Transiciones de La Familia- Falicov

May 3, 2017 | Author: FabioJebus | Category: N/A
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Descripción: Resumen del texto de Falicov...

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TRANSICIONES DE LA FAMILIA: CONTINUIDAD Y CAMBIO EN EL CICLO DE VIDA- Falicov 10. Crisis familiares previsibles e imprevisibles- Pittman. Una crisis es una situación en un periodo de cambio inminente, el punto en que las cosas podrían mejorar o empeorar pero que inevitablemente cambiaran, por lo que la crisis constituye una oportunidad peligrosa. A mediados de la década de 1960, Kaplan y sus colaboradores en el proyecto Denver estudiaron crisis conducentes a pedidos de hospitalización psiquiátrica, ofreciendo terapia familiar como alternativa a la hospitalización. Esto dio origen a la conceptualización de cuatro tipos generales de crisis, donde cada una requiere un tratamiento diferente. Definición de crisis. La crisis por golpe inesperado. En este tipo de crisis, el estrés precipitante es real, único, manifiesto e imprevisible y surge de fuerzas ajenas al individuo y al sistema familiar; entran aquí incendios, guerras, enfermedad, etc. Con frecuencia, las familias se adaptan bien a los efectos de éstas, porque la culpa es poca y reciben apoyo reciproco entre los miembros de la familia y de quienes las rodean, a medida que se adaptan a las nuevas circunstancias. A menudo, estas crisis no suelen requerir la atención de los profesionales de la salud mental. Sin embargo, si la causa del estrés es confusa y la crisis no está bien definida, pueden surgir sentimientos de culpa, reproches y la respuesta puede perderse en la pauta de crisis favorita de esa familia, respondiendo a cualquier crisis según su manera habitual no funcional. Esta respuesta característica es conocida y no guarda relación alguna con la situación del momento, pero es posible que, después de esa respuesta patológica conocida, la familia se asiente y adapte. Crisis del desarrollo. Son aquellas que ocurren en respuesta a las etapas normales del desarrollo, la clase de cosas que todos deberíamos esperar y para las que deberíamos preparados. Estos tipos de estrés son universales y manifiestos, por

lo que deberían ser previsibles, pero algunas familias les oponen resistencia como si pudiesen evitarlos a voluntad en vez de adaptarse a ellos. Las crisis del desarrollo trasladan a los individuos a otro nivel de madurez. Lo ideal sería que estuviéramos preparados para afrontarlas, celebrarlas, compartirlas como parte del proceso vital. Semejantes acontecimientos aparecen rodeados de ceremonias personales: el nacimiento de un bebe, su primera palabra, primer diente, primer día en la escuela, primera cita, casamiento, jubilación y muerte. Todas estas transiciones son normales y cada una de ellas puede ser inofensiva si se la comprende, pero peligrosa si se la interpreta como una cuestión personal. Crisis estructurales. Hacen referencia a un defecto de la estructura familiar que la hace resistente al cambio y propensa a sufrir exacerbaciones intermitentes de cierto conflicto intrínseco. Quizás todas las crisis familiares son, hasta cierto punto, estructurales, por cuanto ocurren cuando un estrés amenaza algún aspecto sensible de la estructura familiar. Una crisis puramente estructural es aquella en la que el estrés surge de la misma estructura familiar antes que de fuerzas extrínsecas. El diagnostico se establece por medio de la historia familiar, la cual puede indicar que la misma crisis ha ocurrido una y otra vez, sea cual fuere el estrés. Estas familias sufren una serie de emergencias recurrentes en las que requieren ayuda externa, pero rara vez parecen percibir que los episodios recurrentes están relacionados entre sí conforme a una pauta que podría definirse como “el problema”. Al tratar cada episodio como único, dejan sin definir el problema estructural habitual. Las familias que adolecen de un defecto estructural tienen crisis recurrentes y cualquier nimiedad puede exacerbarlas. Empero, cada crisis es una mera emergencia, un simple grito para que alguien acuda una vez más, a proteger a la familia de la necesidad de modificar su defecto evidente.

Crisis del cuidador. Con el tiempo, estas familias, pueden elaborar una red de cuidadores que les prestan determinados servicios para protegerlas de los cambios. Los cuidadores (que no son miembros de la familia) asumen ese rol movidos por el deseo de ser auxiliadores, salvadores y hasta poderosos, por lo que, en principio, el cuidador necesita de la familia tanto como ella de él. A la larga, la familia se vuelve más dependiente, el cuidador pierde el interés y la relación se desequilibra. La crisis ocurre cuando este se echa atrás, no está disponible para atender una crisis familiar o cambia de rumbo e intenta curar a la familia más que protegerla. Los cuidadores cumplen para las familias alguna función que ellas no ejecutan por sí mismas. A veces, las familias son incapaces de cumplir tal función por motivos reales, pero a menudo el cuidador las protege de adquirir la capacidad para cumplirla. Diagnóstico de la crisis. Para el diagnóstico de la crisis, casi siempre existe un defecto estructural visible para el terapeuta. La superación de ese defecto estructural se puede redefinir entonces como una crisis de desarrollo retrasada, en la que los miembros de una familia han de aprender a hacer por sí mismos, algo que, hasta entonces, no estuvieron dispuestos a aprender. Por lo que el terapeuta debe fomentar ese cambio, si este no lo hace, se convierte en cuidador. Los cuatro tipos de crisis requieren métodos terapéuticos diferentes, y si bien pueden entrecruzarse o fusionarse, es importante diferenciarlos. La crisis típica: cuatro clases de infidelidad. Pocos problemas causan tantos estragos como el de la infidelidad. La infidelidad, es la principal causa directa o indirecta de divorcio y una causa importante de homicidios y suicidios. 

