Tipos de Valor Económico

May 12, 2019 | Author: Aracely Olivares | Category: Ecosystem Services, Forests, Deforestation, Goods, Market (Economics)
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Diplomado VALORACIÓN ECONÓMICA DE ECOSISTEMAS, CON ÉNFASIS EN BOSQUES

Módulo II

TIPOS DE VALOR Y VALOR ECONÓMICO TOTAL DEL AMBIENTE

Por: Equipo Docente

M Ó D U L O II

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Valoración Económica de Ecosistemas, con Énfasis en Bosques

Introducción

El pensador griego Platón escribía que «sólo lo que es raro tiene valor, y el agua, que es la mejor cosa de todas [...] es también la más barata». En la afirmación se encuentra la idea de que no es lo mismo valor y precio, que no necesariamente coinciden. El valor sería lo fundamental (lo «ideal»). Aristóteles insistió en la distinción entre el verdadero valor de algo para las personas y el valor de intercambio (o precio): «Todas: las cosas que poseemos tienen dos usos [...] uno es propiamente el uso, y el otro, no tan propio, es secundario. Por ejemplo, un zapato se usa para calzar y se usa para ser intercambiado; los dos son usos del zapato». Siguiendo a San Agustín, para Santo Tomás de Aquino el valor de algo estaba relacionado con el divino propósito. Por ejemplo, comentaba que el precio por un caballo podía superar el precio de un esclavo, pero que el valor por un esclavo era superior dado que ostentaba una posición superior en el orden de la naturaleza de acuerdo a la creación divina. En el Renacimiento se volvió a la idea de valor como reflejo de la satisfacción personal por el uso que ya se encontraba en Aristóteles. Los empiristas británicos, en cambio, tomaron otra aproximación. Para John Locke, David Hume, Adam Smith y otros, el verdadero valor de las cosas estaba en lo que costaba producirlas. Éste era su verdadero valor, su «precio fundamental» o «precio natural» al que tendería el precio de mercado, más influenciable por los vaivenes de la oferta y la demanda. Principalmente los economistas Smith y Ricardo tuvieron mucha influencia en la diseminación de esta forma de entender el valor. Adam Smith distinguía además entre tipos de valor de forma parecida a como lo hacía Aristóteles. En palabras del autor de La riqueza de !as naciones, «Hay que observar que la palabra Valor tiene dos significados distintos, y a veces expresa la utilidad de algún objeto particular, y a veces el poder de compra de otros bienes que la posesión de este objeto comporta. El uno se puede llamar "valor de uso"; el otro, "valor de cambio". Las cosas que tienen un mayor valor de uso tienen con frecuencia poco o ningún valor de cambio; y, por el contrario, aquellas que tienen el mayor valor de cambio tienen con frecuencia poco o ningún valor de uso». Seguramente el origen del uso actual del concepto de valor, tal como lo usaremos en este capitulo, tiene su precedente directo en el ingeniero francés Arsène Jules Dupuit, quien a mediados del siglo XIX modelizó el concepto de «utilidad.marginal decreciente». El concepto no era nuevo, pero sí  sí lo lo fue su formulación en términos de curva de demanda decreciente. Así, Dupuit propuso que la curva de demanda correspondía a la máxima disposición a pagar por sucesivas unidades del bien o «el máximo sacrificio expresado en dinero que cada consumidor querría hacer para adquirir un objeto». Ésta era la medida del valor. A mismo concepto llegó el economista británico Alfred Marshall pocas décadas después con una formulación más matemática, y con mayor influencia nada exenta de polémica en los economistas de la época y posteriores. Utilizando este concepto de valor. podemos ver que en determinadas ocasiones. valor y precio coinciden. Se pueden «confundir» numéricamente, si bien responden a conceptos distintos. Si el valor de una unidad se interpreta como la máxima disposición a pagar por ella por los demandantes, y observamos en un mercado competitivo el precio del bien en cuestión, entonces para una unidad adicional del bien el precio y el valor coinciden. Ésta es la forma habitual de medir el valor de las cosas en estos mercados (para cambios relativamente pequeños en las cantidades consumidas). Sin embargo, la ausencia de precio de mercado no significa ausencia de valor. Sólo que su medida no es tan inmediata.

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Por muchos años, los productos que ofrecen los bosques han sido fuente de ingresos para millones de personas que viven en áreas rurales y otras que se encargan de la venta y transformación de los mismos. Sin embargo, muchos de ellos han sido subestimados a lo largo de la historia debido a que se han considerado productos prácticamente gratuitos. Tal es el caso de productos de los árboles como la madera, resina, gomas, carbón; animales silvestres y o sus derivados (pieles, carne, etc.); plantas comestibles y medicinales; hongos; suelo; y otros. En los últimos años, no solo los productos son valorados, si no también, y aún más, los numerosos y valiosos servicios que los ecosistemas forestales proporcionan, tales como estabilización climatológica, captura de carbono, protección de las funciones hídricas, conservación de la biodiversidad y suelo, entre otros. Hace sólo tres décadas, todavía no se había relacionado a la deforestación con el cambio climático global y la biodiversidad no era un concepto bien entendido. Actualmente los gobiernos, empresas y ciudadanos reconocen cada vez más el valor de la amplia gama de servicios que proporcionan los ecosistemas forestales. Ésta toma de conciencia, ha ido muy de la mano a diversos siniestros naturales que significan una carga para la sociedad, representando grandes costos en términos de vidas y dinero. Inundaciones, incendios, sequías, deslaves y tormentas extremas, convergen en los costos de la deforestación (Pagiola et al, 2003) Compatibilizar los intereses de los dueños de los recursos naturales, como proveedores de servicios ambientales, con los de la sociedad en su conjunto, como usuarios de dichos servicios, no es fácil. A lo largo de los años se han llevado a cabo algunas acciones para frenar la pérdida de recursos naturales, tales como regular legalmente el tipo de uso al que se pueden destinar las tierras, o llevar a cabo medidas correctoras (tales como reparar los daños causados por las inundaciones, o construir obras públicas para proteger a la población de las tierras bajas frente a inundaciones). Estos métodos no han probado ser efectivos ya que las medidas correctoras suelen ser imperfectas y más costosas que las medidas preventivas, y las regulaciones legales a menudo es difícil conseguir que se cumplan. Dado el fracaso de los enfoques aplicados, un nuevo enfoque está siendo probado: los Sistemas de Pago por Servicios ambientales (Pagiola y Platais, 2002). Los dueños de recursos naturales (RN) reciben poco beneficio de la conservación de bosques; a menudo, menos que el beneficio que recibirían por usos alternativos de la tierra, tales como la conversión de bosque a pasto. Pero la deforestación impone costos a las poblaciones río abajo, que dejan de recibir beneficios ambientales, que de acuerdo con Bishop et al. (2003) incluyen: La regulación del ciclo hidrológico del agua, es decir, el mantenimiento del caudal durante la temporada de secas y el control de inundaciones. La conservación de la calidad del agua, es decir, la reducción al mínimo de la carga de sedimentos, la carga de nutrientes (por ejemplo, de fósforo y nitrógeno), la carga de sustancias químicas y de salinidad. El control de la erosión del suelo y la sedimentación. La reducción de la salinidad del suelo o la regulación de los niveles freáticos. 3

