Tomo I de Historia Del MIR

September 29, 2017 | Author: Carlos Sandoval | Category: Left Wing Politics, Cuba, Cuban Revolution, Democracy, Politics
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Descripción: Historia del Movimiento de Izquierda revolucionaria. Tomo I. Que describe el surgimiento de esta organizaci...

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Movimiento de Izquierda Revolucionaria 1965-1970 Coyunturas, Documentos y Vivencias

Carlos Sandoval Ambiado

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A Paula Andrea, mi compañera. A Pablo Simón, mi hijo y amigo. A mi hijita, Paula, una gran mujer, A mis padres, que ya no están y A todos los chilenos y chilenas que sueñan con una sociedad justa, fraterna y para todos.

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PREFACIO. Esto de escribir “para atrás” es una experiencia invaluable en el oficio del historiador. Ello porque en esta tarea se van incorporando no sólo nuevos antecedentes o “pruebas” del devenir histórico, sino porque quien oficia esta labor ha efectuado nuevos aprendizajes, que lo llevan a analizar un mismo hecho o fenómeno no solo enriqueciéndolo sino, incluso en algunas ocasiones, dándole otro sentido o interpretación. En esta línea de pensamiento, el prologo a esta nueva edición de “MIR: Una historia” constituye prueba de esta afirmación. La intención inicial fue re-editar, con algunas ampliaciones y rectificaciones, la versión original. No obstante, a medio camino nos fuimos dando cuenta que no se trataba solo de una mera rectificación y ensanchamiento del primer trabajo. Nos fuimos percatando que habían quedado (y seguramente aun quedan) muchos aspectos no tocado en la historia mirista. Tanto así fue que al ir incorporando nuevos antecedentes, documentos y, especialmente testimonios, fue naciendo la figura de un nuevo libro, de una nueva forma de mirar la historia del MIR. Así se nos cumplía y ampliaba la concepción original del trabajo historiográfico y que expusimos en la primera edición al decir “habrán tantas historias, en especial del MIR, como autores se dedique a construirla”1. A esta afirmación debemos agregar que nuevos antecedentes, salidos de la memoria viviente, van enriqueciendo y esclareciendo el devenir de una organización política u de otro tipo; especialmente cuando estas han estado sometidas a los rigores de una implacable persecución como fue con la militancia del MIR. Al momento de escribirse la Primera Edición la dictadura militar estaba siendo recién desplazada. Pero, ello no implicó que el andamiaje político-militarburocrático se hubiese estado desplomando y barrido por los aires de democratización social, política y económica. Muy por el contrario, fruto del “aggiornamiento” ideológico, dramáticamente expresado en el concepto “de lo 1

MIR: una historia. Carlos Sandoval Ambiado. Página 3. Editorial “Trabajadores Adelante”. Santiago, julio de 1990.

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posible", se desató una avalancha de las negociaciones que alcanzó todo el espectro social, político, económico e incluso judicial. Este hecho hizo que el sistema se fortaleciera y de una u otra forma legitimado. El “gasto” mayor (en la recuperación de la democracia) lo hizo la izquierda, especialmente la “armada”, y los sectores sociales-populares, particularmente los pobladores. Y, no podía ser de otra forma: el proyecto social y político derrotado reconocía paternidad en este amplio arco político-ideológico. Es decir, en lenguaje mirista, los “pobres de la ciudad”. La “otra” oposición, y dicho también en códigos mirista: la “reformista burguesa y pequeño burguesa”, en el largo período dictatorial logró constituir un poderoso bloque social y político para oponerse y luego negociar con el bloque de poder; es decir con el pinochetismo y la derecha tradicional. El MIR a su vez, como parte de esa izquierda armada, al iniciarse la transición a la democracia empezó asumir progresivamente su disgregación como parte de la derrota política y militar que le infligió no sólo la dictadura militar, sino también el nuevo bloque político gobernante. Al margen de las consideraciones de la historia reciente tenemos que nuestra primera publicación (“MIR: una historia”) respondió más al momento de la contingencia por consiguiente valorar y exponer el significado e importancia de la Izquierda Revolucionaria, en este caso el MIR, tuvo (tiene) para la historia nacional. Además está la necesidad de asumir algunas críticas2 a la publicación de un primer intento de historiar el MIR en instantes que los afanes por superarlo cobraban mayor brío ante una supuesta bisagra histórica que se configuraba con el avenimiento de los gobiernos civiles de la Concertación. Dicho lo anterior y siguiendo con el espíritu de un pluralismo historiográfico, ha medida de percatarnos que el original quedaba más desdibujado hasta convertirse 2 En este punto debemos hacernos cargo de la crítica del compañero Vitale quien no perdonó la licencia literaria al hablar de “prehistoria” del MIR y que con rapidez intelectual e ironía (muy propia de él) “explicó” que era inadecuado caracterizar como prehistórico el período de unificación de la izquierda revolucionaria (1961-1965) por varias razones, como que los “principales fundadores” del MIR (al parecer el extinto profesor concibió la existencia de fundadores secundarios) fueron los mismos que “lideraron” las distintas agrupaciones que dieron origen al MIR, por consiguiente el MIR arranca mucho antes del año en comento. De esta crítica nos hacemos cargo debidamente.

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en otro (pero no antagónico) se nos presentó el dilema de qué hacer con el prologo de entonces que, tan solidaria y comprometidamente, nos regaló el compañero Clodomiro Almeyda. Por cierto que él lo escribió después de leer nuestro original y sus dichos obedecieron a aquella lectura. Entonces, nos preguntamos, ¿debemos sacarlo de esta edición, será faltarle a la confianza al compañero si lo dejamos? Después de mucho reflexionar y discutir con compañeros optamos por dejarlo. Las razones son varias. Escogeremos solo una de ellas. Creemos que, en los tiempos actuales, las palabras de Almeyda adquieren no sólo valor histórico, sino además vienen a contribuir al esclarecimiento del debate actual en la Izquierda sobre el Chile que queremos construir. Solo por esta razón y sabida la estatura política e intelectual de Clodomiro Almeyda, es que hemos resuelto mantener el prologo escrito por él. Las generaciones jóvenes sabrán apreciar en su total magnitud su mensaje.

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PRÓLOGO3 Estamos en presencia de una interesante

al conocimiento de la

Izquierda, a través del análisis del período inicial de una de sus significativas vertientes, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). El MIR en Chile jugó en los años 60 y 70 un rol relevante en nuestro escenario político, particularmente en el ámbito estudiantil y juvenil en general. Fueron los decenios marcados por el Mayo francés, por la guerra de Vietnam, por la rebeldía de las juventudes europeas y norteamericanas. Era la época de Martín Luther King, de los Beatles, de Marcuse, de Sartre y el existencialismo. Y en nuestra América corrían los tiempos del gran impacto de la triunfante Revolución Cubana, de las gestas heroicas y audaces del Che Guevara, de la invasión yanqui a Santo Domingo y de los Kennedy y su Alianza para el Progreso. En Chile, el auge de la democracia cristiana era percibido por la juventud y el estudiantado radicalizado e ideologizado, no como una fractura del bloque político conservador que abría posibilidades de alianzas sociales representativas de las grandes mayorías nacionales, sino como una expresión de la nueva cara de la política agresiva del imperialismo, que debía camuflarse tras un disfraz progresista para ayudar a hacer frente al impulso revolucionario, potenciado en especial entre los jóvenes por el ejemplo de la Revolución Cubana y el entorno político e ideológico mundial, proclive a los cuestionamientos y a las críticas a todo el orden existente, y a las expresiones iconoclastas y rebeldías de todo género. Chile, el de entonces al menos, tan sensible a los vientos que soplaban por el mundo en esos decenios en el seno de su juventud radicalizada una promoción de dirigentes en cuyas mentes crepitaban intuiciones, ansias e impaciencias que convergían en una convicción sobre determinante de sus conductas: que estaban plenamente maduras las condiciones para una ruptura revolucionaria que podría definitivo término al régimen capitalista imperante y daría curso a la inmediata instauración de un nuevo orden socioeconómico e institucional organizado en torno a los intereses de los sectores más explotados. 3

Prologo a “MIR: Una Historia”. Publicado en julio de 1990 y que en este trabajo hemos llamado el “original”.

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Esta visión de las cosas, ese optimismo que se traducía en la ilusión de la posibilidad del socialismo a plazos inminentes, condujo a esa promoción juvenil a la certeza de que la clave para su cristalización radicaba en la constitución de un nuevo ente político revolucionario que encarara con decisión la tarea de derribar el orden burgués dominante, objetivo a su juicio abandonado por las fuerzas políticas de la izquierda tradicional. El presente trabajo, esencialmente monográfico, tiene la virtud de exponer ante el lector abundantes extractos de la documentación oficial del MIR, de artículos de su prensa y declaraciones de sus más importantes dirigentes, desde su nacimiento en 1964-65 hasta 1973. Los comentarios y precisiones del autor –en los que no se oculta un esfuerzo por demostrar la coherencia entre los principios, el marco ideológico y las políticas del MIR de entonces-, no adquieren el carácter de una tesis interpretativa global del fenómeno y la actuación mirista, permitiendo así un acercamiento no sesgado a lo que fue, hizo e influyó el MIR en el rico y complejo proceso político chileno de aquellos años. Su lectura permite recrear los parámetros ideológicos en que se fundó y desarrolló el MIR en su primera etapa, situar las políticas por él implementadas en diversas coyunturas de la vida nacional y comprender los criterios que orientaron su trabajo de masas hasta el golpe militar que derrocó al gobierno de la Unidad Popular poniendo fin a la larga etapa de evolución democrática del país. En el momento fundacional del MIR se aprecia una impronta trotskista en sus fundamentaciones ideológicas y conceptos políticos que es subrayada por el autor. La idea de una “revolución permanente”, el reiterado énfasis en la responsabilidad “traidora” a los intereses proletarios por parte de las burocracias gobernantes en los países socialistas de Europa, la relevancia prácticamente excluyente que se otorga al interés revolucionario socialista de “obreros y campesinos”, así como la ya mentada descalificación de los grandes partidos de la izquierda chilena –socialistas y comunistas- a los que se les atribuye una inocultable e irreductible voluntad reformista y no revolucionaria, nos retrotraen fácilmente al viejo lenguaje y categorización del trotskismo internacional y criollo.

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Es el espíritu fundamentalista de tales enfoques –que siempre conducen a simplificaciones que hacen del hecho concreto un absurdo- lo que impedía entonces –como impide hoy- analizar en profundidad, serena y constructivamente las múltiples condicionantes social y cultural, nacional e internacional, que determinan el carácter de los fenómenos sociales y las conductas de los movimientos políticos. En efecto, la posibilidad del anquilosamiento de las potencialidades creativas de la revolución y el socialismo, del peso conservador de los aparatos burocráticos en los Estados socialistas, de la consecuencia o inconsecuencia clasista de unas u otras clases y capas sociales y del reformismo o revolucionarismo de las fuerzas populares, no podían desestimarse, ni entonces ni después, como realidades o riesgos a los que podían estar sometidas dichas fuerzas sociales, política e institucionales. Sin embargo, el ideologismo y fundamentalismo señalados, particularmente notorios en una amplia franja de la izquierda latinoamericana y chilena –tradicional- de los 60 y los 70., impedía un abordaje responsable de tales asuntos, imponiéndose el juicio pasional y descalificatorio que obstruía el debate constructivo, conduciendo a la postre a un irracional ahondamiento de las diferencias y contradicciones en el seno de la izquierda nacional. Esa nefasta hiperideologización en el análisis y diseño de objetivos programáticos y estrategias políticas que observamos en las décadas del 60 y del 70 no es –hay que subrayarlo- patrimonio exclusivo de las tendencias que asumen posturas radicales e izquierdistas, sino que puede personalizarse en enfoques conservadores y actitudes pesimistas en el propio campo del progresismo político como es factible constatar en las etapas de reflujo de las posibilidades revolucionarias. Otro componente identificatorio del pensamiento mirista en su fase originaria es su concepción de la vía armada como el eje ordenador de su estrategia revolucionaria para la toma del poder, idea que no debe entenderse como idéntica a la tradicional y genérica visión trotskista sobre la inevitabilidad de la violencia revolucionaria para el derrocamiento del Estado burgués. Es precisamente esta idea, de la vía armada, la que adquiere prioridad identificatoria en el segundo momento de la historia del MIR, cuando Miguel Enríquez asume su liderazgo.

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La vía armada, en el caso del MIR chileno, se constituyó en un principio que recorrió toda su elaboración política desde la estrategia más general hasta el tipo de tareas y el carácter del militante. No había otra manera, en su percepción, de hacer frente a la sistemática violencia antipopular de los aparatos armados del Estado capitalista en América Latina, orgánicamente enlazados a las estructuras militares y a las políticas intervencionistas del imperialismo norteamericano. Insistir en otros caminos, como el electoral, resultaba para ellos un esfuerzo probadamente inútil desde el punto de vista del objetivo socialista y en la práctica tendía a fortalecer la institucionalidad y el poder de la burguesía dominante aliada al imperialismo. En su diseño general de guerra revolucionaria el MIR concibió un desarrollo a partir de la forma guerrillera con fuerte acento en el escenario campesino, aunque con una mayor valoración del ámbito urbano que en el caso de otros movimientos congéneres del continente. Esta concepción lucharmadista del MIR chileno prefiguraba el tipo de organización y funcionamiento del partido, del tipo político-militar, en el que adquirían prioridad las estructuras clandestinas y los principios disciplinarios. De ello también la gran importancia atribuida a las tareas “especiales” –a asumir por todos los militantes y estructuras internas-, y el sello agitativo-rupturista de sus actividades entre los sectores estudiantiles, poblacionales, campesinos y obreros. El militante mirista, en consecuencia, debía no sólo aceptar sino también responder a las exigencias formativas –teóricas y prácticas- de una organización con tales características, objetivos y estrategia. Otro aspecto distintivo de esa nueva izquierda latinoamericana de los 60 y 70 de la que el MIR fue su expresión en nuestro país, es su extraordinaria valoración de la entrega personal y total a la causa. Se trata de una de las más importantes influencias del ejemplo cubano en las nuevas generaciones impulsadas a la lucha revolucionaria en el continente, para los cuales la figura del comandante Che Guevara destella con justicia como el paradigma de las virtudes y la consecuencia. El MIR chileno fue, sin duda, tributario de ese influjo moral e ideológico que explica en no poca medida su capacidad de penetración y liderazgo en amplios sectores

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juveniles y entre los segmentos marginados de los circuitos centrales del modelo económico desarrollista, franjas sociales con un alto grado de desconfianza en las formas e instancias tradicionales en que discurría la política, que veían reducida a un sistema de negociaciones, cabildeos o juegos de influencias insensible a las necesidades de quienes no tenían capacidad de presión institucional. En esta rápida mirada a la presencia y conducta del MIR hasta el año 73 – facilitada por la prolija recopilación y anotaciones del libro que prolongamos-, nos parece útil destacar un fenómeno que otras veces hemos relevado al analizar la relación entre la voluntad del instrumento político revolucionario y la real disposición anímica de importantes sectores sociales, en los que se supone un objetivo interés por los previsibles resultados de transformaciones radicales de la estructura económica y político-institucional del país en un sentido socialista. El mirismo y otras tendencias de nuestra izquierda han menospreciado el temor a los cambios abruptos del orden establecido en grandes capas de la población, que se presumen interesadas en una política orientada contra la dominación de los grupos monopólicos vinculados a los intereses del capitalismo transnacional. Se trata de una persistente subestimación de la capacidad de las fuerzas derechistas para inocular valores conservadores en amplios estratos de nuestro pueblo, especialmente en las extendidas capas medias de la sociedad chilena, que logra enajenarlas y prejuiciarlas ante cualquier iniciativa transformadora de signo progresista. Ello ha redundado en el descuido y sobreestimación de las aptitudes efectivas de la izquierda para contraponer una acción culturizadadora y conscientizadora que logre hacer de la propuesta socialista una opción hegemónica en la sociedad entera. El discurso puramente clasista y la convocatoria revolucionaria contra todo lo existente –y más aún el revolucionarismo verbal-, que en ciertos períodos de aguda crisis económica y social logran elevar el activismo y la agitación popular, pueden a su vez ser inteligentemente manipulados por las élites políticas derechistas convirtiéndose en funcionales a los propósitos de las fuerzas reaccionarias que buscan enervar a los sectores medios, convirtiéndolos en masa

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de maniobra y de choque contra cualquier intento de superar el statu quo. Lo acontecido en 1973 obvia mayores argumentos. Y la forma en que devino el término de la dictadura, con la secuela de incrustaciones antidemocráticas legados por el régimen autoritario, encuentra en parte su explicación en el eco que la política de atemorización frente a las opciones de cambio radical tuvo en extensos sectores medios y populares que otorgaron su voto a la mantención de Pinochet en el poder, y que indujo a la moderación de los propios planteos programáticos de la Concertación de partidos por la Democracia. La relectura de la documentación de la izquierda de dos décadas atrás resulta imprescindible para una justa evaluación del camino que condujo a la actual situación del país y a las realidades y problemas que atraviesan al movimiento popular chileno. Se trata de la etapa de la izquierda que precedió y protagonizó los más altos avances de la propuesta socialista en Chile, que tuvo en el gobierno del Presidente Salvador Allende su máxima expresión. Una propuesta que arranca a principios de este siglo con Recabarren y su obra agitativa y organizadora del proletariado, que adquiere renovado impulso y perfil nacional tras la fundación del partido Socialista y las reformas modernizadoras promovidas por el Frente Popular, y que en las décadas del 50 y del 60 se convierte en una alternativa política con capacidad de disputar autónomamente el gobierno nacional. El MIR fue un eminente protagonista de esta última etapa, durante la cual sus diagnósticos y sus líneas estratégicas y tácticas se vieron tensionados por circunstancias que no estaban en el curso de sus previsiones, como la elección de Salvador Allende y el proceso de signo socialista abierto por su gobierno. Posteriormente la organización mirista debió resistir la brutal persecución de la dictadura militar, poniendo en juego todas sus capacidades operativas y sobretodo sus enormes energías morales para evitar la consolidación del régimen autoritario prohijado por los grandes intereses capitalistas nacionales e internacionales, misión en la que dejaron la vida un sinnúmero de sus valiosos cuadros dirigentes y militantes de base.

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Fue una fase en que las incomprensiones e intolerancias del período precedente comenzaron a abrir paso al diálogo, a progresivos entendimientos y, en los últimos tiempos, a un renovado y convergente afán por reeducar y reponer a las fuerzas de izquierda, en sintonía con las nuevas realidades mundiales y nacionales. El presente

libro de Carlos Sandoval nos ofrece un rico material para la

evaluación de las virtudes y debilidades de aquella izquierda radicalizada de los sesenta y setenta, y un útil referente de las políticas y conductas de los otros destacamentos del movimiento popular chileno. Aquella experiencia y la de los aciagos 16 años de régimen dictatorial constituyen el antecedente más inmediato de los esfuerzos actuales que, desde los diversos espacios ocupados por las fuerzas de izquierda, se están realizando en vista a reconstruir una nueva lógica que –en el plano de las ideas, del programa, de la organización, y de la práctica política- permita convertir nuevamente a la utopía socialista en una opción acogida y respaldada por una gran mayoría de nuestro pueblo.

Clodomiro Almeyda Medina Julio 1990

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EXORDIO En el original se inicia la lectura con una pregunta “¿por qué escribir una historia?”. La respuesta clásica y que saca de apuro es para recoger el pasado, entender el presente y así proyectar el futuro. Fácil ¿no?, pero historiar un partido político es trabajoso y hacerlo del MIR impresiona aún dificultoso. Son muchas las variables que intervienen, son muchísimos los datos que recoger, son múltiples las versiones que amalgamar y estas condiciones presionan por un mayor esfuerzo historiográfico. Energía que se debe redoblar al estar en presencia de historias de vida que no sólo ven comprometidas sus aspiraciones políticas, sino además los sentimientos. Aunque breve su historia, no deja de ser rica en enseñanzas de éxitos y fracasos. Esto hace que figure fuertemente en la historia de nuestro país. Hablar o escribir del Movimiento de Izquierda Revolucionaria implica siempre un riesgo. Causa tribulación entre quienes escuchan o leen lo escrito de esta organización. Sin embargo decenas o quizás centenas de escritos circulan. Actualmente no son pocos quienes desean conocer el devenir del mirismo, de sus sueños, de sus realizaciones, de sus principios, de sus héroes, de sus mártires. Una aureola de misterio ronda a los miristas; de ellos se han tejido las historias más increíbles. Algunos asocian el MIR a jóvenes intelectuales de origen social acomodado; otros lo encadenan a actos de violencia política, y no pocos lo ignoran. Si bien desde hace algunos años el mirismo ha hablado de sí; aparentemente no ha sido suficiente. Pensamos que queda mucho trabajo por delante. Queda hablar, por ejemplo, en estos tiempos de rebeldía estudiantil, de su lucha anti sistema, de los niños y jóvenes que en la década de los sesenta se unieron a la lucha revolucionaria y que después, muchos de ellos sucumbieron ante las garras del golpismo. Falta mucho que decir y a ello queremos aportar, sobre la necesaria práctica de discusión político-ideológica para ir construyendo de forma unitaria y democrática un proyecto político histórico que nos lleve a construir una sociedad justa y solidaria.

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Por lo expresado vimos que era de estricta necesidad histórica reseñar la lucha armada en algunos países de Latinoamérica durante el período del nacimiento del MIR. Lo hicimos porque contribuye a un mejor entendimiento de la historia mirista y de cómo influye en sus decisiones políticas internacionales, como es el caso de la formación de la Junta Coordinadora del Cono Sur. Otro aspecto importante que hemos incorporado es la presencia de cristianos en la lucha revolucionaria, de cómo fueron desalojando de sus conciencias las anclas conservadoras y semi medievales del cristianismo católico. Es una forma de explicarnos la presencia de insignes militantes miristas que profesaban creencias cristianas e incluso estrictamente católicas. Basta recordar a Germán del Jesús Cortés Rodríguez4, a Antonio Llidó Mengual5; a Rafael Maroto6, a Blanca Rengifo7 y a decenas de otros militantes anónimos que asumieron la violencia popular mirando el rostro de Cristo “hecho hombre y sufriente”. Además y en conformidad con las críticas (bastante ácidas por lo demás) de mi querido, respetado e insumiso profesor Luis Vitale, profundizamos (en la medida de lo posible) la formación del MIR. Para ello viajamos más allá del año 65 (fecha del parto mirista) para enterarnos de las fuentes “originarias” del constructo político del MIR. Por último, quisimos republicar dos documentos miristas: su declaración de principios y su posición ante la invasión soviética a Checoeslovaquia. A estos le sumamos otro, de conocimiento relativamente restringido, se trata la propuesta política denominada “Estrategia Insurreccional de 1968”. No puedo concluir esta invitación a la lectura, sin antes agradecer a Alejandro Núñez quien generosamente compartió algunas entrevistas. Hago extensivo mi agradecimiento a aquellos compañeros y compañeras que entregaron sus testimonios. También va mi gratitud a Editorial Quimantú, una editorial independiente y al servicio del futuro…un abrazo fraterno a todas y todos. El autor

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Seminarista y dirigente del MIR asesinado el 18 de enero de 1978 por efectivos de la CNI. Sacerdote español y dirigente del MIR secuestrado el 1ª de octubre de 1974 por efectivos de la DINA. Permanece desaparecido. 6 Sacerdote, militante del MIR, integrante del Comité Central y vocero público bajo la dictadura. Vivió la persecución, la cárcel y la relegación. 7 Monja superiora del Hogar de Cristo, integrante del Comité Central del MIR. 5

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CAPITULO I EL CONTEXTO INTERNACIONAL HACIA LOS AÑOS SESENTA

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Trazos ideológicos y políticos de América Latina. La guerra como forma de resolución de los problemas. ¿Los Vietnam deseados?

La construcción de relaciones sociales no siempre son pacificas y racionales. La mayor parte de las veces se edifican aplicando la coacción, la represión e incluso el aniquilamiento. Desde que la aristocracia hispano-nativa decidiera constituir nichos propios de dominación social y política, usó la violencia como forma de cristalizar aquel objetivo. A este proceso, que fue más o menos generalizado en las sociedades hispano-parlantes, se ha llamado “guerra independentista” en la historiografía clásica, sea ésta marxista, liberal o conservadora. Una vez disuelto el nudo colonial, el problema de los grupos fue la necesidad establecer claramente la hegemonía social y política en cada uno de sus territorios. Para zanjar la situación se embarcaron en una fuerte disputa interna que acarreó conflictos armados (interclase) en toda Latinoamérica. Múltiples son los ejemplos. Desde las iniciales tiranías caudillistas hasta los

intentos frustrados

de gobiernos

“representativos” son algunos de los experimentos políticos, sucedidos durante gran parte del siglo XIX. Sin entrar a una lata relación debemos mencionar desde el persistente Antonio López de Santa Anna en México hasta el hábil comerciante Portales en Chile, pasando por el “electo” dictador Justo José Urquiza en Argentina. ¿Qué tuvieron de común estos próceres que construían Estado en Sudamérica? A pesar de obedecer a “signos” políticos distintos, ninguno de ellos descartó la violencia armada para conseguir sus objetivos y, para su utilización se respaldó en andamiajes jurídicos, explícitamente construidos para legitimar este ejercicio de poder. Esta característica --- el uso de las armas ---es consustancial a la historia decimonónica en todo el continente hispanoparlante. El mexicano Santa Anna recurrió pertinazmente a la fuerza (avalado por el pronunciamiento electivo) para oponerse a la gobernabilidad de la alta aristocracia azteca. En cambio, como lo explica el profesor Salazar Vergara, el mercader Diego Portales usó el golpe de Estado para llevar al poder a su alianza “secretista” y darle un orden a Chile que respondiera a su lógica de negociante.

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Una vez instalado el orden,

los nichos geográficos de explotación, dominio y

enriquecimiento relativamente consolidados y con el fin de apuntalar un modelo económico que favoreciera plenamente los intereses de la nueva clase social dominante, ésta recurrió a la violencia armada. Lo hizo principalmente para disciplinar a miles de individuos en el trabajo y de este modo obtener el mayor lucro posible. Leyes, tribunales de justicia y creencias religiosas fueron los medios pacíficos. Prisión, policía y ejércitos concurrieron como herramientas de castigo para regresar a los levantiscos a la norma o restaurar el orden público. La intimidación social debía ser legítima o, más bien, hecha aparecer como tal y apara tal efecto se montaron complejos andamiajes legales que hablaban del progreso, del orden público y del bien común. Pero una cosa es dictar la norma y la sanción correspondiente para el que no la cumple y, otra es hacerla cumplir. Este objetivo, básico en un sistema de dominación social minoritaria, exige una estructura de fuerza con sus correspondientes herramientas de ejecución. Esta necesidad del nuevo orden (pos colonial) es satisfecha con la constitución de los “poderes del Estado” a saber el ejecutivo, el legislativo y el judicial. Independiente del tipo de gobierno que se existiera prácticamente todos los países latinoamericanos, siguieron este camino organizacional. Su entramado fue concebido (y así ha sido siempre) con múltiples elementos de reciedumbre coercitiva hacia la llanura social. Indiscutiblemente estos elementos restrictivos tuvieron una eficacia mayor durante gran parte del siglo XX porque resolvieron a sangre y fuego, las crisis socio-políticas en favor de los sectores dominantes. Las luchas obreras, campesinas y de los pobres de la ciudad han sido contenidas (y lo siguen siendo) por medio de la cooptación (o freno a la conciencia) y por la represión cuando la primera no lograba sus objetivos plenamente. De tanto en tanto, en América Latina se instalaron gobiernos autoritarios. Fueron estos de corte civil o castrense; a veces fueron combinados pero el objetivo fue siempre el mismo: contener y reprimir la demanda social. Casos como el gobierno de Perón que, siendo de origen electivo, de raíz democrática y con propuesta de cambios sociales, se fue convirtiendo en autoritario-populista. No obstante la razón

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de sus reformas fue “prevenir la radicalización de los conflictos y la propagación del comunismo”8. Chile, en la década del treinta también tuvo sus experiencias de gobierno

populistas-autoritarios;

uno

de

emergencia

democrática:

Arturo

Alessandri Palma; el otro claramente golpista: Carlos Ibáñez del Campo. El primero de corte civil y el segundo indiscutiblemente castrense. Ibáñez accede al poder deponiendo a Alessandri y éste debe salir al exilio. A primera vista impresionan como enemigos irreconciliables; no obstante el uno como el otro tienen un piso común: contener el avance de los trabajadores que para entonces ya contaban con una organización de clase a escala nacional. Y, para este objetivo (que le es común) usaron el balance perfecto entre la ley y el látigo. Un testigo de la época lo recuerda de este modo: “La FOCH continuaba su lucha contra la legalización de los sindicatos, porque tal cosa, en tales momentos, equivalía a una domesticación de los elementos obreros y nosotros estábamos entonces, y estamos ahora, por una clase trabajadora erguida, revolucionaria, capaz de conquistar por sí misma su propio bienestar. Por cuestiones tácticas, la FOCH peleaba contra las leyes 4054, de seguro obligatorio, 4055, 4056 y 4057, que preconizaban la legalización de los sindicatos. Pero el desprecio del gobierno por la clase obrera no había variado gran cosa y esto quedó al desnudo cuando se produjeron, a comienzos de junio de 1925, los sucesos de "La Coruña". Una huelga en esta oficina salitrera adquirió de pronto, debido a la acción de las fuerzas armadas, caracteres de masacre”.9 Estas formas de gobierno y de objetivo también se sucedieron en otras partes del continente. Getulio Vargas, para fines de la década del veinte (plena crisis del capitalismo) emerge como “salvador” nacional del profundo trance económico que vivía Brasil producto de la depreciación del café, hecho que provoca convulsiones sociales. El “populismo” de Vargas no tuvo grandes diferencias de otros regímenes latinoamericanos en cuanto a la necesidad de contener el avance del reclamo social, de darle “cursos” a la demanda popular a través de leyes sociales y, de este modo, evitar que se reclame legítimamente, obligando a negociar legalmente. Es la bipolaridad compuesta por la “legitimidad social” versus “la 8 Historia de América Latina. El cono sur desde 1930. Argentina, 1946c-1990. Capítulo 2, página 60. Leslie Bethell. Ed. Crítica. Barcelona. En http://www.fcp.uncu.edu.ar/upload/Torre,_Juan_Carlos_y_Liliana_de_Riz_Argentina,_(1946-c.1990)_.pdf. 9 Vida de un Comunista. (Páginas Autografiadas) Elías Lafertte. Página 2. Santiago de Chile. Año 1961. Documento pdf. Ver en http://www.luisemiliorecabarren.cl/files/La_vida_de_un_comunista_2da_parte.pdf

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legalidad institucional”. En otra forma de decir, se busca disciplinar el mundo social creándole (desde “arriba”) una camisa (de fuerza) legal que permita el mantenimiento de orden público. Así es cómo Vargas regula los salarios, busca mejorar las condiciones laborales, coadyuva a estructurar una maquinaria sindical; pero lo más significativo de su trabajo fue la creación y legitimación de la lógica de bienestar social a cargo del Estado, lo que hasta esos instantes era absolutamente inexistente. Algo similar ocurre en Perú, país que vive la experiencia del APRA, encabezado por Víctor Raúl Haya de la Torre. Perú, para inicios de los años treinta es asolado por la crisis del capitalismo y por la expoliación minera a que es sometido por los capitales privados de norteamérica. Esta situación despierta el reclamo de vastos sectores de la juventud la que, después de dotarse de una organicidad política y de un Programa básico de transformaciones, se hizo del poder para colocar en marcha un conjunto de reformas como la nacionalización de las tierras (fin al latifundio) colocar las industrias bajo la conducción del Estado peruano y se declama la solidaridad hacia sojuzgados del mundo (“proletarios del mundo, uníos” rezó el Manifiesto Comunista) A su vez consideraron que Estado debía resguardar el bienestar social y por ello promovieron reformas laborales, sociales y educacionales. Para todas estas pretensiones el APRA no hizo otra cosa que fortalecer un Estado que albergó a todas las clases sociales, tratando que sus contradicciones de intereses se resolvieran en el marco de la institucionalizad vigente. Y, quien o quienes se salieran del “curso institucional” se le aplicaba la fuerza suficiente y necesaria para restaurar el orden público. Es decir ahogando con la violencia legal a la demanda social legítima; esto no es otra cosa que la violencia institucionalizada que replica a la fuerza social desatada. Pero cuando los gobiernos tarambanas nativos no cumplieron su cometido o lo hicieron a medias, el propio gobierno norteamericano procedió con mano propia a corregir la situación. La historia de varios países latinoamericanos registra no sólo la intervención hipócrita de los gobiernos norteamericanos, sino también la

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intromisión directa a través de la invasión con sus tropas. Aquella corrección era motivada por supuestos momentos de caos10 y desgobiernos que vivían algunos países latinoamericanos, lo que eran superados con la intervención armada y con el legado de una dictadura que, a sangre y fuego, defendiera aquel orden “público”, que no era (¿es?) otra cosa que mantener un escenario propicio para las estratosféricas ganancias de las empresas norteamericanas. Era el tiempo en que el imperialismo capitalista tenía rostro y bandera. Era la época del “Tío Sam” y de los “marines”. Estas “misiones restauradoras” no fueron otra cosa que, las purulencias de la guerra fría; época histórica marcada por el juego bipolar (Washington versus Moscú) de repartición de países para colocarlos bajo el influjo de una u otra potencia. Para el caso de Latinoamérica

“su responsable”, prácticamente “su tutor” era

(¿es?) Estados Unidos. Así desde los albores de las nacientes sociedades latinoamericanas los gobiernos norteamericanos se hicieron presente de forma tremendamente activa. En un breve recuento de intervenciones militares e inteligencia para el período de la bipolaridad tenemos acciones y expediciones como inaugurar (en 1946 en Panamá) la malmirada Escuela de las Américas, con el fin de formar y adoctrinar a oficiales militares del hemisferio. En paralelo a esta preocupación educativa el presidente Harry S. Truman inició el proceso de imposición de Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) Los primero “frutos” de esta “política reparadora” se vieron en Centroamérica. Cuba cae en manos de Batista, la democracia en Guatemala sucumbe ante una invasión patrocinada por Estados Unidos y se instala en el poder una seguidilla de “Juntas Militares” hasta que Carlos Castillo Armas se hace del poder abriendo un período oscuro para las fuerzas progresistas guatemaltecas. A su vez Nicaragua vive la sucesión de Anastasio Somoza Debayle, quien solo fue desalojado del poder nicaragüense por la insurrección popular sandinista.

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El senador norteamericano Beveidg en el año1900 expresó: ¨Dios nos ha hecho maestros organizadores del mundo para establecer el orden donde reine el caos. Él nos ha dado el espíritu del progreso para vencer las fuerzas de la reacción en la tierra… si no fuera por las fuerzas como éstas, el mundo se vería inmerso en la barbarie y la oscuridad¨. Citado por Yancarlos Yépez en su intervención en el I encuentro campesino antiimperialista. Pueblo Nuevo de la Sierra Falconiana: 17 de agosto de 2006.

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Ya iniciada la década del sesenta y con la revolución cubana en pleno desarrollo, nuevamente la agresión yanqui las re-emprende contra un país latinoamericano, en este caso la isla de los “barbudos”. Lo ocurrido con la Cuba revolucionaria es probablemente una situación que resume todas las acciones norteamericanas contra un país. El despliegue yanqui va desde el espionaje y la promoción del magnicidio hasta la invasión militar y el bloqueo económico. No ha escatimado esfuerzo alguno. Ha desplegado ingentes iniciativas políticas como impedir el ingreso cubano a organismos internacionales. Ha emprendido y sostenido por décadas el bloqueo económico. Y, por cierto, ha concurrido con apoyo técnicomilitar y financiero a empresas invasoras a la isla caribeña. Los gobiernos norteamericanos, sin distinción alguna, han mantenido todas y cada una de las iniciativas que hemos mencionado. La necesidad de inhibir cualquier intento, contrario a los intereses estadounidenses, hizo (hace) que las administraciones del gigante capitalista, asuma conductas impúdicas para contrarrestar las iniciativas revolucionarias y liberadoras. Los ejemplos no son pocos. En el año 1960 Eisenhower autorizó las acciones encubiertas para derribar el gobierno de Fidel Castro. Luego vino, en 196,1 la invasión de mercenarios a Bahía de Cochinos. Tal fue la pertinacia yanqui en sus intentonas desestabilizadoras, que la humanidad estuvo al borde de una guerra nuclear por la llamada (en la época) crisis de los cohetes11. Pero estas acciones que podríamos llamar directas contra el proceso cubano, no fueron suficiente para los estadounidenses. También se concurrió contra todos quienes simpatizaran con la revolución cubana. Este es el caso de Ecuador, país donde el año 1961 los aparatos de inteligencia norteamericana impulsaron (aprovechando las seriecísimas dificultades internas) el derrocamiento (en su

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En octubre de 1962, aviones norteamericanos habrían descubierto la instalación de rampas para lanzar cohetes. Además estas instalaciones habrían estado supervisadas por militares soviéticos. El 22 de octubre, Kennedy (Presidente demócrata) responde militarmente a través de la llamada "cuarentena defensiva", lo que no fue otra cosa que sitiar la isla. Este bloqueo se hizo desplegando un poder militar consistente en varias unidades navales y aviones de combate. La idea febril del momento fue que al intento de desplazarse las naves soviéticas, éstas tendrían la respuesta suficiente y necesaria como para impedirlo. En tres palabras estallaba una guerra (probablemente nuclear) entre las dos superpotencias. La lucha por la paz se colocó en la primera página de las agendas individuales y colectivas. El conflicto larvado sólo pudo disolverse por la propuesta del mandamás soviético, Kruschev, de retirar los cohetes rusos de Cuba a cambio del compromiso norteamericano de no invadir la isla. En parte fue cumplido el convenio. Solo que las acciones contrarrevolucionarias de los yanquis continuaron a través de otros caminos.

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cuarto período) del presidente de Ecuador Velazco Ibarra, quien para entonces se había mostrado muy apegado al régimen cubano. Pero sería en Brasil la intervención más emblemática de Estados Unidos en asuntos latinoamericanos o sudamericanos. Para el año 1964 Joao Goulart como presidente propuso una reforma agraria y nacionalizar el petróleo, lo que venía a dañar intereses capitalistas de sectores pudientes locales estrechamente ligados al coloso capitalista. Ello suficiente motivación para que se convirtiera en una víctima de un Golpe de Estado realizado por los militares brasileños, los que fueron apoyados irrestrictamente por Estados Unidos. Con el advenimiento de los cuerpos castrenses al poder se inaugura el periodo político que la izquierda (especialmente la revolucionaria) denominó “gorilismo” porque los mandamases representaban los intereses políticos y económicos más retardatarios. Asimismo el gorilismo llevó a la práctica, con el fin de neutralizar la resistencia de los revolucionarios, la prisión y la tortura. Los casos de asesinatos políticos y el inicio de la práctica de hacer desaparecer a los opositores no son pocos. Por cierto que no llegaron a los niveles a que llegaron más tarde otras dictaduras como la argentina (década del setenta y parte del ochenta) o la chilena encabezada por Augusto Pinochet. Esta es parte de la historia intervencionista de Estados Unidos y que centenas de revolucionarios la consideraron como uno de los motivos que justificó ampliamente la lucha armada a escala local. Dicho de forma distinta sólo habría revolución social y política, si y solo si se derrotaba en todos los planos al imperialismo norteamericano. De ahí se entiende de mejor forma aquello de crear “dos, tres Vietnam”. La discusión armada o el asunto de las “vías”. La discusión en torno a las vías hacia la revolución es mucho más amplia y compleja que la polémica entre “electoralista” y “vanguardistas armados” o, entre “etapistas” y “ultraizquierdistas”. Y, probablemente, en el devenir de las sociedades sudamericanas este presente (una y otra vez) esta cuestión la que debería ser tomada como un ejercicio de democracia entre los revolucionarios.

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Ocurrió ayer, ocurre hoy, obviamente que seguirá sucediendo. Por ello que se hace muy necesario observar, aunque sea sucintamente, lo ocurrido respecto de las “caminos” durante el siglo XX y las enseñanzas que podríamos sacar. A medida que el camino de las armas, por uno u otro lado, se fue convirtiendo en la verdad de los revolucionarios --- contingente de hombres y mujeres fundamentalmente jóvenes -- se abrió simultáneamente una fuerte, profunda y prolongada polémica en las izquierdas latinoamericanas. La cohorte revolucionaria de los años sesenta, hija de la gesta de “Sierra Maestra”, colocó en entredicho la propuesta de antiguos militantes comunistas, estrechamente ligados a las directrices moscovitas. Esta situación a veces intensa, otra superada con eufemismo, no hizo otra cosa que estorbar uno de los aspectos gravitantes en la lucha contra el imperialismo y la construcción de una sociedad más justa como es la unidad política del pueblo y los revolucionarios. Y, por cierto, el resultado fue el esperable: derrota en prácticamente todas las empresas guerrilleras y el paso lento pero inexorable de los sobrevivientes hacia formas tolerables de hacer política, como fue (es) el camino electoral. El asunto de “las vías” se tornó en un problema estratégico. El problema fue si el camino debía ser por el carril institucional, por la vía electoral; es decir de forma pacífica y gradual; o, por el contrario, si el sendero escogido tenía que ser revolucionario o armado. En términos concretos se trataba de escoger entre lo que la democracia representativa ofrecía (y permitía) y la lucha directa armada. Para la década del sesenta con los recurrentes golpes militares y el triunfo de los barbudos isleños, la discusión se hizo más intensa, a tal extremo que se empezó a teorizar respecto de las “vías” a escoger. Un pequeño grupo de revolucionarios chilenos, a través de su prensa escrita se preguntó insistentemente sobre el camino a escoger. En su publicación indagaban sobre el tema diciendo que ellos, marxistas, dejaban en manos de los trabajadores el dilucidar el problema planteado. No obstante dejaron abierta la pregunta si existía algún país, en donde los trabajadores hubieran accedido al poder pacíficamente12. La respuesta fue 12

El Rebelde. Número 4 del 31 de marzo de 1962. Santiago de Chile.

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obvia: sólo en aquellas sociedades en las que el proletariado (conducido por una vanguardia) había usado la violencia la posibilidad revolucionaria se había concretado. Los ejemplos nombrados fueron Rusia, China y Cuba. En el marco de la polémica por “las vías”, podríamos arriesgarnos a decir que en la historia sudamericana del siglo XX encontramos, como antípodas a la vía electoral o pacífica, dos grandes formas de emprender la rebelión revolucionaria. Una, que apreciable como un atajo a la historia, como es el putschismo cuya presencia es detectable en varios países sudamericanos durante la primera mitad del siglo XX. La otra, el vanguardismo o conductor de masas, tuvo su punto de origen en la Revolución cubana, expandiéndose por gran parte de Sudamérica. El putschismo o rebelión elitista. El putschismo13, es decir el hacerse del poder sin las masas, sin la participación consiente de los explotados, terminaba en un gobierno de derecha. No obstante los putsch no fueron, en opinión de Regis Debray, patrimonio de la derecha. La historia del movimiento tenentista14 de Brasil registra un triste episodio de putschismo, en el que estuvo involucrado el Partido Comunista y que le significó la clandestinidad por más de una década, a raíz del fracaso más rotundo de la intentona putschista15. Este fenómeno político castrense fue más o menos generalizado en América Latina. Es posible detectarlo en, además de Brasil, Argentina, Venezuela, Perú e incluso Chile16. La explicación recurrente y probablemente más ajustada a la realidad es que la composición social de la oficialidad joven y la suboficialidad (soldados y clases) del Ejército correspondía a sectores bajos y medios. Este hecho avalaba la teorización de que los cuerpos castrenses (al menos el Ejército) como 13

También se usó el término de “cuartelazo” porque por lo general estaban involucrados los militares de baja graduación. El Tenentismo fue un movimiento de oficiales jóvenes, mayoritariamente tenientes, del ejército brasileño (principio de los años veinte) que estaban fastidiados con la situación brasileña. Carecieron de ideología pero fueron pertinaces para exigir cambios políticos en el país. Una de las exigencias fue instituir el voto secreto y reformar la educación pública. Ver el artículo “Las miradas desde afuera a la izquierda latinoamericana. Un desafío”, páginas 6 y 7 de los profesores Mario Toer, Pablo Martínez Sameck y Juan Antonio Diez, en http://www.sociales.uba.ar/wp-content/uploads/10-Toer.pdf 15 Revista Punto Final. Sección Documentos. Edición Nº 30. Página 3. Óp. Cit. 16 La historia oficial castrense de Chile reconoce que “durante la década de 1920, la situación social, económica y política de la Nación se manifestó en una sucesión de crisis, que tendrían como protagonistas a oficiales de Ejército. Algunos integraron las Juntas de Gobiernos de 1924 y de 1925, entregando esta última el poder a don Arturo Alessandri el 20 de marzo de ese mismo año”. Ver en http://www.ejercito.cl/historia.php?periodos=siglo-xx 14

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“microcosmos”

de

la

sociedad

reflejaba

las

contradicciones

sociales

a

macroescala, es decir a nivel nacional de un país. Esta suerte de indisciplina militar de los subalternos se debería en la ausencia de una formación profesional y al debilitamiento sostenido del modelo de dominación fruto de la decadencia oligárquica. Ya no bastaba el enganche o el heroicismo de algunos oficiales (ligados a la aristocracia independentista) para mantener la cohesión y disciplina en los cuerpos armados. Se necesitaba un proyecto y una doctrina. En el caso chileno sería la aplicación del concepto prusiano lo que permitiría recuperar un Ejército disciplinado y (supuestamente) apegado a la institucionalidad vigente. El putschismo representaría una de las vías no pacífica, por las que se optaron durante la primera mitad del siglo XX, para generar transformaciones en Sudamérica. Se vio y utilizó en Venezuela con la participación de toda la dirigencia de “Acción Democrática” en el derrocamiento de Isaías Medina; lo mismo ocurrió en Perú con el “APRA” que participó directamente en las insurrecciones militares de Trujillo y Callao en 1930 y 1948 respectivamente. No muy distinto fue lo ocurrido en Chile, aunque es necesario rescatar los matices. Por ejemplo que la FOCH no fue enteramente partícipe de arrestos levantiscos de los uniformados; salvo, por cierto, lo ocurrido con la sublevación de la Escuadra en la primavera de 1931. La vanguardia: ¿otra forma de rebelión elitista? El francés Regis Debray17, fue quien por primera vez teorizó respecto de la propuesta liberadora de Fidel Castro; éste camino fue difundido como “el castrismo” y tuvo gran impacto entre los jóvenes revolucionarios sudamericanos. En un extenso artículo titulado “El Castrismo: La Gran Marcha de América Latina”18 buscó explicar y validar el Castrismo. Según su análisis y advirtiendo que aún no era “un modelo triunfante” o “una estrategia estricta”19 pero que si existía 17

Debray, periodista, fue capturado por el Ejército boliviano en el marco de la lucha del Che en el país altiplánico. Fue condenado a 30 años de prisión, pero sólo estuvo poco más de dos años detenido gracias a la intervención y rogativas de decenas de intelectuales y políticos como André Malraux, François Mauriac y Jean Paul Sartre. Incluso el propio Charles De Gaulle aportó en la defensa del periodista galo. No ocurrió lo mismo con otro sobreviviente de la guerrilla guevarista, el argentino Ciro Busto, por quien prácticamente nadie intercedió. Más grave aún, mientras el europeo fue presentado como un héroe, al trasandino se le tildó de traidor por la Oriana Fallaci. Ver más en http://www.pagina12.com.ar/2001/01-10/01-10-28/pag21.htm. 18 Revista Punto Final. Sección Documentos. Edición Nº 30. Primera quincena de junio del año 1967. Santiago de Chile. 19 Revista Punto Final. Sección Documentos. Edición Nº 30. Página 2. Óp. Cit.

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en todos aquellos lugares donde luchaban (según su palabras) “millares de combatientes”. En pocas frases el castrismo era “el” método de lucha preferido por los revolucionarios de los sesenta. Su expresión concreta fue “el foco guerrillero”, método de lucha que habría venido a constituirse en la negación de los “golpes de Estado” o el “putschismo”. Pero no sólo se trató de la guerrilla rural. También se experimentó con otras variantes de vanguardismo como la guerrilla urbana (MNL-Tupamaros de Uruguay) o la combinación de lo rural con lo urbano (ERP-PRT de Argentina) ello sin excluir la alternativa mirista de Chile de constituir los grupos político-militares que, sin descartar escenario geográfico, impulsasen la lucha armada de masas y la constitución del poder popular. La más gráfica de las definiciones de esta “vía” la encontramos en uno de los movimientos revolucionarios argentino más gravitante durante las décadas del sesenta y parte del setenta como fue el PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores). En una de sus publicaciones se explicó que los obreros y explotados no superaban por si solos los términos del reformismo. Ello era de esta forma “por cuanto la explotación y opresión a que se ve sometida su clase no se limita únicamente al terreno económico. Abarca íntegramente todos los aspectos de su vida. A la clase obrera le está vedado el acceso a la cultura, la posibilidad de viajar y conocer las experiencias de otros pueblos, el manejo directo de los elementos teóricos del socialismo”20. Por consiguiente la teoría revolucionaria debía llevarse “a los obreros “desde fuera” de su clase, al menos en la primera etapa de su formación política”21. Su inspiración política no es difícil de rastrear. El vanguardismo sesentero suramericano encuentra su matriz en el pensamiento de Lenin, quién explicó que la vanguardia implicaba convertirse en un destacamento avanzado que obligaba a “actuar de tal modo que todos los otros destacamentos vean y estén obligados a reconocer que marchamos a la cabeza”. Y, en este afán por ser legitimados como 20

Pequeña burguesía y Revolución. Su autor es un “destacado cuadro del PRT”. artículo publicado en EL COMBATIENTE N° 54 y 55. Enero y febrero de 1971. Ver en http://www.cedema.org/uploads/Pequena_burguesia_y_revolucion.pdf 21 Ibídem.

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vanguardia (conductores) la tarea principal de los militantes era “incitar a quienes están descontentos únicamente del régimen universitario o del zemstvo, etc., a pensar que es malo todo el régimen político”22, es decir llevar al resto de los segmentos sociales a superar el reformismo, cualquiera fuera su sello. Lucha armada en el “cono sur” de América Latina: Chile, Argentina, Uruguay y Bolivia… ¿los Vietnam anhelados? Cuando Ernesto Guevara de la Cerna proclamó su exigencia liberadora de crear “un, dos, tres Vietnam”, la lucha guerrillera ya estaba instalada en América Latina. Pero en esta epopeya bélica (como en el sudeste asiático) no estuvo involucrado un pueblo-nación luchando bélicamente contra potencias imperialistas y sus sirvientes nativos. Si bien las acciones armadas en Latinoamérica se orientaron a combatir el imperialismo norteamericano, quienes las llevaban adelante no podrían considerarse integrantes de un pueblo-nación. Por el contrario, las filas guerrilleras estuvieron formadas principalmente por jóvenes provenientes de la llamada pequeña-burguesía que accedieron a una ideología revolucionaria y de liberación no tanto por su cotidianeidad sino por fuentes teóricas. La mayor parte de este contingente fueron estudiantes destacados, hijos de dirigentes del tronco histórico de protagonistas de alzamientos sociales y políticos que introdujeron, con distintos resultados, reformas a un Estado que impresionaba como autoritario. Las incubadoras de estas guerrillas no fueron únicas, ni uniformes. Hubo “toma de las armas” en un contexto de democracia representativa más o menos consolidada (como el MIR de Chile y el MNL-Tupamaros de Uruguay) y también las hubo bajo gobierno fuertemente represivos como en Brasil (VAR-Palmares). Pero varias de ellas tuvieron de común una fuerte crítica al llamado reformismo comunista-estaliniano y su alegato de estar regresando a la esencia misma del marxismo como es la revolución. Y esa reversa hacia la revolución los hizo volcarse a los “clásicos”, tanto de esfera mundial, como continental. Marx fue estudiado no tanto por su voluminosa obra (El Capital) sino por un “panfleto” dirigido a obreros (El Manifiesto Comunista) o por su experiencia directa en una sublevación social (La Comuna de París) a Lenin lo encontraron buscando 22

¿Qué hacer? Lenin

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entender las herramientas de la opresión (El Estado y la Revolución) o procurando hacerse de los instrumentos revolucionarios (EL Que Hacer). Pero sus aprendizajes teóricos también se dirigieron a los revolucionarios locales de primera hora o tempranos, constituyéndose Mariátegui como el más influyente, especialmente en Perú. De esta forma en la década de los sesenta --- con las guerrillas --- se “inauguraba un nuevo período revolucionario para el marxismo latinoamericano que, tal como señala Michael Löwy (1999), recuperaba algunas de las ideas del «comunismo original» de la década de los años veinte”23. Uruguay y los Tupamaros: “habrá Patria para todos o no habrá para nadie”. ¿Cómo entender que en un país considerado la “Suiza de América” hubiese surgido, a su vez, una de las organizaciones político-militares más activa de la región? Pocos, para la década del sesenta, dudaron del clima de paz y desarrollo que se vivía en Uruguay; desde la izquierda hasta el derechismo se conformaban con la teoría de “país isla” en Latinoamérica24 y que a excepción del resto de los países sudamericanos, que empezaban a vivir propuestas revolucionarias, entre los uruguayos no había espacio para alternativas al camino electoral y al Parlamento. Además la economía, el sistema económico, cumplía con todas y cada una de las expectativas de la familia uruguaya. Incluso, se creyó, que los avatares bélicos del mundo capitalista terminaban favoreciendo al desarrollo uruguayo que, incluso, permitía abrir paso hacia el industrialismo. El ex dirigente del MNL Jorge Zabalza explicó esta situación diciendo: “El Uruguay era la Suiza de América en esa época. Igual que la Argentina, medrábamos de las guerras mundiales, de la guerra de Corea, le vendíamos carne, cuero, para los equipos militares, lana, para los equipos militares, un gran 23 Organizaciones armadas y dictadura institucional. Nercesian Inés. FERMENTUM, página 448. Año 16 - Nº 46 – Mayo a agosto del 2006. Mérida - Venezuela - ISSN 0798-3069 24 Jorge Zabalza habla de excepcionalidad diciendo “Uruguay era una excepción en América Latina. Cuando toda la América de los años '60 empezaba a agitarse, las posiciones oficiales en el Partido Socialista, en el Partido Comunista sostenían que el Uruguay era un caso excepcional, no había condiciones para que ocurriera ningún tipo de rebelión popular, menos aún lucha armada. La política y los cambios pasaban por el Parlamento y por la lucha electoral”. Uruguay, los Tupamaros ayer y hoy. Cátedra Libre “Ernesto Che Guevara. Las Revoluciones en América Latina. Correspondencia de Prensa. Dossier N° 28, junio 2006. Ver en http://www.cedema.org/uploads/zabalza_tup.pdf.

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ingreso. Además, como había guerra en el mundo capitalista, en Uruguay se dio la necesidad de un desarrollo industrial para abastecer el mercado interno y también eso dio trabajo. Así hubo redistribución del ingreso y eso hacía que la vida en el Uruguay pareciera que iba a ser para siempre un remanso de paz.25” En otras palabras era una democracia representativa consolidada y un sistema económico incluyente y satisfactorio para la mayoría, en la que se destaca una clase media creciente e influyente. No obstante esta excepcionalidad era más aparente que real. Desde la perspectiva legal existían pocas posibilidades de derechos sindicales para los trabajadores rurales. Sin instrumento de defensa (sindicato) para el campesinado resultaba extremadamente difícil asumir la defensa de sus derechos. Y, por consiguiente las manifestaciones de resistencia a los abusos patronales fueron más bien espontáneas y por tanto fáciles de aislar, controlar o derechamente reprimir. A su vez en el mundo urbano, en este caso en Montevideo, también se sucedían conflictos y protestas de los trabajadores. Célebre fue el caso de los trabajadores ligados a la industria de exportación y que el mismo Zabalza recuerda en los siguientes términos: “…en esos años, se dieron una serie de conflictos sindicales de los trabajadores de la carne, de los frigoríficos, de trabajadores de vidrio y de los trabajadores portuarios, que, paradójicamente, algo inesperado en aquellos tiempos del Uruguay, terminaron enfrentándose con el ejército que los encerró en el Cerro, un barrio aislado de la ciudad por el arroyo Pantanoso. Se los encerró y se ocupó el Cerro militarmente y ahí en el puente, que viene a ser como el puente Pueyrredon, ahí se enfrentaron los trabajadores con los militares…”26 Sin embargo, poco creyente de la mentada excepcionalidad de su país, Raúl Sendic prefirió abandonar sus cargos (muy cómodos por lo demás) en el institucionalizado Partido Socialista para aventurar cambios en la ruralidad uruguaya y desde allí empujar hacia arriba, hacia la epidermis social, los conflictos del campesinado. Raúl Sendic, en su condición de abogado, hizo un trabajo organizacional entre los trabajadores agrarios. Allí se topó con dos factores que influirían en su quehacer como revolucionario. Por una parte se enfrentó directamente con el capital norteamericano, invertido en grandes empresas 25

Uruguay, los Tupamaros ayer y hoy. Jorge Zabalza. Cátedra Libre “Ernesto Che Guevara. Las Revoluciones en América Latina. Correspondencia de Prensa. Página 1. Dossier N° 28, junio 2006. Ver en http://www.cedema.org/uploads/zabalza_tup.pdf. Ibíd. Página 2.

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agrícolas, que usaba y abusaba de los trabajadores aprovechando las condiciones de indefensión en que se encontraban. Por otra vereda hubo de resistir y combatir (incluso físicamente)

un sindicalismo coadyuvantes

de los

empresarios,

debilitando los movimientos reivindicativos del resto de los trabajadores27. En esta lucha social se sabe que la fortaleza del empresario (y además su interés principal) está en la propiedad de la tierra. Es el carácter de latifundista el que permite al empresariado rural influir en todos los recodos del Estado, sean éstos el Gobierno, los legisladores, los Tribunales de Justicia, la Policía, el Ejército e incluso algunas organizaciones sociales (como los gremios de profesionales y los sindicatos ) y con ellos tejer una potente malla de protección que le abrigarse de las inclemencias de una protesta social. Por tanto, le pareció a Sendic impostergable levantar la reivindicación por la tierra, por la propiedad de ella, impulsando la Reforma Agraria, bajo la consigna de “tierra para el que la trabaje”28. Sendic abandonó el socialismo uruguayo para instalarse en “las arroceras, a las plantaciones de remolacha, a la caña de azúcar en el norte, a organizar sindicatos, a explicar al trabajador sus derechos”29. Creía en un camino de lucha de masas, de usar los medios legales (en este caso la legislación laboral) para reivindicar las demandas de los trabajadores. Sin embargo, en este oasis social como era considerada la sociedad uruguaya, la presión de los trabajadores fue repelida con fuerza por el Estado. Cuenta uno de los testigos de la época que “parecía insólito que hubiera tanta represión para un reclamo sindical pero el objetivo de los amortiguadores batllistas30 era ése, poder aislar y combatir con tranquilidad cualquier expresión de la lucha de clases”31. Esta situación llevó a los trabajadores a idear herramientas que neutralizaran la acción represiva. Así fue como nacieron los grupos de autodefensa de los obreros en conflicto; organizaciones que no solo 27 Raúl “Bebe” Sendic en la historia de las luchas cañeras 45° aniversario de la creación de la Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas (UTAA) – 1961 – septiembre – 2006. Mario Rossi Garretano. Página 5. En www. mro.nuevaradio.org. 28 Ibíd. 29 Uruguay, los Tupamaros ayer y hoy. Jorge Zabalza. Cátedra Libre “Ernesto Che Guevara. Las Revoluciones en América Latina. Correspondencia de Prensa. Página 2. Dossier N° 28. Óp. Cit. 30 Batllismo: corriente del Partido Colorado que sigue ideas y línea política propuesta por José Batlle. 31 Uruguay, los Tupamaros ayer y hoy. Jorge Zabalza. Cátedra Libre “Ernesto Che Guevara. Las Revoluciones en América Latina. Correspondencia de Prensa. Página 2. Dossier N° 28. Óp. Cit.

