Tracey Richardson
April 3, 2017 | Author: tribades86 | Category: N/A
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El ÚLTIMO SALUDO (Last Salute)
Tracey Richardson Traducción Libre by TEAM LGM
AGRADECIMIENTOS
Se necesita un pueblo para criar a un escritor, y hay demasiadas personas a quienes agradecer que generosamente y sin condiciones me han ofrecido su apoyo, estímulo, consejo y alegre distracción con los años. Todos y cada uno de sus actos se ha manifestado en mis palabras. Cada conexión emocional que he hecho en mi vida resuena en estas palabras también, y por todo eso, estoy agradecida. Mi editora, Medora MacDougall – ¡eres fuerza! Estoy en deuda con Bella Books por su lealtad y profesionalismo. ¡Ustedes no van a encontrar mejores libros de calidad para las mujeres en cualquier otro lugar! Y a las lectoras, gracias por pasar unas cuantas horas de su tiempo conmigo... que son la inspiración detrás de mi trabajo. Mi mayor agradecimiento para Sandra, por su amor, apoyo y presencia constante. ¡Está bien, y por aguantarme cuando estoy en modo de escritura!
SOBRE LA AUTORA
Tracey es la autora de otras seis novelas de Bella Books, incluidas las populares No Rules of Engagement (Sin compromiso), The candidate (La candidata) y The campaign (La campaña). Ella ha sido ganadora y finalista de varios premios de ficción lesbiana, así como premios periodísticos. Tracey trabaja como reportera/editora de un periódico en el suroeste de Ontario, con su pareja y dos perros labradores color chocolate muy ocupados. Cuando no está escribiendo o realizando información periodística, a Tracey le gusta jugar hockey sobre hielo y golf, y está tratando de re-aprender a tocar la guitarra. Por favor, visite su sitio www.traceyrichardson.net
Dedicatoria
A mi amiga Lynn, quien partió demasiado pronto. Y para aquellos que han servido y continúan sirviendo.
Capítulo Uno
Pamela Wright nunca pensó que volvería a ocurrir. Sólo mucho después, la miopía de la pena como una visión borrosa, la maravilla de la cruel rapidez con que su mundo se había derrumbado con un sencillo e inesperado golpe en la puerta. Ella nunca lo vio venir, nunca lo esperó, a pesar de que debería haberlo hecho. Había sido visitada por la tragedia antes, había aprendido esa dura lección hace mucho tiempo. Su error fue haber pensado que no podría volver a ocurrir, que un rayo nunca cae dos veces en el mismo lugar. Dejarse mecer en una falsa y débil sensación de seguridad era inexcusable y era algo que ella juró que nunca volvería a suceder.
Comenzó como uno de esos días, en la sala de emergencias del Centro Médico de la Universidad de Chicago de Illinois – el tipo de día que le provocaba dolor de cabeza a Pam y que la hacía correr a casa y ponerse la pijama, para ver uno de sus viejas películas de romance en DVD, disfrutar de la comodidad prohibidas de una bolsa de papas fritas que obstruyen las arterias y uno o dos vasos de vino.
Se sentía casi, pero no totalmente, bastante culpable sobre su pequeño plan mientras subía los escalones de su casa de dos dormitorios, en el centro de la ciudad, agradeciendo a Dios dejar el día atrás. Si hubiera sido uno de esos locos días, donde los turnos en emergencia se llenaban de adrenalina con el ingreso de personas heridas en accidentes automovilísticos a la orilla del lago o tiroteos de las pandillas del sur- el tipo de situaciones trágicas que eran un terreno fértil para los heroicos médicos- ella todavía estuviera acelerada. Se vistió y se puso su zapatillas de correr, luego buscó en la nevera por unos espaguetis y albóndigas sobrantes y trató de decidir entre las películas Sleepless in Seattle o Mientras dormías. Pero no había habido suerte. En lugar de ello, el día había sido deprimente, ni un alma, y su agotamiento era más mental que físico, porque había terminado su turno sin ningún sentido de logro, sin sentirse realizada de haber ayudado a alguien de una manera significativa.
Humm, pensó, ¿Meg Ryan o Sandra Bullock? Ambas eran lindas y saludables, exactamente el tipo de mujer que Pam secretamente añoraba, pero nunca tuvo el tiempo, la energía o la descarada confianza para perseguir. Un perro podía ser lindo y saludable también, y ella tenía una mejor oportunidad de compartir
su vida con un labrador chocolate que con una Meg o Sandra, reflexionó. Patéticamente, esa idea estaba bien con ella en el momento.
Pam puso el plato de espaguetis en el microondas y se sirvió una copa de merlot cabernet, brindando en silencio por el hecho de que mañana no sería un día de mucho trabajo. Eso le daría tiempo suficiente para deshacerse de la agitación de su turno, que había comenzado con el Sr. Shiffler, un veterano hombre que fumaba dos cajetillas al día, con un caso grave de enfisema. Él tomaba más de una docena de medicamentos al día, pero había decidido días atrás que estaba cansado de las pastillas, por lo que las dejó. Como era de esperar, su respiración se había deteriorado y desde esta mañana estaba en la sala de emergencias, con sibilancias y tosiendo como un hombre que boqueaba su último aliento, en el que con toda probabilidad se encontraba. Ella lo había medicado con esteroides, antibióticos, le dio un tratamiento de nebulización, y después de todo eso, él seguía necesitando un respirador. Totalmente frustrante e inútil. Entonces, un chico de quince años, había llegado en ambulancia, por intoxicación con alcohol. Después de eso, hubo tres pacientes consecutivos que se quejaban de lesiones misteriosas en la espalda y ella solo les podía prescribir aun poco de OxyContin y estarían en camino. "Sólo una pocas pastillas, doc., para superar lo peor de todo esto. " Y esos eran los mejores momentos del día.
Definitivamente era Meg Ryan, decidió Pam, deslizando el DVD en su casetera y retirando su plato del microondas. Mañana tendría que ir a una carrera de cinco kilómetros a lo largo del lago, tal vez participar en el concurso anual de vuelo de cometas en Lincoln Park, escribirle a su hermana Laura que inexcusablemente desde hace mucho tiempo no recibía correo electrónico. Y quién sabe, tal vez ella finalmente aceptaría la oferta de una cita, de la bajita y linda asistente social, Connie Mayfield, quien le había insistido a Pam en ello durante tres semanas. En cualquier caso, podría recargar sus baterías y disfrutar de sus días de descanso y superar el hecho de que, días como hoy la hacían sentir como si toda su formación y educación, todas las horas que presentó como residente de medicina de emergencia, eran buenas para poco más que vendar a la gente y enviarlos de vuelta a sus vidas autodestructivas.
La autocompasión no era normalmente la naturaleza de Pam. Si quería ser un verdadero héroe médico , después de todo, ella habría seguido a su hermana mayor, Laura, quien estaba en el ejército, donde podía ayudar a los soldados y a los aldeanos enfermos y heridos en Afganistán en este momento, mientras trataba de evitar un disparo en el trasero. Pero ella no tenía el estómago para obtener esa
marca gloria. De ninguna manera. Y ella nunca había estado demasiado orgullosa para admitir, que la parte de tratar de evitar un disparo en el trasero, era lo que la había mantenido no vestir el uniforme. Su instinto de conservación estaba firmemente demasiado arraigado. Ella no era Laura.
Sacudió la cabeza y sonrió, mientras recordaba a Laura bromeando acerca de tomar su residencia en Chicago, donde había tantas armas en la ciudad como probablemente había en todo Afganistán. Por lo menos voy a estar armada cuando alguien trate de dispararme, había dicho Laura, con una sonrisa carente de alegría. "Me preocupo por ti, hermanita", había dicho ella. Irónico sin embargo, porque era Pam quien estaba preocupada por Laura.
Pam volvió su atención a la película, sintiendo que su cuerpo se relajaba con los primeros sorbos calmantes del vino. Meg Ryan estaba escuchando al niño en el programa de radio, con la súplica por una novia para su solitaria papá, cuando el timbre de Pam sonó. Qué raro, pensó. Sus horas de trabajo eran tan imprevisiblemente largas, que cualquier persona que quería verla, la conocía lo suficiente para enviarle un texto o llamarla primero para asegurarse de que estaba en casa. Tal vez, pensó con una sonrisa, algún chico en algún lugar estaba tratando de emparejarla con una solitaria pero sexy viuda, como el niño en la película, y la viuda sexy estaba ahora en su puerta rogando para entrar. Sí, como si esas cosas de cuentos de hadas fueran a pasarme a mí.
Sin dejar de sonreír, abrió la puerta a un hombre y una mujer vestidos totalmente en trajes del ejército, sus botones dorados brillaban bajo la luz del porche, sus corbatas perfectamente derechas, la raya de los pantalones afilados como el filo de un cuchillo. El detalle de sus caras no mostraban mucho, pero no estaban sonriendo –ella se dio cuenta. ¿Amigos de Laura tal vez? Había visto a Laura vestir con el uniforme del ejército sólo en tres ocasiones –en su graduación de la escuela de medicina, en una boda y en el funeral de su madre. Un funeral. ¡Oh, Dios mío! ¡No!
Su mente se quedó totalmente en blanco. Sus rodillas empezaron a temblar tan violentamente que estaba segura de que ellos se dieron cuenta. Nada se movía –ni el tiempo, ni estos dos extraños, ni siquiera el tráfico en la calle. El ruido de fondo de la televisión parecía haberse detenido también. Todo estaba en silencio, inmóvil – como un gran vacío.
Con una voz sin matices, preguntó la mujer: "¿Es Usted la Dra. Pamela Wright?"
Pam apenas pudo asentir con la cabeza. "¿Podemos entrar?"
Involuntariamente, ella se hizo a un lado para dejarlos pasar, a pesar de que lo que realmente quería hacer era enviarlos de regreso, era la forma en que lo haría con un vendedor pésimo que va de puerta a puerta. Se le ocurrió que si ella no los dejaba entrar, no podrían entregarle el mensaje. "Soy la Comandante Rowan," la mujer del ejército continuó con esa voz plana. "Y él es el Capitán Mitchell. Estamos aquí por su hermana, la Comandante Laura Wright." Lo sé, quería gritar Pam. ¡Y ahora van a decirme que ella está muerta! "¿Quiere sentarse?" Preguntó Rowan, como si esa fuera su casa y no la de Pamela. Ella parecía tener el papel de dar el discurso, lo que parecía la mejor la alternativa, Pam decidió. El chico parecía nervioso, inseguro, como si tal vez estuviera aprendiendo sobre la marcha. "No", respondió con voz áspera. Ella tomaría esto de pie, al igual que le tocaba a ella cuando entregaba las malas noticias. "El Secretario del Ejército me ha pedido que le informe, que su hermana la Comandante Laura Wright, fue abatida en acción...” ¡Oh Jesús, no! El corazón de Pam sonó en sus oídos como si latiera a un millón de latidos por minuto y ella intentó apoyarse ciegamente en la pared para evitar colapsar en el suelo. Su pecho estaba pesado, no podía respirar. Su cuerpo estaba reaccionando mucho más rápido que sus emociones, lo cual era un concepto totalmente extraño para ella. Ella siempre había sido tan condenadamente buena en mantener el control. Practicarlo le permitía ser estoico, estar al mando, sin importar las circunstancias. Pero esto... esto la dominó, lanzándola a todas partes como si fuera un pequeño bote de remos recibiendo una paliza en el mar. La Oficial seguía hablando, pero dentro de la mayoría de sus palabras, sólo el registro de la parte de un accidente de helicóptero en Afganistán, y que Laura no había sobrevivido a sus heridas – atrapó a Pam.
"Váyanse," ordenó Pam con lágrimas cuando pudo encontrar su voz. "Por favor, quiero que se vayan ahora." No podía soportar más ver esos uniformes de color azul oscuro y las medallas de colores. Los dos no se querían ir. Se ofrecieron a quedarse, para llamar a un amigo, a alguien. No había más familia, sólo eran ella y Laura, y los dos oficiales encargados de notificar las bajas, parecían como si hubieran sido engañados al respecto. A regañadientes accedieron a irse, retirándose las gorras con sus manos suaves, diciéndole que alguien se pondría en contacto de nuevo mañana, para ayudarla con los detalles del funeral.
Pam se deslizó al suelo mientras la puerta se cerraba, debilitada en todas las formas posibles. Así que esto es lo que se siente, pensó aturdida, como si estuviera fuera de sí. Muchas veces, ella había tenido que llevar a cabo las sombrías obligaciones de notificación en el servicio de urgencias. Ella sabía lo que era estar en ese lado de la noticia, sabía demasiado bien lo que era ver a su madre morir por el cáncer. Pero esto. Esto era diferente. Laura era todo lo que tenía, y ahora se había ido. "Laura", susurró con desesperación. Laura, Laura, Laura. ¡No puede ser verdad, por favor! ¡No!. Se llevó la mano a la boca, como si este acto pudiera disminuir de alguna manera el impacto de la muerte de Laura.
Laura era la hermana mayor, que podía hacer de todo, la que era más inteligente, más valiente, la mejor atleta. Era la que estaba llena de alegría y aventura. Ella era la invencible, el modelo a seguir, la protectora de la única familia que Pam tenía, ¡por el amor de Dios! No, no tenía ningún sentido. Laura siempre había estado en su vida, -distante, sí pero siempre está ahí. Siempre a una llamada telefónica o un correo electrónico de distancia. Lágrimas silenciosas se convirtieron en sollozos. Pamela Wright nunca se había sentido tan sola, tan despojada en toda su vida.
*** Trish Tomlinson acomodó los ensayos restantes-ya había clasificado cerca de la mitad de ellos- en su gastado bolso de cuero. Ella era por lo general una de los últimos maestros de la Escuela Secundaria Huron de Ann Arbor, en salir del trabajo cada día, pero esta vez ella tenía un vago pero persistente deseo de llegar a casa lo más rápido que pudiera. Se preguntó, con preocupación leve, si algo estaba por ocurrir.
Ella dio las buenas noches a un par de estudiantes persistentes en el salón, agitó su mano a modo de saludo hacia un compañero maestro y se dirigió hacia la puerta- las del frente esta vez, en lugar de la más cercana al estacionamiento que usualmente tomaba. Un pequeño paseo, con un poco de aire fresco podría liberarla de ese cosquilleo en la garganta, razonó. El portero estaba al pie del asta principal, tomando la cuerda que sujetaba la bandera. Ella lo miró por un momento antes de aproximarse. No era una ocurrencia común ver la bandera cayendo a media asta, y cuando eso sucedía, era señal de una mala noticia, por supuesto. "Hey, Jim" dijo ella rápidamente. "¿Por qué está a media asta?" El hombre mayor, casi tan delgado como el poste de aluminio, encogió sus hombros huesudos. "No lo sé, señora, salvo que era uno de los nuestros." Mierda. Ella no había escuchado noticias durante todo el día, pero tal vez la escuela acababa de ser notificada. Se quedó un momento más, observando a Jim atar la bandera en su lugar y mentalmente se desplazó a través de una lista de posibles candidatos. Michael Ferguson no había estado en la escuela por un par de días. Jarrod Murray había estado fuera toda la semana sin dar explicaciones. Era primavera, y a los chicos les gustaban los coches rápidos, la música a todo volumen y, por desgracia, la cerveza fría o caliente. Una receta segura para un desastre, y un par de estudiantes siempre sucumbían cada año escolar. Trish empezó a caminar hacia el estacionamiento, se detuvo, giró bruscamente sobre sus botas Blundstone. Si ella no se enteraba de quién había muerto, le estaría inquietando el resto de la tarde. "Que tengas buena noche, Jim," gritó y se dirigió hacia el interior. Ella se metió en la oficina, donde la secretaria restante estaba empacando sus cosas del día. "Eyy, Marla." La corpulenta mujer afroamericana le sonrió, moviendo suavemente la cabeza. "¿Por qué, señorita Tomlinson, no puedo creer que casi me ganes a salir de aquí? ¿Desde cuándo te vas antes de las cinco de la tarde?" "Me has pillado. Decidió salir temprano hoy". "¿Una cita apasionada o algo así?"
Todo el personal sabía que ella estaba soltera, a pesar de que rara vez discutía su vida privada. Ella no estaba en el closet exactamente. Era más bien como que su vida era demasiado aburrida para comentarla. "No, nada de eso. Escucha, acabo de ver la bandera afuera. ¿Alguien murió?" "Sí, un alumno de generaciones pasadas." Aliviada, Trish exhaló un respiro nervioso que había estado conteniendo. Luego la curiosidad se apoderó de nuevo. Ella era una alumna de la Secundaria Huron, clase de '93, y la única maestra en la escuela que podría hacer tal afirmación. "Alumno de generación pasada" podría ser hace cuarenta años o podría ser alguien con quien ella se había graduado. "¿Sabes quién era?" "De hecho, sí. Un soldado. Déjame ver el correo electrónico que nos llegó hace una hora más o menos." El corazón de Trish le dio un vuelco, luego otro. Entonces estuvo a punto de detenerse. No, por favor, no… no dejes que sea ella. "Vamos a ver aquí. Una mujer. Hmm, es una pena, no era muy grande. Esa maldita guerra allí. Parece que nunca se va a acabar". ¡Maldita sea, sólo dime quién! "Bien, aquí está el nombre. Se graduó en 1993, la Comandante Laura Wright, a sus treinta y ocho años. Asesinada ayer en..." Trish no oyó nada más allá del nombre de Laura. La secretaria seguía hablando, al menos sus labios seguían moviéndose, pero Trish no pudo oír nada más allá que la sangre corriendo en sus oídos. No podía respirar. Era como si se ahogara con nada más tangible que el aire -aire que no era capaz de llegar a sus pulmones. No Laura, no mi Laura, Oh Dios! Era todo en lo que podía pensar, una y otra vez, como una canción que se reproduce en lo que parecieran minutos. Simplemente no podía ser su novia de la secundaria, su primer amor, su único amor. Esto no podía estar pasando. Y mientras su mente se negaba a creerlo, su cuerpo no tenía ninguna duda. Sus piernas comenzaron a temblar, a adormecerse, y luego su visión se redujo hasta que no era más grande que la cabeza de un alfiler. Estaba cayendo, dando vueltas, envuelta en la negrura. Ella no sintió el suelo mientras caía.
Capítulo Dos
Pam se estremeció en el asiento trasero de la limusina. Estaba nerviosa, asustada. Laura estaba regresando a casa a Ann Arbor. En un ataúd. La idea la hizo temblar de nuevo. A través de las ventanas fuertemente entintadas del coche, vio el enorme avión de pasajeros detenerse en la pista del aeropuerto metropolitano de Detroit. Un coche fúnebre liso negro avanzó hacia él, seguido por una camioneta con placas del gobierno. Sin duda, en cualquier momento la puerta del avión se abriría y Laura estaría allí de pie, saludando y sonriendo, alta y delgada, ansiosa por pisar suelo norteamericano de nuevo. Tan difícil como Pam luchaba por aceptar la realidad, ella no estaba dispuesta a admitir que nunca vería a Laura de nuevo. Tal vez si las visiones vinieran de otro lugar, podría querer que sucedieran. Era uno de los juegos mentales que había estado jugando en el último par de días –como una defensa contra el choque emocional. Ocho soldados en uniforme de gala del ejército salieron de la furgoneta, uno por uno y se movieron en formación rígida hasta la puerta de carga del avión. Era como ver una película en la que todo el mundo tenía un papel que desempeñar, incluida ella misma. Ella podía hacer esto. Sin guion, sin ensayos, sabía cómo hacer duelo. Ella había estado antes en el papel de duelo como hija, y mientras el papel de la hermana en duelo era nueva y aún más desgarrador, no tenía más remedio que guiarse a través de los movimientos. Se agarró a la toallita seca en su mano, sin saber cuándo o incluso si las lágrimas caerían hoy. Había llorado tanto, que ella no sabía si aún le quedaban lágrimas. La puerta de su lado se abrió bruscamente. Una blanco mano enguantada se le tendió. "¿Pamela Wright? Hola, soy la Teniente Camile Chávez". La mano enguantada estrechó la de Pam, conduciéndola limusina.
fuera de la
"Lo siento mucho, Pamela. Sé que las palabras no son suficientes, pero quiero que sepa cuán profundamente entristecida estoy por Laura. Lo que ella significaba para mí, para todos sus colegas y para las personas a las que sirvió. Su amistad era un increíble honor, nunca la olvidaré. La extrañaré mucho". El rostro de Camille Chávez habló de su dolor. Había círculos oscuros bajo sus ojos, cansancio en sus movimientos bajo el porte militar bien entrenado que no pudo ocultar.
"Gracias," dijo Pam con voz temblorosa. "Ella la mencionó un par de veces en sus correos electrónicos. Tengo entendido que eran buenos amigas." La teniente asintió con gravedad. "Nos conocimos en Fort Benning, hace dos años, cuando yo estaba empezando mi carrera de enfermería. Ambas fuimos desplegadas a Afganistán al mismo tiempo, en otoño pasado." "Tú eres la que la trajo a casa, ¿no es así?" Le dolió decir casa, porque realmente Laura nunca volvería a casa de nuevo. Una cosa era segura. Laura nunca volvería a dejar suelo americano de nuevo. "Sí. No me he alejado de su lado durante las últimas veinticuatro horas." Pam estaba contenta de que Laura no estuviera sola y que el ejército se preocupara lo suficiente para asegurarse de ello. A Camille debió haberle importado mucho Laura, y Pam se preguntó fugazmente si en algún momento habrían sido amantes. Desde que se unió al ejército, Laura había hecho silenciosamente su camino a través de toda una larga lista de mujeres. Todos esos años, ella no se había atado por ninguna amante. O por nada más, para el caso. Esa fue la razón principal, suponía Pam, que la vida del ejército parecía convenirle a la perfección. Excepto... lo que el ejército da, te lo quita. Pam sintió la amenaza de las lágrimas. Camille le apretó la mano. "Ven conmigo. Haremos esto juntas, ¿de acuerdo?" Pam asintió mientras las lágrimas comenzaron a caer. Se trasladaron a los pies de la cinta transportadora que se había introducido en la bodega de carga. Comenzó a girar mecánicamente mientras la puerta grande se retraía. Pam se quedó sin aliento, cuando el ataúd cubierto por la bandera apareció a la vista. "Lo sé," susurró Camille. Era un espectáculo impactante. La bandera iluminada nítidamente contra los rayos de sol, estaba alrededor del ataúd como una manta apretada. El color rojo en la bandera hizo pensar a Pam en la sangre. Laura había muerto cuando el helicóptero que la llevaba, se estrelló en una tormenta de arena al tratar de aterrizar en una base de operaciones de avanzada. Los otros habían sido gravemente heridos pero sobrevivieron; Laura fue la única víctima mortal. Pam aún no había pedido más detalles sobre la muerte de Laura. Con el tiempo lo haría, pero no estaba preparada para eso todavía. Los soldados, alineados como postes de cercas perfectamente rectos a lo largo de la cinta transportadora, saludaron cuando el ataúd recorrió su camino hacia abajo. La barbilla de Camille se estremeció, pero mantuvo el mismo tipo de saludo
y se quedó tan rígidamente como los demás. Los hombros de Pam se desplomaron cuando los soldados alzaron el ataúd y lenta pero perfectamente sincronizados en el paso, lo llevaron a la carroza fúnebre. El portazo de la puerta trasera del coche fúnebre, causó que Pam diera un brinco, la finalidad de la misma era discordante. Y justo así, Laura se había ido de nuevo. Camille le tocó el codo. "¿Está bien si voy en la limusina contigo a la funeraria?" "Por supuesto, pero si quieres ir con Lau-" "No. Yo preferiría que no estuvieras sola en este momento. Y vamos a estar justo detrás de ella." Sin decir palabra, se subieron a la parte de atrás de la limusina para recorrer los veinte minutos a lo largo de la Interestatal 94 rumbo a Ann Arbor, a la misma funeraria donde Pam y Laura habían llevado a su madre hacía seis años. Tanta muerte en la vida de Pam. Demasiada. ¿Cómo era posible soportar esto? ¿O esto sería lo que la rompería?, se preguntó aturdida. El coche fúnebre rodaba por delante de ellos y, a través de los vidrios entintados, Pam podía ver el ataúd de Laura y la bandera envolviéndolo. Era casi hermoso, excepto que significaba la cosa más horrible e imaginable – la muerte. Pam se quedó aturdida mirando al frente. "No puedo creer que Laura esté ahí." "El ejército recomendó un ataúd cerrado. Sus heridas..." Pam negó firmemente con la cabeza. "No quiero saber." "¿Quieres verla en privado?" "¿Y tú?" Pam espetó, sin querer. "No," dijo Camille. "Quiero recordarla como era la última vez que la vi." Su sonrisa era débil, íntima. "Fue hace más de un mes. Ella tenía envidia de que yo estuviera siendo enviada a Takhar por un tiempo, para trabajar en una clínica allí. No le gustaba estar atrapada en la base de Bagram, durante un largo período de tiempo. Le gustaba salir a las clínicas en las aldeas, a las bases de operaciones de avanzada. Ella tenía razón en tratar de conseguir salir de la base, porque nunca había estado en Takhar. Ella se estaba enojando por ello, maldiciendo al ejército, maldiciendo al Coronel que estaba a cargo del hospital de la base. Ella incluso amenazó con ir sobre su cabeza. Por supuesto, nunca se arriesgaría a ese tipo de insubordinación. Ella estaba desahogándose".
"Era un buen soldado, ¿no?" "La mejor, Pamela. Sin duda la mejor." Habían pasado seis meses desde que la había visto por última vez a su hermana. Fue el pasado mes de octubre. Laura había tenido una semana de descanso, en su último permiso antes del despliegue a Afganistán en Noviembre. Ella había visitado a Pam en Chicago durante un par de días, luego se dirigió a Ann Arbor en un coche de alquiler para hacer un recorrido. Más tarde le envió un correo electrónico a Pam, donde decía que había pasado por la antigua casa de la familia, la cual estaba a la venta por segunda o tercera vez, desde que su madre murió, y visitó a viejos amigos. Un pequeño viaje por la línea de su memoria, y Pam se alegró de que Laura lo hubiera hecho. Laura había querido que ella la acompañar, pero Pam no podía conseguir el tiempo libre en su trabajo. Deseó ahora haberlo hecho de todos modos, incluso si hubiera significado reportarse enferma. Pero las hermanas Wright eran demasiado orientadas por las normas, demasiado preocupadas por el cumplimiento de sus obligaciones como para hacer algo como reportarse enfermas cuando estaban perfectamente sanas. Oh, Laura, ¿por qué no dejaste ese maldito ejército a estas alturas? Les pagaste mucho más por estar en esa escuela de medicina - les diste trece años, sirviendo en zonas de guerra. ¿No era más que suficiente? ¿A quién quería engañar? Laura no había estado ni de cerca de dejar el ejército. Había amado al ejército. Le encantaba la camaradería, el sentido de propósito y del deber, los riesgos, el honor. Y ella se miraba condenadamente espectacular con ese uniforme, toda ella orgullosa y hasta un poco arrogante, jugando con su apariencia de autoridad. Pamela se aclaró la garganta para alejar sus pensamientos. "¿Qué pasará después?" "Vamos a tener todo listo para el programa de mañana. Cuatro soldados la custodiarán cada minuto. Pasado mañana, volaremos al Cementerio Nacional de Arlington para un entierro con honores, según eran sus deseos.” El ejército exigía a sus soldados exponer sus últimos deseos antes de tiempo. No eran nada si no se preparaban para lo peor. "Hay una carta", dijo Camille suavemente. "Antes de cada despliegue, los soldados deben escribir una última carta a los familiares y esta se mantiene en el expediente. La tengo conmigo. Tú puedes..."
"No puedo. No en este momento." Pam se negó a manejar más de una cosa a la vez. Más tarde, ella leería la carta, pasaría por las cosas de Laura. Sería mucho más fácil, aunque más fácil no era la palabra correcta, si alguien tenía que ayudarla a pasar por esto. Trató de pensar en la palabra apropiada en lugar de más fácil: ¿manejable? ¿Tolerable? ¿Más suave? Algo menos malditamente atemorizante, con seguridad, pero nada en este mundo podía ayudar a que la muerte de Laura fuera fácil. Tenía amigos, pero ninguno de ellos había conocido a Laura. No había otros miembros de la familia de mucha consecuencia, ni amantes de mucha importancia para ninguna de las dos. La última novia seria de Pam había sido una compañera de estudios en la escuela de medicina. Habían durado ocho meses, una relación más de competición que de compañerismo. En cuanto a Laura, ella no había traído a casa a nadie en años, no había mencionado a nadie de importancia en algún tiempo. Ella parecía pasarla bien o tener largos períodos de celibato. Sus inconsistentes vidas amorosas les hacía bromear, acerca de vivir juntas después de que Laura se retirara del ejército. Cómo serían dos hermanas ancianas compartiendo un viejo caserón, con sus diplomas médicos amarillentos colgando torcidos en la pared, sus tres perros y dos gatos acurrucados bajo sus pies, un contenedor de reciclaje lleno de botellas de vino en la acera cada semana. Queriendo sonreír ante la visión, pero dejando ceder su ira en su lugar, Pam, "Pensé que ella estaría a salvo allí. Se suponía que debía estar más segura que los otros, porque era un médico". "Es cierto, el personal médico no está en las líneas del frente, pero siempre hay peligro. Incluso si ella nunca hubiera salido de la base, sigue siendo peligroso. La base es atacada ocasionalmente. Y nos esperan para ir fuera de la alambrada a veces dando clínicas en la comunidad, tratando a los soldados en las bases de operaciones de avanzada, incluso escoltando evacuaciones médicas en helicóptero a veces". En sus correos electrónicos, llamadas telefónicas y discusiones, Laura siempre había minimizado el peligro. Incluso durante sus dos giras en Irak, cuando las cosas eran aún más calientes que el infierno allí, nunca decía mucho acerca de los riesgos. Sin embargo, su muerte no tenía mucho sentido. Las probabilidades eran tan lejanas y sin embargo... había sucedido. No podía pensar en eso ahora, no podía jugar el juego de lo que pasaría si. Pamela volvió su rostro hacia la ventana. Ya estaban en Ann Arbor, la ciudad donde ella y Laura habían pasado la mayor parte de sus vidas. Las familiares banderas y señales de la Universidad de Michigan estaban por todas partes, dándole a Pam una punzada suave de la nostalgia. Los estudiantes paseaban por las calles, muchos de ellos con los habituales colores azul marino y oro de la escuela, la
mayoría de ellos sin preocupaciones y sin cargas. Era bueno estar en territorio familiar, los recuerdos de ella y de Laura en el Alma Mater la envolvía en un manto de consuelo. Mientras la procesión se acercaba a la ciudad, Pam se dio cuenta de las personas agrupadas en la acera en pequeños grupos, algunos sostenían pequeñas banderas norteamericanas, otros con sus manos sobre sus corazones. Con cada bloque, más personas estaban de pie en la acera, mirando silenciosamente. "¿Es esto lo que creo que es?", Susurró con asombro. Camille asintió, sintiéndose ella misma bien acogida. "He oído hablar de que esto ocurre en las comunidades. La gente que brinda espontáneamente sus respetos." Su voz comenzó a quebrarse. "Me hace sentir muy orgullosa, ¿sabes?" No, Pam no lo sabía, pero estaba empezando a entender. La gente ponía cuidado, sobre todo acerca de uno de los suyos, y esto trajo lágrimas frescas a la superficie otra vez. Tal vez no estaba tan sola después de todo. Examinó los rostros que pasaban. Uno de ellos se destacaba, y Pam apretó la cara contra el cristal. Era Trish Tomlinson, de pie en la acera, mirando el coche fúnebre, parecía afligida. Pam puso su mano contra el vidrio para saludar, antes de darse cuenta de que el teñido era demasiado oscuro para que Trish la viera. Trish. Gracias a Dios. Si alguien podía entenderla, si alguien sería capaz de llorar con ella, esa podía ser Trish. Esperaba que, a pesar de que no tenía derecho, que Trish llegaría a la funeraria más tarde y la buscaría. Por favor, Trish.
Capítulo Tres
A medida que el coche fúnebre y su contenido envuelto en banderas pasaron lentamente, Trish sintió la finalidad de la muerte de Laura, como un portazo que cerró la puerta de acero en su corazón. Ella no sabía lo que había esperado, uniéndose a los extraños en la calle para ver la sombría procesión. Tal vez esperaba que alguien le dijera que era sólo una broma, y Laura saldría por el solar del techo de uno de los coches que pasaban, sonriendo y luciendo magnífica, con su cabello rubio como el sol y sus ojos gris-verdes que brillaban con picardía encantadora y la alegría de vivir que poseía sólo alguien que enfrenta regularmente el peligro. O tal vez alguien podría anunciar que todo había sido un caso de confusión de identidad y Laura todavía estaba en Afganistán. Pero ninguno de estos escenarios estaba disponible, y esto era todo lo que Trish podía hacer para no llorar en público. "¡Qué lástima tan horrible!," murmuró al aire una mujer mayor a su lado. "¿Cuántas más va a tomar?" A Trish no le importaba, porque había tomado la vida del único soldado que a ella le importaba. Intelectualmente, siempre había entendido los riesgos. Habían hablado de ello largamente, cuando Laura se detuvo por la escuela durante una breve visita a la ciudad el pasado otoño, justo antes de su despliegue. Charlaron sobre el césped de la escuela por unos momentos, compartieron una cena y un par de copas de vino. Al igual que un vendedor que da a su mejor discurso, Laura le explicó los beneficios de lo que iba a estar haciendo por allá, como estos beneficios superaban los riesgos, que su trabajo era mucho más importante que el miedo - el suyo o el de alguien más. Habían tenido una conversación idéntica hacía diecisiete años, cuando Laura se unió al ejército como una forma de sufragar los gastos de la escuela de medicina. Incluso entonces, antes de que ella experimentara la dura realidad de la guerra, Laura había minimizado el peligro. Pero no había sido suficiente para convencer a Trish de aguantar hasta el final. Ninguna de las dos podía dar lo que la otra necesitaba, y para Trish, la imperdonable conclusión era que Laura había elegido al ejército sobre ella. Había elegido un modo de vida que simplemente no podía incluir a una pareja de regreso a casa. El miedo de Trish de que Laura pudiera ser asesinada, fue la mayor razón por la que ella se había excluido de su relación hace tantos años. Ella no quería terminar como una joven viuda. Excepto que ella no habría sido una viuda en ningún sentido oficial, no en Michigan y no con la ley No preguntes, no digas en vigor durante la mayor parte de la carrera de Laura. Ahora, Trish era simplemente una antigua amiga. Una amante de tiempo pasado. Bueno, más que una amante. Su primer amor. Y el primer gran amor que solo se tiene una vez, sabía Trish. Ella y
Laura se habían unido para siempre en esa alianza embriagadora de descubrimiento sin límites, de la esperanza inocente, de un futuro mágico que aún tenía que trazar. Y mientras esa unión especial era de hace mucho tiempo, había dejado una huella permanente en el alma de Trish. Ella nunca había sido capaz de borrar de su vida a Laura. ¿Y ahora qué? se preguntó Trish, su corazón estaba pesado como una roca. Ella se quedó en la acera mientras las personas que la rodeaban reanudaron su camino y siguieron adelante, su vida diaria tomando forma de nuevo. ¿Debería ir a casa? ¿Finalmente seguir adelante con su vida, ahora que la antorcha que había estado llevando durante tantos años, había sido tan cruel y permanentemente apagada? Si se fuera a casa, sería solo para revolcarse en su miseria y mirar -de nuevo- la foto 5x7 enmarcada de Laura, en la graduación de la escuela de medicina hace trece años. Fue la última vez que habían estado felices y juntas, justo antes de que todo cambiara. Justo antes de que Laura se entregara al ejército. Lo que realmente le gustaría hacer era emborracharse, pero la idea de beber sola no tenía ningún atractivo. Se tambaleó hacia delante, en dirección a la funeraria. Había leído en el periódico que el velorio podía ser mañana, y después de eso, el cuerpo de Laura sería llevado hasta el cementerio nacional de Arlington, Virginia, para un entierro ceremonial. Pero ella no quería esperar al velorio de mañana, y se le ocurrió que estaba actuando como el viejo perro fiel que seguía sentado en la puerta de su amo, incluso después de que el Maestro había partido. Patético, pero su corazón roto no le permitiría ninguna alternativa. Algunos soldados se arremolinaban fuera, hablando en voz baja entre ellos, casi sin mirarla pasar, mientras el humo de un par de cigarrillos por un momento la incomodó. Las puertas delanteras se abrieron y Trish marchó a través de ellas con un propósito en sus pasos. "¿Puedo ayudarle?" El gerente de la funeraria, demasiado joven para parecer tan adusto y serio, le preguntó con cortesía. "Yo, ah, soy amiga de la Comandante Laura Wright." "Lo siento, pero el velorio de la Comandante Wright es mañana por la tarde. Tal vez...” "Trish! Oh, estoy tan contenta de que hayas venido". Pamela Wright pasó junto al joven gerente de la funeraria y cayó en los brazos de Trish. Era alta, un poco más alta que Laura, y con su misma fisonomía, -
toda llena de fuerza. Ella se aferró fuertemente a Trish, como si ella fuera su salvavidas. "Quería estar aquí, pero no estaba segura..." Trish se sintió incómoda, fuera de lugar. Cuando Pam finalmente se separó, Trish gimió en silencio. Pam se parecía tanto a Laura - el corto pelo rubio fácilmente despeinado, la nariz perfectamente recta, los hoyuelos matadores. Y esos ojos- gris-verdes idénticos a los de Laura. ¿Cómo es que ella realmente no había notado el extraño parecido antes? Pam era como una copia más joven de Laura, siete años más joven para ser exactos, y en un instante Trish fue transportada a otra época, a un momento en que Pam era una chica desgarbada bañada por el sol, en la cúspide de la adolescencia. "Por supuesto que debes estar aquí", dijo Pam suavemente. "Tenía la esperanza de que lo hicieras. No hay nadie más..." "Lo sé," Trish se ahogó. Tenía que recuperar la compostura, por el bien de Pam y nada más. Con esfuerzo se aclaró la garganta. "Cualquier cosa que necesites." "¿Puedes venir a la sala de observación conmigo?" Trish vaciló. No sabía si podía manejar el ver a Laura en un ataúd. "Está cerrado", dijo Pam, como si le leyera el pensamiento. "Está bien." Trish la siguió a través de las grandes puertas dobles del santuario interior. El ataúd cubierto por la bandera estaba sobre una tarima, unos soldados de pie, erguidos perfectamente en cada una de las cuatro esquinas. La habitación estaba extrañamente silenciosa, ni siquiera una tos o el sonido de una garganta que se aclarar. La bandera estaba brillantemente iluminada por las luces del techo, el ataúd era claramente la estrella de este espectáculo macabro. La adrenalina y la emoción enviaron al galope el corazón de Trish. A su lado, Pamela la tomó de la mano, se la apretó, y se le ocurrió a Trish que eso debía ser lo que lo hacía reconfortante. "Oh, Pam." Su voz era de papel. Emociones identificables se agolpaban en ella, chocando unas con otras. Se estaba ahogando en ellas. Una gran foto tamaño poster, de Laura en su uniforme de gala, descansaba sobre un caballete al lado del ataúd. Era todo tan irreal, tan incomprensible. ¿Está sucediendo realmente? Podría ser un escenario de película, pensó Trish.
"No me gusta que esa sea la única foto de Laura," Pam dijo entre dientes, y Trish sabía exactamente lo que quería decir –era una foto del ejército de Laura, como si eso fuera todo lo que Laura era, todo lo que había sido nunca. "Me olvidé de traer fotos de casa. Maldita sea, yo..." "Está bien. Tengo algunas". Los hombros de Pam se relajaron, pero su rostro seguía siendo una máscara de angustia. "Trish, yo no creo que pueda hacer esto sola." "No tienes que hacerlo. ¿Has comido ya?" Era hora de la cena, y aunque la comida era la última cosa en mente de Trish, ella no quería que Pam se colapsara por hambre y agotamiento. Pam miró su reloj, negó con la cabeza. "Ven a casa conmigo." Pam la miró inquisitivamente. "A menos que quieras quedarte aquí toda la noche," enmendó rápidamente. "Yo puedo quedarme también." "No, no creo que me pueda quedar aquí mucho más tiempo". Entonces deja que me ocupe de ti, Trish quería decirle. No puedo cuidar de Laura, pero puedo cuidar de ti. "Creo que me las arreglaré para hacer algo de comer. Podemos elegir las fotos". No tienes que estar sola ni yo tampoco. Pam asintió. En silencio, miraron el ataúd durante unos minutos más, hasta que Trish suavemente la alejó.
Capítulo Cuatro
Mientras Pam seguía a Trish por el sendero de ladrillo de la casa de Trish, ella se acordó de su infancia en la casa de dos pisos, de estilo victoriano de finales de 1800, con una chimenea de ladrillo en la sala de estar, un largo porche en la parte delantera del lado de la casa, un pequeño patio que no había sido casi lo suficientemente grande para que jugaran las dos hermanas. Pero habían amado esa casa, su mamá sobre todo, y ella había trabajado arduamente para aferrarse a ella después de la muerte de su padre, cuando ella y Laura eran niñas. La casa de Trish estaba muy ordenada en el interior, ordenado pero agradable y cálido. Pisos de madera oscura brillaban y estaban parcialmente cubiertas por alfombras de colores brillantes. Atrevidas pinturas abstractas colgaban de las paredes, fotos enmarcadas profesionalmente también. Una biblioteca de piso a techo estaba repleto de libros de tapa dura y de bolsillo. Una buena casa para vivir y disfrutar, fue lo que vino a la mente de Pam. Mientras miraba a su alrededor, se dio cuenta de la evidencia de que Trish vivía sola. Los zapatos parecían todos del mismo tamaño, chaquetas idénticas en tamaño colgaban en el perchero, y simplemente no había tantas cosas para dos personas. Pero ella le preguntó de todos modos. "Síp, sólo yo," respondió Trish con una sonrisa que era difícil de leer. “Y también vivo con mis perros. El último murió hace cinco meses". "Lo siento." Trish la llevó hasta la mesa de la cocina que daba a una terraza y a un patio magníficamente lleno de flores. "Voy a conseguir otro perro algún día, cuando esté lista. ¿Tú tienes mascotas?" "Con mi horario de trabajo, no creo que tendría tiempo para una mascota de compañía." Trish rebuscó afanosamente a través de los armarios, y se le ocurrió a Pam que ella era el tipo de persona que le gustaba mantenerse ocupada, que no se mantenía quieta por mucho tiempo. "No tienes que buscarte un problema, Trish. Realmente no tengo hambre". "Yo tampoco, pero voy a hacernos unos bocadillos de queso a la parrilla y una ensalada césar. Y me voy a sentar aquí y asegurarme de que comas".
Pam se rio por un momento, la primera vez en días. "Ya no soy la hermanita pequeña que tú y Laura tenían que cuidar." Trish sonrió, poniendo una sartén de hierro fundido en la estufa. "Todas esas noches que tu mamá trabajaba, Laura y yo teníamos que cuidarte. No podíamos esperar hasta que te fueras a dormir. ¿Recuerdas cómo solíamos sobornar te?" "Claro que sí. Yo tenía el cajón lleno de barras de caramelo, gracias a ustedes. Pero me colaba por las escaleras y las miraba besándose en el sofá. Es increíble que tú y Laura nunca me pillaran". Un ligero rubor se abrió camino hasta las mejillas de Trish. "Lo sospechaba. Supongo que Laura y yo sospechábamos que tú podrías convertirte en gay también, ¿eh? Teniendo estos, ejem, modelos tan visibles" La mantequilla crepitaba en la sartén mientras Pam pensaba en que, cuando era una precoz niña de diez años, sentía un flechazo inmenso por la novia de su hermana mayor. Ella soñaba que Trish la besara de esa manera, que esos ojos marrones se derramaran tan amorosamente sobre ella y que la mirara como miraba a Laura. Ella solía acompañarlas hasta que ellas se lo permitían, y Pam inhalaba clandestinamente la sutil fragancia de jabón y champú floral de Trish y cerraba los ojos al escuchar esa voz de miel suave. Era embriagador estar cerca de la bonita chica de diecisiete años, Trish, quien tenía el tacto más suave y la sonrisa más amable y, que nunca la trató como la pequeña hermanita molesta de su novia. Pam nunca reveló su amor platónico de juventud por Trish, por temor a que pudieran burlarse. O peor aún, compadecerse. "Bueno," bromeó Pam, "Tenía que haber obtenido la idea de alguna parte." Trish colocó los sándwiches de queso con la mantequilla caliente, sacó dos vasos del armario y las llenó de té helado. "Creo que todavía estoy esperando mi horno tostador en eso." "Es curioso, eso es exactamente lo que Laura dijo que el día que salí del armario ante ella. Yo estaba en el primer año de la escuela de medicina. Ella se echó a reír y dijo: ´ ¿Tienes que copiarme en todo? ´ era una broma, por supuesto, porque sabía que la única cosa que yo nunca copiaría era unirme al ejército". La exasperación asomó sobre el rostro de Trish. "Hablé con ella intentando evitar que se uniera al maldito ejército. La amenacé con romper con ella, prometiendo seguirla a cualquier lugar, siempre y cuando no fuera a una base del ejército. Lo intenté todo. Incluso le dije que yo misma me saldría de la escuela y conseguiría un trabajo para ayudarla a pagar la escuela de medicina, ya que el costo de la matrícula era su gran excusa para unirse al ejército".
"Lo sé. Recuerdo algo de esa tensión entre ustedes, en aquel entonces". Trish vertió una bolsa premezclada de ensalada en un tazón. "Ese fue el comienzo de todos los problemas entre nosotras", dijo en un largo suspiro. "Sólo se puso peor y no pudimos superarlo, una vez que me di cuenta de que ella se hubiera unido al ejército de todos modos, por las cuotas escolares o no. Ella amaba al maldito ejército". "Me enojé cuando ustedes rompieron," espetó Pam. Ella estaba devastada cuando Trish dejó de venir, odiaba que su hermana fuera tan infeliz durante meses, odiaba que no había nada que pudiera hacer para revertir la situación. "Laura fue miserable durante mucho tiempo después. Supongo que yo también". "Nos hizo infelices a las tres." Trish acercó los sándwiches en un plato, añadió un par de pepinillos en vinagre al lado. "Disculpa, esto es una cena pobre." "No, esto es maravilloso. Si no fuera por esto, probablemente no comería nada en todo el día". "Oh, Pam." Trish se estiró y tocó su mano brevemente. El gesto estuvo muy cerca de provocar a Pam hasta las lágrimas. Para evitar una explosión de emoción, Pam se ocupó de su sándwich. "Tú y Laura permanecieron en contacto a través de los años, así que estoy contenta por eso." Pero nunca te mantuviste en contacto conmigo. Nunca realmente me dijiste adiós una vez que tú y Laura se fueron por su propio camino. "Nosotras no lo estuvimos durante mucho tiempo, pero los últimos cuatro o cinco años, hablábamos por teléfono una o dos veces al año, algunos correos electrónicos. La vi cuando ella llegó a la ciudad el pasado otoño. Tuvimos una cena. Estoy tan contenta de haberlo hecho". Laura no había mucho mencionado mucho a Trish en los últimos años, pero Pam podía leer entre líneas. Sabía que todavía se preocupaban una de la otra en un nivel que iba mucho más allá de sus vidas cotidianas. Parecía que tenían un vínculo muy fuerte que se mantenía entre ellas. "¿Cómo es posible?" dijo Pam con voz vacilante, "¿que tú y yo nunca nos hayamos mantenido en contacto?" En algún momento, ella había pensado que podrían. O por lo menos, había esperado que ella y Trish fueran amigas también. "No lo sé. Supongo que te perdí la pista después de que tu madre murió y te mudaste a Chicago. Yo sabía que estabas ocupada con la escuela de medicina y todo eso, pero me hubiera gustado que siguiéramos siendo amigas. Lo siento." Los
ojos castaños eran tan auténticos, tan comprensivos. Exactamente los mismos que Pam recordaba desde hacía tantos años. "Yo también. Lamento no haberte localizado. Tienes razón, yo estaba ocupada. Estoy ocupada. Pero es una mala excusa." Miró a Trish y confió en que su desesperación no se notara. "Me vendría bien una amiga ahora." "Yo podría serlo. ¿Dónde te estás quedando?" "En el Marriott." "¿Por qué no te quedas aquí conmigo, hasta que llegue el momento de llevar a Laura a Arlington? No me gusta la idea de nosotras estar solas en este momento". Los nudos en los hombros de Pam se disolvieron inmediatamente. “Sí” respondió ella, a ella le gustaría eso. Estar con Trish se sentía extrañamente familiar y decididamente reconfortante. Trish era el único lazo que tenía ahora en esta ciudad, era la única persona con quien podía hablar acerca de haber crecido aquí, de hablar de Laura, de su madre, sobre todo de los recuerdos. Trish era prácticamente de la familia, y ella quería estar acompañada de Pam en una manera que nadie más podía hacerlo en este momento. El sol se ponía rápidamente, y Trish encendió una lámpara, mientras se trasladaron a la sala de estar. Otro interruptor y la chimenea de gas volvió a la vida – el frío de abril, aún provocaba un escalofrío- y algo de humedad de la vieja casa. Pam cogió la foto enmarcada de las tres de la repisa de la chimenea. Era la graduación como médico de Laura, y se veía absolutamente encantadora y totalmente emocionada por el futuro. Pam, quien estaba a punto de graduarse de la secundaria, estaba mirando con asombro a su hermana mayor, mientras que Trish miraba con cautela hacia la cámara. "¿Ya sabías que cuando se tomó esta foto, las cosas ya no eran lo mismo entre tú y Laura?" "Sí. Nos mantuvimos cerca durante unas pocas semanas después de su graduación, pero las dos sabíamos que nuestras vidas se estaban separando. Yo ya estaba enseñando aquí. No quería irme. Laura sabía que nunca iba a volver aquí para quedarse, probablemente no estaría en un mismo lugar durante mucho, mucho tiempo. Nunca más pudimos encontrar un terreno común". Pam acomodó la foto de nuevo y se trasladó al sofá. "Tú nunca quisiste ser la esposa de un militar."
Trish se rio con amargura y se sentó junto a Pam. "Querrás decir que no quería ser el pequeño y sucio secreto de Laura. No, el ejército no exactamente había puesto una alfombra de bienvenida a las parejas del mismo sexo, y yo no podía soportar la idea de vivir de esa manera. Además, yo estaba empezando mi carrera aquí, Laura se había embarcado en la de ella. Quería invertir en mi comunidad. Laura estaba feliz flotando justo a donde el ejército la enviara. Eso no nos hacía exactamente compatibles". "Es cierto. Pero ustedes dos se amaban tanto. Yo era joven e ingenua, lo sé, pero yo pensé que ustedes estarían siempre juntas". Recordó cuando ellas estaban en la secundaria, siempre riendo, siempre tomadas de la mano, siempre tan condenadamente felices, como si estuvieran destinadas a estar juntas para siempre. "Yo casi no podía creerlo cuando de repente ya no eran una pareja. Para mí era como, no sé, lo que la separación de los Beatles debió sentirse en la generación de nuestros padres." Eso hizo sacar una sonrisa a Trish. "Bueno, como los Beatles, creo que incluso las cosas buenas tienen que llegar al final. La vida se puso más difícil y parecía que se endurecía bastante rápido para Laura y para mí". "¿Todavía estarían juntas si Laura nunca se hubiera unido al ejército?" "Laura nunca hubiera dejado de entrar en el ejército. Necesitaba esa aventura en su vida, necesitaba sentir que estaba haciendo algo bueno en el mundo, sirviendo a los demás de una manera que no podría haber hecho si se hubiera quedado a trabajar en algún hospital o clínica en Estados Unidos." La cara de Trish se sonrojó. "Lo siento. No pretendo sugerir que lo que haces..." "No, yo sé lo que quieres decir." Diablos, muchos días, ella sentía que no estaba haciendo mucho bien en el hospital tampoco, pero en su corazón sabía que estaba haciendo algo útil con su vida. No en una escala global como Laura, pero aun así, estaba haciendo algo bueno, estaba ayudando a la gente. "Laura tenía una cierta mentalidad de héroe en ella. Ella nació con eso. Es algo que jamás podría emular, aunque lo intentara". "Me alegro de que no lo hagas, o tú también podrías..." "¿Morir también?" Pam agregó, sus pensamientos dieron un giro sombrío. La muerte era la razón por la que estaban aquí, charlando en la sala de Trish, reunidas de nuevo. ¡Qué extraño se sentía que apenas dos de ellas estuvieran juntas, que la tercera y el más importante eslabón en su triunvirato, Laura, estaba ausente! Un triciclo sin una de sus ruedas.
Trish se inclinó hacia delante, con los codos en las rodillas. "Maldita sea. ¿Por qué no podía haber elegido un camino más seguro? Quiero decir, ella podría haber hecho un trabajo noble y no tener que arriesgar su vida en el otro lado del mundo. Esto... esto... es lo que ha pasado, es algo que siempre temí que pasaría. No puedo decir que lo esperaba, pero me lo temía". La garganta de Pam se apretó. Ella había tenido esos mismos pensamientos, sabía que Laura estaría en peligro todo el tiempo que permaneciera en el ejército, pero se había convencido a sí misma de que Laura podría salir de eso. "No había manera de que habláramos con ella para que saliera del ejército. Lo intenté, yo sé que tú lo intentaste también. Ella iba a vivir su vida de la manera que quería, sin importar lo que las personas que la amaban tenían que decir al respecto. Ella era su propia dueña. Acepté eso hace mucho tiempo." "Lo sé. Tienes razón." Trish se apretó los brazos alrededor de sí misma, como protegiéndose de un escalofrío. "Supongo que nunca pude aceptar esa terca insistencia de ella, por lo que la dejé ir. Tuve que dejarla ir, así no dolería tanto si le pasaba pasado algo. Y ahora..." "Ahora se ha ido", murmuró Pam en voz baja, con un nudo en la garganta. Trish negó con la cabeza, su boca era una línea amarga. Pam sabía que ella también iba a enfadarse, que iría a través de este mismo escenario en algún momento. Pero en este momento extrañaba a Laura, terriblemente. No podía imaginar lo que el futuro sería sin ella. Era tan condenadamente triste, un vacío dolorosamente horrible. Hundió la cara entre las manos y dejó que los sollozos atormentaran su cuerpo en oleadas turbulentas. "Oh, Pammy." Si Pam pudiera sonreír, ya lo habría hecho. Ese era el nombre de la mascota de Trish cuando era pequeña, y la transportó de vuelta a ese tiempo y la hizo sentir amada por un pequeño momento. La hacía sentirse protegida de una manera que no había sentido desde aquellos días. Trish se agachó junto a ella, la atrajo en un abrazo, abrazándola con fuerza, con tanta fuerza como una madre lo haría con su niña pequeña llorando de dolor. Pam hundió la cara en el hombro de Trish, sintió el calor de su mano frotando en círculos suaves en la espalda. No había nadie más que pudiera sostenerla así, que pudiera entender su pérdida, que podría identificarse con su soledad en el mundo. Sin Laura, Trish ahora era su único vínculo real con su pasado. "Trish, por favor no me dejes", dijo conmovida.
"No lo haré, Pammy. Te prometo que no lo haré".
Capítulo Cinco Cientos de personas –si no es que miles- vieron pasar el ataúd envuelto en la bandera para presentarle sus respetos. La mayoría de ellos que Trish no reconoció, aunque sí pudo notar algunos antiguos profesores, unos amigos de la infancia, los antiguos vecinos de los Wright, algunos de sus compañeros en la escuela. Los políticos locales se presentaron también, por supuesto, cumpliendo con un deber. Trish se encontró deseando que sus padres, quienes se habían retirado a Hawái hacía más de una década, hubieran podido hacer el viaje. Pero estaban a distancia, física y emocionalmente, como de costumbre. Eran sólo ella y Pam, y ella se maravilló de cómo Pam heroicamente logró mantenerse en pie para las cuatro horas que se tardó en saludar a todos personalmente. Camille se quedó muy cerca. La parte más difícil para Trish fue escuchar los discursos. Un Mayor del ejército habló primero, a pesar de que apenas conocía a Laura. Habló mucho sobre la misión, sobre el ejército, como si fuera una vocación más alta que los simples mortales no lo entendían. Eso ofendió ligeramente a Trish. En este momento, ella sólo condenaba todo eso de la misión y su terrible costo humano. Si ella tuviera el poder, Dios sabía que ella traería a casa en este mismo segundo, a todos los hombres y mujeres en uniforme. ¿Cómo había llegado a esto, Laura en un ataúd? ¿Cómo se habían pasado los años en un abrir y cerrar de ojos? ¿Realmente habían pasado diecisiete años que Laura anunció que se uniría al ejército para que pudiera ir a la escuela de medicina? ¿Seguido de trece años de servicio peligroso, comenzando justo antes del 9/11? Con la misma sensación de malestar en el estómago, se acordó del día que Laura anunció que ya se iba. Fue el día en que se cerró un capítulo en la vida de Trish y comenzó uno nuevo e involuntaria. Fue el día en que tuvo que empezar a dejar de lado el sueño de las dos, de una vida en común, porque el ejército se convertiría en el compañero de Laura, su primera prioridad. El ejército había tomado lo mejor de Laura, dejando a Trish con sólo los restos, y simplemente no era suficientemente. Se merecía más de Laura, y de alguna manera parecía más fácil en ese entonces a alejarse, para comenzar a planificar un futuro sin ella. Las frases podían llegar tan fácilmente, tan definitivamente, cuando pensaba que todavía tenía toda la vida por delante, reflexionó Trish. "Si me amas, no harás eso." "Si lo haces, te dejaré."
