Thich Nhat Hanh Sobre El Miedo

April 18, 2019 | Author: Sony | Category: Felicidad y autoayuda, Adults, Fear, Childbirth, Sicología y ciencia cognitiva
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Thich Nhat Hanh, maestro zen nacido en la región de Vietnam Central el 11 de octubre de 1926, monje budista desde hace m...

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Hace mucho tiempo…

Aunque no lo recuerdes, viviste, hace ya tiempo, en el útero de tu madre. madre. Eras un ser humano vivo vivo y muy pequeño. Había, en el útero útero materno, dos corazones, el suyo y el de tu madre. Durante Durante ese periodo, ella lo hacía todo por ti: comer, beber y hasta respirar. respirar. Estabas unido a ella por el cordn cordn umbilical, umbilical, a trav!s del cual te lle"aban el o#í"eno y el alimento. En el el interior de tu madre, estabas se"uro y satis$echo. %unca hacía demasiado demasiado calor ni demasiado demasiado $río. En ese suave co&ín líquido líquido al que, en 'hina y (ietnam, denominamos )palacio del niño*, descansaste pl+cidamente los nueve meses m+s cmodos de tu vida.

ue"o lle" el momento del nacimiento. -odo era, a tu alrededor, di$erente, di$erente, y sentiste las acometidas del nuevo entorno. Entonces tuviste que en$rentarte al $río y el hambre. as luces luces eran demasiado intensas y los ruidos demasiado $uertes y, por primera vez, e#perimentaste el miedo. Ese es el miedo ori"inal.

En el palacio del niño, no necesitabas usar los pulmones pero, despu!s de que nacieras, al"uien cort el cordn umbilical y de&aste de estar $ísicamente unido a tu madre.  cuando la respiracin de tu madre de& de aportarte el o#í"eno necesario, tuviste que aprender a conse"uirlo solo, porque, de no haberlo hecho, hubieses muerto. El nacimiento es un hito especialmente doloroso, porque supone el destierro del palacio y el descubrimiento del su$rimiento. -rataste de inhalar, pero el líquido de tus pulmones te lo impedía. o primero que tuviste que hacer, para respirar $ue e#pulsar ese líquido. /or ello, en el momento mismo en que nacemos aparece,  &unto al miedo ori"inal, el deseo ori"inal: el deseo de sobrevivir.

/ero para que el niño sobreviva necesita que al"uien cuide de !l.   es que, despu!s de que se haya cortado nuestro cordn umbilical, nuestra dependencia de los adultos es, para la supervivencia, absoluta.   esa dependencia implica la e#istencia de un vínculo al que podríamos considerar como una especie de cordn umbilical invisible.

'uando crecemos, nuestro miedo y deseo ori"inales si"uen todavía ahí.  es que, aunque hayamos de&ado

ya de ser beb!s, si nadie cuida de nosotros no podemos sobrevivir. -odos los deseos de nuestra vida hunden sus raíces en el deseo ori"inal $undamental de sobrevivir. De niños, todos necesitamos encontrar el modo de "arantizar nuestra supervivencia. 0omos impotentes.  -enemos piernas, pero no podemos caminar y tenemos manos, pero no podemos tomar nada. /or ello necesitamos a al"uien que nos prote&a, cuide de nosotros y "arantice nuestra supervivencia.

 -odo el mundo tiene miedo en ocasiones. -enemos miedo, entre otras muchas cosas, a la soledad, el abandono, la ve&ez, la en$ermedad y la muerte. Hay veces en las que tenemos miedo sin saber e#actamente a qu!. /ero si miramos pro$undamente, advertiremos que ese miedo es un resultado del miedo ori"inal, del miedo que e#perimentamos cuando !ramos reci!n nacidos, impotentes e incapaces de hacer nada por nuestra cuenta. /ero, por m+s que hayamos crecido y seamos adultos, el miedo ori"inal y el deseo ori"inal si"uen todavía vivos en nosotros. %uestro deseo de tener una pare&a es, en parte, una prolon"acin del deseo de que al"uien cuide de nosotros.