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El mantenimiento de los hábitats acuáticos (por ejemplo, la reducción de la temperatura del agua mediante la sombra sobre ríos o corrientes, el aseguramiento de restos adecuados de madera y hábitat para las especies acuáticas). Por tanto, pagos por parte de los beneficiarios río abajo pueden ayudar a que la conservación sea la opción más atractiva para los usuarios de tierras río arriba (dueños de los RN). Obviamente, el pago tendrá que ser mayor que el beneficio de usos alternativos para los dueños de los RN (de lo contrario no cambiarían su comportamiento) y menor que el valor del servicio ambiental para los beneficiarios (de lo contrario los beneficiarios no estarían dispuestos a pagar por esos servicios) (Pagiola y Platais, 2002).

Competencias



Identifican los diferentes tipos de valores de importancia económica que brinda un ecosistema.



Entienden el desarrollo y los componentes del valor económico total que brinda un ecosistema.

Objetivos

Al finalizar el Módulo, el participante será capaz de distinguir los distintos tipos de valores económicos que brinda un ecosistema. Objetivos específicos:



Conocer los diferentes tipos de valores económicos que se asigna a un ecosistema.



Desarrollar y conocer los componentes del valor económico total que brinda un ecosistema.

Contenidos

1. Tipos de valor y valor económico total del ambiente

1.1.

Tipos de valor.

1.1.1.

Valores de no uso.

1.1.2

Valor de uso directo. 4

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1.1.3.

Valor de uso indirecto.

1.1.4

Valor de opción.

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1.1.5. Valores de no uso. 1.1.6. Valor extrínseco, intrínseco y valor superior.

2. Valor económico total

Tarea 2. “Identifique y caracterice un ecosistema boscoso en su región y describa los diferentes tipos de valores económicos que brinda, y como encontraría el valor económico total de ese ecosistema”.

Bibliografía

Azqueta, D. (2007). Introducción a la economía ambientall. Mc Graw‐Hill, Madrid. Barry C. Field (1995). Economía Ambiental, una introducción

Bishop, J. (Ed.) (1999). Valuing Forests: A Review of  Methods and Applications in Developing Countries. International Institute for Environment and Development, London. Pere Riera, et al. (2005). Manual de economía ambiental y de los recursos naturales. Kolstad Charles (2001). Economía ambiental. OXFORD University press.

Labandeira Xavier, et al (2007) Economía Ambiental. PEARSON Educación FAO (1997). State of the World's Forests. FAO, Rome.

Izko Xavier y Burneo Diego (2003). Herramientas para la Valoración y Manejo Forestal Sostenible de los Bosques Sudamericanos. UICN‐Sur

Sitios Web de Interés

http://www.virtual.unal.edu.co/cursos/IDEA/2009120/lecciones/cap2/valoracioneconomica/valoraci oneconomica5a.html 5

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http://www.revistaecosistemas.net/index_frame.asp?pagina=http%3A/www.revistaecosistemas.net /articulo.asp%3FId%3D418

http://www.fcagr.unr.edu.ar/Extension/Agromensajes/19/9AM19.htm

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Tipos de valor y valor económico total del ambiente