"No voy a esperar por ti, Laura. No voy a desempeñar un papel secundario en tu vida". "No voy a sacrificar mi carrera por la tuya." "No voy a vivir una mentira para el ejército." Sí, había dicho todas esas cosas y más, usando sus palabras como dagas. Había obligado a Laura a hacer una elección entre ella y el ejército. Y ella había perdido. Camille comenzó a hablar, sus palabras daban al servicio fúnebre un toque más personal. Ella describió cómo admiraba a Laura, por su profesionalismo, su talento como médico y soldado, su compromiso desinteresado para el ejército y su país, su valentía. Siempre su valentía, dijo Camille a través de una sonrisa llorosa. Describió cómo una vez, Laura ignoró un ataque con cohetes a la base, para terminar el procedimiento quirúrgico en el que estaba. Cómo una vez salió en un vehículo blindado por un camino plagado de IED (dispositivos explosivos improvisados ) para llegar a un soldado atrapado debajo de un camión destrozado, en una zanja. Cómo no se detenía ante nada para ayudar a alguien, amigo o enemigo. El ejército tuvo la suerte de haber tenido a Laura, Camille llegó a la conclusión, pero no tanta suerte como ella tenía de haber llamado a Laura una amiga. Trish involuntariamente contuvo el aliento cuando Pam se trasladó hacia el atril, con los hombros llenos del peso invisible de la pena. Parecía cansada, frágil, tan condenadamente sola. Era una hermosa joven, treinta o treinta y un años de edad. Llevaba el pelo rubio natural todavía, con el rostro aún sin líneas de expresión, pero sus ojos parecía que miraban más allá de sus años. Pam había visto tanto sufrimiento en su joven vida. Su padre había muerto en un accidente aéreo cuando Pam era apenas una niña en edad preescolar. Su madre, una portero trabajadora en la universidad, que a veces tenía que trabajar de noche en un segundo trabajo para ganarse la vida, había muerto ce cáncer, seis años atrás. Con Laura en alguna parte del mundo, Pam había dejado de lado su carrera de medicina para cuidar principalmente de su madre en sus últimos meses. Pam, sin duda, había visto mucha enfermedad y sufrimiento en su profesión elegida, por lo que Trish tenía ganas de ver a Pam en tiempos más felices. Una sonrisa sería un buen comienzo, aunque fuera por unos pocos segundos -una sonrisa que dijera que no tenía una sola preocupación en el mundo. Una sonrisa para borrar toda la tristeza. "Gracias a todos por venir," Pam anunció en voz baja. "Sé que si Laura pudiera, iba a darles las gracias también, no sólo por honrar su vida, sino por honrar la vida que tan bien eligió. Unirse al ejército..." La voz de Pam se quebró y ella tomó
un momento para recomponerse. "Participar en el ejército no es para todos. Desde luego, no es para mí. Y por mucho que la vida que escogió Laura me asustaba, era lo que ella quería." Pam miró suavemente a Trish, y Trish supo que las palabras de Pam eran para ella. "De hecho, Laura habló un poco más acerca del ejército en los últimos trece años. Yo sé que ella realmente se sentía parte de algo mucho más grande que ella misma, y en verdad, ¿qué mejor sentido de propósito puede tener una persona, que ser parte de algo mucho más grande?" Hubo asentimientos de concordancia entre la multitud, sonrisas de entendimiento. Pam tomó un largo rato antes de empezar de nuevo. Tenía que ser tan difícil decir cosas buenas sobre el ejército en estos momentos. Si hubiera estado Trish ahí arriba, no había manera de que pudiera hacerlo. ¡Ella habría dicho que se sujetaran a la misión en sus traseros! "Laura nunca habló de los peligros, sólo hablaba de las cosas buenas, sobre los progresos realizados, sobre lo que era ayudar al pueblo afgano. Ella me dijo lo humildes y agradecidos que eran ellos. Eso era de lo que ella y yo hablábamos mucho, la parte de la ayuda, la parte médica, y no de la lucha. Nunca quise pensar en esa parte, y creo que Laura lo sabía. Saben, ella nunca se olvidó de su ciudad natal. Volvió aquí por unos pocos días antes de su despliegue, el pasado otoño." Trish recordó cómo se miraba Laura entonces. Confiada y orgullosa, como si el despliegue no fuera nada. Pero había una energía nerviosa acerca de ella también. Condujeron hacia la antigua casa de la familia Wright, en camino a la cena y Laura estaba enfocada inusualmente por completo a la charla y a la nostalgia de los viejos tiempos. A lo largo de la cena también, no podía dejar de hablar de los viejos días- el campeonato que había logrado en el equipo de baloncesto, la huerta de su madre en la que nunca parecía crecer nada más que malas hierbas, la primera vez que condujo sola el coche de su madre, la vez que los dos habían enjabonado las ventanas de la casa de su profesor más odiado. Y de otros recuerdos, más íntimos también. "Jesús, Trish, ¿recuerdas aquella tarde que nos escapamos de la escuela y mi mamá nos encontró a nosotras en la cama?" "¿Cómo podría olvidarlo? Oh Dios mío, fue mi momento más vergonzoso de mi vida. ¡Todavía lo es! Nunca pude mirarla a los ojos durante un largo tiempo, después de eso." Laura se había reído tan fuerte que había lágrimas en sus ojos. "Era un poco difícil volver al armario después de eso. Lo bueno es que ni siquiera lo intentamos".
"Tu madre sabía desde el principio que éramos más que amigas." "Sí, probablemente lo sabía. Ella fue muy comprensiva al respecto. Mucho más comprensiva, que cuando se trató de que me alistara en el ejército. Hombre. ¿Has notado que nunca mantuvo una foto mía con uniforme?" Laura se había quedado callada desde entonces. Triste, tal vez, o simplemente reflexiva. La conversación pasó a otro tema, pero Trish había sentido como si Laura hubiera tenido un mal presentimiento, una premonición tal vez o quizás algunos arrepentimientos. En cualquier caso, ella no quería hablar de ello, y tampoco Trish. Ahora deseaba que lo hubieran discutido, incluso si eso no hubiera cambiado para nada los acontecimientos. "Tal vez," Pam estaba diciendo, con la voz temblorosa de nuevo. "Tal vez fue su manera de decir adiós a este lugar. Supongo que nunca lo sabremos, pero me alegro de que haya tenido la oportunidad de visitar la ciudad por última vez, para ver a algunos viejos amigos, para pensar en los viejos tiempos. A veces... los recuerdos son lo único que nos queda". Pam sollozó, secándose una lágrima de la mejilla. "Siempre tendré los recuerdos de Laura. Ella siempre estará en mi corazón". Hizo otra pausa, cerró los ojos, se enjugó otra lágrima. Estaba siendo tan condenadamente valiente. "Ella fue la mejor hermana mayor que cualquier persona podría haber tenido. Te quiero, Laura. Gracias". Con eso, Pam se disolvió en una cascada de lágrimas. Al instante Camille saltó a su lado, ayudando a guiarla a bajar unos pasos del atril. Trish se levantó también, ayudando a Camille a escoltar a Pam hasta una silla en la primera fila. Pam continuó llorando al cubrirse con un Kleenex y Trish deslizó su brazo alrededor de sus hombros temblorosos. "Ella también te amaba, Pammy. Mucho."
***
Había sido el día más difícil de su vida, saludando a los cientos de personas que habían venido a presentar sus respetos, luego el discurso, agradecer a la gente y luego otra vez en la tarde el almuerzo. Hasta ahora, ella había pensado que el funeral de su madre había sido el día más duro de su vida, pero ese día palideció en comparación con esto. Se supone que los padres mueren primero, las hermanas no, al menos no todavía. Y ella no había estado sola para el funeral de su madre. Miraba a Trish, persistente ante el último grupo de personas dispuestas a irse. ¿Cómo podía haber previsto hacer esto sin la ayuda de Trish? Quería pedirle a Trish que la acompañara a Arlington para el entierro, porque no podía soportar la idea de
tener que sentarse sola mientras pasaba el "toque del silencio", plegando la bandera, viendo a Laura escapar para siempre. Su formación médica le había enseñado que cuando uno necesitaba ayuda, cuando estaba luchando, era importante pedir ayuda. "¿Estás bien?" Preguntó Trish en voz baja. Pam se encogió de hombros y se tragó las palabras que quería decir. Sabía que Trish vendría a Arlington si se lo pedía, pero era demasiado pedir, sobre todo de alguien que no había sido parte de su vida y ni la de Laura durante mucho tiempo. Ella no quería que Trish lo hiciera por compasión o culpa. Camille se les apareció al lado. Varios de los soldados querían dirigirse al bar privado en el American Legión Hall, pasando la calle, para tomar una bebida y aguantar un poco, les informó. ¿Ella y Trish querían venir? Significaría mucho para los soldados a tener la familia de Laura allí. Pam se sentía obligada a ir, para mostrar su solidaridad con los soldados y darles las gracias por haber venido. Incluso podría tomar una bebida, pero ella no se quedaría más allá de una copa de vino. Ella no era uno de ellos, y no quería estar cerca si llegaran a ponerse ruidosos o sensibleros. Ella le dijo a Trish que podía volver a casa en un taxi, si ella no tenía ganas de unirse a ella. Trish asintió lacónicamente, dijo que la vería de nuevo en casa. Pam sabía que Trish estaba demasiado enojada con el ejército, como para sentarse en una habitación llena de soldados y socializar con ellos. La ira y la amargura de Trish, la profundidad de los sentimientos que todavía eran evidentes que tenía por Laura, sorprendieron a Pam un poco. Ella asumió que Trish lo había superado hacía mucho tiempo, pero ahora se preguntaba si alguna vez lo hizo. Ella parecía no sólo solitaria, sino completamente desapegada, totalmente dedicada a su trabajo. Todavía era joven, ni siquiera tenía cuarenta. Demasiado joven para estar atascada en el pasado. La idea la entristeció. La cerveza fluyó como un río desbocado, y lo mismo lo hicieron las historias. Los soldados se rieron y lloraron, hablaron de Laura y de los demás compañeros que habían perdido. Historias divertidas en su mayoría. Como la vez que Laura ganó un concurso de baile improvisando una canción de Lady Gaga, enseñándoles cómo moverse incluso a los soldados más jóvenes. Había habido también una pelea en el comedor una vez, y Laura para detenerla, había sugerido que cualquier persona que no saliera del comedor en treinta segundos, iba a ser inscrito para donar sangre -que ella personalmente los arrastraría hasta el laboratorio. (Y ella lo haría, estaban seguros.) También contaron historias más serias, sobre cómo los había vendado, haciéndolos sentir mejor al instante, con sus habilidades médicas. Podía aplicar una
aguja que se sintiera como poco más que una picadura de mosquito, podría coser un corte sin dejar cicatriz. Pam tomó un sorbo de vino, su cabeza daba vueltas. Fue bueno escuchar las historias, ver cuán amada y respetada era Laura. El ejército era una familia, ella pudo ver eso con toda claridad. Sin embargo, los uniformes, ese mundo obvio del cual ella no era parte, le recordaba cómo drásticamente, la trayectoria de Laura se había distanciado de la suya propia. Ambas eran médicos, ambas eran gay, compartían el mismo ADN, pero en realidad, no habían tenido mucho más en común en los últimos años. Sus personalidades eran muy diferentes. Mientras Laura era aventurera, Pam se mostraba cautelosa. Cuando Laura estaba feliz de ir a donde el viento la llevara, Pam planeaba todo, echaba raíces. Y sin embargo, había habido un fuerte vínculo fraternal entre ellas -uno que no tenían que hablarlo o demostrarlo. Estaba justo allí. "Yo debería haberlo sabido. Debería haber sentido algo", le dijo Pam con desesperación a Camille, que estaba sentada junto a ella, acariciando el vaso caliente de cerveza. "Deberías haber sabido ¿qué?" "Que algo le estaba sucediendo. Ya sabes, cuando ella murió. Debí haberlo sentido." "No te preocupes," Camille la tranquilizó. “Ella no estaba sola, y eso era lo importante." "¿Acaso ella...?" Pam respiró profundamente para calmarse. Ella no quería saber los detalles antes, pero ahora sí. Algunos de ellos, por lo menos. Cuando se le dio primero la noticia, parte de la negación era bloquear los detalles de la muerte de Laura. Eso podría ser menos real si no se conocieran los detalles. Pero era real, y ella no podía aceptarlo hasta que supiera lo que había pasado." ¿Ella sufrió?" "No, no sufrió. Un cuello roto. Pero hubo otros daños. Del impacto. Una gran cantidad de huesos rotos. Fue instantáneo". Bien, así que había sido rápido. Probablemente no supo qué la golpeó, solo saber que el helicóptero estaba cayendo. Se preguntó cuáles habrían sido los últimos pensamientos de Laura, lo que había estado en su mente mientras el helicóptero se venía abajo. Probablemente ella sólo esperaba sobrevivir y que los demás sobrevivieran también. O tal vez había habido un momento de resignación, de tranquila aceptación de que probablemente no iba a salir bien.
Suavemente, Camille le dijo más sobre el accidente, sobre los intentos de resucitar a Laura y luego el transporte cuidadoso de su cuerpo, en todas las etapas para traerla a casa. Le dijo como, a la mañana siguiente después del accidente, una familia afgana que Laura había ayudado una vez, se presentó en las puertas de la base militar, de luto por Laura. "Me dieron algo, algo que querían que la familia de Laura tuviera." De su bolsillo sacó una pulsera de cuentas de colores, naranja, rojo y oro." Me dijeron que gracias a ella, su hija viviría para ver muchas más puestas de sol." "¡Es hermoso!" Pam deslizó sobre su muñeca izquierda y la sostuvo hacia las luces tenues del techo. Esto era mejor que una medalla, porque se trataba de alguien a quien Laura había ayudado y para quien significaba algo. Sí, era mucho más personal que una medalla y mucho más gratificante. Las lágrimas la llenaron otra vez. "Gracias, Camille. Y si alguna vez los ves de nuevo..." "Probablemente no, pero lo entiendo." "Me gustaría saber más acerca de lo que Laura estaba haciendo allí. Ella no dijo mucho al respecto, pero quiero tratar de entender. "Necesito entender, añadió para sí misma, porque si no lo hago, siempre voy a resentir su sacrificio. "Ella llevaba un Diario allá. Dijo que siempre había querido llevar uno las otras veces que era desplegada, pero no lo había hecho hasta ese momento". "¿Crees que ella sabía que podría ser la última vez? ¿Que ella no volvería a casa?" "Ella nunca me dijo nada parecido. Si cualquiera de nosotros se siente de esa manera – y nosotros lo sentimos- no hablamos de ello. Es como una enfermedad que no se desea que se propague a otras personas. Uno no quiere mostrar su miedo o cualquier negatividad. Nadie quiere que algo se convierta en una profecía auto cumplida". "Ese Diario. ¿Dónde está?" "Está con todas sus cosas. Te será enviado de la base militar. Probablemente tomará un mes o algo así." Mejor así, pensó Pam. Tal vez para entonces ella sería lo suficientemente fuerte como para leerlo. "Tengo su carta," dijo Camille suavemente, metiendo la mano en el bolsillo, pero sin quitarla hasta que Pam asintió.
Pam aceptó el sobre blanco y cerrado, dobló las orillas y lo metió en su bolsillo del abrigo. No quería pensar en ello en estos momentos y desde luego no quería leerlo frente a estos extraños. De repente, tenía que salir de ese lugar, lejos de las risas y de los nítidos uniformes y de los ojos que habían visto demasiado en sus jóvenes vidas. Camille dijo que la entendía y que un coche pasaría a recogerla a primera hora de la mañana, para el viaje al aeropuerto. En el viaje en taxi a casa de Trish, Pam consideró la noticia de que Laura había estado guardando un diario. ¿Qué había escrito acerca de la misión? ¿Tendría solo una lista de las cosas que estaba haciendo sobre la base militar o era que anotaba sus pensamientos? ¿Sus opiniones? ¿El diario explicaría lo que la llevó a vivir un estilo de vida errante pero extremadamente arriesgado? Había algo solitaria sobre la idea de nunca echar raíces, pero Pam estaba sola también, y ella no estaba viviendo una vida errante. Ella nunca había tenido la intención de que su vida fuera tan solitaria, siempre se había dado prisa en culpar a su soledad, por su vida tan ocupada como estudiante de medicina y ahora como residente. Había asumido que Laura vivió una vida bastante solitaria también, pero ¿qué sabía ella? Laura probablemente tuvo un montón de amigos, un montón de amantes, personas y una existencia de la cual Pam no sabía nada. Una vida rica y plena, tal vez, y una que era tan diferente de la de Pam, que Laura había decidido no compartir gran parte de eso con ella, todos estos años. "Yo no la conocía," Pam susurró en el abrazo que Trish le dio en la puerta, a su llegada. "Y yo no puedo soportar ese pensamiento." "Tonterías. La conocías mejor que nadie." Trish la sentó en el sofá y cogió dos copas de vino, trayendo la botella con ella y colocándola en la mesa de café. "No. Tú la conocías mejor que yo. Mejor que nadie, probablemente." Trish resopló. "Dormir con alguien no significa necesariamente que los conoces." Eso era cierto. Pam se había acostado con un total de cuatro personas en su vida, ninguna de las cuales se podía decir que conocía muy bien. "Recuerdo que pensé," Trish continuó después de un largo sorbo de su vino, "hace mucho tiempo, que Laura quería una vida conmigo. Que el ejército era sólo un medio para un fin. Pero estaba equivocada. Cuando escogió el ejército sobre mí, me di cuenta de que no la había conocido tan bien como yo pensaba".
"Tal vez no era tan simple. Quizás Laura esperaba que pudiera tenerte a ti, junto con una vida en el ejército". "Si lo pensó, era ingenua. Yo nunca podría haber vivido con la mentalidad de no-preguntes, no-digas para mantener nuestra relación en secreto. Hubiera sido imposible volver al armario, después de estar juntas en nuestro último año en la escuela secundaria y luego en la universidad." Trish se quedó mirando su vaso durante largo tiempo. La gravedad de su tristeza compartida era tan pesada y ominosa, como sonaba el tic-tac del reloj antiguo en la repisa de la chimenea. "Nunca lo superaste, ¿verdad?" Trish negó con la cabeza. Comenzó a llorar en silencio, y el hecho de que no trató de detener sus lágrimas, honraba a Pam. Cuando todo el mundo se haya ido, dame tus lágrimas, pensó Pam, recordando fragmentos de un poema. Sus lágrimas estaban a salvo con ellas. Era obvio que Trish aún amaba a Laura, que nunca había dejado de estar enamorada de ella. "Oh, Dios, lo siento", fue todo lo que Pam pudo decir. Había estado tan abrumada por su propio dolor, que ella no se había dado cuenta de la magnitud del dolor de Trish, hasta ahora. Puso sus brazos alrededor de Trish y la presionó contra ella, absorbiendo sus sollozos, dejando que sus lágrimas tiñeran su blusa. Ella nunca había conocido esa clase de amor antes, pero Trish obviamente sí, y ella estaba sufriendo por eso ahora. Acarició la cabeza de Trish, las suaves olas marrones de su sedoso cabello entre sus dedos. Trish siempre tuvo el cabello más bonito, naturalmente ondulado, justo debajo de su cuello ahora, y seguía siendo tan suave y brilloso. Pam no pudo evitar inhalar el olor a limón y menta de su champú, recordando una época en la que de niña, enferma en la cama con la garganta por estreptococos, Trish le había frotado su espalda y leía un cuento antes de dormir. Recordó en ese momento cómo olía Trish, a todas las cosas buenas y reconfortantes. Como el amor. Como en casa. Todavía olía a esas cosas. "Lo siento", dijo finalmente Trish, alejándose y llenando sus copas. "Debes pensar que estoy muy atrofiada emocionalmente. Atrapada en el tiempo o algo así. Qué patético". "No, no es patético. Estoy celosa". "¿Lo estás?"
Ooops. No había querido decirlo así. Ella sabía que su cara estaba poniéndose caliente y no era sólo por el vino. "¿Quién no estaría celosa de esa clase de amor? Quiero decir, ser capaz de amar a alguien tan profundamente". "Así que, ¿no tienes a alguien?" "Pues no." El hecho de que ella nunca había estado enamorada, nunca le había tanto molestaba antes, como ahora. "Vamos, en serio." "Es serio, por desgracia." Trish parecía contemplar esto. Por lo menos el cambio de tema había puesto fin a sus lágrimas. "Pero, seguramente habrás tenido un montón de novias en los últimos años." Pam se rio con amargura. "Sí, claro. ¿Qué te hace pensar eso?" "Porque, obvio Pam, eres hermosa, inteligente y exitosa. Las mujeres deben estar trepando para llegar a ti." "Bueno, si lo están, no están siendo muy obvias." Trish bebió más vino, sus ojos chispeaban. "Más bien tú no lo estás notando, sería mi conjetura." Pam podría jugar este jueguito. "Si alguien debe tener las mujeres en fila alrededor de la cuadra, debes ser tú, nena." Bien, estaba un poco borracha, pero se sentía bien decir lo que pensaba. "Bueno, ahora esa es una pequeña fantasía. Ni siquiera he tenido una cita en casi dos años." "¿Qué?" Trish tenía que estar bromeando. Joder, si Trish habría sido su maestra en la escuela secundaria, se habría metido en un buen lío. "Ahora estás jugando conmigo." "No, lamentablemente no es así." Pam se terminó su copa de vino y se envalentonó. "¿Es por Laura? ¿Porque nunca la olvidaste?" Trish se encogió de hombros, volvió a llenar los vasos. "Tal vez, no lo sé. Eso es lo que dice Rosa". "¿Quién es Rosa?"
"Mi mejor amiga. En realidad, ella fue la última mujer con la que salí". "¿Eres la mejor amiga de la última mujer con la que saliste?" "Sip. Tratamos de salir durante más de un año, pero ella juró que yo no estaba en ello, y tenía razón, supongo. Nos quedamos como amigas. Ella jura que no le daré a nadie la oportunidad de compararse incluso con Laura. Bastante patético, ¿no te parece?" "Demonios, no. Te diré lo que es patético. Patético es nunca tener una relación que dure más de unos pocos meses. Nunca encontrar a alguien que despierte ni remotamente mi corazón. Como que llegué al punto en el que me imagino que no tiene sentido ni siquiera intentar nunca más." "Oh, Pam, tienes que intentarlo al menos. El amor nos visita a todos nosotros al final. Me acaba de pasar el tenerlo desde el principio en mi vida. Lo cruel de esto es saber lo que el amor puede ser y luego no volver a encontrarlo. Adivina como Laura me arruinó". Bien, ahora realmente se estaba emborrachando, pero qué demonios. Ella nunca tendría un momento como este con Trish de nuevo. Ella sonrió, con la picardía y la valentía burbujeando en su sangre. "Bueno, Laura pudo haberte arruinado a ti, pero tú me arruinaste a mí, Trish Tomlinson." Trish, con los ojos vidriosos por su propia embriaguez, miró a especulativamente. "¿Qué?"
Pam
"Sip. Arruinado este joven corazón adolescente. Desde el momento en que tenía diez años hasta que..." Mierda. Está bien, quizá no había fecha de terminación, sin caducidad a este amor tonto de la infancia, pero no podía decirle a Trish. Y el enamoramiento de verdad era una tontería. Completamente sin fundamento. Y juvenil. "Dios, no lo sé, hasta que tú y Laura rompieron, yo tenía el mayor enamoramiento hasta la muerte de ti." "¿En serio?" "Sip. Hubiera saltado por los acantilados por ti. Me echaron de la clase de matemáticas una vez, por garabatear tú nombre en mi cuaderno. No me digas que nunca lo imaginaste". Trish la miró complacida -gracias a Dios- y no con condena o asco. "Está bien, en cierto modo me imaginé que lo estabas. Eras un poco como un pequeño cachorro a mi alrededor".
"¡Un poco! Jesús. Eras tan dulce, que ni siquiera intentaste darme un golpe. Quiero decir, ¿cómo lo soportaste?" "Era lindo, en realidad. Me sentí halagada. Estoy aún más halagada ahora de saber que podría haber sido tu señora Robinson." Trish se rio y movió las cejas. Pam también se rio, imaginando la escena de El graduado, donde la señora Robinson descubre sus pechos ante el joven Benjamín y le hace proposiciones. "No vas a llevarme arriba y a quitarme la camisa, ¿verdad?" Ella se encogió un poco después de que las palabras salieron, su audacia era un poco impactante. Había un brillo en los ojos de Trish cuando le dijo "Supongo que te hubiera gustado hace quince años, ¿eh?" No, ahí es donde te equivocas. Me hubiera gustado mucho más recientemente que eso. "Sí, definitivamente me hubiera gustado mucho." Tan rápidamente como había resucitado, el espíritu de Pam comenzó a caer en picada. Trish pertenecía a Laura- siempre había sido, siempre lo haría, incluso en la muerte. Había aprendido hacía mucho tiempo que nunca competiría con Laura más allá de seguirla a la escuela de medicina. Laura la superaba en todo, incluso con las mujeres. Ella suspiró profundamente. "Así que, aquí estamos, con nuestros corazones para siempre grabados por alguien que nunca podremos tener." "Oh, Pam." Trish extendió la mano y tocó su mejilla. Su roce era tan tierno, tan lleno de comprensión y amabilidad. Pam se acarició en él, cerró los ojos, quería llorar, quería besar esos hermosos dedos. Trish estaba tan cerca de Pam, que ella podía sentir su aliento en la mejilla. Pam tenía miedo de abrir los ojos, temerosa de lo que pudiera ver en los ojos de Trish. No estaba segura de lo que sería peor, si ver el rechazo o ver la atracción mutua. No, decidió. Nada bueno puede venir de cualquiera de los escenarios. Se dijo a sí misma que eran sólo sus emociones que estaban sacando lo mejor de ellas, su dolor y la nostalgia que los unía. "Trish", susurró Pam, sabiendo que si ella no lo pedía ahora, nunca lo haría. "¿Harías algo por mí?" "Claro. Cualquier cosa". Pam abrió los ojos. Oh Dios. Trish la miraba con tanto cariño, con tanta bondad y generosidad... todas las cosas que siempre habían cimentado su pequeño enamoramiento de ella. Ella tragó saliva y siguió adelante antes de perder el coraje. "¿Quieres venir a Arlington conmigo? ¿Para el funeral de Laura?"
Los ojos de Trish se cerraron de golpe, su cara se volvió una máscara de angustia. Oh, mierda, yo no debí haber preguntado. Es demasiado. "S-sí," Trish respondió con voz entrecortada. "Yo-Yo estaré feliz de ir contigo." "¿Estás segura?" "Sí." Trish trató de sonreír, pero el esfuerzo parecía inútil. "Vamos a decirle adiós juntas. Se siente como si fuera lo correcto hacer." "Gracias," Pam respondió, sabiendo que a Laura le gustaría la idea de ellas juntas diciéndole adiós. De repente, Pam estaba exhausta. Era como si cada parte de su cuerpo ansiaba el sueño, y ya no podía mantener los ojos abiertos. Sin decir palabra, se deslizó hacia abajo y apoyó la cabeza en el regazo de Trish. Acababa de acostarse por un momento, dormitar un poco. Ella cerró los ojos y sintió la mano de Trish alisarle el cabello de la frente, acariciándole suavemente. Ella sabía que el sueño era inminente.
Capítulo Seis
Camille era exactamente igual al tipo de mujer en la que Laura podría haber estado interesada sexualmente, y cuando los tres eran conducidas en la limusina al aeropuerto, Trish se preguntó si Camille y Laura habían sido amantes. El pensamiento le dolió un poco. No era la parte sexual la que sentía hiriente. Laura, sin duda, habría tenido muchas amantes desde que ellas se habían separado, y Trish había tenido unas cuantas. Eran los momentos de Laura, la cercanía de Laura, el corazón de Laura lo que ella había extrañado más, de lo que permanecía celosa. ¿Qué tanto de ello había compartido Camille con ella? ¿Cuánto tiempo habían compartido? ¿Cuánta parte de la vida de Laura había estado con ella? ¿Habían compartido risas, lágrimas, recuerdos? Camille no evitaba nada de eso. Ella era claramente emocional y estaba enojada por la muerte de Laura, pero era estoica también. Era joven, muy cercana a la edad de Pam. Trish encontró su voz e interrumpió el melancólico silencio. "¿Cómo era ella allí? ¿En Afganistán?" Los ojos oscuros de Camille se volvieron de repente hacia ella, serios y ligeramente sospechosos. “¿Laura? ¿Qué quieres decir?" "Quiero decir..." Trish continuó, no muy segura de lo que quería decir. "No lo sé. ¿Le gustaba estar allí? ¿Cuál era su estado de ánimo? ¿Estaba ansiosa por terminar el recorrido?" Se había imaginado todo tipo de cosas sobre Laura allí -que lo odiaba y no podía esperar a salir, que le encantaba y quería quedarse para siempre. Ella no tenía ni idea. Camille hizo una pausa, sus ojos se suavizaron. "Todos tenemos momentos de amor y odio allí. Es complicado. Puede ser frustrante y gratificante, todo en cuestión de minutos. De alguna manera llegar a un lugar donde se aprecia la montaña rusa o al menos se aprende a vivir con ello. Pero sobre todo, se llega a vivir en el momento. Tome las cosas con una hora, un día a la vez. A veces, un minuto a la vez." "Ella escribió un diario allá," le dijo Pam a Trish. "No estoy segura de sí voy a ser capaz de leerlo." "Entiendo", respondió Trish. Ella lo habría leído en un instante si tuviera la oportunidad. Quería saber lo que había pasado por la mente de Laura, porque tal vez entonces finalmente entendería lo que llevó a Laura a permanecer en el ejército
de todos estos años. Tal vez podría decirle por qué Laura había elegido esa vida en vez de una vida con ella. "Tú... ¿te gustaría leerlo?", Dijo Pam, con un tinte de sorpresa en su voz. "Sí, lo haría." "Pero sería tan difícil..." "Lo sé. Pero me siento como si yo no conociera realmente la persona en que Laura se convirtió, en estos últimos años". Pam parpadeó en comprensión. "Sí. Laura no era la persona que solía ser cuando ustedes dos... ya sabes. Ni siquiera estoy segura de que tan bien la conocía en los últimos meses." Trish expulsó una larga bocanada. No confiaba ahora en que alguna vez había conocido realmente a Laura. Y tal vez si ella pudiera entender, podría llegar a conocer a la mujer en que Laura se había convertido, podría dejar de lado esas actitudes de juventud de Laura que siempre se habían quedado con ella. Las que ambas habían mantenido siendo unas adolescentes enamoradas. "El diario", continuó Pam. "Cuando lo tenga, me gustaría que lo leyeras." "Gracias. Me gustaría eso". Pam se volteó para mirar a través del cristal oscuro, perdida en sus propios pensamientos. Trish quería preguntarle más a Camille, como ¿si Laura habría hablado alguna vez de regresar a la vida civil, si alguna vez habló de sus sueños, sus deseos? Pero tanto Camille como Pam estaban calladas, distantes, y ella no quería entrometerse. Ella miró la silueta de Pam y pensó que la vulnerabilidad no le sentaba bien. Tenía una mirada penetrante de confianza, una determinada manera de apretar su mandíbula, una fuerza física en su cuerpo largo y estrecho. Sus manos se veían fuertes y capaces -eran manos que curaban a las personas. Sin embargo, el dolor se había peleado con esas fortalezas para revelar su vulnerabilidad, su miedo, su soledad. Su piel y sus ojos estaban apagados. Su cuerpo, delgado y un poco angular, se desplomaba en el cansancio. Su apretón de manos, sus abrazos, eran dados a medias, como si su cuerpo se hubiera rendido a sí mismo de ser aplastado, arrasado, subyugado. Tan difícil que era todo esto para Trish, tenía que ser mucho más difícil para Pam, decidió ella. Ella tomó la mano de Pam sobre el asiento entre ellas y la apretó suavemente. "¿Estás bien?"
"Estoy bien", susurró Pam, sin dejar de mirar por la ventana. Estarían bien otra vez, ¿no? se preguntó Trish.
***
Arlington, Virginia, estaba repleto de manzanos fragantes y flores de cerezo de color rosa y blanco, y la hierba parecía más verde y más exuberante que cualquiera que Pam hubiera visto en su vida. La temporada estaba, al menos, un mes o dos por delante de Chicago o de Ann Arbor. Si ella estuviera aquí por una razón diferente, podría disfrutar de ello, pensó. Pero había recordatorios en todas partes, de la sombría razón para su presencia. Las banderas se veían a media asta en todas partes, como si la muerte fuera una ocurrencia diaria, constante. Soldados uniformados recorrían las calles de DC, había una guerra desarrollándose, y las señales estaban por todas partes. Trish había entendido su necesidad de espacio la noche anterior, cuando Pam se recluyó en su cuarto de hotel, pidiendo servicio a la habitación, tomó un largo baño y luego se bebió un lorazepam con jugo de naranja, para ayudarle a dormir. No era una de esos médicos puristas, que creen en remedios naturales a expensas de los productos farmacéuticos, ni por el contrario era una alentadora de píldora. Era raro que ella tomara pastillas de cualquier tipo, pero necesitaba dormir o ella nunca sería capaz de sobrevivir a la rutina emocional del funeral de Laura. Ahora, mientras ella y Trish eran conducidas al Cementerio Nacional de Arlington, se dio cuenta por primera vez que estaban vestidas prácticamente idénticas – vestido negro hasta la rodilla, zapatos negros y una bufanda de seda color lila alrededor de la garganta de Trish, y un suéter gris sobre los hombros de Pam. Trish parecía la parte de la afligida esposa, Pam la familia de luto. Ella agarró su pequeño bolso negro del asiento trasero, apretándolo en su estómago, mientras la limusina se acercó a las puertas del parque. La carta- el adiós oficial de Laura- estaba en el bolso, el sobre aún cerrado, sus esquinas ligeramente dobladas por el viaje. Ella no había tenido el coraje de abrirla todavía. Demonios, tal vez nunca la abriría. Quizás debería arrojarla en el agujero junto al ataúd. "¿Estás bien?" Susurró Trish. No, no lo estaba, pero ¿que se suponía que tenía que decir? "Estoy bien. ¿Y tú?"
Trish suspiró. "No lo sé, pero estoy aquí, y vamos a salir de esto, ¿de acuerdo?" La unidad maniobró adelante, prados montañosos y los árboles de forma perfecta parecían no terminar nunca, y en cada curva, las entrañas de Pam se anudaban con más fuerza. Ella vislumbró filas y filas de lápidas blancas, todas ellas perfectamente simétricas. Una de esas lápidas no tardaría en llevar el nombre de Laura. Nunca había pensado en el cementerio militar nacional antes, donde los muertos de las cinco ramas de las fuerzas armadas eran enterrados. Por supuesto, los hermanos Kennedy estaban enterrados aquí, y ella había visto la llama eterna en la televisión antes. Nunca se le ocurrió que algún día tendría una razón para visitar este lugar. La limusina rodó en inercia hasta detenerse. Esto es, pensó, mientras la puerta se abrió y ella y Trish salieron al aire fragante de flores. Sus rodillas se debilitaron por un momento, cuando ella vio a la guardia de honor de cuatro personas, de pie en posición de firmes. Su mirada se volvió al pelotón de escolta al cruzar el camino frente a ellas, esperando con rigidez, sus brazos como barras a los lados. "Pueden ponerse un poco más allá", dijo Camille, señalando a corta distancia. "Yo estaré con ustedes, ¿de acuerdo?" "¿Qué vendrá después?" Trish le preguntó con voz insegura. Habían pasado todo esto antes, pero en su nerviosismo, se había descolocado. "El contenedor traerá el ataúd", dijo Camille con mesura. "El pelotón de escolta se trasladará al lado del cajón, escoltándolo hasta aquí. La guardia de honor llevará el féretro allá". Señaló una zona acordonada donde un par de docenas de personas se arremolinaban, de pie delante de las sillas. "Harán el plegado de la bandera, la descarga de rifles, el último saludo." Jesús, pensó Pam, nerviosa de repente. Todo estaba sucediendo tan rápido. Una orden fue emitida, haciendo eco como un rifle disparado hacia el vasto cielo. El pelotón, en su uniforme azul, marchó con elegancia por el camino, sus zapatos lustrados golpeando el pavimento en sincronía con cada paso. Y luego venían hacia ellas, marchando una marcha fúnebre que le recordó a Pam cómo se caminaba por el pasillo de una boda, de forma metódica y lentamente, en ligero movimiento. Al acercarse, vio a dos hermosos caballos blancos detrás de ellos, jalando el contenedor, llevando el ataúd de Laura cubierto por la bandera. Las ruedas chirriaron, los caballos resoplaban en lo que fue el único ruido en el silencio. Era hermoso, pensó mientras respiraba. Absolutamente hermoso.
Ella abrió la boca de nuevo cuando el caballo sin jinete, caminando hacia atrás, siguió el ataúd. El caballo alzó su cabeza un poco, era claro que no disfrutaba la ausencia de un jinete. Un soldado en silencio, con galones de sargento, maneja la brida del caballo, nunca rompió su paso. Son tan condenadamente buenos en esto, pensó Pam. Demasiado bueno. Demasiados funerales malditos como éste. Más órdenes fueron emitidas mientras la procesión se detuvo resueltamente frente a ellas. "Las llevaré a sus asientos ahora", dijo Camille, poniéndose entre las dos mujeres y tomándolas a cada una del brazo. El resto del funeral fue borroso. Un sacerdote del ejército habló, después un coronel. Pam estaba sentada estoicamente en la dura silla, mirando al frente, con las manos enguantadas cuidadosamente dobladas en el regazo. Se las arregló para mantener las lágrimas a raya, tratando de distanciarse un poco, tratando de estar un poco fuera de sí misma. Era la misma táctica que usaba en casos especialmente sangrientos, en la sala de trauma del hospital. Cabezas aplastadas, cuerpos golpeados, una amputación de pierna accidental, por un mal funcionamiento del equipo en una fábrica de carne. Ella trataba con ellos mediante el alejamiento hacia un lugar diferente en su mente, un lugar que era casi irreal, donde nada de lo ocurrido, mientras ella estaba en ese lugar, no era muy real. Sintió a Trish sin inmutarse a su lado, cuando los siete soldados del escuadrón de fusilamiento, dispararon sus veintiuna salvas. Ocho soldados de pie erguidos junto al ataúd, uno frente al otro, mientras la bandera era levantada del ataúd y cruzada con movimientos exageradamente rápidos. Ella no lloró, mientras se la entregaban, pero Trish furiosamente fue secándose las lágrimas. Ni siquiera el “toque de silencio” llegó a ella... se las había arreglado de alguna manera para armarse en contra de eso. Fue el último saludo que rompió finalmente su barrera. Las docenas de soldados levantaron la mano, todos al mismo tiempo, en ese lento saludo de duelo que ella también había visto hacer en la funeraria. Tres segundos arriba, tres segundos sostenidos, tres segundos más lentos. Fue la última vez que alguien pudo saludar a la Comandante Laura Wright de nuevo, y eso le rompió el corazón. Pam lloró, ya no trató de mantener la marea de emociones. Ella sintió el brazo de Trish apretarse alrededor de su cintura. Alguien había puesto una rosa en las manos de cada una. Trish se apartó, se quedó sola ante el ataúd de Laura por un momento, luego, con cuidado colocó la rosa roja en la parte superior del mismo. Pam hizo lo mismo, susurrando para sí misma, me hubiera gustado conocerte
mejor, hermana. Me gustaría que estuvieras aquí todavía. Te voy a extrañar por el resto de mi vida. Ella puso la rosa en el ataúd, se sintió doblarse y Camille la tomó por el codo para ayudarla a levantarse. "¿Pamela Wright?" Una mujer en uniforme del ejército, con muletas bajo los brazos y un yeso en su pierna derecha, llegó cojeando hasta Pam. "¿Sí?" "Soy Lynn Stonewick. ¿Puedo hablar con usted?" Se había apoyado en su muleta para que pudiera saludarla con la mano. Había algo en sus ojos suplicantes. Claramente, ella no quería apresurarla. "Claro", respondió Pam, alejándose a pocos pies de distancia, por un poco de privacidad. Trish estaba cerca, a no más de un brazo de distancia. Se le ocurrió a Pam que no le importaba sentirse protegida por Trish, lo cual fue una sorpresa. Ferozmente independiente, normalmente le gustaba manejar sus problemas sola. Pero esto... esto era demasiado para una sola persona. Sabía con certeza que ella estaría cediendo ante el peso de la muerte de Laura en este momento, si no fuera por Trish. "Su hermana. La Comandante Wright. Yo... yo estaba en el helicóptero con ella, cuando se estrelló". "Oh Dios." No había querido decir las palabras en voz alta. "Lo siento", murmuró la joven, y Pam se preguntó si ella quería decir que lo sentía porque ella sobrevivió, lo sentía porque Laura murió o por haber estado en la colisión. "¿Por qué?" Susurró Pam, sus pensamientos corrían febrilmente. "¿Por qué se estrelló?” Lo que realmente quería decir era, ¿por qué no había sobrevivido Laura? ¿Por qué Lynn había sobrevivido y no Laura? "No lo sé", pronunció la mujer, tragando saliva, incómoda. "Hubo una tormenta de arena. No podíamos ver el suelo. No podíamos ver nada. Sucedió tan rápido. Pero yo quería que usted supiera que no estaba sola. Ya sabe, cuando ocurrió. Tratamos de ayudarla".
Desde su visión periférica, Pam se dio cuenta que Trish miraba agudamente a la soldado. "Vámonos", Trish instó suavemente, su mano deslizándose en Pam dirigiéndola lejos. Pam se dejó guiar de nuevo a la limusina, todo el tiempo consciente de la joven soldado apoyada en sus muletas, en silencio, tristemente observándolas. "Sabes", dijo Camille deliberadamente a Trish, al lado del coche. "Laura y yo, éramos... ya sabes." "Está bien", respondió Trish. "Pero no tenías que..." "Sí, tenía. Aún estás enamorada de ella, ¿verdad?" "¿Tanto se nota?" "Sí, y está bien. Todo el mundo merece ser amado tanto así". "¿Ella, ya sabes, alguna vez me mencionó?" Camille se quedó perpleja. "Ella te mencionaba todo el tiempo, pero ella nunca habló realmente de ti. ¿Sabes lo que quiero decir?" Pam asintió, sabiendo exactamente lo que quería decir Camille. Eso era lo que Laura hacía a la perfección. A menudo le había menciona el nombre de Trish a Pam en los últimos años, hablando de algunas de las cosas que habían hecho cuando estaban juntas, pero ella nunca hablaba de su corazón, de cómo se sentía acerca de Trish después o tal vez si todavía sentía algo. Ni siquiera que lamentaba cómo habían resultado las cosas entre ellas. Lástima, pensó Pam mientras ella y Trish se subían a la parte trasera de la limusina. Si Laura hubiera abierto su corazón a Trish estos últimos años, diciéndole cómo se sentía ella realmente, tal vez las cosas habrían sido diferentes. Tal vez se habrían juntado, a lo mejor Trish habría podido convencer a Laura de abandonar el ejército. Ella sintió que se le encogía el pecho ante la idea, porque sabía en su corazón que el ejército siempre había sido un tema polémico entre las dos, que Laura nunca habría abandonado el ejército por Trish. "Conductor ", dijo Pam, sin pensar en la última carta de Laura hasta este mismo momento. "Por favor, llévenos a una zona tranquila del cementerio, por un momento."
Una vez más, se dirigían más allá de las interminables filas de lápidas blancas, bajo el silencio y la sombra de los enormes árboles. En lo alto de una loma con vista a la ciudad, Pam le pidió al conductor que las dejara salir. Esperó a Trish que se uniera a ella, en un banco de piedra blanca. "Nunca pensé que diría esto," dijo Trish, "pero es hermoso. Y tan tranquilo. Me alegro de que Laura quisiera ser enterrada aquí". Pam abrió su bolso y sacó la carta sellada, antes de que ella cambiara de opinión. "No quiero hacer esto sola. Esta es su última carta". "Oh, Pam, lo siento mucho." La letra de Laura había sido siempre tan clara, tan opuesto a la letra de sus propios jeroglíficos ilegibles. El corazón le latía con fuerza, produciendo un temblor en su mano mientras ella comenzó a leer. Querida Pam, Si estás leyendo esto, lo siento mucho. Tienes que creer que nunca quise hacerte daño o causarte dolor. Por favor, entiende por qué he elegido el camino que hice. Es lo que tenía que hacer, Pam. Era lo que debía hacer. Tal vez nunca seré digno de él - eso no está en mí juzgarlo. No es para que cualquiera lo pueda juzgar. Es lo que es. Sé que he hecho mucho bien con mi vida, y realmente, ¿qué más hay, cuando todo está dicho y hecho? Decir que no, es disminuir mis sacrificios o los de cualquier persona en esta vida que yo elegí. Yo sé lo que es darse por vencida. Yo sé lo que mi corazón ha perdido a causa de mis opciones. Pam, entre todos los demás en el mundo, yo aún te habría escogido como mi hermana. ¡Tú eres la mejor! Eres una maravilloso, talentosa e inteligente mujer –más inteligente de lo que yo podría ser. Sé que vas a tener una vida feliz. ¡O por lo menos, será la mejor, o nunca te perdonaré! Mi deseo para ti, es que seas feliz, y que encuentres a alguien con quien seas feliz. No vayas por la vida sin el amor de una buena mujer, ¿de acuerdo? Sé que vamos a vernos otra vez. Hasta entonces... Te quiero siempre, Laura. Todavía no se explicaba nada. No explicaba por qué eligió el trabajo sobre el amor, por qué el ejército había sido suficiente para ella. ¿O no lo era? Hubo un atisbo de arrepentimiento, estaba allí, ¿no? ¿Y por qué no había dicho el nombre de Trish? ¿Por qué no podía hablar honestamente de Trish, de lo que tenían y de lo que había tirado por el bien de alistarse en el ejército? ¿Fue un fracaso tan profundo que nunca podría hablar de ello? Y por qué es tan importante para ti que
yo no vaya sola por la vida, ¿eh? No, Laura, no funciona de esa manera. No puedes desear para mí, las cosas que tú no tuviste el coraje y el compromiso de hacer tú misma. Dobló la hoja de papel con movimientos recortados y sin decir palabra se la entregó a Trish. No explica nada, siguió pensando. No explica absolutamente nada. Trish leyó la carta con los labios fruncidos en silencio, antes de devolvérsela a Pam. "No podíamos haberla salvado del ejército, Pam. No estoy segura de que realmente entendiera eso antes de ahora." "Ella nunca quiso ser salvada de nada." Abruptamente Pam se levantó y echó un último vistazo a la ciudad distante. Sintió la ira que subía como un géiser, lento y constante en su interior. ¿Cómo puedes salvar a alguien, que nunca había querido ser salvado?
Capítulo Siete
Trish nadó hasta que sus temblorosos brazos ya no podían impulsarse hacia adelante. Su amiga y alguna vez su amante, Rosa Morán, la urgía desde el carril al lado de ella. "Vamos. Una más, amiga. Tú misma dijiste que estabas en busca de un poco de auto-flagelación hoy". Trish sonrió y se aferró al borde de la piscina. El vocabulario de Rosa era mucho más rico que el de ella. "Te dije que me sentía un poco masoquista hoy. Yo no he dicho nada acerca de la auto-flagelación". "No vas a echarte atrás ante mí ahora, ¿verdad?" "Dios, sí. Me voy a ahogar si no me detengo". Rosa, una aficionada apta y adicta a los triatlones, siguió a Trish fuera de la piscina. Probablemente se habría quedado y nadado otra docena de vueltas, si no fuera porque Trish estaba hecha polvo, pero tratar de coincidir con Rosa en el departamento de fitness era una de esas cosas, como si de repente convertirse en un viajero del mundo o espontáneamente trasladarse a una de las costas, nunca le iba a pasar a Trish. Ella estaba en buena forma, le encantaba nadar y caminar y andar en bicicleta, pero no tenía intención de matarse a sí misma con el ejercicio o hacer algo tan indignante como entrar en un triatlón. ¡Hablar acerca de autoflagelación! Ellas se envolvieron en las acolchadas toallas de felpa y caminaron hacia el vestuario. Rosa había estado pegada a Trish las últimas tres semanas. Desde el funeral de Laura. Hoy era la primera vez que Rosa había sido capaz de sacarla de la casa, por una razón que no fuera el trabajo. "Esas fueron una muy encomiables veinticinco vueltas", dijo Rosa, mientras se ponían sus ropas. "Por favor." Trish odiaba ser consentida, y Rosa estaba en su mejor momento para consentir. "Fue un intento de mierda y lo sabes." Rosa sonrió. "Eres una profesora de Inglés. Seguro que puedes hacerlo mejor que esta mierda". Eso produjo una risa en Trish. "Es una mierda. ¿Qué se va hacer?"
Rosa negó con la cabeza. "Muy bien. Bien. Pero podrías ser un poco más tolerante, ¿quieres? Está bien, ya lo sabes." Puso su mano de manera significativa sobre el brazo de Trish, y el gesto casi le provocó a Trish hasta las lágrimas. Rosa y, por supuesto, Pam eran las únicas personas que entendieron la profundidad de lo que Laura había significado para ella, qué tan desolada y profunda la hacía sentir la muerte de Laura. Más tarde, en una mesa para dos, en el Starbucks cercano, Trish miró francamente a su amiga, y le dijo: "Me siento tan... tan... excavado. " "Excavado. Me gusta esa palabra." Rosa era una escritora de ficción y profesora de escritura creativa en la Universidad. Le encantaba cuando la gente utilizaba palabras inusuales para describir la forma en que se sentían. O para describir cualquier cosa, para el caso. De hecho, era una afición extraña en ella, caminar por la calle o sentarse en un restaurante, con un trozo de papel en la mano, una pluma en la otra y escribir todas las palabras que ella podía pensar para describir lo que veía a su alrededor. Afortunadamente, ella no estaba haciendo eso ahora. "No debería, lo sé..." Muchas veces, durante los dieciocho meses en que habían sido amantes, Rosa había reñido a Trish por la intensidad de sus sentimientos hacia Laura. No sólo eran esos sentimientos entrometidos en el camino de su relación -diablos, era una relación de tres, Rosa le dijo en numerosas ocasiones-, pero estaban interfiriendo en la forma en que Trish vivía su vida. En que Trish fuera feliz. "No puedes pasar el resto de tu vida deseando algo que no puedes tener", Rosa a menudo le daba una conferencia de frustración, a la que Trish respondía fácilmente enojada: "Yo puedo, si quiero -es mi vida." Las cosas fueron rápidamente cuesta abajo para ellas, después de un par de esas batallas épicas. "No debería significa para ti algo, que te sientas como una mierda por lo que pasó." Trish levantó las cejas al oír la palabra "mierda". "Oh, está bien. "Carente,' entonces. 'Agraviada.' "Desconsolada". "Yo estaba pensando más como ' herida'." Sí, eso era exactamente. Tenía una herida abierta en su corazón que no sanaba. Bueno, ella había tenido el corazón mallugado por Laura durante más tiempo de lo que podía recordar. Pero ahora se trataba de una enorme herida
mortal, como si su corazón hubiera sido desollado en vivo. Esto era mucho más profundo y, por supuesto, una forma permanente de perder Laura. "Lo siento, Trish. Yo estaba tan celosa de ella cuando tú y yo estábamos juntas. Creo que casi la odiaba. Y lo siento por eso. Y lamento que ella haya muerto. Y siento mucho que estés pasando por esto". "Gracias por decir eso." Trish tomó un sorbo de su café demasiado caliente, como para derretir el nudo en su garganta. Sabía que Rosa lo decía en serio, pero Trish no podía estar segura de que Rosa fuera capaz de entender verdaderamente su pérdida. "A veces sentía haber amado tanto a alguien, que nunca sería capaz de amar a nadie de esta manera, de nuevo. Siempre me lo imaginaba, pero ahora siento como si fuera una verdad". "No es una verdad, es una suposición, y muy mala. Creo que amarás de nuevo, y la única razón por la que no lo has tenido, es debido al gran obstáculo que siempre depositas, sin consideraciones, en medio de una nueva relación. La completas con señales. 'Camino turbulento más adelante,' o, 'prepárese para detenerse.' " Habían tenido este argumento muchas veces, desde sus citas, y esto hizo que su relación se convirtiera en amistad. Ella sabía lógicamente que Rosa tenía razón, que ella nunca conseguiría dejar pasar a Laura si ella nunca lo intentaba. Que dependía totalmente de ella misma, si se permitía seguir adelante o no. Ahora, sin embargo, mientras el dolor de la pérdida de Laura estaba tan fresca, ella no quería pensar en lo que podría significar dejar pasar a Laura. Ella no quería deshacerse de ella, no en este momento. No. Ella quería sentir cada centímetro del dolor con gran nitidez, porque significaba que de alguna manera Laura todavía existía. Por lo menos en su corazón, si no en ningún otro lugar. Trish suspiró. "Una parte de mí sabe que tienes razón, pero ahora mismo no puedo ni siquiera considerar no amar a Laura. Lo sentiría irrespetuoso, desleal". "Oh, siempre la amarás. Créeme. Pero el corazón humano tiene una capacidad infinita de amar. Tienes mucho más espacio allí, que simplemente para Laura. Y de verdad, cariño, sería justo para Laura, para lo que ustedes dos tenían juntas, ¿dejar que esto te paralice para siempre? ¿Sobre todo ahora?" Las lágrimas asomaron por debajo de la superficie, como nubes de tormenta distantes que amenazaban con volcar su torrente. Trish no podía hablar de dejarla ir, no todavía. Ella se había aferrado a Laura durante tanto tiempo, que era como si fuera una parte permanente de ella ahora.
Rosa pareció percibir la objeción silenciosa de Trish y cambió de tema. "¿Cómo está la hermana? ¿Pam? ¿Has oído hablar de ella desde el funeral?" Había oído hablar de Pam algunas veces. Habían caído en un hábito de estar en contacto entre sí cada par de días, ya fuera a través de textos o de correos electrónicos. "Creo que ella está tratando de dar un paso a la vez, conseguir pasar a través de los días. Es difícil. Ella es la única que queda de su familia ahora". "¿Cómo es ella?" Los ojos azules de Rosa eran penetrantes, como los de un águila. Era desconcertante a veces, como si pudiera leer los pensamientos de una persona a través de esa mirada. "Nunca me has dicho mucho acerca de ella." Cierto. Ella casi nunca había mencionado a Pam, en el par de años en que Trish y Rosa se habían conocido. Nunca había tenido una razón hasta ahora. Ella no había pensado a menudo sobre Pam, que no fuera durante la enfermedad y muerte de su madre hacía seis años y en la pregunta cortés y ocasional que le había planteado a Laura las pocas veces que se habían enviado correos electrónicos o por teléfono. Cómo habían cambiado las cosas. Ahora pensaba en Pam constantemente, sobre cómo se encontraba, lo que estaba haciendo, acerca de si ella estaba bien. "Ella está bien. Ella es una buena chica", dijo Trish, con un encogimiento de hombros. "¿Chica?" La mirada de Rosa atravesó con láser la suya, por encima del borde del café con leche. "Seguro que ya no es una chica." "No, por supuesto que no. Tiene treinta o algo así. Ella es médico de trauma en Chicago. Y sí, ella es gay, ya que estoy segura de que ésa iba a ser tu siguiente pregunta." "La casta la viene de la hermana, ¿eh?" Rosa era canadiense. "Sí y no. Ella nunca tuvo ningún deseo de unirse a las fuerzas armadas o ir a salvar al mundo." Sabía que sonaba resentida sobre la carrera de Laura, que estaba menospreciando las opciones de Laura. Y Rosa era lo suficientemente inteligente como para darse cuenta de ello también. "Ah, así que Laura tenía que mantener su título como la santa de la familia, ¿no?" "¿Siempre tienes que ser tan sincera?" Ella no la estaba criticando. A veces la franqueza era una buena cosa. "Soy una escritora. No tengo tiempo para evasivas o elusiones tácticas".
"De todos modos, no estoy segura de estar de acuerdo acerca de la parte de ´santa´. Pam dejó su carrera de lado para cuidar de su madre mientras se estaba muriendo de cáncer, hace unos pocos años." Laura había hecho un buen trabajo como héroe dentro de ese espléndido uniforme, pero Pam no era menos valiente. Debo decirle eso alguna vez. Rosa levantó su taza en señal de saludo. "Bueno, bueno. No es extraño que sea tan fácil enamorarse de las mujeres Wright". Trish se quedó perpleja ante las palabras de Rosa. ¿Enamorarse? Sí, se había enamorado de Laura hacía mucho tiempo, pero no de Pam. Para ella, Pam siempre sería esa chica linda y adorable que estaba detrás de ellas, con los ojos abiertos y en busca de su propia identidad. "Oh, Rosa, siempre estás tratando de incitar algún tipo de reacción de mi parte, ¿no es así?" "Incitando nada. Sólo mantén tu honestidad, querida". "Lo que digas." Rosa, se dio cuenta, era una de las pocas personas en su vida a quien alguna vez le había dado su total honestidad, aunque a veces se molestara por ello. Pam también le había dado nada más que honestidad. Trish recordó su conversación reciente -y un poco ebria- sobre el enamoramiento de toda la vida de Pamenamoramiento que podría haber superado, si Trish hubiera leído entre líneas correctamente. Era halagador que una mujer tan hermosa se sintiera atraída por ella, pero no era real, no era significativo de ninguna manera. Era simplemente una extensión de los sentimientos afectuosos y juveniles, traídos a la superficie por el dolor compartido. Emociones que habían estado corriendo a través de ellas, como dos coches en una pista de NASCAR, desde la muerte de Laura. El teléfono celular de Trish sonó, su alarma avisándole de un texto recibido, desde el interior de su mochila. "Adelante. Responde." Rosa sonrió, como un gato, como desafiándola. "No quiero ser grosero." "No hay problema. Tengo que ir al baño, de todos modos". Trish sacó su teléfono. Era Pam. ¿Debería hacerlo?
¿Hacer qué? respondió el mensaje de vuelta. Ir a una cita con Connie. Ella ha estado insistiéndome continuamente. La tengo en espera. Trish se rio para sus adentros. Era como si ahora ella fuera la hermana mayor de Pam. Sí, envió un mensaje de vuelta. Ni te lo pienses. Insertó un ícono de carita sonriente. Allí tienes, se dijo mientras cerraba su teléfono. Espero que Pam tenga una cita gloriosa con esta mujer. ¿Ves, Rosa? Estás siendo ridícula. No estoy enamorada de Pam. ¡Ni de cualquier otra persona!
*** Pam tomó un sorbo de vino con tanto entusiasmo como una mosca y se preguntó si estaba haciendo lo correcto. Ella todavía estaba mareada, tenía problemas para concentrarse, se olvidaba de las cosas con facilidad. Apenas tenía la energía para salir por la puerta cada día. Sólo llevaba de vuelta al trabajo una semana, aunque casi no podía llamarlo "trabajo", ya que le estaban dando sólo los casos fáciles en la sala de emergencias, casos que un estudiante de medicina de cuarto año podría manejar -esguinces, dolor de gargantas, cortes de sutura. Incluso esos tomaban toda su energía mental y física. Se había echado a llorar el otro día, con la revisión de un simple análisis de sangre, debido a que el paciente tenía la sangre misma de tipo B positivo- como Laura. Seguía repasando el día en que los dos oficiales de notificación del ejército habían aparecido en su puerta, llevando el horrible mensaje que había cambiado su vida para siempre. Al instante, se había saltado a esta realidad nueva y extraña de la vida sin Laura, a la que no podía adaptarse. Ella no sabía cómo hacerlo, o si era posible. De corazón, sabía que tenía que intentarlo, si no por otra razón que odiaba vivir de esta manera, como si fuera un fantasma que se mueve de forma invisible, incapaz de sentir. Dos días atrás se había armado de valor -o tal vez era más como haciendo caso omiso de su razón- y finalmente había aceptado la persistencia de Connie. Si no era nada más, sería una distracción, imaginaba. Ahora estaban en una cita, y Pam no podía decidir si era un terrible error o si todavía había una pequeña esperanza de salvar la noche. "Mi última novia, Dawn. Bebía la misma bebida que tú".
