Tony Campolo - Carpe Diem, Aprovecha El Dia

May 12, 2017 | Author: Kevin Ortiz | Category: N/A
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Descripción: Un buen libro...

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TONY CAMPOLO

~EDITORIAL

BETANIA

Reservattc~"tt:me~""~~!jl!llllllllllillliiiiiiiiÍilll•llll•••iiilt:. Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin la debida autorización de los editores. Impreso en EE.UU. Printed in the U.S.A.

A Edwin F. Bailey, un caballero de fe kierkegaar diano que le mostró a un niño el don de vivir a plenitud.

Contenido Prefacio

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Parte 1 El libro, el autor y el problema de la falta de vida 1 Ellibro 2 El autor 3 El problema que debemos enfrentar: una enfermedad mortal

13 23 31

Parte 11 Cómo llegamos hasta aquí 4 La vida al final de la historia 5 La absurda compra de lo innecesario 6 Qué le echa la lecha al fuego: la publicidad

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Parte 111 En busca de un antídoto 7 Vivamos el compromiso de construir el Reino de Dios 8 Hagamos bien a todos

57 71

Parte IV El riesgo de la fe 9 Más allá de la duda razonable 1O Seamos como un niño 11 Una fe apasionada 12 ¿Tiene Dios un lado «femenino»?

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83 87

93

Parte V Decidamos el llamado 13 Forjemos sueños y visiones 14 ¡Osemos aceptar el llamado!

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Parte VI Despertar a Dios 15 Aprendamos a amarle 16 Liberémonos de las cargas 17 Enfrentemos el porvenir con esperanza

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Parte VII Despertar a la naturaleza 155 18 A solas en el huerto 165 parece como 19 Abrazar a un árbol no es tan ridículo Parte VIII Despertar al matrimonio 20 ¿A dónde han ido todas las flores? 21 Pasos hacia la recuperación del primer amor 22 Encuentros extraños de una clase maravillosa

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Parte IX Despertar a la lucha por el sustento 23 Este trabajo me está matando 24 Comunidad en el lugar de trabajo

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Parte X Algunos problemas a lo largo del camino 25 Depresión: la enfermedad de nuestros tiempos 26 Estrés: por qué siempre estamos cansados

233 249

Palabras de despedida 27 Un final que espero no será una conclusión

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Prefacio Ya era hora de que escribiera este libro. Tengo cincuenta

y ocho años y me pregunto a dónde se ha ido mi vida. Casi me parece que en cuanto se me quitó el acné de la cara, se me comenzó a caer el pelo. Es como si de pronto sintiera que mi vida está en la recta final, y quiero estar seguro de obtener todo lo que la vida ofrece como tal. Por eso es que he decidido hacer un alto y reflexionar respecto a todo lo que es la vida y las razones por las cuales vale la pena disfrutarla. La pregunta que quiero responder en este libro es si mi relación con Jesús logrará o no ayudarme en esta búsqueda. ¿Puede realmente darme la fuerza para vivir mi vida «más abundantemente»? ¿Puede verdaderamente ayudarme a experimentar con gozo y pasión? En términos más actuales, lo que quiero es que la vida sea amena y divertida, y necesito saber si Jesús puede ayudar para que esto suceda. Para algunos, quizás les parece un tanto egoísta y antirreligioso. La felicidad, dicen lo teólogos serios, es una emoción superficial. A lo mejor están en lo cierto. Pero eso es lo que quiero en este preciso momento. Quiero reírme mucho y hacer reír a otras personas. Quiero disfrutar a mis hijos y jugar con mis nietos. Y más que todo, quiero que el tiempo que paso con mi esposa sea valioso y satisfactorio. Siempre he predicado acerca de Jesús y de lo que Él puede hacer por quienes adoptan la vida que ofrece. He hablado de cómo al dar tu vida en amor por los pobres y los oprimidos conduce al éxtasis espiritual que te dejará agradecido por tal privilegio. He proclamado cómo el vivir en

