Testigos de Jehová Un Analisis - Antolin Diestre Gil ESP

August 17, 2018 | Author: Silvio Mariani | Category: Truth, Bible, Jesus, Holy Spirit, God
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TESTIGOS DE JEHOVÁ UN ANÁLISIS DE VERIFICACIÓN DE SUS PRETENSIONES, HISTORIA Y DOCTRINAS ANTOLÍN DIESTRE GIL

ÍNDICE TESTIGOS DE JEHOVÁ UN ANÁLISIS DE VERIFICACIÓN DE SUS PRETENSIONES, HISTORIA Y DOCTRINAS Epílogo Prólogo TEMAS INTRODUCTORIOS Capítulo I LA BASE DOCUMENTAL DE NUESTRO ESTUDIO Bibliografía complementaria Capítulo II La historia y sus protagonistas CapítuloIII Actitudes eclesiásticas y sociales Capítulo IV SECCIÓN PRIMERA Introducción PRIMERA PARTE Capítulo I Capítulo II Capítulo I Capítulo IV SEGUNDA PARTE Capítulo II Capítulo III TERCERA PARTE Introducción El Reino de Dios, conceptos e importancia Capítulo I ¿Cómo obtienen el comienzo del Reino de Dios como siendo el «fin del tiempo de los gentiles» en 1914? Capítulo II Capítulo I Un paralelismo sobre escatología confuso y contradictorio

La realidad de la conciencia mesiánica de Jesús, y el testimonio bíblico respecto a la Deidad de Jesucristo, del Padre y del Espíritu Santo La conciencia mesiánica en Mateo, Lucas y Marcos Conclusión ¿Qué piensa Pablo de la persona de Jesucristo? Sobre el Espíritu Santo Capítulo I Origen ideológicorespecto a las posiciones escatológicas CONCLUSIÓN A LA SECCIÓN

Epílogo Creemos haber logrado los propósitos por los que confeccionábamos esta tesis doctoral. El primero era realizar un estudio suficientemente objetivo de las obras principales que originaron el sistema «jehovista». Este estudio nos ha puesto en contacto con las auténticas fuentes de los Testigos de Jehová actuales: éstas son en primer lugar Russell y Rutherford. Pero éstos no tuvieron nada de original; bebieron del manantial que el movimiento Millerita les proporcionó. Russell es un engendro perfecto de las tesis que se probaron como fallidas con el grupo Millerita. Durante siglos se habían estado arrastrando teorías y opiniones que pretendiendo ser bíblicas no hubo la oportunidad adecuada para corroborarlas o desmentirlas en base a una investigación digna de la Palabra de Dios. Hombres piadosos e incluso estudiosos fervientes las mantuvieron sin que nadie se dedicara a contrastarlas ni a refutarlas. Las posibilidades de antaño no eran las mismas que las que ofrecía el s. XIX y ni mucho menos el s. XX y XXI. La diferencia entre estos hombres, algunos devotos y fervientes como Miller por ejemplo, y los herederos inoportunos como fueron Russell y después sus más inmediatos seguidores, radica en el hecho fundamental de que Miller y aquellos que se unieron con él en una primera etapa usaron los compendios, que después copiarían Barbourg y Russell, con un cimiento y finalidad totalmente distintos. El grupo original millerita se aprovechó de esos esbozos que pensaban correctos de un modo secundario para ratificarse en la proximidad de la segunda venida de Cristo a la que ellos asignaban, erróneamente, una fecha cerrada como 1844. Fruto, principalmente, de identificar la «purificación del Santuario» de la que se habla en Daniel 8, con esta tierra. La llegada de la fecha fue el crisol que la teología de muchos tuvo que soportar. Cuando la decepción fue una realidad, esos esquemas quedaron señalados como inservibles. Se descubrió lo que sólo tenía auténticamente apoyo bíblico: un despertar sobre la segunda Venida de Jersucristo, y el resto, que suponía la mayoría de las interpretaciones que se hacían, se rechazaron o se olvidaron.A partir de ahí se supo que los llamados bosquejos paralelos como el Jubileo de los Jubileos ó 2.450 años (ó 2.500), o el período del fin del Tiempo de los gentiles (2.520 años), o el de las dispensaciones, o incluso el tiempo transcurrido desde Adán, no tenía consistencia bíblica. La Biblia no proporciona ninguna de estas teorías. Sin embargo, a diferencia de Miller y de otros que durante la historia utilizaron dichas sinopsis con interpretaciones semejantes, no pretendieron ser exclusivos respecto a la salvación ni formaron organizaciones del estilo de la de Russell y de sus continuadores. Para Russell y los herederos de él los fallos continuos no han encontrado la respuesta que se merece un mensaje, el del «fallo», tan apropiado para el arrepentimiento y el cambio de dirección. Nadie que haya podido tener eco suficiente mantuvo teorías tales como las indicadas, a excepción [1]

del movimiento Ruselista o de los llamados Testigos de Jehová, ya que la experiencia Millerita en ese aspecto fue suficiente para no abrigar ningún sistema imaginario. La presentación objetiva de los aspectos básicos de las obras principales de los fundadores y líderes de los Testigos nos ha permitido saber la realidad del pensamiento de una organización que con ciento cincuenta años de historia ha sabido levantar confusión y polémica en torno a ella. El segundo motivo por el que queríamos justificar esta tesis era el de describir críticamente los

contenidos teológicos y hermenéuticos. ¿Se puede hablar de auténtica teología y hermenéutica en las exposiciones doctrinales e ideológicas de los Testigos? Nos vemos obligados a tener que decir que no. Si bien es cierto que los Testigos critican el término técnico «teología» para identificarlo con algo «negativo» y compararlo con una concepción en la que está ausente la humildad que debe caracterizar al predicador del evangelio, es conveniente que sepan que la teología no es otra cosa que el estudio del Dios que se revela mediante su Palabra, y que está compuesta de dos elementos expresivos usados continuamente en la Biblia. El ocultar ignorancia mediante la crítica de un vocablo para pretender aparecer como un expositor sencillo de la Biblia, sólo sirve hasta que el susodicho criticador es analizado a su vez a fondo. Estoy plenamente convencido de que hay muy pocos entre los miembros de los Testigos de Jehová que sepan entender y explicar adecuadamente en toda su extensión la doctrina del Reino que tanta importancia tiene en las creencias de los Testigos de Jehová. Y de éstos no creo que haya alguien que supere con suficiente honestidad objetiva las posibles situaciones de duda que se crea por una teoría confusa e insegura. Nadie me podrá decir que es sencilla y clara la base y desarrollo de la propuesta sobre el Reino de Dios en 1914 que los Testigos exponen. Nuestra presentación ha podido traslucir esta circunstancia de ambigüedad. Por lo tanto, digamos que los Testigos con su expresión doctrinal no han sabido escapar de lo que ellos pretenden criticar de los demás. Por otra parte las manifestaciones y contenidos de Pablo en los capítulos 7 al 9 de Romanos, por no decir de otros textosde esa misma epístola y de otras han provocado, y seguirán haciéndolo, más y más interpretaciones, no sólo por lo complicado que puede ser su estudio, sino sobre todo por la riqueza espiritual y teológica que dichos pasajes ostentan. Decíamos que la ideología doctrinal de los Testigos estaba desprovista de una auténtica teología y de una hermenéutica reconocida. En efecto, su «teología» es una «antiteología». Y esto no en el sentido del tópico «anti», «antipsiquiatría» por ejemplo, con lo que se intenta una búsqueda de una orientación nueva en contraposición a una direccionalidad que puede llevar a la negación de otras alternativas distintas a esa direccionalidad, y a fijarla de un modo dictatorial e indiscutible, sino en el sentido de una negación real de lo que supone un estudio del Dios que se revela. Uno queda atónito de la posibilidad de lo imposible. Los Testigos han sido capaces de lograr un sistema doctrinal que consigue adeptos a los que se les hace creer, consiguiéndolo, que dicho sistema está establecido en la Biblia. Es la confirmación, pero elevada a la enésima potencia, de que con la Biblia puedes obtener cualquier postura interpretativa. Y esto no es que sea cierto cuando analizas concienzudamente esos apoyos doctrinales, pero mientras se hace o no, esa posturas, como las de los Testigos, «cuelan». Si añadimos, como se ha podido comprobar en nuestra tesis, la ausencia de unas reglas de interpretación en las explicaciones más importantes y básicas de los puntos bíblicos que los Testigos enarbolan, comprenderemos el aparente éxito del «magisterio» de la Dirección de la organización religiosa de los Testigos de Jehová. Los Testigos no sólo se han atrevido a publicar una traducción bíblica acorde a sus enseñanzas, atentando en muchas ocasiones contrael verdadero sentido del texto y traduciendo contra toda lógica y gramática, sino que además no les preocupa lo que un método analítico e histórico puede proporcionar para valorar el texto en toda su dimensión. Ni entran siquiera dentro de un fundamentalismo trasnochado y peyorativamente entendido. No se les puede enmarcar con nada ni con nadie. Gozan de una exclusividad a veces, deprimente y desgraciada. Son únicos, independientemente de la existencia de otros grupúsculos, por cuanto se consideran únicos y han

hecho todo lo posible para hacer suficiente ruido como para escucharlos y notar que existen pero sin «nueces». Resumiendo este segundo motivo digamos que una vez analizados y valorados los conceptos ideológicos que se desprenden de las instrucciones bíblicas defendidas por los Testigos, podemos decir que no hay ni ideas ni método que reseñar. La corriente de opinión que se manifiesta en los estudios bíblicos fundamentales de los Testigos, son irrelevantes y erróneos. El tercer motivo que se proponía: estudiar en paralelo las tres épocas claramente diferenciadas por las presidencias de Russell, Rutherford y la de los presidentes actuales con su comité “siervo fiel y discreto”:Knorr, F. Franz, Henschel y Adams creemos que se ha cumplido con creces. Las contradicciones manifiestas y los puntos comunes nos han permitido descubrir, por un lado los aspectos distintos que se exhiben obligatoriamente como fruto de interpretaciones especulativas de una época determinada, y por otra parte los lazos recíprocos y solidarios tanto en la forma como en el fondo de ciertas cuestiones esenciales de su ideario bíblico. El cuarto motivo radicaba para nuestra tesis en la profundización de la doctrina del Reino de Dios como acontecido en 1914. Esto ha traído consigo el tener que averiguar en toda su área escatológica para inquirir sobre la veracidad de sus conceptos escatológicos. No sólo ha habido un error grave de interpretación bíblica respecto al período de los «setenta años» de cautividad que Jeremías y otros nos informan, sino un yerro inexcusable desde el punto de vista histórico. Yo diría más, la interpretación bíblica que incorrectamente efectúan los Testigos es un prototipo a conservar de cómo una interpretación es puesta al descubierto como inexacta por una ciencia auxiliar de la Biblia: la HISTORIA con mayúscula, y en concreto por los datos que nos suministra la arqueología, y la manera de obtener esa «historia», en este caso fidedigna, la fecha cardinal que los propios Testigos denominan y que aceptan como siendo el 539 a.J. Es imposible admitir la fecha del 539, fecha que la historia obtiene al poner en línea losreinados de los diferentes gobernantes del imperio neobabilónico desde Nabucodonosor, y pretender que el reinado de éste empezó en el 624 a.J. El 539 a.J. sólo puede obtenerse si se ubica el comienzo del reinado de Nabucodonosor en el 605 a.J. El tratamiento que realiza de la historia y del texto bíblico el «magisterio» de los Testigos en este asunto de su doctrina más representativa patentiza el tamaño moral y el calibre ético del que hacen gala los verdaderos responsables de la promulgación y difusión de los paradigmas dogmáticos de la religión de la Watchtower. Otros motivos secundarios que creemos haber mostrado en esta tesis ilustran suficientemente sobre el carácter uniformista, intransigente e intolerante que despliega la Dirección de los Testigos de Jehová mediante lo que ellos intitulan el «Siervo Fiel y Discreto». Una clase jerarquizada y dotada, según su parecer, de un canal privado y directo con Dios con el que se le permite tener los conocimientos bíblicos más correctos y mejores que los de cualquier otro movimiento religioso. Esta clase que mantiene una actitud paternalista y en ocasiones dictatorial ha inventado normativas y casuísticas con las que proveen a sus miembros para casi toda conducta cotidiana, y para comportamientos muy frecuentes en el desenvolvimiento social.

Valoraciones y aplicaciones pastorales Un punto de entrada muy importante. La

distinción que es preciso llevar a cabo desde el primer momento entre la Dirección de los Testigos de Jehová formada por la camarilla responsable del sostenimiento de la obra de los Testigos, y los propios miembros que pertenecen a la organización. Debo matizar. Creo que hasta los propios responsables, incluso los más directos, son víctimas de las propias estructuras que han sostenido el edificio espiritual de la Watchtower. Es muy difícil que lleguen a reconocer que están en el error cuando el fondo de esas estructuras se ha ido creando con la finalidad de explicar y justificar la situación mantenida como organización. Llegando a este extremo siempre prima la razón primordial de la existencia que la importancia del error teológico. Si se ha fijado en la mente la idea de la razón histórica de ser, como así es en el caso de los Testigos, y ésta es anterior al veredicto que puede resultar de una confirmación clara de la Palabra de Dios, o de una manifestación sobrenatural de Dios, la cual descarta laWatchtower, siempre se juzgará la crisis como algo momentáneo y fruto de la maldad de los hombres y de los demonios. Hemos de comprender que la idea que ya reside en Russell, y que sistematizarán sus seguidores, y que según la cual, el error es simplemente como un estadio a superar por «una mayor luz», porque el conocimiento es como la luz de la aurora que va en aumento, supone la imposibilidad de un reconocimiento profundo de los fallos, y de un cambio en la orientación principal. Si a esto sumamos que la doctrina fundamental, la relativa al fin del Tiempo de los gentiles que trae definitivamente el Reino de Dios en 1914, es considerada por los Testigos como una evidencia de su razón de ser, y es la que menos consistencia tiene, siendo totalmente falsa, no vemos la posibilidad razonable de que éstos voluntariamente se paren en sus derroteros. La actitud mantenida por los Testigos de Jehová ante los fracasos de sus asertos ha sido la de fortalecer más todavía sus convicciones equivocadas. Vuelven la cabeza sin quererse dar por enterados cuando les razonas por qué no estás de acuerdo. Cuando les enseñas pruebas cuestionarán, sin haberse cerciorado suficientemente, la documentación donde basas tus hechos indiscutibles. Y seguirán rechazando tu punto de vista cuando apeles a la lógica. Estas personas tienen un tipo de compromiso por el que temen que sus creencias sean invertidas. La fijación de que ellos son los únicos que han sido seleccionados por Dios por su fidelidad, y que los demás están errados, le lleva a una ingeniosa defensa para protegerse de sus convicciones. No van a la fuente. No utilizan el mismo recurso que usaron para sacarles de su religión anterior. No son capaces de examinar por sí solos la fe, su fe, como nos pide san Pablo. Hay más elementos en la Palabra de Dios para regular su conocimiento bíblico que todos los comentarios que la Watchtower ha fabricado o los millones que pudiera producir. Si cualquier Testigo de Jehová probara su fe dejando durante tres meses o menos de estudiar, consultar los escritos de su organización religiosa, y los sometiera a un examen escrupuloso de lo que dice realmente la Palabra de Dios los resultados serían sorprendentes. Ninguno que tiene seguridad en lo que cree debería temer a un desafío que te invita a un estudio personal de la Palabra de Dios, porque si está bien anclado todavía se ratificará más. Y si no lo estuviera lo agradecería por los descubrimientos que tanta significación supondrían para su persona. Es preciso que el prosélito Testigo tenga en cuenta los pasos que le hicieron abandonar su otra posición. Es cierto que para algunos el descubrimiento de la Palabra de Diosaunque haya sido por mediación de los Testigos de Jehová habrá resultado en una primera etapa en una bendición, e incluso en otros queestén condicionados por circunstancias intelectuales, de la edad y otras, podrá

seguir siendo beneficioso de acuerdo a las coyunturas de tipo social y afectivo que engendra todo ambiente en el que se dan las características que los Testigos proporcionan. Sin embargo, el daño irreparable que ciertos planteamientos provocan por parte de la Dirección de los Testigos de Jehová en un porcentaje elevado de los integrados se hace necesario un llamamiento de alerta a que tanto éstos como otros posibles advenedizos puedan reflexionar y sacar sus propias conclusiones. Hoy día si pulsamos a nuestra sociedad, el rechazo de lo que significa el nombre Testigos de Jehová es general. Y esto no es porque sean rechazados por lo mismo que lo fue Jesucristo, porque el mundo rechace la verdad (asunto este último cierto). Sin embargo esto no puede ser utilizado por los Testigos como un argumento a su favor. Puesto que no se trata (en este paréntesis histórico provisional en el que vivimos) de que no tengan oportunidad de expresar libremente sus propias ideas, e incluso de desmentir de forma personal y pública lo que de tendencioso y falso pudiera atribuírseles. Independientemente del posible éxito, en ocasiones y temporalmente, de su proselitismo, el repudio en general es fruto de su propia filosofía y de la propia imagen que proyectan en la sociedad en la que se desenvuelven. Esto que acabamos de mencionar no impide facetas positivas. Pero aun esto explotado en provecho del todo, puede ser altamente peligroso para aquellos que viendo en primer lugar «eso positivo», y confiando, acepten sin un análisis previo y profundo todo lo que implica la doctrina y organización de los Testigos de Jehová. Los Testigos de Jehová, recuérdense bien los motivos de esta tesis doctoral, no son como organización como un profeta de Dios para este tiempo, y no pueden representar correcta y fielmente «los intereses de Dios para este tiempo». Las tres características principales de un verdadero profeta: Fidelidad a la Palabra de Dios, cumplimiento de lo que vaticina y proclamación cristocéntrica del mensaje bíblico, están ausentes en una mayor proporción. Últimamente (de 1990 a 2012) han habido cambios sobre lo indicado anteriormente. Han progresado muchísimo, aun cuando queden las lagunas que suponen la negación de la persona divina del Espíritu Santo, y de la personalidad divina y eterna de la persona divino-humana de Jesucristo. La Dirección de los Testigos de Jehová, en lugar de ser un «Esclavo Fiel y Discreto» es un siervo inmaduro. Y admitimos lo de siervo, porque son serviles en el método y en lo fundamental. Los cambios continuos en cerca de ciento cincuenta años de existencia, las contradicciones, y la falta de claridad en sus exposiciones bíblicas no generan la confianza y garantía que una religión verdadera debe ofrecer.No deberían engañarse más diciendo que los errores se reconocen, y que se trata de una mayor adquisición de luz. No, se trata de auténticoserrores irreversibles si no se admite la ausencia de dirección divina. Hoyse dice una cosa y mañana otra distinta. No se puede pretender que Dios pueda estar dirigiendo y revelando una cosa hoy, y diez o veinte años después aspirar a que Dios esté difundiendo algo totalmente distinto. Y si se reconoce que en un cierto momento ha habido equivocaciones ¿qué garantías tengo de que ahora no se esté en algún otro error? Se constata que todos los cristianos incurrimos en desaciertos aun a pesar de nuestra confianza en la Palabra de Dios, pero si la dirección del Espíritu Santo actúa nos lo descubrirá en su momento usando diversos medios: la propia Palabra, el Cuerpo de Cristo basado en la Palabra de Dios, etc. Lógicamente esos cristianos no ambicionan ser de una «clase especial» seleccionada por Dios para ser un canal por donde únicamente Dios anuncia la verdad; de ahí que aprendamos de nuestras propias pifiadas. Los Testigos de Jehová precisan de esa «muletilla de apoyo» meramente humana, y los resultados son evidentes. Déjense esos dirigentes de jugar a ser personas importantes; dejen la aventura sin retorno de la «infalibilidad»; desechen el temor de que si no es con el invento de un «magisterio» que no se equivoca y que «da el alimento a su debido tiempo» se les escapará de las manos la

membresía. ¿Les ha servido de algo erigirse en un «comité profeta» para solucionar los diferentes problemas internos y los distintos errores doctrinales a través del tiempo, reconocidos y no reconocidos? ¡Sujétense a la Palabra de Dios, dejen de un lado las palabras humanas y notarán las bendiciones espirituales! Decíamos al principio de la necesidad de distinguir entre la clase dirigente y la membresía en general. A la vez mencionábamos que cabría hacer incluso algunas matizaciones, y que ya hemos indicado, ante la tentación de buscar culpables. Creo que no se precisa esa búsqueda. Sencillamente hay una realidad que no podemos soslayar ni explicar en todos sus detalles. El fenómeno religioso de la Asociación de Cristianos Testigos de Jehová nos ofrece la panorámica no de cul pables y de una caza de brujas, sino de víctimas a las que hay que ayudar con paciencia y misericordia. Sin embargo, sí que podemos destacar grados de responsabilidad, y aquí la distinción entre clase dirigente y membresía en general no sería un tópico. Por otra parte, el miembro contribuye a la propagación de errores. Y lo más lamentable es que muchos Testigos de Jehová sufren de una constante duda, y si llegana salir de la organización suelen tener remordimientos, e incluso en varios casos su vida espiritual se hunde en el ejército del mundo. Esto nos obliga a no permanecer en silencio. Esta tesis doctoral ha permitido enmarcar lo más adecuadamente los principios ideológicos de los Testigos. Nuestro lenguaje en ocasiones habrá podido parecer fuerte. No nos movía nada personal, sino tan sólo la firmeza que resulta de contemplar los estragos que produce una filosofía que amparándose en la Biblia difumina confusión, contradicciones, inexactitudes, falsedades e incluso aberraciones. La Dirección de los Testigos sigue un legado histórico que les ha inutilizado para una correcta evolución teológica. Esto no quiere decir que no se hayan esforzado y que no se preocupen por presentar lo mejor que saben y pueden, dentro de los límites que sus estructuras han impuesto, algunos aspectos del mensaje bíblico. Los miembros, en líneas generales y sin controles ni inspecciones especiales, parecen correctos y «buenos». Son gente que se interesa por el estudio de la Biblia, aunque de un modo unilateral, bajo la óptica que les dicta «El Siervo Fiel y Discreto». Desde luego no hay una auténtica reflexión personal, ni puede haber una investigación individual (en el sentido de aportar valores teológicos), no hay posibilidad de la creatividad en base a alguno de los dones o carismas espirituales que la Palabra de Dios expone. De cualquier forma el estudio sincero de la Biblia puede producir bendiciones espirituales aunque en diferentes casos, como podría ser en una organización tipo estilo «Testigos de Jehová», se ocasiona estancamiento y sequedad espiritual. La causa de la ausencia del avance bien podría ser la aceptación de errores doctrinales fruto de la interpretación bíblica que dictamina el comité denominado «Esclavo Fiel y Discreto». Aquí es donde radica el peligro de esta organización: la trayectoria u orientación en la que se ven inmersos para dar consistencia y valor a esa identificación antojadiza les arrastra, sin que puedan remediarlo, a ser los únicos escogidos para todo lo que interpretan y que todas los demás, sin excepción, están en el error y formando parte de la religión del diablo. No sólo esto, se ven incapacitados para observar la viga en su propio ojo, y no están preparados para subsanar esencialmente sus propios yerros. Si desterraran la idea no bíblica del significado implicado en la expresión «Esclavo Fiel y Discreto», todo iría mejor. Si usted está estudiando con los Testigos de Jehová, en principio le felicito en un cierto sentido, puesto que entre la nada o el vacío y la oportunidad de contactar con la Palabra de Dios hace de esto últimouna elección superior. En segundo lugar, si usted ha tenido la oportunidad de seguir nuestra investigación, le ruego que

analice los textos y argumentos que aquí se vierten; que no se conforme con explicaciones ingenuas que le puedan dar en contra. No ponga nada ni a nadie por encima de la Biblia,que someta todo a la máxima autoridad. Por último provéase de ayudas. Ahora reflexione sobre algunas puntualizaciones: Una organización que se precia de «poseer la verdad» no debería traducir una Biblia «ajustada» a sus propios intereses, en vez de amoldar la traducción a la exigencia del propio texto. Al principio, cuando usted comenzó a estudiar con los Testigos de Jehová, no les importó que leyera una versión católica o protestante; pero después fueron desplazando esas posibles traducciones en beneficio de la versión «Nuevo Mundo». Dicha versión contiene palabras incluidas entre paréntesis que no vienen en el original; palabras añadidas que tampoco están presentes en los manuscritos que permiten las traducciones, y que ni siquiera han introducido en paréntesis; y traducciones incorrectas injustificables y en contra de toda lógica textual y gramática. Y todo para intentar hacer coincidir la Biblia con sus puntos de vista. Note lo que acabo de expresar. Lo correcto sería que nuestros puntos de vista concordaran con las Escrituras, y si no, repudiar esos pareceres. No se conforme con lo que le digan; compárelo con otras traducciones y compruebe. Ahora observe un fenómeno que se suele dar en todo tipo de contacto que está programado para influir en los demás sin respetar la libertad de conciencia. Las ideas genuinamente bíblicas que contiene en algún tema el mensaje de los Testigos, puede tornarse en un auténtico peligro si no se toman las debidas precauciones. En efecto esas ideas pueden, llegada la circunstancia actuar como tapadera, y más tarde, cuando el posible interesado se confía y se integra como fruto de lo estrictamente bíblico, de la simpatía y del ambiente fraternal, se deja llevar aun a pesar de no haber analizado lo suficiente otras doctrinas fundamentales que no tienen el debido apoyo, o no haberlas comprendido en el grado de sus posibilidades. Este fenómeno no es directamente intencional. Y todavía esto es más peligroso. Por cuanto si hubiera alguien que conscientemente manipulara este proceso, podría ser claramente identificado y pondría en alerta al posible candidato. Es algo totalmente automático, donde interviene la mente humana respondiendo ante ciertos estímulos sociales, psicológicos y espirituales que han podido crearse mediante las estructurasacumuladas por la historia y administración de una creencia. La naturaleza humana que muestra unos comportamientos estandarizados, y que manifiesta la carencia de la seguridad de estar en la verdad, deseo por la salvación, y sentimiento de protagonismo, puede ser satisfecha en una primera fase con cualquier ideología que de un modo global se preste a nutrir esos menesteres generales, aun cuando los contenidos esenciales que llevan a cumplir esas necesidades contengan presupuestos falsos o incorrectos. Para que nos entendamos ilustrativamente: Si tenemos hambre y se nos predica que lo que precisamos para resolver nuestra escasez es comida, y se nos promete satisfacer dicha penuria, nosotros ante nuestra hambre aceptaremos los alimentos que se nos provean. Si éstos están contaminados y perjudican la salud, hasta que ese perjuicio se haga patente habrá cubierto un primer objetivo: el de saciar el hambre. Pero ¿qué podrá ocurrir después cuando la contaminación haga efecto? La única solución para evitar el vernos involucrados en una espiral incontrolable por nosotros es documentarnos previamente sobre la metodología correcta y los contenidos bíblicos que responden a un esquema cabal. Rehuir el enfrentamiento con la Verdad, con Jesucristo, con nuestro Dios por miedo a ser engañados no conseguiría ese objetivo. Puesto que la indiferencia, la falta de

compromiso, y el alejamiento en cuanto a responder a los interrogantes que nuestra propia conciencia plantea sobre nuestro origen y destino, sobre el por qué y el para qué, sobre la vida y la muerte no nos depararía un menor engaño. Tenemos a nuestro alcance promesas que cuando se reclaman mediante la oración logran propósitos eternos. Se nos ha asegurado que podemos disponer del Espíritu Santo para guiarnos a toda la Verdad. ¿Qué falla respecto a estas promesas en una organización del estilo de los llamados Testigos de Jehová? No podemos dar una respuesta definitiva que explique este fenómeno religioso que se experimenta en numerosas personas. Lo que venimos diciendo revela que las condiciones previas, algunas expuestas ya, que debemos exigir a todo aquel que pretende anunciar lo que él entiende como verdad, y por lo que en última instancia nos llevará a aceptar o rechazar una ideología, no han sido consideradas convenientemente por las diferentes personas que pasan por una experiencia semejante. Cuando alguien se autoerige en magisterio de la verdad sin las debidas credenciales, las cuales deben estar apoyadas por las Escrituras, debe ponernos en guardia. Ésta sería la primera condición: dónde basasu autoridad. En la segunda habrá que interpelar sobre el origen e historia de su organización, cómo se ha originado y qué principios le sustenta. La tercera se relaciona con el método que emplea en el estudio de la Biblia. Tengamos presente que la primera actuación imperceptible llevada a cabo por este tipo de organizaciones es la de mostrar lo que puede ser fácilmente considerado, por los interlocutores, como errores más evidentes que tienen los demás. No tomemos ninguna postura a favor mientras no sepamos todo el ideario. El segundo paso será el presentar las doctrinas que pueden defender con la Biblia, y que son comunes, en esencia, a la mayoría de las denominaciones indicadas como cristianas. En este segundo escalón pueden filtrarse inexactitudes que no se perciben si no hay un conocimiento global de la temática en cuestión. Un ejemplo de esto es la soteriología. Pueden hablar de la expiación y de la justificación en términos muy parecidos a los del cristianismo reformado. Se trataría de declaraciones escuetas e imprecisas. Cuando se profundiza en toda su extensión, teniendo en cuenta su interpretación del Milenio y las dos clases de creyentes, uno descubre que su concepción de expiación se aleja del pilar básico evangélico. Para un iniciado es difícil el percatarse de la posible infidelidad de algunos de sus asertos que podrían pasar en un principio por válidos. Este fenómeno puede producirse además por cuanto hay textos que si no se complementan con otros se construirá una idea incompleta. Este tipo de interpretaciones del que no están libres otros, aprende a seleccionar aquellos textos que van bien para el proyecto que previamente se ha impuesto. Una simple concordancia bíblica permitiría el tener a nuestro alcance todos los textos de la Escritura en relación a tal o cual tema. Por otra parte exijamos puntualmente cada una de sus doctrinas, sin lagunas y con suficiente apoyo en la Biblia. No aceptemos nada de forma resolutiva hasta que no dominemos toda la concepción global. Con esta provisionalidad encararemos con mayor lucidez el tercer peldaño que procura introducir en la mente las doctrinas distintivas en las que no hay base bíblica. Es en el primero, cuando no en el segundo, que la mayoría acepta incondicionalmente a la organización, suponiendo el haber asumido los postulados gradualmente sin una visión completa y sin que se haya probado en todos los casos su justificación escritural.

¿Por qué en ese primer avance o todo más en el segundo se admite ya incondicionalmente a la organización faltando lo fundamental? Contestamos primero con lo que implica la propia situación social yreligiosa de una buena parte de los individuos que viven en nuestro mundo. En esa disposición se comprueban unos problemas y preocupaciones que sólo el sistema religioso puede dar satisfacción. Los Testigos de Jehová en ese primer y segundo paso aludidos, llegan a demostrar al individuo en cuestión que una de las causas de sus desdichas es el vivir en una religión falsa, sean o no practicantes. Casi todo lo de los demás es falso, lo de ellos es lo verdadero. No se trata de una demostración, de presentar una verdad y que por comparación eliminas el error. O la de hacer coincidir esas angustias con la ausencia del Dios verdadero y de Jesucristo sino el de presentar de un modo aparentemente lógico y coherente los errores y fallos de los demás. Esto hace mella en el individuo. Dado que se encuentran con una gran cantidad de personas desinformadas, o incluso mal informadas, les es fácil llevarlas a su terreno. El método bíblico que siguen es simple y contundente. Si se trata de silencios o lagunas, que según su entender tienen otras denominaciones, no es difícil alardearlos pudiendo crear una favorable impresión de ser grandes conocedores de la Biblia en el prosélito. Si se tratase de equivocaciones no tan claras se limitan a usar la parte de textos que sin los otros adicionales parecen apoyar su posición (es el caso de temas como la Persona de Jesucristo o el Espíritu Santo). Con un ingenioso orden aportan lo que a ellos les interesa realmente. Esto les permite asegurar que son los únicos verdaderos. Y entonces, para lelamente a lo dicho se repite de una manera o de otra lo que han dejado por escrito en diversas ocasiones: que son el Profeta de Dios para este tiempo. La mente de los prosélitos y de los bautizados sólo escucha en resumen dos asuntos esencialmente: Lo de los otros es falso; lo nuestro es la verdad por cuanto los dirigentes son protegidos de forma especial por Dios para ofrecer la única verdad que existe en este mundo. Simultáneamente a este proceso de captación se da otro que tiene que ver con los sentimientos y emociones, y que se puede dar tanto en lo genuinamente cristiano como en lo que no lo es. En efecto, cuando usted inicia un diálogo con una persona y, dándose las circunstancias requeridas, pueden desarrollarse los mecanismos de la amistad. Entonces usted se ve atraído por la simpatía, el afecto, el cariño, y hasta el desprendimiento; todo esto son cualidades extraordinarias y positivas pero no son suficientes para un asunto tan importante como es el discernimiento de la verdad. Esto igualmente se podría dar en círculos distintos a lo puramente religioso. Cada persona es una candidata para recibir el evangelio, y cada ser humano a lo largo de su vida pasa por dudas y crisis; necesita comprensión, amor y solución a sus preocupaciones y problemas. Qué duda cabe de que la Biblia tiene lo que usted y yo necesitamos, pero cuando se maneja unilateralmente usted puede recibir, en un primer momento, la impresión de que puesto que son ellos los que le están enseñando esas soluciones a sus problemas, son ellos los que dicen la verdad. Pero recuerde que no son «ellos» ni nadie, sino la Revelación, el poder de la Palabra de Dios. Por lo tanto, a la hora de tratar doctrinas deberá analizarlas con rigor, no dejándose influir por los beneficios recibidos que, en definitiva, los hubiese conseguido lo mismo de haber leído dicha Revelación por su cuenta. Si usted es ya Testigo de Jehová tengo algo que decirle: que si usted no es una piedra –y me consta que no lo es–, en más de una ocasión la duda le habrá asaltado. En sus continuos contactos con otros representantes religiosos ha comprobado que no siempre ha podido dar una respuesta clara a la objeciones que le han puesto, ni tampoco ha podido rebatir doctrinas de otros, aun cuando ha hecho uso de los textos que aparecen en la literatura preparada por el Esclavo Fiel y Discreto. Por descontado que esto no se debe a que usted sea tonto o que los demás sean más hábiles que usted.

