The Crush - Penelope Ward

March 20, 2024 | Author: Anonymous | Category: N/A
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¡Disfruta de la lectura!

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Staff Moderación Molly

Traducción Alysse Volkov

Larissa

Bella’

Laura A

BettyS

Maggiih

Clau V

Molly

Guadalupehyuga

Tolola

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Corrección Bella’

Clau V

Carolina

Dai Maggiih

Lectura Final Dai & Bella’

Diseño Larissa

Contenido Sinopsis Prólogo Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17 Tres años después Capítulo 18 Capítulo 19 Capítulo 20 Capítulo 21 Capítulo 22 Capítulo 23 Capítulo 24 Capítulo 25 Epílogo Sobre la Autora

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Sinopsis Es natural querer al quien no puedes tener. Y desde que tengo uso de razón, he deseado en secreto al mejor amigo de mi hermano, Jace. Él era seis años mayor y siempre me trató como la hermana que nunca tuvo. Avancemos una década. Ahora todos éramos veinteañeros. Jace se había mudado con mi hermano, Nathan, y conmigo para ayudarnos a llegar a fin de mes tras la muerte de nuestros padres. Estábamos los tres solos, una extraña dinámica familiar. Viviendo bajo nuestro techo, Jace era tan mandón y protector como siempre. Pero ciertamente ya no me miraba como a una hermana. Eso era lo que complicaba las cosas. Yo estaba bastante caliente y molesta las veinticuatro horas del día. Y él estaba destrozado. Las señales eran sutiles, al principio. Como en la noche de cine, cuando apoyaba casualmente mi pierna contra la suya, y él no se apartaba exactamente. Aun así, asumí que nunca... iría allí. Nathan nos mataría. El conocimiento de eso no fue suficiente para detener lo inevitable, sin embargo. Con el tiempo, nuestra lenta combustión explotó. Pero más que atracción física, habíamos desarrollado una fuerte conexión. Simplemente no podíamos ser atrapados, ¿verdad? Eso sonaba simple. Hasta que no lo fue.

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Esta es una historia de amor prohibido, confianza rota y una segunda oportunidad inesperada.

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Para Brandon Gracias por haber hecho una lluvia de ideas conmigo en esta ocasión, hijo. (P.D. Necesitas un corte de pelo).

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Prólogo La vida puede cambiar en un instante, incluso en lo que, al principio, parece la más rutinaria de las circunstancias. Era uno de esos días ajetreados en el trabajo en los que el tiempo parece pasar más rápido de lo habitual. El restaurante japonés en el que trabajaba estaba abarrotado, tanto en el lado de las mesas de hibachi, como en el de la sección de comidas normales. Iba de un lado a otro entre los dos. —Voy a necesitar que tomes también la mesa seis —me dijo mi jefe. —Claro, no hay problema —respondí, tomando un pedido de sukiyaki del mostrador. Había sido camarera en Mayaka para ayudarme a llegar a fin de mes mientras pagaba la universidad. Con veinticuatro años, había empezado tarde mi educación universitaria después de unos años difíciles, pero por fin me estaba poniendo las pilas. Hoy había aceptado un turno más temprano. Eso resultó ser una muy mala idea, porque tomar la mesa seis cambió para siempre mi día, y tal vez mi vida. —¿Puedo empezar con un poco de...? —Me quedé sin palabras. Mi corazón casi se detuvo cuando miré un rostro familiar, pero desaparecido hace mucho tiempo, un rostro que no estaba segura de volver a ver. Sus ojos se abrieron de par en par. Mi bloc de notas cayó al suelo. Jace. Oh, Dios mío. Una mujer se sentaba frente a él. ¿Quién es esa? Se me cerró la garganta. Lo único que se sentía bien era correr, así que lo hice. —Disculpen. —Sacudí la cabeza y me di la vuelta rápidamente, dirigiéndome al otro lado del restaurante, pasando las llamas de las mesas de hibachi.

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Atravesando las puertas giratorias, entré en la cocina. —Tengo una emergencia, Mae. Tengo que ir a casa. Siento irme en un momento de mucho trabajo, pero de verdad necesito irme. —¿Está todo bien? —preguntó. Mis palabras fueron apresuradas. —Espero que sí. No puedo entrar en ello ahora. Tengo que irme. Lo siento mucho. Salí corriendo de la cocina. El sol me cegó cuando abrí la puerta principal del restaurante y corrí por el estacionamiento hasta la acera junto a la carretera principal. ¿Fue una cosa cobarde dejar el trabajo? Sin lugar a dudas. ¿Había arriesgado mi trabajo? Posiblemente. Pero de ninguna manera estaba preparada para enfrentarme a él. La última vez que había visto a Jace fue hace tres años, y él había roto mi corazón en pedazos. Hasta ese momento, mi corazón solo le había pertenecido a él, desde que era prácticamente una niña. ¿Qué estaba haciendo en Florida? Pensé que se había ido para siempre. Por su cara, no esperaba verme trabajando en Mayaka. ¿Quién era esa mujer que estaba con él? ¿Por qué tenía que tener un aspecto aún mejor del que recordaba? Mi corazón se sintió pesado mientras continuaba golpeando el pavimento. Por supuesto, había decidido caminar hoy al trabajo para hacer ejercicio. Un auto habría sido mucho mejor a la hora de huir de mi pasado. Estaba a punto de cruzar la concurrida calle cuando sentí una mano en mi hombro. —Jesús, Farrah. Ve un poco más despacio, maldición. Me estremecí y el corazón casi se me salió del pecho. Cuando me di la vuelta, sus ojos azules y acerados me atravesaron, y me pregunté cómo había podido escapar de tener que enfrentarme a él. Jace forzó una sonrisa triste. —Si no lo supiera, pensaría que estás huyendo de mí. Ambos jadeamos. Mostré una sonrisa nerviosa, sin saber si reír o llorar. Su pregunta era irónica. Jace llevaba tres años fuera, ¿y tenía el valor de decir que había huido de él? Era él quien había huido.

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1 Farrah Tres años y medio antes —Vaya. ¿A dónde vas vestida así? —La profunda voz de Jace me detuvo en seco. Bingo. Se dio cuenta. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal mientras respondía: —La Iguana. —Un bar. Interesante. Creía que la gente llevaba ropa allí. —Jace sonrió, abriendo un pistacho. Se metió el fruto seco en la boca antes de tirar la cáscara a un lado. Miré el top que mostraba mi estómago. Me lo había puesto expresamente para lucir mi nuevo piercing en el ombligo. Mis pantalones cortos apenas me cubrían el trasero. Fingiendo estar enfadada, dije: —La última vez que lo comprobé, lo que me pongo no es asunto tuyo, Jace. —Es mi problema si tengo que ir a darle una paliza a un tipo porque se emborracha demasiado y mete las manos donde no debe. Jace era protector conmigo, lo que me encantaba y odiaba a la vez. Aunque habría sido mejor que no me mirara como a una hermana pequeña. Su actitud provenía de un lugar inocente. Eso es lo contrario de lo que yo quería. Ninguno de mis sentimientos por este hombre era fraternal. Pero ese era mi pequeño secreto, supuse. —Estaré bien. —Me encogí de hombros, abriendo la nevera y tomando una jarra. Me serví un poco de agua en un vaso, sintiendo un cosquilleo

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porque aún podía sentir sus ojos sobre mí, aunque solo estuviera preocupado. —No puedo decirte lo que tienes que hacer... pero hablando desde el punto de vista de un chico, si veo a una chica vestida como lo estás ahora, me envía un determinado mensaje sobre ella. ¿Entiendes lo que digo? Jace no tenía ni idea. Estaba totalmente despistado. No sabía que era el único tipo cuya atención quería últimamente. Cada vez que me vestía de forma provocativa, era un intento de excitarlo. Desde que se mudó hace dos meses, llamar la atención de Jace era uno de mis pasatiempos. Pero a diferencia de los pistachos que masticaba, era un hueso duro de roer. Claro, lo había sorprendido mirándome de vez en cuando, pero nunca sabía lo que estaba pensando realmente. Y realmente, no sabía lo que estaba pensando al tratar de hacer que se fijara en mí. Jace no me tocaría ni con un palo de tres metros, no solo porque ahora vivía con nosotros, sino porque era la hermana de su mejor amigo. Por lo tanto, también me miraba como a una hermana, cosa que odiaba. A pesar de que había sido como de la familia a lo largo de los años, nunca lo había mirado como un hermano. Mi atracción era demasiado fuerte. Estaba enamorada de él desde el momento que lo conocí, cuando tenía probablemente unos seis años. —La última vez que revisé —dije— las chicas con las que sales no se visten más conservadoramente que esto. Se lamió un poco de sal de los labios. —Bueno, eso es... diferente. Enarqué una ceja. —¿En qué sentido? La mandíbula de Jace se tensó. No tenía respuesta. Exactamente. Me tomé la libertad de responder por él. —Sé por qué crees que es diferente. Pareces olvidar que ahora tengo veintiún años. Algunas de las chicas con las que sales tienen prácticamente mi edad, pero no me ves tan madura, porque cuando te fuiste a la universidad, tenía doce años. Esa es la persona que recuerdas —suspiré—. Ya no tengo doce años. Invierte los números. Mi hermano, Nathan, entró en ese momento. —No me importa la edad que tengas. Vas vestida como una puta. Puse los ojos en blanco. Jace lo fulminó con la mirada.

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—No le digas esas mierdas. —Mi trabajo es decirle la verdad. —Pero no tienes que usar esas palabras, imbécil. Me reí. —Sí. Jace básicamente me dijo lo mismo, excepto que fue mucho más amable al respecto. —Tragué lo último de mi agua y coloqué el vaso en la encimera—. De todos modos, hace un calor de mil demonios en La Iguana. Su aire acondicionado es una mierda. Todo el mundo se viste así —mentí. Me miraron al unísono, ambos con expresiones escépticas. Jace y Nathan eran mejores amigos desde la infancia. Él y mi hermano eran seis años mayores que yo. Había pasado la mayor parte de mi preadolescencia deseando a Jace en secreto. En aquellos días, él venía a casa todo sudado después del entrenamiento de fútbol, y mis hormonas imitaban a los frijoles saltarines mexicanos. Cada vez que me hablaba, me daban ganas de vomitar. Si miras las entradas de mi diario de entonces, había algo sobre Jace en cada página. Querer a alguien y saber que no podía tenerlo había sido una pura tortura. Especialmente durante los dos últimos años antes de que Jace se fuera a la universidad, me sentía irremediablemente enamorada. ¿Y luego? Se fue. Mi corazón de doce años quedó destrozado cuando Jace se fue a estudiar a Carolina del Norte. Y solo vino a casa en verano durante los primeros años. Había estado fuera durante nueve años en total y hacía poco que había vuelto a casa, a Florida. Desde luego, nunca imaginé que acabaría viviendo con nosotros. A los veintisiete años, Jace era el chico que recordaba haber deseado, pero aún más grande y mejor. Ahora era un hombre hecho y derecho. Y yo ya no era una niña. Así que puedes imaginar dónde había estado mi cabeza últimamente. Nathan me sacó de mis pensamientos. —Será mejor que lleves el gas pimienta si tu testarudo culo no se pone algo decente. —Sabes que siempre lo llevo. A veces mi hermano no se contenía, pero no podía culparlo por ser protector. Ahora era una adulta, pero los viejos hábitos tardan en morir. Nathan se había convertido en mi cuidador después de que nuestros padres fueran asesinados durante un robo siete años atrás. Yo tenía catorce años y Nathan veinte cuando los perdimos. Jace había estado en casa desde la universidad ese verano, trabajando para la empresa de jardinería de mi padre. Lamentablemente, estaba con mis padres cuando murieron. Todavía era muy difícil de entender. Hasta el día de hoy, Jace no podía hablar de ello. Sabía que sufría de culpa del sobreviviente. A él también le habían

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disparado, pero había tenido suerte. Sin embargo, el trauma de haber presenciado el asesinato de mis padres le había infligido un daño diferente, no físico, pero le había marcado el alma de por vida. Ninguno de nosotros hablaba realmente de lo que había sucedido. Nuestro doloroso pasado era un fantasma que nos perseguía y que nunca reconocíamos. Por el informe policial supe que mi padre y Jace volvían en auto de un trabajo de jardinería. Se habían detenido a recoger a mi madre en la tienda donde trabajaba. Mi padre sintió que alguien los seguía desde el momento en que él y Jace dejaron el lugar de trabajo. El hombre trató de sacarlos de la carretera antes de sacar una pistola. Mi padre llevaba un montón de dinero en efectivo, ya que sus clientes de jardinería le pagaban normalmente de esa manera. Los investigadores creen que el hombre sabía de alguna manera de ese dinero, por lo que había estado siguiendo su camioneta. Tal vez había sido avisado por alguien que trabajaba para mi padre. Según el informe, las víctimas, Ronald y Elizabeth Spade, habían cooperado, entregando el dinero, pero el hombre, quien estaba drogado, disparó mortalmente a mis padres de todos modos. Una bala rozó a Jace, pero salió ileso. Basándose en la descripción de su auto, la policía encontró al hombre escondido en su apartamento más tarde. Le dispararon y mataron después de un enfrentamiento. Y ese fue el final. Nuestras vidas cambiaron para siempre, y la inocente e idílica infancia que había disfrutado se convirtió en un recuerdo. Después de ese verano, Jace no volvió a casa. Era comprensible. Aunque ya habían pasado siete años desde la muerte de mis padres, sabía que no había asimilado bien esa pérdida. Algunas mañanas, todavía me despertaba esperando que mi madre y mi padre estuvieran aquí. Si no fuera por Nathan, no lo habría conseguido. Él hizo todo lo posible para llenar el vacío que dejaron. A pesar de lo desgraciados que éramos al principio, trató de hacer que la vida fuera lo más normal posible, como, por ejemplo, continuar con la tradición de la noche de cine en familia, aunque ahora solo estuviéramos nosotros dos. Hasta hoy, elegíamos una noche al mes para ver una película juntos. Nathan y yo seguíamos viviendo en el vecindario donde habíamos crecido en Palm Creek, Florida. Después de la muerte de mamá y papá, quedarse en la casa de nuestra infancia había sido demasiado doloroso, así que Nathan utilizó el dinero que habíamos heredado para el pago inicial de una casa un par de calles más allá. Por desgracia, mi hermano había sido despedido recientemente de su trabajo de vendedor de autos y necesitaba ayuda para pagar las cuentas. Al mismo tiempo, Jace se mudó a casa para gestionar temporalmente el negocio de su padre. Nathan le pidió a Jace que alquilara nuestra habitación libre para ayudarnos a pagar la hipoteca. Como Jace estaba en el limbo, esperando a comprar una propiedad hasta saber si se quedaría o no en Florida de forma permanente, mudarse con nosotros

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era una buena solución temporal. Nos beneficiaba a todos. Así fue como nos convertimos en un grupo de tres. Me volví hacia mi hermano. —¿Me puedes llevar al bar? —¿Qué le pasa a tu auto ahora? —Esta vez puede ser el alternador. Está en el taller otra vez. —Esa porquería. El viejo Toyota Corolla color óxido que conducía me daba problemas constantemente. Por suerte, nuestro mecánico local, irónicamente llamado “Rusty”, siempre me ofrecía un buen trato. Nathan estaba convencido de que Rusty tenía segundas intenciones cuando se trataba de mí, pero yo aceptaba de buen grado la rebaja del precio sin cuestionar el motivo. —Estoy ahorrando para otra cosa —le aseguré—. Hasta entonces, tengo que lidiar con ello. No que pueda conseguir dinero por ese pedazo de chatarra si intentara venderlo. —La próxima vez, no se lo lleves a Rusty —dijo Jace—. Puedo intentar arreglarlo. La idea de Jace sin camisa y sudando bajo mi auto no era precisamente desagradable. —Gracias. No había pensado en pedírtelo. Aprecio la oferta. —¿Cuándo tienes que estar en La Iguana? —preguntó Nathan. —Tengo que irme ahora. Necesito que me lleven hasta allí. Kellianne dice que puede traerme de vuelta a casa. Miró el reloj. —No puedo llevarte ahora. Dentro de diez minutos vendrá alguien a ver el cortacésped que estoy vendiendo. Pero puedo llevarte después. Fruncí el ceño. —Me perderé el comienzo si no voy ahora. —¿Por qué es un problema tan grande? —preguntó Nathan—. Es solo un grupo de gente borracha vomitando tonterías. —No son tonterías. Es cautivador. Una vez a la semana, La Iguana celebraba su noche de micrófono abierto “Pour Your Heart Out”, y últimamente estaba obsesionada con ir. Se animaba a los clientes, la mayoría algo borrachos, a subir al escenario y revelar lo que quisieran a una sala llena de desconocidos. Podía ser algo que necesitaran desahogar, o su más profundo y oscuro secreto. Nunca se sabía lo que se iba a conseguir. Algunas de las confesiones eran tristes, cosas con las que podía identificarme tras años de albergar el dolor del asesinato de

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mis padres. Otras veces, era un secreto sexi. Algunos no se guardaban nada. Definitivamente, eran para mayores de dieciocho años. Aunque me encantaba escucharlo todo, aún no había tenido el valor de subirme al escenario. Algún día. —Puedo llevarla —interrumpió Jace. Celebré interiormente. —Gracias, hombre. Te lo agradezco —dijo Nathan. Jace se levantó de la mesa y tiró a la basura las cáscaras de pistacho que había acumulado en una servilleta de papel. Tomó las llaves de la barra y las lanzó al aire. —Vamos. Una oleada de adrenalina me recorrió mientras seguía a Jace hasta su brillante camioneta negra, estacionada en nuestra entrada. Eran casi las ocho de la noche y el aire caliente de Florida había empezado a refrescarse. Una cálida brisa soplaba alrededor de las palmeras frente a nuestra casa. Vivíamos en una tranquila calle de casas de estuco de aspecto similar. Nuestra casa era de una sola planta, pero era bastante grande en comparación con las otras propiedades. Teníamos tres dormitorios y una gran piscina con mosquitera en la parte trasera. Como la asociación de propietarios era muy estricta, todas las casas se mantenían en buen estado. De lo contrario, había que pagar una multa. Los miembros de la asociación pasaban periódicamente por la casa y enviaban cartas desagradables si se daban cuenta de que la pintura estaba desconchada. Afortunadamente, Nathan podía arreglar casi todo él mismo. El asiento de cuero negro se sentía caliente contra mi piel. La camioneta era enorme, demasiado grande para nuestro pequeño garaje, donde Nathan estacionaba su pequeño Hyundai. Jace siempre tenía que estacionar fuera con el calor. Arrancó el motor, pero no se echó atrás, sino que me miró el ombligo. Por una fracción de segundo, pensé que podría estar mirándome. —Ponte el cinturón de seguridad. Bueno, ahora me siento tonta. —Oh. —Lo agarré y lo puse sobre mi pecho antes de cerrarlo—. Lo siento. Me estremecí cuando rodeó mi asiento con su mano mientras salía en reversa de la entrada. ¿Creías que iba a tocarte, Farrah? Tuve que soltar una risita. —¿De qué te ríes? —preguntó mientras conducía por la carretera.

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Me devané los sesos y me inventé algo. —Ya sabes lo que dicen de los hombres con camionetas grandes, ¿verdad? Puso los ojos en blanco. —¿Que sus autos son proporcionales al tamaño de su virilidad? Sí. Lo vivo todos los días. —Eso no es exactamente lo que escuché. Pero lo que tú digas. —Le guiñé un ojo. —Sabelotodo. —Se rio. El olor de su colonia, mezclado con el más mínimo toque de cigarro, llenaba el aire. Nunca había fumado delante de mí, pero sabía que le gustaba fumar de vez en cuando mientras conducía. Me encantaba el olor de su camioneta, porque era básicamente su olor condensado en un espacio reducido. Era el paraíso. Si parezco un poco desesperada por este hombre, supongo que es así. Pero considera el hecho de que fue mi primer enamoramiento. El enamoramiento. Mi único enamoramiento. Muchos años de anhelo no correspondido me han llevado hasta aquí. Considera también que ahora es diez veces más atractivo, habiéndose transformado en un hombre completo. El hecho adicional de que ahora era lo suficientemente mayor como para entretener mis fantasías no ayudaba. No quería desearlo. Simplemente lo hacía. Era la última persona en la que debería haber puesto mis ojos, porque esto era inútil. Pero no puedes elegir quién te atrae. Manejamos en silencio durante un par de minutos hasta que dije: —Gracias por traerme. Te lo agradezco. Me miró. —No hay problema. Me preparé. —¿Qué vas a hacer esta noche? Dudó. —Probablemente vaya a casa de Linnea. Linnea era una chica con la que sabía que había estado saliendo. Le había oído hablar de ella con Nathan y la había visto en su camioneta una vez. —¿Las cosas van en serio con ella? Se encogió de hombros. —En realidad no me pongo serio con nadie. Solo paso más tiempo con ciertas personas que con otras.

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Asentí lentamente. —Ya veo. Aunque eso me hizo sentir un poco mejor, también significaba que probablemente había más de una chica con la que había estado “pasando el tiempo”. —¿Te arrepientes de haber vuelto a Palm Creek? —pregunté. —¿Por qué piensas eso? —preguntó después de un momento. —¿No es obvio? En Carolina del Norte tenías tu propia casa. Tenías un gran trabajo, por lo que tengo entendido. Ahora vives con Nathan y conmigo y trabajas para tu padre. Es un gran cambio —hice una pausa para pensar—. Además... sé que no todos los recuerdos aquí son buenos. Solo pensé... —Está bien —me interrumpió—. Mi padre me necesitaba para llevar su negocio durante un tiempo. No tenía muchas opciones, pero estar en casa me ha hecho darme cuenta de lo mucho que echaba de menos estar aquí. No todo es malo. El padre de Jace, Phil, era el dueño de Muldoon Construction. Phil Muldoon se había sometido a un tratamiento contra el cáncer de garganta y necesitaba ayuda para llevar el negocio durante un tiempo. Como tenía un título en negocios, Jace era el más capacitado de sus hermanos para encargarse de la tarea. En realidad, los hermanastros mayores de Jace no estaban capacitados para nada, teniendo en cuenta que ambos eran drogadictos desempleados. Así que Jace había dejado su trabajo de administrador de fincas en Charlotte antes de volver a vivir aquí. —¿Crees que te quedarás permanentemente? —Eso depende de muchas cosas. Estoy tomando un día a la vez. —Sé que Nathan aprecia mucho el hecho de que te hayas mudado con nosotros. No siempre es el mejor con las palabras y expresando su agradecimiento. Su orgullo se interpone. Pero duerme mejor por la noche sabiendo que podemos pagar la hipoteca. Me alegro de que no tuviera miedo de pedirte que te mudaras. —Siento que se lo debo, para ser honesto. —¿Por qué? Hizo una pausa. —Cuando las cosas... pasaron... desaparecí. Volví directamente a la escuela. Ya sabes... Era la primera vez que Jace aludía siquiera vagamente a lo que había “pasado”. Nunca me había dado cuenta de que se sentía culpable por volver a Carolina del Norte después de que mis padres fueran asesinados. Eso tenía

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sentido, supuse. Pero nunca lo culpé por esa decisión. ¿Qué se suponía que debía hacer? ¿Dejar la escuela, quedarse en Palm Creek y sufrir junto con el resto de nosotros? En su momento, envidié el hecho de que tuviera otro lugar al que ir. Diablos, me habría ido con él si hubiera podido. —Tenías que volver a la escuela, tenías que continuar tu vida. No tenías opción... —Siempre hay una opción. Y me arrepiento de no haber estado aquí para él... y para ti. Ahora es mi oportunidad de compensar eso. —Me miró— . Ustedes son como familia para mí. Aunque a una parte de mí le gustó oír eso, a la otra no le importó el matiz incestuoso de su afirmación. Se aclaró la garganta. —¿Qué es eso de las confesiones en el bar que tanto te gusta? Me encogí de hombros. —Supongo que cuando reprimes mucho tus sentimientos, envidias a los que tienen el valor de dejarlos salir. —Entonces, nunca has subido allí realmente. —No... todavía no. Quizá en algún momento. Levantó las cejas. —¿Qué esperas? Me reí. —Las agallas. —¿De qué tienes miedo específicamente? —De perder mi capacidad de hablar, o peor aún, a balbucear si consigo sacar las palabras... A desmayarme, a colapsar, a que me lleven a un hospital psiquiátrico con paredes acolchadas. Cosas así. —¿Muy catastrófico? —Se rio—. Pero lo entiendo. No es fácil hacer nada delante de un público. No puedo culparte. —Sí. Por ahora prefiero limitarme a escuchar. Me parece muy inspirador, aunque me gustaría tener las pelotas para hacerlo. —No hay prisa. Cuando estés preparada, lo harás. Hablar en público sí que requiere pelotas, pero imagino que es aún más difícil cuando compartes algo personal. Asentí. —Exactamente. Y también necesitaría algo interesante que confesar. A veces la gente habla de cosas dolorosas que le han pasado, pero preferiría

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no llegar a eso. Prefiero confesar algo jugoso o divertido antes que ponerme a berrear delante de desconocidos. —No vayas a hacer ninguna tontería solo para tener algo de lo que hablar. Le darás a tu hermano un ataque al corazón. —No se necesita mucho para alterar a Nathan. Se giró hacia mí. —No hablas mucho con él, ¿verdad? Me dijo que nunca sabe lo que piensas. ¿Mi hermano ha hablado con Jace sobre mí? —¿Lo hizo? —Sí. Creo que le gustaría que te abrieras más a él. —No soy muy buena para hablar de ciertas cosas con nadie. Escribo mis pensamientos para expresarme, o a veces escribo ficción donde los personajes han pasado por lo mismo que yo. Pero lo mantengo todo en privado. Incluso escuchar ciertas canciones que resuenan me ayuda a sacar cosas. También medito y hago yoga a veces. Sin embargo, hablar nunca ha sido lo mío. —Mientras tengas una salida. —¿Cuál es tu salida? —Nada tan respetable como escribir y hacer yoga. —¿Sexo y cigarros? —sugerí. —Hace una semana que no me fumo ni uno. —Me guiñó. Dios mío. Entonces supongo que es sexo. —Quizá debería aprender a meditar en su lugar —añadió—. ¿Cuándo lo haces? —Siempre que puedo encontrar tiempo. Uso una aplicación en mi teléfono para meditación guiada. Me ayuda a calmarme cuando estoy estresada. También siento que me ayuda a conectar con mi subconsciente. Mirando hacia mí, sonrió. —Eres mucho más profunda que la niña que solía morderse el cabello. Sentí que mis mejillas se calentaban. —No puedo creer que recuerdes eso. —Algunas cosas son difíciles de olvidar. Suspiré.

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—La vida era ciertamente más simple en aquel entonces. Aunque me alegro de haber dejado ese hábito. Si ahora me mordiera el cabello cuando me estreso, no me quedaría nada. —Haces un buen trabajo para no parecer estresada todo el tiempo. Supongo que puedes esconder muchas cosas detrás de una sonrisa, ¿no? Me encogí de hombros. —Finge hasta que lo consigas. Se volvió hacia mí brevemente antes de que sus ojos volvieran a la carretera. —¿Qué te tiene estresada? —No es nada que pueda precisar. Solo la incertidumbre general del futuro. Quiero hacer algo por mí misma, pero no tengo ni idea de lo que quiero hacer. Me siento como si estuviera atrapada en el limbo. Sigo en el mismo trabajo mundano de secretaria: levantándome todos los días y haciendo lo mismo, pero siento que el tiempo se aleja. —Eres muy joven. Tienes mucho tiempo. —No soy tan joven —me sentí obligada a decir. —Sé que ya no eres una niña, pero eres joven. —Ya debería haber casi terminado la universidad y ni siquiera he empezado. Mi madre estaba casada y con un bebé a mi edad. Hizo una mueca. —No querrás estar casada con un hijo ahora mismo. —No, pero quiero un propósito, un significado más profundo en mi vida. Es frustrante que no lo haya encontrado. —No hay un calendario, Farrah. Has pasado por muchas cosas, más que la mayoría de las personas de tu edad. Y honestamente, estoy orgulloso de la forma en que Nathan y tú han manejado todo. Tienen un techo sobre su cabeza, y se cuidan el uno al otro. Lo están haciendo genial, aunque no siempre sientan que tienen las cosas claras. Al final, todos estamos tratando de pasar el día, ¿sabes? No seas tan dura contigo misma. Admirando sus magníficos pómulos y la forma en que las luces de la calle se reflejaban en su cabello negro azabache, sonreí. —Intentaré verlo así. Por fin nos acercamos a la franja de negocios donde se encontraba La Iguana. Jace redujo la velocidad. —¿Es aquí?

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—Sí. Se detuvo en frente. La última luz del día había disminuido durante el curso de nuestro viaje, y el cartel azul neón en la parte superior del bar iluminaba la noche. —¿Dijiste que te llevaban de vuelta? —Puso su mano en mi reposacabezas. Una vez más, mi cuerpo fue demasiado consciente de su proximidad. —Sí. Kellianne se reunirá conmigo aquí y me llevará a casa. Jace me miró. —¿Ella bebe? —No te preocupes. Solo se tomará una copa si conduce. —De acuerdo. Si algo cambia y necesitas que te lleven, mándame un mensaje. Era tentador crear una situación más tarde que pudiera justificar ese escenario. —Lo haré. —Ten cuidado —advirtió. Sin ganas de dejar su camioneta, me quedé un momento. Quería quedarme con él toda la noche, hablar más de la vida, aprender más sobre lo que le hacía funcionar y qué tipo de cosas anhelaba. Quería saberlo todo sobre él, analizarlo capa por capa. En cambio, me obligué a abrir la puerta. Antes de salir, me detuve y me incliné para darle un rápido abrazo. —Gracias de nuevo. Su cuerpo se puso rígido, pero me rodeó la espalda con su brazo. Saboreé esos segundos antes de separarme. En apariencia, era un gesto inocente. Pero por dentro, estaba ardiendo. No tenía muchas oportunidades de “agradecerle” de esa manera. Jace esperó a que entrara antes de marcharse. Una vez que la puerta se cerró tras de mí, me dirigí al bar. Odiaba ser la primera en llegar. Kellianne venía directamente del trabajo. Después de encontrar un asiento en una mesa que daba al escenario, me senté sola y me tomé un mojito. Unos diez minutos después, vi que mi amiga se acercaba a toda prisa. Había conocido a Kellianne en el bufete de abogados donde trabajaba como secretaria. Desde entonces se había trasladado a otro trabajo, pero habíamos seguido en contacto. Físicamente, éramos opuestas. Kellianne era

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bajita y tenía el cabello rubio y rizado. Yo medía uno sesenta y cinco y tenía el cabello largo, liso y castaño. —Lo siento, llego tarde. El tráfico es una mierda —dijo. —No te preocupes. —Levanté mi copa—. Como puedes ver, me adelanté. —¿Alguien ya subió? —No. No han empezado. Los confesionarios solían empezar a las nueve y duraban alrededor de una hora, quizá más, dependiendo de cuánta gente estuviera dispuesta a derramar sus entrañas. —¿Tu hermano te trajo aquí? —No. Jace me trajo. —Ah... Jace —suspiró—. Él es tan caliente. Me lo encontré echando gasolina el otro día. Bueno, no me vio. Tenía una chica en la camioneta con él. Puse los ojos en blanco. —¿Era pelirroja? —Sí, lo era. —Esa es Linnea. Lleva un par de semanas viéndola. Está con ella esta noche. Su ceja se levantó. —¿Eso te molesta? Me encogí de hombros. —Un poco. Sí. Nunca había hablado con Kellianne de mis recientes sentimientos por Jace. Solo sabía de mi enamoramiento por él cuando era más joven. Un enamoramiento sin remedio era excusable, incluso bonito, a los doce años. ¿A los veintiún años? No tanto. Pero no pareció sorprendida por mi respuesta. —Me lo imaginaba... —No quiero entrar en eso. —Pero quiero escuchar al respecto. —No hay mucho que decir. Ya sabes que estaba enamorada de él cuando era una niña. Estar cerca de él de nuevo ha hecho aflorar algunos de esos viejos sentimientos. Ella extendió su dedo índice.

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—Espera. Necesito un trago para esto. Corrió hacia la barra. Cuando regresó a su asiento con un ron y una Coca-Cola, retomó lo que había dejado. —De acuerdo, entonces... algunos de los viejos sentimientos por él volvieron... o más bien, nunca se fueron. Sorbí lo último que quedaba de mi bebida y agité el hielo. —Cuando vivía en Carolina del Norte, era más fácil no pensar en él, pero ahora que está aquí de nuevo, no puedo evitar lo que siento. Es como si mis emociones se retomaran dónde quedaron. Y, ahora que está viviendo con nosotros, estoy llegando a conocerlo en un nivel diferente. No hablamos mucho cuando era niña. En aquel entonces solo lo admiraba desde lejos. Ahora los dos somos más maduros, así que es diferente. Sus ojos rebosaban de emoción. —¿Crees que hay alguna posibilidad de que pase algo? —No. Realmente no lo creo. Me trata igual que Nathan, como una hermana. Lo que apesta. —Bueno, nunca se sabe. Sigue vistiéndote como esta noche, y eso podría cambiar. —No lo sé. Se preocupa por mí. Eso sí lo sé. Creo que es exactamente por eso que nunca intentaría nada. —Me llevé un poco de hielo a la boca—. Sinceramente, no sé qué haría si correspondiera la atracción. Nathan nos mataría a los dos. —De acuerdo, entonces oportunidad... ¿no irías allí?

hipotéticamente,

si

surgiera

una

—No lo sé —suspiré—. De todos modos, eso es una fantasía, no la realidad. —Es raro saber que la persona con la que estás obsesionada se preocupa por ti, pero no de la manera que quieres. Es una situación única. Su uso de la palabra obsesionada me hizo sentir extraña. Pensé que había minimizado mis sentimientos hacia Jace, pero al parecer podía ver a través de mí. Jugueteando con mi pajilla, miré mi vaso vacío. —Se preocupa por mí. Yo también me preocupo por él. No es solo lujuria. Durante muchos años, fue una parte importante de mi vida. Pasó mucho tiempo con nuestra familia. Cuando su equipo perdía un partido de fútbol, se lamentaba con nosotros en la mesa. Asistí en primera fila a muchos momentos importantes de su vida, como cuando Nathan y él fueron al baile y se graduaron de la secundaria. Lo vi crecer. —Cerré los ojos—. Y,

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por supuesto, como ya te dije antes, estuvo allí cuando murieron mis padres. Estaba con ellos, porque trabajaba para mi padre ese verano. Kellianne sacudió la cabeza. —Eso es una locura. —Sí. No quiere hablar de ello. Y no lo culpo. —Exhalé un largo suspiro—. No puedo imaginar lo traumático que fue. Me duele incluso pensar en ello. —Secando una lágrima, dije—: de acuerdo, tenemos que pasar a otro tema, ya. Kellianne dio una palmada. —De acuerdo entonces. Ya sé de qué podemos hablar. ¿Qué tengo que hacer para que subas esta noche y confieses tu enamoramiento secreto por el mejor amigo de tu hermano? Ese no era el cambio de tema que esperaba. —¿Descubrir cómo hacer volar a los cerdos?

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2 Farrah En nuestra casa, cada uno lavaba su propia ropa. Teníamos la lavadora y la secadora en un rincón del garaje, ya que no teníamos un cuarto de lavado independiente. Más o menos una vez a la semana, lavaba mi ropa al volver del trabajo, es decir, antes de que Nathan o Jace llegaran a casa. Una de esas tardes, llevé mis prendas en una cesta al garaje y me fijé en un montón de ropa de Jace que estaba en una bolsa de lona junto a la lavadora. Reconocí la camisa roja de arriba como la que había llevado ayer. Había olido de maravilla con ella mientras estaba sentado frente a mí en la mesa. Hoy tenía que oler igual de bien. Por impulso, agarré la camisa y me la llevé a la nariz, manteniéndola sobre la cara mientras respiraba profundamente durante varios segundos. Inhalar la terrosa colonia mezclada con un delicioso aroma que era todo de Jace, era una dulce tortura. Esto hizo que fuera fácil imaginar cómo sería tenerlo contra mí. Cerrando los ojos, froté mi cara contra el suave material, fingiendo que era él. Esto era lo más cerca que iba a estar, así que me permití disfrutarlo. —¿Qué demonios estás haciendo? —preguntó una voz ronca. Mi corazón casi se detuvo. La camisa cayó al suelo cuando levanté la barbilla para encontrarme con la mirada incendiaria de Jace. Al parecer, había entrado en el garaje por la puerta lateral mientras yo estaba inmersa en mi fantasía olfativa. Fingiendo calma, dije: —Oh... hola. Estás en casa. —Sí. Tenía que llevar a mi padre a una cita médica, así que salí del trabajo temprano. ¿Esto es lo que haces cuando no estamos aquí? ¿Oler la ropa sucia? Su expresión de confusión contenía una mezcla de ira y diversión.

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Me saqué de la manga la excusa más descabellada. —Tengo esta... extraña costumbre de oler cosas que no son mías. Una especie de... compulsión. Mi corazón hizo retumbar la palabra mentirosa... mentirosa... mentirosa repetidamente. —¿Entonces decidiste oler mi camisa de entre todo lo que hay aquí? Tragué saliva. —Sí, supongo. Era de color rojo brillante, me llamó la atención. Sin mencionar que tu colonia es... agradable. Se rio. —Eres rara, Farrah. —Nunca dije que no lo fuera. Su ceja se levantó. —¿Cómo olía? Dejando escapar una respiración temblorosa, asentí. —Bien. Sin olores extraños ni nada, a diferencia de las camisas de Nathan. Las suyas huelen a tacos. Jace se rio. —Supongo que, si estoy indeciso sobre si tirar algo a la lavadora, debería consultarte a partir de ahora. —Podría haber sido peor, ¿verdad? Podría haber sido, como, oler tu ropa interior o algo así. No soy tan rara —resoplé y cerré los ojos avergonzada. —Bueno, jodidas gracias por eso. —Tras una incómoda pausa, dijo— : Te... dejaré volver a lo que estabas haciendo... sea lo que sea. Con un saludo militar, sonreí. —Gracias. Cuando se fue, me di la vuelta y solté un grito silencioso de horror. Una vez que puse mi carga en la lavadora, decidí tomar un paseo alrededor de la manzana para quemar algo de energía nerviosa y evitar tener que enfrentarme a él tan pronto. Cuanto más tiempo pasara, mejor. Después de dar la vuelta a la manzana, me dirigí a mi patio, con la intención de recoger un aguacate de nuestro árbol. Al pasar por el lado de la casa, vi a Jace a través de la ventana de su habitación. El sudor brillaba en su espalda mientras se ejercitaba. Como no estaba frente a mí, me tomé uno momento para admirar su físico. Unas magníficas ondas de músculo tallado. Un culo redondo y duro. Una piel perfectamente bronceada. Jace

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siempre había tenido un buen cuerpo, pero a los veintisiete años estaba en la mejor forma de su vida. Un torrente de agua surgió de repente bajo mis pies. Si tan solo la sorpresa no me hubiera hecho gritar. Si tan solo. Si Jace no se hubiera dado la vuelta para encontrarme allí de pie, con cara de idiota, una idiota empapada que ni siquiera se había dado cuenta de que Nathan había instalado un nuevo aspersor en este lado de nuestro césped. Jace corrió hacia la ventana y la abrió. —¿Qué demonios estás haciendo? ¿Estás mojada? Um... Ni siquiera voy a ir allí con eso. Cubriéndome el pecho empapado, dije: —Hoy hace mucho... calor. Pensé en dejar que el agua corriera sobre mí un poco. —Me pareció oírte gritar. —No esperaba que estuviera tan fría. Entrecerró los ojos. —¿Estás bien, Farrah? Hoy pareces apagada. —Sí, por supuesto que estoy bien. —Me reí nerviosamente cuando siguió mirándome—. Estoy bien. Lo juro. —Sabes que puedes decirme si te pasa algo, ¿verdad? —Sí —asentí enérgicamente. —De acuerdo. —Sus ojos se detuvieron un momento. Luego cerró la ventana y volvió a sus pesas. ¿Las cuatro de la tarde es demasiado temprano para el vodka? *** La noche siguiente, Nathan y yo habíamos programado una noche de cine familiar. De alguna manera había convencido a Jace para que se quedara en casa y nos acompañara. Lo que no podía faltar en la noche de cine era el helado, y como mi auto aún estaba en el taller de Rusty y Nathan en el trabajo, Jace me llevó al mercado a comprarlo. El trayecto hasta el supermercado fue un poco tenso. Supuse que tal vez Jace estaba callado porque tal vez seguía pensando en que había olido su camisa, o en el incidente del aspersor de ayer frente a su ventana. Tal vez lo supuse porque ser sorprendida dos veces en el acto de la estupidez era lo único en lo que podía pensar. Cuando llegamos al pasillo de congelados del supermercado, agarré un envase de Rocky Road y lo olí. Ya sabes... para despistar.

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Una mirada de horror cruzó la cara de Jace. —Lo estás haciendo de nuevo. —Me atrapaste. ¿Ves? Te dije que me gusta oler las cosas —mentí—. Si aspiras lo suficiente, puedes sentir el sabor. Sacudió la cabeza y se rio. —Eres tú, ¿verdad? —¿Qué soy yo? —Esa persona captada en las imágenes de las cámaras de la tienda, que abre los envases de helado, prueba lo que hay dentro y los vuelve a guardar. Te están buscando, ya sabes. —Culpable —bromeé—. En realidad, creo que eso es súper asqueroso. Nunca haría eso. Seguí rebuscando en los envases, oliendo los distintos sabores como una idiota. —Lo siento si estoy tomando mucho tiempo —dije—. Esto siempre es una gran decisión para mí. Después de varios minutos más, Jace se acercó. —Voy a sacarte de tu miseria. —Una ráfaga de su olor dominó cualquier otra cosa que hubiera pretendido oler—. No hay mejor sabor que la masa de galletas. —Tiró un recipiente en el carro—. Hecho. —Siento discrepar, pero está bien. Si te sientes así de fuerte, iremos con eso. Fuimos a la caja, y los ojos de la cajera bailaron sobre Jace. Era una reacción típica. Tanto las chicas j como las mujeres mayores lo miraban constantemente. Era divertido, porque la gente muy probablemente asumía que yo era su novia. Eso no les impedía mirar. Antes de irnos, le dediqué a la cajera una sonrisa socarrona que decía, sí, mira lo que es mío y no tuyo. Aunque eso fuera lo más alejado de la verdad, me dio una sensación de placer. Volvimos a subir a la camioneta de Jace, que una vez más olía divinamente. —Ponte el cinturón de seguridad. Había estado demasiado ocupada mirando sus grandes manos enroscadas en el volante. —Gracias por el recordatorio. —¿Por qué siempre tengo que recordártelo? Debería ser algo natural. Porque me distraes.

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—Lo siento, mandón. Intentaré recordarlo la próxima vez. —Encajé el cinturón en su sitio y me acomodé—. Oh, me olvidé de decirte que alguien vino a buscarte hoy. Salió del estacionamiento. —¿Quién? —Su nombre era James... ¿Moore? Dijo que te enviaría un mensaje de texto, así que supongo que hablaste con él. Subió el tono. —¿James Moore? —Sí. Tampoco parecía muy amigable. Jace golpeó el volante. —Joder. Está buscando el dinero que la empresa le debe por un trabajo de pavimentación que hizo para nosotros. No tiene paciencia. No tenía por qué venir a la casa. —No era para tanto. Le dije que no estabas en casa y se fue enseguida. —No me gusta la idea de que entre en contacto contigo. Lo mismo ocurre con muchos de los que trabajan para nosotros. ¿Qué hacías abriendo la puerta de todos modos? Jace probablemente tenía razón para estar un poco alarmado, pero esto se sentía como una reacción exagerada. —Es mi casa. ¿Por qué no iba a abrir la puerta? No es como si fuera un niño solo en casa después de la escuela. —No, pero eres una mujer atractiva que podría provocar al tipo equivocado, alguien que busca venganza. No serías capaz de alejarlo. Esto no tiene nada que ver con la edad. No importa la edad que tengas. Nunca debes abrir la puerta para hablar con alguien si estás sola. Mujer atractiva. Me llamó mujer atractiva, y básicamente no escuché nada después de eso. Esta fue la primera indicación que dio de que sentía que yo era atractiva. —Trataré de ser más cuidadosa. —Tienes que hacerlo, Farrah. Hay mucha gente mala en este mundo. Si alguien viene a la puerta y no lo reconoces, deja que se vaya. No hay nada tan importante como para arriesgar tu seguridad. —Dejó escapar un suspiro exasperado—. Ni siquiera sé cómo carajo consiguió nuestra dirección. No la tengo anotada en ningún sitio. Jace siguió maldiciendo en voz baja.

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—Ya dejaste claro tu punto de vista. No voy a abrir la puerta cuando esté sola a menos que sea una niña exploradora vendiendo galletas o algo así. —Nunca me perdonaría si te pasara algo —murmuró. Sentí esas palabras en lo más profundo de mi corazón. *** —¿En qué quedamos finalmente? —pregunté. Nathan estaba usando mi teléfono para ver las opciones de películas para esta noche. —Hay que elegir entre la película de Pete Davidson o la de la Roca — dijo antes de tirar el teléfono sobre la encimera—. Por cierto, Farrah, ¿por qué, en nombre de Dios, estabas buscando en Google “vagina vibradora”? Me congelé. Mierda. No debo haber cerrado esa ventana. Los ojos de Jace se abrieron de par en par mientras levantaba la vista de su portátil. Cualquier excusa que hubiera podido conjurar probablemente habría sonado más rara que la verdad. Así que decidí ser sincera. —Tuve un síntoma extraño esta mañana. Sentí como si tuviera un celular sonando en mis bragas, como si estuviera en vibración. Creo que fue una contracción muscular. Me preocupaba que fuera algún tipo de problema neurológico. Al parecer, no soy la única persona en el mundo a la que le ha pasado. Una chica de la India publicó lo mismo. Nathan inclinó la cabeza hacia atrás riéndose. —¿Quedaron en llamarse alguna vez? Lo fulminé con la mirada. Continuó burlándose, riendo más fuerte. —Sin embargo, en serio, cuando suena, ¿respondes? Jace negó con la cabeza. —Déjala en paz, imbécil. No deberías haber mirado su historial de búsqueda. —¡No esperaba ver esa mierda! Estaba en la pantalla cuando agarré el teléfono para buscar una maldita película. —Imagina que ella buscara en tu historial, toda la mierda que encontraría. ¿Y luego te la echara en cara? —Eso definitivamente no sería algo bueno. —Nathan se rio.

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Afortunadamente, Nathan dejó el tema, y me fui a ocupar preparando el postre. Estos últimos días habían estado llenos de momentos embarazosos. Abriendo el recipiente de helado de masa de galleta, decidí dejarlo reposar un poco para que se ablandara. Después de sacar tres cuencos, rebusqué en el cajón de los cubiertos. Entonces sonó el timbre. Me volví hacia Nathan. —¿Esperas a alguien? —Es Linnea. La invité a unirse a nosotros —dijo Jace, dirigiéndose a la puerta. Mi corazón se hundió. Genial. Hasta ahora, no la había traído a la casa. Esperaba que siguiera así. —¿Sabías que la había invitado? —pregunté. —Sí. —Nathan tomó una de las cucharas y probó el helado—. ¿Cuál es el problema? También es su casa. —Esto es algo familiar. No me gusta dejar que los extraños se unan. —Bueno, difícilmente es una extraña para él. —Arrugó las cejas. No pude girar los ojos lo suficiente. Unos segundos después, Jace y Linnea entraron en la cocina. —Linnea, ya conociste a Nathan una vez, pero creo que no conoces a su hermana menor, Farrah. Ouch. Hermana menor. Muérdeme. Me miró de arriba abajo y se sacudió el cabello rojo del hombro. —Encantada de conocerte. Farrah es un nombre muy bonito. A tu madre le debían gustar los Ángeles de Charlie. —¿Por qué? —Farrah... ¿Fawcett? ¿La actriz? Era una de los Ángeles de Charlie. Era un programa de televisión hace años. Es un icono. Ahora está muerta, por desgracia. —Oh. —Sabía de la actriz. También sabía que mi madre pensó en ella cuando me nombró. Pero había olvidado el nombre de la serie en la que actuaba. Jace esbozó una sonrisa traviesa.

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—Mi padre tenía un antiguo póster de Farrah Fawcett colgado en el garaje. Fue sin duda una de mis primeras piezas de... material. ¿Material? Me tomó unos segundos. Oh. ¿Y ahora estaba celosa de una actriz muerta porque Jace se había masturbado con su foto? —¡Me acuerdo de ese póster! —Nathan se rio—. Estaba tan buena. —Aquella vez que nos vimos antes, Nathan —dijo Linnea—, creo que no me di cuenta de que Jace y tú se habrían criado juntos. Nathan suspiró exageradamente. —Sí. He estado pegado a este tipo toda mi vida. —Eso es genial. Es raro tener amistades duraderas. —Se volvió hacia mí—. Eres mucho más joven que ellos, ¿verdad? ¿Estás en la secundaria? No, no lo hizo. Jace se rio en voz baja. —¿Secundaria? No. Tengo veintiún años. —Oh. Lo siento. Culpa mía. Pareces más joven. Demasiado vestirse provocativamente para parecer mayor. Pero parecía que esta chica buscaba la manera de insultarme. —¿Y tú tienes treinta? —pregunté, inclinando la cabeza hacia un lado. La expresión de la chica se atenuó. —Veintiséis. —Ah. Jace desapareció en el baño de la cocina, dejándonos a Nathan y a mí solos con Linnea. Ella tomó asiento en uno de los taburetes junto a la pequeña isla central. —¿Vas a la universidad por aquí? En realidad, no era de su incumbencia, pero se lo expliqué de todos modos. —Tomé clases en la universidad comunitaria de Palm Creek durante un tiempo, pero ahora estoy tomando un descanso. Espero matricularme en algún sitio el año que viene. No quiero perder el tiempo hasta que esté segura de lo que quiero estudiar. Me inclino por educación. —Deberías enseñar inglés —dijo Jace desde detrás de mí al salir del baño. —¿Por qué dices eso?

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—Porque dijiste que te gustaba escribir. Podría ser una asignatura que disfrutarías enseñando. Asentí. —Definitivamente está en mi lista de prioridades. Aunque, si voy a enseñar algún día, supongo que será mejor que supere mi miedo a hablar en público. Linnea asintió. —Oh... odio ponerme delante de una multitud. Nadie le preguntó, pero bueno. Viendo que ahora teníamos otra boca que alimentar esta noche, supuse que intentaría ser cordial, aunque tenerla aquí me irritara. Me acerqué al armario. —Vamos a tomar helado. ¿Quieres un poco? —Me encantaría —respondió. Casi deseé que se negara porque “estaba a dieta” para poder odiarla aún más. Después de distribuir una cantidad igual de helado de galleta en cada cuenco, tomé el mío y dejé los otros en la encimera. Fui la primera en aventurarme en la sala de estar, dejándome caer en el sofá y seleccionando las opciones de vídeo a la carta. Nathan se sentó en la tumbona, lo que significaba que los únicos sitios para Jace y Linnea estaban en el sofá junto a mí. Me moví cuando se acercaron. Para mi alegría, Jace se sentó en el lado que estaba a mi lado. ¿El lado bueno? Al menos, con tres personas en el sofá, me vi obligada a sentarme más cerca de él de lo que lo habría hecho si estuviéramos los dos solos. Nos decidimos por la película de Pete Davidson, y todos parecían estar interesados en ella. Estaba ambientada en Staten Island, Nueva York. Me encantaba cualquier película ambientada en Nueva York o sus alrededores. Uno de mis sueños había sido vivir allí, aunque solo fuera durante un par de años para experimentar algo que fuera el polo opuesto a Florida. En un momento de la película, Jace se levantó y recogió el cuenco vacío de Linnea, apilándolo sobre el suyo. Me tendió la mano y le entregué también mi cuenco. A veces era así de considerado. Sin embargo, Jace no se molestó en recoger el cuenco de Nathan, que estaba en el suelo junto a los pies de mi hermano. Jace volvió con dos botellas de cerveza en la mano y le dio una a Linnea. Esta vez, cuando se sentó, estaba mucho más cerca de mi lado que antes. De hecho, prácticamente podía sentir el calor que emanaba de su cuerpo. Los finos vellos rubios de mis piernas se erizaron. Si movía mi muslo solo unos centímetros en su dirección, mi pierna quedaría pegada a la suya.

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Entonces, media hora después, Jace estiró la pierna. Su rodilla pasó a rozar mi muslo. No me atreví a moverme. En su lugar, disfruté de la sensación de su rodilla a través de la tela de sus vaqueros. Estaba bien, me dije, ya que era él quien se había movido en mi dirección. Desde donde estaba sentada al otro lado, no estaba segura de sí Linnea se había dado cuenta de que mi pierna estaba tocando la de Jace. ¿Fue una coincidencia que reposicionara su cuerpo para estar más cerca de él? Tal vez era más tonta de lo que creía, porque en cuanto hizo eso, hice lo mismo: me acerqué un poco más para que una parte más de mi pierna presionara la suya. Si antes no se había dado cuenta de que nuestras piernas se tocaban, era imposible que no lo supiera ahora. Sin embargo, no se apartó. El hecho de que se quedara quieto probablemente no significaba nada. Pero, aun así. Se quedó en la misma posición durante diez minutos. Tratar de averiguar lo que significaba probablemente me consumiría más tarde, pero por ahora, fingí ver la película, fingí que mi cuerpo no estaba en llamas. Cuando terminó la película, Jace agarró sus llaves. —¿Preparada para irnos? Linnea se estiró y bostezó. —Sí. —¿Vas a volver esta noche? —preguntó Nathan. —No, probablemente dormiré en su casa. Me tragué el nudo en la garganta. Linnea se despidió, pero Jace nunca hizo contacto visual conmigo antes de irse. Mi mente delirante procedió a crear una historia en la que él se sentía culpable por disfrutar del contacto de mi pierna. Supongo que debería haberme alegrado de que fuera a su casa. Lo último que quería era escuchar lo que ocurría en su habitación. Pero durante toda la noche, el recuerdo de la pierna de Jace apretada contra la mía siguió atormentándome. Y no podía dejar de pensar en lo que podría haber estado haciendo con Linnea. Ella podía acostarse con él, ser abrazada. A pesar de la atracción que sentía por Jace, si me dieran a elegir entre tener sexo con él una vez o simplemente ser abrazada toda la noche, no estaba segura de qué elegiría. Bien. El sexo probablemente ganaría. Me había acostado con dos personas en mi vida, pero ninguna era alguien que me importara de verdad. Quizá por eso nunca había fantaseado con ser abrazada por ninguno de ellos. La primera vez fue con mi pareja del baile de graduación en mi primer año de secundaria. Fue una experiencia miserable y dolorosa, y nunca volvimos a salir después de eso. La segunda

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persona con la que me acosté fue mi único novio serio, Jordan. Habíamos roto hace unos años cuando él consiguió una beca en una universidad de otro estado. No podía culparlo por irse, pero me había dolido igualmente. Volví a pensar en Jace, y di vueltas en la cama toda la noche, con el cuerpo todavía en llamas.

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3 Farrah La siguiente vez que me encontré con Jace fue unos días después. Todavía era de tarde, así que me sorprendió verlo en casa del trabajo. Tenía la cabeza entre las manos mientras miraba la mesa de la cocina. Algo está mal. —Hola —le dije. Alzó la vista, sus ojos cansados. —Hola. No podía recordar la última vez que pareció tan deprimido. Mi corazón se hundió. —¿Estás bien? Sacudió la cabeza. —No. Saqué una silla y me senté frente a él. —¿Qué ocurre? Jace dejó escapar un suspiro largo y exasperado que sentí en la piel desde el otro lado de la mesa. —Está relacionado con el trabajo. —Bueno, a veces hablar de ello ayuda. Se rio enojado. —Desafortunadamente, este no es un problema que se vaya a resolver hablando. —¿Por qué no?

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—Porque necesito cien mil dólares. ¿Podemos hablar para conseguir esa cantidad de dinero? Mi mandíbula cayó, pero me contuve y la cerré, tratando de no asustarlo aún más. —Probablemente no —dije. Jace se rio entre dientes. —Pero está bien, Jace. Pensemos en esto —hice una pausa—. Primero... trata de ser positivo. Sus ojos se ampliaron. —Oh, ¿sí? Entonces, si soy lo suficientemente positivo, ¿hará que el efectivo aparezca mágicamente? —Han sucedido cosas más locas —suspiré—. En serio… ¿qué está pasando? ¿Por qué necesitas esa cantidad de dinero? Rebotó las piernas con nerviosismo. —¿Recuerdas cuando ese tipo, James Moore, vino a buscar dinero que le debíamos? —Sí. —Bueno, aparentemente eso fue parte de un problema mayor del que recién me he dado cuenta. —¿Qué problema? —Supongo que a James se le debía ese dinero desde hace mucho más tiempo del que me hicieron creer. Mi padre ha dejado de pagar a varias de las personas que contrató para trabajar para Muldoon. —¿Por qué no les ha pagado? Pensé que a la empresa le estaba yendo bien. —Bueno, esa es la peor parte. Los negocios van bien. Pero aparentemente, papá tiene un problema de juego. Gastó dinero en las mesas que se suponía que debía pagarse a varios proveedores. Cerré mis ojos. —Mierda. —Esto no es para lo que me inscribí cuando acepté administrar la empresa mientras mi padre recibía tratamiento. No tengo idea de cómo se supone que debo rectificar esto. El viejo ni siquiera me dijo nada sobre esto. Un mano a mano habría estado bien. Ahora tengo un montón de tipos turbios en mi trasero por lo que hizo. —¿Hay alguna manera de explicar la situación a quienes se les debe dinero? ¿Quizás aceptar que les devuelvan el dinero con intereses a lo largo del tiempo?