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íntima relación con el Cristo resucitado crea una vitalidad y sensibilidad en las personas que hace que hablen de experimentar la vida eterna aquí mismo y ahora. Pero hay momentos en los que me detengo y me pregunto si todo esto es verdad. Así fue como surgió la idea de que escribiera este libro. Y en las páginas que siguen quiero darte mis respuestas. Para hacer todo esto necesité de bastante ayuda. Le agradezco a Karen King, mi secretaria, que mecanografió el manuscrito. Pat Carroll y Linda Wychers son dos personas especiales que trabajan con Karen en la oficina. Ellas ayudaron para que le fuera posible intercalar la mecanografía de este libro en medio del resto del trabajo que le doy para hacer. Pero por sobre todo está quien ha sido mi mejor amiga durante los últimos treinta y cinco años, mi esposa, Peggy. Ella no solamente me anima bastante, sino que también ha sido la primera editora de la mayor parte de lo que he escrito. Para que al terminar con un manuscrito, ¡casi doy la impresión de un literato! Estoy nervioso respecto a este libro, así que escríbanme y díganme cuánto les gustó, es decir, si es que acaso les gustó. Si no les gusta también pueden escribirme, aunque no voy a estar tan entusiasmado de recibir tales cartas. De todas formas, gracias por leer este libro. Tony Campolo Eastern College St. David's, Pennsylvania 19087

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PARTE EL

1

LIBRO, EL AUTOR Y EL PROBLEMA DE LA MORTALIDAD

1 El libro

__ ¿Cuánto han vivido? Esta pregunta se las formulé a los estudiantes el primer día de un seminario especial, un curso sobre existencialismo. Ninguno respondió. Quizás fue porque la forma en que lo hice fue intimidante. Pero también, por otra parte, a lo mejor fue porque la pregunta tenía cierta ambigüedad en sí. De manera que elegí a uno de los estudiantes de la primera fila del salón de conferencias y, fijando mi atención en él, hice la pregunta una vez más, pero en esta ocasión con un énfasis marcadamente personal. -¿Cuánto has vivido? -le pregunté. Mi pregunta debe haberle parecido como un ataque personal. Me di cuenta que le tomó por sorpresa. La pregunta pareció sacarlo de un tiempo privado de ensoñación. Instintivamente respondió: -Veinticuatro años. -¡No! ¡No! -le respondí-. No te pregunté cuánto tiempo has existido como un miembro más de la raza humana que respira y trabaja. Lo que quiero es que me digas cuánto tiempo has estado realmente vivo.

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Podría decir que este pobre y acorralado estudiante estaba confundido. Presentí que el muchacho tenía alguna idea de lo que estaba preguntando. Pero no estaba del todo seguro. Sabía que necesitaba alguna ayuda. -Cuando tenía doce años de edad -le dije-, me llevaron a Nueva York. Fue uno de esos enriquecedores viajes culturales que prepararon para ampliar la experiencia de la clase de sexto grado. Éramos alrededor de cuarenta en el grupo, aunque no recuerdo lo suficiente como para decirlo con seguridad. Lo que sí recuerdo es haber estado en el piso del observatorio, casi en el techo del edificio Empire State. Había estado corriendo por los alrededores persiguiendo a alguien, sólo por el gusto de hacerlo, como acostumbran a hacerlo los pequeños en los viajes escolares, cuando me detuve, fui a dar contra el barandal, me afiancé en él y di un vistazo a la ciudad. »Recuerdo ese momento vívidamente. Todo lo que me rodeaba pareció distanciarse. Un extraño silencio ahogó el ruido de los demás niños. Para mí ese momento fue parte de una dimensión de tiempo y espacio distinta. Y me apropié de ella, de esa increíble ciudad dispersa delante de mí con sus torres de concreto y cristal. Había una asombrosa expansión de lo que parecía ser un vasto, miniaturizado e imaginario mundo de juguete. Fue como mirar a uno de esos modelos de trenes en escaparates que se ven en las tiendas de departamentos durante Navidad, sólo que infinitamente más grande. »¡Estaba asombrado! ¡Completamente maravillado! Y recuerdo haber dicho estas simples palabras para mis adentros: ¡Tony! Estás en lo alto del Empire State. »Fue con una elevada sensibilidad, una conciencia superintensa, que retuve ese momento tan maravilloso que difícilmente se puede describir. De una forma mística fue como si me hubiera separado de mi ser en ese mamen-