Quizá su explicación más sencilla haya sido que le falta preparación. Pero la duda ha seguido ahí. Sí, ahí; y usted sabe que no puede decirme que no. Lo lógico y normal en otra persona sería una investigación reflexiva (2ª Co. 13:5). Pero en su caso le han enseñado que el que investiga y reflexiona por usted es el Esclavo Fiel y Discreto; de ahí que tenga que ocurrir «un gran cataclismo» para que usted pudiera «saltarse a la torera» al Esclavo Fiel y Discreto. Pero esperar a un desastre es peligroso, puesto que usted puede morir en la hecatombe. Lo ideal sería que recordará lo que le enseñaban en los primeros momentos en los que hizo los contactos con los Testigos de Jehová. Usted recuerda que le hablaban que debía someterse a la Biblia, y que debía desligarse de todo lo humano; que había que hacer caso a Dios antes que a los hombres (Hch. 5:29). ¿Por qué no se aplica esos mismos consejos ahora y decide hacer un estudio personal pidiendo la dirección del Espíritu Santo? Creemos que es el temor provocado por la literatura de la Sociedad Watchtower lo que fija una angustia constante en la membresía de los Testigos, y que se hace más acuciante a lo largo de sus crisis. Paradójicamente es ese temor inculcado por casi todo lo que se relaciona con la organización lo que «clava» a ésta a los miembros. El Testigo de Jehová se ve obligado en más de una ocasión a reprimir datos que no encajan con las enseñanzas recogidas. La duda se aposenta, y cuando algo la reaviva se asusta. Aun cuando la mente se prepara a disipar las dudas, cíclicamente perciben que no han resuelto las discrepancias. La lucha interior sólo puede ser ahogada momentáneamente realizando un trabajo intenso de proselitismo. Hablando con otros e incorporándolos al mismo engranaje. Es lo único que les pude dar un cierto alivio, porque su sistema está fundamentado en las doctrinas antes que en una relación con Jesucristo. El pavor que surge ante la posibilidad de tener que abandonar la organización le hace suponer que tendría un sentimiento de culpabilidad y vergüenza. La mayoría de ellos provienen ya de otra organización, y cuando las dudas sobrevienen es lógico que se rechacen. Si en su esquema todo lo demás es falso, ¿qué podría ocurrir con su vida si tuviera que abandonar aquello que se le ha presentado como alternativa a todo lo falso? Las amistades podrían perderse, el sentimiento de depravación interna podría fijarse, y el Armagedón sería el castigo merecido. Desconoce la doctrina de que tenemos un Abogado para con nosotros a Jesucristo el Justo. Temen saber más. Cuanto más se sabe y se adquiere una mente escudriñadora puede fomentar disonancia y llevar a una crítica de la autoridad de la Watchtower. La lectura de otros libros no publicados por la «sociedad» religiosa que encarnan los Testigos de Jehová les hace estar influidos negativamente. De ahí que lo mejor sea limitarse a los libros prefabricados por la Watchtower. Es verdad que ciertos planteamientos de la llamada educación superior se oponen a la buena nueva de salvación, pero no es menos cierto que no podemos privarnos de «saber más» para poder alcanzar para Cristo a los que «saben más». Creemos que la fuerza del Evangelio contiene la orientación adecuada para hacer frente al incrédulo. Privarse de un conocimiento por miedo a que pueda ir en contra de la propia organización, es actuar como el avestruz. Sería mejor incrementar los programas que sirven para prevenir al miembro de situaciones incómodas. Esto es imposible en una organización insegura y temerosa de sus propios cimientos. El temor al Dios del Armagedón nos muestra cómo de un Dios teóricamente bondadoso podemos pasar en la práctica a un Dios riguroso. Esa falta de relación personal con Cristo, y de la ausencia de la presencia del Espíritu Santo residiendo en el creyente, convierte al Testigo en una marioneta en la que la salvación no está asegurada ni siquiera en su Milenio. Es una lástima comprobar la falta del verdadero gozo que provee la comunión con Dios por cuanto la gran Muchedumbre ha sido enseñada

en el sentido de no haber nacido de nuevo. Asunto que está relegado exclusivamente a un número literal de 144.000 personas, de las que en esta época no llegan a 8.000. Dos puntos más. El uno referente a las premisas escatológicas. Después de la crítica tan intensa que se ha subrayado podría inferirse, sin que nosotros lo hayamos pretendido, que dichas proposiciones que tienen que ver con promesas específicas y con la esperanza de un cielo nuevo y una tierra nueva donde la muerte y la enfermedad no existirán jamás, no es preciso o no es importante reseñarlo. Nada parecido a esto ha sido nuestra intención. Pero si ése fuese el sentir después de la lectura de esta tesis querríamos devolver el equilibrio otorgando nuestro testimonio personal. No hay nada en este mundo que amemos tanto como el final de esta historia secular interrumpida por la venida literal y visible en gloria y majestad de nuestro Señor Jesucristo. Sabemos que sólo en ese momento, la muerte, el último enemigo, será definitivamente derrotado en lo que concierne a los creyentes en Cristo. Mi esperanza como cristiano reside exclusivamente en Jesucristo, que me justifica de mis pecados mediante su vida impecable y muerte de cruz; en Jesucristo que me imparte su justicia santificándome mediante la obra y poder del Espíritu Santo; en Jesucristo, que intercede en el Santuario celestial gracias a su triunfo manifestado en la resurrección y ascensión de entre los muertos para aplicarme constantemente sus méritos, poder y perdón en base a su único, suficiente e irrepetible sacrificio realizado en la cruz una vez y válido para siempre; en Jesucristo, que volverá como Rey de reyes y Señor de señores para trasladarme definitivamente y para siempre al Reino de Dios eterno. Gracias a esa vida impecable y a su muerte expiatoria, a su ministerio sacerdotal en el Santuario celestial, y a esa esperanza en el retorno de Jesucristo, recibo poder continuo para hacer la voluntad de Dios. Éste es mi Credo resumido, y éste quiero que siga siendo mi lema a sabiendas de todas las implicaciones que todo ello significa tanto para mi Dios y persona como para mi prójimo. El segundo punto guarda relación con este sentimiento de desconfianza que se suele producir cuando te ves obligado a criticar sistemáticamente una posición. Esto sería una prueba más respecto a dónde nos puede conducir una interpretación abusivamente errónea. Sin embargo es preciso cuando las circunstancias lo exigen, ser firme y lo más contundente posible para no permitir, dentro de los límites de lo evitable, que la tristeza y la confusión no se propaguen más en un mundo tan necesitado de alegría y de cordura.

Prólogo Los Testigos de Jehová son una organización religiosa que se encuentra representada en la mayoría de los países del mundo. Su visitación puerta a puerta les ha permitido ser conocidos por la mayor parte de la población occidental. Y su anuncio de que son la única religión verdadera junto con su predicación fundamental centrada en una concepción propia del Reino de Dios, como acontecido en 1914, ha supuesto el que muchos estudiosos analizaran las diferentes doctrinas de los Testigos de Jehová con su correspondiente crítica y condena. Se ha escrito mucho sobre los Testigos de Jehová, de lo cual daremos amplia información en su apartado correspondiente, sin embargo todas las publicaciones que se han realizado se dedican a un estudio refutable de algunas de sus doctrinas. En estos estudios se omiten dos puntos principales, que para nosotros son capitales, y que son dos de los motivos fundamentales que justifican esta tesis doctoral. El primero es el de realizar un estudio suficientemente objetivo de las obras que originaron el sistema jehovista. Las obras originales de Russell como fundador de los Testigos de Jehová quedaron relegadas y aun suprimidas por el sucesor de aquél, el juez Rutherford. Dichas obras son desconocidas no sólo por el público en general y los propios correligionarios, incluso dirigentes, sino por los historiadores y especialistas. La importancia de este hecho reside en que no se puede comprender debidamente un «fenómeno» religioso con sus repercusiones espirituales y sociológicas, si no analizamos aquello que da base a la teología y a la conducta actual central de los Testigos de Jehová. No es suficiente con sacar citas que más o menos contradicen un ideario bíblico determinado, sino que es necesario conocer en primer lugar, de un modo objetivo y lo más amplio posible, el pensamiento ideológico de un autor para poder obtener una idea lo más clara posible de su sistema y estructura teológica junto con su hermenéutica y metodología. Asuntos estos, que como veremos,se proyectan posteriormente en los sucesores de Russell, en lo que se refiere a lo básico y fundamental. Las obras de Russell son escasas por cuanto se silenciaron a partir de una segunda época de Rutherford, sin embargo permanecen en alguna de las estanterías de ciertas bibliotecas europeas y americanas esperando ser utilizadas para una mejor comprensión del fenómeno «jehovista». Hemos tenido acceso a ellas y hemos podido estudiarlas exhaustivamente. Si Russell fue el fundador, Rutherford, el sucesor, fue su organizador. Se sabe muy poco de Rutherford. Y es necesario conocer sus obras principales porque es el puente entre Russell y los Testigos actuales. No en vano Rutherford coexistió teológicamente con su antecesor en una primera época. Hizo una purga de los escritos de Russell en una segunda época, pero sin desembarazarse de la hermenéutica y metodología de su antecesor Russell. Asunto que se convertirá en endémico en los Testigos de Jehová actuales. Conocer ciertas obras fundamentales de Rutherford es imprescindible si queremos explicar adecuadamente el comportamiento de los Testigos de Jehová. Lo que Rutherford hizo de Russell hicieron posteriormente sus sucesores con él. Silenciaron sus escritos comprometedores, sin ningún reconocimiento en cuanto a que se hubiese equivocado en algunas de sus interpretaciones. Tan sólo dejaron de publicar sus obras, pero asumieron una corriente

interpretativa que se ve reflejada en sus obras actuales, cuyo origen y sello procede de Rutherford. El segundo motivo que justifica esta tesis se relaciona con el primero, e incluso hemos aludido de algún modo a ello. Se trata no ya sólo de presentar objetivamente algunas de las obras principales de los fundadores de los Testigos de Jehová, sino además describir los contenidos teológicos y el método hermenéutico. Si el primer motivo es importante para la historia, el segundo lo es para la teología, y esto desde dos puntos de vista: el uno, porque nos permitirá conocer una hermenéutica que podrá servirnos de punto de referencia para cualquier clase de hermenéutica; el otro, porque nos permite comprender las causas de la trayectoria interpretativa de los Testigos de Jehová actuales. El tercer motivo que justifica esta tesis es la oportunidad, que tampoco se ha dado antes, de comprobar en paralelo las tres épocas claramente diferenciadas y que están representadas por los escritos de Russell, Rutherford, y la de los dirigentes actuales. Esto nos permitirá descubrir las consecuencias que se derivan de seguir la misma hermenéutica del representante de la época precedente silenciando aquellos puntos que ya no aceptan. Pero al no reconocer que dichos puntos, ahora inaceptables, es el resultado de un modo hermenéutico «peculiar», e integran dicho método en su forma de estudiar la Biblia, produciendo una teología cuyas bases son, como comprobaremos, puramente especulativas. El cuarto motivo que justifica esta tesis doctoral se relaciona con la concepción del Reino de Dios como acontecido literalmente con repercusiones históricas en 1914 y que los Testigos de Jehová predican en la actualidad. Esto por sí solo merece la pena analizarlo. Se trata de la doctrina central de los Testigos de Jehová actuales. Comoquiera que dicha doctrina la basan en la historia y en la herencia que han recogido tanto de Russell como de Rutherford, y siendo como dicen lo que les identifica, lo que caracteriza a la religión verdadera, creo oportuno ofrecer esta otra novedad que supondrá conocer el uso y la aplicación que de la historia realizan dichos Testigos de Jehová. Nuestra tesis pretende demostrar que los Testigos de Jehová actuales se basan para sus doctrinas fundamentales, en teorías especulativas tanto de Russell como de Rutherford, además de los contenidos erróneos añadidos por las «Directivas» últimas, las presididas por Knorr, Franz, Milton G. Henschel, y el actual presidente Don Adams. Éstos, lejos de haberse apartado de los anteriores, han copiado lo esencial respecto al método de trabajo, a la hermenéutica, e incluso a una utilización y aplicación errónea de la historia. Russell usa apuntes históricos dogmáticamente como si fueran bíblicos, cuando en realidad son datos suministrados por la historia profana, e incluso cuando todavía la arqueología no había confirmado las fechas de ciertos acontecimientos importantes. Los Testigos actuales pretenden ignorar este hecho aun cuando siguen la misma trayectoria de sus antecesores. Los Testigos de hoy intentan restar importancia a las citas que en ocasiones se presentan de sus dirigentes -fundadores como erróneas y contradictorias, de un modo que parece como si hubiese sido superado, y como si no tuviera nada que ver con sus posiciones doctrinales actuales. Sin embargo, cuando uno realiza un estudio suficientemente objetivo de las obras principales desde sus orígenes hasta este momento, y las coloca en paralelo, uno comprueba cuál es auténticamente la base real de la posición en boga de los Testigos de Jehová en relación a sus doctrinas fundamentales.

La posición doctrinal fundamental de los Testigos de Jehová está centrada en el área escatológica. [2] Nuestro estudio profundizará especialmente en esa área. Además haremos un estudio de las actitudes históricas y sociales derivadas de su doctrina del «siervo fiel y discreto», de su concepción «teocrática», de su posición respecto a las transfusiones sanguíneas, de ciertos contenidos ideológicos promulgados por sus dirigentes más representativos, y de ciertos hechos acontecidos cuyo protagonismo está marcado por los fundadores y presidentes electos. Es preciso puntualizar que desde que salió publicada esta tesis doctoral (1993), hasta la fecha actual (2011) se ha realizado algún cambio, desde el punto de vista escatológico, pero no sustancial, y a lo que aludiremos oportunamente. El tema de los días de la creación, y de una fecha cerrada del fin del mundo, se pretendería tímidamente revertirse, pero sin una claridad manifiesta. Hasta Franz, se consideraba a los días de la creación con un valor numérico de 7000 años cada uno, manteniendo una estructura errónea que lleva a cálculos equivocados. Ahora siguen presentando lo de cada día de la creación, como siendo de “miles de años”, partiendo de que, según ellos el séptimo día parecería no haber terminado, y éste sería de 7000 años con los mil del milenio,por lo tanto buscarían la manera de completar una cronología que les diera como transcurridos 6000 años de ese hipotético día séptimo. Van introduciendo también el tema de que para Dios un día es como mil años, y mil años como un día”.Pero del texto y del contexto (cf. 2ª Ped. 3:4-9, 10) no se puede sacar nada aplicable a una realidad cronológica sino únicamente un valor puramente representativo: para Dios el tiempo no es como el nuestro, no se mide del mismo modo, el que tarde más o menos en sus respuestas, o en sus promesas a realizar, es por cuanto el tiempo para Él, está ligado a como ha relacionado su soberanía y voluntad con la libertad y el transcurso de la historia, en el cumplimiento a realizarse. Asunto, lo de los 6000 años que invita a la construcción de un paradigma de 6 días de la creación como 6000 años de recorrido histórico para adjuntarlo a un séptimo día que sería el del Milenio, obligando, sin base bíblica, a la búsqueda de una cronología de comienzo de la existencia humana para conseguir los 6000 años, y por lo tanto siempre acaba en fracaso.Este tipo de historia ya les ha dado disgustos en cuanto a la insatisfacción que deja el ver que continuamente dejan un rastro equivocado. Este análisis adicional al área escatológica no es ajeno a ésta. Ciertas características son utilizadas por los Testigos de Jehová para corroborar «escatológicamente» su historia y actitudes sociales. Todo este conocimiento facilitará sin duda el diálogo y tratamiento tanto a nivel pastoral como teológico con una organización religiosa que pretende ser cristiana y que lanza un desafío de exclusividad. Las repercusiones en el individuo y en la familia de la proyección conceptual de los Testigos de Jehová pueden ser de diferente índole. Esta tesis tiene el propósito de ayudar a la sociedad pluralista en la que vivimos a que comprenda lo mejor posible a todos los que la componen y de este modo poder ayudar a una mejor convivencia. Si esto lo conseguimos con nuestro estudio «científico» de la organización de los Testigos de Jehová a través del análisis de sus principales obras estaría suficientemente justificada.

TEMAS INTRODUCTORIOS Capítulo I LA BASE DOCUMENTAL DE NUESTRO ESTUDIO Bibliografía comentada para nuestro trabajo sobre los Testigos de Jehová Para conocer la vida y las obras que llevaron a cabo los diferentes dirigentes de los Testigos de Jehová, tenemos que consultar la obra titulada Los Testigos de Jehová en el Propósito Divino, publicada por la Watchtower Bible and Tract Society, Brooklyn, New York. En un volumen de 320 páginas, se intenta explicar la historia de la organización de los Testigos de Jehová, por medio de sus máximos representantes y de sus obras. No se trata de una obra crítica, sino más bien la de intentar demostrar que la historia de los Testigos de Jehová, corresponde a la historia de la Verdadera Organización de Dios. Dicha obra analiza la biografía, tanto de Russel, como de su inmediato seguidor Rutherford, y parte de la de Knorr. Tendremos en cuenta para los contenidos históricos fundamentales la publicación de la revista Watch Tower (en castellano La Atalaya originada por Russell en 1879), además de ciertas publicaciones que pueden contener elementos históricos importantes para nuestra valoración. Un testigo de Jehová prominente, de la época de Rutherford A. H. MacMillan, escribió un libro presentado por el propio N. H. Knorr, titulado Faith on the March (Englewood Cliffs: PrenticeHall, Inc., 1957). En dicha obra, que pretende pasar por un relato histórico imparcial, se explican algunas actitudes desconocidas de los dirigentes. Marley Cole, bajo el beneplácito de la Dirección de la Watchtower, testigo de Jehová, aunque haciéndose pasar como si no lo fuera, escribe una obra titulada Jehovh’s Witnesses-The New World Society (New York: Vantage Press 1955). Dicho libro contiene conductas del interior de la organización que pueden servir para comprender ciertos comportamientos. Posteriormente, en la etapa del actual presidente Frederick W. Franz, se publicó un folleto titulado «Los Testigos de Jehová en el siglo XX», Watchtower, Bible and Tract Society, Brooklyn, New York 1978, de 32 páginas, donde se complementan algunos datos históricos de los últimos años. En esta época sale desde el punto de vista histórico sustituyendo a la obra titulada Los Testigos de Jehová en el Propósito Divino, Los Proclamadores del Reino (Watchtower, Bible and Tract Society, Brooklyn, New York. Los Anuarios, publicaciones anuales llevadas a cabo por la misma Watchtower, contienen datos históricos sobre la marcha de los Testigos de Jehová, en las diferentes partes del mundo, con sus progresos y experiencias.

Tenemos hasta el Anuario de los testigos de Jehová 2008 (Watch Tower Bible And Tract Society, Pennsiylvania 2008). Para encontrar contenidos críticos, tenemos que acudir a personas que, habiendo pertenecido a la organización, posteriormente la abandonan, o a autores contemporáneos de los dirigentes de los Testigos de Jehová. Podemos citar Esclavo por Treinta Años en la Torre del Vigía, de William J. Schnell, Baker Book House, Grand Rapids, Michigan 1959. Sus 83 páginas contienen críticas exacerbadas de la organización y de sus métodos. En 1981 el sobrino del actual presidente de los Testigos de Jehová dejó de pertenecer a la organización de los Testigos. Hasta 1980 había pertenecido al Cuerpo Directivo del que dimitió. Esto ha supuesto el conocimiento de ciertos aspectos y actitudes que de otro modo hubiera sido imposible lograrlo. En una obra de 376 páginas, titulada Crisis of Conscience (Commentary Press, Atlanta 1983), Raymond Franz explica los motivos que le llevaron a tal decisión. W. M. Nelson, pastor evangélico, en su obra Los Testigos de Jehová, quiénes son y lo que creen, recopila numerosas citas de contemporáneos de los primeros presidentes de los Testigos de Jehová. Se trata de una obra de 130 páginas, publicada por la Casa Bautista de Publicaciones en 1972. Dentro de esta línea de crítica aparece una cierta cantidad de publicaciones en Internet, por colectivos de Ex Testigos, y algunas experiencias muy trágicas, que desembocan en posiciones muy radicales frente a su antigua organización. El profesor Humberto Raúl Treiyer en su Curso de Religiones Comparadas, dedica 30 páginas a la historia y obra de los dirigentes de los Testigos de Jehová. Publicado por la Editorial CAP del Colegio Adventistas del Plata, Argentina 1967. Para una valoración histórico-religiosa del período 1800 a 1950, es de gran utilidad la Historia General del Protestantismo de Emil G. Léonard, Colecciones Península, Barcelona 1967, Vol. IV. Destaca por su importancia The Prophetic Faith of Our Fathers de LeRoy Edwin Froom, Review and Herald, Washington 1954 (4 Volúmenes). El gran valor reside en que analiza los períodos históricos en un contexto teológico-escatológico. Es imprescindible para cualquier consulta en relación a las raíces históricas de cualquier movimiento religioso. De este mismo autor es muy útil el Sumario del Desenvolvimiento Histórico de la Interpretación Profética (Curso de Extensión del Seminario Teológico Adventista para la División Sudamericana. Diciembre 5, 1949 - Enero 31, 1950). En esa misma línea de importancia para un análisis de las raíces escatológicas de la posición de los Testigos de Jehová es necesario consultar la obra erudita denominada Lacunciana del investigador Alfred Vaucher (4 Series) Colonges sous Salève. Haute Savoie, France, 1949-1958.

La base de nuestro estudio respecto a las obras de CH. T. Russell Su obra cumbre es La Aurora del Milenio, conocida desde 1904 como Estudios de las Escrituras. Consta de 7 tomos (el último de los cuales fue publicado después de su muerte). Fueron traducidos al alemán, sueco, danés, noruego, francés, italiano, castellano y griego moderno. Sus títulos y contenidos se bosquejan a continuación: Tomo I o serie primera: El Plan Divino de las Edades (1886). Contiene una presentación del plan de la salvación. Tomo II o serie segunda: El Tiempo ha llegado (1889). Se refiere al tiempo y la forma del regreso de Cristo. Tomo III o serie tercera: Venga tu Reino (1891). Profecías concernientes al tiempo del fin, la glorificación de la iglesia y el establecimiento del reino milenial. Fija el año 1914 como el fin de los gobiernos humanos. Todo un capítulo está dedicado a la gran pirámide de Kéops o Gizeh. Tomo IV o serie cuarta: El Día de la Venganza (1897). Basándose en San Mateo 24 y Zacarías 14:1-9, muestra la futilidad de las esperanzas humanas y la creciente disolución del presente orden de cosas. Tomo V o serie quinta: Reconciliación entre Dios y el Hombre (1899). Contiene temas como la supremacía de Dios, la persona de Cristo, sus oficios y atributos, la obra del Espíritu Santo, y los beneficios del sacrificio redentor. Tomo VI o serie sexta: La Nueva Creación (1904). Hace un paralelismo entre la Creación (Gn. 1 y 2) y la nueva creación (la iglesia). Consigna también las condiciones para entrar en el Reino. Tomo VII o serie séptima: El Misterio Terminado (1917). Publicado después de su muerte, presenta nuevos enfoques proféticos tendentes a explicar la falta de cumplimiento de sus predicciones relativas a 1914. Algunos críticos niegan que su autor haya sido Russell, y están convencidos en señalar como a tal a Rutherford. Los volúmenes que usaremos para nuestro análisis son el tomo I, El Plan de las Edades, el tomo II, El Tiempo está Cerca, el tomo III, Venga tu Reino, y el tomo VII, El Misterio Terminado. Haremos una presentación de los contenidos teológicos básicos, de los argumentos y del método hermenéutico. Aunque en dichos volúmenes se expresan las ideas principales de la escatología de Russell, proporcionaremos referencias de algunas de sus otras publicaciones. Los volúmenes reseñados forman parte de la obra general ya indicada de Russell cuyo título genérico, antes de 1904 era La Aurora del Milenio (en el original inglés «Millenial Dawn»). A partir de 1904 se denominó Estudios de las Escrituras (en el original «Studies in the Scriptures»). Del primer volumen titulado El Plan de las Edades (The Plan of the Ages), o como más tarde El Plan Divino de las Edades (The Divine Plan of the Ages), disponemos de una edición en español, distribuida por los seguidores fieles de Russell (Dawn Bible Students Association, East Rutherford, New Jersey 07073-USA) y reimpresa en 1964. La obra tiene 359 páginas y está dividida en 16 capítulos. De éstos, 7 son claramente escatológicos. En dicho volumen se colocan las bases de toda la creencia de Russell que desarrollará en volúmenes sucesivos. Del volumen II que lleva como título particular El Tiempo ha Llegado, disponemos de dos

ediciones, una alemana de 357 páginas (Millennium Dages Unbruch Band II «Die Beit ift Herbeigekommen»; impresa por Watch Tower Bible Tract Society Allegheny, PA., USA; Deutfchland, Mirterftr. 45 Elberfeld 1907), y otra francesa de 394 páginas que data de 1903 (Le Temps est Proche, Watch Tower Bible and Tract Society, Allegheny, PA., USA, y editada en Neuveville (Suisse). Imprimerie Victor Beerstcher, Editeur. Contiene esencialmente todo el ideario del autor respecto a los problemas escatológicos. De los diez capítulos en que está distribuida la obra, nueve son netamente escatológicos. En este volumen se ofrecen todas las fechas pertinentes justificándolas. Nuestro estudio, si no decimos lo contrario, está basado en la edición francesa. Del volumen III Vénganos tu Reino (Thy Kingdom Come) disponemos de dos ediciones: una alemana de 362 páginas (Schriftstudien Dein Konigrich Komme, serie 3, impresa por Internationale Vereinigung Ernfter Bibelforfcher, Booklyn, N. Y., USA und Barmen, Deutchland, 1917), y otra francesa de 506 páginas (Watch Tower Bible and Tract Society, Brooklyn, New York, reimpresa en París en 1954). El volumen dividido también en diez capítulos es un intento de ratificación y apoyo de todo lo que ha dicho en el volumen anterior. Se trata de aportar más pruebas que reafirmen lo que Russell ha pretendido demostrar en el volumen II, en cuanto a la segunda venida y del fin del mundo. Nuestro estudio, si no avisamos de lo contrario, lo basaremos en la edición francesa. Del volumen VII, El Misterio Terminado, haremos uso de una edición en inglés The Finished Mistery, A Helping Hand For Bible Students, Brooklyn, N. Y., USA. Disponemos también de una edición alemana: Schriftstudien, serie 7, Das Vollendete Geheimnis-International Bereinigung Ernfter Bibelforfcher, Brooklyn N.Y. USA. Barmen, Deutfchland, Zürich Gchmeiz. Für Franzöfifches Gprachgebiet, Berne, Suisse, 1917. Las páginas de este volumen contienen el comentario al Apocalipsis, Ezequiel y Joel. Haremos un análisis restringido y prácticamente referencial. Nos servirá para un estudio en paralelo que sobre el Apocalipsis realizan los representantes de la tres épocas en que podemos dividir la historia teológica de los Testigos de Jehová.

La base de nuestro estudio de las obras de J. F. Rutherford De las varias obras que produjo presentaremos especialmente: Millones que ahora viven no morirán jamás (Millions Now Living Will Never Die). Cronológicamente es la primera (1920). Disponemos de dos ediciones, una en castellano de 60 páginas (Derechos reservados en 1920 E.U.A.). Traducida en español en 1921, Imprenta Clarasó, Villarroel, 17, Barcelona; otra francesa de 92 páginas («Des Millions de Personnes actuellement vivantes ne mourront jamais!!», publié par l’Association Internationale des Etudiants de la Bible, Brooklyn, New York, USA, editado en París y Berna, 1920). Es un intento, por un lado, de corregir en algunos aspectos a Russell, y por otro, dar sus propias ideas escatológicas. Nuestro estudio lo basaremos en la edición francesa. La segunda obra es la publicada en 1921, The Harp of God (El Arpa de Dios). Disponemos de dos ediciones: una en castellano de 254 páginas (editada por la Internationale Bible Students Association, Brooklyn, New York, USA, y publicada en Barcelona en 1925); la otra en francés de 370 páginas («L’Harpe de Dieu», editada por la Tour de Garde, Societé de Bibles et de Traités et Association Internationales des Etudiants de la Bible, Berne, 1921). Se trata de una concepción resumida del Plan de Dios que incluye algunos capítulos escatológicos. De un modo más restringido presentaremos algunas citas de libros como Deliverance (Liberación). Disponemos de una edición en castellano de 339 páginas (impresa en Alemania y editada por la Asociación Internacional de Estudiantes de la Biblia, Watch Tower Bible And Tract Society, Brooklyn, New York, USA, 1926). También de Creation (Creación) publicado en 1927 por la misma entidad que los anteriores. Disponemos de una edición en castellano de 335 páginas. Luz, es

el comentario en dos tomos del Apocalipsis. Disponemos de la edición en castellano de 665 páginas en total (publicada por la Watch Tower, Bible and Tract Society y La Asociación Internacional de Estudiantes de la Biblia, Brooklyn, New York, USA. 1930). Se trata de una interpretación que desde la primera página hasta la última, todo señala a los Testigos de Jehová. El libro de Apocalipsis identificaría a los Testigos de Jehová como el Pueblo de Dios, y a él se estaría refiriendo continuamente. Presentaremos algunas de sus partes para compararlas con las opiniones que sobre el Apocalipsis vierten tanto Russell como los Testigos actuales.

La base de nuestro estudio de las obras de los Testigos de Jehová en la actualidad Cuatro fuentes principales han alimentado doctrinalmente a los Testigos actuales: Sea Dios Veraz, con dos ediciones (1949, 1955), Asegúrense de todas las cosas (1960, 1970), Razonamiento a partir de las Escrituras (1985), junto a ¿Qué enseña realmente la Biblia? (2005) y las publicaciones quincenales de La Atalaya y ¡Despertad! Junto a esto podríamos reseñar una interpretación al libro de Daniel (Hágase tu Voluntad en la Tierra, 1961), y en 1999: “Prestemos atención a las Profecías de Daniel ” poseemos la séptima reimpresión del 2007. Dos sobre el Apocalipsis: Entonces queda terminado el Misterio de Dios, 1971, complementado por Babilonia la Grande ha caído, 1972, y el publicado más recientemente (1988), Apocalipsis... ¡se acerca su magnífica culminación! Para los asuntos históricos, arqueológicos e introductorios se ha publicado en castellano Ayuda para entender la Biblia (1987). Se trata de un volumen de 1.692 páginas semejante a un Diccionario Bíblico. En esa misma línea se ha publicado en inglés Insight on the Scriptures (1988), en dos volúmenes de 1.278 páginas cada uno. En 1991 publicaron en castellano, Perspicacia para comprender las Escrituras (Watch Tower Bible and Trac Society of Pennsylvania, USA.), una especie de Diccionario bien estructurado con una gran cantidad de información histórica y doctrinal de acuerdo a como la entiende y orientan los dirigentes de los Testigos de Jehová. Las otras obras que hemos utilizado para nuestra tesis las enumeramos en el apartado correspondiente de la bibliografía complementaria. Todas las publicaciones de la época actual, representada por los cuatro últimos presidentes N. Knorr, F. Franz, Milton G. Henschel, y el actual presidente Don Adams van sin autoría, editadas e impresas por la Watch Tower Bible and Trac Society, Brooklyn, New York, o Pennsylvania, USA.

Escritos especiales de otros autores En tres clases de libros, por su naturaleza, podríamos dividir las publicaciones que se han llevado a cabo sobre los Testigos de Jehová. Una está formada por libros cuyos autores son ex testigos de Jehová. Entre éstos se destacan en Estados Unidos: Esclavo por treinta años en la Torre del Vigía, de William K. Schnell (publicado por la Baker Book House, Grands Rapids, Michigan 1959). Dicho libro es un testimonio personal de lo que cree el propio autor ser una organización que nada tiene que ver con la Biblia. Presenta documentación importante sobre las interioridades de la asociación, ya que el autor formaba parte de la administración central de Brooklyn. Nos da a conocer el carácter dictatorial del juez Rutherford, y de la división en castas de las diferentes personas que se convertían en Testigos de Jehová. En 1983 apareció Crisis of Conscience, de Raymond Franz (Published by Commentary Press P. O. Box 43532, Atlanta, Georgia 30336). Consta de 376 páginas. En dicho libro se analiza la organización administrativa y teológica de los Testigos de Jehová como nunca antes. El autor perteneció a la más alta jerarquía de la Asociación con responsabilidad tanto en la Dirección como en la creación doctrinal. Su estudio es más valioso que el anterior, y emplearemos en más de una ocasión su apreciada documentación. La otra publicación en esta línea procede de España, Los falsos manejos de los Testigos de Jehová, de Antonio Carrera. El autor se siente engañado y defraudado, y con un lenguaje agresivo presenta los detalles contradictorios de las posiciones de los Testigos. Este mismo autor ha publicado una colección de documentos de gran valor divulgativo con los que se pretende desenmascarar a los Testigos. Su título es DDT (Documentos Desenmascaran a Testigos). Ambos están publicados en Bilbao. El primero en 1976, y el segundo no lleva fecha de edición. La segunda clase está formada por libros apologéticos que autores de diferentes organizaciones han escrito con el ánimo de mostrar los errores doctrinales de los Testigos de Jehová: Apuntando a la Torre, de Juan Antonio Monroy (Edit. Irmayol, Madrid, 1972). Proceso a la Biblia de los Testigos de Jehová, de Eugenio Dayans, (Clie, Barcelona, 1971). Los Testigos de Jehová, quiénes son y lo que creen, de W.M. Nelson, (Casa Bautista de Publicaciones, séptima edic., 1986). Un libro, que el autor me dedicó, contiene algunos capítulos de interés que sirven como una guía de objeciones al ideario doctrinal de los Testigos (Objeciones a los Testigos de Jehová, de Antonio M. Sagau, edit. Clie, Terrassa, 1987). En la tercera clase de publicaciones sobre los Testigos de Jehová debemos incluir dos tipos de obras que siguen una línea científica. Por un lado están las que tratan a nivel exegético ciertos elementos doctrinales fundamentales de los testigos relativos a la persona de Jesucristo, o a su manera particularista de traducir la Biblia. Por otro están las que presentan un alto contenido histórico y escatológico. En el primer caso sobresalen tres obras: Una, la de Walter Martin Los Testigos de Jehová (edit. Betania, Puerto Rico, 1985). Dos, un estudio del famoso Bruce Metzger, The Jehovah’s Witnesses and Jesus Christ (en «Teology Today» de Abril de 1953).

