TRINIDAD MARÍA ENRÍQUEZ Una abogada en los Andes
CARLOS RAMOS NÚÑEZ / MARTÍN BAIGORRIA CASTILLO
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TRINIDAD MARÍA ENRIQUEZ. UNA
ABOGADA EN LOS
ANDES
CARLOS RAMOS NÚÑEZ MARTÍN BAIGORRIA CASTILLO
TRINIDAD MARÍA ENRÍQUEZ Una abogada en los Andes
Palestra Editores Lima — 2005 3
CARLOS RAMOS NÚÑEZ / MARTÍN BAIGORRIA CASTILLO TRINIDAD MARÍA ENRÍQUEZ. Una abogada en los Andes Carlos Ramos Núñez / Martín Baigorria Castillo Primera edición, diciembre 2005
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HECHO EL DEPÓSITO QUE ORDENA LA LEY Cert N.º 2005-9088
ISBN: 9972-733-99-8
Nº de registro del Proyecto Editorial: 31501010500721
Tiraje: 1000 ejemplares Impreso en el Perú
Printed in Peru
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ÍNDICE
ÍNDICE
Introducción .......................................................................
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CAPÍTULO I La audacia de una ilustrada decimonónica .....................
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CAPÍTULO II «Contracción y despejada inteligencia» ...........................
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CAPÍTULO III El proceso ........................................................................... 3.1. Primera etapa (1878-1883) .................................. 3.2. Segunda etapa (1884-1891) .................................
63 63 72
CAPÍTULO IV «El triunfo de una aspiración» ..........................................
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ANEXOS N.° 1. Resolución suprema de 3 de octubre de 1874 .... 99 N.º 2. Expedientillo de convalidación de estudios y examen de ingreso (1875) ..................................... 100 N.° 3. Informe del ministro de Justicia e Instrucción Mariano Felipe Paz Soldán. 4 de enero de 1874 102 5
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N.º 4. Informe en mayoría de los vocales de la Corte Superior de Justicia de Lima (20 de octubre de 1890) ....................................................................... N.º 5. Informe en minoría de los vocales de la Corte Superior de Justicia de Lima (20 de octubre de 1890) ....................................................................... N.º 6. Dictamen del Fiscal de la Corte Suprema, Ricardo W. Espinoza (20 de julio de 1891) ............ N.° 7. Necrología de Trinidad Enríquez, por Paulino Fuentes Castro (Lima, 1891) ............................... N.° 8. Biografía anónima en El Perú Ilustrado (Lima, 1891) ....................................................................... N.° 9. Proemio de la tesis de Laura Rodríguez Dulanto (Lima, 1898) .................................................
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Bibliografía ......................................................................... 129
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ÍNDICE
La manera como vine al mundo, mi prematura orfandad y las consiguientes dificultades para procurarme una educación siquiera mediana, concurrieron a que viera de cerca la triste condición de la mujer, cuyo destino en nuestra sociedad no corresponde ni a la mitad del que asume el altanero y erguido hombre, constituido en árbitro de cuanto le rodea por su cultivada inteligencia y su fuerza... ¡El eterno pupilaje que pesa sobre la mujer, me pareció una desigualdad indigna, pero sancionada por los hábitos y la ley!
Trinidad María ENRÍQUEZ. «Al bello sexo de Lima». El Semanario del Pacífico, N.º 71, 19 de octubre de 1878.
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INTRODUCCIÓN
Prolegómenos Del hogar no puede ir la mujer sino al cielo; llevarla a otra parte es malear el hogar, es desviar el sendero de la familia, del Estado y de la humanidad. M. P. PORTUGAL. Las grandes cuestiones (1913).
Un aspecto singularmente llamativo en el tránsito hacia la emancipación femenina lo constituyó, en el Perú, el debate suscitado hacia 1890 en torno al ejercicio de la abogacía por las mujeres. La larga y dolorosa reclamación emprendida en 1878 por una ilustrada dama cuzqueña, Trinidad María Enríquez, quien demandaba la autorización oficial para obtener el bachillerato, luego el título y ejercer libremente la profesión forense, fue el acicate de esa discusión, que alcanzaría a
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las más altas esferas políticas y jurisdiccionales*. El caso de Trinidad Enríquez despunta como un emblema negativo de razonamiento administrativo y judicial. Para impedirle la obtención del título, con el que habría podido convertirse en la primera abogada hispanoamericana, los operadores de la época no dudaron en recurrir al Derecho romano y a las Siete Partidas, en una manifiesta utilización ultraactiva de la norma. Probablemente ese haya sido el esfuerzo simbólico en el que la argumentación jurídica justificaba —ni siquiera tan subliminalmente— al machismo y al sistema patriarcal entonces dominante. En un período en el que los contemporáneos abrazaban embelesados al Derecho moderno, bajo la apariencia de códigos básicos1, no deja de ser curioso que se acuda al Derecho del viejo régimen, incluso derogado, a fin de relativizar o amenguar, hasta su virtual inaplicación, a las normas contenidas en el Código de Enjuiciamientos Civiles de 1852 —normativa procesal entonces vigente—, que al no haber previsto el caso del ejercicio de la profesión por parte de las mujeres, no contempló prohibición alguna sobre el particular. Una aplicación formal de la ley hubiera allanado el camino
*.
Adoptamos la forma onomástica «Trinidad María», por ser la que más se ajusta a la propia voluntad del personaje. La letrada acostumbraba firmar como «Trinidad M. Enríquez», mientras que terceros, entonces y después, se refieren a ella como «Trinidad María», «María Trinidad», «M. Trinidad» y aun «María T. Enríquez». No así «Trinidad» a secas, en cuanto este era nombre indistinto de varón y de mujer. El nombre de pila de nuestro personaje fue María Josefa Trinidad.
1.
Véase sobre el particular, RAMOS NÚÑEZ, Carlos. Historia del Derecho civil peruano. Tomo V: «Los signos del cambio», Vol. 1.º: «Los repertorios y el periodismo forense». Lima: Fondo Editorial PUCP, 2005; volumen 2.°: «Las Instituciones». Lima: Fondo Editorial PUCP, 2005, en proceso de edición.
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de Trinidad Enríquez al escenario del foro peruano. Sin embargo, la arbitraria interpretación retrasaría por décadas la incorporación de las mujeres a la defensa y a la magistratura. Todo ello demuestra que la creatividad judicial puede ser también una atroz herramienta de exclusión. Quizás en nuestros días, cuando las Facultades de Derecho (antiguas o modernas, serias o informales, académicas o empíricas) albergan en sus aulas a un numeroso grupo de jóvenes alumnas, no llame la atención la valiente cruzada que arremetió la dama cuzqueña. Pero es necesario entender también que el escenario social de la época y la mentalidad actuaban de modo hostil contra una pretensión que abarcó prácticamente toda su vida adulta. Este libro reconstruye los argumentos de la letrada sureña, como también la de sus deplorables impugnadores. Rastreamos el proceso a partir el examen de los actuados, tal como fueron reproducidos en la prensa jurídica limeña. Nuestra perspectiva es la del historiador del Derecho, de modo que el cometido central, antes que lanzar una nueva biografía de la ilustre letrada sureña2, ha consistido en rescatar una dimensión insuficientemente conocida, inexplorada, o, sencillamente, desdeñada por los investigadores sociales, a saber: la firme decisión de la ilustre cuzqueña de convertirse en la primera abogada del Perú.
2.
Tarea por lo demás innecesaria, en vista de la cuantiosa bibliografía emanada en torno a la jurista cuzqueña. No obstante, en esos trabajos, que reseñaremos en seguida, es de lamentar la indolencia frente al empleo de fuentes histórico-jurídicas. Éstas, por un pertinaz error de concepción, suelen ser consideradas por someros receptáculos de legislación positiva y no como elementos vitales para la reconstrucción historiográfica en general.
