Tigre Dorado
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Descripción: Tigre Dorado...
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EL TIGRE DORADO RADCLYFFE
TRADUCCIÓN POR ALPA
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CAPITULO UNO Sean, se arrodilló en el centro del salón con sus ojos cerrados, sus manos descansado suavemente sobre sus muslos, esperando que la mesa de evaluadores arribara. Las otras estudiantes se arrodillaron a lo largo del piso pulido de madera, sus voces silenciadas tratando de no perturbar la concentración de Sean. Era una de las noches más calurosas del ya opresivo calor de verano, y a pesar de los ventiladores, el ambiente caliente y pesado permanecía. El cabello oscuro de Sean estaba peinado hacia atrás y lo sostenía una banda blanca de seda atada alrededor de su frente; el calor ya había humedecido los mechones ondulados por debajo de su cuello. Su uniforme estaba inmaculadamente ajustado, la chaqueta atada sobre los blancos pantalones Canvas con el cinturón rojo que denotaba su rango. Siendo la estudiante más avanzada de la clase, estaba apunto de realizar su prueba para obtener las franjas negras lo que significaba el primer paso hacia el rango Chodan, o, cinturón negro grado uno. Le había tomado cuatro años de determinación mental y física para alcanzar este punto. Cada estudiante en el salón la veía como un ejemplo, sabiendo que eventualmente ellos alcanzarían el mismo momento de verdad. En algún lugar en lo más hondo de su mente, Sean estaba consiente de la presencia de ellos. Ella recibía con gusto su apoyo pero en ese momento solo se concentraba en su respiración fluyendo dentro y fuera, manteniendo solo eso en su conciencia, borrando todas las otras imágenes de su mente. Su rostro estaba sereno, reflejando calma física y mental. Profundos ojos esmeralda contrastaban claramente con su cabello oscuro y piel de un intenso color miel. Sus facciones estaban finamente delimitadas, pero no la hacían lucir frágil. Su rostro irradiaba fuerza y tranquilidad. Lo que estaba por pasar en la siguiente hora estaba más allá de su control; no había más tiempo para estar nerviosa o para dudar de sí. A lo que fuese llamada para hacer, lo haría sin protestar. "¡Giren hacia la puerta!" los llamó una estudiante mientras la mesa de evaluadores se reunía en la entrada del Dojang*, todas ellas con rango de cinturón negro. (*) Es el lugar en donde se practica el Tae Kwon Do. "¡Chariot!" llegó la orden, y todas las estudiantes instantáneamente se colocaron en posición de atención con sus manos a los costados y sus pies juntos. "¡Kung Ye! ¡Inclínense!" Como si fueran una unidad, la clase se inclinó hacia sus maestras. Las cinturón negro, lideradas por la instructora principal, la Maestra Cho, se inclinaron en respuesta y se movieron hacia el frente de la larga mesa donde los exámenes estaban apilados. Cada mujer vestía con un formal e inmaculado uniforme blanco, los extremos de las mangas, tanto de la chaqueta como el pantalón, poseían franjas negras para indicar su nivel de dan, o, cinturón negro. La clase las encaró, con sus manos apretadas por detrás de sus espaldas, pies abiertos a la misma altura que sus hombros, ojos fijos al frente. El salón estaba en completo silencio excepto por el débil zumbido de los ventiladores. "Ésta noche es especial para todos ustedes" empezó a hablar la pequeña mujer coreana en el centro del salón. Pertenecía a la primera generación de una familia coreano-americana y habló en nombre de la cadencia de sus ancestros, su tono era amable pero de comando. "Ésta noche Sean empieza un año de trabajo y estudio que culminará en su prueba de cinturón negro. Mucho se esperará de ella este año, por lo que será un año de transición. Mientras ella vaya avanzando, necesariamente tendrá que alejarse de ustedes. Con su ejemplo debe aprender a enseñar la responsabilidad que conlleva su rango, y parte de esa responsabilidad será guiarlos a ustedes en su propio camino. A veces eso requiere de criticismo... el cual nace de la preocupación...pero aún así es un regalo difícil de dar. Ella ya no puede ser su amiga... ella deberá convertirse en su maestra. Ustedes ganarán muchísimo más de lo que creen que perderán, porque todos ustedes la han ayudado a alcanzar este punto. Sin ustedes ella no hubiese podido practicar tan duro, tampoco hubiese tenido el apoyo que necesitaba para sobreponerse a sus propios obstáculos. Cada uno de ustedes debe sentirse orgulloso por ello". La mujer observó cada cara en el salón mientras hablaba, y diez fuertes mujeres le regresaron la mirada.
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"Esta noche también es especial para mí. Cada vez que uno de mis estudiantes inicia este viaje, me recuerda el porqué hago este trabajo. Sus logros son un regalo para mí por lo que se los agradezco. Esta noche me siento especialmente honrada de tener en la mesa de evaluadores a la Maestra Drew Clark, quién fue una de mis primeras estudiantes. Después de conseguir su cinturón negro, la Maestra Clark dejó Filadelfia para ir a la escuela de entrenamiento de las fuerzas armadas en Virginia, donde estuvo enseñando artes marciales por diez años. Nos sentimos agradecidos de tenerla de regreso en Filadelfia, y de regresó en la escuela de artes marciales Golden Tiger. Por favor encárenla y denle la bienvenida a su escuela". Los estudiantes nuevamente se colocaron en posición de firmes y encararon a la alta mujer rubia quién estaba de pie a la izquierda de Janet Cho. Mientras la Maestra Cho era baja y compacta, esta mujer era alta y musculosa, sus facciones anguladas y cinceladas. Su porte era intensamente serio y militarizado e irradiaba fuerza física. Había un aire de tensión alrededor de ella que hacía compararla con un felino: en guardia y lista para atacar. Sus profundos ojos azules nunca vacilaron mientras pulcramente colocaba sus manos en sus costados. La clase se inclinó hacia ella y ella regresó la reverencia. "Gracias" dijo, su voz era profunda y firme. Después de eso, la Maestra Cho, la Maestra Clark y la Instructora Roma se sentaron detrás de la mesa, y la clase se arrodilló nuevamente a lo largo del salón. Solo Sean permaneció de pie. "¡Chun be! ordenó la Maestra Cho, y Sean trajo sus puños y brazos extendidos frente a ella, en la postura de listos. La prueba había empezado. "Colócate en la postura a caballo, mano izquierda hacia afuera" la dirigió la Maestra Cho. "¡Empieza!". Sean se colocó en una postura baja, pies bien extendidos, con los muslos bajos y paralelos al piso. Mientras daba golpes con su puño izquierdo su respiración explotaba con un audible ¡kiyap! "¡Golpes a nivel de cintura! ¡Empieza!". Por diez minutos, Sean alternó golpes con ambos puños hacia el frente, manteniendo la intensidad y sin perder el equilibrio a pesar de ser una de las posturas más difíciles en karate. Sus cuádriceps temblaban ligeramente por el esfuerzo pero ignoró la molestia, concentrándose en mantener los golpes centrados en el plexo solar de su oponente imaginario. "¡Detente!" instruyó su maestra, y Sean retrocedió a la postura de listos, esperado la siguiente orden. "¡Postura en L, bloqueo manual de cuchillo! ¡Empieza!". Lo que siguió fueron treinta minutos de técnicas de pie y mano: patadas, bloqueos, ataques y combinaciones, todos diseñados para probar su resistencia y su estado físico. Se movió con propósito de una postura a la otra, espalda derecha, rodillas dobladas, siempre dentro del margen de las marcadas posturas lineales que tipificaba el Tae Kwon Do. Su uniforme estaba mojado y riachuelos de sudor corrían por sus mejillas, goteando de los marcados ángulos de su mandíbula. Subsecuentemente, cambió a ejercicios de defensa personal con varios de los estudiantes de mayor rango como sus oponentes, conteniendo golpes y patadas, atacando y pateando en respuesta. Cuarenta minutos pasaron antes de que la Maestra Cho llamara a un descanso. "30 segundos de receso para tomar agua, después todos colóquense su equipo de combate". Sean tragó la mitad de su botella que contenía agua electrolítica que había empacado y rápidamente amarró las correas de los protectores de pies y manos, se deslizó su protector bucal, y se puso su casco protector. "Deberás enfrentar a cada estudiante de la clase, empezando con los cinturones blancos". Cada combate duró dos minutos, durante los cuales las dos combatientes intentaban puntuar dando patadas o golpes a su oponente en cualquier área por encima del cinturón. Golpes a la cabeza no estaban permitidos para los principiantes. Sean fue cuidadosa con las principiantes, especialmente la mujer de cinturón blanco y franjas doradas, manteniéndolas a raya con patadas a larga distancia y después con movimientos rápidos
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para golpear suavemente al pecho o abdomen. Con las estudiantes intermedias de cinturón azul y verde, ella se permitió más fuerza, forzándolas a tratar de evitar sus manos ágiles. Cuando estaba combatiendo contra su novena estudiante, una agresiva estudiante de nivel avanzado que estaba solo un año atrás que Sean en cuanto a entrenamiento, tuvo que usar toda su concentración para evadir las rápidas patadas de su ágil oponente más joven que ella. Ella sintió cada uno de sus 35 años mientras sus brazos y piernas empezaban a temblar por el esfuerzo contenido. Cuando el combate finalizó, las 2 estudiantes esperaron con atención por la orden para descansar. Drew Clark se inclinó y murmuró algo a la Maestra Cho, quién asintió afirmativamente después de un momento de consideración. "Terminarás tu prueba con un combate contra la Maestra Clark" anunció la Maestra Cho. "¡Reglas de cinturón negro!". Varias de las estudiantes presentes se miraron unas a otras sorprendidas. Reglas de cinturón negro significaba que el contacto en la cabeza estaba permitido, y la Maestra Clark era cinturón negro grado 4, una combatiente muy experimentada. La anticipación aumentó en el salón junto con la inquietud. Por un instante fugaz, la sorpresa cruzó por las elegantes facciones de Sean. Después ella se inclinó respetuosamente, repitiendo, "¡Sí, señora!". Drew Clark se colocó sus guantes de combate después de haberse deslizado sus protectores de combate en los pies que protegerían a su oponente de la fuerza de sus patadas. Deslizó su protector bucal en su boca dejando el casco protector en su bolsa del equipo. Caminó con firmeza al centro del salón y enfrento a Sean. Ella era una cabeza más alta que Sean, quién también era alta: 1.73 cms. Sean la enfrentó directamente y se encontró con un rostro que la observaba de regreso sin ningún rastro de emociones. "Inclínense hacia oponente" dijo Cho. Las dos mujeres se inclinaron marcadamente doblándose hasta la cintura, regresando a su postura inicial para mirarse a los ojos. Los ojos verdes de Sean estaban despejados y calmados. "¡Posición de combate libre!". Sean y Drew colocaron una pierna hacia atrás, las rodillas dobladas, elevando sus puños haciendo que tanto estos como sus costados quedaran expuestos a su oponente. "¡Empiecen!" Sean se adelantó rápidamente con un combo de patadas frontales a la cabeza, seguido de una combinación de puños, esperando tomar a su oponente por sorpresa. Drew los contuvo rápidamente con bloqueos de antebrazo para después golpear la pierna de apoyo de Sean con su pie, un movimiento diseñado para romper el balance del oponente. Con alguien mentalmente menos ágil que Sean ese golpe lo hubiese llevado al suelo. Sean tuvo que pivotear sobre una pierna para fortalecer sus equilibrio mientras esquivaba un golpe que pasó peligrosamente cerca de su mandíbula. Ella realizó una patada lateral que obligó a Drew a retroceder para esquivarla pero aún así Sean no logro contactarla. Mientras regresaba su pierna para evitar una técnica de mano que la enviaría al suelo, giró rápidamente dando una patada lateral en revés y estuvo cerca de golpear el pecho de Drew mientras se acercaba más. Sean siguió pateando a su oponente, como ella había sido enseñada intentando una combinación de gancho cuando de pronto un golpe en revés de Drew aterrizó en su estómago. Sean lo sintió antes de siquiera poder verlo y ella tensó sus músculos abdominales para recibir la fuerza del impacto. Aún así, le escoció y trato de no distraerse debido al dolor. La adrenalina surgió como respuesta al dolor y ella bloqueó el sucesivo golpe de Drew con su antebrazo. Inmediatamente lanzó un gacho en respuesta y golpeó a Drew directamente en la mandíbula. La cabeza de Drew se movió bruscamente hacia atrás por la fuerza del impacto, y por un instante, Sean se paralizó. Ella no había querido golpearla tan duro, una de las sagradas reglas del combate libre era mantener el control todo el tiempo evitando así lesionar a tu compañero de combate. Ese segundo de incertidumbre significó su derrota. Drew recibió el impacto sin romper la fluidez de sus movimientos y cayó al suelo sobre su rodilla doblada. Ella conectó una patada lateral, la patada más devastadora en Karate, mientras se deslizaba hacia adelante, ALPA
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impulsó su pie hacia arriba golpeando el centro del pecho desprotegido de Sean. En el último segundo, Drew amortiguó la fuerza de su patada pero aterrizó con la fuerza necesaria para mandar a Sean al suelo. Sean permaneció atónita, más por la sorpresa del ataque que ni siquiera vio venir, que por la fuerza de la patada. Drew se arrodilló rápidamente cerca de ella. Había un pequeño corte en el labio de Drew y un hilo de sangre goteando por su mandíbula del que no se había percatado antes. "¿Estás bien?" la profunda voz cuestionó, una mano presionando ligeramente el abdomen de Sean. "Respira profundamente". Sean lo hizo y dijo con un ligero temblor en su voz, "Estoy bien. Gracias, señora". "Cuando obtengas ventaja, señorita Grey, siempre úsala. Debiste tirarme con una patada a la cabeza después de que me dieras ese golpe. Si esto fuera un combate real, estarías muerta ahora." Sean observó la cara seria de la mujer, hipnotizada por los ojos que la observaban, no, que veían a través de ella. "Yo recordaré eso, señora" Respondió suavemente. Drew le dio la mano para ayudarla a levantarse. "Buen combate, señorita Grey". Sean siguió con sus ojos a la mujer alta mientras caminaba hacia el grifo para lavarse la sangre de la cara. Sus palabras hicieron eco en la mente de Sean, y en la zona de su estómago en donde Drew había posado su mano sentía un hormigueo. Su maestra, la Maestra Cho, era una maestra fuerte y demandante, pero Sean nunca había experimentado la personalidad fuerte y absoluta como la de Drew Clark. Había una seriedad absoluta alrededor de ella, tan intensa que le quitaba el aliento a Sean. Ella brinco con el sonido de la voz de su maestra. "¡Giren hacia el frente!" Sean se mantuvo atenta una vez más, viendo hacía la mesa del consejo. Drew había regresado, había una pequeña banda adhesiva en su labio. La Maestra Cho dio un paso hacia adelante, diciendo, "Felicidades, Sean, lo hiciste muy bien. Estoy orgullosa de ascenderte a cinturón negro". Ella ató 3 franjas blancas en el extremo del cinturón rojo de Sean, el nivel más alto al que podía ser promovida antes de recibir el cinturón negro. El recibir 3 franjas después de una sola prueba era algo inusual y también un honor. Sean se inclinó marcadamente y después estrechó la mano de su maestra. "Gracias, señora" La Maestra Cho despidió a la clase y los estudiantes rodearon a Sean para palmearle la espalda y estrechar su mano. Ella apenas escuchaba las felicitaciones mientras veía a través del grupo a la mujer rubia quién se mantenía alejada y solitaria, contemplando a Sean.
CAPITULO DOS "¿Cómo está tu labio?" preguntó Janet Cho mientras arrancaba su Jeep Cherokee hacia el tráfico de la noche temprana. Miró sobre su hombro a la alta y delgada figura de su antigua estudiante, quien estaba inclinada hacia adelante en el asiento trasero con los brazos apoyados en el asiento delantero. Drew sonrió ligeramente, sus ojos azules alegres. "No es nada. Ella me tomó por sorpresa. Una muy buena sucesión de patadas las que realizó. No debería desestimar a ninguno de tus estudiantes, Maestra Cho". Cho sonrió interiormente , recordando una noche de muchos años atrás cuando ella tuvo que usar cada truco que sus 20 años de entrenamiento de artes marciales le habían dejado para vencer a una joven contrincante ALPA
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de cinturón negro en un combate libre. Esa mujer estaba sentada detrás de ella, su mejor estudiante, igualada únicamente por una estudiante más joven sentada a un lado de ella: su amante, Chris Roma. "Además debí advertirte acerca de sus piernas. Ella fue bailarina profesional en su juventud, y da las mejores patadas que he visto". "A excepción de las tuyas, Maestra Cho" dijo Chris desde el asiento aledaño. Janet rió y tomó cariñosamente la mano de su joven amante. "Me estás halagando y lo amo. Soy demasiado baja para realizar buenas patadas ofensivas. He tenido que aprender a usar mis pies como defensa, a diferencia de ustedes como americanos, son altos". "Ella es muy buena" Drew comentó, recordando la concentración total en la cara de Sean cuando ella enfrentó cada reto esa noche. Ella recordó también los músculos firmes bajo su mano y la mirada incierta que había visto mientas se había arrodillado junto a Sean. Había visto una mirada de confianza que Drew veía comúnmente en sus estudiantes, pero, por alguna razón la había afectado de manera más profunda de lo que usualmente sucedía. Le recordó una vez más la gran responsabilidad que tenía para enseñar a esta mujer más joven a defenderse por sí misma en un mundo donde muchas veces te convertías en víctima. Empujó lejos esos pensamientos, como lo había hecho los últimos 8 años, rehusándose a permitir que la ira surgiera y clamara por su mente de nuevo. "Yo la pateé demasiado fuerte" Drew continuó "Lo siento". Janet Cho negó con la cabeza. "No, no fue demasiado fuerte. Ella debe aprender a aceptar el dolor, en la vida diaria ella debe aprender a sobrevivir a pesar del dolor". Un pequeño jadeo proveniente de Drew interrumpió a la Maestra Cho, quien miró rápidamente a su vieja amiga. "Oh, Lo siento mucho, Drew. No estaba pensando. Por favor perdóname". Drew negó con la cabeza, luchando contra sus emociones. "No, estás en lo correcto. A veces olvido que ellos todavía tienen mucho que aprender". “Y ahora las tengo a las dos para que me ayuden a enseñarles, ¿verdad?". Janet Cho le había ofrecido a Drew un puesto en su escuela como maestra tan pronto como escuchó que Drew dejaba el ejército y regresaba a la vida civilizada en Filadelfia. Ella aún no había tenido respuesta por parte de Drew. Drew misma estaba incierta. A los 40 se había retirado de las fuerzas armadas, y ella no estaba segura acerca de lo que quería hacer el resto de su vida. Ella amaba las artes marciales. Habían sido años en los que solo los entrenamientos demandantes y las enseñanzas le daban algún consuelo a su vida. Enseñar a las mujeres a sobrevivir, ya fuesen soldados o estudiantes, había sido su único propósito durante muchos años. Las exigencias y responsabilidades del puesto eran enormes y ella estaba cansada. Cansada de preocuparse, cansada del miedo de sentir que no estaba dando lo necesario. Pensó de nuevo en la confianza en aquellos ojos verdes y tomó una decisión. "Siempre y cuando la Instructora Roma y tú quieran incluirme" Chris Roma, 15 años más joven, extrovertida y ansiosa, aplaudió encantada. "¡Muy bien!" Drew se recostó en el asiento, aliviada. Ella no conocía muy bien a Chris Roma, ella era un cinturón blanco cuando Drew dejó Filadelfia. Chris había empezado a entrenar después de conocer a Janet Cho en el curso de defensa personal que esta misma había impartido para estudiantes avanzados graduados. En contra del buen raciocinio de Janet esta había aceptado a su amante como su nueva estudiante. Ellas habían estado involucradas románticamente por un año antes de que Chris se matriculara en su escuela, y Janet no había estado segura de si podría separar sus asuntos personales para tener una buena relación maestro-estudiante. Fue solo por el profundo respeto de Chris hacia el compromiso, dedicación y habilidad de su amante para enseñar lo que las había llevado a tener éxito. Dentro de las paredes de la escuela de artes marciales Golden Tiger, Janet Cho era su maestra y nada más.
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Drew había estado preocupada porque probablemente Chris no quisiese trabajar junto a otra maestra, especialmente una que era de mayor rango. Ella había estado equivocada al preocuparse, Chris mostraba tal madurez a sus 30 años y aceptó que cada persona progresa a su propia velocidad, a su propio tiempo, todo acorde a su habilidad. Chris le dio la bienvenida a Drew, y a la posibilidad de mejorar sus propias habilidades trabajando junto a ella. "¡Hemos llegado!" Janet anunció mientras estacionaba en frente de una casa de piedra lisa en un vecindario tranquilo de la ciudad, conocido como Society Hill. Allí había algunos de los pequeños lugares históricos por los que Filadelfia era conocida, sus fachadas cuidadosamente preservadas haciendo eco de la honorable herencia de la ciudad. "Sabes que puedes quedarte con nosotras el tiempo que sea necesario, Drew". "Se los agradezco a la dos. Supongo que estoy ansiosa por asentarme. Iré a ver apartamentos pronto". Las tres mujeres rápidamente desempacaron su equipo y caminaron por la acera de piedra, deseosas por hablar y ponerse al día. ~ 16 kilómetros lejos de ahí, Sean manejó a través del largo camino que llevaba a su hogar en Gladwyne, un majestuoso vecindario rodeado de arboles donde vivían familias de adultos pudientes no tan amigables denominado 'Main Line'. Ella compartía la casa, en la cual había crecido, con su hermana gemela Susan. "¿Suse, estás en casa?" llamó mientras empujaba la pesada puerta de madera para que cerrase detrás de ella. "Estoy en mi oficina" escuchó en respuesta. Sean fue hacia la cocina y sacó una cerveza del refrigerador, quitando la tapa mientras cruzaba la sala de estar. La oficina de su hermana era lo que antes fue el estudio de su padre. "Hola" dijo, recargándose en la puerta y analizando el desastre en el lugar de trabajo de su hermana, Hojas de computadora esparcidas de la impresora directo al piso, portafolios abiertos encima del escritorio de roble, y la cara que la miraba estaba manchada con tinta. "¡Hola tú! ¿Cómo estuvo, lo hiciste bien?" Sean pensó de nuevo que nunca sería capaz de acostumbrarse a mirar su propia cara sin encontrar el reflejo de su hermana pero también su lado opuesto. Mientras ella era reservada e introspectiva, su gemela era ansiosa y extrovertida. Ellas eran como las dos caras de una moneda, individuales pero eternamente unidas. "Obtuve mis franjas, tres de ellas" "Oh, ¡Bien hecho! Sabía que la vieja arpía reconocería tu increíble talento". "¡Suse, No es una vieja arpía!" respondió Sean con falsa indignación. Su hermana, quien odiaba cualquier forma de autoridad, no podía entender como su Sean se dejaba dominar, de buena gana, por lo que ella denominaría abuso. "Quien sea que ponga a una mujer madura a hacer flexiones porque olvidó decir 'Sí, señora' es una sádica" dijo casi seria. Ella elevó una mano para detener las protestas de su hermana. Ellas ya habían tenido esta conversación anteriormente. "Lo sé, lo sé, lo amas, la amas, amas el Tae Kwon Do. Estás buscando ser más fuerte, el paraíso prohíbe que yo me queje de la fuerza de los demás. Aún así, eres una masoquista. Has probado eso al casarte con Michael Montrose". A Susan nunca le había gustado el esposo de Sean y había protestado vehemente cuando ella se casó con él a los 20. No solo significó que Sean se mudara a otra ciudad si no que renunciase al baile, decidiéndose por estudiar psicología. Las hermanas habían permanecido en contacto, y después de que Sean terminó su matrimonio de 10 años, Susan la recibió en su casa. "¡Fue un momentáneo lapso de falta de juicio, y no soy masoquista!". ALPA
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"Oh, lo olvidé, los psicólogos no pueden tener neurosis, ustedes son todos normales y saludables". "Tú deberías saberlo bien" Sean contestó " Estás casada con una". "Ellen y yo no estamos casadas. Nosotras...nosotras solo estamos seriamente involucradas". "¿Es así como llamas una relación monógama de 6 años? ¿En serio, cuando vas a decidirte a vivir con ella?". Por primera vez Susan pareció incómoda. "No lo sé. Ella sigue preguntando, pero yo solo no puedo hacerlo. Mira a mamá y papá... y tú, ¡Por el amor de Dios! El matrimonio es como la muerte para una relación. Al menos seguimos teniendo buen sexo". Sean se guardó su réplica. Ellen Tyler y ella compartían una oficina en la renovada casa rodante unida a la casa principal. Ellas eran amigas, y sabía cuanto anhelaba Ellen el vivir junto a Susan para fortalecer su relación. Sean también sabía el daño que Susan le provocaba a Ellen al rehusarse firmemente. Aun así, Susan era su hermana, ellas compartían la misma historia, y ella entendía la renuencia de Susan. Ella incluso la había vivido. Después de su divorcio 5 años atrás, ella había dejado de interesarse en las relaciones, casuales o de cualquier tipo. Ella no extrañaba el sexo...y no encontraba esa idea descabellada. Tenía amigos, tenía a su hermana, tenía su trabajo para mantenerla ocupada. Ocasionalmente anhelaba a alguien con quien compartir sus momentos de tranquilidad pero era un sentimiento del que podía prescindir. Su vida era buena, ella estaba contenta. "Tal vez Ellen y tú deberían ver a un terapeuta". Susan le dio una mirada horrorizada. "¡Oh por favor! ¿No fue Alcohólicos Anónimos suficiente? No puedo enfrentar otro proceso como ese de nuevo". Sean rió. "Está bien, me rindo. ¿Qué estás haciendo por cierto?" "Tokio está enloqueciendo, y estoy tratando de mantener el barco a flote. Lo tendré hecho en un rato...solo necesito asegurarme de que los millones de mis clientes no se conviertan en confeti. ¿Quieres ver una película dentro de una hora?". "¡Suena bien! Estoy exhausta. Voy a ducharme...tú escoge la película". Cuando se encontraron más tarde en el cuarto de lectura, Susan estaba preparada con su elección de película. "Te gustará ésta...trata de una psiquiatra lesbiana y un puñado de mujeres en un refugio de escritores". Sean tomó un plato hondo con palomitas y lo acunó en el sofá a un lado de ella. "¿Cuál es el título?". "Claire of the Moon". "Está bien...ponla". Sean comió palomitas y dejó que su cuerpo se relajara sobre los cómodos cojines mientras la historia de dos mujeres aprendiendo a amarse se desarrollaba. Le gustó la manera en que las dos protagonistas lucían, eran atractivas en una versión ligera de Butch/Femme. La psiquiatra parecía indecisa debido a que había sido lastimada por amor anteriormente. La otra mujer era hetero exceptuando el hecho de que esta solía acostarse con hombres sin que emocionalmente ejercieran efecto alguno sobre ella. Las mujeres se unían y se separaban a lo largo de la película, reencontrándose por necesidad y deseo, alejándose por miedo. En algún punto, Susan exclamó "Si no llegan a estar juntas pronto, me moriré. No puedo soportar este juego". Sean rió "¿No sabes que eso es parte de la diversión? Una vez que la tensión se rompe es solo sexo". Susan la miró atónita, "¡Disculpa! ¿Solo sexo? No me extraña que puedas soportar el celibato. Sean se encogió de hombros "No es tan malo". Susan pausó la película. "¿No lo extrañas?" preguntó inusualmente seria.
