderé. —La alegría normal de Riley desapareció y sus cejas se tensaron con el ceño fruncido. Pareció profundamente entristecida por un momento, pero con la misma rapidez, su expresión cambió y volvió a ser la feliz Riley una vez más—. ¿Te veré en el almuerzo? Agarré su mano antes de que pudiera irse. —Si quieres, puedo ayudarte este fin de semana con cálculo. Ella sonrió alegremente, todo su rostro brillando como la luna. —¿No estás bromeando? Gracias bebé. ¿Qué tal si hablamos más de eso en el almuerzo? Podemos elegir la hora y el lugar. —Suena bien para mí. —Solté su mano y se despidió antes de correr a través de las puertas. Miré mi teléfono. Quince minutos hasta mi próxima clase. Era tiempo suficiente para tomar un café helado con leche. Perfecto.

Quizás el azúcar ayudaría a mi estado de ánimo. La cafetería estaba a solo unos metros de distancia, justo al lado del campus. Prácticamente solo lo visitaban los estudiantes de Berkshire. Todavía no era el almuerzo, así que cuando entré, la tienda estaba bastante tranquila. Pedí un café helado con leche y crema batida extra, y me acerqué al calentador. “Sugar” de Maroon 5 seguía sonando en mi oído, y tarareaba suavemente la canción. Cuando una ráfaga de aire fresco golpeó la parte posterior de mis piernas, me di la vuelta y vi a un grupo de chicos ruidosos que entraban a la cafetería. Al instante reconocí a algunos de mis clases. Los gemelos Bennett eran parte del grupo. Los chicos mantuvieron la puerta abierta, parados justo en la entrada. La mitad del grupo vestía el uniforme obligatorio de Berkshire: pantalón, camisa, corbata y chaqueta. La otra mitad vestía ropa de gimnasia o uniformes de fútbol. Deportistas. Puaj. Ricos. Fuertes. Mal hablados. Molestos. Demasiados salvajes. Todo lo que me mantenía alejada y todo lo que despreciaba. Lo que llegué a detestar. La ignorancia era una bendición. Me di la vuelta y me concentré en mi lista de reproducción, mi pie golpeaba con impaciencia el suelo. El barista estaba tardando una eternidad y necesitaba desesperadamente mi azúcar. Podía sentir al grupo de chicos acercándose a mí, y los escuché a medias pedir sus propias bebidas. En mi periférico, podía verlos empujándose unos a otros, chocando con los hombros y temblando de risa. Sus burlas sonaban más fuertes que la música que resonaba en mis oídos. —¡Aquí tienes! —Levanté la cabeza cuando la voz gritó en un tono cantarín. ¡Finalmente! Se me hizo la boca agua cuando la señorita me entregó el café, y casi me babeo al ver la crema batida extra. El cielo.

—Gracias —Aclaré mi garganta y le di una sonrisa de agradecimiento. Dios bendiga tu alma, mujer. Me di la vuelta y al mismo tiempo me metí la pajita en la boca. Pero nunca tuve la oportunidad de tomar el primer sorbo de mi bondad celestial. No. Mi felicidad solo duró dos segundos. Antes de que supiera lo que estaba pasando, una pared dura como una roca chocó contra mí. Yo oí a alguien maldecir por lo bajo. Sucedió rápido, demasiado rápido para que yo lo entendiera hasta que fue demasiado tarde. El mundo giraba y se inclinaba sobre su eje. Mis ojos se cerraron como esperaba luego del impacto contra el suelo, pero mi cara no tocó el suelo. Me quedé suspendida en el aire, mi cuerpo doblado hacia atrás. Alguien estaba agarrándome del brazo… fuerte… muy fuerte. Segundos después, estaba de nuevo en pie. Finalmente abrí los ojos y un suspiro tembloroso salió de mis pulmones. Lo primero que noté fue que su chaqueta de color azul marino estaba mojada. Mi café… —Mierda. Perdón. Lo siento mucho. — Murmuré, absolutamente horrorizada. Entonces, gemí por dentro. Primero, ¿por qué me estaba disculpando? Chocó conmigo. Era su culpa. No la mía. Segundo: mi café se había ido. Mi corazón seguía latiendo demasiado rápido y demasiado fuerte después del pequeño susto, y sentía como si fuera a salir de mi pecho. Espera… me miré a mí misma y vi que mi camisa blanca estaba empapada, y mi sostén rosa ahora era bastante visible para todos. Ah, ahí era donde había ido mi café. Asombroso. Nivel de humor: Extra gruñón con un toque de maldad. Dejé que mis ojos recorrieran la longitud de la pared que chocó contra mí. Está bien, entonces no fue una pared. Definitivamente era humano. Pero como una roca de todos modos. Había sentido esos músculos duros cuando me derribó. Fue como si un camión me

golpeara, y juro que debía haberme dado una conmoción cerebral por ese golpe. Mi mirada subió y subió... y subió. Jesucristo, era alto. Básicamente era una enana a su lado con cinco pies y dos pulgadas. Mis ojos se quedaron más tiempo en su estómago, y por un breve momento, me pregunté si tendría abdominales marcados. Su amplio pecho llamó mi atención a continuación. Era alto y delgado, pero musculoso y un poco más grande para su edad. Al instante me di cuenta de que jugaba al fútbol: sus fuertes brazos y hombros musculosos me lo decían, y tenía una bolsa de deporte/gimnasio sobre su hombro derecho. Su chaqueta escolar se amoldaba perfectamente a la parte superior de su cuerpo. Deliciosamente. Dulce Madre María... Se suponía que debía estar enojada, ¿verdad? Cuando mi mirada finalmente aterrizó en su rostro, mis ojos decidieron que habían sido bendecidos. Un chico guapo clásico. ¿Una mandíbula cincelada que podría darte un corte como a un papel si la tocas? punto. ¿Ojos penetrantes? punto. ¿Cejas gruesas? punto. ¿Labios regordetes hechos para besar? punto. ¿Buena apariencia intensa? Doble punto. Era un buen espécimen y quería ponerlo bajo mi microscopio para verlo más de cerca. Su cabello rubio sucio era rizado y los rizos apretados terminaban a una o dos pulgadas por encima de sus hombros. Le daba un aspecto de surfista, un poco salvaje y extrovertido. Esperaba seguir agarrándolo. Di un paso atrás y le eché un buen vistazo a su cara. Mis labios se separaron, completamente estupefactos, y me atraganté con mi saliva en silencio. ¿Estás bromeando conmigo? De todos... de 325 chicos en Berkshire, ¿tuve que toparme con él?

Me miró de arriba abajo, su mirada escaneando mi cuerpo tranquilamente como yo lo había hecho con él. Mis mejillas ardieron, no porque me estuviera mirando, no, porque obviamente me había atrapado mirándolo. ¿Podría empeorar este día? Inclinó la cabeza hacia un lado, sus profundos ojos azules brillando con picardía. Sus ojos acariciaron mis piernas desnudas y luego siguió el camino hacia arriba. Mi falda escolar beige llegaba hasta la mitad del muslo, solo unos centímetros por encima de mis rodillas. Él parecía tener gran placer en ver mi piel desnuda. Lentamente, su mirada se movió hacia arriba. El señor, que. chocó. conmigo. Me miraba descaradamente las tetas. Joder, era tan obvio. La esquina de sus labios se inclinó hacia arriba, y me dio la perfecta sonrisa digna de un desmayo. Él se rio entre dientes, una risa profunda que salió bruscamente de su pecho. —Bueno, supongo que eso los animará un poco. ¿Eh? Sus amigos se rieron disimuladamente y rieron a carcajadas. Cole Bennett, uno de los gemelos, incluso se dobló y resopló como si acabara de escuchar el mejor chiste del siglo. Seguí su mirada hasta mi pecho y luego volví a mirarlo. Espera... ¿estaba... él... solo...? Mi cuerpo se tensó y enderecé mi columna. —¿Disculpa? Mi cerebro finalmente se había puesto al día y podía sentir el vapor saliendo de mis oídos. ¡Cómo se atreve! Crucé los brazos sobre el pecho, me ardían las mejillas y contuve un gruñido irritado. Sí, mis tetas eran pequeñas. Los dos montículos eran casi inexistentes en comparación con las otras chicas de mi edad, y básicamente dejaron de crecer cuando tenía catorce años.

Pero. Él. No. Tenía. Que. Echarme. Eso. En. Cara. Oh, espera, lo olvidé. Él era un idiota. El Idiota. Maddox Coulter. Mariscal de campo estrella de Berkshire Academy. Chico malo imprudente. Playboy infame. El Casanova de la clase senior y su chico de oro. Y sí, un idiota de Clase A, con niveles incomparables de idioteces. Maddox era muy conocido en Berkshire. Su rostro estaba metido en el cerebro y el corazón de todos, y no quería tener nada que ver con él. Excepto que, de los 325 niños de nuestra escuela, tuve que encontrarme con él hoy. Todavía estaba sonriendo y dejé escapar un suspiro de irritación. —¿Te vas a disculpar o no? Tu chocaste conmigo. —herví, empujando mi taza vacía entre nosotros. Sus ojos azul oscuro se entrecerraron en mis pechos de nuevo. Aparentemente, el Señor Coulter tenía poca capacidad de atención porque decidió ignorar mis palabras y decidió concentrarse en mis tetas. Las mismas tetas que acaba de insultar. Crucé los brazos sobre mi pecho de nuevo y lo fulminé con la mirada a él y a sus amigos. Su mirada finalmente se encontró con la mía, y odié que tuviera unos ojos tan hermosos. No los merecía. Maddox se encogió de hombros, con bastante indiferencia. — Estabas en mi camino. Ups. ¿Habla en serio? Dio un paso hacia adelante, su cuerpo más grande acercándose a mi pequeño cuerpo. >>Tengo una camisa extra en mi casillero. Te la daré, considerando que la que estás usando está empapada.

Su voz bajó a un tono ronco cuando pronunció sus siguientes palabras. >>Pero una condición. Si te doy mi camisa, me quedo con tu sostén. Es lindo. Me encantan las florecitas que tienen, cariño. Tropecé hacia atrás, horrorizada. Sabía que era inmaduro, grosero y vulgar, pero este era otro nivel de idiotez. El asesinato es un crimen, Lila. Podrías ir a la cárcel durante mucho tiempo. Mis ojos se entrecerraron en él. —¿Sabes qué? No tengo tiempo para esto. Toma tu actitud de mierda y trata de impresionar a otra chica con ella. Maddox parpadeó, su sonrisa tonta desapareció por un nanosegundo, antes de que sus ojos se iluminarán, casi como si me amara rechazándolo. Me di la vuelta, arrojé mi taza de café vacía a la basura y decidí alejarme de Maddox. Lástima que se interpusiera en mi camino, negándose a moverse. Por dentro, rodé los ojos y lo empujé. Estaba tan cerca que me vi obligada a tocarlo, nuestros cuerpos se frotaban ligeramente el uno contra el otro mientras pasaba. Una sonrisa arrogante estaba plasmada en su rostro estúpidamente hermoso. Bueno. Quería jugar... claro que yo jugaría. Después de dar dos pasos hacia adelante, hice un pequeño giro lateral, lo que permitió que mi bolso lo golpeara. Excelente. Cuando escuché un siseo de dolor, supe que la esquina de mi bolso había chocado contra su entrepierna, y su pene probablemente también sintió el impacto. Giré la cabeza y miré a Maddox por encima del hombro. Se había doblado y estaba ahuecando entre las piernas. —Estabas en mi camino. Ups. —dije perezosamente, repitiendo sus palabras anteriores. Mi segundo nombre es ‘linda perra’. No tenía tiempo para un chico malo imprudente, pero tampoco lo dejaría jugar conmigo como sus otras fanáticas.

Sus ojos azul océano se clavaron en los míos y se oscurecieron un poco. Maddox enderezó la columna y se puso de nuevo a su altura máxima. Era imponente, su presencia casi dominaba toda la cafetería. Le envié una dulce sonrisa antes de alejarme. Si no salía de esta cafetería en un minuto, llegaría tarde a mi clase de inglés. La intensidad de su mirada me quemó la espalda. Podía sentir su calor. Mis mejillas ardían y mi cuerpo se calentaba más. Sabía que me estaba mirando el culo. Podía sentirlo. Maddox Coulter estaba oficialmente en mi lista de mierda.

CAPÍTULO DOS Lila Llegué a tiempo a mi clase de inglés y entregué con éxito mi ensayo, todo gracias a la camisa de repuesto que tenía en mi casillero. Ya qué, la que me puse esta mañana fue empapada de mi café, cuando el chico que no se nombraba lo derramo sobre mí. Tan pronto como sonó la campana, indicando el comienzo de la clase, la Señora Levi comenzó su conferencia sobre mitología griega. Ella iba y venía del libro de texto y escribía notas en la pizarra. La ciencia podía ser mi pasión, pero el inglés era mi asignatura favorita. Me encantaba leer, me encantaba aprender sobre el idioma, cada pequeña parte de él. Mi interés empezó con Shakespeare, aunque fue Edgar Allen Poe quien me enamoró del inglés. "Mirando en lo profundo de esa oscuridad, estuve mucho tiempo allí, preguntándome, temiendo, dudando, soñando sueños que ningún mortal se había atrevido a soñar antes". Puede que haya memorizado o no la mayoría de sus poemas después de leerlos una y otra vez. Había algo inquietantemente hermoso en la forma en que entrelazaba sus palabras. —Medusa tiene varios mitos sobre su vida, los más comunes son su muerte y, su más bien, dolorosa desaparición. —La voz de la Señora Levi me devolvió al presente mientras nos presentaba la historia de Medusa—. Este será nuestro enfoque durante las próximas dos semanas. Su próxima tarea se basará en este tema en particular, así que asegúrense de investigar en casa y venir a

clase con sus preguntas. El ensayo será el quince por ciento de su nota final. Lo discutiremos con más profundidad los próximos días. Continuó hablando de Medusa y yo anoté todas mis notas, marcando las importantes con mi bolígrafo rojo. Me gustaba mantener mis cosas organizadas, aunque a otras personas les parecía demasiado TOC. A mitad de la clase de la Señora Levi, mi mano y mi lápiz se detuvieron. Ya habían pasado unos minutos y ya no podía ignorar la sensación. Sentía un hormigueo en la piel y mi espalda parecía calentarse bajo la intensa mirada de alguien. Podía sentir los diminutos pelos de mis brazos erizarse. Era una sensación extraña y ya no podía concentrarme en la Señora Levi. Siempre me sentaba en la primera fila de todas mis clases, pero por lo general, era invisible para todos. Aunque hoy… alguien me estaba mirando fijamente. Era imposible no sentirlo. La mirada me quemaba la espalda, estudiándome... esperando una reacción, hasta que me vi obligada a mirar por encima del hombro. Nuestros ojos se encontraron primero. Los míos ensanchándose con sorpresa. Los suyos... con diversión. Mi mandíbula se aflojó y le devolví la mirada, con dureza. De ninguna maldita manera. Estaba sentado en la última fila al final de la clase, en la esquina, al lado de la pared. Había una gran brecha entre nosotros, pero aún lo sentía. Maddox Coulter tenía ambos codos sobre el escritorio, los dedos entrelazados y la barbilla apoyada en ellos. Sus ojos azules bailaban con picardía, y cuando continué mirándolo, sus labios se curvaron en una sonrisa perezosa.

Bueno... mierda. Me enfoqué en la clase de nuevo y me reprendí mentalmente, por prestarle atención. ¿Podría empeorar este día? ¿Cómo pude haberlo pasado por alto? Era solo la tercera semana de clases y nunca presté atención a quien estuviera sentado en la parte de atrás. Mi atención siempre había estado en la Señora Levi y en todo lo que estaba enseñando. Conociendo a Maddox, probablemente se había saltado más de la mitad de las clases en las últimas tres semanas. Sabía de su reputación. Rara vez venía a clase, y cuando lo hacía... venía con drama y muchas tonterías. Me abofetee la cara mentalmente mientras me mordía el labio inferior, nerviosamente. En el calor del momento, actué sin pensar; lo acepto, él es el idiota en esta situación, pero nadie se cruzó nunca con Maddox sin lidiar con las repercusiones. Con mi mejor expresión indiferente, rápidamente miré por encima del hombro de nuevo. Seguía mirando... y me sorprendió mirando de nuevo. Sus ojos eran del más profundo azul, brillando con intensidad. Perezosamente se frotó el pulgar hacia adelante y hacia atrás por su mandíbula cuadrada mientras inclinaba la cabeza hacia un lado, levantando una ceja solitaria casi burlonamente. Maddox me miró como si estuviera evaluando a su presa. No me gustaba la mirada que me estaba dando y no tenía ningún interés en estar en su radar. Él podría ser el jugador, pero yo no estaba dispuesta a jugar. Inténtelo de nuevo, Coulter. Dándole la mirada más exagerada que pude reunir, le envié una sonrisa gélida y luego me di la vuelta para enfrentar a la Señora Levi. Durante el resto de la clase, intenté con todas mis fuerzas no prestar atención a Maddox. Fueron los cincuenta minutos más

largos de mi vida mientras luché duro para no moverme en mi silla. Continuó mirándome y pude sentirlo, sentirlo sonreír y burlarse de mí en silencio. Mis dedos se cerraron y aflojaron alrededor de mi bolígrafo, y cuando finalmente sonó la campana para el almuerzo, dejé escapar un profundo suspiro de alivio. —Maddox, voy a necesitar que te quedes por dos minutos. — anunció la Señora Levi, con una mirada dura. —No puedo, Teach. Tengo cosas que hacer. —O te quedas o tienes detención por dos semanas. Decide, señor Coulter. Había un hecho muy importante sobre la Señora Levi, y por eso era mi maestra favorita: no aceptaba tonterías de nadie. A ella no le intimidaba Maddox o quien era él. Todos los estudiantes miraron de un lado a otro entre la Señora Levi y Maddox, conteniendo la respiración y esperando. —Clase, pueden irse a almorzar. Hubo gemidos y susurros cuando todos se levantaron y empezaron a salir del salón de clases. Todo el mundo había estado esperando el drama, con Maddox en medio. ¡ah! Yo también me levanté, siguiendo a la manada. La curiosidad se apoderó de mí y miré por encima del hombro por última vez. Maddox todavía estaba reclinado en su silla, con los brazos cruzados sobre su ancho pecho. Su mirada me siguió mientras salía de la clase, y por mí, me refería a mi trasero. Vi a Colton Bennett, el gemelo número uno, de pie junto a la silla de Maddox. Murmuraron algo el uno al otro, y la mirada de Colton encontró la mía antes de reírse de algo más que Maddox dijo. Maddox podría estar en mi lista de mierda, pero... tenía la sensación de que ahora también estaba en la suya.

Riley me saludó con la mano cuando entré en la ruidosa cafetería. Ella ya estaba sentada en una mesa, y sonreí, caminando hacia ella. —¡Oye! —Habló a través de un bocado de su sándwich de pollo—. También te compré uno. —Gracias bebé. —Me senté frente a ella y tomé el sándwich que me ofreció. Era lo nuestro. A veces, le compraba el almuerzo y otros días, ella me devolvía el favor. —Entonces, ¿exactamente con qué necesitas ayuda en matemáticas? —Mastiqué mi sándwich frío y vi a Riley hacer pucheros. —En todo. —Murmuró, haciendo un puchero aún más grande —. ¡No tiene sentido para mí! La única genio que puede ayudarme eres tú. Le levanté una ceja. —¿Por qué tengo la sensación de que esta amistad es sólo unilateral? —Perra, sí, te estoy usando por tus habilidades para enseñarme matemáticas. Era una mentira; ambas lo sabíamos. Riley y yo nos miramos una a la otra por un segundo antes de reírnos. Nos hicimos amigas durante el tercer año, después de que Jasper, otra estrella del fútbol de Berkshire Academy, le rompiera el corazón. Esa era una forma domesticada de decirlo. Salieron durante seis meses; al principio era el perfecto caballero. Cuando finalmente le dio su virginidad, él rompió con ella dos días después. Más tarde descubrió que Jasper la había estado engañando todo el tiempo, y solo salía con ella para ganar una puta apuesta. Pasó el resto del año difundiendo estúpidos rumores sobre ella. ¿Perdió a

sus amigas porristas y la dulce Riley…? Se convirtió en otra marginada. Estuve allí y la vi desmoronarse, pasando de Miss Popular a nadie. ¿Qué sucede cuando el paria número uno se encuentra con el paria número dos? Por supuesto, se convierten en mejores amigas. Yo era la nueva estudiante y Riley fue mi primera amiga. Era un trato buen trato. —Entonces... escuché susurros en el pasillo. —Comenzó, mirándome de cerca. —¿Eh? —Sobre una chica que arrojó café en Maddox Coulter esta mañana. — Riley dejó la frase colgando antes de tomar otro bocado de su sándwich. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho, tan fuerte y tan rápido. Ahogando una tos, rápidamente balbuceé—. ¿Le arrojé café? ¡Disculpa! Él tropezó conmigo y me echó el café encima. Riley se reclinó en su silla, tomando el último bocado de su almuerzo. —No dije que fueras tú, pero gracias por confirmar eso. —Respondió con la boca llena—. Tu nombre fue mencionado una vez, pero no quería creer nada hasta que lo escuchará de ti. ¡Dulce Señor! ¿Los rumores ya estaban circulando? —Entonces, ¿se topó contigo? —Riley empujó, luciendo bastante divertida por este repentino giro de los acontecimientos. —Sí. —siseé en voz baja—. ¡Ni siquiera se disculpó! Mi camisa se mojó, pero gracias a Dios, tenía una de repuesto en mi casillero. —¿Por qué no estoy sorprendida? ¿Crees que Maddox es el tipo de persona que se disculpa? Piensa de nuevo, nena. Lo conozco desde la escuela primaria. Coulter no se disculpa. Nunca. Todo el mundo se inclina ante él.

Resoplé en respuesta y Riley se encogió de hombros. —Él es el chico de oro. Para la gente de Berkshire Academy, era un dios entre los mortales. ¿Para mí? Era solo otro chico que tenía demasiado poder en sus manos y no sabía cómo usarlo. Maddox no era un héroe para mí. Si esperaba que adorara el suelo por el que caminaba, como todas sus fanáticas, estaba a punto de sentirse completamente decepcionado. Riley se inclinó hacia adelante y me dio unos golpecitos en la nariz con el dedo índice. —Mantente fuera de su camino, Lila. Te joderá tanto y te dejará destrozada. No se puede confiar en chicos como él. Su voz era espesa y pude ver las emociones jugando en su rostro. Jasper realmente la rompió. Sus cicatrices no eran visibles; los escondía con una bonita sonrisa, pero sabía que todavía le dolía por dentro. —No te preocupes. No tengo planes de jugar su juego. Riley me miró de reojo. —No te creo. Eres competitiva por naturaleza, Lila. Si él empuja, tú empujarás hacia atrás con el doble de fuerza. Mordí mi labio inferior y le di una mirada avergonzada. Ella tenía razón… —¿Qué tal esto? Prometo no enamorarme de él. —Una chica menos en el harén de Maddox. —Estuvo de acuerdo. Puse los ojos en blanco. —Está bien, hoy es jueves. ¿Qué tal si nos vemos el sábado? Entonces repasaré todo lo que necesites.

Riley asintió antes de que sus mejillas se sonrojaran. — Tendrás que empezar por el principio. No me mates. —Este va a ser un sábado muuuy… —Me pateó debajo de la mesa y solté una carcajada. —Perra. —Riley arrojó su botella de plástico vacía a mi cabeza, riendo. El resto de mi día transcurrió sin incidentes. Me mantuve fuera del camino de Maddox. Hubo algunos susurros en los pasillos sobre mí, pero también los ignoré. Estaba bastante segura de que, después de hoy, todos se olvidarían de la escena de la cafetería, y Maddox definitivamente se olvidaría de mi existencia. Tenía muchas chicas para distraerlo. Excepto qué... Nunca había estado más equivocada en mi vida. Al día siguiente, comenzó mi pesadilla.

CAPÍTULO TRES Lila A la mañana siguiente, encontré a Maddox fuera de nuestra clase de inglés. Estaba apoyado contra la pared, sus largas piernas cruzadas a la altura del tobillo y las manos metidas en los bolsillos. Sus caros zapatos de cuero estaban relucientes y sin arrugas. Le faltaba su chaqueta azul marino, pero su impecable camisa blanca estaba enrollada hasta los codos, exponiendo sus fuertes antebrazos. Su corbata colgaba holgada alrededor de su cuello. Era bonito a la vista, tenía que admitirlo, pero verlo me molestó. Había una chica rubia con curvas pegada a su costado, prácticamente pegada a él. Ella le susurró algo al oído, pero él no estaba prestando atención. Maddox parecía aburrido y la pobre chica se estaba esforzando demasiado. Huye, no te dejes engañar por sus encantos. Quería darle algo de sentido común. En el momento en que su mirada cayó sobre mí, sonrió lentamente. Mi sangre hervía a fuego lento y apretéé los labios con firmeza, negándome a reconocerlo. Incliné la barbilla hacia arriba y avancé. Si lo ignoraba, se marcharía, me dije. Lástima que no fuera más que una falsa esperanza. Cuando traté de entrar al salón de clases, Maddox se apartó de la chica. Ella protestó, pero la protesta murió en su garganta

cuando notó que era inútil. Se movió de lado y extendió el brazo, bloqueando la puerta y evitando que entrara. —Oye, Garcia. Maddox me lanzó su sonrisa característica en un intento de derretirme. Puse los ojos en blanco. —Coulter —dije en reconocimiento—. Estás en mi camino. Traté de pasar junto a él, pero no se movió; concedido, era treinta centímetros más alto que yo, pero Maddox era una pared inamovible. —Es bastante cómico que pienses que puedes conmoverme. Había algo en Maddox que me irritaba. Era como si me hubiera tocado un nervio que no sabía que tenía. Me hacía sentir nerviosa. No sabía por qué me sentía así, pero estaba a la defensiva con él. —Una rodilla en tu polla te moverá bien. Entonces, o te mueves sin lesiones, o tu máquina para fabricar bebés estará en peligro. —Incliné la cabeza hacia un lado mientras sostenía mi bolso sobre mi hombro y esperaba a que se moviera. Mis labios se curvaron con una sonrisa falsa y dulce. Maddox me miró fijamente durante un segundo antes de que finalmente se moviera, inclinándose ligeramente hasta la cintura y extendiendo el brazo para moverse dentro del aula. —Damas primero. Después de ti. Puse los ojos en blanco, no había ganado nada porque era tan malditamente molesto. Empujándome más allá de su cuerpo duro, entré a clase con un bufido y me senté en mi silla. Entró tranquilamente como si fuera el dueño de la habitación y pasó a mi lado hasta su escritorio en la parte de atrás del salón de clases.

Maddox me rozó el hombro a propósito mientras lo hacía. — Ups, mi error. —murmuró con brusquedad. Podía escuchar la risa en su voz. Mis dedos se cerraron en un puño, pero me contuve. Mis días continuaron así. Me di cuenta de que me seguía. A veces, gritaba mi nombre en voz alta en los pasillos, atrayendo la atención de todos hacia mí. Otras veces, se tropezaba conmigo en clase o en la cafetería a propósito. A menudo lo sorprendía sin hacer nada más que seguirme en silencio. Sabía que me molestaba y lo hacía a propósito. Solo para Irritarme. Hace una semana, era completamente invisible para Maddox Coulter. Ahora, era el centro de su atención. El factor decisivo fue cuando irrumpió en mi casillero y robó mi camisa de repuesto. Incluso dejó una nota: ¿Cuál es el color de tu sostén hoy? En realidad, no, esa no fue la peor parte. La peor parte fue cuando decidió recrear una escena de Romeo y Julieta en la cafetería... Él era Romeo, de pie sobre la mesa y confesando en voz alta su amor eterno a Julieta para que toda la sala lo escuchara. ¿Quién era Julieta? Oh sí, yo... Estaba siendo dramático y exageró demasiado su actuación por una sola razón: avergonzarme.

Todos miraron... se rieron, hasta que Riley y yo nos vimos obligadas a dejar la cafetería; terminamos teniendo que almorzar debajo de una escalera. Odiaba esconderme, odiaba la atención, y Riley... estaba a punto de explotar. Maddox estaba esperando una reacción, me estaba incitando a ... empujando y empujando, esperando que me rompiera, como hice en la cafetería. Pero juré que no jugaría más sus estúpidos juegos. Eventualmente se detendría, me convencí. Pronto se aburriría de mí, me dije. Me equivoqué de nuevo. El jueves, una semana después de manejar sus tonterías, Maddox todavía no se había rendido. —UH oh. Él está aquí. Tal vez deberíamos intentarlo ahora. — Riley fue a ponerse de pie, llevándose la bandeja del almuerzo con ella. —Siéntate —siseé—. No vamos a escapar. Vamos a almorzar y lo vamos a ignorar. —Viene hacia nosotras —informó, sacudiendo la cabeza—. Oh mierda, aquí vamos de nuevo. Mi espalda se enderezó y me preparé para lo que se avecinaba. Asentí con la cabeza a Riley, haciéndole saber que estaba bien. Sus cejas se juntaron con un ceño fruncido antes de dirigir una mirada dura a quienquiera que estuviera detrás de mí. Sentí a Maddox antes de verlo. Su presencia me rodeó, y cerré mi mandíbula, apretando los dientes. Agarró la silla a mi lado y la giró antes de sentarse, sentándose a horcajadas. Maddox se inclinó hacia adelante, usando el respaldo de la silla como apoyabrazos. Sus amigos se sentaron alrededor de nuestra mesa, tomaron sus

propias sillas y se unieron a nosotras. Riley lanzó un suspiro largo y exasperado. Sin hablarme, tomó mi bandeja y agarró mi manzana. Con gran molestia, me obligué a mirarlo a la cara. Su largo cabello rubio sucio estaba recogido en un pequeño y desordenado moño. El resto de él estaba inmaculado. El pequeño pendiente de diamante en su oreja brillaba con la luz, atrayendo brevemente mi atención. Maddox me miró a los ojos antes de darle un mordisco a mi manzana roja. —Hmmm jugosa. —Esa es mi manzana. —Estaba tan sola. Le estoy prestando algo de atención —dijo, dando otro gran bocado. Dejé caer mi tenedor con un fuerte ruido. —Suelta. La. Manzana. —Maddox no se inmutó. —¿O qué? —Lo lamentarás, Coulter. Dejó escapar una risa profunda, como si mi amenaza no significara nada para él. —Todos ladran y no muerden, Sweet Cheeks5. —¿Sweet Cheeks? ¿Discúlpa...? —¿Sabes a qué me recuerdas? A un pequeño chihuahua que intenta pelear con un perro más grande y fuerte cuando sabe que no puede ganar. Ten cuidado o terminarás con un mordisco desagradable, Garcia. Le arrebaté mi manzana de la mano y me incliné hacia adelante, acercando nuestros rostros. —¿Sabías que los chihuahuas son conocidos como una raza agresiva cuando están de

mal humor, y cuando muerden, muerden con fuerza? Cuidado, o terminarás con un mordisco desagradable, Coulter. Me llevé la manzana a la boca y le di un mordisco antes de darme cuenta de lo que estaba haciendo. Los ojos de Maddox se encendieron antes de que sus labios se arquearan. —Creo que acabamos de compartir nuestro primer beso indirecto. ¡Oh, por el amor de Dios! Colton se rió disimuladamente antes de robar un brownie de la bandeja de Riley. Ella siseó, y sus ojos se endurecieron con una mirada fulminante. La chica antes de Jasper habría explotado. ¿La nueva Riley? Se quedó callada. —Ese fue un pésimo beso. Puedes hacerlo mejor que eso, hombre —dijo Colton, su cuerpo de metro ochenta y algo, temblando de alegría. Maddox agarró mi silla y me acercó a él, las cuatro patas emitieron un fuerte chirrido. Toda la cafetería estaba mirando ahora. Podía sentir sus miradas ardiendo en mí. —¿Qué dices, Garcia? ¿Les damos un espectáculo a estos imbéciles? —Bajó la voz, manteniendo un tono sugerente. —No estoy interesada. Tus labios probablemente tienen más enfermedades que el culo de un cerdo. —Le devolví la manzana, dándole mi mejor sonrisa—. Considera esta, mi obra de caridad. La próxima vez, no seré tan amable. Los chicos gritaron ante mi respuesta. Maddox me miró fijamente, sus ojos azules sosteniendo los míos deliberadamente. Seguía sonriendo. No sabía por qué seguía

haciendo eso, sonriendo como si estuviera pasando el mejor momento de su vida hablando conmigo. No lo encontré ni entretenido ni divertido. Me aparté de la mesa, me levanté y agarré mi bandeja vacía. Riley hizo lo mismo y salimos de la cafetería. Maddox y sus amigos no nos siguieron.

La Señora Levi me dio un asentimiento de aprobación y dejé escapar un suspiro de alivio. —Esa fue una explicación fabulosa, Lila. —Gracias. —Comencé a tomar asiento, sintiéndome bastante satisfecha conmigo misma. Pasé dos horas anoche escribiendo mi ensayo, releyendo todas mis notas y escribiendo este análisis. —No estoy de acuerdo. —Una profunda voz de barítono interrumpió mi feliz momento. El calor subió por mi cuello y me sonrojé bajo las repentinas miradas escrutadoras que venían del resto de la clase. Incluyendo la suya. —¿Disculpa? —Dije con los dientes apretados, dándome la vuelta para enfrentar a Maddox. Estaba sentado, relajado, en su silla. Maddox se inclinó hacia adelante en su silla, cruzando los brazos sobre el escritorio. Cuando habló, su tono fue plano y desinteresado. —A veces nos vemos envueltos en una situación difícil en la que tenemos que tomar una decisión difícil. A veces, no es la mejor opción ni la correcta. Pero tal vez sea la única opción que tenemos.

—¿Podrías dar más detalles sobre eso, Maddox? —Preguntó la Señorita Levi. —A lo largo de la historia y la mitología griega, Medusa siempre ha sido considerada una villana. Hiciste un buen punto de que Atenea es un antihéroe, pero también seguiste adelante y pintaste a Medusa como una villana, una vez más. Medusa fue una vez una mujer muy hermosa, una sacerdotisa declarada de Atenea. Pasó sus días y sus noches en el templo de Atenea. Esto es lo que todos sabemos... fue castigada por romper su voto de celibato. Atenea la maldijo y Medusa se convirtió en la mujer con cabezas de serpiente. Pero... ¿fue realmente culpa suya? La historia dice que tuvo un romance con Poseidón. Algunos dicen que él la sedujo, pero el artículo que la Señora Levi nos asignó para leer revelaba que era mentira, era para ocultar el hecho de que, en realidad, Poseidón la había violado. Nunca tuvo la oportunidad de defender su caso o hablar por sí misma. Poseidón dijo que Medusa lo sedujo, y en un ataque de ira y celos, Atenea la maldijo. Una vez convertida en monstruo, trajo terror al templo y cualquiera que pusiera un pie dentro se convertía instantáneamente en piedra. Ahora, es fácil categorizar a Atenea como la antagonista. Después de todo, ella fue quien le dio el espejo mágico al guerrero, que se utilizó para convertir a Medusa en piedra y finalmente la mató. ¿Pero podría ser un acto de misericordia? —Maddox hizo una pausa, inclinando la cabeza hacia un lado, pensativo—. Quizás Atenea lamentó haber convertido a Medusa en un monstruo. Quizás Atenea descubrió la verdad sobre Poseidón. Quizás... matar a Medusa era la única forma de concederle la paz. Ni Medusa ni Atenea son unas villanas. Yo diría que ambas son antihéroes que fueron arrojadas a una situación de mierda. —Wow... umm, esa es una forma muy interesante de verlo, Maddox. Un análisis muy profundo, tengo que decir. —Podía escuchar la conmoción en la voz de la Señora Levi. Probablemente no esperaba eso.

¿Yo? Todo mi cuerpo rasgueó de vergüenza. —Tu análisis hubiera sido mejor si se hubieras tomado un momento para pensar fuera de la caja. Considera esta crítica constructiva —dijo Maddox, su mirada en la mía—. Espero que no te importe mi pequeño consejo. Me mordí el labio, tratando de contenerme de decir algo estúpido frente a la clase. —Gracias. —Las palabras me sabían amargas en la lengua. Apretando mis labios firmemente juntos, volví a tomar mi asiento. Estaba muy consciente de que Maddox me estaba mirando. No se había saltado una clase de inglés desde que se propuso irritarme. Maddox se aseguró de que pudiera sentir su presencia en todo momento. No quería que lo olvidara: yo era la presa; él era el cazador. Tan pronto como sonó el timbre, fui la primera en salir de clase. Era difícil de admitir... pero estaba huyendo. Riley ya me estaba esperando en el patio. —UH oh. Esa expresión me dice que Maddox volvió a hacer otra de sus idioteces. Lancé mis manos al aire, conteniendo un grito frustrado. —Me avergonzó delante de la clase. —¿Qué hizo esta vez? Riley y yo nos acomodamos, con las piernas cruzadas, sobre la hierba fría. Le entregué el sándwich que mi abuela nos preparó esta mañana, el favorito de Riley. Pavo, lechuga, queso y mostaza ahumada casera. Mordimos nuestros bocadillos mientras contaba lo que pasó en clase.

—¿Estás enojada porque él tenía razón e hizo un análisis más inteligente que tú... o estás enojada porque te avergonzó frente a la clase? —Yo... —Mi boca se cerró de golpe porque Riley... tenía razón. Ella me conocía tan bien. Siempre he sido competitiva por naturaleza. Hice un sonido agravado desde el fondo de mi garganta antes de admitir la verdad. —Bien vale. Me molesta que haya tenido un mejor análisis y me molesta que me haya avergonzado así. Y lo llamó crítica constructiva. Maddox puede metérselo por el culo. Estaba tratando de avergonzarme. —Lo hemos establecido. Estás en su lista de mierda, pero estás dejando que te afecte, nena. Mastiqué agresivamente alrededor de mi último bocado. —No lo hago. Sin embargo, Riley tenía razón. Maddox Coulter, con su bonita sonrisa, sus bonitos ojos y su cabello de surfista, estaba pasando el mejor momento de su vida jugando conmigo, y yo lo dejaba. Apreté los puños en mi regazo. Ya no lo dejaría.

CAPÍTULO CUATRO Lila Primero, escuché a mi mamá gritar. Luego, se hizo el silencio. Ocurrió en un nanosegundo. El mundo se inclinó de repente, mi visión se volvió borrosa, antes de que todo se volviera negro. Me hundí en un lugar muy oscuro. Durante mucho tiempo, me quedé allí... despierta... desvaneciéndome... mi corazón latiendo... entumecida... perdida... El silencio se desvaneció lentamente, un zumbido lo reemplazó, llenando mis oídos. Sentí como si lo único dentro de mi cabeza fuera estático. Mi garganta estaba seca, rasgada en carne viva desde el interior y no podía emitir ningún sonido. ¿Mami? ¿Papi? No pude ver nada. Todo estaba tan oscuro... tan vacío... Recordé el sonido del vidrio aplastado, mezclado con el claro crujido de los huesos rompiéndose. Recordé a mi mamá gritando y a mi papá... recordé... Luego vino el dolor. Sentí como si mis huesos y órganos frágiles se estuvieran desmoronando y aplastando en una caja diminuta y sofocante. No podía respirar. Me dolía mucho. Mi torso ardía como si le hubieran vertido ácido. Había un cuchillo clavado, dolorosamente, en mi

pecho... no, no era un cuchillo... no lo sabía... pero dolía. Sentía como si me golpearan el pecho con un cuchillo o un martillo. Parpadeé... obligándome a respirar. No podía. Mis pulmones se contrajeron con tal fuerza que temí que se doblaran sobre sí mismos. Cuando tosí, la agonía recorrió mi cuerpo y mis labios agrietados se separaron con un grito silencioso. Mamá papá... No podía hablar. El zumbido no paraba en mis oídos. El sabor de la sangre cobriza se acumuló en mi boca; sabía amarga y podía sentirla empapando mi lengua y el interior de mi boca. ¿Sangre...? No... Cómo... Qué... Recuerdo... La pelea ... nieve afuera... en el auto... mamá... papá... yo... Recuerdo los gritos ... Mis huesos se sentían como si hubieran sido destrozados, y mi pecho, estaba siendo abierto. Levanté un poco la cabeza y miré hacia mi pecho para ver... sangre. En todos lados. Tanta sangre. Aspiré aire y traté de gritar, traté de respirar, pero mis pulmones se negaron a funcionar. No. No. No. Por favor. No. Oh Dios, no. MAMÁ, quería gritar. PAPI.

El dolor no terminaba. La oscuridad no se desvanecía. Me desperté con un grito ahogado, mi boca abierta en un grito silencioso. Empapada en un sudor frío, con mi corazón latiendo demasiado rápido, traté de respirar desesperadamente. Diez. Inhala. Nueve. Exhala. Ocho. Inhala. No morí. No estaba muerta. Siete. Exhala. Seis. Inhala. Cinco. Exhala. Era solo un sueño, me dije. Cuatro. Inhala. Tres. Respira. Dos. Exhala. Me duele el pecho; el dolor era casi insoportable. Uno. Respira, maldita sea. Lágrimas calientes me picaban en los ojos mientras evitaba que se derramaran sobre mis mejillas. Froté mi pecho, tratando de aliviar el dolor de martilleo. Un gemido escapó de mis labios agrietados y contuve un sollozo. No llores. No te atrevas a llorar. Respiré por la nariz, el miedo retrocedió lentamente y encerré una jaula a su alrededor. El dolor y el sabor de la sangre cobriza se desvanecieron y mis sentidos volvieron a mí. Solo un sueño, me dije. Excepto... Mis ojos se cerraron y olfateé mis lágrimas no derramadas. Hice lo que mi terapeuta me había enseñado a hacer: contar hacia

atrás desde diez y respirar. Entonces, lo hice, y mientras lo hacía, encerré los recuerdos. Una vez que mi corazón acelerado se calmó a un latido relajante de nuevo, me levanté de la cama y comencé mi rutina matutina. Mientras me peinaba, mis ojos se posaron en el marco de la imagen en mi mesita de noche. Una foto mía en mi decimotercer cumpleaños. Parada en el medio con mis padres a cada lado de mí. Estábamos riendo; nuestras caras manchadas con glaseado de pastel. Mis labios se crisparon ante el recuerdo, el fantasma de una sonrisa mientras recordaba nuestro tiempo juntos. Dejé el cepillo para el cabello junto al pequeño marco. Mis dedos se deslizaron sobre la imagen, acariciando sus rostros. —Los extraño —les susurré—. Pero estoy bien. Lo prometo. Estoy bien. Seguían sonriéndome. —¡Lila! —La voz de mi abuela rompió el momento—. El desayuno está listo. —¡Ya voy! Agarré mi bolso y salí de mi habitación. Sven Wilson, ex militar y ahora veterano retirado, mi querido abuelo se sentó a la mesa del desayuno. Con un periódico en la mano y la abuela Molly haciéndonos panqueques, era una mañana típica. —Buenos días —les saludé con una sonrisa. —Siéntate, siéntate. Vas a llegar tarde. —Ella está bien. Lila rara vez llega tarde a sus clases —dijo el abuelo. Guiñó un ojo antes de tomar un sorbo de su té.

Le devolví el guiño porque sabía que él me respaldaba. Siempre. La abuela me entregó un plato y me dio unas palmaditas en la mejilla. —¿Qué tal la escuela cariño? Te han encerrado en tu dormitorio o en la biblioteca. No hemos tenido tiempo de hablar. —Va bien —respondí con un bocado de mis panqueques—. Me gustan mis profesores. ¿Necesitan ayuda en la tienda? Puedo ir durante el fin de semana. El abuelo hizo un gesto con la mano y negó con la cabeza. — No hay necesidad. Podemos manejarlo. Contuve una sonrisa. Se negaba a reconocer que estaba envejeciendo y, de hecho, necesitaban ayuda. Ambos tenían más de setenta años y ya no podían manejar la tienda por su cuenta. Pero Sven Wilson era terco. —¿Qué tal si ponemos un cartel de contratación? Haré las entrevistas e incluso los capacitaré durante unos días. —Tal vez sea una buena idea —asintió la abuela, con una tierna sonrisa en los labios. —Entendido. Colocaré el cartel este fin de semana. Estoy segura de que tendrán muchos estudiantes que quieran trabajar a tiempo parcial. Rápidamente terminé mis panqueques y me levanté. —Gracias por el desayuno. Después de besarlos rápidamente en la mejilla, les dije adiós con la mano y salí corriendo de la casa. La brisa fría de octubre me golpeó y aspiré el aroma de la mañana. Llovió anoche. El olor a hierba después de la lluvia me acariciaba la nariz y me tranquilizaba.

Si fuera un día normal, diría que hoy sería bueno. Pero mis días ya no eran normales. No desde que Maddox decidió que yo era su juguete. Había pasado una semana desde la discusión de Medusa, y Maddox seguía siendo irritante como siempre, si no peor. Dios dame paciencia.

Estaba haciendo cola en la cafetería, esperando por mi comida, cuando lo vi. Nuestras miradas se encontraron y Maddox se acercó más, como si estuviera en una misión. Mierda. Rápidamente me puse los auriculares y miré fijamente mi teléfono. Maddox vino a pararse detrás de mí, el calor prácticamente rodando fuera de él. Podía sentir a la gente mirándonos, de nuevo... esperando otra escena dramática. Rápidamente me convertiría en la broma favorita de todos. Berkshire Academy era un tanque de tiburones. Verás, en Berkshire, solo los fuertes sobreviven. Los más débiles son depredados, masticados y escupidos como basura. Maddox estaba en la cima, el líder de la manada. Él era el Rey y lucía su corona con una sonrisa arrogante. Era intocable para sus rivales, y era la polla favorita de todas las chicas para montar. Y no quería tener nada que ver con él. Su cuerpo rozó el mío mientras se deslizaba más cerca de mí. Maddox me dio un codazo en el brazo.

Lo ignoré. —Oye, Garcia. Recorrí mi lista de reproducción, negándome a reconocerlo. >>Maldita sea, ¿me estás ignorando? Cuando no respondí, Maddox dejó escapar un grito ahogado. >>Me hieres. Puse los ojos en blanco por enésima vez, pero seguí ignorándolo. No esperaba que fuera tan audaz, pero cuando se acercó para sacar mis auriculares, solté un gruñido de frustración. Mi cuerpo giró y lo enfrenté. Lo primero que noté fue que hoy vestía su uniforme completo de Berkshire. El blazer azul marino se amoldaba a su pecho y hombros como si estuviera hecho a medida, especialmente para él, y los pantalones beige no ocultaban lo fuertes que eran sus muslos. En lugar de poner su cabello en otro moño desordenado, lo dejó suelto hoy. Los rizos rubios y apretados terminaron a una pulgada por encima de sus hombros. —¿Sabes que cuando las personas tienen auriculares... significa que no quieren que nadie les hable? Ésa es la señal universal de Quédate-Jodidamente-Alejado-De-Mi-Y-No-Me-Hables —le espeté, lo suficientemente fuerte como para que la gente a nuestro alrededor nos oyera. Si las miradas pudieran matar, estaría dos metros bajo tierra en este momento. La irritación burbujeó dentro de mí por el hecho de que lo había estado observando. Sí, estaba caliente. ¿Y eso que? Maddox era un buen espécimen a la vista. Lástima, tenía una personalidad irritante. Maddox se inclinó más cerca, una pequeña sonrisa jugando en sus labios. Su aliento caliente se deslizó sobre la piel de mi cuello expuesto, y cuando susurró en mi oído, su voz era baja y profunda. —Aunque no soy todo el mundo. Soy especial.

Se apartó, sus ojos azules brillando con picardía. >>Y sé que quieres que hable contigo. No nos vimos ayer y no estuve en clase hoy. ¿Me extrañas, Sweet Cheeks? ¡Ha! Tuve dos días muy tranquilos y no me quejaba. Cruzando los brazos sobre mi pecho, solté una carcajada sin ningún rastro de humor. —¿Demasiado arrogante? —Me encanta el sonido de esa palabra que sale de tus labios. —Su mirada se movió hacia mis labios por un segundo, mirándolos con atención absorta antes de encontrarme a los ojos de nuevo. Sentí la sangre correr entre mis oídos e intenté contener mi gruñido. >>Dilo de nuevo —exigió con calma, lo que me enojó aún más —. Lentamente esta vez. Respiré hondo antes de soltarlo. Estaba intentando con todas mis fuerzas no golpear a este tipo. —Escucha, Coulter. Tienes que retroceder o voy a hacer algo realmente malo. —¿Cómo qué? —Me estaba poniendo a prueba, empujando y empujando, esperando lo que haría o de lo que era capaz. —No lo sé. Tal vez darte un puñetazo en la polla con tanta fuerza que se te meta en el culo. ¿Has oído hablar del espacio personal? Mi cuerpo estaba tenso como la cuerda de un arco. Estaba demasiado cerca de mí, tan cerca que capté el aroma de su colonia y loción para después del afeitado. Olía a limpio y... No me gustaba la forma en que mi cuerpo de repente decidió apreciar la forma en que se veía o cómo olía. >>Da un paso atrás.

Ahora —gruñí. Maddox dio un paso hacia adelante, apretujándose contra mí y empujándome contra la pared. Sus ojos azules se oscurecieron y todos los signos de travesura desaparecieron de repente. —No escucho bien las demandas. Creo que ya lo sabes. Yo siempre hago lo contrario. ¿Por casualidad, me querías más cerca? Levanté las manos y empujé contra su pecho, pero él no se movió. —Estás tan lleno de ti mismo. —Podrías estar llena de mí. Hora, fecha y dirección. Tú eliges, Sweet Cheeks —susurró en mi oído, sus labios susurrando sobre mi piel. ¿Qué... diablos...? Una voz nos interrumpió antes de que pudiera explotar. — Siguiente. La señora al final de la línea de comida volvió a llamar. — ¡Siguiente! Maddox se apartó y finalmente pude respirar de nuevo. Yo ni siquiera me di cuenta de que estaba conteniendo la respiración o que mis latidos habían sido extrañamente irregulares. No debería sentirme así. No era débil. No, en un tanque lleno de tiburones, no me acosarían. Enderezado mi columna, lo empujé a su lado sin una segunda mirada. Vete a la mierda, Coulter. Y el juego sigue.

CAPÍTULO CINCO Lila —¿Quieres ir a la casa embrujada este año? No recordaba la última vez que estuve en una casa embrujada. Las odiaba cuando era niña, pero mis papás siempre me tomaban de la mano. Con ellos, estaba a salvo, y nada de las casas embrujadas me asustaba. Cada Halloween, Berkshire Academy construye su propia casa embrujada en los terrenos de la escuela. Era una tradición que comenzó hace una década y, hasta el día de hoy, todavía la respetamos. Le di un mordisco a mi pizza, masticando mientras contemplaba la pregunta de Riley. —Supongo que podríamos ir. Ella aplaudió, su rostro se iluminó de emoción. —Escuché que es más aterrador que el año pasado. Van a hacer todo lo posible esta vez. ¡Será divertido! ¿Qué tal un rato de chicas? ¿Vamos a la casa embrujada y luego a una pijamada en mi casa? ¿Película y pizza? Riley continuó charlando con entusiasmo mientras yo trataba de ignorar todas las miradas puestas en mí. Era difícil cuando lo hacían tan obvio. La cafetería se había convertido en una pesadilla ahora. Podía haber metido el rabo entre las piernas y haber salido corriendo; Podía haberme escondido, pero nunca fui de las que aceptaban la derrota.

Desde que Maddox me había convertido en su presa, había sido el centro de atención. Hace un año, cuando me inscribí en Berkshire, me acostumbré a todos los ojos críticos. Lila Garcia, la niña "pobre". No tenía zapatos Louis Vuitton ni bolsos Chanel ni el último iPhone. No me paseaba con un kilo de maquillaje en la cara ni era una animadora que constantemente se frotaba contra los deportistas. No era una seguidora. Siempre había sido una extraña, pero después de unos meses de ojos críticos sobre mí y su juicio constante, se habían olvidado de mí. Me mezclé con la multitud y pronto me volví invisible. Eso hizo la vida más fácil. Hasta Maddox. Ahora, las chicas me miraban con desprecio, como si yo fuera la tierra bajo sus pies. Me miraban boquiabiertas con envidia porque tenía la atención de Maddox mientras los chicos me miraban con evidente interés. Sin embargo, ninguno ha hecho un movimiento. Riley dijo que yo era el trofeo de Maddox. Nadie se atrevería a acercarse a mí. En el momento en que me vio, me volví intocable para el resto de Berkshire Academy. Ha, suerte la mía. Riley chasqueó los dedos en mi cara, haciéndome estremecer. Ella sonrió dulcemente. —Ignóralos, Lila. Tarareé en respuesta antes de tomar otro bocado de mi pizza fría. >>Entonces, ¿casa embrujada y luego fiesta de pijamas? — Preguntó Riley de nuevo.

—Está bien, me gusta esa idea. Sin embargo, no soy una gran admiradora de las casas embrujadas. —Voy a tomar tu mano. ¡Será romántico! Tú y yo, caminando en la oscuridad. Te protegeré de los malos. —Ella arrulló, como una heroína romántica, demasiado dramática. —Divertido. Muy divertido. Si no lo supiera mejor, diría que te gustan los coños. Hizo una pausa, pensativa por un momento. —Besé a una chica una vez. Hace unos pocos años. Fue un reto y me gustó. Tenía labios muy suaves y dijo que besaba bien. ¿Quieres averiguarlo? Cuando se inclinó sobre la mesa, frunciendo los labios, solté una pequeña carcajada. —Mmm no. Aléjate de mí, Riley. —Estoy decepcionada —dijo con un lindo puchero. La mirada de Riley aterrizó detrás de mi hombro de nuevo, antes de que se sonrojara y apartara rápidamente la mirada. —Está bien, eso es todo. ¿Que está pasando? —¿Qué? —Fingió inocencia y me miró con sus largas pestañas. Medio miré por encima del hombro antes de mirarla de nuevo. —Él. Sigues mirándolo y ruborizándote. ¿Qué pasa? —Nada. —negó demasiado rápido. No le creí una mierda. —Riley, ¿quién es él? Vi el momento en que se rindió. Sus ojos se suavizaron y se mordió los labios inferiores.

—Ese es Grayson. —¿Y? —La pateé debajo de la mesa, exigiendo más respuestas. —Escuché algunos susurros en el pasillo. No eran muy agradables. Fue intimidado un poco la semana pasada. Jasper y sus amigos estaban siendo unos idiotas, pero Grayson simplemente los ignoró y se alejó. Aparentemente, estuvo viviendo en la calle por un tiempo antes de que un abogado famoso y su esposa lo adoptaran recientemente. No pueden tener hijos. Todavía no sabemos mucho sobre él, pero está en dos de mis clases. Volví a mirar por encima del hombro y finalmente miré bien a Grayson, que estaba sentado solo en un rincón de la cafetería. —No sabía que te gustaban los nerds. Grayson llevaba un par de anteojos negros encajados en la nariz y estaba leyendo un libro. Pude ver el atractivo y definitivamente entendí por qué llamó la atención de Riley. —Es un nerd, pero ¿lo viste? Está caliente, C A L I E N T E con mayúsculas, pero está un poco de mal humor. Realmente no habla con nadie. Típico solitario. Pero es inteligente y nos encontramos la semana pasada. ¿Recuerdas los moretones en mis rodillas? Sí, Grayson me llevó a la enfermería después de que me caí y notó que me sangraban las rodillas. Ajá... recordé ese incidente. Encontré a Riley en la enfermería; estaba sola, pero ahora que lo recordaba, se había sonrojado mucho y era un desastre tartamudeante. —Bueno, al menos no es un idiota. Riley dejó escapar un suspiro de ensueño. —Él es dulce. Excepto que apenas me dio una mirada. Le dije hola un par de

veces, y él simplemente... me ignoró. Aparentemente, no le gusta cuando la gente le habla. —No pensé que los nerds fueran tu tipo... El último chico con el que salió Riley fue un idiota y un estúpido. Después de Jasper, tenía sentido por qué renunciaría a todos los tipos como él. —Bien, confesaré mi secreto. Me gustan los nerds. Hay algo atractivo en ellos. No podía negar que Grayson era realmente atractivo a la vista. —Nerds calientes y de mal humor, quieres decir. Riley se metió un chicle de menta en la boca. Volvió a mirar por encima de mi hombro, donde estaba sentada su nuevo crush. — Exactamente —chirrió. Le arqueé una ceja. —Grayson, específicamente. —Sí. Lástima que ni siquiera me mirará. —El puchero era evidente en su voz. —¿Es por eso que usaste más maquillaje hoy, te rizaste el cabello y te subiste la falda? Ya sabía la respuesta, pero aún quería escucharla de ella. Una risa nerviosa brotó de ella, y hizo girar un mechón de cabello alrededor de su dedo. —¿Lo notaste? Mi dulce amiga. Agarrando su mano sobre la mesa, le di un pequeño y reconfortante apretón. —Sé tú misma, Riley. Si le gustas, lo sabrás.

Dejó escapar un suspiro, sus ojos se movieron hacia Grayson una última vez antes de enfocarse en mí. —Entonces, ¿qué pasa contigo y Maddox? Le hice un gesto con el dedo y Riley se acercó más, como si estuviéramos a punto de compartir un secreto. En cierto modo era... un secreto. —¿Quiere una pelea? Le voy a dar una pelea. El rostro de Riley se iluminó y una gran sonrisa se dibujó en sus labios. —¿Vamos a ser malas? Bueno, si ella lo ponía de esa manera... entonces sí, estábamos a punto de ser muy malas. —Oh, vamos a jugar a sus juegos, con mis reglas. Golpeó la mesa lo suficientemente fuerte como para hacer sonar nuestras bandejas y sonrió. —¡Estoy dentro! Mis labios se crisparon y contuve mi propia sonrisa. Maddox estaba a punto de ser superado en su propio juego de mierda.

—¿Puedes verlo? Pregunté, inclinándome más cerca de Riley. Eran dos horas después de la escuela y estábamos escondidas en el pasillo, que también daba al enorme campo de fútbol. Donde, muy convenientemente, estaban practicando los chicos. Tenían un juego muy importante en una semana, y escuché que el entrenador estaba siendo extra duro con todos sus traseros. —No puedo creer que estemos escondidas con binoculares, Lila. Pero sí, puedo verlo. Está jugando muy bien. ¿Le pusiste

mucho polvo en los pantalones? —No, solo un poco, pero lo suficiente como para hacerlo perder la cabeza. Riley emitió un bufido poco femenino. —Eres tan jodidamente mezquina. Dejé escapar un jadeo fingido, pero la necesidad de defenderme era fuerte. —Él lo inició. —¡Ajá! Está bien, simplemente se detuvo en medio del juego. —¿Sí? Riley miró a sus binoculares, sus hombros temblaban de alegría. —Oh, parece confundido. El entrenador se acerca a él. ¡Lila! —susurró-gritó antes de estallar en carcajadas—. Ahora se está rascando la parte interna de los muslos. Dios mío, parece un mono. Los chicos gritan. Oh, oh, mierda. Está regresando por este camino. ¡Ohhh, parece enojado! Bueno. —¿Qué tan enojado? —Exigí, sintiéndome muy orgullosa de mí misma. Maddox estaba hecho de roca. Era intocable, y si la pequeña yo, Lila Garcia, podía hacer que se enojara así, entonces gané. —Está realmente enojado. Todavía se está rascando. ¡Deberías ver la expresión de su rostro! Riley me entregó los binoculares y lo miré. Fiel a sus palabras, Maddox marchaba por el campo como un toro loco. Su rostro estaba lleno de rabia, sus fosas nasales dilatadas como una bestia salvaje. Estaba furioso, y apuesto a que se dio cuenta de lo que sucedía. Quizás no quién estaba detrás de la broma, pero al menos lo que le hicieron. Debería haberme asustado la mirada brutal en su rostro,

pero no pude evitar reírme por la forma en que no podía dejar de rascarse los mulos musculosos y la entrepierna. Como si pudiera sentirme, sus ojos tormentosos se conectaron con los míos a través de los binoculares, aunque estaba segura de que no había forma de que pudiera verme. Riley y yo estábamos perfectamente escondidas. Pero por si acaso, me bajé al suelo. —Oye, ¿estás segura... de que es seguro? Quiero decir, quería hacerle una broma, pero lo que hicimos no fue demasiado extremo, ¿verdad? Riley hizo a un lado mis preocupaciones. —Nah. Estará bien. El polvo que pica no deja ningún efecto secundario duradero. Es inofensivo. Aunque me siento un poco mal por su polla. Mi mandíbula se apretó al recordar la escena de la cafetería donde me había acorralado. —Se lo merece después del comentario que hizo en la cafetería. Me propuso sexo, como si yo fuera una especie de pago que... Riley me tapó la boca con una mano antes de que pudiera terminar la frase. —Shh, va a entrar. Ambas nos agachamos en la esquina, al mismo tiempo que Maddox irrumpió en el edificio y directamente en el vestuario. —Me siento como un espía —anunció Riley en mi oído, riendo suavemente. Básicamente, lo estábamos espiando. Riley y yo nos acercamos sigilosamente al vestuario. La puerta se abrió parcialmente y nos asomamos al interior. Estaba vacío, ya que todos los demás estaban en el campo, excepto Maddox. Desde donde estábamos, podíamos escuchar la ducha corriendo. —Le debe estar picando mucho en este momento.

Hice callar a Riley cuando ya no pudo contener la risa. — ¿Puedes verlo? Me puse de puntillas, tratando de echar un vistazo al interior. —No. Unos minutos más tarde, la ducha se cerró y luego lo vi. —Oh —susurró Riley detrás de mí. Sí, oh. Maddox llevaba el torso desnudo y una toalla enrollada sin apretar alrededor de las caderas. Su cuerpo todavía estaba húmedo y reluciente como si no le importara secarse en el momento en que salió de la ducha. Frotó bruscamente otra toalla por su largo cabello rizado, antes de pasarla por el resto de su cuerpo. Lo odiaba; Realmente lo hacía, pero no podía negarlo. Algo en su físico estaba haciendo que mi cerebro femenino se volviera blando y todas mis partes femeninas hormiguearan. Inhalé profundamente mientras contemplaba la vista frente a mí. Maddox se limpió furiosamente los rizos de agua de su musculoso pecho hasta que su piel se puso de un rosa brillante. Traté de apartar la mirada; era lo más decente que podía hacer, pero fracasé estrepitosamente. Mis ojos curiosos encontraron su torso, y me mordí el labio, abofeteándome mentalmente, pero, El. No. Ayudaba. Era como estudiar una estatua tallada por expertos en un museo. Pecho bellamente cincelado, brazos fuertes y muslos masculinos bien definidos. Auguste Rodin habría suplicado esculpir a un hombre como Maddox Coulter ya que estaba casi cerca de la perfección robusta. —Incluso sus pezones son sexys —susurró Riley.

Mi corazón golpeó en mi pecho, y choqué con ella. Había olvidado por completo que ella estaba allí conmigo, y también estaba echando un vistazo a Maddox. Vi como abría de golpe su casillero y rebuscaba. Los efectos de la picazón en polvo aún no habían desaparecido ya que todavía se rascaba la entrepierna. Me di cuenta de que en el momento en que leyó la nota que le dejé. Su espalda se puso rígida y los músculos de sus hombros se tensaron. Maddox se volvió de lado, dándome una vista perfecta de él mientras arrugaba mi pequeña nota en su puño. ¿Cómo se siente tu entrepierna? -Lila Primera regla para poner en práctica un plan de venganza bien trazado: siempre deja una nota para que tu némesis sepa que eres tú. Juega sucio, pero no seas cobarde. Murmuró algo en voz baja y negó con la cabeza, antes de que me diera cuenta de algo que no esperaba. Esperaba que estuviera enojado, y lo estaba, pero luego sus labios se crisparon. Maddox se pasó el pulgar por los labios carnosos y sonrientes. —Uh oh —murmuró Riley detrás de mí—. No estoy segura de que me guste la expresión de su rostro. —Señoritas, ¿qué están haciendo aquí? —Otra voz se unió a nosotras, lo suficientemente fuerte como para hacer que mi corazón saltara en mi garganta, y contuve un grito ahogado. Riley y yo saltamos fuera del vestuario y nos dimos la vuelta para ver a un profesor mirándonos. Oh, mierda, estamos arruinadas. —Ya es tarde. ¿Por qué ustedes dos todavía están en los terrenos de la escuela? —Exigió con las manos en las caderas.

—Um, olvidamos algo —balbuceé, mirando hacia Maddox mientras contemplaba mi escape. La cabeza de Maddox se volvió hacia mí al mismo tiempo, y a través de la puerta parcialmente abierta, por solo un nanosegundo, nuestras miradas chocaron. Sus profundos ojos azul océano brillaron con sorpresa, y podría jurar que su mirada ardió a través de mí, provocando que un cálido rubor se extendiera por mi cuerpo. Entonces... el momento se fue. Riley agarró mi mano, ya apartándome. —¡Perdón! Nos vamos. Salimos corriendo de la escuela y, una vez que cruzamos la puerta principal de Berkshire, Riley y yo nos detuvimos. —Mierda. Eso estuvo cerca —jadeó Riley con las manos en las rodillas. —Sin embargo, valió la pena. Enderezó la espalda, arqueó una ceja perfecta. —¿Está segura? Maddox no es del tipo que te dejará libre. La venganza es un plato que se sirve frío. Él te traerá de vuelta, probablemente no mañana o pasado mañana, pero lo hará, créeme, y no creo que vaya a ser bonito. —No debería haberse metido conmigo. Estoy preparada para cualquier cosa que él me presente —respondí, reprimiendo una sonrisa. Recordé la mirada en los ojos de Maddox cuando nuestras miradas se encontraron brevemente en el vestuario. No lo admitiría en voz alta, pero quería ver qué podía hacer Maddox y hasta dónde me iba a empujar. Era demasiado tentador meterse con él, tomar represalias después de ver la reacción de Maddox: él comenzó este juego, y ahora, estaba dentro también.

CAPÍTULO SEIS Maddox La chica que estaba en mi regazo se apretó contra mí. Sus tetas prácticamente se desbordaban de su ajustado vestido rojo y me las empujaba a la cara. Le agarré el culo con una mano y me fumé un el cigarro con la otra. Miss tetas falsas, dejó escapar un gemido, que sonaba como directamente de un vídeo porno. Aunque he visto porno mejor actuado. Era inexperta y bastante aficionada. Se esforzaba demasiado, con poco respeto por sí misma. Coño fácil, follar fácil. No tenía que buscarlos; aterrizaban justo en mi regazo. —Maddox. —ronroneó en mi oído. Mi mandíbula se crispó al oler su fuerte perfume, y el olor a alcohol era fuerte en su aliento. Estaba jodidamente borracha y me follaba como una perra en celo. Cualquier otro día, estaría metido en su coño… esta noche, mi polla no estaba de humor. O supongo que no estaba de humor para ella. En el sofá de enfrente, Colton tenía su lengua metida en la garganta de una chica. Brayden y Cole estaban en una acalorada conversación, sobre el partido de fútbol de esta semana. Ganamos, a lo grande. El instituto Leighton ni siquiera merecía nuestro tiempo. Knox, nuestro mejor linebacker, había desaparecido, pero probablemente estaba en una habitación perdido en un coño. Y yo estaba jodidamente aburrido. Borracho y aburrido.

La fiesta en la que nos colamos era penosa, y yo necesitaba algún tipo de acción, algo que me hiciera bombear la sangre, algo peligroso. Estaba deseando una pelea y un polvo. Lástima que la chica en mi regazo, no tuviera ningún efecto sobre mi polla. Sus labios se separaron y sentí su lengua en mi cuello. Chupó mi garganta, mordiéndola burlonamente. —Salgamos de aquí. Vayamos a un lugar más tranquilo. —Si quieres follar, lo hacemos aquí. Se apartó, con sus ojos verdes encapuchados y confusos. — ¿Aquí? Levanté una ceja, divertido. La única razón por la que se sentaba en mi regazo y me montaba, era porque necesitaba follar con una estrella del fútbol de Berkshire, para poder ir por ahí y restregárselo en la cara a las demás chicas. Yo era su billete para ser Miss Popular en el instituto público de Leighton, el rival de Berkshire. —¿Demasiado tímida para una pequeña audiencia? Ella miró a su alrededor, tartamudeando. —No-o. Le apreté el culo, sin molestarme en ser amable. Eso era una advertencia. —No me gustan las chicas dulces. No, las chicas dulces no hacen una mierda a mi libido. Sin embargo, las chicas fuertes, sí… me ponían la polla dura. Llenas de descaro, con ojos marrones, pelo negro, caderas curvilíneas y un bonito culo de latina, que haría que cualquier hombre cayera de rodillas, suplicando una probada. Era un maldito problema, pero era exactamente lo que mi polla quería. Lila Garcia. Lástima que no me quisiera cerca de ella.

Inhalé por última vez el cigarro y exhalé una bocanada de humo, sin molestarme en apartar la cabeza. Sabía que estaba siendo un imbécil, pero… Las chicas como ella querían a imbéciles como yo, así que ¿a quién coño le importaba? Dejé caer el cigarrillo, ahora inservible, sobre el cenicero y la miré. Ella arrugó la nariz, pero sus ojos brillaron con determinación. De lo que no se daba cuenta era de que me comía a las chicas como ella para cenar, antes de escupirlas dos horas después, sin culpa y con una polla muy satisfecha. Le pasé una mano por la nuca, acercando su cabeza. —¿Quieres probarme? Lo hacemos a mi manera. Volvió a mirar a su alrededor, con las mejillas sonrojadas, y ya estaba un poco sin aliento. —¿Sabes siquiera mi nombre? —¿Sabes el mío? —le respondí, aunque la respuesta era obvia. Por supuesto, ella sabía quién era yo. Miss tetas falsas, sólo estaba aquí para utilizarme, como yo estaba a punto de utilizarla a ella. Un juego limpio. —¿Quién no lo sabe? Eres Maddox Coulter. Y para tu información, mi nombre es Madison. Ella pensaba que era especial. Noticia: no era el tipo de chica con la que me despertaría a la mañana siguiente. Arqueé una ceja con un tic. —La cosa es que no necesito saber tu nombre, para follar contigo. Miss tetas falsas, eh… Madison, rodeó mis hombros con sus brazos. Sus caderas se movieron en un movimiento circular, bastante tentador, ya que prácticamente se molía contra mi polla a través de nuestra ropa. Cualquier transeúnte habría pensado que estábamos follando.

Dejó escapar una risita falsa. —¿Tu mamá o tu papá, no te enseñaron algunos modales? Estaba bromeando; era una maldita broma. Pero la rabia silenciosa dentro de mí bullía, amenazando con estallar, sin importarle las consecuencias. Que se vaya a la mierda. Y que se jodan también mis queridos mamá y papá. ¿Modales? No, no me enseñaron ninguno, al igual que tampoco les importaba una mierda si vivía o moría. Me colé en la fiesta porque quería olvidar. Pero Madisson, alias perra, aquí presente, me cabreó aún más. Me recordó por qué estaba aquí, me hizo pensar en mis jodidos padres, cuando estaba tan empeñado en olvidar su existencia. Mi querido papá me encontró fumando hoy, tumbado en el sofá y viendo la tele. Entró con su socio de negocios. Oh, él sabía que yo fumaba, pero nunca le importó. Pero Brad Coulter no quería que yo diera un mal ejemplo frente a sus socios de negocios; su imagen siempre había sido más importante que mi salud. —No se fuma en mi casa. —me siseó en la cara, dando un paso amenazante hacia mí. Hubo un tiempo en que mi padre era más alto y más grande que yo. Solía ser intimidante, y sus palabras eran ley en nuestra casa. Pero ese tiempo ya pasó. Ahora, yo era más grande… más alto… más malo. No me asustaba. Ahora, simplemente me cabreaba más a menudo. —He estado fumando desde que tenía trece años. Nunca supe que teníamos una regla. Antes no parecía importarte, padre. Sus labios se curvaron con disgusto, y lo sentí. Sentí, su ira, su decepción, su repulsión. Mis manos se cerraron en puños y exhalé

por la nariz. A una edad temprana, había aprendido rápidamente a enmascarar mis emociones, hasta convertirme en un sólido muro de la nada. Si me abrieran, encontrarían algo hueco en mi interior. —Constantemente me pregunto, si realmente eres mi hijo. A los siete años, mi corazón se había congelado en mi pecho. Pero sus palabras, hasta el día de hoy, podrían seguir quemándome como un ácido en mis venas. Mi padre tenía una flecha en la mano, con la punta en llamas, y apuntaba justo a mi pecho: mi maldito corazón era su objetivo. —No, definitivamente soy tu hijo. Tú eres un idiota, yo soy un idiota. Lo llevamos en la sangre. Sus ojos azules, los mismos que los míos, se oscurecieron y su rostro se ensañó. —Brad. —La suave voz de mi madre nos interrumpió—. Están esperando. Vamos. Maddox, vuelve a tu habitación. Este trato es importante para tu padre. Escuché sus palabras no pronunciadas. Por favor, por el amor de Dios, no lo arruines. Dio un paso atrás, con la mandíbula dura y crispada. Sin dedicarme otra mirada, se alejó. Vi la mirada de mi madre, sus labios entreabiertos, y esperé a que dijera algo. Pero no había nada más que decir, así que también se marchó. Y así, me despidieron. Vi a mis padres después de tres semanas y, sin ni siquiera un saludo, me habían desechado y olvidado. Una vez más. Como hace diez años… Cuando más los había necesitado. Me dejaron atrás, encerrado en la oscuridad… olvidado. —Maddox. —volvió a ronronear en mi oído. Parpadeé, el pasado se desenfocó y aterricé en el presente.

Había llamado a Colton después de la «pelea» con mi padre. No tuvo que hacerme preguntas, sabía lo que necesitaba. Así que, aquí estábamos. Irrumpiendo en la fiesta de Leighton, sabiendo muy bien que íbamos a cabrear a un montón de gente. Sí, eso era exactamente lo que necesitaba. Una buena pelea, un buen polvo. Marley, espera no, Madison frotó sus manos sobre mi pecho y mis hombros. —Eres tan grande y fuerte. Tan duro, en todos los lugares correctos. Estaba tan ansiosa por complacerme, tan ansiosa por ser una chica más en mi lista. Mis dedos se enredaron en su pelo, enroscando las gruesas hebras rubias alrededor de mi puño. Mis nudillos se clavaron en su cuero cabelludo y ella se estremeció, antes de ocultarlo rápidamente con una sonrisa falsa. Sin cuidado, la empujé al suelo. Cayó de rodillas con un gemido bajo, con los ojos muy abiertos parpadeando hacia mí, desenfocados, confusos y con demasiadas expectativas. Sus labios rosados se separaron, esperando, y pensé que por qué no. Con una mano, me desabroché los vaqueros. —Pongamos en práctica tus habilidades de garganta profunda, ¿te parece? Su cara se iluminó y se acercó a mis muslos. Tal vez no fuera tan mala para el sexo después de todo. Al menos estaba dispuesta a chupar una polla. Algunas perras se creían demasiado bonitas y elegantes, para estar de rodillas. Un fuerte gruñido vino de afuera, haciendo que todos nos detuviéramos. Hubo más gritos, y a través de mi mente confusa, me di cuenta de que Colton ya no estaba en la misma habitación. Brayden y Cole también se miraron, confundidos.