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Activista social, educadora, periodista y literata —en el sentido antiguo del término3—, Trinidad María Enríquez (Cuzco, 1846 – 1891) es una de las figuras más fascinantes del siglo XIX peruano. Fue no solamente la primera mujer que, en nuestro país y quizás en Hispanoamérica, decidió someterse a un examen de admisión universitaria, sino, también, la primera aspirante a abogada surgida en estas latitudes. Mujer a la vez «frágil e intensa» a decir de sus contemporáneos, Trinidad María navegó a contracorriente de la visión patriarcal de la época y del centralismo capitalino, dos formas tenaces de prejuicio y de aislamiento. Su origen andino, la espectacular odisea que significó la obtención de su grado de bachiller en Jurisprudencia —aventura que se inicia en 1874 y que se extiende hasta después de su fallecimiento en 1891— y su propia condición de mujer instruida y sensible enaltecen aún más la imagen del personaje. Hemos optado por un estilo esencialmente narrativo, en el que los hechos de la vida de Trinidad se entretejen con el contexto que le tocó transitar. El capítulo primero, «La audacia de una ilustrada decimonónica», se concentra en los años de su infancia y primera adolescencia, a la vez que encierra un vistazo a la esfera intelectual en la que se formaban las muchachas de la incipiente burguesía cuzqueña; el capítulo segundo, «Contracción y despejada inteligencia», constituye un esbozo de la temprana juventud del personaje, de su paso 3.
Según el contemporáneo Diccionario académico, se definía literato como un adjetivo «que se aplica á la persona instruida en varios ramos de la literatura, especialmente en las letras humanas». Vid. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA DE LA LENGUA. Diccionario de la lengua castellana, por la Academia Española. Undécima edición. Madrid: Manuel Rivadeneyra, 1869, p. 470.
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por la docencia y de los años de su educación universitaria; el crucial capítulo tercero, titulado escuetamente «El proceso», describe y analiza el curso de la reclamación en sí, en sus dos etapas (1878-1883 y 1884-1891), a las que separa el hiato de la Guerra del Pacífico. En el cuarto capítulo, «El triunfo de una aspiración», se intenta seguir la huella trazada por Trinidad Enríquez a través de las primeras abogadas peruanas e hispanoamericanas. Un epílogo y una sección de anexos complementa el presente estudio.
Hogar / espacios públicos: ¿una disyuntiva irresoluble? Si empleamos el vocabulario de nuestro tiempo diríamos que Trinidad María logró «abrirse un espacio» en una sociedad dominada por el varón. Esta noción — indudablemente cierta—, remite sin embargo a un cierto anacronismo, en cuanto desatiende el contexto histórico-jurídico, tanto en el plano de la legislación positiva, cuanto en el que concierne a las prácticas y las mentalidades de los actores del Derecho. Como se sabe, la irrupción del feminismo jurídico del entresiglo asoma como parte del proceso de la modernización social y la descodificación, que suponía una deconstrucción del sistema normativo basado en la supremacía absoluta de los códigos y su reemplazo o, por lo menos deterioro, por parte de la legislación especial4. La solidez de los grandes códigos se resquebraja merced a la 4.
En torno al fenómeno de la descodificación véase, de manera primordial, IRTI, Natalino. L’età della decodificazione. Milán: Giuffrè editore, 1979. También en versión castellana: La edad de la descodificación. Traducción e introducción de Luis Rojo Ajuria. Barcelona: José M. Bosch, 1992. Aspectos específicos en las siguientes contribuciones: ACOSTA
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progresiva modernización de la sociedad. Surge así una constelación de normativas singulares: la rama de los denominados Derechos Especiales, vale decir, aquellos ordenamientos vinculados con la agricultura, la minería y la industria manufacturera; la regulación de la condición del indígena y de las comunidades nativas, que empieza a plantearse en términos de una propuesta concreta; y, por último, el nuevo Derecho del trabajo, que aspira a introducir la equidad —que no la igualdad pura y simple— en las relaciones entre trabajadores y empresarios. Bajo el manto de la descodificación se desvanece también la asimetría entre los sexos que el Derecho privado codificado sancionaba5. Dicho lo anterior, el discurso feminista no deja de iluminar la hazaña precursora de Trinidad María Enríquez. Tal como lo plantea esa tendencia intelectual, el Derecho debería activarse no solo en el plano simbólico sino, principalmente, en tanto urdimbre de normas que produzcan y sostengan la justicia para las mujeres6. Según ha anotado Carol Smart, cirROMERO, Miguel. «El fenómeno de la descodificación del Derecho Civil». Revista de Derecho Privado. N.º 63, 1989, pp. 611-628; DIEZ PICAZO, Luis. «Codificación, decodificación y recodificación». Anuario de Derecho Civil, abril-junio, 1992, pp. 473 y siguientes. Y, en torno al futuro de los códigos, RAMOS NÚÑEZ, Carlos. Codificación, tecnología y postmodernidad. La muerte de un paradigma. Lima: Ara, 1996; Fondo Editorial PUCP, 2000, 2005. 5.
Sobre los enlaces entre feminismo jurídico y descodificación, consúltese el apartado, «La condición jurídica de la mujer» en RAMOS NÚÑEZ, Carlos. Historia del Derecho civil peruano. Tomo V, volumen 2.°: «Los signos del cambio: Instituciones». Lima: Fondo Editorial PUCP, 2005, en proceso de edición.
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Existe una frondosa literatura en torno a las bases teóricas del feminismo jurídico contemporáneo. Véase una aproximación en, STANG DAHL, Tove. Women’s Law. An Introduction to Feminist Jurisprudence. Oslo:
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culan tres slogans feministas en torno al Derecho: a) que es sexista; b) que es masculino y, c) que es sexuado. Merced a este criterio, el ordenamiento jurídico sería sexista porque discrimina a las mujeres, adscribiéndoles menores recursos y oportunidades; sería masculino, en tanto que, antes que operar a través de criterios objetivos, se sirve de criterios masculinos; y, por último, sería sexuado, en cuanto enfoca los fenómenos de trascendencia jurídica a partir de los significados divergentes que varones y mujeres les confieren7. Tamar Pitch, otra connotada exponente del Feminist Jurisprudence, nos recuerda que el ordenamiento jurídico constituye un universo simbólico, cuyo alcance normativo y su eficacia dependen de cómo son entendidos y practicados los conceptos, valores y representaciones que en él se encierran8. La dramática experiencia vivida por la estudiosa cuzqueña dentro de ese universo «sexista, masculino y sexuado» se erige, de esta manera, en un terreno de elección para escudriñar las (incluso hoy) tensas relaciones entre el acceso al libre ejercicio profesional y la adopción de una postura propiamente de género. Desde un horizonte más amplio, al esbozar Norwegian University Press, 1987. Desde la perspectiva del feminismo radical, la obra clave de Catharine A. MCKINNON, Feminism Unmodified. Discourses on Life and Law. Cambridge: Harvard University Press, 1987. Y una visión complementaria en COLLIER, Richard. Masculinity, Law and the Family. Londres: Routledge, 1995. 7.
SMART, Carol. «The woman in the legal discourse». Social and Legal Studies, N.° 1. Existe versión castellana: «La mujer en el discurso jurídico», en LARRAURI, Elena. Mujeres, Derecho penal y criminología. Madrid: Siglo XXI, 1994, pp. 166-189.
8.
Véase PITCH, Tamar. Un Derecho para dos. La construcción jurídica del género, sexo y sexualidad. Madrid: Editorial Trotta, 2003, pp. 256 y siguientes.
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una definición más completa de la vida, personalidad y actuar de Trinidad María Enríquez en uno de sus aspectos cruciales, el presente trabajo supone también un vistazo sobre la condición de la mujer de acuerdo con las mentalidades y el discurso jurídico patriarcal que imperaban en la segunda mitad del Ochocientos y que extenderán su influjo hasta las primeras décadas del siglo XX y aun después. Una jurista en la ciudad letrada Cabe preguntarse, ¿qué razones impulsaron a esta exponente de la mediana clase terrateniente local a abrazar el ejercicio de la profesión forense? ¿Cómo explicar los motivos de su deslumbrante empresa, a la que entrega los diecisiete últimos años de su vida? Preciosas pistas se descubren en el escenario de su actuar. Hacia 1846, año del nacimiento de Trinidad Enríquez, el Cuzco experimentaba los primeros asomos de modernización urbana. La escasez de recursos públicos había despojado a la ciudad histórica de su antiguo lustre. Paul Marcoy, el frívolo pero certero viajante galo, retrata, precisamente en ese año de 1846, a la ciudad languideciente y a su pintoresca elite de clérigos, eruditos y «damas de sociedad», elegantemente ataviada según el gusto europeo pero rodeada de una masa indígena invisible a sus ojos y sensibilidad. El bon vivant francés, a la vista de los edificios construidos sobre murallas incaicas, comenta: «la ciudad no se ha transformado sino a medias: católica y moderna por su parte superior, sigue siendo antigua y pagana por su base»9. El via9.