Introducción

El manejo sostenible de un bosque tiene que ser económicamente tangible para todos los grupos y personas cuyas actividades tienen el potencial de causar impacto en los bosques. Una parte de esta ecuación es ser capaz de demostrar y entender todo el espectro de beneficios económicos obtenidos por el manejo forestal sostenible. Otra, es buscar formas sostenibles de capturar estos beneficios, de modo que ellos se acumulen como valores y ganancias reales para los distintos actores, como las comunidades locales, el sector privado y los gobiernos, cuyas acciones influyan en el estado del bosque. Y una tercera, es tomar decisiones y desarrollar acciones concretas para superar las distorsiones del mercado, tanto económicas como políticas, que animan a la gente a destruir los bosques. Por otro lado, es imprescindible estar conscientes de las diferentes categorías de valores a ser considerados. Los valores culturales y/o espirituales deben ser considerados inevitablemente para la toma de decisiones, pero es necesario estar conscientes de que dichos valores no se prestan a cuantificaciones. Uno de los rasgos típicos de los valores económicos es que al estar basados en preferencias humanas, existen todo tipo de motivaciones que pueden actuar como factores determinantes, estas motivaciones pueden incluir nociones de valores intrínsecos, culturales, sociales y espirituales (Beckerman y Pasek, 2001). Enfatizar el análisis sobre los valores instrumentales, es decir los que se derivan de sus funciones objetivas, no significa sugerir que los otros valores son menos importantes. Sin embargo, los valores instrumentales poseen rasgos específicos que los hacen relevantes en contextos donde es necesario “negociar” un valor contra otro. Debido a que los valores instrumentales son derivados de actitudes humanas, deseos y apreciaciones del objeto, es posible medir una ganancia contra otra, y una ganancia contra una pérdida. Esto es obviamente mucho más difícil con los valores intrínsecos, pues entonces es necesario comparar los valores intrínsecos de los objetos. Como es bien conocido, los valores morales son mutuamente conflictivos y hay muchos debates sobre lo que constituye un “bien mayor” en la conservación de los recursos ecológicos (Pearce y Moran, 2001). Una creciente comprensión sobre las causas económicas de la pérdida del bosque muchas de las razones por las que los bosques están siendo degradados y/o eliminados tienen que ver con condiciones y fuerzas económicas. Las causas económicas directas de la pérdida del bosque como el aprovechamiento insostenible, la sobreexplotación del recurso, la expansión de la agricultura y la ganadería, la minería y la explotación de petróleo y la tala para desarrollo de infraestructura están bien documentadas. En las últimas décadas ha habido también una comprensión creciente de las causas subyacentes que explican por qué la gente escoge sobreexplotar, convertir y de alguna manera destruir los bosques (Angelsen y Kaimowitz, 1999; Foley et al., 1999; Stedman‐Edwards, 1998). Hay una variedad de casos que ilustran las distorsiones de mercado, precio y política económica que han disuadido el manejo forestal sostenible. Muchas de las causas más perversas de la pérdida de los bosques están ligadas con subsidios a actividades tales como la tala de tierras forestales o la 7

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sobreexplotación de los recursos forestales. A escala global, se estima que los subsidios perversos representan el 3,8% de la economía global de USD 26 trillones (Myers,1996). La historia sobre subsidios que operan a costa de los bosques en la región de América del Sur es bastante larga. Por ejemplo, en la Amazonía brasileña se piensa que la estrategia oficial del desarrollo y las políticas económicas dirigidas casi exclusivamente a la expansión de la silvicultura corporativa, ganadería y agricultura e intereses mineros son responsables, por lo menos, del 35% de todo el bosque alterado al año 1980 (Barbier, 1989). Los instrumentos políticos que han llevado a la pérdida de cobertura forestal en la Amazonía incluyen la provisión de incentivos y subsidios tributarios para inversión de capitales privados, créditos rurales subsidiados para producción agrícola, colonización dirigida y semidirigida y asentamientos de pequeños agricultores, subsidios a las exportaciones brasileñas y políticas macroeconómicas relacionadas con los impuestos por el ingreso y por la tierra que favorecieron la deforestación. Es interesante considerar que sin estas distorsiones y subsidios era realmente dudoso que varias de estas actividades económicas hubiesen sido viables al comienzo. Las políticas macroeconómicas y de desarrollo han tenido también impactos devastadores sobre los bosques debido a sus efectos sobre el status socioeconómico de la población. A veces estos efectos no han sido intencionados o han ocurrido en respuesta a los cambios en las condiciones globales de mercado. En muchos casos han surgido como un impacto de corto plazo de reformas económicas y procesos de transición, y en otros se deben casi completamente a una mala administración económica. En particular, los bosques de América del Sur han sufrido por las ampliamente distribuidas y recurrentes crisis macroeconómicas que en las últimas décadas han plagado la región. En Bolivia, por ejemplo, durante los años 90, los efectos combinados de sequía extendida, colapso de los precios de las exportaciones de estaño, inflación y colapso económico general han dado como resultado un aumento de la iniquidad y la pobreza, los que han causado fuerte impacto, por su lado, sobre el estado y la cobertura forestal (Painter, 1995). Del mismo modo ha sucedido en Ecuador. Se cita a la reciente crisis económica que ha sufrido este país como causa de efectos devastadores sobre la cobertura forestal debido a sus impactos sobre la distribución de la renta, seguridad de sus estrategias de supervivencia e incidencia en la pobreza entre las poblaciones usuarias del bosque (Burneo, 2000). Avances en la demostración del valor económico total de los bosques En los últimos años, se han dado grandes pasos para alcanzar una mejor comprensión del valor económico total de los bosques sudamericanos, incluyendo varios de los beneficios que han sido tradicionalmente ignorados por los planificadores del desarrollo y los tomadores de decisiones. Actualmente se cuenta con información mejorada sobre valores del bosque no mercadeados, como los asociados a usos locales del recurso y a los servicios ambientales. Por largo tiempo, debido a que estos beneficios sostenibles eran subvalorados o no valorados en absoluto, fueron tratados como si tuvieran poca importancia. Lentamente, esta situación comienza a cambiar. Numerosos estudios ponen de relevancia el inmenso valor económico del uso de productos forestales para las comunidades locales. Por ejemplo, los ingresos en efectivo del açai, del cacao y también del caucho a escala de pequeños poblados en la Isla Combú, en el estuario amazónico de Brasil, han sido estimados en más de USD 3000 por hogar por año (Anderson y Ioris, 1992). El consumo doméstico de alimentos silvestres del bosque en dos poblados en el estado de Amazonas, Venezuela; se ha estimado en un valor entre USD 1.902 y USD 4.696 por familia (Melnyk y Bell, 8