—¿No es de Berkshire? —Los susurros comenzaron a hacerse más fuertes. Brayden y Cole salieron disparados del sofá al mismo tiempo que yo. La señorita Tetas Falsas chilló, mientras caía de espaldas con fuerza sobre su trasero. —¿Qué demonios? No fallaríamos una mierda. Me abroché los vaqueros antes de salir, Brayden y Cole me siguieron de cerca. Ah, mierda. Colton estaba de pie en medio del césped delantero, sonriendo como un maldito maníaco, mientras estaba rodeado de un montón de chicos Leighton. —Tu chica quería que le comieran el coño. —anunció, lo suficientemente alto como para que todos los reunidos lo oyéramos —. No estabas haciendo un trabajo lo suficientemente bueno, hombre. La chica en cuestión, que era la misma chica que estaba en su regazo unos minutos antes, escupió una excusa a medias. Su cara estaba muy roja, y se escondió detrás de sus amigas. Me di cuenta de que Samuel, el mariscal de campo de Leighton, se acercaba. Ah, así que él era el novio. También era su fiesta, y no estábamos invitados. Sí, éramos un problema con P mayúscula. Colton fue capaz de bloquear el primer golpe, lo que sólo sirvió para cabrear más a Samuel. Estaba lívido mientras intentaba tirar a Colton al suelo, sin éxito. Coño. Era una pelea justa… hasta que dejó de serlo. Los chicos de Leighton se adelantaron, rodeando a Colton hasta dejarlo atrapado. —Joder, no. —Gruñó Brayden.

Mi mandíbula se trabó, y el fuego dentro de mí ardía como lava, líquido caliente y ardiente. Atravesamos la masa de gente, la necesidad imperiosa de luchar nos puso a todos en un apuro de adrenalina. Sin pensarlo mucho, aparté a uno de los chicos de un tirón y cayó hacia atrás. Débil y jodidamente inútil. Samuel se giró, con la cara roja y una máscara de furia. Mis dedos se cerraron en un puño, y antes de que pudiera parpadear, mi puño hizo contacto con su cara. Ya no es una cara tan bonita, ¿eh? Rugió, pero se giró rápidamente, bloqueando mi siguiente golpe. El alcohol estaba afectando a mis sentidos y me golpeó en las costillas. El dolor que me recorría el cuerpo me impulsó a luchar con más fuerza y maldad. Se abalanzó sobre mí, golpeando, pero fallando. Podía oír a los demás luchando, la pelea era cada vez más ruidosa y desordenada. Esto no era sólo una pelea. Era una represalia. Era una pelea basada en el ego: quién tenía las pelotas más grandes, quién era más fuerte. Golpeé con mi hombro el pecho de Samuel, tirándolo al suelo. Él me devolvió el placaje, pero pude asestarle sólidos puñetazos en las tripas. Ambos saldremos de aquí con al menos una costilla rota. La decepción de mi padre, puñetazo. La falta de cuidado de mi madre, puñetazo. Mi jodida infancia, puñetazo, puñetazo, puñetazo. La oscuridad sofocante, un recordatorio constante, puñetazo. Mis nudillos sangraban y estaban en carne viva, mi ojo izquierdo estaba hinchado, pero yo.

No podía. Jodidamente. Parar. Sin importancia y olvidado. Enfurecido y perdido. A través de mi cerebro nebuloso, oí a Colton gritar. Mi cabeza se dirigió hacia él, viéndolo correr hacia mí. Mis ojos se abrieron de par en par durante un nanosegundo antes, de que la botella chocara contra mi sien. Mi cuerpo se desplomó hacia delante y mis oídos sonaron con fuerza, mi pecho se hundió mientras intentaba respirar. Los latidos de mi corazón se ralentizaron, y el sabor metálico de la sangre me llenó la boca. Se me nubló la vista y no vi venir el golpe. Sólo lo sentí. Me crujió la mandíbula y caí hacia atrás, con la cabeza golpeando el suelo. Respira. Respira. Respira, joder. El mundo se ralentizó. Parpadeé. Una vez. Dos veces. El silencio sustituyó al zumbido de mis oídos, mientras el mundo se volvía negro.

CAPÍTULO SIETE Lila —Llegas tarde, Señor Coulter. Levanté la cabeza, al oír la voz de la señora Levi y el nombre de Maddox. Todo el mundo parecía tener el mismo hilo de pensamiento, ya que todos levantamos la vista al mismo tiempo cuando Maddox entró en el aula. Al contrario de su habitual fanfarronería y sonrisa, estaba melancólico y callado. Pero eso no fue lo que me llamó la atención. No, fue el hecho de que su hermoso rostro estaba estropeado. Su ojo izquierdo parecía hinchado, y ese lado de la cara estaba muy magullado. Tenía una tirita en la ceja y un corte en la comisura de los labios. Parecía doloroso, e incluso yo me estremecí al verlo así. En lugar de un moño, llevaba el pelo rizado suelto, y tuve la sensación de que se escondía detrás de él. La gente hablaba; en los pasillos de Berkshire nunca faltaban los rumores. Siempre pasaba algo. Una nueva ruptura, un nuevo estudiante, un acosador, alguien al que atrapaban haciendo trampas. Siempre había algún tipo de drama. Ayer, cuando Maddox no se presentó en la escuela, oímos que hubo una pelea entre Leighton y los chicos de Berkshire. Dijeron que Maddox acabó en el hospital, con una ligera conmoción cerebral. Yo había hecho caso omiso de los rumores y pensé que era un día tranquilo, por fin. Pero ahora, viendo a Maddox así…

No me dedicó ni una mirada y tomó asiento al fondo del aula. Esperé la calidez que siempre acompañaba a su ardiente mirada, pero no sentí… nada. Mirando por encima de mi hombro, eché un vistazo. Maddox miraba su cuaderno, como una estatua congelada en el tiempo. No me devolvió la mirada, no se burló y, a diferencia de las últimas semanas, el Maddox juguetón desapareció. En su lugar había un chico amargado y enfurruñado. Me di la vuelta y miré mi propio cuaderno. ¿Por qué me importaba? No debería molestarme su cambio de actitud. Tenía un día de mierda, ¿y qué? Todo el mundo tenía días malos. Diablos, yo conocía el significado exacto de los días de mierda. Cuando sonó el timbre, no me moví de la silla. No me atreví, aunque debería haberme levantado y marchado. Como siempre. En cambio, me encontré esperando. Maddox pasó junto a mí, sin una palabra ni una mirada fugaz. No chocó conmigo, no me tiró del pelo, no me lanzó una de sus molestas sonrisas. Nada. Parpadeé, encontrados.

confundida

por

mis

propios

sentimientos

No me importaba; no debería importarme. Cualquier otra persona decente habría ignorado a Maddox y seguido adelante; probablemente estaría agradecida por otro día tranquilo. ¿Yo? Me encontré siguiéndolo. Oh, cómo han cambiado las tornas. Tal vez era el hecho de que hoy estaba preparada para él. Las últimas semanas, Maddox había sido un constante dolor de cabeza

y, por mucho que odiara admitirlo, me había acostumbrado a que fuera un imbécil. Las peleas verbales y las bromas se convirtieron en parte de mi rutina diaria, y de alguna manera, me encontré decepcionada de que Maddox no tuviera el mismo humor. Eres tonta. murmuré para mí mientras seguía a Maddox, a pocos pasos de distancia. Estúpida estúpida, estúpida. Da la vuelta. Aléjate. Ahora. Verás, hay dos lados de Lila. El lado indiferente de ella y la Lila intrigada, actualmente yo era la segunda. Algo en Maddox era diferente hoy, algo que me intrigaba. Siempre me habían gustado los rompecabezas, y Maddox Coulter era un rompecabezas muy difícil. Maddox se detuvo junto a su casillero, y metió allí sus libros con descuido. Su irritación era evidente, y ni siquiera intentaba disimularla. No era de extrañar que todos mantuvieran las distancias con él. Los alumnos le miraban fijamente, pero se alejaban rápidamente cuando les dirigía el ceño fruncido. Yo también debería haber guardado las distancias. Ignorarle y alejarme. Pero, al parecer, me gustaba jugar con fuego y sobrepasar mis límites. Maddox y yo jugábamos al tira y afloja. Era una batalla diaria entre nosotros. Deteniéndome a un metro de él, apoyé mi hombro en la taquilla junto a Maddox. —¿Es la semana del tiburón? —comenté con una sonrisa. No me dedicó una mirada, pero sus labios se habían afinado en una línea dura, su mandíbula se tensó. Los ojos azules de Maddox se oscurecieron, pero por lo demás me ignoró. El ceño fruncido en su cara era intimidante, y sólo me hizo querer presionar sus botones. —¿Te ha atacado la regla hoy?

Exhaló un suspiro, antes de cerrar de golpe su casillero. Sus nudillos estaban rojos y magullados. Las heridas de Maddox sólo lo hacían parecer más brutal… y ligeramente roto. Tal vez por eso despertó mi interés. Mi abuela siempre decía que yo era arregladora. Desde que era una niña, siempre había recogido a los gatos callejeros y a los pájaros heridos. Nuestra casa era un pequeño zoológico, para todos mis pequeños amigos. Lástima que Maddox Coulter no fuera un amigo. Era mi némesis, y no quería arreglarlo, me decía una y otra vez. —¿Qué quieres? —preguntó, con su voz grave y dura. Un escalofrío me recorrió la columna vertebral y me puse más erguida, ocultando el evidente efecto que tenía en mí y en mi cuerpo. —Sólo me preguntaba si necesitas un tampón. ¿O es que ya tienes uno metido en el culo? ¿Es por eso que estás tan malhumorado? —Por el amor de Dios. —refunfuñó Maddox. —Ah. Definitivamente la semana del tiburón. —Esperé a que chasqueara, pero sólo apretó los dientes, con tanta fuerza que me pregunté cómo no se le rompió la mandíbula por la presión—. No pasa nada, con el tiempo te acostumbrarás a todo el lío de las hormonas. Si necesitas algún consejo sobre cómo lidiar con ello, puedo hacer una presentación para ti. —No estoy de humor para tus bromas, Garcia. —Te encantan mis bromas. Mi estómago se hundió, cuando su pecho retumbó con un gruñido bajo. —Apártate de mi camino. Intentó pasar por delante de mí, pero no lo consiguió. Podría ser mi curiosidad o mi terquedad, pero no estaba preparada para

que se fuera. Me puse en su camino. Maddox cuadró sus anchos hombros, poniéndose más alto, y sus ojos se estrecharon hacia mí. — Muévete. —Había una advertencia en su voz, pero decidí ignorarla. —¿Estás bien? —Pregunté antes de poder detenerme. Me dije a mí misma que no estaba preocupada ni me importaba, pero aun así… la pregunta surgió antes de que la pensara. Maddox se inclinó hacia mí, acercando nuestros rostros y apretándose contra mí. Jugué con las correas de mi mochila, manteniéndome en mi sitio y negándome a dar un paso atrás. No me intimidaba. —Si no te conociera mejor, diría que te importa, Garcia. —Se me cortó la respiración cuando nuestros ojos entraron en contacto. Me mantuvo ahí, en el momento, antes de mostrarme una sonrisa socarrona—. ¿Qué pasa? ¿Por fin has decidido sentarte en mi polla? Puede que haga una excepción contigo. Te contaré todo mi día, si me dejas entrar en tu coño. —Sabes, hace dos minutos, realmente me importaba. Pero no importa, me retracto ahora. Sigues siendo un idiota, Coulter. Maddox se echó hacia atrás, enderezándose a su altura completa de nuevo. — Siempre lo he sido, siempre lo seré. Recuérdalo, Sweet Cheeks. Ningún coño me va a domar y definitivamente no el tuyo. Bueno. Dios. Las ganas de abofetearlo eran fuertes, y las de abofetearme a mí por ser tan estúpida, como para que me importara eran también fuertes. Llegué a una conclusión muy importante: Prefería a Maddox en silencio. ¿Por qué intenté siquiera que hablara? En el momento en

que abrió la boca, me di cuenta de por qué lo despreciaba. Era indigesto hasta la médula. Rebusqué en mi bolso y saqué dos objetos muy importantes, y se los puse en las manos. Sus oscuras cejas se juntaron en señal de confusión. —Tampones y chocolate. —le expliqué con una sonrisa falsa —. De nada. Que tengas un buen día, Maddox. Pasé junto a él, y justo antes de alejarme, sus labios se movieron. ¿Acabo de conseguir que Maddox Coulter sonría?

—¿Puedes dejar de seguirme? —Hice una pausa y giré sobre mis talones rápidamente. Maddox se detuvo a tiempo para no chocar conmigo. Después de nuestra «conversación» justo antes del almuerzo, el resto del día dio un giro repentino. Maddox decidió seguirme a todas partes; era como un cachorro perdido, palabras de Riley, aunque a mí sólo me resultaba irritante, así que quizá más bien un cachorro molesto. Deseaba que pudiéramos volver al Maddox «silencioso y melancólico». Esa versión de él era diez veces mejor que esta. Miré su rostro magullado, asegurándome de endurecer mi corazón, al verlo maltrecho y magullado. —Para. De seguirme. Se encogió de hombros, despreocupado, y luego se metió las manos en los bolsillos de sus pantalones beige. —No puedo hacer eso. Me estoy divirtiendo mirando tu culo. Por cierto, ¿te importa que me caliente las manos?

Exasperada, dejé escapar un pequeño gruñido en voz baja, antes de poder detenerme. Ahora sonreía. Como si cabrearme fuera su puto pasatiempo favorito. —Eso es acoso sexual, Coulter. —Que me mires la huella de la polla, también es acoso sexual, Garcia. Mis ojos se abrieron de par en par ante sus palabras, y sentí que me succionaban el aire. —¿Qué? No… no lo estaba haciendo. —balbuceé. Mi mirada se dirigió a su entrepierna, antes de que pudiera detenerme. Mierda. Me mordí el labio, parpadeé y miré hacia otro lado, a cualquier parte menos a él. Maddox soltó una risa gutural y mis ojos volvieron a fijarse en los suyos. Me dedicó su característica sonrisa, con un hoyuelo que salía, creando una sexy hendidura en su mejilla izquierda. —Lo estabas haciendo, Sweet Cheeks. Probablemente también estabas calculando lo grueso y largo que soy. Se me desencajó la mandíbula y siseé con los dientes apretados: —Cállate. Cállate. —¿Quieres que te lo diga? —Enarcó una ceja burlona—. ¿O quieres comprobarlo tú misma? Hoy hace un poco de frío, quizá puedas calentar mi polla con tus manitas. Actuó como si fuera a alcanzar mis manos, pero lo aparté de un manotazo. En un abrir y cerrar de ojos, su brazo se extendió y me agarró la muñeca, acercándome hasta que nuestros cuerpos casi se tocaron. Levanté el cuello para poder mirarle a la cara; era demasiado alto en comparación con mi pequeña estatura. La parte superior de mi cabeza, apenas llegaba a sus hombros. —Eres asqueroso. —siseé, sintiendo que mis mejillas se calentaban, bajo sus ojos oscuros y burlones.

Su aliento recorrió mi mejilla y sus labios se acercaron demasiado a mi oreja. —Estoy orgulloso de ser sucio, Sweet Cheeks, y tú también. Por tener estos pensamientos tan sucios. De repente sentí calor. El sudor se acumulaba en mi cuello y entre mis pechos. Mi pecho se agitó con una respiración superficial, mientras mi interior se estremecía ante su mera proximidad. Sus labios rozaron el lóbulo de mi oreja y mi cuerpo se tensó. Intenté apartar el brazo de su agarre, pero fue inútil. Mi otra mano se posó en su duro pecho y lo empujé hacia atrás. —Vete a la mierda. Soltó mi mano y dio un paso atrás, sus labios magullados se arquearon a un lado. —Nos vemos mañana Garcia. Le saqué el dedo y empecé a alejarme. Jódete. Idiota.

CAPÍTULO OCHO Lila Lo sentí antes de verlo. Su tentador aroma me envolvió mientras me empujaba la espalda, apenas rozando, pero aun así demasiado cerca. —¿Qué quieres, Coulter? ¿No te ha bastado con lo de hoy? — pregunté con un fuerte suspiro. No era un buen día, no después de la estúpida broma que me hizo Maddox. Mi pelo mojado estaba empapando la parte trasera de mi blusa Berkshire, el suave material se pegaba a mi piel. Estaba irritada y absolutamente agotada. Quedaba una clase más y luego era el fin de semana. Dos dichosos días sin Maddox. —Parece que has podido lavarte el pelo. —Se rió de su propio chiste tonto—. Siento lo de las plumas, pero era la venganza. No seas tan gruñona, Garcia. Aunque puedes ser un culo dulce. Me lo comeré. Me giré y dirigí una mirada al imbécil. —¿Crees que pegar plumas en mi pelo, es divertido? Quería estrangularlo a él y a su estúpida cara sonriente. —No exageres. No usé pegamento. Usé harina, agua y plumas. Simple e inofensivo. De todos modos, quedaste muy linda con una cabeza de nido. El Señor idiota aquí presente pegó, oh espera, mi error, pegó plumas en mi lindo gorro con harina y agua. Así que, naturalmente, cuando me puse el gorro, todas las plumas pegadas se transfirieron

a mi pelo. No, no miré mi gorro antes de ponérmelo. ¿Quién lo hace? Mis puños se cerraron y desencajaron, mientras aspiraba profundamente y contenía un gruñido. Maddox se frotaba la mandíbula y, en contra de mi voluntad, me di cuenta de que su cara se estaba curando bien. Apenas se le notaban los moratones y su ojo izquierdo ya no estaba hinchado, negro y morado. Volvía a ser el mismo sexy e irritante. Que Dios me dé paciencia. Maddox cerró mi taquilla, apoyándose en ella como si fuera su dueño. Le dirigí una mirada vacía, esperando que esto terminara. Los pasillos estaban vacíos, excepto por nosotros dos. —¿La broma del pelo rosa? —En realidad fue una buena, lo reconozco. Las plumas fueron una venganza, por el pelo rosa que me diste. Ah, el pelo rosa. Hace unos días, después de que Maddox dejara un tapón de culo en mi taquilla, un regalo, había escrito en su nota, decidí vengarme. La necesidad de venganza era fuerte, y era fácil. Me había colado en el vestuario mientras Riley hacía guardia fuera. Encontré su taquilla personal y cambié su champú, por un tinte de pelo rosa temporal. —¿Polvo para picar? Una mierda, Garcia. —Era un recordatorio. El arqueó una ceja, esperando que le explicara. —Eso es lo que pasa cuando te acuestas con putas. Acabas con una polla que te pica. También, un recordatorio de que no soy alguien con quien puedas follar. Recuérdalo la próxima vez que me propongas sexo, como una puta pagada. —Ese fue un lindo pensamiento, excepto que… no necesito pagarle a alguien por sexo. Mi nombre viene con una etiqueta, nena.

Maddox-Coulter-Te-Follará-Tan-Duro-que-Verás-a-Jesús. —¿Dónde encontraste esa definición? ¿Dickpedia6? —Si abres la Dickpedia a la palabra orgásmica, encontrarás mi nombre allí. Puse los ojos en blanco mientras me hacía una mueca mental. ¿Por qué me había molestado en mantener una conversación con él? Era completamente inútil. Lo único que salía de su boca era sexo, sexo y más sexo. O algo completamente estúpido. —¿Sabes cuál es tu problema? —¿Qué? —Me pasé los dedos por el pelo mojado, frustrada. —Me deseas. —dijo, tranquilamente, como si estuviera anunciando el tiempo. Oh, hace sol. Oh, quieres follar conmigo. Este hombre era mentalmente inestable, y punto. —¿Perdón? —Puse las manos en las caderas, asombrada de que pudiera llegar a esa conclusión. —Me deseas, pero no quieres admitirlo. Estás luchando contra la química. —me miró perezosamente de arriba abajo. No había vergüenza, ni incomodidad por su parte. Prácticamente me estaba desnudando con sus ojos, y estaba siendo tan casual al respecto. Cuando volvió a hablar, su voz bajó a un tono más grave—. ¿Pelear conmigo te moja? Podríamos pelear en la cama, no perdamos el tiempo aquí. —Si tu cerebro fuera tan grande como tu ego, tal vez serías más atractivo. Maddox sonrió más fuerte, y luego dejó escapar una profunda risa. —No estoy seguro de mi ego o de lo grande que es, pero te puedo asegurar que tengo algo grande aquí. —Se ahuecó la polla y levantó una ceja burlona. Molesta, me aparté de la pared. Era tan malditamente grosero, inmaduro y vulgar. —Crees que todas las chicas quieren follar

contigo. Realmente crees que eres el sueño húmedo de todas las mujeres, ¿no? —Sé que lo soy. Maddox se acercó, obligándome a dar un paso atrás. Me acechó, acercándose cada vez más hasta que me vi obligada a apretar la espalda contra la pared. Me estremecí, no por él, me dije. Porque mi pelo estaba mojado y frío y ahora que estaba pegada a la pared, sólo hacía que mi blusa mojada se pegara a mi espalda, como una segunda piel. Se inclinó hacia delante, agachando la cabeza para quedar a mi altura. Sus labios me acariciaron la oreja y me hicieron cosquillas. Iba a apartarme, pero él fue más rápido. Levantó los brazos y me aprisionó contra la pared, con las palmas de las manos a ambos lados de mi cabeza. Apenas me tocó, pero su cuerpo estaba tan cerca, su calor me presionaba, me acariciaba y hacía que un cálido rubor se extendiera por todo mi cuerpo. Los muslos me temblaban y el bajo vientre me cosquilleaba con su proximidad. —¿Y sabes qué? Un día yo también voy a ser tu sueño húmedo. Estarás sola en la cama por la noche. Imagínate que no puedes dormir. Mi cara parpadea delante de tus ojos y tu estómago se aprieta. Tus muslos están abiertos, y tu coño se siente caliente y extrañamente vacío. Hay una necesidad dolorosa en la boca del estómago. No podrás detenerte. >>Tus manos encuentran el camino hacia tus bragas, y sientes lo mojada que estás con tus dedos. Te muerdes el labio para no gemir. Te tocas lentamente, un poco confundida. Un poco frustrada. Piensas: ¿Por qué no puedo dejar de pensar en él? Lo vas a odiar, pero igualmente lo vas a amar. ¿Y sabes lo que vas a hacer? Mi piel estaba en llamas, mi cuerpo ardía y no podía respirar. Mi estómago se hundía y se retorcía, mientras sentía que el aire era succionado por mi cuerpo.

Mi corazón tartamudeó cuando sentí que su cuerpo me presionaba, que por fin me tocaba. >>Te vas a follar el coño con los dedos, mientras imaginas que soy yo el que está encima de ti, presionando contra ti y que es mi polla la que te folla. No tus deditos. Maddox respiró en mi oído, susurrando la sucia fantasía como si me estuviera haciendo el amor, sucio. Horrorizada, sólo pude parpadear, intentando recordar que debía respirar. No debería ser capaz de afectarme de esta manera, no debería ser capaz de controlar mis pensamientos así. Yo no era débil, no… Maddox… no podía… Se apartó ligeramente para mirarme a la cara. Sus ojos eran tan azules que casi me ahogaba en ellos. >>No ocurrirá hoy. O mañana. O la semana que viene. Pero un día, seguro. Y no, no estoy siendo arrogante. La chulería es para los chicos que no saben lo que hacen. ¿Yo? Sé exactamente lo que estoy haciendo. Sé con certeza que va a pasar. Lucha si puedes. Se apartó de mí, y el frío me inundó como si me hubieran sumergido por descuido en el océano. En silencio, jadeé mientras Maddox caminaba hacia atrás, alejándose de mí. La mirada que tenía era algo que nunca había visto antes. —Te reto, Lila.

Entré descalza en mi habitación, recién salida de la ducha y todavía envuelta en nada más que mi mullida toalla. Mi teléfono emitió un mensaje y me acerqué a la mesita de noche, para ver que era de Riley.

¿A qué hora te vas? Le contesté con un mensaje rápido. Tomaré el autobús dentro de veinte minutos. Los tres puntitos aparecieron en mi pantalla, indicando que ella estaba escribiendo. Si quieres, puedo recogerte y podemos ir juntas. Mi pulgar se detuvo sobre el teléfono mientras leía su frase. En mis oídos resonó el sonido lejano de cristales rotos y huesos destrozados. El sabor de la sangre metálica llenó todos los rincones de mi boca, y casi me ahogué con ella. Pero no había sangre. Me estaba ahogando con mi propia saliva, y el aire que me rodeaba se volvió pesado, frío… sofocante. Me temblaban los dedos mientras escribía mi mensaje a Riley. No puedo. Sabes que no puedo. Lo siento. Tomaré el autobús. Ella sabía la razón, y yo también sabía que sólo intentaba ayudar, pero no era necesario. Yo estaba más allá de la ayuda cuando se trataba de… Sacudí la cabeza, despejando los destellos borrosos frente a mis ojos, y negándome a pensar en la noche en que toda mi vida cambió. Tomé el secador, lo pasé por encima de mi cabeza y me aseguré de repasar cada mechón de pelo enredado con el peine. Una vez seco y brillante, me hice una trenza francesa en la parte superior de la cabeza, con dos coletas. Era muy bonita y hacía que mi cara pareciera más redonda y simétrica. Mi reflejo a través del espejo del suelo me miraba fijamente. Mi mano se dirigió a mi pecho, por encima de la toalla, donde se estaban deshaciendo lentamente.

La parte superior de mis pechos quedó a la vista, y mis ojos captaron las cicatrices. Las largas y dentadas líneas blancas, bajaban directamente desde el centro de mis pequeños pechos. Dejé que la toalla se deslizara entre mis dedos, la cicatriz completa ahora visible a través del espejo. La piel que la rodeaba era un poco más rosada que el resto. Estaba bien curada, pero no creía que fuera a desaparecer del todo. A veces me dolía, como un eco fantasmal de la verdadera agonía por la que pasé. El dolor me invadía como una tormenta furiosa, y mis rodillas amenazaban con doblarse debajo de mí. Los ojos me ardían mientras las lágrimas colgaban de mis pestañas inferiores, y yo parpadeaba furiosamente, negándome a llorar. Mi corazón gemía, pero me negaba a derramar lágrimas. Subí lentamente la mano y la pasé ligeramente por la cicatriz, trazando las líneas blancas y rosadas. Las puntas de los dedos apenas tocaban la piel y cerré la mano en un puño, conteniendo los temblores. Dijeron que había dejado de respirar en la mesa de operaciones, que había muerto por un momento, antes de que me trajeran de vuelta. Me pregunté… si tal vez, habría sido más fácil si realmente estuviera muerta. Pero entonces recordé… que estaba viva para ellos: mis padres. Aparté la mirada del espejo. Han pasado cuatro años desde que me hice las cicatrices, pero todavía no podía mirarlas más de dos minutos. Eran un hermoso recordatorio de que estaba viva… pero también un feo recuerdo de aquella noche. Cogiendo mis vaqueros rotos y un jersey a juego, me vestí rápidamente para no perder el autobús. Mis abuelos todavía

estaban en su tienda de comestibles, así que antes de cerrar la puerta tras de mí, me aseguré de encender la alarma. En cuanto salí, agradecí que el suéter fuera mi primera opción cuando el aire frío me golpeó. Era mediados de octubre; el sol ya estaba en el horizonte, y la Casa Embrujada abría en menos de una hora. El viaje en autobús fue corto, y Riley me estaba esperando en la puerta principal de Berkshire. Este año, utilizaron el gimnasio y el campo exterior como casas embrujadas. Aparentemente, era un gran proyecto, y eso lo pude comprobar. Todo parecía caro y… espeluznante. Las cosas espeluznantes y de miedo no eran mi fuerte. Diablos, ni siquiera veía películas de terror porque me daban pesadillas durante meses. Mierda. —No estoy segura de que me guste esta idea de la casa embrujada, Riley. Tiró de mi brazo, arrastrándome por el campo y hacia el falso mausoleo. —No seas un gato asustado. Vamos. Ya he pagado nuestras entradas y será divertido. Clavé los pies en la hierba justo antes de que pudiéramos pasar por la espeluznante puerta de madera. —Espera, Ri… Con un duro tirón, me hizo avanzar antes de que pudiera contemplar mi decisión. Vale, ya está. Voy a morir. En el momento en que entramos, nos tragó la oscuridad, y los gritos de las víctimas anteriores que habían entrado en este oscuro lugar. —¿Y si muero? —Estás exagerando. —murmuró Riley en voz baja. Me rodeó con su brazo y nos guio a través de la oscuridad. — ¡Ni siquiera puedo ver nada!

—¡De eso se trata, Lila! Por algo se llama casa embrujada, listilla. Ahora se estaba riendo, pero esta situación no tenía nada de divertido. Un fuerte gruñido vino de detrás de nosotros, y salté por lo menos dos pies de altura. Alguien estaba cerca, demasiado cerca de nosotros. Podía sentirlos acechándonos en la oscuridad, su aliento caliente en nuestra nuca. —Están detrás de nosotros. —susurré, con el corazón hundiéndose en la boca del estómago. La temperatura era fría, pero yo tenía sudores de estrés. El aire era espeso y casi asfixiante, o tal vez era sólo yo. Tenía las manos húmedas y me aferré al brazo de Riley. Ella soltó un suspiro tembloroso. —Yo también los siento. Sigue caminando. Nos adentramos en el sendero de aspecto laberíntico. Las cadenas de metal repiqueteaban cerca de nosotros, como si alguien hubiera estado atado a ellas y tirara sin descanso de las cadenas. Nada de eso era real, me recordé. Eran seres humanos vivos con disfraces y un maquillaje perverso. Miré a mi izquierda y deseé no haberlo hecho. Un hombre zombi muy vil, con la cara ensangrentada y desfigurada y los ojos blancos, salió de la sombra, a escasos centímetros de mí. Mis labios se separaron con un grito desgarrador. Riley dio un salto y también soltó un chillido. Agarrando mi mano entre las suyas, salimos corriendo. En cada esquina nos esperaba un horror diferente. Un payaso sangriento. Zombis en masa. Asesinos con hachas. Una monja espeluznante con la cara blanca y los dientes negros y podridos. Eran feos y bastante aterradores.

Riley y yo lanzamos otro fuerte grito, cuando intentaron tocarnos. Se suponía que no debían acercarse tanto, ¿verdad? No era así. Riley se olvidó de mencionar que, en esta Casa Embrujada, se suponía que nos daría la experiencia real. Es decir, los actores iban a tocarnos y acercarse mucho. —¡Santo cielo! —Riley gritó cuando un hombre de dos metros y medio con una motosierra ensangrentada se acercó. Tiré de su brazo y nos guie a la otra esquina. Pasamos de una habitación a otra, tropezando con pequeños pasillos oscuros, mientras docenas de brazos espeluznantes se acercaban para tocarnos. —¿Tienes miedo? —Volví a susurrar. La salida estaba cerca, podía ver la luz fluorescente más adelante. Riley no respondió, pero noté el cambio en ella. Oh sí, ella también estaba asustada. Mi corazón latía como un loco y todo mi cuerpo temblaba. Las rodillas me flaqueaban y me preguntaba cómo seguía en pie. Finalmente atravesamos la salida y salimos por la puerta trasera. Riley soltó una risita, aunque me di cuenta de que era forzada. Definitivamente estaba asustada mientras estábamos allí dentro. — Ves, no ha sido tan malo. Ha sido espeluznante pero divertido. La fuerte presión en mi pecho seguía ahí, pero finalmente respiré profundamente. Divertido, ja. No. —Pareces asustada. —se burló, chocando su codo contra mi cadera.

—Cállate. —Le devolví el favor, dándole un suave puñetazo en el brazo. Podíamos oír a otras personas gritando desde el interior. Pobres almas. Si pudiera elegir, no volvería a entrar allí. Una vez fue suficiente. —¿Estás contenta ahora? —Pregunté con una sonrisa, volviéndome hacia Riley. Mi corazón seguía corriendo a mil por hora, la adrenalina y el miedo seguían corriendo por mis venas. Mi sonrisa se congeló y murió, cuando vi quién estaba detrás de ella. La mirada de Riley pasó por encima de mi hombro y sus ojos se abrieron de par en par, separando los labios como si fuera a soltar un grito. Me recorrió un escalofrío y el corazón me dio un salto en el pecho. Había alguien detrás de mí, al igual que el espeluznante hombre de la máscara estaba detrás de Riley. Sus brazos se extendieron hacia ella, y mi corazón palpitó tan fuerte en mi pecho que me dolió. La bilis me quemó la garganta y traté de advertir a Riley. Pero nada de eso ocurrió. En un segundo tenía los pies plantados en la hierba y luego sentí un par de manos en mis caderas, antes de estar en el aire. Me levantó, alzándome sobre su hombro. Estaba colgada boca abajo, y seguía sin encontrar mi voz. La respiración se me atascó en la garganta y todo mi cuerpo se quedó sin fuerzas por el miedo. Riley gritó y desde mi posición sobre su hombro, mientras se alejaba, encontré al hombre de la máscara sujetando y arrastrando a Riley hacia atrás. No. No. ¡Espera!

El hombre que me llevaba se fue por el campo, llevándola hacia la parte trasera del Mausoleo. Oh, Dios mío. Nadie venía a salvarla, nadie podía oír nuestros gritos. Estábamos solas y… Todo mi cuerpo estaba frío y entumecido… No podía sentir nada, excepto miedo. Podría ser abusada o… violada. Él iba a matarme. Esto no era parte de la Casa Embrujada. Este no era un actor. El pulso me retumbó en la garganta y mi visión se nubló con puntos negros mientras permanecía inerte, boca abajo sobre su hombro. Desde la distancia, oí a Riley gritar de nuevo, el sonido lleno de tanto terror. Alarmada, mi cuerpo empezó a punzarse de conciencia y comencé a forcejear contra mi captor. — Suéltame. Suéltame. Déjame ir. Se rió, como un loco. La risa parecía sacada de una película de terror. —Si… si crees que vas a violarme… piénsalo… otra vez. Suéltame, imbécil. El hipo entre cada palabra hizo que mi amenaza sonara menos… amenazante. Humillada y presa del pánico, mis ojos ardían de lágrimas no derramadas. El nudo en la garganta me hacía más difícil hablar. Mi captor seguía marchando, mi cabeza y mis brazos se balanceaban de un lado a otro mientras me recostaba pesadamente sobre su hombro. —Alguien… va a… venir a buscarnos.

Volvió a reírse, sus manos apretando mi culo, sus dedos clavándose en mi carne. lo hizo. Solté un grito y empecé a forcejear con más fuerza. Mis puños golpearon su espalda, pero él apenas se inmutó. Al darme cuenta de mi ventaja en esta posición, retiré la rodilla antes de golpearla entre sus muslos. No alcancé mi objetivo, pero él siseó. Su mano cayó sobre mi culo, con fuerza. Se burló de mí. Estuve a punto de romper a llorar, el miedo y el horror llenaban cada célula de mi cuerpo. Seguí luchando con él. Si iba a morir, moriría luchando. Cuando mi rodilla volvió a golpear hacia delante, fallando una vez más en su objetivo, por fin dejó de sujetarme. Mi captor me arrojó sobre la hierba, sin miramientos, como un saco de patatas inútil. Me había alejado del mausoleo, de la casa encantada y me había depositado detrás de la escuela, donde nadie podía vernos, nadie podía venir a rescatarme. Retrocedí, todavía de culo. Todo mi cuerpo se estremeció y finalmente me enfrenté a él. Mi barbilla se tambaleó al verle, un miedo profundo y saciado infundió en mi interior. Iba a morir esta noche. Este hombre iba a hacerme daño. Esto era todo. Sobreviví en la mesa de operaciones sólo para que me dejaran morir en el campo detrás de Berkshire Academy. Su cara estaba cubierta con una máscara negra de purga, con luces LED rojas brillantes. Llevaba una sudadera oscura, con la capucha sobre la cabeza, y unos vaqueros negros rotos. La visión que tenía de él estaba sacada de mi pesadilla. Avanzó, y yo extendí las manos, como si quisiera alejarle.

—No te acerques a mí. No me toques. Por favor. La boca de mi estómago se estremeció, y realmente pensé que iba a orinarme de miedo. El hombre de la máscara de purga me acechaba mientras yo seguía retrocediendo. La hierba fresca y húmeda empapaba mis vaqueros, pero no me importaba. Se estaba divirtiendo, alimentándose de mi miedo y burlándose silenciosamente de mí. Se detuvo a un metro de distancia y se puso en cuclillas frente a mí. Extendió el brazo como si quisiera tocarme, y yo me aparté. — Tócame y te romperé la polla. Lo haré. Retiró la mano y volvió a hacer ruido. Negó con la cabeza, como si estuviera decepcionado por mis amenazas. Lentamente, se llevó la mano a la cara y se quitó la máscara de purga. La inquietud me recorrió la espina dorsal, mi cuerpo se llenó de aprensión. Se quitó la máscara y unos ojos azul oscuro se encontraron con los míos. Unos labios carnosos y una cara que conocía muy bien. —Maddox. —Respiré. —Boo. —Retumbó. Todo el horror y la confusión desaparecieron y fueron reemplazados por la ira. La mandíbula se me desencajó y apreté los dientes. —¿Hablas en serio? El escalofrío que antes me recorría la espalda desapareció, mientras me hervía la sangre. —¿Por qué te empeñas en aterrorizarme? —Gruñí. Dios mío, casi me da un ataque al corazón. La furia rodó en oleadas acaloradas. Hirviendo, doblé las piernas por debajo de mí,

sentándome. Todavía no podía ponerme de pie, ya que mis piernas aún estaban temblorosas y débiles. Él sonrió, casi como un niño, pero vi la picardía en sus ojos. Estaba bailando al borde del peligro con este chico. En contra de mi buen juicio, mi mirada recorrió todo su cuerpo mientras permanecía en cuclillas frente a mi forma arrodillada. Estaba duro y esculpido por todas partes, en todos los lugares adecuados. Definitivamente no era un niño. Hombre. Joder. Sea lo que sea. —Es divertido. —Dijo finalmente, sacándome de mis pensamientos y obligando a mis ojos a apartarse de su cuerpo. En su lugar, miré sus ojos azules y helados. Me quedé en silencio por un segundo. —¿Es divertido? — Balbuceé—. ¿Es divertido asustar a la gente? ¿También fue tu amigo el que se llevó a Riley? Esto no es divertido. Maddox se encogió de hombros como si no fuera gran cosa. Sentí que lo miraba fijamente, mis ojos se convirtieron en rendijas mientras miraba a mi némesis con total desagrado. Si pudiera respirar fuego, me saldrían vapores por la nariz. Mi mandíbula se apretó por la forma en que seguía sonriendo. Me hizo enfadar más. Me inquietó. —¿Qué eres? ¿Un maldito psicópata? Porque esa es la única explicación. Ninguna persona en su sano juicio piensa que es divertido asustar a otra persona hasta el punto de creer que va a morir. Luché contra el impulso de darle un puñetazo y arrancarle sus hermosos ojos. ¿Qué tenía él que me hacía perder todo el control? Ah, sí. Maddox Coulter era un imbécil. Ladeó la cabeza, con el lateral del labio ligeramente levantado. Maddox entonces soltó una profunda risa, su amplio pecho vibrando con un sonido decadente. —Eso es nuevo. —Susurró, con la voz ronca. Hizo que el pequeño vello de mis brazos desnudos se erizara.

—¿Qué? Seguía sonriendo. Que te den, le abofeteé mentalmente. —Ya me han llamado imbécil muchas veces. Me han insultado tantas veces, que perdí la cuenta hace unos tres años. ¿Pero que me llamen psicópata? Es la primera vez. Me quedé con la boca abierta. ¿Este tipo estaba bromeando, o en serio estaba loco? Maddox acercó su cabeza a mí y su cuerpo se inclinó hacia el mío. Trajo calor con él, y eso no me gustó. Se suponía que no debía ser cálido. Se suponía que no debía oler bien. No debía… —Me gusta. Sus labios estaban a sólo una pulgada de los míos. Su cara estaba tan cerca, que podía sentir su aliento a menta sobre mi piel. Me quedé quieta, completamente quieta. Si me movía, nuestros labios se tocarían. Mis puños se cerraron y los apreté sobre mis muslos. —¿Qué? —Respiré. —Me gusta. Que me llames psicópata. Es nuevo. Es diferente. —Todavía estaba demasiado cerca. Seguía sonriendo como un maldito loco. Todavía estaba tan caliente… todavía olía tan bien… Mi cuerpo parecía recalentarse con su presencia. El corazón me retumbaba en el pecho. —Estás loco. —Susurré. Sus ojos brillaron con algo travieso y pícaro. —¿Quieres ver lo loco que estoy, Sweet Cheeks?

CAPÍTULO NUEVE Lila Siempre llega un momento en tu vida en el que tu tenacidad se pone a prueba y cuando eso sucede, tienes dos opciones: o te escapas con tu cola metida entre las piernas, o te defiendes. Maddox ha estado jugando conmigo, empujando y empujando hasta que llegué al final de mi cuerda y se rompió. Quería recordarme que tenía el poder de hacerme perder el control. Anhelaba la caza, ser el cazador, el depredador, estar en la cima de la cadena alimentaria, repartiendo los castigos que consideraba necesarios. Ser un idiota era su forma de vida, supuse que no sabía cómo ser cualquier otra cosa. Sabía exactamente cómo hacer que sus víctimas se sintieran pequeñas en la medida en que todo lo que podían hacer era acobardarse. Mi sangre bombeaba caliente. Sacudiendo el terror y la furia que corría por mis venas, me puse de pie. Maddox se apartó y se puso de pie también, en toda su altura. La sonrisa torcida pegada en su rostro me enfureció, pero canalicé toda mi frustración. —¿Qué quieres de mí, Maddox? Levantó una ceja perfecta, sin decir una palabra, empujando sus manos en los bolsillos de sus jeans y balanceándose sobre sus pies, con bastante indiferencia. >>Eres la persona más frustrante con la que me he encontrado.

—Por qué, gracias. Lo tomaré como un cumplido—. Todavía estaba sonriendo. Hijo de puta. Mi madre siempre me dijo que evitará problemas y apartara la mirada. Entre menos atención prestes a los acosadores, más desinteresados se volverán. Quizás ella tenía razón. Sin dejar de mirar a Maddox, di un paso atrás. —Que tengas una buena noche, Coulter. —Giré sobre mis talones para marcharme, pero su voz burlona me detuvo. —¿Te rindes tan fácilmente, Sweet Cheeks? Debo haberme equivocado contigo. Apreté los puños a mi lado y me detuve. Realmente debería haber escuchado la advertencia de mi madre. Pero nunca, nunca rechacé un reto. Quizás ese era mi error... Tiempo de la función. Me di la vuelta y caminé hacia adelante hasta que me detuve frente a él. La mirada de Maddox se dirigió a mi boca, donde me estaba mordiendo el labio, no de nerviosismo, pero para poner a Maddox exactamente donde lo quería. Mi mano aterrizó en su firme pecho. Sus ojos se abrieron un poco ya que era la primera vez que lo tocaba de buena gana. Una sonrisa pícara jugó en sus labios, y me compadecí de él. Pensó que me había ganado. Lástima, Maddox. No juegues con una chica que puede jugar mejor. Debería haber prestado atención a mi advertencia la primera vez. Froté mi mano sobre su pecho, deslizándola hacia su estómago. La sudadera con capucha negra no hizo nada para

ocultar toda la dureza de él. Sus músculos se tensaron bajo mi toque lento y explorador, y sus ojos brillaron con algo diabólico. Bajé y bajé, hasta que mis dedos se detuvieron en sus caderas, justo sobre su cinturón. Enganché un dedo en la presilla del cinturón y lo acerqué más a mí, nuestros cuerpos chocando entre sí suavemente. Maddox dejó escapar una pequeña risa, siguiendo el juego. Poniéndome de puntillas, acerqué nuestros rostros, acercando mis labios a pulgadas de su mandíbula, y me incliné, para poder susurrar en su oído. —Sé lo que quieres de mí. —¿Oh, lo haces? —Lo has dejado muy claro. Puedo darte lo que quieras. Una noche inolvidable. —¿Ves? Eso no fue tan difícil. No sé por qué has estado jugando tan duro para conseguirlo. —Sus manos aterrizaron en mis caderas antes de enroscarse alrededor de mi espalda, apretando mi culo. —¿Quieres probar este culo? Puedes tenerlo. Fóllame de lado, fóllame por delante y por detrás, ponme de rodillas, métete entre mis muslos. Ponme en tu polla y te montaré hasta que salga el sol. Estoy tomando la píldora. Si estás limpio, podemos deshacernos de los condones y sentirás cada centímetro de mí. ¿Alguna vez te has follado a una chica a pelo? Puedo ser tu primera. Incluso te mostraré mis habilidades de garganta profunda. ¿Lo quieres sucio? Puedo hacer realidad tus fantasías más sucias, Maddox. Puedes tenerlo todo, cariño. Mis dientes rozaron su lóbulo de la oreja antes de que lo mordiera suavemente. Su garganta se balanceó con un gemido bajo. —En tus sueños. —Respiré en su oído. Lo solté y me aparté de su cuerpo. Sus cejas se curvaron juntas en confusión antes de que la comprensión apareciera en sus

ojos. Me alcanzó, pero lo esquivé, haciendo un chasquido. Era mi turno de burlarme de él y, por la expresión de su rostro, no se lo esperaba. Oh no, Maddox Coulter me subestimó. Le guiñé un ojo y mis labios se curvaron en una sonrisa satisfecha. —Nos vemos mañana, Coulter. Caminé hacia atrás, disfrutando de la expresión de completa conmoción en su rostro. Mi mirada se deslizó sobre él, desde la parte superior de su desordenado cabello rubio hasta su cabello castaño y botas de cuero. >>Oh. Es posible que desees tomar una ducha fría para ayudar con eso —le dije apuntando hacia su semi erección, que estaba asomando indecentemente a través de sus pantalones. ¡Ups!

Maddox No recordaba la última vez que una chica me golpeó el trasero. Probablemente nunca porque era imposible. Jugaba y ellas me miraban. ¿Cómo cambió el tablero? Lila se marchó, sacudiendo su culo regordete como si quisiera tentarme más, con su largo cabello negro jugueteando con la curva de sus caderas. Ella me dio una última mirada altiva por encima del hombro antes de desaparecer por el edificio, y me quedé estupefacto en medio del campo con una jodida erección.

Debería haberlo sabido, ella era feroz. La subestimé, pero honestamente, no esperaba que me dejara las malditas bolas azules. Con labios rosados y una voz sensual, era una sirena con una boca sucia y… Yo. Era. Un. Desahuciado. Había algo sobre Lila Garcia que quería explorar. Pensé que era un juguete interesante al principio. ¿Ahora? Me froté el pulgar sobre mi mandíbula, todavía mirando hacia donde había desaparecido. Su olor todavía volaba a mi alrededor. Era un perfume dulce, nada demasiado pesado o barato como las otras perras que tenía a mi alrededor. Era suave y dulce y mi lengua se deslizó por mis labios como si pudiera saborearla. Estaba hechizado, mis palmas se crisparon y mi polla, sí, esa bastarda estaba más que interesada. Quería ver qué tan lejos podía empujar antes de que explotara en pequeños pedazos a mis pies. Claro, Lila era luchadora y, oh, jodidamente atrevida, pero ¿por cuánto tiempo? ¿Cuánto tiempo tomaría romperla y moldearla a una cosita bonita como lo he hecho con todas las demás? Ella era un puto problema. ¿Adivina qué? No era del tipo que huye de los problemas. Ven a mí, Sweet Cheeks.

CAPÍTULO DIEZ Lila Entré a la tienda de mis abuelos el domingo por la mañana. Aun no habíamos abierto, pero habían estado aquí durante una hora, poniendo todo listo para un día ajetreado. Por lo general, venía a ayudarlos durante la hora pico, pero por lo demás, tenían trabajadores a tiempo parcial que los ayudaban a diario. Caminé más adentro hacia el almacenamiento trasero. — ¿Abuela? —Aquí, cariño. —Gritó. Sonriendo, entré en el cuarto de almacenamiento. — ¿Necesitas mi ayuda? Mi sonrisa se deslizó de mi rostro cuando me detuve en la puerta, frente a la persona que nunca quise ver aquí. ¿Qué demonios? —Tú. —Dije, mi voz llena de acusación. Maddox sonrió, todavía sosteniendo una enorme caja en sus brazos. —Buenos días, Lila. Mi boca se abrió, estupefacta. De ninguna manera, de ninguna maldita manera. —¿Qué estás haciendo aquí? La abuela le dio unas palmaditas en el brazo como si lo conociera desde hacía mucho tiempo. No estaba segura de que me gustara la forma en que ella le sonreía. —Lo contraté ayer. Vino en busca de un trabajo a tiempo parcial y, dado que estamos contratando, le di el trabajo. Dijo que es de Berkshire. No te aburrirás en el trabajo ya que ustedes dos son amigos.

—¿Amigos? —Mi mandíbula se aflojó y no pude formular una mejor frase. ¿Amigos? ¿Qué? ¿Cómo? ¿Quién? ¿Cuándo? —Sí. Le dije a la Señora Wilson que somos cercanos. No sabía que esta tienda era propiedad de tus abuelos. Qué sorpresa. —Explicó Maddox, con una sonrisa de come-mierda. Mierda. La expresión de su rostro me dijo la verdad. Maddox sabía exactamente lo que estaba haciendo, y estaba aquí a propósito. Su misión era hacer mi vida miserable, en todos los sentidos. Quería quitarle la sonrisa de la cara. Así que ahora me estaba acechando. Genial. —Sí, qué sorpresa. —Murmuré, poniendo una mirada falsa de satisfacción en mi rostro. La abuela parecía demasiado feliz para que yo le diera la noticia. Este es mi enemigo y es un idiota. No te dejes engañar por su sonrisa fácil y miradas encantadoras. Esto era lo que quería decir, pero me mordí la lengua y reprimí cualquier comentario sarcástico. Me ocuparía de Maddox por mi cuenta. —Solo necesito ayuda para organizar el inventario. Sven estará aquí pronto. —la abuela anunció, dándome palmaditas en la espalda mientras salía del cuarto de almacenamiento, dejándonos a Maddox y a mí solos. Una vez que estuvo fuera del alcance auditivo, avancé. Mi cuerpo entero rasgueó con ira. No diría que soy una persona violenta, pero sí me sentía bastante violenta en este momento. — ¿Qué demonios estás haciendo aquí? Me dio la espalda, levantando otra caja sobre su hombro. Él la llevó al congelador y la depositó sobre el. Maddox salió y fue a buscar otra caja, pero me puse en su camino. Apoyado contra la pared, cruzó los tobillos y los brazos sobre su pecho. Hoy, vestía una camisa negra y jeans negros, rasgados alrededor de sus rodillas, con botas de cuero marrón como las que

llevaba la noche en la Casa Embrujada. Era extraño verlo en otra cosa que no fuera el uniforme de Berkshire. Se veía... normal. En lugar del mariscal de campo estrella de Berkshire, que despreciaba. —Te hice una pregunta. ¿Qué estás haciendo aquí? Maddox inclinó la cabeza hacia un lado, dándome una mirada divertida. —Trabajar, Garcia. Tan simple como eso. Impacientemente, golpeé el suelo con el pie, sin dejarme engañar por sus estúpidos juegos. ¿Trabajar? Sí claro. —No necesitas trabajar. ¿Tus padres no te dan una mesada? Tu tarjeta de crédito probablemente sea ilimitada. Por un breve segundo, noté la forma en que sus ojos se oscurecieron como si estuviera decepcionado de mí. Pero se fue demasiado rápido, dejándome preguntar si lo que vi era real o solo mi imaginación. Él chasqueó, sacudiendo la cabeza. —Mira, ese es tu problema. Asumes demasiadas cosas. No estaba asumiendo nada. No solo era rico; Maddox era asquerosamente rico. No necesitaba un trabajo a tiempo parcial, especialmente no en el supermercado de mis abuelos. Nunca necesitó trabajar. De hecho, ni siquiera necesitaba estar aquí, en este vecindario. No pertenecía. Pero no, tenía que estar aquí. Los únicos dos días que tenía sin que Maddox fuera un idiota cada minuto, mis únicos dos días tranquilos, tenía que venir y arruinarlos. —¿Cómo lograste que mi abuela aceptara esto? —Eso fue realmente simple. —Sonrío. Un sonido frustrado salió de mi garganta y froté una mano sobre mi rostro. —Maddox. —Refunfuñé en voz baja.

Se apartó de la pared y pasó junto a mí para levantar otra caja. Su camisa se estiró sobre sus hombros mientras la colocaba en el estante superior y ordenó diligentemente todas las cajas en orden de fecha de vencimiento. —Ella piensa que soy encantador y dulce. Créeme, esta es la primera vez que alguien me llama dulce. Impactante, ¿verdad? No pensaba que esa fuera la descripción correcta de Maddox. Él era cualquier cosa menos dulce. —Necesitas irte. Ahora. Sacudió la cabeza, su cabello desordenado lentamente se soltó de su moño de hombre. —No puedo. Me gusta estar aquí y me gusta tu abuela. Tu abuelo, sin embargo, es duro. No te preocupes, ya lo resolveré. Agarré la caja que sostenía y la devolví al suelo. El cuarto de almacenamiento comenzaba a estar caliente o tal vez mi sangre estaba hirviendo. —Maldita sea, Sweet Cheeks. Es demasiado pronto para que estés tan enojada. ¿Eres siempre así de gruñona? —Maddox se burló con una risa áspera. Sí, desde que llegaste a mi vida. Me acerqué y levanté la barbilla para encontrarme con sus ojos. —Escucha, Maddox. —Dije, clavándole un dedo en el pecho —. Esto no es una broma. Tienes un problema conmigo, entonces solo soy yo. No sé lo que quieres, pero no metas a mis abuelos a esta pelea entre nosotros. Maddox se inclinó hacia adelante, hacia mi cara. Su risa se fue, y su rostro era un lienzo en blanco, desprovisto de emociones. El cambio en él fue tan repentino que la confusión nubló mi mente. —¿Por qué siempre piensas lo peor de mí? Me podría haber engañado, pero lo sabía mejor.

Era mi turno de reír; tan falso como era, realmente me divirtió su pregunta. —Probablemente porque solo me has mostrado lo peor de ti. Si hubiera algo bueno en ti, ya lo habría visto. Lástima que sólo te concentras en ser un idiota. Maddox abrió la boca, probablemente para reprenderme, pero ya estaba dándome la vuelta, ignorando cualquier otra cosa que tuviera que decir. Levanté la caja junto a mis pies y comencé a organizar los estantes desordenados. Los días de inventario eran siempre locos y ocupados. Maddox y yo trabajamos en silencio. No intentó volver a hablarme y yo tampoco estaba interesada en mantener una conversación. El silencio era tenso y pesado, como una tormenta inminente que se cierne sobre nuestras cabezas, oscura y nublada. Una hora más tarde, el almacenamiento estaba algo organizado, y todas las cajas, viejas y nuevas, se habían guardado en los estantes designados. Levantando una última caja, mis brazos temblaban bajo el peso, pero todavía la empujé por encima de mi cabeza, alcanzando el estante. Excepto que la caja también pesaba, el estante era demasiado alto y yo era demasiado pequeña para alcanzarlo incluso con el equilibrio sobre los dedos de mis pies. Maldita sea. Maldije en voz baja cuando la caja comenzó a tambalearse en mis manos y un chillido de sorpresa vino de mí cuando pude sentir inclinarse hacia atrás mi cabeza. La caja se iba a caer y no tenía fuerzas para sostenerla. Pero antes de que pudiera deslizarse entre mis dedos, otro par de manos agarró la caja. —La tengo. —Su susurro se arrastró a lo largo de mi cuello—. Puedes soltarla. Lo hice, y empujó la caja al estante con facilidad. Maddox estaba cerca, y no me gustaba. Maddox obviamente no entendía el

significado de espacio personal. Su mera presencia me molestaba, y tenerlo así cerca, me tenía al borde. No estaba segura de por qué, pero todo sobre Maddox simplemente me hacía sentir... irritada. Sin embargo, todavía estaba agradecida de que salvó la caja, así que pronuncié un rápido agradecimiento mientras mis brazos caían a mis costados. Su aliento estaba caliente en mi piel mientras se acercaba más, apenas tocándome. Me deslicé de debajo de sus brazos antes de girarme para mirarlo. Su mirada se movió arriba y abajo de mi cuerpo, y la intensidad ardiente de sus ojos me urgió a cruzar los brazos sobre mi pecho. —Eres pequeña —gruñó. Siseé en voz baja. Insultó mis tetas la primera vez que nos conocimos y ahora tenía que hacerme sentir pequeña. —No lo soy. Mido un metro sesenta y cinco. Dejó escapar una burla. —Mido casi dos metros. Una cabeza más alto que tú. Eres literalmente del tamaño de un bocado. —Eres solo un gigante, no un promedio. Su sonrisa torcida debería haberme advertido de lo que se avecinaba. —Tienes razón. Estoy lejos de ser promedio, Sweet Cheeks. Sí, entré directamente en eso. —¿Quieres verlo por ti misma? —preguntó sin vergüenza. —Mantén la polla en los pantalones y mantén las manos quietas. —le dije prevenida. Pasando junto a él, tomé la escoba y comencé a barrer el trastero. Esperaba que se fuera ahora que habíamos terminado de guardar todo el inventario, pero ese no fue el caso. Se apoyó contra la pared frente a mí, poniéndose cómodo. Maddox sacó una pequeña caja de cigarrillos de su bolsillo.

Mi voz era aguda cuando hablé: —No puedes fumar aquí. Maddox hizo un sonido de burla en el fondo de su garganta mientras giraba la pequeña caja sobre sus dedos y alrededor de su mano. —No faltaré el respeto a tus abuelos de esa manera. Sólo estoy comprobando cuántos me quedan. Casi podía escuchar sus palabras no dichas. Deja de asumir lo peor de mí Lila. Ignorando el pinchazo silencioso, continué con mi barrido. Incluso sin que yo lo mirara, podía sentir su mirada ardiendo en la parte posterior de mi cabeza. Estaba mirando fijamente. Maddox me acechaba con los ojos y no me gustaba cómo podía hacerme sentir... pequeña. —Entonces, ¿no vamos a hablar del elefante en la habitación? —¿Qué elefante? —Gruñí, distraída. —La erección que me diste hace dos días. Oh. Había estado tratando de olvidarme por completo de esa noche, pero él tenía que sacarlo a relucir. Por supuesto, desde que lo dejé estupefacto. No mucha gente tiene la oportunidad de hacer retroceder a Maddox. Le di un poco de su propia medicina, y obviamente no le gustó. Dejé de barrer y levanté la escoba, apoyando el brazo en ella. —Oh eso. ¿Te ayudó la ducha fría? —No fue así. Tuve que usar mi mano. — Si no lo supiera mejor, diría que había una nota de petulancia en su voz. —No necesitaba saber eso. Se encogió de hombros, con bastante indiferencia. —Tú preguntaste, yo respondí. ¿Puedo pedir prestada tu mano la próxima vez? Oh, por el amor de Dios. —Eso va a ser un no, Coulter.

Sus labios se crisparon y casi puse los ojos en blanco. —Eres aburrida, Garcia. —se burló una vez más. —Prefiero ser aburrida que ser tu próxima conquista. Cualquier cosa era mejor que ser su próxima comida. En pocas palabras, Maddox era un león, era bastante fácil ver el parecido. Cuando se le da carne, los leones se abalanzan sin pensarlo dos veces. Devoran su comida, desordenada y salvajemente. Una vez que terminan, escupen los huesos, con el vientre lleno y caminan lejos. Eso es Maddox. Devoraba a cualquiera en su camino, sin preocuparse por las consecuencias, y escupe los huesos una vez que se divierte. Chicos como Maddox juegan contigo, te destrozan, capa por capa, pieza por pieza y luego te dejan... fragmentada y vacía porque te lo quitan todo. Maddox se apartó de la pared y dio un paso hacia mí. —¿Me odias tanto? De hecho, parecía curioso, como si quisiera destrozar mi cerebro para ver por dentro, para ahondar en mis pensamientos. Quería ver más allá de mi muro. Lástima, no era la persona adecuada para atravesarlo. —No se trata de odio. Simplemente no estoy entusiasmada con tu existencia. No se trataba de odio. Eso era demasiado en blanco y negro. No. Los chicos como Maddox ya me han robado bastante... El corazón me dio un vuelco en el pecho y aparté la mirada. Los chicos como él... me arruinaron. Dejando la escoba en su esquina, caminé hacia la puerta sin darle una mirada. —Deberías preguntarle a la abuela qué más quiere que hagas. Voy a tomarme un descanso de diez minutos.

Maddox bloqueó mi salida. —Déjame hacerte cambiar de opinión. Pasa una tarde conmigo. Sus palabras me atravesaron por la conmoción, haciéndome retroceder un paso. ¿Qué? ¿Por qué él…? Maddox realmente no entendía la palabra límite. ¿Cómo fuimos de enemigos a él pidiéndome que pase una tarde con él? Bien jugado, Coulter. Me miró expectante, como si realmente quisiera que yo considerara su oferta. Me burlé con una risa que burbujeó en mi pecho y amenazó con escapar por mi garganta. ¿Era una broma para él? Espera... sabía esa respuesta. —¿Y qué? ¿Me harás masilla en tus manos? —Pregunté con una ceja arqueada. Él sonrió, perdiendo la mirada expectante en su rostro. Volvía a ser un imbécil. —En mis brazos y en mi polla, sí. Me incliné hacia adelante, empujando mi cuerpo contra el suyo. Él nunca ocultó el hecho de que apreciaba la forma en que me veía. Mi cuerpo lo tentaba; estaba consciente de eso. Entonces, dos pueden jugar este juego. —¿Es esta tu forma de invitarme a salir en una cita? —Susurré, mi voz sensual, pero goteando sarcasmo. Si él era lo suficientemente inteligente, lo captaría. Maddox me miró fijamente, con los labios torcidos a un lado. — No tengo citas. Nunca. Mi pasatiempo favorito es tener a las chicas de espaldas o de rodillas para mí. —Tú. Eres. Asqueroso —gruñí. Él se encogió de hombros.

Alejándome de él, levanté la barbilla, tanto para mirarlo como para desafiarlo. No me estaba convenciendo. —Dime algo, ¿tus fanáticas saben lo que piensas de ellas? —La mayoría de ellas lo saben y no les importa. Me están usando de la misma manera que yo las utilizo. Sexo, diversión y popularidad. Tres cosas que quieren y tres cosas que les puedo dar. Están contentas con el arreglo. Las que no, les muestro la puerta. Sencillo. —Entonces, las chicas se ponen calientes y se molestan porque eres un idiota. —Ese es el atractivo, Sweet Cheeks. Abrí la boca, pero luego la cerré de golpe cuando no pude encontrar las palabras apropiadas. Estaba sin palabras. —¡Lila! —La voz del abuelo rompió nuestra batalla silenciosa y me estremecí lejos—. ¿Puedes venir y ayudarme con esto? —¡En camino! —Grité. Traté de empujar a Maddox para pasar, pero él no se movió. Por el contrario, él avanzó, obligándome a dar un paso atrás y alejarme de la puerta. —¿Entonces qué dices? —Gruñó. Un sonido frustrado se derramó de mi garganta. —¿Qué? Siguió avanzando y yo retrocedí un paso, dos… y tres. —Una tarde. Dame una hora de tu tiempo y cambiaré tu opinión. —No me interesa, Coulter. Ni siquiera eres digno de una hora de mi tiempo. —dije, mirándolo a través de mis pestañas. Se deslizó más cerca de mí y me tropecé con la pared. Mierda. —Así que, estás diciendo, si te beso ahora mismo, realmente te beso... de la forma en que deberías ser besada y luego deslizo mis manos en tus bragas, ¿no te encontraré mojada para mí?

¿Muy engreído? Me enfurecí con sus palabras y mis puños se cerraron a mis costados. Acercó su rostro a mí, mirándome a los ojos mientras sus manos aterrizaban a cada lado de mi cabeza. —¡Lila! —El abuelo volvió a gritar, más fuerte esta vez. Sonaba más cerca que antes. Si no me iba ahora mismo, él vendría a buscarme en el almacén, en la habitación e iba a ver a Maddox y a mí ... Oh Dios. —Bésame y me aseguraré de que nunca vuelvas a besar a otra chica. —le advertí. —Reto aceptado. Maddox se inclinó como para besarme, sus labios a solo una pulgada de los míos. Volví la cabeza hacia un lado, y pude sentir su aliento mentolado contra mi mejilla. —Muévete. —Gruñí. —Lila. —suspiró, más cerca de mi oído. Su voz sonaba más profunda, más nerviosa... como si realmente se hubiera imaginado besándome. Mantuve la cabeza de lado, negándome a darle acceso a mi boca. Mis ojos aterrizaron en su antebrazo mientras me mantenía enjaulada contra la pared. Pude sentir el abultamiento entre sus piernas presionando contra mis caderas, y me erizó de ira y disgusto en lugar de excitarme. No sabía por qué, pero esperaba algo mejor de él. Cuando me pidió pasar una tarde conmigo, luciendo inflexible ... por un breve momento, casi creí que hablaba en serio acerca de cambiar de opinión. Los músculos de su antebrazo, donde se había arremangado, se tensaron, y me golpeé, sin pensar mucho en ello. Enseñé los dientes y apreté su brazo, mordiendo. Maddox dejó escapar un siseo de sorpresa y yo levanté mi mirada hacia la suya. Él se apartó, solo un poco para mirarme.

Agarré su extendido brazo y mordí con más fuerza cuando no hizo un movimiento para alejarse. Él se congeló por un segundo, pero luego se quedó quieto. Seguí presionando, donde mis dientes estaban apretados contra su carne. Ni siquiera se inmutó. No, hizo lo contrario. Lentamente, sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa. Sus ojos brillaban con diversión, e inclinó la cabeza hacia un lado, esperando... y el bastardo parecía no estar molesto por mi acción. Con un bufido de rabia, solté su brazo y me aparté de él. El señor-dolor-en-mi-culo miró la marca de la mordedura y luego sonrió de forma lenta y perezosa. —Siempre supe que te gustaba lo duro... pero nunca hubiera adivinado que te gustaba morder. Conteniendo un gruñido frustrado, lo empujé lo suficientemente fuerte como para que retrocediera un paso. Metí mi dedo medio en su estúpida y sonriente cara antes de alejarme pisando fuerte. Sus risas divertidas me siguieron incluso cuando lo dejé atrás en el trastero. No lo mates. Eso es asesinato. No. Lo. Mates.

CAPÍTULO ONCE Lila Más tarde ese día, Riley y yo estábamos acostadas en mi cama, revisando su tarea de cálculo avanzado. Riley había planeado especializarse en negocios y después ir a la escuela de leyes, esas eran las expectativas de sus padres, que no sería difícil para ella, ya que amaba la ley y la política. Sin embargo, su debilidad eran las matemáticas. Absolutamente todo lo que tenía que hacer con matemáticas. Era una mierda para ella, ya que si tenía que especializarse en negocios, tenía que aprobar sus cursos de cálculo con gran éxito. Entra en mí: su mejor amiga, su tutora y una genio en matemáticas. Su suerte. —No entiendo una mierda. —se quejó, dejándose caer de espaldas. Riley cerró sus ojos y echó un brazo sobre su rostro, escondiéndose de mí. Le di un suave empujón con los dedos de los pies. — Intentemos la pregunta una vez más. —Esta es la tercera vez. Soy un caso perdido. No hay forma de que consiga entrar a Harvard si repruebo Cálculo. Ella estaba exagerando. Riley no estaba reprobando Cálculo de ninguna manera. Ella estaba actualmente a mediados de los ochenta, ya que se había estado rompiendo el culo día y noche para practicar todas sus ecuaciones y resolver problemas matemáticos adicionales. Riley Jenson se dedicaba a encontrar defectos. —La práctica hace al maestro, ¿verdad? —Engatusé, gentilmente. —Una vez más, nena.

Bajó un poco el brazo y me miró. —¿Entonces podemos mirar Riverdale? —Un episodio. —Acepté de mala gana. —¿Ver toda la temporada de una sola vez? —Riley me dio los ojos de cachorro, los que había dominado, que casi me convencieron. Le pellizqué la espinilla. —Ahora estás presionando, señorita. Ella siseó, apartando los pies y su labio inferior hizo un puchero. —Volvamos a la pregunta. Riley asintió y se sentó, concentrándose en su cuaderno. Le expliqué los pasos de nuevo, asintió con la cabeza y lo intentó una vez más. Veinte minutos después, soltó un grito de victoria. —¡Lo hice! Si ella lo hizo. Justo como sabía que lo haría. La felicidad en su rostro era contagiosa y me encontré riendo con ella cuando hizo medio twerk en mi cama. Pasamos las siguientes dos horas trabajando en nuestra tarea. Una vez que terminamos y guardamos todas nuestras cosas, bajé a buscar bocadillos mientras Riley cargó Riverdale en Netflix. Ella quería ver un atracón mientras yo me conformaba con sólo dos episodios. Seguro que iba a ser una batalla. A mitad del primer episodio, Riley comenzó a ponerse más nerviosa. Ella me miraba furtivamente, y me di cuenta de la forma en que prácticamente estaba haciendo un agujero a través de su blusa. Conocía a Riley el tiempo suficiente para saber que esto era un signo de nerviosismo y no tenía nada que ver con Riverdale. Esperé a que ella hablara en lugar de presionarla para obtener información. Si algo andaba mal, ella me lo diría por su cuenta sin que yo tuviera que obligarla a decirlo. Era un entendimiento

silencioso entre nosotras. Riley nunca me ha presionado sobre mi pasado. Le dije partes y piezas, y las aceptó sin exigir más. Hice lo mismo. Ella solo me dio lo que quería; establecimos este entendimiento temprano en nuestra amistad. Su silencio no duró más de quince minutos. —Tengo que confesar algo. Detuve el episodio y la enfrenté. Ambas estábamos sentadas con las piernas cruzadas en la cama. —¿Qué es? Riley tragó saliva y se mordió el labio, frunció el ceño en nerviosismo. Su cuerpo estaba tenso, y no me gustó la terrible mirada en su rostro. Se lamió los labios, respiró hondo y comenzó. —El viernes, después que Maddox te apartó y Colton me agarró... ¿La noche de la Casa Embrujada? Confundida, asentí y esperé a que continuará. —¿Sí? —Me arrastró detrás del contenedor de basura… —Riley se calló, sus ojos muy abiertos y vidriosos. —Sí. Me dijiste. Malditos idiotas. Ambos. Si pudiera, los reportaría... Riley negó con la cabeza y me interrumpió bruscamente. —No, escucha. No te dije todo lo que pasó. Y luego ella... se sonrojó. Desvió la mirada por un segundo, y se fue de nuevo a hacer agujeros en su camisa. —¿Riley...? —Le pregunté lentamente. Dejó escapar un suspiro fuerte y frustrado. Sus mejillas estaban teñidas de rosa, pero no era una mirada culpable en sus ojos. —Lo arruiné. No sé cómo pasó, pero simplemente... sucedió. Un minuto, le estaba gritando e incluso le di un puñetazo; se reía como un loco estúpido y luego me tiró cerca y... simplemente sucedió. No pensé. No estaba pensando.

Estaba balbuceando, hablando demasiado rápido, pero entendí la esencia. Por su bien, oculté cuidadosamente mi sorpresa. Pero… ¡oh mi puta MIERDA! —Riley, ¿tú... quiero decir, ustedes dos...? —¡No! No tuvimos sexo —farfulló y se sonrojó aún más—. Nos besamos. Oh Dios, no puedo creer que esté diciendo esto. Pero me atrajo hacia él y simplemente golpeó sus labios contra los míos. Creo que fue la adrenalina. Estaba tan asustada, y luego estaba emocionada, mi corazón latía tan rápido, me sentí mareada y luego le devolví el beso. No te asustes, Lila. No te asustes. —¿Qué pasó? —pregunté con calma, a pesar de que estaba todo menos tranquila. —Colton tiró de nosotros hacia abajo, para que pudiera sentarme en su regazo. Y solo... um, nos besamos. —¿Y? Riley enterró su rostro entre sus manos, dejando escapar un grito ahogado. —Soy horrible. Jasper tenía razón. Soy una puta. —¿Qué? ¡Riley! —Me acerqué a ella y aparté sus manos de su rostro, para que no tuviera más remedio que mirarme—. ¡No digas eso! —Nos besamos. No sé cuándo pasó, pero me desabotonó los jeans y metió la mano dentro y… me tocó, y se sintió bien, Lila. Sé que esto suena estúpido, pero se sintió realmente bien. Fue una locura y todo sucedió tan rápido. Ella se interrumpió, mirándome como si pudiera salvarla de lo que sea que fuera que estaba pasando por su cabeza. Mi pobre Riley. Me quedé en shock, sin palabras, así que sólo podía acariciar su brazo. —Me corrí. —murmuró demasiado rápido para que yo la entendiera.

