Toldrà y Turina

December 4, 2022 | Author: Anonymous | Category: N/A
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Toldrà y Turina

Eduard Toldrà, compositor, violinista, pedagogo y aclamado director, nació en 1895 en una época de pleno resurgimiento cultural que alumbró en Cataluña artistas de la talla de Felip Pedrell —creador de la moderna musicología española y primer impulsor del nacionalismo musical—, Isaac Albniz, Enric Granados y Pau Casals, entre muchos otros, y en la que revivía el interés por la lengua y la literatura vernácula y por los movimientos artísticos y filosóficos modernistas que se desarrollaban en todo el continente europeo. A comienzos del siglo XX, el modernismo catalán dio paso al Noucentisme , un movimiento estético que proponía la superación de la tradición romántica y valoraba el equilibrio, la perfección formal y la sobriedad expresiva, el espíritu mediterráneo y el gusto por el clasicismo grecorromano. El pequeño Eduard comenzó sus lecciones lecciones de solfeo a los tres años de edad y sus estudios de violín a los cuatro. Debutó en concierto tres años después y en 1904 se trasladó con su familia a Barcelona para continuar sus estudios en el Conservatori del del Liceu y en la Escola Municipal Municipal de Musica de Barcelona; acuciado por la necesidad económica, su vida profesional como violinista comenzó a los doce años. En 1911 fundó el célebre Quartet Renaixement,         

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comenzando una exitosa carrera de diez años enespañoles la que presentaron totaldel de 207 conciertos que incluyeron muchos estrenos y algunasun piezas propio Toldrá, que comenzó por entonces entonces a dar sus primeros pasos en el camino de la composición. Ávido lector y enamorado de la poesía, celebró su lengua natal colocando versos catalanes en casi todas sus composiciones instrumentales y vocales y afirmó que era para él mucho más fácil escribir si se hallaba inspirado por algún texto. La vida intelectual y artística en Barcelona, sus amigos poetas abanderados del noucentisme , la influencia francesa, principalmente de Ravel y Debussy, y su propio interés por el tesoro folclórico de los pueblos catalanes alimentaron la imaginación de este artista que seguía las tendencias armónicas y melódicas de su tiempo y que afirmaba, sin embargo, que la música que mejor interpretaba y que más lo entusiasmaba era la de Bach, “siempre Bach.”

 

Los Sis Sonets  para  para violín y piano, compuestos en 1922, presentan una característica inusual: cada una de las piezas musicales está precedida por un soneto que lo inspira, inspira, a modo de p prefacio. refacio. Los autores de los p poemas oemas son Trinitat Catasús, Josep Carner, Magí Morera i Galicia, Joan Alcover, Anton Navarro y Joan M. Guasch. Según el músico y catedrático Oriol Martorell, estas piezas “no tienen mas en comun que la lírica interpretación de la naturaleza. Los poemas son, unicamente, un motivo de inspiración para el compositor, que ofrece una visión de las escenas y los ambientes evocados en los versos. No         