Infidelidad accidental: los golpes inesperados. Cualquier persona puede cometer un acto de infidelidad por ebriedad, cortesía o presión social, y después, recapacitar y reaccionar como si saliera de un ataque de locura temporaria y estuviera resuelta a no volver a hacerlo, pero sintiéndose a la vez culpable, aislada y temerosa de ser

descubierta. Parece mejor que estos juegos sexuales excepcionales se trataran como accidentes embarazosos, como hechos que acarrean consecuencias pero que no tuvieron una causa importante. Por supuesto, quieren llegan en sus coqueteos a un punto peligroso, y luego, se sienten demasiado turbados para echarse atrás, colocan la responsabilidad por su fidelidad

en

manos

de

personas

desconocidas

que

solo

tratan

pasajeramente, y no asumen la responsabilidad de su propia conducta. 

Infidelidad coyuntural: una crisis de desarrollo. Esta infidelidad se relaciona con las crisis del desarrollo, sea cual fuere esta, el individuo anhelara, quizás , un momento de entusiasmo y aventura, o de entrega reconfortante y tranquilizadora, que no cree posible alcanzar en su hogar, y poco a poco, su ira ante esta privación llega a un extremo que lo induce a embarcarse en una aventura extraconyugal. Por lo cual se debe tener en cuenta que para mantener un matrimonio se necesita de dos personas maduras y previsoras, que mantenga la fidelidad entre ambos y se responsabilicen por ella.



Infidelidad estructural: una crisis de exacerbación. Cada matrimonio tiene que acordar si se permitirán o alentaran las relaciones sexuales extraconyugales y, en caso afirmativo, en qué circunstancias. Las crisis estructurales se producen cuando un cónyuge quebranta este acuerdo, sea cual fuere. La relación sexual extraconyugal puede incorporarse a la estructura del matrimonio, en cuyo caso deja de ser una infidelidad.



Infidelidad romántica: una crisis de cuidador. Los adúlteros amateurs o los que temen la vejez, pueden experimentar la intensidad de una aventura como “amor” y entablar una relación romántica intensa, de la que les parece imposible evadirse. Estas se convierten en verdaderas relaciones de cuidador a medida que la aventura amorosa va transformándose para el adultero en su único refugio frente a un matrimonio atroz. Estas relaciones son más estables y duraderas y a veces pueden

desembocar en matrimonio, pero no es frecuente, dado que sin el matrimonio, la relación extraconyugal es innecesaria. Tratamiento de las crisis familiares. Entonces

una

crisis

de

infidelidad

puede

tener

características

representativas de cualquiera de los cuatro tipos de crisis y su resolución depende de la claridad con que la haya diagnosticado el terapeuta, por lo que, la exactitud en el diagnóstico es crucial por cuanto no existe una hipótesis segura y neutral que se adapta a todos los casos. Empero, la exactitud es difícil de lograr porque, a menudo, el adultero mentirá y la victima adoptará conductas que exageren la situación. Para esclarecer una crisis que incluya una infidelidad, es importante conocer los secretos, la realidad de la aventura amorosa, si ha habido otras anteriores, cuanto ha durado todo esto y cuál era la situación antes de que comenzara. Al tratar cualquier crisis, se plantean dos interrogantes vitales a los que es preciso responder: ¿Por qué ahora? Y ¿Qué cambio se impide, por encima de todo, mediante esta crisis? Según lo descrito en el proyecto Denver, el tratamiento de las familias en crisis comprende 7 pasos: 1. Respuesta de emergencia: intervenir rápidamente, para reducir la sensación de emergencia y centrar la atención en la crisis específica y en los cambios precisos que ella requiere. 2. Involucrar a la familia: cerciorarse de que todos aquellos que, tal vez, tendrían que cambiar, están involucrados en comprender el cambio 3. Definir la crisis: responder a los interrogantes ¿Por qué ahora? ¿Qué se protege de un cambio, por encima de todo, mediante esta crisis?, determinar qué tipo de crisis es (inesperada, de desarrollo, etc.) 4. Prescripción general: mitigar la sensación subjetiva de emergencia, para posibilitar el proceso de cambio más sutil. 5. Prescripción específica: esbozar los cambios que efectuaría la mayoría de la gente ante esta situación, asignar tareas simbólicas o reales que impelan a resolverla.

6. Vencer la resistencia al cambio: diagnosticar los problemas familiares soterrados por la vía de determinar quién impide el cambio, como se lo impide y porque, establecer con precisión aquello que se protege del cambio a toda costa. 7. Terminación: evitar convertirse en un obstáculo para el cambio, como sucedería si se asumiera la función del cuidador de la familia. Por último, cabe recordar que el éxito de una intervención depende de una definición clara del problema y de lo que hacen las personas sensatas para resolverlo, seguida de medidas tendientes a posibilitar el cambio sin sacrificar el carácter único de la familia.

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