—¿Tu qué? —¡Me corrí! Solo me estaba tocando y... tuve un orgasmo en su regazo mientras estábamos sentados junto a un maldito basurero maloliente y repugnante. Mi mandíbula se aflojó y la miré. Riley dejó escapar un grito, luciendo tan en conflicto y con el corazón roto. —¡Ni siquiera me agrada! Dios, me gusta Grayson y dejé que Colton me toque así y soy horrible. Como dijo Jasper. Salí de mi sorpresa por sus palabras y la agarré por los hombros sacudiéndola. —Riley, no lo eres. Para. Le tembló la barbilla y se mordió el labio con dureza. Ella estaba tan roja ahora, sus mejillas, las orejas y el cuello estaban todos enrojecidos. —Colton es el primer chico... quiero decir después de Jasper. No he estado con nadie más. Ni siquiera he besado a nadie desde Jasper. No pude soportarlo y luego con Colton, simplemente sucedió. —Oh cariño. Ven aquí. —La abracé con fuerza y ella sollozó con hipo. Ahora que finalmente había confesado lo que la estaba consumiendo por dentro, sus emociones encontradas se habían desbordado y no había forma de detenerlas. —Probablemente piense que soy una estúpida y una puta. —Cállate. —Pasé una mano por su espalda, consolando a Riley de la única manera que sabía. Apestaba en consolar a la gente, pero esperaba que mi presencia fuera suficiente para ella. —Va a difundir rumores como lo hizo Jasper. Tengo tanto miedo de ir a la escuela mañana. ¿Qué pasa si entro y todos me miran como... antes... cuando Jasper... los susurros, las risitas, las risas a mis espaldas? Presioné una mano firme en su espalda. —No todos los chicos son como Jasper, cariño. —Lo sé…

—Está bien. Levantó la cara y se apartó de mis brazos. —Él me abrazó. —¿Colton? —Eso fue... impactante. —Sí. Después, de mi... um, orgasmo. Creo que estaba en shock. Y lloré. No estaba llorando, pero quiero decir, había lágrimas. Se dio cuenta y rompió el beso. Luego, simplemente me abrazó. No hablamos. Fue entonces cuando nos encontró. Te escuché gritar mi nombre y nos separamos. Oh, vaya. —Se disculpó. —confesó Riley gentilmente—. Antes de irme, susurró que lo sentía. No supe qué decir. Colton y Maddox fueron cortados de la misma tela. Ambos eran cabrones y ambos eran unos idiotas. Era casi imposible imaginar a Colton haciendo algo tan dulce como abrazar y disculparse con Riley. —No todos los chicos son Jasper. —dije de nuevo. Ella asintió con la cabeza, sus ojos vidriosos por las lágrimas no derramadas. Riley siempre era tan alegre, tan llena de vida. La mirada conflictiva en su rostro destrozaba mi corazón. —¿Eso me hace una mala persona? No me agrada. Quiero a Grayson. —No, no te convierte en una mala persona. Como dijiste, fue la adrenalina y el impulso del momento. Sucede, y nadie tiene derecho a juzgarte. Si Colton te abrazó y se disculpó, entonces no creo va a difundir rumores sobre ti. Supongo que él no es así. Mientras decía las palabras, me di cuenta de algo impactante. Maddox y sus amigos eran un gran paquete de idiotas. Ellos eran unos idiotas, jugaban constantemente con los corazones de las chicas y todo lo que les importaba era sexo, sexo y más sexo. Pero nunca los había visto difundir una estupidez o rumores sobre otros estudiantes. Claro, eran irritantes, pero nunca habían hecho

cualquier cosa para arruinar la reputación de alguien. No como Jasper lo había hecho con Riley. Supongo... eso era algo bueno de Maddox y sus amigos.

El lunes por la mañana, el miedo de Riley se calmó cuando pasamos las puertas de Berkshire, y todo era normal, como cualquier otro día. Parecía que Colton no había difundido ningún rumor, y me di cuenta de que Riley finalmente pudo respirar mejor. Ella estaba de vuelta a su yo sonriente en dos segundos. Fuimos a nuestras respectivas clases, y el día continuó sin ningún drama. Excepto... con Maddox siendo una presencia constante en mi vida, solo tenía tres horas de paz y tranquilidad hasta la hora del almuerzo. Los pasillos estaban vacíos cuando salí de la oficina de la Señora Callaway, mi Profesora de química. Nuestra reunión duró más de lo esperado y todos ya estaban en la cafetería, ya que estaba a la mitad del almuerzo. Me dirigí a mi casillero para depositar mis libros de texto, solo para detenerme en seco cuando me di cuenta de quién estaba parado allí. Maddox se apoyó en mi casillero, luciendo como si fuera el dueño. Él estaba en todos los lugares a los que iba, en todos los lugares a los que quería ir, él estaba allí. Una espina constante en mi culo. Estaba empezando a creer que no podía escapar de Maddox Coulter una vez que te hacía jaque mate. Y eso fue exactamente lo que me hizo. Me puso en su radar, y luego jaque mate, me convertí en su premio involuntario. No importa cómo luché y empujé hacia atrás, él estaba allí, tirando de mí con la misma fuerza y empujando

hacia atrás más fuerte. Era un ciclo interminable, y estaba empezando a ponerse agotador. Dejando escapar un suspiro, caminé hacia adelante. A medida que me acercaba, noté que tenía un palillo de dientes entre sus labios, sus sucios mechones rubios estaban arrugados y abajo, en lugar del moño de hombre, y le faltaba el abrigo de Berkshire. Su camisa blanca estaba desabrochada y su corbata colgaba holgada alrededor de su cuello. Parecía un lienzo imperfecto, defectuoso y salvaje. Pero como toda obra de arte, no podías apartar los ojos de él. Era la primera vez que lo veía así. Su apariencia piadosa había sido reemplazada por algo imperfecto y... humano. —¿Qué quieres? —Pregunté, deteniéndome junto a él. Mordió su palillo, pensativo. —Me lastimaste. simplemente, como si estuviera anunciando el tiempo.

—dijo,

—¿Cuándo? ¿Cómo? Oh cierto, probablemente en tu pesadilla. —puse el código a mi casillero, lo abrí y cerré mis libros de texto dentro. Finalmente me miró, sus labios se torcieron y sus ojos se iluminaron con travesura. —Entonces, ¿estás de acuerdo, que eres un dolor en mi trasero? Yo, ¿un dolor en el trasero? Esta era la broma del siglo. —No soy rosas, Maddox. Si vas a hacerme la vida difícil, voy a ser la espina que te pincha. No esperes que sea toda sonrisas, corazones y ojos saltones. No soy esa chica. Mantuvo el palillo en la esquina de su boca mientras hablaba. —Sé que no lo eres. Cuando no respondí, lentamente subió las mangas de su camisa blanca hasta su codo. El mismo brazo que mordí ayer. Empujó su brazo en mi cara y una enorme marca roja de mordedura me devolvió la mirada.

Mis ojos se abrieron ante la marca de aspecto enojado. Agarré su antebrazo por una inspección más cercana. Eso no pudo ser de cuando... lo mordí, ¿verdad? —Me lastimaste —dijo de nuevo. Lo hice. —Míralo. Duele mucho; me ha dolido el brazo todo el tiempo. Mi mirada voló hacia la suya, y habría pensado que hablaba en serio si no notará el brillo en sus ojos. —No recuerdo morder tan fuerte, y fue ayer por la mañana. Han pasado veinticuatro horas completas. Es imposible que la marca de la mordida todavía se vea así, excepto si... Dejé que mis palabras se desvanecieran y lo miré con los ojos entrecerrados, ahora sospechoso. —¿Crees que me mordí? Maldita sea, Garcia, eres realmente cruel. ¿Por qué me causaría tanto dolor a mí mismo cuando tú lo haces? Empujó su brazo en mi cara de nuevo. —Ahora bésalo mejor —Maddox preguntó—. O le diré al director que me mordiste. Dulce Jesús, realmente era imposible. —Adelante —siseé en voz baja—. ¡Le diré cómo has estado acosándome! Maddox tuvo la audacia de parecer inocente. Dejó escapar un jadeo fingido antes que su labio inferior sobresaliera en un pequeño puchero. —¿Yo? Tú eres la que se pone física conmigo, Sweet Cheeks. Cada. Maldita. Vez. Si no lo supiera mejor, diría que estás tratando de que te toque. Mi estómago se hundió y mi frustración burbujeó hasta el punto en que pensé que haría algo peor que morderlo. Eso es. No puedo lidiar con él más.

Levanté las manos en señal de derrota. Se necesitó todo en mí para aceptarlo, pero ya estaba hecho. —¿Sabes qué? Tregua. Estamos uno contra el otro. Detengámonos aquí. Maddox me miró por un segundo más. Su mirada se clavó en la mía, quemó a través de mis paredes y se obligó a asomarse a mi alma. Me apreté y encontré su mirada con una mirada dura. Levantó un hombro, un encogimiento de hombros perezoso. — Bien. Tregua. Pero necesitas besarme primero. ¿Está jodidamente hablando en serio? Entonces, ¿este era su juego? Realmente quería mis labios sobre él, de alguna manera. Imbécil. Pero bien, jugaría. —Bien. Te besaré antes de que te vayas a correr de vuelta a tu mami llorando. Acerqué su brazo y lentamente incliné mi cabeza hacia la marca de la mordedura. Se veía fea y dolorosa. Por un breve momento, me sentí mal y culpable, me mordisqueó antes de apartarlo. Antes de que mis labios pudieran tocarlo, Maddox se apiñó en mi espacio. Respiré hondo cuando su brazo se enroscó alrededor de mi cintura y él me atrajo hacia él. Nuestros cuerpos chocaron entre sí suavemente y el tiempo se llegó a detener. Tic... Tac… Su calor se filtró a través de su ropa y la mía, y pude sentir el rubor en mi piel. Mi corazón dio un vuelco y pude sentir el latido de su propio corazón contra mi pecho. Algo pulsó entre nosotros, electrizante y poderoso... un breve momento en el tiempo... algo que duró sólo un nanosegundo. Su otra mano se levantó y sus dedos se deslizaron detrás de mi cabeza, curvándose alrededor de mi nuca. Mi cerebro me gritó, enojado y confundido. Su aliento se deslizó sobre mi boca; parpadeé y sus labios se estrellaron contra los míos.

Jadeé en sus labios hambrientos. Mis manos aterrizaron en su pecho e intenté empujarlo hacia atrás, pero él agarró la parte de atrás de mi cuello mientras profundizaba el beso. Con su brazo todavía cerrado firmemente alrededor de mi cintura, nos hizo girar alrededor, y mi espalda se estrelló contra el casillero. Mi corazón se hundió en mi estómago cuando empujó contra mí, y me levantó, solo permitiendo que mis dedos de los pies tocarán el suelo. No sabía si debería devolverle el beso... alejarlo... Mi mente se quedó en blanco cuando lamió las comisuras de mis labios. Su pecho rugió con un pequeño gemido cuando sus dientes rozaron mi labio inferior antes de que me mordiera. Siseé en su boca, a pesar de que estaba temblando en sus brazos. El suave mordisco me dolió y pude sentir la sangre corriendo por mis oídos. Lentamente, apartó la boca. Su sabor, menta y tabaco era pesado en mis labios hinchados. —Ahora estamos a mano. Tregua, nena. —Susurró en mi oído, su voz más profunda y más oscura. Mi aliento se atascó en mi garganta cuando él se desenredó de mi cuerpo, y me dejé caer contra el casillero. No podía... respirar. La conmoción y la rabia me recorrían en un mar de emociones mezcladas, demasiado profundo mientras las mareas eran demasiado violentas, me estaba ahogando en el océano sin fondo. Maddox me miró, y perezosamente se pasó la lengua por los labios rojos e hinchados como si quisiera saborear el resto de nuestro beso. —Sabes más dulce de lo que pensé. Sus labios se crisparon, con el fantasma de una sonrisa, se pavoneó hacia atrás y se alejó de mí. Dejé escapar un grito ahogado... finalmente pude respirar. Inhalé bruscamente, respirando desesperadamente mientras él me guiñaba un ojo, y luego dobló la esquina fuera de mi vista. Mi mano se deslizó lentamente hasta mi pecho, y la dejé allí, sobre mi corazón que latía rápidamente.

Sus labios sabían a... pecado. Y me odié por reaccionar de la forma en que lo hice a su beso.

CAPÍTULO DOCE Lila Entré por la puerta de la casa de mis abuelos y tropecé con el sofá. La abuela se apoyó contra la puerta de la cocina, había escuchado la puerta abrirse. Ella me miró de cerca. —¿Qué pasa con esa cara, cariño? —Nada. —refunfuñé, frotando una mano sobre mi cara. —Ese suspiro me dice que definitivamente es algo. —Se sentó en el sofá de enfrente, esperando mi respuesta. Sabía que no iba a descansar hasta que le dijera lo que en realidad me estaba molestando—. ¿Alguien te está molestando? ¿Alguien? Sí, tu preciado ayudante alias Maddox, mi enemigo. Gemí derrotada. —Hay alguien... Ella me dio una mirada de complicidad. —Un chico. —Sí, un chico. —¿Que Chico? —El abuelo bajó las escaleras y se sentó a mi lado con el ceño fruncido. Era un poco sobreprotector. El último novio que tuve fue hace dos años. Salimos durante unos cuatro meses antes de que perdiera mi virginidad en la parte trasera de la camioneta de su padre, en la oscuridad. La próxima vez que nos besamos, notó mi cicatriz y la expresión de disgusto en su rostro aún quema en mi memoria. Leo rompió conmigo al día siguiente. Cuando Pops7 se enteró, sin ninguno de los desagradables detalles sexuales, perdió la cabeza. Desde entonces, había sido cautelosa con los chicos que se acercaban.

—Es alguien de la escuela. —Admití finalmente, dejando el nombre de Maddox fuera, ya que ambos pensaban muy bien de él y le rompería el corazón a mi abuela si alguna vez descubría quién era el verdadero Maddox. De acuerdo, sí, fue el ayudante perfecto el domingo, y realmente trabajó duro, así que no podía arruinar su imagen solo porque era un idiota conmigo en la escuela. ¿Verdad? —¿Está siendo grosero contigo? ¿Necesito presentar una queja al director? Molly, ¿dónde está mi rifle? Se puso de pie, con la espalda recta y la mandíbula dura como el granito. —Mi dulce abuelo, incluso en su vejez, era feroz. Lo agarré del brazo y lo tiré de nuevo al sofá. —No, no. Es solo... un poco molesto. —¿Un matón? —Preguntó el abuelo. Su intensa mirada quemó agujeros en un lado de mi cara. Esta era su mirada-si-me-mientesyo-lo-descubriré. —No exactamente. No dejaré que me intimide. Se podría decir que yo también he sido un dolor de cabeza. Teñí su cabello de rosa. La abuela rio disimuladamente. —¿Sabías que así es como empezó nuestra historia de amor? —¿Teñiste el cabello de Pops de rosa? —Jadeé, mi mandíbula se aflojó. —No exactamente. Fue durante el campamento de verano. Tu abuelo era un amor, pero sus amigos eran molestos. Verás, no quise teñirle el pelo. Estaba destinado a su otro amigo que me pegó chicle en el pelo. —Ella tuvo que cortarse sus hermosos mechones. —La expresión de tristeza en su rostro mientras miraba a la abuela, como si recordara ese día con mucha claridad, hizo que mi corazón romántico cantara —Sí. Pero Sven fue a la ducha primero y... salió con el pelo blanco.

—Jack Frost. —Murmuró Pops en voz baja. —Un guapo Jack Frost. La abuela levantó la barbilla, un brillo en sus bonitos ojos marrones—. Así empezó nuestra historia de amor. Nos odiamos hasta que me besó al final del verano. Nos separamos, pero él me siguió. Dijo que se casaría conmigo y que me conquistaría. Él lo hizo. Ya estaba negando con la cabeza antes de que pudiera terminar su oración. ¿Historia de amor? ¿Maddox y yo? Decir ah. Me abstuve de dejar escapar una risa burlona. —Oh no. No hay historia de amor entre nosotros. Él es mi…. ¿Mi qué? ¿Mi némesis que me besó? Confundida, no pude encontrar la palabra adecuada para describirlo. La definición de nuestra relación era ...complicada. Era un idiota, pero no era exactamente un matón, ya que yo me defendí con la misma fuerza. Claro, él era mi enemigo, pero también me besó, y mi corazón traicionero había hecho algo extraño en mi pecho. Ambos estábamos apasionados por nuestra guerra en curso, pero no era odio. Pops me dio unas palmaditas en la rodilla, siempre a mi lado, siempre tan alentador. —Si te está haciendo la vida difícil, hazlo miserable. No seas tímida. Haz que doble la rodilla. —dijo con fiereza. Tragué más allá del nudo en mi garganta, negándome a admitir que Maddox y yo teníamos algo más que una guerra entre nosotros. Era un campo de batalla entre nosotros. Volviéndome hacia Pops, le di una tierna sonrisa. —¿Has estado viendo Game of Thrones otra vez? —Es interesante. —Le dio a su esposa una mirada de reojo, sus labios se crisparon con una media sonrisa. Había algo en su mirada, y cuando la abuela se sonrojó bajo su mirada evaluadora, mis propios ojos se abrieron y luché contra una mordaza. Oh, mierda, no quería saberlo.

—Bien. Necesito ducharme, luego ayudaré con la cena. —Me levanté para besar a la abuela en la mejilla y a Pops en su cabeza calva. Ambos se rieron entre dientes mientras me alejaba.

A la mañana siguiente, caminé por los pasillos de Berkshire. Pasó una hora entera antes de que sonara la campana, para indicar el inicio de la jornada escolar. No había ningún estudiante que vagará por las salas de la escuela. Berkshire estaba participando en un experimento científico, y si ganábamos las Regionales, estaríamos representando a nuestro estado. Hoy era nuestro primer encuentro. Yo, por supuesto, me uní. La ciencia era mi droga, simple y llanamente. Estaba marchando por los pasillos cuando algo me llamó la atención y me detuvo. No algo: alguien. A través de la ventana, vi a Maddox sentado afuera en un banco. Ni siquiera pensé que se levantaría tan temprano ya que hoy no tenían práctica de fútbol. ¿Por qué estaba Maddox aquí? Contemplaba el campo vacío; sus codos se posaban en sus muslos mientras fumaba su barra de cáncer. Empezaba a hacer frío en Manhattan y ahora necesitábamos un suéter o una chaqueta más gruesa antes de salir. Maddox solo vestía su uniforme de Berkshire, como si el frío no lo molestara, como si se hubiera vuelto inmune o insensible a él. Pero eso no fue lo que me hizo detenerme y mirar. No, estaba solo. Nunca estaba solo; siempre estaba rodeado de sus fanáticas o de sus amigos, o me estaba molestando. Puse una mano sobre la ventana mientras lo estudiaba desde lejos. No había ninguna razón para que me doliera el corazón, pero

lo hizo. Algo se apretó en mi pecho, como un puño apretando mi corazón. Sentado en el banco, en el frío, con un cigarrillo entre los labios, parecía un dios triste y solitario. Maddox se puso de pie, su cabello largo cayendo sobre su rostro, ocultándolo de mi vista. Tomó una última inhalación antes de dejar caer el cigarrillo al suelo y pisarlo. Sus manos se enroscaron alrededor de la parte posterior de su cuello y miró al cielo. Sus mechones rubios se apartaron de su rostro cuando una ráfaga de viento pasó junto a él. Con los ojos cerrados, se volvió hacia mí y... La expresión de agonía en su rostro me hizo respirar con dificultad. Su dolor era intenso y se mostraba a la vista de todos, pero nadie miraba a Maddox excepto yo. Parecía un hermoso lienzo desgarrado mientras el dolor lo atravesaba. Por primera vez desde que conocí a Maddox, sentí algo más que molestia. Realmente no debería haberme importado. Me convencí de que no, de que solo me sentía mal por él porque tenía la costumbre de tender la mano a los vagabundos. Pero Maddox no era un animal callejero o herido. Él no era mío para calmarlo. Pero aun así... ¿Por qué siempre piensas lo peor de mí? Por primera vez, decidí no ser una perra criticona y me pregunté cuál era su historia. Ves, ese es tu problema. Asumes demasiadas cosas. Asumí muchas cosas, pero eso fue solo porque Maddox solo me había mostrado un lado de él: el lado idiota.

¿Este lado de él? El dolorido, roto, le hablaba a la parte interior de mí, a mi pequeño corazón enjaulado. Porque recordaba de mirarme en el espejo, mi propio reflejo mirándome fijamente, con la misma expresión en el rostro de Maddox. Rota. Perdida. Solitaria. Asustada. Sus ojos se abrieron y mis labios se separaron con un jadeo silencioso cuando nuestras miradas se encontraron. No podía verme… ¿verdad? Pero, oh, lo hacía. Me miraba, en silencio, como yo lo había hecho. Algo tácito se cruzó entre nosotros, algo... personal. Levantó la barbilla en reconocimiento silencioso antes de alejarse, desapareciendo de mi vista. El gran peso de mi pecho no se apartó. Mi corazón se partió por un chico que probablemente pronto se olvidaría de mí. Apreté los puños. No debería importarme. No me importaba.

CAPÍTULO TRECE Lila —No sabía que eras una acosadora, Sweet Cheeks. —Su susurro se arrastró a lo largo de mi cuello, haciéndome temblar. No lo escuché acercarse a mí. Estaba demasiado perdida en mis pensamientos; Ni siquiera lo había sentido acercarse. Fue después de la escuela; la campana acababa de sonar y todos los estudiantes estaban saliendo. Balanceé mi bolso sobre mi hombro, cerré el casillero y me volví hacia él. —No estaba acechando, Poodle. —¿Poo-qué-mierda-dle? —Preguntó, confundido. Ni siquiera sabía por qué dije eso. Tal vez porque me tomó con la guardia baja, o fue el hecho de que insistió en llamarme Sweet Cheeks, y yo necesitaba tomar represalias. O tal vez fue porque necesitaba sentirme en control de nuevo después de lo que vi esta mañana. Cerré mi corazón con barricadas, sintiendo la frialdad filtrarse a través de mí. Pero una cosa era cierta. Maddox era definitivamente un Poodle. Levantó una ceja y lo miré fijamente, viendo cómo se daba cuenta. Levantó la mano y se tocó el pelo rizado. —¿Poodle? ¿En serio, Garcia? —Poodle. —dije de nuevo. Sus fosas nasales se ensancharon con una breve molestia antes de voltear la mesa hacia mí. —Entonces, ¿el acecho es tu nuevo pasatiempo?

Apretando mi bolso con más fuerza, repetí: —No estaba acechando. —Te atrapé con las manos en la masa. —Dijo Maddox con voz ronca. —¿Cuál es tu problema, Coulter? Lo que realmente quería preguntar era... qué... ¿quién te lastimó? Ladeó la cabeza, examinándome. —Tú. —¿Eh? —Eres mi problema, Sweet Cheeks. — Maddox se acercó—. Ese beso... —No volverá a suceder. —Terminé por él—. Ése fue tu única prueba de mí, Coulter. Primero y último. Memorízalo y tatúa ese beso en tu cerebro porque es el único que obtendrás. —Duro. —murmuró—. Me gustas cuando eres un escupitajo, como un pequeño dragón molesto. Levanté la barbilla y lo miré con los ojos entrecerrados. —Me gustarías más si fueras más amable, —¿Amable? —Dejó escapar una risa estruendosa que hizo que otros estudiantes se giraran y se centraran en nosotros—. Si estás buscando al príncipe azul, besaste a la rana equivocada. Maddox Coulter no era ni el príncipe azul ni el… villano. Él era otra cosa y no sabía dónde ubicarlo exactamente. —No te besé. Me besaste. —Misma mierda. —Se pasó los dedos por el pelo, apartando los rebeldes mechones de los ojos. —Vamos en círculos, Coulter. —Lo empujé, asegurándome de que no nos tocáramos—. Que tengas un buen día.

Su mano salió serpenteando y agarró mi muñeca, tirando de mí hacia su pecho. Su corazón latía con fuerza contra mi espalda y me quedé quieta. El pasillo lleno de gente se desvaneció cuando su voz se redujo a un mero susurro, hablando solo para que yo lo escuchara. —La próxima vez, asegúrate de no mirarme con una expresión tan desgarradora. Cualquiera hubiera pensado que te importaba, excepto que no soy tonto. Se refería a su mañana, cuando me sorprendió mirándolo por la ventana. Oh Dios. Su voz profunda rodó por mi espalda. —No te enamores de mí, Lila. Te romperé. ¿Muy engreído? ¿Por qué pensaría que me enamoraría de él de todas las otras opciones que tenía? Maddox era la última persona que quería en mi corazón. —Enamorarme de ti es lo último que quiero. Ten la seguridad, incluso si fueras el último hombre en la tierra, no te follaría ni te amaría; eres demasiado feo para mí. —¿Mi corazón o yo? —Ambos. —suspiré. Mentiras. Soltó mi muñeca y pude sentir la quemadura en mi piel, donde acababa de estar su toque. Su aliento se deslizó junto a mi oreja. — Bien. Di un paso lejos de él. Me siguió, para mi irritación. —Una última cosa. Si no puedo besar tus labios, ¿puedo besar tu coño en su lugar? ¿Mi qué? ¡Cabrón!

La ira se enroscó dentro de mí, y me di la vuelta, mirándolo. — ¿Tus padres no te enseñaron modales? —Escupí con los dientes apretados. Maddox perdió instantáneamente la mirada burlona y su rostro se endureció hasta convertirse en granito. El cambio en él fue tan rápido y confuso; sentí como si me hubieran dejado caer en la madriguera del conejo. —No. Ellos no lo hicieron. Nunca les importé lo suficiente como para enseñarme nada. —dijo simplemente, con los ojos vacíos. Abrí la boca aunque no supe cómo responder. Mi cerebro tartamudeó por un momento en estado de shock cuando mi corazón cayó hasta la boca de mi estómago. Maddox no esperó, pasó junto a mí y lo perdí entre la multitud antes de que pudiera llamarlo... ¿para disculparme? ¿Por qué? No lo sabía. Mierda. Mierda. El shock y la confusión me recorrieron y, por primera vez, me di cuenta de que realmente no conocía a Maddox. ¿Cuál es tu historia, Maddox Coulter? ¿Quién eres?

—Mesa ocho. —dijo Kelly, entregándome una bandeja de comida caliente. Asentí con la cabeza, saliendo de la cocina y dirigiéndome directamente a la mesa que me dijo. Me quemaban las plantas de los pies y los tacones altos no ayudaban. El restaurante en el que trabajaba era agradable, el ambiente era bonito y acogedor, y debido a que éramos el único restaurante Grill and Bar en millas, este lugar podía volverse agitado. Sin embargo, no se me permitía trabajar en el bar, ya que todavía era menor de edad. Me contrataron hace dos meses y solo servía mesas. Las propinas eran lo suficientemente buenas para

mantenerme aquí, aunque el trabajo era agotador, y algunas noches podía sentir el cansancio en mis huesos. Maldije en voz baja cuando otro cliente trató de llamar mi atención, agitando su brazo con irritación. Era una noche muy ocupada, debía estar más ocupada que los últimos días, y nos faltaron dos meseros. Ambos se habían reportado enfermos en el último minuto. —Ya voy. —Le dije. Serví su cena en la mesa ocho, con una sonrisa tensa en mi rostro. —Avísame si necesitas algo más. Disfruta. —Dije alegremente. Era falso, me sentía todo menos alegre. Volví al hombre que estaba saludando, sacando mi pequeña libreta del bolsillo de mi delantal. Cuando me acerqué a su mesa, noté que ya había pedido y comido su comida. Los platos estaban vacíos frente a él. Ah, entonces necesitaba la factura. Le entregué a la mesa cinco su cuenta y me dirigí a la mesa de al lado. La prisa llegó y se fue. Horas más tarde, estaba muerta de pie y deseando estar en mi cama. Kelly, mi compañera de trabajo, que también se estaba rompiendo el culo, me lanzó una mirada agotadora cuando pasó a mi lado. —Mesa once. ¿Puedes agarrarla por mí? necesito el baño. Asentí. —Lo haré. Enderecé mi delantal, le di un último bocado a mi sándwich, me limpié las comisuras de la boca y me dirigí a la mesa de espera. Vi que ya le habían servido. —Hola, ¿te gustaría algo más? — Mi sonrisa se congeló en mi rostro y contuve un grito ahogado. ¿Estás bromeando? El Señor Hablador, o la espina en mi trasero, también conocido como Maddox, me sonrió, una mirada casi infantil en su rostro y una picardía decadente en su mirada. Lo segundo que noté fue que su

pelo de Poodle se había ido. Mierda, ¿lo cortó? El largo y desgreñado cabello rubio sucio de Maddox había sido cortado. No más tonterías de hombres, no más fanfarronería de surfistas. ¿Lo cortó porque lo llamé Poodle? No pensé que estuviera tan ofendido, pero supuse que lastimó su ego —Sí. A ti. —Dijo Maddox. Me recuperé de mi conmoción, levanté la mandíbula del suelo y cerré la boca de golpe. —¿Disculpa? —Pregunté con rigidez, todavía tambaleándome por la incredulidad. Echó la silla hacia atrás, extendió las piernas frente a él y cruzó los brazos sobre su ancho pecho. —Me preguntaste si quería algo más, te di mi respuesta. A ti. —Sus dientes rozaron sus labios inferiores y me miró de arriba abajo con mi traje de camarera—. Me preguntaba si tu coño también sabe a cereza. Oh, por el amor de Dios. —Maddox. —Siseé. —Lila. —Mi nombre salió de su lengua, como si lo estuviera probando. —¿Qué estás haciendo? Este es mi lugar de trabajo. Arqueó una ceja. —Estoy aquí por la comida. Lo apruebo, por cierto. Cinco estrellas por la comida, cinco estrellas por tu servicio. —Me estás acechando. —Dije inexpresiva. —Lo hago. — admitió, con calma y sin ningún tipo de vergüenza. Esto se estaba saliendo de control. Era inaceptable, pero ni siquiera pude responder. No mientras todavía estuviera trabajando. Mi jefa era un poco perra y no podía arriesgarme a hacerla enojar, así que me mordí la lengua y sonreí. —Te daré la factura. Cerramos en treinta minutos. —Dije, lo más cortésmente que pude, las comisuras de mis ojos se crisparon

por el esfuerzo de evitar gritarle a Maddox. Girando sobre mis talones, me alejé antes de que pudiera decir algo más. Oré para que se hubiera ido para cuando terminara mi turno. Cuando el reloj dio las once y media, me apresuré a manipular los cordones de mi delantal. Fui al baño y rápidamente me quité el uniforme de camarera, me puse los jeans y me saqué el suéter beige por la cabeza. Tenía quince minutos para tomar mi autobús, y era el último autobús de esta noche. Mientras salía del restaurante, oré... y esperé... Pero no. Allí estaba, apoyado contra el poste de luz junto a la parada del autobús. Respira hondo, Lila, me dije. Mis labios se tensaron en una línea firme mientras caminaba hacia la parada del autobús, deteniéndome junto a Maddox pero negándome a reconocerlo. Empezaba a volverse insoportable. ¿Por qué sentí algo por él antes? El olor a cigarrillo era fuerte en el aire y puse los ojos en blanco. —Fumar es malo —Sí, sí. Lo sé. Cáncer y esa mierda. — Por el rabillo del ojo, lo vi dar otra larga calada antes de exhalar una bocanada de humo por la nariz. Mis labios se curvaron con repulsión. —No me importa si mueres, pero probablemente me vas a dar cáncer si sigues fumando a mi alrededor. Era algo horrible de decir, lo sabía. Pero que alguien se preocupara tan poco por su propia vida y salud, me hacía sentir lástima por el pobre tonto. Realmente no sabía lo que significaba colgar precariamente entre la vida y la muerte. Él no sabía qué

miedo y solitario era la puerta detrás de la muerte. La vi y todavía me persigue hasta el día de hoy. Maddox dejó escapar otra bocanada de humo antes de mirarme. —¿Por qué me odias tanto? Una risa burlona se derramó por mis labios helados. Hacía más frío de lo que esperaba y no estaba vestida adecuadamente para el clima, estúpida de mí. —Guau. ¿Estás tan lleno de ti mismo que no puedes entender por qué te desprecio tanto? Creía que eras más listo que eso. —Bueno, quiero escucharlo de ti. No me gusta especular. ¿Ah, de verdad? No pensé que estuviera lista para esto, pero lo seguí de todos modos. Luchando contra otro escalofrío por el frío, abracé mi cintura y me volví ligeramente hacia Maddox. Los jeans rotos fueron una mala idea ya que ahora mis piernas estaban entumecidas. Pero me negué a mostrar ningún signo de estar congelada hasta la muerte, y menos frente a él. —Primero. Todavía no te has disculpado por encontrarte conmigo en la cafetería. Dejó escapar un jadeo burlón, lleno de incredulidad. —¿Qué? ¿Todavía estás enojada por ese día? ¡Han pasado dos meses! Cerré mi mandíbula, erizándome silenciosamente. —No me importa cuánto tiempo haya pasado. Aprecio cuando la gente toma la responsabilidad de sus errores y pide disculpas cuando se equivoca. —Lo siento. Mi mandíbula se aflojó y mis ojos se clavaron en los suyos. Espera... ¿Maddox Coulter acaba de disculparse conmigo? ¿Algo andaba mal con mis oídos? Quizás estaba soñando. Sí, eso debe haber sido todo. —¿Que acabas de decir? Tiró el resto de su cigarrillo al suelo, aplastándolo con su bota de cuero. Mantuvo sus ojos en mí, su rostro desprovisto de

cualquier picardía. Se veía... serio. Qué hombre tan confuso. Ya no podía decir qué lado de él era real. —Dije que lo sentía. — gruñó, la expresión de su rostro era genuina. Lo miré con los ojos entrecerrados. —Las disculpas no cuentan cuando no son sinceras. —Me confundes, mujer. Primero, quieres que me disculpe. Luego, cuando lo hago, me dices que no lo haga. Elige uno, Garcia. —Cuando alguien dice que lo siente, debe ser sincero. Las disculpas deben ser sinceras o de lo contrario es inútil y, francamente, una pérdida de tiempo. Lo dices en serio o no lo dices en absoluto. No acepto disculpas a medias. Maddox levantó una mano, sosteniéndola sobre su pecho. — Jesús. Eres dura, Sweet Cheeks. —En segundo lugar, me has estado molestando sin parar, siempre siguiéndome, ¡y encuentras todas las razones para irritarme! Ya sea en clase, en el almuerzo o fuera de la escuela. ¿Sabes que existe el espacio personal, ¿verdad? Pareció pensativo por un segundo, y pensé que realmente estaba considerando mis palabras. Pero luego abrió la boca y quise darle una bofetada. —A las chicas les encanta cuando estoy en su espacio personal. —Admitió como si fuera lo más obvio. —Lleno de ti mismo y absolutamente engreído. La lista crece a un ritmo acelerado. —Entonces, ¿me odias porque te presto atención? —Maddox sacó un paquete de chicle de su bolsillo, se metió uno en la boca antes de ofrecerme uno. En contra de mi buen juicio, lo tomé. Él estaba ofreciendo; necesitaba algo para distraerme—. No quiero la atención que me brindas. —¿Algo más? —La esquina de sus labios se inclinó hacia arriba, una pequeña sonrisa en su rostro. No había nada de burla en eso. De hecho, parecía complacido.

—Sigues llamándome Sweet Cheeks a pesar de que te he dicho mil veces que te detengas. sigue usando lenguaje vulgar. Eres grosero, inmaduro y desconsiderado con otras personas. —le susurré y grité. —Pero tú me llamas Poodle. —¿Eso era todo lo que sacaba de mi perorata? —Te llamo Poodle porque me llamas Sweet Cheeks. Creo que todo es justo en el amor y la guerra. Se paró más cerca, inclinando la cabeza, para poder susurrarme al oído. —Qué hay entre nosotros ¿Amor? ¿O guerra? —Guerra. —Dije con los dientes apretados. —Lo apruebo. —Dijo demasiado rápido, haciendo estallar su chicle—. ¿Algo más? —Sí. —Prácticamente grité ahora—. Tú. Me Besaste. —Ah. Entonces, ¿me odias porque te robé tu primer beso? ¿Era eso lo que pensaba? Esa pequeña mierda. Se me escapó un suspiro y me froté la cara con una mano, tratando de alejar el frío. —Ese no fue mi primer beso, Maddox. Y te desprecio porque lo hiciste sin mi permiso. Eso... fue inaceptable. Se frotó la mejilla con el pulgar y negó con la cabeza, todavía sonriendo. —Maldita sea. Tienes muchas reglas. Mis labios se curvaron. —¿Y supongo que eres de los que odian las reglas? Maddox me lanzó una sonrisa maliciosa. —Las rompo, Lila. Me encanta romper las reglas. —¿Te hace sentir más hombre? —Me burlé. —No. Me hace sentir vivo. —Su confesión me dejó inmóvil, y lo miré, observando su expresión en busca de mentiras, pero todo lo que vi fue sinceridad.

Por un momento, la cara de dolor de Maddox pasó por mi cerebro: afuera en el frío, sentado en ese banco, luciendo tan perdido. No quería admitirlo antes, pero había algo en Maddox que realmente me intrigaba. No podía olvidar esa mirada en su rostro, estaba tatuada en mis recuerdos. Maddox Coulter era más que el mariscal de campo estrella de Berkshire. Era un rompecabezas complicado, y quería destrozarlo, capa por capa, para poder estudiarlo, ahondar en su alma y aprender todos sus secretos. Una ráfaga de viento pasó a nuestro lado y rápidamente me acaricié el cabello. Esta vez, no pude contener el estremecimiento involuntario que me atravesó. Maddox se dio cuenta y frunció el ceño, frunciendo las cejas. —¿Por qué no te pones una chaqueta adecuada? Me abracé a mí misma, frotando mis manos arriba y abajo de mis brazos. —No pensé que fuese a hacer tanto frío. Pensé que con el suéter sería suficiente. Antes de que pudiera terminar mi oración, y antes de que supiera lo que estaba pasando, se quitó la chaqueta y la empujó hacia mí. Miré la chaqueta con sospecha. —¿Qué estás haciendo? Maddox rodeó mi muñeca con su dedo y me arrastró más cerca. Me colocó la chaqueta sobre los hombros y me miró puntiagudo, con el rostro duro, hasta que sucumbí y metí los brazos por las mangas. Manteniéndote caliente. —Soy un hombre, Lila. Sé que no te agrado y piensas que soy un absoluto idiota. Sus labios se crisparon cuando me burlé. —Bien, a veces soy un idiota. Le di la mirada de. ¿Hablas en serio?

—Está bien, todo el tiempo. Pero todavía sé cómo tratar bien a una dama. Tratar a una dama, ¿bien? Que broma. Pero aun así... mi corazón se calentó. Su olor todavía era pesado en la chaqueta, y me mordí el labio cuando noté lo bueno que era su olor. Maddox me abrochó la chaqueta y tiró del cuello más alto y más cerca, por lo que mi cuello estaba cubierto. —Allí. ¿Lo suficientemente caliente? Mis labios se separaron, pero no supe cómo responder, así que solo le di un pequeño asentimiento. Se apartó y me miró de arriba abajo, con el ceño fruncido en la cara. —Jesucristo. Eres tan diminuta. Puse los ojos en blanco. —Gracias. Esperaba que saliera otra broma de sus labios. En cambio, se veía tenso y sus cejas estaban arrugadas con el ceño fruncido. — ¿Estás segura de que es seguro para ti estar aquí así, tan tarde? Resoplando en respuesta, volví a poner los ojos en blanco. Como si le importara. —No necesito un caballero con armadura brillante. Yo puedo cuidar de mí misma. Sus ojos azules eran tan brillantes y vívidos bajo la luz de la luna. Era tentador perderse en ellos. Pero cuando abrió la boca, aplastó todos los efectos que tenía en mí. —No voy a ser tu Caballero porque sé que no eres una damisela en apuros. Eres más como el dragón del cuento de hadas. —Mis labios se curvaron y contra mi mejor juicio, me encontré sonriendo. —Si pudiera freírte ahora mismo, lo haría. Era fácil perderse en la expresión relajada de su rostro. ¿Sobre qué estábamos discutiendo antes? Mierda, me desvié.

Su sonrisa maliciosa había vuelto, pero había algo... agradable en ella. Se estaba burlando de mí como antes, siendo un matón, pero esta era una guerra sin veneno. —Apuesto a que sabría bien como un omelet. —¿Siempre tienes una respuesta para todo? —Pregunté, sin esperar una respuesta en particular, ya que ya sabía la respuesta. Ahora, estaba sonriendo como el diablo. Como si hubiera ganado esta ronda. —¿Naciste así de descarada o yo te saco el descaro? Parpadeé, mi cerebro tartamudeaba ante su pregunta. Era mezquina, sí. Nunca me echaba atrás sin pelear, sí. Pero este descaro recién descubierto... Tragando más allá de la pesada bola en mi garganta, mi mirada se apartó de él. Maddox tendía a hacerme sentir nerviosa, como si estuviera a punto de saltar por el precipicio. Me irritaba sin parar. Pero por muy mal que sonara cuando lo admití, me había acostumbrado a que él fuera un idiota. La batalla en curso entre nosotros era agotadora, pero había sido algo que comencé a esperar. Nuestras bromas y peleas verbales se habían convertido en algo a lo que me había acostumbrado. Darme cuenta me hizo retroceder un paso. Siempre había sido competitiva, pero nunca había encontrado un oponente adecuado. No hasta Maddox. Su mirada se movió detrás de mí y su sonrisa desapareció de su rostro. —Tu autobús está aquí. —Dijo, rompiendo mis confusos pensamientos. El autobús se detuvo frente a nosotros y comencé a avanzar, dejándolo atrás. Me temblaban las manos mientras trataba de quitarle la chaqueta. Sostuvo mis manos en su lugar, sobre los

botones. —Quédatela. Puedes devolvérmela luego. —Dijo, su voz ronca y gruesa. —Que tengas una buena noche. —Suspiré, subiendo al autobús. —¿Oh, Lila? Lo miré por encima del hombro. Tenía las manos metidas en los bolsillos de los pantalones, algunos mechones rebeldes de cabello caían sobre sus ojos. —No me odias. —Declaró con firmeza antes de esbozar una sonrisa—. Dulces sueños, Lila. Podría visitarte allí. Mis labios se crisparon y me di la vuelta antes de que pudiera verlo. Si busca en Google el nombre de Maddox, engreído será su definición. Quizás ese debería ser su segundo nombre. Maddox ´engreído´ Coulter. Pasé mi tarjeta y me senté en la parte trasera del autobús. Mientras pasaba por donde habíamos estado, vi a Maddox todavía de pie allí, mirando el autobús mientras lo dejaba atrás. Él estaba en lo correcto. Estábamos en guerra, dos oponentes muy feroces. Pero... no lo odiaba. Me di cuenta de que no odiaba a Maddox tanto como pensaba. Las cosas se complicaron un poco más porque habrían sido más fáciles si lo odiara.

CAPÍTULO CATORCE Maddox Odiar es una palabra fuerte. Es un puto veneno amargo pero dulce. Es como la cocaína, y una vez que la has probado, es muy adictiva. Se convierte en algo más. Se infiltra en tu sistema, corriendo por tus venas hasta que no puedes ver nada más que rabia roja. El odio me hizo seguir adelante. La rabia me mantuvo con vida. Se convirtió en el oxígeno que respiraba. Mira, yo no odiaba a mis padres. Los detestaba. No estaba enojado con ellos. No, era algo más. La rabia se agravó a lo largo de los años. La atendí, la regué y la vi crecer hasta convertirse en algo desagradable y feo. Hace años, descubrí que era fácil odiar, pero tan jodidamente difícil de amar. Sin embargo, no importa cuán profundo sea mi odio por ellos, todavía los miro a los ojos y espero ver algo más. Como un poco de amor por el niño que trajeron a este jodido mundo y que luego se olvidaron de cuidar. A mí. Mi madre y yo nos quedamos uno frente al otro en el pasillo de nuestra casa. Llevaba un chal de cachemira envuelto alrededor de sus hombros y la luz de la luna brillaba a través de la ventana, proyectando un resplandor en su rostro. Yo era la copia al carbón de mi padre, pero tenía los ojos de mi madre. Esperé a que ella me

reconociera, esperé a que sonriera y dijera algunas palabras. Esperé para ver si me preguntaba si comí hoy o si me preguntaba cómo estaba la escuela. Algo simple, algo pequeño… pero algo más que silencio. Habían pasado dos semanas desde que nos vimos. Vivíamos en la misma maldita casa, pero mis padres nunca estuvieron aquí. Apretó el chal más fuerte contra su cuerpo y caminó hacia mí. Era más de medianoche; Había vuelto a casa tarde, una vez más, después de una fiesta con Colton y los chicos. Olía a alcohol, hierba y el olor a cigarrillo era pesado en el aire, adherido a mi ropa. Sus ojos se encontraron con los míos durante medio segundo antes de desviar la mirada. Sus labios se separaron como si quisiera hablar, y mi corazón latió con tanta fuerza en mi pecho mientras esperaba. La expresión de su rostro me dijo que no me odiaba, tal vez incluso le importaba... pero cuando cerró la boca y pasó junto a mí, me di cuenta de que... no le importaba lo suficiente. Mi corazón se desplomó a mis pies, ensangrentado y llorando, cuando mi querida mami caminó sobre él y se alejó de mí. Me dirigí a mi habitación y cerré la puerta de golpe, sabiendo muy bien que mis padres no me escucharían. Estaba en el lado opuesto de la casa, la distancia entre nosotros era demasiado grande. La botella de licor, sentada pacientemente en mi mesita de noche, me llamó. No era un adicto, pero la necesitaba. Esta noche, al menos. Agarrando la botella, me hundí en mi sofá y vi la sombra bailando sobre las paredes en mi habitación oscura. Tomé un largo trago de la botella, sintiendo el dulce ardor en mi garganta. Joder, sí. Rabia ...Odio ...Lo respiré.

Mi cabeza daba vueltas, el aire era denso y caliente. Para todos, yo era Maddox Coulter, el chico de oro, el mariscal de campo estrella y el rey de Berkshire. Para mis padres, era una decepción. ¿Para mí mismo? Solo era el chico atrapado en el armario. El odio era fuego frío; no había calor en él. Mis ojos se cerraron revoloteando. Antes de perderme en el espacio entre el sueño y la conciencia, una chica boba con bonitos ojos marrones y cabello negro vino a perseguirme. Sonreí lentamente. Joder, ella era otra cosa.

Lila Al día siguiente, caminé por los pasillos de Berkshire como si estuviera en exhibición. Si no lo hubiera sabido mejor, habría pensado que me olvidé de ponerme ropa esta mañana, pero no, definitivamente estaba vestida. Sus ojos ardían en la parte de atrás de mi cabeza, y los susurros me seguían. No hicieron ningún intento por ocultar su curiosidad; algunos de ellas, fanáticas de Maddox, incluso me miraron con abierto disgusto. Mierda. ¿Ahora qué? Riley apareció a mi lado de la nada y me agarró del brazo. — Me debes una explicación. —Siseó en mi oído. Confundida, la miré. —¿Qué? ¿Qué hice?

—El rumor. —Comenzó, pero luego se apagó cuando su mirada pasó por encima de mi cabeza. Riley frunció el ceño con fuerza y me di la vuelta para ver a Maddox y Colton caminando por la entrada. Me quedé clavada en el suelo mientras él caminaba hacia mí. Mi cerebro me dijo que corriera. La expresión de su rostro era cualquier cosa menos agradable. La picardía brillaba en sus ojos azules, y una sonrisa burlona torcía sus labios carnosos. UH oh. El pasillo quedó en silencio, como si esperara una escena dramática larga y atrasada. Podía sentir a todos conteniendo la respiración, ansiosos y curiosos mientras miraban de un lado a otro entre Maddox y yo. Traté de retroceder para apartarme de su camino, pero se comió la distancia entre nosotros con tres largos pasos, deteniéndose justo frente a mí. —Coulter. —Le dije a modo de saludo, mirándolo con sospecha. Maddox bajó la cabeza a mi nivel, respirando contra mis labios. Mi corazón tartamudeó y me congelé en el acto. Sus labios se deslizaron sobre mi mejilla en un casto beso, y se quedó allí un segundo de más. —Buenos días, Lila. —Dijo, su aliento cálido contra mi piel. Sentí las miradas sobre nosotros, los jadeos silenciosos que venían de los demás ante la demostración pública de afecto de Maddox, a pesar de que era todo menos cariñoso. Me estaba tomando el pelo, convirtiéndome en el centro de atención porque sabía cuánto lo despreciaba. Joder, esto no estaba bien. Me aparté, mirándolo a través de mis pestañas. Sin decir una palabra, pasé junto a él, pero su voz me siguió mientras gritaba al otro lado del pasillo. —No olvides devolverme mi chaqueta, bebé. ¡Doble mierda! Di una rápida mirada a mi izquierda para ver a la gente mirándome con la boca abierta. Conteniendo un gruñido, no le di a

Maddox una mirada mientras me alejaba pisando fuerte con Riley pisándome los talones. Cuando doblamos la esquina hacia un pasillo bastante vacío, me agarró del brazo y me detuvo. —¡Lo besaste! —Susurró-gritó, su rostro era una máscara de asombro. Se me escapó un gemido. —¿Es por eso que todos me miran como si me hubieran crecido dos cabezas? —Alguien los vio a ustedes dos besándose en tu casillero hace dos días, y saben lo rápido que se esparcen los rumores. —Admitió. Los rumores en Berkshire se extendían como la pólvora, indómitos e imparables. Las personas eran como tiburones hambrientos en el tanque lleno de sangre. Probablemente pensaban que Maddox y yo estábamos saliendo ahora debido al beso y luego al comentario sobre la chaqueta hecho por Maddox. —Bueno, aquí hay un hecho importante. Yo no lo besé. Él me besó. —¿Te besó? Lancé mis manos al aire. —Sí. —Gruñí—. ¿Por qué es esto tan importante? Las cejas de Riley se levantaron, dándome una mirada que decía lo obvio. —Besaste a Maddox Coulter después de declararle la guerra. Si bebe. Es un puto gran problema. —Lo que sea. No volverá a suceder. Ella me siguió, enganchando su brazo con el mío. — ¿Es bueno, como dicen los rumores? Escuché a algunas chicas decir que él puede follarte la boca con la lengua como si follara tu coñ… —¡Riley!

Dejó escapar una risita ahogada, y al instante supe que se estaba burlando de mí a propósito. Qué mocosa. —Lo siento, pero deberías ver cómo te estás sonrojando en este momento. Haciendo caso omiso del cálido calor contra mis mejillas, miré a Riley y ella hizo un puchero, pero, afortunadamente, optó por permanecer en silencio. Dejé a Riley en su clase de Cálculo antes de dirigirme a inglés. Cuando entré, Maddox ya estaba allí, sentado en su lugar habitual. Tenía las piernas sobre el escritorio y los tobillos cruzados. Dos chicas lo rodearon, y se reían de algo que él debió haber dicho, excepto que no parecía interesado en la conversación; de hecho, parecía que necesitaba ser salvado de ellas. ¿Por qué no podían ver eso? Un poco de respeto por uno mismo sería de gran ayuda. No las quería; estaba tan claro como el amanecer por la mañana y la luna en el cielo nocturno. Lo que pasaba con Berkshire era que todo el mundo quería estar en la cima de la cadena alimenticia. ¿La única forma de llegar? Salir con un deportista popular, era tan simple como eso. Maddox era el pez más grande del tanque, la mejor pesca, y todas las chicas querían atraparlo. Su mirada se deslizó hacia mí y la esquina de sus labios se curvó en una pequeña sonrisa. Maddox me dio su sonrisa característica, seguida por un guiño que hacía que decenas de chicas se derritieran a sus pies. Levanté la barbilla en reconocimiento silencioso antes de tomar asiento. Muy pronto, la clase comenzó. La Señora Levi comenzó su lección de Shakespeare para este semestre; estábamos estudiando Hamlet. Quería comenzar la lección con una película de Hamlet, la popular con Robin Williams.

—Es la mejor adaptación. —Explicó la Señora Levi—. Pero el proyector no funciona. Entonces, voy a necesitar que alguien saque la TV del cuarto de almacenamiento. Lila, ¿te importaría? Ella me miró expectante y asentí. —¿Algún voluntario para ayudar? Contuve un gemido. No, no, no... —Iré con ella. —Dijo Maddox con suavidad. La Señora Levi juntó las manos. —Oh, genial. Salí del salón de clases y me dirigí al cuarto de almacenamiento al final del pasillo. Maddox me alcanzó fácilmente. —No te ves feliz, Garcia. —Oh, mira, has vuelto a ser tu yo molesto. —Respondí. Desde mi visión periférica, vi que me encogía de hombros con pereza. —No debería sorprenderte. De hecho, no lo hacía. —¿Mi chaqueta te hizo compañía anoche? —Dijo las palabras como si estuviera susurrando un sucio secreto. Por supuesto. Todo tenía que ser sucio con Maddox. Probablemente pensó que olí su chaqueta mientras me masturbaba. Dato curioso: no lo hice. Resoplé. —La tengo en mi casillero. Te la devolveré después de la escuela. —¿Me estás pidiendo que te vea después de la escuela? ¿Una cita? —Un jadeo de sorpresa se derramó de sus labios, pero era falso. Podía sentir fácilmente la sonrisa burlona en sus palabras. —No. —Gruñí. Ven a mi casillero. Te devolveré tu chaqueta y ambos podremos seguir nuestro camino alegre, por separado. No tuvo la oportunidad de refutarme ya que ya estábamos en el cuarto de almacenamiento.

Una nota nos devolvió la mirada y me pasé la mano en la cara. —Genial. — murmuré en voz baja—. La luz no funciona. Le eché un vistazo a Maddox y se veía un poco... aprensivo. Mmm. —¿Puedes tener la puerta abierta mientras tomo la televisión? —Pregunté. Maddox se encogió de hombros. La puerta era pesada, cuando la abrimos y entré. Estaba oscuro, pero las luces del pasillo iluminaban el interior lo suficiente como para que pudiera ver dónde estaban todos los televisores en la esquina trasera de la habitación. Ajá, ahí estaba. Cada televisor estaba colocado en su propio estante pequeño de cuatro ruedas, y todo lo que tenía que hacer era desplegar uno. Pan comido. No. Cuando traté de tirar, no se movió, ni siquiera una pulgada. Maldita sea. Eché un vistazo detrás del televisor y vi que no había forma de que pudiera sacarlo de este cuarto. Todos los cables estaban enredados. —Maddox, ¿puedes ayudarme con el cable? Está atascado y está oscuro aquí. Apenas puedo ver nada. —Solo tira de él. —Gruñó con impaciencia. —Si pudiera, lo haría, —siseé—. Está atorado. Ayúdame. Se quedó en silencio por un momento antes de decir: — Pregunta amablemente. —¿Hablas en serio? —Di por favor. —Por favor. —dije apretando los dientes. Él chasqueó. —Di la oración completa.

Me enderecé, llevándome las manos a las caderas mientras ponía los ojos en blanco. —Maddox, ¿puedes ayudarme con el cable, por favor? —Buena chica. —elogió. Empujó la puerta para abrirla de par en par, sosteniéndola contra la pared, y la miró por un segundo, esperando. —No se va a cerrar. Date prisa. —grité. Cuando Maddox estuvo seguro de que la puerta no se cerraría y nos encerraría en el cuarto de almacenamiento, entró tranquilamente. Miró detrás de él una vez, mirando la puerta abierta por un segundo más, antes de llegar a pararse a mi lado. —Hazte a un lado. —Exigió. Volví a poner los ojos en blanco, pero aun así hice lo que me dijo. Maddox buscó detrás del estante, tratando de encontrar el cordón. —Joder, ¿qué es esto? —Exactamente. Todo está enredado con los demás. —Había cuatro televisores en total, y estaban colocados juntos en un rincón diminuto. No los habíamos usado en mucho tiempo, desde que obtuvimos las nuevas pantallas de proyección, por lo que habían estado sentados aquí, acumulando polvo. Dejó escapar un gemido de frustración antes de comenzar a desenredar los cables, lo que requeriría mucha paciencia para hacerlo. El espacio entre la rejilla y la pared era demasiado estrecho y pude ver que estaba teniendo problemas. —Aquí, déjame tomar mi linterna. Eso podría ayudar. —Sugerí. Saqué mi teléfono del bolsillo, pero encenderlo, un fuerte golpe resonó en la estremecimos, y Maddox levantó la cabeza el estante superior en el proceso. Dejó maldiciones.

antes de que pudiera habitación. Ambos nos sorprendido, golpeando escapar una serie de

Antes de que supiera lo que estaba sucediendo, estábamos rodeados por una oscuridad total y absoluta.

Mierda, la puerta se cerró. Y... doble mierda, estábamos encerrados dentro; la nota decía que la manija estaba rota. —¡No, no, no! —gritó Maddox, corriendo hacia la puerta a través de la oscuridad. ¿Eh? ¿Le tenía miedo a la oscuridad? ¿Quién hubiera sabido que Maddox Coulter, con su sonrisa arrogante y ojos que podrían derretirte en el acto, tenía miedo de un poco de oscuridad? Encendí la linterna con éxito, ya pensando en burlarme de él como él lo hubiera hecho conmigo. Mi mirada se deslizó hacia Maddox justo a tiempo para verlo chocar contra un estante en su apresurado intento de alcanzar la puerta. La rejilla de metal se estrelló contra el suelo con un sonido fuerte y retumbante, y Maddox cayó de rodillas antes de volver a levantarse. Se deslizó sobre los fragmentos rotos y el líquido caído, arrastrándose hacia su escape. No, espera. No... no solo le tenía miedo a la oscuridad. Esto era algo más. Un gran peso se posó en mi pecho, mi garganta se cerró y mi respiración se atascó en mi garganta. Conmocionada, me quedé clavada en el lugar mientras Maddox se deshacía por completo. Un Maddox fresco, sereno y coqueto fue reemplazado por un extraño. Buscó ciegamente la puerta, agarró la manija rota y se puso de pie. Maddox golpeó la pesada puerta con la palma. —¡No, no! ¡Por favor! No, no, no. Por favor. —repitió en voz baja—. ¡No hagas esto, por favor déjame salir de aquí! No me dejes aquí. No hagas esto. ¡No, no, por favor! No lo hagas. Golpeó repetidamente la puerta, su palma abierta conectándose con la superficie con golpes tan fuertes que deberían haberlo lastimado. —Ayúdame, ayuda. Por favor, no me dejes aquí. Maddox arañó la puerta, como si intentara arrancarla de las bisagras. Estaba tratando de abrirse paso. Sus dedos se apretaron en puños mientras comenzaba a golpear la puerta, violentamente.

Sus gritos resonaron en mis oídos y mi corazón latía con fuerza contra mi caja torácica, sentía su dolor. Su agonía era un recordatorio de mi propio sufrimiento silencioso. —No puedo… no puedo respirar. No puedo. —Gimió, con la voz quebrada. Thump – thump – thump. —Así es como se siente la muerte, y vas a morir solo. — Susurró una voz en mis oídos. Mis labios se separaron con un grito silencioso mientras luchaba por respirar, pero no podía. Realmente no podía. Mi respiración salia con un jadeo agudo y sagrado, y mi visión se volvía más oscura y borrosa. Cerré los ojos con fuerza y apreté los párpados. Un caleidoscópico de estrellas revoloteó detrás de mis ojos cerrados. Ayúdame, ayúdame. Por favor, ayúdame. Pensé que tal vez estaba teniendo un ataque al corazón; sin embargo, no había dolor físico. Pero todo mi cuerpo vibraba, mi piel se arrastraba como si estuviera desgarrando mi carne y tratando de saltar fuera de mi piel. —Así es como se siente la muerte. No puedo respirar. Ayúdame. —Ayúdame. —Gritó Maddox. Mis pensamientos se alejaron y mi corazón dio un vuelco en mi pecho, empujándome hacia adelante. Salí de mi estado de congelación y corrí a su lado, mis propias manos temblaban. — Maddox. —Dije en voz baja, tratando de calmar su locura—. Maddox, por favor. Golpeó la puerta con más fuerza, y noté que sus nudillos se habían abierto por sus intentos de liberarse del almacén. Oh Dios,

se estaba lastimando a sí mismo. —¡Maddox! —Dije más fuerte, agarrando sus brazos e intentando alejarlo de la puerta. Se resistió y me quitó de encima. >> ¡Maddox, no! Por favor. No hagas eso. Te estás lastimando. Solo... —Me revolví, tratando de averiguar qué hacer, qué decir, para poder abrirme paso hacia él, llegar a Maddox en el lugar donde estaba perdido. Tenía que sacarlo. —Necesito salir. Necesito salir. ¡Sáquenme de aquí! —Su puño golpeaba continuamente la puerta, un sollozo atravesaba su cuerpo. Su voz era ronca mientras gritaba entrecortadamente—. Sáquenme de aquí. Vengan a sacarme de aquí. Necesito salir… ¡no puedo respirar! Necesito salir. Fue a golpear la puerta de nuevo, pero agarré su puño, sosteniendo su mano en la mía. Era un riesgo. Sabía que estaba tan perdido en su cabeza que podría haberme lastimado. Involuntariamente. Pero era importante para él no hacerse daño. Se estaba volviendo más claro que estaba sufriendo un ataque de pánico. Sabía exactamente cómo se veía, cómo se sentía. —Por favor. —Gimió—. Sácame de aquí. Por favor. Por favor. Por favor. Por favor. Contuve un sollozo ahogado cuando comenzó a suplicar, cada palabra se derramaba de su boca como una maldita flecha directo a mi corazón. Sangraba por él. Empezó a murmurar algo que no pude oír, su respiración era entrecortada y fuerte mientras luchaba por respirar. Cuando se dio cuenta de que no podía liberarse, Maddox se agachó, su cabeza cayó sobre sus manos mientras apretaba su cabello en puños, tirando de los mechones. El murmullo en voz baja se hizo más fuerte mientras sacudía la cabeza de un lado a otro. — Por favor, por favor. Necesito salir. Ayúdame ... Ayúdame ... Por favor. Mi pecho se tensó al verlo así.

Mis rodillas se debilitaron. Cuando no pude mantenerme erguida por más tiempo, me arrodillé junto a su cuerpo tembloroso. Mi mano aterrizó en su pecho para sentir su corazón latiendo, duro y errático, como si estuviera latiendo directamente fuera de su pecho. Su camisa estaba empapada de sudor, pegada a su cuerpo como una segunda piel. Sabía lo que se sentía al sufrir así. Pecho hundido, todo el aire siendo succionado de tus pulmones, un puño apretando tu corazón con tanta fuerza, sangre corriendo por tus oídos, tus pulmones parecen no funcionar correctamente y entonces ocurre... asfixia. La necesidad de salir de tu piel, como si tu cuerpo ya no fuera el tuyo, persiguiendo un escape que ni siquiera pudiste ver a través de la niebla. Los golpes comenzaron y Maddox comenzó a temblar. Comenzó en sus manos antes de que todo su cuerpo temblara mientras luchaba por hacer algo tan simple como inhalar y exhalar. Primero tenía que hacer que respirara, era la única forma de aterrizarlo en el presente, de traerlo de regreso de donde estaba perdido dentro de su cabeza. Maddox sostuvo su cabeza entre sus manos, su cuerpo se balanceaba hacia adelante y hacia atrás. —No, no, no. Por favor. Por favor. —Suplicó. —Maddox. —Hablé en voz baja—. Maddox, estoy aquí. Está bien. Un sonido torturado salió de su garganta y mis ojos ardieron con lágrimas no derramadas. Esto era... duro. Tan jodidamente duro. Este no era Maddox. Este era un niño, asustado y perdido. Agarré su mano y la aparté de su rostro, sosteniéndola con las mías. —Estoy aquí, Maddox.

Tenía los ojos cerrados con fuerza; sus cejas se fruncieron y su rostro… era una máscara de dolor crudo. Estaba atormentado por algo, su pasado... tal vez, no lo sabía, pero fuera lo que fuera, Maddox todavía estaba dolido. Casi podía saborear su sufrimiento en el aire pesado que nos rodeaba. Apretando su mano izquierda, hablé con firmeza. —Mírame, Maddox. Estoy aquí. Mírame, ¿de acuerdo? Por favor. Cuando mantuvo los ojos cerrados, cambié de táctica. — Respira conmigo, bebé. ¿Puedes hacer eso? ¿Puedes respirar conmigo? Voy a contar. Maddox, puedes hacerlo. Sé que puedes. Aspiró entrecortadamente, su pecho traqueteaba por el esfuerzo. —Allí anda. Despacio. Respira conmigo. Estoy aquí. No te voy a dejar. Sé que vas a estar bien. Apreté su mano de nuevo, contando hasta tres en voz alta. —Inhala. —Le dije. Él hizo. Poco a poco respiró hondo. Conté de cuatro a seis ahora. —Exhala. Maddox dejó escapar un fuerte suspiro. Oprime. Inhala. Oprime. Exhala. Uno. Dos. Tres. Inhalar. Cuatro. Cinco. Seis. Exhala. Cuando su respiración lentamente se volvió menos irregular, susurré: —Estoy orgullosa de ti. Eso es bueno. Hazlo de nuevo, Maddox. Respira conmigo. Quédate conmigo. Abrió los ojos y me di cuenta de que todo lo que había dicho le había llegado, así que lo repetí de nuevo. >>Estoy orgullosa de ti. Quédate conmigo. —Inhalé, mostrándole cómo hacerlo, y Maddox respiró temblorosamente. En algún lugar de sus torturados ojos azules, lo vi tratando de aferrarse a su propia cordura. Miré sus ojos

oscuros e insondables, viendo algo que nunca había visto antes. El miedo y la miseria que consumían cada parte de él. Me vi a mí misma en él, y sangramos juntos, nuestro dolor se filtró a través de nosotros, similar a cómo las lágrimas brotan de nuestros ojos. Maddox me miró como si estuviera mirando algo que estaba a punto de perder. —No voy a ir a ninguna parte. —Lo tranquilicé suavemente, frotando mis dedos sobre la parte posterior de sus nudillos. Todavía estaba temblando, pero ya no estaba luchando por respirar. Recordé a mi madre cantándome cuando era niña, una dulce canción de cuna mientras me dormía. Cuando sufría mis propios ataques de pánico, mi terapeuta me dijo que pusiera la canción de cuna en YouTube. Me había ayudado a calmarme. Sabía que todos soportan sus ataques de pánico de manera diferente, pero tal vez… tal vez yo podría… En este momento, Maddox parecía un niño que necesitaba a alguien que lo abrazara. Así que lo hice. Me arrodillé entre sus muslos, así que estaba cerca de él, y sostuve sus manos entre las mías. Continué frotando mis dedos sobre sus nudillos magullados, dejándolo sentir mi toque. Mis labios se separaron, me dolía el corazón y le canté mi canción de cuna favorita. Canción de cuna y buenas noches, en el cielo las estrellas son brillantes, que los rayos plateados de lunas te traigan dulces sueños, cierra los ojos ahora y descansa, que estas horas sean bendecidas, hasta que el cielo brille con el amanecer, cuando despiertes con un bostezo. Vi un breve reconocimiento en su mirada. Sus ojos se pusieron vidriosos y tenía una mirada lejana, como si no me estuviera viendo,

porque Maddox estaba en otro lugar. Canción de cuna y buenas noches, eres el deleite de mi madre, te protegeré de cualquier daño, y te despertarás en mis brazos, dormilón, cierra los ojos, porque estoy a tu lado, los ángeles de la guarda están cerca, así que Duerme sin miedo. —Canté suavemente. Sus labios temblaron y el pánico se apoderó de mí. La jodí; No debería haberle cantado. Estaba empezando a calmarse y ahora... Maddox rodeó mi cintura con el brazo y me atrajo hacia él, con la cabeza cayendo sobre mis hombros. El mundo se quedó inmóvil excepto por nuestros corazones palpitantes, latiendo juntos como un violín roto, chillando con sonidos violentos y doloridos. Un sollozo silencioso atravesó su cuerpo, y sentí humedad en mi cuello donde Maddox tenía su rostro escondido. Él estaba llorando. En silencio. Sufría, en silencio. Sus lágrimas cargaban con el peso de su dolor. Mis emociones se tornaron irregulares cuando mi pecho se abrió, un cuchillo se clavó en mi pequeño y frágil corazón. Era tan difícil de tragar más allá del pesado nudo en mi garganta. El dolor emocional tenía cicatrices invisibles; sin embargo, estas cicatrices podían rastrearse con el toque más suave, eso lo sabía. Separarse era difícil. Picaba con cada respiración que tomaba. Recuperarse de eso sería lo más difícil. A veces, las piezas no se pueden volver a unir porque no coinciden, faltan o están completamente destrozadas, lo que lo convierte en una hazaña imposible. Las lágrimas se deslizaron por mis mejillas y contuve un grito. Mi propia voz se quebró mientras seguía cantando el resto de la canción de cuna.

Me apretó más contra su cuerpo y envolví mis brazos alrededor de sus hombros, sosteniéndolo contra mí. Recordé cómo era, salir de mis ataques de pánico, la adrenalina corriendo mientras volvía al presente. Todo dolía y siempre me sentía tan perdida. Ese era Maddox en este momento. Entonces, lo sostuve. Porque necesitaba que lo sostuvieran, incluso si no decía las palabras. Me necesitaba. Maddox temblaba en mis brazos, todo su cuerpo temblaba con sus silenciosos gritos y temblores. Cuando la canción de cuna llegó a su fin, presioné mis labios contra su mejilla. —Vas a estar bien, Maddox. Te tengo. Thump – thump – thump Tenía un dolor hueco en la boca del estómago. Lo abracé. No me soltó. Su respiración se suavizó y su corazón palpitante se hizo más lento. —Te tengo. —Lo tranquilicé, pasando mis dedos por su suave cabello. Sus brazos se cerraron a mi alrededor y me acarició el cuello con la nariz. Abrázame más fuerte, dijo sin palabras. Te Tengo.

CAPÍTULO QUINCE Lila Maddox y yo todavía estábamos abrazados cuando se abrió la puerta del armario de almacenamiento y el conserje miró dentro con una expresión de horror en el rostro. —¿Qué están haciendo ustedes dos aquí? —Mantuvo la puerta abierta y la luz del pasillo bañó el interior de la habitación oscura. Maddox me apretó con más fuerza ante la nueva voz, y mantuvo su rostro enterrado en mi cuello. Sus lágrimas silenciosas empaparon mi blusa mientras pasaba una mano por su espalda. — Estoy aquí —Le susurré al oído antes de mirar al conserje, que estaba cojeando dentro. Tenía una pierna mala, los rumores decían que era por un accidente militar. Él había estado trabajando en Berkshire desde hace quince años, y todos lo amaban. El dulce señor Johnson. —Nos encerraron por accidente —Expliqué, señalando la televisión con una mano—. Teníamos que conseguir la televisión, pero la puerta se cerró. El Señor Johnson miró a Maddox y a mí, donde todavía estábamos arrodillados. Prácticamente estaba sentada en su regazo y sus brazos alrededor de mí estaban apretados. Maddox era un barco que se hundía; se estaba ahogando en los restos de un corazón herido, y yo era el ancla que lo mantenía unido. Te tengo. Mi corazón no podía soportar dejarlo ir, aunque sabía que tenía que hacerlo. Eventualmente.

—¿Él está bien? —El señor Johnson parecía un poco curioso, pero sobre todo preocupado. Asentí. —¿Podrías pasarnos la televisión, por favor? Los cables están todos enredados. —Por supuesto. Déjame conseguirla. ¿En qué clase están, chicos? —Con la Señora Levi. —Lo traeré. Vuelvan a clases. —Hizo un gesto con la mano, ahuyentándonos. —Gracias, Señor Johnson. Mis uñas rozaron el cuero cabelludo de Maddox de una manera relajante mientras pasaba mis dedos por su cabello. — ¿Maddox? —Al oír su nombre, se apartó de mí y se puso de pie. Me dí cuenta de que todavía estaba tembloroso, su cuerpo se balanceo antes de que recuperara el equilibrio y se negó a mirarme. Aún sosteniendo su mano, salimos del armario de almacenamiento. Su respiración se había estabilizado ahora, y su rostro se había endurecido, sus ojos sin vida. Maddox se estaba cerrando... dejándome fuera. —Podemos tomar una botella de agua de la máquina expendedora. —Sugerí, gentilmente. Cuando traté de apretar su mano, la apartó. Como si yo fuera una especie de enfermedad y él no quisiera infectarse. —Madd… —Aléjate de mí —Dijo, y sentí escalofríos por mi espalda. Su voz era como un trueno, furiosa y tensa. —Maddox —Comencé, pero me interrumpió. —No. —Esa fue una advertencia, y debería haber escuchado; Realmente debería haberlo hecho porque, por primera vez, vi un Maddox diferente.

Un niño lleno de rabia, pero ojos azules que sostenían una canción rota. Cuando traté de agarrar su mano de nuevo, para evitar que se alejara y me dejara fuera, se dio la vuelta sin previo aviso, y casi me caigo sobre él. Mis labios se abrieron con un grito silencioso cuando agarró mi brazo con un agarre inquebrantable y me golpeó contra la pared. Maddox se alzó sobre mí, apretó la mandíbula y sus ojos se oscurecieron. Parecía un guerrero furioso, cabalgando hacia la batalla con la promesa de la muerte en su mirada. Bajó la cabeza y su aliento acarició mis labios. —Cuéntale a alguien sobre esto… y te. arruinaré. Lila —Advirtió, su tono lleno de amenaza. —Yo nunca… —Respiré mientras mi cuerpo se enfriaba. Enseñó los dientes con un gruñido bajo, silenciándome. —Ha sido una diversión inofensiva entre nosotros, pero, créame, dile una palabra sobre esto a cualquier otra persona, y me aseguraré de que nunca más puedas caminar por los pasillos de Berkshire sin querer acobardarte y esconderte de miedo. —Maddox, escucha. Yo… Mi corazón tartamudeó, y olvidé lo que estaba a punto de decir cuando su mano se deslizó por mi brazo y la envolvió alrededor de mi cuello. Sus dedos se apretaron alrededor de la base de mi garganta, pero no fue un apretón de castigo. No dolió, pero fue una promesa silenciosa, una advertencia, una amenaza mortal. —Te arruinaré. Rogarás misericordia y yo no te mostraré ninguna, Lila. —Su voz era una espada afilada que me cortaba descuidadamente. Maddox se apartó de mí cuando el señor Johnson salió del almacén. —¿Todo bien aquí? —Preguntó, su mirada yendo y viniendo entre Maddox y yo.

Maddox maldijo en voz baja, lo suficientemente fuerte como para que yo lo escuchara antes de alejarse. En la dirección opuesta a la clase. ¿Se estaba ... yendo? Mi voz se atascó en mi garganta mientras lo veía salir del edificio, las puertas dobles cerrándose detrás de él con un fuerte estruendo. Me estremecí cuando desapareció de mi vista. Aclarándome la garganta, le dí al Señor Johnson una sonrisa tentativa. —Sólo necesita... un minuto a solas. —Es un joven enojado —Comentó—. Me recuerda a mí mismo después de que me dieron de baja del ejército. —Él simplemente... El Señor Johnson me despidió con un gesto. —No hay necesidad de explicar. Aquí está la televisión. Tragué más allá del nudo ardiente en mi garganta, murmuré un rápido gracias, antes de agarrar el soporte del televisor y rodarlo hacia el salón de clases. Esperaba que volviera más tarde, pero no lo hizo. No vislumbre a Maddox durante el resto del día. Caminé por los pasillos de Berkshire, buscándolo, pero se había... ido, y sentí su ausencia como una espada afilada que me atravesaba. Las emociones encontradas de Maddox podrían haberse justificado en el momento, pero no hacia mí. No había hecho nada para merecer estar en el lado receptor de su ira. Especialmente no después del tiempo que pasamos en ese oscuro cuarto de almacenamiento. Mi abuela siempre me decía que yo era una cosita curiosa, pero no se trataba sólo de curiosidad. Esta era la necesidad de

conocer al verdadero Maddox, el que escondía detrás de una fachada genial y una máscara de chico malo. Porque el Maddox en ese armario, al que sostuve en mis brazos... era un niño perdido, y me recordó a mí misma después de que desperté del coma.