Tres, la tesis de licencia presentada en la Facultad de Teología de Barcelona por Antolín Diestre Gil, (publicada debidamente ampliada y corregida por Edit. Clie, Terrassa, 1991). En el segundo caso despuntan seis trabajos. Tres de ellos aun cuando no van dirigidos a los Testigos, presentan un contenido histórico de una calidad probada que nos servirá para nuestro estudio de la fecha de 1914 y sus implicaciones: [3] El profesor Edwin R. Thiele, en su obra The Mysterions Numbers of the Hebrew Kings (Publicado por Ed. rev. Grand Rapids, Michigan, the William B, Eermands Publishing Company, 1965), nos aporta datos claros y documentados de los reinados de los reyes hebreos. Un artículo titulado A verdade sobre os setenta anos de cautiverio babilónico de Thiele, juntamente con otro artículo-editorial de Arnaldo B. Christianini, 1975 Eterna Primavera ou Amarga Decepçao, publicados ambos en la revista brasileira adventista «O Atalaia» de agosto y [4] febrero de 1975 respectivamente, 2 contienen datos que demuestran, sin lugar a dudas, que en el 607 a.J. no pudo acontecer la caída de Jerusalén, siendo Sedequías rey en esa fecha. Siegfried H. Horn, en su estudio The Babilonian Cronicle and Ancien Calendar of the Kingdom of Judah (Andrews University Seminary, Michigan, 1967, pp. 12-27), donde trata asuntos relativos a la cronología de Josías y Sedequías. Del mismo autor en colaboración con Lynn H. Wood es la obra The Chronology of Ezra 7 (2ª edic. Review and Herald, Washington 1970). Presenta, entre otras cosas, la datación del año 37 de Nabucodonosor, de gran importancia para poder fijar el año 539 a.J., como de la caída del Imperio Babilónico y la caída de Jerusalén en el 586 a.J. Un único libro que se ha publicado sobre los Testigos de Jehová donde se profundiza en la fecha de 1914 es el de Pedro de Felipe del Rey: ¡El Reino de Dios empezó en 1914! (Madrid, 1974). Se hace un estudio exhaustivo y demostrativo de la imposibilidad de que el 607 a.J., pueda ser al mismo tiempo el año 19 del reinado de Nabucodonosor y el de la caída de Jerusalén con Sedequías. No hemos incluido una gran cantidad difícil de enumerar, de trabajos muy limitados en su expresión exegética y teológica. Creemos que lo presentado es lo más significativo sin que podamos evitar alguna notable ausencia. En la bibliografía complementaria se añaden algunos títulos más como trabajos de referencia.

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Capítulo II La historia y sus protagonistas La historia de los Testigos de Jehová comienza, según ellos, con el primer testigo verdadero de Dios: Abel. Esto correspondería a su historia antigua, ya que en tiempos modernos comenzaron a su actividad en 1870 con Carlos Taze Russell. De este modo se expresan en una de sus publicaciones: «Puesto que los testigos de Jehová no son una secta, sino una asociación de hombres y mujeres que ponen en primer lugar el servicio de Dios y se amoldan a los principios bíblicos, forman parte del grupo de Testigos que comenzó con el primer testigo verdadero de Dios, Abel (. ..). En tiempos modernos los testigos de Jehová comenzaron su actividad a principios de la década que comenzó en 1870. En 1870, CarlosTaze Russell, (...) no estaba satisfecho con las explicaciones sectarias de la Biblia que se le daban (...). En 1874 publicaron información que despojó de toda credibilidad la teoría religiosa de que la tierra sería destruida por fuego en la segunda venida de Cristo. Indicaron que la segunda venida de Cristo sería invisible (...). En julio de 1879, para ayudar en esta obra, se publicó el primer número de La Atalaya en inglés (...). Carlos T. Russell organizó en 1881 lo que ha llegado a ser la Sociedad Watch Tower Bible and Tract de Pensilvania, la corporación legal moderna de los testigos de Jehová, y ésta quedó establecida como corporación con carta constitucional en 1884, con él como su primer [5] presidente.» Al hacer un análisis de las tendencias de los Testigos de Jehová en base a sus dirigentes y obras junto con el contexto histórico en el que se desenvuelven sus fundadores, podemos afirmar que el Movimientoactual de los Testigos de Jehová es fruto de las características religiosas que se desarrollaron a mediados del siglo XIX, que Russell copió, y que sus sucesores desarrollaron [6] imprimiendo su sello característico.

La época de Russell [7] El primer presidente de los Testigos de Jehová fue Ch. T. Russell. Nació en 1852 y murió en 1916. Era presbiteriano, después pasó a ser congregacionalista. Se encuentra influido por las diferentes ideas escatológicas que promueve el reavivamiento religioso protestante norteamericano, principalmente en el siglo XIX. Durante décadas, en varias de las organizaciones religiosas cristianas, se observa un despertar alrededor de la idea de la Segunda Venida de Cristo. Las profecías son el elemento principal a estudiar. La mayoría de aquellos que representan a esas denominaciones que creen inminente el retorno de [8] Cristo, se agrupan en un movimiento denominado «Adventista». Guillermo Miller dará cohesión a dicho movimiento. Después de que el movimiento de Miller sufriera el fracaso en cuanto a no ver cumplido el retorno de Cristo a la tierra en 1844, algunos siguieron fijando fechas en relación a dicho acontecimiento. [9] Russell, en 1872, será atraído por uno de los grupos surgido del movimiento de Miller. De dos modos puede considerarse esa influencia. Interesa a Russell por la profecía al mismo tiempo que por la estructura y la hermenéutica, incluso en lo que se refiere a la forma de obtener las fechas. La tendencia a las fechas con profundos significados escatológicos, no abandonará a la organización religiosa de los Testigos a través de toda su historia. No sabemos en qué proporción el personalismo y el amor hacia el retorno de Cristo están presentes en la obra de Russell. Reconocemos la sinceridad de Russell en algunas de sus páginas publicadas. La sinceridad, no obstante, no está siempre desprovista de errores, y no es suficiente para que las interpretaciones que transmitimos tengan que ser necesariamente verdaderas. El espíritu de búsqueda es siempre positivo si ponemos a Dios en primer lugar. Russell se relacionó con el Movimiento de Miller, cuyos componentes creían en el retorno próximo de Cristo, y con la facción que resultó después de la decepción de 1844, y que continuó poniendo fechas de dicho retorno. Esto revolucionó su vida restableciendo su débil fe en la [10] inspiración divina de las Escrituras. A partir de aquí se entrega progresivamente por entero a dar a conocer lo que según él era la verdad. Se une con N. H. Barbourg que, a la sazón, en 1876 publicaba la revista TheHerald of [11] theMorning, y que una vez leída por Russell le influye a asociarse con él. Barbourg predicaba que Cristo había venido en 1874 y que estaba presente desde entonces de modo invisible. Además había adquirido la traducción de Benjamín Wilson del Nuevo Testamento llamada «Diaglott», y que en Mateo 24:27, 37, 39, traduce por «presencia». Esto influyó [12] considerablemente en Russell. Otra de las influencias (ajena a Barbourg) que ejerció una cierta fascinación en Russell, tal como él mismo lo declarara posteriormente en su obra Estudios de las Escrituras, es lo que se desprende de la llamada pirámide de Gizeh, aceptando como valor para la profecía e historia la longitud de sus pasillos. Por ciertas desavenencias teológicas con Barbourg (1878-1879) en cuanto a la expiación de

Cristo, Russell se separa de aquél, y comienza por su propia cuenta a predicar de palabra y por [13] escrito sus «hallazgos bíblicos». A partir de 1879 fundará su propia revista, la Zion ’s Watch Tower and Herald of CristsPresence, [14] que en castellano recibirá posteriormente el nombre de La Atalaya. En 1884 organiza, como corporación, lo que había sido una simple sociedad.

[15]

A partir de la constitución oficial de la Sociedad, Russell viajó incansablemente no sólo por todo el territorio de los Estados Unidos, sino además por todo el mundo. En 1888 existían numerosos grupos de interesados en China, África, India, etc. En 1909 creó una gran oficina central que [16] coordinaba todos sus esfuerzos. Fue llamada «La People’sPulpitAssociation». Desplegó una actividad incansable hasta su muerte, sobre todo después de haber llegado a la conclusión de que el fin del mundo de un modo literal sería en 1914. En dicha fecha acontecería la destrucción literal del mundo conocido y la total implantación histórica del Reino de Dios. Utilizó y se valió de todos los medios modernos propagandísticos de aquel entonces, hasta de un «fotodrama» [17] que tituló «… de la Creación». Se vio obligado a reconocer que en 1914 no ocurrió lo que él había predicado. Intentó, sin éxito, [18] encontrar una solución bíblica que satisficiera su angustia espiritual. Muere el 31 de octubre de 1916 cuando se hallaba realizando una gira de conferencias. En el servicio fúnebre se expresó la idea, y que después se publicaría, que Russell en vez de dormir en el [19] sueño de la muerte, había sido trasladado como resucitado al encuentro del Señor en el aire.

La época Rutherford El siguiente presidente de los Testigos de Jehová fue Joseph Franklin Rutherford. Nació en 1869. Sustituyó a Russell en la dirección de la Asociación religiosa de la Watchtower. Tuvo varias dificultades, y parece ser que sus métodos fueron enérgicos, y sus actitudes autoritarias. Esto se tradujo al principio en varios cismas. Aunque pudiera parecer que el Ruselismo iba a extinguirse, Rutherford consiguió para los Testigos un estatus de reconocimiento por parte de varias de las naciones adelantadas de aquel entonces.Rutherford había completado sus estudios de derecho, y actuó como abogado, participando incluso como juez a requisito de algunos tribunales locales. En [20] 1907 se hizo consejero jurídico de la sociedad. La herencia recibida de Russell respecto a su interpretación de que el fin del mundo vendría literalmente en 1914, junto con sus comentarios a Ezequiel y Apocalipsis, crea no pocos problemas. En 1917 se contabilizan 21.274 miembros, y en 1919 se informan 17.961, lo que indica unos [21] problemas administrativos profundos. Tras declararse neutrales en cuanto a la primera guerra mundial, emplearon una terminología respecto al gobierno de los Estados Unidos que fue interpretada como hiriente y contraria a los intereses de la nación. Provocó el encarcelamiento de Rutherford y de otros de sus asociados. Esta experiencia le llevó a Rutherford a una interpretación personalista del Apocalipsis: el encarcelamiento sufrido en 1918 lo hizo coincidir con el cumplimiento de Apocalipsis 11:2, [22] 3. Después de salir de la cárcel, la producción literaria estuvo marcada por esa indignación contenida durante su apresamiento. En 1922, en una convención realizada en el estado de Ohio, se organizó el plan de «Anunciar, anunciar y anunciar al Rey y a su Reino». Para ello todos los esfuerzos debían ser coordinados desde Brooklyn. La premura del tiempo exigía una cuota fija e irrenunciable de horas de trabajo semanal [23] por parte de cada miembro. En esa época se va imponiendo el “puerta a puerta” como método de predicación. El autoritarismo creciente ejercido por Rutherford hizo que no menos del 75 % de los miembros de [24] la «Torre del Vigía», se apartaran del Movimiento entre 1924 y 1926. Sobre la base de los que quedaron en su seno se organizó un sistema de control estricto de las actividades de cada miembro, exigiéndose una rígida obediencia a las directivas procedentes del centralismo de Brooklyn. Este [25] autoritarismo logró su máxima expresión cuando los Testigos fueron divididos en clases. En 1934, bajo la orientación de Rutherford, se oponen al gobierno nazi de Hitler y al saludo de la [26] bandera en todos los países. En 1938 la «teocracia» quedó completada cuando se logró que las sociedades de todo el mundo [27] renunciaran a su autonomía y prestaran obediencia a la organización central. Al igual que a otros miembros de otras denominaciones, durante la segunda guerra mundial, debido a su posición neutral, fueron llevados a campos de concentración además de ser maltratados.

En 1939 Rutherford enfermó, y desde entonces hasta su muerte sus siete colaboradores más inmediatos fueron adquiriendo más poder. Se les conoció como los Bethelitas. Nombre que hacía alusión a la sede central en Brooklyn llamada Bethel. Falleció víctima de un cáncer, el 8 de enero de 1942, en la residencia que hizo construir en San Diego (California). En ella esperaba alojar a todos los grandes héroes de la fe que resucitarían en 1925. En sus últimos años fue muy difícil verle, ya que la enfermedad acentuó su natural retraimiento.

Los Testigos de Jehová en la actualidad Los Testigos de Jehová son hoy aproximadamente unos siete millones de miembros, según [28] estadísticas de 2007 que ellos mismos publican. La tercera época está representada por cuatro presidentes, el ya muerto en 1977, Nataan H. Knorr, y Frederick Franz, el que dirigió a la organización de los Testigos de Jehová hasta 1992 cuando murió, Milton G. Henschel 1992-2000, y el actual presidente Don Adams (nacido en 1925). Conocen dos etapas, una eufórica que dura hasta 1975, y otra la que se vivió con Franz y los siguientes, que ha sido crítica dadas las justificaciones que se ha tenido que estar dando respecto a la salida masiva de numerosos miembros, desengañados de las cronologías erradas, y del fiasco respecto al mantenimiento de fechas a las que se les dio gran importancia para el tema del fin del mundo. Tanto en la una como en la otra existe un intento de mejorar no sólo la imagen social, sino incluso la doctrinal.

NataanKnorr Vicepresidente en los últimos años de la vida de Rutherford, lo reemplazó a su muerte y presidió [29] el movimiento mundial hasta 1977. Visitó varias veces Europa. Amplió notablemente la sede central de Brooklyn para mejorar la [30] difusión del mensaje que expanden. Su influencia fue compartida en buena medida por el Dr. HaydenC. Covington, famoso abogado de los Testigos de Jehová. Defendió con éxito 4.200 pleitos, 35 de los cuales debieron ser elevados a la consideración de la «Suprema Corte de Justicia» de los Estados Unidos. El interés de Knorr estuvo en convertir a los Testigos en un movimiento mundial. Se organizó en 1943 una Escuela, la de Galaad, una especie de seminario «teológico», que se dedicará a instruir en los asuntos referentes a la Watchtower, a sus doctrinas, a su administración, a su historia y al trabajo [31] misionero. Se organizaron en Estados Unidos «Escuelas del Ministerio Teocrático», que después se ampliará a todo el mundo. Consiste en el estudio regular de La Atalaya, con el propósito de reafirmar a los [32] recién convertidos y a los prosélitos, en los principios que emanan de la Torre del Vigía. Se proyectan asambleas llamadas teocráticas que sirven de propaganda útil para la organización, [33] impresionando y unificando a todos los creyentes y a posibles candidatos. Se trata de la etapa de la estabilización. La imagen es más positiva y seria. Desde luego supo, durante todo su mandato, situar a los Testigos de Jehová en todas las casas del mundo. Por medio de una disciplina y organización «teocrática», logró el control de todos los miembros. Ninguna iglesia o «Salón del Reino» local posee autonomía propia. Se ha de dar cuenta puntual de todo a los «escalones» nombrados directamente por el «Cuerpo Gobernante», hasta llegar de nuevo a esa misma «Dirección Gobernante», que tiene su sede en Brooklyn, New York. Supo institucionalizar el «puerta a puerta» de tal modo, que sus libros, por tiradas de millones de [34] ejemplares, han sido colocados y vendidos por los propios miembros. En esta época se crearán gran cantidad de libros que no llevarán autor. Ya Rutherford había transformado el «Siervo Fiel y Discreto» con que Russell se había arrogado, en una [35] colectividad. Todavía con Rutherford los libros tendrán su firma. A partir de Knorr las obras no vendrán firmadas responsabilizándose de la autoría una colectividad, la clase de Betel que se autoarroga el ser el representante del «Siervo Fiel y Discreto».

Frederick Franz Elegido en 1977 a la muerte de NataanKnorr. En su época se hace mucho énfasis en mantener el nombre de Testigos de Jehová. Dicho nombre es el que, según ellos, «Jehová» les reveló en la convención de Columbus (Ohio), en 1931, cumpliéndose lo que Isaías dice en su capítulo 43:10 y [36] 44:8: Testigos de Jehová. Es una organización debidamente consolidada y que realiza, por parte de dirigentes y miembros, grandes esfuerzos por proyectar una imagen cada vez más positiva en la sociedad aun a pesar del contenido de ciertas normativas y doctrinas. ¿Lo están consiguiendo? Las asociaciones de «desprogramadores» de «lavados de cerebro» no los incluyen dentro de la [37] categoría de «secta». Por diferentes motivos la opinión pública está dividida respecto a esta organización. Podemos, en un principio, aceptar el resultado de la labor social que realizan con los propios miembros que se atienen a sus enseñanzas como mejor que el que se observa en la media de la población en general, en la que no se ha proyectado ese tipo de influencia. Intenta realizar una labor encaminada a favorecer la buena marcha de las familias. Sus miembros se abstienen de drogas, tabaco,y no abusan de bebidas alcohólicas. Sin embargo hay una faceta doctrinal que en ciertos aspectos puede, llegando el caso, producir efectos contrarios a los propósitos positivos encerrados en las generalizaciones, y que producen frutos negativos e indeseables. Consideran a los «gobiernos» como instrumentos satánicos, inspirándose en lo que dice la Biblia sobre el particular. Según su esquemaprofético el Reino de Dios empezó en 1914, y por lo tanto todo [38] gobierno político, económico y religioso es ilegal. Sin embargo manifiestan ser buenos ciudadanos.

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Concentran toda su labor en una propaganda enérgica que vuelca a sus adherentes a [40] desarrollarla. No se preocupan de obras institucionales o sociales, sino tan sólo en distribuir las publicaciones que la «familia Betel» prepara. Aparentemente hay un cierto alejamiento respecto a Russell y Rutherford, sin embargo no hay una ruptura en lo esencial. Incluso con la doctrina nueva de la prohibición de las transfusiones sanguíneas han superado en «originalidad» a sus predecesores. La euforia que venía representada por lo que podía suponer 1975 para la escatología de los Testigos de Jehová ha quedado vaciada de contenido. Se había conocido un aumento de la membresía. Sin embargo, a partir de esa fecha hay un retroceso singular. La prensa comenta las [41] deserciones que se dan. Dejando a un lado el sensacionalismo de cierta prensa, las cifras que nos ofrecen los propios Testigos de Jehová en sus Anuarios a partir de esa fecha, son muy significativas: coincide con la [42] opinión de que algo ha ocurrido como consecuencia de la fecha de 1975.

Si Knorr supuso una imagen distinta respecto a los períodos anteriores, 1975 constituye una nueva línea divisoria. Las publicaciones se hacen menos agresivas. Tratan mucho menos los asuntos doctrinales y dedican más espacio a cuestiones relativas a la moral y a las costumbres. En algunos de sus artículos se descubre un intento deresponder a la crisis que ha aflorado a la superficie. Posteriormente a esa fecha hubo varios desencantos por parte de algunos que en otro tiempo cerraron filas apasionadamente con dicha organización religiosa. Los Testigos de Jehová aparecen como una organización controvertida. Se presenta una vez más de [43] un modo triunfalista entre sus miembros, y como la única organización verdadera, puesto que son ellos, mediante el Cuerpo Gobernante visible que forma el Siervo Fiel y Discreto, los que sólo [44] pueden comunicar la auténtica verdad. El hecho de que en algunos lugares tradicionalmente muy católicos, como Italia, hayan alcanzado una cifra cercana a los 200.000 miembros, ha supuesto por las implicaciones de su predicación que [45] hasta un cardenal les haya atacado y tratado de charlatanes y de estar relacionados con el diablo. [46] Los ex convictos les llaman una «multinacional en el nombre de Dios». Teólogos como Salvador [47] Muñoz Iglesias los tilda de no conocer la Biblia. E incluso Juan Pablo II alude a ellos sin mencionarlos cuando dice: «El celo casi agresivo con que algunosbuscan nuevos adeptos yendo de [48]

casa en casa (...)». Si a esto añadimosnoticias relacionadas con el problema de las transfusiones sanguíneas, algunas confusas y tendenciosas, junto con otras que intentan ser fidedignas, no tenemos más remedio que reconocer que con lo que representa el cúmulo de estos datos no se está ayudando a clarificar este fenómeno religioso. Se está creando una psicosis que no lleva a la reflexión y al análisis del miembro «testigo de Jehová», respecto a la «verdad» y a la «realidad», sino que este tipo de presiones fija más al miembro en la organización sin averiguar si está o no en la verdadera fe (2ª Co. 13:5 cf. 1ª Co. 2:5; 13:8).

Milton G. Henschel Si bien la dirección por una personalidad como en la época de Russell y Rutheford, ya había cambiado en algo, parece ser, por los informes que se obtienen, que los puntos de vista religiosos que alcanzan, lógicamente a todos los aspectos de la vida del creyente, ya no es maniobrado por un solo individuo que dirigiría al llamado Cuerpo Gobernante. Con Milton Henschel, nombrado Presidente en 1992 cuando muere Frederick Franz, se observa, en artículos y publicaciones, durante esta época, una trayectoria más equilibrada, que va rompiendo con la radicalidad con que se trataban ciertos temas, como la educación universitaria, los deportes en las escuelas. Ahora ya no se vilipendian los días de fiesta, como en el pasado, y el talante se convierte más de acuerdo a lo tradicional del entorno. Las relaciones públicas son llevadas de modo más coherente por las implicaciones que la presión legal proyecta. El legado de Franz, consiste fundamentalmente el haber conseguido subsistir, a pesar del más de un millón de miembros que había dejado la organización en esa época. Henschel, si bien no tuvo que sufrir reveses tan grandes, no consigue ni parar el descontento, lo contestario, que provoca continuamente un deteriorode la imagen de los Testigos de Jehová, estabilizándose en un crecimiento cada vez más pequeño, de un 1 al 2 %. Si bien se mantiene, a pesar de las equivocaciones que en materia doctrinal se ven obligados a reconocer como cambios surgidos por un “mayor conocimiento” de la verdad, el ser la “organización de Dios”, no pueden contrarrestar la constante crítica de ex testigos, que socaban la genuinidad y/o ingenuidad, de los miembros, que también se les va vulnerando la confianza en la “organización”. En 1995, en La Atalaya del 15 de octubre y del 1 de noviembre, rectificaron lo de la necesidad de que tuviera que haber alguien vivo de la generación de 1914, como testigo de un fin que siempre ha estado inminente. Personalmente les felicito por esa corrección. Cuando presenté en 1993 este libro como tesis doctoral en la Universidad de Barcelona, advertí, y lo podrán leer ahora en su debido lugar, que dadas las coordenadas con que basaban lo de 1914, era imposible que pudiera cumplirse lo que hasta 1995 mantenían. No prescindo de los comentarios sobre este asunto, independientemente de esta enmienda que los Testigos presentan, por cuanto el lector comprobará que sigue siendo una referencia a la importancia que le habían estado dando a ese asunto:al valor de relación con la fecha de 1914, como resultado de su interpretación de los 2520 años ó 7 tiempos de Daniel 4. Hubiera sido de desear, que esa abandono se hubiese ultimado reconociendo a su vez, la verdadera causa por la que se confiesa esa falta. Y la verdadera causa es la estructura que construyen erróneamente para obtener la fecha de 1914, y lo implicado en ella. Todavía no se han dado cuenta que “todo eso” está vaciado de contenido. Y que ya tuvieron que corregir lo que Russell había interpretado respecto a 1914, cuando afirmaba que iba a ser literalmente el fin del mundo. Simplemente si cayeran en la cuenta de que en 1914 no ha habido repercusiones negativas en la humanidad mayores que las que ellos mismos han experimentando organizativamente, y personalmente, y que cuanto más se aleja del propio fin, el “fin del sistema de cosas” como acontecido en 1914, es insostenible, se atreverían a modificar su más preciada contribución. Ahora, con la perspectiva histórica que tenemos, podemos observar que tanto la direccionalidad de la historia que imprimen los sistemas de maldad, como la direccionalidad que imprime el Reino de Dios, no tuvo la de la historia ninguna relevancia notable en 1914, a no ser la de una profundización de una independencia respecto de Dios sin límites, abocada a un destino global sin sentido; y la del Reino de Dios, no arranca de 1914 sino de las consecuencias de la primera venida de Jesucristo.

La realidad, es, que todo el sistema fundamental que sostiene la organización de los Testigos de Jehová, se mantuvo vivo, en la época de Henschel. Cuando uno consulta Perspicacia, la entrada “día” o los “tiempos señaladosde las naciones”, uno se da cuenta que todo lo que les ha producido mayores quebraderos de cabeza (aparte del tema de las transfusiones sanguíneas), sigue sin variación. El período de 7.000 años de cada día de la creación, junto a la fecha fatídica del 607 como caída de Jerusalén, sin comprobación histórica, y la interpretación de los 2520 años partiendo de lo inexistente en los7 años que aplica exclusivamente a Nabucodonosor, se mantiene vivo a la espera de una nueva torpeza de los dirigentes de turno. Al menos durante esta época no existieron intentos de volver a poner sobre el tapete fechas y cálculos numéricos que resultan en errores manifiestos cuando se pretende con ello alcanzar el dato del fin del mundo o de algo parecido.

La época del actual presidente Don Adams Dom Adams nacido en 1925, está conociendo de nuevo las mieles de lo que supuso el legado de su antecesor, ha ido recuperando y estabilizando, mucho de lo que se perdió en la época de Franz. Los esfuerzos que con sus publicaciones realizan a favor de la familia “testigo de Jehová”, y de una vida ordenada de acuerdo al espíritu bíblico son encomiables, y se añaden a los que otros de otras denominaciones realizan de acuerdo al espíritu evangélico. Sin embargo se ha dejado arrastrar de nuevo con el tema de los números y de la cronología, y de los paralelos, con lo que vaticinamos un nuevo descalabro cuando no puedan justificar su interpretación frente al fallo. En efecto, enLa Atalaya del 15 de diciembre de 2003 (p. 15, párrafos 6 y 7), se anuncia una nueva fecha para el Armagedón, combinando lo de los 120 años que se concedió de tiempo antes del diluvio, le quieren aplicar un paralelo para el tiempo del fin. Desde la supuesta fecha del fin del sistema de cosas en [49] 1914, le aplican los 120 años, y les sale 2034.

En conclusión Llevo muchos años conociendo a los Testigos de Jehová y sus doctrinas cardinales. Los considero personas de buena voluntad, aunque equivocadas, y siguen siendo para mí una opción para «ganarlos» al verdadero evangelio. Muchos aceptaron esa organización porque se sintieron atraídos por la belleza bíblica que supieron ofrecerles en una primera etapa. No se percataron que junto a esa belleza había ocultamente espinas y matorrales que implican doctrinas importantes queno tienen apoyo bíblico y que contradicen a la Palabra de Dios. Algunas de ellas contienen los elementos programadores como para asumir actitudes contrarias al amor al prójimo y al valor del ser humano en aras de una fidelidad a una hipotética doctrina « verdadera» (entiéndase una doctrina falsa). Noten un ejemplo del que fuera, en 1976, representante legal de la Asociación de los Testigos de Jehová, Antonio Navacerrada. Palabras textuales a Blanco y Negro , y que la propia periodista le hace saber su sorpresa a su interlocutor: «En primer lugar, y ante nuestra sorpresa, el señor Navacerrada dijo a B y N ,con las siguientes palabras, lo que ellos consideraban como su principal problema: “Sin duda alguna, y mucho más importante que nuestros objetores de conciencia, el principal y más urgente problema con que nos enfrentamos es el de encontrar sitios para reunirnos en nuestras Asambleas de distrito, a las que suelen asistir más de 20.000 Testigos. El problema se plantea por la falta de locales adecuados y por un evidente prejuicio religioso de las diferentes [50] empresas a las que acudimos.”»

Esta declaración es inadmisible por alguien que realmente sienta de algún modo el estado angustioso que crea la privación de libertad por mucho que se sublime esa situación negativa con la religión. Hay falta de auténtico amor en considerar de menos importancia el que varios jóvenes objetores se estén pudriendo en una cárcel, que el no tener sitios para reunirse en sus Asambleas de distrito. ¡Será posible una escala de valores de estas dimensiones! Como investigador cristiano me preocupa a dónde pueden llevar ciertas posiciones y planteamientos. Nos damos cuenta de que ciertas cosas han cambiado en la organización de los Testigos de Jehová. Al menos en lo que se refiere a cierto «trato». Asunto de lo que no se podía decir lo mismo en el pasado. No obstante, la situación no es lo serena y positiva que oficialmente nos pretenden mostrar en sus publicaciones. ¿Qué significado tiene para la historia de los Testigos de Jehová 1975? ¿Por qué se dio una crisis tan profunda reflejada en una salida masiva de miembros, culminando con el descrédito de la organización y con la «crisis de conciencia» de uno de sus directivos más [51] representativos Raymond Franz? Aun cuando no queremos adelantarnos a nuestras conclusiones, debemos señalar que la cronología bíblica implica en el ideario «Jehovista» una hermenéutica e importancia capital. Por lo tanto, las fechas fallidas engendran crisis como las de 1914, 1925, después 1975, y ahora con el nuevo paralelismo de 120 años de plazo para el diluvio, añadido a 1914 saldría 2034. En esas fechas se [52] exponía el fin de 6.000 años y el comienzo del Milenio. Esto significó para muchos un error que no podía escamotearse. En la época de Knorr se había alimentado esa idea produciendo un aumento considerable de la membresía. Después de pasado 1975, los abandonos aparecieron. La crisis culminó cuando un dirigente ya mencionado, Raymond Franz, del llamado Cuerpo Gobernante, y por lo tanto de la clase de los 144.000 ungidos, rompió su silencio después de varios años de haber estado albergando dudas e incertidumbres sobre la doctrina y estructuras de la asociación religiosa de los Testigos de Jehová. La revista Timeexplicó en un artículo la entrevista mantenida con Raymond, proveyendo una mirada excepcional del interior de los

reservados «cuarteles generales» de una organización herméticamente cerrada.

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Todo esto produjo una conmoción entre las filas de los Testigos. Varios de ellos lanzaron una [54] avalancha de protestas y pleitos legales en contra de la Watchtower. En España se ha formado [55] una asociación de ex Testigos de Jehová, habiéndose celebrado varios congresos nacionales. En Estados Unidos, la agencia Aceprensa informa que en el verano de 1981, durante la celebración de las convenciones internacionales de Testigos, hubo varias manifestaciones de ex testigos [56] «denunciando con pancartas la dictadura de sus dirigentes y descalificando puntos doctrinales». Todo esto era insólito ¿Qué habrá en la doctrina de los Testigos de Jehová que produzca tales reacciones tan soliviantadas en aquellos que un día abrazaron con tanto fervor y entusiasmo esas creencias que después detestan? Esta actitud hacia los Testigos no es privativa de ellos. Mucha gente se manifiesta en contra de las creencias que un día sostuvieron sean católicos o protestantes. Pero parecería ser que con los Testigos es más irracional. Si bien una de las cosas que más enardece el ánimo de los seres humanos es el sentirse engañados, el haber sacrificado una vida a una idea que resulta no ser lo verdadera que se pretendía.Una vez descubierto el engaño se padece el síndrome del vacío. La marca permanece tras marchar de la organización. Durante años se ha tenido el tiempo suficiente para transmitir dos cosas fundamentales: lo falso de los demás y lo verdadero de ellos ¿Hasta qué punto estaría justificada una posición violenta, acusatoria contra la organización que anteriormente aceptaron? ¿Dónde están los límites racionales y de amor cristiano? ¿O quizá el móvil es la mera protesta de hacer daño? Los que disienten han sido capaces de saber que mucho de lo verdadero era falso, pero muy pocos lo son para investigar en lo que hay de verdadero en lo que suponían falso. Este sentirse engañados es lo que hace reaccionar a la gente de ese modo. Pero esto no soluciona ni los posibles errores de unos, ni la situación de vacío de los otros. Hubiera sido mejor no dar pie a esa experiencia. Esta tesis doctoral pretende contribuir con un examen objetivo de los presupuestos de los Testigos y aportar elementos suficientes de juicio que puedan llevar a un conocimiento pleno de lo que implica el fenómeno religioso de los Testigos de Jehová, dentro de una conducta de amor cristiano. Hay varias cosas que son muy positivas en el colectivo “Testigos de Jehová”. Y creo que con ellas sería suficiente para justificar su singularidad y existencia respecto de otros colectivos, independientemente de otras posibles diferencias que pudiera haber en el tratamiento de alguna otra doctrina. Con el tema de la sangre, ha apartado a los Testigos de Jehová de un proyecto de amor hacia la sociedad actual tan necesitada de gestos por parte de aquellos que quieren parecerse a Jesús de Nazaret. ¡Cuán bueno sería que se reconociera, a pesar del posible daño que se hubiera podido hacer en algunos casos, que no hay manera de sostener las transfusiones sanguíneas dentro de la sola Escritura! Que no existe el texto puente que autorizaría a ir de la abstención de consumir sangre animal a la no realización de transfusiones sanguíneas. ¿Cuándo surgirá un valiente de dentro de esa dirección que haga poner de acuerdo a todo ese cuerpo gobernante, y les haga modificar una trayectoria que conduce siempre al fracaso, produciendo desmotivación y desconfianza en los miembros, y a veces tristeza y enfermedad? ¿Tiene

arreglo un ideario doctrinal como el de los testigos? Creo que sí. En las páginas siguientes se analizará una manera de ayudar a conseguirlo.