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estaban dispuesta a utilizar la fuerza contra los cuerpos policiales, sino además se preocuparon de desatar una dinámica de estudio y discusión de la realidad política tanto a escala nacional, hemisférica como planetaria. En aquellas discusiones, estuvo activamente presente Raúl Sendic, aportando su conocimiento y capacidad política. Lo visto hace pensar que Sendic optó por la lucha armada después de haber “agotado” la exclusiva preferencia por el trabajo social y político. No llegó a la guerra revolucionaria directamente, por contrario, su aproximación fue sucesiva y descubriéndola desde la llanura social. Esto ocurría a inicios de los años sesenta. Pero, el escenario nacional e internacional

presentaba experiencias

de todo tipo (culturales,

militares,

económicas e incluso doctrinarias) que serían caldo de cultivo para pensar y crear nuevas formas de organización política, a su vez, nuevas maneras de demandar los cambios políticos y sociales. La “paz social” del Batllismo dio paso a una nueva faz del Estado uruguayo: el pachequismo. En el año 1967 Jorge Pacheco Areco asume la presidencia de Uruguay. Desde allí se puso como primera prioridad el velar por la seguridad interna del país, eufemismo político para referirse a la necesidad de reprimir cualquier manifestación de descontento social y neutralizar a las organizaciones políticas que estuviesen en condiciones de hacerle frente. Pacheco no disimuló a favor de quien gobernaría y menos demoró mucho tiempo en hacerlo. A los días de haber asumido censuró la prensa progresista e ilegalizó varias organizaciones políticas de izquierda; busca controlar la inflación congelando los sueldos y salarios, o sea dejando caer en las espaldas de los pobres la solución de la crisis del capitalismo local; además baja los gastos del Estado eliminando varios programas sociales, por ejemplo el término de la gratuidad para el transporte estudiantil. La reacción social no se hizo esperar y fueron los estudiantes los primeros en salir a las calles y, por cierto, también los primeros en sufrir la represión asesina. El ímpetu de Pacheco y la impotencia de la izquierda formal e institucional, hizo realidad el llamado “golpe técnico”, que no fue otra cosa que un golpe de Estado que consolidó a Pacheco Areco como un gobernante autoritario. Este sería, sin

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perjuicio de haber desarrollado antes algunas acciones armadas, el momento que los Tupamaros consideraron propicio para desarrollar una abierta guerrilla urbana. Esta es una parte de la explicación: los “Tupas” responden con violencia a la violencia del Estado. Es decir, se convierten así, con la lucha armada, en defensores de la ley, transgredida por los golpistas. Sin embargo otros ex militantes sostienen que un alegato así nace de las necesidades políticas actuales, se origina en un realismo político; del hambre por aggionarse y no quedar fuera de la historia. El apremio por continuar vigente, por estar en la “política”, por pensar con realismo político llevaría a los viejos guerrilleros a “quitarse las vestiduras de revolucionarios, limpiarse de haber ejercido la violencia revolucionaria”32. La verdad (cree Jorge Zabalza) sería totalmente distinta porque no habrían nacido “defender las instituciones democráticas”; sino todo lo contrario porque “en realidad lo que queríamos era tumbarlas de una vez para siempre”33 y, se trataba de “tumbarlas” para sustituirlas por una institucionalidad que se diera el pueblo. No hubo disposición alguna defensa de la democracia representativa (y burguesa), sino que el objetivo (y así lo dijeron sus documentos) era tomar el poder y destruir el Estado (burgués) De todo lo dicho se desprende que a los ojos y pensamiento de los Tupamaros, la democracia representativa de la “Suiza sudamericana” carecía de legitimidad y con ello, su modelo económico, el capitalismo carecía de valor y eficacia para satisfacer los requerimientos del pueblo. Todo esto obligaba a hacer la revolución y el camino surgía casi espontanea y consecuentemente: la lucha armada. Es quizás, la experiencia tupamara, la más “novedosa” de las guerrillas. Vista por muchos por su audacia y limpieza en sus acciones armadas como un ideal de lucha guerrillera. Es, probablemente, la más importante y gravitante acción guerrillera urbana de Latinoamérica. Sus responsables fueron los integrantes del MLN-Tupamaros comandado por Raúl Sendic. Para los Tupamaros el camino de 32

Uruguay, los Tupamaros ayer y hoy. Jorge Zabalza. Cátedra Libre “Ernesto Che Guevara. Las Revoluciones en América Latina. Correspondencia de Prensa. Página 11. Dossier N° 28. Óp. Cit. 33 Uruguay, los Tupamaros ayer y hoy. Jorge Zabalza. Cátedra Libre “Ernesto Che Guevara. Las Revoluciones en América Latina. Correspondencia de Prensa. Página 10. Dossier N° 28. Óp. Cit.

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la lucha no podía ser otro que la guerrilla urbana; lo que constituía una irreverencia política porque estaba en boga (desde la Sierra Maestra) la guerrilla rural. Uruguay era un país esencialmente citadino, por tanto era allí donde se concentraban las mayores e insalvables contradicciones sociales con el capitalismo. La montaña quedó absolutamente descartada como escenario para originar y desarrollar la lucha armada. De acuerdo a sus tácticas, los “Tupas” no tuvieron, mejor dicho respondieron claramente a quienes veían contradicción entre el llamado “foquismo” y la constitución de un Partido para la revolución. Para ellos el “foco” era el método de lucha y el “partido” constituía la organización revolucionaria: “No se puede contraponer una cosa que se refiere a organización con otra que se refiere al método de lucha, o de acción. El partido es una organización política y el foco armado es un método de lucha”34. Consideraron que este equivoco se originaba en la tradicional forma de concebir al partido como organización política. Los Tupamaros defendieron su posición alegando que existía una idea pre-concebida de relacionar a la organización política exclusivamente con la propaganda y con la militancia que en nada se había renovado. Obviamente que esta defensa estuvo dirigida a quienes se localizaban en la vereda reformista de la izquierda uruguaya. Esta equivocación de la izquierda tradicionalista la demostraron alegando que tanto los bolcheviques como en la lucha maoísta el Partido existió siempre, sin perjuicio de haber emprendido acciones armadas35. En cambio en la guerrilla, en la acción armada, se daba la síntesis entre la concepción tradicional de partido (propaganda y militancia) y lucha armada (el foco). Es decir, para el MNL este método sería una etapa superior en la organización y conducción de la lucha revolucionaria. El “modelo” de guerrilla surgió de las características geográficas uruguayas. Es sabido y así lo recuerdan algunos dirigentes que Uruguay no tiene cerros ni montes que permitieran albergar un destacamento guerrillero. Es un país 34

Uruguay: la estrategia de los Tupamaros. Partido o Foco: un falso dilema. Página 8. Los Libros. Para una crítica Política de la Cultura. N° 24. Enero de 1972. Argentina. Ibíd.

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esencialmente urbano. Por esto que era imposible seguir el camino de revolucionarios cubanos o aplicar “el esquema que aparecía en los libros de Debray, en “Guerra de guerrillas” del Che Guevara. Irse a las sierras y ahí instalar un foco”36. Tuvieron que innovar y para ello estudiaron otras experiencias de lucha, especialmente aquellas que se verificaron en las ciudades. Un histórico dirigente recuerda que analizaron la resistencia francesa anti-nazi, la guerra de liberación israelita ante los británicos; la rebelión en el gueto de Varsovia; la guerrilla chipriota contra los griegos y; por cierto, las batallas urbanas sucedidas en la revolución cubana. En definitiva, los tupamaros, optaron por la guerrilla urbana, sin inventar nada, sino que sistematizando y adaptándose a la realidad de Montevideo37. Pero el método no lo es todo. Estos revolucionarios tuvieron el mismo problema que otras organizaciones revolucionarias: cómo ganarse a las masas. Una cosa fue (es) generar simpatías entre los explotados y otra es captarlos para la lucha armada. Una cosa es el “Robín Hood”38 (moderno) y la otra que los de abajo legitimen el uso de la violencia armada. Para ninguna organización revolucionaria es un desafío simple. Los trabajadores, sean estos campesinos u obreros industriales, empleados o profesionales, tienen mochilas sociales difíciles de remover (familia, hijos, trabajo, etc.) y sentirse libres para emprender una guerra de la que se termina muerto, preso, exiliado o triunfante. El factor más complejo es que el pueblo comprenda la necesidad política de la violencia. Y es más dificultoso cuando la organización revolucionaria se considera vanguardia y por tanto (auto) autorizada para transportar a los pobres hacia lo (supuestamente) correcto. Cómo entrar en contacto con los frentes sociales, no fue (es) una cuestión baladí. Los Tupamaros creyeron resolver este asunto generando un puente entre las masas y la organización. Dijeron: hay que “crear una telaraña” entre las estructuras tupamaras y el pueblo39. Con estos puentes y telarañas la 36

Uruguay, los Tupamaros ayer y hoy. Jorge Zabalza. Cátedra Libre “Ernesto Che Guevara. Las Revoluciones en América Latina. Correspondencia de Prensa. Página 5. Dossier N° 28. Óp. Cit. 37 Ibíd. 38 Uruguay, los Tupamaros ayer y hoy. Jorge Zabalza. Cátedra Libre “Ernesto Che Guevara. Las Revoluciones en América Latina. Correspondencia de Prensa. Página 4. Dossier N° 28. Óp. Cit. 39 Ibíd.

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organización tupamara se comunicaría con el pueblo, le haría llegar a los explotados la adecuada línea política y el correcto camino de lucha. Graficar de mejor forma el concepto de vanguardia resulta prácticamente imposible. Los tupamaros vivieron (sufrieron) la violencia extrema de la lucha revolucionaria de la época. Ella --- la violencia --- se explica tanto por el período (Guerra Fría, Seguridad Nacional, Dictadura, Período Pre-Revolucionaria) como por el tipo de militancia (político-militar) que se exigía. Fue una violencia que cayó en sus espaldas, tanto para sufrirla como para hacerla sufrir. Es la lógica de la guerra, en la que nadie debiera

detenerse en los costos sino fijar la mirada sólo en el

objetivo. Esta forma de pensar tuvo múltiples expresiones, pero quizás la que mejor sintetiza la idea es la frase: “son costos de la revolución”. Probablemente cuando explicaron el uso de la fuerza extrema (causando muerte) resultó más fácil si se trató del enemigo: militar, delator, agente norteamericano, etc. Pero no siempre la víctima fue enemigo; hubo ocasiones en que los caídos (castigados) fueron hombres de las filas tupamaras. Estos límites tuvieron múltiples razones y explicaciones, por ejemplo el vicio burgués de robar, como fue la historia de Roque Arteche, un “Tupa” ejecutado por sus compañeros. Supuestamente Arteche habría cometido el delito de robarle a la organización40 y por esto la dirección político-militar tupamara decidió ajusticiarlo41. El final de Arteche es poco conocido. Sólo se comunicó que había sido ajusticiado. Este tipo de hechos ha sido evaluados como poco contributivo y algo inexplicable por los ex dirigentes; sin embargo (se alega) sería fruto de las circunstancias extremas que envolvía a la militancia, a la lucha y el destino de la revolución. Sin perjuicio de lo dicho constituye un problema ético para los revolucionarios que solo se puede explicar (no necesariamente justificar) desde una perspectiva guerrera. El ex dirigente David Cámpora recuerda que fue informado “cortito”42 y que no se preocupó más porque después que se fugó, no pensó más “en esas cosas”43.

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Mal Paso. Entrevista con el ex dirigente tupamaro David Cámpora. En http://www.montevideo.com.uy/notnoticias_63765_1.html La Dirección político-militar estaba constituida, entre otros, por David Cámpora y Eleuterio Fernández Huidobro 42 Mal Paso. Entrevista con el ex dirigente tupamaro David Cámpora. En http://www.montevideo.com.uy/notnoticias_63765_1.html 43 Se refiere a la fuga de Tupamaros prisioneros del recinto carcelario “Punta Carretas”. Ibíd. 41

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Podría entenderse el ajusticiamiento del ex guerrillero Arteche en el marco de un conflicto armado. Fue evidente que dañó a la organización y, en un contexto de guerra declarada toda acción dañina para el destacamento (de cualquiera que sea la inspiración) tendría que ser castigada severamente. Al menos así piensan “científicos de la guerra”. Hay otros casos que podríamos llamar “ajusticiamientos tácticos” o “por necesidad superior” y que algunos Tupamaros lo han catalogado de “horrible”. Pascasio Báez, campesino, casado y con hijos. Nunca había militado en política. Y se mantenía gracias a trabajos diversos, era algo así como conocemos en Chile “un gañan”. A fines del año 1971 perdió un caballar y salió en su búsqueda. En su afán se topó con uno de los cuarteles tupamaros y fue detenido por la guardia guerrillera. Estas instalaciones eran extremadamente importantes para los Tupamaros, lo que complicó la situación de Báez: sabía mucho y podría delatarlos. Se hizo necesario “remediar” lo ocurrido. Para ello se manejaron tres alternativas:

detenerlo

indefinidamente

(es

decir

convertirlo

en

un

secuestrado/prisionero de guerra); llevarlo al exterior (una forma de exilio) y; ejecutarlo. El análisis de inteligencia militar de los tupamaros, dijo que mantenerlo prisionero era inconveniente porque peligro de fuga era permanente; y además, la prisión revolucionaria de un campesino era inexplicable (no era lo mismo que apresar a un asesor extranjero) Llevarlo fuera de Uruguay no aseguraba el retorno de Báez al país y quedaba latente su “venganza” entregando la información a la policía. Por tanto la única opción fue la ejecución del campesino, sería una muerte preventiva, y así se hizo. ¿Cuál es la evaluación de este suceso? El mismo David Cámpora explica que situaciones como la del campesino Báez o la de Arteche son, desde todo ámbito, errores brutales y que en nada contribuyen a la lucha popular, más aún; en nada se compadecen con el concepto de “justicia revolucionaria” o de la verdadera ética militar. Cámpora es categórico diciendo: “Desde el punto de vista humano es horrible, por ejemplo el caso del peón rural Pascasio Báez y desde el punto de vista político es un error tremendo. En ese momento estás razonando políticamente siempre, toda tu vida es política, pero

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desde ese punto de vista también es incorrecto, está mal, son soluciones que a veces parece que las imponen las circunstancias. Un preso común, como les decíamos nosotros un preso social, que tiene una formación humana, limitada y deformada, que se integra a la organización, donde hay un gran respeto por los compañeros y una disciplina cerrada que te da la confianza entre unos y otros, es un error incorporarlo sin antes conocerlo profundamente y cuando el hombre se resbala porque está acostumbrado a resbalar. Desde el punto de vista de la "Justicia revolucionaria" no lo podés aplicar, desde el punto de vista militar, se pasa por encima de una cantidad de normas éticas, sociales por el peligro, el riesgo y la imposibilidad de aplicar otras medidas”44

En definitiva el asunto ético de la guerra revolucionaria se convirtió en una compleja situación y que cuando no se supo abordarlo correctamente, terminó contribuyendo a la derrota. El razonamiento belicista nace y desarrolla en la confrontación con el gobierno de Pacheco Areco. El MNL-Tupamaros respondió con acciones militares a cada hecho represivo que sufrían los trabajadores.

Así, por ejemplo, cuando los

obreros electricistas fueron reprimidos por su conflicto, los guerrilleros tupamaros secuestraron al jefe máximo de la compañía eléctrica estatal. Cuando los empleados bancarios fueron militarizados para evitar los conflictos. Los “Tupas” apresaron al presidente de la asociación de banqueros. Fueron acciones que buscaron la simpatía de los trabajadores agredidos. Los guerrilleros tupamaros actuaron como justicieros sociales. Y, esto, como ya lo dijimos despertó simpatías, pero no necesariamente adhesión. Probablemente este habría sido otro de los elementos políticos que contribuyeron a la derrota de la línea político-militar del MNL-Tupamaros; lo que no significa su derrota estratégica (política) que los hubiese llevado a su división y disolución: “Nosotros consideramos que tuvimos una derrota militar, no política. Si hubiera sido una derrota política, el movimiento hubiera desaparecido, como desaparecieron otros en el continente”45. Por lo corriente los fracasos de las organizaciones político-militares se explican colocando la atención en el enemigo y sus acciones, muchas de ellas reñidas con 44

Ibíd. “Siempre hice política para no regalársela a los que nos fundieron”. Entrevista a Julio Marenales Sáenz, realizada por Luis Bruschtein. Marenales es un carpintero y, uno de los fundadores de los tupamaros uruguayos. Ver en http://www.archivochile.com/America_latina/JCR/MLN_T/tupa_sobre/tupasobre0004.pdf 45

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el respeto más básico de los Derechos Humanos. Es recurrente atribuirle al enemigo conductas insanas, olvidando que responde exclusivamente a una formación profesional, política y doctrinaria. Pero es poco frecuente encontrar balances político-históricos que incluya los factores endógenos que contribuyeron al fracaso. Se olvidad, algunas veces, incluir los baches propios en los análisis y re-cuentos del quehacer organizacional. Por ello, en este caso, sabiendo que el pachequismo (así como otros regímenes autoritarios) no quiso (no pudo) hacer otra cosa que utilizar todos los medios de una guerra soterrada (tortura, secuestros, desapariciones, asesinatos, etc.) no preocuparemos de aquellas opiniones que consideran los factores internos del movimiento para entender y explicar las causas de la derrota. Existen varias tesis sobre la derrota del MNL. Los sobrevivientes han sido prolíferos en heredar, a las nuevas generaciones, su experiencia y la evaluación de ella. Probablemente en ello radica la fortaleza que tuvieron para re-inventarse en la política uruguaya. Para unos el descalabro está en el influjo que tuvieron el ERP y el MIR chileno en las filas Tupamaras. Ese influjo se tradujo en la decisión de convertir al movimiento en un partido, que sería “el partido del proletariado” y por consiguiente era imprescindible re-caracterizar el tipo de militancia, haciendo que los integrantes del MNL iniciaran un proceso de proletarización porque en su mayoría eran pequeño-burgueses. Esta re-caracterización del militante exigió la creación de “Escuelas de Cuadro” (que funcionaron en Chile hasta el Golpe de Estado) en las que se habría buscado la “homogeneización ideológica”46. En este proceso aplicaría el marxismo leninismo, herramienta teórica que mutaría total y absolutamente al militante pequeño-burgués. Se creyó que el aprendizaje del marxismo-leninismo era “muy apropiado para la clase obrera y para transformar la recua de pequeñoburgueses en Ciclópea falange de hoplitas proletarios”47. Esta proletarización (“peludización” se llamó entre los Tupas) habría implicado “vestir,

46 Historia de los Tupamaros. Eleuterio Fernández Huidobro. Citado por Daniel Santis. “Entre Tupas y Perros. Carta abierta a Eleuterio Fernández Huidobro a propósito de la experiencia guerrillera en América Latina”. Página 23. Documento pdf. Ver en http://eltopoblindado.com/files/Articulos/09.%20Organizaciones%20de%20origen%20marxista/De%20Santis,%20Daniel.%20Entre%20 Tupas%20y%20Perros.pdf. 47 Historia de los Tupamaros. Eleuterio Fernández Huidobro. Citado por Daniel Santis. “Entre Tupas y Perros. Carta abierta a Eleuterio Fernández Huidobro a propósito de la experiencia guerrillera en América Latina”. Página 24. Óp. Cit.

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comer, cortarse el pelo de cierta manera, en especial las compañeras, realizar mucho trabajo físico y de ser posible vivir en colonias anaerobias”48. Todo lo anterior, se insiste, habría sido fruto de la colonización ideológica del PRT y el MIR sobre el MNL-Tupamaros. Sin embargo, esta teoría es rechazada por otros ex miembros del movimiento como Jorge Zabalza, quien alegando la enorme capacidad de elaboración teórica de los dirigentes, opina “a la salida de la dictadura, hubo 43 ponencias sobre autocrítica de la derrota presentada para el primer congreso en la legalidad permitida. 43 ponencias que después se fueron agrupando y quedaron en 2, pero hubieron 43, cifra que revela que había mucha vida política, que los compañeros piensan y elaboran. Entonces, no me vengan con colonización ideológica a compañeros que tenían esa capacidad de pensar críticamente. Creo que eso es una explicación de derecha”49. Otros ex Tupamaros, de gran presencia interna, criticaron el carácter aparatista del movimiento, dejando de lado o dedicándole muy poco esfuerzo, a un elemento estratégico en toda revolución como es el pueblo. El aparatismo no hacía (hace) otra cosa que apartar a los revolucionarios de la sociedad. La gente por la que lucha el movimiento los ve desde lejos, aunque con mucha simpatía. Es el costo de ser vanguardia. Este sector claramente se inclina por impulsar un símil a la propuesta mirista de crear poder popular. Esta línea toma distancia de la idea de “ganarse a las masas”; por el contrario es “haber pensado en un pueblo uruguayo armado y organizado, apostando al desarrollo de la autoorganización del pueblo, al crecimiento de la conciencia a través de la experiencia del propio pueblo”50. Sin perjuicio de todo lo dicho, constituye un error atribuir sólo a uno u otro elemento (político, técnico, endógenos, externo, etc.) Para configurar una derrota estratégica de los revolucionarios y de los afanes por una sociedad solidaria, es necesaria la confluencia de todos estos elementos; de lo contrario siempre queda en la memoria colectiva la reminiscencia de lucha y organización que sirve de fertilizante para nuevas embestidas contra la dominación y la injusticia social. 48

Ibíd Uruguay, los Tupamaros ayer y hoy. Jorge Zabalza. Cátedra Libre “Ernesto Che Guevara. Las Revoluciones en América Latina. Correspondencia de Prensa. Página 10. Dossier N° 28. Óp. Cit. 50 Uruguay, los Tupamaros ayer y hoy. Jorge Zabalza. Página 9. Dossier N° 28. Óp. Cit. 49

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Los “Perros” de Argentina: trazos de una lucha. Paradójicamente, la lucha guerrillera argentina (marxista-leninista) nació bajo una dictadura militar e inició su ocaso bajo un gobierno civil-electo. En la historia oficial del PRT-ERP se escucha decir que fueron diez años (1966 a 1976) el escenario temporal que vio crecer el movimiento de masas y con él se acrecienta la izquierda marxista. Después de esto habría venido un período de reflujo, muerte y diáspora de los movimientos revolucionarios. Los antecedentes históricos del PRT-ERP (“Perros”) se remontan, al igual que sus “hermanos” del Cono Sur (MIR, MNL-Tupamaros y ELN) a inicios de la década del sesenta. En una breve y flexible cronología podemos establecer que los “Perros” nacieron de dos grupos políticos. Uno es el Frente Revolucionario Indoamericano Popular (FRIP)51, el otro el grupo trotskista “Palabra Obrera”. Ambas organizaciones se fundieron en el Frente único (1963) para luego en 1965 (25 de mayo) constituir el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT)52. En 1968 el PRT se divide, la corriente liderada por Santucho se decide por la vía armada, dando paso a varios años de enfrentamiento directo con los aparatos policiales y militares de Argentina, con todas y cada una de las consecuencias que conlleva este tipo de decisiones. En Argentina las corrientes revolucionarias no nacen de “motu proprio” o por la simple voluntad de un grupo de individuos. El pensamiento y la acción por profundos cambios estructurales, asimismo el camino escogido para alcanzar los objetivos emergieron desde un escenario concreto. El desarrollo de la lucha social y revolucionaria, amén de la pugna por la democracia, se configuró en el marco de una profunda crisis económica (agotamiento del modelo industrialista) que los sectores dominantes (y obviamente con el apoyo norteamericano) buscó e intentó resolverla por el recurrente medio de la fuerza castrense. 51

El FRIP nació en julio de 1961 en Santiago del Estero. En su fundación se fijó su línea política que en lo sustantivo denunció la opresión económica, el peso de los intereses imperialistas, la complicidad de los grupos dominantes con el imperialismo, que la democracia representativa es una farsa y por tanto los partidos políticos que participan del sistema son cómplices de la clase dominante. Por ello el deber de las nuevas generaciones era “asumir la lucha por las transformaciones revolucionarias, aquí, como en el resto de América Latina”. FRIP Nº 1. Octubre de 1961. Boletín Mensual del Frente Revolucionario Indoamericanista Popular. A Vencer o Morir PRT – ERP. Documentos. selección de Daniel De Santis. Tomo I, página 22. Editorial EUDEBA. Ver en http://catedracheguevara.com.ar/books/librosydoc/sobrelalucha/Tomo%20I.pdf 52 Roberto Santucho en una entrevista sitúa la creación del PRT en el año 1964. La lucha armada es el único camino para la liberación de Argentina. Habla el ERP. Entrevista Mario Roberto Santucho Juárez y a Enrique Haroldo Gorriarán Merlo realizada por Hernán Uribe Ortega., páginas 2 a 5. Revista Punto Final Nº 165. Agosto, 29 del año

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La conflictividad social de Argentina hizo síntesis en la asonada popular de Córdoba en las

postrimerías de la década del sesenta. Centenas de obreros

industriales, pobladores pobres e incluso los bamboleantes sectores medios cayeron en una potente irritación volcándose a las calles con inusitada (pero recurrente) violencia popular. En la ocasión muchos jóvenes universitarios, futuros militantes y/o combatientes del ERP-PRT, hicieron sus primeras experiencias en el enfrentamiento directo con las fuerzas policiales y/o militares. Allí aprendieron que en la lucha por una sociedad más justa y solidaria se triunfa o se pierde la vida. Para el PRT el “Cordobazo” fue la puerta de entrada a la guerra revolucionaria. Para quienes participaron de aquella asonada social y popular y; que más tarde pasaría a formar parte de las filas de los “perros”, la experiencia los llevó convicciones políticas que se apartaban francamente de caminos “pacíficos y realista”. Para muchos jóvenes no había otro camino que el enfrentamiento continuo. Un excombatiente recuerda que “en realidad lo que en ese momento me quedó fue la impresión de que había que pelear con esos tipos”…lo único que yo tenía claro en ese momento es que había que agarrar los fierros, entonces a mí me da lo mismo cualquier organización de las que había”… “Lo determinante era si tenían los fierros, ese era el elemento que. . . y la oposición a la dictadura”53 Si bien durante su IV Congreso (1968) la organización caracterizó “científicamente la situación del país”54, no fue sino hasta la asonada popular de Córdoba que visualizó con claridad el desarrollo de la lucha armada. Esa perspectiva llevó a los “perros” a participar activamente en el “rosariazo”55 con incursiones directas contra un puesto policial y agitando desde una radio (tomada por una unidad de “perros”) a las masas que se habían volcado a las calles en protesta contra la dictadura de Onganía:

53 Historia de “Perros”. Entrevistas a militantes del PRT-ERP. Pablo Pozzi. Páginas 30 y 31. 1a ed. Buenos Aires: Imago Mundi, 2012. 416 p. 22x15 cm ISBN 9789507931260 1. Historia Política Argentina. En Red Latinoamericana de Historia Oral. 54 Resoluciones del V Congreso. Partido Revolucionario de los Trabajadores. Página 3. Ver en http://www.slideshare.net/alfredozitarrosa/resoluciones-del-quinto-congreso-del-prt 55 Protesta social y popular contra la dictadura militar de Onganía. El detonante fue la condición de impagos que se encontraban los trabajadores azucareros y el descontento por la eliminación de algunos programas sociales. “El Rosariazo: una historia silenciada”. Ver en http://www.busarg.com.ar/rosariazo.htm

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“Para nosotros, el comienzo del proceso de guerra revolucionaria en nuestro país arranca desde las grandes movilizaciones de masas en 1969 en las principales ciudades”56 Recordemos que el General Onganía se alzó contra el gobierno Arturo Illía, acicateado por el rechazo (del empresariado local y capitalistas extranjeros) que éste se ganó por algunas decisiones de carácter socio-económico, que perjudicaron relativamente a este sector social, como terminar con las concesiones de la explotación petrolíferas; establecer un salario mínimo y fijar los precios a los medicamentos. Además entornó las puertas democráticas para que el peronismo (no Perón) se visibilizara en el escenario nacional. Este tablado político-económico facilitó la emergencia de una creciente agitación y politización social. Los sindicatos adquieren mayor presencia y fuerza; los estudiantes, especialmente los universitarios, asumen mayor protagonismo. Las discusiones y propuestas de cambios se hicieron recurrentes y crecientes; todo lo cual vino a dar una imagen de agitación social que, especialmente los sectores refractarios a Illía, analogaron a la presencia del comunismo y, por cierto, un riesgo creciente para la integridad de la patria y sus instituciones. A este marco político, considerado por los sediciosos como atentatorio a los intereses de Argentina, llegó el general Onganía prometiendo, por cierto, una revolución, la que incluso fue reglada a través de un Estatuto. Esa revolución castrense no tuvo otra misión que cercenar los débiles beneficios sociales que disponía el Estado para su población. Y, para ello barrió los obstáculos políticos que estaban en su camino. Por ejemplo disolvió el Congreso; el carácter federalista se vio afectado por la omnipresencia del poder central en las provincias, se constriñó al máximo el ejercicio del poder creando un exclusivo círculo de oficiales de alto rango en torno al presidente y, probablemente lo más paradojal, se destituyó a todos los integrantes de la Corte Suprema. En definitiva se eliminó cualquier traza de vida política democrático-representativa. A este tipo de gobierno, basado más en sus conductas musculosas y objetivos retardatarios se le empezó a llamar gorilismo. 56 La lucha armada es el único camino para la liberación de Argentina. Habla el ERP. Entrevista Mario Roberto Santucho Juárez y a Enrique Haroldo Gorriarán Merlo realizada por Hernán Uribe Ortega., Revista Punto Final Nº 165. Óp. Cit.

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La reacción contra las políticas gorilas, especialmente las de corte social, trajo como consecuencia una fuerte y creciente reacción popular. Al inicio fueron solo los estudiantes universitarios, pero luego se sumaron trabajadores y sectores medios urbanos. Las revueltas sociales de Córdoba y Rosario son ejemplos palmarios de la reacción social anti-Onganía que comentamos y que el PRT consideró una señal histórica para iniciar su guerra revolucionaria. El desprestigio del gobierno de Onganía, el descontento social y popular, sumado a la creciente actividad guerrillera57 hizo que el Ejército (principalmente) se inquietara por buscar una salida racional y pacífica. Esto hizo que se pasara del la gran revolución a el gran acuerdo nacional. Así fue como desde el gorilismo de Onganía, se pasó al gobierno de transición (pactada como siempre ocurre en una salida elitista) de Lanusse. El general Alejandro Lanusse creyó que el gran acuerdo relajaría la crisis porque contemplaba una gradual apertura política. Trató de disculparse por el gobierno de Onganía alegando lo que siempre los uniformados esgrimen: que las Fuerzas Armadas se dejan caer en el poder solo en determinadas y precisas circunstancias, sólo cuando la Patria” es asolada por conflictos sociales y políticos que ponen en riesgo “el alma de la nación”. Que jamás lo hacen para quedarse en el poder (también argumento recurrente en los militares) o para usarlo en beneficio propio. El Gran Acuerdo Nacional, en definitiva, buscó la mejor salida para los militares: con garantías e inmunidad. Esta estrategia pretendió una transición pacífica, ordenada y racional. Por cierto que Lanusse, como gestor de esta línea de acción, pretendió ser él el que condujera el proceso. Pero la veleta de los hechos apuntaba hacia otro norte. El pueblo argentino miraba reivindicativamente a Perón y las fuerzas de la izquierda armada y el peronismo radicalizado no pretendían desactivarse con acuerdos palaciegos. Además las luchas sociales continuaron adelante; la demanda por mejorar las condiciones de vida, por participación y la 57

En mayo de 1970 Onganía vivió su peor momento ante la oposición armada. Los Montoneros hacen su aparición pública ejecutando al General Aramburu por, entre otras cosas, haber sido cómplice en el robo del cadáver de Evita Perón. Ver en “Como murió Aramburu”. Artículo escrito por Mario Ferminich y Norma Arrostito publicado en revista La Causa Peronista. Año 1, número 9. Martes 3 de septiembre de 1974.

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lucha anti-imperialista siguió adelante. Latinoamérica estaba convulsionada, el planeta estaba trastornado, Argentina no podía restarse a la historia. Este ambiente de agitación social trajo consigo una crisis política en el devenir del PRT que se encontraba empantanado en una discusión política. En opinión un sector (conducido por Santucho) subsistía al interior del Partido sectores fuertemente influidos ideología pequeño-burguesa que no entendían (o no querían hacerlo) lo que estaba ocurriendo en el país. Y, tal como sucedió en el MIRchileno la corriente que reconoció cuna doctrinaria en el marxismo-leninismo escogió desembarazarse “de los elementos no proletarios que aún conservaban peso importante en la dirección”58 de la organización, para reestructurase bajo una estricta mirada leninista, crear el ERP, decidir el tipo de estructura armada que se dotarían y dar paso a la propaganda armada. Entrando con mayor profundidad en las resoluciones de aquel evento partidario encontramos novedosas consideraciones como hablar de “lucha de clases” al interior de la organización. En ese minuto aseguraron que la intensificación de las contradicciones de clases en la sociedad argentina, hacía que éstas se reflejaran en su organización; y aquello no era algo anormal porque ningún partido político (que no fuera marxista-leninista) dejaba de estar influido por lo acontecido en su entorno. La resolución de esta pugna intestina adquirió (en opinión de la corriente de Santucho) una importancia estratégica porque su resolución estaba dirigida a resolver dos de los problemas más importante en el camino de la revolución: a) la creación por parte del proletariado (industrial) y la intelectualidad revolucionaria (marxista leninista) del Partido Revolucionario, con lo cual se aseguraba “el triunfo posterior de la revolución” y; b) la adopción de la línea “correcta para un determinado período”59 que en este caso era la lucha armada. Pero si acudimos a recuerdos de excombatientes, las resoluciones del V Congreso no son del todo ajustadas a la realidad. El análisis que habrían hecho los delegados al evento fue más bien forzado. Recientemente se ha dicho que ciertas acciones armadas

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Resoluciones del V Congreso. Partido Revolucionario de los Trabajadores. Página 4. Óp. Cit. Resoluciones del V Congreso. Partido Revolucionario de los Trabajadores. Página 8. Óp. Cit.

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emprendidas por el ERP se efectuaron para sostener empíricamente las creaciones analíticas de los asistentes. Leyendo a un histórico cuadro “medio” colegimos que no toda la militancia concordó con los postulados del V Congreso, que no todo pensaban o veía una guerra revolucionaria desatada en Argentina y; probablemente lo más complejo y que desató ácidas polémicas fue la opción por “el monte” y no por las calles y avenidas de las metrópolis argentinas: “El Quinto dice ya estamos en guerra. Entonces, el asunto era ligarlo a la práctica. Y como nosotros estábamos de acuerdo en hacerlo lo hicimos (. . . ). La discusión con el PRT también empezaba por ahí. Para nosotros todavía no había empezado la guerra. La guerra empezaba en el monte. Cuando se largara en el monte. Y nosotros queríamos estar allá…”60. Esta discusión, que no fue en el único grupo que se dio, estaba marcada fuertemente por el influjo que tenía la gesta de Castro y, especialmente para los argentinos, la empresa que el Comandante Guevara había emprendido en el altiplano boliviano. Para nada estuvo ausente la lectura del Che, tanto en lo que había escrito, como en su accionar revolucionario. Textos como el “hombre y el Socialismo en Cuba” o “Consejos al Combatiente” era imprescindible en los estudios de formación política y militar. En lo que no hubo discrepancias (entre los “perros”) fue en el camino escogido: la lucha armada en la forma de guerra revolucionaria. Y, ellos entendieron su militancia tal como lo explicaba Carlos Mariaghela diciendo que el “guerrillero urbano es un hombre que pelea en contra de una dictadura militar con armas, utilizando métodos no-convencionales. Un revolucionario político y un patriota ardiente, el es un luchador por la liberación de su país, un amigo de su gente, y de la libertad”61. Y, siguiendo la lógica de Mariaghela la creación del ERP (julio de 1970) obedeció a la exigencia marxista-leninista de tener una organización que reflejara el binomio Partido-Ejército (popular) o la collera revolucionaria de lo “político-militar”. 60 Historia de “Perros”. Entrevistas a militantes del PRT-ERP. Pablo Pozzi. Página 201. 1a ed. Buenos Aires: Imago Mundi, 2012. 416 p. 22x15 cm ISBN 9789507931260 1. Historia Política Argentina. En Red Latinoamericana de Historia Oral. 61 Mini-manual del Guerrillero Urbano. Una definición de Guerrillero urbano. Carlos Mariaghela. Página 3. Año 1969. Ver en http://www.bsolot.info/wp-content/uploads/2011/08/Marighela_Carlos-Mini_manual_del_guerrillero-urbano.pdf

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La naturaleza del ERP fue actuar como una herramienta aglutinadora e inclusora del mayor número de argentinos. En este aspecto se diferencia el PRT del ERP porque éste último tiene un carácter más amplio y por consiguiente debía dotarse de un programa con mayores exigencias, las que se definirían de acuerdo al objetivo de liberación nacional. En cambio el PRT es un partido marxista-leninista (por definición y práctica) cuyo papel debía era conducir al ERP y a las masas explotadas en el camino de la revolución; aspectos que confirman el concepto de vanguardia que tuvieron los “perros” en su operar político-militar. El PRT resolvió lo político-militar y el sentido “de clase” de la organización creando las llamadas casas “operativas”. Éstas fueron, por decirlo de algún modo el campamento urbano o lugar de acantonamiento de los grupos operativos. Se ubicaban de preferencia en poblaciones obreras, cerca de fábricas e industrias. En estas viviendas habitaba una célula compuesta por tres a cinco integrantes, de los que uno de ellos era designado como “jefe” o “encargado” del grupo. La vida en este lugar fue con serios rasgos castrenses, casi espartanos. De gimnasia diaria y lectura obligatoria para cumplir con los planes de formación teórica y política; por las noches eran frecuentes las reuniones de discusión y cuentas de tareas. La vivienda de los perros se convertía en el puente para la proletarización de éstos. Era obligatorio para todos (en algunas ocasiones se hizo excepción con el encargado) el trabajar, tanto para su propia mantención, como para ir asimilando las características culturales de los trabajadores. Sin perjuicio de estos esfuerzos la comentada proletarización no tuvo todos los resultados que esperó la dirección máxima del ERP. Muchos militantes (provenientes de la clase media) llevaron su cultura, sus costumbres y su actuar hacia la población (los pobre de la ciudad) esperando que se diluyeran en el contacto diario con los trabajadores y sus familias. Cultura de clase media (pequeño-burguesa) criticada por sus devaneos ideológicos y, por cierto, por su indisciplina social, especialmente entre los jóvenes. Se esperó una mutación sociológica en los militantes; se creyó posible que los valores superiores que solo el proletariado poseía pasaran a ser patrimonio de estos los muchachos reclutados para la revolución. Ello no fue plenamente logrado; probablemente fue

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un experimento difícil de lograr. No obstante hubo centenas de militantes que si efectiva y abnegadamente ingresaron al ejército de explotados en fábricas e industria y, probablemente, su disciplina social fue vigorizada con el sistema organizacional de la industria: horario, uniforme, colaboración recíproca en la producción, asociatividad sindical, solidaridad de clase, etc.62 Con esta idea de organización enfrentaron el período que ellos pensaron como de “guerra revolucionaria”. Para el cuerpo policial y de inteligencia militar el ERP estaba constituido por 17 células, distribuidas en 6 provincias; siendo Córdoba y Rosario las que habría reunido el mayor número de guerrilleros63. Una brevísima clasificación de las acciones guerrilleras diríamos que una primera fase (1969 a 1971, invierno) se dividieron en tres grandes categorías: de acopio; de propaganda de visibilización e inserción en la sociedad popular y; estrictamente militares. El acopio estaba destinado a crear condiciones de infraestructura para la clandestinidad. En esta categoría estaban las acciones expropiatorias de dinero a Bancos e instituciones financieras. Parte de esos dineros se destinaron a financiar algunas carencias en las poblaciones populares (Villas Miseria) y el resto al mantenimiento de la organización. Las acciones de visibilización e inserción (ligazón con las masas) se caracterizaron por la limpieza y audacia en su ejecución. Se incursionó en asambleas sindicales y universitarias para vocear las políticas revolucionarias y manifestar solidaridad con aquellos sectores sociales que se encontraban en conflicto. Por último, las militares obviamente correspondieron a una etapa inicial de la lucha guerrillera. Una de las tareas recurrente fue el llamado desarme (una célula operativa llegaba a hacer dos o tres por mes) de los policías (canas) Estos operativos se justificaban no sólo militarmente (acopio de armas) sino además política y éticamente. Políticamente porque el enemigo entraba en una curva ascendente de temor y desmoralización: en cualquier instante podían ser atacado 62

Historia de “Perros”. Entrevistas a militantes del PRT-ERP. Páginas 34 y 35. 1a ed. Buenos Aires: Imago Mundi, 2012. 416 p. 22x15 cm ISBN 9789507931260 1. Historia Política Argentina. En Red Latinoamericana de Historia Oral. 63 El extraño caso del ERP. Revista “Confirmado”, páginas 15 a 17; número 311 de junio de 197. Ver en www.elortiba.org. Los archivos originales pertenecen al CAMENA Centro Académico de la Memoria de Nuestra América de la Universidad Autónoma de México www.selser.uacm.edu.mx/Sitio_Camena/sitioCamena.html

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en las calles que ellos debían resguardar. Se les hacía sentir inútiles en su misión: resguardar el orden público. Desde lo ético se alegó que un policía desarmado dejaba de ser un peligro para el pueblo y para los luchadores sociales. Así visto fue del todo correcto que los combatientes

del

ERP

(así

como

de

otras

organizaciones

armadas-

revolucionarias) emboscaran y desarmaran a la policía. Igualmente incluimos en la tercera categoría (lo militar) la decisión de fuga, cuyo destino final era recuperar un combatiente para la lucha revolucionaria. La represión (riesgo permanente) encarnaba un nuevo escenario de lucha. La primera reacción que debía tener un guerrillero detenido era idear y planificar la fuga o, en su defecto, aportar a que otros compañeros abandonaran el centro de reclusión. Y los ejemplos de esta disposición permanente son múltiples. Sólo se recuerdan algunos, como el de Trelew, por su espectacularidad. Sin embargo la suma de fugas exitosas, intentos frustrados y preparaciones son mucho más. Solo por nombrar algunas recordemos las ocurridas en “El Buen Pastor”, la huída de Santucho desde un hospital, la escapada de Víctor Fernández desde Villa Devoto, etc.64 Los efectos negativos de las detenciones han sido re-significados por unos excombatientes. Al principio, de forma rápida (por no decir temeraria) y llevado por los infaustos acontecimientos que desencadenan una detención, se calificaba de delación e incluso de “traición” si alguien cantaba. Por muchos es sabido que los interrogatorios policiales se enfrentaban (enfrentan) con “historias” construidas previamente y, si eventualmente, no daban resultado y se entregaba información sensible de la organización (que significara la caída de otro compañero o compañera) esta situación era vista como soplonaje. No obstante, algunos sobrevivientes explican estos hechos imputándoselos a la falta de preparación (técnica y política) de los militantes involucrados. Es decir, en esta re-significación

64

a

Historia de “Perros”. Entrevistas a Humberto Tumini, militante del PRT-ERP. Página 57. 1 ed. Buenos Aires: Imago Mundi, 2012. 416 p. 22x15 cm ISBN 9789507931260 1. Historia Política Argentina. En Red Latinoamericana de Historia Oral.

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se evalúa la situación desde un rincón rigurosamente político y no moral65. Lo mismo ocurrió con el exilio o el auto-exilio. Fueron tasadas como acciones de orden político. Salir fuera del país era construir la posibilidad de regresar para continuar con la lucha. Así se entiende la fuga de Santucho y un grupo de dirigentes que se refugian temporalmente en Chile para, luego, salir hacia Cuba. El resultado final del quehacer de los “perros”, más allá de la enseñanza política; ética y militar que dejan, es símil al de otras organizaciones revolucionarias: una derrota traducida en miles de víctimas, prolongados encarcelamientos, exilio y diáspora. Evidentemente que la receta, con y sin adaptaciones, proporcionada por algunos teóricos (entre otros, Regís Debray) no trajo los resultados esperados o deseados: edificar una sociedad socialista. Los elenos del altiplano: de Ñancahuazú al “Puente de Dios” (Teoponte) Una de las experiencias guerrilleras difícil de abordar historiográficamente es la del Ejército de Liberación Nacional. ¿La razón más potente?: haber sido iniciada por el más carismático de todos los luchadores latinoamericanos: el Comandante Che Guevara. Difícilmente se puede explicar la instalación de una guerrilla de inspiración marxista en un país donde los partidos políticos de mayor influencia en la sociedad y en especial en la sociedad popular no son marxistas, ni menos leninistas o castristas (como se solía decir en la época). Bolivia a la fecha contaba con dos (relativamente) grandes organizaciones políticas; una era el Partido Revolucionario de Izquierda Nacionalista, escisión del Movimiento Nacionalista Revolucionario. El primero creado por Juan Lechín Decir, por ejemplo, que en esta experiencia se cometieron profundos errores, es arriesgar un sinnúmero de réplicas, algunas de ellas con escaso sustento, pero si con bastante lealtad al Che y mucha emotividad. Hablar (escribir) de los elenos es, de otra forma, deslizarse también por la historia de uno de los partidos políticos más importante e influyente del siglo XX: el Partido Socialista; el que no sólo fue 65 En entrevista concedida por el “Zurdo” a Pablo Pozzi recuerda que su detención se debió a que dos compañeros apresados lo habían “cantado” (entregado). Pero esto (explica el entrevistado) se debía exclusivamente a la falta de preparación para enfrentar un interrogatorio policial: “…Los dos que me conocían, menos la piba, me cantaron. Me cantaron el lugar de trabajo y todo. Cae casi toda la guita que se había hecho. Cantada. Los dos que cantaron, cantaron todo… no estaba preparada para nada. Y menos para semejante paliza que nos dieron”. Historia de “Perros”. Entrevistas a militantes del PRT-ERP. Página 203. 1a ed. Buenos Aires: Imago Mundi, 2012. 416 p. 22x15 cm ISBN 9789507931260 1. Historia Política Argentina. En Red Latinoamericana de Historia Oral.

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co-partícipe de la primera experiencia (y única) marxista-electoral que permitió la instalación de la Unidad Popular en el gobierno, aportando con el más destacado de sus militantes, el doctor Salvador Allende, como presidente Chile, sino además fue un decidido integrante de la Concertación de Partidos por la Democracia y por consiguiente también co-responsable del tipo de transición a la democracia que afectó (¿afecta?) a la sociedad chilena. Así es, porque hablar de los elenos es hablar de una de las corrientes del socialismo chileno e ineludiblemente del Presidente Allende, quién si bien no fue parte de aquella corriente, participó directamente en el auxilio a los combatientes que sobrevivieron a la gesta del Comandante Che Guevara. El nacimiento de los elenos o del Ejército de Liberación Nacional no pudo ser más auspicioso. En su primer comunicado público, da cuenta de un cruento y exitoso enfrentamiento con las fuerzas regulares del Estado boliviano. El 23 de marzo (“día de acontecimientos guerreros” dice el Che66) de 1967, una treintena de soldados son emboscados por las fuerzas de Guevara, dando como resultado, según el comunicado de los guerrilleros, la “recuperación” de dos de docenas de armas largas y abundante munición. Pero lo más significativo fue el número de bajas del ejército (siete); los prisioneros que hicieron los guerrilleros: (14) y la conducta de los combatientes del ELN traducida en que todos “los prisioneros fueron puestos en libertad previa explicación de los ideales”67 del movimiento. Esta forma de tratar al enemigo (armado) obedeció no sólo a una concepción (un tanto caballeresca) que tenía el guerrillero del combate: este terminaba al momento que el enemigo se rendía y, se pasaba a otra expresión de la lucha que era difundir las ideas y proyecto que los motivaba a la lucha y que no era otra cosa que la construcción de una nueva sociedad, más justa y libertaria. Pero asimismo puede entenderse como un trabajo político que pretendía penetrar en las fuerzas armadas del Estado burgués, denunciar las injusticias sociales que también afectaban a los soldados

66 67

El diario del Che en Bolivia. Ernesto Guevara de la Serna. Página 77. Latina Editores. Año 2001. Bolivia Primer Comunicado Público del Ejército de Liberación Nacional. Ver en http://chehasta.narod.ru/comm1.htm

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(especialmente los de baja graduación y la oficialidad joven) y ganarlas para el proyecto revolucionario. Este proceder de los combatientes, fue indudablemente una expresión del trabajo político de la táctica foquista. La guerra de guerrilla del Che significó, probablemente, la derrota militar más emblemática de los años sesenta. No sólo porque el Ejército boliviano y la obvia participación de los norteamericanos (vía asesorías en inteligencia y combate) diezmó el destacamento elenista, sino porque murió en el intento el paradigma de la época: el Comandante Ernesto Guevara. Pero, además, esta derrota del foquismo reflotó con más intensidad las profundas diferencias entre la izquierda armada y la izquierda electoral de masa o, llamada también, reformista. La actitud reticente de uno de los principales líderes del comunismo (Mario Monje) con la iniciativa de Guevara y de varios militantes del Partido Comunista Boliviano, dejó de manifiesto el abismo que existía entre las partes. Pero no sólo se trató de este desprecio político del PC hacia la iniciativa de Guevara; también quiso, como solía ocurrir (¿suele?) aprovechar la oportunidad de asumir el total protagonismo de la guerrilla, sujetando un confuso apoyo siempre y cuando se le entregara el mando político-militar. Obviamente que Guevara no accedió. Los argumentos de Monje (en representación del Partido Comunista) fueron desde no aceptar que un extranjero dirigiera la guerrilla en Bolivia (olvidando el internacionalismo proletario) hasta alegar que las condiciones (objetivas y subjetivas) no estaban dadas68. A los argumentos de Monje se opusieron firmemente los comunistas enrolados en la guerrilla, especialmente el miembro del Comité Central, Inti Peredo y terminaron por abandonar las filas de la organización comunista para mantenerse, a sabiendas de la gravedad que el PC boliviano no se sumara a la gesta guerrillera. Estas desavenencias marcaron fuertemente las relaciones entre las izquierdas de Latinoamérica, convirtiéndose en una verdadera piedra de tope para cualquier iniciativa revolucionaria que no naciera de los delineamientos del Kremlin. En cualquier caso ni a Guevara, ni a los combatientes cubanos y, por cierto, a los 68

Los últimos días del CHE. Que el sueño era tan grande. Juan Ignacio Siles del Valle. Páginas 31 a 33. Editorial sudamericana. Año 2007. Argentina.

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rebeldes bolivianos podía sorprenderles la reacción del alto dirigente del PC boliviano. Para entonces se tenía antecedentes de la deserción de la plana mayor del comunismo venezolano, de la guerrilla emprendida por Douglas Bravo y Américo Martín69 El descrédito comunista por la campaña guerrillera implicó la disminución extrema de una plataforma de apoyo urbano. Es decir, debilitó la construcción de redes de aprovisionamiento, información y comunicación (elementos gravitantes en la guerra) y; el aporte de combatientes que subieran al monte. Un reportaje de la época, realizado por el periodista chileno Augusto Carmona, describe esta situación diciendo que “ningún partido apoyó orgánicamente a los guerrilleros. Lo curioso (agregó Carmona) es que la mayoría de los combatientes eran militantes, en especial comunistas y del Partido Revolucionario de Izquierda Nacionalista”70. Y, por consiguiente “el aparato urbano de lucha clandestina nunca tuvo medios materiales ni organización suficientes. De tal modo que no pasó de ser una red de enlaces que necesariamente mantenía toda su labor en las sombras”71, es decir en una extrema y rígida clandestinidad, lo que trae consigo serios obstáculos al desarrollo del proyecto revolucionario por las dificultad de diseminar las ideas en la llanura social. El producto concreto del accionar revolucionario en la ciudad, específicamente en La Paz, fue esmirriado. En el mismo artículo se reporta que fueron muy escasas las expresiones externas de la organización elena en la ciudad: “tres números del periódico del Ejército de Liberación Nacional (ELN)…y dos comunicados sobre los fines programáticos del movimiento y un llamado al pueblo a sumarse a la lucha”72. Padecía una precariedad extrema en las vías de comunicación, ni siquiera poseían una imprenta que les permitiera multiplicar sus comunicados públicos o mantener publicaciones (diarios, revistas o propaganda volantes) más o menos periódicas. Esta carencia los obligaba a recurrir a terceros por el servicio 69

Apoyo del MIR de Chile a la carta del Che Guevara. Revista Estrategia. Página 1. Nº 9 de julio de 1967. Santiago de Chile. La guerrilla boliviana: experiencia sin derrota. Augusto Carmona. Documentos. Página 3, Revista Punto Final Nº 43. Diciembre, 5 del año 1967. Santiago de Chile. 71 La guerrilla boliviana: experiencia sin derrota. Augusto Carmona. Documentos. Página 2, Revista Punto Final Nº 43. Diciembre, 5 del año 1967. Santiago de Chile. 72 Ibídem. 70

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de impresión, lo que rebotaba en precios inusualmente altos, especialmente porque debían costear el silencio y la discreción de los dueños de imprentas73. Y, esta carencia comunicacional con las masas paceñas, cochabambinas o santacruceñas se agravó por el cerco comunicacional y la distorsión informativa impuesta por el gobierno. Es decir, considerando la carencia de recursos (humanos y materiales) la creciente e inflexible apatía del comunismo boliviano y la formidable represión gubernamental, el destino de la guerrilla del Che estaba sellado: la derrota. Y, así fue como ocurrió: no sólo costó la vida del Comandante Guevara, sino además los daños colaterales salpicaron Chile fruto de la fuga de los sobrevivientes cubanos hacia este país. La llegada, aunque desarmados, de los combatientes cubanos no dejó de generar tensión política. El gobierno de Frei Montalva estaba trabado para impedir el ingreso de los revolucionarios a territorio nacional. La izquierda parlamentaria

reaccionó

prestamente.

Se

hizo

presente

por

medio

de

delegaciones oficiales (del Partido Socialista y Comunista) en La Moneda, para exigir garantías y seguridad de refugio para los ex compañeros de Guevara. Los militantes socialista (identificados con la corriente de los elenos) mostraron una actitud francamente solidaria con los combatientes cubanos. Y, de las autoridades políticas relevantes fue el presidente del Senado, el doctor Salvador Allende, quien plantó una intensa solidaridad con los guerrilleros cubanos. El Partido Comunista, nombró delegados de su Comisión Política para consensuar con los socialistas la mejor forma de interceder en defensa de los sobrevivientes. Propuso, entre otras cosas, que una delegación de parlamentarios (de ambos partidos) viajara al norte con el fin de recibirlos y de una u otra forma evitar que los expulsaran del territorio nacional74. Una guerra revolucionaria, planeada para un decenio o más, sólo duró once meses y algunas horas. En la indómita selva boliviana quedaron decenas de hombres muertos, una mujer los acompañó en ese viaje a la eternidad de la

73 74

Ibídem. El Siglo. 18 de Febrero de 1968. Santiago de Chile.