Maddox El olor de un perfume barato y pesado llenó mis fosas nasales y casi me atraganté de lo fuerte que era. Me duele la cabeza. Me duele el cuerpo. ¿Qué carajo? Mis ojos se abrieron y miré al techo de… no el de mi habitación. Ah, joder. ¿Por qué no podía recordar nada? Había un agujero vacío en mis recuerdos, y todo lo que recordaba era… El fuerte dolor de cabeza me hizo estremecer cuando rodé de costado, mientras mi estómago se retorcía con náuseas. La cama se movió con otro peso y un gemido salió de la persona a mi lado. Dejé que mi cabeza cayera sobre la almohada y cerré los ojos mientras los recuerdos llegaban a mí. El maldito almacenamiento. Un recordatorio de mi jodido pasado, arrojado descuidadamente a una pesadilla viviente. Lila. Maldito infierno, Lila. Ella estaba conmigo. Ella me abrazó.

Maldita sea, me tomó en sus brazos y me acunó como si fuera un niño. Lila... me cantó. Una canción de cuna. La misma que me cantaba mi madre. Tenía la costumbre de entrar en mi habitación para hacerme dormir. Me cantaba y me besaba en la frente antes de apagar las luces y cerrar la puerta detrás de ella. Buenas noches, cariño. Dulces sueños. Buenas noches, mami… Eso fue todo... antes. Antes de que las cosas cambiaran y me volviera un extraño para mis propios padres. Y Lila… ¡Joder! Recordé alejarme de ella, amenazarla. Se me escapó un gemido de dolor cuando me dí cuenta de lo idiota que era. Lila fue lo único bueno en ese momento, y lo arruiné con mi ira y mi ego. No, había estado… asustado. —Hmm —Murmuró alguien junto a mi oído. Cerré los ojos al recordar la fiesta. Estaba borracho y necesitaba sacar la ira de mi sistema. Me llevó a esto... agarrar a una perra en la fiesta de Brayden. El hotel. Alcohol y sexo, luego me desmayé. —Hola bebé. —Su mano acarició mi pecho desnudo y mi piel se estremeció con el toque. A ninguna de las chicas con las que me acostaba se les permitía quedarse después de una mamada. Yo odiaba la charla después del sexo, y odiaba dormir después al lado

de ellas. Les daba expectativas innecesarias de que quería algo más que sólo sexo. Agarré su mano y la aparté. El colchón se movió de nuevo y otro peso a mi lado rodó, poniendo una pierna sobre mis caderas. Espera... ¿Otra? Ah, joder. Supongo que no agarré una perra, agarré dos. —Fuera —Gruñí. La que estaba a mi izquierda soltó un bufido somnoliento. — ¿Discúlpame? Son las cuatro de la mañana. —Sí, lárgate. —Me tapé la cara con un brazo, esperando que hicieran lo que les decía. —Eres un maldito idiota. No nos iremos. —Esta era la mujer a mi derecha. Podía imaginar la mirada altiva en su rostro sin siquiera tener que mirarla. Me senté en la cama sin mirar a ninguna. Empujé a la Srta. Perra-Derecha fuera del camino y salí de la enorme cama tamaño King. Dejó escapar un gruñido desagradable y, por el rabillo del ojo, la ví agarrando la sábana y tratando de cubrir su desnudez. La Srta. izquierda estaba en silencio, pero todavía sentada en mi cama. —Pagué por esta habitación. Entonces, o se van o llamo a seguridad para que las echen. Les estoy guardando un poco de gracia y manteniendo intacta su dignidad al correrlas y no hacer que las echen. Ahora. Váyanse. A. la. Mierda —Advertí mientras me ponía mis bóxers. Me dí la vuelta, dándoles a ambas una mirada mordaz. —Voy a hacer pis. Tienen dos minutos para salir de esta habitación antes de que las echen. ¿Querían probar a Coulter? Ya lo hicieron. Ahora,

¿Seguiremos nuestros caminos felices? En caso de que se lo pregunten, no... no voy a poner un anillo en su dedo. Los ojos de la rubia se convirtieron en rendijas mientras me miraba. —¿Siempre eres así? La sábana todavía estaba escandalosamente envuelta alrededor de su curvilíneo cuerpo. Era tentador, tenía que decirlo. Pero mi pene no se despertó al verlo, así que eso sería un no para mí. —Ni siquiera recuerdo tu nombre. Dejó escapar un grito ahogado, su mano volando a sus tetas en estado de shock. Demasiado dramática. Esta no era una maldita telenovela. El fuerte dolor de cabeza me dificultaba la concentración, así que parpadeé varias veces, tratando de aclarar mi visión borrosa. ¿Cuánto bebí? No recordaba una mierda. —Dos minutos —Espeté, antes de alejarme. La puerta del baño se cerró detrás de mí, poniendo la cerradura en su lugar, en caso de que alguna de ellas tuviera la estúpida idea de unirse a mí. No solía decir que no al sexo en la ducha, pero no estaba de humor para otra sesión de sexo. Mi cabeza me estaba matando, mi cuerpo estaba adolorido y también mi polla. Después de orinar, salí del baño y ví que la rubia se había ido, pero su "amiga" todavía estaba aquí. Cabello negro, piel exótica bronceada por el sol y ojos marrones, parecía que acababa de salir de una revista. Y esos ojos marrón chocolate me recordaron demasiado a Lila. —Mi nombre es Tammy —Se presentó, sin aliento, con un marcado acento británico—. Quiero decir, no preguntaste nuestros nombres anoche. Eso fue porque no necesitaba saber su nombre para follarla. Sin nombre y sin rostro. Había innumerables mujeres antes que ella;

ella era solo otra chica sin rostro. Probablemente yo también era sólo otro hombre en su lista. Ella sólo tenía sus diminutas bragas y un sujetador, sus grandes tetas prácticamente se derramaban. Cualquier hombre se tomaría su tiempo con su cuerpo, pero yo no era ese hombre. Tammy se acercó tranquilamente a mí, deteniéndose a una pulgada de distancia. Sus tetas rozaron mi pecho y alisó su palma sobre mis abdominales, deslizándose hacia mi pene. Me tomó en su cálida mano, frotándome a través de mis bóxers. —Vamos, cariño. No seas así. Pensé que habías dicho que podíamos quedarnos toda la noche. Apenas comenzamos. Ahora que Jenna se ha ido, sólo somos nosotros. Mi paciencia se agotó y perdí el control, agarrando su brazo con rudeza y tirando de ella hacia la puerta. En nuestro camino, agarré su vestido negro del sofá y los dejé a ambos fuera. Su rostro era una máscara de furia, sus labios se separaron, probablemente para maldecirme, pero cerré la puerta antes de que pudiera lanzar una maldición llena de rabia. Qué escena tan típica. Sí, estaba siendo un idiota. Pero joder, no tenía la fuerza para lidiar con chicas como ella en este momento. Me hundí en la cama con la cabeza todavía palpitando. El sueño se apoderó de mí en un minuto, pero no fue un sueño reparador. —Corre y escóndete. Contaré hasta veinte antes de venir a buscarte —Me dijo Nala con una risita. Estábamos jugando al escondite. Era mi juego favorito para jugar con Nala porque era inteligente y ella nunca podía encontrarme. Mami decía que yo era el más inteligente. Por eso siempre ganaba nuestros juegos.

Nala empezó a contar y yo corrí al sótano. Ella no me encontraría allí. Tenía que encontrar el escondite perfecto. Nuestra casa era enorme y había rincones donde esconderse, pero Nala ya los conocía casi todos. Habíamos sido amigos durante algunas semanas y ella descubrió todos mis escondites. Entonces, tuve que encontrar uno nuevo. ¡El armario! Cerré la puerta detrás de mí y me colé debajo del estante. El lugar perfecto. iba a ganar de nuevo. Mami me mostró este lugar cuando estábamos jugando la última vez. Esperé y esperé... y esperé a que Nala me encontrara. Debió haber pasado mucho tiempo porque mis rodillas comenzaban a doler por permanecer en la misma posición durante demasiado tiempo. Me arrastré desde debajo de mi escondite y fuí hacia la puerta. Mi corazón se congeló cuando la puerta no se movió. Tiré más fuerte. No se abrió. —Mami — grité, pero luego me dí cuenta... Mis padres no estaban en casa. Papá dijo que tenía una reunión de negocios y que llegarían tarde a casa. Siempre estaban ocupados, siempre salían de casa por la mañana antes de que me despertara y volvían a casa más tarde, después de que me había ido a la cama. Por eso Nala estaba aquí para hacerme compañía. Ella era la hija de la Señora Kanavaugh, nuestra sirvienta. Tiré de la puerta aún más fuerte. No se abría. No, no, no.

—¡Nala! Nala, estoy aquí. En el sótano. ¡Nala, ven a buscarme! Golpeé la puerta, dí puñetazos, patadas y gritos. Mi garganta comenzó a secarse y las lágrimas se deslizaban por mis mejillas. No me gustaba llorar. Tenía que ser fuerte, como papá. Nunca lloraba. Pero no pude... detener... las... lágrimas... —Papi —grité, sintiendo que me enfriaba. Asustado… estaba tan asustado y tenía frío. ¿Por qué tenía tanto frío? Mis dientes crujieron y me estremecí, sintiendo más lágrimas deslizarse por mis mejillas. Mi cara estaba húmeda mientras lloraba más. No me gustaba esto. ¿Por qué no podía abrir la puerta? ¿Por qué? ¿Por qué? Tiré y tiré, pero la puerta era demasiado pesada para mí y no se abría. —¡Mami, por favor! ¡Mamá! ¡Papi — Grité! ¿Por qué nadie podía oírme? Tal vez… tal vez… eventualmente se darían cuenta de que faltaba, y vendrían a buscarme más tarde. Mamá conocía este escondite; ella sabría dónde encontrarme. Me hundí en el suelo, llevándome las rodillas al pecho. Mami y papi me encontraran, sabía que lo harían. —Cuando vuelvan a casa, me buscarán —Murmuré. Tenía que ser fuerte. Fuerte como Ironman. Tenía que ser fuerte como papi. No sabía cuándo me había quedado dormido ni por cuánto tiempo, pero cuando volví a abrir los ojos, estaba oscuro. Tan oscuro que no podía ver nada.

Las luces, ¿Qué les pasó? Oh no. No podía ver... No podía respirar... —¡Mami! —Me levanté, buscando un escape. Golpeé la puerta, pero mis manos eran demasiado pequeñas y empezaron a doler. Pero no me detuve. Golpeé y grité más fuerte. —¡Mami! Estoy aquí. ¡Papi! Estaba tan oscuro. No me gustó; No me gustaba la oscuridad. Nunca me gustó. Me asustaba, por eso mami siempre dejaba encendida mi luz en la noche. —¡Ayuda! ¡Ayúdenme! Estoy en el armario… ayúdenme… yo… No podía respirar… No podía respirar…. —No puedo… ayuda.... no puedo… respirar… mami… Mi corazón latía demasiado rápido. No podía ver nada. Estaba oscuro, tan oscuro. Mi cuerpo se estremeció y tropecé en el suelo, junto a la puerta, todavía golpeando. —No puedo… respirar… papi… por favor… por favor… ¡Vengan a buscarme…! Por favor… Lloré. Y no quería hacerlo; Tenía que ser fuerte, pero no podía parar. Lloré más fuerte.

—Estoy... asustado... Mi mano se entumeció hasta que ya no pude sentirla más. — No… me dejen aquí… mami. Ayuda —Susurré cuando ya no pude gritar. Todo dolía. Mi cabeza. Mi garganta. Mi mano. Mi cuerpo. Todo. Y estaba tan oscuro. Había un monstruo en la oscuridad, como en las películas. Yo podía sentir que me miraba, y mi piel de gallina. El monstruo seguía mirándome; No podía verlo, pero estaba allí. Todavía no podía respirar. —Ayuda… Mami y Papi me habían prometido que siempre me encontrarían dondequiera que me escondiera. Dijeron que podían sentirme porque era su bebé y que siempre sabrían dónde estaba. Ellos mintieron. No me encontraron. —No... me... dejen... solo —Rogué, pero apenas podía escuchar las palabras. —Por favor. Mi cuerpo se balanceó de lado y caí al suelo, con la cabeza tocando las frías baldosas del armario. Me acurruqué en una pequeña bola, tratando de ahuyentar el frío Ven a buscarme, mami. No me dejes, papi. —Por favor… seré… un buen chico. Yo... nunca... pediré... otro juguete... o chocolate. Yo... nunca volveré a llorar... lo prometo. Se

los prometo... seré... bueno, un buen chico... lo prometo, mami. Por favor, papi... por favor… Mintieron. No me encontraron. —Ayúdenme. Me dejaron con el monstruo en la oscuridad Por favor. Me olvidaron. Mami... papi... Me desperté bruscamente, jadeando y sin aliento. Mi cuerpo estaba tan frío; Estaba entumecido y temblando como una hoja de mierda durante una tormenta. La sábana estaba empapada con mi sudor, y tragué más allá del pesado nudo en mi garganta. Fue sólo una pesadilla. Mentiras. ¿Cómo podría ser sólo una pesadilla si me seguía cuando estaba despierto? Mi corazón latía con fuerza en mi pecho y sentía un dolor sordo. El mundo daba vueltas y quería vomitar mientras mi estómago se revolvía con náuseas. El dolor en mi cabeza brilló fuerte y pesado. Respira. Joder, respira. Maldita sea. Golpeé el colchón con el puño y solté un gruñido. Odio. Enojo. Autoodio. Dolor, tanto jodido dolor chocaban entre sí, y mi cabeza nadaba con todas las emociones. ¡Al diablo con esto, JODER! Me dí la vuelta y agarré la botella de la mesita de noche.

Me convencí de que no era alcohólico, pero esta noche... tenía que beber, tenía que olvidar. Tomando un largo sorbo, sentí que el alcohol me quemaba la garganta, e hice una mueca, mis cejas se fruncieron por el dolor. Mis sienes temblaron y sentí como si estuviera clavando agujas calientes en mis ojos mientras seguía bebiendo de la botella. Mi estómago se revolvió al recordar cómo llamé a mis padres, pero nunca vinieron... y luego recordé llorar sobre los hombros de Lila, como lo había hecho antes en ese armario cuando tenía siete años. Lila me vió en mi punto más débil y la odié por abrazarme así, como si le importara. A elle no le importaba. A nadie. Mi corazón latía más fuerte, casi enfadado, y bombeaba ácido por mis venas, excepto que estaba… ahogándome. Fue entonces cuando me dí cuenta de que no necesitas agua para ahogarte. Al igual que no había ningún monstruo real en ese armario cuando tenía siete años, pero los monstruos habían estado en mi cabeza, y hasta el día de hoy, no podía escapar de ellos. Mi cuerpo se balanceó, pesado y letárgico, mientras tomaba un último trago antes de tirar la botella vacía al suelo. Me dejé caer en la cama, hundiéndome en el olvido. Dulce maldito silencio.

CAPÍTULO DIECISÉIS Lila La abuela empujó una caja en mi mano. —Almacenamiento, por favor. Ella acarició mi mejilla afectuosamente antes de salir corriendo para ayudar al cliente que la esperaba. La abuela siempre estaba alerta. Eso fue exactamente por lo que les dije que contrataran a más personas para ayudar en la tienda. Los ancianos eran tercos hasta los huesos. Mi mirada se deslizó por las ventanas mientras salía del almacén. Cuando vi a quién estaba buscando, mi corazón dio un vuelco. Sudadera negra, jeans rasgados de diseñador y botas de cuero. Maddox parecía demasiado bueno para ser verdad. Si no lo supiera mejor, diría que es una especie de ángel caído. Pero él era todo lo contrario. Maddox se quedó afuera, con la capucha sobre la cabeza mientras fumaba su cigarrillo en el frío. Tenía las manos metidas en los bolsillos y la cabeza agachada, mirando al suelo. Algo había cambiado entre nosotros desde ese día. Había pasado una semana. Maddox seguía siendo el imbécil de siempre, pero a veces, tenía la sensación de que me estaba evitando a propósito. La única vez que vi verdadera alegría en sus ojos fue cuando escondí un consolador rosa brillante en su casillero. Fue durante el

almuerzo, los pasillos abarrotados y llenos de estudiantes, cuando Maddox abrió su casillero. El señor Big Ben, también conocido como el señor Dildo, le dio una bofetada en la cara mientras todos a su alrededor jadeaban y rápidamente se echaban a reír. Le había guiñado un ojo y me había alejado, la satisfacción corría por mis venas, después de ver la expresión de su rostro. Le hice sonreír, una sonrisa real desde el día en que nos encerraron en el cuarto del almacenamiento. La broma del consolador fue hace dos días. Ayer, tomó represalias con cucarachas falsas en mi bolso y mi suéter. Recordé haber tirado mi bolso al suelo, gritando como una maldita asesina, mientras los estudiantes se echaban a reír como si fuera la mejor broma del siglo. Fue humillante por decir lo menos. Quería enojarme. Tenía todo el derecho a hacerlo, pero en el momento en que ví a Maddox reír, toda mi ira se desvaneció. Poof, así como así. —No se ve muy alegre, ¿Verdad? —La abuela se paró a mi lado, mirando a Maddox a través de la ventana—. Vino temprano hoy para ayudar con el inventario, y aún no ha comido nada. —¿No almorzó? Eran casi las tres de la tarde. Un cliente llamó a la abuela y me dio una palmada en el brazo antes de alejarse. Antes de que pudiera pensar en mis acciones, llamé a mi instinto para ayudar, tomé un sándwich envuelto del refrigerador y salí de la tienda. Maddox miró hacia arriba cuando me acerqué. Tomó una última inhalación de su cigarrillo antes de tirarlo al suelo y aplastarlo bajo sus pies. Él dejó escapar una nube de humo antes de lamer sus labios, mirándome de arriba abajo.

—¿Qué pasa, Garcia? Silenciosamente, empujé el sándwich hacia él. Arqueó una ceja. —¿Es esto una ofrenda de paz? —La abuela dijo que no comiste —Dije como explicación. Sólo estaba siendo... agradable. No había nada en eso. Maddox tomó el sándwich de mi mano, nuestras yemas de los dedos se tocaron brevemente, antes de que me alejara rápidamente. —Cuidado, Lila. Está empezando a parecer que te importa. Mis ojos se fijaron en los suyos y lo fulminé con la mirada. — Estoy siendo un ser humano decente. Devuélveme el maldito sándwich si vas a ser un idiota. Maddox ya estaba rompiendo el envoltorio antes de que pudiera terminar mi oración. Dio un gran mordisco, masticando con avidez. —Lo siento, Sweet Cheeks. No puedes darle comida a un hombre hambriento y llevártela. Al igual que no puedes exhibir un coño frente a un hombre cachondo y esperar que no te devore. Solté un suspiro. Era absolutamente imposible. —¿Todo tiene que ser sexual para ti? Maddox tomó otro bocado del sándwich. —Nacimos para ser seres sexuales. ¿Por qué no aferrarnos a ello? Me apoyé contra la ventana, viendo pasar los autos mientras Maddox devoraba su sándwich en grandes bocados. Obviamente tenía hambre. Una vez que hubo engullido el último bocado, abordé el tema prohibido. —Ese día... en la sala de almacenamiento —Comencé. No tuve que mirar a Maddox para sentir el cambio en él. Cuando habló, su voz lo dijo todo. —Habla de esto otra vez, y te arruinaré tan jodidamente…

—¿Por qué estás tan lleno de enojo? —Lo interrumpí antes de que pudiera terminar su amenaza—. No soy tu enemiga. Dejó escapar una risa sin humor. —Eso es algo bastante irónico de decir considerando nuestra relación, si es que lo llamarías así. —Es irónico, ¿No? —Finalmente me volví para mirarlo. Tenía un hombro contra la ventana, frente a mí. Sus ojos eran de un azul brillante a la luz del sol, brillando y ocultando algo más oscuro. ¿Quién era el hombre detrás de esta máscara? —Pero no te haré daño. Ese nunca fue mi objetivo. Sólo he estado tratando de vengarme de ti. Maddox y yo habíamos estado jugando al gato y al ratón. Era exasperante pero inofensivo. Inclinó la cabeza hacia un lado. —Entonces, ¿Estás diciendo que no me lastimarás a menos que yo te lastime primero? — Preguntó con una voz áspera y grave. —Sí, es justo. Si me lastimas, haré que te arrepientas. —Eres la primera chica que no se ha caído a mis pies y me ha suplicado que la folle. —¿En qué me convierte eso? Él sonrió, lobunamente. —Mi presa. Solté una carcajada, en lugar de ofenderme como lo hubiera hecho hace dos meses. —Tienes una mente de una sola pista, Coulter. —Estás dando vueltas en mi cabeza, Garcia. ¿Fue eso una… confesión? Retrocedí lejos de él. —La abuela espera que volvamos a trabajar en dos minutos.

Girando, iba a alejarme, pero luego me detuve. Tenía una sensación de hundimiento en el estómago, una sensación desgarradora de que estaba a punto de hacer algo tan jodidamente estúpido. Pero no pude detenerme. Siempre había sido una chica que planeaba con anticipación, nunca haciendo algo tan… imprudente. Después de que la vida me golpeara en la cara y me dejara cicatrices, juré que nunca sería tonta. Siempre en control. Siempre cautelosa. Pero aparentemente los hábitos imprudentes de Maddox se me habían pegado. Regresé a Maddox, a un paso de distancia. Tan cerca que pude sentir su calor. —¿Sabes qué? Creo que tú y yo podemos ser muy buenos amigos —Anuncié, las palabras se derramaron antes de que pudiera detenerme. Sí. Estúpida, ¿Verdad? Sus ojos se abrieron una fracción antes de burlarse. —¿Cómo es que querer entrar en tus bragas equivale a que seamos buenos amigos? —Observó mi mano, la que estaba extendida entre nosotros—. ¿Y realmente estás esperando un apretón de manos? Maldita sea, ¿En qué estaba pensando? El calor me quemó las mejillas de vergüenza. —Estoy tratando de ser civilizada aquí —Dije con los dientes apretados—. Sólo pienso... si somos tan buenos siendo enemigos, imagina si estuviésemos del mismo lado. Eso era cierto. Estaba cansada de pelear con Maddox, día tras día, una y otra vez. Era hora de pedir una tregua, de poner fin a esta guerra y empezar de nuevo. Había un brillo ilegible en sus ojos cuando habló. —Harás que Berkshire se ponga de rodillas, Sweet Cheeks.

Voy a ponerte de rodillas. Me guardé ese dato para mí. Maddox pareció pensativo por un segundo. Se pasó el pulgar por la mandíbula cuadrada antes de darme un simple asentimiento. —Bien. Espera... ¿De verdad? Parpadeé, esperando a que se riera y me llamara patética. No lo hizo. Maddox me miró expectante. Santa mierda. Tragué más allá del nudo nervioso en mi garganta, y esta vez, le mostré mi meñique. —Juramos solemnemente no compartir más animosidad entre nosotros y que jugaremos bien. Si Maddox pensó que estaba siendo estúpida, no lo demostró en su rostro. —Juro solemnemente que no seré un idiota, pero aún pensaré en sesenta y nueve formas de cómo puedo follarte cada vez que me mires o sacudas el culo en mi dirección. —¡Maddox! —Siseé, el calor floreció en mis mejillas ante sus crudas palabras. Yo no era una santa, pero maldita sea, él sabía cómo hacer sonrojar a una chica. Dejó escapar una risa gutural, el sonido salió profundo de su pecho. Maddox envolvió su meñique alrededor del mío, apretándolo un poco. Me ardieron los pulmones y me di cuenta de que había olvidado respirar. Esto es todo, me recordé a mí misma. El final de algo; el comienzo de algo más. No sabía qué tan serio era Maddox o si mantendría su palabra. No sabía si él sabía el significado de amigos, no sabía lo que nos depararía el mañana, si volvería a ser un imbécil, pero sabía una cosa: ya no quería estar en el lado opuesto de Maddox.

—¿Amigos? —Respiré. —Amigos —Estuvo de acuerdo.

Maddox Ví a Lila alejarse, de regreso a la tienda de sus abuelos. Me rasqué la barba de tres días sobre la mandíbula, pensativo. La puerta se cerró detrás de ella, ocultando la vista perfecta de su trasero de mi mirada divertida. Tuve que recordarme a mí mismo que debía mirar hacia otro lado porque, jodeme, Lila podría poner de rodillas a cualquier hombre con un culo así. Nuestros ojos se encontraron en la ventana de cristal y ella estaba sonriendo. Una jodida sonrisa genuina. Lila me hizo señas para que entrara y mis pies la siguieron. Si fuera un cachorro, mi cola se movería de un lado a otro. Ah, por el amor de Dios. ¿Amigos? Amigos. Me detuve en la puerta, parpadeando cuando me dí cuenta de repente. En el momento en que Lila apuntó a mi polla en esa cafetería, quedé fascinado. Las chicas solían estar de rodillas por mí, adorando mi polla como si fuera la mejor comida de sus vidas. Nunca tuve una chica que quisiera causarle dolor a Maddox-Junior en lugar de placer, hasta Lila. Cuando sonrió sobre sus hombros antes de alejarse, me intrigó instantáneamente. Quien era esta chica.

Hice que mi misión fuera encontrar más sobre ella, estudiarla... y romperla. Ella era mi proyecto favorito y quería ponerla de rodillas. ¿Alguien luchadora como ella? Sería dulce cuando finalmente me suplicara. Dos meses después… Lila García me puso en la zona de amigos. Bueno, mierda. Una risa brotó de mi pecho. La pequeña señorita perfeccionista era atrevida, tenía que admirar eso. Nunca antes había tenido una novia. Si alguien tenía un par de tetas, Maddox Junior tenía una mente de una sola pista. Sexo. Simple y llanamente. Lila tenía tres cosas que me debilitaban. Tetas, coño y un culo lo suficientemente grande para mis manos codiciosas. Me burlé de la idea. Esto iba a ser interesante. Me pregunté cuánto duraría. Los juegos han cambiado; las tornas han cambiado, y yo iba a jugar su juego ahora. ¿Quién iba a romperse primero? ¿El jugador o la presa? Joder, esto iba a ser divertido.

CAPÍTULO DIECISIETE Lila Una mano firme aterrizó en mi trasero, apretando la carne suave como su bola de estrés personal. El calor de su cuerpo irradiaba contra mi espalda y el familiar y picante aroma de su colonia llenó mi nariz. —Quita tus manos de mi trasero. Somos amigos, Coulter.

Cuando no me soltó, le di un codazo y soltó un pequeño grito. Maddox vino a mi lado mientras caminábamos hacia nuestra clase de inglés. —Espera, pensé que te referías a amigos con beneficios. Porque esas son el único tipo de amigas que tengo. Puse los ojos en blanco. El día tres de nosotros siendo amigos, y Maddox todavía era un idiota. Un idiota algo soportable, pero, aun así. Aparentemente, no podía captar el concepto de sólo amigos y todavía estaba tratando de hacerse una idea. Bueno, realmente no podía culparlo, ya que ayer me atrapó mirando la huella de su pene otra vez. No dijo una palabra, pero su estúpida sonrisa fue suficiente. —No. Me refiero a amigos normales. Por ejemplo, respetas mis límites y yo respeto los tuyos. Deja. De. Estar. Tocando. —Entonces, ¿Quieres decir que no puedo golpearte contra la pared y follarte? Dulce Jesús, ayúdame o voy a asesinar a este tipo. Exasperada, le dí una mirada que lo decía todo. —Eso es lo opuesto a un amigo, Maddox. —Bueno, eso es decepcionante. Has visto lo bueno que soy en el campo, pero tenía muchas ganas de mostrarte lo bueno que soy empujando. Hubo un destello de picardía en sus ojos y mis labios se crisparon. Estaba siendo molesto a propósito, el idiota. Claro, todavía estábamos tropezando con esta nueva amistad, pero no estaba tan mal. Al menos, hoy no encontré más cucarachas en mi suéter y no hubo ningún consolador rosa para Maddox. Como era de esperar, cuando entramos en la clase de la Señora Levi, todos los ojos estaban puestos en nosotros. La atención me tenía nerviosa, pero con Maddox constantemente a mi lado, estaba empezando a acostumbrarme.

La gente siempre miraba fijamente, después de todo, Maddox era el centro de atención. Le encantaba, prácticamente se alimentaba de ello. Su pecho se inflaba como un orgulloso pavo real, sus ojos brillaban y su característica sonrisa se plasmó en sus carnosos labios. Las chicas adulaban y los chicos ardían de celos. Ahora que estaba del lado de Maddox, era más como si él me tuviera a su lado todo el tiempo, llamábamos la atención donde quiera que fuéramos. La gente asumía que estábamos follando, y que yo era su última conquista. Algunos decían que yo era su novia. Nadie creía que solo éramos... amigos. Incluso Riley sospechaba al principio, pero finalmente entendió la naturaleza de nuestra relación cuando Maddox me robó la manzana y, en venganza, le rocié kétchup en la entrepierna. Infantil y estúpido, ¿Verdad? Pero había despreocupada.

algo

en

Maddox

que

me

hacía

sentir…

Dejé la primera fila y seguí a Maddox hasta la parte trasera del aula, donde siempre se sentaba. Acomodándome junto a Maddox, lo que me puso en medio de él y su amigo, le di a Colton un asentimiento con la cabeza a modo de saludo. Sonrió y le dio un puñetazo a Maddox. —Toda la escuela está hablando. Mis labios se aplanaron en línea recta. —Necesitan dejar de chismorrear. —Ese es su trabajo. Chismorrear —Dijo Maddox con una sonrisa perezosa—. ¿Qué tiene de malo ser mi novia, Garcia? —Porque no lo soy. —¿Estás segura? —Colton respondió. Hubo una cosa que aprendí durante estos tres días.

Colton y Cole eran gemelos, pero no se parecían en nada. Cole era más reservado, del tipo tranquilo. No siempre andaba con nosotros, y era menos idiota y más caballero. De hecho, pensarías que Colton y Maddox eran gemelos porque... ambos eran unos idiotas pomposos. En actitud y personalidad, ambos eran cabrones y exasperantes. Ahora que Maddox y yo éramos amigos, eso significaba que sus amigos eran los míos. La pobre Riley también se vió envuelta en este lío. Riley estaba lista para derrotar a Colton en cualquier momento y yo quería levantar mi bandera blanca de la derrota, pero me abstuve de hacerlo. Mi mamá no crió una cobarde. —Si ustedes dos van a volverse contra mí, voy a volver a la primera fila. —Iba a ponerme de pie, agarrando mi bolso. Colton levantó las manos en señal de derrota y Maddox sonrió. —Mantén tu trasero sentado en esa silla, Garcia. Te arrastraré de regreso si tengo que hacerlo. Me dejé caer en la silla. —No soy tu mascota, Coulter. Se inclinó más cerca, sus labios junto a mi oído, para poder susurrar mientras la Señora Levi comenzaba su lección. —Eres un poco linda cuando estás cabreada. —Cállate. Se reclinó en su silla, luciendo bastante satisfecho consigo mismo, como si acabara de domesticar a un dragón. Como si pudiera. Lo ignoré y me concentré en la lección. Claro, él me estaba distrayendo, pero no iba a dejar que afectara mi GPA perfecto.

Las horas pasaban, lentamente... tan jodidamente lentas... hasta que sonó la campana final. Fue un largo día de ser examinada y fulminada con la mirada, y los susurros me siguieron a todas partes. No importaba si Maddox y yo éramos enemigos o amigos; Yo era una forastera, siempre lo había sido y siempre lo sería. Algunos tenían curiosidad, otros simplemente eran malos al respecto. Escuché que es pobre. Probablemente se lo está follando por dinero. Puta desesperada. Ni siquiera es tan bonita. ¿Crees que ella también se está tirando al padre de Maddox? No me sorprendería que tuviera un sugar daddy. ¡Dios mío, eso es tan gracioso! Padre e hijo. Su agujero probablemente está tan estirado. Ella podría estar follandose a todo el equipo de fútbol. No entendían por qué Maddox estaba tan fascinado por mí, sus palabras, o por qué yo y no ellas. Honestamente, yo tampoco. Maddox era un misterio incluso para mí. ¿Por qué me puso en su radar? Riley soltó un bufido, con la cara roja de ira. —¿Qué diablos les pasa? —Sólo ... ignóralos —Dije, exhalando un suspiro de cansancio —. Eventualmente se aburrirán y elegirán otra víctima. —No es justo. No, no lo era, pero estaba aprendiendo a aceptar mi destino. Riley, bendita sea, parecía lista para atacar a alguien, pero la aparté. —Tienes práctica de baile, ¿Verdad? No llegues tarde. —La empujé hacia la puerta.

Dejó escapar un suspiro y me miró con tristeza. —No puedes dejar que te pisoteen, Lila. Yo lo hice. Dejé que me intimidaran a su satisfacción y me quitaron todo. Mis amigos, mi popularidad, mi orgullo... hasta que no me quedó nada. Son como buitres. No se detendrán hasta que te rompan. Tienes que mostrarles quién es la jefa porque tú lo eres. Después de todo, no tenía nada de lo que tener miedo. Maddox estaba ahora de mi lado. Era su amiga. Su único amigo que era una chica. Tenía más poder que cualquiera de las chicas con las que se acostaba. Él era rey, y por mucho que lo odiara, eso me convertía en la reina no oficial. Berkshire Academy era mi reino. Pero nadie quería una reina fría. Lo último que quería hacer era que me despreciaran más de lo que ya lo hacían. Una vez que Riley se fue, entré al baño ya que mi vejiga estaba a punto de explotar. El autobús no estaría aquí hasta dentro de quince minutos, así que tenía suficiente tiempo. Me estaba lavando las manos cuando sucedió. Cuando me rodearon. En el espejo, ví a cuatro chicas. Reconocí a dos de ellas. Bethany, probablemente la chica más popular de Berkshire, y su mejor amiga, Suraiya. Las otras dos chicas me eran familiares, pero no las conocía lo suficiente como para saber sus nombres. Dieron vueltas a mi alrededor y cerré el grifo, sacudiendo las gotas de agua de mis manos. —¿Puedo ayudarles? repentina aparición.

—Pregunté,

sospechando

de

su

—Ella puede hablar —Se burló Bethany, con una falsa inocencia. —Si no tienes nada que decir, me voy. —Pasé junto a ella y me agarró del brazo, clavando sus largas uñas en mi piel. No me inmuté, pero me picaba como una perra.

—No tan rápido, Garcia.— Dijo mi nombre como si fuera una mancha. —¿Qué quieres? —No estaba asustada, pero no me gustaba que sólo estuviese yo y había cuatro de ellas. Se apiñaron a mi alrededor, tratando de intimidarme. Bethany sonrió, aunque parecía tan falsa y maliciosa como ella. —Sólo quería darte una pequeña... advertencia. Me reí. —¿Maddox? Claro, por supuesto. Adelante, dame tu advertencia. Traté de parecer imperturbable, pero sabía lo que se avecinaba. Estaban aquí por una razón. El hecho de que no me acobardara ni suplicara que me perdonaran las enfurecía. —Sólo digamos, estoy tratando de salvarte un poco la cara. Maddox se cansará de ti, muy pronto, y te dejará caer como la basura de ayer. Te lastimará porque eso es lo que hace. Rompe a chicas como tú por un pasatiempo. Le devolví su sonrisa falsa con una propia. —Oh, ¿Como cuando se cansó de ti y te tiró como a la basura de ayer? Las comisuras de sus ojos se crisparon y su sonrisa se desvaneció. Aún no había terminado. Si quería ser una perra, le mostraría cómo jugar bien el juego. Sacudí su mano de encima de mí, diciendo entre dientes. — Recuerdo ese día. Los chismes tienden a viajar rápido. El año pasado, cuando todavía era la chica nueva, Maddox y Bethany durmieron juntos. Al día siguiente, ella afirmó públicamente que era su novia, pero él la rechazó frente a todos diciendo: fuiste un buen polvo, pero no lo suficientemente bueno como para ganarte el título de mi novia. Fue duro y las cosas se pusieron feas ese día.

Pero Bethany era rica y malcriada al igual que la capitana de las animadoras. Ella era la Señorita Popular y chismes como ese no la afectaban. Claro, su orgullo estaba herido, pero se recuperó rápidamente y mantuvo el título de abeja reina. Ella gruñó y arremetió contra mí, dándome un revés en la cara. No lo vi venir y dolió. El sabor metálico de la sangre llenó mi boca cuando traté de lamer mis doloridos y magullados labios. Su amiga me dio pateó la parte de atrás de mis piernas y caí de rodillas. —Eres fácilmente desechable, Lila. Reclamé a Maddox hace mucho tiempo, y todas las chicas de Berkshire saben que es de mi propiedad. Eso es lo mismo que jugar con fuego. Maddox ... ¿Su propiedad? Oh mierda. Se me encogió el estómago y me eché a reír. Esta era probablemente la mierda más divertida que escuchaba en esta década. Me miraron como si fuera una maníaca. Quizás lo era. Estaba a punto de que me golpearan el trasero aquí y me reía de mis agresoras. Bethany siseó, con la cara enrojecida. Pobre pequeña e insegura Bethany. Presionó su pulgar contra mi labio sangrante y me obligué a no estremecerme. Ella sonrió y presionó más fuerte. Me dolió tanto que las lágrimas no derramadas me quemaron el fondo de los ojos. —Eres tan patética como pensaba. Sucia pobre, no lo suficientemente hermosa, tan fácil de olvidar y tan fácilmente reemplazable que tenías que agarrarte al tipo más rico y popular. Su voz me dijo todo lo que necesitaba saber. Yo era pobre y estaba por debajo de ellas. Tal vez no era tan bonita ni tan rica como Bethany y el resto de Berkshire, pero... Bethany, se sentía amenazada por mí.

—No soy una puta, pero puedo oler a una perra desde una milla de distancia. —Dije perezosamente—. Hueles a celos. Muy apestosos. Ve a darte una ducha, cariño. Bethany me dio una mueca desdeñosa, su rostro se torció, y ví toda la fealdad que escondía debajo de la máscara de niña dulce que todos amaban y a la que se inclinaban. Era la reina oficial de Berkshire, una cara bonita con un alma desagradable y un corazón espantoso. Sus secuaces todavía tenían sus manos sobre mí, manteniéndome en mi lugar y evitando que las atacara. Me habían atrapado con éxito; mis brazos se retorcían dolorosamente detrás de mi espalda y sus rodillas se presionaron contra mis omóplatos, manteniéndome cerca del suelo. Bethany cruzó los brazos sobre sus enormes tetas, sonriéndome. —¿Cómo se sentirían tus abuelos si perdieran su tienda de comestibles? ¿Su único ingreso y fuente de supervivencia? Tienen la tienda desde hace quince años, ¿Verdad? Supongo que es hora de cerrar. Entonces, ella hizo su investigación sobre mí. Bethany acercó su rostro a mí y ví el brillo maligno en sus ojos. —¿Qué tan triste sería verlos suplicarle a mi papá? Puedo arruinarte a ti y a tu pequeña familia. Todo lo que tengo que hacer es chasquear los dedos y te veré arder hasta los cimientos. La rabia se desbordó. Pensaba que era débil. Ella y sus secuaces pensaban que estaba indefensa. Bethany agarró mi mandíbula, sus largas uñas se clavaron en mi piel sensible. —¿Dónde está Maddox ahora? Tu héroe no está aquí para salvarte. Dejé escapar una pequeña risa. ¿Maddox, mi héroe? Ella estaba equivocada. Yo era mi propio héroe.

No lo necesitaba para protegerme a mí ni a mi familia. Yo era mi propio protector en esta historia. Como dijo Maddox una vez, no necesitaba un príncipe azul o un caballero con armadura brillante. El primer error de Bethany fue estar demasiado cerca de mí. Ella me había subestimado. Una vez más. Mi cabeza se echó hacia atrás antes de acercarla, golpeando mi frente contra su nariz. Duro. Gritó, sus lamentos penetrantes, mientras se alejaba de mí. Retiré los brazos, les dí una patada a mis atacantes antes de ponerme de pie de nuevo. No perdí el tiempo y agarré a Bethany por el cuello antes de que pudiera escapar y la estrellé contra la pared del baño. —No. Me. Jodas. —Siseé. La sangre brotó de su nariz; no estaba rota, pero sabía que probablemente era jodidamente doloroso. Me fulminó con la mirada, pero lástima que ya no tenía el control. Sus amigas intentaron agarrarme de los brazos para alejarme de su abeja reina, pero la sujeté con más fuerza. Su garganta era pequeña y delicada en mi mano. —No me jodas —Repetí—. No te gustarán las consecuencias. Puede que no te guste ensuciarte las manos, pero a mí no me importa. Después de todo, soy una pobre y sucia rata, ¿Verdad? No amenaces a mis abuelos. No me amenaces. Porque confía en mí, te destruiré. Tengo mis maneras, Bethany Fallon. Esa es tu primera y única advertencia. Me aparté de ella y jadeó, suspirando. —Tú... maldita... perra. Suraiya trató de agarrarme, pero me aparté de su camino. — Tú también terminarás con la nariz rota —Le advertí. Inteligentemente dio un paso atrás y yo sonreí. Sí, tal vez me veía como una maniaca en este momento, pero Riley había tenido razón. No podía dejar que me pisotearan.

Las amigas de Bethany la rodearon mientras ella gemía y lloraba por su nariz, les di una última mirada y salí del cuarto de baño. No era la Señorita Popular; no era rica ni la capitana de porristas... pero la falta de estos títulos no me debilitaba porque yo no era un tapete. La próxima vez que amenazaran a las personas que amaba, les mostraría los dientes y las garras.

CAPÍTULO DIECIOCHO Lila Salí de la escuela a trompicones, mis piernas se sentían un poco temblorosas. Mis rodillas estaban magulladas por el golpe en el piso del baño. Mis labios latían y podía sentir un dolor de cabeza acercándose, gracias a Bethany. Mientras atravesaba la puerta principal, el autobús pasó a mi lado y me quedé allí, estupefacta. Maldita sea, perdí el autobús. Con los puños apretados, contuve las ganas de llorar porque ahora no era el momento para hacerlo. Hacía frío. Estaba de mal humor y dolorida. Pero. No. Lloraría. —¡Lila! Mis pasos vacilaron ante el sonido de la voz de Maddox. —Lila, ¿Qué carajo? —Gritó. Miré por encima del hombro para verlo correr hacia mí. Su boca se curvó en un ceño fruncido mientras se acercaba a mí. Mi cabello oscuro caía como una cortina alrededor de mi rostro y miré mis pies. No quería que viera los moretones, no quería su compasión o su estúpida y burlona risa. Pero Maddox, siendo Maddox… Se acercó a mí, su frente presionando contra mi espalda. Su brazo se curvó alrededor de mi cintura y me atrajo hacia su cuerpo. —¿Cómo pasó esto? —Preguntó, su voz baja y seria. —¿Qué quieres?

—La parte de atrás de tu falda está rasgada. No parece un accidente. ¿Quién hizo esto? ¿Qué? Me aparté de Maddox y extendí la mano detrás de mí para darme cuenta de que tenía razón. Había un gran desgarro en mi falda de Berkshire, lo suficientemente grande como para que mis bragas fueran visibles y todos pudieran verlo. No es de extrañar que sintiera la brisa fría en mi trasero. La ira estalló dentro de mí y dejé escapar un suspiro tembloroso. No quería llorar porque estaba herida o humillada. Eran lágrimas de indignación, y me froté las mejillas, negándome a dejar que Maddox las viera. —Lila —Dijo Maddox lentamente. El sonido de mi nombre salió de sus labios tan suavemente, como si le importara. Fue estúpido, pero mi corazón todavía dio un salto tonto. Me agarró por los hombros y me dio la vuelta para mirarlo. Mantuve mi rostro agachado, pero él no quería nada de eso. Sus dedos rozaron mis mejillas y apartó el cabello de mi cara. Cuando soltó una serie de maldiciones, supe que vio los moretones. Su mano apretó mi brazo y me arrastró hasta una banca. Traté de soltarme de su agarre, pero se mantuvo firme. Me sentó y se arrodilló frente a mí, luciendo como un guerrero oscuro y enojado. ¿Estaba… cabreado? —¿Quien hizo esto? —Preguntó, su voz dura y tensa. —Tu novia —Le respondí. Saqué mi mano de su agarre y crucé los brazos sobre mi pecho—. Ella no está muy contenta con nuestra amistad. Sus ojos se convirtieron en rendijas y me miró con dureza. —Bethany —Siseó Maddox en voz baja—. Ella se va a arrepentir de esto.

Me burlé de eso. —No necesito un protector. Yo puedo cuidar de mí misma. Sus labios se crisparon. A pesar de que su expresión era dura y seria, el humor estaba de vuelta en sus ojos azules. —No, tienes razón. Tú eres el dragón. Puse los ojos en blanco y miré a nuestro alrededor. La mayoría de los estudiantes ya se habían ido a casa, y probablemente yo era de los pocos que tomaban el autobús, ya que todos tenían un automóvil o un conductor para recogerlos. Las ventajas de ser rico, supuse. —¿Qué estás haciendo aquí? Maddox se pasó los dedos por el pelo, todavía corto desde su último corte. No podía decidir si me gustaba más el cabello largo, pero extrañaba su pelo de caniche. —El entrenador necesitaba hablar conmigo. Estaba a punto de irme cuando te ví salir del edificio y noté el desgarro en tu falda. Bonitas bragas, por cierto. Me recuerda a tus labios de cereza. Molestándome en 3… 2… 1. Maddox levantó la mano y me rozó los labios doloridos con el pulgar. —¿Vas a contarme lo que pasó? Le dí una sonrisa avergonzada. —Puedo contarte sobre la parte en la que le rompí la nariz y la estrangulé. —Wow chica —Elogió en voz alta—. Estaba casi preocupado de que me dijeras que no te defendiste. Sacó una botella de agua de mi bolso y ví mientras mojaba su pañuelo. Contra mi naturaleza, me quedé en silencio y lo miré. Sus cejas se fruncieron en concentración, sus labios en una línea recta y firme, y sus ojos se oscurecieron mientras estudiaba mis moretones. Maddox presionó el pañuelo mojado sobre mis labios, frotando suavemente para limpiar la sangre seca. Me estremecí, pero me

quedé quieta por él. Luego lo pasó por mi mejilla, que estaba casi en llamas. El anillo de Bethany debe haberme atrapado la piel. Dejo escapar un suspiro cuando me doy cuenta de que mañana estaría de un desagradable tono verde o morado. —No me gusta cómo te lastimaste por mi culpa —Admitió finalmente. Maddox tocó mi mejilla, su pulgar se cernió sobre mi herida. Su toque fue suave y reconfortante. —¿Te sientes culpable, Poodle? Sus ojos se clavaron en los míos, fulminantes. —No es gracioso. —¿Qué no es gracioso, Poodle? —Lila —Advirtió. —Sí, Poodle. —¡Estás herida! Presioné mi dedo sobre mi mejilla e hice una mueca, luego le dí un asentimiento con la cabeza en confirmación. —Sí, puedo sentir eso. Echó humo, en silencio. Apretó la mandíbula y juré que escuché sus dientes rechinar. Finalmente, dejé que el pobre saliera de su miseria. —No te culpo. Bethany es una perra. Me ocupé de eso y ya se acabó. Los pequeños rasguños no pueden lastimarme porque no dejan cicatrices permanentes. Maddox se puso de pie y me ofreció una mano. La agarré y él me puso de pie. —Bien. Déjame llevarte a casa. El mundo se detuvo ante sus palabras y mis rodillas se debilitaron. De repente olvidé cómo respirar mientras mis ojos se llenaban de lágrimas. El sudor corría por mi frente y entre mis pechos. Me atraganté con mi saliva cuando la sensación desgarradora en mi estómago me hizo querer vomitar.

La cicatriz larga e irregular entre mis pechos palpitaba con un dolor fantasmal, un recordatorio. Ya no era doloroso, pero mi cuerpo y mi mente recordaban el dolor. —No —Me atraganté. Maddox me agarró por el codo. —Por el amor de Dios, Lila. Solo déjame… —¡No! No lo entendía; él no lo entendía, joder. Tropecé hacia atrás y me alejé de él, tratando desesperadamente de contar hacia atrás. Diez... nueve... ocho ... —Lila. Su voz sonaba tan lejana, como si estuviera sumergida bajo el agua, y me gritara desde el cielo. Siete... seis... cinco... cuatro... tres... dos... uno. Abrí los ojos y respiré profundo. Maddox me estaba mirando con una expresión ilegible y me enfureció no saber lo que estaba pensando. ¿Era lástima? ¿O me estaba juzgando? ¿Se dió cuenta siquiera de que acababa de tener un ataque de ansiedad? —Tomaré el autobús... aunque gracias por la... oferta —Hablé, tratando de ocultar los temblores en mi voz. Se tomó un largo momento, pero finalmente asintió lentamente. Maddox se quitó silenciosamente la chaqueta del cuerpo. No lo esperaba, pero se acercó a mí, su cuerpo pegado al mío. Era una cabeza más alto, por lo que se alzaba sobre mí. Envolvió sus brazos alrededor de mi cintura, y me quedé quieta, mis labios se abrieron en estado de shock. Cuando miré hacia abajo, lo ví haciendo un nudo con las mangas de su chaqueta alrededor de mis caderas. Se apoyó pesadamente contra la parte posterior de mi trasero y mis piernas.

Estaba… cubriendo mi falda rasgada. —Te tengo —Respiró en mi oído, antes de alejarse. Abrí la boca para dar las gracias, pero no pude encontrar las palabras. Maddox miró por encima de mi hombro y me dió una pequeña sonrisa. —El autobús está aquí. Asentí, todavía estúpidamente en silencio. Di algo, maldita sea. Cualquier cosa. Tenía las manos metidas en los bolsillos mientras me veía subir al autobús. Me acomodé en la parte de atrás, como siempre. Maddox todavía me estaba mirando. Presioné mi palma contra la ventana y él sonrió, juvenil y sexy. Gracias, murmuré mientras el autobús se alejaba.

A la mañana siguiente, cuando salí de casa, Maddox y su automóvil estaban allí esperando. Bajó la ventanilla y me hizo señas. —¿Qué Coulter?

estás

haciendo?

—Pregunté—.

¿Acosándome,

Me entregó una bolsa de papel marrón. —Buenos días a ti también, Sweet Cheeks. Te ves mejor hoy. Veo que no hay moretones. Mis moretones, que había logrado ocultar de mis abuelos, estaban cubiertos de maquillaje. Me encogí de hombros y tomé todo lo que Maddox me estaba ofreciendo. —El maquillaje hizo el truco.

Eché un vistazo dentro de la bolsa. Menta. Chocolate. Muffin. ¡Oh Dios mío! —Tú… —De nada —dijo. Dejo escapar una carcajada. —En serio, ¿Qué estás haciendo? —Pensé que habías dicho que éramos amigos. Lo miré con sospecha. —Lo somos. —Entonces, te conseguiré el desayuno. Tú y Riley tienden a compartir el almuerzo, ¿Verdad? No podía decidir si esto era dulce o tonto, nada de lo cual le sentaba bien a Maddox Coulter. Le dí un vistazo a su SUV. —No me subiré a tu auto si estás tratando de sobornarme con mi muffin favorito. Por lo que sé, podrías ser un secuestrador o un asesino con hacha. Maddox guiñó un ojo. —Sería un asesino sexy con hacha, admítelo. Puse los ojos en blanco, por enésima vez, y le dí un mordisco a mi muffin de chocolate con menta. —Mi autobús está aquí — Murmuré con la boca llena. Me agaché, así que estábamos al nivel de los ojos y le dí una sonrisa de satisfacción—. Puedes seguirme a la escuela. Como me seguiste a casa ayer. Necesitas mejorar tus habilidades de acecho, Coulter. La expresión de su rostro era cómica. Te atrapé, Poodle. Guiñé un ojo y me alejé. Fuimos a Berkshire por separado, aunque no tenía ganas de hacerlo. El panecillo que me dió me hizo compañía. Traté de devorarlo lentamente, pero el chocolate con menta era mi única debilidad.

Maddox me estaba esperando en la puerta cuando bajé del autobús. Se cargó el bolso en un hombro y me agarró la mano. Sorprendida, miré nuestros dedos entrelazados mientras me empujaba hacia el interior del edificio. ¿Qu- qué? —¿Qué estás haciendo? —Pregunté con cautela. —Tomando tu mano. Su mano era cálida y fuerte. No estaba segura de cómo sentirme al respecto, pero no me aparté. —¿Por qué? Sus ojos se encontraron brevemente con los míos antes de volver a mirar a todos los demás. —Porque necesito que el mundo sepa que no pueden meterse con lo que es mío. Estaba en la punta de mi lengua refutarlo. No necesitaba un salvador, no necesitaba acobardarme a espaldas de Maddox porque podía manejar a todos mis enemigos por mi cuenta. Ayer solté mis garras y ya no me preocupaba usarlas. Pero cuando ví la expresión de su rostro, dura y seria, me tragué las palabras. Algo en sus ojos me dijo que no iba a ceder en este asunto. No sabía por qué me quedé en silencio y dejé que me tomara de la mano. Me molestó el por qué lo hice, pero luego empujé el sentimiento hacia abajo. Marchamos por los pasillos y los estudiantes se apartaron de nuestro camino, como si el océano se partiera por la mitad para que lo atravesáramos. Mordí mi lengua, mantuve mi barbilla en alto y mantuve mi mano en la de Maddox. Su agarre era firme, pero reconfortante. Esperaba que los susurros nos siguieran, pero me encontré con... nada. A la hora del almuerzo, ya no podía morderme la lengua. El día transcurrió igual que esta mañana. Los otros estudiantes evitaron el

contacto visual, nadie me miró ni se burló de mí y nadie se atrevió a acercarse a mí. Incluso a Riley le pareció extraño. Cuando Maddox alcanzó mis patatas fritas, aparté su mano de un golpe y lo miré. —¿Hiciste algo? ¿Amenazaste a la gente? Están actuando de forma extraña. Riley me dio un gruñido de acuerdo. Maddox le dio un mordisco a su sándwich y, al mismo tiempo, pasó un brazo por el respaldo de mi silla, antes de observar la cafetería para echar un vistazo a su reino. —Creo que fuiste lo suficientemente amenazadora para los dos. —¿Eh? —La nariz de Bethany no está rota, pero le hiciste un número. Los chismes viajan rápido. —¿Me tienen miedo? —Nos tienen miedo —Corrigió. Tomé mis patatas fritas, ya no tenía hambre. —¿Me voy a meter en problemas ... por lastimar a Bethany? Colton se echó hacia atrás contra su silla, balanceándose sobre las dos patas traseras. —No, no lo harás. Ya nos ocupamos de eso. Mis ojos se fijaron en Maddox, frunciendo el ceño. —Entonces, sí amenazaste a alguien. Las comisuras de sus labios se arquearon. —Tengo mis maneras. Debería haber estado enojada; Debería haberle dicho que se ocupara de sus propios asuntos. Realmente debería haberlo hecho.

Pero luego me di cuenta de algo, él me estaba protegiendo. Aunque le dije en numerosas ocasiones que no quería que lo hiciera. Era un Maddox muy diferente, del que fue un idiota conmigo y era, como mínimo, impactante. Tenía curiosidad por saber hasta dónde llegaría… para ser mi amigo. En el momento en que Maddox y yo hicimos esa promesa meñique fuera del supermercado de mi abuela, se hizo obvio que mis asuntos eran suyos y los suyos eran míos. Fue un entendimiento tácito entre nosotros. Ambos compartimos una sonrisa. Y eso fue todo. El comienzo de algo para lo que Maddox y yo no estábamos preparados. Ese día, de alguna manera, sellamos nuestra amistad. ¿Amigos? Sí, amigos.

CAPÍTULO DIECINUEVE Maddox Tres semanas después Lila cerró de golpe su grueso libro de texto y gruñó en voz baja. Si pensaba que estaba siendo intimidante, estaba muy equivocada. Ese fue un gruñido de gatito, lindo e inofensivo. —Me estás distrayendo. ¡Detente! —Dijo con los dientes apretados, manteniendo la voz baja ya que ambos estábamos acurrucados en un rincón de la biblioteca. —¿Qué estoy haciendo? —Fingí inocencia porque, en serio, mi pasatiempo favorito era molestarla. Ella estaba estudiando para nuestra próxima prueba de cálculo mientras yo miraba... porno. Bien vale. No es exactamente porno. Pero Tumblr era desagradable y yo tenía el hábito de mostrarle a Lila todos los videos que encontraba. La señorita Garcia no encontró eso divertido, pero fue muy gracioso para mí, así que gruñía y siseaba. Como dije, un gatito. No sabía si tenía una semi-erección por los videos que estaba viendo o porque Lila estaba sentada frente a mí. Probablemente un poco de ambos. —¿Te das cuenta de que eres la persona más frustrante que he conocido en mi vida? —Ella finalmente espetó. Me mordí la lengua para no reírme. Sin embargo, le daría crédito por haber durado tres semanas como mi amiga.

Pensé que se rompería, pero no, Lila era feroz, algo que admiraba mucho de ella. Conectó sus auriculares y volvió a su libro de texto. Su cuaderno estaba lleno de ecuaciones mientras hacía las preguntas de práctica una y otra vez. Durante las últimas semanas, he aprendido algunas cosas sobre Lila: 1. Era una perfeccionista. 2. Quería ingresar a Harvard y todavía estaba esperando recibir su carta de confirmación. Cada día se ponía más ansiosa, aunque se esforzaba por ocultarlo. Desde que obtuve una beca de fútbol, ya tuve una aceptación temprana a Harvard. 3. Ama mucho a sus abuelos. 4. Ella era jodidamente competitiva. Dos minutos después, Lila se rindió. Sacó sus auriculares y me miró. Traté de borrar la sonrisa de mi rostro, pero maldita sea, era difícil cuando ella estaba siendo tan… linda. —Sé que vas a ingresar a Harvard con una beca de fútbol, pero ¿No es necesario que tus calificaciones sean muy buenas o podrías perder tu beca? Salí de Tumblr mientras ella despotricaba. Mi libro de texto y mi cuaderno estaban frente a mí, intactos. —Sí. —Entonces, ¿por qué no te tomas en serio ninguna de tus clases? Ah, entonces ella estaba preocupada por mi. Me abstuve de poner los ojos en blanco y me encogí de hombros. —No me importa. —Entonces, ¿Estás de acuerdo con no jugar al fútbol después de la escuela secundaria y perder tu beca? Eso me hizo hacer una pausa. No me importaba la escuela o Harvard… pero el fútbol era mi jodida kriptonita. Similar a cómo Lila era mi droga favorita, dulce y

tan jodidamente adictiva. Yo era MC-Maddox Coulter, el mariscal de campo imprudente y casanova de Berkshire. Pero había algo en Lila que me mantenía... con los pies sobre la tierra. No era exactamente algo malo, pero tampoco era bueno. No me gustaba cómo podía meterse debajo de mi piel, y no me gustaba cómo podía leerme tan fácilmente. Me hacía sentir... débil, como aquella vez en el armario. Vió todo lo que yo no quería que nadie viera. E incluso ahora, podía ver a través de mí. —No importa. De cualquier manera, voy a ingresar a Harvard. —Porque tus padres van a comprar tu entrada a Harvard. Entendido. Mi cabeza se levantó de golpe ante el tono de su voz. Sonaba... decepcionada de mí. Mis padres estaban en la junta directiva de Harvard. No importaba si mis notas no eran buenas, no iba a perder mi beca. Ellos se asegurarían de ello. Después de todo, eso era todo lo que hacían por mí. Pagar mi camino a través de Berkshire, lanzarme un cheque, darme un auto elegante para mi cumpleaños, aunque nunca estuvieron presentes… todo era siempre material para ellos. Harvard no era diferente. Tal vez pagarme para ingresar a Harvard les recordaría que, de hecho, tuvieron un hijo. —Entrarás a Harvard por tus padres. —Hizo una pausa, mirándome mientras me estudiaba—. ¿Qué tal si por una vez en tu vida no dependes del dinero y la reputación de tus padres? ¿Por qué no lo haces por ti? Por tu cuenta. A través de tu arduo trabajo y los fracasos... y el éxito por tus propios méritos. Sus ojos se clavaron en los míos, mirando… buscando dentro de mi alma. Mi mandíbula se apretó y los músculos de mis mejillas se contrajeron.

—Gracias por la charla de ánimo, Garcia. ¿Necesito aplaudir lentamente? —Sigues siendo un imbécil que no se disculpa —Susurró. Lila pareció pensativa por un segundo antes de inclinarse más cerca, su cara a una mera pulgada de la mía. —Te reto... Desconcertado, solté una carcajada. —¿Qué? Lila no se rio. De hecho, nunca la había visto más seria. La mirada en su rostro me hizo capitular, y mi risa se convirtió en un ataque de tos mientras esperaba, pacientemente. Cuando me aclaré la garganta, levantó la barbilla y me dio otra de sus miradas de estoy-hablando-en serio-ahora mismo. —Te reto a que ingreses a Harvard por tu cuenta, para mantener tu beca sin la ayuda de tus padres. Parpadeé. Luego parpadeé otra maldita vez. Ella estaba bromeando, ¿Verdad? —Chop chop. Tienes que trabajar duro, Coulter. —Lila hizo una pausa y me dio un grito ahogado—. Oh, espera… no me digas, ¿Te estás acobardando? ¿Vas a perder este desafío? Tan decepcionante. Aquí pensé que el Maddox Coulter nunca rechazaría un desafío. Me estaba incitando, esperando una reacción. Joder. Me tenía Lila obtuvo la reacción que quería. Agarré su nuca y acerqué su rostro al mío. Ella tuvo que inclinarse hacia delante, la mitad de su cuerpo inclinado sobre la mesa. Sus labios se separaron con un jadeo silencioso y sus ojos se oscurecieron. —Acepto este desafío. Sus labios se crisparon y sonrió. Sí, definitivamente me estaba contagiando de ella. La Señorita Perfeccionista era ahora una

diabla. —Buena suerte porque estás a punto de que te pateen el trasero. Primer nivel de este desafío, tienes que pasar esta prueba de cálculo. —Fácil, maldita sea. —¿En serio? —Ella arqueó una ceja, nada convencida. —Soy un genio, Sweet Cheeks. Poco sabía ella… Inclinó la cabeza hacia un lado, su cabello caía sobre un hombro. Lila se veía como el sueño húmedo que era, sexy, inteligente como el infierno, audaz y apasionada. Y mi amiga. Mi polla se estaba arrepintiendo de esto y suplicando misericordia. Maldita sea. Ella me dió una sonrisa dulce. —Que comience el juego.

Cuatro horas después, Lila cerró su libro de texto. Inclinó la cabeza hacia atrás contra la silla y se estiró, un pequeño gemido escapó de sus labios. No sabía cómo lo hizo, pero Lila apenas pudo respirar en esas cuatro horas. Sus ojos apenas se apartaron de su libro de texto. Cerré mi propio cuaderno y estudié a mi amiguita. —¿Lista para ir a casa? —Sí, estoy agotada —Amontonó sus cosas en su bolso y se puso de pie.

—¿Me dejarás llevarte esta vez? —Pregunté, aunque ya sabía la respuesta. Lila hizo una pausa. —No. No presioné porque el día en que perdió su mierda conmigo era un recuerdo vívido en mi mente. Entró en pánico cuando le pedí que se subiera al auto; Lo ví en sus ojos, en su rostro y en la forma en que su cuerpo temblaba. Mis puños se cerraron a mis costados. La pregunta estaba en la punta de mi lengua mientras sus labios se fruncían. —El autobús llegará en diez minutos. Puedes irte ahora si quieres. Me paré junto a ella y salimos de la biblioteca. —Esperaré. Porque... Sólo... porque que sí. Esperamos en la parada del autobús. Lila se estremeció y pude oír sus dientes crujir por el frío. —Lila —Comencé. —¿Mmm? Mis labios se separaron; Fui a hacer la pregunta que más tiempo ha estado ardiendo dentro de mí, pero no pude formar la frase. Lila levantó la cabeza y miró, esperando. —Te niegas a subirte a un coche... ¿Es por tu accidente? Lila me hizo una mueca con los ojos muy abiertos e instantáneamente me arrepiento de haber preguntado. La expresión abatida en su rostro, como si la hubieran golpeado con un puñetazo y la hubieran arrojado brutalmente a un lago donde no podía subir a la superficie en busca de oxígeno... eso casi me destroza. Sus ojos lucían torturados y me recordaban a mí cuando me miraba en el espejo.

—Tus padres... —Murieron en ese accidente de coche —Susurró. Cada palabra se sentía como si hubieran sido arrancadas de su garganta, crudas y dolorosas—. Yo era... yo era la única... la única sobreviviente. Ellos... murieron... ellos no... lo lograron. Ahuequé su mejilla. —¿Es por eso que no puedes entrar en un coche? Ella asintió con la cabeza, una lenta inclinación de cabeza. Lila derramó silenciosamente sus secretos, confiando en mí, y mi corazón dió un vuelco en mi pecho. Por el rabillo del ojo, ví que se acercaba el autobús. Ella debió haberlo notado también porque sus ojos se movieron en esa dirección y sollozó silenciosamente. Lila parecía estar tragándose un mar de lágrimas. Mis dedos rozaron sus frías mejillas y ella me miró con ojos ardientes, con el pecho agitado. Una sola lágrima se deslizó por su mejilla y la atrapé antes de apartarla. Lo siento, quería decir. Ella me dio una pequeña sonrisa, tan fuerte pero tan delicada. Está bien. Gracias, me dijeron sus ojos. Lila dio un paso atrás y mi mano se apartó de su rostro. Quería mantenerla pegada a mí, quería abrazarla... pero cuando levantó la barbilla y me miró con los ojos rojos, brillando con feroz intensidad, la dejé ir. Ella no necesitaba que me precipitara a ser su héroe o su protector. Mucho después de que el autobús desapareciera de mi vista y ella se fuera, me quedé en la parada del autobús, con una abrumadora cantidad de emociones nadando dentro de mí.

Lo que empezó como un juego para mí ya no lo era. Lila era verdadera y honestamente mi... amiga. Lo último que quería hacer era lastimarla. De hecho, no me gustaba en absoluto la idea de que ella sufriera. No sabía cuándo ni cómo sucedió. Pero demasiado pronto, Lila se convirtió en alguien importante para mí. Tal vez fue cuando me abrazó en ese armario oscuro y me cantó una canción de cuna. O cuando me ofreció ese sándwich de atún. O tal vez fue cuando envolví mi meñique alrededor del suyo e hice ese tonto juramento de meñique. Pero de alguna manera, Lila Garcia se convirtió en algo más que mi presa. Ella era alguien a quien quería proteger. Del mundo. De mí.

CAPÍTULO VEINTE Lila Dos meses después Me quedé junto a mi casillero después de que sonó la última campana, vigilando de cerca a Riley y Grayson. Ella se acercó a él, sonrojada y tartamudeando mientras le preguntaba sobre la tarea de ayer. Fue una excusa para hablar con él. Charlaron durante menos de cinco minutos antes de que Riley le diera a Grayson una cálida sonrisa y se alejara. Fue tan rápido; cualquiera se lo habría perdido. Pero estaba mirando y descubrí a Grayson mirándola irse, su mirada intensa y sus labios torcidos con una sonrisa divertida. Grayson rara vez sonreía. Por el rabillo del ojo, noté que alguien más estaba observando el encuentro. Colton tenía las manos metidas en los bolsillos de sus pantalones beige mientras se apoyaba en su casillero. Apretó la mandíbula y juré que las comisuras de sus ojos se contraían. No, esa debe haber sido mi imaginación. Pero algo le pasaba y despertó mi curiosidad. Eché un vistazo a mi teléfono, medio esperando que apareciera un mensaje de texto, pero... nada. Maldita sea, estaba empezando a preocuparme ahora. —Colton —Grité mientras pasaba a mi lado. Hizo una pausa y me señaló con la barbilla a modo de saludo. —¿Qué hay, Lila?

—¿Has visto a Maddox hoy? No responde a mis mensajes de texto ni a mis llamadas —Le pregunté con cautela. Una expresión ilegible pasó por el rostro de Colton, y se rascó la barbilla antes de mirar su propio teléfono como si esperara que también se iluminara con un mensaje de texto. —No. Él tampoco responde a los míos. Eso era raro. Maddox nunca nos dejaba sin una respuesta, bueno... no a mí, antes de hoy. De hecho, él siempre era el primero en molestarme temprano en la mañana y hasta altas horas de la noche con sus horribles y tontas bromas. Maddox: ¿Qué es negro, rojo, negro, rojo, negro, rojo? Yo: No lo sé. Déjame dormir. Maddox: Una cebra con quemaduras solares. Siempre encontraba una broma al azar para contarme por la noche; esas eran nuestras buenas noches. Al principio, no sabía si era extraño, molesto o… dulce. Pero después de unas semanas, me había acostumbrado y había llegado a esperarlo todas las noches después de meterme en la cama. Maddox: ¿Qué es verde y se sienta llorando en la esquina? Yo: Adiós. Maddox: The Incredible Sulk. Vamos, admítelo. Este es divertido. Yo: Ja. Buenas noches. El rostro de Maddox se desvaneció en el fondo cuando volví a centrar mi atención en Colton. —¿Pasa algo? ¿Qué hay de la fiesta sorpresa que le daremos hoy más tarde? Dos meses después de nuestra tregua y el comienzo de nuestra amistad, Maddox había pasado con éxito el semestre con

notas lo suficientemente buenas como para mantener su beca en Harvard. Sabía que Maddox nunca se echaría atrás ante un desafío porque no era un perdedor. Pero Maddox Coulter olvidó mencionar que era un genio. No era genio como Einstein, pero todos pensamos que nunca prestaba atención a sus clases. Aparentemente, lo hacía, y no estaba muerto del cerebro como yo creía. De hecho, Maddox probablemente era más inteligente que yo, y esto fue algo que admití a regañadientes. Su cerebro estaba trabajando horas extras para ponerse al día con sus clases, y lo hizo. Con bastante éxito. Un semestre menos. Uno más por el que ir. Después de recibir nuestras calificaciones en el examen, decidimos darle a Maddox una pequeña fiesta sorpresa. Sólo sus amigos cercanos, nada demasiado grande. Se suponía que iba a ser esta noche. Excepto que Maddox no estaba por ningún lado. —A veces... Miré a Colton, esperando que continuara. —¿Qué? —Le gusta desaparecer durante uno o dos días —Admitió lentamente Colton. —Entonces, ¿Algo anda mal? Debió haber visto la alarma en mi rostro porque ya estaba negando con la cabeza. —No exactamente. Es sólo que... algunos días, Maddox se deprime. No le gusta estar rodeado de gente cuando se siente así. Agarré mi bolso y cerré mi casillero de golpe. —¿Sabes dónde está ahora mismo? ¿A dónde va cuando está así?

Colton agarró mi hombro, su rostro intenso mientras me inmovilizaba con una mirada dura. —Escucha, Lila. Es mejor que lo dejes solo cuando está así. —Él es mi amigo —Reclamé en voz alta. Colton soltó una risa sin humor. —Él es mi mejor amigo, ¿Y qué? —Lo conozco. —Me solté de su agarre y lo miré. —Lo conozco mejor que tú —Dijo simplemente—. Lo conozco desde que éramos niños. Pero no ha visto a Maddox como yo... atrapado en ese armario de escobas, gritando para que lo dejen salir... llorando y suplicando que alguien lo salve. Colton no vio a ese Maddox. Yo sí. Yo lo abracé y le canté. Mordí mis labios, las advertencias de Colton resonaban en mis oídos, pero mi necesidad de correr hacia Maddox y asegurarme de que estaba bien era fuerte. —No lo hagas, Lila. Déjalo en paz. Regresará cuando esté listo. Cargué mi bolso sobre mi hombro y me alejé de él. —Aquí hay algo que necesitas saber sobre mí, Colton. No escucho bien las advertencias. —No puedes arreglarlo —Me dijo a mi espalda. No, no podía. Pero esa era la cosa… no quería arreglarlo. Quería tomar su mano. Nada más; nada menos. Entonces, hice lo contrario a lo que me dijo Colton. Tomé un autobús a la casa de Maddox, eh... mansión. Esa sería mi primera parada y esperaba que estuviera allí. Si no, entonces estaba a punto

de emprender una búsqueda inútil. Si no quería verme, me iría, pero después de asegurarme de que estaba vivo. El Maddox que conocía no desaparecía y se quedaba en silencio. No, el Maddox del que me hice amiga era un idiota molesto y adorable. Como la vez que me dió rosas. Maddox caminaba hacia mí con... ¿Flores? ¿Qué demonios? Me apoyé en mi casillero y le dí una mirada, una mirada que decía: ¿Qué estás haciendo ahora? Se detuvo frente a mí con una sonrisa que quería sofocar con una almohada. Levanté una ceja y asentí a las flores en sus manos. —¿Qué son esas? —Rosas —Dijo, luciendo muy orgulloso de sí mismo. —Para ti. —Puse los ojos en blanco. —Están muertas, Maddox. Me lanzó una mirada petulante, como un niño al que le quitan su juguete favorito. —Sí, muertas como mi corazón porque no dejarás que mi pene se acerque a ti porque me has puesto en la zona de amigos. Así que aquí tienes. Rosas para ti, Garcia. —Necesitas ver a un psiquiatra. No creo que estés mentalmente estable —Anuncié, ya alejándome de él. Se puso a caminar a mi lado. —¿No aceptarás mis rosas? Estoy herido. Mis labios se crisparon. De acuerdo, era muy difícil mantenerse seria cuando Maddox estaba en uno de sus estados de ánimo de broma. —Eres tan jodidamente tonto. No sé si debería reírme o... preocuparme. —Cualquier cosa para ver esa sonrisa en tu rostro —Dijo con una sonrisa.

Y fue entonces cuando me dí cuenta, estaba sonriendo. Había sido un día frustrante, uno de esos días en los que nada parecía salirme bien. Me sentía malhumorada y un poco deprimida, pero aquí estaba... En lugar de estar molesta con Maddox como lo hubiera estado antes de nuestra tregua, estaba sonriendo. Joder, esto no estaba bien. No podía permitirme sonreír tan fácilmente. —¿Estás coqueteando conmigo, Coulter? —Todavía no podía borrar la sonrisa de mi rostro. —¿Te estás enamorando, Garcia? —Él respondió, sus ojos brillaban con picardía. —No —Dije inexpresiva. —Bien. Cuanto más difícil seas, más divertido es este juego. —No me estoy haciendo la difícil. Somos amigos —Extendí la última palabra, poniendo más énfasis en ella. Porque, obviamente, Maddox no entendía el significado de "sólo amigos". Maddox dejó escapar una pequeña risa. —Oh, lo sé. Mejores amigos para siempre. Yo te arreglaré las uñas y tú harás de mi pelo una mierda —Hizo una pausa, mirándome con una sonrisa maliciosa que debería haberme advertido de lo que estaba a punto de salir de su boca—. Eso no me impedirá intentar deslizarme en tu trasero. Perdí un paso y tropecé hacia adelante antes de recuperar rápidamente mi equilibrio. Saltando, lo fulminé con la mirada. —¿Mi ... culo...? ¿Por qué mi voz salió como un chillido? Maldito seas, Maddox. Tú y tu boca sucia y pensamientos sucios. Maddox se puso delante de mí, así que caminaba hacia atrás, de cara a mí. —Soy un idiota, bebé. Tienes suficiente para llenar mis dos manos. Y mis manos son lo suficientemente grandes para manejarte.