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—No he llegado tan lejos. —Sacudió la cabeza—. Pero sé que hay mucha más gente enojada con mi padre y conmigo de lo que pensaba. Sin mencionar que una vez que se sepa que no le estamos pagando a la gente, nadie querrá trabajar para nosotros. Nunca seremos capaces de satisfacer la demanda sin nadie que haga el trabajo. Mi imaginación se volvió loca. ¿Alguien intentaría dañar a Jace si no podía conseguir el dinero? Traté de sacar eso de mi mente. —Lo siento. Sé que puede parecer inútil, pero las cosas tienen una forma de resolverse solas. Tienes que tener fe. Ahora que sabes esto, puedes encontrar una solución. —Fruncí el ceño—. Sé que los consejos no son muy específicos. Solo quiero hacerte sentir mejor. Su boca se extendió en una sonrisa renuente, y mi corazón dolió un poco. —No, tienes razón. —Se frotó las sienes—. Gracias por intentarlo. No es tu trabajo hacerme sentir mejor. Sin embargo, tenías razón. Digamos que, si alivió algo de la carga, incluso si no cambia nada. Entonces, gracias por escuchar. Asentí. —Has superado obstáculos antes. Aunque este pueda parecer irresoluble, también lo superarás. —Sonreí—. Después de todo, hablamos del mismo tipo que logró llevar a su equipo a la victoria en ese juego de ligas menores después de cinco derrotas consecutivas, el tipo que obtuvo la puntuación más alta en el final de Álgebra II después de un cinco en la prueba anterior. El tipo que aprendió solo el código Morse en un desafío... Sacudió la cabeza. —¿Cómo diablos te acuerdas de todo eso? Oh no. Esta sería la parte de nuestra conversación en la que admito mi historial como una conocedora secreta de Jace. —Yo... siempre los admiré a Nathan y a ti. Presté mucha atención, escuché todas las conversaciones en la mesa, observé y aprendí. Estabas demasiado ocupado siendo popular y pateando traseros en el fútbol para notar mi cara valiente en ese entonces. —Bueno... —Sonrió—. Recuerdo cierto rescate de gato en el patio trasero. Vaya. —No puedo creer que recuerdes eso. —Nathan y yo llegamos a casa y encontramos tu trasero colgando mientras tratabas de bajarlo. —Se rio entre dientes—. Eras dulce entonces,

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y todavía eres dulce ahora. Veo cómo compruebas a esa chica de al lado. Sigues siendo la chica amable que siempre fuiste. —Me miró a los ojos—. También te veo poniendo un rostro valiente todos los días, pero sé que tu vida no ha sido fácil. Te obligaron a crecer mucho más rápido de lo que debías. Esto era lo más sincero que jamás había sido Jace. Me encogí de hombros. —Tienes razón. No ha sido fácil. Pero tengo suerte. Al menos tengo a Nathan. —Él tiene suerte de tenerte. Hice una pausa, pero finalmente lo dije. —Y ahora te tengo a ti también. Me alegra que estés aquí. Después de varios segundos de silencio, dijo: —Yo también me alegro de estar aquí. Mi corazón se aceleró. —Hagas lo que hagas, nunca creas que es imposible conseguir ese dinero, Jace. He estado leyendo este libro. Habla del poder del pensamiento positivo. Incluso si parece una locura, debes hacerte creer que puedes rectificar esta situación. Eso ayudará a manifestarlo. Se rio entre dientes. —¿Manifestarlo? ¿Quieres que crea que un abracadabra resolverá este desastre que causó mi padre? —Te lo prometo, manifestar no es brujería ni nada. Es más como visualización. ¿Cuál es la alternativa? ¿Sentirse desesperanzado? La energía negativa obstaculizará las cosas. Tienes que imaginar un resultado positivo y realmente creerlo. Eso es lo que es manifestar. —¿Y qué es exactamente lo que has manifestado últimamente? — preguntó. Actualmente te estoy manifestando. Duro. —Estoy trabajando en algunas cosas. —¿Oh sí? ¿Como va eso? —Está… yendo. —Me sonrojé. Parecía que quería decir algo, pero permaneció en silencio. —Tengo otro recuerdo de ti, en realidad —me dijo finalmente—. Algo que nunca olvidaré. Sin embargo, no sé si recordarás este. Eras muy joven. Ladeé la cabeza.

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—¿Cuál? Se miró las manos. —Sabes que solía tener un problema de tartamudeo cuando era niño... —Lo recuerdo vagamente, sí. —Para cuando los conocí a Nathan y a ti, mis padres habían pagado por la terapia del habla, pero el tartamudeo aún salía cuando estaba nervioso o estresado. De todos modos... creo que tenía como catorce años. Nathan y yo nos metimos en problemas con tus padres por romper una de las ventanas. Fue mi culpa. Tiré la pelota de béisbol que rompió el cristal. —Su boca se curvó en una leve sonrisa—. Tu papá estaba tan enojado. Yo trataba de explicarme y no podía pronunciar las palabras sin tartamudear. Me asusté. Salí corriendo al patio en medio de la conversación y viniste detrás de mí. Debías tener como ocho años, pero eras muy perspicaz. De alguna manera sabías por qué había escapado. Me dijiste la cosa más linda. —¿Qué fue? —Dijiste: “No te preocupes. Porky es mi personaje favorito de los Looney Tunes”. Oh, Dios mío. —¿Porque él tartamudea? —Me reí—. No recuerdo haber dicho eso, pero todavía lo mantengo. Siempre fue mi favorito. Honestamente, eso probablemente se debió a su tartamudeo. Le dio carácter. —Lo que dijiste me calmó ese día. Volví adentro y les expliqué a tus padres. Seguía tartamudeando, pero lo superé. Nadie más parecía darse cuenta de por qué me había ido. —Jace esbozó una hermosa sonrisa—. De todos modos, cuando te miro a los ojos, todavía veo a esa dulce niña a veces. Aunque estás lejos de ser una niña. Me sentí caliente por todas partes, no estaba segura si era porque me había llamado dulce o porque había reconocido que había crecido. De repente se puso de pie y se acercó al gabinete de bocadillos, lo abrió y examinó la selección. Pasó una mano por su cabello oscuro antes de cerrar el armario. Luego se dio la vuelta y dijo: —De todos modos, gracias por la charla. —En cualquier momento. Estaba a punto de dirigirme a mi habitación cuando me detuvo. —¿Tienes planes para cenar? —No. —¿A qué hora regresa Nathan esta noche?

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—Dijo que no estará en casa hasta tarde. Tenía una entrevista de trabajo esta tarde y luego iba a ver a una chica que conoció en línea. Vive a unas dos horas de distancia. Es un viaje largo. Espero que valga la pena — resoplé. —Ah. Bien. Sin embargo, es bueno que esté saliendo. Comenzaba a preocuparme. —Jace se rascó la barbilla antes de agarrar sus llaves—. Estoy de humor para Checkers. ¿Quieres algo si voy y lo traigo? Mi estómago gruñó. —Eso suena bien. —Caminé hacia mi bolso en el mostrador—. Déjame buscar algo de dinero. Me tendió la mano. —No, no, no. Yo invito. —Tienes que conseguir cien mil dólares. No voy a dejar que cubras mi cena. —Viviré. Guardarlo. ¿Qué quieres? Abrí el menú en línea en mi teléfono. —Tomaré un sándwich de pollo Mother Cruncher y una Coca-Cola Light. —¿Eso es todo? ¿Sin papas fritas? —No. Solo robaré algunas de las tuyas. —Traeré para ti. —Guiñó—. Ya regreso. Me detuve junto a la ventana, mirándolo alejarse. No sabía qué hacer conmigo misma. Desde que se mudó, Jace y yo no habíamos cenado juntos sin Nathan. Me advertí que no debía emocionarme demasiado. Por lo que sabía, Jace llevaría su comida a su habitación y comería solo. No era como si me hubiera invitado a una cita. Simplemente me había preguntado si quería algo de un restaurante de comida rápida, ya que de todos modos iba allí. Era un día caluroso, así que mientras esperaba, me aventuré a mi habitación y me puse un bikini. Independientemente de si Jace quería acompañarme a cenar, decidí que comería en la mesa junto a la piscina después de nadar. Agarré una toalla y la coloqué en una de las tumbonas de nuestra zona de piscina con mosquitero. En serio, era la parte más hermosa de nuestra casa. Rodeada de palmeras que se movían con la brisa, era como estar al aire libre, menos los mosquitos o la lluvia cuando de repente había. Era lo mejor de ambos mundos: estar afuera, pero adentro. Me zambullí en la piscina y comencé a nadar, una de mis formas favoritas de gastar energía nerviosa. Debí perder la noción del tiempo porque cuando finalmente salí del agua, apartándome el cabello mojado de la cara,

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levanté la mirada y encontré a Jace de pie junto al borde de la piscina. ¿Cuánto tiempo me ha estado viendo nadar? —Oye. —Escurrí un poco de agua de mi cabello—. No me di cuenta de que habías vuelto. —Acabo de llegar. Subí la escalera. Curiosamente, me sentí un poco cohibida e inmediatamente me acerqué para envolverme con la toalla. Me gustaba tratar de lucir sexi con Jace, pero esta era mi primera vez en traje de baño. Y estar en bikini era básicamente como usar ropa interior. A pesar de lo atrevida que había sido con mi elección de ropa últimamente, me sorprendió descubrir que no era tan atrevida. Jace había puesto la comida en la mesa donde había planeado comer. Supongo que había decidido unirse a mí aquí. —Gracias de nuevo. Estoy famélica. Nadar siempre me da hambre. —Sí. Parece que te abrió el apetito. —Amo nadar. Esa piscina me vendió esta casa cuando Nathan y yo andábamos buscando. —Hace mucho calor hoy. Yo mismo podría entrar más tarde. Saqué mi silla. —Deberías. No te he visto nadar ni una vez desde que llegaste aquí. Jace y yo abrimos nuestros bocadillos y comenzamos a comer. Fui a la cocina para tomar kétchup extra, y cuando regresé, los ojos de Jace se abrieron como platos mientras me veía verter la sustancia roja sobre mi pila de papas fritas hasta cubrirlas por completo. —¿Quieres unas patatas fritas con esa salsa de tomate? —bromeó. —Lo pongo en todo. Me encanta el kétchup. —Puedo ver eso. Eché un vistazo a su hamburguesa. —¿Qué compraste? —Una hamburguesa con jalapeños. ¿Quieres una probada? —Por supuesto. —No iba a negarme a poner mi boca donde acababa de estar la suya. Además, se veía bien. Me incliné cuando él se inclinó sobre la mesa y me ofreció una probada. Uno de los jalapeños cayó sobre mi pecho cerca de donde la toalla estaba envuelta alrededor de la parte superior de mi bikini. No queriendo parecer glotona, solo di un pequeño bocado y mastiqué, lamiendo la comisura de mi boca.

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—Mmm... Está realmente buena. Jace observó mientras me quitaba el pimiento y me lo metía en la boca. Cuando mis ojos se encontraron con los suyos, rápidamente miró su hamburguesa antes de levantarse de su asiento. ¿Qué fue eso? —Voy por una cerveza —dijo—. ¿Quieres algo? —Yo también quiero una. Soltó una risita. —¿Es malo que tuve que pensar por un segundo si eres legal para beber? Se siente mal darte alcohol, por alguna razón. —¡Me dejaste en el maldito bar! ¿Cómo pudiste pensar eso? —Lo sé. Es una mierda. —Se echó a reír mientras caminaba de vuelta a la casa—. Vuelvo enseguida. Un minuto después, Jace regresó con dos botellas refrigeradas de Miller Lite. Abrió una y me la entregó. —Gracias. —Tomé un largo sorbo que se sintió genial al bajar. Terminamos el resto de la comida y, cuando acabé la cerveza, me sentía bastante achispada. Entre la suave brisa que soplaba el aroma de Jace en mi dirección y el zumbido, estaba en las nubes. Jace se encargó de limpiar nuestros envoltorios y servilletas y metió todo en la bolsa de papel. Cuando regresó a la cocina, preguntó: —¿Quieres otra cerveza? —Me encantaría. Cuando regresó, dejó la botella frente a mí y volvió a sentarse. Apoyó los pies en una silla vacía, echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos. Suspiró. —Esto es exactamente lo que necesitaba... relajarme en casa. Eso me hizo feliz. —Dale un descanso a tu cabeza esta noche. Siempre puedes preocuparte por el trabajo mañana. —Sí. Creo que voy a seguir tu consejo al respecto. Mientras sus ojos estaban cerrados, pude disfrutar mirando su perfil: su mandíbula fuerte y angular y su mentón ligeramente hendido, su nariz perfecta y labios besables, la forma en que el sol resaltaba un tono rojizo en

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su cabello de otro modo negro. Jace era aún más hermoso con el sol brillando sobre él. Finalmente cerré los ojos también, disfrutando de la brisa que compensaba un poco el calor. Mis ojos se abrieron de repente cuando escuché que su silla se deslizaba contra el cemento. —A la mierda. —Se levantó—. Vuelvo enseguida. Mi corazón se aceleró un poco. ¿Qué está haciendo? Unos minutos más tarde, Jace regresó en bañador. Eran azules con pequeñas anclas, un patrón náutico. No que estuviera mirando de cerca su mitad inferior ni nada. Acababa de comenzar a subir hasta su pecho cuando se sumergió en la piscina, su hermoso y duro cuerpo desapareció bajo el agua azul cielo. Salió y sacudió la cabeza para sacudir el agua de su cabello. —¿Vienes o qué? Mi piel se erizó. No lo había planeado, pero no pude resistir la invitación. —Por supuesto. —Me levanté de mi asiento y desenvolví la toalla. Jace vio mientras entraba a la piscina. Pero, ¿en qué estaba pensando? Me sumergí y nadé hacia él, sintiéndome más cómoda en mi traje de baño ahora que estaba sumergida. Mostró una sonrisa traviesa. —¿Quieres una carrera? Lo salpiqué. —¿Por qué? ¿Crees que puedes vencerme solo porque tus piernas son más largas? Arqueó una ceja. —Solo hay una forma de averiguarlo, ¿verdad? Durante los siguientes minutos, Jace y yo nadamos juntos de un extremo al otro de la piscina. A veces me ganaba en llegar al otro lado, y algunas veces, yo le ganaba. Finalmente, nos metimos en una pelea de agua. Lo siguiente que supe fue que me estaba persiguiendo, luego me levantó y me arrojó al agua. Lo hizo varias veces. Fue lo más divertido que había tenido en mucho tiempo. No me importaba nada en el mundo. Luego me levantó de nuevo y estaba segura de que me iba a tirar, como todas las otras veces. En cambio, simplemente me abrazó. Nuestros ojos se encontraron cuando mis piernas se envolvieron alrededor de su

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cintura. Iba a tener que dejarme caer, porque seguro que no me iba a bajar de él voluntariamente. Mientras continuaba abrazándome, el mundo pareció detenerse. Pude ver el reflejo de las palmeras en sus hermosos ojos luminiscentes por el sol. Luego esos ojos se posaron en mis labios. Podía ver su pecho subiendo y bajando. Tragó saliva. Mierda. Algo estaba pasando. Mi corazón latía a mil por hora. Y luego… —¿Qué están haciendo? Jace me dejó caer como una papa caliente ante el sonido de la voz de Nathan. Mi cuerpo golpeó el agua con un fuerte chapoteo. ¿Qué diablos está haciendo aquí? Mi voz era temblorosa mientras me limpiaba el agua de los ojos. —¿Qué… por qué estás en casa? Pensé que ibas conduciendo para encontrarte con esa chica. —Me canceló, así que volví después de la entrevista de trabajo. —Los ojos de Nathan viajaron entre Jace y yo. Parecía algo sospechoso. —Oh. —Exhalé, sacando un mechón de cabello de mi boca—. ¿Cómo... cómo estuvo la entrevista? —Estuvo bien. Sin embargo, es demasiado difícil saber si me devolverán la llamada. —Miró directamente a Jace—. Ustedes parecían divertirse. No me di cuenta que me estaba perdiendo una... fiesta en la piscina. Jace guardó silencio. Sentí la necesidad de intervenir. —Jace decidió hacer su debut en la piscina. Solo estábamos jugando. Nathan volvió a mirar entre nosotros. —Eso veo. Jace finalmente habló: —Bueno, hace mucho calor hoy. Así que… —Chicos, ¿les parece si preparo la cena? —preguntó finalmente. —De hecho, ya comimos —le dije—. Jace fue a Checkers. Nathan se volvió hacia su amigo. —¿Desde cuándo cenas tan temprano? Jace se aclaró la garganta. —Estaba hambriento.

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—No pensamos que ibas a estar en casa —le dije—. De lo contrario, habríamos esperado. —Supongo que lo entiendo. Jace salió del agua y se secó. Luego se acostó en una de las tumbonas, mostrando su hermoso cuerpo bronceado en toda su gloria reluciente. Sus pies colgaban del extremo de la silla. Nathan chasqueó los dedos frente a mi cara. —Pregunté si recibí algo por correo. Tierra a Farrah. Jesús. Ni siquiera lo había escuchado la primera vez. —Oh. No. No llegó nada para ti hoy. —Mierda. Estoy esperando que venga una pieza para poder arreglar el inodoro en el baño principal. —Qué lástima —le dije, todavía con ganas de volver a mirar a Jace. —Supongo que será mejor que busque algo para cenar si no van a comer conmigo. Cuando Nathan desapareció en la casa, el alivio se apoderó de mí. En lugar de volver a ponerme la toalla, me acerqué a donde estaba Jace y me acosté en la silla junto a él. —¿Cómo lo llevas? —pregunté. Abrió los ojos y se volvió hacia mí. —Bien. ¿Tú? —Genial. —Sonreí. —Cuando estábamos nadando... —dijo—. Definitivamente me liberó la mente. Pero tan pronto como Nathan llegó a casa, toda la mierda en mi cabeza regresó de nuevo. —¿Nathan es un aguafiestas? —Me reí—. ¿Es eso lo que estás diciendo? Se rio. —Básicamente. Fue un buen escape mientras duró. —¿Vas a contarle a Nathan lo que está pasando en el trabajo? —Lo haré eventualmente. Pero no quiero que se preocupe. Tiene mucho en su plato ahora con la búsqueda de trabajo y todo. Entonces, si no te importa, no menciones lo que te dije sobre el dinero. Déjame decírselo yo mismo, ¿de acuerdo? Asentí. —De acuerdo. No hay problema. No lo haré.

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—Gracias. —Vas a... ¿ir con Linnea esta noche? Sacudió la cabeza. —Nah. Necesito un descanso. —Sí. Has pasado mucho tiempo con ella. Aunque, realmente no deberías necesitar un descanso de alguien tan pronto en una relación. —No es una relación —se apresuró a aclarar. —Algo me dice que ella no lo ve de esa manera. —Bueno, nunca le prometí nada. No guío a la gente. No puedo evitarlo si llega a una conclusión equivocada. —Si sales con alguien varias noches seguidas, sacarán ciertas conclusiones, ya sea que definas algo o no. Soy una chica. Sé cómo pensamos. —Gracias por el recordatorio de que eres una chica. Me reí. —Sabelotodo. —De todos modos... —suspiró—. Por eso me tomo una noche libre. Ya es demasiado. Y... no estoy preparado para eso. Giré mi cuerpo un poco más hacia él. —¿Puedo hacerte una pregunta personal? —Depende de la pregunta. —¿Crees que alguna vez estarás listo para una relación seria? ¿O simplemente te ves saliendo casualmente por el resto de tu vida, pasando de una chica a otra? Suspiró. —No puedo responder a eso. —¿Porque no estás seguro? —Porque nunca he querido estar con una sola mujer, sin embargo, siento que probablemente hay alguien ahí fuera que podría hacer que no quiera a nadie más. Simplemente no he encontrado a esa persona. Así que la respuesta depende de algo sobre lo que no tengo control. Y ahora estaba increíblemente celosa de una mujer perfecta y ficticia que algún día llegaría a tener a Jace solo para ella, alguien que podría hacer que nunca necesitara a nadie más. Probablemente se parecía a una Farrah Fawcett joven. —Supongo que es una respuesta justa.

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Dio vuelta a las cosas. —¿Qué tal tú? ¿Por qué no he tenido que golpear a ningún tipo que intente venir por aquí últimamente? —Bueno, te perdiste uno hace unos años. Me habría encantado que patearas su trasero. Su frente se arrugó. —¿Quién era? Suspiré. —Jordan Rhodes. Mi novio de la secundaria. Rompió conmigo cuando consiguió una beca de baloncesto para una universidad fuera del estado. No era como si hubiera esperado que se quedara aquí por mí. Pero me había hecho creer que intentaríamos que funcionara, y luego, justo antes de irse, lo terminó. —Te encadenó con falsas promesas hasta que llegó el momento de irse. —Exactamente. Jace hizo una mueca. —No es demasiado tarde, ¿sabes? —¿Para qué? —Para que le golpee el trasero. ¿Vuelve a casa en verano? Sonreí. —Te lo haré saber. —Sin embargo, en realidad muy pocas personas terminan con su novia o novio de la secundaria. ¿Te acuerdas de Grace? Grace. Puaj. ¿Cómo podría olvidar a la novia de Jace de la secundaria? Jace y Grace. Amordázame. Fue la enemiga número uno durante mucho tiempo, el foco de gran parte de mi angustia preadolescente. Cómo había querido ser Grace Wethers en ese entonces. —Sí. Sí la recuerdo. —Apuesto a que está aliviada de no haber terminado con mi trasero. Romper con ella fue lo mejor que hice en mi vida. Ahora está casada con un cirujano plástico. Acaba de tener un bebé. —¿Todo gracias a ti por romper con ella?

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—Básicamente. Estaba enamorada de mí y no habría sido la primera en terminar las cosas. Le hice a ella lo que ese idiota te hizo a ti: rompí con ella antes de irme a la universidad, porque no quería estar atado. Pero probablemente fue lo más cerca que he estado de amar a alguien. Los celos me recorrieron ante la mención de que casi amaba a alguien. —Y aun así la dejaste ir... —Sí. Yo la respetaba. Sabía que no iba a ser fiel en la universidad. Sin embargo, todo le salió bien al final. Tenía que respetar eso, suponía. —¿Y para ti? ¿No te arrepientes de eso? —Me preparé para su respuesta. —¿Por no estar con ella? No, en absoluto. No estaba destinado a ser. Yo, por mi parte, estaba agradecida de que Jace no estuviera casado con su novia de la secundaria en este momento, incluso si no tenía ninguna posibilidad en el infierno con él. Al menos todavía estaba en el mercado. Cerrando los ojos, disfruté de lo último del sol. Cuando los abrí unos minutos después, me sorprendió descubrir que los ojos de Jace no estaban cerrados, estaban sobre mí.

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4 Jace Nathan realmente necesitaba salir de casa y ganar algo de dinero, así que lo contraté para que me ayudara con la limpieza en uno de nuestros lugares de trabajo el sábado. Cuando fui a ver las cosas allí, dijo que aún no había comido, así que decidí ir a buscar el almuerzo y traerlo de vuelta. A medio camino del restaurante, me di cuenta que había dejado mi billetera en casa. Por lo que no tuve más remedio que pasarme para buscarla. Cuando abrí la puerta, Farrah estaba sentada en el suelo de la sala con las piernas cruzadas. Llevaba pantalones de yoga ajustados y un sujetador deportivo morado. El piercing de su ombligo brillaba contra su estómago apretado. Traté de sacar de mi mente esa “cosa” que había pasado entre nosotros en la piscina hace unos días. Sin embargo, ¿encontrarla así? No ayudaba. Se levantó de su colchoneta de ejercicios. —Pensé que te habías ido para ir a ver cómo iba Nathan. —Sí. Fui a buscarle el almuerzo y me di cuenta que olvidé mi billetera. La buscaré y volveré a salir. —Mantuve mi vista arriba. Mis ojos querían desesperadamente explorar los suaves montículos que sobresalían de su sostén, incluso si eso estaba mal. Se pasó la mano por el cabello. —Ah. Sonaba música suave desde la televisión, donde pude ver el menú de su DVD de yoga. Había dos velas encendidas en la repisa de la chimenea a cada lado del televisor. —¿Esto es lo que haces cuando no estamos en casa? ¿Convertir este lugar en tu propio pequeño reino Zen?

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—Algunas veces. —Sus ojos brillaron—. Ustedes probablemente vean pornografía cuando tienen la casa para ustedes solos. Yo hago yoga para aliviar el estrés. No voy a tocar ese comentario. Aclarándome la garganta, dije: —¿Realmente funciona? ¿Yoga? ¿Para calmarte? —Sí. Quiero decir, no se trata solo de reducir el estrés. Se supone que este tipo en particular activa la energía espiritual en la base de tu columna vertebral. Está diseñado para ayudarte a deshacerte de tu ego. Se llama cunnilingus yoga. ¿Qué es lo que acaba de decir? —¿Qué dijiste? —Cunnilingus yoga —repitió. Qué carajo. —Estoy bastante seguro de que no se llama así, Farrah. Sus ojos se agrandaron. —¿Que acabo de decir? —Dijiste cunnilingus yoga. Buscó la cubierta del DVD del sofá y negó con la cabeza. —¡Kundalini! —Su cara se puso roja como un tomate—. ¡Kundalini! No quise decir cunnilingus. No sé de dónde vino eso. —Fue un desliz de lengua. —Mierda. —Soltó una carcajada. —Aunque tengo que decir que el cunnilingus yoga sería muy interesante. —Está bien, necesitaba parar. Esta era la hermana pequeña de mi mejor amigo, y me iría al infierno por esa insinuación. Ella se secó la frente. —Oh, hombre. —De todos modos, será mejor que busque mi billetera. —¿Quieres... intentarlo conmigo? ¿Intentarlo? ¿Cunnilingus? —Uh... ¿yoga? —le pregunté estúpidamente. Ella sonrió tímidamente. —Sí. —Lo haría... pero Nathan espera que recoja el almuerzo.

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—Apuesto a que te ayudaría con todo el estrés por el que estás pasando. Inténtalo durante cinco minutos. Mira si te gusta. Miré las velas y luego a ella. ¿Estoy loco por probar esto? —Qué demonios. Cinco minutos no me matarán. El rostro de Farrah se iluminó. —Tírate al suelo. Siéntate detrás de mí para que puedas ver lo que hago. Cruza tus piernas. Respira profundo y escucha las instrucciones. Debo haber estado enfermo, porque cuando exigió que me tirara al suelo, seguí pensando nada más que cosas sucias. Una visión de quitarle los pantalones de yoga y bajar sobre ella pasó por mi mente. Cunnilingus yoga. Estamos hablando de Farrah. Termínalo. Sentándome, crucé las piernas como me indicó el chico del DVD. Farrah se dio la vuelta para ver cómo estaba, mostrando su hermosa sonrisa. Era naturalmente hermosa. No tenía ni una gota de maquillaje y ciertamente no lo necesitaba. Y me alegré de que no usara nada, porque prefería poder ver cómo su suave piel cambiaba de color cuando se avergonzaba. Eso pasaba seguido. Especialmente a mi alrededor. Definitivamente tenía un efecto en ella, y estaría mintiendo si dijera que no me llegaba un poco. Pero me lo llevaría a la tumba. Vi el video, siguiendo el ejemplo de Farrah por lo que sabía que tenía que ser más que mi asignación de cinco minutos. Ella tenía razón. Mientras inclinaba mi cuerpo hacia adelante en la postura del niño, me di cuenta de que esto me calmaba. La paz de corta duración terminó en el momento en que el chico de la televisión nos indicó que nos pusiéramos en una pose llamada triángulo. Fue entonces cuando me metí en problemas. Farrah se inclinó frente a mí, proporcionando una vista clara de su trasero pegado a mi cara. Sus pantalones eran tan ajustados que casi parecía que no llevaba nada, y pude distinguir fácilmente el contorno de su trasero. Cristo. Gracias a Dios estaba detrás de ella, porque resultó que no tenía control sobre la reacción de mi cuerpo. Estaba tan malditamente relajado justo antes de esto, no había subido la guardia, y mi pene se movió para estar completamente erecto antes de que tuviera la oportunidad de tranquilizarlo. Necesitaba largarme de aquí antes de que ella se diera la vuelta. Ya era bastante malo que acababa de ponerme duro por la hermana de Nathan, pero estaba seguro de que no iba a dejarla notarlo. Corrí hacia la cocina.

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Ella me llamó. —¿Estás bien? —Sí. Supongo que el yoga realmente te obliga a relajarte —grité desde el pasillo. Una vez en el baño, cerré la puerta detrás de mí. Salpicándome un poco de agua en la cara, me miré en el espejo. ¿Qué te pasa? Seguí esperando a que mi rigidez bajara, pero no lo hizo. No había forma de que pudiera volver así. Mi teléfono sonó. Era un mensaje de Nathan. Nathan: ¿Dónde diablos estás? Sintiéndome como una absoluta mierda, escribí. Jace: Atrapado en un poco de tráfico. Perdón. Me miré y decidí que, a menos que hiciera algo al respecto, estaría atrapado en el baño por el resto del día. Desabrochándome los jeans, saqué mi polla hinchada. Colocándome sobre el inodoro, pensé en la imagen que me había traído hasta aquí, Farrah inclinada frente a mí, y me tomó diez segundos correrme. Mi orgasmo pudo haber sido rápido, pero fue intenso. Aparentemente, necesitaba echar un polvo. Mientras tanto, Farrah probablemente pensó que yo tenía diarrea inducida por el yoga. Tiré del inodoro y me lavé las manos, destruyendo toda evidencia de mi transgresión antes de regresar. Con la cabeza todavía metida en el culo, casi olvido la razón por la que llegué a casa en primer lugar. Pero no. Deteniéndome en mi habitación, recogí mi billetera del escritorio antes de regresar a la sala de estar. Farrah levantó su pie detrás de su espalda mientras se estiraba. Cuando me vio, bajó la pierna. —¿Estás bien? —Sí. Será mejor que me ponga en marcha. —Fue agradable tener compañía mientras Deberíamos hacerlo de nuevo en algún momento.

duró.

—Sonrió—.

De ninguna maldita manera a menos que me vendes los ojos y me cortes la polla. Asentí. —Hasta luego. Para cuando regresé al lugar de trabajo para dejar el almuerzo de Nathan, había pasado más de una hora.

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—¿Qué demonios? ¿Fuiste a África a almorzar o algo así? Me encogí de hombros. —Perdón. ¿No habría sido interesante la verdad? Bueno, Nathan, fui a casa a buscar mi billetera y en su lugar decidí participar en el cunnilingus yoga con tu hermana. Luego me encerré en el baño y me masturbé. Aquí tienes tu sándwich. Disfruta. *** Al día siguiente, mi padre fue dado de alta del hospital después de su última ronda de quimioterapia. Decidí no molestarlo con cosas del trabajo mientras estaba hospitalizado, pero necesitaba hablar con él ahora que estaba en casa. Cuando llegué, mi madre hacía unos recados, así que estaba feliz de tener tiempo a solas con él. Era nuestra primera oportunidad de hablar realmente desde el día en que supe la verdadera razón detrás de los problemas financieros de la empresa. Caminando por la habitación de mi padre, respiré hondo y le dije exactamente lo que pensaba sobre lo que había hecho. Luego lo repasé de nuevo, solo para sacarlo todo de mi pecho. Cuando finalmente tomé aire, parecía un poco conmocionado. —Lamento mucho haberte decepcionado, hijo. Lamento no haber sido una persona más fuerte. Y lamento haber puesto en peligro a la empresa. Mientras trataba de no gritar, no pude evitar la dureza de mi tono. —No es tanto el juego como el hecho de que me ocultaste esto. Me dejaste desarraigar mi vida para venir aquí a ayudarte. No sabía que me estaba metiendo en un lío. —Tiré de mi cabello—. ¿Cómo diablos se supone que vamos a conseguir ese dinero? —Tenemos opciones. Tenemos la casa. ¿La casa? —¿Mamá tiene que sufrir por tus recelos? No voy a dejar que vendas la casa de nuestra familia. Esa no es una opción. —Cuando le expliqué lo que había hecho, se molestó, pero aceptó mi disculpa. Dijo que estaría dispuesta a vender este lugar y reducir su tamaño. Suspiré. —Bueno, mantengamos eso como último recurso. Mañana tengo una cita en el banco para hablar sobre un préstamo comercial. Si nos aprueban, esa es la respuesta. Pero mi pregunta para ti es, ¿cómo sé que esto no

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volverá a suceder cuando estés lo suficientemente saludable como para salir de la casa? —Te lo prometo, buscaré terapia. Ni siquiera volveré a ocupar mi puesto hasta que esté seguro de que no haré más daño a la empresa. Sé que has sacrificado mucho para venir aquí. Y lamento mucho haberte arrastrado a esto. Era difícil enfadarse con él cuando parecía tan débil. —Desearía que me lo hubieras dicho para poder haberte ayudado. —Yo también, hijo. —Examinó mi rostro—. ¿Cómo estás? —¿Qué quieres decir con cómo estoy? ¿No es obvio? Estoy muy enojado. —No quise decir en términos de esta situación. Ya sé que estás molesto. Quiero decir en general. —No lo sé. —Me encogí de hombros—. Bien. Creo. —¿Sigues viviendo con Nathan? —Sí. Lo hago principalmente para ayudarlo, pero honestamente, es lo mejor por ahora. No quiero comprometerme con ninguna propiedad hasta que sepa si me quedaré. Después de este fiasco, podría conseguirme un boleto de ida y a la mierda todo. —Sabes que puedes hacer eso, ¿verdad? Nadie te obliga a quedarte aquí. Mi voz se elevó de nuevo. —¿Y qué? ¿Quién dirigirá la empresa mientras estás enfermo? ¿Quién estará aquí para mamá? No es que Kenny o Thomas vayan a tomar el relevo. Solo soy yo. Mis dos hermanos mayores, Kenny y Thomas, eran los hijos de mi padre de su matrimonio anterior. Eran diez y once años mayores que yo, y ambos se habían metido en problemas con las drogas a lo largo de los años. Ninguno de los dos había terminado la escuela, y la única vez que los veía era cuando trataban de sacarle dinero a mis padres. En su mayor parte, era hijo único. Había prometido no ser nada como ellos, así que siempre había sobresalido en la escuela y los deportes, y cuando salí de casa para ir a la universidad, prometí hacer algo por mí mismo, no ser una carga para mis padres. Antes de dejar Charlotte, había prosperado en mi puesto de administrador de propiedades. Era un trabajo en el que podría haber seguido creciendo. Pero mi tiempo allí terminó cuando traté de hacer lo correcto al regresar a casa para ayudar a papá. Ciertamente me había hecho dudar de esa decisión. —No deberías tener la responsabilidad exclusiva de sacarnos del lío que hice —dijo mi padre—. Podrías dejar que todo se derrumbe.

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Me conocía mejor que eso. —No podría vivir conmigo mismo. Sabes que puedes contar conmigo, y esa es probablemente parte de la razón por la que no fuiste más cuidadoso. A diferencia de algunas personas de esta familia, en realidad tengo conciencia. Resopló. —Muchas gracias, Jace. —Te lo mereces, viejo. —Negué con la cabeza—. Te amo, pero te lo mereces. Mi madre apareció en la puerta. —¡Ahí está mi hermoso hijo! —Hola mamá. —Me acerqué y la besé en la mejilla. Dejó una bolsa de papel sobre la mesita de noche de mi padre. —Te traje tu sopa favorita del bistró. Espero que te sientas lo suficientemente bien como para comerla. —Bueno, eso depende de si nuestro hijo decide perdonarme por sabotear mi propio negocio. —Que te perdone o no, no cambia el hecho de que necesitamos una salida de esto, papá. Lo último que quiero es una docena de vendedores enojados en mi trasero por su dinero. —Nadie irá por ti. ¿Es tan ingenuo? —¿Me estás tomando el pelo? James Moore ya fue a mi maldita casa buscando su dinero. Farrah abrió la puerta. Si le hubiera hecho algo, nunca hubiera podido perdonarme a mí mismo. —Mierda. —Mi padre cerró los ojos brevemente—. No pensé en eso. —¿Se encuentra bien? —me preguntó mi madre. —Sí. No le hizo nada, pero estaba enojado. Le dije que no volviera a abrir la puerta así nunca más. Mamá inclinó la cabeza. —¿Cómo está Farrah? —Está bien... dulce como siempre. —Y bastante atractiva —intervino mi padre. Giré mi cabeza hacia él. —¿Cómo diablos lo sabes, viejo sucio?

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—La vi en la tienda hace un par de meses. Apenas la reconocí con esas piernas largas. Mujer hermosa. Apreté los dientes. —Saca tu mente del desagüe. —No estoy muerto aún. Notar la belleza de una mujer no es un crimen. —Lo es cuando prácticamente es una niña —le dije. Eso se sintió un poco hipócrita viniendo de mí. Incluso antes de la escalada de estas últimas semanas incómodas, había revisado inapropiadamente a Farrah muchas veces, demasiadas para contar. Más preocupante, me encontraba inexplicablemente atraído por ella. La dulzura en sus ojos. La forma en que me miraba como si no pudiera hacer nada mal. La forma en que me hacía sentir. Tal vez estaba enojado conmigo mismo, no con mi papá, en lo que a Farrah se refería. —Dale mis saludos, ¿quieres? Está en una situación tan difícil —dijo mamá—. Tener que crecer sin sus padres. Me puse rígido por el dolor en mi pecho ante la mención de los padres de Farrah. —Ella realmente lo está haciendo bastante bien, considerando todo — comenté, aclarándome la garganta—. Es independiente y, en general, parece feliz. Es Nathan quien me preocupa. No estoy seguro de dónde estaría si no tuviera a su hermana cerca. El chico debe encontrar un nuevo trabajo. No ha tenido suerte. Planeaba ofrecerle un trabajo de tiempo completo con nosotros, pero eso fue antes de darme cuenta de que no teníamos el dinero para pagarle. —Miré a mi padre—. Lo mejor que pude hacer fue contratarlo ayer para que limpiara el antiguo centro comercial. Mamá me miró con simpatía. —Las cosas tienen una forma de resolverse solas. Puedo preguntar en la iglesia y ver si alguien sabe de algo que se esté abriendo para Nathan. —Eso sería genial. Sé que él lo apreciaría. —Es lo menos que puedo hacer. Nathan siempre fue como un hermano para ti. —Sí, especialmente porque los hermanos que tengo siempre están fuera de servicio. Levanté mis llaves de la mesa junto a la cama de mi padre. —De todos modos, tengo que irme. Se supone que iré a cenar con Nathan. No le he hablado de nuestra situación financiera, pero creo que lo haré esta noche. Necesita estar alerta en caso de que alguien intente ir a la casa y hacer un escándalo. He pospuesto contárselo lo suficiente. —Me volví hacia mi padre y negué con la cabeza.

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Mamá puso su mano en mi brazo. —Trata de ser amable con tu papá. Está enfermo. El estrés lo empeorará. —Tal vez si no fueras tan amable con él, no estaríamos en esta situación en primer lugar. Ella me abrazó. —Lo siento. Lo sé. Te amo. —Yo también te amo. —Miré a mi papá—. Te amo, viejo. Cuídate. Voy a sacarnos de este lío. Pero si alguna vez vuelvo a oír que gastaste dinero, estarás solo. ¿Comprendes? Mi padre asintió, su voz frágil. —Entiendo, hijo. *** Nathan y yo habíamos planeado encontrarnos en la casa para cenar. Paré en un lugar mexicano para llevar algo de regreso de la casa de mis padres. Farrah aparentemente había salido con sus amigos, así que estaríamos solos nosotros dos. Nathan me esperaba en la cocina cuando regresé. Dejé caer la bolsa de nachos en la encimera. —Perdona que haya tardado tanto. La fila salía por la puerta. —No hay problema, hombre. —Nathan abrió la otra bolsa y comenzó a sacar el contenido, examinando la escritura en los burritos para determinar cuál era el suyo—. ¿Cómo está tu papá? —¿Mejor? Parece estar estable. Es todo lo demás lo que está jodido. Dejó de jugar con la comida. —¿Todo lo demás? ¿Qué está pasando? —Hay algo que no te he dicho —admití. Sus ojos se entrecerraron. —¿Todo bien? —Llevemos nuestra comida a la mesa. Lo hicimos, y pasé los siguientes minutos contándole sobre la situación en la que mi padre había metido a Muldoon Construction. Sacudió la cabeza. —Dios, siempre pensé que Phil tenía una mejor cabeza sobre sus hombros que eso. Supongo que la adicción a veces les supera. Quiero decir, mira a tus hermanos.

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—Sí. —Apreté los dientes—. Todos los hombres de mi familia tienen problemas, aparentemente. —¿Entonces que vas a hacer? —Me dirijo al banco mañana para ver si calificamos para un préstamo. Solo quiero devolverles el dinero a estos tipos y ocuparme del resto después. Asintió. —Bueno, me gustaría poder ayudar, pero como sabemos, ahora mismo soy un hijo de puta arruinado. —Hay una forma en que puedes ayudar. —¿Cómo? —Puedes estar atento. —Me preparé—. Uno de los tipos a los que les debemos dinero pasó por la casa el otro día buscándome. Farrah abrió la puerta. Su rostro se puso rojo. —Eso no es bueno. Exhalé. —Lo sé. Le dije que nunca abriera la puerta si uno de nosotros no estaba en casa. Sabía que nada significaba más para Nathan que su hermana. Ella era la única familia que tenía. —Necesito decirle a Farrah lo que está pasando con tu papá —dijo. —Ya lo hice. Sus ojos se agrandaron. —¿Lo hiciste? ¿Cuándo? —El otro día, cuando cenamos juntos. Entró en la cocina y me vio en mi punto más bajo. Fue justo después que me enteré. Me preguntó qué pasaba, así que se lo dije. —Espera... ¿le dijiste a Farrah ese día, y recién ahora me estoy enterando? Mierda. —No es que te lo estuviera ocultando. Simplemente no quería molestarte. Parecías estar de un humor extraño ese día. Así que opté por esperar. Levantó la voz. —Tal vez estaba de un humor extraño porque llegué a casa y te encontré sobre mi hermana.

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¡Vaya! ¿Qué carajo? Fingí conmoción. Tenía que hacerlo. —¿De qué hablas? —Las cosas parecían un poco comprometedoras cuando los encontré a los dos en la piscina. Tus manos estaban sobre ella. Estaba prácticamente desnuda. Mi pulso se aceleró. —No sé qué pensaste que era, pero estábamos jugando. Pasaron varios momentos de silencio. Era muy incómodo y odié cada segundo. Entonces Nathan retrocedió y se encogió de hombros. —Bien. Si tú lo dices. Hice lo mejor que pude para hacerme creer lo que dije a continuación. —No pasa nada allí, Nathan. Amo a Farrah... como a una hermana. Ella me ayudó a dejar de pensar en todo ese día. Nos estábamos divirtiendo, como un par de niños en la piscina. Es todo. ¿Entiendes? Me miró durante unos segundos. —Sí. Reconocí la mirada en sus ojos como una de cautelosa confianza, lo que significaba que tenía que tener cuidado de ahora en adelante. —Bien —dije. El silencio que siguió mientras terminamos de cenar me dijo que Nathan todavía estaba pensando en eso. Eso apestaba. Me sentí como una mierda. Y estaba sudando. Porque en el fondo, sabía que lo que había estado pasando con Farrah últimamente no era inocente.

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5 Farrah Mi turno en el bufete de abogados era de siete de la mañana a tres de la tarde. Era un trabajo cómodo y lo que algunas personas podrían llamar pérdida de tiempo. No llegaría a ningún lado en la vida archivando cosas y escribiendo correspondencia. Pero pagaba decentemente, y no les importaba si tenía un título universitario, lo que hacía que fuera difícil renunciar. Llevaba trabajando allí la mayor parte de un año. El horario era estupendo porque nunca había tráfico a las tres de la tarde. Una de las primeras cosas que hice cuando llegué a casa de la oficina fue revisar a la chica de al lado. La madre de Nora la dejaba sola después de la escuela. Siempre me sentí mal por ella porque podía relacionarme; sabía muy bien lo que era volver a una casa vacía cuando necesitabas un abrazo o a alguien con quien hablar. Su madre me había dado una llave para que la usara así Nora nunca tendría que abrir la puerta, y evitaría que lo hiciera inadvertidamente a la persona equivocada. (Como hice yo el otro día). Nora estaba haciendo su tarea cuando llegué. Dejó su lápiz cuando me vio. —Hola, ¿qué tal? —No mucho. Solo comprobándote. —Todavía estoy viva. —Lo sé. Pensé que vería si necesitabas algo. —Entradas para Shawn Mendes —dijo. Eso me hizo reír. —Quise decir algo para comer. ¿Pero vendrá a la ciudad? —Sí. Quiero verlo. Estoy desesperada. Me senté en la mesa junto a ella.

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—¿Tu mamá te comprará boletos? —Dice que no tiene dinero. —Tal vez pueda preguntar y ver si puedo encontrar boletos accesibles. Para mi sorpresa, comenzó a llorar. —Oh, Dios mío. Eso sería increíble. Casi había olvidado lo que era ser una chica enamorada. Oh, espera. Ella sollozó. —Olvidé decirte que te vi en la piscina el otro día con Jace. Hablando de enamorados... —Escuché salpicaduras, miré por la ventana y pude verte. Asentí. —Sí... Jace y yo estábamos nadando. —¿Te gusta? No supe cómo responder. —Sabes que Jace es como un hermano mayor para mí, ¿verdad? Es el mejor amigo de Nathan… Pero… —dudé. ¿De verdad pienso en contarle a una chica de once años mi secreto más sucio?—. Entre tú y yo, estoy flechada de él. Sus ojos se ampliaron. —Es guapo. —Sí. Lo es. —Sin embargo, no es tan lindo como Shawn. ¿Crees que le gustas? —Sabes… antes del otro día, te habría dicho que no. Pero me dio esa vibra cuando salimos. Entonces, digámoslo de esta manera... Si le gusto, no creo que quiera que le guste. Es un poco deprimente porque no creo que nada pueda suceder entre nosotros. De acuerdo, definitivamente fue demasiado para contárselo a una niña. Ella suspiró. —Eso es como Shawn y yo. Lo amo, pero nunca puede pasar nada porque es una gran estrella. Al menos Jace sabe que existes. —Supongo que eso podría ser un consuelo. —Me reí antes de volverme paranoica—. Por favor, nunca le menciones a nadie lo que te acabo de decir, ¿de acuerdo? Es un secreto. —No diré nada.

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—De acuerdo. Elijo confiar en ti. —Sonreí. Volvió a escribir en su hoja antes de volverse hacia mí. —¿Por qué vienes a verme todo el tiempo? Encogiéndome de hombros, suspiré. —Creo que puedo relacionarme con la sensación de estar sola. Sé que me gusta cuando la gente me visita, así que pensé que haría lo mismo por ti. —Lamento que tu mamá no esté aquí. Quiero decir, lamento que haya muerto. Tu papá también. Una tristeza momentánea se apoderó de mí. —Gracias. —Fue un accidente, ¿verdad? Mi madre me dijo. —Sí. Algo así. Aunque realmente no me gusta hablar de eso, ¿de acuerdo? Su boca se torció. —Bien. Yo tampoco querría hablar de eso. Después de un rato de silencio, le pregunté: —¿Estás segura de que no quieres nada? Podría hacerte un sándwich. —No. Tengo una Coca-Cola en el refrigerador y un poco de caramelos de gomitas. Estoy bien. —Bueno, puede que estés bien, pero tus dientes pueden pensar lo contrario. —Tengo una caries. Levanté una ceja. —No dices... Estuve dando vueltas durante unos quince minutos antes de prepararme para volver a casa. —Está bien, bueno, si me necesitas, tienes mi número. Solo llámame y puedo estar en treinta segundos. —Literalmente treinta segundos. ¿Cuán genial es? —Se echó a reír. —Sí. Literalmente. —¡Buena suerte con Jace! —gritó mientras me dirigía hacia la puerta. Dándome la vuelta, coloqué mi dedo índice sobre mi boca. —Sh... Recuerda lo que dije. Olvida que te dije sobre eso. —Lo siento —susurró.

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Debía examinarme la cabeza por contarle a una niña lo que sentía por Jace. Cuando regresé a casa, irónicamente, la camioneta de Jace estaba en el camino de entrada. Al igual que el otro día, cuando estábamos en la piscina, llegaba temprano a casa del trabajo. Una oleada de emoción me golpeó, hasta que entré a la casa y vi un par de zapatos de mujer debajo de la pequeña mesa en el vestíbulo. Escuché una risa ahogada proveniente de la habitación de Jace en el otro extremo del pasillo. Mis mejillas ardieron. ¿Trajo a una chica a casa a la mitad del día? Nunca lo había hecho antes. No solo estaba extremadamente celosa, sino que me sentía como una completa idiota. Desde nuestra excursión en la piscina y nuestra breve sesión de yoga, estaba muy emocionada por la próxima oportunidad de estar a solas con él. Me convencí de que tal vez había sentido algo cuando me sostuvo en sus brazos durante esos breves momentos. Dios, soy tan tonta. De ninguna manera podría quedarme en la casa esta tarde. Y él sabía que llegaba a casa del trabajo a esa hora, así que ni siquiera tuvo la decencia de traerla aquí cuando la casa estaría vacía. ¿Por qué diablos no estaba trabajando, de todos modos? Encontré mis llaves y regresé a mi auto de mierda. Esto me enojó porque trataba de ahorrar gasolina, y ahora tendría que conducir a algún lado solo para salir de aquí. Encendí el motor, o lo intenté, al menos. Mi auto de mierda tenía otras ideas. No encendió. Seguí intentándolo, sin éxito. Para empeorar las cosas, mi auto estaba justo afuera de la ventana del dormitorio de Jace. Entonces supe que podía oírme intentando ponerlo en marcha. ¿Ahora qué? Jace estaba adentro, probablemente follando con alguna chica, y yo estaba atrapada en la casa a menos que quisiera caminar a algún lado. Supuse que podría volver a casa de Nora... Justo cuando tuve ese pensamiento, Jace salió de la casa. Su cabello estaba revuelto, y se veía malditamente sexi con su camiseta blanca ajustada y jeans rotos. Quería gritar. Me mortificaba haberlo hecho salir. Pasó la mano por su melena oscura. —Esa cosa se dañó otra vez, ¿eh? ¿No acabas de recogerlo del taller de Rusty? Salí del auto y cerré la puerta.

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—Sí. Yo, eh, necesito ponerme en marcha, pero no parece que eso vaya a suceder. —No se lo lleves más a ese pervertido. Lo echaré un vistazo esta noche. —Sí. Bueno, no quiero molestarte. Claramente estás ocupado hoy. Sé que tienes una amiga. Vi sus zapatos —resoplé—. Pies grandes. —Jesús, Farrah. ¿Puedes estar más obviamente molesta? No reconoció mi comentario. —Como dije, le echaré un vistazo esta noche. El sol brillaba en sus hermosos ojos, haciéndolos brillar. Me quedé mirando mis zapatos. —Gracias. —¿Dónde necesitas estar ahora mismo? —Yo, eh, iba a encontrarme con un amigo en la plaza calle abajo para tomar un café —mentí. —¿Necesitas que te lleve? Levanté la mirada. —¿Cómo vas a llevarme cuando tienes a alguien en tu habitación? —Le diré que vuelvo enseguida. Concluí que interrumpir la follada vespertina de Jace no era lo peor del mundo. Me encogí de hombros. —Por supuesto. Un paseo sería genial. —De acuerdo. —Regresó hacia la puerta—. Espera. Mientras esperaba en la acera, me di cuenta de que era una idea estúpida. Pero eso me pasaba por fingir que tenía un lugar importante en el que estar. No me atreví a seguirlo de regreso a la casa. Verla me enfadaría más. Jace reapareció e hizo clic para desbloquear su camioneta. Me subí. —Entonces, ¿con quién te vas a reunir? —me preguntó mientras se abrochaba el cinturón de seguridad. Yo también me aseguré. —Algún chico. —¿De dónde vino eso? Frunció el ceño. —¿Quién? —Solo alguien que conocí en línea. Sus ojos se entrecerraron.

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—¿No tiene nombre? —Es... Sheridan. —¿Sheridan? ¿No podrías haber encontrado un nombre más común? —Hagas lo que hagas, no te subas a su auto. No conoces a este tipo. —Soy una niña grande. No te preocupes. —No estaré preocupado mientras te quedes en la cafetería. No te subas a ningún auto con extraños. ¿Me escuchas? Me sentí culpable de que su genuina preocupación fuera en vano. Pero ahora no tenía más remedio que continuar con esta farsa. —Jace, no te preocupes. Si siento una vibra extraña, no lo haré. Pisó el freno y se detuvo en medio de la carretera. —Está bien, no estoy seguro de cómo explicarme. No me importa qué tipo de vibra te dé. No te subas a su puto auto. —Su rostro se puso rojo mientras despegaba lentamente de nuevo. Odiaba amar a Jace enojado. Odiaba que estuviera enojado sin ninguna razón, porque no había ningún chico. Pero, sobre todo, odiaba que él fuera a descargar su enojo con esa chica en su habitación, y no conmigo. Solo podía imaginar lo increíble que se sentiría ser follada enojada por este hombre. No pude evitarlo. —¿Quién es la chica de la casa? Después de unos segundos sin nada, decidió agraciarme con una respuesta. —Su nombre es Alyssa. —Ah. ¿Una nueva? —Miré por la ventana, con ganas de sacarme los ojos. —Creo. —Entonces, ¿te cansaste de Linnea y pasaste a... Alyssa? Sus ojos se movieron rápidamente. —Parece que estás siendo un poco juiciosa. —No. Aunque casi me siento mal por ellas. Sabes... puedo ponerme fácilmente en sus zapatos. A Linnea le gustabas mucho. Me di cuenta. Y estoy segura de que a esta chica también. Sin embargo, la dejaste en tu habitación para traerme. Debe estar enojada. Se enojará aún más cuando dejes de llamarla eventualmente porque conociste a otra persona. —Vaya. Bueno. Así que es así. —Sacudió la cabeza—. ¿Por qué no dices lo que quieres decir y me llamas cretino?

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—Perdón. Estoy... de mal humor... por mi auto. —Dime, Farrah, ¿qué se supone que debo hacer en este momento de mi vida? ¿No salir con nadie? ¿Cómo puedes saber si haces clic con alguien a menos que lo intentes? Estoy haciendo lo que se supone que debo hacer a mi edad. No le hago promesas a nadie, y no necesito que me juzgues por una mierda que no es de tu incumbencia. Ah. Fui demasiado lejos. —No quise sonar como si pensara que eres un cretino. Solo creo que… —Qué soy un cretino. —Se rio entre dientes. Suspiré. Había dejado que mis celos se salieran de control. ¿La peor parte? Mis emociones estaban saliendo a la superficie. Estaba a punto de admitir algo de lo que me arrepentiría. —No. No creo que seas un cretino. Tienes todo el derecho a vivir tu vida. Has sido un amigo increíble para mi hermano y para mí. No estás haciendo nada malo. Soy yo. Realmente desearía que no me importara nada de esto. Si estoy actuando raro, es porque... Oh, no. No, no, no. ¿Qué diablos estaba a punto de admitir? Necesitaba cerrarme la boca con cinta adhesiva porque aparentemente no tenía control sobre eso en este momento. Apretó la mandíbula. —¿Que ibas a decir? —Nada. —Mi corazón latía con fuerza—. No importa. —Dime —instó. —Por favor, déjalo, ¿de acuerdo? —susurré. Lo hizo. No dijo nada más y me sentí agradecida. La tensión llenó el aire durante el resto del viaje. Jace finalmente puso algo de música como amortiguador, pero al menos desde mi perspectiva, no ayudó. En absoluto, porque la canción que sonó, “Drive” de Halsey, era sobre una chica que está enamorada de alguien y no sabe cómo decírselo. Mientras conducen juntos, esconde sus sentimientos, que la devoran por dentro. Genial. Seguro que el universo sabía cómo jugar. Jace finalmente se detuvo en el centro comercial donde estaba ubicado el café. Estacionó la camioneta y se volvió hacia mí. —Ten cuidado.

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—Está bien —dije, saliendo lo más rápido posible. Jace esperó a que entrara al café antes de irse. Una vez dentro, pedí un café y me senté sola en mi mesa, pensando en el hecho de que casi había confesado lo que sentía por él. Estaba bastante segura de que mis sentimientos no le habrían sorprendido, porque, ¿por qué otra razón habría arremetido así? Lo había tratado injustamente por hacer algo que los hombres hacen todos los días. Aproximadamente una hora después de estar rumiando en el café, mi teléfono sonó. Jace: ¿Estás bien? Mi corazón se aceleró mientras escribía. Farrah: Sí. Los puntos bailaron mientras respondía. Jace: ¿Cómo regresas a casa? Kellianne me había enviado un mensaje de texto unos minutos antes que Jace. Así que tenía un paseo. Dije la verdad. Farrah: Kellianne me recogerá aquí. Vamos a cenar y luego a The Iguana para Pour Your Heart Out. Jace: ¿Qué pasó con el chico que conociste? Agh. Odiaba mentir. Farrah: Un fracaso. Después de aproximadamente un minuto, respondió. Jace: Mantente a salvo esta noche. Farrah: Tú también. Mi cabeza dio vueltas. Necesitaba tener una vida, necesitaba dejar atrás estos sentimientos por un hombre que no podía devolverlos. Sintiéndome un poco fuera de control, sabía que tenía que hacer algo esta noche para gastar toda esta energía, y rápido. Necesitaba una distracción.

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6 Jace Nathan entró temprano esa noche y pareció sorprenderse al ver que tenía una invitada. —Oh, hola. No estaba seguro de si estarías en casa —dijo. —Sí. Solo estábamos pasando el rato. Que Nathan llegara a casa y me atrapara con Alyssa era exactamente lo que había pretendido, y la única razón por la que la había traído aquí esta tarde. Después de me acosara que el otro día por mi tiempo en la piscina con Farrah, necesitaba distraerlo. Quería que tanto Nathan como Farrah me vieran con ella. Sabía que Nathan había conseguido un trabajo de un día ayudando a un amigo a pintar una propiedad alquilada, así que me había asegurado de que Alyssa y yo siguiéramos en la casa cuando él volviera. El humor con Alyssa se arruinó definitivamente después que me fuera para llevar a Farrah a la cafetería. Cambió de actitud después de mi regreso. Al parecer, había mirado por la ventana de mi habitación y había visto a Farrah. Me interrogó sobre si pasaba algo con mi “compañera de casa”. Hice todo lo posible por explicarle que Farrah era como una hermana para mí, pero al parecer no logré convencer a Alyssa de ello mejor que a mí mismo. No había podido quitarme a Farrah de la cabeza en toda la tarde. Mi respuesta a su encuentro con un tipo fue un poco exagerada. Pero me negué a analizar por qué me había sacado de quicio. Cualquier sentimiento extraño que había experimentado hacia ella últimamente tenía que desaparecer. Quiero decir, ¿qué demonios? ¿Por qué estaba de repente pensando en la hermana menor de Nathan todo el tiempo? No tenía sentido. Y tenía que parar. Después de presentarle a Nathan a Alyssa, los tres nos sentamos en la piscina y abrimos unas cervezas. Encendí un cigarrillo por primera vez en años y traté de relajarme. Probablemente necesitara algo mucho más fuerte que un cigarro.

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—¿Dónde está Farrah? —preguntó Nathan. Alyssa me miró de reojo mientras respondía. —Al parecer tenía una cita. Su auto se volvió a estropear, así que la llevé a la cafetería del centro comercial —resoplé y eché un poco de humo. Sus ojos se entrecerraron. —¿Una cita con quién? —Con un tipo. Se llama Sheridan. Dijo que lo conoció por internet. Le envié un mensaje después para asegurarme de que estuviera bien, y me dijo que era un fiasco. —¿Cómo volverá a casa? —Kellianne la iba a recoger. Le dije que no se subiera al auto de ese tipo. Espero que diga la verdad. Nathan se quedó mirando la piscina. —Será mejor que lo haga. —Creo que es lo suficientemente inteligente como para no hacer ninguna tontería. —Exhalé más humo, sintiéndome aliviado de que Nathan pareciera preocupado por este otro tipo. Alyssa saltó de repente de su silla. —¿Te importa si voy a nadar? —¿Tienes traje de baño? —pregunté. —No. Pero puedo ir en sujetador y ropa interior, si no te importa. Soplando anillos de humo, dije: —Lo que quieras. Alyssa se sacó el vestido por la cabeza y sus tetas rebotaron en el sujetador. A Nathan se le salieron los ojos de las órbitas al mirarla. Antes de que pudiera mirar demasiado, ella se lanzó a la piscina y empezó a nadar. La observamos hasta que Nathan interrumpió el silencio. —No quería preguntarte delante de Alyssa, pero, ¿cómo te fue en el banco? Una de las cosas que había conseguido hoy era alejar mi mente de los problemas del trabajo. —Parece prometedor que nos vayan a aprobar un préstamo. Solo tuvieron que hacer algunos informes y mirar un poco más de cerca nuestros números. El tipo con el que hablé dijo que debería saber algo en una semana. —Bien. Cruzaré los dedos por ti.