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existe, pues, un propósito de escribir música pintoresca o programática, sino el deseo de expresar las sensaciones que la poesía origina…” Toldrà no propone una correspondencia estructural directa entre versos y música, sino que música con el ánimo de transmitir y cantar el espíritu de los versos que evocan, en cada caso, la feminidad idealizad idealizada, a, la devoción religiosa, la unión de lo sacro y lo profano, la nostalgia por la vida rústica, el ansia de la identidad nacional y la unidad con la naturaleza, siempre al abrigo de los ideales noucentistas  de  de equilibrio y simplicidad. Las búsquedas originales del artista, vinculadas siempre a su cultura e infundidas en una obra que lograse trascenderlas y universalizarla universalizarlas, s, fueron también la preocupación y el impulso de otro gran compositor español: el andaluz Joaquín Turina, nacido en Sevilla en 1882. Pianista, compositor, pedagogo y conferencista, fecundo cultivador de la música de cámara, comenzó a los doce años sus estudios de armonía y contrapunto y se trasladó a Madrid en 1902 para estudiar piano con José Tragó. En 1905 empezó en París sus estudios superiores de piano con Moritz Moszkowsky y de composición bajo la guía de Vincent D'Indy en la Schola Cantorum: “En París perfeccioné todos los estudios de composición, y después, siempre estudiando, llegué a amar cada vez más una profesión en la que siempre se está aprendiendo…” En una conferencia pronunciada por el compositor en el Ateneo de Madrid el 10 de noviembre de 1942 a propósito de la obra de Isaac Albéniz, a quien consideraba el “punto de partida de la moderna escuela española de música,” Turina cuenta la siguiente anécdota: “Vamos a comenzar por un episodio que cuenta Antonio de las Heras, ocurrido en el otoño de 1907, en una pastelería de la rue Royale de París. Albéniz hace allí misión de apóstol, ante Manuel de Falla y ante mí, y nos anima a dejar toda influencia extranjera (influencia de fondo, se entiende) para seguirle en su tarea de hacer música netamente española. Que aquella reunión fue decisiva no cabe la menor duda, pero ¿qué idea tenía Albéniz y, apurando mucho, Falla y yo, de lo que suponía hacer música española?” Y más adelante lo explica así:

 

“¿Qué es la música española? […] A primera vista y cuando se trata de escribir música de ambiente español, lo primero que se ofrece a nuestros ojos son las danzas y las canciones populares y, adosados a ellas, muchas fórmulas, más o menos características. […] Es tan rico el tesoro de música popular, desde la punta de Galicia hasta Cádiz, que el entrar a manos llenas en él y utilizar sus ritmos y sus fórmulas es cosa que se halla al alcance de todas las fortunas. Sin embargo, no es esta la labor de un compositor, ni el fantasear sobre un tema popular constituye obra nacional y patriótica. necesario ahondar más,de mucho más, y penetrar en el alma de la regiónEsespañola que ha servido materia prima, de inspiración. Es un sentimiento que brota, espontáneo e incesante, de tal modo natural, que ni el mismo autor se da cuenta de él. Y el alma española vibra, sin necesitar coplas ni danzas. Es, pues, inútil, poner una etiqueta a cada pieza, para demostrar por su filiación popular que es española y que pertenece a determinada región." En julio de 1924 estrenó, junto al violinista Manuel Romero, El poema de una sanluqueña , fantasía para violín y piano en cuatro movimientos en los que “la música hace una curva, desde la coquetería del espejo, al rosario en la iglesia.” Este poema musical, musical, en palab palabras ras del composito compositor, r, “no se trata de u una na obra descriptiva, sino de un ensayo que pudiera considerarse como un estado del alma; es decir, que pretendo expresar un aspecto emocional completamente completamente sugestivo. Esto contrasta con mis obras anteriores, como La procesión del Rocío , por ejemplo, que son puramente descriptivas descriptivas.” .” En el marco de una conferencia pronunciada en 1936 en el Liceo Andaluz de Madrid, Turina expresó el fruto de sus reflexiones estéticas: “La incorporación del canto popular a la música puede revestir dos formas: bien el tema popular interviene tal como es, a modo de transplante; bien el compositor inventa el canto, imitando las fórmulas populares, o, ni siquiera eso, solamente palpita interiormente el alma y el sentimiento de una región española. Esto último es lo más difícil pero también lo más bonito. El compositor […] obedece a un impulso sobrenatural, que es la inspiración, y este elemento extrahumano se alza sobre el pedestal de la técnica.” Los Sis Sonets de Eduard Toldrá y El poema de una sanluqueña  de  de Joaquín Turina, estrenados con un año y medio de diferencia, nos introducen en una España en pleno auge de exploración y creación artística, desde la que fue posible afirmar, al decir del andaluz: “en música, como en todo, la letra es lo de menos, lo que manda es el espíritu.”

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