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Sean estudió la pregunta. "Lo que extraño es algo que nunca tuve. No extraño el acto en sí, el que tuve realmente no fue alucinante. Lo que quería sentir era la cercanía... la intimidad, y eso simplemente nunca lo tuve". "Tal vez era Michael". "No lo creo, Suse. No es el único hombre con el que he dormido y algunos de ellos fueron bastante agradables. Solo es que nunca me ha sucedido". "¿Alguna vez has pensado en mujeres...?" Sean le lanzó un cojín. "¿Contigo y estas películas como podría evitarlo? Estás dos son agradables a la vista y lucen bien juntas. Igual que Ellen y tú. Tú y yo compartimos los mismos genes, sé eso. Solo no estoy lista para nadie, Suse. Quizás nunca lo estaré". Susan asintió y continuaron viendo la película. Ella no creyó nada de lo que Drew dijo.
CAPITULO TRES "Prepárense para técnicas de defensa" la Maestra Drew declaró. "Gail, tú lo harás con Sean. El resto de ustedes emparéjense por rango". Sean se colocó frente a Gail Driscoll, la estudiante de cinturón azul clasificada segunda mejor de la clase. Era una joven mujer hermosa, en forma y fuerte debido al rugby, el cual era su pasión justo después del Tae Kwon Do. Su cabello a la altura de los hombros estaba ligeramente enmarañado lo que le daba un aire malicioso. Tenía un talento natural para las artes marciales y llegaría más lejos si se lo tomase con más seriedad. Al ser joven y estar llena de vida el mundo parecía atraerla para vivir nuevas aventuras. A Sean le agradaba como si fuese su hermana menor y a veces envidiaba su gran optimismo. "Quiero 10 técnicas de defensa, una seguida de la otra, espero ver técnicas complejas en los estudiantes avanzados. Colóquense uno frente al otro e inclínense hacia su oponente. ¡Empiecen!" Drew ordenó. Se movió alrededor del salón, corrigiendo posturas de los estudiantes principiantes, ofreciendo consejos a los estudiantes intermedios. Cuando se acercó a Sean y Gail, permaneció callada a un lado, sus brazos cruzados, piernas extendidas. Notó que Gail estaba usando técnicas rutinarias que habían practicado muchas veces, realizándolas adecuadamente pero sin mucha iniciativa. Sean, como se esperaba de ella cerca del mes que había estado enseñando, estaba improvisando nuevas combinaciones creadas por sí misma. Su técnica era fresca y controlada. Drew respetaba la profunda determinación de Sean y su esfuerzo incansable. Ella mantenía un aire de absoluta determinación cada clase y daba un gran ejemplo a las estudiantes más jóvenes. "Muéstrame algo de acuerdo a tu rango, Gail. Sean, quiero un ataque de alta dificultad a la cara" "Sí, señora" contestaron ambas estudiantes al unísono. Sean lanzó un golpe hacia adelante, con su mano derecha, manteniendo la posición para que Gail pudiera ejecutar una técnica defensiva. Gail lo contuvo ágilmente con un bloqueo de antebrazo y terminó girando con una patada alta en gancho. Perdió el balance ligeramente mientras realizaba la patada y golpeó a Sean directo en la cara con el talón. Sean cayó instantáneamente, con sangre emanando de su nariz. "Oh Dios" Gail se lamentó. "Oh Cristo, lo siento".
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Drew se arrodilló a un lado de Sean quien mantenía los ojos cerrados. Por un breve momento Drew se encontró en un rincón oscuro con otra mujer cuya cara estaba cubierta por sangre. El miedo y la angustia amenazaron con sofocarla, y susurró "Dara" con voz quebradiza. Sean gimió y abrió los ojos. A través de su confusión pudo ver la cara de Drew, llena de pánico, mirando hacia ella. Sus ojos azules estaban vidriosos, inusualmente vulnerables y un mar de dolor nadaba en ellos. La mano que la estaba tocando temblaba. "Oh Dios, no" gimió Drew. Sean escuchó la agonía en la voz profunda de Drew y luchó por hablar. "Todo está bien, Maestra Clark, estoy bien, aunque creo que mi nariz está rota". Drew negó con la cabeza, confundida y después se dio cuenta de en dónde estaba y qué había pasado. "Mantente quieta Sean, no trates de moverte aún. Gail, humedece una toalla con agua fría y tráemela". Ella levanto la vista hacia la joven mujer a un lado de ella, quién permaneció de pie aterrorizada. "¡Vamos Gail, hazlo!" soltó Drew. Mientras Gail salía corriendo, Drew volteó de nueva cuenta hacia Sean. Deslizó sus dedos entre la palma de la mano izquierda de Sean. "Aprieta mis dedos Sean, fuerte...bien, ahora la otra mano... bien. Ahora mueve ambas piernas" Ella asintió aliviada mientras Sean se movía. "Ahora, dime quién eres" "Sean Grey, estoy en la escuela de artes marciales Golden Tiger, y Gail acaba de embellecerme" Drew rió un poco temblorosa. "Muy bien. Ahora, ¿puedes verme claramente?" "Sí" contestó Sean, sin agregar que Drew lucía tan pálida como ella se sentía. Drew sostuvo la toalla húmeda contra la cara de Sean y deslizó un brazo por debajo de los hombros. "Siéntate despacio, apóyate en mí". "Te llenaré de sangre" protestó Sean. Drew rió y mantuvo a Sean cerca. "No importa, se lavará. Gail despide a la clase, voy a llevar a Sean al hospital. A pesar de las protestas de Sean, Drew insistió y después de un instante se encontraban en la congestionada sala de espera del Hospital Universitario. "¿Cómo se siente?" preguntó Drew. "Terrible, ¿cómo se ve?" Drew alejó unos centímetros la toalla de su cara y miró con escrutinio cuidadosamente la cara de Sean. Está hinchado pero luce uniforme. Con suerte, las fracturas no están desplazadas y no requerirá cirugía". Sean suspiró. "Espero que no, no quiero perderme las clases".
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Drew negó con la cabeza, maravillada por la compostura de Sean. Había visto soldados quejándose por unos cuantos músculos adoloridos peor de lo que esta mujer lo hacía. "La Maestra Cho me va a despellejar viva por dejar que esto sucediera". Dijo Drew secamente. Sean declaró en respuesta "¿Por qué? No fue tu culpa". "Oh, lo fue. Todo lo que pase en ese salón es mi responsabilidad. Yo presioné a Gail demasiado, ella hizo algo para lo cual todavía no estaba preparada". Sean contempló las palabras en silencio. Ella conocía bastante bien el código de ética que manejaban sus maestras y que tan en serio se tomaban sus responsabilidades. Esto, como sea, parecía extremo. "Con todo respeto, señora, los accidentes pasan. Yo misma he golpeado en ocasiones a algunas personas más fuerte de lo debido. Tú incluida". Drew asintió, no aceptando por completo el pensamiento pero apreciaba el esfuerzo de Sean por aliviar su culpa. "Gracias. Te están llamando, esperaré aquí". "No, está bien. Puedo llamar a mi hermana". "Esperaré aquí Sean" sentenció Drew.
Drew manejó rodeando el caminó circular y estacionó en frente de la casa. Sean vaciló y luego preguntó tentativamente "¿Te gustaría entrar un momento? ¿Quizás beber algo?". Drew empezaba a negarse y luego se dio cuenta de que quería estar segura de que Sean estuviese bien. Los doctores habían dicho que su nariz estaba fisurada pero que sanaría sin necesidad de cirugías. Aún así, había recibido un golpe significativo en la cabeza. "Solo un minuto" apagó el motor y rodeó apresuradamente el frente de su carro deportivo negro, alcanzando la puerta que Sean ya había abierto. "¿Puedes hacerlo?" preguntó Drew, desliando su mano por debajo del codo de Sean. "Sí" rió Sean "Gracias". Mientras Sean se sostenía de la puerta delantera abierta, una ansiosa voz sonó "¿Eres tú Sean?" Susan apareció a la vuelta de la esquina y frenó de repente. "¡Oh por Dios! ¿Qué pasó? ¡Ellen! ¡Ellen, ven aquí! ¡Sean está herida!". Se abalanzó hacia Sean, apretando sus manos. "¿Qué pasó? ¡Oh Dios! ¿Sean estás bien?" Sean puso a Susan entre sus brazos y la abrazó fuertemente. "Estoy absolutamente bien, Suse cariño, relájate. Solo me golpeé la nariz".
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"Se ve como se hubieses sido golpeada en la nariz con un hacha" comentó la alta y delgada pelirroja que se aproximaba por detrás de Susan. "Pareces un desastre. ¿Te apetece una cerveza?". Sean río por el aplomo usual de Ellen y asintió. "Primero que nada les presento a mi maestra" dijo, girando hacia Drew que permanecía de pie frente a la entrada. "Mi hermana Susan, su amante Ellen, Maestra Drew Clark". "Solo Drew" dijo mientras estrechaba las manos de las dos mujeres. Notó que Susan la miraba con odio. "¿Fuiste tú la que le hizo esto? demandó Susan. "Bueno, fue mi culpa..." "Oh, paren..." Sean dijo exasperadamente "Ambas. Mi cara quedó en el medio del pie de alguien y eso es todo lo que pasó". Drew estaba sorprendida por el tono de mando de Sean y se dio cuenta de que había muchas facetas de ella que no vería jamás en el Dojang. Las relaciones alumno-maestro eran frecuentemente unilaterales y ella generalmente llegaba al punto de no socializar con los estudiantes fuera de clase. Esta noche había sido una excepción en muchas formas. "Quizás debería irme siempre y cuando me asegures que te sientes bien". "Tonterías" interrumpió Ellen "Quédate un momento para que Susan se convenza de que no eres una maniaca. ¿Quieres una cerveza o algo?". Drew sonrió, disfrutando del humor seco de Ellen. Perecía el perfecto contraste para la agitación de su amante. "Gracias. Una cerveza estará bien" "Iré a quitarme esto" dijo Sean, señalando su uniforme ensangrentado. "Las veré en la terraza". Era casi media noche y el calor sofocante de finales de agosto había empezado a disminuir. Las mujeres se sentaron en los sillones reclinables con sus bebidas. Sean cruzó el patio llevando Jeans azules y una blusa sin mangas, y le entregó una camiseta a Drew. "Vas a necesitar esto. Tu camisa aún está mojada". Drew vestía sus pantalones del uniforme de algodón y la camisa sudada con la que se había ejercitado anteriormente. Estaba húmeda aún y no se sentía cómoda. "Quizás deba cambiarme..." "El baño está dentro a tu derecha" Ellen giró hacia Sean cuando Drew entró a la casa y comentó "Esa es una mujer hermosa. Tienes unos ojos para hundirse en ellos y un cuerpo difícil de resistir. ¿Cómo es que nunca la has mencionado?". Sean rió inconscientemente. "Es mi maestra, Ellen. Ha estado aquí por unas pocas semanas, difícilmente la conozco".
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"¿Es gay? preguntó Ellen. Ellen, como Sean bien sabía, era implacable con los detalles. Ella amaba la terapia porque disfrutaba de los detalles de la vida de la gente, y estaba intensamente interesada en esas cosas personales lo que la convertía en una gran terapeuta. Además de la curiosidad tenía una compasión desmesurada. "No lo sé, ¿importa?". "Oh, no...Pero sería una lástima si no lo fuera". "¡Maldita!" exclamó Susan de buen humor, golpeando a Ellen en el brazo. Drew apareció en ese momento, la camisa metida en los pantalones del uniforme. Era un poco pequeña para ella lo que acentuaba la forma de sus bien desarrollados hombros. Había doblado las mangas revelando así sus musculosos antebrazos. Se sentó en el sillón y tomó su cerveza. "¡Qué noche!" suspiró, perdiéndose en las estrellas sobre su cabeza. Las cuatro mujeres permanecieron sentadas en silencio por un momento, disfrutando de la brisa. "¿Cómo te sientes?" preguntó Drew suavemente a Sean. "No tan mal, tengo un pequeño dolor de cabeza". "Lo siento". "Lo sé. Olvídalo, ¿podrías? Estaré bien". Drew asintió. "¿De dónde eres Drew?". Preguntó Ellen. Drew se estremeció al escuchar la pregunta. Había pasado un largo tiempo desde que había estado en una interacción social. Se había sumergido en el trabajo en Virginia y rara vez socializaba con alguien externo a su círculo profesional. "No tan lejos de aquí, de hecho. Crecí en Rosemont. Pero he estado lejos por un tiempo" finalizó torpemente. "¿A qué te dedicas?" continuó Ellen sin titubear. "Enseño artes marciales. Por muchos años enseñé combate mano a mano a los reclutas de las fuerzas armadas así como distintos estilos de artes marciales, como Tae Kwon Do y Aikido". "No sabía que practicabas Aikido" Sean exclamó. "¿Aún entrenas?" "Sí, aún lo hago. De hecho, la escuela está cerca de aquí. Afortunadamente, mi antiguo maestro aún enseña, y me ha permitido continuar entrenando con él. Deberías venir a ver una clase en algún momento" agregó impulsivamente. En cuanto las palabras fueron dichas, Drew deseó retractarse. No tenía idea del porqué las había dicho y no estaba segura de si era buena idea parecer demasiado amistosa con una de sus estudiantes. "Realmente me gustaría eso" Sean contestó. "Me encanta observar estilos diferentes y el Aikido siempre me ha parecido maravilloso. ¿Me dirás cuando sea un buen momento para ir? ALPA
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"Lo voy a hablar con mi Sensei y te lo haré saber" respondió Drew, esperando que su renuencia no fuera obvia. "Oh, magnifico Sean" exclamó Susan, "¡Has encontrado otra manera de hacerte daño!" "Mira Suse, estoy bien. En serio. Y no estoy preparada para empezar otro arte marcial, no ahora ni en un largo tiempo. Quizás nunca. Aún tengo mucho que aprender" Sean revolvió el pelo de su hermana. "Prometo que no dejaré que nada me pase, ¿está bien?". Drew se conmovió por el afecto obvio entre las dos hermanas. Pensó, con pesar, que tomaba más que una promesa para mantener a alguien a salvo. Sintió surgir la desesperanza con la que vivía cada día y luchó por enterrarla de nuevo. Por alguna razón, los viejos recuerdos habían regresado para atormentarla desde que había vuelto a Filadelfia, un dolor, que pensaba, había borrado satisfactoriamente. "Me tengo que ir" dijo abruptamente, levantándose mientras hablaba. Sean levantó la vista sorprendida y se puso de pie también. "Te acompaño". Al llegar a la salida, Drew se giró hacia Sean y le miró la cara con escrutinio. "Tendrás un ojo amoratado para mañana", dijo con pesar. Sean se toco la nariz magullada. "Me temía eso. No me importaría demasiado pero nunca he sido capaz de esconderlo de mis pacientes. Algunos de ellos se enojarán". "¿Eres doctora?" preguntó Drew. "Soy psicóloga clínica. Ellen es mi socia. Toma mucho esfuerzo el mantener mi vida personal privada. Los pacientes siempre sienten curiosidad acerca de la vida de sus terapeutas". "Sé lo que quieres decir. Los estudiantes son casi siempre igual con sus maestros", meditó Drew. Sean lucía incómoda. "¿Esto representa un problema para ti?" preguntó. Drew sonrió. El tiempo que había pasado con Sean se sentía de lo más natural y para nada forzado que cualquier cosa que hubiese hecho en mucho tiempo. "No. Te veré en clase, Sean". "Buenas noches, Maestra Clark", dijo Sean, inclinándose automáticamente. Drew se inclinó en respuesta y descendió por las amplias escaleras hacia la noche. Mientras Sean cerraba la puerta pensó en como esa sonrisa imprudente parecía quitarle años a la cara de Drew. Se encontró deseando saber lo que había detrás de la fachada impenetrable de aquella mujer. "Ella es fascinante", comentó Ellen mientras Sean se reunía con ellas en la terraza. "¿Qué tanto sabes acerca de ella, Sean?". Sean se encogió de hombros, deseando desviar la atención de Ellen de ese tema. No se sentía cómoda discutiendo acerca de Drew, lo sentía como una invasión a su privacidad que tan cuidadosamente mantenía. Y Sean encontraba su propia curiosidad inquietante. Drew la intrigaba a ella también. Recordó el pánico en la
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cara de la rubia mujer justo después de que Sean se lastimó, la imagen del pálido rostro de Drew y sus ojos aterrados, y el recuerdo permaneció. Ella no creía que el dolor que vislumbró era algo que Drew había mostrado conscientemente. Sean solía escuchar el dolor de otros, permitiéndose sentirlo para así poder ayudar a sanarlo. Pero este no había sido mostrado a propósito y Sean se sintió irracionalmente protectora de la vulnerabilidad de Drew. Y considerando que sabía tan poco de ella, la intensidad de ese sentimiento la perturbaba. No podía simplemente olvidar la angustia revelada en el rostro de Drew, y su propio corazón empezó a doler en simpatía. "No la conozco, Ellen. La veo cuatro veces a la semana en clase, eso es todo". Ellen no comentó acerca del vació en la voz de Sean o la mirada distante en sus ojos mientras hablaba. "Bien, Te dejaré salirte con la tuya esta vez. Pero trata de ser un poco más curiosa, ¿quieres?". Sean no quiso admitir lo curiosa que se sentía. Mientras se preparaba para ir a la cama no pudo quitarse a Drew de la cabeza.