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El libro to, y reflexioné sobre mí persona y la experiencia que estaba disfrutando. »No sé cuánto voy a vivir -le dije a mi estudiante-, pero si vi viera un millón de años, recordaría ese momento porque realmente lo viví. -Ahora, déjame hacerte la pregunta de nuevo -le dije-. ¿Cuánto has vivido? El jovencito había entrado ahora en seria reflexión, y respondió muy lentamente, como si estuviera pesando con mucho cuidado cada palabra de su respuesta: -Ahora, si habla de vivir así como usted vivió ese momento en particular en Nueva York, quizás un minuto. ¡Tal vez dos! En otras palabras, si fuera a sumar todos esos momentos en los que he experimentado la vida con esa clase de elevada sensibilidad, no serían mucho más de los que mencioné. Después añadió un penoso pensamiento: -Cuando me detengo a pensar en esto, la mayor parte de mi vida ha sido el insignificante paso del tiempo entre los bien pocos momentos en los que realmente he estado vivo. A pesar de todo, es probable que la vida para este joven haya sido mucho mejor que para la mayoría de las personas. Porque, a decir verdad, la mayoría nacen y años más tarde mueren sin haber realmente vivido a plenitud. Hay quienes jamás reflexionan con algo de intensa sensibilidad sobre cualquier parte de sus vidas. Comen y duermen, trabajan y se reproducen, estudian y se olvidan. Se la juegan a lo seguro y van por la vida, como por el aire, sin ninguna otra aspiración que llegar a la muerte de manera segura.

La vida cara a cara con la muerte De vez en cuando algo pasa que conmociona a la gente y la saca de su mundana existencia para llevarlas al éxtasis -15-

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que yace con oculta potencialidad en la espera de que la vida diaria le descubra. Algo así fue lo que cambió la vida del novelista ruso del siglo diecinueve Fedor Mijailovich Dostoievski. Nunca fue un hombre común, pero su experiencia de un momento particular fue la que le dio la sagacidad que vino a ser una gran parte de su genio. Como joven idealista, Dostoievski creía que la revolución política era la ruta esencial de la vida que Dios quería para él. Se afilió a uno de los movimientos socialistas militantes que parecían ser omnipresentes en la Rusia del siglo diecinueve. Pero sus esfuerzos por crear el Reino de Dios por medio del derrocamiento del zar se anuló con el fracaso de su minirevolución. El zar lo encarceló y, tal como pensaba, lo sentenciaron a muerte. ¡Pero no murió! En ocasiones, a los que atentaban contra el poder totalitario del zar lo sometían a un cruel juego sicológico creado para debilitar sus espíritus. Les cubrían los ojos y los ponían frente a un escuadrón de fusilamiento. Luego, daban las órdenes de: «¡Preparen! ¡Apunten! ¡Fuego!» Y se escuchaban los sonidos de disparos. Pero después ... ¡nada! Las municiones estaban vacías. Forzaban a las víctimas a presenciar la agonía de la muerte, pero después desaparecía la liberación que la muerte en sí puede dar. El doloroso proceso estaba concebido para destruir la vida emocional de las víctimas del zar, pero, irónicamente, en el caso de Dostoievski le proveyó de una completa y nueva forma de vivirla. Enfrentar la muerte sin morir le dio una nueva percepción de la realidad y una habilidad de asirse a la vida con una pasión renovada. A medida que se acercaba el momento en el cual creía que sería el último, se encontró llevando la vida con una elevada sensibilidad hasta ese momento desconocida. De pronto, al enfrentar la muerte, cada suceso de su existencia que había quedado

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El libro atrás, cobra vida sin importar cuán ordinario era aparentemente. A medida que comía sus últimos alimentos, se concentró en el sabor de todas las mordidas, saboreando hasta el último bocado, porque creía que esa sería la última que haría. Mientras lo escoltaban hasta el centro del patio donde lo ejecutarían, tomaba el sol y respiraba el aire con una intensa gratitud que nunca antes había experimentado. Para el condenado Dostoievski, cada sensación fue disfrutada con una elevada sensibilidad. Cada experiencia fue vivida con una poderosa intensidad. Estudió la cara de todos y cada uno de los soldados comisionados con la horrible tarea de fusilarlo, porque esas, así estaba convencido, serían las últimas que vería. Dostoievski estaba viviendo frente a frente con la muerte. Más tarde confesaría que estaba convencido de que aquellos momentos serían los últimos de su vida, que los vivió más de lo que nunca antes en toda su vida. Aprovechó con especial pasión cada segundo y cada experiencia que lo conducían hacia esa falsa ejecución. Trató de absorber de lo que le quedaba de vida todo lo que esta pudiera darle. Aprendió, al enfrentarse con la muerte, a sufrir en carne propia la antigua advertencia latina: ¡Carpe Diem! (¡Aprovecha el día presente!)

