Trueba Fernando Mi Diccionario de Cine
December 27, 2022 | Author: Anonymous | Category: N/A
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Prólogo
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Ante todo ebo confesar que los diccionarios son uno de mis géneros literarios favoritos. Me refiero a los buenos diccionarios, esos grandes almacenes llenos de la más hermosa de las mercancías: palabras. Esos gigantescos hoteles donde no existen dos habitaciones iguales, pero todas esconden una sorpresa en el armario o una puerta secreta que te comunica con la habitación de al lado o una baldosa indiscreta que te asoma a la de debajo. Alguna vacación he pasado en tan extraña compañía. Así pues, no es de extrañar que no haya podido resistirme a la tentación de intentar hacer yo mi modesta aportación al género. Pero ¿para quién escribe uno un libro como éste? ¿Para los más cercanos, hartos ya de oírme la mayoría de las cosas que hay en él o para todos esos amigos desconocidos que uno supone que andan por ahí? ¿Para los jóvenes o para los mayores? ¿Para los amigos o para los enemigos? En mi caso, para todos ellos: siempre que pertenezcan a la raza de los que desconfían de la objetividad de las enciclopedias, y a la de los 'que encuentran tanto placer en coincidir en una opinión como en disentir de ella.
Este diccionario es, pues, una pequeña antología
personal, donde unos nombres se repiten y otros apenas son citados o simplemente no existen. Hay infinitas formas de amar el cine. Todas distintas. Según he leído, parece que existen personas que se revuelcan de placer con Antonioni, otras que alcanzan una especie de éxtasis con Tarkovski y hasta quienes levitan con Kieslovski. Pues bien: están en su derecho. Y lo que es peor:
puede que si hasta razón. Y lo que aún es más grave: ellostengan escriben la historia, así queda-
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rá hasta que otro venga y la reescriba. Cosa que, inexorablemente, ocurre siempre. Este libro sólo pretende reflejar una forma de amar el cine: la mía. Algunos se identificarán con ella en parte, otros no lo harán en absoluto. Está llena de arbitrariedades, de lagunas, bastantes supongo imperdonables, y que espero reparar en el futuro, pues si hay algo que me molesta es que haya por ahí una película que no he disfrutado. Escribí este libro entre 1995 y 1997. Sería distinto si lo hubiera escrito unos años antes o algunos después. Porque la forma de cada uno de amar el cine va variando con el tiempo. Hay quienes se enorgullecen de tener ideas inmutables. A mí me avergüenza lo poco que cambian las mías. Aunque algo han cambiado con los años. Uno pierde virulencia. Hace años quería pegarme con uno que decía que Ninotcbka era una película fascista. Hoy no creo que me molestara en pegarme con
El cine ha sobrevivido a un montón de cosas en su larga vida. Ha sobrevivido a sus inventores, que lo consideraron una curiosidad sin futuro. Inmediatamente después, gracias a la ignorancia
nadie pensarlo.-Que joda. Mepor gustaría que estese libro esté «vivo», y esta edición es su primera puesta al día. He añadido algunas voces y he retocado otras. También he incluido muchas imágenes que no considero simples ilustraciones. Forman para mí parte del texto. Lo acompañan, lo iluminan e intentan transmitir algunas sensaciones que forman parte de mi memoria
basura. Pero pese a los esfuerzos de estos y otros seres excepcionales, hemos de admitir que, de manera general, en el cine la norma son las películas de Stallone, la mula Francis, Deanna Durbin o Santo, El Enm ascarado de Plata, y que gente como Renoir, Bresson, Dreyer, Lubitsch o Preston Sturges sólo son raras excepciones. Por otra parte, cuanto más dicen los agoreros que el cine ha muerto, que todas las buenas películas pertenecen al pasado y qué todas las historias han sido contadas millones de veces, más
cinematográfica y que espero tengan para el lector el
poder de evocación que poseen para el autor. El lector encontr encontrará ará innumerables omisiones. Sólo algunas son producto del desinterés del autor
por dicha de ausencia. La mayoría, sin embargo, son producto su «ignorancia enciclopédica». He recurrido a las citas cada vez que he creído que alguien había dicho lo mismo que yo pensaba pero mejor y con menos palabras. Me parecía más ameno que recorrieras este libro en compañía de gente más interesante que yo. Por ello, quisiera dar las gracias a todos aquellos cuyos escritos y opiniones he saqueado, apropiándome de frases, ideas, reflexiones e historiase.
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1. En reconocimiento a ellos, he añadido una bibliografía al final del volumen.