CAPITULO CUATRO Drew se encontraba en un extenso callejón oscuro y había sombras amenazadoras en todas direcciones. El miedo apretó su garganta mientras se forzaba a caminar hacia la oscuridad. Sabía que alguien la necesitaba, tenía que seguir adelante a pesar del terror. Un brazo la alcanzó y ella lo alejó con una ágil patada. Se quitó de encima las manos que sujetaban su ropa, tambaleándose mientras se adentraba en la oscuridad total. No podía respirar, su pecho se sentía oprimido y pesado. Finalmente llegó al final del callejón. No había salida, y una mujer yacía contra una pared de ladrillo, doblada sobre su estómago. Alargó una temblorosa mano y giró la cabeza de la mujer hacia arriba. A través de la sangre y las contusiones pudo distinguir las facciones distorsionadas de Sean. Mientras miraba con horror, el rostro cambió y ahora era Dara quién la observaba de regreso, ojos aterrados implorándole. "¡Oh Dios, no!" se lamentó mientras despertaba, aún en su cuarto. Perecía enloquecida, jadeaba, el terror del sueño seguía fresco. Gimió y puso la cabeza sobre sus rodillas, luchando por contener los sollozos. Un ligero golpe penetró en su conciencia. "Drew, soy Janet. ¿Puedo ayudarte?". Drew se frotó la cara y respiró profundamente. "No, gracias, solo fue una pesadilla. Estoy bien". "Si me necesitas, me lo dirás, ¿verdad?". "Sí", contestó Drew, sabiendo que no podría compartir esas dolorosas imágenes. Nunca lo había hablado con alguien, estaba silenciada por la enormidad de su culpabilidad. Se recostó, sabiendo que no podría volver a dormir. El rostro de Sean apareció en su mente recordando el día que la había visto por primera vez, arrodillada en el Dojang, calmada, concentrada. Un rostro esculpido rodeado de cabellos oscuros enmarañados, y esos ojos tan verdes, tan serenos. De repente, la imagen fue reemplazada por el recuerdo de Sean esa noche, yaciendo recostada, aturdida y sangrando. Dejó permanecer la imagen un momento. Drew se quejó frustradamente y encendió la luz. Tenía que parar los recuerdos y especialmente tenía que dejar de pensar en Sean. Sean representaba una amenaza más grave que sus pesadillas constantes. Al menos las pesadillas le eran familiares. Ella no tenía explicación por la fuerte conexión que sentía con Sean, ALPA
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la había sentido por primera vez esa noche durante la prueba. Había sido cautivada por la infinita calma que Sean proyectaba, un sentimiento que Drew no había alcanzado aún. Cada clase era lo mismo. Sean parecía irradiar un sentimiento de balance y conocimiento propio los cuales se expandían y rodeaban a todos a su alrededor. Al menos Drew lo sentía de esa manera cuando la miraba. Algo de la paz de Sean la envolvía. Drew parpadeó por la brillante luz, esperando que sus recuerdos se fueran. Alcanzó un libro que estaba en el buró y se obligó a leer. No pensaría más durante la noche. Por la mañana, Janet Cho la saludó calurosamente. "Hay café y Chris hizo pastelillos". Drew tomó una taza y se sentó en la pequeña mesa de la cocina junto a su vieja amiga. "Tuvimos un accidente anoche, Maestra Cho. Sean se rompió la nariz". "Oh, ¿Es grave?". Drew negó con la cabeza. "No tanto, ella estará adolorida por un tiempo pero no hay necesidad de una cirugía". Le contó los detalles del accidente y después agregó con voz incierta, "Creo que no conozco a los estudiantes muy bien como para impartir clases aún". Janet tocó su brazo ligeramente. “Eres una excelente maestra, Drew. No lo dudes. Gail es una buena estudiante, un poco perezosa a veces, pero es joven. Ha realizado esa patada muchas veces antes, está dentro de sus capacidades. Ella se confió, no tú. Creo que pasaré un poco más de tiempo asesorándola. Me gustaría verte entrenar con Sean en su siguiente formación, la primera Forma* de cinturón negro. (*)Es una secuencia de movimientos de ataque y defensa que simulan un combate imaginario con uno o varios adversarios. Drew escondió su renuencia. Quería mantenerse lejos de Sean, la mujer ya había entrado en sus sueños. "Sí, claro. Tan pronto como ella regrese a entrenar". "Oh, Sean vendrá esta noche" dijo Janet Cho con certeza. ~ Mientras Drew y Janet se aproximaban a la puerta del Dojang una hora y media antes de la clase, descubrieron a Sean haciendo ejercicios de estiramiento en el pasillo externo. Drew no pudo ocultar su sorpresa. "¿No deberías estar descansando?" Sean sonrió. “Estoy bien, señora". Drew negó con la cabeza mientras se hacia a un lado. "Bien, entra entonces". Sean se detuvo en la entrada para inclinarse antes de entrar y después giró hacia las Maestras Cho y Clark inclinándose respectivamente. "Buenas noches", dijo educadamente. Las dos mujeres se inclinaron en respuesta y regresaron el saludo. "Sean, calienta ahora, quiero que trabajes en las Formas esta noche con la Maestra Clark". "Sí, señora". "Y, Maestra Clark, usted y yo trabajaremos un poco en combate con armas antes de la clase, ¿está bien? Quiero conocer lo que enseñabas en el ejército". Drew se inclinó educadamente. "Sí, Maestra Cho. ¿Cuchillo o bastón Jo? "El Jo" contestó Janet, refiriéndose al arma de 1.5 metros. Podría usarse como arma de ataque, como una lanza, o bien, sostenerla como un bate (béisbol). Era una práctica perfecta para defenderse en contra de la gran cantidad de armas que podrían recogerse y usarse en las calles. "Yo atacaré", declaró Janet. Sean veía desde la esquina del salón donde seguía ejecutando su calentamiento previo a su rutina. ALPA
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Drew se movió a la postura defensiva de costados, una pierna atrás, ambas manos elevadas. Un brazo extendido y el otro protegiendo su pecho. Aún así, su postura era menos rígida que la clásica postura de Karate, ella lucía relajada pero cautelosa. Sean se estremeció cuando la Maestra Cho atacó con una ráfaga de golpes rápidos dirigidos a la cabeza y pecho de Drew. Drew los desviaba con su antebrazo, rodeando a la Maestra Cho, esperando la oportunidad para lanzar su propio ataque. Después, con un movimiento engañoso dirigido a la derecha de su oponente, Drew se tiró al piso y deslizó un pie por detrás de la rodilla de Janet rompiendo así su equilibrio. La pierna de Janet trastabilló y la mandó al piso, el agarre de Drew sobre la camisa de Janet evitó que ésta cayera pesadamente sobre su espalda. Sean estaba sin aliento por la manifestación de habilidad y poder de la que estaba siendo testigo, ¡Drew se movía con gran agilidad! Había tal intensidad en su rostro mientras combatía cada ataque con su propia fuerza. Los golpes parecían doler pero no había señal de ello en sus reacciones, esperó por su oportunidad y contraatacó sin vacilar. Sean nunca había visto algo como esto. ¡Drew era magnifica! "Oh, ese fue un buen movimiento. Gracias por evitar mi caída", dijo Janet Cho mientras se levantaba. "Ahora el cuchillo". Drew asintió, esperando nuevamente, sus ojos sobre el arma metálica que sostenía Cho en su mano. Mientras atacaban su sección media, ella se hizo a un lado, bloqueando el brazo atacante con su propio brazo, presionándolo contra ella. Con el arma inmovilizada, era capaz de elevar una pierna y patear al centro del cuerpo seguido de un codazo en la nuca. Mientras Janet anticipaba cada ataque, ésta permitió que su cuerpo recibiera los golpes hasta que al final terminó sobre su espalda con Drew suspendida sobre ella, el cuchillo ahora en la mano de Drew. El rostro que miraba abajo hacia ella estaba lleno de concentración, los ojos azules fríos. Drew gritó mientras deslizaba el cuchillo hacía abajo. El objeto pasó milimétricamente cerca de la garganta de Janet Cho. "Creo que vi Aikido en ese movimiento, Maestra Clark", dijo tranquilamente Janet Cho. Drew se sentó sobre sus tobillos y sonrió. "Sí, señora. En la vida diaria debemos jugar todas nuestras cartas...". Las dos mujeres se pusieron de pie y se inclinaron una a la otra. "Gracias, Drew". "Gracias, Maestra Cho", respondió Drew. Al girarse, descubrió a Sean observándola. Sean se sonrojó y bajó la cabeza cuando se encontró con la mirada de Drew. Drew se preguntó brevemente qué tanto había visto Sean durante el combate, cuando Drew estaba bastante ocupada para mantener sus barreras protegidas. "¿Estás segura de estar lista para trabajar hoy?" preguntó Drew mientras se aproximaba. Su voz era suave y con una preocupación que no podía ocultar recordando la cara aturdida y ensangrentada de Sean de la noche pasada. Sean encontró la mirada de Drew y notó, por primera vez, que tan rubias eran sus pestañas y las pequeñas arrugas en las esquinas de sus ojos. Sabía que esas arrugas se acentuaban cuando Drew regalaba una de sus raras sonrisas. Lo notó la noche pasada cuando permanecía con Drew frente a la puerta de su hogar. Recordó como había levantado la cabeza un poco para poder ver el rostro de Drew, ahí fue cuando Drew sonrió, esa sonrisa que parecía como el brillo del sol penetrando a través de la nubes. "¿Sean?" preguntó Drew. Preocupada por su silencio. "Sí, señora. Me siento bien". "Necesito que me digas si tienes problemas durante el entrenamiento, ¿entendido?". Sean asintió. Drew la miró quisquillosa, incitándola a responder. "¡Sí, señora!" gritó Sean. Sonrojándose ligeramente por su propia preocupación.
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Después de que todos los estudiantes de la clase estaban reunidos, Drew apartó a Sean y pasó una hora y media enseñándole movimientos y revisando sus primeras Formas. Como siempre, la técnica de Sean estuvo excelente y trabajó duramente. Drew atribuyó sus ligeras faltas de concentración a los efectos de la lesión. Sean no estaba segura de lo que le estaba molestando, solo se sentía inexplicablemente agitada. Se encontró mirando las manos de la Maestra Clark, notando la fuerza de las palmas y los dedos largos y afilados. Para ese momento se dio cuenta que no había escuchado una orden y se sonrojó de nuevo. Sin embargo, estuvo agradecida cuando la Maestra Clark le comentó que había hecho un buen trabajo. Las palabras se sintieron como un regalo. ~ "¿Cómo estuvo?" preguntó Susan mientras se unía a Sean en la terraza. "Umm, ¿qué?" preguntó Sean. Había estado viendo las nubes flotar en el cielo nocturno, saboreando la suave brisa sobre su piel. Por alguna razón, todos sus sentidos parecían aumentados, más vivos. Se sorprendió al sentir un toque de excitación, era algo tan inusual, apenas y sabía reconocerlo. Pero no se equivocaba al sentir una ligera presión entre sus piernas y la pesadez de sus entrañas. "¡Tierra a Sean!!¡Atención, por favor!". Sean declaró culpablemente "Oh, ¿te refieres a la clase? Estuvo bien". "¿Tú nariz está bien?". "¡¿Mi nariz?!...¡Oh, mi nariz! Sí, va bien". Susan miró a su hermana cuidadosamente a través de la suave luz proveniente de la casa. Su prácticamente siempre concentrada gemela tenía una ligera mirada de ensueño, como si estuviese ausente. "Sean, ¿no estás usando drogas, verdad? Sean miró a su hermana. "¿Drogas? ¿Estás loca? ¡Sabes que odio las drogas!" "Bueno, es que pareces terriblemente ausente, ¿en qué estabas pensando?" "Amm, nada en especial. Solo me relajaba". Respondió Sean de manera evasiva. No quería admitir ante su hermana que había estado pensando en lo agradable que sería tocarse íntimamente ahí afuera bajo el crepúsculo, o aquello cuando veía su mano sobre su cadera imaginándose que era la mano con afilados dedos de otra persona. Ni siquiera quería admitirlo ante ella misma porque no sabía lo que eso significaría. "Ellen y yo volvimos a pelear", dijo Susan en voz baja. Sean finalmente le dio a su hermana toda su atención. “Oh, Suse, ¿Qué pasó?" Susan se encogió de hombros. "Lo mismo de siempre, quiere que tengamos un bebé". "¡Un bebé! ¡Nunca lo había mencionado!" "Bueno, ahora lo está mencionando. Tiene 32, quiere tener niños antes de que sea demasiado vieja para ser una buena madre. Tú sabes, el común asunto del reloj biológico". "Entiendo, ¿cómo te sientes acerca de tener niños?" "No estoy entusiasmada por tener uno yo misma pero creo que los niños son fantásticos, y sería algo bueno tener un bebé con herencia de Ellen en él. Es solo que es un gran paso, y hay tantas maneras de joderlo". Sean pensó que empezaba a entender. "¿Es eso lo que te asusta? ¿Qué lo joderás y harás la vida del niño miserable?". "¿Sí, por qué no?" demandó amargamente Susan, " Soy una ex-alcohólica de 35 años que está atemorizada por la intimidad, ¿qué clase de madre sería?".
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Sean tomó su mano y la apretó amablemente. "Tú eres una mujer brillante, graciosa y amorosa que sería una maravillosa madre para un niño. Pero tienes que quererlo realmente, Suse... a Ellen, el compromiso, el niño, todo ello. Es importante para las dos que estén seguras". Susan suspiró. "Ese es el problema, mi corazón dice 'sí' pero mi cabeza dice 'no'. Oh, está bien, ella lo superará. Siempre lo hace". Sean no vio ningún sentido en preguntar por lo obvio. Ellen había estado un poco infeliz últimamente, ahora sabía por qué. "¿Crees que ustedes dos aún puedan venir a mi fiesta del Dojang para celebrar el cumpleaños de la Maestra Cho la siguiente semana?". "Claro que sí", respondió Susan. "Ellen no se la perdería, y yo quiero conocer a las otras mujeres que están en la onda de la tortura medieval". "Oh, ¡cierra la boca, Suse!". ~ La noche de la fiesta era despejada y agradable. Sean, Susan y Ellen habían colocado mesas a lo largo de la espaciosa terraza de piedra con emparedados y un amplio bar. El reproductor emitía música para bailar y los altavoces externos transportaban el sonido. Era la primera vez que tanto estudiantes como maestras se reunían en su casa. Sean estaba un poco nerviosa. Había estado ansiosa todo el día preguntándose sí Drew Clark vendría, y el hecho de que estuviese ansiosa por ello hacía crecer su nerviosismo. Para las 8 pm ya era una ruina. "Sean", dijo Ellen, tomando su brazo y empujándola contra la verja de piedra la cual flanqueaba las escaleras que llevaban al jardín, "¿Qué pasa contigo? Está no es la tranquila y serena Sean Gray que conozco y quiero". Sean se encogió de hombros. "Solo estoy un poco nerviosa por la fiesta". Ellen sacudió su brazo ligeramente. "Sean, querida, soy Ellen. Te he visto ordenar un cuarto en desastre sin parpadear y ofrecer una cena para cincuenta personas. Esto no es por la fiesta". "Estoy un poco avergonzada por ello", confesó finalmente Sean. "¿El qué?" preguntó Ellen. "Creo... oh Dios, es difícil... ¡creo que tengo sentimientos por una de mis maestras! " finalizó Sean apresuradamente, sonrojándose intensamente. "Espero que te refieras a aquella guapísima, alta y rubia mujer" dijo Ellen. Sean asintió. "¡Bien! pronunció Ellen. "¿Y cómo se siente la gran Doctora Grey acerca de esto?" "¡Ella se siente ridícula, así es como se siente! Tengo 35, soy una profesionista responsable...y hetero debó agregar". "¿Lo eres?". "¿Qué?". "Hetero". Sean dudó antes de contestar. "Nunca me lo pregunté antes, nunca tuve motivos. Todo lo que puedo decir es que me siento terriblemente atraída a esta mujer, y tengo miedo de que se note". "¿Qué te atrae de ella?"
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"¿Qué si te dijera que todo? Es ferozmente intensa, enfocada, poderosa, sin mencionar que es amable y atenta, y hermosa". Sean no agregó lo que había percibido antes: el dolor que trataba de ocultar, o peor aún, el tormento que Sean había vislumbrado aquella noche semanas atrás. "¿Dormirías con ella?". "Sin pensarlo". Ellen bajo la mirada hacia la extensión de césped siguiendo a los arboles por debajo. "Esto es más que simples sentimientos, Sean. ¿Qué vas a hacer al respecto?". "Espero que desaparezca antes de que ella lo note, o antes de que me transforme en una tonta". "¿Por qué?" preguntó Ellen sorprendida. "Porque no hay nada que me diga que ella se interesa por mí, y sí lo hubiese, existe el problema de que es mi maestra". "Oh, Sean, date un respiro. Las dos son adultas. No estamos hablando del inconveniente entre una estudiante de preparatoria y una maestra de 30. Puede que haya algunos problemas en el... ¿cómo lo llaman?... ¿Dojang?, pero no es en sí una situación inmoral". "Creo que ella lo vería de esa forma". "¿No me habías dicho que tu Maestra principal y una estudiante fueron amantes?" "Sí, pero ellas se hicieron amantes antes de que la Instructora Roma empezara a entrenar. Es diferente de a convertirte en amante de una de tus estudiante". "Es una comparación bastante parecida". "No necesariamente, ¿dormirías con una de tus pacientes?". "¡Claro que no!". "¿Qué hay después de que la terapia haya finalizado?". "No, Sean. Sabes que no". "Bien, qué hay acerca de hacerte amiga de una antigua paciente”. Ellen dudó. "Es casi seguro que no lo haría. Pero la relación paciente-terapeuta es muy diferente de lo que tú estás hablando". "Aún hay mucho sitio para el abuso. Muchas mujeres estudiantes han sido abusadas por instructores varones. Existe un desequilibrio muy grande, especialmente en una escuela seria como la de ustedes". "¿Sientes como si tu atracción fuese algo incorrecto?". "No, pero eso parece. Eso es todo lo que quiero decir". Ellen se volvió y miró hacia la casa. "Creo que está más allá de ti, Sean", dijo. "Primero deja que la mujer sepa que estás interesada, y cuando lo haga deja que ella decida si eso representa un problema o no. No puedes decidirlo por ti misma". Sean no preguntó lo que realmente quería que le respondiera. ¿Cómo, exactamente, le haces saber a otra mujer que te interesa? Con los hombres es fácil, pero con esto se sentía totalmente perdida. "Oigan" llamó Susan desde la casa, "ya están aquí". Para las 8 de la noche la terraza ya estaba abarrotada de mujeres y unos cuantos hombres, parejas de las mujeres hetero de la clase. La Maestra Cho se sentó tranquilamente junto a Chris Roma. "Feliz cumpleaños, Janet", dijo suavemente Chris". Janet sonrió amablemente. "Gracias, amor. Es un cumpleaños agradable, ellas son un grupo maravilloso, ¿verdad?" ALPA
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"Sí, y todos ellos se preocupan por ti y por cada uno d ellos". Janet asintió, arrugando la frente, algo inusual en su casi siempre tranquilo rostro. "¿Qué pasa?" preguntó Chris, percibiendo el cambio en el comúnmente sereno humor de su amante. "Drew no está aquí. Me temía que no viniese". "¿Por qué no lo haría?". "Ella no es mucho de hacer amigos, pero creo que los necesita. Ha estado demasiado tiempo inmersa en sí misma y eso la hace sufrir". "Chris sabía acerca de las pesadillas, no había podido ayudar pero lo sabía. Frecuentemente, Janet y ella habían sido despertadas por llantos apagados provenientes del cuarto de invitados ubicado al final del pasillo durante las pocas semanas que Drew había estado instalada antes de mudarse a su reciente departamento. Chris no sabía las circunstancias y no las preguntaba. Su amante y Drew habían sido amigas por muchos años antes de que conociera a Janet Cho, y los secretos que ellas compartían nunca serían revelados a menos que fuese por decisión de Drew. "Ella es feliz en el Dojang, ¿no lo crees?". "Oh, sí, Gracias a las estudiantes. Ahí tiene mujeres por las cuales preocuparse pero es como una caja fuerte". "¿Una caja fuerte?". "Ella se preocupa por ellos pero no deja que entren en su corazón, y ella no tiene porque responsabilizarse si los demás se preocupan por ella. Eso es necesario para una buena enseñanza pero toma esa responsabilidad para así evitar que entren a su vida. "¿Hay algo que podamos hacer?". "Janet sonrió y apretó la mano de Chris. "No, algún día espero que deje que alguien entre en su corazón, cuando la necesidad sea más grande que el miedo. "¿Es así como fue para ti?". Sonrió nuevamente. "Oh, sí. Pero mi miedo era que no me llegaras a querer". Chris rió. "Entonces nunca tendrás de qué preocuparte". Sean miraba el curso de la fiesta desde la entrada de la sala. Había sido conmovida por la escena entre sus maestras. No podía oír sus palabras pero los gestos cariñosos que se daban mientras sus rostros permanecían cercanos hablaba de su amor. Buscó a su hermana y a Ellen y encontró a Susan en el medio de un grupo de mujeres riendo. No había duda de que las estaba bombardeando con preguntas acerca de sus tendencias masoquistas. No pudo encontrar a Ellen. Justo en ese momento, sonó el timbre, y se movió a través de la silenciosa casa para abrir. Mientras atravesaba la sala, vio a Gail Driscoll siguiendo a alguien hacia la entrada opuesta que daba al cuarto de lectura. Abrió la puerta y encontró a Drew de pie ahí con una camisa en la mano. A Sean le gustó la manera en que Drew lucía en jeans desgastados y una camiseta blanca. "Hola" dijo tímidamente Sean. "Estoy agradecida de que pudieras venir". "Perdón por la tardanza", dijo Drew, entregándole la camisa. "Gracias por esto". Sean tomó la camisa y la colocó en la mesita del correo. "Estábamos esperando por ti para entregarle su regalo a la Maestra Cho" dijo mientras se aproximaban al grupo en la terraza. "¿Te traigo algo de beber?". "Una cerveza estaría bien".
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Drew caminó hasta donde Janet y Chris estaban sentadas y se inclinó hacia la Maestra Cho. "Bonita noche" dijo. Janet Cho sonrió. "Lo es, sí. Gracias por estar aquí" Drew pareció momentáneamente incómoda, y después hizo un esfuerzo para relajarse. Vio a Sean acercándose a través de la multitud con dos botellas de cerveza, luciendo cómoda en una blusa blanca sin mangas y unos pantalones negros de algodón. Parecía diferente de los otros estudiantes, no porque tuviese más edad, sino por que parecía que cargaba con un aire de certidumbre que hacía sugerir que estaba en paz consigo misma. Como siempre, su presencia tenía un efecto embrujante sobre Drew. "Gracias", dijo Drew mientras aceptaba la botella fría. "Tu nariz por fin luce normal". Sean rió y se tocó la cara inconscientemente. "Siempre se vio peor de lo que se sentía". Una sombra asomó fugazmente en el rostro de Drew, y está llevó la botella precipitadamente a su boca. Cuando habló de nuevo, su voz estaba tranquila. "Lo manejaste bien. Serías una excelente soldado". Sean se carcajeó, una ruidosa carcajada gutural que iluminó sus usualmente tranquilas facciones. "¡Oh, claro que no! Soy casi tan mala como mi hermana para seguir órdenes". "No que yo lo haya notado" remarcó Drew. "Eso es diferente. En clase entiendo que la disciplina es para hacerme más fuerte, me mantiene enfocada en el objetivo recordándome la importancia de lo que hacemos. Es una disciplina que acepto como necesaria, de hecho me hace sentir sana. No permitiría ese tipo de control en otro aspecto de mi vida, lo que imagino que un soldado esta obligado a hacer. Sí fuese demasiado recta, me sentiría limitada e infantilizada. Drew asintió, "Tienes razón. Aún así yo espero... todos esperamos que algo de lo que aprendas en clase te ayude en el resto de tu día a día". Sean asintió. "Ya lo hace", Sean concordó. "Me ayuda bastante en mi trabajo; soy más perceptiva, puedo escuchar mejor a mis pacientes, sus miedos y su dolor, puedo sentir todo esto por ellos sin sentirme abrumada por ello. Me siento más en balance". Sean paró de hablar cuando se dio cuenta de que Drew la observaba, una intensa mirada mordaz. "¿Qué?" preguntó en voz baja Sean. Drew se sobresaltó y miro hacia otro lado avergonzada. "Lo siento. Me preguntaba como es que haces todo eso... escuchar todo ese dolor". "Trato de recordar que hay muchos tipos de dolor, y que el espíritu humano es asombrosamente fuerte y que con amor y tiempo, todo dolor puede sanar", respondió amablemente Sean. "¿De verdad crees eso?" "Sí. Lo he visto. A veces no desaparece por completo, pero encontramos un lugar para él, es como un sonido distante, podemos oírlo pero la intensidad disminuye hasta que se mezcla con los demás sonidos de nuestra vida. Una canción entre muchas otras". "Eres una poeta, Sean", remarcó Drew. Sean se sonrojó. "Difícilmente. Es solo la manera que he encontrado para darle sentido a la condición humana". "Es bueno que haya gente como tú haciendo este trabajo" dijo Drew suavemente. "Gracias". Sus miradas se encontraron y las sostuvieron por un momento, ambas sabiendo que habían palabras que no se decían. ALPA
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Sean miró a los ojos azules de Drew, sabiendo que había un secreto detrás ellos, preguntándose si alguna vez lo sabría. Drew examinó los apacibles pensamientos de Sean, preguntándose por qué se sentía tan acogida. Las dos brincaron cuando una voz a sus espaldas demandó, "Hola, Sean ¿cuando le vamos a entregar el regalo a la Maestra Cho? ¡Está fiesta se empieza a amenizar!". Sean miró a su alrededor y se dio cuenta de que la gente empezaba a bailar, y que el alcohol fluía libremente. Como estudiante avanzada, era responsabilidad de Sean entregar el regalo. "Tienes razón. Mejor lo hago antes de que pierda la atención de todos". Miro con pesar a Drew, deseando no terminar su conversación. "Si me disculpas". Drew asintió "No hay problema". Sean fue rodeando a la multitud, informándoles que iba a hacer la entrega del regalo. Las diez mujeres se reunieron con la Maestra Cho, en un semicírculo, quién estaba flanqueada por Drew y Chris. Sean dio un paso adelante con un objeto rectangular largo en las manos. Se inclinó al igual que los demás estudiantes. "Feliz cumpleaños, Maestra Cho". Dijo, un sentimiento que los demás compartieron. El regalo era un tigre dorado pintado a mano, hecho por uno de los estudiantes. El marco también hecho a mano y adornado por otro estudiante. La idea había sido pensada por todos los estudiantes y todos ellos habían pagado por los materiales. "Oh, sí..." dijo Janet Cho mientras inspeccionaba el regalo. "Han capturado acertadamente el espíritu del tigre, espero que todos lleven en sus corazones un poco de la tenacidad y fuerza del tigre. Gracias a todos". Mientras los estudiantes vagaban para encontrarse con sus amigos y parejas, alguien, probablemente Susan, bajó la iluminación en la terraza y subió el volumen de la música. Los presentes comenzaron a bailar afianzadamente. Sean vio a Ellen salir de la casa pareciendo enfadada. "¿Estás bien?" preguntó Sean. "Sí", replicó Ellen abruptamente. "¿Cómo va la fiesta?". Sean señaló con su brazo a la divertida multitud. "Estupenda. Suse está teniendo el momento de su vida. Creo que ha insultado a cada uno de mis amigos". Ellen permaneció extrañamente silenciosa. "¿Ya llegó Drew?" preguntó concienzudamente. "Sí" dijo Sean, "Está cerca de las escaleras". Drew estaba sentada sobre el amplio muro de piedra que rodeaba a la terraza, viendo a las personas bailando. Incluso Janet y Chris bailaban en una esquina poco visible. "¿Por qué no le preguntas si quiere bailar?". "Oh, ¡No podría hacerlo!". "¿Por qué no?". "No sería apropiado". "¿Disculpa?". "Sabes, es mi maestra..." Ellen la interrumpió con un rudo bufido. "Ay, por favor, ella es ¿qué? ¿Tan solo 5 años mayor que tú? No estás en el Dojang ahora Sean. Esto es la realidad, el mismo mundo jodido." ALPA
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El rencor de Ellen tomó a Sean por sorpresa. Siempre podía contar con el buen humor de Ellen en cualquier situación. "¿Segura que estás bien? ¿Estás así por Susan?". "¿Acaso todo tiene que girar alrededor de Susan? soltó Ellen. "Ve y pregúntale a la mujer si quiere bailar, ¡Por el amor de Dios!" En ese momento, Ellen se dirigió hacia la multitud y desapareció. Sean permaneció de pie en la puerta, paralizada por la incertidumbre, una inusual falta de confianza. Nunca había hecho eso, ni siquiera lo había imaginado. Pero cuando se preguntó honestamente si quería hacerlo, la respuesta era 'sí'. Finalmente, obligo a sus piernas a moverse. Estaba mayormente en penumbras ahora, y Drew era solo una silueta en contraste con el cielo mientras Sean se acercaba. Drew, sentada con ambos brazos apoyados en el muro a cada uno de los lados, sus piernas invisibles en las sombras. Los cuerpos danzantes parecían perderse en el fondo mientras Sean se acercaba más, hasta que lo único que podía ver era a la mujer ante ella. Cuando finalmente la enfrentó, perdió el habla. "¿Te gustaría bailar?" preguntó al final. Era la última cosa que Drew esperaba, y se quedó pasmada momentáneamente. Antes de que se detuviera a pensarlo, contestó, "Sí", y se alejó del muro. Su mano se movió automáticamente a la espalda de Sean mientras se colocaban en un espacio al borde de la multitud. Mientras Sean se giraba para encararla, la música se redujo, y antes de que se diera cuenta, estaba en los brazos de Drew. Deslizó una mano sobre el hombro de Drew y descansó la otra en la cadera. Drew cubrió con su mano la que yacía sobre su hombro y rodeó la cintura de Sean con la otra. Se movían juntas con naturalidad, y Sean sintió la ligera presión del cuerpo de Drew contra el suyo. Se estremeció, y esperó que Drew no lo sintiese. Las zonas donde sus cuerpos se tocaban se sentían electrificadas. Sin pensarlo, posó su mejilla en el hombro de Drew, y el brazo al rededor de ella se apretó. Sintió el corazón de Drew latiendo contra su pecho. El cuerpo de Drew se sentía fuerte y a la vez suave. Los músculos bajo su mano ondulaban mientras ellas se movían, pero era la suavidad de los pechos de la otra mujer lo que la pasmaba. No había imaginado lo excitante que sería el estar tan cerca de una mujer. Bailaron en silencio, cada una escuchando los sonidos corporales de la otra. Cuando la canción terminó, permanecieron con los brazos alrededor de la otra, las dos negándose a romper el abrazo. Finalmente, Drew se alejó un paso. "Gracias", dijo con voz ronca. Sean asintió, incapaz de hablar. Drew se alejó otro paso, poniendo distancia entre ellas. "Debo irme". "Sí", balbuceó Sean. "Entiendo". Drew negó con la cabeza. "No, Sean, No lo entiendes". Y después, Sean, se quedó sola.