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historia, ninguno de ellos se fue con alguna duda en el proyecto del Comandante de América Latina. A pesar de los hechos, que hablaron de derrota, irrefutable incluso por un pertinaz defensor del plan guevarista, otros hombres y mujeres, con el mismo espíritu libertario de la primera jornada, subieron al monte para caminar por senderos y recovecos selváticos al encuentro de una sociedad más justa y solidaria; sin embargo Teoponte (“Puente de Dios”) los hizo arribar junto a sus antiguos camaradas. El monte recibió, probablemente, un destacamento que mostró el mayor apego a uno de los principios elementas del marxismo y de los revolucionarios: el internacionalismo; es decir la idea del Comandante de luchar en cualquier lugar de América Latina, era lucha por la patria propia. La composición del destacamento de guerrillero fue la de ocho chilenos (solo tres sobrevivieron) dos argentinos, un brasileño, un colombiano, un peruano e incluso un español-norteamericano. El resto fueron bolivianos. Al monte subieron 67 combatientes; sólo siete sobrevivieron. La gesta de Teoponte fue una fugaz y cruenta experiencia guerrillera altiplánica. Se mantuvo parcamente tres meses y medio; quedando como resultado decenas de muertos regados en pendientes y quebradas del altiplano. Si hubiese sido solo por la voluntad de combate desplegada, habría sido un éxito. El guerrillero y poeta “Luis”75 al anunciar su enrolamiento escribió "faltan pocas horas para que se haga realidad el momento que tanto nosotros como el continente hemos esperado por mucho tiempo. Han pasado tantas cosas que creo nuestros ojos se han vuelto más perspicaces y ahora vemos que el momento de nuestro alzamiento es el mejor. Todo está bien. Las condiciones son insuperables"76. Las frases épicas de “Luis” se referían a que la guerrilla había madurado y que la crisis boliviana se había profundizado permitiendo un mayor margen de éxito para 75 76

Testimonio de Carlos Navarro Lara. Poeta y guerrillero del ELN. Ver en http://www.lafogata.org/recuerdos/rec_lara.htm Ver en http://www.lafogata.org/recuerdos/rec_lara.htm

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la empresa de liberación. El resultado, al menos de las últimas palabras de “Luis” resultaron del todo ciertas: “las condiciones son insuperables”, y fueron insuperables para los guerrilleros. Cuando el sol aun no calentaba las espaldas bolivianas, el 17 de junio de 1970, abrigados con el pretexto de ir a alfabetizar a los campesinos, 67 combatientes elenos subieron al “Puente de Dios” para caminar hacia la nueva sociedad o a la infinitud histórica. Y así quedó registrado en sus anotaciones de vida. El espíritu de los guerrilleros teopontinos desbordaba compromiso y confianza en la empresa liberadora que iniciaban. Frases como "mientras haya hambre y miseria, los revolucionarios no tenemos derecho a la felicidad"77 o “nos ha tocado una época de grandes acontecimientos y siento la obligación y la necesidad de no huir a mi responsabilidad. Lo contrario sería mi fracaso como hombre"78 nos vienen (desde el pretérito) a dar cuenta del grado de convicción entre los expedicionarios. En esta aventura se produce la fusión más cristalina entre el cristianismo sesentero y el marxismo revolucionario. Néstor Paz Zamora, joven cristiano y guerrillero que también subió al monte, entregó las provisiones que le correspondían a sus compañeros, prefiriendo morir de hambre antes que sus compañeros sufrieran el debilitamiento por carencia de alimentos79. Este enorme sacrificio y amor hacia sus compañeros fue posible de adivinar cuando apuntó deseando que su capacidad de amar creciera “cada vez más” a la par con su “capacidad

guerrillera

(porque)

única

manera

de

mejorar

cualitativa

y

cuantitativamente el impulso revolucionario"80 De él, su hermano que años más tarde llegaría a ser presidente de Bolivia, escribió «el amor dialéctico en un contexto de conducción científica de los procesos sociales dará nacimiento a nuevas visiones de la sociedad y del universo en donde emanarán naturalmente comportamientos y posiciones distintos de la

77

Anotaciones del Diario de Jorge Ruiz Paz ("Omar") Ver en http://www.lafogata.org/recuerdos/rec_lara.htm Anotaciones del Diario de Enrique Farfán Mealla ("Adrián") Ver en http://www.lafogata.org/recuerdos/rec_lara.htm 79 Jaime Paz Zamora. El pragmático que venció al idealista. Campero, Ana M. Ver en Nueva Sociedad Nº.118 Marzo- Abril 1992 , PP. 8088 80 Anotaciones del Diario de Néstor Paz Zamora ("Francisco") Ver en http://www.lafogata.org/recuerdos/rec_lara.htm 78

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persona ante la familia, el trabajo, la política y ante la nueva sociedad colectivista en general...”81. Tres fueron, hasta bien avanzada la década del setenta, las experiencias guerrilleras en tres de los cuatro países que formarían la Coordinadora Revolucionaria del Cono Sur. Estas tres empresas liberadoras, por cierto, recibieron el influjo del pensamiento, político y militar, del guerrillero heroico. Y, estos tres intentos, unos antes otros después terminaron de la peor forma: con muertos, presos, desparecidos y el desbande total de los combatientes. Las interrogantes que se descuelgan son muchas y acicateadas por los costos que debieron pagarse. Aún no existe una única respuesta y no podría ser de otra forma: los factores que intervienen en estos resultados son múltiples y diversos. Algunos son puntuales, de visión y evaluación del momento que se vivía y; otros a nuestro entender dicen relación con la concepción estratégica de la lucha libertadora. Sin embargo, aunque los de coyuntura y los de largo aliento, impresionan como corriendo por separado, en realidad son parte de un todo para ir generando un proyecto revolucionario. Existe un piso común a las tres experiencias: la rigidez, verticalidad y represión de un gobierno dictatorial. Esta condición no necesariamente terminó estimulando a las masas a rebelarse contra los abusos. Es decir, creer (como lo creyeron aquellos combatientes) que las tropelías de un gobierno engendran rebeldía de los oprimidos no pasó de ser una quimera.

y por consiguiente se convierten en

combatientes. No resulta ser una constante que la llanura social en estas circunstancias opte por las armas; probablemente no lo hace porque le asigna el uso exclusivo de éstas a los agentes del Estado. Pasó en Uruguay donde Bordaberry logró desarmar y neutralizar al movimiento popular y acorraló a los Tupamaros; ocurrió en Bolivia, donde Barrientos, Ovando y Banzer, acallaron (con la fuerza de las armas) al movimiento obrero minero (esperanza de base social para la guerrilla) y al campesinado, destartalando los

81

Jaime Paz Zamora. El pragmático que venció al idealista. Campero, Ana M. Ver en NUEVA SOCIEDAD NRO.118 MARZO- ABRIL 1992 , PP. 80-88

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intentos guerrilleros más serios y tal vez más organizados (Ñancahuazú y Teoponte); por último Estelita, Videla y sus aliados, lisa y llanamente ahogaron a decenas de organizaciones sociales, populares y gremiales, para luego dar paso al exterminio (un verdadero holocausto) de miles de luchadores por una sociedad más justa y solidaria. Y cabe una breve consideración, en el fenómeno argentino no solo la masacre alcanzó a los hombres y mujeres en armas, también llegó a quienes sólo luchaban contra los atentados a la vida. Asimismo detectamos elementos específicos como la constitución de los destacamentos guerrilleros. Un grupo en formación, cualquiera, necesita cumplir con requisitos básicos para cohesionarse, como la confianza recíproca; no basta con compartir ideología u objetivos. Asimismo es necesario la existencia de una irrestricta igualdad de condiciones en deberes y derechos de los integrantes. La única diferenciación tolerable es el desempeño de papeles en una organización; más aun cuando se trata de una guerra implacable como la declarada contra el capitalismo expoliador. No obstante, cuesta encontrar estos componentes en la constitución de los destacamentos guerrilleros de Ñancahuazú. Hubo, como relata un ex combatiente eleno, diferencias y desconfianzas en el grupo, las relaciones no fueron igualitarias entre los guerrilleros cubanos y los bolivianos82; los primeros tuvieron mayores prorrogativas; probablemente por la confianza que el Comandante Guevara les dispensaba. Lo que no podía ser de forma porque varios habían luchado y triunfado en la Revolución cubana lo que probaba la capacidad y entrega de estos combatientes ante los ojos de un jefe revolucionario83.

82

Los últimos días del Che, que el sueño era tan grande. Darío, oficial de policía (en off). Juan Ignacio Siles del Valle. Páginas 40 y 42. Editorial Sudamericana S.A. Año 2007. Argentina. 83 Algunos de estos cubanos fueron Harry Villegas Tamayo (“Pombo”) Daniel Alarcón Ramírez (“Benigno”) y Leonardo Tamayo Núñez (“Urbano”)

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SEGUNDO CAPITULO ENTRE EL EVANGELIO Y EL MATERIALISMO HISTÓRICO

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Los cristianos armados: con la cruz y el fusil. Para los años sesenta del siglo XX, hablar de revolución entre los marxistas no podía ser novedad. La práctica del pensamiento de Marx, de una u otra forma, estaba encaminada a cambiar las estructuras sociales, políticas y económicas. En cambio hablar de revolución entre los cristianos y especialmente al interior de catolicismo, constituía un desafío enorme el que incluso se le consideraba obsceno. Pero más extravagante y fuera de escena fue denunciar la injusticia social, los abusos de poder, asimismo que proclamar la impostergable decisión de entrar en los caminos de la liberación del yugo capitalista. Los hechos históricos nos guían a valorar la actitud de muchos cristianos sumándose a la izquierda y participando decididamente de opciones lucha que desbordaron los límites legales. Los sacerdotes católicos y cristianos en general que lucharon contra las injusticias sociales fueron (¿son?) lo suficientemente numerosos como para descartar que fueron casos aislados y esporádicos. Pero ¿qué ocurrió en la Iglesia Católica, qué sucesos detonan esta irrupción revolucionaria y levantisca de algunos curas y monjas? Una primera aproximación a las interrogantes la encontramos en las enormes convulsiones sociales, políticas y militares que estropeaban a buena parte de la llamada sociedad occidental (por lo demás “cristiana”). La emergencia de fármacos anticonceptivos que permitieron controlar la natalidad y separarla de la actividad sexual de las parejas, lo que representó golpear los valores católicos (“los hijos los manda Dios”) y, naturalmente, liberar a la mujer (especialmente la perteneciente al sector popular) de la enorme carga que significaba la maternidad. Asimismo las mutaciones en el granítico pensamiento evolucionista del cristianismo (en general y católico) introducidas por el jesuita Pierre Teilhard de Chardin84 permearon a buena parte de los sacerdotes de base, especialmente a los jóvenes y seminaristas en mayor contacto con la sociedad. Previamente

84

Religioso jesuita, paleontólogo y filósofo francés. Elaboró una visión propia de la evolución.

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surgen los aportes del filósofo cristiano Emmanuel Mounier85 que colocaron en ristre la preocupación por el ser humano y su valoración como tal. Por su parte el pensamiento laico con su creación intelectual y filosófica, también sirvió de fermento para erosionar la disciplina católica. Muchos sacerdotes (y también monjas) en su vida universitaria fueron tocados por profesores inspirados en el marxismo y otras corrientes de pensamiento que negaban o colocaban en duda la propuesta católica y además cuestionaban la conducta histórica del Vaticano y de la curia en general. El contacto cotidiano con jóvenes y sus problemas mundanos como la guerra, la injustica social que exige solución “aquí y ahora” (sin tener que esperar en un “más allá”) las restricciones a la libertad, el derecho al amor y expresarlo donde fuera necesario, significó agrietar el muro del alma católica, apostólica y romana. El industrialismo, sus secuelas sociales (detectadas ya en la encíclica Rerum Novarum) y las recurrentes conflagraciones armadas hicieron un almácigo de conflictos y contradicciones sociales que desataron entre los jóvenes fuertes expresiones de compromiso y deseos cambiar esta realidad. Probablemente el peligro nuclear alimentó potentemente la aspiración de paz. La crisis de los cohetes en Cuba hizo temblar a gobernantes y gobernados en gran parte del planeta. En los países del tercer mundo la cesantía, la pobreza, la desnutrición infantil, los embarazos indeseados; la ausencia de políticas destinadas a los jóvenes; los preocupantes índices de morbilidad y mortalidad eran acicates para una juventud cada vez más sensible a los problemas de la sociedad. Y, los seminaristas, los sacerdotes y monjas jóvenes, muchos de ellos destinados a poblaciones y barrios empobrecidos, se toparon con aquella realidad. Surge así el cura obrero y la monja de barrio que rápidamente asume un compromiso radical que se convirtió en militancia política revolucionaria. Desde la perspectiva doctrinal, pensamos, y es recurrente decirlo, que la llegada del Papa Juan XXIII vino a marcar un giro en el devenir de la Iglesia Católica. Tal 85

Filósofo francés, impulsor del pensamiento cristiano conocido como “personalismo”, cuya esencia es el énfasis en la persona humana, considerándola como un ser permanente, dotado de autonomía (para tomar decisiones) y fundamentalmente de carácter social y comunitario, amén de gozar de la libertad, poseer trascendencia y poseer valor en tal impidiendo considerarlo un objeto. Dicho de forma distinta vio al ser humano como dueño de su destino.

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como lo denuncia el sacerdote Jaime Snoek86, citando a Merleau-Ponty87, “jamás se vio a la Iglesia tomar posición a favor de una revolución por la simple razón de que fuera justa”88 y, aunque la frase fue cáustica, no dejó de ser cierta. La iglesia católica por decenios, quizás por siglos, estuvo de lado del orden, o sea del poder instituido. Había sobrevivido, como institución, abrigándose con la autoridad política o (co)fundiéndose en ella. En cambio con Juan XXIII y sus opiniones de esta nueva cuestión social vino, además de airear los vetustos mármoles del Vaticano; hubo quienes aseguraron que Juan XXIII había abierto las ventanas de la Iglesia. La Encíclica Mater et Magistra, escrita por el mencionado Papa, trajo a la conciencia de millones de cristianos algunos conceptos considerados como rupturistas o novedosos. Por ejemplo, dice el alto dignatario, que la Iglesia “aunque tiene como misión principal santificar las almas y hacerlas partícipes de los bienes sobrenaturales, se preocupa, sin embargo, de las necesidades que la vida diaria plantea a los hombres, no sólo de las que afectan a su decoroso sustento, sino de las relativas a su interés y prosperidad, sin exceptuar bien alguno y a lo largo de las diferentes épocas”89. Es decir la preocupación de los cristianos ya no se centraba en salvar el alma, sino también por obtener un mejor bienestar en la tierra. Obviamente que esta visión dejó atrás la sempiterna resignación pobres y se pasó (poco a poco y por poco tiempo) a la lucha por la dignificación de los necesitados. Esta especie de pasaporte de conciencia permitió a que clérigos de base y estrechamente contactados en los desposeídos se sintieran autorizados para transitar en los caminos de la lucha social y de saltar a posiciones francamente revolucionarias. En Colombia se escuchó la prédica y el llamado de Camilo Torres; en Teoponte empuñó la esperanza Néstor Paz Zamora, guerrillero que muere de hambre en los montes bolivianos, acosado por la derrota: En la Paz boliviana, el 86

Sacerdote perteneciente a la Congregación de Los Redentoristas. Doctor en Teología. Maurice Merleau-Ponty, francés, filosofo fenomenólogo influido por Edmund Husserl. En ocasiones se le clasifica como un existencialista. Fue cercano a Jean-Paul Sartre y su mujer Simone de Beauvoir. Murió en 1961 a la temprana edad de 53 años. 88 Tercer Mundo: Revolución y Cristianismo. Revista Cristianismo y Revolución. Jaime Snoek. Página 8. Nº 1 de septiembre de 1966. Buenos Aires. Argentina. 89 Carta encíclica Mater et Magistra. La Iglesia se preocupa del bien temporal de los pueblos Papa Juan XXIII. Sobre el reciente desarrollo de la cuestión social a la luz de la doctrina cristiana. 87

62

sacerdote Claudio Lefebvre, ofrendó su vida ayudando a un herido, durante los enfrentamientos que llevaron al derrocamiento del General Juan José Torres. Y, en Chile, Rafael Maroto90, Blanca Rengifo91 y Germán Cortés92 son militantes revolucionarios que supieron enfrentar dignamente los embates de la dictadura pinochetista. Fue, aparentemente, en los dos colosos sudamericanos donde mejor plasmó esta rebeldía cristiana: Argentina y Brasil. Detectamos tres grandes expresiones de este tipo de cristianismo aggiornado. Una es la toma de posiciones de algunos sectores de la jerarquía católica latinoamericana;

la otra es la agrupación de

sacerdotes de base conocida como sacerdotes tercermundistas; y, la última la constituye el centro de difusión de ideas cristianas renovadas y post-conciliar como fue la revista “Cristianismo y Revolución”93 a cargo de Juan García Elorrio94. Fue un grupo95 de obispos encabezado por Dom Helder Cámara, obispo de Olinda y Recife, el que escribió un ácido de los manifiestos sociales cristianos de la década del sesenta. Concurrieron a la iniciativa no solo clérigos latinoamericanos, sino de varios países pobres y sometidos al dominio de una potencia mundial. Sus ideas (avaladas y referidas a encíclicas como “Paz en la tierra” y “El progreso de los pueblos”) constituyeron una batería de argumentos esgrimidos por miles de católicos para justificar (y justificarse) su participación política desde la izquierda.

90

Rafael Maroto (coloquialmente muchos jóvenes miristas ochenteros se referían a Maroto como “El Tata”), integrante del Comité Central del MIR y vocero público de esta organización durante la dictadura; sufrió la persecución, la cárcel y la relegación bajo el gobierno pinochetista. 91 Blanca Rengifo, monja de población, conocida en las filas miristas como Carlota y Magdalena. Fue integrante del Comité Central del MIR. Fundó el Comité de Defensa de los Derechos del Pueblo (CODEPU) 92 Germán Cortés, ex seminarista fue asesinado por la CNI el 16 de enero de 1978. 93 Revista ligada a un centro de cristianos laicos. No representó nunca la opinión “oficial” de la Iglesia católica argentina. Por el contrario fue tremendamente crítica con la jerarquía de la curia local. Albergó en sus páginas a teóricos de la teología de la liberación, cristianos disidentes y especialmente a organizaciones guerrilleras como la FAR y el ERP-PRT. 94 Católico, ex seminarista que abandono los estudios de sacerdocio por no estar de acuerdo con el tipo de enseñanza. Nunca dejó de ser católico y como tal se convirtió en un férreo defensor del Concilio Vaticano II, para ello organizó el “Centro de Estudios Diálogos” para estudiar la teología conciliar. Admiró a Camilo Torres por su enorme consecuencia, asumiendo el pensamiento del sacerdote colombiano. En septiembre de 1966 fundó la revista “Cristianismo y Revolución”. Apuntes sobre la vida de Juan García Elorrio Por Gustavo Morello s.j. Ver en http://www.academia.edu/2112675/Apuntes_sobre_la_vida_de_Juan_Garcia_Elorrio 95 Firmaron el documento los siguientes sacerdotes: Helder Cámara (Brasil), Jean-Baptiste Da Mota e Alburquerque (Brasil) Luis Gonzaga Fernandes (Brasil) Georges Mercier (Argelia) Michel Darmancier (Oceanía) Armand Hubert (Egipto) Angel Cuniberti (Colombia) Severino Mariano de Aguiar (Brasi) Frank Franic (Yugoeslavia) Francisco Austregesilo de Mesquita (Brasil) Gregoire Haddad (Líbano) Manuel Pereira de Costa (Brasil) Charles Van Melckebeke (China) Antonio Batista Fragoso (Brasil) Etienne Loosdregt (Laos) Jacques Grent (Indonesia) David Picao (Brasil).

63

Incluso hubo organizaciones de clérigos (monjas y sacerdotes) que expresaron abiertamente su opción por el socialismo como fue en Chile96. Sumariamente diremos que los obispos y arzobispos plantearon, entre otras ideas, que los trabajadores tenían “el derecho y el deber de unirse en verdaderos sindicatos con el fin de exigir y defender sus derechos: justo salario, licencias pagadas, seguridad social, viviendas familiares, participación en la gestación de la empresa”97. Es decir, además de la reivindicación tradicional, los obreros debían luchar por incorporarse a la dirección de las empresas o industrias y, por consiguiente, tomar para sí parte de la propiedad: “Si los obreros no llegan a ser de alguna manera propietarios de su trabajo, todas las reformas a las estructuras serán ineficaces. Incluso si los obreros a veces reciben un salario más alto en algún sistema económico, ellos no se contentarán con estos aumentos de salario. Ellos, en efecto, quieren ser propietarios y no vendedores de su trabajo. Actualmente los obreros son cada vez más conscientes de que el trabajo constituye una parte de la persona humana. Pero la persona humana no puede ser vendida ni venderse. Toda compra o venta del trabajo es una especie de esclavitud”98 Obviamente que esta argumentación se alejó de la sacrosanta propiedad privada para avanzar (tímidamente) hacia el concepto de propiedad social. Estos derechos no sólo debían estar consagrados en las leyes, sino que además se consideró obligación de los gobiernos protegerlos y promoverlos. Para estos sacerdotes la lucha de clases no nacía de los trabajadores o de quienes se rebelaban ante las injusticias, sino que eran los opresores, los dueños del dinero y el poder quienes (por largo tiempo) promovían este fenómeno social, ante el cual los gobiernos debían desplegar el máximo de los esfuerzos para terminar con él: “Los gobiernos deben abocarse a hacer cesar esa lucha de clases que, contrariamente a ¡o que de ordinario se sostiene, han desencadenado los ricos con frecuencia y continúan realizando contra los trabajadores, explotándolos con 96 Nos referimos a “Cristianos por el Socialismo”. Más antecedentes los encontramos en “Cristianos por el socialismo en Chile (19711973) Aproximación histórica a través del testimonio oral” de David Fernández F. ver en Studia Zamorensia, ISSN 0214-736X, Nº 4. Año 1997. Páginas 187-202. http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=297155 97 Manifiesto de Obispos del Tercer Mundo. Basta de Explotadores. Punto 22. Ver en http://www.ruinasdigitales.com/cristianismoyrevolucion/cyrmanifiestodeobisposdeltercermundo66/ 98 Manifiesto de Obispos del Tercer Mundo. Una Nueva Humanidad. Punto 15. Ver en http://www.ruinasdigitales.com/cristianismoyrevolucion/cyrmanifiestodeobisposdeltercermundo66/

64

salarios insuficientes y condiciones inhumanas de trabajo. Es una guerra subversiva que desde hace mucho tiempo lleva a cabo taimadamente el dinero a través del mundo, masacrando a pueblos enteros”99. Salta a la vista, los sacerdotes no percibieron (o no lo quisieron hacer) que los gobiernos no eran (no son) necesariamente (salvo excepciones históricas) representante de los desposeídos y menos tenían signo alguno de democráticos. Por ejemplo Brasil fue gobernado por manu militari desde 1964 hasta el año 1985. A su vez, Argentina estaba acostumbrada a vivir bajo autoritarismos (civil y/o militar) desde antes de los sesenta (con breves interregnos) prolongándose hasta muy avanzado el siglo XX. Paraguay, país pequeño pero importante, lucía la sempiterna dictadura de Alfredo Stroessner. Lo mismo ocurría con Uruguay, país en el que Pacheco Areco (democráticamente elegido) instaló un gobierno extremadamente represivo y atentatorio a los intereses de los trabajadores. Estos gobiernos ejercieron la fuerza para impedir la instalación del marxismocomunista y subversivo. Este mandato emanaba de la doctrina de seguridad nacional, de la guerra fría y de los pasillos del poder norteamericano. Para esta cruzada contra el ateísmo soviético el enemigo que debía ser aplastado los constituían todos aquellos que reclamaban por sus derechos sindicales, económicos,

sociales

y

políticos.

Difícilmente,

entonces,

podrían

estos

gobernantes hacerse eco de las exigencias de los obispos tercermundistas. En cuanto a las alternativas de capitalismo versus socialismo, que para entonces equivalía a decir Washington versus Moscú, los suscriptores del manifiesto explicaron que la Iglesia desde hacía cien años que toleraba “al capitalismo con el préstamo a interés legal y sus otros usos” que estaban “poco conformes con la moral de los profetas y del Evangelio”100. En cambio ante el socialismo la situación fue distinta. La Iglesia no podía menos que “regocijarse al ver aparecer en la humanidad otro sistema social menos alejado de esta moral”101; pero que era un deber de todo cristiano era proclamar que “que el verdadero socialismo es el

99

Ver en http://www.ruinasdigitales.com/cristianismoyrevolucion/cyrmanifiestodeobisposdeltercermundo66/

100

Manifiesto de Obispos del Tercer Mundo. Hacia el Socialismo. http://www.ruinasdigitales.com/cristianismoyrevolucion/cyrmanifiestodeobisposdeltercermundo66/ 101 Ibídem.

65

Punto

14.

Ver

en

cristianismo integralmente vivido, en el justo reparto de los bienes y la igualdad fundamental”102; por consiguiente el socialismo no podía contrariarlos; al revés, debía adherirse al socialismo “con alegría, como a una forma de vida social mejor adaptada a nuestro tiempo y más conforme con el espíritu del Evangelio”103; así se impediría que algunos confundieran a “Dios y la religión con los opresores del mundo de los pobres y de los trabajadores, que son, en efecto, el feudalismo, el capitalismo y el imperialismo”104. O sea se declararon anti-feudal, anti-capitalista y por supuesto anti-imperialista; una proclama con estas ideas los ubicó en la vereda de la izquierda latinoamericana. A su vez, los sacerdotes de base, en línea con lo dicho en el Manifiesto de los obispos, expresaron: “Nosotros, hombres cristianos y sacerdotes de Cristo que vino a liberar a los pueblos de toda servidumbre y encomendó a la Iglesia seguir su obra …ello implica ineludiblemente nuestra firme adhesión al proceso revolucionario de cambio radical y urgente de sus estructuras y nuestro formal rechazo del sistema capitalista vigente y todo tipo de imperialismo económico, político o cultural; para marchar en búsqueda de un socialismo latinoamericano que promueva el advenimiento del Hombre Nuevo…que sí incluye necesariamente la socialización de los medios de producción, del poder económico, político y de la cultura”105. Estas frases retratan la posición, de centenas de sacerdotes y monjas, respecto del proceso político, abierto en Sudamérica a partir de la revolución cubana. No se podía esperar más, el llamado era claro de adherir inmediatamente a las luchas sociales y populares porque los cambios estructurales no podían esperar más. El camino escogido fue irse a la baja sociedad latinoamericana; se fueron a vivir a las villas y poblaciones periféricas que albergaban a obreros, desocupados, a sus familias y a muchos que venían llegando del mundo rural. Surge la figura del cura obrero y de la hermana. La “misión” fue involucrarse directamente en los problemas sociales que afectaban a los pobres: era estar con Dios hecho hombre.

102

Ibídem. Ibídem. 104 Ibídem. 105 Citado en MOYANO, Sara Alejandra. Iglesia y política en Córdoba: la busqueda de una sociedad católica. Diálogos rev. electr. hist [online]. 2011, vol.12, n.2 [citado 2013-04-10], pp. 98-112 .Disponible en: . ISSN 1409-469X. 103

66

“Cuando entré a trabajar con un grupo de obreros del surco, con obreros de frigorífico y compañeros metalúrgicos en Reconquista, comencé a penetrar en la vida real de los que sufre. Yo creía conocer esa vida y me di cuenta que estaba totalmente al margen y que no conocía nada. Estas fueron mis primeras experiencias en el MOAC…que me sirvieron para ir tomando conciencia y para ir despertando a una mayor y más real participación en la vida de los pobres”106

Este franco contacto con la pobreza extrema que asolaba a los habitantes periféricos causó profundo impacto en estos hombres y mujeres, que habían sido formados en la ideas de “amor al próximo”. Otro sacerdote lo recuerda de este modo: “Comencé a visitar suburbios de San Luís. Yo, en mis andanzas, conocía la pobreza, pero no la miseria absoluta. Vi aquellas casas de palafito, personas sin trabajo. Comencé a ayudar en la organización de Asociaciones de Vecinos y acabé gustando de aquello”107. Asumir como propio los problemas terrenales de los pobres, significó (en muchas ocasiones) enemistarse con la jerarquía conservadora del catolicismo, la que procedió punitivamente. Algunos no aceptaron imposiciones y simplemente optaron por abandonar la institución, pero en ningún caso abjuraron de su condición cristiana. Otros optaron por mantenerse dentro de la Iglesia, aceptando la sanción, pero sin abandonar la lucha. De los sacerdotes que terminaron por emigrar encontramos a Alipio de Freitas que al prohibírsele el ejercicio del sacerdocio respondió al Cardenal brasileño Jaime Barros Cámara diciendo: “Innecesaria se torna esta nota, ya que no ejerzo, nunca ejercí y jamás ejerceré actividad ministerial en la Arquidiócesis por cuanto la considero incapaz de dicho ejercicio, dada la orientación pastoral que la preside. ¿Por qué, supuestamente, se me ha retirado el uso de las Sagradas Órdenes en la Arquidiócesis de Río de Janeiro? Simplemente, y esto la Curia malévola omitió afirmarlo, porque integrándome en la lucha del pueblo brasileño fui a la plaza pública a luchar por las reformas de base necesaria para la emancipación socio-económica del Brasil”108.

106

Padre Rafael Yaccuzzi. Dar la vida por el pueblo. Revista Cristianismo y Revolución. Nº 14. Página 3. Segunda Quincena de 1969. Un hombre de gran firmeza - Entrevista con Alipio de Freitas. A Nova Democracia. Marzo del 2010. Ver en http://www.anovademocracia.com.br/edicion-en-espanol/121/2778-un-hombre-de-gran-firmeza-entrevista-con-alipio-de-freitas 108 Carta del Padre Alipio de Freitas al Cardenal Jaime Barros Cámara. Revista Cristianismo y Revolución. Página 4. Septiembre de 1966. 107

67

Los que acataron las sanciones no fueron pocos; la lista es enorme y solo por nombrar algunos, probablemente el más destacado es el poeta Ernesto Cardenal y el más conocido nuestro, el padre Rafael Maroto. Existe un caso potente de sacerdotes castigados como fue el Gaido y Delaferrera en Córdoba109. Resulta ilustrativo el ambiente interno de la Iglesia Católica, al menos

argentina,

en

aquellos

años.

Los

clérigos

mencionados

fueron

drásticamente penados al considerarse que su pastoral era “ruidosa, chocante, revolucionaria”110. La réplica de los capellanes no fue la tradicional, llena de arrepentimientos y súplicas de misericordias; por el contrario la respuesta fue polémica e incluso desafiante. Ellos dijeron: “…si por ruidosa, chocante y revolucionaria se entiende una pastoral que se esfuerza por romper la milenaria barrera que separa lo sacro de lo profano, que se preocupa por llevar el fermento evangélico a todas las realidades del hombre de nuestros tiempos, que confía con optimismo inquebrantable en todos los hombres rociados indiscriminadamente por la sangre de Cristo, que encuentra en ellos respuesta entusiasta porque la ven aparecer más que como un código represivo como un factor positivo de construcción, nos sentimos muy honrados de que nuestra experiencia pastoral haya sucumbido por lanzarse a tal empresa.”111

El trabajo pastoral de Gaido y Delaferrera estuvo centrado en el estudiantado cordobés. Para junio del año 66 los militares irrumpieron violentamente (una vez más) en la vida política de los argentinos. Esta nueva incursión --- para algunos investigadores --- tuvo características diferenciadoras de las otras experiencias golpistas. Los nuevos rasgos del movimiento castrense fueron “su grado de programación, la actuación por primera vez y en conjunto de las tres fuerzas armadas como corporación, y el objetivo de desterrar y suprimir la política del escenario nacional”112. Ya no se trataba sólo de ordenar al país o erradicar la tradicional

109 Carta de Despedida. Padres Gaido y Delaferrera. En Revista “Cristianismo y Revolución”. Páginas 10-12. Número 2-3. OctubreNoviembre de 1966. Editado por “Signos”. Buenos Aires 110 Ibídem. 111 Óp. Cit. Página 10. 112 El movimiento estudiantil cordobés durante el onganiato: Una aproximación a las divergencias entre el Reformismo y el Integralismo. Emilse Pons. CEA-CONICET. Ver en http://www.ffyh.unc.edu.ar/archivos/modernidades_a/IX/DEFINITIVOS/articulopons.htm

68

corruptela de los políticos. Para entonces, en esta misión, las Fuerzas Armadas actuaban como bloque y dispuestas a sustituir a la clase dirigente tradicional. En otras palabras, los militares argentinos, encabezados por Onganía, buscaban ni más ni menos despolitizar total y absolutamente la vida argentina. Y para tal objetivo necesario neutralizar (o cooptar) los organismos intermedios (sindicatos y resto de organizaciones sociales) entre la sociedad y el aparato burocrático público que pasaba (en ese momento) a ser dirigido por los uniformados. En este cometido despolitizador fue (como siempre ocurre) necesario establecer prioridades y la principal fue representada por los estudiantes porque simbolizaban, como en otras latitudes, el sector social más organizado, de prácticas avanzadamente democráticas y dispuestos siempre a defender la convivencia civilizada y democrática ante las amenazas verticalistas y autoritarias. Onganía concretó su amenaza aplicando medidas que dieron por el traste la organización universitaria y su autonomía. Amén de otras medidas coercitivas que fueron aplicadas y que dieron origen a una creciente reacción de rechazo y protesta de los universitarios. En este marco político los jóvenes estudiantes cordobeses optaron por enfrentar al régimen a través de acciones que, para la época, resultaron novedosas como la huelga de hambre, ausentismo a clase, paralización general, mítines relámpagos (que por cierto estaban prohibidos) incipientes expresiones de autogestión en la puesta en funcionamiento de comedores estudiantiles propios113. En estas visibilizaciones, los sacerdotes mencionados mantuvieron un irrestricto apoyo y presencia en las actividades de resistencia, impulsadas por las organizaciones estudiantiles. Esta forma de hacer sacerdocio no estuvo ausente otros lugares de Latinoamérica. Los cristianos-católicos revolucionarios no sólo observaron las profundas desigualdades en la sociedad; también las vivieron intensamente. Más aún, denunciaron que las desigualdades sociales se proyectaban en el interior de la 113

El movimiento estudiantil cordobés durante el onganiato: Una aproximación a las divergencias entre el Reformismo y el Integralismo. Emilse Pons. CEA-CONICET. Ver en http://www.ffyh.unc.edu.ar/archivos/modernidades_a/IX/DEFINITIVOS/articulopons.htm

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Iglesia diciendo que (a propósito de la Iglesia brasileña) era difícil “… encuadrar en una misma categoría social al acomodado sacerdote de las zonas de Sud del país, socio de cuantas industrias y negocios surgen en sus distritos, con el sacerdote nordestino casi tan miserable como todas sus ovejas”114. Y, esta absoluta inequidad social, vivida por los sacerdotes de la llanura, radicó exclusivamente en el sistema económico imperante: “En el régimen capitalista tampoco el clero consigue salvarse de los desastres económicos. La inflación, el alto costo de la vida, la creciente pauperización del pueblo alcanza también al clero, con excepción de los que están directamente al servicio de las minorías privilegiadas”115. Salta a la vista la mirada clasista que tenía, al menos, un grupo de sacerdotes católicos respecto de “su” realidad social e institucional; pero además se descubre en las frases citadas la intención de coincidir en los padecimientos con los sectores empobrecidos de la sociedad. Resumiendo, la presencia de los sacerdotes y monjas en las filas revolucionarias, algunas de ellas armadas, fue un fenómeno político, ideológico y ético que golpeó fuertemente a la sociedad y a la Iglesia. En algún instante se pensó en un nuevo cisma católico; ello no ocurrió y tampoco lo pensó algún clérigo o monja rebelde. No fueron ellos los que buscaron el camino de la división. Fue un cura fundamentalista que prefirió construir Iglesia aparte antes de aceptar la línea oficial del Vaticano116. La adhesión de muchos sacerdotes y monjas tercermundista a la Iglesia Católica fue importante; pero mucho más trascendente fue el irrestricto apego a sus convicciones cristianas a pesar de su aggiornamiento.

114

La Situación de la Iglesia. En Revista “Cristianismo y Revolución”. Página 3. Número 1. Septiembre de 1966. Editado por “Signos”. Buenos Aires. 115 Ibídem. 116 El 30 de junio de 1988 se produjo el cisma lefebvriano; una división inspirada y ejecutada por el ultraconservador arzobispo Marcel Lefebvre. El comienzo de la ruptura data de 1969, cuando este cura inició la primera acción de cómo concebía la Iglesia. Creó la llamada Fraternidad de San Pío X, a la que se unieron decenas de sacerdotes y monjas, arrastrando a miles de fieles. Ver en http://webcache.googleusercontent.com/search?q=cache:XqVvtHL2DvwJ:www.elmundo.es/magazine/num204/textos/hereje1.html+ci sma+obispo+lefebvre&cd=4&hl=es-419&ct=clnk&gl=cl

70

La tercera vertiente cristiana-latinoamericana de nuevo tipo fue la revista “Cristianismo y Revolución”, considerada un importante centro (probablemente del Cono Sur) de difusión de las ideas revolucionaria de y para los cristianos. Años más tarde el sacerdote jesuita Gustavo Morello hizo una interesante y precisa síntesis del pensamiento irradiado por la mentada publicación. Según Morello “Cristianismo y Revolución” planteó, por ejemplo, que el verdadero socialismo era la vivencia completa del cristianismo. Era en el socialismo, entendido como un sistema en el que había un justo reparto de los bienes (a cada cual según sus necesidades) y una igualdad entre los individuos que desalojaba cualquier injusticia, donde los cristianos podían sentirse plenamente realizando la obra de Dios. Pero, para llegar a esta especie de situación divina, era necesario erradicar totalmente el germen de las desigualdades: la propiedad privada. Al sentido de igualdad (que encierra la justicia social) se suma la posibilidad de participación real de los desposeídos en el manejo del poder. Dicho de forma distinta, el socialismo aseguraba la construcción democrática plena. El camino en la consecución de este nuevo estadio de desarrollo humano era uno solo: la lucha armada. Pero no cualquier tipo de gesta, sino una en la que se fundía o se co(fundía) la actividad de la organización político-militar con la actividad de las clases populares con el fin de incorporar gradual y crecientemente elementos políticos construidos en las fábricas y barrios donde yacían los desposeídos. Por lo dicho, el ideario del cura guerrillero Camilo Torres, era el que más se ajustaba a la línea ideológica que defendía la revista. Este ideario tenía tres vértices. Primero, sin la conquista del poder, difícilmente podría darse los cambios estructurales que América Latina necesitaba; segundo, el camino electoral era estéril y; por último, la lucha armada era la opción correcta para lograr los objetivos predispuestos. La razón o justificación ética de asumir la violencia armada como herramienta para edificar una sociedad más justa y solidaria, es decir el socialismo, era que si no se enfrentaba un sistema violento, como era el capitalismo, al final de la jornada se terminaba siendo cómplice de él117.

117

Ibídem.

71

El repliegue y la invisibilización de esta corriente cristiana coincidió con la acción descarnada de las dictaduras militares, la hegemonía creciente del neoliberalismo y, por cierto, la re-orientación de la más encumbrada jerarquía eclesiástica emprendida por el cura Karol Józef Wojtyla118 desde su Papado; cuyo sello fue un marcado anti-comunismo y una tenaz lucha contra la teología de la liberación.

118

Conocido mundialmente por el nombre de Juan Pablo II .Asumió como Papa de la Iglesia Católica y mandamás del Estado del Vaticano entre el 16 de octubre de 1978 hasta el año 2005 cuando fallece.

72

TERCER CAPITULO CAMINO A UNA PROPUESTA REVOLUCIONARIA DE IZQUIERDA: NACIMIENTO DEL MIR119.

119 En la versión inicial se tituló “La “prehistoria” del Movimiento de Izquierda Revolucionaria: la hegemonía trotskista”; expresión que motivó al compañero Luis Vitale a construir una crítica aportativa.

73

El mirismo de primera hora A diferencia de la primera versión120, cuya lectura llevó a muchos ex - militantes a plantear correcciones. En esta ocasión nos haremos cargo de ellas. De inicio queremos situar el nacimiento de una Izquierda Revolucionaria chilena más allá de la década de los sesentas. Sus raíces se visualizan en la década del cincuenta, incluso con revolucionaria

poco esfuerzo encontramos a

mediados

de

los

afanes

treinta.

Por

por

construir

consiguiente

izquierda una

línea

revolucionaria, es más antigua y mucho más amplia que el Movimiento de Izquierda Revolucionaria; el que surge en agosto del año 1965. El profesor Vitale, con su trabajo “Contribución a la Historia del MIR (1965-1970), y en calidad de “investigador-testigo de la época” colocó el alumbramiento del MIR a inicios de la década del sesenta. Afirma que el proceso de unidad revolucionaria se desató básicamente por la convergencia de factores externos y, en menor grado, por sucesos políticos internos121. Vitale sin mezquindad ni sectarismo alguno, atribuye a un no marxista, en este caso un cristiano como Clotario Blest la toma de iniciativa unitaria diciendo que el “primer paso hacia la unidad de las fuerzas revolucionarias lo dio el presidente de la CUT, Clotario Blest, al formar el M3N -sigla surgida a raíz del gran Paro general y la Concentración del 3 de noviembre de 1960”122. Sin perjuicio al aporte del profesor Vitale al establecer y dejar historiado que el MIR tiene raíces que se extiende más allá de la fecha emblemática: 15 de agosto de 1965; deberíamos aceptar que la “izquierda revolucionaria” (como corriente de pensamiento y acción política distinta a la izquierda institucionalizada o de “tradición”) tiene otro pié de inicio que lo podríamos asentar en la década de los treinta. Ello no significa que (para entonces) la lucha armada, concebida y organizada como estrategia para acceder al poder hubiese estado encima de la mesa marcando la táctica y estrategia de la organización. En este sentido hay que 120

“MIR: una Historia”. Carlos R. Sandoval Ambiado. Editorial “Trabajadores Adelante”. Julio de 1990. Santiago. a la Historia del MIR (1965-1970). Luis Vitale Cometa. Capítulo http://mazinger.sisib.uchile.cl/repositorio/lb/filosofia_y_humanidades/vitale/obras/sys/bchi/h.pdf 122 Ibídem. 121

74

I.

Ver

en

diferenciar la violencia de las masas123, en más de una ocasión de carácter espontáneo, con la violencia asumida por una organización política de izquierda. La violencia popular, como expresión del movimiento social, es un recurso de visibilización del conflicto y de presión extrema a la poliarquía para que acceda a negociar. Es decir, aplicando la violencia busca abrir espacios pacíficos de construcción de soluciones. Pero en el imaginario de la dirigencia y la base social no siempre está presente el aplicar la fuerza; por el contrario es utilizado como uno de los últimos recursos ante la dejadez del poder formal para responder a sus demandas. Por el contrario, la violencia (ya lo dijimos) forma parte de la estrategia de los revolucionarios de izquierda en la década de los sesenta. Pero no es sólo este factor (la violencia armada como estrategia) el que hace a una “izquierda revolucionaria”. De hecho, sólo desde fines de los sesenta del siglo pasado, la izquierda revolucionaria chilena se hizo presente organizando sistemáticamente y como parte de su estrategia política acciones armadas e intimidantes. Es de conocimiento histórico las expropiaciones a Bancos y amedrentamientos a patrones que realizaron los miristas. Más aún, es solo el MIR donde encontramos una concepción organizativa que incluye “lo” militar: los G.P.M. (Grupo Político-Militar) Antes del desarrollo del M.I.R. cuesta encontrar organizaciones políticas que no sólo hubiesen hablado de la lucha armada sino además que se hubiesen dotado de una estructura para desplegarla en la lucha política. En la historia de las izquierdas chilenas detectamos el origen de la corriente “revolucionaria” a los pocos años de fundado el Partido Comunista. Ya en 1930 surgió organizadamente en el PC chileno un grupo intestino que se hizo llamar “Oposición Comunista”124. El objetivo que tuvo este grupo disidente (“díscolo” se diría hoy) fue exigir a sus dirigentes mayor democracia interna que conllevara la posibilidad de discutir la línea política del partido y, que ésta no fuera elaborada en el extranjero. Además se presionó para los efectos que las directrices partidarias 123

En esta materia existen interesantes aportes de dos historiadores sociales: Mario Garcés Durán y Gabriel Salazar Vergara. El primero en su libro “Crisis Social y Motines Populares” (Capitulo Cuatro. Ediciones Documentas-ECO) y el segundo en la obra “La violencia política popular en las ” (Editorial LOM) 124 Historia del movimiento obrero chileno. Humberto Valenzuela. Página 76. Colección Papeles para armar. Editorial Quimantú, Santiago de Chile. Año 2008.

75

se elaboraran en apego a la realidad nacional y no en base a lo que la Dirección creía o concebía como imagen objetiva del escenario político125. Poco más tarde y en correlato a como se agudizaba la lucha intestina en el PC ruso (pos Lenin) surgió desde el PC chileno la “Izquierda Comunista”126. Esta organización proclamó nutrirse del pensamiento de León Trostky; contó entre sus iniciadores a Humberto Valenzuela y a otros militantes que años más tarde darían o aportarían al nacimiento del Movimiento de Izquierda Revolucionaria. Este grupo se convirtió en la organización política más crítica del Partido Comunista, especialmente en lo referido a la relación partido-organización obrera. Le sucede a la “Izquierda Comunista” el Partido Obrero Revolucionario (P.O.R.). Por acuerdo de mayoría de los comunistas de izquierda se decidió ingresar al naciente Partido Socialista de Chile, ello motivó que la minoría optara por un camino distinto como fundar otra organización. Lo hizo porque consideró que incorporarse al Partido Socialista liquidar la línea revolucionaria. La ruptura con el comunismo fue total. No sólo se levantó como alternativa a los dos partidos de izquierda (comunista y socialista) sino además cortó ligadura con su referente internacional: la III Internacional, pasando P.O.R. a adquirir la condición de “sección chilena de la Cuarta Internacional”127. Pero la historia de divisiones y subdivisiones, atomización y dispersión, en las filas de la Izquierda chilena se repite en esta nueva organización de izquierda. A fines del año 1954 la mayoría del P.O.R. decidió (al igual que la Izquierda Comunista) ingresar al Partido Socialista, no obstante hubo un pequeño grupo que resolvió no irse al socialismo chileno y “mantener la bandera del P.O.R.”128. El P.O.R. es probablemente el afluente más caudaloso de la izquierda revolucionaria chilena, el que tiene la raíz histórica más lejana y el que provee la mayor carga cultural al M.I.R. Hubo otros pequeños grupos y organizaciones que también contribuyeron a la formación del M.I.R. Todos ellos importantes, al igual que quienes como personas 125

Óp. Cit. Página 77. Óp. Cit. Prologo de Luis Vitale Cometa. Página 10. 127 Ibídem. 128 Óp. Cit. Página 11. 126

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(individualmente) se sumaron a la conformación en el año 1965 del Movimiento de Izquierda Revolucionaria. Algunas de estas referencias orgánicas de la izquierda revolucionaria son la llamada Oposición Socialista de Izquierda, una seccional del PS coquimbano, otro pequeño sector del socialismo talquino. Todas estas organizaciones del abanico de la izquierda revolucionaria se unieron al P.O.R. para dar origen al Partido Socialista Popular (PSP) Paralelo a este proceso jóvenes militantes del socialismo chileno de Concepción abrieron fuerte crítica de fondo (“lucha doctrinaria” dice Julio cesar Jobet) a la línea política oficial. Acusan ellos que la opción sancionada en el vigésimo congreso del Partido Socialista había liquidado doblemente las pretensiones del pueblo. Por un lado, había liquidado política y orgánicamente al sector de izquierda del Partido y, por otro impedía una rectificación (hacia la izquierda) de la línea del socialismo chileno129. En la ocasión, estos jóvenes militantes de la Federación Juvenil Socialista, criticaron ácidamente el hecho que el Partido Socialista hubiera “sustituido la adopción de una línea auténticamente revolucionarla por otra oportunista”130 utilizando como argumentación la vía pacífica “como la pantalla revisionista para encubrir la colaboración de clases, el sometimiento a las instituciones democrático-burguesas y la seguridad de un gobierno no socialista, sumiendo de este modo al movimiento popular en un cretinismo electoral"131. Una vez voceada la crítica, algunos fueron expulsados y otros abandonaron las filas del Partido Socialista, después de lo cual pasaron a formar parte de la Vanguardia Revolucionaria Marxista (Rebelde)132. Estos jóvenes estudiantes fueron, entre otros, Miguel H. Enríquez Espinoza, su hermano Marcos, acompañados de sus amigos y condiscípulos Bautista van Schouwen, Claudio

Sepúlveda, Marcelo Ferrada, Jorge Gutiérrez C., Pedro

129

El Partido Socialista de Chile, Tomo II. Julio César Jobet. Página 100. Colección Doctrina Sociales. Editorial PLA. Año 1971. Santiago de Chile. 130 ibídem 131 Ibídem 132 De este modo lo identifica uno de los contemporáneos y compañero de curso de los expulsados del PS en “Bautista van Schouwen. Antecedentes Biográficos” de Martín Hernández Vásquez. También lo afirma en entrevista a Martín realizada por el autor.

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Valdés y Raúl Jara; todos ellos alumnos de la Universidad de Concepción133 y, por consiguiente de acuerdo a la época, pertenecientes a la elite intelectual penquista. Probablemente este rasgo socio-cultural permitió que se estigmatizara al MIR como un movimiento pequeño-burgués de jóvenes intelectual. No obstante, ello no podría ser de este modo porque en el crisol revolucionario del año 1965 terminaron fusionándose, diluyéndose, amalgamándose con sectores sociales de indiscutido sello obrero. De la Vanguardia Revolucionaria Marxista, como parte de la izquierda revolucionaria de Chile, se tiene antecedentes que se remontan a inicios de los años sesenta. Para el invierno de 1962 dos grupos de la izquierda revolucionaria deciden fusionarse: la Vanguardia Nacional Marxista y el Partido Revolucionario Trotskista y de este modo dar paso a una organización de mayor envergadura. Su fue Vanguardia Revolucionaria Marxista134 y (se dijo para entonces) que con este evento se iniciaba el arduo (y, obviamente, necesario) proceso de unificación de la izquierda revolucionaria. Para los participantes de esta unificación la experiencia cubana, la gesta de la Sierra Maestra, actuaba como fuerza centrípeta135. El solemne acto fue refrendado firmando un documento de titulo Acta Revolucionaria de Santiago, al que concurrieron con su firma la alta dirigencia de los fusionados136. En aquella ocasión y después de una intensa y amplia discusión en la que participaron tanto militantes como dirigentes. La primera declaración fue reconocer que los “militantes eran discípulos de Lenin y Marx” y que “el camino obligado de nuestra revolución Chilena” era “la vía revolucionaria” y por consiguiente excluía todo tipo de vía pacífica para alcanzar el poder e instalar un “Gobierno de Obreros y Campesinos”137. Ya de entonces el asunto de la “vía” se colocó en la discusión. Para los “verremistas” los acontecimientos políticos de Argentina138 enseñaban que la vía pacífica era estéril porque “el imperialismo y sus domesticadas 133

Ibídem El Rebelde. Año I, página2, número 10 del 25 de julio de 1962. Santiago 135 Ibídem. 136 Ibídem 137 Ibídem 138 En marzo de aquel año se sucedió un golpe de Estado por medio del cual se desplazó del gobierno al radical Arturo Frondizi. 134

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burguesías criollas” habían demostrado claramente sus propósitos “de aplastar impunemente los restos de democracia burguesa” de forma que era necesario implementar un camino que garantizara no solo el acceso al poder, sino la seguridad de mantenerse en él.139 Desde la perspectiva estrictamente doctrinaria, ya se dijo, abrazaron el marxismoleninismo para la inspiración revolucionaria y por consiguiente, ya en el ámbito de la política internacional, declararon su adscripción al internacionalismo proletario y por

tanto

su

decidida

(apasionada,

dijeron)

defensa

de

los

procesos

revolucionarios de la Unión Soviética, de Chino Popular y de aquellos países que estuvieran regidos por una democracia popular, así como su decidida actitud de enfrentar las agresiones que el imperialismo norteamericano intentara dejar caer sobre aquellos países. En el 1º Congreso de la Vanguardia Revolucionaria Marxista, realizado durante los tres primeros días de mayo de 1964, el que fue precedido por una convocatoria publicada semanas antes, se discutieron las principales líneas políticas de la Izquierda Revolucionaria para enfrentar el momento político que se avecinaba y cuyo rasgo principal era el enfrentamiento electoral entre Salvado Allende y Eduardo Frei por la primera magistratura. En la preparación de este “Primer Congreso” se buscó superar las formas tradicionales para realizar estos eventos. Se procuró dibujar un estilo cuyo sello sería la autenticidad democrática y la plena participación de las bases. Los convocantes creyeron y alegaron que lo hacían para diferenciarse del modo usado por el Partido

Comunista (motejado por la VRM como “revisionista”) el que

realizaba “...Congresos y Conferencias Nacionales, como una simple fórmula, en que los delegados designados (nunca elegidos) ratifican un informe preparado de antemano por el Secretariado antiguo del Partido”140. En este sentido, los verremistas fueron aún más ácidos en su crítica al comunismo chileno. En el marco de la disputa Moscú-Pekín (o Stalin v/s Mao) la Vanguardia Marxista Revolucionaria tomó clara y decidida postura pro-China y desató una virulenta 139 140

El Rebelde. Año I, página2, número 10 del 25 de julio de 1962. Santiago Vanguardia. Nº 1, junio de 1964. Santiago de Chile.

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crítica a los comunistas chilenos a quienes llegó a tratar de socialdemócratas que con sus acciones no hacía otra cosa que parar el movimiento revolucionario mundial de los trabajadores. En el plano estrictamente interno la actitud del PC, en opinión de los verremistas, habían llevado a los trabajadores chilenos y al movimiento sindical “al pantano del economicismo” siendo la principal causa por la que sufrían derrotas constantes; a su vez los campesinos, uno de los más importantes aliados de los trabajadores y que constituían alrededor de un tercio de la población chilena estaban “entregados a su dramática suerte y, como carecen de una dirección proletaria que los guie, vegetan en medio de una miseria espantosa”

141

. Además el PC chileno, en

opinión de la VRM, había dejado de lado un aspecto estratégico en la lucha revolucionaria como incentivar y cuidar la alianza obrero-campesina. En buen romance, los padecimientos de los trabajadores chilenos y la miseria del campesinado se debía esencialmente a la actitud pacifista, revisionista y socialdemócrata del Partido Comunista de Chile. La VRM declaró que esto ocurría con los explotados chilenos, mientras en paralelo la dirección oportunista del PC chileno vivía “plácidamente una existencia electorera”, cretinismo que se “difundía a raudales” entre los trabajadores chilenos tratando de convencerlos que en el torneo electoral de septiembre de 1964 se “conquistaría el poder en forma idílica”142. Y, con este tema se entra de lleno al problema de las “vías” para la conquista del poder o para hacerse del poder para los trabajadores. La disyuntiva engañosamente planteada por otras organizaciones de izquierda, habría sido “lucha armada o vía pacífica”. No obstante en la rigurosidad histórica, tanto documental como empírica, la izquierda revolucionaria no planteó caminos excluyentes. Por el contrario, desde un principio la VRM planteó (haciendo suya la tesis del PC Chino) que los revolucionarios debían dominar todas las formas de lucha, fueran estás violentas o pacíficas, armadas o electorales.

141 142

El Rebelde. Año I, página2, número 18 de octubre de 1963. Santiago Ibídem.

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La VRM, en ese camino, incentivó el trabajo de “masas”, especialmente en pobladores,

estudiantes

y

trabajadores.

Participó

con

sus

sindicatos

(especialmente los municipales) de todos y cada uno de los torneos de la Central Única de Trabajadores; acudió con su denuncia y análisis de las precarias condiciones en las que se debatían los pobladores del cinturón de miseria que rodeaba a Santiago y apoyó los primeros pasos organizativos del Movimiento Universitario de Izquierda en algunas escuelas de la Universidad de Chile, especialmente la de medicina143. Pero además, esta opción de “todas las formas de lucha” vino a resolverle una no menor dificultad como era la contienda electoral de 1964, apoyando explícitamente la candidatura de Salvador Allende porque de ese modo no quedarían aislados de las masas. Esta era, para ellos, la adecuada manera de combinar y dominar todas las formas de lucha. Y, en todos estos avatares la VRM, con el afán de dar la lucha ideológica en todos los ámbitos, buscaba diferenciarse crecientemente de las posiciones del resto de la izquierda, especialmente de lo que ellos denominaron revisionistas, es decir del Partido Comunista. Este marcado cuño de ser insumiso a las prácticas políticas del PC chileno, acompañó a la izquierda revolucionaria durante todo el tiempo de gestación unitaria, de expansión nacional y proyección internacional. Habida cuenta de los párrafos precedentes se puede concluir que el MIR resultó de un proceso unificador de pequeños grupos escindidos, preferentemente del Partido Comunista y en grado menor del socialismo chileno. El profesor, historiador y luchador internacionalista Luis Vitale Cometa, uno de los fundadores del MIR, explica este hecho político en los siguientes términos: “el MIR fue el resultado de la fusión de dos organizaciones que habían unificado previamente a 8 grupos que venían trabajando desde hacía varios años en el movimiento obrero”144. Así se llegó, probablemente, al punto de partida del mayor desarrollo que haya tenido --- hasta el momento --- la izquierda revolucionaria chilena: la fundación del M.I.R.

143

El Rebelde. Año II, número 17. Septiembre de 1963. Santiago Historia del movimiento obrero chileno. Humberto Valenzuela. Página 12. Colección Papeles para armar. Editorial Quimantú, Santiago de Chile. Año 2008.

144

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El MIR y su congreso inicial: ¿fundidor de la izquierda revolucionaria?145 El acariciado objetivo por constituir una Dirección Revolucionaria, se hizo menos esquivo desde las postrimerías del año 1964 en adelante. Diez meses les tomó a los gestores de la iniciativa para acelerar y profundizar el necesario proceso de unidad de los revolucionarios. Una de las señales importante de este proceso unitario fue el Congreso convocado por militantes socialistas, que habían renunciado a su partido, realizado los días 21 - 22 de mayo de 1965; al que asistió un importante número de dirigentes juveniles, tanto del Regional Norte como del Regional Sur del Partido Socialista. En calidad de delegados fraternales asistieron miembros de la naciente Vanguardia Revolucionaria Marxista y del Partido Socialista Popular. El objetivo de esta reunión fue buscar mecanismos para fortalecer la causa unitaria. En función de esto se constituyó el Partido Socialista Revolucionario que, como primera cosa declaró: “...importantes núcleos, ideológicamente bien armados, con larga y fructífera experiencia, trabajan seriamente. Nuevos y jóvenes contingentes se suman constantemente a este batallar y sabrán buscar la ruta del entendimiento. Más que nunca su unidad debe realizarse sobre una plataforma de máxima claridad ideológica y política”146. Conocida esta resolución la VRM que ya había planteado la necesidad constituir una organización partidaria que realizara “la tarea histórica de derribar las viejas estructuras económicas capitalistas construyendo sobre sus ruinas un régimen socialista”147 y el PSP, sumada la Comisión Organizadora de la Izquierda Revolucionaria148, invitaron al flamante Partido Socialista Revolucionario a participar en la creación del “partido unido de las fuerzas revolucionarias”149. Con el afán que esta gesta fundacional fuera lo más democrática posible se dio paso a constitución de Comités de base pro-constituyente. La idea o, políticamente ideado era que los acuerdos fueran legítimos a toda prueba. Los 145

En la primera versión este apartado fue titulado “El proceso de unidad revolucionaria”. El Rebelde. Nº 28, página 4. Septiembre de 1964. Santiago de Chile. 147 El Rebelde. Nº 31, página 3. Julio de 1965. Santiago de Chile. 148 La que era presidida por el destacado dirigente obrero Clotario Blest Riffo 149 El Rebelde. Nº 31, página 3. Julio de 1965. Santiago de Chile. 146

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gestores de la iniciativa unitaria deseaban diferenciarse de las prácticas del resto de la izquierda, a la que criticaban su burocratismo y carencia de democracia interna. Así fue como en Quinta Normal, Barrancas (actual comuna de Pudahuel), Ñuñoa, Puente Alto y Las Condes se crearon los formulados comités. Un fenómeno semejante ocurrió en provincias. Por ejemplo se comunicó que el Comité Regional del Partido Socialista Popular de Coquimbo estaba impulsando unidad revolucionaria; que en Concepción la VRM asumía la responsabilidad, en toda la zona sur de formar comités de base para el Congreso de Unidad y para tal efecto se ponía contacto con militantes de Temuco, Osorno y Llanquihue. Asimismo se tensionó la actividad unificadora en el PSP y la VRM de Valparaíso, Talca y O’Higgins. La dinámica aglutinadora llegó al clímax con la convocatoria congresal emanada de la Comisión Constituyente del Congreso de Unidad Revolucionaria para julio de 1965. En el documento convocante se fijaron los objetivos de la reunión y que fueron cuatro. En primer lugar se precisó el deseo de que “…esta izquierda revolucionaria sea soberana e independiente, política y organizativamente, frente a los partidos y grupos marxistas leninistas de toda la tierra”. Luego se planteó que esta nueva izquierda debía levantar “audazmente, la bandera de la transformación ininterrumpida de nuestra revolución, en revolución socialista”. Además que “ella restaure el camino de lucha intransigente y revolucionaria que Recabarren enseñó a los trabajadores chilenos” y; por último que esta izquierda revolucionaria se abocara a defender con “un criterio democrático amplio, como condición orgánica para una profunda y viril vida ideológica, política y actuante del Partido revolucionario.”150. A partir de estos objetivos podemos avanzar en desentrañar algunos misterios del génesis mirista. Quedó manifiestamente establecida la separación de aguas con la directriz moscovita tanto en el ámbito político, como en el organizativo. Este “rayado de cancha” fue un buen gancho para buen número de jóvenes que sintiéndose revolucionarios buscaban diferenciarse de las izquierdas instaladas en el país, fuera esta “nacional” (socialismo) o “internacional” (comunista). 150

El Rebelde. Nº 31, página 3. Julio de 1965. Santiago de Chile.

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Otro elemento distintivo es la aseveración que la nueva izquierda (revolucionaria) debía comprometerse con un tipo de revolución que fuera un proceso ininterrumpido, dejando de manifiesto el influjo trotskista. Así, solo con estas dos frases quedó sellada la imagen que construiría el resto de las izquierdas del mirismo: al no tener como eje al comunismo internacional…pasaría a ser “ultraizquierdistas” y adscritos al “trotskismo traidor”. En este mismo hito resalta la inquietud del mirismo de primera hora por rescatar la herencia ideológica de la izquierda chilena. Por ello invocan al padre del proletariado nacional (Recabarren) e introducen el concepto de democracia interna (entendida como “centralismo democrático”) en la práctica política del nuevo partido político. El acto congresal e inicio de un proceso de formación partidista. Casi un centenar de delegados, provenientes de distintas partes del país, se reunieron en Santiago durante los dos días 14 y 15 de agosto de 1965. Solo se ausentaron los delegados del PSP y de la VRM nortinos, el mal tiempo climático conspiró en su contra y no alcanzaron a llegar al encuentro. No obstante esta enojosa situación la delegación norteña hizo llegar el más caluroso saludo y la más irrestricta adhesión a la jornada constitutiva. La evaluación que hicieron lo involucrados del evento fue promisoria. Se aseguró públicamente que el mentado Congreso se había desarrollado con un despliegue de ponencias y propuestas políticas de “alto nivel teórico y político.”151. Así fue como se aprobó un conjunto de tesis (que trataremos más adelante) y se eligió una la Directiva nacional que conduciría a la naciente organización. Esta novel dirección fue encabezada por el doctor Enrique Sepúlveda acompañado de un Comité Central integrado por 21 militantes, los que asumieron inmediatamente sus funciones creando diferentes comisiones de trabajo. En comunicado público la nueva organización expuso sus objetivos. El documento que plasmó las intenciones de sus integrantes fue, por decir lo menos,

151

El Rebelde. Nº 32, página 1. Septiembre de 1965. Santiago de Chile.