"Oh," dijo Pam tontamente. ¿Qué se suponía que tenía que decir a una declaración como esa? Lo siento, ¿te recuerdo a alguien con quien ya no estás? "Sí, a ella le gustaba demasiado. No tanto como a Ginny le gustaba su gin – tonic, sin embargo." Connie se echó a reír con una voz aguda, que le recordó a Pam como el ruido de las uñas en una pizarra." Supongo que su nombre le sentaba bien, ¿eh?" Sé amable, se dijo Pam. Se mordió el labio inferior y trató. Realmente lo intentaba. Pero ella no podía llevarlo a cabo. "¿Así que me estás diciendo que sólo te citas con alcohólicas?" La cara de Connie enrojeció, y Pam lamentó al instante su sarcasmo. "Lo siento", murmuró Pam. "No quise decirlo en la forma en que sonó." En realidad lo hice, pero que no debería haber dicho. Las uñas en la pizarra chirriaron de nuevo. "No, eso fue muy gracioso, en realidad. Tú no eres una de ellas, ¿verdad?" "¿Qué?" "¿Una alcohólica?" No, pero podría convertirme en una, si me quedo contigo por mucho tiempo. "Ah, no. Y no fumo ni tomo drogas. Y no dejo mi ropa sucia por el suelo, pero a veces me salto lavar los platos durante un par de días." "Eres graciosa, me gusta eso. Y hablas como si fueras un guardián para mí", Connie le lanzó un guiño coqueto. "¿Qué te gusta para el desayuno?" "¿Eh? Oh." Pam sabía que se estaba sonrojaba furiosamente, cuando finalmente comprendió el significado subyacente de la pregunta de Connie. Connie se introdujo una aceituna en la boca y empezó a chuparla, de una manera que Pam adivinó se suponía que era sexy. La verdad era que le daban ganas de vomitar. "Sabes," dijo Connie alrededor de la aceituna que ahora estaba comiendo, "podríamos saltarnos la cena y hacer nuestros planes para el desayuno. Para mañana por la mañana". ¡Oh Dios!, ¿qué estoy haciendo aquí? Se preguntó Pam, por más de una decena de veces esta noche. Connie estaba linda con sus centelleantes ojos azules,
su recortada y pequeña figura y su sonrisa fácil. Pero Pam no quería dormir con ella. No quería mantener una conversación benévola con ella, lo que debería haber sido fácil, pero era tan duro como sacar raíces de la tierra seca. Esto es doloroso, pensó Pam. Ella no quería estar aquí. Por reflejo, Pam comenzó a frotarse la sien. "No me gusta hacer esto, Connie, pero siento que me está empezando un dolor de cabeza terrible." "Oh, no. Mira, traerán nuestra comida en cualquier momento. Estoy segura de que eso es todo lo que es." "No, no lo creo. Siento que es como el inicio de la migraña". "Lo siento. ¿Espero que no sea nada de lo que dije?" "No, no, en absoluto," mintió Pam. "Es que... no creo que pueda hacer esto en este momento." Connie se inclinó sobre la mesa y tocó ligeramente los dedos de Pam, y Pam resistió el impulso de apartar su mano. "¿Es por la muerte de tu hermana?" Oh, Dios, pensó Pam. No otra vez. Connie había estado tratando de entablar conversación con ella sobre Laura durante días, ya sea por teléfono o por correo electrónico. Tratando de hacer su granito de arena como trabajadora social. La única persona con la que Pam quería hablar de Laura, era con Trish. "Mira, lo siento," dijo Pam con impaciencia, levantándose tan rápido de la silla que se tambaleó precariamente. "Creo que me tengo que ir." "Deja que te acompañe hasta tu coche." Por suerte, ambas habían llegado en sus propios vehículos hasta el restaurante, ya que Connie venía directamente del trabajo, mientras que Pam había tenido el día libre. Connie hábilmente se ubicó entre Pam y su coche. "Por favor, dame una oportunidad, Pam. Podríamos estar bien juntas. O, al menos, pasar un buen rato juntas." Sus ojos no dejaban duda sobre sus intenciones. "Connie, de verdad, no eres tú, ¿de acuerdo? Estoy...todavía lo estoy pasando mal, ¿sabes?" "Lo sé. Y sólo quiero ayudar". Puedes ayudar si me dejas entrar en mi coche, quiso decir Pam.
"Tal vez..." Connie siguió, lanzando de repente sus brazos alrededor del cuello de Pam y atrayéndola en un abrazo mortal. "Tal vez podríamos hablar un momento en mi casa. Hacer un poco de terapia de abrazo. ¿Qué te parece?" ¡Eso sí que era nuevo! ¿Terapia de abrazo? ¿En serio? Ella casi se rio en voz alta. "Yo no soy realmente del tipo de abrazos." "Entonces, ¿qué te parece esto?" Connie presionó su boca caliente contra la de Pam y la besó a fondo, apretando su pequeño cuerpo duro en el de Pam. Por un breve momento, las defensas de Pam empezaron a ceder. Un pequeño destello de emoción incontrolada se levantó a través de la boca de su estómago, antes de que su sentido común prevaleciera. Si ella se acostaba con Connie, sólo sería sexo, nada más. Y ella no era esa clase de mujer. Pam se alejó de ella. "Lo siento, pero tengo que llegar a casa y ponerme algo frío en la cabeza." "Está bien, conejita. Te llamaré mañana para asegurarme de que estás bien." ¿Conejita? ¿En serio? ¡Oh, Dios mío, espera a que le diga a Trish sobre esto! Pam avanzó sólo unas pocas docenas de metros por la calle, antes de utilizar el Bluetooth de su coche para marcar a Trish. Ella se reía tan fuerte, que casi no podía hablar. "¿Trish? ¡No vas a creer la cita que acabo de tener! Oh, Dios mío, ¿estás sentada?"
Capítulo Ocho
Pam se quedó sentada en su Subaru, por más tiempo de lo que sabía era educado. Podía ver a Connie mirando a través de las persianas, a la espera de que llegara por el camino y llamara a la puerta. Pero sus piernas se sentían como plomo y sus manos no podían abrir la puerta del coche. Era como si estuviera paralizada repentinamente. Maldita sea, pensó, odiando este momento repentino de indecisión, de cobardía. La cita de ayer con Connie había sido un desastre, una de sus peores citas de la historia. Ella y Trish se habían reído de ello por teléfono, y ella se había ido a la cama jurando que nunca volvería a ver a Connie de nuevo. O ciertamente, nunca iría a una cita con ella de nuevo. Sin embargo, aquí estaba ella veinticuatro horas más tarde, sentada fuera del pequeño bungalow de Connie, después de llamarla espontáneamente y preguntarle si la invitación a venir a tomar una copa -y un poco más- aún estaba en pie. Se sentía sola. Ridículamente solitaria. No quería estar así, ella trató de convencerse a sí misma de que no importaba, pero finalmente decidió que una noche más de estar en casa a solas con sus lágrimas, su dolor y su tristeza insoportable, le pondrían los nervios de punta. El contacto humano, incluso si no era esta la forma ideal, era preferible. Muy bien, pensó, mirando a través del parabrisas polvoriento. Ella trató de recomponerse. Voy a hacer esto. Voy a pasar una noche con alguien y no pensar en Laura y no pensar en el hecho de que estoy tan sola en este mundo. Era un comportamiento desesperado. Por supuesto que lo era. Ella estaba desesperada. Desesperada por estar con alguien que la deseaba. Desesperada por estar con alguien que la hiciera -o al menos su cuerpo- sentirse con vida durante un par de horas. Era escapismo puro, pero ¿y qué? Ella y Connie eran adultas. Antes de que pudiera cambiar de opinión, ella abrió la puerta del coche y saltó. Sus pasos largos y seguros hasta el paseo de ladrillo, no dieron ninguna indicación de la vacilación de hacía sólo unos momentos. Connie abrió la puerta antes de que ella tuviera la oportunidad de tocar. "Hola, dulzura." Dulzura. ¡Ugh! Pam se mordió el labio inferior y se tragó una réplica. "Hola, Connie. ¿Segura que está bien? ¿Fue un aviso de última hora y todo eso?" La sonrisa de Connie era depredadora. "Es más que bien. Estoy tan contenta de que hayas llamado. No creí que..."
Pam simplemente se encogió de hombros y se negó a hablar sobre su cambio de actitud. Connie la llevó a la sala, iluminada con velas, en la que dos copas de vino esperaban por ellas en la mesita delante del sofá. Sin decir palabra se sentaron, Connie inmediatamente se acercó. Vaya, pensó Pam, ¡un poco más cerca y estarás en mi regazo! Pero, ¿no era eso lo que quería? ¿No era eso por lo que estaba aquí? Pam alcanzó su copa de vino, tomándose casi la mitad. "Está bien," Connie la tranquilizó. "Relájate". Dios, cómo odiaba cuando la gente decía eso. ¿Quién podría relajarse cuando se lo ordenaban? ¿No sabía Connie que diciendo eso sólo lo hacía peor? La mano de Connie se arrastró a su rodilla y comenzó a dibujar círculos suaves. "Siempre he estado tan atraída por ti. Estoy tan contenta de que finalmente accediste a verme". No estoy aquí para verte, quería decir Pam. Estoy aquí para follar contigo, porque es lo que ambas queremos, nada más. "En verdad no quiero hablar", susurró Pam, sin mirar a Connie. "Está bien, no tenemos que hablar. ¿Por qué no nos besamos?" Jesús, ahora estaban negociando. Pam apretó los dientes y se volvió para mirar a Connie. "Tampoco quiero besar." Antes de que Connie pudiera pronunciar una respuesta, Pam presionó su cuerpo contra el de Connie, hasta que cayeron sobre el sofá, luego ella se subió encima de Connie. Apresuradamente, desabrochó los botones de la blusa de Connie, apretando al mismo tiempo los suaves pechos a través del algodón, hasta que Connie empezó a gemir. Oh, sí, esto iba a ser fácil, pensó, mientras que Connie empujaba sus pechos hacia la boca de Pam y comenzó a exigir en voz baja, una y otra vez, que Pam la follara. Pam tomó cada pecho en su boca, chupó los pezones tensos, llevó una mano entre las piernas de Connie. Podía sentir la humedad de Connie a través de sus pantalones de algodón fino. Pam se maravilló en silencio de cómo era fácil el sexo sin sentido. Y en verdad era sin sentido. Ni un solo pensamiento compuesto se formó en su mente, mientras cedía a los anhelos primarios, físicos. El hambre de su cuerpo la sorprendió. Ella consumió a Connie -la acarició, la apretó, la tomó, todo a tientas a un ritmo voraz y furioso. Y a su vez, dejó que Connie le diera placer con sus manos, su boca, hasta que nada importaba solo la liberación. Después, en la marea baja
del orgasmo, cuando los pensamientos comenzaron a deslizarse de nuevo en su mente -pensamientos de Laura, pensamientos de su casa vacía, incluso pensamientos sobre Trish- Pam atrajo de nuevo a Connie y comenzó el proceso de vaciar su mente de nuevo. Parecía, por el momento, la única manera de separarse de su dolor abrumador y de la soledad. El sexo no era especialmente agradable, podía admitir con bastante facilidad, porque por Dios que sabía que no todos los orgasmos eran creados iguales. El sexo con Connie era simplemente una liberación, una distracción, una función que necesitaba hacer con una participante más que dispuesta. Por supuesto que lo lamentaría por la mañana, ella lo sabía, ¿pero no era esa una de las lecciones de la muerte de Laura, de vivir el momento? Sí, eso es lo que estoy haciendo. Vivir el maldito momento maldito.
*** Trish miró rápidamente en el calendario de pared Michigan, adherido magnéticamente a la nevera y felizmente disfrutó que fuera otro día. Bueno, el día apenas comenzaba, pero qué demonios. Catorce días más de trabajo, antes de que la escuela estuviera de vacaciones para el verano. Gracias a Dios, pensó, mientras alcanzaba el interior de la nevera para su bolsa de almuerzo. Necesitaba ese descanso más de lo que nunca lo había sentido en sus casi quince años de enseñanza. La muerte de Laura la había dejado en apuros, para conseguir pasar a través del trabajo de cada día. Sus colegas sabían que una vez había sido amante de la soldado desafortunada que había sido asesinada, pero ella escondió sus emociones más profundas delante de todos, pero no de Rosa y de Pam, ya que la profunda aflicción por la muerte de un amor perdido de hace mucho tiempo, no era algo que la mayoría de la gente entendería. La habían mirado con lástima, o confusión, y preguntándose qué estaba mal con ella que nunca había salido adelante desde Laura, se imaginaba. Y ellos no estarían equivocados. Pero en la mente de Trish, el amor no sigue siempre el sentido común y el protocolo. El amor era la maldita cosa más hermosa y más confusa en el mundo. Sonó su teléfono. Casi dejaba que respondiera la máquina, luego se lo pensó mejor, en caso de que fuera de la escuela, advirtiéndole sobre algún problema que le esperaba. "Habla Trish", respondió ella con rapidez, antes de que pudiera cambiar de opinión. "Hola." Era Pam, hablando en voz tan baja que era difícil de escuchar.
"Ey, tú. Esta es una agradable sorpresa." "Lo siento, te estás preparando para ir al trabajo, ¿no es así?" Algo en la voz de Pam instantáneamente alarmó a Trish. "¿Estás bien?" "Sí. No... No lo sé". Trish tomó el teléfono inalámbrico de la mesa de la cocina y se sentó. El trabajo podría esperar. "¿Qué está pasando?" "Acabo de recibir una carta certificada para mí. Es del ejército. Los objetos personales de Laura deben estar aquí a finales de la semana". Mierda. Ella sabía que el día estaba cerca, y que ver las cosas de Laura sería difícil para Pam. Placas de identificación, el diario de Laura, cualquier efecto personal que había tenido con ella en Afganistán. "¿Te gustaría un poco de compañía en el fin de semana?" "Dios, sí. Odio pedírtelo". "No lo estás pidiendo. Yo me ofrecí. Puedo conducir a Chicago después del trabajo el viernes." Era un viaje de cuatro horas. Ya que era junio, ella podría llegar fácilmente con Pam antes de que oscureciera. "Eso sería genial. ¿Segura que no te importa? No quisiera que..." "Mira, entiendo perfectamente. Tú sabes que yo quiero estar ahí para esa parte, ¿verdad?" Se hizo el silencio en el otro extremo, y Trish se preguntó si Pam todavía estaba allí. "¿Pam? ¿Todavía estás ahí?" "Sí, estoy aquí." "¿Hay algo más por lo que estás molesta?" "¿Soy tan fácil de leer?" Ella no sonaba contenta. ¿La verdad? Ella encontró a Pam increíblemente fácil de leer, incluso después de todos los años que no se habían visto, y a pesar de la diferencia de siete años de edad. Tal vez era su vínculo sobre Laura, todos los recuerdos que tenían en común. En cualquier caso, Trish ya se sentía más conectada con Pam que lo que ella se había sentido con nadie en mucho tiempo. "Sí, lo eres," Trish respondió simplemente.
Pam suspiró miserablemente. "Me acosté con Connie anoche." Las palabras tomaron un momento para registrarse, y cuando lo hicieron, Trish tragó saliva con la garganta increíblemente seca. "¿Connie? Pero pensé..." "Lo sé. Yo también lo pensé". "Entonces, ¿por qué?" Su voz era tensa, llena de decepción sin restricciones. Se odiaba por ello. Ella no era la madre o la amante o la hermana mayor de Pam. No era asunto de su incumbencia, y, sin embargo, la confesión de Pam le había pegado como un puñetazo en la tripa. "Mierda, no lo sé. Supongo que necesitaba estar con alguien anoche. Necesitaba sentir algo, ¿sabes? Algo además de entumecimiento, tristeza. Simplemente, no lo sé". Trish entendía ese tipo de soledad, pero no era de las que caían en la cama con la primera mujer con la que pasaba el tiempo, y le molestaba que Pam lo hubiera hecho. Por ser tan débil. "Cristo, Pam. Sólo vas a complicar las cosas para ti y para esta mujer Connie." Ella no podía decir el nombre de la mujer sin sonar hostil. Jesús, ¿por qué estaba siendo tan infantil acerca de esto? Ella trató de aligerar su voz. "Dormir con alguien no va a hacer que te sientas mejor, ¿de acuerdo? Sólo va a empeorar las cosas." "Lo sé, lo sé. Tienes razón. Yo sólo...Fue una estupidez, estoy de acuerdo. No va a suceder de nuevo". Pam parecía amonestada, lo cual hizo que Trish se sintiera peor. Ella no había tenido intención de regañarla, para hacerla sentir peor de lo que probablemente ya se sentía. "Lo siento, Pam. Yo no quise sonar tan grosero. O juzgarte." "No, tienes toda la razón en lo que dijiste. Te necesito como mi brújula en estos momentos. Me siento tan condenadamente perdida. Tan... sola." "Lo sé, cariño, lo sé." Si ella pudiera tomar a Pam en sus brazos en este momento, lo haría, pero tendría que esperar unos días. "Mira, yo tengo que ir a trabajar, pero nos vemos en unos días, ¿de acuerdo? Y si necesitas algo mientras tanto, si necesitas hablar, llámame. A cualquier hora del día o de la noche. Me refiero a cualquier hora, ¿de acuerdo?" La voz de Pam estaba cargada de emoción, y Trish se imaginó las lágrimas en sus ojos gris-verdes. "Yo no sé lo que haría sin ti en este momento."
Trish se esforzó por sonar optimista. Ellas tendrían que apoyarse una a la otra en este momento, lo mejor que pudieran. "Bueno, no tendrás que preocuparte por eso. Yo no voy a ninguna parte, y te veré muy pronto, ¿de acuerdo? Tal vez hasta podamos tratar de hacer algo divertido." "Está bien," Pam respondió débilmente. Cuando Trish colgó, trató de ignorar el revoltijo de emociones que la llamada había enviado en espiral a través de ella. Odiaba saber lo molesta, lo perdida que Pam se sentía, y lo impotente que se sentía a su vez. Lo que no podía conciliar, fue el celo inesperado que se había levantado en ella como una serpiente, cuando Pam le dijo que se había acostado con Connie. Ella no tenía derecho a estar celosa de lo que Pam hiciera con su tiempo, con quien o cómo lo pasara. Y sin embargo, sin lugar a dudas lo estaba. Su estómago se sentía como una pesada roca, con la realización inquietante. ¿Qué diablos era todo eso?
Capítulo Nueve
La presencia de Trish tranquilizó a Pam y le dio una sensación instantánea de paz. Eso la hizo más fuerte también, tanto que ella podía ser capaz de clasificar las pertenencias de Laura, que estaban sobre la mesa del café, en una caja grande, incluyendo el diario que ella sabía que iba a estar dentro. Ellas habían acordado esperar hasta mañana para hacerlo, cuando ambas tuvieran más energía. La caja estaba en la sala de estar, un recordatorio ominoso de la penosa tarea que tendrían por delante. Pam había preparado para ambas, un plato vegetariano de coliflor con salsa de parmesano y bechamel, con albahaca fresca por encima. Italiano era la única cosa que Pam sabía cocinar bien y amaba comer y Trish parecía agradecida por una comida hecha en casa, después del largo viaje. Sabía que Trish estaba cansada, pero ella sugirió tomar una copa en el famoso Drake Hotel. Eran las nueve en punto, el momento perfecto para tomar una copa en viernes por la noche en la ciudad, y Pam quería mostrarle a Trish el emblemático histórico que había acogido estos notables a través de sus puertas, como los Kennedy, el Presidente Obama, Frank Sinatra, la Princesa Diana, Elizabeth Taylor y un sinnúmero de otras celebridades. Mayormente, sin embargo, ella no quería quedarse sentada en su casa, mirando esa caja grande, contemplando su contenido. Ellas podían guardar eso para mañana. Trish había aceptado valientemente, y ahora estaban sentadas en el bar exclusivo del hotel, bebiendo una cuba libre de ocho dólares, ante un autógrafo brillante de Judy Garland, mirando hacia ellas. "Me hace sentir como alguien importante", dijo Trish con una sonrisa. "Hace que se sienta así, como que sólo la gente importante viene aquí. Me encanta la historia del lugar. ¿No puedes sentir que rezuma en las paredes?" "Tienes razón. Si cierro los ojos, puedo imaginar a Frank Sinatra y a Marilyn Monroe aquí sentados, bebiendo martinis, el lugar de color azul con el humo del cigarrillo". "Apuesto a que algunos grandes acuerdos se concertaron justo aquí en este bar. Probablemente incluso como Capone. Y los políticos, como el alcalde Richard Daley, los Kennedy." "Amas Chicago, ¿no es así?"
"Me encanta su historia, su arquitectura. Los personajes y el carácter del lugar. Pero no sé si me quedaré aquí para siempre. Hay algo acerca de la paz y la nostalgia de Ann Arbor, que tiene un lugar especial en mi corazón. Incluso ahora más." "¿Crees que alguna vez volverías para quedarte?" Pam se encogió de hombros, aún no estaba completamente comprometida con la idea. Ella no quería mudarse por todo el país, cambiando de dirección todo el tiempo como Laura lo hacía. Alojarse en un solo lugar era importante para ella. "Quizás. Todavía no lo he decidido. Mi residencia termina dentro de un mes". Las cejas de Trish se alzaron por la sorpresa. "¿Qué vas a hacer?" Antes de la muerte de Laura, ella había planeado firmar de nuevo con el mismo hospital. Ahora era difícil sentir la tierra bajo sus pies, y las decisiones ya no eran fáciles. Algunos días, cuando elegir qué comer o qué vestir era una decisión monumental. "No lo sé. Me parece que no puedo pensar acerca de nada. Incluso las decisiones más simples son difíciles". "Lo sé. Tendré un descanso en dos semanas para el verano, y nunca he necesitado un descanso tanto como lo necesito ahora." "Eso es por lo que me estoy inclinando, tomando un largo descanso. No he tenido uno en años. Y siento que si no lo tengo, voy a cometer algún error en el trabajo que podría costarle la vida a alguien." Pam no había confiado su secreto temor -el temor que la había mantenido despierta hasta muy tarde en la noche- a nadie hasta ahora. "Me siento como una amenaza en el trabajo, porque estoy tan distraída, tan... no soy yo misma. Es sólo una cuestión de tiempo, antes de que yo cometa un error grave, si no puedo conseguir poner en orden mi cabeza de nuevo". "Lo siento mucho", dijo Trish, extendiendo a través de la mesa y colocando su mano sobre la de Pam. El gesto emocionó a Pam muy dentro, casi le daban ganas de llorar. Ella estaba llena de emoción apenas contenida en estos días, y eso la asustaba. ¿Y si ella la perdía frente a un paciente? ¿O ante la familia de un paciente? "¡Vaya, quien se iba a imaginar, Pamela Wright!" Ambas mujeres volvieron la cabeza hacia la voz maliciosa. Connie Mayfield estaba junto a la mesa, con las manos en sus caderas, su boca pintada de un color rojo sangre de furia.
"No me sorprende que no me hayas llamado en toda la semana. Sólo tenías que haberme dicho que estabas viendo a alguien más", dijo entre dientes a Pam. Pam vio que Trish estaba exactamente como ella se sentía -mortificada. Quería meterse debajo de la mesa, pero encontró su voz en vez de eso. "Lo siento, Connie. No era mi intención hacerte daño. Trish es una amiga y..." "Sí, claro." Ella frunció el ceño mirando la mano de Trish sobre la Pam en la mesa. “Podrías haber honesta conmigo, por lo menos." "Estoy siendo honesta." "Quiero decir honesta acerca de lo que pasó entre nosotras la otra noche. Honesto acerca de decirme que no querías volver a verme." Pam se retorció en su asiento, odiando el hecho de que Connie estaba forzando una escena pública. El drama lésbico no era lo suyo. Ella trató de mantener su nivel de voz. "Mira, yo no quise tratarte mal de ninguna manera. Yo no estoy buscando involucrarme con nadie en este momento, ¿de acuerdo? Y lo lamento si no lo dije directamente". "Estás segura de que no te importó involucrarte conmigo la otra noche." Pam se estremeció, con la cara ardiendo de vergüenza. Ella necesitaba apagar esta hoguera con Connie de una vez por todas. "Me lo pasé muy bien contigo, de verdad. Es sólo que no quiero que continúe. Lo siento." La expresión de Connie alternaba entre la decepción y el enojo. Su mirada se fijó en Trish. "Es una aventurera, ya sabes. Yo tendría cuidado si fuera tú". Ella giró sobre sus talones y salió con rapidez, para gran alivio de Pam. Ambas se rieron un poco, ahogando la risa con sus manos, en el caso de que Connie pudiera escucharlas. "Gracias a Dios", murmuró Pam. "Me siento como si acabara de ser atrapada engañando a alguien o algo así." Trish hizo un guiño burlón. "¿Por ella o por mí?" Esa era una pregunta aleccionadora y uno que Pam no quería contestar. En el camino de regreso a casa de Pam, se rieron de la escena con Connie, con Pam intercalando disculpas. "Realmente no soy una aventurera, ya sabes." "Lo sé, cariño. Lo sé".
Ella tragó saliva por la emoción fresca del término cariñoso. Si Trish la seguía llamando ´cariño´, iba a llorar, maldita sea. "¿Alguna vez has hecho algo eso?" "¿Cómo qué?" Preguntó Trish. "Tener una aventura de una noche." "Una vez. Después de que Laura y yo habíamos terminado para siempre. Estaba enojada, tan herida. Yo no me acuerdo de lo que pensé que iba a lograr." "¿Y ayudó?" “Diablos, por supuesto que no." "Eso es lo que pensé. Lo creas o no, con Connie es la primera vez que he hecho eso. No estoy orgullosa de ello." "No tienes nada que explicar, cielo. Yo sé quién eres". ¿Cielo? Bueno, vas a tener que dejar de llamarme ´cariño´ y ´cielo´, a menos que realmente signifique eso. Porque no soy una niña pequeña que necesita tener una caricia sobre su hombro. Pam no podía entender a Trish a veces. Había momentos en los que parecía claramente nada más para Trish, la hermana pequeña de Laura. Una niña. Una pequeña molestia linda para ser tolerada. Pero había otros momentos en los que se sentía casi como si fueran amigas íntimas, tal vez incluso al borde de algo más. Estuvo bastante confundida. De vuelta en su casa, le mostró a Trish la habitación de invitados, eligiendo esperar en la sala con la novela de Nora Roberts, de la que estaba demasiado avergonzada como para dejar que nadie más la viera. Cuando Trish le gritó que estaba lista para decir buenas noches, Pam escondió el libro debajo del sofá y se dirigió a la puerta abierta de Trish y la abrió. Sus ojos inmediatamente bajaron a la camiseta de cuello en V escotada y los bóxer de algodón holgados que Trish llevaba. Ella no era capaz de retirar sus ojos de sus pechos, la forma en que sobresalían de la camisa como firmes colinas que necesitaban ser escaladas, sus pezones como picos de montañas. Habló antes de que se permitiera más tiempo para pensar. O más tiempo para mirar. "Trish? ¿Puedo hacerte una pregunta?"
"Por supuesto." Trish dio un paso hacia ella, sonriendo inocentemente, con la cabeza inclinada tentadoramente. Maldita sea, esa piel suave necesita caricias, besos. "¿Crees que alguna vez...?" El coraje de Pam la abandonaba repentinamente. Mierda. "¿Sí?" Otro paso más cerca. "Alguna vez podrías..." Trish estaba a sólo un medio paso ahora. Olía ligeramente a limón y menta. "Alguna vez, ¿qué?" "¿Alguna vez...?" El corazón de Pam estaba en su garganta. "¿Has pensado en mí como alguien que no sea la hermana pequeña de Laura?" La confusión floreció en la cara de Trish. "Pero eres la hermana pequeña de Laura." "Lo sé. Quiero decir... Por Dios." No se había sentido tan nerviosa desde el primer día de la escuela de medicina. Trish extendió la mano y suavemente le tomó las suyas. "Respira profundo y dime lo que quieres decir, ¿de acuerdo?" Al igual que su tacto, su voz era cálida y reconfortante, confiada. "Sea lo que sea, está bien, te lo prometo." Sí. Estaría bien si Trish dijo que lo estaría. Ella confiaba en Trish implícitamente, sabía que nunca podría hacer el ridículo con ella, porque Trish realmente se preocupaba por ella. "¿Crees que...?", dijo Pam lentamente, empezando de nuevo. Ella quería ser clara. "Algún día. ¿Tú podrías quererme?" "Oh, Pam." Trish se acercó más, dejando caer las manos de Pam y tirando de ella en un abrazo. "Te quiero, ¿no lo sabes? Siempre te he querido, y siempre lo haré." "No." Pam se apartó lo suficiente para mirar a los ojos de Trish. Eran oscuros, ilegibles. "Eso no es lo que quise decir. Quiero decir, realmente me amarías." Sus manos se deslizaron hacia abajo, a las caderas de Trish, diciendo lo que no podían sus palabras. Ante el gesto íntimo, los ojos de Trish se abrieron en reconocimiento. Sí, ahora ella lo había comprendido, pensó Pam con satisfacción. Ella sabe exactamente lo que quiero decir.
"Oh, Pam," jadeó, sus ojos rápidamente parpadeando. "Shhh. No digas nada". Suavemente, Pam tiró de las caderas de Trish hacia ella, y luego inclinó la cabeza para besarle el cuello. Su piel era tan suave, se sentía tan suave en sus labios. Exactamente como lo había imaginado. Ella cerró los ojos, plantó besos pequeños justo debajo de la mandíbula de Trish. No hubo resistencia. Anhelaba colocar las manos en el pelo grueso y brillante de Trish. Entonces hazlo, se ordenó a sí misma. Y así lo hizo. Ondas suaves y sedosas llenaron sus manos, se derramaron por sus dedos como una cascada. Trish gimió un poco. La mano de Pam se movió hasta la barbilla, la levantó hacia ella. Ella había querido besar esos labios carnosos y bien formados desde... Dios, ¿cuánto tiempo? ¿Desde que tenía once, doce? Y ahora iba a suceder. Su estómago se apretó en el primer roce de sus labios contra los de Trish. Tan suaves. Tan sexys. Tan perfectos. Dios, cuanto lo quería. Siempre lo había querido. Había soñado con este momento durante todo el tiempo que podía recordar. Era un enamoramiento infantil estúpido, en aquel entonces. Una fantasía. Pero no ahora. Nunca más volvería este momento a ser una fantasía, ya que realmente estaba pasando. Era real. Ya eran unas mujeres, atraídas entre sí, expresando la atracción una por la otra. Y no importaba lo que pasara o no pasara, ella siempre tendría este momento. Ellas siempre tendrían este momento. El beso se intensificó, sus labios se movieron juntos de manera tan perfecta, demasiado perfecta para un primer beso, Pam pensó con asombro. Encajamos tan bien. No sólo nuestras bocas, sino también nuestros cuerpos. Y entonces todo pensamiento se evaporó de su mente, mientras sostenía a Trish y la besó larga y sensualmente, con todos los años de atracción y lujuria reprimida. Trish le devolvió el beso igual de intenso, tan lleno de necesidad, hasta que las rodillas de Pam casi se doblaron. Nunca había experimentado un primer beso con alguien, que estuviera tan lleno de magia como este. Podrían haber sido minutos, tal vez incluso una hora, cuando Trish finalmente detuvo el beso para mirarla fijamente a los ojos. ¡Oh, no!, pensó Pam. ¿Qué he hecho? Había miedo, confusión, quizá arrepentimiento también. Tal vez cientos de cosas diferentes batallando detrás de la mirada de Trish, y Pam podía ver que ella había sido sacudida hasta la médula. Pero allí hubo deseo inequívoco también. El deseo y la emoción, y Pam quería dar de brincos por eso. "Pam", dijo Trish con voz ronca, sacudiendo la cabeza ligeramente. "No creo que..."
"Lo sé, lo sé. Lo siento mucho". "No, no fuiste tú. Quiero decir, fui yo también. Sólo pienso..." "Lo sé." Dios, por favor, no vamos a analizar esto ahora mismo, pensó Pam. Quería disfrutar del momento, del recuerdo, un poco más. "Mira, vamos a irnos a la cama..." "¿Q-Qué?" Los ojos de Trish se abrieron dramáticamente. Fue casi cómico. Pam rio. "Eso no es lo que quise decir." Bueno, ella lo decía en serio. Más o menos. ¿No es así? Por mucho que ella deseaba a Trish, que la encontrara sexy y seductora -diablos, había estado enamorada de ella desde hacía años- no quería correr el riesgo de ir a la cama con ella y arruinarlo todo. Con el pulgar, acarició la mejilla de Trish por última vez. "Buenas noches, Trish. Que duermas bien".
***
Trish durmió a ratos, en un momento soñando que era Laura a quien había estado besando. Ella se despertó con el pensamiento, triste y un poco sorprendida, que era Pam a quien había besado. La pequeña Pamela de pelo muy claro, la chica desgarbada con la sonrisa que las había seguido durante años, esperando su aprobación, su atención, queriendo ser como ellas. Todo ese tiempo queriendo, al parecer, a ella. Sonrió ante la idea de Pam en la clase, haciendo garabatos con su nombre en sus cuadernos, en Pam siempre en busca de ella en las gradas cada vez que ella y Laura iban a la pista de la escuela o a sus partidos de baloncesto. Pam queriendo unirse a ellas en sus encuentros. Sí, ella había sabido entonces que la joven Pam estaba loca por ella. Pero esto, esto era algo completamente diferente. Esto no era un enamoramiento de colegiala. Esta era una mujer madura, una mujer fuerte, independiente, bella e inteligente que la había besado anoche. La besó como si fuera la primera y la última mujer que alguna vez quería besar. Trish contuvo el aliento, sintió una inyección de electricidad en su estómago. Y en su entrepierna. Había besado a Pam, deseando hacerlo de nuevo. Su cuerpo había respondido en todos los lugares correctos, y si las cosas hubieran sido diferentes -si su cerebro no hubiera hecho clic y mostrado todo tipo de señales de detenerse- ella habría ido a la cama con Pam en un instante. Porque Pam era todo lo que podía desear en una mujer, si ella fuera a hacer una lista. Sensual, elegante, adorable, cariñosa, divertida.
Oh Dios, pensó. ¿Cuándo empezó todo esto? ¿Cuándo había empezado a pensar en Pam de esa manera? ¿Cuándo había comenzado a sentirse atraída por ella? Cristo, no la había visto en años, hasta hace tres semanas. Hasta la muerte de Laura. Oh Dios, Oh Dios. El pánico se alzó y comenzó a consumirla como las llamas en un pajar. ¿Cómo era posible besar a la pequeña hermana de Laura, incluso pensar en ir a la cama con ella, en un momento como este? ¿Qué demonios le pasaba? Era Laura a quien había amado, aún la amaba. ¿Qué clase de respeto mostraba a la memoria de Laura, perdiendo el tiempo de esta manera? El jugar con algo tan peligroso, tan equivocado. Malditamente equivocado. Sacó las piernas por un lado de la cama. Todavía era temprano, ni siquiera las siete, pero ella necesitaba un poco de café. Pensar en esto un poco más. Ella le diría a Pam que lo que habían hecho estaba mal, que tenían que quitarse de encima el hechizo se había apoderado de ambas. Necesitaban ser juiciosas, responsables. Necesitaban recuperar el control. Ella encontró el café molido en un recipiente, dejó un poco en la cesta, luego llenó el recipiente de agua. El gorgoteo debió haber despertado a Pam o tal vez el aroma. Aun tropezando, frotándose los ojos, con una camisa adorable adornada con ositos de peluche en ella y bóxer de seda púrpura. "Buenos días", dijo Trish, tratando de librar de su cabeza la visión de acurrucarse en la cama con Pam, de tocar esos bóxer de seda. ¡Jesús! "Buenos días. Oh bien, encontraste el café." Pam bostezó, abrió la alacena, sacó dos tazas Le Creuset, llenándolas con café. "¿azúcar? ¿Crema?" "Sólo un poco de crema, por favor." Pam tomó el suyo sin crema, tal como Laura lo hacía, se dio cuenta Trish. Llevó las dos tazas a la pequeña mesa de cocina, empujó una hacia Trish. "Hago unas tostadas francesas sin igual. ¿Tienes hambre?" Ella se moría de hambre, en realidad. "Suena muy bien. Pero, ¿podemos hablar primero?" "Está bien." Pam se miraba aprensiva de repente, y Trish estaba secretamente contenta de que ella no era la única que sudaba por lo de anoche. "Creo que tal vez te he estado enviando algunas señales que has malinterpretado. Y lo siento por eso." "¿Qué quieres decir?"
Bien, así que Pam era directa. No es que la sorprendiera. "Te he hecho creer que me siento atraída por ti, eso..." "¿Así que estás diciendo que no lo estás?" Trish no podía mentirle. Ella se sentía atraída por ella, incluso si lo sentía de alguna manera equivocada o fuera de lugar. "Ese no es el punto." Los ojos de Pam se oscurecieron, estrechándose. "Es seguro que ése era el punto, cuando nosotras nos estábamos besando anoche". Trish tomó un sorbo de café, cerró los ojos por un momento. Las imágenes de su beso penetraron detrás de sus párpados. Un beso que era a la vez dulce y necesitado, consolador y exigente. Un beso que -no se podía negar- la meció hasta los cimientos. Maldita sea, esto no iba a ser fácil. "Mira, yo no quiero entrar en por qué nos besamos, en lo que..." "Pero yo sí quiero entrar en eso." "No, el punto es que no podemos ir por ahí besándonos mutuamente, actuando como si estuviéramos saliendo. Porque no lo estamos. Y porque no podemos. No somos nosotros en este momento". Trish observó a Pam tomar un largo trago, contemplando su café. Ella era tan parecida a Laura. Los ojos, la sonrisa, esos hoyuelos asesinos, la forma directa de ella. Pero ella era más relajada que Laura, más segura de sí misma, más sensata, tal vez. Ciertamente mucho menos temeraria. Sí, era una versión de Laura, pero con los dos pies en el suelo. Maldita sea. Si Pam hubiera sido la mayor... si Pam hubiera sido Laura, lo diferente que las cosas podrían haber resultado para ambas. Para las tres. "Mira", dijo Pam con un suspiro. "Lo entiendo, ¿de acuerdo? Tú todavía estás colada por mi hermana. Y debido a eso, no puedes darme una oportunidad. Sería, no sé, inmoral o algo así. Incestuoso". Pam tenía razón y no. Sí, ella aún amaba a Laura. Había seguido amándola con los años, para su propio detrimento. Pero no era sólo con Pam que ella no correr el riesgo, era con cualquier mujer. Rosa se había dado cuenta de ello de la manera difícil. "Pam, yo simplemente no quiero que esto se desvíe aquí. No quiero confundir las cuestiones. Estamos aquí por Laura. Para ayudarnos a superar esto."
Pam se levantó, con los hombros rígidos. "Lo sé. Tienes razón. Voy a empezar el desayuno, y luego deberemos comenzar con esa caja grande en la sala”. Trish acunó su taza con las dos manos. Ella no había manejado esta pequeña charla muy bien. De hecho, estaba segura de que había empeorado las cosas, más confusas. Y ella había herido a Pam. Pero ¿Cómo iban a tener una discusión razonable acerca de sus sentimientos, cuando ella ni siquiera sabía qué era lo que sentía? Y si ella fuese sincera consigo misma, tenía miedo. Miedo a cuestionar si realmente estaba sintiendo algo sexual, algo profundo por Pam. Y si lo estaba, si ambas lo estaban, ¿qué demonios se suponía que debían hacer al respecto?
Capítulo Diez
Pam utilizó un cuchillo de la cocina para cortar la cinta de embalaje de la enorme caja, simple y discreta, en contraste con su contenido personal. Ella con la tensión y el temor de lo que había dentro. Trish estaba detrás de ella, mirando por encima del hombro, antes de arrodillarse a su lado mientras Pam abría la tapa de la caja. Si nada más fuera eso, pensó Pam mientras se sumergía en la tarea, podría apartar de su mente el beso de la noche anterior y la incómoda conversación de esta mañana. Claramente, Trish quería borrar todo el asunto, pretender que nunca sucedió. Había dejado en claro su punto de vista, de que nada más volvería a suceder románticamente entre ellas. Sorprendentemente, Pam se encontró aceptando la situación. O tal vez era más como rendirse. Lo que sea. Ya era hora de madurar y poner su enamoramiento de la infancia por Trish a donde pertenecía -en el pasado. Trish nunca iba a ser la fantasía que se haría realidad. Y además, las dos tenían demasiado dolor como para ver claramente a través de sus emociones. Ni siquiera habían empezado a completar su duelo por Laura. Cuidadosamente doblada en el interior, había dos conjuntos de uniformes de batalla de gala. Con cuidado, Pam desdobló la blusa, apretó el parche con el nombre en el pecho que decía L. Wright, la insignia de un comandante ubicada en el centro del pecho. Tocó el material, un poco áspero pero también suave. Momentáneamente, apretó la ropa de Laura brevemente contra su pecho, como un abrazo vacío. Las medallas de Laura no se habían incluido en la caja. El ejército le había notificado a Pam que iban a venir por separado -una medalla de la campaña de Iraq, una medalla de la campaña de Afganistán, una medalla de mención y, por supuesto, una de Corazón Púrpura. En la parte inferior de la caja, había un par de batas médicas, aún con el olor de Laura en ellas. Pam podía utilizarlas alternando con sus propias batas que usaba para trabajar. Ella sacó el estetoscopio personalizada de Laura, el que Pam y su madre le habían dado en forma conjunta, después de graduarse de la escuela de medicina, inscrito con su nombre. Pam tenía su propio estetoscopio también con su nombre, pero mantendría el de Laura para siempre. Le temblaba la mano mientras lo sostenía. "Estas tan orgullosa de ella, ¿no es así?", dijo Trish en voz baja. "Era un buen modelo a seguir. La mejor". "¿Alguna vez consideraste hacer otra cosa que ser médico?"
Pam negó con la cabeza. Por cerca de dos minutos había contemplado la idea de convertirse en un ingeniero, pero una vez que Laura se graduó de la escuela de medicina y se comprometió a ayudarla con sus colegiaturas de la escuela de medicina, Pam no dejó pasar la oportunidad. "Yo nunca habría sido capaz de hacerlo, si ella no me hubiera ayudado a pagar mi carrera." "Supongo que, en cierto modo, el ejército consiguió dos médicos por el precio de uno." "Quieres decir que pagó por dos médicos. Ellos nunca iban a tenerme a mí". "No, por supuesto que no. ¿Acaso Laura te molestó alguna vez por no unirte al ejército o trató de presionarte?" "No, en absoluto. Ella entendió que éramos diferentes de esa manera. Me dijo que se alegraba de que no lo hiciera, porque así no tendría que preocuparse porque yo la superara a ella algún día." Laura tenía la costumbre de bromear sobre temas serios, como un mecanismo de defensa. En una pequeña caja de joyería, estaba un collar de oro blanco, junto con el anillo de Laura, de la Facultad de Medicina de Michigan. Pam tenía un anillo idéntico. Ella sostuvo el collar de Laura y se lo extendió a Trish. "Tú debes tener esto." "Oh, Pam, yo no podría." "Sí, debes. Necesitas tener algo de Laura. Quiero que lo tengas. Laura lo hubiera querido". Trish tomó la joya, el anillo estaba enredado en el collar, y luego lo apretó alrededor de su cuello. Ella inmediatamente acarició el anillo contra su pecho, como una piedra preciosa. "Muchas gracias. Lo llevaré siempre." "Me alegro de que la amaras tanto." La voz de Pam vaciló un poco. "Todo el mundo merece ser amado, tanto como tú la amabas." Lo dijo, a pesar de que ella estaba un poco celosa del amor que Trish y Laura habían compartido. Nadie nunca la había amado de esa manera, y no era justo que Laura hubiera tomado el amor de Trish y lo alejara tan fácilmente. ¿Habría entendido realmente Laura a lo que había renunciado? Pam sabía con certeza que ella nunca habría desechado el amor de Trish de esa manera. Había unas cuantas cosas más en el interior de la caja, pero Pam necesitaba un descanso. Buscando por las cosas de Laura, era tan difícil como no se imaginaba que iba a ser.
"Por qué no pongo un poco de té" sugirió Trish, levantándose de su lugar en el suelo. Cuando regresó con dos tazas, Pam estaba tocando el diario de Laura, encuadernado en piel y desgastado, que también tenía insertadas unas fotografías. Camille estaba en una de ellas. Todos los demás en las fotos con Laura, eran extraños, llevaban uniformes, sus brazos colgando flojamente alrededor uno del otro, con la sonrisa del compañerismo. Las imágenes le trajeron el hecho de que ella no había conocido a ninguna de las personas en la vida de Laura, en los últimos años. En realidad no había conocido a la Laura adulta. "¿Empezamos?", Dijo Pam a Trish, quien se sentó a su lado en el sofá. "¿Qué tal si nos turnamos para leerlo?" "Está bien. Yo empezaré". Pam abrió por la primera página.
"Nunca había empezado un diario durante una misión anterior. En realidad, yo nunca he tenido ningún tipo de diario. Siempre pensé que era una especie de idea juvenil. O algo romántico que hacer. Pero entonces se me ocurrió que cuando yo sea vieja y no pueda recordar las cosas, o si empiezo a hablar de la guerra contra el terror un día y la gente me mire como si no fuera importante, como si no podría haber sido bastante malo -puedo leerle a ellos este diario. A través de mis palabras, puedo mostrarle a la gente exactamente lo que era. Y este va a ser el mejor diario de la maldita guerra jamás escrito". Pam sonrió, mirando a Trish. "A Laura siempre le gustaba ser la mejor, ¿no?" Trish se echó a reír, con los ojos brillantes ante los recuerdos. "¿Te acuerdas en la escuela secundaria, cuando jugó en ese equipo de hockey de chicas?" "Por supuesto. Fui a todos sus juegos. Nunca pude entender por qué, de repente, se retiró después de dos años." "Oh, yo sé exactamente por qué renunció. Si ella no anotaba al menos un gol por partido, pensaba que había tenido un mal juego. Ella renunció porque no podía ser tan buena en eso como quería ser. El baloncesto fue su primer amor. Y, por supuesto, ella estaba empezando a tomar en serio su trabajo escolar en este punto. El Hockey estaba pasando a segundo lugar, y ella no quería hacer algo a lo que no podía entregarse por completo".
Eso tenía sentido para Pam. Laura nunca iba a medias, en todo lo que ella se proponía. "Bueno, entonces, espero que tenga razón de que este será el mejor diario." Pam continuó leyendo en voz alta.
"Noviembre 9, 2012: "El primer día de los próximos quince meses en Afganistán. Ahora estoy reconociendo el terreno, en el 'Ghan, por mi segundo viaje hasta aquí. Llegué en un avión USC- 17, que es básicamente un enorme avión de transporte de carga. Aterrizar en el Campo de Bagram Air es una aventura. Fuera de la zona de guerra, los viajeros son utilizados para el suave descenso, anuncios alegres, un aterrizaje suave y a veces aplausos para los pilotos. En Afganistán, un enfoque lento y directo dejaría a un avión vulnerable ante los ataques con misiles, por lo que el avión se mantiene a una altura considerable y en el último momento, cae en una barrena fuerte. Incluso si sabes lo que viene, no es divertido. Dan ganas de vomitar, para ser honesta. La fuerza de la gravedad te empuja y tira de tu cuerpo, cuando el piloto tiene como objetivo virar el avión hacia el suelo como un dardo. En el último momento el avión se nivela hacia fuera, después de que llegue a la pista. "Hace calor, hay polvo aquí, y el brillante sol de la mañana me golpea duro como si fuera a dejarme ciega. Se me olvidaron mis gafas de sol en el avión, y no había tiempo para volver por ellos, así que seguí caminando con las lágrimas corriendo por mi cara, mientras trataba de adaptarme a la luz. Sé que algunas personas pueden pensar que estoy enojada por ser enviada a este país de nuevo, pero no lo estoy. Estoy eufórica. Aquí es exactamente donde quiero estar, haciendo lo que estaba entrenada para hacer. Y se siente condenadamente bien estar rodeada de gente, que no te mira como si estuvieras loca por querer estar en el medio de la guerra, como lo hacen en casa. Siempre he odiado sentarme en la banca durante un gran juego, viendo a todos los demás jugar. Quiero jugar, necesito jugar y ahora tengo la oportunidad de jugar." "Pero no es un juego", Trish interrumpió, su voz cada vez más tensa. "¿Cómo puede comparar la guerra con un juego? Tú no pierdes tu maldita vida en un juego". "No, no lo haces. Pero la forma en que lo escribió, puedo entender cómo se sentía cuando ella no estaba allí. ¿Tú no puedes?" Trish suspiró, tomó un sorbo de té. "Supongo". "No creo que ella estaba tratando de trivializar la guerra. Y no era una novata. Ella había estado en Afganistán antes. Y en Irak."
"Exactamente. Eso es exactamente por lo que ella debería haber conocido el peligro. Es exactamente por eso que ella no debería haber querido ir allí." Suavemente, Pam cerró la revista. "Sé que estás enojada, pero..." "¿Tú no lo estás?" Trish exigió, con la cara enrojecida. "Por supuesto que estoy enojada porque mi hermana está muerta. Y estoy enojada de que mis padres se fueron también. Pero enojarse no va a cambiar nada. No va a mejorar mi vida. Y no me va a ayudar a entender por qué el trabajo de Laura era tan importante para ella". Trish se levantó como una ráfaga, su ira la hacía sentirse frágil. "Lo siento. Tengo que dar un paseo o algo así." "No tenemos que leer este diario juntas, si es muy difícil." "No, si quiero. Sólo tengo que tomar un respiro". Observó a Trish salir por la puerta y se preguntó por qué ella no sentía el mismo tipo de ira. Ella estaba triste -triste hasta la médula- y llena de un vacío de soledad. Dejó sus apáticos días, confundida, no era ella misma. El episodio con Connie era prueba de ello. Pero, ¿quién estaba allí para estar enojado? ¿El ejército? Laura se había unido voluntariamente, sabiendo incluso que abarcaba todos los riesgos. El ejército nunca trató de endulzar de lo que se trataba. Ella podría estar enojada con los talibanes, pero eran mal sin rostro, enemigos que eran fácil de odiar de una manera abstracta. Ella no era particularmente religiosa, por lo que culpar a Dios no era una opción. La ira era una emoción desperdiciada, se dijo. Cuando Trish regresó un poco más tarde, ella parecía mucho más a calmada. Ella se disculpó, dijo que quería que leyeran juntas un poco más del diario. La ira de Trish, decidió Pam, era la suya propia, y no era algo que ella se podría permitir ser absorbida. Sólo podía controlar sus propias emociones y no las de otra persona. Leyeron más sobre el entorno caótico de Laura en la base. Los refugios antiaéreos encementados a cada pocas decenas de metros, el largo comedor, las barracas, el pasillo con su cafetería, restaurante y tienda de abarrotes, los camiones ruidosos levantando polvo por todas partes, los motores a reacción de los fuertes aviones y helicópteros que iban y venían cada pocos minutos. Ella describió el hospital también, que era en realidad el refugio del trabajo, a fin de cuentas. Había un laboratorio de análisis de sangre, máquinas de ultrasonido, un nuevo escáner CT. Laura señaló lo mucho que había mejorado, en los tres años desde la última vez que estuvo allí.
Pidieron pizza y durante la cena, Pam confesó que leer las propias palabras de Laura, leer acerca de su vida diaria allí, casi hacía parecer como si ella no se hubiera ido. Como si ella todavía estuviera allí en el desierto, eludiendo los problemas. "Lo sé," Trish estuvo de acuerdo, con la mirada perdida más allá de Pam. "¿Qué va a pasar cuando lleguemos al final de esto?" Pam no tenía una respuesta para eso.
"Noviembre, 20: "Nos hemos tratado de agotar prácticamente unos a otros, en un juego de hockey esta noche. Probablemente es porque toda una compañía de artillería, se dirigirá mañana fuera de la alambrada, en un largo convoy. Es una manera de desahogarse, de fingir que no hay temor por lo que pueda pasar. Los ataques y el suicidio se han incrementado últimamente en esta parte de la región, y la misión de mañana es condenadamente peligrosa. “Neil Jackman, un cabo de veintidós años, saldría en la misión. Él es un reservista en esta primera salida. Trata de hacerse el duro, pero puedo ver que él es del tipo nervioso cuando las personas no están mirando, siempre está vigilando y revisando dos veces su equipo, desmonta el arma y la limpia constantemente. El día de hoy entró en el hospital y me buscó. Le había tomado una muestra de sangre hace una semana, porque sospechaba que él estaba un poco anémico. Revisamos los resultados (que no era anémico, por lo que sus síntomas eran probablemente por el estrés). Él parecía muy tenso y nervioso, así que salí directamente y le pregunté si tenía miedo por lo de mañana. Miró a su alrededor para asegurarse de que nadie estaba escuchando. Luego se echó a llorar. Sollozó como un niño pequeño. "No le puedo decir que todo va a estar bien, porque yo no lo sé. Una cosa acerca de los soldados que sirven aquí, es que quieren la verdad. No importa de qué se trata, si se trata de actividad enemiga, la extensión de una lesión, o si la vuelta a casa de su compañero le está jodiendo. No hay tiempo aquí para endulzar nada. Es demasiado real aquí para mentir. El sol es más brillante, el dolor duele más, la risa es más profunda, y también lo es la tristeza. Todo corta dos veces más profundo aquí. Así que dejé que Neil llorara durante unos minutos, y luego le pregunté lo que realmente le molestaba. Me dijo que había tenido una pesadilla, que él no iba a volver. Desde entonces, él simplemente no puede sacudirse esa molesta sensación de que va a morir, me confesó. ¿Quién soy yo para decirle que todo esto es un montón de basura? Le pregunté si quería hablar con un sacerdote o un trabajador social. Me dijo que no. Hasta le pregunté si quería que yo tratara de sacarlo de allí por razones médicas. Una vez más dijo que no, que no quería ser un cobarde, que tenía que ser un hombre. Me dio las gracias por la charla y lo vi salir a los pocos minutos. Es difícil caminar hacia lo que podría ser tu propia muerte. Le dije que
siguiera adelante, que es lo que hacemos como seres humanos, incluso cuando no sabemos lo que nos espera. Espero que él esté bien." Pam y Trish recorrieron rápidamente la siguiente hoja, escrita por Laura dos días después. Era una sencilla frase de una sola línea.
Cpl. Neil Jackman, Muerto En Acción hoy.
***
El domingo pasaron un par de horas más con el diario, antes de que Trish dijera que sería mejor prepararse con el coche y regresar a Ann Arbor. Pam acordó que ella no leería ninguna página más del diario, en ausencia de Trish, lo que hizo feliz a Trish, porque sería demasiado difícil de soportar por sí sola la lectura para cualquiera de ellas. Era difícil no sólo porque Laura ya no estaba, sino porque estaba escrito de tal manera que se sentía como que estuvieran allí con ella, como si todo lo que ella escribió aún estaba sucediendo. Sería doloroso de leer sobre el joven soldado que había tenido la premonición de su muerte, y Trish se preguntó lo que Laura había sentido cuando le dijeron la noticia. No se había comentado en el diario, tal vez porque a los soldados no se les dejaba sentir tristeza demasiado tiempo, ni mostrar demasiada emoción. Se preguntó también si Laura habría tenido una premonición de su propia muerte. "Tengo que trabajar el próximo fin de semana," anunció Pam. "Pero ¿qué hay de reunirnos el fin de semana después de eso?" "Para entonces habré terminado la enseñanza por el resto del verano. Puedo venir aquí otra vez." "¿O yo podría ir a tu casa?" "Muy bien. Ven a mi casa". Trish odiaba esa incomodidad entre ellas desde lo del beso. Ella dudaba ahora en abrazar a Pam o incluso en tocarla, por temor a que pudiera ser mal interpretado. Tenían que hablar de ello, pero no ahora. Después de muchas vacilaciones, Trish dijo, "¿Estamos bien?" Pam se apoyó en el marco de la puerta delantera. Una sonrisa se extendió lentamente, suave, a través de su cara. "Siempre estaremos bien."
Un alivio instantáneo debilitó las rodillas de Trish. Cualquier cosa que necesitaran dejar claro entre ellas, no tenía importancia en estos momentos. Lo que importaba era que todavía estaban aquí una para la otra. Seguían siendo amigas. Trish sintonizó una estación de los 80´s en la radio y maniobró para el regreso a casa. Ella sonrió mientras escuchaba a Culture Club, Tina Turner, George Michael. Canciones de ella y de Laura en su juventud. Se sentía entumecida, pero casi agradablemente envuelta en recuerdos adolescentes de alegría inocente.
Capítulo Once
Trish y Rosa siguieron con su habitual tradición de los sábados –nadar temprano por la mañana y luego el desayuno en el restaurant del centro The Broken Egg. Se habían perdido la semana pasada, cuando Trish estuvo en Chicago, y tal como ella lo había esperado, Rosa se había pasado la mayor parte de la mañana, hablando con ella acerca de su visita con Pam. Trish le habló del diario y de las cosas que traía la caja y que pertenecieron a Laura. Sin perderse nada, Rosa se había dado cuenta de inmediato, del anillo de Laura que colgaba del collar alrededor de su cuello. Ella frunció el ceño, se mantuvo haciendo muecas de desaprobación, pero no dijo nada. No pasó mucho tiempo antes de que el dique se rompiera. "¿Cómo es que nunca te dio un anillo cuando ella estaba viva?" El tenedor de Trish se detuvo justo cuando estaba a punto de meterlo en su boca. Se balanceó en su mano temblorosa de repente, y cayeron algunos trozos de huevo revuelto. Ella dejó el tenedor de nuevo en su plato. "¿De qué estás hablando?" Preguntó en un largo suspiro. Rosa hizo una mueca. Allí no había confusión acerca de sus sentimientos. "Ella nunca te dio un anillo mientras estuvo viva. ¿Por qué usar su anillo ahora?" "Porque la amaba. Tú lo sabes. Es la única cosa que tengo de ella." "Pero Trish, un anillo es algo especial, ¿no crees?" Trish entornó los ojos. Ella sabía dónde iba y no le gustaba ni un poco. Rosa y su maldita moral santurrona. "Por supuesto que un anillo es especial. Lo que Laura y yo tuvimos era especial. Jesús, Rosa, conoces toda nuestra historia, con pelos y señales". "Sí, pero esto del anillo es nuevo. Y no me gusta." Trish apartó su plato a un lado, su apetito había desaparecido. Si Rosa estaba tratando de provocarla, bien, ella estaba condenadamente teniendo éxito. "Nunca te gustó nada acerca de Laura, admítelo." "No, te equivocas. Lo que no me gustó era que Laura todavía tenía un poder sobre ti todos estos años. Años en los que podrías haber estado haciendo una vida con otra persona".
"Mira, Rosa, nunca iba a funcionar nada entre tú y yo, a la larga, con Laura o sin Laura." "Está bien, tal vez no." Los ojos de Rosa se empañaron. Ella había sido herida por su separación, pero Trish pensaba que Rosa ya había superado eso. Tal vez se había equivocado. "Pero nunca lo vamos a saber, porque Laura era un albatro constante alrededor de nuestros cuellos. Ella estaba siempre entre nosotras". "¿De verdad tenemos que pasar por todo esto de nuevo? Dios, Rosa, no puedo creer que todavía estés consumida por los celos de Laura. ¡Esto es pasado!" "Está bien. Estoy celosa, ¿de acuerdo? Siempre lo estuve, siempre lo estaré". Wow, esa fue una primicia, pensó Trish irónicamente. Rosa admitiendo un error. Si ellas no estuvieran discutiendo un tema tan sensible, podría saborearlo. "Pero tú todavía no lo superas", continuó Rosa. Oh, Cristo. Realmente no quería pelear con Rosa en estos momentos. Ella necesitaba una amiga, alguien que entendiera por lo que estaba pasando, y alguien con un poco de simpatía también. Ella no necesitaba esta condenación, y no necesitaba hacer una nueva versión de su ruptura. "¿No lo ves?" continuó Rosa, con su voz llena de rabia apenas contenida. "Ella nunca iba a volver contigo, ella nunca iba a cambiar. Y sin embargo tú aguantando y aguantando, ciega a todo lo demás que no fuera una fantasía de una sola persona". Apresuradamente Trish tomó dinero de su billetera, para pagar su parte de la cuenta. Ella no necesitaba esta mierda, y no quería escuchar por más tiempo. Era evidente que Rosa estaba enojada con ella y la estaba atacando entre dos cañones. Era totalmente injusto. "Está muerta", continuó Rosa. "Y ahora estás sosteniéndote en una mujer muerta. Un fantasma". "Basta," Trish dijo entre dientes, al borde de las lágrimas. "No, no voy a parar porque necesitas escuchar esto. Si no la dejas ir, te vas a morir junto con ella. La vida es para los vivos, Trish. Y eso te incluye a ti. Si quieres recordar a Laura y tu tiempo con ella, está bien. Pero quítate las gafas de color rosa y vela a ella y tu relación con ella como lo que realmente era. Y luego sigue adelante con tu vida."
Trish arrojó un billete de diez dólares sobre la mesa. Sin decir una palabra, salió dando grandes zancadas. Las lágrimas corrían por su cara mientras ella comenzó a correr por la acera, lejos de Rosa y de su pequeña escena de celos estúpidos. Rosa no entendía. Nadie lo entendía. Bueno, Pam probablemente sí, pero Trish tenía miedo de confiar demasiado en ella porque no quería que sus emociones y su necesidad fuera mal interpretado. Cristo, ¿no iba a hacer nada bien en estos días? Ella dejado que Pam pesara que quería acostarse con ella, y ahora su mejor amiga estaba enojada con ella. Al llegar a su coche, ella tocó el anillo de Laura. Era fuerte, sólido, al igual que Laura. Sentía como si Laura estuviera aquí con ella, o al menos un pedazo de Laura, y era tranquilizador. ¿Por qué Rosa no podía entender eso? Echaba de menos a Laura, estaba de duelo por el único y verdadero amor de su vida. ¿Por qué Rosa tenía que ser una maldita bruja al respecto? Se desplomó sobre el volante, organizando sus pensamientos. Si quería aferrarse a Laura, era asunto de ella y nadie más. Se aferraría a ella durante todo el tiempo que condenadamente quisiera.