MARCOY, Paul. Viaje a través de América del Sur: del Océano Pacífico al Océano Atlántico. 2 tomos. Lima: IFEA – PUCP – BCR – CAAA, 2001. T. 1, p. 361.
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jero describe con colores crudos a los eruditos de la capital sureña: Todos estudian con ardor la teología, la filosofía, el Derecho natural y el Derecho de gentes, el Derecho civil y el Derecho canónico. Las ciencias naturales, las lenguas muertas y vivientes, y las artes de la belleza les parecen indignas de una educación viril, y las destierran del programa de sus estudios, así como el divino Platón desterraba de su república a los autores de sonetos y ditirambos. La educación seria que reciben no hace sino aumentar la gravedad de su exterior. Un cuzqueño erudito que atraviesa la calle, envuelto en su capa, tiene el aire majestuoso de un dogo dirigiéndose a los esponsales con el mar10.
Marcoy agrega: Las definiciones sutiles con que han amoblado su espíritu le permiten elegir entre la magistratura y la abogacía. A veces se consagra a la enseñanza, pero el caso es raro. En el Perú se han visto émulos de Cicerón comenzar de un solo tirón como generales de brigada, ascender después a mariscales de campo, y sentarse en fin en el sillón de la presidencia. Semejantes casos explican el prodigioso número de abogados con que cuenta la ciudad11.
En medio de tales personajes, llaman la atención del viajero el contraste de las casuchas, los olores fétidos emanados de los canales que atraviesan la ciudad —un viejo leit motiv de la
10. Ib., p. 372. La cursiva es nuestra. 11. Ib.
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literatura cuzqueña—, las crueles matanzas de perros y el desorden. Treinta años después, otro testigo foráneo, el explorador Charles Wiener, aun pudo contemplar a don Pío Benigno Mesa, «doctor en Derecho, coronel de la guardia municipal, presidente del Concejo e inspector general de las escuelas»12. Cuenta Wiener que el letrado y político cuzqueño conducía un establecimiento que funcionaba simultáneamente como botica, periódico y colegio superior. El explorador confiesa haber adquirido allí un almanaque, una Historia del Cuzco —escrita por el propietario—, un par de botines y espuelas, un sombrero de paja, papel de carta, anteojos y hasta una caja de galletas y un empaque de conservas. Mientras que, en el patio intermedio, se instalaban las oficinas del semanario El Ciudadano, que redactaba, corregía e imprimía el mismo Mesa. Finalmente, en el interior del inmueble, el letrado impartía clases de Literatura, Cálculo Comercial y Derecho. Pío Benigno Mesa, dice risueñamente Wiener, era bodeguero en el frente de la casa, editor en el patio y catedrático en los interiores13. Pero el Cuzco fue, hasta la primera mitad del Ochocientos, la ciudad más importante del sur andino desde los puntos de vista político, económico y cultural. Desde 1825 funcionaba allí una Corte Superior de Justicia, cuya jurisdicción se extendía a todo el departamento y que reemplazaba a la antigua Real Audiencia merced a un dispositivo bolivariano ejecutado por el entonces prefecto Agustín Gamarra14. El pri12. WIENER, Charles. Pérou et Bolivie. Récit de voyage. París: Librairie Hachette et Cie., 1880, p. 329. 13. Ib. 14. Cfr. VILLANUEVA URTEAGA, Horacio. Gamarra y la iniciación republicana en el Cuzco. Lima: Fondo del Libro del Banco de los Andes, 1981,
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mer tribunal cuzqueño lo conformaron legistas de la talla de Vicente León Argüelles, Santiago Corbalán, el arequipeño Benito Laso de la Vega, Manuel Torres Mato y el fiscal José María de Lara15. Pedro Ignacio de Morales fue designado secretario de cámara, en tanto que don Agustín Ampuero, el relator, no tardará en ser reemplazado por el doctor Juan Pinto y Guerra16. Por su parte, José Maruri de la Cuba —otro colorido personaje, que años después entablará una ruidosa denuncia contra Mariano Santos de Quirós, el gran compilador de las leyes republicanas— fue el primer Juez de Derecho del Cuzco17. Hacia 1834, José María Blanco, en su crónica del viaje al sur del presidente Orbegoso, refiere que el foro cuzquense lo integraban «treinta y tres abogados, ocho escribanos y cuatro notarios»18. No hay que olvidar que en el Cuzco, capital del Estado Sur Peruano, también serían promulgados los códigos santacrucinos, primeros cuerpos legales de ese género puestos en vigencia en nuestro país. Luego del fugaz auge confederado, la Universidad cuzqueña, en tránsito hacia la secularización pero presupuestalmente agobiada, se reducía a emitir los indispensables grados acapp. 55-64. El decreto de creación, de 1.° de febrero de 1825, puede verse en la Gaceta del Gobierno. Tomo 7, N.° 19, domingo 27 de febrero de 1825, p. 1. En dicha entrega de la Gaceta figura el decreto bolivariano, de la misma fecha, que dispone la creación de la Corte Superior de Justicia de Arequipa. 15. VILLANUEVA URTEAGA, Horacio. Gamarra y la iniciación republicana en el Cuzco, op. cit., p. 55. 16. Ib., pp. 56-62. 17. Ib., p. 63. 18. BLANCO, José María. Diario del viaje del presidente Orbegoso al sur del Perú. Edición, prólogo y notas de Félix Denegri Luna. 2 tomos. Lima: PUCP - IRA, 1974, T. 1, p. 185.
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démicos19. Lo propio ocurría en Lima, Arequipa y Trujillo. Por lo demás, la formación jurídica en el país, hacia mediados del siglo era paupérrima, por decir lo menos: bastaba con haber aprendido el Manual del abogado americano para acceder al examen de título profesional, según se infiere de un dispositivo dictado en 1841, que prohíbe tal método de acreditación a través de un breviario «deficiente e incompleto» y que no puede sino suministrar «nociones muy triviales del Derecho patrio». Según precisa César A. Ugarte, en el Cuzco, antes de la reformas de 1866 y 1869, «se dispensaba arbitrariamente de los derechos de grado y se confería el grado de doctor a alumnos que no habían optado ni el bachillerato ni la licenciatura»20. Entre 1853 y 1858, simplemente, los grados se dejaron de conferir21. Con el paso de los años y merced a las sucesivas las reformas, la situación de la educación superior progresaba, aunque muy lentamente. Algo semejante ocurría en Lima, como lo demuestran las agrias disputas entre el Gobierno y las autori-
19. Vid. VILLANUEVA URTEAGA, Horacio. La Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cuzco. Cuzco: Edit. H. G. Rozas S.A., 1963, pp. 51-60. 20. UGARTE, César A. «Las Universidades menores». Revista Universitaria. Órgano de la Universidad del Cuzco. Año VI, N.° 19, Cuzco, marzo de 1917, pp. 3-34 [pp. 19-20]. Es la primera de seis entregas. Un versión preliminar del citado estudio: «Evolución de la enseñanza universitaria en el Cuzco». Revista Universitaria. Órgano de la Universidad del Cuzco. Año I, N.° 3, Cuzco, diciembre de 1912, pp. 45-59. 21. Anales Universitarios del Perú, redactados y publicados por el D. D. José G. Paz Soldán, rector de la Universidad de San Marcos de Lima. Tomo segundo. Lima: Imprenta de la «Época», por J. E. del Carpio, 1862, pp. 42-43. Informe del secretario de la Universidad, José Casimiro Pro, de 15 de noviembre de 1858.
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dades del Colegio de San Carlos. En la ciudad imperial, en 1878, mientras la aventura de Trinidad Enríquez recién empezaba, circuló un curioso comentario, del que hace eco la prensa capitalina. Sucede que en los exámenes de fin de año, de un total de cuarenta alumnos matriculados en la Facultad de Jurisprudencia, no menos de treinta y cuatro habían obtenido el calificativo de «sobresaliente». No queremos aminorar en lo menos la inteligencia de la juventud cuzqueña —comenta El Comercio de Lima—; pero estamos seguros que en pocos establecimientos de educación se encuentra una desproporción tan visible entre los examinados, los buenos, y los sobresalientes. Esto cuando más prueba la excesiva indulgencia que las más de las veces, es perjudicial, porque forma malos abogados22. Pero, aunque elocuente, esta es tan solo una anécdota. Desde 1863, y con mayor ímpetu desde 1869, la Universidad cuzqueña empieza a consolidarse como un centro de discusión liberal, anticlerical, federalista e intransigente, tal como lo demuestra el elenco de tesis defendidas por los graduados de esa casa de estudios23. Temas como la igualdad jurídica entre varones y mujeres, matrimonio civil, pacifismo, constitucionalismo y soberanía popular, abolición de la pena de muerte, separación entre Iglesia y Estado y hasta una incipiente etnografía, desfilan entre las inquietudes de los entusiastas alumnos de Jurisprudencia de la ciudad sureña.