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grandilocuente: “Chile en el camino de la revolución socialista”152. Y, también, con mucho énfasis, los congresales se dirigieron a “la nación y al pueblo trabajador para decirles” que “EL MOVIMIENTO DE IZQUIERDA REVOLUCIONARIA (MIR) se organiza para ser la vanguardia marxista leninista de la clase obrera y de las masas oprimidas y explotadas de Chile, que buscan romper sus cadenas de más de 150 años, luchando por la emancipación nacional y social que las conducirá al socialismo y al comunismo”153. Los miristas constituyentes evaluaron que instituidos como marxistas leninistas cubrían una necesidad histórica: dotar a los explotados de Chile de una vanguardia. Ese era el requisito indispensable para impulsar la destrucción de las formas de dominación existente, del capitalismo. Obviamente que esta declamación irritó a las demás izquierdas; de una plumada se desconocía el papel jugado hasta esos instantes. En este desplante político reconocieron que su lucha era parte de un proceso iniciado en tiempos de la Independencia anti-colonialista, tratando de darle un sentido histórico a la creación del MIR pero que a todas luces reflejó desconocimiento de la historia popular chilena por la participación de los explotados en la lucha política, al menos hasta las postrimerías del siglo pasado, fue inconsciente. No se necesitaba ir muy lejos ni menos hacer mucho estudio historiográfico para concluir de este modo. Muy por el contrario es el propio profesor Vitale154 y cuya participación en la fundación del MIR fue destacada e incluso se le atribuye la redacción de la declaración de principios. La presencia y participación de un historiador como Vitale contradice lo dicho en el comentado manifiesto. Por ello es fácil concluir que la prisa y la conveniencia política primaron en los deseos del mirismo de primera hora. En otro de los acápites de expresó que el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) se erigía para “condenar la traición histórica de la oligarquía, que afirmó la venta de la soberanía y de la independencia nacional al imperialismo con el prólogo sangriento de la contrarrevolución de 91. Y que, posteriormente, a través de su dominación de clase, remachó con su entreguismo anti-nacional, de “socio 152 153 154

Ibídem. Ibídem. Ver “Interpretación Marxista de la Historia de Chile”. Tomo II.

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menor”155, al convertir al país en una semi-colonia latinoamericana oprimida por el imperialismo norteamericano”. Nuevamente encontramos desprolijidad en los términos acuñados y puede confundirnos. Primero diremos que el período, acotado entre el año 1828 (abdicación de B. O’Higgins) y 1891 (derrota de J. M. Balmaceda en la guerra civil) el país vivió el influjo creciente del imperialismo inglés. Un dato histórico (y de conocimiento escolar) fue el préstamo dado a Chile por la corona inglesa al asumir O’Higgins la dirección del país; por consiguiente no es desde de la conflagración del 91 que Chile se muestra como un país dependiente, sino con mucha anterioridad (sin considerar la época colonial). Era sabido que a partir de fines del siglo pasado el capital inglés reinó en la economía nacional; particularmente en la explotación salitrera. Asimismo era de amplio y público conocimiento que la actividad agrícola, de papel determinante en el período anterior, había caído fuertemente. El mundo rural estaba en caída libre y la emigración a la ciudad y centro mineros era cada vez más intensa. Una clase dominante era sustituida por otra. Los “herederos” de las encomiendas, dieron paso a los aventureros de las minas (salitre y carbón) y a los calculadores prestamistas financieros. Ninguna de estas clases sentía cierto tipo de identidad con los objetivos de los pobres del campo y la ciudad. Ninguno de estos sectores sociales hegemónicos tuvo alguna sensibilidad por los que sufrían. Más aun la idea de nación no estaba lo suficientemente desarrollada en la sociedad chilena; sea en el sector dominante o en el sirviente. Por consiguiente cuesta atribuir la aristocracia chilena alguna “traición histórica”. No existe traición cuando no hay objetivos comunes. La conducta de la clase dominante fue consecuente con sus objetivos: arrebatarle el poder político a los colonialistas españoles y colocar al país en la órbita de Inglaterra, país que detentaba la hegemonía mundial, fruto de revolución industrial. La aristocracia criolla en su lucha contra el dominio español, no se pronunció por una liberación nacional que la llevara a enfrentar y desarrollar un proyecto de avance democrático y liberación económica. Condiciones de conveniencia internacional motivó a la aristocracia nativa a destetarse de la corona hispana; puesto que ésta perdía gradualmente hegemonía mundial ante el avance 155

El Rebelde. Nº 32. Septiembre de 1965. Santiago de Chile.

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del capitalismo liberal inglés. Resultaba más conveniente para los negocios estar cerca de Londres que de Madrid. No muy distinto ocurrió con la burguesía criolla de principios de siglo. La decadencia indesmentible del poderío ingles y la consolidación progresiva de la economía norteamericana llevó a las clases dominantes criollas a volver sus ojos hacia el país del norte. Más adelante, los miristas manifestaron organizarse, ni más ni menos, que para “”dar la batalla final que liquidará de raíz nuestro atrasado y estancado capitalismo, tarea que será impotente para realizar la democracia cristiana burguesa reformista, y que se sostiene en cuatro pilares carcomidos: a) la dominación imperialista yanqui, b) el latifundio, c) la existencia de una rapaz oligarquía monopólica y d) el poder burgués”156. La consigna “Vencer o Morir” empezaba a configurarse como el eje de la militancia mirista. El fatal destino de decadencia capitalista era inexorable y los miristas se aprestaban a darle el “tiro de gracia”. El MIR nacía para liberar definitivamente a las “masas empobrecidas”, los “pobres del campo y la ciudad” del estado ignominioso en que las mantenía el capitalismo fracasado. Imposible no ver la enorme autoestima política del mirismo naciente que, por momentos, impresiona como mesianismo. No obstante esta directriz, la de “batalla final”, permitió construir una potente mística entre los y las militantes, que a muchos y muchas llevó a jugarse por entero en cada acción política. Asimismo el MIR proclamó ante la “conciencia de los trabajadores que es una (ilegible en texto original) de hierro la que conduce al imperialismo y a las clases dominantes al atropello contrarrevolucionario armado de la independencia de los Estados, de su derecho a la auto-determinación nacional, de la propia democracia burguesa, en defensa de sus privilegios y de sus intereses político-económico. Santo Domingo, Vietnam, Cuba, Corea, Nicaragua, Puerto Rico, Guatemala, etc. prueban esta brutal realidad objetiva. El Presidente Johnson, de los Estados Unidos, ha transformado en principio esta política intervencionista armada contra América latina en su conjunto”157. Con estas frases los noveles miristas se 156 157

Ibídem Ibídem

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alinearon tras las posturas de los países no alineados y que luchaban por su independencia y declararon su irrestricto combate al imperialismo norteamericano; lo que se reconfirma cuando proclaman que de justicia y legitimo derecho enfrentar la intervención militar de Estados Unidos en países como Santo Domingo, en Cuba, en Puerto Rico y Vietnam; para lo cual se debía implementar una “ audaz política revolucionaria capaz de oponer a esta cínica violencia imperialista una viril y altiva respuesta de las masas armadas. Si una conducta anti-imperialista vigilante y consecuente, si la consigna de armamento universal del pueblo con demandas urgentes de autodefensa nacional frente al reto del imperio del norte, la defensa de los derechos democráticos, así como los intereses inmediatos y permanentes de los trabajadores, queda asegurada, como garantía de la democracia”158. En todos estos avatares anti-imperialista, el mirismo se declaró abiertamente admirador del proceso cubano. Dijo que los trabajadores chilenos debían considerar las “enseñanzas de la revolución cubana”159. La que “debió pasar, desde los objetivos económicos y democráticos más elementales, hasta tareas que transformaron la isla en lo que dijera Lenin: “el fusil sobre el hombro del obrero es la mejor garantía en una República Socialista”; y en forma acelerada e ininterrumpida”160. Esta había sido (y no otra) la forma de “alzar la bandera de la emancipación nacional y social con firme audacia revolucionaria frente a la desvergonzada intervención política, económica y militar de los Estados Unidos y a la contrarrevolución interna”161. La forma de enfrentar la agresión norteamericana, con “las masas cubanas insurrectas, con su Gobierno revolucionario al frente, con sus Milicias obreras y populares y su Ejército Rebelde”162 demostraban que defender la autodeterminación y la independencia nacional, así como la conquista de los derechos democráticos de los trabajadores y de su exigencia de organizar la vida social y económica de un país (en este caso Cuba) formaban “parte de un proceso único, global e ininterrumpido, de carácter

158

Ibídem Ibídem 160 Ibídem 161 Ibídem 162 Ibídem 159

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revolucionario, que culmina con la transformación socialista del país”163. Esta lección había sido aprendida por los insurgentes de Perú, de Venezuela, de Colombia y a Guatemala. Por consiguiente la revolución cubana abría un nuevo período de lucha sudamericana, el que fue signado “con la acción el mensaje de convicción y de fe revolucionaria que ha dado a nuestra América latina la SEGUNDA DECLARACION DE LA HABANA”. Más adelante los acuerdos congresales puntualizaron las prioridades de la revolución chilena. Aseguraron que triunfaría un proceso revolucionario si incorporaba y confirmaba “las más elementales reivindicaciones por el salario y el sueldo, por el pan y la habitación, por el vestuario y la salud, por la educación y los derechos democráticos”; derechos que debían ser incorporados a un proceso “único, global e ininterrumpido con las conquistas nacionales y democráticorevolucionarias (liquidación del latifundio y reforma agraria, nacionalización de las empresas en manos del imperialismo y de los once clanes latinos, control obrero de la producción y los precios, monopolio estatal del Comercio Exterior, reforma urbana etc. etc. y con los objetivos que pondrán en marcha hacia el socialismo la republica”. Lucha revolucionaria combinándola con la lucha reivindicativa fue la fórmula política planteada por el MIR, pero además se debía tener conciencia que este proceso llevaría a “enfrentar la encarnizada contraofensiva del imperialismo norteamericano y de la contrarrevolución interna”. Por lo dicho se evaluó como insoslayable la necesidad de conquistar “el poder por los trabajadores, organizados en una

democracia popular directa, y en la

dictadura revolucionaria transitoria del proletariado, abrirá la ruta a una auténtica revolución social que destruya nuestro atrasado y estancado capitalismo, enfermo de una inflación crónica, liquide nuestro status semi-colonial y ponga fina al poder burgués con su aparato represivo”. En esta tarea el MIR declaró su “voluntad de ser la vanguardia consciente de esta lucha revolucionaria nacional y clasista” sellando por siempre el carácter que tendría la naciente organización, separándose del concepto de “partido de masas”.

163

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Aunque se definió como “vanguardia política” el MIR se consideró “legítimo y auténtico heredero de las tradiciones democrático-revolucionarias y nacionales de la incipiente burguesía chilena del siglo pasado, que fuera aplastada en la lucha civil y en los campos de batalla por la vieja oligarquía terrateniente y comercialbancaria, en contubernio repudiable con el imperialismo inglés”164. Precisamente, por auto considerarse heredero asumían el papel de “continuador de la historia, de las luchas y de las tradiciones revolucionarias de la clase obrera chilena”, las que “alcanza su más alta expresión” en la “Federación Obrera de Chile y el joven Partido Comunista orientados y dirigidos por el maestro Luis Emilio Recabarren Serrano, y que fueron vilmente traicionados por el oportunismo cobarde y colaboracionista que se entronizó en los grandes partidos obreros (P. Comunista y P. Socialista)”165. Indiscutiblemente que esta encarnizada, virulenta e irrespetuosa crítica le granjeó al mirismo una potente malquerencia en el resto de las izquierdas. Este ataque se hizo más evidente al momento que declaran: “…que la izquierda obrera tradicional, dirigida por los burócratas encaramados en los Comités Centrales Comunistas y Socialista la que ha prostituido la esencia revolucionaria de clase del marxismo leninismo, y ha conducido a los trabajadores al pantano electorero y parlamentarista, mediante el cual se ha justificado la más inicua colaboración de clases con la burguesía progresista, para mayor gloria de la subordinación de Chile al imperialismo norteamericano y para mantener la estructura capitalista, bajo la pantalla de una democracia burguesa castrada e hipócrita. Ha sido esta misma izquierda la que ha culminado su fracaso con la derrota electoral en las elecciones presidenciales de 1964, manteniendo su concepción cretinista electoral de la socialdemocracia”166.

Como si lo dicho hubiese sido poco, los miristas inaugurales denunciaron que “repitiendo una larga experiencia entreguista, el Comité Central del P. Comunista”167 había ofrecido público apoyo al gobierno de Frei, situación que los dirigentes socialistas aplaudían, a pesar que era sabido que la Democracia Cristiana y su gobierno constituían la “expresión política de la burguesía semi164

Ibídem Ibídem 166 Ibídem 167 Ibídem 165

90

colonial reformista y que están empeñados en salvar al país mediante el expediente de mantener en pie el régimen capitalista y nuestra subordinación semi-colonial de socio menor frente a las Compañías del Cobre, que son el espolón de ataque del imperialismo”168. Por último declararon su opción por la insurgencia tanto nacional como internacional porque era el único camino que barrería hacia el “basural de la historia a esta podrida izquierda tradicional y entregará su confianza irreductible a la nueva izquierda insurreccional organizada bajo las banderas del Movimiento de Izquierda Revolucionaria”169. No puede dejarse de comentar, la confianza imperturbable que tuvieron los miristas, en el devenir de la historia bajo una lógica del materialismo histórico. El MIR, la revolución cubana y la legitimidad de lucha armada Cuesta imagina a un MIR no incondicional con el proceso revolucionario de Cuba. Sin embargo, la historia escrutada con mayor detenimiento y precisión nos depara sorpresas. Pero lo que no cuesta mucho es la adscripción mirista a la lucha armada como único y auténtico camino de liberación para los pueblos explotados de Latinoamérica. Ya, a bastante tiempo de la formación del MIR, los grupos escindidos de la izquierda “clásica” tenían como preocupación o tema de discusión el problema del uso de la violencia armada. Los registros de la prensa pre-mirista, en este caso El Rebelde como órgano de la Vanguardia Revolucionaria Marxista, dan cuenta de esta inquietud al preguntarse si existía algún país en el planeta donde los trabajadores hubieran llegado al poder por una vía distinta a la del uso de las armas170. Pero el uso de las armas por el pueblo y los revolucionarios no sólo permitía acceder al poder, sino además era un potente murallón que impedía cualquier intentona golpista de parte del gorilismo. Esta ansiedad se fue acrecentando con el tiempo. Las elecciones presidenciales de 1964 fueron una coyuntura propicia para colocar a prueba la validez de la opción de los fundadores del Movimiento de Izquierda Revolucionaria. Pero, probablemente conscientes de su poco peso en el país, escogieron no abrir un 168 169 170

Ibídem Ibídem El Rebelde. Número 4. Marzo de 1962. Año I. Santiago de Chile.

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debate radical en torno a la candidatura del Frente Popular y se limitaron a advertir que la disyuntiva era estar con Frei (cara visible de la burguesía nacional y proimperio norteamericano) o con Allende que, aunque por un camino (electoral) demostrado múltiples de veces como inviable, seguía representando a las masas populares las que se veían obligadas a concurrir a las urnas electorales. Pero esta opción no obligaba, según los militantes de la VRM, a abandonar el nuevo surco que se habían trazado: la lucha armada. Para el MIR la revolución cubana, además del impacto que causó en el imperialismo norteamericano, vino a colocar una lápida a las políticas conciliadoras del reformismo que soñaba con generar cambios en y desde el marco de la democracia burguesa. La enseñanza de los barbudos de la isla caribeña fue (para el MIR) evidenciar la obsolescencia de la vía “pacífica” que habían escogidos buena parte de las izquierdas latinoamericanas; los guerrilleros triunfantes establecieron claramente que la vía armada era el más acertado de los caminos a la liberación para las masas populares. Pero igualmente aclaró que la cercanía geográfica con Estados Unidos, no era obstáculo para generar los cambios necesarios, que pavimentaran el camino a una sociedad más justa. Pero lo valioso para los miristas fue la confirmación que solamente arrasando con “el mundo decrepito del capitalismo parasitario”171 era posible liberar fuerzas auténticamente creadoras “sobre las cuales edificar la nueva sociedad”172; es decir el uso de la violencia garantizaba la construcción de la sociedad socialista. Por consiguiente, desde la perspectiva ideológica, no se llegaría al socialismo recorriendo el camino trazado por las izquierdas tradicionales. Estas razones los hicieron creer que el destino de Cuba estaba estrechamente ligado al porvenir revolucionario de los latinoamericanos. Y, por consiguiente, los revolucionarios chilenos, en este caso los miristas en sus primeros tiempos, debían estar atentos a lo que ocurriera en Cuba y realizar evaluaciones recurrentes del proceso cubano. 171

Resolución de la III sesión plenaria del Comité Central del MIR chileno, verificada el 17 de abril de 1966. Ver en Estrategia Nº 4 Página 1. Junio de 1966. Santiago de Chile. 172 Ibídem.

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Apoyarla, si más ni más, era un riesgo para el mirismo. Para entonces la hegemonía del trotskismo era evidente en la incipiente organización y, una eventual alineación de Castro a la Unión Soviética, sería indudablemente un problema grave para el MIR. A los ojos del MIR-Trotskista la URSS representaba lo más concentrado de estalinismo y por consiguiente enemigos claros de una auténtica revolución socialista. Sin perjuicio de esta cautela, el proceso cubano fue evaluado como positivo para el reordenamiento ideológico de las fuerzas populares. Para la lupa analítica del MIR, hacía tiempo que la izquierda había abandonado las posiciones realmente marxistas-leninistas (que permitirían conducir de buena forma la revolución) para caer en manos de una hipertrofiada burocracia (propio de estalinismo) partidista. Con el ejemplo de los se generó un fuerte proceso de radicalización de las fuerzas populares (especialmente en el sector juvenil) iniciando un rupturismo con las antiguas direcciones de los partidos de la izquierdas tradicionales. En este proceso de ruptura emergieron múltiples “movimientos insurreccionales, en las ciudades y en los campos, ajenos a la dirección reformista y que”173 entraron en conflicto creciente con aquellas antiguas direcciones políticas. Esta nueva realidad de las izquierdas latinoamericanas debía ser vista y evaluada por el Partido Comunista cubano, cuyos dirigentes tomar conciencia que las propuestas de los nuevos grupos (insurreccionales) estaban mucho más cerca de la revolución cubana que las consideraciones y expresiones de los partidos de tradición en la izquierda latinoamericana. Dicho de forma distinta, los miristas a los cubanos, a la dirigencia comunista cubana, a evaluar y tomar posición junto a las nuevas alternativas revolucionarias. Cuba no podía, según el análisis del MIR, tener una actitud indiferente ante estos nuevos movimientos. Hacerlo era desconocer una realidad en marcha que, por lo demás, permitía darle seguridad

al

proceso isleño

porque

eran

estas

nuevas

organizaciones

revolucionarias las únicas que llevarían adelante una verdadera campaña antiimperialista. Además, si Cuba, el gobierno de Fidel Castro, ignoraba esta nueva situación política sudamericana, corría el serio riesgo de “…ponerse a merced de 173 Resolución de la III sesión plenaria del Comité Central del MIR chileno, verificada el 17 de abril de 1966. Ver en Estrategia Nº 4 Página 2. Junio de 1966. Santiago de Chile.

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las direcciones reformistas para impulsar una política revolucionaria, o sea caer en el centrismo que vive de las amenazas pero que rehúye sistemáticamente el enfrentamiento”174. Con estas expresiones, el MIR (de primera hora) se colocó una línea política que lo alejaba o al menos corría el riesgo de alejarse de la única revolución socialista exitosa en Latinoamérica. Y, como consejo doctrinario los miristas a los revolucionarios cubanos que la revolución en América Latina solo sería impulsada por las masas explotadas que estuvieran dirigidas por los partidos revolucionarios marxistas-leninistas y no por direcciones reformistas que lo único que hacían era frenar el impulso de las masas y cualquiera que contemporizara con esta tendencia solo lograría una estruendosa derrota y una no menor desmoralización por eso que “los tratos de los revolucionarios cubanos con tales elementos implican una contradicción fundamental”175. La conferencia Tricontinental en la Habana: las dudas del MIR Pero el MIR avanzó aún más en su crítica y advertencia. Puso en duda una de las políticas internacionalistas más importante impulsada por los revolucionarios cubanos: la Conferencia Tricontinental diciendo que ésta podía acarrear “una peligrosa confusión”176. Recordemos que la Conferencia Tricontinental se realizó en la Habana en enero del año 1966. En aquella ocasión se creó la Organización de Solidaridad de los Pueblos de Asia, África y América Latina. El objetivo de este evento internacionalista fue procurar la coordinación solidaria de los movimientos revolucionarios y anti-imperialista de los tres continentes pobres: Asia, África y América Latina. Fue la esa ocasión en que el comandante Che Guevara regala uno de los mensajes más denunciantes de la agresividad imperialista y de la hipocresía de una paz que se construía en las espaldas de pueblos pobres y súper-explotados como Vietnam.

174

Ibídem. Ibídem. 176 Resolución de la III sesión plenaria del Comité Central del MIR chileno, verificada el 17 de abril de 1966. Ver en Estrategia Nº 4 Página 3. Junio de 1966. Santiago de Chile. 175

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No obstante el MIR (de primer momento) no tuvo filtro para afirmar que esa Conferencia había reunido a “partidos nacionalistas burgueses y pequeñoburgueses, a revisionistas de diversos matices, a delegados chinos o cercanos a su posición y a unos pocos grupos y partidos revolucionarios”177. Ante lo cual el análisis mirista hizo una diferenciación entre un encuentro de partidos revolucionarios marxistas-leninistas de composición y objetivos homogéneos y, otro evento al que concurren grupos heterogéneos con finalidades diversas. Este último adquiría, al ojo mirista, el carácter de “Frente Único” símil a los constituidos a mediados de siglo en la lucha anti-fascista. Y, una organización de este tipo poco o nada ayudaría a los movimientos revolucionarios de Latinoamérica Por consiguiente el análisis de la dirigencia mirista consideró adecuado abordar la reunión de la Habana como una instancia estrictamente anti-imperialista y, además, no caer en la confusión de asimilar al proceso cubano con la Tricontinental porque el Partido Comunista de Cuba había construido en aquella reunión posiciones fuertemente anti-reformista. En sus reflexiones los miristas advirtieron que no caerían en los extremos en la apreciación de la reunión de La Habana: no seguirían el camino oportunista de los comunistas pro-soviéticos que ensalzaban sin pudor alguno el evento; ni menos transitarían el sendero sectario de las organizaciones pro-china178. En esta toma de posiciones los dirigentes miristas, porque este análisis nació en el Comité Central de la organización, revelan una posición política atractiva por enarbolar la independencia partidista respecto de influjos político-ideológicos venidos desde el extranjero. Rechazando las expresiones del grupo “Espartaco” el MIR dijo que esta postura sectaria, era fruto de su subsumisión a las políticas de Pekín y que esa reacción era más fruto de los ataques que Fidel Castro hacía al proceso chino, que por una reflexión tranquila y objetiva que les permitiera observar y evaluar las enormes contradicciones que se verificaban en la revolución cubana. De lo cual se 177

Ibídem. Uno de los grupos pro-China (“maoístas”) más acido en su crítica a La Tricontinental fue “El Espartaco” de Chile. En uno de los exabruptos políticos más recordados está la calificación que hicieron de Fidel Castro al expresar públicamente que Fidel Castro se había convertido en la nueva cara del revisionismo soviético y, además hicieron un paralelo entre Eduardo Frei Montalva y el líder de la revolución cubana diciendo que “”así como Frei y la Democracia Cristiana son el nuevo rostro del imperialismo, Fidel y el castrismo es el nuevo rostro del revisionismo en América Latina”. Revista “Combate” Nº 20, citado en Estrategia Nº 4 Página 4. 178

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desprendía claramente que una organización revolucionaria debía tener una potente independencia en su análisis político: “Queda una vez comprobado que un partido revolucionario no puede edificarse correctamente cuando su línea política está subordinada a los intereses de un Partido o de un Estado extranjero”179. De vuelta a la visión mirista, respecto de la Tricontinental, la organización revolucionaria opinó que para entender la trascendencia de esta reunión se debía tener en cuenta que era la constitución de un Frente Único de Fuerzas Antiimperialistas, en el que coexistían corrientes moderadas y otras más radicales. Ese era el rasgo central: fuerzas políticas que esencialmente luchaban contra los abusos imperialistas; pero en ningún caso era un evento en el que participaban partidos políticos de reconocida esencia marxista—leninista. ¿Por qué el MIR definió La Tricontinental como la constitución de un Frente Único de Fuerzas Anti-imperialistas? Razones hubo varias. En primer lugar (ya se dijo) el evento fue variopinto porque participaron en él movimientos y organizaciones potentemente disímiles. Participaron los comunistas pro-soviéticos y la burocracia moscovita cuyo rasgo principal fue la defensa irrestricta de la llamada coexistencia pacífica;

además

estuvieron

presente

algunos

partidos

socialistas

tanto

reformistas como socialdemócratas. A este ya heterogéneo grupo se sumó el nacionalismo de todas las modalidades: burgueses, pequeño-burgueses, centroderechistas y anti-imperialistas. Pero también concurrió el nacionalismo árabe que había proscrito al Partido Comunista. A tal extremo llegó la diversidad de los concurrentes que arribaron al encuentro delegaciones de la monarquía de Cambodia. En el contexto analítico del mirismo, la izquierda revolucionaria latinoamericana estuvo representada por Cuba, el MIR de Perú y Venezuela, el Movimiento Popular Dominicano y los guerrilleros de Colombia. Sin embargo no quedaron satisfechos porque que hubo discriminación hacia varias organizaciones políticas de la región y de otros continentes como Asia y África “…como el FNLA (Frente Nacional de Liberación de Angola)” que conducía la lucha armada desde inicios de la década del sesenta. Pero, también fueron excluidos de la magna reunión 179

Estrategia Nº 4 Página 4. Junio de 1966. Santiago de Chile.

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“…casi todos los marxistas revolucionarios de América Latina y los grupos prochino”. Pero lo más sensible para el MIR fue la exclusión del “MR-13 (Movimiento Revolucionario 13 de noviembre de Guatemala) que en agosto de 1964 había sido propuesto por la propia Cuba y eliminado posteriormente en una reunión preparatoria de El Cairo celebrada en septiembre de 1965”180. Tal como lo había advertido el MIR, la Conferencia Tricontinental fue un escenario de contradicciones. Por un lado fue positivo que se re-confirmara que el camino legítimo para los pueblos sojuzgados era la lucha armada, pero por otro no se dijo claramente cuál sería el carácter de la revolución. Solo se limitaba la lucha a un carácter anti-monopólica, lo que estaba muy lejos de ser enteramente anticapitalista. También fue positivo --- para los miristas --- que la Unión Soviética no impusiera su lógica de la coexistencia pacífica; pero consideraron fue altamente negativo que no se expresara claramente el carácter contrarrevolucionario que tenían las burguesías nacionales y que se insistiera (aunque por omisión) en ello sin sacar ningún aprendizaje de la traición de Sukarno, que a pesar del apoyo que había recibido de los comunistas, terminó reprimiéndolos a tal extremo que le causó miles de muertos. A estos vacios y aciertos de la reunión el MIR sumó una fuerte crítica a las declaraciones de Fidel Castro que, a pesar de haber sido hechas después de terminado el evento, no dejaba de causar daño y confusiones en las filas de los revolucionarios. Así, por ejemplo, consideraron que las palabras de Castro eran un ataque al movimiento guatemalteco y a los trotskistas lo que para nada ayudaba a la revolución latinoamericana pues abría la puerta para que los “…revisionistas, adoradores de la vía pacífica” intensificaran “…las calumnias contra todos los grupos auténticamente marxistas”181.

Estas palabras del Comandante Fidel

Castro, esta posición política del jefe de la revolución cubana, no representaban otra cosa que una transacción con el sovietismo y que Fidel, como político “pragmático” (dice la declaración mirista) supo hacer bien. Para nada consideraron que Fidel Castro se hubiese pasado a las filas revisionistas (como lo acusó el grupo pro-chino Espartaco) sino que debía transar, negociar, con los soviéticos 180 181

Óp. Cit. Página 5 Óp. Cit. Página 7

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porque Cuba necesitaba de la ayuda (económica) de Rusia para lograr enfrentar el bloqueo imperialista de Estados Unidos. Pero, al parecer, todas las declaraciones de la reunión en La Tricontinental impresionaron como letra muerta porque no bien terminada la conferencia, los soviéticos, el gobierno de Moscú, se apuró en declarar que su delegado había formulado declaraciones representativas de organizaciones sociales de la Unión Soviética y no la postura oficial. Por ello que la delegación comunista de Chile declaró que “…la Conferencia no obligaba a todos los partidos a seguir la misma línea (de insurrección armada) sino que en Chile continuaba vigente la vía pacífica y electoral”182. La movida de Castro fue considerada sólo una transacción, una jugada política, pero en ningún caso podía ser catalogada de una traición o un paso hacia el revisionismo. De ello, según el MIR, había bastantes pruebas. Algunas de ellas eran las publicaciones chinas que aplaudían el hecho que el revisionismo (es decir el sovietismo) no había logrado imponer totalmente sus criterios políticos. Otro antecedente contundente que recordaban los analistas del MIR fue la crítica que los yugoeslavos (seguidores de Tito) hicieron a Castro respecto de la validez y legitimidad que le había otorgado a la insurrección armada. Y, por último, como otra prueba del no revisionismo de Castro estaba la reacción histérica de la OEA, organización a la el MIR llamaba “Ministerio de Colonias de USA”183, que consensuó una declaración condenando La Tricontinental y todos y cada uno de los acuerdos logrados, especialmente aquel referido a la lucha armada como auténtico camino para liberar los pueblos latinoamericanos del oprobio imperialista. Estas tres pruebas desmentían cualquier acusación de revisionismo atribuido a Fidel Castro. Una cosa era transar algunos puntos y la otra era claudicar. Y, para el MIR, Fidel Castro no había claudicado ante el Partido Comunista ruso, solo había construido condiciones económicas favorables para la revolución.

182 183

Óp. Cit. Página 9 Ibídem.

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La “cuestión agraria”: los primeros acuerdos Prácticamente desde el minuto que se fundó el MIR estuvo presente la preocupación por lo que ocurría en el campo. Es decir, los primeros militantes miristas fijaron “posición” ante el problema del latifundio, del campo y de la explotación campesina. Por ello que en la 2ª Sesión Plenaria del Comité Central realizada el 19 de diciembre de 1965; es decir a sólo tres meses de su acto fundacional, se discutió la reforma agraria propuesta e iniciada por el gobierno de Eduardo Frei Montalva y su relación con la revolución socialista. Para el MIR la reforma de la propiedad de la tierra era principalmente un problema de “principios”. Es decir debía enfrentarse desde una perspectiva esencialmente ideológico-doctrinario y no como lo estaba haciendo la “otra” izquierda, asumiendo una actitud “practica” (practicismo la llamó el MIR) para ceder frente a las propuestas venidas desde el gobierno y la burguesía184. Como se trataba de enfrentar el asunto desde un ángulo ideológico se recurrió, para los efectos criticar el llamado practicismo a los escritos de Lenin quien habría alegado que la burguesía siempre trataba de obtener de los obreros apoyo a sus premisas exigiendo respuestas concretas ante los problemas del país. Esta forma, el practicismo, de enfrentar las proposiciones de la burguesía encerraba (encierra) una trampa que suele ser fatal. La respuesta concreta a los problemas del “hoy” lleva por lo normal a preocuparse por lo inmediato y por consiguiente de lo “posible” de hacer postergando indefinidamente los reales intereses de las clases pobres colocándose a la zaga de las filas de las fuerzas de la clase dominante185. Teniendo en cuenta esta reflexión previa, el mirismo alegó que la Reforma agraria era solo una parte del problema; que más bien este proceso está inserto en un marco más general y que es todas las dificultades que agobiaban al país. Y que

184

La Reforma Agraria y la Revolución Socialista. Resolución aprobada en la 2ª Sesión Plenaria del Comité Central. Página 2, Estrategia Nº 2. Enero de 1966. Santiago de Chile. 185 Ibídem.

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para los mirista chilenos este proceso, la reforma agraria, era parte consustancial de la revolución socialista en Chile y que por lo tanto no “…puede desglosarse del proceso revolucionario que conduce a los trabajadores a la conquista del poder y al socialismo”186. Dicho lo cual, la reforma agraria era un asunto de carácter político; en este caso formaba parte de la política revolucionaria de carácter “histórico-económico” que, si creemos interpretar adecuadamente, significaría que tiene directa relación con la reivindicación de la clase popular campesina, al regresarle la propiedad de la tierra; es decir “la tierra para el que la trabaja”. Esta condición da por el traste el carácter esencialmente “técnico-administrativo” que le daba (a entender del MIR) la propuesta democratacristiana dirigida desde el gobierno freísta. Para el proceso reformista era necesario tener en cuenta los múltiples efectos que causaba cualquier cambio en la realidad agraria del país. De partida las transformaciones en el campo, en la propiedad y administración de la tierra, era (es) un asunto que le importaba (importa) a toda la sociedad; introduce cambios en la economía nacional y no sólo en la agraria; afecta la estructura y relaciones de la clase dominante y; especialmente alteraría la estructura de las clases sociales y la correlación de fuerza entre ellas. Esta reflexión compleja y extensa hizo concluir a los miristas que: “La Reforma Agraria forma parte de un proceso global e indivisible que se llama revolución chilena socialista. Si ella no triunfa como tal revolución socialista será incapaz de asegurar la conquista de la tierra y de los derechos democráticos a las masas campesinas. No habrá revolución agraria masiva, drástica y acelerada sino como parte del proceso que conduce a la transformación de la estructura económico-social del país. Es decir como objetivo democrático-revolucionario de la revolución socialista chilena”187. Ahora lo que resultaba curioso en el alegato mirista, fue que para validar sus dichos, no sólo optó por ideas leninistas, sino también apeló a expresiones de los “enemigos de clase”. Lo hace seguramente, para demostrar que existe ofuscación

186 187

Ibídem Ibídem.

100

y auto-engaño en la “otra” izquierda al caer en practicismo que a la luz de los hechos surge como una forma de inmediatez política. El MIR recordó las palabras de un alto dirigente del latifundio, Recaredo Ossa, ante las proposiciones reformistas democratacristianas. Resulta altamente interesante leerlas con atención porque reflejan la actitud de los latifundistas ante el cambio de propiedad de la tierra: “…como parte de los empresarios libres de Chile [aseveró Ossa] creemos que es un problema que afectará a todo el país, pues su articulado constituye una liquidación al derecho de propiedad…”188. Obviamente que las palabras empresariales presagiaron la tormenta social que se aproximaba en el país, cuyo desenlace sería probablemente el más funesto para las capas pobres de la sociedad y, naturalmente, para todas las izquierdas chilenas. Y, aquí, en estas últimas palabras dichas por Ossa, es donde encontramos la real y efectiva dimensión de la propuesta del MIR en lo referido al mundo agrario pues se trataba (¿trata?) de que cualquier cambio que se hubiese querido (¿quiera?) introducir en la estructura económica, debía necesariamente terminar con el concepto de derecho de propiedad burgués; es decir el liquidar la propiedad privada. Pero esta situación no sería (es) producto de u n mero acto o de la aplicación de la voluntad personal, sino que se trataba (trata) de un “…proceso ininterrumpido, global e indivisible… [cuya]…culminación es la transformación del país en una República Socialista”189. Ya situado en la cosa más específica, en la propuesta democratacristiana para reformar el mundo agrario, el MIR centró su crítica en la incapacidad de la izquierda (practicista) para salir del enredo legal a que era sometida en el Parlamento por parte de la Democracia Cristiana. Cabe recordar que para entonces (año 1965) la izquierda chilena estaba organizada en el FRAP (Frente de Acción Popular) y que había sido derrotada

188 189

Ibídem. Óp. Cit. Página 2

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estruendosamente por la coalición del socialcristianismo apoyada por la derecha chilena y (obviamente) el gobierno y capital norteamericano. Pero la diatriba también se dirigió a la propia DC por los miristas vieron que el proyecto reformista de marras estaba condenado al fracaso porque era un proyecto tímido, vacilante y sobre todo inconsecuente (probablemente con lo que se había prometido) que en definitiva abriría inexorablemente la posibilidad para que los latifundistas tomaran fuerzas, se organizaran y las emprendieran contra “…los jornaleros agrícolas, contra las masas campesinas pobres, contra la pequeña burguesía agraria”190 alegando estar en contra de todo tipo de colectivismo que (para la derecha chilena y mundial) es atentatorio a la liberta del individuo de tener “lo propio”. A partir de esta situación el MIR consideró necesario explicitar cuál sería su posición. Dijo entonces que el partido estaba obligado a asumir una lucha abierta contra la oligarquía terrateniente y “enfrentar la política burguesa transaccionista e inconsecuente de la DC y el parlamentarismo estrecho de la vía pacífica del revisionismo…”191. O sea la tarea auto-asumida por los miristas no fue menor. Y probablemente en esta audacia e irreverencia (que por ratos fue verbal exclusivamente) radicó el enorme éxito en los sectores juveniles de la sociedad chilena y, por cierto, de capas populares que no se sentían o derechamente no eran representadas por la izquierda practicista. Se trataba, ni más ni menos, a pocos meses de haber nacido, de combatir al peso hegemónico político-cultural de la derecha que elevando la propiedad privada a la calidad de derecho sacro había construido un Estado y configurado un tipo de sociedad que sacralizaba el derecho a la propiedad. Pero, además debía enfrentar a decenios de tradición de lucha popular que resumían los partidos comunista y socialista. Todo ello sin dejar de lado lo difícil que sería confrontar a un partido, quizás el más exitoso del siglo XX, que buscaba cambiar el orden de cosas pero

190 191

Óp. Cit. Página 2 Óp. Cit. Página 2

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bajo una racionalidad que era aceptada incluso por instituciones tan respetables como la Iglesia Católica. Pero la confianza mirista en sus convicciones los llevó a diseñar una estrategia (considerada novedosa) para excelsa tarea y ésta estaría configurada por la “…movilización revolucionaria y extra-parlamentaria de las masas campesinas, sobre la base de la firme convicción de que solo la respuesta violenta podrá detener la contra ofensiva oligárquica y conducir a la conquista de la tierra y de los derechos democráticos”192. En el mismo marco analítico, esta segunda Sesión Plenaria de la instancia máxima del MIR, se preocupó de esclarecer las razones del atraso socioeconómico en que estaba sumido el país. En este razonamiento identificaron lo que llamaron las “cuatro trabas básicas” y identificándolas con el imperialismo norteamericano, la existencia del latifundio, el capitalismo monopólico y el poder burgués. Como era usual entre los miristas para resolver o superar estas cuatro trabas se recurrió a los escritos clásicos del marxismo-leninismo y recogiendo las experiencias históricas de las revoluciones triunfantes de Rusia, China y Cuba. Esta opción de análisis del MIR no deja de llamar poderosamente la atención porque, a pesar de su clara corriente hegemónica trotskista e influida por la novel experiencia cubana, coloca a la par a Rusia estaliniana con la Cuba castrista. Pero lo que resulta más intenso es que no transparentan las dificultades políticas e ideológicas que comprometían a los dos colosos revolucionarios. De las fuentes mencionadas, los miristas extrajeron respuestas a sus inquietudes. Una de ellas fue que: “…los objetivos nacionales (nacionalizaciones, medidas anti-imperialistas, etc.) y democrático-revolucionarios (especialmente la Reforma Agraria) así como reivindicaciones democráticas y económico- sociales de las masas populares, forman parte de un solo proceso revolucionario ininterrumpido y permanente mediante el cual el proletariado y el pueblo caminan a la conquista del poder político y a la transformación del país en una República Socialista”193

192 193

Óp. Cit. Página 2 Ibídem.

103

En la reflexión del mirismo incipiente se dijo que estos objetivos, todos de carácter históricos, no podían ser alcanzados en aquellos instantes por la clase dominante, a la que denominaron (en una conceptualización muy curiosa) “burguesías coloniales” sino exclusivamente por el proletariado revolucionario (que se supone el obrero industrial) sector social de los explotados que le correspondería el papel de conducir a las demás capas de pobres, fueran estas del “campo o la ciudad”. En esta etapa correspondía destruir el poder (Estado) burgués el que sería sustituido por “…una democracia popular directa, como soporte de la dictadura revolucionaria transitoria del proletariado”194. Resulta relevante el hecho los acuerdos del mirismo tenga cuidado de señalar y recordar que dicha dictadura (la del proletariado) sería sólo transitoria. Probablemente fue una forma de diferenciarse y criticar solapadamente la situación ruso-soviética. No olvidemos que el influjo trotskista en el mirismo de primera hora fue notable y notorio, por consiguiente había que diferenciarse no sólo de la izquierda “practicista”, sino además tomar posición a nivel internacional. Este tipo de sistema revolucionario (democracia directa) era (al entender mirista) el garante de la revolución que, entre otras cosas, liquidaría al poder burgués e impediría la ilusión aliarse con supuestas “burguesías progresistas” para los efectos de cumplir con la estrategia de la revolución por etapas. Obviamente que esta aseveración constituyó una abierta crítica al Partido Comunista y a todas las izquierdas nativas que apostaban por ensanchar la alianza hacia sectores de la clase dominante que supuestamente tenían contradicciones insalvables con el imperialismo. A ella se les llegó a llamar “burguesía nacional” para diferenciarlas de la clase propietaria venida desde el extranjero (especialmente en el área minera) y con quienes aparentemente sostenían contradicciones. A medio camino de sus elaboraciones teóricas, los miristas entraron a preocuparse de las capas medias (citadinas y rurales) chilenas. Y, siguiendo casi linealmente el materialismo histórico, señalaron que así como la burguesía exitosa había destruido el poder medioeval y eliminó la servidumbre agraria, en aquellos años, es decir “…en la 194

Óp. Cit. Página 2

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época del capital financiero y de los trust, en la época del imperialismo…”195 las capas medias eran víctimas del capitalismo financiero que las estrangulaba con las deudas y el monopolio las ahogaba y en una especie de concertación tácita las mantenía en el retraso tecnológico industrial de forma que sus formas productivas se convirtieron en anti-económicas. No obstante, desde un sector de la burguesía, supuestamente progresista, se proponían reformas, aparentemente estructurales, que vendrían a satisfacer las demandas de este sector medio. El “dulce” que ofrecía (según el mirismo) esa burguesía supuestamente progresista era incentivar el minifundio y defender la propiedad familiar sobre la tierra como forma de parar cualquier intento de nacionalizar el suelo (presumiblemente pasándolo a propiedad del Estado) y colectivizar el trabajo agrario. El MIR reconoció que este “gancho” del gobierno freísta a los campesinos medios, estaba dando los resultados esperados, porque había entre los pobres del campo cierta ilusión que su condición de miseria, sería superada con las medidas que se estaban implementando en el proceso reformista del campo. Sin embargo el MIR alegó que “…más pronto que tarde, lo precario de los resultados, la lentitud de su curso, el transaccionismo democristiano con la oligarquía, los problemas de pago de las tierras expropiadas o por expropiar, demostraran nuevamente la insolvencia de la burguesía semi-colonial para realizar una tarea que ella, en cuanto a burguesía en ascenso histórico, abordó en forma jacobina…”196. ¿Cómo, desde una perspectiva histórica podemos interpretar esta sentencia? El MIR estableció que el carácter negociador inherente a la Democracia Cristiana y la incapacidad financiera del Estado eran los dos principales elementos corrosivos de cualquier reivindicación para los “pobres del campo”. Además, por el carácter de la clase social a la que representaba políticamente (la burguesía industrial más dinámica) la obligaba a mantenerse ferviente defensora del sistema capitalista. El MIR tampoco olvidó el carácter pro-imperialista de la Democracia Cristiana, porque éste partido estando en el gobierno mantenía la dependencia financiera, 195 196

Óp. Cit. Página 3 Óp. Cit. Página 3

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militar y comercial con los Estado Unidos de América, para lo cual se refugiaba en la política internacional (iniciada por John Kennedy) conocida como la “Alianza para el Progreso”. Para reforzar la acusación de pro-imperialista a la DC, los miristas alegaron que el gobierno de Frei había entregado o (mejor dicho) prolongado por veinte años más el dominio norteamericano sobre las riquezas básicas, lo que constituía en un atentado al desarrollo de las fuerzas productivas del país y por consiguiente condenándolo a la pobreza y dependencia con el extranjero. La actitud genuflextora de la Democracia Cristiana ante el país del norte era aun más grave porque esta forma de pararse ante el gobierno estadounidense coincidía con la decisión norteamericana de intervenir militarmente en cualquier lugar de América Latina si veía que sus intereses estaban siendo amagados por el peligro de la subversión castrista. No olvidemos que en esos años el carácter de la revolución

cubana

representó

un

ejemplo

para

muchos

izquierdistas

sudamericanos y en un peligro evidente para los Estado Unidos y sus aliados. Por otra parte, el MIR creyó que cualquier intento de cambiar la situación en los campos chilenos, además de la resistencia de los latifundistas, el entreguismo y complicidad de los democratacristianos, existía lo que llamó el “cretinismo parlamentario del FRAP”197. Es decir la estupidez del juego parlamentario y el retraso ideológico de los partidos de las izquierdas chilenas, se conjugaban para que la oligarquía latifundista pudiera seguir adelante con sus planes de trancar cualquier cambio en el campo. Ante este panorama de políticas para los trabajadores del mundo agrario, en que la iniciativa política corría por los demócrata-cristianos, con el apoyo poco condicionado de la izquierda “parlamentaria”, los miristas diseñaron su táctica. Se reconoce que podría darse coyunturalmente que ellos y los campesinos, al igual que el resto de los trabajadores, caminen en el mismo sentido que lo estaba haciendo el gobierno con sus planes reformistas en el campo, pero que debía mantener una “profunda desconfianza de clase” y desarrollar una táctica que 197

Óp. Cit. Página 4

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implicara “recalentar el suelo”198 bajo los pies de la oligarquía aumentando la intensidad de los conflicto al interior de este bloque social, sacar al pizarrón al gobierno para que de cara ante las masas diera cuenta o explicara sus puntos de vista y analizar paso a paso las transacciones y debilidades del proceso. Pero aquello

de

marchar

en

el

mismo

sentido

que

lo

hacía

el

gobierno

democratacristiano no significaba que los revolucionarios y el proletariado asumiera como propio dichas reformas. Muy por el contrario, los miristas se encargaban de aclarar que bajo los marcos del capitalismo nunca se podría llevar adelante una reforma agraria que favoreciera los intereses de los campesinos, de los trabajadores y del país. Muy por el contrario, una reforma agraria solo era posible “a través de un proceso revolucionario insurreccional global e indivisible que conduzca a la conquista del poder por los trabajadores (dictadura revolucionaria transitoria del proletariado) y a la revolución socialista”199. Entonces ¿cómo explicar aquello de transitar en el mismo sentido que el gobierno? Porque la discusión, tramitación y aprobación de las leyes tocantes al proceso reformista sería un buen período para “movilizar y educar a las masas populares urbanas y rurales”200 tras los problemas campesinos y la oferta gubernamental. Se trataba entonces de aprovechar la coyuntura para ampliar hacia los pobres del campo y de la ciudad la discusión e ir formulando las políticas revolucionarias del MIR. La idea fue sacar la discusión de los estrechos pasillos del palacio legislativo. Se trataba de golpear a la oligarquía terrateniente aprovechando

que

la

Democracia

Cristiana

inconscientemente

estaba

causándoles daño a los latifundistas. Pero también se trataba de enfrentar a los revisionistas (PC y PS) que no querían “sacar el problema de la arena parlamentaria y del árbol podrido de la vía pacífica”201. Para el MIR una justa, correcta y única política agraria consistía en “empujar a los campesinos a tomar la tierra con sus propias manos, a conquistar sus derechos democráticos, su pan y sus salarios mediante la acción directa (huelgas, 198

Óp. Cit. Página 7. Óp. Cit. Página 8. 200 Ibídem. 201 Ibídem. 199

107

ocupaciones de fundos, creación de Milicias Campesinas para defenderse de la represión terrateniente y estatal capitalista)”202 Se colige, entonces, que la política mirista de “una gran corrida de cerco” encuentra raíz histórica en las reflexiones de aquella lejana 2ª Sesión Plenaria del Comité Central, cumplida el 19 de diciembre de 1966. Fue el pensamiento inicial, aun por redondear, pero sin duda conectado con la política del Movimiento Campesino Revolucionario, “frente intermedio” creado por el MIR en el campo. La “U” penquista: cantera de rebeldes y revolucionarios. Una de las “cargas” que vivió el mirismo, fue la acusación (¿?) de que era un movimiento de estudiantes pequeño-burgueses, que no conocían los rigores de la explotación; que vivían a expensas de los padres y que solo hablaban desde la teoría. Más allá de esta ofensiva caricatura no se puede negar que un fuerte contingente mirista vino desde el mundo estudiantil. Al decir MUI o FER en el mundo estudiantil se estaba evocando al MIR. Del Movimiento de Izquierda Universitaria se tiene rastros ya a fines del año 1963. Y, esto ocurre en Concepción. En esta ciudad, especialmente en su Universidad, existían varios grupos políticos. Además de las juventudes socialistas y comunistas estaban, por ejemplo, el GRAMA y la Vanguardia Revolucionaria Marxista. Entre ellos no existía coordinación, ni menos una iniciativa de unidad. Muy por el contrario, las disputas político-ideológicas tenían una doble cuna. Por una parte estaba la polémica internacional entre los dos colosos socialistas: La URSS y China; y, por otro, la desconfianza juvenil respecto del camino escogido por el FRAP: el exclusivo camino electoral y el “pacifismo”, relegando casi hasta el olvido la necesidad de un proceso revolucionario.203 Aquella desconfianza juvenil hizo que el partido socialista y el comunista, entraran en fuerte contradicción con estos grupos, porque éstos últimos planteaban la necesidad de convergencia y unidad de toda la izquierda estudiantil para enfrentar a la democracia cristiana en la Universidad de Concepción. Aunque las directivas 202 203

Ibídem. El MUI de Concepción. Revista Punto Final, página 9, nº 14 de la 2º quincena de octubre de 1966. Santiago.

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partidistas locales hicieron lo imposible para impedirlo, sus bases juveniles impusieron de facto el ansiado proceso de convergencia constituyendo el Movimiento de Izquierda Universitaria (MUI)204 Los principios que declaró el nuevo movimiento fueron, entre otros, expresar la irrestricta solidaridad con el campo socialista, sin hacer mucho distingo de “moscovitas” o “pekineses”. Apoyo “militante” a la revolución cubana y a cuanto movimiento de liberación que estuviera actuando; impulsar un consecuente antiimperialismo; creer ineludible la revolución chilena y; ya en el plano estrictamente universitario luchar por la reforma estructural de la Universidad penquista205. Creado el instrumento el paso siguiente fue emprender una encarnizada lucha contra los “enemigos de clase”, en este caso el gobierno democratacristiano. Durante el año 1965 los militantes del MUI desplegaron múltiples movilizaciones callejeras, levantaron reivindicaciones sociales y también gremiales. Por ejemplo lucharon abiertamente contra el alza de las tarifas del transporte (a la sazón de propiedad estatal) defendieron con la fuerza física la “autonomía territorial” de la “U” penquista ante los continuos intentos de Carabineros por ingresar al “barrio universitario” y, quizás lo más relevante, fue el acto de repudio que recibió el senador Robert Kennedy, hecho que perfiló como un nuevo líder al joven estudiante de medicina, Miguel Enríquez. A fines del año 65, Robert Kennedy visitó nuestro país; para la época aquel apellido representaba un nuevo tipo de dominación imperialista: la Alianza para el Progreso. Por ello, la visita provocó irritación en la izquierda y particularmente en la izquierda revolucionaria aglutinada en el MUI. Por eso Miguel Enríquez, Bautista van Schouwen y Luciano Cruz encabezaron un numeroso grupo de estudiantes y marcharon hacia el lugar universitario donde el senador norteamericano daba una conferencia. Según recordó de don Edgardo Enríquez Fröden --- destacado médico, rector de la Universidad penquista, ex -ministro de Estado y padre de Miguel --- el visitante habría bromeado refiriéndose al auditorio, lo que causó hilaridad en la comitiva del legislador yanqui. Miguel al percatarse de la insolencia 204 205

Ibídem. Ibídem.

109

del congresista, se levantó de su asiento y lo espetó en un perfecto inglés, sorprendiendo a los norteamericanos. El diálogo entre Kennedy y Enríquez continuó en la lengua de Shakespeare, asombrado aún más a los presentes. Concluyó la discusión con la extensión, recíproca de invitaciones: Robert Kennedy sugirió a Miguel visitar Estados Unidos y éste lo insistió a que visitara Lota y Coronel, la población “Agüita de la Perdiz” y el Barrio Norte de Concepción. Miguel le sentenció que esa sería la única forma que conociera la realidad de Chile. Además, el joven líder recomendó a su interlocutor abandonar el campo universitario; de lo contrario se vería expuesto al repudio de los estudiantes. Desafortunadamente, el sabio consejo no lo acogió el visitante. Al día siguiente se atrevió a insistir en otro local de la Universidad; ante esto los estudiantes, liderados

por

Luciano,

Miguel

y

Bautista,

efectuaron

una

categórica

contramanifestación; en la que, más de algún huevo llegó a la pulcra vestimenta de Robert Kennedy. Aquella audacia y los contenidos del discurso calaron hondo en decenas de estudiantes, despertando fuerte simpatía por las posiciones de esta nueva izquierda, la izquierda revolucionaria. Retornando

a la conformación

del

MUI, los

convocados

definieron

el

funcionamiento orgánico como el de una democracia revolucionaria; es decir el poder máximo estaría sustentado en la Asamblea de universitarios de izquierda, de donde saldrían las decisiones, quedando para un Comité Ejecutivo solo la responsabilidad de ejecutarlas. Esta fue la forma de evitar que las “cúpulas” (ya existentes para en aquel tiempo) tomaran decisiones a “espaldas de la masa”206 No obstante la creciente visibilización del MUI, cuando se trató de la disputa por la Federación de Estudiantes de Concepción, rápidamente se evidenció la postura que tendría el resto de las izquierdas. Con el fin de evitar que el MUI accediera a la presidencia de los estudiantes de la “U”, tanto el PC como el PS ordenaron a sus bases universitarias que presentaran candidaturas propias. Esta grave decisión no hizo otra cosa que dividir a la izquierda y le allanó el camino a la 206

Ibídem

110

democracia cristiana. Los resultados de la elección fue: 1.100 votos para la DC; 820 para el MUI; 196 para el PC y; 130 para el PS.207. Para toda la izquierda, pero con mayor énfasis para el MUI, la Universidad y los cambios estructurales que ella necesitaba era uno de los principales desafíos políticos del año 1967. La “U” penquista había experimentado una reforma a partir de 1964. Para este proceso contó con ingente recursos proveniente tanto de “negocios propios” como de ayuda internacional, especialmente de fundaciones norteamericanas208. Aquella transformación de la actividad universitaria implicó, entre otras muchas medidas, la creación del llamado “año básico” o “Propedéutico”. Este hecho generó, en opinión de los estudiantes, una verdadera anarquía y sobrecarga de trabajo. El dato relevante de esta situación habría sido la relevación de una encuesta aplicada a los alumnos de la Escuela de Química y Farmacia en la que se constató el uso extendido de drogas “para soportar el ritmo apremiante de controles, trabajos de laboratorio y exámenes”209. Además con escandalosas características, pero puntualmente, los estudiantes se enteraron del despido de dos profesores del Instituto de Filosofía, Francisco Ugarte y Ramón Menanteaux, ambos militantes de la izquierda local. La razón que esgrimió la superioridad fue que no estaban en posesión de sus títulos correspondientes; sin embargo para los estudiantes este era inusual porque era usual la práctica de contratar profesores que no estaban titulados. Sin perjuicio de esta supuesta discriminación con los mencionados docentes, quedó al descubierto cierta desprolijidad en la formación de los profesionales universitarios penquistas. Pero, probablemente lo que más irritó a los estudiantes fue el verticalismo en la conducción de la casa de estudios. Los estudiantes, funcionarios y buena parte de los docentes no eran tomados en cuenta para fijar el rumbo de la Universidad. Existía un intocable “directorio” que comandaba la institución en virtud de ser una Corporación de Derecho Privado. Este directorio (indiscutido e inapelable en sus decisiones) estaba compuesto por once miembros, de los cuales ocho eran 207

Ibídem Nos referimos a la Lotería de Concepción y a los aportes de las fundaciones Ford; Kellogg; Rockefeller; y Fullbright. Revista Punto Final. Nº 29. Página 17. Segunda quincena de mayo de 1967. Santiago. 209 Ibídem 208

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masones y radicales, los otros tres militaban en las filas de la democracia cristiana. En esta batalla el objetivo de un sector de la izquierda (MUI y socialista) fue lograr establecer el “co-gobierno”, instancia en la que concurrirían tanto los nombrados por la autoridad universitaria como aquellos elegidos por los estudiantes, los funcionarios y los profesores. El resto de las organizaciones políticas (PC, democracia cristiana, radicales y Juventud del Partido nacional) se alinearon con la autoridad universitaria. En un breve balance Miguel Enríquez señaló que en 1965 los universitarios penquistas mantuvieron una huelga de varias semanas repudiando la “reforma del año básico impuesta por préstamos norteamericanos condicionados”. Además, bajo la idea de combatir el imperialismo habían expulsado “violentamente del recinto universitario al senador Robert Kennedy” y repudiado por todos los medios la “Operación Unitas VI”. En ese mismo recuento el futuro Secretario general del MIR recordó que” los estudiantes universitarios, después de combatir más de una semana, también secuestraron un carabinero, canjeándolo por estudiantes detenidos”210. Enseguida agregó que el 66 hubo una huelga de dos meses presionando por un cambio en las estructuras universitarias que implicara el cogobierno; reivindicación a la cual se sumó la exigencia de expulsar de la Universidad a los Cuerpos de Paz (agencia federal yanqui). Pero no todo fue lucha; también se constituyeron espacios de reflexión y construcción de conocimientos.

Precisamente

y

aprovechan

la

larga

ocupación

de

las

dependencias universitaria se realizaron dos importantes eventos. Uno fue el Congreso de la Federación de Estudiantes universitarios y el otro fue el Congreso Latinoamericano de Sociología, conducido “bajo el poder estudiantil”.211 Sin duda que las contradicciones entre las aspiraciones estudiantiles de mayor democracia universitaria, de abandonar el influjo norteamericano (vía fundaciones) y los deseos de mantener el statu quo por parte de las autoridades tenía que estallar. El epicentro del conflicto se ubicó en la escuela de sociología. Allí el 210 211

Balance de una lucha. Revista Punto Final, páginas 36 y 37, nº 40. Martes 24 de octubre de 1967. Santiago. Ibídem.