CAPITULO CINCO Cuando Janet Cho abrió el Dojang dos horas antes de la clase, no estaba sorprendida de encontrar a Drew ahí antes que ella. Su uniforme estaba húmedo, y Janet supo que había estado ahí por horas. Regresó la inclinación de Drew y se movió silenciosamente a uno de los extremos del salón. Observó a Drew practicar una Forma con armas, notando que Drew, parecía más intensa de lo usual, como si eso fuese posible. "Tienes algo en tu cabeza, ¿no es así?" preguntó Janet cuando Drew paró para tomar agua. Drew miró a su vieja amiga con sorpresa. "No, ¿por qué lo preguntas?". ALPA
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Janet se encogió de hombros, "Tienes esa mirada de querer mantener la mente callada". "No es nada", dijo Drew firmemente. Janet no presionó. En vez de eso, se unió a Drew, y practicaron juntas Formas de cinturón negro. Mientras los estudiantes comenzaban a llegar, Drew se giró hacia Janet diciendo, "No puedo quedarme para la clase de esta noche". "Estaremos aquí cuando estés lista para regresar". Drew se inclinó. "Gracias". Estuvo alejada por dos semanas, durante las cuales, las clases continuaron de manera normal, excepto por Sean. Había perdido su concentración. Olvidaba Formas que se sabía de memoria, su balance era malo; estaba frustrada y llena de criticas hacia sí. Finalmente, una noche después de la clase, la Maestra Cho la llamó. "¿Qué te está causando problemas, Sean?" Sean estaba extremadamente avergonzada. Sabía que no lo estaba haciendo bien en las clases, y la presión adicional por su próxima prueba de cinturón negro pesaba en su conciencia. "Lo siento, Maestra Cho. Estoy tratando pero no veo que pueda concentrarme". "Eso es porque tu mente está en otro lugar. Debes aprender a usar tu entrenamiento para centrar tu mente, sentir solamente tu cuerpo, escucharlo únicamente a él. Deja que tu mente se rinda a tu cuerpo. Confía en ti, la calma está en algún lugar dentro de ti. Déjala salir". Sean asintió. "Trataré". "Bien. Tendrás éxito. Sé paciente contigo misma". "Maestra Cho", Sean preguntó antes de si quiera pensarlo, "¿la Maestra Clark va a regresar?". "Ella regresará", dijo su maestra. Cuando Drew regresó, Sean se normalizó. Solo verla ayudó. Cuando Drew no había regresado a la clase subsecuente a la noche de la fiesta, Sean temía que no volviese a verla nunca más. Incluso aunque no hubiese una manera de unir la distancia que las separaba, era maravilloso el solo verla. Drew se comportó de la misma manera que lo había hecho con ella, aunque de vez en cuando, Sean podía sentir los ojos de Drew sobre ella alrededor de todo el salón. Cuando ella levantaba la vista, se topaba con la misma mirada escrutadora que había visto aquella primera noche de la prueba. En un instante desaparecía, por lo que Sean aprovechaba cada oportunidad para mirar a Drew. Cuando Drew mostraba alguna técnica a la clase, Sean observaba la manera en que su cuerpo se movía, la claridad y eficiencia de sus técnicas, el enfoque en sus ojos. Cuando pensaba en la mujer que habitaba dentro de la guerrera, recordaba como el cuerpo de Drew se había sentido contra el de ella, y sus mejillas se sonrojaban repentinamente. Lo que ninguna de las dos se imaginaban fue que sus secretas miradas no pasaron desapercibidas. Mientras las dos procuraban mantener su interés oculto de la otra, Janet Cho observaba en silencio. ~ Sean de detuvo al encontrar la casa a oscuras, sorprendida de que Susan hubiese salido. Usualmente trabajaba las noches de entresemana en casa, prefiriendo dormir en la casa de Ellen los fines de semana. Frunció el ceño mientras estacionaba a un lado del carro de Susan. Si ella estaba en casa, ¿por qué estaba la casa a oscuras? "Suse" llamó entrando en la inquietante casa vacía. "¿estás en casa?". Encendió la luz de la cocina y contuvo la respiración. Había una botella abierta de vodka sobre la mesa, estaba casi vacía. "Susan", gritó, corriendo por las escaleras hacia el cuarto de Susan. "¿Estás aquí?". Abrió la puerta del cuarto pero estaba vacío. Sean empezó a sentir pánico. Algo no andaba bien, nada bien. ALPA
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Buscó la estela de Susan por toda la casa, después en la oficina y la biblioteca. Finalmente fue hacia la terraza. La encontró en el muro viendo desde arriba el jardín. Tenía un vaso en su mano. "Susan", dijo calmadamente Sean, "¿Qué estás haciendo, cariño?" Susan miró sobre su hombro y tomo un trago de su vaso. "Hola, hermanita. ¿Quieres beber conmigo?". El corazón de Sean se derrumbó. "¿Qué pasó Suse? ¿Qué está mal?". "Ellen me dejó", dijo Susan. La mandíbula de Sean cayó. "¡No! Quieres decir que tuvieron una pelea, ¿verdad?". "No, Sean", dijo Susan, pronunciando cada palabra cuidadosamente. "Quiero decir que Ellen me dejó... por alguien más". "¿Ellen? ¿Ellen tiene una aventura?" Sean ni siquiera podía imaginarlo. Ellen, su amiga y colega, la mujer que veía diariamente, ¿estaba teniendo una aventura? "¿Estás segura?" preguntó. "Sí, lo estoy. Ella me lo dijo. Con alguien llamada Gail". Sean tenía un sentimiento enfermizo en su estómago. No podía ser. No podían ser ellas, Gail Driscoll y Ellen, a las que había visto entrar al cuarto de lectura la noche de la fiesta. No podían ser. "¿A dónde vas?" gritó, mientras Susan se dirigía de manera inestable hacía la casa. "A conseguir otro vaso". Sean tomó su brazo. "Oh, no. No después de seis años de sobriedad, ¡claro que no!" Susan se sacudió el brazo bruscamente. "Déjame en paz, Sean". "¡Jamás!. ¡Te vas a matar con tanto alcohol!". "Estoy bien". "¡No lo estás! Vas a venir adentro conmigo. ¡Lo digo en serio!" Giró a Susan y apenas pudo agachar la cabeza para evitar el vaso que Susan le arrojó. Las dos permanecieron aturdidas en silencio. Al final las lágrimas aparecieron, y Sean alcanzó a su hermana y la puso entre sus brazos, sosteniéndola fuertemente. "Todo estará bien, nena. Hablaré con ella. Vamos a solucionarlo". De repente, Susan la alejó. "Creo que me voy a volver loca". Sean la llevó dentro y sostuvo su cabeza mientras vomitaba hasta vaciar todo en su estómago. Le susurró palabras de aliento, alejando el cabello enmarañado de sus ojos, luchando contra el deseo de matar tanto a Gail como a Ellen por herir a su hermana de esta manera y por ponerle una bebida en la mano después de seis años. ~ Sean esperaba en la oficina al día siguiente cuando Ellen llegó. Estaba feliz de ver que el rostro de Ellen estaba pálido y hundido. "Necesitamos hablar, Ellen". "¿Entonces lo sabes? dijo cansadamente Ellen. "No conozco el lado de tu historia. Y quiero saberlo. Susan se embriagó anoche, Ellen. Quiero que me expliques el porqué". ALPA
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Ellen cerró los ojos. "¡Oh Dios! ¿Está bien?". "¡Claro que no está bien!" "No pensé que bebería, créeme, no lo pensé. Me hubiese quedado con ella en casa hasta que tú llegaras si hubiese podido". Ellen se sentó en el sofá de la oficina, lágrimas escapando de sus hinchados ojos. "Cuéntame lo que ha pasado". Ellen se encogió de hombros desesperanzadamente. "No quise que esto pasara. Solo pasó. ¿No es cómo estas cosas suceden?". "¿Se trata de Gail Driscoll?". "Sí". "¡Por Dios, Ellen!" soltó Sean, "¿Estás loca? ¡Tiene 20 años! ¿Qué fue lo que te poseyó?". "¡No tiene 20! Tiene 22. Y, ella está loca por mí y yo necesitaba eso. Yo necesitaba sentirme realmente deseada". "¿Y crees que Susan no te quiere? ¿Crees que se puso a beber hasta la perdición porque no te quiere?". Finalmente, Ellen se enfadó. "Seis años, Sean. Hemos estado juntas por seis años, y solo llego a dormir con ella 2 noches a la semana. Llego a despertar con ella, si tengo suerte, dos mañanas a la semana. ¡Me ha negado intimidad todos estos años, y ya tuve suficiente! ¡Quiero una amante de tiempo completo, una vida de tiempo completo!". "¿Y tú crees que lo tendrás con una mujer 10 años más joven que tú? ¿10 grandes años más joven?". "Ha pasado", dijo a la defensiva Ellen. Sean observó a Ellen, sus emociones desordenadas. Sabía el gran dolor por el que Ellen había pasado, y en como la negativa de Susan para vivir juntas las había distanciado. Pero todo lo que podía ver en aquel momento era la angustia expuesta en el rostro de su hermana. "¿Qué hay de Susan? ¿Dejaste de amarla?". Ellen comenzó a llorar de nuevo, sollozos desgarradores que sacudía su delgada figura. "¡Oh Dios, quiero dejar de amarla! Sigo rezando para que un día despierte y ya no la ame nunca más". Finalmente el dolor de Ellen alcanzó a Sean. Se movió hacia el sillón y la tomó en sus brazos. Presionó la cara de Ellen en su hombro y la meció. "¡Qué desastre!" murmuró Sean. Forzó a Ellen a mirarla. "¿Estás enamorada de Gail Driscoll?". Ellen bajo la vista. "Es más como lujuria". "Estupendo. ¿Y cómo crees que te vas a sentir en seis meses cuando finalmente dejen de follar hasta el cansancio?". "Espero qué aun tengamos una relación", dijo Ellen con vacío. "¿Podrías dejar de verla lo suficiente como para discutir todo esto con Susan en terapia?". Ellen rió amargamente. "Sabes tan bien como yo que Susan no iría a terapia". Sean levantó una mano para detenerla. "Si lo hiciese, ¿podrías parar está aventura y tratar de arreglar el problema?": "No sé si pueda". "¡Ellen, por favor! Susan te ama, te necesita. ¡Por favor!". Rogó desesperadamente Sean. Ellen elevó el rostro arrogantemente. "Lo voy a pensar, Sean. Siento que estoy llegando al final con Susan". "Solo piénsalo, por favor. Por todas nosotras". ALPA
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CAPITULO SEIS Drew supo que había un problema tan pronto como Sean entró al Dojang. Sean fue directamente a la parte trasera del salón, guardó su equipo, se puso el uniforme y empezó el calentamiento. No había saludado a nadie o incluso los había volteado a ver, ni siquiera a Drew. Drew consideró hablar con ella pero lo pensó mejor. Lo que sea que tuviese, no era de su incumbencia. Drew dirigía la clase mientras la Maestra Cho y la Instructora Roma asistían a un seminario. Después de iniciar la clase, pasó media hora explicando ejercicios de combate. Sean parecía estar bien, aunque ausente. "Pónganse su equipo de combate" ordenó Drew. La clase se apresuró para cumplir la orden, y se alinearon para recibir más instrucciones. "Quiero que se concentren en técnicas: combinaciones manuales, patadas dobles, desplazamientos fuera del rango de patada de su oponente y del de ustedes mismos. Usen esta oportunidad para practicar las cosas que hemos estado haciendo en clase". Todo fue bien con los estudiantes principiantes. Drew los observaba cuidadosamente, exhortando a los más reticentes bajo el uniforme a hacer contacto corporal y aprender a recibirlo. "El objetivo de la práctica es aprender a aceptar el dolor dentro de una situación controlada. No pueden permitirse ser superados por el dolor durante un ataque real. Tienen que absorber el dolor: dejarlo fluir a través de ustedes y dejarlo ir. Cuando lo dejen entrar, perderá su fuerza. ¡Inténtelo de nuevo!". "Gail, Sean. Lo harán juntas. Reglas de cinturón negro. Recuerden proteger sus rostros". Drew fue sorprendida por la reticencia mostrada por las dos estudiantes mientras se inclinaban una a la otra. Ninguna de las dos hizo contacto visual. "Posición de combate libre. ¡Empiecen!". Sean lucía inusualmente tensa: moviéndose rígidamente, sin sus elegantes transiciones. Gail, por el otro lado, estaba inusualmente tímida. Cuando tenía la oportunidad de hacer contacto, no lo aprovechaba. Finalmente, Drew detuvo el combate. "Están peleando como principiantes, las dos. No durarían ni dos minutos en una pelea real. Ahora quiero que peleen de la manera que sé que pueden, quiero ver contacto corporal, golpes a la cabeza, ataques definidos y enfocados. ¡Enfréntense!". Sean encaró a Gail por un instante y después se alejó. Girando hacia Drew se inclinó y dijo, "Me gustaría declinar, señora" "Siéntate, Sean", dijo Drew en voz baja. "Anne, estás con Gail". Drew esperó hasta que las dos estudiantes se retiraron para hablar con Sean, quien estaba sentada en la parte trasera del salón. Se sentó frente a Sean, sus piernas dobladas bajo ella. "¿Qué pasa?", preguntó en voz baja. Sean levantó la vista, sus ojos mostrando su miseria. "No pude enfrentarla", fue todo lo que pudo decir. No quería decir más, estaba muy cerca de llorar. "¿Por qué no?". Sean se frotó la cara con una mano y tragó pesadamente. "Me preocupaba que pudiese herirla. Estaba preocupada...por mi ira". "¿Qué está pasando entre ustedes?". Sean miró hacia otro lado. "Es privado". ALPA
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"No lo es. Lo trajiste al Dojang. Ahora me concierne". Sean se puso de pie de repente. "No", dijo herméticamente, girándose. Drew se levanto rápidamente, alcanzando instintivamente el hombro de Sean. Había visto las lágrimas. Giró a Sean para que la encarara y de pronto Sean estaba entre sus brazos. Cuando sintió los sollozos, la acerco más. Drew la sostuvo silenciosamente, acariciando su cabello amablemente, manteniéndola contra su cuerpo. "Lo siento", Sean dijo al final, su cabeza recargada por debajo de la mandíbula de Drew. La solidez del cuerpo de Drew se sentía como el cielo. "Cuéntame", dijo Drew, sin liberar el contacto de la mujer entre sus brazos. "Gail y Ellen están teniendo una aventura", dijo Sean por fin. "Susan tiene el corazón roto, y ha vuelto a beber. Sé que no es culpa de Gail realmente, o la culpa de alguien, pero estoy preocupada por Susan. Ella era en todo lo que podía pensar cuando veía a Gail. Quería matarla". Drew masajeó los tensos músculos del cuello de Sean mientras hablaba. "Hiciste lo correcto en reconocer tu ira, rehusándote a pelear. Lo siento por Susan. Lo siento por Ellen". Sean comenzó a relajarse mientras las palabras de Drew la alcanzaban. Estaba tan preocupada por Susan, y cansada. Sin pensarlo, apretó sus brazos alrededor de la cintura de Drew, esbozando consuelo por la cercanía. Lentamente fue consiente de los dedos de Drew en su cabello, del pecho y muslos de Drew presionados contra ella. Deslizó hacia arriba las manos por la espalda de Drew, siguiendo las demandas urgentes de su cuerpo. Sintió el calor del cuerpo de Drew contra su cara y el leve temblor del brazo que la rodeaba. Instintivamente levanto su cara, sus ojos buscando los de Drew. Los ojos azules que la miraban estaban desprevenidos, y lo que vio en ellos le sacó un leve gemido de sus labios. Había deseo en ellos, necesidad. Sus ojos se miraron y se sostuvieron mientras Drew bajaba la cabeza lentamente, Sean gimió de nuevo mientras sus labios se tocaban. Y entonces había solo sensaciones: calor, suavidad, músculos luchando por fundirse, manos codiciosas. Dos cuerpos unidos, piernas abriéndose y entrelazándose. Cuando la mano de Drew bajó a su trasero y lo empujó bruscamente contra sus caderas, las débiles rodillas de Sean trastabillaron. Se agarró de los fuertes hombros y empujó su boca lejos del feroz beso. "Me voy a caer", jadeó. Drew gimió profundamente, enterrando su cara en el cuello de Sean. Sostuvo a Sean, con la respiración irregular, temblando. Sean se pegó a la otra mujer con cada célula ardiendo. "Lo siento", balbuceó Drew, su cabeza aún escondida, "Lo siento". "No te atrevas a disculparte" le advirtió Sean, jadeando, "¡No lo hagas!". Finalmente Drew se alejó, sus manos colocadas a los costados. "Sean, yo...". Sean cayó sus palabras poniendo cariñosos dedos sobre sus labios. "Por favor, no te disculpes, en serio", dijo suavemente Sean. "Fue maravilloso para echarlo a perder". Drew la observó, un millón de emociones en conflicto hirviendo dentro de ella. Quería correr, quería poner a Sean entre sus brazos, quería detener el tiempo para no tener nada que mirar excepto el rostro sonrojado de Sean y el deseo en sus ojos. Todo lo que hizo fue quedarse de pie en silencio mientras Sean recogía sus cosas y silenciosamente salía del salón.
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CAPITULO SIETE Era medianoche y Sean estaba frenética. El carro de Susan no estaba, y Sean estaba atemorizada de que se hubiese ido a beber. Había estado bebiendo sin parar por tres semanas, a pesar de los esfuerzos de Sean para mantener el alcohol fuera de la casa. AL menos hasta ahora no había estado bebiendo mientras conducía. Ante el sonido de la puerta frontal cerrándose, Sean saltó sobre sus pies. "¿Susan?". "Sí, soy yo". Susan entró cansadamente al cuarto de lectura y se hundió en el sillón. Sean le tomó la mano. "¿A dónde fuiste?". "Fui a una reunión". "Gracias a Dios", suspiró Sean aliviadamente. "¿Cómo estuvo?". "Horrible. Me encantó levantarme y decir, 'Hola, Soy Susan; Soy alcohólica y he estado sobria por seis horas'". "Seis horas, seis minutos, como sea. ¡Estás sobria!, Estoy orgullosa". Susan se giró hacia Sean, con lágrimas en los ojos. "¿Qué voy a hacer, Sean? La extraño muchísimo. ¡No creo que pueda soportar el dolor estando sobria!". Sean la acercó. "Háblame de ello, Suse, dímelo. Déjame cargar un poco de tu dolor. Te amo, Susan. Déjame ayudarte". Susan lloró y Sean lloró con ella. "¿Qué debo hacer, Sean?", preguntó al final. "¿Cómo puedo tenerla de regreso?". "¿Quieres que regrese?". "Dios, sí. No puedo imaginar mi vida sin ella. Extraño su risa, su humor loco, lo segura que me hace sentir, ¡todo mi ser sufre por ella!". ¿Puedes imaginar querer a alguien de esa manera?". "Sí" dijo Sean suavemente, "Me lo puedo imaginar". "No sé por dónde empezar". "Tienes que empezar por ti, Susan. Necesitas preguntarte que tanto estás dispuesta a dar, sin rendirte, para obtener lo que quieres. Cuando lo sepas, díselo. Sí es lo que ella necesita también, podrán tener un nuevo comienzo". Susan bajó la mirada a sus manos. "¿Qué pasa si ella ya no me quiere?" preguntó en voz baja. "Ella te quiere, Susan. De verdad". ~ "Buenas noches, Maestra Cho, Maestra Clark, Instructora Roma", dijo Sean mientras entraba al Dojang. Como era usual, era la primera estudiante en llegar. Cada una de las cinturón negro le regresaron la reverencia, pero los ojos de Drew permanecieron sobre ella cuando las otras mujeres se giraron. Sean se encontró con su mirada y la sostuvo, buscando por un rastro de bienvenida. Al igual que había estado pasando frecuentemente durante las últimas semanas, lo encontró. Un sutil cambio en sus facciones, la sombra de una sonrisa, la intensidad en su mirada, Drew podía tratar de esconderlo pero Sean lo sentía tan real como una caricia, caricias que estaba segura que Drew también recordaba. "Esta noche, la clase solo durará una hora". Anunció la Maestra Cho. "Tendremos una rutina de una hora de cinturón negro después de la clase regular. Sean, te nos unirás, ¿verdad?". "Sí. Gracias, señora", replicó Sean ansiosa. Después de que los estudiantes fueron despedidos, Sean, Drew y Chris se prepararon para Formas. Mientras uno iba subiendo de rango, las Formas se volvían más complejas. Cuando Sean terminó todas las Formas ALPA
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que sabía, esperó atentamente mientras la Instructora Roma y la Maestra Clark completaban las suyas. Sean observaba a Drew ávidamente, disfrutando no solo la belleza de las Formas sino también de la belleza de la mujer que las ejecutaba. Janet Cho observaba a Sean mirando a Drew, como lo había estado haciendo durante muchas semanas, viendo la atracción crecer. Estaba sorprendida por la paciencia de Sean, era un rasgo inusual en los nativos Americanos. Habían momentos de deseo inconfundible que ella estaba segura de que avergonzarían a Sean si supiese que se notaban, pero igual que siempre, la mirada era una de simple y puro placer como si la sola presencia de Drew fuese suficiente para satisfacerla. Una apreciación tan generosa era una rara forma de cariño. Ella esperaba que Drew encontrara la forma de aceptarlo. Sean permaneció en un extremo del salón mientras la Instructora Roma y la Maestra Clark se preparaban para combatir. Drew era la combatiente más experimentada, pero Chris Roma era ágil y enérgica. Ella controló varios golpes antes de que Drew la arrinconara en una esquina y procediera a bombardearla con ráfagas de golpes manuales. Al final, Drew giró 360 grados y lanzó una patada en giro recto a la cabeza de Chris. Chris falló el bloqueo. A escasos centímetros de la sien de Chris, Drew frenó la patada que pudo fácilmente matarla. "No puedes detener esa patada con un bloqueo de brazo, Instructora Roma. No sin ganarte un brazo roto y una gran cantidad de daño en tu cabeza. Si estás acorralada de esta manera, lo mejor que puedes hacer es tirarte al piso e intentar atacar rodillas o ingle". Chris Roma se inclinó marcadamente. "Gracias, Maestra Clark". "Sean", la llamó la Maestra Cho, "Ahora tú combatirás con la Maestra Clark". "Sí, señora". "Y, Sean...". "¿Sí, señora?". "Protege tu cara". Sean casi sonríe. "Sí, señora". Cuando encaró a Drew, los ojos de Sean brillaban por la anticipación. Cuando elevó su mirada después de la reverencia, la concentración estaba nuevamente presente. El rostro de Drew, como siempre, carecía de expresiones. "¡Empiecen!". Inmediatamente Sean se tiró al piso, balanceando una pierna alrededor para capturar a Drew por detrás de la rodilla. Drew se agachó, doblando una pierna debajo de ella y rodando hacia atrás sobre su espalda, poniéndose de pie suavemente. Mientras Sean la seguía, preparándose para golpearla, Drew soltó una patada frontal que Sean parcialmente logró bloquear. Aterrizó con suficiente fuerza para mandarla hacia atrás, y esa era la oportunidad que Drew necesitaba. De nuevo vino la ráfaga de golpes de manos, la característica arrolladora de un feroz combatiente, y Sean hizo la única cosa que podía hacer. Fue retrocediendo hasta que su espalda chocó con la pared. Y después bloqueó un golpe tras otro hasta que se dio cuenta que no ganaría. Bloquearía hasta que no pudiese levantar los brazos, y después perdería. En un combate real, moriría. Con un esfuerzo tremendo, Sean empezó a golpear de regreso hasta que despejó un espacio suficiente para elevar una pierna. Y después golpeó hacia la zona que pudiese alcanzar, arremetió con una patada angular que rodó por debajo de la mano protectora de Drew alcanzándola por debajo de sus costillas. Sabía que no debía patear con toda su fuerza mientras luchaban, y la patada aterrizó con la fuerza suficiente para hacer retroceder a Drew un paso. Sean se escurrió lejos de la esquina hacia el centro del salón donde podría seguir maniobrando. "¡Deténganse!" las llamó la Maestra Cho. Inmediatamente, Drew y Sean pararon y se encararon.