CapítuloIII Actitudes eclesiásticas y sociales Teocracia frente a Democracia

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«Hacía décadas que las congregaciones de la clase del santuario de Jehová habían estado eligiendo a hombres localmente al puesto de anciano por medio de un voto en la congregación local que extendía las manos. (...) Ahora al debido tiempo de Dios el artículo intitulado “La organización de Jehová” salió en TheWatchtower, (...) del 15 de agosto de 1932 (...) y del 1 de septiembre. (...) Este artículo descubrió al sistema de “ancianos electivos” como algo que se conforma a la parte democrática de este mundo y por esto como cosa inmunda y no teocrática, como algo que no está sumiso al gran Teócrata que gobiernasu santuario desde arriba hacia [58] abajo (...)» «¿Cómo fue purificado, vindicado o restaurado a su estado apropiado el “santuario” de Jehová para esa fecha? Examine usted la revista oficial de los Testigos de Jehová, TheWatchtower, de esa fecha. Note usted la página 319. En esa página se encuentra la Resolución que fueadoptada por la compañía de los Testigos de Jehová de Nueva York el 5 de octubre de 1932. Ésta pedía un limpiamiento de la organización de congregación, una restauración de ésta al estado apropiado para la clase del santuario de Jehová. ¿Cómo? Por medio de limpiar de la organización a los “ancianos electivos”, o ancianos que habían sido elegidos a su puesto de ancianos al extender las [59] manos los miembrosde la congregación en una elección popular o democrática (...)» ¿A qué consecuencias puede llevar una situación organizativa de esta naturaleza? Podemos intuir algunas. Habrá que esperar a las conclusiones valorativas para tener varias respuestas. Ahora indiquemos algunas actuaciones. Mediante la existencia de un comité judicial formado por los nombramientos directos de la organización central de los Testigos se hace «provisión pastoral» y de investigación respecto a lo que hacen los demás. Incluso si alguien se entera de algo incorrecto se debe comunicar el asunto al [60] comité judicial. [61] Obsérvese que ese comité formado por tres personas es el que decide la expulsión sin que la congregación pueda votar ni intervenir respecto a la resolución: «Cuando a alguien se le expulsa de la congregación cristiana, el comité judicial redacta una resolución y ésta se presenta a la congregación, informándoles que el individuo ha sido expulsado por conducta no apropiada para un cristiano. No se invita a la congregación a votar sobre esta resolución. El comité es responsable de actuar para la congregación entera, porque ellos han hecho la investigación (...) El comité envía a la sociedad notificación de la decisión a que ha llegado, dando la fecha en que se tomó la acción y las bases y evidencias para ella, y cada miembro del comité firma la carta. La Sociedad entonces envía una tarjeta de persona expulsada [62] a la congregación, y esta tarjeta semantiene en el archivo de la congregación (...)» Basándose en el texto de 2ª de Juan v. 10, se obtiene una interpretación amplia, en el que se incluye

a todos los que son disciplinados, y lo amplifican hasta al mero saludarse: «(...) En fidelidad a Dios, nadie de la congregación debe saludar a tales personas cuando se encuentre con ellas en público, ni debe recibir a éstas en su hogar (...)» «Si un expulsado desea asistir a las reuniones para restaurarse espiritualmente, no se le prohíbe asistir a las reuniones públicas del Salón del Reino, si se conduce apropiadamente. Nadie le saludará, por supuesto, y no puede asistir a ninguna reunión celebrada en hogares privados (...)» «(...) No se considerará ninguna súplica de restablecimiento por lo menos por un año después [63] de la expulsión, y en algunos casos aun pormás tiempo (...)»

El Siervo o Esclavo Fiel y Prudente o Discreto ¿Qué significa para los Testigos de Jehová la expresión «Siervo Fiel y Discreto»? Al estudiar sobre el particular y basándose en Mateo 24:45, declaran los Testigos que Jesucristo dejó asignado a los que son «ungidos por espíritu», es decir, a los 144.000 que habla Apocalipsis 7 y 14, entendido de un modo literal, no simbólicamente como los que componen la clase de «Esclavo [64] Fiel y Discreto» que se menciona en dicho texto. Nótese la cita que a continuación reseñamos: La casa de Dios está formada por los ungidos por espíritu, y éstos componen «el Esclavo Fiel y Discreto»: «Por nuestro estudio cuidadoso de las Escrituras sabemos que, colectivamente, los miembros de la casa de Dios ungidos por espíritu componen “el esclavo fiel y discreto”, el “mayordomo” o “encargado de la casa”. Individualmente, a los miembros de la casa de Jehová se les llama [65] “domésticos” o “servidumbre” (Mateo 24:45; Lucas 12:42(...)». Dicha casa, que se compone por el Esclavo Fiel y Discreto, se identifica con los 144.000 que nos menciona Apocalipsis 7:1-8: «Jesucristo, en calidad de Moisés Mayor, ha estado sobre la casa del Israel espiritual desde el día del Pentecostés de 33 E.C. hasta ahora. Revelación 7:1-8 revela que la “casa” se compone de 144.000 israelitas espirituales, divididos en 12 tribus de 12.000 cada una. Ésta es una “casa” [66] compuesta de hijos espirituales de Dios, como lo que es su cabeza mismo, Jesucristo.» Queremos llamar la atención a la diferencia de clases que existe entre los Testigos de Jehová, independientemente de los cargos y responsabilidades jerárquicas. La primera clase es ésta que acabamos de referirnos: la del Esclavo Fiel y Discreto. A dicha clase pertenecen los 144.000 ungidos. Dentro de esta clase que forma la “casa de Dios” está dividida en dos categorías que según los Testigos menciona la parábola, la de la Servidumbre y la del Mayordomo. ¿Quiénes integran la servidumbre: «De modo que los 144.000 hijos espirituales de Dios componen la “servidumbre” sobre la cual [67] el Amo, el Señor Jesucristo, nombra al “mayordomo” de la parábola.» ¿Quiénes son la clase que forma el Mayordomo? «La razón, respaldada por ejemplos bíblicos similares, aclara el hecho de que el “mayordomo” (...) representa a una clase, a un cuerpo o grupo colectivo, lo que corresponde a una persona [68] jurídica, a una entidad legal como una corporación que sea reconocida por la ley del país.» Se trata de una colectividad existiendo un Resto de ese Mayordomo simbólico: «Este “mayordomo” compuesto estaba vivo y disponible para que lo nombrara el Amo que se iba, y un resto de aquella clase del “mayordomo” está en la Tierra hoy día, fiel a su amo [69] Jesucristo. Puesto que cada miembro es fiel y discreto toda la clase lo es también.» Y del mismo modo que lo hubo durante el primer siglo también lo hay ahora, en el tiempo de la conclusión del «sistema de cosas». ¿Y para qué? Para que se distribuyera a la «Servidumbre» (es

decir, a los 144.000) el alimento espiritual adecuado: «(...) En la parábola se nombró al “mayordomo” sobre la “servidumbre” del amo para que “siguiera dándoles su medida de víveres a su debido tiempo” (...) Tal fue el caso durante el primer siglo de la E.C. (...) hasta que murió el último apóstol sobreviviente (...) (...) Ahora, durante esta “conclusión del sistema de cosas” que empezó en el año catastrófico de 1914, sería especialmente el “debido tiempo” para que se distribuyera la propia “medida de víveres” a la “servidumbre”, y así ha resultado ser. El resto de la clase del “mayordomo” ha demostrado ser fiel en este asunto. Mateo 24:3-14 (...)» «(...) Los miembros de la clase del “esclavo fiel y discreto”, la clase del “mayordomo”, sirvieron diligentemente hasta el fin del sistema de cosas judío en 70 E.C. Durante nuestro tiempo moderno de la “conclusión del sistema de cosas” desde el año 1914 E.C., los miembros restantes de la clase del “esclavo”. La clase del “mayordomo”, hanestado demostrando su fidelidad y [70] discreción (...)» ¿Quiénes en concreto configuran la clase del Mayordomo? «Aunque como colectividad todos los cristianos ungidos forman la casa de Dios, hay abundante prueba de que Cristo escogió a un número pequeño de hombres de entre la clase del esclavo para [71] que éstos sirvieran como junta administrativa o cuerpo gobernante visible.» [72] Russell es considerado como siendo de la clase de «esclavo». Da lo mismo para el asunto que trato, si ha de entenderse individualmente o como dentro de una colectividad. Afirman que éste era del CuerpoGobernante y por lo tanto «ungido». Además constituyendo de la clase «Esclavo» o [73] «Siervo Fiel y Discreto». La aplicación del significado colectivo no tiene sentido en el caso de Russell por cuanto era el único que escribía, y sus escritos corresponden al «alimento» que el «pueblo» necesitaba. ¿Y a quiénes encontró Cristo en ocasión de su segunda Venida espiritual e invisible en 1914, y en 1918, y aun antes de esas fechas, a partir de 1879, ofreciendo la verdad, la auténtica verdad?: «Jesús esperaba que los cristianos ungidos (...) estuvieran (...), dando a su servidumbre “su medida de víveres a su debido tiempo” (...). »(...) ¿A quiénes encontró Cristo haciendo eso cuando regresó con poder real en 1914 y procedió a inspeccionar la casa de Dios en 1918? (...) »(...) gradualmente se hizo claro quién estaba suministrando víveres espirituales a los domésticos de Cristo aun antes de 1914. ¿Cree usted que las iglesias de la cristiandad hacían eso? De ninguna manera, porque estaban profundamente envueltas en la política (...) »(...) ¿quiénes para ese tiempo, habían dado a los buscadores sinceros de la verdad el entendimiento correcto del sacrificio del rescate, el nombre divino, la invisibilidad de la presencia de Cristo y el significado e importancia de 1914? (...) Los hechos muestran que éstos fueron el grupo de cristianos ungidos asociados con los publicadores de la revista Zion ’s Watch Tower and Herald of Christ’sPresence, que ahora lleva en español el título de La Atalaya (...). »(...) en julio de 1879, para que las verdades que Dios mediante Cristo proporcionaba como “alimento a su tiempo” se distribuyeran con regularidad a toda su familia de hijos consagrados, esta revista, La Atalaya comenzó a publicarse.’

»(...): Cinco años después [en 1884] se incorporó la Zion ’s Watch Tower TractSocietyy sirvió de “agencia” para servir alimento espiritual a millares de personas sinceras que procuraban [74] conocer a Diosy entender su Palabra (...)». Tenemos dos clases o categorías de personas diferenciadas: el Resto de la clase Mayordomo, y la de la servidumbre. Ambas aunque separadas, porque unos son del Cuerpo Gobernante o Directivo, creando o descubriendo doctrinas y estructuras, tienen en común que componen en conjunto la casa de Dios. Son ungidos, y totalizan junto con otros ungidos de otras épocas los 144.000. A éstos hay que añadir la clase «baja», identificada con la gran muchedumbre que se menciona en Apocalipsis 7. [75] Según esta teoría los 144.000 «son escogidos por Dios para vida celestial», «los otros fieles [76] siervos de Dios recibirán el galardón de vida en la tierra, no en el cielo». La Gran Muchedumbre correspondería a los que, según los Testigos de Jehová, no son de este «resto ungido» (de los 144.000). [77] Sólo a los 144.000 es aplicable el Nuevo Nacimiento y el Bautismo del Espíritu Santo, y [78] únicamente ellos pueden participar en la Cena del Señor, y a quienes propiamente se les aplica la expresión Congregación de Dios: «(Griego, ekklesía-“asamblea”, “congregación”). Un agregado de personas sacadas de entre este mundo para servir al Todopoderoso Dios. La congregación cristiana, la “nación santa”, se [79] compone de Jesucristo, la cabeza, y 144.000 miembros de su cuerpo.» La Presencia de Cristo, según los Testigos de Jehová, se ha efectuado en 1914, y los «muertos en Cristo», que son considerados por ellos como los pertenecientes a los 144.000, deberían resucitar en el momento de su Presencia. Sin embargo, según ellos, acontecerá, «durante su presencia», más concretamente en 1918:

[80]

«Los 144.000 que participan en la muerte de Cristo, son levantados al cielo para participar en [81] la primera resurrección.» «Los primeros de los 144.000 duermen en la muerte hasta el día de la manifestación de Cristo, [82] 1918 d. de J.C.» [83] «Los que son de esta clase y mueren a partir de 1918, son mudados al momento de morir.» La argumentación de los Testigos de Jehová respecto a este asunto reside por un lado en la distinción entre estos dos grupos, el valor literal de la cifra 144.000, y la revelación especial que «el siervo fiel y discreto» recibió en 1935, según la cual, sabe seleccionar qué pasajes son aplicables a los 144.000 y cuáles a la Gran Muchedumbre. Es decir,se da como sobreentendido el criterio de que la Biblia da apoyo respecto a dos clases de textos bíblicos, los que se refieren a la Gran Muchedumbre y otros que harían alusión a los 144.000: «(...) ¿Qué significaba este bautismo y el traer adentro a esas “otras ovejas” desde 1934? Evidentemente significaba que los 144.000 a quienes se llamaba al reino celestial, habían sido seleccionados para aquel tiempo y que en la tierra sólo quedaba un resto de estos “ungidos” para

el reino. Para indicar esto, aconteció el 31 de mayo de 1935 una revelación de verdad concerniente a estas “otras ovejas”. Fue que la “grande muchedumbre” (...) se compondría de las “otras ovejas” [84] cuya llamada, es a vida eterna en un paraíso global aquí en nuestra tierra.» A partir de 1935 a la Dirección de los Testigos de Jehová se le revelóque existían unos, los 144.000, con destino celestial, y otros con destino terrestre.

El problema de las transfusiones sanguíneas Uno de los asuntos que más transcendencia social tiene en relación a las actitudes doctrinales de los Testigos de Jehová es la cuestión de las transfusiones sanguíneas. Cada vez con más frecuencia y también más dolorosamente aparecen en los medios de comunicación noticias relativas a que alguien ha muerto por causa de que los familiares más responsables no permitieron la transfusión sanguínea, o bien un juez ha determinado obligar dicha transfusión. Al miembro Testigo de Jehová se le ha inculcado que la transfusión sanguínea está expresamente prohibida en las Sagradas Escrituras. Aunque haremos una valoración de esta doctrina en las conclusiones finales de esta tesis, ahora se impone una reflexión por el hecho singular de que ni Russell ni Rutherford, dirigentes dotados según este pensar del magisterio concedido al «Esclavo Fiel y Discreto», nunca escribieron en contra de las transfusiones cuando desde el siglo XVI ya se empezaron a realizar las primeras experiencias. Téngase en cuenta además que Rutherford escribió a [85] favor de ellas. Partiendo de los numerosos textos que existen en las Escrituras sobre la prohibición del consumo [86] de sangre animal lo aplican a la transfusión sanguínea. «¿Está incluida la sangre humana en la prohibición bíblica? Sí; y así lo entendieron los cristianos primitivos. Hechos 15:29 dice que “sigan absteniéndose de (...) sangre”. No dice simplemente que se abstengan de sangre animal. (Compárese con Levítico 17:10, donde se [87] prohibió comer “cualquier clase de sangre”.» «El transferir sangre de las venas o arterias de una persona a otra. Como en la alimentación [88] intravenosa, es una alimentación con sangre. Una práctica antibíblica.»

Servicio Civil Sustitutivo y Servicio Militar «La actividad predicadora de los Testigos de Jehová como ministros les da el derecho de demandar que sean exentos del desempeño de entrenamiento militar y de servicio en las fuerzas armadas de las naciones donde radican. El estado exento de los Testigos de Jehová también los releva del desempeño del trabajo gubernamental que se exige de los que se oponen por motivos de [89] conciencia al servicio militar,ya sea como combatiente o no combatiente (...)» El tiempo debe ser dedicado exclusivamente a Dios, y añaden: «El apartarse de ese deber asignado, para entrar en el servicio de otro amo, para desempeñar otro trabajo asignado por el estado civil (...), sería a la vista de Jehová un quebrantamiento del pacto. [90] Dios ha declarado que los infieles en los pactos son dignos de muerte.» Cuando analizamos el «gesto» de la Watchtower en relación al asunto del servicio civil sustitutivo, uno queda mudo de asombro. Según un testigo presencial, cuando se tomó el voto en contra, antes de 1977, el razonamiento fue el siguiente: «Puesto que este servicio es una sustitución, por este simple hecho, eso es tomar el lugar de lo que sustituye (...). Como eso es concedido en sustitución del servicio militar y puesto que el servicio militar implica (al menos potencialmente) el derramamiento de sangre, ahora el que [91] acepta el servicio civil llega ser “culpable de derramamiento de sangre”.»

El Siervo Fiel y Prudente y la Organización Verdadera Hay una constante en los escritos de los Testigos de Jehová: la de inculcar que ellos tienen la verdad. No se trata de una exposición racional y objetiva de su posición teológica, sino la de teorizar fijando la idea: «Sin embargo toda persona que ama la verdad se le invita a examinar esta alegación de que los [92] Testigos de Jehová realmente tienen la verdad.» Este concepto ha sobresalido desde la época de Russell. Para él la única verdad y la religión verdadera son los siete volúmenes denominados Estudios de las Escrituras. Dichos volúmenes, [93] según este autor, contienen el Plan de Dios para el mundo. Añade en concreto refiriéndose a las páginas del volumen III que «la luz de la verdad luce tan claramente y el Plan de Dios es tan manifiesto que no habría necesidad de cambiar una palabra de este volumen si uno lo escribiera [94] hoy». Al hablar de su «Sociedad Bíblica de tratados el Atalaya» se trata, según el mismo Russell, «de la corporación más grande del mundo», ya que «desde el tiempo de su organización hasta ahora el [95] Señor la ha usado como su canal a través del cual las buenas nuevas serían conocidas». Russell se autodesigna como haciendo la obra de «un profeta Ezequiel», aplicándose dicho título [96] comentando el texto de Ezq. 2:5 en su volumen VII. En dicho volumen dirá de sí mismo:que «es un signo de la verdad…»que la explicación que él da [97] «es la única esperanza». Se atreve a interpretar el «librito abierto» (Ap. 10:2) como haciendo referencia a él, en el sentido [98] del «mensajero de la verdad presente». [99] El grito «con poderosa voz» (Ap. 10:3), lo identifica con el propio «pastor Russell». Los siete truenos los considera como siendo los siete tomos de Estudios de las Escrituras. [100] En su comentario a Ezequiel (3:16, 17), se indica que «las enseñanzas de la verdades bíblicas fueron quitadas del clero por su infiel administración, y le fueron otorgadas al pastor Russell». Los herederos de Russell también opinaban de él muy favorablemente. Rutherford se explicaba así en relación a los volúmenes Estudios de las Escrituras: «Estos libros son la única explicación verdaderamente clara y satisfactoria que jamás haya [101] sido dada sobre el plan divino.» En un discurso pronunciado en 1922, reconoce a Russell como «Siervo Fiel y Discreto»: «¿Creen ustedes que el Rey de Gloria está presente, y que lo ha estado en 1874? (...). ¿Creen ustedes que durante este tiempo él ha tenido un siervo fiel y prudente por medio de quien ha [102] dirigido su obra y la alimentación de su familia de la fe?» Los Testigos de Jehová de hoy conceptúan a Russell como siendo del «cuerpo gobernante», que es

lo visible de la clase «siervo fiel y prudente»:

[103]

«Es evidente que Ch. T. Russell fue de aquel cuerpo gobernante allá en el último cuarto del siglo diecinueve (...). (...) Él manifestó los requisitos de superintendente expuestos en 1 ª Ti. 3:1-7 y Tit. 1:5-9 (...) y [104] sirvió de “agencia” para servir alimentoespiritual a millones de personas (...)» También le aplican a Russell el ser de la clase de profeta moderno del estilo del Jeremías antiguo: «No es extraño que ese venir y hablar en el nombre del Dios de Jeremías desde 1879 en adelante, impusiera una obligación en los que publicaban y apoyaban la revista La Atalaya y publicaciones relacionadas ¿Cuál? La de proclamar a toda la humanidad lo que Jehová había declarado en la Santa Biblia. Esto se asemeja a la responsabilidad quese le impuso a Jeremías [105] (...).» Desde 1879 hasta su muerte, Russell fue el principal artífice de todo lo que se relacionaba con la organización de los Testigos de Jehová,por lo tanto estas palabras se aplican directamente a Russell.Russell, desde 1879 (incluso 1874) estuvo, según los Testigos, «viniendo y hablando en el nombre de Dios», y actuó como Jeremías, «como vocero de Dios», «como un profeta». ¿Cometió Russell errores fundamentales en su apreciación bíblica que le puedan descalificar como escogido de Dios? ¿Fue auténticamente un ungido de Dios? ¿Proclamó a la humanidad lo que Dios había declarado en la Santa Biblia, en especial en lo tocante a la concepción «escatológica»? ¿Fue como un vocero de Dios de la «clase» de Jeremías o de la clase de Ezequiel? Esta tesis doctoral dará una respuesta conforme avancemos en nuestro estudio. Rutherford se considera también como suscitado por Dios para dar la verdad que hasta ese momento, según él, no había sido comprendida. Respecto al libro El Arpa de Dios, que contiene temáticamente las principales doctrinas bíblicas de acuerdo a la óptica del autor en cuestión, se expresa del siguiente modo: «(...)El libro titulado El Arpa de Dios (...), contiene la clara y simple elucidación de algunas de [106] las bellezas de los propósitos revelados de Dios…» Concerniente a su obra Luz, indica: «Antes del año 1930, no se había publicado una satisfactoria explicación del Apocalipsis, evidentemente por no ser aún el debido tiempo de Dios para que sus siervos tuvieran el [107] entendimiento de este libro(...)» En relación a la publicación de La Atalaya, comenta: «Durante el período de su publicación, la Watchtower ha sido el portavoz de los hijos de Dios en [108] la tierra.» Los Testigos actuales dan un gran valor a la obra de Rutherford desde 1917, 1919 hasta su muerte en 1942:

[109]

pasando por

[110]1 «Doce años de servicio fiel, a pesar de la oposición de los clérigos de la cristiandad.»

En su muerte todo fueron elogios hacia su persona y obra: [111]2 «Ahora ha entrado en un campo superior de servicio para siempre con el Señor.» ¿Podemos aceptar como a un profeta de Dios a Rutherford por el contenido de sus libros? ¿Cumple fielmente lo que implica ser representante de lo que ellos entienden como siervo fiel y prudente? ¿Cometió o no cometió errores en su posición escatológica? ¿Se contradijo en cosas esenciales con su predecesor, y con sus correligionarios posteriores? ¿Se le puede estimar como un ungido de Dios o como un profeta? La Organización de los Testigos de Jehová de nuestro tiempo se identifica con la obra del profeta Jeremías: «(...) puesto que nuestros tiempos corresponden con los días de Jeremías (...), es lógico que haya una clase semejante a Jeremías hoy día (...). ¡La hay! Se compone del resto aprobado de la clase del “esclavo” (...). La organización cristiana de los Testigos de Jehová, ha reconocidosu obligación en ese sentido [112]3 (...)» «(...)las naciones verán el cumplimiento de aquello que estostestigos dicen según son orientados [113]4 desde el cielo… Pronto las naciones tendrán que saber que hubo un profeta en su medio…» Se preguntan: «Quién es el conducto de Dios para servir la verdad pura de la Biblia? (...)» [114]5 «¿Quién es el profeta verdadero y aprobado,enviado por Jehová Dios? (...)» La respuesta no podía ser otra:«El resto ungido ‘mis dos testigos’, son como otros profetas bíblicos, a saber, Elías, del décimo siglo a. de la E.C. y Moisés, del siglo dieciséisa.de la E.C. [115] (...)» El resto ungido, como ya vimos, son los 144.000. Ahora sobrevive tan sólo un resto, y de este resto hay un cuerpo gobernante que se encuentra en la sede central de los Testigos, en Brooklyn. Y es este [116] resto del resto lo que Dios tiene como profeta en la tierra. Se hace necesario, a juicio de los Testigos, para alcanzar la paz y la felicidad leer la revista del Atalaya con la ayuda de la Biblia. Noten el orden de importancia de las lecturas: «Las numerosas personas a las cuales el lenguaje lógico de L a Atalaya es familiar, son unánimes a declarar que quienquiera que aspira a una vida sin fin, en la paz y la felicidad, [117] debería estudiar este periódico con la ayuda de las Santas Escrituras.» Nótese la prioridad, en la declaración de que es preciso estudiar La Atalaya con la ayuda de la Biblia y no viceversa. La proclamación sobre la fidelidad a los propósitos divinos les permite arrogarse el derecho de que los que leen sus publicaciones deben de ser confiados y crédulos: «Si amamos a Jehová y a la organización de su pueblo, no seremos desconfiados, sino que como la Biblia dice: “creeremos todas las cosas”, todas las cosas que La Atalaya publica, por cuanto [118] ha sido fiel en darnos un conocimiento desde su principio hasta el día presente.»

Una vez más tenemos un cúmulo de expresiones que nos dejan perplejos. ¿Será cierto lo que dicen ser? ¿Deberemos creernos todo lo que nos explican en La Atalaya y en sus otras publicaciones? ¿Cómo podemos conciliar la petición a que se investigue sobre si son el «canal» de Dios, con la exigencia de que nos creamos todo y de que seamos confiados con todo lo que se ha vertido enLa Atalaya desde 1879 hasta nuestros días?

Capítulo IV Una aproximación a su mensaje y las características de la verdadera religión En este capítulo nos limitaremos a hacer una exposición de las doctrinas más importantes que los Testigos de Jehová mantienen en su ideario teológico. Las citas documentales en lo que se refiere a los conceptos escatológicos se exponen en sus lugares respectivos. Hemos querido evitar el reiterarnos con notas bibliográficas que en otros capítulos expondremos obligados por el tratamiento exhaustivo de las temáticas respectivas. Tocante a otros aspectos de la doctrina de la Watchtower presentamos un planteamiento variable de acuerdo a la importancia y originalidad de la doctrina. Sobre la expiación creemos que las citas contrastadas son suficientes para evaluar debidamente su concepto soteriológico. En relación a su ideario respecto a la persona de Jesucristo y de la expresión «Espíritu Santo» nos hemos extendido más por ser enseñanzas distintivas. También hemos dedicado unos apartados críticos en la Sección correspondiente.

Dios y la Creación Existe un ser único desde toda la Eternidad: Jehová Dios, Creador y Sustentador del universo y de todas las cosas visibles e invisibles. Se distingue claramente a Dios respecto de la Naturaleza creada [119] por un Dios personal y trascendente. Niega la existencia de la teoría de la Evolución. La doctrina según la cual una única Naturaleza Divina se componedel Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, participando Éstos de esa misma Naturaleza Eterna, y como siendo distintos en «Personalidad» es falsa.

La Trinidad y el Espíritu Santo La doctrina de la Trinidad es falsa: [120] «Este concepto se adaptaba bien a la “era del oscurantismo” que ayudó a crear.» [121] «Esta teoría… es tan antibíblica como poco razonable.» «Si no fuera porque este error trinitario nos ha sido inculcado desde la niñez y porque es enseñado en los seminarios teológicos por maestros canosos… nadie le dedicaría ni un instante a [122] considerarlo.» «Son los autores de la falsa e irracional doctrina de la Trinidad, por la que pretenden enseñar [123] que Jehová, Jesús y el Espíritu Santo son tres personas en una.» «Por más que busque, no encontrará ningún texto bíblico que use la palabra Trinidad, ni hallará uno que diga que el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo son iguales en todo aspecto, como en eternidad, poder posición y sabiduría. Ni siquiera un texto bíblico dice que el Hijo sea igual al Padre en esos aspectos… y si hubiera tal texto, no establecería una Trinidad, sino -a lo más- una “dualidad”. En ninguna parte de la Biblia se pone al Espíritu Santo en igualdad con el [124] Padre.» El Espíritu Santo no existe como «persona». Se trata de la fuerza activa del Dios invisible y [125] Todopoderoso. «En la Biblia, el uso de la expresión “Espíritu Santo” indica que es una fuerza controlada que [126] Jehová Dios usa para llevar a cabo diversos propósitos (…)» «No es una persona.» «Esto armoniza con el hecho de que en general la Biblia se refiere al “Espíritu Santo” de manera impersonal como al compararlo con aguay fuego (…). Se dice que la gente se llena de Espíritu Santo de la misma manera como se llena de cualidades como sabiduría, fe y gozo (…)» «(…) En Mateo 28:19 se hace referencia al “nombre (…) del Espíritu Santo”. Pero la palabra “nombre” no siempre se refiere a un nombre personal ni en griego ni en español. Cuando decimos “en nombre de la ley”, no nos referimos a una persona. Más bien nos referimos a lo que la ley representa, su autoridad.» «(…) “El uso del nombre (onoma) aquí es un uso común en la Septuaginta y en los papiros para referirse a poder o autoridad”. De modo que el bautismo “en el nombre del Espíritu Santo” es en reconocimiento de la autoridad del espíritu, que viene de Dios y funciona por la voluntad divina (…)» «No, el Espíritu Santo no es una persona ni es parte de una trinidad. Es la fuerza activa de Dios que él usa para efectuar su voluntad. No es igual a Dios, sino que siempre está a su disposición y [127] en subordinación a él.»

La Persona de Jesucristo, Resurrección y Ascensión Jesucristo aunque tiene importancia para los Testigos, no se le concede la valoración completa que la Palabra de Dios otorga. Su concepción sobre la persona de Jesucristo es confusa, por cuanto al tomar naturaleza humana el Verbo, éste dejó de tener algo que ver con la personalidad de Jesucristo. De ahí que la preexistencia de Jesucristo, aunque no se niegue, no se le dispensa la continuidad histórica entre lo que era preexistentemente y lo que continuó siendo mediante la unión de lo preexistente y la humanidad originada mediante su nacimiento virginal. Los Testigos nos presentan al Verbo como actuando en el origen de Jesús de Nazaret, pero al introducir esa ruptura entre lo que había antes y lo que se suscita después conciben una situación que ni nos explican ni la comprendemos. El Verbo que para la concepción cristiana «tradicional» es Eterno y Creador, es para los Testigos «un dios» creado, la primera obra creada por Dios Padre. Se identifica a este Verbo con un « ángel», ocupando el lugar más importante respecto a todas las demás criaturas. Esto le confiere ser el Hijo de Dios. De este modo, de acuerdo a este parecer, se evita la contradicción entre la unicidad de Dios y lo que surge del planteamiento que realizan los « trinitarios». Manteniendo esa ruptura a la que hemos aludido, consideran a pesar de todo que Jesucristo era el Verbo o un Ángel en su preexistencia. Jesucristo, mientras estuvo en esta tierra, sería, a juzgar por este pensar, simplemente un ser humano, sin que el Verbo, que es en definitiva «lo que habitó entre nosotros», de acuerdo al prólogo del evangelio de Juan, tuviera algo que ver en la personalidad de un ser que sin dejar de poseer una humanidad real y completa conservara lo inherente al Verbo, aun cuando fuese de un modo « anonadado» como consecuencia de la «kenosis» que nos explica el apóstol San Pablo. La postura de los Testigos frente a la doctrina de la resurrección de Jesucristo tampoco la podemos comprender. Jesucristo perdió para siempre la humanidad por su muerte, y sin embargo recuperó su preexistencia. Los cuerpos de sus apariciones fueron simples materializaciones. Fue en esa resurrección (no la del cuerpo) que Jesús no sólo recuperó la preexistencia perdiendo para siempre la humanidad, sino que fue ensalzado hasta obtener la naturaleza divina. Vamos a estudiar estos asuntos teniendo en cuenta por separado las tres épocas representativas.

Russell Russell en su volumen V principalmente, dedica varios capítulos a exponer su pensamiento sobre [128] la persona de Jesucristo. [129] En el capítulo II nos dice que el Todopoderoso sólo es aplicado al Padre como único [130] Dios. Él es el verdadero Salvador, siendo Cristo uninstrumento, y el Padre el único que tiene [131] vida por sí mismo. Considerauna tradición falsa aquella que unifica la naturaleza del Padre y [132] del Hijo; la unidad del Padre y del Hijo se refiere, según él, al carácter y propósitos. Ya que no [133] sólo son distintos en persona, sino que la palabra «Jehová» es sólo aplicable al Padre. De ahí que, según él, la interpretación que hace de la expresión que nos trasmite el texto de Juan 14:9, una identidad de naturaleza entre el Padre y el Hijo, es errónea. Significaría, de acuerdo a este pensar, [134] que la conducta y los objetivos de Cristo estaban en coordinación con los del Padre. En el capítulo III de ese volumen V, [136] [137] dios», un ser creado y no eterno.

[135]

se nos asegura que Cristo fue como Logos: «un

[138] [139] En el capítulo IV, se asegura que la afirmación sobre la encarnación, no es bíblica. Y esto no solamente por cuanto el logos ha sido creado y supondría una diferencia fundamental, sino, sobre todo, por la concepción que Russell tiene en cuanto a los cambios y pérdidas de naturaleza: «Se nos dice que antes de dejar nuestro Señor la gloria para hacerse hombre, era en forma de Dios –una forma espiritual, un ser espiritual– mas dado el caso que para servir como rescate de la humanidad tenía que ser hombre, de la misma naturaleza del pecador, cuyo sustituto en la [140] muerte iba a ser, fue necesario que cambiara de naturaleza.» Esta argumentación no corresponde a la unión de dos naturalezas, sino de un cambio de naturaleza. La naturaleza angélica es inferior a la de Cristo, tanto antes de hacerse hombre como después de ser exaltado a partir de la resurrección: «Nótese cómo esto no solamente enseña que la naturaleza angélica no es el único orden de seres espirituales, sino que también es inferior a la del Señor antes de hacerse hombre. Él entonces no ocupaba el lugar tan elevado que ocupa ahora… él ahora es del orden más alto de [141] seres espirituales, siendo, como Jehová, participante de la naturaleza divina.» Esta inferioridad de naturaleza de los ángeles respecto de Cristo, no es esencial, sino de grado, [142] puesto que Russell considera a Cristo un ángel con categoría superior. Russell deja claro que la experiencia y existencia de Cristo no supuso ni combinaciones ni mezclas de naturaleza. En su existencia humana supuso la pérdida real de la naturaleza espiritual que poseía anteriormente; del mismo modo, cuando Dios el Padre le hizo participante, después de la resurrección, de la naturaleza divina, también perdió la naturaleza humana: «Tampoco fue Jesús la mezcla de las dos naturalezas –la humana y la divina–. La mezcla de dos

naturalezas no produce ni la una ni la otra, sino algo imperfecto, híbrido, sin la aprobación del propósito divino. Cuando Jesús estuvo en la carne fue un ser humano perfecto; antes había sido un ser espiritual perfecto; desde su resurrección es un ser espiritual perfecto del orden más elevado, el divino. No fue sino hasta el tiempo de su consagración aun hasta la muerte, tipificada en su bautismo, a los 30 años de edad... «El nombre “Dios” es por lo tanto correctamente aplicado al Hijo porque él fue un ser poderoso. La naturaleza humana tuvo primero que consagrarse a la muerte de que él pudiera recibir siquiera la seguridad o garantía de la naturaleza divina. Y no fue sino hasta que tal consagración se llevó a cabo, y hasta que de hecho él sacrificó la naturaleza humana, aun hasta la muerte, cuando Jesús vino a ser de una manera completa participante de la naturaleza divina... Así vemos que no hubo en Jesús ninguna mezcla de naturaleza, sino que experimentó por dos veces un cambio de naturaleza, primero de la espiritual a la humana, luego de la humana al más alto orden de la naturaleza espiritual –la divina–; tanto en un caso como en el otro, dejó una naturaleza [143] para tomar otra.» Es interesante que comprendamos la base de los conceptos escatológicos en relación al retorno de Cristo. Esos conceptos son como fruto de su posición cristológica: «Su existencia humana terminó en la cruz… Jesús, por lo tanto, durante su resurrección y después de ella, fue un ser espiritual no teniendo nada de lo humano… No solamente era necesario que el hombre Jesucristo muriera, sino que también era igualmente necesario que el hombre Jesucristo jamás volviera a vivir, que permaneciera muerto hasta toda la [144] eternidad.» [145] «Debemos tener presente que nuestro Señor ya no es un ser humano.» «El cuerpo humano de carne y hueso y sus vestidos que aparecieron súbitamente, estando cerradas las puertas del aposento, no salieron afuera, sino que desaparecieron o se disolvieron en los mismos elementos del que los había creado momentos antes… La carne, los huesos, la ropa con que se manifestó Cristo, fueron disueltos… Las ropas con las que apareció Cristo tuvieron que haber sido creadas especialmente y con toda probabilidad, cada vestido, el más apropiado para cada ocasión. Por ejemplo cuando apareció a María como [146] jardinero, probablemente vestía las ropas que viste un jardinero.»