Hmm. ¿De verdad? Fue demasiado fácil porque descubrí la debilidad del MC. —¿Mi trasero te debilita? Él asintió con la cabeza. —Débil hasta las jodidas rodillas. Hice una pausa, levanté la barbilla y lo miré con una mirada majestuosa. Si lo debilita hasta las rodillas, entonces... —Genial. Ponte de rodillas y suplica entonces. Podría cambiar de opinión si me lo pides amablemente... Parpadeó, luciendo desconcertado. —Espera, ¿En serio? —Inténtalo y ya veremos. Me obligué a no reírme de la expresión esperanzada en su rostro. Pobre bebé. Maddox rápidamente se arrodilló, en una postura de propuesta y me presentó el ramo de rosas muertas. Me dirigió su mirada más sincera y preguntó —Puedo por favor follar tu culo? Dijo las palabras como si me estuviera pidiendo que me casara con él, y fue una gran propuesta. No te rías, Lila. No lo hagas. No. Te. Atrevas. A. Reír. Levanté una mano, golpeando mi dedo índice contra mi mandíbula de una manera pensativa. Sus cejas se fruncieron, y comenzó a parecer sospechoso. Dejé que mi propia sonrisa se mostrara. —Hmm. No es lo suficientemente agradable para mí. Lo siento, inténtalo de nuevo la próxima vez. —¿Qué? —Dejó escapar un jadeo fingido, pero capté la sonrisa en su rostro antes de rodearlo. Dándole una última mirada sobre mi hombro, le guiñé un ojo. —Lo que un hombre haría por un pedazo de culo —Refunfuñó lo suficientemente fuerte. Para que yo lo escuchara.

Me alejé, y tal vez, puse un balance adicional en mis caderas, dándole una buena mirada al culo que tanto deseaba, pero no podía tener. ¿Qué podía decir en mi defensa? Era divertido burlarme de un hombre como Maddox. Sonreí cuando el recuerdo se desvaneció y el autobús se detuvo en la casa de Maddox. Había estado aquí algunas veces, incluso conocí a su mayordomo, el Señor Hokinson. No conocía a gente que en esta época tuviera mayordomos, pero aparentemente, gente tan rica como los Coulter, de hecho, tiene mayordomos. Saludé al guardia y atravesé la puerta. El Señor Hokinson ya estaba en la puerta, como esperaba. Debió haber sido alertado por el portero en el momento en que puse un pie en la propiedad. —Buenas tardes, señorita Garcia —Dijo cortésmente con un ligero acento sureño y una pequeña reverencia. El viejo señor Hokinson. —¿Está Maddox en casa? —Pregunté, sonando esperanzada incluso para mis propios oídos. Me dió un asentimiento tentativo, como si esto fuera un secreto. —Lo está, señorita Garcia. Pero no ha salido de su habitación desde esta mañana. No bajó a desayunar ni a almorzar, así que sabemos que debemos dejarlo en paz. Mis puños se cerraron a mis costados. —¿Y sus padres? El Señor Hokinson tragó saliva, desviando su mirada de la mía, pero no respondió. Siempre tan leal, qué jodida broma. —Deseo verlo. Se interpuso en mi camino cuando traté de caminar a su alrededor. —Lo siento, pero no puedo permitírselo. Levanté una ceja y le dí una sonrisa educada, a pesar de que sentía cualquier cosa menos eso. —Por favor dígame, señor Hokinson. ¿Maddox le dijo que me dejara afuera? ¿Alguien ha dicho

específicamente que no se me permite entrar a esta casa? Porque por lo que recuerdo… Maddox dijo que puedo ir y venir cuando quiera. Tengo rienda suelta, ¿No? Incluso usted es consciente de eso. El anciano parpadeó y frunció los labios en silencio. —¿Va en contra de sus palabras? No estoy segura de que le guste eso. —Él… —Sólo quiero saber si está bien, y me iré —Lo interrumpí antes de que pudiera darme otra excusa. Antes de que el Señor Hokinson pudiera detenerme, lo rodeé y entré en la casa. Subí las escaleras de dos en dos hasta su habitación. Su puerta no estaba cerrada, pero aun así llamé. Una, dos... cuatro veces, pero no hubo respuesta. Con precaución, abrí la puerta y miré adentro. Nada. Vacío. Desnudo. Sin Maddox. Entré para encontrar las pesadas cortinas aún caídas, bloqueando la entrada de la luz del sol en la habitación oscura. Había algo lúgubre en la atmósfera. Sin embargo, la puerta de su baño estaba abierta y podía escuchar el agua correr. Allí estaba... Mi cerebro tartamudeó por un momento y se me escapó un grito ahogado. La visión de él me hizo tropezar y correr al cuarto de baño. —¡Maddox! No. No. Por favor, no. Caí de rodillas junto a la bañera llena de agua. Se sentó adentro, completamente vestido con una botella vacía de… Dios, no. Maddox apestaba a alcohol y cigarrillos. Casi me ahogo por lo fuerte que era el olor. Tenía los ojos cerrados y la cabeza apenas se

mantenía por encima del agua. Mi corazón cayó hasta la boca del estómago, encogido y retorciéndose de náuseas ante la mirada angustiada en su hermoso rostro. Había sombras debajo de sus ojos, como si no hubiera dormido la noche anterior. Ahuequé su mejilla. —Oye, Maddox. —Le di una suave sacudida. Sus ojos inyectados en sangre se abrieron y pude ver el dolor desnudo en sus ojos. Maddox, el fuerte y despreocupado Maddox, parecía… derrotado. No físicamente. No había heridas marcando su cuerpo, pero parecía herido en espíritu. —Oh, bebé. ¿Qué pasó? —No respondió, no es que estuviera esperando una respuesta. —Vete —Se quejó en voz baja. Dios, estaba borracho y enojado. ¿Cuánto bebió? —¿Y dejarte en la bañera así? —Pregunté gentilmente—. No puedo dejarte ahora, Maddox. Maddox cerró los ojos y hundió aún más los hombros en el agua. —No... necesito... ayuda. Había tensión en su voz, una voz que solía estar llena de calidez, ahora tan fría y... vacía. —Necesitamos llevarte a la cama. Puedes dormir así, pero necesitas una cama. No una tina llena de agua helada. Maddox era terco, pero yo también. Apretó los dientes, una tormenta cruzó su rostro. —Vete a la mierda. Lárgate. —No Dejó escapar una risa vacía. —Entonces, ¿Qué tal si... te callas la puta boca... y te sientas en mi polla en su lugar? Sé amable... dame un buen... coño y anímame... ¿Por qué no lo haces?

Ese era el Maddox borracho hablando, me recordé. Se estaba atrincherando contra mí, tratando de ser hiriente y mezquino, de alejarme. Dejé escapar un suspiro frustrado y lo agarré debajo de sus axilas, tirando de él. Se sentó hacia adelante y el agua se derramó a los lados. Cerré el grifo con una mano mientras sostenía el cuerpo inerte de Maddox contra la curva de mi brazo. —Voy a ignorar lo que acabas de decir. Pero, aun así, tienes que salir de esta bañera antes de que te contagies de neumonía. —Murmuré—. No seas un idiota. Su ropa estaba empapada y no podía llevarlo a la cama en este estado. Mierda. Cerró los ojos y dejó caer la cabeza sobre mis hombros, con la nariz hundida en mi cuello. Un escalofrío recorrió mi cuerpo porque Maddox estaba prácticamente helado cuando lo arrastré fuera de la bañera. —Lo siento —Dije en voz baja—. Pero voy a tener que sacarte esta ropa. Maddox se iba a resfriar si lo dejaba así. Murmuró algo en voz baja como respuesta. Se sentó en el borde de la bañera mientras yo sacaba la camisa mojada por su cabeza. No era la primera vez que veía a Maddox sin camisa, pero aun así me encontré haciendo una pausa para mirar. Maddox estaba bueno, esculpido y ... ¡No, para! No mires. Desvié la mirada y trabajé de manera eficiente, haciendo todo lo posible por no mirar más tiempo del necesario su cuerpo desnudo. Me dijo más blasfemias, pero decidí ignorarlas todas. Una vez que estuvo vestido con sus pantalones de chándal grises y una camisa que encontré tirada en el suelo de su habitación, arrastré a Maddox fuera del baño. Mis rodillas casi se doblaron bajo su peso. —Jesús, estás pesado.

Él resopló en respuesta mientras su cuerpo se estremecía violentamente. Odiaba esto. Tan jodidamente mucho. Estaba enojada, tan malditamente furiosa con el hecho de que nadie pensó en ver cómo estaba. Sus padres o el Señor Hokinson. Cualquiera, ¡Maldita sea! ¿Y si no lo hubiera encontrado cuando lo hice? Podría haberse ahogado accidentalmente o... algo peor. Estaba lívida y joder... Me dolía el corazón. ¿Cómo pudo Maddox ser tan descuidado? ¿No entendía lo preciosa que era la vida... y con qué facilidad se nos escapaba de las manos? En un abrir y cerrar de ojos... todo se iba. Las lágrimas quemaban el fondo de mis ojos y sollocé. —¿Por qué, Maddox? Dios, ¿Por qué? —Deja de ser una perra... ven y siéntate en mi polla si... no dejas de ladrar... — Dijo arrastrando las palabras. —Te voy a tirar de culo si me lanzas un insulto más, Maddox —Le advertí. Tropezó y se soltó de mi agarre, maldiciendo entre dientes. —Eres puro ladrido y ningún puto mordisco, Garcia —Gruñó Maddox, con los ojos abiertos como rendijas. Estaba enojado por algo. No sabía por qué, pero si podía adivinar, tenía que ver con sus padres. Lo entendía. Pero no tenía por qué ser un idiota. Cuando tropezó de nuevo, sus piernas cedieron debajo de él, lo agarré del brazo y lo arrastré a la cama. Una vez que se instaló en el colchón, apartó mi mano. Con las manos en mis caderas, lo miré con los ojos entrecerrados. —No hagas esto, Maddox. Me voy a ir.

La advertencia me ganó una reacción, una pequeña. Abrió sus ojos inyectados en sangre y me miró fijamente, su expresión era una máscara de dolor sin filtrar. —Entonces vete. Eso es lo que siempre hacen de todos modos. Alejarse. Maldita sea, ¿Tenía que herir mi corazón así? Froté una mano sobre mi pecho, tratando de aliviar el dolor sordo allí. —No hay ninguna razón para que seas malo conmigo cuando sólo estoy tratando de ayudar —Dije suavemente, pasando mis dedos por su cabello mojado—. No me alejes. Maddox soltó una risa burlona y cerró los ojos. Que así sea. Me levanté de la cama y solo pude dar un paso antes de que me tomara la mano. Firme y fuerte, incluso en su estado. —No te vayas. No me... dejes —Gruñó. Las grietas en su voz me hicieron hacer una pausa—. Tengo miedo... miedo de estar solo. Me acomodé en la cama de nuevo, toda la pelea dejándome en un suspiro. Maddox no era complicado de una manera en la que a todos les gustaba creer. Una vez que lo conocí, realmente lo vi, al verdadero él, y me di cuenta de que sólo se escondía detrás de una máscara. —No puedes hacer esto, Maddox. No puedes ser un idiota y luego pedirme que me quede con esa mirada en tu rostro. —Como un cachorro pateado, un niño perdido, un hombre roto. Mi dulce Maddox, con un corazón de oro. —No quiero perderte. —Murmuró. Maddox tomó mi mano en la suya, aunque con torpeza, porque todavía estaba realmente borracho. Nuestros dedos se entrelazaron, y su agarre se apretó. Le di un apretón a su mano en consuelo y en advertencia. — No ando en relaciones tóxicas.

Sus ojos se abrieron y me dio una pequeña sonrisa. Había algo de melancolía en ello. Tenía la apariencia de un hombre desesperado, hambriento y estirándose ciegamente hacia algo, pero siempre se le escapaba de las manos antes de que pudiera agarrarlo. Maddox me estaba rompiendo el corazón y no había nada que pudiera hacer para poner fin a este sufrimiento. —No estamos en una relación. Lo sabía, pero aun así pregunté. Tal vez era un glotón del dolor. —Entonces, ¿Qué somos? Su mirada se fijó en mí de nuevo, sus ojos tan azules que parecían el cielo de pleno invierno, hermosos pero lúgubres. — Eres... más —Susurró la confesión—. No te vayas, Lila. Dijo mi nombre como una oración, como si susurrara todas sus esperanzas al cielo. Dicho esto, volvió a cerrar los ojos, y esta vez, ya no estaba consciente. Miré nuestras manos y tragué saliva. Más lágrimas. — ¿Qué me estás haciendo, Maddox? Antes de que pudiera pensar dos veces sobre mis acciones, me metí debajo del edredón y me uní a él. Su cuerpo todavía estaba frío, pero lentamente estaba recuperando su calor. Bajo el fuerte olor a alcohol y tabaco, su olor aún perduraba. Cálido, rico y terroso... No sabía cuándo sucedió o por qué no me di cuenta hasta ahora, pero el aroma familiar de Maddox me reconfortaba. Me acurruqué en su costado; nuestros dedos aún estaban entrelazados. Él me necesitaba; necesitaba a su amiga. —No me iré. Promesa de meñique. Maddox era malo. Había una vez un chico, un chico como él, que me arruinó y me dejó con cicatrices. Maddox era todo de lo que me mantenía alejada; él era todo lo que no necesitaba en mi vida.

Me dije a mí misma... nunca más. Nunca me permitiría ser débil con hombres como Maddox. Pero no importa cuánto traté de alejarme, de poner distancia entre nosotros, de terminar de alguna manera con esta amistad... que él no dejaría ir. Era malo. Fumaba, se apresuraba demasiado en la vida, le gustaba violar la ley, rompía chicas como yo, dejaba un rastro de corazones destrozados y no le importaba nada. Pensé... tal vez era porque nadie le enseñó cómo cuidar de otro ser humano. Ví algunos destellos del Maddox que trataba de ocultar a todos, el Maddox que sólo quería la aprobación de sus padres, el Maddox que estaba hambriento de atención. Había cientos de razones por las que era malo para mí. Pero todas esas razones se volvieron insignificantes cuando me dí cuenta de que no quería hacerme daño. Al principio, era escéptica. Estaba esperando a Maddox para hacer lo que mejor sabía hacer, romper corazones. Pero no lo hizo. Pasaron las semanas. Pasaron dos meses. Me di cuenta de que Maddox Coulter estaba un poco arruinado, un poco desordenado, un poco roto, era un hermoso desastre. Como yo. Todas esas razones ya no eran importantes, porque todas las mañanas, él esperaba afuera de la casa de mis abuelos, me pasaba un muffin y seguía mi autobús a la escuela. Todas las tardes, se sentaba conmigo y estudiaba, algo que no había hecho en años. Odiaba estudiar, odiaba abrir un libro de texto, pero lo hizo de todos modos. Por un desafío, por mí, lo hizo por mí.

Era una tontería, era algo tan pequeño, pero… No podía dejar ir a mi amigo. Era molesto pero gracioso. Era el imbécil más grande del mundo, un idiota por definición. De hecho, se llevaría ese trofeo a casa. Idiota de la década. Me enfurecía, me daba ganas de gritar de frustración, me volvía completamente loca, pero por mucho que me hiciera suspirar de exasperación y poner los ojos en blanco… me hacía sonreír. Maddox estaba loco, demasiado descuidado, demasiado imprudente, demasiado tonto. Pero él era el caos en el mundo perfecto que había construido a mí alrededor, un mundo en el que guardaba mi corazón cuidadosamente. Señorita Perfeccionista, le gustaba decir. Maddox hacía que mi mundo fuera un poco menos... perfecto. ¿Estaba de acuerdo con esto? ¿Es esta la realización a la que había llegado aquí?

CAPÍTULO VEINTIUNO Lila Cuando me desperté de nuevo, por quinta vez esta noche, me dí cuenta de que ya no era de noche. Las pesadas cortinas aún estaban corridas, pero podía ver la luz del sol a través de las rendijas. Mis manos aterrizaron en una pared de músculos, cálidos y fuertes. Podía sentir su corazón latiendo bajo mi palma. Mi mirada se deslizó por su pecho, cuello, mandíbula cuadrada y finalmente, sus ojos. Me dí cuenta de dos cosas. Uno, pasé la noche con Maddox y dormí más de doce horas, y él durmió aún más. Dos, Maddox estaba despierto y me miraba con una expresión ilegible. —¿Hola? —Murmuré. Mierda, mierda. ¡Mierda! Tenía la intención de irme en medio de la noche, después de asegurarme de que Maddox estaba bien. Pero debí haberme desmayado y ahora… Esta no era la primera vez que dormía al lado de un hombre. Bueno, mi exnovio y yo compartimos cama varias veces. Pero era un niño. Un chico larguirucho e inexperto. Maddox no era un niño. No era tímido ni inexperto, por decirlo así.

Pero no estaba segura de que me gustara la forma en que Maddox me miraba. La expresión de su rostro hizo que mi estómago se encogiera. Un escalofrío recorrió mi cuerpo; excepto que no tenía frío. De hecho, estaba muy, muy cálida. Maddox era un calentador humano. Sus ojos eran oscuros e intensos, ya no apagados ni inyectados en sangre. —Deja de mirarme así —Refunfuñé, alejándome de su cuerpo. La vista de su cabello rubio sucio, despeinado, ojos brillando con algo tácito, labios carnosos ligeramente separados, hombros anchos y fuertes, había un aura masculina a su alrededor. Me hizo sentir pequeña y... femenina. —¿Qué estás haciendo aquí? —Finalmente habló. Me senté, mordiéndome el labio inferior. —No te acuerdas... Maddox se pasó una mano por la cara y rodó sobre su espalda. —Lo recuerdo. Pero, quiero decir, en mi cama. No es que me importé, pero no lo esperaba cuando me desperté. Bonita sorpresa, Sweet Cheeks. Ah, así que había vuelto al Maddox normal. —Me quedé dormida —Admití. No sabía cómo hacer que esto no fuera incómodo—. Pero probablemente debería irme ahora Me levanté de la cama, pero mi nombre dicho con su voz ronca y soñolienta me hizo hacer una pausa. —Lila. —¿Sí? —Lo miré. Maddox estaba de lado, frente a mí y apoyado en un codo, casual y relajado. Había tantas diferencias entre los dos Maddox que había visto en las últimas veinte horas. —Gracias —Dijo. Había algo parecido al afecto en su voz. Mi pecho se apretó con una emoción desconocida. Abrí la boca, pero nunca tuve la oportunidad de decirle que estaba bien. Un golpe sonó en la puerta y la voz del Señor Hokinson se escuchó.

—Tus padres te están pidiendo que bajes a desayunar. Hubo un destello de molestia y furia retorcida en el rostro de Maddox. —Puedes decirles que se vayan a la mierda, gracias. —Buenos días a ti también —Dijo el Señor Hokinson antes de que sus pasos se desvanecieran. —Maddox… —Comencé. —No, Lila —Gruñó. Se bajó de la cama y fue al baño, cerrando la puerta detrás de él. Me estremecí ante eso y me quedé donde estaba, esperando a que se calmara. Diez minutos después, estaba de nuevo frente a mí. Con los brazos cruzados, me enfrentó con una advertencia. —Mantente fuera de esto... —¿Qué pasó ayer? —Pregunté de vuelta. Me sorprendió al responder. —Mal día. Dí un paso adelante, acercándome a él. —Maddox... En un momento de renovada ira, su pecho vibró con otro gruñido amenazador. Apretó la mandíbula y me pregunté cómo no se rompió bajo la presión. —Llamé a mi padre para contarle sobre mis calificaciones finales. Oh no. No, no me gustaba adónde iba esto. —Me colgó porque estaba demasiado ocupado. Cuando llegó a casa, me armé de valor y se lo conté. ¿Sabes lo que dijo? Negué con la cabeza. Lo siento. Sus labios se curvaron en una mueca mientras imitaba la voz de su padre. —¿A quién sobornaste para obtener esas calificaciones, Maddox? Una furia ardiente y desagradable recorrió mi cuerpo. Por Maddox. Continuó, escupiendo las palabras como si lo quemaran

por dentro. —Él no cree en mí. Mi querido padre probablemente piensa que follé con mis profesores para aprobar mis exámenes. Así que, ¿Puedes verlo? Lila, no importa. Si entro a Harvard por mi cuenta o si apruebo mi semestre. ¡Nada de esto importa! Mi corazón latía con fuerza en mi pecho. —Sí, lo hace. —No. —Siseó. Caminé hacia donde estaba parado y ahuequé sus mejillas. — ¡Mírame! Sí importa, Maddox. Trató de alejarse de mí, pero no lo solté. —No me importa lo que diga tu papá, te esforzaste mucho por esto. Lo vi con mis propios ojos. Deberias estar orgulloso de ti mismo. Y si no puedes creerlo, entonces déjame decirtelo. Estoy muy orgullosa de ti. ¿Lo entiendes? Sus labios se tensaron en una línea recta, sus ojos se volvieron distantes. —Lila… —Estoy orgullosa de ti —Susurré, frotando mi pulgar sobre su mandíbula apretada, el músculo relajándose bajo mi toque. Sus ojos se cerraron con fuerza. —Jodeeer —Murmuró en voz baja. Dejé escapar una pequeña risa, esperando que se le contagiara a Maddox. —Bueno, Poodle. Esa es una forma de decirlo. Sus ojos se abrieron de golpe, claros como el cielo, y agarró mi mano, tirándome hacia la puerta. —¿A dónde vamos? —Pegunté. Había una renovada urgencia en su voz cuando habló. — Desayuno. Vamos. Bueno, mierda...

—Um, ¿Puedo cepillarme los dientes primero?

Quince minutos después, estábamos sentados a la mesa con sus padres. Era la primera vez que los conocía, y su padre apenas me dió un vistazo antes de volver a su tableta. Su madre me dió una sonrisa tentativa antes de evitar el contacto visual. Masticó su tostada mientras un incómodo silencio cayó sobre nosotros. —No sabíamos que había alguien más, Maddox. La voz de su padre era profunda y poco atractiva. Tenía una dura frialdad. El señor Coulter me miró con desprecio y fruncí el ceño. ¿Él…? Mierda, piensa que soy la folla amiga de Maddox o la conquista de anoche. Y probablemente pensó que Maddox me trajo a la mesa solo para causar un escándalo. Bueno, eso explica una cosa. Maddox obtuvo sus costumbres imbéciles de su padre. Aclaré mi garganta. —Mis disculpas, no nos habíamos conocido antes. Soy amiga de Maddox. —¿Amiga? —Su padre me dió un gesto desdeñoso con la mano. —Brad —Advirtió su esposa en voz baja. La tensión en el aire era palpable, tan espesa que alguien podría atragantarse con ella. Se me secó la garganta y traté de tragar varias veces. —¿Cuál es tu nombre? —La Señora Coulter parecía ser más... accesible. La falta de juicio en sus ojos me hizo relajarme, un poco. —Lila. Lila Garcia.

Ella me dió una media sonrisa. —Puedes llamarme Savannah. ¿Cómo se conocieron tú y mi hijo? Le dí un pequeño bocado a mi tostada. Había tenido hambre antes, aunque ya no. Mi estómago se retorció con nudos, y supe que no podía tener más que unos pocos bocados. —Maddox y yo nos conocimos en Berkshire Academy. La cabeza de su padre se levantó de golpe y me lanzaba lanzas con la mirada. —¿Berkshire, dijiste? No reconozco tu apellido. ¿Quiénes son tus padres?" Pensó que yo era una de ellos... de los ricos y los corruptos. Después de todo, Berkshire Academy era un tanque lleno de esos. Tomé un sorbo lento de mi agua, tratando de calmar mi garganta reseca. —Vivo con mis abuelos. Levanté la barbilla y le devolví la mirada con una de las mías. No me avergonzaba de quién era. —¿Abogados? ¿Era un maldito interrogatorio? Negué con la cabeza, frunciendo los labios con disgusto. —No, son dueños de una tienda de comestibles. —Eso es bueno —Intervino la señora Coulter antes de que su esposo pudiera pronunciar otra palabra de odio. Me miraba como si fuera una peste. Mientras miraba a Brad, pude ver el parecido. Maddox era una copia al carbón de su padre. El mismo cabello, los mismos ojos, la misma mirada de enojo en sus rostros. —Entonces, ¿Ya has recibido algunas aceptaciones universitarias? —Savannah trató de romper la tensión, mirando de un lado a otro entre Maddox y yo. Asentí con la cabeza, masticando el bocado que acababa de tomar antes de responder. —Sí, a Princeton, pero espero por Harvard.

El padre de Maddox soltó un bufido. —¿Harvard? No es fácil entrar. Mis hombros se enderezaron y le dí una sonrisa tensa, tratando de parecer cortés. Si Brad vió la mirada irritada en mi rostro, la ignoró. —Oh, lo sé, pero he estado trabajando para esto durante años —Le dije. No me asustaba, no con sus miradas críticas o su fría sonrisa. Maddox finalmente habló. —Lila es una de las cinco mejores estudiantes de Berkshire. Había una pizca de orgullo en su voz y mis mejillas se calentaron. Rápidamente tomé otro bocado de mi tostada antes de tragarla con el té que tenía frente a mí. Brad gruñó, luciendo sólo un poco impresionado. Me miró con una mirada curiosa como si finalmente me viera bajo una luz diferente. Asintió bruscamente hacia mi antes de que su mirada se centrara en Maddox. —Bien, es bueno escuchar eso. Tal vez puedas enseñarle a mi hijo descarriado cómo ser responsable. No estaba tocando a Maddox, pero lo sentí como si fuera mío, sus músculos se tensaron, su cuerpo se puso rígido como un arco, estaba listo para salir corriendo o arremeter contra la garganta de su padre. Había fuego en sus ojos y hielo en sus venas. Mi mano se deslizó hacia él, y puse mi mano en su muslo, sujetándolo, a pesar de que no estaba a la altura de su fuerza. Sus músculos se ondularon bajo mi toque, y su propia mano aterrizó sobre la mía. Su aliento salió en un torbellino. Te tengo. Me puse al nivel de Brad con una mirada fría. Este era un campo de batalla. Maddox y yo por un lado, sus padres por el otro. Nuestras palabras no causaban ninguna herida física, pero joder, nuestras miradas y las palabras dichas eran más afiladas que cualquier cuchillo.

Iría a la guerra por Maddox. Y esto era la guerra. —Maddox está trabajando muy duro —Comencé, mi mirada moviéndose de su padre a su madre. —Aprobó este semestre con altas calificaciones. Brad pareció incrédulo. —Oh, ¿Lo hizo? Mantuve mi temperamento y les dí una sonrisa. —Sí. Deberían estar orgullosos de él, ya que lo hizo todo por su cuenta. Savannah se animó. Obviamente, estaba tratando de romper el hielo, pero esta situación ya era demasiado gélida. —¡Es bueno escucharlo! Maddox, ¿Por qué no nos lo dijiste? Se tensó y su tenedor chocó contra el plato. —Lo hice. Su sonrisa se disolvió. —Oh. Me dí cuenta de una cosa en ese momento. Savannah no ignoraba la existencia de Maddox, aunque parecía así en el exterior. Pero ahora que realmente la observé, me dí cuenta de que tenía miedo de su hijo. Maddox la intimidaba y, conociéndolo, se hizo menos accesible a sus padres. Tal vez estaba equivocada. Savannah lo estaba intentando, pero era un poco... demasiado tarde. —Hemos terminado aquí —Anunció Maddox. Se puso de pie, empujando bruscamente su silla hacia atrás y arrastrándome con él. —Maddox —Brad gritó detrás de su hijo, su voz amenazante y tan... fría. —Mostrarás respeto. Maddox no estaba escuchando. Ya nos estábamos marchando. No se detuvo, incluso después de que cruzáramos las puertas de su casa. Caminamos durante una hora, uno al lado del otro. Hubo un entendimiento tácito entre nosotros mientras caminábamos en silencio hasta llegar a Berkshire.

Hoy era sábado, por lo que el edificio estaba cerrado. Le eché un vistazo a Maddox. Respiraba con dificultad, sus labios se curvaron hacia atrás y sus ojos estaban oscuros. Tenía tanta rabia en su interior, tanta decepción. Podía sentirlo, profundamente en mis huesos. Maddox se sintió traicionado, herido y engañado. Llevaba consigo más dolor del que le mostraba al mundo. Le dí un apretón en la mano. —Tienes que entrenar a tu mente para que sea más fuerte que tus emociones o te perderás cada vez —Dije suavemente. Sus ojos se encontraron con los míos, y la intensidad de su mirada hizo que mi estómago se revolviera. —¿Por qué estás aquí? —Hubo una repentina dureza en su voz que me hizo estremecer. Mis labios se separaron, confundida. —¿Qué? —Aquí —Dijo entre dientes—. Conmigo. ¿Por qué? ¿Por qué no te marchaste? —Porque eres mi amigo —Le respondí simplemente. Porque me importas. Maddox soltó un suspiro tembloroso como si necesitara esa confirmación. Tan joven y tan enojado. Si tan sólo pudiera hacerlo sonreír de nuevo. Una repentina chispa de una idea me hizo jadear en silencio. Por supuesto, podría hacerlo sonreír. Sabía exactamente cómo. Solté su mano y señalé el edificio contiguo a Berkshire Academy, abierto todos los días, incluso los fines de semana. La biblioteca. —Te reto —Comencé. —Por el amor de Dios. —Te reto a que entres allí, sin ropa, excepto tus bóxers. Hizo una pausa, mirándome con la boca abierta. —¿En serio?

—Muy en serio. —Crucé los brazos sobre el pecho. —¿Desnudo? Asentí con la cabeza, reprimiendo una sonrisa. —Sólo tus boxers. Oh, esto iba a ser un espectáculo digno de ver. —Llamarán a la policía —Dijo Maddox, todavía mirándome como si hubiera perdido la cabeza. —Ese es el punto, Poodle. —Parpadeó, todavía luciendo sorprendido—. Mierda, te he corrompido —Jadeó. Mis labios se arquearon. —¿Te atreves, Coulter? Maddox sonrió, una sonrisa juguetona y pecaminosa como la mierda. —Acepto este reto. Rápidamente se quitó la ropa y me la entregó. Estaba parcialmente... desnudo. Sus calzoncillos de Calvin Klein colgaban bajos alrededor de sus caderas, la grieta de su trasero era visible y mi garganta se secó de repente. Maddox completamente vestido era... sexy. Maddox parcialmente desnudo estaba… trago. Sólo éramos amigos, pero maldita sea, yo era una adolescente hormonal que no tenía miedo de apreciar un buen espécimen como Maddox Coulter. —Deja de mirarme el culo, García. —Deja de pasarte desnudo a mi alrededor, Coulter. Echó una mirada furtiva por encima del hombro. —Tengo la sensación de que esta era tu forma de desnudarme. ¿Te sientes tentada, Sweet Cheeks? —Tentada de patear tu trasero a Marte, sí. Él sonrió. —Mentirosa.

Bien, era una mentirosa. —¡Maldita sea, hace frío! —Le castañeteaban los dientes mientras frotaba las manos por sus brazos. Le saqué la lengua y señalé hacia la biblioteca. —¡Vete! Corrió hacia la entrada. —Haz un pequeño twerk —Le grité. Su cálida risa se escuchó a través de la fría brisa. Lo seguí y esperé en la entrada, mirando el espectáculo de Maddox a través de los grandes ventanales. Se paseó por la biblioteca, completamente a gusto y con una sonrisa arrogante. Estaba completamente cómodo en su piel. La gente se quedó mirando, sin habla y en estado de shock. Una chica tenía su teléfono afuera, probablemente lo estaba filmando. Algunos se reían, otros parecieron indignados. Maddox se detuvo frente a la vieja bibliotecaria, que se sonrojaba y farfullaba, se inclinó e hizo un medio twerk contra la abuela antes de salir corriendo. Ya no pude contener la risa. Se me encogió el estómago y jadeé cuando salió corriendo de la biblioteca, con los bibliotecarios y el guardia de seguridad pisándole los talones. —¡Corre! —Me gritó, su sonrisa amplia y contagiosa. Despegué y corrimos. No nos detuvimos hasta que los perdimos. Escondiéndonos detrás del contenedor de basura, traté de recuperar el aliento. —Joder, estás loca —Jadeó a través de su risa. Le dí un codazo, sonriendo. —Hacemos un buen equipo, ¿No? Él sonrió. Una verdadera jodida sonrisa. Mi pecho se apretó y mi estómago dió un salto, como pequeñas mariposas bailando por ahí.

Maddox puede parecer que tiene el mundo a sus pies. Era el rey de Berkshire y gobernaba con una sonrisa arrogante, aunque nadie veía el dolor detrás de esa sonrisa juguetona. Para el mundo, tenía todo lo que todos querían: dinero, estatus, amigos, una beca y dos padres hermosos y exitosos. Él era intocable. Pero seguía siendo humano. Maddox Coulter no era invencible. Tenía múltiples grietas y cicatrices en su alma. Era un chico sencillo de diecisiete años, que sólo quería la aprobación de sus padres, con una infancia un poco desordenada y ahora, estaba hambriento de atención. Lo hice sonreír. Lo hice. Y seguiría haciéndolo. Un desafío a la vez perseguiría sus sonrisas, porque me doy cuenta de que Maddox necesitaba a alguien que se preocupara lo suficiente por su felicidad y su ira. Y yo lo hacía.

CAPÍTULO VEINTIDÓS Lila La multitud vitoreó tan fuerte que me pregunté si mis tímpanos volverían a ser los mismos alguna vez. La emoción burbujeaba en mi pecho y me sentí mareada cuando los jugadores salieron del túnel que conducía al campo de fútbol. A Maddox le gustaba que lo acompañara a sus prácticas, pero este era mi primer juego real. No sabía absolutamente nada de fútbol, pero tenía que estar aquí para Maddox. Esto era importante para él, por lo tanto, era importante para mí. —¡MC! MC! ¡Vamos Berkshire! —Las chicas gritaron detrás de mí. Mierda, esto era enorme y estimulante. Las porristas estaban haciendo lo suyo cuando comenzó el juego. Todos los ojos estaban puestos en los jugadores de Berkshire. Contuve la respiración y no podía apartar los ojos del campo. Riley tomó mi mano entre las suyas y estaba gritando a todo pulmón. Maddox probablemente acababa de anotar un punto porque la multitud se volvió loca. Sabía que era él por la arrogancia mientras trotaba por el campo, absorbiendo toda la atención. Se golpeó el pecho con el puño y nuestras animadoras vitorearon aún más fuerte. Estaba demasiado lejos para ver su rostro, pero podía imaginarme la sonrisa arrogante. Sí, definitivamente era MC—Maddox Coulter, todo macho y arrogante. Esta noche era el último partido de fútbol de la temporada. Debido a la nieve en enero, el juego se retrasó unas semanas. Todavía hacía frío como la mierda, pero nuestros chicos de

Berkshire estaban aplastando al otro equipo. No entendía mucho sobre fútbol o cualquier deporte, pero cuando Riley y nuestra gente vitoreaban, yo también lo hacía. Traté de tener un ojo sobre Maddox, pero todo estaba sucediendo demasiado rápido, así que no tenía idea de lo que estaba pasando. La audiencia gritó una vez más, —¡MC! MC! MC! —Estaban llamando a Maddox. Después de todo, era el futbolista estrella. Hubo un último touchdown antes de que el campo y la multitud estallaran. Nosotros... ¿Ganamos? ¡Mierda, ganamos! No es que me sorprenda ni nada, ¡Pero GANAMOS! Nunca fuí una gran fanática de los deportes; no me importaba mucho el fútbol, pero esta era la pasión de Maddox, toda su puta vida. Él estaba feliz, lo que me hizo feliz. Riley saltó y bailé en mi lugar, riendo. —¡Ganamos! —Ella chilló. Mi corazón latía tan fuerte que podía escuchar los latidos en mis oídos. ¡Qué noche! Maddox se detuvo en el borde del campo, y yo estaba de pie en la primera fila, cortesía de ser amiga del mariscal de campo. Se quitó el casco, sonriendo. Su respiración era irregular, pero la expresión de su rostro era de placer y felicidad. Maddox me miró moviendo las cejas mientras las chicas lo rodeaban. Una animadora se frotó contra él, lo agarró por la cara y le dió un gran beso en los labios. Okaaayy entonces. Más chicas se unieron al grupo, todas ellas tratando de hacerse una idea de Maddox. Sinceramente me preocupaba por su ego. Esto no puede ser saludable para un chico de diecisiete años. Tanta arrogancia.

Me miró, desafiándome con su mirada. Recordé las palabras que me dijo antes del juego. Riley estaba a mi lado, completamente ajena a lo que estaba a punto de suceder. Maddox esperó, dándome una mirada exasperante, como si esperara que perdiera este estúpido desafío. Sinceramente, vete a la mierda, Maddox Coulter. Cuando otra chica envolvió sus brazos alrededor de él, me lancé a la acción. ¿Te atreves? Ja. Ja. Ja. Riley dejó escapar un grito ahogado cuando la agarré por la nuca y la empujé hacia adelante. Mi boca aterrizó sobre la de ella, y sus ojos brillaron con sorpresa. Apreté los labios con más fuerza contra los de ella antes de alejarme. Se secó la boca, escupiendo y fulminándome con la mirada. — ¿Qué diablos, Lila? Encogiéndome de hombros, la miré avergonzada. —Maddox me desafió, lo siento. —Si gano el juego, te reto a que beses a Riley —Dijo, la diversión brillando en sus ojos. Probablemente se trataba sobre una fantasía de mujeres para él. —¡No puedes hablar en serio! Sus labios se arquearon. —¿Te atreves? Me volví para mirar a Maddox de nuevo, y se estaba riendo. Le mostré el dedo medio y se rio aún más fuerte. Maddox se apartó de todas las chicas mientras intentaban agarrarlo, compitiendo por su atención, pero negó con la cabeza. Les dijo algo y me señaló. Todos se volvieron para mirar al mismo tiempo.

Sospechoso, lo miré con los ojos entrecerrados mientras se dirigía hacia mí. —¿Qué les dijiste? —Pregunté con las manos en las caderas. Mis ojos se entrecerraron sobre él. Sonrió con suficiencia. —Les dije que mi novia se estaba poniendo celosa. ¿Eh? Espera... ¿Qué? Estaba demasiado conmocionada por sus palabras que no lo ví venir hasta que me arrojó boca abajo y por encima de su hombro. —¡Maddox! —Grité. Me dio un manotazo en el trasero. —Sé buena. Estas chicas me están volviendo loco y tú eres mi plan de escape. —Suéltame ¡Ahora! —Golpeé su espalda con mis puños, sintiendo sus músculos tensarse bajo mi ataque. —¿Qué tal si eres dócil durante cinco minutos? —Él retumbó con una risita. ¿Dócil? Disculpa, ¿DÓCIL? Lo golpeé de nuevo con el puño, aunque estaba bastante segura de que no sintió nada. —¿Qué soy yo? ¿Tu mascota? — Grité. Maddox tarareó, pensativo. Qué idiota. —Eres un chihuahua tan salvaje —Dijo. —Cuidado, o terminarás con una mordida desagradable, Coulter. Sus hombros se sacudieron con una risa silenciosa. — Muérdeme entonces, Garcia. —Puse los ojos en blanco mientras él se alejaba de la multitud conmigo sobre su hombro, al estilo de un hombre de las cavernas.

Una vez que llegamos al vestuario de los chicos, me soltó y me soplé el pelo de la cara. —¿Por qué estamos aquí? —Necesito una ducha y luego estaremos de camino a la hoguera. Berkshire va a celebrar esta noche. Necesito a mi persona favorita allí. Crucé los brazos sobre mi pecho mientras caminaba hacia su casillero. —Te das cuenta de que, si sigues agarrándome y tirándome por encima de tu hombro de esta manera, nunca creerán que sólo somos amigos. Ya estábamos recibiendo miradas extrañas. Nadie creía que sólo éramos amigos. Quizás eso era parcialmente culpa nuestra. Maddox y yo pasamos demasiado tiempo juntos. Me tomaba de las manos, me besaba en la mejilla o pasaba un brazo por mis hombros mientras caminábamos por los pasillos. Robaba bocados de mi almuerzo, y nos hacíamos bromas tontas el uno al otro. Al principio, odiaba las demostraciones públicas de afecto, pero crecieron en mí, al igual que el resto de las peculiaridades de Maddox. Aún hacía bromas inapropiadas, pero nunca trató de hacer nada… más. Maddox se encogió de hombros con indiferencia. Se quitó las hombreras y la camiseta antes de tirarla hacia mí. —Un recuerdo, Sweet Cheeks. —¿Realmente no te importa? —Pregunté. No se molestó en ocultar su diversión por mi pregunta. —Lila, lo que piense la gente no me importa. A ti tampoco te debería importar. Viven para chismear mientras nosotros vivimos nuestras vidas al máximo. Entonces, ¿A quién diablos le importa si creen que somos amigos o que estamos follando? De acuerdo, cierto. Punto a favor.

Dos horas más tarde, estábamos celebrando con el resto de los estudiantes de Berkshire alrededor de una fogata. Habían muchos de nosotros aquí, pero el campo abierto era lo suficientemente grande como para que no pareciera estar abarrotado. Botellas y latas de cerveza esparcidas a nuestro alrededor. Algunos chicos ya estaban un poco borrachos y se reían de algo, empujándose unos a otros. Maddox se acercó con una cerveza en la mano y un plato de papel en la otra. —Te conseguí unas brochetas de pollo teriyaki hawaiano. Sonreí y le quité el plato. —Gracias. —Miré a mi alrededor, viendo todas las sonrisas—. Seguro que les encanta celebrar. Tomó un largo trago de cerveza antes de limpiarse la comisura de la boca. Sus piernas estaban perezosamente separadas, y vestía jeans negros rasgados, botas de cuero caras y un sombrero que probablemente costaba más que mi sostén. Maddox parecía poseer el mundo, un dios entre nosotros, simples mortales. Se humedeció los labios, sonriendo. —Esto no es nada. La verdadera celebración será en la casa de Colton el próximo fin de semana. Mis cejas se fruncieron ante eso. —No quiero saber. Mastiqué mis brochetas asadas mientras bebía lentamente mi propia cerveza. Un momento después, Maddox chasqueó. —Estoy aburrido. Causemos un pequeño problema. Se puso de pie y se fue al medio del campo. Extendió los brazos, sonriendo. —Juguemos a un juego —Anunció. Los demás gritaron en acuerdo.

Oh, no. Su mirada encontró la mía, la picardía brilló en sus ojos. Lo fulminé con la mirada, tratando de parecer severa, pero mis propios labios se torcieron en una sonrisa. Aquí vienen los problemas.

CAPÍTULO VEINTITRÉS Maddox Miré mi teléfono probablemente por enésima vez, esperando un mensaje de texto. Ella no estaba respondiendo. Hoy salí temprano de la escuela cuando Lila se perdió las dos primeras clases. Ahora, estaba sentado en mi auto frente a la casa de sus abuelos como un maldito acosador. La preocupación me corroía porque era muy improbable que Lila me engañara, y nunca faltaba a sus clases. Hice lo mismo hace unas semanas. La abandoné y engañé a todos los que intentaron acercarse a mí. No esperaba que ella le diera la vuelta a las cosas, y no me gustó ni un poco. Ahora, entendí cómo se sintió cuando no respondí sus llamadas telefónicas y me encontró en esa bañera, helado y borracho. ¿Estaba herida? ¿Pasó algo? ¿Por qué. Mierda. No. Responde. Mis. Mensajes? ¡Maldita sea! Golpeé mis puños contra el volante, un poco desquiciado ante la mera idea de que Lila estuviera herida. Fuí a su tienda hoy y descubrí que su abuela estaba en casa. Claro, podría haber hablado con Sven, su abuelo, pero preferí no hacerlo. Le agradaba lo suficiente, pero no parecía confiar en ningún chico alrededor de su pequeña Lila, incluso en los que eran sus amigos y no querían meterse en sus pantalones. De acuerdo, eso era una maldita mentira.

Todavía quería meterme en sus bragas. Quizás podría leerme mejor de lo que pensaba. ¿Era tan obvio? Oh, ella era mi amiga, pero todavía quería follarme a su nieta. Arriba y abajo, de lado, de rodillas, en cada puta posición. Bueno sí. No es de extrañar que yo no le agradara. Toqué el timbre y la abuela de Lila abrió la puerta con una expresión pensativa en el rostro. Parecía cansada. Al verme, sonrió un poco. —Maddox, ¿Qué estás haciendo aquí? —Hola —Dije, mirando detrás de su hombro, esperando que apareciera Lila —. ¿Está Lila en casa? Traté de comunicarme con ella, pero no responde, así que me preocupé. Ella guardó silencio por un momento, sus ojos se volvieron vidriosos. —¿No lo sabes? —Dijo las palabras con tanta suavidad que casi me las pierdo. Mi corazón dió un vuelco y comencé a sudar. La sangre corría por mis oídos y mi corazón martilleaba en mis oídos. —¿Está… algo mal? ¿Le pasó algo a ella? Ella sacudió su cabeza. —¿No sabes qué es hoy? —Preguntó, pero luego respondió a su propia pregunta antes de que pudiera decir una palabra—. Ella no te lo dijo. No me sorprende. Mi Lila siempre sufre sola. Sufre... ¿Sola? Joder, no. Ella nunca lo haría. No sola. Lila me tenía a mí. Es cierto, ella no necesitaba un héroe para salvar el día, pero cuanto más la conocía, más nos acercábamos, yo quería, no, necesitaba protegerla. Tal vez era para devolverle el favor, ya que ella me cuidó cuando estaba en mi punto más débil o simplemente porque… me importaba. Alguna vez le confesaría eso en voz alta.

Ella me golpearía en la cara porque Lila García odiaba que la compadecieran. Excepto que no me compadecía de ella. Sólo quería ... protegerla. —¿Qué estás diciendo? ¿Está herida? Su abuela me dió una sonrisa rota. —Ella ha estado sufriendo durante mucho tiempo. Eso duele. Allí mismo, en mi maldito pecho. La señora Wilson se apoyó contra el marco de la puerta, luciendo más demacrada para su edad. —¿Sabías que Lila nunca llora? Nunca, excepto un día del año. Ese día llora sola; esconde sus lágrimas de todos. Ese es el único día en que se permite sentir dolor. Mi corazón casi se derrama y froté mi pecho, tratando de aliviar el dolor. No lo detuvo. Se infiltró en mis venas y en mi sangre, por ella. Sus hombros temblaron y se desplomaron, como si finalmente se hubiera liberado de una pesada carga que llevaba. —Mi Lila es fuerte y tiene un corazón frágil —Susurró. —¿Dónde está ahora mismo? ¿Dónde puedo encontrarla? — Incluso yo podía escuchar la urgencia en mi voz, la desesperación. Y yo no era un tipo desesperado. Pero Lila me hacía sentir muchas cosas que nunca antes había sentido. No por ninguna otra chica. —Lila se fue esta mañana. Está en Sunset Park. La encontrarás sentada en un banco. Asentí en agradecimiento y dí un paso atrás, apretando las llaves del auto en mi mano. Sunset Park, encontraría a mi Lila allí. —¿Maddox?

Hice una pausa y miré por encima de mi hombro. —¿Sí? —¿Eres amigo de Lila? Confundido, parpadeé y fruncí el ceño. La abuela sabía muy bien que éramos amigos; lo habíamos sido durante meses. Pero ella me miró, expectante, como si su pregunta tuviera más significado detrás de esas simples palabras. Y me di cuenta de que lo tenía. Esa pregunta fue poderosa porque me hizo pensar en lo importante que era Lila para mí, lo cerca que estábamos y lo mucho que ella significaba para mí. Una simple pregunta, y puso toda nuestra relación en perspectiva. Sí, respetaba muchísimo a Lila. Era inteligente, divertida, salvaje y... cariñosa. Sí, todavía quería probarla. Lo quería desde que la ví por primera vez. Pero ella significaba más. Nos teníamos el uno al otro, ella me atrapó y yo la atrapé. De repente, la idea de que fuéramos más que amigos se convirtió en tabú. Porque si alguna vez fuéramos más que amigos, correríamos el riesgo de perder lo que teníamos ahora. Un entendimiento silencioso. Una amistad basada en la honestidad y la lealtad. Lila vio detrás de todas mis tonterías y no dejó que eso la disuadiera. Empujó y empujó hasta que me abrí en frente de ella. Lila y yo éramos iguales en muchos aspectos, pero aun así… diferentes. Quizás por eso nos llevábamos tan bien como amigos. Nos equilibramos. Ella era la calma en mi imprudente vida. Yo era el caos en su vida pacífica —Lila es mi mejor amiga —Confesé finalmente, con una sonrisa en mis labios.

La abuela pareció pensativa por un momento antes de darme una sonrisa melancólica. —Cuida a nuestra chica. Ella se niega a permitir que ninguno de nosotros le preste un hombro. Tal vez seas diferente. Treinta minutos después, estaba sentado en mi auto en Sunset Park. Mi mirada encontró a Lila en el momento en que estacioné y apagué el motor. Como dijo su abuela, la encontré sentada en un banco, sola. La dulce Lila estaba acurrucada en su abrigo de invierno, tratando de mantenerse abrigada por el frío. No podía ver su rostro desde donde estaba, pero no me gustaba lo que estaba viendo. Estaba encorvada sobre el banco, con las piernas en alto sobre el asiento y los brazos alrededor de las rodillas. Lila parecía... perdida. Me quedé en mi coche unos minutos más, dándole algo de tiempo. Sabía por qué estaba aquí. Sunset Cemetery Park. Sus padres estaban aquí. ¿Sabías que Lila nunca llora? Nunca, excepto un día del año. Ese día llora sola; esconde sus lágrimas de todos. Ese es el único día en que se permite sentir dolor. Y sabía qué era ese día, qué era hoy y por qué era tan importante para Lila. La dulce Lila, el dragón ardiente con un corazón frágil. Salí del coche cuando no pude mantenerme alejado por más tiempo. El viento frío sopló con mayor intensidad y Lila se abrazó con más fuerza. Hubo un tirón magnético entre nosotros, y caminé hacia ella sin siquiera darme cuenta de que mis pies me llevaban a su lado. No se movió cuando me senté a su lado en el banco, no miró hacia arriba, ni siquiera reconoció mi presencia. Silenciosamente, tomé su mano y la aparté de sus rodillas. Ella apretó mi mano y yo apreté la suya a cambio, un voto silencioso.

No te dejaré ir, Lila. Ella no habló y no me atreví a romper el silencio. Lila sollozó silenciosamente y se secó las lágrimas con la otra mano, pero no pudo contener su llanto. Lloró con todo su corazón, un sollozo desolado proveniente de una persona drenada de todas sus esperanzas y sueños. Como si se diera cuenta ahora de que estaba sosteniendo mi mano, trató de apartarla de mí. La sostuve rápido, apretando su mano con comodidad. —Ale... jate —Murmuró Lila. Me quedé en silencio, negándome a pronunciar una palabra, pero también negándome a irme. Probablemente los minutos se convirtieron en horas mientras me sentaba con ella. Lloró hasta que pensé que no quedarían lágrimas, pero aun así siguió llorando. Ella no volvió a hablar y yo tampoco. Lila necesitaba llorar en silencio, pero yo estaría allí con ella. Me iba a quedar y pelearía con cualquier hijo de puta que me intentara obligar a irme. Cada sollozo que abandonaba su cuerpo destrozaba mi estúpido corazón aún más. Se le escapó un gemido, un sonido torturado, y me agarró la mano con más fuerza, clavando sus uñas en mi piel. Levantó la otra mano y se apretó el pecho, un sollozo roto escapó de sus labios. Todo su cuerpo estaba temblando, ya fuera por el frío o por la fuerza de sus lágrimas, no lo sabía. El sonido de ella luchando por respirar a través de su llanto me diezmó. —Me... duele —Gimió. —Me... duele... mucho, Maddox. Su respiración era irregular, jadeante, y su cuerpo se desplomó hacia adelante como si toda la fuerza hubiera abandonado su cuerpo. Ella no debería poder afectarme tan fuertemente, pero emociones salvajes se arremolinaron dentro de mí mientras respiraba su dolor y sufrimiento.

Viendo a la Lila que conocía, la fuerte y segura Lila, romperse así... ¡Joder! Sentí un dolor fantasma en mi pecho, como un cuchillo invisible clavándose y retorciéndose brutalmente en mi carne; el dolor se volvió insoportable. La agarré antes de que pudiera deslizarse del banco, su cuerpo débil por el dolor. Nuestras rodillas se hundieron en el barro húmedo, pero no me importó mientras la abrazaba. Estaba medio sentada en mi regazo, su rostro enterrado en mi cuello mientras sus lágrimas empapaban mi camisa y mi piel. —¿Por qué no… se detiene? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿¡Por qué!? —Ella gimió. Su pequeño puño se apretó alrededor de mi camisa—. Duele… incluso más. Cada vez... todos los años. El... dolor... simplemente nunca... desaparece. No sabía qué decir, no sabía qué hacer, así que la abracé. Nunca fuí bueno con las palabras de pésame, nunca tuve a nadie a quien consolar hasta Lila. Por el amor de Dios, en el momento en que una chica comenzaba a derramar algunas lágrimas, salía corriendo hacia el otro lado tan lejos como era posible. Las chicas y las lágrimas fueron lo único que no soporté, no... nunca. Hasta Lila. La vida la había destrozado. Tal como me había destrozado a mí. Quizás fue por eso que nos encontramos. Llámalo destino, kismet... o tal vez fue obra de Dios... Lila estaba destinada a mantener mis piezas rotas juntas; tal como yo estaba destinado a sostener los pedazos rotos de ella.

No, ella no me arregló y yo no la arreglé. Simplemente... nos sostenemos; así de simple. —Te tengo —Dije suavemente contra su sien. Ella tembló en mi abrazo. —No merecían... morir. ¡No lo merecían! Le murmuré palabras tranquilizadoras mientras se lamentaba de su agonía. —¿Por qué... murieron... y por qué... yo... ¿Por qué estoy... aquí? Quiero... ir... con mi mamá y mi... papá. No... quiero estar aquí. ¡No quiero! Lo siento, lo siento mucho, bebé. El dolor que emanaba de Lila era tan palpable como el viento gélido que nos rodeaba. Tanta agonía y un alma tan solitaria y rota. Pasó más tiempo y, finalmente, sus sollozos se convirtieron en hipo y quejidos silenciosos. Lila todavía estaba en mi regazo, su cara aún metida en el hueco de mi cuello y sus dedos todavía agarraban mi camisa como si su vida dependiera de ello. Le aparté el pelo de la cara y froté con el pulgar el rastro de sus lágrimas. —Te tengo. Ella me abrazó más fuerte. —¿Puedo conocer a tus padres? —Pregunté. Lila me dió un leve asentimiento. Se bajó de mi regazo a trompicones y se puso de pie con las piernas temblorosas. Yo también lo hice, tratando de ignorar el hormigueo en mis piernas después de estar sentado en la misma posición durante demasiado tiempo. Tomó mi mano entre las suyas y caminamos hacia las lápidas de sus padres. —Oye, mamá —Dijo Lila, con la voz quebrada —. Tengo a alguien para que conozcas. Catalina García. El sol brilla más porque ella estuvo aquí.

Querida madre, esposa e hija. Señaló la lápida junto a su madre. —Y ese es mi papá. Papá conoce a Maddox, Maddox conoce a papá. —Una pequeña y temblorosa sonrisa apareció en sus labios—. Y no, papi. Él no es mi novio. Zachary Wilson. Un hombre gentil y un caballero. Padre amoroso y esposo amoroso. Qué hermoso recuerdo dejaste atrás. Mi garganta se obstruyó con las emociones, así que asentí con la cabeza a modo de saludo. —Es un placer conocerlos finalmente, señor y señora Wilson. Lila se arrodilló frente a las lápidas. Se llevó las piernas al pecho y volvió a rodear sus rodillas con los brazos. Me dí cuenta, ahora, de que estaba tratando de protegerse físicamente del dolor. Me uní a ella mientras trataba de entender lo que estaba sintiendo. Tenía un gran peso en el pecho y casi me hacía más difícil respirar. Lila estuvo inquietantemente callada durante mucho tiempo antes de que finalmente hablara. —Me asustas —Susurró. —¿Por qué? —Tú también me asustas. —Porque confío en ti. Porque quiero contarte lo que nunca le he dicho a nadie antes. Igual, Lila. Lo mismo, joder. —¿Sabes qué es lo que más duele? —Dijo Lila, sollozando —. El arrepentimiento. Esperé a que ella continuara, a que contara su historia.

Lila —Creo que siempre llevaré ese arrepentimiento en mi corazón porque lo último que les dije a mis padres fue que los odiaba. Recuerdo haberlo susurrado en la parte trasera del auto, pero no sé si lo escucharon o no. Porque justo después de haber dicho esas palabras, escuché a mi padre gritar y a mi madre gritar. Entonces… el auto… estaba en el aire… y lo siguiente que supe, fue que todo dolió. Mucho dolor. Una sola lágrima escapó y se deslizó por mi mejilla. La limpié, casi con enojo, porque en este momento, la ira tenía un sabor amargo en mi lengua mientras el dolor pesaba sobre mi corazón. —Sólo tenía trece años, bueno… casi catorce. Tan joven, tan tonta, una estúpida, estúpida mocosa. No me dejaron asistir a una fiesta de cumpleaños a la que asistían todos mis amigos. Mamá dijo que no conocían a la chica a cuya casa iba, así que no se sentían cómodos conmigo yendo. Papá no pensó que fuera seguro porque estaba demasiado lejos de nuestro vecindario y no conocían a los padres. Yo quería ir. Quería divertirme con todos mis otros amigos. Pero se negaron y yo estaba tan, tan enojada... Estábamos en el coche y discutíamos. Entonces dije... los odio. Los recuerdos estaban vívidos en mi cabeza, como si fuera ayer. Casi podía escuchar las voces de mis padres, y si cerraba los ojos, podía verlos. Aparté la mirada y parpadeé para alejar la sensación de ardor en mis ojos, pero las lágrimas no se detuvieron. —No quise decir eso. No lo hice. Sólo lo dije porque estaba enojada, pero no lo dije en serio, Maddox. Yo... no lo hice. Esas fueron las últimas palabras

que les dije a mis padres. Ese es mi más profundo pesar —Me interrumpí, dejando escapar un gemido de dolor. Me atraganté con mi vergüenza—. Me... duele porque nunca podré decirles a mis padres cuánto los amo. Nunca volveré a sentir los brazos de mi madre ni los cálidos abrazos de mi padre. Mi mamá nunca me cantará feliz cumpleaños con su voz tonta, y mi papá nunca me hará cosquillas porque le encantaba oírme reír. Decía que mis risas sonaban como una ardilla. Agaché la cabeza, escondiéndome detrás de la cortina de mi cabello. —A veces, olvido lo que es sentirse bien, sentirse normal porque estoy llena de... tantas emociones no expresadas. Maddox guardó silencio y me pregunté en qué estaría pensando. ¿Se compadeció de mí? ¿Podía sentir mi vergüenza? Sin embargo, no quería que me compadecieran... por primera vez desde que murieron mis padres, sólo quería que me abrazaran. Había estado alejando a las personas que se preocupaban por mí, mis abuelos y Riley. Lo intentaron, pero yo siempre los apartaba porque odiaba que me compadecieran, odiaba la mirada compasiva en sus rostros. Cuando el abuelo sugirió terapia, me negué a ver a ningún psiquiatra. ¿Hablar de mis sentimientos con un extraño? ¿Dejar que me vean en mi punto más débil? De ninguna manera. Me dí cuenta de las cosas y contuve un sollozo. Al alejarlos, me estaba causando más dolor. Necesitaba a alguien con quien hablar. Necesitaba que me abrazaran. Necesitaba llorar y que alguien me dijera que todo iba a salir bien. Soltando un grito, me sequé las lágrimas. Maddox estaba aquí, y era irónico por lo mucho que lo despreciaba cuando nos conocimos. —¿Sabes por qué te odiaba tanto antes?

Dejó escapar una risa seca, sin ningún humor. —¿Porque era un idiota? Si tan solo supiera la verdad… Quizás era el momento. Respiré hondo y lo solté. —No, te despreciaba, odiaba la mera idea de ti, porque me recordabas al asesino de mis padres. Levantó la cabeza de golpe y casi pude escuchar los latidos de su corazón a través de su pecho. Bum. Bum. Bum. Hubo un momento de silencio, con los labios entreabiertos como para hablar, pero no pudo decir una palabra. Sus ojos se clavaron en mí, buscando, y ví un dolor similar en los suyos. Mis palabras colgaron pesadamente entre nosotros, y ambos sangramos por el disparo invisible, una herida abierta supurante. Tragué más allá del pesado nudo en mi garganta, todo mi cuerpo se sacudía con temblores. —No hubiéramos tenido un accidente si no nos hubiera atropellado un conductor ebrio esa noche. Habían pasado cuatro años y todavía me atormentaba el recuerdo. —Tenía diecisiete años y estaba muy borracho, muy por encima del límite, especialmente para alguien menor de edad. La carretera estaba un poco helada, por lo que perdió el control de su vehículo. Nuestros autos viajaban en la dirección opuesta y él nos golpeó de frente. Todavía recuerdo los faros brillantes parpadeando frente a mí cuando su automóvil chocó contra el nuestro. —Él...

—Debería haber sido encarcelado por un largo tiempo. Debería haber sido castigado, ¿Verdad? Maddox, ¿Verdad? Él asintió con la cabeza, sus ojos rojos. No me des esa mirada tortuosa, Maddox. Mi corazón ya se está rompiendo. —No lo hizo —Dije, abrazándome más fuerte. —Ni siquiera pasó una noche en una celda; no fue castigado y se alejó ileso del accidente. ¿Sabes por qué? —¿Por qué? —Maddox susurró, pero ya sabía la respuesta. —Era el hijo mimado de un abogado rico e influyente que tenía el mundo entero a sus pies. Su padre barrió el accidente debajo de la alfombra y pudo sacar a su hijo de problemas. Estuve en coma por algunas semanas, y cuando desperté… descubrí que el caso estaba cerrado y archivado. Nos dijeron que el chofer asumió la culpa y había sido indultado por la ley; excepto que él no era el que conducía esa noche... ese chico sí. Lo sé porque hice mi investigación después de despertar. Mis abuelos ayudaron y tratamos de abrir el caso nuevamente. —Lila —Suspiró Maddox. Su cabeza cayó entre sus manos—. Maldita sea. —Estaba en el hospital todavía recuperándome de mis heridas cuando el papá entró por la puerta. La expresión de su rostro, Dios, todavía puedo verlo con tanta claridad. No había remordimiento, Maddox. Nada. No le importó que perdiera a mis padres por culpa de su hijo. No le importó que yo estuviera prácticamente lisiada en una cama de hospital, con dolor, con tanto jodido dolor. Sacó un cheque... —No —Maddox soltó una maldición. —Joder, no. Lila, no—. Golpeó con los puños la hierba húmeda y fangosa. Reí y reí, seca, vacía y fría. —Sí. Me ofreció un millón de dólares para guardar silencio. Dijo que me daría más si me callaba y dejaba en paz a su familia. Entonces lloré.

Y lloré... y lloré. —Perdimos... el... caso —Sollocé con hipo, pero sólo me estaba ahogando con mi propia saliva. —Dinero, poder y demasiadas conexiones, lo tenía todo y no teníamos ninguna posibilidad contra él. —¿Le pagó al juez? —Maddox gruñó, sus palabras mezcladas con ira. —Supuse que lo hizo o no tenía que hacerlo. Eran amigos. Intenté respirar, intenté mantenerme viva, me obligué a sobrevivir. Inhala, exhala. Quería gritar hasta desmayarme y olvidar que todo esto sucedió. Tal vez cuando me despertara, me encontraría en un mundo donde mis padres todavía estaban vivos y vivíamos felices para siempre. —Cuando eres rico, puedes pagar por el silencio de alguien, comprar vida o muerte, jugar a ser Dios y ganar. Eso es lo que hizo. Soy una simple mortal... perdí. —Lo siento. Yo también. —Te odié porque eras un recordatorio del chico que me arruinó y me robó la vida —Gruñí, mi capacidad para hablar se desvaneció. Froté mi pecho, sobre mis cicatrices—. Tan rico, tan mimado. Un mocoso con tanta arrogancia. Maddox emitió un sonido desde el fondo de su garganta; sonó casi como un grito silencioso antes de hablar. —Lo siento —Dijo de nuevo. Con toda mi fuerza desaparecida de mi cuerpo, no podía sentarme más. Mi cuerpo se balanceó, caí de espaldas y cerré los ojos. Estaba drenada de todo, todo el dolor, todo el sufrimiento... mi pasado y todos los recuerdos.

Me sentí... vacía. Y entumecida. No tuve que abrir los ojos para sentirlo. Maddox se sentó en la hierba fría y se acostó a mi lado. Sentí su cálido aliento contra mi cuello. Estaba muy cerca. Respiré aire fresco y hubo un cómodo silencio entre nosotros. Duró mucho tiempo y me empapé del calor de su presencia. Hasta que Maddox rompió el silencio. —Háblame de tus padres. ¿Como se conocieron? —Preguntó gentilmente. Así que lo hice. Le hablé de una historia de amor poco probable. —Mi mamá era la única hispana en su vecindario y todos los demás niños la molestaban. Mi padre aparentemente era uno de sus matones hasta que ella lo agarró un día y estampó sus labios contra los de él, luego se apartó, lo miró directamente a los ojos y le dijo: "Si no puedes callarte, te callaré". Dijo que se enamoró de ella en ese mismo momento. Mi padre siempre me dijo que estuviera con la persona que hace que tu corazón lata a mil millas por hora —Le dije a Maddox. Miramos las lápidas de mis padres y me pregunté si podrían sentirme ya que estaba tan cerca de ellos. ¿Me estaban cuidando? Sentía un dolor sordo en el pecho, pero ya no tenía ganas de llorar. Quizás finalmente había gastado todas mis lágrimas; porque a pesar de que dolía, las ganas de llorar se habían ido. Hasta el año que viene, hasta que me deje quebrar de nuevo. Odiaba ser vulnerable. La última vez que lo fui; había estado en un hospital y no podía darles a mis padres la justicia que se merecían. No sabía por qué dejé que Maddox me viera así, por qué le permití ver mi debilidad... pero todo lo que supe fue que en el

momento en que se sentó en ese banco a mi lado y tomó mi mano, no quería que se fuera. Ni siquiera lloré en el funeral de mis padres hasta que todos se fueron y yo estaba sola. Excepto en el momento en que Maddox me tocó la mano, la presa se rompió, la jaula alrededor de mi corazón se hizo añicos y no había podido dejar de llorar. Nos sentamos allí durante mucho tiempo. El sol comenzaba a ponerse, el cielo se volvía de un naranja brillante. Supongo que este lugar se llamaba Sunset Park por una razón; tenía la mejor vista del atardecer. —¿Crees en el amor? —Maddox preguntó con brusquedad. Qué pregunta más extraña en un momento como este. —Sí. Pero hace tiempo que he decidido que no es para mí. Ya no. —¿Por qué no? —Porque no quiero perder a nadie más —He sufrido suficientes pérdidas durante toda mi vida y las he sobrevivido, pero no quería tentar a la suerte. ¿Cuánto dolor puede soportar una persona antes de que se derrumbe por completo? Era más fuerte que la magia del amor. Envolví mis brazos alrededor de mis rodillas y acerqué mis piernas a mi pecho. Apoyé la cabeza sobre las rodillas y me volví para mirar a Maddox. Estaba mirando las lápidas de mis padres, pensativo. —¿Crees en el amor? —Le pregunté de vuelta. Mis mejillas se sentían tensas por el frío y mis lágrimas secas. Mi cara probablemente estaba enrojecida y con manchas, pero no podría importarme menos en ese momento. Este era Maddox, mi mejor amigo.

Parpadeó, como si no esperara la pregunta. —No lo sé. Curioso, presioné por más. —¿Qué quieres decir? —Solía pensar que el amor era falso. Que no existía. El amor es demasiado complicado y una mierda. Nadie me perteneció antes. Nunca estuve lo suficientemente cerca de amar a alguien o incluso para entender el significado de eso. Las emociones salvajes obstruyeron mi garganta y mi corazón dio un vuelco como un pájaro enjaulado, batiendo sus alas, buscando un escape. —¿Y qué piensas ahora? —Susurré la pregunta. Maddox me miró, sus ojos azules clavados en los míos, mirando directamente a través de mi frío exterior, empujando a través de mis paredes y golpeando mi corazón enjaulado. Cuando volvió a hablar, su voz era profunda y áspera. Sus palabras fueron una confesión silenciosa. —Ahora, tengo a alguien que perder, y sé que me romperá. Sé lo que significa temer perder a la persona más importante para ti. Esa persona tiene el poder de destruirme. El silencio cayó sobre nosotros y no pude encontrar las palabras para transmitir lo que estaba sintiendo. Aparté la cabeza de su mirada inquisitiva y volví a mirar las lápidas. Los segundos se convirtieron en largos minutos, pero nos quedamos sentados en un cómodo silencio. —¿Maddox? —¿Sí? Respiré hondo e hice mi primera promesa a Maddox. —No me perderás. Nunca. Se quedó callado por un momento, y pensé que lo había jodido, hasta que su mano llegó a la línea de mi visión y me mostró su meñique.

—¿Lo prometes? —Preguntó suavemente. Enganché mi dedo alrededor del suyo. Maddox era cálido y familiar. Se sentía sólido y seguro. Quería aferrarme a él y nunca dejarlo ir. —Lo prometo. Flexionó su meñique a mi alrededor y luego sonrió. Por primera vez hoy, también sonreí. Promesa de meñique, tú y yo... para siempre.

CAPÍTULO VEINTICUATRO Lila —Entonces, ¿Es como... una cita? —Pregunté—. ¿Una cita real? No podía ver la cara de Riley a través del teléfono, pero su emoción fue evidente cuando dejó escapar un pequeño chillido. — Bueno sí. Quiero decir... llamó, y preguntó si podíamos cenar, y me dijo que me abrigara ya que tiende a hacer un poco más de frío por la noche —Respondió ella, cada palabra mezclada con emoción—. Y Lila, su voz... por teléfono... creo que casi llego al orgasmo. Mierda. Me dejé caer en mi cama, una amplia sonrisa se extendió por mis labios. —Honestamente, no pensé que Grayson fuera a hacerlo —Dije —. Quiero decir, invitarte a salir. Era tan reservado, tan callado y no se mezclaba con el resto de los estudiantes de Berkshire. De hecho, era un solitario. Sin embargo, Riley no se rindió. Ella se rio y escuché un susurro de fondo. —Han pasado tres meses. Ya es hora de que se derrumbe y me invite a salir. No puedo decidir qué ponerme. ¿Vaqueros o un vestido? Dijo que me pusiera algo abrigado, pero ¿Tal vez un vestido quedaría bien? ¿Algo lindo o sexy? Hizo una pausa —Pensativa —. No quiero parecer tan fácil o

tratar de follar en nuestra primera cita. Pero también quiero sentirme bonita y sexy. Después de Jasper, Riley había renunciado a cualquier chico de Berkshire. Dijo que eran todos iguales, y que el dolor de lo que hizo Jasper todavía era demasiado reciente, a pesar de que había pasado más de un año desde su ruptura. Era la primera vez que la veía tan emocionada; Sólo esperaba que Grayson no terminara rompiéndole el corazón. Aunque, me gustaba creer que a él le gustaba tanto como a ella. Siempre era sutil acerca de sus sentimientos, pero lo había visto mirar a escondidas a Riley y tratar de ocultar su sonrisa. Había una mirada en sus ojos cuando la miraba, algo parecido a la adoración. La misma mirada que había visto en los ojos de Colton también. No estaba segura de sí debería haber hablado con Riley sobre Colton, pero ella estaba feliz con Grayson y eso era todo lo que quería. Era un buen tipo y le agradaba a Riley. Fin. Ella tomó su decisión. Colton tendría que aceptarlo. —¿Recuerdas el vestido negro que usaste la última Navidad? ¿El mini, corte V? Te veías linda pero caliente —Le ofrecí. Riley emitió un sonido en acuerdo. —¡Oh, ese! Mis tetas se ven bonitas con ese vestido. ¡Puedo usar esas nuevas botas de tacones altos que tengo! —Ataca chica. Ahí tienes. ¿A qué hora te recogerá? —Miré el reloj y ví que eran casi las seis de la tarde. —Umm... En una hora. Mierda, tengo que prepararme. ¿Hablamos luego? Su felicidad era contagiosa. —Sí, bebé. Envíame un mensaje de texto cuando llegues a casa. Quiero saberlo todo.

Riley soltó una pequeña risa antes de murmurar. —Será mejor que me bese, o me decepcionaré mucho. Oh sí, será mejor que lo haga. Porque quería saber todo sobre ese beso. Nos despedimos y colgamos. Riley estaba feliz… El timbre de mi teléfono me sacó de mis pensamientos y miré la pantalla. Maddox. Su nombre parpadeando en la pantalla de mi teléfono me recordó que se suponía que debía estar enojada. Contesté la llamada, y Maddox me cortó antes de que pudiera decir nada. —Ven afuera. Ahora —Exigió. El bajo estruendo de su voz hizo que mi estómago se revolviera antes de que recordara aferrarme a la ira. Ugh, gilipollas. —¿Qué quieres? —Respondí con bastante rudeza. Lo que hizo fue… imperdonable. —Lila. —Había una advertencia en su voz. —Maddox —Siseé. —Estoy afuera. Sal. Ahora. —Tal vez si dices por favor. —El sarcasmo salió de mi boca fácilmente. Cuidado, hoy me puse mis pantalones atrevidos. Hubo un gruñido frustrado antes de que lo escuchara suspirar. —Por favor. Huh. Eso fue impactante.