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centro de estudiantes, que estaba dirigido por el MUI-MIR, se lanzó en un potente movimiento huelguístico que incluyó la toma del local e involucró a los docentes. Esta contienda probablemente fue la más espectacular vista en la zona penquista. Las refriegas callejeras entre el tristemente célebre “Grupo Móvil” de Carabineros y los estudiantes sucedían prácticamente todas las semanas del mes de septiembre. Decenas de detenidos, estudiantes heridos, invasión policial al campus universitario, asambleas en los patios y en las Escuelas, solidaridad activa de sindicatos carboníferos y textiles; desorientación de los partidos del FRAP y desconcierto en la democracia cristiana universitaria y juvenil. Hechos nunca antes visto como captura de carabineros por parte de los estudiantes y negociaciones para canjear prisioneros. De estas escaramuzas es la anécdota de Luciano Cruz que escapó de la más importante Comisaría de Concepción donde se encontraba detenido. Así fue que como el año 67 se puso a prueba el ímpetu insurrecionalista de esta nueva izquierda universitaria. Reyerta política y lucha callejera fueron templando el acero de algunas decenas de jóvenes penquistas. Nuevos líderes se visibilizaron no solo con encendidos discursos de cambios, sino asimismo ocupando las calles y enfrentando a quienes querían invisibilizarlos. Los costos pagados no fueron menores. Luciano Cruz y Jaime Jana fueron encarcelados y procesados por la Corte Marcial de Concepción, después de 10 días en prisión y ante la presión de los estudiantes y de organizaciones sindicales, fueron puestos en libertad y se normalizaron temporalmente las actividades universitarias212. Consecuentes con la línea insurrecionalista y anti-imperialista estos jóvenes, rebeldes y revolucionarios, no cejaron de “alterar” el orden público. El triunfo relativo en su lucha universitaria les daba fuerza para ir “por más”. La muerte, más bien, el asesinato del Comandante Guevara fue motivo para que dos estudiantes, ligados al MUI-MIR, hicieran una espectacular acción de repudio en el campo universitario. La prensa local presentó como un ultraje a la bandera nacional el que un grupo de estudiantes (“extremistas”) la hubiesen arriado hasta media asta, para enseguida izar la bandera cubana cruzada con un crespón negro homenajeando la muerte del guerrillero internacionalista. En paralelo, dos 212

Diario El Sur. Sábado 7 de Octubre de 1967. Año LXXXV. N° 28817.

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estudiantes --- según la policía --- miristas se habían dedicado a lanzar (como avance de propaganda armada) “petardos” y arrojar panfletos213. Los involucrados en el agravio a la bandera nacional fueron Edison Barría Brevis y Jorge Arturo Grez, los que fueron suspendidos por acuerdo del Consejo de la Universidad. Asimismo, la Federación de estudiantes salió públicamente a repudiar lo que llamó “actitud anti-universitaria”214. En este escenario, que según algunos académicos consultados por la prensa, era de extrema politización215 se abrió el proceso electivo de la Federación de Estudiantes. La Democracia Cristiana había dominado durante varios años esta organización estudiantil; la izquierda, tanto la perteneciente al FRAP como a la que transitaba “por fuera” de este pacto, se mantenía dividida y con fuertes resquemores entre ellos. Enfrentar estos comicios representó un verdadero desafío. Especialmente para el MUI-MIR, organización política en la que descollaban varios dirigentes estudiantiles como Enríquez, Bautista van Schouwen, Luciano Cruz Aguayo, Arturo Villavela, etc. Este grupo político tuvo como objetivo desbancar a los democratacristianos del poder en la FEC y, para tal cosa hicieron alianza con la Brigada Universitaria Socialista (BUS). El resto de los partidos, incluyendo a las Juventudes Comunistas, tuvieron escasísimas posibilidades. Lo que sí quedó en evidencia y que más tarde desembocaría en un trágico suceso, fue el constante ataque del comunismo juvenil a los miristas. El ambiente electoral fue intenso. El barrio universitario adquirió un rostro totalmente agitado. Al mediodía, durante varios días, el foro de la “U” penquista estaba ocupado por estudiantes de distintos sectores políticos, los que “agitaban a las masas” con consignas y folletos con el fin de seducir a los lectores hacia sus candidatos y posiciones políticas. De los edificios colgaban afiches y en las murallas se pintaban eslóganes y proclamas revolucionarias, a la vez que jóvenes de mirada rebelde y taciturna rasgueaban una guitarra cantando canciones de 213

Diario El Sur. Jueves 19 de Octubre de 1967. Año LXXXV. N°28829. Diario El Sur. Viernes 20 de Octubre de 1967.Año LXXXV. N° 28830. 215 Diario El Sur. Viernes 10 de Noviembre de 1967.Año LXXXV. N° 28851 214

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protesta. La réplica a esta propaganda vino de la DC que intentó re-editar una “mini” campaña del terror voceando lo peligroso que sería para el normal desarrollo de la vida universitaria, que la izquierda marxista-leninista asumiera el control de la FEC. Alegó que los paros, tomas, marchas y permanentes conflictos dificultarían el normal desarrollo de las clases y por consiguiente desmejoraría la formación profesional o, en caso extremo, el período académico se acortaría o cancelaría216. Paradójicamente a la cabeza de la DCU estuvo quien años más tarde sería uno de los centenares héroes (¿mártires?) del MIR: Arturo Hillerns y que además es ejemplo de la mutación de centenas de cristianos que desembarcaron en las filas de una organización marxista-leninista. “Arturo Hillerns Larrañaga, Interno del 7º Año de Medicina en 1967, si mal no recuerdo, estaba en el mismo curso de Miguel y el Baucha y me parece que primitivamente también Luciano; todos ellos se conocían bien. Eran amigos, contrincantes y amigos y después, todos estaban en lo mismo. Arturo era entonces, desde hacía algún tiempo, Presidente de la Acción Católica Universitaria de Concepción y fundó una comunidad de estudiantes cristianos que se denominaban Alfa Omega, la CAO. Por ese entonces, arrendaron una gran casa para vivir los 12 integrantes en forma sencilla y en común. Arturo era católico y siempre siguió siéndolo…en 1967, Arturo participó como candidato a Presidente de la FEC por la democracia cristiana para el período de 1968, él era simpatizante y para esa denominación, le exigieron que se inscribiera en el Partido, no sé si era para la Juventud Democratacristiana o para el PDC directamente. A mí me pidió colaboración y yo se la di, desde retórica hasta otros medios de comunicación, manejo de escena, etc.”217

Conocer algunos trazos de la vida juvenil de Hillerns y de sus contemporáneos nos ayuda a comprender las razones de la radicalización de estos jóvenes. En esta tarea nos ayudan los recuerdos de Enrique Peebles218. El centro socializador y generador de complicidades fue la Universidad de Concepción y la parroquia del barrio Nonguén. Hasta allí llegaron y se encontraron decenas de jóvenes estudiantes provenientes de familias católicas. En este nicho “del saber” y “lugar de encuentro con Dios” colisionaron con los “grandes” acontecimientos nacionales e internacionales del siglo XX: la sicótica “bipolaridad 216 217 218

La Crónica. Jueves 16 de Noviembre de 1967. Año XIX. N° 5611 Carta (e-mail) de Enrique Peebles Skarnic al autor. 05 de mayo del 2013 Carta (e-mail) de Enrique Peebles Skarnic al autor. 05 de mayo del 2013

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planetaria” y la agresividad e intervencionismo descontrolado del imperialismo norteamericano; las dictaduras de Brasil y de Argentina; la provocativa “revolución en libertad” y la tibia “chilenización” del cobre eran, entre muchos hechos, hechos sometidos a sesudos y latos análisis. A estas preocupaciones se sumó otras de mayor seducción para el joven cristiano. Se enteró, cuestionó y admiró la decisión del sacerdote Camilo Torres de “enmontañarse” y en esos montes colombianos vio nacer una cruz “pero no de madera, sino de luz”219. Aquellos jóvenes cristianos-católicos dirigieron sus ojos hacia Roma para ver cómo el Concilio Vaticano II abría las ventanas de la Iglesia, para que entrara el aire fresco de una sociedad que buscaba alterar su cotidianeidad, salir de la modorra y construir horizontes más justos. Pero su agitada vida por los cambios chocó con el marco de una Universidad que chillaba conservadurismo en todos sus rincones y, obviamente las contradicciones afloraban en cada minuto y en cada adoquín de la cotidianeidad. Estos jóvenes comprendieron que para iniciar los cambios, debían transitar de lo inmediato y simple a lo más lejano y complejo. Entonces se acoplaron a quienes buscaban reformar la Universidad para terminar con “la función de la educación superior como fábrica de profesionales para el sistema”220 y progresivamente se fueron vinculando solidariamente con los “pobres de la ciudad” para testimoniar que la Iglesia debía trabajar con los desposeídos. Uno de estos muchachos fue “Arturo Hillerns, quién además hacía policlínico para el Hogar de Cristo”221. Se hicieron parte de la “Iglesia Joven”, un movimiento católico “que cuestionaba el boato, las riquezas vaticanas, la colusión con el poder y la clase dominante”222. Así, de esta forma, en contacto directo con los desposeídos estos jóvenes católicos fueron cambiando su cosmovisión y radicalizándose. Y, para aquellos días la radicalización político-ideológica se hacía en el mirismo por ello que “la mayoría de los integrantes de mi comunidad cristiana de Villa Nonguèn

219

“A Camilo” o “Cruz de Luz”. Poema de Daniel Viglietti. Homenaje al cura guerrillero Camilo Torres Restrepo. Carta (e-mail) de Enrique Peebles Skarnic al autor. 05 de mayo del 2013 221 Carta (e-mail) de Enrique Peebles Skarnic. Óp. Cit. 222 Carta (e-mail) de Enrique Peebles Skarnic. Óp. Cit. 220

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empezaron a militar en el MIR y otro tanto, mis compañeros de curso de medicina”223 entre los que estaba el antiguo rival de Luciano Cruz. Regresando a las elecciones de la FEC, los resultados fueron los esperados. Luciano Cruz triunfó en las elecciones. No lo hizo por un amplio margen de votos; pero no dejó de ser significativo. No sólo se desalojó a la DC de la FEC, sino que arribó a la jefatura máxima, un estudiante procesado por “secuestro de Carabinero”

y

militante

de

una

fracción

izquierdista

auto-calificada

de

insurrecionalista. Un nuevo período político para los universitarios se inició con el ascenso del MUI-MIR a la testera de la FEC. El Instituto Pedagógico: otra vertiente de indocilidad juvenil. La organización estudiantil de la Universidad de Chile desde los primeros años sesentas. La prensa filo-izquierdas reporteando esta situación tituló “Le falta ñeque a la izquierda universitaria”224. La historia de la FECH, anclada en las primeras décadas del. Siglo XX, hablaba de una camada de estudiantes que estaban dispuestos a ir de frente contra los abusos y la decadencia política. Muchos recordaban que tuvieron un papel protagónico en la caída de Carlos Ibáñez; asimismo se añoraba e ímpetu que tuvieron en el año 1952 para rechazar el Pacto Militar con Estados Unidos y era muy fresco en el recuerdo cómo se alzaron contra el alza tarifaria del transporte colectivo225. Sin embargo la FECH, como pre-estreno de lo que vendría más tarde, cayó en manos de los jóvenes democratacristianos. Desde el año 1957, con un par de excepciones, hasta el año 70, esta instancia universitaria estuvo en manos de la Democracia Cristiana. Desde este año hasta la irrupción dictatorial fue la Juventud Comunista quien dirigió a los estudiantes de la “casa de Bello”. La izquierda revolucionaria nunca pudo acceder a la presidencia ni a cargos de importancia dentro de la FECH. La explicación construida para entender la hegemonía de la DC fue la “composición de clase” del estudiantado universitario. A mediados de la década se aseguró que lo oneroso de la educación superior permitía que solo los hijos de 223 224 225

Carta (e-mail) de Enrique Peebles Skarnic. Óp. Cit. Revista Punto Final. 1ª quincena de agosto de 1966. Santiago Revista Punto Final, página 16. Primera quincena de agosto de 1966. Santiago

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familias acomodadas o de la “pequeña burguesía” accedieran a la Universidad. Quedaban fuera los hijos de campesinos y obreros. Por razones financieras las universidades, particularmente la Universidad de Chile, no estaban en condiciones de becar a los estudiantes de escasos recursos. Y se creía que los chilenos pobres se identificaban con la izquierda, obviamente que el mundo universitario debía ser esquivo para el socialismo, comunismo u otras organizaciones izquierdistas226. Naturalmente que la explicación quedaba “corta” porque las presidenciales del año 64 favorecieron a la democracia cristiana y la alta votación obtenida por Eduardo Frei no emanó exclusivamente de la derecha o de las clases pudientes. Asimismo se alegó que la hegemonía democratacristiana, se nutria de la demagogia, prometiendo cambios profundos que de una u otra forma ilusionaba a jóvenes de real espíritu revolucionario que terminaban apoyando las propuestas de la “falange”. Sin embargo, en la práctica se produjo un fenómeno inverso. Jóvenes iniciado a la vida política como democratacristianos, a raíz de los desaciertos, la incapacidad de realizar los cambios esperados y de la brutal represión (Salvador y Puerto Montt) del gobierno freísta, caen en seriecísimas contradicciones con el partido, se radicalizan y terminaron militando en organizaciones revolucionarias. En la elección del año 1965 la democracia cristiana obtuvo más de cinco mil votos pasando a controlar 25 de 32 escuelas; en cambio la sumatoria de votos socialistas y comunistas llegó sólo a las 3754 adhesiones. El MIR obtuvo apenas 505 votos, nueve sufragios menos que los conservadores. Es decir, la izquierda revolucionaria era absolutamente minoritaria. Dicho lo cual es fácil percatarse que la tarea de las filas miristas no sería fácil. Escuelas como la de Derecho o Medicina, le serían recurrentemente esquivas. No obstante existía el Instituto Pedagógico, escenario más amistoso para el desarrollo de las ideas políticas revolucionarias. Las instalaciones físicas y condiciones naturales del establecimiento universitario; las características de las carreras impartidas y el tipo de estudiante que llegaba a 226

Revista Punto Final, página 16. Primera quincena de agosto de 1966. Santiago

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este campus de estudio, facilitaron la asociatividad y complicidad grupal para echar las raíces del mirismo universitario santiaguino. Entre los muchos cuadros estudiantiles empezaron a destacarse futuros dirigentes miristas como Sergio Pérez Molina y poco más tarde Lumi Videla. El primero es recordado por su tarea visibilizadora en el Parlamento. Corría el mes de mayo y el presidente de la República, Eduardo Frei Montalva, debía leer el mensaje anual inaugurando las sesiones ordinarias del Parlamento. En los instantes que iniciaba su intervención, desde la tribuna reservada al público, se alzó Pérez gritando “¡Abajo la mano dura contra los obreros. Viva el MIR!” A la vez que desde varias manos estudiantiles volaban cientos de panfletos sobre las cabezas de diputados y senadores. Las pretensiones de los universitarios miristas fue denunciar y repudiar la masacre de trabajadores cupríferos del mineral El Salvador, acaecida en febrero de 1966. Era la forma de fijar el insurreccionalismo que los embargaba y su clara posición contra el gobierno freísta. Gradualmente se fueron aglutinando. No fue un acto, más bien un proceso. Los jóvenes rebeldes vivían (y sufrían) la dispersión consuetudinaria de la izquierda revolucionaria. Y, para superar (o tratar de hacerlo) esta equivocación política se debió concurrir con recia voluntad e intensas discusiones. Todo ello afirmándose en el prestigio de algunos jóvenes por su actuar en la lucha política pública y callejera. “Todos los del FER tenemos una orientación insurreccional”227 declaró sin ambages Raúl Zohr. El joven dirigente buscaba establecer las enormes diferencias que existían entre la naciente organización y todas las que le precedían. El FER, sigla del Frente de Estudiantes Revolucionarios, nació a mediados del año 1966 en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile. En opinión de Zohr con el nacimiento del FER se rompía una tradición. Era costumbre en el mundo universitario, especialmente en la Universidad de Chile que los dirigentes juveniles de los distintos grupos políticos se reunieran, conversaran, discutieran hasta trasnoches para enseguida levantar o crear frentes estudiantiles o movimientos 227

En el Pedagógico se matriculó la rebeldía. Revista Punto Final Nº 12. Página 6. 2ª Quincena de septiembre de 1966. Santiago.

119

para exigir, como máximo objetivo, reformas a la anquilosada dinámica y estructura universitaria nacional. Con el naciente FER ello no sería igual --- opinó Zohr --- por ellos se habían planteado un objetivo aun mucho mayor; ni más ni menos que buscaban impulsar un movimiento, que además de ser insurreccional, tenía una clara orientación socialista. ¿Cómo había nacido esta organización estudiantil tan pretenciosa? Para los años sesenta el conflicto Moscú versus Pekín atravesaba a todas las organizaciones marxistas del planeta. Chile y “sus izquierdas” no podían estar ajenos al comentado fenómeno. No olvidemos que la política chilena recurrentemente está siendo influida desde el exterior. Las referencias político-ideológicas de entonces se encontraban en Washington, Roma, Bonn, Moscú, La Habana y Pekín. La información periodística dice que habría un “gran lío” entre los jóvenes socialistas y los comunistas, a raíz de la campaña “Sangre para Vietnam”, el que llevó a los “elementos más conscientes se dieran cuenta que ese no era el camino”228, de disputas intra-izquierda el que permitiría desplegar una eficaz lucha antiimperialista. Esos elementos, entiéndase como estudiantes, convocaron a una asamblea de Escuela para los efectos de debatir sobre el rumbo que seguirían. El acuerdo no pudo ser otro que la creación de una comisión coordinadora de todas las fuerzas políticas existentes en el Pedagógico. Así es como la comisión fue conformada por delegados del Partido Socialista, el MIR, Espartaco, el Partido Socialista Revolucionario (trotskista) y dos independientes. Los únicos que por opción quedaron afuera de la novel organización fueron los jóvenes comunistas. “De la crisis de la Revolución en Libertad surgirá la revolución socialista”: tesis nacional aprobada en el II Congreso del MIR. Para el año 66, mes de noviembre, el MIR realizó su II Congreso de la organización. Se aprobaron en el evento congresal varias tesis. Siendo la más importante la relativa a la situación política nacional. Para el mirismo inicial no existía ningún tipo de revolución; por el contrario, el gobierno de Frei Montalva era la continuación de los gobiernos radicales de los años treinta:

228

Ibídem.

120

“en las nuevas condiciones históricas y políticas, el reformismo burgués democristiano, no ha podida ocultar, tras la demagogia de la “revolución en libertad”, la misma impotencia de clase del Radicalismo que comenzó con Pedro Aguirre Cerda y culminó con Gabriel González Videla”229 Para el MIR aquel continuismo se traducía en mantener las injustas estructuras capitalismo nativo y la defensa irrestricta de los intereses imperialistas, lo que conllevaba la máxima explotación y pobreza de los trabajadores y campesinos chilenos. Alegó el mirismo que pesar de todas las promesas de cambios, estos no ocurrían, por el contrario, mantuvo el latifundio minimizando al máximo la quimera de reforma agraria; la desigualdad en la distribución de la riqueza continuaba inalterable; la deuda externa (por tanto la dependencia) se incrementó aceleradamente y lo que era gravísimo echaba mano a la represión perfeccionando el aparato policial230. Pero lo dicho no significó que el gobierno estuviese atravesando por una crisis política. Muy por el contrario; y el MIR se apresuró en aceptarlo. La alegación se afirmó en los dispendiosos préstamos norteamericanos; en la abrupta subida de precio del cobre; se incrementó la exportación de hierro y la producción de carbón había aumentado. A su vez el comercio internacional con la región pasaba por un buen momento gracias a las leyes y las visitas diplomáticas del gobierno chileno. Pero todo este auspicioso panorama que Frei y su partido lo achacaban a una supuesta capacidad creadora y gestión política, estaba muy lejos de serlo. Para el MIR existían potentes factores externos que influirían, con o sin “revolución en libertad”, en un auge temporal de la economía chilena: “…la existencia de un período de expansión de la economía norteamericana, favorecida por la criminal agresión de Vietnam, no es un mérito propio de la democracia cristiana, ni se debe al genio creador del presidente Frei. Tampoco ellos han intervenido en el aumento de la demanda mundial del cobre. Ni en el producir perturbaciones en la producción del metal rojo en el África convulsionada.

229

“De la crisis de la Revolución en Libertad surgirá la revolución socialista”:.Tesis nacional aprobada en el II Congreso del MI el 4 de septiembre de 1966 en su 5ª Sesión plenaria del Comité Central. Publicada en Revista Estrategia Nº 7, página 2. Enero de 1967. Santiago de Chile. 230 Ibídem.

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Ni es producto del bombo de la revolución en libertad el aumento del precio del metal rojo en el mercado de Londres”231 No obstante este repunte económico absolutamente transitorio no llegaba a las mayorías, no era extendido a los trabajadores del país, sino que favorecía exclusivamente a las clases pudientes, a los sectores que el MIR llamó “burguesía nacional”232. Más aún, ni por muy auspicioso que fuera, siempre resultaba mezquino para los intereses nacionales porque la riqueza básica principal (el cobre) seguía controlado por empresas norteamericanas. La Chilenización del cobre, emprendida por el freísmo, no “daba el ancho” para rescatar la totalidad de los intereses nacionales comprometidos en la minería cuprífera. Pero una golondrina no haría verano. Aquel re-nacimiento económico estaba sujeto a decisiones externas. Y la involución también. Los miristas avizoraron nubarrones financieros porque el Congreso norteamericano había resuelto disminuir la ayuda a Latinoamérica y por tanto para Chile233. Esta nueva situación traería una contracción en la economía chilena y el camino gubernamental sería dejar caer en las espaldas de los pobres “del campo y la ciudad” la solución de la crisis. Y estos problemas económicos ya, al finalizar el año 66, se estaban empezando a vivir. Así la inflación al mes de septiembre bordeaba el 21% lo que estimulaba (a los capitalistas extranjeros y nativos) a empujar por una devaluación del peso afectando el poder adquisitivo de la masa laboral; asimismo huirían algunas reservas nacionales porque al caer sostenidamente la producción agrícola, el gobierno estaba obligado a importar alimentos. Como las iniciativas habitacionales estaban en manos del Estado, éste debía invertir enormes sumas de dinero en construcción de viviendas; obras que sufrirían una disminución porque la reducción del gasto fiscal. Este hecho no sólo afectaría la posibilidad de viviendas dignas para los trabajadores, sino también generaría una colosal cesantía que los miristas la calculaban en unos veinte mil desocupados234. A su vez y en el mismo

231

Óp. Cit. Página 5. Óp. Cit. Página 1. 233 Óp. Cit. Página 11. 234 Óp. Cit. Página 12. 232

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sentido de la reducción del gasto fiscal, los sueldo serían reajustado por debajo de los índices inflacionarios contrayéndose la demanda interna y por tanto afectando a la producción de la industria nacional la que, a su vez, estaría obligada a reducir los costos y qué mejor que despidiendo a trabajadores. Pero no sería fácil para el gobierno democratacristiano enfrentar esta oteada crisis. Los trabajadores, los explotados, del país venían poco a poco saliendo del “mazazo” que significó la derrota presidencial235. Y, ante el avance de las medidas “anti-obreras” la resistencia crecería. De hecho, argumentó el MIR, el año 66 registraba un crecimiento en la conflictualidad sindical: “…de febrero a Septiembre de 1966 se han registrado 229 huelgas campesinas, algunas con carácter provincial (Colchagua) y en las cuales la vanguardia ha estado en manos del proletariado agrícola.236” Pero la tensión y movilización trascendería hacia otros sectores medios de la sociedad chilena: “…las huelgas estudiantiles (Concepción y Universidad Técnica del Estado), la de profesores y del Banco de Chile, testimonian cómo las clases medias responden al deterioro de su situación”237. Todos estos hechos implicaría que se estaban creando (creían los miristas) las condiciones para dar un salto cualitativo en la lucha política, pasando de “una fase puramente defensiva a una de ofensiva clasista más dura”238. Esta ofensiva debería hacerse afirmándose en las organizaciones “…de masas (sindicales, organismos de pobladores, partidos obreros)”239 porque ellas habían mantenido sus organizaciones y estaban empujando la resistencia. Este cuadro llevó al mirismo a elaborar tareas políticas que implicaran no sólo colocarse al frente de las luchas populares, sino además lograr crecimiento partidista aprovechando las condiciones de lucha en que se enfrascaban los sectores populares y medios.

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Óp. Cit. Página 13. Ibídem. 237 Ibídem. 238 Ibídem. 239 Ibídem. 236

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Las tareas revolucionarias acordadas en el II Congreso del MIR: Tres fueron los frentes sociales definidos para el trabajo político del MIR: el frente sindical, el frente campesino y el frente de pobladores. Curiosamente la documentación oficial (la Tesis) no habla del frente estudiantil, a pesar que era el sector más activo en el período. El frente sindical. Develando la composición dirigencial, esencialmente de trabajadores, las tareas sindicales acapararon la mayor preocupación en el planeamiento del futuro trabajo político. Siguiendo la tradición marxista-leninista vinculó la lucha reivindicativa con la lucha política; para tal efecto el mirismo consignó en sus tesis que la militancia debía “….combinar el trabajo en el frente de masas por los problemas concretos e inmediatos de los trabajadores con los fines revolucionarios, del socialismo, mediante una táctica adecuada que sepa combinar la propaganda con la agitación y acción legal o semi-legal”240. Los dirigentes miristas estaban conscientes que no sería una tarea fácil convencer a la militancia de esta concepción del trabajo. Reconocieron que implicaría “revolucionar” a los propios militantes tratando que comprendiera “que el trabajo marxista-leninista es uno solo, realizado en diferentes sitios”241. Esta era la única forma que el mirista de base fuera “capaz de llevar adelante la lucha por la más modesta reivindicación conjuntamente con las tareas de la educación revolucionaria de los trabajadores, con la aplicación de nuestra estrategia insurreccional y la captación de militantes”242. Dicho de forma distinta, era el camino adecuado tanto para influir en “las masas” y expandirse como organización al “interior de ellas”. Ya, en la cosa concreta, en la práctica misma de la militancia se exigió que debía adherir a la propuesta de aumentar el “100% de los salarios en relación al costo de la vida, la fijación de un salario vital obrero y campesino igual al del empleado

240 241 242

“De la crisis de la Revolución en Libertad surgirá la revolución socialista”. Óp. Cit. Página 23. Ibídem. Ibídem.

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particular; una asignación familiar igualitaria243, la defensa de las conquistas previsionales”244. Esta “tarea revolucionaria” involucró, “pese a su carácter reducido y estrecho”245 apoyar la plataforma de reajustes que impulsaba la Central Única de Trabajadores. Toda esta actividad debía estar estrechamente ligada al impulso de un Paro Nacional que contemplaba, además de la paralización de faenas, la ocupación de los lugares de trabajo. Esta última disposición partidista (ocupación de los centros productivos) tenía como fin último ser consecuente con la convicción que la lucha debía centrarse “en la acción directa y revolucionaria de las masas y no en la trinchera del parlamento burgués”246. Aunque su crítica fue sostenida contra la burocracia y el reformismo que primaba en la CUT, ello no los llevó a equivocaciones promoviendo otras alternativas que no fueran la más irrestricta unidad sindical. No obstante la detracción era colosal. Se planteaba algo que para la conducción comunista247 de la CUT: elaborar un Programa y una Declaración de Principios esencialmente clasista. Esto irritaba a los dirigentes del PC chileno porque consideraban una provocación desconcer que la CUT ya era una organización clasista porque representaba a los trabajadores chilenos. Pero el mirismo creyó que no era de ese modo porque no se resguardaba la representación de todas las tendencias político-ideológicas existente entre los explotados del país. Los miristas alegaron que la CUT debía erigirse como un organismo clasista que se pronunciara claramente contra el poder burgués y planteara la destrucción del sistema capitalista. Es decir que se armara con la lógica de la lucha de clases. Pero esta vinculación no sería real sin la instancia orgánica partidista que cumpliera la tarea definida. Por eso, el II Congreso de miristas decidió constituir la Comisión Nacional Sindical, tanto a nivel nacional como a escala regional.

243

La legislación establecía una odiosa discriminación al establecer una asignación familiar de superior monto para los hijos de empleados. 244 “De la crisis de la Revolución en Libertad surgirá la revolución socialista”. Óp. Cit. Página 22. 245 Ibídem. 246 Ibídem. 247 Su presidente era Luis Figueroa Mazuela.

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El frente campesino. Revelando escaso interés en el trabajo político campesino (en sus tesis no le dedica más de nueve líneas) acuerdan acelerar y organizar (se deduce que no tenían trabajo político en el campo) “el trabajo en este frente dedicando particular atención al trabajo en el sector del proletariado agrícola”248 y para llevar adelante esta tarea se imprescindible “conocer los problemas del campo, tener conciencia de la estructura social campesina, ligarse con los trabajadores de este sector, analizar y estudiar sus problemas, enviar compañeros abnegados a ayudarlos en sus luchas”249. Esta misión debía ser permanente, especialmente en las provincias agrarias. No se registra ninguna disposición de orden orgánico, ni tampoco instrucción a militantes. Es decir la preocupación política por el mundo campesino no pasa más allá de una bien intencionada declamación,

lo

que

resulta

de

extrema

gravedad

para

las

políticas

revolucionarias, especialmente porque para entonces se vivía la Reforma Agraria que impulsaba la “revolución en libertad”. Esta falencia vino a ser corregida un par de años más tarde con la constitución del Movimiento de Campesinos Revolucionarios. El frente de pobladores. No muy distinto a lo ocurrido con los campesinos fue la preocupación por el sector poblacional. Breves frases bien intencionadas fueron las resoluciones de los congresales del mirismo. Se planteó que el gobierno freísta estaba dispuesto a crear instancias “policlasistas” entre los pobladores. Y, para tal cosa, se disponía a promulgar la ley sobre Juntas de Vecinos. Por ello el MIR declaró que ellos estaban dispuestos a apoyar organismos poblacionales con inspiración de clases y que si había Ley de Juntas Vecinales su trabajo estaría orientado hacia “…hacia los sectores proletarios pauperizados, a fin de sostenerlos en su inevitable choque con la burocracia gobiernista, con su estructura burguesa legalista y con sus amarras gubernamentales afianzadas por subvenciones”250.

248 249 250

“De la crisis de la Revolución en Libertad surgirá la revolución socialista”. Óp. Cit. Página 24. Ibídem. Ibídem.

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No obstante, Humberto Valenzuela, fundador y dirigente del MIR, aportó al Congreso un análisis de la iniciativa gubernamental para organizar legalmente en Juntas de Vecinos a los pobladores. Lo hace porque consideró que la constitución de Juntas de Vecinos era “motivo de una importante discusión en el seno de las organizaciones obreras, tanto políticas como sindicales, centros de madres y comités de pobladores”251. La visión de Valenzuela es clara. El dirigente consideró que con la comentada ley el gobierno freísta buscaba un apoyo social más ancho que el que podía brindarle su partido. Pero no sólo esto era su objetivo. La mirada gobiernista estaba dirigida a controlar una “gran masa inorganizada, agrupándola en las Juntas de Vecinos”252 tratando de impedir que cayeran “dentro de la órbita de los partidos obreros y fundamentalmente en la órbita del proceso revolucionario”253. Valenzuela, con su interpretación de la intencionalidad freísta, pone en evidencia que existía un frente social que resultaba de interés por manejarlo y por consiguiente debía ser preocupación de las organizaciones populares (políticas y sociales) pero lo era aún con más intensidad para los revolucionarios. Y, no podía ser de otra forma. Las características del tipo de capitalismo existente para la década de los sesenta, había generado un fenómeno socio-demográfico que se evidenciada en el cinturón de miseria que apretaba a la capital. Miles de inmigrantes, campesinos o de provincias, llegaron a la “gran” ciudad con la expectativa de mejorar su calidad de vida. Sin embargo, la expectativa colisionaba brutalmente con la realidad. No existían las plazas de empleo que acogiera a esta fuerza de trabajo; por el contrario, el desempleo, a partir del año sesenta (con un par de excepciones) tuvo un alza creciente254; a esta situación debía sumarse la carencia de viviendas, de modo que el fenómeno de “allegados” se convirtió en un drama social. Pobreza, hacinamiento, cesantía, morbilidad y mortalidad infantil creciente, etc. con convertía al sector poblacional en un segmento social 251

La comuna obrera y las Juntas de Vecinos. Humberto Valenzuela. Página 34. Revista Estrategia Nº 6. Septiembre de 1966. Santiago. La comuna obrera y las Juntas de Vecinos. Humberto Valenzuela. Página 35. Óp. Cit. Ibídem. 254 Una interpretación del desempleo en Chile. Francisco Rosende Ramírez. Página 71. Documento pdf. Ver en www.cepchile.cl/dms/archivo_1625_1450/ 252 253

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altamente explosivo. Las experiencias de tomas de terrenos que dieron origen a poblaciones populares era algo que los demócrata-cristianos querían canalizar racional y “legalmente”. Más aún, Valenzuela le atribuyó intenciones malévolas a la decisión de gobierno: “pero esto no es todo (asegura) además pretende utilizar a las Juntas de Vecinos, como un verdadero cinturón defensivo de la política económica y social de su gobierno y, a la vez, como fuerza de choque en contra de las luchas reivindicativas de los trabajadores”255 . Viendo este espectro político, el tesista congresal provocando a la discusión planeo que todas estas consideraciones podían llevar a concluir que lo correcto políticamente era rechazar tenazmente la creación de las Juntas de Vecinos. Pero no fue tan así. Más bien, Valenzuela que este camino no era el más adecuado. Esto no constituía un problema de principios. Más bien eran pasos tácticos porque los “trabajadores de vanguardia” tenían la obligación de aprovechar “cualquier forma de organización de la clase trabajadora para impulsar desde dentro y desde fuera, no sólo sus luchas reivindicacionistas, sino lo que es fundamental, su lucha por la toma del Poder”256; por consiguiente, la propuesta resultaba clara, era obligatoriedad en la lucha de los explotados aprovechas todos los espacios, por tanto “desde este punto de vista clasista” era necesario que el MIR impulsara la organización de “Juntas de Vecinos, dándole una estructura orgánica y programática, y tácticas de lucha en consonancia con los intereses de clase de los trabajadores”257 . En opinión del dirigente esta opción de trabajo vecinal permitía enfrentar y disputar al gobierno la conducción de los pobladores, pero también llevaba a los pobladores a acelerar su “experiencia despojándose de muchas ilusiones reformistas y burguesas y estarán más cerca de tomar el camino de la revolución socialista”258; es decir, se aceleraría la toma de conciencia y la identificación de clase de los pobladores. La propuesta de Vaslenzuela impresiona como una aproximación a una política dirigida a los pobladores que dista bastante a la desarrollada posteriormente por el mirismo.

255

La comuna obrera y las Juntas de Vecinos. Humberto Valenzuela. Página 35. Óp. Cit. La comuna obrera y las Juntas de Vecinos. Humberto Valenzuela. Página 36. Óp. Cit. 257 Ibídem. 258 Ibídem. 256

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III Congreso mirista: continuidad y cambio. La crítica y los cambios internos La formación del MIR se debió, en gran parte, a la crítica que hizo el trotskismo chileno a la izquierda. Por ello estimamos que viejos dirigentes obreros, intelectuales y profesionales trotskistas tuvieron un papel protagónico en la conformación del Movimiento de Izquierda Revolucionaria. Es un mérito que debe ser reconocido en la historia de este partido. Sin la batería ideológica del trotskismo, sin la presencia social –aunque escasa- y la experiencia política de comunistas disidentes, habría sido más dificultoso que naciera y desarrollara el Movimiento de Izquierda Revolucionaria. Estos hombres, estos militantes revolucionarios creyeron ineludible la misión de constituir una nueva organización, de sesgo particular y diferenciador. Aquella peculiaridad fue imprimirle cierto sello de autonomía e independencia respecto a Moscú y Pekín. Conjuntamente de se declaró como una organización profundamente democrática y no un Partido monolítico, en el que todos pensaran igual259. No obstante estas “buenas intenciones fundacionales” varios problemas afectaban a la izquierda revolucionaria; unos por causas externas, otros por disputas internas. Uno de los factores exógenos fue la represión aplicada por el gobierno democratacristiano. El ministro del Interior, Bernardo Leigthon, presentó en julio de aquel año, una denuncia ante los tribunales proceso judicial que fue caratulado como “...del Teatro Roma”. La consecuencia inmediata fue la suspensión del periódico mirista “El Rebelde” y el sometiendo a causa judicial de varios dirigentes miristas. Semanas más tarde, se descubrió una escuela de guerrillas en Nahuelbuta, implicando la detención de varios dirigentes miristas y, una estricta vigilancia policial en la zona de Arauco. Más allá del escándalo periodístico, no deja de tener veracidad. Años más tarde, un dirigente mirista recuerda lo sucedido diciendo “al principio pensábamos en la guerrilla rural, incluso fuimos a hacer instrucción, hacíamos prácticas de tiro, fuimos a hacer un recorrido a la cordillera de Nahuelbuta, en el 68 fuimos también a la zona de Villa Rica donde está Coburga a hacer una exploración”260. No obstante, estas “expediciones” no 259 260

Convocatoria a la Asamblea Constituyente. El Rebelde, pagina 3, julio de 1965 Andrés Pascal Allende. Entrevista. 07/12/2012.

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alcanzaban a convertirse en “escuelas de guerrillas”, no pasaban más allá de exploraciones y reconocimiento territorial. Incluso con indisimulada intencionalidad política las autoridades penquistas declararon estridentemente que se habían recibido: “…denuncias en el sentido de que elementos del MIR, celebran reuniones en diferentes residencias particulares de Curanilahue, en las cuales incitan a los trabajadores a tomar las armas contra el régimen establecido. Además han programado cursos sobre el movimiento obrero chileno y la liberación de América latina que no les han dado resultados. Por estas circunstancias han recurrido a otros métodos. Se reúnen en viviendas particulares, donde realizan sus actividades subversivas”261. Lo que si ocurría e impresionaba como “subversivo” era la agitación causada por centenas de estudiantes universitarios, dirigidos por la FEC, al momento de realizar las llamadas “escuelas de verano”. Estudiantes de medicina, de pedagogía, de antropología, de sociología, etc. se instalaron en época estival a efectuar un trabajo social “in situ”. Numerosos integrantes del MUI-MIR viajaron a la zona para “penetrar” en el frente social. Se efectuaron tareas de alfabetización, organización, operativos de salud y, obviamente, que intensas discusiones y proclamas políticas revolucionarias. Se trabajaba políticamente para que “las masas tomaran conciencia” de su condición; fue una de las múltiples expresiones del concepto de vanguardia política, de llevar al pueblo “las posiciones correctas”, de echar las bases para conducir a los oprimidos a su liberación hecho que, en ocasiones, se hizo sin respetar los ritmos sociales. Fue una de las múltiples formas de ir por “el atajo de la historia”. Entre los factores internos, que no fueron pocos, concurrieron algunos de potente relevancia interna. Edgardo Enríquez (considerado como el “más impetuoso y apegado a la línea”) al referirse al período 1965 y 1967en una entrevista a mediados de 1972 dijo que el MIR “...no logró superar la debilidad que había aquejado a los otros grupos que... habían precedido en el intento de construir un partido revolucionario en Chile. Durante...dos años, el MIR no logró ir más allá de un círculo de propaganda y discusión ideológica, sin lograr una base política de

261

Declaraciones del Intendente de Arauco Pablo Estrada a diario La Crónica. Miércoles 14 de Febrero de 1968. Año XX. N° 5685

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masas...”262. En estas lapidarias palabras sintetizó la crítica al ideologismo impuesto por el trotskismo que termina siendo un sello de la historia inicial del mirismo. Recordemos que los acuerdos del II Congreso, después de un exhaustivo análisis de la situación política, hablaron de una fuerte, progresiva y ascendente penetración en los frentes sociales, colocando mayor énfasis en los trabajadores, relegando relativamente a otros sectores sociales como pobladores y campesinos. Empero se tuvo conciencia y así se acordó de la juiciosa necesidad política y partidaria de ligarse estrechamente en las luchas sociales por medio de herramientas y acciones legales e ilegales. Sin embargo ello no ocurrió como se esperaba. Los sectores juveniles, concentrados en nichos estudiantiles, con líderes visibilizados y legitimados; encabezando organizaciones legales y desplegando relaciones y alianzas con otros sectores sociales como pobladores y campesinos (ambos pálidamente considerados en el II Congreso) se fueron haciendo cada vez más fuertes para enfrentar políticamente el “peso histórico” que representaban los compañeros trotskistas que, además de ser fundadores del movimiento, tenían una larga tradición en las luchas sindicales. A estos miristas les favoreció el clima político, especialmente en el ámbito universitario y rural que vivían situaciones transformadoras como los cambios estructurales universitarios y la sindicalización campesina respectivamente: “…no había una realidad organizativa muy grande, salvo esta influencia que tenían algunos dirigentes sindicales, fundamentalmente eso, entonces el grupo que entra al MIR, estudiantil que veníamos en su mayor parte del PS y algunos del PC es el grupo más dinámico por el contexto en que se da, es un momento en que hay una efervescencia alrededor de los temas del movimiento estudiantil universitario viene el proceso de reforma universitaria después, con un gran debate, ya había una activación a mediados de los 60, cuando se funda el MIR, luego es un grupo que va tomando influencia primero en Concepción en la FEC y luego va ganando influencia en el pedagógico y así se va extendiendo hacia fines de los 60 a través del país, entonces eso permite un crecimiento del sector juvenil del MIR, estudiantil fundamentalmente, pero que venía dándose antes del III Congreso del MIR, no es que a partir del III Congreso se de esa situación, no,… porque ya venía dándose una dinámica, porque ya reclutábamos bastante para el MIR y eso

262

Edgardo Enríquez Espinoza. Documentos Internos. Año 1972

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es lo que permite ganar el III Congreso, si no. no hubiese habido la mayoría para ganar ese Congreso…”263. A su vez, estos viejos cuadros político-sindicales, con ascendencia y legitimidad en su frente “natural”, miraban con relativa desconfianza el ímpetu juvenil. Incluso, algunos se sintieron agredidos por la irreverencia con que fueron tratados por los nóveles militantes miristas. Uno de los fundadores del mirismo, Humberto Valenzuela, recordó que “….uno de los principales cargos que Enríquez me hacía personalmente, era que yo me había pasado 48 años metido en los sindicatos y no había conseguido hacer la revolución…”264. Pero no solo fueron las formas en el trato político lo produjo el quiebre. Se colige de las palabras del citado Valenzuela que hubo contenidos políticos que gravitaron con más fuerza: “El esquematismo por un lado, y empirismo por otro, fue lo característico en la colaboración político de la mayoría acaudillada por Miguel Enríquez. Esta mayoría convirtió en su Biblia el libro de Regis Debray, “Revolución en la Revolución” y llegó a la conclusión de que la estrategia de la lucha armada en Chile, tenía que darse sobre la base de las guerrillas campesinas con las guerrillas urbanas y mucho menos con movimientos de masa. Incluso se llegó a sostener que el MIR no estaría allí donde estén las masas, sino en las montañas, en las guerrillas campesinas.”265. No muy distinto opina, pero desde la otra vereda, un ex dirigente, Lautaro Videla, quien afirmó que con el trotskismo hubo: “una diferencia sustancial, que ellos la hacían ver, lo que hace que ellos finalmente se desliguen. Porque no había caso de hacerles entender a este grupo que toma la dirección el año 67, que el rol de la clase obrera, de la lucha urbana, la perspectiva del desarrollo de huelgas, que la herramienta fundamental sea la huelga para llegar a una huelga general a partir de la cual se llegara a condiciones insurreccionales, y el trabajo en otros sectores de la sociedad para unirse al movimiento obrero en una lucha insurreccional, eso no cabía en el esquema que nosotros estábamos materializando, ni en la práctica que del año 67 para adelante empieza a llevar la dirección nueva del MIR encabezada por Miguel Enríquez”266 Así, en esta disputa se conformaron dos tendencias. Una, llamada en la época como los “tradicionalistas” (agrupando a trotskistas y ex comunistas) y; la otra, los 263

Andrés Pascal Allende. Entrevista. 07/12/2012. Historia del Movimiento Obrero. Humberto Valenzuela. Página 135. Editorial Quimantú, colección Papeles para armar. Diciembre del 2008. Santiago de Chile. 265 Ibídem. 266 Lautaro Videla Moya. Ex-dirigente del MIR entre 1969 – 1975 Miembro del Comité Central y de la Comisión Política. Entrevista 12/12/2012. 264

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“no tradicionalistas”, conformada por un por jóvenes socialistas y comunistas, marginados de sus partidos a inicios de la década del sesenta y, que algunos antiguos militantes denominan “viriatismo”267 en alusión al nombre “político” utilizado por Miguel Enríquez, “Viriato”. Probablemente, aquella concepción de partido --- atribuida al trotskismo --- cuyos elementos constitutivos eran la autonomía, independencia, democracia interna y rechazo al monolitismo, y que el mirismo-viriatista rechazaba, fue lo que motivó a Edgardo Enríquez a decir que el MIR (en sus primeros años) se había transformado en “...una bolsa de gatos, de grupos, fracciones, sin niveles orgánicos mínimos, con predominio del más puro ideologismo, carente de estrategia y táctica y, aislado de las masas...”

268

. Tan profundo llegó esta visión

que un antiguo militante (años más tarde) recordaba este caos creativo, diciendo “…había miristas viejos que venían del trotskismo, otros pocos tenían alguna admiración a Mao y su Larga Marcha, algún anarquista a la española conocí también; los más jóvenes eran ex comunistas, ex socialistas e incluso ex radicales, más adelante habría gente que vendría de la democracia cristiana e incluso de la derecha”.269. Este multicolor espectro de vertientes daba origen a una multiforme expresión de quehaceres y relatos políticos, a veces encontrados y otras convergentes. A este fenómeno (mosaico político en sus orígenes) le atribuyeron la responsabilidad de los serios obstáculos para homogeneizar las líneas de acción. A ello se sumó (según la crítica a la Dirección) el desinterés por iniciar las acciones armadas. Para la corriente viriatista el camino de la guerra revolucionaria habría estado en el discurso (muchas veces encendido) y no en la práctica que transitara en el camino a la revolución. En cambio el objetivo de la “nueva” generación era construir un tipo de partido o de organización política, que tuviera mayor rigurosidad militante; donde existiera mayor compromiso, más entrega, de dedicación total a la organización; o sea buscaban constituir una vanguardia conformada por profesionales de la 267

Lautaro Videla Moya. Entrevista 12/12/2012. Antecedentes del MIR. Miguel Enríquez. Documentos Internos, página 175. 269 Un recado para Javiera. Carta enviada a la Red “Charquicán” por un ex militante del MIR bajo el seudónimo de “Gonzalo/Rodrigo” fechada el 28 de enero del año 2004. 268

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revolución. Con este diagnóstico, los jóvenes miristas, tanto de Concepción como de Santiago, en estrecha relación con pobladores que para entonces mostraban iniciales síntomas de radicalización, se fueron al evento congresal dispuestos a resolver el conflicto. Un paso fundamental para esta decantación era ineludible hacerse de la conducción partidaria. Tomando en cuenta los problemas internos, el proceso político y las características que asumía la lucha de clases, los no tradicionalistas se decidieron superar los moldes políticos-orgánicos, impuestos en con congreso fundacional. El momento político (deterioro creciente del prestigio democristiano) y los ribetes que tomaba la lucha social, sumado a la potente visibilización de algunos dirigentes jóvenes, fue un marco favorable al recambio en la dirección partidista. Todo, mejor expresado, el proceso innovador en el MIR se inició en el Tercer Congreso realizado en diciembre de 1967. En aquel evento, fue derrotada la posición de los tradicionales, asumiendo la dirección de la organización el grupo encabezado por Miguel Enríquez, Bautista van Schouwen y Luciano Cruz (provenientes, todos de Concepción) a ellos se unieron dirigentes estudiantiles del Instituto Pedagógico como Sergio Zorrilla Fuenzalida y Jorge Fuentes Alarcón. La vieja guardia sufrió no sólo la derrota, sino además la división. Algunos se marginaron y otros se organizaron como oposición a la línea oficial. La fuerza de los jóvenes operó devastadoramente. De los 15 integrantes del Comité Central, 10 quedaron en manos de los “no tradicionalistas”; la Dirección Nacional pasó a ser dominada íntegramente por el “viriatismo” y, por último Miguel Enríquez asumió la Secretaría General. Pero estos cambios dirigenciales, la emergencia de Enríquez, Cruz, van Schouwen al plano nacional del mirismo, no fue fruto de una casualidad o de alguna “máquina” montada. Al contrario, fue producto de una larga, costosa e incomprendida lucha política. El liderazgo obtenido por los no tradicionales tuvo un fundamento probado: trabajo de masa y construcción de partido. E incluso estos noveles dirigentes se advertían con un incipiente reconocimiento internacional, especialmente de Cuba.

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En Concepción los miristas habían alcanzado un buen desarrollo y prestigio en las contiendas universitarias. Incluso, para el momento del III Congreso Luciano Cruz había alcanzado la testera de una de las organizaciones universitarias más importantes del país como era la FEC. Y, lo hizo con dos importantes señales. Su lista fue unitaria sumando hasta la representación socialista. Y, su éxito implicó el desplazamiento de la democracia cristiana universitaria. El MUI-MIR en Santiago se había hecho fuerte en algunas plazas universitarias como el Instituto Pedagógico. Además, el MUI-MIR había iniciado relaciones en la zona del carbón, en las industrias textiles de Tomé, en algunas poblaciones de Concepción, Talcahuano y Chiguayante; en definitiva la expansión social de la influencia mirista permitió “ganar” el III Congreso: “el grupo que entra al MIR, estudiantil que veníamos en su mayor parte del PS y algunos del PC es el grupo más dinámico por el contexto en que se da, es un momento en que hay una efervescencia alrededor de los temas del movimiento estudiantil universitario viene el proceso de reforma universitaria después, con un gran debate, ya había una activación a mediados de los 60, cuando se funda el MIR, luego es un grupo que va tomando influencia primero en Concepción en la FEC y luego va ganando influencia en el pedagógico y así se va extendiendo hacia fines de los 60 a través del país, entonces eso permite un crecimiento del sector juvenil del MIR, estudiantil fundamentalmente, pero que venía dándose antes del III Congreso del MIR, no es que a partir del III Congreso se de esa situación, no,… porque ya venía dándose una dinámica, porque ya reclutábamos bastante para el MIR y eso es lo que permite ganar el III Congreso, si no. no hubiese habido la mayoría para ganar ese Congreso, ahora desde un comienzo, ese trabajo estudiantil que nosotros desarrollábamos permitió incluso antes que estuviéramos en el MIR cuando estábamos en la Juventud Socialista, vínculos con sectores sociales y esos vínculos fueron fundamentalmente con sectores campesinos cuando hacíamos trabajos de verano……..entonces había una preocupación de este sector estudiantil de vincularse con la realidad social, y por tanto con otros sectores, por ejemplo había un trabajo en Concepción donde estaba Luciano y otros compañeros, que iban a trabajar al Carbón, establecer vínculos a repartir periódicos agitación y vinculación o ya desde antes cuando estaban en la JS, Miguel por ejemplo, hacía trabajo en el sector poblacional que había en ese tiempo en las márgenes del BIO.BIO, o en la población que había al lado de la Universidad de Concepción, y también en Santiago, por ejemplo nosotros íbamos en trabajos de verano a San Felipe, a Rinconada, y teníamos vínculos con gente campesina, ninguna influencia muy grande, básicamente se hicieron CONTACTOS, aprendíamos, entonces ya había una dinámica de acercamiento a esos sectores.270 270

Andrés Pascal Allende. Entrevista. 07/12/2012.

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Estrategia mirista de 1967: la vía armada La crítica a la anterior conducción partidista estuvo centrada en la poca atención prestada al desarrollo del camino definido (lucha armada) hacia la revolución socialista. El marco político latinoamericano, como hemos visto en capítulo precedente, mostraba varios focos de lucha armada. Aquel año los miristas tuvieron un palmario y cercano (geográficamente) ejemplo de la necesidad de iniciar la lucha armada: el Che y su empresa guerrillera. A su vez, en el plano nacional, la clase trabajadora y otros segmentos sociales daban muestras de una re-animación atractiva para los intereses de los revolucionarios. Más aún, el MIR dijo que durante el año 1967 el movimiento de masas iniciaba un alza en sus luchas y que los militantes revolucionarios estaban insertos en aquel auge. Luis Vitale uno de sus militantes fundadores y dirigente en aquel año dice: “La reanimación de las luchas obreras de 1966 se transformó en 1967 en un franco ascenso, tanto cuantitativo como cualitativo, expresado en nuevas formas de lucha. De 723 huelgas en 1965 se pasó a 1.142 en 1967, luchas que culminaron en el Paro General del 3 de noviembre de 1967”271. Y, esta nueva situación fue una oportunidad aprovechada por la militancia revolucionaria, especialmente por parte de los miristas: “El ascenso, aunque desigual e incoordinado, continuó en 1968, año en el que se registraron los combates de los textiles, metalúrgicos (CAP), Papelera y, sobretodo, la combativa huelga de Saba, con ocupación de fábrica y apresamiento de obreros. La huelga de Saba marca un hito no sólo porque expresaba un síntoma de la combatividad proletaria sino porque significó un paso decisivo en la unidad obrero-estudiantil cuya vanguardia revolucionaria comenzaba a realizar una praxis real de solidaridad con un segmento del proletariado en lucha. En 1968, los trabajadores del Estado también entraron en combate a través de las huelgas de profesores, de Correos y Telégrafos que impactaron por su combatividad; en enero de 1969, se produjo la huelga general de 48 horas de todos los trabajadores del sector público”272

271

¿Y después del 4, que?: perspectivas de Chile después de las elecciones http://mazinger.sisib.uchile.cl/repositorio/lb/filosofia_y_humanidades/vitale/obras/obras.htm. 272 ¿Y después del 4, que?: perspectivas de Chile después de las elecciones http://mazinger.sisib.uchile.cl/repositorio/lb/filosofia_y_humanidades/vitale/obras/obras.htm.

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presidenciales

(1970).

Ver

en

presidenciales

(1970).

Ver

en

El análisis de la realidad nacional de Andrés Pascal, destacado militante e integrante de la camada joven, coincide con Vitale (“trotsko” y “tradicionalista) al decir que: “a partir del 67 viene un agotamiento del encanto con la Democracia Cristiana, con la revolución en libertad, se empiezan a ver los límites de la promoción popular, de la reforma agraria, la propia DC había generado una expectativa de incorporación de inclusión social, en el campesinado en los pobladores que habían crecido mucho alrededor de las ciudades, la gente allegada que no tenía lugar donde vivir, entonces comienza a generarse una dinámica de movilización, y ahí el MIR, principalmente a través de los jóvenes del MIR, se inserta el MIR en esos sectores, se sigue creciendo en los estudiantes, pero a partir del 67 lo que toma fuerza es la política de ir de la universidades a los frentes sociales, al campo, incluso muchos dejan de estudiar”273

Al nacer el MIR hizo un diagnóstico crítico de la Izquierda chilena; en él se señalaron tres grandes problemas: programa y estrategia, métodos de lucha y, la construcción del Partido Revolucionario. Después de dos años de vida, en opinión de los no tradicionales, la dirigencia de la organización se mostraba incapaz de resolver aquellas dificultades. Entonces la tarea prioritaria de la nueva dirección era resolver estas dificultades. No se trataba solamente (como lo creyó la antigua dirección) el temor a iniciar la lucha armada, de instalar las guerrillas rurales con apoyo urbano. Por el contrario no existía mucho convencimiento de seguir el camino de otros destacamentos revolucionarios de Latinoamérica, adherir a los planteamientos de Regís Debray o copiar el modelo cubano. “…muchos compañeros estuvieron en Cuba, Miguel Luciano, yo el 62 y el 63 estuve allá trabajando en el campo, y comparábamos esa realidad con la nuestra, al principio pensábamos en la guerrilla rural, incluso fuimos a hacer instrucción, hacíamos prácticas de tiro, fuimos a hacer un recorrido a la cordillera de Nahuelbuta, en el 68 fuimos también a la zona de Villa Rica donde está Caburgua a hacer una exploración, y las conclusiones a que llegábamos eran fatales, no era repetir la experiencia cubana, era ver otras experiencias, éramos bastante críticos a los textos de este francés, Regis Debray y del foquismo”274. O sea, para el año congresal no hubo plan pre-concebido de lucha armada; tampoco una opción intelectual por otro tipo de experiencias en la lucha por el 273 274

Andrés Pascal Allende. Entrevista. 07/12/2012. Ibídem.

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socialismo. Más que una definición hubo un afán de estudio y búsqueda en el que ninguna práctica de lucha quedó fuera. Trataron de comprender la revolución rusa; las acciones de la Revolución francesa e incluso se exploró en el proceso independentista chileno, construyéndose una crítica al carácter oligárquico que tuvo y, de algún modo rescatando el papel de Manuel Rodríguez como expresión de los sectores medios de la sociedad chilena275. Otro ex dirigente precisa que no recuerda que se hubiesen estudiado experiencias locales, por la simple razón de que: “en Chile no había antecedentes de una guerra de guerrillas, no se usó como precedentes las guerras de Arauco, estaría en mi memoria si eso hubiese sido una argumentación sustancial, no tiene que ver con la historia de los pueblos originarios, y lo que uno puede recordar de las luchas chilenas, tienen más que ver con las luchas del movimiento minero, del movimiento obrero, del movimiento estudiantil de lo que sí hay precedentes en el siglo pasado, el siglo XX, no hay antecedentes de guerra urbana, ni antecedentes de guerrilla”276

En esta misma construcción, según recuerda Andrés Pascal Allende, también fue preocupación el tema regional o, visto desde un ángulo opuesto, el centralismo. Así lo recuerda el antiguo dirigente: “otro tema que nos impactaba sobre todo a Miguel, era el tema regional, la crítica al centralismo, al Chile central versus las regiones”277. Pero en estos análisis, estudios y discusiones se continuó pensando en los obreros como la clase social revolucionaria. Lo que era una contradicción con la práctica política diaria. El MIR se desarrolló velozmente, tanto orgánicamente como en influjo, en sectores sociales como pobladores marginales, campesinos desprovistos de tierra y estudiantes. Es decir, aunque se pensaba a los trabajadores, obreros en general, como la clase motriz de los cambios sociales y políticos, el trabajo político que más les redituó fue entre “los pobres del campo y la ciudad”. A más factores contradictorios con el pensamiento oficial del mirismo

275 276 277

Ibídem. Lautaro Videla Moya. Entrevista 12/12/2012. Andrés Pascal Allende. Entrevista. 07/12/2012.