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—Gracias. Volvió a mirar a Alyssa, que seguía nadando de un extremo a otro de la piscina. —¿Qué pasa con esta rubia tan sexi? Es un bombón. Me encogí de hombros. —Aplicación de citas. Es nueva. Demasiado pronto para decir algo. Se rio. —¿Linnea está totalmente fuera de tu vida? —Sí. No funcionó. —¿Por qué no? —Ella... quería más de lo que podía darle en este momento. —Bueno, siéntete libre de pasármelas cuando termines, especialmente esta. —Sonrió desde detrás de su botella de cerveza—. Es broma. Sé que nuestra regla sigue en pie. Se refería a nuestro acuerdo de no tocar nunca las “sobras” del otro. Solo una vez Nathan y yo nos habíamos enfadado de verdad por una chica, y fue Kaylee Little en la secundaria. Casi perdimos nuestra amistad por eso. Supongo que las hormonas a esa edad hicieron que las cosas se volvieran más locas de lo que deberían. Nathan definitivamente no tenía la misma suerte que yo en el departamento femenino. Siempre comentaba que yo podía conseguir cualquier mujer a la que quisiera. Supongo que tenía razón, pero honestamente a veces disfrutaba más de una persecución. Había algo excitante en querer a alguien que no podías tener. Y ahora volvía a pensar en Farrah. Sacudí la cabeza. Obligándome a pensar en otra cosa, recordé algo que tenía que decirle a Nathan. —Oh, quería decirte que mi madre podría haberte conseguido una opción de trabajo. Habló con una mujer de su iglesia. Su marido es el dueño del concesionario de la Ruta Uno. —¿En serio? —El de Ford. —Sí. Billings Ford. Es uno de los más grandes. —Su expresión se iluminó—. Hombre, eso sería increíble. —Me está consiguiendo los detalles. Te los pasaré en cuanto los tenga. —Vaya. Gracias. Por eso y... por todo. El sentimiento de culpa volvió a aparecer.

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—No tienes que agradecerme de nuevo quedarte aquí. Me beneficia a mí tanto como a ti porque no estoy dispuesto a comprar nada. Además, es seguro que no quiero estar viviendo con mis padres. —¿Crees que te vas a quedar en Palm Creek? Quiero decir que, si Phil se pone mejor y ya no te necesita, volverás a Carolina del Norte, ¿no? Le di otra calada a mi cigarro y exhalé lentamente. —No lo sé. Definitivamente hay cosas que echaba de menos de Florida. Solo intento ser feliz día a día, tratando de no preocuparme demasiado por el futuro. —Ojalá pudiera ser como tú —dijo. —¿Qué quieres decir? —Desearía no preocuparme por el futuro. Me preocupo por todo. Tal vez sea la inestabilidad de no tener un trabajo lo que me asusta. Me preocupa eso, y también me preocupa demasiado Farrah. Tragué saliva. —¿Por qué te preocupa Farrah? Ella parece tener sus cosas mejor que nosotros dos. —No lo sé. A veces me siento... como si la estuviera reteniendo. Como si ella no estaría aquí en Florida si no fuera por mí. Cuando era más joven, siempre decía que iba a ir a la universidad fuera del estado. Pero no ha completado más que un par de clases en la universidad comunitaria. Está atrapada en el limbo, y no puedo evitar preguntarme qué estaría haciendo si las cosas fueran diferentes. Al mismo tiempo, no sé qué haría sin ella aquí. —Se preocupa por ti. Estoy de acuerdo en que dudaría mucho en dejarte y mudarse, pero tampoco nadie se lo impide. Al final, sigue siendo su elección. No hay nada que le impida matricularse en la universidad cuando esté preparada. Ya se dará cuenta. Miró hacia la piscina. —Esconde mucho de su dolor, ¿sabes? La veo escribir muchas veces por la noche. Paso por su habitación y cierra su cuaderno muy rápido, como si no quisiera que lo viera. ¿Qué me está ocultando? No me habla de cómo se siente. Solo pone una cara de valentía y lo reprime todo. Sé que en parte es culpa mía, porque yo mismo apenas puedo hablar de las cosas. Es una mierda que no tenga más familia a la que abrirse que yo, porque se me da fatal. —No seas tan duro contigo mismo. No soy mejor cuando se trata de abrirse sobre la mierda difícil. —Sí. —Sonrió—. Los dos apestamos.

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Alyssa salió de la piscina, con sus pezones totalmente visibles a través de su sujetador mojado. Nathan volvió a quedarse con la boca abierta. Era un poco embarazoso. —Ha sido increíble. Qué fresca me siento. —Se envolvió en una toalla, y así terminó el pequeño espectáculo para Nathan. Los tres acabamos asando unos perritos calientes para cenar, y Alyssa preparó una ensalada con las verduras que habíamos dejado en el cajón. Comimos junto a la piscina mientras se ponía el sol. Me di cuenta que Alyssa seguía molesta porque el tiempo que habíamos pasado juntos en mi habitación no había servido para nada. No dejaba de insinuar que no tenía ningún sitio donde estar esta noche, pero no me apetecía. Así que me inventé una excusa. Me puse de pie y anuncié: —En realidad les dije a mis padres que pasaría por su casa esta noche. Puedo llevarte a casa de camino. Sus pestañas se agitaron. —Oh... supuse que íbamos a salir esta noche. —Sí, lo siento. En otro momento. Alyssa tomó sus cosas y parecía silenciosamente molesta mientras subíamos a mi camioneta. Tampoco tuvo mucho que decir cuando la dejé. Después de salir de su casa, pasé por la cuadra donde se encontraba La Iguana. Farrah me había dicho que iba a ir allí esta noche. Me pregunté si tal vez había mentido para que no le dijera nada por haber subido al auto de ese tipo, Sheridan. La curiosidad se apoderó de mí. Sabía que me arrepentiría, pero impulsivamente me metí en una plaza de estacionamiento fuera del bar. Si no estaba aquí, sabría que estaba mintiendo. Me convencí de que esto no tenía nada que ver con ser un acosador, de que mi investigación sobre ella era por su propio bien. No habría nada de malo en mirar dentro para ver si la veía. Luego me iría. No estaba seguro de lo que haría con esta información; no podía enviarle un mensaje si no estaba aquí y decirle: Sé que no estás realmente en La Iguana. Tendría que guardarme esto para mí de cualquier manera. Sin embargo, me sentí obligado a hacerlo. Sin embargo, cuando entré en el bar nada podría haberme preparado para lo que vi. En lugar de ser ruidoso, el lugar era casi completamente silencioso. En el centro de la atención, en el escenario, estaba Farrah. Mi corazón se aceleró cuando me di cuenta que estaba a punto de decir algo. Se podría pensar que era yo quien estaba allí arriba con lo nervioso que me puse. Sentí que dejé de respirar por un momento hasta que su voz finalmente sonó en la sala.

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—Soy Farrah. —Hola, Farrah —dijo el público al unísono. —Esta no va a ser una de las historias sensuales o embarazosas. Así que me disculpo por ello. Créanme, últimamente he tenido muchas de las vergonzosas. Tal vez confiese una de esas otro día. —Se aclaró la garganta— . La razón por la que hoy estoy abriendo mi corazón... —hizo una pausa de varios segundos—, es porque mis padres fueron asesinados. Unas cuantas personas jadearon, seguidas de un murmullo apagado. El pecho se me apretó por la conmoción. Farrah inspiró profundamente y continuó: —Creo que nunca he dicho esas palabras en voz alta. Quiero decir, ¿cuánta gente ha perdido a sus padres por asesinato? Estoy segura de que existe gente como yo, como en Dateline. Pero somos pocos y distantes. La mayoría de los días me siento como la única persona de la Tierra en esta situación, aunque sé que eso no puede ser cierto. Se pasó la mano por el cabello. —La gente normalmente no sabe qué decirme cuando se entera de lo que les pasó a mis padres. Me resulta difícil ver reacciones de asombro como las suyas. Hablar de ello es una prueba de realidad no deseada, que me saca de la negación necesaria para la supervivencia diaria. Sé que probablemente debería darles más detalles sobre lo que pasó, todos los feos detalles... porque eso es lo que hacemos aquí, ¿no? ¿Abrir nuestros corazones? Pero a veces simplemente no hay palabras. Así que no podré ir allí esta noche. Farrah dejó escapar un suspiro, amplificado por el micrófono. —Principalmente vengo aquí cada semana para escucharlos a todos, no solo por las jugosas confesiones ocasionales, sino por las tristes. Son las tristes las que me hacen venir. Esas me hacen sentir menos sola. Escuchar a algunos de ustedes me ha enseñado que está bien no estar bien, que el sufrimiento humano es una experiencia colectiva. Todos tenemos algo. Nadie sale indemne de este mundo. Tal vez no estamos aquí para tenerlo fácil. Tal vez la vida consiste en aprender a sobrevivir al dolor y a la tristeza, dos cosas que golpean a todas las personas en algún momento. A mí me tocó a los catorce años, cuando mi vida cambió para siempre. »Si no me conocen, nunca sabrían que he pasado por algo horrible. Porque se me da muy bien esconderme detrás de mi sonrisa. Así que la próxima vez que veas a alguien que supones que esta mejor que tú, recuerda que no puedes saber por lo que está pasando alguien con solo mirarlo. Puede que hayan pasado por algo angustioso y que, sin embargo, hayan encontrado la manera de sonreír. Y espero que, sea lo que sea por lo que estés pasando, sepas que no estás solo y que también encuentres una forma de sonreír. —Asintió una vez—. Gracias.

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Farrah se retiró en medio de una ronda de aplausos. Vaya. Estaba muy orgulloso de ella por haber dejado de lado sus miedos. Aunque debería haberme ido antes. Debería haberme dado la vuelta y salir de allí. En cambio, me quedé paralizado. Estaba tan metido en lo que estaba diciendo que no me había dado cuenta que me había acercado lo suficiente al escenario como para estar delante de ella. Cuando me vio, supe que estaba jodido. ¿Cómo diablos voy a explicar esto?

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7 Farrah Al principio pensé que podría haber estado alucinando. ¿Qué demonios está haciendo Jace aquí? Tuve que parpadear varias veces para confirmar que no estaba viendo cosas. Oh, Dios mío. ¿Vio todo mi discurso? ¿Escuchó hasta la última palabra? ¿Cómo pudo ocurrir esto en la única noche en la que había decidido hacerlo? Jace se movió sobre sus pies. —Farrah... eso fue... —¿Qué estás haciendo aquí? Buscó torpemente las palabras y finalmente dijo: —No tengo una buena respuesta para eso. Me giré para mirar a Kellianne, quien estaba radiante. Me dedicó un pulgar levantado, claramente disfrutando de esto un poco demasiado. —¿Cómo podías saber que iba a hablar esta noche? —Eso es lo jodido. No tenía ni idea. Llegar a verte ahí arriba fue pura suerte. —¿Por qué estás aquí? Jace se mordió el labio inferior. —¿Sinceramente? Estaba llevando a esa chica de vuelta a su casa, y pasé por aquí de camino. Pensé en echar un vistazo... ver por qué te gusta tanto. Eso me pareció raro. —Todavía estoy confundida. Sabías que estaba aquí. Así que... ¿ibas a saludar?

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—Posiblemente. Pero cuando entré acababas de subir al escenario. Iba a darme la vuelta e irme después de que terminaras, pero entonces me viste. —¿Por qué te irías? —Porque no estaba seguro de que te sintieras cómoda sabiendo que lo había escuchado todo. —Bien... —Sacudí la cabeza—. ¿Te vas a quedar? Sus ojos se clavaron en los míos. —¿Quieres que lo haga? Tragué saliva. —Sí. —De acuerdo —dijo, mirando a su alrededor. —Necesito un trago. ¿Qué puedo ofrecerte? Extendió la palma de la mano. —Nada para mí. Voy a conducir. Las piernas me flaqueaban mientras me dirigía al bar, y aún no había bebido nada. Jace estaba charlando con Kellianne cuando volví a la mesa con un mojito para mí y un agua helada para él. Seguía confundida, pero también encantada de que Jace hubiera aparecido aquí esta noche. Llevaba todo el día pensando en él y esto significaba que, en cierto modo, él también pensaba en mí. No podía estar segura de sí estaba interpretando esto como demasiado, pero, ¿cómo no hacerlo? Al fin y al cabo, llevaba semanas intentando manifestar este tipo de atención por parte de Jace. ¿Finalmente estaba funcionando? —Bueno... —dijo Kellianne—. Jace me contaba que pasaba por aquí y decidió ver el lugar. —Me miró de tal manera que me dieron ganas de decirle que se dejara de tonterías. Sabía lo que estaba pensando. Pero también sabía que esto podía tener más que ver con que Jace actuara como espía en nombre de Nathan que con cualquier otra cosa. Jace miraba alrededor de la habitación ansiosamente, como si esperara que la policía de la moral apareciera en cualquier momento y se lo llevara. Me había emocionado mucho hoy mientras estaba sentada sola en ese café, enfadada por mi incapacidad para controlar mis sentimientos, mi incapacidad para salir de la situación imposible de querer a alguien que no podía tener. Mis emociones me habían vuelto un poco loca, supongo.

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Durante la cena con Kellianne decidí que subiría al escenario esta noche contra viento y marea, y cumplí mi promesa. Pero, como seguía dudando, había sido la última persona en hablar. Jace había llegado justo a tiempo. Finalmente, Kellianne se levantó de su silla. —Me voy a ir. Vienes conmigo o... —La llevaré a casa —dijo Jace. —Me lo imaginaba. No quería ser presuntuosa. —Frunció las cejas hacia mí. Me gustaría no ser tan condenadamente obvia. Cuando Kellianne se fue, Jace se volvió hacia mí. —¿Lista para salir de aquí? —Sí. Sorbí lo último que quedaba de mi bebida hasta que la pajilla hizo un sonido de sorbo. Entonces Jace me guio hacia la puerta. El tiempo había refrescado mucho, y una rápida brisa agitaba mi cabello. Jace desbloqueó la camioneta y me abrió la puerta del pasajero. Me acomodé en el asiento y me puse el cinturón de seguridad. Arrancó la camioneta y salió del espacio. Parecía conducir más despacio de lo normal cuando se volvió hacia mí. —No quiero que Nathan sepa que he estado contigo esta noche, ¿de acuerdo? Voy a dejarte en la esquina de nuestra calle para que no vea mi camioneta. —¿A dónde vas a ir? —Solo voy a conducir un rato. —¿Por qué no quieres que Nathan nos vea juntos? Jace suspiró. —Me dijo que no le gustó vernos juntos aquel día en la piscina. En el fondo, no confía en mí con respecto a ti. Aunque logré calmar sus temores, no creo que me dé otro pase si nos encuentra saliendo solos de nuevo. Vaya. —Entonces, espera. ¿Se enfrentó a ti? —No específicamente sobre eso. Salió en medio de otra conversación. —¿Qué le dijiste? —Que no tiene nada de qué preocuparse. Eso me dolió.

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—¿Es esa la verdad? ¿Realmente no tiene nada de qué preocuparse? Jace apretó los dientes. —No tiene nada de qué preocuparse. Solo cree que lo tiene. Debido a mi historial con las mujeres, asume que todas las mujeres son iguales en mi mente. —Se pasó la mano por el cabello—. Contigo es diferente. Me crucé de brazos mientras nos deteníamos en un semáforo en rojo. —Realmente... ¿qué me hace tan diferente? No has estado cerca de mí durante los últimos nueve años. Ahora no sabes si tratarme como la chica que dejaste atrás o como la mujer que soy. Eso no cambia el hecho de que ahora soy una mujer y no esa chica. Exhaló un largo suspiro mientras volvía a pisar el acelerador. —No es una cuestión de edad... Es una cuestión de respeto. No intentaría nada contigo por el mero hecho de que eres la hermana de Nathan y eso le molestaría. Fin de la historia. —¿Querrías, si las cosas fueran diferentes? Se mordió el labio inferior. —¿Querría qué? —Intentar algo conmigo, si no fuera la hermana de Nathan. —Eso es irrelevante. No importa si querría o no. —A mí me importa. Quiero saberlo. Tenía razón. ¿Qué importaba si nunca iba a actuar en consecuencia? Pero quería saber si me deseaba, tal vez para poder saborear ese conocimiento, fantasear con las posibilidades y simplemente tener la satisfacción general de saber que mi deseo era recíproco. En busca de la respuesta que necesitaba, reformulé mi pregunta. —¿Por qué viniste a La Iguana esta noche? Cerró brevemente los ojos y exhaló. —No lo sé, Farrah. Ojalá pudiera darte una respuesta que tuviera sentido. Fue una decisión impulsiva. No pensaba quedarme. Supongo que tenía curiosidad por saber si me decías la verdad sobre no subir al auto de un tipo. —No había ningún tipo —solté. Él entrecerró los ojos. —¿Cómo que no había ningún tipo? Sentí la cara caliente. —Mentí.

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Levantó la voz. —¿Por qué coño hiciste eso? No había más remedio que ser sincera. Cualquier otra explicación me habría hecho parecer una mentirosa patológica. Ya me lo había jugado todo esta noche al subirme a ese escenario... Aquí va. —Me sentí muy incómoda, al llegar a casa y encontrarte con esa chica. Me fui para no tener que estar allí mientras hacías Dios sabe qué con ella en la habitación de al lado. Intenté marcharme con poca fanfarria, pero entonces mi estúpido auto no arrancó. Cuando me preguntaste con quién iba a quedar, me limité a decir lo primero que se me ocurrió. Jace no respondió. Mi corazón latía más rápido con cada segundo que pasaba. Di algo. Sus ojos se suavizaron. —No tenías que mentir. Podrías haberme dicho simplemente que estabas incómoda. Habría salido de la casa y me habría ido a otro sitio. —¿Por qué tendrías que hacer eso? También es tu casa. —Bueno, ahora que sé que te incomoda intentaré ser más considerado. —No me enfadé porque trajeras a una chica a la casa, por cierto. No fue solo eso. —Me tensé—. Fue el momento. Me enfadé porque sentí algo entre nosotros cuando estuvimos en la piscina. Y que trajeras a una chica tan pronto me puso increíblemente celosa. —Cada músculo de mi cuerpo se tensó. La camioneta se sacudió cuando Jace se apartó de la carretera principal y se fue por una calle lateral. ¿Adónde va? Al final se detuvo en un estacionamiento vacío de un parque infantil. Con aspecto atormentado, apagó la camioneta y apoyó la cabeza en el asiento. Luego se dirigió a mí. —Tienes que sacarte de la cabeza ese momento que pasó entre nosotros, ¿de acuerdo? —¿Estás diciendo que hubo un momento? ¿También lo sentiste? ¿No fue mi imaginación? —Si sentí algo o no, es irrelevante. —Me miró a los ojos—. Nathan me mataría si alguna vez te pusiera una mano encima.

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—¿Tiene ese momento que compartimos algo que ver con el motivo por el que viniste a La Iguana esta noche? —Mi respiración se aceleró—. ¿Era algo más que comprobar que no estaba mintiendo? Se podría haber oído caer un alfiler en la camioneta mientras Jace miraba el gimnasio de la selva vacío. Luego giró todo su cuerpo hacia mí. —Bien, mira. Te lo digo todo... eres una chica preciosa. No se puede negar. Y sí, hubo un momento. Pero fue solo un momento, ¿de acuerdo? Un desliz de juicio de mi parte, como lo fue aparecer esta noche. Ese día en la piscina... Me lo estaba pasando muy bien contigo. Me sentí más en paz y despreocupado de lo que había estado en mucho tiempo. No sé si es que me recuerdas una época feliz de mi vida, mi juventud, o si es algo más que eso. Pero no puedo investigarlo. Esa es la cuestión —hizo una pausa—. Si las cosas fueran diferentes, sería muy natural sentirme atraído por ti. Mi corazón quería estallar. —Es bastante surrealista oírte decir eso. Durante mucho tiempo ha parecido que me veías como esa niña de doce años que dejaste atrás cuando te fuiste a la universidad. Se rio mientras levantaba la vista. —Digámoslo así: desearía poder seguir viéndote así. —Estaba muy enamorada de ti por aquel entonces —admití. Él asintió. —Lo sé. —¿Qué? ¿Qué quieres decir con que lo sabes? —Lo sabía: tu pequeño enamoramiento por mí. —Sonrió de forma vacilante. Me enderezó en mi asiento. —¿Cómo es posible? Nunca se lo dije a nadie. Solo lo escribí en mi diario. Una mirada culpable cruzó su rostro. —Jace... ¿qué es lo que no me cuentas? Apoyó la cabeza en el volante un momento y murmuró: —Mierda. —¿Miraste en mi diario? Levantando la vista, se rio. —No. No lo hice. Lo juro.

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—¿Entonces cómo lo supiste? Porque creía que había fingido muy bien. —Me lo dijo tu madre. —¿Mi madre? —Parpadeé—. ¿Qué? —Eso no tenía sentido. Mi madre nunca habría traicionado mi confianza. —De acuerdo, antes de que te enfades, intenta entender que ella tenía tus mejores intereses en mente cuando lo dejó escapar. —¿Cómo es posible que delatarme signifique que tenía mis mejores intereses en mente? —Supongo que hubo un periodo de tiempo en el que empecé a traer a Grace a menudo. La invité a cenar a casa de tus padres más de una vez. No tenía ni idea de que sentías algo por mí. Una noche, tu madre tomó demasiado vino después de la cena, creo. Habías desaparecido a tu habitación, y Grace acababa de irse. Yo estaba sentado en la mesa con Nathan y tus padres preparándose para jugar a las cartas. —Se quedó mirando—. Nunca lo olvidaré. Me dijo: “¿Te importaría librar a mi hija de su miseria y no invitar tanto a Grace a cenar?” No tenía ni idea de lo que estaba hablando. Luego me lo explicó. —Ah. —Tu madre te estaba protegiendo. —Sonrió—. Tu padre se quedó sentado poniendo los ojos en blanco. Me quedé mirando el cielo nocturno. —No sé cómo sentirme con esta noticia. Por un lado, es una historia algo dulce, y por otro quiero matar a mi madre a título póstumo. —Sacudí la cabeza. Entonces caí en la cuenta—. Es raro que los menciones. Jace asintió. —Sí, bueno, supongo que al escucharte hablar esta noche me dio el valor. Los grillos chirriaron mientras pensaba en qué decir a continuación. Tenía que tener cuidado de no abrir ninguna vieja herida. —Siempre asumo que te duele demasiado, así que nunca hablo de ellos delante de ti ni te pregunto nada... sobre... ya sabes. —Es una mierda porque siento que debería poder hablar de ello... por Nathan y por ti... pero no puedo. Lo siento por eso. Apoyé mi mano en su rodilla. —Nadie espera que te abras si es demasiado doloroso. Está bien si no quieres hacerlo nunca. Exhaló.

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—Definitivamente fue más fácil estar en Charlotte todos estos años. Si estás tratando de no tener que lidiar con algo, la distancia ayuda. —No necesitas hablar de ello, pero si alguna vez quieres, puedes hablarlo conmigo. Lo sabes, ¿verdad? Tampoco es fácil para mí, pero estaría dispuesta a hacerlo contigo. Su boca se curvó. —¿Cómo llegaste a ser tan fuerte? —Intento ser fuerte por Nathan, pero eso no significa que mi mente no viaje a lugares oscuros. —Por eso esta noche fue tan increíble. Lo que me llevó a ese maldito bar... nunca esperé verte en el escenario. Estoy orgulloso de ti por dejar de lado tus miedos. Sentí que sonreía. —Gracias. —Tu mensaje, que está bien no estar bien, sin duda ayudó a alguien del público esta noche, incluido yo mismo. —Los ojos de Jace se detuvieron en los míos. —¿En qué estás pensando ahora mismo? —le pregunté. Miró la hora tras el volante. —Estoy pensando que será mejor que te lleve a casa. Nathan se preocupará si llegas tarde. Cree que Kellianne conduce, y ya te habría llevado de vuelta. —Me habría mandado un mensaje si estuviera tan preocupado —hice una pausa, mirando el parque en la oscuridad—. Me gusta hablar contigo, Jace. —A mí también me gusta hablar contigo —susurró. A pesar de lo que acababa de decir, parecía en conflicto. Arqueé la ceja. —Pero... —Pero esto no puede ser más que una charla. De ninguna manera iba a parecer desesperada y discutir sobre eso. Pero me negaba a perder la esperanza. No había imaginado cosas aquel día en la piscina. Fue real. Sin decir nada más, arrancó la camioneta y comenzó a conducir por las calles bordeadas de palmeras hacia nuestra casa. Como había prometido, Jace se detuvo al doblar la esquina. —Nos vemos en un rato.

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—Gracias por traerme, Kellianne —bromeé mientras abría la puerta. —Qué lista —murmuró. Jace se quedó en el mismo sitio hasta que doblé la esquina. A lo lejos, le escuché alejarse. Esperaba que no fuera a casa de alguna chica. Al parecer sus instintos eran correctos, porque en cuanto entré por la puerta Nathan estaba allí, con cara de preocupación. No podía imaginar lo que habría pensado si Jace y yo hubiéramos entrado juntos. —Me tenías preocupado —dijo—. El bar cerró hace media hora. Pensé que habías tenido un accidente. —¿Cómo es que no me enviaste un mensaje si estabas preocupado? —le pregunté. —Estaba a punto de hacerlo. —No deberías haberte preocupado. —Jace mencionó que habías salido con un tipo que conociste en Internet hoy temprano. No estaba seguro de que estuvieras realmente con él y no con Kellianne. Me sentí mal por mentirle a mi hermano. Así que intenté evitarlo. —Estuve con Kellianne en La Iguana. Y nunca creerás lo que pasó. —¿Qué? —Finalmente me levanté y hablé. —¿Lo hiciste? —Sí. —¿Qué te hizo hacer eso esta noche? —Mis emociones estuvieron como enloquecidas todo el día, y necesitaba sacarlo de alguna manera. Hablé de lo que pasó con mamá y papá, sin entrar en detalles. Sinceramente, me sorprendí a mí misma. —Vaya. —Me abrazó—. Estoy muy orgulloso de ti. Ojalá hubiera podido estar allí. Hablamos durante unos quince minutos antes de que se abriera la puerta principal. Nuestras cabezas se giraron al unísono cuando Jace entró. Nathan parecía sorprendido. —Hola. No esperaba que volvieras. Me imaginé que habías vuelto a casa de esa chica después de la casa de tus padres. Qué chica tan malditamente sexi.

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Sentí que mi cara se calentaba. No había conseguido verla, y ahora me alegraba por ello. —No. No es mi chica. Me quedo aquí esta noche. Los ojos de Jace se fijaron en los míos por un momento, con la culpa escrita en su rostro. Extrañamente, eso me dio la esperanza de que lo que estaba pasando entre nosotros estaba lejos de terminar. *** En medio de la noche, no podía dejar de pensar en Jace. Tomé mi teléfono y pulsé su nombre. Farrah: ¿Estás despierto? Me quedé mirando la pantalla, esperando su respuesta. Jace: ¿Por qué me escribes? Farrah: ¿Qué quieres decir? Jace: Sabes que tu hermano siempre te agarra el puto teléfono. No deberías enviarme mensajes. Su razonamiento tenía mucho sentido, pero su brusca respuesta seguía enojándome. Farrah: ¿Puedes acosarme, pero yo no puedo enviarte mensajes? No respondió, así que, tras unos minutos, volví a escribir. Farrah: Siento haberte llamado acosador. El hecho de que hayas aparecido esta noche me hizo muy feliz. Pero he pasado de sentirme feliz a estar desanimada después de nuestra conversación, y ahora no puedo dormir. Los tres puntos se movieron durante un rato. Por fin llegó su respuesta. Jace: Trata de dormir un poco. Y borra esta cadena de mensajes de tu teléfono, ¿de acuerdo? Poniendo los ojos en blanco, resistí las ganas de gritar de frustración. Farrah: Hecho. Pasé el dedo por encima de su nombre para borrar nuestro historial.

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8 Jace Prometí alejarme de la casa tanto como fuera posible la semana siguiente. Había trabajado en el auto de Farrah y lo volví a poner en marcha, pero hice todo lo posible para evitarla. Habiendo cruzado tantas líneas con ella la otra noche, no iba a arriesgarme a hacer o decir algo imprudente de nuevo. Ya era bastante malo haber ido a La Iguana para ver cómo estaba, pero también le había dicho que me gustaría follarla si no fuera la hermana de Nathan. Me estremecí. Nunca debí admitir mi atracción por ella. A pesar de que Farrah podía rivalizar con una maldita modelo de Victoria’s Secret en el departamento de apariencia, era más que una atracción física lo que me atraía hacia ella. Me sentía muy conectado con Farrah, no solo porque compartíamos algo del mismo dolor, sino porque cada vez que la miraba a los ojos, recordaba la inocencia, la pasión y todo lo bueno del mundo. Siempre sentí que ella podía ver lo bueno en mí, incluso si yo no podía verlo. Durante años, supe de su pequeño enamoramiento, y nunca me sentí merecedor de eso, o de la forma en que me miraba, entonces o ahora. Pero especialmente ahora. De ninguna manera iba a joderlo de nuevo. Necesitaba mantener mis sentimientos escondidos donde pertenecían, y mi polla también, mientras estaba en eso. Hoy, después del trabajo, me obligué a visitar a mis padres para evitar encontrarme con Farrah. Sabía que no podía alejarme de la casa para siempre, pero lo haría hasta que la tensión entre nosotros se disipara un poco. Podría haber sido una tontería suponer que simplemente desaparecería, pero tenía esperanzas. Mi padre estaba sentado en la cama cuando llegué. Llamé suavemente a su puerta. —¿Qué pasa, viejo? ¿Cómo te sientes? —Estaré mejor si me dices que fuimos aprobados para el préstamo.

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Sentándome en la silla junto a su cama, me froté las sienes. —El banco se está tomando su tiempo para responderme. Pidieron un par de piezas más de información y le pedí a Kristy que sacara lo que necesitaban. Ojalá podamos arreglar eso. —No puedo agradecerte lo suficiente por todo lo que has hecho. Asentí. —Déjame preguntarte de nuevo... ¿Cómo te sientes? —Me he sentido peor por la noche, pero en general, no puedo quejarme. Tu madre me cuida muy bien. —Su cocina curaría cualquier dolencia. —No solo su cocina. —Guiñó. —Disculpa mientras vomito. —Sabes que tu padre es un bribón —dijo mi madre detrás de mí. Al parecer, había estado de pie en la puerta. De tal palo tal astilla. ¿No fue mi polla lo que finalmente me llevó a La Iguana la otra noche? El enamoramiento es como una adicción. Por supuesto, no caracterizaría mis sentimientos por Farrah como una adicción al nivel de papá. Pero hasta ahora, no había podido sacarla de mis pensamientos. Deseé que fuera más fácil olvidarme de ella. —Oye, papá. Déjame preguntarte algo. —¿Qué pasa, hijo? —Sé que tienes las mejores intenciones cuando se trata de dejar de jugar, pero, ¿cómo planeas hacerlo exactamente? Quiero decir, dices que vas a recibir ayuda y no lo volverás a hacer, pero si algo es tan difícil de resistir, ¿cómo sabes realmente que puedes parar? Preguntando por un amigo. Él suspiró. —No tengo ninguna garantía de que no resbalaré. Solo le pido a Dios que pueda hacerlo. Lo principal es mantenerme fuera de la atmósfera que me provocaría. Eso significa no volver a poner un pie en un casino. Todavía hay juegos de azar en línea, por supuesto, pero eso nunca fue lo mío. No hay nada como la emoción de estar en las mesas. Sin lugar a dudas, no va a ser fácil, pero supongo que tienes que llegar a un punto en el que estés dispuesto a experimentar el sufrimiento para hacer lo mejor por tu familia. Asintiendo en silencio, absorbí las palabras de mi padre. Me recordaron un programa que solía ver, Intervención, donde los adictos a las drogas eran confrontados por miembros de la familia sobre ir a tratamiento. Al menos la mitad de las veces, la persona que aparece en el programa

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recaía. Las adicciones eran difíciles de romper, incluso si todo estaba en juego. Y me preocupaba si mi necesidad de proteger a Nathan sería suficiente para mantenerme alejado de Farrah. Podría relacionarme con la tentación de tener un comportamiento autodestructivo, incluso si lastimaba a las personas. Sin embargo, papá tenía razón en mantenerse fuera del ambiente. Tal vez necesitaba considerar mudarme de la casa de Nathan tan pronto como encontrara un trabajo. Mi madre interrumpió mis pensamientos. —¿Nathan llamó alguna vez a Jack McGrath sobre el puesto de concesionario Ford? Hablando del diablo. —Le di la información. Me dijo que lo haría. Espero que funcione. Ha estado muy deprimido por no tener trabajo. —Bueno, dile que piense positivamente y sucederá. Me reí. —Suenas como Farrah. —¿Por qué? —Cuando le hablé de la situación financiera de Muldoon, eso es exactamente lo que me dijo: que imaginara que conseguir el dinero sería fácil y de alguna manera podría manifestarlo. —Chica inteligente —dijo mi madre—. Parece que ha aprendido a convertir los limones en limonada a lo largo de los años. Esa es la diferencia entre alguien que dice “ay de mí” cuando le pasa algo injusto contra una persona que persevera. Una gran actitud lo es todo. —Bueno, sé que está ocultando mucho dolor —dije—. Pero hace lo mejor que puede. Intenta ser fuerte por Nathan. —Dijiste que no está en la universidad, ¿verdad? —No. No lo está. —Deberías animarla a inscribirse. Eso es correcto, Jace. Deberías ser su mentor, tratar de llevarla a la escuela... no acosarla y fantasear con dormir con ella. —Quizás lo haga. Sé que tomó algunas clases en la universidad comunitaria, pero no es lo mismo. Tiene este trabajo de secretaria en un bufete de abogados que paga decentemente, considerando que no tiene un título. Es suficiente para salir adelante, pero creo que sabe que está limitando su potencial al no continuar su educación. Mamá asintió.

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—Me imagino que, con Nathan sin trabajo, será aún más reacia a pensar en renunciar por el momento. —Sí, aunque él no debería ser su responsabilidad, creo que influye en muchas de sus decisiones. Probablemente se habría mudado para ir a la escuela si no fuera por querer estar aquí para él. —Quizás ahora puedas estar ahí para él, para que ella no tenga que estar tanto. —Sonrió—. Sin embargo, soy parcial al decir eso. Siempre me alegró que tuvieras la oportunidad de salir de Florida por un tiempo, pero espero que consideres quedarte aquí esta vez. No puedo imaginarme viviendo lejos de mi único hijo para siempre. Comienza el viaje de la culpa. —No puedo hacer ninguna promesa, mamá. —Entiendo. Sé que amabas tu vida en Charlotte. —Bueno, no subestimes la necesidad de estar cerca de la familia. Por mucho que amaba a Charlotte, estaba solo allí. —Me reí—. Pero si tu familia es un dolor en el trasero, eso puede ser algo bueno. —Miré a mi papá y arqueé una ceja. —Espero que de alguna manera podamos convencerte de que te quedes —dijo. —Creo que mucho de eso dependerá de si me comporto o no — intervino mi padre. —Malditamente cierto, viejo. Me preocupaba más si sobreviviría al cáncer o no. Pero no quería que supiera lo preocupado que estaba. No importa cómo se desarrollaran las cosas con la empresa, no me iría de Palm Creek hasta saber que él estaba bien. *** Obras en la carretera significaba que esa noche tuve que tomar otra ruta a casa desde la casa de mis padres. Eso no habría sido un problema, excepto que me obligó a tomar un camino que normalmente evitaba con todas mis fuerzas: el camino donde ocurrió el robo hace siete años. Me las arreglé para evitar ese tramo de carretera todo este tiempo, y ahora un desvío me había llevado allí cruelmente. Mis manos comenzaron a temblar cuando pasé por el lugar donde los padres de Farrah fueron asesinados. Pisé el acelerador para pasar lo más rápido posible. Gotas de sudor se formaron en mi frente mientras agarraba el volante. Cuando finalmente logré pasar, mi pulso se hizo más lento.

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Muchas cosas en la vida estaban fuera de la vista, fuera de la mente. De alguna manera me las había arreglado para compartimentar las cosas, incluso mientras vivía con Nathan y Farrah. Tal vez era más fácil porque no vivían en la misma casa que antes. Pero conducir por esa carretera había traído ese terrible recuerdo al frente. Todas las cosas que nunca quise recordar pasaron por mi cabeza: los gritos de Elizabeth cuando su esposo fue asesinado a tiros. El olor de los disparos cuando la mataron poco después. Las horribles secuelas cuando llamé al 911. No le deseo esa experiencia ni a mi peor enemigo. Para cuando volví a casa, mis nervios se habían disparado. Me sentía como si hubiera corrido un maratón con un montón de ladrillos en la espalda. Entré, pero me quedé en la cocina, mirando la pared un rato. Mi estado de ánimo mejoró un poco cuando vi la sonrisa en el rostro de Nathan cuando entró en la casa. Llevaba camisa de vestir y corbata, lo cual era extraño. —¿Qué pasa? —pregunté. Se dio la vuelta. —Estás mirando al agente de ventas más nuevo en Billings Ford. Sonreí. —¿Lo tienes? —Sí. Dándole una palmada en el hombro, le dije: —Felicitaciones, hombre. Mi madre me estaba preguntando al respecto y le dije que ni siquiera sabía si habías llamado. —Llamé esta mañana y me dijeron que fuera esta tarde para una entrevista. Me contrató en el acto. —Bueno, esa es la mejor maldita noticia que he escuchado en todo el día. Examinó mi rostro. —¿Estás bien? —Sí. ¿Por qué? —Parecía que estabas deprimido cuando entré. —Solo estrés relacionado con el trabajo —mentí—. Eso es todo. Imagina si hubiera admitido todo lo que me estaba molestando hoy, no solo el hecho de que había pasado por el sitio donde asesinaron a sus padres, sino también que me sentía culpable porque anoche me corrí duro

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mientras imaginaba el trasero de su hermana menor. Sí. Eso probablemente no iría muy bien. —Vamos a comer algo, olvídate de las cosas —dijo—. También para celebrar mí nuevo trabajo. No sé dónde está Farrah, pero no hay necesidad de esperar. Por mucho que quisiera huir, porque estar cerca de Nathan me ponía nervioso, me obligué a hacer lo contrario. Nathan se merecía algo mejor que un amigo que no celebraría su nuevo trabajo con él. Además, me haría estar más tiempo lejos de la casa y una forma de evitar un encuentro con Farrah esta noche. Sonreí. —¿Sabes qué, hombre? Eso suena muy bien. Vamos. Nathan y yo fuimos a Applebee’s y disfrutamos de hamburguesas y cervezas. Recordamos nuestra infancia. Incluso me propuse coquetear con la camarera para desviarme aún más de lo que estaba pasando en mi cabeza sobre Farrah. Al menos en la superficie, parecía que todo era normal. Pero por dentro, todavía me sentía como si estuviera a punto de estropearlo. *** Cuando regresamos a la casa, Farrah estaba tumbada en el sofá viendo la televisión, vistiendo nada más que un bikini y pantalones cortos. Jódeme. ¿En serio? Me las arreglo para evitarla durante días, ¿y esta vestida así la primera vez que la vuelvo a ver? —Sería bueno si te pusieras algo de maldita ropa —dijo Nathan. Tragué saliva. —Pensé que estaba sola. —Se sentó—. ¿Dónde estaban, chicos? —En Applebee’s. Celebrando —agregó con una sonrisa. —¿Celebrando qué? —¡Conseguí el trabajo en el concesionario! Sus tetas rebotaron cuando se levantó del sofá. Jesús. Me obligué a apartar los ojos. Tiró de Nathan en un abrazo. —Estoy tan orgullosa de ti. Esa es la mejor noticia de la historia. Ojalá hubiera sabido que ibas a celebrar. Me habría unido. —Bueno, no estabas en casa y fue una decisión improvisada —dijo. —¡Estoy tan feliz! —Le dio una palmada en la espalda.

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—Gracias. Tengo que orinar —dijo Nathan, pasando junto a ella para caminar por la cocina hasta el baño. Me tomó unos segundos darme cuenta de que no me había movido y que estaba boquiabierto de nuevo. Farrah sonrió mientras se detenía frente a mí, pareciendo apreciar mi admiración por su cuerpo. ¿Siempre había sido así de obvio? En el pasado, pensé que solo la miraba a escondidas, pero tal vez no había sido tan hábil. Quizás lo había notado todo el tiempo. Aclarándome la garganta, dije: —Deberías ponerte algo de ropa. Su pecho se alzó. —¿Porque te gusta mirarme? Sí. —No importa lo que me guste. —No puedo dejar de pensar en ti —susurró. El sonido de los pasos de Nathan acercándose hizo que mi cuerpo se pusiera en movimiento. Pasando junto a Farrah, me dirigí directamente al baño principal. Me quité la ropa y abrí el agua fría. Al entrar, dejé que el agua me cayera encima, rezando para que me lavara la culpa.

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9 Farrah Acababa de llegar a casa del trabajo cuando sonó el timbre. Al mirar por la mirilla, vi a Nora sosteniendo un montón de pan pita. Abrí. —¿Eso es para mí? —Necesito algo para untar en él. No tenemos nada en mi casa. Mi mamá necesita ir de compras. —Entra. El tío de Nora era dueño de una panadería del Medio Oriente cercana. Me dijo que se levantaba como a las dos de la mañana para hornear pan y que a menudo tenía tanto que dejaba una pila en la puerta de su casa varias veces a la semana. Lo compartía conmigo con frecuencia porque su madre y ella tenían un excedente en el congelador. Aunque, nunca parecía tener nada con qué comerlo. Caminé hacia la nevera. —¿Qué tenías en mente? ¿Queso crema... mantequilla de maní? —¿Qué tal mantequilla? —Eso suena bien. Primero podemos calentar el pan, hacerlo agradable y tostado. Se frotó el vientre mientras tomaba asiento en el mostrador. —Yum. —Pensé que tu mamá te había dicho que no salieras de casa —le dije mientras abría el paquete de pan. —Lo hizo. Pero no creo que le importe que esté aquí. —Está bien, pero, ¿puedes enviarle un mensaje diciéndole que estás aquí para que lo sepa?

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Nora asintió y sacó su teléfono. Saqué un poco de pita y lo metí en la tostadora. —¿Cómo estuvo la escuela hoy? Nora se encogió de hombros. —Estuvo bien. —¿Aprendiste algo interesante? —En realidad no —murmuró. Me reí. Solía darle a mi madre el mismo tipo de respuesta cuando me preguntaba. Solía presionarme para que pensara en una cosa que había aprendido y nunca aceptó mi respuesta original de “no mucho”. —¿Por qué te ves triste? —preguntó Nora. —¿Lo hago? No me di cuenta de eso. Acabo de recordar algo que me puso un poco nostálgica. —Sacudí el pensamiento de mi cabeza—. De todos modos, ¿qué más hay de nuevo contigo? —Poco. ¿Cómo está Jace? Todavía lamento haberle contado sobre mi amor platónico, así que eludí su pregunta. —¿Cómo está Shawn? —Todavía no sabe que estoy viva. —Sí, bueno, a veces eso puede ser mejor que la realidad. Él nunca podrá lastimarte si no sabe que existes. Ella miró hacia la tostadora. —El pan se va a quemar. ¡Mierda! Salté. —Tienes razón. Gracias. Habiendo recuperado el pan justo a tiempo, lo unté con mantequilla. El consuelo que sentí al devorar ese pan caliente empapado de mantequilla fue justo lo que me recetó el médico. —Esto es realmente delicioso —le dije con la boca llena—. Gracias por traerlo. —Gracias por estar en casa, así no tuve que comerlo sola. —Sonrió— . Y por la mantequilla. —Siempre eres bienvenida aquí. Simplemente me gusta cuando pides permiso primero. —¿Podemos ir a nadar?

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Dejé de masticar por un momento. —Supongo, pero tendrías que preguntarle a tu mamá si está bien. Le envió un mensaje a su madre de nuevo. Después de un momento, su teléfono sonó con una respuesta y frunció el ceño. —Mamá quiere que me vaya a casa y haga mi tarea. Dice que no quiere preocuparse por mí nadando mientras está en el trabajo. Me sentí mal por Nora, pero podía comprender la preocupación de su madre. —Te diré algo, tal vez podamos pedirle a tu mamá que venga contigo uno de estos fines de semana. Apuesto a que se sentiría más cómoda contigo nadando en la piscina si estuviera aquí para mirar. —Sí, quizás. —Aun luciendo triste, saltó de su asiento—. Bueno, será mejor que me vaya. —Ánimo. Haz tu tarea para que puedas relajarte. Se despidió con la mano. —Adiós, Farrah. Después que la puerta se cerró detrás de ella, dejé escapar un largo suspiro. A Nora no le resultaba fácil quedarse tanto tiempo sola; se merecía un poco de diversión. Unos segundos más tarde, alguien llamó a la puerta. Miré el resto de pan en el mostrador y pensé que Nora había vuelto a buscarlo. Pero mi corazón dio un vuelco en el segundo en que abrí la puerta porque no era Nora, era ese hombre enojado, James, el tipo que había venido a la casa antes, buscando el dinero que Muldoon Construction le debía. Mi corazón latía con fuerza cuando cerré la puerta a la mitad, con solo mi cabeza asomando. —¿Cómo puedo ayudarlo? —Puedes ayudarme diciéndome dónde diablos está Jace. Acabo de ir a su oficina, pero no está. Quiero mi maldito dinero, y no esperaré otro día. Mi voz estaba temblorosa. —Escuche… entiendo totalmente cómo se siente. La empresa está en una situación difícil, y sé que está haciendo todo lo que está en su poder para... —¡Dije, que quiero mi maldito dinero! —gritó—. Y no me iré hasta que lo consiga. —Está bien, bueno, no puedo dejarlo entrar, así que... —Está bien. Esperaré aquí mismo hasta que vuelva.

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El miedo me consumió. ¿Qué iba a hacer exactamente si Jace no podía conseguir el dinero? En ese momento apareció la camioneta de Jace y se detuvo frente a la casa. Ni siquiera se molestó en entrar correctamente en el camino de entrada antes de cerrar la puerta y correr hacia nosotros. Su ira se dirigió inicialmente hacia mí mientras jadeaba. —¡Te dije que no abrieras la puta puerta! —Pensé que era Nora. Estuvo aquí hace un segundo. Es la única razón por la que no verifiqué. Se giró hacia James. —No tienes derecho a venir aquí. —No me iré hasta conseguir mi dinero. Jace se pasó una mano por la cara y exhaló un largo suspiro. —Sube a tu auto y sígueme hasta el banco en Wheeler Street. James resopló y regresó a su auto de mala gana. La adrenalina me recorrió mientras ambos arrancaban porque todavía no estaba segura de lo que estaba pasando. ¿Jace iba a sacar dinero de su propia cuenta? ¿James sacaría algo si Jace no podía llegar a la cantidad total? Pasé la siguiente media hora preocupándome por lo que estaba pasando en el banco. Cuando la camioneta de Jace finalmente se detuvo en el camino de entrada y pude ver que estaba a salvo, dejé escapar un gran suspiro de alivio. Abrí la puerta principal y lo esperé en el umbral. —¿Todo está bien? —pregunté mientras se acercaba. Ignoró mi pregunta y me miró mientras entraba a la casa. —¿Qué te dije acerca de abrir la puerta cuando estás sola en casa, Farrah? —Te lo dije, la única razón por la que respondí fue porque Nora acababa de irse. Supuse que era ella, que olvidó algo. Fue mala suerte. Si hubiera sabido que era él, no habría abierto. —No te tocó, ¿verdad? —No. No me puso la mano encima —suspiré—. Lamento haber abierto la puerta. Jace exhaló un largo y lento suspiro y pareció calmarse. —Está bien. Lamento haberte gritado. —¿Qué pasó en el banco?

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—Está arreglado. —¿Cómo? —Le di sus veinte grandes. —¿De tu propia cuenta? —Sí. Apesta, pero quiero que nos deje en paz. No me sorprendió que Jace tuviera suficiente dinero en su cuenta para pagarle a James. Sabía que su trabajo en Charlotte le había pagado bien y no parecía desperdiciar dinero. —Estaba tan preocupada por ti. —Extendí la mano y la puse en su mejilla. Froté mi pulgar a lo largo de su barba. Cerró los ojos mientras su respiración se aceleraba. Cuando abrió los ojos, me miró intensamente. El calor de su cuerpo era palpable. Me acerqué un poco más y pude sentir su aliento en mis labios. —Por favor, dime que no soy la única que siente esto —dije. Para mi sorpresa, susurró: —No lo eres, Farrah. Pasé mis dedos por su hermoso cabello negro mientras él murmuraba algo en voz baja y cerraba los ojos de nuevo. Me incliné y antes de que pudiera parpadear, me besó. Saboreando la deliciosamente cálida sensación de sus labios, me fundí en él. Jace gimió. No podía creer que esto estuviera pasando. Presionando mi cuerpo contra el suyo, inmediatamente noté su erección y pude sentir el calor a través de sus jeans. Mis bragas ya estaban mojadas. Su boca se movió por mi cara hasta mi cuello, donde chupó la piel de mi clavícula. Inclinando la cabeza hacia atrás, dejé escapar un sonido desesperado, incapaz de contener mi excitación. Jace tiró de mi cabello mientras inclinaba mi cabeza hacia atrás, chupando aún más fuerte mi cuello. —Joder, Farrah... ¿Qué me estás haciendo? Esto está muy mal, pero no puedo detenerme. —No tienes que parar. Habló sobre mi piel. —Sí tengo, maldita sea. Jace me acercó con más fuerza mientras movía su boca hacia arriba para encontrar la mía. Su beso fue duro y hambriento. Sabía mejor de lo que podía haber imaginado, como azúcar y especias. Podía sentir que me estaba mojando a cada segundo. Mi cuerpo nunca había cobrado vida así. Recé para que no se detuviera.

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Cuando lo sentí alejarse, agarré su camisa y lo traje de vuelta. Devoró mi boca, más fuerte y más rápido. Levanté la pierna para envolverla alrededor de su cintura con la esperanza de que me levantara y me llevara a su habitación. Aparentemente, esa fue la gota que colmó el vaso. Jace se alejó, saliendo del trance en el que había estado. —No puedo hacer esto. Respiré pesadamente cuando lo vi: el cabello que había despeinado, los labios que había puesto rojos e hinchados, la erección que había causado. Frenético, mi cuerpo seguía vibrando de emoción. Se frotó los labios con las yemas de los dedos. Se me hizo agua la boca. Quería que me besara de nuevo. —No podemos permitir que eso suceda nunca más, Farrah. Estaba fuera de lugar en este momento. Ni siquiera sé qué diablos me pasó. —Somos adultos. Jadeando, me miró a los ojos. —¿De verdad crees que Nathan podría manejar esto? Se honesta. No pensé que Nathan debería reaccionar negativamente a la idea de Jace y yo, pero lo sabía mejor. Sabía absolutamente que Nathan nunca lo aceptaría. Tendría que desafiarlo. Si se enteraba, arruinaría su relación con Jace; una de las dos únicas personas en las que Nathan confiaba desaparecería de su vida. Jace tenía razón. Simplemente no sabía cómo borrar mis sentimientos, especialmente ahora que sabía que eran correspondidos... al menos a nivel físico. —Bien. Admito que se lo tomaría realmente mal. —Viste cómo reaccionó cuando estábamos en la piscina. Entonces ni siquiera estábamos haciendo nada, y me confrontó por eso. Esto se sintió desesperado. Seguí asintiendo, porque no había nada que discutir. Esto arruinaría a Nathan. Sin embargo, todavía era un enigma para mí, porque deseaba a Jace más de lo que nunca había deseado algo en mi vida, y eso no era una exageración. —Entiendo que sería una pesadilla si se enterara. Pero no sé cómo apagar mis sentimientos. Estaba loca por ti antes de saber que tenías algún interés en mí. Pero ahora que sé que también tienes sentimientos, yo... —Solo saca lo que crees que sabes de tu cabeza, ¿de acuerdo? Sí, me preocupo por ti, y eso se remonta a mucho tiempo atrás. Y sí, ahora me atraes de manera inapropiada. Te has convertido en una mujer hermosa, y soy un hombre, no puedo evitar sentirme atraído por ti. Pero puedo ayudar con mis acciones. Necesito hacer lo mejor para todos nosotros. —Entonces, ¿qué significa eso exactamente?

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—Significa... fingir que el error que acabo de cometer bajo una increíble cantidad de estrés no sucedió. Me puse nervioso. Estaba preocupado por ti y estresado, y volví aquí muy feliz de verte, tan aliviado de que estuvieras bien. Todo lo que tuviste que hacer fue mirarme y perdí todo sentido de la realidad. No tenía derecho a ceder a mis impulsos. —Su boca cayó a mis labios—. La cosa jodida es... sé lo malditamente malo que es, pero aún estoy aquí queriendo hacerlo de nuevo, y eso me asusta muchísimo. Porque tiene que parar. Su debilidad me dio esperanza. —No confías en ti mismo... —No. Tampoco deberías confiar en mí. —¿Por qué no debería confiar en ti? Por lo que puedo ver, eres un hombre decente y trabajador y una de las pocas personas en este mundo en las que realmente confío. Se tiró del cabello y miró al techo con frustración. —Incluso si Nathan no estuviera en la ecuación, Farrah, no soy el adecuado para ti. Te mereces un tipo que sea bueno en las relaciones. No lo soy. Nunca lo he sido. Y te mereces a alguien que definitivamente se quede en Palm Creek. No me veo aquí a largo plazo. —Eso cambiaría si te sintieras bien por alguien. Creo que solo estás tratando de hacer un caso, cuando ambos sabemos que, si no fuera por Nathan, probablemente estarías dentro de mí en este momento. Sus ojos se agrandaron. Diablos, mis palabras también me sorprendieron. Pero era la verdad. Jace apretó los dientes y miró al suelo. Supuse que eso significaba que estaba de acuerdo conmigo. Mi mirada vagó hacia abajo. —Todavía estás duro. Me deseas. Su tono se volvió duro. —No importa lo que quiera mi polla, Farrah. No puede pasar nada. ¿De acuerdo? Lo sabes. Y yo lo sé. Lo probamos. Ahora solo tenemos que olvidar. No quería probarlo. Quería enterrarme en él, experimentarlo todo, y no solo el sexo. Quería a Jace en todos los sentidos, y se sentía tan injusto tener que reprimir estos sentimientos para siempre. Se sentía como una tarea abrumadora. Sentí lágrimas en mis ojos, pero no las dejé caer. Mierda. No quería llorar, pero era demasiado. Sabía que tenía razón, pero me sentía desesperada.

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—¿No podemos escabullirnos un rato? Dejó escapar un suspiro tembloroso y sacudió la cabeza. —No podemos hacer eso. —¿Quién lo dice? Si Nathan no se entera, ¿cuál es el daño? Sus ojos se lanzaron para encontrarse con los míos. —Eventualmente lo descubriría. Sin mencionar que estás olvidando que todos vivimos juntos. Si algo sale mal entre nosotros, incluso si Nathan no se entera, sería imposible lidiar con eso viviendo bajo el mismo techo. Era una locura que estuviera dispuesta a estar con él en secreto, solo para poder experimentarlo. Pero lo estaba. Si hubiera estado de acuerdo, lo habría aceptado en un santiamén. Froté mis brazos. —Está bien... entonces... supongo que no hay nada más de qué hablar aquí. —Sentí una lágrima caer finalmente mientras miraba mis pies, tan frustrada y desesperada. —Por favor, no llores, Farrah. Mierda. No valgo tus lágrimas. —¿Se supone que las cosas volverán a la normalidad ahora? ¿Se supone que debo lidiar con que vuelvas a traer chicas... después de que me besaste? —No traeré a nadie aquí. Tienes mi palabra. —Sus ojos se suavizaron, llenos de pesar, mientras ahuecaba mi mejilla—. Lo último que quiero es hacerte daño. Sonó la puerta automática del garaje y Jace se estremeció. Nathan llegó temprano a casa. Me limpié los ojos. —Mierda. —Salí corriendo de la habitación para que Jace estuviera solo cuando Nathan entrara. Corrí al baño y me miré en el espejo. Noté un moretón de Jace en mi cuello. Trazándolo con mi dedo, todavía estaba malditamente excitada. Nunca se me había ocurrido lo excitada que estaría. Estar aquí llorando, pero con un hormigueo entre mis piernas, dolorida por la polla de Jace, era una combinación extraña. Pero la necesidad dentro de mí era implacable. Mi debilidad era patética. Me lamí los labios, aun siendo capaz de saborearlo, recordando la forma en que gimió cuando nos besamos. Los sonidos amortiguados de Jace y Nathan hablando llegaron a mi oído, pero no podía decir lo que estaban diciendo. No estaba segura de sí Jace planeaba contarle a mi hermano lo que pasó con ese tipo, James, hoy.

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Después de unos minutos en el baño, me escabullí a mi habitación y apliqué algo de maquillaje a la marca en mi cuello antes de cubrirla con mi cabello. Mirándome en el espejo, juré actuar con la mayor indiferencia posible cuando me enfrentara a mi hermano. Cuando entré a la cocina finalmente, Jace estaba sentado frente a Nathan en la mesa. Ambos tenían cervezas. —Le conté a Nathan lo que pasó hoy —dijo Jace. Decidiendo ser una listilla, incliné la cabeza. —¿Sobre qué exactamente? Me fulminó con la mirada. —Sobre la visita de James. —Oh, sí. —Me encogí de hombros—. No fue gran cosa. Nathan me miró. —Bueno, no hace falta decirlo, me molesta que hayas abierto la puerta y espero que hayas aprendido la lección. Siempre es necesario revisar la mirilla. Al menos este imbécil ya no vendrá ahora que tiene su dinero. —No lo hará —dijo Jace—. Pero ella todavía necesita estar alerta. Porque esta mierda aún no ha terminado. Hay otros. Abrí la nevera y tomé un poco de jugo de naranja directamente del envase. Eso estaba fuera de lugar para mí, pero mi cabeza todavía estaba en otra parte. Dejé el jugo de nuevo y me giré hacia Nathan. —¿Cómo va el nuevo trabajo? —Bastante bien. —Sonrió—. De hecho, estuve a punto de vender un auto hoy, pero luego la esposa del tipo lo convenció de ir al concesionario al otro lado de la ciudad mañana antes de tomar una decisión. Así que apesta. Fruncí el ceño con simpatía. —Tal vez regrese. —Sí. Eso espero. —Eso es genial, hombre —dijo Jace—. Cruzaré los dedos para que llegue. —Gracias. Me vendría bien el dinero extra. —Voy a dar una vuelta por la manzana. Necesito algo de ejercicio — anuncié. También necesitaba un respiro. —Diviértete —dijo mi hermano mientras me dirigía hacia la puerta sin mirar a Jace.