***
Pam tomó el ascensor hasta el tercer piso del hospital, donde se encontraban las unidades de Cuidados Intensivos. Tenía una hora o menos de tiempo de descanso y quería comprobar el estado de una mujer que había sido traída ayer en ambulancia, a la sala de emergencia. La madre soltera de dos niños, treinta y cuatro años, había llegado inconsciente, porque se había desmayado repentinamente en su cocina, frente a sus hijos. Pam sospechaba un aneurisma cerebral, lo que había sido confirmado por una TC de emergencia. Había llamado a neurocirugía, y la paciente fue trasladada de urgencia al quirófano. Había sobrevivido a la cirugía, pero su recuperación y su supervivencia seguían siendo inciertas. Pam fue recibida por la residente de neurología, Nancy Watters, quien estaba comprobando los equipos de suministro de oxígeno y nutrientes a su paciente. Pam y Nancy habían hecho sus prácticas generales de un año, al mismo tiempo. "¿Cómo está?" "Todavía es demasiado pronto para decirlo. Está fuera de nuestras manos, si sabes lo que quiero decir, pero Pearson hizo un trabajo maravilloso anoche."
Dick Pearson era el mejor neurocirujano en la ciudad. Él le había dado la mejor oportunidad posible, por lo que valía la pena. Las probabilidades de su supervivencia eran menos del veinte por ciento, pero hasta ahora la paciente seguía soportando. Pam dirigió su mirada a la habitación contraria, donde un hombre con quemaduras de segundo y tercer grado yacía inconsciente. Él no había entrado en la sala de emergencias durante su turno, gracias a Dios, pero había oído hablar de él. Tres días atrás había disparado a su esposa e hija adolescente, matándolas, luego inició un incendio en la casa, con la esperanza de morir en el proceso. Hasta ahora, había sobrevivido. "¿Qué pasa con él?" preguntó Pam con un movimiento de su dedo pulgar. Nancy hizo una mueca de desprecio no disimulado. "Parece que va a salir adelante." "Imagínate, ¿no? Es tan jodidamente injusto". Nancy le puso una mano amistosa en el hombro. "No trates de averiguar lo que es justo y lo que no es justo en este lugar. La justicia es tan desigual, como mi abuela solía decir." Pam sonrió, a pesar de que tenía ganas de llorar de frustración. "Lo sé, tienes razón, es solo que..." "Lo sé. Hey, ¿cómo te va, por cierto?" Pam se encogió de hombros, pero por dentro, el pánico estaba apretando su pecho como un vicio. Tenía que salir de allí. "Lo estoy haciendo bien", se las arregló, no pudiendo reprimir el impulso de huir. "Lo siento, Nancy, me tengo que ir." Bajó corriendo las escaleras, que terminaban justo al lado de la capilla. Ella no era creyente y sólo alguna vez asomó la cabeza en el interior, justo después de que ella comenzó a trabajar en el hospital, sólo para ver cómo era por dentro. Ahora sentía una atracción inusual de sentarse tranquilamente en una banca. No porque ella buscara el consuelo de Dios o de la religión o de lo que fuera, sino porque era un lugar tranquilo, donde tal vez podría estar a solas con sus pensamientos. Incluso podría encontrar algo de paz y salir de este lugar oscuro en el que se sentía atrapada. Pam se sentó y miró fijamente, sin pestañear, a las velas encendidas en el altar de madera. Pensó en la madre soltera del piso de UCI luchando por su vida, tenía que salir adelante por el bien de sus hijos. Pensó en el asesino que merecía
morir, pero que probablemente no moriría. Y luego estaba Laura, que sólo estaba tratando de ayudar a la gente, y sin embargo, ella había sido recompensada por sus buenas acciones perdiendo la vida en un accidente de helicóptero. ¿Qué sentido de mierda tenía todo eso? se preguntaba con tristeza. ¿Cuál es el punto de tratar de hacer algo bueno, cuando no hay justicia, no hay Dios justo o Diosa, ni cielo, ni recompensa final? "Parece como si estuvieras enojada con el mundo." Volvió la cabeza hacia la voz suave del hombre de pie detrás de ella. Era el capellán, un hombre mayor y calvo que le sonrió amablemente con los ojos y con su boca. Pam no veía ninguna razón para ser evasiva. Él había traído el tema a colación, después de todo. "No, no estoy enfadada con el mundo. Sólo con Dios, si es que existe." "¿Puedo sentarme contigo?" Pam asintió superficialmente, prefería estar sola, pero no quería ser grosera. Se sentaría durante unos minutos con él, luego, podría poner una excusa. "Eres un médico de aquí", dijo, mirando al frente, al igual que Pam. "Sí". "¿Perdiste un paciente hoy?" Supuso que era por eso que los médicos aparecían en la capilla de vez en cuando. Ella negó con la cabeza. "Sabes, a Dios no le importa si tú te enojas con él. Él tiene hombros grandes". Oh, por favor. Ella odiaba cuando la gente hablaba como si Dios fuera una persona real. "Lo siento, pero debo volver al trabajo." Ella comenzó a levantarse de su asiento, cuando la mano del hombre en su brazo la atrajo suavemente hacia abajo. "No, lo siento. Podemos dejar a Dios fuera de esto, sabes. ¿Vas a decirme más acerca del por qué estás enojada?" Durante un largo momento, Pam se miró las manos entrelazadas en el regazo, preguntándose si confiar en el Pastor valdría la pena. Finalmente, ella decidió que tenía poco que perder y, quién sabe, tal vez incluso algo que ganar. Por lo menos, este hombre con túnica parecía un lugar seguro donde depositar su ira. "¿Por qué es la muerte tan... tan al azar? Tan injusta".
"¿Qué quieres decir?" "¿Por qué la gente buena a veces mueren jóvenes o trágicamente, y gente malvada parecen no sufrir? ¿Por qué no tiene sentido?" "Ah, pero ya ves, la muerte no es un castigo y la vida no es siempre una recompensa. Son simplemente una parte del círculo de la vida". La ira de Pam resurgió a la superficie otra vez. "Que le digan eso a los dos niños cuya madre se aferra a la vida allá arriba en la UCI. Estoy segura de que no se sienten tan filosóficos acerca de la muerte en estos momentos. Tampoco yo lo estoy" El pastor le escrutó con sus intensos ojos oscuros, pero su voz era suave y gentil. "Alguien que amas ha muerto recientemente." Pam se quedó sin aliento. "Sí". "¿Alguien que no merecía morir?" "Sí. Mi hermana. Ella era un médico del ejército que servía en Afganistán, cuando fue asesinada recientemente. Un accidente de helicóptero". "Ah, ya veo. Lo siento mucho por tu pérdida". "Gracias." Se quedaron en silencio durante unos minutos, hasta que el Pastor habló de nuevo. "Mi querida, pensar en la muerte como un castigo, es el mismo tipo de pensamiento que está detrás de la pena capital. Ojo por ojo. Ese tipo de cosas. ¿Has pensado que a veces vivir es el verdadero castigo, y la muerte es la recompensa?" Pam suponía que él tenía razón. Algunas personas tenían que vivir con un dolor insoportable, o en la pobreza, o en el abuso, o con cualquier número de enfermedades y condiciones de vida que los succionaban. En casos como estos, la muerte era probablemente la liberación. "En el caso de mi hermana, la muerte no era una recompensa." "Pero, ¿quién somos nosotros para juzgar? A veces el plan de Dios es..." "Yo no quiero saber nada del plan de Dios," Pam entró en erupción. "Un Dios amoroso no permite o planifica el noventa por ciento de las cosas de mierda que pasan en este mundo."
"Muy bien. Lo siento. Yo dije que iba a dejar a Dios fuera de esto, ¿no?" Pam sacudió la cabeza y se limpió una lágrima antes de que pudiera extenderse. "Es sólo que no entiendo nada de eso." "¿Sabes una cosa, doctora? Debo confesar que yo tampoco entiendo mucho de esto". "¿No lo entiende?" Haciendo una mueca, él negó con la cabeza. "Nop. Pero nosotros sólo somos humanos. No somos capaces de entender todo lo que pasa en la vida. Esa es la forma en que está destinada a ser". "Pero usted cree en el poder de Dios, incluso cuando no entiende su plan, como usted lo llama. Usted cree en un Dios que no puede salvar a la gente buena o que no siempre puede ayudar a los que lo merecen". "Eso es cierto, pero tú crees en la medicina, incluso cuando no puedes salvar a todos los pacientes, ¿no?" Pam le reconoció el punto de vista. "¿Así que se supone que debo aceptar estas cosas?" "¿Puedes cambiar el resultado, si decides no aceptar la muerte?" "Puedo tratar de luchar contra eso, cuando está en mi poder para hacerlo. Es por eso que estoy en la medicina". "¿Y cuándo no está en tu poder?" "No, por supuesto que no. No puedo cambiar el hecho de que mi hermana está muerta". "Precisamente. Tu ira y tu sentido de impotencia no la traerá de vuelta". Nada iba a traer de vuelta a Laura. Ella lo sabía. "Yo no soy el tipo de persona que puede aceptar que estas cosas pasen. Que cuando te toca, te toca. O que Dios tiene un plan y todo eso. ¿Sabe lo que pienso?" Ella no esperó a que él le respondiera. "Creo que a veces la mierda es lo que pasa, y que las personas inocentes a veces mueren. Eso es lo que pienso. Lo que no puedo aceptar es la injusticia de todo". El capellán suspiró con resignación. "Tú eres una doctora. Es bueno que luches por tus pacientes, que no aceptes la muerte con facilidad. Pero lo que te
hace un buen médico, no necesariamente te hace alguien que está en paz con tu vida." A Pam no le gustaba a dónde iba esta conversación. Se estaba haciendo demasiado personal, demasiado crítica, demasiado incómodo. "Mira," dijo el hombre, apoyando su mano en su brazo de nuevo, como si sintiera que ella estaba a punto de echarse a correr. "He visto a mucha gente morir. Y he tratado de ayudar a un montón de gente, a través del proceso de duelo". "Entonces debe haberse formado algunas opiniones." "Lo que sí sé con certeza, es que la muerte nos enseña más sobre la vida de lo que hace cualquier otra cosa. Que la vida es para ser vivida y para ser vivida plenamente. Para amar y hacer el bien en este mundo. Ser fiel a ti misma y seguir tus sueños. Eso es lo que he aprendido acerca de la muerte, porque esas son precisamente las cosas que son importantes en la vida". ¿Así que la muerte de Laura estaba destinada a enseñarle a ella y a los demás estas grandes lecciones acerca de la vida? No. Ella se negaba a creer eso. Laura no tenía que morir para que ella pudiera encontrar la manera de vivir más plenamente, cómo ser más feliz. "Gracias, Pastor." Ella se puso de pie. "Espero haber ayudado." Su sonrisa era esperanzadora. Pam asintió cortésmente y salió, deteniéndose en el hueco de la escalera para apoyarse en la solidez fresca de la pared de bloques de hormigón. No había ayudado mucho en estos momentos. Tenía ganas de llamar a Trish y decirle acerca de la conversación con el pastor. Se preguntó si Trish estaría de acuerdo con la parte de aprender a vivir más plenamente, para ir a por ello mientras que pudiese. Pam había ido por sus sueños, y, sin embargo, es cierto, había un vacío en su vida que su carrera médica no había podido llenar. Incluso antes de la muerte de Laura, había comenzado a cuestionarse su propósito. Sacó su teléfono, buscando en la lista de contactos, hasta encontrar el número de Trish. Ella vaciló. Las cosas se habían vuelto incómodas después del beso, y ahora ella no sabía dónde se encontraban. Trish le había asegurado que seguían siendo amigas, y sin embargo, el beso sin duda había levantado un muro entre ellas. ¡Estúpido, estúpido beso! ¿Por qué demonios hice algo tan estúpido? Se apoyó contra la pared, la habría perforado por su frustración si no fuera por los bloques de hormigón. Su hermana estaba muerta, y la mujer que se había
convertido en su mejor amiga, su gracia salvadora, ahora era inaccesible emocionalmente para ella. Vería a Trish en unos pocos días. Esperaba que pudieran manejar de la mejor manera alrededor de esto, para que ella pudiera respirar de nuevo.
Capítulo Doce
Vestidas con pantalones cortos casi idénticos, camisetas sin mangas y zapatos para correr, Trish y Pam corrieron una vez por la circunferencia de la pista de la escuela secundaria, luego dieron otro recorrido caminando. Decidieron tratar de hacer diez vueltas de esa manera, alternando entre correr y caminar, porque Trish había decidido cubrir el total de las diez vueltas. Ella no era tan atleta como Pam. En aras del recuerdo, Pam había querido visitar su antigua escuela y correr en la pista de nuevo. "Apuesto a que esta carrera te trae muchos recuerdos", dijo Trish, aun recuperando el aliento por la carrera. Pam, como Laura, había sobresalido en el deporte. "Así es. Especialmente las gradas." Pam apuntaban hacia el lado norte de la pista. "¿Las gradas?" Pam sonrió. "Mi primer beso con una chica, fue debajo de esas." Trish se echó a reír también. "Wow. Y yo que pensaba que tu recuerdo más emocionante aquí, era el momento en que rompiste el récord de Laura en los doscientos metros. Me pareció que fue muy emocionante". "¿En comparación de besar a una chica? ¡Ni siquiera cerca!" Trish ligeramente golpeó a Pam en el bíceps, mientras caminaban lado a lado. Era un alivio reír juntas. Cualquier incomodidad entre ellas desde aquel beso, se había evaporado en los terrenos de su alma mater, en esa tarde soleada de junio. Había muchos recuerdos aquí, el aire estaba prácticamente lleno de ellos. Eran como un manto, dándole a Trish seguridad instantánea, certidumbre, confianza. Esos sentimientos cálidos la habían impulsado a una carrera docente en la misma escuela -nunca consideró enseñar en otro lugar. Se le ocurrió ahora pensar en lo poco que había cambiado su vida en los últimos veinte años, excepto el hecho de que ella ganaba un cheque de pago y pagaba una hipoteca. Trish Tomlinson, la chica que nunca salió de la secundaria Huron. Trish se detuvo, ligeramente mareada con esta revelación. "¿Estás bien?" preguntó Pam, alarmada, y sus dedos envolvieron inmediatamente la muñeca de Trish para tomar el pulso. "¿Te sientes débil?"
"No, estoy bien." Pero realmente no lo estaba, podía fingir que sí y tratar de cambiar el tema. Excepto que Pam la estaba mirando tan intensamente, tan llena de preocupación. Una lágrima temblorosa cayó de repente en la mejilla de Trish. No podía mentirle a Pam. "Oh, Trish, lo sé. Lo sé". La mano de Pam se deslizó en Trish y la apretó con fuerza, siguieron caminando, pero ahora más lento. "No," murmuró Trish. Pam no lo entendería. Por una sola vez, no estaba llorando por Laura, estaba llorando por ella misma y su patética vida. "No, es... No importa, ¿de acuerdo?" "No, no quiero un 'no importa'. ¿Qué es? ¿Qué pasa?" "Soy tan ridícula, Pam. Todo este tiempo..." "Todo este tiempo, ¿qué?" Siguieron caminando, y Trish no habló durante un largo momento. Cuando lo hizo, sus lágrimas se habían detenido, y en su boca tenía el sabor amargo de la auto-recriminación. "Soy una idiota. Ni siquiera me di la oportunidad de seguir adelante". "¿De qué estás hablando?" "Nunca pasé de Laura, porque nunca me fui de la escuela secundaria. ¿No es patético? Me puse voluntariamente en este enorme bache y lo llamé vida". "No, eso no es cierto. ¿Y qué hay de malo en estar aquí? Hay mucha gente que enseña en su alma máter. No importa que nunca te hayas ido de Ann Arbor. Es una gran ciudad, Trish. A mí me encanta estar aquí. Siempre me ha gustado. ¡Te envidio!" Trish negó con la cabeza. "Tú conseguiste salir de aquí, comenzaste una vida, al igual que Laura lo hizo. Pero yo, es como si tuviera miedo de probar algo nuevo, de ir a algún lugar diferente, de empezar de nuevo. Tal vez estúpidamente pensé que si me quedaba aquí, Laura vendría de vuelta a casa. Que todo sería como antes". Pam le apretó la mano. "Créeme, alejándose y empezar de nuevo en otro lugar, no resuelve todos tus problemas. En todo caso, es más difícil echar raíces, sentirse parte de algo cuando se va a otro lugar. Te sentías arraigada a esta comunidad, invertiste de ti misma en ella, y no hay nada malo en eso."
"Eso es cierto, siempre y cuando no sea una manera de tratar de aferrarse al pasado." "¿Es eso lo que estás haciendo? ¿Lo que estamos haciendo?" "No lo creí en su momento. Quiero decir, yo nunca vislumbré esto como antes. Pero ahora ya no estoy tan segura". "Creo que estás viendo demasiado en ello. La muerte de Laura nos hizo dudar de las cosas, cuestionarnos nuestras vidas de esta manera." "Tal vez, pero la verdad es la verdad, sin importar lo que te hace llegar a la realización." Trish se detuvo, miró fijamente a los ojos de Pam. "No puedo seguir adelante si no examino los motivos por las cosas que he hecho, por la forma en que he vivido mi vida. Si no estoy de acuerdo con esas cosas". "¿Estás diciendo que quieres seguir adelante?" "Creo que sí, sí. Quiero decir, lo necesito. Si no lo hago, voy a..." morir igual que Laura, quería decir. Pam parecía entender porque asintió con seriedad. "Pasar de Laura no quiere decir que la amabas menos. Lo sabes, ¿verdad?" Trish asintió de nuevo con lágrimas. "Lo sé." Caminaron de nuevo, la mano de Pam seguía en la suya. Se sentía bien. Tentativamente, Pam dijo: "¿Puedo hacerte una pregunta personal?" "Por supuesto." "¿Cuándo fue la última vez que dormiste con mi hermana?" Eso era fácil de responder, pero Trish se encontró a sí misma poniendo obstáculos. Se preguntó por qué Pam quería saberlo, pero preguntándole podría parecer como si estuviera evadiendo la pregunta. "Cuando ella estuvo aquí para el funeral de tu madre. Fue algo que sucedió". "¿No fue cuando ella estuvo aquí, en noviembre pasado?" "No. Cenamos juntas, pero eso fue todo. Pareces sorprendida". "¿De que te acostaste con ella hace seis años? ¿O de que no te acostaste con ella el otoño pasado?"
Había un tono de acusación en el tono de Pam. ¿Por qué debía importarle cuando fue la última vez que se acostó con Laura? Ella estudió el perfil de Pam, el gesto enojado de la mandíbula, la vena palpitante en su cuello. "¿Te he molestado de alguna manera?" "No. Mira, olvídalo". "¿Estás enojada conmigo o con Laura?" Pam le soltó la mano. "Vamos, vamos a correr de nuevo." Pam salió como una bala, gracias a sus piernas largas. Era rápida y Trish no podía alcanzarla. Después de una vuelta, Pam se detuvo y la esperó. Trish llegó trotando hacia ella. "¿Vas a responder a la pregunta?" "No estoy enojada, sólo estoy... no lo sé, ¿de acuerdo?" Caminaron en silencio un poco más. Luego Pam se detuvo y la miró, con expresión de dolor, con las manos en las caderas. “Aquí está mi problema. No entiendo por qué Laura nunca regresó contigo, cuando claramente tú eras la única mujer que alguna vez había capturado su corazón. Y no entiendo por qué tú seguiste estando enamorada de alguien, que no quería comprometerse contigo. Estoy confundida, Trish. No lo entiendo, y quiero entender". Trish instintivamente acarició el anillo de Laura, en la cadena alrededor de su cuello. "Crees que soy una estúpida, ¿no? ¿O débil? Por cargar esto durante tanto tiempo." "No, no lo creo. Pero no entiendo..." "¿Acerca de aguantar todo esto por alguien?" El rostro de Pam se sonrojó. Su expresión mostraba que sabía exactamente a lo que Trish se sentía aludida. "Lo siento." Trish extendió la mano y le tocó el brazo. "No me refiero a ser una bruja." "No, me lo merecía. Y tienes razón. Entiendo esa parte. Es que no lo había pensado de esa manera." "Entonces, ¿qué vamos a hacer al respecto?"
Pam sonrió, sus ojos brillaron con picardía. "Las dos necesitamos encontrar alguna mujer sexy y espectacular, que nos lleve muy lejos y nos haga olvidarnos de nadie más." Trish le devolvió la sonrisa. "¿Y si no podemos?" "Entonces voy a tener que seguir tratando de convencerte, de que soy digna de tomarme en cuenta." Pam continuó sonriendo, pero sus ojos estaban serios. Trish ladeó la cabeza y le devolvió la sonrisa. "Eres una mujer encantadora. Y no tengo ninguna duda de que eres digna de tomar en cuenta". "¿Tanto como si fuera otra persona que me tomara en cuenta?" El aliento de Trish se atascó en su garganta. Los recuerdos de su beso inundaron su mente. Recuerdos tan intensos que una punzada de excitación se apresuró a regresar a su vientre, a sus muslos. ¿Qué hay de malo en mí?, se preguntó, con no poca sorpresa. Esta hermosa, inteligente, exitosa mujer encantadora está interesada en mí, y lo único que puedo hacer es pensar en el pasado y todas las razones por las que no debo darle una oportunidad. Pam rio ligeramente. "Parece que estás teniendo un ataque de ansiedad. Sólo estaba bromeando, ya sabes." Trish golpeó juguetonamente su hombro, feliz de haber esquivado una discusión seria sobre ambas. Necesitaba tiempo y distancia para darse un poco de perspectiva sobre Pam. Laura también, y los cambios en la dinámica. "Me muero de hambre. ¿Qué tal si vamos a almorzar, y luego retomamos el diario de Laura?" "Me acabas de leer la mente. ¿Qué tal en el bar del campus, de los Red Hawk?" "Perfecto. Creo que me he ganado una hamburguesa gigante y papas fritas".
***
Pam estaba comiendo vorazmente su pescado y las papas fritas, y observó a Trish hacer lo mismo con su hamburguesa. En sus vasos altos, bebían la cerveza que estaba siendo elaborada en una destilería cercana. Era un agradable silencio, pero Pam seguía avergonzada por su comentario anterior. Ese de que si ella valía la pena tomar en cuenta. Ella había sabido tan pronto como abrió la boca, que sonaba como una imbécil egoísta. Trish nunca iba a darle una oportunidad, y cuanto más se obsesionara con ello, no quería ser como Trish en ese aspecto -atrapada
en alguien que nunca podría tener, hasta el punto de no permitirse a sí misma amar a nadie más. No. Cuanto antes pudiera dejar de lado este inútil enamoramiento adolescente, mejor. Si tan sólo no tuviera esa pequeña mancha de mostaza, me encantaría lamer sus labios, pensó Pam sin poder hacer nada. "¿Continuamos?", Dijo Pam, obligándose cambiar el rumbo de sus pensamientos. Sacó el diario de Laura, de su mochila en el asiento de al lado. Trish asintió con aprobación y Pam lo abrió donde se habían quedado. "Diciembre 28: "Hoy me siento sola. Supongo que es porque son las fiestas, aunque las cosas parecen iguales por aquí, a excepción de la pequeña pieza de muérdago que alguna persona optimista colgó en nuestra área de descanso para el personal. Extraño a Pam. Extraño el hogar, donde diablos esté. Es más como la idea de casa. Pero lo superaré. Siempre lo hago. Pero mientras tanto, voy a dejar que esta soledad mantenga su control sobre mí por un día, y sé que voy a pensar en arrepentimientos, jugando el juego del ´y qué pasaría si´. Al igual que si abandonara el ejército ahora. ¿Dónde estaría y qué estaría haciendo? ¿Y con quién lo estaría haciendo? Supongo que Trish todavía me recibiría de vuelta después de todos estos años" Pam le robó una mirada a Trish, quien parecía haber dejado de respirar por un momento, pero asintió con un gesto para que Pam continuara. "-Si volviera a Ann Arbor como civil. Yo podría practicar la medicina probablemente. O comenzar una práctica con Pam, como lo hemos hablado. En días como hoy, sueño con esas cosas -tener un hogar con alguien, ir a trabajar todos los días, salir a pasear los fines de semana, tal vez una comida campestre de sábado en algún lugar, a correr a lo largo del río, ir a un partido a la Casa Grande. Se siente bien soñar con estas cosas en un día como éste. Pero mañana, me despertaré contenta de que estoy aquí en medio de una zona de guerra. Me alegraré de ver a mis colegas, bromear con ellos, molestar al coronel para que me deje ir a uno de los refugios exteriores. Me alegro de que un gran cofre contenga todas mis pertenencias terrenales. Me alegra saber que realmente hay una sola persona en el mundo que tiene que preocuparse por mí, pero ella es mi hermana, y eso viene con la propiedad. La única cosa que me abruma es el deber, y yo no lo haría de ninguna otra manera. Es suficiente para mí, y es suficiente (por lo general) para borrar cualquier remordimiento y sofocar cualquier sueño ridículo. El deber es mi religión. Mi esposa”. Pam cerró el diario y lo guardó en su mochila, antes de terminar su cerveza. "Wow. Creo que eso es suficiente para digerir por ahora."
Trish asintió, miró su vaso por un largo momento. Sus ojos parecían llenos, como si las lágrimas se desbordarían en cualquier momento. Pero no lo hicieron. "¿Estás bien?" Preguntó Pam en voz baja. "Sí. Estoy bien. Supongo que la condujo a casa, ¿no es así?" "Sí. Ella no habría sido feliz viviendo de otra manera. Realmente era su vocación, como una religión". "Pensé que la medicina era un llamado también. ¿No debería haber sido suficiente?" "No para ella." "Pero lo es para ti, ¿verdad?" Pam se encogió de hombros. "Pensaba que era así. Ahora, ya no estoy tan segura". La sorpresa se registró en el rostro de Trish. "¿Qué ha cambiado eso?" "La muerte de Laura." "Sí, ha cambiado las cosas para mí también." "¿En serio? ¿Cómo qué?" La camarera se acercó, recogió los platos y tomó su orden para el café. "Querer perseguir mis sueños más de lo que he hecho", dijo Trish. Sueños. La medicina había sido el gran sueño de Pam. Graduarse, completar su internado, trabajando en la bulliciosa sala de emergencias de un hospital de la gran ciudad. Ahora que sus sueños eran realidad, ella había dejado de soñar. Dejando de querer, hasta que encontró a Trish de nuevo. Ahora se sentía vacía sin un sueño, y no quería morir de esa manera. Al menos Laura había muerto teniendo sueños aún. ¿No era así? "Es una estupidez realmente," estaba diciendo Trish, su boca se curvó en una sonrisa tímida. "¿Qué? Dime". "Nunca le he dicho esto a nadie."
Pam se inclinó hacia delante, apoyándose en sus codos. "Los sueños no son estúpidos. Me intrigas". "No lo hagas. No es tan emocionante. Es que... No sé. Supongo que siempre he querido escribir un libro de algún tipo". "¿En serio?" Pam nunca había conocido a nadie antes que quisiera escribir un libro. Bueno, además de uno de sus profesores, que siempre hablaba de los libros de texto de oftalmología que iba a escribir algún día. Pero eso no era de lo que Trish estaba hablando. "¿Qué clase de libro?" La camarera regresó con sus cafés, suspendiendo momentáneamente la conversación. Trish todavía parecía un poco avergonzada, pero también fortalecida. Como alguien atrapada en un sueño. Pam sintió un poco de envidia. "Yo no estoy muy segura. He pensado en una novela romántica. Estoy a la mitad, escribiendo una". "¿En serio? Eso es genial. Nunca he conocido a nadie que haya escrito una novela romántica antes. ¿Es chica con chica?" "Por supuesto, tonta." "Y déjame adivinar, ¿la chica recupera a la chica al final?" "Oh, deja de reírte. Yo sabía que no tenía que habértelo dicho." Pero Trish no se miraba molesta. De hecho, se veía un poco contenta por la atención. "No estoy bromeando, de veras. Creo que es genial que hayas comenzado a escribir un libro. ¿Cuándo vas a terminarlo?" "Probablemente nunca. Lo empecé hace tres años." "No puedes renunciar, no cuando estás a mitad del camino." Trish suspiró, tomó un sorbo de café. "Supongo que no me atrevo a escribir un final feliz. Sé que la chica se supone que conseguirá a la chica, pero..." Pam entendió perfectamente. "Es una fantasía. La chica está consiguiendo a la chica, ya sabes." "Lo sé. Es sólo que no sé lo que se siente, ¿sabes?" Se le quebró la voz, y Pam se inclinó sobre la mesa para tocar su mano. "Entonces escribe de otra cosa," sugirió Pam. "Un misterio o un thriller. ¿Tal vez incluso algo de no ficción?"
"Lo sé, tienes razón. Debería empezar algo diferente y olvidarme de esta tontería de romance". "No te des por vencida, Trish." Era triste para Pam que Trish no tuviera un final feliz. Supuso que debería sentirse alentada de que el corazón de Trish permaneció solo y no era poseído por otra persona, pero no lo estaba. Trish era una mujer en esencia y alguien que merecía ser amada de nuevo. "¿Qué hay de ti?" Los ojos de Trish la sondearon. "No estarás pensando en dejar la medicina, ¿no?" Pam miró hacia otro lado. No quería ver la preocupación en la cara de Trish. "Mi contrato terminará en un par de semanas. No he firmado por el nuevo período". "¿Lo renovarás?" "No lo creo. Siento como que necesito un poco de tiempo para entender las cosas." Eso era un eufemismo. "¿Eso significa que ya no quieres ser médico?" Pam no sabía exactamente lo que significaba. Ella no podía comprender no ser un médico. Es lo que ella había soñado hacer, desde que era una adolescente y observaba a Laura ir a la escuela de medicina. Su madre y su hermana habían hecho tantos sacrificios financieros para ayudarle a pagar su educación, y ella no quería deshonrarlas por abandonarla. Ella era buena en eso, también, y sin embargo, estaba tan perdida ahora, tan insensible, tan llena de dudas. No podía encontrar en sí misma para preocuparse mucho de nada. Continuaba con su trabajo sin sentir pasión, un acto simplemente mecánico. Ella no quería eso, y sus pacientes, sin duda no se merecían eso. "Supongo que quiero sentir de la manera en Laura hacía su trabajo," dijo ella, la emoción estrangulaba su voz. "Como si fuera una religión. O una esposa". "Oh, cariño, lo siento. Sé que la muerte de Laura te ha hecho sentir como si estuvieras en una encrucijada. Por si sirve de algo, creo que eres demasiado buena en lo que haces y te gusta ayudar a la gente demasiado como para renunciar a ello". Esperaba que Trish tuviera razón y que su pasión por la medicina regresaría. Pero ¿y si no lo hacía? Su estómago se encogió ante la idea. No había ninguna garantía que ella quisiera volver a ello, pero diablos, no había garantía de nada, ya que la muerte de Laura estaba dolorosamente recordándoselo. "Tengo que estar segura de que es lo que quiero hacer", dijo Pam. Claro que era lo que realmente quería para sí misma, que ella no era la sombra de Laura, la
copia de Laura en todo lo que hacía -desde la medicina hasta querer a Trish. Con desesperación silenciosa, se preguntaba ahora si eso es lo que había estado haciendo todos estos años, interpretando el papel de la hermana pequeña sin pensar, siguiendo los pasos de la hermana mayor. Si eso fuera cierto, entonces era hora de encontrar su propio camino. Era hora de ser el líder, en lugar de seguidora. Por supuesto, no era como si tuviera una opción de todos modos, debido a que su líder había muerto. Miró a Trish y trató de no dejar que se mostrara el pánico en su rostro. No quería renunciar a todo por lo que había trabajado durante tanto tiempo, cada sueño, cada onza de su amor por Trish, simplemente porque no eran ideas originales. "Pam? ¿Qué pasa?" "Nada, yo...” "Querida Trish!" Una mujer afroamericana, de unos seis pies de altura y con la amplia circunferencia de una ex- atleta de mediana edad, dio una palmada en el hombro a Trish. "Chica, qué delicia encontrarme contigo aquí." "Bev, ¿cómo estás? Oh, disculpa, esta es mi amiga Pam. Pam, ella es Bev Jermaine. La entrenadora del equipo de baloncesto femenil en nuestra escuela". Pam medio se levantó y estrechó la mano carnosa de la mujer. Sí, definitivamente, guantes de baloncesto. "Mucho gusto, Bev." "Oh, el placer es todo mío." Los ojos oscuros de Bev barrieron con admiración sobre Pam antes de regresar a Trish. Sus dientes brillaron en la sonrisa más amplia que Pam había visto en su vida. "Por favor, dime que vas a llevar a esta mujer encantadora, a la fiesta de esta noche." "Oh, yo, ah..." La cara de Trish empezó a sonrojarse. Una fiesta era una novedad para Pam. "No me digas que se iban a escabullir de ello" Bev fingió estar enojada, pero pronto estaba sonriendo de nuevo. "Porque sabes que voy a buscarlas y llevarlas hasta allí." Trish se aclaró la garganta. "Yo, ah, no estoy segura de que estemos para una fiesta. Pam es la hermana de Laura. Ella me está visitando este fin de semana".
"Oh. Mierda." Bev puso un pesado brazo alrededor del hombro de Pam. "Siento mucho lo de tu hermana, Pam. Mi más sentido pésame. Y entiendo totalmente lo de la fiesta". "Gracias." El escrutinio de Bev la sorprendió un poco. "He oído hablar mucho de las hermanas Wright en la escuela, en los últimos años. Sus logros deportivos son legendarios". "Por favor. Ojalá fuera cierto". "¿Todavía juegas al baloncesto?" "Una o dos veces a la semana, con los chicos del trabajo." Bev frunció el ceño. "Entonces ten por seguro que no voy a pedirte un poco de uno-a- uno, mientras estás de visita. Me darías una patada en culo. De todos modos, en serio. Si ustedes, señoras, se sienten como para una distracción agradable esta noche o para una bebida, entonces las espero, ¿de acuerdo? Nos encantaría tenerlas a los dos. Una multitud feliz siempre hace las cosas mejor". "Gracias, Bev. Vamos a pensar en ello." Trish se levantó y abrazó a Bev. "Sabes que la diversión nunca escasea en nuestro lugar." Su risa era tan profunda, que resonó en los pies de Pam. "Claro que lo sé. Gracias. Y saluda a Jean de mi parte". Bev le guiñó un ojo. "Puedes decirle tú misma esta noche. Pam, de nuevo, un gusto conocerte." "Gracias. Encantada de conocerte a ti también, Bev." Tan pronto como Bev se alejó, Trish comenzó disculpándose. "Yo debería haberte mencionado la fiesta. Simplemente no creí..." "Oye, está bien. Yo habría hecho lo mismo si estuviera en tu lugar. Pero no me importa ir. Honestamente. Incluso podría ser agradable". "¿En serio? ¿Estás segura?" Pam se encogió de hombros. "¿Por qué no? La mayoría serán gays, supongo" "En su mayoría, sí. Cada año por estas fechas, tenemos una fiesta para celebrar el final de la temporada escolar. La mayoría de nosotros somos maestros
o estamos conectados a la escuela, de alguna manera, pero no todos. Y algunos son heteros, pero todos son muy amigables. Nadie tiene miedo de soltarse el pelo". "Suena divertido." Trish la miraba como si estuviera ocultando algo. Pam la presionó. "¿Hay algo que no me estás contando de la fiesta?" "No, no en realidad. Sólo tengo que encontrar la manera de darle un beso y hacer las paces con Rosa, porque estoy bastante segura de que estará allí." "¿Tuvieron una pelea?" Pam preguntó alarmada. "Más o menos. En realidad, no. No sé. Las cosas no terminaron bien cuando nos reunimos la semana pasada". La camarera dejó la factura de consumo sobre la mesa, preguntó si necesitaban algo más. Pam recogió la factura, haciendo caso omiso de las protestas de Trish. "¿Y bien?" dijo Pam, mientras caminaban hacia el auto de Trish. "¿Tan mal estuvo la pelea que quieres evitarla?" "Oh, diablos, no lo sé. Supongo que tengo que darme una bofetada o algo así". "¿Así que la pelea fue por tu culpa?" "No, fue de las dos. Tuvo unas palabras muy duras para mí. Palabras que yo no quería escuchar, y fui bastante desagradable al respecto. Ella me envió un mensaje y trató de llamarme un par de veces, y yo sigo ignorándola." "¿Crees que ustedes dos lo puedan arreglar?" "Supongo. O por lo menos debemos intentarlo, de todas formas." Pam deslizó su brazo con el de Trish. "Bien. Entonces iremos a la fiesta más tarde. Me gustaría conocer a tus amigos." Trish se echó a reír. "Podrías arrepentirte." “No lo creo." Pam disfrutaba la idea de experimentar en compañía de Trish y de sus amigos, relajarse y disfrutar. Ambas necesitaban un poco de diversión, un poco de conversación casual para un cambio. Mientras ella disfrutaba-necesitabaesas conversaciones catárticas, ellas también quedarían exhaustas. "¿Habrá música? ¿Baile?"
"Ja, puedes contar con ello. Especialmente porque están Bev y Jean. Les encanta la música y esas cosas. Y Bev no necesita una excusa para ponerse sus zapatos de baile". "Suena perfecto."
Capítulo Trece
Trish alejó de su mente lo de la fiesta, a medida que leían más del diario de Laura. Su estilo de escritura era puro, honesto, con la combinación adecuada de emociones y observaciones. Habría sido una buena periodista, se le ocurrió a Trish. Ella no le había dado mucha importancia a la guerra de los últimos años, ni a lo que pasara en Irak o Afganistán, que no fuera nada más preguntarse sobre Laura y de que ella estuviera a salvo. Nunca había estado muy interesada en lo que sucedía en una zona de guerra, pero ahora lo estaba. Estaba ansiosamente absorbida por el relato del diario de Laura, a veces cerrando los ojos cuando le tocaba a Pam leer, de modo que podía imaginar exactamente lo que las palabras describían. Casi podía ver el polvo, sentir el calor, oír el ruido de las aspas del helicóptero y el grito atronador de los jets sobre sus cabezas.
"Enero 3:
"El grupo de evacuación médica trajo a un soldado talibán esta tarde. Le había disparado un soldado británico, durante una emboscada en la carretera. Su pierna izquierda estaba destrozada por las balas, su mano izquierda también estaba muy maltrecha. Estaba consciente, pero se negó a hablar con nuestro intérprete. No se parecía a ninguno d nosotros. Tenía un gesto de desdén en su rostro, como si nos odiara a muerte, lo cual era mutuo. Supuse que lo que realmente le molestaba era el tener a una mujer de doctora, lo que me agradó secretamente. Es cierto que algunos de nuestro grupo, se portan un poco duros con los enemigos cuando son traídos hasta aquí. Ya sabes, como olvidarse de ponerles una inyección de morfina, no ser muy delicados al aplicar las intravenosas, o apretar mucho el torniquete. Créeme, me hubiera gustado poner a este tipo en el bordillo, con unas cuantas zonas más de dolor por las que preocuparse. Muy bien podría haber matado o herido a algunos de mis amigos en el transcurso de esta guerra y podría infligir más daño, una vez que lo dejáramos ir. Pero es mi trabajo ayudar a cualquier persona que pase a través de esas puertas, y, sí, me mata jodidamente hacerlo a veces, pero sé que el día que yo no pueda hacer esto, tendré que dejar de ser médico. El juramento hipocrático no habla de guerras y enemigos. Las personas son personas. Ellos no nacieron de esta manera, se hicieron. Y tal vez, sólo tal vez, cuando ayudemos a salvar a estos tipos, podrán hacer una pausa de un segundo o dos, la próxima vez que tiren del gatillo, y eso podría ser suficiente para salvar una vida. O a lo mejor van a dejar de luchar contra nosotros. No lo sé. Mi lado cínico dice que no va a hacer ninguna maldita diferencia, porque creo que el odio sólo conduce a
más odio. A veces, este pensamiento es la única cosa que me hace seguir adelante y ayudar a tipos como él.
"De todos modos, creo que le salvamos la pierna, pero no la mano. Con suerte, él era zurdo y no será capaz de disparar un arma de nuevo." Trish miró a Pam. "No sabía que tenían que tratar al enemigo a veces. ¿Eso nunca te ha ocurrido, que tengas que tratar a un asesino o a un ladrón de bancos o algo así?" "Claro. No muy a menudo, pero con suficiente regularidad. Es difícil, no voy a mentir acerca de eso. En cierto modo, es más fácil hacer tu trabajo cuando realmente no te importa un carajo si viven o mueren. Pero definitivamente no es tan satisfactorio poder salvar a alguien con quien no te puedes identificar o sentir cualquier emoción positiva o empatía. ¿No es más o menos lo mismo en la enseñanza? ¿Algunos niños que se sienten bien de ayudarlos, y algunos que no lo hacen?" Había tenido un par de estudiantes a través de los años, que habían sido causas perdidas y algunos que pensaba que podría ayudar a corregir el rumbo. Había gastado muchas de sus horas personales en un semestre, tratando de ayudar a un chico de quince años, que estaba luchando contra un montón de demonios – padres alcohólicos, problemas de acoso en la escuela, malas calificaciones. Por mucho que lo intentó, siempre que ambos daban un paso adelante, ellos tomarían otros dos pasos hacia atrás. Una mañana, el portero de la escuela lo encontró colgado del techo del baño. Le había tomado mucho tiempo para superarlo. Le contó a Pam la historia. "A veces, cuando das mucho, se siente como que nunca consigues unir esos pedazos de ti misma, de nuevo." "Lo sé. Y a veces es necesario dar un paso fuera, intentar encontrar esa parte de ti misma que te hizo querer entrar en esa profesión. Creo que allí es donde estoy en este momento." "Si necesitas tomar tiempo para ti, entonces debes hacerlo. ¿Hay algo que pueda hacer? Tengo un montón de espacio aquí, si quieres volver y quedarte por un tiempo." Pam inmediatamente se animó, y por un momento estuvo esa mirada en sus ojos de nuevo, esa con la que Trish se quedaba sin palabras. Trish podía perderse en esa mirada de color verde grisáceo. Pero no. No podía dejar que eso pasara. Tampoco podía dar marcha atrás a la oferta que acababa de hacer.
La sonrisa de Pam vaciló. "No estoy segura de que sería una buena idea." Desesperada por cambiar de tema, Trish miró el reloj antiguo en la repisa de la chimenea de su sala. "Mierda. Si vamos a conseguir un poco de comida en la fiesta, será mejor que nos pongamos en marcha. Estoy segura de que la barbacoa ya estará lista." Cada una llevando una botella de vino como regalo a la anfitriona, caminaron las siete cuadras hasta la casa de Bev y Jean, después de haber decidido que era más fácil, a tener que preocuparse por el coche. Bev se lanzó sobre ellas con un abrazo de oso. Era el tipo de persona que tiraba las formalidades por la ventana y hacía amistades rápidamente. Bev le presentó a Pam a su compañera Jean. El bungalow acogedor estaba repleto de personas, la mayoría de las cuales Trish ya conocía, y la mayoría de ellas eran lesbianas. La vestimenta era casual -shorts y polos o vestidos de verano- y había una palpable sensación de verano y libertad en el aire. Alcohol, conversación y risas fluían en grandes proporciones. El olor de la barbacoa flotaba en el aire, y el estómago de Trish gruñó. "Vamos, chicas", dijo Jean, tirando de ellas. "Vamos a hacernos con un poco de la cena." "Y de vino," añadió Bev con una sonrisa indulgente, tomando las botellas de sus manos. Poco después, con sus platos y vasos llenos, Trish procedió a presentar a Pam, al mayor número de personas que pudo, entre bocados de comida. Algunas de ellos le mostraban una sonrisa de complicidad a Trish, pensando que Pam era su cita. Ella quiso explicarlo, pero decidió no hacerlo. La gente podría pensar lo que quisieran. Y realmente, ¿era lo peor del mundo, si la gente pensaba que ella estaba durmiendo con una hermosa y más joven mujer, que además resultaba ser médico? Eres un tigre incorregible, se dijo y sonrió con picardía. "Parece como si estuvieras en un muy buen estado de ánimo." Trish volteó ante el sonido de la voz de Rosa y sintió que su sonrisa involuntaria se disolvía. "Hola, Rosa." Rosa, y su masa de rizos grises que se movían en todas direcciones, trató en vano de someterlos mientras se acercaba a Pam.
"Oh. Um", dijo Trish, tratando de parecer fría y distante, pero ella sabía que no estaba lográndolo. Estaba nerviosa como el infierno. "Rosa, ella es Pamela Wright. Pam, ella es mi amiga, Rosa Morán". Ella las vio saludarse de manos, sonriendo educadamente, fingiendo que no estaban midiéndose. Rosa hizo su gesto característico ante Trish, levantando la ceja, y luego un movimiento de cabeza para indicarle que debían hablar. A solas. Ella le dijo a Pam que volvería en unos pocos minutos. Dentro de uno de los cuartos de invitados, Rosa la abrazó, tímidamente al principio, y luego de manera más significativa. No había nada sexual en ello, y ese era el problema. Nunca hubo nada sexual acerca de su contacto físico, al menos no para Trish. Si lo hubiera habido, tal vez su relación habría tenido una oportunidad más. "Lamento mucho lo de nuestro desacuerdo", dijo Rosa. Tú eres mi mejor amiga en el mundo. Lo sabes, ¿verdad?" "Por supuesto que lo sé. Y yo también lo lamento. Me puse a la defensiva. Y fui grosera". "No. Sé lo sensible que estabas sobre Laura, como has guardado la privacidad de ella y de tu pasado, y yo te provoqué. Lo siento, Trish. Me gustaría poder explicarme mejor, pero creo que sentía un montón de cosas ese día. La mayoría de ellas no muy buenas". Rosa la soltó, y Trish vio la mirada de Rosa puesta en el collar con el anillo de Laura. Odiaba cuando Rosa tenía razón, lo cual era un fastidio a menudo. Era cierto que había estado aferrada a un fantasma. Y no porque Laura estuviera muerta. Había estado aferrada a ese fantasma durante años. Aferrada a algo que nunca, nunca tendría de nuevo. Nunca se había mirado a sí misma, a su vida, con tan brutal honestidad antes. La muerte de Laura le había proporcionado la abertura, a través de la que podía verse a sí misma con más claridad, y en su mayor parte, no le gustaba lo que veía. Temblando de emoción, dijo: "No creo que sepa cómo dejar ir nunca más." La sonrisa de Rosa era generosa, benévola. "Creo que ya has comenzado a dejar ir. Que esa es la parte con la que estás luchando. Se siente extraño estar sin algo – sin alguien - que ha sido una parte de ti por, ¿qué…más de veinte años?"
Trish se hundió en el borde de la cama, con los codos sobre las rodillas, la barbilla apoyada en las manos. "Jesús, Rosa. No sé si puedo hacerlo. O cómo hacerlo. Me siento tan perdida. Tan sola. Como si estuviera de pie en el extremo de un trampolín". Rosa se sentó junto a ella, puso su brazo alrededor de sus hombros. "No está sola. Yo estoy aquí para ti. Y también ésa mujer allá afuera, que parece que está totalmente enamorada de ti." "¿Qué? ¿De qué estás hablando?" Con una sonrisa, Rosa negó con la cabeza. "Creo que sabes exactamente de lo que estoy hablando."
***
Pam conversaba con Bev, aceptó la copa de vino que le puso en su mano. Dejó que Bev la presentara a las últimas invitadas que llegaban y a la poca gente que todavía le faltaba por conocer, notando que había varias mujeres de aspecto agradable en el lugar. Las mujeres le dieron una segunda mirada y una sonrisa alentadora. Se sentía halagada, pensando que probablemente debería tener en cuenta a alguna de ellas, -o al menos a una- ante las sutiles ofertas que parecían flotar en su camino, pero Pam simplemente les devolvió la sonrisa con la suficiente frialdad, para sugerir que ella no estaba buscando. Bev le pasó un brazo amistoso alrededor de su hombro. "Eres soltera, ¿verdad?” Reacia a admitirlo, Pam casi se ahoga. "¿Y bien?" Ella se acercó y le susurró: "Algunas mujeres me han preguntado." "Yo, eh... supongo que sí." La risa de Bev resonó a regaño. "Eso es una respuesta. ¿Es como seguir siendo virgen? Oh, no importa. Sólo estoy molestándote. A mí me parece que eres soltera, pero preferirías no serlo. ¿Es así?" "No. Quizás. No lo sé." Bev arqueó las cejas, pero no dijo nada más. Ella llevó a Pam al enorme patio, donde diminutas luces multicolores brillaban por encima. Una zona de baile había sido construida con tableros de madera contrachapada, y la música Motown
resonaba en los altavoces, diseñados para esconderse detrás de los arbustos. Algunas parejas estaban bailando: unas eran gay, otras hetero. Había pasado mucho tiempo desde que estuvo en una fiesta en casa, se dio cuenta Pam, así que se empapó con la música, el baile, la risa., Probablemente la última vez que había asistido una, fue en la graduación de la escuela de medicina. "Diviértete y no seas tímida," la asesoró Bev antes de alejarse. Pam tomó un sorbo de vino, preguntándose a dónde habrían ido Trish y Rosa. Probablemente – ojalá- haciendo las paces. Evaluó a Rosa mientras veía a dos mujeres bailar muy de cerca la canción ´The Way You Do the things you do´ (la manera en que haces las cosas). Rosa era mayor que Trish, tal vez una década más o menos. Bonita promedio, pero ella tenía inteligentes y afilados ojos. Parecía el tipo de mujer con quien se podría tener largas y energizantes conversaciones interesantes. Se imaginó que Trish se sentía atraída por la mente de Rosa, pero que no podían encajar juntas sexualmente. No parecía haber ninguna chispa entre ellas, ninguna química. Se preguntó cómo se habían juntado y supuso que habían comenzado como amigas, probablemente con Rosa sugiriendo algo más, hasta que Trish cedió. Estás siendo cruel, Pamela. No hay absolutamente nada de malo con Rosa. Tal vez ella es exactamente el tipo de mujer que le da vuelta a Trish… "Hola." Pam se volvió hacia la mujer de aspecto agradable, que en silencio se había colocado a su lado. "Hola." "Stacey Fisk," respondió la mujer, extendiendo su mano. Pam se la estrechó. "Pam Wright." "Es una fiesta agradable, ¿eh? ¿Te gusta la música Motown?" "Por supuesto. No se puede crecer a cuarenta y cinco millas de Detroit y no gustarle la música Motown". "¿Así que eres de aquí?" "Sip. Oriunda. ¿Y tú?"
"De Indianápolis. Me mudé aquí hace seis años por cuestiones de trabajo. Hey, un momento. Eres la mujer cuya hermana fue asesinada en Afganistán, ¿verdad?"
Pam hizo una mueca, una flecha de dolor punzante la atravesó por un instante, silenciándola. No estaba acostumbrada a que los extraños trajeran a colación la muerte de Laura, y probablemente nunca lo estaría. Ella asintió de mala gana. "Lo siento mucho por eso. Lamento haberlo mencionado como lo hice. Yo no quiero sonar insensible al respecto." "Está bien," mintió Pam, sintiendo comezón en sus palmas. ¿Dónde diablos estaba Trish, por cierto? "Mira, yo debería habértelo dicho. Soy reportera de un periódico. El Diario". "Stacey, yo no quiero..." "Está bien. Estoy acostumbrada a que mi profesión detenga la conversación cuando le digo a la gente. Mi periódico hizo un par de historias sobre tu hermana cuando ella murió". Pam los había leído. La primera era una noticia, la segunda un obituario. "Me gustaría hacer algo más de ella algún día", Stacey continuó, un poco más animada. "Una historia de profundidad, que se caracterizara sobre quién era ella realmente. Qué estaba haciendo por allá exactamente, por qué era un médico militar de carrera. Lo que ella pensaba de la guerra. Todo ese tipo de cosas". "No lo sé", dijo Pam. Su primer instinto fue no ser parte de eso. La sonrisa de Stacey era tranquilizadora. Inofensiva. Estaba probablemente bien practicada en el arte de ablandar a la gente. "Solo piénsalo ¿sí? A mí me parece que era una especie de pionera. Una mujer, una médico militar de carrera, sirviendo en varias giras por las zonas calientes. Alguien como ella merece tener su historia contada. Ella era un héroe real". "Sí, pero no sé si ella hubiera querido una gran historia escrita para ella. No era el tipo de persona que busca ser el centro de atención". De hecho, Laura siempre se reía con amargura cuando alguien la llamaba un héroe. Para ella, todo tipo de personas eran los héroes, los conductores de autobús, los trabajadores de la construcción, las mamás que se quedaban en casa. Un uniforme no te hace automáticamente un héroe, le había dicho a Pam en más de una ocasión. Pero Laura estaba equivocada al no considerarse a sí misma como un héroe. "Entiendo." Stacey sacó una tarjeta de presentación del bolsillo de su camisa y se la dio a Pam. "Si alguna vez crees que su historia debe ser contada, llámame, ¿vale? No estoy en el sensacionalismo o para hacer cosas que pongan en mal a la
gente, si es eso lo que te preocupa." Stacey empujó su largo flequillo rubio alrededor de las orejas, bajó la voz. "Yo sé lo que significa estar allá." "¿Estuviste allá?" "Yo estuve en Afganistán hace tres años. Mi jefe me mandó por una semana, para seguir a la familia de otro soldado que había sido asesinado. Fue un poco como un viaje de sanación para ellos. Ellos querían ir allí, ver cómo era, ver donde fue asesinado su hijo." El corazón de Pam comenzó a latir con fuerza, mientras las palabras de Stacey se asentaban en su mente, poco a poco. ¿Por qué no había pensado en eso antes? El diario de Laura era una cosa, pero en realidad ir allí, pisar el terreno, tenía sentido. El ver donde había muerto Laura, viendo de primera mano exactamente lo que había estado haciendo por allá, con quien trabajó, la gente a la que ayudó, cómo vivían, cuáles eran las condiciones del hospital. Tal vez era exactamente lo que tenía que hacer para entender mejor a Laura, para conseguir cerrar esa puerta que no había sido capaz de encontrar. Stacey seguía hablando, algo acerca de un programa del ejército para las familias de los soldados muertos en acción, pero Pam estaba desconectada. Podía ponerse en contacto con Camille. Camille sabría acerca de tales arreglos. Y luego estaba Trish. ¿Querría Trish querer ir también? ¿O Trish pensaría que ella estaba loca? Su mente daba vueltas, y Stacey estaba diciéndole algo con una voz mucho más suave. "¿Perdón?" Algo lento estaba tocando en el equipo de música. Claramente el estado de ánimo de Stacey, había hecho la transición de los negocios al placer. "¿Quieres bailar?" Ella no tenía mal aspecto. De hecho, era linda. Pero Pam no tenía el más mínimo interés. No tenía ninguna verdadera razón para no estar interesada, sin embargo, ella no se atrevía a aceptar un baile con Stacey. La verdad era que no quería estar en los brazos de nadie, sino en los de Trish, y si eso la hacía parecer una perdedora desesperada, entonces que así fuera. "Lo siento", murmuró Pam. "Hay alguien a quien necesito encontrar."
*** Era un alivio estar en mejores términos con Rosa de nuevo, decidió Trish, y sonrió a su amiga. No se había dado cuenta, hasta que sucedió su leve
desencuentro, que necesitaba a Rosa en su vida. Siendo amantes, no habían funcionado y nunca lo harían- ellas entendían eso-, pero siempre serían amigas. Podían hablar de cualquier cosa, aunque Laura siempre sería un tema sensible entre ellas. Pero eso era parte del curso. "Vamos a sellar esto con un baile", sugirió Rosa, sosteniendo su mano en un gran gesto de deferencia. Música de Smokey Robinson estaba tocando en los altavoces al aire libre. "Está bien."
La canción era ´Just to see her (sólo por verla) ´ y le hizo pensar de repente en Pam. Había visto a Pam hablando con una mujer rubia antes. Una charla bastante interesante por el aspecto de las cosas. "Esa mujer rubia", dijo Trish a Rosa mientras bailaban juntas. "Larguirucha, de aspecto andrógino. La que estaba hablando con Pam hace unos momentos. ¿Quién era?" "Eso era Stacey Fisk." "El nombre me suena. ¿Quién es?" "Reportera de un periódico. Amigo de Jean, creo". "Hmm, me pregunto que querría con Pam?" Rosa se echó a reír. "Probablemente tratando de levantarse a Pam. Quiero decir, ¿quién no?" Bueno, eso no es gracioso, pensó Trish. No quería pensar en alguien que tratara de levantarse a Pam. Peor aún, no quería pensar en que Pam dijera que sí, y no sólo porque ella había compartido ese beso de infarto con Pam. Tampoco porque Pam era la hermana pequeña de Laura y Trish se sentía protectora hacia ella. Mierda. Tal vez era exactamente por esas dos razones. Y por más. Sintió los ojos en ella, se volvió y allí en las sombras, contra la pared de ladrillo de la casa, Pam estaba reclinada. Los pulgares enganchados a través de los lazos del cinto, en la cadera de los aferrados pantalones capri color caqui, apretados aferrándose a cada músculo y a cada curva, los pechos tentadoramente empujados hacia adelante por la blusa de ajuste perfecto, el cuello largo y delgado que se veía tan suave, tan besable. Y esa mandíbula fuerte de las Wright. Los ojos de Pam estaban en la sombra, pero con los ojos puestos en ella, Trish lo sabía, y su corazón le dio un vuelco. Pam literalmente le robó el aliento.
"Ella realmente está de buen ver", dijo Rosa, silbando suavemente. "¿Qué? ¿Quién?" "La hermana pequeña de Laura. Ella se siente atraída por ti. Y yo diría que es mutuo". Trish no quería tener esta discusión. No ahora, no aquí, y no con Rosa. "Estás sacando las cosas fuera de proporción", dijo Trish lacónicamente, esperando que su tono pudiera acabar con el tema. "Somos viejas amigas." “Viejas amigas, ¿eh? ¿Cómo es que ella me mira como si yo fuera una langosta que quiere lanzar en una tina de agua hirviendo? ¿Y luego llevarte de aquí?" Trish se rio ante la descripción gráfica de Rosa. "Realmente tienes una gran imaginación, ¿no es así?" "Soy una escritora y profesora de escritura creativa, ¿recuerdas?" Pam avanzó hacia ellas, hábilmente maniobrando alrededor de los otros cuerpos de baile. "Dale una oportunidad", le susurró Rosa mientras Pam se acercó a ellas, sus ojos serias, en su boca una línea inflexible bajo la penumbra. Quizás Rosa tenía razón y Pam realmente quería hacerla desaparecer a toda costa. Le llegó que Pam pudiera estar celosa de que ella estaba bailando con Rosa. Un cosquilleo estalló en su pecho, se hundió en su estómago, y luego más abajo. "¿Puedo tener el honor de interrumpir?" preguntó Pam, galante como Cary Grant jugando en una escena en movimiento. A Trish le dieron ganas de desmayarse. La sonrisa de Rosa era demasiado entusiasta. Probablemente un poco preocupada por eso de la tina de agua hirviendo, después de todo, pensó Trish con diversión. Rosa retrocedió, hizo una pequeña reverencia, y Pam tomó su lugar en los brazos de Trish. "En serio", dijo Trish, tratando de sofocar el calor sexual que lentamente envolvía su cuerpo. El sudor le picaba el cuero cabelludo. "No tenías que venir a mi rescate." "No es por eso que estoy bailando contigo. Tú y Rosa parece que han arreglado las cosas bien."