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"¡Inclínense hacia su oponente!". Ellas lo hicieron, y mientras elevaban sus cabezas, las dos estaban riendo. "Buen trabajo, Sean", exclamó Drew, frotándose las costillas. "Gracias, señora". La Maestra Cho no podía decidirse entre amonestarlas por reírse o dejarlo pasar. Las dos habían luchado bien, y el placer genuino en el rostro de Drew era razón suficiente para permitir una pequeña falta de disciplina. Después de que la Maestra Cho las despidió, dijo, "Iremos a cenar ahora, ¿verdad?". Sean no estaba segura de si la invitación la incluía por lo que permaneció en silencio. Drew se quedó callada también. "Todas nosotras, ¿está bien?". Usaron solo un carro para evitar problemas de estacionamiento y manejaron hasta un restaurante emprendido por mujeres no muy lejos del Dojang. "Lo hiciste muy bien esta noche", le dijo Drew a Sean mientras paseaban en el asiento trasero. "Gracias, señora". "¿Dónde aprendiste ese deslizamiento de pierna?" "Te he estado viendo". "¿Lo estás haciendo ahora? dijo Drew suavemente. Sean la vio y asintió. "Sí". La cena estuvo agradablemente relajada. La Maestra Cho habló de su entrenamiento cuando era una niña, y cómo había sido para ella ser una mujer dentro de las artes marciales. Sean estaba cautivada y solo la presencia de Drew frente a la mesa le hacía distraerse de las historias de su maestra. Cuando levantaba la vista hacia Drew, siempre estaban sobre de ella esos ojos azules, y estaba segura de que reconocía lo que veía en ellos. Solo deseaba saber que hacer con ello. No podía olvidar la manera en que se sintió cuando los brazos de Drew estuvieron alrededor de ella, con sus manos sobre ella, su boca clamando por la suya. Se había acostado antes de dormir con el cuerpo en llamas tantas noches para lograr olvidarlo. "¿Qué? Lo siento". Dijo. "Dije que si te gustaría caminar de regreso. No está muy lejos". Dijo Drew a través de la mesa. "Sí", dijo Sean, "Claro". Las dos desearon buenas noches a Janet y a Chris en la entrada del restaurante y empezaron a caminar. "¿Cómo está Susan?" preguntó Drew. "Está herida pero está mejor. Ha estado sobria por seis semanas". "¿Tú cómo estás?". Sean suspiró. "Cuando ella sufre, Yo también sufro. Pero creo que estará bien. Aunque no estoy segura de Ellen y ella como pareja. Creo que Ellen sigue viendo a Gail". "Eso es duro. Lo siento". Sean sonrió. "Gracias. Por ayudarme, ¿recuerdas?". Drew pareció incómoda. "No sé que decir acerca de aquella noche..."
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"Bien, yo lo haré". Dijo frustradamente Sean. "Me sostuviste, me reconfortaste, y después me besaste. Y no encuentro otra manera de decir esto pero quiero besarte de nuevo". Drew se paró en seco y observó a Sean. Se rehusaba a permitir que su cabeza se pusiera al mando ahora. "Lo que quiero hacer, no puedo hacerlo aquí", susurró Drew con voz ronca. "Mi departamento no está lejos. ¿Vienes?". "Oh, sí" dijo Sean. ~ Sean movió sus dedos por el pecho de Drew y posó su mano sobre sus pechos. Giró la mejilla que descansaba en el hombro de Drew y presionó sus labios contra la suave piel. "Sabía que sería de esta manera", murmuró Sean. Drew se movió y deslizó un muslo entre las piernas de Sean. "¿Así cómo?" preguntó mientras sus manos comenzaban a acariciar la espalda y el trasero de Sean. "Intenso", dijo Sean jadeando, girándose para que su pecho hiciera contacto con el de Drew, "gentil... oh Dios" su voz se perdió mientras Drew la empujaba más fuerte contra su muslo. "Te deseo tanto", gritó Drew contra el cabello de Sean, "¡Demasiado!". "Oh, Drew..." gimió Sean, empujando a Drew encima de ella. "Por favor, ahora". Al principio las caricias fueron tan delicadas que parecían un susurro en contra de su piel. Sus caderas se arquearon, buscando por más, su aliento se sentía áspero en su pecho. Cuando pensó que iba a gritar por la necesidad, la sintió dentro, fuerte, demandante, llenándola. Sus manos apretaron los musculosos hombros debajo de sus manos, sus dientes se clavaron en la delicada carne del brazo de Drew. El ritmo aumentó, arrancándole un grito. "No pares, por favor, no pares. Oh Dios, Drew...". Drew bajó la cabeza al cuello de Sean, susurrándole, "Te tengo, Sean...déjate ir". Sean sollozaba de placer, vagamente consiente de que Drew estaba jadeando mientras se empujaba contra ella. Finalmente, las dos se quedaron quietas jadeando. Drew movió sus dedos cariñosamente, empezando a salirse de ella. "No" dijo Sean con voz entrecortada, cubriendo la mano de Drew con la suya. "Si me dejas ahora, no voy a poder soportarlo". Drew comenzó a empujar suavemente. Su voz cerca del oído de Sean, tentándola, "¿Podrás resistir si me quedo?". Sean giró la cabeza, capturando los labios de Drew, su lengua buscando. Cuando empujó su cabeza hacia atrás, las dos respiraban entrecortadamente. "Sólo tómame, Drew. ¡Hazlo!". "Lo haré", gruñó Drew, tratando de contener su propio deseo. "Lo haré". ~ Drew despertó, cubierta de sudor, sollozando como resultado de la pesadilla. "Oh Dios" dijo jadeante, sacudiendo frenéticamente su cabeza para dispersar la imagen. "¿Qué pasa?" preguntó Sean, sentándose en medio de las sábanas revueltas, una mano acariciando la espalda sudorosa y temblorosa. "Solo un mal sueño", murmuró Drew entre dientes. "Lo siento". "No lo sientas", dijo rápidamente. ¿Puedes contármelo?". ALPA
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"No". Sean guardó silencio, continuando sus gentiles caricias hasta que los músculos tensos debajo de sus dedos se empezaron a relajar. Finalmente, Drew se recostó junto a ella, buscando su mano. "Casi es de mañana" dijo Drew. "Lo sé". Sean entrelazó sus dedos con los de Drew y elevó la mano de la otra mujer hacia sus labios. Su piel era suave, ligeramente salada. Sean amó su sabor. Siguiendo sus instintos, se movió para poder besar sus pechos, demorándose en el pezón sensible. Fue compensada con un gemido proveniente de Drew mientras los mordisqueaba sutilmente, después continuó su exploración deslizándose desde su abdomen hasta la hendidura entre sus muslos. Pateó las cobijas lejos mientras se instalaba entre las piernas de Drew, sus dedos masajeando los musculosos muslos. Fue presionando cada vez más arriba, pidiendo, buscando, siguiendo inconscientemente el sutil ascenso de las caderas de Drew que la impulsaban a seguir adelante, más profundamente. El primer toque de sabor de otra mujer fue indescriptible: intoxicante, adictivo, tan delicioso, primordialmente femenino. Drew enredó sus dedos en el cabello de Sean y la acercó más, guiándola con sus manos, instándola a devorarla. Y Sean la devoró, alegre-poderosa-humildemente, asombrada por la habilidad de dar tanto placer. Sujetó las caderas de Drew, previniendo así que se alejara de ella en la cumbre del orgasmo, deseando que la conexión durase eternamente. Cuando finalmente Drew se alejó de su boca, jadeando un 'no puedo más', Sean se sintió despojada, al acabarse ese momento de puro éxtasis. Sean descansó su mejilla contra la pierna de Drew. Se sentía increíble, nunca se imaginó poder sentir tan hermoso, exquisito y delicado poder. El dar esa clase de placer a la vez era fascinante y la maravillaba. Se sintió completamente satisfecha, totalmente sin palabras. "Ven aquí", susurró Drew, levantándola hacia ella. Besó la frente de Sean, envolviéndola en sus brazos. Sean se colocó sobre el cuerpo de Drew, una mano se elevó para acariciar su rostro. "¿Te sientes bien?" preguntó Drew. Sean rió. "¿Qué si me siento bien?". Me siento completamente bien, quizás nunca deje de sonreír. Nunca había experimentado nada como esto en mi vida". Drew volvió su cabeza con sorpresa. "¿Nunca? Pensé qué..." su voz se quebró. "Es posible que corra en la familia, pero yo acabo de empezar", admitió Sean. "Pero, ahora que lo sé, estás en problemas". Drew se sacudió al reír. "¿Sin arrepentimientos?". "¿Arrepentimientos?" dijo Sean, repentinamente seria. Se inclinó sobre un brazo para encarar a Drew. "Eres hermosa, y hacer el amor contigo ha sido fácilmente la experiencia más hermosa de mi vida. Mi único arrepentimiento es no haberte conocido hace 15 años". "15 años" murmuró Drew, sus ojos distantes. "No, hubiese sido demasiado pronto aún así" "Probablemente", respondió Sean. "Quizás ahora es el tiempo perfecto". "Quizá", dijo calladamente Drew. "Oh, Dios", pronunció Sean, "Ni siquiera lo pensé... ¿estás involucrada con alguien? Nunca te pregunté..." "No", dijo Drew abruptamente, "no es lo que quise decir". "¿Entonces qué?". "Nada". Sean sabía que había algo ahí, y tenía la intuición de que ese algo era la causa de las pesadillas de Drew, y del dolor que trataba de ocultar. No indagó, esperando que llegara el momento en que Drew confiase en ella lo suficiente para compartir su dolor. ALPA
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~ Eran las cinco de la mañana cuando Sean entró a la tranquila casa. Susan dormía en el sofá del cuarto de lectura. Sean intentó cruzar hasta las escaleras sin hacer ruido, pero una voz adormilada la llamó. "¿Puedes caminar?" Sean rió, sentándose en la silla junto a la chimenea. "Apenas". "¿Pasaste la noche haciendo lo que creo que hiciste?". Sean se ruborizó. "Si te refieres a pasar la noche haciendo el amor loca y apasionadamente con una mujer increíblemente hermosa, la respuesta es 'sí'". "¿Drew?" "Ajá". "Wow...mierda...oh Dios mío...mi hermana... ¡mi hermana se ha destapado!". "Destaparse no es la palabra correcta, ¿renacer? Sí, eso empieza a describirlo. ¿Cómo es posible que el mundo permita que esto se viva en secreto? ¿Por qué no todas y cada una de las mujeres son lesbianas?". La carcajada se Susan, la primera en semanas, retumbó en el cuarto. "Oh Sean, lo has entendido. ¡La psicosis lésbica ha florecido en ti!" "¡Cállate! ¿Qué hay de que en lo único en que puedo pensar es en llevarla a la cama de nuevo? Dios, todo lo que tengo que hacer es pensar en ella para estar..." "¡Suficiente! ¡Me avergüenzas!". "¿Por qué no me lo dijiste antes?" imploró Sean. "¿Decirte qué?". "Lo increíble que es". La alegría de Susan desapareció repentinamente. "Lo es, ¿no es así?". Sean se levantó y se sentó junto a ella. "Mira, lo siento. Este no es un buen momento para ti, y aquí estoy yo desvariando". Susan la abrazó. "Está bien. Al menos una de nosotras está teniendo suerte" trató de bromear. "Entonces dime, ¿qué está pasando realmente entre ustedes?". Sean hablo seria. "Estoy un poco preocupada para pensar en ello, Suse. Esto es nuevo para mí. Me he sentido atraída a ella por semanas, y cuando me invitó a su departamento, todo lo que podía pensar era en lo mucho que deseaba que me tocara. No pensé en lo que pudiese significar. Y ahora en lo único que pienso es en volverla a tocar. Creo que me he saltado unos cuantos pasos". "¿Cómo cuáles?". "Tú sabes, tener citas, discutir la monogamia, puntos de vista acerca de la paz mundial, esa clase de cosas". Pesadillas, secretos, barreras elevadas a su alrededor. "Aún hay tiempo para eso, Sean". Dijo Susan. "Eso espero" murmuró Sean.
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CAPITULO OCHO Sean pasó el día dentro de una confusión mental. Las únicas veces en que su mente se aclaraba eran en los cincuenta minutos que pasaba con cada uno de sus pacientes. Entre cada sesión, se sentaba detrás de su escritorio y vagamente reorganizaba los lápices y lapiceros. Cada pocos segundos era asaltada por un caleidoscopio de imágenes: los ojos de Drew, sus manos, los sonidos de su pasión, su sabor. Y también de Drew inclinada sobre ella la noche que fue lesionada: llena de pánico, aterrada y claramente perdida en otro lugar. Sus instintos profesionales le decían que con lo que sea que Drew estaba luchando, era serio. Los suficientemente serio como para mantenerlas separadas, y eso era algo que Sean fervientemente no quería que pasara. Era algo más que el atractivo físico de Drew, aunque, Dios sabía, que esa atracción era poderosa. Pero ella había apreciado la belleza física en otras mujeres antes y nunca se había sentido atraída a ellas de la manera en que lo hacía con Drew. Era la mujer entera en sí la que la cautivaba: el contraste entre la intensidad de su disciplina, compromiso y autocontrol combinados con su preocupación y compasión. Lo que más la conmovía, obligándose a admitirlo, eran las pinceladas de sufrimiento que Drew revelaba en sus momentos de descuido. Eso había movido a Sean al grado de querer sostenerla, no con deseo, sino con cariño. Había escogido el trabajo que hacía porque el dolor de los demás se imponía sobre ella, la conmovía profundamente, la afligía con una emoción más intensa que cualquier placer. Estaba atraída por el dolor porque, inevitablemente, era el dolor el que identificaba a todas las creaturas en su valiente lucha llamada vida. Dentro de nuestro dolor somos más humanos, y comúnmente, nos sentimos más vivos. Suspiró y se empujó lejos del escritorio. Tenía que alistarse para la clase. ~ Chris se sorprendió al encontrar a Drew en la puerta cuando fue a atender el llamado del timbre. "¡Drew!" gritó. "Hola, Chris. ¿Está la Maestra Cho en casa?" preguntó Drew en voz baja. "Está en el jardín. Ve atrás". Chris no intentó seguirla. Era claro por el tono de voz de Drew y el semblante sombrío de su rostro que ella estaba allí por una cuestión privada. Janet elevó la vista desde la silla en donde estaba sentada leyendo y cerró el libro sutilmente. Estaba esperando la visita de Drew desde hace un tiempo. Drew se inclinó formalmente. "Perdón por interrumpir...". "Estoy contenta de que vinieras. Siéntate, por favor". Respondió, apuntando a la silla a un lado de ella. Esperó pacientemente mientras Drew encontraba sus palabras. "Me voy por un tiempo", dijo Drew al final. "Oh... ¿a dónde irás?". "Virginia, creo. El ejercito me pidió dar un curso de entrenamiento intensivo para los nuevos reclutas". "¿Por cuánto tiempo?". Drew se encogió de hombros. "Seis, ocho semanas. Permanentemente, si acepto el trabajo". Su voz era plana, pero sus manos temblorosas mostraban su agitación. "Ahora dime por qué te irás". Drew pensó en las razones que se había estado dando pero no podía permitirse mentirle a su vieja amiga. "No estoy preparada para la vida cotidiana. Pensé que lo estaba, pero desde que regresé...Yo he...los sueños regresaron. Pensé que se habían ido...han pasado años. Pero ahora es peor". "¿Y crees que van a desaparecer si solo te vas?". ALPA
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Drew elevó sus manos frustradamente. "No lo sé...pero tengo que hacer algo al respecto". "¿No crees que los sueños han regresado porque este es un lugar seguro para que los tengas... donde tienes a tus amigos cerca?" Drew se obligó a decir las siguientes palabras. "No son solo sueños..." Cómo podía explicar que ahora soñaba con Sean, imágenes aterradoras, todas con el rostro de Sean. "Es..." paró, impotente. "Oh, Sí...Creo que se a que te refieres. Ahora tienes la situación con Sean". Drew se estremeció, conmocionada. "¿Lo sabes?". Janet Cho levantó un hombro sutilmente. "Sé que ella te mira a corazón abierto, y que sus ojos te acarician. Sé que quieres alcanzarla pero después te alejas". "Dormí con ella anoche" confesó Drew. "Y ahora, ¿estás preocupada?". "Fue una equivocación" dijo Drew con voz áspera. "Solo pensaba en mí. Hay algo en ella, y lo siento instantáneamente cuando la veo, que me hace sentir calmada, en balance, segura. Y la deseaba. No sabía que ella nunca había estado con una mujer. No es justo para ella iniciar de esta manera...no conmigo. Nunca debí involucrarla". "¿Han habido otras, desde Dara?". "No" dijo Drew, con voz quebrada. "No podría...no había querido". "Entonces creo que hay algo poderoso entre Sean y tú...". "Mi necesidad" dijo Drew con tono áspero, "Mi debilidad. La toqué y no pude evitarlo". Se levantó abruptamente y empezó a dar vueltas en el pequeño y delimitado espacio. "¿Crees que no hay necesidad en el amor, Drew? Somos humanos porque necesitamos amar". "No de esta manera" enfureció Drew. "No sin algo que ofrecer... fuerza para responder a esa necesidad". Janet Cho permaneció en silencio. Drew estaba sorda ahora, incapaz de escuchar más allá de su dolor, incapaz de ver más allá de sus dudas. Su corazón podría o no abrirse. "Te extrañaré, Drew. Se amable contigo misma, perdónate". "¿Perdonarme? Nunca". ~ Janet Cho encaró a su clase. Como siempre, los rostros ansiosos delante de ella despertaban muchas emociones: cariño, orgullo, preocupación, obligación. Desde lejos, su mano los guiaba en la búsqueda física hacia el crecimiento espiritual. Al trabajar sus cuerpos, trabajaban sus espíritus. Al escuchar a sus cuerpos, aprendían a oír a sus corazones. Había muchos caminos para conseguir el crecimiento espiritual. Éste solo era uno de ellos, y ella estaba allí, en el centro de sus miradas, ellos habían elegido enfrentar sus debilidades y conocer sus fortalezas. Ellos la honraban con su confianza, ella honraba sus batallas para poder lograrlo. "La Maestra Clark no nos acompañará por algún tiempo” comenzó a decir. Sean no escuchó las palabras que siguieron a eso. No lo esperaba, imaginaba que Drew no quisiese salir con ella de nuevo. Era demasiado mayor para creer que todo encuentro sexual seguía a una relación. Imaginaba que Drew ni siquiera le diera una razón para ya no verla. Pero nunca pensó que Drew simplemente se iría, sin decir palabra alguna. Pensó que podría tratar con la decepción de solo poder tener una noche, aunque no estaba segura de poder detener el deseo que aún permanecía. Pero esto, esto era más de lo que podía soportar. Necesitaba escuchar las razones, sin importar lo duras que fuesen, de que no era querida ni necesitada. Quizás esas palabras serían difíciles de aceptar, pero el silencio la destruiría. Rompió la formación y se alejó hacia un extremo del salón. ALPA
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"¿Sean?" cuestionó la Maestra Cho. "Lo siento, señora. Necesito su permiso para retirarme". La Maestra Cho se inclinó. "Puedes irte". Sean se inclinó en respuesta. "Gracias, señora". Manejó apuradamente hacia el departamento de Drew, sin nada planeado en su mente. Manejó por instinto, respondiendo solo al deseo de saber lo que estaba pasando. Respiró profundamente hasta que escuchó el ruido de la puerta al abrirse. Y después Drew estaba allí. "Sean" murmuró Drew. "Lo siento. Tenía que verte". Drew lució incierta por un momento, después se hizo a un lado de la puerta. "Pasa. Hay café..." "No, gracias". Se vieron a la cara de manera incómoda, hasta que Drew se movió hacia el pequeño sillón cerca de la ventana abierta. "Siéntate, por favor". "La Maestra Cho dijo que te ibas". "Sí". "¿De manera permanente?" Drew observó sus manos, las cuales estaban aferradas a su regazo. "No lo sé. Sí...probablemente". Sean respiró profundamente. Podía irse ahora e imaginar por ella misma las razones. Tratando de olvidar, tratando de pensar en la manera en que Drew la había tocado: su cuerpo, su corazón. O, podía obtener la verdad. No estaba segura de qué sería más doloroso. "No tienes por que decirme...no me debes una explicación, pero significas algo para mí, no...Estoy enamorada de ti. No voy a tener donde poner esos sentimientos si no sé por qué te vas. ¿Es por mí?". "No" murmuró Drew. "Es por mí. No estaba pensando claramente anoche. No pensé en lo que significaría para ti...". Sean la interrumpió gentilmente, "Tengo 35 años, Drew. Me tomó 10 años de un matrimonio fallido y 5 años de celibato para darme cuenta de que quiero estar con una mujer. Tú me hiciste darme cuenta de eso. Soy responsable de estar aquí anoche porque te quería. No voy a aceptar, aunque muy noble de tu parte, que cargues con toda la responsabilidad por lo de anoche. ¡Por favor!". Drew sonrió, una pequeña y amarga sonrisa. "Esperaste todo ese tiempo por la mujer equivocada, Sean. Lo siento". Sean esperaba que doliera, simplemente no esperó que doliera tanto. No hasta ese momento supo lo mucho que Drew la había afectado. ¿Cómo la iba a superar? Giró su cabeza para esconder sus lágrimas. "Me voy" dijo suavemente. "Sean...lo siento". Sean asintió. No miró atrás mientras se dirigía a la salida. "Que estés bien, Drew" susurró mientras cerraba la puerta detrás de ella.