Mis labios se aplanaron en línea recta. —No. —¡Por el amor de Dios! ¿Sigues enojada porque me comí tu muffin? —¡Me robaste mi muffin! —Y fue el último. —Pensé que no lo querías. Lo dejaste sobre la mesa. Gruñí en respuesta. Se quedó en silencio por un segundo antes de reír. El idiota realmente se rio. —¿Estás en tu periodo? —Vete a la mierda. —Terminé la llamada con un gruñido. Sí, estaba en mi período. Sí, estaba de mal humor. Porque este idiota, también conocido como mi mejor amigo, se comió mi muffin de chocolate con menta. Un segundo después, recibí un mensaje. Sal, por favor. Siento lo del panecillo. Escribí algo rápido rápido. ¿Para qué? Mi pantalla brilló con otro mensaje. Sólo confía en mí. Puse los ojos en blanco y salté de la cama. Maddox no se iba a rendir. Por lo que sabía, si no salía de la casa, él vendría a buscarme. Salí de la casa y encontré a Maddox apoyado en su coche, con los brazos cruzados. Al verme, se humedeció los labios y me guiñó un ojo. Me quede sin aliento, porque era tan pecaminosamente

guapo. Entonces recordé que era mi mejor amigo... y se suponía que yo estaba enojada, ¿Verdad? Crucé mis brazos sobre mi pecho y lo miré. ―¿Qué quieres? Maddox me señaló con el dedo índice, haciéndome señas para que me acercara. Lo hice. —Acércate más. No voy a morderte, Garcia. —Me estás molestando, Coulter —Espeté. Rodeó mi cintura con su brazo y me acercó más a él. Tropecé y nuestros cuerpos chocaron. Una sonrisa arrogante se extendió por sus labios. ―No puedo decidir si me gustas más luchadora o si me gustas tranquila. Resoplé y me aparté el pelo de la cara con un soplido, antes de mirarlo con los ojos entrecerrados. Se puso serio, el brillo travieso en sus ojos desapareció. Mi corazón cayó al estómago y mis palmas comenzaron a sudar. ―Lila, ¿Confías en mí? Mis ojos brillaron con sorpresa. ―¿Porque lo preguntas? ―Responde la pregunta. ―Su mirada no se apartó de la mía, absorbiéndome y manteniéndome cautiva. Negué con la cabeza y traté de alejarme de él. ―¿Qué está pasando? No me gustó la expresión en su rostro. Algo estaba pasando y no me iba a gustar. ―Quiero probar algo contigo ―Explicó lentamente.

―¿Saltar de un avión? ¿Buceo? ¿Canotaje? ¿Algo estúpido y emocionante?

¿Hacer

puenting?

A Maddox le encantaba la adrenalina, le encantaba cualquier actividad al aire libre que hiciera que mi corazón se derramara por mi boca. Fuimos en bicicleta de montaña hace unas semanas. Bueno, él fue, y yo lo miré desde la línea lateral, convenciéndome de no desmayarme. Era demasiado peligroso, demasiado imprudente... todo lo que Maddox necesitaba en su vida. La emoción y la prisa corriendo por sus venas. Él vivía para ello. Maddox negó con la cabeza, la expresión en su rostro aún era demasiado seria. ―No, esto no se trata de mí. Esto es para ti. Pero quiero que lo hagamos juntos. ―Maddox, escúpelo. ―Los nervios me roían las entrañas mientras esperaba a que hablara. Aun sosteniéndome en sus brazos, Maddox nos dió la vuelta, así que yo estaba frente a su auto, con mi espalda contra su frente. Estaba atrapada entre él y el coche. Mi aliento salió por mis labios con una fuerte exhalación, y mis rodillas temblaron. Sus manos aterrizaron en mis caderas y su aliento se deslizó junto a mi oreja. Extendió la mano a mi alrededor y abrió la puerta del pasajero, su intención clara. No. No. No. Ya estaba luchando contra él antes de que pudiera decir una palabra. ―Maddox... ―¿Confías en mí? ―Dijo en mi oído. ―No, no lo hago. ―Mi garganta convulsionó y todos los músculos de mi cuerpo se congelaron.

Había un rugido en mis oídos, y mi corazón latía con tanta fuerza que se sentía como si estuviera a punto de salir de mi pecho. ―Yo... no puedo ―Jadeé—. No me obligues a hacer esto. ―Lila, ¿Confías en mí? ―El barítono de su voz reverberó a través de mis huesos, imponente y fuerte, me puso sobre la tierra y me obligó a enfrentar la realidad. Me temblaban las manos y comencé a sudar, a pesar de que el aire primaveral era frío contra mi piel. Yo tragué. ―No. ―No mientas, Lila. ―Sus manos apretaron mis caderas. Mis pulmones ardían y no podía respirar. El pánico comenzó con un grupo de chispas en mi abdomen. Me picaba la piel, se sentía demasiado apretada alrededor de mi carne. Mi propio cuerpo me estaba asfixiando. Con el pecho agitado, la respiración entrecortada y las lágrimas amenazando con caer, me derrumbé en el suelo. Maddox vino conmigo, sin soltarme. Mi corazón saltó de terror, de miedo, y cada respiración que inhalaba se volvía dolorosa. ¿Por qué? ¿Por qué me estaba haciendo esto? ¿Por qué, Maddox? Había un huracán de emociones corriendo dentro de mí, amenazando con estallar. No podía dejar de temblar, mi mente me la jugaba una y otra vez. ―Respira ―Dijo Maddox, su voz abriéndose paso a través del caos en mi cabeza. ―No puedo. ¡Respira! Maldita sea, me dije.

Me agarré el pecho y jadeé. Diez... nueve... ocho... El mundo a mi alrededor se desaceleró y se volvió borroso, mi sangre se convirtió en hielo y mi cuerpo se sentía... entumecido. Había un violento latido en la parte de atrás de mi cabeza y las venas de mi cuello palpitaron. ―Creo en ti ―Susurró. Siete... seis... cinco... cuatro... ―Respira, bebé. Tres... dos... uno. Durante mucho tiempo, nos quedamos así. Mi cabeza cayó hacia atrás sobre sus hombros. ―¿Es esto divertido para ti? ¿Verme así...? Sus labios rozaron mi sien, suavemente. ―No. Pero estoy a punto de ayudarte a vencer tu miedo. Sólo vives una vez, Lila. ―Yo ... no puedo hacerlo hoy ―Confesé. Maddox negó con la cabeza. ―No hoy, no mañana... pero tal vez la semana que viene. Vamos a seguir intentándolo. Mi barbilla se tembló y asentí con la cabeza. Lo intenté. Durante cinco días lo intenté. Maddox me acercaba con éxito a su coche. Todos los días, abría la puerta del pasajero y yo caía al suelo, temblando y jadeando. Día a día, abordaba mi pasado y superaba el miedo hasta que mi cuerpo amenazaba con ceder. El sexto día apenas pude salir de la casa de mis abuelos. Me temblaban tanto las piernas que Maddox tuvo que ayudarme a caminar por el camino de grava hasta su coche.

De nuevo, mis rodillas se debilitaron y me desplome hacia adelante. Un sollozo escapó de mis labios cuando la ansiedad aplastante se abrió camino en mi cuerpo una vez más. ―Lo... lo siento ―Me atraganté. Maddox esperó a que mi ataque de pánico cesara, su presencia dominando y su mano firme en mi espalda. Dominó mi pánico, tranquilizándome con un toque suave. Levanté la cabeza de su hombro y sus intensos y hermosos ojos se cruzaron con los míos. El pánico me invadió, haciendo que mis ojos se volvieran salvajes y mi rostro pálido como un fantasma, pero él no me miró como si fuera una patética perdedora. Maddox esperó pacientemente. Porque creía en mí. Mordí mi labio mientras trataba de calmar mi respiración. Los músculos de mi cuerpo sufrieron un espasmo, pero luché por mantenerme consciente. ―Ponme en el coche, Maddox. ―Traté de sonar firme, pero mi voz sólo salió tan débil como los gritos de un gatito recién nacido. Apretó los labios, buscando mis ojos. Tal vez vió la determinación en ellos porque asintió. Nos levantamos, y luché por mantenerme en pie. Esta vez, cuando Maddox abrió la puerta del pasajero, subí al coche con las piernas temblorosas. Me dejé caer en el asiento, mi corazón golpeaba brutalmente contra mis costillas. Colocó el cinturón de seguridad a mi alrededor mientras yo sostenía mi asiento, con los nudillos blancos, los dedos doloridos por lo fuerte que me estaba sujetando. Presionó su pulgar sobre mis labios carnosos, apartándolos de mis dientes. ―Confía en mí ―Dijo Maddox con voz ronca.

¿Confiaba en él? Lo hacía, total y verdaderamente, con todo mi corazón. Esa fue la parte más aterradora. ―Haremos esto. Él sonrió. ―No, tú harás esto. Maddox cerró la puerta y lo ví moverse alrededor del auto hasta el asiento del conductor. Subió y yo respiré hondo. Sus manos estaban en el volante, esperando. ―Hazlo, Maddox. —Confío en ti. ―Antes de que hagamos esto, necesito decirte algo ―Hizo una pausa. Ladeé la cabeza, esperando—. Esos pantalones de yoga que llevas deberían ser ilegales, Garcia. Mis labios se separaron y una risa repentina brotó de mi pecho. ―¡Maddox! ―Todavía me reía cuando arrancó el motor y, sin que me diera cuenta, el coche empezó a avanzar. Mi sonrisa desapareció de mi rostro y jadeé. ―Oh Dios. ―Mi respiración tartamudeó. Esa noche... los recuerdos… Todo me golpeó a la vez, y me estaba ahogando, hundiéndome... muriendo. No puedo respirar Maddox tomó mi mano. ―Te tengo. ―Su voz profunda era suave pero poderosa, con un tono rico y sedoso—. Lila.

Cerré los ojos y respiré por la nariz. Diez ... nueve ... ocho ... siete ... seis ... cinco ... cuatro ... tres ... dos ... uno. Yo estaba muriendo. ―No te estás muriendo ―Me dijo una voz. Su voz. Maddox. ―Lo estoy. ―Mamá... papá... los amo. Los amo tanto. ¿Puedes escucharme? Lo siento. Una mano cálida rodeó la mía. ―Estoy justo aquí. No te estás muriendo. Tan cálido, tan fuerte, tan familiar. El viento frío rozó mi piel sudorosa y sobrecalentada. ―Abre los ojos, Lila. ―No. ―Confía en mí ―Dijo. La angustia me retorció el estómago. Presioné una mano sobre mi pecho, tratando de aliviar el dolor. Mis ojos se abrieron mientras respiraba con dificultad. Mi ventana había sido bajado, de ahí que la brisa me rozara el pelo. Y… Dios mío. ―Hermoso, ¿No es así? ―Maddox habló. No podía parpadear, no podía apartar los ojos del cielo rosa y naranja. La puesta de sol. Al parecer, estábamos conduciendo por

una colina y reconocí que no estaba demasiado lejos de mi casa. Nunca pensé que la puesta de sol podría ser tan hermosa aquí, así… No pude evitar que las lágrimas me quemaran los ojos y amenazaran con derramarse. Se deslizaron por mis mejillas y contuve un grito. ―Maddox ―Suspiré, mis manos temblaban de miedo y... algo más, no sabía que. ¿Quizás de alivio? ―Saca tu cabeza con cuidado y siente el viento, Lila. Te tengo. Estás segura. Acerqué mi cabeza a la ventana y sentí la brisa en mi cara. Más lágrimas se derramaron por mis mejillas. Mi estómago se revolvió con una sensación de ansiedad. El pánico y el miedo recorrieron mis venas. Pero… Estaba en un coche. Maddox estaba conduciendo. Estaba... viva. Mis labios temblaron con una sonrisa. ―Oye, Maddox. ―Si estás a punto de confesarme tu amor eterno, voy a decirte que te detengas ahí mismo, Sweet Cheeks ―Rugió. ―Veo que sigues siendo un imbécil. Maddox se rió entre dientes y mi estómago dió un vuelco. Gracias. ―¿Amigos? ―Le pregunté, mostrándole mi meñique. Fue algo tan tonto de hacer, pero éramos nosotros.

Él sonrió y enganchó su dedo alrededor del mío. ―Amigos. Maddox condujo durante horas, hasta que la puesta de sol desapareció y las estrellas aparecieron en el cielo oscuro. Finalmente detuvo el auto en una colina y encendió la radio, que irónicamente sonaba There's No Way de Lauv. Estiró su mano hacia detrás en el asiento trasero y me entregó una pequeña bolsa de papel marrón. Eché un vistazo al interior y sonreí. Un muffin de chocolate con menta. Le dí un mordisco, mis ojos se dirigieron a Maddox y descubrí que ya me estaba mirando. No tenía que confesar mi amor eterno por Maddox. Lo que teníamos; era un acuerdo tácito con las palabras no dichas y una sensación que no podía explicar. El amor era una palabra demasiado simple para describirlo porque el amor era blanco y negro. Amar o no amar: en realidad no había un punto intermedio. Lo que teníamos... era un caleidoscopio de colores.

CAPÍTULO VEINTICINCO Maddox ―No me agrada ―Gruñí, cruzando los brazos sobre mi pecho. Me quedé clavado frente a la puerta, como si de alguna manera pudiera evitar que se fuera. Lila puso los ojos en blanco, se inclinó y se tocó los dedos de los pies. Se estiró y tuve que apartar la mirada porque, maldita sea, su trasero se veía bien con esos jeans. Estaba enojado con mi propia reacción y toda esta situación. Y no sabía exactamente por qué. ―No depende de ti ―Dijo con una voz cantarina. Algunos días, deseaba que ella se sintiera intimidada por mí. Haría todo esto de la amistad más fácil, pero no. Lila Garcia era jodidamente luchadora y constantemente chocaba conmigo. ―No vas a ir a esa cita con él. Yo sí. Sí, ese era exactamente mi problema. Iba a tener una cita. Con alguien. Amigo de Grayson. Una maldita cita que organizó Riley. Ahora que tenía novio, asumía que Lila también necesitaba un hombre en su vida. Bueno, maldita sea, ella ya tenía un hombre. Me tenía a mí. ―No confío en él ―Dije de nuevo. Lila me miró con las manos en las caderas. Llevaba maquillaje, lo que rara vez hacía. Jeans rotos, botines y una camiseta negra sin

mangas que debería ser ilegal. Claro, Lila no tenía pechos grandes, pero sus pechos se veían jugosos en esa camiseta sin mangas. Jugosos, pecaminosos, prohibidos... y… Joder, hasta se pintó las uñas. Se veía... hermosa. Para él. ―Ni siquiera lo conociste ―Argumentó. Mi mandíbula se apretó y estaba a punto de reventarme una vena. ―¡Podría ser un maldito asesino por lo que sabemos! —Él podría lastimarla… Y él no era yo. Los ojos de Lila se convirtieron en rendijas y levantó la barbilla, dándome esa mirada altiva que tenía. Realmente dominaba esa mirada que dice: no eres mi jefe y puedo hacer lo que quiera. ―Lo he visto dos veces y es un caballero, Maddox. Para ya. ―No me gusta. No me gusta él ―Dije por enésima vez esta noche—. ¿Qué pasa si te toca y tú no quieres que lo haga? Tocarla. Él podría tocarla y besarla… Ella se frotó la frente, sus ojos lucían sombríos. Lila ya estaba cansada de mis tonterías. ―Maddox, basta. No me vas a arruinar esta cita. ―Él podría... lastimarte. Una sonrisa apareció en sus labios. ―Daren no puede y no me hará daño. ¿Daren? Incluso su nombre sonaba tonto. Me imaginé a Lila gimiendo ese nombre, y la necesidad de golpearle la cara, a alguien a quien nunca había conocido antes, era fuerte.

―¿Puedes darme una garantía de que no te hará daño? ―Le disparé en mi defensa—. No me quejaré y dejaré que vayas a esta estúpida cita si me puedes asegurar eso a un cien por ciento. Estaba jugando sucio porque sabía que ella no podía. No sabía por qué estaba reaccionando de esta manera cuando Lila me dijo que iba a esta cita. Tenía una sensación de malestar en el estómago y un gran peso en el pecho. ―Estás actuando como un novio celoso, Maddox ―Advirtió, con los labios torcidos en disgusto. Sus palabras estaban acompañadas de una advertencia. Novio... ¿Celoso? Celoso... ¿Yo? Ja. ―Estoy actuando como un amigo que se preocupa ―La corregí. Ella resopló, muy poco femenina. Me encantaba eso de Lila. No era falsa a mi alrededor y no estaba compitiendo por mi atención. Lila no se moldeó a sí misma para adaptarse a mis estándares. Se mantuvo fiel a sí misma y le dió a quien se atreviera a apagar su fuego el dedo medio. Lila se arregló el delineador de ojos y me miró a través del espejo que llegaba hasta el suelo. ―No, estás siendo un niño. Un niño petulante y malcriado. Tuviste una cita la semana pasada y no te detuve. ¿Eso me hace una amiga menos preocupada? ―No fui a una cita ―Murmuré, luchando contra una mueca. No necesitaba conocer los detalles. Sus ojos se endurecieron. ―No, tienes razón. No tienes citas. Te la follaste.

Me froté la frente y suspiré. Esto no nos estaba llevando a ninguna parte, y solo me estaba agitando más a medida que pasaban los segundos. Dante o como se llamara, estaba a punto de aparecer en cualquier momento, y Lila estaría en camino... a su cita... ¿Celoso? No, no era eso. Mi relación con Lila era clara: no había sentimientos ocultos ni secretos. Nos queríamos profundamente, pero eso era todo. La mera idea de que fuéramos algo más era una idea prohibida, y mi estómago se revolvió. Preferiría tener a Lila así, que arriesgarme a perderla más tarde porque nuestros sentimientos estaban jodidos. No había vuelta atrás si cruzábamos esa línea. ―Él te lastimará —Dije una última vez, esperando que cambiara de opinión. Era solo la idea de que ella estuviera con otro chico, tan cerca como estaba de mí, lo que no me sentó bien. No estaba celoso. Era sólo un poco territorial con mi mejor amiga. Lila me miró fijamente por un momento, la expresión de su rostro ilegible. Su mirada era inquebrantable y sus pequeños puños estaban apretados a sus lados. Parecía que estaba teniendo un debate interno con ella misma. Tragó, su garganta se balanceó con la pequeña acción. Luego hizo algo que no estaba esperando, y seguro que no estaba listo para eso. En absoluto.

Mis ojos se abrieron cuando Lila se pasó la camiseta sin mangas por la cabeza, dejando que se deslizara entre sus dedos. Se paró frente a mí en jeans, botas y sostén. Lila no era tímida, nunca lo fue. De hecho, podría ser tan grosera como yo si así lo quisiera, y la mayoría de los días lo era. Siempre había sido audaz y confiada. La mirada determinada en su rostro debería haberme advertido, pero estaba demasiado concentrado en su... pecho. Inhalé y mi polla se movió, presionando contra mis jeans. Mierda. ―¿Qué carajo? ―¿Qué ves? ―Preguntó con calma. Veo... tetas. Tetas que podría follar. ―¿Qué estás haciendo? ―Gruñí—. ¿Lila? Dio varios pasos hacia adelante hasta que estuvimos cara a cara. Lila era mi pequeña enana, tan diminuta que la parte superior de su cabeza apenas llegaba a mis hombros. Tuvo que echar su cabeza hacia atrás para mirarme porque básicamente me dominaba por encima de ella. Su mirada era sombría mientras esperaba. ―Maddox, mírame. Mis puños se abrieron y cerraron. Mantuve mis ojos en los de ella, negándome a dejar que mi mirada vagara... hacia abajo. Probablemente me rompería una nuez si lo hiciera. ―Lo estoy haciendo. ―No lo estás haciendo. Mi. ra. me. Mira más de cerca — Insistió con la misma voz suave. Lo hice... y finalmente vi lo que ella quería que yo viera. ―¿Ves ahora? ―Ella respiró.

Mi corazón tartamudeó y perdí el aliento cuando mi estómago se tensó. Mis ojos se posaron en su pecho, donde sus tetas estaban cubiertas con un sujetador negro de encaje. Y vi… Líneas irregulares rosadas y blancas... cicatrices... en su hermosa piel pálida. Justo en el centro de su pecho y entre los dos montículos pesados. ―No —Me atraganté. Jesucristo, dulce Lila. Antes de que pudiera detenerme, mi mano se levantó como para tocarla. Cuando me di cuenta de lo que estaba a punto de hacer, me detuve a una pulgada de su piel. Lila tomó mi mano entre las suyas y la colocó sobre su pecho, justo en el medio, donde estaban sus cicatrices. Dejó escapar un suspiro tembloroso en el momento en que la toqué. Su corazón latía con fuerza contra mi palma. ―¿Es esto...? ―No pude terminar mi oración. Lila asintió. ―Del accidente. Mis dedos temblorosos rozaron sus cicatrices, sintiendo un ligero bulto en su piel, mientras que el resto de ella era suave y terso. ―Es feo ―Susurró, tratando de ocultar una mueca, pero su rostro lo decía todo. ―Eres hermosa ―Confesé, mi voz tensa. Y ella realmente lo era. Lila había pasado por el infierno y había vuelto. Esa era la parte más hermosa de ella; era una mujer que llevaba su dolor como una gargantilla de diamantes alrededor de su cuello. Fuerte,

inflexible... una sobreviviente. Lila Garcia enderezó su propia corona torcida porque no necesitaba que nadie más lo hiciera por ella. Lila me dejó entrar, no porque me necesitara. Fue porque ella me quería, como amigo y compañero. Me dio una sonrisa agridulce. ―Daren no puede lastimarme porque ya estoy lastimada. No puede romper mi corazón porque ya está roto. ¿Entiendes ahora? Asentí. Lila exhaló aliviada. Me acerqué, nuestros cuerpos presionados el uno contra el otro. Yo completamente vestido.Y Lila en un estado de medio vestida. Su piel estaba tibia bajo mi toque. Me miró a través de sus espesas pestañas con una mirada en sus ojos que debería haberme dicho algo... pero no podía entender lo que estaba tratando de transmitir. Ella respiró. Yo respiré. El mundo se detuvo y los colores se desvanecieron, dejándonos en un estado de blanco y negro. Lila se estremeció, un temblor silencioso recorrió su cuerpo. No era por el frío porque su habitación estaba caliente y yo estaba sudando. Su mirada se posó en mis labios antes de que vacilaran, y volvió a mirarme a los ojos. Mi cabeza descendió hacia la de ella y mis labios rozaron su frente, un simple beso. Lila respiró hondo y cerró los ojos. Nunca antes le había dado un beso en la frente a una chica. Esa mierda era jodidamente cursi, pero era natural con ella. No era como si pudiera besar sus... labios. Labios que parecían tan suaves,

tan besables. Me daría un puñetazo en la cara si alguna vez lo intentaba. Así que me conformé con un beso en la frente. Eso era seguro y lo que un amigo haría. ―¿Lila? ―¿Mmm? ―Eres un hermoso dragón ―Le dije. Sus hombros temblaron y una pequeña risa escapó de sus labios. ―Dragón, ¿Eh? ―Dragón ―Estuve de acuerdo—. Daren debería estar preocupado porque probablemente te lo comerás para la cena si accidentalmente te pisa la cola. Cerré los ojos y aspiré su aroma, olía a duraznos por el champú y la loción corporal que usaba. Lila se apartó lentamente y la dejé ir. Agarró su camiseta sin mangas y, una vez que estuvo vestida de nuevo, revisó su teléfono. ―Dijo que está de camino al restaurante. ―¿Puedo acompañarte? ―Pregunté, sólo medio en broma. En realidad, hablaba en serio. A Lila no le hizo ninguna gracia. ―No, Maddox ―Dijo. Había una nota de exasperación en su voz. Pasó junto a mí y salió por la puerta; La vi irse con una sensación de hundimiento en el estómago. Consideré seguirla al restaurante y vigilarlos, por si Dante intentaba hacerle alguna mierda a mi amiga. Pero Lila nunca me lo perdonaría, y prefiero quedarme con su lado bueno. Podría ser brutal y tenía garras afiladas.

Nunca me consideré aparentemente, lo era. De nuestra amistad. Bueno, joder.

una

persona

posesiva...

pero

CAPÍTULO VEINTISÉIS Lila Vi cómo Pops soltaba una carcajada sonora ante algo que decía Maddox. El abuelo dijo algo más que hizo que Maddox meneara la cabeza y sonriera. Claro, Maddox trabajaba para mis abuelos, pero sólo Gran lo había recibido con los brazos abiertos. Pops estaba un poco preocupado; ya que nunca me había visto con ningún chico a mi alrededor. Dijo que no confiaba en ellos, y tenía razón. Pero Maddox y yo habíamos sido amigos durante meses, y Pops poco a poco comenzó a sentir simpatía por él. De hecho, si no me equivocaba, ahora estaban en el mismo equipo. Proyecto: No dejar que Lila tenga citas y protegerla a toda costa. Sólo me tomó dos semanas darme cuenta de que mi mejor amigo tenía razón sobre Daren. Dante, como a Maddox me gustaba llamarlo, era de hecho un imbécil al que sólo le interesaba acostarse conmigo. El abuelo era un hombre difícil de conquistar, pero no me sorprendió que Maddox lo hiciera. Él era... genuino, e incluso Pops podía ver eso. Me alegré de que los dos hombres de mi vida finalmente se llevaran bien, lo suficientemente bien como para compartir una cerveza y ver un partido de fútbol juntos mientras hablaban de deportes. Oh tú sabes. Un domingo normal por la noche.

Maddox había pasado el día con nosotros. Gran incluso lo arrastró a la iglesia y él se fue sin quejarse. Nunca consideré a Maddox como una persona religiosa y tampoco lo era yo, pero seguía la corriente de la abuela todos los domingos y dejaba que me llevara a la iglesia. Seguro, creía en Dios, pero si realmente me amara, mis padres aún estarían vivos. Así que sí, Dios y yo no compartimos una relación amistosa. Almorzamos juntos y luego fuimos a la tienda por el día de inventario. Después de que cerramos por la noche, Pops invitó a Maddox a cenar y a jugar al fútbol. Si tuviera que adivinar, Pops estaba un poco solo, le faltaba un amigo con quien hablar y estaba haciendo una tregua con Maddox. ―Creo que ahora son mejores amigos. Mis cejas se levantaron, volviéndome hacia la abuela mientras me ayudaba a guardar los platos. ―¿Lo son? ―Tu Pops no se ríe así con cualquiera. ―Ella sonrió, mirándolos—. Créeme, lo conozco desde hace demasiado tiempo y he estado casada con él durante décadas. Bueno, sí, era Maddox después de todo. Fácilmente podría ganarse a cualquiera. Ese era mi mejor amigo, damas y caballeros. Los hombres gritaron desde la sala de estar, y supuse que probablemente fue un touchdown para su equipo. Sonreí, viendo a los dos hombres más importantes de mi vida llevarse bien finalmente. Tal vez si mi papá también estuviera aquí… Me dolía el pecho y froté el lugar, tratando de aliviar el dolor. Algunos días, la piel alrededor de mis cicatrices picaba y la cicatriz en sí me dolía, como si estuviera vertiendo queroseno sobre la piel que ya estaba ardiendo. El médico dijo que todo estaba en mi cabeza. El dolor ya no era físico, pero mi cerebro y mi cuerpo estaban acostumbrados y, a veces, les gustaba recordarme el dolor.

Pensé en el día en que le mostré a Maddox mis cicatrices. Fue hace semanas, aunque se sentía como ayer, el recuerdo todavía fresco en mi cabeza y mi piel todavía ardiendo por su toque. Maddox había pasado sus dedos sobre las marcas dejadas en mi cuerpo, tocando mi pasado, deteniéndose sobre las líneas dentadas y feas, trazando las abolladuras de mi alma y los bordes ásperos de mi corazón. No escapó, no como lo hizo Leo después de quitarme la virginidad. No ví la expresión de disgusto o repulsión en su rostro. Maddox no se inmutó. Se quedó y me llamó dragón, esa era la forma en que Maddox me decía lo que necesitaba saber. Y cuando su cabeza descendió hacia la mía, pensé que iba a arruinarlo todo besándome esa noche. Por un breve momento, tal vez había querido que lo hiciera, pero luego sentí una inmensa ráfaga de alivio cuando no lo hizo. Mi teléfono sonó con un mensaje, sacándome de mis pensamientos. Era de Riley. Pregunta rápida. ¿Esto me hace lucir como una puta? Llevaba puesto un ajustado vestido negro, uno que se amoldaba a cada curva de su cuerpo. Sus senos prácticamente se le estaban saliendo y tenía los labios pintados de rojo. Sus rizos rubios rebotaban sobre sus hombros, al estilo de Marilyn Monroe, desde que se los cortó la semana pasada. Riley estaba haciendo pucheros en la foto. Puta y linda. Le respondí el mensaje de texto. Se va a sorprender.

Si no me folla esta noche, le voy a poner una pistola eléctrica en la polla. Contuve la risa y la disimulé con una tos falsa antes de que el abuelo pudiera preguntarme de qué me estaba riendo. La pobre Riley estaba privada de polla, o en palabras de Riley, sufría de privación de polla. Grayson estaba siendo un caballero minucioso y cortejaba a Riley, según sus palabras, porque ella no se merece nada menos. Estuve de acuerdo, pero aparentemente, él estaba reteniendo el sexo porque pensaba que Riley aún no estaba lista después del fiasco con Jasper. Estaban haciendo todo lo demás, excepto sexo, un home run. Riley dijo que estaban en tercera base. Ella me ahorró los detalles explícitos, excepto que mencionó lo bueno que era Grayson con su lengua y vio a Jesús. Qué afortunada. Habían estado saliendo por un tiempo y Riley... bueno, estaba profunda e irrevocablemente enamorada de Grayson. No dudé de los sentimientos de Grayson por ella porque era evidente en la forma en que sus ojos seguían cada uno de sus movimientos, la forma en que su mirada la buscaba en un lugar lleno de gente y cómo siempre tenía un brazo posesivo alrededor de sus caderas. Claro, era gentil, pero era obvio que estaba tratando de atenuar sus instintos territoriales. Cualquiera podía ver eso. Especialmente después de que toda la testosterona atravesó la habitación el fin de semana pasado en la fiesta de Colton. Eso fue... intenso, por decir lo menos. Ambos querían a Riley. Riley ya tomó su decisión, pero Colton estaba teniendo problemas para aceptar eso. Deberías atarlo a tu cama y sentarte sobre él. Problema resuelto. Sólo estaba bromeando a medias cuando envié el mensaje de texto, pero luego... aparentemente, Riley no entendió la broma.

Santa mierda. Esa es la mejor idea. Rápidamente tecleé un mensaje. ¡Espera! No hablaba en serio. Mi teléfono sonó con un mensaje un minuto después. Yo sí. Gracias, nena ;) Oh Dios. Grayson no tenía ni idea de en lo que estaba a punto de meterse. ―¿Es Riley? —Preguntó la abuela—. Dile que estoy triste porque no vino a desayunar hoy. Asentí con la cabeza. reprimiendo una risita. Lo siento, abuela. Riley estaba un poco ocupada en este momento. Ocupada convenciendo a su novio de que estaba lista para ser follada. Cuando guardé el último plato, mis ojos encontraron a Maddox. Él estaba intensamente concentrado en el partido de fútbol, una sonrisa de satisfacción en sus labios. La hendidura en su mejilla izquierda, un pequeño hoyuelo, me guiñó un ojo mientras soltaba una carcajada por algo que dijo Pops. Se veía... como en casa con mi familia. Como si perteneciera aquí, con nosotros, no en la fría y estéril mansión Coulter, solo con sus pensamientos oscuros. ―Lila —Dijo la abuela en voz baja. La miré y sus ojos estaban vidriosos mientras miraba a Pops y a Maddox también—. Hace un buen trabajo tratando de esconderlo, pero ese chico necesita una familia; necesita amor. Es demasiado joven para contener tanto dolor en sus ojos. Me dio una palmadita en el brazo y se alejó para reunirse con ellos en la sala de estar. dejándome sola con mis pensamientos.

Me tenía a mí. Algunos días, me preguntaba si ser sólo amigos serían suficientes para nosotros. Nos pusimos en la zona de amigos; bueno, básicamente, yo lo puse en la zona de amigos, pero finalmente se acostumbró, lo que significa que he intentado salir con otros chicos y él todavía follaba con algunas chicas, pero nunca duraban más de cuatro días. La última sólo duró tres días; la pateó a la acera porque ella me llamó perra por interrumpirlos accidentalmente. Sólo me hizo poner los ojos en blanco, pero nunca había visto a Maddox soltar a una chica tan rápido. Estaba enojado, aunque eso era un eufemismo. Esa noche cuando le mostré mis cicatrices, tuvimos un momento. Maddox y yo nos habíamos mirado demasiado tiempo para ser sólo amigos. Ese contacto visual fue más íntimo de lo que serían las palabras o los toques. Había algo tácito entre nosotros, y en ese momento, casi pensé que iba a... besarme. Fueron tantas las señales contradictorias y mi propio pensamiento excesivo. No me besó. Me sentí aliviada y... decepcionada. Aunque ahora que lo pensaba, era mejor así. Sólo amigos. Estaba segura y familiarizada. Ser algo más arruinaría lo que teníamos, y yo no estaba preparada para eso. Nuestras miradas se encontraron cuando entré a la sala de estar y me uní a él en el sofá. Doblando mis piernas debajo de mí, me apoyé contra su costado y bebí un sorbo de té. Maddox colocó casualmente su brazo detrás de mis hombros, probablemente haciéndolo sin darse cuenta. Sus dedos tamborilearon contra mis bíceps mientras continuaba viendo el juego.

Cuando el partido de fútbol llegó a su fin, la abuela y Pops se retiraron arriba por el resto de la noche. Maddox buscó en Netflix y nos decidimos por ver Anabelle. Maddox amaba las películas de terror; yo las odiaba. ―Yo te mantendré a salvo ―Me sonrió con un brillo travieso en sus ojos. Me metí en la boca un pequeño pretzel del cuenco de patatas fritas para fiestas. ―En realidad, creo que vas a usar esto a tu favor para asustarme, ¿No es así? Maddox se encogió de hombros a medias, pero apretó los labios para evitar sonreír. Imbécil. A mitad de la película, me di cuenta de que Maddox me estaba pasando los pretzels y los ringolos porque esos eran mis favoritos mientras él se comía las otras papas fritas. Sí, eran las pequeñas cosas. Necesitaba a mi socio en el crimen. No necesitaba un amante en Maddox. Los amigos eran mejores que un novio, ¿Verdad? Demasiado drama venía con una relación. Lo que sea que Maddox y yo teníamos, estaba a salvo de cualquier drama innecesario. Mis ojos se cerraron mientras luchaba por permanecer despierta. Antes de perder el conocimiento, sentí sus labios rozando mi frente. ―Dulces sueños, Lila. Sólo amigos, me recordé.

CAPÍTULO VEINTISIETE Lila Me paré en el escenario, la luz en mis ojos me cegó por un momento, antes de parpadear para alejar la borrosidad. Mi mirada encontró a Maddox entre la multitud. Estaba vestido con su toga y birrete de graduación, con una sonrisa perezosa en los labios. Me guiñó un ojo, lo que me ayudó con los nervios. Nos estábamos graduando hoy. Joder, lo hicimos, como diría Maddox. Le dí la mano al director mientras me entregaba mi diploma. Me temblaron las manos y sonreí mientras tomaban fotografías. Caminé por el escenario, mi estómago se retorcía y me sentía más que regocijada. Estaba emocionada pero también odiaba tener la atención de todos en mí. Este era mi sueño, todo por lo que había trabajado duro en los últimos años. Recordé el día en que recibí un sobre blanco, un sobre que contenía el destino de mi futuro en él. —No lo sé… quiero decir… y si… pudiera ser una… carta de rechazo —tartamudeé, mi corazón galopaba a una milla por hora—. ¿Envían… cartas de... rechazo? —Estás enloqueciendo, Lila. Cálmate —Dijo Maddox con su voz suave. —¿Calmarme? —Grité—. Esto —Agité el sobre en su cara — Es todo lo que siempre quise, ¿Y si no es lo que creo que es?

Levantó las manos en fingida rendición y yo me dejé caer en mi cama. Todo mi cuerpo estaba temblando. —No puedo abrirlo, Maddox. —Lila —Comenzó. —No, no puedo. —Mi estómago se retorció con náuseas—. Creo que me voy a enfermar. —Lila, no creo que envíen cartas de rechazo. —Maddox se pasó una mano por la cara y me dí cuenta de que estaba reprimiendo una sonrisa. Qué idiota. Se reía cuando yo estaba asustada. Estaba un poco molesta. >>¿Qué tal si yo lo abro? —Él sugirió. Me levanté y reboté en la cama como una caja sorpresa. —¡Sí! ¡Hazlo tú! Empujando el sobre en su mano, caminé a lo largo de mi habitación. El sudor perlaba mi frente y me lo quité. Maddox abrió el sobre y mi estómago se revolvió con más fuerza. Oh Dios, realmente estaba a punto de vomitar. Cerré los ojos y me recordé a mí misma que debía respirar. El sonido de él abriendo el sobre llenó la habitación. Mi corazón dió un vuelco, e inhalé… exhalé… —Abre los ojos —Dijo, su voz sonando más cerca de mí. Estaba parado justo en frente de mí porque sentía el calor que desprendía de él. Su cercanía ayudó… a calmarme. Cerré los ojos con fuerza. >>Ojos sobre mí, Lila —Exigió Maddox con más fuerza, su voz profunda y gruesa—. Ahora. Indefensa contra su orden, mis ojos se abrieron de golpe y lo miré con lágrimas en los ojos.

Estaba… sonriendo. Mis rodillas se debilitaron y agarré su brazo para mantenerme erguida. >>Felicitaciones, Lila Garcia. Dejé escapar el aliento que estaba conteniendo. Maddox agitó la carta. —Estás a punto de ir a Harvard. Un fuerte chillido me dejó, tomando a Maddox por sorpresa. Me lancé a sus brazos, incapaz de contener mi emoción. Me levantó y envolví mis piernas alrededor de su cintura, riendo. —¡Entré! Sus brazos me rodearon, una mano en mi espalda y una mano plantada firmemente en mi trasero mientras me aferraba a él. —Lo hiciste —Murmuró en mi cabello, con tal orgullo en su voz que mi corazón casi estalla fuera de mi pecho. Aspiré su aroma almizclado antes de apartar la cara de su cuello. Nuestros rostros estaban a escasos centímetros el uno del otro. Su prominente nuez de Adán se balanceaba en su garganta mientras tragaba. Maddox acarició mi nariz con la suya, y su aliento mentolado se deslizó por mis labios. >>Lo hiciste —Dijo de nuevo. —Gracias. Por abrir esa carta, por no apartarte de mi lado, por abrazarme, por obligarme a enfrentar mis miedos… y por ser mi amigo. Maddox me devolvió el abrazo. —De nada. Desenredé mis piernas de su cintura y él me ayudó a ponerme de pie. —Tienes que decírselo a tus abuelos. Me lamí los labios secos y asentí. Harvard, aquí voy. Había recibido mi carta de aceptación hace dos meses, un poco más tarde de lo habitual, pero cuando encontré el sobre en

nuestro buzón postal, mi corazón se había encogido y lo primero que hice fue llamar a Maddox. No entendía por qué lo hacía, pero sabía que lo necesitaba conmigo. Estuvo en mi casa en menos de diez minutos, sin aliento y sonriendo. Maddox nunca se fue de mi lado cuando me asusté, y tampoco se fue cuando les conté la noticia a mis abuelos. Significó mucho para mí, que se mantuviera a mi lado. Nunca esperé que fuéramos de enemigos a amigos… a mejores amigos. El resto de la ceremonia de graduación fue borroso. Muy pronto, estábamos afuera bajo el cielo azul con el sol brillando sobre nosotros. Grayson tenía a Riley en sus brazos y se reían y se besaban. Cada estudiante se encontraba rodeado de su familia. Mi mirada se detuvo sobre la multitud, buscando a los padres de Maddox. Por favor, estén aquí, por favor estén aquí. No lo lastimen más. Ellos no se encontraban por ningún lado. Yo hervía, la ira hervía a fuego lento por mis venas y mis entrañas. ¿Cómo se atrevieron? Deberían haberse sentido orgullosos de tener un hijo como Maddox. Sí, era una causa problemas, un inadaptado total. Pero maldita sea, era dulce y su corazón era puro. Trabajó duro para graduarse con honores. Una y otra vez, demostró al mundo que no era solo un niño rico y mimado. Apreté los puños a los costados y gruñí. ¡Que se jodan, que se jodan! No merecían compartir este día con Maddox. Hubo un golpecito en mi hombro y me dí la vuelta, encontrándome cara a cara con Maddox. Se mantuvo erguido, con los hombros rectos, y tuve que admitir que se veía atractivo con la

toga de graduación azul marino de Berkshire con su birrete en la parte superior de la cabeza. Sus labios se curvaron en una sonrisa fácil, y busqué sus ojos, buscando la decepción que esperaba ver. Pero no hubo ninguna. Fue entonces cuando me di cuenta de que ya no esperaba nada de sus padres. Eran desconocidos para él, no una familia. Porque nunca habían estado aquí para Maddox durante los días más importantes de su vida, sus partidos de fútbol, sus cumpleaños, su graduación. —¿Qué pasa con ese gruñido de gatito, Sweet Cheeks? ¿Alguien te pisó la cola? —Bromeó. Le di un manotazo en el brazo. —Cuidado, Coulter. —No me asustas, Garcia. —Te morderé. —Muérdeme entonces —Se atrevió. Le chasque los dientes y echó la cabeza hacia atrás, riendo. Mi enojo con sus padres se desvaneció con la risa de Maddox. Me negué a sacar el tema de que sus padres no asistieron a la ceremonia de graduación. Estaba feliz, aquí y ahora, y eso era todo lo que importaba. Crucé mis brazos sobre mi pecho, haciendo pucheros. Su risa murió, pero seguía sonriendo. Maddox se metió la mano en el bolsillo y sacó una caja de Tiffany verde azulado. ¿Qué…? Mis labios se abrieron con sorpresa cuando abrió la pequeña caja. ¡De ninguna manera! La conmoción recorrió mi cuerpo. —Maddox —Suspiré, negando con la cabeza. Mi birrete se deslizó hacia abajo y lo volví a fijar en la parte superior de mi cabeza, sin dejar de mirar la caja que sostenía.

Era un collar, exquisito pero sencillo, con sólo un amuleto de plata esterlina. —Un atrapasueños —Susurré, mis dedos rozaron la intrincada pieza central floral y las delicadas plumas unidas al centro redondo. —Ahora, tenemos atrapasueños a juego. Dejé escapar una carcajada ante eso. El recuerdo de hace unos meses pasó por mi mente. —¿Qué es esto? —Preguntó Maddox, dándole al objeto en mi mano una mirada extraña. No parecía impresionado. —Un atrapasueños, tonto. —Se lo di y se veía aún más confundido. —¿Por qué me das un atrapasueños? Me di cuenta de que Maddox a veces tenía pesadillas. Nos quedamos dormidos juntos anoche, en su sofá, mientras estudiábamos, y se había despertado de una pesadilla. No habló de eso, pero la mirada sombría en sus ojos me rompió el corazón. No pudo volver a dormirse y terminó yendo al gimnasio que estaba abierto las veinticuatro horas del día, siete días a la semana. Tal vez fue el destino o simplemente una pura coincidencia, pero mientras me desplazaba por Instagram, encontré un anuncio de atrapasueños. Claro, fue una tontería dárselo, pero recordé el atrapasueños que mi mamá solía colgar en mi cabecera cuando era niña. Ella dijo que mantendría alejados todos mis malos sueños y monstruos. Realmente no pensé mucho en eso cuando lo ordené. Es cierto, Maddox y yo éramos demasiado mayores para creer en esto, y él era obviamente demasiado macho para algo tan infantil, pero tal vez… Maldita sea.

Ni siquiera sabía por qué conseguí este atrapasueños, y ahora, dudaba de mí misma. El primer regalo que le di a Maddox fue un atrapasueños. Oh, qué historia para contarle al mundo y a nuestros amigos. Levantó las cejas. —¿En serio esperas que cuelgue esto en mi cama? No era la respuesta que esperaba. Mis hombros se hundieron y me mordí los labios, la sensación de amarga decepción carcomiendo el estómago. Pensé que tal vez estaría un poco más… ¿Agradecido? Me puse de pie y lo miré con los ojos entrecerrados, con las manos en las caderas. Que se joda. —Mira, si no lo quieres, puedes tirarlo. De todos modos, era barato, así que no me importa. Maddox no dijo una palabra. Simplemente volvió a mirar al atrapasueños como si fuera la cosa más extraña que había visto en su vida. Pensé que lo había tirado a la basura, como le dije. Excepto que, al día siguiente, cuando entré en su habitación… ahí estaba. El tonto atrapasueños que le di, colgado de su cabecera. Parecía tan fuera de lugar en su dormitorio, pero Maddox lo mantuvo, cerca de él, justo a su lado mientras dormía. Nunca volvimos a hablar de eso, pero cada vez que entraba a su habitación, eso era lo primero que notaban mis ojos, y siempre estaba allí. Y meses después, Maddox todavía lo tenía. Fue mi primer regalo para él. El atrapasueños que no quería pero que nunca tiró. Pasé mi cabello rizado sobre mis hombros y miré a Maddox.

—¿Puedes ponérmelo? Sacó el collar de plata de la caja de Tiffany y mi garganta se secó cuando sus manos se deslizaron alrededor de la parte posterior de mi cuello. Se paró cerca, apiñándose en mi espacio, pero no podía quejarme. El calor de su cuerpo hizo que me sonrojara, y sus dedos estaban calientes contra mi piel, un toque provocador, tan ligero como una pluma que apenas lo sentí. Maddox colocó el collar alrededor de mi cuello y el amuleto atrapasueños en la base de mi garganta donde pertenecía. —Hermoso —Dijo con voz ronca, su aliento acariciando la punta del lóbulo de mi oreja. Me dio calor y me dejó sin aliento, aunque habíamos estado tan cerca tantas veces; nos abrazamos, dormíamos en la misma cama y Maddox me llevaba a caballito. Siempre estábamos tocándonos, de una forma u otra, pero algunos días… se sentía más que un toque amistoso. Como hoy. Mis ojos se cerraron mientras su pulgar rozaba la vena palpitante de mi cuello. Su toque permaneció allí, sintiendo los latidos de mi corazón a través de mi garganta. —¿El collar o yo? —Pregunté, con los ojos aún cerrados. ¿Por qué… acabo de preguntar eso? —Tú —Dijo—. Siempre tú. —Su voz era suave y caliente, haciéndome sentir cosas que no podía explicar, que no podía poner en palabras. Me incliné hacia él, mis palmas aterrizaron en su pecho. El fuerte latido de su corazón hizo que mis ojos se abrieran de golpe. La mirada de Maddox se posó en mis labios. Sus manos cayeron sobre la curva de mis hombros, deslizándose por mis brazos, y sus dedos se curvaron alrededor de mis caderas. Un sólo latido pasó entre nosotros. Me aparté, rompiendo el momento. Maddox parpadeó antes de soltar un tembloroso suspiro. Todavía me quemaba la piel por el

lugar donde me había tocado, y odié el frío que sentí de repente al alejarme de él. Maddox también dio un paso atrás, alejándonos más el uno del otro. Se pasó los dedos por el pelo, que mantuvo corto desde la primera vez que lo llamé Poodle. Pensó que dejaría de llamarlo con ese estúpido apodo de mascota si su cabello ya no era largo y rizado como antes. Ja, pensó mal. Una vez poodle, poodle para siempre. —¡Fotos! —La abuela dijo. Hizo un gesto a Riley, que se acercó con Grayson. —Más cerca chicos —Exigió Pops mientras sostenía una cámara en la mano. Colton y los chicos, Brayden, Cole y Knox, todos compañeros de equipo de Maddox y amigos cercanos, nos rodearon. Riley estaba a mi lado, con Grayson a su lado, mientras yo estaba junto a Maddox. Formamos un semicírculo y la abuela sonreía de oreja a oreja. —¡Digan salud! —Salud —Gritamos y el obturador de la cámara hizo clic. Imagen perfecta. En el momento en que nuestro círculo se rompió, nos rodearon los otros estudiantes de Berkshire. Perdí a Maddox entre la multitud, todas las chicas compitiendo por su atención por última vez. Probablemente esperaban que se llevara a una de ellas a casa para un festival de sexo de graduación. Colton y los chicos también tenían su propio harén a su alrededor. Encontré a Grayson y Riley, tomados de la mano mientras estaban parados bajo un árbol, mirando desde la distancia. Grayson pareció un poco aliviado de que la atención de Colton ya no estuviera en su novia.

Riley estaba convencida de que Colton no sentía nada por ella. Estaba en negación o realmente estaba ciega a la tensión entre Grayson y Colton, que era muy palpable. La abuela vino a mi lado, alejando mi atención de los tortolitos mientras me abrazaba, sorprendiéndome por su fuerza. —Estoy muy orgullosa de ti, Lila. Tus padres también lo estarían. Parpadeé para contener las lágrimas ante sus palabras. —¿Es extraño que sintiera que estaban conmigo durante la ceremonia? ¿Como si estuvieran allí, mirándome? —No, cariño. No es extraño porque sé que te están cuidando. —Pops me frotó la espalda—. Te has convertido en una jovencita tan hermosa e inteligente. —Los voy a extrañar cuando vaya a Harvard —Confesé, conteniendo mis lágrimas. Mi corazón estaba pesado en mi pecho cuando me dí cuenta de que sólo me quedaban unas pocas semanas con mis abuelos antes de mudarme a un estado completamente diferente. La abuela ahuecó mis mejillas, sonriendo. —Tienes a Maddox y a Riley contigo. Al final, Riley, Maddox, Colton y yo íbamos a Harvard. Cole fue aceptado en Yale y ahí era donde se dirigía. Los otros chicos se iban a Princeton o Dartmouth. Sollocé, asintiendo. —Sí, pero ellos no son ustedes. Incluso Pops parecía abatido, yo era su pequeña niña, la que él crio y su única nieta. Pops rara vez se emocionaba, pero momentos como este me recordaban lo mucho que nos amaba a mí y a la abuela. Me dió un casto beso en la frente. —Vas a estar bien —Dijo con una fuerte convicción. Horas más tarde, me encontré en el auto de Maddox. Ya no teníamos nuestra toga y birrete puestos, sino que Maddox vestía una camisa blanca abotonada, pantalones negros y una corbata negra. Él lucía... en otras palabras, pecaminosamente sexy, pero no

estaba dispuesta a decirle eso. Se arremangó hasta los codos y flexionó los antebrazos, con las manos en el volante. —¿Adónde, Sweet Cheeks? —Preguntó, dándome una media sonrisa. Había luz en sus ojos azules, y brillaban con una picardía burlona—. El mundo es nuestro. Vamos a causar algunos problemas. Mis labios se curvaron hacia arriba. —Tienes mala reputación, Coulter. Deja de intentar corromperme. Soy una buena chica. A Maddox le importaba un comino su mala reputación. De hecho, le encantaba ser una mala influencia. Tan rebelde y alborotador. —Las chicas buenas hacen cosas malas a veces —Dijo arrastrando las palabras—. Somos tú y yo, Garcia. —¿Tu y yo? —Respiré. Maddox y yo contra el mundo entero. Socios en el crimen y mejores amigos. —Tú y yo —Estuvo de acuerdo, poniendo en marcha el coche —. Entonces, ¿A dónde? Enarqué una ceja, sonriendo porque sólo había una respuesta a esa pregunta. —Tengo un reto, pero es peligroso. Me encantó la forma en que sus ojos se iluminaron ante la palabra peligroso. Un infractor de reglas. —¿Te atreves? —Yo pregunté. Maddox sonrió, una sonrisa tortuosa, y tuve mi respuesta. ¿Quién hubiera sabido que terminaría de esta manera? Desde ese día en la parada del café, a ser enemigos… hacer una tregua, ser amigos… ¿Y en este momento? Maddox y yo habíamos recorrido un largo camino juntos. El destino realmente jugaba con nosotros. Solía despreciarlo.

Y ahora era la persona más importante de mi vida.

CAPÍTULO VEINTIOCHO Lila Tres años después Golpeé el asfalto con el pie, esperando a que apareciera Maddox. Le envié un mensaje de texto a Riley, haciéndole saber que llegaría tarde a la cena. Esta noche iba a cocinar su infame plato de ravioles. Estábamos celebrando desde que terminó su tesis anoche. Actualmente estábamos a la mitad de nuestro segundo semestre en nuestro tercer año en Harvard. Mientras que me aceptaron en Harvard para estudiar Química, Riley estaba estudiando Sociología. Ella planeaba realizar un posgrado en Derecho Criminal. Colton se estaba especializando en Estadística mientras Maddox estudiaba Negocios, aunque quería seguir una carrera futbolística. Obtener un título en negocios en Harvard era sólo para apaciguar a sus padres, aunque dijo que lo disfrutaba. Al final del día, el fútbol era donde pertenecía su corazón y era realmente bueno en eso. Todavía no podía creer que habían pasado tres años y medio desde ese día en la cafetería, el día en que derramé mi café helado en Maddox y el resto era historia. Traté de pensar en un momento en el que lo odié, pero aunque habíamos sido enemigos durante un corto período de tiempo, nunca lo odié de verdad. Seguro, había despreciado su arrogancia y actitud idiota, pero no era odio. Quizás esa fue la razón por la que fue tan fácil para nosotros pasar de enemigos a amigos, a mejores amigos.

Un giro tan extraño del destino, desde ese día hasta ahora, casi cuatro años después. Me dieron un golpecito en el trasero y puse los ojos en blanco, sabiendo muy bien quién era. —Tienes que dejar de tocarme el trasero, Coulter —Le advertí. Se rió entre dientes y caminó a mi alrededor, apareciendo a la vista con su glorioso yo. Mucho había cambiado en tres años. Maddox, por ejemplo, se había hecho más grande. Ya era musculoso en la escuela secundaria por jugar al fútbol y hacer ejercicio, pero ahora, había acumulado músculos adicionales. Sus hombros eran medio tamaño más grandes que antes y ahora dos veces más grandes que los míos. Tenía los bíceps abultados, los brazos llenos de venas y músculos. Llenaba la camisa negra que llevaba, la tela se tensaba sobre su ancho pecho. Antes tenía un paquete de seis y ahora tenía ocho. Sus abdominales estaban duros y cortados. Mis dedos picaban con el recuerdo de tocarlos. Lo había visto sin camisa innumerables veces y lo había visto progresar de Maddox de diecisiete años al de veinte. ¿Yo? Seguía siendo la misma. Misma altura, mismo peso, todavía una enana en comparación con Maddox, y le complacía mucho recordarme ese hecho cada vez que me maltrataba y me colocaba donde quería. Sus ojos azules brillaban a la luz del sol. Me miró de arriba abajo, su mirada se detuvo más en mis piernas desnudas. Llevaba pantalones cortos de mezclilla que estaban deshilachados al final y una camisa negra de manga larga con una chaqueta de cuero marrón encima y botines. Era marzo y el clima era un poco más caluroso de lo normal. Para nuestra sorpresa, la primavera llegó a principios de este año. —Mis ojos están aquí arriba, Maddox —Bromeé.

Él frunció el ceño y reprimí una sonrisa. Metí la mano en mi bolso y saqué el cargador de su teléfono. —Aquí tienes. Gracias por dejarme usarlo. Le entregué el cargador y le indiqué que se fuera. —Te veré esta noche. Vas a llegar tarde a tu próxima conferencia. ¡Vamos! —Siempre voy a venir a rescatarte. —Dijo con una leve sonrisa. Maddox se despidió con el dedo mientras comenzaba a retroceder—. ¡Siempre a tu servicio! —No necesito un caballero —Dije, lo suficientemente alto como para que él lo escuchara a unos metros de distancia. —Sé que no. No eres la damisela en apuros a la que necesito salvar. Mi corazón se calentó y mis labios se torcieron en una sonrisa. —Tienes razón. Supongo que me parezco más a un dragón, ¿Eh? —Un dragón lindo y sexy —Gritó. Maddox corrió por el campo abierto hacia su edificio. Dado que nuestros programas diferían mucho, sus aulas estaban en el lado opuesto del campus mientras que las mías estaban en este lado. Se desvaneció en la distancia, y me dirigí hacia nuestro edificio de apartamentos, que estaba a sólo diez minutos a pie por el campus. Subí en ascensor a nuestro apartamento, que estaba en el tercer piso. Me encontré a Colton en la puerta con una chica en sus brazos. Se estaban besando y, por lo que parecía, estaban a punto de follar en el pasillo. Me aclaré la garganta y él se apartó de la chica con los ojos entrecerrados. —¿Qué pasa Lila? Mis ojos se entrecerraron en la chica a su lado. Su piel moka lucía con un brillo de sudor y se sonrojó. Parecía que claramente ya habían follado en el camino hacia aquí.

—¿Vienes a cenar o…? —Yo pregunté. Se encogió de hombros a medias, su mirada se movió hacia el apartamento junto a él. —Ella no me invitó. Hice una mueca y le sonreí tímidamente. Las cosas estaban tensas entre Colton y Riley, bueno, la tensión era un eufemismo en este punto de su “relación” o lo que sea que tuvieran. En pocas palabras, ellos… se odiaban. Pero esa historia era para otro momento. Abrí la puerta de mi apartamento, el que compartía con Riley, que también estaba al lado del de Maddox y Colton; éramos vecinos. —Baaabee, ¿Eres tú? —Riley gritó. La mandíbula de Colton se apretó ante su voz, y agarró a la chica, arrastrándola hacia su apartamento. La puerta se cerró con un estruendo detrás de él. —Soy yo —Dije, entrando. De espaldas a mí mientras estaba de pie frente a la estufa, tarareando una canción en voz baja. Llevaba pantalones de chándal y una camisa, su cabello rubio recogido en un moño desordenado. Riley me dedicó una mirada por encima del hombro. —¿Trajiste los palitos de ajo que te pedí? Levanté mi brazo, mostrándole la bolsa de la compra que estaba sosteniendo. —Así es. Huele bien aquí. Se llevó la espátula a los labios y sopló. —¿Quieres probar? — Preguntó con descaro. Asentí y ella me ofreció la cuchara. La riqueza de la salsa golpeó cada una de mis papilas gustativas y gemí. —¡Delicioso! Colocamos los platos y ella colocó una botella de vino sobre la mesa. —¿Somos sólo nosotras? ¿Viene Maddox? —Preguntó Riley

mientras tomaba asiento en nuestra pequeña mesa de comedor, frente a mí. Negué con la cabeza y amontoné algunos ravioles en mi plato. —No, se perdió la conferencia de esta mañana, así que hoy asistirá a una clase más tarde. ¿No es demasiado temprano para el vino? Aún no son las seis. Sus labios se curvaron. —Lila, siempre es hora de tomar vino, y hoy estamos celebrando. A Riley le encantaba beber, sobre todo vino y margaritas. Últimamente se había obsesionado con el vino tinto. Era su favorito y ahora también mi favorito. Éramos mejores amigas por una razón, ¿Verdad? Riley tragó un bocado de su cena y luego me dió una mirada inquisitiva. —¿Cómo te va con Landon? Mi corazón tartamudeó. Landon, mi novio de cinco semanas. —Bien —Dije, moviendo un trozo de ravioles en mi plato. Riley suspiró, colocando cuidadosamente su cuchara en su plato, antes de nivelarme con una mirada. —Lila, no me vengas con esa mierda. Mastiqué un trozo de ravioles antes de tragarlo con vino tinto. Me bebí la mitad de mi copa antes de golpearla de nuevo contra la mesa. —No está respondiendo a mis mensajes de texto. Riley soltó una maldición. —¿Lo llamaste? —No estoy tan desesperada —Espeté. —Lila —Suspiró. Me negué a mirarla porque no quería ver la simpatía en su rostro. Landon me persiguió durante tres meses antes de que finalmente cediera. Era un buen tipo, inteligente, dulce y agradable. Al principio, me negué a ceder porque pensé que yo era su rebote. Landon había roto con su novia de hace mucho tiempo cuatro

meses antes de que me prestara atención. Pero me cortejó, con flores y todo, y era diferente a los demás. Maddox estaba empeñado en separarnos porque creía que Landon no era bueno. Pero, de nuevo, esa fue su excusa para todos los chicos con los que salí a lo largo de los años. Por supuesto, ninguno de ellos duró mucho, cuatro meses como máximo. El sexo no era algo sagrado para mí. No era virgen; Tuve algunos encuentros aquí y allá, pero nunca tuve una aventura de una noche. Necesito intimidad antes y después del sexo, y las aventuras de una noche no me dan nada de eso. He tenido algunos novios a lo largo de los años, pero Landon fue con quien me sentí… cómoda, lo suficiente como para rendirme y tener relaciones sexuales tan pronto en nuestra relación. Eso fue hace tres días. Y estaba actuando raro desde entonces. Leo fue el primer tipo en darse la vuelta con disgusto cuando vio mis cicatrices. Desde entonces, tenía sexo mientras estaba medio vestida o cuando estábamos en la oscuridad (lo suficientemente oscuro como para que no pudieran ver las líneas rosadas y dentadas entre mis pechos) solo para evitarles el disgusto o la conmoción que sentirían si las vieran. Yo tampoco necesitaba ni quería su simpatía. Mis cicatrices nunca me molestaron y no me avergonzaba mucho de eso. Pero tal vez me estaba mintiendo a mí misma. Landon… vió mis cicatrices. Realmente no se inmutó, pero noté la forma en que mantenía la mirada apartada durante el sexo. No miró mis pechos y mantuvo sus ojos en mi estómago o en el lugar entre mis piernas.

Me sentiría halagada… si pensara que se estaba concentrando en mi coño, pero sabía que sólo estaba tratando de evitar mirar las marcas en mi pecho. No actuó raro después, así que creí que todo estaba bien. Hasta ayer. Landon no respondía a mis mensajes de texto, lo cual era inusual. Siempre había sido muy atento… hasta ahora. —Maldita sea —Gruñí y vertí más vino en mi copa—. Quizás solo está ocupado. —¿Demasiado ocupado para enviarte un mensaje de texto? — Riley apuñaló sus ravioles con demasiada agresividad. Ella era un poco sobreprotectora conmigo. Probablemente se le estaba pegando de Maddox—. Le tomaría dos segundos —Agregó. Aclaré mi garganta y tomé un sorbo lento de mi vino. Beber mucho y demasiado rápido me emborracharía en menos de una hora. —No importa. Ella me hizo una mueca. —Es un idiota. Me encogí de hombros y continué con mi cena, metiendo una cucharada en mi boca. >>¿No te importa… si él rompe contigo? —Preguntó lentamente. —No estoy enamorada de él, si eso es lo que estás preguntando —Dije con la boca llena. Era cierto, no amaba a Landon. Era agradable y me gustaba. Pero eso era todo. —Maddox… La interrumpí. —Él no lo sabe y no se lo dirás. —Miré a Riley con una mirada dura, y ella se reclinó contra su silla, luciendo sólo un poco intimidada—. Si se entera de que Landon me está

engañando o si cree que estoy herida por eso, lo cual no es verdad, lo va a matar. Riley inclinó la cabeza hacia un lado, pensativa. —¿No… um, pasaste la noche dónde Maddox? —Nos quedamos dormidos mientras veíamos Friends — Enmendé. Me desperté en su cama por la mañana; me llevó a la cama después de quedarme dormida, y yo había estado muy cómoda contra sus almohadas y sus mantas mientras Maddox dormía en el sofá. —¿Crees que quizás el problema sea Maddox? No es que esté diciendo que lo sea, pero sabes cómo todos tus exnovios se ponían sensibles a cerca de él. ¿Quizás Landon se siente así? Buen punto. Maddox odiaba a todos los chicos con los que salía. En consecuencia, también lo odiaban. Y ninguno de ellos estaba muy contento de mi relación con Maddox. No les gustaba que fuéramos tan unidos. No aprobaban que Maddox tuviera acceso a mi apartamento. Podía ir y venir libremente y viceversa. No les gustaba que asistiera a todos los partidos de fútbol y a algunas de sus prácticas. Era mucho para hacer malabares, y concedido, sí, tenía sentido el por qué no aprobaban nuestra relación. Pero ninguno de ellos se acercaba a qué o quién era Maddox para mí. No iba a arreglar lo que tenía con Maddox para adaptara a estos tipos. Tal vez ese fue el problema en todas mis relaciones pasadas, pero no estaba dispuesta a cambiar nada entre él y yo. Mi estómago se retorció ante la idea de perder a Maddox. La mera idea de estar sin él me enfermaba. Éramos mejores amigos; Nadie ni nada iba a cambiar eso.

No Landon… y ninguna de esas chicas con las que Maddox follaba.

—¡Lila! —Maddox gritó desde el baño. Me acomodé en el sofá y me metí un puñado de palomitas de maíz dulce caramelizadas en la boca. —¿Qué? —Respondí antes de tomar un sorbo de mi bebida energética. Estaba un poco borracha por todo el vino tinto que tomé esta noche con Riley. Se había desmayado en nuestro apartamento y yo había ido a casa de nuestros vecinos para llevarles la cena. Colton y su compañera de sexo habían desaparecido cuando Maddox llegó a casa. Maddox salió del baño con sólo una toalla envuelta alrededor de su cintura, el pecho desnudo y su línea en V burlándose de mí. Verás, he visto a Maddox medio desnudo muchas veces a lo largo de los años. Pero cada vez, se me hacía la boca agua al ver su pecho ancho y musculoso, sus abdominales como una tabla de lavar y ese piercing en el pezón. Lo había conseguido una noche cuando estaba de fiesta con su equipo de fútbol. Habían estado borrachos enojados y entraron en una tienda de tatuajes y piercings. El resto fue historia. Nunca consideré un piercing en el pezón sexy, pero ¿En Maddox? Peeerfecto. Sí, acabo de ronronear. Yo era su mejor amiga, pero no era ciega y tenía una vagina, lo que significaba que apreciaba la especie masculina. Un montón. Incluido a mi mejor amigo.

¿Estaba babeando? Limpié la comisura de mi boca por si acaso. Maddox resopló y me dio una mirada que rayaba entre la comedia y la exasperación. —¿Entraste en mi teléfono y cambiaste tu nombre a My Main Chick? Oh. Estaba un poco borracha cuando hice ESO hace unas noches. Y luego había sido demasiado vaga para volver a cambiarlo. Me encogí de hombros, tratando de actuar con indiferencia. — Bueno sí. Porque soy tu chica principal. Todas las otras chicas son tus chicas secundarias. Maddox abrió la boca y luego la cerró, quedándose en silencio. Parpadeó y luego negó con la cabeza. Le di una sonrisa cursi. Joder, tal vez estaba algo más que borracha. >>Aunque está bien. Puedes follar con ellas. Al final del día, vuelves a casa conmigo. Y sé que soy mejor —Murmuré alrededor de otro bocado de palomitas de maíz, dándole mi mejor sonrisa. Gruñó y el área sensible entre mis piernas se contrajo. Mierda, esto estaba mal. Abortar misión, abortar misión. Maddox se pasó los dedos por el pelo mojado y exhaló con fuerza. —¡Por el amor de Dios, mujer! Mis únicas chicas secundarias son tus otras personalidades. Y hay como veinticinco de ellas. Hice una pausa y dejé de masticar. Biii-eeen. Me mostró su mano, marcando cada cosa con los dedos. — Lila gruñona. Lila perezosa. Lila provocativa. Lila divertida. Lila cuando tiene falta de sueño. Lila alta en azúcar, como ahora. Lila en su período. Lila normal.

Mi boca se abrió y luego se cerró. Mis labios se abrieron de nuevo, tratando de decir algo. Cuando no encontré nada que decir, me quedé sin palabras, me metí otro puñado de palomitas en la boca y mastiqué con fingida agresión. >>¿Quieres que continúe? —Hizo una pausa, dándome una mirada en blanco como si me desafiara a discutir sus afirmaciones. No tenía ningún argumento legítimo y había perdido esta ronda. —Lo que sea —Murmuré—. Vete a la ducha. Apestas. —Eres imposible. —Maddox negó con la cabeza con una ligera sonrisa en sus labios. Regresó al baño. —Me amas —Grité lo suficientemente fuerte como para que él escuchara incluso a través de la puerta que nos separaba. —ERES UN DOLOR EN MI CULO. —Sin embargo, me amas —Susurré, una vez que escuché que se abría la ducha, con la sonrisa más tonta en mi rostro. Sabía que lo hacía porque si no lo hiciera… no hubiéramos durado tanto como amigos.

CAPÍTULO VEINTINUEVE Maddox Cuando salía de mi clase, mi teléfono sonó con un mensaje. Era de Bianca. ¿Vienes esta noche? ¿Quería? No. Preferiría estar en casa con Lila, viendo alguna estúpida serie coreana con ella, que la mayoría de las veces eran un cliché y demasiado cursi para mi gusto. Riley estaba obsesionada con todo lo coreano: K-POP y K-Dramas. Hizo que Lila viera uno de los programas una vez y luego… BAM, Lila ahora también estaba obsesionada con el K-Drama. Actualmente estábamos viendo un drama histórico/de época llamado Scarlet Heart Ryeo. Sin embargo, tuve que admitir que esa mierda era buena. Entonces, ¿quería ir a casa de Bianca esta noche? No, no lo hacía. Bianca era demasiado… pegajosa. Ni siquiera salía con ella. Follamos un par de veces y se declaró mi novia. No la corregí. Ahora estaba dando vueltas por el campus, diciéndoles a todos que era la novia de Maddox Coulter, haciendo alarde de nuestro estado civil en la cara de todos. Incluyendo la de Lila. Lila simplemente ponía los ojos en blanco y sutilmente ponía su mano en mi bolsillo trasero, lo que me hacía sonreír porque, maldita sea, Lila sabía cómo presionar los botones de todas estas chicas. ¿Estaban celosas de Lila y de mi mejor amiga? Ella creía firmemente que ninguna de estas chicas era lo suficientemente buena para mí. Entonces, ¿Bianca, mi novia? Ja.

Era más como una amiga de sexo reciente, pero está bien, la seguiría. Por un momento. Escribí una respuesta de una palabra. Sí. Después de todo, era viernes. Se suponía que Lila y Landon iban a tener una cita nocturna. Mi mandíbula se apretó ante el pensamiento y mis dientes rechinaron. ¿Por qué Lila no podía ver que no era el hombre para ella? Había algo extraño en él y, aparentemente, yo era el único que podía ver eso. No me agradaba, punto. ¿Por qué? No lo sabía. Simplemente no lo quería cerca de mi Lila. —¡Eh, Maddox! —Volviéndome hacia la voz, vi a Jaxon trotar. Era el apoyador de Harvard, un hijo de puta duro. Era una bestia en el campo. Su piel oscura brillaba con una capa de sudor, y flexionó el cuello a izquierda y derecha. —¿Puedo quedarme en tu casa esta noche… y el resto de la semana? —Sus ojos marrones me suplicaron. —Déjame adivinar, ¿Rory te echó? Otra vez. Jaxon hizo una mueca. —Está enojada porque encontró una marca de lápiz labial en el cuello de mi camisa. Le dije que no follo con ninguna perra —suspiró, frotando una mano sobre su rostro cansado—. Fue antes del partido cuando una de las animadoras me abrazó, pero Rory no me cree. No soy un tramposo, hombre. Pero ella me está volviendo loco. Jaxon era fiel a su novia de cinco años. Eran novios de la escuela secundaria y esa mierda, pero Rory era una perra jodida que tenía grandes problemas de confianza. Sin embargo, no iba a decirle eso a Jaxon, porque me golpearía la cara contra el suelo. —Sí, puedes quedarte en mi casa —Le dije. Oh, el drama. Me dio una palmada en la espalda y asintió. —Gracias hombre. Te debo una.

—Debes mucho. Estoy bastante seguro de que vives en mi casa más que en la tuya. Él sonrió. —Yo diría que tuviste una maldita suerte de no tener que lidiar con una novia psicópata, pero no puedo quejarme. Ella es lo mejor en mi vida. No necesitaba novia. Lila Garcia ya era lo mejor de mi vida. Mientras Jaxon se alejaba trotando, mi tono de llamada atravesó el bolsillo de mis pantalones negros. Contuve un gruñido de molestia y miré la pantalla. Cogí el teléfono después de ver que estaba llamando Riley. —¿Qué? —Lila ha estado encerrada en su habitación durante las últimas dos horas; no sale, y creo que está llorando. Ese hijo de puta. Landon, es él. Tienes que venir porque Lila no me abre la puerta —dijo en un suspiro—. ¡Maddox! ¿Estas escuchando? Ya estaba corriendo hacia nuestro apartamento. —Ya voy — Gruñí. La ira roja y ardiente corrió por mis venas y me la tragué, pero creció en mi estómago. La sentí latiendo a través de mi sangre, viciosa y brutal. Si Landon le ha causado algún dolor a mi Lila… si él la lastimó… Tomé las escaleras de dos en dos, tropezando en mi prisa, pero no podía preocuparme. La puerta de su apartamento se abrió, así que me apresuré a entrar. Riley paseaba a lo largo de la sala de estar, la preocupación se reflejaba en su rostro. Colton estaba apoyado contra la pared, también luciendo un poco pensativo. Esa fue la única vez que los había visto a los dos en la misma habitación sin estar en la garganta del otro. —Maddox —dijo Riley, pareciendo aliviada al verme.

Pasé junto a ella y me paré frente al dormitorio de Lila. La puerta estaba cerrada, como dijo Riley. —¿Lila? —Grité, presionando mi oído contra la puerta. Hubo un sonido de ella sollozando. ¿Ella estaba… llorando? Joder, no. JODER, NO. Mi estómago se revolvió cuando mi puño golpeó su puerta. — Lila, abre la puerta. —No hubo respuesta de ella—. Abre la puta puerta o la romperé. Créeme, lo haré. —Vete —gritó débilmente. Mi corazón tartamudeó. —Lila —Dije, tratando de mantener mi voz suave—. Bebé, abre la puerta. Por favor. —Sólo… vete, Maddox. Mis ojos se cerraron y apoyé la frente contra su puerta. —No me hagas esto. No me dejes fuera. No te escondas de mí. No me voy a marchar, y lo sabes muy bien. Déjame entrar, Lila. Lo que sea que Landon le hubiera hecho a mi chica, estaba a punto de arrepentirse por el resto de su puta vida. —Si no abres la puerta, voy a pensar lo peor, y voy a cazar a Landon… y podría terminar en la cárcel esta noche. Me importaba un carajo si estaba a punto de pasar el resto de mi vida en la cárcel porque todavía iba a cazar a Landon de cualquier manera, incluso si ella abría la puerta. La hizo llorar, eso era una pena de muerte. —No vas a matar a nadie —murmuró a través de la puerta. —Entonces abre la puerta —Empujé.