"Lo hicimos. Y... Espera, ¿es por eso que estás bailando conmigo?" "Me pillaste. Tenía miedo de que pudieras arreglar las cosas tan demasiado bien con Rosa. Y porque yo quería que bailar contigo esta canción". Trish miró a los ojos de Pam, esperando ver el desafío o algún tipo de posesividad. En cambio, Pam parecía satisfecha, envalentonada. "Lo sé," continuó Pam, "que se supone que no debo hablar de eso. Se supone que debemos olvidar el beso. Y a mí, lo que siento por ti, yo sé que está fuera de los límites. Lo sé..." "Espera." Suavemente Trish puso un dedo sobre los labios carnosos de Pam. Ella sabía que no debía tocarla así, sobre todo cuando los ojos de Pam se cerraron ante el contacto íntimo, pero no podía evitarlo. Pam era condenadamente atractiva, increíblemente hermosa y muy vulnerable en este momento. Olía bien y se sentía tan bien, tan bien en sus brazos mientras Smokey cantaba con su voz de seda. A continuación, la canción ´Natural Woman´ de Aretha comenzó a tocar. Era demasiado, porque casi movió a Trish hasta las lágrimas. No podía respirar debido a la manera en que Pam la llenaba, no podía pensar más allá de sus sentidos. Pero ella no podía compartir nada de esto con Pam. "Te estás adelantando. Sólo un poco más lento, ¿de acuerdo?" Ella estaba al mando de sí misma tanto como Pam. Pam asintió, guardó silencio mientras se balanceaban juntas. Dios, pensó Trish. Fue sorprendente cómo rápidamente sus sentimientos se estaban tornando más grandes por Pam. Ella había pensado que las cosas estaban bajo control, aparte de ese desliz momentáneo cuando se habían besado. Todo estaba ordenadamente en su lugar, o al menos eso había creído. Pam simplemente había mantenido su enamoramiento de colegiala en ella, y ella sólo estaba sintiendo cosas por Pam porque estaba sufriendo y extrañando a Laura. Las dos estaban solas, tanto en la necesidad de un cálido abrazo de alguien a quien cuidar. Eso es todo lo que era, se dijo. Una amistad de apoyo. No obstante, ella inhaló el aroma de Pam, esto limitaba la irracionalidad total. La mera proximidad de Pam estaba haciéndole cosas- cosas interesantes a su cuerpo y haciendo papilla su mente. Por una vez, quería seguir adelante y sentir en lugar de pensar. Ir con su corazón y sus deseos hinchados entre las piernas. Ella quería, al menos por el momento, tirar todas las excusas que la sujetaban. Otra canción comenzó a tocar, algo de Gladys Knight, y siguieron bailando, no querían dejarlo ir. Sus cuerpos se fusionaban, sus curvas encajando perfectamente, totalmente entre sí. Las piernas de Pam presionaban ligeramente entre las de ella, produciendo la suficiente fricción para que el palpitante clítoris de
Trish reaccionara como si tuviera un latido propio. Jesús, estoy excitada. Si fuéramos a casa ahora mismo yo no sería capaz de decir que no. No me gustaría decir que no. Algo chocó con fuerza contra ella, lo que la hizo perder un paso. Sintió filtrarse el líquido en el culo de sus pantalones cortos. "¡Mierda!" Se dio la vuelta, tropezó con Rosa que estaba en el suelo a su lado. Rosa estaba levantándose sobre una rodilla, sonriendo o haciendo muecas, Trish no estaba segura cuál de las dos. "Rosa, ¿qué pasó?" "Oh, demonios. Lo siento mucho, Trish." Rosa examinó su copa vacía, luego frunció el ceño al ver los pantalones cortos manchados de Trish. "Perdí mi equilibrio y... Oh, no, he arruinado tus pantalones cortos." Trish estiró el cuello para tratar de ver lo mal que estaba la mancha de vino. Supuso que tenía que ser vino tinto. "Mira, no te preocupes por eso. Si no se quita con la lavada, sólo son de Kohl´s (tienda departamental). No son caros." Ella no se preocupaba por sus pantalones cortos. Lo que le molestaba era que Rosa las había interrumpido torpemente, pero no se atrevía a demostrarlo. Ella no quería que Rosa sintiera las vibraciones entre ella y Pam. "Sólo una sugerencia, tal vez deberías cambiar a agua, ¿eh?" "Hablando de vino," dijo Pam, con la desilusión dibujada en su rostro. “Creo que voy a ir a conseguir una copa. Tengo un poco de sed". Observando a Pam desaparecer en la multitud, Trish dijo con severidad: "Dime que fue un pequeño accidente inocente." "Yo no estoy celosa, si eso es lo que piensas," respondió Rosa. "No eres típicamente torpe tampoco. ¿Quieres decirme de qué fue todo esto?" "Pensé que te vendría bien un momento para la reflexión. Por un poco de perspectiva. Las cosas parecían que se estaban poniendo un poco febriles entre ustedes dos". "¿No me dijiste hace una hora que le dé una oportunidad? ¿No estabas prácticamente lista para lanzarme a sus brazos?" "Sí, creo que deberías darle una oportunidad. Pero te conozco, Trish, y yo sé que no estás del todo lista para lo que iba a suceder." "¿Qué, sexo en la pista de baile? ¿Es eso lo que piensas?"
"Más o menos. Mira, si vas demasiado rápido con ella, te castigarás. Te convencerás a ti misma de que estás utilizándola como una manera de sacarte a Laura de la cabeza. O algo de esa vaina. Y entonces se va a poner feo". "Pero eso no es..." "Lo sé. Pero no quiero verte confundida con el tema. Pam se merece algo mejor que eso, y tú también, amiga mía". Trish dejó escapar un suspiro exasperado. "Demonios, Rosa." "Lo sé, Trish. Sólo tienes que ir despacio, ¿de acuerdo? Me preocupo por ti, ya sabes." "Gracias. Sé que lo haces." "Eso es lo que hacen los amigos. Y sabes que estoy bien con eso, con ser nada más amigas, ¿no? Quiero decir, ¿lo tenemos claro de una vez por todas?" "Sí." Trish sonrió. Ella tuvo la suerte de que Rosa se mantuviera a su lado. "Así es." Pam regresó, con una copa de vino en cada mano. "Toma, Rosa. Voy a ir a traer otro." "No, pero gracias. No quiero arruinar la ropa de nadie más. Excepto tal vez la de esa mujer de aspecto elegante que está hablando con Bev." Ella hizo un guiño a Pam." No me importaría ayudarla a ella ponerse algo más cómodo." "Hablando de ropa arruinada, creo que vamos a tener que irnos pronto", dijo Trish. "No es muy divertido andar por aquí con un culo mojado." Los ojos de Pam brillaron con picardía. "Estoy de acuerdo, y para que conste, creo que deberías cambiarte con algo más cómodo." "Adiós, chicas", dijo Rosa. "Compórtense."
Capítulo Catorce
El aire era cálido y húmedo, el resplandor de las farolas de color naranja parecían pequeñas esferas al ocultarse el sol, pensó Pam. Quería tomar la mano de Trish en el camino de regreso a casa, pero no podía pensar en una excusa que se lo permitiera. Era romántico pensar que no la soltaría, sin embargo. Por lo que deseó que se tratara de una cita de verdad y que la noche aún les aguardaba algo, en casa - una copa de vino, una vela para dos en el porche, mirándose a los ojos y hablar del futuro. Y algo de intimidad en la oscuridad, también. A Pam no le gustaba admitir que era una romántico oculta, pero en sus huesos ella sabía que era verdad. Por eso ella leía los libros sentimentales de Nora Roberts y Nicholas Sparks, y tenía una colección muy selecta de novelas románticas lesbianas, todas ellos escondidas cuidadosamente debajo de la cama. Incluso una vieja canción de Barry Manilow en la radio, podría enviarle un escalofrío de sentimientos. Nunca había estado con una mujer digna de desatar su celo romántico reprimido, pero con Trish sabía que podía suceder. Cada canción romántica, toda visión de una cena con velas o un paseo por la playa le hacía pensar en Trish. Con Trish, todo eso y más ya eran posibilidades, y no simples fantasías. Trish rompió el silencio. "¿Puedo hacerte una pregunta?" "Por supuesto." "Hace un rato. ¿De qué estabas hablando con esa reportera del periódico?" "Ella estaba hablándome sobre Laura. Dijo que le gustaría hacer un reportaje sobre Laura en algún momento. Su vida, sus sacrificios. Ya sabes, qué tipo de persona que era, por qué se unió al ejército. Una historia con tintes tipo de héroe americano". "Dime que no lo estás considerando." Pam se encogió de hombros. "Ella hizo algunas cosas buenas. Laura era realmente un héroe. Creo que tal vez, en algún momento de todos modos, su historia merece ser contada a un público más amplio. Creo que la gente debe entender lo que nuestros soldados están haciendo allí y por qué hacen lo que hacen. Me gustaría que la gente supiera que el sacrificio de Laura no fue inútil".
Trish se mantuvo en silencio, e incluso en la oscuridad, Pam podía ver su mandíbula apretada con fuerza. Su paso se hizo más rápido, más pesado. Las fuertes pisadas le recordaron a Pam el ruido de los soldados que van marchando. "Trish, no puedes estar enojada con el ejército por el resto de tu vida." "¿Por qué no? Se la llevaron lejos de nosotras para siempre. Y, además, no estará por el resto de mi vida. Ella ni siquiera se ha ido por unos meses. Puedo maldecir y estar enojada todo el tiempo que quiera". Pam no dijo más, ella no quería causar una pelea. Pero sabía que la ira de Trish y su rabia contra el ejército, eventualmente la roerían por dentro si no lo dejaba ir o al menos encontrar una forma de atenuarla. El ejército había sido la elección de Laura- por mucho que ella y Trish hubieran estado en desacuerdo con ello. Y había sido la elección de Laura de ir a Afganistán. Joder, si Laura hubiera querido ir a lo seguro, podría haber elegido hospitales de la base militar, en Estados Unidos o en Europa. Había pagado lo debido, pero pasarla suave no estaba en su sangre. Ella había querido estar donde estaba la acción, haciendo su parte, con los ojos bien abiertos. Pam había estado a punto de decirle a Trish, sobre su idea de ir a Afganistán, para ver donde había hecho Laura su sacrificio, para encontrar la puerta que cerrara la infinidad de preguntas que todavía existían. Pero Trish estaba tan enojada, que Pam no se atrevió a tocar el tema. Para el momento en que llegaron a casa, el lenguaje corporal de Trish había cambiado notablemente. La marea de la ira había retrocedido visiblemente. "Es una noche agradable, ¿te sentarías conmigo un rato en el porche?" Preguntó Trish, tirando de dos copas de vino por debajo de la alacena. Un leve escalofrío recorrió a Pam. ¿Trish le había leído la mente acerca de la velada en el porche? "Está bien", respondió ella, dándose la vuelta para que su rostro no mostrara su deseo. "Me parece bien." Minutos más tarde, con Trish junto a ella con un vaso de vino en la mano, Pam inclinó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos, disfrutando de la paz -lo sublime - del momento. Se sentía como en casa, totalmente contenida. Sí, completa, se dio cuenta. Era como si todo hubiera caído en su lugar, mientras dejaba sus preguntas sin respuesta, las conversaciones inconclusas con Trish, caídas de un árbol como hojas de otoño. Nada importaba en este preciso momento, solo ellas dos y esta
noche aún cálida que se sentía como un abrazo amoroso. Podría quedarse así para siempre. "Me alegro", dijo Pam después de un tiempo, "que tú y Rosa sean amigas de nuevo." "Hmm, sí. Creo que lo seremos siempre, a pesar de la mala racha ocasional. Nunca me preguntaste el motivo de nuestra pelea". "Tenía una idea." "¿En serio? Quiero decir, ¿la tienes?" "Me imagino que Laura es, probablemente, el tema predominante de tus desacuerdos con Rosa." Trish tomó un sorbo de su vino, en silencio, sonriendo con asombro. "A veces te subestimo." Pam se rio. "Gran error". "Créenme, he empezado a darme cuenta de eso. Eres una mujer inteligente, ¿verdad?" "No siempre", dijo Pam con nostalgia. Una mujer inteligente habría resuelto sus sentimientos por Trish desde hace muchos años. Una mujer inteligente, probablemente habría seguido adelante, en lugar de llevar esta antorcha para siempre. "Es que Rosa", dijo Trish, "más o menos me dijo que yo nunca iba a ser feliz, nunca iba a vivir de nuevo, a menos que dejara ir a Laura para siempre. Me enojé con ella porque no quería escuchar la verdad". Pam se enderezó, mirando fijamente a los ojos de Trish. "¿Crees que por fin puedes hacerlo?" Tenía la boca apretada, Trish negó con la cabeza lentamente. "¿Tengo alguna opción? Tengo que hacerlo, Pam. Quiero decir, Cristo, ella no va a volver. Al menos por fin entiendo esa parte". "Eso no es lo que quiero decir. Quiero decir aquí." Pam tocó con la palma de su mano hasta el centro del pecho de Trish, por encima del latido de su corazón. "¿Puedes hacerlo aquí?" Su corazón latía con fuerza en la espera de la respuesta de Trish.
Lentamente, Trish colocó su mano sobre la de Pam, sosteniéndola contra su pecho. "Sí. Creo que sí. Quiero decir, quiero hacerlo esta vez. Pero no va a suceder en una noche." Pam comprendía. Es posible que hubiera una oportunidad para las dos, después de todo, pero llevaría tiempo. "¿Qué te hizo finalmente, en este momento, decidirte a seguir adelante?", preguntó Pam tentativamente. "¿Quieres decir, aparte de que Laura nunca va a volver?" "Sí, además de eso. La gente a veces se aferra a los fantasmas durante mucho, mucho tiempo." Por favor, no seas una de esas personas, Trish. Trish subió la mano de Pam hacia su mejilla. "No quiero…", susurró, " no quiero perder más lo que está justo frente a mí." La garganta de Pam se secó. Su corazón latía tan fuerte, tan rápido, que temía que sonara como un centenar de caballos al galope. Tragó saliva, empujando con voz ronca las palabras. "Y justo frente a ti, ¿que es lo que está?" Trish sonrió, giró la mano de Pam y lentamente le besó el dorso de sus dedos, hasta que Pam sintió como si se estuviera derritiendo desde adentro hacia afuera. Juró que era lava caliente palpitando en sus venas, cuando el toque de Trish la recorrió en un millón de direcciones diferentes. "Justo enfrente de mí", dijo Trish, con los ojos llenos de emoción mientras buscaba el rostro de Pam, " hay una mujer hermosa, maravillosa ante quien he sido voluntariamente ciega todo este tiempo. Una mujer hermosa, maravillosa que me importa muchísimo y por quien me siento muy atraída. No quiero perderte, pero tengo miedo, Pam". El corazón de Pam casi se detuvo. Eran las palabras que ella había deseado oír, pero ¿por qué estaba allí siempre una advertencia? ¿Un "no" donde debería haber habido un "sí"? "¿De qué tienes miedo, Trish?" Los ojos de Trish se cerraron de golpe, se puso rígida. La magia del momento se deslizaba rápidamente. Ella se deslizaba rápidamente, lejos de Pam. "Dime," le instó Pam.
"Yo no... Jesús. ¿No lo ves? Tengo miedo de que termine pensando en ti como una especie de sustituta de Laura. O que tú seas un consuelo. No puedo hacernos eso". Pam sonrió a pesar de la seriedad del asunto. "Han pasado demasiados años, para que esto sea una consolación." "Oh, maldita sea, ya sabes lo que quiero decir. Un clon, entonces." Trish se iluminó con una sonrisa también. "Tienes razón. Esto definitivamente no es una situación de consuelo". Pam entendió los temores de Trish. Tenía que estar segura de que ella había terminado con Laura, antes de que pudiera amar a Pam. Que ella no estaba simplemente transfiriendo sus sentimientos por Laura hacia Pam. O que ella no estaba usando el romance con Pam, como un catalizador para salir de Laura. "Sé lo que quieres decir, Trish." "Bien. Entonces sabes que tengo que -que tenemos que- ir despacio. Sin horarios, sin presión, sin expectativas." Pam sonrió triunfalmente, tomando lo que podía conseguir. A pesar de que Trish no estaba haciendo ninguna promesa, al menos ella le estaba dando una oportunidad, y valía la pena celebrar. "¿Qué hay de ti?" preguntó Trish con preocupación." ¿Qué paso pudiera funcionar para ti?" "Despacio está bien. Y estoy de acuerdo. Sin horarios, sin presión, sin expectativas.” "Pero, ¿cómo te sientes al respecto?" "¿Honestamente?" "Por supuesto." " Me gustaría hacer el amor contigo en este momento. Me gustaría empezar a ser tu novia desde ahora. Puede que no tenga la férrea disciplina militar de mi hermana, pero el autocontrol está infravalorado en estos días. Puedo esperar el tiempo que sea necesario, porque quiero que lo hagamos bien". "¿Estás segura?" Pam sonrió, igualmente frustrada y satisfecha. "He esperado todo este tiempo, ¿no es así?"
"Es cierto." Bebieron su vino en silencio. El canto rítmico de los grillos y el silencio del barrio, era un fuerte contraste con la agitación dentro del estómago de Pam. Estaba muy emocionada de que Trish le estaba dando –les- una oportunidad, pero ¿qué significaba realmente? ¿Sería simplemente más de lo mismo...una amistad insinuante? ¿Podrían ser realmente una pareja? ¿Podrían estar realmente libre del fantasma de Laura? ¿Y sería capaz Trish de no compararla con Laura, cada vez que hicieran el amor o cada vez que tuvieran una pelea? Y la gran pregunta, ¿ella podría dejar de compararse con Laura, dejar de sentirse inferior a su hermana mayor? Cristo, ¿y si yo estuviera haciendo el amor con Trish y empezara a preocuparme de que no lo estoy haciendo tan bien como Laura? ¿Qué no estoy a la altura? Las dudas se deslizaban como una mano alrededor de su garganta, apretando lentamente sin control. El sudor empezó en su cuero cabelludo. Su cara se sonrojó. Tal vez ella no era lo suficientemente mujer para tratar con Trish, después de todo. Tal vez ella era realmente la que se resistía aquí, la miedosa. La esperanza se estaba derrumbando como si fuera un meteoro cayendo y no había nada que pudiera hacer para detenerlo. Trish la miró con profunda preocupación. "¿Qué pasa, cariño?" Pam apenas podía hablar. "No sé si pueda hacer esto, Trish." Ella no le dio a Trish la oportunidad de responder. En cambio, dejó su vaso sobre la mesa bruscamente y se puso de pie. Sacudiendo la mano para soltarse de ella, Pam entró en la casa y subió corriendo a la habitación de invitados, desesperada por la necesidad de estar sola. Por mucho que ella quisiera a Trish, no podía dejar de sentir que tratar de estar juntas era un ejercicio inútil. Que ellas estaban condenadas, gracias a Laura. Laura era quien las había mantenido juntas durante veinte años, y de nuevo esta vez. Sin Laura no había Trish ni Pam, y tres hacían una multitud en una relación. Boca abajo sobre la cama, Pam comenzó a sollozar. Incluso en la muerte, Laura estaba arruinando sus posibilidades de alguna vez estar con Trish. *** Trish se despertó temprano. Al no escuchar ningún ruido en la habitación de invitados, decidió improvisar una tortilla, café y llevar el desayuno a Pam. En silencio trabajó en la cocina, tratando de no entrar en pánico por lo de anoche. Ella había pensado que estaban haciendo progresos reales, o al menos pequeños pasos,
hacia algún tipo de relación. Por supuesto que iba a ser un campo minado, y que tendrían que tomarlo muy despacio, e incluso entonces, el camino estaría, sin duda, lleno de dificultades. Pero por la forma en que Pam había reaccionado, todo había vuelto al punto de partida. Lógicamente, comprendió las preocupaciones de Pam– más bien obstáculos- pero eran igual de frustrantes. Fuera de la puerta de Pam, Trish dejó la bandeja en el suelo y llamó suavemente a la puerta. Después de un momento, Pam le dijo que entrara. Trish recogió la bandeja y abrió la puerta, con los ojos ajustándose a la tenue luz. "Oh, hola," respondió Pam, sentándose rápidamente. La sábana se deslizó de su cuerpo desnudo, exponiendo momentáneamente sus pechos antes de que pudiera darle un tirón a la sábana para cubrirse. Trish casi dejó caer la bandeja, mientras sus ojos se posaron en los senos cubiertos de Pam, visiones dulces de lo que acababa de presenciar resurgieron en su mente. Esperaba que Pam no se hubiera dado cuenta de que estaba prácticamente babeando. Por no hablar de su repentina torpeza. "Espero que tengas hambre." Pam sonrió, pero parecía que no había dormido mucho. "Se ve y huele bien. ¿Quieres comer un poco conmigo?" "Por eso he traído dos tenedores." Trish se sentó en el borde de la cama y puso la bandeja entre ellas. "Yo estaba un poco preocupado por lo de anoche." "¿Podemos no hablar de eso en este momento?" El corazón de Trish se desplomó. Quería hablar de lo que estaba mal entre ellas, antes de que el abismo se agrandara, pero no quería forzar un enfrentamiento. "Está bien." Comieron en silencio, hablaron un poco sobre la fiesta, sobre nada de importancia. Finalmente, cuando el omelette se terminó y sus tazas de café estaban casi vacías, Trish intentó suavemente de nuevo. "Me gustaría que me hablaras de lo que estuvo mal. Sobre lo de anoche. ¿Por favor?" Pam sacudió un poco la cabeza, miró fijamente al frente. Trish dejó la bandeja sobre la cómoda, regresó y se sentó junto a Pam. Jesús. Era letal sentarse tan cerca de ella, sabiendo sólo una sábana fina de algodón cubría ese hermoso cuerpo. La urgencia básica de su necesidad la sorprendió.
Quería tocar a Pam, quería ser tocada por ella. No sabía cómo iban a desarrollarse las cosas entre ellas en el largo plazo, pero en este momento, desesperadamente quería hacer el amor con Pam. Quería estar desnuda junto a ella, quería saborearla, estar dentro de ella. Quería dejar que sus cuerpos hablaran. Entonces, tal vez las cosas serían más claras entre ellas. "Pam", susurró Trish, sus dedos temblorosos llegaron al hombro de Pam, hasta el borde de la sábana. "Tengo miedo", respondió Pam, sus ojos parpadeando ante Trish. "No quiero estarlo, pero lo estoy." "Yo también" Los dedos de Trish empujaron suavemente de la sábana más y más, sus ojos nunca dejaron de mirar a Pam. No hubo resistencia cuando la sábana resbaló hasta la cintura de Pam. No se atrevió a mirar, no quería romper el hechizo. En cambio, se acercó hasta que sus labios estaban a un suspiro de los de Pam. "Tal vez hemos pensado demasiado esto, demasiado racionalizar," susurró Trish. "Tal vez." "Quiero besarte." Podía ver la garganta de Pam en su movimiento nervioso, pero sus ojos hablaban un idioma diferente, ya que parecían mirar con nostalgia a Trish. Suavemente, lentamente, Trish empezó a besarla, tocando suavemente con sus labios, los labios suaves de Pam. Sus ojos se cerraron, a pesar de la tentación de arrebatar otra mirada a los pechos de Pam, que estaban a pocos centímetros de distancia ahora y muy cerca de donde sus dedos yacían. El beso se intensificó, sus labios calientes con pasión desenfrenada. Los dedos de Pam se movían con insistencia sobre el pelo de Trish, acercándola más, como una señal segura de que quería más. Pam gimió cuando la boca de Trish se deslizó por su garganta, era suave y cálida, tensa de deseo. Oh sí, pensó Trish mientras Pam volvió a gemir. No solo quería hacerla gemir, sino gritar, pero con placer exquisito. Quería las manos de Pam recorrer de su cabeza hacia otras partes de su cuerpo también. Había pasado mucho tiempo desde que había hecho el amor con una mujer, pero con Pam, era como si su cuerpo instintivamente supiera lo que quería y tenía que hacer, con una mente puramente propia.
Los ojos de Trish se abrieron mientras besaba la garganta de Pam, su cuello. Ella observó sus pechos subiendo y bajando con cada inhalación brusca. ¡Dios! Eran hermosos. No exactamente pequeños, pero eficientes y prácticos- mucho más que los grandes y llenos pechos de Trish. Tenían la forma perfecta también, los pezones a punto encima de las pendientes suaves. Las recompensas después de la ascensión. Sin más dilación, Trish movió su boca al pecho más cercano. Suavemente, besó todo el pezón, ahuecando el pecho con su mano como así fuera un ave frágil. Pam se tensó con placer, arqueó la espalda. Oh, sí, ella quiere que yo lo chupe. El pensamiento encendió a Trish aún más. El deseo evidente de Pam se intensificó tanto, hasta sentir el latido húmedo entre sus propias piernas. Y pensar que había jodidamente sobreestimado esto, se le ocurrió ahora que ella empezó a chupar el pezón erecto de Pam. Oh, ¿por qué había perdido tanto tiempo pensando y preocupándose, en lugar de hacer y disfrutar? Había pasado tantos años de su vida contemplando, cuando había tanto placer. Y la querida y dulce Pam, era el regalo más agradable que le habían ofrecido nunca, aparte de Laura quizá. Pero ella y Laura habían sido muy jóvenes entonces, tan inocentes y espontáneas. Habían sido páginas en blanco, con el futuro aún no elaborado. Pero esto. Esto era diferente. Esto tenía la rica dulzura de la sabiduría y la madurez, de un deseo alimentado durante años. Sea lo que fuera- todo esto- ambas iban hacia ello con los ojos bien abiertos, plenamente conscientes del pasado y del presente. Por fin, Trish pensó con cierta sorpresa, que ella estaba dispuesta a entregarse a Pam y aceptar el regalo de Pam. La repentina relajación del cuerpo de Pam, obligó a Trish a recorrer su boca. Reconoció la relajación súbita de la tensión sexual, el cuerpo exhalaba su excitación. Con decepción, levantó los ojos hacia Pam, vio que estaba llorando en silencio. "Oh, cariño", dijo Trish suavemente, teniendo Pam en sus brazos y meciéndola. "Está bien." "No. Creo que no lo está". "¿Qué? ¿Me dirás lo que está mal?" Las lágrimas se habían retirado, pero los ojos de Pam permanecieron nublados por la tristeza. "No puedo hacer esto, hasta que esté segura de que va a funcionar entre nosotras. Me devastaría hacer el amor contigo y luego que las cosas no funcionaran entre nosotras. Yo no quiero que esto sea un experimento. Hacer el amor y luego decidir que fue un error".
Trish cepilló cuidadosamente un mechón de pelo de la frente de Pam. "Quiero que las cosas funcionen entre nosotros también. Yo no estaría haciendo esto, si no pensara que tenemos una buena oportunidad, ¿sabes?" Ella sonrió débilmente en un intento de contener su tristeza y decepción. "Yo no estoy precisamente haciendo el amor, con una mujer diferente cada semana." Pam le devolvió la sonrisa, y los temores de Trish se alejaron. No quería perderla, no cuando estaban tan cerca de escalar la montaña entre ellas. "Lo sé," dijo Pam. "No es eso. No es por ti." Ella levantó la mano y tocó el anillo de Laura, anudado en el collar alrededor del cuello de Trish. "Pero, ¿pensé que era por mí por lo que estábamos esperando? Yo era la que no estaba segura, ¿recuerdas?" Desesperanza tiró de Trish. Ella sabía muy bien que se trataba de Laura. Siempre volvía a tratarse de Laura. "Mira, yo sé que estoy lista para poner a Laura en mi pasado ahora. Siempre la amaré, y nuestros años juntas nunca podrán ser reemplazados. Pero estoy lista para una nueva vida, una oportunidad de ser feliz de nuevo. Yo no desecharé todo mi equipaje durante una noche, pero estoy empezando a dejarlo atrás, pedazo a pedazo. ¿No lo crees?" "Sí, lo creo. Oh, Trish." Tiernamente, Pam alzó la mano y trazó el contorno de la boca de Trish con la punta de su dedo. Era el turno de Trish de someterse a su frustración. Trató de evitar las lágrimas, pero no lo consiguió del todo. "Estoy tratando tan fuerte como puedo. ¿No me darás una oportunidad?" "Sí," respondió Pam. "Lo haré. Pero no en este momento." "¿Por qué? ¿Qué ha pasado para cambiar las cosas?" "Soy yo la que no puede alejarse de Laura. Toda mi vida he querido ser como ella. Buscaba las cosas que ella tenía. Ahora ya no estoy segura de quién soy. ¿Soy un clon de Laura, o soy mi propia persona? Es como si ella fuera una sombra gigante sobre mí, y no sé cómo salir de debajo de ella." "Oh, Pam. No eres Laura. Me gustaría que pudieras ver eso." "Ese es el punto. Tengo que averiguarlo por mí misma. Tengo que encontrar mi propia identidad antes de hacer cualquier otra cosa. Antes de que pueda seguir adelante con mi vida."
Trish se limpió una lágrima que caía por su mejilla y vio impotente cómo Pam subió la sábana para cubrir su pecho desnudo. Se levantó de la cama, permaneció en su lugar como si estuviera paralizada. Si se daba la vuelta y salía por la puerta, ella temía que nunca podría ver a Pam de nuevo. "¿Qué pasa si", dijo Trish temblorosamente, "esta es realmente quién eres? ¿Esta mujer que quiere amarme, que me quiere con todo su corazón?" "Entonces yo sería la mujer más feliz del mundo, para tomar tu mano y caminar por la vida juntas. Pero tengo que estar segura, antes de que compliquemos más las cosas". No, pensó Trish, la perspectiva de perder a Pam la golpeaba. Esto no podía ser. Justo cuando había empezado a entender lo de Laura, cuando comenzaba por fin a alejarlo, cuando se daba cuenta de que ella podía amar a Pam, Pam estaba cayendo de nuevo en el abismo de la confusión, la inseguridad y la duda. "Yo sólo estoy pidiendo un poco de tiempo", dijo Pam con voz temblorosa. Pero que, pensó Trish con desesperación, si Pam decidía que sólo la había querido todos estos años, ¿por qué ella había sido de Laura? ¿Eso era algo que se heredaba, se transmitía de una hermana a otra? Si Pam creía esas cosas, no había esperanza para ellas, y la idea casi hizo que se le doblaran las rodillas. Se dio la vuelta, encontrando la fuerza suficiente para irse.
Capítulo Quince
Dejando a un lado su ensalada a medio comer, Pam sorbió su café, en la cafetería del hospital y consideró decirle a su amiga y colega, Nancy Watters, las decisiones monumentales que había tomado. Ella no había hablado con nadie acerca de ello todavía. La opción de hablar con Trish estaba definitivamente fuera de la mesa. Nancy frunció el ceño ante el plato de Pam. "Sé que la comida en este lugar es una mierda, pero yo siempre pensé que sus ensaladas no estaban nada mal. Parece que tú no estás de acuerdo". "Creo que sería útil si en realidad tuviera apetito." Nancy dejó el tenedor en el plato. "Está bien, amiga mía. Basta de esto. ¿Qué ha estado pasando contigo últimamente?" Pam hizo una mueca. "¿Es tan obvio?" "Sí. Y mira, tengo que ser honesta. He oído ayer que tu residencia caduca en un par de semanas, y que no la reanudarás. Estaba esperando que me dijeras al respecto, pero..." "Lo siento. Yo debería haberte dicho. E iba a hacerlo, de verdad". "Ya sé que ha sido un tiempo terrible para ti, desde que tu hermana murió. ¿Por qué no te tomas un permiso por un par de meses? Sabes que Langton estaría feliz de concederte una". Pam sonrió con impotencia ante Nancy. Ella era una de los buenos y jóvenes doctores en el personal, cuya filosofía en general acerca de la medicina y de la vida, se ajustaba a la de Pam. Nancy se preocupaba por sus pacientes, se desvivía por ellos, por sus colegas también, y la respetaba por ello. Ella era honesta sin ser cruel, amable sin ser condescendiente, calificada sin ser egoísta. Todas las cosas en las que ella trataba de ser así. Iba a extrañar a Nancy. "Necesito más que una licencia en este momento", dijo Pam. "Necesito tiempo, distancia, para averiguar a dónde ir ahora." Nancy parecía decididamente descontenta con la noticia. "¿Con tu carrera?" "Sí. Y más."
"Yo sabía que tenía que ser alguien de quien no me hablabas." Ella inclinó la cabeza con curiosidad. "Háblame de ella." La solicitud no le sorprendió a Pam. Nancy era hetero, comprometida desde hacía casi cinco años con un hombre con quien ella no parecía tener prisa por casarse, y tenía una actitud de comprensión y sin prejuicios sobre la orientación sexual de Pam. Pam podía decirle todo, en vez de eso, intentó una táctica dilatoria. "Es una larga historia." "Por mí está bien. Tenemos quince minutos antes de empezar las rondas". Nancy no podía ser disuadida, y después de un momento, Pam se aplacó con una carcajada. Le contó la versión abreviada de ella y Trish en el pasado admitió el enamoramiento adolescente que había tenido hacia Trish, le contó de la ruptura de Laura y de Trish poco después de que Laura terminara la carrera de medicina y entrara a tiempo completo en el ejército, de cómo ella y Trish se habían reencontrado después de la muerte de Laura, de cómo habían estado pasando mucho tiempo juntas. Y al final, de cómo las cosas se habían vuelto complicadas entre ellas. "Así que, déjame ver si lo entiendo", dijo Nancy. "¿Entenderlo?” Pam esbozó una sonrisa. "Er, bueno, ya sabes lo que quiero decir. Así que has amado a Trish desde siempre, pero Trish no sabía realmente que existías hasta esta primavera. Ustedes han estado pasando mucho tiempo juntas, llegando a conocerse como amigas e iguales, brindándose apoyo emocional. Tú la besaste, ella se asustó y dijo que no estaba preparada para ese tipo de relación contigo. Este fin de semana, ella admitió que podrías estar lista, tú la besaste de nuevo, casi hacen el amor, y entonces tú te asustas, diciendo que no estás lista. Joder, ¿es esto un episodio de una telenovela? ¿O tal vez un capítulo de uno de esos libros cursis, que siempre estás leyendo en secreto?" La boca de Pam se abrió en asombro. "¿Sabes lo de mis libros?" Nancy hizo un gesto con la mano hacia el vacío. "Por favor. Te he visto guardarlas en la sala del staff, antes de recorrer la siguiente página". "Bueno, está bien, me has pillado. Me gustan los libros cursis, heterosexuales y homosexuales. Son mi debilidad". Una chispa iluminó los ojos de Nancy. "Siempre he querido leer una de esas novelas románticas lesbianas."
"Ajá! Así que por eso tienes el compromiso más largo en la historia de este hospital". "No te hagas bolas, Wright. No voy a cambiar de equipo. Sería divertido leer sobre ello, eso es todo". "Maldita sea. Mi horno tostador se descompuso el otro día, también. Tenía la esperanza de uno nuevo". "¿Eh?" "No importa." "Entonces, ¿dónde estábamos? Oh, sí, creo que acabo de resumir tu vida amorosa para ti". "Sí, y no es gracioso. Estoy realmente confundida acerca de ella, Nancy". "Lo sé, y lo siento. Estoy tratando de darte luz en eso. ¿Por qué estás confundida? La mujer que has amado en secreto durante décadas, finalmente siente de la misma manera. ¿Tienes miedo de que vaya a cambiar de opinión?" Pam vaciló. Poner la intensidad de sus sentimientos en palabras, era difícil. "En parte, sí. Pero mi mayor temor es que no esté tan enamorada de ella. Que yo sólo piense que quiero estar con ella porque ella pertenecía a Laura. Ahora que Laura se ha ido, no tengo que competir con ella. Ya no tengo que tratar de emularla por más tiempo. Sería horrible para Trish si yo sólo la he amado todo este tiempo, porque ella era el premio de un juego". "¿Has hablado con ella sobre eso?" "Sí. Le dije que tenía que encontrar mi propia identidad. Tenía que estar segura de lo que quería." Pam se trababa con un repentino nudo en la garganta. "Sin Laura como mi brújula, me siento perdida." Nancy apartó el plato a un lado, sin terminar su lasaña. "Mira, yo no puedo pretender saber lo que estás pasando, que tu hermana murió allí y cómo eso ha convertido tu mundo de revés. Tal vez teniendo un tiempo lejos de Trish y del trabajo, sea absolutamente lo correcto por hacer en este momento". Bien, así que su idea no era una locura después de todo, pensó Pam con alivio. "Pero ¿qué pasa si nunca vuelvo a identificarme con esas cosas?" Los ojos de Nancy se estrecharon con escepticismo. "¿Quieres decir, a la medicina también?"
"Tal vez." Hubo una larga pausa, mientras Nancy estudiaba la pared a través de la cafetería llena de gente, como si pudiera divulgar el significado de la vida. Afortunadamente, ella no saltó sobre Pam. "Espero que eso no sea verdad, Pam, ya que sería una gran pérdida. De muchas maneras. Pero es tu vida. Necesitas tratar de asegurarte de que está haciendo con ella lo que quieras, no importa en qué dirección te lleve. Y que lo que vas a compartir con la persona, quieras realmente compartirlo con ella. No te conforme con nada menos. Y debes tomarte todo el tiempo que necesites, porque estas son las decisiones más importantes que tomarás en tu vida". Pam expulsó el aliento que no se había dado cuenta de que había estado conteniendo. "Gracias. Necesitaba escuchar eso". "Entonces, ¿qué vas a hacer cuando te vayas de aquí en dos semanas?" Su siguiente plan era un gran paso y posiblemente uno no muy seguro. Ella no se lo había confiado a nadie todavía, pero era el momento de decirle a alguien. "Voy a ir a Afganistán." "¿Qué?" Nancy rara vez temblaba, pero ahora se puso pálida como si hubiera visto un fantasma. "Dime que no es en serio." "Lo es. Me voy en tres semanas". "¿Por qué demonios harías eso? No es seguro allí. Todavía están peleando, y hay tiroteos y bombardeos cada día al azar. ¡Podrías morir!” "Sí, pero es muy poco probable. Yo sólo me voy por unos días. Es parte de un programa especial, para las familias de los soldados que han sido asesinados allí. Ellos llegan a ver dónde estaban sirviendo sus seres queridos, visitan los memoriales, llegan a conocer a las personas con las que trabajaban. Se supone que es un viaje de sanación”. "Terapia bajo fuego, a eso suena." Pam intentó hacer caso omiso del comentario. "Esperemos que no."
Ella había estado en contacto por correo electrónico toda la semana, para organizar las cosas con Camille, gracias a la información que le había dado la periodista en la fiesta. Lo había decidido rápidamente, tanto los planes y su decisión de hacer el viaje, y se sentía bien. Entre hacer el viaje y leer el diario de Laura, Pam tendría una mejor comprensión de su hermana, de una vez por todas. Y una
conciencia más clara de sus diferencias, ella esperaba. Lo ideal sería que la experiencia culminara en una cristalización de sus propios deseos y necesidades, su propia identidad. Más que de curación, ella esperaba que fuera un viaje de autodescubrimiento. Ella contaba con ello. "¿Trish irá contigo?" La pregunta sorprendió a Pam. Ella no había mencionado lo de Afganistán a Trish. De hecho, ellas no habían hablado mucho, desde el pasado fin de semana. Las cosas estaban todavía delicadas entre ellas. "No creo que sería de su agrado." "¿Así que no le has preguntado?" "No, y no voy a hacerlo. ¿No acabas de estar de acuerdo conmigo, en que necesito espacio de ella?" "Sí, pero tal vez este viaje podría ser una curación para ella también." Pam sacudió la cabeza inflexiblemente. Trish nunca iría con ella. Odiaba todo lo que tenía que ver con el ejército y con la guerra. No sólo eso, sino que ella probablemente se enojaría endemoniadamente con Pam por ese viaje. "No. Ella tratará de convencerme de que desista de ello." "¿Es por eso que tienes miedo de decirle al respecto?" "Eres buena, ¿lo sabías? Deberías haber sido abogado". "¿Qué, discutir con la gente todo el día? No, prefiero cortar sus cerebros." Su sonrisa era malvada. Pam miró su reloj y se puso de pie. "Dos minutos para la ronda. Que sea leve". Nancy suspiró ruidosamente, recogiendo su bandeja de la mesa. "Díselo." "¿Decirle qué a quién?" "A Trish. Dile que te vas a Afganistán. Si no lo haces, nunca te lo perdonará".
***
Trish abrió el diario de Laura donde se había quedado. Pam le dijo que ella esperaría un tiempo, que ella siguiera adelante y leyera por su cuenta. Se pondría al día con él poco después, le prometió.
Fielmente, Trish había leído unas pocas páginas todos los días, en parte como represalia ante Pam por distanciarse de ella y en parte porque el diario la había intrigado y sorprendido. Laura era una escritora muy buena, y aunque el diario no disminuyó la ira de Trish por la guerra, le estaba ayudando a entender lo que había sido de Laura por allá, las pruebas y tribulaciones de la lucha y de ayudar. En cuanto a Pam, bueno, simplemente estaba huyendo de ella como una niña asustada. Bien. Dejar que ella logre sus propios descubrimientos, mientras que Trish iba a descubrir lo lejos que ella y Laura realmente había pasado en los últimos años. Lo diferente que se habían convertido sus vidas y sus mundos. Ellas nunca podrían haber saltado esas diferencias, ahora lo creía Trish. Se habían convertido en dos personas muy diferentes, con diferentes objetivos, diferentes personalidades, diferentes expectativas, diferentes prioridades.
24 de enero: Comer es reconfortante, y también lo es estar cerca de otras personas, y puedo ver que la gente se queda en el comedor, a pesar de haber terminado su comida. Yo estaba feliz de sentarme allí también, relajarme un poco, escuchar los fragmentos de conversaciones a mí alrededor. De repente se oyó el sonido más terrible, fuerte, cada vez más fuerte por un segundo. Fue ensordecedor, un sonido como agudo chillido que traspasaba los huesos. Estaba segura de que era un cohete aterrizando directamente sobre nuestras cabezas. De alguna manera me las arreglé para moverme, me tiré de la silla y me zambullí debajo de la mesa. Otros habían empezado a reaccionar también, algunos corriendo hacia la puerta, otros de bruces en el suelo; uno de los soldados, incluso, echando mano de su arma, aunque no sé de qué hubiera servido. Me había arrastrado contra la estructura de la pared, sabiendo que si el edificio se derrumbaba, yo estaría un poco más segura al lado. Entonces alguien empezó a reírse, y me dije a mí misma: "Bueno, el ruido se ha ido, y todavía estoy aquí, así que tiene que ser una buena señal." No había humo o fuego tampoco. Más buena señal. A medida que nos movíamos por volver a nuestros asientos, alguien entró y dijo que era sólo un avión y un piloto con sangre italiana. Algún piloto fanfarrón. A veces, un avión hace barrena hacia abajo desde el cielo y vuela bajo y rápido, para aterrorizar al enemigo o al menos demostrar la superioridad tecnológica impresionante de la coalición. La idea, por supuesto, es hacerlo a través de la
posición de los atacantes, no por encima de sus aliados de la base, y asustar a la luz del día a todos ellos. Sin embargo, es un recordatorio de cómo el paradigma cambia en tiempos de guerra, lo normal puede llegar a ser completamente anormal en una fracción de segundo. Cómo un ruido tan fuerte puede hacer que pienses que tu vida está a punto de terminar. Todos los días, a veces cada hora, aquí se nos recuerda que nadie está realmente a salvo y que la vida puede cambiar para siempre en un instante. Trish colocó el diario en su regazo, pensó en cómo la vida podía ser alterada en una fracción de segundo. Su vida había cambiado de forma permanente, en el instante en que había sabido de la muerte de Laura. Como nunca antes, le había hecho darse cuenta de que nunca podría volver. Que una gran parte de su vida había terminado. Pero la muerte de Laura también le había traído algo más a Pam, y eso era un regalo. De la muerte nace el suelo fértil de la vida. La destrucción casi siempre deja paso al renacer. Desde el odio, se plantan las semillas del amor. Ella no sabía de dónde había oído estas líneas, o si ella las había pensado apenas unos momentos antes. El impulso de escribir fue abrumador, y Trish abrió su computadora portátil en la mesa de café y la encendió. Mientras esperaba que arrancara, pensó en esas líneas y en cómo podrían relacionarse con su vida. Desde la muerte de Laura, ¿podría ella a empezar a vivir su vida de nuevo? ¿Y Pam era parte de esa ecuación? ¿Cómo podría ella saber cuándo sería el momento adecuado, para deslizarse para siempre de los lazos de amor de Laura, y entregarse totalmente a otra persona? Alguien que pudiera amarla y hacer una prioridad de su vida. Alguien con quien pudiera construir un futuro. El programa de correo electrónico en su computadora sonó. Era un mensaje de Pam, el primero en el día, y Trish lo abrió ansiosamente. Hola, T:
He estado ocupada, comenzando a resolver las cosas en el trabajo. Pero quería darte algunas noticias. Voy a ir a Afganistán en un par de semanas. Es un programa del ejército que ofrece como parte del duelo de los seres queridos, de los soldados muertos en acción. Yo sé que probablemente estás odiando la idea en este momento, pero creo que es algo que tengo que hacer. Por favor trata de entender. Pam Trish tomó varias bocanadas de aire, como una persona que se estuviera
ahogando, y se ordenó a sí misma a que se calmara. Durante mucho tiempo no supo cuántos minutos pasaron -se quedó mirando la pantalla del ordenador. ¿Afganistán? ¿La zona de guerra? ¿Pam iba a ir directo al lugar de la guerra que mató a Laura? ¿Cómo podía ser eso? ¿Estaba loca? Se sintió mal del estómago, sacó el teléfono inalámbrico de su soporte y golpeó con rabia el teclado. En el tercer timbrazo, Pam lo descolgó. Sin preámbulos, Trish dijo, "En el nombre de Dios, ¿qué crees que estás haciendo?" "Espera. Voy a explicarte". "¿Explicar qué? ¿Qué vas a ir por allí como una temeraria para ver dónde murió Laura? Jesús, que es peligroso por allá, Pam!" "Ya lo sé, pero es sólo por unos días, y el ejército me mantendrá a salvo." "¿A salvo?" Trish no podía creerlo. "¿Igual que mantuvieron a salvo a Laura?" "Mira, soy un civil. No me van a poner en peligro. Y no soy un temerario o un demonio. Es una cosa de curación, la oportunidad de ver donde trabajaba Laura y hablar con las personas con las que trabajaba. Y Camille me dice que hay una especie de memorial por ella en la base, y que van a hacer algún otro tipo de homenaje." Un nudo de emoción latía en el pecho de Trish. Maldita sea, ella no iba a perder a Pam en Afganistán también. Echando humo, en voz baja dijo: "¿Esto también forma parte de tu plan para averiguar tu identidad?" "Sí." Pam dejó escapar un suspiro exasperado. "Tengo que hacer esto, Trish. Por mí". "Maldita sea, Pam." "Lo sé." No, Pam no lo sabía, pensó Trish. No podían haberle presentado este regalo, esta visión de cómo podría ser la vida con otra persona, sólo para que se le arrebatara de nuevo. ¡Por el maldito ejército! ¿Es que no había límite a la crueldad del ejército? ¿No había límite a su alcance posesivo? ¡Jesucristo! "Entonces, por lo menos deja que me vaya contigo." Las palabras salieron en una ráfaga furiosa, antes de que pudiera detenerse. "Trish, no quieres hacer eso."
"¿Por qué no? Y no me digas que es peligroso. Si es lo suficientemente seguro para ti, es lo suficientemente seguro para mí." "No, eso no es lo que iba a decir. Estás tan enojada con el ejército, yo no veo cómo..." "Mi enojo es problema mío." "Yo sé que lo es. Pero, ¿cómo podrías ir allí?, posiblemente..." "Mira, tú misma dijiste que tengo que enfrentarme con mi ira. Y este viaje se supone que debe ser la curación. Creo que tiene sentido para mí." Pam se detuvo tanto tiempo, que Trish estuvo a punto de preguntarle si ella todavía estaba allí. "¿Es esa la única razón por la que quieres venir?" "No," respondió Trish. Su voz se quebró. "Tal vez de alguna manera, no lo sé, puedo ayudarte a mantenerte a salvo." "Oh, Trish." La voz de Pam se suavizó. Había un inconfundible amor en su voz, que casi derritió a Trish. Las lágrimas escaparon de los ojos de Trish. Ella apenas podía hablar. "No pude mantener a Laura a salvo, pero tal vez a ti..." "Cariño, no puedes mantenerme a salvo, al igual que tú -o yo-, no podíamos mantener a Laura a salvo tampoco. Es lo que es. Estoy haciendo esto plenamente consciente de los riesgos." "Déjame acompañarte". Podía imaginar a Pam sacudiendo la cabeza, mordiéndose el labio inferior de esa manera adorable que ella tenía cuando estaba preocupada. "¿Estás segura?" "Sí. Lo estoy".
Capítulo dieciséis
La maleta de Trish yacía en su cama, entre ella y Rosa, lo que simbólicamente Trish supuso, era el hecho de que siempre había algo dividiéndolas a pesar de su estrecha amistad. Rosa había llegado con el pretexto de ayudarla a preparar su maleta para Afganistán, pero Trish esperaba que su amiga iniciara su discurso en cualquier momento, sobre cómo estaba cometiendo un gran error. "Está bien", murmuró Trish, pensando que sería mejor enfrentarlo. "Empieza de una vez y dime que estoy siendo una tonta. Que todo esto es una mala idea". "Nunca dije que lo fuera." "No, pero estás a punto de decirlo." "¿Ahora eres vidente?", Dijo Rosa, con una sonrisa que indicaba que no le había hecho gracia. "Chica, seguro que eres una mujer con una gran cantidad de talentos." "Puedes parar con el sarcasmo en cualquier momento." "Está bien. Lo siento. No estoy muy segura de entender por qué estás haciendo esto. Por qué vale la pena arriesgar tu vida". "Porque a lo mejor esto me ayudará a entender lo que Laura estaba haciendo allí. Por qué estaba tan malditamente comprometida con el ejército y con sus compañeros soldados. Por qué ellos siempre eran más importantes que yo o que su propia familia". "¿Qué pasa si Afganistán no te da esas respuestas?" "Entonces nunca voy a entender nada de esto. Y ese será el final de todo". "Podrás encontrar pequeños restos de Laura allí, pero no vas a encontrarla a ella, si es por eso que vas." "No, no es por eso que voy. No voy a buscarla. O a su fantasma. Algunas respuestas, sí, pero eso es todo." "¿Qué hay de Pam?" "¿Qué pasa con ella?"
"¿Estás haciendo esto sólo para seguirla? ¿Así ella no se escapará?" "No. Pam es una gran chica. Ella tiene sus propias razones para hacer esto". La mirada de Rosa era implacable. Tenía esa maldita mirada incrédula, practicada durante años de enseñanza. Bueno, Trish era maestra también. "Creo que tienes miedo de perderla. Literal y figuradamente." Trish se apoyó pesadamente contra la cabecera. ¿Por qué siempre tenían que tener este pequeño baile obstinado, como si estuvieran empuñando las palabras como esgrimistas golpeando con sus espadas, antes de llegar a la verdad? "Creo que podría estar enamorándome de ella," confesó Trish. "Oh, querida. ¿Es serio, entonces?" "Sí". "¿Cómo ha ocurrido?" "No lo sé. Realmente, no lo sé. Quiero decir, estábamos muy angustiadas y afligidas por lo de Laura, luego nos necesitamos mutuamente, y luego..." "¿Encontraste consuelo y sosiego y un alma gemela en ella?" "Sí. Y más. Quiero decir, todos estos años cuando estuve con Laura, Pam era sólo una niña. La hermana pequeña que se nos pegaba, ¿sabes? Yo nunca le di mucha importancia, aparte de sentir afecto familiar hacia ella. Yo sabía que ella estaba enamorada de mí, pero no era gran cosa. Ella no era la primera jovencita que se enamoraba de la novia de su hermana mayor". "Entonces, ¿cuándo empezaste a sentirte atraída por ella?" Trish pensó en el momento en que su corazón dio un vuelco inesperado, la primera vez que Pam la sostuvo en sus brazos, cuando había aparecido sin previo aviso en la funeraria. "La primera vez que me sostuvo en sus brazos. La primera vez que la miré a los ojos y vi a una mujer madura. Una mujer que todavía me amaba, sólo que más profundamente ahora. Una mujer ante quien yo no tenía absolutamente ninguna buena razón para no considerarla de esa manera." "¿Y por qué no estás con ella ahora? ¿Qué pasó?" Poco a poco, Trish negó con la cabeza, recordando el repliegue de las emociones, el abismo entre ellas, cuando casi le había hecho el amor. Ellas todavía no habían hablado de lo que había sucedido, ni si podrían salvar su relación en
ciernes de estas ruinas que Pam había hecho, en su búsqueda de su identidad. Ruinas que ambas habían tenido una parte de responsabilidad. "Realmente no lo sé." Su declaración era insuficiente como explicación, pero era la verdad. Rosa estaba frunciendo el ceño, con el típico escepticismo de Rosa. "Vamos, algo debió haber pasado." "Casi sucedió." "¿Eh?" Habían estado muy cerca de hacer el amor, Trish le dolía recordarlo. Los pechos de Pam eran tan perfectos, la carne tan suave y sin embargo firme bajo sus manos y sus labios. Recordó cómo subían y bajaban con cada respiración, cómo se ponían rígidos con cada toque. Los dulces recuerdos pasaron por su mente... el estómago tembloroso de Pam mientras Trish pasó sus dedos a través de él, la boca de Pam abierta y en silencio pidiendo más, mientras sus ojos se cerraban al mundo, el arqueo de su espalda para darle más acceso a Trish. "Oh, Dios", susurró Trish, su aliento atrapado en su garganta. Haría casi cualquier cosa por volver a tener ese momento de nuevo, tener a Pam en su cama y en sus brazos. Simplemente tener a Pam. "Creo que la he perdido." "Entonces no la persigas, eso es lo peor que puedes hacer. Hazle saber que estás aquí, pero por el amor de Dios, no te vayas corriendo tras ella a Afganistán". "No." Trish se levantó, comenzó a caminar por el piso de madera de su dormitorio. "Eso no es lo que estoy haciendo. No voy a perseguirla". "¿Vas allí para tratar de protegerla?" "¿De qué estás hablando?" ¡Rosa y sus malditas preguntas!
"¿Tienes miedo de que ella vaya a salir herida o muerta? ¿Al igual que Laura? ¿O que se vaya a quedar allí?" "No seas ridícula." No podía admitir que todas esas cosas eran, en gran parte, lo que alimentaban su motivación. Admitirlo ante Rosa haría que sonara tan ridículo como probablemente era.
"Tiene sentido para mí. No podías proteger a Laura de que saliera lastimada, y estabas segura que no podías evitar que se quedara allí. No vas a cometer esos mismos errores con Pam, ¿verdad?" La ira y la frustración de Trish subieron en ella, como una nube de hongo en lenta expansión hacia el exterior. "¡Maldita sea, Rosa! Me haces sonar como una loca bruja posesiva. O simplemente poseída. ¿Realmente crees que me arriesgaría a ir a una zona de guerra, para que pudiera de alguna manera proteger a Pam o forzarla a volver a mí?" Rosa no pudo evitar la pequeña sonrisa victoriosa de sus labios; Trish quería abofetearla. "Creo que esto es por ti. Que le diste tu corazón a Laura y la perdiste. Que Pam es la última con quien correrás el riesgo de entregar tu corazón a nadie más, y quieres estar segura de que no lo rompa. Y sí, incluso si eso significa ir a una zona de guerra. De hecho, tienes que admitir que hay una cierta casualidad allí. No pudiste arrebatarle a Laura de las fauces de la guerra, pero con Pam, hay una buena probabilidad de que puedas hacer exactamente eso." Trish se derrumbó sobre la cama, se pasó una mano por la cara. Rosa era condenadamente agotadora a veces. Endemoniadamente molesta también. Pero casi siempre tenía la razón. "Mierda. No sé qué demonios estoy haciendo. Pero siento como si debiera ir. Como si tuviera que ir. Siento que Pam y yo debemos estar juntas en esto, dondequiera que nos lleve". Rosa pasó un brazo alrededor de su hombro. "Entonces ve, ¿de acuerdo? No importa cuál sea la razón. Sólo regresa con tu corazón y tu cuerpo intacto. Y con algunas respuestas." "Lo voy a intentar." "Oh, y si algo te sucede por allá, voy a patearte el culo cuando te vea de nuevo. Y a Pam también". Trish sonrió. Ella sabía lo que Rosa quería decir en cada palabra. ***
En la puerta del aeropuerto, Pam esperaba a Trish, menospreciando la ansiedad que sentía en su estómago. Había volado desde Chicago a Detroit, donde habían acordado reunirse para acompañar a otros hasta la ciudad de Nueva York para el viaje a Afganistán, a través de Ámsterdam, y luego a Dubái. Iba a ser un
viaje largo, cerca de veinte horas. Veinte horas en la que ella estaba segura de que Trish trataría de convencerla, para que dijera todas las cosas que tenía en su mente, sobre donde se encontraban ambas. Bueno, ¿qué demonios podía decir? No tenía más luz que iluminara nada de eso... no en la búsqueda de su propia identidad, ni sobre los obstáculos que se interponían entre ellas. En lo que a ella concernía, nada había cambiado desde la última vez que se habían visto. Quizá Trish había cambiado de opinión acerca de ir, pensó con débil esperanza. Sería más fácil si ella fuese sola -nadie más tendría que preocuparse, nadie más se preocuparía por ella. Y, sin embargo, iba a ir hasta el último lugar en el que Laura estuviera viva, el lugar donde había pasado los últimos meses de su vida. Sería su conexión final con Laura, la última oportunidad de despedirse de ella. Se sentía culpable por desear que Trish no viniera. Trish había estado con ella en casi todos los pasos, desde que había pasado la muerte de Laura, y ella sabía, en el fondo, que sería un error cortar su duelo, por la conciliación de la muerte de Laura que estaba todavía por hacer. Compartieron un vínculo único. Y ambas se necesitaban, a pesar del lío complicado que habían hecho de su relación. "Hola." Pam levantó la vista, mientras su corazón se retorcía ante el sonido de la voz - la voz de Trish que nunca pareció dejar su conciencia o sus sueños, todos estos años. Incluso ahora, después de todo lo que habían pasado juntas, la voz de Trish era como una cálida y acogedora caricia. Pam no podía imaginar su vida sin Trish. Incluso si estaban destinadas a ser nada más que amigas. "Hola", respondió Pam, al oír la alegría en su propia voz. Trish se dejó caer en el asiento de plástico al lado de ella y tiró de la mano de Pam en su regazo. "Si no quieres que..." "No," dijo Pam definitivamente, momentáneamente aturdida por la extraordinaria habilidad de Trish de leer su mente. "Necesito que vengas conmigo." "Creo que probablemente deberíamos establecer algunas reglas básicas." "¿Cómo cuáles?" "Habitaciones separadas o al menos camas separadas. Sin presiones, sin buscarnos una a la otra, nada físico." "No hay presión para hablar de las cosas, ¿si una de nosotros no quiere?"