'uando lle"amos a la edad adulta, tenemos miedo a recordar y conectar con ese miedo y ese deseo

ori"inales porque, por m+s que no hayamos tenido la ocasin de hablar con !l, ese niño impotente vive todavía dentro de nosotros. %o nos hemos dado el tiempo necesario para cuidar de ese niño herido y de1 samparado que yace en nuestro interior.

Ese miedo ori"inal si"ue, de al"ún modo, vivo dentro de la mayoría de nosotros. A veces tenemos miedo a estar solos. 2uiz+s sintamos que )no podemos hacerlo solos* y que necesitamos la ayuda de al"uien. /ero por m+s que esa sea una prolon"acin de nuestro miedo ori"inal, si miramos pro$undamente, descubriremos tambi!n, en nuestro interior, la posibilidad de calmar el miedo y encontrar la $elicidad.

%ecesitamos observar atentamente nuestras relaciones para ver si se asientan en nuestras necesidades o en nuestra $elicidad. -endemos a pensar que nuestra pare&a tiene el poder de hacernos sentir $elices y que, en su ausencia, no podremos estar bien. /ensamos: 3%ecesito que esa persona cuide de mí porque, en caso contrario, no sobrevivir!4.

as relaciones que no se basan en la comprensin y la $elicidad, sino en el miedo, no tienen un slido

$undamento. 2uiz+ creas que, para ser $eliz, necesitas a esa persona5, pero tarde o temprano acabas d+ndote cuenta de que tus sentimientos de paz y se"uridad no proceden realmente de esa persona, que su presencia es un en"orro y quieres desembarazarte de ella.

0i te "usta, de manera parecida, pasar el tiempo en un ca$!, quiz+s ello no se deba a que ese sitio sea tan interesante como crees. 2uiz+s se trate sencillamente de que tienes miedo a estar solo y quieres estar siempre acompañado.  quiz+s tambi!n, cuando enciendas la televisin, no se deba tanto a que ese pro"rama te resulte $ascinante, sino a que tienes tambi!n miedo a estar solo.

Del mismo lu"ar procede tambi!n el miedo a lo que los dem+s puedan pensar de ti. -ienes miedo a que, si los dem+s piensan mal de ti, no te acepten y te de&en solo y en una situacin peli"rosa. a necesidad de que los otros piensen siempre bien de ti es tambi!n una prolon"acin del mismo miedo ori"inal.  lo mismo podríamos decir de la necesidad de comprar re"ularmente ropa, una necesidad derivada del deseo de ser aceptado por los dem+s. -ienes miedo al rechazo.

 -ienes miedo a que te abandonen y te de&en solo, sin nadie que cuide de ti.

 -enemos que ver pro$undamente para descubrir los miedos y deseos ori"inales primordiales que se ocultan detr+s de muchas de nuestras conductas.  -odos y cada uno de los miedos y deseos que hoy en día te aque&an son prolon"aciones del miedo y el deseo ori"inales.

6n día, mientras estaba paseando, e#periment! una especie de cordn umbilical que me conectaba al sol. Entonces me qued claro que, de no estar el sol ahí, yo moriría de inmediato. -ambi!n e#periment! un cordn umbilical que me conectaba con el río, y me di cuenta de que, en su ausencia, yo tambi!n moriría, porque no tendría a"ua para beber.  tambi!n sentí la presencia de un cordn umbilical que me ataba al bosque, cuyos +rboles se encar"aban de "enerar el o#í"eno necesario para que pudiese respirar7 si desaparecieran, tambi!n moriría.  tambi!n vi el cordn umbilical que me une al campesino que cuida las verduras, el tri"o y el arroz que cocino y de los que me alimento.

a pr+ctica de la meditacin te ayuda a ver cosas que los dem+s no pueden ver.  es que, aunque tú no

puedas verlos, todos esos cordones umbilicales est+n ahí, uni!ndote a tu madre, tu padre, el campesino, el sol, el río, el bosque, etc!tera. , como la meditacin incluye tambi!n la visualizacin, si dibu&as esos cordones, descubrir+s que no se limitan a cinco o diez, sino que est+s atado a centenares y hasta miles de ellos.