22. El Comercio. Año XL, N.° 13,933, jueves 14 de febrero de 1878, edición de la tarde [p. 2, col. 4]. Sección «Crónica». 23. Véase la nómina de graduados y de tesis del período 1863-1904, inserta en VILLANUEVA URTEAGA, Horacio. La Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cuzco, op. cit., apéndice, pp. 127-144.
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En 1905, Hildebrando Fuentes anotaba, en la crónica de su viaje al Cuzco, que el número de los letrados «no es, por cierto, muy reducido»; en efecto, casi un centenar de abogados acreditados ante la Corte Superior de Justicia componían el foro cuzqueño24.
Trinidad María Enríquez: un estado de la cuestión Los textos consagrados a delinear el perfil de la estudiosa conforman un cuerpo documental del más diverso jaez: material archivístico disperso, testimonios orales, reseñas periodísticas, artículos en revistas, entradas en diccionarios y enciclopedias ilustradas y hasta una que otra monografía, que condensan casi un siglo de producción escrita. En lo sustancial, esta narrativa —que ha contribuido a erigir a Trinidad María Enríquez en «la primera jurista peruana»— se deriva de un puñado de elogiosas biografías publicadas con anterioridad a 1950. Tres de ellas han sido particularmente influyentes en la construcción del personaje, a saber: a) la necrología aparecida en el semanario limeño El Perú Ilustrado en julio de 189125, redactada por «un amigo» a instancias de Clorinda Matto de Turner, entonces directora de la revista; b) las breves reminis24. Vid. FUENTES, Hildebrando. El Cuzco y sus ruinas. Lima: Imprenta La Industria, 1905, p. 81. Fuentes consigna una nómina de 94 abogados (Ib., pp. 81-84). 25. ANÓNIMO. «Trinidad M. Enríquez». El Perú Ilustrado. Semanario para las familias. Año 5.°, Semestre I, N.° 218, sábado 11 de julio de 1891, p. 2411. La entrega ostenta en portada el retrato de la homenajeada, según un grabado del artista D. Lozano, con la leyenda: «Trinidad María Enríquez. Muerta el 28 de abril de 1891». Reproducimos el texto en los anexos del presente libro.
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cencias del artista plástico y cronista Juan Guillermo Samanez, aparecidas en Variedades de Lima y reproducidas luego en su compilación de artículos costumbristas de 192426; y, c) el artículo elaborado por el Seminario de Historia de la Universidad del Cuzco e inserto en la Revista de esa casa de estudios en 192927. Anterior por unas semanas a la reseña de El Perú Ilustrado, pero menos transitada —por tratarse de una publicación reservada para el lector forense—, fue la necrología que Paulino Fuentes Castro escribe en honor de Trinidad Enríquez en El Diario Judicial el 1.° de junio de 189128. La necrología anónima de El Perú Ilustrado sería divulgada —sin citar procedencia y en una versión considerablemente resumida— en el enciclopédico libro de Elvira García y García, La mujer peruana a través de los siglos, publicado en Lima entre 1924 y 192529. Mas una nueva etapa en los estu26. SAMANEZ, Juan Guillermo. «Trinidad María Enríquez». En Ccapacc Llacctan Carcca. Apuntes de folklore peruano. Lima: T. Scheuch, 1924, pp. 119-123 y un retrato en la página 120. Artículo aparecido originalmente en el semanario Variedades de Lima. Juan Guillermo Samanez (Andahuaylas, 1870 – Lima, 1928), quien estuvo en el Cuzco desde alrededor de 1883, refiere haber recogido «informaciones personales tamadas en el seno de la sociedad distinguida de la ciudad histórica» y asegura haber conocido fugazmente a Trinidad Enríquez (Ib., p. 121). 27. UNIVERSIDAD DEL CUZCO. SEMINARIO DE INVESTIGACIONES HISTÓRICAS . «Trinidad M. Enríquez». Revista Universitaria. Órgano de la Universidad Nacional del Cuzco. Año XVIII, Vol. II, Segunda Época, Segundo Semestre, 31 de diciembre de 1929, pp. 349-360. 28. FUENTES CASTRO, Paulino. «Necrologías. XIV: Una aspirante á abogado. Trinidad M. Enríquez». El Diario Judicial de Legislación y Jurisprudencia. Año II, Cuatrimestre I, N.º 312, lunes 1.º de junio de 1891, p. 1243, col. 2. 29. GARCÍA Y GARCÍA, Elvira. «Trinidad María Henríquez». En La mujer peruana a través de los siglos. Serie historiada de estudios y observacio-
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dios sobre Trinidad Enríquez se abre con el capítulo que Jorge Cornejo Bouroncle le dedica en su libro Sangre andina. Diez mujeres cuzqueñas, editado en 194930. Cornejo, arequipeño avecindado en Cuzco y primo hermano del jurista Ángel Gustavo Cornejo, ofrece una curiosa semblanza, en la que la narración, por momentos novelada, se entrecruza con la transcripción de valiosa documentación de archivo. En 1954, el educador y político J. Wilbert Salas Rodríguez entrega una breve semblanza, inserta en la Revista Universitaria y luego en el opúsculo, Dos maestros cuzqueños31. Finalmente, la trayectoria de la jurista ha sido dilucidada merced a los aportes, historiográficamente rigurosos, de Horacio Villanueva Urteaga32 y de Luis Miguel Glave33. Ambos investigadores, el primero mediante labor de archivo, y el segundo, a través del
nes. 2 tomos. Lima: Imp. Americana, 1924-1925. T. 2, pp. 498-500. Elvira García y García (Lambayeque, 1862 – Lima, 1951) dirigió el Colegio de Educandas de la ciudad imperial entre 1916 y 1919. Sin embargo, si recogió allí información de primera mano sobre el personaje, lo cierto es que declinó incorporarla a su libro y se contentó con el resumen mencionado. 30. CORNEJO BOURONCLE, Jorge. Sangre andina. Diez mujeres cuzqueñas. Cuzco: H. G. Rozas, Sucesores, Librería e Imprenta, 1949, pp. 244-270. 31. SALAS RODRÍGUEZ, J. Wilbert. Dos maestros cuzqueños. Cuzco: Editorial H. G. Rozas S. A., 1954, pp. 13-16. También en Revista Universitaria, Año XLIII, N.º 106, Cuzco, 1er. semestre de 1954, pp. 26-44. 32. Vid. VILLANUEVA URTEAGA, Horacio. «Nacimiento y muerte de Trinidad Enríquez». El Comercio. Cuzco, 27 de febrero de 1970; «Trinidad Enríquez, su ascendencia incaica». Revista del Museo Histórico Regional. Nos. 3-4-5. Cuzco, 1970. 33. GLAVE, Luis Miguel. Dama de sociedad. Trinidad María Enríquez. Cusco, 1846-1891. Lima: Red Nacional de Promoción de la Mujer, 1997. Versión informatizada y resumida en el vínculo (agosto de 2005).