Hubo algunos movimientos y luego abrió la puerta. Lila apareció a la vista, pero mantuvo la cabeza inclinada hacia abajo, su cabello negro cubría la mitad de su rostro. Puse mi dedo debajo de su barbilla y empujé su cabeza hacia arriba. Tenía los ojos enrojecidos, pero no había rastro de lágrimas. —No estoy llorando —dijo a regañadientes—. Yo no lloro. Eso estaba bien. Lila nunca lloraba, excepto un día del año. Odiaba ser vulnerable y la única vez que se permitió serlo era en la fecha en que murieron sus padres. Tenía las mejillas enrojecidas y los ojos rojos, una clara señal de que quería llorar, pero contenía las lágrimas. Lila se tapó la frente con la palma de la mano y cerró los ojos con fuerza. —Sólo soy… Dios, me puso en ridículo. —¿Qué hizo él? —Pregunté apretando los dientes. —Fui su rebote —dijo Lila, su voz pequeña. Se secó las mejillas a pesar de que no había evidencia de lágrimas—. Y me ha estado engañando… con su ex. Supongo que ahora están juntos de nuevo, pero él fue un cobarde y no me lo dijo. No entiendo. ¿Por qué… por qué me folló… si ya estaba de vuelta con ella? Quiero decir, básicamente nos engañó a las dos. Riley soltó una maldición en voz baja detrás de mí. Colton siseó. —Es hombre muerto. La ira hervía a fuego lento en mis entrañas. Cuanto más hablaba de su situación, más me enfurecía. Me consumió, y mi piel picaba con la necesidad de venganza, de lastimarlo, como él lastimó a Lila. Mi Lila. Mis dedos se curvaron en puños mientras la furia se deslizaba a través de mí como ácido, quemando dentro de la boca de mi

estómago. Riley pasó a mi lado y envolvió a Lila en un abrazo. Ella le susurró algo y Lila asintió. Hablaron en voz baja entre ellas. —Estoy más enojada que herida. Avergonzada, también, porque dejé que me tocara… tuvimos sexo… porque confiaba en él. La cabeza de Lila se levantó, su mirada encontró la mía al instante. —Maddox… —dijo, pero sus ojos se encendieron, probablemente al ver la expresión de mi rostro—. Maddox, no. Lila se acercó, con los brazos extendidos como para agarrarme, pero esquivé su alcance. Ella me llamó mientras yo salía del apartamento. —¡Maddox! No estaba escuchando; Estaba demasiado ido para detenerme ahora. Corrí escaleras abajo, más rápido de lo que sabía que podía y subí a mi coche. La puerta del pasajero se cerró de golpe y miré hacia arriba. Colton se acomodó en el asiento. —No me vas a detener —Gruñí. —No, voy contigo. —Hizo crujir sus nudillos, sus labios se dividieron en una mueca mortal—. Él jodió a una de las nuestras. Después de infringir todas las leyes de tráfico conocidas, estábamos en el apartamento de Landon dos minutos más tarde. —No te metas —Le advertí a Colton. Mi Lila, mi pelea. —Dejaré que le des una paliza, pero solo estoy aquí para evitar que lo mates. Colton tocó el timbre. Escuché una risita aguda a través de la puerta, una mujer, y la ira hirvió profundamente en mis venas. Se batió con el hambre de destrucción. No estaba pensando con claridad, no podía.

Todo lo que podía ver eran los ojos tristes de Lila y las mejillas llenas de manchas mientras trataba de contener las lágrimas. La puerta se abrió y allí estaba Landon. Sus ojos se abrieron en estado de shock, y abrí paso hacia adelante. Volvió a tropezar al interior de su apartamento, boquiabierto como un pez fuera del agua. —¿Qué mierda? —balbuceó—. No puedes abrirte camino hacia adentro de esa manera. —¿No podemos? —Colton se burló. —¿Que está pasando? —preguntó la mujer. Estaba parcialmente desnuda, la expresión de su rostro me decía que la acababan de follar, varias veces. Landon señaló hacia la puerta. —Lárgate de mi apartamento. Ahora. Di un paso adelante, promesa de violencia. Vio a través de mí y sus ojos se oscurecieron. Empujó mis hombros, queriendo afirmar su dominio en esta pelea, y estallé. Lanzándome hacia adelante, lo agarré por el cuello. Él respondió precipitadamente, aterrizando un puñetazo en mi estómago. Rápidamente arrojé mi peso sobre él, enviándonos a ambos a estrellarse contra su mesa de vidrio en la sala de estar. —¡Oh Dios mío! —Gritó una voz estridente. Sentí su nariz crujir bajo la fuerza de mi puñetazo. Era tan fuerte que vibraba a través de mis oídos. Agarrando su cabello, golpeé su rostro una y otra vez. —Tú — puñetazo —no —puñetazo— conseguirás —puñetazo— ir lejos — puñetazo— tan fácilmente —puñetazo— después de lastimar — puñetazo— a Lila. Rompió la confianza de Lila y la avergonzó engañándola. Hijo de puta.

Landon luchó contra mí, y me golpeó en la mandíbula, lo suficientemente fuerte que tropecé hacia atrás. El sonido de puños contra la carne fue todo lo que pude escuchar. La sangre brotó de mi nariz y lo golpeé en las costillas una y otra vez. —¡Detente! ¡Ayuda! ¡Que alguien me ayude! —La estúpida voz estaba gritando una vez más. Eché mi puño hacia atrás y lo golpeé contra su estómago. Tosió y escupió sangre. Las estrellas estallaron en mi visión cuando me dio en la cabeza, pero la sacudí. Tenía sangre en los nudillos, pero yo. No. Me detuve. —¡Maddox! Maddox, no. Lila. Su voz rompió la neblina roja y parpadeé al ver el rostro ensangrentado de Landon. Manos agarraron mi espalda y mis brazos, tratando de alejarme de Landon. Mis ojos se conectaron con los marrones de Lila, y ella se veía completamente… angustiada. ¿Por Landon? ¿Por este maldito imbécil? Lila gimió. —Estás herido. Oh Dios, Maddox. Oh no. ¿Yo? —Ah, joder —rugió Colton—. Llamó a la policía. ¡Mierda! El rostro de Lila se arrugó y empujó su rostro contra mi cuello. —No, no, no. Me alejé de Landon a trompicones y su perra se adelantó, cayendo de rodillas a su lado. —Maddox —dijo Lila en voz baja. —Te tengo. —Envolví mi brazo alrededor de ella, levantándola para que sus pies colgaran a una pulgada del suelo.

Dejó escapar un sollozo ahogado. —No, no es así. Te van a llevar. Landon probablemente va a presentar cargos. ¿Por qué? ¿Por qué? Joder, ¿por qué? Porque no puedo soportar la idea de que sufras. Porque verte contener las lágrimas por un idiota como Landon me hace perder la cabeza. PORQUE ÉL TE HIZO DAÑO. Nunca tuve la oportunidad de decirle nada de eso. Mirando hacia arriba por encima de su hombro, vi a la policía entrar en el apartamento. Miraron a su alrededor, estudiando el desorden. —Es él, oficial —gritó la mujer, señalándome. Lila estaba negando con la cabeza, agarrándome con más fuerza. Tenía las manos manchadas de sangre de Landon; Irrumpí en su casa… no había forma de salir de esto. Y no lamenté en lo más mínimo convertir a Landon en mi saco de boxeo. —Colton te llevará a casa, Lila —Le susurré al oído. Ella me dio un obstinado movimiento de cabeza. —Voy contigo. —No —Dije inexpresivo, con mi mano agarrando su barbilla. La hice mirarme—. Colton te acompañará a casa y te veré por la mañana. —Pero… —No, Lila. Su rostro se endureció. —No me dices qué hacer. —Lo hago, ahora mismo. Haz lo que te dicen. —Me fulminó con la mirada. Lila era terca como la mierda, y sabía que se sentaría conmigo en la cárcel si no la llevaba a casa. No había manera de

que la dejara pasar la noche en una celda, aunque fuera conmigo—. Por favor. La coloqué de espaldas sobre sus pies y su barbilla tembló. Se volvió para mirar a la policía. —Es solo un malentendido, oficiales. Es mi culpa. —Malentendido o no, estás bajo arresto. —Uno de los oficiales me estaba mirando directamente. Asentí con la cabeza, complaciente. No tenía sentido discutir con ellos. Colton tuvo que arrastrar a Lila lejos de mí mientras estaba esposado, con las manos detrás de la espalda. —Por abrazarlo?

favor

—suplicó

Lila—.

¿Puedo

simplemente…

El oficial que me esposó le hizo una seña para que se acercara. Se deslizó más cerca de mí, presionó su nariz contra mi garganta. —Lo siento. Esto es mi culpa. Lila sollozó y mi corazón dio un vuelco. Mis labios rozaron su frente y ella me abrazó con más fuerza. —Lo siento. —Te tengo —Dije de nuevo. Sus ojos llorosos fueron lo último que vi cuando me apartaron de ella. Lila levantó la mano y tocó su collar atrapasueños en su garganta, como si la calmara. Me destripó, porque ella estaba llorando por mí.

CAPÍTULO TREINTA Lila No podía dormir, no había forma de que pudiera cuando Maddox estaba en la cárcel, y aquí estaba, en mi bonita y acogedora cama. Lo encerraron en una celda por mi culpa. Mi estómago se retorció de culpa y miré al techo a través de la oscuridad. Colton tuvo que arrastrarme a casa con Riley pisándonos los talones. Después de convencerme de que me metiera en la cama mientras él se ocupaba del asunto, Colton se fue. ¿Por qué no impidió que Maddox se peleara? ¿Por qué no fui lo suficientemente rápida para detenerlo? ¿Por qué… por qué… por qué? Siempre supe que, aunque Maddox era relajado y tranquilo la mayor parte del tiempo, también era de mal genio y se desencadenaba fácilmente. La culpa se volvió más difícil de soportar porque si solo me hubiera puesto mis pantalones de niña grande y no hubiera provocado una escena, Maddox no se habría escapado para darle una paliza a Landon. Pero me sentí herida y avergonzada. No es que me preocupara mucho Landon. No tenía el corazón roto, pero me sentí… usada. Usada y desechada después de divertirse conmigo.

Si Landon no hubiera querido estar conmigo, podría haberse marchado fácilmente. No era empalagosa; No tenía expectativas. Pero me engañó, después de que lo dejé entrar en mi cuerpo. Eso me dolió. Y estaba furiosa. No estaba ‘llorando’ porque me rompió el corazón. Eran lágrimas de rabia, para él… y para mí, porque confiaba en el tipo equivocado. Me sentí tonta, pero no pensé que Maddox reaccionaría como lo hizo. Todo sucedió tan rápido, y antes de que pudiera detenerlo, ya estaba fuera de la puerta. Luego me encontré con él dándole una paliza a Landon, no es que me importara si mi ex estaba herido o no. Pero Maddox también resultó herido y esa culpa se volvió mucho más difícil de soportar. Cuando llegó la policía, tuve que esforzarme mucho para no rogarles que me llevaran con ellos. Maldita sea, me sentaría en una celda sucia con Maddox si eso significara que no está solo detrás de esas rejas, yo estoy con él. Landon estaba presentando cargos. Su preciosa novia me atacó después de que la policía se fue y sus uñas afiladas dejaron una marca desagradable en mi brazo. Le devolví el favor golpeando sus tetas antes de que Colton me apartara de ella y me arrastrara fuera del apartamento mientras los maldecía en sus próximas vidas. Mi puerta se abrió con un chirrido, sacándome de mis pensamientos y cerré los ojos con fuerza. Hubo un suspiro de alivio y miré hacia la puerta desde detrás de mi edredón. —Está dormida —dijo Riley en voz baja a la persona detrás de ella. Probablemente Colton. Tenía razón, porque un segundo después, se escuchó su voz baja. —Bien. Ha sido una noche larga para todos nosotros.

La puerta se cerró y me hundí en mi suave colchón. Mi cuerpo todavía estaba tenso y no podía encontrar una posición cómoda. Pasó mucho tiempo antes de que cayera en un sueño intranquilo. Horas más tarde, me levante de un salto cuando mi cama se hundió bajo un gran peso. Alguien se sentó detrás de mí y un brazo fuerte se deslizó alrededor de mis caderas, tirando de mí hacia su cuerpo. Duro y familiar… cálido y sólido… fuerte y seguro. Maddox. Envolvió su cuerpo alrededor del mío, y mi trasero se acurrucó indecentemente contra su ingle. No se apartó como esperaba. Me mantuvo allí, mi espalda contra su frente, tan cerca que ni siquiera un hilo podía caber entre nosotros. Nos habíamos acostado en la cama muchas veces, pero esto era… diferente. Más íntimo, menos ‘amistoso’ y había una tensión tácita entre nosotros. Me lamí los labios y me aclaré la garganta seca, sintiendo la forma en que mi estómago se hundía y se agitaba cuando me tocaba. Maddox empujó su otro brazo debajo de mi cuello y metió la parte de atrás de mi cabeza contra su hombro. Solté el aliento que estaba conteniendo e inhalé su aroma familiar, también percibiendo una bocanada de alcohol. ¿Bebió antes de volver a casa? —¿Landon retiró los cargos? —Pregunté en la oscuridad. Lo sentí negar con la cabeza. Su brazo se apretó alrededor del mío, como si se asegurara de que no pudiera escapar o tal vez tuviera miedo de que lo hiciera. Poco sabía él… >>¿Entonces? —Presioné por más. —Mi padre lo trató —confesó, su voz un graznido ronco.

Ah, entonces su padre lo rescató. Mierda. Se enteró. Malo. Malo. Malo. Colton y yo pensamos mantener este incidente en secreto y esperábamos que Brad Coulter no se enterara de que su hijo estaba en la cárcel. Supongo que el padre de Maddox tenía ojos y oídos en todas partes. —¿Estaba enojado? —No me envió un mensaje, tampoco me llamó. Ni siquiera me habló. Él manejó todo a la espalda y sin hablar conmigo. Sólo supe que lo hizo después de que me liberaron, y Colton vino a recogerme. Oh. Entonces, su padre ni siquiera se había molestado en hablar con él, preguntarle qué sucedió, por qué sucedió o cómo estaba incluso su hijo. Que se joda. Me acurruqué más en su abrazo y deslicé mi mano en la suya, la que estaba en mi cadera. Apreté sus dedos. —Lo siento. Expulsó un largo suspiro. —Yo no. Se merecía cada puñetazo que le di. Creo que le rompí la nariz. Nadie hace llorar a mi Lila. Nadie. Joder, no lo permitiré. —Arrastró las palabras un poco. Sí, definitivamente estaba un poco borracho. Mis ojos se llenaron de lágrimas. No me considero una persona emocional, pero Maddox me hizo sentir tantas cosas a la vez. Pesar… miedo… angustia… desesperanza… Mi corazón latía con fuerza en mi pecho. —¿Maddox? —Mmm, ¿sí? —Te quiero —Susurré.

Su brazo se flexionó alrededor de mis caderas. —Lo sé. — Sutilmente se apretó a mi alrededor. Sus labios se deslizaron sobre mi frente en un susurro de un beso, antes de colocar su mejilla sobre mi cabeza de nuevo—. Yo también te quiero. No era la primera vez que nos decíamos esas palabras, pero mi corazón bailaba en mi pecho. Sin levantar la cabeza, levanté la mano, mostrándole mi meñique. —¿Amigos? Maddox enganchó su meñique alrededor del mío y pude sentir su sonrisa sin siquiera tener que mirarlo. —Amigos —dijo. Cerré los ojos y me quedé dormida con el sonido de los latidos de su corazón. Por la mañana, me desperté con una cama vacía. Por un breve momento, me pregunté si todo era un sueño y Maddox no había vuelto a casa. Pero cuando inhalé, capté el familiar aroma almizclado que dejó atrás. Mi cuerpo todavía hormigueaba desde donde me había tocado. Después de refrescarme rápidamente, salí del dormitorio y encontré a Maddox sentado a la mesa de la cocina, mirando por la ventana. El sol de la mañana brillaba a través del cristal y Maddox se veía hermoso sentado allí. Estaba sin camiseta, con solo sus pantalones de chándal grises puestos. Era la vista perfecta… pero mi pecho se apretó ante la expresión de su rostro. Mi guerrero herido. Tenía un ojo morado y sus labios estaban cortados e hinchados. Sus costillas se estaban volviendo de un feo tono púrpura y verde. —¿Quieres un café? —Le pregunté, esperando que él hablara y mejorara su estado de ánimo. Anoche fue un infierno para todos

nosotros. Necesitaba asegurarme de que estaba bien. Pero sus siguientes palabras no fueron las que esperaba. —¿Soy una decepción? Me estremecí. —¿¡Qué!? Maddox, ¿qué estás…? Mis siguientes palabras se atascaron en mi garganta cuando vi la expresión en su rostro. Totalmente derrotado, una mirada que solo podría describirse como desconsolada. Como un cachorro golpeado, gimiendo silenciosamente mientras sufría. Mi corazón se hundió dentro de mi pecho ante esa mirada, y caminé hacia él, arrodillándome entre sus piernas. Extendió más sus muslos, envolviéndome contra su cuerpo. —¿Por qué es que todo lo que hago nunca es suficiente? — dijo, sus palabras ahogadas. —Maddox —Susurré. Vi el teléfono en su mano y finalmente sume dos más dos. Agarrándole el teléfono, no me detuvo, busqué entre sus mensajes. El mensaje más reciente, de hace dos horas, fue de su padre. Sigues decepcionándome una y otra vez. No puedo creer que casi pensé que finalmente te habían redimido de tus caminos desordenados. Esta es la última vez que te rescataré de las cosas que arruinas. Oh Maddox. Mi pobre y dulce Maddox. —Lo siento —Suspiré, mirando hacia abajo. Todo esto fue culpa mía. ¿Por qué dejé que Landon entrara en mi vida? Agarré sus manos, sosteniéndolo, haciéndole saber que no estaba solo.

Fue entonces cuando noté que tenía los nudillos magullados y que quedaba algo de sangre seca. Mierda. Eso fue de anoche. No se lavó. Me levanté y rápidamente fui a buscar el botiquín de primeros auxilios para limpiar sus heridas. Tenía los nudillos ligeramente hinchados, pero afortunadamente, no rotos. Limpié con atención sus nudillos ensangrentados, haciendo una mueca mientras pasaba las toallitas antisépticas sobre la piel rota. Maddox no mostró ninguna emoción externa. Se quedó en silencio hasta que terminé con su mano izquierda y agarré su mano derecha para hacer la misma tarea. Mantuve mis movimientos lentos y cuidadosos mientras limpiaba sus heridas y envolvía sus manos con una venda. Probablemente no lo necesitaba, pero los vendajes los mantendrían limpios, por lo que no habría infección. Sus ojos recorrieron mi rostro antes de que su mirada se desvaneciera, luciendo sombría y distante, perdida. —Entré en Harvard. Trabajé para ello. Trabajé tan jodidamente duro que pude mantener mi beca completa durante tres años. Estoy en la cima de mi carrera futbolística. ¿Por qué no es suficiente? Todo lo que hago… nunca es suficiente. Siempre, de alguna manera… termino fallando en algún lugar. Siempre de alguna manera decepcionándolo. Nunca es suficiente, Lila. —¡No. No. No! —Me apresuré a decir—. Bebé, no. Maddox, todo lo que haces es suficiente. Es más que suficiente. Tú. Eres. Suficiente. Por favor, no digas eso. Siento lo de anoche. Siento que tu padre sea un idiota. Lamento que nunca te haya dicho que está orgulloso de ti. Pero yo lo estoy. Estoy muy orgullosa de ti, Maddox Coulter. Todo lo que has hecho, todo lo que haces… es suficiente — Dije con urgencia. Inclinó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos como si estuviera empapado de mis palabras.

Entrelazó nuestros dedos y se aferró a mí. Apreté sus manos hacia atrás. Estoy aquí, Maddox. Estoy aquí y no me voy. Tú y yo, para siempre. Quería preguntarle qué necesitaba ahora. De mí. Si pudiera disminuir su culpa, su sufrimiento de alguna manera, lo haría. Sin pensarlo dos veces. Como si pudiera leer mi mente, sus ojos se abrieron y me niveló con esos hermosos orbes azules. Vi todo lo que necesitaba saber. —¿Puedes… —hizo una pausa y tragó— … ¿Abrázame? ¿Por favor? Susurró esas palabras de manera tan entrecortada, como si tuviera miedo de que me negara, como un niño pidiendo afecto. Tener a alguien, simplemente para abrazarlo. Asentí con la cabeza, en silencio, porque mi garganta estaba cerrada mientras ahogaba un grito y me obligué a dejar pasar mis lágrimas. No podía dejar que me viera llorar. Me puse de pie y él me sentó en su regazo. Maddox clavó su rostro en mi cuello. —Te tengo —Le dije suavemente al oído. Su abrazo se apretó sobre mí. Maddox se lastimó por mi culpa; se metió en una pelea por mi honor. La comprensión fue abrumadora porque había subestimado sus instintos protectores hacia mí y cuánto realmente le importaba. Lo sentí respirar contra mi garganta, y bajo mi palma, su corazón comenzó a latir lentamente a un ritmo más tranquilo. Sus labios rozaron la vena palpitante de mi garganta y tal vez no había tenido la intención de hacerlo o no quería que lo sintiera, pero lo hice. Mi cuerpo estaba muy consciente de su contacto. —Te tengo —Dije de nuevo, como recordatorio. Mis dedos le peinaron el cabello y, lentamente, comenzó a relajarse en mis brazos. La tensión lo dejó, y mi corazón dolorido se calmó por el hecho de que Maddox iba a estar bien. Era lo suficientemente fuerte para estar bien.

Una vez que levantó la cabeza, le sonreí. —¿Mejor ahora? Sus labios se curvaron en una media sonrisa y asintió. — Supongo que solo necesitaba un abrazo de mi Lila. Te juro que eres mi maldita terapia. ¿Por qué gastar dinero en un psiquiatra si hay una Lila en tu vida? Solté una carcajada y le di un golpecito en el brazo. —Cállate. Ahora estaba sonriendo, sus ojos más claros, su expresión tranquila. >>Entonces, ¿qué tal si te hago pasta? —Era lo que más le gustaba comer cuando se sentía deprimido. —Mujer, sabes que nunca le diría que no a tu pasta. —Está bien, entonces siéntate bien. Pasta para el desayuno. ¡Ja! ¿A quién le importa? Si esa mierda hace sonreír a mi Maddox, entonces desayunaríamos jodida pasta. Cada. Maldito. Día.

CAPÍTULO TREINTA Y UNO Lila Envíame una foto. Quiero ver tu cara sexy. Abrí el mensaje de texto de Riley y luego miré alrededor del ruidoso club. Estábamos sentados en una cabina de la esquina con bastante mala iluminación. Aun así, le hice caso a Riley y levanté mi teléfono, decidiendo complacerla con una foto. No pudo unirse a nosotros para salir por la noche ya que tenía un ensayo para mañana por la mañana. Riley hizo un puchero cuando salí de nuestro apartamento con Maddox, Colton, Jaxon y Rory. Me hizo prometerle que le enviaría fotos de nosotros estando muy borrachos, para que pudiera vivir indirectamente a través de nosotros. Revolví mi cabello un poco, luego fruncí mis labios en un sexy puchero. Justo cuando estaba a punto de hacer clic en la foto perfecta, de repente me empujaron. Algo húmedo tocó mi mejilla y me eché hacia atrás en estado de shock. La cabeza de Maddox cayó en el hueco de mi cuello, e inhaló profundamente antes de alejarse, dándome una sonrisa que me derretía las bragas. —Eww, ¿me acabas de lamer? ¿Qué diablos, Maddox? — Rezongué, golpeando su pecho y empujándolo lejos. Pero él era una pared de músculos, por lo que moverlo era una tarea imposible. Me hizo un puchero fingido. Sí, ya estaba un poco borracho. — Pensé que se suponía que debíamos lamer a los que amamos. Te lamí, así que eres mía. Dejé escapar un suspiro exasperado antes de sisear. —¿Eres un perro?

Maddox hizo una pausa, como si realmente estuviera pensando en mi pregunta. Y luego se encogió de hombros. —El estilo de perrito es mi posición favorita para follar. Y también soy tu Poodle. Antes de que pudiera detenerlo, se inclinó hacia adelante y lamió mi mejilla una vez más, dejando un rastro húmedo detrás. Su boca se movió hacia mi cuello, lamiéndome allí también. Contra mi voluntad, mis muslos temblaron y mi centro se apretó cuando sus labios rozaron mi garganta. —¡Maddox! —Susurré-grité —. ¡Deja de lamerme! Se inclinó hacia atrás y sus labios peligrosamente. —¿Por qué? ¿Te humedece?

se

arquearon

—No —Grité, sintiendo de repente la necesidad de golpearlo —. Porque tu novia acaba de entrar y viene hacia nosotros. Oh, ella no parece muy feliz. Maddox miró hacia la entrada antes de hundirse más en su asiento, como si tratara de esconderse de la rabiosa chica que venía hacia él. —Ah. Mierda —susurró. Bianca ya no era exactamente su ‘novia’. Rompieron cuando Maddox no apareció la noche en que se suponía que debía ir a su casa. La noche en que se peleó con Landon y terminó en la cárcel. A la mañana siguiente, Bianca hizo una gran rabieta e incluso me llamó ‘destroza-hogares’ y ‘perra’ por intentar robar a su hombre. Maddox la dejó caer tan rápido que pensé que sufriría un traumatismo cervical. ¿Su hombre? Sí claro. Maddox nunca fue suyo en primer lugar. Una semana después de su ruptura, ella todavía no entendía la idea y ahora se ha convertido en una acosadora. Bianca se

detuvo en nuestra mesa, con las manos en las caderas y miró a Maddox con el ceño fruncido. —Necesito hablar contigo. Levantó un hombro en un encogimiento de hombros. —Estoy ocupado, como puedes ver. —Ahora —espetó. Mis ojos se abrieron ante su tono y Maddox se tensó. —No puedes venir aquí y exigir. No soy tu juguete, Bianca. Dio unos golpecitos con el pie, impaciente. —Me debes una mejor explicación por romper conmigo, Maddox. Maddox se frotó los ojos y arrastraba las palabras un poco mientras hablaba. —No te debo una mierda. Y nunca estuvimos juntos en primer lugar. Follamos, eso es todo. El disgusto estaba claro en su rostro cuando me dio una mirada desagradable. —Es por ella, ¿no? ¿La estás eligiendo? — Dijo Bianca con voz chillona, apuntándome con un dedo acusador. Aquí vamos de nuevo. Otra ‘novia’, el mismo drama. Maddox protestó en voz baja, el sonido era tan amenazante que incluso yo hice una mueca. —Escucha… Mi teléfono sonó, rompiendo la tensión, y Maddox se detuvo a mitad de la oración. Le di una mirada avergonzada y me deslicé fuera de la cabina, con el teléfono en mi oído. Me alejé de Maddox discutiendo entre ellos.

y

Bianca

mientras

continuaban

—¿Hola, Bea? —Respondí la llamada. —Lila, mierda. Estamos en problemas —jadeó. —¿Qué? ¿Qué dices? ¿Qué pasó? —Salí del club ya que estaba demasiado fuerte para escuchar lo que Bea estaba diciendo por teléfono. Bea era bailarina profesional y mi coreógrafa del club

de baile de Harvard. Hace dos años, me uní al club como hobby y pronto me di cuenta de que disfrutaba bailar. Era terapéutico. No era la mejor bailarina, pero tampoco era tan mala. Entre mis estudios y mi trabajo de mesera a tiempo parcial, necesitaba algo que hacer para relajarme y descansar. Bailar parecía hacer eso por mí. —Owen está herido. Se rompió la pierna por un accidente en bicicleta. Él. No puede. Bailar —dijo Bea sin aliento. Podía sentirla enloqueciendo a través del teléfono. —¿Owen está herido? —Pregunté, porque no podía creer lo que acababa de escuchar—. ¿Qué tan malo es? —Está bien. Está en casa y acaba de llamarme. No siente mucho dolor, pero es bastante malo que, no podrá bailar durante los próximos tres meses. Oh Dios. Mierda. Eso no suena bien. Hace un mes, nuestro club se asoció con una organización sin fines de lucro que organiza eventos benéficos para personas con discapacidades. Este año, el evento de recaudación de fondos era para personas ciegas. Se suponía que nuestro pequeño grupo de bailarines presentaría un espectáculo para los asistentes al evento que contribuirían a la caridad. Owen era mi compañero de baile. ¡Mierda! >>No hay marcha atrás ahora. Esto es de primera categoría, Lila. La organización, el evento, todo, tiene que ser perfecto. Representamos a Harvard. Ya no tenemos una pareja de baile para ti, ¡y tú abres el espectáculo!

Se me secó la garganta y traté de no entrar en pánico, pero Bea enloqueciendo así me estaba volviendo loca. —Bea, necesitas calmarte. Podemos resolverlo. —¡El evento es en una semana! —gritó lo suficientemente fuerte que tuve que apartarme el teléfono de la oreja. Aunque ella tenía razón. No podíamos estropear esto. Cada número de baile en el evento era un baile de pareja; la organización pidió específicamente un baile en pareja ya que pensaron que sería más atractivo para los asistentes. Respiré hondo, tratando de calmar mi creciente pánico. Estaba acostumbrada a la perfección: mis calificaciones y mi trabajo. Estaba obsesionada con eso, aunque no siempre fui así. Mi terapeuta dijo que era mi forma de lidiar con la muerte de mis padres: perseguir la perfección y querer tener siempre el control. Ahora mismo, todo estaba sucediendo al revés de lo que yo quería. —Entonces, ¿tenemos que encontrarme una nueva pareja de baile? —Pregunté a Bea. —Incluso si lo hacemos, ¿quién va a aprender el baile en menos de siete días? —respiró temblorosamente y dejó escapar el aire—. No es posible. —Nada es imposible —Dije. —¡Tu optimismo es de admiración, pero no es adecuado para la situación ya que estamos completamente jodidos! —Encontraré una pareja de baile —Anuncié con convicción. No había que darse por vencido después de haber llegado tan lejos. El evento estaba sucediendo. Owen estaba herido, pero teníamos que encontrar una manera de hacerlo funcionar. Y sabía exactamente quién me iba a ayudar.

Incluso si estaba a punto de escucharlo refunfuñar por el resto de nuestras vidas. —Lila… —Conozco a alguien. —¿Quién? —preguntó con suspicacia. La comisura de mis labios se curvó. —Maddox. Hice que Bea se callara, solo se podía escuchar su respiración. —¿Vas en serio? compartiendo un secreto.

—susurró,

como

si

estuviéramos

—Sí. —Mierda. Te refieres a El Maddox, ¿verdad? —Sí. —Sonreí más fuerte. —Mierda —dijo de nuevo. Nos despedimos y regresé al club. Maddox iba a odiarlo, pero sabía que nunca me diría que no. De vuelta en nuestra cabina, vi que Bianca no estaba a la vista y Maddox estaba bebiendo una cerveza. —¿A dónde fue? —La despaché —dijo, sin darme más detalles—. ¿Qué pasa? —Maddox pareció haberse calmado un poco. —Necesito hablar contigo sobre algo. Sus ojos se entrecerraron en mí. —¿Es malo? Me encogí de hombros a medias. —No exactamente. ¿Quieres ir a casa? Maddox se puso de pie sin decir una palabra y supuse que tenía mi respuesta.

Maddox —No —Dije con calma—. No hay manera. —Pero Maddox —arrastró mi nombre, suplicando con sus ojos. Cuando negué con la cabeza con firmeza, golpeó con el pie. Me miró a través de sus pestañas. —Esto es realmente importante para mí. Entonces Lila puso una mirada en su rostro, una mirada que debería haberme advertido lo que se avecinaba. —Lila… —Te reto. ¡Jesucristo, esta mujer! —Retira eso —Le advertí, en voz baja. Lila sonrió. —No. —Cruzó los brazos sobre sus osadas tetas, atrayendo mi atención a su pecho. Yo era un maldito hombre débil. Débil hasta las jodidas rodillas por Lila Garcia porque ella era la única tentación que no podía tener. Llevaba un top corto que debería haber sido ilegal. Su collar de atrapasueños colgaba de su cuello; Lila nunca se lo quitó después de que se lo puse hace tres años. Su abdomen era tentador, y su ombligo se veía lindo, y tan jodido como estaba, una breve imagen de mí lamiendo su ombligo y su risa pasó por mi mente. Se me hizo la boca agua al pensarlo.

Negué con la cabeza y me maldije. No, no puedo. Esto… no estaba sucediendo. Nunca, jodidamente nunca. A pesar de que cada año era más difícil recordarme a mí mismo que solo podíamos ser amigos y nada más. Cada vez que me sonreía, se hacía más difícil no besarla. Sin embargo, me había negado a admitir eso incluso ante mí mismo. Me negué a considerar siquiera la idea de tocar a Lila de una manera que no fuera ‘amistosa’. Pero diablos, estaba un poco borracho y no podía quitarme esa imagen de la cabeza. Ella estaba parada frente a mí con un top corto y shorts que abrazaban su curvilíneo trasero como una segunda piel, sus labios rosados brillaban y su cabello negro caía sobre sus hombros. Lila parecía una Blancanieves con clasificación R. Quería deslizarme entre sus muslos y hacernos olvidar que éramos mejores amigos. No. JOOODER. ¡NO! Mi yo borracho pensando en esa mierda. El sobrio Maddox nunca pensaría en follar con su mejor amiga, me dije. —Maddox, ¿me estás escuchando? —Su voz rompió mis ardientes pensamientos. Tragué y me obligué a mirar hacia otro lado. —Sí —Dije, mi voz más profunda, esperando que ella no se diera cuenta de la forma en que ajuste estratégicamente el cojín sobre mi regazo. —¿Te atreves? —preguntó con descaro. Suspiré, pasando mis dedos por mi cabello corto y tirando de los mechones. —Esto no va a ser divertido, Lila.

Me estaba pidiendo que fuera su pareja de baile. No era muy bailarín, pero no diría que apestaba por completo. Esto era importante para ella; Yo estaba muy consciente de ese hecho. El hecho de que iba a estar demasiado cerca de Lila durante toda una semana, especialmente porque había comenzado a ser más difícil para mí controlar mis impulsos, mi polla, alrededor de ella. Eso me molestaba. Después del incidente con Landon… había habido una tensión inconfundible entre Lila y yo. Ambos nos negamos a reconocerlo, seguimos con nuestras vidas, pero estaba ahí, y se estaba volviendo más difícil de ignorar. No sabía por qué… me sentía así. Y no entendía qué era. Enojado conmigo mismo, reprimí un gruñido y mis ojos se fijaron en los de Lila. Estaba esperando una respuesta, ajena a mi confusión interior. Lila Garcia era mi mejor amiga y lo último que quería hacer era perderla porque no podía mantener mi polla en los pantalones. Estoy borracho, es por eso, me convencí. Dio unos golpecitos con el pie con impaciencia. Cualquier otra chica que hiciera eso me habría molestado, pero Lila dando golpecitos con el pie era jodidamente linda. —Vamos, Coulter. ¿Estás a punto de perder contra mí? —Ella chasqueó—. Es un simple reto. —¿Simple? Poco sabía ella… Se volvió arrogante cuando no respondí, su naturaleza competitiva brillando. Lila sabía que nunca rechazaría un reto y sabía exactamente cómo salirse con la suya. —Bien, acepto el reto—Dije, mis dientes rechinando—. Te vas a arrepentir de esto, Garcia.

Lila apretó los labios para evitar sonreír, pero perdió la pelea. Una hermosa sonrisa se extendió por sus labios, y se rio un poco, el pequeño sonido feliz se disparó directamente a mi corazón. Mis dedos se curvaron y desenrollaron a mis costados. ¿Qué diablos me pasa?

CAPÍTULO TREINTA Y DOS Lila Mi cuerpo estaba en llamas. Luché contra un escalofrío y mi pulso latía en mi garganta. Sus manos viajaron por mis brazos, lentamente… tomándose su tiempo, como si estuviera memorizando cada centímetro de mi piel expuesta. Su roce era tan suave, tan ligero como una pluma, pero se sentía como si estuviera escribiendo una palabra, pintando un cuadro o tocando una canción en mi piel. Me quede sin aliento y mi corazón se aceleró, tropezando sobre sí mismo porque no podía seguir latiendo a un ritmo normal. Nuestros ojos se conectaron a través del espejo del piso. La intensidad de su mirada hizo que mi estómago se volviera loco y mis muslos temblaran. Maddox vestía una camisa negra sin mangas, los músculos de sus brazos a la vista, y se tensaban y se marcaban con cada movimiento que hacía. Su cuerpo entero era una obra de arte. Llevaba una camiseta sin mangas y pantalones cortos, lo suficientemente cómodos para bailar. Sus ojos azules ardían con algo que no podía leer, oscuro e intenso. Amigos, me dije. Éramos mejores amigos. Pero los amigos no se miraban como nosotros. Los últimos cinco días habían sido una dulce tortura.

Dulce porque pasaba todas las horas de vigilia con Maddox. Tortura porque pasaba todas las horas de vigilia con Maddox. Bailando… tocando… respirando tan cerca de los labios del otro… pero recordándome a mí misma que debía alejarme. Me negué a reconocer lo que estaba sintiendo. Estaba prohibido. O tal vez no comprendí realmente mis propias emociones descarriadas. ¿Por qué mi cuerpo reacciona de la forma en que lo hace cuando Maddox está cerca? ¿Por qué me duele el corazón… cuando él está herido? ¿Por qué se me revuelve el estómago cuando me toca? Éramos amigos, ¿no? Ser algo más que amigos podía arriesgar lo que teníamos durante los últimos tres años y lo que teníamos era hermoso tal como era. —¿Lila? Su voz, un timbre profundo que viajó por mi cuerpo y hasta los dedos de mis pies, me devolvió al presente. >>Me pisaste los dedos de los pies —murmuró, su respiración contra la punta del lóbulo de mi oreja. Rápidamente me disculpé y volví a la posición en la que se suponía que debía estar. Nuestros ojos se encontraron y moví mis caderas contra las suyas. Siguió mi movimiento y su agarre se apretó en mi cintura, sus dedos casi se clavaron en mi carne, y no pareció darse cuenta. Nuestra diferencia de altura tenía la curva de mi trasero justo en su ingle, y mis ojos se cerraron, mis mejillas se sonrojaron de vergüenza y… algo más.

Maddox hizo un sonido con el fondo de su garganta y lo miré a través del espejo. Su rostro se endureció, sus ojos se oscurecieron y sus pupilas se dilataron. Agarró mis caderas y me hizo girar, tomándome por sorpresa. Me acercó más, nuestros cuerpos chocaron. Su mano pasó rozando mis muslos desnudos, justo donde terminaban los pantalones cortos, y lentamente levantó mi pierna izquierda, enganchando mi muslo alrededor de su cadera. El fuego lamió su camino a través de mis venas, y ardí con más intensidad. Maddox me bajó y su calidez se filtró a través de mi ropa hasta mis huesos. —Te ves un poco roja, Garcia —dijo con voz ronca—. ¿Tengo demasiado calor para ti? Me ayudó a levantarme y el corazón me dio un vuelco en el pecho. Me di la vuelta y rodé los ojos, tratando de parecer indiferente a sus estúpidos comentarios y a su proximidad. Maddox se rio entre dientes, su pecho vibró con el sonido, y sentí la vibración contra mi espalda. —Estás poniendo los ojos en blanco, lo sé. Puedo ver tu reflejo en el espejo, Lila. Mis ojos se entrecerraron en él, y me di la vuelta de nuevo, golpeando su pecho. —Concéntrate en el baile, Maddox. Su brazo serpenteó alrededor de mi cintura y me atrajo con fuerza hacia su cuerpo. Me tropecé y caí en su pecho. —Te tengo — murmuró en voz baja, y su brazo se apretó alrededor de mi cintura. Maddox sacó la venda blanca de su bolsillo y me tapó los ojos, robando mi capacidad de ver. Se suponía que me vendarían los ojos durante la mitad de este baile, haciéndolo más complicado. Se trataba de confiar en tu pareja de baile. Me obligó a sentir cada uno de sus movimientos, sus pasos, nuestro ritmo a juego, nuestras respiraciones temblorosas y el calor que emanaba de él. Mi cuerpo era aún más consciente de la cercanía de Maddox hacia mí.

Su calidez me dejó por un breve momento y nuestra canción, la canción que se suponía que estábamos bailando, llenó el pequeño estudio de baile. “Time of my Life.” No había forma de que Maddox y yo pudiéramos competir con el baile original y los actores originales de la película Dirty Dancing; eran leyendas, pero era mi película y canción favorita y era perfecta para este baile. Con los ojos vendados, esperé a que Maddox volviera a mí. Podía sentirlo en algún lugar de la habitación, mirándome. El calor de su mirada hizo que se me encogiera el estómago. Cuanto más tardaba, más nerviosa me ponía. Tic, tic, tic. Su cuerpo rozó mi espalda y respiré profundamente. Cerré los ojos con fuerza debajo de la venda y me recordé a mí misma que debía respirar. Su mano se deslizó hacia abajo, sus dedos susurrando sobre mi cuerpo. Mis costillas, mi estómago, mis caderas. Maddox me tocó como si estuviera hecha de vidrio, frágil para su exploración. Maddox me atrajo hacia él y comenzó a moverse. Seguí sus pasos a través de nuestra mezcla de tango y danza contemporánea. Tomó mis caderas y me hizo girar de izquierda a derecha antes de volver a caer en sus brazos. Mi corazón se aceleró y su respiración era irregular. Me imaginé su rostro serio y sus ojos tan azules que me hundí en ellos. Hermoso. Mío. Oh, lo deseaba. Abracé la música y me balanceé con la corriente, igualando el ritmo de Maddox y dejé que me guiara a ciegas. Estaba a su merced.

Después de hacerme girar y con el corazón en la garganta, Maddox me atrajo hacia su cuerpo. Con una mano en mi cintura, tomó mi muslo y lentamente llevó mi pierna a su cadera. Enganché mi tobillo alrededor de su muslo, justo debajo de su trasero. Ahora respiraba con dificultad y deseaba poder ver su cara. Su aliento rozó mi nariz. —¿Está bien? ¿Es el movimiento correcto? —Preguntó Maddox, su voz profunda y ronca. Asentí en silencio. Luego, lentamente me soltó. Me aparte de sus brazos y dejé que me guiara. Conmigo inclinada hacia atrás, su cuerpo moldeado sobre el mío. Presionó su rostro contra el hueco de mi cuello. Era solo parte del baile, me dije. Maddox inhaló. Exhalé. Me levantó de nuevo y mi pierna cayó de alrededor de su cadera. Me hizo girar hacia la derecha y luego un rápido giro hacia la izquierda antes de que Maddox me acercara a él de nuevo. Nuestros movimientos estaban sincronizados. Levanté los brazos y sus manos se deslizaron por mi cintura, justo debajo de mis costillas. Me balanceé y moví mis caderas al ritmo de la música. Sus dedos se apretaron en mi cintura antes de levantarme. Mis pies dejaron el suelo y envolví mis piernas alrededor de sus caderas antes de que me inclinara hacia atrás de nuevo. Cuando finalmente estuvimos de pie, lo abracé más fuerte, enterrando mi rostro en su cuello. Me sentí un poco mareada, mi corazón latía demasiado rápido. Pero también el suyo. Cuerpo contra cuerpo. Pecho con pecho. Sentí su corazón latir al mismo ritmo enloquecedor que el mío. Maddox nos hizo girar a los dos una vez. Mi estómago se apretó mientras me deslizaba por su cuerpo y mis pies tocaron el suelo una vez más. Sus dedos rozaron mi mejilla sonrojada y me pregunté si podía sentir lo caliente que estaba.

Maddox quitó la venda, como le dijeron que hiciera durante nuestras prácticas de baile. Parpadeé y nuestros ojos se encontraron. Su rostro brillaba de sudor y mi cabello se pegaba a mi frente y mejillas sudorosas. Sus ojos se entrecerraron en mí, hambrientos y buscando. Ardiendo con algo, no entendí, no pude explicarlo. La expresión de su rostro… Ojalá supiera de qué se trataba. Maddox dio un paso atrás… luego otro y otro, caminando hacia atrás de mí. La canción estaba llegando a su fin; este era nuestro último movimiento. Una vez que hubo suficiente distancia entre nosotros, me hizo un gesto con el dedo, haciéndome señas para que fuera hacia él. Lo hice. Caminé, y luego salí corriendo, un último ascenso, el mismo ascenso climático que el de la película. Una vez que estuve lo justamente cerca de Maddox, salté. Sus manos agarraron mis caderas y me levantó por encima de su cabeza. Fuerte y firme, me mantuvo ahí. Oh Dios. Cada músculo de mi cuerpo se tensó. Solté un suspiro tembloroso mientras me deslizaba lentamente por su cuerpo, sintiendo cada centímetro duro de él. Mis palmas presionaron sobre su pecho, deslizándose por sus costillas y abdominales. —Te tengo —gruñó. ¿Me tienes? Una vez que volví a tocar el suelo, curvé los brazos detrás de su cuello y nuestras frentes se juntaron. Sus labios rozaron la punta de mi nariz y mis ojos se cerraron. No puedo respirar.

Me tambaleé, mareada por la mera proximidad de Maddox. Mi corazón martilleaba en mi pecho. Exhaló y su aliento mentolado estaba en mis labios. No me beses. Bésame. No, no arruines esto. Un fuerte aplauso contra el silencio de la habitación me hizo retroceder. Mis ojos se abrieron de golpe y Maddox se oscureció mientras se alejaba. Me di la vuelta y miré a Bea. ¿Cuándo llegó ella aquí? —¡Lila! —chilló, aplaudiendo—. explosivo! ¡Oh Dios mío!

¡Eso

fue

asombroso…

Bea entró más en la habitación, luciendo bastante complacida. Si había alguna tensión en el aire, la ignoró. Se abanicó. —La química… Dulce Jesús, ten piedad de nosotros. ¡Simplemente Wow! Nadie creería que ustedes dos son solo amigos. Eso fue… sí, wow. —Bea señaló a Maddox y a mí—. Esto es exactamente lo que estaba buscando. Necesitas química con tus compañeros de baile. Necesitas que el público sienta tu baile, aunque no estén bailando. Su sonrisa se ensanchó. —Oh, estoy tan emocionada. Gracias, Maddox. Por hacer esto en tan poco tiempo. —Lila, me lo pidió —protestó, pasando sus dedos por su cabello—. No podría decir que no. Bea se volvió hacia mí. —¿Tienen hambre, chicos? Podemos almorzar. Maddox dio un paso atrás, alejándose más de mí. Agarró su mochila, apretó la mandíbula y tensó el cuerpo. —No. Vayan. Me voy. —Maddox…

Pero ya se estaba alejando sin mirarme. Sin un adiós. Mi corazón cayó hasta la boca del estómago. El momento entre nosotros se fue, el hechizo se rompió. Era mejor así, antes de que ninguno de los dos cometiera un error del que ambos nos arrepentiríamos por el resto de nuestras vidas. ¿Amigos? Amigos.

CAPÍTULO TREINTA Y TRES Lila Me encontré a Riley y Colton. Ambos parecían furiosos, mirándose y escupiendo veneno el uno al otro. La tenía enjaulada contra la pared, y sus cabezas se volvieron hacia mí mientras caminaba dentro del apartamento. Colton se apartó de Riley como si ella lo quemara, y Riley estaba fulminando con la mirada su espalda. Sin una palabra, Colton se fue y cerró la puerta detrás de él. Bueno, esto no se veía muy bien. La animosidad entre Colton y Riley se estaba descontrolando. Aclaré mi garganta y Riley sollozó. Su rostro se arrugó y contuvo un grito. —Lo odio. —¿Colton o Grayson? —Pregunté, ya sabiendo la respuesta. —Ambos —siseó, la furia ardía en sus ojos. Entró pisando fuerte en la cocina y se llenó un vaso de agua. —¿Qué pasó? —Grayson llamó —dijo inexpresiva. Oh. Mierda. Ella hizo un sonido desde el fondo de su garganta. Sonaba como un gemido. —¿Por qué llamó? Después de tanto tiempo… ¿por qué? Dejé mi bolso en el mostrador y me senté en el taburete. — ¿Qué dijo? Riley resopló, torciendo los labios con una mueca de desprecio. —Nada.

Alcé las cejas y esperé. —Él llamó, contesté. No dijo una palabra. Podía escucharlo respirar por teléfono, pero es un maldito cobarde. Colgué. Pobre Riley. Hace tres años, pensé que Grayson era la mejor opción para ella. Dos meses después de la graduación, le rompió el corazón. Grayson no iba a asistir a ninguna universidad. Riley quería tener una relación a larga distancia. Demonios, incluso pensó en dejar Harvard y regresar, solo para que no tuvieran que romper. Estaba dispuesta a arriesgar su corazón por él. Pero Grayson fue inflexible y dijo que no funcionaría. No estaba dispuesto a hacer largas distancias, pero Riley sabía que era una excusa de mierda. Algo le había pasado, algo que nos había estado ocultando a todos. Pensamos que tenía algo que ver con sus padres adoptivos y su pasado, pero no dijo una palabra. Sin embargo, ella no estaba dispuesta a renunciar a él. Después de ir y venir, poniéndole las cosas difíciles a Riley, se fue. Grayson rompió con ella justo antes del comienzo de nuestro primer año en Harvard. Grayson estaba de vuelta en Manhattan y Riley estaba aquí. Ella todavía estaba muy enamorada de él, y yo sabía que si Grayson aparecía ahora, le daría otra oportunidad. Luego entra Colton, quien pensó que después de la ruptura de Riley, tendría una oportunidad con ella. Oh chico, lo intentó. Él se preocupaba por ella, cualquiera podía ver eso claramente. Si había alguien que podía curar el corazón de Riley después de que Grayson lo rompiera… era Colton.

Pero Riley se negó a ceder ante sus avances. La tensión se gestaba entre ellos, volviéndose mucho más volátil cada día. —Lo extraño —confesó, su voz apenas un susurro—. Si tan solo nos hubiera dado una oportunidad. Tomé su mano en la mía y la apreté. —Lo siento, Ry. Se secó una lágrima, casi enfadada. —¿Crees que tal vez… Grayson tiene una buena razón para mantenerse alejado? Algo me molestó sobre ese día. La mirada frenética y desesperada en los ojos de Grayson mientras empujaba a Riley más lejos de él. Y las palabras que rugió. “¡Te estoy protegiendo, maldita sea!” ¿Protegiendo a Riley? ¿De qué? ¿De quién? Ella soltó una risa sin humor; sus ojos brillaban con lágrimas no derramadas. —Ha tenido tres años, Lila. Llevo tres años esperándolo, tres años para que se diera cuenta de que podíamos haber sido tan buenos juntos, pero se rindió con nosotros. La abracé y ella cayó en mis brazos, llorando suavemente. Lo había estado reteniendo durante tanto tiempo. Me dolía el corazón por ella. Para los tres. Una vez que sus llantos se convirtieron en pequeños hipos, Riley se apartó y se pasó una mano por la cara, como si se deshiciera de cualquier evidencia de que había estado llorando por Grayson. Medio sonrió, las comisuras de sus labios se torcieron levemente. —¿Cómo fue el evento? ¿Dónde está Maddox? Dejé el taburete y fui al frigorífico, sacando las sobras de anoche.

—El evento fue grandioso. Fue bastante… estimulante, y les encantó el baile. La parte de recaudación de fondos también fue un gran éxito —Le dije—. Fue divertido. Y realmente lo fue. Toda la noche fue bastante épica hasta que… Riley pareció curiosa cuando preguntó: —¿Maddox no vino a casa contigo? No, corrió. En el momento en que terminó nuestro baile, Maddox se fue. Ni siquiera se quedó a cenar, y con él fuera, así, sin siquiera una palabra, apenas pude comer. Mi comida se mantuvo intacta frente a mí, y durante el resto de la noche, sonreí mientras mi corazón se rompía, oculto a los ojos de todos. Yo sufrí mientras disfrutaban el resto de su noche. ¿Cómo pudo? ¿Por qué se fue? ¿Por qué no se despidió? ¿Por qué? Una ira contenida ardía en mi estómago, amenazando con abrirse paso. No podía entender por qué Maddox actuaba de esa manera, por qué huía de mí, se alejaba más y más de mí. Ira y… miedo. Porque se sentía como si estuviéramos colgando de un hilo delgado, y estaba a punto de romperse, catapultándonos a dos mundos diferentes y alejándonos el uno del otro. Maddox y yo… si no tuviéramos cuidado, estaríamos a punto de rompernos, de quebrarnos, y no habría vuelta atrás una vez que eso sucediera. Tú y yo, lo había prometido. Esperaba que estuviera dispuesto a cumplir sus promesas.

Mi pecho se apretó. No me rompas, Maddox. —¿Lila? —la suave voz de Riley rompió mis tormentosos pensamientos. —Salió. No sé a dónde fue —Admití en voz alta, las palabras me sabían amargas en la lengua. Riley me miró fijamente, sus ojos buscando. —No lo ves, ¿verdad? —dijo ella gentilmente. —¿Mirar qué? —Me metí un trozo de pollo asado en la boca. Sus labios se torcieron. —Nada. Cuando lo veas, sabrás a qué me refiero. —¿Qué…? Riley negó con la cabeza y se puso de pie. —He tenido un día muy largo. Me voy a la cama. ¿Vas a dormir pronto? Asentí. —Probablemente. Riley se detuvo en la puerta de su habitación y miró por encima del hombro. —Deja de esconderte y deja de ignorarlo. Sabes lo que sientes. Simplemente te niegas a reconocerlo. Sin esperar reacción, cerró la puerta. Me quedé allí, en silencio. ¿Qué se suponía que debía hacer con sus crípticas palabras? Sentí como si hubiera un agujero en mi pecho y estaba sangrando. No había forma de detener el flujo de sangre. Sangré, el cuchillo clavándose en mi corazón descuidadamente. Goteo. Goteo. Goteo. La presa se rompió, mi sangre fluyó y perdí esas partes de mí que había pegado cuidadosamente. Lágrimas de frustración nublaron mis ojos.

Estaba tan… confundida. Entre querer a Maddox y no querer perderlo. Durante años, me tragué mis sentimientos confusos y los mantuve encerrados en un lugar prohibido, negándome a reconocerlos. Me picaba la garganta cuando reprimí un grito y mis pulmones parecieron colapsar. Sabes lo que sientes. ¡No! ¡No lo hago! No puedo. Nunca. Deja de esconderte y deja de ignorarlo. Yo… no puedo. Me mordí el labio hasta que sangró, y mis rodillas se doblaron al darme cuenta de lo que sentía por Maddox, era mucho más y tenía mucho miedo de reconocerlo. ¿Por qué era esto tan difícil?

Quizás fui estúpida. Quizás me había vuelto completamente loca. Era la única explicación de por qué estaba en el apartamento de Maddox, esperando a que llegara a casa. Era casi medianoche, y la última vez que lo había visto fue… Cuando se fue del evento justo después de nuestro baile. Maddox todavía no había vuelto a casa.

Me retorcí las manos por el nerviosismo, la sensación de ansiedad se acumulaba en mi estómago. Dios, ¿que estaba haciendo? ¿Por qué estaba yo… aquí? En su casa, esperándolo. Estúpida, estúpida Lila. ¿Qué iba a hacer cuando regresara? ¿Abrazarlo? ¿Besarlo? Nada. Lo miraría fijamente y él me miraría a los ojos, eso sería todo. Porque éramos… amigos. Era una mentira tan brutal. Amigos… Cuanto más nos acercábamos, más notaba cosas pequeñas sobre Maddox. Lo que amaba, lo que disfrutaba, lo que lo enojaba o lo molestaba, sus rarezas y sus hábitos, y con cada cosa nueva que aprendí sobre él en los últimos tres años, se hizo más difícil apartarme. Para ignorar lo que fuera que se estaba gestando entre nosotros; sin embargo, nos negamos a reconocerlo. Se folló a otras chicas. Salí con otros hombres. Éramos mejores amigos. Era simple para el mundo, para él, pero yo estaba librando una guerra por mi cuenta. Mi cabeza cayó en mis manos y se me escapó un sonido ahogado. ¿Qué estoy haciendo? El reloj marcaba con cada segundo que pasaba, y cuando finalmente no pude soportarlo más, me puse de pie. No, no debería haber estado aquí. Esto fue un… error.

Estaba confundida y… asustada… y sintiendo demasiado. Lo último que necesitaba era estar tan cerca de Maddox si volvía a casa. Me tengo que ir. Sacudiendo la cabeza en desolación, caminé hacia la puerta. Nunca llegué porque la puerta se abrió y Maddox entró en su apartamento, entrando a trompicones borracho. Dulce Madre María, estaba fuera… ¿bebiendo? Se detuvo al verme y sus labios se curvaron. —Lila. —Respiró mi nombre como una oración susurrada a los cielos. ¿Estaba rezando por la absolución o la destrucción? Porque susurrar mi nombre así solo podría destruirnos. Cerró la puerta de golpe detrás de él y avanzó. —Estás borracho —Acusé, dando un pequeño paso hacia atrás. Tarareó, sonriendo. Se paró frente a mí, nuestros pechos apenas se tocaban, y mi mirada se encontró con la suya. —Eres tan hermosa —espetó. Dios, estaba completamente loco. Maddox no solo estaba borracho; estaba muy borracho. Inclinó la cabeza y pegó la nariz al hueco de mi cuello, inhalando bruscamente. ¿Estaba… oliéndome? —Hermosa —suspiró, antes de que su cuerpo se desplomara hacia el mío. —¡Maddox! —Pesaba tanto que casi se me doblaron las rodillas bajo su peso—. ¿Maddox? ¿Se acaba… de desmayar? Tomé sus hombros en mis manos y traté de despertarlo. Él gimió, pero por lo demás, no se movió. Mierda.

Con el resto de mis fuerzas, arrastré su pesado cuerpo a su habitación. Maddox apenas hizo ningún esfuerzo, porque estaba prácticamente muerto para el mundo. ¿Cuánta bebida tomó? ¿Y por qué? Dios, estaba tan cansada de hacer esa pregunta, ¿por qué? Lo empujé sobre la cama, odiando que bebiera tanto en una noche. Antes de que pudiera alejarme, su brazo se enroscó alrededor de mi cintura, tiró de mí hacia adelante y caí encima de él. Su garganta se balanceó mientras gemía. Me moví sobre su cuerpo, tratando de liberarme, pero para alguien tan borracho como Maddox, todavía era demasiado fuerte para mí. Su brazo era una banda de acero alrededor de mis caderas, manteniéndome pegada a él. No se estaba soltando. Me alejé, pero luego respiré fuerte cuando sentí… Se me secó la garganta. Esto no estaba sucediendo. Su polla se tensó a través de sus jeans, el bulto presionando indecentemente en mi estómago. —Lila —Mi nombre en sus labios sonaba a poesía. Tan bien, tan perfecto… tan sucio. Presioné mis manos sobre sus pectorales y empujé. — Maddox, déjame ir. Hizo todo lo contrario. Maddox nos dio la vuelta hasta que estuve debajo de él, atrapada contra su cuerpo. Mis piernas se abrieron y jadeé cuando se acomodó entre mis muslos abiertos. Sus ojos se abrieron, nublados y llenos de… hambre. Su mirada se posó en mis labios y se quedó allí, con los párpados entornados.

—Maddox —Susurré. —Dilo otra… vez. Mi… nombre. Estaba completamente indefensa en sus brazos. —Maddox. — Su nombre resonó en mis labios. —Otra vez —exigió. —Maddox. Soltó un suspiro tembloroso antes de inclinar la cabeza, presionando su rostro contra mi garganta. Me acarició con la nariz, sus labios acariciando mi piel. Temblé, se me puso la piel de gallina. Pasó sus labios por mi clavícula, sus dientes rozaron la piel sensible allí, y dejé escapar un estremecimiento involuntario. —No —Le advertí, pero fue un intento débil. Maddox tarareó bajo en su garganta, su pecho vibró con el sonido. Él bajó su cuerpo sobre el mío, obligándome en el colchón. Me envolvió como un capullo. Estábamos pecho contra pecho, caderas contra caderas, su dureza contra mi núcleo caliente, tan jodidamente cerca. No hubo ni una pulgada de aliento entre nosotros. El área entre mis piernas palpitaba y apreté los puños, buscando algo, pero sintiéndome… vacía. Maddox seguía acariciando mi garganta, besándome como si no fuera algo atípico, como si no fuéramos mejores amigos, como si todo a nuestro alrededor se derrumbara mientras permanecíamos íntimamente envueltos en los brazos del otro. —Joder —gruñó contra mi piel, y sus caderas se sacudieron, presionando contra la parte más sensible de mí. Mis labios se separaron, sorprendidos, y se me escapó un jadeo silencioso. Mis manos buscaron a tientas sus hombros y mis uñas se clavaron en su espalda. Esto estaba tan mal.

Para. No te detengas. Maddox giró sus caderas antes de frotarse contra mi coño. Ambos estábamos completamente vestidos y mi mejor amigo me estaba follando como un adolescente cachondo. Y no quería detenerlo. ¿Cuánto Demasiado.

tiempo

me

había

prohibido

imaginar

esto?

Estaba borracho; no era culpa suya. Estaba completamente consciente, y sería mi culpa la que soportar. Deberíamos habernos detenido. No, no pares. Maddox apretó su erección contra mí. Estaba tan duro; Podía sentirlo a través de las capas de nuestra ropa. Mi núcleo se puso caliente y húmedo. El deseo fundido se extendió por mis venas y mi estómago se hundió hasta los dedos de los pies. Su respiración se entrecortó y dejé escapar un gemido cuando sus caderas se sacudieron de nuevo, la cremallera de sus jeans presionando con fuerza contra mi coño a través de mis pantalones cortos. La fricción dejó a mi cuerpo con ganas de más y me sentí necesitada. Mi coño se apretó cuando la necesidad de ser llenado se hizo más fuerte. Maddox se meció en mí, una y otra vez, el movimiento demasiado similar a follar. Me temblaron los muslos y me dio un vuelco el corazón. Besó su camino por mi garganta, mordiendo y chupando suavemente mi piel. Su palma acarició la curva de mis pechos, sintiendo los pesados montículos en sus manos. Sus gruñidos y sus gemidos eran música para mis oídos, incluso mientras trataba de recordarme a mí misma lo mal que estaba.

Esto es incorrecto. Solté sus hombros y empujé una mano entre nosotros. Esto está mal. Mis dedos trazaron mi raja húmeda a través de mis pantalones cortos. Maddox se frotó contra mí de nuevo, y fue una sensación deliciosa que hizo que mis ojos se cerraran parpadeando. Metí una mano en mis pantalones cortos y tiré de mis bragas a un lado. Mis ojos se llenaron de lágrimas cuando un gemido resonó en mis labios. Se sentía tan bien, aunque estaba jodidamente mal. —Joder, maldita sea —maldijo, los músculos de su cuello se tensaron y su rostro se tensó. Sus embestidas se volvieron más bruscas y rápidas. Estaba persiguiendo su orgasmo, trepando hacia algo prohibido entre nosotros. Mi pulgar se deslizó sobre mi clítoris hinchado y mis caderas se movieron hacia arriba. Tenía tanto calor y mis dedos se deslizaron sobre mi humedad. Mis nudillos rozaron los labios de mi vagina, sintiendo la forma en que mi núcleo se contraía. Estaba tan encendida, nunca había estado tan mojada antes. Recogí mi humedad con dos dedos y froté mi clítoris palpitante. El placer me atravesó y mi espalda se arqueó. La sensación de los labios de Maddox contra mi garganta y sus manos amasando mis pechos hizo que mis ojos se volvieran hacia mi cabeza. Su pulgar rozó mi pezón endurecido a través de mi parte superior y me estremecí. Mi cuerpo respondió fácilmente a su toque, y me di cuenta de que había estado anhelando esto durante mucho tiempo. —Lila —gruñó con voz ronca—. Joder, Lila. Mi Lila. Maddox me tiró, empujándome, y balanceé mis caderas contra las suyas al unísono, encontrando un ritmo entre nosotros. Imaginé que realmente me estaba follando.

Sin ropa, sin barreras entre nosotros, y nuestros cuerpos desnudos presionados juntos de la manera más íntima que dos seres humanos podrían estar. La imagen de nosotros follando era tan decadente como pecaminosa y sucia. Mis pantorrillas se tensaron y todo mi cuerpo se tensó mientras subía y subía hacia mi liberación. Me froté más rápido antes de deslizar mi pulgar sobre mi clítoris y pellizcarlo. Mi visión se volvió borrosa y todo mi cuerpo sufrió un espasmo cuando contuve un grito ahogado antes de morderme el labio. La humedad se acumuló entre mis muslos, cubriendo mis dedos y bragas con mi vergonzosa liberación. Húmeda y pegajosa, continué frotándome con caricias tranquilas, sintiendo las pequeñas contracciones de mi coño después de mi orgasmo. Maddox empujó con fuerza, y jadeé antes de que un gemido se derramara por mis labios. Se tensó sobre mí, y sus caderas se inmovilizaron, su cabeza echada hacia atrás con un gruñido bajo y profundo. El calor se extendió a través de sus jeans y pude sentirlo a través de mis pantalones cortos. Acababa de correrse. Los ojos de Maddox me traspasaron por un segundo y luego se desplomó sobre mi cuerpo. El momento se fue, y me sentí instantáneamente llena de vergüenza e inmensa culpa. Mi estómago se retorció, la bilis cubrió cada centímetro de mi boca. ¿Qué he hecho? No había absolutamente ninguna excusa. Maddox estaba borracho y aproveché la situación para mi propio placer. Probablemente no iba a recordar esto mañana por la mañana… Pero, ¿y si… lo hiciera? El corazón me dio un vuelco en el pecho y me tragué un sollozo. Saqué la mano de mis bragas, la pegajosidad en mis dedos

era un duro recordatorio de nuestras acciones. Estiré mi brazo y mantuve la mano con la que me complacía lejos de nosotros. Maddox enterró su rostro en mi hombro. Su cuerpo se relajó y sentí sus suaves ronquidos contra mi piel. La pesadez de él se hundió en mí como una cálida manta, y por un breve momento, imaginé cómo sería quedarme dormida en sus brazos todas las noches y despertar a su lado, justo así. Por mucho que la fantasía fuera dulce, solo tendría un final amargo. Mis dedos se deslizaron por su cabello, mis uñas rozaron la parte posterior de su cuello suavemente, tal como a él le gustaba. Mis labios se separaron, queriendo susurrar mi secreto, pero me sentí ahogada. El corazón es un traidor y, en ese momento, pude sentir todas mis defensas derrumbándose por el suelo. Maddox refunfuñó algo en voz baja y sonó como mi nombre. Su brazo se apretó alrededor de mi cadera y mis brazos se curvaron alrededor de sus hombros mientras una lágrima solitaria se deslizaba por mis mejillas. No quería dejarlo ir… pero tenía que hacerlo. —Si te amo, te doy el poder de destruirme. No soy lo suficientemente fuerte para eso. No puedo ser una chica más para ti, Maddox. Necesito ser más; Me merezco más y no creo que puedas darme eso. No puedo arriesgarnos a nosotros ni a lo que somos. Somos hermosos… así. Amigos. Recé para que Maddox se despertara por la mañana sin recordar lo que acabábamos de hacer. Me llevaría este secreto a mi tumba y soportaría esta culpa por mi cuenta.

CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO Maddox Una semana después. Mis dedos tamborilearon sobre mis muslos mientras esperaba a que Lila bajara las escaleras. La dejé hace una hora para que se vistiera, y si no nos íbamos en cinco minutos, llegaríamos tarde a la gala. Llevaba un esmoquin, que era apropiado para la gala de noche a la que asistíamos. Era un evento de subasta y una cena, siendo mis padres los invitados de honor. Mi papá me llamó anoche y me exigió que estuviera presente. Le dije que se fuera a la mierda y colgué sin ninguna intención de asistir a la gala. Me importaba un carajo si esto era importante para él o si era apropiado para mí estar allí para mostrar mi cara y apoyar a mis padres. Fue Lila quien me convenció. La gala se estaba llevando a cabo en California y ella quería visitar la playa. Lila dijo que era una gran oportunidad para unas pequeñas vacaciones después de un semestre tan largo, y no podía decirle que no. Nunca podría negarle nada. Entonces, tomamos un avión hasta aquí. Iríamos a la gala esta noche y mañana le iba a enseñar a surfear. El sonido de tacones golpeando contra la madera atrajo mi atención hacia las escaleras. Lila apareció a la vista y mi respiración se atascó en mi garganta.

Asombrosa. Bajó las escaleras con cuidado, un sedoso vestido negro con hombros descubiertos se aferraba a sus esbeltas curvas y revoloteaba alrededor de sus pies, que estaban adornados con brillantes tacones plateados. Era simple y sencillo, pero elegante con una abertura a la altura del muslo. Su muslo cremoso era visible a través del espacio mientras caminaba hacia mí, con un bolso plateado en la mano. Su cabello estaba recogido en su cabeza, en un moño, con algunos mechones rizados de cabello negro abanicando sus mejillas. Su collar atrapasueños colgaba entre el valle de sus pechos, y lucía una sonrisa que debilitó mis rodillas. Hizo un giro lento. —Entonces, ¿cómo me veo? Sus labios rojos carnosos hicieron que mi polla se tensara contra mis pantalones negros y reprimí un gemido. —Bonita —Rugí. Lila frunció los labios, haciendo pucheros. —¿Simplemente bonita? Di un paso hacia ella, incapaz de detenerme. —Preciosa. Hermosa. Exquisita. Impresionante. Adorable. Angelical. Asombrosa. Encantadora. Elegante. Fascinante. Seductora. Celestial. Los ángeles se inclinarían ante ti porque no pueden competir. Tan. Jodidamente. Exquisita. Sus labios se separaron, un tirón en su respiración, y parpadeó hacia mí a través de sus largas y espesas pestañas que deberían haber sido antinaturales pero todo en Lila era natural. —Dijiste exquisita dos veces —suspiró. Mis dedos rozaron sus brazos desnudos. Se le puso la piel de gallina y un pequeño escalofrío recorrió su pequeño cuerpo. — Porque eres el doble de exquisita —Confesé con un ronco graznido. Mi cuerpo ardía con una sensación que conocía demasiado bien, y mis pantalones se apretaron alrededor de mi ingle mientras

mi polla se endurecía en su mera presencia. No tenía ni siquiera que tocarla, y ya estaba goteando semen en la punta. Era lujuria, me dije. Pero antes deseaba a otras mujeres, y cualquier cosa que sintiera por Lila no se acercaba a la lujuria. Y me odié por sentirme así. Al igual que me odié a mí mismo esa mañana, hace una semana. Me desperté para encontrar una cama vacía, pero aún sentía la presencia de Lila a mi lado. Fue un sueño; sin embargo, me había parecido tan real, tan vívido. Y mis bóxers estaban pegajosos con mi liberación. No podía recordar la última vez que tuve un sueño húmedo y derramé semen en medio de la noche como un adolescente cachondo, pero Lila… joder, invadió incluso mis sueños con su dulce voz y sus toques pecaminosos. Soñé que follaba con ella… mi mejor amiga. La misma amiga con la que hice innumerables promesas de meñiques. ¿Amigos? Amigos. Destruí la inocencia de nuestra relación, la dulzura de nuestra amistad. Lo convertí en algo… sucio, y ya no era pura y ya no estaba al margen de mis deseos prohibidos. Era mi culpa la que soportar por el resto de nuestras vidas. Poco sabía ella… Dulce Lila, la cagué. Sus labios se curvaron. —Qué lengua tan dulce. Estoy casi celosa de todas las chicas a las que les has dicho esas cosas. Mi corazón se apretó ante sus palabras. —Tus celos no son necesarios porque nunca he llamado a otra mujer con esas palabras.

Nadie había estado a la altura de Lila desde que entró en mi vida. Ninguna otra mujer había sido… hermosa o exquisita. Sus ojos se abrieron antes de que rápidamente intentara enmascarar su sorpresa. —Mentiroso. Tomé su codo, alejándola de las escaleras. —Yo no miento. Lila murmuró algo incorregible en voz baja antes de poner los ojos en blanco. Salimos de la casa de la playa, que era de mi propiedad, bueno, de mis padres. Teníamos un cuidador que limpiaba y mantenía la casa a salvo mientras no estábamos aquí. Mis padres y yo solíamos pasar mucho tiempo aquí cuando era más joven, un niño. Antes de que todo cambiara y me convirtiera en un extraño en mi propia maldita casa y para mis propios padres. Afuera nos esperaba una limusina. Lila soltó una risa entrecortada. —En serio, ¿una limusina? Me encogí de hombros, sin entusiasmo. —El anfitrión de la gala de esta noche lo organizó. Aparentemente, envió una limusina a todos sus invitados. Sus ojos se arrugaron a los lados mientras su sonrisa se ensanchaba. —Maldita sea. No sé lo que significa ser tan rico. Perdóname por ser una humilde campesina. Subimos a la limusina y el conductor salió del estacionamiento, despegando por el vecindario que conocía. El viaje a la gala fue corto y solo llegamos quince minutos tarde debido al tráfico. Entramos en el salón de baile y todas las miradas se posaron en nosotros. Los dedos de Lila se apretaron alrededor de mi codo, agarrándome con fuerza, como si su vida dependiera de ello. Te tengo. Me encontré con la mirada de mi padre con dureza, y me señaló con la barbilla a modo de saludo. Mi madre sonrió, aunque

estaba tensa. Probablemente falsa, también, pero ya no sabía porque dejó de importarme si era real o falso. En el momento en que bajamos las escaleras, estaba rodeado. Yo era el hijo de Brad Coulter, prestigioso, importante y muy honrado. La noche terminó antes de que comenzara. De repente, sentí que mi pajarita estaba restringiendo el flujo de aire y me picaba la piel. Esta era exactamente la razón por la que no quería asistir a esta gala, porque de lo único que hablaban era de cuándo me haría cargo de la empresa de mi padre, preguntando por el futuro. Construyó un imperio y yo era el único heredero. Se me acercaron empresarios a diestra y siniestra. Se rieron y compartimos una copa, pareciendo tan cortés como pude ser. Lo detestaba. Lila se quedó a mi lado hasta que las esposas se la llevaron. Mantuve mi mirada en ella, observándola en cada movimiento. Ella no conocía a estas personas y yo sabía que esto estaba más allá de su zona de confort. Pero ella estaba aquí por mí. Mi cita para esta noche, mi amiga y mi aliada. Surgió una canción lenta y las parejas se desplazaron sobre la pista de baile. Ésta era mi oportunidad. Asentí con la cabeza a los caballeros y escapé rápidamente, acechando hacia Lila. Su cabeza se levantó de golpe como si estuviéramos conectados por un hilo invisible, y pudo sentir que yo venía por ella. Sus ojos marrones se iluminaron y una pequeña sonrisa torció sus labios con alivio. —Maddox. —Mi nombre se derramó de sus labios y mi pecho se apretó. —Lo siento, señoras. ¿Puedo robarme a mi cita para un baile? —Pregunté, ofreciéndole mi mano a Lila. Ella se rio y tomó mi mano,

y la alejé rápidamente. —Mi salvador —susurró mientras nos uníamos a las otras parejas en la pista de baile. —Pensé que no necesitabas un salvador o protector. Me miró con los ojos entrecerrados y me pellizcó el bícep. Me tragué mi risa. —Olvida que dije eso. Lo retiro —refunfuñó. Hermosa Lila, dulce Lila. Mis manos aterrizaron en sus caderas y las de ella se enroscaron alrededor de la parte posterior de mi cuello. En el segundo en que su suave piel tocó la mía, me di cuenta del error que había cometido. Estábamos demasiado cerca, después de haber tratado de poner distancia entre nosotros. Su cuerpo se presionó contra el mío, y mis dedos tocaron la curva superior de su trasero antes de agarrar sus caderas de nuevo. Se balanceó con la música y poco a poco comenzamos a bailar. Esta fue una mala decisión y mi polla estaba enojada conmigo. Tenía las mejillas enrojecidas y quería preguntarle en qué estaba pensando. ¿Era tan prohibido como mis propios pensamientos? ¿Sus deseos coincidían con los míos? Negué con la cabeza, tratando de aclarar mi mente. —¿Qué ocurre? —preguntó Lila con voz delicada. Inclinó la cabeza hacia un lado, sus ojos brillaban con curiosidad. Mis ojos recorrieron el salón de baile y mi mirada se posó en la de mi padre. Nos estaba viendo bailar, con una expresión ilegible en su duro rostro. La ira me quemaba como ácido en las venas por el hecho de que estábamos en la misma habitación. Joder, no lo quería cerca de

mi Lila. Incliné la cabeza, mi nariz rozando la punta de su oreja mientras susurraba: —Salgamos de aquí.