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hay que agregar el enorme contingente de cristianos, muchos derechamente católicos, que pasaron a engrosar las filas del MIR. A la luz de estos antecedentes se colige que el giro del MIR no obedeció estrictamente a una planificación, fría y calculada. Qué hubo un cambio en la orientación no hay muchas dudas. Pero éste obedeció al período histórico que vivía el capitalismo chileno. El modelo de acumulación estaba agotado, la poliarquía nativa era incapaz de contener las demandas populares, aunque fuera empleando la represión. A esta situación el MIR denominó (años más tarde) auge del movimiento de masas. En este cuadro, se inició el largo camino de convertir al MIR en un Partido Político Revolucionario. Un hito importante en este proceso fueron los acontecimientos del año 1969: alejamiento del trotskismo; redefinición del tipo de militancia y la clandestinidad (¿forzada?). Las cuentas entre tradicionalistas (trotskistas) y no tradicionalistas (viriatismo) no quedaron saldadas en el III Congreso. Habría de pasar varios meses para que al menos este conflicto se resolviera. Porque no fue el único que vivió el MIR, al menos hasta iniciado el gobierno de la Unidad Popular. Sin perjuicios de las tensiones internas, no reconocidas por algunos dirigentes278, el MIR había avanzado en su relación con los frentes sociales. Si bien en la CUT su representación era exigua, hubo sectores político-sindicales que apoyaron sus propuestas en el V Congreso de la multigremial. Lo que revela un relativo influjo en el mundo sindical. No obstante esta situación también puede atribuirse al trabajo político que los antiguos dirigentes miristas habían realizado en el sector. También se detecta un progreso entre los estudiantes. Por segunda vez la FEC es ganada por el MUI-MIR llevando a Nelson Gutiérrez a la testera de la 278

Luis Vitale asegura que después del III Congreso “El Comité Central funcionó durante un año y medio en un ambiente fraterno y sin diferencias políticas. Por consiguiente, es falsa la afirmación -hecha a posteriori por algunos- de que el III Congreso significó el desplazamiento total de los antiguos dirigentes y de la política anterior. Por el contrario, los de más larga militancia tuvimos mayores posibilidades de comunicación diaria, entendimiento y comprensión respecto de los anhelos de la nueva generación que asumió la conducción del MIR”. Ver en Contribución a la historia del MIR. Capítulo V Política y práctica del MIR (1968-70). Al parecer esta relación cordial con los no tradicionalistas corresponde a una experiencia estrictamente personal. La opinión de Humberto Valenzuela es diametralmente opuesta a la de Vitale. Valenzuela considera que Enríquez (y su fracción) no respetaron la autonomía de los pobladores. Al respecto denuncia “hasta antes de la división del MIR, las directivas de los campamentos eran elegidas por las bases; después, la fracción de Enríquez optó por imponerlas. Generalmente el MIR, designaba un Jefe, nombramiento que recaía siempre en elementos universitarios; esto lo pudimos comprobar en los campamentos "La Unión", "Ranquil", "Fidel Castro" y otros. De esta manera, no eran los pobladores quienes designaban a sus dirigentes, sino el MIR”. Historia del Movimiento Obrero chileno. Humberto Valenzuela. Páginas 138 y 139. Colección Papeles para armar. Editorial Quimantú. Año 2008.

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organización. En lo poblacional, el profesor Vitale, citando a otro dirigente (Humberto Valenzuela) asegura que “la influencia del MIR en los pobladores se consolidaba”, hecho supuestamente consignado por el aludido Valenzuela, el que habría escrito “Nuestro trabajo se centró en el campamento que se levantó en San Miguel, en la Gran Avenida. Después fue Santa Adriana y Santa Elena. Posteriormente, en el Campamento "26 de enero", donde se destaca Víctor Toro, extendiéndose la influencia del MIR en el seno de los pobladores sin casa”279. Aparentemente nuestro profesor Vitale incurre en un error. No así Valenzuela porque éste dice que “…desde antes de la división, el MIR empezó a actuar en el seno de los pobladores sin casas. Nuestro primer trabajo se centró en el Campamento que se levantó en San Miguel, en la Gran Avenida, casi frente a la Municipalidad. Después fue el de Santa Adriana, donde uno de los elementos nuestros más destacados fue una compañera elegida dirigente por la masa de los pobladores. Después fue la población Santa Elena, donde igualmente destacó la compañera Geo. Posteriormente, fue el Campamento "26 de Enero", donde empieza a destacarse Víctor Toro y a extenderse la influencia del MIR en el seno de los pobladores sin casa”280. Sin perjuicio de esta precisión y de acuerdo a investigaciones recientes la población Santa Adriana se fundó en 1961 a partir de la toma de terreno en la ex chacra Santa Adriana y “fue realizada por 300 familias que venían de poblaciones como La Victoria, Lo Valledor, La Legua, Matucana, Germán Riesco y Quinta Normal. Junto a estas primeras familias, luego se sumaron 1.500 que venían de una toma realizada en el sector de Estrella Polar y grupos familiares organizados a través de comités de allegados, que habían postulado a la vivienda propia a través de la Corporación de Vivienda de la época y que provenían de diferentes comunas de Santiago”281. Para el año indicado (1961) el MIR como organización aún no existía, por consiguiente difícilmente pudo participar en la creación del 279

Contribución a la historia del MIR. Capítulo V Política y práctica del MIR (1968-70). Luis Vitale. Historia del Movimiento Obrero chileno. Humberto Valenzuela. Páginas 138 y 139. Óp. Cit. 281 Mario Garcés Duran. Página 199. Año 2002. Citado por Graciela Alejandra Lunecke Reyes en Violencia urbana, exclusión social y procesos de guetización: La trayectoria de la población Santa Adriana. Ver en http://revistainvi.uchile.cl/index.php/INVI/article/view/604/1010 280

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campamento. Probablemente lo que hicieron los miristas fue penetrar en el frente social, en este caso en la población Santa Adriana y de esta forma ir configurando el concepto de vanguardia política. El trabajo político “en” pobladores continuó en intensidad y extensión. La actividad del MUI-MIR se hizo más visible y legítima. Las malas condiciones de vida de los pobladores motivaron a los estudiantes a desplegar fuertes acciones de solidaridad. Esta situación hizo que el contacto con el frente social se hiciera más permanente, cotidiano y armonioso. La desconfianza (a veces natural) de los “pobres de la ciudad” se hizo menos intensa hasta casi desaparecer. Ayudó a este proceso de acercamiento la decisión de algunos jóvenes de “irse al frente” a vivir. Pero no sólo los pobladores fueron preocupación del mirismo pos III Congreso. También lo fue el campesinado; especialmente quienes militaban en el mundo universitario de la ciudad penquista. Estando la FEC en manos del MUI-MIR se programó y ejecutó el trabajo de “verano” del año 1968. Para ello se dispuso una re-orientación de las tareas y el lugar escogido fue la provincia de Lebu. Hasta allí llegaron los universitarios penquistas dando inicio a la actividad de verano el 5 de febrero. El acto inaugural se realizó en el teatro municipal con la intervención del Alcalde de la comuna, Aldo Pinto Miranda, y el presidente de la Federación, el estudiante de medicina y dirigente mirista Luciano Cruz. Los estudiantes penquistas coincidiendo en sus actividades con los universitarios de “La Católica”, llegados desde Santiago. Y con dos grupos (numeroso) de jóvenes frente a frente, en el marco de la situación política de esos días, el debate no se hizo esperar y el tema fue el carácter o la concepción (no podía ser otro) de los trabajos de verano. Los jóvenes de la ponticato defendieron con ardor la idea que los trabajos de verano debían ser la proyección de las diferentes tareas realizadas por el gobierno demócrata cristiano en materia de “acción social”. A tal frontera se llegaba con esta subsumisión que consideraban que debía ser el Ministerio de Educación quien determinara las obras y tareas que se efectuarán en los trabajos de verano.

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En cambio los dirigentes miristas estudiantiles consideraron necesario terminar con el asistencialismo que otras directivas (ligadas a la democracia cristiana) habían practicado en las tareas estivales. La nueva impronta debía ligarse estrechamente al objetivo revolucionario. Por ello lo importante era dar claridad (trazas de vanguardismo) a los trabajadores de la necesidad de cambios profundos en el país. Los estudiantes de Concepción pensaban que lo mejor para los campesinos (visos de vanguardismo) hacerles conciencia de clase, que sin ésta era imposible reivindicar sus derechos; estaban convencidos de la inutilidad en construir una escuela o una sede social si Chile era un país capitalista subdesarrollado282. Esta propuesta de trabajo (político) en el frente (campesino) en que lo central fue la toma de conciencia, empezó a ser vista por las autoridades políticas como una alteración

al

“orden

público”

y

de

la

seguridad

interna.

Con

mucha

espectacularidad tituló un matutino: “Guerrillas en Arauco”283. Fundándose en información de “inteligencia” el Intendente de Arauco declaró a la prensa: “Hemos recibido denuncias en el sentido de que elementos del MIR, celebran reuniones en diferentes residencias particulares de Curanilahue, en las cuales incitan a los trabajadores a tomar las armas contra el régimen establecido. Además han programado cursos sobre el movimiento obrero chileno y la liberación de América Latina que no les han dado resultados. Por estas circunstancias han recurrido a otros métodos”284. Además agregó la autoridad provincial que los estudiantes (miristas) habían montado tres exposiciones fotográficas en sendos paneles colocados en la vía pública en los que se distribuía material sobre el “movimiento estudiantil”; el otro con referencias al “movimiento obrero” y, el último respecto de la “liberación para América Latina”. La meta de los activistas era visibilizar, en la llanura social, los reales problemas que la aquejaban. La exhibición de este material fue una herramienta en la perspectiva de “crear conciencia” entre los campesinos. Era el preámbulo de las campañas de agitación y propaganda.

282 283 284

La Crónica, Viernes 9 de Febrero de 1968. Año XX. N° 5681 La Crónica. Miércoles 14 de Febrero de 1968. Año XX. N° 5685 Ibídem.

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Las denuncias políticas de “agitación y guerrillas” de las autoridades entroncaron las discrepancia internas en el MIR. La antigua dirigencia temió que la corriente mayoritaria (viriatismo) impusiera la idea del “foquismo”; así se desprende de lo escrito por Humberto Valenzuela, quien expresó “en el Tercer Congreso Nacional del MIR en 1967, la tendencia mayoritaria llegó a plantear la necesidad de abrir el foco guerrillero. El foco activaría a la clase obrera, sería la chispa que encendería la Pradera”285. No obstante la dirigencia viriatista estuvo lejos de tentarse con el camino guevarista: “…muchos compañeros estuvieron en Cuba, Miguel Luciano, yo el 62 y el 63 estuve allá trabajando en el campo, y comparábamos esa realidad con la nuestra, al principio pensábamos en la guerrilla rural, incluso fuimos a hacer instrucción, hacíamos prácticas de tiro, fuimos a hacer un recorrido a la cordillera de Nahuelbuta, en el 68 fuimos también a la zona de Villa Rica donde está Caburgua a hacer una exploración, y las conclusiones a que llegábamos eran fatales, no era repetir la experiencia cubana, era ver otras experiencias, éramos bastante críticos a los textos de este francés, Regis Debray y del foquismo…286”

Dicho de forma distinta, entre el III Congreso y la ruptura definitiva con el trotskismo o tradicionalista (mirismo de primera hora o de origen) y a pesar de las enormes tensiones internas, la organización revolucionaria logró acelerar su ligazón con las masas. Pero esto impresiona más como resultado del momento político que se vivía en el país que por la eficacia de un plan político previamente concebido y ejecutado. Probablemente la agudización de la lid social “empujó” al MIR, llevó de forma natural a sus militantes a involucrarse con los frentes sociales en movimiento, ganar en legitimidad, captar adherentes y por resultado alcanzar un crecimiento e influjo más o menos considerable. La tensión interna (así lo deja ver Vitale) se debió esencialmente en el sello que le imprimió a la conducción partidaria la nueva dirección encabezada por Miguel Enríquez. Para el antiguo militante (quien tenía excelentes relaciones personales con el viriatismo) esa impronta causó serios problemas internos, hecho que se vio

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Historia del Movimiento Obrero chileno. Humberto Valenzuela. Página 135. Óp. Cit. Andrés Pascal Allende. Entrevista. 07/12/2012.

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cruzado por las elecciones presidenciales del año 70 y la propuesta de la dirección para hacerle frente: “Las bases seguían discutiendo el controvertido artículo de Miguel titulado No a las elecciones. Lucha armada único camino. No podría afirmar qué cantidad de delegados al IV Congreso Nacional, convocado para agosto de 1969, estaban por esa posición o por la necesidad de participar apoyando críticamente la candidatura popular de Salvador Allende; lo que sí puedo sostener es que existía un apreciable número de dirigentes de base y de dirección que estaban disconformes por la tendencia verticalista abierta en la clandestinidad, a raíz de las consecuencias de la "operación Osses", impuesta sin discusión por el Secretariado Nacional integrado por Miguel, Edgardo, el Tito Sotomayor, el chico Pérez y Sergio Zorrilla”287.

A escala de dirigentes la convivencia interna se hizo insostenible. Hubo dos corrientes o percepciones para enfrentar la lucha política que difícilmente construirían un piso común y definir acciones de consuno. Varios hechos precipitados por el viriatismo se sucedieron. La “toma” de una radio penquista para romper el bloqueo y la manipulación comunicacional y hablarle al proletariado288 hasta la publicación de los documentos “Elecciones, no; lucha armada único camino” y “Solo una revolución entre nosotros pueden llevarnos a una revolución en Chile”, pasando por el controversial secuestro y castigo al periodista Hernán Osses Santa María. El “caso” Osses contribuyó a tensionar intensamente la situación interna. Lo ocurrido con el periodista llegó a ser rechazado por prensa simpatizante del mirismo. La revista Punto Final editorializó sobre el tema diciendo “PF condena el asalto el periodista de Talcahuano que en ningún caso pudo ser cometido por revolucionarios, como pretendieron el gobierno y la prensa reaccionaria, y se suma a la exigencia nacional de que se esclarezca el asunto”289. Empero el secuestro del periodista obligó a los paradigmáticos dirigentes. Miguel Enríquez y Luciano Cruz, conceder una entrevista a la revista Punto Final para dar a conocer su versión. Cruz alegó una coartada relativamente consistente. Le relató al

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Contribución a la historia del MIR. Capítulo V Política y práctica del MIR (1968-70). Luis Vitale. Óp. Cit. Contribución a la historia del MIR. Capítulo V Política y práctica del MIR (1968-70). Luis Vitale. Óp. Cit. Revista Punto Final, Nº 81. Editorial. 17 de junio de 1969. Santiago.

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periodista y director de la Revista Punto Final, Mario Díaz, que acompañado por un integrante del Instituto chileno-cubano había viajado hasta Chillán el día cinco de junio y permanecido allí hasta el día domingo 8 por consiguiente él jamás pudo haber participado en los hechos que se le acusaban. A su vez Enríquez, después de analizar la situación política nacional e internacional, concluyó que los ilícitos podían ser un montaje de la policía política, del gobierno y de la derecha porque sólo los favorecía a ellos, toda vez que los estigmatizaba como violentistas y terroristas. A mayor abundamiento Cruz agregó que a los revolucionarios no los favorecía, que el secuestro podía ser obra de una venganza porque el periodista de marras y el diario mismo se dedicada a explotar el morbo y que en esa línea había publicado y hecho reportajes involucrando a delincuentes comunes y “homosexuales”. La prueba esgrimida por Cruz (de haber permanecido en Chillan) era un tanto frágil. Si bien había viajado hasta la ciudad de O’Higgins (y de ello hubo testigos) ello no descartó la posibilidad que regresara por algunas horas a Concepción, efectuado el operativo “Osses” y retornado. Tiempo hubo suficiente porque el secuestro fue realizado el día seis de junio (viernes) por la tarde/noche. Difícilmente para un profesional de la prensa y con la fijación que tenía Osses Santa María en los dirigentes del MIR y con la apariencia física de Luciano Cruz (de fácil recuerdo) se pudo haber equivocado al reconocerlo como parte del comando. La policía, con el tiempo y los recursos que disponía (y siempre dispone) no podía “errar el tiro” en atribuirle a los miristas y en especial a Luciano Cruz la responsabilidad en los hechos. De hecho, un poco reconocido militante y dirigente mirista de Concepción, Marcelo Ferrada Noli, reconoce en Cruz Aguayo la autoría intelectual y material del secuestro de Osses: “El 6 de Junio de 1969 una unidad formada por Luciano en estricta clandestinidad, e integrada por una militante de Santiago y el resto de Concepción/Talcahuano, toma prisionero a Osses luego de un trabajo de inteligencia puesto en acción por la compañera venida de Santiago, la legendaria militante - también de la segunda generación - Ingrid Ximena Sucarrat Zamora. Ingrid vino a ser una de las primeras militantes mujeres del MIR declarada "fuera de la ley" y perseguidas en Chile, y la

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que por durante más tiempo tuvo que permanecer en la clandestinidad. Luego de llevarlo a una casa destinada para los efectos en Talcahuano, e interrogarlo, lo embardunan con alquitrán, sobre el alquitrán le echan plumas de gallina, y en esa forma sueltan a Osses a la salida de la Casa del Deporte de la Universidad de Concepción mientras una gran multitud de estudiantes hacía su salida luego de una reunión festiva general. Era el tiempo de la semana mechona”290. Para Ferrada, estos hechos fueron de exclusiva responsabilidad de Cruz Aguayo y no del Secretariado Nacional, toda vez que esto no había sido informado por el equipo especial y porque Luciano Cruz previamente había sido instruido para que estructurara una instancia organizativa, destinada a realizar operaciones clandestinas concebidas como “acciones directas”. Este habría sido, además, el argumento exculpatorio utilizado por el viriatismo ante las acusaciones del resto de la dirección, es decir por la antigua camada dirigencial de orientación trotskista. No obstante el relato de Vitale sobre lo ocurrido contradice a Ferrada: “Recuerdo que un mes antes fui invitado a una reunión donde se discutía qué hacer frente a las calumnias que lanzaba Osses: "Luciano Cruz es un extremista alocado", que Bautista van Schouwen "es un maquiavelo" y que el tal Vitale "se las da de profesor de la Universidad de Concepción, cuando la verdad es que es un jugador de fútbol, venido de Argentina, cuyo pase se lo disputan Deportes Concepción y el equipo de Talcahuano". Casi todos los asistentes aprobaron la idea de raptarlo, cortarle los "pendejos" y luego tirarlo desnudo al patio de la Universidad durante la fiesta de "los mechones". Les dije que eso era un error porque acusarían al MIR de atentar contra la libertad de prensa; y agregué: "lo mejor es que tú, Luciano, lo empujes a la pileta que hay en la Plaza, donde la gente da todos los días "la vuelta al perro" y con el ridículo que hará el tal Osses chapaleando, basta hermano". No obstante, hicieron la operación…”291 Más allá de las anecdóticas contradicciones de la historia, por lo demás recurrentes en el devenir mirista, lo concreto fue que el “caso” Osses tuvo un doble efecto. Por una parte se desató una fuerte represión policial-judicial contra el MIR y por otra una organización socio-estudiantil importante para los objetivos miristas, la FEC, fue descabezada al ser detenido su presidente, Nelson Gutiérrez. La represión policial/judicial (que quedó en manos del juez José Cánovas Robles) trajo como consecuencia la persecución de militantes capitales para el trabajo 290

Nelson Gutiérrez. In memoriam. Notas sobre la Historia del MIR. Marcelo Ferrada-Noli Stockholm, 2008. Ver en http://ferradanoli.files.wordpress.com/2010/08/marcello-ferrada-noli-nelson-gutierrez-historia-del-mir.pdf 291 Contribución a la historia del MIR. Capítulo V Política y práctica del MIR (1968-70). Luis Vitale. Óp. Cit.

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político; entre otros fueron requeridos, no todos capturados, los miristas José Bordas Paz, M. Isabel Cárcamo, Luciano Cruz Aguayo, Miguel Enríquez Espinoza, Marcelo Ferrada Noli, José Goñi Carrasco, Fernando Krauss Iturra, Sandra Lidid C., Oscar Lynch Gaete, Lily Rivas; Aníbal Matamala Vivaldi, Marcia Merino V., Juan Saavedra Gorriateguy, Bautista Van Schouwen, y Arturo Villavela Araujo. Varios de estos requeridos terminaron detenidos y encauzados al igual que otros simpatizantes y filo-miristas santiaguinos como Gastón Salvatore, su mujer Giselle Groenewold, Patricio Figueroa, Patricio Díaz y Alejandro Dorna que para entonces ocupaba el cargo de presidente del Centro de Alumnos del Instituto Pedagógico. Pero las acciones represivas no detuvieron la elaboración teórica. Tanto Vitale como Miguel Enríquez entregaron sus elaboraciones teóricas a la militancia y, por supuesto, al pueblo de Chile. El profesor Luis Vitale derramó tinta configurando un análisis de la situación política nacional como aporte al IV Congreso del MIR, evento que para entonces no pudo verificarse y que años más tarde sería exigido con mucha intensidad por militantes provincianos que cuestionaban la conducción de Miguel Enríquez. El documento de marras circuló bajo el titulo “La presente Coyuntura política de Chile” y, según los dichos de Vitale Cometa, se iniciaba la redacción con una sentencia: "Es deber de la vanguardia revolucionaria analizar las potencialidades que caracterizan la actual coyuntura"292, lo que vino a representar un “llamado de atención” a los militantes más audaces; una especie de “cable a tierra” para aquellos miristas que tenían como intención precipitar los hechos en busca del “atajo a la historia”. La idea central de Vitale era denunciar la estrechez de las políticas del gobierno reformista burgués de Frei, demostrar su ineficacia para resolver los problemas del país y, especialmente, de los trabajadores chilenos. Una vez develada la inoperancia del gobierno, levantar con fuerza las políticas antiimperialistas del MIR. Era el camino para hacer conciencia a los trabajadores que la chilenización era insuficiente y que era necesario “ir por más”, es decir la nacionalización no solo del cobre, sino además otras riquezas como el servicio telefónico (a cargo de

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Contribución a la historia del MIR. Capítulo V Política y práctica del MIR (1968-70). Luis Vitale. Óp. Cit.

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la infausta ITT293) y eléctrico. Para Vitale agitar banderas anti-imperialistas implicaba ligarlas con las reivindicaciones inmediatas de los trabajadores y, además ligar todo este accionar con operaciones de solidaridad y apoyo a organizaciones latino-americanas revolucionarias294. El viriatismo con sus dos propuestas (“Elecciones, no; lucha armada único camino” y “Solo una revolución entre nosotros pueden llevarnos a una revolución en Chile”) quiso enfrentar la polémica en el IV (frustrado) Congreso. Lo que favoreció la emergencia de estos planteamientos fue el contexto internacional con la proliferación de la guerrilla y el estrado nacional que mostró un incremento del movimiento y conflictualidad de masas. Además estuvo la justificación histórica: desde su nacimiento la preocupación por la lucha armada y el desprecio por las vías “pacíficas” fueron la marca del MIR. Y, para ser consecuente con estas definiciones era necesario introducir concepciones distintas. Una tenía que ver con el tipo de partido y militante y, por la otra el camino a la revolución. En ambos conceptos se proyectó un futuro y se criticó el pasado de la organización. El tiempo transcurría inexorablemente y las exigencias políticas apremiaban. Desde el último evento congresal (en que poco se resolvió) el mundo interno del mirismo se agitó en múltiples discusiones y descalificaciones. Para quienes resultaron elegidos en la máxima dirección se hizo necesario “poner orden” y definir asuntos que permitieran avanzar. Es decir era necesario desprenderse “del lastre” y se consideró una buena forma colocar en las deliberaciones un concepto nuevo de militante, que estuviera acorde con la táctica y estrategia definida (una y otra vez) por el MIR. Para ello salió a circulación el documento mencionado, el que pretende dar luces sobre lo necesario de hacer. El documento de marras sintetizó la atmósfera interna diciendo que la organización contaba con un apreciable crecimiento tanto en aspectos orgánicos como políticos, a lo que se sumaba la situación política nacional, la que presentaba nuevos desafíos que ameritaban un acortamiento en los plazos y a 293

Sigla de la “International Telephone Telegraph” que a inicios de la década de los setentas fue denunciada públicamente por su vinculación con acciones conspirativas en contra de la posibilidad de éxito electoral de la Unidad Popular. Contribución a la historia del MIR. Capítulo V Política y práctica del MIR (1968-70). Luis Vitale. Óp. Cit.

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pesar que existía relativos acuerdos internos en lo referido al Programa y la Estrategia del Partido, subsistían “confusiones, insuficiencias y diferencias en la proyección concreta del “qué hacer”, persisten y se tornan cada vez más agudas, pudiendo llegar a impedirnos cumplir con el único objetivo que justifica nuestra existencia como organización y que es a la vez el único vínculo que nos une: hacer la Revolución y para ello iniciar la lucha armada al más breve plazo posible”295. Estas confusiones tenían que ver (según el viriatismo) con el carácter organizacional, las proyecciones políticas que existían y cuáles eran los plazos. Pero más grave era la confusión en torno a las tareas coyunturales y del que cumpliría cada militante, “cada estructura y cada tarea en relación a la perspectiva general y la Estrategia”296. Más aún, las confusiones se extendían acerca de cuál era la Estrategia, pero no como generalidades y definiciones, sino que en su aplicabilidad. Esta escenario llevaba a enredarse en relación a “qué formas tácticas y etapas” encerraba la Estrategia y de cómo hacerla aterrizar en la situación política y de lucha que atravesaba el país. Todo esto hacía vivir al MIR varios problemas políticos. Uno de estas dificultades era la “mezcla” de la militancia entre los “verdaderos militantes” y los “aficionados” o “cooperadores”297. Era necesario establecer una mínima calificación o selección para el ingreso a la organización. Otra dificultad era el tipo de estructura partidaria, caracterizada por no tener un número suficiente de estructuras intermedias y que ofrecieran la posibilidad de participación; tampoco existía una adecuada coordinación “entre los aparatos políticos, intermedios y especiales”298 lo que se agravaba si se trataba de las “”distintas regiones del país”299. A esto se sumaba la persistente presencia de las “tendencias” internas, hecho que llevado al “terreno político, orgánico y psicologista”300 no hacía otra cosa que introducir mayor desconcierto entre la militancia. Una cuarta debilidad era la 295

Solo una revolución entre nosotros pueden llevarnos a una revolución en Chile. Ibídem 297 Ibídem 298 Ibídem 299 Ibídem 300 Ibídem 296

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ausencia de discusión y formación política; este hecho debilitaba al MIR y además terminaba desfigurando la realidad política de la organización, trasladando las soluciones y/o críticas al plano “de lo ético, lo moral, lo personal, los caudillismos, la impunidad tendencial” lo que confería “fuero para no hacer nada”301. La última falencia alegada fue el discurso público de la opción por “agudizar la lucha de clase por medio de métodos y acciones directas y combativas, pero que, no por falta de capacidad operativa sino por ese lastre de cuadros públicos y de falta de medidas de clandestinidad”302 que impedía actuar. Toda esta situación debía ser resuelta rápida y eficientemente. Quedaba, entonces claro el futuro del partido: habría ruptura con los miristas de primera hora y esos fueron los trotskistas. Toda esta renovación política o superación de viejas prácticas significaban una revolución interna, la que sería llevada adelante al costo que fuera necesario porque la historia así lo exigía. Y, aquellos cambios se harían afirmándose en tres aspectos fundamentales: a) la situación política nacional; b) las ideas básicas comunes de la organización y; c) los nuevos “caminos”303. El viriatismo creyó que la situación política se caracterizaba por Chile presentaba “un profundo proceso de deterioro y estancamiento económico”304 trayendo como consecuencia “una marcada y persistente movilización de obreros, campesinos, pobladores, empleados y estudiantes, especialmente de 1967 adelante”. Este “ascenso del movimiento de masas” era lo que daba la impronta al período político que se vivía. Auge de las lucha populares que --- según el análisis --- el “reformismo” (entiéndase a todos quienes en la izquierda optaban por el camino electoral) pretendía amarrar a las elecciones presidenciales. Pero que el MIR debía estar dispuesto (y para ello organizarse adecuadamente) “ofrecer un camino distinto, una salida revolucionaria”. Desde un ángulo estrictamente político los autores del diagnóstico estimaron que los partidos de “centro” estaban en pleno 301

Ibídem Ibídem 303 El documento de marras cuenta con un cuarto punto denominado “Qué ha sido y en qué estado estaba el MIR” que trata del desarrollo de la organización entre su momento fundacional y el instante de efectuar la propuesta de cambios. No se incluye en este apartado porque (en buena medida) el tema está desarrollado a lo largo de este estudio. 304 Solo una revolución entre nosotros pueden llevarnos a una revolución en Chile. 302

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proceso de descomposición, entre otras cosas, porque se desconfiaba del camino electoral. Afirmación que avalaron citando cifras creciente de abstención electoral. Otro elemento característico del momento político era la reagrupación de los grupos derechistas305 y los éxitos electorales obtenidos306. Esta progresión también favoreció a la izquierda agrupada en el socialismo y el comunismo, subiendo de un 10,3% en 1965 a un 12,2% en 1969 (el primero) y de un 12,4% en 1965 a un 15,9% en 1969 (el segundo). Quienes vieron caer su votación fueron los democratacristianos. El PDC cayó de un 42,3% en 1965 a solo un 29,8% en 1969. No obstante en el documento visto no se reflejó este indiscutible ascenso en la votación de quienes el MIR motejaba de partidos reformistas electoreros. El MIR dijo que “…a pesar de haber fracasado el FRAP como alternativa al ascenso de la lucha de masa y al derrumbe democratacristiano, logró mantener su votación”307, afirmación, como lo hemos registrado, estuvo muy lejos de la realidad por cuanto el Partido Socialista como el Comunista había subido en su votación entre 2 y 5 puntos porcentuales respectivamente. Pero no se equivocó el análisis al decir que se evidenciaba una polarización (“agudización de la lucha de clases”) y que se debilitaban las posiciones centristas (PDC y PR) Aunque en la realidad los partidos de izquierda había mejorado sus votaciones, resultaba imposible que cómo tales se impusieron en el próximo torneo electoral (presidenciales de 1970) por lo consiguiente el viriatismo pensó que para llegar al gobierno tendrían establecer “alianzas espurias, a espaldas de los principios; impidiéndoles así presentar una alternativa electoral nítida, como relativamente lo consiguieron Allende y Frei en 1964; y abriendo ahora en lo concreto el desarrollo para un Frente electoral de colaboración de clases”308. A partir de estas consideraciones el viriatismo (y no el MIR en su totalidad) imaginó las elecciones presidenciales de 1970 “enmarcadas en tres procesos: un 305

Este reaglutinamiento se logró al fusionarse tres corrientes derechistas representadas por el Partido Liberal, el Conservador y la llamada Acción Nacional. Se registró su creación en mayo de 1966 con el objetivo de revertir el desgaste electoral. 306 El Partido Nacional para 1969 representaba alrededor del 20% del electorado, constituyéndose en la tercera fuerza política del país eligiendo a 33 diputados. Ver Historia de Chile. 1891-1994. Cristián Gazmuri. Página 260. Instituto de Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile y Ril Editores. Año 2012. Santiago de Chile. Ver también http://historiapolitica.bcn.cl/partidos_politicos/wiki/Partido_Nacional 307 Solo una revolución entre nosotros pueden llevarnos a una revolución en Chile. 308 Ibídem.

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ascenso persistente del movimiento obrero, campesino y estudiantil, un escepticismo generalizado en las elecciones como camino y por la colaboración de clases en las combinaciones postulantes”309. De consecuencia, este escenario político demandaba a los revolucionarios una tarea. Todas aquellas debilidades (según el analista, en este caso Miguel Enríquez) representaban una oportunidad para el MIR por se configuraba un vacío de poder y ante la “combatividad obrera y campesina, el escepticismo en las vías legales, la crisis de los partidos centristas y reformistas, y los procesos represivos” se necesitaría con urgencia “una respuesta, una dirección y un camino” que diera una salida a este atolladero pero apuntando “a un nivel superior de lucha” que significara estar junto “a las masas, a la espera de un relativo retroceso posterior”310. Con esta afirmación el viriatismo entraba de lleno al problema que consideró determinante en la lucha por la revolución socialista: el carácter de partido y (por tanto) del tipo de militante que se requería para la etapa y nivel que se debatía la lucha de clases. Y, en este marco no tenían cupo quienes optaban exclusivamente por el camino electoralista, ni menos aquellos que tenían un revolucionarismo verbal porque ni uno ni lo otro podrían conducir al movimiento obrero y campesino en su ascenso. Lo que cabía plenamente era una alternativa que “tome a la lucha de clases en el punto alto que hoy se encuentra, y la empuje más adelante aún, cada vez agudizándola más y más, por medio de acciones ligadas a la lucha de clases hasta hacerla madurar a condiciones que permitan iniciar la guerra revolucionaria propiamente tal”311. Es decir que actuara como vanguardia política de los explotados, que fuera señalando el camino “apropiado” por el cual canalizar sus luchas, siempre con la vista en un punto superior (la revolución socialista) y por tanto acentuando cada vez más la lucha de clases. Para dar un “salto adelante” en la concepción de partido y de militante era necesario fijar “pisos comunes” que apañaran a la militancia. Uno de esos pisos 309 310 311

Ibídem. Ibídem. Ibídem.

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comunes era el carácter que tenía la organización social y política de Chile. Para tal cosa se afirmó que nuestro país era vivía un período semi-colonial, con un modelo capitalista atrasado, desigual y combinado (idea del trotskismo) pero que poseía una industria y minería más o menos desarrollada; a diferencia de lo que pasaba en el campo donde subsistía “un capitalismo agrario atrasado”312, por tanto se descartó totalmente la posibilidad de un feudalismo agrario. En este marco económico quienes detentaban el poder era una “alianza entre el Imperialismo y las burguesías industriales, financiera y agraria”313, concluyendo que no existía en “Chile un sector de la burguesía “antiimperialista” o “nacional” susceptible de aliarse para una revolución”314. Con esto descartó de plano la idea de una revolución democrático-burguesa en la cual se agotaran las tareas del capitalismo para, luego dar inicio a la perspectiva socialista. De este colofón se desprendió la idea-fuerza que la revolución, la que el MIR debía emprender, era de un “carácter de antiimperialista y anticapitalista a la vez, esto es, será fundamentalmente socialista” y en este proceso “las clases motrices de la Revolución en Chile son los obreros y campesinos”315. En busca de este objetivo en la propuesta del viriatismo se definió la “estrategia revolucionaria”, la que indudablemente debía ser a través de la lucha armada: “el Socialismo en Chile solo podrá ser instaurado por medio de la lucha armada. No lo podrá ser por medio de la “vía pacífica”, se sentenció con fuerza y convicción en el comentado documento. Será en esta sentencia donde quede inscrito el futuro del MIR y de centenas de sus militantes. La lucha armada era el camino apropiado, pero esa guerra de clases no sería de cualquier tipo. Esta lid entre los de arriba y los de abajo no adoptaría “la forma de “insurrección de masas” o de “levantamiento general”. No será a través de una huelga general, con movilización campesina, ocupación de

312

Ibídem. Ibídem. 314 Ibídem. 315 Ibídem. 313

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las ciudades por las masas y levantamientos en el ejército reaccionario, que en pocas horas derrumbará al régimen”316. Por el contrario, se definió aquella futura conflagración como una “guerra Revolucionaria” cuyas características serían: en primer lugar tendría un sello esencialmente político porque las acciones (armadas) estarían dirigidas “no a la conquista de territorio sino de población. Sus acciones estarán guiadas por las líneas programáticas antes enumeradas y sus objetivos, además del aparato represor, serán el imperialismo y la burguesía”317. En segundo orden el enfrentamiento (o la guerra) sería de largo aliento (prolongada) porque sostendría “todo el tiempo necesario para invertir a favor nuestro la correlación de fuerzas relativamente desfavorable para nosotros de los inicios de la guerra, desde el punto de vista político y militar”318. El tercer rasgo de la beligerancia fue entendido como de “irregular o guerrillera, o sea la dispersión de las fuerzas predominará por sobre la concentración en términos estratégicos, pero tácticamente nos concentraremos en fuerzas superiores al enemigo, rehuiremos los combates desfavorables, sólo daremos los favorables, mantendremos la iniciativa y movilidad constante”319. La cuarta propiedad fue que se desarrollaría tanto en el campo como en la ciudad. Pero en este binomio de conflagración la prioridad estratégica estaría en el mundo rural porque (según el análisis) aseguraba la “estabilidad y permanencia a la lucha armada” y permitía la constitución de un “Ejército y el Poder revolucionario y en determinada etapa” admitiría “concretar reformas en el territorio liberado”320 o sea ir “avanzando” sobre el país en la construcción del socialismo. A su vez se desarrollaría en la ciudad sólo desde una perspectiva táctica “pues por un lado existen dificultades inherentes a este tipo de lucha (por la naturaleza de las ciudades, concentración del poder represivo en ellas, etc.) pero por el otro es en las ciudades donde reside la clase obrera, y es a ella a la que movilizaremos a 316

Ibídem. Ibídem. 318 Ibídem. 319 Ibídem. 320 Ibídem. 317

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través del contenido anticapitalista de nuestras acciones.321” Todo lo anterior no descartó otros medios de lucha, especialmente aquellas que fueron definidas como “de masas”, de trabajo político en las Fuerzas Armadas (el llamado “trabajo en F) y las huelgas reivindicativas y “generales”. Todo lo descrito no se verificaría en un “solo acto”. Muy por el contrario era necesario que se dieran tres importantes condiciones. En primer lugar la existencia real de un aumento en la lucha de masas y, obviamente, que no exista un repliegue del movimiento obrero y, por cierto lo más importante, “vean la lucha armada como una de las posibles salidas, y que ésta pueda expresar un “sentir” de mayoría”322. Luego, que la organización --- o sea el MIR --- posea un adecuado desarrollado político y que contara con presencia plano nacional y poseyera “una base orgánica pequeña pero fuerte entre sectores sociales que nos interesan, que esté unida a ellos por cordones umbilicales orgánicos”323. Estos sectores sociales “prioritarios” eran “los obreros, especialmente en 25 a 30 sindicatos considerados importantes”324; los campesinos “en las zonas donde se quiere operar después” y los pobladores de ciudades como Santiago, Valparaíso y Concepción. La última de estas prioridades fueron los estudiantes. En último lugar, pero no por ello menos importante que las anteriores condiciones, se consideró como término ineludible que el MIR hubiera “formado políticamente a los cuadros”325; que se hubiera elaborado claramente el tipo de propaganda “para cada sector social”; que hubieran ejecutado suficiente agitación entre los sectores sociales “prioritarios; que la mayoría de la militancia tuviera instrucción militar (“intermedia”)

y que

la clandestinidad

(a la que se estaría

expuesto

constantemente durante la “guerra”) no frenara al accionar político. Para alcanzar este estadio en la lucha revolucionaria era necesario cumplir con determinadas tareas y plazos. Plazos para darle una conducción (vanguardismo) a 321

Ibídem. Ibídem. 323 Ibídem. 324 Ibídem. 325 Ibídem. 322

155

la lucha social y política de los chilenos explotados. Las tareas para que los militantes se formaran y pudieran conducir adecuadamente la lucha revolucionaria. Era todo un desafío político que difícilmente podemos verificar en otros actos inaugurales de organizaciones políticas de izquierda chilena. En término de plazos existía el deseo de “apurar la causa”. “Queremos (dijo el viriatismo) iniciar la guerra al más breve plazo posible”. Un deseo, y así lo reconoce el documento, que chocaba con la realidad porque “la situación política no está aún madura para ello”326. Pero si había expectativas que se iniciara un proceso de madurez, de profundización de la lucha de clases, de radicalización de las posturas, que terminarían exigiendo “acciones directas por parte nuestra”. Pero este tipo de tareas, especialmente por las consecuencias que acarrearían, demandarían al MIR tener “una organización sólida, eficiente y clandestina” pero que (viendo la realidad) estaba muy lejos de serlo. Por consiguiente el primer e intenso esfuerzo tendría que dirigirse a reforzar la organización, para enseguida lanzarse a realizar acciones que permitieran (más adelante) “iniciar la guerra”. Todo este proceso lo conceptualizaron en tres etapas: de “preparación directa”, de “acciones directas” y de “guerra”327. Para una precisión de los “plazos” recurrieron (terminó siendo práctica extendida y consuetudinaria) a analizar la situación política. Creyeron estos noveles analistas estar viviendo un período favorable para el momento electoral que se avecinaba, pese (según lo que habían dicho) al escepticismo generalizado hacia el electoralismo. Por consiguiente el torneo presidencial terminaría arrastrando “masa”. Lo que no quedaba claro en aquellos momentos era a cuánta masa arrastraría la dinámica electiva. Por tanto se evaluó como importante iniciar la construcción de una alternativa revolucionaria adelantándose a “la relativa fiebre electoral”. Por ello definieron como objetivo político “iniciar el período de acciones directas antes de 1970 y preparar las condiciones necesarias para el inicio de la guerra”328. Esto último entendido como “el comienzo del enfrentamiento regular o

326 327 328

Ibídem. Ibídem. Ibídem.

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irregular entre dos ejércitos”329. Estas definiciones exigían otras tantas en otros aspectos. Por ejemplo era necesario precisar las “formas concretas que adquiriría la guerra”330; no se trataba solamente de decir que habría guerra, sino además era necesario anunciar, de forma más o menos certera, cómo se mostraría esa conflagración de clases. Así es como aseveró el viriatismo que la guerra de clases en Chile se afirmaría en cuatro grandes columnas, “que le entregarán permanencia, presencia política nacional, provocarán dispersión al enemigo y entregarán un camino a las masas, a la vez que las organizarán. Estos pilares son: los focos guerrilleros rurales, los focos guerrilleros urbanos, los focos de dispersión urbana y rural y la organización política clandestina”331. Cada uno de estos núcleos tendría su impronta y su tarea específica. La guerrilla rural estaría compuesta por “unidades militares sólidas” que operarían en zonas “políticamente adecuadas, además de geográficamente aptas”332 y su tarea sería afianzar “la continuidad estratégica del camino armado, combatir y guiar políticamente a los sectores influenciables”333. Se echa de menos, en esta propuesta de instalar guerrillas rurales (al estilo guevarista) una explicación de qué significaba unidades militares solidas; tampoco se caracterizó (aunque fuera elementalmente) una zona apta políticamente para que actuara la guerrilla y, menos se indicó cuál sería el trabajo preparatorio para activar un foco guerrillero. Probablemente fue con la intención de dejarles la misión a los estrategas militares de la organización; los que (según el propio diagnóstico de los analistas) no los tenía. Los núcleos urbanos, vistos como tácticos, tendrían como misión principal la de visibilizar ante la sociedad que “algo” estaba pasando en el país. Es decir les cabría principalmente el papel de propaganda y agitación. Además asumirían el papel de hostigar permanentemente al enemigo, es decir al Ejército y a la policía:

“Los focos guerrilleros urbanos serán lo fundamental desde el punto de vista táctico; serán los encargados de darle presencia a la lucha armada haciendo sentir

329

Ibídem. Ibídem. 331 Ibídem. 332 Ibídem. 333 Ibídem. 330

157

a la población que una Revolución se desarrolla en el país, además de cumplir el 334 rol de combatir en la retaguardia del enemigo” . Luego se propuso crear un tipo de unidades poco conocido para entonces. Fueron a las que se llamó “focos de dispersión urbanos y rurales”335 cuya misión (ni más ni menos) sería “provocar la dispersión al enemigo, golpeándolo fuertemente y en muchas partes”336. Serían muchas unidades pequeñas, autónomas, de poca logística y liberadas de cualquier quehacer político, probablemente para preservar un estricto clandestinaje. Por último, para complementar las acciones guerrilleras estaría una orgánica política cuyo objetivo sería explicar previamente a una acción (guerrillera) la necesidad de ésta, explicar el problema que se resolvía con este tipo de acciones y darle formación (político-militar) a quienes desearan incorporarse a las huestes guerrillera, amén de publicitar la estrategia y desplegar la propaganda correspondiente. Dicho de forma distinta, la organización política cumpliría un papel de apoyo a los focos guerrilleros. No obstante el “acabado” planeamiento, la situación política aún no estaba lo suficientemente propicia para iniciar las mentadas tareas. Pero ello no podía paralizar o desviar el camino de los revolucionarios y postergar aún más tiempo la revolución socialista. Por eso que se planteo, además de todo lo ya explicado y recordado, una nueva etapa. Se trató de la poco inteligible (probablemente por un problema de redacción al ser transcrita) “preparación directa” que, según el análisis, ya la estaba viviendo el MIR. El fin de esta fase era “colocar a la organización en condiciones para iniciar un período de acciones directas, a la vez que ya sienta las bases para el posterior inicio de la guerra”337; esto implicaría varios cuidados previos como reforzar internamente al MIR; elaborar programas para cada sector social; “limpiar” (purga) internamente a la organización de los “aficionados” porque “no puede iniciar un período de acciones y menos una guerra, una organización a la que ingresa el que lo desea en la que un “aficionado” a la revolución tiene los mismos derechos que un verdadero militante”338; además 334

Ibídem. Ibídem. 336 Ibídem. 337 Ibídem. 338 Ibídem. 335

158

era ineludible terminar con las “tendencias” a través de la discusión política; pasar prontamente a la clandestinidad e iniciar el trabajo (en serio y no discursivamente) en los asuntos militares (“especiales” le llamaron internamente) A todo lo anterior se sumaría el trabajo político amplio y público, especialmente en las llamadas “zonas o sectores prioritarios”. De esta etapa (preparación directa) se pasaría a la segunda (acción directa) que no sería otra cosa que el inicio de la guerra. Una vez emprendida la guerra se daría un “salto cualitativo”; lo que implicaba definir el tipo de acciones directas. Una sería “efectistas nacionales ligadas a la situación política que vive el país”; la otra tendría carácter de “efectistas locales estrechamente ligadas a las reivindicaciones

de

cada

sector”339

social.

Éstas

fueron

consideradas

“fundamentales” porque a través de ellas se podría ir agudizando la lucha de clases y por consiguiente elevando la intensidad de la guerra revolucionaria. La última de las tareas definidas estaría orientada al “aprovisionamiento de todo tipo”340, entiéndase por tal a la recuperación de armas y expropiaciones bancarias destinadas al financiamiento de la organización. Todo este accionar guerrillero debería ser “firmado” para legitimar la presencia y estrategia del MIR. Dicho y explicado lo anterior, el viriatismo creyó necesario explicar el concepto de partido que estaba acuñando. En términos generales consideró que un partido (político) de izquierda (naturalmente) era la “vanguardia del proletariado” compuesta por “hombres (¿y no mujeres?) que se organizan para hacer la Revolución, para cumplir con sus etapas (preparación, conquista del poder y consolidación de éste)341. Esto fue en cuestiones generales; en lo específico se pensó que el partido tenía como tareas esenciales la preparación de los cuadros (político-militar), la penetración en los frentes de masas, la propaganda y la agitación, además de las tareas militares que su estrategia le asignaba. Algunos militantes habían escasamente asumido estas tareas porque se era poco rígidos en la concepciones 339 340 341

Ibídem. Ibídem. Ibídem.

159

de Partido, poco fieles en la estrategia, “democratoides” en la organización, “heterogéneos políticamente, herederos de una estructura originada de una federación de grupos”342. Por varios años (se dijo) operaron “con esas concepciones y con ese tipo de organización blanduzca”343. Si bien en aquel período construyeron “acuerdo en un programa, en concepciones estratégicas generales”344 llegando a crecer territorialmente y generar influjo en varios sectores sociales; además reconocen preocupación por una infraestructura especial (militar) todo estos aspectos eran reconocidos como logros; no obstante las exigencias de una guerra (que por lo demás la deseaban) presionaban por forjar

cambios

transformaciones

profundos se

en

justificaban

la

organización plenamente

revolucionaria.

porque

las

Y

tareas

estas serían

absolutamente distintas, al menos en intensidad. Sería necesario que “lo político” estuviera estrechamente relacionada con “lo especial” (lo militar) por consiguiente “los cuadros especiales tendrán que ser políticos, y lo político pasará muchas veces por lo especial”345. Sin duda que en esta idea de militante encontramos el origen del G.P.M. (Grupo Político-Militar) como organización partidista. El militante debía tener una doble función: preocuparse de la construcción política y militar. Esta forma de concebir la militancia jamás nunca había sido propuesta en alguna organización de izquierda; era entonces una propuesta revolucionaria e3n el sentido de romper con la tradición. Pero no sólo fue una ruptura con el pasado. También lo fue en tiempo “presente” porque la idea era generar una simbiosis entre lo político y lo militar, ya fuera en términos individuales como de estructuras. Esta concepción de militante no permitiría la existencia de tendencias internas; las diferencias políticas intestinas escasamente se tolerarían porque para tener el tipo de militante deseado era necesaria “una relativa homogeneidad política, donde sólo matices y diferencias menores puedan existir, pero que, después de

342

Ibídem. Ibídem. 344 Ibídem. 345 Ibídem. 343

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discutirlas, la minoría ocasional se someta a la mayoría y una fuerte disciplina asegure aquello”346. De la disipación de las tendencias se avanzaría a una relación altamente jerarquizada (casi castrense) de forma “que los principios de democracia interna y centralismo democrático” exigirían “del militante una mayor delegación del poder de decisión, por un mayor plazo, a las estructuras superiores e intermedias”347. Con esta proposición se dejaría establecido que no habría eventos congresales periódicos (anuales o bianuales) y más aún, el militante entregaría mayor capacidad de decisión a sus dirigentes. La idea fue acercarse cada vez más a u n tipo de militante que se caracterizara por su escasa o nula posibilidad de deliberación partidista. Esta forma de militancia sería producto de la clandestinidad a que se sometería el MIR en el marco de la guerra (insisto: “deseada”) revolucionaria. Una ocultación llena de ritos forzosos como usar falsa identidad (“chapas” o “nombre político”), depósitos (“barretines”); tener casas de refugio (o de “seguridad”), asumir cuidados en las reuniones (“chequeos” y “contra chequeos”) establecer desconexiones entre las distintas estructuras (“compartimentación”) generar comunicaciones impersonales (con “enlaces”) y manejos de mensajes encriptados (“claves”) En pocas palabras se buscaba mutar totalmente a los militantes, “debe ser otro”, se sentenció. No sólo debían ser purgados los llamados “aficionados”, tampoco sería suficiente “cumplir pasivamente con los horarios de reunión”348, se pedía mucho más. Pero, quizás lo más intrigante del documento fue la afirmación de que “no sólo no ingresará el que quiera, sino que tampoco se irá nadie cuando quiera”349. Probablemente esta frase dio origen a la vulgaridad de que “del MIR nadie puede salirse”. Por ello que la entrega al partido tendría que se total, a tal

346

Ibídem. Ibídem. 348 Ibídem. 349 Ibídem. 347

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extremo que sería la organización quien decidiría “si se profesionaliza o no, si trabaja, estudia, donde vive, etc.350”. Ocioso sería un comentario al respecto, pero tentador de hacer: el militante deseado debía estar fronterizo a la interdicción mental. Se discurrió que sólo de esta forma se tendría “una organización sólida, disciplinada y eficiente, capaz de discutir menos y entrar a operar, en plena clandestinidad, resistiendo la furia desatada de una represión que será a fondo y permanente. Esa será la organización que realizará acciones e iniciará después la guerra de clases en Chile”351. El MIR dejaba así de ser un “movimiento” para pasar a convertirse en un partido político-militar, altamente jerarquizado, compartimentado, ejecutor de tareas preconcebidas y de poca (o nada) discusión política. Este sería el MIR que traería la liberación a los oprimidos y conduciría (al menos así lo planteó) la construcción de una sociedad más justa y fraterna: el socialismo. Pero una cosa es la elucubración y la otra es la realidad. En política el no establecer esta diferenciación suele resultar contraproducente para los objetivos partidistas y genera (asimismo) confusión entre sus adherentes o militantes. Eso ocurrió con el MIR en la coyuntura política de aquellos días. Poco tiempo transcurrió entre el instante de elaborar y discutir la propuesta del viriatismo para dar inicio a su aplicación. La medida inmediata fue sacarse de encima a los “aficionados” y eliminar “las tendencias” que en este caso resultó ser principalmente la corriente trotskista. A ella se sumaron otros militantes como aquellos que dieron origen al “Movimiento Revolucionario Manuel Rodríguez. MR2”; otros que pasaron a constituir la “Vanguardia Organizada del Pueblo. VOP” y, no pocos, que regresaron a sus antiguas cunas partidistas. Todo por cierto expresado en un proceso que podría denominarse de “decantamiento” el que siguió por años, probablemente finalizado en la década de los ochenta, período en

350 351

Ibídem. Ibídem.

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que se inicia la dispersión no sólo del mirismo, sino de toda la izquierda revolucionaria. Todos estos aspectos no fueron discutidos en alguna instancias más o menos democrática (ampliados o congreso) por el contrario, fueron los hechos mismos (algunas acciones directas) y el ímpetu político del viriatismo, especialmente de Miguel Enríquez los que permitieron una resolución “por arriba”; es decir discutido y decidido en el Comité Central352. La evidencia práctica de los cambios internos en el MIR fue el inicio de las acciones armadas. Algunas de ellas, en el contexto de la nueva estrategia, estuvieron encaminadas al aprovisionamiento y al financiamiento, siendo probablemente estos últimos los que tuvieron mayor espectacularidad e impacto mediático. Asimismo ocurrió con los sucesos del secuestro del periodista Hernán Osses Santa María que, no podríamos enmárcalo en la nueva estrategia, pero que pueden ser leídos como parte de la presión a la antigua dirección para cambiar el rumbo. También se intensificó la penetración en las Fuerzas Armadas, fruto del trabajo de inteligencia e información de Luciano Cruz353. Pero lo más significativo fue el aumento del trabajo partidario en algunos sectores sociales definidos como prioritarios como campesinos y pobladores. Menos resultados positivos tuvo entre los trabajadores, salvo en algunas industrias que, más tarde, pasarían a manos del control estatal. La síntesis de este proceso la podemos encontrar en las palabras de un protagonista de la época: “yo creo que hubo diferencias de contenido, pero también empezaron a haber diferencias prácticas, si uno tenía una estrategia política con una mirada más vinculada a la ciudad, obviamente que las formas de organización, que había que adoptar eran distintas, y en esa época la estructura del MIR era en general pública, aunque se dijera otra cosa. Costó mucho convencer a Miguel – a lo mejor tenía pensado hacerlo de otra manera- lo que pasa es que uno hinchaba para hacerlo uno, entonces se dio formación a las bases clandestinas, por primera vez se empezó un reclutamiento que no fue público, sino que fue una decisión que se le tuvo que imponer a la dirección, porque ya se estaba haciendo de todas 352

Contribución a la historia del MIR. Capítulo VI La división del MIR (27 de julio de 1969). Luis Vitale. Ver en “Movimiento de Izquierda Revolucionaria. 1970-1973: vivencias, coyunturas y documentos”. Carlos Sandoval Ambiado. Editorial Escaparate.

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maneras, eso tiene consecuencias prácticas. La concepción estratégica diseñada para el campo, haya creído o no Miguel en ella, pero eso era lo que estaba escrito, o la concepción más urbana te obligaba a cambiar cuestiones más organizativas y te obligaba a cambiar cuestiones políticas… había que generar un marco de vinculación con los movimientos sociales distintos, eso que yo ahora lo puedo, explicar y abstraer en que no me demoraría un minuto, fue un proceso largo, que en ir y venir, entre lo práctico y lo teórico…”354 Las “operaciones” armadas, el electoralismo y los cambios “tácticos en el marco de lo estratégico”. No se puede entrar a historiar el giro que tuvo el MIR, sin antes recordar el contexto social y político, que vivía el país en las postrimerías del gobierno freísta. Efectivamente el país, mejor dicho la sociedad, vivía un proceso de radicalización de posiciones. La derecha no estaba dispuesta a nuevamente convertirse en “furgón de cola” de la Democracia Cristiana, no estaba dispuesta a escoger “el mal menor” declinando sus posibilidades político-electoral. De hecho contaba con una candidatura que podría darle el triunfo, Jorge Alessandri, y a partir de esta situación intentar una refundación del modelo capitalista. Pero no sólo puso su mirada en el camino electoral; también algunos sectores derechistas se preparaban para la confrontación directa o desplegando conspiraciones que “estimularan” a los militares a intervenir en la política nacional. Por consiguiente la Democracia Cristiana, difícilmente podría jugar el papel de fiel de la balanza en las contradicciones sociales. Estaba siendo abandonada por la derecha, por el gobierno de norteamérica y por el empresariado. Según estos últimos el gobierno de Frei no había satisfechos sus expectativas de contener y neutralizar las demandas populares; por el contrario había entreabierto algunas exclusas del sistema que permitieron fortalecer posiciones de la izquierda. No era gratis el apodo que se le colgó a Frei, llamándolo “el Kerenski chileno”. El recuerdo de la Reforma Agraria y la muerte de Hernán Mery Fuenzalida, funcionario de la CORA, en la que se vieron involucrados varios personeros derechistas vinculados

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Entrevista a Rafael Ruiz Moscatelli. 01/ 2013. Santiago

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al Partido Nacional355 era una clara notificación de ruptura para las pretensiones de

la

Democracia

Cristiana.