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I NTRODUCCIÓN
estudio de la prensa regional, han aclarado aspectos esenciales de la vida del personaje. Comprensiblemente, Trinidad María Enríquez ha sido mencionada de manera fugaz en numerosos estudios de alcance general. Pero la fama de la «primera jurista peruana» le ha dado también un lugar en obras de referencia34 y en las páginas de periódicos35 y revistas de circulación masiva36. Quizás tal como a ella le hubiese agradado. De este modo, el ejemplo de la recia estudiosa imperial ha logrado ampliamente la admiración de las generaciones venideras. O, como acotaba el anónimo de 1891: «Alma grande y generosa, corazón noble y magnánimo, la posteridad se hará justicia». *** Este estudio nació, de manera imprevista, a fines de 2003, mientras ambos recorríamos las páginas de La Gaceta Judicial y los igualmente frágiles folios de El Diario Judicial, en busca de datos para una historia del periodismo forense deci34. BASADRE, Jorge. Historia de la República del Perú. 5.ª edición. 11 tomos. Lima: Ediciones «Historia» - Editorial Universitaria, 1961-1968, T. 5, pp. 2094-2095; TAURO DEL PINO, Alberto. Enciclopedia ilustrada del Perú. 6 tomos. Lima-Barcelona, 1987, T. 2, p. 761; MILLA BATRES, Carlos (editor). Enciclopedia biográfica e histórica del Perú. Siglos XIXXX. 12 tomos. Lima: Editorial Milla Batres, 1994, T. 4, p. 127. 35. PIZARRO PILLCO, Elver. «Una cusqueña de talla universal. María Josefa Trinidad Enríquez Ladrón de Guevara y Túpac Amaru». El Comercio, Cuzco, viernes 7 de junio de 1996, edición del centenario. 36. DE LOS RÍOS, Edmundo. «Trinidad M. Enríquez. Relámpago incesante». Caretas. Ilustración peruana. N.º 1149, 4 de marzo de 1991, pp. 90-91.
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monónico. Las pesquisas prosiguieron y los exiguos apuntes crecieron hasta constituir material suficiente para la preparación de un texto autónomo. Nos sorprendió la singular perseverancia de Trinidad María, que la llevó, durante los tres últimos lustros de una vida marcada por la penuria física, a luchar por el título de abogada que, con razón y con derecho, le correspondía. El presente libro es un homenaje a esta mujer que, merced a su tenacidad y talento, contribuyó a desvanecer la imagen parcial e incompleta de la mujer que prevalecía en su tiempo. Versiones preliminares de este trabajo aparecieron en las siguientes publicaciones: Lumen. Revista de la Facultad de Derecho, de la Universidad Femenina del Sagrado Corazón (N.° 4, enero-diciembre de 2003, pp. 113-122); Revista Bibliotecal. Edición Bicentenario, 1804-2004, del Colegio de Abogados de Lima (Año I, N.° 7, octubre de 2004, pp. 381392); y, Yachaq. Revista de Derecho, valiosa publicación auspiciada por los estudiantes de la Universidad San Antonio Abad del Cuzco (N.º 3, noviembre de 2004, pp. 171-178). Agradecemos, pues, a sus directores y responsables de edición, quienes acogieron las sucesivas primicias del esbozo. Como siempre, va nuestra gratitud al personal de la Biblioteca Nacional del Perú (Sala de Investigaciones y Hemeroteca). Igualmente, a los funcionarios y personal de la Biblioteca de la Universidad de Lima, que nos permitió examinar la colección de La Gaceta Judicial de 1891-1893 que allí se custodia. Y una mención especial a los experimentados libreros Juan Díaz Calixto y Luis Verme Moviliano, por los impresos raros o escasos que pusieron a nuestro alcance.
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Capítulo I LA AUDACIA DE UNA ILUSTRADA DECIMONÓNICA
Parecerá hiperbólico, si no inverosímil, el hecho de que en una modesta ciudad andina, hacia el ultimo tercio del siglo XIX, hubiera cerebro femenino capaz de alimentar, difundir e implantar los esquemas de las nuevas ideas que hoy en día amenazan transformar el aspecto del mundo, variando la faz de la civilización, mediantes [sic] formas hasta hoy desconocidas; y sin embargo, así fue; y este es el mérito más grande y tal vez desconocido de la insigne patricia cuzqueña. Juan Guillermo SAMANEZ. Ccapacc Llacctan Carcca. Apuntes de folklore peruano (Lima, 1924, pp. 120-121).
María Josefa Trinidad Enríquez nació en la ciudad imperial en los primeros días de junio de 1846, de la unión no 27
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sancionada de doña Cecilia Ladrón de Guevara y Castilla, una mediana terrateniente cuzqueña, y de don Marcelino Enríquez, oscuro comerciante de productos agrícolas del que quedan escasos rastros1. La fecha exacta del natalicio de Trinidad María es uno de los misterios que esconde su personalidad: los más han señalado día el 5 de junio; Jorge Cornejo Bouroncle sugiere el día primero del mismo mes2. El año exacto —1846, y no 1848— solo ha sido determinado en época relativamente reciente3. Así pues, ¿quién era esta mujer, en quien las generaciones posteriores reconocerían a la primera jurista, no solo del Perú sino del orbe hispanoamericano? Empecemos por enumerar los testimonios corroborados por los biógrafos más autorizados. Por el lado materno, la futura letrada entroncaba con varias familias de notables de la ciudad. Cecilia Ladrón de Guevara y Castilla, nacida hacia 1803 y fallecida en 1869, contaba entre sus antepasados a algunos miembros de la burocracia colonial y de la antigua nobleza inca4. Pertenecía, pues, en la escala social cuzqueña, al estrato de los pequeños y medianos propietarios, capa constituida por las «personas de honor, lucimiento, comodidades, enlaces de estimación y empleos de aprecio» a que se refería Ignacio 1.
En adelante, nuestra narración sigue la reconstrucción que obra en GLAVE, Luis Miguel. Dama de sociedad, op. cit., salvo indicación en nota aparte.
2.
CORNEJO BOURONCLE, Jorge. Sangre andina. Diez mujeres cuzqueñas, op. cit., p. 256.
3.
Vid. VILLANUEVA URTEAGA, Horacio. «Nacimiento y muerte de Trinidad Enríquez». El Comercio. Cuzco, 27 de febrero de 1970.
4.
VILLANUEVA URTEAGA, Horacio. «Trinidad Enríquez, su ascendencia incaica». Revista del Museo Histórico Regional. Nos. 3-4-5. Cuzco, 1970.
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de Castro a fines del siglo XVIII5. Doña Cecilia llegó a poseer dos pequeñas haciendas en la provincia de Urubamba6; mientras que en la ciudad mantenía varias casonas: una en la calle de la Coca, otra en el número 44 de Mesón, en su encuentro con la calle del Qquera, y una tercera en la calle de Matará7. De su convivencia con Marcelino Enríquez nacerían dos hijas: María Ángela Enríquez de Vega —más tarde una eminente precursora del indigenismo y maestra en la provincia puneña de Lampa—, quien ve la luz en 18428, y nuestro personaje. De un anterior relación con Juan Pascual Laza — un próspero minero y comerciante—, procedía una media 5.
CASTRO, Ignacio de. Relación de la fundación de la Real Audiencia del Cuzco en 1788. Madrid: en la Imprenta de la viuda de Ibarra, MDCCXCV [1795], p. 45. Según la clasificación de Castro, Trinidad María, aunque racialmente mestiza, no lo era para los cánones de la época. El relacionista define a los mestizos como «aquellos que traen inmediato origen de los indios» pero nacidos de descendientes de la nobleza o de la casta de las «personas de honor».
6.
Cfr. UNIVERSIDAD DEL CUZCO. SEMINARIO DE INVESTIGACIONES HISTÓRICAS. «Trinidad M. Enríquez», op. cit. Se trataba de las haciendas de Media Luna y Yanahuara. Germán Stigilich dice que Media Luna Grande y Media Luna Chica eran haciendas de caña ubicadas en el distrito de Urubamba y que hacia 1920 contaban con 11 y 9 habitantes, respectivamente. Yanahuara, en el distrito de Ollantaytambo, tenía a esa fecha 36 habitantes. Vid. STIGLICH, Germán. Diccionario geográfico del Perú [...]. Segunda y última parte. Lima: Imp. Torres Aguirre, 1922, pp. 673, 1159. El explorador Charles Wiener, en camino a las ruinas de Ollantaytambo, pasó hacia 1876 por las inmediaciones de la hacienda de Yanahuara. Vid., WIENER, Charles. Pérou et Bolivie. Récit de voyage, op. cit., p. 331.
7.
UNIVERSIDAD DEL CUZCO. SEMINARIO DE INVESTIGACIONES HISTÓRICAS. «Trinidad M. Enríquez», op. cit., p. 349.
8.
RAMOS ZAMBRANO, Augusto. «Una pedagoga e indigenista en Lampa». En su: Fundación de Puno y otros ensayos históricos. Arequipa: Instituto de Estudios Históricos Pukara, 2004, pp. 95-103.