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Drew dejó caer la cabeza hacia atrás en el sillón, dispuesta a sacar el sonido de la voz de Sean fuera de su mente. Sabía que tomaría muchísimo más para sacarla de su corazón. ~ "¡Sean!" la llamó Susan, golpeando la puerta de su habitación, "Déjame entrar, Sean". "Está abierta" se escuchó una voz apagada. Susan cruzó hasta llegar a la cama donde Sean estaba acostada boca abajo con sus brazos bajo su cabeza. "¿Estás llorando? ¿Qué pasó? Has estado aquí por horas". "Oh, Suse" se lamentó Sean, "Me he metido en un gran problema". "¿Qué? ¿Qué problema?". "Me enamoré de alguien a quien no le importo. Como si eso no fuera suficiente, ella va a dejar la ciudad". "Oh, ¡Demonios!" criticó Susan. "Sean, cariño. ¿Estás segura de estar enamorada? Quiero decir, tú sabes...". Sean giró sobre sí para observar a su hermana. "Duele, Suse...Que ya no puedo verla, ya no puedo tocarla. ¡Cierro mis ojos, y la veo por todas partes! Estoy aquí y mi cuerpo suplica por ella". "Oh" dijo Susan, "Lo siento, Sean. De verdad". Sean apretó su mano. "Sé que lo sientes". "¿Qué puedo hacer?". "Lo estás haciendo. Estás aquí, me estás escuchando. No me estás diciendo que lo supere". "¡Ja! dijo Susan sin humor, "Soy la última que puede decirte que lo superes. No parece que tengamos suerte en el amor". "¿Cómo demonios lo has estado manejando? preguntó Sean amargamente. "No creo que pueda soportarlo". "Solo has lo que tengas que hacer, Sean. Ve a trabajar, ve a clase...". "Oh Dios...No creo que pueda. Cuando entre al Dojang y ella no esté, creo que me voy a derrumbar". Comenzó a llorar de nueva cuenta, a pesar de sus esfuerzos por parar. "Tienes que hacerlo, Sean" susurró Susan, acostada a un lado de ella, acercándola más. "Tienes que".
CAPITULO NUEVE Una noche, diez días después de regresar al campamento de la base de entrenamiento del ejército en Virginia, Drew se encontró parada afuera del bar al que no había entrado por ocho años. Ocho años desde que salió por esa puerta hacia la noche que cambiaría el curso de su vida. Ocho vacíos y tormentosos años. Claro que, ninguno de los rostros se le hacían conocidos. El curso de la vida alrededor de una base del ejército era transitoria, Numerosas personas yendo de paso. Para ser claros, Drew era una de los pocos residentes permanentes del pueblo que existían solo por la base aledaña. El bar era un punto de reunión para mujeres que no podían ser demasiado cuidadosas en cuanto a sus preferencias sexuales dentro de los claustrofóbicos cuarteles del Fuerte McGee. No reconoció a la barman, o a la mujer sentada en la puerta checando identificaciones. La decoración no era muy distinta: el lugar aún lucía un poco sombrío. Aún así, estaba lleno de mujeres sonrientes, que se relajaban después de una semana de trabajo. En el caso de los reclutas del ejército, esta sería su primera vez fuera de la base en semanas. Después de diez días de quedarse viendo las paredes del pequeño cuarto que el ejército le había facilitado, ella tenía que salir. No sabía a donde más ir. Este bar era el único refugio que conocía. ALPA
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Buscó un asiento en la amplia y desgastada barra y ordenó una cerveza. Levantó el tarro lentamente elevando la vista arriba y abajo del bar. Era extraño estar allí, esperaba más que una simple reacción: había repetido los eventos de aquella noche tantas veces, desde allí dentro del bar hasta la calle donde había terminado; esperando que el cuarto estuviera lleno de fantasmas. Pero, parecía que sus recuerdos guardaban esos eventos con perfecta claridad, mientras los días habían opacado la realidad. No había voces que la condenaban, órdenes para castigarla o almas errantes, excepto las de su propia conciencia. Suspirando, vació su tarro e hizo señas pidiendo otro. Su corazón saltó cuando sus ojos chocaron con un par de ojos verdes que la observaban por el espejo situado sobre la barra. El oscuro y desordenado cabello y la delgada figura le recordaban a Sean, pero fueron los ojos los que la cautivaron. Bajó la vista, sintiendo la decepción como un cuchillo atravesando sus entrañas. No era Sean, no iba a ser Sean, no ahora ni nunca. Había cedido, solo aquella vez, a la necesidad de tocar esos rizos oscuros, de tocar la delgada figura, de besar esa enteramente generosa boca. Y lo había querido desde ese momento al verla noche tras noche en el Dojang, viéndola moverse en ese ritmo fluido y agraciado único de los danzantes, aceptando el punzante confort de su sonrisa, de su presencia. Se rehusó a escuchar las advertencias en su cabeza, rindiéndose irrevocablemente a sus deseos. Y ahora estaba presa, presa de la visión de Sean, con la cabeza echada hacía atrás, ojos entrecerrados, aceptando sus besos, sus manos, elevándose a causa de su toque mientras entraba en ella. La imagen de Sean mientras hacían el amor encantaba sus días, pero fue la imagen de Sean en el piso golpeada y sangrante lo que atormentaba sus noches. Las pesadillas continuaron, sin descanso. Los placeres que Sean había traído a ella hubiesen valido la pena sobre de las noches de terror si no creyera que Sean merecía a alguien mejor que ella. Le había fallado, una vez antes, a una mujer que había amado, a un precio demasiado alto de soportar. No le fallaría a otra. "Ese tarro ha estado vacío desde hace un tiempo... ¿Puedo invitarte otro?". La soldado de ojos verdes se deslizó sobre el taburete a un lado de ella, haciendo señales a la barman para que les trajera otra ronda. "Gracias" dijo Drew. Su voz era más grave que la de Sean, sin el melodioso timbre que Drew encontraba fascinante. "Te vi en una de las sesiones de entrenamiento fuera de la base, la defensa de cuchillo mano a mano. Fue impresionante" continuó su acompañante. "Soy instructora militar, Mary Burger". Drew apretó la mano extendida, admirando la firmeza del apretón. "Drew Clark" agregó. "Escuché que te fuiste la primavera pasada, me sorprendió tu regreso este otoño. ¿No pudiste soportar la vida típica de la ciudad?". Drew tocó la agarradera de su tarro, trazando el contorno con un largo dedo. "Supongo que no, después de todo estoy aquí". Mary se levantó, posando una mano en el brazo de Drew. "Ven, vamos a bailar". Drew se sentía demasiado cansada para protestar y se permitió ser guiada a la pista. La noche que había pasado con Sean había puesto su mundo en un tumulto. Había mantenido sus sentimientos cuidadosamente contenidos, en una manejable esquina de su mente, para así poder seguir funcionando, y de repente había llegado Sean. Había tirado las barreras de su corazón, y los impedimentos de su cuerpo, dejándola víctima de sus propias necesidades, deseos y miedos. Había huido, solo para encontrarse frente a frente con sus demonios, nuevamente y en pleno vigor. No solo había obtenido el reconfortante y delicado regocijo de la presencia de Sean, ahora también las heridas de su pasado sangraban. Mary se movió entre sus brazos, encajando con practicada naturalidad contra la alta figura de Drew, y envolvió sus brazos al rededor de la cintura de Drew, el calor de su mano vagamente registrada en la conciencia de Drew. Ella estaba recordando a otra mujer en sus brazos, la presión de sus pechos y muslos encendiendo un fuego que pensaba que estaba extinguido desde hace tiempo. Bailó sin conciencia mientras el rostro de Sean flotaba en su mente. ALPA
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Cuando terminó la canción, Mary echó la cabeza hacia atrás y estudió el hermoso rostro ante ella. "¿Cómo es que tengo la sensación de que no soy yo con quien estás bailando?" preguntó tranquilamente. Drew se sonrojó e inconscientemente dio un paso hacia atrás, poniendo distancia entre sus cuerpos. "Lo siento" murmuró, "Creo que estoy un poco cansada". Mary asintió sin creerle. "Ajá...y yo soy una Mayor General. Está bien, Admito que esperaba más que solo un baile, pero...". Drew negó con la cabeza, sonriendo tristemente. "¿Sabe lo afortunada que es?" preguntó Mary. "No tan afortunada" dijo suavemente Drew. Ellen abrió la puerta de la oficina que compartía con Sean y se estremeció cuando encontró a Sean sentada en su escritorio en el pequeño cuarto que usaban para aspectos de negocios en su práctica. No había visto a Sean desde hace varios días, y se desconcertó al ver la fatiga plasmada en su rostro. "¿Qué estás haciendo aquí tan tarde?" preguntó Ellen, aventando en la mesita auxiliar los archivos que sostenía. "Poniéndome al día" replicó Sean cansadamente. "Yo igual. Estoy atrasada por semanas en mis formularios del seguro". Sean asintió, colocando otro archivo enfrente de ella. Ellen se echó en la única silla cómodamente tapizada del cuarto y apoyó sus pies en el bote de basura. "¿Qué pasa Sean? preguntó después de un rato. Sean elevó la vista, sus ojos llenos de lágrimas. "¿Es tan obvio?". Ellen asintió. Nunca se había acostumbrado a ver a la mujer que era el reflejo de su amante...ex amante se recordó. Las mismas delicadas facciones, ojos de profundidades oceánicas. Pero, mientras Sean era relajada y calmada como una noche en el desierto, Susan era fuego y viento, haciendo vibrar el ambiente con su energía. Ellen amaba a ambas por sus generosas y cariñosas naturalezas, pero había sido Susan quién había encendido sus pasiones. No que dudara de la preocupación de Sean por la gente, pero su corazón había permanecido distante, observando las pasiones de otros, pero nunca dándose la libertad de hacerlo para sí. Se imaginó lo terriblemente triste que sería hacerle saber a Sean acerca de su asilamiento; pero, hasta ahora, nunca había habido una señal de que fuese infeliz por ello. "Luces realmente triste". "¿Triste?" repitió Sean. ¿Era eso lo que era, esta vacía y dolorosa desolación? ¿Este sentimiento de ser separada de toda la alegría y gracia del mundo...de la tranquilidad de su propio corazón? "No estoy triste, Ellen...Estoy completamente perdida". La cruda aceptación en su voz conmocionó a Ellen. Había escuchado ese tono antes, y sabía que iba de la mano con el dolor. "¿Qué pasó?" preguntó gentilmente. Sean se le quedó viendo preguntándose por donde empezar. Empujó su silla lejos del escritorio y miro abajo hacia su regazo. Las lágrimas que caían se sentían como viejas amigas. "Conocí a una mujer, Ellen. Me enamoré de ella. Después se fue". "¿Drew?". Sean asintió, elevando una temblorosa mano para limpiar la humedad de su cara. Suspirando, sonrió temblorosamente. "Nunca pensé que esto pudiera pasarme. Estaba segura que este tipo de sentimientos no eran para mí. Creí que el amor sería como una amistad tranquila, una relación ALPA
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reconfortante. Nunca imaginé que me consumiría de la manera en que lo hace, devorándome por completo. No puedo creer que se haya ido, y que se haya llevado cada pizca de mi tranquila y ordenada vida con ella. Cada célula en mi cuerpo la extraña". "¿Por qué se fue?". "Desearía saberlo...Dios, como deseo poder saberlo. Hay algo, algo que ella esconde, que la mantiene alejada de todos, incluso cuando duerme. Hicimos el amor, estuvimos más involucradas de lo que pensé, y después de unas cuantas horas, se había ido". Ellen no estaba tan sorprendida. Había notado lo perdida que lucía Drew cuando estaba alrededor, siempre manteniéndose apartada. Estaba maravillada de que hubiese permitido a Sean penetrar esas defensas aunque sea por una noche. "¿Regresará?". "No lo sé. Y si lo hace ¿entonces qué?" dijo Sean con pesimismo. "Dejó bastante claro que no me quiere en su vida". Ellen escogió cuidadosamente sus palabras, no deseando sufrimiento futuro para su amiga. "¿Tú quieres estar en su vida?". Sean pareció sorprendida, y viva por primera vez en esa noche. "Sí" dijo enfáticamente. "Sí, la quiero en mi vida y yo quiero estar en la de ella. Ella despertó algo en mi que nadie, NADIE, ni siquiera había estado cerca de hacer. Lo hizo con su espíritu, con la fuerza de su necesidad y preocupación, y con su deseo. Tengo 35 años y siento como si hubiese empezado a vivir la noche que me tocó". Ellen le creyó. Sabía que tomaría una poderosa combinación de fuerza y vulnerabilidad para llegar al corazón de Sean, y Drew Clark parecía tener todo eso, si no es que más. "Espero que regrese, Sean. De verdad". "Dios, yo también". Susurró Sean.
CAPITULO DIEZ Le tomó cinco semanas a Sean para regresar al Dojang, debido al pensamiento de que extrañaría a Drew aún más estando ahí. Además de que no podía encontrar su balance interior, la compostura que necesitaba para centrarse. Su corazón estaba demasiado desgastado para enfrentar los obstáculos. Ella simplemente no podía. Finalmente, había llorado lo suficiente. Empezó a recomponer el orden en sus días, y, a pesar de que su alma sufría, su fuerza de restablecería por sí misma. Cuando se detuvo en la puerta y se inclinó hacia la Maestra Cho y la Instructora Roma, una parte de ella se sintió como en casa. "Buenas noches, Maestra Cho, Instructora Roma" dijo delicadamente. Janet Cho sonrió. "Oh, Sean está de regreso, ¿verdad?". Sean sonrió también. "Sí, señora". Su maestra la observo detenidamente esa noche, buscado por las señales de su corazón. Lo que vio fue una nueva y profunda comunión entre cuerpo y espíritu. Sean había mirado en su interior y había encontrado un mejor autoconocimiento y auto aceptación. Janet pensó en la otra mujer que luchaba ferozmente. Una luchadora magistral, generosa y valiente. Su amiga tenía un alma guerrera, y la Maestra Cho confiaría en ella con su vida, pero a su amiga le faltaba la armonía que probablemente salvaría su propia vida, sin tan solo lo intentara. Porque Drew Clark no reconocía ALPA
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que su enemigo más grande permanecía dentro se su propio corazón. Había sido dicho que los mejores guerreros no temían a la muerte, de este modo, nunca vacilaban al batallar. La Maestra Cho temía eso de Drew, la vida podría ser tan bienvenida como un enemigo. "Sean, combatirás con Gail". Sean asintió, colocándose su casco protector. Golpeo suavemente sus guantes de cuero para acomodarlos y encaró a su compañera. "Reglas de cinturón negro, inclínense. ¡Empiecen!". Sean peleó con control y precisión, usando sus largas piernas y manos ágiles como ventaja. Una y otra vez deslizaba una mano más allá de la guardia de Gail para hacer contacto ligero en el pecho y costillas. Sean tuvo cuidado con sus golpes, manteniendo el contacto tolerable; pero aprovechaba todas las oportunidades para puntuar. Gail respondió elevando su propio nivel de pelea, desplegándose con poderosas patadas dobles con sus fuertes piernas, con bloqueos concisos y continuando con combinaciones de golpes que aterrizaron en el torso y cabeza de Sean. Cuando la Maestra Cho detuvo el combate, las dos mujeres estaban exhaustas. "Ahora" la Maestra Cho declaró triunfalmente, "Ustedes ya pelean como lo harían en un combate real, con su mente y cuerpo siendo uno mismo. Recuerden esta pelea, recuerden la quietud de sus pensamientos, la calma en su cuerpo. 'Esto' es lo que tienen que tener para vencer". Sean y Gail se inclinaron hacia la otra, sabiendo que habían luchado también en contra de sus propios demonios, y las dos habían salido victoriosas. "Gracias, Sean" dijo Gail. "Gracias, Gail" respondió Sean, en voz baja. ~ Las luces dentro de la oficina estaban encendidas cuando Sean estacionó en la cochera. Ellen estaba trabajando hasta tarde. Había estado ahí hasta bien entrada la noche las últimas semanas. Impulsivamente, Sean tomó el camino empedrado hacia la oficina. "Hola" dijo mientras entraba en el pequeño cuarto. Hacía calor a pesar de las noches frescas de otoño. Ellen miró hacia arriba dejando su lectura. "Hola, Sean. ¿Has regresado a tus clases, cierto?". Sean asintió, posando la cadera en la esquina del abarrotado escritorio."Era tiempo de regresar. Me sirvió bastante". "Me da gusto" dijo Ellen sinceramente. Empezaba a decir algo más pero se frenó. Sean y ella, por acuerdo mutuo, no habían discutido acerca de la vida personal de Ellen después de aquella noche tres meses atrás. "¿Qué? probó Sean. "Me preguntaba cómo ha estado Susan" dijo Ellen suavemente. Sean respiró profundamente. "Ella está en terapia...". "¿Susan está en terapia?" preguntó Ellen con sorpresa. "Dos veces por semana durante los últimos dos meses". "¡Dios mío, no puedo creerle!". "Perderte realmente la sacudió, Ellen. Esta podría ser la única cosa positiva que salió de todo el desastre". Sean habló más duramente de lo que había querido, pero ella sentía cada pizca del dolor de su hermana. "Quizá" dijo Ellen. Continuó suavemente, "Ya no estoy viendo a Gail". La sorpresa de Sean era evidente. "¿Qué pasó?". ALPA
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Ellen rió sin sonreír. "Descubrí que la lujuria no lo es todo en la vida. Es duro vivir solo de sexo. Me sentía sola". "Susan también se siente sola" digo amablemente Sean. "Suena como que ella va a estar bien" dijo Ellen tristemente. "¡Oh, venga ya, Ellen!" explotó Sean, sorprendiendo a Ellen con su intensidad. "¡Susan se siente miserable! ¡Ella te ama, nunca ha dejado de hacerlo! Está yendo a terapia, y estoy malditamente agradecida de que lo haga, porque está tratando de entender cómo es que te perdió. Pero tú también tienes responsabilidad en esto. Susan es un libro abierto, por el amor de Dios. Sabes lo difícil que fue para ella la separación de nuestros padres. Ella estaba aterrada de que eso les pasaría a ustedes, por lo que puso un pie en el lugar más seguro que conocía". Ellen dijo acaloradamente. "¡Justo aquí, contigo!". Sean lucía sorprendida. Se tragó su réplica, tratando de calmarse. Se forzó a mirar atrás a la vida que tanto su hermana como ella habían construido por ellas mismas. Desde el primer suspiro que habían tenido juntas. Incluso los miles de kilómetros de por medio durante el matrimonio de Sean no habían logrado romper su conexión emocional. Podían terminar las oraciones de la otra en cualquier momento. Y por los últimos cinco años, habían construido juntas un refugio seguro para ambas, más que una casa, era un santuario emocional. Ellen y Susan habían estado juntas solo por año cuando Sean se mudó a la casa de su hermana. Se preguntaba ahora si su retorno había facilitado a Susan el mantener a Ellen alejada. "Nunca me di cuenta..." empezó Sean. "Lo sé" interrumpió Ellen, "Y yo estaba demasiado insegura para hacer de eso un problema. También tomé el camino fácil, Sean. No quise enfrentarme a los asuntos difíciles. Sólo seguía deseando que todo resultase bien. Fue cuando me empecé a conformar cada vez con menos hasta que encontré a alguien que claramente me quería". Resopló en desaprobación. "¡Al menos, ella quería mi cuerpo!". "Oh, Ellen... Piensas que nosotras lo hubiésemos hecho mejor, todas nosotras". "¿Por qué? dijo Ellen, con un toque de su viejo sentido del humor. "¿Porque podemos ayudar a otros a retroceder en sus vidas y encontrar una nueva solución? ¿Crees que eso nos hace expertos en nuestras propias vidas? Todos tenemos puntos ciegos cuando se trata de nosotros mismo". "Susan, tú y yo somos una familia, Ellen" dijo Sean vehemente. "Necesitamos resolver esto". Calló y estudió a Ellen. "Siempre y cuando aún la ames". "La amo, Sean. Con todo mi ser. Pero cómo puedo esperar que me perdone por lo que le hice pasar, ¿y qué hay de la confianza? Lo he arruinado todo, ¿cierto?" dijo desesperadamente. "No puedes arruinar el amor, Ellen. Puedes probar y tratar, y puedes herir a los que te aman, al igual que ellos pueden herirte. Pero no puedes arruinarlo. Deja de atormentarte". "¿Qué piensas que debo hacer?". Sean rió. "¡Existe esta cosa anticuada que nosotros los terapeutas llamamos 'hablar'! Quizás Susan y tú deberían intentarlo". "Qué idea tan ingeniosa" se animó Ellen, sintiendo esperanza por primera vez en meses.
CAPITULO ONCE Sean iba más tarde de lo usual a la clase porque había estado una hora en el teléfono con un paciente en crisis. En ese momento estaba satisfecha de que la mujer podría esperar hasta la mañana siguiente para verla, tenía a penas tiempo suficiente para reunir su equipo y navegar por la ciudad en hora pico. ALPA
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Mientras doblaba su uniforme y buscaba su cinturón en su bolso, la Maestra Cho se aproximó diciendo, "Impartirás la clase esta noche, Sean". Sean sabía que la Maestra Cho esperaba que ella enseñara como requisito para obtener el cinturón negro, pero esperaba tener más tiempo para prepararse. Miró hacia arriba, conmocionada, y después respondió inteligentemente, "¡Sí, señora!". "Bien, bien. Oh, veo que todas estamos aquí. Puedes iniciar la clase cuando sea que estés lista". Sean siguió la mirada de su maestra, y se le cortó la respiración. Drew Clark permanecía en la puerta. Sean solo podía observar, negándose a creer lo que sus ojos veían. "Hay una cinturón negro esperando, Sean" reprendió la Maestra Cho gentilmente. De alguna manera, Sean encontró sus palabras. "¡Giren hacia la puerta!". Inmediatamente, la clase entera giró como un solo cuerpo para encarar a Drew. "¡Atención!" El ruido de las manos a los costados sonó como un rayo en sus oídos. "¡Inclínense!". Se inclinó como todos los demás, pero sus ojos nunca dejaron el rostro de Drew. Drew regresó la reverencia, sus ojos en Sean. Con piernas rígidas Sean se movió hacia el frente del salón. La Maestra Cho de pie a su izquierda, la Maestra Clark a su derecha y la Instructora Roma junto a Drew. Sean era plenamente consiente de la figura alta y militarmente erguida a un lado de ella. El ambiente parecía cargado, lleno de electricidad. "Fórmense" los llamó, y la clase tomó posición detrás de ellas. Las cinturón negro y Sean se giraron para encarar el emblema del tigre dorado en la pared. Los estudiantes avanzados empezaron la letanía que Sean había repetido incontables veces. "Principios del Tae Kwon Do...". "Integridad". "Perseverancia". Sean sabía que estaba repitiendo cada palabra, pero no podía oír su propia voz debido a la sangre bombeando en su cabeza. Cuando la ceremonia de apertura terminó, la Maestra Cho tomó asiento en la esquina frontal del salón, su lugar favorito para observar a cada estudiante. Chris Roma y Drew Clark se unieron a la clase encabezando la primera fila de estudiantes. La mente de Sean estaba completamente en blanco. Puso sus manos detrás de su espalda para esconder el temblor de las mismas. Llamó a la clase a poner atención y doce cuerpos se movieron, manos extendidas, piernas abiertas, todos los ojos en ella. Todo lo que podía ver era a Drew, así como lo había estado haciendo tantas noches solitarias acostada luchando por dormirse. Cabello rubio con pinceladas grises, penetrantes ojos azules, cuerpo tenso, expectante y controlado, exquisitamente en su poder. Los segundos que siguieron le parecieron horas, y luego Drew asintió casi imperceptible, su rostro suavizándose fugazmente. Sean encontró sus palabras. "Postura frontal izquierda" los llamó. Mientras la clase se movía rápidamente con respiraciones agitadas, Sean captó el espíritu de las mujeres ante ella. Mujeres dispuestas a hacer más de lo que jamás habían imaginado físicamente posible, dispuestas a regresar noche tras noche, magulladas, adoloridas, cansadas, para empezar otra vez, presionándose internamente cada vez mas más allá de sus propios caminos, por sus propias y privadas razones. Estaban unidas por su propio deseo de pagar con su propio sudor y con la humildad de la oportunidad para luchar contra la vida bajo sus propios términos.