A

su

vez,

Radomiro

Tomic,

abanderado

democratacristiano por estos hechos y por los avances (aunque por debajo de las expectativas) del gobierno de Frei en materias sociales, laborales, educacionales e incluso (aunque relativamente) en cuestiones de la dignidad nacional (chilenización del cobre) estaba obligado a ofrecer un programa de mayor sentido social y reivindicación nacional. El panorama político-social no era halagüeño para sus pretensiones electorales y aunque se jugase por conquistar voto popular (con la idea de “unidad popular por la base”) era prácticamente imposible seducir a una mayoría para obtener un triunfo. A su vez, la izquierda representada en el bloque electoral, que se convertiría en Unidad Popular, no podía ofertar algo que estuviera por debajo de la “Revolución en Libertad” del freísmo. El mundo popular, campesinos, pobladores, estudiantes y trabajadores, vivía una fuerte crispación desde el año 1967. Sucesivos conflictos los había llevado a enfrentarse con el gobierno y su cuerpo policial con resultado de decenas de muertos, heridos y encarcelados. En Puerto Montt, un pequeño grupo de pobladores se tomó unos terrenos baldíos en un lugar llamado Pampa Irigoin. Como pampa sureña la calidad de terreno no era la mejor. La mayor parte de estas personas venían del campo buscando mejores perspectivas de vida que creyeron encontrar en la ciudad. Vivían en una pobreza extrema, las fuentes laborales eran ocasionales y por tanto sus ingresos bajísimos y también fortuitos. Al principio tuvieron dificultades con las fuerzas policiales, pero por el escaso valor del terreno y la mediación de un diputado de la zona, pudieron recibirlos en propiedad bajo la promesa de pagarlos. Pero esta inicial experiencia, poco cruenta y de buenos resultados, motivó a otros tantos pobladores que en dos sucesivas oleadas llegaron a ocupar el resto del sitio. Así fue como a fines de febrero e inicios de marzo los ocupantes de Pampa Irigoin 355 Dagoberto Ortega Gálvez, dirigente campesino en el fundo La Piedad y testigo de los hechos relató a la prensa que "se hallaban los dueños de fundos Carlos Montero Schmidt, dirigente del Sindicato de los empleadores agrícolas. Alheño Benavente Palma, Alcalde de la Comuna de Longaví, miembro del Partido Nacional y hermano del dueño de La Piedad: Joaquín García Huidobro; Atiliano Parada, Regidor del Partido Nacional de la Municipalidad de Linares: Patricio Arbou: Reinaldo Muñoz y los hermanos Juan y Roberto Irribarren…”. Diario La Nación 05 de mayo de 1970. Santiago, Chile

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superaban el medio millar y tendía a subir en número. Las autoridades políticas no permitirían aquello y por tanto ordenaron a Carabineros que mantuvieran un permanente acoso sobre los pobladores instándolos a abandonar el lugar. Refriegas menores se sucedieron. Meses antes (octubre de 1968) un confuso incidente terminó con varios pobladores detenidos, tres de ellos heridos a bala y más de dos decenas de Carabineros con lesiones menores. A medida que el tiempo transcurría la tensión, la tirantez, entre la policía y los pobladores se agudizaba. Se presagiaba lo peor y así ocurriría. De madrugada el Ministro del Interior, el inefable Edmundo Pérez Zujovic, ordenó al Intendente, el también militante demócrata cristiano, Jorge Pérez Sánchez, a que transmitiera a Carabineros la decisión gubernamental de desalojar el lugar. Muy temprano, alrededor de las 7 de la mañana, alrededor de dos centenas de efectivos del Grupo Móvil avanzaron sobre las débiles instalaciones de los pobladores; el oficial a cargo estaba confiado en sorprender a los ocupantes y por tanto no temía a resistencia alguna. Pero ello no ocurrió del modo pensado. Los pobladores, con ayuda de jóvenes estudiantes, habían organizado la defensa del lugar implementando, entre otras cosas, medios de detección de invasores, de forma que apenas habían avanzado algunos metros los uniformados fueron detectados, la alarma se hizo generalizada y la defensa se activó plenamente. Carabineros haciendo uso de los implementos que la “ley le permite” empezó a repeler los ataques. Pero el número y decisión de los defensores del ligar pronto llevaron al contingente policial a sentirse sobrepasados y, probablemente en la peor de las decisiones, el oficial dio orden para usar las armas de fuego. El resultado fue diez pobladores muertos, varios de ellos tenían los impactos en sus espaldas (lo que hace suponer que huían) y un pequeño infante fallecido por intoxicación con los gases utilizados en la refriega. Nunca ha quedado claro qué era lo defendido por la autoridad gubernamental. Probablemente solo protegía el sentido de autoridad, el acatamiento a la ley, porque para nada podría pensarse que estaba defendiendo la propiedad privada (aunque creían irrestrictamente en ella) porque el dueño del lugar, un agricultor y comerciante, nunca tuvo la intención de llevar adelante acciones judiciales, sólo se 166

había limitado a dejar constancia ante Carabineros de lo sucedido en su propiedad. Más aún, para aquellos días, existía ya pleno acuerdo para expropiar (comprar por parte del Estado) el terreno y construir allí una población. En el mundo rural, emblemático resultó el conflicto huelguístico de los campesinos del fundo “San Miguel”, agrupados en su sindicato comunal de nombre “Alianza”. Estos trabajadores agrícolas presentaron durante el verano su pliego de peticiones, iniciando de este modo el largo camino legal fijado por las leyes laborales de la época. Por cierto que no obtuvieron respuesta de parte de la “patronal” viéndose obligados a votar la huelga el día de junio de 1968. Contaban para los efectos de hacer “fuerza” con el apoyo y asesoría de la senadora socialista (eran tiempos que los honorables se involucraban en los conflictos sociales) María Elena Carrera. A pesar de estar paralizadas las faenas, los dueños del fundo no dieron respuesta alguna a las demandas de los trabajadores. Más aún, no aceptaron ni siquiera conversar con la contraparte. Pasada cinco semanas de sordera empresarial alrededor de un centenar de trabajadores agrícolas, a los que se sumaron algunos estudiantes universitarios, se encerraron en las dependencias del fundo reteniendo en la casa patronal al dueño del fundo. La huelga gremial sectorial se convirtió en un conflicto social en que a los campesinos se les acusaría no sólo de ocupación ilegal, usurpación, sino de un delito aun más grave: secuestro. De ello estuvieron muy conscientes los trabajadores, por tanto durante la toma, los campesinos se dieron una organización básica para sostenerla. Sabían perfectamente que la ausencia de dialogo sería sustituida por la represión. Por ello levantaron barricadas, confeccionaron algunas molotov y echaron mano a su escopetas de caza, medios de defensa escasamente comparables a los utilizados por las fuerzas policiales. Nuevamente la mano dura del Ministro Pérez Zujovic caería sobre los osados campesinos que atentaban contra la sacrosanta propiedad privada. La madrugada del último día de julio ordenó la movilización del Grupo Móvil hacia Los Andes. El momento escogido era aun más favorable para el gobierno. Los campesinos, después de la intervención de autoridades políticas, habían accedido a liberar al

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latifundista de forma que el “escudo humano” supuestamente protector ya no existía. El contingente policial y el dispositivo persuasivo, según relato de un periodista, resulta impresionante: “constaba (la fuerza de Carabineros) de seis buses de transporte del Grupo Móvil, seis tanquetas Mowag de la misma unidad y dos destacamentos de caballería. En total 600 hombres. Fuerte armamento moderno, incluyendo ametralladoras. Por añadidura, un eficiente equipo de comunicaciones permitió al General Araya (Humberto) dirigir las acciones a buen recaudo…”356. La estrategia policial fue simple pero eficaz. Se rodeó el predio y se lanzó tanto a la tropa de infantería como motorizada sobre los campesinos. La defensa de éstos fue más que nada simbólica. Desconocían los efectos de los gases y de cómo enfrentarlos, por tanto rápidamente apareció una bandera blanca en señal de rendición. Pero el ataque policial continuó obligando a los trabajadores a huir desordenadamente por los potreros, situación que fue aprovechada para detenerlos. El “orden público” y el derecho a la propiedad fueron eficazmente restablecido; las reivindicaciones campesinas (reajuste y trato digno) fueron aplastadas con las humillaciones y encarcelamiento de los dirigentes. El fin último de esta acción político-policial del gobierno freísta fue notificar a quienes se tentaran con medios de presión no contemplado en la ley, serían drásticamente castigados. La máxima portaliana de irrestricto respeto a la autoridad se cumplía. Tanto así que llevó al periodista-testigo a reflexionar en los siguientes términos: “…cualquier intento de convertir la experiencia del fundo San Miguel en una táctica de lucha generalizada para la izquierda revolucionaria, parece estar destinado al fracaso. Sin embargo, la actitud de franca rebeldía de los campesinos contra la injusticia de su situación, inyectó una corriente de acción que necesitaba la izquierda. La experiencia de San Miguel ha de ser analizada para buscar un mejor aprovechamiento de las nuevas posiciones tácticas en la lucha social chilena”357.

Otro espacio social irritado era el de los trabajadores industriales. Decenas de huelgas y paralizaciones se verificaban en Santiago y otras ciudades. Para 1967 hubo, probablemente, el paro general nacional (convocado por la CUT) más importante y exitoso. Estuvo dirigido contra una de las políticas económicas del 356 357

La “Batalla” del fundo San Miguel. Artículo del periodista Augusto Carmona. Revista Punto Final Nº 61. La “Batalla” del fundo San Miguel. Artículo del periodista Augusto Carmona. Página 29. Revista Punto Final Nº 61.

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gobierno freísta y que en lenguaje popular se le llamó “los chiribonos”. Lo que buscaba el gobierno de Frei Montalva era instalar un pacto social entre trabajadores y empresarios. Era como abrir espacio a una tregua en la lucha de clases que para aquellos días (año 1966 a 1967) estaba crecientemente agudizada. Una herramienta para esta paz social era el crear un fondo de capitalización con un ahorro obligatorio tanto para los empresarios como para los trabajadores, a la vez que se decretaba la suspensión de los más elementales derechos sindicales (el de negociación y huelga) Poco se sabía del destino de este fondo de capitalización. Lo que se manejaba superficialmente era que estaba destinado a resolver el grave problema de la previsión social de los trabajadores. Pero la situación económica de los obreros y trabajadores en general no era la mejor. Sus salarios se veían cada vez más deteriorados por la creciente inflación. El único instrumento que ellos tenían era la negociación y la presión huelguística. Por tanto la propuesta gubernamental (de suspender derechos sindicales básicos) fue tomada como una provocación. Por ello que la CUT (más varias federaciones obreras y de trabajadores) convocan a un paro nacional de 24 horas a fines de noviembre de 1967. La adhesión al movimiento fue enorme y tuvo una fuerte repercusión política y mediática. Incluso el propio gobierno reconoce que habían paralizado más de cien mil obreros y empleados. Los sectores más dinámicos en la jornada fueron los mineros (cobre, salitre y carbón) lo mismo ocurre en Huachipato y otras faenas ligadas al acero. Con menos intensidad pero no despreciable concurrieron trabajadores de industrias textiles, obreros de la construcción, trabajadores bancarios y de la administración pública. Los pobladores tampoco estuvieron invisibles el día del paro. Ellos, como expresión de rechazo salieron a calles y avenidas a obstruir el paso de la locomoción colectiva. Los incidentes fueron múltiples y dispersos en todo Santiago. El resultado no podía ser otro, el mismo ya conocido por decenios: mueren cuatro trabajadores y un niño, a la vez que dos dirigentes de la CUT son detenidos y condenados a 61 días de relegación.

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Pero también se dieron luchas obreras particulares y radicales. Una de ellas fue la protagonizada por los obreros de la industria Wagner, Stein y Cía. Conocida como SABA. El 1ª de junio del año 68 iniciaron la huelga legal los trabajadores de esta industria. Esta paralización de faenas se efectuaba en el marco de la legalidad vigente, toda vez que habían agotado todos los caminos legales. Por varias semanas (como era de costumbre) los empresarios guardaron silencio ante las peticiones obreras. En silencio, pero no inmovilizada la parte patronal realiza una acción que tuvo un carácter provocador. A mediados del desarrollo de la huelga el empresario-administrador de la planta ordenó sacar un sinnúmero de materiales de las bodegas. Ello significaba que varios trabajadores tuvieran que realizar esta labor, lo que en la práctica los convertía en rompe-huelgas (krumiros) situación que el sindicato y demás trabajadores lo impedirían porque era un derecho legal el que estaban ejerciendo. Esto fue suficiente para que el dueño de SABA denunciara ante las autoridades del Trabajo y solicitara la pérdida del fuero y autorizara la caducidad de los contratos para los dirigentes. La exasperación cundió entre los peticionarios procediendo a tomarse la industria el día 22 de julio. A la cabeza de este movimiento estaba el joven sindicalista Pedro González Rosales. No obstante la llegada “de sangre al río” no impedía que las negociaciones, presiones y conversaciones se retomaran y suspendieran, como un rito religioso. Más aún, no faltaba la ocasión en que se hablara de un “avenimiento”.

Pero también hubo rumores de mayor reacción de parte del

empresario, quien (se dijo) habría pedido el desalojo de los trabajadores. Ello llevó a los dirigentes a entrevistarse con las autoridades del trabajo, quienes les aseguraron que nada de aquello era cierto, que no habría intervención policial para sacarlos de la industria. Tranquilos los sindicalistas se dirigieron a la planta tomada para reunirse con sus compañeros que estaban de guardia y comunicarles los dichos de la autoridad. Aún no terminaban de hacer cuando un contingente de cerca de 200 efectivos policiales del tristemente célebre Grupo Móvil, se presentó conminándolos a abandonar las dependencias de SABA. Al resistirse los ocupantes, Carabineros rompió las puertas iniciando el desalojo. Pero en los instantes que se verificaba el operativo policial (con toda la parafernalia represiva)

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estalló un incendio en las instalaciones. Este hecho fue motivo suficiente para apresar a los involucrados (incluyendo a todas la dirigencia sindical) y acusarlos, además de las leyes sobre orden y seguridad pública, del delito de incendio. Varios meses encarcelados estuvieron los 28 obreros, era otra forma habitual de imponer la autoridad en democracia. Por último tenemos a los estudiantes cuyas luchas ya hemos relatado exhaustivamente en páginas precedente. Basta recordar que están en plena lucha contra el vetusto andamiaje universitario. Era también otra forma de asumir la lucha por el ensanchamiento de la democracia. De la época es la consigna escrita en un lienzo universitario “El Mercurio miente”. Era la denuncia contra un consuetudinario poder fáctico de la clase dominante en Chile. A su vez los jóvenes secundarios avanzaban en organización y radicalización, pruebas al canto: se constituyó la Federación de Estudiantes Liceanos del Sur (FELISUR) organismo que agrupó a los Centros de Alumnos de los establecimientos ubicados entre las provincias de Osorno y Chiloé. La directiva quedó exclusivamente en manos de la izquierda expresada en militantes del MIR (FER) y las juventudes socialistas. La testera de esta novel organización fue ocupada por Miguel Catalán Febrero. Una relevante decisión política de los estudiantes fue la creación de una secretaria destinada a la “difusión obrero-campesina” que, según explicación de Miguel Catalán, cuya primerísima tarea fue tomar contacto con los cesantes con el fin de constituir un comité para luchar por sus problemas. A cargo de esta nueva instancia quedó el estudiante Hugo Cárcamo358. En la constitución de este nuevo organismo estudiantil sus gestores ofrecieron una declaración de “principios” con un nítido sello analítico marxista, expresando a su vez el compromiso de no permanecer neutral. Era la expresión de orientar una línea política de unidad obrero-estudiantil. “Nuestra sociedad está profundamente dividida en clases, en grupos. Está llena de contradicciones y antagonismos, pero nosotros los estudiantes, no permaneceremos como meros espectadores de esta situación, sino que sabemos perfectamente que nuestra responsabilidad será medida por la preocupación que 358 Liceanos a la Lucha. Revista Punto Final, Nº 84. Página 10. Julio de 1969. Santiago de Chile. Tanto Catalán Febrero como Hugo Cárcamo llegaron a ocupar cargos de relevancia en la estructura mirista nacional.

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tengamos frente a nuestra sociedad y ésta no puede ser otra que tomar una actitud crítica frente a una sociedad burguesa que se sustenta en una estructura económica que genera explotadores y explotados…”359

En esta atmosfera socio-política los miristas iniciaron las operaciones armadas, algunas de ellas con bastante espectacularidad e impacto en el mundo social y en los partidos formales (de derecha, centro e izquierda) y por supuesto en el propio gobierno. Las “expropiaciones” a los “ladrones del pueblo”, es decir a los bancos no dejaron indiferente a nadie. Todos, de una u otra forma, mostraron simpatías o animosidades. Hubo prensa, como el matutino “El Clarín (siempre junto al pueblo)” que llegó a titular “Los cabros del MIR pasaron a buscar la mesada”. Más allá de la espectacularidad de las operaciones, de las anécdotas juveniles de los participantes, están las razones y explicaciones que se dieron. También por cierto es necesario tener en cuenta la reacción y opinión del gobierno y la Democracia Cristiana; asimismo del resto de la izquierda chilena; especialmente por las circunstancias electorales que se estaban viviendo en la que estaban comprometidos fuertemente los partidos socialista y comunista. El gobierno tuvo expresiones de total rechazo y descalificación sobre los protagonistas de las expropiaciones. Juan Achurra, democratacristiano y Subsecretario del Interior los calificó de gánster cínicos rechazados por toda la izquierda. En el

mismo tenor y lenguaje lo hizo el inefable parlamentario

comunista Orlando Millas quién los reputó de “grupúsculos anticomunista de la ultraizquierda”; El Mercurio editorializó el hecho como una burla a la autoridad “misma del Estado y a la dignidad del gobierno, así como el ataque más implacable al estilo y método y método de los partidos de la izquierda tradicional”. No muy distinta fue la voz oficial del comunismo criollo que, a través de su diario El Siglo, tachó de aventureras las acciones del MIR360. La explicación mirista vino de boca de su Secretario General. Dijo que lo ocurrido en Chile no era distinto a lo que pasaba en el resto de América Latina, donde las 359 360

Ibídem Citados en Revista Punto Final Nº 87. Páginas 2 a 5.

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diferencias de clases, la explotación y la miseria de la población era una constante ya por años. Que lo que acontecía en el país no era diferente a lo que acaecía en el resto de América Latina donde el imperialismo yanqui y las clases pudientes se enseñoreaban en opulencias provocadoras. Que todo esto, especialmente en Chile, se topaba con el ascenso sostenido de las luchas obreras a las que se les respondía con brutales acciones represivas como en Puerto Montt, en El Salvador y en la comuna de San Miguel. Por tanto qué otra cosa podían hacer los revolucionarios,, qué otro camino podían escoger que organizarse (militar y políticamente) y prepararse. Este básico objetivo de los militantes revolucionarios requería financiarse por medio de “expropiaciones revolucionarias”. Para Enríquez existía un factor ético que los diferenciaba de la clase dominante; y por consiguiente no eran delincuentes o “gánster juveniles”: “El MIR a diferencia de los patrones de fábricas y fundos, no ha robado nunca a los obreros o a los campesinos. El MIR a diferencia del Ministro del Interior, Carabineros e Investigaciones, jamás ha asesinado a obreros y pobladores, ni ha torturado a hombres indefensos. Al contrario, las expropiaciones que hacen los revolucionarios en América latina no son para su lucro personal, sino para organizar la defensa de los trabajadores del robo de los patrones y de las balas de los gobernantes”361

El trabajo militar y las tareas pre y pos-electorales La situación no era fácil para el mirismo. En conjunto con sortear la represión (policial y judicial) debía resolver asuntos políticos de envergadura. Y uno de ellos era explicar y dar orientación a su militancia y adherentes ante la coyuntura electoral que se acercaba velozmente. Y este asunto no era un tema menor, de una u otra forma entrababa la puesta en práctica de la nueva estrategia, fue la coyuntura electoral de las presidenciales del año 1970. El MIR por razones obvias debía pronunciarse al respecto y aquello volvería a tensionar la vida interna; se tendría que tener mucha habilidad política para explicar una postura que resultara más o menos coherente. El MIR arrastraba por años la impronta de ser anti-

361

Jefe del MIR habla en la clandestinidad. Revista Punto Final Nº 87. Páginas 30

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electoralista y, naturalmente, no estaba dispuesto para pronunciarse de forma distinta. A más de un año del evento electoral el MIR se pronunció y fue bastante categórico diciendo “elecciones, no; lucha armada único camino”. Las razones de este rechazo eran múltiples; pero esgrimió algunas que tenían mayor peso histórico e ideológico. Señaló que las elecciones no eran otra cosa que un mecanismo para perpetuar un modelo de explotación capitalista a través de un “renovación formal de las partes constitutivas de esas estructuras”362; por consiguiente se adscribían a este camino legal, el de las elecciones, quienes tenían limitaciones serias en sus aspiraciones, circunscribiéndolas a combatir “al imperialismo y a un feudalismo agrario inexistente en Chile”363 por medio de un “gobierno Popular, en alianza con sectores de la burguesía”364. Pero aquellas organizaciones políticas cuyas aspiraciones iban más allá de eliminar el capital extranjero, combatiendo “a sus más íntimos aliados y representantes nacionales: las burguesías industrial y agraria”365. Además el sufragio (universal, informado y obligatorio) representaba un instrumento de coacción y conducción de las capas medias de la sociedad para los efectos que se pronunciaran políticamente, ya que de forma espontánea jamás lo harían. Por eso es que “en todos los países es sancionada duramente la abstención electoral”366. Pero lo más significativo de la proposición electoral del mirismo fue sentenciar que las revoluciones mundiales jamás se habían hecho dirigidas por las capas sociales “motrices” y no por la sociedad en su conjunto. En aquellos días, las clases propulsoras consideradas por los marxistas (y lo miristas así se declaraban) eran los obreros y los campesinos. Es esta la razón por la que “las revoluciones no se someten jamás a votaciones; es por eso también que los actos más democráticos como son las revoluciones, son realizados por los medios menos democráticos 362

Elecciones no, lucha armada único camino. Suplemento a la Edición Nº 74 de la revista Punto Final. Febrero de 1969. Santiago de Chile. 363 Ibídem. 364 Ibídem. 365 Ibídem. 366 Ibídem.

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imaginables”367. Después de esta sentencia ideológica era obvio que el MIR tenía que rechazar cualquier alternativa electoral. En términos sintéticos Miguel Enríquez aclara aún más esta impugnación a participar en las elecciones presidenciales del año 1970. En septiembre del mismo año declaró a la prensa que la tarea de la izquierda no era estar haciendo cálculos electorales “o pelearse por quién será el candidato, cuando las fuerzas que enfrentaran” estaban reprimiendo “al pueblo en las calles y torturando a los presos políticos”368. El alto dirigente agregó que n creían en el camino electoral para la conquista del “poder para obreros y campesinos” porque no “pasaba de ser un circo que cada cierto número de años montan los que gozan del poder y la riquezas para entregar falsa ilusiones a quienes esquilman”369. Miguel Enríquez alegó que el sendero de lo electoral había sido muchas veces transitado, resultando totalmente estéril. Los trabajadores, los desposeídos de Chile por años habían sufragado “por años, han elegido decenas de diputados, senadores y Presidente de la República, y cada vez son más pobres y más explotados”370. Pero no sólo descalificó el sistema; también invalidó al conglomerado de izquierda que competía en el torneo electoral. El dirigente mirista que menos creían “en una candidatura seudoizquierdista que agrupe a los promulgadores de la Ley de Defensa de la Democracia y a otras fuerzas tecnocráticas y reformistas burguesas”371. A pesar de estos dichos, el MIR suspendió las acciones a mediados del año setenta. Lo hizo pensando en las posibilidades que ofrecía el proceso electoral; toda la desconfianza en el sistema continuaba, pero no era tan utópico un triunfo de Allende. Lo más gravitante en esta tregua fue el deseo de no colocar a la clase trabajadores en la disyuntiva de “estar con el MIR o estar con Allende”372 lo que era visto como una contradicción de la política mirista: “…en el MIR, se daba una

367

Ibídem. Jefe del MIR habla en la clandestinidad. Óp. Cit. 369 Ibídem. 370 Ibídem. 371 Ibídem. 372 Antecedentes del MIR. Escrito por Miguel Enríquez. Documentos Internos, página 179. 368

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ambigüedad, en el sentido que van a ir en la dirección de la lucha armada y no van”373. ¿Qué tan contradictoria era la situación en el MIR? Supuestamente no hubo mayor contradicción, sino más bien una flexibilidad política y un relativo sentido de la realidad política. La candidatura de Allende no se vio como perdida irremediablemente; por el contrario, al estar dividida la clase dominante en dos candidaturas, aumentaban las posibilidades de la Unidad Popular y, había fuerte entusiasmo en las capas populares. Un ex integrante de la Comisión Política y seguro debatiente de entonces explica: “…en un año pasan muchas cosas, sobre todo en un año electoral, entonces lo que nosotros fuimos percibiendo justamente porque el MIR se expandía en distintos sectores sociales, ¡Ptas. Es que las propias bases sociales estaban entusiasmadas con Allende!!...y que el Allendismo estaba prendiendo y de que era posible de que Allende ganara y que tenía un programa que en muchos aspectos era el mismo del MIR”374. Sin embargo otros militantes tienen una percepción distinta de esta historia. Para ellos la discusión en torno a la “cosa” electoral, en relación a la postulación de Allende a La Moneda, se hizo hasta el último minuto. No estuvo en el análisis mirista la claridad de que tendría éxito la empresa político-electoral de la Unidad Popular. Así lo reafirma otro destacado dirigente: “… yo creo que hasta el 4 de Septiembre, el MIR hace una discusión, frente al proceso electoral, vamos al proceso electoral, apoyamos a Allende o no, que actitud tomamos frente a la elección, pero no una estrategia en el sentido de ante la eventualidad de que gane Allende que posición llevamos, yo creo que esa discusión se debe haber hecho el 4 de Septiembre tipo 2 de la mañana, porque había una convicción de que no era viable un triunfo de Allende”375. Esta es la percepción histórica de la dirigencia mirista, con contradicciones más o menos de fondo. En cambio la de algunos militantes de base impresiona como distinta. En ellos operó el sentido común y un apegado sentido a la realidad 373

Entrevista a Rafael Ruiz Moscatelli. 01/ 2013. Santiago Andrés Pascal Allende. Entrevista. 07/12/2012. Santiago 375 Lautaro Videla Moya. Ex-dirigente del MIR entre 1969 – 1975 Miembro del Comité Central y de la Comisión Política. Entrevista 12/12/2012. 374

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inmediata que estaban viviendo. El recuerdo de uno de estos miristas, que además es provinciano, no habla de contradicciones; por el contrario, su opción política estaba francamente configurada: “…compadre yo tenía clarita la película, para mi Allende no era enemigo, para mí era un socialista que se las venía jugando hacía años, que los comunistas, los de mi pueblo, tampoco eran enemigos; algunas veces teníamos discusiones más o menos fuertes, pero de ahí a ser enemigos o traidores…no puh…eso si que no. Así es que yo igual iba a ir a votar por Allende, igual tenía esperanzas…y me pregunté más de una vez…y qué pasa si gana el “Chicho”…¿igual le vamos armar el cuento de la guerra o lo vamos a apoyar? Pa´mi que había que apoyarlo, votar por el Chicho y si no resultaba…bueno…ahí le dábamos al cuento de los fierros”376. Pero que se suspendieran las acciones armadas no implicó abandonar el trabajo militar. Meses más tarde (marzo 1971) le correspondió al mismo Enríquez explicar el cómo habían amalgamado en el período lo político y lo militar. Explicó Miguel Enríquez que una de las preocupaciones centrales del mirismo fue la defensa de un eventual triunfo de Salvador Allende en las elecciones presidenciales. Para tal cosa después de suspendidas las acciones armadas (pero no las “directas”) procuraron constituir un frente de izquierda, colocando extremo énfasis en estrechar vínculos con otros grupos del campo de los revolucionarios. En segundo término desplegaron esfuerzos políticos para vincularse con “lo que llamamos ‘sectores revolucionarios’, refiriéndonos a grupos ‘fraccionales o tendenciales’ que existen dentro de la izquierda tradicional”377, especialmente con corrientes del Partido socialista como los “elenos” y los “MR2”; el tercer paso dado fue formalizar los contactos con altos dirigentes de la Unidad Popular; toda vez que éstos se veían desarrollando desde hacía al menos siete meses. Una cuarta iniciativa fue “estrechar la relación con el PS, especialmente con el sector de ‘izquierda’, no ocurriendo lo mismo con el Partido Comunista, pero “sí con el MAPU a nivel de Dirección Nacional”. Pero no sólo del mundo político se preocuparon, no era la prioridad, así se había establecido.

376 377

Entrevista a “Víctor” militante de base en Concepción. Concepción, invierno del año 2007. Antecedentes del MIR. Óp. Cit.

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Para el MIR (según el análisis de Enríquez) lo gravitante era el espacio popular porque se ligaba a la estrategia de guerra revolucionaria; más en aquellos momentos de necesidad por construir una herramienta que contuviera un golpe militar contra el triunfo de la Unidad Popular. Aquella defensa haría partiendo de “dos bases: primero, que el objetivo era resistir frente a un posible golpe militar o por lo menos asegurar el desarrollo de una guerra revolucionaria de largo alcance, si no se obtenía el primer objetivo; y segundo, una estrategia que contemplara dos niveles de acción: el ‘conspirativo’ y el de ‘masas’”378. Dicha estrategia debía tener cuatro áreas. La primera, de carácter operativa (en su forma de conspirativa) contemplaba instrucción militar (especial) “a mayor nivel a las unidades operativas y a las Jefaturas de GPM y comisiones”; además debía desarrollarse un acopio más rápido de automóviles para las estructuras e iniciar “el estudio de situaciones operativas y de objetivos considerados importantes”379. En el ámbito de masas se orientaba el trabajo en los frentes sociales para constituir “milicias” y en paralelo considerar a las organizaciones intermedias (FTR, MUI, MCR, JPR, etc.) para aumentar el grado “de conducción, fundamentalmente

orgánico

en

los

frentes

de

masa”

y

así

entregar

adecuadamente las tareas de defensa “en una situación de golpe de estado” las que serían, entre otras, la toma de fábricas y construcción de las barricadas en las calles”. También se decidió “la fabricación de artefactos caseros”380. El trabajo de clandestinización mayor (no olvidemos que la dirigencia ya era clandestina) del partido se pensó como de primerísima prioridad ante la eventualidad del golpe de Estado. Por esto se hizo un trabajo de red con el fin de conectar velozmente a “las distintas provincias, el desarrollo de una red de casas de seguridad para una clandestinización masiva, y la conexión entre los distintos sectores dentro de cada ciudad”381. Una vez electo Allende, inhibido el golpismo de primera hora y ratificado por el Congreso, la tarea principal fue definirse ante el éxito de Allende (y de la Unidad 378

Ibídem. Ibídem. 380 Ibídem. 381 Ibídem. 379

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Popular) al escoger el camino electoral. No sería fácil para los dirigentes del MIR. Pero el argumento fue de peso y diluyó la incertidumbre de muchos militantes de base. Se explicó que una cosa era llegar al gobierno y otra conquistar el poder para los trabajadores y explotados de Chile: “Inmediatamente después del resultado electoral las tareas se centraron en definir nuestra actitud frente al triunfo electoral, plantear la lucha por avanzar desde el triunfo electoral al gobierno y de allí al poder, y contra la ofensiva reaccionaria cada vez más evidente”382. El mismo mes de septiembre, pocos días del triunfo allendista, se elaboró una política definiendo tres aspectos fundamentales. Obviamente que se reconocería el triunfo de Allende. Se reconoció la victoria electoral de Allende porque constituía “una conquista de los trabajadores que abría enormes posibilidades al proceso revolucionario”383. Por tener esta característica se le brindaría todo el apoyo necesario para defender aquel éxito, lo que implicaba “tareas de lucha contra la sedición en los planos políticos (otorgamiento de reivindicaciones, denuncia pública de la conspiración etc.), de masas (movilización de ellas en concentraciones, mítines de apoyo al gobierno de repudio a la conspiración etc.), económico (destrucción de la base económica del poder de la clase dominante) y militar y anti conspirativa (reivindicaciones a las FF.AA. trabajo de seguridad); de profundización y radicalización (apoyo en capas más pobres, rechazo a las garantías constitucionales pedidas por la DC)”384 Quedó claro que los miristas defenderían a Allende, frenarían cualquier intento golpista y desatarían tareas revolucionarias solo afirmándose en la movilización de las masas. Este esclarecimiento político lo debieron defender en la calle, de cara a las masas; no pudo ser de otra forma porque las acusaciones desde la vereda “tradicional” o “electoralista” les imputó oportunismo. De este período data también el reforzamiento (a cargo de Luciano Cruz) y reorganización del equipo de información, gracias al cual se pudo obtener con 382 383 384

Ibídem. Ibídem. Ibídem.

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antelación las intenciones, preparativos y acciones conspirativas de la derecha, especialmente los ocurridos en los días previos a la ratificación del triunfo de la Unidad Popular por el Congreso. Se desprende entonces que las tareas militares del mirismo, estuvieron orientadas especialmente a la defensa del gobierno de Salvador Allende. Y, será en el próximo período en que el MIR tendrá su mayor desarrollo orgánico. Será bajo el gobierno de la Unidad Popular (sin participar de él) el momento que los miristas tendrán el mayor influjo social y político hasta convertirse en protagonistas de la historia nacional.

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DOCUMENTOS DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS DEL MIR385 I El MIR se organiza para ser la vanguardia marxista-leninista de la clase obrera y capas oprimidas de Chile que buscan la emancipación nacional y social. El MIR se considera el auténtico heredero de las tradiciones revolucionarias chilenas y el continuador de la trayectoria socialista de Luis Emilio Recabarren, el líder del proletariado chileno. La finalidad del MIR es el derrocamiento del sistema capitalista y su reemplazo por un gobierno de obreros y campesinos, dirigido por los órganos del poder proletario, cuya tarea será construir el socialismo y extinguir gradualmente el Estado hasta llegar a la sociedad sin clases. La destrucción del capitalismo implica un enfrentamiento revolucionario de las clases antagónicas. II El MIR fundamenta su acción revolucionaria en el hecho histórico de la lucha de clases. Los explotadores, por un lado, asentados en la propiedad privada de los medios de producción y de cambio; y por otro, los explotados, mayoría aplastante de la población, que sólo cuenta con la fuerza de trabajo, de los cuales la clase burguesa extrae la plusvalía. El MIR reconoce al proletariado como la clase de vanguardia revolucionaria que deberá ganar para su causa a los campesinos, intelectuales,

técnicos

y

clase

media

empobrecida.

El

MIR

combate

intransigentemente a los explotadores, orientado en los principios de la lucha de clase contra clase y rechaza categóricamente toda estrategia tendiente a amortiguar esta lucha. III El siglo XX es el siglo de la agonía definitiva del sistema capitalista. El desarrollo de la técnica no ha servido para evitar las crisis periódicas, los millones de desocupados y la pauperización a causa de que en el régimen capitalista la 385

Aprobada en el Congreso Constituyente de 1965

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producción es social, pero la apropiación es individual. El sistema capitalista es su etapa superior, el imperialista, no puede ofrecer a la humanidad otra perspectiva que no sea el régimen dictatorial y la guerra como un intento último para salir de su crisis crónica de estructuras. Pretende ocultar en determinados períodos, su régimen de dictadura burguesa, ejercido a través del Estado opresor, hablando en abstracto de la libertad, pero sus contradicciones lo llevan inevitablemente al fascismo. IV El rasgo más sobresaliente de este siglo es el carácter mundial que ha adquirido el proceso revolucionario. Todos los continentes han sido sacudidos por la historia y la relación de fuerzas entre las clases ha cambiado en un sentido desfavorable al imperialismo. Un tercio de la humanidad –más de mil millones de personas- ha salido de la órbita del capitalismo y está construyendo el socialismo. El triunfo de la revolución en numerosos países atrasados ha demostrado que todas las naciones tienen condiciones objetivas suficientes para realizar la revolución socialista; que no hay proletariados “maduros e inmaduros”. Las luchas por la liberación nacional y la reforma agraria se ha transformado, a través de un proceso de revolución permanente e ininterrumpida, en revoluciones sociales, de mostrándose así que sin el derrocamiento de la burguesía no hay posibilidades efectivas de liberación nacional y reforma agraria integral, tareas democráticas que se combinan con medidas socialistas. La revolución en los países coloniales y semicoloniales no ha resuelto aún los problemas básicos del socialismo. Mientras la revolución no triunfe en los países altamente industrializados siempre estará abierto el peligro de una guerra nuclear y no se podrá alcanzar la sociedad sin clases. El imperialismo no será derrotado con la mera competencia económica entre los regímenes sociales opuestos en un mundo formal de coexistencia pacífica, sino por medio de la revolución socialista en los propios bastiones del imperialismo.

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V Las condiciones objetivas están más que maduras para el derrocamiento del sistema capitalista. A pesar de ello, el reformismo y revisionismo siguen traicionando los intereses del proletariado. De ahí que la crisis de la humanidad se concretiza en la crisis de dirección mundial del proletariado. Sin embargo, el proceso revolucionario de las últimas décadas ha producido una crisis en los partidos políticos tradicionales de izquierda y han comenzado a surgir movimientos revolucionarios nuevos que abren la perspectiva histórica para la superación de la crisis de dirección del proletariado. VI Chile se ha convertido en un país semicolonial, de desarrollo capitalista atrasado, desigual y combinado. A pesar de su atraso, Chile no es un país agrario sino industrial y minero. En 150 años de desgobierno las castas dominantes han retrasado la agricultura, la minería y la industria, han entregado nuestras principales fuentes de producción al imperialismo, hipotecando la independencia nacional con pactos y compromisos internacionales; han convertido Chile en uno de los países con más bajo promedio de vida, de más alta mortalidad infantil, de mayor analfabetismo, déficit alimenticio y habitacional. La trayectoria de las clases dominantes desde la declaración de nuestra independencia en el siglo pasado hasta el presente, ha demostrado la incapacidad de la burguesía criolla y sus partidos

para

resolver

las

tareas

democrático-burguesas

que

son,

fundamentalmente, la liberación nacional, la reforma agraria, la liquidación de los vestigios semifeudales. Rechazamos por consiguiente, la “teoría de las etapas” que establece equivocadamente, que primero hay que esperar una etapa democrático-burguesa dirigida por la burguesía industrial, antes de que el proletariado tome el poder. Combatiremos toda concepción que aliente ilusiones en la “burguesía progresista” y practique la colaboración de clases. Sostenemos enfáticamente que la única clase capaz de realizar las “democraticas” combinadas con las socialistas, es el proletariado a la cabeza de los campesinos y de la clase media empobrecida.

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VII Las directivas burocráticas de los partidos tradicionales de la izquierda chilena defraudan las esperanzas de los trabajadores; en vez de luchar por el derrocamiento de la burguesía se limitan a plantear reformas al régimen capitalista, en el terreno de la colaboración de clases, engañan a los trabajadores con una danza electoral permanente, olvidando la acción directa y la tradición revolucionara del proletariado chileno. Incluso, sostienen que se puede alcanzar el socialismo por la “vía pacífica y parlamentaria”, como si alguna vez en la historia de las clases dominantes hubieran entregado voluntariamente el poder. El MIR rechaza la teoría de la “vía pacífica” porque desarma políticamente al proletariado y por resultar inaplicable ya que la propia burguesía es la que resistirá, incluso con la dictadura totalitaria y la guerra civil, antes de entregar pacíficamente el poder. Reafirmamos el principio marxista-leninista de que el único camino para derrocar al régimen capitalista es la insurrección popular armada. VIII Frente a estos hechos hemos asumido la responsabilidad de fundar el MIR para unificar, por encima de todo sectarismo, a los grupos militantes revolucionarios que estén dispuestos a emprender rápida, pero seriamente, la preparación y organización de la Revolución Socialista chilena. El MIR se define como una organización marxista-leninista, que se rige por los principios del centralismo democrático.

Septiembre de 1965

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EL MIR Y LOS SUCESOS DE CHECOSLOVAQUIA386 A nuestro entender, los recientes sucesos checoslovacos deben ser analizados a partir de los orígenes históricos del problema. En el origen del socialismo checo gravitaron dos factores: 1.- Este no fue un proceso revolucionario cabal, sino que pesó en gran medida la presencia del ejército soviético, lo que no permitió que se creara una movilización de masas, una conciencia y una moral socialista, etc. 2.- Nació en pleno período stalinista, cuando las libertades se hacían aparecer como antagónicas con el socialismo, cuando se reducía el socialismo a la planificación económica y al aumento de la producción en toneladas de acero, cuando ejercía el poder y una capa de funcionarios y militares, la burocracia y no la clase obrera y el campesinado. La antigua dirección checa (Novontny) mantuvo todo aquello, y además permitió el traspaso a la URSS de parte del excedente económico checo, toleró la prostitución, estimuló el mercado negro de dólares, corrompió a sectores del pueblo checo en la búsqueda del confort, en la no solidaridad internacional, etc. Sobre estas bases se produjo el cambio de dirección en el PCCH. De allí que desde los inicios aparecieron dos corrientes distintas en el proceso checo: una, constituida por la capa de burócratas, hijos del stalinismo y depositarios de la riqueza material que les dio el socialismo, corriente que pretendió orientar el proceso por la derecha (relaciones con los EE. UU., con Alemania Occidental, parlamento burgués, subestimación del partido de vanguardia, etc.), esta corriente era fuerte: estaba en la dirección del partido, en la prensa, en el gobierno, etc. En este sector se afirmaban las maniobras de la CIA y del imperialismo. La otra corriente, constituida por jóvenes obreros y estudiantes, era la base social de las tendencias que buscaban la democratización del socialismo en términos marxistas y revolucionarios, entendido como un efectivo gobierno obrero y campesino. Pero esta tendencia, siendo mayoritaria, era débil, aún sin expresión política y recién 386

EL Rebelde, septiembre de 1968. Santiago de Chile.

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formándose. Si lo que la tendencia de derecha quería era la “restauración del capitalismo”, y si ésta no era otra cosa que devolver las fábricas a sus anteriores dueños y los campos a los antiguos terratenientes, los obreros y campesinos, que ya habían vivido el socialismo, de inmediato habrían reaccionado defendiendo sus anteriores conquistas. La evolución natural de los hechos habría llevado a dos precisas alternativas: o el triunfo de obreros y campesinos salvan el socialismo y además conquistan la democratización revolucionaria, o la tendencia de derecha crece y cuestiona realmente el socialismo. Sólo en este caso habríamos apoyado una intervención soviética, que en ese caso habría tenido dos precisas características que no tuvo la actual: 1.- habría contado con el apoyo de grandes sectores sociales checos en la lucha y 2.- habría tenido que respetar los procesos de democratización socialista. La burocracia dirigente de la URSS, frente al ascenso de cualquiera de las dos tendencias perdía su influencia, poder y beneficio económico. Entonces decidió inflar las tendencias de derecha, la intervención yanqui y de la CIA, para justificar así la intervención militar y lograr el aplastamiento de ambas corrientes. Repudiamos enérgicamente la intervención militar soviética en Checoslovaquia. Esta intervención no fue a la defensa del socialismo, que habría estado bien salvaguardado por obreros y campesinos checos, sino en defensa de los intereses de la burocracia de la URSS, y con claro contenido contrario a los procesos de democratización socialista. La repudiamos no en base al trasnochado principio de no intervención sino a su contenido. Nos habría parecido perfectamente legítima la intervención soviética si el socialismo hubiera estado efectivamente amenazado en Checoslovaquia, pero este no es el caso; más bien eran los intereses de la capa burocrática de la URSS, los cuestionados. Hay contradicciones en todo esto que deben ser aclaradas. Mucho de lo que los países invasores daban como desviaciones de derecha en Checoslovaquia y que entregan como justificación, son características que también tienen ellos:

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a) La acusación a los checos de querer abrir relaciones con Alemania Occidental, ¿la URSS y los países, socialistas de Europa no tienen relaciones con el más criminal de los países, los EE. UU., ¿no mantienen la URSS y el campo socialista relaciones diplomáticas y ayudan con créditos a las oligarquías criminales en América Latina, que masacra obreros y campesinos, y combaten a los revolucionarios? b) Los créditos que quiso obtener Checoslovaquia en los EE. UU. ¿no son los mismos que obtuvo ya Polonia, uno de los invasores? c)

Las medidas de ‘descentralización de la economía’ de ‘estímulos materiales’ y

de no ‘estímulos morales’,

de disminución de planificación socialista, la

‘valorización del mercado’ etc., ¿no son las mismas existentes en varios de los países invasores y que la URSS emplea? Creemos que todas las desviaciones de derecha deben ser combatidas, pero no sólo en Checoslovaquia sino en varios de los países socialistas, y no por medio de una intervención militar por parte de aquellos países que impulsan las mismas medidas y actividades. Hay también contradicciones en el Partido Comunista chileno: a) Por años, Jorge Inzunza y todos los dirigentes comunistas, mostraron a Checoslovaquia como un ejemplo de cómo un país podía llegar al socialismo por la vía pacífica. ¿A qué socialismo se llega, que según el PC chileno se justifica que a 20 años después sea necesario invadirlo para defender ese socialismo? b) La URSS justifica su invasión por querer el PC checo esta intervención. ¿En qué quedan las afirmaciones comunistas en la revista ‘Principios’ de luchar en Chile por un ‘gobierno popular pluripartidista’? Nosotros siempre hemos afirmado y creído que éste es un camino errado, pero ¿y el PC? Sabemos que este rechazo a la intervención será utilizado por la reacción y el imperialismo. Esta es responsabilidad de la URSS. Ya se escucha el griterío del imperialismo y sus secuaces radicales, nacionales, democratacristianos, etc., que

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rasgan sus vestiduras por el principio de la ‘no intervención’. Son los mismos que nada dijeron para las criminales intervenciones yanquis Santo Domingo, Vietnam y Cuba. Pretenden descalificar así el camino socialista. No lo conseguirán. Es tarea de las izquierdas revolucionarias del mundo demostrar que ese no es el socialismo por el cual combatimos, sino que esa es una desfiguración heredada de los períodos más negros de las primeras república socialista del mundo.

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ESTRATEGIA INSURRECCIONAL

MOVIMIENTO DE IZQUIERDA REVOLUCIONARIA 1968 ESTRAEGIA INSURRECCIONAL Antes de desarrollar las ideas básicas de nuestra estrategia insurreccional debemos aclarar que ésta no corresponde exactamente al período que vive nuestra organización. No es exactamente el quehacer actual sino, más bien la vía, el camino y el plan que se propone el MIR, como vía fundamental de toma del poder político. ES por eso que la enunciación de estos temas, enunciación breve por razones de espacio y de tiempo, aparece un tanto abstracta. Muy diferente sería si estuviéramos ya ante una lucha armada en nuestro país y nuestra labor consistiera en sistematizar lo que ocurriera. Trataremos, de todas formas de dar ante cada afirmación un hecho concreto que la corrobore para hacer nuestra exposición más comprensible y más ligada a la problemática concreta y diaria que está viviendo el militante de nuestra organización. Dividiremos en tres partes nuestra exposición:

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I)

Necesidad de la violencia y necesidad apremiante de la lucha armada

como objetivo predominante del actual período. II)

Posibilidad de la lucha armada en Chile.

III)

Carácter de la lucha armada en Chile.

a)

Lucha de masas o insurrección corta.

b)

Guerra revolucionaria prolongada e irregular.

I – NECESIDAD DE LA VIOLENCIA 1.- Esta discusión se ha planteado en todos los tonos y en todas las partes donde alguien se dice de Izquierda y se plantea como (necesidad) fundamental de la acción política revolucionaria. Sobre todo en nuestro país ésta discusión ha tomado características que van más allá de los puros militantes de la izquierda, participando en ella amplios sectores sociales, y, apareciendo en la sociedad, en su conjunto, como una alternativa clara y concreta que exige una definición. Unos en pro, otros en contra, esta discusión no ha pasado de ser solo eso, una discusión. Creemos que para los sectores desposeídos de esta sociedad, los eternamente oprimidos,

este tema no corresponde en modo alguno a una

discusión, sino que, por el contrario, es un hecho diario, fácilmente reconocible y elemento principal de aplastamiento que obliga a estos sectores sociales a permanecer en el actual orden de las cosas, a aceptar por imposibilidad de otro camino, la explotación, la sumisión frente a ella. Pero ante la explotación diaria del obrero y el campesino, ¿quién es el que ejerce la violencia como método de sumisión y aceptación de su condición de explotado? ¿Será puramente el patrón, el gerente, el explotador directo?

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La dominación de la burguesía se basa en la violencia burguesa (el Estado). Cuando más arriba decíamos que la violencia para el explotado es un hecho diario, constatable fácilmente, presente diariamente en su vida, aludíamos a aquella violencia ejercida principalmente a través de la explotación, a través del trabajo que desarrolla el explotado en la infraestructura, en la base económica del régimen burgués. Porque la apropiación del patrón del producto que el crea y produce, porque la expropiación diaria y permanente de mundo material cread por su propio esfuerzo involucra desde ya una forma de violencia visualizada diariamente por el trabajador. Porque cuando reclama de esa situación es expulsado de su lugar de trabajo, cuando se organiza y constituye junto con sus compañeros organizaciones permanentes de defensa de sus interese (sindicatos) es perseguido o chantajeado, cuando su opresión se traslada al lugar en que vive en miseria permanente, y con la imposibilidad práctica de alcanzar otro status, cuando es reprimido por tomar sitios, cuando es encarcelado por robos de luz o leña, cuando es acosado por la policía en sus lugares de diversión y cuando finalmente reniega de este orden social creado para explotarlo, se alza y rebela, cuestionándolo, tratando de liquidar a sus opresores y destruir el sistema entero; se encuentra con el ejército y la policía que lo asesinan o masacran, en fin, cuanto todo esto constituye su vida y cuando se desenvuelve en esta situación permanente, absolutamente nadie puede afirmar que su posición frente a la necesidad de la violencia y a la violencia en general constituya un juicio teórico, una afirmación alcanzada después de “estudiar” o de “aprender”. Más aún, hemos visto anteriormente que el proletariado una vez constituido como clase trata permanentemente de imponer sus intereses a aquella otra clase explotadora-la burguesía- empezando por pequeñas cosas, pequeñas acciones, obligándole a conceder pequeñas mejoras, se van organizando y concientizando para adoptar en una situación especial que hemos denominado, como crisis

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general del sistema, adoptar decíamos, como reivindicación fundamental, la toma del poder político y la construcción de una nueva sociedad, bajo su dirección. Aquella clase explotadora, trata a su ve de imponer sus intereses, trata de obtener la sumisión y la aceptación de la explotación que ella ejerce sobre el proletariado. Una sociedad estructurada de esta forma, basada en una pugna de intereses, en una lucha de clases, tendría lógicamente un destino: el aplastamiento de la minoría y por ende, e triunfo de los intereses de la mayoría, la creación de una nueva sociedad que respondiera al sentir de los demás. La situación evidentemente no es tan sencilla. Planteado ya le problema, ubicando la lucha de clases como elemento fundamental de la sociedad actual, aparece el interés lógico de la clase burguesa por sostener y mantener su dominación. Allí es donde encontramos la idea del estado, esa gigantesca máquina, esa superestructura política que crea la burguesía para que la defienda, ese elemento técnico militar creado para reprimir, estructurado única y exclusivamente para impedir el triunfo del proletariado. Máquina estatal que asegura la dominación burguesa, arma de explotación de la clase oprimida, es el componente principal de esta sociedad. De allí, entonces, y para explicarlo fácilmente, cada vez cada oportunidad en que la clase oprimida salte, cuestione el sistema, que no acepte seguir en esta situación, se verá enfrentada al brazo armado burgués y no habrá triunfo obrero sin antes haber barrido, aplastado o destruido aquellos aparatos. De ahí, entonces, como revolucionarios, como militantes de un partido que es vanguardia de los oprimidos y que se plantea como objetivo único y principal la toma del poder político. Establecemos como única manera de tomar el poder, (la destrucción de aquel brazo armado; ejército, policía).

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Es decir, mediante el ejercicio de la fuerza, de la violencia revolucionaria, será como tomaremos el poder, construiremos una nueva sociedad. Las clases opresoras, magníficamente bien resguardadas, por sus organismos represivos, no nos imponen la violencia como una de las salidas, como una posibilidad entre varias, sino como la única salida y posibilidad. Lo demás sería engañarnos a nosotros y engañar al proletariado, haciéndole esperar una posibilidad que nunca ha existido, ni existirá. Resumiendo lo dicho anteriormente y respondiendo a la pregunta que nos hacíamos al empezar este punto diremos; a) la clase oprimida (obreros y campesinos) no recitan discutir o estudiar, sí la violencia es necesaria o no. Ellos la viven diariamente ejercida por sus patrones y opresores. b) Toda lucha de clases que aspira a constituir al proletariado como clase dominante tendrá como tarea principal la destrucción del ejército, la policía y en general del estado burgués, cuerpos creados por la burguesía para defenderla de las mayorías oprimidas que desean salir de su situación. c)

La necesidad de la violencia, es pues, el único camino de toma del poder

Político. La antigua, discusión violencia o no violencia ha sido ya superada por la práctica. 2.- No obstante lo que decíamos anteriormente, la sociedad burguesa basada en la expropiación forzosa y violenta de los más por parte de los menos, no podría vivir permanentemente en un estado de guerra civil, de lucha armada entre las clases, de aplastamiento y destrucción física de una clase por otra. La práctica que vivimos nos demuestra así. A pesar de reconocer en nuestra sociedad los elementos

descritos

anteriormente

(violencia

permanente,

expropiación

permanente forzosa de los bienes materiales que producen las mayorías por parte de las minorías, aparato armado, militar de los opresores en contra de los oprimidos) no evidenciamos ni constatamos una guerra civil ni una lucha armada,

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entre las clases poseedoras y desposeídas de nuestro país. Más bien nos proponemos como objetivo inmediato crear esa situación, iniciar una lucha armada entre la clase proletaria y el ejército represor burgués. ¿Por qué? Sí reconocemos que la dominación burguesa existe en base a la explotación y a la violencia, tendremos que reconocer que cualquier mecanismo que asegure a la burguesía supervivencia del actual orden de las cosas, lo aplicara. Cualquier mecanismo que asegure que la clase oprimida permanecerá por un buen tiempo en esa situación será usado en beneficio propio de la burguesía. Si le interesa mantener su dominación tendrá pues que evitar los choques frontales con la clase dominada y hacerles de una forma u otra más llevadera su situación de explotados. Durante ese tiempo se enriquecerá más, oprimirá más, ejercerá más la violencia. La no existencia de un proletariado rebelde le asegura su impunidad. Estos mecanismos los hemos denominado mediatizaciones. Es decir, elementos coadyudantes de la dominación burguesa que trata de mantener a los oprimidos en su situación de tales, sin lanzarlos a un choque frontal con los burgueses. Estas mediatizaciones utilizadas por la burguesía son variadas y algunas muy sutiles que hacen particularmente difíciles para los revolucionarios demostrarlas como mediatizaciones a los obreros. Unido esto al dominio por parte de la burguesía de los medios de prensa y propaganda explican en buena mediada la pasividad que han observado nuestras clases proletarias durante un buen tiempo. Solo por nombrar algunas empezaríamos por la Moral. Le plantea al explotado la necesidad de trabajar (para la burguesía) y subir peldaños dentro de su labor. Asimismo a no “codiciar” o “envidiar” las riquezas de otros (riqueza que él produjo).Según la religión debemos resignarnos y aceptar los sufrimientos calladamente. Así solamente alcanzaremos una vida mejor que por supuesto no esta en la tierra. La Cultura (somos pobres porque somos tontos o ignorantes). El

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Trabajo (somos pobres porque somos flojos). Las Elecciones (si votan por cual o tal candidato su situación mejorará), etc., etc. La tarea para el revolucionario consistirá entonces en demostrar al obrero, que nos e trata de ser más o menos explotados sino por el contrario dejar de serlo. Que el responsable de sus situación es el sistema y contra él y la forma temporal que adopta (Gobierno y Estado) deberá luchar. 3.- Si determinábamos anteriormente que el arma de dominación de la burguesía lo constituye el estado, y que el Estado es el resultado del carácter irreconciliable de los intereses de las clases en pugna. Si al mismo tiempo calificabamos de estéril la discusión de Violencia o no Violencia, tenemos un segundo elemento de extraordinaria importancia para el tema que nos ocupa. Lo constituye la presencia del imperialismo en nuestro país. La Historia de América Latina y del tercer mundo en general nos demuestra sin lugar a dudas que el imperialismo acudirá a cualquier país o lugar donde vea sus intereses amenazados. Analizando las clases dominantes en Chile, hemos llegado a la conclusión de que no es puramente le burguesía chilena engendrada y desarrollada por el imperialismo, la que domina en nuestro país. Por otra parte Chile, no es una colonia yanki con presencia de tropas extranjeras y un gobierno foráneo. Evidentemente si la responsabilidad principal de gobierno, y la dominación principal la ejerce el imperialismo a través de un gobierno lacayo y una burguesía títere. De todo esto se desprende, que para calificar exactamente el tipo de dominación que existe y para determinar correctamente quién lo ejerce, lo atribuiremos a lo que hemos denominado como complejo social dominante.

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Este complejo social dominante formado por las burguesía dependientes es el que se opone a cualquier tipo de transformación revolucionaria en nuestra sociedad. Si antes teníamos un Estado burgués nacional con su componente principal, el ejército, y los aparatos militares en general como armas de represión del proletariado, tenemos necesariamente que añadir la presencia de otro Estado, de otro ejército, de otra gigantesca maquinaria militar represiva; la imperialista. La realidad de América Latina en estos últimos años, asimismo como la experiencia mundial de este período caracterizada principalmente por la guerra en Vietnam, plantea entonces a las clases revolucionarias de nuestro país un nuevo enemigo (que o es tan nuevo) una nueva maquina militar que aplastar, un nuevo ejército represivo que destruir: el yanki. No se trata tampoco de tomar la maquina estatal nacional, derrotando al ejército nacional y, a partir de aquí luchar con el imperialismo (como se dio en Cuba), tesis planteada por el Partido Comunista, que le sirve como argumento y justificación de las “vías pacíficas” que sostiene; sino por el contrario y la práctica misma lo demuestra, este complejo social dominante que se caracteriza por una militarización creciente actúa desde las raíces del proceso revolucionario. Cualquier proceso revolucionario, cualquier forma de amenaza al orden vigente engendrará inmediatamente la contrarrevolución armada con presencia, desde ya, del imperialismo, es decir, este no se reserva hasta el momento que el Estado nacional está a punto de caer por el empuje popular, cunado su intervención solo podría momentáneamente calmar la situación ya incontenible. El ejemplo más claro de esto lo tenemos en

Vietnam donde la sola

debilidad del régimen de Diem que no tenía en sus inicios resistencia armada de parte del pueblo vietnamita, lo impulsó a establecer bases militares e intervenir con tropas. Actualmente el ejército represivo del gobierno de Vietnam del Sur, así como su maquina estatal en general no resistirían un minuto sin la presencia yanki

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(la creciente experiencia guerrillera boliviana lo confirma aún más). Desde el momento en que se abrió la lucha armada, se hicieron presentes los asesores y militares yankis; que plantearon a los guerrilleros la necesidad inmediata de luchar contra ambos; el ejército boliviano y el ejército yanki. Concluyendo lo expuesto aquí reafirmamos lo dicho en el punto primero. La creciente militarización del complejo social dominante (burguesía-imperialismo) chileno plantea el problema militar y el uso de la fuerza y la violencia revolucionaria no ya como “posibilidad” sino como la “solución urgente de cada momento”. Es decir que no solo tomaremos el poder usando la violencia en contra de los enemigos nacionales, sino que también y desde los comienzos contra los enemigos extranjeros. De ahí que la antigua discusión (violencia o no violencia) pierde una vez más razón de ser. Pero a parte del papal de la violencia como el más poderoso y único para el cambio social, la violencia tiene además numerosos papeles que jugar. 4.- La práctica y la realidad social en nuestra sociedad hace aparecer a la violencia no ya como “la prolongación de la política por otros medios” sino parte inherente en ella que reacciona sobre la política en general. Cuando el ejército mata 8 personas en el Salvador, cuando mueren 6 pobladores durante el último paro Nacional cuando los campesinos son desalojados del fundo San Miguel, cuando Frei denuncia que cualquier intento subversivo “será aplastado por la fuerza de las armas”, no esta actuando ahí una forma particular de violencia ocasional que constituye una prolongación de la política verdadera “pacífica” del gobierno. Por el contrario esta evidenciando que la esencia de la política burguesa es la violencia, que tanto para mantener, sostener, y ejercer el gobierno y su política, precisa la violencia. Que no es un elemento al margen de la tranquila y a la vez estéril política diaria sino que se mantiene como sustrato permanente y vigilante como amenaza pendiente sobre cualquier tipo de peligro al orden vigente.

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De allí que la violencia como elemento ligado íntimamente con el accionar político reacciona y debe reaccionar sobre el desarrollo, orientación y formación del partido revolucionario. 5.- Al margen que en la sociedad capitalista la dominación de la minoría se mantenga por el uso que ella hace de la violencia mediatizada a veces pero como trasfondo permanente y “listo a actuar” al margen que las clases revolucionarias necesiten el uso de ella como única manera de conquistar el poder al margen de todo aquello, la construcción de una nueva sociedad por parte de las mayorías precisa como elemento importantísimo la utilización de la violencia como instrumento fundamental de supervivencia. La resistencia armada que hacen las clases poseedoras una vez que han sido expulsadas del poder político solo puede ser respondida por la utilización a fondo de la violencia revolucionaria de parte de las nuevas clases que han tomado la dirección de una nación. Lo que se denominó terror Rojo en Rusia durante la guerra civil; la caza de espías y agentes y la represión a la invasión yanki en Cuba responden a la necesidad de defender el nuevo orden social de los embates de la reacción que pretende reconquistarlo. 6.- Asimismo para creación misma de una sociedad socialista el proletariado necesita de la destrucción de la antigua maquina estatal represiva creada en beneficio de la minoría para sostener su dominación. Ya Marx planteaba como necesidad de la nueva revolución proletaria que se avecinaba la destrucción, el aplastamiento de aquella máquina burocrática y militar parasita como condición previa a cualquier intento de desarrollar una nueva sociedad. De otra manera el proletariado victorioso se encontraría atrapado en tal maraña mecanismos ligados por el orden antiguo que harían imposible su intento de crear una sociedad de nuevo tipo.