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1996). El valor de la utilización de la vida silvestre del bosque se ha demostrado que promedia los USD 120/ha/año en la Amazonía ecuatoriana (Godoy et al., 1993). Los estudios también muestran que los retornos de la utilización y manejo forestal sostenible son frecuentemente más altos, a escala local, que las ganancias acumuladas por actividades que degradan el bosque. Por ejemplo, una comparación de valores de utilización forestal en la Amazonía peruana encuentra un “valor presente neto de conservación” para uso sostenible de productos forestales no maderables (PFNM) de cerca de USD 7.000/ha, mucho más alto que los retornos de cosecha por tala total, o por plantaciones subsecuentes, o que los de la ganadería (Peters et al., 1989). Similar conclusión se encontró para la región del Alto Napo de la Amazonía ecuatoriana, donde la extracción de PFNM llegó a tener un valor presente neto de entre USD 1.250 y USD 2.850, varias veces mayor que el valor presente neto para agricultura (menos de USD 500), tala rasa para madera (menos de USD 200), o ganadería (entre USD 57 ‐ 287) (Grimes et al., 1994). El valor económico de los servicios ecológicos de los bosques de la región está también mucho mejor documentado y entendido. Por ejemplo, los beneficios de control de erosión por el bosque a través de la conservación de las cuencas en las tierras alto andinas del Ecuador han sido calculados con un valor presente de entre USD 11 a 15 millones sólo por el esquema hidroeléctrico Paute (Southgate y Macke, 1989). Similares estudios han encontrado que el valor de la cuenca con áreas forestadas en el Parque Nacional Canaima de Venezuela es de alrededor de USD 3 billones para el esquema hidroeléctrico río abajo (McNeely, 1989). Un análisis social costo‐beneficio de medidas de protección para las cuencas hidrográficas para el valle y la ciudad de Cochabamba, en Bolivia, indicó que los costos del manejo forestal sostenible de la cuenca alta estaban más que  justificados por los beneficios económicos obtenidos por la mejora en el suministro de agua (Richards, 1997).

Marco Teórico – Conceptual

1. Tipos de valor y valor económico total del ambiente

Hoy entrados en el siglo XXI ya no podemos desconocer que los bosques nativos brindan una multiplicidad de bienes y servicios, algunos convencionales y otros no tanto. Dentro de la función productora de bienes que poseen los ecosistemas forestales se encuentran los llamados maderables. Todos conocemos la función del bosque de producir, entre otros, bienes como la leña, que se usa para la calefacción y cocción de alimentos y la madera, con la que se construyen viviendas, aberturas, muebles, corrales, varillas, tranqueras, artesanías, en fin, solo vale mirar alrededor para descubrir la madera en muchos objetos. También, es creciente la valorización por parte de nuestra sociedad, de una serie de bienes reconocidos como “no maderables”, tradicionales y no tradicionales: hongos, helechos, flores, pasturas y otros. Ellos son utilizados como fuente de alimento para nosotros, los animales domésticos y fauna silvestre, además de adornos, decoración, etc. A su vez, los bosques cumplen una función esencial de protección de otros recursos naturales como lo son: los suelos, protegiéndolos de la erosión y la flora y fauna silvestre asociada a las estructuras boscosas. Vale destacar en este último punto la importancia y relevancia de los ecosistemas boscosos en el resguardo de la biodiversidad. Por ejemplo: los bosques andinopatagónicos resguardan 9

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especies en peligro de extinción que son consideradas con un status especial de protección como el Huemul, Pudú y Lahuanes entre las principales. Por otro lado, muchas especies, fundamentalmente de la flora, tienen un gran potencial en la industria farmacéutica. Análogamente, los bosques son valorados como bienes naturales, un valor per se que se identifica en paisajes, parques y entornos naturales. En este sentido, el estilo de vida moderno y artificial crea una demanda social muy importante, que nos dispone a “consumir” ambientes naturales, lo cual genera una alternativa económica a las regiones que disponen de estos bienes (turismo ecológico o de aventura, recreación social, etc.). Por último, quizás en el lugar más importante en un futuro no muy lejano serán los llamados Servicios Ambientales Forestales los que re‐valorizan a los bosques nativos en un contexto global. La valoración de los servicios ambientales del bosque se manifiesta a partir de un creciente y alarmante deterioro del medio ambiente a nivel local y global, como consecuencia del aumento del estándar de vida (o consumo). Este fenómeno se observa especialmente en los países “desarrollados” que a través del aumento en el consumo de bienes y servicios, (esencialmente alimentos y energía), expanden las fronteras de la agricultura y la ganadería en detrimento de las tierras forestales, incrementándose, el consumo de energía no renovable derivada de combustibles fósiles (gas y petróleo). Los ejemplos más conocidos de desequilibrios ambientales de relevancia mundial, causados por estos “excesos” de este mundo “moderno, desarrollado o en vías desarrollo son: El agujero de la capa de ozono, La acumulación de dióxido de carbono en la atmósfera. La contaminación del agua, entre los principales. Lo cierto es que los bosques juegan un ROL ESTRATEGICO en esta problemática, pues en definitiva son una reserva de Carbono excepcional, producen oxígeno, purifican las aguas, y regulan el régimen hídrico, entre tantos de otros servicios que prestan. Muchas veces el problema radica en que no se valora en su  justa medida, ya sea por desconocimiento, falta de información o educación. Ahora bien, si analizamos la situación en los países “desarrollados”, como Estados Unidos, Alemania, Canadá, Nueva Zelanda, Francia o Rusia se verá claramente que los bosques nativos permanecen, en gran medida, en manos comunes (Estado Nacional, Provincial, Municipal, comunidades aborígenes y otras formas de organización comunitaria como ONGs y sistemas cooperativos). Inclusive, estos Estados y organizaciones actualmente realizan grandes inversiones para recuperar sus entornos naturales privatizados. En este sentido, vale aclarar que, los servicios públicos privatizados, están perfectamente definidos y por lo tanto se pueden cuantificar en un sistema de mercado, a diferencia de muchos bienes y servicios de un bosque que aún carecen de valor, pues sencillamente no se lo conoce, no se los valoriza en la economía formal o no gozan de un precio por tener carácter de público. Expresado claramente, una cosa es privatizar una empresa de servicios públicos bien definida y “protegible” y otra muy diferente es privatizar un ecosistema que presta una multiplicidad de bienes 10