CAPÍTULO TREINTA Y CINCO Lila Su voz era ronca cuando habló. —Salgamos de aquí. Maddox me arrastró fuera del salón de baile y traté de mantenerme en pie. Sabía que odiaría esta noche. Por mucho que fuera engreído y arrogante y le encantara la atención de las chicas, detestaba estar rodeado de gente como su padre, hablando de negocios y relacionándose con ellos. El tema de que él se hiciera cargo del imperio de su padre un día como único heredero fue algo que nunca discutimos. Se negó a hablar de ello y supe que no tenía intención de hacerse cargo. En lugar de esperar al valet, me llevó por el edificio hasta el estacionamiento. —Ahí está nuestro transporte —dijo bajo la luz de la luna del cielo de California. Me detuve en mi paso, lo que obligó a Maddox a hacer una pausa también, mientras miraba lo que estaba frente a mí. Maddox se rio entre dientes, soltó mi mano y se acercó a su motocicleta. ¡¿Su moto?! Me quedé boquiabierta cuando Maddox se subió a la bestia de moto, una que era similar a la de casa, y me ofreció un casco. Se veía pecador con un esmoquin, con el cabello despeinado, montado a horcajadas sobre una bicicleta. Me lamí los labios, odiando la sensación de que mi corazón se acelerara al verlo tan endiabladamente guapo. Nunca había visto a un hombre tan abiertamente masculino, tan confiado en su propia piel y con un aura tan dominante. El área sensible entre mis piernas palpitaba de necesidad.

—¿Vienes, Sweet Cheeks? ¿O necesito robarte? Parpadeé, todavía sorprendida. —¿Cómo… dónde encontraste esta motocicleta? Vinimos en una limusina. Una sonrisa torcida adornaba sus labios perfectos. —Ya estaba planeando un escape temprano —guiñó un ojo. Me acerqué y tomé el pesado casco que me ofreció. Maddox me ayudó a abrochar la correa de la barbilla, sus dedos se demoraron más en mi mandíbula. Tragué y solté una risa nerviosa. —¿Por qué se siente como si estuviéramos haciendo algo muy, muy malo? Como si fuéramos unos niños traviesos… ¿cuándo en realidad, lo hemos hecho mucho peor que huir de una estúpida gala benéfica? —Porque si mi padre se entera de que huimos, me despellejará vivo —dijo con una leve mueca de sus labios. Mis ojos se entrecerraron en él. —Ah. Divertido. Muy divertido. Miré mi vestido largo y pensé que esto podría ser un problema. Nosotros realmente no estaban vestidos para un paseo en moto. Pero gracias a Dios por la división a la altura del muslo. Me permitió arreglármelas y hacer un nudo en los muslos; de esa manera, la tela no quedaría atrapada en las monstruosas ruedas. —¿A dónde vamos? —Pregunté con curiosidad. Su mirada cayó a mis piernas desnudas, y podría jurar que tragó, sus ojos se oscurecieron en lo más mínimo. —A algún lugar que no sea aquí —anunció suavemente, el profundo barítono de su voz vibrando a través de mis huesos, hasta los dedos de mis pies. La temperatura de mi cuerpo se disparó, ardiendo con una necesidad tácita y prohibida. Me ofreció su chaqueta de esmoquin y yo la tomé, pasando los brazos por las mangas y envolviéndome en su olor, su colonia y su familiar aroma varonil.

—Bueno, vamos. Róbame, Coulter —Bajé la visera de mi casco, oscureciendo mi rostro de su mirada, un escondite perfecto para mis mejillas sonrojadas. Me senté a horcajadas en la moto detrás de él y envolví mis brazos alrededor de su cintura. No era la primera vez que me llevaba a dar un paseo en moto. Tuvimos muchos de esos durante nuestro tiempo juntos. Andamos durante mucho tiempo, la brisa en mi cabello y el cuerpo cálido de Maddox contra mi frente. Era… reconfortante. Esto… esto era exactamente por lo que no quería arriesgarme a perderlo. Por eso guardé mi secreto y encerré la noche que pasamos juntos, el momento acalorado entre nosotros. Maddox no recordaba nuestro momento juntos, y era mejor así. A pesar de que yo era la única que quedaba atormentada por los recuerdos de nosotros, me tocaba a mí misma mientras él me empujaba a través de nuestra ropa. Cada vez que lo miraba, recordaba la expresión de su rostro cuando tenía un orgasmo. Mi cuerpo se estremeció al recordar sus labios en mi garganta y sus palmas amasando mis pechos. Se volvió más difícil para mí mantener bajo control mis deseos indómitos. Maddox finalmente se detuvo y el sonido de las olas rompiendo llenó mis oídos. —¿Estamos en la playa? Me ayudó a bajar de la bicicleta, antes de enderezarse hasta alcanzar su altura máxima. Maddox desabrochó la correa de mi barbilla y me quitó el casco. Una vez que el peso desapareció, casi gemí de alivio. Su pulgar acarició mi clavícula de una manera delicada antes de que se contuviera y se alejara. —Te traje a mi lugar favorito. Vamos.

Tomó mi mano en la suya y tiró de mí hacia adelante. Mis tacones se hundieron en la arena, y tropecé hacia adelante, una risita de sorpresa se derramó de mis labios. Sí, eso no iba a funcionar. Me quité los tacones y los pies descalzos se hundieron en la arena suave. Se sintió tan bien. Caminamos más cerca de las olas, tomados de la mano. Podía ver el reflejo de la luna llena en el océano y el sonido de las olas era melodioso para mis oídos. Vinimos aquí el año pasado, con el resto de nuestro grupo de amigos, en nuestras vacaciones de verano. Fue bueno estar aquí de nuevo, pero esta vez, solo nosotros dos. No quería admitirlo… pero era íntimo. Maddox y yo nos acomodamos en la arena, mirando las olas chocar contra la orilla. Caímos en un cómodo silencio y lo miré por el rabillo del ojo. Su rostro era duro y pensativo, con sombras bajo los ojos. Maddox estaba bien sin sus padres en su vida, pero cada vez que daban a conocer su presencia… He visto a Maddox retirarse dentro de sí mismo, un lugar lleno de ira y odio. Combatió sus guerras internas solo y en silencio. Me dolía el corazón porque quería abrazarlo. Quería calmarlo, salvarlo y amarlo como nunca antes lo habían amado y de maneras que solo yo podría hacerlo. Si tan solo me dejara. Si tan solo fuera mío. Si tan solo… —¿Tienes frío? —Su voz resonó en mis oídos y sacudí los pensamientos confusos. —No, no tengo frío. —Volví a mirar el océano. El impulso de sumergirme en el agua era fuerte—. Quiero nadar. —Podemos, mañana. —O… —Dejé la frase colgando.

Maddox leyó mi mente y entrecerró los ojos. —Lila —advirtió. —Provocador. Aprendí del mejor —Le parpadeé con falsa inocencia—. Te reto a que te bañes desnudo. Ahora mismo. Me dio una mirada en blanco, antes de soltar un suspiro. — ¿Qué voy a hacer contigo? —Bueno, no creo que esto sea tan importante. ¡Me retaste a llevar un maldito saco de patatas al club la semana pasada! ¿Tienes idea de lo vergonzoso que fue eso? La tensión en sus hombros se deshizo. Maddox se encogió de hombros a medias. —No puede ser tan vergonzoso como que me hagas usar una barriga falsa de embarazada. Estuve dando vueltas por el campus todo el maldito día, Lila. Apreté mis labios para evitar reírme. Oh, eso fue un espectáculo digno de ver. Nunca había visto a Maddox tan ofendido en su vida, y Colton todavía no lo dejaba en paz tras ese fatídico día. A lo largo de los años, Maddox y yo hemos realizado innumerables retos. Algunos de ellos salvajes y locos. Algunos simplemente… estúpidos y vergonzosos. Maddox me enseñó cómo disfrutar de la vida, cómo dejar de lado el miedo y la necesidad de control y simplemente… vivir. Ya no solo sobrevivía o simplemente seguía los movimientos de la vida después de la muerte de mis padres. Estaba… viviendo y respirando la vida. —Entonces, ¿te atreves? Maddox se puso de pie y lentamente se desabotonó la camisa blanca. Tiró de su pajarita y cayó sobre la arena a mi lado. Se quitó la camisa y mi boca se secó. Su estómago se apretó, sus abdominales se ondularon y mi estómago se llenó de calor. Mis ojos viajaron a lo largo de su torso

hasta su pecho. Sus fuertes pectorales y sus pezones… Mi coño se apretó. El piercing plateado del pezón brillaba bajo la luz de la luna. Tuve que recordarme a mí misma que debía respirar. Mi mirada se deslizó hasta su rostro. Mandíbula cincelada. Labios llenos. Nariz que estaba ligeramente torcida, pero solo se notaba si alguien prestaba mucha atención y sus ojos brillaban de un azul profundo, tan profundo como el océano, ojos que podían ver dentro de mi alma. —Me meteré en el agua con una condición. Tienes que hacerlo. —¿Eso es un reto? —No, no voy a perder un reto en eso. —¿Crees que entraré solo porque me lo pediste? Él sonrió con suficiencia. —Sí. —Tan engreído. —Puse los ojos en blanco y crucé los brazos sobre el pecho. Maddox se quitó los zapatos de vestir negros y brillantes y se quitó los pantalones. Dejó sus bóxers y caminó hacia las olas. —No seas una gallina, Garcia —gritó por encima del hombro. Oh no, no lo hizo. Contuve un gruñido y me puse de pie, mirando su espalda musculosa. Yo debería haber pensado más en ello… Bañarme desnuda con Maddox era una mala idea, pero no pensé. Tomaba decisiones tontas con Maddox. Me quité el vestido y el sostén. Cubriéndome los pechos con un brazo, me dejé las bragas de encaje y corrí hacia el agua. Maddox ya estaba hundido hasta la cintura, vadeando el agua fría, antes de que yo brincara sobre su espalda. —Boo —Le dije al

oído. Era demasiado tarde para darme cuenta de mi error. Mis tetas desnudas presionadas contra su espalda. Piel con piel. Mis ojos se abrieron y mi respiración se entrecortó. Maddox se tensó, inhalando bruscamente, mientras mis pezones fruncidos se frotaban contra sus omóplatos. Cerré los ojos con fuerza, reprendiéndome en silencio. —Provocadora —refunfuñó sin ningún tipo de calor. Maddox extendió la mano detrás de él y agarró mis muslos, manteniéndome agarrada. Me encantaba nadar, pero era de noche y no veía nada. El agua estaba demasiado oscura y el océano no era un lugar en el que confiar. Podría haber cualquier cosa en esta agua. Me aferré a Maddox, ya lamentando mi reto. Maddox se rio entre dientes, su espalda vibrando con el sonido. Mis pezones se endurecieron en dos puntas doloridas y ambos lo ignoramos. Me dije a mí misma que mis pezones solo estaban reaccionando al océano frío, no por Maddox. —No seas una gallina. —Estaba evitando que esto fuera incómodo. —Imbécil —Siseé, golpeando su bícep. Lentamente, me desenredé de su espalda y me metí en el agua, alejándome de él. Me mantuve a flote de espaldas, mirando el cielo oscuro. ¿Cómo pasó esto…? ¿Cómo Maddox y yo pasamos de ser enemigos a amigos… a mejores amigos… a esto? Algo viscoso me tocó los pies y salté, saliendo de mis pensamientos con un chillido de terror. Maddox nadó hacia mí y me tomó en sus brazos. —¿Qué ocurre? —preguntó con urgencia, sus manos deslizándose por mi cuerpo desnudo, buscando alguna herida.

Fuera lo que fuese, se deslizó sobre mi pie de nuevo y me estremecí. —¡Algo me acaba de tocar! Envolví mis piernas alrededor de su cintura, mirando dentro del agua, como si pudiera ver algo, pero estaba demasiado oscuro. Maddox me acarició la espalda. —Podría ser solo un pez, Lila. —Um, quiero salir. Ahora. Mis muslos se tensaron alrededor de su cintura, y fue entonces cuando me di cuenta… Joder. Los ojos de Maddox se oscurecieron como si acabara de darse cuenta de lo mismo. Mi núcleo estaba sentado justo encima de su polla, las delgadas capas de nuestra ropa interior eran la única barrera entre nosotros. Pecho con pecho, caderas con caderas, piel con piel. Mis pulmones se apretaron y olvidé cómo respirar. Mis manos se enroscaron alrededor de sus hombros. El tiempo se detuvo y el mundo se detuvo. La expresión de su rostro era algo que nunca había visto antes, y deseé saber lo que estaba pensando. Su mandíbula se crispó, los músculos se contrajeron. Sus pupilas estaban dilatadas y oscuras, sus ojos azules tormentosos con emociones ilegibles. Nos miramos demasiado tiempo para ser sólo amigos. —Lila —dijo con voz ronca. Su cabeza descendió hacia la mía, su aliento se deslizó sobre mis labios. Lo vi en sus ojos; Maddox me iba a besar. No, no lo hagas. Sí, por favor. Sus labios se separaron, cautivándome. Me apretó contra él.

Mi corazón tartamudeó y mi estómago se retorció, mariposas rugiendo por dentro. Podía sentir su dureza entre mis muslos. Maddox, por supuesto, no se vio afectado. Después de todo, era un chico. Su polla se sacudió, presionando contra mi coño a través de las capas. Tenía calor, mi núcleo de lava fundida y me dolía. Solo tenía que deslizar mis bragas hacia un lado y empujar dentro de mí. Él podría… Yo estaba abierta a él; mis muslos se extendieron alrededor de sus caderas. Como si no pudiera detenerse, se meció contra mí, empujando ligeramente contra mi coño. Un pequeño gemido resonó en mis labios y mis ojos se cerraron. Fue entonces que habló. Maddox se apartó bruscamente, el agua ondulando a nuestro alrededor con dureza. Se escapó de mi abrazo, obligando a mis piernas a caer de su cintura. —Hace frío. Deberíamos salir —dijo con voz ronca. Parecía que se estaba tragando las palabras y tenía dificultades para hablar. Mi pecho se abrió y un dolor punzante atravesó mi cuerpo mientras Maddox se alejaba de mí sin decir una palabra más. Sintiéndome más sola que nunca, metí la cabeza bajo el agua y volví a tomar aire, esperando que el frío aliviara el calor de mi cuerpo y aclarara mi mente. No funcionó. Poco a poco, salí del agua. Maddox estaba sentado en la arena, todavía medio desnudo, de espaldas a mí. Mi garganta se llenó de emociones que no podía explicar, y me acomodé en la arena con él. Espalda con espalda, mirando en direcciones

opuestas. Observé las olas, dejando que calmaran mi corazón sangrante. Después de un tiempo, nuestra respiración se había estabilizado, nuestros cuerpos ya no estaban mojados por nuestro baño. Maddox se aclaró la garganta. Giré la cabeza hacia un lado, manteniendo nuestras espaldas juntas. Su mano apareció a la vista. Me estaba mostrando su meñique. Dios, Maddox. Lágrimas no derramadas nublaron mi visión. —¿Amigos? —preguntó en voz baja. Enganché mi meñique alrededor del suyo. —Amigos. Ambos mentíamos, pero era mejor así. Tenía que serlo.

Maddox Un gemido se me escapó antes de que pudiera detenerme. Agarrando mi almohada, me la puse sobre la cara mientras mi mano se desviaba hacia mi polla. Esto estaba tan mal; no debería quererla. Así no. Nunca me gustó esto. Tan. Jodidamente. Mal. Anoche, nuestros cuerpos presionados juntos en el agua bajo el cielo nocturno, casi pierdo el control. Casi me la follo, allí mismo. Y por un breve momento, pensé que Lila me lo iba a permitir.

Ambos estábamos avanzando hacia algo peligroso y no sabía cómo detenerme. Porque todo en lo que podía pensar eran en sus labios, en la forma en que se separan cuando dice mi nombre; sus ojos, la forma en que se oscurecen cuando me mira. Su suave cuello, la forma en que quería morder su suave carne y dejar mis marcas allí. Sus manos… la forma en que me preguntaba cómo se sentirían alrededor de mi polla. Sus malditas tetas, pequeñas y alegres, perfectas para mis manos. Ella fue hecha para mí. Jooooder. Palmeé mi polla, apretando en la base antes de bombear mi longitud en mi puño. Ella estaba en la habitación contigua a la mía. Las paredes eran tan delgadas que probablemente podría oírme masturbándome. Pero no pude detenerme. Lo intenté, maldita sea. Lo intenté. Estaba duro, dolorido y… la deseaba. Más de lo que nunca había deseado algo en mi vida. Me estremecí al imaginarme metiendo dos dedos en su dulce coño. Ella se apretaba mi alrededor, gimiendo, y yo me retiraba, burlándome de ella hasta que se retorcía de necesidad, antes de empujar los mismos dos dedos dentro de su boca y exigir que se probara a sí misma. Pensamientos tan sucios y sucios. Gemidos guturales y desiguales se derramaron de mí, y los ahogué con mi almohada. Bombeé mi polla con el puño, enojado por sentirme así, pero lleno de tanta necesidad que no pude obligarme a detenerme. Los músculos de mis muslos se tensaron, mi polla pesada e hinchada en mi palma mientras me acercaba a mi liberación. Tan. Jodidamente. Incorrecto.

Tan. Jodidamente. Correcto. Gruesas cuerdas de semen rociaron mi estómago y cubrieron mi palma cuando me corrí, chorro tras chorro espeso, y seguí empujando mi polla, bombeándola, hasta que mi cuerpo se retorció y un gemido irregular y sin aliento salió de mis labios. —Lila.

CAPÍTULO TREINTA Y SEIS Lila La inconfundible presión entre nosotros se estaba volviendo más difícil de ignorar. Un mes después de nuestra estancia en California, que fue tensa e incómoda, la situación entre Maddox y yo seguía igual. Maddox se había vuelto rígido y la distancia entre nosotros crecía. Deseé que hubiera una manera de arreglar esto, pero estaba claro que no había vuelta atrás, no importaba cuánto quisiéramos. Estaba sentada en mi sofá, mirando la televisión, aunque en realidad no estaba mirando la pantalla, cuando Maddox entró en mi apartamento. Tenía una expresión en blanco y tenía un papel en la mano. La última vez que nos vimos fue hace dos días, después de nuestros últimos exámenes. Este semestre terminó oficialmente. —Vamos a París —anunció—. Tú y yo. Tú y yo. Casi me reí, una risa fría y sin humor. Solía ser lindo cuando decíamos eso, pero ahora dolía. Tú y yo. ¿Pero por cuánto tiempo, Maddox? Ya estábamos en el punto de quiebre. —París, ¿por qué? —Grazné, antes de aclararme la garganta. No quería que él leyera las emociones en mi rostro. —Mi cumpleaños es en cuatro días. Mi querido papá me regaló boletos para París. Bueno, me las envió por correo. Esto significaba que sus padres, obviamente, no planeaban pasar el cumpleaños de Maddox con él. En todos los años que nos

conocíamos, nunca había visto a sus padres celebrar su cumpleaños. Sin abrazos, sin amor, sin afecto. Me enfureció, me enfureció la forma en que siempre trataban a Maddox. Se merecía algo mejor. No era tan complicado como todos pensaban. Maddox Coulter era solo un chico incomprendido que necesitaba y merecía a alguien que luchara por él, para demostrarle que valía la pena. Y yo iba a ser esa persona. Incluso si no podía hacerlo como su amante, al menos lo haría como su mejor amiga. Porque en verdad, valía todo el amor, todo el amor que nunca tuvo pero que merecía. —Nunca he estado en París —Confesé finalmente. Maddox finalmente esbozó una sonrisa sincera. —Lo sé, y te va a encantar. La ciudad del amor. Y dos mejores amigos que no tenían el valor de reconocer lo que sea que había entre nosotros. ¿Cuáles eran las probabilidades? Al destino realmente le gustaba gastarnos bromas crueles. Arrastré mis uñas sobre mis muslos. —¿Cuándo nos vamos? —Mañana por la noche. Es tiempo suficiente para que empaques, ¿verdad? —preguntó Maddox, entrando más en mi apartamento, pero manteniendo una distancia entre nosotros. Asentí y luego di unas palmaditas en el sofá. —Únete a mí. Estoy viendo ‘Friends’. Es la escena del pivot. Maddox parecía indeciso, con una tensión preocupante entre nosotros. Por favor di que sí. Por favor no me dejes. Otra vez.

Tragó, su nuez se balanceaba con el movimiento, sus ojos se posaron en mí y en la televisión. El alivio corrió por mis venas cuando dio un paso hacia mí y se sentó en el sofá a mi lado, sin decir una palabra. Pasó un momento entre nosotros, sonreí, casi una sonrisa tímida, y al mismo tiempo nos volvimos hacia la televisión. Unos minutos más tarde, la tensión brutal se disolvió y nuestros hombros temblaron con una risa silenciosa ante la escena que estábamos viendo. Nuestras rodillas se tocaban, el toque más breve, pero mi piel hormigueaba. Mi pulso se aceleró como un tren de carga y mi corazón palpitó; él se reía y yo me reía, y el mundo nunca se había sentido tan bien en ese mero segundo. Quería atesorar este momento, para que después, años más tarde, cuando Maddox y yo estuviéramos separados por nuestros sentimientos no expresados, recordara lo que se sentía al estar tan cerca de él.

Más tarde esa noche, el sueño no fue fácil de conciliar. Di vueltas y vueltas, pensando en Maddox y nuestro próximo viaje a París. ¿Sería un error? Quizás. Probablemente. Pero no podía decir que no, y quería pasar este tiempo con él. Sólo nosotros dos. El dolor entre mis piernas había vuelto de nuevo, mi cuerpo se tensó por la frustración. Desde esa noche, la noche en que Maddox estaba borracho, mi cuerpo había estado en llamas, ardiendo, con la piel tensa por la necesidad y el dolor.

Y no importa cuánto me masturbé, todavía me sentía tan vacía después, nunca completamente satisfecha. Mi clítoris se hinchó y palpitó. Alargando la mano, agarré mi segunda almohada y la presioné entre mis piernas. Mis ojos se cerraron con fuerza mientras balanceaba mis caderas, hacia adelante y hacia atrás, contra la almohada, tratando de aliviar el dolor palpitante en mi coño. Subestimé cuánto deseaba a Maddox. Mi necesidad se intensificó y palpitaba más fuerte. Empujando una mano entre mis muslos, empujé mis bragas a un lado, mis dedos rozaron mis pliegues, separando mis labios húmedos y luego moviéndome más arriba hacia mi clítoris hinchado. Froté y presioné contra el manojo de nervios allí, mientras frotaba mi coño más rápido contra la almohada, frotando mi piel expuesta y sensible contra la tela suave. La fricción casi me hizo perder la cabeza, pero todavía no era… suficiente. Mi mano coincidió con el ritmo de mis caderas. Mi dedo índice sondeó mi entrada, y cuando mi coño se apretó, buscando ser llenado, lentamente metí mi dedo dentro. ¡Oh Dios, oh Dios! Mi respiración se entrecortó y me sentí más caliente, mi humedad pegajosa goteaba entre mis piernas, un recordatorio de lo mal que estaba esto, pero aun así gemí el nombre de Maddox. Pellizqué mi clítoris, moviendo mis caderas más rápido. Imaginé que era Maddox entre mis piernas. Imaginé que era su polla empujando contra mi entrada, no mis dedos pequeños. Lo imaginé pulsando dentro de mí, llenándome… empujando dentro… gruñendo mi nombre. Mi cuerpo se tensó y mis caderas se sacudieron contra la almohada mientras superaba mi mini orgasmo; mis bragas estaban empapadas, mis dedos mojados y cubiertos con mi liberación. Un gemido bajo se derramó de mis labios, —Maddox. Froté mi dedo sobre los labios de mi vagina, imaginando que eran sus labios allí, antes de sacar mi mano de mis bragas. Mis

piernas estaban flojas contra la almohada; mis muslos internos todavía están pegajosos con mi liberación. No tenía energía para levantarme y cambiarme. Mis ojos se cerraron y caí en un sueño inquieto. Maddox invadió mis sueños. Sentí sus besos… vi su hermoso rostro… sentí su toque deslizándose por mi cuerpo. Lágrimas calientes se deslizaron por mis mejillas, porque era solo un sueño, solo mi fantasía.

CAPÍTULO TREINTA Y SIETE Maddox Estaba enfadado. Conmigo mismo, con Lila, con todos… con todo y con el destino. Había perdido el rumbo con Lila, y no sabía cómo sacarla de mi piel. Aterrizamos en París, y mi estómago se retorció con furia y posesividad injustificada mientras los hombres miraban a Lila. Sus miradas la siguieron, deteniéndose en su trasero. Me dije a mí mismo que no estaba celoso, sino que la protegía. Esos imbéciles no sabrían cómo tratar a una mujer como Lila. Para cuando llegamos a nuestro hotel, la frustración me roía las entrañas y estaba tan jodidamente enojado que no podía pensar con claridad. Nada tenía sentido, ni mi reacción a Lila o las emociones tormentosas que no podía entender por qué sentía. Los amigos no pensaban en follarse entre ellos. Pero eso era exactamente lo que quería hacer. Quería escucharla gemir mi nombre, quería que ella gimiera mientras mi polla estiraba su apretado coño, quería… necesitaba… a Lila. Esto no era solo lujuria. Anhelaba sus labios y el sonido de su voz. Ella me hacía sentir desquiciado, mis emociones demasiado salvajes para poder controlarlas. Odiaba la facilidad con la que Lila podía romper mi barrera, podía destrozarme y volver a unirme, una y otra vez, yo era su víctima más que dispuesta. Quería poseerla. Y no podía. Lila era sol mezclado con un pequeño huracán, y yo estaba siendo arrastrado. Iba a ponerle fin.

Tenía que llegar a su fin y pronto, antes de que ambos hiciéramos algo de lo que nos arrepentiríamos por el resto de nuestras vidas. Estaba dispuesto a quitarme a Lila de debajo de la piel, incluso si me dejaba sangrando y mortalmente herido. Mis ojos se posaron en Lila, mirándola sonreír a la recepcionista. Piel bronceada, labios suaves, mejillas enrojecidas y ojos marrones que me capturaron desde ese día en la cafetería, hace casi cuatro años. —Bonjour8 —una voz atravesó mis pensamientos—. ¿Cómo está hoy? Un hombre apareció al lado de Lila, trajeado y de pie. Su mirada se posó primero en sus tetas antes de elevarse a su rostro. Lila asintió a modo de saludo y se dieron la mano. Se presentó como el dueño del hotel, las comisuras de sus ojos se arrugaron mientras le sonreía a Lila. Estaba escrito en todo su rostro. Él la deseaba. Mi sangre hirvió y me tragué un gruñido. Su mano rozó el brazo de Lila. —Por favor, si necesita ayuda hoy, puede venir a buscarme. Una dama como usted no debería tener que pasar por ningún problema sola. Lila soltó una pequeña risa. —Oh, no estoy sola. —Se acercó a mí y puso una mano en mi brazo, sonriendo—. Maddox está conmigo. El señor Dueño del hotel, no entendí su nombre ni me importaba, me miró de arriba abajo. —¿Un amigo, ya veo? — preguntó, con un marcado acento inglés. Estaba comprobando si yo era su rival. Joder, si tan sólo supiera…

Lila, ajena a lo que estaba pasando, respondió. —Sí, un amigo. Estamos muy emocionados de visitar París juntos. En el momento en que Lila admitió que éramos amigos, sus ojos se iluminaron con triunfo. Instantáneamente lo odié. Prácticamente estaba desnudando a Lila y follándola con los ojos, y ella no tenía ni idea. O estaba jugando a la timidez… Mi pecho se apretó. ¿Estaba interesada en él…? Lila sonreía, su cuerpo se relajó y se rio de algo que él había dicho. ¡Hijo de puta! Cuando llegamos a nuestras habitaciones, estaba viendo rojo carmesí. Nunca había estado tan enojado en toda mi puta vida. —Dijo que tienen un bar elegante. ¿Quizás deberíamos ir esta noche después de haber descansado? —preguntó Lila, frotándose los ojos cansados—. Necesito dormir ahora mismo. Reprimió un bostezo y me miró a través de sus pestañas. Asentí con la cabeza, en silencio, y entré a mi habitación, cerrando la puerta detrás de mí. Mi piel picaba con la necesidad de golpear algo. Me arranqué la camisa y me desnudé rápidamente, metiéndome en la ducha. Puse el agua fría, dejando que se filtrara a través de mis huesos. Mi cuerpo se adormeció, pero mi mente seguía siendo una tormenta de emociones encontradas. Era esa sensación de no saber qué coño estaba sintiendo. Rápidamente enjaboné mi cuerpo, mi mano se dirigió a mi polla. Me acaricié una vez y mis ojos se cerraron con fuerza. Una imagen de Lila flotó detrás de mis párpados. Tetas alegres, pezones rosados, un ombligo de lo más bonito, un vientre de escándalo, unas caderas curvilíneas y un culo en el que quería hundir mi polla. Mi polla se sacudió cuando ejercí más presión sobre ella, apretando el puño desde la base hasta la punta. Mi mano se deslizó

fácilmente sobre mi polla a través del agua en cascada. El líquido preseminal cubrió la punta y mis bolas se tensaron entre mis piernas. A veces, a pesar de lo trastornado que estaba, me preguntaba si podría simplemente follarla y deshacerme de esta picazón. Pero Lila no era alguien a quien pudiera sacar de mi sistema. Eran años de tensión acumulada y necesidad sexual entre nosotros. Un simple polvo, una noche caliente… nunca sería suficiente. Porque en el momento en que tuviera una muestra de ella… necesitaría más… nunca estaría satisfecho. Mi estómago se derrumbó y mis muslos se tensaron a medida que la presión aumentaba y finalmente se liberó. Mis rodillas se debilitaron y presioné mi frente contra las baldosas, con gruesas hileras de semen que se derramaban sobre mi mano y eran arrastradas al instante por el agua. Apreté mi polla hasta que se gastó hasta la última gota y luego maldije. Tan. Jodidamente. Débil. Esto tenía que terminar, ahora… esta noche…

CAPÍTULO TREINTA Y OCHO Lila Su presencia era un cálido estímulo detrás de mí cuando entramos en el bar. Estaba cerca, jodidamente cerca. Podía sentirlo. Podía olerlo. Estaba tan cerca, pero tan lejos de mi alcance. Una peligrosa tentación colgando justo delante de mí. Quería darme la vuelta y rodearlo con mis brazos, disfrutar de su calidez. Nos habíamos abrazado y acurrucado muchas veces antes, pero desde la Gala Benéfica, todo había sido diferente. Él era diferente. De alguna manera, ahora había una pared entre nosotros. No podía romperla o caminar alrededor de ella. Era agotador y aterrador ver el cambio en él, verlo tan… frío y apartado de mí. A veces, se sentía como si estuviera luchando contra algo dentro de su cabeza. Esperé en silencio a que viniera a mí, para hablar de sus preocupaciones, para poder encontrar una manera de calmarlo. Como siempre. Excepto… que comencé a sentir como si yo fuera el problema. Como si se estuviera escondiendo de mí. Una semana en París. Se suponía que esto iba a ser divertido y emocionante. Una aventura para nosotros, pero era el primer día y ya se estaba desperdiciando. Mordí mi labio inferior mientras caminábamos más adentro de la habitación oscura. No estaba demasiado lleno, todo el mundo tenía un aspecto elegante. Al fin y al cabo, éste era uno de los hoteles más famosos de París; la gente rica y elegante venía aquí a

menudo. —No pensé que el hotel tendría su propio bar. Elegante. Me gusta. —Es agradable —respondió. Había una aspereza en su voz, excepto que su tono era robótico. Sin emociones en absoluto. Hice una pausa en mis pasos, esperando que chocara conmigo. No lo hizo. En cambio, sentí su brazo deslizarse alrededor de mi cintura mientras lo enroscaba a mi alrededor. Nuestros cuerpos chocaron entre sí suavemente, y respiré en silencio. Su pecho duro como una roca estaba en mi espalda, presionando contra mí, y podía sentir cada inhalación que tomaba. Su toque era una dulce, dulce tortura. Vete a la mierda. Vete a la mierda por hacerme sentir así. Vete a la mierda por tentarme y dejarme colgada. Vete a la mierda por hacer que me enamore de ti… —Por aquí. —Sus labios se demoraron cerca de mi oído mientras susurraba las palabras. Me condujo hacia los taburetes de la barra. Nos sentamos uno al lado del otro. Por el rabillo del ojo, lo miré mientras ordenaba nuestras bebidas. Su voz era suave y se deslizó sobre mi piel como seda. Suave y gentil. Perdida en mis pensamientos, no me di cuenta del hombre que estaba a mi lado hasta que su mano tocó mi hombro. Giré hacia la izquierda, mis ojos atraparon al intruso. Sí, intruso. Estaba interrumpiendo mi tiempo con él. Maddox Coulter: el bálsamo para mi alma, pero también el dolor punzante en mi pecho. Él era un dulce cielo, pero también lo más importante de mi existencia. —¿Me recuerdas? —preguntó el hombre del traje con una pequeña sonrisa. Sí, lo hacía. Era el dueño del hotel. Lo conocimos ayer cuando nos registramos.

—Te vi al otro lado de la barra, y supe al instante que tenías que ser la chica bonita que conocí anoche. —Su inglés era perfecto, pero estaba mezclado con un ronco acento francés. Tenía que admitir que era algo sexy. El Señor Francés se paró entre nuestros taburetes, separándonos a Maddox y a mí. Bloqueó mi visión de Maddox y yo. Lo hizo. No. Me. Gustaba. Eso. —Gracias por ayudarnos ayer —Respondí dulcemente, enmascarando mi irritación. Sus ojos esmeralda brillaron y su sonrisa se ensanchó. El Señor Francés era el típico hombre alto, moreno y guapo. Y llevaba un traje caro que se amoldaba muy bien a su cuerpo. —Fue todo un placer. Asentí con la cabeza, un poco perdida en cuanto a qué más podía decir. No era tímida ni me sentía incómoda con los hombres. Pero este se acercaba demasiado para mi gusto, y como tenía cero interés en él, aunque definitivamente podía ser mi tipo, dado el hecho de que otra persona tenía toda mi atención, no quería continuar esta conversación. —Lucien Mikael. —Me presentó su mano. Recordé que nos dijo su nombre anoche, pero no le dije el mío. Tomé su palma en la mía, sacudiéndola. —Puedes llamarme, Lila. Es bueno conocerte. En lugar de estrechar mi mano, le dio la vuelta y se llevó mi mano a los labios. Me besó el dorso de la mano y sus labios se quedaron allí un segundo más. Sus ojos se encontraron con los míos sobre nuestras manos entrelazadas. —Es un placer, ma belle9. Oh, Dios. Sí. El Señor Francés estaba coqueteando. Miré alrededor de Lucien y vi que Maddox estaba recostado en su taburete, sus largas piernas estiradas frente a él, una bebida en la mano, y me miraba directamente. Su rostro estaba inexpresivo.

Lucien se volvió hacia el camarero y le dijo algo en francés. No entendí las palabras, pero rápidamente comprendí lo que dijo cuándo se volvió hacia mí. —Invito yo. Un regalo para una dama encantadora. Ya estaba negando con la cabeza. —Oh. No tenías que… Su mano se apretó alrededor de la mía. —Por favor, permíteme. —Gracias. Lucien abrió la boca para decir algo más, pero fue interrumpido por el timbre de su teléfono. —Disculpa, chérie10. Mientras se alejaba, vi a Maddox de nuevo. Nuestras miradas se encontraron y dejé de respirar. Su mirada era oscura y su mandíbula estaba tan apretada que me pregunté si se rompería por la presión. Pude ver los tics en su afilada mandíbula mientras apretaba los dientes. No sabía cómo describir su rostro. La ira hacía que sus ojos parecieran más oscuros, casi mortales. Una sombra se cernía sobre su rostro, su expresión era casi amenazante. Su mirada tenía un aire depredador mientras me observaba atentamente. Constantemente me alejaba, poniendo cada vez más distancia entre nosotros. ¿Por qué estaba tan enojado ahora? No sabría decirlo. No podía. Jodidamente. Pensar. Especialmente cuando me miraba así. Maddox estaba enloqueciendo. Tiraba y empujaba; amaba y odiaba. Yo siempre pensé que lo entendía mejor que nadie. Pero en este momento, me confundía muchísimo. —Lila. —Mis ojos se apartaron de Maddox y miré a Lucien. Al parecer, había terminado con su llamada telefónica y su atención estaba de nuevo en mí. Antes de que pudiera alejarme, tomó mi mano en la suya una vez más—. Si necesitas algo mientras estás

en París, por favor llámame. Podría llevarte a hacer turismo. Conozco muchos lugares hermosos. Soltó mi mano y volteé la palma para ver su tarjeta de presentación. Buen truco, Señor Francés. —Umm, gracias. Lucien se inclinó y rápidamente me dio un casto beso en ambas mejillas antes de alejarse. —Au revoir, chérie11. No lo vi irse. Toda mi atención estaba en el hombre sentado a mi lado. Tomó un gran trago de su bebida. —Le gustas —dijo, una vez que Lucien estuvo fuera del alcance. —¿Celoso? —Le respondí de inmediato. Una sonrisa se arrastró por su rostro, y se rio entre dientes, su ancho pecho retumbaba con ella. —Quiere follarte, Lila. Mi estómago se apretó, se me puso la piel de gallina. Mi respiración me dejó en un suspiro. Sus palabras fueron pronunciadas peligrosamente en voz baja, aunque la dureza de su voz no podía confundirse. —¿Cómo lo sabes? —Repliqué, enojada y confundida. Jugaba con mis sentimientos, convirtiendo mis emociones en un pequeño juego suyo. Maddox me tenía hecha un lío, haciéndome girar como si fuera un juguete. Gruñó, sacudió la cabeza y luego soltó una carcajada. Como si estuviera compartiendo una broma privada consigo mismo. —Soy un hombre, como él. Sé en lo que estaba pensando cuando te miró así. —Quizás no estaba pensando en sexo. Quizás sea un caballero. A diferencia de ti. —Estaba jugando con fuego, lo sabía. Lo estaba probando, probándonos a nosotros. —Te reto —susurró tan suavemente que casi me lo pierdo. Maddox miró su vaso, con los dedos apretados alrededor. Incluso en

las luces tenues, pude ver la forma en que sus nudillos comenzaban a ponerse blancos. ¿Me estaba dando un reto ahora? No terminó su frase, y me pregunté si estaba contemplando su reto. La mandíbula de Maddox se flexionó por la evidente frustración. Por un breve momento, pensé que quizás no estaba enfadado conmigo. Tal vez, estaba enfadado consigo mismo. Estaba luchando contra sí mismo. ¿Podría ser que el problema no fuera yo? Se bebió el resto de su bebida de un solo trago y golpeó el vaso contra la encimera, antes de girar en su taburete para mirarme. Maddox se levantó y se acercó un paso a mí, hasta que mis rodillas tocaron sus fuertes muslos. Se inclinó hacia delante, aprisionándome entre la barra y su cuerpo. Nuestras miradas se cruzaron y se lamió los labios. Me tuvo cautivada por un momento hasta que rompió el hechizo sin piedad. >>Te reto a que te acuestes con él. Me eché hacia atrás en estado de shock. ¿Q-qué? No, debí haberlo escuchado mal. Eso no podría ser… —¿Qué? —Susurré, mi garganta repentinamente pesada en mi boca.

seca

y

mi

lengua

Los ojos de Maddox se clavaron en los míos, clavados en mi alma. Cuando habló de nuevo, su voz profunda y con acento bailaba peligrosamente sobre mi piel. —Te reto a que te lo folles, Lila. Un temblor comenzó en mi centro y luego se movió a través de mi cuerpo como una tormenta. No solo una tormenta tranquila. Un tsunami de emociones me golpeó de repente, imprudente en su asalto. Me sumergí bajo las oscuras olas, asfixiándome, y luego me abrieron tan brutalmente que envió pequeñas grietas a mi corazón y fisuras a mi alma en todas direcciones. Apreté los dientes para evitar decir algo, cualquier cosa que lo empeorara. Nos habíamos hecho demasiados retos para simplemente contarlos con los dedos. Innumerables retos tontos a lo largo de los

años, pero nunca nos habíamos retado a acostarnos con otras personas. De acuerdo, le había pedido que besara a una chica una vez; se besaron, pero fue hace años. Pero nuestros retos nunca habían cruzado esa línea. Sexo… eso nunca estuvo sobre la mesa. Nunca hablamos explícitamente de ello, pero era casi una regla tácita. ¡¿Por qué me pediría que hiciera tal cosa?! —¿Qué pasa con esa mirada, Lila? —se burló. Mis ojos se cerraron. Me negué a mirarlo, a mirar sus hermosos ojos y no ver nada más que una oscuridad negra como boca de lobo. No me miraba como solía hacerlo. La luz de sus ojos se había ido. Me asustó. Me dolió. Estaba destruyendo el resto de lo que quedaba de mí. —Mí. Ra. Me. No quería. No quería que él viera el dolor en mis ojos. >>Abre los ojos, Lila —dijo con su rica voz de barítono. Hice lo que se me ordenó. Se apiñó en mi espacio personal, obligándome a inhalar su aroma y sentir el calor de su cuerpo. —¿En serio? ¿O ya estás borracho? —Pregunté en voz baja. Era difícil respirar con él tan cerca. —Nunca me retracto de un reto. Y yo nunca pierdo. Él lo sabía. Los dos éramos muy competitivos y, hasta el día de hoy, ninguno de nosotros había retrocedido ante un reto. La mano de Maddox se levantó y ahuecó mi mandíbula. Sus dedos besaron suavemente mi piel. Sonrió, pero no coincidió con la expresión de sus ojos. —¿Qué pasa? ¿No quieres hacerlo?

—No juego para perder. —Estúpido. Maddox se inclinó más cerca, su rostro apenas a una pulgada del mío. Nuestras narices casi se tocaban. Mi corazón se aceleró cuando echó mi cabeza hacia atrás. Retira tu reto. Retira tu reto, Maddox. No me obligues a hacer esto. Enroscó su dedo índice alrededor del mechón de cabello que se había caído de mi moño. Su aliento mentolado, mezclado con el olor a alcohol, se deslizó sobre mis labios. Quería suplicarle con mis ojos. Maddox tiró un poco de mi cabello antes de colocarlo detrás de mi oreja. Se movió y mis ojos se cerraron una vez más… esperando… un aliento desesperado se atascó en mi garganta cuando mi pecho se hundió y mi estómago se apretó. Presionó su mejilla contra la mía y sus labios se posaron sobre mi oreja. —No me decepciones, chérie. Mi cuerpo se estremeció y exhalé un suspiro tembloroso. Me abrió el corazón y me dejó sangrando. Se apartó y me miró fijamente. Maddox se estaba burlando. Burlándose de mí. Nunca dejó de ser un imbécil. Sólo lo escondía detrás de una sonrisa sexy y una expresión despreocupada. Pensé que había dejado atrás su forma de ser imbécil. Pero no, estaba equivocada. Tan jodidamente equivocada sobre él. Sobre nosotros. Amigos. Éramos amigos. Pensé que tal vez… quería más. Más de mí. Más de nosotros, de lo que fuimos o podríamos ser. Estaba tan malditamente equivocada. Maddox Coulter seguía siendo un idiota detrás de una bonita máscara. Y yo era la chica estúpida que se enamoró de su mejor amigo.

CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE Lila Esperé, el corazón latía con fuerza en el pecho. Su calidez detrás de mí hizo que mi estómago se retorciera de ansiedad. Su camisa rozó mis hombros desnudos. Maddox se apiñó detrás de mí, y mi mirada se movió hacia Lucien. Pareció molesto cuando Maddox se interpuso entre nosotros. Lucien y yo habíamos pasado todo el día juntos. Me llevó a hacer turismo mientras Maddox nos acechaba desde la distancia. Lucien no lo sabía, pero lo vi, siguiéndonos a todos lados. Lucien planeaba invitarme a cenar más tarde a la torre Eiffel. Dijo que era romántico y hermoso allí. Supe por la mirada en sus ojos que estaba esperando algo esta noche. Lucien esperaba que folláramos. Y Maddox me retó… así que estaba sucediendo. Esta noche. Traté de alejarme de mi mejor amigo, pero luego los fuegos artificiales estallaron en el oscuro cielo de París y me robaron la atención. La gente vitoreaba en la azotea del hotel donde estábamos parados. Alguien acababa de casarse; estaban celebrando. La Ciudad del Amor, de hecho. Debido al ruido de los fuegos artificiales, así como a la música y las risas que nos rodeaban, Maddox pensó que su secreto estaba a salvo; pensó que era lo suficientemente fuerte como para que no pudiera escuchar las palabras que susurró en mi oído. Pero lo hice.

—Si hay un Dios, no quiere que yo sea feliz. Tal vez sea mi culpa porque te empujé a los brazos de otro hombre. Pero él no me deja tenerte a pesar de que le rogué que me dejara amarte libremente. No recuerdo la última vez que le pedí algo. Supongo… que no estoy destinado a tener lo que quiero. Mis padres. Una familia. Tú. Tú. Tú —susurró Maddox en mi oído, su voz era un ronquido. Otro conjunto de fuegos artificiales se disparó, fuerte y retumbando hacia el cielo. Sus labios acariciaron mi cuello, cálidos y suaves contra mi piel. —Todos ustedes. Sonaba tan roto, tan torturado. Si tan sólo… Maddox y yo… Éramos más que amigos, pero menos que amantes. Esa era nuestra relación; no había una definición real. Estábamos en algún lugar en el medio, enredados en el borde de algo que podría rompernos para siempre. Me di la vuelta y su rostro tenía la expresión de una bestia herida: un guerrero sangrando, un niño destrozado. —Lila— comenzó, su voz era un barítono ronco, pero Lucien se adelantó. Envolvió un brazo alrededor de mi cintura, atrayéndome hacia él. Los ojos de Maddox se nublaron y dio un paso atrás, sin terminar la oración y lo que fuera que estaba a punto de decir. Los labios de Lucien acariciaron mi sien, y Maddox se alejó, desapareciendo entre la multitud. Quizás eso era todo lo que fuimos o podríamos ser: una oración incompleta y una historia sin final.

Pero su confesión secreta lo cambió todo. Maddox me quería. Dios, ¿qué tan estúpidos podríamos ser? —Entonces, ¿nos encontraremos en una hora? —Dijo Lucien, rompiendo mis pensamientos—. ¿Es suficiente tiempo para que te vistas? Asentí con la cabeza, en silencio, y le envié una sonrisa tentativa antes de alejarme. Entré a mi habitación, agarré algunas cosas y luego me dirigí a la habitación contigua. Su puerta no estaba cerrada, entré y encontré a Maddox sentado en un sillón, mirando por la ventana, hacia la noche oscura. Seguía con sus pantalones negros, la corbata colgando holgadamente alrededor del cuello, la camisa blanca arrugada desabotonada y las mangas arremangadas hasta los codos. Tenía las piernas estiradas frente a él. Tenía un cigarrillo entre los labios y una copa en la mano. Maddox parecía… rudo. Enfadado. Intenso. Era dueño de la habitación, su mera presencia enviaba un estado de ánimo dominante. Su mirada cayó sobre mí y Maddox se tensó. Todo su cuerpo se tensó al verme. Su rostro se endureció, su expresión oscura y melancólica. Deseaba que la situación fuera diferente, pero no había otra forma. No podía dejar de amar a Maddox y no quería hacerlo. No éramos algo, pero tampoco éramos nada. Respiré hondo y me aferré a mi coraje, mientras me revolvía por dentro. Dejé los dos vestidos en la cama y mis labios se curvaron. Me temblaban las piernas, pero junté las rodillas. —Necesito tu ayuda.

Él simplemente gruñó en respuesta, su rostro brillando con frustración incontrolada. Me preguntaba si la idea de otro hombre tocándome, haciéndome el amor, follándome lo estaba matando y el hecho de que fuera él quien me enviara a los brazos de otro hombre. Mi estómago se contrajo e inhalé. Exhaló. La habitación estaba cada vez más caliente y una capa de sudor se deslizó entre mis pechos. Lentamente me quité la bata de los hombros y dejé que se juntara a mis pies, de pie frente a Maddox en mis bragas de encaje y sostén. Sus ojos se abrieron antes de que se estrecharan sobre mi piel desnuda. Había estado medio desnuda frente a Maddox mucho tiempo antes. Esta vez, fue… diferente. Agarré el primer vestido y me lo puse, sacudiendo un poco las caderas, para poder tirar de la tela apretada sobre la curva de mi trasero. Una vez que el vestido estuvo en su lugar, me volví hacia el espejo, dándole la espalda a Maddox. Pasó un solo latido. Un respiro. Thud. Capté sus ojos a través del reflejo. —¿Es esto lo suficientemente sexy como para tentarlo a follarme antes de que podamos llegar a su cama? —Canturreé. Estaba jugando con fuego. Y estaba a punto de quemarme. Su mirada viajó a lo largo de mi cuerpo. Era un vestido rojo ajustado, sin mangas y el corpiño ahuecaba mis pechos como una

segunda piel con mis tetas prácticamente desparramadas. El vestido era indecentemente corto, y era la mejor manera de decir: fóllame. Los dedos de Maddox apretaron el vaso en su mano con tanta fuerza que pensé que lo rompería. Sonreí. ¿Estoy rompiendo tus muros, Maddox? Sus ojos se oscurecieron, un destello feroz en su mirada. Sonreí dulcemente, tratando de parecer imperturbable por su reacción, a pesar de que mi corazón latía tan rápido que amenazaba con estallar en mi pecho, y mis rodillas estaban tan débiles que me preguntaba cómo estaba todavía de pie. Me lamí los labios y parpadeé inocentemente. Seguíamos mirándonos a través del espejo. —¿Puedes cerrarme la cremallera? —Croé—. No puedo alcanzar la cremallera. Otro latido. Una exhalación baja. Thud. Maddox se puso de pie, alto y tenso, y la mirada dura en su rostro me hizo gemir en silencio. Caminó hacia adelante, mirándome como un depredador. Yo era la presa, el cautivo voluntario. Maddox se apretó contra mi espalda, apiñándose en mi espacio y empujándome más hacia el espejo hasta que las puntas de mis pechos rozaron su frialdad. Un jadeo silencioso se derramó de mis labios y sus dedos rozaron mi espalda desnuda. Inhaló y exhaló un suspiro estremecedor. Si muriera esta noche, sería una dulce muerte. Continuamos mirándonos a través del espejo, nuestro reflejo devolviéndonos la mirada.

Sin parpadear. Sin respirar. Maddox luego me subió lentamente la cremallera, antes de que sus manos cayeran a mis caderas, y me abrazó con fuerza. Oh Dios, mi corazón se catapultó en mi pecho. —Si te lastima, lo voy a matar —gruñó en voz baja en mi oído. Sus palabras estaban llenas de amenaza. Mis dientes rozaron mis labios, y mordí, esperando que él me impidiera irme, que retractara su estúpido reto. Su agarre se apretó en mis caderas. Detenme. Retira tu reto. Thud, mi corazón martilleaba en mi pecho. ¡Maldita sea, Maddox! Más allá de la frustración y la ira por su falta de palabras, mi control se rompió y me di la vuelta. Maddox no lo vio venir y se tambaleó hacia atrás cuando lo empujé contra la pared junto al espejo. Dejó escapar un gruñido y sus ojos se oscurecieron en advertencia. Mareada por nuestra proximidad, tragué más allá del nudo en mi garganta. Tomé su mandíbula y presioné mi cuerpo contra el suyo. No se apartó, no respiró, no dijo una palabra. Se había cruzado una línea y ambos lo sabíamos. Tenía la boca tan seca que apenas podía pronunciar las palabras: —Es mi turno, ¿no? Poniéndome de puntillas, acerqué nuestras cabezas, mis labios se posaron sobre los suyos. —Te reto. Maddox inclinó la cabeza y sus dedos se clavaron en mis caderas. —Te reto a que me beses—Suspiré.

Mi corazón tartamudeó mientras decía las palabras. Punto sin retorno, esto era todo. Sus ojos se agrandaron; su respiración se entrecortó. Un latido. Thud. Dos latidos. Thud. Thud. Entonces, Maddox se abalanzó. Grité cuando sus labios capturaron los míos. Brutal. Duro. Implacable. Maddox Coulter devoró mis labios como si fuera su última comida y caí en sus brazos, impotente. Jadeé en el beso, que abrió mi boca para él. Su lengua se deslizó dentro, probándome. Lamió, besó y mordió mis labios. Salvaje y cruel. La ira se desprendió de él en oleadas mientras nos envolvíamos en nuestra lujuria y necesidad el uno del otro. Sacó su frustración contra mis labios y yo le devolví su beso de castigo con uno violento. Él no había sido el único luchando con esta necesidad… y el hambre del uno por el otro. Yo también sufrí. Mi pulso latía y mi estómago revoloteaba. Todo mi cuerpo se estremeció cuando nos hizo girar, golpeando mi espalda contra la pared. Maddox agarró mi cabello en puños, sus nudillos se clavaron en mi cuero cabelludo. Gruñó un gemido gutural y me besó con más fuerza. Esto fue todo lo que siempre quise. Mareada. Brumosa. Llena de deseo y hambre indomable, gemí en su beso. Maddox empujó mi vestido hacia arriba, no tan suavemente, y empujó mis bragas a un lado. —¿Es esto lo qué quieres? —gruñó.

Gemí. Sí. Sí. Sí. Él gruñó más profundo. —¿Quieres ser follada así contra la pared? Sí. ¡Dios, Maddox! Grité cuando su pulgar rozó mi clítoris con brusquedad, enviando pequeñas chispas a través de mi cuerpo. Él chasqueó oscuramente. —No sabía que eras una chica tan sucia y pervertida, Lila. Ya estaba muy mojada entre mis piernas, sus dedos se deslizaron fácilmente sobre mis pliegues. Maddox gimió cuando sintió mi coño apretarse contra sus dedos buscadores. —Joder —maldijo, presionando su nariz contra la mía. Mordió, sus dientes se clavaron en mi piel sensible. Me aferré a sus hombros, retorciéndome en sus brazos. Maddox pellizcó mi clítoris y grité, mi cuerpo se tensó como la cuerda de un arco. Él insensiblemente hundió un dedo dentro de mi coño, y lo apreté. —Lila —dijo con voz ronca. Bombeó con el dedo, una, dos veces. —¡Maddox, por favor! —Lila —susurró Maddox con tristeza. Se retiró y yo jadeé cuando empujó hacia adentro dos dedos. No me dio tiempo para adaptarme a sus dedos largos y gruesos, se deslizó hacia adentro y hacia afuera, a un ritmo castigador, sacando gemidos desesperados de mí. Estaba tan cerca… tan… tan jodidamente cerca.

Sacó los dedos. —¡Maddox! —Jadeé. Me hizo callar, sus labios capturando los míos de nuevo. Maddox se movió ligeramente, y luego lo sentí, su dura longitud frotándose contra mis pliegues húmedos. Se enganchó mi muslo alrededor de su cintura, la difusión por él. Mis bragas todavía estaban empujadas a un lado mientras su punta sondeaba mi entrada. Sus caderas se movieron hacia adelante, y Maddox gimió cuando abrió mis labios vaginales con su polla, su punta buscando mi clítoris hinchado. Rodeó sus caderas, cubriendo su longitud con mi humedad. — ¿Cuánto quieres que te folle? —Había un brillo posesivo en su mirada oscura—. Si no te follo ahora… me voy a volver loco. —Mi clítoris latía y mi corazón estaba en mi garganta. Cada sueño… todos los días me había quedado con ganas de Maddox… Esto finalmente estaba sucediendo. Después de años de negarme a reconocer esta tensión entre nosotros, tenía a Maddox en mis brazos. Nuestros ojos se encontraron. Silencioso y sin aliento. Corazón palpitando. Maddox empujó dentro, en un golpe de castigo, robándome el aliento de mis pulmones. Grité y mi cuerpo se tensó. Me estiró; mis paredes internas sufrieron espasmos alrededor de su polla mientras él se sentaba dentro de mi coño, enterrado hasta la empuñadura. Su boca rozó mi cuello antes de que encontraran su camino hacia mis labios de nuevo. Podía sentir su dureza pulsando dentro de mí. Una maldición salió de sus labios, mientras se retiraba casi por completo, antes de sumergirse nuevamente.

Miré hacia abajo entre nuestros cuerpos entrelazados, viendo su polla desaparecer dentro de mí. Empuje, tras empuje. El sonido de nosotros jodidamente llenó la habitación, haciendo eco en las paredes. Sus gruñidos, mis gemidos. Sus gemidos, mis gemidos. Mi nombre era una oración susurrada en sus labios. Su nombre se derramó del mío cuando grité. Apretó la empuñadura de su palma contra mi clítoris, y mis ojos rodaron hacia mi cabeza mientras mi cuerpo sufría un espasmo. Bajé en espiral cuando mi orgasmo golpeó. Fue el lanzamiento más intenso que he tenido. Una estocada brutal más tarde, Maddox se mantuvo dentro de mí, tan profundo como pudo. Sentí su liberación, chorro tras chorro espeso, mientras me llenaba. Mi pierna cayó de su cadera mientras jadeaba por respirar. Maddox presionó su frente contra la mía, y vi arrepentimiento instantáneo en sus ojos. Oh no, no. Por favor no. —Lila —rugió. —No. —Empujé su pecho y se tambaleó hacia atrás—. No te atrevas —Le advertí. Su rostro se contrajo con una mirada brutal, pero lo empujé de nuevo, hasta que se vio obligado a dar un paso atrás una y otra vez. Un último empujón y tropezó en la cama, con la espalda apoyada en el colchón. La mirada de sorpresa en su rostro me hizo sonreír. No podía dejar que pensara demasiado en esto, no ahora. No esta noche. Quizás mañana. Pero esta noche era nuestra. La única forma de evitar que Maddox se alejara era… usar mi cuerpo contra él.

Rápidamente me deshice de mis bragas antes de inclinarme sobre su ancho cuerpo. —Mi turno —Croé. Maddox se tensó cuando le puse los pantalones negros hasta las rodillas. Su dura polla sobresalía con orgullo hacia su estómago. Larga y espesa, reluciente con su semen y mi humedad. Mi corazón latía salvajemente mientras acercaba mi cabeza a su longitud. Mis labios se cerraron a su alrededor sin previo aviso, y sus caderas se movieron bruscamente mientras gritaba: —¡Lila! Tomé tanto de él como pude por mi garganta, y tarareé, amando la sensación y el sabor almizclado de él en mi boca. — Joooder, Lila. Apretó mi cabello y lo miré. Su cabeza se echó hacia atrás con placer, y yo palpitaba entre mis piernas. Se empujó en mi boca, exigiendo silenciosamente por más. Su respiración era superficial mientras lo chupaba y fue lo más excitante verlo tan afectado por mi toque. Lamí la punta, siguiendo las gruesas venas que lo recorrían a lo largo de él, antes de darle una garganta profunda de nuevo. Maddox siseó y gimió. Sus muslos se tensaron, su estómago se tensó mientras repetía el proceso. Chupando y lamiendo. —Lila… para… ¡joder! Maddox estaba cerca y me aparté. Me senté a horcajadas sobre sus caderas, ambos todavía completamente vestidos. Su dureza descansaba contra mi raja húmeda. Sus ojos azules se clavaron en los míos. —No te enamores de mí —dijo con voz ronca. Demasiado tarde, cariño. Mis labios se curvaron con una sonrisa, ocultando mis verdaderos sentimientos. —Acabo de chuparte la polla. ¿Quién dijo algo sobre enamorarse? Solo quiero que me folles. ¿Te atreves? Maddox frunció el ceño peligrosamente, y moví mis caderas, deslizándome lentamente por su longitud mientras lo tomaba dentro

de mi cuerpo una vez más. Sus manos llegaron a mi cintura y me agarró con fuerza. Sus caderas se movieron contra las mías, con impaciencia. Había una advertencia en su mirada, así que comencé a moverme, rebotando hacia arriba y hacia abajo por su polla. Se sentía tan bien, dentro de mí… contra mí. Nunca quise que terminara. Maddox se sentó y me rodeó el cuello con la mano. Mis ojos se abrieron y sus dedos se enroscaron alrededor de mi garganta. Su agarre se apretó, no para dejar moretones, pero la presión estaba allí, y jadeé. A pesar de que me lo estaba follando a él, seguía teniendo el control. Me moví arriba y abajo de su longitud, encontrando mi paso. Hasta que Maddox se impacientó. Él gruñó y nos dio la vuelta. Manos a tientas, dientes rozándose entre sí, labios luchando por dominar, nos desgarramos la ropa hasta que quedamos piel con piel, desnudos y vulnerables al toque desesperado y los ojos hambrientos del otro. Maddox me puso de rodillas y separó mis muslos. Sin previo aviso, se sumergió dentro, un suave y despiadado empujón dentro de mi cuerpo mientras forzaba su polla a través de mi estrecho canal. Sus labios rozaron la parte de atrás de mi cuello, un dulce y gentil beso, a pesar de que me folló crudo y profundo, sin piedad y lleno de tanta pasión. Mis ojos se nublaron por las lágrimas no derramadas. Maddox Coulter me estaba follando. Mi mejor amigo me estaba haciendo el amor. Mi corazón se partió y se marchitó.

Me sentí impotente mientras él continuaba embistiendo contra mí, con gruñidos animales saliendo de su garganta. —¡Maddox! —Grité su nombre, una y otra vez. No sabía dónde terminaba y comenzaba. —Lila —gimió en mi oído, su respiración entrecortada—. Mi Lila. Las lágrimas se derramaron por mis mejillas y mis ojos se cerraron. Por favor, no dejes que esta noche termine. Encontramos nuestra liberación, gimiendo el nombre del otro. Sin aliento, corazón palpitante, pulso palpitante. Estábamos completamente intoxicados el uno por el otro. Me derrumbé en el colchón y Maddox se desplomó sobre mí como una manta. Me tambaleé al borde de la conciencia, mi cuerpo dolorido e irritado, y mis labios se curvaron en una sonrisa soñolienta pero satisfecha. —Maddox —Suspiré su nombre. Su brazo se apretó alrededor del mío. —Lila. Mis ojos se cerraron y me escabullí… muy, muy lejos.

CAPÍTULO CUARENTA Lila Me desperté con el cuerpo adolorido, deliciosamente adolorido. Era un buen dolor y mis labios se crisparon. Y luego recordé, la noche anterior destellando ante mis ojos como fotos polaroid en blanco y negro. Snap, snap, snap. Click, click, click. Mi cabeza se volvió y mis ojos se posaron en un Maddox dormido, a mi lado, ambos completamente desnudos. Follamos varias veces durante la noche, una y otra vez. Nos desmayamos muchas veces, nos despertamos, nos buscamos a tientas en la oscuridad y lo hacíamos de nuevo. Me senté, mi corazón martilleaba en mi pecho. La noche anterior había sido sucia… hermosa… todo lo que siempre quise y no sabía que necesitaba. Pero cruzamos una línea y no hubo vuelta atrás. Mi estómago se revolvió con náuseas y de repente me sentí mal. Anoche, a pesar de que había estado borracha y Maddox había estado bebiendo, ambos éramos plenamente conscientes de lo que estábamos haciendo. Ahora que era temprano en la mañana y mi mente estaba despejada por la frustración y la necesidad que había estado recorriendo mi cuerpo la noche anterior, no sabía qué hacer conmigo misma. ¿Qué pasa ahora? Y si Maddox…

¿Y si no quería que esto durara? ¿Y si esto fuera algo único para él? Ni siquiera sabía lo que quería mientras mi mente se llenaba de confusión. Mi corazón estaba lleno de emociones encontradas. Me dolía el cuerpo de anoche, pero me dolía el corazón. Las lágrimas me quemaron el fondo de los ojos y tomé mi rostro, sintiéndome estúpida. Por un momento anoche, Maddox era mío y yo era de él. Pero eso era todo. Solo una noche. Maddox no era el tipo de persona que se compromete, y necesitaba más de él que sólo una sesión de sexo de una sola vez. No tenía sentido arriesgar nuestros corazones cuando el delgado hilo entre nosotros ya se había roto. No podíamos deshacer lo que se hizo. Tenía que alejarme; tenía que irme, aunque apreciaría anoche por el resto de mi vida. Me bajé de la cama y rápidamente me envolví en la bata antes de caminar hacia la puerta. Giré la manija, pero nunca tuve la oportunidad de salir. La puerta se cerró repentinamente de golpe y me apartaron de ella. El mundo dio vueltas y mi espalda se estrelló contra la pared. Maddox se cernió sobre mí, sus ojos oscuros, su cabello rubio despeinado, y todavía estaba… desnudo. Lo miré a través de mis pestañas, mi corazón se aceleró. Sus labios se curvaron y parecía enfurecido. ¿Por mí? ¿Porque me iba? ¿Por lo de anoche?

—¿A dónde crees que vas? —preguntó, su voz goteando con algo parecido a… ¿posesividad? Apretó la mandíbula y mi estómago dio un vuelco—. ¿De vuelta con Lucien, para que también puedas follar con él? ¿Anoche no fue suficiente? —Maddox gruñó. ¿Qué. Mierda? Golpeé mis manos en su pecho, empujándolo hacia atrás. Pero era mucho más fuerte y se apiñó en mi espacio con un gruñido bajo. Maddox pateó mis piernas separándolas y empujó su rodilla entre mis muslos, manteniéndome cautiva. Su palma se deslizó por mi garganta y sentí la fuerza en su toque. Tragué, mi garganta se balanceaba en su palma, y su agarre se apretó en mi cuello. La más mínima presión y mi clítoris pulsó. Su mano se movió hacia arriba, ahuecando mi mandíbula. Sus ojos eran dos charcos oscuros, desquiciados. —¿Tu dulce coño es tan codicioso, Lila? Santa mierda. Otra vez. ¿Qué. Mierda? —¡Suéltame! ¡¿Qué te pasa?! —Escupí. Levanté la mano para abofetearlo. Agarró mi muñeca y tiró de mi mano hacia abajo, presionando mi palma sobre su pecho. Mi respiración se detuvo en la garganta. Su corazón latía con tanta fuerza. Thud. Thud. Thud. Hubo un momento, entre nuestra mirada acalorada y nuestro beso volátil, donde el tiempo se detuvo y luego… Sus labios chocaron con los míos y me dejó sin aliento. No solo me besó. Maddox me poseyó, metiendo su lengua en mi boca y lamiendo cada centímetro de mí. Agotador. Difícil. Implacable. Mis uñas se clavaron en la piel sobre su corazón. Siseó contra mis labios y, para mi total sorpresa, su beso se suavizó. Maddox se apartó, solo un poco.

Su aliento se demoró en mis labios, antes de que Maddox presionara su boca contra la mía de nuevo. Dulce. Tierno. Suave. —Te reto a que me beses. —Ya nos estábamos besando, pero sabía a qué se refería. Quería que lo besara como él me besó; quería que lo besara como lo hicimos anoche… y quería que repitiera las palabras que le lancé. —Te reto a que te quedes. —Sus labios tocaron los míos de nuevo. Beso. Mi corazón tartamudeó. —Te reto a que nos des una oportunidad. Beso Olvidé cómo respirar. —Te reto, Lila. Entonces sus labios encontraron los míos de nuevo, y selló su reto con un beso largo y abrasador, besando todo el dolor y la duda.

EPÍLOGO Lila Cuatro meses después Maddox se sentó en la cama, con la cabeza entre las manos y un sonido ahogado salió de él. —Eres la mejor cosa no planificada que me ha pasado en la vida, Maddox. Y no puedo perderte. Pero estás haciendo todo lo posible para alejarme… de ti —Susurré, mi voz se quebró al final—. Has estado diciendo mentiras. ¿Desde cuándo empezaste a mentirme, Maddox? Después de todo lo que habíamos pasado… contaminó todo lo que éramos con sus mentiras. Levantó la cabeza y sus ojos brillaron con tormento. Era un guapo decadente, un poco roto y un error desde el principio. —Lo siento —se atragantó. —¿Eso es todo lo que tienes que decir? Había lágrimas en sus ojos. —Lo siento. Si te duele tanto, ¿qué tipo de amor es este? Sabía que Maddox me rompería el corazón, pero una parte de mí esperaba que no lo hiciera. Mi corazón lloró y una lágrima solitaria se deslizó por mi mejilla. —Dijeron que eras un problema. no escuché. Me arriesgué contigo. Y ahora lo lamento. —No me dejes. —Su voz ronca se quebró—. Por favor.

Di un paso atrás. Maddox parecía herido y mi alma sangró al verlo herido. >>Lila —susurró mi nombre—. Por favor. Negué lentamente con la cabeza. —Maddox. —Me dolió decir su nombre—. Rompiste tus promesas. Mis pies dieron otro paso atrás. —No —suplicó—. Lila, no. Me di la vuelta y me alejé, dejando mi corazón roto a sus pies.

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I DARE YOU

De enemigos a los mejores amigos a amantes Maddox Coulter. Era mi enemigo. Ahora mi mejor amigo. Lo conoces... Deportista popular, lo suficientemente rico como para comprar una ciudad y un Casanova moderno con una sonrisa sucia. Él es el sueño húmedo de todas las chicas. Pero él me quiere. Maddox me necesita. Una noche de pasión salvaje nos tiene colgando al borde de algo peligroso y podría rompernos para siempre. Nuestros corazones están en juego. Maddox guarda secretos. Prometí no rendirme nunca con él, pero no estoy segura de que sea el mismo hombre del que me enamoré. Tengo miedo de que deje mi corazón sangrando a sus pies. Pero lo peor, ¿y si volvemos a... ...odiárnos uno a otro? (TRUTH AND DARE DUET #2)

AGRADECIMIENTOS Creo que, ante todo, quiero agradecer a Oliver. Gracias por creer en mí incluso cuando yo no creía. Si no fuera por ti, no estoy segura de que este libro hubiera existido. Desde ayudarme a pensar en el título, hasta los nombres de los personajes, y escuchar mis interminables peroratas sobre la trama y ayudarme a descubrir esta historia, me ayudaste a darle vida a esta historia. No lo hubiera hecho sin ti y espero que lo sepas. Por tu constante apoyo y todo su cariño, gracias. Gracias por siempre hacerme sonreír todos los días. Vivvi, ¿cómo te lo agradezco? Eres mi roca y un pedazo de mi corazón. Gracias por amar a mis personajes, a mis bebés, tanto como yo, si no más. Eres la luna de mi vida. Mi maravillosa editora Rebecca, tu paciencia es admirable. Gracias por no odiarme. Trabajaste conmigo en una agenda tan apretada. Es una locura, pero hiciste posible este libro. Pensé que me pateaste a la acera, pero no fue así. Por eso, estaré eternamente agradecida. Gracias por tomar mi mano. Mis padres, gracias por su apoyo y amor sin fin. Para mi chica, Ca... en serio, ¿qué haría sin ti? Suse, has estado ahí, apoyando mi locura y te quiero aún más. Hiciste mi libro bonito, ¡gracias! Sarah Grim Sentz: Me alegra mucho haberte confiado estos gráficos promocionales. ¡Un agradecimiento especial a mi STREET TEAM! Estoy tan sorprendida de lo dedicados que son ustedes. Muchísimas gracias a CANDI KANE PR. Eres una joya y estoy muy contenta de haberte confiado mi libro bebé porque hiciste magia. Maria en Steamy Designs: ¡Mataste esta portada! ¡Tan hermosa y todo lo que quería! Para los blogueros y todos los que se tomaron su tiempo para promover este libro, ¡son increíbles! Mi gran agradecimiento para ti. A mis hermosos lectores, un enorme agradecimiento a todos y cada uno de ustedes. Mis queridos. Su apoyo y amor interminables nos

han llevado por este camino. Gracias por estar conmigo a través de toda mi locura.

SOBRE LA AUTORA Lylah James utiliza todo su tiempo libre para escribir. Si no está estudiando, durmiendo, escribiendo o trabajando, se la puede encontrar con la nariz enterrada en un buen libro de romance, preferiblemente con un macho alfa atractivo. Escribir es su pasión. Las voces en su cabeza no se detienen y cree que merecen ser escuchadas y leídas. Lylah James escribe sobre machos alfa dignos de babear y totales y heroínas fuertes y dulces. Hace llorar a sus lectores, sollozar, desmayarse, maldecir, enfurecerse y enamorarse. Principalmente conocida como la Reina de los Cliffhangers y la #evilauthorwithablacksoul, le gusta romper los corazones de sus lectores y luego repararlos.

Este libro llega a ti gracias a: THE COURT OF DREAMS

Notes [←1] Ma belle: Francés. Mi bella.

[←2] Chérie: Francés. Cariño.

[←3] Au revoir, cherie: Francés. Adiós, cariño.

[←4] GPA: Promedio Académico General.

[←5] Sweet Cheeks: Inglés. Mejillas Dulces o dulzura.

[←6] Dickpedia: Inglés. Juego de palabras. Enciclopedia de idiotas.

[←7] Pops: Termino que u liza para referirse a Abuelo.

[←8] Bonjour: Hola en francés.

[←9] Ma belle: Hermosa, mi hermosa en francés.

[←10] Chérie: Querida en francés.

[←11] Au revoir, chérie: Adiós, querida en francés.

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