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hermana de la estudiosa, Manuela Fernanda, nacida hacia 18399. La predisposición de las hermanas Enríquez hacia las letras y las artes se hizo patente desde muy temprano. La tradición local es particularmente fecunda en torno a la infancia de Trinidad María. «Un amigo», el anónimo biógrafo que escribe en El Perú Ilustrado en 1891, refiere: Su talento, verdaderamente notable, tuvo un desarrollo bastante precoz. Personas de eleva[da] clase social del Cuzco, que concurrían á las tertulias que en su casa se daban, refieren que era muy ver á una niñita de siete años, parada en su asientito, jugando ajedrez con los más diestros, y derrotándolos casi siempre. Desde entonces se auguró lo que debía ser10.
Se cuenta también que leía con avidez cuanto libro cae entre sus manos y que hasta triunfaba con frecuencia en las partidas de ajedrez que entablaba encaramada en un taburete11. Llamada su madre á Tacna el año 51, á recojer una fuerte herencia, se dirijió con todos sus hijos á dicha ciudad, y después de recibida, pasó a Lima, donde la niñita Trinidad llamó la atención de las personas que la conocieron, por lo notables de sus producciones12.
9.
GLAVE, Luis Miguel. Dama de sociedad, op. cit., pp. 21-22.
10. ANÓNIMO. «Trinidad M. Enríquez», op. cit., p. 2411, col. 1. 11. SAMANEZ, Juan Guillermo. Ccapacc Llacctan Carcca. Apuntes de folklore peruano, op. cit., p. 121; UNIVERSIDAD DEL CUZCO. SEMINARIO DE INVESTIGACIONES HISTÓRICAS. «Trinidad M. Enríquez», op. cit., p. 349; SALAS RODRÍGUEZ, J. Wilbert. Dos maestros cuzqueños, op. cit., p. 13. 12. ANÓNIMO. «Trinidad M. Enríquez», op. cit., p. 2411, col. 1.
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El viaje a la capital es resaltado con insistencia por los biógrafos: en Lima, se afirma, «llamaba la atención por la agudeza notable de sus respuestas», mientras que, en la tierra natal, los amigos de doña Cecilia retenían a la pequeña «por horas, y hasta por más tiempo, tal era el embeleso y encanto que producía el espíritu lúcido y siempre alerta de la niña extraordinaria»13. Sin duda, la holgura económica permitía a las Enríquez escapar de las severas limitaciones que, de otro lado, afligían a la educación provinciana y, en particular, la instrucción femenina. Y es que en el Cuzco decimonónico, pese al enjambre de periódicos de efímera existencia14 y una activísima labor de imprenta —que culminaría, dicho sea de paso, con el alumbramiento de la primera revista jurídica del interior del país: El Debate Judicial, hacia 189615—, lo cierto es que la vida académica institucionalizada se hallaba vedada para las mujeres. En una época signada por el patriarcalismo y por la rígida división de roles entre uno y otro sexo, los vacíos en la instrucción pública afectaban con singular gravedad a las mujeres. La 13. UNIVERSIDAD DEL CUZCO. SEMINARIO DE INVESTIGACIONES HISTÓRICAS. «Trinidad M. Enríquez», op. cit., p. 349. 14. Vid. CAHUATA CORRALES, Fructuoso. Historia del periodismo cusqueño. Época republicana. Cuzco: edición particular, 1990; DENEGRI LUNA, Félix. Apuntes para una bibliografía de periódicos cuzqueños (18221837). Lima: Editorial Lumen, 1964; GLAVE, Luis Miguel. La república instalada. Formación nacional y prensa en el Cuzco, 1825-1839. Lima: IFEA – IEP, 2004. Una treintena de periódicos nacieron y desaparecieron entre 1824 y 1839. 15. Para un estudio de la precoz revista jurídica cuzqueña, véase en RAMOS NÚÑEZ, Carlos. Historia del Derecho civil peruano. Tomo 5, volumen 1.°: «Los signos del cambio: Los repertorios y el periodismo». Lima: Fondo Editorial PUCP, 2005. En proceso de edición.
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postergación social y económica que consagraba el Código civil de 1852 es bien conocida. También aquí la fortuna familiar y los paradigmas de la alta sociedad actuarían de contrapeso. Aún en la década de 1910 no habían teatros establecidos ni clubes literarios o artísticos en la ciudad imperial16, de modo que el cultivo del intelecto se ejercitaba en el interior de los hogares, con la regularidad y amplitud que permitía la condición social de cada cual. Una cultura de tertulias, veladas literarias y recitales de poesía y música —complementada con la frecuentación de la biblioteca familiar—, constituían el marco en el que se formaban los notables de la ciudad. Todos coinciden en que las Enríquez se insertaron con facilidad en ese mundillo refinado e ingenuo que constituía la vida intelectual provinciana ochocentista. Las muchachas de la elite se formaban en las Educandas, un plantel de niñas que Simón Bolívar fundara en julio de 1825 y que el prefecto Gamarra puso en funcionamiento el primero de abril de 182717. El padre Blanco, una década más tarde, observaba: En el día es el colegio que presenta más moralidad en las costumbres y que manifiesta mayores adelantamientos en la enseñanza. Continuamente dan las alumnas exámenes públicos, en los que se disputan la preferencia las gracias del talento y del arte acompañadas de la hermosura y de la elegancia en el decir18. 16. VALCÁRCEL, Luis Eduardo. Memorias. Lima: IEP, 1981. 17. Vid. MENDOZA, Fidelina. «Colegio Nacional de Educandas del Cuzco. Apuntes históricos». Cuzco Histórico. Revista Histórico Arqueológica. Órgano de la Comisión Histórico Eclesiástica. Año I, N.º 1, julio de 1920, pp. 71-80; VILLANUEVA URTEAGA, Horacio. Gamarra y la iniciación republicana en el Cuzco, op. cit., p. 207-211. 18. BLANCO, José María. Diario del viaje del presidente Orbegoso al sur del Perú, op. cit., p. 260.
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Desde 1846, el colegio femenino se instalaba en una parte del secularizado claustro de la antigua orden de San Juan de Dios, que fungía hasta entonces como sede de la Casa de Moneda19. La música constituía un elemento esencial en la formación de las jóvenes de la sociedad acomodada de la ciudad. En 1847, un profesor de música, don José Sota, formaba parte del equipo de docentes enviados por el gobierno de Castilla en vistas de la reapertura del Colegio de Educandas en enero de 184820. Pero las muchachas de la generación de Trinidad Enríquez se beneficiarías de las lecciones de otro maestro limeño, José María Varea. Profesor él mismo de las Educandas, Varea solía organizar recitales de canto y piano en los que sus discípulas exhibían su destreza al ejecutar «difíciles trozos de música clásica italiana»21. Acudían a esas veladas las jóvenes de la buena sociedad local: Elena Benavides, Dolores Camacho, María Ana Leiseca, Emilia y Gabriela Concha, Manuela Sanz de Santo Domingo, Genara Juárez, las señoritas Orihuela, Virginia y Carlota Rozas, Matilde Calle, 19. Vid. MENDOZA, Fidelina. «Colegio Nacional de Educandas del Cuzco. Apuntes históricos. (Continuación)». Cuzco Histórico. Revista Histórico Arqueológica. Órgano de la Comisión Histórico Eclesiástica. Año I, N.º 2, diciembre de 1920, pp. 53-71, [p. 61]. Según el plano del Cuzco reproducido por Wiener, el local se erigía en la esquina de las calles Moneda y Concordia (hoy, San Juan de Dios y Teatro). Cfr. WIENER, Charles. Pérou et Bolivie, op. cit., plano entre las páginas 306 y 307. 20. MENDOZA, Fidelina. «Colegio Nacional de Educandas del Cuzco. Apuntes históricos. (Continuación)», op. cit., p. 61. También, REGAL, Alberto. Castilla educador. La instrucción pública durante los gobiernos de Castilla. Lima: Instituto Libertador Ramón Castilla, 1968, p. 48. 21. UNIVERSIDAD DEL CUZCO. SEMINARIO DE INVESTIGACIONES HISTÓRICAS. «Trinidad M. Enríquez», op. cit., p. 351.