¿Qué ha ocurrido con el cuerpo que no vería corrupción? ¿Cómo justificar el término «resurrección» que se aplica a la persona completa incluyendo el cuerpo? He aquí la explicación de Russell y la afirmación categórica de que Cristo ya no posee nada de la humanidad: «El cuerpo humano de nuestro Señor fue removido sobrenaturalmente del sepulcro; porque si hubiese quedado en la tumba, hubiera constituido una dificultad insuperable para la fe de los discípulos… No sabemos nada si se disolvió en gases, o si todavía está preservado en alguna parte como grandísimo monumento del amor de Dios… Por consiguiente, Jesús, en y después de la resurrección, fue un [147] espíritu –un ser espiritual–; ya no fue más un ser humano en sentido alguno.»

Rutherford Rutherford sigue la misma línea de pensamiento que Russell con algunas variantes. Piensa que Jesús tuvo una preexistencia prehumana siendo su nombre el Logos: «Él existió mucho antes de que viniera a nacer como ser humano. En su existencia prehumana [148] su nombre era el Logos (…)» El Logos es el primer ser creado: «El principio que aquí se hace referencia no puede ser el principio de Dios, el Padre, puesto que él es de la eternidad hasta la eternidad, y nunca tuvo principio (Sal. 41:13; 90:2). Pero la tarea u obra de Jehová sí tuvo un principio (…) El Logos fue la única y directa creación [149] de Jehová.» Jesús no es de la misma naturaleza que Dios: [150] «El Logos, el Verbo, era un Dios, un poderoso.» «Algunos han creído sinceramente que Jesús era el mismo Dios. Tal conclusión no se corrobora [151] por las Escrituras.» No hay posibilidad de combinación ni de Dios-hombre, ni de ángelhombre. La encarnación la entiende Rutherford como que Jesús no fuese realmente hombre, ser humano, rechazándola como inaceptable: «Muchos, además, han sostenido la creencia de que Jesús durante su vida terrena, seguía siendo un ser espiritual, y que su carne servía solamente para cubrir o albergar dicho espíritu. En otras palabras, era un ente encarnado, y no del todo humano. La teoría de la encarnación pretende que un espíritu toma posesión, durante algún tiempo, de un cuerpo humano (…). La teoría de la encarnación de Jesús está en pugna con las enseñanzas de las Sagradas Escrituras (…). [152] Algunos insisten en que cuando Jesús estuvo en la tierra era a la vez Dios y hombre. Esta teoría es errónea.»

«Tampoco fue Jesús un ángel o ser espiritual.» Se reconoce que los magos adoraron a Jesús:

[153]

[154] «Al llegar a Bethlem los magos encontraron al niño y le ofrecieron dones y le adoraron.» Cristo murió como ser humano y resucitó como ser divino: [155] «Jesús fue muerto carne y resucitado un ser divino.» «En el momento de su bautismo en el Jordán, fue engendrado para la naturaleza divina. Al resucitar, nació en el plano divino. Cuando el que fue levantado de entre los muertos, fue Señor y [156] Cristo.» El cuerpo en que se aparece Jesús en la resurrección no es ni el que sufrió la crucifixión ni el glorificado: «(…) los cuerpos en que apareció Jesús después de su resurrección, no fueron el cuerpo que fue crucificado, ni tampoco su glorioso [157] cuerpo espiritual, sino cuerpos expresamente creados con el fin de aparecer a sus discípulos.»

Época de Knorr y F. Franz (en los posteriores que ya hemos citado aceptan lo indicado en este apartado) Consideran que Dios es Uno, al cual llaman JEHOVÁ, según ellos el verdadero nombre de [158] Dios. Jesucristo sería la primera creación de Dios: «La primera y única creación directa por su Padre [159] Jehová.» Cristo es una creación, no es eterno.

[160]

Apoyándose principalmente en el texto de Apocalipsis 3:14, donde se llama a Jesús «el principio de la creación de Dios», le dan un carácter pasivo y ordinal. De acuerdo a ello Jesucristo sería la primera «cosa» o «ser» creado por el Dios Todopoderoso. «La Palabra o Verbo, fue la primera creación celestial de Dios»: «En su resurrección Jesucristo fue creación de Dios o una creación por Dios. Pero en el mismo principio de toda la creación Jesús fue creación de Dios, una criatura producida por Dios. Como la Palabra “en el principio”, en el cielo, él fue el primero de la creación de Dios, “el principal de [161] la creación de Dios”.» Junto a Apocalipsis 3:14 se trae, para confirmar la tesis de Cristo como primera obra creada, el texto de Colosenses 1:15. Comentan que al examinar el texto de Génesis 49:3, comparándolo con Deuteronomio 21:17, es razonable concluir de Colosenses 1:15 que «el Hijo de Dios es el [162] primogénito de toda la creación, en el sentido de ser la primera de las criaturas de Dios». Es así como se expresan en otra de sus obras representativas: «Este obrero maestro era y es la “imagen del Dios Invisible” y, por lo tanto, él imitó a Dios su Creador en su obra. Como el “Hijo unigénito de Dios” él fue el “primogénito de toda creación”, de modo que todas las otras cosas lo siguieron a él y fueron creadas por Dios “por medio de él y para él”, puesto que él, como el “primogénito” de Dios, era el Heredero de todas las cosas. Dado que a todas estas otras creaciones se les dio existencia “por medio de él”, este Hijo “primogénito” de Dios permanecía en un puesto singular, ya que permanecía como el único Hijo que fue creado o engendrado directamente por Dios el Creador. Así él permaneció “unigénito”, la [163] única creación directa de Jehová Dios.» Según los Testigos, Proverbios 8:22 confirmaría Apocalipsis 3:14, en cuanto a que Cristo es la primera obra creada, y aseguran que en dicho texto la palabra principal no tiene valor activo. Respecto a Proverbios 8:22 añaden: «Ciertamente allí la palabra principio no significa Empezador, Origen u Originador. Claramente significa el primero de los caminos de [164] Dios, o el original de los caminos de Dios, en ser creado.»

De acuerdo al Asegúrense de todas las cosas, se trataría de la única creación directa de [165] Dios, y conforme a esa interpretación Jesucristo se convierte en el primer ser creado, y por lo tanto inferior al Padre en naturaleza.

Aun cuando reconocen una existencia prehumana respecto al Verbo según el prólogo de Juan, no impide que mantengan una posición de inferioridad de Cristo en cuanto a su naturaleza en [166] [167] comparación con el Padre. Cristo no es Dios sino un dios, y por lo tanto un ser creado. La ausencia del artículo delante de la palabra «Dios» en Jn. 1:1 les hace traducir «un dios».

[168]

[169] En Sea Dios Veraz, se dice que Jesús había sido «una persona espiritual; así como Dios es espíritu, él era un poderoso aun cuando no todopoderoso como Jehová Dios». [170] En elAsegúrense de todas las cosas (edic. 1960), se expone: «Cristo Jesús como espíritu, la imagen exacta de Dios, divina, inmortal e invisible.» Esta declaración ya no aparece en la segunda edición del Asegúrense. Ahora se concreta que Jesucristo fue «un espíritu» y como tal la primera creación de Dios. No se explica cómo esa palabra dejó de ser lo que era, «espíritu e invisible» y [171] llegó a ser el hombre Jesús. No existe ninguna «parte de espíritu» en el Cristo venido a esta tierra, y por lo tanto ya no es [172] posible ninguna clase de combinación. «Jesús nació de una mujer, no fue espíritu en forma corpórea.» [174] espíritu cuando llegó a ser hombre.»

[173]

«Jesús dejó atrás cosas de

[175] «La vida que fue entregada como rescate correspondiente no fue más que humana.» [176] «Si Jesús hubiese combinado divinidad con humanidad no podría haber muerto.» Realmente la Encarnación, de acuerdo a esta posición de los Testigos, no existió en Jesús, puesto que se interpreta que los que creen en ella la conciben como un simple revestimiento de carne. De ahí que digan: «Si Jesús hubiera sido encarnación no habría tenido que nacer como niño, sino que podría [177] haber asumido carne, como lo hizo después de la resurrección.» ¿Quién era Jesucristo a tenor de esta exposición? Ya dijimos que se admite una existencia prehumana, pero interpretada de modo que ni antes era Dios, sino «un dios», y una vez hecho hombre pierde lo que era anteriormente. «Hasta traducciones impresas de esas maneras, indican que la Palabra, en su existencia prehumana en el cielo con Dios, tenía calidad de lo divino pero no era Dios mismo o parte de Dios. La Palabra era el Hijo de Dios (…). ¿Qué llamaríamos a tal Hijo de Dios (…)?. Recordamos que Jesucristo les dijo a los judíos que a los jueces humanos a quienes o contra quienes vino la [178] Palabra de Dios, se les llamó “dioses” en el Salmo 82:1-6; Juan 10:34-36.» La declaración de «Señor mío y Dios mío» se dirige a Jesucristo resucitado en calidad de un dios: «Puesto que Jesucristo como la Palabra de Dios ocupa un puesto que no ocupa ninguna creación de Dios, podemos apreciar por qué el apóstol Juan escribió en Juan 1:1: “y la Palabra era un dios”. Podemos comprender también las palabras de Juan 1:18, según están registradas en los manuscritos griegos más antiguos: “Ningún hombre ha visto a Dios en tiempo alguno: un Dios unigénito, Aquel que existe dentro del seno del Padre, él lo ha interpretado.” Puesto que él es “un Dios unigénito” que nos ha interpretado a su Padre celestial, podemos comprender la fuerza apropiada de las palabras del apóstol Tomás dirigidas a Jesucristo resucitado: ¡Señor mío y Dios mío!

[179] (Juan 20:28).»

Cristo era un «Hijo de Dios», el «primogénito», al estilo de esos ángeles que reciben el nombre de [180] «Elohim». Jesucristo, en su calidad de ser humano, es tan sólo «el Hijo humano de Dios», y, por lo tanto, [181] «menor que Jehová». Si bien Cristo tenía una existencia prehumana, aunque creada por el Padre, y ésta ha sido perdida al hacerse hombre, por la resurrección obtiene la inmortalidad, y de nuevo una naturaleza espiritual divina. Cristo, después de morir es resucitado inmortal al tercer día. Ha sido «recompensado con [182] inmortalidad al resucitar». Notemos que la resurrección no es en cuanto al cuerpo: «Jesús fue levantado de entre los muertos [183] criatura espíritu.» ¿Qué significa esto? [184] «Cristo dio su cuerpo carnal para la humanidad; no lo tomaría de nuevo para volver a la carne.»

[185] Apareció en formas corpóreas pero no era su propio cuerpo. Jesucristo resucita, pero su [186] resurrección es «como criatura espíritu». No se trata de la resurrección de la humanidad, sino una simple materialización como criatura espíritu. [187] Por otra parte, en el Asegúrense de 1960 se afirma «haber asumido carne» Cristo después de la resurrección. El Comité de la Organización de los Testigos no lo volvió a publicar en 1970 en su nueva edición. Lo cierto es que ahora Jesucristo se sitúa en un lugar verdaderamente privilegiado después de la resurrección, ya que «ha sido elevado a un puesto más alto que el que tenía en su [188] estado prehumano». Nos preguntamos que si era lo máximo después de Dios, en su estado prehumano, ¿habrá sido hecho Dios? Se dice que el Verbo o la Palabra ejercía como siendo lo más importante después de Dios, ahora que según los Testigos de Jehová Cristo ha sido elevado a un puesto superior al que tenía en su existencia prehumana, ¿habrá alcanzado el ser igual al Primero? El ensalzamiento de Cristo lo utilizan los Testigos como argumento contrario a la posibilidad de que Cristo pudiera ser igual a Dios en atributos, ya que si Jesucristo fuera ya desde el principio el Dios Altísimo, ¿cómo entonces podía «Dios el Padre ensalzarlo más, o darle un puesto superior más [189] elevado que el puesto que había ocupado antes de que llegara a ser hombre?» Sin embargo este razonamiento en base al requerimiento bíblico exige, conforme al planteamiento que se haga, «una subida de categoría». Elevarlo por encima de los ángeles y de toda la organización de Dios, y ser inferior tan sólo al Dios Altísimo es algo que ya lo eraantes, según los Testigos de [190] Jehová, por lo tanto sigue en pie el interrogante respecto en qué ha consistido el ensalzamiento de Cristo.

Los textos como Jn. 5:19; 14:28, 1ªCor. 11:3: 15:28, que predicarían de acuerdo al análisis fragmentado y parcial de los Testigos, la inferioridad de naturaleza de Cristo respecto del [191] Padre. Ya que tanto el que el Padre sea «Cabeza de Cristo» como el sometimiento voluntario al Padre son interpretados sin tener en cuenta la humanidad de Cristo que evidentemente es inferior a la Naturaleza divina. ¿Pero estaba presente la naturaleza Divina en el hombre Cristo-Jesús? Si así fuera el color de esos textos sería distinto. Por otro lado, los textos claves como Filipenses 2:5-8, donde aparece la «morfe» de Dios, como el de Jn. 8:58 que presenta el «Yo Soy»,y el de Jn. 1:1 que contiene la confesión de que el «Verbo era [192] Dios» son comprendidos de un modo muy diferente a la línea evangélica. En una de sus últimas publicaciones sobre la persona de Jesucristo se resume la concepción que sobre Jesucristo mantienen los Testigos de Jehová: «Jesús nunca afirmó que fuera Dios, pero reconoció que era el Mesías o Cristo prometido. También dijo que era “Hijo de Dios”, no Dios (…). Era una persona muy especial, porque Dios lo creó antes de todas las demás cosas (…). (…) Dios transfirió la vida de su Hijo a la matriz de una mujer, y Jesús llegó a ser un hijo humano de Dios, nacido de una mujer del modo normal (…). (…) Con el tiempo, a Jesús ya hombre se le concedió recordar toda su asociación anterior con [193] Dios en el cielo.»

El verdadero Nombre de Dios es Jehová Enla época de Rutherford, y en ocasión de una asamblea, se dioa conocer el aumento de conocimiento en relación al nuevo Nombrequede algún modo Dios les había «revelado»: «Testigos de Jehová». A partir de ahí el término Jehová o algún otro semejante ha cobradouna importancia capital en la teología de los Testigos. Tanto que el usode esa grafía supone una característica de la Organización verdadera.

Las Sagradas Escrituras La Biblia es la Palabra de Dios inspirada e infalible y ha sido conservada providencialmente tal [194] como fue originada por Dios para revelarnos sus propósitos. Para poderla entender correctamente se precisa la ayuda del «siervo fiel y discreto», que se identifica con la orientación [195] bíblica que la Dirección de los Testigos de Jehová expone.

La Doctrina de la Salvación y Expiación Aparentemente puede parecer, respecto al ideario de los Testigos, que el sacrificio de Cristo quitó los efectos del pecado de Adán y con eso el hombre obtiene la salvación gratuita. Sin embargo, cuando se profundiza, el asunto cambia de cariz. En principio no se cree que Jesucristo haya podido con su sacrificio aplicarlo completamente a cada ser humano, sino que tan sólo ha sido suficiente para Adán. El rescate para «todos» se entiende en el sentido de que Jesucristo redimió a Adán y por lo tanto todo lo que perdimos en éste. Según este pensar, Jesucristo nos puede librar de los efectos, pero no del poder del pecado. La redención está plenamente ligada a un conocimiento total de la verdad para poder ser salvos, de ahí que sea necesaria otra oportunidad, la que se presentará durante el Milenio. El Milenio ofrecerá la posibilidad de que todos sepan la verdad, la pongan en práctica, y entonces es cuando serán realmente salvos. Esto permitirá el que las personas manifiesten su sometimiento a las leyes del Reino, o el rechazo de ese conocimiento de la verdad, y sólo entonces serán condenados. Una minoría, la formada por los 144.000 (literalmente comprendida esta cifra), no necesitará la época milenaria para ser salva, ésta ya lo es antes del comienzo del Milenio. Se le denomina la «Esposa» o «Cuerpo» de Cristo. Fuera de esta cifra literal de 144.000 personas, nadie, aun después de muerto, tiene la seguridad de la salvación, puesto que una vez se resucite durante el Milenio, o incluso durante el Armagedón puede hacerse merecedor de la destrucción eterna.

Criterio de Russell «(…) la venida de Cristo ocurrirá antes de la conversión del mundo, que él reinará con el [196] propósito de convertirlo, que la iglesia está ahora en prueba (…)» El Reino que se inaugura con la Segunda Venida de Cristo es lo que hace auténticamente convertir al mundo no antes, sino a partir de: «Sin embargo, el testimonio al mundo no implica la conversión del mundo (…). Ese testimonio [197] ya se ha dado (…). El Testimonio al mundo es un objeto secundario.» Por lo que evidencia nuestro mundo, Dios realmente ni siquiera ha intentado la conversión del [198] mundo, y por lo tanto su Palabra no ha sido enviada con tal misión. Hay una diferencia clara para Russell entre la salvación de unos escogidos: la simiente o pequeño rebaño, y la salvación del mundo: «Hallamos en las Escrituras la enseñanza de otro escalón en el plan divino: una restitución para el mundo, la que se llevará a cabo por medio de la Iglesia elegida cuando esté completa y glorificada. El “pequeño rebaño” los vencedores de esta Edad Evangélica, tan sólo componen el cuerpo de “la simiente” en la que, o por medio de la cual, serán benditas todas las familias de la tierra (…)» «(…) Cuando la compañía de los llamados (…) esté completa, entonces el plan de Dios para [199] salvar al mundo apenas estará comenzando.» El significado de que Cristo ha muerto por todos no tiene para Russell el sentido evangélico que de forma natural posee dicha palabra. Ese «todos» no puede referirse a la actualidad presente, por cuanto no todos, según Russell, han tenido la oportunidad de conocer el plan de Dios. El conocimiento es la palabra clave para la salvación, no la expiación de Cristo. «Pero tan cierto como Cristo murió por todos, todos alcanzarán las oportunidades y las bendiciones compradas con su preciosa sangre. Así es que en el Milenio, debemos esperar bendiciones sobre todos, tanto para los que descansan en sus tumbas, como para los que no han ido a ella (…)» «Vemos, pues, que la salvación general que vendrá a todo ser humano consiste en proporcionar a cada cual luz de la verdadera fuente, y la oportunidad de escoger la vida.» «Comoquiera que la gran mayoría de la raza se encuentra en la tumba, será necesario traerlos de ella para testificarles las buenasnuevas de un Salvador. Vemos también que la salvación especial, la cual ahora en esperanza gozan los creyentes (Rm. 8:24) y cuya realidad será revelada en la Edad Milenaria a todos los que creyeren en aquel día, es una completa liberación fuera de la esclavitud del pecado y de la corrupción de la muerte para entrar en la gloriosa libertad de los [200] hijos de Dios.» Russell supone que en la actualidad no hay suficientes oportunidades a la salvación, de ahí la necesidad del Milenio: «¿En rescate por todos? ¿Entonces por qué no todos los incluidos en el número reciben el beneficio de la muerte de Cristo? ¿Por qué no han venido todos al conocimiento de la verdad para que pudieran creer? (…) «Prevalece la opinión de que la muerte finaliza toda prueba, pero no hay cita bíblica alguna

que lo confirme (…)» «(…) todos serán “vivificados” en Cristo, pero cada cual “en su propio orden”, la Iglesia Evangélica, la Esposa o Cuerpo de Cristo, primero; luego, durante la Edad Milenaria, todos las [201] que a Él vengan en el transcurso de esos mil años (…)» Jesucristo sólo podía redimir a una persona. A la única, según este pensar, que realmente pecó: Adán. «En el plan adoptado por Dios sólo un Redentor se requiere, puesto que sólo uno pecó, y sólo sobre uno recayó la condena (los demás participaron de ella). Pero si la primera prueba hubiera sido individual, querría decir que si la mitad de la raza pecara y cada cual fuera individualmente acreedor a la pena, por cada uno de ellos se requeriría el sacrificio de un redentor. Una vida cuyo derecho no se había perdido, tan sólo podría redimir otra vida perdida, pero nada más que ésa. De ninguna otra manera que conforme al plan escogido por Dios, el hombre perfecto, “el hombre Cristo Jesús” podría darse en “rescate (como precio correspondiente) por todos”. Su vida redime [202] la de Adam, y también todo lo que perdimos en éste.» En realidad, todo está centrado para Russell en la eliminación de los efectos producidos por el pecado de Adán. No es posible la victoria en Cristo Jesús sobre el poder del pecado. El rescate de Jesucristo, si bien le libera a éste de la primera condena y de sus resultados, supone simplemente en colocar de nuevo a los pecadores en otra prueba que, de superarla o no, determinará si es o no digno de la vida eterna: «El rescate dado, a nadie disculpa del pecado, ni tiene por objeto el reputar a los pecadores como santos abriéndoles campo para que logren disfrutar de una dicha eterna. Su radio de acción se limita a libertar al pecador que lo desee, fuera de la primera condena y de sus resultados directos o indirectos, colocándolo nuevamente en prueba para alcanzar la vida eterna; en esta prueba, por medio de la obediencia o desobediencia personal se determinará si el individuo es [203] digno o no de gozar perpetuamente de la vida.»

El criterio de Rutherford Si bien Rutherford no es tan exhaustivo como Russell, en este tema de la Salvación coinciden ambos en lo esencial. No nos habla para nada de la aplicación para cada persona del valor infinito [204] de la muerte de Cristo. Se trataría de sustituir al primer Adán. Al igual que su antecesor, cree en una “segunda oportunidad” durante el Milenio posterior a la [205] segunda venida de Cristo. Sólo entonces, durante el Milenio, se podrá llegar a un conocimiento de la verdad, gracias al cual [206] podrán ser borrados los pecados.

El criterio de los Testigos actuales Para comprender el espíritu y sentido de la posición de los Testigos actuales respecto a esta doctrina es preciso conocer algunas coordenadas. Ciertas declaraciones se asemejan a la exposición tradicional, aun cuando no se desprenden de los «límites de Adán»: «La doctrina bíblica del rescate es que, con enviar a su Hijo CristoJesús a la tierra, Jehová Dios suministró por medio de él y su muerte un precio redentor (…) (…) La vida humana perfecta que Jesús cedió al morir es la cosa de valor que lleva a cabo la [207] compra de aquello que Adán perdió para toda su prole debido a su desobediencia y pecado.» La salvación es un asunto secundario: «La salvación de las criaturas del pecado y de la muerte es cosa menor, secundaria; y cuando [208] la criatura da mayor énfasis a esto es egoísta.» Para Adán no se ha hecho provisión de rescate: «Si un humano perfecto hubiera de morir como sacrificio, la justicia podría permitir que tal vida perfecta proveyera una cobertura para los pecados de los que con fe aceptaran la provisión. Puesto que el pecado de un solo hombre (el de Adán) había sido la causa de que toda la familia humana constara de pecadores, la sangre derramada de otro humano perfecto (en efecto un segundo Adán), por ser de valor correspondiente, podría equilibrar la balanza de la justicia. Ya que Adán había sido pecador por propia voluntad, no podría [209] beneficiarse de esta provisión (…)»

La expiación hecha por Cristo para «todos» tiene un valor muy limitado para los Testigos de [210] Jehová, debido a la diferencia que hacen entre los 144.000 y la gran muchedumbre. Además de ser un Juicio, el Milenio es una nueva oportunidad para la salvación y la perdición. Incluso aquellos que vivieron conociendo el mensaje de los Testigos pueden llegar a perderse: «El reinado de 1.000 años de Cristo, es de hecho un “día” de juicio para los que sobrevivan a la “guerra del gran día de Dios el Todopoderoso” que se aproxima…; es también el día de Juicio para millones de muertos que serán resucitados y juzgados, según las obras que practiquen en el paraíso terrestre.» «(…) todos “los demás de los muertos” que sean resucitados duranteel reinado de 1.000 años de Cristo, tendrán la oportunidad de demostrar que son dignos de que se escriba permanentemente su nombre (…) y que merecen vivir para siempre bajo el reino de Dios (…)» «Los que escojan servir a Jehová durante el Día del Juicio, estarán en camino a recibir vida eterna. Pero, aun bajo estas circunstancias tan favorables, algunos rehusarán servir a Dios y se volverán a obras inicuas.» «Además, el Milenio será solo el principio. Después de una prueba final, cuando hayan terminado los 1.000 años, los hombres y las mujeres que permanezcan fieles a la soberanía universal de Dios, pasarán a vida eterna.» «(…) los que no le rindan obediencia al Señor del milenio sabático venidero y que perturben la [211] paz, serán destruidos.»

La Iglesia Los Testigos de Jehová no creen en la existencia de una Iglesia Invisible a la que pertenece toda persona independientemente de su afiliación religiosa, y que haya sido redimida por la sangre de Cristo y regenerada por el Espíritu Santo. Identifican a su organización eclesiástica con el Reino de Dios. No hacen diferencia entre uno y otro. Conceptúan a su Iglesia u Organización como una institución salvadora, ya que fuera del mensaje que predican ahora o que predicarán después durante el Milenio, nadie puede salvarse. Teniendo en cuenta las dos tipos de membresía que los Testigos distinguen: Los 144.000 que son los únicos que de entre todas las épocas han experimentado el Nuevo Nacimiento, y por lo tanto son a los que se les pueden aplicar las promesas y bendiciones relativas al Plan de la Salvación; y la gran mayoría formada por los que aceptan las premisas de los Testigos junto con el resto de todas las épocas, y que tanto unos como otros precisan del Milenio para asegurarse la salvación. A los únicos [212] que se les puede aplicar el término «Iglesia» o «cuerpo de Cristo» es a los 144.000.

El Reino de Dios Aun cuando existe una cierta confusión motivada por interpretaciones que han demostrado a través del tiempo no ser válidas, el Reino de Dios tiene para los Testigos de Jehová dos fases: una espiritual, que se inicia con la fecha que se ponga para la Presencia invisible de Cristo (lo que tradicionalmente se comprende como Segunda Venida literal), en la actualidad es 1914; y otra terrenal, que en la actualidad se inicia con el comienzo del Milenio. La importancia de este Reino es la cercanía de su fase terrenal, y, por lo tanto, de la proximidad del Armagedón que significa la destrucción total de todas las naciones y de todas las religiones que no se ajustan a la predicación que los Testigos promueven. Esta concepción del Reino ha supuesto toda una serie de implicaciones cronológicas, teológicas, históricas y hermenéuticas que en su lugar valoraremos.

La segunda Presencia de Cristo Los Testigos de Jehová consideran que la promesa bíblica referente al retorno de Jesucristo se ha cumplido en 1914 de un modo espiritual, aun cuando en otro tiempo se dijo lo mismo para 1874. La correcta traducción, a juicio de los Testigos, de Parousías(parousi,aj)es únicamente «presencia», y ha de entenderse como una presencia invisible, espiritual. Es con los «ojos de la fe» que esto ha podido comprenderse y verse. Las evidencias de que esto ha sucedido fueron las señales inequívocas que se contemplaron en 1914: La primera Guerra Mundial que trajotoda una secuela de acontecimientos, iluminó el entendimiento junto con la comprensión bíblica sobre el particular de que el Reino de Dios fue inaugurado en el cielo repercutiendo en esta tierra con poder. La resurrección vaticinada en la Biblia en ocasión de su retorno, se posterga cuatro años en virtud de una interpretación que tiene en cuenta cierto paralelismo acontecido en la vida de Cristo. En dicha resurrección sólo participan los que pueden ser considerados verdaderamente «Iglesia» o «Cuerpo de Cristo», es decir, los 144.000 que resucitan a vida celestial a partir de 1918.

El Milenio La Biblia lo inaugura en el instante del Retorno de Cristo. Russell coherentemente lo hizo comenzar en 1874, fecha en la que suponía que Jesucristo había retornado espiritualmente por segunda vez. Los Testigos contemporáneos nuestros retrasan el Milenio al momento del fin de este mundo para que su posición tenga analogía con el hecho de que el inicio del Milenio debe coincidir con la batalla del Armagedón, asunto del que discrepaba a su vez Russell. Todas estas concordancias y disconformidades tienen su explicación, y en su momento las expondremos. Digamos ahora que la posición mantenida desde su origen no ha cambiado en el sentido de que dicho Milenio tiene el objetivo de una segunda oportunidad para todos aquellos que no forman parte de los 144.000, y que su realización será gradual, mediante diferentes resurrecciones. El Milenio es para los Testigos totalmente terrenal.

Los días de la Creación y la cronología bíblica Cada día de la creación tuvopara la teología de los Testigosun valor hasta el presidente Franz de 7.000 años (ahora dan un valor a cada día de 1000 años, pero el resultado es el mismo). La teoría de los 6.000 años junto con los 1.000 años del Milenio les ha hecho creer sin un texto bíblico que lo apoye que cada día tiene un valor de 7.000 años. La creencia en esta teoría es la que más quebraderos de cabeza, ha producido a los Testigos. De ser cierta dicha teoría, tiene lógica que se busque con afán dentrode la cronología bíblica el fin de los 6.000 años del hipotético «séptimo día», puesto que su fin resultaría con el comienzo del Milenio. Fue estaseguridad en dicha creencia lo que les llevó a decir que 6.000 años desde la creación de Adán finalizaban en 1975, y en esa fecha aproximada debería empezar el Milenio. Decimos aproximada por cuanto Adán fue creado, de acuerdo a esta opinión, en el sexto día, y no se sabe en qué momento. Aunque los propios Testigos de Jehová afirmaban que la diferencia desde la creación de Adán en el sexto día hasta el comienzo del séptimo, no podía ser de años, sino tan sólo de meses. Y esta posturase convierte en lógica para los Testigos por cuanto si Adán hubiese sido creado en un momento lejano del mismo final del sexto día, la creencia de que debe vivir, cuando comience el Milenio, alguien de la generaciónde Testigos que vio con los «ojos de la fe» los acontecimientos relativos a 1914, sería imposible mantenerla ¿Por cuánto tiempo más se podrá sostener? El tiempo será un verdadero testigo.

Los Períodos Proféticos Unida a la cronología bíblica se encuentra la creencia en los períodosproféticos. Desde Russell pasando por Rutherford hasta llegar a nuestraépoca, ha habido permutaciones sustanciales que tienen que ver no tan sólo con cuestiones relativas a fechas, sino que además están involucrados conceptos teológicos. Si bien la Biblia contiene diversos períodos proféticos, es preciso mantener una coherencia hermenéutica a la hora de utilizar dichos períodos. Los Testigos de Jehová del momento evalúan todos los períodos proféticos del libro de Daniel como literales, a excepción de los 7 tiempos del capítulo 4, y el de las «setenta semanas» proféticas del 9. Todos los que aparecen en el libro del Apocalipsis son sin excepción literales. Durante el tiempo de Russell y en una primera época de Rutherford no fue así, tal como comprobaremos.

Naturaleza y Destino del Hombre Junto con muchos otros cristianos de diferentes tendencias los Testigos mantienen una creencia contraria a la de la inmortalidad del alma, y a la de un infierno de tormento eterno. Creyendo en líneas generales en el don de la Vida Eterna concedido por Jesucristo a todos los que cumplan los requisitos que se conforman con la ideología de los Testigos. Esta creencia se ve de algún modo comprometida por su creencia particular respecto a que a partir de 1918 los que están vivos de la clase de los 144.000 no pasan por la muerte, sino que son transformados directamente y pasan a tener vida celestial.

La Ley de Dios Russell y Rutherford, en líneas generales, mantuvieron una actitud teológica frente a la Ley moral como estando en vigor para los cristianos. Ahora los Testigos incluyen a los «diez mandamientos» como abolidos en la cruz. Por lo tanto los cristianos, por ejemplo, no tienen por qué guardar ningún día de reposo. Aparentemente lo suplen diciendo que los cristianos poseen en el llamado Nuevo Testamento leyes que sustituyen al decálogo.

Russell «(…) los términos o condiciones para alcanzar la vida bajo esa prueba individual serán los mismos que en la prueba de Adán. La Ley de Dios no variará en lo más mínimo puesto que es [213] inalterable (…)»

Rutherford Este autor es más explícito que Russell y un poco más coherente que la Dirección actual. Mantiene una cierta confusión avivada por la falta de explicación clara. Un estudio global hace intuir que Rutherford consideraba que la Ley moral expresada en los diez mandamientos estaba en vigor para los cristianos. En ocasiones la Ley es tratada por Rutherford como una sombra, y parecería que se [214] estuviera incluyendo el decálogo. Al investigar los matices con que el autor describe dicha Ley, se comprueba la distinción que realiza entre ley mosaíca y Ley del decálogo. La Ley de Dios es inmutable y expresa su voluntad: «La ley de Dios debe ser inmutable (…). (…) La Ley de Dios es su voluntad expresada. Ley significa una regla de conducta dirigiendo lo recto y prohibiendo lo malo. La Biblia contiene la Ley de Dios para el gobierno de la humanidad (…) (…) Era preciso sostener la majestad de la ley divina. Puesto que la ley de Jehová es inmutable.» Los diez mandamientos del Decálogo estaban en vigor para los cristianos: «Por eso Dios hizo conocer a los israelitas su ley para beneficio de ellos y para beneficio de toda la humanidad. Es de notarse que la primera especificación de la ley fundamental es concerniente a que Jehová es el sólo Dios verdadero.“Yo soy Jehová tu Dios (…)” Cuando Dios dio al pueblo de Israel los diez mandamientos, los cuales apropiadamente reciben el nombre de ley fundamental, puso ante ellos el hecho de que la única manera de obtener la vida [215] es siéndole obediente.» Esa ley fundamental que identifica con los diez mandamientos es preciso guardarla: «El “primer mandamiento con promesa” dado a los hijos es: “Honra a tu padre y a tu madre” (…)» Éxodo 20:12. «La regla o reglas que Dios dio a conocer a los israelitas, su típico pueblo escogido, aplican a toda persona que ha entrado en pacto con Dios para hacer su voluntad. Estas reglas que aplicaron al pueblo típico, aplican ahora con mayor fuerza al antitípico (…) Las reglas de Dios no cambian, así como él no cambia (…) Por consiguiente, las reglas anunciadas en su Palabra desde Génesis hasta el Apocalipsis aplican a los que han pactado hacer la voluntad de [216] Dios.» Los 144.000 deben guardar el Decálogo: «Con sus fieles apóstoles, Jehová comenzó la creación de los 144.000 que serán asociados con Jesucristo (…). (…) Estos escogidos tienen que ser obedientes a la ley de Dios, cuya parte principal es: “No [217] tendrás otros dioses delante de Jehová.”» Cualquiera que desee obrar correctamente deberá ser fiel a los diez mandamientos o Decálogo: «Por lo tanto Dios dio su ley a los israelitas por intermedio de Moisés; ésta se aplica a todos los que quieren obrar correctamente, y el primero en orden y primero en importancia de sus [218] mandamientos o ley fundamental es éste, a saber…» A continuación se cita Éxodo 20:1-6. Está claro para Rutherford que la ley de Dios del Decálogo

se aplica a todos los seres humanos, y la cataloga como ley fundamental y como regla o reglas divinas: «La ley de Dios nunca cambia, porque Dios nunca cambia (…) Su ley señala el camino de la vida eterna. No se dará vida eterna a ninguna criatura que viole la ley de Dios voluntariamente [219] (…) Cuando un hombre viola la ley fundamental de Dios (…) se coloca del lado del diablo.»