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Cuando la cálida brisa del atardecer golpeó mi rostro, cerré los ojos y respiré hondo. Tan en mi cabeza que casi me topé con una mujer que paseaba a su perro. —¡Perdón! —grité. Incapaz de manejar más mis sentimientos, necesitaba contarle a alguien lo que sucedió hoy. La única persona en quien confiaba lo suficiente era Kellianne. Ella conocía mi historia con Jace, y no tendría que explicarlo todo desde el principio. Sacando mi teléfono, la llamé. —¿Qué pasa? —dijo cuando respondió. —Jace me besó —anuncié—. Y estoy toda jodida. —Oh, Dios mío. ¿Qué? —gritó, casi explotando mi tímpano—. Empieza desde el principio, por favor. Le conté toda la historia, retrocediendo hasta la conversación que Jace y yo tuvimos la noche en que me llevó a casa desde La Iguana, y terminando con el beso de hoy tras el incidente de James. —Oh, Dios mío, Farrah. Eso es tan sexi. Perdió totalmente el control. —Honestamente, me sorprendió. Pensé que toda esperanza se había ido después de lo que dijo en su camioneta esa noche. Pero cuando me besó hoy, me di cuenta de lo lejos que estaba. Habría hecho cualquier cosa por seguir besándolo. Sin embargo, terminó todo, insistiendo en que nada más podría suceder entre nosotros. ¿Cómo se supone que voy a... olvidar? —Esta es una situación muy difícil —suspiró—. Pero no creo que tengas otra opción. Sabes que tu hermano se volvería loco. Jace realmente está tratando de hacer lo correcto aquí. Pase lo que pase, Nathan y tú estarán bien. Es su relación con Jace la que estaría en juego. Dejé de caminar y miré al cielo. —Debo ser una persona horrible por querer escabullirme a espaldas de Nathan. Ella suspiró. —No, no eres una mala persona. Estás un poco enamorada, y muy cachonda, por un hombre del que te enamoraste desde que eras niña. Aunque andar a escondidas con él no estaría bien, estoy segura de que la idea de estar con él es alucinante. Creo que la única posibilidad que tendrás de eso es si Jace vuelve a perder el control. Básicamente, tiene que pensar únicamente con su polla y no con su cerebro. No decidirá hacerlo. Simplemente sucedería.

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—No quiero que Jace tenga que cargar con ningún sentimiento de culpa. No me burlaré de él para que pierda el control. Solo desearía que las cosas fueran diferentes. —Sí, pero no lo son. Sabiendo dónde están las cosas, trata de averiguar cómo alejarte. No es fácil porque vive contigo, pero debes hacer un esfuerzo consciente para seguir adelante. —¿Y cómo hago eso exactamente? —Necesitas conocer a alguien más, dejar de pensar en Jace. ¿Recuerdas esa historia ficticia de citas online que le diste? Tal vez tengamos que arreglarlo y hacerlo realidad. Eso sonaba miserable, pero necesitaba encontrar una manera de desviar mi atención del hombre inalcanzable que había estado consumiendo mi mente y mi corazón durante demasiado tiempo. Después de nuestra conversación, le agradecí a Kellianne y continué mi caminata alrededor de la cuadra. Cuando regresé a la casa, la camioneta de Jace ya no estaba. Dentro, Nathan estaba solo en la cocina, preparando la cena. —¿Jace se fue? —pregunté. Golpeó una cuchara de metal contra la cacerola. —Sí. —¿A dónde? —No estoy seguro. Probablemente a la casa de esa chica, Alyssa. Los celos ardían en mi garganta. —Ya veo. Nathan arqueó una ceja. —¿Por qué? ¿Lo necesitas para algo? Bajando la mirada, sacudí la cabeza. —No. Al regresar a mi habitación, pasé la siguiente hora escondida hasta que Nathan me llamó a la cocina para comer un poco de pasta que había hecho. Después de la cena, regresé a mi habitación y escuché música durante el resto de la noche. ¿La peor parte? Jace no regreso a casa esa noche.

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10 Jace Desde el día en que perdí el control con Farrah, había pasado todas las noches en casa de mis padres. Ya era bastante malo que no pudiera volver a mirar a Nathan a los ojos, pero era obvio que también necesitaba alejarme de Farrah. Habían pasado dos semanas y todavía no tenía las pelotas para volver a mi habitación en su casa. Me había inventado una historia sobre que mi madre necesitaba ayuda en casa con mi padre, así que estaría viviendo con ellos temporalmente. Mientras tanto, mis padres no entendían por qué de repente quería pasar tanto tiempo con ellos. La buena noticia era que, a pesar de que mi vida personal era una mierda, las cosas en el trabajo finalmente se estaban estabilizando. El banco había aprobado nuestro préstamo comercial, así que Muldoon sería capaz de pagar todo el dinero que debíamos. También podría devolver a mi cuenta bancaria los veinte mil dólares que le había dado a James. La salud de papá también estaba mejor que nunca. Después del último examen, los médicos estaban bastante seguros de que su cáncer estaba en remisión. Era solo cuestión de tiempo antes de que volviera a trabajar. Entonces podría decidir si quería encontrar un trabajo aquí o regresar a Charlotte e intentar recuperar mi trabajo anterior. Esto último tenía más sentido; era la dirección en la que me inclinaba. —¿Cuánto tiempo vas a honrarnos con tu presencia antes de regresar a casa de Nathan? —preguntó mi madre una mañana durante el desayuno. —Probablemente volveré esta noche. —Bueno, no me voy a quejar de este tiempo extra que tuve contigo, incluso si no lo entiendo. Te negaste a volver a vivir con nosotros cuando llegaste a casa, así que estos días extras fueron agradables. Mi madre me había preparado mis panqueques favoritos todas las mañanas. No me sentía digno de sus cariños. En cambio, me sentía como

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un sucio traidor. Nathan siguió enviándome mensajes de texto al azar, y me tomó cada gramo de esfuerzo que pude reunir responder con comentarios despreocupados. Me sentía culpable, no solo por lo que pasó con Farrah, sino porque todavía no confiaba en mí mismo cuando estaba con ella a pesar de conocer las consecuencias. Mi madre puso otro panqueque de avena caliente en mi plato. —¿Todo bien entre Nathan y tú? —Sí. ¿Por qué preguntas? —Vertí jarabe sobre el panqueque. —Solo pensé que tal vez eso tenía algo que ver con la razón por la que has estado aquí. —¿Por qué tiene que haber algo mal para que quiera visitar a mis padres? —Porque sé que este no es tu lugar favorito, incluso si nos amas. — Caminó de regreso a la cocina y luego se dio la vuelta—. Olvidé mencionar que vi a Farrah. Mis oídos se despabilaron. —Oh, ¿sí? —Estaba con un chico. Parecía que estaba en una cita. Dejé de masticar. —¿Qué quieres decir? —Bueno, ¿qué más estaría haciendo sentada frente a un chico guapo en Dean’s? Dean’s era un restaurante no lejos de la casa de mis padres, que también estaba cerca del trabajo de Farrah. El jarabe se revolvió en mi estómago. —¿Cuándo fue eso? —Ayer. Enojado conmigo mismo por sentir una sacudida de celos, exhalé. —Parece que eso te molesta —dijo. —¿Qué? —Sentí que mi cara se ponía roja—. ¡No! Ella simplemente... a veces no tiene el mejor juicio. —¿Cómo sabes eso? Porque quiere follar conmigo, por ejemplo. Ignoré su pregunta. —¿Cómo lucía el tipo? —Era mayor.

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Mi tenedor se me cayó de la mano. —¿Mayor? —Quizás alrededor de tu edad, posiblemente a principio de sus treintas. —¿Me estás jodiendo? —¿Qué está mal con eso? Tu padre es diez años mayor que yo. —Ella es prácticamente una niña. Hay una gran diferencia entre los veintiún años y los treinta y algo. Sentí que mi cabeza iba a explotar. Quería subir a mi auto e ir a buscarla. Pero sacudí ese pensamiento loco de mi mente. —Lo que acabas de decir sobre Farrah va en contra de todo lo que me has dicho antes. Pensé que sentías que ella era madura. Me froté las sienes. —Lo es... pero eso se debe a que ha tenido que manejar muchas cosas desde una temprana edad. Eso no significa que esté lista para jugar con un tipo de unos treinta años. No ha tenido muchos novios. Mi madre ladeó la cabeza y sonrió. —Pareces especialmente comprometido con su bienestar. —Lo estoy, porque me preocupo por ella —dije, sintiéndome atrapado con mis pantalones abajo. Mamá no era tonta. —¿Estás seguro de que no hay nada más? —preguntó. Una cosa que nunca pude hacer fue mentirle a la cara a mi madre. Así que tenía que salirme de la situación. No iba a admitir que tenía sentimientos inapropiados por la hermana de Nathan, incluso si esa era la verdad. —El desayuno estaba delicioso. —Mi silla patinó contra el suelo mientras me levantaba—. Gracias. —Ah, el famoso comer y correr. Recuerdo eso de cuando solía confrontarte sobre fumar marihuana en la secundaria o si tenías relaciones sexuales. —Déjalo, ¿de acuerdo? —Salí corriendo por la puerta para ir al trabajo. Sí. Ella lo sabe. ***

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Esa noche, me obligué a mostrar mi cara en casa de Nathan. No podía desaparecer de la casa para siempre, así que lo aguantaría y pasaría mi primera noche allí esta noche. Él acababa de regresar del concesionario cuando llegué. No había visto el auto de Farrah afuera, así que supuse que no estaba en casa. Abrió el refrigerador y tomó una cerveza. —Siento que no te he visto en años. ¿Cómo van las cosas con tus padres? Una ola de culpa me golpeó. —Papá está mucho mejor ahora. —Es bueno escucharlo. —¿Cómo va el trabajo? —pregunté. —Realmente bien. Vendí un Escape hoy. —Eso es asombroso, hombre. —Sí. Nunca imaginé que terminaría con algo que me gustara más que mi último trabajo, pero esto demuestra que todo sucede por una razón. — Rio entre dientes—. Ahora sueno como Farrah. La mención de su nombre me aceleró el pulso. Hice lo mejor que pude para actuar de manera casual. —¿Cómo está Farrah? —No la he visto mucho durante la última semana. Hmm... —Eso es probablemente porque ha estado por la ciudad con un chico. Su frente se arrugó. —¿Qué chico? Estuvo mal por mi parte delatarla, pero mi lado egoísta quería que Nathan supiera sobre esto. Aparte del hecho de que probablemente yo era el hombre más peligroso con el que Farrah casi se había involucrado, teníamos que asegurarnos de que no se metiera en problemas. —Mi madre dijo que la vio con un chico en Dean’s. —¿En serio? Bueno, nunca me lo mencionó, pero probablemente soy la última persona a la que se lo diría. —Solo te lo digo para que puedas estar atento, asegúrate de que no esté saliendo con el tipo de gente equivocada. —Soy consciente de eso. Sabes que estaré en eso.

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Asentí. A pesar de mis mejores esfuerzos, probablemente también participaría.

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11 Farrah La Dra. Stein garabateó algo en un papel. —¿Por qué crees que decidiste hablar con alguien en este momento de tu vida? Ha pasado un tiempo desde que tus padres fallecieron. ¿Por qué no antes? No estaba segura de cómo responder, pero hice lo posible por averiguarlo. —Siempre me ha costado abrirme a alguien, en general —empecé—. Pero últimamente me he sentido muy descontrolada en cuanto a mis emociones y mis acciones. Siento que necesito a alguien que me controle. Nunca me había sentido así, ni siquiera después de la muerte de mis padres. He estado a punto de tomar algunas decisiones precipitadas que podrían haber sido muy perjudiciales para las personas que quiero. Una semana después de mi último encuentro con Jace, decidí pedir una cita con un terapeuta. Tarde mucho en hacerlo, algo que probablemente debería haber hecho justo después de la muerte de mis padres. Pero siempre tuve miedo de lo que pudiera pasar, de que todas las emociones crudas fueran demasiado abrumadoras si salían a la superficie. Pero después de llegar de La Iguana, tuve una nueva confianza. La Dra. Alicia Stein me fue recomendada por uno de mis compañeros de trabajo. Tenía un comportamiento agradable y era muy paciente. Esta era mi tercera cita con ella. En las primeras sesiones, hablé de la muerte de mis padres y trabajé con algunos de esos sentimientos. Hoy se ha centrado en mi situación actual. —Dime qué te pasa ahora. La última vez que hablamos, acababas de conocer a alguien por internet. —Sí... Colton. En realidad, me trajo aquí. Es muy agradable. Aunque solo lo he estado viendo por un par de semanas.

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—Obviamente te has acercado a él en poco tiempo si te trae a tus sesiones de terapia. —En realidad, mi auto es una mierda y dejó de funcionar de nuevo, así que fue lo suficientemente amable como para ofrecerse a traerme. No era como si necesitara su apoyo o algo así. No estamos a ese nivel. Pero me ha apoyado mucho, en general, y le dije que vendría a verte. —¿Cómo está la situación en casa? —Miró sus notas—. Con tu hermano, Nathan, y... ¿Jace? Ese es su nombre, ¿correcto? ¿El amigo de tu hermano? —Sí. Buena memoria. —Bueno, lo tengo escrito. —Sonrió—. Solo intentaba leer mi propia letra. —Sí. Por supuesto. —Me moví en mi asiento—. No lo he mencionado antes, pero hay una pequeña historia con Jace. Estoy bastante segura de que tiene mucho que ver con la razón por la que vine a verte cuando lo hice —hice una pausa—. Algo pasó entre nosotros. Sus ojos se abrieron de par en par. Pasé los siguientes quince minutos contándole a la Dra. Stein mis sentimientos por Jace a lo largo de los años y terminé en la parte en la que nos habíamos besado. Aparte de Kellianne, no había hablado de él con nadie, salvo con mi madre antes de que muriera. —Así que... —dije—. Debo preguntarme si lanzarse a algo con Colton es una buena idea, teniendo en cuenta lo reciente que fue todo con Jace. El problema es que sé que nunca puede pasar nada allí. Jace lo dejó muy claro. No hay más remedio que seguir adelante. —¿Has hablado con Jace de tus sentimientos desde el día en que se besaron? —No. De hecho, no le he visto mucho en las últimas semanas, y eso ha sido intencionado por mi parte. Se quedó en casa de sus padres las dos primeras semanas después de que nos besáramos y, sinceramente, sé que la excusa que le dio a Nathan era una mierda. Él dijo que necesitaba ayudar a sus padres, pero solo me estaba evitando. Es comprensible. Era mejor que no nos viéramos durante un tiempo. —¿Ha vuelto a tu casa ahora? —Sí, pero aun sigo evitándolo. No quiero tener que lidiar con ninguna tensión. —¿Sabe que has estado viendo a Colton? —Aparentemente sí, aunque no fui yo quien se lo dijo. Nathan me dijo que Jace mencionó que su madre me vio con Colton. Así que sabe que estoy viendo a alguien.

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—¿Por qué crees que tu hermano se opondría tanto a que ocurriera algo entre Jace y tú? Era difícil explicar a Nathan a alguien que no lo conocía. —Mi hermano no es cercano a mucha gente. Básicamente solo nos tiene a Jace y a mí. Antes de que Jace regresara a la ciudad, Nathan era un poco solitario. Jace es su único amigo de verdad. Si algo sucediera entre Jace y yo, y no funcionara, Nathan tendría que elegir un bando. Nathan y Jace siempre han sido competitivos, y por mucho que Nathan quiera a su mejor amigo, sé que no pensaría que Jace es la persona adecuada para mí. El cree que a Jace le gusta jugar en el campo. Nathan no confiaría en él. La Dr. Stein asintió. —Jace está prohibido. Eso impulsa tu atracción por él. Me encogí de hombros. —Mis sentimientos por él se remontan a la infancia. Es mucho más que el hecho de que sea inalcanzable. Hay muchas cosas de él que me atraen, su vulnerabilidad a pesar de su rudeza... su humor, desde el momento en que lo conocí, cuando ambos éramos niños, me sentí atraída por él. Volvió a Florida después de nueve años de ausencia, y me he dado cuenta de que no ha cambiado mucho mi atracción, salvo que ahora lo admiro por otras razones. Su deseo de ayudar a su padre, su actitud trabajadora. Por supuesto, la atracción física no ha hecho más que aumentar: los hombres mejoran mucho con la edad, ¿no? —Tengo que estar de acuerdo contigo en eso. Es bastante injusto. — Sonrió y volvió a mirar sus notas—. Bien, Farrah. Por todo lo que puedo decir, estás en el camino correcto. Sabes que una relación con Jace sería tóxica, no solo porque perjudicaría a tu hermano, sino porque creo que tus sentimientos hacia él rozan lo obsesivo. Creo que trabajar para desarrollar algo genuino con este nuevo chico es la opción más saludable para ti en este momento. Su uso de la palabra obsesivo me atrapó desprevenida y me hizo preguntarme si estaba pareciendo una loca a pesar de mis esfuerzos por no hacerlo. Kellianne también se había referido a mis sentimientos por Jace como una obsesión. La sesión duró quince minutos más antes de que la Dra. Stein se despidiera de mí por ahora, salí de la oficina para encontrar a Colton esperándome afuera. —Gracias de nuevo por recogerme —dije mientras subía a su Jeep azul eléctrico. —De nada. —Se inclinó para besarme en la mejilla—. ¿Cómo fue? Quiero decir, no tienes que decirme de qué hablaron, pero, ¿has sacado algo en claro?

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—Sí... Definitivamente ha sido algo bueno para mí. —Me alegro. —Colocó su mano en mi rodilla—. ¿Sabes dónde quieres ir? Tengo un poco de hambre. ¿Y tú? Mi estómago gruñó. —Podría comer. Solo tengo que pasar por la casa muy rápido. Tengo que ver si llegó este sobre que estoy esperando. Es importante y no quiero que se quede en el buzón. —¿Te importa si pregunto qué es? ¿O es privado? —Son entradas para Shawn Mendes. Se rio. —¿Te gusta? —En realidad, no. Bueno, él está bien, pero las entradas no son para mí. Son para mi vecina de al lado, Nora. Tiene once años y está obsesionada con él. Y sé un poco sobre obsesiones, aparentemente. —¿Las compraste para ella? Me encogí de hombros. —No tiene dinero y su madre es una madre soltera que intenta llegar a fin de mes. Quería hacer algo bonito por ella. Solo espero que su madre la deje ir. Puede ser algo estricta, aunque la deja sola todas las tardes para que se valga por sí misma. —Maldita sea. Sería una pena que le impidiera ir. Esa chica te amará por esas entradas. Asentí. Solo pensar en la reacción de Nora me daba vértigo. —Seguramente la alegrará por el año entero. He estado contado con poder conseguir entradas. Una persona con la que trabajo está casada con un tipo que trabaja en la taquilla y pudo conseguirme dos. Colton se acercó para pellizcarme en la mejilla. —Eres un encanto, Farrah. —Su toque me hizo sentir un cosquilleo en la piel. Definitivamente me sentía atraída por él. Sin embargo, con su cabello rubio y sus ojos azules, era todo lo contrario a Jace. Considerando todas las cosas, eso era algo bueno. Jace era mi caballero oscuro prohibido, y Colton era más bien un ángel con los brazos abiertos. —Se siente bien hacer algo bueno por alguien. —Lo que pones en el mundo definitivamente volverá a ti —dijo mientras estacionaba frente a mi casa. —Ahora mismo vuelvo.

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Efectivamente, cuando llegué al buzón, el sobre estaba allí, así que fue una buena decisión haber venido a casa. Comprobé el interior del sobre para asegurarme de que todo estaba bien antes de meterlo en mi bolso. Justo cuando estaba a punto de volver a Colton, la camioneta de Jace se detuvo. Mi corazón comenzó a acelerarse. Sus ojos se encontraron con los míos. Ahora que me había visto, no podía irme sin saludar. Desafortunadamente, saludar también significaba tener que presentarle a Colton. Esto iba a ser súper incómodo, pero tenía que suceder en algún momento. Así que continué de pie junto al buzón y esperé a que Jace saliera de su camioneta. Limpiando mis sudorosas palmas en mis pantalones cortos, dije: —Hola... ¿cómo va todo? Jace cerró la puerta y sus ojos se dirigieron a Colton que esperaba en el Jeep. Inclinó la cabeza. —¿Es tu nuevo novio? —No es mi novio, pero Colton y yo estamos saliendo, sí. Sin decir nada más, Jace se acercó al Jeep, haciendo que Colton bajara la ventanilla. Jace extendió la mano. —Soy Jace. Estrecharon las manos. —Colton. —¿Dónde vives? —En Hyacinth. —¿Cuál es tu apellido? —Sterns. Jace asintió una vez y volvió a acercarse a mí. —Ten cuidado. Exhalé. —Lo tendré. Me dolía el corazón. Lo echaba tanto de menos. Jace desapareció en la casa, y yo volví al Jeep de Colton y subí por la puerta del pasajero. Después de un poco de silencio incómodo, arrancó el auto.

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—¿Era tu compañero de piso? Me aclaré la garganta. —Sí. Ese es Jace, el mejor amigo de mi hermano y nuestro compañero de piso temporal. —No te ofendas, pero parece un idiota. Podía entender por qué se sentía así, pero aun así me puse un poco a la defensiva. —Solo es protector conmigo. No es diferente a Nathan en ese sentido. —Puedo ver por qué no me has traído todavía. —Sí, bueno, eso tiene que cambiar. Tengo derecho a traer a quien quiera a mi casa, y mi hermano va a tener que vivir con ello. Pero si realmente quería decir eso, ¿por qué no lo había traído? ¿Por qué no lo invité esta noche? No podía, por supuesto, admitir que la razón tenía que ver más con el “idiota” que acababa de conocer que con mi hermano. Colton suspiró. —Bueno, sí conocer a ese chico fue tan divertido, me imagino cómo será conocer a Nathan. Fruncí el ceño. —Lo siento. No es fácil cuando la única familia que tienes es tu malhumorado hermano mayor y su amigo gruñón. La testosterona manda en mi casa. Sabía que las cosas serían diferentes si mis padres estuvieran cerca. Nathan se involucraría menos en mis asuntos personales. Y a mi madre, en particular, le habría encantado la dulce personalidad de Colton. —Está bien. Puedo soportar el calor. —Me tomó de la mano—. Vale la pena. *** Esa noche, Colton me llevó a casa después de cenar. Le di las buenas noches en la puerta, y lo último que esperaba al entrar en la casa era encontrar a Jace sentado solo junto a la piscina. Abrí la puerta corrediza de cristal, lo que lo hizo girarse hacia mí. —Hola... —dije. Su voz fue baja. —Hola. —¿Dónde está Nathan?

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—Salió a tomar unas copas con unos tipos del concesionario. Supongo que hoy ha vendido otro auto y lo celebrarían. —Vaya, eso es increíble. Me alegro mucho por él. —Sí. No me digas. Me alegro de verlo feliz. Me acerqué y tomé asiento tres tumbonas más allá de la de Jace, dudando en acercarme demasiado. —Me sorprende verte aquí. Normalmente estás fuera. —Hoy no hay nada que hacer, supongo. Sentado a solas con mis pensamientos. No había cantidad que no hubiera pagado por saber qué pensamientos se arremolinaban dentro de la cabeza de Jace. —No hay nada malo en despejar la cabeza. —Ha pasado un tiempo, ¿eh? —Sí —emití, sorprendida—. Me alegro de que nos hayamos encontrado antes. Ha pasado mucho tiempo. Jace me miró fijamente durante unos segundos. —¿Te gusta este tipo? Me encogí de hombros. —Sí, me gusta. Es demasiado nuevo para saber si es algo más que algo casual. Pero es muy simpático. No hay que preocuparse por él, si es lo que estás pensando. Es totalmente inocente. —Lo sé. He comprobado sus antecedentes. Sonreí. —Me imaginé que por eso preguntaste su apellido. —Maldición, sí. —Se quedó callado un momento—. Puedes acercarte. No te voy a morder. La idea de que me mordiera me produjo un escalofrío. Me levanté y me acomodé en el asiento junto a él. —Te he echado de menos. Asintió. —Yo también te he echado de menos. —Cuando te quedabas con tus padres, me preguntaba si ibas a volver alguna vez. Pero luego, cuando lo hiciste... no estaba preparada para enfrentarte, así que he estado escondiéndome.

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—Siento haberte puesto en esa situación. Esta es tu casa. No deberías estar incómoda. —Esa es la cuestión... Me siento cómoda cerca de ti. Me encanta cuando estás en casa. Pero supongo que he asumido que últimamente te hago sentir incómodo. —No es eso en absoluto, Farrah. Me haces sentir lo contrario de incómodo. Mis sentimientos me incomodan. Cuando estoy cerca de ti... soy feliz. Eso es lo que me cuesta. Este hombre definitivamente sabía cómo hacer que mi corazón cobrara vida. También sabía cómo confundirme. Miré al oscuro cielo nocturno. —He empezado a ver a un terapeuta. —¿En serio? Eso es algo muy importante. ¿Desde cuándo? —Desde que te fuiste a quedar con tus padres. Un compañero de trabajo me dio el nombre de alguien hace mucho tiempo, e hice de tripas corazón. Tenía la disponibilidad para aceptarme, así que dejé de lado mis miedos y lo hice. —Me alegro por ti. Me alegra oírlo. ¿Sientes que te está ayudando? —Siempre es bueno sacar los sentimientos reprimidos, así que diría que está ayudando en ese sentido. Todavía es demasiado pronto para saber cuál será el beneficio a largo plazo. —Sí. Lo entiendo. Dudé. —Ella parece pensar que mis sentimientos por ti son... malsanos. Los calificó de obsesivos. Entrecerró los ojos. —¿Lo crees? —No lo sé. —Eso es una mierda, Farrah. Sientes atracción por mí porque es propio de la naturaleza humana sentirse atraído por alguien del sexo opuesto con quien además tienes una profunda historia y te llevas bien. No hay nada insano en eso. No dejes que te haga creer que está mal sentir esas cosas. —Me sorprende oírte decir eso. Creía que sentías que lo que pasaba entre nosotros estaba mal. Sacudió la cabeza.

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—Aunque puede estar mal actuar en consecuencia, no hay nada malo en lo que sentimos. No podemos evitarlo. Quererte me parece muy natural, aunque no pueda pasar nada. Si bien sus palabras eran validadoras, también apestaba oírle reiterar una vez más el hecho de que no podía pasar nada entre nosotros. —Colton pensó que fuiste un verdadero idiota hoy. —Bien. Que eso sea una advertencia para él. Si alguna vez intenta hacerte daño, seré su mayor pesadilla. Compartimos una sonrisa. —Él es... realmente agradable. Parece que no puedo relajarme lo suficiente como para dejar que las cosas progresen —hice una pausa—. No hemos... tenido sexo ni nada. Tragó saliva. —¿No quieres? —Supongo que mi cabeza no está en el lugar adecuado para iniciar eso ahora mismo. Aspiró un poco de aire y luego lo soltó. —¿Vas a presentarle a Nathan? —Estoy pensando en ello. —Me aseguraré de estar al frente y en el centro con algunas palomitas cuando suceda. —Rio. —Muchas gracias. —Reí. —En serio, sin embargo, Farrah, si eres feliz, yo soy feliz. Por favor, no pienses que tienes que evitarme, o que no puedes contar conmigo. —No me he sentido así. Sé que te preocupa lo que me pase. Y respeto que no quieras arriesgarte a hacerme daño o a Nathan. Solo desearía... —¿Desearía qué? —No seguir teniendo esos sentimientos. La luz de la luna brillaba en sus ojos mientras me miraba fijamente. —¿Puedo preguntarte algo? —Sí. —Tus sentimientos por mí... —Se mordió el labio—. ¿Son los que te impiden seguir adelante con este tipo? Era imposible mirarlo a la cara y negarlo. —Creo que sí.

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Jace cerró los ojos brevemente mientras asimilaba mi admisión. —¿Cómo es que no estás con nadie esta noche? —pregunté. —¿Qué crees, que estoy con una mujer diferente cada noche o algo así? No es así. —Sinceramente, no lo sé. —No lo hago. No he estado con nadie en más de tres semanas. —¿Desde que nos besamos? Asintió. —¿Por qué? —Porque no eres la única que está jodida por eso, Farrah. —Supongo que me imaginé que seguirías fuera... haciendo lo que haces... a pesar de todo. —Sí, bueno, supongo que no puedo compartimentar tan bien como podrías haber pensado. —¿Estás diciendo que lo que sientes por mí es algo más que sexual? —Por supuesto que lo es. ¿Por qué tienes que preguntar eso? —No lo sé. —Me encogí de hombros—. Realmente no entiendo cómo me ves. —¿No entiendes cómo te veo? —Su voz se hizo más fuerte—. Te veo amable, cariñosa, atenta, trabajadora... y hermosa. No hay absolutamente nada que no me guste de ti, Farrah. —Se quedó mirando—. No he sido capaz de mirar a Nathan a los ojos... aún. Por eso me quedé un tiempo en casa de mis padres. No sé qué hacer con esta energía entre nosotros. Es fácil decir que vamos a olvidarlo, pero no es tan fácil cuando estoy cerca de ti. —Dímelo a mí. No podía creer que se estuviera abriendo así. Pero cuando cerró los ojos, de nuevo con aspecto atormentado, tuve el presentimiento de que había algo más. —¿Todo lo demás está bien? Pareces deprimido, en general, esta noche. Cuando entré, ya estabas sumido en tus pensamientos. ¿Tiene que ver con Muldoon? Sacudió la cabeza. —Todo va bien en el trabajo, en realidad. Conseguimos el préstamo. Así que no es eso —hizo una pausa—. He tenido que tomar Lincoln Road a casa todos los días porque hay unas obras en construcción. Hay un desvío. Mi corazón se hundió. —Oh...

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—Cada vez que paso por allí, los flashbacks me golpean como una tonelada de ladrillos. Pero me niego a encontrar otro camino a casa porque tengo que enfrentarme a estos sentimientos en algún momento. Nunca se me ha dado bien lidiar con ellos. Me rompió el corazón que hubiera estado guardando esto en su interior. —Te lo he dicho antes, pero sabes que puedes hablar conmigo de ello cuando quieras, ¿verdad? Puedo manejarlo. Sus ojos brillaron. —Si puedo hablar con alguien de ello, es contigo. No con Nathan. Pero todavía no puedo llegar a eso. Eso no significa que no esté constantemente en mi mente. No puedes escapar de tus pensamientos. Parte de la razón por la que no dudé en volver aquí es porque sentí que me haría bien enfrentarme por fin a todas las cosas de las que he estado huyendo. —Estoy orgullosa de ti por pasar por allí, aunque sea doloroso. Inspiró profundamente. —Gracias. Había dicho que no estaba preparado para hablar de ello, pero había algo que necesitaba quitarme de encima. —A veces me pregunto si te sientes culpable por haber sido el único superviviente. Ese tipo de culpa puede ser bastante tóxica. Sabes que no fue tu culpa, ¿verdad? No tenías control sobre nada de eso. Jace apoyó la cabeza en las manos. ¿Estaba a punto de llorar? No lo había visto expresar este tipo de emoción desde que regresó. —No quise molestarte —dije—. Solo quería que supieras que lo entiendo. Aunque no estuve allí... lo entiendo. Levantó la vista. —Está bien. Me puse de pie. —Puedo darte algo de espacio si prefieres estar solo. Tomó mi mano. —No. No quiero eso en absoluto. Quédate. No había nada que deseara más.

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12 Jace Se veía tan hermosa bajo la luz de la luna. A veces era difícil creer que fuera la misma chica que solía morderse el cabello. Farrah se había convertido en una mujer tan elegante y madura. Por mucho que tuviera sus peculiaridades, sus ideales y su visión estaban más en consonancia con los míos que los de la mayoría de las mujeres con las cuales me había cruzado en mi vida adulta. No me juzgaba y nunca me sentía incómodo a su lado, a pesar de no sentirme cómodo con mi atracción por ella. En este momento, me encantaba estar con ella. —¿Qué quieres de la vida, Farrah? —le pregunté. Sonrió y se inclinó hacia delante para mirarme, con una mirada penetrante. —Creo que quiero recrear la paz que tenía antes de que mis padres murieran. Pero no estoy segura de cómo hacerlo. No sé si podré volver a sentirme normal, completamente segura. Tampoco quiero tener que depender de nadie para el apoyo financiero. Quiero sentirme segura, económica y emocionalmente. Pero estoy muy lejos de ello. —Miró a las estrellas—. Así que mis tres respuestas son paz, felicidad y seguridad económica. —Farrah levantó la barbilla—. Siento que has logrado mucho. Me gustaría estar en ese mismo barco en algún momento: graduarme de la universidad, de la escuela de posgrado y tener suficiente experiencia para conseguir un buen trabajo y cuidarme sola. Me encogí de hombros. —Puede que tenga un buen currículum, pero estoy lejos de donde quiero estar en la vida. Gran parte de eso tiene relación con el hecho de que hui cuando las cosas se pusieron difíciles y no he afrontado las cosas. Así que, aunque parezca tener las cosas claras, es más bien una ilusión. —¿Has hablado de tus sentimientos con alguien?

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—Eso es lo que estoy haciendo ahora. —Sonreí—. Esto es lo máximo —suspiré—. No sé qué se supone que debo hacer, para ser sincera. No es que pueda cambiar algo de lo que pasó. ¿Hablar de ello realmente ayudará? No lo sé. Siempre me he enterrado en la escuela y el trabajo. —Tenemos eso en común: no lidiar con las cosas. Me he enfocado en mi trabajo sin importancia y en estar ahí para Nathan, pero no siento que esté viviendo mi vida como quiero. Sinceramente, los últimos siete años han sido un borrón. Asentí. —También siento que he tenido dos vidas diferentes: antes y después. ¿Sabes lo que quiero decir? Ella asintió. —Sé exactamente lo que quieres decir. Nuestras miradas se cruzaron. —Sé que lo sabes. —A pesar de lo duro que ha sido —dijo—, cuando regresaste a Florida, se sintió muy bien. Fue como si recuperara una parte del “antes”. No tuve mucho mientras crecía. Tenía a mis padres, a Nathan, y honestamente, Jace... te tenía a ti. Porque siempre estabas cerca. Que volvieras fue lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo. —Se atragantó un poco—. Sé que he complicado las cosas al mostrar mis sentimientos por ti, pero espero que sepas que pase lo que pase... siempre te apreciaré. Un sentimiento inidentificable burbujeó dentro de mi pecho: una cálida sensación mezclada con una intensa culpa. Tenía muchas ganas de inclinarme y besarla. —Eres increíble, ¿lo sabías? —Yo también creo que eres increíble —susurró. —Cuando mi madre me dijo que te había visto con ese tipo, Colton, supongo que pudo percibir una vibración extraña en mí. Me preguntó si me había molestado. Incluso en la oscuridad, pude ver cómo sus mejillas se volvían rosadas. —¿Estabas celoso? Asentí. —¿Conoces el dicho, si no puedes soportar el calor, sal de la cocina? Eso es lo que hice. Me fui de la cocina, literalmente, me levanté de la mesa porque nunca he podido mentirle a mi madre. —¿Por qué tenías miedo de decírselo?

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—No quería que me convenciera de hacer algo malo. Mi madre no es una buena influencia. Es muy romántica y te adora. Creo que le encantaría que estuviéramos juntos. Te respeta mucho. La expresión de Farrah se volvió triste. —Pero ella no conoce a Nathan como nosotros. —Sí —susurré. Se aclaró la garganta. —Bueno, tu madre es muy dulce. Siempre me ha gustado. Tus padres son geniales. —Esas dos semanas que pasé con ellos, me di cuenta de la suerte que tengo de tenerlos. —Me arrepentí inmediatamente de haber dicho eso—. Lo siento. Eso fue insensible. Solo quise decir... —No, no, no. No pasa nada. Disfruté a mis padres durante todo el tiempo que estuvieron, y fui muy afortunada durante esos catorce años. — Miró hacia la piscina—. Todavía puedo oír a mi madre hablándome. Es como si supiera el tipo de consejo que me daría para ciertas situaciones, aunque no esté aquí. No tengo la misma conexión con mi padre. Él era un poco más difícil de leer. Pero el hecho de que a veces pueda sentir la presencia de mi madre cuando la necesito es algo bueno. —Se volvió hacia mí—. En fin... me alegro mucho de que hayas venido esta noche. Hacía una eternidad que no tenía la oportunidad de hablar contigo. Me alivia que no estés enfadada después del incómodo encontronazo que tuvimos antes. —No tengo ninguna razón para estar enfadada contigo. Solo quiero que seas feliz. Se encogió de hombros. —Lo estoy intentando. —Ella miró sus manos—. Escucha... esa promesa que hiciste hace un tiempo... sobre no traer chicas aquí... eso no es realmente justo. Si traeré a Colton, deberías poder traer a quien quieras a casa. La idea de que estuviera aquí me inquietaba. No sería fácil, pero tenía que apoyarla porque Farrah necesitaba superar cualquier idea que tuviera sobre estar conmigo. Arqueé la ceja. —¿Estás segura de eso? —Sí... No puedo garantizar que no vaya a odiarla, pero no tengo derecho a decirte cómo vivir tu vida. Además, a Nathan le parecería un poco extraño que nunca trajeras a nadie. ¿No crees? Otras mujeres era lo más lejano de mi mente en este momento. Todo lo que quería era probar los labios de Farrah nuevamente.

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—¿Traerás a este tipo a la próxima noche de cine? —le pregunté. Parpadeó un par de veces. —Posiblemente. No lo he pensado. Decidiendo ser un sabelotodo celoso, enarqué la ceja. —¿Dónde te sentarás? Su rostro se puso rojo. —¿Qué quieres decir? Fui un completo imbécil por sacar el tema, pero no pude evitarlo. —¿Vas a intentar sentarte a mi lado, aunque él esté allí? Su rostro se enrojeció aún más. —Has captado mi pequeño juego de piernas. Felicidades. —Era un poco obvio, sí. Especialmente cuando tu pierna presionaba accidentalmente contra la mía. —Sí... pero no te apartaste exactamente cuando eso ocurrió, ¿verdad? —No, no lo hice. Y probablemente debería ir al infierno por ello. —Bien, siempre tendremos una noche de cine. —Me guiñó. Mi polla se puso rígida ante la idea de volver a estar tan cerca de ella. Farrah no tenía ni idea de lo mucho que la presión de sus piernas me había irritado por dentro. Cambié de tema antes de ponerme duro pensando en ello. —Bien, ¿así es como vamos a manejarlo? Tú traes a tu amigo y yo traigo chicas. Fingiremos que nunca pasó nada entre nosotros... ¿pasar de toda la incomodidad? —Creo que sí. —Se mordió el labio, sin parecer segura. Asentí, aun sintiendo celos. —Bien. —Prométeme algo. —¿Qué? —Prométeme que no me evitarás a partir de ahora. Yo haré lo mismo. Suspiré, pero me prometí actuar como un maldito adulto en adelante. Puedo hacerlo. —Eso suena como un plan. ***

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Mi promesa de no evitar a Farrah se puso a prueba la semana siguiente, cuando Nathan me informó que su hermana traería a su nuevo novio a una barbacoa junto a la piscina. No sabía por qué utilizo ese término. Farrah había dicho que las cosas no iban en serio. ¿Había cambiado algo? ¿Por qué demonios me interesaba tanto saberlo? Nathan y yo estábamos en la cocina, preparando la comida, cuando empezó a darme información antes de que llegara Farrah. Esparció algunas especias sobre una bandeja de alitas de pollo. —Dijiste que conociste a este tipo brevemente, ¿verdad? —Sí. Se limpió el exceso de condimento de las manos. —¿Cómo es? Hice una bola con un poco de carne picada y la palmeé con fuerza... bueno, más bien la golpeé. —Parece agradable. Respetuoso. Creo que ella podría haber aspirado a algo mejor, pero soy yo siendo superficial. No tengo ninguna razón para no confiar en él. He comprobado sus antecedentes. No apareció nada siniestro. Vive en Hyacinth, con sus padres, lo que es una mierda. Nathan frotó el pollo. —Puede que sea un perdedor. —Posiblemente —coincidí. —Gracias por investigarlo. Intentaré no darle demasiada mierda, supongo, a menos que tenga razones para ello. —Estoy seguro de que Farrah lo apreciará. Nathan se lavó las manos y sacó una cerveza de la nevera. —Si este chico es un tipo decente, no tengo nada de qué preocuparme, aunque viva con sus padres. Mi preocupación con Farrah siempre ha sido que acabe metiéndose con el tipo de persona equivocada. Es muy frágil, aunque intente no demostrarlo. Después de toda la mierda que hemos pasado, necesita a alguien confiable. No pudo soportar que la engañen. El chico con el que salió en la secundaria le rompió el corazón; no la engañó, sino que la dejó antes de irse a la universidad. Farrah necesita encontrar a alguien que solo quiera estar con una persona, alguien que la trate bien y esté ahí para ella cuando lo necesite. Exactamente. Mi antítesis. —Estoy de acuerdo. Ese es el tipo de persona que ella necesita. Por eso, aunque ella y yo no tuviéramos tanto miedo de herir a Nathan, no sería la persona adecuada para ella. Mi historial apestaba.

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Cuando se abrió la puerta principal, permanecí en la cocina, golpeando la carne con el dorso de la mano sin pensar cuando debería haberla convertido en hamburguesas. Farrah y su amiguito hablaban en el salón. No estaba seguro de dónde había ido Nathan, tal vez a cambiarse el bañador. Sin embargo, deseaba que volviera aquí. Se suponía que era mi amortiguador. Unos pasos se aproximaron a la cocina, y lo siguiente que supe fue que apareció Farrah, con un vestido de verano tan fino que mostraba los pezones. Ahora que el tipo estaba frente a mí, pude ver que era bastante bajo. Eso me hizo perversamente feliz. —Hola, ¿cómo va todo? —preguntó Farrah. —Bien —dije, dirigiéndome al fregadero para lavarme las manos. Cuando terminé, lo afronté y le extendí la mano—. cómo te va, hombre? —Bien. Me alegro de volver a verte. ¿Has encontrado algo de suciedad sobre mí? —preguntó. —No. Estás limpio. Que es la única razón por la que estás aquí. —Es bueno saberlo. Respeto que cuides de ella. Lo miré fijamente al rostro. —Siempre lo haré. Farrah me sonrió y nuestras miradas se cruzaron. Entonces entró Nathan, y mi atención se desvió hacia él. —Nathan, este es Colton —dijo Farrah, con la voz un poco temblorosa—. Colton, este es mi hermano, Nathan. Colton extendió su mano. —Encantado de conocerte. Nathan la tomó. —Lo mismo digo. Farrah miró entre ellos. —Nathan me seguro que se portará bien hoy. —Mientras nadie me dé una razón para actuar de otra manera — espetó Nathan. Forzándome a extender una rama de olivo, dije: —¿Puedo ofrecerte una cerveza, Colton? —Eso sería genial. —¿Miller o Heineken? —Tomaré una Miller. Gracias.

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Mientras me acercaba a la nevera, Farrah dijo: —¿Qué? ¿No hay cerveza para mí? Hubiera preferido que Farrah no bebiera hoy. Sus inhibiciones se aflojarían, y entonces podría hacer algo con este tipo que no haría de otra manera. Sabía cómo era eso de primera mano. Sin embargo, una vez más me aguanté. —Quieres una Miller, ¿verdad? —Sabía que era su favorita. —Sí. Y solo estaba bromeando, Jace. Puedo conseguirla sola. La forma en que batió sus pestañas me hizo querer cargarla y sacarla de aquí. Tenía problemas serios. Sabía que preferiría estar conmigo ahora mismo en lugar de con este idiota. Y eso me excitaba de una manera extraña. Obligándome a apartar los ojos de ella, me dirigí a la nevera para tomar las cervezas. Después de entregar las botellas a Farrah y su amigo, abrí la mía y me di un largo trago. Farrah se aventuró a salir a la zona de la piscina con Colton, y yo me quedé en la cocina, aunque mis ojos estaban pegados a ella a través de la puerta corrediza de cristal. Cuando se sacó el vestido por encima de la cabeza, mi corazón se aceleró. Tuve que hacer todo lo posible para no salir corriendo y cubrirla con una toalla. Siempre había sabido que tenía un cuerpo hermoso, pero por alguna razón me parecía diez veces más perfecto ahora mismo, probablemente porque mis celos estaban amplificando cada pensamiento y emoción. ¿En qué coño se había convertido mi vida? Hace unos meses vivía en Carolina del Norte, ocupándome de mis asuntos y con una carrera próspera. Ahora estaba de vuelta en Florida, limpiando los desastres que hacía mi padre y deseando a la hermanita de mi mejor amigo. Peor que eso, era incapaz de dejar de pensar en ella incluso cuando no estaba cerca. ¿Y criticaba a mi familia por tener adicciones? Ser adicto a un humano tenía el riesgo añadido de dañar a la otra persona. Farrah saltó a la piscina y su juguete siguió su ejemplo. Continué en la cocina, cortando tomate y cebolla de forma asesina mientras robaba miradas hacia el agua. Era un milagro que no cortara mi dedo. Nathan se acercó a mí. —Parece estar bien. Prácticamente salté al oír su voz. Maldita sea, estaba de los nervios. —Sí. Demasiado pronto para decirlo —dije mientras mutilaba un tomate. Miró hacia la piscina y se volvió hacia mí.

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—Ya que estaremos aquí todo el día, deberías invitar a alguien. —¿Por qué lo haría? ¿No estarías en inferioridad de condiciones? —En realidad... —Mostró una sonrisa—. Una chica del trabajo vendrá. Así que... —¿Una chica? —Sonreí—. ¿Quién es? ¿Y por qué no me has hablado de ella? —Se llama Crystal. Trabaja de recepcionista en el concesionario. Es genial. —Qué bien. Ya era hora. —¿Qué pasó con esa chica Alyssa? —preguntó. Alyssa era lo último que tenía en mente. —Nada. Me ha estado enviando muchos mensajes. Solo que no la he visto. —¿Por qué no la invitas? No se me ocurría ninguna razón para no hacerlo, aunque la idea no me entusiasmara. Podría parecer extraño si insistiera en pasar el rato solo cuando Nathan tenía una chica en casa. Desde luego, no quería ser la quinta rueda. Y no podía escaparme, por mucho que quisiera saltarme toda la fiesta en la piscina. De mala gana, saqué mi teléfono y envié un mensaje a Alyssa. Jace: Hola. ¿Qué harás esta tarde? Su respuesta fue casi inmediata Alyssa: Solo haciendo algunas compras. ¿Por qué? Jace: ¿Quieres venir a comer unas hamburguesas junto a la piscina? Haremos una pequeña reunión. Alyssa: ¡Me encantaría! ¿Quiénes son nosotros? Jace: Nathan, su hermana y un par de amigos. Alyssa: Ah. Sí. Suena divertido. Jace: Genial. ¿Te recojo en una hora? No tenía ninguna duda de que diría que sí, teniendo en cuenta que me había enviado mensajes casi todos los días desde que nos conocimos, a pesar de que no había mostrado mucho interés. Alyssa: Me voy a casa ahora. Así que será perfecto. Si Alyssa conseguía que dejara de pensar en Farrah, aunque fuera un minuto, invitarla valdría la pena.

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13 Farrah Era tan malditamente bonita que me dieron ganas de tirarme del cabello, o tal vez masticarlo como en los viejos tiempos. En el momento en que Jace entró con Alyssa, lamenté haberle dicho que debería continuar trayendo chicas a la casa. ¿Qué demonios estaba pensando? Lo había dicho para ser justa, pero la situación actual era una prueba de que no era algo que pudiera manejar. Alyssa me miró tanto como yo a ella. Básicamente fue un concurso de miradas. La encontré mirando mis pechos. Me sorprendió mirando su nariz perfecta y su sedoso cabello rubio. Luego movía su mano sobre la pierna de Jace, y mis ojos la seguían como una forma de auto tortura. El hecho de que mi atención se hubiera desplazado tan dramáticamente de Colton a lo que acontecía entre Alyssa y Jace era una verdadera revelación. Pensé que tal vez estaba avanzando, encontrando una manera de seguir adelante con Colton. Mi incapacidad para concentrarme inducida por los celos demostró lo contrario. Pobre Colton. El tipo no podría haber sido más amable. Simplemente no me hacía sentir de la forma en que Jace lo hacía. No tenía una necesidad incontrolable de saltar sobre él, no sentía la intensa atracción a través de mi núcleo que sentía cada vez que Jace se encontraba en la habitación. Jace tomó la botella vacía de Alyssa mientras se levantaba. —¿Quieres otra cerveza? —Me encantaría una —dijo. El hecho de atenderla y de que me ignorara no debería haberme molestado, dado que estaba sentada junto al chico con el que salía. Colton me miraba con adoración mientras yo reflexionaba sobre mis jodidos sentimientos.

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Nathan y Crystal jugaron en la piscina mientras el resto de nosotros continuamos pasando el rato en las tumbonas. Forcé una pequeña charla con Colton mientras intentaba controlar mis sentimientos. Era agotador. Me excusé para ir al baño, prometiendo llevarle una cerveza a Colton en mi camino de regreso. Una vez dentro, salpiqué un poco de agua en mi rostro. Cuando abrí la puerta para salir, Jace caminaba por el pasillo hacia mí. Se detuvo. —Solo... tomaré una toalla extra. Su cuerpo estaba a unos centímetros del mío y podía sentir su calor. Mi mirada viajó a lo largo de su pecho tallado antes de pasar a su rostro. Nos miramos a los ojos durante unos tensos segundos mientras él se elevaba sobre mí. Finalmente me obligué a poner un pie delante del otro y salir. Cuando aterricé en mi asiento junto a Colton, mi cuerpo todavía temblaba por el encuentro. —¿Olvidaste mi cerveza? —preguntó Colton. Mierda. —Lo siento. Lo hice. —No hay problema. —Se levantó—. La conseguiré. ¿Quieres una? Me limpié un poco de sudor de la frente. —No, gracias. Más tarde, cuando se puso el sol, Nathan pensó que sería una buena idea que los seis viéramos una película. Después de mucho debate, finalmente nos decidimos por una de las viejas películas de Bourne con Matt Damon, porque Crystal nunca había visto esa serie. Jace y Alyssa hicieron palomitas de maíz en la cocina mientras Nathan colocaba la película en la televisión. Nathan dejó que Crystal ocupara su lugar habitual en la silla, agarró una almohada y se sentó en el suelo junto a sus piernas. Me había acomodado en un asiento en el sofá junto a Colton, que había elegido sentarse al final. Eso significaba que existía la posibilidad de que me sentara junto a Jace. Dios. ¿Todo en lo que podía pensar era en sentarme junto a Jace? Cuando Alyssa y Jace finalmente regresaron a la sala de estar, me enderecé en mi asiento y traté de parecer despreocupada cuando Jace se acercó. Luego se sentó a mi lado, sin darle a Alyssa otra opción que sentarse en el otro extremo del sofá. ¿Había tenido la intención de hacer eso? Esta sería la primera vez que me sentaba cerca de él sabiendo lo que era besarlo. Sabiendo que se sentía atraído por mí. Sabiendo que me deseaba. Sabiendo

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que había estado en mi último juego de piernas de noche de películas. Con cuatro de nosotros sentados en fila, estaba más ajustado de lo normal, así que ni siquiera tuve que acercar mi pierna a la suya; naturalmente estábamos presionados juntos como sardinas. Nathan empezó la película, pero no podía concentrarme. Disfruté del calor del cuerpo de Jace y me obsesioné con cómo manejaría a Colton más tarde. ¿Cómo podría continuar las cosas con él cuando todo este día había solidificado el hecho de que todavía estaba total y absolutamente obsesionada con alguien más? Aproximadamente veinte minutos después de la película, moví mi pierna hacia la izquierda para que se inclinara aún más hacia la de Jace. Debo haber sido una persona despreciable, porque Colton me agarró la mano casi en el mismo momento exacto, y aun así no moví la pierna. Quería cada parte del contacto que estaba recibiendo por mi izquierda. Mi cuerpo estaba en llamas. Y si había alguna duda sobre si todo esto era mutuo, cuando inadvertidamente aparté mi pierna, Jace apoyó su pierna sobre la mía. Ya ni siquiera se sentía discreto. Señor. Esto debía terminar. En ese momento, supe que todo terminó con Colton, porque esto estaba mal. Incluso si nada pudiera suceder entre Jace y yo, esta noche era un testimonio de que tampoco pasaba mucho con Colton. Quería que me gustara... pero no podía enamorarme de él lo suficiente. Mientras fingía estar en la película, sentí que iba a explotar. Había una posibilidad de que Jace se fuera a casa con Alyssa esta noche, o peor aún, que ella durmiera aquí. No haría nada más que dar vueltas y vueltas pensando en ello. Sabía que Colton esperaba que yo también me fuera con él esta noche. Había propuesto conseguir un hotel ya que vivía con sus padres y nunca tenía privacidad. Había estado poniendo excusas porque no estaba lista para dar ese paso. Ahora sabía que nunca estaría, al menos no con él. Después que terminó la película, todos nos retiramos a la cocina. Alyssa se hundió en una de las sillas de la mesa y levantó los pies. Su lenguaje corporal dejó en claro que no estaba ni cerca de estar lista para irse. Estaba segura de que tenía el corazón puesto en quedarse aquí, esperando poder entrar en la habitación de Jace esta noche. Eso me volvió loca. Colton envolvió su brazo alrededor de mí y me susurró al oído: —¿Quieres salir de aquí? ¿Dar un paseo? ¿Quizás encontrar un lugar? Esa era mi señal. Tan difícil como sería lastimarlo, tenía que hacer lo correcto.

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—¿Podemos dar un paseo afuera? —pregunté, mi garganta se sentía seca. Frunció el ceño, sintiendo claramente algo en mi tono. —Por supuesto. Colton me siguió hasta el frente de la casa. En nuestra calle reinaba el silencio, aparte del chirrido de los grillos. —¿Qué pasa? —preguntó—. Parece que algo te está molestando. Bajé la mirada a mis pies y dije: —Colton... lo siento mucho. Sé que querías que estuviéramos solos y diéramos el siguiente paso, pero no estoy en eso. Y... no creo que lo esté nunca. —Volví a mirarlo—. Esto simplemente no está funcionando. Me miró con extrañeza. —Lo siento... ¿me perdí algo? Me trajiste aquí para conocer a tu hermano porque nos estábamos poniendo más serios. Tuvimos un gran día, todo el mundo parece llevarse bien, miramos una película y, en algún momento durante ese tiempo, ¿decides que ya no quieres estar conmigo? ¿Estoy entendiendo esto correctamente? —Sé que parece repentino, pero he estado luchando por un tiempo. —No lo digas—. No eres tú… soy yo. Puaj. Lo dije. Deberían dispararme por eso. Inclinó la cabeza hacia atrás y miró al cielo. —Malditamente genial. ¿Darme esa maldita línea encima de todo? Deberías haberme dicho que saliera y golpearme la puerta en la cara. Eso habría sido menos doloroso. A pesar de su tono agresivo, me sentí mal por él. Me merecía la actitud porque lo había engañado. —Lo siento mucho, Colton. Realmente lo hago. Eres un tipo maravilloso y mereces el mundo. Por eso no quiero perder más de tu valioso tiempo. Dejó escapar un largo suspiro antes de mirarme a los ojos. —¿Estás segura de esto? Sintiéndome terrible, simplemente asentí. Le tomó varios segundos procesar eso. —Bueno… cuídate, supongo. No estoy seguro de qué más decir. —Tú también.

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Me detuve en la acera mientras él ingresaba en su auto. Una sensación horrible se desarrolló en la boca de mi estómago mientras dudaba por un momento. ¿Había cometido un error? Era un buen tipo. Negué, recordándome a mí misma que necesitaba seguir mi intuición y mi corazón. Me decían que siguiera adelante y que necesitaba hablar con Jace esta noche. Urgentemente. Cuando regresé a la cocina, todos se volvieron hacia mí. La mirada de Jace fue particularmente penetrante. —¿Qué le pasó a Colton? —preguntó Nathan. —Se fue a casa. Mi hermano parecía confundido. —Supuse que te irías con él. —No, uh, tenía que hacer algunas cosas. No parecía el momento adecuado para lanzar la bomba de que dejé al chico dulce que todos habían conocido hoy. No había ninguna explicación que les hubiera dado sentido. Alyssa rodeó a Jace con el brazo y yo me encogí. Sin embargo, sus ojos seguían clavados en los míos. Me volví y tomé un vaso de agua, ocupándome en la cocina, y después de un momento, Alyssa se levantó para usar el baño. El alivio se apoderó de mí. Se sentía como mi única oportunidad de comunicarme con Jace. Una vez que estuvo completamente fuera de la vista, me volví hacia él y articulé, por favor. Tragó saliva. No sabía lo que significaba mi solicitud, no me encontraba segura exactamente de lo que le estaba rogando. Por favor… ¿sácame de mi miseria? Por favor... ¿no la lleves a tu habitación esta noche? Por favor... ¿vamos a alguna parte? Tampoco era como si Jace pudiera preguntarme a qué demonios me refería. Nathan se puso de pie y llevó a Crystal a la sala de estar. Ahora solo éramos Jace y yo. Estaba a punto de decir algo más cuando Alyssa salió del baño. Para mi sorpresa, Jace se puso de pie de repente. —Necesito llevarte a casa.

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Alyssa parecía sorprendida. —Oh... ¿tienes que estar en algún lugar? —Tengo que estarlo temprano en la mañana. No sabía a dónde iba todo esto hasta que se volvió hacia mí. —Dijiste que necesitabas que te llevaran a casa de Kellianne, ¿verdad? Mierda. —Oh, sí. Mi auto se echó a perder. Sus ojos eran penetrantes. —Puedo llevarte. Mi corazón latía rápidamente mientras asentía. —Bien, gracias. Alyssa puso los ojos en blanco. —Parece que tu auto nunca funciona. Jace fue a la sala de estar. —Encantado de conocerte, Crystal. —Le oí decir. —¿Adónde vas? —preguntó Nathan. —Llevo a Alyssa a casa y a dejar a Farrah en casa de Kellianne. —¿Vas a ir a donde Kellianne tan tarde? —me llamó. —Ella está... pasando por algunas cosas. Solo quiere compañía. Pareció creerlo. —Ah, bien. —Nathan estaba tan interesado en Crystal que probablemente podría haber iniciado un incendio en la cocina esta noche y él no se habría dado cuenta. —Realmente un placer conocerte, Crystal —dije. —Igualmente, Farrah. Quizás podamos tomar un café en algún momento. —Me encantaría. —Sonreí y le di a Nathan un guiño discreto para mostrar mi aprobación. Se me puso la piel de gallina mientras seguía a Jace y Alyssa hasta su camioneta. Ella se subió al asiento del pasajero junto a él mientras yo no tuve más remedio que sentarme en la parte de atrás. Pero me dije que tuviera paciencia. Tan pronto como la dejara, lo tendría para mí sola. Mi cuerpo zumbaba de emoción y nervios. No podía creer que me hubiera aceptado mi vago por favor. Había traducido lo que le había pedido: tiempo a solas con él.