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y servicios, muchos de ellos aún desconocidos. Este punto es de importancia relevante pues a la hora de enajenar un bosque nativo se hace muy difícil valorar y por lo tanto asignar un precio justo en un sistema de mercado ¿Cuánto vale un bosque como “productor de paisaje”, captor de carbono, productor de oxigeno o regulador o purificador de agua? Y suponiendo que podemos encontrar o cuantificar ese valor ¿Quién pone el precio y quien podrá o no pagarlo? Si se transfiere el dominio ¿bajo que restricciones administrativas y de uso? transferido el dominio ¿quién garantiza que el propietario lo use en aras del interés general? Al punto anterior, de carácter práctico, se le deben sumar los problemas de índole ético que plantean algunas corrientes filosóficas de creciente aceptación. Un planteo eco‐centrista podría ser ¿Hasta dónde llegan los derechos de los seres humanos de transar “libremente” en un mercado, por cierto “con muchas imperfecciones” las partes de un ecosistema que tarda hasta cinco veces la vida de un hombre en conformar sus estructuras tal cual las conocemos, además de sustentar un sin número de vida y funciones? o ¿Hasta dónde llegan los derechos de árboles centenarios y de ecosistemas únicos, los que no ocupan bancas en la mesa de discusión? Ahora bien, también es cierto que los bosques, bajo dominio del Estado, tampoco es garantía de su conservación, si no hay una fuerte vocación o decisión por parte de los sucesivos gobiernos para llevar adelante políticas de Estado comprometidas con la conservación y uso sostenido del Recurso Natural y Humano relacionado, en una gestión integradora de ambos. Aun así, la experiencia histórica indica que la apropiación privada de recursos, previamente comunales, ha sido lo que lo ha llevado a su ruina y desaparición. En el Mundo hay muchos ejemplos para dar, lo cierto es que la privatización de los recursos naturales con estas característica en favor de un interés particular, sobre todo de aquellos de crecimiento lento, no es la solución al problema de su conservación, mas bien es la delegación del problema al sector privado. A esto se le sumó paulatinamente la posibilidad del desarrollo turístico en la región, donde el paisaje que conforma el bosque nativo en el entorno montañoso es el patrimonio natural de atracción prevalente, representando hoy conjuntamente con el aprovechamiento de bienes maderables y no maderables, una economía alternativa dependiente del recurso. En este sentido la actual Secretaria de Turismo promueve la creación de algunas áreas protegida con fin recreativo.

1.1.

Tipos de valor.

Antes de pensar en estimar el valor de los recursos naturales, se debe tener presente la existencia de dimensiones de análisis diversas y complementarias. Es habitual que la bibliografía que trata la materia no sea clara a la hora de diferenciar entre el valor del ambiente y su valor económico. Esta puntualización es necesaria ya que entre los valores del ambiente existen dimensiones de la valoración social, espiritual, cultural que no pueden o no deberían ser reducidas a expresiones monetarias.

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Sobre esta base de pensamiento se sustenta la visión de algunas corrientes de economistas que sostienen la necesidad de poner límites externos a la economía dada la imposibilidad actual de los métodos de valoración disponibles de capturar y reflejar estos valores. Una forma de conceptualizar el problema de la valoración de los bienes y servicios ambientales es a través del uso del concepto de precios ecológicamente corregidos, entendiéndose por tales a aquellos precios de mercado a los que se les ha introducido un factor de corrección que toma cuenta de los costos ambientales no contabilizados. La valoración económica genera información útil para la toma de decisión sobre los usos alternativos de los recursos, no necesariamente refleja en forma objetiva el valor de estos recursos en términos de moneda, ya que como se puntualizó anteriormente el valor de los bienes y servicios ambientales abarca más de una dimensión y no todas son expresables en dinero. Por otro lado, será necesario validar las metodologías por ecosistema Los sistemas de valores habitualmente usados por los economistas distinguen entre: a.‐ El valor intrínseco, que está ligado en forma indisoluble a un componente natural per se, es decir por el mero hecho de existir, y b.‐ El valor instrumental, que se deriva de la satisfacción de las necesidades humanas para el bienestar económico. Cualquier bien o servicio tendrá valor instrumental en la medida en que exista una demanda por él. Es decir, si satisface alguna preferencia individual o social. El valor monetario de ese bien o servicio se puede derivar de la intensidad de esa preferencia y, por lo tanto, de su escasez., al realizar experiencias de valoración se debe recordar que no existen valores absolutos, sino que dichos valores dependen de cómo son percibidos por el ser humano. Estas percepciones son dinámicas de acuerdo con los cambios en las circunstancias (Jäger et al.2001). Los métodos de valoración ambiental son de especial utilidad para enriquecer el análisis costo‐ beneficio, pues permiten incluir los valores de no‐mercado de los impactos ambientales en la evaluación económica y por ende en la toma de decisiones. Es necesario desarrollar herramientas de análisis económico que permitan cuantificar y argumentar ante los tomadores de decisión los múltiples valores de los bosques y las opciones que se cierran con su conversión a otros usos. A tal efecto se pueden ajustar métodos de valoración económica para los distintos servicios ambientales que ofrecen los bosques y otros ecosistemas a las sociedades. El bosque primario proporciona una serie de bienes y servicios y cumple una serie de funciones. De acuerdo con las diversas funciones de este tipo de bosque, se observa que el mismo puede tener distintos tipos de valor para diferentes personas y grupos. La primera gran distinción que normalmente establece la literatura en este sentido es aquella que separa los valores de uso de los valores de no‐uso.

1.1.1.

Valores de uso.

Los valores de uso están ligados a la utilización directa o indirecta del recurso con el objeto de satisfacer una necesidad, obtener un beneficio económico, o la simple sensación de deleite. Las 12

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personas que utilizan los bienes ambientales se ven afectadas por cualquier cambio que ocurra con respecto a su calidad, existencia o accesibilidad. Dentro de este tipo de valor es posible diferenciar entre: 1.1.2

Valor de uso directo.