Época de Knorr, Franz, y la actual A diferencia de Rutherford, los Testigos actuales no aceptan siquiera la llamada Ley de Dios del Decálogo: «(…) los Diez mandamientos, así como todos los rasgos sacrificatorios y ceremoniales relacionados con la ley, se cumplió por Jesucristo y fue abolido al ser clavado al madero de [220] tormento de Cristo en el 33 d. de J.C.» Es interesante observar que cuando los Testigos argumentan para defender su posición sobre la «sangre» comentan lo siguiente: «Cuando el pacto de la ley terminó, siendo reemplazado por el nuevo pacto hecho sobre la sangre de Jesucristo, ¿pasaron también las restricciones acerca del uso de la sangre? No, porque [221] esta ley no se originó del pacto de la ley; sólo se repitió y recibió énfasis en él.» ¿Podrían los Testigos intentar observar si este mismo argumento serviría para el asunto de los Diez mandamientos?

Normativas Varias normativas engendradas por la Organización Teocrática que supone la religión de los Testigos de Jehová influyen en la conducta de los miembros. Tendremos oportunidad de valorarlas, como la relativa a las transfusiones sanguíneas, y a otras emanadas del magisterio del «Siervo Fiel y Discreto» o «Esclavo Fiel y Prudente», y a las propias bases con las que se obtiene la doctrina que sustenta dicho magisterio.

Una correcta traducción bíblica Puede parecer innecesario enumerar dentro de un ideario doctrinal una traducción bíblica. Debido a que los Testigos han publicado una Traducción que se distingue en asuntos fundamentales de la mayoría de las versiones existentes, y dada su insistencia de que sus doctrinas sostenidas por las traducciones propias que vierten en la Versión Nuevo Mundo de las Santas Escrituras son correctas, mientras que las de los demás están en el error, es imprescindible que tengamos en cuenta esta circunstancia.

Características de la religión verdadera [222] Hemos sacado de un artículo de una de sus revistas lo que vierten en relación a las características que debe cumplir la religión verdadera y el cómo identificarla. Comoquiera que dichas características se relacionan estrechamente con lo escatológico tendremos oportunidad de valorarlas. Amor entre sí es la primera característica para los Testigos, y es lo que debería distinguir a los verdaderos seguidores de Cristo. Añaden que esta singularidad no se inculca en los creyentes de otras denominaciones que se autoproclaman cristianas y que en ocasiones ordenan «matarse unos a otros». Solamente hay una religión, la de los Testigos de Jehová, que cumple con esta peculiaridad. Respeto por la Palabra de Dios es lo que se enumera en segundo lugar. Califican de poco respeto a los que prescriben reglas que se oponen a las enseñanzas de la Biblia como dicen que sucede con otras iglesias. Y aseguran que «hay una religión que es sobresalientemente conocida por adherirse a la Biblia y respetarla»: La de los Testigos de Jehová. Santificar el Nombre de Dios es uno de los puntos que destacan en la religión de los Testigos. Ellos serían los únicos que lo hacen al haber adoptado la grafía «Jehová», haciéndolo santo mediante su publicación y respeto. Proclamar el Reino de Dios. Esto por sí solo es fundamental para los Testigos. Ya que el haber estado anunciando el Reino de Dios como llegado en 1914 de acuerdo a las implicaciones que esto significa, es lo que realmente identifica al verdadero Pueblo de Dios, a los Testigos de Jehová. Separada del mundo, es una marca que señala no estar comprometida, la verdadera Iglesia, principalmente con el «mundo político». Por lo tanto los Testigos, al abstenerse de toda política y de otros asuntos que involucra el ser del mundo, cumplen, según ellos, este requisito.

SECCIÓN PRIMERA Análisis de las obras principales de los dirigentes de los Testigos de Jehová en relación a fechas, acontecimientos escatológicos, y a posturas doctrinales fundamentales

Introducción Para comprender la posición actual de los Testigos de Jehová, es imprescindible conocer los presupuestos de sus dos primeros presidentes: Russell y Rutherford. De este modo comprenderemos mejor a la época actual que ha conocido cuatro presidentes: Knorr, F. Franz, Milton, y Don Adams. La sección la hemos dividido en tres partes correspondientes a esas tres épocas claramente delineadas por sus presidentes. Si bien tanto en la primera como en la segunda las obras están firmadas por sus correspondientes autores que son identificados como los presidentes de la organización, no ocurre así con la tercera que, ocupada por Knorr y Franz, Milton G. Henschel, y en estos momentos por Don Adams, en los libros publicados no se identifica la autoría. Podemos decir que la influencia de dichos presidentes es manifiesta. Sabemos que F. Franz fue ya el ideólogo en el tiempo presidencial de Knorr, y por lógica lo debió seguir siendo en su estadio de Presidente. El actual (después de Milton Henschel) vivió, siendo presidente Franz, impasiblemente la salida de más de un millón de personas, que abandona la organización, experimentándose un letargo, y una pérdida de motivación considerable. Con el actual se ha constado que conoció bien los males de una escatología siempre errónea, y aunque se ha realizado algún cambio, no se ha atrevido ni a rechazar plenamente, ni a señalar claramente las causas de las decepciones y defecciones que varios Testigos de Jehová sufrieron durante el tiempo de Franz. En la primera parte analizaremos los tres volúmenes primeros de Estudios de las Escrituras de Russell junto con algunos puntos del Volumen séptimo. De Rutherford presentaremos sus obras principales: Millones de personas vivas no morirán jamás, El Arpa de Dios, Creación, Liberación, Luz, La Guerra Final, y citas de otras. De la época de Knorr, F. Franz, y de Henschel y Don Adams, traeremos a examen los contenidos doctrinales esenciales vertidos en una gran profusión de obras ya indicadas en la parte bibliográfica. Prácticamente en estos dos últimos presidentes, se ha silenciado muchísimo lo insostenible de 1975, puesto que 35 años después, y muertos ya todos los que vivieron en la generación de 1914, ha dejado sin valor a 1a interpretación que pretendía poner a 1975 como referencia aproximada del comienzo del Milenio, con lo que se intentaba especificar, en esa fecha o en algo aproximado, el fin del mundo mediante la entrada del Milenio terrenal alrededor de 1975. Analizaremos lo más representativo de lo publicado en la presidencia actual a fin de comprobar si ha habido algún tipo de ruptura, o se sigue el mismo camino que anteriormente. En esta exposición objetiva nos limitaremos al área escatológica.

PRIMERA PARTE Rusell, su escatología y el significado de las fechas (1872, 1873, 1874, 1878, 1914)

Capítulo I El Primer Volumen de Estudios de las Escrituras

Un Plan de las Edades Es a partir del cuarto capítulo que se expresan conceptos escatológicos. El título de Épocas y Dispensaciones nos orienta sobre el objetivo de Russell. De acuerdo al plan de Dios definido, que él supone tener para el hombre, divide la historia de la humanidad en tres grandes períodos o [223] épocas: La primera abarcaría desde la creación hasta el diluvio. Su administración [224] correspondería a los ángeles, y Pedro la llama «el mundo que fue». La segunda, que duraría desde el diluvio hasta el establecimiento del Reino de Dios se califica de «este presente mundo [225] malo», ya que se ha sometido al gobierno de Satanás. La tercera época que transcurre entre la implantación definitiva del Reino de Dios, que marca el comienzo del Milenio (que se menciona en Ap. 20:4), y el final de esos Mil años. La desaparición del mal ha sido gradual (cuando Russell lo [226] escribe ya había acontecido, según él, el comienzo del Milenio). La época del «presente mundo malo» la divide a su vez en tres Dispensaciones: la patriarcal, la [227] judaica y la evangélica. Con esta división construirá Russell su teoría de las estaciones y siegas, las cuales en la edad judaica actúan como «tipos» que tendrán su doble correspondiente en la edad evangélica. De ahí obtiene elementos cronológicos con los que alcanzará fechas que determinan el inicio del Milenio, del retorno de Cristo y del fin literal de este mundo. [228] La edad judaica la principia con la muerte de Jacob y la termina con la muerte de Cristo. La [229] evangélica la abre con la muerte de Cristo y la concluye con el advenimiento del Milenio. Russell asegura que «cada una de las edades o dispensaciones tienen estaciones distintas para el principio y desarrollo de su obra, y cada una termina con una siega (…). La siega que hubo al final de la edad judaica, fue de un período de 40 años, comprendidos desde que el Espíritu Santo [230] descendió sobre los apóstoles y demás fieles de la iglesia primitiva hasta el año 73». El fin de la edad judaica lo coloca tres años y medio después del acontecimiento de la [231] crucifixión. Estos períodos son como tipos que tienen su doble exacto en la edad evangélica. Al ultimarse ésta [232] habrá una siega con la misma duración. En dicha siega habrá un tiempo de prueba y un tiempo [233] de ira con el derramamiento de las siete últimas plagas. Con el retorno de Cristo Israel carnal será restaurado y durante los 40 años de siega será la [234] [235] principal nación de esta tierra. La sociedad humana y los gobiernos se derrumbarán. La [236] iglesia evangélica o Israel espiritual se completará. Téngase en cuenta que todo esto acontece durante el Milenio, ya que éste comienza junto con el [237] «período de la siega» al final de la «edad evangélica». Durante los 100 años primeros de ese Milenio, se dará oportunidad para progresar hacia la justicia

[238] y la perfección, exterminándose a los que la rehúsen. La infidelidad final, a pesar de los [239] progresos, conducirá a la ejecución al cabo de los «Mil años». No hemos encontrado en los escritos de Russell la prueba bíblica de estos períodos y dispensaciones. No nos aporta dónde se basa cuando dice que la « época patriarcal» fue administrada por los ángeles, o cuando llama al «presente mundo malo» a partir del diluvio: ¿no fue malo antes del diluvio? ¿Por qué empieza la edad judaica a partir de la muerte de Jacob, y no a partir de Abraham o de cualquier otro? En realidad hay una intencionalidad clara en familiarizar a sus lectores con ciertos períodos y épocas. Estos le van a servir, con su exposición del segundo volumen de Estudios de las Escrituras, a concretar sus concepciones escatológicas, y a dar a éstas un valor cronológico, puesto que cada dispensación tiene una duración matemática exacta, y la época judaica tiene su doble en la evangélica. Su importancia nos la describe con estos párrafos: «Al proseguir el estudio del plan divino, es esencial que mantengamos presente estas edades con sus respectivas peculiaridades y objeto, puesto que en ninguna de ellas, sino en todas, puede percibirse el plan (…). Al notar los rasgos distintivos de cada parte obtenemos ideas correctas del plan general, y esto nos pone en condiciones de manejar (dividir conforme al griego) acertadamente la [240] palabra de Verdad.»

Anotemos en relación al Milenio que éste se origina avanzando todavía la historia humana, y que la desaparición del mal sería gradual.

El objeto del retorno de Cristo Dedica treinta páginas al objeto de la venida de nuestro Señor y a la restauración de todas las [241] cosas. Admite la verdad del Retorno de Cristo. dispensaciones, de la salvación y del Milenio.

[242]

Esta verdad está unida con su teoría de las

Critica diferentes posiciones como la que considera la conversión del pecador como cumpliendo [243] en parte dicho retorno. O la de aquellos que la esperan todavía en un tiempo lejano. O la de los [244] que la identifican con el momento de la conversión del mundo. Nada de esto podría ser posible para el esquema de Russell, por cuanto en el momento que escribe, de acuerdo a su opinión, la segunda venida de Jesucristo ya se había producido. Además el propósito que confiere al Milenio respecto a una «segunda oportunidad» lo hace incompatible con la pretensión de una conversión del mundo, o incluso de un conocimiento del evangelio. En efecto la segunda venida de Cristo es antes de la conversión del mundo. Precisamente el Reino que se inaugura con la segunda venida de Cristo es lo que hace auténticamente convertir al [245] mundo. En su «plan» da importancia a un «Reino» salvador a partir de un retorno de Cristo y de un [246] Milenio invisible que ya ha empezado, y que el propio Russell es su «administrador» asignado. Este valor que le concede radica en el hecho fundamental de que para Russell el «testimonio al [247] mundo» mediante la predicación del evangelio es secundario. Por otra parte es necesario distinguir en el texto de Mateo 24:14 la referencia a una publicación de la Biblia en todos los idiomas de la tierra. Lo cual es suficiente para la exigencia de dicho texto, y a juicio de Russell esto [248] ya se ha cumplido mediante las «Sociedades Bíblicas» en 1861. Para Russell, tanto la primera como la segunda venida de Cristo forman parte de un solo plan. El período intermedio tiene como objeto la elección y la prueba de la iglesia. El objeto fundamental del retorno de Cristo es introducirnos en el Milenio con el que se llevará a [249] cabo la restauración de todas las cosas que Pedro menciona en Hechos 3:21. Su idea de una restauración de todas las cosas durante el Milenio está orientada por dos evidencias: la una, la que se observa al contemplar la falta de conocimiento de Dios en toda la tierra (lo cual sería una prueba de que su Palabra no ha sido enviada con esa misión, ya que si lo fuera, [250] Dios habría fracasado); la otra, la falta de oportunidades para una gran cantidad de personas [251] que han habitado este mundo. Todos no han escuchado el mensaje de salvación, millares han muerto sin saber sobre Cristo, y por ello Dios ha provisto un medio (la interpretación que Russell da [252] del Milenio) para que todos tengan ocasión de escuchar. No ha podido haber un fracaso por cuanto Dios tiene otro plan distinto al que se predica por las

diferentes teologías: Una restitución para el mundo, durante el Milenio, por la que todas las familias [253] serán benditas. Para Russell no hay cita bíblica que confirme que con la muerte finaliza toda prueba y toda nueva [254] posibilidad de poder ser salvo. Las oportunidades que tiene el hombre para la salvación no se limitan a su vida, ya que es durante el Milenio la gran ocasión. Por consiguiente, de acuerdo a nuestro autor, el plan de Dios, haciendo paráfrasis de 1 ª de Corintios 15:22, es que así «como todos en Adán mueren, igualmente todos serán vivificados en Cristo, pero cada cual en su propio orden, la Iglesia evangélica, la Esposa o cuerpo de Cristo, primero; luego durante la edad milenaria los que a [255] él vengan en el transcurso de esos mil años de su presencia». Russell se ve preocupado por la gran cantidad que han muerto sin conocer realmente a Jesús. Hay millones que no obtienen la salvación. De ahí su propuesta sobre el Milenio. Con un Milenio en el que el «Mal», Satanás, está atado, y Cristo «presente» con un «grupo» especial predicando la [256] auténtica verdad, colaborando con el programa de Cristo, no habría más remedio que aceptar. La «presencia» invisible de Cristo en su retorno, justifica el objetivo de la segunda venida prometida: la predicación tanto a los muertos resucitados, hayan o no sido pecadores, como a los que están vivos cuando esa «venida» invisible se produce. No hay corte ni ruptura con la «historia». Ésta sucede con normalidad aun a pesar de los cambios que han empezado a generarse, de un modo invisible, desde la época en que Russell escribe (siglo XIX). El mal irá desapareciendo y el bien imponiéndose hasta un momento determinado en el que el fin definitivo se producirá. El Milenio acontece en la tierra sin ningún cataclismo. Es el sistema el que va cambiando gradualmente durante un tiempo más o menos breve. El retorno de Cristo no es una venida relajante para casi nadie. Se convierte en una necesidad para que el Milenio ofrezca sus claves salvíficas: conocimiento y nueva [257] oportunidad. El Milenio está íntimamente ligado con la doctrina de la salvación.

El Día del Juicio durante el Milenio

[258]

El Juicio se produce, según Russell, durante el Milenio, una vez que Cristo reina en la tierra y en [259] un período de 40 años. Bajo ese reinado de Cristo inaugurado al comienzo del Milenio con su retorno, la humanidad, que va siendo resucitada, será progresivamente instruida, educada, disciplinada, hasta llegar a la [260] perfección; y entonces, los que no rindan una perfecta obediencia serán destruidos. Si bien los elementos cronológicos los concreta Russell en el segundo volumen, ya ahora, con este primer volumen, se pueden obtener algunos datos aproximados: entre el primer juicio realizado con [261] Adán hasta el segundo juicio han pasado 6.000 años; ese juicio segundo coincide su comienzo [262] con el origen del Milenio; el origen del Milenio es simultáneo a la Segunda Venida o [263] «Presencia invisible», ocurriendo a los 6.000 años de la creación de Adán; y esos 6.000 años han pasado ya cuando Russell está escribiendo dicho primer volumen de Estudios de las [264] Escrituras. Los que han aceptado a Cristo durante la edad evangélica, ya han sido juzgados. Estos mismos, [265] junto con Jesucristo, juzgarán al mundo, y además serán exaltados a puestos de autoridad.

Los Reinos de este mundo El parecer de Russell es que el Reino de Dios establecido y cesado en tiempos de Adán, e instalándose de nuevo, de una manera típica con el pueblo de Israel, deja lugar a los «reinos de este [266] mundo». El reino de Israel no está incluido dentro de la nomenclatura de «los reinos de este mundo», y es [267] recuperado como tal en ocasión del segundo advenimiento. Russell dará entrada a una definición que se perpetuará en el vocabulario teológico de los Testigos: «Los Tiempos de los gentiles» o de las «naciones». Esta expresión encierra un elemento cronológico de primera magnitud para toda la historia de los Testigos de Jehová: Es el tiempo que transcurre entre la desaparición del último rey de Judá, Sedequías, hasta la restauración de todas las [268] cosas, que de acuerdo a Russell irrumpe al comienzo del Milenio: «Cuando los “Tiempos de los gentiles” toquen a su fin, las dos fases del presente dominio, terminarán; Satanás será atado, y los [269] reinos de este mundo serán derrocados.» Los reinos de este mundo están representados por los cuatro reinos universales que, según Russell, nos suministra el sueño de la imagen de Daniel 2, y que enumera como Babilonia, Medo-Persia, [270] [271] Grecia y Roma. Roma sería dividida subsistiendo hasta hoy.

El Reino de Dios [272] La Iglesia verdadera la identifica con el Reino de Dios. El Reino de Dios, afirma Russell, debe inaugurarse « antes de la caída de los reinos de este [273] mundo». [274] El Reino de Dios predicado desde Jesucristo es sólo futuro. Las dos fases, la espiritual y literal, se dan en el futuro tomando como punto de referencia la época de Cristo. Este reino futuro se inaugura a partir de la segunda «presencia» de Cristo, cuya primera fase es sólo discernible por [275] aquellos que han sido engendrados por Dios. La etapa terrenal que es continuadora de la [276] anterior se notará con la caída de los reinos de este mundo. Este reino consiste en un gobierno que Dios establecerá en la tierra.

[277]

Este Gobierno de Dios tiene dos objetivos en esas dos fases descritas. En la espiritual e invisible la «clase especial de ungidos» va resucitando y se une a los que están vivos de esa misma clase de [278] ungidos que tiene destino celestial. El otro objetivo estriba en la resurrección de aquellos que tienen que ver con la fase terrena. Hay varias resurrecciones con destino humano en diferentes [279] momentos. En ese tiempo de restauración se hace una interpretación literal respecto a Israel. Durante la segunda «presencia» y el milenio Israel recibe el favor divino constituyéndose en la primera nación [280] de la tierra, reedificándose Jerusalén terrenal.

Capítulo II Segundo Volumen de Estudio de las Escrituras Las ideas expresadas en el primer volumen se concretan ahora en el segundo.

Cronología bíblica Russell afirma categóricamente: «En este capítulo, nosotros presentamos la prueba bíblica de que 6.000 años han transcurrido desde la creación de Adán, que han sido completados en el año 1873 de la era cristiana; que desde entonces, desde 1872, hemos entrado cronológicamente en el séptimo Milenio o Milenio, al comienzo del cual el “día del Señor”, el “día de la angustia”, será testigo de la caída de los [281] reinos de este mundo y el establecimiento del Reino de Dios bajo todos los cielos.» ¿De dónde obtiene esas fechas y datos? Los seis días de la creación junto con el de reposo (el séptimo) otorga la teoría en cuanto a que ha de haber 6.000 años de historia (seis días de 1.000 años) antes del reposo de 1.000 años (el séptimo [282] día “milenial”) que corresponde al Milenio. Parte también del postulado de que la Biblia suministra una cronología que le lleva, teniendo en cuenta la teoría de los 6.000 años, a la fecha del fin del mundo. Esta cronología estaría [283] intencionadamente inspirada por Dios. Siguiendo la cronología que le proporcionan a Russell las genealogías del Génesis, obtiene 1.656 años desde Adán hasta el fin del diluvio, 427 años desde el diluvio hasta la alianza con [284] Abraham. Apoyándose en Gálatas 3:17 logra 430 años del período que abarca desde la alianza con Abraham hasta la promulgación de la ley. Entre las varias alianzas con Abraham, ¿cuál escoger? Opta por la [285] alianza que Dios hace con Abraham a la muerte de su padre Thare. Desde la promulgación de la [286] ley, hasta la división de Canaán, consigue 46 años. De la época de los Jueces saca 450 años. Para ello utiliza el texto de Pablo de Hechos 13:19-21, [287] donde el autor bíblico lo contabiliza de modo aproximado y no exacto. Al ciclo temporal ocupado por los reyes hebreos le da 513 años.

[288]

Al último rey Sedequías le añade los 70 años de la profecía de Jeremías, usando tan sólo 2º Crónicas 36:20-23 e interpretándolo como desolación total y literal durante todo el lapso de los 70 [289] años profetizados. Haciendo acabar los 70 años de desolación con el primer año de Ciro, y fechando éste en el 536 a.J., le resultan, sumando todas las cifras implicadas en este proceso, 4.128 años hasta el nacimiento de Cristo. Restando esa cifra a los 6.000 años que sobreentiende que ha de haber desde la creación de Adam hasta el comienzo del reposo milenial (6.000 - 4.128 = 1.872) alcanza el año 1872 [290] d.J. Fecha, según Russell, de los acontecimientos ya indicados en la cita que nos introducíamos.

El Tiempo de las naciones El término «Tiempo de las Naciones» o de los «Gentiles» Jesús, con el texto de Lucas 21:24, lo aplicaría, de acuerdo al autor que estamos presentando, al intervalo de historia comprendido entre la caída de Israel, como reino típico, hasta el asentamiento del Reino verdadero anti-tipo, cuando [291] Cristo vendrá con toda su gloria. ¿Cuándo se impone definitivamente el Reino de Dios en esta tierra destruyendo a los Reinos de este mundo?: «En este capítulo nosotros presentamos las pruebas bíblicas que demuestran que el fin completo de los tiempos de las naciones, es decir el fin de su dominación, expirará en 1914; esta fecha será [292] el límite extremo de los gobiernos de los hombres imperfectos.» La respuesta es 1914. En esa fecha se instaura firmemente el Reino de Dios. Es la culminación al gobierno que ya 40 años antes Cristo preside en esta tierra como «presente». Presencia que provoca el fin de todos los gobiernos en 1914: «Que el Reino de Dios (…), había obtenido en esta fecha (1914), la autoridad universal y que será entonces suscitado y firmemente establecido sobre la tierra. »Que al que pertenece el derecho de tomar los reinos del gobierno, estará entonces presente como el nuevo gobernador de la tierra, todavía más, que estará presente un tiempo bastante largo antes de esta fecha, porque será la causa directa de la caída de esos gobiernos de las naciones, quebrantándolos, rompiéndolos como si fueran un vaso de barro, y estableciendo en su lugar su [293] propio gobierno de Justicia.» Otros sucesos han de ocurrir antes o en la fecha de 1914 1. El último miembro de la Iglesia ha de ser glorificado con el Jefe Jesucristo: «Poco tiempo antes al fin del año 1914, el último miembro de la iglesia de Cristo, la Iglesia divinamente reconocida como la “sacerdote real”, la esposa de Cristo, será glorificada con el [294] Jefe, su cabeza.» 2. Jerusalén literal ya no será pisoteada por las naciones, sino que en esa fecha su desgracia [295] habrá finalizado. 3. El tiempo de angustia habrá concluido. Para entonces los hombres habrán sido enseñados a [296] estar tranquilos y a reconocer que Jehová es Dios. [297] 4. Lo expuesto ya en las citas anteriores: las naciones para ese momento serán destruidas. ¿Cómo demuestra Russell que «el tiempo de las naciones o gentiles», del que dice que habla Jesús en Lucas 21:24, se refiere a ese intervalo de la historia que dura desde la caída de Sedequías hasta 1914? Primero emplea dos presupuestos de los que no tiene ninguna duda: el que Jesús se refiera en Lucas 21:24 a una profecía que conecta con el pasado, y que ese pasado es el espacio histórico ocupado por el gobierno de las naciones desde la caída del reino típico de Israel hasta la implantación del Reino de Dios. Ese interregno es lo que denomina «Tiempo de los gentiles o de las naciones».

Estos son los supuestos con los que dice haber encontrado en la Biblia «una prueba clara y poderosa, de que los “tiempos de las naciones” forman un período de 2.520 años (yendo del año 606 [298] a.J., hasta el año 1914 inclusive)». Segundo, esos «tiempos de las naciones» mediante la dominación universal de los gobiernos gentiles comienza, a juicio de Russell, con Nabucodonosor, puesto que es en esa época que el Reino de Dios típico representado por el Reino de Israel, ha dejado de funcionar como tal, dando paso a [299] «los tiempos de las naciones». Tercero, mediante un enjuague de la historia y la profecía, en base a un estilo particular de Russell, adjudica el año 606 a.J. como la data de la caída de Jerusalén en el reinado del último rey de Israel, [300] Sedequías. En efecto, al primer año de Ciro, que lo valora como el 536 a.J., le suma los 70 años que iba a [301] durar la desolación de Israel, y de este modo simple llega al 606 a.J. Esta fecha sirve, por un lado, para determinar el final del reino de Israel que actúa como representación del Reino de Dios, y, por otro, como comienzo del dominio gentil. Cuarto, el puente cronológico que une el 606 con 1914, es un período profético que Russell piensa que significa «siete tiempos» y que es aplicable a Israel. Israel recibiría un castigo que duraría esos 7 «tiempos». Ese castigo para Israel y período lo encuentra en Levítico 26:13, 14, 16, 17, 18[302] 29. La interpretación de estos textos es para Russell capital, ya que según él, Jesús se refiere en su texto de Lucas 21:24, a esos textos de Levítico cuando alude a los «tiempos de las [303] naciones». Esos «siete tiempos» los valora como 2.520 años. Russell trae a colación, para ratificar el texto de Levítico, el de Daniel 4:23-26, y no viceversa. Estos textos contienen una profecía con un plazo de «siete tiempos» que, aunque Russell reconoce ser [304] literales y aplicables para Nabucodonosor, también lo son típicos. Este período paralelo e idéntico en duración al de Levítico 26, correspondería al cumplimiento por parte de las naciones paganas del designio de Dios respecto al castigo que había que infligir a Israel. Esto comenzaría a [305] aplicarse con Sedequías. De este modo se iniciaría el predominio gentil. ¿A dónde nos ha llevado todo esto? Al extremo de 1914, una vez iniciado en el 606 a.J. y habiéndole sumado 2.520 años. En ese [306] momento Israel literal se restablecerá llegando a ser la nación más importante de la tierra; [307] todos los gobiernos serán disueltos y destruidos. Russell escribía en 1889: «No hay posibilidad de ser sorprendido, ya que mostraremos en los capítulos que siguen, que el establecimiento del Reino de Dios ha comenzado ya, que según las profecías, debía ejercer su poder en 1878, y que “la batalla del gran día del Dios Todopoderoso” (Apocalipsis 16:14), que acabará en 1914 con el derrumbamiento completo de los gobiernos terrestres actuales, ha

[308] comenzado ya.» Russell ha partido de un texto, el de Lucas 21:24, donde se mencionan, según él, los Tiempos de las naciones. Tiene una concepción del Milenio que le obliga a interpretar que éste se desarrollará en la tierra. Mantiene la idea de que todos esos sucesos escatológicos se llevan a cabo, mientras todavía el mundo sigue su marcha, siendo interferido por una segunda venida de Cristo invisible posteriormente a 1872, más concretamente en 1874, tal como veremos en el apartado posterior. En ese instante empieza el Milenio bíblico que se va haciendo patente gradualmente, con la caída de las naciones y sus gobiernos, con la imposición de normas celestiales, con la restauración de la nación de Israel, con la resurrección de los justos y la destrucción de aquellos que no acepten el nuevo sistema de cosas, culminando en 1914, siendo el límite máximo para la existencia de las naciones sobre la tierra y para que todo alcance su cumplimiento.

La Segunda Venida de Cristo. El cómo y el cuándo En el volumen primero Russell ya había tratado el objetivo del retorno de Cristo, «el de reconciliar con Dios al que quiera» durante el Milenio. Ahora es preciso profundizar en el momento [309] y en el modo de ese retorno. Cristo, a juicio del autor que analizamos, ha venido ya de manera invisible, para reinar durante mil [310] años. ¿Cuáles son las razones por las que Cristo ha vuelto «invisible»? [311] 1. Cristo ya no tiene naturaleza humana, se trata de un espíritu. 2. Cristo no fue reconocido cuando se apareció a sus allegados porque no era humano, sino que [312] usaba diferentes materializaciones. Esto le es suficiente a Russell para decir que el retorno de Cristo que él predica como ya realizado mediante la segunda venida de Cristo invisible, se «nota» mediante la inteligencia. Es con los «ojos de la fe» que nosotros podemos «ver» a Jesús en su segunda «presencia». Sólo los engendrados [313] espiritualmente están capacitados para «ver» a Jesús en su segunda venida. El retorno de Cristo acontece al comienzo del Milenio en 1874, y esto se está demostrando con «poder» y «gloria». Enumeramos los cambios que a juicio de Russell se estaban efectuando y que podrían comprobarse: 1. Hay un tiempo de angustia durante 40 años entre 1874 y 1914. 2. En ese tiempo el mal será quitado. 3. Simultáneamente la justicia será establecida de manera gradual. 4. El dinero será destruido junto con un trabajo de retribución por medio de castigos y [314] bendiciones. Aun cuando el «Día de Jehová» ha empezado en 1874, la masa de la población mundial no experimentará este estado de cosas hasta el final del tiempo de angustia, y esto será en 1914: «La gran masa de la humanidad sin embargo, no llegará a realizar el verdadero estado de cosas, más que cuando el gran día de angustia esté cerca del fin, cuando los reinos de las naciones serán reducidos al polvo, y habrán desaparecido completamente, ningún lugar se [315] encontrará para ellos (en 1914).» ¿Cuáles son las pruebas para Russell de que esta presencia invisible es una realidad «tangible», [316] discernible, reconocida? Las expresiones «vendré como ladrón», «como en los días de Noé», contenidas en ciertos textos como Ap. 16:15; Lc. 17:20, 26, 27; Mt. 24:38, 39, quieren significar una venida [317] invisible, tranquila, inobservada y enteramente desconocida por el mundo. 2. Los contenidos de ciertos textos apoyan la idea de la invisibilidad. Por ejemplo: El texto de Mt. 24:27 con el (avstraph.)no encierra la idea de la visibilidad, sino que sirve para 1.

ilustrar la «aurora gradual de las verdades y bendiciones en el día de su presencia».

[318]

La contemplación por parte de los discípulos de la ascensión de Jesucristo (Hch. 1:11), y las palabras «como le habéis visto marcharse asimismo vendrá», no implican visibilidad. Se trata de una vuelta invisible, por cuanto lo que habría que destacar es el hecho de que la salida de Jesús de esta tierra no respondió a demostraciones potentes literales, ni supuso gritos ni toques de trompeta. ¿Quiénes lo vieron? No el mundo, sino tan sólo sus discípulos. Por lo tanto, la expresión «de la misma manera» implica la invisibilidad. En su retorno tampoco será visto por el mundo, y sus [319] incondicionales lo verán con los «ojos de la fe». Para Rusell lo que crea esta confusión respecto al modo del retorno de Cristo radica en el hecho [320] de haber traducido incorrectamente la palabra parousía (parousi,a), «presencia». En definitiva, para este autor, en los 24 pasajes que según él aparece la palabra parousía, no sólo debe traducirse por [321] «presencia» y no por «venida», sino que además ha de entenderse como «presencia invisible». «En presencia de las evidencias presentadas en este capítulo, en los precedentes y en los que seguirán, no vacilamos en anunciar (…), de que la cosecha de la edad evangélica, está sobre nosotros y que el maestro está de nuevo presente, como el jefe cosechero, no en la [322] carne, como en la cosecha judaica, sino en potencia y en gran gloria, como el “soberanamente elevado”.»

Los textos que se invocan en oposición a esta teoría (1ª Ts. 4:16; 2 ª Ts. 1:7, 8; Mt. 24:30; Ap. [323] 1:7), hay que entenderlos de modo simbólico. En esta línea simbólica se inscribe la comprensión de las expresiones («El Cristo», «la voz del Arcángel», «la trompeta de Dios») incluidas en pasajes como Daniel 12:1; Ap. 11:15: 1 ª Ts. 4:16. Son medios para el cumplimiento de la obra de la cosecha del evangelio, «además de símbolos que [324] están ahora en vías de cumplimiento». 3.