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El viaje fue silencioso e incómodo. Prácticamente podía sentir el desdén de Alyssa filtrándose por el respaldo de su asiento. Jace encendió la radio, tal vez para ahogar el silencio. —¿La vas a dejar primero? —le preguntó finalmente. —No. Tiene sentido dejarte primero. Cuando llegamos a su casa, Alyssa se volvió hacia él después de salir. —¿Me llamas pronto? —Sí —dijo sin comprometerse. Inclinó la cabeza hacia el asiento trasero. —Qué tengas una buena noche, Farrah. —Tú también. Como cortesía, esperé a que ella entrara a la casa antes de salir del asiento trasero y pasar al lado del pasajero. Mientras me hundía en el cuero, me sentí más relajada que en toda la noche. Estar junto a Jace de nuevo se sentía como en casa. No me miró mientras nos alejamos. —¿A dónde vamos? —pregunté después de un par de minutos de tenso silencio. Se rio casi con rabia. —A darme una golpiza. —Gracias por hacerme tiempo. Sé que mi mensaje fue vago. Sus ojos se lanzaron hacia mí. —Sabía lo que querías. Eso me dio escalofríos. Mis ojos se fijaron en sus manos que agarraban el volante. —¿Qué pasó con Colton y contigo esta noche? —preguntó. —Le dije que ya no podía verlo. Su respiración se aceleró. —Pensé que te gustaba. —No de la forma en que me gustas —dije con total naturalidad. Jace tomó un poco más de aire. —Esto está tan mal, Farrah. Estabas con ese tipo, y se suponía que yo debía estar con Alyssa, pero todo lo que quería era sentarme a tu lado durante esa maldita película solo para poder tocarte.

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Sus palabras hicieron que los músculos entre mis piernas se contrajeran. Jace finalmente se detuvo en el mismo estacionamiento desolado del parque infantil que habíamos visitado una vez antes. Apagó el motor. —Preguntaste adónde íbamos. —Después de una pausa que duró varios segundos, dijo—: estoy bastante seguro de que es al infierno. Luego se inclinó y me besó como nunca antes me habían besado.

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14 Jace Mi lengua estaba prácticamente hasta el fondo de la garganta de Farrah; Nunca me había sentido tan fuera de control en mi vida. Todas las razones por las que sabía que no debería haber estado haciendo esto salieron por la ventana en cuanto mi boca se posó sobre la suya. Lo único que importaba ahora era probarla. Había estado muriendo de hambre todo el día, listo para perder la cabeza por los celos. Y esta fue mi recompensa por la lenta tortura de tener que verla con él. Cada gemido que se le escapaba hacía que mi polla se hinchara más. Le jalé el cabello para inclinar su cabeza hacia atrás y lamerle el cuello, como si estuviera tratando de sacarle néctar dulce de la piel. —¿Por qué tienes que ser tan malditamente hermosa? —susurré, bajando la boca a sus pechos. Farrah hizo un sonido incomprensible mientras chupaba sus tiernos pezones a través de la tela de su vestido. No llevaba sostén. Me dije que no la desnudaría, pero tan pronto como bajó la parte superior de su vestido, con entusiasmo tomé su pecho desnudo en mi boca. Si pensaba que su cuello sabía bien, no era nada comparado con esto. Sabía que había otras partes de ella que eran aún más dulces, partes que realmente necesitaba evitar tocar esta noche antes de que no hubiera vuelta atrás. Aparté la boca de uno de sus senos y le di cariño al otro mientras ella deslizaba los dedos por mi cabello. Con cada tirón de su mano, cada gemido que se le escapaba, sentía que estaba en espiral. No quedaba ni un ápice de control en mí. —Te deseo, Jace. Por favor… te quiero dentro de mí. —No —le respondí. Tuve que hacer todo lo que se encontraba en mi poder para resistir. Lo que dijo después casi me derrumbó: —Quiero probar tu polla. Déjame chuparte.

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—Jesús, Farrah. —Me retiré, mi polla palpitaba en señal de protesta— . No tendremos sexo esta noche. Cualquier tipo de sexo. No digas mierdas como esas. Parecía enrojecida. —De acuerdo. No podía decir si estaba avergonzada o desilusionado o ambas. —Simplemente… necesitamos tomar esto con calma, ¿de acuerdo? Se lamió los labios, y eso es todo lo que necesitó. A pesar de mis palabras, el impulso de devorar su boca volvió a ganar cuando la atraje de vuelta a mí, esta vez besándola airadamente, enojado con ella por ser una maldita tentadora, y enojado conmigo mismo por mi incapacidad para resistirme. —¿Qué haré contigo? —murmuré, pasando mi lengua por su garganta. —Lo que quieras. Le mordí el labio inferior suavemente. —Deja de decir cosas así. —¿Por qué? —Porque me da ganas de hacerlo. Me sonrió encima de mis labios. —Muy bien. —Eres malvada, Farrah. —Me reí un poco—. ¿No crees que quiero follarte ahora mismo? Nunca he querido nada más en mi vida. —No me importa nada más, Jace. Solo te quiero a ti. Todo de ti — rogó—. Por favor. Bajando la boca a su cuello otra vez, hablé contra su piel: —Cristo… deja de rogar por ello. Entonces, solo tenía que saberlo. Bajando la mano, la deslicé debajo de su vestido. Sus bragas estaban empapadas, y el calor de su coño se sentía más allá de increíble en la punta de mis dedos. Jadeó. —Es una locura lo que me haces, lo mojada que me pones. Moví mis dedos dentro y fuera de ella mientras mi polla dolía por reemplazarlos. A este paso, sabía que inevitablemente estaría dentro de ella. Si no era esta noche, sería mañana o al día siguiente. Aun así, me mantuve firme en que no sería esta noche. Merecía algo mejor que ser follada en un estacionamiento. Solo estábamos aquí porque no teníamos a dónde ir.

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Necesitaba hacerla venir para que dejara de tentarme. Demasiado lejos para detener esto, jadeé: —Vente en mi mano. —Empujé mis dedos aún más profundos. Ella frenó el movimiento de sus caderas. —¿Qué hay de ti? —No te preocupes por mí. Repitió su petición anterior. —Déjame chuparte. Quiero probar tu semen. Esas palabras casi hacen que mi polla explote. La besé más fuerte. —No dejaré que la chupes en mi camioneta como una puta. —Trátame como una dama si quieres, pero puedes follarme como una puta. Joder. —Eres implacable, Farrah. Saqué mis dedos y lamí su excitación. Su dulce gusto me envió a un frenesí. Envolví mi mano alrededor de su cabeza y la acerqué nuevamente, esta vez levantándola en mi regazo así me montaba a horcajadas. Esta fue la prueba más grande de mi resistencia, porque todo lo que quería hacer era sacarme la polla y dejarla montarme tan duro como sabía que lo haría. Pero en vez de eso, la empujé hacia abajo en mis pantalones vaqueros donde mi polla estallaba a través de las costuras. Su humedad se filtró a través de sus bragas mientras me montaba sobre mis pantalones y mi polla palpitaba. Movió sus caderas, presionando su clítoris en mi contra mientras yo me aferraba a su espalda. Nuestras miradas fijas el uno al otro hasta que la necesidad de besarla superó mi deseo de ver la necesidad en sus ojos. Succioné la lengua mientras continuaba moliendo contra mí. Me aferré a todas mis fuerzas, tratando de no explotar. Su voz estaba temblorosa. —Me encanta la forma en que te sientes entre mis piernas. —Muéstrame cuánto te gusta. Vente sobre mi polla. Farrah inclinó la cabeza hacia atrás y respiró hondo. Parecía que estaba tratando de prolongar lo inevitable, tratando de contener su orgasmo, hasta que ya no fue capaz de hacerlo. Dejó salir un fuerte sonido de placer que cualquiera en los alrededores podría haber oído. Afortunadamente, estábamos en un estacionamiento vacío. Mientras se abalanzaba sobre mí, no pude controlarlo. Perdí el control, viniendo fuerte

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debajo de ella mientras mis ojos se ponían en blanco. Los movimientos se redujeron hasta que no quedó nada. Al mirarla de nuevo, me dio una sonrisa sarcástica, aparentemente complacida de que me hubiera hecho perder el control. Agarrando su cabello, le dije: —¿Estás feliz ahora, Farrah? Nunca me había venido en mis malditos pantalones. Eso fue una primera vez para mí. —Me alegro de que lo dejes ir. Solo desearía que hubiera estado dentro de mí. —Vas a ser mi perdición —susurré, diciéndolo con toda mi alma. —¿Qué pasa ahora? —Se movió de mí y regresó a su asiento en el lado del pasajero. —Demonios si lo sé. —Se veía tan hermosa con el cabello todo estropeado y los labios rojos de nuestros besos. Todavía jadeando, dijo: —¿Podemos no tratar de averiguarlo por un tiempo? Solo quiero tiempo contigo. —¿Y luego qué? ¿Qué pasa cuando se nos acabe el tiempo? —Entonces nos ocupamos de eso cuando venga. —Eso suena como una receta para el desastre. —Descansé la cabeza en el respaldo de mi asiento—. Te mereces algo mejor que tener que escabullirte con alguien. —Merezco lo que quiero. Y eres lo que quiero. Esto era peligroso. Ella no sabía lo que estaba diciendo, incluso si lo decía en serio. —Te vas a encariñar conmigo, Farrah. Eso no es saludable. No soy bueno para ti. —¿De verdad crees que ya no estoy encariñada contigo? Eres todo en lo que pienso. Desde el primer momento en que me besaste, fuiste mi dueño. Te pertenezco y estos sentimientos no desaparecerán como por arte de magia porque sé lo que digo. Escucharla decir que me pertenecía provocaba cosas. Mi mente iba a mil por hora para encontrar una solución. Seguía intentando poner esto sobre ella cuando sabía muy bien que no podría parar incluso si tratara. Había contribuido a esto tanto como ella. Mi lado realista sabía que este era un camino sin salida, sin embargo, mi cerebro todavía trataba de encontrar cualquier excusa para seguir adelante con lo que mi cuerpo necesitaba.

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Entonces tuve un momento de claridad que probablemente fue provocado por mi polla: tal vez era mejor ceder y terminar con esto. Tal vez había una manera de hacer esto sin que Nathan tuviera que saberlo. Le ofrecí una propuesta antes de poder cambiar de opinión. —El hecho de que no podamos mantener nuestras manos lejos el uno del otro no cambia el hecho de que no tenemos un futuro juntos, Farrah. — Cuando bajé la mirada, puse mi mano sobre su barbilla para que me viera a los ojos—. Mírame. Esto nunca funcionará a largo plazo. Si elegimos seguir jugando con fuego, tenemos que hacerlo con la comprensión de que hay un punto final. Una mirada de preocupación cruzó su rostro. —¿Punto final? —Tenemos que terminarlo antes de que Nathan se entere. Nunca volverá a hablar conmigo, y te tratará como una mierda. —Debo haber estado loco por lo que iba a sugerir—. Tal vez pasemos el rato por el próximo mes… sacarlo de nuestros sistemas. Después de que termine el mes, me mudaré de la casa, así que podemos tener un poco de espacio para pensar realmente en las cosas. Ahora que Nathan tiene un trabajo, me siento mejor haciendo eso. Ya no me necesita. Parecía herida, y no podía culparla. Pero no sabía cómo manejarlo. Farrah finalmente habló: —Así que… ¿solo estaremos juntos por un mes y luego te vas? Eso no suena como un buen trato. —Veremos dónde están las cosas en ese momento. Pero, de cualquier manera, me mudo de la casa, ya que creo que eso es lo mejor de todos modos. Farrah permaneció en silencio por un rato. —No quiero que te mudes, pero entiendo. Es mejor planear eso ya que no sabemos cómo terminará esto. —De acuerdo. Miró por la ventana, aparentemente contemplando mi propuesta. Luego se volvió hacia mí y asintió. —Está bien. Un mes. —Me agarró de la mano y los entrelazó con los míos—. ¿Adónde vamos esta noche? —No creo que debamos estar solos esta noche. Nathan cree que estás en casa de Kellianne. ¿Cuáles son las posibilidades de que te deje dormir allí de verdad? —Bastante altas… a menos que tenga un invitado masculino, lo cual es raro.

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—Iré a casa de mis padres. Deja que Nathan piense que cambié de opinión y decidí quedarme en casa de Alyssa, bastante seguro que quería estar a solas con Crystal de todos modos. Chico, no parecía tener ningún problema en mentir esta noche, mentirle a Nathan sobre mi paradero y mentirme a mí mismo, porque en el fondo sabía que no iba a haber tal cosa como un corte limpio después de un mes. Alguien iba a salir gravemente herido. Posiblemente dos personas que me importaban. Todo por mi egoísmo. Esto se sentía como un tren fugitivo. Solo esperaba que no se estrellara y se quemara, llevándonos a los tres con él. *** Pensé que tal vez tendría suerte y sería capaz de colarme en la casa de mis padres con los dos durmiendo. Todo lo que necesitaba era llegar de alguna manera al cajón de ropa interior de mi padre. Pero después de usar mi llave para entrar, desafortunadamente encontré a mi madre sentada en el sofá de la sala viendo televisión. Bajó el volumen. —¿Qué estás haciendo aquí? Sin decir nada, pasé junto a ella directo a su dormitorio. Papá se movió en la cama mientras abría su cajón lo más silenciosamente posible para agarrar un par de sus calzoncillos. Era demasiado oscuro para encontrar pantalones, así que me conformaría con esto. No podía dejar saber a mi madre porqué necesitaba cambiarme los pantalones. Si me preguntara, sacaría alguna estúpida excusa. Al regresar a la sala de estar, dejé mis vaqueros sucios en una esquina de la habitación de invitados donde dormía. Los ojos de mi madre se ensancharon cuando me notó usando solo una camiseta y los gigantescos calzoncillos de papá. —¿Qué demonios? Me tiré en el sofá. —Estoy pasando la noche. —¿Y encontraste la necesidad de quitarte los pantalones en el momento en que llegaste aquí? —Tienen grasa del motor. Estaba arreglando mi camioneta. Quería estar cómodo. Sus ojos se estrecharon. —¿En qué tipo de problemas te metiste? —Te dije lo que pasó.

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—No estoy hablando de tus pantalones. Quiero decir, ¿por qué estás pasando la noche? —No quiero hablar de ello. —Se trata de Farrah, ¿no? Joder. Puse los pies en la mesa de café y pasé mi mano por mi cabello. —¿Qué quieres que diga? Sabías desde la última vez que empezaste a molestarme que algo estaba pasando allí… —¿Nathan lo sabe? Crucé los brazos. —No. Y nunca lo hará. —¿Qué pasó exactamente? —¿Qué parte de “No quiero hablar de ello”? ¿No entiendes, madre? Sonrió. —Sabes, cuando era más joven, tuve una aventura con el mejor amigo de tu tío Rod, Stephen. Eso me sorprendió. —¿En serio? —Oh, sí. Solo tenía dieciocho años, y Stephen era un par de años mayor. Tu tío nos encontró, escondidos en el cobertizo detrás de la casa de la abuela. —Bueno, maldición. ¿Qué hizo? —Le pegó hasta el cansancio a Stephen. Me reí. —Eso suena como el tío Rod. —Ese fue el final de su amistad. —No hay sorpresa allí. ¿Y Stephen y tú? —Continuamos escabulléndonos por un tiempo. Él era muy dulce conmigo, pero con el tiempo mis sentimientos disminuyeron, y fue demasiado estresante seguir molestando a Rod cuando ya no parecía que valiera la pena. Descansé la cabeza en la parte posterior del sofá y miré hacia el techo. —Esta historia básicamente está confirmando lo que ya sé. Si Nathan se enterara de que algo sucediera entre Farrah y yo, nuestra amistad terminará.

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—Bueno, esa es la cuestión. Podría terminar temporalmente. Pero años más tarde, Rod admitió que lamentaba su reacción. Entonces, fue una amistad desperdiciada. Comprendí que la forma en que se enteró fue impactante. Pero si se hubiera permitido superar eso, y lo hubiera mirado objetivamente, habría visto a dos personas que estaban locas el uno por el otro, y que nunca tuvieron la intención de lastimar a nadie. —Hay una gran diferencia entre tu situación y la mía. Dijiste que Stephen era un buen tipo, probablemente te habría tratado como oro si se lo hubieras permitido. Nunca he sido bueno en relaciones. Farrah terminaría lastimada si la llevó a creer que había un futuro para nosotros. Esa no era la única razón por la que no la merecía. Pero era el único que estaba dispuesto a admitir a mi madre esta noche. —Así que si estás tan seguro de cómo deberían ser las cosas, ¿por qué no confías en ti mismo? ¿Por qué duermes aquí esta noche? Te sientes culpable por algo que ya pasó, ¿verdad? —Creo que hemos terminado de hablar de esto esta noche. — Besándola en la frente, le dije—: Te veré por la mañana. En el dormitorio de invitados, me acomodé en la cama y me llevé los dedos a la nariz. Todavía podía oler a Farrah. Maldita sea. Mi polla volvió a la vida cuando repetí todo lo que había sucedido en mi camioneta, la forma en que me había dicho que quería chuparme, el sabor de sus labios y pechos, la forma en que me restregó el coño hasta que los dos nos vinimos. Estaba completamente excitado Tal vez Farrah podía sentir mi energía porque un texto vino de ella unos segundos más tarde. Farrah: ¿Sigues despierto? Mi primer instinto fue advertirle una vez más que no pensara en mí, que no se hiciera ilusiones. Pero en última instancia, me relajé en mi almohada y escribí lo que realmente sentía. Jace: Todavía puedo olerte por todas partes, y eso me mantiene despierto. Farrah: ¿Cuándo puedo verte de nuevo? Jace: Creo que tenemos que seguir el ritmo. Vamos a darle un par de días. Entonces ya veremos. Ya veremos. Sabía que esas serían mis famosas últimas palabras. Los puntos se movían mientras ella escribía. Mientras tanto, le envié otro mensaje. Jace: No olvides eliminar este mensaje. Un segundo después, su respuesta llegó.

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Farrah: Buenas noches. Podía sentir su decepción. Probablemente quería un texto más entusiasta de mi parte. Créeme, una parte de mí quería decirle que la recogería por la mañana para llevarla a casa, para que pudiéramos terminar lo que habíamos empezado esta noche mientras Nathan estaba en el trabajo. Pero la próxima vez que cediéramos a nuestros sentimientos, sabía que terminaríamos llevándolo demasiado lejos. Eso marcaría el comienzo de que inevitablemente la lastimara, lo cual no tenía prisa por hacer.

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15 Farrah Dos días después de mi encuentro con Jace en su camioneta, recibí un mensaje a las cinco de la mañana. Jace: Nathan se va a las 8:45 de la mañana. ¿Puedes llamar a tu trabajo para decir que estás enferma? Tuve escalofríos. Mi turno normalmente comenzaba a las siete de la mañana. Habría sido ideal darle más aviso a mi jefe si no iba a aparecer, pero no había manera de que pudiera rechazar la oportunidad de estar a solas con Jace. Farrah: Considéralo hecho. Envié un mensaje de texto a mi supervisor, haciéndole saber que estaba “enferma” y disculpándome por el aviso tardío. En las próximas horas, no pude volver a dormirme. Inquieta, me quedé en mi cama hasta que escuché el sonido de Nathan arrancando su auto. Después que se fue, me levanté para ir en busca de Jace. Antes de que pudiera salir de mi habitación, apareció en la puerta de la mía. Sin camisa, me miró fijamente. Tragué en seco. Mis ojos vagaron hasta el delgado sendero feliz que conducía hacia sus pantalones grises. Ya estaba duro. —Hola —susurré. —Hola —dijo, con el pecho agitado. Me acerqué y pregunté: —¿Qué tenías en men…? —Sus labios estaban en el mío antes de poder sacar las palabras. El cuerpo de Jace presionó contra mí mientras buscaba mi lengua. Podía sentir su enorme polla palpitando en mi contra.

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—Oh Dios —susurré. Bajó la boca para besarme el cuello. —Voy a ir al infierno por esto. —Voy a estar allí contigo. Dio un paso hacia atrás, con los ojos recorriendo la longitud de mi cuerpo. —Quítate la ropa —dijo—. Quiero mirarte primero. Mis pezones se endurecieron al arrancar cada pizca de ropa, sin prestar atención a dónde tiraba las cosas en el suelo. Casi perdiendo el equilibrio, me quité los pantalones cortos antes de deslizar mi ropa interior por mis piernas. Enderezando mis hombros, me paré ante él totalmente desnuda, los delicados vellos en mis piernas erizándose. Jace me miró durante varios segundos, sus pupilas dilatadas. La sola mirada de hambre en sus ojos me ponía húmeda. Nunca me habían mirado mientras estaba desnuda, pero había algo tan emocionante en desnudarte y ver a alguien devorarte con sus ojos. Mis pezones prácticamente se convirtieron en acero. —Tócate —exigió. Bajé mi mano. Cuando comencé a masajear mi clítoris, Jace se bajó los pantalones y los dejó caer al suelo. Luego, se quitó los calzoncillos. Vi como su gigantesca polla se levantó. Era perfecta, enorme y reluciente, exactamente como me la había imaginado. Salivé, con ganas de llevárselo a la boca. —Santo Cielo —murmuré—. Eres hermoso. No había visto nada todavía porque empezó a masturbarse mientras me miraba. Mis dedos frotaron mi clítoris con más fuerza. Estaba increíblemente excitada por la mirada de hambre en sus ojos. —He pensado en este momento todas las noches durante un mes — dijo. Permanecimos en el lugar durante varios minutos, uno frente al otro y dándonos placer. Mi nivel de excitación era insoportable. —Acuéstese en la cama y separa las piernas. Me temblaban las rodillas mientras me movía hacia la cama y me recostaba, separando mis piernas lo más que podía. Masajeó su polla varias veces más antes de moverse a la cama para acomodarse sobre mí. —Encontré tus pastillas en el baño una vez. ¿Sigues con ello? Asentí.

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—Bien. Quiero follarte sin condón, Farrah. ¿Eso está bien? Estoy limpio. He estado usando protección con todas los demás. No había nada que quisiera más. —Sí. De rodillas, se inclinó para tomar mi boca con la suya. —¿Cuánto me quieres dentro de ti? —Demasiado —jadeé. —Dime. Dime cuánto quieres que te folle ahora mismo. —Te he deseado desde que tengo uso de razón. No hay nada que quiera más que sentirte dentro de mí, y que me folles más fuerte de lo que jamás has follado a alguien. —Dejé escapar un largo suspiro—. Por favor… por favor fóllame duro. Me mordió la clavícula. —¿Seguro que lo quieres duro? —Sí. —Podría lastimarte. —No me importa. Volvió a mirarme, y sus ojos se oscurecieron de deseo. Me alegró saber que Jace había llegado al punto en que todas sus dudas e inhibiciones fueron borradas. Extendió mis piernas aún más, y sentí su polla en mi apertura. —Ponme dentro de ti —dijo. Colocando mi mano alrededor de su polla rígida, sentí lo mojado que estaba en la punta. Rodeé su polla alrededor de mi apertura, amando el sentimiento de su líquido seminal contra mi piel. Fue una validación. Empecé a acariciar su eje. —Sigue haciendo eso y voy a correrme en tu mano y no en tu hermoso coño. Ponme dentro de ti, Farrah, antes de que malditamente explote. No sabía si prolongar su agonía o ceder a mi propia necesidad. En última instancia, no podía esperar más. Froté su punta sobre mi abertura unas cuantas veces más y empujé su polla dentro. Un gemido largo escapó de él mientras se hundía en mí. —Oh… joder… Cerré los ojos ante la intensidad. —Jesucristo, Jace.

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—No te muevas o voy a correrme. Lo juro, nunca me había sentido así antes. —Cerró los ojos fuertemente por un momento. Exhaló y comenzó a moverse lentamente dentro y fuera de mí. El hecho de que pareciera estar luchando por controlarse me hizo casi querer que lo perdiera. Pero también quería estirar esto el mayor tiempo posible. Encontramos nuestro ritmo cuando empezó a follarme en un ritmo que coincidía con los impulsos ansiosos de mis caderas. No podría haber estado más profundo dentro de mí. —Eres el primer tipo que me hace esto sin condón, y vas a ser el primero en correrse dentro de mí. —No puedo esperar —jadeó. Se movió más rápido, golpeándome tan fuerte que mi cabeza chocó contra el respaldo de la cama. No estoy segura de cómo le explicaría a Nathan si de repente apareciera un agujero en la pared. Mis manos agarraron su culo, mis uñas cavando en su piel. —Fóllame más fuerte, Jace. Destrúyeme —jadeé. Empujó más fuerte y se rió un poco. —Cuidado con lo que dices, Farrah, o me voy a correr. —Bien. Él aceleró sus movimientos, y no podía soportarlo más. Mi clítoris comenzó a palpitar mientras perdía el control sobre mi cuerpo. Mi voz resonó a través de la casa cuando mi orgasmo me atravesó. Era sin duda, la sensación más intensa que había tenido. Tan pronto como llegué a mi clímax, el cuerpo de Jace se estremeció cuando se corrió. Soltó un sonido fuerte e ininteligible mientras levantaba mis caderas para encontrar todos y cada uno de sus empujes. Su cuerpo temblaba al terminar su orgasmo. Mi clítoris todavía palpitaba, podría haber ido fácilmente para una segunda ronda, y solo había pasado un minuto desde que me vine. Empujé su cuerpo más profundamente hacia mí, queriendo cada onza de su semen dentro de mí, sin querer moverme de este lugar. —Eso fue… todo —exhalé. Jace continuó respirando erráticamente. —No estoy seguro de que alguna vez seré capaz de alejarme de ti. Eso me llenó de inmensa esperanza, pero me advertí que no tomara en serio nada dicho inmediatamente después del sexo. —No importa lo que pase, nunca me arrepentiré de esto, Jace.

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Envolvió las manos alrededor de la cara. —Yo tampoco lo haré, hermosa. Mi corazón se apretó. Me retuvo durante varios minutos mientras el sol de la mañana brillaba por la ventana. Finalmente, Jace se levantó y se puso los pantalones. Sonrió. —Ven a desayunar cuando estés lista. Esto se sentía como un sueño. Después de limpiarme y ponerme un vestido, lo encontré en la cocina. Vi su hermosa espalda mientras estaba de pie en la estufa friendo huevos. Inhalé un profundo olor a mantequilla. No pude evitar abrazarlo mientras cocinaba. Una fuerte ola de realidad me golpeó en ese momento. ¿Un mes? ¿Un mes y se suponía que debía dejarlo? Eso era insoportable. Ahora me sentía más conectada con él que nunca. Nunca podría sentarme a verlo con otra mujer otra vez. —Mentí… —solté—. No creo que pueda hacer esto. No puedo terminar las cosas después de un mes contigo. Vas a romperme el corazón. Su cuerpo se endureció antes de darse la vuelta. —No quiero romperte el corazón, nena. —Bajó la espátula—. No eres la única que está arruinada en este momento. Me levantó en sus brazos. Envolví mis piernas alrededor de él y me sentí desesperada por sentirlo dentro de mí de nuevo. Los huevos chisporroteaban a punto de quemarse. —¿Podemos olvidarnos del desayuno? —hablé por encima de su boca. Gruñó y se volvió para apagar la estufa. Jace se bajó los pantalones sin dejar de cargarme. Lo siguiente que supe fue que sentí su polla caliente y húmeda en la punta de mi ropa interior ya empapada. Movió mis bragas a un lado y me penetró con un fuerte empujón. Jace gimió mientras se sacudía las caderas y comenzó a follarme de pie. Se sintió incluso mejor que la primera vez. Mientras pasaba mis dedos a través de su cabello, saboreé el sabor de su boca, su aliento, incapaz de conseguir suficiente de él. Fue una maravilla que no cayera, dado lo duro que me follando mientras me sostenía al mismo tiempo. Mis uñas cavaron en su espalda mientras me aferraba fuertemente. El nivel de penetración esta vez fue aún más intenso. Inesperadamente, llegué al clímax, mis músculos se contrajeron a su alrededor. Mirando a sus ojos profundamente, me recorrieron ondas de placer. A mitad de mi orgasmo, su cuerpo se estremeció al perder el control.

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Decidí que no había nada más sensual que mirar a los ojos de un tipo mientras entraba en ti. Nada se comparaba —Vas a ser mi muerte. —Enterró su rostro en mi cuello y se rio—. Pero no se me ocurre una mejor manera de morir. Jace me dio un largo beso antes de soltarme. Escapé al baño, y cuando regresé a la cocina, él estaba de vuelta en la estufa, rehaciendo los huevos. La visión de un Jace sin camisa cocinando el desayuno me ponía la piel de gallina. El café recién hecho olía casi tan bien como él, casi. —Espero que tengas hambre… de comida. —Hizo un guiño. —Después del entrenamiento que me diste esta mañana, muero de hambre. Nos sirvió huevos y tostadas. Comimos en cómodo silencio en la mesa, devorando la comida en poco tiempo. —¿Tienes que ir a trabajar? —pregunté. —Desafortunadamente, tengo que… al menos por un tiempo. Pero por qué no te veo aquí alrededor de las cuatro. Eso nos dará un poco más de tiempo juntos antes de que Nathan llegue a casa. Nathan había estado trabajando en el concesionario la mayoría de los días hasta las seis. —Me encantaría eso. —Si puedo llegar aquí antes, lo haré. Llevó mi plato y el suyo al fregadero. Agarré las tazas y las puse en el lavavajillas. Cuando me volví hacia él, lo atrapé mirándome. —¿Qué? Movió un mechón de mi cabello detrás de mi oreja. —Eres tan hermosa, ¿lo sabías? Ni siquiera sé cómo se supone que debo mantener mis manos lejos de ti cuando vuelva a casa más tarde. —Bueno, entonces tenemos que encontrar otro lugar adonde ir. No me importa dónde esté, siempre y cuando pueda estar contigo. Jace parecía un poco perdido por un momento, y luego me besó en la frente. —Quiero que sepas que no tomo a la ligera lo que me diste hoy. Sé que ha pasado mucho tiempo desde que has estado con alguien. También sé que confías en mí, y no lo daré por sentado. No se trata solo de sexo para mí, tanto como podría haber insinuado cuando sugerí que… sacáramos esto

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de nuestro sistema. Mis sentimientos por ti van mucho más allá de lo físico. También confío en ti. Y te respeto plenamente. No he tenido esa sensación con una mujer en mucho tiempo. Hoy significó mucho para mí. Mi corazón se desaconsejó. Por mucho que había disfrutado del sexo, necesitaba oír eso. —Aprecio eso, aunque todavía no estoy muy segura de lo que se supone que debo hacer cuando termine nuestro mes. —Vamos a tratar de no pensar en eso en este momento. —Jace me levantó en el aire para un último beso. Al bajarme, me dijo—: Espérame aquí a las cuatro, ¿de acuerdo? —Por supuesto. Desapareció en su habitación para vestirse, y cuando regresó, me dio un beso en los labios. —Nos vemos pronto. Observando desde la ventana mientras se subió a su camioneta, solté un suspiro audible. Pasé el resto del día limpiando la casa como una loca. No había tenido un día libre en medio de la semana en mucho tiempo, así que aproveché y le di a nuestra casa la limpieza profunda que había estado deseando por algún tiempo. No había mejor manera de hacer uso de la energía nerviosa que corría a través de mi cuerpo. Cuando se hicieron las tres de la tarde, apenas podía esperar a que Jace regresara. Decidí matar a la última hora dirigiéndome a la casa de Nora para verla. Mejor aún, decidí finalmente darle los boletos de Shawn Mendes que había estado manteniendo. Después de la mañana eufórica que había tenido, tenía ganas de celebrar, ansiosa por traer a otra persona el tipo de alegría que estaba experimentando. Usé mi llave para entrar en su casa, luego llamé como siempre lo hacía en el interior de la puerta. —¡Yuujuu! ¡Es Farrah! Estaba tranquilo, y me preguntaba si tal vez no estaba en casa, aunque eso no habría sido bueno, ya que su madre siempre le instruía que viniera aquí después de la escuela. Nora finalmente salió de su dormitorio. Se veía un poco hosca. —¿Qué pasa? —pregunté—. ¿Algo anda mal? —Cuando no dijo nada de inmediato, insistí—: ¿Pasó algo? Ella sacudió la cabeza.

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—No. —Te ves triste. Nora dudó. —Vi algo hoy, y tengo miedo de decirte lo que es. No quiero meterme en problemas Mi pulso corrió. —Muy bien… um… bueno, no lo estés. Puedo manejar lo que sea que hayas visto. —Los vi a Jace y a ti. Oh. Me golpeó. Oh, no. ¿Qué? Tragué en seco. —Uh… Jace y yo. Quieres decir… Qué… ¿Qué crees que viste? —Tuve fiebre esta mañana, así que mi mamá me dejó quedarme en casa. Nos quedamos sin cosas para poner en el pan de pita. Vi tu auto, pero no estaba segura de sí estabas en casa o si el auto estaba dañado. Así que fui a mi patio y miré a través de la pantalla junto a la piscina. Podía verlos a Jace y a ti en la cocina a través de la puerta de cristal. Mierda. Ya no tenía que preguntarme qué era lo que había presenciado. Estaba absolutamente mortificada. —Siento que nos hayas visto. Ojalá no te hubieras asomado a la casa, pero no es tu culpa. —Finalmente levanté la mirada—. ¿Quieres hablar de ello? —En realidad no. —Se encogió de hombros—. Sé lo que era. Una vez me encontré con mi mamá y su exnovio. —Obviamente no sabía que estabas en casa a esa hora del día. Ni siquiera pensé que podías ver eso claramente en mi casa. Lo siento. —Pensé que tal vez estarías enojada conmigo. —No, claro que no. Me estabas buscando. No esperabas ver eso. —¿Es tu novio ahora? —Somos… estamos pasando el tiempo juntos. Mi hermano no lo sabe, y es importante que siga así. Me aseguraré de tener más cuidado. Gracias por enseñarme una lección importante hoy.

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Se produjeron varios segundos de silencio incómodo, y me pregunté si tal vez este ya no era el mejor momento para sacar las entradas. ¿Puede que te haya marcado de por vida, pero aquí hay boletos de Shawn Mendes para compensarlo? En última instancia, decidí que el cambio de tema sería algo bueno para quitarle la atención a uno de los momentos más embarazosos de mi vida. —¿Sabes lo que sería genial? —¿Qué? —Que ambas nos olvidemos de esa cosa que viste y nos centremos en algo que definitivamente es para que lo veas. —¿Qué quieres decir? —Tengo una sorpresa. —¿La tienes? —Sí. Por eso vine. He estado esperando el momento adecuado para dártelo. —Me metí en el bolsillo y agarré el sobre. Nora me lo quitó. —¿Qué es esto? Frotándome las manos juntas, sonreí. —Adelante, averígualo. Ella lo abrió, levantando los boletos, y cuando las palabras parecían registrarse, sus ojos se ensancharon. Entonces empezó a temblar. —¿Esto realmente está sucediendo? —Lo está. —Me mordí el labio—. Vas a verlo. —¿Entradas para Shawn? —exclamó—. ¿Cómo? ¿Cuándo? —Tengo un amigo en la taquilla —le dije orgullosamente. Nora rompió a llorar antes de abrazarme. Esta distracción había ayudado a alterar el estado de ánimo, gracias a Dios. —¡Dios mío! —Seguía saltando arriba y abajo—. ¡Simplemente no puedo creerlo! ¡Voy a estar en la misma habitación que él! —Crees que tu mamá te dejará ir, ¿verdad? —Tiene que hacerlo. Moriré si no lo hace. —Estoy segura de que querrá llevarte, pero si por alguna razón no lo hace, estaría feliz de hacerlo.

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—Gracias, gracias, gracias, ¡Farrah! ¡Esto es lo mejor que me ha pasado en toda mi vida! Me sentí increíble al hacerla tan feliz. Ciertamente podría relacionarme con esa sensación de desparpajo después de mi mañana con Jace, obteniendo algo que siempre quisiste, pero nunca pensé que lo habrías hecho. Todavía estaba en un estado de euforia, incluso si darme cuenta de que Nora nos había visto poner un freno en las cosas. —Póngalos en un lugar seguro, ¿de acuerdo? Asegúrate de decirme lo que dice tu mamá, y si quieres que te lleve. —¡Está bien! Agradecida de que los boletos se hubieran llevado la tensión en el aire, estuve en la casa de Nora unos veinte minutos más antes de volver a mi casa. Jace llegó a las cuatro en el punto. La emoción corrió a través de mí mientras lo veía salir de la camioneta. Solo tendríamos un par de horas en la casa juntos antes de que Nathan llegara a casa, pero planeé apreciar cada segundo. Primero, sin embargo, tendría que hablarle de Nora. Antes de que pudiera sacar las palabras, entró y se acercó directamente a mí, besándome como si se hubiera estado muriendo por hacerlo todo el día. Su corazón tronó contra el mío, la intensidad de esos latidos me daba esperanza. Casi pierdo mi tren de pensamiento, pero por muy bueno que se sintiera el beso, necesitaba hablar con él sobre lo que pasó con Nora. A regañadientes, retrocedí. —Tengo que decirte algo, y no te va a gustar. Una mirada de alarma cruzó su rostro. —¿Qué pasa? —La chica de al lado, Nora, nos vio en la mañana… cuando estábamos en la cocina. Sus ojos se ensancharon. —Ella nos vio… ¿tener sexo? —Sí. —¿Qué? ¿Cómo diablos sucedió eso? —Estaba enferma y en casa hoy. Vio mi auto y pensó que tal vez estaba en casa. Miró a través del área de la piscina y podía ver directo a la cocina a través de la puerta corrediza de vidrio aparentemente. Cerró los ojos.

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—Joder. —Sacudiendo la cabeza, dijo—: Eso no es bueno. Es el primer día que nos hemos escabullido, ¿y alguien ya nos atrapó? —Lo sé. Se mordió el labio. —¿Puedes confiar en que esta chica no diga nada? —No lo hará. No me preguntes cómo confío en una niña de once años… pero lo hago. —Será mejor que tengas razón. —Jace se frotó la mano sobre su cara—. Bueno, esta es una maldita llamada de atención. ¿La arruinamos? —Espero que no. Ella afirma que vio a su madre y un exnovio una vez, pero obviamente esa no es la manera correcta para que un niño aprenda sobre el sexo. —No puedo creer que no fuera más cuidadoso; tomándote así en medio de la cocina a plena luz del día. ¿Qué carajo me pasa? —Levantó la mano—. Espera, no contestes eso. He estado dejando que mi polla tome todas las decisiones últimamente. —Puedo relacionarme. No podía esperar a que llegaras a casa. Por eso fui al lado. Me sentía tan inquieta. —Pensé en ti todo el maldito día. Prácticamente me metí en un accidente conduciendo tan rápido para volver aquí —dijo—. ¿Almorzaste? —No. He estado demasiado nerviosa para comer. —Yo también. ¿Por qué no nos hago algo? Si tenía más hambre de comida que de mí, Jace claramente no estaba de humor para tener sexo. No ahora que solté las noticias sobre Nora viéndonos, no podía decir si me sentía diferente al respecto. Terminamos haciendo sándwiches y llevándolos a la sala de estar. Después que comimos, Jace me sostuvo en el sofá por un tiempo mientras veíamos la televisión. A pesar de que estaba en silencio, de alguna manera podía sentir los pensamientos flotando en su cabeza. Estaba preocupado por sus decisiones, preocupado de que nos atraparan. Teníamos una vista clara a la parte delantera de la casa desde la ventana de la sala de estar, en caso de que Nathan llegase temprano. Miré el reloj. —Nathan debería estar en casa en media hora. Por mucho que supiera que era arriesgado, todavía esperaba que Jace iniciara algo de acción. Pero nunca lo hizo. Cuanto más se acercaba al momento en que Nathan normalmente regresaba, más inteligente era esa decisión.

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Cuando el auto de mi hermano finalmente se detuvo, Jace se levantó del sofá rápidamente. Tuve que reírme de lo rápido que desapareció en el lado opuesto de la casa. ¿Así sería siempre cuando Nathan volvió a casa ahora? ¿Jace y yo actuaríamos como un par de pájaros revueltos? —Hola… —dijo mi hermano al entrar, tirando sus llaves en la pequeña mesa cerca de la puerta principal. Me estiré mientras me levantaba del sofá. —¡Hola! ¿Cómo estuvo tu día? —Bien. Vendí otro auto. —Dios mío. ¿En serio? ¡Eso es increíble! —Lo sé. He estado en racha. —¿Qué pasó contigo hoy? —preguntó. Esa fue una forma extraña de expresar la pregunta. Plagada de culpa, le dije: —Nada mucho. El trabajo fue aburrido. Frunció sus cejas. —No, no lo fue. Pensé que podría orinar en mis pantalones. —¿Hmm? —No estabas en el trabajo hoy. Mi estómago se hundió. —¿De qué estás hablando? —Me detuve en la farmacia de camino a casa y me encontré con esa chica con la que trabajas. Denise, ¿creo que se llama? Dijo que estabas enferma y preguntó si estabas bien. Mi corazón me golpeó en el pecho. —Oh. —Miré mis zapatos, sintiéndome tan culpable por mentir. Y ni siquiera sabía la mitad. —¿Por qué me mentiste? Mi cerebro se esforzó por una respuesta. —Yo… tomé un día por salud mental. —¿Se trata de ese tipo? ¿Hizo algo? Parpadeando, tuve que pensar por un momento.

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—¿Colton? No. Ya no nos vemos, pero esa fue mi elección. Esto no tiene nada que ver con él. Solo necesitaba un descanso hoy y no te lo dije porque no quería que pensaras mal de mí por mentirle a mi jefe. Su expresión se suavizó. —Sabes que no pensaría eso. ¿Está todo bien? ¿Estás luchando o algo así? A medida que su genuina preocupación por mí crecía, también lo hacía mi pesar por tener que mentirle. —No. Estoy bien. Me sentía rara admitiéndote que me salté el trabajo. Sus cejas se fruncieron. —Bueno, me parece un poco preocupante, para ser honesto. —Lo siento, Nathan. ¿De acuerdo? Jace entró en ese momento. —¿Qué está pasando aquí? —Mi hermana cree que está bien mentirme. Eso es lo que está pasando. La cara de Jace se volvió prácticamente blanca. Hablé antes de que pudiera asustarse demasiado. —Nathan se encontró con una de mis compañeras de trabajo en la farmacia. Ella le preguntó por mí, ya que llamé diciendo que estaba enferma hoy. Le dije a Nathan que fui a trabajar, porque me sentía mal por admitirle que mentí. No debí haber mentido. Los ojos de Jace se movieron entre Nathan y yo. Parecía tan culpable como yo me sentía. —Sí. De acuerdo. Fue tonto mentir —dijo finalmente. Nathan se volvió hacia mí. —No es el hecho de que no fuiste al trabajo. Me importa un carajo. Es que pensaste que estaba bien mirarme a la cara y mentir. Me hace preguntarme de qué otra manera me estás mintiendo. Jace tragó en seco. —Muy bien, hombre. Tranquilo. Todo el mundo dice mentiras blancas de vez en cuando. Sabía que sentía la necesidad de defenderme porque se sentía mal por no tomar parte de esta ira. Sonreí, pero la paranoia empezó a filtrarse. Si mi mentira sobre el trabajo molestaba así a mi hermano, solo podía imaginar lo mucho que se molestaría si supiera la verdadera razón por la que me había quedado en casa hoy.

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Nathan de repente salió de la sala de estar. —Voy a tomar una cerveza. Cuando se fue, Jace y yo nos miramos. No había palabras necesarias. Ambos sabíamos que estábamos jodidos.

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16 Jace Quince días. Desde hace quince días andaba a escondidas de mi mejor amigo, durmiendo con su hermana y me da miedo decir que me encantaba cada minuto. También habían pasado quince días desde que había renunciado a mi moral para estar con una chica que quería con cada centímetro de mi ser, a pesar de que sabía que era malo para ella. Y solo me llevó quince días preguntarme si realmente me estaba enamorando de Farrah. Lo que una vez asumí era un enamoramiento se sentía más fuerte que nunca. ¿Morirías por alguien de quien estás enamorado? No había duda en mi mente de que moriría por Farrah. Enamoramiento ya no parecía la palabra correcta para describir lo que teníamos. Ella era lo primero en lo que pensaba al despertar, y lo último en lo que pensaba cada noche. También me encontraba deprimido cada vez que pensaba en mi autoimpuesto límite de un mes, momento en el que supuestamente me olvidaría de todo lo que ha pasado entre nosotros y me mudaría. ¿Cómo renunciaría a estos sentimientos y pretendería que nunca habían existido? Sí, quería proteger a Nathan. ¿Pero a qué costo? Mientras tanto, Farrah y yo habíamos sido meticulosos sobre no ser atrapados. No más saltarse el trabajo o hacer algo fuera de lo común que pudiera alertar a Nathan. Íbamos a nuestros respectivos trabajos cada día, pero por la noche, ella decía que salía con Kellianne. Su amiga era la única que sabía de nosotros, así que actuaba como nuestra coartada. Farrah incluso estacionaba el auto en casa de Kellianne en caso de que Nathan pasara por allí. La encontraba allí y la recogía en mi camioneta. Entonces conducíamos al menos a una hora de distancia, a algún lugar donde no nos reconocieran, e íbamos a un hotel. En algún momento cerca de la medianoche, la llevaba de vuelta a su auto en donde Kellianne y ella se iba a casa. Luego volvía al hotel y pasaba la noche allí, o volvía a la casa más

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tarde, dependiendo de la noche, para cambiar las cosas. Habíamos repetido este patrón todos los días durante más de dos semanas. Sin embargo, esta noche fue un poco diferente. Nathan había programado la noche de cine familiar. Habría preferido estar a solas con Farrah y no bajo el microscopio de Nathan, pero no pudimos cancelarlo. Nathan había invitado a Crystal, así que eso serviría como una distracción extra de cualquier aspecto o vibra inapropiada que Farrah y yo pudiéramos emitir entre nosotros. Crystal había cocinado pasta para todos, y después de cenar, pasamos el rato en la piscina antes de que estuviéramos listos para ver la película. Farrah y yo tuvimos cuidado de permanecer en extremos opuestos del patio, pero no podía dejar de mirarla. Cuando salía de la piscina, me maravillaba con su belleza y me preguntaba cómo había sido capaz de salir con ella todas las noches. Luego la sorprendía mirándome desde lejos, y sonreía. Se sonrojaba y tomaba todo de mí no correr hacia ella y besarla sin sentido. Me sentí como un adolescente de nuevo, sin preocupaciones en el mundo. No quería que este sentimiento terminara. ¿Cómo podría ser justo que Nathan fuera abiertamente cariñoso con su chica, y yo no pudiera serlo con la mía? El darme cuenta de que internamente me había referido a ella como mi chica ni siquiera me sorprendió. Era mi chica, ¿verdad? Aunque no pudiera anunciarlo al mundo. En un momento, mientras Nathan y Crystal estaban chupándose la cara en una de las tumbonas, Farrah se levantó para ir a la cocina. Me dio una mirada de ven aquí antes de escapar a la casa. Sabía lo que trataba de hacer. Normalmente no me habría arriesgado delante de las narices de Nathan, pero me moría por besarla. Esperé varios minutos después de que entrara para seguirla. Echándoles un último vistazo a Nathan y Crystal inmersos el uno en el otro, finalmente me levanté y me dirigí hacia la casa. Tenía la polla dura mientras buscaba a Farrah. Como un juego de escondite, busqué en cada habitación hasta que finalmente la encontré en mi habitación, que estaba en la esquina más alejada de la casa. Se apoyó contra el escritorio. Tenía los ojos pesados, llenos de lujuria, mientras su pecho subía. Mi erección ya estaba reventando el bañador. Presioné el cuerpo contra el suyo para que pudiera sentir lo duro que estaba, queriendo que supiera lo que su comportamiento me había hecho. Luego la besé tan fuerte que pensé que podría lastimarle los labios. Cuando el sonido de la puerta corrediza se registró en la distancia, Farrah se separó y salió corriendo de la habitación. No había manera de que

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pudiera regresar viéndome tan duro, así que decidí cruzar el pasillo hasta la ducha. El agua llovió sobre mí mientras masturbaba mi polla hinchada, imaginando todo lo que quería hacerle. Apreté los ojos mientras me corría con fuerza, disparando por toda la pared de azulejos. Me lavé el cabello y el cuerpo, planeando cómo escaparía con Farrah más tarde. Después de vestirme en mi habitación, encontré a Farrah en la cocina, todavía usando bikini. Me puse duro de nuevo al verla. Nuestros ojos se encontraron y me lanzó una sonrisa irónica. Estaba seguro de que sabía por qué me había tomado tanto tiempo en el baño. Nathan y Crystal ya estaban en la sala preparando la película, dejándonos a Farrah y a mí solos en la cocina. —¿Qué tal la ducha? —preguntó. —Muy... imaginativa. —Lo apuesto. —Estabas allí en espíritu. —Sonreí. Se miró. —Será mejor que cambie de ropa antes de la película. Bajé la mirada hacia su boca. —¿Tienes que hacerlo? Me gusta tal como estás. —Será mejor, por tu bien. Miré hacia la sala asegurándome de que Nathan seguía absorto en la conversación y susurré: —Te voy a follar tan duro más tarde. Se lamió los labios. —No espero que sea de otra manera. Me encantaba lo rápido que se excitaba, lo húmeda que siempre estaba para mí al segundo en el que la tocaba. Y allí estaba, duro como una roca de nuevo. Demasiado para esa ducha. Cuando Farrah fue a cambiarse, abrí el refrigerador para intentar refrescarme, literalmente metí la cabeza dentro. Finalmente fui a la sala y me ofrecí a hacer palomitas de maíz para todos, ya sabes, para tratar de compensar el hecho de que me estaba follando a la hermana de Nathan a sus espaldas. Las palomitas de maíz deberían expiar ese tipo de traición, ¿verdad?

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De vuelta en la cocina, me puse a trabajar y las puse en cuatro tazones individuales. Farrah ya estaba acurrucada en una esquina del sofá cuando volví a la sala de estar. Repartí los cuencos y me senté en la esquina opuesta del sofá. Hubiera parecido demasiado obvio si me hubiera plantado a su lado. Intenté concentrarme en mis palomitas y no en el hecho de que quería sentir su cuerpo junto al mío. A lo largo de la película, centímetro a centímetro, Farrah se me acercó. Por mucho que me doliera, cada vez me movía un poco más lejos. Luego se acercaba un poco más. Era como un juego. A los ojos de Nathan, no habría ninguna razón por la que necesitaría sentarme a su lado sin otra persona en este sofá. Había mucho espacio para estirarnos. Farrah me sonrió con los ojos brillando. Finalmente, se detuvo, y prestamos atención a la película por un rato. Fue casi al final cuando desvié los ojos en su dirección. Farrah miraba atentamente la escena final, pero todo en lo que podía concentrarme era en su hermosa inocencia y su delicado perfil. Tan arriesgado como habían sido las últimas semanas, estos días habían sido los mejores de mi vida. No era solo el sexo fenomenal; era el hecho de que sentía que podía decirle cualquier cosa. Nos podíamos relacionar. Queríamos las mismas cosas de la vida. Solo queríamos paz. Queríamos ser felices. Y queríamos estar juntos. Tener mucho sexo. Mi mirada debe haber permanecido en ella demasiados segundos de más, porque cuando miré hacia Nathan, sus ojos se encontraron con los míos. *** Esa noche, Farrah se fue media hora antes que yo para ir a casa de Kellianne. Más tarde, me encontré con ella en el estacionamiento fuera del apartamento de su amiga. Tan pronto como entró en mi camioneta, le confesé lo que había estado pesándome todo el viaje. —Tu hermano me sorprendió mirándote esta noche. Cerró la puerta y se puso el cinturón de seguridad. —¿Qué quieres decir? —Te estaba mirando hacia el final de la película, pensando en lo hermosa que eres, en lo feliz que me haces... Miré a Nathan y me estaba mirando. Me había estado observando, mirándote a ti. Dios sabe por cuánto tiempo lo estuvo haciendo. Me dio una mirada. Era obvio. Él sabe algo, Farrah. Probablemente piensa que solo tengo un enamoramiento. No creo

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que sospeche nada más. Pero, aun así. Sentí que estaba sobre mí. ¿Y sabes qué es lo más sorprendente? —¿Qué? —Lo poco que me importaba. —La tomé de la mano—. Estoy empezando a sentir resentimiento. Ahí estaba él hoy, disfrutando de su vida con una mujer que le importa, y ¿no puedo estar con la que me importa porque podría...? ¿Herir sus sentimientos? Mientras tanto, él es feliz, y yo soy miserable. Farrah me apretó la mano con fuerza. —¿Qué estás diciendo? Bajé la mirada hacia nuestros dedos unidos. —Estoy diciendo... que tal vez debemos decirle. Abrió mucho los ojos. —¿En serio? —No lo sé. ¿Qué piensas? —Creo que... las últimas dos semanas han cambiado las cosas. Me siento más cerca de ti de lo que jamás imaginé, y no puedo verme alejándome de esto. No quiero lastimar a mi hermano. Pero... no quiero perderte. Asentí. —No hay forma de que pueda dejarte, Farrah. De ninguna manera. Buen intento de mi parte, tratar de convencerme de que el tiempo era suficiente para superarte, pero todo era mentira. Sus ojos se llenaron de esperanza. —Nunca pensé que te oiría decir eso. Siento lo mismo. Finalmente encendí la camioneta y avancé. Todavía perdido en mi cabeza sobre cómo manejar lo que se sentía como una situación imposible, no había estado prestando atención a dónde iba y terminé conduciendo por la carretera donde los padres de Farrah habían sido asesinados. Me sorprendió cuando dijo: —¿Puedes detenerte aquí? Había sido un día largo, y todo lo que quería era llegar al hotel. Pero no podía negárselo. Bajé la velocidad. —¿Estás segura? Asintió.

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El camino colindaba con un campo vacío. Me detuve en el césped, y ambos salimos. —Muéstrame el lugar exacto donde sucedió —dijo. Cada músculo de mi cuerpo se puso tenso. Revivir el momento más traumático de mi vida no era algo que esperaba tener que hacer esta noche. Pero haría cualquier cosa por ella, incluso si eso significara tener que sufrir a través de ella. Me tomó de la mano mientras la guiaba hacia donde recordaba que la camioneta de su padre estaba estacionada ese día. Sentí náuseas y me detuve. —Estaba justo por aquí. Nos quedamos juntos a un lado de la carretera mientras algunos autos pasaban zumbando. Vi a Farrah cerrar los ojos y caer en un estado casi meditativo. Tantas emociones se arremolinaban a través de mí. Sobre todo: culpa. No sabía la historia completa de lo que había sucedido. De hecho, si lo hiciera, probablemente no querría estar conmigo. Estar aquí era un recordatorio de por qué lo correcto habría sido dejarla ir. Era demasiado tarde para eso, por desgracia. —Puedo sentirlos aquí —dijo—. Puedo sentir su presencia. Es increíble. —Abrió los ojos y me miró—. Siento que ellos también pueden vernos. El estómago se me agitó. Sabía en mi corazón que los padres de Farrah no nos querrían juntos si pudieran vernos ahora mismo. Solo podía esperar que de alguna manera fueran capaces de perdonarme. Y esperaba poder reunir el valor un día para decirle a Farrah exactamente lo que había sucedido. Se me acercó, acercándome antes de colocar la cabeza en mi corazón acelerado. —Quiero que dejes ir el dolor, Jace. Dejé salir el aliento que había estado conteniendo prácticamente el momento en que nos detuvimos aquí.

desde

—No sé si puedo hacer eso. —Sé que vives con la culpa del sobreviviente. Es hora de trabajar en dejarlo ir. Quiero ayudar. Creo que tenemos que venir aquí a menudo, pasar tiempo y habituarnos al dolor. Podemos guiar al otro a través de él. Mi terapeuta me recomendó esto mismo, pero no creo que pueda hacerlo sola. Te quiero conmigo. Venir aquí repetidamente sonaba a tortura, pero tal vez su sugerencia tenía algún sentido. Tal vez podría superarlo si la tuviera a mi lado.

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Empezó a llover, así que volvimos a donde estaba estacionada la camioneta y entramos. Estaba a punto de encender el motor cuando Farrah me puso la mano en el brazo. —Vamos a sentarnos aquí un rato y escuchar la lluvia. Mirando la hora, traté de convencerla de lo contrario. —Es pasada la medianoche. ¿Segura que no quieres simplemente llegar al hotel? Quizás podamos hacer esto otro día. —¿Solo un momento? No estoy lista para irme. Asentí. Si esto era lo que necesitaba ahora mismo, no iba a discutir con ella. Durante los siguientes minutos, me instalé en un estado relajado mientras escuchaba la lluvia golpear el auto. Farrah se inclinó contra mi pecho mientras le besaba la coronilla. —Nunca he estado tan contenta en la vida —dijo—. Sé que debería sentir lo contrario, considerando que tenemos que escabullirnos, y es algo peligroso, pero me siento muy segura cuando estoy contigo. —¿Por qué te gusto tanto? Su respuesta fue inmediata. —No lo haces. —¿No lo hago? —Me reí. Se dio la vuelta. —No me gustas... te amo. Sentía el corazón como si estuviera en una llave de estrangulamiento. Repitió en un susurro: —Te amo, Jace. Debí decirle que la amaba, pero me congelé. No quería que pensara que solo lo decía porque lo había hecho. Farrah se enderezó para mirarme a los ojos. —No sientas que tienes que decir nada, ¿de acuerdo? Solo quería que supieras cómo me siento. —No siento que merezca tu amor —dije—. Incluso hace años, después de descubrir que sentías algo por mí, siempre noté la forma en que me mirabas y me sentía indigno de esa admiración. Cuando volví aquí después de todos estos años y me di cuenta de que todavía me mirabas de esa manera, me sentí aún menos merecedor. —Tomé su rostro en mis manos, hice todo lo posible para decirle exactamente cómo me sentía—. Dijiste que

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te hago sentir segura... Bueno, me haces sentir igual. Cuando estoy contigo, no quiero nada ni a nadie más. Nunca me he sentido así en la vida. Yo… El sonido de golpes me interrumpió. Luego vino un destello de luz que me golpeó en los ojos. Al principio, fue difícil ver a través de las gotas de lluvia. Pensé que era un policía. Pero cuando le eché un vistazo al rostro después de bajar la ventana, inmediatamente le pedí a Dios que hubiera sido la policía. Me volví hacia ella. A pesar de lo asustado que estaba, no había nada peor que tener que presenciar el miedo en los ojos de Farrah. Se estremeció. —Oh, no. ¿Cómo puede estar pasando esto? ¿Cómo demonios supieron que estábamos aquí? —Todo estará bien —dije, esperando que fuera verdad. Jurando ser fuerte, abrí la puerta y salí. Farrah hizo lo mismo. —¿Qué mierda está pasando? —me gritó Nathan en la cara. Intentando mantener la calma, le pregunté: —¿Por qué estás aquí? Nathan parecía casi poseído, los ojos le sobresalían de la cabeza y estaba lleno de rabia bajo la lluvia torrencial. —¿Por qué estoy aquí? Esa es una muy buena pregunta. Que tal... ¡qué no soy tan estúpido como crees! ¿Los dos yéndose todas las noches de la maldita casa? ¿La forma en que se miran el uno al otro con ojos saltones? No quise creerlo por mucho tiempo. Entonces esta noche simplemente me di cuenta “¿qué tan estúpido puedes ser, ¿Nathan?” —Volvió su atención a Farrah—. Sume dos más dos, especialmente después de que me mentiste sobre quedarte en casa sin trabajar ese día. Decidí pasar por casa de Kellianne después de dejar a Crystal esta noche. Por supuesto, tu auto estaba ahí, pero no había nadie en casa. Así que, bien... pensé que tal vez por casualidad estaba equivocado. Te di el beneficio de la duda, pensé que quizás estabas con ella en medio de la maldita noche. Así que decidí irme a casa, y ¿qué veo en el camino de regreso sino una camioneta que se parece mucho a la de Jace estacionada al lado de la carretera, en este lugar de todos los lugares? La voz de Farrah temblaba. Se limpió la lluvia del rostro. —Te lo íbamos a decir, Nathan. —¿De verdad? Eso es fácil de decir ahora que te atrapé, ¿verdad? Has pasado la mitad de la vida lanzándotele encima. Finalmente te funcionó, ¿eh? —No le hables así. —La rodeé con el brazo de manera protectora.