Trish apretó los labios, suspiró. "Está bien. Te voy a dar todo el espacio emocional que quieras, pero tenemos que hablarlo algún día, ya sabes." Sí, lo sabían. Pero no ahora, cuando las cosas estaban tan confusas, tan crudas. Pam simplemente asintió con la cabeza, luego se sentó y observó la zona de embarque llenarse de compañeros de viaje. Podía ver su avión fuera, a través de las ventanas de piso al techo, su revestimiento de metal reluciente como un níquel brillante. Deseó que el avión las llevara a Laura y no a donde una vez había estado Laura. En momentos como estos, todavía no podía creer que ella nunca volvería a ver a su hermana otra vez. "Esas somos nosotras", dijo Trish, tocando el muslo de Pam antes de levantarse. Pam no había oído el anuncio. Estaba pensando en la primera vez que había volado. Ella tenía seis años, y fue en verano, después de que su padre había sido muerto mientras aprendía a pilotar un avión pequeño. Poco después, le habían dicho que aprender a volar había sido el sueño de su padre, pero viviendo ese sueño, había terminado su vida en medio de un campo de maíz al otro lado de la frontera del estado de Indiana. Su madre, todavía estaba de luto por la muerte de su esposo, cuando envió a Pam y a Laura, de trece años, con un primo que vivía en Dallas, para que ella pudiera estar a solas con su dolor. En el avión, Pam había tenido miedo de que ellas también iban a morir; sujetada a su asiento, se agarró del brazo de Laura con tanta fuerza que le dejó moretones. Laura fue paciente con ella, leyéndole libros de cuentos a lo largo de todo el vuelo de dos horas, hasta que Pam casi olvidó que estaban en un avión. Ellas no hablaron de su miedo o de si Laura sentía el mismo miedo. Si lo tuvo, ella lo escondió muy bien, asumiendo su papel de protectora con feroz determinación. Era sorprendente, alucinante ahora, pensar que Laura también había muerto en un accidente aéreo. Mientras tenía perfectamente abrochado el cinturón de seguridad, se le ocurrió que no era tanto el miedo como la reticencia a la batalla de su destino. Si estrellarse era su destino también, entonces que así sea. Cuando el avión aceleraba por la pista de aterrizaje, Pam buscó la mano de Trish.
Capítulo Diecisiete
El diario de Laura tenía hechizada a Trish. Era como leer una gran novela de suspenso, sin saber lo que venía después. La forma de escritura era tan magnífica, que ella rápidamente se olvidó que el diario era de Laura. La Laura que ella había conocido y amado. La Laura con quien luchó con tantas veces acerca de su elección militar para su vida. Durante el largo vuelo, le contó a Pam las partes que se había saltado, y luego le preguntó si podía leer en voz alta. "Por supuesto", dijo Pam. "¿Pero vas a parar si algo es muy difícil para mí?" "Sólo me lo dices." Trish se puso las oscuras gafas de lectura. "Antes de empezar, ¿puedo hacerte una pregunta?" "Lo que sea." "¿Cómo es eso de que no te moleste leer acerca de las experiencias que tuvo Laura por allá?" "No lo sé. La escritura es tan buena, que me olvido de que es de ella. Me pierdo en sus historias. Y si pienso en ello como una novela, tal vez el final será... ya sabes, diferente al final de la vida real". Pam le lanzó un guiño. "Olvidé que eres una aspirante a novelista". Trish negó con la cabeza. "Las cosas de Laura son mucho mejor que cualquier cosa que yo podré escribir. Ella es la única que podría haber sido una escritora de buena fe. Dios, hay cosas sorprendentes. Escucha esto:
"Es repugnante, cuántas escuelas han cerrado o destruido los Talibanes, y las que permanecen abiertas están corriendo un riesgo terrible. Hay secuestros, asesinatos, bombas, cualquier tipo de violencia y siguen las amenazas de violencia. Los profesores, estudiantes y los padres no están a salvo. La educación o cualquier progreso es enemigo de los Talibanes, y son brutales con sus enemigos. "Hay una clínica médica afgana, a la vista de nuestra base de operaciones aquí en Helmand Valley. Otras tres más un poco más lejos, han cerrado debido a la violencia y a las amenazas de violencia. La única que se las ha arreglado para permanecer abierta, una rara hazaña, es sólo porque está cerca de nuestra base. Ofrece únicamente atención médica para los civiles afganos de la región. Cuando
veo el edificio de adobe de un nivel, a través de mis prismáticos, siento como una determinación se endurece en torno a mi corazón, como un molde de yeso. Los talibanes van a continuar. Ellos no quieren educar a sus pueblos o proporcionarles atención médica básica. Son bárbaros. "Yo estaba ayer dirigiendo la clínica. Dos niños afganos fueron trasladados allí (estaban muy gravemente heridos para ser llevados a la clínica civil). Estaban jugando en la carretera y, accidentalmente, dieron con una bomba dentro de una botella de plástico. Uno de ellos sufrió heridas leves, pero el otro, un niño de nueve años, sus piernas quedaron convertidas en una masa sanguinolenta y su piel afectada por la explosión. Estaba en un shock terrible, su presión sanguínea tocó fondo. Todo lo que pude hacer fue hidratarlo por vía intravenosa, ajuste sus piernas con vendajes de presión, lo mediqué con antibióticos y sedantes. Lo intubé justo antes de que el helicóptero de evacuación lo llevara hacia Kandahar. He oído que todavía está luchando por su vida, pero si vive, dudo que vaya a volver a caminar. ¿Qué clase de monstruo le hace eso a su propia gente, especialmente los niños?"
Trish cerró el diario, la frustración y la ira de Laura encontraron un punto de apoyo en su propia psique. "¿Esto no te hace enojar? Quiero decir, ¿cómo pueden estos animales hacerle estas cosas a personas inocentes?" "Es un mundo diferente allí, está claro. Pero vivir en el medio de toda esa tragedia, como estaba Laura, puedo entender por qué ella quería quedarse y hacer su parte para hacer algún tipo de diferencia. Y lo hizo, creo." "No lo sé. Quiero decir, ¿puede una sola persona, realmente hacer la diferencia?" Pam sonrió con satisfacción. "Claro. Ahí tienes a Gandhi". "Muy bien, me has pillado. Pero me refiero a un soldado. O un médico. Allá en Afganistán o en Irak. Dios, simplemente no lo sé, parece tan inútil a veces. Como si allá estuviéramos golpeando nuestras cabezas contra la pared, ¿y para qué?" "Yo me pregunto lo mismo con mi propio trabajo, últimamente. Todos los días, de hecho. Claro, estoy ayudando a los enfermos a mejorar, pero ¿es realmente una diferencia en el sentido global?" La sonrisa de Pam se desvaneció. "¿De verdad estoy haciendo lo suficiente?" "¿Es eso lo que quieres hacer, una diferencia a nivel mundial?" Ahora estaban llegando a alguna parte. Volvía el sentimiento de Pam, de no sentirse tan buena como Laura. "Mira", dijo Trish. "A mí me encantaría educar a todo el mundo, pero no puedo. Yo sólo puedo ayudar a educar a un estudiante a la vez. Y sí, a
veces me gustaría poder hacer más, por supuesto que sí. Todo el mundo siente la frustración de sus limitaciones alguna vez. Leyendo este diario, claramente se ve que Laura deseaba poder haber hecho más también." Pam se rio suavemente. "Sé lo que estás tratando de hacer." "Lo sabes, ¿eh?" "Sip. Y yo no estaba comparándome con Laura, de verdad". "Está bien, bien. Pero yo quería recordarte que no eres la única que se siente frustrada en su trabajo, porque le gustaría poder hacer más". "Tienes razón. Diablos, me olvidé de que tú eres también una escritora frustrada". Trish se mordió el labio inferior. "Demonios, ojalá que nunca te hubiera dicho acerca de esos romances cursis que trato de escribir." "¿Alguna vez pensaste en escribir algo más real? ¿Más importante?" "¿Cómo qué, una biografía de Gandhi?" Pam sonrió. "Me merezco eso." Ella golpeó el diario ya cerrado, sobre el muslo de Trish. "¿Qué te parece sobre esto?" "¿El diario de Laura? ¿Qué quieres decir?" "Exactamente. El diario de Laura. Que sea un libro o algo así, no lo sé". Trish se quedó sin habla momentáneamente. Era una idea loca. Ella no sabía nada sobre guerra o sobre escritura de no ficción. "Yo... ¿En serio?" "¿Por qué no? Estoy de acuerdo con ese reportero en Ann Arbor, quien me dijo que la historia de Laura merece ser contada. ¿Quién mejor calificada para contar su historia, que alguien que la amaba?" "Dios, Pam, no lo sé. Hay cosas privadas aquí. Quiero decir, Laura escribió ese diario con carácter privado". "No sabemos cuáles eran sus planes para ese diario algún día. Y sí, de acuerdo, algo de lo que está allí es privado y no es para el dominio público. Pero las cosas que ella escribió sobre -la misión, su trabajo, sus colegas, los afganos civiles afganos. Merecen tener voz, ¿no es así? ¿Y quién mejor que a través de Laura, que se preocupaba mucho de lo que estaba haciendo por allá?".
Trish recordó su propia amargura hacia el ejército y la guerra. "Yo no quiero ser una apología de eso. O una defensora de nuestra política exterior por allá. No podría". "Nadie te está pidiendo eso. Sólo piensa en ello, ¿de acuerdo? No decidas nada en este momento, sólo ve cómo te sientes después de pasar unos días allí. Tienes todo mi apoyo si decides que quieres hacerlo". Por mucho que el lado creativo de Trish estaba intrigado por la idea, no estaba convencida. ¿Cuál sería el costo emocional de escribir un libro acerca de Laura? ¿Y no serían sus propios prejuicios, los que se burlaran del proyecto? "Lo pensaré." La cubierta de cuero del diario, se sentía suave y gastada, pero reconfortante. ¿Pero acaso ella podría hacerle justicia a las palabras, a las experiencias de Laura en la guerra? Incluso si ella quisiera, ¿estaría a la altura? Trish se volvió y estudió el perfil de Pam, que estaba perdida en sus pensamientos y mirando por la ventana. Trish sonrió. "Buen trabajo." "¿Eh?" respondió Pam, distraída. "Cambiando el tema para no hablar de ti." "No quiero hablar de mí en este momento. No hay mucho que decir." "Oh, Pam." Trish le tomó la mano y le dio un apretón, deseando que el gesto de alguna manera transmitiera el amor que sentía por Pam y el pesar de que estaban en un punto muerto. Le dolía el corazón al sentirse alejada de esta manera. Estaban sentados tan juntas, pero emocionalmente estaban a un millón de millas de distancia. Vacilante, con la voz cargada de emoción, susurró: "¿Sabes que estoy aquí para ti? ¿Qué haría cualquier cosa por ti?" Pam la miró durante un largo rato, con los ojos llenos de tristeza. Y quizá con arrepentimiento. "Lo sé, Trish. Lo sé. Pero yo voy a dar todo lo que puedo en este momento". Tendría que ser suficiente, Trish lo sabía, a pesar de que desesperadamente quería tomar a Pam en sus brazos y apretarla fuertemente, luego besar y acariciarla hasta llevar lejos su tristeza y confusión. ¿Alguna vez volvería a tener a Pam en sus brazos? ¿Alguna vez volvería a tener otra oportunidad de hacer el amor con ella? ¿Para demostrarle que podrían tener una vida juntas, si sólo se dieran la oportunidad? Ella tuvo que apartar la mirada, sabiendo que su desesperación estaba escrita en su rostro.
*** A pesar de sus palabras hacia Trish, Pam sabía que no estaba dando todo lo que podía. Demonios, ella casi no estaba dando nada. Se dijo a sí misma que estaba emocionalmente muy agotada, demasiado afectada por la muerte de Laura, que simplemente no había nada más que dar. Pero también era lo suficientemente inteligente, como para saber que tenía que dar, que era necesario compartir y tomar de Trish, porque cerrarse a sí misma era un lento deslizamiento hacia la muerte emocional. Vivir con el dolor, la soledad desgarradora, no era el momento de poner paredes entre ellas. Lógicamente, sabía que al hacerlo sólo empeoraría las cosas para ella en el largo plazo. Miró la figura dormida de Trish en el asiento a su lado y sintió un tirón familiar en su corazón. Trish era tan hermosa. Tan serena. Como una cálida presencia. Sólida en todos los sentidos. Confiable, inteligente, talentosa, generosa. Y, oh, Dios, tan increíblemente sexy. Trish era todo lo que podía desear en una mujer, en una pareja. Siempre había sido todo lo que había deseado. Pero ahora que la perspectiva de que Trish sería suya, finalmente, en parte, la asustaba. ¿Qué pasaría si, después de todos estos años de fantasear, soñar despierta, anhelar a Trish, no funcionara? ¿Qué pasaría si este amor por Trish era simplemente un enamoramiento juvenil al que ella se había aferrado, alimentado, moldeado en algo que no era? En su mente, ella había elaborado el suyo en una unión perfecta, pero no existía tal cosa de la perfección en la vida real. Como pareja, nunca podría cumplir con la fantasía de Pam. ¿Y si no era suficiente para Trish? ¿Y si ella resultaba ser la hermana Wright, equivocada para Trish? Pam cerró los ojos, enfocándose en la imagen de Laura. Sabía que ambas se parecían mucho, todo el mundo lo decía, aunque Laura tenía el pelo más corto, en su uniforme, parecía más masculina. Laura había sido una pulgada más bajita y ligeramente rechoncha. Una mejor atleta por una muesca o dos, tal vez incluso una mejor médico también. Pero Laura no había parecido verdaderamente capaz de amar, de ser una buena compañera para cualquier persona. Ella amaba a su ejército, sus amigos, su carrera, sus deportes, sus aventuras amorosas a corto plazo. Pero desde Trish, parecía que en realidad nunca trató de entregarse a otra mujer, por lo menos en lo que Pam sabía. Eso no va a ser para mí. Yo no voy a estar por el resto de mi vida sin amor, sin una verdadera compañera. No voy a ser una solitaria que se dedica absolutamente a mi carrera. Quiero mucho más, Pam se dio cuenta. Mucho más, en muchos sentidos, de lo que Laura jamás se había preparado a arriesgar.
Recordó a Laura y a Trish cuando habían estado en la escuela secundaria inocentes en el amor, locamente atraídas una por la otra, pasando todo el tiempo juntas, no se preocupaban por que los otros chicos y los maestros conocieran la naturaleza de su relación-, por supuesto, todos los cambios se dieron en la universidad, cuando Laura se acercó a alistarse en el ejército. Pero en la escuela secundaria pasaban la noche haciendo sus deberes juntas, en la habitación de Laura, aunque a veces, cuando Pam presionaba su oreja a la puerta, escuchaba un montón de lamentos y gemidos y risas ahogadas, en lo que supuso eran pesadas sesiones que en su momento no distinguía. En las cenas de los domingos, Trish siempre era la cuarta. En los juegos de baloncesto de Laura, juegos de hockey, competiciones de pista, Trish siempre estuvo ahí, animándola. Entonces las cosas comenzaron a cambiar entre ellas. Era sutil, pero había menos tomarse de las manos, menos perder el tiempo cuando pensaban que nadie miraba, menos risas, expresiones más preocupadas, los tonos más graves en sus voces. Estaba claro que Laura había comenzado a alejarse, planeando su alejamiento de Trish incluso antes de su graduación como médico y unirse al ejército. Tal vez el ejército había sido una buena excusa para estar sola. ¡Maldita sea, Laura, me hubiera gustado haber hablado de esto! Ojalá te hubiera conocido mejor.
Y sin embargo, Pam sabía en su corazón que Laura había amado a Trish. Probablemente la había amado tanto como no fue capaz de amar a nadie más. Pero eso no era suficiente, no para una mujer como Trish, que quería una verdadera compañera en todos los sentidos. Siempre había habido amor, pero cuando llegaron a ser adultas, Pam había observado que su relación, comenzó a tomar la apariencia de tratar de encajar una clavija cuadrada en un agujero redondo. Bien, hermana mayor, ¿qué pensarías ahora de tu hermana pequeña, de tomar tu lugar en el corazón de Trish? ¿En su cama? Lo que dolía era que ella nunca sería capaz de pedirlo, y que nunca se concedería el permiso de Laura para estar con Trish. Era una locura, una estupidez, pero ella deseaba de alguna manera tener la bendición de Laura, antes de que ella avanzar más con Trish. Tal vez entonces no me sentiría culpable. La mirada de Pam regresó al cielo sin nubes, fuera de la ventanilla del avión. Estaban en el espacio aéreo de Afganistán y empezaban a descender. Una pequeña corriente de miedo la recorrió. Era peligroso aquí, pero se recordó que tenía que ver donde había muerto Laura, tenía que moverse en su mundo por un corto tiempo. Tal vez estarían las respuestas aquí. Y tal vez no. Pero ella se había
visto obligada a venir, y por eso, tenía que haber una razón, decidió. Fuera lo que fuera, ella se comprometió a mantener la mente y el corazón abiertos. Ella miró a Trish, llevó sus dedos a la mejilla y la acarició suavemente hasta que ella se movió. Sus grandes ojos marrones se tomaron un momento para centrarse plenamente, antes de que una sonrisa perezosa se extendiera por la cara de Trish. Pam sintió de nuevo la ola de nostalgia que hinchó su corazón. Cómo le encantaría despertar con esa sonrisa, esos ojos soñolientos, todas las mañanas. Todavía no, se dijo. Aún no era su tiempo. "Ya casi aterrizamos," susurró Pam. "Ya llegamos al aeropuerto Bagram?" "Has estado dormida durante un par de horas." "Lo siento." "No, no lo sientas. Ojalá yo hubiera sido capaz de dormir". "¿Estás bien?" Preguntó Trish, con su voz todavía áspera por el sueño. Pam respiró tranquila y profundamente, cuando la voz de Trish la envió en un calor palpitante. "Sí. ¿Y tú?" "Estoy un poco asustada. Bueno, muy asustada". "Lo sé, pero ellos van a estar pendientes de nosotras. Espero que Camille y el resto de ellos, se asegurarán de que estemos tan bien protegidas como puede ser". "Lo sé, pero nada está garantizado, ¿verdad?" Pam pensó en Laura y en cómo se suponía que un médico para ser una de las vocaciones más seguras en una guerra. Pero entonces, nada ni nadie estaba realmente seguro cuando había una guerra. Demonios, incluso cuando no había una guerra, nada en la vida estaba garantizado. Como alguien que trabajaba en una sala de emergencia, ella conocía la lección muy bien. El avión se inclinó hacia abajo. La mano de Trish serpenteaba en la suya propia, bien apretada. Sus manos fusionadas se sentían bien, familiares, como si lo hubieran hecho un millón de veces antes. Pam tuvo que cerrar los ojos con fuerza, contra la amenaza repentina de las lágrimas. "¿Estás bien?" Preguntó Trish con cautela.
"Sí. Definitivamente bien." Ella le apretó la mano a Trish con más fuerza. No la soltó hasta que aterrizaron. Las montañas dividían el desierto del cielo. Pam estaba sorprendida de que algunos de los picos, estaban coronados de nieve, siendo verano. Ella había sido advertida de esperar temperaturas de más de cien grados, e incluso ahora podía ver el calor resplandeciente del suelo, haciendo que debajo de la tierra color marrón se mostrara borrosa. El avión descendió un poco más. Abajo no se veía nada como un aeropuerto americano típico. No había rascacielos, ni calles pavimentadas, ni las horas pico de tráfico. Los edificios eran de una sola planta y estaban hecho de ladrillo o barro o madera, con paredes de arcilla alrededor de la mayoría de los bloques. Unos rostros marrones miraron el avión, algunos saludaron. Hablando acerca de una tierra extraña, pensó Pam, tensándose. Le habían dicho que si salía de la base, no debería ser demasiado amable con la gente, ya que no siempre estaba claro quién era el enemigo. Los combatientes talibanes a veces se disfrazaban o utilizaban a mujeres y niños como terroristas suicidas. Pam se estremeció ante la idea. "¿Estás bien?" Preguntó Trish. "Sip." La alarma del cinturón de seguridad distrajo su recuerdo. Pam pudo ver que estaban casi en la base militar, con sus cercas de alambre de púas y abarrotado de pequeños edificios. La gran diferencia en este campo de aviación, era que no había aviones de pasajeros con los nombres habituales como British Airways o American Airlines, únicamente aviones militares estaban alineados como si fueran juguetes. Había aviones de combate, grandes contenedores de carga abultada, bombarderos y helicópteros de diversos tamaños. Un avión de combate gritó por una pista paralela antes de despegar y dio vueltas, siguiendo el patrón de las agujas del reloj. "Jesús, ya no estamos en Kansas, eso es seguro", susurró Trish dramáticamente. El avión aterrizó dando dos tumbos, a diferencia de otros desembarques que Pam había hecho en su vida. Siempre decía una oración en silencio, ante cada aterrizaje seguro. Con su padre y su hermana muertos en accidentes aéreos, Pam no podía evitar sentir un poco de miedo al volar. "Bienvenidos al Aeropuerto Bagram", dijo el capitán por el altavoz, cuando el avión giró para detenerse.
Pam miró a su alrededor. El gran avión no venía lleno. Un par de docenas de pasajeros, ansiosos, comenzaron a desenganchar el cinturón de seguridad, a pesar de que se suponía que debían esperar hasta que el avión se detuviera. Algunos de ellos llevaban uniformes, pero la mayoría parecían civiles. Contratistas privados, supuso Pam, o trabajadores del gobierno. El calor era como una pared de ladrillos, al pisar fuera de las puertas del avión y por las escaleras de metal que habían sido ajustadas para el descenso. Pam casi se ahogó tratando de respirar el aire suficiente. Trish estaba haciendo lo mismo, con la mano en su garganta. Era difícil respirar. "Relájate," logró susurrar Pam. "Respiraciones lentas y poco profundas al principio." Era un calor seco, como brasas calientes. El mínimo esfuerzo caminando por las escaleras y por la brillante pista, hizo sudar a Pam. Dos soldados en uniforme de gala de batalla, le entregaron a cada uno un chaleco antibalas y un casco y les advirtieron que lo llevaran consigo en todo momento mientras estuvieran fuera. "¿Incluso en la base?", preguntó un hombre regordete, con una camisa de manga corta y corbata arrugada. "Sí," el soldado respondió con un acento sureño. "La base es atacada varias veces al año. No te puedo obligar a usarlo, pero es bajo tu propio riesgo si no lo haces". El hombre aceptó la oferta y arrastró los pies, refunfuñando. Pam y Trish aceptaron los suyos como si fueran los chalecos salvavidas de un barco que se hunde y comenzaron a ponérselos inmediatamente. Obtuvieron una leve sonrisa del soldado. "Señoras, por aquí." Pam se volvió para ver a Camille Chávez, esperando pacientemente a unos cuantos metros de distancia, también con uniforme de campaña de camuflaje, con un chaleco antibalas, a pesar de que ella tenía el casco en la mano. Se apresuraron a ella lo más rápidamente que el calor les permitía, y cada una fueron recibidas con un abrazo cálido y una amplia sonrisa. "Teniente, es tan agradable ver una cara familiar," dijo Pam con alivio. "Por favor. No voy a contestar a nada, pero Camille de ustedes dos. Y disculpen lo de los chalecos y los cascos. Son una molestia, pero deben usarlos cada vez que puedan, ¿de acuerdo?"
"El calor", dijo Trish con voz tensa. "¿Cómo lo soportas?" "Uno se acostumbra a ello. Tu cuerpo se adapta poco después de un par de semanas, por supuesto, no es que estarás aquí mucho tiempo. Sólo asegúrense de beber mucha agua". Pam miró a su alrededor, impresionada por la sencillez de los edificios -de baja altura, estructuras semidestruidas- todas de metal o de madera, entre ellos muchas carpas verdes del ejército. Las dos pistas eran los únicos caminos pavimentados. Todo lo demás era de tierra o grava, rodeado de cercas de alambre de púas de doce metros de altura, con algunas torres de vigilancia. Las montañas cubiertas de nieve que asomaban en el fondo, le daban una pequeña chispa de belleza a la fealdad de la base. Era casi el polo opuesto a Chicago, con el lago que servía como telón de fondo para los rascacielos altos y majestuosos. Ambos mundos, distintos de muchas maneras. "Lo sé," dijo Camille. "No es gran cosa. Pero es mi hogar. Vamos, te voy a mostrar donde te vas a quedar". "¿Tiene aire acondicionado?" La desesperación en la voz de Trish hizo que Camille emitiera una risita. "Sí, tu cabaña cuenta con aire acondicionado. Voy a dejar que se acomoden por un par de horas, después ¿qué les parece un recorrido por el hospital?" Pam se animó. "Eso me encantaría." Mientras caminaban, Trish le preguntó: "¿Cómo se llega a pensar que un lugar como éste es tu casa, cuando todo parece tan temporal?"
Camille se encogió de hombros, debajo de su chaleco antibalas. "Es la naturaleza de las fuerzas armadas. No vas a creer lo que se puede sentir como estar en casa. Cuando vas a una marcha larga o en un convoy, hasta durmiendo debajo de un camión, puedes sentir como en casa. O en una tienda de campaña." Cuánto damos por sentado en nuestra vida, pensó Pam, recordando las imágenes en televisión de los refugiados de Siria y Sudán, que vivían en las ciudades dentro de las carpas, felices de haber escapado de la muerte y la violencia. ¿Cómo podría no cambiarte, el vivir así? ¿Cómo podría no afectar tu visión de la vida? Ella y Laura no eran muy parecidas en todo, salvo por sus similitudes físicas, ellas habían compartido su origen común y la vida familiar temprana, sus títulos médicos. ¿Por qué nunca realmente hablamos de todo esto? ¿Por qué no te conocí mejor, Laura? Éramos diferentes, pero me hubiera gustado saber cómo te sentías acerca de lo que estabas haciendo, de cómo vivías, sobre cómo te había afectado
todo esto. El diario había ayudado a aclarar algunos de los pensamientos de Laura, pero no tanto como si hubieran tenido una discusión de corazón a corazón. Trish se puso a caminar a su lado. "¿Estás bien?" "Claro. ¿Por qué?" "Te ves un poco triste. Como si estuvieras en otra parte". "Estoy bien." Pam se sentía como una mierda por amurallar sus emociones ante Trish. Trish la amaba, por supuesto que sí. Tal vez aún no estaba completamente enamorada de ella -era demasiado pronto para eso, pero Trish se preocupaba por ella más que nadie en su vida ahora. ¿Por qué no puedo aceptarlo? ¿Por qué no puedo aceptar lo que he querido durante tanto tiempo? Su desánimo crecía con cada paso. Camille las llevó hasta la cabaña de madera y les dijo que el equipaje sería descargado del avión en breve. "No es mucho, pero al menos es privado. Y sí," Ella le hizo un guiño a Trish. "Hay un aire acondicionado." "Gracias", dijo Trish. "Se sentirá como en casa." "Lo dudo, pero disfruten y descansen un poco. Volveré por vosotras en un par de horas." Camille estaba en lo cierto, seguro que no era como en casa. Spartan vino a la mente. La cabaña sólo medía alrededor de ocho por diez pies, con dos camas individuales muy estrechas, pegadas contra la pared y separadas una de otra por unos tres pies de espacio. Al final de cada cama, había un baúl de madera para su equipaje. Había una fina capa de polvo en el suelo, a pesar de que probablemente había sido barrida esta mañana. Había polvo por todas partes en el lugar, su aspereza incluso se podía sentir entre la lengua y los dientes. Trish se sentó en una de las camas. Palmeó el espacio a su lado para que Pam se reuniera con ella. "Sé que esto no es fácil. ¿Quieres hablar de ello?" Pam se sentó. Dios, pensó, el colchón es horriblemente delgado. Esto va a ser como en estar en un camping. "No es fácil para ti tampoco." "No." Trish negó con la cabeza, sonriendo. "¿Te enseñan eso en la escuela de medicina? Que cuando alguien te haga una pregunta personal, ¿darle la vuelta?" "Es tan obvio, ¿eh?"
"Vamos a hablar, ¿de acuerdo? Echo de menos hablar contigo." Oh, Dios, yo también lo extraño, pensó Pam con desesperación. Tenía un nudo en la garganta. ¿Cuándo había llegado a sentir miedo de hablar con Trish? Estúpido orgullo o temor que la mantenía alejada precisamente de lo que quería. “Me estaba acobardando, ¿no es así?" "¿Disculpa?" "Sobre nosotros. Me acobardé, tan pronto como la verdadera intimidad se convirtió en una realidad. Mi sueño se estaba haciendo realidad ante mis ojos, y me acobardé." La frente de Trish se frunció adorablemente, mientras se concentraba en las palabras de Pam. Pam quería besar las líneas suaves. "Sí," dijo ella en voz baja. "Lo hiciste. Y eso dolió". "Lo sé. Y lo siento." Pam cerró su mano sobre la de Trish. "Tengo miedo de muchas cosas. De ti, de mí, del fantasma de Laura". "Lo sé, Pam. Y tú no eres Laura. Tampoco quiero que seas Laura. ¿Me crees cuando digo eso?" "Creo que sí, sí." Trish metió la mano en su bolso, colgado de su hombro izquierdo y sacó el diario de Laura. "Creo que es hora de que te des cuenta de lo diferente que ustedes dos eran realmente eran."
Capítulo Dieciocho
Como hija única, Trish no podía relacionarse con la forma en que Pam había mirado a su hermana mayor. Pam hacía casi todo lo que Laura había hecho primero, desde realizar los mismos deportes en la escuela secundaria, ir a la escuela de medicina, hasta enamorarse de la misma chica. "Sabes", dijo Trish, "Cuando eras niña, me preguntaba a veces por qué no hacías más cosas por tu cuenta. Cosas que Laura nunca hizo. Pero ella tenía una gran presencia, ¿no es así? Y era tan condenadamente buena en todo lo que hacía. ¿Quién no querría ser como ella?" "Supongo que yo era muy joven y muy estúpida como para tratar de competir. O por lo menos para tratar de ser tan buena como ella. Quiero decir, ¿quién no podía desear lo que ella tenía? Todos esos trofeos apilados en su cuarto, las brillantes boletas de calificaciones, el ver lo mucho que todos la adoraban. Y era la chica más hermosa de toda la escuela". "Está bien, yo estoy de acuerdo con todo lo que dijiste, hasta que llegaste a la última parte." Había un montón de chicas muy hermosas, pero no ante la mirada de las hermanas Wright, le parecía a Trish. Pam rio, y cuando se detuvo, sus ojos brillaban con algo más allá de la mera felicidad. Esas palabras emocionaron a Trish, allí había amor. Genuino, el amor en toda regla, y no el enamoramiento caprichoso por la novia de la hermana mayor. "Pam" Trish no pudo evitar el temblor de su voz. "¿Cuándo fue realmente, cuando empezaste a amarme?" Pam tragó visiblemente, sin apartar los ojos de Trish. "Cuando viniste para estar conmigo en el funeral. Fue entonces cuando supe que no eras una fantasía. Porque estabas allí por mí, no por Laura". Era cierto. Ella había sido muy infeliz al ver el ataúd de Laura, cubierto por la bandera, angustiada por saber que nunca la volvería a ver. Pero allí estaba Pam quien quería ser consolada, Pam, cuya amistad necesitaba desesperadamente. Al mirar los ojos de Pam ahora, ella se dio cuenta de que lo único que quería era estar en los brazos de Pam. Estar en su futuro. Y no tenía absolutamente nada que ver con Laura. "Te amo, Pam, y lo lamento si no estás dispuesta a escucharlo o si no lo crees. Pero nada ha sido tan cierto como esto." Las lágrimas brotaron de repente. "Y no porque te parezcas tanto a Laura, no porque tú eres su hermana, y no porque
me adorabas desde hace tantos años. "Oh, Dios, estoy tan enamorada de ti, pensó Trish. Por favor, por favor no me dejes que te pierda a ti también. No podría sobrevivir. Pam retiró el diario de su mano y lo lanzó a la otra cama, luego tomó a Trish en sus brazos y la besó. El calor de sus labios, de su cuerpo, encendió el deseo de Trish como un fusible. Dios, cómo deseaba a Pam. Pero todavía no. Era demasiado pronto. Los labios de Pam bajaron a su mandíbula, al cuello, bajo sus labios. Tan dulce, tan suave. La necesidad estaba allí, como un zumbido de fondo, pero los besos... Oh, sí, el beso era lo que revoloteaba el corazón de Trish, que la hacía gemir desde lo más profundo de su garganta. El besarse era suficiente por ahora, y no quería detenerse. Podrían haber sido horas, pero probablemente sólo habían pasado unos minutos cuando Pam se apartó suavemente. "Si no nos detenemos ahora," dijo ella, casi sin aliento como Trish, "no vamos a ser capaces de hacerlo." "Demonios, lo sé. Pero habrá más de esto más adelante. ¿Verdad?" Pam sonrió y Trish estaba complacida de ver que el color verde-gris de sus ojos, se habían oscurecido hasta convertirse en los colores profundos de un mar turgente. Sí, pensó Trish con satisfacción, estás tan excitada como yo. Pam se acercó más, su boca estaba tan cerca que podía sentir el cálido aliento de Trish contra su oído. Se estremeció con placer. "Tengo la intención de besarte tanto, que vas a tener los labios hinchados." Con la voz ronca por el deseo, Trish dijo, "Lo dices en serio, ¿no es así?" "Sí, pero voy a dejar que mis acciones hablen por sí mismas." Pam comenzó a chupar el lóbulo de la oreja de Trish, su lengua capturando la carne delicada. Era como un baile erótico, exigente, pero también paciente. Los pensamientos de Trish se dirigieron directamente al sur. Oh, Dios, esa lengua, esa boca. ¡Las cosas que podrían hacerme! Un pulso acelerado y constante empezó a latir en su ingle, como un segundo corazón. Pam se alejó de nuevo. "Lo siento, te estoy torturando". Trish cayó de espaldas sobre la cama, fingiendo desmayarse. "Oh, pero es una tortura tan dulce."
"No te preocupes, yo también me estoy torturando tanto como tú. Ahora... ¿podrías leer para mí?" Pam recuperó el diario de donde ella lo había tirado momentos antes. Trish abrió los ojos. Dios, quería besar a Pam de nuevo. ¿Era algo malo el que no le importara mucho el diario de Laura, en este momento? Mierda. Laura. ¿Qué hubiera pensado Laura de ellas, besándose? ¿Estaría horrorizada? ¿Indiferente? No, decidió Trish, tomando el diario de las manos de Pam. Con lo que ella había descubierto en les diario, Laura probablemente les daría su bendición. Por si fuera poco, resultó que Laura había estado consciente sobre sus propios defectos, lo que ella llamaba sus fracasos como hermana, como hija, como amante. Y había consuelo en ello.
***
Pam notó el ligero temblor en las manos de Trish cuando abrió el diario y comenzó a leer en voz alta.
"Febrero 23: "Hoy es un día para pensar en mamá, es el sexto aniversario de su muerte. La extraño tanto o más que nunca. Pero peor que su ausencia, es la culpa que nunca he compartido con nadie. Todo el mundo sintió pena por mí, porque yo estaba de gira en Irak cuando ella murió y tuve que correr a casa para el funeral. La verdad era que yo evitaba a Mamá esos últimos meses, cuando estaba tan enferma. Me refugié, cómodamente, en permanecer en Irak, porque de alguna manera la guerra parecía mucho más fácil de manejar, que a mi madre moribunda..." Pam sintió una presión en su pecho. Se llevó la mano a la boca, ante la impresión de las palabras de Laura. "Pam, lo siento. Nosotras no tenemos que..." "No. Continúa." Necesitaba escuchar el resto de lo que Laura nunca había compartido con ella. "La verdad es que soy una cobarde ante el rostro de la muerte. Oh, puedo aplicar una resucitación o portar rifle, puedo operar a alguien con mano firme mientras las astillas de madera y polvo llueven sobre mí después de una explosión. Pero yo no podía y no puede hacer frente, de ver morir a alguien que amo. Completamente egoísta, infantil y débil de mí, sí. Pero era mejor ocultar mi debilidad
y verme egoísta, parecer comprometida por servir a mi país a cualquier costo, incluyendo el costo de no estar allí para mamá, cuando ella murió. Y esa es la verdad. No puedo hablar de ello con nadie, incluso después de todo este tiempo, pero tal vez si lo escribo como ahora, me ayudará a no sentirme como una mierda."
Laura nunca antes había comentado sus miedos y debilidades de este tipo. Era inquietante, como si la tierra se hubiera desplazado un poco de su eje. Laura siempre había sido la persona más valiente que Pam conocía, su guía moral, su modelo a seguir. Pero esto era un lado de Laura que no tenía idea de que existía. Esta no era una Laura infalible. "¿Estás bien?" Preguntó Trish. "Te has puesto muy pálida." Pam asintió, incapaz de hablar. "¿Debo continuar?" Otro gesto de asentimiento.
"La verdadera roca siempre ha sido mi hermana pequeña, Pam. No podía admitirlo antes, pero puedo hacerlo ahora. Es difícil acordar con el hecho de que mi hermana más joven tiene más pelotas y más corazón el que yo voy a tener jamás. Ella es una mejor mujer que yo. Ya está. Lo he dicho. Y es la verdad.” Pam sintió que sus ojos se abrían un poco más, para después humedecerse. Afortunadamente, Trish estaba demasiado absorta en el diario, para darse cuenta de que ella estaba al borde de las lágrimas.
"Pam fue la única que detuvo su vida durante meses para cuidar de mamá. Ella estaba allí para mamá, física y emocionalmente, para recoger todas las piezas alrededor, para recoger las cosas de mamá después del funeral, mientras que yo tenía prisa por volver a Irak. Todo era Pam, y no es la primera vez que mi hermana pequeña me ha superado. La verdad es que Pam es el tipo de persona que me gustaría haber sido, pero que nunca seré. Ella es amable, cariñosa, generosa, y sobre todo, no es una cobarde ante nada. Bueno, está bien, a ella probablemente no le gustaría recibir un disparo, pero no es una cobarde sobre los asuntos del corazón, eso es seguro. Y sabes..." "Espera,” interrumpió Pam. "¿Qué pasa?" Trish se acercó, le apretó el muslo para tranquilizarla.
"Ella se equivoca. Yo soy un cobarde. Estaba igual de asustada de las cosas que ella era aparentemente". "¿Cómo qué?" "Asustada de averiguar qué hacer con mi carrera, por ejemplo." Trish hizo una mueca de incredulidad. "Eso no es miedo. Eso es ser valiente. Sientes que hay algo más que deberías estar haciendo, y tienes las agallas para tratar de averiguar lo que es. Es por eso que estás aquí, en parte, ¿no es así?" "Sí, pero no de la manera en que pudieras pensar. No es para ver lo que Laura tuvo que hacer para ganarse la vida como médico militar". Trish se relajó visiblemente. Ella sonrió por primera vez, desde su sesión de besos apasionados. "Yo estaba un poco preocupada por eso, ya que estamos siendo honestas." "No lo sientas. Quiero entender lo que estaba haciendo aquí y por qué era tan importante para ella. Pienso - espero- que podría darme un poco de claridad. Pero no porque yo quiera seguir sus pasos. Quiero hacer mi propio camino, pero a través de conocer su entorno, su compromiso y su sacrificio, yo espero encontrar algunas respuestas". "Entiendo. Yo estoy aquí en busca de respuestas, también." La mandíbula de Pam se tensó. "Todavía estás tratando de averiguar lo mucho que te amaba, ¿no es así?" Trish volvió el rostro, retrayéndose. Maldita sea, pensó Pam. No había querido cambiar la conversación y hacer esa velada acusación. Cristo, ¿voy a estar siempre celosa de ella y de Laura? "Lo siento," dijo Pam. "No quise decirlo en la forma en que sonaba. La verdad es que soy tremendamente cobarde cuando se trata de ti, Trish". "No." Trish la miró con los ojos acerados. "Tu hermana fue cobarde conmigo, no contigo." En el fondo, Pam era incapaz de etiquetar a Laura como una cobarde, a pesar de que Laura misma se había llamado cobarde en su diario. Mientras ella viviera, nunca sería capaz de pensar en su hermana mayor como una cobarde. Ella y Laura sólo tenía diferentes puntos fuertes, eso era todo.
"Hay una gran diferencia", continuó Trish. "Tú has sido cautelosa respecto a nosotras, y me he dado cuenta. Soy cautelosa también. Laura es una enorme presencia en nuestras vidas, y necesitamos algo de tiempo para ponerlo en el lugar correcto". "Tengo miedo de que nunca voy a estar a la altura." Pam negó con la cabeza, enfadada consigo misma por tener tan poca confianza en sí misma. Pero ella sabía lo mucho que Trish había amado a Laura. ¿Cómo podía no sentirse inferior frente a eso? ¿Cómo podía tener la esperanza de que Trish pudiera amarla tanto algún día? Si Laura se merecía ese tipo de amor de Trish y si alguna vez había sido capaz de volver, era una situación discutible en la mente de Pam. El punto importante era que, Trish había amado tanto a su hermana, que ella había puesto la mayor parte de su vida en espera, todos estos años. Trish se aclaró la garganta para llamar su atención. "Escucha esto:” "¿Y saben qué? Ella va a hacer muy feliz a alguien algún día. Ella será la mejor compañera que yo nunca he sido ni nunca podría ser. Esas mismas cualidades la hacen como médico -su buena empatía, la paciencia, la abnegación- son las mismas cualidades que harán de ella una gran pareja. Si alguna vez se encuentra con la mujer adecuada, será mejor que no dude ni cometa los errores que yo cometí. Ah, ¿a quién estoy engañando? Ella no va a cometer mis errores, es demasiado inteligente para eso. De verdad creo que mamá y papá lo hicieron bien cuando criaron a Pam. Ella es la verdadera joya de esta familia. Sólo lamento que ella tuviera que pasar gran parte de su vida bajo mi arrogante sombra, para llamar la atención". Trish cerró el diario en su regazo, y por un momento ninguna de las dos habló. "¿Estás bien?" Trish preguntó finalmente. Entumecida, Pam sólo pudo encogerse de hombros. ¿Cómo iba a realinear la dinámica, de ser durante tres décadas la hermana menor que ciegamente había mirado a la mayor, de tres décadas de ignorar o excusar las faltas y deficiencias de Laura? ¿Tres décadas de convencerse a sí misma, que nunca iba a poder sostener una vela sin Laura, sin importar lo mucho que lo intentara? Durante todos estos años, había estado tratando de estar a la altura de una figura mítica, que nunca había existido. Pam escondió su rostro entre sus manos y lloró. De inmediato, los brazos de Trish ya estaban a su alrededor.
"Lo sé," susurró Trish con dulzura. "Yo también pensé que era perfecta, y cuando ella no estaba traté de rehacer su imagen en algo que nunca podría ser. No estoy segura de que pueda perdonarme a mí misma por eso." Pam se secó los ojos con el dorso de la mano, trató de recomponerse. "Tal vez eso es exactamente. Tal vez tenemos que perdonarnos a nosotras mismas por no ser perfectas tampoco."
Capítulo Diecinueve
El coronel, un veterano con una cara escarpada y una mirada aguerrida, se mostró sorprendido por la pregunta de Pam. Creyó ver una grieta en la rígida compostura, pero sólo había sido un instante. Rápidamente desvió la pregunta a su vez. "¿Las cosas que vio en la sala de emergencias, la molestaron?" "Sí". Los borrachos y los drogadictos con el daño infligido a sí mismos, no causaron la casi frustración, la tristeza, y, sí, un poco la ira, tanto como la que causara una víctima inocente traída de un tiroteo entre pandillas o un niño muerto o gravemente herido por un conductor que se había dado a la fuga o por los abusadores que eran violentos con sus esposas o hijos. "Sobre una base regular, de hecho." El coronel, Mike Davidson, se echó hacia atrás en su silla y apoyó los pies sobre el escritorio. Llevaba pantalones de camuflaje y una camisa de trabajo. Era el final de un largo día. "¿Y el enojo le impide hacer su trabajo?" "No, por supuesto que no." "Aquí tampoco. Nuestro trabajo supera a nuestras emociones, tanto como si es usted un médico militar o uno civil". "¿Y al final del día, después de hecho el trabajo?" Hubo un poco de ego en su sonrisa. "Nuestro trabajo no termina nunca. Su turno nunca termina verdaderamente, hasta que coges un avión de transporte para salir de aquí. Así que la conclusión es, que hay poco tiempo para pensar en lo que estás haciendo o por qué, porque la maldita cosa siguiente que verás, probablemente te pondrá aún más enojado, si se lo permites. “Esta vez su sonrisa era totalmente arrogante. "Así que no lo permita." Pam había visto a los médicos usar esta misma insignia de honor en muchas ocasiones, por lo general médicos mayores que habían pagado sus cuotas y que estaban orgullosos de ello. "¿Qué pasa cuando usted consigue ese avión de transporte aquí? ¿Qué sucede entonces?" Él la estudió por un momento, con sus ojos oscuros sin parpadear. A pesar de su actitud dura, Pam le gustaba. "Suena como si esa pregunta significara más para usted que para mí", dijo finalmente.
Bueno, al parecer lo había subestimado, se dio cuenta Pam. "Usted no es un coronel de la nada, ¿verdad?" Él se echó a reír, y ella pudo darse cuenta que él también le gustaba. "Puedo ver algo de su hermana en usted." "Nah. Ella era mucho más dura que yo." "Probablemente. Pero estoy leyendo entre líneas, ¿que usted piensa que tal vez esa dureza no es una buena cosa?" Pam no había tenido la intención de ser tan honesta con el oficial al mando de Laura, y sin embargo, era fácil de serlo. Endurecido y adusto, pero honesto y transparente. Mike - aunque todo el mundo le llamaba el coronel Davidson o simplemente coronel- había pasado un par de horas ayer mostrándole los alrededores del hospital base y presentándola a todos. La había llamado para charlar esta tarde, después de decirle que quería ayudarla de cualquier forma en que pudiera. "Cualquier cosa por un miembro de la familia de la Major Wright," había dicho él con una cortina de tristeza en sus ojos. "Ella era una de mis mejores colegas. Siempre." "Yo solía pensar," le decía Pam ahora, “que el ser un buen médico y hacer lo correcto por sus pacientes, significaba ser dueño de sus emociones. No tener miedo de ellos. Pero llegué a un punto en que mi trabajo me afectaba muy fuerte. Como si no valiera la pena. Como si no importara que tan enojada o triste me pusiera o lo mucho que me importara, nada habría cambiado realmente. La gente seguía adelante con sus vidas. O no seguían. Y lo poco que hiciera estaba haciendo una diferencia. Yo no quiero terminar amargada". "Ser un buen médico, en primer lugar, significa salvar la vida de tu paciente. Eso es por lo que usted está ahí. Ese es su trabajo. Usted no es su madre, ni su cónyuge ni su trabajadora social". Él estaba en lo cierto. Aquellos que fueron capaces de mantener su puesto de trabajo en perspectiva, probablemente nunca terminaron emocionalmente frustrados como ella. "Debió haber habido momentos en que Laura – al igual que el resto de ustedes- se enojaran con lo que han visto aquí." "Por supuesto. Somos humanos. Pero no podemos hacerlo todo, y seguro que no podemos arreglar todo el mal en el mundo. Le voy a decir algo, sin embargo. El trabajo que hacemos aquí ayuda a mostrar al pueblo afgano, así como a nuestros enemigos, que estamos tratando de hacer el bien. La política y la religión se hacen
a un lado, estamos tratando de ayudar. Y tan malditamente bien, que creemos que el arco de la justicia y la humanidad, finalmente se doblará a nuestro favor”. "Laura lo consiguió, ¿verdad?" "Sí". Pero necesito más que eso, pensó Pam. Necesito más que la recompensa inmediata de salvar a alguien o ponerle vendas curativas. Y ciertamente necesito más que una creencia filosófica, de que mi buen trabajo de alguna manera, al final, hará del mundo un lugar mejor. "Pero usted no es Laura", continuó él. Su tono no era crítico. "¿Puedo preguntar por qué entró en la medicina de emergencia?" Pam se había preguntado esto cientos, quizás miles de veces. "La adrenalina, la rapidez. Y porque soy buena para poner orden en el caos". El coronel le dedicó una sonrisa de complicidad. "Ahora estás hablando. Eso es exactamente lo que hace el ejército y el personal de este hospital. Poner orden al caos”. "Pero no es suficiente. No para mí." "Lo ve," dijo en un tono autoritario, como un profesor que da una conferencia a los estudiantes. Viniendo de alguien más, ella se habría resentido. "Su problema es que no puede dejar pasar. No puede seguir adelante". ¿Era ella tan fácil de adivinar? Tal vez él simplemente la había dimensionado como lo opuesto a Laura, porque Laura ciertamente había probado en su vida que ella podía dejar ir. Que ella podía seguir adelante. Había sido un tema común con ella. Mike retiró los pies de su mesa y deslizó su silla cerca de Pam, su aire de autoridad fue sustituido por algo más suplicante. "Quiero que haga algo por mí." Fuera lo que fuese, Pam confió al instante en este hombre, al igual que ella sabía que su hermana había confiado. "¿Qué es?" "Quiero que se vaya a pasar un par de días en el hospital de la OTAN, en nuestra base en Kandahar." "¿Por qué?" El coronel frunció el ceño por un instante, probablemente acostumbrado a dar órdenes sin que fueran cuestionadas, supuso Pam.
"Mayormente es utilizada ahora para tratar a la población afgana, aunque sigue siendo el centro de trauma para nuestras víctimas en el campo de batalla. Eso le dará una mejor idea del tipo de trabajo que estamos haciendo aquí. Una perspectiva más amplia." Añadió suavemente: "Podría ayudar a responder algunas de las preguntas que tenga, acerca de la práctica de la medicina en estos momentos." Mike se puso de pie, sin esperar su respuesta. "Habrá un helicóptero que partirá hacia Kandahar, a las 06:00 de la mañana." ¿Un helicóptero? La boca de Pam se secó. "Me gustaría que usted estuviera en él", dijo, mirándola como si lanzara un desafío. Pam se puso de pie, tenían la misma altura. Tuvo el impulso de saludar militarmente. "Allí estaré, Coronel."
***
Trish tenía tantas preguntas para Camille, que apenas sabía por dónde empezar. Si ella iba a escribir un libro basado en las experiencias de Laura en este lugar- y en lo que hubiera sido- sólo había alrededor de mil preguntas que necesitarían respuestas. "¿Leíste el diario de Laura, antes de que se lo enviaras a Pam?" Bien podría empezar por lo más obvio. "No," respondió Camille, y Trish le creyó. "¿Ni siquiera la tentación te ganó un poco?" "Todos tenemos experiencias similares aquí. Me imagino que ella escribió sobre algunas de las cosas específicas que presenció aquí, de las cosas que hizo, de las cosas por las que estaba frustrada o satisfecha. Si yo hubiera leído su diario, habría sido como leer el mío propio". Estaban sentadas en el comedor, tomando café, que Trish imaginaba que era lo suficientemente fuerte como para pelar la pintura. "Por Dios, creo que este café es su mayor enemigo, no los talibanes." Camille se rio de su broma. "No eres la primera en sugerirlo."
"¿Tú llevas un diario?", preguntó Trish. Camille se dio unos golpecitos en la sien. "Nah. Todo está aquí". "¿Alguna vez escribirías un libro, acerca de tus experiencias aquí? Muchos de los soldados lo hacen”. "Lo dudo. ¿Por qué?" "Creo que Laura lo hubiera querido. ¿Te dijo algo al respecto?" "No, pero no me sorprendería. Ella siempre estaba escribiendo algo. Tomaba un montón de fotos también. Alguna vez le pregunté en tono de broma, pero ella hizo otra broma de nuevo y realmente no respondió." La boca de Camille se movió en silencio, y ella entornó los ojos. "¿Estás pensando en hacer algo así, con su diario?" Trish bebió su café como una táctica dilatoria. "Quizás. No lo sé todavía. Yo no quiero hacerlo si ella se habría opuesto." El rostro de Camille era severo mientras se concentraba. "No creo que a ella le importara", dijo finalmente. "Ustedes dos eran muy cercanas, ¿no es así?" Trish no estaba segura de querer la verdad completa. "Sí. Pero sólo hasta cierto grado. Había una línea que yo no creo que nadie se permitió cruzar con ella." "¿Puedo preguntarte algo personal?" Camille sonrió burlonamente. "¿No es eso lo que has estado haciendo?" Trish sintió que se sonrojaba un poco. "Lo siento." "No lo sientas. Es refrescante". "El ejército no es muy propicio para las relaciones, ¿no es así? Quiero decir, eres soltera, ¿verdad?” "Estoy sola por elección, pero un montón de gente aquí tiene alguien que lo espera de vuelta a casa." "Pero lo que quiero decir es, estar en el ejército, hace que sea mucho más difícil, ¿no?" Lo que no podía preguntar directamente - sobre todo porque Camille no tenía forma de saberlo- era si se trataba de Laura o de su forma de vida, la que
la había impedido comprometerse con Trish. O con cualquier otra persona, por lo que ella sabía. "Claro, pero lo puedes hacer si realmente lo quieres." Todos estos años se negó a creer que Laura- la Laura madura- podría querer algo distinto que la pequeña casa con cerca blanca. Una vida con ella. "Me gustaría", dijo Trish, con un nudo en la garganta "que hubiera sido suficiente para Laura." Tan pronto como lo dijo, sabía que era una mentira. Fue Trish la que no quiso el estilo de vida del ejército, exactamente igual que como Laura no quería el estilo de vida hogareña. Camille se miró amablemente. "Nunca es fácil, ¿verdad?" "No. ¿Te habló alguna vez de mí?" "Ella te mencionó un par de veces. Tengo la impresión de que siempre fuiste lo que ella dejó escapar. Ya sabes, su único lamento. Todos tenemos uno. El hecho de que las cosas no funcionaran entre ustedes dos, no quiere decir que no hubiera mucho amor allí". No sabía por qué las palabras de Camille le dieron consuelo, pero lo hicieron. "Sí. Había un montón de amor. Pero ahora entiendo que era un amor egoísta de mi parte. "¡Oh!, como había estado tan llena de arrogancia en aquellos días. Cómo asegurarse de que ése camino había sido el camino correcto. Camille arqueó su cabeza, curiosa, hacia ella. Trish se echó a reír de repente. "¿Estás segura de que quieres oír todo esto?" "Por supuesto que sí. En la guerra, no hay mucho tiempo para sentarse y resolver las cosas con la gente durante un largo período de tiempo. Tienes la oportunidad de conocer a la gente y sus historias de manera rápida. Laura era como una hermana para mí aquí". "Verás, yo la amaba en una forma tal, que quería que ella ajustara su vida a lo que yo quería. Yo quería que ella tuviera el mismo sueño para nosotras, que yo tenía. Pero ella no estaba conectada de esa manera, y yo traté de forzarla de todos modos. Eso es lo que quiero decir con un tipo egoísta de amor. Creo que tengo que aprender a amar a las personas como realmente son". "Hmm, es gracioso, porque egoísta era como ella se describía a sí misma cuando se trataba de ti. Dijo que era demasiado egoísta para darte lo que necesitaba darte a ti".
"Supongo que las dos fuimos egoístas." "Ser egoísta es parte de la naturaleza humana", dijo Camille. "Y así es buscar el amor." Trish miró alrededor de la gran zona del comedor, lo suficientemente grande para acomodar a varios cientos de soldados a la vez. No era la única sala de comedor en la base, pero si la más grande. Estaba prácticamente vacío en este momento del día -a media tarde. Trish tomó una respiración profunda. Quería entender exactamente qué había elegido Laura sobre ella. Y por qué. "Camille, puedes explicarme lo que tú y otros como tú, al igual que Laura, querían acerca de..." Trish hizo un gesto a su alrededor. "¿Todo esto? ¿Acerca de estar aquí y hacer lo que están haciendo?" Camille sonrió, dejando la taza vacía en la mesa. "Claro, pero creo que será mejor que tomemos una segunda taza de café."
*** Con su dedo índice, Pam retocó el nombre de Laura en el muro de hormigón. Había sido grabado a toda prisa, luego pintado de rojo, al igual que los otros catorce nombres en la misma parte de la piedra, todos ellos soldados de la base que habían sido muertos en acción, en lo que iba del año. Docenas de otros nombres, representaban los años pasados. El espacio donde se indicaba el año siguiente, estaba en blanco y Pam se preguntó cuántos nombres terminarían allí. Trish estaba junto a ella y también trazó el nombre de Laura después de un momento. "Cuando su nombre esté algún día, en el muro de veteranos de Washington DC, iremos a verla juntas", prometió. "Eso es todo lo que nos quedará de ella", dijo Pam con tristeza. "Sólo su nombre grabado en paredes." "No, no es así", dijo Trish con severidad. "Ella es mucho más que un nombre cincelado en el concreto. Las dos sabemos eso. Todo depende de nosotras para mantener vivo su espíritu. En nuestro trabajo, en nuestra memoria". "¿Y en nuestro amor?” Pam agudizó intencionalmente su tono. "Amarnos y cuidar una de la otra, probablemente es la mejor manera de honrar a Laura."
¿Estaré honrándola cuando yo esté follando contigo? Se dijo Pam a sí misma, con una ferocidad por la repentina ira sorprendiéndola. Oye, Laura, hermana mayor, mira esto. Voy a follar con tu ex-novia uno de estos días. Follarla hasta que ella se corra como nunca antes se ha corrido. Follarla hasta que tire de mi cabello y grite mi nombre y me pida más. ¿Eso te honrará lo suficiente? ¿Eh? "Hey", dijo Trish bruscamente, trayéndola hasta la realidad. "¿Qué pasa? Parece como si quisieras matar a alguien". "Nada." Pam se volvió y comenzó a marchar de regreso a su choza. Podía sentir a Trish pisándole los talones. "Maldita sea", dijo Trish, sin aliento por tratar de mantener el ritmo. "¿Qué diablos está pasando? Dímelo". Pam cerró la endeble puerta de madera y se acostó en su catre. El corazón le latía con fuerza. Por un momento, dejó caer la cabeza en sus manos, pero permaneció con los ojos secos. "Cariño, ¿por favor?" Trish se sentó junto a ella, pero no la tocó. Pam se negó a hablar sobre su enojo. No ayudaría. "El coronel en el hospital me ha pedido que vaya a Kandahar, a revisar un hospital. Lo usaban con los militares, pero sobre todo se usa para los civiles afganos ahora. Los médicos militares han comenzado a dar tutorías a los médicos afganos. Con el tiempo será su hospital. Al menos, ese es el plan". "¿Por qué quiere que vayas?" "No sé, la verdad. Él no dijo, sólo que me podría ayudar". "¿Has hablado con él acerca de tus dudas por la medicina?" "Sí". Trish exhaló con fuerza, un signo de nerviosismo en ella. "Está bien. Eso es bueno, ¿verdad?" "Quizás. Espero que sí". Un filo de pánico asomó en la voz de Trish. "Él no está tratando de conseguir que te quedes aquí, ¿verdad?" "No, nada de eso." Pam trató de calmarla con una sonrisa. "Además, yo no estoy interesada en quedarme aquí. Ya te lo dije."
Trish exhaló de nuevo, dejando caer sus hombros. "Bueno. Gracias a Dios. Así que, ¿cómo funciona esto? ¿Cuándo te vas y por cuánto tiempo?" "Me iré por dos o tres días, máximo. Saldré por la mañana." Pam sabía que sus próximas palabras enviarían a Trish por el techo, como lo hicieron. "En helicóptero." "¿Qué?" Trish saltó del catre, comenzó a pasearse con furia. "No, no, no. No puedes estar hablando en serio. No en helicóptero." "Es más seguro que un viaje por carretera." Trish no la escuchaba. Estaba paseando de un lado a otro, alrededor de la pequeña habitación, con los brazos cruzados con fuerza contra su pecho. Sacudió la cabeza adelante y atrás, como una de esas muñecas que ponían en el salpicadero de un coche. "No. Cualquier cosa menos eso". Pam se levantó, se acercó a ella, le puso una mano tranquilizadora en el brazo. "Va a estar bien." Trish se detuvo, en sus ojos asomaba la furia, el dolor y el miedo. "No vayas". "Quiero ir. Podría ayudarme de alguna manera. Podría ayudarme a entender mi propósito, y me podría dar alguna dirección. Dios sabe que lo necesito en estos momentos. Y me permitiría ver algo del buen trabajo que nuestras tropas han hecho aquí. Las cosas que han hecho, para hacer de este país un lugar mejor". Trish no parecía tranquilizada. "Podrías morir por eso."
"No voy a morir por eso." "No puedes saber eso, y en todo caso, estás dispuesta a arriesgar tu vida por eso, ¿no es así?" "Yo no sé qué más decirte, Trish, excepto que siento una gran necesidad de hacer esto." "Estás tratando de castigarte a ti misma, ¿verdad?" "¿Qué? ¿De qué estás hablando?" Trish empezó de nuevo su caminar furioso, con la cabeza baja. "Es como si estuvieras tentando a los dioses, o a Laura, o a algo, al volar en un helicóptero. ¿Estás desafiando al universo? ¿Es eso lo que estás haciendo?"