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Sean les pidió mostrar sus habilidades a sus maestras, inconscientemente guiándolas de una técnica a otra con un patrón ensayado de manos centellantes y piernas arqueadas. Treinta minutos después, cuando llamó a un descanso, sus cuerpos estaban mojados con sudor, sus pechos agitados. Pero la veían con rostros llenos de orgullo. Sabían que lo habían hecho bien. Se inclinó hacia ellas, como símbolo de su profundo respeto por su esfuerzo. Después se giró hacia la Maestra Cho y se inclinó. Janet Cho se levantó y regresó la reverencia. "Bien hecho, Sean" dijo categóricamente. "Prepárense para Formas" dijo su maestra. "Maestra Clark, tú con Sean, por favor". Drew se inclinó. "Sí, Maestra Cho". Ella y Sean se movieron hacia la esquina frontal del salón. "Tú Forma más avanzada por favor, Sean" pidió la voz de contralto que tanto recordaba. "Sí, señora" replicó con esfuerzo. Sean y Drew, buscaban desesperadamente por su compostura. Elevó sus manos hasta su rostro y respiró profundamente. Se dispuso a escuchar a su respiración fluyendo fácilmente, inquebrantable, desde la profundidad de su cuerpo, y lentamente su mente y cuerpo se fusionaron. Drew observó la transformación maravillándose al igual que lo había hecho la primera noche que había visto a Sean, hace seis meses. La sutil unión de mente, cuerpo y espíritu producía una casi visible aura de calmado enfoque. Nunca había visto a nadie excepto Janet Cho hacer eso, y Cho era una maestra. Esto era una fuerte harmonía innata que Sean irradiaba diariamente en el Dojang. Aunque la había pulido en este lugar, brotaba de su esencia en cualquier lugar. Esta era la fuerza que había atraído Drew, además de la belleza que había extrañado cada día que estuvo lejos. Al finalizar, Sean cerró los ojos por un momento, después se inclinó hacia Drew. Drew se aproximó lentamente, escogiendo sus palabras cuidadosamente. "El espíritu de la Forma es perfecta, Sean, eso es algo que la mayoría de nosotros nunca llegamos a dominar. Aún así, los tiempos de tu patada lateral en revés necesitan mejorarse. Obsérvame: acabas de bloquear un golpe a la cara de tu primer atacante Sean...aquí...” remarcó sus palabras con un bloqueo manual de cuchillo que fácilmente pudo romperle el brazo. "Pero...escuchas un sonido detrás de ti. Hay otro hombre...tiene un cuchillo. Ahora...pivoteas, tu pierna arriba, tu rodilla en lo alto, y mientras vas girando, él ya está aquí, pero tu pierna termina de extenderse en el momento en que completas el giro. No después de girar, porque para ese momento el estará sobre de ti". Mientras hablaba, se movía, ágil y fluidamente, en guardia como un animal, y después su pierna se movió hacía el exterior y hacia arriba, fácilmente tan alto como para aplastar el cráneo de un hombre adulto. "¿Lo entiendes? No es suficiente ser capaz de realizar cada movimiento de la Forma. Debe haber propósito en los movimientos, a veces un propósito mortal. Porque los desafíos pueden tratarse de tu vida". Cada palabra quemaba el cerebro de Sean con la pasión detrás de ellas. Entendió en ese instante que Drew estaba completa y totalmente comprometida para prevenir, lo que sea que le haya pasado, a otra mujer. Y Sean no dudaba que Drew hablaba por experiencia. Ella acababa de revivir parte de ello ante los ojos de Sean, siendo consiente o tal vez no. "Entiendo, señora". "¿De verdad?". "Sí" respondió Sean firmemente. Sean reunió su equipo de manera vacilante, sin estar segura de qué hacer. Quería hablar con Drew, pero entre su decoro y su incertidumbre personal la hacían dudar. ¿Había regresado para quedarse? ¿Le interesaba decírselo a Sean? ALPA
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Finalmente, decidiéndose por su necesidad e ignorando sus escrúpulos, se aproximó a Drew, quién se había quitado la chaqueta del uniforme y lo estaba doblando pulcramente para después guardarlo. "¿Regresaste para quedarte?" preguntó con voz baja. Drew no la miró. "Sí". "Me da gusto" replicó. Empezó a caminar lejos. Drew se enderezó súbitamente. "Sean...Yo..." cuando se encontró con los ojos de Sean, vaciló. Luchando finalmente dijo menos de lo que quería. "Hay una demostración de Aikido en el Colegio Bryn Mawr el sábado por la mañana. ¿Te gustaría ir?". "Sí" respondió Sean de inmediato. "¿Paso por ti? Será más fácil si manej...." "Sí" respondió Sean, rehusándose a pensar en nada excepto lo que su corazón le exigía. ~ Sean encontró a Susan en el cuarto de televisión, absorta en una película de Batman. Se hundió en una silla y abrió un refresco. Por acuerdo mutuo, habían mantenido el alcohol fuera de la casa los últimos tres meses. "¿Buena clase?" preguntó Susan, sus ojos fijos en la pantalla. "Ajá" dijo Sean, curiosamente sin ánimo. "Drew regresó". Susan se enderezó de repente. "¿Hablaste con ella?". "No mucho. Me preguntó si quería ir a una exhibición de artes marciales el fin de semana". "¿Cómo una cita? " exclamó Susan. Sean se encogió de hombros. "No tengo idea. Estoy completamente a oscuras". "¿Cómo te sientes?". "Paralizada. No puede creer que esté aquí. Me preocupa que ya no haya nada entre nosotras nunca más". "¿Sigues enamorada de ella?". "Mi corazón casi se detiene cuando entró al salón. Quería abalanzarme hacia ella. Sí, aún estoy enamorada". "¿Estás segura de que necesitas verla? Te ha herido demasiado, Sean". "Tengo que saber en que punto estamos, Suse. Solo no puedo seguir sin saberlo". "Desearía poder hacer que todo esté bien contigo, Sean. No puedo soportar verte triste". Sean sonrió. "Lo mismo digo, hermana". Susan le dio una pequeña y trémula sonrisa. "Ellen llamó". "¿Cómo estuvo eso?" pregunto Sean cuidadosamente. "Lloré cuando escuché su voz". "Oh, Suse" dijo Sean con voz triste. "Quiere que hablemos. Le dije que sí". "Bien" dijo Sean con alivio. "Sé que te ama, Suse. Dense otra oportunidad". "Tengo mucho miedo". Sean la abrazó acercándola más. "Lo sé, cariño, lo sé" murmuró, pensando en que las dos tenían razón para estarlo.
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CAPITULO DOCE Susan empujó la puerta para abrirla y se encontró cara a cara con Drew, quién estaba alcanzando el timbre. Susan brincó con sorpresa, soltando un pequeño grito. "Perdón" dijo Drew, sintiéndose incómoda. Se preguntó cuanto había compartido Sean con su hermana acerca de su breve momento, y después se dio cuenta de que probablemente fue todo. Podía decirlo por la mirada asesina que Susan le estaba dirigiendo. A pesar del parecido físico exacto, Drew no tenía dificultad para diferenciarlas, incluso a la distancia. Mientras Sean irradiaba tranquilidad y profunda quietud, el aire alrededor de Susan estaba cargado. Ahora mismo lucía como un nubarrón. "He venido a recoger a Sean. ¿Podrías decirle que estoy aquí?". "¿Por qué no entras?" dijo Susan, tratando de ser cortés. "Gracias" dijo Drew. Susan continuó observándola fijamente. Drew aceptó la mirada escrutante, esperando. "Maldita seas, Drew" dijo Susan mientras seguía observándola. "La heriste muchísimo". Drew palideció y miró hacia abajo brevemente. Cuando levanto sus ojos, Susan vio el dolor que era el reflejo del dolor en los ojos de su hermana. Estaba conmocionada por ello. Aceptó que lo que sea que haya forzado a Drew a irse, no era por falta de cariño hacia su hermana. Susan agitó la cabeza. "Las mujeres son tan idiotas" murmuró, incluyéndose ella misma en la oración. Tocó el brazo de Drew ligeramente. "Está en la cocina. ¿Por qué no te encaminas?". Consiente del gesto de tregua en el toque de Susan, Drew suspiró, "Gracias, Susan". Sean escuchó pasos que se aproximaban y asumió que Susan había olvidado algo de nuevo. Terminó de servirse su café, gritando, "¿Qué olvidaste está ves?". Se giró para encontrar a Drew recargada contra la puerta, observándola. Sean solo miró impotente. Drew se veía en forma en sus jeans negros ajustados y su camisa denim. La presencia de la mujer era suficiente para encender el corazón de Sean pero era la mirada de deseo sin esconder en el rostro de Drew lo que amenazaba con consumirla. Se inclinó hacía atrás contra el mostrador con rodillas temblorosas. "No voy a ser capaz de seguir de pie si sigues mirándome de esa manera" susurró Sean. Con un gemido, casi un gruñido, Drew se movió, y Sean estaba en sus brazos. La boca de Drew sobre la de ella, poseyéndola; las manos de Drew recorrieron su cuerpo, clamando por ella. Sean se adhirió a ella, empujándola más cerca. Cuando Drew finalmente la liberó, Sean estaba jadeando. Recargó su cabeza en el hombro de Drew. "No pude mantenerme alejada" dijo Drew con voz ronca, besando los oscuros mechones rizados en la frente de Sean. "Tú eras todo en lo que podía pensar, tenía que verte de nuevo". Sean escuchó la desesperación en la voz de Drew, y supo que Drew no había regresado gustosamente. Había resistencia también, en los brazos que la sostenían, pero por ahora lo aceptaba. Drew estaba aquí, eso era un comienzo. Sean aferró su agarre, disfrutando del musculoso muslo de Drew entre sus piernas, la curva de los pechos de Drew contra ella, sus propias caderas respondiendo gradualmente. Drew la compensó con otro profundo gemido, llevando sus manos al rostro de Sean. Delicadamente acunó la mandíbula de Sean, girando su cara hacia sus labios. "¿Qué tan importante es ese evento de Aikido?" murmuró Sean, moviendo sus manos de los hombros hasta los pechos de Drew.
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"Muy importante" murmuró Drew, sus labios moviéndose hacia abajo para tomar un pezón a través de la camiseta de Sean. Mordió gentilmente antes de continuar. "Soy una de los demostradores invitados". Colocó una mano entre sus cuerpos, presionando el abdomen de Sean, moviéndose cada vez más abajo. Sean apretó la mano que la exploraba, casi sollozando. "¡Para! Si sigues así no voy a ser capaz de parar, por favor Drew". Drew gimió, su cara enterrada en el cabello se Sean. "Te deseo tanto" susurró. Sean respiró profundamente, luchando por aclarar su cabeza y controlar sus sentidos en conflicto. "¡Maldita seas, Drew! ¡Tus tiempos son terribles!" rió temblorosamente. "Lo sé. Te lo compensaré. Dijo Drew, refiriéndose no solo a esta interrupción. Sean negó con la cabeza. "No hay nada que compensar, Drew. Algunas cosas tan solo no pueden arreglarse, sin embargo, aprendemos a vivir con ellas. Tenemos tiempo". Drew buscó delicadamente por pasión en el rostro de Sean y se sintió aliviada. Había promesas ahí, promesas que ella estaba preocupada de escuchar o de hacer. Había estado controlando su vida momento a momento por tanto tiempo que el concepto de un futuro le parecía extraño. Pero cuando veía a Sean un pequeño destello de esperanza asomaba. Con gran esfuerzo se empujó lejos de Sean, diciendo, "Mejor nos vamos, no estoy segura de por cuanto tiempo pueda estar sin tocarte". Sean tomó su mano y la guió resueltamente a través de la casa. Sabía que si la miraba de nuevo no saldrían ese día. ~ Sean se sentó maravillada en una de las bancas enfrente del área de exhibición, fascinada por la fluida elegancia de los Aikidokas. Los bloqueos defensivos volando circularmente y los lanzamientos poderosamente largos le recordaban a una danza. Y observar a Drew después de largas semanas de ausencia era intoxicante. Había olvidado lo imponente que era, fiereza en su fuerza, agilidad y rapidez en sus movimientos. Sean se sintió un poco decepcionada cuando el evento terminó. Era poco frecuente tener la oportunidad de observar detenidamente a Drew, y lo había disfrutado. Drew dobló su Hakama: el ancho pantalón negro de su uniforme que simboliza a un Aikidoista de alto rango, dejando el área acolchonada para reunirse con Sean. "Fue hermoso" pronunció Sean mientras Drew se sentaba. "Realmente lo disfruté". Drew sonrió, "Me alegra" miro hacia otro lado momentáneamente, entonces preguntó vacilante, "Son las seis en punto. ¿Quieres ir a cenar a algún lugar?". Sean se presionó un poco más cerca contra Drew. "No soy muy buena escondiendo mis sentimientos, Drew. Lo que quiero ahora es estar en la cama contigo. ¿Puede ser eso posible?". "¿Estás segura?". "Esa es la única cosa de la que estoy absolutamente segura ahora mismo. Y me estoy muriendo por desearte tanto". "Vámonos" gruñó Drew, agarrando su bolso y llaves. Ninguna de las dos dijo palabra alguna durante el viaje a casa de Sean, pero el latido de sus corazones parecía audible. ~ Drew permaneció acostada, mirando fijamente las sombras que parpadeaban en el techo. Sean yacía contra ella, una pierna cubriendo las de Drew y un largo y elegante brazo yacía curvado sobre el pecho de Drew, sosteniéndola posesivamente. Drew trató de no pensar en lo que estaba haciendo, cuando pensaba en la rectitud de sus acciones, temió estar engañando a Sean. Su reacción inmediata fue huir. Cuando se permitió sentir necesidad por la mujer que yacía a su lado, entró en pánico. Nunca había querido que esto pasara, ALPA
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nunca, nunca de nuevo. Y aún así aquí estaba, porque había dejado a sus sentimientos dominarla: había sufrido y recibió confort; había deseado y recibió liberación, se había preocupado y recibió el sentido. ¿Era justo? No. ¿Egoísta? Sí. ¿Locura? En definitiva. Y aún así aquí estaba, y por ahora, al menos, no podía permitirse irse. Se levantó lentamente, no queriendo despertar a Sean. Sus movimientos trajeron un débil protesta por parte de Sean, y al brazo alrededor de ella se apretó. "No te estás yendo, ¿verdad?". Vino una voz adormilada. "Es tarde" murmuró Drew; presionando sus labios en la frente de Sean. "¿Y? ¿Tienes algo que hacer?". "Yo..." vaciló Drew, sin querer admitir. "Drew" dijo Sean en voz baja, completamente despierta ahora. "Quiero que te quedes, quiero que estés aquí por la mañana. Si necesitas irte, está bien. Te voy a extrañar". Drew se volvió para que toda la longitud de sus cuerpos se tocara. "Haces las cosas tan fáciles y, a la vez, tan difíciles". Sean metió una pierna entre las de Drew, emocionada por la calidez de su toque. "¿Cómo es eso?" preguntó Sean lánguidamente. Empezó a mecer sus caderas contra las de Drew, deslizando su pierna hacia atrás y delante con cada caricia. "Oh" jadeó Drew, empujando las caderas de Sean firmemente contra las de ella. "Porque tú..." Su voz se apagó cuando Sean deslizó una mano entre ellas, buscando el botón duro entre sus piernas. "¿Porque yo qué?" murmuró Sean, sus dedos ligeramente provocándola. "¿Qué?". "Yo...ah, sí...ahí...". "¿Yo qué? ¡Dime!" insistió Sean, sus caricias cada vez más rápidas. "No puedo..." jadeó Drew, "Me voy a...” "Oh, ¿En serio?" Sean respiró contra sus labios, sus dedos moviéndose rápidamente, "¿Ahora?". "¡Sí!" gritó Drew, arqueando su espalda, gruñendo con cada pulsación. Sean sostuvo a la jadeante mujer en sus brazos, sonriendo con satisfacción. ~ Apenas empezaba a amanecer cuando Drew se deslizó fuera de la cama, se vistió, y salió hacia la cocina. Encontró una jarra de café en la hornilla y se sirvió. Salió hacia la terraza, sobresaltándose cuando vio la silueta sentada en el bajo muro de piedra. Ellen miró sobre su hombro e hizo señas invitando a Drew a unírsele. "Ven aquí. Podría necesitar algo de compañía además de mi culpabilidad. ¿Qué hay de ti?". Drew torció el gesto. "¿Cómo lo sabes?" preguntó, uniéndosele en el muro. Ellen se encogió de hombros. "Es mi trabajo saber esas cosas, ¿recuerdas? Nosotros los psicólogos somos tan perceptivos". Drew pensó que entendía la amargura entre líneas en la voz de Ellen. Tomó un sorbo del fuerte café, dándole la bienvenida a la calidez del relajado ambiente de Noviembre. "Las hemos hecho pasar un infierno, ¿no es así?" remarcó Ellen. "Sí" concedió Drew. "¿Cómo está Susan?
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Ellen repasó vagamente las costuras de sus jeans. "Ella está profundamente herida, y asustada, y luchando por darle sentido a algo que yo debí pensar mejor antes de hacer. Está recogiendo los pedazos después de un desastre de tres semanas que yo causé. La parte más dura de todo esto es que ella me ha perdonado". "Sí" reconoció Drew. "Eso hace que te odies a ti misma, ¿no es así?". Ellen asintió. "Aquí es dónde digo que debemos perdonarnos y amarnos a nosotras mismas, o esa clase de palabrerías. Pero francamente, no puedo hacerlo. Prefiero a alguien que me acorrale y me reprenda por lo que hice". Drew rió. "Quizás deberíamos sentarnos aquí y reprendernos entre nosotras". "Está bien" dijo Ellen. "Tú primero". Drew permaneció en silencio por un largo momento, y después preguntó tranquilamente, "¿Por qué lo hiciste? Es bastante obvio que Susan de adora". "Ouch" dijo Ellen. "Eres buena en esto". Respiró profundamente, buscando ser honesta. "Estaba enojada con ella porque no quería vivir conmigo y empezar una familia...ni dejar a Sean. Estaba celosa, y me sentí despreciada; y no tuve el valor de decirlo. Lo hice porque soy una cobarde...no luché, solo corrí sencilla y prácticamente hacía un par de brazos". Ellen arrojó las sobras de su café al jardín. Vio a Drew y empezó, "Bien...mi turno". "Sean es la clase de mujer que solo mantiene sus secretos más profundos para ella misma...y Susan", continuó Ellen. "Para ella, el abrirse contigo fue algo cercano a un milagro. ¿Cómo pudiste abandonarla? Dejándole creer que no te interesaba. Ella bien podría desangrarse hasta la muerte por una herida como esa". Drew vio fijamente a Ellen, absorbiendo sus palabras de la manera en que absorbería un golpe, dejando que el dolor de la verdad la penetrara. "Punto y partido para ti". Ellen vio claramente la tristeza en el rostro de Drew, escuchando el dolor en su voz. No tenía ninguna duda de que Drew era una experta tragándose su dolor mientras este la destruía por dentro. "No es suficiente, Drew. Tienes que decir el porqué". "No puedo". "Inténtalo...si no es por ti, hazlo por Sean". Drew cerró los ojos, sus manos apretadas a sus costados. "La necesito" susurró de manera áspera, "y no quiero necesitarla". Fue todo lo que pudo decir. "Siempre hay necesidad en el amor, Drew. Es humano el necesitar", dijo Ellen gentilmente. "No en la manera en cómo la necesito" dijo Drew. "Lo siento como si ella fuese mi cordura. El mundo solo tiene sentido cuando estoy con ella". "Oh" dijo Ellen, "Y Susan me hace sentir más viva de lo que me he sentido sin ella. Por lo que las necesitamos para darle sentido a nuestras vidas...somos unas cobardes de closet Drew. Déjame contarte un secreto. Amar a mujeres como nosotras, con nuestros errores y pedazos rotos, es lo que ellas necesitan. Estamos aquí para ayudar a sanarnos unas a las otras". Las lágrimas brillaban en las doradas pestañas de Drew y finalmente cayeron, habiendo esperado por años. Ellen la tomó instintivamente, sosteniéndola en el refugio de sus brazos. "Oh, Drew" murmuró, "No es tan egoísta como crees. Has abierto el corazón de Sean....algo que nadie había sido capaz de hacer. Eso es un enorme regalo". Drew escuchó las palabras, no estando lista para creerlas. Sin embargo, por primera vez en ocho años, permitió que alguien la reconfortara.
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Sean permaneció de pie en la ventana de la cocina, observando a Ellen sosteniendo a la mujer que amaba mientras lloraba. No pudo pensar en nadie más en quien confiara para hacerse cargo del delicado corazón de su amante.
CAPITULO TRECE Sean estaba finalizando notas de sus pacientes cuando Ellen terminó con su último paciente del día. "Hay cerveza en la nevera de la oficina" la llamó Sean cuando escuchó a Ellen en la pequeña cocineta que unía sus oficinas. "Gracias a Dios" murmuró Ellen mientras entraba llevando dos botellas. "Gracias" dijo Sean agradeciendo. Estudió a Ellen, quién se hundió en la silla frente al pequeño escritorio. ¿Cómo estás?". "Mejor ahora que Susan y yo estamos juntas. Aún tenemos muchas cosas por resolver, pero al menos estamos hablando de las cosas que debimos hablar desde hace años". "Me alegro. Había extrañado la sonrisa de Susan. Está de vuelta ahora". "¿Qué hay de ti?". Sean suspiró y corrió una mano sobre su cabello de manera ausente. "Estoy flotando entre éxtasi y terror. Drew está aquí, pero no totalmente. Hemos estado pasando mucho tiempo juntas, y lo disfruto. Ella es fuerte y seria, y amable, y...". "¿Maravillosa?" rió Ellen. "Sí, maravillosa...". "¿Pero?". "A veces se abstiene de estar completamente conmigo...excepto cuando hacemos el amor. Esas son las únicas veces en las que se entrega completamente a mí. Me deja tocar más que su cuerpo, me deja tocar sus profundidades. En esos momentos ella es hermosa, abierta y accesible, y tan frágil. Pero en cualquier otro momento, hay una barrera que no puedo atravesar". Ellen no estaba sorprendida. Había visto lo profundo que Drew había enterrado su dolor. "Va a tomar tiempo, Sean. Si alguien tiene la paciencia para esperar por ella, eres tú". Sean sintió. "Lo estoy intentando. Pero ella está sufriendo demasiado que difícilmente puedo soportarlo. Cada noche que duerme conmigo tiene sueños horribles. Se despierta gritando, bañada en sudor, desorientada por minutos. Eso me rompe el corazón". "Suena como estrés post-traumático" Ellen pensó en voz alta. Sean la miró fijamente. "Oh Dios, tienes razón. Estoy tan asustada por ello que ni siquiera lo había pensado". "Lo que sea que es, estar contigo la ayudará a salir adelante. Es probable que se ponga peor antes de que te lo cuente". "Oh, Ellen, espero ser lo suficientemente fuerte para ayudarla". Ellen sonrió. "No puedo pensar en nadie mejor que tú". ~ "Te quedarás después de clase para platicar, ¿Verdad Drew?" dijo Janet Cho mientras pasaba a un lado de Drew, quien estaba forzando su equipo de combate dentro de su bolso. No era una pregunta por lo que no podía rehusarse. ALPA
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"Sí, señora" dijo Sean entre dientes. No volteó a ver a Sean, sabiendo que esta la estaba viendo. Sean, al mismo tiempo, cuidadosamente dobló su cinturón y uniforme, sintiéndose herida y desconcertada. Drew estaba claramente enojada con ella, y no entendía por qué. De hecho, había habido enojo de trasfondo presente en las últimas semanas. Drew se había vuelto de temperamento explosivo en clase, con todos, pero especialmente con ella. Se sentía como si hiciese todo mal. Esa noche había culminado cuando Drew paró el combate entre Chris y Sean después de solo unos minutos. Chris era compacta y ágil, y había logrado golpear a Sean dos veces en la cara en solo un minutos. Aún así, Sean se sentía como si le estuviese dando batalla cuando Drew las detuvo, criticando todo lo que Sean había hecho. Sean no estaba preparada para la intensidad del enojo de Drew, le había dolido. Siguió a los demás estudiantes hacia la puerta, se inclinó, y se fue silenciosamente, sin importarle no decirle 'adiós' a Drew. Era la primera vez en semanas que no salían juntas a comer algo, seguido de pasar la noche juntas. No quería ver a Drew ahora mismo, no hasta que sus sentimientos se calmaran un poco. "Sean tiene seis meses antes de su prueba de cinturón negro, Drew" dijo Janet mientras se sentaba cerca de Drew. "Esto no es por la prueba" dijo Drew sombríamente. "¿Entonces qué es? La estás presionando demasiado. ¿Por qué? Es una buena estudiante, trabaja duro". "¡La viste hace rato con Chris! ¡Ya le han roto la nariz anteriormente, y aún así Chris le dio dos golpes justo en la mandíbula!". "Sí, lo vi. Entonces si ella tiene más que aprender lo hará". "¡Necesita aprender a protegerse!" exclamó Drew. "Disciplina, autocontrol, autoconocimiento, crecimiento personal...eso está muy bien, y estoy de acuerdo. ¡Pero debe aprender a protegerse por si sola!". "¿Por qué ahora?". "¡¿Qué?!". "¿Por qué tiene que aprender en una pocas semanas lo que tú sabes que toma años aprender? ¿Por qué la prisa repentina?". Drew lucía exasperada. "No tenemos el lujo de desperdiciar toda una vida aprendiendo defensa personal. ¡Cualquier cosa podría pasar, en cualquier momento!". Janet Cho asintió. "¿Entonces haces sentir miserable a Sean porque en un futuro alguien podría herirla?". "Sí, si tengo que hacerlo" Drew sentenció vehemente. "Quizás si no estuvieses enamorada de ella, no la harías tan infeliz". Drew dio un paso atrás como si la golpearan. "¿Qué dijiste?". "La amas, te aterra que algo le pase, pides más de lo que ella es capaz por ahora, la haces infeliz". La mandíbula de Drew se apretó y apartó la vista. Después de un tiempo dijo, "Lo único que quiero es que ella esté segura". "Entiendo. Yo también, Sean y todos los demás. Pero ahora es mucho más importante, sí. Porque crees que puedes perderla". Drew ahogó un gemido, dándole la espalda a su vieja amiga. Las imágenes estaban ahí, rebotando en su mente: suplicantes ojos vacíos y ensangrentados. "No puedo soportarlo" susurró, su voz quebrándose. "Si algo le pasa, no voy a ser capaz de seguir, Janet. No de nuevo". La pequeña mujer tomó la temblorosa mano de su amiga y la atrajo de regreso a su asiento.