La extraña niñez de R. Buckminster Fuller Hay otra historia que recuerdo siempre que trato de definir este tipo especial de pasión por la vida, que creo es la esencia de la máxima espiritualidad. Es una historia que procede de la vida de un hombre al que muchos consideran como una de las mentes verdaderamente creativas del siglo veinte: R. Buckminster Fuller. Este hombre, cuya inventiva parece no conocer fronteras, fue el creador de la cúpula llamada «geodésica», junto con toda una

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multitud de otros descubrimientos. Son tan numerosos sus logros que con una lista de sus inventos bien se podría llenar un libro de buen tamaño. Fuller explica que la fuente de su creatividad fue una dolorosa desgracia que le ocurrió durante su niñez. Describe cómo, cuando era pequeño, perdió la vista. Una noche se fue a la cama con la capacidad de ver y a la mañana siguiente se despertó ciego. Los médicos expertos no fueron capaces de explicar la causa de su repentina y horrorífica ceguera. No hubo causa aparente. Solamente ocurrió. Por varios años el niño permaneció ciego. Luego, así de repentino e inexplicable como había perdido la vista, la recuperó. Sin ninguna indicación de lo que iba a suceder, una mañana despertó con la visión de nuevo. Fuller explica, en retrospectiva, que ese tiempo trágico resultó ser una bendición disfrazada. Cuenta que al recuperar la vista, todo lo que vio era completamente diferente a como hubiera sido si no hubiera atravesado por su ceguera temporal. Argüía que la sociedad lo preparó para ver el mundo al estilo de darlo todo por hecho. Pero ese lazo que le impusieron se rompió por su ceguera. Después de recuperar la vista, el mundo se volvió milagrosamente nuevo y extrañamente maravilloso para él. Junto con su renovada visión, puso en acción la imaginación creativa que desarrolló durante sus años de ceguera. El reinvolucramiento visual de Fuller con el mundo se perfeccionó por un sentido de temor reverencial y una nueva pasión por descubrir que rara vez se ve en otras personas. Aseguraba que su entusiasmo por la vida se intensificó mucho, más allá de lo que podría ser posible si acaso hubiera visto siempre. Este libro trata acerca de esta clase especial de vitalidad y sensibilidad que Fedor Dostoievski y R. Buckminster Fuller conocieron. Trata sobre adentrarse en el mundo

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El libro de la manera que lo experimenté cuando era un niño de doce años en lo más alto del Empire State. Es un intento de exploración en esa clase de experiencia superior que va más allá de la felicidad a la que hace alusión la promesa bíblica del gozo. Este libro trata acerca de estar «en Cristo» de manera espiritual y emocional. Acerca de una clase especial de éxtasis que se puede experimentar cuando por la gracia de Dios llegamos a ver cosas que nuestros ojos naturales no podrían jamás haber visto. Acerca de una nueva dimensión de vida en la que escuchamos las cosas previamente desplazadas por los mundanales sonidos de este mundo. Pero sobre todo, este libro nos habla de Jesús. De este hombre que Dios envió y que prometió una experiencia del nuevo nacimiento a cualquiera que se rinda a una mística invasión del Espíritu Santo. Es acerca de este Jesús que una vez nos dijo: Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. (Juan 10.10b)

Es sobre este Jesús que vino para destruir la mortandad. El que todavía hoy nos sigue ofreciendo ser una presencia de poder en nosotros, una presencia que nos puede hacer saltar aun en medio de un mundo agotado. Y acerca de este Jesús que es la luz que puede vencer las tinieblas de nuestra vida. Considera estas afirmaciones que Él hace de sí mismo: Yo soy la resurrección y la vida. (Juan 11.25) Yo soy la luz del mundo. (Juan 9.5) Yo soy la puerta. (Juan 10.9) Yo soy el pan de vida. (Juan 6.48)