de la mayoría, que lo eligió como pasatiempo favorito, sobrevivió al desprecio de la intelligentsia, que lo consideró —con no poca razón— una diversión zafia. Cualquie Cualquierr persona sensata hubiera hecho lo mismo. En 1916, mientras Joyce publicaba el Retrato del artist artistaa adolescente, Proust escribía En busca del tiempo perdido, el jazz estallaba en América y el dadaísmo en una Europa donde el cubismo ya era cosa vieja, ¿qué hacía el cine? ¡Intolerancia Una «obra maestra», sí... pero del kitsch. Cierto es que, luego, Keaton, Murnau y Stroheim consiguieron hacer un arte con tamaño material de desecho. Como años más tarde lo haría Buñuel, el mayor experto en fabricar arte con
pienso que todo hacerutilizado y que deunlas posibilidades del cineestá sólopor hemos ínfimo porcentaje. La violenta «democratización» del cine que ha supuesto la irrupción del cine digital e internet está transformando de modo radical los modos de creación, producción, distribución y consumo del cine y, lo que es aún más importante, su lenguaje. Pero al tiempo lo ha acercado a la gente en un modo similar a la literatura. Cualquiera puede escribir. Cualquiera puede hacer una película. El cine ha sido el gran protagonista y testigo del siglo xx. Pienso que también lo será del xxi,
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pese a quienes se han h an apresurado a certificar su defunción.. Pero lo será de otra forma. De hecho, defunción el nuevo siglo se abrió con el film-catástrofe más visto de la historia de la humanidad. El 11 de septiembre la realidad imitó a la ficción. A las peores ficciones del peor cine. Pese a su fragilidad intelectual y tecnológica, el cine ha sobrevivido a más plagas y peligros
los títulos originales cuando me refiero a otras como A bout de souffle, Sunset Boulevard, Freaks o Wagonmaster, en lugar de referirme a ellas como Al final de la escapada, El crepúsculo de los dioses, La parada de los monstruos o Caravana de paz. En el primer caso, probablemente, por no sonar esnob. En el segundo, para no sonar chusco. Sin S in embargo, aun a riesgo de volver un poco loco al lector, que no sabrá qué criterio emplear para buscar un título, he decidido no adoptar una
que el pueblo elegido. Y cada nuevo enemigo o competidor que surgía no ha hecho sino dignificarlo. Como dice Billy Wilder: «Trabajar en el cine era vergonzoso, era lo más despreciable. Gracias a Dios se inventó la televisión». La historia del cine y la crítica llamada seria están construidas sobre tal cantidad de arbitrariedades, verdades aceptadas, tópicos y caprichos, su presunta objetividad es tan discutible, que cabe preguntarse: ¿para qué otro diccionario subjetivo más? ¿Para qué un nuevo volumen que sólo puede ser inútil y superfluo, por redundante? La respuesta es, querido lector, que este libro que ahora tienes en las manos, no es serio en absoluto. Visto que la crítica seria tardó casi tanto tiempo en reconocer los méritos de Hitchcock como la Iglesia en reconocerle alma a las mujeres, y convencido de que el cine es demasiado serio para dejarlo en manos de los serios, he decidido acometer la tarea de enmendarles, aunque sólo sea parcialmente, parcialme nte, la plana. El hecho de que el autor sea un enano del cinematógrafo, lejos de poner en tela de juicio j uicio la fiabili-
norma unificadora. Para que pueda moverse entre tanta arbitrariedad sin perderse, he incluido al final una lista de películas citadas.
dad delos la empresa, ofrece la única aceptable en tiempos que corren: la degarantía estar escrita por alguien que está más allá del mal y del peor: yo.
NOTA DEL AUTOR
Como supongo le ocurre a mucha gente tengo la costumbre de referirme a muchas películas por su título castellano y, así, suelo hablar de Ciudadano Kane, Con faldas y a lo loco l oco o Encadenados y no de Citizen Kane, Some Like It Hot o
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Notorious. Sin embargo, por las mismas gratuitas razones, uso
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Mi agradecimiento a Toni Munné, que me embarcó en este proyecto, por su paciencia y entusiasmo.
A A
BOUT DE S OUF F LE. En 1959, Jean-Luc Godard se da cuenta de que prácticamente todos sus colegas han hecho o están a punto de hacer una película. Si no se apresura a coger el tren de la nouvelle vague, corre el riesgo de quedarse en tierra. Cuando Truffaut triunfa en Cannes con Los 400 golpes, Godard corre allí en busca de productor. No tiene que buscar mucho. La Croisette está llena de productores clásicos locos por dejar de serlo, que han sido testigos del terremoto de la nouvelle vague y andan en busca de jóvenes directores capaces de hacer las nuevas películas. Allí, Godard convence a Georges de Beauregard de que le produzca una película barata. Sólo hay un problema: qué película hacer. Godard, que no tiene ninguna idea, le pregunta a Truffaut si él tiene alguna. Truffaut le pasa unas páginas donde ya está toda la película, no sólo la historia y los personajes, sino también su tono y su ritmo. Añadámosle Belmondo y Seberg, la cámara de Coutard y la música de Solal, y para administrarlo todo, la total ignorancia del oficio de Godard y conseguimos una de las películas clave del cine moderno y que mejor reflejaron y conectaron con el estado mental de la juventud europea del momento. Beauregard le impuso a Raoul Coutard como
operador. Godard, siguiendo la lección había aprendido de Jean Rouch —cuya películaque Moi, un noir, a la que había dedicado un par de artículos en Arts y en Cahiers du Cinéma ese mismo año, le había marcado—, le dijo a Coutard: «Imagina que eres un reportero que sigue a los personajes». La película de Rouch contaba la historia de un
grupo de nigerianos en Abidjan que se llaman Tarzán, Edward G. Robinson, Eddie Constantine o Dorothy Lamour. ¿No suena godardiano? Sí, pero con un pequeño matiz: Rouch lo hizo antes. Rodada cámara en mano, sin iluminación, en 16 milímetros, la radicalidad de su planteamien-
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