"No, por supuesto que no. Ahora, por favor deja de dar vueltas y dime de lo que estás hablando." "Está bien." Trish se detuvo frente a ella. "Tú estás castigándote a ti misma por estar enamorada de mí. Por robarle la chica a Laura. Y estás castigándote a ti misma por ser la única que está viva. Es la culpa del sobreviviente, y es la culpa por amarme. Y esto - esta tontería de volar en helicóptero-, es como si desafiaras al universo para que te lleve también." Las palabras eran como agua fría arrojada a la cara. Pam contuvo el aliento ante el impacto. Ella sacudió la cabeza, incapaz de formar palabras, incapaz de considerar siquiera la posibilidad de que podría haber algo de verdad en las palabras de Trish. "Está bien", dijo Trish enfáticamente, después en un tono más suave. "Está bien." Ella comenzó a llorar, en silencio, de pie, con los brazos colgando a los lados. Pam dio un paso hacia ella, la envolvió en sus brazos, y sintió que sus propios sollozos subían como un géiser a través de su pecho. Se abrazaron para compartir sus lágrimas, sus sollozos, mientras sus pensamientos giraban furiosamente, tratando de romper el muro de dolor. "Nunca pensé ", dijo Pam con voz entrecortada, las palabras estancadas en su garganta, como si golpearan ante los reductores de velocidad en una carretera. "Todos esos años yo estaba secretamente enamorada de ti..." "¿Sí?" "Durante todo ese tiempo, amándote desde lejos, nunca pensé..." "¿Qué pudiera suceder de verdad?" Pam negó con la cabeza. "Nunca pensé que estaba destinado a ser. Laura... se suponía que ella tenía que volver por ti algún día, demonios". "No creo que alguna vez fuera así." Trish la llevó hasta la cama, donde se sentaron, tomadas de la mano. Sus rostros estaban empapados de lágrimas. "No pude ver esa parte antes, o no quería creerlo. Pero ahora puedo." Ella tomó una respiración temblorosa y profunda. "Ella nunca iba a volver a mí, Pam." Pam se enderezó, alejándose de Trish. "En este momento, la odio." "¿Qué? ¿Por qué?"
La angustia quemaba su rostro, su piel se sentía como si estuviera en llamas. "La odio por dejarte ir. La odio por hacer que me ocupara de mamá cuando estaba tan enferma. La odio por hacerme pensar que era un Dios perfecto, cuando todo en mi maldita mi vida claramente no lo era. La odio por dejar todo sin terminar, por no ver las cosas hasta el final". Los ojos de Trish brillaron con dolor. "¿Cómo a mí?" "¿Qué?" "¿Soy uno de los trabajos que tienes que terminar por Laura?" Pam supo que había ido demasiado lejos. Contuvo el aliento, como si al hacerlo, pudiera recuperar las palabras. "No, Trish, no." Ella extendió una mano para tocar la cara de Trish, pero Trish se apartó, su postura estaba rígida de furia. "Yo no soy lo que te heredó Laura. Y sin duda no soy un proyecto que tienes que asumir porque Laura no pudo terminarlo." Sus palabras eran duras, como golpes destinados a provocar moretones. "Tu compromiso hacia mí, hacia Laura, se acabó, ¿de acuerdo?" Pam se quedó helada. No, no, eso no estaba bien. Esa no era la forma en que pensaba de Trish. Ella amaba a Trish, estaba enamorada de Trish, y lo había estado durante años. Y no porque Laura no podía o no quería a Trish por sí misma. No porque Laura hubiera roto las promesas a Trish y le hubiera roto el corazón. No, eso no es de lo que se trataba. No se trataba de limpiar el desastre de Laura, y tampoco por tratar de ser Laura, emularla. Demonios, ella había hecho eso y había sido durante mucho tiempo. No se había dado cuenta totalmente de ello, hasta que su descontento con su trabajo empezó a surgir. Sí, ella había elegido la medicina, en gran parte, porque es lo que Laura había elegido, y sí, la medicina de urgencias estaba llena de testosterona y le ayudaba a la búsqueda de emociones como las que Laura pudiera encontrar siendo un médico del ejército. Pero ahora por fin comprendía que no era su vocación. Ella no era una copia al carbón de su hermana, y ya no era necesario tratar de mantenerse al día con Laura o competir con ella. Trish se había movido hacia la pared, de espaldas a Pam. Estaba inmóvil, pero sus hombros caían, renunciando. Parecía pequeña, derrotado. Pam se acercó a ella, poco a poco, y suavemente le puso una mano en su hombro. "Trish, querida, te amo. Y no porque me sienta obligada, y no porque esté tratando de ser una especie mejorada de Laura. Tú no eres el primer premio en un concurso entre yo y Laura. O entre su fantasma y yo. ¿De acuerdo?"
Trish se dio la vuelta, se apoyó contra la pared de madera, con las manos a los lados. Ella no dijo nada, pero su rostro estaba lleno de desesperación. Pam se acercó más, su rostro a centímetros de Trish. "Lo admito, yo estaba confundida sobre nosotras al principio. Me sentía culpable por haber tenido la oportunidad de amarte, cuando Laura no podía porque está muerta. Me sentí como si estuviera tomando algo que no tenía derecho a tomar". Trish habló en voz baja. "Yo no soy propiedad de nadie para tomar o poseer." "Lo sé. Lo siento. Mala elección de palabras. Tenía miedo de que estuviera enamorada de ti porque Laura había estado enamorado de ti, y eso no es justo para ti ni para mí." "Laura me abandonó hace mucho, mucho tiempo. Ella no podía comprometerse ni conmigo ni con nadie. ¿Es esa la forma en que deseas ser, también?" No, Pam quería gritar. Ella no era como Laura en ese sentido. Ella nunca renunciaría a alguien a quien amaba. "Yo también tenía miedo," continuó Pam," de que sólo pudieras amarme porque te recordaba a Laura. De que si no podías tenerla, entonces por lo menos me tendrías a mí". Una sonrisa irónica se crispó en los labios llenos de Trish. "¿Cómo si fueras el premio de consolación?" "Algo por el estilo." La sonrisa desapareció y las nubes volvieron "¿Cuándo vas a empezar a creer en lo maravilloso que eres? Que lo mereces, cómo amar, cómo dar, ¿lo buena y decente que eres? ¿Cuándo vas a empezar a creer que eres tú a quien yo quiero? Eres tú a quien siempre debí haber querido, no a Laura". Pam emitió una breve carcajada. “Excepto que tú podrías haber sido enviada a la cárcel." Trish entornó los ojos. “Sabes lo que quiero decir. Dios, Pam, eres tú quien será el último pensamiento en mi cabeza cuando me muera. Eres tú con quien siempre me voy a sentir que estaba destinada a estar. Y si tú decides..." Ella parpadeó con fuerza, visiblemente inhalando una, dos veces. “Si decide que no me quieres... o si algo te sucede... tú siempre serás mi mayor pérdida, no Laura." La fuerza de las palabras de Trish empujaron a Pam un paso atrás. Tomaron un momento para registrarse en su mente, como una piedra que se hunde poco a
poco, de manera constante, hasta el fondo de un lago, para finalmente aterrizar con un golpe definitivo y duro. "¿Estás segura de que soy yo a quien quieres?", Dijo Pam, más para sí misma que para Trish, como si ella todavía no pudiera creerlo. "Sí", dijo Trish, dando un paso hacia ella. "Tú fuiste la única que yo estaba esperando todo este tiempo, Pam. Tú. Cometí un error con Laura. Me doy cuenta ahora”. Las lágrimas asomaron a los ojos de Pam. Alguien -no, no sólo alguien, Trishla quería, siempre la había deseado. ¡A ella! No a su temeraria, valiente, elegante, aventurera, inteligente, atlética y encantadora hermana mayor. Trish tocó los labios de Pam por un instante. "¿Estás segura de todo esto?" Pam le devolvió el beso. Una ola de calor había empezado a recorrer su cuerpo. Se sentía febril. "¿Estoy segura, de qué?" "De mí". "Oh, sí". Ella sintió los brazos de Trish moverse a su alrededor, sintió sus manos dibujando libremente círculos en su espalda. Un calor profundo recorrió su cuerpo. "Sí, estoy definitivamente segura." Los labios de Trish presionaron suavemente contra su cuello, su garganta. Oh, Dios. Pam cerró los ojos, se sentía febril ante el toque de Trish. Los labios de Trish se movieron al norte, a la parte inferior de la mandíbula de Pam, y su lengua salió, trazando el contorno de los labios de Pam. Oh, Dios. "¿Me deseas?", Dijo Trish en silencio, casi sin aliento. La vibración de los labios contra Pam, aumentaron su calor otra docena de grados. "Dios, sí." Trish pasó los dedos por el cabello de Pam, luego acercó su cabeza un poco más y la besó con fuerza, profundamente y con un sorprendente urgencia. Ambas estaban respirando con dificultad, tanto que se besaban con un nivel de desesperación y ansias, que Pam nunca había conocido antes. Su piel, sus labios, estaban en llamas. Sus manos le ardían por tocar la piel desnuda de Trish, que se imaginaba sería increíblemente suave. "¿Cuánto?" Susurró Trish. La mente de Pam trabajó para descifrar las palabras. "¿Cuánto, qué?"
Trish la besó de nuevo. Sus bocas se enfrentaron en una batalla de conquista completa –presionando, ocupando, explorando, recordando. ¡Oh, qué dulce es la victoria!, pensó Pam. La derrota también. Diablos, una era tan buena como la otra, en este caso. Ella quería tomar y ser tomada, recibir tanto como dar. "Cuánto", dijo Trish entre besos ardientes, "¿me deseas?" Oh, Jesús. ¿Cuánto te deseo? ¿Hay una manera de describir cuánto? No, decidió, no había, porque la deseaba tanto como ella deseaba respirar, tanto como ella quería vivir. Ella la había querido de esta manera por mucho tiempo, pero ahora lo era todo, porque Trish la quería también. "No te lo voy a decir." Trish se apartó y la miró con curiosidad. "No," dijo Pam, de repente alzando a Trish en sus brazos. “No lo voy a decir." Trish dio un breve grito, echó la cabeza hacia atrás y se rio mientras Pam la acercó los pocos metros a una de las camas. "¿Me lo mostrarás, entonces?" Pam la depositó en la cama pequeña, se levantó y la miró por un largo momento, con ganas de disfrutar de esta belleza de pelo oscuro que la miraba con deseo, con amor, con el pecho agitado y luchando contra una blusa apretada, los dos botones superiores desabrochados, invitándola, tentándola. Oh, Dios, Pam pensó de nuevo. Te deseo tanto, Trish Tomlinson. Tanto que duele. Cayó de rodillas, se inclinó y rozó el cabello ondulado de la frente de Trish. "Yo nunca…", dijo, mirando profundamente a los ojos de Trish, "nunca había querido a nadie de la manera que te quiero a ti. Tú eres la única mujer que he querido, que ha tocado mi esencia, cuyo amor y amistad le da sentido a mi vida entera. Y..." Ella se levantó lentamente, se subió a la cama junto a Trish y se inclinó sobre ella, hasta que su cara estuvo a escasos centímetros de ese escote voluptuoso. Respiró sobre Trish, se lamió los labios burlonamente. "Nunca he querido rasgarle la ropa a una mujer, como yo lo he querido contigo." Dejó que sus ojos se perdieran en cada centímetro del cuerpo de Trish. "Dios. La forma en que quiero besarte y degustarte y chupar cada centímetro de tu cuerpo. La forma en que quiero hacerte estremecer y temblar todo el cuerpo. La manera en que quiero que grites mi nombre y pidas más". Sonrió a Trish. "Y algunas otras cosas durante ello." Trish se quedó sin aliento. Presionó juntando sus piernas. "Dios, me estás matando, Pam." "Oh, no. La tortura apenas está por empezar." Movió su palma a la suavidad del estómago de Trish, lo sintió temblar en anticipación. Ese magnífico pecho se movía aceleradamente, y Pam no podía esperar ver esos pechos, hacer su primer
contacto real. Parecían dos esculturas redondas perfectas, dos picos donde sus pezones se elevaban majestuosamente, y Pam los imaginó casi derretirse dentro de la calidez aterciopelada de su boca. Mierda, pensó. Ahora soy yo la que tiene que apretar las piernas, antes de que estalle mi clítoris. "Tú no..." Trish se apoyó sobre sus codos, respirando con dificultad, sus ojos marrones casi se opacaron con lujuria. "¿No qué, cariño?" Susurró Pam, estirando y apretando su cuerpo contra el de Trish. "No". Trish abrió las piernas, dejando espacio para que las caderas de Pam se ajustaran. "No vas a parar, ¿verdad?" Pam sonrió, sintiéndose un poco malévola. "¿Quieres que lo haga?" Los ojos de Trish se agrandaron. "¡Dios, no!" "Quieres que te haga el amor." Era una afirmación, no una pregunta. Como una señal de admiración, Pam se adentró en la camisa de Trish para acariciar su estómago. Se puso tensa y se estremeció en respuesta, como cuerdas de arpa vibrando contra el desplume de sus expertos dedos. Trish asintió dos veces, cerró los ojos. Su pecho subía y bajaba rápidamente, el botón central de su camisa - uno antes del que estaba todavía cerrado, casi desaparecía bajo la tensión. Sus pezones se veían tan malditamente apretados, duros como clavos. Pam necesitaba tocarlos, y automáticamente su mano se deslizó hasta la parte inferior y suave de los senos de Trish. "¿Cuánto?", Dijo Pam, encendiendo la pasión, la tortura. Su pulgar rozó el borde del pezón de Trish, y todo su cuerpo se estremeció con el simple toque. "Oh, Dios. ¿Cuánto qué?" Esta vez el pulgar de Pam comenzó a dibujar círculos alrededor de la base del pezón de Trish. Duro y luego más rápido. "¿Cuánto quieres que te haga el amor?" Trish gimió, movió sus manos hacia los botones de su blusa, en un intento por mostrar sus senos. Pam le cogió las manos y las detuvo. "Oh no, no lo hagas. No hasta que me digas".
"Jesús", dijo Trish, sus ojos se estrecharon, su boca luchaba por aire. "Voy a morirme, aquí mismo, ahora mismo, si no me haces el amor, Pamela Wright. ¿Me entiendes? Me estás matando, nena. Matándome. Necesito que me hagas el amor. Necesito tanto que me hagas correrme, que duele". Pam sonrió, empujó las manos de Trish contra el colchón delgado, rápidamente hizo saltar los botones restantes.
y
"Oh, Dios, sí", dijo Trish, arqueando la espalda para darle a Pam mejor acceso a sus pechos. Pam no necesitaba la indirecta. Ella pidió y recibió el permiso para quitar el collar con el anillo de Laura. A continuación, tiró del sujetador de Trish, pero este no se movió. El cierre se atoró en algún lugar en la parte posterior. ¡Maldita sea! Ella no tenía tiempo que perder con eso, así que arrancó el sujetador, lo rasgó por la mitad. ¡Y oh, cómo le valió el esfuerzo! Liberados, los senos de Trish se levantaron hacia ella, esforzándose por sentir el tacto de Pam. Pam hundió la cara en el valle blando entre ellos, cerró los ojos, respiró el aroma floral de la piel de Trish, sintió las manos de Trish en su pelo, presionándola. Como guardianes, las manos de Trish no estaban dispuestas a dejar que la boca de Pam se alejara de su pecho. Todavía no. No hasta que ella consiguiera lo que quería, y oh, hasta que Pam le diera lo que ella quería. La boca de Pam reclamó un pecho, chupando, lamiendo, devorando, chupando de nuevo. Con su mano derecha lo tomó a plenitud y lo empujó más profundamente en su boca, oyendo a Trish gemir en respuesta. Su lengua entró en acción. Con rigidez, precisión, rapidez, ella lamió el pezón endurecido, chasqueó la lengua con fuerza contra él, sintió que los dedos de Trish se clavaron en su cuero cabelludo, sintió el cuerpo elevado de Trish en su contra. Ella aspiró otra vez, acarició con su lengua, chupó, mordió, acarició y chupó un poco más. "Nunca ", dijo Trish entre bocanadas de aire, "he querido... a nadie... así... tanto. Oh, Jesús... te deseo, Pam." Pam se detuvo para mirar a los ojos de Trish, queriendo estar segura de que escuchó correctamente. "¿A nadie? “¿Ni siquiera a Laura?” Trish movió la cabeza de lado a lado. "Dios, no. A nadie. Nunca como esto." Pam sintió que su clítoris se ponía rígido, sintió que se ponía increíblemente mojado y eso la encendió. "Oh, querida. Te amo tanto." "Yo también te amo," espetó Trish, antes de atraer la cabeza de Pam de nuevo hasta sus pechos.
Prioridades, pensó Pam con una risita. Se turnó con cada seno, con amor, con avidez, succionándolos, ahuecándolos, acariciando con su lengua y sus dedos. Le encantaba la plenitud de ellos, eran firmes y suaves al mismo tiempo. Mucho más interesantes que sus propios y pequeños pechos, decidió. Podía pasar todo el día haciéndole el amor a estos pechos, pero había más para explorar. Mucho más para amar. Ella arrastró su lengua, sus labios hacia abajo del estómago de Trish, deteniéndose para besar la suave piel allí. Las manos de Trish todavía estaban enredadas en su pelo, y no pasó mucho tiempo antes de que fueran instándola más al sur. Pam estaba feliz de hacerlo, pero primero tenía que conseguir sacarle de encima, esos pantalones cortos de lona. Su mano se sumergió entre las piernas de Trish, acunándola con firmeza. Provocándola un poco, antes de entrar en la piel desnuda, pensó con una racha de travesura. "¡Oh!" Exclamó Trish, quien se quedó sin aliento. Pam sonrió, sintiendo traviesa. Aumentó la presión de su mano, palmeó a Trish en un patrón circular. Las piernas de Trish comenzaron a sacudirse y sus caderas trataron de levantarse de la cama. Ella no quería que se corriera de esta manera, a través de sus pantalones cortos. No. Ella quería que se corriera en su boca. "Espera," ordenó Pam, tirando desesperadamente del botón y la cremallera de los pantalones cortos de Trish. Las caderas de Trish seguían ondulantes. Había llevado su mano a la boca, para reprimir algún gemido, probablemente para no gritar más allá de las delgadas paredes de madera. Con urgencia, Pam sacó los pantalones cortos y las bragas húmedas de las caderas, luego se acomodó entre las piernas de Trish. "Dios, eres hermosa, mi amor." Trish empujó sus caderas de la cama, tratando de cerrar la brecha entre ella y la boca de Pam. "Por favor, Pam", murmuró. "Necesito tu boca sobre mí." El propio deseo de Pam la recorrió con fuerza huracanada. Ella tendría que luchar para no correrse al hacer el amor con Trish, lo sabía, porque quería sentir el toque de Trish trayéndola al orgasmo. Presionó su boca contra el clítoris congestionado de Trish, sintiendo que Trish se apretaba contra ella en respuesta. Oh, sí, pensó. Está lista. Suavemente tomó a Trish con su boca, chupando dulcemente. Demasiada presión y Trish se correría al instante, lo sabía, así que tenía que mantenerlo tanto como podía, a un ritmo muy lento. Ligero y apretado.
Pero Trish estaba tan húmeda, que ella sabía que no pasaría mucho tiempo. Las manos de Trish comenzaron a empujar su cabeza, indicando que necesitaba más. Pam apretó su boca con más fuerza contra ella, acarició firme y profundamente con la lengua. Más y más rápido, hasta que las caderas de Trish se giraron en su contra y las manos de Trish apretaban su cara más duro contra ella. Oh, ella podría hacer esto por siempre, pensó deliciosamente. Consumir, devorar a Trish. Incluso cuando Trish se estremeció y gritó fuertemente, con su cuerpo agitándose por el orgasmo, Pam continuó presionando su boca contra ella, continuó con sus amorosos cuidados. Deslizó un dedo dentro y al instante sintió a Trish apretarse alrededor de él. "Oh, Dios", Trish lloró mientras el orgasmo recorría su interior. "¡Oh! Sí, por favor, no te vayas todavía", le ordenó, mientras Pam estaba a punto de salir de ella. "Nunca. Yo nunca te dejaré". Se quedó en el interior de Trish, un dedo, luego dos, moviéndolos muy lentamente. Se sentía maravillada de estar dentro de esta mujer que amaba y que había amado durante más de la mitad de su vida. Hacer el amor con ella, era mucho más de lo que había esperado alguna vez, ni en sus sueños y fantasías. Hacer el amor era una extensión de su amor por Trish, una muy profunda. Y nada de esto habría significado un carajo, si Trish no la hubiera mirado como lo hizo ahora, con tanto amor en sus ojos. El sexo era nada sin el amor, y Pam se dio cuenta ahora de lo vacías que habían sido sus experiencias sexuales pasadas y cómo ella nunca querría hacer el amor de nuevo con alguien que no fuera Trish, por el resto de su vida. No. Por fin estaba en casa. Se arrastró a lo largo de Trish, aún dentro de ella, y la besó tiernamente en los labios. "Te amo, cariño. Estuviste maravillosa. Eres todo lo que siempre quise encontrar en una mujer. En una amante. En el amor de mi vida". Los ojos de Trish se tornaron húmedos al instante. Su sonrisa vaciló. "Está bien," la tranquilizó Pam. "No tienes que hablar en este momento." "No." Trish se aclaró la garganta, mientras una lágrima brilló en sus ojos. "Tienes que saberlo en este momento. Esto se siente tan bien. Tan maravilloso. Yo no podría amarte más de lo que hago en este momento". Pam deslizó sus dedos fuera de Trish y la abrazó con fuerza. Permanecieron en silencio durante varios minutos, abrazadas, con el sudor de su piel mezclándose. El exceso de aire acondicionado de la habitación, apenas se mantenía por debajo de los ochenta grados.
"Cariño", dijo Trish después de unos momentos. Se rodó hasta quedar encima de Pam. "Hay un problema aquí." "¿Lo hay?" Pam estaba un poco aturdida debido a la adrenalina y el esfuerzo de la relación sexual. "Sí. Todavía tienes la ropa puesta". Pam sonrió perezosamente. "Hay una solución para eso." "Claro que la hay." Trish sonrió con malicia, y luego comenzó a tirar de la camisa militar de Pam, para sacarla de la cintura de sus pantalones cortos. Pam rápidamente sintió una energía renovada. Tiró de la camisa sobre su cabeza, y luego se quitó el sujetador deportivo. Los ojos de Trish se iluminaron mientras recorría los pechos, los hombros y el cuello de Pam. "Tan hermosa", murmuró Trish. Pero sus ojos no se saciaron mucho tiempo, ella se puso a trabajar tirando de la correa y la cremallera de Pam, luego deslizando sus pantalones cortos por sus largas piernas. Pam se agachó y comenzó a quitarse la ropa interior, pero Trish la detuvo. "No. Quiero que tengas tu ropa interior por ahora." "¿En serio?" Pam no podía decidir entre estar intrigada o decepcionada por la solicitud. "Quiero prolongar algunas de mis exploraciones. Quiero tomarme el tiempo para devorar un delicioso bocado." Su sonrisa era depredadora. El corazón de Pam latió más fuerte. Ya estaba imaginando la cabeza de Trish entre sus piernas, la boca de Trish extrayendo su exquisito placer. Sí, pensó, quiero ser la comida que devoras lentamente. ¡Pero no demasiado lento! Ella echó la cabeza hacia atrás sobre la almohada, mientras la lengua de Trish empezó rodeando su pezón. Se sentía paralizada al sentir el toque de Trish, como una presa indefensa, pero de la manera más placentera imaginable. Haría cualquier cosa que Trish quisiera, dejaría a Trish hacer lo que quisiera con ella, porque en este momento, se sentía completamente en armonía con Trish. Era un placer consumado, un amor completo. Pam perdió fácilmente la noción del tiempo, no tenía idea de cuánto tiempo pasó, hasta que Trish bajó hasta ella, cuando sintió su orgasmo recorrerla de pies a cabeza, en retumbantes y poderosas olas. Se meció fuertemente, girándose hacia Trish, buscando por más, por cada última gota de placer. Colores y formas
indefinibles volaron más allá de su visión, y aunque ella no era una persona religiosa, se sentía casi en armonía con todo lo que era bello en el mundo, en esta cresta de placer físico y emocional. "Oh, cariño," dijo sin aliento mientras ponía a Trish a su lado. "Dios, te amo. Eso fue increíble". Trish se rio suavemente en su hombro. "¿Qué?" Pam sonrió, pero mantuvo los ojos cerrados, reviviendo hasta el último segundo de placer que acababa de sentir. "Estaba pensando. Dicen que el nuevo sexo mejora con el tiempo, pero si se pone mejor que esto, creo que no podré sobrevivir”. "Hmm, esa es exactamente mi conclusión también. Pero podríamos morir intentándolo". "Sí." Trish se acurrucó más cerca. "Lo intentaremos." Pam sintió que su cuerpo se aflojaba por el cansancio y la felicidad. Acababa de hacer el amor con la única mujer que realmente había amado alguna vez, algo que no había tenido derecho a pensar que jamás ocurriría. Pero había ocurrido. Y tan maravillosamente. Se preguntó, mientras el sueño la vencía, si debía sentirse culpable. Si ambas debían sentirse como si hubieran traicionado de alguna manera a Laura, haciendo el amor y profesándose su amor. Por querer estar juntas. No, decidió, sin una sombra de duda. Lo correcto, esta perfección, no podría estar equivocado.
Capítulo Veinte
El anochecer estaba profundizando en la noche, cuando por fin salieron de la pequeña habitación, Trish bromeó diciendo que deberían colgar un cartel – La Cabaña del Amor. "¿No tienes hambre?" Preguntó Pam. "Nah." Trish se apoyó en Pam, tomó su mano y la apretó cariñosamente. "No me importa si nunca vuelvo a comer de nuevo." Pam rio. "¿Te sientes también como un adolescente, por lo que veo?" "Nunca me sentí tan bien cuando era un adolescente. O en cualquier otro momento." Trish sintió que Pam se tensaba un poco a su lado. Ella sabía que necesitaban hablar de Laura y de cómo iba a encajar en sus vidas ahora. "Vamos. Daremos un paseo. Pero no demasiado lejos. Está oscureciendo y yo no quiero que nos perdamos". Tomadas de la mano, se abrieron paso a lo largo del camino de tierra que rodeaba las otras pequeñas viviendas. Este sector era una pequeña aldea de chozas de madera y metal, que albergaba en su mayoría a funcionarios y personal médico. En el cielo, el ruido ocasional de los helicópteros despegando o aterrizando, con sus luces parpadeantes en un discreto contraste del ruido de sus motores. El olor a combustible diésel impregnaba el aire, junto con otros olores desagradables en los que Trish no quería pensar. Ciertamente, no era el lugar más romántico en la tierra, pero era todo lo que tenían. "Te amo," susurró Trish. "Te amo tanto." "Yo también te amo, cariño. Dios, se siente tan bien ser capaz de decirlo en voz alta. Tengo ganas de ir hasta esa torre de control y gritarlo". Trish sonrió. Ella nunca antes se había imaginado sentirse tan plena. Tan feliz. Con Laura, había habido tanto subidas y bajadas, estrés y desacuerdos, ya que habían tratado de entrelazar su camino a través de sus problemas. Siempre había habido amor entre ellas, pero una gran parte de su relación había consistido en tratar de hacer que las cosas funcionaran, Trish se dio cuenta. La nostalgia, y la ausencia de Laura en su vida, habían apagado la sensación de fracaso en los últimos años.
"¿Estás bien?" aventuró Trish. "¿Con nosotros?" "Sí. Más que bien. Siempre has sido la mujer de mis sueños, y me siento como si por fin hubiera llegado a la cima de la montaña". "Sí. Es nuestro tiempo ahora. Pero pienso que deberíamos hablar de Laura". Pam ralentizó su paso, pero permaneció en silencio. Trish insistió. Tenían que dejar todo esto atrás. "Siempre va a ser una parte de nuestras vidas. Ella nos reunió, después de todo." "Es cierto. Yo nunca habría sabido que existías, si Laura no hubiera empezado a salir contigo en la escuela secundaria. A menos que hubieras sido mi niñera. Ahora eso habría hecho algunas fantasías interesantes". Trish golpeó ligeramente a Pam en el hombro. "Estoy segura de que tenías un montón de material para tus fantasías sobre mí, una vez que te convertiste en una adolescente hormonal ¿- o debería decir- adolescente cachonda?". "Está bien, lo admito, yo tenía más que un par de fantasías acerca de ti. Especialmente una vez que terminaste la universidad y volviste a dar clases en nuestra escuela secundaria, en mi último año. Imaginaba tener un castigo después de la escuela, en el que tendría que... Oh, no importa. Es algo sucio". Trish se rio, deteniendo su avance. Ella puso sus brazos alrededor del cuello de Pam y apretó su cuerpo contra su amante. "Después de lo que acabamos de hacer el último par de horas, creo que puedo manejar una charla sucia." Pam inclinó la cabeza y besó a Trish en la boca. Fue un largo y profundo beso, que prometía toda una vida. "Yo preferiría demostrártelo," dijo Pam, después de terminar el beso. "De hecho, preferiría estar dentro de ti, cuando te lo diga." Una sacudida de lujuria recorrió el vientre de Trish. Al instante, se sentía dura y húmeda, como el zumbido de un redoble constante en su interior. Ella no podía tener suficiente de esta mujer, no podía conseguir suficiente del exquisito placer que Pam le daba. "Tenemos toda la noche, ya sabes." Pam gruñó contra su garganta y la besó una vez más. “Lo sé y no puedo esperar." "Vamos." Trish la agarró del brazo y le dio un tirón. "El comedor está abierto toda la noche. Vamos a reponernos primero". "¿Siempre tienes que ser tan práctica?"
"Cuando se trata de mirar por ti, sí."
La iluminación era opaca, pero caminaron lentamente a lo largo, siguiendo el laberinto de pasillos hacia el gran comedor de madera. "Sabes," continuó Trish, "cuando te dije que Laura nos unió, no estaba hablando sólo de antes. También me refería a ahora. A través de su muerte". Pam dejó de caminar y se volvió para mirar a Trish. "Creo que le debemos todo esto -nosotros, me refiero- a Laura. ¿Crees que ella estaría bien con eso?" Trish pensó por un momento, recordando lo mucho que Laura había amado y admirado a su hermana menor, a pesar de que ella nunca lo había mencionado mucho. Estaba orgullosa de Pam, lo había estado siempre, y después de leer el diario de Laura, quedaba claro lo mucho que respetaba a Pam. Si sólo Pam lo creyera. "Ella pensaba en ti como una versión más perfecta de sí misma", dijo Trish. "Yo no lo sabía exactamente hasta antes de leer su diario, pero yo siempre vi en sus ojos y escuché en su voz cuando hablaba de ti." "¿Y tú que piensas?" Pam la miró profundamente a los ojos. Incluso en la oscuridad, Trish podía ver un rastro de miedo en ellos. "¿Estoy a la altura?" "¿Estar a la altura?" Trish acercó a Pam en un tierno abrazo. "Oh Dios mío, Pam. ¿Cuándo vas a creer que eres tú a quien amo? ¿Que eres tú a quien he estado esperando toda mi vida? Tú no tienes que estar a la altura de nadie. Tú eres tú, Pam, y yo te amo." "Gracias. Y lo siento," Pam murmuró contra ella. "No ha sido fácil vivir toda mi vida bajo su sombra." "Ya lo sé, cariño. Pero este es tu tiempo. Nuestro tiempo. Y tenemos que agradecer a Laura por ello. Ella nos dio este regalo de encontrarnos otra vez. Ahora lo creo". Se abrazaron en silencio durante un rato. En silencio, Pam dijo, “Ella nos amaba tanto, ¿verdad?" "Más que nada. Y sí, ella lo aprobaría. ¿Cómo no iba a hacerlo?" "Sí," susurró Pam, besando suavemente los labios de Trish. "¿Cómo no iba a hacerlo?"
***
Hicieron el amor una vez durante la noche, abrazadas en la cama estrecha. Durmieron poco, sobre todo Pam, porque sabía que Trish estaba aterrorizada de su vuelo a Kandahar en helicóptero, dentro de pocas horas. Trish no había dicho más sobre ello, pero a menudo se estremecía cuando Pam la abrazaba. Se levantaron con el sol. "¿Tienes hambre, mi amor?" Preguntó Pam. "En realidad no." "Bien, yo me muero de hambre. Debe ser por todas las calorías que hemos estado quemando en esta pequeña habitación." Trish desvió su intento de humor, frunciendo el ceño. "Pam..." "Lo sé, cariño. Tenemos que hablar de mi salida a Kandahar". Se sentaron frente a frente, una en cada cama. Trish parecía tratar difícilmente de contenerse pero apenas podía manejarlo. "Sé que no quieres que vaya", continuó Pam. "Pero voy a ir. Es sólo por un par de días, ¿de acuerdo? Voy a estar bien, lo prometo." Trish miró hacia otro lado, no habló durante varios minutos. "No puedes hacer una promesa de ese tipo." "No, tienes razón. Pero haré todo lo que esté en mis manos para volver a salvo junto a ti." Trish se limpió una lágrima de su mejilla. "¿No tienes miedo, ni siquiera un poco?" Por supuesto que tenía miedo. Por supuesto que no podía dejar de pensar en la tragedia que había caído sobre Laura. "No voy a mentirte, Trish. Sí, una parte de mí tiene miedo. Pero no quiero vivir mi vida teniendo miedo. Y yo no quiero evitar hacer algo que podría hacer una diferencia en mi vida, eso podría ayudarme a averiguar mi futuro. Nuestro futuro. Estoy encontrando mi propio camino, y eso significa hacer este viaje a Kandahar. Demonios, es por eso que tenía que venir a Afganistán". "¿Para alejar el fantasma de Laura?"
"Sí", declaró Pam. Ella tuvo que admitir que había algo de casualidad en volar en un helicóptero sobre la zona de guerra, era un poco tentar al destino. Quizá Trish tenía razón en acusarla de probarse a sí misma de esta manera. Si sobrevivía, entonces ella podría seguir siendo dueña de sí misma. Pam se puso de pie, le tendió la mano. "Ven. Vamos a desayunar, entonces podrás despedirme. Y, por favor," la voz de Pam se rompió. "Necesito tu amor y fortaleza en este momento, ¿de acuerdo? Ahora más que nunca". "Tú tienes mi amor. Siempre." Trish sonrió entre lágrimas y tomó su mano.
*** Trish se agarró el brazo de Camille mientras veían el helicóptero Chinook rugir lentamente hacia el cielo. Era un ascenso lento, como un pájaro torpe, con sus espadas gemelas golpeando masivamente, delante y detrás, a un ritmo atronador que retumbó en el pecho de Trish. El polvo y la arena se elevaban hacia el exterior en finas nubes marrones, creando su propia pequeña tormenta de polvo. Trish luchó contra el miedo de que pudiera ser la última vez que iba a ver a Pam. No era saludable pensar de esa manera, incluso podría ser algún tipo de maleficio, pero no podía evitarlo. No podía perder a nadie más a quien ella amaba, y menos a Pam, y especialmente no después de que por fin se habían encontrado. "Va a estar bien", dijo Camille, a través del ruido que iba cediendo. "Más vale que así sea. "Hoy voy a llevarte a dar un paseo en forma por la base y a presentarte a algunas personas que trabajaron con Laura." "Soy toda tuya. Y tengo que estar ocupada en este momento, así que te lo agradezco". "Mañana por la noche es la ceremonia de conmemoración semanal de los caídos. Alguien dice una oración y lee todos los nombres de los soldados que han muerto en campaña en los últimos doce meses. No vas a querer perdértelo, especialmente si estás pensando en escribir un libro". Trish asintió con la cabeza. En el cielo, el helicóptero ya se veía del tamaño de la cabeza de un alfiler. “Aún no sé si voy a escribir ese libro. Una parte de mí quiere poner todo esto en el pasado. Permanentemente."
Camille y ella fueron alejándose de la pista de aterrizaje y hacia un jeep que las estaba esperando. "Tú sabrás lo que hay que hacer." "Bueno, sea lo que sea, sé que Laura no será olvidada." Más tarde en su habitación, con un poco de tiempo antes de la comida, Trish sacó el diario. Sólo había una parte más por leer... la última de Laura. Ella había estado posponiendo su lectura, no estaba lista para afrontar el final de la misma, el final de la presencia diaria de Laura en su vida. Pero ella quería leerlo sola, en caso de que Pam no estuviera preparada para enfrentarlo.
06 de abril: Realmente no puedo explicar mi estado de ánimo hoy. Tengo el día libre, ya que mañana me voy a Takhar para reemplazar a la doctora del Puesto de Operación Avanzada (FOB) durante una semana o dos. Sin nada que hacer, me encuentro en un estado de ánimo filosófico. He estado recostada leyendo la novela Matterhorn, y me hizo pensar sobre la guerra, sobre lo bueno y lo malo de ella, el propósito al que sirve. Sólo la historia determina si una guerra era lo correcto o no. Y para ser justos, es decir, ¿sirve a un propósito útil? ¿Se logra algo? ¿Hay algo bueno que salga de esto? ¿Acaso moverá al mundo un poco más cerca, a lo largo del espectro hacia la justicia y la equidad? ¿Y quién va a ser el juez de todo esto? Yo no, eso es seguro. Pero estoy haciendo mi parte en ello y con la esperanza endemoniada de que estoy haciendo lo correcto. He estado pensando mucho, sobre el instinto humano de querer dejar una marca detrás. Un legado, o algo que indique que estuvimos aquí, como decir ´hey, mira lo que hice, y por favor no me olviden´. He estado pensando en este chico Ryan Jackson, quien llegó a la base la semana pasada. Tenía sólo diecinueve años, era su primera ronda. Fue asesinado tres días más tarde por un francotirador, desde fuera de la alambrada. ¿Qué marca pudo dejar ese pobre chico en esta tierra? Probablemente no mucho. Pero tengo la esperanza, que se queda en la memoria de alguien y en el corazón de alguien. Y eso me ha hecho pensar, si en verdad, ¿hay algo mejor que eso? ¿No es siempre el amor, que alguien siente por nosotros en su corazón, la mejor cosa que podemos dejar? ¿Los recuerdos especiales sobre nosotros, que se van a llevar a su tumba? El papel se desintegra, las computadoras se rompen, se malinterpreta la historia y altera las historias de la gente. Sólo espero que en algún lugar fuera de aquí- Pammy, Trish- que yo sea amada y recordada, y siempre lo sea De todos modos, basta de esta mierda sensiblera. Necesito hacer las maletas ahora para el viaje de mañana.
Trish cerró el diario y lloró. Deseaba poder decirle a Laura que ella la había amado y que siempre sería recordada. Y si estás en alguna parte, Laura, si puedes escucharme ahora, por favor cuida de Pam.
Capítulo Veintiuno
Después del despegue inicial, la ansiedad de Pam se alivió gradualmente. El helicóptero Halcón Negro de aspecto feroz, que estaba acompañando al helicóptero Chinook, ayudó mucho. También lo hizo el porte relajado y seguro de la docena soldados que la acompañaban en el viaje. Ella incluso veía en las matemáticas un poco de consuelo. Su padre había muerto en un accidente de avión, y luego su hermana. ¿Cuáles eran las probabilidades de que le pasaría a un tercer miembro de la familia? Casi nula. Los Wright no eran tan especiales para que pudieran desafiar el pronóstico de cuarenta y cinco millones, se imaginó. Diablos, no es como si nunca hubieran ganado la lotería o algo por el estilo. Ella iba a estar bien. Desde arriba, el aeródromo de Kandahar parecía muy similar al de Bagram, con sus largas pistas de aterrizaje, su bandada de jets y helicópteros estacionados en ángulos, dos grandes hangares y un puñado de edificios de poca elevación, todos protegidos por altas cercas de alambre de púas. Como Bagram, era una pequeña ciudad -hogar de 26.000 soldados, en su mayoría estadounidenses y británicos, y se estaba ampliando para incluir algunos afganos de la Fuerzas de Seguridad Nacional y la Fuerza Aérea afgana. Había leído ayer en internet, sobre la base, después de enterarse de que debía de estar pagando una visita y descubrió que se trataba en gran parte de los canadienses, quienes se la arrebataron a los talibanes a finales de 2001, y luego fue reconstruida. Pero Canadá y muchos otros países de la OTAN, habían reducido significativamente el número de sus tropas en Afganistán a lo largo de los años, y ahora eran sobre todo los americanos los que estaban haciendo el trabajo sobre el terreno. Ella no sabía mucho sobre el hospital, pero se habían hecho los arreglos para que le permitieran estar plenamente integrada en el hospital por un par de días, como observadora experta. La autorización de seguridad y pases habían sido acelerados, lo que le hizo notar acerca de lo mucho que Laura había sido respetada por sus colegas y superiores. Ellos sabían que estaba aquí por Laura, y estaban dispuestos a ayudarla de cualquier manera. Tan pronto como Pam bajó los peldaños de metal del helicóptero, una mano se extendió para estrechar la de ella. "¿Dra. Wright?" Pam estrechó la mano de la mujer. "Sí, es correcto. Hola". "Soy la Capitán Meg Atwood. Una enfermera en el hospital aquí". "Ah, eso explica la bata."
"Yo no soy precisamente de las que utilizan su vestimenta militar. Me gusta más informal." Ella tenía los ojos azules cálidos, y se demoró un poco más en mirar Pam. "Parece que estará pegada a mí mientras esté aquí. Yo, por el contrario, no lo considero una carga en absoluto." Pam rio, en absoluto ofendida por el coqueteo. Era inofensivo, por lo que ella sabía, y además, estar locamente enamorada de Trish la había dejado inmune al interés de nadie más en ella. "Vamos," dijo Meg, tomando la bolsa de lona de Pam y llevándola hacia el jeep que estaba recubierto con aproximadamente un centímetro de polvo. "Te voy a mostrar el hospital y conseguir que te instales" "¿De qué división es usted?" preguntó Pam, mientras el jeep iba dando golpes a lo largo del camino de tierra. "Del ejército. Canadiense." "Oh. Bueno, eso explica el acento, entonces." Meg frunció el ceño, alzó la barbilla desafiante. "Ya, ¿por qué ustedes los estadounidenses siempre dicen que los canadienses tenemos un acento? Yo no lo entiendo. Para mí, yo sueno exactamente igual que usted." "No, no es cierto. Los Canadienses suenan más recortados, más precisos, más, no sé, correctos. Casi británicos, pero no del todo. Más de la forma como los estadounidenses deberían hablar, si usted me pregunta." Meg sonrió. "Dra. Wright, creo que Usted me va a caer muy bien." "Llámeme Pam, por cierto. Y creo que Usted también me va a caer muy bien, Capitán". "Capitán no. Llámeme Meg." "Está bien, Meg de Canadá. Me has pillado por sorpresa. Pensé que los canadienses estaban prácticamente desaparecidos de Kandahar?" Meg sonrió enigmáticamente. "Yo soy una reliquia de la que parece no podrán deshacerse de aquí." Otra chica de carrera militar, pensó Pam. Como Laura. "Así que, me dijeron que eres una doctora en Chicago. Medicina de emergencia. También me dijeron que estás en Afganistán para ver dónde servía tu hermana. Mis condolencias, Pam. Tu hermana suena como si hubiera sido una gran
doctora. Y soldado, incluso siendo estadounidense." Meg la miró de reojo y le hizo un guiño, para mostrarle que estaba bromeando acerca de lo de la parte estadounidense. "Gracias, y sí, he oído nada más que cosas buenas de su carrera militar. ¿La conocías?" "No, lo siento, no la conocía, a menos que fuera de pasada. Pero me hubiera gustado conocerla, si se parecía en algo a ti." "Eres muy amable. Me olvido de lo grande que son estas bases militares y cuántos soldados son enviados aquí, de todas partes del mundo." Pam hubiera deseado que la enfermera conociera a su hermana, si no por otra razón que la conexión instantánea que podría haberle proporcionado. Se estaba sola aquí, entre tantos miles de desconocidos. El rastro de polvo del jeep las alcanzó, cuando Meg frenó delante del hospital, momentáneamente envueltas en una nube de polvo color marrón. "Puedes dejar tu mochila en el coche," instruyó Meg. "Te voy a mostrar el hospital primero, después te llevaré a los dormitorios." La enfermera militar conocía el hospital íntimamente. Había hecho varias giras, que databan de más de diez años, le dijo a Pam, pero fue capaz de adaptarse fácilmente a Pam siendo un civil. Ella le explicó las cosas de una manera que Pam las entendía fácilmente y lo hizo sin sonar condescendiente. Pam no pudo evitar que Meg le agradara, quien parecía tener una inconfundible línea de lo salvaje, detrás de sus brillantes ojos y su sonrisa rápida. "Vas a ver que nuestros pacientes son una verdadera mezcla de soldados de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad, civiles y sí, incluso algunos talibanes." "Wow, eso debe ser difícil", dijo Pam en un susurro, mientras pasaba junto a un hombre de barba oscura, con muletas. "¿No te da miedo?" "No. Por lo general no están en muy buenas condiciones en el momento en que llegan aquí, y los atan a la cama si es necesario y mantienen un guardia armado con ellos." "¿Son agradecidos?" Meg frunció el ceño. "No. Creo que la mayoría de ellos prefieren morir como mártires".
Una niña con una bata de color rosa, pasó junto a ellas en una silla de ruedas, sin la pierna izquierda de la rodilla hacia abajo. El muñón estaba recién vendado, y Pam sintió que sus ojos se abrían con sorpresa. "¿Tratan a niños aquí también?" La niña les sonrió, las ruedas de la silla chirriaron ante el movimiento. Su expresión era inocente, casi alegre. Tenía el aspecto de una niña de Norteamérica, no de este país devastado por la guerra. "Te ves bien, cariño", dijo Meg feliz ante ella y le revolvió el pelo. Por supuesto, la niña no podía entender ni una palabra, pero ella asintió con entusiasmo. "A los civiles heridos por causa de la guerra, sí", dijo Meg a Pam. "A veces, incluso los civiles que están realmente enfermos, si es que tenemos cuartos disponibles. Pero los niños... es difícil decirles que no". "¿Cuál es la historia de la niña?" "Su pierna fue arrancada mientras ella y su hermano mayor estaban jugando con lo que ellos pensaban que era una botella de refresco vacía." Pam negó con la cabeza. Qué tan enfermizo era esto, sacrificando a niños pequeños. "¿El hermanito, se salvó?" Meg sacudió la cabeza, negando tristemente. "Peter, oye." Ella saludó con un movimiento de cabeza a un médico de aspecto juvenil que venía en su camino. Se miraba apenas lo suficientemente mayor para ser un estudiante de primer año de la escuela de medicina, y mucho menos un médico en pleno ejercicio. "Ella es Pamela Wright. Es una médico de urgencias de Chicago". El joven doctor estrechó la mano de Pam. "Encantada de conocerte. Soy Peter Milson. ¿Vas a firmar con nosotros para una gira civil? Eso es lo que yo estoy haciendo. Conseguí tres meses más aquí". "Él es nuestro pediatra," intervino Meg. "Wow, pediatría también. Ustedes hacen todo aquí". Pam se volvió hacia Peter. Ella no trató de ocultar su alivio. “Y no, no estoy planeando hacer una gira aquí. Lo siento, pero no es lo mío." Meg le dijo sucintamente al joven médico la historia de Laura. "Lo siento", dijo Peter. "Estoy seguro de que era un buen médico y una buen soldado. La extrañaremos, eso es seguro."
"Gracias." Pam sonrió, sorprendida por el efecto que las palabras del desconocido estaban teniendo sobre ella. Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas. "¿Por qué no vamos a la sala del personal y tomamos una taza de café?", dijo Meg amablemente, aligerando la situación. "¿Quieres venir con nosotros, Peter?" "No me importaría ir," le dijo sonriendo a Pam, de una forma que la hacía sentir un poco incómoda. No era raro, ni mucho menos, pero las señales le estaban diciendo de que su interés podría ser un poco romántico. "Voy a ir por delante y empezaré a preparar una olla recién hecha." "Es lindo, ¿no crees?" dijo Meg después de que él se había ido. Pam vaciló. No estaba segura de cómo los canadienses militares -o los canadienses en general- se sentía acerca de la homosexualidad, a pesar de que recordaba que el matrimonio gay ya era legal en Canadá desde unos diez años atrás. "Yo, ah...no sabría muy bien. Sobre lo de la parte linda, quiero decir." Meg la miró con curiosidad, aunque hubo un atisbo de sonrisa de complicidad que se crispó en las comisuras de su boca. "¿No estás interesada?" Pam respiró hondo. "Soy gay". Meg se echó a reír como si fuera la cosa más divertida que había oído en por lo menos una semana. Mierda, ¿se está riendo de mí? "Lo siento", dijo finalmente a Meg. Sus ojos la recorrieron con admiración, de manera inapropiada, pero era halagador. "Creo que es espectacular que seas gay. Después de todo, tal vez es mi día de suerte." Era el turno de Pam de reírse. "Si eso es tirarme los tejos, lo siento, pero estoy felizmente ocupada." "Demonios. Qué mala suerte para mí." Ella fingió desmayarse. "Oh, bueno. Algún día llegará mi princesa". "¿Todo el personal es tan divertido como tú?" "Claro que no, pero no son del todo malos. Me tienen aquí, después de todo. Vamos, iremos echar un vistazo a nuestro escáner CT antes de que consigamos esa taza de café".
*** Meg y Peter bromearon como colegas cercanos que podían ser. Meg se estaba riendo del oso de peluche estampado en su camisa de aseo personal, y Peter contrarrestando conque estaba celosa. Era fácil estar a su alrededor. Pam no dudó en responder, cuando le preguntaron por qué había venido a Afganistán. Ella les contó más sobre Laura, les contó de su propia insatisfacción reciente con ser un médico de urgencias, de cómo su desencanto con el trabajo se había multiplicado después de la muerte de Laura. "La vida es demasiado corta como para estar en un trabajo que no te deja satisfecha", dijo Meg. "¿Así que, ustedes aman lo que hacen?" Preguntó Pam. Meg sonrió ampliamente. "Me encanta. Tal vez me gusta vivir un poco en el riesgo, pero los militares, la guerra, está en mi sangre ahora. No sé qué voy a hacer cuando todo termine. Probablemente me volveré loca". Peter se tomó su tiempo para responder. Tenía un modo reflexivo y metódico en él, que contrastaba con su juventud. "Me encanta trabajar con niños. Por supuesto, que más se puede esperar de un pediatra, ¿verdad? Pero aquí...necesitan tanta ayuda, ¿sabes? Y son tan increíblemente agradecidos. Eso es lo que me mantiene haciendo esto. Se les ayuda, aunque sea de una manera pequeña, y te miran como si les hubieras dado un millón de dólares. La ayuda médica es oro para ellos." "Sí," dijo Pam. "Eso es lo que yo quiero también. No necesito tarjetas de agradecimiento y flores, pero quiero sentirme útil, apreciada, como si estuviera realmente haciendo una diferencia. Eso es todo lo que siempre quise". "Entonces," dijo Peter tranquilamente. "¿Qué vas a hacer?" Pam se concentró en su taza de café. Estaba hecha de cerámica con el logo de los Canucks de Vancouver Canucks en ella. Pensó en el Coronel en Bagram, cómo le había dicho él que su insatisfacción se derivaba de no ser capaz de dejar ir. "Creo", dijo finalmente, "que tengo que salir de la medicina de emergencia. Necesito trabajar con gente a la que esté ayudando por un período de tiempo más largo". "¿Qué hay de otra especialidad?" preguntó Peter. "Cardiología, oncología, obstetricia, psiquiatría." Él le dirigió una sonrisa satisfecha. "O pediatría."
Pam negó con la cabeza. "No. No quiero otros dos a cuatro años de entrenamiento en estos momentos. Quiero empezar de inmediato. Es sólo que no sé el rumbo." "¿Considerarías," dijo Meg,” trabajar para Médicos sin Fronteras? ¿O pasar un año o dos en un país en desarrollo? Ciertamente, necesitan la ayuda de gente como tú." Ella ensanchó los ojos. "Al igual que nosotros. Si alguna vez me sacan de la acción, eso es lo que voy a hacer.” Su amor por Trish inflamó su corazón, y le sonrió a Meg. "No, yo no. Tengo a alguien especial con quien quiero establecerme". "Oh, cierto", dijo Meg. "Chica con suerte." "¿Me estoy perdiendo de algo aquí?” Peter miró a una y a otra.
"Sí," respondió Meg con aire de suficiencia. "Nuestra preciosa Dra. Wright está felizmente ¿Qué, comprometida?" Meg meneó las cejas burlonamente. "Algo así", respondió Pam, un poco avergonzada. "Maldita sea", dijo Peter con el ceño fruncido. "Qué suerte la mía." Pam y Meg compartieron una sonrisa secreta. "Está bien", dijo Meg con intención. "Volvamos a lo de tu carrera. Estás en Chicago, pero eres de Ann Arbor, ¿verdad? ¿Vas a quedarte en Chicago?" "No estoy segura. No he hablado todavía con mí, umm, prometido." La idea de casarse con Trish la hizo casi brincar de alegría, tan dulce que era casi doloroso. ¿Debería pedirle a Trish que se casara con ella? ¿Era demasiado pronto? ¿Y acaso, Trish le diría que sí? "Tierra llamando a Pam," le decía Meg. "Lo siento, soñaba despierta. ¿Qué estabas diciendo?" "Hay un gran hospital de veteranos en Ann Arbor. En Chicago también. ¿Has pensado en trabajar con los veteranos y sus familias? Si ya no te gusta la medicina de urgencias, ellos proporcionan un montón de otros servicios médicos. Puedes hacer la medicina de familia, tomar turnos en las clínicas periféricas. Incluso hay programas para veteranos que no tienen hogar y que tienen problemas de abuso de sustancias".
Peter asintió con la cabeza. "Muchos de nuestros veteranos sufren de trastorno de estrés postraumático y problemas de salud mental, y muchos de ellos terminan sin hogar, o abusando de las drogas y el alcohol. Ellos necesitan ayuda, y también sus familias. He escuchado que algunos de los hospitales de veteranos, tienen programas de extensión que tratan de obtener refugio y ayuda médica para los que están en las calles". Vaya, pensó Pam. Ella no lo sabía. Laura nunca había dicho nada acerca de los programas y los hospitales de veteranos, y ahora Pam se encontró deseando que lo hubieran discutido. "Sí, yo estaría interesada en eso." También podría ser una buena manera de honrar a Laura, se dio cuenta, y para rendir homenaje a Meg, Peter, el Coronel Davidson y Camille y todo el mundo que hacía su parte en esta guerra. "¿Cómo puedo obtener más información?" "Bueno", dijo Meg con una sonrisa satisfecha. "Justo conozco a una gran chica que sirve aquí conmigo, desde hace unos años. La Dra. Logan Sharp. Vive al otro lado de la frontera en Canadá, divide su tiempo entre un hospital allí y el hospital de veteranos en Detroit. ¿Qué tal y te doy su dirección de correo electrónico y ustedes se contactan cuando llegues a casa?" "Muy bien, gracias." Meg le guiñó un ojo. "Logan es una de las mejores personas que conozco. Te encantará ella. Ella es lo más parecido a una mejor amiga que he hecho en este equipo. Ella fue Comandante alguna vez, al igual que tu hermana". "Bien," dijo Pam, empujando a un lado su taza de café vacía. Por primera vez en semanas, sintió una nueva sensación de paz y propósito. "Parece que esta pequeña sesión de terapia con ustedes, podría haber resuelto el problema. Me siento mucho mejor, gracias." Peter sonrió. "Espera a que veas mi factura."
*** Camille saltó sobre las puntas de sus pies, mirando como si apenas pudiera contener un feliz secreto. Se agarró del brazo de Trish amigablemente, mientras paseaban por la pista de donde en breve se celebraría la ceremonia, en un hangar vacío. Era casi el anochecer, y todavía hacía calor como el infierno, por la noche se había enfriado un par de grados. "¿Así que, cuando vas a dejarme entrar?"
Camille sonrió enigmáticamente. "¿Dejarte entrar, en qué?" "Está bien. Yo seguiré el juego. Pero será mejor que sea bueno". "Oh, lo es, te lo prometo." Fuera lo que fuera, ella anhelaba a Pam. La echaba de menos. Había estado años sin Pam en su vida, y ahora un día lejos de ella se sentía interminable. Dios, ¿cómo iban a manejar volver a casa y vivir 200 millas separadas? Tendrían que hablar de ello, resolver algunas cosas, como dónde iban a vivir. Tal vez a lo largo del vuelo de regreso. Había por lo menos trescientos soldados reunidos en el hangar, y había silencio. El coronel que dirigía el hospital estaba presente. Algunos otros que Trish también reconoció. Un soldado estaba de pie, con una Biblia puesta en una pequeña caja de madera que servía de podio. Él recitó una breve oración por todos sus hermanos y hermanas perdidos, señalando la más reciente -un soldado asesinado hacía unos días, en un atentado suicida cerca de Kabul. Habló del sacrificio, lo que significaba, y cómo la libertad no era verdaderamente libre. "Amén", susurraron algunos de los soldados. El Coronel Davidson se paró al lado. "Muchos de nosotros tuvimos el placer y el honor de trabajar con la Comandante Laura Wright, antes de que ella fuera muerta en combate en abril. Y para aquellos de ustedes que no saben acerca de sus atributos, voy a compartir algunos". Él lanzó una mirada rápida a Trish. Ella asintió con la cabeza en reconocimiento. "La Comandante Wright no sólo era un buen médico, era una gran médico. No había nadie más fino en este hospital, en habilidad y competencia. La vi salvar las vidas de muchos soldados en muchas ocasiones. Ella nunca se quejó, nunca amainó. No, esperen. Retiro lo dicho acerca de no quejarse". Hubo algunas risas ahogadas en la multitud. "Ella se quejaba si ella no tenía nada que hacer. Se quejó de que ella no fuera capaz de pasar más tiempo en una base de operaciones de avanzada o cuando ella no era capaz de entrar en las ciudades y pueblos cercanos, para administrar la ayuda a mujeres y niños. De hecho, su meta fue establecer una clínica móvil, que saliera a algunos de estos lugares de forma semanal o mensual y ofrecer
ayuda a la población indígena femenina. La Comandante Wright tenía otra queja. Se quejó amargamente del enemigo, sobre todo cuando vio de primera mano lo que le hicieron a nuestras tropas y a su propia gente. "Debido a su pasión por su trabajo, a sus compañeros de armas, y para el pueblo afgano, y debido a su talento, su bondad, y sus esfuerzos incansables para el ejército de los Estados Unidos y por la libertad en este país y en otros lugares, tengo un anuncio especial que hacer". Trish contuvo la respiración y apretó el brazo de Camille en anticipación. Camille le sonrió a su vez. "A partir de la próxima semana, nuestra unidad hospitalaria estará cumpliendo el sueño de la Comandante Wright, con la nueva Unidad Médica Móvil Wright. A partir de entonces será conocida como la unidad WMMU". Trish exhaló con alivio. El corazón le latía con orgullo. Estaba tan orgullosa de Laura e increíblemente orgullosa de ser testigo de este momento. La multitud aplaudía, silbando y pisando fuerte con entusiasmo. Camille la abrazó. "Maldita sea, ojalá Pam estuviera aquí", dijo Trish. "Yo debí estar grabando esto con mi teléfono para ella." "Yo fui la primera en ofrecerse para la nueva unidad", dijo Camille con orgullo. "Yo habría hecho cualquier cosa por ella. Nos vamos la semana que viene". "Ella era muy afortunada de haberte tenido como amiga", dijo Trish. Camille la miró con los ojos húmedos. "Laura fue bendecida con algunas mujeres maravillosas en su vida, ¿no es así?" "Sí, lo era." Trish miró a su alrededor, a los hombres y mujeres en uniforme y en la forma en que sestaban abrazando la noticia de la nueva unidad médica. Estaba claro que querían ayudar a cambiar este país, que querían ser mucho más que los testigos de la violencia. Ellos querían dejar su huella en Afganistán. Y aunque Laura se había ido, ella seguía dejando su huella. Finalmente, entiendo por qué estabas aquí, Laura. Esto, pensó Trish, es como voy a terminar mi libro sobre Laura, porque también es un comienzo. Estaba convencida ahora, de que escribir un libro acerca de Laura era lo correcto por hacer. "¿Qué?", Dijo Camille, mirándola. "Nada, sólo pensaba. Pam va a estar tan entusiasmado con esto. Necesito enviarle un texto sobre ello de inmediato."