No ignores las fantásticas y esperanzadoras promesas de Jesús. Porque para cualquiera que tenga el alma seca -19-

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está la buena nueva que Él le dio una vez a una mujer que encontró cerca de un pozo: Más el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna. (Juan 4.14) Para esa persona que parece demasiado agobiada como para disfrutar de la vida, he aquí su invitación de alivio: Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. (Mateo 11.28) Y para el que se sienta confundido sin saber a dónde acudir para encontrar fuego para un corazón que ha perdido su calor, Él enfáticamente declara: Yo soy el camino, la verdad, y la vida. (Juan 14.6) Quienes se han rendido por completo a este Salvador dan amplio testimonio de lo que Él puede hacer. Saulo de Tarso, el que fuera una vez su enemigo, no tuvo ninguna reserva cuando escribió: Yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día. (2 Timoteo 1.12b) Y Pablo nos asegura: De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. (2 Corintios 5.17) El apóstol Juan también dio testimonio de lo que Su poder es capaz de hacer: En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en la tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella. (Juan 1.4-5)

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El libro Los testimonios, respecto a la nueva y milagrosa vida que dará a quienes estén dispuestos y abiertos para que el Espíritu Santo los llene, son tan numerosos que Juan escribió en una ocasión: Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir. (Juan 21.25)

¡Este libro es acerca de la nueva vida en Cristo!

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2 El autor

M e han acusado de ser un conferenciante que apela a las emociones de las personas. Y ante ese cargo con gusto me declaro culpable. Para mí, el todo de la vida son las emociones. Hasta donde puedo entender, esos racionalistas con mentes que se asemejan a computadoras, parecen haber perdido la mayor parte de su humanidad. Y esos seudointelectuales estudiantes de segundo año de universidad que se mofan de mi pasión no entienden cuando les digo: «Siento, por lo tanto existo». Llámenlo mi temperamento italiano, si así lo prefieren, mas para mí vivir es reír y gozar. Es albergar lo trágico con lágrimas desesperadas y darme por entero a amar con intenso abandono. Para mí, vivir es conocer tanto la agonía como el éxtasis de la existencia humana y desdeñar esa emocional tierra de nadie donde los ciudadanos moderados no conocen ni de las alturas ni de las profundidades de la condición humana. Siempre he sido así. Recuerdo que una vez en mis tiempos de estudiante en el colegio, cuando iba saliendo del cine después de ver a Anthony Quinn en Zorba el

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griego, mi novia me dijo que no le había gustado la película. Más adelante comentó que no le gustaba la gente como Anthony Quinn. De acuerdo a su apreciación, el emocionalismo de Zorba lo transformaba en un personaje muy desagradable. Ahí mismo y en ese momento le dije a mi novia que habíamos llegado al fin de nuestra relación. Si no era apasionada, le expliqué, jamás llegaría a comprenderme. Y si no le había agradado Zorba, le dije, nunca me podría relacionar con ella de manera profunda.

Una filosofía de la vida No sólo es mi temperamento italiano lo que me hace ser de esta forma (aunque no voy a negar que los genes juegan su parte en esto). En realidad, es mucho más complicado que eso. Tiene que ver con una filosofía de la vida. Tiene que ver con lo que creo es esencial al hecho de ser humano. Creo que la pasión nos provee el camino para expresar las más profundas dimensiones de la existencia humana. Creo que nuestra identidad se solidifica en la medida en que lleguemos a ser personas pasionalmente comprometidas. También creo que la pasión es el medio verdadero y el único efectivo para entrar en relación con Dios o para conocer cualquier cosa respecto a Dios. En este último punto con frecuencia entro en conflicto con mis colegas religiosos. La mayoría de ellos cree que es a través del intelecto, en lugar del corazón apasionado, que se obtiene la profundidad espiritual. Mis ocasionales amigos y pretenciosos miembros de la inteligencia ven mi pasión con cierto dejo de desdén. Para ellos se discute mejor sobre Dios con términos sofisticados tales como «el Impulsor Inamovible» de Aristóteles, «la Base de todo