Incluye actividades comerciales y no comerciales. Los usos comerciales (producción industrial de madera) pueden ser importantes, tanto en el ámbito local, como en el nacional e internacional. Los usos no comerciales son generalmente de orden local, pero pueden ser de extrema importancia para la subsistencia de las poblaciones rurales y pobres (leña, caza, plantas medicinales y comestibles, etc.). Los usos directos también incluyen importantes servicios, como recreación, investigación y educación (FAO, 1990). 1.1.3

Valor de uso indirecto.

Comprende la gran mayoría de funciones ecológicas del bosque. Se deriva de proteger o sostener actividades económicas que tienen beneficios cuantificables por el mercado. Por ejemplo, algunos bosques pueden tener valores de uso indirecto a través de controlar la sedimentación o las inundaciones, regular microclimas o capturar carbono, entre otros (Bishop,1999). 1.1.4

Valor de opción.

Existen personas que, aunque en la actualidad no están utilizando el bosque o alguno de sus atributos, prefieren tener abierta la opción de hacerlo en algún momento futuro. Para ellas, por tanto, cualquier cambio en sus características (aunque no hayan estado en él jamás) supone un cambio en el bienestar. Este es el llamado valor de opción del bien, que es preferible individualizar para facilitar su análisis. Se lo considera también como un valor de uso (en este caso futuro). 1.1.5.

Valores de no uso.

Entre el conjunto de valores de no‐uso, un componente fundamental es el denominado valor de existencia. Es el valor que pueden tener el bosque, sus componentes y sus atributos para un grupo de personas que no los utilizan directa ni indirectamente, ni piensan hacerlo en el futuro, pero que valoran positivamente el simple hecho de que existan en determinadas condiciones (por ejemplo: osos, tigres, caídas de agua de singular belleza, montañas, etc.). Su degradación o desaparición, por tanto, supone para ellas una pérdida de bienestar. Los motivos que se han señalado para explicar este valor de existencia son, entre otros, la filantropía, la simpatía, motivos de herencia o de legado, el valor simbólico que pueden llegar a tener un determinado bien ambiental o recurso natural como parte de la identidad cultural de un grupo o conjunto de personas. Otra razón importante para prestarle atención a este tipo de valor es la creencia en el derecho a la existencia de otras formas de vida, incluyendo por tanto a animales, plantas y/o ecosistemas. Se trata, por tanto, de motivos que introducen consideraciones de altruismo, difícilmente modelizables en el marco de la teoría microeconómica convencional, pero no por ello menos reales.

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1.1.6.

Valoración Económica de Ecosistemas, con Énfasis en Bosques

Valor extrínseco, intrínseco y valor superior.

Tanto los valores de uso y de opción, como una parte de aquellos valores de no uso ligados a las diferentes formas de altruismo, pueden ser considerados coma valores intrínsecos. Es decir, se valora el bien en cuestión, porque se valora algo distinto al mismo bien: el propio bienestar o el bienestar ajeno. Muchos de estos valores extrínsecos, aunque no todos, tienen asimismo un carácter instrumental (casi todos los valores de uso y de opción). Sin embargo, los dos últimos motivos aludidos para explicar la aparición (le los valores de no uso (el valor simbólico y el reconocimiento de derechos fundamentales en favor de otras especies o ecosistemas), hacen referencia a la existencia de un tipo de valor más esencial, al hecho de que estos bienes poseen, por estos conceptos, un valor intrínseco, en opinión del sujeto y grupo social que así los valora. Como es natural, y dado el carácter de la relación que se establece en este caso con el bien objeto de consideración, el significado del propio proceso de valoración, así como los mecanismos a través de los que se lleva éste a cabo, no pueden ser los mismas que en el caso de los valores extrínsecos de la biosfera. Vale la pena recordar, de todas formas, que no hay nada de contradictorio en el hecho de que un determinado bien ambiental (un paraje natural determinado, por ejemplo) tenga al mismo tiempo, y para la misma persona, tanto un valor de uso directo o indirecto, corno un valor de existencia intrínseco. Por otro lado, tanto los valores intrínsecos, como un subconjunto de los valores extrínsecos, son considerados valores de orden superior. Con ello se quiere dar a entender que la relación que se establece entre el sujeto que valora y el bien, o servicio, valorado trasciende el campo de los simples valores de uso, y no permite que el objeto de valoración sea considerado como una simple mercancía. Sea como fuere, éstos son a grandes rasgos los distintos tipos de valor, tanto de uso corno de no uso, que puede tener un determinado bien para distintas personas. Como es natural, la decisión sobre cuáles de ellos van a ser tenidos en cuenta a la hora de valorar cambios en el bienestar, condiciona la selección del colectivo que va a ser objeto de estudio. El analista se enfrenta a un problema que requiere pues de una definición previa de los derechos individuales y colectivos con respecto al medio ambiente, y que se relaciona con lo ya apuntado un poco más arriba. Es necesario definir, en efecto, cuáles son los valores, de entre los anteriormente enunciados, que la persona o el colectivo de referencia, puede exigir que se consideren a la hora de tomar una decisión, como parte de sus derechos. Restringir, corno es práctica tradicional, el análisis a los directamente afectados como usuarios por la modificación propuesta, puede constituir una limitación ilegítima de los derechos de un colectivo de personas mucho más amplio. 2.