«Las siete trompetas del Apocalipsis son todas simbólicas y representan siete grandes períodos de tiempo y sus acontecimientos (…), nosotros nos encontramos hoy, en medio mismo de los sucesos que marcan el sonido de la séptima trompeta (…). «Si podemos reconocer el grito, la voz y el sonido de la trompeta, debemos aceptarlo como indicaciones, no de que el Señor quiera venir pronto, sino más bien de que el Señor ha venido ya, que está ahora presente, y que el trabajo de la cosecha para recoger el trigo y quemar la cizaña, [325] está ya en vías de ejecución.» 4. El estar en la época de la cosecha es un argumento más para Russell, de la presencia invisible [326] de Cristo: «La obra de la cosecha ocupará 40 años para su entero cumplimiento y acabará en 1914. Sus diferentes aspectos se cumplirán gradualmente, pero todos sus días son «los días del Hijo del Hombre», los días de la presencia de nuestro Señor, que será reconocido al fin por todos, pero en [327] principio, solamente por la clase especificada por el apóstol.» Russell concluye este apartado del retorno de Cristo: «(…) los tiempos de las naciones expiran con el año 1914, que en ese momento esta dominación gentil será enteramente trastocada y el reino de Cristo completamente establecido. Que el Señor

debe estar presente antes del año 1914 para fundar su reino, y ejercer su gran poder para quebrar a las naciones como se quiebran los vasos de barro, y que entonces “en los días de estos reyes”, en la época de transición, de 1874 a 1914, el Dios de los cielos romperá y aniquilará todos estos [328] reinos…» «(…) 1874 es la fecha exacta del comienzo de los tiempos del restablecimiento, y la del retorno [329] del Señor.»

El Gran Jubileo de la Tierra El Jubileo, a juicio de Russell, fue instituido para prefigurar la gran restitución, el restablecimiento [330] de la humanidad durante el Milenio. Russell no se contenta con un «jubileo» que simbolice la liberación del pecado por Cristo. Lo importante es encontrar el comienzo de ese nuevo jubileo antitipo, con el que obtenga una fecha final que coincida con 1874. ¿En qué se basa para obtener los fundamentos de dicha teoría? Primero, en la existencia de los tipos y antitipos. Las fiestas y las ceremonias judías señalaban a algo que se cumpliría en la [331] realidad. En segundo lugar, partiendo del texto de Mateo 5:17-19, logra Russell la idea de que [332] el tipo no debe pasar sin que sea cumplido. A partir de lo indicado procede del siguiente modo: Existe un jubileo tipo obtenido a partir del sábado anual que actúa como una figura de dicho jubileo. ¿Cómo? Al multiplicar el 7 del séptimo día semanal por 7 de siete semanas te daba 49, y el día que hacía 50 era el día de Pentecostés. Este día se constituía en el sábado anual y en figura del jubileo tipo. Para conseguirlo era preciso multiplicar el 7 del séptimo año por 7 de siete años totalizan 49 años, y [333] el año que hacía 50 era el del jubileo. Con esto, puede añadir: «Si nosotros seguimos estos métodos de cálculo divinamente indicados, se descubren delante de nosotros maravillosos resultados, lo que nos asegura que poseemos la verdadera llave (…). Cincuenta veces 50 años dan el largo período de 2.500 años (50 x 50 = 2.500), como el período del gran ciclo que comienza a contar cuando el último jubileo típico de Israel cesa, y es en su final que comienza el gran jubileo antitipo. Sabemos que un tal ciclo debe haber comenzado donde [334] el tipo cesa…» En una palabra, puesto que el jubileo tipo o modelo se produce multiplicando 7 x 7 = 49, siendo el que hace 50 el jubileo, el Jubileo real ha de ser multiplicando 50 x 50 = 2.500 años. Y por cuanto el [335] jubileo judío duraba 1 año, el otro Jubileo, de acuerdo a Russell, durará un Milenio. Una vez que el autor que estamos analizando ha alcanzado los 2.500 años nos explica en qué momento lo origina. Como dicho período, de acuerdo a este pensar, no puede contarse mientras dure el tipo o modelo, interpreta con la historia que la celebración del jubileo judío no podría terminar después de que fuese cesado el pueblo de Israel como nación en ocasión de la conquista de Nabucodonosor, hecho fechado por Russell en el 606 a.J. Ya que después de esta fecha, según [336] Russell, jamás recobraría Israel su independencia ni celebraría ningún otro jubileo. «El punto importante por el que es preciso asegurarse, es saber la fecha exacta donde Israel observó por última vez su jubileo. Una vez esta fecha esté definitivamente establecida, la cosa llega a ser simple para contar el gran ciclo de 50 veces 50, ó 2.500 años, y localizar de ese modo, la fecha del comienzo del gran Jubileo de la tierra, los tiempos del restablecimiento de todas las [337] cosas.»

Con la ayuda de la cronología bíblica calcula cuántas veces cabe el múltiplo 50 para obtener la fecha anterior en la que pudo conmemorarse el último jubileo judío. Su resultado es la data del 626 [338] a.J. Si al 626 a.J. le sumas los 2.500 años se alcanza el año 1874, produciéndose el Milenio y el [339] retorno de Cristo. «(…) En octubre de 1874 es cuando debe tener comienzo el antitipo o el tiempo del [340] restablecimiento.» El Jubileo comienza al final del ciclo de los 2.500 años. Es decir, en 1874, y eso es precisamente el Milenio.

Dispensaciones paralelas. Edad Judaica y Evangélica Teniendo en cuenta que ha existido una época en la que los judíos fueron considerados pueblo de Dios, junto con la evangélica desde la era de Cristo, Russell acepta como una realidad cronológica aplicable, la hipótesis de las llamadas «Dispensaciones paralelas». La importancia de esta hipótesis radica en el valor cuantitativo y cualitativo que se da a la dispensación judaica. En efecto, ésta tiene una duración de 1.845 años y además es típica [341] prefigurando a la dispensación evangélica, que como tal deberá durar también 1.845 años. De acuerdo a esto, hace comenzar la edad judaica con la muerte de Jacob en 1813 a.J., terminándola a la muerte de Cristo que la data en el año 33 d.J. que supone ser el fin del favor para Israel, lo que implica una cifra adicional de 1.845 años entre el inicio del favor para Israel y el [342] comienzo del disfavor. En el año 33, empezaría a contar la dispensación evangélica que prefiguraba la judaica. Si la judía se extendió a lo largo de 1.845 años su doble debe ser exactamente lo mismo. De ahí que según Russell, 33 + 1845 = 1878. Hasta este año estaría ocupada por la edad evangélica, y terminaría el [343] «disfavor» para los judíos. Esto es así porque a juicio del causante de este análisis, Romanos 11:25-29 ofrece el soporte para que sepamos que la edad evangélica se inaugura con el rechazo de Israel y concluye con la vuelta otra vez del favor de Dios para Israel. Y estos favores concuerdan con el restablecimiento de los [344] tiempos de todas las cosas en el segundo advenimiento. Nos advierte el autor citado que 1878 es solamente el punto de arranque del retorno del favor de los judíos. Esto será gradual hasta llegar a 1914 como fecha límite, obtenida aplicando una vez más [345] la hipótesis de los paralelos y prefiguraciones: «(…) Aun cuando los favores hayan sido propuestos y comenzado en 1878, los judíos no pueden retornar en pleno favor antes de 1914. Así pues, los favores divinos deben volver gradualmente, como su caída ha sido gradual. Es también notable, que estos dos períodos de su caída y de su elevación sean exactamente de la misma longitud. La caída fue gradual, con una rapidez creciente durante 37 años desde el 33 d.J. cuando su favor nacional tomó fin, cuando el país fue hecho un desierto y cuando Jerusalén fue enteramente destruido. La historia nos hace conocer así el comienzo y el fin de su caída, mientras que las profecías indican a la vez el comienzo y el fin de su [346] elevación, 1878 y 1914, mostrando un paralelo exacto de 37 años.» Del mismo modo que el disfavor vino para Israel y comenzó el favor para la Iglesia, ahora, al final [347] de 1878, comienza el favor de Israel aconteciendo el disfavor de la Iglesia nominal.

Las Mieses Siguiendo en esta línea de interpretaciones paralelas, Russell explica que la mies judaica comenzó [348] en el año 30 al principio del ministerio de Cristo, y duró 40 años, llegando hasta el año 70. Esto sirve de fundamento para encontrar el duplicado en la era evangélica. En dicha edad ha de haber una mies que también durará 40 años. Se origina en 1874 al comienzo del Milenio, ultimándose [349] a los 40 años, en 1914.

El paralelo de la Septuagésima semana de años de Daniel 9 Se introduce la fecha de 1881 asumiendo como cimiento la última semana de años de la profecía de las «setenta semanas de años» de Daniel, que si bien se cumplió con la primera venida de Cristo tiene su paralelo al final de los tiempos: «El otoño de 1874, cuando el ciclo del Jubileo indica que el tiempo de la presencia de nuestro Señor había venido (…), al tiempo de su bautismo y de su unción por el Espíritu Santo (…), comenzó su trabajo de segador de la mies judaica. La primavera de 1878, tres años y medio después, corresponde a la fecha (…) cuando él purificó el templo (…) y cuando, llorando sobre la ciudad, abandonó a la desolación este reino o iglesia nominal. Es en esta fecha de 1878, que el sistema de Iglesia nominal fue vomitado (rechazado) (Ap. 3:16) y a partir de la cual, no es más la boca de Dios, ni reconocido por él en ningún grado. Los tres años y medio, habiendo comenzado en la primavera de 1878 y terminándose en octubre de 1881, correspondiendo a los tres años y medio, durante los cuales el favor fue continuado por los judíos, [350] individualmente, durante la última media semana de sus 70 semanas de favor.» Es decir, tanto la duración del ministerio de Cristo determinado en tres años y medio como los tres años y medio de la media semana de años de Daniel tienen sus paralelos en la época de su Segunda Venida o Presencia invisible. De ahí que en 1881 se marque el cierre de cualquier bendición para las naciones: «Nosotros consideramos también el año 1881, como señalando el cierre de todo favor especial [351] para las naciones, el cierre del llamamiento.» «Si bien la presencia de Jesucristo se puede constatar desde 1874 no es hasta 1878 que no será [352] asumido el poder como Rey de reyes.» «El año 1878 (…), está destinado a fijar el tiempo, cuando el poder como Rey de reyes es realmente asumido por nuestro Señor (…), el tiempo cuando él toma su gran poder para reinar, lo [353] que en la profecía está íntimamente asociado con la resurrección de sus fieles.» Russell nos asegura categóricamente, reuniendo sus ideas obtenidas sobre el Jubileo y las Dispensaciones paralelas lo que a continuación se indica: «Los ciclos del jubileo, prueban que el tiempo de la presencia de nuestro Señor Jesús y el comienzo de su obra de restauración, acontecieron en 1874 (…). Los tiempos de las naciones [354] prueban que todos los gobiernos actuales, deben ser derribados antes del fin de 1914.» «Es indudable que el Todopoderoso, que nos enseña, por la cronología, que los 6.000 años desde la creación de Adam, han acabado con 1872, y que el séptimo millar de años (el milenio), que comenzó entonces, nos enseña por los ciclos del jubileo, que la presencia del Señor y el [355] tiempo de restauración han comenzado en otoño de 1874…»

Capítulo I Tercer Volumen de Estudios de las Escrituras El motivo principal del volumen tercero es presentar las fases de la preparación de la iglesia nominal y del mundo, los cambios prodigiosos que van a tener lugar durante el establecimiento del [356] reino.

El «Tiempo del fin» y el fin del tiempo «El tiempo del fin es un período de 115 años, comprendido entre los años 1799 y 1914 de nuestra era (…), es llamado también “el Día

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de su preparación” (…).»

La terminología empleada nos puede crear confusión, puesto que en el volumen II nos ha manifestado el «tiempo del fin» como empezado en 1872 ó 1874. El 1799 se justifica como principio del tiempo del fin porque se trata de un tiempo de preparación previo y relacionado con el «fin del tiempo», y con aquellos eventos que suceden a partir de 1872, 1874, abarcando hasta 1914, fecha tope definitiva. Del capítulo 11 de Daniel consigue Russell los sucesos que se refieren al tiempo del fin; y del capítulo 12, los períodos proféticos, que llevan al tiempo del fin: «Y después que este momento es marcado de este modo en el capítulo XI (de Daniel), aunque sin indicación de nombres y fechas, el capítulo XII (de Daniel) menciona tres períodos: 1260, 1290 y 1335 días proféticos, que vienen a confirmar y establecer las enseñanzas

[358]

del capítulo XI, y mostrar que el comienzo del tiempo del fin era el año 1799.»

Con estos tres períodos obtiene Russell confirmación para su cronología «profética». El de 1.260 «días» o años lo principia en el 539 d.J. cuando, de acuerdo a su cómputo, el Obispo de Roma comienza a ejercer su poder temporal y espiritual; lo finaliza en 1799, cuando Napoleón, según él, [359] cumple históricamente el cometido de la destrucción del sistema papal. A partir de ahí la inclusión de los otros períodos proféticos le será fácil a Russell para encontrar ratificaciones a su ideología y obra. Con el de 1.290 «días» o años (539 + 1.290 = 1.829) consigue la fecha de 1829, que le asegura proféticamente el origen del Movimiento Millerita del que Russell es admirador, deudor y un [360] continuador sin ruptura de ideario. [361] Con el de 1335 «días» o años logra su fecha preferida, 1874; (539 + 1335 = 1874). 1799 se consagra como el término de un período que inicia otro, el de la preparación de la «mies». Durante este tiempo, desde el comienzo (en 1799) de la fase previa en la que Dios prepara a su [362] pueblo santo, hasta la etapa de la «mies» que se inaugura en 1874 (fecha de la segunda venida de Cristo) y que engloba a 1914 (que resultan ser los últimos 40 años de los 115 que abarca el [363] [364] «tiempo del fin»), Cristo establece un Reino espiritual.

La Edad de la mies y el tiempo del fin La edad del evangelio se termina por una mies, a la vez que por una glorificación de los que reinan [365] mil años con Cristo: «Los tiempos del jubileo indicaban 1874 después de Cristo, como la fecha del retorno de Nuestro Señor (…). El segundo advenimiento de nuestro Señor en el fin o mies de la Edad del evangelio que comenzó en el otoño de 1874 es un punto cronológico paralelo a la fecha

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del primer advenimiento, al fin de la edad judaica.»

Mientras que la cronología bíblica de Russell, en base a la teoría de los 6.000 años, alcanzaba a 1872 (teóricamente principio del Milenio), los ciclos del Jubileo lo sobrepasaban hasta llegar a 1874 identificando, según este pensar, la fecha del retorno de Jesucristo. Esto suponía un desfase de dos años. Russell lo resolverá del siguiente modo: « ¿Cómo es posible que la cronología exacta de la Biblia indica octubre de 1872 como punto de partida del séptimo millar de años, o Milenio, mientras que los ciclos del jubileo marcan octubre de 1874, como fecha del retorno de Cristo y del comienzo de los tiempos de

[367]

restauración?»

Russell se aventura a dar una respuesta diciendo que «ya había transcurrido un tiempo antes que [368] Adán y Eva hubiesen transgredido la Ley divina. Cuál fue la duracion de este período no lo sabemos, pero es muy posible que sea de dos años. «(…) Es muy razonable pensar que dos años [369] transcurrieron mientras hubo inocencia»: El período comprendido entre la creación de Adán y la entrada del pecado (que son, según Russell, 2 años) no forman parte de los 6.000 años que han transcurrido hasta la aparición del [370] Milenio. Después de esta solución coordinará los distintos períodos sin dificultad por su parte: «Los seis mil años, durante los cuales Dios ha permitido el Reino del mal antes del comienzo del séptimo gran Milenio o Sábado, o

tiempo de la restauración, comenzaron cerca de la entrada del pecado en el mundo. Los tiempos de la restauración de todas las cosas, habiendo empezado en octubre de 1874, esta fecha debe marcar el [371] fin del reino de los seis mil años de pecado.»

La obra de la mies y el «Tiempo del fin» La obra de la mies o de la siega es una fase que transcurre entre 1878 y 1914. Es una era de [372] prueba, de estima, de fijación y de retribución. Su existencia es fruto de haber sido prefigurada por la edad judaica. El simbolismo, de acuerdo a Russell, cobra relevancia especial en la asunción del cargo de Rey que Jesucristo obtuvo 3 años y medio después de su bautismo, ya que ahora, según el tipo, en 1878, tres años y medio después de 1874, comenzó a ejercer de hecho su puesto de Rey: «Como nosotros lo hemos visto ya, el paralelo de esto muestra que, 1874 es el tiempo de la segunda venida de nuestro Señor como el esposo Segador, y que abril de 1878, es cuando ejerció de hecho su cargo de Rey de reyes y de Señor de señores, esta vez como Rey

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espiritual, presente con toda su potencia, aunque invisible a los hombres.»

¿Cuáles son las obras a realizar durante la edad de la «mies»?: La primera será rechazar a la iglesia nominal, ya que en el símbolo consistió en rechazar a [374] Israel. La segunda hará una labor de información del verdadero conocimiento que traerá un sellamiento [375] antes que sean arrojadas las plagas de las que nos habla el Apocalipsis. En esta acción de información, se indica la caída de Babilonia como gradual y como refiriéndose [376] al sistema falso religioso. El último trabajo de la «mies» producirá una prueba y zarandeo de aquellos que han obedecido el salir de Babilonia.

La posibilidad de la salvación y la época de la mies La fecha de 1881 había determinado el «fin del mensaje de favor», sin embargo esto no supone el [377] «cierre definitivo de la puerta de la misericordia»: «El fin del favor o llamamiento, en 1881, es seguido por el llamamiento general de toda la humanidad (…). Pero si el “llamamiento” general ha terminado, la “puerta” no está todavía cerrada, pues el fin del “llamamiento” y el hecho de cerrar la “puerta”, son dos hechos distintos y separados. La puerta queda abierta para permitir a algunos entrar en el curso por el gran premio

[378]

de la herencia en el reino después que el llamamiento general ha cesado.»

La teoría de Russell, en cuanto a que el « gran llamamiento» o « fuerte pregón» ha podido terminar mientras que la «puerta» estará abierta todavía un cierto espacio de tiempo, se basa en el hecho de que el « fuerte pregón» o « gran llamamiento» es una apelación especial a formar parte de la «clase ungida» del reino, mientras que la otra convocatoria es tan sólo para gozar de las bendiciones bajo el [379] Reino. Es ese «llamamiento» especial para ser ungido el que ha terminado en 1881. ¿Cuándo se habrán acabado las probabilidades a la salvación? ¿Cuándo se cerrará la puerta de la salvación? Russell reconoce que no hay una fecha exacta en el sentido puntual. Sí que sabe ciertos límites. [380] Añade que será antes que termine la «mies» y durante el «tiempo de angustia». [381] Si la fase de la «mies» finaliza en 1914. Quiere esto decir, en base a las referencias de Russell, que la fecha límite para poderse salvar es 1914. Si el límite para todos es 1914, es preciso dejar claro cuándo será la liberación y exaltación de la Iglesia. Teniendo en cuenta 1 ª Tesalonicenses 4:15, Russell asegura que los muertos resucitarán y han de [382] ser trasladados antes que los vivos creyentes. La fecha de dicha resurrección la deduce de la parábola de los trabajadores a la viña.

[383]

Utilizando de nuevo el paralelismo de la Dispensación evangélica con la judaica nos dirá: «Ya que la resurrección de la Iglesia debe tener lugar durante este período del “fin” o “mies”, encontramos que es muy razonable, y conforme a todo el plan de Dios, que los santos apóstoles y los otros “vencedores” de la edad del evangelio que dormían en Jesús fueron resucitados en la primavera de 1878 como seres espirituales semejantes a su Señor y Maestro. Concluimos diciendo que su resurrección es un hecho cumplido, y que por consiguiente ellos están presentes sobre la tierra con el Señor; si nosotros no los vemos es porque son

[384]

como su Señor, seres espirituales invisibles (…)»

Se reconoce que la creencia sobre el Reino establecido en 1878 tiene como base el hecho del retorno de Cristo en octubre de 1874, y que la «mies», o recogida de los santos, se inició en ese [385] mismo momento. Los que permanecen vivos «en la carne», se dedican por palabra y por escrito a promulgar las [386] «verdades» del Reino. Los que formen parte del «Cuerpo de Cristo», a partir de 1878 y experimenten la muerte, serán

«resucitados» instantáneamente: «(…) Y desde 1878, desde el momento donde él tomó posesión de su gran potencia y empezó a ejercer su autoridad, ninguno de los miembros de su cuerpo tiene más necesidad de dormir. Es por ello que todos los miembros «vivos» en «carne», que mueren desde esta fecha, son cambiados en el momento de su muerte. Mueren como hombres y a la manera de los hombres; pero en el mismo [387] instante son vueltos semejantes a su Señor, gloriosos seres espirituales.»

La restauración de Israel La restauración de Israel es un hecho literal acontecido ya a partir de 1878. De esto dejará [388] constancia clara en el Estudio IX de este volumen III.

La gran Pirámide Gizeh Obsesionado de algún modo por encontrar datos que corroboren su «Plan de las Edades», Russell se aprovecha de ciertas ideas que algunos piensan que están involucradas en las longitudes de los pasillos de la gran «pirámide». Formula declaraciones como las que siguen. Para él la gran pirámide representa el Plan de Dios de acuerdo con todos los profetas, «una Biblia [389] de piedra». «La gran Pirámide es un precioso depósito de verdades importantes (…). Ella es un potente [390] testimonio corroborativo del Plan de Dios.» [391] A juicio de Russell, la cima es como un emblema del Plan de la salvación. La línea de huida corresponde a la fecha de la promesa de Dios a Israel «tipo». El pasaje de entrada representa el curso descendente de la humanidad hacia la destrucción. La habitación subterránea es una imagen del tiempo de angustia. El primer pasaje ascendente representaría la dispensación de la ley y a la nación de Israel desde su salida de Egipto. La Gran Galería donde se encuentra la habitación de la reina y del rey, prefigura el período del evangelio. En la Gran Galería, la rampa que sube hasta llegar a uno de los pozos, expresa los años de vida [392] de Cristo si se mide un año por cada pulgada (33 pulgadas = 33 años). El poz o en cuestión es, para el autor analizado, la llave de la historia: significa además de la [393] muerte y la puesta en tumba de nuestro Señor, su resurrección. Siguiendo este método también adjudicará para sus fechas preferidas de 1874, 1881 y 1914 sendos lugares de la gran Pirámide. La de 1874 y 1881, fechas de la segunda venida de Cristo y del final del gran llamamiento las encuentra reflejadas por la pared norte al paso de la Gran Galería, y la otra teniendo en cuenta la [394] rampa de la Gran Galería, pero prolongada a través del paso, como si éste no existiese. [395] Para 1914 utiliza el primer pasaje ascendente, que tiene 1.542 pulgadas valorándolas en 1.542 años, coincidiendo con el año 1542 a.J. El punto de arranque para medir el pasaje descendente, es donde se da la conjunción entre el pasaje ascendente y el de la entrada. Desde este punto en concreto hay que medir el pasaje descendente, que tiene, de acuerdo al parecer de Russell, 3.457 pulgadas, y según él, suponen 3.457 años. Es a esta cifra que habrá que restarle los 1.542 años. El resultado será 1915, más exactamente octubre de 1914. Ésta es la fecha del fin de toda la angustia, y de la implantación definitiva del Reino [396] de Dios, con la desaparición de cualquier gobierno humano.

Capítulo IV Séptimo volumen de Estudios de las Escrituras

Lo más significativo del libro de Apocalipsis, y elementos escatológicos adicionales Si bien es cierto que en el volumen se vierten numerosas declaraciones escatológicas, la mayoría de ellas hacen referencia a lo que se ha expresado en estudios anteriores. Surgen nuevas fechas que [397] debemos suponer la injerencia de Rutherford. Se mantienen la fechas de 1874 como la de la «presencia» de Cristo o segunda venida invisible, y como siendo la del comienzo del Milenio o Reino de Cristo; y la de 1878 como la de la resurrección [398] de los Santos. Las nuevas fechas que aparecen fundamentalmente son 1918 y 1925. La cosecha o la mies duraba 40 años. Y de acuerdo a los volúmenes ya presentados, iniciaba dicho período en 1874, llevándole a 1914 como confirmación del fin literal de las naciones. Ahora en este volumen, la cosecha o la mies [399] empieza en 1878 que, sumándole los 40 años, se consigue la data de 1918. En dicho momento (1918) van a comenzar grandes tribulaciones para la cristiandad; el [400] protestantismo tendrá su final en esa fecha. El poder y la influencia de los sistemas cristianos, las naciones y las iglesias de la cristiandad serán destruidos tanto espiritual como literalmente; los edificios de las iglesias y de las catedrales [401] serán destruidos, millones morirán. La fecha de 1925 se obtiene partiendo de los 50 años del jubileo, significando que los judíos en [402] esa fecha serán restablecidos literalmente en Palestina. Habiendo iniciado los 50 años del jubileo en 1874 se reconoce que el retorno literal de los judíos [403] a Palestina acontece 10 años después de lo que anteriormente se creía.

Las coordenadas más significativas de la interpretación de Russell sobre el Apocalipsis Utiliza una metodología próxima a la de los sistemas históricos, no exactamente el sistema de la [404] «historia de la salvación», sino simplemente el de la «historia continua». Los períodos proféticos son simbólicos y «un día» tiene el valor de «un año», además de estar [405] relacionados los del profeta Daniel con los del Apocalipsis. Los 24 ancianos son 24 profetas antiguos (Ap. 4:4).

[406]

Las 7 iglesias de Apocalipsis 2 y 3 acontecen en siete períodos de tiempo distribuidos desde el [407] año 33 hasta 1918. Los 4 seres vivientes de Apocalipsis 4:6-8 simbolizan cuatro atributos.

[408]

Los 7 sellos (Ap. 6:1 y ss.) son también siete períodos de tiempo que abarcarían toda la época [409] cristiana hasta 1878. Las 7 trompetas (Ap. 8:1 y ss.) sucederán a lo largo de la dispensación [410] [411] cristiana. Los 7 truenos (Ap. 10:3) son los siete volúmenes de Estudios de las Escrituras. Identifica al ángel de Apocalipsis 10:1 con el «Mensajero del Pacto, el Señor Jesús. –Malaquías [412] 3:1». Y la expresión «que descendía del cielo» la ubica como acontecida en octubre de [413] 1874. El «librito abierto» de Apocalipsis 10:2 se identifica con el «Mensajero de la Verdad Presente» que, de acuerdo al comentario de Apocalipsis 3:14, se identifica al mensajero especial para el [414] último tiempo con Charles T. Russell; lo mismo que la poderosa voz de Ap. 10:3. [415] Los dos testigos de Apocalipsis 11 son para Russell el Antiguo y el Nuevo Testamento. Apocalipsis 12 recogería la persecución de la Iglesia especialmente desde el 539 al 1799.

[416]

La Bestia de Apocalipsis 13 la identificaría Russell con el Papado aplicándole el enigmático [417] 666. Las 7 plagas mencionadas en Apocalipsis 16 son consideradas por Russell como totalmente [418] simbólicas, y las identifica con los siete tomos de Estudios de las Escrituras. Considera que la batalla del Armagedón es gradual habiendo empezado en octubre de 1874 y [419] siendo su término en octubre de 1914. [420] «El Milenio (Ap. 20:3, 4, 7) empezó en 1874, con el retorno de Cristo.» Su concepción es en principio espiritual como la del retorno de Cristo. Ese Milenio se introduce gracias al nuevo entendimiento de las Escrituras que Russell provee:

«El Milenio (Ap. 20:3, 4, 7) se inició en 1874, con el Retorno de Cristo. Fue poco más o menos aquel tiempo en que el Pastor Russell vino, junto con sus compañeros cristianos, al comienzo de una mejor comprensión de la Biblia, “la Revelación de Dios”. Fue por decirlo de algún modo, el [421] florecimiento de las buenas promesas de Dios para bendecir a las entes.»

SEGUNDA PARTE Rutherford, sus fechas y obras principales a examen Introducción Las obras que vamos a presentar de Rutherford están diferenciadas por dos épocas: las que escribió antes de 1930, y las posteriores a esa fecha. Un ejemplo de las del primer grupo son Millones que ahora viven ya no morirán jamás (Millions Now Living Will Never Die), El Arpa de Dios (The Harp of God), Liberación (Deliverance), La Creación (Creation), etc. En el segundo grupo podemos citar Luz (Light), La guerra final, etc. En la primera época es servil a Russell, intentando matizar cuestiones que no veía suficientemente claras. Hasta 1930 se limitará a presentar resumidamente lo principal de Russell. Son continuas las alabanzas y alusiones a los escritos de su antecesor en la presidencia de la Organización de los Testigos de Jehová. Transcribimos párrafos que atestiguan lo que venimos diciendo: «El que busca la verdad puede encontrar todos los detalles en los volúmenes 2 y 3 de Estudios [422] de las Escrituras.» «Entre 1881 y 1904, él redactó y publicó en seis volúmenes, los Estudios de las Escrituras que dan una explicación completa y detallada de los diversos trazos del Plan divino (…). En 1917 fue editado el séptimo volumen (…). Estos libros son la única explicación, verdaderamente clara y satisfactoria, que jamás haya [423] sido dada sobre el Plan Divino.» Los Estudios de las Escrituras de Russell fueron publicados y distribuidos desde 1916 hasta [424] entrada la década de 1920, por la Watch Tower, siendo Rutherford presidente. La dependencia de Russell todavía será notoria en 1927: «(…) Dios usó a Carlos T. Russell para hacer entender a la gente la Biblia, especialmente las verdades que habían sido quitadas por las maquinaciones de Satanás y sus agencias. (…) Dios restauró esas verdades, y para ello usó a Carlos T. Russell para que escribiera y publicara los libros conocidos con el título de Estudios de las Escrituras, por medio de los cuales [425] son aclaradas las grandes verdades fundamentales del plan divino.» La simpatía y adhesión de Rutherford en esa primera época se advierte en 1921 respecto a su alusión positiva a la pirámide de Egipto: «La piedra del vértice o piedra angular de una pirámide hace de ella misma una pirámide perfecta. Los otros miembros del cuerpo deben ser edificados en Cristo, a fin de llegar a ser conforme a esa piedra angular que se encuentra representada por la gran pirámide de [426] Egipto.» La propia Organización actual de los Testigos reconoce la subordinación teológica de Rutherford hacia Russell: «Hacia fines de 1921 se publicó en inglés, en octubre, la nueva ayuda para el estudio de la Biblia intitulada El Arpa

[427]

de Dios (…). Este libro de 384 páginas que había de ser un epítome de los siete tomos de Estudios de las Escrituras.»

¿Qué ocurre en la segunda época? En la introducción a su comentario L u z sobre el Apocalipsis, publicado en 1930, dice: «Antes del año 1930 no se había publicado una satisfactoria explicación [428] del Apocalipsis…» Explicando el capítulo primero lanza una insinuación negativa en relación a la pirámide de Egipto: «Una bendición especial es la porción del «resto» que entiende la clave de señales del libro del Apocalipsis (…). Pero los que odian la instrucción y arrojan tras ellos la Palabra de Dios, o que quitan de ella o añaden señales tales como la pirámide [429] de Gizeh, no entenderán.» Capítulo I Millones de personas actualmente vivas no morirán jamás Con la publicación de este libro han transcurrido seis años de la fatídica fecha de 1914. Rutherford ha comprobado que no han sucedido las expectativas de Russell, y que él creyó. Lejos de dudar de la concepción global y de las interpretaciones que le llevaron a Russell a 1914, continúa manteniéndola con toda su significación en lo que se refiere al hecho puntual más importante. Elimina aquello que la evidencia no le permite. En 1914 no ha acontecido la destrucción de las naciones ni el fin ha llegado, de ahí que 1914 se convierta para Rutherford en lo que fue para Russell 1874: en el retorno de Cristo espiritual, en la «Segunda Presencia o Venida» invisible. Esto le obligará a variar modos y tiempos por las implicaciones escatológicas que suponen las fechas y los bosquejos de Russell. En un principio 1799, 1874 y 1878 tendrán todavía una cabida para Rutherford, después de 1928, las anulará del esquema teológico-profético. Ése va a ser el quehacer más importante de Rutherford, el justificar una fecha (1914) en la que subyace una metodología interpretativa con una concepción y unos resultados determinados. El segundo aspecto en el que se ocupará Rutherford en su primera publicación es la vuelta literal de los judíos a Palestina, siguiendo la misma línea de pensamiento que su antecesor. [430]

En tercer lugar, Rutherford incluye dos fechas nuevas con lo que ello implica: 1918 y 1925, va a ser preciso apoyarlas debidamente, aun cuando esas fechas, su soporte ideológico, y las consecuencias teológicas, no resistirán el veredicto del tiempo. El mismo Rutherford las hará desaparecer una vez experimentado de nuevo el fracaso. Veamos todo esto más de cerca.

1914, el Fin del mundo y el Tiempo de los gentiles A juicio del autor que estamos examinando hay dos hechos indudables que han sucedido en 1914: El fin del mundo y la segunda venida de Cristo. ¿Qué significa el fin del mundo para Rutherford? «(…) Que su segunda venida marcaría el fin del mundo, es decir, el orden de cosas social [431]

existente (…)» ¿Cuándo acaba el mundo? «Nos proponemos probar que el orden de cosas social, el segundo mundo, terminó legalmente en 1914 (…); que el nuevo orden de cosas avanza para tomar su lugar; que en un período definido, el antiguo orden de cosas será completamente borrado y el nuevo establecido; que todo esto se producirá durante la generación presente y que sobre la tierra serán testigos. A quienes [432]

será ofrecida la vida eterna, no morirán jamás, si ellos aceptan las condiciones.» La segunda venida de Cristo marca el fin del sistema social, y éste termina en 1914. A partir de entonces aparece un período «definido», el antiguo orden social, que en breve será borrado y uno nuevo establecido. ¿Cómo nos lo demuestra? Trayendo como apoyo Levítico 26:18, obtendrá el castigo que se le va a infligir a Israel, produciéndose el «Tiempo de los gentiles», expresión con la que se quiere manifestar la duración de [433]

2.520 años de gobierno pagano en el mundo. Nótese que dicho período de 2.520 se inicia, según Rutherford, cuando Nabucodonosor en el 606 a.J. destrona literalmente al último rey de Judá, Sedequías, llevándole a 1914 donde en vez de producirse una finalización literal de la dominación pagana o gentil, se produce un fin simbólico y espiritual.

[434]

«Las Escrituras fijan en siete tiempos simbólicos la duración de este castigo infligido a los judíos y, por consiguiente, la duración durante la cual Dios permitiría a los gentiles tener la dominación (Lv. 26:18). Un tiempo, en las Escrituras, es empleado para representar un año simbólico (…). Un año vale 360 días; a razón de un día por un año, esto hace 360 años por cada tiempo. Los siete tiempos formarán, pues, un período de 2.520 años, durante el cual los gentiles ejercerán la potencia (…). La fecha del destronamiento de Sedequías y del establecimiento de la dominación pagana de Nabucodonosor, primer gobierno pagano del mundo, está definitivamente fijado por la historia profana y las Escrituras como siendo el año 606 a.J. (…). Se obtiene un total de 2.520 años, lo que fija el cambio del balance de la dominación o potencia [435]

pagana en el año 1914.»