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Casi me escupe cuando dijo: —No tengo nada que decirte. Puedes tener cualquier puta que quieras en toda esta ciudad, ¿y te metes con mi hermana? En serio, ¿cuánto más bajo puedes caer? Te mudas con nosotros para ayudarme, ¿y así es como lo haces? ¿Tirándote a mí hermana, cuando sabes muy bien que no te quedarás en Palm Creek? —Me quedaría por ella —dije inmediatamente. —¿Qué? No puedes hablar en serio. —Lo digo en serio, Nathan. No esperaba que pasara, pero me enamoré de tu hermana. Los ojos de Farrah se encontraron con los míos, y el miedo en ellos pareció aliviarse un poco. Esa no era la forma en que habría querido decirle esas palabras, pero aquí estábamos. La amo. —¿Amor? —se burló Nathan—. Tienes que estar bromeando. No sabes una mierda sobre el amor —gritó—. Lujuria, tal vez... Levantando la voz, le grité: —Entiendo que estés enojado porque lo ocultamos, necesitábamos resolver las cosas en privado antes de decírtelo.

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—No hay nada que resolver. Porque esto no está pasando. —Se volvió hacia ella—. Si te importa una mierda tu relación conmigo, no lo hará. Farrah se le enfrento. —¿De verdad me vas a hacer elegir entre él o tú? Nathan me lanzó una mirada diabólica. —No tienes ni idea de con quién te estás involucrando, hermanita. Sus palabras fueron un puñetazo en el estómago. El miedo surgió dentro de mí. Y lo supe. Sabía lo que venía. Mi instinto fue mirarme los pies para no tener que ver el dolor en sus ojos cuando se enterara. Farrah continuó defendiendo mis acciones. —¡Por supuesto, lo conozco! Confío en Jace más de lo que confío en la mayoría de la gente. Es tu mejor amigo, por el amor de Cristo. Deberías confiar en él también. —De verdad. Dime entonces, ¿tenías alguna idea de que el tipo con el que te estás acostando es probablemente la razón por la que nuestros padres no están aquí? Farrah me agarró el costado, mi camisa ahora empapada. —¡Cómo te atreves a decir eso!

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No tenía ni idea de lo que estaba defendiendo. —Nathan, para —le pedí. No podía enterarse así. Me miró. —¿Por qué dirías algo tan cruel? Sentí que el mundo se cerraba sobre mí. Las palabras correctas no se encontraban en ninguna parte. —¿Por qué diría eso? —contestó Nathan—. Porque es verdad. La única razón por la que el asaltante les disparó a nuestros padres ese día fue porque Jace decidió atacarlo. El tipo nunca le habría disparado a mamá y a papá si Jace no lo hubiera provocado. —Me miró a los ojos—. Él es la razón por la que nuestros padres no están aquí. Había desatado esas palabras de la manera más terrible, dejándome sin palabras para defenderme. Farrah, ¿sin embargo? Ni siquiera se inmutó, ni dudó en defenderme. —¿Cómo diablos sabes eso, Nathan? Ni siquiera estabas allí. —No tenía que estarlo. Jace me lo dijo. Sus ojos brillaron mientras se volvía hacia mí. —¿Es eso cierto? Apenas podía pronunciar las palabras. Pero lo intenté por ella. —Sí... yo... pensé que podría hacerle frente. Traté de... y... —La voz me tembló cuando me encontré incapaz de explicar mi razonamiento ese día. Mientras veía la expresión de dolor en la cara de Farrah, me arrepentí del día que hace tantos años había decidido abrirme a Nathan sobre lo que había pasado. Nunca lo sabría si no se lo hubiera dicho. Pero un año después del accidente, la verdad me había estado carcomiendo. El hecho de que había acusado al asaltante nunca llegó al informe policial porque nunca se lo había dicho a nadie. La decisión de intentar quitarle el arma continuó atormentándome todos los días de mi vida. Y ahora, mi secreto fue develado para que todo el mundo lo viera, o al menos todo mi mundo: Farrah. Para mi sorpresa absoluta, en lugar de llorar o atacarme con odio, Farrah volvió a abrazarme. —No es tu culpa, Jace. Lo que sea que hayas hecho... pensaste que los estabas protegiendo. Pero Nathan no lo dejaría.

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—Si realmente cree que no hizo nada malo, entonces, ¿por qué no te lo dijo? Te ocultó lo más importante para que no le impidiera aprovecharse de ti. Apreté los puños. —Eso no es cierto, Nathan. —Sabía que estaba herido, pero quería golpearlo ahora mismo. —Eres solo otra muesca en su cinturón, Farrah. No sabía qué era peor: el hecho de que Farrah tuviera que enterarse de esta manera, el hecho de que Nathan estuviera herido, o el hecho de que, en el fondo, me preocupaba que tuviera razón sobre mí, sobre todo esto. Farrah defendiéndome solo solidificó el hecho de que era demasiado buena para mí. Ni siquiera le había tomado un minuto completo poner toda su fe en mí. No me merecía el gran pase que me estaba dando ahora mismo. Nathan me señaló con el dedo. —Pensé que podría perdonarte por ese gran error que cometiste porque no fue intencional. ¿Pero esto? ¿Escabullirte con mi hermana? Esto fue calculado. Cruzaste una línea. No perdonaré esto, y no voy a olvidar todo lo demás, tampoco. Farrah todavía no me había soltado. —Nathan, por favor. ¿Podemos ir a casa y discutir esto? —¿A casa? Él no volverá a casa. Y puedes decidir si quieres ir con él o venir a casa conmigo. Porque no puedes tener ambas cosas. —Tienes que estar bromeando —gritó. —No estoy bromeando en lo más mínimo. —Me fulminó con la mirada—. Puedes venir mañana cuando esté en el trabajo y empacar toda tu mierda. Nathan no dijo nada más mientras volvía al auto y se alejaba a toda velocidad, los neumáticos girando en la grava mojada mientras se retiraba. Seguimos bajo la lluvia, los dos en estado de shock. Mientras metía a Farrah en mis brazos, me sentí impotente. Rápidamente, la llevé de vuelta a mi camioneta. Los dos estábamos empapados. Este momento fue mi mayor pesadilla: Farrah teniendo que elegir entre su hermano y yo. Además, sabía que no era una elección. Ella me elegiría, si se lo permitiera. Si la llevara conmigo esta noche, las cosas nunca serían iguales entre ellos. No estaba seguro de poder vivir con esa culpa. Ya me culpaba por la muerte de sus padres, ¿y ahora destrozaría a su familia de otra manera? Besándole suavemente la frente, le dije:

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—Te llevaré a tu auto. Luego iré a casa de mis padres. Necesita algo de tiempo para calmarse, pero si vas conmigo esta noche, la situación se pondrá diez veces peor. Parecía en conflicto. —Bueno... quizás tengas razón. Me alivió que no peleara conmigo por eso. —Quizás por la mañana se habrá calmado un poco, pero no puedo volver contigo esta noche. —Siento mucho que esto haya pasado. —Una lágrima le rodo por la mejilla. La limpié. —Yo también, cariño. Yo también. El viaje de vuelta a casa fue inquietantemente tranquilo. La culpa se sentía sofocante. Lo que había hecho claramente no había golpeado a Farrah todavía. Cuando el shock se desvaneciera y finalmente lo haría, las cosas se pondrían feas.

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17 Farrah Pasó casi una semana antes de volver a ver a Jace. Había venido a la casa a recoger todas sus cosas el día después que Nathan nos atrapara, pero lo había hecho mientras ambos estábamos en el trabajo. Había llamado para ver cómo estaba un par de veces, pero era todo. Dijo que lo mejor sería estar lejos el uno del otro por un tiempo. Esto parecía una pesadilla. Al principio, asumí que estaba evitando a Nathan, pero con cada día que transcurría, me preocupaba que también estuviera evitándome a mí. No quería perder a mi hermano, pero el miedo a perder a Jace lo superaba todo. En nuestras numerosas discusiones de la semana pasada, Nathan había dejado claro que no retrocedía sobre la traición de Jace. No solo no podía perdonar a Jace por salir conmigo, sino que había abierto una gran herida. Eso explicaba mucho sobre por qué el robo era siempre tan difícil de hablar para ellos. Pero incluso sabiendo que Jace pudo haber causado que el asaltante disparara, no podía culparlo por todo. Y no entendía cómo podía Nathan. Me entristeció que Jace hubiera estado viviendo con esa culpa todo este tiempo. Me preocupaba que hubiera estado la semana pasada golpeándose a sí mismo por lo que había pasado otra vez. Estaba preocupada por nosotros, pero estaba más preocupada por él. Cuando salí del trabajo el viernes por la tarde, mis oraciones finalmente fueron respondidas. La camioneta de Jace se encontraba estacionada fuera de mi edificio de oficinas. Por fin. Salió y cerró la puerta antes de acercarse a mí. Esperaba que me extendiera la mano y me besara, pero no lo hizo. Un sentimiento de inquietud se asentó en mi estómago. —¿Podemos dar un paseo? —preguntó.

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Algo en su voz hizo que el corazón se me hundiera. La esperanza se convirtió en temor bastante rápido. Caminamos por la manzana, pasando una fila de tiendas y luego dobló la esquina a un barrio residencial. —Puedo entender por qué no te has acercado a Nathan, pero, ¿por qué has estado evitándome? —le pregunté. —Necesitaba tiempo para pensar, no solo en lo que quiero, sino más importante, lo que es mejor para ti. Esas dos cosas desafortunadamente no son lo mismo. —Dejó de caminar por un momento y me miró a los ojos—. No tenía derecho a guardarte esa información sobre lo que realmente pasó el día que tus padres murieron. Permití que te enamoraras de mí sin divulgar algo que tenías todo el derecho a saber, algo que francamente debería haber cambiado tu opinión sobre mí. —¿Por qué? ¿Por qué debería haber cambiado mi opinión? Actuabas en defensa propia. Pensaste que hacías lo correcto. ¿Cómo podría culparte por eso? —Farrah, hay una muy buena posibilidad de que la elección que hice llevara a ese resultado. ¿No ves eso? —Elevó la mirada al cielo y luego de vuelta a mí—. Puedes no culparme ahora, pero cuando esta niebla de amor se calme, eventualmente te golpeará. Despertarás un día, me mirarás, y no verás nada más que el hombre parcialmente responsable de que todo tu mundo fuera arrebatado. Sacudí la cabeza. —Lo siento, pero nunca lo veré de esa manera. —Incluso si no lo haces, Nathan dejó claro que él sí. No puede ver más allá. Eso era algo de lo que no me había dado cuenta hasta la otra noche. No sabía que aún abrigaba tanta ira y culpa hacia mí. Sabiendo que eso cambia mucho. Me sentí nerviosa por el pánico. —¿Qué estás tratando de decirme? Ve al maldito punto, Jace. —Digo que no quiero ser responsable de que pierdas a la única familia que te queda cuando ya me siento responsable de que hayas perdido a tus padres. No puedo vivir con eso. —Cerró los ojos—. Por mucho que quiera que esto funcione, y maldita sea, Farrah, por mucho que te quiera, no puedo ponerte en esta situación. Sería el máximo acto de egoísmo. —Jace tomó mi cabeza en sus manos—. Alejarme de ti es lo más difícil que he tenido que hacer. ¿Alejarse? Casi me había dejado sin aliento. —Alejarte… —repetí. El dolor en sus ojos era palpable. —Tengo que irme, Farrah.

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Un torrente de sangre viajó a mi cabeza mientras suplicaba. —Esto es un error. —Es lo último que quiero, pero es lo mejor para ti, incluso si no te das cuenta ahora. Quería llorar, pero la conmoción me impidió hacer nada. —¿A dónde vas? —De vuelta a Carolina del Norte. Honestamente, ese siempre fue el plan. No pertenezco aquí. ¿Siempre fue el plan? La devastación se convirtió en ira. —¿Así que eso es todo? ¿Ibas a irte todo el tiempo? ¿Y ahora pretenderás que nada pasó entre nosotros? ¿Que no te enamoraste de mí? Jace se cubrió la cara con las manos. —No dije eso. No olvidaré nada de eso. Nunca. —Me miró—. Mientras viva, Farrah. Solo espero que puedas olvidarme. Esta no es una decisión que quiera tomar. Es la decisión que tengo que tomar. Hay una diferencia. Me sentí traicionada. Y más que eso, me sentí decepcionada de él por no luchar más duro, por no estar dispuesto a arriesgar todo para estar conmigo. A pesar de eso, todavía estaba tentada a rogarle que no se fuera. ¿Pero entonces qué? Esto ya no era solo sobre Nathan. Era sobre la herida que Nathan había abierto cuando lanzó la bomba, y la incapacidad de Jace para lidiar con ella. Jace volvía a huir de la culpa como siempre lo hacía. Estar conmigo significaría tener que enfrentarla, algo que no parecía dispuesto a hacer. Yo, por otro lado, había estado dispuesta a renunciar a todo por él, pero solo mientras nos trajera felicidad. Ahora mismo, me sentía miserable y asustada. Eso estaba claro. Si no estaba dispuesto a dejar ir el pasado para permitirse ser feliz, ¿cómo podría esto funcionar? —No sé qué decir, Jace. Estoy anonadada. —No necesitas decir nada. Realmente no hay palabras para esto. Toda la situación es una mierda. Juro por Dios que nunca quise hacerte daño. Siento que necesito parar esto antes de hacerles un daño irreparable a los dos. No quería darle la noticia de que ya lo había hecho. Su partida nunca sería algo que simplemente “superaría”. Si pensó eso, seguro que había subestimado mis sentimientos por él. Y no sabía si podría perdonar a mi hermano por ponernos en esta situación. Me puso la mano en la barbilla.

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—Farrah, mírame. Necesito que escuches esto. —Exhaló—. No puedo... vivir en el pedestal en el que siempre me has puesto. No lo merezco. Esa es la verdad. Si me quedo y arruino tu relación con tu hermano, nunca podré perdonarme. Todavía estoy trabajando en perdonarme a mí mismo por todo lo demás. No estoy cerca de ello. Aparte de todo eso, nunca he sido capaz de aferrarme a una relación. Hay demasiadas malditas maneras en las que podría lastimarte. ¿No se dio cuenta de que ya me había lastimado? —¿De verdad te vas? —La voz me tembló. Asintió. —Sí. —¿Cuándo? —Esta noche. —¿Esta noche? —Me limpié una lágrima y sacudí la cabeza—. Jesús. Me sorprende que incluso te molestaras en decir adiós. —Me voy esta noche porque no puedo estar aquí ni un minuto más sí sé que no me quedo. Es demasiado doloroso. Apenas puedo mirarte ahora. Reuní el valor para decir una última cosa. —Quiero que sepas que, aunque creas que me estás protegiendo, estás tomando la decisión equivocada. No necesito que me protejas. Necesito que confíes en mí, que me escuches. Porque te amaría pase lo que pase. Todo esto, todo el dolor, toda la mierda con Nathan, todo habría valido la pena. Pero no sé cómo convencerte de eso. Los ojos le brillaban con lágrimas sin derramar. —Por favor, sigue con tu vida. Siempre recordaré este tiempo contigo como mis días más felices. Por mucho que quisiera devolver el sentimiento, porque era cierto, me negué a decir otra palabra. Vacía por dentro, no me quedaba nada. No podía soportar mirarlo más. Me volví para caminar de vuelta hacia el edificio donde nuestros autos estaban estacionados y caminó un par de centímetros detrás de mí. Cuando llegué a mi auto, me detuve frente a él y giré para encontrarme con sus ojos por última vez. —Lo siento mucho, Farrah. Con lágrimas corriéndome por el rostro, entré y encendí el auto. Mientras aceleraba, miré por el espejo retrovisor y noté que se había quedado en el mismo lugar, viéndome partir. Jace se encogió más y más

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lejos en la distancia, pero el dolor que sentía se hizo más y más grande. ¿Y si ahora no me quedaba nada más?

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Tres años después

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18 Jace Mi novia, Kaia, parecía comprensiblemente molesta cuando regresé a nuestra mesa en el restaurante japonés. Sus ojos disparaban dagas. —¿Te importaría decirme qué diablos fue todo eso? No había una forma fácil de decirlo. —Esa era ella. —Esa era...—Parpadeó—. ¿Esa era... Farrah? —Sí. Su cara se puso roja. —De todos los lugares donde pudimos almorzar, ¿me traes al restaurante donde ella trabaja? ¿Qué diablos, Jace? —Por el amor de Dios, Kaia. No lo sabía. No tenía idea de que trabajaba aquí. ¿Crees que te habría hecho pasar por eso intencionalmente? Los ojos de Kaia se suavizaron. —¿Juras que no lo sabías? —Por supuesto no. Este restaurante ni siquiera existía la última vez que estuve en Palm Creek. Hasta donde sabía, Farrah no había trabajado como mesera ni un solo día en su vida, así que el hecho de que trabajara aquí no tenía sentido. Estaba buscando un almuerzo tranquilo después de una semana horrible. En cambio, tuve el impacto de mi vida. Todavía tambaleándome por mi encuentro con Farrah afuera, me limpié el sudor de la frente. —Es hermosa —dijo Kaia—. Sabes, has escuchado ese dicho: ¿el rostro que lanzó mil barcos? Helena de Troya, creo. Esa chica es el rostro que sacó a Jace de la ciudad.

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No había una forma segura de estar de acuerdo con eso. Kaia era una bomba de tiempo por cómo era. Así que me quedé en silencio. —Bueno, no es que creyera que no era hermosa —continuó Kaia—, ¿por qué si no ibas a arriesgar todo por ella? Tampoco podía estar en desacuerdo con eso. Una vez más, este era un momento apropiado para callar. Farrah se veía tan hermosa como siempre, aunque con una frialdad en sus ojos que no reconocía. Kaia ahuecó su servilleta de tela casi con violencia. —¿Qué te dijo? —No hablamos mucho. Básicamente... salió del edificio. La alcancé a lo largo de la calle principal después que cruzó el estacionamiento. Me preguntó qué estaba haciendo en la ciudad y le dije que mi madre había muerto. Pareció molesta al escuchar eso. Me dio el pésame... preguntó cómo estaba mi padre. Luego dijo que tenía que irse y siguió caminando. Ese fue el final. —¿Por qué diablos se escapó en primer lugar? ¿No podía saludar? — Ella rio enojada—. O al menos podría haber hecho su trabajo y tomar nuestro pedido. Me dolió que Farrah hubiera corrido así. Pero nunca había esperado verme allí sentado. Huir fue una reacción instintiva. Debería saberlo. —Creo que estaba en estado de shock y no sabía cómo manejarlo. —Chico, debiste haberla jodido mucho para hacerla correr así. Esperaba que Kaia no estuviera en lo correcto. Esperaba que Farrah ya hubiera superado lo que le había hecho. Pero todas las señales apuntaban al hecho de que no lo había superado. En cualquier caso, una vez más decidí no abordar los comentarios de mi novia. Todo esto apestaba. Se suponía que Kaia no iba a ver a Farrah. Demonios, ni siquiera se suponía que debía verla. Kaia y yo habíamos estado en Palm Creek durante una semana. Ella partía mañana para volar de regreso a Charlotte, mientras yo me quedaba para ayudar a mi papá después de la repentina pérdida de mi madre por un infarto. Kaia y yo habíamos estado juntos durante un año. Nunca entendió por qué no volvía a casa, por qué nunca la traía a Florida conmigo para conocer a mis padres. Mi madre y mi padre habían ido a Charlotte un par de veces a visitarme ese primer año después que me fui, pero eso fue antes de que conociera a Kaia. Así que nunca tuvo la oportunidad de conocer a mi madre. Todo lo que mamá siempre quiso fue que volviera a casa en Florida, y no pude concederle su deseo, hasta que murió. Nadie había visto venir ese ataque al corazón. No recordaba que mi madre estuviera enferma alguna

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vez. No se suponía que iba a pasar así. Mi padre había sido quien tenía cáncer. Ahora papá estaba bien y mi madre, que era el pegamento que mantenía unida a nuestra familia, se había ido. Cincuenta y nueve años. No es que deseara que mi padre de casi setenta años hubiera muerto en su lugar, pero la vida era tan malditamente injusta. Perder a mamá fue probablemente lo único que podría haber desviado mi atención de todas las otras razones por las que volver a casa era traumático. El dolor de su muerte era tan profundo que nada más podía competir con él. Hasta la semana pasada, mi vida había sido bastante buena. Después de un par de años de sentirme perdido, me esforcé por seguir adelante y logré escapar a una vida cómoda con Kaia el año pasado. Ella y yo nos conocimos a través de un amigo en común. Me preocupaba por ella, pero estaba llegando al punto en que quería un mayor compromiso de mi parte, y todavía tenía que dar ese paso. Habíamos estado discutiendo mudarnos juntos, pero seguía posponiéndolo. Después que papá me llamó para hablarme de mi madre, Kaia insistió en venir a Palm Creek conmigo. Cuando sintió mi extrema incomodidad, me interrogó hasta que finalmente me di cuenta de las circunstancias en las que había dejado la ciudad hace tres años. Le conté todo, desde el tiroteo hasta mi relación con Farrah y las consecuencias con Nathan. El viaje en auto desde Charlotte había sido tenso. Kaia seguía queriendo hablar, analizando todo lo que le había confesado. Mientras tanto, estaba entumecido porque, por el amor de Dios, mi madre acababa de morir; no tenía la energía mental para analizar nada. Kaia creía que tenía sentimientos sin resolver por Farrah. No hacía falta ser un científico para darse cuenta de eso. Aun así, me negué a reconocer cómo me sentía, porque desde el día que me fui, había hecho todo lo que estaba en mi poder para bloquear el desastre que había hecho, lo que significaba tratar de olvidar a Farrah. No había sentido nada en tres años. Y ahora que mi madre se había ido, tenía cosas más importantes que hacer que desenterrar el viejo dolor. Pero maldición si no me dolía el pecho después de ver a Farrah de nuevo. Todos los sentimientos que había enterrado parecieron golpearme en la cara a la vez. Mi mente estaba dispersa mientras miraba fijamente a Kaia desde el otro lado de nuestra mesa en el restaurante. Alguien finalmente descubrió que nuestra camarera estaba desaparecida y vino a tomar nuestro pedido. Nos trajo dos aguas y colocó una tetera caliente en el centro de la mesa. Kaia pidió pollo teriyaki. Mi cerebro estaba demasiado frito para pensar en lo que quería, sin mencionar que no tenía apetito, así que le dije a la mesera que me trajera lo mismo. Kaia se sirvió un poco de té y, en lugar de beberlo, miró fijamente la taza humeante. Dio unos golpecitos con los dedos sobre la porcelana.

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—Escucha, he estado pensando mucho en esto... y después de lo que pasó hace un momento, lo siento aún más fuerte. Empecé a servir un poco de té, pero me detuve. —¿Qué? —Creo que tenemos que tomarnos un descanso. —Estás rompiendo conmigo... —No. No exactamente. Creo que necesitas descubrir toda la mierda que te impide seguir adelante. Y creo que debes hacerlo sin estar atado. — Sus ojos se llenaron de lágrimas—. Te amo. Pero ahora me doy cuenta que hay muchas cosas con las que no has lidiado. Hasta que lo hagas, no estoy segura de que puedas ser el hombre que necesito. —¿No crees que suena como si estuvieras rompiendo conmigo? —Bueno, no es una ruptura. Pero es un descanso. Una separación. No te culparé por nada de lo que suceda mientras estás averiguando todo aquí. Haz lo que necesitas hacer. Pero si vuelves a verme, tu equipaje no puede ir contigo. ¿Qué quería exactamente que averiguara? —No hay nada que pueda resolver aquí aparte de cuidar a mi padre por un tiempo. —No es así como yo lo veo. Especialmente no después de lo que sucedió hace un momento. —Tomó un largo sorbo de té—. Mira, ni siquiera puedes decirme cuándo volverás a Charlotte. Entiendo que necesitas quedarte aquí por un tiempo por tu papá, pero también creo que debes lidiar con las otras cosas de las que estás huyendo —hizo una pausa—. Por mucho que te quiera, tengo que dejarte ir ahora mismo. No estaba seguro de cómo sentirme. ¿Decepcionado? ¿Aliviado? Básicamente estaba entumecido. El último novio de Kaia la había dejado para volver con su exesposa. Entonces pude entender su miedo cuando se trataba de sentimientos inconclusos por un ex. Asentí. —Si eso es lo que sientes que debes hacer, no voy a intentar detenerte. Llegó nuestra comida, interrumpiendo la conversación en el peor momento posible. Empezamos a comer en silencio. A pesar de que tomarse un descanso había sido su decisión, parecía molesta. Creo que ella podría haber esperado que luchara más. Pero eso nunca iba a suceder. Esta semana me había absorbido la pelea.

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*** Mi padre se sentó solo en la sala de estar cuando regresé a la casa esa noche. Solo tenía una pequeña lámpara encendida, por lo que la mayor parte de la casa estaba a oscuras. Tan malditamente deprimente. —Viejo, soy yo. —Tiré mis llaves sobre una mesa. —Estás de vuelta antes de lo que pensaba. Dijiste que no volverías hasta mañana. —Kaia se fue. Reservó un vuelo antes. La llevé al aeropuerto y salí del hotel para venir a quedarme contigo. Kaia no se había sentido cómoda en la casa de mi padre la semana pasada, así que conseguimos una habitación en un hotel cercano. —Parecía una buena chica. —Lo era, hasta que me dejó. —Me reí. —¿Qué? —Mi padre se enderezó en su sillón reclinable marrón. —Cree que tenemos que tomarnos un descanso mientras estoy aquí. —¿Quiere salir con otras personas? —No. Creo que se trata más de protegerse a sí misma porque cree que no volveré a Charlotte por un tiempo. —No tienes que quedarte aquí, hijo. No quería que mi padre se sintiera mal por esto. —No es tema de debate, papá —le expliqué rápidamente—. Es lo que mamá hubiera querido. Es lo menos que puedo hacer. —Ella no querría que dejaras ir a una buena chica para cuidarme. Solo querría que fueras feliz. Siempre se sintió horrible por la razón por la que te fuiste. Es por eso que nunca te dijo nada por irte tan abruptamente hace tres años. Lo entendió. Cuando nos hablaste de Kaia, estaba feliz, incluso si deseaba que las cosas hubieran funcionado para Farrah y para ti. Tan pronto como mencionó el nombre de Farrah, mis nervios se dispararon. —Hablando de Farrah... creo que mamá podría haber estado jugando algunos juegos en el cielo hoy. —¿Sí? —Llevé a Kaia a almorzar en ese restaurante japonés en la autopista Seminole. Farrah trabaja allí ahora, aparentemente. Fue asignada a nuestra mesa y salió disparada cuando me vio. —Me estás jodiendo. ¿Trabaja en el restaurante japonés?

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—Evidentemente… sí. Corrí tras ella y le hablé brevemente. Le hablé de mamá. Todo fue increíble. —Bueno, eso explica las flores de ella que llegaron hoy. Eso me sobresaltó. —¿En serio? —Estaba a punto de decírtelo. —Las señaló—. Justo allí en la mesa. Me acerqué a un ramo de rosas blancas mezcladas con otras flores y levanté la nota. Estimado Sr. Muldoon, Hoy me encontré con Jace, quien me habló de Faye. Lamento mucho su pérdida. Su cálida sonrisa y amabilidad siempre serán algo que recordaré. Acepte nuestro más sentido pésame y sepa que está en nuestras oraciones. Afectuosamente, Farrah y Nathan Spade. Continué mirando la tarjeta, y dije: —Debe haber ordenado esto en el momento en que huyó de mí. —Bueno, fue un gesto muy lindo. Tuve que estar de acuerdo. Me conmovió que Farrah hubiera hecho esto, a pesar de cómo la había tratado. Hablaba mucho sobre el tipo de persona que era. No había podido dejar de pensar en ella en todo el día, a pesar del drama de mi novia dejándome... o forzando un descanso, lo que fuera. Sin embargo, fue un alivio que Kaia no estuviera aquí para seguir analizando cada una de mis expresiones y reacciones ante la mención del nombre de Farrah. La huida de Farrah me perseguía. Seguía repitiendo la escena en mi cabeza, no solo la forma en que corrió, sino lo rápido que todos los sentimientos que había albergado por ella volvieron a fluir en el momento en que la miré a los ojos. Era desconcertante, pero no sorprendente, considerando que solo había enterrado mis emociones en lugar de lidiar con ellas. Ese era mi modus operandi. Finalmente devolví la pequeña tarjeta al sobre y la coloqué sobre la mesa. —¿Has comido, papá? —Estoy bien. —¿No lo has hecho, entonces? Él dudó.

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—No. Mi pobre padre era como un pez fuera del agua. No estaba seguro si no había comido porque no tenía hambre o porque mi madre ya no estaba aquí para cocinar para él. Abrí el armario. —¿Quieres panqueques? —Solo si los haces solo. —De hecho, estoy un poco hambriento, sí —mentí. Papá se acercó a la mesa y se sentó con la cabeza entre las manos. Agarré la sartén antiadherente y encendí el fuego. Me rompió el corazón verlo tan triste e indefenso. Encontré un tazón y comencé a mezclar los ingredientes. Mientras vertía la masa en la sartén y la veía chisporrotear, se me llenaron los ojos de lágrimas. Por primera vez desde que llegué a casa, las dejé caer. Fue la única vez que lloré desde el momento en que entré en la I-95 hacia el norte hace tres años. Esta simple cosa, hacer panqueques, era algo que había visto hacer a mi madre cientos de veces. Había estado haciendo los movimientos durante toda la semana, y en este momento ordinario, mirando fijamente un molde para panqueques, finalmente me di cuenta de que se había ido. *** Durante la siguiente semana, pasé todos los días ayudando a mi padre a revisar las cosas de mamá, decidiendo qué artículos guardar y cuáles donar. Examinar las pertenencias de un ser querido muerto, que todavía olían a ella, era la forma más pura de tortura. Papá se rompió varias veces en el proceso. Una tarde, necesitaba un respiro de esa rutina, así que decidí ir al supermercado y hacer algunos recados. No había planeado pasar por la casa de Farrah, pero de alguna manera terminé tomando la ruta que necesitaba tomar para llegar a casa. Antes de darme cuenta, me estaba acercando al vecindario de Nathan y ella y decidí doblar por su calle. Mi corazón se aceleró al ver a un niño pequeño jugando frente a su casa. La niña estaba en uno de esos autos de plástico rojos y amarillos. Una ráfaga de adrenalina me golpeó. ¿De quién es esa niña? ¿De Nathan? ¿De Farrah? Le había pedido específicamente a mi madre que no buscara información sobre ellos y, por lo que sé, nunca se topó con ellos en los tres años que estuve fuera; me lo habría dicho si lo hubiera hecho. No tenía idea de lo que había sucedido con ellos porque había hecho un esfuerzo consciente para mantenerme al margen de sus vidas. Totalmente asustado, salí de mi camioneta y me acerqué al camino de entrada.

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Jesucristo. Cuanto más miraba a la niña, más me preocupaba. No podía tener más de unos pocos años, tal vez más joven. Hice los cálculos en mi cabeza y se me ocurrió una idea aterradora. ¿Podría ser mi hija? Su cabello era casi negro como el mío. Quizás ese pensamiento era una locura, pero no estaba fuera de lo posible. Antes de que mis nervios tuvieran la oportunidad de explotar en pánico total, una mujer salió corriendo y se llevó a la niña a la casa a través del garaje. Se dio la vuelta una vez y me lanzó una mirada de alarma. Aparentemente, me había acercado demasiado y me habían confundido con un perpetrador. ¿Quién es esa mujer? ¿La madre? ¿Una niñera? ¿Una amiga de Farrah, tal vez? Pasé de posiblemente tener un hijo ilegítimo en un segundo a estar aturdido y confundido al siguiente. Mientras continuaba frente a la casa mirándola sin comprender, una voz a mi izquierda dijo: —Oye, te conozco. Me volví para encontrar a una adolescente que me parecía vagamente familiar. Entonces me di cuenta. Nora. La niña de once años que vivía al lado era ahora una adolescente. Bueno, que me condenen. Me sentí tan viejo. —Hola. —Me moví hacia ella—. Nora, ¿verdad? —Sí. Eres Jace. Te recuerdo. Solías vivir allí. —Ella ladeó la cabeza— . ¿Estabas buscando a Farrah? —Mmm no. Realmente no. Estaba conduciendo y... me detuve. —Ya no viven aquí. Mis ojos se agrandaron. —¿No? —No. Se mudaron hace unos dos años. Mi estómago se hundió. —¿Dónde viven ahora? —A las afueras de Tamarindo. Ese era un vecindario de mierda comparado con este. —¿Sigues en contacto con Farrah?

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Ella frunció el ceño. —Lamentablemente no. Perdí el contacto con ella después que se mudó. Sin embargo, siempre fue tan dulce conmigo. La extraño mucho. Sí. Lo entiendo. Nora sonrió. —Nunca olvidaré la vez que me compró boletos para Shawn Mendes. Ya lo superé. ¿Pero entonces? Él era todo. —Rio—. Recuerdo que un día fui a la puerta de al lado para decirle que mi mamá dijo que estaba bien si me llevaba al concierto. Estaba muy emocionada de pedirle que fuera conmigo. Sin embargo, la pillé en un mal momento. Estaba llorando y molesta. Le pregunté qué le pasaba y me dijo que te habías ido de la ciudad. Nunca olvidaré eso. Ella no quería hablar de eso. Después de eso, tuve miedo de pedirle que fuera conmigo porque pensé que no estaría de humor. Terminé yendo con mi madre, pero hubiera preferido ir con Farrah. Jesús. Necesitaba alejarme de esto antes de que me dijera algo más que no quería escuchar. —Gracias por avisarme que se mudaron. —No hay problema. —Desapareció dentro de su casa. Mi pulso siguió acelerándose mientras estaba en la acera. Me tomaría un tiempo superar ese minuto largo en el que pensé que podría haber tenido una hija. ¿Qué tan jodido habría sido eso? Regresé a mi camioneta y descansé mi cabeza en el respaldo del asiento para calmarme por unos minutos antes de regresar a casa. Los pensamientos sobre Farrah me atormentaron el resto de esa noche. Tenía preguntas. Muchas. ¿Por qué diablos se mudaron a un barrio de mierda? Farrah había amado esa casa, esa piscina. Sospechaba que no fue su elección irse. *** La siguiente tarde, papá tomaba una siesta mientras yo trabajaba en mi portátil en la sala de estar. Tenía la suerte de que mi trabajo de administrador de propiedades me permitía manejar la mayoría de mis tareas de forma remota. Necesitaba delegar más mientras estaba fuera, pero hasta ahora había sido posible administrar todo desde aquí. Sin embargo, probablemente tendría que volar a Charlotte una o dos veces durante mi estadía aquí si me necesitaban en el lugar. Entre mi trabajo y ayudar a papá en Muldoon Construction, estaba muy ocupado. Sonó el timbre, interrumpiendo mi trabajo. Me levanté para ver quién era, probablemente otro vecino que venía con una cazuela. O tal vez era alguien de la iglesia de mamá que estaba verificando a mi padre. Habían

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pasado un par de semanas desde la muerte de mi madre, pero la gente seguía llegando de vez en cuando. Cuando abrí la puerta, me congelé. Mierda. De pie frente a mí estaba la última persona que esperaba ver. Parpadeé varias veces. —Nathan... Sus ojos eran penetrantes. —Hola, Jace. Tragué. —Hola. —Mucho tiempo sin verte. Mi cuerpo estaba rígido. No sabía si abrazarlo o prepararme para un golpe. —¿Puedo entrar? —preguntó. Todavía en estado de shock, asentí varias veces antes de que saliera la respuesta. —Oh, sí. Haciendo a un lado para dejarlo entrar, inmediatamente noté que estaba cojeando. Una de sus piernas arrastraba prácticamente a la otra. Nathan también había ganado algo de peso y se veía… rudo, a falta de una palabra mejor. —¿Qué te pasó? —pregunté. Aun luchando por llegar al otro lado de la habitación, dijo: —Tuve un accidente hace dos años. Me tensé. —¿Accidente? ¿Qué tipo de accidente? —Estaba borracho y me puse al volante. La cosa más estúpida que he hecho en mi vida. Sin embargo, tuve suerte. No maté a nadie. Pero me jodí, y desde entonces he estado fuera por discapacidad. Maldita sea. Las cosas empezaban a acumularse. Me dolía el pecho. Me dolía no tener idea de lo que había pasado. —Hombre, lo siento.

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—Es mi culpa. Nada qué lamentar —Él miró a su alrededor—. De todos modos, vine a decirte que siento mucho lo de tu mamá. Me sorprendió escucharlo. —Gracias. También estamos en estado de shock. Caminó hacia el sofá. —¿Me puedo sentar? —Sí. Por supuesto. A pesar de lo cordial que era, esperé a que cayera la bomba, esperé que me dijera algo. Aunque, esta persona no parecía el mismo Nathan que se había enfurecido conmigo la última vez que lo vi. Después que se sentó, tomé asiento en la silla frente a él. Me quedé en silencio hasta que habló. —¿Dónde está tu papá? —preguntó. —Está durmiendo la siesta. Nathan asintió y se frotó las palmas de las manos. El tictac de un reloj en la esquina de la habitación era el único sonido. Esto era incómodo. —Estoy seguro de que estás... sorprendido de que esté aquí —dijo finalmente. —Eso es un eufemismo. —Cuando Farrah me dijo que se topó contigo, no podía creer que estuvieras de vuelta en la ciudad, y cuando me dijo por qué, me sentí horrible. —Cerró los ojos—. Bueno, me he sentido horrible cuando se trata de ti durante mucho tiempo. —Dejó escapar un largo suspiro y comenzó a mover las rodillas hacia arriba y hacia abajo. —Tómalo con calma. No me voy a ninguna parte —dije. Dejó de mover las piernas. —Manejé todo mal contigo, Jace. Lo arruiné a lo grande, y necesito disculparme. Vaya. No supe cómo responder. Mi primera inclinación fue decirle que estaba bien, porque aparentemente había pasado por más que suficiente para compensar lo que sea que me hizo. Pero otra parte de mí quería decirle que se fuera a la mierda. Nunca había estado más confundido en mi vida. —Nathan, no sé... —Escúchame —interrumpió. —Está bien…

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—Nunca debí haber usado lo que les sucedió a mis padres en tu contra la noche que los atrapé a Farrah y a ti. Te prometí que nunca le diría a nadie lo que me confesaste, y en cambio lo usé como munición. Estaba enojado contigo por jugar con mi hermana. Lo que hice fue francamente cruel. Quiero que sepas que no te culpo de ninguna manera por lo que les sucedió. Una vez más, no sabía si estar enojado o aliviado al escucharlo decir eso. Parecía muy poco y demasiado tarde. —Habría sido bueno saber eso hace tres malditos años —dije en voz alta. Parecía que la ira había ganado. —No estaba claro para mí entonces. Me tomó un tiempo ver las cosas como las veo ahora. Mi mayor miedo en ese entonces era perder a Farrah. Estaba seguro de que terminarías lastimándola o, peor aún, llevándola contigo a Charlotte. Era egoísta más que cualquier otra cosa. Cuando te atrapé con ella, me sentí traicionado. Pero con el tiempo, me di cuenta que mi enojo era un reflejo de mi propia lucha, no un reflejo de ti o de cualquier cosa que pudieras haber hecho. —¿Cuándo te diste cuenta de todo esto? —Desafortunadamente, al estar sin trabajo durante tanto tiempo, he tenido mucho tiempo para pensar y reflexionar sobre mi vida. Empecé a ir a la iglesia, lo creas o no. —¿En serio? Nunca habías entrado en una iglesia, por lo que recuerdo... Él rio entre dientes. —Lo sé. Estaba deprimido y desesperado. Entré un día a la mitad de la semana. Éramos un grupo de ancianos y yo. Pero eran amistosos, y seguí yendo los domingos después de eso. Hay un consejero que conocí a través de la parroquia que ofrece sus servicios. He tenido muchas reuniones con él. No es médico ni nada, pero se ha convertido en un buen amigo y me ayudó a darme cuenta de que todas mis acciones se reducían al miedo de estar solo, al abandono. Mi dependencia de Farrah no era saludable, y tampoco mi actitud hacia ti. Era más que estar enojado contigo por escabullirte a mis espaldas. Esa mierda se remonta a la infancia. Me perdí un poco. —¿Qué quieres decir con... infancia? —Siempre te he envidiado, tu habilidad para sobresalir en todo lo que intentaste, tu habilidad para conseguir chicas, tu habilidad para hacer algo por ti mismo. En mi mente, lo tenías todo. Se sentía como si estuvieras tomando lo único que amaba, la única familia que me quedaba, cuando podrías haber tenido prácticamente cualquier otra cosa en el mundo. No entendía por qué también necesitabas a Farrah. Fueron años de celos y

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envidia llegando a un punto crítico. Eso, además de no haberme ocupado nunca de la muerte de mis padres, simplemente... me rompí. Me froté las sienes. Sentí que mi cabeza iba a explotar mientras mis emociones oscilaban entre el alivio y la ira por haber desperdiciado los últimos tres años. A través de mi silencio, continuó: —Me tomó casi morir en ese accidente para trabajar en mí mismo lo suficiente como para ver las cosas más claras —dijo—. He querido contactar contigo tantas veces, pero nunca tuve las agallas porque estaba avergonzado de cómo manejé todo —exhaló—. Pero cuando me enteré de lo de tu madre y de que habías vuelto, supe que no podía posponerlo más. Suspiré. —Entiendo por qué te decepcionó que Farrah y yo anduviéramos a tus espaldas, pero nunca quise hacerte daño. Mis sentimientos por Farrah eran genuinos. —No creo que me diera cuenta de lo profundos que eran los sentimientos de Farrah por ti hasta que te fuiste. La jodió. Entiendo que fue más que una aventura entre ustedes dos. No tuvo nada que ver conmigo, pero lo hice sobre mí. Mi corazón dio un vuelco. No quería escuchar lo mucho que había devastado a Farrah, incluso si siempre había sabido que ese era el caso. —Ella estaba hecha un desastre —dijo de nuevo—. Pero después de un tiempo, las cosas cambiaron. No sé cómo explicarlo. Pareció superarlo, pero al mismo tiempo, se endureció un poco. Y ha sido así desde entonces. —Sacudió la cabeza—. Me culpo a mí mismo. —Cómo está manejando las cosas contigo... ¿después de tu accidente y todo? —pregunté, aunque no estaba seguro de querer saber—. ¿Cómo está ella en general? —El accidente ocurrió aproximadamente un año después de que te fuiste. Estuve un tiempo en un centro de rehabilitación. Cuando me liberaron, Farrah tuvo que cuidarme antes de que recuperara mis fuerzas. Hubo varios meses en los que apenas podía caminar. Llegaba a casa del trabajo y tenía que lidiar con mi mierda. Fue un milagro que no perdiera la cabeza. —Todo esto... es por eso que ustedes se mudaron... —Sí. ¿Como supiste? —Pasé por ahí. Vi a otra familia viviendo allí. La chica de al lado confirmó que ya no vivías allí. —Tuve que dejar de trabajar y empecé a cobrar por discapacidad. No podíamos pagar esa hipoteca. Sabía que, si vendíamos la casa y

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comprábamos una más pequeña, quedaría algo de dinero para la educación de Farrah. —Ya no trabaja en el bufete de abogados, ¿supongo? —Finalmente comenzó la escuela el año pasado. —Sonrió—. Debido a que muchas de sus clases son por la mañana, dejó el trabajo anterior y ahora trabaja como mesera en Mayaka. Usamos lo último de nuestros ahorros, el dinero que obtuvimos de la casa grande, para pagar el lugar de mierda en el que vivimos ahora. Entonces, el dinero que gana puede destinarse a la escuela. Me enorgulleció que Farrah finalmente estuviera en la universidad. Parecía lo único bueno de todas las cosas que acababa de decirme. —Lamento que las cosas hayan sido difíciles. —Suficiente sobre mí —dijo Nathan—. ¿Cómo has estado? ¿Cuánto tiempo llevas aquí? —No lo sé. Al menos uno o dos meses. Quizás más. Cuando mamá murió, mi padre estaba en proceso de vender la empresa y preparándose para jubilarse. Tiene un comprador, pero aún no ha cambiado de manos. No está escrito en piedra. No sé qué hacer con él, si ayudarlo a vender la casa y llevarlo a Carolina del Norte conmigo o qué. Está perdido sin ella. —Solo puedo imaginarlo. Tus padres fueron el ejemplo perfecto de un matrimonio feliz. Me tomé unos momentos para empaparme de la vista de Nathan frente a mí. —Tengo que decir que es bastante surrealista estar sentado aquí teniendo una conversación real contigo. No pensé que volvería a experimentar esto de nuevo. —Puede que esté en la peor forma física de mi vida, pero mentalmente veo más claro. El problema es que ya he jodido muchas cosas, incluida mi relación con Farrah. No sé cómo arreglar las cosas. —Sacudió la cabeza—. Hace tres años, nunca habría pensado que diría esto, pero desearía que hubiera terminado contigo, en lugar del idiota con el que está saliendo ahora. Todo mi cuerpo se tensó. —¿Por qué? ¿Cuál es la historia ahí? —Es un idiota condescendiente. Su familia es propietaria de la cadena de licorerías Bianchi. Piensa que solo porque tiene dinero, es mejor que todos. La sangre se me subió a la cabeza. —De verdad…

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—¿Te acuerdas de Crystal? —Sí... —Desearía que hubiera elaborado un poco más sobre la situación de Farrah. —Eso no duró mucho. No he tenido una novia seria desde ella. Es un poco difícil impresionar a las mujeres cuando estás cojeando como yo — suspiró—. Sin embargo, no puedo quejarme. Tengo suerte de estar vivo. Asentí. Nathan se quedó esa tarde y charló conmigo hasta que mi padre se despertó. Le dio a papá sus condolencias y, antes de irse, me dio su nueva dirección y me dijo que debería pasar por la casa alguna vez. No sabía cómo me sentía por eso. No quería molestar a Farrah. Pero ella era la única cosa en mi mente.

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19 Jace Una semana después de la visita sorpresa de Nathan, todavía no podía superar su cambio de opinión. Entre el trabajo y el trato con papá, me las había arreglado para mantenerme lo suficientemente ocupado como para no hacer nada precipitado. Sin embargo, a medida que pasaban los días, la necesidad de ver a Farrah se hizo más urgente. Pero dado lo que había aprendido y la forma en que había transcurrido nuestro primer encuentro, no tenía idea de qué esperar si aparecía en su casa. Sin embargo, el hecho de que Nathan dejara de lado el pasado y se acercara me motivó a hacer crecer algunas malditas bolas y dar el primer paso. Le envié un mensaje a Nathan para preguntarle si estaría de acuerdo con que fuera a hablar con Farrah. Respondió que tenía fisioterapia en la mañana, pero Farrah no tenía clase hoy. Dijo que probablemente estaría en casa hasta que fuera a trabajar a las tres de la tarde. Le pedí que le dijera que pasaría por alrededor de las dos. Confirmó, pero no dijo nada sobre su reacción. Lo tomé como una señal de que ella estaba de acuerdo con eso. Al menos eso esperaba. Mientras conducía hacia su casa, no tenía idea de lo que le iba a decir. En lugar de ensayar algo que probablemente estropearía de todos modos, me había pasado el día rumiando. La nueva perspectiva de Nathan sobre todo todavía me enojaba un poco. ¿Cuál era el punto de mi partida, de romper el corazón de su hermana, solo para que él fuera tan indulgente al final? Era asombroso lo que un roce con la muerte podía hacerle a alguien. Supuse que no había forma de saber exactamente cómo se habrían desarrollado las cosas si me hubiera quedado; las cosas podrían haber terminado peor de lo que eran ahora. Mis palmas estaban sudorosas cuando llegué a su pequeña propiedad. Esta casa era fácilmente un tercio del tamaño de la última. Me dolió que Farrah ya no tuviera la piscina que tanto amaba. Pero al menos habían pagado esta casa y no tenían que preocuparse por una hipoteca.

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Salí de mi camioneta y caminé hacia la puerta principal. Con los nudillos rígidos, llamé. Después de un momento, Farrah abrió la puerta. Mi corazón se apretó. Esperaba una sonrisa, pero no conseguí nada más que una mirada en blanco. Aun así, de alguna manera estaba más hermosa que nunca. Cubriendo sus pechos, su cabello castaño era más largo de lo que recordaba. Ella había delineado sus ojos de una manera que resaltaba su hermoso color avellana con motas doradas. Sintiéndome instantáneamente incómodo, levanté mi mano. —Hola. Ella tragó y, con una voz apenas audible, dijo: —Hola. Miré por encima del hombro brevemente. —¿Vas a huir de nuevo? Tengo mis zapatillas de tenis puestas esta vez. Vine preparado. —Realmente quiero correr, para ser honesta. Ay. Jugueteé con mis pulgares. —¿Puedo entrar? Ella se hizo a un lado. —Por supuesto. Mirando a mi alrededor, noté que algunos de los muebles eran iguales, como el viejo sofá donde solíamos sentarnos para la noche de películas. Era casi lo único que resultaba familiar en este momento. —¿Cómo estás? —pregunté. —He estado mejor. —Lo entiendo. Ella miró sus sandalias y yo hice lo mismo, notando el color rojo pintado en sus dedos de los pies. Farrah finalmente me miró. —Corrí el otro día porque mi reacción al verte me asustó un poco. Tu partida me dolió mucho, pero he recorrido un largo camino desde hace tres años. No quiero volver a ser rehén de mis emociones como esa vez nunca más. Habría hecho cualquier cosa por estar contigo. Fue patético. —¿Patético? No te recuerdo de esa manera en absoluto. Su voz se hizo más fuerte. —¿Por qué querías verme, Jace?

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Pasé mis manos por mi cabello. —Solo quiero saber que estás bien. —¿Para qué? ¿Para que puedas sentirte mejor con la decisión que tomaste al irte? Lo hecho, hecho está. La vida continua. Sobreviví. He seguido adelante. No me gusta que me recuerden un momento que prefiero olvidar. El dolor se reflejó en sus ojos. Por mucho que tratara de venderme el hecho de que lo había superado, esa ciertamente no era la vibra que tenía, incluso si parecía diferente de la chica que había dejado atrás. Había tanto que quería decir, pero todo lo que salió fue: —Lo siento. Ella se desvió. —¿Cómo está tu papá? —Bastante perdido. —Siento escuchar eso. —Sus ojos se suavizaron—. Sé lo mucho que ella significaba para ti. Fue devastador escuchar que Faye falleció tan repentinamente. —Gracias. —Di unos pasos hacia ella, notando que retrocedió el mismo número de pasos—. Y gracias por las flores. Su voz era baja. —Por supuesto. El rígido lenguaje corporal de Farrah me dijo que no se sentía cómoda, así que opté por no sentarme, en lugar de eso, continué frente a ella mientras mantenía mi espacio. —Me sorprendió que Nathan fuera a verme —dije—. Significó mucho. Nunca esperé que quisiera volver a hablar conmigo, y mucho menos iniciar una visita. —Sí. Bueno, ha cambiado mucho desde su accidente... encontrar a Jesús y todo eso. —Puedo ver eso. —En muchos sentidos, es como si él y yo hubiéramos cambiado de lugar. Es mucho más apto para perdonar y olvidar ahora. Mientras que yo soy menos confiada de lo que solía ser. Bueno, ese fue un mensaje claro. Por un momento, el silencio fue ensordecedor. Cada vez que me miraba a los ojos, se detenía y miraba a cualquier otro lado. Sin embargo, mis ojos se quedaron fijos en ella. —¿Quién era la mujer que estaba contigo ese día en el restaurante? —preguntó finalmente.

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—Mi novia… bueno, mi exnovia ahora. Realmente no sé dónde estamos ella y yo. Nos tomaremos un descanso mientras estoy aquí. Farrah se inquietó. —Ya veo. —Ella miró el reloj—. Bueno, de hecho, tengo que irme. Voy a llegar tarde a mi turno. Mierda. Apenas había tenido la oportunidad de hablar con ella, y siendo tan fría, no me sentía cómodo empujando las cosas. —¿Necesitas que te lleve? —No. Esa fue una pregunta tonta, pero estaba desesperado por pasar más tiempo con ella. —Bueno. Estabas caminando a casa el otro día. No estaba seguro de si tenías auto. —Elegí caminar ese día para hacer ejercicio. Tengo un auto. —Señaló por la ventana—. Ese es mi Focus estacionado al otro lado de la calle. Al darme la vuelta, vi el pequeño auto azul. Era muchísimo mejor que la mierda que solía conducir. —Está bien... bueno... supongo que te dejaré ir… Farrah se rodeó con los brazos. —Sí… Sintiéndome derrotado, me obligué a alejarme. La conversación superficial que acabábamos de tener me dejó inquieto. No era así como se suponía que iba a ser. No le había dicho todo lo que quería decirle. Ella había levantado la guardia. A menudo me preguntaba cómo sería una reunión con Farrah. Esto no era nada de lo que había imaginado. Una sensación molesta me persistió cuando regresé a mi auto y me fui. Finalmente tuve la oportunidad de enfrentarme a ella, y la arruiné por completo. Cuanto más conducía, más sentía que necesitaba regresar y derramar mi corazón, decirle cuánto lamentaba haberme ido, cuánto lamentaba haberla lastimado. No importaba si no decía nada. Debería haber dicho más. Incapaz de aceptar mi cobardía, di la vuelta a mi auto y conduje de regreso a su casa. Disminuyendo la velocidad, pude verla entrar en su auto en la distancia. Me detuve antes de donde estaba estacionada. Farrah no me vio porque tenía la cabeza en el volante. La vi sentada por un momento, luciendo angustiada. Esto cambió las cosas. Era una prueba de que su comportamiento frío era una fachada, de que mi visita la afectó. Sin embargo, cualquier cosa más

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que pudiera tener que decir solo la molestaría más. Ella tenía derecho a este momento privado y se sentía mal interrumpirla, especialmente porque yo era la causa. Por mucho que me doliera no consolarla, hice lo que sabía que querría: me alejé lentamente para que ella nunca supiera que había regresado. *** Unos días después, me sorprendió ver aparecer el nombre de Nathan en mi teléfono. Le respondí: —Hola, hombre. —Hola. ¿Estás ocupado? —No. —Me rasqué la cabeza—. ¿Qué pasa? —Me preguntaba si tenías tiempo de pasar por aquí. Mi auto no arranca. No creo que sea la batería. Algo más está sucediendo. Esperaba que pudieras echarle un vistazo. Podría llevárselo al mecánico, pero realmente no confío en él. La última vez que fui allí, me costó unos buenos centavos por un trabajo de mierda. Sospeché que podría haber estado buscando una excusa para reunirse y evaluar dónde estaban las cosas con nosotros. —Sí. Por supuesto. Puedo pasar. —No tiene que ser de inmediato. Sé que debes estar trabajando a esta hora del día. —No es la gran cosa. Mi trabajo es bastante flexible. Me vendría bien un descanso de mirar la pantalla de la computadora. —Genial. Sin embargo, había una cosa que necesitaba saber primero. —¿Farrah está en casa? —No. Está en clase y esta noche tiene un turno en el restaurante. Por lo general, va directamente desde la escuela. Ella no estará en casa en absoluto. —Bueno, bien. No quiero molestarla —hice una pausa—. ¿Mencionó algo después de que fui a verla? —Le pregunté cómo te fue, pero me dijo que no quería hablar de eso. No presioné. —Sí. Fue tenso. No me quedé mucho tiempo —exhalé—. De todos modos... puedo estar allí en un rato. ***

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Después de dos horas, pude hacer que el auto de Nathan volviera a funcionar. La mayor parte del tiempo se quedó mirándome mientras trabajaba. Recordamos un poco los viejos tiempos, aunque ciertamente no lo que sucedió hace tres años. En un momento entró a la casa y regresó con un pequeño menú de papel. —Voy a pedir una pizza, si tienes hambre —dijo. —En realidad, me muero de hambre. Suena bien. Veinte minutos después, llegaron la pizza y los palitos de pan. Pagó al repartidor y llevamos la comida adentro. Nathan dejó la caja de pizza en la mesa de café de la sala de estar y trajo un par de refrescos de la cocina. Mientras arreglaba su auto, Nathan me había dicho que había estado sobrio desde su accidente, así que pensé que no me ofrecería una cerveza. Tenía la última carrera de Fórmula Uno del fin de semana pasado en DVR, y la puso después que le dije que no había tenido la oportunidad de verla todavía. Ver la Fórmula Uno juntos solía ser una de nuestras actividades favoritas. Aunque esto se parecía a los viejos tiempos, sabía que las cosas nunca volverían a ser las mismas. Pero tal vez este era el comienzo de una nueva normalidad. A mitad de la carrera, miré por la ventana y vi que un auto se detenía en el camino de entrada. —¿Esperas a alguien? —No —dijo antes de inclinar la cabeza para ver mejor—. Mierda. —¿Qué? —Son Farrah y su tonto novio. Mi pulso se aceleró cuando mi modo de lucha o huida se activó. —Pensé que habías dicho que no iba a volver a casa. —Me dijo que no lo haría. Maldita sea. Nunca en toda mi vida había deseado tener el poder de desaparecer mágicamente hasta ahora. Me habría ido si hubiera sabido que esto podría suceder. Me levanté del sofá y me preparé. Mi corazón se sintió listo para saltar fuera de mi pecho cuando la puerta se abrió. Farrah fue la primera en entrar. Cuando me vio, se congeló en seco. Ella miró a Nathan mientras me hablaba. —¿Qué estás haciendo aquí?

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—Nathan necesitaba ayuda para arreglar su auto. No pensé que estarías en casa. —¿Por qué no estás en clase? —preguntó Nathan. —Mi profesor estaba enfermo. La cancelaron. Niles me buscó en la escuela y me invitó a almorzar. Cuando su novio entró, todas nuestras cabezas se volvieron hacia él al unísono. Nadie dijo nada. Era alto, de cabello castaño y nariz romana; en el mejor de los casos, de apariencia promedio. Nadie sería lo suficientemente bueno para ella en mi mente, pero después de lo que Nathan había dicho sobre él, no me agradaba antes de que abriera la boca. —¿Que está pasando? —dijo. Antes de que alguien pudiera responder, se inclinó para tomar la última porción de pizza de la caja. Qué idiota. Farrah rompió el hielo. —Niles, este es el amigo de mi hermano, Jace. —Hola —dijo con la boca llena—. ¿Es tu camioneta la que está estacionada afuera? —Sí. —Debes amar tu economía de combustible en esa cosa —resopló. Este tipo no puede hablar en serio. Lo miré con los ojos entrecerrados, sin siquiera dignificar su comentario grosero con una respuesta. Inmediatamente pude ver porqué Nathan odiaba a este tipo. Incluso si no fuera condescendiente, probablemente lo odiaría sin importar nada. Pero ahora, realmente lo odiaba. Farrah desapareció en la cocina, pero Niles —qué tan nombre pomposo— decidió quedarse en la sala. —Entonces, Nate, ¿has pensado en mi oferta de trabajo? Nathan y yo nos miramos. Odiaba que lo llamaran Nate. Algo me dijo que había corregido a este imbécil muchas veces en el pasado. —Ya te dije por qué no aceptaría ese trabajo. —¿Porque prefieres burlarte del gobierno? Vaya. Apreté los puños. Si no creyera que enojaría a Farrah, podría haberlo golpeado. —Sabes que no bebo alcohol. ¿Por qué diablos iba a trabajar en una licorería?