Valor económico total

El valor económico total (VET) de un sistema forestal es una estimación basada en la agregación de los valores compatibles que resultan de los distintos usos directos e indirectos (y de sus valores de opción asociados), más los valores de no‐uso, diferentes opciones de uso de las tierras forestales serán caracterizadas por una combinación diferente de valores de uso directo, indirecto y de valores de no‐uso y, por lo tanto, se obtendrán diferentes VET para cada caso (Bishop, 1999). 14

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Los economistas que trabajan en el área del medio ambiente y que utilizan las herramientas del análisis neoclásico aceptan sin mayor problema la utilidad del concepto de VET, así  como que éste está conformado por diversos tipos de valores (Jäger et al., 2001). Este concepto supone que la sumatoria de valores de distinta naturaleza conforma el valor total del recurso. El VET se refiere a la suma de los distintos valores (cuantificables) de un ecosistema o área natural, siempre que no sean excluyentes entre sí (Pearce, 1990). De hecho, es preciso emplear el VET con cautela, incorporando sólo los valores que sean compatibles entre sí. No se sugiere que sea necesario calcular un “valor total” absoluto de los ecosistemas, ni que haya que llegar a él, simplemente hay que tener presente que cuando hablamos del VET nos referimos a una agregación de distintas formas de valoración, que nos permite calcular en forma aproximada un valor económico “capturable” del ambiente. Así  entendido, el valor económico total del bosque puede ser representado con la siguiente expresión algebraica, que se obtiene mediante la sumatoria del valor económico de cada componente del bosque:



Vt





Vi

i 1

Donde

V t  : Valor económico total (VET) del bosque V i : Valor económico de cada componente compatible con el bosque. La bondad de la aproximación del VT depende de la disponibilidad de información tanto de los volúmenes comerciados como de los precios establecidos. Cuanto mejor y más amplia sea la información, la estimación de los valores económicos derivados de la biodiversidad será más representativa. Al realizar estos cálculos, el tipo de activo es importante porque, en términos de valor, no es lo mismo la valoración de un activo natural no producido, como un bosque nativo, que el valor de un activo natural producido, como una plantación forestal. En el primero, es poco probable poder utilizar precios de mercado para cuantificar los valores de sus bienes y servicios, mientras que en el segundo los costos incurridos para establecer el valor del activo se pueden calcular a precios de mercado, o se pueden utilizar los conceptos de costo de oportunidad (de destinar el uso de la tierra a una plantación forestal, en vez de dejarlo para otros usos) y de valor actual neto para estimar el valor de sus bienes y servicios (Barrantes y González, 2000).

En este sentido, cuando un bosque natural y una plantación forestal se valoran en términos de la producción anual de flujos, como servicios a la sociedad, deben también considerarse las características y valores de los ecosistemas de donde provienen dichos flujos. En el caso de 15

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plantaciones forestales, para valorar los flujos hídricos o los de la fijación de gases debe considerarse el valor de mercado asociado con los costos de establecer y proteger la plantación, más el valor de la tierra (valoración financiera). En cambio, cuando esos servicios provienen de bosques nativos  –no producidos por el ser humano–, dichos flujos deben responder a una valoración de tipo económica, en la que se puedan utilizar medidas de valoración contingente, como es la disponibilidad a pagar (DAP, o WTP, por sus siglas en inglés), con el que se puede determinar la forma en que la sociedad percibe el valor de los servicios cuando éstos son producidos por bosques con las características mencionadas (Barrantes y González, 2000). Sólo algunos de los beneficios son transados en los mercados y tienen precios observables. En general, los valores de uso directo son los que mayores probabilidades tienen de contar con precios reflejados en el mercado. Los valores de uso indirecto podrían verse reflejados en los precios de ciertos productos y servicios que dependen del beneficio ambiental en cuestión, mientras que los valores de no‐uso son difícilmente reflejados en precios de mercado o decisiones de política. Pero, claro está, el hecho de que no tengan precio de mercado no significa que no tengan valor. Los mercados asignarán eficientemente los recursos si los precios reflejan tanto el costo marginal total de la producción como el beneficio marginal total del consumo, incluyendo todos los componentes del valor económico total. Si los precios no reflejan todos los costos y beneficios, entonces la famosa “mano invisible” del mercado no funcionará y los recursos serán usados en forma ineficiente, resultando en una pérdida de bienestar social (Baumol y Oates, 1988).

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Tipos de Valores del Bosque

Valores de Uso

Valores de No‐ Uso

USO DIRECTO

USO INDIRECTO

VALOR DE OPCIÓN

VALOR DE EXISTENCIA

Productos

Reciclaje de

Usos

Protección

maderables

nutrientes

futuros

de la biodiversidad

(Directos e indirectos)

Productos no

Reducción en

maderables

la

(alimento,

contaminación

medicinas,

del aire

Cultura

material genético)

Habitad Humano

Paisaje

Regulación de

Conocimiento

microclimas

ancestral

Captura y

Valor

almacenamiento

intrínseco

de carbono

Usos educativos

Protección de

recreacionales y

fuentes de

culturales

agua

Herencia

Adaptado de Bishop (1999)

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Para tener un mejor entendimiento de esta parte fundamental de la valoración de ecosistemas, pasamos a describir como lo aborda Azqueta (2007), sobre los diferentes tipos de valores de los ecosistemas

Valores de uso

El valor de uso es el más elemental de todos, y hace referencia a ese carácter instrumental que, en ocasiones, adquieren los atributos de la naturaleza, y que les hacen ser cosas útiles: las personas utilizan los bienes ambientales, y se ven afectadas, por tanto, por cualquier cambio que ocurra con respecto a la calidad, existencia o accesibilidad de los mismos. En el caso de un parque natural, por ejemplo, éste tiene un valor de uso para aquellos que lo visitan: por esparcimiento, para estudiar la naturaleza o para cualquier otra cosa. Este planteamiento, en apariencia sencillo, encierra sin embargo algunas limitaciones, ya que no está claro cómo quedarían clasificadas, por ejemplo, algunas situaciones como las siguientes: Quienes viven en las proximidades de una ruta utilizada por aves migratorias, y disfrutan simplemente con su contemplación, ¿están utilizando este bien ambiental?, ¿tiene para ellos un valor de uso? En la literatura se suele denominar a este disfrute del bien, uso no consuntivo, para diferenciarlo del uso en sentido más estricto, o uso consuntivo del recurso. Quienes disfrutan con la lectura de un libro sobre el bien en cuestión, o con la contemplación de unas fotos, de una película o de un programa de televisión sobre el mismo. De nuevo se plantea la misma pregunta que en el caso anterior, esta vez con respecto a lo que ha venido en denominarse el uso delegado, o uso vicario del bien. Se está produciendo en estos casos una utilización del recurso? ¿Posee por tanto un valor de uso para estas personas? Aun aceptando la paradoja de que, si la respuesta es alternativa, podría darse el caso (de que tuvieran un valor de uso bienes que ya no existen (entornos naturales o especies desaparecidas, pero de los que ha quedado memoria filmada o grabada), el hecho es que no parece que haya que violentar mucho el término para que así  fuera considerado. Pueden distinguirse, asimismo, aquellos bienes o recursos que tienen un valor de uso directo, al generar directamente utilidad (los peces), de aquellos otros cuyo valor de uso es indirecto, por ser necesarios para la obtención del valor anterior (el plancton). Valores de opción