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Nicolasa Montes22. Elena Benavides ingresó como maestra interina de música del Colegio de las Educandas en 1853 y más tarde se convertiría en compositora profesional, mientras que Manuela Fernanda era, de las tres hermanas Enríquez, la que más destacaba en el arte de los sonidos23. Ángela y Trinidad, en cambio, entablaban conversación intelectual en las tertulias llevadas a cabo en la casa familiar. Desfilaban allí Ramón Mato —el padre de la autora de Aves sin nido—, Mariano Mato, el poeta Abraham Vizcarra, Narciso Aréstegui —el romántico novelista de El padre Horán y de El ángel salvador—, los Usandivaras, los Saldívar, los Herrera, los Romainville, Antonio Concha, Gabino Pacheco Zegarra —natural de Ayaviri y traductor del Ollantay—, Max E. Montes, Adeodato Nadal, Mariano Rozas, Manuel Miota, Gabino Ugarte, Mariano Orihuela y el pintor Mariano Corbacho24. Era fama que los exiliados colombianos Villa Duque, Castro, Gómez y Carbajal participaban de esas pláticas ilustradas25. De otro lado, el nacimiento de Trinidad Enríquez en 1846, como lo ha destacado Luis Miguel Glave, coincidiría con un período de efectiva modernización de la ciudad imperial26. Desde 1848, bajo el gobierno del prefecto José Miguel Medina, el Cuzco logró contar con una biblioteca pública, un museo de antigüedades, un gabinete de historia y un cementerio que desterraba la antihigiénica costumbre de sepultar los cadáve22. Ib. 23. Ib., pp. 351-352 24. Ib. 25. Ib. 26. GLAVE, Luis Miguel. Dama de sociedad, op. cit., pp. 13 y siguientes.
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res en los templos. Otras obras públicas que modificaron la faz de la antigua capital inca eran la alameda trazada por encima del río Huatanay —un pequeño orgullo ciudadano—, los portales, y la nivelación y empedrado de las calles27. Clements Markham, quien visita la ciudad andina en 1853, se sorprendía de esas mejoras urbanas y de los nueve mil volúmenes de la biblioteca, tanto como de la rara prestancia física e intelectual de las señoritas procedentes de la «buena sociedad» local: Las jóvenes del Cuzco —escribe el viajero e historiador inglés— son, en general, muy bellas, con rasgos regulares, con un cutis fresco, ojos brillantes y llenos de inteligencia, con largas pestañas y abundante cabellera negra arreglada en dos trenzas. Han sido muy bien educadas, pues hay un excelente colegio para jovencitas, pero la reclusión en que viven les da un aire sencillo e ingenuo; y son notables asimismo por su bondadosa afabilidad28.
Resulta difícil sustraerse a la tentación de ver aquí el retrato de alguna de las hermanas Enríquez. Una fugaz mirada al interior de las casas de la clase terrateniente es registrada por el viajero británico: los salones eran largos y bellamente amoblados con sillas antiguas, gabinetes enchapados en nácar y un piano, llevado desde la costa a lomo de indio, para evitar estragos en el delicado mecanismo del instrumento29. A falta de ese instrumento —narra Charles Wiener en 1876—, 27. Vid. TAMAYO HERRERA, José. Historia social del Cuzco republicano. 2.ª edición. Lima: Editorial Universo, 1981, pp. 58-60. 28. MARKHAM, Clements R. Cuzco and Lima. Traducción de Edgardo Rivera Martínez. Lima: Ediciones Copé – Markham College, 2001, pp. 152-153. 29. Ib., p. 152.
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algunas viejas espinetas heredadas de los tiempos coloniales sobrevivían penosamente en las casonas de los notables30. Lo que no entrañaba problema alguno: esos instrumentos de teclado eran señales de status que bastaba con exhibir en el salón. No faltaban algunos exóticos individuos foráneos que daban similar colorido a la ciudad: Markham recuerda a «un arquitecto polaco, un francés que enseña en el Colegio y un italiano dedicado a la búsqueda de tesoros escondidos»31. Pero una nueva inquietud social sería trasvasada, casi de contrabando, a esa lánguida capa tradicional, junto con las modas francesas de vestimenta, mobiliario y etiqueta. El auge del romanticismo político y literario, germinado en la revolución parisina de 1848, parece explicar la excepcional cruzada renovadora que Trinidad María emprenderá muy pronto. Trinidad Enríquez recibe la instrucción oficial en el Colegio de Educandas, establecimiento que dirigían, con mano circunspecta, doña Antonina Pérez y Gertrudis Araujo32. El año de su ingreso se sitúa hacia 1853, es decir a los siete u ocho años de edad33. En las Educandas habría empezado a enseñar, a partir de los once o doce años, el curso de Geografía34. Pero, más significativamente, la jovencita se forma «en el silencio del hogar», es decir, entre profesores particulares
30. WIENER, Charles. Pérou et Bolivie, op. cit., p. 328: «quelque vieille épinette dont il existe plusiers spécimens autentiques dans le cité». 31. MARKHAM, Clements R. Cuzco and Lima, op. cit., p. 152. 32. Vid. MENDOZA, Fidelina. «Colegio Nacional de Educandas del Cuzco. Apuntes históricos. (Continuación)», op. cit., pp. 61 y siguientes. 33. ANÓNIMO. «Trinidad M. Enríquez», op. cit., p. 2411, col. 1. 34. SAMANEZ, Juan Guillermo. Ccapacc Llacctan Carcca. Apuntes de folklore peruano, op. cit., p. 121.
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y la biblioteca familiar. Trinidad María, según el anónimo biógrafo de El Perú Ilustrado, No teniendo ya clase alguna que cursar, se dedicó con ahínco á la lectura, que rindió poderosamente su privilegiada inteligencia. Raro era el autor que le fuera desconocido. El más erudito podía hablar con ella sobre historia, filosofía, astronomía, ciencias sociales ó cualquiera otra materia. Consagrada en este período de su vida á prácticas religiosas, que la condujeron hasta el misticismo, conocía mejor que muchos sacerdotes el Evangelio, cuyas doctrinas practicaba35.
La biblioteca doméstica había sido instalada por un tío «calaverón y manirroto»36. Juan Guillermo Samanez, quien se entrevistó con familiares y allegados de la letrada, escribe: Las fantasmagorías de un tío carnal, visionario y fastuoso dotaron a la casa de una desbordante cantidad de libros encargados a Europa, lo que permitió a las hermanas Enríquez [...] encontrarse al corriente de los más recientes descubrimientos de la ciencia política europea, y una ámplia familiarización con las doctrinas más en boga de los pensadores y tratadistas de la época37.
La solvencia pecuniaria de los Ladrón de Guevara permitía también la contratación de docentes contratados: Siguiendo las costumbres de las familias acomodadas del Cuzco la caja del hogar remuneraba con creces las lecciones particulares de profesores a domicilio, doctos en 35. ANÓNIMO. «Trinidad M. Enríquez», op. cit., p. 2411, col. 1. 36. UNIVERSIDAD DEL CUZCO. SEMINARIO DE INVESTIGACIONES HISTÓRICAS. «Trinidad M. Enríquez», op. cit., pp. 349-350. 37. SAMANEZ, Juan Guillermo. Ccapacc Llacctan Carcca. Apuntes de folklore peruano, op. cit., p. 121.
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diversas materias del saber humano. Profesores de idiomas, de geografía, de matemáticas, de música, de baile, de dibujo, maestras de bordado, en fin. Colombianos pertenecientes a la más alta clase social bogotana arrojados del lar amado por el ciclón revolucionario, que pagaban en el ostracismo delitos políticos, amenizaban las tertulias cotidianas de todas las noches, en los anchurosos salones de la casa solariega; tertulias a donde concurría lo más escogido de la intelectual regional38.
Conocemos los nombres de algunos de esos maestros que, a cambio de media onza de oro mensual —remuneración exorbitante para la época—, desfilaban por la residencia de doña Cecilia: Julio Rufino Oblitas —el impetuoso liberal y catedrático de Derecho civil—, Gabino Pacheco Zegarra, Jaime Pacheco, Isaac Tejeira, J. José Aráoz y otros preclaros intelectuales de la región39. Por su parte, José Varea se encargaba de la formación musical de las tres hermanas, mientras que un caballero venido de Venezuela, de apellido Bougereau, se dedicaba a enseñarles el francés. Fervoroso admirador de Bolívar, el señor Bougereau se esforzaba por transmitir a la pequeña Trinidad su propia devoción por el patriota caraqueño40. Otro curioso personaje, el padre Jaime —«confesor y saqueador de bibliotecas particulares»—, cuidaba de la salud espiritual de las muchachas. Circulaba el rumor de que, en el confesionario, el astuto sacerdote acostumbraba impo-
38. Ib. 39. UNIVERSIDAD DEL CUZCO. SEMINARIO DE INVESTIGACIONES HISTÓRICAS. «Trinidad M. Enríquez», op. cit., p. 350. 40. CORNEJO BOURONCLE, Jorge. Sangre andina. Diez mujeres cuzqueñas, op. cit., p. 257.