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"Drew, amiga mía" dijo suavemente Janet, "No podemos vivir atemorizados de que en un futuro algo pueda herirnos o a alguien a quien queramos. No tendrás tiempo para amar si siempre estás preocupada de que ella pueda irse. Ámala con esa intensidad pero porque ahora está aquí". Drew agachó la cabeza, deseando que sus lágrimas parasen. "Lo intento, Janet. Pero estoy tan asustada" dijo con voz rota. "Esto va más allá que el dejar que el amor regresé a ti de nuevo. Ahora sé paciente contigo". ~ Sean escuchó a Susan atender la puerta, y no miró hacia arriba cuando escuchó pasos en el pasillo fuera del cuarto de lectura donde estaba sentada en penumbras. Los leños quemándose lentamente en la chimenea sin sentir el calor. Observaba sin parpadear las pequeñas flamas. "Podría necesitar más leña" remarcó la voz profunda que nunca fallaba para hacer agitar su corazón. Se giró sorprendida. "¡Drew!". Drew arrojó su chaqueta y se agachó para colocar varios leños más. Se giró arrodillada frente a la silla de Sean, tomando ambas manos. "Lo siento, Sean" dijo suavemente, estudiando el rostro demacrado y triste ante ella. "He estado preocupada, y te he hecho pagar por ello. Fue egoísta de mi parte y me disculpo". "¿Preocupada? ¿Por qué?" preguntó Sean, siempre alerta a los mensajes escondidos detrás de las palabras. Drew se encogió de hombros y apartó la vista. "Desde que hemos estado saliendo, me he vuelto más ansiosa, tú sabes, no quiero que nada te lastime. Te he estado presionando demasiado...en realidad, lo has estado haciendo bien". "Drew" dijo Sean cuidadosamente, "¿Por qué te preocupa que pueda ser herida?" Drew miró a otro lado, un musculo en su rostro se contrajo. "Las personas resultan heridas, Sean" dijo en voz baja. Sean deslizó sus manos sobre los hombros de Drew, sosteniéndola. "¿Eso tiene algo que ver con tus sueños?" apretó su agarre mientras hablaba, y, como esperaba, Drew se estremeció y trató de alejarse. "No". "¡Drew, mírame!" esperó hasta que los ojos atormentados la encontraron. "Te amo, Drew. Completamente, sin reservaciones. Lo que sea que pienses que no puedes decirme nos está separando más que cualquier cosa que puedas contarme. No nos hagas esto, Drew. ¡Te lo ruego!". Drew bajó la vista. "No hay nada que contar, Sean". Sean suspiró y la empujó más cerca. No podía dejar de amarla a pesar de sus secretos profundamente enterrados y del sufrimiento de ambas.
CAPITULO CATORCE Las vacaciones navideñas llegaron y se fueron, y Sean estaba tan feliz como antes. Susan y Ellen estaban finalmente juntas, y se sentía como tener a su familia de regreso. Y Drew estaba aquí, la intensa y delicadamente apasionada Drew. Aún así, parte de Sean se lamentaba por el silencio que permanecía entre ellas. Había ocasiones, más frecuente en las últimas semanas, que Drew parecía quitarse la capa de dolor que la rodeaba; y Sean capturaba pinceladas de una mujer más joven y feliz, sonriente, simpática y entusiasta. Entonces una palabra, o mejor dicho, las pesadillas, extinguían la luz en sus ojos, robándose la alegría de ellos. Incluso en su consternación, su amor por Sean era obvio: la manera en que sus ojos la ALPA
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seguían mientras se movía por el cuarto, la manera en que ladeaba la cabeza para capturar cada palabra de los labios de Sean, la manera en que la poseía por las noches y entregaba su cuerpo a Sean sin reservación. Aún así, su corazón sufría incluso a pesar de su satisfacción. Esa noche fue la culminación de una de las muchas de Enero, comunes en Filadelfia: la temperatura cercana a los 20 grados, y el ambiente de la noche permanecía templado. Con el deseo de seguir absorbiendo el clima prematuro, Sean sugirió que caminaran las últimas calles para dirigirse a su restaurante favorito, después de su clase. Ella y Drew usaban solo chaquetas ligeras y jeans cuando salieron del Dojang. "Estás lista para la prueba, Sean" remarcó Drew, tomando una bocanada del fresco aire de la noche. "Lo sé, pero estoy nerviosa". Drew la miró sorprendida. "¿Por qué? Lo estás haciendo bien". Sean rió. "Me siento bien en cuanto a mi progreso...pero, es solo que es un gran paso...y tú estarás ahí el día de la prueba". Drew frunció el ceño. "¿Te pongo nerviosa?". "Tú me causas demasiadas cosas, Drew Clark... Y nervios no es una de ella", dijo sugestivamente. "Pero quiero que te sientas orgullosa de mí". Miró hacia Drew cuando esta no contestó. La encontró mirando fijamente más allá de ella, hacia la casi desolada calle. Era un área de tiendas con escaparates interpuestas entre zonas residenciales, y la calle estaba casi desierta. Tres hombres de mediana edad cruzaban la calle en dirección hacia ellas. Rápidamente, Drew se interpuso entre Sean y la rápida aproximación de los hombres, empujando bruscamente a Sean detrás de ella. Sean estaba tan conmocionada que no protestó. El grupo las rodeó, y Sean se percató hasta ahora de que dos de ellos cargaban con bates de beisbol. El más alto del grupo balanceaba el bate casualmente muy cerca de las rodillas de Drew. Drew permaneció silenciosa, pero Sean podía sentir su tensión en guardia lista para atacar. "Vamos hacia el callejón detrás de ustedes", dijo mientras sus dos acompañantes se acercaron por cada lado. "Rápido, antes de que alguien salga herido", gruñó. Drew dio un paso hacia atrás hacia la boca del estrecho y oscuro callejón situado entre dos edificios de ladrillo. "Quédate detrás de mí" ordenó a Sean mientras retrocedía otro paso. Uno de los hombres rió. "Yo me quedo con la bonita de atrás. Ustedes dos pueden quedarse con la perra de enfrente". Drew esperó por el primero que se moviera, grabando en su mente las posiciones de los tres. Cuando el hombre del medio balanceó el bate hacia su cabeza, se movió hacia él, golpeando el antebrazo del hombre con el borde afilado de su mano. El bate se desvió y raspó su hombro sin dañarlo gravemente. Él lo soltó con un alarido cuando el nervio de su brazo se desensibilizó donde Drew había golpeado. Ella pateó en revés y hacia un costado cuando el hombre a su izquierda se aproximaba, alcanzándolo en la entre pierna. Este cayó retorciéndose, pero el tercer hombre se las arregló para golpearle el muslo con el bate, mandándola al piso. Ella rodó sobre su espalda al caer y se puso de pie al momento de ver a Sean adelantarse con una patada lateral que golpeó el pecho del asaltante. Para entonces, los tres hombres estaban de pie nuevamente y empezaban a rodearlas lentamente. "¡Maldita sea, Sean!" gritó Drew, "¡Quédate atrás!" Sus movimientos eran más lentos debido al hematoma en su muslo, pero ignoró el dolor. Aunque sabía que no podría continuar luchando con todos ellos al mismo tiempo. Con un esfuerzo sobre humano, se impulsó sobre su pierna herida y pateó una vez, dos veces, derribando a dos hombres. Se lanzó hacia el tercero y lo golpeó, el cual se doblo sobre su estomago. Seguidamente lo golpeó con su rodilla lastimada justo en la cara y el cayó pesadamente sobre el piso. Los otros dos se habían arrastrado lejos hacia las sombras. Drew se cegó a todo excepto a la ira que corría a ALPA
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través de ella, emitiendo un extraño alarido desgarrador. Se arrodilló junto a la figura que estaba luchando por respirar y tomándolo por el cabello jaló su cabeza hacía atrás. Elevó su mano para dar el golpe que no fue capaz de dar hace ocho años, el golpe que finalmente la liberaría. Reunió todo su aliento para atacar. "¡Drew!" gritó Sean, agarrando fuertemente su brazo elevado con ambas manos. "¡Drew, no! ¡Lo matarás!". La voz de Sean penetró débilmente en su conciencia, y ella soltó el cabello del hombre. Este rodó hacia un lado, y de repente uno de sus compañeros lo tomó y lo empujó lejos. Los tres hombres se alejaron a trompicones fuera de las sombras. La respiración de Drew emanaba de ella como un grito desalmado, y se dobló, sus manos apretadas contra su cara. Su cuerpo temblando incontrolablemente mientras se mecía hacía adelante. "No, no, no...¡No!" pronunció con voz rota. Sean se puso de rodillas, empujando a Drew contra ella. "Drew, soy Sean. Soy Sean...estamos bien. Se ha acabado. Drew... ¡Drew!". Drew colapsó contra ella, sollozando. De algún modo, Sean se las arreglo para levantarla y salir del callejón hacia la calle. No había rastro de sus atacantes. Piadosamente, su carro no estaba tan lejos, y ella medio cargo, medio arrastró a Drew hacia él. La puso en el asiento trasero y la cubrió lo mejor que pudo con su chaqueta. Agradeció a Dios cuando frenó bruscamente frente a su casa y vio el carro de Susan en el garaje. Dejando el motor encendido, corrió hacia la puerta y tocó el timbre frenéticamente. Estaba regresando al coche cuando la puerta se abrió, revelando la silueta de Susan en la entrada. "¡Susan...ayúdame! Es Drew" gritó. Por única vez en su vida, Susan permaneció calmada ante una crisis, probablemente porque era claro que su hermana estaba cerca de la histeria. Juntas llevaron a Drew al sillón del cuarto de lectura. Estaba aún temblando y sus ojos estaban alarmadamente desenfocados. "Ayúdame a desvestirla...su pierna está herida" dijo Sean, mientras jalaba los jeans. "Déjame hacerlo" dijo Susan, "Estás temblando. ¿Estás herida?". "No". "Ve al closet del pasillo...estante superior. Hay una botella de brandy ahí" dijo Susan mientras gentilmente tiraba del pantalón de Drew. "¿Qué?... ¿Cómo es que...". "Es un escondite secreto por lo de mi última desgracia. ¡Ve, Sean!". Drew protestó débilmente cuando Susan levantó sus piernas en el sillón. Su muslo izquierdo estaba hinchado al doble de su tamaño normal y empezaba a ponerse morado. "Ahora consigue un poco de hielo" instruyó Susan mientras Sean le daba un vaso con brandy. Miró hacia arriba al rostro pálido de Sean y dijo firmemente, "¡Vamos, Sean...yo me encargo de ella!". Deslizó una mano detrás del hombro de Drew y la enderezó. "Bebe esto Drew. Eso es...bien, un poco más...bien". Envolvieron la bolsa de hielo alrededor de la pierna y la cubrieron con varias cobijas. Sean se sentó en el sillón y cuidadosamente colocó la cabeza de Drew sobre su regazo. Delicadamente peinó los mechones rubios lejos de su frente. "¿Cariño?" preguntó en voz baja, "¿Estás bien?". Drew giró su cabeza sobre el cuerpo de Sean, murmurando, "Me siento tan fría, Sean". Sean froto su espalda sobre de las cobijas. Miró a si hermana. ALPA
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"Estoy bien, Susan. Ve a la cama". "¿Estás segura?". "Te llamaré si necesitamos ayuda". Susan se inclinó para besar la frente de Sean. "Te amo, Sean". Susan le dio una sonrisa trémula. "Gracias" susurró. Acunó a su amante contra ella, cerrando sus ojos. El gritó de agonía de Drew hacía eco en su mente, y juró en ese momento que Drew no cargaría sola con ese tormento nunca más.
CAPITULO 15 Apenas empezaba a amanecer cuando Sean llegó torpemente a la cocina, el cansancio grabado en sus facciones. Ellen y Susan estaban ahí, encorvadas sobre la mesa desgastada de roble, una jarra de café enfriándose a un lado. Sean se sentó cansadamente en una silla y aceptó una taza de café que Susan puso en sus manos. "¿Cuándo llegaste?" preguntó a Ellen con voz ronca. "Cerca de las dos de la mañana. Susan me llamó. Ninguna de las dos estaba cuando llegué. ¿En el nombre de Dios que fue lo qué pasó?" preguntó Ellen preocupada. "Fuimos atacadas. Dios, todo pasó tan rápido. Estábamos a unas cuantas calles de la escuela. De repente aparecieron tres hombres..." se detuvo bruscamente Sean y pasó una temblorosamente por sus ojos. "Sí hubiese estado sola...". Susan apretó su mano. "Está bien cariño, estás a salvo". "Sí" repitió Sean, "Estoy a salvo". Respiró profundamente y continuó. "Estaba tan conmocionada, no estaba segura de lo que estaba pasando. Drew...no sé cómo decirlo...estaba como poseída...ellos seguían atacándola y ella peleaba en respuesta, incluso cuando ellos...". Cerró los ojos. Después de un momento, lentamente murmuró, "Incluso cuando ellos la hirieron. Nunca se detuvo". "Gracias a Dios que ella estaba ahí" dijo Ellen. Miró a Sean, sentada aturdida e intrigada. "¿Qué más pasó Sean?" preguntó Ellen. Susan la miró confundida. "Drew iba a matar a uno de ellos...lo vi en su cara, en la manera en como su cuerpo se tensó. Si no la hubiese detenido, ella lo habría matado". "¿Te sentiste amenazada?". "¡No!" exclamó Sean, recordando su terror y el aparente dominio de la presencia de los hombres. "Pero estoy preocupada por ella. Cuando ellos finalmente se fueron, ella se desmoronó. Estaba casi incoherente cuando la traje a casa. Fue más que el simple ataque". "¿Quién es Dara?" preguntó Susan tranquilamente. "¿Dara?" repitió Sean. "Sí...no paraba de murmurar algo acerca de Dara cuando la estaba desvistiendo. No parecía como si supiese en donde estaba...". El rostro de Sean se llenó de determinación. "No lo sé...pero es tiempo de averiguarlo". "Puede que no sea el mejor momento para eso" empezó Ellen. ALPA
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"Esto debí hacerlo hace mucho" dijo Sean con voz plana. ~ Drew gruñó y trató de sentarse. Sean llegó a su lado instantáneamente. "Tómalo con calma, Drew" dijo cariñosamente, ofreciéndole su hombro para que se impulsara y lograra sentarse. Empujó un cojín y descansó la pierna de Drew sobre el. "Te dieron una severa paliza". "¿Estás bien? No te hirieron, ¿verdad Sean?" demandó Drew ansiosamente. "No. ¡Ellos te hirieron solo a ti!". "Gracias a Dios" susurró Drew, cerrando los ojos. "Estaba tan asustada...". "Estoy bien, amor". Drew sonrió ligeramente. "Esa fue una gran patada lateral. Muy buena". Sean estaba aliviada de que Drew recordará algo, y de que lucía como la vieja Drew de siempre. Inspiró profundamente. "Drew, ¿quién es Dara?". Drew saltó al escuchar el nombre y apartó la vista. "Es tiempo de hablar, Drew" dijo Sean, negándose a aceptar el silencio. "Dara" dijo Drew finalmente, "Es la mujer con la que pensé pasaría el resto de mi vida". Una vez que las palabras salieron, ya no hubo vuelta atrás. "Nos conocimos en nuestro último año de preparatoria... Dara fue trasferida de otra escuela. Ella era todo lo que yo nunca fui: popular, sociable, creativa...era una artista. Ella había estado pintando desde que tenía 9 años...una niña prodigio. Yo era una rebelde, una lesbiana declarada como con un chip en el hombro: ruda, inculta, malhumorada. "Todo chico en la escuela entera quería salir con ella...y ella me escogió. Me seguía a todas partes: apareciendo en mis torneos de Karate; yo ya era cinturón negro cuando cumplí 15 años. Me 'molestaba' con sus charlas amistosas, negándose a dejar que la excluyera. Al final cedí...y nos convertimos en inseparables. Siempre dijimos que éramos la primera y la última de la otra. Conseguimos un departamento juntas...sus padres la echaron cuando descubrieron lo nuestro". Hizo una pausa momentánea, su rostro perdido en los recuerdos. "Los primeros años fueron duros...ella estaba en la escuela de arte, yo trabajaba en lo que sea que pudiera encontrar. Ahí fue cuando comencé a entrenar con Janet Cho. Ella se hizo amiga de nosotras...me pagaba un poco para dar alguna de sus clases. Fue ella la que me presionó para ir a la universidad...yo nunca lo quise, yo solo quería mantenernos tanto a Dara como a mí. Mientras estaba en la universidad, entré en las reservas del ejercito...me dejaba algo de dinero, y ellos necesitaba instructoras de combate para mujeres. Así es como me ofrecieron el trabajo en Virginia...fue el primer trabajo que realmente deseé conseguir. Podría enseñar lo que sabía mejor...artes marciales...a mujeres. Y me pagaban por ello. "Teníamos 30 años cuando nos mudamos a Virginia. Dara odiaba ese lugar. No había nada más que la base y el pequeño pueblo que crecía alrededor. Ella extrañaba la ciudad, y sus amigos, y el mundo intelectual que ella tanto amaba. Nosotras se supone que solo estaríamos ahí por un año, después me transferirían a otro lugar". "Por algún motivo, yo seguí posponiéndolo. Era feliz ahí, y traté de ignorar lo infeliz que Dara era". Hizo otra pausa y miró fijamente sus puchos apretados. "Dios, cómo desearía regresar el tiempo". Sean estaba aliviada de saber el misterio de Drew, y se dio cuenta de que no se sentía celosa. Este era el pasado de Drew, por lo que estaba hecha el día de hoy. Conociendo un poco de ese lugar que permitiría a Sean amarla de una manera más completa. Su corazón se llenó de compasión. ALPA
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"¿Qué pasó?" preguntó gentilmente. Los ojos de Drew se llenaron de lágrimas, pero continuó, determinada a terminar. "Estuvimos ahí cerca de dos años, y Dara llegó a su límite. Peleábamos contantemente por ello...si yo me quedaba un año más podría elegir mi próximo destino. Yo quería regresar a casa aquí en Filadelfia...un año no parecía largo para mí. Pero para ella fue como una sentencia de muerte. "Una noche nuestra situación explotó. Habíamos ido a un bar del pueblo...era el único lugar dónde las lesbianas iban a relajarse. Era tarde, y empezamos a discutir. Me enojé y ella también. Al final, salió furiosa del lugar y yo estaba tan molesta que la deje ir. Me quedé sentada terminándome mi cerveza, estaba realmente furiosa. Finalmente, me di cuenta de que era la una de la mañana, y que Dara estaba caminando sola. Me puse frenética...salí corriendo pero no la vi. Las calles estaban vacías, así es que decidí ir a casa...". Se detuvo y giró sus angustiados ojos hacía Sean. Después continuó, "Escuché un ruido...que provenía de un callejón. Estaba oscuro, pero había sombras moviéndose. Me adentré en el callejón...no sé por qué. Yo solo tenía esta horrible y vacía certeza de que ella estaba ahí dentro. "Había cinco de ellos...debieron seguirla desde el bar. No tenía posibilidad alguna pero les cause algo de daño...no recuerdo mucho de eso. Me patearon en la cabeza y me rompieron una muñeca. El ruido de la pelea finalmente los espantó y se fueron. Supongo que me arrastré hacía el fondo del callejón...mis manos y rodillas quedaron bastante raspadas. En ese momento fue cuando la encontré. Ellos la habían golpeado antes de violarla. Ya estaba muerta cuando llegué a ella". Sean se cubrió la boca para suprimir el llanto. Su mente trataba de imaginar el dolor que Drew había sentido, pero era demasiado. "¡Oh Dios, Drew, lo siento mucho!". "Nunca le dije que lo sentía, Sean. Nunca llegué a decirle que era mi vida entera, la mejor parte de mi vida...Oh Dios, ni siquiera le dije adiós". Finalmente, después de ocho años, Drew lloró. Profundos sollozos desgarradores que la doblaban. Sean se apresuro a alcanzarla, empujando la cabeza de Drew sobre su hombro, resguardando su pesado cuerpo. Murmuró suavemente palabras innecesarias que ni siquiera podían empezar a borrar el horror de esa noche, o todos los años de soledad que le siguieron, pero dio todo el consuelo que pudo. Drew se aferró a ella, hecha pedazos, despojada. Después de lo que parecieron horas, Drew se calmó, exhausta. Sean continuó sosteniéndola. "¿Me odias?" preguntó Drew, su rostro aún enterrado en el pecho de Sean. Sean la apretó más. "¿Odiarte? No, Drew, no te odio...Te amo. Desearía que eso nunca pasase...desearía que nunca hubieses sufrido una pérdida tan terrible...desearía tomar todo tu dolor y mandarlo lejos. Desearía poder hacer algo...lo que sea...para arreglarlo, pero solo puedo amarte". "Anoche" empezó Drew con dificultad, "Anoche fue como aquella noche. Solo que esta vez era tú...y yo estaba ahí. Quería matarlos, Sean...por amenazarte, por tratar de quitármelo todo de nuevo. No podía solo quedarme ahí sin hacer nada y perderte". "No me vas a perder, Drew. Lo prometo, tendremos un futuro juntas. Lo prometo". "Te quiero demasiado" susurró Drew, por fin siendo capaz de decir las palabras. "Te amo". Sean acunó el rostro de Drew y la besó. "Lo sé".
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CAPITULO DIESICEIS Sean colocó su limpio y almidonado uniforme sobre la silla y metódicamente organizó su equipo dentro de su bolso. No levantó la vista cuando Susan entró y se desparramó en la cama de Sean. "¿Estás lista?" preguntó Susan. "Sí" dijo Sean. "Desearía poder ir a ver tu prueba" dijo Susan haciendo pucheros. "Las pruebas de cinturón negro son privadas, Suse...nadie puede estar ahí a excepción de la mesa de evaluadores. "¿Drew estará ahí?". "Claro que sí" replicó Sean, sonriéndole al pensamiento. "¿Su pierna está bien?". Sean miró a su hermana. "Su pierna está bien y el resto de ella también. No ha tenido ni una sola pesadilla en tres meses. Y finalmente me ha mostrado fotos de Dara y ella". "¿Eso te pone celosa?". "No..." dijo Sean cuidadosamente. "Es como ver fotografías familiares. Drew era tan joven, y ellas eran tan inocentes. Me entristece. Pero, es lo que ella ha necesitado hacer todos estos años...ella necesita a Dara en su vida; necesita recordar. Y, yo lo necesito también...porque ahora Drew está completa. Y eso es lo que yo necesito". Susan abrazó las almohadas sin mirar a Sean. Sean conocía bastante bien a su hermana. "¿Qué es, Suse?". "Am...Este puede que no sea un momento para decirte esto..." su voz apagándose mientras lo decía. "¿Decirme qué?" preguntó exasperadamente. "Ellen y yo vamos a comprar una casa". "¡Susan eso es maravilloso!". El rostro de Susan se iluminó. "¿No te importa?" "¿Bromeas? Estoy tan feliz por ti...por las dos. Te voy a extrañar como una loca, pero ¡Es genial!". "¿Te quedarás con la casa?". "Sí, eso creo...siempre y cuando Drew quiera vivir aquí". "¿Drew y tú? ¿Viviendo juntas?". Sean repentinamente lució tímida. "Lo hemos hablado un poco". "Ahora puedo dejar de preocuparme... ¡Tendrás a una cinturón negro en casa para protegerte!". Sean se irguió y dijo con orgullo, "No, querida hermana... ¡Habrá dos cinturones negros, y nos protegeremos la una a la otra!". FIN
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