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—Porque debes dejar de lado tus debilidades por una buena oportunidad. Te lo dije, podría conseguirte un trabajo gerencial. —Y te dije que no quiero uno. ¿Por qué sigues preguntándome? Farrah regresó, luciendo molesta. —Deja de molestar a mi hermano. Habló con la boca llena de nuevo. —Solo estoy tratando de ayudarlo. Los ojos de Farrah se encontraron con los míos. La necesidad de tenerla a solas, de hablar con ella, de asegurarme de que estaba bien, especialmente teniendo en cuenta este idiota, me abrumaba. Todas las cosas que necesitaba decirle el otro día se sentían como si me estuvieran ahogando. Entonces, hice algo que esperaba que entendiera, pronunciando un mensaje que una vez me había dado. Por favor. Farrah parpadeó. Estaba loco por esperar que lo entendiera. Pasaron varios momentos de silencio. Pero entonces… Se volvió hacia su novio. —Niles, creo que voy a tomar una siesta antes del trabajo. No me siento tan bien. —¿Quieres que me acueste contigo? La pizza se revolvió en mi estómago. —No —dijo—. Deberías ir a ayudar a tu abuela con eso por lo que te llamó de todos modos. Sí. Ve y ayuda a tu abuela, idiota. —Bueno. —Se puso de pie y lazó el borde de la pizza en la caja—. Qué tengas una buena noche en el trabajo, cariño. Cuando se acercó para darle un beso, tuve que alejarme. El alivio se apoderó de mí en el segundo en que la puerta se cerró detrás de él.

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20 Farrah —Jace y yo vamos a hablar. Nathan miró entre Jace y yo como si se estuviera perdiendo algo. Lo hacía, por supuesto. Porque no había habido ninguna conversación, solo un mensaje del que él no tenía ni idea. Mi hermano se puso de pie. —¿Quieren que me vaya? ¿Para que tengan algo de privacidad? —No —dije—. Daremos un paseo. —Miré a Jace—. Vamos. Me siguió hasta la puerta. Una suave brisa agitó mi cabello mientras respiraba profundamente, sintiéndome nerviosa y sin preparación previa para estar a solas con él. —¿A dónde quieres ir? —preguntó. Poniendo un mechón de cabello detrás de mi oreja, dije: —Alrededor de la cuadra está bien. Salimos calle abajo. Jace se metió las manos en los bolsillos. —Gracias por darte cuenta de lo que estaba pidiendo. —Bueno, me robaste mi línea. —Forcé una sonrisa. —Lo hice. —Él sonrió, aparentemente aliviado. Por mucho que tratara de luchar contra mis sentimientos, la reacción física que tenía al estar junto a él no era diferente de lo que solía ser. Que era exactamente la razón por la que necesitaba cortar esto de raíz. —A Nathan no le cae bien tu novio —dijo—. Y ahora puedo ver por qué.

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—A Nathan no le cae bien nadie que consiga arrebatar mi atención de él. —Creo que es más que eso en este caso. Pero mientras seas feliz. — Me miró a los ojos—. Eres feliz, ¿verdad? No estaba segura de cómo responder a eso. No era infeliz, pero la verdadera felicidad no era algo que había sentido durante mucho tiempo. Tampoco era algo por lo que luchara o esperara que sucediera. —Estoy en paz. La paz es más importante para mí que la felicidad. Después que te fuiste hice un voto de que no permitiría que mi felicidad dependiera de otras personas. Debe venir de uno mismo. Todavía estoy trabajando en ello. Pero no espero que nadie más me haga feliz, y menos un hombre. —Así que, admites que ese tipo no te hace feliz, entonces… Suspiré. —Niles no es perfecto. Pero es lo que necesito ahora mismo, con él todo es fácil. No quiero estar con alguien que me deje destrozada y se lleve mi corazón y mi alma cuando se vaya. La respiración de Jace se entrecortó. —¿Entonces me estás diciendo que estás con ese tipo porque te da igual si la relación va a funcionar o no? —Es seguro. —Me encogí de hombros—. Es lo que es. Jace buscó mis ojos. —Escucha, no te pedí que me dedicaras tiempo para poder socavar tus decisiones. Solo quiero decir lo que tenía que decirte el otro día antes de que mis nervios se apoderaran de mí. Dejé de caminar. —¿Qué queda por decir? Nada va a cambiar lo que pasó. Mientras estábamos cara a cara, el sol se reflejó en los ojos azules de Jace. —Solo… quiero que sepas que, si pudiera volver atrás, me habría quedado. Sé que eso no es lo que quieres escuchar. Y es demasiado tarde. Pero todavía quiero darte una explicación. —Dio una patada al suelo, luciendo atormentado—. Me sentía muy culpable en ese entonces. Y eso gobernó mis decisiones. Por supuesto, pensé que Nathan nunca me perdonaría. Todo lo que veo ahora, en retrospectiva, me hace sentir aún más arrepentido por no seguir a mi corazón y quedarme contigo. No había ninguna parte de mí que quisiera irse. En ese momento, sentí que te estaba haciendo un favor. Sé que es demasiado tarde para cambiar el pasado, pero quiero que sepas cuánto lamento haberte lastimado.

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Sus ojos estaban llenos de pesar. Le creía, pero no cambiaba nada. Podría perdonarlo, pero no podía confiar en él. —Sé que no quisiste lastimarme, y no te guardo rencor, Jace. —Me froté los brazos y miré hacia la calle antes de mirarlo—. Pero he trabajado muy duro para salir de la oscuridad en la que caí después de que te fuiste. Estaba enamorada, la forma en que lo superé fue mentalizarme en no sentir nada. Cuando practicas el adormecimiento durante el tiempo suficiente, se apega. Ahí es donde estoy ahora. —Eso me rompe el maldito corazón —dijo. —Bueno, el mío se rompió hace mucho tiempo. Pero sabes... me he dado cuenta de que en realidad no necesitas uno para que tu vida continúe. Jace negó. —Nathan me contó lo difíciles que fueron las cosas después de su accidente. La forma en que lo manejaste sin romperte es admirable. Estoy orgulloso de ti por eso y también por matricularte en la universidad. —No hay nada admirable en comenzar la universidad tarde. —Me reí—. Pero gracias. Jace exhaló, aparentemente frustrado. —Farrah, dime qué debo hacer, que necesitas de mí. ¿Quieres que vuelva a desaparecer? Solo acepté venir hoy porque pensé que no estarías aquí. No quiero molestarte. No había una respuesta simple a esa pregunta, pero decirle que se mantuviera alejado no estaba bien. —No quiero que dejes de estar ahí para Nathan, incluso si es difícil para mí verte. Mi hermano te necesita. Necesita esa amistad de vuelta — hice una pausa, pensando en el accidente de Nathan y en cómo había pensado que lo iba a perder. Mi voz tembló—: Él casi muere. Y por mucho que digas que estás orgulloso de mí, estoy diez veces más orgullosa de él. Le he perdonado por lo que me hizo, a nosotros. Y también te perdono por irte, ¿de acuerdo? Pero una cosa que no puedo hacer es ser la chica que era cuando te fuiste. Ella se ha ido. Me miró durante mucho tiempo mientras procesaba mis palabras. —Es justo —asintió mientras miraba sus zapatos—. Te entiendo, Farrah. Gracias por perdonarme. Eso significa más para mí de lo que crees. Cuando volvió a mirarme a los ojos, la intensidad con la que me miraba hizo que apartara la mirada. —¿Aún no sabes cuánto tiempo te vas a quedar? —pregunté.

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—No me siento listo para volver. Mi padre no está en una buena situación mental. Necesita mi ayuda. Honestamente, no hay nada para mí en Charlotte, la relación que tenía está en ruinas. Tenía tantas preguntas sobre esa novia suya, sobre su vida durante los últimos años. —¿Dijiste que tu novia... rompió contigo? —Ella cree que tengo asuntos pendientes aquí, dice que no podré seguir adelante con mi vida hasta que lo haya resuelto. Eligió darme la libertad de hacer eso. Eso me dio ansiedad. ¿Qué le quedaba por resolver? Necesitaba salir de esta conversación. —Será mejor que vuelva —dije—. Voy a llegar tarde al trabajo. —Sí. Por supuesto. De todos modos, tengo ir a casa y ver cómo está papá. Caminamos de regreso a la casa en un tenso silencio. Cuando nos detuvimos frente a la camioneta de Jace, una vez más me miró profundamente a los ojos. Estaba aterrorizada de que pudiera intentar abrazarme, y recé para que no lo hiciera, porque no quería sentir todas las emociones que sabía que me provocaría ser tocada por él. Mantuvo la distancia y simplemente dijo: —Qué tengas una buena noche en el trabajo. —Gracias. Dándome la vuelta, caminé hacia la casa sin mirar atrás. Dentro, mi hermano todavía estaba sentado en el sofá. —¿De qué hablaron? —preguntó. —De nada de lo que tengas que preocuparte. Jace y yo no nos hemos visto mucho desde que regresó. Necesitábamos hablar. Principalmente quería asegurarse de que estuviera de acuerdo con que viniera aquí a verte. —¿Qué le dijiste? —Le dije que estaba bien. No voy a impedir que reconstruyan su amistad. Sé lo mucho que significó para ti en su momento, incluso si fuiste tú quien arruinó esa relación. Una mirada de genuina tristeza cruzó el rostro de Nathan. —Escucha… sé lo mucho que él significó para ti también. Y lo jodí. Te he dicho innumerables veces cuánto lamento la forma en que reaccioné. Pero al verte hoy, me di cuenta de cuánto te está afectando el hecho de que Jace esté aquí. Si te molesta, no vendrá más aquí.

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Mis músculos se tensaron. No me gustó que Nathan se hubiera dado cuenta de lo afectada que estaba, casi tanto como no me gustó el hecho de que Jace todavía tuviera un efecto en mí. —Lo hecho, hecho está, Nathan. Que vuelvas a ser su amigo no va a cambiar nada entre él y yo. —Estoy decidida a asegurarme de ello. —¿Prometes al menos ser honesta conmigo? —preguntó—. No quiero entrometerme en tu vida de nuevo. Joder, si ahora mismo me dijeras que quieres tener algo con Jace, sería muchísimo más feliz de verte con él que ese idiota con el que estás saliendo. Me sorprendió que dijera eso. También me hizo sentir un poco resentida. De hecho, muy resentida. Pero no lo reconocería. En lugar de eso, dije: —¿Puedes parar de llamar a Niles idiota? Me doy cuenta que no siempre es amable, y ciertamente no entiende por lo que estás pasando, pero me sacó de un lugar oscuro. Nadie es perfecto. *** Habían pasado tres semanas desde mi paseo con Jace. No lo había visto ni escuchado nada de él, aunque sabía que Nathan y él habían salido varias veces. Lo habían hecho específicamente cuando estaba trabajando o cuando no estaba en casa, no es que estuviera haciendo un seguimiento, pero esperaba encontrarme con él al menos una vez en todo este tiempo. Eso terminó una noche en el trabajo. Fue una noche particularmente ajetreada en Mayaka, y tuvimos que sentar a personas de diferentes grupos en las mismas mesas de hibachi. Un minuto había una familia con tres niños en la mesa diez; al minuto siguiente miré para encontrar a Jace y a su padre sentados en el otro extremo junto a ellos. Jace se veía extremadamente fuera de lugar, entre su padre y una niña que estaba tratando de que él le mostrara cómo usar los palillos. A pesar de mis repentinos nervios, la vista calentó un poco mi corazón. Poniéndome mis bragas de niña grande, moví mis hombros hacia atrás y me dirigí hacia ellos. —Señor Muldoon, es tan bueno verle. —Lo mismo digo, hermosa. —El padre de Jace sonrió—. Y por favor llámame Phil. Jace le dio una palmada en el hombro. —¡Cállate, viejo! Soltando una bocanada de aire, pregunté: —¿Qué los trae por aquí?

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—Mi hijo dijo que le apetecía comida japonesa, pero creo que lo que realmente le apetecía era mirar tu bonita cara. —Jesús... —Jace puso los ojos en blanco—. No puedo llevarte a ninguna parte. Por mucho que el hecho de que estuvieran aquí me incomodaba, tuve que reírme de lo rojo que se puso el rostro de Jace después de ese comentario. Tomé nota de toda la mesa y se la di al chef, y aprecié el respiro que me brindaron al regresar a la cocina, ya que todos querían agua. Cuando regresé al comedor, el chef había comenzado a picar verduras y a hacer su magia habitual: lanzar un huevo al aire antes de que aterrizara en la parrilla, cocinar la carne y los mariscos con hermosa precisión. Más allá de las llamas, pude ver la sonrisa de Jace, lo que hizo que me doliera el pecho. Su padre también sonreía y me alegré de ver eso. La niña parecía estar animando al chef. Ella ofreció a Jace como voluntario para intentar atrapar algo de comida. Jace obedeció. Después de tres intentos, finalmente atrapó un trozo de pollo antes de levantar los brazos en señal de victoria mientras toda la mesa vitoreaba. Luego chocó los cinco con la niña. Mi corazón se aceleró, porque nunca antes había visto a Jace interactuar con un niño. Me hizo preguntarme cómo sería él como padre, si eso era algo que quería. Nunca lo habíamos discutido. Me pregunté qué tan cerca estaría de casarse con esa novia que tenía en Carolina del Norte, qué habría pasado si no se hubiera visto obligado a regresar aquí. Sacudí los pensamientos de mi cabeza, recordándome que esas preguntas eran irrelevantes. No debería de preocuparme tanto por las respuestas. A pesar de que me lanzaba miradas, no me detuve a conversar con Jace y su padre. Me alegré de que estuviéramos tan ocupados esta noche. Eventualmente, sin embargo, la otra familia en la mesa de Jace pagó su cuenta y se fue. Jace y su padre se quedaron, así que me obligué a ir allí para ver si querían algo más. —¿Puedo traerles algo de postre? —A mi hijo definitivamente le gustaría un pedazo de tu pastel, pero es demasiado orgulloso para pedirlo. Jace cerró los ojos, luciendo mortificado. Aclaré mi garganta. —¿Se refiere a la tarta de manzana con helado? —Lo que sea que tengas. —Phil le guiñó un ojo. —Enseguida la traigo.

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En la cocina, preparé un trozo de tarta, poniendo crema batida extra, recordando que Jace solía comerla directamente del bote cuando vivía con nosotros. Llevé el postre a su mesa y lo coloqué entre ellos con dos tenedores. —Espero que la disfruten. —También les dejé la cuenta—. Sin prisas, solo quería dejar esto aquí para cuando estén listos. Antes de que pudiera escapar de nuevo, sentí la mano de Jace alrededor de mi muñeca. Envió, lo que sentí, como ondas de choque a través de mi cuerpo. Me miró a los ojos. —Gracias. Jace soltó mi muñeca con suavidad. Asentí, deseando que fueran las llamas de los fogones las que me hicieran sentir tan caliente. Me sentí desequilibrada mientras caminaba hacia el otro lado del comedor. Después de eso, me concentré tan intensamente en servir otra mesa que no me di cuenta de que Jace y su padre se iban. Mirando sus asientos vacíos, sentí una mezcla de alivio y extrañamente… un vacío. Tal vez su partida me recordaba a cuando se fue repentinamente hace tres años. De cualquier manera, estaba mejor ahora que él se había ido. Podría concentrarme en mi trabajo. Cuando fui a su mesa para recoger la cuenta, me di cuenta que Jace había pagado en efectivo, y había dejado una propina excesivamente grande. Eso no me sorprendió. pero el mensaje escrito en el ticket sí lo hizo. Eres tan hermosa que duele.

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21 Farrah Nathan me interceptó en la cocina después de que regresara a casa de las clases. —¿Qué vamos a hacer en Acción de Gracias? —Lo normal, ya sabes, horneo un pavo y pedimos los acompañantes en Regina’s. Hice el pedido hace un tiempo. Luego comes tanto postre que te frotas el estómago por el resto de la noche. ¿Por qué? Se palmeó el vientre. —Bueno, tengo toda la intención de seguir la tradición en ese sentido, pero me preguntaba si tendríamos espacio adicional en nuestra mesa este año. Arqueé una ceja. —¿Para quién? —Para Jace y su papá. Este es su primer Día de Acción de Gracias sin Faye. Ninguno de los dos puede cocinar nada más que panqueques. Le pregunté qué iba a hacer ese día y me dijo que planeaba llevar a su papá a un restaurante. Pensé que sería bueno si pudieran tener una comida casera con nosotros, o al menos un pavo. Mi mente comenzó a dar vueltas. Había estado esperando que fuera un día tranquilo sin tener que ocultar mis emociones sin ningún estrés adicional. Pero, ¿cómo podía decir que no cuando sabía lo difícil que serían estas fechas para Phil y Jace? Pensar en eso me trajo recuerdos de mi primer Día de Acción de Gracias sin nuestros padres. Nathan había intentado cocinar un pavo y lo quemó. Rompí a llorar y terminamos comiendo en McDonald’s porque era lo más alejado a la comida de Acción de Gracias. Eso resultó ser lo que ambos necesitábamos: olvidarnos por completo de ese día el primer año. No tuve el corazón para decir que no.

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—Supongo que estaría bien si se unieran a nosotros. —¿Está segura? —Bueno, obviamente sabes que me va a incomodar un poco, pero no lo suficiente como para decir que no. La boca de Nathan se curvó en una sonrisa. —Eres la mejor. Gracias. —Ni siquiera me hará falta pedir más comida a Regina’s. Simplemente no tendremos una semana de sobras como de costumbre. —No invitaste a Niles, ¿verdad? —Va a comer con sus padres. Nos invitaron a su casa, pero sabía que no querrías ir. Él vendrá después de la cena, para el postre. —Supongo que puedo lidiar con eso. Sonreí y reprimí un suspiro. Ahora tendría que lidiar con esta sensación de malestar en mi estómago hasta que el Día de Acción de Gracias llegara a su fin. *** A primera hora de la tarde del Día de Acción de Gracias, sonó el timbre. Hora del espectáculo. Tendría que ponerme en marcha y mantenerme así durante aproximadamente tres horas, tal vez más. Cuando abrí la puerta, Jace y su papá estaban parados detrás de un gigantesco ramo de flores amarillas y naranjas. —Vaya. No tenías por qué molestarte —dije, tomando el ramo de manos de Jace. Metió las manos en los bolsillos. —Bueno, no sabía que traer, así que pensé que las flores eran un acierto. —Evitando mirar a Jace a los ojos intencionalmente, abracé a Phil antes de ir a la cocina a poner las flores en agua. Una vez que regresé, le di mi primera buena mirada a Jace. Llevaba un suéter marrón que abrazaba sus músculos, lo tenía enrollado en las mangas y olía a almizcle y cuero. Su colonia me trajo demasiados de recuerdos, haciendo que mi cuerpo cobrara vida de una manera no deseada. Deseé que mis malditas hormonas se calmaran. Phil vagó la mirada por la casa y se asomó al pequeño comedor antes de dirigirse a la mesa. —Linda disposición que tienes aquí. Sonreí.

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—Afortunadamente somos solo cuatro. No creo que podamos acomodar a muchas más personas en nuestra mesa. Sus ojos parecían vidriosos, como si fuera a llorar. —No puedo agradecerles lo suficiente por recibirnos. No podría soportar estar en nuestra casa. Mi esposa siempre invitaba a amigos y hacía una gran fiesta por estas fechas. Hoy... el silencio era ensordecedor. Era difícil saber qué decir. —Estoy segura de que está contigo en espíritu. Siempre siento a mis padres con nosotros durante las vacaciones, aunque no estén físicamente aquí. Asintió. —Ciertamente sabes por lo que estamos pasando, ¿no? Mucha gente finge entender la pérdida, pero si nunca has perdido a alguien que era tu mundo, en realidad no lo entiendes. ¿Cómo no saberlo? Mostré una sonrisa comprensiva. Jace y Nathan entraron al comedor. —Pon a trabajar a mi hijo, Farrah —me dijo Phil. —En realidad, no hay mucho que hacer. Solo estoy cocinando el pavo y la salsa. Todo lo demás viene del Regina’s. —Bueno, estoy seguro de que Jace estará feliz de probar tu salsa. — Phil sonrió. —Escuché que en el centro para personas mayores darían comida gratis hoy. ¿Quizás debería llevarte allí? —se quebró Jace. Todos nos reímos. Al menos tener a Phil aquí rompía un poco el hielo. Sintiéndome enrojecer, fui hacia la cocina. —Hice unos aperitivos, iré por ellos. Aproximadamente un minuto después, la profunda voz de Jace me hizo dar un salto. —¿Puedo ayudar? Cuando me di la vuelta, él estaba demasiado cerca como para que me sintiera cómoda. Dios, se ve tan bien. —No. Gracias. Pasando junto a él, saqué una bola de queso cubierta de almendras fileteadas y un plato de verduras crudas y salsas. Dejé todo en la mesa de café de la sala de estar. —No sería Acción de Gracias sin la bola de queso de mi hermana — dijo Nathan mientras tomaba una galleta.

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—Bueno, me encantan las bolas de queso. —Sonreí—. Después de todo, he vivido con una toda mi vida. Jace se unió a su padre en el sofá. Me volví hacia Phil. —¿Qué le traigo para beber? No tenemos alcohol en casa, pero tengo casi todo lo demás. ¿Soda, agua con gas o sidra espumosa? —Me encantaría una sidra espumosa —dijo. —En esta casa nos gusta mucho la sidra espumosa, gracias a mí — dijo Nathan. Jace se encogió de hombros. —Está bien. Fui a la cocina para conseguir la bebida de Phil. Cuando regresé, verifiqué la hora en mi teléfono. —Necesito ir a recoger el pedido en Regina’s. Lo cronometré para que el pavo estuviera listo cuando regresara. Jace saltó del sofá. —Yo conduzco, así te ayudo a traer todo. ¿Qué se supone que debo decir… no? Me encogí de hombros. —Claro, si quieres. Jace lanzó sus llaves al aire. —Nathan, cuida del anciano mientras no estoy, ¿quieres? Phil levantó su vaso. —Pienso embriagarme con esto. Jace y yo salimos. Desbloqueó la camioneta, y en el momento en que entré, me vino un déjà vu: el olor de su colonia, el cuero contra mi espalda, su cercanía mientras se sentaba a mi lado. Lo único que faltaba era el aroma a cigarros. Esta no era la misma camioneta de hace tres años, pero bien podría haberlo sido. Parecía que había sido ayer cuando era una chica de veintiún años, enamorada del amigo de veintisiete años de mi hermano. Ahora tenía veinticuatro años, tratando con todo mí ser de luchar contra los mismos sentimientos de lujuria por el mismo hombre, que ahora tenía treinta. Parecía que lo único que había cambiado eran nuestras edades. —Ponte el cinturón. ¿Cuántas veces tengo que decírtelo? —Me guiñó. —Estoy un poco distraída por los recuerdos de estar en tu camioneta.

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—Espero que la mayoría sean buenos. —En un tono seductor, agregó—: Sé que lo pasamos muy bien en mi vieja camioneta. —Menos una vez. —Sí —susurró. La noche en que Nathan nos atrapó era uno de los peores recuerdos de mi vida. Giró la llave y salió del camino de entrada. Aproximadamente a un cuarto de kilómetro de la carretera, me miró. —No puedo decirte lo mucho que te agradezco que nos hayas invitado. Sé que te pongo nerviosa. Incluso si estás tratando de no mostrarlo, Farrah, lo veo en tu lenguaje corporal. Has renunciado a pasar las festividades tranquilamente por la bondad de tu corazón. Debería haber dicho que no, pero no podía dejar pasar la oportunidad de que papá se distraiga —hizo una pausa—. Y de verte. Me moví nerviosamente en mi asiento. —De nada. También significa mucho para Nathan. —Me siento realmente afortunado de tenerlo de nuevo como amigo. Sin embargo, siempre fue más como un hermano. —Es un buen hermano, a pesar de todos sus defectos. Jace asintió. —¿Tu novio no viene hoy? —Va a comer con su familia, más tarde vendrá para tomar el postre. Él tragó. —Entiendo. Mis ojos se detuvieron en su nuez de Adán, vagaron hasta la hendidura de su barbilla y... luego sus labios. —¿Cuánto tiempo llevas saliendo con él? —preguntó. —Poco más de un año. —¿Cómo lo conociste? —Entabló conversación conmigo en la licorería de su familia. Estaba comprando vino para llevarlo a la casa de un amigo, ya que ya no bebo cerca de Nathan. —Aclaré mi garganta—. Nathan y Niles no se llevan bien, como sabes. No insisto en que venga a nuestra casa. Podría haber ido a casa de Niles hoy, pero preferiría pasar el Día de Acción de Gracias con mi hermano. Es tradición. —Sé que las tradiciones son importantes para ti. ¿Nathan y tú todavía tienen la de noche de cine?

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—En realidad, eso es lo único en lo que hemos fallado. Ahora la hacemos como cada dos meses. —Bueno, al menos lo intentan. Cuando nos acercábamos al lugar del restaurante, redujo la velocidad. —¿Es aquí? —Sí. Jace estacionó y ambos salimos del auto. Después que le di mi nombre a la mujer del mostrador, me informó que mi pedido aún no estaba listo, que estaban teniendo un ligero retraso debido a que uno de sus hornos se averió. Sugirió que regresáramos en treinta minutos. —Supongo que tenemos que matar el tiempo —dije—. Puede que tenga que pedirle a Nathan que saque el pavo del horno. Pero no vale la pena ir a casa y volver. —No hay problema. Parecía que había un café abierto al lado. Tomemos un café o algo. Jace y yo pedimos dos chocolates calientes y los llevamos a su auto. El clima en Florida finalmente era lo suficientemente fresco como para justificar tomar una bebida caliente. Puso la música a un volumen bajo mientras bebíamos en silencio. Miré por la ventana, pero podía sentir sus ojos sobre mí. Finalmente rompió el silencio. —¿Sigues yendo a ese bar donde recitan poesía? Negué. —Dejé de ir a La Iguana hace mucho, pero por lo que escuché, todavía lo hacen una vez a la semana. —¿Sigues viendo a tu amiga, Kellianne? —Seguimos siendo buenas amigas. Ahora está casada y acaba de tener una niña. —Vaya. Eso es increíble. —Sí. —¿Sigues escribiendo por la noche como solías hacerlo? Miré mi taza. —No he escrito para mí en algún tiempo. E incluso si la creatividad me visita, no tengo mucho tiempo ahora entre la escuela y el trabajo.

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—Sé que nunca hablamos de eso, pero Nathan me dijo que te especializas en justicia penal. Creo que es fantástico. Asentí. —Durante mucho tiempo, no pude averiguar qué quería hacer. Pero cuando trataba de tomar una decisión, sentí que la justicia penal encajaba, probablemente por lo que les pasó a mamá y papá. Los ojos de Jace se clavaron en los míos. Hizo girar el líquido en su taza. —¿Crees que irás a la escuela de leyes? —No lo he descartado. Hay muchas cosas que todavía no he decidido. —Averiguar lo que quieres hacer con tu vida no es una decisión fácil. Yo todavía lo estoy averiguando. He estado vacilando mucho últimamente. —¿Cómo es eso? —Bueno, la decisión de mi padre de vender la empresa tenía mucho que ver con mi madre. Se suponía que viajarían juntos por el mundo cuando se retirara. Ahora que murió, no cree que quiera jubilarse todavía. Necesita algo a lo que aferrarse. —¿Ha cambiado de idea? —Sí. Pero la cosa es que ya no puede manejarlo todo solo. No me ha pedido que lo ayude, pero siento que eso es lo que quiere: que me quede aquí y dirija el negocio con él. Me invadió un sentimiento de ansiedad ante la perspectiva de que Jace se quedara en Palm Creek. —¿Es eso lo que quieres? —Sé que no quiero irme de Florida ahora mismo. Me necesita. También estoy un poco preocupado, para ser honesto. Como mi madre ya no está, podría caer en viejos hábitos. —El juego, quieres decir. —Sí —suspiró—. Nunca volvió a hacerlo y me gustaría que siguiera así. —Puedo entender ese miedo. —Entonces, estoy bastante seguro de que me quedaré, de forma permanente esta vez. —Sus ojos se detuvieron en los míos. Me senté allí con la cara de piedra, sin saber qué decir. La idea de que se fuera de nuevo me asustaba más que se quedara. No estaba dispuesta a analizar lo que eso significaba. —¿Qué hay de tu vida en Charlotte? —pregunté.

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Suspiró y colocó su taza en el soporte. —No hay nada que me haga volver. Kaia y yo teníamos una buena relación, pero no estoy enamorado de ella. Estar lejos me hizo darme cuenta de eso. He tenido mucho tiempo para reflexionar. Esa relación era algo que debería haber terminado antes de que se volviera demasiado seria. Pero me sentía cómodo con ella, y eso fue suficiente por un tiempo. —Se volvió hacia mí—. Quizás puedas identificarte. Dijiste que te sentías… segura… con tu novio. Así es como me sentía con Kaia —se calló—. Sin embargo, sentirse seguro no siempre significa que esté bien. Respiré hondo mientras seguía mirando hacia la calle, negándome a mirarlo a los ojos para que no pudiera sentir mi debilidad. —Sabes —dijo—. Cuando regresé por primera vez, casi me da un infarto cuando pasé por tu antigua casa, antes de saber que se habían mudado. Mi frente se arrugó. —¿Por qué? —Había una niña jugando afuera. Tenía el cabello negro como el mío. Por un momento, pensé que había dejado atrás algo más que mi corazón. Me tomó unos segundos darme cuenta de lo que quería decir. —¿Pensaste que había tenido un bebé tuyo? —Por dos minutos, los dos minutos más largos de mi vida. Entonces su madre salió y la agarró, pensando que era una especie de bicho raro al estar mirando a su pequeña hija desde la acera. Mi boca estaba abierta. —Vaya. Supongo que puedo entender porque pensaste eso. —Miré mi regazo—. Después que te fuiste... mi período se retrasó. Sus ojos se agrandaron. —¿Qué? —Pensé que estaba embarazada. —Mierda —dijo—. Eso debe haber sido aterrador. —Lo fue. —¿Pero no estabas... embarazada? —No. Probablemente fue estrés o algo así. Eso puede alterar el ciclo menstrual. Pero puedo identificarme con tu pequeño ataque al corazón. Aunque el mío duró más de una semana. —Mierda. —Echó la cabeza hacia atrás y me miró—. Si eso hubiera sucedido, habría regresado. ¿Lo sabes? Nunca te habría dejado pasar por eso sola.

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—En ese momento, no lo hubiera creído. Jace giró su cuerpo hacia el mío y cerró los ojos, preparándose para decir algo. —Cometí un gran error, Farrah. Te dejé creyendo que estarías mejor sin mí debido a como me veía a mí mismo. Me sentía muy culpable por mi participación en lo que les pasó a tus padres. Nunca traté de solucionar como me sentía. Y cuando Nathan desveló mi secreto más profundo de esa manera, dio un vuelco a mi vida. Dejarte fue una forma de autocastigo. Corrí para no tener que enfrentar la culpa y vergüenza. Si pudiera volver atrás, me quedaría, soportaría el dolor. Me habría enfrentado a Nathan. Habría hecho todo lo posible para mantenernos juntos. Pero esa es una comprensión que solo es posible en retrospectiva. Lo estoy pagando ahora, porque me duele mirarte y no ver la alegría que solías tener en tus ojos. Me duele aún más saber que fui yo quien te la arrebató. Por mucho que estuviera parcialmente en lo cierto, no era justo dejarlo sentir como si toda la carga fuera suya. —Soy una persona más fuerte por eso —le dije—. Necesitaba perderte para encontrarme, a mi fuerza interior. Soy más fuerte de lo que era. Y no dejaré que nadie vuelva a destruir mi corazón de esa manera. La expresión de Jace se oscureció, mis palabras parecieron darle donde más dolía, aunque no las dije con esa intención. Sintiendo la necesidad de escapar, miré la hora. —La comida ya tiene que estar lista. Miró hacia el edificio. —Oh sí. Tienes razón, ha pasado más de media hora. Jace y yo volvimos a entrar para recuperar dos tartas y cinco bandejas de aluminio de comida: boniatos, una cazuela de judías verdes, puré de patatas, pan de maíz y el relleno. Llevé dos bandejas al auto y Jace apiló el resto en sus brazos. El viaje a casa fue silencioso. La tensión en el aire aún era palpable, pero me sentía más a gusto con él después de la conversación que tuvimos, tenía que dejar salir lo que dije. Por difícil que fuera hablar de lo que pasó entre nosotros, de una extraña manera, todavía sentía que podía contarle cualquier cosa a Jace. De regreso a la casa, el pavo ya estaba listo para salir del horno. Jace se ofreció a sacar la pesada bandeja por mí. Después de eso, lo cortó y me ayudó a poner la mesa mientras Nathan continuaba entreteniendo a Phil en la sala de estar. Más tarde, Jace se acercó para colocar los cubiertos en uno de los lugares cerca de donde estaba arreglando los lados del mantel. El contacto

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físico me puso la piel de gallina. Había estado luchando contra la atracción física que sentía por él. Fue fácil convencerme de que él no era adecuado para mí desde que había traicionado mi confianza. Pero otra cosa muy distinta era evitar que mi cuerpo reaccionara cada vez que él estaba cerca. Cuando los cuatro finalmente nos sentamos, Nathan y yo estábamos en un lado de la mesa frente a Jace y su papá, Jace sentado frente a mí. Nathan hizo un anuncio. —Antes de comer, todos deberíamos decir de qué agradecidos. Mamá se sentiría decepcionada si no lo hiciéramos.

estamos

—Creo que Faye habría estado de acuerdo —dijo Phil. Cada uno de nosotros se turnó. Nathan habló sobre lo agradecido que estaba por haber reconectado con Jace, por su continua recuperación del accidente y, como siempre, estaba agradecido por mí. Phil fue el siguiente y admitió que era difícil estar agradecido por algo este año. Pero estaba agradecido por creer que su esposa lo estaba cuidando y por el hecho de que hoy compartía la mesa con buenas personas. Luego fue el turno de Jace. Mis ojos estaban fijos en él cuando empezó a hablar. —Este año trajo muchas cosas inesperadas a mi vida. Perdí a mi madre, que lo significaba todo para mí. Eso fue definitivamente lo peor. También fue una gran revelación sobre cómo la vida puede cambiar en un instante. No tienes una eternidad para hacer las paces o decirle a la gente que los amas. —Sus ojos se encontraron con los míos por un momento antes de moverlos hacia Nathan—. Nunca habría imaginado que volver a casa durante uno de los momentos más oscuros de mi vida me traería una paz inesperada y una segunda oportunidad para la amistad. Los últimos tres años no fueron fáciles, pero aprendí mucho sobre mí, cómo había dejado que la culpa y el miedo se apoderaran de mi vida durante tanto tiempo. Cometí errores... pero nunca quise lastimar a nadie. He estado trabajando para perdonarme a mí mismo. —Volvió a mirar a mi hermano—. Nathan, tu capacidad para perdonarme tan libremente me ha ayudado en ese proceso —hizo una pausa—. Entonces, ¿de qué estoy agradecido? Estoy agradecido de tener a mi hermano de regreso. —Los ojos de Jace viajaron alrededor de la mesa—. Estoy agradecido de estar sentado aquí con las tres personas que más significan para mí en el mundo. —Miró a Phil—. Papá, me has enseñado mucho sobre ser fuerte desde que mamá murió. Te levantas cada día y continuas con tu vida, aunque sé que no es fácil para ti. —Se volvió hacia mí—. Nathan y Farrah, me han enseñado sobre la humildad y dejar de lado el orgullo en favor del perdón. Gracias nuevamente por abrirnos su hogar. No importa lo que haya pasado en el pasado, siempre estaré aquí para ustedes, si me necesitan.

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Una mezcla de emociones me atravesó. Odiaba sentir que los muros que había levantado comenzaban a caer. Eso me aterrorizó. Cuando todos se volvieron hacia mí, mi corazón latió con fuerza y lo primero que salió fue: —Estoy agradecida por el Xanax. Todos rieron. —Ahora en serio, estoy agradecida de que, aunque siempre hemos sido solo Nathan y yo, hoy podemos experimentar un sentido de familia a través de nuestras pérdidas mutuas. No importa lo que haya sucedido en el pasado, estoy agradecida por este día y por este momento de paz con ustedes. —Sonreí tímidamente—. Eso es todo. Nathan tomó mi mano y la apretó. —Señor, bendice esta mesa y a esta familia. Gracias por todo lo que nos has dado. —Amén —dijimos los cuatro juntos. Dejé escapar un suspiro y comencé a relajarme ahora que Nathan y Phil estaban sirviéndose la comida. Jace, sin embargo, no se había movido para servir comida en su plato. Aún podía sentir sus ojos sobre mí, aunque fingí estar concentrada sirviéndome el pavo.

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22 Jace A pesar de mis nervios de antes, Acción de Gracias se convirtió en un día bastante tranquilo. Después de la cena, Nathan, Farrah y yo limpiamos mientras papá veía el fútbol en la sala. Cuando Nathan se fue para reunirse con él, Farrah y yo nos quedamos solos en la cocina. Ahora sabía con certeza que mis sentimientos por ella eran tan intensos como cuando me fui. Hice lo posible por no quedarme mirando, pero no pude apartar mis ojos de ella. Farrah estaba increíble con un vestido ajustado de color canela y unos tacones que la hacían aún más alta de lo que ya era. Su larga cabellera castaña le llegaba casi hasta el trasero. Y que trasero tan bonito era: el tamaño perfecto. Guardo muchos buenos recuerdos de ese hermoso trasero. Noté que tarareaba algo. Me resultó familiar. Entrecerrando los ojos, escuché atentamente, decidido a reconocer la canción. Entonces me di cuenta. —Es una canción de Evanescence. —¿Hmm? —Pareció sorprendida por mi interrupción y dejó de limpiar el mostrador. —La canción que estás tarareando. —No me di cuenta de que estaba tarareando. —Lo hacías. Era esa canción de Evanescence. ¿Cómo se llama? Desvió la mirada. —My Immortal. —Sí. Así es. Es hermosa. No reconoció mi comentario. En su lugar, se dio la vuelta y continuó con lo que estaba haciendo.

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¿Cómo diablos se supone que iba a permanecer en Palm Creek y mantener estos sentimientos dentro? La presión por decirle lo que sentía era inmensa. Cuando estaba lejos, no la veía ni pensaba en ella. ¿Pero esta noche? Hizo falta todo lo que tenía para no dar rienda suelta a mis sentimientos. Las palabras aún estaban en la punta de mi lengua mientras apilaba lo último de la comida en un recipiente de Tupperware. Déjame hacerte feliz, Farrah. Dame otra oportunidad de ser el tipo de hombre que te mereces. Te prometo que prefiero morir a hacerte daño otra vez. Cuando sonó el timbre, mi estómago se hundió. Sabía que esperaba a su novio para el postre. Tenía la esperanza de que no apareciera. Farrah salió de la cocina para abrir la puerta. De mala gana, la seguí hasta la sala. Nathan ya había dejado entrar a Niles. —¿Qué tal la cena? —preguntó. —Estuvo bien —dijo—. Te he echado de menos. —Cuando se inclinó para besarla, tuve que apartar la mirada. Dolió más que la última vez. Pareciendo nerviosa, Farrah se giró para mirarme. —Recuerdas al amigo de mi hermano, Jace. —Luego señaló a mi padre—. Y este es su papá, Phil. Le ofreció la mano a mi papá. —Encantado de conocerlo, señor. —Luego levantó la barbilla hacia Nathan—. ¿Qué tal? —Hola —murmuró Nathan, pareciendo tan feliz de ver a este tipo como yo. Niles ni siquiera hizo contacto visual conmigo. Eso me hizo preguntarme si Farrah mencionó nuestro pasado. En cualquier caso, eso no me impidió mirarlo con desprecio. No pude evitarlo. Quería que se fuera. La rodeó con sus brazos por la espalda, lo que me hizo encogerme. —Oye, buenas noticias... —le dijo—. Durante la cena de hoy hemos decidido pasar la Navidad en Carolina del Norte. Será mejor que te tomes un tiempo libre. Vendrás con nosotros. Farrah parpadeó, pareciendo que no sabía qué decir al respecto. Fue muy amable al ofrecerle la opción de ir. —¿En qué parte de Carolina del Norte? —pregunté, obligándolo a reconocerme. —En el norte. Las montañas. Tenemos una casa allí. —Miró a Nathan—. Tú también tienes que venir. Sé que ella no va a querer dejar tu trasero solo.

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—No, gracias —dijo Nathan—. Estaré bien aquí. No te preocupes por mí, Farrah, si quieres ir. Farrah se mordió el labio. —No lo sé. Tendré que pensarlo. Sabía que tenía que ser difícil para Nathan aceptar que se fuera en Navidad. Estaba seguro de que la idea de que pasara las fiestas fuera del estado con ese tipo lo desanimaba. —De todos modos, no estarás solo —le dije—. Papá y yo necesitaremos un sitio donde quedarnos otra vez. La Navidad no será más fácil para nosotros que Acción de Gracias. Te quedas con nosotros. La expresión de Nathan se iluminó. —Suena como un plan. Farrah señaló con el pulgar en dirección a la cocina. —Voy a preparar los postres. Cuando se fue, Niles se dirigió a Nathan. —¿Puedo hablar contigo fuera un minuto? —Su voz era baja. Nathan se encogió de hombros y se levantó de mala gana. —Eh... claro. ¿De qué diablos se trataba? Más vale que no esté presionando a Nathan para que acepte de nuevo ese maldito trabajo en la licorería. Fue interesante que esperara hasta que Farrah entrara en la cocina, como si no quisiera que supiera lo que pretendía con Nathan. Mis puños se apretaron. Quería darle un puñetazo. Los vi hablar por la ventana. Nathan parecía tenso mientras escuchaba lo que Niles tenía que decir. Tentado de salir, me abstuve. Después de unos minutos, volvieron a entrar. Conocía a Nathan desde hacía tiempo y sabía que algo de lo que dijo Niles ahí fuera le molestó. En cuanto tuviera la oportunidad, le preguntaría qué había pasado. Niles se sentó al lado de papá y empezaron a comentar el partido. Pude ver a Farrah en el comedor preparando los platos de postre. Estuve tan preocupado que me olvidé de ver si necesitaba algo. Ningún otro perezoso de la casa se ofreció a ayudar. —¿Qué puedo hacer? —pregunté, asomando la cabeza. No levantó la mirada hacia mí. —Nada. Ve a sentarte. Estoy calentando las tartas. Llamaré a todos cuando el postre esté listo.

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Farrah miró a su alrededor, como si hubiese olvidado dónde dejó algo. Parecía apurada y tensa. Quería abrazarla, quitarle todo el estrés. En lugar de abandonar la puerta, seguí observándola. Creo que no me di cuenta que no me moví hasta que dijo: —¿Qué? —¿Qué quieres decir? —Me miras como si quisieras decir algo. Sacudí la cabeza. —Lo siento. No. Yo solo... —No dije nada más. Todas las palabras no dichas seguían burbujeando en mi pecho. Pero si no pude decirlas antes en la camioneta, ahora ciertamente no era el momento adecuado con Niles en la habitación de al lado. Una vez que todos se reunieron alrededor de la mesa, estaba claro que alguien iba a tener que ponerse de pie, ya que no había suficientes sillas. Niles era la quinta rueda que interrumpió nuestra pacífica reunión familiar de cuatro, pero me ofrecí discretamente llevando mi pastel a la esquina de la habitación y apoyándome en la pared. Observé a Niles como un halcón cuando se giró para hablar con mi padre. —Entonces, Phil, ¿a qué se dedica tu empresa? —Soy el dueño de Muldoon Construction. —¿No jodas? Ustedes se encargaron de convertir el antiguo centro comercial en apartamentos, ¿verdad? Mi papá asintió con orgullo. —Sí, efectivamente lo hicimos. —Mi primo vive allí. Siempre se queja de las encimeras baratas de la cocina. Los ojos de Farrah se entrecerraron. —Niles... ¿Qué mierda? Fue un milagro que no le hubiera dado un puñetazo todavía. La respuesta de papá no pudo hacerme más feliz. —Bueno, dile a tu primo que, a menos que quiera pagar más alquiler para vivir en la mejor sección de la ciudad, será mejor que bese el culo de esas encimeras. Niles se llenó la boca de tarta de manzana y, afortunadamente, se calló después de eso. ¿Qué demonios ve en este tipo?

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—Oye, Jace. ¿Te importa si te enseñó esa cosa con mi auto de la que te hablé? —preguntó Nathan de repente. Entrecerré los ojos antes de darme cuenta que estaba mintiendo solo para tenerme a solas. Colocando mi plato en la esquina de la mesa, dije: —Sí. —Le di una palmadita a mi papá en el hombro—. Ya regreso. —¿Es tan urgente que tienes que abandonar la mesa en medio del postre, Nathan? —preguntó Farrah. —Sí. No quiero olvidarlo. Lo siento. Me ha estado molestando. No tardaré mucho. Una vez fuera, me aseguré de alejarnos de la ventana para que Niles no pudiera vernos. Mantuve mi voz baja. —¿Qué pasa, hombre? —Tenemos que hacer algo sobre él. —¿Sobre Niles? —Sí. —¿Qué pasó? —Está tratando de convencerme de ir a Carolina del Norte con ellos para Navidad porque no cree que Farrah me deje solo aquí. —Entonces dile que no. —La razón por la que quiere asegurarse de que vaya es porque está planeando proponerle matrimonio allí. De repente fui consciente de que la Tierra giraba. Pasándome la mano por el cabello, murmuré: —Joder. —Jace, sé sincero conmigo, ¿de acuerdo? Tragando con fuerza, asentí. —De acuerdo. —¿Sigues enamorado de mi hermana? Veo la forma en que se miran... Esa era una pregunta que no había abordado en voz alta hasta ahora. Pero sabía la respuesta. —Nunca dejé de amarla. Solo intenté olvidarla. —Solo quiero que sea feliz. —Su voz se quebró—. Si sintiera que él la hace feliz, no trataría de luchar contra esto. Pero parece que está... no sé... en coma con él. Solo sigue los movimientos. No creo ni por un segundo que

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la haga realmente feliz. Le da una sensación de seguridad, tal vez. Pero hay una diferencia. —No sé si Farrah podría volver a confiar en mí después de lo que hice, Nathan. No olvidas que alguien te abandone de esa manera. —Sé la mano que jugué en eso. No puedo dejar que mi hermana se case con alguien que no ama porque está demasiado asustada de que le rompan el corazón otra vez. La puerta se abrió de repente. Farrah se puso las manos en las caderas, mirándonos a los dos con rabia. Por mucho que no quisiera que estuviera enojada, la chispa en sus ojos era mejor que el vacío que vi antes. Aceptaría con gusto cualquier emoción de ella en este momento, incluso el enojo. —¿Qué están haciendo? —Nada. Ya terminamos. Estábamos entrando —dijo Nathan. Sus ojos se movieron entre nosotros antes de entrar de nuevo. Estuve en vilo el resto de la noche. Nunca terminé mi postre, y aunque todos se trasladaron a la sala para ver una película, no podría contar nada de lo que pasó en esta. Solo faltaba un mes para Navidad. ¿Y si Farrah decidía ir a Carolina del Norte y aceptaba su propuesta? Tenía que intentar al menos recuperarla, recuperar su confianza. Pero eso no sería posible hasta que aprendiera a confiar en mí mismo. Antes de que papá y yo nos fuéramos esa noche, Farrah me detuvo en la entrada. —¿Esa canción que estaba tarareando en la cocina esta noche? Escucha la letra. La escuché mucho después que te fuiste. Me recuerda a ti... y a ellos... a todo. Entró corriendo antes de que pudiera pedirle más detalles. Pensé en ello durante todo el trayecto a casa, pero no quise poner la canción con papá en el auto, por si acaso me hacía enloquecer. En cuanto llegué a casa, fui a mi habitación y busqué la letra de “My Immortal” intentando desesperadamente descifrarla mientras reproducía la canción. Trata de los sentimientos de abandono y rabia: el amor incondicional por alguien que no puede corresponderlo. Dependiendo de cómo se interprete, la canción podría referirse a alguien que murió o a alguien que se fue inesperadamente. Ellos y tú. A sus padres y a mí.

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Puse la canción en un bucle infinito y me persiguió toda la noche.

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23 Farrah Al sostener al bebé de Kellianne en mis brazos, miré su dulce rostro. La pequeña Karma acababa de cumplir tres meses. Solo la vi anteriormente en el hospital. Era la primera vez que visitaba a mi amiga en casa desde que dio a luz. También era la primera vez que la ponía al corriente del regreso de Jace a la ciudad. —¿Cuánto tiempo se va a quedar? —preguntó. —Bueno, esa es la clave. Después de todo eso, regresó a Carolina del Norte unos días después de Acción de Gracias. Ahora mismo está allí. —¿Ya? —Nathan dijo que no estaba seguro de cuándo o si regresaría. Jace no fue específico. Llevaba una semana fuera. Y no se molestó en despedirse, aunque llamó a Nathan para decirle que se iba. —¿Estás molesta? Ajustando al bebé en mis brazos, dije: —No sé cómo me siento, Kellianne. He estado jodida desde que regresó, pero su marcha tan abrupta me trajo malos recuerdos. —¿Cómo sabes que no va a regresar? —No lo sé, pero el mayor problema es... ¿por qué me preocupa tanto? Su regreso a casa fue mi mayor pesadilla durante mucho tiempo. Supongo que me estaba acostumbrando a la idea de tenerlo de regreso en la ciudad. Me encantó el hecho de que mi hermano y él encontraran una manera de renovar su amistad. Eso hizo que el estrés de su regreso valiera la pena. Dobló algunas prendas de su hija de un cesto de ropa. —¿Le has contado a Niles tu pasado con Jace?

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—Sí. Hace un tiempo. Fue un error. Se portó como un imbécil con el papá de Jace en Acción de Gracias. —¿Qué te hizo contarle? —No dejaba de reclamarme por actuar de forma extraña. Pensó que lo estaba engañando. Me cansé de mentir sobre las cosas. La vida es demasiado corta. Nunca se gana nada ocultando la verdad. Se lo conté todo, y le aseguré que ya no significaba nada, que fue hace mucho tiempo. Pero creo que eso le hizo sentirse inseguro. Para empeorar las cosas, he sido un desastre desde que Jace se fue. Niles también lo nota. Kellianne suspiró. —Todavía tienes sentimientos por Jace. Eso es todo lo que sé. No podía negarlo. —Su regreso me hizo darme cuenta de que, pase lo que pase entre nosotros, ante todo, Jace sigue siendo mi familia. Y aunque su regreso no fue fácil para mí emocionalmente, me sentí como si recuperara una parte de mi familia. Ahí es donde me siento más segura con Jace en este momento, manteniéndolo en ese espacio y no… —No darle tu corazón. —Lo rompió. Pero todavía me importa mucho. Solo que no lo suficiente como para volver a confiar de esa manera. —Sí. Lo entiendo. —Me quitó a una Karma inquieta y colocó a la bebé sobre su pecho mientras agarraba una almohada de lactancia. El bebé se prendió inmediatamente. Sonreí al ver a mi amiga amamantando a su pequeña. —Es preciosa, Kel. Kellianne miró a Karma. —Algún día tendrás uno propio. —Espero que no sea pronto. Tengo que terminar la escuela de una vez por todas. Pero sí... algún día —suspiré—. Quiero darle a un niño el tipo de vida que tuve de pequeña. Quiero volver a experimentar esos días a través de los ojos de mis hijos. Solo tengo que poner en orden mis cosas primero. Sonrió. —Lo harás. Mis pensamientos se desviaron hacia lo que Jace me dijo acerca de pensar que esa niña afuera de mi antigua casa podría haber sido nuestra. Me pregunté por un momento cómo sería la vida si eso fuera cierto. Me pregunté muchas cosas al caer en una ensoñación. ¿Se estaba reconciliando Jace con su ex en Charlotte? Además, ¿por qué me importaba tanto?

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En el viaje de regreso a casa, sonó So Cruel de U2 en la radio. Escuché la letra, y me hizo preguntarme si el hecho de haber sido tan fría con Jace desde su regreso lo había alejado finalmente. *** A medida que pasaban los días, me obsesionaba la idea de que Jace no regresaría nunca a Palm Creek. Me las arreglé para actuar con la mayor normalidad posible cerca de Niles, pero no estaba contento conmigo, porque aún no me comprometía a ir a Carolina del Norte con él para Navidad. Un viernes por la noche, estaba especialmente molesto porque le dije que estaba demasiado cansada para salir. Era la verdad. Tenía una noche libre en el trabajo y solo quería relajarme en casa. Nathan y yo estábamos viendo la televisión cuando el sonido de un auto llegando a la entrada de casa atrajo mi atención hacia la ventana. —¿Quién está aquí? —pregunté mientras me levantaba. —No lo sé. No espero a nadie. Era una camioneta negra demasiado familiar. Mi corazón comenzó a acelerarse. Regresó. Abrí la puerta antes de que Jace tuviera la oportunidad de llamar. Llevaba una chaqueta de piel negra y olía a sándalo. Las luces de Navidad que adornaban la fachada de la casa brillaban en sus preciosos ojos. Me quedé helada. —Estás... aquí. —Lo estoy. —Buscó en mis ojos, sin duda notando algo que esperaba no hiciera. Pero fue demasiado tarde. Jace dio unos pasos hacia el interior de la casa, y luego alargó la mano y limpió suavemente la lágrima que cayó de mi ojo. —Me alegra verte, hombre —dijo Nathan mientras se levantaba del sofá—. Sabes, se me antoja una calzone de Berretti’s. Tengo media hora antes de que cierren a las nueve. ¿Alguno de ustedes quiere algo? —No, gracias —dijo Jace, sin dejar de mirarme. —Regresaré, ¿de acuerdo? —Nathan pasó cojeando junto a Jace y salió de la casa. El silencio llenó la habitación. —¿Por qué lloras? —preguntó.

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—Es que… —Mi voz tembló—. Pensé que no ibas a regresar. Sin dudarlo, me atrajo hacia sus brazos, envolviéndome en su calor. Me resistí por un momento, pero me sentí como... en casa. Sentir el latido de su corazón contra mi mejilla me hizo derrumbarme. Dejé salir todo, todo lo que había guardado dentro durante los últimos tres años. Me esforcé mucho por no sentir nada, pero en ese momento fracasé estrepitosamente. En este momento, lo sentí todo. Cada momento de anhelo, cada latido, cada pizca de dolor... y el amor parecía golpearme todo a la vez. Susurró sobre mi cabello. —Se siente tan bien abrazarte. Me aparté para mirarlo. —No podía imaginar por qué te fuiste tan abruptamente. Pensé que cambiaste de opinión respecto a quedarte. Jace rodeó mi rostro con sus manos. —Te dije que iba a regresar. ¿Cómo pensabas que iba a recoger todas mis cosas? Tenía que traerlas de alguna manera. Sintiéndome estúpida, me limpié los ojos y me reí. —No lo sé. Nunca lo pensé. —Claramente. —Me pellizcó ligeramente la mejilla—. Tenía muchos cabos sueltos que atar. Tragué saliva. —¿Viste a Kaia? —Tuve que terminar formalmente las cosas con ella, sí. Ya había roto conmigo, pero necesitaba hablar con ella y cerrar adecuadamente esa relación, disculparme. —¿Cómo lo tomó? —Dijo que sabía que había tomado la decisión correcta una vez que la dejé irse de Florida tan fácilmente después de la muerte de mamá. Hace tiempo que aceptó que se había acabado, así que no le sorprendió que le confirmara que no iba a regresar. —Bueno, lo siento... por ella. Sé cómo se siente. Asintió. —Sé que lo sabes. —Bajó la mirada a sus zapatos—. Joder. Limpiándome los ojos, dije: —Estoy enojada por no haber podido controlar mis emociones esta noche. Negó.

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—Yo no. Me permitió ver cómo te sientes realmente. —Se inclinó—. Sabes... estuve pensando en ti todo el camino hasta aquí. Sé que estás con alguien, pero no pude evitar sentir que cada kilómetro que me acercaba a ti estaba más cerca de donde debería estar. Es un poco complicado que, aunque no pueda estar contigo, quiera estar donde tú estás. Al menos aquí sé que puedo protegerte. —Puso su mano en mi barbilla—. Mírame. —Nivelo nuestras miradas—. Nunca más te dejaré. ¿Lo entiendes? En ese momento, un golpe en la ventana me sobresaltó. Se detuvo y luego comenzó de nuevo con más fuerza. La voz de Niles atravesó el cristal. —¡Eres una maldita mentirosa! Mi corazón cayó en mi estómago. Miré a Jace. —Oh, no. Se mantuvo fresco. —No pasa nada. No estábamos haciendo nada. Con absoluto temor, supe que tenía que abrir la puerta. Cuando lo hice, me encontré con la mirada acalorada de Niles. —¿Qué demonios, Farrah? —No es lo que piensas —supliqué. —¿De verdad? Vine a sorprenderte porque dijiste que no te sentías bien. Veo su camioneta afuera. El auto de Nathan no está a la vista. Luego miró por tu ventana y lo veo prácticamente besándote, ¿y tratas de decirme que no pasa nada? ¿Crees que soy tan estúpido? —No nos besamos —insistí—. Estuvimos hablando de cerca. Eso es todo. Jace intervino: —No pidió nada de esto. No sabía que iba a venir esta noche. Acabo de llegar. Niles miró entre nosotros. —No sé qué creer ahora mismo. Todo lo que sé es lo que vi. Y parecía que no te importaba precisamente tenerlo en la cara. Opté por ser sincera. —Lo siento. Estoy muy confundida ahora mismo. Ignoró mi comentario y se dirigió a Jace. —¿Crees que puedes entrar de nuevo en su vida? Me contó cómo la manipulaste cuando era más joven y luego te fuiste. Ahora has regresado y viste que ha seguido adelante, así que vuelves a jugar con ella.