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“Conclusión”: 1.- La dominación burguesa se basa en la violencia y es por lo tanto la única manera de conquistar el poder político. 2.- La dominación burguesa utiliza mediatizaciones para evitar el choque frontal entre las clases. Estas mediatizaciones le sirven naturalmente a ella para sostener con menos problemas su dominación. 3.- La presencia del imperialismo la impone aun más como solución vigente a cada momento. 4.- Variable permanente de la política, por otros medios, ni la prolongación de estos, sino parte inherente de ella. 5.- Elemento fundamental de supervivencia del nuevo orden social. 6.- Papel de catalizador social es decir, instrumento de cambio y transformación social. II.- POSIBILIDADES DE LA LUCHA ARMADA EN CHILE Pasaremos revista a las llamadas excepcionalidades de Chile que según los reformistas negarían o harían hipotética la posibilidad de iniciar y desarrollar una lucha armada en nuestro país que condujera al éxito a las clases revolucionarias. Es frecuente oír de boca de estas personas como argumentos “irrebatibles” que ellos no impondrán un estilo de lucha que la población no capta; que las condiciones, léase situaciones revolucionarias no están dadas en Chile que todavía falta mucho para que la gente se de cuenta, etc., etc. Aduciendo que las contradicciones generales de la sociedad capitalista no habían madurado, que la gente solo luchaba ya por mejorar un poco su situación y que había que dar cauce a la satisfacción de este objetivo, deducía ellos, de que el papel de revolucionario que comprendía el error debería esperar a que la

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situación llegara, generando con ello un salto cualitativo de la conciencia revolucionaria ya no se lucharía por mejorar un poco este sistema. Ahora se pretendería destruirlo. Al decir de Trosky consiste “que los problemas objetivos implícitos en las contradicciones de la industria y de las clases, penetren en la conciencia de las masas vivientes y crean nuevas correlaciones de fuerzas humanas.” Frente a esto nosotros introducimos nuevas variables. No creemos en primer lugar que las situaciones, ese proceso de penetración progresivo de las contradicciones objetivas en la conciencia de las masas sea un elemento independiente del quehacer de una vanguardia. Que el papel de la vanguardia sea esperar este desarrollo, que los acontecimientos sigan su curso natural espontáneo y actuar en el momento “justo”. Por el contrario una vanguardia político revolucionaria organizada, sólida, y madura puede actuar de tal modo sobre dichas contradicciones trasformándolas en su reflejo y expresión e imprimiéndole el curso que ella estime conveniente. Se transforma así en un elemento dinamizador que posee la facultad de transformar activamente dichas circunstancias. Evidentemente que dicha vanguardia se creó y fortaleció como reflejo de una situación en la cual ella no tuvo nada que ver: el triunfo de la burguesía sobre el antiguo régimen feudal y consecuencialmente la aparición del proletariado. Pero una vez creada dispone de capacidad y posibilidad de intervenir en el desarrollo social y en sus inherentes contradicciones internas. Ya no más pues, el esperar que las situaciones revolucionarias se desarrollen en Chile, ya no es más el papel de espectador atento al proceso social sino por el contrario esas situaciones las creará la vanguardia cunado lo estime conveniente y cuando exista una mínima base material que lo posibilite. Tampoco

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el proceso social se desenvolverá independientemente de ella; podrá manipularlo y desarrollarlo en el sentido correcto. El papel de la vanguardia es más relevante aun, cuando nosotros distinguimos dos etapas en el proceso revolucionario. Etapa del inicio de la insurrección y etapa del asalto y destrucción del poder Burgués. Nuestro quehacer actual es entonces el que hacer que se fijó la vanguardia para abrir la insurrección y ya no tanto la expresión espontánea de las masas en este período. Un hecho insurreccional que se produzca en este período, no será una acción espontánea de las masas que en él intervienen sino que servirá a propósitos agitativos y propagandísticos de la vanguardia. Una manifestación callejera y un enfrentamiento violento con la represión corresponderá a la necesidad política de a vanguardia en ese momento y no tanto a la posibilidad de enfrentamiento callejero que hubiera. Ambas alternativas se han dado hipertrofiadas en la historia. Por un lado esta la experiencia de Rusia en 1905. Una revolución, la participación mayoritaria en ella de las masas populares, el poder burgués temblando, una situación expectable para la Toma del Poder Político por el proletariado, pero ninguna vanguardia actuando, ningún dirigente revolucionario presente (a excepción de Trosky) el sentido del proceso revolucionario confuso para las masas, sus objetivos indeterminados, ignorancia de los métodos de lucha, etc. La falta de la vanguardia se tradujo en derrota de la revolución, en el encarcelamiento de los dirigentes de ella, un enorme retroceso posterior de la lucha de clases con un terror reaccionario implacable. La Revolución de Febrero de 1917 en Rusia fue aun más clara, ya que llegó a derrocar el poder absolutista del Zar. Una revolución proletaria mayoritaria que puso el poder en manos de la burguesía sin esta haber tenido ninguna

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participación en el proceso. En aquella oportunidad no se hallaba absolutamente ningún dirigente revolucionario en Rusia y la revolución espontánea de las masas entregó el poder a sus enemigos teniendo la capacidad de tomarlo directamente en sus manos. La falta y la falla de la vanguardia condujo a esta situación. En la revolución de Octubre el partido bolchevique se cuidaría mucho de repetir el error. Fuera de estos ejemplos están dotados las revoluciones europeas de antes de la segunda Guerra Mundial fracasadas por la ineptitud e incapacidad política del estalinismo. Es decir falta nuevamente de las vanguardias. De allí entonces que el accionar espontáneo de las masas nos basta, es insuficiente al no existir una organización que controla los acontecimientos y les imprima un desarrollo lógico. El otro extremo no es menos peligroso y desde ya la desechamos. Constituye la llamada conspiración, es decir, la vanguardia que al margen de cualquier situación revolucionaria no tomando en cuenta las contradicciones objetivas y subjetivas se lanza a actuar creyendo que con ello va a suplir la falta de las contradicciones. De esta forma se aísla y frecuentemente combate y es aplastada solo ante la indiferencia popular. La historia guerrillera en América Latina proporciona abundantes pruebas en este sentido. Continuación: PROBABILIDADES DE LA LUCHA ARMADA EN CHILE Las Excepcionalidades Chilenas:

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A pesar de existir una gran variedad de argumentos e impregnaciones que supuestamente cuestionarían la posibilidad de una lucha armada en Chile, tocaremos solo aquellos, que por ser de uso corriente, el militante de nuestra organización tiene que enfrentar diariamente. No creemos que esto se resuelve puramente en un choque de ideas, refutación de argumentos, ni por la posición más clara al respecto. Fuera de toda consideración teórica esta realidad práctica y concreta, determinante final de toda discusión o concreción de posibilidades; es decir, la práctica misma, y la posibilidad que tengamos de influencia es la que abrirá o cerrará el paso a quienes plantean la lucha armada como necesidad apremiante del actual período: 1.- Se conoce en primer término que Chile es una democracia y no una dictadura; las posibilidades legales estarían aun abiertas. No habiéndose entonces agotado las posibilidades de lucha “cívica” sería estupidez o conspiración plantear en el actual período la lucha armada como camino fundamental. Por otra parte, la estructura democrática de la sociedad chilena abría posibilidad al chileno de solucionar sus problemas mediante estas vías. Rechazaría la violencia y afirmaría constantemente este estado de cosas que le asegura tantos beneficios y garantías. Reformistas y reaccionarios mezclados argumentan de esta forma aunque con sentidos diversos. Estas argumentaciones se afirman sobre un supuesto básico, el chileno estaría obteniendo más prerrogativas de la democracia. De ahí su interés de mantenerla y defenderla de los intentos que pretendan romperla. Creemos que a partir de esta enunciación dicha afirmación comienza a derrumbarse. Porque para el obrero y el campesino explotado la democracia significaría algo sólo en la medida en que la puedan usar, que signifique beneficios concretos y le ayude de una forma u otra a salir de su situación. En las fabricas, en las minas, en los campos, en las poblaciones, ellos vivencian una realidad que no se parece en nada a la democracia que parece contradecirle a cada paso. Porque cuando ve al patrón poseedor de los bienes materiales que él ha creado y que le han sido expropiados forzosamente, no esta viendo democracia sino explotación. Porque si protesta, lo expulsan del trabajo no

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pudiendo hacer nada

no teniendo nada que lo defienda, no esta sintiendo la

democracia sino la opresión; si por el contrario, no quiere ser cesante, tendrá que aceptar esta situación y someterse a ella; él no esta comprobando entonces democracia sino humillación. Si en su casa no tiene lo elemental para vivir no significa aquello democracia sino miseria y si su explotación significa la democracia evidentemente que no significa nada para él. Si anteriormente veíamos que bajo la idea de democracia iba explicita la idea del uso diario y permanente que el explotado debía hacer de ella, contamos por el contrario que en la vida diaria del trabajador no esta presente ni mucho menos la democracia ni la libertad. No pudiendo entonces determinar a la democracia como algo útil, que rinde beneficios concretos, pierde esta todo su valor, independiente de su valor filosófico o moral. No porque existan instituciones físicas, legales, creemos que el trabajador tema romper con ella, de lo que se trata es que participe y usufructe de la democracia y veíamos que no lo hace. Si vamos más allá del análisis comprobaremos que la democracia en último termino esta utilizada en la sociedad como mediatización que pretende suavizar los choques de las clases. La reacción del

explotado

es

evidentemente

una

reacción

negativa,

cuestionándola

constantemente y tratando de romperla aunque sea mediante pequeños logros al principio, comprueba que la democracia es algo como un muro donde cualquier intento de revolucionar la sociedad se estrella. Así es, como una derivación lógica de la lucha revolucionaria del proletariado implicará necesariamente el cuestionamiento de la democracia burguesa, que en su acción real esta sirviendo a la clase opresora. Así como el proletariado revolucionario destruirá a su paso los conceptos de “moral”, “honor burgués”, de igual modo pasará por encima de esta pseudo-democracia creada para explotarlo mejor Por otra parte, esta no es ninguna afirmación gratuita ya que la historia de la clase obrera revolucionaria lo comprueba. Detrás del empeño están las armas de la burguesía para afirmarlo. El que lo comprenda tendrá que luchar ahora con lo único que es propio de la sociedad capitalista, del único fundamento de su dominación, la violencia. También es falso que el chileno tema cuestionar la pseudodemocracia existente, lo que ha hecho repetidas veces, y lo esta haciendo a cada paso. La larga lista de

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muertos esta para comprobarlo. Aun la clase opresora ha cuestionado y cuestiona esta forma sutil de mantener narcotizadas a las masas, e impone medidas de fuerza cada vez más estrictas. La larga lista de golpes militares en América Latina, asimismo el abandono de posiciones demoburguesas que han sustentado en el pasado, de modo que podemos comprobar que hoy en América Latina hay una represión generalizada y constante contra las clases oprimidas. Que no hay que prepararse y para el enfrentamiento violento y vivir sólo el día. Creemos que dejar al azar el momento más agudo y dramático de la lucha de clases, es decir, cuando esta planteada la cuestión del poder, y entregar el proletariado inerme tanto políticamente como militarmente, constituye en el mejor de los casos una idiotez y en el peor una traición. La democracia no es pues un obstáculo real para iniciar y desarrollar una lucha armada en Chile. El momento actual esta incluso cuestionado. 2.- “El gran peso de las clases medias, su apego a las normas democráticas, su gran desarrollo y estabilidad constituiría- para algunos un freno a la lucha armada”. De la partida es necesario dividir en tres sectores a las clases medias: a)

Clase media alta

b)

Clase media propiamente tal, y

c)

Clase media baja

La primera con altos niveles de ingreso, coexistiendo con los actores proletarios efectivamente no estará como clase al lado de un proceso revolucionario armado. Su peso cuantitativo es mínimo. Y los dos últimos aunque relativicemos su peso cuantitativo (población activa y fundamentalmente urbana ya que la rural constituye solo un 0.4%) sufre aunque de un modo diferente el deterioro social. No siendo una clase que produce bienes de producción no esta afectada por la expropiación directa de ellos. Sus bajos niveles de ingreso que le mantienen en un estado de angustia económica esclavizada por los créditos, los impuestos, las

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dificultades que debe enfrentar para educar a sus hijos, constituyen sus mayores problemas y la transforme en una clase (no en el sentido clásico) que potencialmente ayuda al proceso revolucionario. Grandes sectores de las clases medias (profesores, S. N. S., etc.) han luchado activamente y continúan haciéndolo. Llevan a veces incluso, el peso de la lucha de clases (como lo constatamos a principios de este año) y están entregando diariamente sus exponentes

jóvenes

a

las

filas

revolucionarias,

lugar

donde

adoptan

completamente la ideología proletaria. Lejos de ser un obstáculo para la lucha armada tiene grandes papeles que desempeñar en ella. 3.- Demografía: Se dice que existiendo un 70% de la población urbana lo que se impondría entonces la lucha de masas. Fuera de las dificultades militares que presenta en sí la lucha armada urbana (asunto a analizar posteriormente) tenemos que entender que en una revolución la demografía no constituye un elemento definitorio. Es un antecedente importante, pero no definitorio ya que lo básico es lo político y programático. Las revoluciones rusa, china; habiéndose desarrollado en lugares distintos geográficamente, estuvieron determinadas ambas por el peso social y político que presentaban las clases sociales y no porque en determinado lugar exista más gente. Lo importante es el grado de conciencia y combatividad de las clases motrices de la revolución. Aquello es lo definitorio. Más aun, urbano-rurales no son excluyentes entre si sino complementarios. La revolución se debe entender como un proceso general, totalizante, y englobante, que integra realmente. Y no por influencia distante, desde un punto focalizado en el país, comprometiendo, envolviendo a un mismo ritmo su vida entera. Es evidente además que la imposibilidad práctica de poder triunfar a través de una insurrección generalizada y repentina impone a los revolucionarios nuevas formas de acción. No se trata de repetir mecánicamente experiencias pasadas que aplicadas a esta forma en Chile, harían imposible la toma del poder político,

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alguna vez. En todo caso lo urbano adquiere enorme importancia, por el peso político y social de los sectores obreros. Es justamente este factor el que imprime a

la

revolución

chilena

el

carácter

de

socialista,

es

decir,

luchando

permanentemente con los enemigos directos e inmediatos de los obreros: los capitalistas. Será la única forma de vincularlos orgánicamente a una lucha armada que surge a partir de la problemática vital que la clase obrera vive y no como injerto extraño. Lejos de ser un factor negativo, la demografía es un elemento importante, necesario de valorar, pero no definitorio sobre todo en la nueva concepción de la revolución que sostenemos. 4.- “Supuesto gran desarrollo orgánico y político con enorme influencia en las masas de la izquierda tradicional (PC) que se opone a la lucha armada”. Es necesario aclarar en primer término que la acción de cualquier partido, reformista o no, no actúa directamente sobre las bases materiales de la sociedad. Estos tienen su propia mecánica y en la sociedad capitalista más bien determinan que son determinadas por la voluntad de los hombres. Es así como la lucha de clases determina ella sola acontecimientos como los de los campesinos en San Miguel, de los obreros de Saba, etc. El agudizamiento de estas situaciones impondrá a la clase obrera la necesidad de definirse ante alternativas nuevas, al comprobar la esterilidad de las antiguas. Ningún partido por fuerte que sea puede torcer eternamente el desarrollo histórico de los hechos. Si a esto añadimos el extraordinario éxito del MIR que esta teniendo en los sectores obreros, su vertiginoso crecimiento, la receptividad general que encuentra a cada paso frente a sus planteamientos, comprobados estar ya frente a una solución. Las alternativas reformistas estuvieron y están siendo cuestionadas, desvirtuadas (quizás inconscientemente) por los mismos sectores que dicen representar. En realidad son débiles tanto política como orgánicamente; su militancia en sí es escasa y su actividad diaria descansa en el activismo rentado. Su control y esfera de influencia es difuso, blando, e incoherente, puesto que expresa (y este aun lo esta haciendo como imposición, donde no surge un espontaneísmo que les de la razón más bien que el espontaneísmo les contradice teniendo que luchar con él)

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más, que movilizan. Creemos finalmente, que aunque la presente etapa se repetirán los choques con la desesperación que sienten al ver como grandes sectores los aleja. Su trabajo político no excluye para las masas, una salida armada. La esterilidad del juego político que han mantenido hasta ahora, hace concluir para muchos que solo queda el camino de la violencia, la violencia revolucionaria; conclusión y disputa que afecta incluso a sus militantes. De todas maneras creemos que el elemento definitorio lo aportará la lucha armada en (sic) que superará las polémicas e introducirá un nuevo orden de definiciones. “PAPEL DE LA BURGUESÍA ROGRESISTA:” Creemos que a través de nuestra exposición, como asimismo lo visto en oportunidades anteriores se nos aclaran estos problemas. Cuando a cualquier tipo de burguesía quiere condenársele un papel de aliado como clase junto a los obreros, campesinos, evidentemente esta aprovechará la oportunidad para atenuar lo más que pueda los antagonismos de clase, la clase obrera no tiene porque aceptar las condiciones que sus patrones les imponen. Su tarea consiste ahora en destruirla. Cualquier maniobra que haga la burguesía no afectará ya más el frente interno de la revolución. Obligará a los obreros y campesinos a unirse y cohesionarse y a dar más duro contra sus enemigos. Perdiendo su papel de aliada en el proceso revolucionario y no teniendo ya que adaptarse a sus condiciones desaparece la dificultad. LAS ELECCIONES Aunque no corresponda directamente a nuestra materia trataremos muy sucintamente de abordarlo, debido a la hipertrofia que se ha hecho de ello y la gran importancia que adquiere en nuestro país en el actual período. Es necesario antes de determinar una política para él enunciar brevemente nuestra concepción desmitificando de una vez por todas su supuesta calidad de

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camino posible. Estando de acuerdo los marxistas que la elección constituye un arma de dominación de clase, arma que descalificaba ella misma cunado la veía en manos del proletariado; la solución se planteaba el determinar en que grado podría servir a las clases revolucionarias participar en procesos eleccionarios Lenin fue flexible en relación a ellos. Usándolos siempre dentro de los organismos de masas con una condición que la clase dominante no pretendiera salvarse traduciendo en votos los hechos insurreccionales que desarrollaba en las calles el proletariado. Posteriormente le concedió un papel a las elecciones en la medida en que sirvieran solo como índice del grado de madurez de la clase obrera, idea expresada anteriormente por Engels. Esto podría llevar a muchos a decir en la actualidad que tras esos mismos objetivos, nuestra participación en elecciones estaría justificada desde el punto de vista revolucionario. Sin embargo sí nos fijamos más en las ideas de Engels y Lenin, comprobaremos que estaban dichas en otro contexto y bajo supuestos radicalmente diferentes a los actuales. En un plano general como concepción totalizante de una elección le concedemos 3 características principales: a)

Hace participar con las mejores posibilidades a sectores sociales que no

constituyen fuerzas dinámicas y motrices de la sociedad; dichos sectores no teniendo intereses en dirigir a la sociedad y no constituyendo una clase aglutinada tras intereses comunes, no constituyendo un enemigo- directo de la estructura dominante ni siendo directamente antagónico de la clase obrera, fluctuando permanentemente de acuerdo a las condiciones que satisfagan un interés intermediario (conseciones que se multiplican durante un período electoral) no creadora de bienes de producción ni movidas por el interés de recuperarlos al ser metidos en un saco común con el proletariado; son usados cuantitativamente para votar en contra de él. Esa gran masa amorfa, inerte desinteresada retaguardia de todo proceso social termina pronunciándose contra la clase obrera, siendo fácil presa de la demagogia burguesa y adoptando finalmente la posición de la clase opresora. En periodos de crisis y tensiones sociales, cunado van afectando también sus intereses adoptan generalmente la ideología proletaria. Reconoce la

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lucha de clases, pero durante un acto electoral contribuye con sus votos a impedir el triunfo obrero. La retaguardia inconsciente somete así a la vanguardia consciente. b)

Es por lo que anteriormente veíamos que la vanguardia revolucionaria,

expresión genuina de los intereses de la clase obrera, representando siempre los intereses del movimiento en su conjunto, no puede permitir la castración de su acción ni la limitación de su actividad insurreccional; a veces, por respeto a la superestructura legal y jurídica burguesa, por la supuesta ratificación de ella por la voluntad mayoritaria de la nación. Es precisamente lo que quiere la burguesía. Ese supuesto cauce que abre a los anhelos populares tiene como primera intención aislar la vanguardia y – hacer aparecer sus métodos de acción como ajenos a la problemática miseria del explotado, obliga al mismo tiempo a respetar y considerar los procesos eleccionarios como la auténtica expresión popular. Todo aquello a quedado comprobado numerosas veces. Un ejemplo concreto lo tenemos en Santo Domingo luego que el pueblo luchó, combatió y murió por poner a Juan Bosh en la presidencia, al llegar la hora de la elección fue derrotado. No hay equivalencia entre las acciones insurreccionales y los votos. Otro ejemplo encontraremos en el caso francés, cuando el poder burgués se derrumbaba por los embates revolucionarios de la clase obrera, estudiantes, y el gobierno propuso ir a elecciones donde el clamor popular quedaría traducido en votos. Obviamente no cuestionaron la superestructura política de Francia sino la reafirmaban. El gobierno francés triunfó en las urnas y la vanguardia revolucionaria se vio obligada a detener a su acción ante la concreción de los anhelos populares que creyeron haber obtenido las masas francesas. En las dos oportunidades se

“salvó” el

sistema y la superestructura continuó gobernando. c)

Con respecto a la afirmación de Engels en el sentido de que el proletariado

podía medir el grado de madurez que había alcanzado participando del sufragio universal, creemos que Engels lo hacía bajo un supuesto que no se da en el caso

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actual. En efecto para Engels la participación en elecciones debía cumplir los siguientes requisitos previos: A)

en ningún momento detener o amainar la lucha de clases en aras de una

elección. B)

conciencia de todos que solo la insurrección armada podría conducir al

socialismo y no una elección. C)

demostrar ampliamente a la clase obrera el papel de una elección en el

sentido de que provenía de una superestructura política que le esta explotando. D)

amplia conciencia de que la tarea no era cambiar hombres que

determinados por un sistema iban a desarrollar una labor igual a las anteriores. E)

el grado de madurez se obtendría completamente solo a través de hechos

insurreccionales que crearían las masas. Es obvio que el planteamiento de los reformistas ante una elección es radicalmente diferente. El papel del estado burgués ha adquirido otro carácter: se vota por mejorarlo, por hacerle – conceder más cosas. Se confunde a las masas en el sentido en que un cambio de hombres solucionará su situación. No se plantea al sistema como el principal enemigo sino a un gobierno determinado, expresión temporal de él, etc. Por estas razones es que nosotros determinamos las elecciones como método. En un plano más coyuntural, relacionado con las próximas elecciones creemos que nuestra participación estará determinada por los siguientes objetivos: a)

ratificar una superestructura legal y jurídica que rechazamos, cuya función

única es mantener el orden de explotación y miseria.

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b)

es confundir a las masas enseñándoles a esperar todo del orden y la

legalidad que justamente son quienes aseguran su explotación y sumisión. c)

es mezclarse y confundirse en el gastado juego ya tan desprestigiado de la

política tradicional que a espaldas de la masa viene realizándose por décadas sin que las masas obtengan nada. d)

contribuye a abandonar a sectores escépticos de las elecciones y

frustrarlos al no presentarles una alternativa nueva y diferente, es decir, abandonar a la vanguardia ofensiva en virtud de esperar a la retaguardia, cosa que es inaceptable. e)

no frenar las aspiraciones de la “carrera política”; sólo una organización ya

combatiendo donde los hombres tengan decididos su destino a través de la lucha armada, donde los procesos son irreversibles es la que puede equilibrar la participación de los hombres en ella y aún así es difícil. III.- CARÁCTER DE LA LUCHA ARMADA EN CHILE Vista ya la necesidad de la violencia revolucionaria como única manera de conquistar el poder, elaborando una política frente a los mecanismos de institucionalización que lanza la clase dominante, determinando que las posibilidades para la lucha armada están abiertas en Chile, corresponde ver ahora de qué formas de lucha concreta nos valdremos para destruir el poder burgués y construir una nueva sociedad, qué características concretas asumirá en CHILE, por qué etapas pasará, etc. A.- GUERRA DE MASAS O INSURRECIÓN GENERALIZADA: Es la forma clásica de la insurrección armada en Rusia, en la revolución alemana de 1923 y 1919, en las republicas soviéticas de Hungría, Baviera, los

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soviets chinos de Canton y Shangai, etc. Tomaremos como ejemplo las revoluciones rusas de 1905 y 1917. Se caracteriza en primer lugar por un levantamiento simultáneo y total de la población que destruye en un momento el ya débil y agónico poder burgués. Cunado Lenin y Trosky largaron la insurrección lo hicieron para conquistar definitivamente el poder. La sistematización de la insurrección de masas esta en la carta denominada “El marxismo y la insurrección” que envió Lenin desde el exilio al comité central del partido bolchevique; concede 3 condiciones para que la insurrección pueda triunfar: 1.- la insurrección no debe apoyarse en una conjuración, un partido, sino en la clase más avanzada. 2.- debe apoyarse en el auge revolucionario del pueblo. 3.- la insurrección debe apoyarse en aquel momento de viraje de la historia de la revolución ascensional en que mayores sen alas vacilaciones en las filas de los enemigos y en las filas de los amigos débiles, indecisos de la revolución. Este tipo de levantamiento general de masas era eminentemente urbano; comienza a través de una crisis económica, que determinaba a su vez un movimiento ascendente del proletariado que pasa a través de una lucha reivindicativa, de huelgas, etc. Empezaban con pequeñas acciones que iban preparando el terreno para un levantamiento masivo; propaganda revolucionaria, intensiva agitación, que era llevada también a los campos, con incendios de casas, linchamientos, tomas de tierras, etc., se entrenaban agitadamente los cuadros militares, se provocaba deserción en el ejército, todo esto a vista y paciencia del gobierno incapaz que desprovisto ya de su arma fundamental; el ejército, veía acercarse el día de su destrucción casi impotente de defenderse. Llega el día acordado; en las noches se movilizan las secciones militarse revolucionarias junto a los soldados desertores; se toman los puntos vitales de la ciudad, y se emprende los primeros combates contra las tropas adictas al

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gobierno; en él, las calles se cubren de barricadas y el pueblo sale armado para conquistar el poder y dar comienzo al gobierno obrero. La lucha se da simultáneamente en todas partes, pero es interesante recordar la pugna que se diera en el partido bolchevique antes de comenzar la insurrección: por una parte Zinoviev y Kamenev opuestos a la idea de la insurrección hasta incluso traicionarla (denunciar públicamente el día en que se iba a realizar) y por otra parte Lenin y Trosky, al apoyar la idea de la insurrección fundaban su optimismo en el triunfo de esta, en la apariencia de fuerza que le confería el régimen de Kerensky y el mero, hecho de su existencia. Es decir, mientras Zinoviev y Kamenev temían arriesgar la revolución a un aderrota tremenda de la cual no se repondrían después de largos años que suponía la destrucción física de sus dirigentes, Lenin y Trosky argumentaban que no habría tal derrota por la sencilla razón de que no había nada sólido que la provocara. Sí intentaremos definir en una sola frase este tipo de insurrección, usaríamos los argumentos que uso Trosky en el tribunal militar que los juzgaba después de la derrota de la revolución en 1905. Un levantamiento de las masas no se hace; se él mismo. Es el resultado de condiciones sociales y no de un plan formulado en el papel. Una insurrección popular no se puede montar; solo se puede prever. Todo esto ya nos ubica en el terreno preciso que pretendemos alcanzar. ¿Cuánto de aquello tiene validez en el caso chileno y latinoamericano? ¿Qué presupone este tipo de levantamiento de masas? ¿Cuáles son las circunstancias que existen y que posibilitan aquello? ¿Qué supuestos básicos implica?, etc.; esto lo veremos a continuación. 1.- En realidad este tipo de insurrección al decir de Trosky no es algo que se pueda montar, planear ni preparar. El papel del revolucionario consiste en estar preparado para el momento del estallido social y actuar cunado el estallido se produzca, asegurándolo y dirigiéndolo. Es efectivamente lo que se produjo en Rusia; el partido bolchevique esperaba que una situación externa diera lugar a su

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accionar, que una crisis social y económica en la cual ellos no iban influir echara las bases y posibilitara realmente la toma del poder político por la clase obrera, al margen de desear ellos intensamente la revolución; no podían prepararla y su papel consistía en esperar que otros mecanismos la prepararan. Vivían claramente la contradicción entre las condiciones objetivas que planteaban y hacían necesaria la revolución a cada paso y las condiciones subjetivas que hicieran real la posibilidad de aquella. Fue así como la revolución de 1905 se produjo estando todos ellos en el extranjero (a excepción de Trosky). Cuando la acción espontánea de las masas cuestionó el poder, a partir de una serie de hechos que fueron concientizándolos, y preparándolos para el momento. La revolución de febrero de 1917 derrocó al zar y puso a la burguesía en el poder, tuvo la misma mecánica como asimismo la de octubre, donde ahí si la acción del partido bolchevique en Rusia haya sido innecesario, y que los mismos hechos se habrían producido sin haber existido este. Más bien sostenemos lo contrario. No creemos que ninguna toma del poder político ni ninguna revolución socialista hubiera tenido lugar en Rusia sin la actuación del partido bolchevique; ni que se hubiera constituido un gobierno obrero, ni que se llevara a cabo una guerra civil triunfante, sin la existencia de este. Pero la revolución misma ye l estallido y la eclosión social que conlleva tuvo lugar en el momento en que la situación política no creada por los bolcheviques así la posibilito. ¿Cuál era esa situación que en primer plano se planteó en la revolución Rusa? Fundamentalmente la primera guerra mundial y las consecuencias que trajo. Las grandes derrotas que sufrió el ejército ruso; la pobreza y miseria de los soldados que estaban en el frente, la gran cantidad de desertores que existía, la conversión de los regimientos del zar en los planteamientos socialistas, etc., que fueron las grandes determinantes de las dos revoluciones rusas. Allí entones existía un régimen social agónico con una extrema debilidad de las clases dominantes que se derrumbo con un pequeño embate y empujan a las clases revolucionarias. Para terminar diremos que la revolución rusa verificada a través de un levantamiento general de masas, constató una extrema y casi única debilidad de

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las clases dominantes rusas con un sistema capitalista que agonizaba (recuérdese que antes de la toma del poder político por el proletariado este ya había consolidado su control a través de los soviets y los sindicatos sobre los industriales y la producción. Asimismo recuérdese que la clase dominante rusa no contó con ningún ejército que la defendiera, fuera de los exiguos guardias del palacio de invierno. 2.- En segundo lugar, el grado de organización y combatividad de las masas era inmenso. La existencia de los soviets de por sí, crea en la sociedad rusa dos poderes (el llamado poder dual) con sus propias leyes, economía, justicia, policía, etc.; poder que era evidentemente un abierto desafío al poder burgués el cual no contó nunca con la capacidad orgánica de destruirlo. Es evidente asimismo que los soviets eran la organización más representativa de Rusia y hacía necesaria la existencia de ese otro poder gubernamental (de ahí nació la frase de Lenin: “todo el poder a los soviets”). El pode soviético era hasta tal punto real y completo que en los días que precedieron a la revolución de octubre este formó el comité revolucionario, dirigido por Trosky y fue él quien dirigió la insurrección, con el poder sobre todos los regimientos de la guarnición de Petrogrado que declararon no obedecer las ordenes de Kerensky y que al único organismo que obedecería sería a dicho comité. Y efectivamente así fue: la insurrección la hicieron los regimientos que estaban creados para defender a la clase dominante. 3.- Fuera de la organización propia de las masas, estaba también la propia organización de partido bolchevique que era un gran partido de masas, que contaba con cerca de 300 mil militantes en el momento de la insurrección con cerca de 30 periódicos repartidos por toda Rusia y con un control total y completo (al momento de la insurrección) de los frentes y organizaciones de masas, que lo hizo capaz de movilizar ala gran mayoría y encausarla hacia la toma del poder. CONCLUSIÓN:

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La revolución rusa y cualquier otra organización que usa el levantamiento general de masas como vía de toma del poder, precisa de las características siguientes: a)

crisis agónica del sistema capitalista, con gran debilidad de las clases

dominantes, incapaces a de sostener su dominación como consecuencia de una situación sumamente explosiva. b)

Alto grado de organización y combatividad de las masas, concreción del

poder dual. c)

Gran partido de masas con gran número de militantes, periódicos, etc., y

que supone el control de la mayoría de los organismos de masas y en general de la nación. Hasta aquí hemos descrito las características que asume esta forma de insurrección. Comprobar cuanto de aquello puede repetirse

el caso chileno y

latinoamericano que es lo que veremos a continuación: 1.- No encontraremos en general en Chile y América Latina un tan alto grado de combatividad suficiente y uniforme. El contexto sobre el cual se dio la revolución rusa creemos ya no es posible de repetirlo acá; si bien es cierto, en las sociedades latinoamericanas hay posibilidades de que lleguen a existir crisis económicas y sociales, eso no implica la debilidad de las clases dominantes ni una agonía del sistema. Todo ello es producto de que nuestras clases nacionales

son

supranacionales, dependientes en lo económico y en lo político del imperialismo, quien ya no teme imponer regímenes de fuerza que ya no cuentan con el más mínimo apoyo popular; es decir, a pesar de que las economías latinoamericanas y chilenas estén deterioradas y continúen permanentemente por este camino que trae como consecuencia un ascenso del movimiento obrero campesino con brotes de alta combatividad a veces, ello no implica que el sistema y la sociedad capitalista en su conjunto en todos sus planes, este agonizando y baste solo un empujón para derribarlo. La experiencia latinoamericana demuestra que los aparatos militares de la burguesía sobreviven a estas crisis y son posteriormente

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los pilares fundamentales de los nuevos regímenes de fuerza. Asimismo la presencia del imperialismo puede ayudar a que dichas economías se repongan momentáneamente de la crisis, por medio de préstamos económicos de último momento por ejemplo, lo que suaviza a ratos el antagonismo social. En resumen, las sociedades latinoamericanas no pueden llegar a crisis agónicas del sistema capitalista, que afecte a todos sus puntales, y que sean permanentes. Asimismo esto determina que no verificamos un tal alto grado de combatividad permanente y uniforme. 2.- Todo aquello platea como conclusión que ya en América Latina en general no se teme imponer un régimen que no cuente con el más mínimo apoyo popular, gobiernos que sostienen la dominación a base de la más indiscriminada represión y violencia contra los sectores desposeídos; la historia latinoamericana esta llena de estos hechos. Es por ello obvio que un alto grado de organización de las masas al estilo de los soviets, jamás será permitido por el complejo dominante (burguesía, imperialismo). Menos aún sería permitida la existencia de un gran partido revolucionario de masas, con enorme poder de difusión y propaganda que llamara a la insurrección armada y se preparara efectivamente para ello. Además la historia de las revoluciones fracasadas al estilo del levantamiento de masas, destruyo por largo tiempo a las vanguardias y a los cuadros más lucidos y preparados, hecho que se daría y se esta dando en la historia de América Latina. Por el contrario creemos que la emancipación del proletariado se plantea antes de que se alcance tan alto nivel de organización en resumen creemos: a)

una organización de masas revolucionaria que se prepara a la insurrección

armada no sería permitido y por el contrario, destruido incluso ante de que llegara a formarse. b)

Sin contar con tan alto grado de organización la posibilidad de una

revolución se plantea muy hipotéticamente con un levantamiento de masas con posibilidades de represión militar mucho más avanzadas que en la revolución

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rusa; la evolución del armamento permite que pequeños contingentes puedan derrotar a grandes masas, y aunque todo el ejército nacional se pasara al lado de los revolucionarios el enorme poderío bélico del imperialismo aplastaría un levantamiento masivo. Además es poco probable que el ejército burgués se pase al bando de los revolucionarios. Un ejemplo de seto lo es Santo Domingo; allí el pueblo estaba armado, el ejército casi en su totalidad al lado de los revolucionarios, un gobierno nacional casi indefenso, y sin embargo, desembarcan 40.000 infantes de marina y arreglaron en una semana la situación. EN RESUMEN: 1.- la política yanqui demuestra que sus métodos de represión no se quedan a medio camino y por el contrario se hacen masivos y generalizados y afectan a la totalidad de la población civil. 2.- es imposible crear un ejército revolucionario en las narices mismas del imperialismo y de la burguesía; este para crearse y para impedir su destrucción lo tiene que hacer combatiendo desde la partida. 3.- es más fácil dado la calidad del armamento derrotar a grandes masas mal armadas con pequeños contingentes de topas. 4.- levantamientos de masas ocurrieron separada y aisladamente en los países de América Latina, concentraron sobre cada uno de ellos el peso del imperialismo a partir incluso de los demás países latinoamericanos. Las revoluciones en cada país serían derrotadas, estando la posibilidad de liberación de América en su conjunto, es decir, a través de una revolución continental; la única manera ahora de derrotar el imperialismo. La consigna de “vietnamizar” a Latinoamérica sería impráctica a través de dichas formas insurreccionales. Por el contrario la manera de que la revolución continental se verifique es en términos de una guerra

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prolongada puesto que al cabo del tiempo los movimientos revolucionarios podrían encontrarse. CONCLUSIÓN: Creemos que en Chile ni en Latinoamericano tomará la insurrección forma de levantamiento general de masas e insurrección generalizada. GUERRA PRLONGADA E IRREGULAR: No porque los criterios se nos aparezcan como imposible quiere decir que las posibilidades de lucha armada en Chile están cerradas o condenadas al fracaso de antemano. De lo que trata es de organizar un partido revolucionario en las difíciles contingencias que se presentan. Es por ello que el definir el carácter que tomará nuestra guerra no es una forma práctica de realizarla, adaptándola a nuevas circunstancias. A partir de esta declaración desarrollaremos nuestra estrategia insurreccional. 1.- La guerra revolucionaria será esencialmente política y social, cuyo objetivo fundamental será la toma del poder. De partida establecemos claramente que la forma principal de lucha será la armada; que signifique una lucha de clases elevada a un nivel cualitativamente superior, diferente armado, que no será utilizada como mecanismo de presión o de autoridad hacia otras formas de lucha armada. La guerra civil en CHILE inminentemente política, se definirá, por sus objetivos políticos primordialmente; a la saga quedarán los acontecimientos militares. Las acciones tendrán fines políticos sin una clara distinción entre lo político y lo militar. Se levantarán planteamientos revolucionarios y la lucha ramada cómo única alternativa ante las masas populares. El revolucionario armado no es un militar revolucionario sino un político, el representante de una

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nación oprimida por la cual están luchando. Su tarea principal es hacer propaganda, agitación, diseminar las ideas revolucionarias, cuyo elemento de agitación más importante es la lucha armada en sí. La guerra es entonces el agente del cambio social y político revolucionario. Lanzará a una parte de la nación contra las fuerzas represivas y las clases dominantes. Será de una clase social contra otra que luchará en contra de la burguesía dominante tratando de destruirla, que ejercerá el antiimperialismo no enfrentando a la nación como un todo sino a través de la lucha de clases, contra sus aliados nacionales, es decir, enfrentando obreros y campesinos contra la burguesía “nacional” o extranjera. La destrucción del imperialismo como de su aliado interno, conllevará entonces la creación de un gobierno obrero que realizará una revolución socialista en Chile. Si anteriormente decíamos que la lucha armada es el agente del cambio revolucionario, la cabeza, el brazo derecho de la revolución, pretender realizar este cambio sin el apoyo de las masas es el preludio de un fracaso inevitable. Sin el apoyo y la ayuda del pueblo, la guerrilla sería un simple grupo de bandidos incapaz de sobrevivir. Es por ello que la guerra revolucionaria es a la vez popular; es una guerra de masas expresada en formas tácticas diferentes de la insurrección generalizada. Por ende la tarea central de la guerra revolucionaria es lograr que la población se transforme en militante. La guerra revolucionaria no es otra cosa que la capacidad de despertar en otros ese estado de ánimo que los lleve a adoptar la salida revolucionaria y armada como la única; por lo tanto, su tarea inmediata será ir ganando formalmente a la población, la derrota militar del enemigo, el desconcierto del gobierno, son tareas derivadas que vienen después. Su objetivo central es elevar el nivel de madurez revolucionaria de la población hasta llegar a un punto en que la revolución se generalice y las masas destruyen el orden existente y al ejército que lo defiende. Se crea un poder dual, y se cuestiona al poder burgués; funciona en las armas de los revolucionarios ya que no es fijo, ni establece ni funciona como una institución física al estilo de los soviets. Ya no se trata más de esperar a crisis externas al quehacer revolucionario que venga a derrumbar en burda medida ellos solos el régimen burgués. Tampoco se trata de esperar que aquellas crisis produzcan en la conciencia de los hombres

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la necesidad del cambio revolucionario. Se tratará de derrumbar ahora nosotros el régimen burgués, acelerando la concientización de las masas. Todo esto bajo el papel tremendamente dinamizado de la guerra revolucionaria en sí (es evidente que antes iniciada hay que completar ciertos requisitos previos, como asimismo que la madurez revolucionaria se alcanza siempre después de la infancia revolucionaria, pero eso no es materia de nuestra exposición por lo que no lo detallaremos ahora). 2.- Será Prolongada: Su carácter de prolongada no esta determinada por el tiempo físico que toma, sino por el tiempo que demora, ganarse a la población. Sí anteriormente decíamos que el objetivo predominante durante todo el período de lucha armada era transformar a la población en militante y elevar el nivel de madurez revolucionaria del pueblo y en consecuencia la participación popular hasta llegar a un punto en el cual la revolución se generalice a las masas y destruyan el poder burgués, evidentemente aquello se consigue a través de un largo período (China 27 años, Cuba 2 años, Argelia 8 años). De partida entonces, dos períodos en nuestra lucha armada: a)

inicio de la lucha armada (con un trabajo previo que es el que estamos

realizando actualmente). b)

asalto y destrucción del poder burgués. Es diferente entonces, de las

etapas de la revolución Rusa. En efecto cuando Lenin y Trosky realizaban la insurrección, es decir, daban inicio a la lucha armada y a la guerra civil, lo hacían esperando que el poder gubernamental se derrumbara al cabo de horas o días, a consecuencia de la insurrección popular, es decir, asaltaban el poder (la carta que anteriormente citábamos de Lenin contiene en efecto las premisas para que una insurrección de masas generalizada triunfase al asaltar el poder). Todo aquello estaba posibilitado por un largo período de agitación política y propaganda revolucionaria,

unido

a

la

crisis

externa

que

debilitaban

y

mermaban

considerablemente la fuerza del poder gubernamental. Al iniciar la insurrección los

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bolcheviques tenían una correlación de fuerzas tremendamente volcada a su favor. La situación en América Latina y Chile es radicalmente diferente. La correlación de fuerzas es favorable a los reaccionarios, a los yanquis y el poder burgués no se derrumbará por sí solo (las razones las dábamos anteriormente al realizar la crítica al tipo de insurrección caracterizada como levantamiento de masas). De ahí entonces que los revolucionarios inician la lucha armada con una correlación de fuerzas, relativamente desfavorables en sus inicios con el propósito a través de la guerra misma, de invertirla. Crear a través de la lucha armada las condiciones para asaltar el poder. Ya no hay entonces, un largo período de agitación y propaganda revolucionaria con creación de un poder Dual (agitación y poder dual que no podría ser defendido de la represión burguesa). Sino un largo proceso de lucha armada que en su curso y fin va definiendo la correlación de fuerzas a favor de los revolucionarios. Luego de desgastar al ejército burgués desangrar su economía, destruir su propaganda la lucha armada finaliza en un levantamiento de masas, con un ejército revolucionario con unidades regulares (milicias), que se enfrenta al agonizante régimen capitalista y de una plumada lo barre. Todo aquello se logra después de haber transformado a la población en su conjunto en militante revolucionario. A su vez este tipo de guerra prolongada posibilita convertir en realidad la continentalidad de revolución Latinoamericana, puesto que al cabo del tiempo los movimientos podrán encontrarse 3.- Será Irregular: Quiere decir esto que predominará estratégicamente en su conjunto, la dispersión sobre la concentración de fuerzas. A su vez tácticamente en cada lugar donde las fuerzas enemigas se atreven en combate con los revolucionarios, predominará la concentración sobre la dispersión de fuerzas. De acuerdo como Mao Tse Tung plantea: “Nuestra estrategia es enfrentar uno a diez y nuestra táctica es enfrentar diez a uno. Derrotamos a muchos con pocos, decimos refiriéndonos a las fuerzas gobernantes en su conjunto. Pero también

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derrotamos a pocos con muchos, decimos refiriéndonos a cada parte de las fuerzas enemigas con la que luchamos en el campo de batalla.” Se trata por lo tanto, de lograr la dispersión de las fuerzas enemigas sobre el campo de batalla para luego atacarlas concentradamente. Es la guerrilla (fuerza irregular) la que cumplirá esta misión de desgaste del potencial bélico adversario mediante el método de aniquilar cada vez pequeñas unidades enemigas. ¿Qué es lo que permite los éxitos militares a los políticos de la guerrilla? En primer lugar su gran movilidad que le impide ser cercada por el enemigo. No preserva territorio ni tiene establecimientos militares costosos o molestos, ni tanques que perder en batalla, ni guarniciones sujetas a cerco, ni buques de guerra vulnerables al ataque aéreo o aeroplanos propios que sean derribados, ni formaciones

que sean

bombardeadas,

columnas

motorizadas

que

sean

sorprendidas o bases y depósitos que no se puedan abandonar en el lapso de una hora. Presenta al enemigo un blanco muy invulnerable con su presencia constante pero huidiza e incorpórea. En segundo lugar y debido a su movilidad permanente, puede presentar batallas solo en

condiciones favorables. Cuando el terreno es favorable para sus

acciones, cuando los puntos débiles del enemigo han sido descubiertos, cuando esta cansado y desmoralizado y han sido inducidos a cometer errores, como asimismo las fuerzas revolucionarias están concentradas, sólo ahí presenta combate. Si estas condiciones no se cumplen puede retirarse o evadirse y esperar que aquellas se hallan reunido. Al decir de Mao; “cuando el enemigo avanza, retrocedemos, cuando se detienen lo hostigamos, cuando se fatiga lo atacamos, cuando se retira lo perseguimos.” En tercer lugar es capaza de mantener una ofensiva táctica permanente cuando la guerra estratégicamente y en su conjunto es defensiva. Ella es lo que decide en virtud de lo visto anteriormente, en virtud de desenvolverse en amplias zonas, generalmente inaccesibles para grandes columnas o vehículos blindados, cuando y donde hay que atacar. La defensiva táctica de la guerrilla es su muerte ya que le

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impide dar batallas en condiciones favorables y se le concede al enemigo. Esta ahora puede concentrar grandes fuerzas ante una pequeña guerrilla, puede realizar tranquilamente un cerco, etc., etc. Será obligación por lo tanto, de la guerrilla, amagar constantemente las fuerzas enemigas, para atacar allí donde sea más débil. En cuarto lugar tiene la iniciativa que es la que le permite realizar ofensivas tácticas constantes. Es ella quien comienza la guerra y quien decide donde y cuando hay que atacar. Su contrincante militar esta obligado esperar y mientras espera tiene que estar en guardia en todas partes. Asimismo tiene un gran recurso de métodos dictados principalmente, por su pobreza material, lo que le hace improvisar a cada paso, sorprendiendo con cada uno de ellos a su enemigo militar. Es decir, mantiene constantemente la flexibilidad. En quinto lugar la guerrilla no se empeñará jamás en batallas decisivas. Siendo la guerra de naturaleza prolongada destinada a crearle al enemigo una situación tal de desgaste que haga relativamente fácil su destrucción final, no arriesga jamás todo su potencial bélico (muy pequeño al principio) ni tampoco destinará sus esfuerzos solo a derrotar militarmente al enemigo. Siendo esto importante su objetivo primordial será el de aniquilar pequeñas fuerzas (al principio) y pequeñas unidades militares enemigas. Son todos estos factores militares principalmente los que permiten la superioridad creciente de las fuerzas guerrilleras como asimismo la debilidad e inferioridad creciente del enemigo. No obstante repitiendo lo anteriormente dicho, estos factores no son los únicos ni mucho menos, los que permiten el triunfo revolucionario. Todos estos factores se vendrían abajo sin el apoyo de la población, sin que la población sobretodo los del lugar prestaran su apoyo y su ayuda a los combatientes revolucionarios. En efecto no se podría escapar a un cerco

sin saber donde están ubicadas las fuerzas enemigas y para esto se

necesita información. Para descubrir los puntos débiles del enemigo también se le

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precisa. Para huir ante un ataque enemigo se necesita la colaboración. Una guerrilla no podría sostenerse un minuto sin los abastecimientos que le provee la gente del lugar, y depender de zonas urbanaza sido lo que ha hecho fracasar guerras anteriores. De allí es donde la guerrilla dará sus futuros combatientes, etc., etc. La población es para usar la metáfora de Mao, “ese mar donde la guerrilla nada como un pez”. Debe quedar muy claro entonces, que la población y la ayuda que esta presta es la clave de toda lucha y es lo que hace prácticamente invulnerables las fuerzas revolucionarias. El papel y los hechos del contrarrevolucionario o contrainsurgente como suele llamarse es radicalmente diferente de la guerrilla. Aun cunado estos suelen adoptar y existen tropas especializadas para ello casi la totalidad de las tácticas guerrilleras, incursiones nocturnas, emboscadas pequeño peso material y armamento especializado y no inútil no contando con el apoyo popular y siendo repudiados por este, manteniendo un orden social de injusticia, su labor es de todo punto de vista infructuoso, siendo más bien agente del cambio y no opositores a él. En efecto para luchar contra la insurrección inevitable tienen que aplicar la violencia contra el pueblo, añadiendo el odio popular como factor de cambio. Mantiene permanentemente un aposición defensiva tácticamente ya que esta obligado a proteger la propiedad pública y privada. Es necesariamente costosa ya que la necesidad de “mantener el orden” le obliga disponer de un enorme aparato material, constituyendo esto, en un embarazo, que le hace aun más vulnerable. Asimismo

debe

preservar

y

fortalecer

el

sistema

político

amenazado

permanentemente por los revolucionarios. Hace por ello su labor impopular a los ojos del pueblo. Finalmente diremos que este tipo de insurrección que no precisa aquel tremendo partido de masas que aludíamos anteriormente, como factor dinamizador en sí precisa de toda una labor previa donde su aparición se inserte en los anhelos del

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proletariado, como medio ante todo, fundamentalmente del cambio social y no injerto injusto a las masas, cuya problemática esta ajena a este tipo de lucha. Por último y aun cuando corresponda a nuestro tema, diremos que aunque el apoyo de la población es lo fundamental no es necesario que en sus inicios esta se constituya de hecho en lucha armada, labor que con el paso del tiempo irá cumpliendo la guerrilla, sino que efectivamente manifiesta su simpatía y acuerdo con esta última. De ahí la no necesidad del partido de masas. 4.- Se dará estratégicamente en el campo, tácticamente en las ciudades. Quiere decir esto que considerada en su conjunto la guerra será en las zona rurales donde se formará principalmente el ejército Revolucionario, donde estará situada la dirección revolucionaria y que la lucha urbana aunque de gran importancia, tendrá un papel subordinado en relación a la lucha en el campo. Las razones de esto son obvias. Si anteriormente decíamos que la movilidad de la guerrilla rural, su capacidad de entrar en el combate solo esta en condiciones favorables, era lo que le permitía mantener la ofensiva y la superioridad creciente, nada de esto lo verificaremos en la lucha de guerrillas urbanas. En efecto la no existencia de un territorio amplio e inaccesible, donde una guerrilla pueda moverse libremente hace que en la ciudades, un pequeño territorio y fácilmente controlable, un cerco equivalga casi a la muerte. Si en la guerrilla rural era posible elegir los puntos débiles del enemigo y dar batallas en superioridad de condiciones, en las ciudades el enemigo es tácticamente más fuerte en todos los lados. Sí en la guerrilla rural el apoyo de la población era fundamental y la existencia de confidentes enemigos no significaba un peligro tan grande, ya que la guerrilla podía ocultar sus movimientos a los habitantes del sector y aun el peligro de la infiltración de un espía enemigo en el seno de la guerra no equivale a su muerte, en las ciudades la infiltración de un espía en una unidad revolucionaria equivale a su captura. Además la población aunque preste su apoyo masivo a los combatientes revolucionarios, siempre es vulnerable a las torturas y presiones del enemigo, donde una delación también es fatal para los revolucionarios. Por último

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la existencia del bando revolucionario en las ciudades, queda a la larga descubierta y sus componentes capturados con las grandes consecuencias que aquello implicaría. En resumen el gran riesgo de vidas humanas y de material que la guerra de guerrillas urbana implica; su falta de movilidad, la gran vulnerabilidad frente a los espías, su existencia basada en el silencio de la población que tarde o temprano puede ser quebrada, etc., nos hace afirmar que aunque su papel sea de gran importancia, no adquirirá predominancia en relación a la guerra en las zonas rurales. Es el campo el que entrega estabilidad, seguridad, permanencia, mayor libertad de maniobras y movilidad que son las bases para la creación del futuro ejército revolucionario. 5.- No obstante aquello no implica que la lucha armada urbana deberá abandonarse por completo ni mucho menos. Teniendo en cuenta que es allí donde reside la clase obrera, sus lugares de trabajo y sus enemigos; los capitalistas; que es en las ciudades donde están ubicados los centros de utilidad pública y las guarniciones más importantes, que es donde reside la mayor parte de la población que posee condiciones urbanas de lucha, la importancia de la lucha armada es enorme. Aunque no se puede pasar de la lucha regular al cuestionamiento efectivo del Poder, impide que el foco insurreccional y las guerrillas rurales sean cercadas tanto políticamente, propagandísticamente como militarmente. Tiene gran importancia además ya que entrega apoyo de masas, ayuda material, distracción de la retaguardia enemiga y aunque las dificultades son inmensas, la necesidad de cumplir estas tareas las deberá operar. Contribuye con sus acciones de gran efecto, a crear un clima de guerra al que nadie puede sustraerse, más aun cuando la población es la que frecuentemente sufre el peso de la represión. Por último creemos que la lucha urbana para tener una aceptación y ligazón con la mayoría de la población. Deberá ligar sus acciones constantemente a la lucha de clases, única forma de ganar aquellos; lesionando y castigando permanentemente a los enemigos de

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clase del pueblo, lo que permitirá que luego de una etapa de simpatía de la población esta se entrega orgánicamente a la guerra. 6.- La lucha armada en Chile envolverá las más amplias formas de lucha supeditadas siempre si, a su forma superior, la armada. Es decir, que no por la necesidad de mantener una lucha armada irregular con participación de un relativamente

poco

número

de

personas,

olvidaremos

otros

tipos

de

movilizaciones populares que han constituido formas tradicionales de lucha de nuestro pueblo. Así la lucha por reivindicaciones económicas, huelgas legales e ilegales, toma de fábricas y escuelas, etc., las apoyaremos y más aun las produciremos en la medida de nuestras posibilidades de tal forma que supeditado inteligentemente a la lucha armada aparezca como hitos más del largo del proceso que se esta verificando. Asimismo a las luchas callejeras como todo tipo de enfrentamientos masivos con las fuerzas represivas serán apoyadas, como medios de ligazón cada vez más creciente con la lucha armada y no como fin en sí mismo, asimismo este tipo de enfrentamientos se deberá realizar sobre las bases de la seguridad de sus participantes, ya que masacres que sobrevengan (enfrentamientos callejeros con gente desarmada es una gran oportunidad de reprimir que se le brinda al régimen) pueden engendrar grandes retrocesos en la conciencia de los hombres. Asimismo no descartamos la posibilidad de levantamientos en el ejército burgués, aunque si como posibilidad

a la cual no subordinaremos nuestro

accionar. El ejército revolucionario cumplirá, en todo caso, el rol fundamental. Aunque estará en todo momento ligada a la lucha de clases no tenderá a la autodefensa como método. Este tipo de lucha insurreccional, en la cual sectores populares se apoderan de su trabajo o de una porción del territorio nacional y hacen una defensa armada que no engloba la nación en su conjunto en la situación insurreccional a un mismo nivel e intensidad y que por el contrario esta

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en un territorio donde reina la tranquilidad y la paz social, presente dificultades obvias que por ser conocidas por todos, nos limitaremos solo a enunciar: a)

Hay una confusión entre el inicio de la lucha armada y el asalto al poder.

b)

Arriesga a la población a una represión que no puede resistir o impedir.

c)

Le arrebata iniciativa y movilidad al combatiente.

d)

No ataca efectivamente al representante de todos los capitalistas, el Estado

Burgués y su brazo armado. Los ejemplos más claros de autodefensa los tenemos en la zona campesina de Merquelche en Colombia y en Bolivia en 1952 (ambas derrotadas). 7.- Esta forma de lucha armada no será obra de un grupo militar conspirativo, que aislado de la situación social y política pretende iniciar la lucha armada queriendo ser con ello el agente principal del proceso y de la movilización popular. El MIR se pronuncia decididamente a favor de la revolución en los países coloniales. Muy por el contrario creemos que el inicio de la lucha armada como su desarrollo y fin, será obra de un partido político revolucionario entendiendo este, como de nuevo tipo y no como una maquina burocrática y reformista institucionalizada. Existiendo en Chile un nivel creciente la politización acostumbrados eso sí a una política estéril realizada a espaldas de las masas, creemos que la adhesión popular del proceso revolucionario se verificará luego de un período de maduración y de posterior aceptación de los planteamientos revolucionarios. Es así como la difusión, la propaganda y la agitación de las ideas revolucionarias cumplirá dicho papel. No será una determinada acción armada lo que demostrará la justicia de la lucha, sí su necesidad, sino que por el contrario la discusión y el convencimiento demostrará aquello. Los hechos armados en sí no impulsarán las

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luchas de una clase obrera organizada, ni radicalizará sus objetivos. Entendiendo la guerra revolucionaria como un fenómeno esencialmente político es preciso la existencia de una organización, polo de atracción popular, vanguardia política efectiva, en torno al se den las luchas y se funda la adhesión. Posteriormente la magnitud y conformación definitivas se entregará a dicho partido, la lucha armada misma como asimismo esta última confirmará la doctrina y señalará con su ejemplo, las vías del cambio revolucionario. Aun en dicho instante de la vanguardia política será precisa. 8.- En síntesis de lo anteriormente dicho, la lucha armada en Chile tendrá las siguientes características: a)

será esencialmente desde sus inicios antiimperialistas y anticapitalista a la

vez. b)

tomará desde sus inicios el carácter de guerra social y de liberación a la

vez, siendo sus clases motoras obreras y campesinas. Asimismo no habrá cabida a alianzas con una supuesta “burguesía progresista”. c)

tendrá un carácter prolongado e irregular o guerrillero ligado en su

desarrollo, y permanentemente a la lucha de clases. d)

se desarrollará en el campo y en la ciudad teniendo mayor importancia

estratégica la lucha en las zonas rurales. e)

tenderá siempre a la formación del ejército revolucionario y del poder

revolucionario. f)

la clase obrera tomará también desde sus inicios un papel relevante y su

participación en la lucha armada urbana no tendrá solo el carácter de apoyo o

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diversión de recursos enemigos, sino que canalizará todo un proceso social que se expresará en su forma armada, siempre sobre la base de la importancia estratégica de la lucha guerrillera en el campo. g)

envolverá las más amplias formas de lucha revolucionaria sin exclusión de

ninguna. h)

se

entenderá

siempre

como

parte

de

la

Revolución

Continental

Latinoamericana. i)

desde sus inicios tomará gran importancia la estructuración de un partido

revolucionario de un nuevo tipo. BIBLIOGRAFÍA: 1.

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