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El autor ser» de Paul Tillich y «el Imperativo Categórico Transcendental», como lo describió Emmanuel Kant. Estoy convencido de que mis intelectuales amigos están cometiendo un error grave porque están más inmersos en la tradición de la filosofía griega de lo que están en la fe bíblica. Y es porque son herederos de los filósofos griegos y no de los profetas hebreos que ven a Dios en tal forma estática y racional. Los judíos, como sabemos, nunca consideraron a Jehová de esa manera. Para la gente de Israel, Dios era una persona que amaba como un Padre ama a Sus pequeños. Para ellos Él era un Dios de intensas emociones. Era un Dios que podía odiar y enfurecerse. Un Dios que podía llorar y reír. Un Dios que podía cambiar de opinión cuando la piedad lo movía y sentía autosatisfacción cuando su creación le complacía. Lo más importante aún es reconocer que ese mismo Dios es el que espera pasión de su gente. Él quiere que le conozcamos a través del amor en lugar de la razón, y el se ríe de nosotros por nuestros arrogantes intentos de tratar de entenderlo con términos intelectuales. Los judíos consideraban al simple pastor cuyo corazón ardía de pasión por su Dios, así como el del profeta de Tecoa, ·como alguien que sabía más de Dios de lo que algunos sabios educados cuyos corazones no se ocupaban en la empática emoción con su Creador. El Dios del antiguo Israel era uno que se gozaba en revelarse a los sencillos que tenían «Un corazón puro y fiel». Fue en adoración espontánea, pues danzaba con todas sus fuerzas, que el rey David agradó a Dios. Y fue en términos gráficamente exóticos que Salomón, el escritor de Cantar de los cantares, confunde la línea entre comunión con Dios y el éxtasis sexual. Tal parece que mis amigos los más racionales nunca han descubierto lo que hace Cantar de los cantares de Salomón en la Biblia. La religión para ellos no tiene relación

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con la pasión sensual de ese libro bíblico. Simplemente no lo entienden. Es en este contexto que acepto con rapidez la acusación de mis colegas de que mi enseñanza y predicación están marcados por el emocionalismo. Considero el cargo como un símbolo de honor.

Amor y razón No quiero trasmitir la idea de que en mi relación con Dios he abandonado la razón. Al contrario, estoy totalmente convencido de que el cristianismo requiere también nuestros cerebros cuando nos acercamos al trono de la gracia. «Dando razón de la fe que mora en nosotros» es una orden que viene precisamente del apóstol Pablo. Acepto el papel de la razón en mi vida. Sólo que creo intensamente que el uso de la razón debe venir después que el amor pasional haya provisto primero el verdadero sabor de Dios. Concuerdo con Bias Pascal (difícilmente un intelectual iluminado) que, mientras trataba de probar a Dios en categorías empíricas y racionales de la ciencia y la lógica, llegó a conocerlo en la transportadora emoción de una conversión mística. Escribió en su diario: El lunes, veintitrés de noviembre ... desde cerca de las diez y media de la noche como hasta las doce y media fuego El Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob, no el de los filósofos ni eruditos. ¡Certidumbre! ¡Certidumbre! ¡Sentimiento! ¡Gozo! ¡Paz! El Dios de Jesucristo. En el análisis final, creo que sentimos nuestro camino hacia Dios. La razón, digo, nos puede conducir sólo hasta

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El autor aquí. Es de las certidumbres del corazón, y no las de la razón, de donde sacamos el valor para dar el salto de fe hacia la verdad suprema. Creo que es por medio del amor pasional y no de los silogismos bien razonados que llegamos a conocer a Dios. Las descripciones y explicaciones racionales están bien para la gente que está metida en la religión, pero esas explicaciones debieran venir sólo después que esas personas han experimentado la fe y el amor pasional. En última instancia, la teología es un intento de poner en términos sensibles y objetivos un encuentro elevadamente subjetivo con Dios. Es el intento de poner en palabras lo que no se puede describir, pero que de todos modos se intenta para animar a otros a arriesgarse a dar un salto de fe similar. Pero todos los que pasionalmente han aceptado a Dios y que saben la verdad que implica tal amor admiten con facilidad, lo mismo que Pascal escribió: «El corazón tiene razones que la razón no puede comprender>>. El conocimiento de Dios que viene de la amorosa y pasional sumisión es un contraste para nuestro débil pensamiento; hace de la orgullosa erudición un manojo de insensateces (Romanos 1.21-22). Encontramos a Dios en las místicas revelaciones que van y vienen como el viento (Juan 3.8). Aquel que es el camino, la verdad y la vida (Juan 14.6) no se puede reducir a nuestras categorías lógicas y fórmulas intelectuales. En nuestra relación con Dios la razón siempre es únicamente una ayuda hacia el amor pasional; nunca está en el trono. Experimentamos a Dios cuando nos abandonamos totalmente a lo que Él, por medio de su Espíritu, quiere hacer de nosotros y a través de nosotros. Dios se rehúsa a ser un objeto que podamos observar y comprender con pensamiento lógico y desvinculado. Dios quiere para sí un amor pasional, y no una teología filosóficamente lógica. -27-