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Jace mantuvo la calma. —Nunca quise hacerle daño, pero no pretendas saber nada de nuestra historia. No sabes una mierda. Niles señaló la puerta. —¿Puedes dejarnos solos, por favor? —En realidad, no —dijo Jace—. No voy a dejarla a solas contigo cuando estás así de enojado. Eso no me sorprendió, sobre todo después de la promesa de Jace de protegerme. —Niles, vayamos a mi habitación y hablemos en privado un minuto, ¿de acuerdo? Con los brazos cruzados, Jace se quedó en el mismo sitio, haciendo guardia mientras me alejaba con Niles. Cerré la puerta de mi habitación, y mi novio enfurecido se abalanzó sobre mí. —No puedo creer esto. ¿Qué demonios, Farrah? —No pasó nada más allá de lo que viste. Estuvimos hablando y las cosas se pusieron un poco intensas. No esperaba que viniera aquí. Jace no tuvo nada que ver con que me quedara en casa esta noche. No te mentí. Niles no hizo ningún esfuerzo por bajar la voz. —No lo entiendo. Este tipo te arrancó el corazón. ¿Por qué hablas con él, y mucho menos permites que te manipule? —Mi historia con Jace no es algo que espero que comprendas. Pero es una parte de mí que no puedo borrar. Él vive aquí en Palm Creek ahora. Es el mejor amigo de Nathan, y eso significa que siempre estará en mi vida. Golpeó su mano en mi buró. —De ninguna manera voy a vivir a la sombra de un tipo al que solías follar. —¿Qué estás diciendo? —Estoy diciendo que es él o yo. No voy a aceptar que venga a lavarte el cerebro delante de mis narices, fingiendo que intenta protegerte cuando solo quiere meterse en tus pantalones otra vez. Ladeé la cabeza. Tal vez este era el catalizador que necesitaba para tomar un respiro de Niles. Las cosas no habían sido perfectas entre nosotros durante mucho tiempo, incluso antes de que Jace regresara. Forzando las palabras, dije: —Creo que tenemos que tomarnos un tiempo.

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Niles se frotó las sienes. —No puedo creerlo. —Sacudió la cabeza, mirando al suelo. Tras un largo silencio, levantó la vista hacia mí—. Iba a proponerte matrimonio en Navidad. Espero que seas feliz. Ahora puedes quedarte en este agujero de mierda con el perdedor de tu hermano para siempre. Te habría dado una buena vida. Nunca tendrías que preocuparte por otra maldita cosa mientras vivieras. La cabeza me daba vueltas. Olvida la bomba de la propuesta, pero su descaro para llamar a mi hermano perdedor. Siempre trató a Nathan con condescendencia, y eso debió ser motivo suficiente para haberlo dejarlo hace meses. ¿Pero ahora? No soportaría que fuera tan descaradamente irrespetuoso. No cuando mi hermano había trabajado tan duro para dar un giro a su vida. Sonreí fríamente. —Bueno, ahora acabas de hacer que mi decisión sea mucho más fácil. Abrió la puerta y salió furioso. —Llámame cuando entres en razón, pero no vuelvas a hablarme si dejas que te toque. Lo seguí hasta la puerta principal y lo vi dar un portazo al salir. Sus neumáticos chirriaron al acelerar por el camino. Como una estatua protectora, Jace se quedó en el mismo lugar donde lo dejé. —No te puso la mano encima, ¿verdad? Sacudiendo la cabeza, me froté los brazos. —No, pero no estaba contento. Se acercó. —Eso es culpa mía. Pero no lo siento, Farrah. No es el adecuado para ti. Sin mencionar que es un idiota. Escuché cada palabra que dijo, y me costó todo lo que tengo para no ir allí y pegarle. ¿Sabes cuántas veces he tenido que evitar golpear a ese tipo desde que lo conocí? Asentí. —Necesitaba un descanso de Niles. —¿Estás bien? —Hace tiempo que no estoy segura de las cosas con él. No creo que deba seguir en una relación si estoy tan confundida. Que llamara perdedor a Nathan fue la gota que colmó el vaso. Necesito estar sola, no en una relación, durante un tiempo. Jace dejó escapar un suspiro de alivio.

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—Sigue tu instinto. —No sé si te has enterado... pero dijo que iba a pedirme matrimonio en Navidad. No estoy preparada para eso. Así que me alegro de que esto haya ocurrido porque tendría que decirle que no. Habría sido un desastre, sobre todo si me propusiera matrimonio delante de su familia. —Sí. —Jace apretó los dientes—. Sabía de su plan para proponerte matrimonio. —¿Lo sabías? ¿Cómo? —Se llevó a Nathan a un lado durante Acción de Gracias, tratando de convencerlo de ir a Carolina del Norte para que tú fueras. Eso me hizo sentir un poco de pena por él. —Sé que Niles puede ser un imbécil, pero estoy segura de que está muy dolido ahora mismo. La mirada de Jace se clavó en mí. —No importa cómo se sienta. Piensa en ti, Farrah. No le debes nada a nadie, ni a Niles ni a mí. Cuando decides estar con alguien, debe ser porque eso es lo que quieres. Todo lo que quiero es que seas feliz. Lo digo con todo mi corazón. Si te hiciera feliz, te apoyaría al cien por ciento para que estuvieras con él, aunque la mitad del tiempo quisiera matarlo. Mi intercambio con Niles agotó toda la energía que me quedaba esta noche. Cuando me froté las sienes, Jace lo tomó como una señal. —Debería irme. —No. —Puse mi mano en su brazo—. Nathan querrá verte cuando regrese. Puso su mano sobre la mía y la apretó. —¿Puedo pedirte un favor? —De acuerdo... —¿Me dejarías ser tu amigo? Te prometo que no cruzaré ninguna línea... a menos que me lo ruegues. —Guiñó un ojo—. Pero en serio, solo quiero poder verte. Sonreí. —Eso me gustaría. —Echo de menos nuestras conversaciones nocturnas junto a la vieja piscina. Echo de menos todo lo relacionado con esos días. Nathan interrumpió nuestro momento cuando entró sosteniendo una caja de pizza. —¿Todo sigue siendo bien aquí? —preguntó.

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—Ahora sí —dije—. Sin embargo, te has perdido un gran drama. Dejó la caja sobre la mesa de café. —¿Qué? —Niles vino y se enojó cuando me encontró con Jace. Me dio un ultimátum, y básicamente rompimos. —¿Estás bromeando? —El rostro de Nathan se iluminó como un árbol de Navidad—. Esta es, como, la mejor noticia de la historia. —Su sonrisa se desvaneció—. Uh, lo siento, sin embargo. ¿Estás bien? —Creo que es lo mejor —suspiré—. He estado necesitando espacio de él por un tiempo, —Inclinando la cabeza, dije—: Sabías que me iba a proponer matrimonio, ¿eh? —Sí. No voy a mentir. He estado alucinando con eso. —No me gusta cómo te ha tratado, Nathan. Hice la vista gorda durante mucho tiempo. Lamento haberlo hecho. A fin de cuentas, él nunca me hizo realmente feliz tampoco. —Lo siento, hermana. Lo digo en serio. Jace golpeó a Nathan en la espalda. —Escuchen, los voy a dejar tranquilos. Ya he causado suficientes problemas por una noche. —Buenos problemas, sin embargo, hermano. Buenos problemas.— Nathan sonrió. —Papá ha estado esperando ansiosamente mi regreso de todos modos. Estoy seguro de que ha vivido a base de Pop Tarts y panqueques todo el tiempo que he estado fuera. Me dedicó una cálida sonrisa y salió. Me fui a la cama sintiendo que me había quitado un peso de encima. Solo que ahora estaba ansiosa por lo que me depararía el día de mañana.

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24 Jace Si quería volver a ganarme la confianza de Farrah, tenía que empezar desde cero. Tres años atrás, el sexo fue el principal motor de nuestra relación. No me cabía duda de que la intensa atracción seguía existiendo, pero no podía resolver esto. Si quería ganarme su confianza, tendría que abrirme a las cosas difíciles tanto como quería que ella hiciera lo mismo. Cada año que pasaba, retener todo se volvía más tóxico para mí. Así que hace poco empecé a ver a un terapeuta por primera vez en mi vida. Era demasiado pronto para saberlo, pero esperaba que me ayudara. Farrah estuvo muy ocupada con la escuela cuando el semestre llegó a su fin. Pasé la mayor parte del tiempo trabajando en la transición a mi nuevo papel al frente de Muldoon Construction bajo la tutela de mi papá. Tenía planeado no ver a Farrah hasta Navidad, aunque todas las noches estuve tentado de enviarle un mensaje con la canción No One’s Gonna Love You de Band of Horses. Deseaba que entendiera que nadie la amaría tanto como yo. Sí, estoy haciendo un gran trabajo manejando esto de “seamos solo amigos”. Aun así, me comprometí a darle espacio, guardando toda esa mierda dentro por ahora. Unos días antes de Navidad, imagina mi sorpresa cuando abrí la puerta una tarde y me encontré con una preciosa morena, a la que echaba mucho de menos. —Hola. —Mi boca se abrió con una amplia sonrisa. —Espero que esté bien que me pase por aquí. Mi papá habló detrás de un periódico. —Créeme. Le has alegrado el día. —Gracias por sacarme del armario, viejo. —Hola, Farrah —saludó papá.

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—Hola, Phil. Sin que tuviera que pedírselo, mi papá dobló su periódico y guiñó antes de dirigirse a su dormitorio para darnos algo de privacidad. Entró. —Se me ocurrió venir a ver cómo estabas. —Me alegro de que lo hicieras. Estaba tratando de darte espacio después del drama que ocurrió la última vez que estuvimos juntos, pero te he echado de menos. —¿Cómo van las cosas con el trabajo? —preguntó—. Nathan me dijo que diste tu aviso de trabajo en Carolina del Norte, y que te estás sumergiendo en el negocio de la construcción de cabeza. —Sí. Ahora que he tomado formalmente esa decisión, me siento bien al respecto. Y las cosas están en un lugar mucho mejor en Muldoon de lo que estaban hace tres años. No hay verdaderos líos con los que lidiar esta vez. —Bien. Bajando la voz, dije: —Realmente necesito conseguir mi propio lugar. Amo a mi papá, pero extraño mi privacidad. —¿Piensas comprar algo? —Eventualmente. —Sentí una necesidad desesperada de llevarla a algún lugar—. ¿Quieres salir de aquí? ¿Dar un paseo? Te llevaré a tu auto después. Se tomó un momento para responder. —Sí. Claro. Sí. —De acuerdo. Deja que tome mis llaves. Terminamos conduciendo hasta un lago que descubrí recientemente. Estaba a una media hora de distancia. Iba allí un par de veces a la semana para despejar mi cabeza en medio del día. La llevé a mi lugar favorito bajo la sombra de un árbol, con vistas al agua. Farrah se sentó en lo alto de una roca y contempló el magnífico paisaje. —Esto es muy bonito. —Es mi escondite secreto, ya no tan secreto.

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—Gracias por compartirlo conmigo. —Respiró profundamente el aire fresco—. Vendrán para Navidad, ¿verdad? —Si todavía nos aceptas. Sonrió. —Nathan cuenta con ello. Levanté la ceja. —¿Y tú? ¿Cuentas con ello o lo temes? Tras una breve espera que me tuvo en vilo, respondió: —También quiero que estés allí. Sonreí. Nos tomamos un tiempo para disfrutar del silencio, sin más sonidos que el piar de los pájaros y el susurro de las hojas. —Así que... he estado trabajando en mí mismo últimamente — anuncié finalmente—. Por fin he acudido a un terapeuta, cosa que sé que debí hacer hace tiempo. Me tomó la mano. No me di cuenta de lo mucho que deseaba el contacto hasta que me tocó. —Eso es maravilloso, Jace. Sabes, dejé de ver al mío hace un par de años, pero necesito regresar. ¿Te está resultando útil? —Hasta ahora, sí. Solo he tenido dos sesiones. Pero empezamos con las cosas difíciles. Hablamos de que mi partida de la ciudad hace tres años no fue por miedo a Nathan o por hacerle daño. Fue mi propia vergüenza la que me hizo sentir que no lo merecía por la culpa que había puesto sobre mí mismo. Hasta que no esté dispuesto a enfrentarme a esos recuerdos y a afrontar mi papel en todo, no empezaré a sanar. Me soltó la mano. —¿Por qué crees que eres capaz de afrontarlo ahora y no hace tres años? —Irónicamente, fue necesaria la pérdida de uno de mis propios padres para que me diera cuenta que no tengo toda la vida para resolverlo todo. Mi terapeuta me animó a hablar más con Farrah sobre algunas de las cosas que guardaba en recuerdos específicos. Por difícil que fuera, decidí ponerlo en práctica. Miré al cielo.

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—Tu mamá me tomó de la mano ese día. Creo que en algún nivel sintió que debía protegerme como lo haría con su propio hijo. —Mis ojos se cerraron con fuerza—. Fue en esos segundos, sosteniendo su mano, cuando decidí que tenía que protegerlos. El tipo estaba apuntando a tu papá con el arma, y conté hasta cinco antes de lanzarme hacia adelante. El arma se le escapó de la mano, pero la agarró antes de que yo pudiera hacerlo. Y fue entonces cuando él... —No pude terminar la frase. Con lágrimas en los ojos, volvió a tomar mi mano. —Está bien. —Tengo que aceptar que puede que haya causado lo que pasó. Pero cuando tomé esa decisión, sentí que iba a apretar el gatillo. No quería que tu mamá tuviera que presenciar eso. No sé qué sería diferente hoy si no me hubiera abalanzado. No sé si pudo cambiar el resultado o solo las circunstancias. Pero guardarlo todo dentro, intentar bloquearlo, ha sido tóxico. Cuando no te enfrentas a algo así, crece dentro de ti como un cáncer. Y finalmente, te matará. La culpa y las emociones negativas pueden matarte. —Tienes mucha razón —dijo—. Pasé la mayor parte de mi adolescencia tratando de mantener la calma, sin querer mostrar mi dolor ni cargar a los demás con él. Pero la verdad es que a veces, incluso hoy, estoy tan enojada con el mundo que solo quiero gritar. Miré a mi alrededor, al inmenso lago. —Este parece un buen lugar para desahogarse. No hay nadie en los alrededores. —Arqueé mi ceja—. Gritaré si tú gritas. —¿Hablas en serio? —Lo hago. —Sonreí—. A la cuenta de tres, ¿de acuerdo? —De acuerdo. —Me apretó la mano. —Uno... dos... tres... Gritamos juntos como un par de lunáticos, nuestras voces resonando al aire libre. Podía parecer una locura, pero era hermoso. Nos estábamos dejando llevar, juntos. Cada vez que parábamos, uno de nosotros volvía a hacerlo. Probablemente gritamos durante tres minutos seguidos. Cuando finalmente paramos, me invadió una calma indescriptible. Me sentí como lo que imaginaba que sentía un piloto de carreras cuando por fin detenía su auto y bajaba. Percibí la misma calma en Farrah cuando volvimos a sentarnos en silencio, contemplando el lago. Unos cinco minutos más tarde, nuestra paz se vio interrumpida cuando una patrulla se detuvo en el camino de grava detrás de nosotros. El

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policía se bajó y se dirigió hacia nosotros. Los dos nos pusimos de pie. Farrah se quitó un poco de hierba del trasero. —¿Todo bien, oficial? —pregunté. Ignoró mi pregunta y se dirigió directamente a Farrah. —¿Está bien, señora? Alguien informó de gritos procedentes de esta zona. ¿Era usted? Supongo que este lago no era tan privado como pensé. *** La víspera de Navidad en casa de Farrah y Nathan fue discreta y justo lo que recetó el médico. Me negué a dejar que Farrah se encargará de la preparación de la comida esta vez, así que insistí en encargarme de todo. Hice un pedido de una cena entera de jamón con todos los acompañantes en Regina’s. Papá y yo recogimos la comida de camino a su casa. Tuvimos una comida agradable y sin dramas. Farrah y yo nos divertimos mucho contándole a papá la historia de cómo casi nos arrestan por causar disturbios públicos en el lago. ¿Lo mejor de la noche? Cuando Farrah anunció que oficialmente cerró la puerta a cualquier reconciliación con Niles. Se reunió con él para intercambiar algunas cosas y dejó claro que las cosas habían terminado entre ellos para siempre. Esa noticia fue el mejor regalo de Navidad. Aunque no quisiera regresar conmigo, al menos sabía que ese imbécil no sería quien la tendría. Se merecía algo mucho mejor. Lo único que me impedía relajarme totalmente esta noche era la constante necesidad de decirle lo que sentía. Era como Acción de Gracias de nuevo, pero diez veces peor. Todavía no sabía si estaría dispuesta a darme otra oportunidad. ¿Prefería mantenerme en la zona de amigos para siempre y no arriesgarse a que la hiriera de nuevo? Acababa de salir de una relación, así que no era precisamente el momento ideal para empezar algo con otra persona de todos modos. La incertidumbre de todo esto me dejó intranquilo e incapaz de disfrutar totalmente de la noche. Necesitaba dar rienda suelta a estos sentimientos, pero no quería oírla decir que nunca habría otra oportunidad para nosotros. Así que guardar mi corazón para mí por ahora me pareció lo más seguro. Después de la cena, fuimos todos a la sala para ver ¡Qué bello es vivir!. Mis padres siempre insistieron en poner esa película todas las Navidades. Este año era aún más importante mantener esa tradición porque significó mucho para mi mamá. Papá se sentó en el extremo del sofá, yo en el centro y Farrah en el otro lado. Recordé un poco nuestros juegos de piernas de antaño, pero no hice ningún movimiento. Sin embargo, hacia la mitad de la película, sucedió algo increíble: Farrah apoyó su cabeza en mi hombro. Puede que fuera algo

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casual, pero para mí fue una señal de comodidad y confianza. Era algo muy importante, lo significaba todo. Aun así, me advertí que no debía tomarlo como una señal para presionar por más en cualquier momento. Decidí disfrutarlo sin tratar de averiguar lo que significaba para el futuro. Apoyé mi cabeza en la suya y respiré profundamente su aroma. Una vez terminada la película, papá parecía ansioso por marcharse, aunque yo no estaba ni mucho menos dispuesto a hacerlo. Mi papá se puso la chaqueta. —Farrah y Nathan, ha sido un placer, pero este viejo necesita su descanso de belleza. —Gracias por esta noche —dije, tirando de Farrah en un abrazo y saboreando cada segundo de sus suaves pechos presionados contra mi pecho. Sentir el latido de su corazón contra el mío fue un plus—. Esta ha sido la mejor Nochebuena que podríamos haber esperado. Me incliné para besar su mejilla y noté el cambio de color de su piel. Seguía reaccionando físicamente a mí con la misma intensidad que siempre. Sin embargo, sabía que no podía actuar en consecuencia. —Ten cuidado al conducir —dijo. —Dulces sueños, hermosa —le susurré al oído. Papá y yo nos despedimos de Nathan con un abrazo y seguimos nuestro alegre camino a casa. Esa misma noche, de nuevo en casa, papá se animó y se negó a irse a la cama. En su lugar, decidió preparar un té y confrontarme sobre mis sentimientos por Farrah. Preparó la bolsita de té. —Ahora que el estúpido de su novio está fuera de escena, ¿cuándo vas a entrar a matar? —No es así como funciona, papá. Le rompí el corazón. No puedo ir a la primera oportunidad que tenga. Todavía no me he ganado su confianza. Para ser sincero, puede que eso nunca ocurra. Mi papá tomó un sorbo de su té. —Todavía estoy perplejo sobre algunas cosas cuando se trata de ti y de ella. Tomé asiento frente a él. —¿Qué es lo que no entiendes?

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—¿Por qué tenías tanto miedo de Nathan hace tres años? ¿Por qué dejaste que te echara de la ciudad? Nunca le conté a papá lo que realmente sucedió el día en que el señor y la señora Spade fueron asesinados. Mis padres sabían que estaba con ellos y que había salido ileso, pero eso era todo. Puede que Nochebuena no fuera el momento oportuno para confesárselo todo a mi padre, pero abrió la puerta a esta conversación. Mi pulso se aceleró. Durante los siguientes minutos, le conté todo, desde los gritos de la madre de Farrah hasta la forma en que cargué contra el asaltante. Por primera vez, lloré por ello, algo que siempre logré evitar. Supongo que todo el mundo tiene su punto de ruptura. Comprensiblemente, mi papá se sentó conmocionado. —Hijo, lo siento mucho. No puedo creer que no supiera que estabas sufriendo con esto. ¿Por qué no pensaste en decírmelo? —Supongo que nunca quise que mamá o tú cargaran con la culpa que tenía. No habría ayudado ni cambiado nada si lo supieras. —Habríamos llevado con gusto parte de la carga y podríamos haberte ayudado a ver la situación con más claridad. Podría haber hecho todo lo que estuviera en mi mano para convencerte de que hacer lo que sientes que es correcto es siempre la mejor decisión, incluso si el resultado no es a tu favor. Sus muertes no fueron tu culpa, Jace. Eras un niño. Seguiste tu instinto, y tus acciones fueron bien intencionadas. Lamento mucho que hayas tenido que pasar por eso, pero ahora ciertamente entiendo mejor por qué te mantuviste alejado todos estos años. —Ya no estoy huyendo, papá. Perder a mamá me ayudó a darme cuenta de que no tengo que lidiar para siempre con mis demonios. Así que estoy aquí enfrentándolos. Solo desearía no estar irremediablemente enamorado de alguien de quien aún me siento culpable por haberle hecho daño. —Farrah no te culpa. Nathan ya no te culpa de nada. Parece que lo más difícil va a ser aprender a no culparte a ti mismo. El auto perdón es el más difícil. Pero si puedes manejar eso, hijo, puedes manejar cualquier cosa. —Estoy intentando... —dudé. —Y me alegro de que busques ayuda —añadió. —Yo también lo hago. Hablar con mi terapeuta me ayudó a recordar algo. Aunque no se lo he contado a Farrah ni a Nathan. —¿De qué se trata?

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—El señor Spade no quiso entregar el dinero aquel día. No tengo ni idea de por qué. Elizabeth le rogó que lo hiciera. Yo también. Pero no quiso entregarlo. Era como si no creyera que el tipo haría algo. Sabía que no era así, y por eso traté de conseguir el arma. Me pregunto ahora si todo el asunto podría haberse evitado si simplemente le hubiera dado al tipo el maldito dinero. —Absolutamente. —Mi padre soltó un poco de aire—. Es increíble. —Pero no creo que pueda mencionarlo nunca. Asintió. —No quieres que piensen mal de su padre. —Sí. ¿Qué sentido tiene? Quién sabe lo que estaba pensando, y solo les hará sentirse peor. No quiero eso. —Estoy de acuerdo. Y estoy orgulloso de ti. Ahora que sé toda la historia, me doy cuenta de todo lo que nos has ocultado durante estos años. Por favor, no dudes en hablar conmigo si alguna vez lo necesitas. Sé que no soy perfecto, pero eres mi mayor logro. Tu madre se habría sentido muy mal de que hayas aguantado esto durante tanto tiempo. Sin embargo, estoy seguro de que ahora mismo te está mirando, sintiéndose tan orgullosa de ti como yo. —Gracias, papá. Después de que mi papá se fuera a su habitación, me sorprendió ver que me perdí un mensaje de Farrah hace una media hora. Farrah: ¿Hay alguna posibilidad de que regreses aquí esta noche? ¿Qué dice? Mi corazón cobró vida. Diablos, sí. Tecleé tan rápido como era humanamente posible. Jace: Lamento no haber visto tu mensaje. Estaba en medio de una larga conversación con papá. Finalmente le conté todo... sobre lo que pasó hace una década. Farrah: Oh, Dios mío. Vaya. ¿Por qué esta noche? Jace: El viejo no se iba a dormir. Entonces empezó a husmear sobre nosotros. Antes de darme cuenta, estaba llorando y hablando del pasado. Farrah: Siento que hayas llorado... pero es bueno desahogarse. Me alegro de que lo hayas hecho.

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Jace: Así que, volviendo a tu pregunta original. Farrah: No importa. Fue impulsivo. Sé que es tarde. Jace: Um, la respuesta es “joder, sí”. Nunca es demasiado tarde para verte. Puedo estar allí en veinte minutos. ¿Está Nathan durmiendo? Farrah: Sí. Jace: Es un buen lugar para él. Farrah: LOL. No es que me importe ya lo que piense, pero mándame un mensaje cuando llegues y te dejaré entrar. Prefiero que se quede durmiendo. Jace: Llegaré pronto. Mi papá finalmente estaba roncando, así que le dejé una nota explicando a dónde iba en caso de que se levantara y no me encontrara. Solo podía imaginar los comentarios sabelotodo que haría mañana. Sin embargo, se alegraría por mí; eso lo sabía. El viaje de ida a casa de Farrah se me hizo eterno. Cuando finalmente aparqué frente a su casa, envié un mensaje. Jace: Aquí. Sintiéndome como si estuviera caminando en el aire, me dirigí a la puerta y esperé. Un par de minutos más tarde, abrió y se colocó el dedo índice sobre la boca. Mi corazón latía con fuerza mientras Farrah me guiaba. Una vez dentro de su habitación, me di cuenta de que estaba inquieta. Tomando su mano, la incité a sentarse a mi lado en la cama. —¿Qué pasa, preciosa? Habría pensado que se trataba de una visita para ligar, pero pareces demasiado nerviosa para eso. —Estoy nerviosa... —No estés nerviosa. Habla conmigo. —Cuando te fuiste, fue una tortura porque todo lo que quería era estar cerca de ti esta noche. Me da un poco de miedo. —No tengas miedo de decirme lo que quieres, Farrah. Porque definitivamente es lo mismo que quiero. —No te pedí que vinieras para hablar. Pero me siento rara diciéndolo... pidiéndolo.

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Mi polla se levantó para prestar atención. —Déjame intentar descifrar lo que quieres transmitir, entonces, para que no tengas que decir nada. ¿Puedo? —Sí. —Sonrió—. Me gustaría eso. —Bien, entonces... esto es lo que está pasando —Respiré profundamente—. Me deseas. Pero no quieres darme una idea equivocada... porque, comprensiblemente, aún no me he ganado tu confianza. Todavía no estás segura de que dejarme entrar sea lo correcto. Pero cuando estás cerca de mí, tu cuerpo recuerda. Recuerda que me pertenece. Me quieres dentro de ti, aunque tu mente te diga lo contrario. Puedes sentir lo mucho que te deseo, también. Y eso solo lo hace peor. ¿Estoy en lo correcto? Farrah se lamió los labios y asintió. —Sí. —Y me has llamado aquí esta noche porque quieres que te folle como solía hacerlo, sin sacar ninguna conclusión sobre lo que significa todo esto. Quieres una follada pura, desenfrenada, cruda y sin palabras. Solo quieres perderte en mí sin preocuparte por una vez. Cerró los ojos y respiró: —Sí. —Puedo hacer eso, Farrah. Puedo hacerlo durante todo el tiempo que necesites. Solo quiero hacerte sentir bien. Al diablo con ponerle una etiqueta. Nunca hay que ponerle una etiqueta si no quieres. Su pecho se agitó. —Tenemos que permanecer en silencio. No es que me esconda de Nathan, pero prefiero que no se despierte y te encuentre aquí. —Quiero decir que, últimamente, se nos conoce más por nuestros gritos. —Le guiñé un ojo—. ¿Pero puedo quedarme callado si tú puedes? No tuvo oportunidad de responder a esa pregunta porque antes de que pudiera decir algo, mi boca estaba sobre la suya. El calor de su aliento y su sabor familiar eran mi cielo personal. Hablé sobre sus labios. —Olvídate de todas las razones por las que esto es una mala idea. Solo tienes que estar conmigo. Relaja tu cuerpo y déjame hacer el trabajo. Cayó de nuevo en la cama y me cerní sobre ella, separando sus rodillas.

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—Dios mío —murmuró cuando bajé la boca y enterré mi rostro en su coño. Hizo un gesto de placer y me tiró del cabello. —Sí —respiró—. Tu boca se siente tan bien. Olvidé lo increíble que es. —Todavía no sabes nada —dije mientras pasaba mi lengua por su clítoris. Retrocediendo, recorrí su excitación con mi pulgar antes de deslizar mis dedos dentro de ella. Dejó escapar un sonido que rozaba lo excesivo. Gemí antes de introducir su delicioso montículo en mi boca, saboreando cada parte de su sabor. —He echado tanto de menos esto —susurré sobre su tierna carne. Enroscó sus dedos en mi cabello y tiró para guiar mis movimientos. Introduje mi lengua más profundamente dentro de ella, empujando hacia dentro y hacia fuera mientras se movía debajo de mí. —Dime lo que quieres, nena. Farrah movió sus caderas. —Te quiero dentro de mí. Besando mi camino hacia su boca, me moría por sentir su húmedo coño envuelto en mi polla. Nos besamos frenéticamente mientras me bajaba la cremallera y quitaba los pantalones. Separé sus piernas antes de hundirme en ella, maravillado por lo apretada que estaba. —Maldita sea, también olvidé lo bien que se sentía esto —jadeó. Me dije que iba a ir despacio, hacerle el amor, pero aparentemente eso era imposible. Lento y suave no duró mucho tiempo. No pude aguantar más y aceleré mis embestidas. Traté de regular mi respiración para no correrme, necesitando prolongar esto. No era fácil porque había pasado mucho tiempo y ella estaba muy mojada. La follé con más fuerza mientras me clavaba las uñas en el culo, la fricción de su apretado coño casi me deshacía con cada embestida. Antes pensé que tal vez no estaba preparado para esto, pero la forma en que se aferraba a mi cuerpo, instándome a ir más rápido, más fuerte, más profundo, me quitó cualquier duda. Cerrando los ojos, agradecí en silencio a Dios que me diera la oportunidad de volver a estar dentro de la mujer que amaba. Nunca daría esto por sentado, nunca la lastimaría de nuevo. Lo único difícil iba a ser convencerla de ello.

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En un momento dado, dejó escapar un fuerte gemido, lo que me llevó a taparle la boca para que no despertara a Nathan. Sus músculos se estremecieron a mi alrededor, y también me solté, liberando mi semen dentro de ella. Nos tumbamos juntos en un éxtasis saciado mientras le besaba suavemente el rostro. —Mentí —susurré. —¿Sobre qué? —Sobre que esto no significa nada. Significa todo para mí, Farrah. Y para ti también. Te amo tanto, joder, y nunca dejé de hacerlo. —Se quedó callada mientras continuaba—: Cuando me dijiste por primera vez que me amabas hace tres años, me dijiste que no lo dijera a cambio. No querías que me sintiera obligado. Te amé tanto entonces, y te amo aún más hoy. Pero ahora no me debes esas dos palabras ni ninguna validación. Lo único que quiero es que me dejes demostrarte cada día con mis actos lo mucho que te amo. Que me dejes recuperar el tiempo que perdimos. No dijo nada en respuesta, pero sus ojos se llenaron de lágrimas. Y eso fue suficiente para mí. *** Se despertó y me encontró mirándola. Me levanté temprano y no pude volver a dormir. —¿Qué estás mirando? —se burló. —Solo pienso en la suerte que tengo de estar aquí contigo en la mañana de Navidad. Es el mejor regalo que podría haber pedido. Sus delicados dedos recorrieron la barba incipiente de mi mandíbula. —¿Necesitas regresar con tu papá? —No tengo prisa. Estoy seguro de que estará encantado cuando se despierte y se dé cuenta de dónde he ido. Le dejé una nota. —Le besé la frente—. ¿Quieres que me vaya antes de que Nathan se despierte? Rodeó mi cintura con su mano y me acercó. —No. Te quiero aquí. —Bien. Porque no estoy preparado para dejarte. —La besé firmemente en los labios—. Déjame manejar cualquier incomodidad con Nathan esta mañana. ¿De acuerdo? No quiero que te estreses. —Con mucho gusto dejaré que lo manejes. —Se rio.

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Nos acostamos juntos durante otra media hora hasta que nos obligamos a levantarnos y vestirnos. Pude oír a Nathan trasteando en la cocina. —¿Estás lista? —Le tendí la mano—. Aquí vamos... —Sí. —Pasó sus dedos por los míos y suspiró. Nathan estaba en la barra sirviendo una taza de café cuando salimos juntos de la habitación de Farrah. Sus ojos se abrieron. —Oh... de acuerdo entonces. —Se rio. —Buenos días —dije. Sus ojos pasaron de los de Farrah a los míos. —Buenos días... Farrah se quedó callada mientras se servía un poco de café. Jugó con las tazas, definitivamente nerviosa, aunque el miedo ya no era nada de lo que solía ser. Nathan sacó una silla y se sentó. —No me di cuenta de que regresaste aquí anoche. —Tomó un sorbo de su café. Asentí. —Lo hice. Tu hermana quería que viniera. —Tomé asiento frente a él, lo miré fijamente a los ojos y fui directo al grano—: La amo profundamente. Nunca dejé de hacerlo —hice una pausa para mirar a Farrah, quien dejó de hacer lo que estaba haciendo para escuchar—. Y esta vez no me voy a ir, Nathan. De hecho, no quiero pasar otra noche lejos de ella. Dado que, de momento vivo con mi papá, eso significa que vas a ver mucho mi trasero por aquí hasta que consiga mi propia casa. Te preguntaría si estás de acuerdo con eso, pero honestamente, no importará. No voy a cometer el mismo error dos veces. Me importa una mierda lo que tú o cualquiera piense ya. Solo me importa ella. Si tienes alguna duda, puedes decírmelo. Nathan asintió varias veces. —Sí tengo una pregunta. Apreté la mandíbula. —De acuerdo... Se rio. —¿Qué me vas a preparar para desayunar?

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25 Jace Seis meses después de Navidad, cumplí mi promesa, y pasé todas las noches con Farrah. Esa era la única constante, a pesar de las muchas otras cosas que cambiaron. Pasé a desempeñar plenamente mi papel de jefe de Muldoon Construction, y mi padre pasó a un segundo plano en la empresa. Si lo hubiera animado a vender, probablemente me habría escuchado, pero en el fondo, quería esto. Continuar con el legado de mi padre era algo de lo que siempre me sentiría orgulloso, y dirigir el negocio familiar me ayudaba a afianzarme aquí, aunque no necesitaba una razón para quedarme en Palm Creek. Farrah siempre sería eso. Pero ahora que sabía que estaba aquí para quedarme, era el momento de echar raíces. Eso significaba tener un lugar donde Farrah y yo pudiéramos tener verdadera privacidad, un lugar propio. Tomé una decisión que esperaba que no le molestara. Mientras conducíamos por la calle donde Farrah creció, estaba a punto de descubrirlo. —¿Por qué estamos en mi antiguo barrio? —Te trae recuerdos, ¿verdad? Un minuto después, aparqué la camioneta en una casa situada en diagonal frente al hogar en el que Farrah y Nathan crecieron. Farrah frunció la nariz. —¿Por qué estamos visitando al viejo Dickie? Dick Lombardi, “el viejo Dickie”, ya no vivía aquí, pero al parecer Farrah no lo sabía. Dickie era un cascarrabias que solía gritarnos a Nathan y a mí por varias cosas cuando éramos más jóvenes. Tanto si pasábamos demasiado rápido con nuestros patines como si lanzábamos huevos a su casa, le dimos a Dickie muchas razones para que no le cayéramos bien. Era

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malo incluso cuando no lo provocábamos, pero definitivamente nos merecíamos parte de su ira. —Esta ya no es la casa de Dickie —anuncié. —¿Ha fallecido? —Sí. —Oh, no. Eso es triste. Por muy malo que fuera, me siento mal por sus hijos. —En realidad conozco a su hijo, Major. Es un cliente. —¿Vive aquí ahora? ¿Vamos a visitarlo? Desbloqueé las puertas del auto. —Vamos a echar un vistazo dentro. Farrah me siguió fuera de la camioneta, y usé mi llave para entrar. La casa de Dickie estaba completamente renovada. Las viejas alfombras fueron arrancadas para revelar la hermosa madera debajo. La cocina se limpió y se instalaron gabinetes nuevos sobre encimeras blancas de Corian. Básicamente, la casa de Dickie era solo el caparazón, y todo el interior era completamente nuevo. Farrah recorrió el lugar con asombro. —Esto no se parece en nada a lo que me imaginaba. —Después de que falleció, Major restauró todo antes de poner este lugar en el mercado. —Oh, Dios mío. Me encanta. —Bien. Porque... es mía. —Sonreí—. Bueno, espero que sea nuestro algún día. Se quedó con la boca abierta. —¿Compraste este lugar? ¿Cómo te lo pudiste permitir? Las casas de este vecindario no son baratas. —He ahorrado mucho en los últimos cinco años, y Muldoon lo está haciendo muy bien ahora. Así que me di un aumento. Farrah pasó la mano por el seccional beige de la sala. —No puedo creer que todo esto sea tuyo. —Se acercó a la ventana—. Puedo ver mi antigua casa desde aquí. —Lo sé. Eso es parte de la razón por la que elegí este lugar. Aunque hemos intentado olvidar ciertas cosas, hay mucho más que prefiero recordar

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en este barrio. —De pie detrás de ella en la ventana, rodeé su cintura con mis brazos y apoyé mi barbilla en su cabeza—. Hace tiempo me dijiste que uno de tus mayores deseos era recuperar la paz que tenías antes de que murieran tus padres. Quiero volver a crear esa vida idílica contigo, un día a la vez. Se giró para mirarme. —¿Se supone que debo mudarme contigo? Me reí. —Bueno, no había llegado tan lejos. No quería lanzarte esto y ponerte en una posición en la que sintieras que tenías que decir que sí. Por supuesto, quiero que estés aquí conmigo, pero no tiene por qué ser hoy. Por ahora, este puede ser nuestro santuario, un lugar donde por fin podemos estar solos sin que nadie nos respire en la nuca. Uno de estos días, cuando te sientas cómoda, me imagino que... tal vez no te vayas. Farrah movió la cabeza de un lado a otro. —No puedo creerlo. Sintiéndome como un niño deslumbrado, tomé su mano. —Vamos. Ni siquiera te he enseñado la mejor parte. La única cosa que Dickie nunca tuvo fue una piscina. No iba a comprar una casa sin una, así que en los últimos dos meses hice instalar una. Farrah se quedó con la boca abierta cuando vio la piscina cubierta con malla. —Es igual que la que teníamos Nathan y yo... —Lo sé. Por eso la diseñé así. La piscina es completamente nueva. Es lo único que no venía con la casa. Radiante, Farrah recorrió el perímetro. De repente se levantó el vestido por encima de la cabeza y se metió en ella, provocando un diluvio de agua que me salpicó. ¿Qué demonios? Me arranqué la camiseta y me quité los pantalones antes de saltar tras ella. Pasamos los siguientes minutos jugando en el agua como solíamos hacer. Este iba a ser mi nuevo lugar feliz. Cuando por fin salimos de la piscina, Farrah se quitó el agua del cabello. —Definitivamente puedo acostumbrarme a esto. Corrí al interior para agarrar un par de toallas. Cuando regresé, le entregué una.

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—Tal vez, si Nathan se porta bien, lo invitaremos a una barbacoa. A papá también. Lo bueno es que podemos elegir quién viene aquí y cuándo; ya nadie se entrometerá en nuestro espacio. Farrah se puso la toalla alrededor de la cintura. —Sinceramente, es la primera vez en mi vida que tengo privacidad. —Podemos follar tan fuerte como queramos. Hacer lo que queramos. Hacer que Dickie se revuelva en su tumba. —Ese viejo verde probablemente disfrutará viéndonos. —Se rio. —El fantasma de Dickie... Suspiró y miró hacia la piscina. —Esto va a parecer un comentario extraño después de toda esta charla sobre nuestra nueva guarida para follar, pero siento que mis padres están con nosotros ahora mismo. Y tu madre también. Están bendiciendo esta casa. Esperaba que fuera cierto, pero aún me preguntaba si tendría la aprobación de los padres de Farrah. Pero no importaba. A pesar de mis dudas persistentes, ya no dejaba que la culpa gobernara mi vida. El hecho de que Farrah mencionara a nuestros padres me recordó que había otra cosa que aún no veía. —Vístete. No te he enseñado las habitaciones. De camino al interior, me detuve en el pasillo para mostrarle una foto que tenía enmarcada en la pared. Era la única foto que conocía en la que aparecían Farrah, Nathan y nuestros padres juntos. Fue tomada el día en que Nathan y yo nos graduamos de la secundaria. —Vaya —susurró mientras recorría el marco con el dedo—. Ese fue el día más triste de mi vida, porque sabía que te ibas a ir pronto a la universidad. —Colgar esto no fue fácil para mí. Es parte de mi terapia. Cuanto más me detengo a mirarla, más veo la felicidad de ese día, en lugar de la tristeza de dos años después. —Nunca vi esa foto antes. —Farrah siguió mirándola—. Me encanta. Gracias por enmarcarla. Envolviendo mi brazo alrededor de ella, apreté su costado. —Deja que te enseñe las habitaciones...

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—¿Hay algún motivo oculto para eso? Besando la parte superior de su cabeza, dije: —Solo si quieres que lo haya. Le mostré primero la principal, que tenía un baño adjunto. Las otras dos habitaciones eran más pequeñas. Transformé una en una suite para invitados y la otra en algo que esperaba que le encantara. Sus ojos se abrieron cuando vio el interior de la última habitación. Había dos colchonetas de yoga en el centro del suelo. Coloqué plantas y velas estratégicamente alrededor del espacio, junto con algunos espejos de pared y decoraciones bohemias colgantes. —Este es tu oasis privado, sala de yoga, lo que quieras que sea. Se tapó la boca. —Esto es increíble. ¿Cómo has montado todo esto? —Literalmente arranqué una página de una revista sobre cómo diseñar un espacio de yoga y lo copié al pie de la letra. —¡Voy a exprimir esta habitación! —Se acercó y me plantó un largo beso en los labios—. En serio, esto es lo más considerado que alguien ha hecho por mí. La levanté en el aire. —Tal vez podamos volver a probar juntos ese yoga para la columna vertebral, el que me hiciste hacer aquella vez. ¿Cómo se llamaba? —Kundalini. —Se rio. —No. No creo que fuera eso. Creo que fue... cunnilingus, ¿no? Se cubrió el rostro. —Estaba tan mortificada ese día. —Me encantó. Y también me encantaron tus pantalones de yoga, un poco demasiado. Se suponía que no debía sentirme así entonces. Por eso tuve que escaparme al baño, si sabes lo que quiero decir. Se rio. —¡No puede ser! Me acuerdo de eso. Pensé que realmente tenías que ir. —No. No pude contener mi emoción. —La acerqué—. De todos modos... prefiero el cunnilingus yoga.

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—Construiste un lugar especial para hacerlo conmigo, ¿no es así? — Me guiñó un ojo. —No se me ocurre mejor uso para esta habitación que dar placer a mi hermosa y vibrante vagina. Farrah enterró su rostro en mi pecho. —No puedo creer que te hayas acordado de eso. —¿Cómo podría olvidarlo? Farrah me miró. —Por cierto, ya no vibra. —Dame cinco minutos para cambiarlo. Bajó la mano, acarició mi paquete y se rio sobre mis labios. —Definitivamente, las cosas están mejorando.

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Epílogo Farrah Jace y yo nos dirigíamos a casa después de cenar fuera una noche cuando me sorprendió entrando en el estacionamiento de The Iguana. Bueno, esto es una explosión del pasado. —¿Qué estamos haciendo aquí? Puso la camioneta en el estacionamiento. —No has venido aquí en años, ¿verdad? Sí. Hace una eternidad. —Bueno, llamé y comprobé, y esta noche es de Pour Your Heart Out. No puedo creer que todavía lo hagan. Pensé que tal vez deberíamos comprobarlo. Sonriendo, me quité el cinturón de seguridad y lo seguí fuera de la camioneta. Era la primavera de mi penúltimo año de universidad. Esta semana fue estresante, trabajando en las solicitudes de la escuela de derecho. Me moría de ganas de relajarme y tomar un par de copas en mi antiguo local. Una ola de nostalgia me golpeó en el momento en que entramos en The Iguana. Hasta el olor me resultaba familiar: alcohol mezclado con una mezcla de varios perfumes y sudor. Encontramos una mesa y Jace se dirigió a la barra para pedir un mojito para mí y una cerveza para él. Cuando regresó, nos sentamos frente al escenario. Cuando empezaron las confesiones, me vinieron a la mente todos los sentimientos de la vez que dejé de lado mis miedos y me subí al escenario. Las confesiones de esta noche estaban llenas de emoción: desde una chica que aún no le decía a su familia que estaba embarazada hasta un hombre que admitía haberle

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robado las bragas a su compañera de piso. Aunque me encantaba escucharlos, algunos me servían para recordar lo afortunada que era por tener una relación estable y sana. Unos seis meses después de que Jace me enseñara su nueva casa, me mudé con él. Llevábamos más de un año viviendo juntos. Al principio, dudé en dejar a Nathan, pero resultó ser la mejor decisión, no solo para mí, sino para él. El hecho de vivir solo empujó a mi hermano a mostrarse y a empezar a salir de nuevo. ¿Quién iba a decir que lo que Nathan necesitaba desde el principio era vivir separado de mí? Vi que Jace señalaba con la cabeza a un hombre en la esquina. —¿Quién es ese? —Nadie. Jace estaba moviendo las piernas de arriba a abajo y moviéndose mucho esta noche. Parecía tenso. De repente se puso de pie. —¿A dónde vas? —Soy el último en subir. —Guiñó un ojo. ¿Qué? ¿Qué está haciendo? Una vez en el escenario, Jace ajustó el micrófono a su altura. Un par de mujeres lo aclamaron. ¿En serio? Golpeó el micrófono varias veces. —Hola, soy Jace. —Hola, Jace —dijo todo el público. Me tapé la boca. —Estoy aquí en este escenario confesando esta noche... porque tuve la audacia de seducir a la hermana pequeña de mi mejor amigo. Una mezcla de aplausos, vítores y silbidos sonó. Sentí mi rostro ardiente. —Parece un asunto sencillo, ¿verdad? —Me miró—. Pero la historia está lejos de ser sencilla. Sentí escalofríos mientras seguía observándolo.

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—Farrah era seis años más joven que su hermano, Nathan, y que yo. Cuando todo el mundo es joven, esa es una gran diferencia de edad. Pero era una de esas niñas con un alma vieja. La mirabas a los ojos y veías compasión y comprensión mucho más allá de su edad. Sabía de su pequeño enamoramiento preadolescente por mí. Pensaba que era... lindo. —Se rio—. Cuando me fui a la universidad, todavía era una niña. Ese fue el final. Hizo una pausa mientras el público esperaba con la respiración contenida. —Luego digamos que ocurrió algo realmente doloroso, y me mantuvo alejado de casa durante varios años. Durante ese tiempo, Farrah perdió a sus padres, y yo estaba simplemente... perdido. Cuando regresé a casa, a Palm Creek, siete años después, esa dulce niña había crecido. A los veintiún años, Farrah era más hermosa que nunca. Acabé mudándome su hermano y con ella para ayudarlos a pagar la hipoteca —hizo una pausa—. ¿Apuesto a que pueden ver a dónde va esto? Miré a mi alrededor mientras el público se reía. —La atracción sexual es una mierda, ¿no? Tiene una forma de agarrarte por las pelotas y no soltarte hasta que te rindes. Resistir la atracción hacia alguien que no solo te atrae, sino que te hace sentir bien por dentro, alguien con quien puedes relacionarte... bueno, no es fácil. Y fracasé estrepitosamente. Cedí a la tentación y fui a espaldas de mi amigo. Fue el sexo más caliente de mi vida, por cierto, y valió la pena cada segundo del riesgo que corrimos. Sentí que mi rostro se sonrojaba mientras el público reaccionaba con gran entusiasmo. —Al principio, ella y yo nos dijimos que no nos encariñaríamos. ¿Qué tan bien creen que fue eso? Todo el mundo soltó una carcajada. —Sí, más o menos —continuó—. No podíamos dejar de vernos porque éramos adictos. —Exhaló en el micrófono—. Voy a hacer corta una historia muy larga y complicada. Nathan nos descubrió y enloqueció. Todo se desplomó. Y de alguna manera me convencí de que estaría mejor sin mí. Así que me fui de la ciudad y no la vi durante otros tres años. Cuando algunos jadearon, me di cuenta de lo loca que sonaba nuestra historia. Pero también me di cuenta que habíamos pasado muchas cosas juntos. Los ojos de Jace se encontraron con los míos. —No pasó un día sin que pensara en ella. Puedes echar a alguien de la ciudad, pero no puedes decirle a quién amar. Me metí en una relación sin

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importancia con otra persona para ayudarme a olvidar. Cuando me vi obligado a regresar a casa al final de esos tres años, muchas cosas habían cambiado. Farrah apenas podía mirarme. No podía culparla. Había perdido la chispa que recordaba. Sabía que fui yo quien se la había quitado. Nathan me había perdonado a estas alturas, lo cual era inesperado. Nunca pensé que la persona que más me había herido sería la que me enseñaría a perdonar. Pero la persona más difícil de perdonar es siempre uno mismo. Me llevó un tiempo. Una vez que puedes hacerlo, muchas cosas se vuelven posibles. Jace hizo una pausa. —¿Cuál es la moraleja de todo esto? Es que a veces las historias sórdidas... se convierten en historias de amor. Puedes tenerlo todo en contra y, al final, sigue funcionando porque así debe ser. El amor no es una elección. No dejes que nadie te diga que no debes amar a alguien. A veces, la voz negativa que tienes que ignorar es la propia. Unas cuantas personas aplaudieron, y pensé que eso era todo hasta que dijo una cosa más. —La verdad es que nunca me he puesto delante de un público en mi vida. Este bar siempre fue uno de los lugares favoritos de Farrah. No ha vuelto aquí en años, pero está sentada ahí fuera, entre el público, viéndome esta noche. —Señaló mientras todos los ojos parecían volverse en mi dirección a la vez—. Probablemente me va a matar, porque no tenía ni idea de que iba a hacer esto. Gracias por escuchar y que Dios los bendiga... Jace recibió un gran aplauso. Mientras regresaba hacia la mesa, sonreí ampliamente. Le froté el hombro. —Lo has hecho muy bien. Gracias por eso. Nunca lo olvidaré. Se inclinó y me besó. —Me imaginé que te sorprendería. —Estuviste increíble. Mientras nos quedábamos y terminábamos las últimas bebidas, Jace no dejó de mirar su teléfono. Supuse que sus nervios de antes tenían que ver con el hecho de que había planeado subir a hablar, pero, ¿por qué seguía ansioso? Miró su reloj. —Será mejor que nos vayamos. Me bebí el último mojito antes de levantarnos y dirigirnos a la puerta.

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Lo último que esperaba ver era a Nathan entrando en el bar justo cuando nos íbamos. —Mierda —dijo mi hermano. ¿Qué demonios está pasando? Jace no dejaba de mover la cabeza como si quisiera decirle a Nathan que dejara de hablar. Nathan estaba prácticamente jadeando. —¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté—. ¿Y por qué pareces tan falto de aliento? —Por nada... eh... Jace me dijo que nos encontráramos aquí. Miré entre ellos. —Los dos están actuando de forma muy extraña. —Joder —murmuró Jace. —Lo siento, Jace —dijo Nathan—. Lo intenté. Mis ojos se entrecerraron. —¿Intentaste qué? —Discúlpanos un segundo —dijo Jace mientras se llevaba a Nathan a un lado. Caminaron varios metros por delante de mí, así que no pude distinguir lo que decían. Luego mi hermano se fue sin siquiera despedirse. —¿Qué está pasando? —pregunté cuando Jace regresó—. ¿Dónde está Nathan? —Tuvo que irse. —¿Por qué? Puso su mano en la parte baja de mi espalda y me guio hacia la puerta. —Te lo explicaré en un minuto. Vamos a dar una vuelta. Todavía confundida, seguí a Jace hasta la camioneta. Mientras nos alejábamos, me quedé mirándolo fijamente. —¡Tienes que decirme qué está pasando! —Por favor, no te preocupes. No es nada malo. Te lo explicaré cuando lleguemos a casa. Te prometo que todo tendrá sentido. Cuando regresamos a la casa, Jace me llevó a la zona de la piscina. Era una noche hermosa y fresca. —Relájate aquí. Ahora regreso.

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Muy confundida, esperé en una de las tumbonas mientras miraba el cielo estrellado. Un minuto después, sacó un plato. Cuando se acercó, me di cuenta de que eran fresas cubiertas de chocolate, mi dulce favorito. —¿Qué es todo esto? —Esto es el Plan B. —Dejó el plato en el borde de mi tumbona—. Toma una. Levanté una de las fresas y la mordí. Hablando con la boca llena, dije: —Esto es muy bonito, pero... —Pero estás muy confundida. Lo entiendo. —Jace suspiró—. Farrah, se suponía que esta noche iba a ser perfecta. Llamé al gerente del bar hace un rato y arreglé para asegurarme de ser el último en subir. Se... suponía que iba a pedirte que te casaras conmigo en ese escenario esta noche, delante de toda esa gente. —Oh... Oh Dios mío. ¿Qué? —Sí. —¿Cambiaste de opinión? —No —Se rio—. ¡No tenía el maldito anillo! —¿Se perdió? —Tengo que retroceder un poco. Le tomé la mano. —De acuerdo... —Antes de que mi madre muriera, le dijo a mi papá que, si alguna vez le sucedía algo, se asegurara de conservar su anillo de bodas para que yo pudiera tenerlo para la mujer con la que eventualmente me casara. El único problema es, y esto va a sonar muy superficial, que el anillo de mi mamá es bastante pequeño. Quería conseguir algo más grande para ti sin herir los sentimientos de mi papá. Fui a pedirle a Nathan su consejo sobre cómo debía manejarlo, y sucedió algo extraño. Salió de la habitación y regresó con un anillo de diamantes que era exactamente del mismo tamaño que el de mi mamá. Era el anillo de tu mamá. Mis ojos se abrieron de par en par. —¿De verdad? Sabía que Nathan lo tenía, pero pensé que era para él. —Quería dármelo para ti. Pensé... ¿qué voy a hacer con dos anillos? Soy un hombre de una sola mujer. —Me guiñó un ojo—. Pero entonces...

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tuve una idea. Tomaría las dos piedras y las pondría una a cada lado de la otra. Fui a ese joyero local, Fred Seales. Me ayudó a diseñar el anillo perfecto para ti. Me dijo que estaría listo esta semana, así que planeé todo esto alrededor de eso. El problema es que cuando fui a recogerlo antes, la maldita joyería cerró temprano. Sin poder contener la risa, dije: —Oh, no. —Estuve a punto de cancelar mis planes en The Iguana, pero entonces Nathan, de alguna manera, tuvo la brillante idea de rastrear el número de teléfono de la casa del propietario. Resultó que su mujer se puso de parto, así que cerró la tienda antes de que tuviera la oportunidad de recoger el anillo. —Oh, Dios mío. —En ese momento ya estaba contigo, pero accedió a salir del hospital muy rápido para reunirse con Nathan y abrir la tienda para que pudiera proponerte matrimonio esta noche en el escenario. Todo el tiempo que estuve allí arriba, estuve rezando para que Nathan irrumpiera a través de esas puertas con el anillo justo a tiempo. —¿Así que por eso Nathan apareció cuando lo hizo? ¿Tenía el anillo, pero llegó demasiado tarde? —¡Todavía no tenía el anillo! —Jace se rio—. El tipo tuvo que dar la vuelta porque su mujer empezó a pujar. Era conseguirme el anillo o perder el parto. Nathan no quería que no tuviera nada que darte esta noche. Así que fue a Walmart y compró un anillo de circonio temporal, pensando que podría llegar a tiempo. Pero, por supuesto, llegó demasiado tarde. —Pobre Nathan. —Me cubrí el rostro—. Lamento haberte obligado a decírmelo. Arruiné todo. —No te sientas mal. No creo que hubiera podido aguantar un segundo más. El estrés casi me mata. Nos interrumpió un fuerte golpe. Jace corrió a abrir la puerta y lo seguí. Cuando abrió, Nathan estaba de pie con la boca entreabierta, como si tuviera miedo de decir algo. Jace lo sacó de su miseria. —No pasa nada. Lo sabe. Los hombros de Nathan cayeron. —Lo siento, hermana. Lo jodimos todo.

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Sacudí la cabeza. —¿Por qué te disculpas? ¿No te das cuenta de lo ridículamente afortunada que me siento esta noche? No solo de que mi novio se haya esforzado tanto por hacer que esta noche sea especial, sino de que mi hermano se haya preocupado lo suficiente como para correr como loco... — Me puse a llorar—. Los quiero tanto a los dos. —El joyero llamó desde el hospital y me dijo que me reuniera con él allí. —Nathan le entregó la caja del anillo a Jace—. Aquí tienes, hombre. Felicidades. Un escalofrío recorrió mi columna vertebral. —No me felicites todavía. No ha dicho que sí. Nathan le dio una palmadita en el hombro a Jace. —Antes de que lo hagas, tengo que contarles a los dos algo increíble —hizo una pausa—. ¿Adivinan qué nombre le pusieron al bebé? —¿Qué? —preguntó Jace. Parecía que iba a llorar. —Elizabeth. Susurré: —El nombre de mamá. —Sí. Jace me rodeó la cintura con su brazo. —Recé por su aprobación y pedí una señal. Quizá sea eso. Nathan miró entre nosotros y preguntó: —¿Debo irme ya? —No. —Jace hizo un gesto con la mano—. Es mejor que te quedes. Es apropiado que tu trasero esté respirando en mi cuello cuando lo haga, como siempre. Nathan retrocedió un poco y sonrió. Cuando miré de nuevo, Jace ya estaba de rodillas. —Farrah, esto no ha salido como se suponía, pero sinceramente, ¿alguna vez algo de lo que hemos vivido juntos ha salido según el plan? Así es como lo hacemos. Te quiero mucho. Vas a ser la mejor abogada que jamás haya existido. Y no puedo esperar a estar a tu lado en cada paso del camino. Estaré ahí para ti sin importar a dónde nos lleve el camino. Te quiero más que a la vida misma. ¿Quieres ser mi esposa? —Abrió la caja negra del anillo.

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Se me llenaron los ojos de lágrimas cuando miré la preciosa joya. Una gran piedra central estaba adornada a cada lado por los dos diamantes que habían pertenecido a nuestras madres, que protegerían simbólicamente nuestra unión para siempre. —Te amo tanto —logré decir entre lágrimas. —¿Eso es un sí? —Sonrió. —¡Sí! —Me reí—. ¡Por supuesto! Nathan batió el puño. —¡Sí! Jace se giró hacia él. —¿Eso es un sí de tu parte, también? Me limpié las lágrimas de los ojos. —Creo que esta propuesta ha salido exactamente como tenía que salir. —¿Sabes qué? —Jace sonrió—. Estoy de acuerdo. Nathan dio una palmada. —¿Podemos celebrarlo? —Resulta que tengo un poco de sidra espumosa en la nevera que sobró de Acción de Gracias —dije. —¡Pues ábrela! Jace me besó en la mejilla. —Voy por ella. No podía dejar de mirar mi anillo. Jace regresó con tres copas de champán y la botella. Tras descorcharla, nos sirvió una copa a cada uno. Nathan fue el primero en brindar. —Por mi hermano de otra madre y mi hermana. Qué tengan un matrimonio largo y feliz. Y por la afortunada mujer que aún no conozco y que algún día se convertirá en la orgullosa receptora de un solitario de circonita de cincuenta dólares. Salud. Nos echamos a reír. Esta noche... Dios, era perfecta. Acercando a mi prometido, levanté mi copa e hice mi propio brindis. —Por la familia... en la que naces y la que haces.

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Sobre la Autora

Penelope Ward es una autora superventas del New York Times, USA Today y Wall Street Journal. Creció en Boston con cinco hermanos mayores y pasó la mayor parte de sus veintes como presentadora de noticias de televisión antes de cambiar a una carrera más familiar. Penélope vive para leer libros New Adult, tomar café y pasar el tiempo con sus amigos y familiares los fines de semana. Es la orgullosa madre de una hermosa niña de quince años con autismo (la inspiración para el personaje de Gallie en Gemini) y de un niño de trece años, que son quienes guían su vida. Penelope, su marido y sus hijos residen en Rhode Island. Ha escrito veintiún libros superventas del New York Times y la autora de otras más de veinte novelas.

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El paraíso solo existe en libros.

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