En /lum (illa"e, en donde vivo en el sur de 8rancia, nos "usta utilizar gathas, breves poemas pr+cticos que recitamos, en silencio o en voz alta, a lo lar"o del día, para ayudarnos a pro$undizar en las acciones de nuestra vida cotidiana. -enemos un gatha para despertar cada mañana, un gatha para cepillarnos los dientes e incluso gathas para utilizar el coche o el ordenador. Este es el gatha que utilizamos cuando nos servimos la comida:

En esta comida veo, con toda claridad, la presencia del universo entero sustentando mi existencia. 1

0i contemplamos pro$undamente las verduras que estamos a punto de in"erir, descubriremos en ellas la puesta de sol, las nubes y la tierra y el traba&o amoroso y duro. 'omer así nos conecta, aunque no compartamos con nadie la comida, con nuestra

comunidad, con nuestros ancestros, con la madre %aturaleza y con la totalidad del cosmos. %unca, desde esa perspectiva, volveremos a sentirnos solos.

6na de las primeras cosas que podemos hacer para aliviar el miedo es hablar con !l. /uedes sentarte con ese niño interno asustado y, diri"i!ndote amablemente a !l, decir al"o así como: 32uerido niño, soy tu yo adulto. 2uiero decirte que has de&ado de ser un beb! impotente y vulnerable. -ienes manos y pies $uertes y puedes de$enderte per$ectamente. %o hay razn, pues, para que si"as teniendo miedo4.

'reo que hablar de este modo con el niño interno puede ser muy útil, porque puede estar pro$undamente herido y esperando que volvamos a cuidarle. -odas las heridas in$antiles de ese niño si"uen ahí, pero hemos estado tan ocupados que no hemos tenido tiempo de ayudarle. /or ello es tan importante tomarnos el tiempo necesario para ayudarle a curar, reconociendo la presencia, en nosotros, del niño herido y hablando con !l. /odemos recordarle varias veces que hace tiempo que de&amos de ser niños desamparados, que ya hemos crecido y que, como adultos, podemos cuidar ya per$ectamente de nosotros.

Práctica: hablar con tu niño interno

'oloca un par de co&ines en el suelo. 0i!ntate lue"o sobre uno de ellos e ima"ina que eres un niño inde$enso y vulnerable. ue"o di: 32uerido, estoy desamparado. %o puedo hacer nada. Es muy peli"roso. (oy a morir. %adie cuida de mí4.  es importante que lo di"as utilizando el mismo tipo de len"ua&e que emplearía un niño.  si mientras est+s e#pres+ndote de este modo aparecen sentimientos de miedo, desamparo, impotencia y estr!s, d!&alos a9orar hasta que puedas reconocerlos. De&a que el niño inde$enso ten"a tiempo para e#presarse plenamente. Esto es tambi!n muy importante.

0i!ntate, cuando hayas terminado, en el otro co&ín y asume entonces el papel del yo adulto. ma"ina, mirando el co&ín anterior, al niño desamparado y dile: 3Escúchame. o soy tu yo adulto y tú ya no eres un niño impotente. Hemos crecido y ahora somos adultos. 0omos lo su;cientemente inteli"entes para prote"ernos y sobrevivir. a no necesitamos que nadie cuide de nosotros4.

'uando trates de llevarlo a la pr+ctica, ver+s que la sensacin de se"uridad y con;anza que anhelas no depende de que te a$erres a al"uien o te distrai"as continuamente.
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