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Un salvaje amor por Dios Hay un amor pasional por Dios que Él crea en nosotros cuando nos rendimos a ÉL Este amor vivo por Él no sólo es la base de cualquier conocimiento real que tenemos de Dios, sino también la base para una forma completamente nueva en la que podemos ver la vida. El Dios que nos llama a una relación intensamente personal y pasional con Él es el que nos transforma a través de esa relación a fin de que todo lo demás que encontremos en nuestra vida esté condicionado por esa pasión. Este libro trata sobre esos cambios. Acerca de cómo los que se dejan permear por el amor de Dios experimentan todo lo que hay en la vida de manera diferente. Acerca de un modo de vida completamente nuevo. La pasión, para los convertidos, se expresa y experimenta en todo lo que se hace y en todos los encuentros de la vida. La sentimos en la forma en que alabamos, en la forma en que amamos y en la forma en que jugamos. La manera en que experimentamos la naturaleza está marcada por esa pasión. Todo, desde cómo probamos la comida hasta cómo leemos poesías, se vuelve completamente vivo para los convertidos. Todo en la vida se eleva de modo tal que en Cristo nos encontramos con una nueva conciencia. Este nuevo y elevado nivel es la vida abundante prometida por Jesús (Juan 10.10b). Cuando digo que en Cristo todo cambia, no quiero decir que lo que nosotros hacemos va a cambiar. Lo que quiero decir es que lo que hacemos se va a hacer de manera diferente porque lo sentimos de manera diferente. Las mismas cosas viejas no serán más las mismas cosas viejas. Objetivamente, todo podrá parecer que permanece igual, pero subjetivamente, nada será igual. El convertido es aquel que ha aprendido a cómo aprovechar y experimentar la vida como Dios lo ha querido:

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El autor De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. (2 Corintios 5.17) Para el convertido las mismas cosas no son más las mismas cosas. En Cristo todo se experimenta de una manera nueva ... de la manera en que Dios quería que lo experimentáramos. En una ocasión Ireneo dijo: «La gloria de Dios es el ser humano que vive plenamente». De esto es de lo que se trata la salvación y de lo que trata este libro. No es acerca de una nueva vida que puedes llegar a conocer en otro mundo una vez que este en que vivimos haya llegado a su fin. Es acerca de un reavivamiento que puedes experimentar en esta vida y su horrible mundo con todo y sus problemas y limitaciones. Pero antes de llevarte a explorar las buenas nuevas acerca de todo lo que implica esta nueva vida en Cristo, quiero que consideres el porqué la mayoría de las personas que encontramos a cada paso en nuestra vida diaria parecen estar faltas no sólo de esta nueva vida en Cristo, sino de todo tipo de vida en general. Quiero que le des un buen vistazo a esta era presente y a lo que está haciendo la gente como tú y como yo. Quiero que pienses un poco en esas personas que están atrapadas en las formas que la sociedad contemporánea nos prescribe. Necesitamos observar lo que está sucediendo en la vida de la mayoría de las personas y qué les produce esto en ellos. Se trata del contraste de las malas nuevas de lo que le pasa a estas personas contra las buenas nuevas acerca de lo que ocurre a esos que están en Cristo brillando con mayor intensidad. Antes de considerar la vida nueva en Cristo, démosle un vistazo a la incapacidad de experimentar la vida y la tendencia de mortandad que imperan en esta era moderna. -29-

El problema que debemos enfrentar: una enfermedad mortal

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