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nerles a los fieles la penitencia de entregarle aquellos libros raros o antiguos que les indicaba, hasta que uno de los coleccionistas, enfurecido y garrote en mano, recuperó un lote de preciosos volúmenes41. Refiérese a este respecto que Trinidad Enríquez experimentó una suerte de crisis mística durante la pubertad o en la temprana adolescencia42. « Un amigo» esboza el retrato de una mujer de alcurnia, consagrada cristianamente a la caridad y el sufrimiento; relata que Trinidad, luego de fundar un colegio femenino en su propia casa, acogió a varias niñas huérfanas, «á las que educó y trató con todo el cariño y solicitud de una madre»43. El devoto necrologista agrega: Después de los exámenes que hacía rendir, y que eran brillantísimos, se verificaba la rifa de las obras de mano trabajadas por las alumnas, y su producto lo hacía repartir por ellas mismas entre las familias pobres, á fin de despertarlas al sublime sentimiento de la caridad y enseñarles á practicarla [...]. Conocidos sus designios de ingresar á la Universidad, con la mira de alcanzar una carrera profesional, la hicieron los retrógrados el blanco de sus sarcasmos y de sus invectivas. Esta guerra, que nada tenía de cristiana y que no cesó hasta su muerte, la soportó con inquebrantable valor. A ella, que era esencialmente religiosa, ¡la calificaron de hereje!44.
Esa efigie contrasta con los demás testimonios y con la propia trayectoria de la letrada, que apuntan más bien hacia 41. UNIVERSIDAD DEL CUZCO. SEMINARIO DE INVESTIGACIONES HISTÓRICAS. «Trinidad M. Enríquez», op. cit., p. 352. 42. Ib., p. 353. 43. ANÓNIMO. «Trinidad M. Enríquez», op. cit., p. 2411, col. 2. 44. Ib.
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el laicicismo, la inquietud social y el inconformismo. Uno de sus maestros particulares fue José Teodosio Rozas, masón afamado y cultor de la filosofía krausiana y de la metafísica espiritista45. Jorge Cornejo, quien entrevistó o leyó algunos apuntes de Ángel Vega Enríquez, sobrino de la letrada, registra que don Teodosio se hacía traducir por voz de Trinidad, «largos trozos de las obras originales de Rousseau, Montesquieu, Saint Simon, Blanc, Comte, etc.»46. Cornejo agrega que, a través del magisterio del profesor liberal, la muchacha frecuentó los libros de Flora Tristán y hasta desliza la especie de que fue José Teodosio Rozas quien alentó a Trinidad María a postular a la Universidad47. Nuestro personaje no tardó en formarse una idea de las limitaciones que afligían a la educación femenina de la época. La placidez de su esfera social cede ante al vigor contestatario. En 1865 Trinidad María Enríquez aparece en los registros del refundado Colegio Nacional de Educandas como profesora de Geografía, asignatura en la que es ratificada oficialmente, previo concurso, en marzo de 186648. Es un momento de esplendor del plantel de niñas, que hasta entonces 45. TAMAYO HERRERA, José. Historia social del Cuzco republicano, op. cit., p. 64. 46. CORNEJO BOURONCLE, Jorge. Sangre andina. Diez mujeres cuzqueñas, op. cit., p. 257. 47. Ib., p. 259. 48. Vid. MENDOZA, Fidelina. «Colegio Nacional de Educandas del Cuzco. Apuntes históricos. (Continuación)», op. cit., pp. 68-69. Trinidad Enríquez fue nombrada profesora «para la clase de Geografía» mediante resolución suprema de 3 de marzo de 1866. El mismo dispositivo ratifica a las docentes María Josefa Balcárcel en Aritmética y Grimanesa Jiménez en Gramática. Vid. El Peruano. Publicación oficial. Año 24, Tomo 50, Sem. 1, N.° 26, lunes 13 de marzo de 1866, p. 100.
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había cursado una vida accidentada. Tras sucesivos recesos, traslados y una persistente escasez de rentas, las Educandas habían alcanzado un relativo período de estabilidad. Hacia 1865, según consta del acta inicial del libro de exámenes que glosa Fidelina Mendoza en 1920, la plana docente de las Educandas presentaba la siguiente composición: Antonina Pérez
Directora y profesora de Higiene y Economía Doméstica
Gertrudis Araujo
Subdirectora y profesora de Urbanidad
María Jesús Tejada
Religión, Historia Santa y Moral Cristiana
Elena Benavides
Música
Josefa Salazar
Aritmética y Sistema Métrico
Trinidad Enríquez
Geografía
Grimanesa Jiménez
Gramática49
100 alumnas externas y 28 internas becarias recibían allí la instrucción primaria. Hasta hoy se conserva el antiguo edificio del colegio cuzqueño, con sus dos patios y una capilla. En algún momento la joven maestra de Geografía debió de contar entre sus pupilas nada menos que a Grimanesa Mato —nombre verdadero de Clorinda Matto de Turner—, nacida alrededor de 1855. Trinidad Enríquez impartirá el curso de
49. MENDOZA, Fidelina. «Colegio Nacional de Educandas del Cuzco. Apuntes históricos. (Continuación)», op. cit., p. 68.
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Geografía en las Educandas hasta 186950. En ese año Cecilia Ladrón de Guevara fallece. En 1870 la estudiosa instala, en su casa de la calle Mesón, un plantel particular para señoritas: el Colegio Superior, donde se dictarían las materias necesarias para rendir satisfactoriamente el examen de ingreso a la Universidad. Las pupilas recibían allí lecciones de Derecho Natural, Civil y Romano, Filosofía, Lógica y Matemáticas Superiores. Rosa Jáuregui, Felícitas Zavala, Sofía Latorre y la poetisa Inés Vizcarra son algunas de las jóvenes que se matriculan en el plantel51. Entre tanto, la inquieta letrada no descuida el activismo social: contribuye a la fundación de la Sociedad de Artesanos, para lo cual dispone de algunos ambientes de la casa de la calle Coca, junto con el mobiliario, «una alfombra de Bruselas» —artículo particularmente apreciado en las residencias cuzqueñas de la época— y su biblioteca y museo particular52. Abre, por la misma época, una escuela nocturna para obreros53. La parti-
50. Trinidad Enríquez abandonó su puesto en las Educandas en 1869, quizá luego del fallecimiento de Cecilia Ladrón de Guevara. Así lo sugiere el necrologista de El Perú Ilustrado. En ese año, las lecciones de Geografía son encomendadas a la profesora Juliana Otazú. Vid. MENDOZA, Fidelina. «Colegio Nacional de Educandas del Cuzco. Apuntes históricos. (Continuación)», op. cit., pp. 68-69. 51. UNIVERSIDAD DEL CUZCO. SEMINARIO DE INVESTIGACIONES HISTÓRICAS. «Trinidad M. Enríquez», op. cit., p. 353. 52. Ib., p. 354; SALAS RODRÍGUEZ, J. Wilbert. Dos maestros cuzqueños, op. cit., p. 15. 53. «Un amigo» relata: «A esta época corresponde el establecimiento de la Escuela Nocturna que, para la instrucción de la clase obrera, organizó en su casa dando personalmente lecciones, fundando, al mismo tiempo, una biblioteca, con la cesión que hizo de sus obras, en pró de la clase obrera». Vid. ANÓNIMO. «Trinidad M. Enríquez», op. cit., p. 2411.
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cipación de la Enríquez en la Sociedad de Artesanos sería crucial: hacia 1876, auspicia la candidatura del presidente de esa corporación, el próspero carpintero Francisco González, a una diputación por la provincia del Cuzco. González, posiblemente el primer parlamentario obrero del país, concurrió a la Cámaras en las legislaturas de 1878 y 187954.
54. Vid. ECHEGARAY, Ismael R. La Cámara de Diputados y las Constituyentes del Perú. 1822-1965. Lima: Imprenta del Ministerio de Hacienda y Comercio, 1965, pp. 597, 605.
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