En segundo lugar, existen personas que, aunque en la actualidad no están utilizando el bien ambiental, prefieren tener abierta la opción de hacerlo en algún momento futuro. Para ellas, por tanto, la desaparición de un parque natural (aunque no hayan estado en él  jamás), supone una pérdida indudable de bienestar, mientras que su preservación o mejora, lo eleva. Éste es el llamado valor de opción del bien. Conviene, sin embargo, aclarar un poco este concepto, ya que en la literatura especializada se utilizan dos términos muy próximos, con distinto significado: Valor  de opción propiamente dicho. Es el ya mencionado, y se deriva de la incertidumbre individual la que experiencia la persona con respecto a si e1 bien ambiental en cuestión estará o no disponible para su utilización en el futuro. La persona tiene además otras fuentes de incertidumbre (si querrá utilizarlo, los riesgos que puede suponer su utilización), pero la apuntada es la relevante. El valor de opción, de acuerdo con la utilización del término más 18

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común en la literatura, se refiere precisamente a eso: al valor que tiene no cerrar la posibilidad de una futura utilización del bien. El  valor de cuasi ‐ opción. Es el derivado de un segundo tipo de incertidumbre, que no tiene gran cosa que ver con la anterior, aunque asimismo de gran relevancia en el campo del medio ambiente y la gestión de los recursos naturales: 1a incertidumbre del  decisor ‐. Emana ésta del hecho de que quien torna las decisiones ignora, en muchas ocasiones, la totalidad de los costes y los beneficios de las acciones emprendidas ‐, bien por la propia falta de conocimientos científicos al respecto (piénsese, por ejemplo, en el grado de desconocimiento existente sobre los efectos de alterar el medio, en el equilibrio de un determinado ecosistema), bien por 1a ausencia de información sobre relaciones económicas relevantes. Problemas todos ellos seriamente agravados cuando aparece el fenómeno de la irreversibilidad, del que hablaremos más adelante. El valor de cuasi‐opción refleja, precisamente, el beneficio neto obtenido al posponer la decisión, en espera de despejar total o parcialmente la incertidumbre, mediante la obtención de mayor información. Como es obvio, este planteamiento, en principio, no tiene nada que ver con el problema de la valoración que las personas otorgan a un determinado bien, sino con la búsqueda de un proceso óptimo de torna de decisiones. A pesar de que los valores de opción se han aislado como si se trataran de una categoría independiente, a efectos de facilitar la presentación, de hecho no son sino un subconjunto de los valores de uso, en este caso, de uso futuro. Valores de no uso

Finalmente, los atributos ambientales pueden tener para determinadas personas un valor  de no uso, es decir, un valor no ligado a la utilización, consuntiva o no consuntiva, presente o futura del bien. El fundamental, entre estos valores de no uso, es el denominado valor  de existencia. Un tercer grupo de personas que, en efecto, pueden considerarse afectadas por lo que ocurre con un bien ambiental, es el de aquellas que no lo utilizan directa ni indirectamente (no son pues usuarias del mismo), ni piensan hacerlo en el futuro, pero que; valoran positivamente el simple hecho de que el bien exista. Su desaparición, por canto, supondría para ellas una pérdida de bienestar'. Son diversos los motivos que se han señalado para explicar la existencia, valga la redundancia, de este valor de existencia. Entre los más repetidamente mencionados se encuentran: La benevolencia: la estima que despiertan amigos y parientes, y que lleva a desear su mayor bienestar. En este sentido, el bien se valora porque se considera que ellos lo hacen: una muestra pues de «altruismo localizado» y paternalista. La simpatía para con la gente afectada por el deterioro de un bien ambiental, aun cuando no tengamos ninguna relación directa con ellos: altruismo global. El motivo de herencia, o de legado. Es decir, el deseo de preservar un determinado bien para su disfrute por parte de las generaciones futuras: altruismo intertemporal. El  valor  simbólico que puede llegar a tener un determinado bien ambiental, o recurso natural, como parte de la identidad cultural de un colectivo. La creencia en el derecho a la existencia de otras formas de vida, incluyendo por tanto a animales, plantas o ecosistemas: una postura congruente con las diferentes variantes de la ética no antropocéntrica vistas en la primera parte de este capítulo. 19

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Son, como puede comprobarse fácilmente, motivos que introducen consideraciones de altruismo, haciendo bastante complicados, entre paréntesis, los modelos de la teoría microeconómica que los incorporan, pero no por ello menos reales. Se ha señalado, por ejemplo, que el hecho de que organizaciones como Greenpeace , ADENA, WWF, etc., se financien en gran medida can aportes cíe sus socios sería un buen indicador cíe la existencia de este motivo, ya que en la mayoría de los casos no son éstos usuarios reales ni potenciales del patrimonio natural defendido por ellas. La característica fundamental de estos valores de no uso es que relacionan a la persona que valora, no con un objeto (el bien valorado), sino con otras personas, y lo que se valora es la relación misma existente entre ellas y el sujeto que valora, o el bienestar da mas últimas. Asimismo, los valores de no uso derivan del reconocimiento de los derechos de otros sujetos depositarios de valor intrínseco. Como es natural, estas posibilidades modifican sustancialmente el contexto mismo de la valoración y su significado.

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