Themis y Dike

¿Themis o Diké?

POR ARNALDO PLATAS MARTÍNEZ

Nuestra cultura contemporánea se encuentra nutrida de una gama multifacética de elementos. Desde lo que podría denominarse las aportaciones del inconsciente colectivo hasta una serie de mitos que llenan los espacios del discurso diario, y en el presente caso del llamado discurso de lo jurídico, se encuentra repleto de muchos contenidos poco descifrados. Y entre todos esos elementos que pululan en nuestra cultura se encuentra el de concepto de justicia en todas las variables que se pueden imaginar. Durante muchos años los abogados han sido tributarios de la justicia, en el sentido imaginario. Y dicha representación con todos sus atributos. La venda en los ojos, la espada, la balanza: heredera de la cultura egipcia, y con un señorío que recuerda la inmovilidad de la eternidad. Ningún jurista que se precie de serlo le habrá de faltar dicha imagen y no se diga de las oficinas públicas relacionadas con la interpretación de las normas. Es un juego de la imaginería de nuestros cultos y de ciertas raíces que arranca en la dinámica lo que hemos ido inventado a lo largo de los siglos por los signos del Derecho, para demostrar que poseen historia, y que las raíces se enlazan con las más viejas tradiciones del pensamiento occidental. Sin embargo, en el caso de tal simbología se ha errado el caminado a partir del Renacimiento. La Themis que se adora en muchos altares es una diosa que poco tiene que ver con la raíz griega. Y en la presente colaboración de me habré de referir a algunos aspectos sin caer en la erudición. Para los griegos el llamado discurso jurídico poseía una doble faz. Por una parte es lo que llamamos lo legal, proveniente de norma derivada de la ciudad-estado, y a la vez anclada en el orden eterno; y en segundo, lugar propiamente de la eticidad. El derecho no es derecho porque proviene de un legislador, sino en la medida de que deriva de la comunidad y es aceptado por la misma. Es en este sentido como aparece el concepto de Diké. El cual tiene que ver directamente con las decisiones particulares de quienes tienen el poder, el basileus, en el concepto más primario de lo griego.

En cambio, la Themis se encuentra vinculada a la tradición religiosa, que precede al Derecho eterno que se postulaba para los dioses, y no para los hombres. De tal situación surge la idea de que Themis constituye el eje del orden de las cosas, del estado permanente de las relaciones de todas las cosas que se dan en la naturaleza, y en consecuencia corresponde a una naturaleza oracular. Podría irse más allá plantear lo que muchos de los filólogos importantes han dicho: no existe una traducción exacta para Themis, dado, que originalmente quiso decir, en su raíz, tithemi, “lo ordenado”, “lo establecido”, “lo permanente”, quizá con referencia al orden de las cosas, y en consecuencia poco parentesco tiene con la dimensión actual de la justicia en los términos con que lo cultura occidental la ha interpretado vinculado a la norma. Sin entrar en la erudición de los textos de los clásicos se puede decir que el término que se utilizan por los autores griegos en lo podría llamarse el acto de justicia es el de dikaosyne y no precisamente el de themistés o sus derivados, puesto que tal concepto no es atributo de reparto sino de orden. Pero de inmediato surge un problema importante. Si de aceptarse que hemos equivocado el camino, ¿en qué momento se llegó a tal error? Y la respuesta la podemos encontrar cuando empieza a gestarse la imagen de la justicia, que como dije líneas arriba es producto del Renacimiento. Es en este periodo que atrae la cultura greco-latina bajo una nueva óptica y con una dimensión diferente a la clásica. La Themis que poco tiene que ver con la justicia en el sentido latino la convierten en una diosa hija de Zeus emparentada con las normas de carácter racional que se generan en la comunidad y de esta manera empieza su peregrinar en los espacios jurídicos, pero con poca relación con las instituciones de la tradición clásica. De esta forma la Themis que ahora conocemos pierde su sentido de orden, para hacerse presente en un reparto que poco le interesa porque está por encima de esas cosas mundanas del hombre. Creo que es el momento de volver la mirada al pasado y rescatar a Diké como ese rostro esencial de la justicia que tanto padecemos. La interpretación y argumentación de normas, la solución de los conflictos diarios, el equilibrio de lo social, y limitante de los excesos de poder que sobrellevamos. Y dejar descansar en paz a una divinidad griega que nada tiene que hacer en los altares de nuestras experiencias cotidianas.