Ella quería enviarle un texto a Pam, pero también quería estar sola por un minuto. Quería llorar, pero trató de evitarlo. Cuán magníficamente estaba siendo recordada y honrada Laura ahora, y por mucho que su sueño sería vivir en la nueva unidad médica, Trish fue golpeada por la permanente ausencia de Laura. Ella se había ido totalmente de sus vidas, para siempre, y había un vacío en el alma de Trish que ella sabía que nunca sanaría. De alguna manera, la vida había sido tan fácil sabiendo que Laura todavía caminaba en esta tierra, que todavía respiraba y miraba hacia el cielo nocturno como lo hacía Trish, a pesar de que habían estado separadas tanto tiempo. Pensó de nuevo en su último baile de graduación de la escuela secundaria. Era 1993. Habían ido como pareja, sin importarles lo que nadie dijera. Laura era bastante popular, que nadie habría dicho nada negativo en su cara de todos modos. Bailaron hasta la última canción de la noche, la de Whitney Houston “I Will Always Love You". Trish se había fundido en el cuerpo de Laura mientras bailaban, se había sentido tan querida y tan segura en sus brazos. Tan llena de esperanza por el futuro, también, y de manera completamente ciega a todo lo malo que les pudiera ocurrir alguna vez a cualquiera de ellas. El futuro era un camino abierto ante ellas, el último momento de su vida ante el mundo, ante los problemas de la vida, se acercaba. Fue un momento dulce en su vida, pero ahora se había ido. Trish no podía volver atrás en su vida. Tampoco quería hacerlo. Tranquilamente salió del hangar, dejó que su mente se perdiera brevemente en las niñas inocentes que ella y Laura habían sido una vez. Siempre te amaré, Laura Wright. Descansa en paz, mi amor.
Capítulo Veintidós
Pam se sentó con la niña de la bata rosada, ayudándola a armar un rompecabezas. Ellas no hablaban el mismo idioma, pero a Pam le pareció sorprendentemente fácil comunicarse de todos modos. Ella sonreía mucho, hizo expresiones faciales exageradas, tocó a la niña con cariño, y ella llamó la atención de la niña. Pam leyó un libro para niños con ella, señalando las imágenes para tratar de explicar el significado, y luego tratar de que se durmiera. "¿Qué va a pasar con ella?" Preguntó Meg, unos minutos más tarde. "He oído que tiene una tía y un tío con los que puede vivir." "¿Qué pasa con la escuela? ¿Iba a la escuela?" "Ella iba, pero la escuela fue atacada con el lanzamiento de cohetes hace unos meses. Nuestras tropas la están reparando, y tengo entendido que va a abrir de nuevo pronto. Pero es muy difícil mantener las escuelas funcionando. Los talibanes hacen su misión de mantener a la gente aquí, en la Edad de Piedra". Una alarma sonó por los altavoces. Un código rojo, se anunció. "¿Qué está pasando?" preguntó Pam, mientras se apresuraba a seguir a Meg por el pasillo. "Hay bajas", gritó Meg por encima del hombro. "Voy a investigar los detalles." Pam no sabía qué esperar, pero el lugar saltó a la vida como un hormiguero ocupado. El personal médico corría alrededor, vistiendo las batas rápidamente, hablando en tonos rápidos. Le recordaba a un accidente de coche, con varias víctimas entrando en su cuarto de emergencia en Chicago. Fue tenso, pero extrañamente tranquilo al mismo tiempo, cada acción tenía un propósito. La gente miraba los relojes en la pared, mirando ansiosamente hacia las puertas del hospital. Estaban listos. Meg volvió y extendió un par de guantes de goma y una bata a Pam. "Toma. Sólo en caso de que necesitemos que entres en acción". "Claro. ¿Qué ha pasado?" "Un pelotón que patrullaba a pie a unos treinta kilómetros de aquí, fue emboscado. Cinco heridos, dos de extrema gravedad. Todos están siendo evacuados hasta aquí. El tiempo estimado de llegada es de cerca de tres minutos más."
*** Al principio Pam trató de mantenerse fuera del camino, pero por costumbre, ella siguió a la segunda camilla por el pasillo. Al igual que la primera, también dejó un reguero de sangre, como una especie de marcador de pista espeluznante. Los médicos, las enfermeras y los médicos hablaban en una especie de taquigrafía verbal que Pam no pudo descifrar por completo. En la primera sala de trauma, podía oír el pitido mecánico de los latidos del corazón del soldado, debilitándose, seguido por la máquina desfibriladora tratando de traerlo de nuevo a la vida. Ella se quedó en la segunda sala de trauma, donde la situación era un poco más optimista. Un médico se puso de pie a un lado, con su trabajo hecho por ahora. Con dos de ellos en el borde de la refriega, Pam le preguntó qué había sucedido. Un insurgente había detonado una bomba colocada debajo de un puente, cuando las tropas habían comenzado a cruzar, le dijo. El nombre del soldado herido era Ross, aunque Pam no sabía si era su nombre de pila o su apellido. Echó un vistazo hacia la mesa, el hombre en su uniforme desgarrado y ensangrentado, con la cabeza empapada en sudor. Sus piernas se habían llevado la peor parte, estaban destrozadas. Su mano derecha también. Sus piernas parecían carne cruda molida con sangre. Era una vista impresionante, a pesar de la experiencia de Pam de tratar a víctimas de accidentes de automóvil y traumatismos de bala. Estaba semiinconsciente, gimiendo, con sus párpados revoloteando. El equipo trabajó de manera eficiente en él, insertando un tubo por vía aérea, con la inserción de una vía intravenosa cerca de su codo. Los torniquetes aplicados en el campo de batalla, todavía estaban unidos a sus muslos. "Su abdomen ha sido presionado", dijo uno de los médicos. "Llevémoslo a rayos X." Pam acercó un poco más. "Vamos a tener que sacarlo de aquí lo más pronto que podamos estabilizarlo", dijo Meg, uniéndose a ella a lo largo de la pared. "¿A dónde?" "A Bagram, después ellos van a trasladarlo a Landstuhl, en Alemania." Pam dio un paso atrás, escuchó más conmoción afuera. Asomó la cabeza para ver lo que estaba sucediendo. Más camillas estaban siendo llevadas. Más sangre, alguien gemía en voz alta que él no quería morir. Mierda, pensó Pam, ¿es
que nunca iba a parar? Era como un accidente masivo en la autopista, a excepción de que éste era el único hospital que podía tratar a las víctimas. No había ningún desvío de pacientes a otros lugares. Esto era todo. Pam preguntó cómo podía ayudar. Un cirujano con voz ronca, le dijo que sujetara la arteria en la pierna de un soldado, mientras él cosía de nuevo. Ella lo hizo y vio el minucioso trabajo del cirujano mientras su espalda comenzaba a dolerle por estar de pie y ante la flexión sobre el paciente. Pasó por lo menos una hora, antes de que la urgencia se estancara, luego disminuyó, y todo el mundo parecía tomar una respiración colectiva. Batas y guantes sangrientos se dejaron caer en los botes de basura. Las fregonas y los cubos fueron sacados de los armarios. "Gracias por tu ayuda", dijo Meg a Pam, parecía agotada. "Cuando quieras. ¿Cuántos perdimos?" "Sólo uno. Todavía hay esperanza para Ross, el que tiene las piernas mutiladas. Está lo suficientemente estable como para transferirlo a Bagram. Un par de los demás se están preparando para el transporte también." Pam conocía bien los sentimientos encontrados de perder algo, pero haber salvado a otros. Había que concentrarse, especialmente durante los momentos en que las pérdidas rondaban los pensamientos, para adivinar sus acciones. “Ustedes hicieron un gran trabajo aquí." Meg asintió con la cabeza ligeramente. "Me hubiera gustado haberlo hecho mejor, pero hicimos lo que pudimos. A veces..." "Lo sé. A veces todo se reduce a la necesidad de un milagro." "Si. Y son escasos en este país. Escucha, ¿puedes hacer un favor más?" "Por supuesto, cualquier cosa." "Yo sabía que ibas a regresar de nuevo a Bagram mañana de todos modos, pero ¿te importaría ir esta noche? Necesitamos que el helicóptero lleve estas tres bajas tan pronto como nos sea posible, y estamos escasos de enfermeras de vuelo. Además de que deben tener un médico a bordo de todos modos. ¿Puedes hacerlo? Vas a tener un par de médicos contigo, pero eso es todo lo que podemos liberar en este momento". Pam no tuvo que pensarlo dos veces. Ella iba a ayudar en cualquier forma que pudiera. "Estoy feliz de ayudar, Meg."
Meg sonrió, tocó el brazo de Pam a la ligera. "Gracias. Y te daré la dirección de mi amiga Logan. Le diré que te gustaría conocerla". "Has sido una gran ayuda, Meg. Más de lo que supones". Meg le apretó el brazo, se dio media vuelta y se dirigió hacia una de las salas de tratamiento. Pam sacó su teléfono celular. Lo había sentido zumbar en el bolsillo antes. Leyó el texto de Trish, el orgullo trajo una sonrisa a su cara. Sí, Laura y sus compañeros habían hecho un gran trabajo aquí, en estas circunstancias, física y emocionalmente difíciles. Ponerle su nombre a una nueva unidad médica móvil, después de su partida, era el máximo honor, Pam pensó con satisfacción. Mucho más que una bandera doblada o una medalla. Rápidamente envió un mensaje a Trish, de que ella iba a volver esta noche en una transferencia médica.
*** Trish dejó el teléfono boca abajo, terminando su taza de té. “Parece que acabas de ganar la lotería", dijo Camille con las cejas levantadas. Trish ya estaba pensando en cómo pasarían el resto de la noche. "Es Pam. Va a volver pronto. Esta noche." "Eso te tranquiliza." "Si. Estoy locamente preocupada. Sé que ningún lugar aquí es realmente seguro, pero me sentiré mucho mejor teniéndola de regreso en la base. Conmigo". "Puedo ver que la quieres mucho, ¿no?" Trish pensó en lo mucho que había amado a Pam. Por décadas. Ella la había amado como la hermana pequeña de Laura. Eran familia. Pero se maravilló de cómo el amor se había transformado tan rápidamente de familiar a lo romántico. Y cuán correcta se sentía esa transición. Tal vez, pensó, que siempre iba a ser de esta manera. Que Laura siempre había sido un conducto para encontrar su futuro con Pam. Es extraño cómo funcionaba la vida a veces. "Sí", dijo Trish simplemente. "Más de lo que yo pensé que era posible. ¿Qué hay de ti? ¿Alguna vez has estado enamorada, Camille?"
Pasaron varios minutos antes de que Camille respondiera "Una vez". Cuando claramente era todo lo que iba a decir sobre el asunto, ella alzó la copa vacía cerca de Trish en un saludo. "Tienes suerte de haber amado a estas dos mujeres maravillosas." Sí, pensó Trish. Suerte. Por favor, Dios, haz que mi suerte se mantenga un poco más, hasta que Pam esté a salvo en mis brazos.
***
Todos fueron acomodados en el helicóptero de evacuación médica ´Halcón Negro´, iban como sardinas: tres heridos tendidos en camillas fijas de metal, dos médicos, Pam, el piloto y el copiloto y un artillero, que mantenían una cuidadosa vigilancia de la puerta entreabierta del helicóptero. Los motores gemelos eran ruidosos, junto con el fuerte viento que soplaba a través de las de las puertas, -con tanto ruido que hacía casi imposible la conversación. Pam casi rezaba para que una de estas víctimas no entrara en paro cardíaco o comenzara a sangrar de repente. Ella era un médico de medicina de emergencia, pero estando en un lugar bien equipado, una sala de trauma bien atendida de un hospital moderno. Ciertamente no en un helicóptero Halcón Negro de la armada, donde todo estaba atornillado, donde las camillas metálicas corredizas estaban apiladas una encima de la otra, y donde no se podía dar la vuelta sin golpear los codos o las rodillas o la cabeza en algo o en alguien. Ella miró a su paciente, que seguía siendo un paciente con necesidad de atención médica avanzada, no importaba lo que le rodeaba. Ella se maravilló ante el hecho de que un soldado podría ser gravemente herido en el campo y en una hora se diagnosticara a través de rayos X, resonancia magnética o tomografía computarizada y estar en una mesa de operaciones. No era de extrañar que la tasa de mortalidad de los soldados en la Primera y Segunda Guerras Mundiales fuera tan alto, cuando pasaban horas o incluso días antes de recibir cualquier tipo de ayuda de expertos. Hoy en día, la tasa de mortalidad para los soldados heridos en el campo era excepcionalmente baja, considerando todas las cosas. Si una víctima llegaba con vida a un hospital de la base militar, él o ella probablemente se mantendrían de esa manera. Ross- ella todavía no sabía si era su nombre o apellido- abrió los ojos y la miró con lo que parecía una mezcla de temor y pánico. Tenía una máscara de oxígeno sobre el rostro.
Pam se inclinó hacia él. "Está bien", le gritó por encima del estruendo. "Vas a estar bien, Ross. Vas en camino a Bagram, donde ellos te darán un buen cuidado." Los dedos de su mano sana se movieron, primero en un temblor, luego más frenéticamente, como si estuviera señalando algo. Él gimió también, como si estuviera tratando de hablar a través de su máscara de oxígeno. "¿Qué es, Ross?" Él movió su mano en un movimiento de sostener una pluma y escribir. Pam le pidió al médico frente a ella, un pedazo de papel y un lápiz, y él lo suministró de forma rápida desde el bolsillo de su uniforme. Con cuidado, colocó el lápiz en la mano izquierda de Ross, sosteniendo el pequeño bloc de papel para él. ¿Mis piernas? Pam sabía que eran una causa perdida. Sus piernas estaban fuertemente vendadas, y la mayor parte de su cuerpo estaba cubierto con una manta térmica para evitar una conmoción. Ella se limitó a sacudir la cabeza. No tenía sentido protegerlo de la verdad. Si ella estuviera en su lugar, ella querría saber la verdad. Las lágrimas se agolparon en los ojos del soldado. Apartó la mirada durante un largo rato, probablemente tratando de imaginar lo que podría ser su futuro sin sus piernas, por el tiempo que le quedara de vida. "Estás vivo", dijo Pam simplemente." Eso es en lo que tienes que centrarte ahora, ¿de acuerdo?" Ella había tratado pacientes antes, que habían perdido extremidades en accidentes terribles. Ella sabía lo que significaba la conmoción y la devastación de lo que significaba, las etapas de negación e incredulidad, impotencia, y finalmente, la aceptación. Él volvió la vista hacia ella, asintió ligeramente. Comenzó a escribir de nuevo en el papel, con letras apenas legibles. Bebé. Pronto. Esposa. "¿Tu esposa va a tener un bebé?" Él asintió con la cabeza. Sus ojos se iluminaron. "Entonces tienes mucho por qué vivir, Ross." Él asintió con la cabeza otra vez, momentáneamente satisfecho.
Momentos después cuando él se quedó dormido, Pam también comenzó a sentir el cansancio filtrándose en ella. Físicamente, ella no había hecho nada extenuante en su corto viaje a Kandahar. Mentalmente, era una historia diferente. Deseó poder quedarse dormida, pero demasiadas imágenes y recuerdos flotaban en su mente -la niña de ojos saltones en la bata color rosa, la sangre de los soldados que fueron llevados a las salas de trauma, las acciones metódicas pero apresuradas del personal médico, la tensión controlada en sus voces. Supuso que estaban acostumbrados a este tipo de cosas, fuera de un nuevo torbellino caótico, tanto como ella trabaja en una sala de emergencias de un hospital. Pero el peligro que aquí se sentía era mucho más desgarrador, tan cercano, como si pudiera extender la mano y atraparlo al mismo tiempo. Cualquier sentimiento de seguridad y confianza eran fugaces y sin duda no se debía tomar por sentado, Pam se había dado cuenta rápidamente. Cada momento de estar vivo era una bendición. Estaba muy oscuro a través de las pequeñas ventanas, pero ella podía sentir que el helicóptero estaba descendiendo. Tendrían que estar cerca de la base de Bagram ahora, probablemente sólo a minutos de distancia, supuso.
"¡Mierda!" Fue el piloto o el copiloto, no estaba segura cuál de los dos. El artillero a unos pocos metros de ella, se hizo eco con el mismo epíteto. Se dejó caer de rodillas, se preparó, apuntó con su pesada arma automática a través de la puerta entreabierta hacia el suelo, aunque nunca podría encontrar un objetivo en esa oscuridad, ella no tenía ni idea. "¿Qué pasa?" gritó Pam, su corazón desbocado en su pecho, como una manada de caballos al galope. Y entonces oyó lo que los demás. Petardos, aunque por supuesto no eran petardos. Algo duro y metálico pegaba desde el techo por encima de ella. Otro tiro golpeó la parte exterior de la puerta, al lado de ella. "Volaremos a oscuras", alguien gritó desde la cabina, y en un instante, todas las luces internas y externas del helicóptero se apagaron. Pam trató de calmar sus latidos, y luego su voz. "Estaremos bien", le dijo a Ross mientras removía su camilla. Una de las primeras reglas de trato con los pacientes que había aprendido, era hacer que el paciente se sintiera tranquilo, como si los acontecimientos alrededor de ellos estuvieran bajo control, incluso cuando no lo estaban. "¡Hijos de puta!", Dijo el artillero, con su mandíbula apretada antes de comenzar a disparar por rondas. Era como una ronda -crack-crack ráfagas de diez
o veinte detonaciones, Pam no podía estar segura exactamente de cuántas rondas habían salido, pero cada ráfaga la hizo saltar. Ella nunca había estado cerca de los disparos antes. Más sonidos sordos y golpes metálicos resonaban en las capas exteriores del helicóptero. No había duda de que les estaban disparando. Todo el helicóptero, incluso los cristales, eran a prueba de balas, le habían dicho antes. Podría resistir los ataques con cohetes también, al parecer. Era como una verdadera fortaleza con las palas del rotor, había llegado a creer, y ella esperaba como el infierno que eso fuera verdad. El Halcón Negro de repente se jaló con fuerza hacia la izquierda. Pam contuvo el aliento, los malditos caballos salvajes se activaron de nuevo en su pecho. El aparato se inclinó hacia la derecha en un movimiento esquivo, excepto que ahora uno de sus motores comenzó a hacer un ruido chirriante agudo. Había un ligero olor a humo. Las alarmas de la cabina sonaban, dándole a Pam más razones para enloquecer silenciosamente. Todo se tensó en su cuerpo, la adrenalina y el miedo que brotaban a través de ella en oleadas. Se sentía un poco mareada. Joder, esto no puede estar pasando. No podemos caer. ¡No podemos estar cayendo, maldita sea! "¡Tenemos que bajar este pájaro!", Gritó el piloto. "Hemos sido alcanzados. No vamos a llegar a la base." Está bien, enfócate, se dijo. Enfocarse y funcionar a pesar del miedo. Tú puedes hacer esto. Echó un vistazo al médico frente a ella. Él asintió con la cabeza y parpadeó para tranquilizarla. Estaban todos juntos en esto, y todos ellos iban a estar bien, decidió. Era el único resultado posible, realmente lo creía. Ella había encontrado el amor, había encontrado la felicidad que había estado buscando toda su vida. No iba a terminar tan pronto. ¡No lo haría! Laura, que en paz descanse, era su ángel ahora. Laura le ayudaría. Laura tenía que ayudarla.
El helicóptero se recuperó pocos segundos después, como si no hubiera baches gigantes en el aire. Uno de sus motores se había apagado, el otro estaba rugiendo, luchando, ella lo sabía. ¿Laura había entrado en pánico en su interior, en silencio, cuando su helicóptero se estaba desplomando? ¿Habría sido valiente en su exterior, como Pam lo estaba siendo ahora? ¿Tratando de no mostrar miedo, cuando en el interior,
recitaba toda una lista de arrepentimientos que no sabía que tenía? Pam no podía evitar comparar su situación a la de Laura, por increíble que era todo. Ross le apretaba la mano, sacándola de sus reflexiones morbosas. Ella lo miró. Él sonrió debajo de su máscara de oxígeno. Su ritmo cardíaco comenzó a asentarse, su cuerpo se relajó un poco. Había un bebé que esperaba por Ross. Trish la estaba esperando a pocos kilómetros de distancia. Todo iba a estar bien. Se sacudieron a lo largo a través del aire, Pam deseando poder ver lo lejos que estaban de tierra. Al menos ella no podía oír más petardos y esas cosas golpear el helicóptero. El artillero había dejado de disparar y se acomodó en su asiento para el aterrizaje. "Aterrizaje forzoso en treinta segundos", gritó el piloto. Pam comprobó la tensión en su cinturón de seguridad, a continuación, comprobó las correas de mantenimiento de Ross en su camilla. Los dos estaban listos. Golpearon en el terreno en dos impactos. Entonces todo se detuvo. El ruido del motor, todo. Sin decir palabra, el artillero retiró su cinturón y rápidamente abrió la puerta completamente abierta, con el arma en la posición preparada. Uno de los dos médicos habían recuperado un rifle de debajo de su asiento y lo siguió. El piloto y el copiloto estaban todavía en la cabina, llamando por radio a alguien -con suerte alguien en Bagram, rezó Pam. El médico restante le dijo a Pam que se quedara dónde estaba y cuidara a los pacientes. "Vamos a establecer un perímetro de guardia fuera del helicóptero, mientras esperamos para pedir ayuda." Pam tragó con dificultad. "¿La ayuda ya viene?" "Sip. Estamos a sólo cuatro kilómetros de la base. Tienen nuestras coordenadas y están en camino." ¡Oh, gracias a Dios! Pam cerró los ojos y dio gracias en silencio. Unos minutos más y serían rescatados. Se sentía mareada de alivio. "¿Oíste, Ross? La ayuda está en camino".
*** Trish supo que algo andaba mal, desde que se alargó la espera en la pista
de aterrizaje. Camille estaba con ella, y las dos estaban escudriñando el oscuro cielo, en espera de que el helicóptero Halcón Negro apareciera. "¿No debería estar ya aquí?", preguntó Trish con impaciencia. Ella sabía la respuesta, el helicóptero de Pam llevaba al menos diez minutos de retraso. Camille le dio algunas excusas débiles, pero fue inútil. Algo estaba mal. Podía sentirlo en sus entrañas – una sensación fría y tensa- y ella se estremeció. "Tengo que averiguarlo," imploró Trish. "Por favor, Camille. Averigua qué es lo está pasando". Camille asintió. Trish podía ver en sus ojos que ella también pensaba que algo andaba mal. Giró sobre sus talones y se alejó a toda prisa, dejando a Trish temblando con el aire de la cálida noche. Por favor, se dijo en voz baja una y otra vez. Regresa a mí, Pam. Vuelve a mí. Por favor. Quería llorar, pero no lo hizo. Si Pam estaba en problemas, ella no necesitaba una novia llorosa y paralizada emocionalmente. Necesitaría que ella tuviera fortaleza. Camille volvió con el Coronel del hospital de la base. Los dos parecían solemnes, y el nivel de estrés de Trish se disparó un grado más. "Por favor, díganme qué está mal", dijo. No tenía sentido fingir que todo iba según lo planeado. El Coronel Davidson suspiró, con la preocupación creciente en su frente. "Su helicóptero fue atacado a pocos kilómetros de aquí. No fue un ataque serio, sólo con armas pequeñas, pero hizo el suficiente daño para hacerlos descender". El estómago de Trish se tensó, la palabra "ataque", se hizo eco en su mente. Jesús, ¿Pam había sido atacada? ¿Cómo podía ser eso? Ella era una civil, por el amor de Dios. Esta no era su guerra. Se suponía que debía estar de observadora, no involucrarse en cualquier cosa que significara ser atacados. La ira de Trish saltó a la superficie. Su mandíbula se sentía dura como el acero. "¿Cómo pudo suceder esto, Coronel?" Él parpadeó ante la pregunta. "Por lo general es una ruta bastante segura, que los helicópteros utilizan para trasladarse de un lugar a otro. No ha habido un incidente en meses." Sus ojos marrones se suavizado considerablemente. "Lo siento, pero estas cosas pueden ser impredecibles." "¿Dónde están ahora? ¿Pam está bien?"
"Un convoy de vehículos blindados está saliendo de la base ahora para recuperarlos. No hubo heridos en el ataque." Él lanzó una mirada rápida a Camille, y en ese instante, Trish se dio cuenta de que Pam seguía estando en peligro. Ella mantuvo su voz firme. "¿Qué es lo que no me está diciendo, Coronel?" "La situación está bajo control, Sra. Tomlinson. Ellos establecieron un perímetro armado en torno al helicóptero, hasta que llegue nuestra ayuda, que debería ser en unos veinte minutos más o menos." ¡Veinte minutos! Los veinte minutos más largos de mi vida, pensaba Trish con tristeza. Si ellas lograran salir de esto, con toda maldita seguridad conseguiría salir en el primer vuelo, de este lugar olvidado por Dios. Ella serenó su voz. "Si les dispararon, eso significa que hay enemigos en la zona, ¿verdad?" "Esa es una posibilidad, sí, pero mientras nosotros hablamos, hemos enviado un par de helicópteros Apache. Ellos vuelan por encima y asustarán a cualquier rebelde. Tal como están las cosas..." Él sonrió por primera vez "Esto es bastante bueno.”
Camille asintió ante la afirmación y el alivio de Trish fue instantáneo. "¿Puedo ir en el convoy para recuperarlos?" "Me temo que no", dijo el Coronel, como era de esperar. Camille se volvió a Trish. "Vamos. Probablemente pasará cerca de una hora antes de que estén de regreso. Vamos a tomar una taza de café". Trish escudriñó el cielo vacío por última vez. Todo saldría bien. Tenía que estar bien.
Capítulo Veintitrés
El viaje lleno de tumbos de regreso a la base en el vehículo blindado, estaba tranquilo, nadie hablaba, y eso estaba bien para Pam. Necesitaba tiempo con sus pensamientos, necesitaba bajar de la adrenalina de haber sido atacados y tener que hacer un aterrizaje forzoso en el desierto. El miedo no la había paralizado, pero si la había alterado bastante. No podía permitir que Trish la viera así. Ella nunca había estado tan cerca de la muerte, como lo hubiera imaginado al principio. No era nada tan dramático, como lo que Laura había encontrado en su muerte, estaba segura, y que tenía que controlarse. Ella estaba bien, y también Trish. Pam cerró los ojos, arrullada por el traqueteo del vehículo y el ruido del motor diésel. Ella quería contribuir, quería ayudar de una manera significativa, pero no aquí en una zona de guerra. Ella no estaba hecha para manejar ésta inutilidad, las cambiantes altas y bajas, la sensación de vivir una vida paralela a este respecto, que era tan diferente de la forma en que la gente vivía en casa. No era de extrañar que los soldados que regresaban a casa, tenían problemas para adaptarse. Tal vez por eso Laura nunca volvió a casa durante mucho tiempo. Alojarse en una zona de guerra con tanta frecuencia y por tanto tiempo, que podía significar que ella no tenía que tratar de vivir una vida normal. Tal vez había un poco de consuelo en ello para Laura, pero no podría haber sido saludable para ella, decidió Pam. Dios, pensó con un escalofrío, yo no quiero ser así. Tampoco quería otros soldados como Laura sintieran que no pertenecían a casa. Ella quería hacer algo para ayudarlos. Y no sólo porque ella apreciara los sacrificios que habían hecho, sino porque merecían ser felices, ser miembros productivos de su comunidad. Ella podría ser lamentablemente inadecuada en sus habilidades para hacer una contribución real, pero tenía que intentarlo. Se pondría en contacto con esta Dra. Logan Sharp cuando volviera a casa, a ver si había una manera de que pudiera ayudar. Cuando el convoy se introdujo en la base, los vehículos fueron llevados rápidamente a un hangar vacío. Todas las puertas se cerraron detrás de ellos. Era para realizar un interrogatorio, le dijeron. Todos ellos fueron cuestionados por separados, para describir exactamente lo que había ocurrido, en orden cronológico, por supuesto. Pam, como civil, técnicamente no tenía que cooperar, pero lo hizo. Ella le dijo al Comandante, al hacerle preguntas, que ella no quería que nadie se metiera en problemas por el hecho de que ella estaba en ese helicóptero. Nadie había hecho nada malo, dijo, y ella había tomado de buena gana ese viaje. De hecho, los soldados en el helicóptero habían mantenido una actitud muy tranquila y profesional con ella. Les debía su vida.
Trish estaba esperando afuera por ella, sola y de pie, inmóvil, como si tuviera miedo de moverse. Pam dudó por un momento, saboreando la imagen de su amante. Fue la vista más hermosa que había visto jamás -la mujer que amaba, esperándola. Ella dio unas silenciosas gracias a Laura y a cuantas fuerzas superiores que habían logrado reunirlas a ellas y la había mantenido a salvo esta noche. Entonces corrió hacia Trish, echó los brazos alrededor de ella y la levantó del suelo mientras se aferraban una a la otra. Pam dejó que sus lágrimas se derramaran en la mejilla y el hombro de Trish, mientras la hacía girar en el aire. "Oh Dios, estoy tan contenta de que estés a salvo", murmuró Trish. Ella estaba llorando también. "Por favor. Por favor, no vuelvas a dejarme nunca". "No lo haré, te lo prometo." Los hombros de Trish se estremecieron, y Pam la sostuvo más fuerte. "Pensé que te perdía," sollozaba Trish. "Lo sé, lo sé, cariño. Lo siento mucho." Pam le besó la parte superior de su cabeza. "Ahora está bien. Todo va a estar bien". "¿Podemos dejar este lugar ahora? ¿Volver a casa y comenzar nuestra vida juntas?" "Sí. Por supuesto." Pam ahuecó las mejillas de Trish entre sus manos, la miró a los ojos llenos de lágrimas. "Estoy lista para decir adiós a este lugar. A Laura. ¿Y tú?" Trish asintió antes de dar un paso hacia atrás. Estiró su mano detrás de su cuello y se desabrochó el collar con el anillo de Laura en él, lo depositó en su palma y apretó la mano. Se lo metió en el bolsillo. "Vamos a encontrar un lugar especial para esto más tarde, pero ya no será en mi cuello nunca más."
Pam sonrió, se acercó a Trish y le dio un suave beso en los labios. "¿Estás segura de eso?" "Sí." Trish se secó las lágrimas de su mejilla. Miró a Pam con amor en sus ojos, pero también con una firmeza que Pam nunca había visto antes. "Amé a tu hermana. Pero fue hace mucho tiempo, y fue durante un tiempo en mi vida que ya nunca regresará. Y yo no quiero que ése tiempo regrese. Ésta es mi vida ahora. Tú eres mi vida ahora, y esto es exactamente como yo quiero que sea. Era la forma en que estaba destinado a ser. Lo creo ahora".
Pam alzó la vista hacia el cielo y las brillantes estrellas parecían estar mucho más cerca aquí, que en casa. De alguna manera, estaban más cerca del cielo en este lugar horrible. "Se siente como si tuviéramos su bendición." Trish asintió en silencio. Pam sabía que Trish estaba pensando lo mismo, que Laura había sido su ángel guardián en la última hora. Que ella la habría mantenido a salvo, para que pudiera vivir el resto de su vida con Trish. "Pareciera como si ella nos hubiera dado un regalo", susurró. "Sí. Yo también lo creo. Y siento que la conozco mucho mejor ahora, después de venir aquí". Pam miró a su alrededor una vez más, a continuación, tomó la mano de Trish. "Creo que sé lo que quiero hacer ahora." Trish tomó en cuenta la seriedad de su afirmación, y le sonrió. "Bien. Quiero que me lo cuentes todo, mientras empacamos". "Me encantará".
***
Hacer el amor fue dulce, cariñoso, paciente. Cada toque, cada beso, era tan suave como una brisa acariciante. Sus clímax se disolvieron en lágrimas -lágrimas de alegría, de alivio, de recompensa. Se abrazaron durante mucho tiempo. Después de un rato, Pam le contó todo acerca de su visita a la base de Kandahar - el hospital y la dedicación de su personal, la niña en bata rosada, el encuentro con la indomable Meg Atwood, el pediatra, el soldado Ross (ella todavía no conocía su nombre completo) con las piernas destrozadas y su esperanza para el futuro, sujeta por el hijo que iba a nacer. Esperaba que él estuviera bien. "Cariño". Envuelta fuertemente en los brazos de Trish, Pam se volvió lo suficiente para mirarla a los ojos. "He descubierto lo que quiero hacer." "Sea lo que sea, sabes que tienes todo mi apoyo." "Ya lo sé, gracias." "¿Y bien? Me estás matando con la curiosidad".
Pam sonrió en la oscuridad, con el corazón iluminado. Sabía que estaba tomando la decisión correcta. "Quiero trabajar con los veteranos. Con los veteranos que tratan de adaptarse a la vida en casa. Todavía no sé cómo exactamente. Quiero decir, va a abarcar mi formación como médico, pero todo está en la etapa embrionaria. Meg tiene una amiga, una médico que trabaja en Detroit con los veteranos, y me sugirió que me pusiera en contacto con ella." Trish le besó la punta de la nariz. "Cariño, eso suena maravilloso, y sé que vas a hacer un gran trabajo. Estoy tan orgullosa de ti". "¿Lo estás?" "Sí, y Laura también lo estaría." Pam rodó sobre su espalda, se quedó mirando al techo oscuro. Esperaba que Laura estuviera orgullosa de su decisión, pero por supuesto que nunca lo sabría. Y eso estaba bien. Era su vida, y las únicas personas que tenía que complacer ahora eran ella misma y la mujer que amaba. Este era el lugar a dónde la llevaba su vida ahora, y estaba totalmente lista para seguir adelante con ella. Y tal vez eso fue siempre la forma en que estaba destinada a ser -ir a donde te lleve la vida, para abrazarla plenamente, para darle todo lo que tienes y estar preparados para la siguiente vuelta en el río, se dio cuenta. "¿Qué hay de ti?" Preguntó Pam, volviéndose a Trish. Ella comenzó a acariciar su cabello oscuro y ondulado. Era como seda en sus dedos. "Quiero escribir ese libro. Acerca de la vida de Laura aquí, usando los comentarios de su diario. Pero quiero que sea más que eso. Yo quiero que sea acerca de otros soldados también. Tal vez algunos de esos veteranos con los que deseas trabajar. Qué es de su vida ahora, porque trabajar en una zona de guerra es una pequeña parte de lo que ellos son, ¿no es así?" "Sí, lo es. Y hay mucho más de sus vidas que en un lugar como éste, a pesar de que eso parece definirlos durante mucho tiempo después, tal vez para siempre. Te ayudaré con el libro todo lo que pueda". Trish la besó de nuevo, y bostezó "Gracias, mi amor. Eso significa mucho para mí. Pero creo que voy a trabajar en ello durante las vacaciones de verano, por muchos años que me tome. Yo no quiero renunciar a la enseñanza". "Bien, estoy tan contenta de escuchar que no quieres dejar de enseñar. Eres muy buena en lo que haces". Trish se rio entre dientes. "¿Cómo sabes que soy una buena profesora?"
"Bueno, verás, en mis fantasías, eres absolutamente increíble." Pam bajó la voz, -gruñó juguetonamente. "Sobre todo en la parte en la que me mantienes después de la escuela, por el castigo. Y vistes esta blusa blanca ajustada con los botones casi a reventar. Estoy sentada en un escritorio, ves, y te inclinas sobre mí... " "Está bien, espera," Trish protestó, luego se echó a reír. "Eres incorregible, ¿lo sabías?" "Sí, ¡ahora bésame!" Trish apretó los labios de Pam. Eran tiernos y flexibles, y en contraste directo con la lengua, que se movía persistente y juguetonamente exigente. Separó los labios de Pam, empujó dentro, donde su lengua bailaba salvajemente, para provocar al instante un gemido de placer de Pam. Con toda la fuerza de voluntad que pudo reunir, Pam se separó un poco. Sin aliento por su deseo creciente, ella dijo, "Hay una cosa más de la que quiero hablar contigo." "Hmm, vamos a ver. ¿Qué tal si hablamos de los estragos que voy a hacer en tu cuerpo otra vez? ¡Y luego otra vez, sólo por el gusto de hacerlo!" Pam se rio. "Me encantaría hablar de eso. Pero primero lo primero. En serio". Trish gimió. Se puso de lado, se apoyó en un codo, su otra mano estaba apoyada en la cadera desnuda de Pam. "Está bien, cariño. ¿De qué te gustaría hablar?" "De nosotros." Podía ver que las cejas de Trish lanzan se alzaron. "Pero pensé que..." "Sí, pensaste bien. Todo es maravilloso, y nunca he sido más feliz en mi vida". La voz de Trish se escuchó ominosamente baja. "¿Pero?" "Pero nada. No hay un 'pero' ". Trish exhaló, relajó su cuerpo. "Dios, me tenías preocupada." "Lo siento. Es sólo que..." La mano de Trish se deslizó hacia arriba del cuerpo de Pam y comenzó a acariciar su rostro. "Puedes hablar conmigo sobre cualquier cosa, ya lo sabes."
Pam lo sabía. No había nada que ella tuviera miedo de hablar con Trish. Pero ella estaba preocupada por su reacción a lo que estaba a punto de decir. Después respiró hondo, se inclinó delante "Toda mi familia se ha ido. Y tú eres hija única, y..." "Sí, mi amor, ambas somos una familia ahora. Somos todo lo que tenemos, ¿no es cierto?" "Sí. Pero yo quiero más. Quiero hacer crecer nuestra familia algún día." Durante un largo momento, Trish dijo nada. "¿Quieres decir...?" "Sí." Pam tragó saliva. Oh, Dios, ¿qué he hecho? Estoy tan asustada como ella. "Está bien, pero ¿No deberíamos hablar de vivir juntas, en primer lugar?" Pam buscó el rostro de Trish en la oscuridad, en busca de pistas acerca de si ella estaba bromeando o no. Trish no la hizo esperar mucho tiempo. Ella se echó a reír, y pronto Pam estaba riendo también.
Capítulo Veinticuatro
Pam estaba nerviosa, aunque no tenía ninguna razón para estarlo. Ella tenía toda la expectativa de que la doctora Logan Sharp sería una mujer agradable y servicial también. Pero Pam no podía evitar sentirse como un niño en su primer día de escuela -emocionado, pero completamente fuera de su territorio. Realmente no tenía ni idea en lo que se estaba metiendo, pero su deseo de hacer algo para ayudar a los veteranos, la impulsaba. Era algo que sabía que tenía que hacer. Trish, por supuesto, se había ofrecido a ir con ella a Detroit para conocer a la Dra. Logan, pero Pam había declinado con mucho tacto. Era el primer día de clases para Trish, y acababan de terminar de mudarse a la casa de Trish la semana anterior. No, le había dicho a Trish, ella podría manejar esto por sí misma, y le daría un informe completo a Trish en la cena de esta noche. Una alta y esbelta camarera dirigió a Pam hasta una mesa para dos en la esquina del restaurante. Pam dudó sólo un momento, observó a la mujer de aspecto delgado, con la postura perfectamente erguida, mirando por encima de un menú. Definitivamente parecía ex -militar. "Hola," dijo Pam, tratando de sonar despreocupada, como si ella se reuniera con extraños en los restaurantes todo el tiempo. La mujer levantó la mirada con calma, sus ojos color avellana. Se levantó rápidamente y con gracia, le ofreció la mano. "Pamela Wright." Pam sonrió y le estrechó la mano cálidamente. "Logan Sharp. Encantada de conocerte, Pam". "El placer es todo mío. Muchas gracias por haber aceptado reunirse conmigo". "Siéntese." Logan hizo un gesto hacia la silla vacía frente a ella, y Pam se sentó. "Estoy muy emocionada de que desee ayudar. No voy a mentirle. Tengo la intención de torcerle el brazo, sobornarla, hacer todo lo posible para convencerla de trabajar en uno de nuestros hospitales de veteranos, ya sea aquí en Detroit o en el que está en Ann Arbor". "Bueno, ya que estamos siendo sinceras, probablemente usted no tendrá que esforzarse mucho para convencerme."
Logan sonrió, y Pam no pudo evitar sonreír de nuevo, inmediatamente atraída por la calidez y la autenticidad de la mujer. "Es bueno saberlo. Mi esposa se sentirá aliviada al oírlo también. Supuso que tendría que colmarla con el plato más caro que tienen aquí". La palabra ´esposa´ hizo a Pam sonreír de nuevo. Meg no había mencionado que Logan estaba casada con una mujer. "Suena como una mujer sensata." "Lo es. Deberías conocer a Jillian en algún momento. Ella quería venir hoy, pero se imaginó que estaría entrometiéndose". "Es curioso. Mi pareja Trish quería venir también. ¿Supongo que deberemos hacer un grupo de cuatro personas la próxima vez?" La risa instantánea de Logan era profunda y cálida, como miel derretida. "Trato hecho. Así que, entiendo que conociste a Meg en Kandahar, ¿hace un mes o algo así?" "Sí. Ella fue una gran ayuda. Ojalá hubiera tenido más tiempo para llegar a conocerla". "¿Lo está haciendo bien? Nos enviamos correos electrónicos de vez en cuando, pero sólo la veo una o dos veces al año". "Sí, ella parece feliz. Me dijo que amaba la milicia". Logan sacudió la cabeza ligeramente. "Dios bendiga a Meg. No hacen muchas como ella." La camarera regresó de nuevo, tomó la orden: salmón a la parrilla para Logan, una quesadilla portobello para Pam. "Meg dijo que usted vive al otro lado de la frontera, ¿en Windsor?" "Sí, soy canadiense. Serví en dos giras en Afganistán y no volví a alistarme cuando mi compromiso terminó". Un leve ceño asomó entre sus ojos. No era difícil imaginar a Logan en una zona de guerra. Tenía el aspecto de ser una mujer capaz, valiente, que había visto todo lo que había que ver, pero había llegado a tener una aceptación pacífica de ello. Bueno, mayormente pacífica, es decir. "¿Puedo preguntar por qué?" Logan miró hacia otro lado. Por un momento, ella se transportó a algún lugar lejano. "Es una vida dura, y no es para todos. Me di cuenta después de que regresé
a casa, que estaba teniendo algunos síntomas de estrés post-traumático. Tuve un poco de ayuda. Tener una relación estable y amorosa, también me ayudó mucho. Estuve fuera del trabajo unos meses, y cuando volví, decidí dividir mi tiempo entre el trabajo de la sala de emergencias en un hospital de Windsor y el trabajo de un par de días a la semana, en el hospital de veteranos de aquí." "Bueno, me alegro de que haya regresado bien. Y más por hacerlo físicamente de nuevo". Logan asintió. "Lamento que su hermana haya tenido que pagar el precio más alto. Su sacrificio no habrá sido en vano. Conozco el tipo de trabajo que estaba haciendo, y sé el tipo de diferencia que eso hace en la vida de la gente de allí, sean soldados o civiles". "Estoy empezando a verlo ahora, pero lo admito, cuando ella murió, mi actitud no era bastante comprensiva." "Entiendo. He pasado por todas las dudas y las conjeturas de mí misma". Pam le contó a Logan sobre el viaje de ella y de Trish a Afganistán, para encontrar un poco de claridad. "¿Y la encontraste?" "Sí." Pam estaba algo sorprendida de lo fácil que era confiar en Logan. "Después me sentí como si conociera mejor a Laura, o al menos la entendía, y comprendí lo que estaba tratando de hacer allí. Al ver a otros profesionales médicos en acción allí, me hizo apreciar el sacrificio de Laura aún más. Y eso me convenció de que podría hacer algo para ayudar." "Bien, me alegra que hayas llegado a esa conclusión. Podremos usar toda la ayuda que podamos conseguir. Trabajar con los veteranos puede no parecer tan glamoroso en comparación, y no tan bien pagado como la práctica privada, pero es increíblemente reconfortante." "Entonces suena perfecto." Su comida llegó, y Pam, a quien su nerviosismo hace mucho se había evaporado, le dio un mordisco voraz a su quesadilla. Hablaron más sobre sus experiencias, Pam explicando por qué había empezado a alejarse de la medicina de emergencia, incluso antes de su viaje a Afganistán.
"Podría encontrarse más inspirada en la medicina, una vez que hiciera este tipo de trabajo", sugirió Logan. "Eso es lo que estoy esperando. Es que no estoy seguro de dónde o cómo empezar". Logan habló sobre su trabajo en el hospital de veteranos, sobre los programas y los mismo veteranos. Ella recitó algunas estadísticas sobre el abuso de sustancias y la depresión que a muchos veteranos, especialmente los más jóvenes, a menudo experimentan. Los veteranos tienen altos índices de falta de vivienda y de suicidio también, dijo, así como de divorcios. "Muchos de ellos sufren en silencio desde el trastorno de estrés post-traumático. ¿En qué áreas cree usted que estaría interesada en trabajar?" "Realmente no lo sé, para ser honesta. Estoy abierta a sugerencias". Logan señaló a la camarera para firmar la factura. "Tengo una idea. ¿Por qué no dejas tu coche aquí durante una hora o dos y vienes conmigo?"
*** El hospital John D. Dingell era uno de los centros de Veteranos más nuevos en el país, le explicó Logan durante el viaje. Servía a más de 330.000 veteranos de cuatro condados, o aproximadamente el cuarenta por ciento de todos los veteranos de la península del estado. Ella había trabajado medio tiempo en el hospital, desde hacía tres años, dijo. Pam le preguntó sobre el apoyo a los hospitales de Veteranos, por parte de los gobiernos estatal y federal. "Sí, está ahí", respondió Logan. "Incluso más que hace unos pocos años. Nuestros programas se están expandiendo cada año. Por supuesto, todavía hay mucho más que tenemos que hacer, pero ya no tenemos que recurrir a la misma medida de pedir financiación como al principio." "¿Qué pasa cuando la guerra ha terminado?" Logan suspiró ruidosamente. "Me preocupa que, una vez que el último de los soldados vuelvan a casa -si es que lo hacen- los veteranos se desvanezcan de esa imagen. Eso no va a ser atractivo para los políticos o los medios de comunicación, para que ya no les presten atención a ellos y a sus necesidades".
Pam le contó a Logan sobre el plan de Trish de escribir un libro – de cómo la primera parte sería sobre la vida de Laura en la guerra, y la otra mitad sobre los veteranos que regresan a casa. "Dile que voy a ayudarla a conectar con alguna gente y haré todo lo que pueda para ayudar", dijo Logan. "Suena exactamente como el tipo de proyecto que ayudará a la gente a entender mejor a los veteranos. Y," añadió triunfalmente, "ella tiene que conocer a mi esposa Jillian. Ella es fotógrafa. Tal vez podría colaborar”. "Eso suena perfecto." A medida que se iban deteniendo en una zona de aparcamiento reservado para el personal del hospital, Pam hizo la pregunta por la que se moría de ganas por preguntar. "Este trabajo que hace aquí" Pam hizo un gesto a través del parabrisas hacia el amplio y extenso complejo. "¿Cómo se siente al respecto? ¿Al final del día, de la semana, del mes? ¿Siente como si hubiera hecho alguna diferencia?" Logan sonrió, con los ojos brillantes de alegría. "Oh, sí. Siento que estoy haciendo tanto bien aquí como si estuviera en Afganistán. Sólo que no tengo que preocuparme de recibir un disparo o por un aterrizaje de cohetes en mi regazo. ¿Y la mejor parte?" aparcó y apagó el motor. "Tengo que volver a casa todas las noches, con mi mujer y mi hija." Una visión idílica destelló en la mente de Pam. Ella y Trish cocinando la cena juntas. Un bebé en una silla alta, riendo, observándolas, retorciéndose por la excitación. Los tres en la cocina. Una familia. "Parece que tiene exactamente el tipo de vida que yo estoy tratando de construir para mí", dijo Pam. "Entonces es usted una mujer muy afortunada. Igual que yo. Vamos, déjeme mostrarle lo que hago aquí". Logan le hizo una gira a través de un par de áreas y varios pisos, donde se llevaban a cabo programas tales como consejería en adicciones, fisioterapia, rehabilitación cardiaca y conductas de salud sexual. Había otras áreas del hospital que no tendrían tiempo para mirar hoy, le explicó Logan. Allí había ciento ocho camas en el hospital de servicio completo, además de un hogar de ancianos, de igual tamaño. Un programa para los veteranos sin hogar, ocupaba una parte de otro edificio. "Necesitaríamos el papeleo para obtener el permiso de entrar a esas áreas, pero hay un lugar más al que quiero llevarla." Logan la condujo por un pasillo, deteniéndose frente a una puerta cerrada. "Esta", dijo con una sonrisa, "es nuestra sala de música. Juro que es el lugar más popular de todos." Suavemente, ella abrió la puerta.
Los instrumentos de todo tipo colgaban en las paredes. En el suelo había un par de kits de batería, un piano, un conjunto grande de conga. Un hombre en una silla de ruedas, de espaldas a ellas, pulsaba suavemente una guitarra. "Ellos pueden venir en cualquier momento y hacer uso de la sala, de los instrumentos ", dijo Logan. "También hay clases de piano, guitarra y de batería. Los músicos voluntarios se toman el tiempo para venir a enseñar. Es grandioso. Los veteranos lo aman, a todo el mundo le encanta." El hombre de la silla de ruedas se dio la vuelta para quedar frente a ellas. Yo conozco a este tipo, pensó Pam. "¿Doc.? " Él la miró fijamente. "¿es Usted?" Logan los miraba con leve diversión. "¿Ross? ¡Dios mío, es usted!" Pam se precipitó a través de la habitación hacia él, se inclinó y lo abrazó, guitarra y todo. "Es tan bueno verte. ¿Cómo estás, Ross?" "Mucho mejor de lo que estaba, la última vez que me vio." "¿En Afganistán?" expresó Logan. Pam asintió, resumiendo rápidamente su experiencia juntos. "Ella era mi ángel", dijo Ross, con la emoción en su voz. "No sé cómo hubiera pasado todo aquello, si no fuera por esta mujer. Cristo, yo ni siquiera sé su nombre, doc.". "Pamela Wright. Y odio admitir esto, pero no sé tu nombre completo tampoco." Ella sonrió sin poder hacer nada. "Nos perdimos la presentación formal. Las cosas estaban un poco locas en ese momento". Ross se rio. "Eso es una sutileza. Rory Ross, pero todo el mundo me llama Ross. Y es un placer conocerla formalmente, Pamela Wright." "¿Conoce a la Dra. Sharp?", preguntó Pam. "Me temo que no. Esto es un lugar grande".
"Claro que lo es", dijo Logan. "¿Lo estás pasando bien?" Bajó la mirada hacia su regazo, en los tocones que tenía por piernas ahora. "He estado mejor, pero estoy aquí." "Bien", dijo Logan con empatía", es lo principal. Muy pocos de nosotros regresan de nuevo en buenas condiciones. Tenemos que reconstruir nuestra vida con lo que tenemos". Ross bajó la guitarra, a tientas buscó en su bolsillo trasero. Sacó un teléfono celular, tecleó un par de veces, se lo entregó a Pam. "Es mi hijo pequeño, Marty. Sólo tiene tres semanas de nacido." Pam sonrió ante la imagen. Un padre no podía mirarse más orgulloso que Ross, acunando a su hijo recién nacido. "Es bello". "Sí", dijo, metiendo el teléfono en el bolsillo. "Tendré una cirugía más, y luego voy a ser capaz de volver a casa para siempre. ¿Qué hay de usted? ¿Todavía está en Chicago? ¿No es allí donde me dijo que vivía?" "En Ann Arbor, ahora." "Perfecto. A poca distancia. Usted debe venir a cenar alguna vez, conocer a Marty y a mi esposa Kelly". "Eso estaría bien." "Una cosa más, doc." Él inclinó la cabeza hacia la guitarra. "¿Usted sabe cómo tocar esta cosa? Porque yo no puedo tocar una mierda. Ya no, pero aun así me encanta escuchar que se toque realmente bien". Levantó su mano derecha hacia Pam. Estaba llena de cicatrices y no tenía dos dedos. Recordando lo destrozado que estaba, ella se sorprendió de que hubiera conservado la mayor parte de la mano. Pam cogió la guitarra y se sentó en un taburete cercano. Ella no había tocado en meses, pero no creía que a Ross le importaría si sus habilidades estaban oxidadas. Pensó en Laura, en cómo le encantaba a Laura escucharla tocar la guitarra cuando eran más jóvenes. Laura lo había admitido voluntariamente, nunca había tenido la paciencia para aprender a tocar un instrumento. Mucho tiempo estar sentada en un lugar, bromeaba, y sin embargo apoyó a Pam para que aprendiera a tocar. Pam comenzó los primeros compases de la canción ´No hay sol cuando ella se ha ido´, la canción vino a su mente más fácilmente de lo que esperaba. Ella se había pasado horas - semanas - aprendiendo cuando era una adolescente y
desesperada por su amor no correspondido por Trish. Ahora, pensó, mientras rasgaba sus dedos a través de la canción, se trataba de Laura y de la ausencia de Laura. No de Trish. Nunca más de Trish de nuevo. "Diablos," dijo Pam después de que Logan y Ross le aplaudieron. "Parece que todas las buenas canciones, son acerca de las mujeres que te rompen el corazón, ¿no es así?" “¿Qué tal algo más feliz, doc? Lo último que necesito es estar sentado aquí escuchando canciones tristes." Ross estaba sonriendo por sus palabras. "Está bien", dijo Pam, y luego comenzó la apertura de notas de la canción de Jack Johnson, ´Better Together´. Cuando terminó, puso la guitarra abajo, y se volvió hacia Ross. "¿Cómo te sentirías acerca de que se te mencione en un libro algún día?"
Epílogo Estaba cálido para ser Noviembre – con saco y zapatos ligeros de primavera. El olor ocre de las hojas que caían distantes impregnaba el aire, y Pam respiró profundamente. Le encantaba el otoño, amaba las cuatro estaciones de los Grandes Lagos. A ella le encantaba vivir en Ann Arbor de nuevo, le encantaba el refinamiento de la ciudad, los signos del aprendizaje y la enseñanza en todas partes. Se sentía como en una ciudad de posibilidades, con la promesa continua de un futuro brillante desplegado ante ella como en una alfombra roja. Ella amaba los fines de semana de otoño también, cuando la ciudad estaba bañada en colores amarillo y azul mientras los ex alumnos irrumpían para ver los partidos de fútbol. El ambiente de fiesta la hacía sentirse joven, feliz, sin ningún peso de nuevo. Ella y Laura habían estado en la Casa Grande un par de veces, para ver un partido de fútbol, y habían actuado tan tontamente como el resto de los jóvenes aficionados, pintando sus rostros, bebiendo cerveza, gritando y pisoteando sus pies en vítores. Había sido Laura quien le había enseñado cómo lanzar una pelota de fútbol. Cómo se extendía la punta de sus dedos para empezar la secuencia, tocar la pelota, girar la muñeca. A su lado, Trish le tomaba la mano – con fuerza y amor en sus dedos entrelazados. Era el Día de los Veteranos, y el nombre de Laura acababa de ser pegado en una placa en el centro de la pared conmemorativa. Una versión temblorosa de "Taps" era tocada en la trompeta por un nervioso joven cadete. Había veteranos de muchas guerras aquí, algunos viejos y encorvados y casi ciegos, otros más jóvenes, pero ellos también se sostenían con un cansancio que no había sido borrado por la edad. Pam pensó en su propio cansancio, preguntándose si se notaba en su rostro, en su cuerpo. Laura se había ido desde hacía siete meses. Y mientras que Pam había encontrado una increíble felicidad en esos meses, la pérdida no la había dejado. Probablemente nunca lo haría, adivinó. Ella había llenado un poco de ese espacio con su trabajo en el hospital de veteranos en la ciudad - el nuevo programa de salud para mujeres veteranos- y por supuesto con Trish. Ambas esperaban en el próximo par de años, llenar más de ese espacio con un niño también, y Pam no podía esperar. Pero ella sabía, en el fondo, que algo siempre faltaría en sus vidas. Laura. Ella apretó la mano de Trish, cuando un ministro religioso, recitaba una oración. "¿Estás bien?" Susurró Pam.
Trish sonrió, asintió con la cabeza. Había orgullo en sus ojos y una sensación de paz que por fin había suplantado a su ira. Ambas habían conseguido la aceptación de la muerte de Laura, su permanencia desgarradora. Y sin embargo, de alguna manera, Laura estaba más viva para ellas de lo que había sido nunca. Con Trish, a través del libro que había comenzado a escribir sobre Laura y los veteranos que regresan a casa. Con Pam, a través de su trabajo en el hospital de veteranos. Ellas no estaban dispuestas a dejar por completo el ejército - no era una institución perfecta por nada de lo que significaba, y había hecho su parte de errores - pero al menos ahora se entendía la necesidad de su existencia , respetada y apreciada por el sacrificio incansable que sus hombres y mujeres militares habían hecho. La libertad y la justicia tenían un precio. Y mientras que ella odiaba que su hermana hubiera pagado el precio más alto, ciertamente Laura no había sido la única. Muchos otros buenos hombres y mujeres habían pagado ese precio también, y todos ellos pertenecían a las estrellas ahora, pensó Pam con determinación esperanzadora. Ellos son parte de todo esto ahora, de todos nosotros. El silencio, pesado como una manta, se cernía sobre la ceremonia. Un Coronel del ejército en uniforme de gala, subió al podio, con sus botas lustradas haciendo un ruido sordo en el silencio. Él acunaba una pequeña caja de terciopelo rojo en sus manos grandes. Se aclaró la garganta con nerviosismo, pero cuando habló, su voz era fuerte y clara. Habló de Laura y de su carrera militar, de una lista de sus logros impresionantes. Abrió la caja para revelar cuatro medallas, que se presentaron a título póstumo. Había una medalla de la campaña de Iraq, una medalla de la campaña de Afganistán, un corazón púrpura y una medalla de mención. Llamó a Pam a la tribuna. Ella tiró de Trish, y juntas aceptaron las medallas. Estos pedazos de cinta y metales preciosos no iban a sanar mágicamente sus corazones, Pam lo sabía. Pero sería un recordatorio de la excelencia de Laura, de su compromiso, y serían símbolos de lo que Laura había creído. Ellos serían símbolos de su búsqueda por hacer del mundo un lugar mejor, y por esa razón, eran preciados para Pam. La reunión se desperdigó en silencio, la gente se alejaba en solitario o en pequeños grupos. Pam y Trish se demoraron, tocando la placa recién colocada de Laura en la pared. "Hmm," murmuró Trish. "¿Qué crees pensaría Laura de todo esto?" Laura odiaba la pompa y la ceremonia, pero en su corazón, ella era una mujer orgullosa, un soldado orgulloso. "A ella le hubiera gustado, creo." "Yo también lo creo. ¿Estás lista para encontrarnos con el grupo?"
"Sí, vamos", respondió Pam. Ellos se reunían con Logan, con su esposa Jillian y su pequeña hija Maddie para la cena. Rosa y su nueva novia se les unirían también. Ellos celebrarían y pasarían un buen rato, y harían un gran brindis por Laura, pensó Pam con una sonrisa. Ella guardó la caja con las medallas en el interior de su chaqueta. Las llevaría para ponerlas en el centro de la mesa, como si la propia Laura se uniera a ellos, sonriendo de esa manera tan suya, que era a la vez arrogante y humilde al mismo tiempo.
FIN
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