¿Cómo se nota el establecimiento del Reino de Justicia del Mesías?: El primer trabajo del Mesías en esa segunda venida será el de la destrucción de los antiguos sistemas de injusticia.

[436]

«Nosotros vemos con precisión que el fin de los tiempos de los gentiles tuvo lugar en el otoño de [437]

1914.»

A partir de 1914 tendríamos que esperar y notar, de acuerdo a Rutherford, que las injusticias se van destruyendo y la justicia se va implantando. «Millones de gentes mueren de hambre en Europa…» «Encarecimiento de la vida…» «Comienzo de dolores, como la peste y la gripe española» « … La guerra mundial…» [438]

«Las revoluciones (…) de 1914 están representadas (…) por el símbolo del terremoto.»

Todo esto mostraría el desplazamiento de las naciones dando lugar a la plena instauración del Reino del Mesías en 1914.

[439]

La angustia de los gobiernos y del mundo en 1914 es interpretada como cumpliendo una de las señales del fin del mundo de acuerdo al criterio interpretativo basado en Lc. 21:25, 26.

[440]

3. Otro hecho observable sería el de la vuelta de los judíos a Palestina, el retorno del favor hacia los judíos.

[441]

¿De qué modo nos lo presenta la Biblia y cuándo, según este pensar? Rutherford afirma: «El Hijo de Dios (…) aseguró que los judíos serían pisoteados por los gentiles hasta que los tiempos de los gentiles sean cumplidos (Lc. 21:24).»

[442]

Aparentemente podría parecer que esa vuelta de los judíos tuviera que realizarse en 1914, puesto que, según la teoría de Rutherford, los «tiempos de los gentiles» acabaron en 1914. Sin embargo veremos a continuación que ese favor tiene un inicio en 1878 con un proceso gradual que alcanza a 1918, donde definitiva y totalmente los judíos obtendrán de nuevo el favor divino. Ese favor que había sido perdido, a juicio de Rutherford con el comienzo del «tiempo de los gentiles», y que él ubicaba en el 606 a.J.

1918, la vuelta de los judíos y dispensaciones paralelas Con una diferencia de fechas, Rutherford sigue las huellas de Russell en cuanto a la teoría de las «dispensaciones». Igual que aquel aplica el contenido del texto de Jeremías 16:13, 18 en el sentido de un «duplicado». La profecía que hace alusión a una cantidad «doble» de castigo correspondiente a la mala conducta de Israel, es entendida de un modo distinto. La palabra «doble» significa «duplicado». El mismo tiempo que durara el favor hacia Israel tendría como contrapartida un duplicado de castigo. Con la muerte de Jacob se iniciaría la nación de Israel, transcurriendo 1845 años de favor hasta la muerte de Cristo en el año 33 de nuestra era.

[443]

En esta fecha empezaría el castigo para Israel haciendo referencia al «duplicado». Es decir, si el «tiempo» de favor ha ocupado una medida de 1.845 años, el de disfavor, como «duplicado», deberá tener otros 1.845 años. Del año 33 con los 1.845 adicionales llegamos a 1878 (33 + 1845 = 1878). Del mismo modo que con Russell, hay una prolongación del favor como la habrá del disfavor (de acuerdo a la exigencia del «duplicado»). En efecto, después del año 33 hay un alargamiento de tiempo hasta la caída de Jerusalén; ese mismo tramo de prórroga ha de existir en el «duplicado» a partir de 1878.

[444]

Ya sabemos que esa dilatación temporal suponía para Russell 37 años, el recorrido que hay entre el año 33 y el año 70 como destrucción de Jerusalén por Roma, de ahí que en el «duplicado» se introdujera la cifra 37 que añadida a 1878 resultaba 1914. En el caso de Rutherford, habiendo colocado como caída de Jerusalém el año 73, obtiene 40 años como extensión del favor para Israel (entre 33 y 73 hay 40). Al aplicar este dato en el «duplicado» se [445]

evidencia hipotéticamente una continuación del disfavor respecto de Israel: 1878 + 40 = 1918. ¿Qué ha sucedido en 1878 y 1918?

«Si nuestros cálculos son correctos, debemos encontrar, según el paralelismo o el duplicado, que ha ocurrido en esta última fecha de 1878, alguna cosa que marca el comienzo del retorno del favor de Dios a los judíos. En otros términos, es ahí que ha comenzado el brote de la higuera simbólica, que debía ser especialmente visible cuarenta años después, en 1918, si seguimos el [446]

paralelo hasta el final.» En 1878 ha comenzado históricamente, de acuerdo a Rutherford, el favor hacia los judíos, aun [447]

cuando no totalmente, su cenit se alcanza en 1918.

Sin embargo en esta fecha de 1918 no se cumplen todas las promesas hechas a Abraham. Se conseguirán con el restablecimiento de todas las cosas que incluye no sólo a los judíos, sino también [448]

a la Iglesia.

¿Cuándo se llevará a cabo este restablecimiento?

Con la fecha que nos suministra la puesta a punto de la teoría del Jubileo.

1925, la resurrección de los patriarcas y el Jubileo antitipo Con unas aplicaciones cronológicas distintas a las de Russell, Rutherford copiará de aquél el sistema interpretativo del Jubileo antitipo. Encuentra en Levítico 25:1-12 el cimiento del origen del Jubileo, y en los 70 años de cautiverio babilónico que menciona Jeremías 25:11 y 2º de Crónicas 36:17-21, la lectura de «70 jubileos».

[449]

Multiplica 50 años de jubileo por 70 jubileos, logrando un compendio de 3.500 años (50 x 70 = 3.500).

[450]

Parte de la primera celebración de los jubileos (según Rutherford sería en el 1575 a.J.) y le suma los 3.500 años, dándole la fecha de 1925 d.J.

[451]

En ese momento acontecería la resurrección de

Abraham, Isaac, Jacob y los otros fieles de los tiempos antiguos.

[452]

«Un simple cálculo de estos jubileos nos conduce a esta nota importante: Setenta jubileos de cincuenta años cada uno, forman un total de 3.500 años. Este período, comenzado en 1575 a.J., debería, naturalmente, terminarse en el otoño del año 1925 (…). ¿A qué debemos esperar? Según el tipo debía haber una restauración integral, es por ello que el gran antitipo debe marcar el comienzo del restablecimiento de todas las cosas. La cosa principal que debe ser restituida en la raza humana, es la vida; y puesto que otros pasajes muestran de una manera positiva que Abraham, Isaac, Jacob y los otros fieles de los tiempos antiguos resucitarán y serán los primeros favorecidos, podemos esperar a que 1925 verá el retorno de la condición de la muerte de estos hombres fieles entonces [453] resucitados y completamente restablecidos a la posición humana perfecta (…)»

«Podemos esperar con confianza que 1925 señala el retorno a la condición de perfección humana de Abraham, Isaac, Jacob y los antiguos fieles profetas, particularmente los nombrados [454]

por el apóstol en el capítulo undécimo de los Hebreos.» En esa fecha de 1925 comenzará también la fase terrestre del Reino: «Como venimos mostrando, el gran ciclo del jubileo comienza en 1925. Es en esta fecha que será reconocida la fase terrestre del reino.»

[455]

En 1925 la Iglesia será glorificada, los muertos resucitados, y millones de personas, aunque muertas, ya nunca morirán: «(…) podemos esperar a que 1925 vea el retorno de la condición de muerte (…) a la posición [456]

humana perfecta (…). El Reino del Mesías establecido, Jesús y su Iglesia glorificada (…)» «El antiguo mundo termina y pasa, que el nuevo orden de cosas se instala y que 1925 verá la resurrección de los fieles dignatarios de los tiempos antiguos así como el comienzo de la reconstrucción, es razonable concluir que millones de personas actualmente sobre la tierra estarán todavía en 1925. Y basados en los datos de la palabra divina podemos decir de un modo [457]

positivo e irrefutable que millones de personas actualmente vivas no morirán jamás.» «Y no será solamente a los que vivan sobre la tierra al comienzo del restablecimiento, que tendrán la ocasión de vivir, sino todos los muertos serán despertados y llevados en su orden regular, a fin de ofrecerles la oportunidad de vivir.»

[458]

Los Testigos de Jehová, los verdaderos anunciadores del Reino En 1922 en pleno tiempo del fin, a punto de empezar la fase terrestre del Reino, según Rutherford, los Testigos se consideran como los únicos que anuncian la llegada del Reino. Son los que han sido designados para tal cometido, puesto que han descubierto verdades, como ésta del Reino, que les identifica: «Así vemos que los de la clase del templo son designados claramente en este tiempo del fin como los testigos del Señor para traer un mensaje de consuelo a la gente, que el Reino de los cielos ha llegado, y que millones que ahora viven no morirán jamás (…). Así vemos que Dios se propone tener un Pueblo sobre la Tierra en este tiempo de tensión, claramente marcado como [459]

separado y distinto de todos los demás (…)»

Capítulo II Contenidos más significativos de El Arpa de Dios, la Creación y Liberación

1799 y el Tiempo del fin El «tiempo del fin» sigue comenzando en 1799, marcado con el final de la campaña de Napoleón en Egipto: «Napoleón comenzó su campaña egipcia en 1798, la terminó y volvió a Francia en octubre de 1799. Esta campaña la encontramos descrita breve, pero gráficamente en los versos 40-44 de la profecía. Puesto que se completó en 1799, allí se marca el “tiempo del fin”, de acuerdo con las [460]

mismas palabras del Profeta.» 1799 se obtiene partiendo del 539 d.J., fecha en que se inicia el período profético «tiempo, tiempos y la mitad de un tiempo», que se encuentra en Daniel 12:5-7: «(…) el Papado, el elemento eclesiástico, es el que lo manipula y dirige todo. La fecha de su comienzo fue cuando la monarquía ostrogoda fue derrocada, en el año 539 E.C. Al profeta Daniel le fue otorgada una visión de los sucesos que vendrían en seguida (…). (…) En los símbolos de la Biblia, un tiempo significa un año o doce meses de treinta días cada uno, o sea, 360 días. Cada día se considera como un año, según dice el profeta: “Un día por cada año te he señalado” (Ezequiel 4:6). Como vimos, aquí se mencionan tres [461] tiempos y medio de 360 días proféticos cada uno, o sea, un total de 1.260 días proféticos, equivaliendo a 1.260 años.» Sumando

al 539, 1.260 años se alcanza 1799: «Mil doscientos sesenta años, desde el año 539 d.J., nos traen hasta 1799. Ésta es otra prueba de que el año 1799 señala [462] definitivamente el comienzo del tiempo del fin.»

Rutherford nos dice que no debemos confundir 1799 como inicio del «tiempo del fin» y la fecha de 1874 como siendo la de la «presencia» de Jesucristo: «Encontramos aquí dos fechas, las cuales no debemos confundir, (…). Estas fechas son el comienzo del “tiempo del fin” y el tiempo de “la presencia del Señor”. El “tiempo del fin” es un período de tiempo que abarca desde el año 1799 (…). El tiempo de la segunda [463] “presencia” se cuenta desde 1874.»

1874 y los 1.335 días de Daniel Según nuestro autor es desde esa fecha (el 539 d.J.) que deben contabilizarse todos los períodos proféticos de Daniel: [464] «(…) es la fecha del 539 d.J., el tiempo desde donde deben contarse los otros días proféticos de que habla Daniel.»

Siguiendo la línea interpretativa de Russell emplea la cifra de 1.335 días proféticos que menciona Daniel 12, para que sumados al 539 obtengamos 1.874: «(…) Aplicando la misma regla de un día por un año, 1.335 años, después de 539, nos traen al año 1874 d.J., cuyo tiempo de acuerdo con la cronología bíblica, es la fecha para la segunda presencia del Señor. Si este cálculo es exacto, desde esa fecha en adelante [465] debemos encontrar algunas manifestaciones que indiquen la presencia del Señor (…)» [466] «(…) El tiempo de la segunda presencia se cuenta desde 1874.»

El retorno de Cristo como «Presencia» invisible [467]

«(…) El tiempo de la segunda presencia se cuenta desde 1874 (…)» «En muchos lugares de nuestra Biblia que se refieren a la segunda venida del Señor, la palabra que se traduce “venida”, significa más propiamente “presencia”. Este mismo significado se nota con bastante claridad en el griego, por la palabra empleada. Esta palabra es parousia, que significa “presencia”, y se refiere a la presencia invisible del Señor.»

[468]

1878, 1918, las Dispensaciones paralelas y el «Tiempo de los gentiles» Mediante los mismos argumentos que en el análisis del libro de Millones…, y teniendo en cuenta el paralelismo de la edad judaica y evangélica, consigue las mismas fechas (1878, 1918) con sus [469]

valoraciones; gentiles».

[470]

al igual sucede con el período de 2.520 años en relación al fin del «Tiempo de los

La Resurrección Mantiene una cierta confusión e inseguridad respecto al tema de la resurrección en estas primeras obras publicadas. El libro de Millones que ahora viven… había dejado consignado 1925 como el [471]

momento oportuno. Ahora, en El Arpa de Dios, cree que la resurrección se hará durante el tiempo inicial de su presencia: «Puesto que las Escrituras indican que los muertos nada saben hasta haber resucitado, sería razonable esperar que el Señor haga algo [472] en provecho de los que han muerto fieles a su pacto y que lo haga durante el tiempo inicial de su presencia (…)» ¿Cuál es el [473]

«tiempo de la presencia» de Jesucristo?

De acuerdo al pensar de Rutherford, el tiempo inicial de su presencia es 1874. Luego, la resurrección –según este autor y en esta obra que analizamos– sería a partir de 1874. Para armonizar este asunto con lo que nos decía en su obra Millones… sólo cabe la explicación de los «procesos graduales». Jesucristo empezaría a estar presente en 1874, pero de un modo «incompleto», hasta que en 1914 «su presencia» fuese definitiva. Lo que sí que está claro es que hay una diferencia entre sus declaraciones en el libro Millones… y éstas de El Arpa… Este libro fue escrito en 1921 y las citas que exponemos a continuación marcan la resurrección en el momento de la segunda presencia de Jesucristo, y como un hecho ya realizado: «(…) durante el tiempo inicial de su presencia (…) debemos esperar la resurrección de los santos del Señor que murieron antes de su segunda venida (…). Y, en conformidad con el texto que estamos estudiando los creyentes que vivan aún al tiempo de su presencia, al [474] morir, experimentarán un cambio instantáneo de seres humanos a seres espirituales.» «Por lo tanto entendemos que poco después del aparecimiento del Señor, a su segunda venida (…), estos santos muertos fueron resucitados y llevados a estar con el Señor eternamente (…). Los que han quedado, los que no murieron antes de la presencia del Señor, [475] morirán como muere todo ser humano, pero serán resucitados y cambiados instantáneamente (…)»

Este contraste tan acusado de un mismo autor en relación a una doctrina tan genuinamente cristiana como es la resurrección, se contempla en otra de sus obras, Liberación, publicada en 1926, una vez transcurrido 1925: «Por tanto, parece probado concluyentemente, que estos hombres fieles

que consiguieron la aprobación de Dios por su lealtad y fidelidad a Él, recibirán las prometidas bendiciones de vida eterna por Cristo, y que el tiempo para recibir esas bendiciones será cuando los miembros del cuerpo de Cristo estén completos.»

[476]

El libro La Creación y las nuevas premisas de 1914 y 1918 En el libro La Creación, Rutherford persiste con las fechas de 1874 y 1878 como siendo, respectivamente, la de la «presencia» de Jesucristo, y la de «las primeras manifestaciones de favor [477]

hacia los judíos».

Sin embargo, en dicho libro escrito en 1927 agrega ciertas premisas importantes que permitirán evadirse de las fechas inservibles de 1874 y 1878, en cualquier caso obsoletas y sin sentido que con tanta minuciosidad Russell había obtenido. 1914 además de considerarla como «el tiempo del fin del mundo actual», es el momento del arrojamiento de Satanás del cielo: «Pero el tiempo tenía que llegar en que el “mundo” de Satanás tocaría a su fin y cuando él sería arrojado del cielo; la prueba bíblica es [478] que esto comenzó en 1914.»

En 1918 ha acontecido la venida de Cristo a su templo: «El tiempo tiene que llegar en que Cristo viene a su templo a entrar a cuentas con sus seguidores. La prueba bíblica apoya la [479] conclusión de que la venida a su templo fue en el año 1918.»

Para la obtención de 1918 ya no será preciso el paralelismo que Rutherford, copiando la [480]

metodología de Russell, había utilizado. paralelismo que Russell utilizaba

[481]

Ahora partiendo de 1914 y aplicando el otro

para conseguir 1878 de 1874, nos dirá:

Op. c., pp. 299-301. Otras citas del libro de Liberación que muestran que la resurrección se encuentra en el futuro se hallan en las páginas 302-307. «Lo sucedido durante los tres años y medio del ministerio de Jesús, desde el año 29 al 33 de la era cristiana, encuentra un paralelo en los acontecimientos al final de la edad, al tiempo de la segunda presencia. En el Jordán, Jesús fue ungido como Rey. Tres años y medio más tarde apareció en el Templo de Jerusalém y lo limpió de los impostores, aprobando a los fieles. Como ya lo indicamos, Jesús tomó su poder para reinar en el año 1914, en el que, según lo dijo él mismo, las naciones se airarían (Ap. 11:17, 18). Tres años y medio más tarde, es decir, en el año 1918, le tocaba venir, y vino, a su templo.»

[482]

El libro de La Creación y la cronología bíblica Se considera a cada día de la creación como de 7.000 años y el tiempo transcurrido entre la creación de Adán y su caída como de 2 años: «¿Cuándo comenzó ese período? Las Escrituras dividen la tarea de la creación en siete días o períodos de tiempo. (…) el término “día” aplica a un período de tiempo cubriendo muchos siglos, y no tienen referencia a días de veinticuatro horas. (…) son siete períodos de tiempo cubriendo cada uno el mismo número de años. En cuanto a la duración de estos períodos, las Escrituras, lo mismo que algunos hechos posteriores que se han constituido en pruebas indisputables que no dan lugar a duda, indican que el séptimo día o época de la creación que se menciona en el Génesis cubre un período de siete mil años de nuestro tiempo. (…) el período de tiempo transcurrido desde el principio de la obra creativa hasta su final es un período de tiempo de cuarenta y [483] nueve mil años.»

«(…) Hay alguna evidencia bíblica que indica que solamente fueron dos años el tiempo transcurrido en que esta pareja gozó de las dichas de su hogar y de la belleza del paisaje en dulce comunión.» [484]

Ídem. pp. 301. 302.

La vuelta de los judíos a Palestina En todas las obras de Rutherford citadas en este capítulo y que abarcan desde 1921 a 1927 se mantiene la creencia de la restauración literal de los judíos en Palestina, tal como lo creía Russell.

[485]

Capítulo III Luz,una interpretación sobre el Apocalipsis Con la publicación de Luz en 1930 se produce una ruptura no sólo con Russell respecto a algunos puntos, sino además consigo mismo. En ese momento aparece una línea divisoria. Rutherford abandonará para siempre 1799, 1874 y 1878 con todo el bagaje conceptual que éstas implicaban. Su método hermenéutico es futurista, de ahí que todo el libro del Apocalipsis señale a los [486]

acontecimientos que surgen desde 1879 con la existencia de los Testigos de Jehová.

Los 144.000 Los 144.000 de Apocalipsis 7 y 14, son una clase especial que se ha originado su formación en la época apostólica, y dicho número, en el tiempo que escribe Rutherford (en 1930) está ya casi [487]

completado.

Éstos son los que experimentan la primera resurrección, y a los que se refiere [488]

Apocalipsis 20:4.

Los 144.000, a tenor por el comentario de Rutherford respecto de Apocalipsis 20:12, son los que escuchan el mensaje de él.

[489]

El Milenio y dos clases de muertos Hace una diferencia significativa entre los «otros muertos» de Apocalipsis 20:5 y los «muertos» de Apocalipsis 20:12. Los «otros muertos» de Apocalipsis 20:5, resucitan al final del Milenio, cuando Satanás es suelto, y son traídos a la vida para recibir su juicio final consistente en su ejecución: «Puesto que el texto aquí dice: “Los demás de los muertos, no tornaron a vivir, hasta que fuesen acabados los mil años”, de necesidad aplica a los que fueron juzgados indignos de la vida antes del comienzo del reino milenario de Cristo y que han muerto en iniquidad, pero que serán traídos nuevamente a la vida, al mismo tiempo que Satanás, al final del Milenio, con el fin de recibir su [490] juicio final y la ejecución conforme a sus obras.» Sin embargo, en relación a «los muertos» de Ap. 20:12 comenta: «Los muertos que se mencionan parece referirse solamente a los que habían muerto sin recibir el conocimiento de la verdad. Todos tienen que llegar al conocimiento de la verdad antes de que puedan ser juzgados (1ª Ti. 2:3-6). Esto incluye a todos los que han pasado por el gran tiempo de angustia y que están vivos en la tierra, pero que están “muertos en transgresiones y pecados”, e incluye también a los millones que han ido a la tumba en absoluta ignorancia de los propósitos de Dios (…). Todos tienen que ser traídos de la tumba para ser sometidos a juicio (Jn. 5:29, 30). Ésta [491] es la obra de los mil años de reconstrucción por Cristo.»

La Gran Muchedumbre o Compañía Rutherford no parece entender todavía en esa fecha lo de «la gran muchedumbre» que se menciona en Apocalipsis 7, en relación con los 144.000. [492] «A duras penas pudiera decirse que esto quiere decir que la Gran Multitud no podrá ser identificada sino hasta el Armagedón.»

La Gran Muchedumbre o Compañía son negligentes y hacen caso muy tarde a la llamada: «Para qué sostener que una clase secundaria había de ser bendecida de esta manera cuando todo otro texto muestra que los que han de formar la clase de la “Gran Compañía” o “Clase de Tribulación”, son negligentes en cuanto a sus deberes y hacen caso de la llamada ya muy [493]

tarde…»

«Los que le aman, guardan sus mandamientos (1ª Jn. 5:3). La Gran Compañía no hace esto.»

[494]

La batalla del Armagedón El Armagedón consiste en la batalla del Dios Todopoderoso de acuerdo al capítulo 19 de [495]

Apocalipsis. En esa batalla se destruyen definitivamente las religiones falsas y los gobiernos.

En 1930, cuando se publicaba el libro que está sirviendo de referencia, el Armagedón está muy [496]

próximo.

Comienzo y ubicación del Milenio Acontece en esta tierra, y después del Armagedón.

[497]

TERCERA PARTE Examen de los contenidos escatológicos en la época de los presidentes N. Knorr y F. Franz, según sus obras fundamentales

Introducción El Reino de Dios, conceptos e importancia Los Testigos de Jehová consideran el Reino de Dios lo más importante de su vida: [498]

«El Reino de Dios lo de primera importancia en la vida de los cristianos.» «El Reino es de mayor importancia que cualquier otra cosa. Tal importancia también se indica [499]

por el hecho de que la doctrina más grande, sí, todo el tema de la Biblia es el reino.» «Las personas de buena voluntad que esperan vivir sobre la Tierra en el Nuevo Mundo, no dividen su amor y lealtad con este viejo mundo satánico, sino que hacen del Reino la cosa más [500]

importante de su vida.»

Significado del Reino de Dios El Reino de Dios es el instrumento que Dios emplea para limpiar al universo de Satanás y de todos aquellos que se someten a la gobernación del diablo, y de llevar a cabo la voluntad de Dios para con la humanidad.

[501]

Dios usa ese medio para restaurar la unidad en todo el universo. [503]

Rey.

[502]

Jehová, el Padre, es el [504]

Jesucristo es el responsable directo de La administración de ese Reino.

pueda denominarse Rey del Reino de Dios, y se diga con propiedad «Reino de Cristo»: es el Rey?

De ahí que [505]

¿Quién

«La humanidad tiene que unirse bajo las leyes morales de Dios a fin de sobrevivir y disfrutar de paz y felicidad. El medio que Jehová usa para restaurar la unidad y la paz en todo el universo, es [506]

el reino mesiánico de Jesucristo.»

[507]

«El Reino de Dios es un reinado por Dios ejercido por medio de su Hijo, Jesucristo.» ¿Con qué se le identifica? El Reino de Dios no es el Reino teocrático antiguo del pueblo de Israel. terrenal, sino de un reino que tiene un origen celestial. se ha hecho necesaria: El Reino de los Cielos.

[509]

[508]

No se trata de un reino

Debido al pecado una nueva gobernación

[510]

¿Hasta cuándo se estuvo predicando el Reino? «Mientras Cristo estuvo entre ellos, los discípulos también proclamaron la Presencia del Reino (Mr. 10:17; Lc. 10:8-11). Pero el registro no indica que ellos continuaran haciéndolo después de su ascensión a lo alto. Tal anuncio no sería apropiado sino hasta su vuelta y segunda [511]

presencia.» Hasta su segunda venida, considerada por los Testigos invisible, y acontecida en 1914, no iba a [512]

ser posible el predicar el tema del Reino de Dios.

Comienzo del Reino, fin del mundo y segunda venida Los Testigos de Jehová inician el Reino de Dios en ocasión de la segunda venida de Cristo, que la ubican en 1914: «De modo que en 1914, sin que lo vieran ojos humanos aconteció la segunda “venida” de Cristo al Reino. La Biblia une la segunda “venida” de Jesús en su reino, o su presencia, con el fin del mundo. Las dos cosas ocurren al mismo tiempo.» [513]

¿Qué significa que el fin del mundo llegó en 1914? «¿Quiere decir esto que el mundo terminó en 1914? Por supuesto que no. Pero Jesús no dijo que el mundo terminaría en destrucción en 1914 (…). (…) La expresión bíblica “fin del mundo”, significa aquí un período de tiempo nuevo, el “tiempo del fin” de este viejo mundo. Este período de tiempo empezó en 1914; terminará cuando este mundo termine en destrucción. De modo que 1914 señaló el principio del “tiempo del fin” [514]

para este mundo.» El «fin del mundo» está unido, para los Testigos, al retorno de Cristo. Esto dicho por sí solo, estaría de acuerdo con la concepción que otros cristianos tienen, en la que esa coincidencia de retorno y fin se da igualmente. No olvidemos que el retorno de Cristo, invisible, lo ubican cronológicamente en 1914. Debemos entender también que el «fin del mundo» no es el fin definitivo, sino de un «sistema de cosas». Se trata de un «fin» prolongado que se extiende desde 1914 hasta que se dé el Armagedón: «El “tiempo del fin” es un período de tiempo de duración fija que tiene su principio y su fin. El “tiempo del fin” empezó en 1914; termina cuando se destruye el mundo del diablo en el “fin [515]

cabal”.» «(…) Armagedón se refiere a la guerra de Dios mediante la cual él destruye a este mundo malo cuando llega el “fin cabal”.»

[516]

¿Cómo vendrá el Armagedón? Viene después que se da por toda [517]

la tierra la amonestación que los Testigos de

Jehová están dando en la actualidad.»

El comienzo del Reino en 1914, también es un punto que se mueve temporalmente hacia el momento en que se produzca la destrucción de las naciones en el Armagedón: «Aunque el Reino ya se ha establecido en los cielos, todavía falta que éste venga contra el entero mundo inicuo de Satanás para destruirlo completamente. Hasta que esto suceda, los [518]

siervos de Dios continuarán orando por su venida.» «El Gobierno del Reino Celestial de Dios se ha acercado. Pronto derribará y reemplazará todos [519]

los gobiernos humanos.» El Reino de Dios, a juicio de Los Testigos actuales, no pudo haber comenzado antes de 1914, por cuanto hasta esa fecha no habían sido sometidos sus enemigos ni había llegado la fecha final de los «tiempos de los gentiles» o de los «tiempos señalados de las naciones»: «Jesucristo en el cielo estaba reinando sobre los que algún día se sentarían con él en su trono celestial para reinar con él; pero todavía no estaba reinando en medio de sus enemigos (…). Dios había puesto una prohibición (…), y esa prohibición era los “tiempos señalados de las naciones” que habían de quedar cumplidos en el año 1914.»

[520]

«Puesto que el reino ahora celestial, Dios no se lo entregó a Jesús mientras estuvo en la tierra, ni directamente después que Jesús hubo regresado al cielo. (…) tenía que esperar hasta el fin de lo que Jesús mismo llamó los “tiempos de los gentiles” o los “tiempos señalados de las [521]

naciones”.» La teoría del Reino en 1914 está basada en la interpretación que hacen los Testigos de la expresión «tiempo de las naciones» o de las gentes de Lucas 21, que la aplican a un período de tiempo que, según ellos, hay que encontrar su origen en un lugar lejano de la historia de Israel donde perdió el tener la representatividad del Reino de Dios. Esto lo relacionan con un período de tiempo contenido en Daniel 4, y lo identifican con esa expresión aparecida en Lucas 21 de «tiempo de las naciones», que para ellos ha de leerse «tiempo señalado de las naciones». Este período abarca 2.520 años desde el 607 a.J. hasta 1914. La concepción del Reino es flexible, pudiéndose estirar a conveniencia. Si bien el Reino ha venido en 1914, «todavía está viniendo». Todavía puede orarse por su venida porque ésta todavía no ha sido definitiva. Ha terminado el «tiempo de los gentiles o de las naciones», pero todavía está terminándose. A juicio de los Testigos de Jehová, a partir de 1914 ha comenzado un mundo nuevo que dirigido desde el cielo proyecta unas implicaciones en la tierra que ellos las «notan», las «palpan». Mientras dura el Reino desde 1914 se da toda una serie de acontecimientos. ¿Cuáles son esos hechos relevantes que ellos son capaces de ver con tanta claridad? La comprensión de que en 1914 se ha dado el «fin del tiempo de las naciones». El Retorno de Cristo como un hecho real e invisible en 1914, siendo la primera guerra mundial la señal principal. Expulsión de Satanás del cielo a la tierra en 1914. Descubrimiento de la identidad y cantidad de los que forman parte del Reino. Las resurrecciones especiales que suceden desde 1918. El Reino implica un juicio una vez introducido el Milenio para la gran Muchedumbre como para otros. La realización del Armagedón y del Milenio después de cumplidos 6.000 años de historia sobre la tierra, teniendo en cuenta la cronología bíblica desde Adán. Estos siete puntos vamos a desarrollarlos en las páginas siguientes para un mejor conocimiento de la postura escatológica de los Testigos de Jehová.

Capítulo I ¿Cómo obtienen el comienzo del Reino de Dios como siendo el «fin del tiempo de los gentiles» en 1914? ¿Cómo saben los Testigos de Jehová que en 1914 empezó el Reino de Dios? «¿Por qué decían los Testigos que el Reino Celestial de Dios, empezaría en 1914? Porque los “tiempos de los gentiles” habían de [522] terminar ese año.» «Sólo desde que terminaron los tiempos de los gentiles en 1914, se ha hecho visible la “señal” predicha que prueba que el “Hijo de [523] Dios” está presente invisiblemente en poder del Reino, en el “reino del mundo”.»

¿A qué clase de período se refiere cuando se mencionan «los tiempos de los gentiles»? «¿Qué período? “Los tiempos de los gentiles”, o los “tiempos señalados de las naciones”, como los mencionó más tarde Jesucristo [524] (…) (Lucas 21:24).» «(…) Allá a principios del otoño del año 1914 E.C. terminó el último de los Tiempos de los Gentiles, “los tiempos señalados de las [525] naciones”.»

Este período de los gentiles, a decir de los Testigos, se trata de una época en la que las naciones paganas, junto con el diablo y sus demonios, dominan la tierra.

[526]

Significado del «Tiempo de los gentiles», comienzo y fin El período «tiempo de los gentiles» significa para los Testigos de Jehová el momento ocupado por las naciones que reinan en este mundo en lugar de Israel. Dicha nación había sido constituida representante del Reino de Dios en la tierra, y por su apostasía le había sido quitada. En su lugar, a partir de ese instante, se les permitió a las «gentes» ejercer dominio sobre este mundo. «¿Cuándo comienzan los tiempos señalados de las naciones?(…). (…) Comenzó siglos antes con el derrocamiento de aquella dinastía en 607 a. de la E.C., cuando el rey babilónico Nabucodonosor destruyó a Jerusalén y capturó al destronado rey de la línea de David, Sedequías, y aquella tierra quedó desolada (2º R. 25:1-26) (…).»

[527]

«(…) Así con el destronamiento del rey Sedequías en 607 a. de la E.C., y la desolación de Jerusalén y Judá, las potencias gentiles [528] ejercieron dominio sobre toda la tierra. El reino de la dinastía del rey David sufrió una interrupción.» «Durante el mes de Tisri de 607 a. de la E.C., los pocos judíos que habían sido dejados como minoría pobre e insignificante en la tierra de Judá, bajaron huyendo a Egipto por temor a los babilonios (caldeos), y la tierra de Judá y Jerusalén quedaron desoladas sin hombres o siquiera animal doméstico (…). Fue entonces que empezó a contar un período, que había sido marcado divinamente. ¿Qué período? “Los [529] tiempos de los gentiles” o “los tiempos señalados de las naciones”(…).»

Hay cuatro puntos a retener: 1. La seguridad de que lo que se menciona en Lucas 21 está haciendo referencia a un ciclo hipotético fijado por la Escritura, e identificado, sin aval bíblico, con un espacio cronológico que marca la actuación de Israel y de Nabucodonosor. Que obligatoriamente lo que dice Jesús en Lucas 21:24, no es simplemente «tiempos de los gentiles», sino «tiempos señalados de las naciones». Esos «tiempos» son irremisiblemente los que empiezan en el 607 a.J. Es del todo imprescindible que la tierra de Judá quedase total y literalmente desolada para que se cumpliera la profecía de Jeremías, y poder iniciar esos «tiempos señalados de las naciones»: «El decreto de Jehová no había de quedar en nada. Él había decretado que la tierra del Reino de Judá debería estar absolutamente desolada de hombre y bestia doméstica (…). La total desolación de la tierra de Judá sí comenzó en el séptimo mes del año de la [530] destrucción de Jerusalén, alrededor de octubre del 607 a. de la E.C. (2º R. 25:18-26).»

En el 607 a.J. empiezan esos tiempos, de acuerdo al parecer de los Testigos de Jehová. ¿Cuándo terminan? «Puesto que los “tiempos de los gentiles” de tal ininterrupción se extenderían por siete “tiempos” simbólicos o por 2.520 años literales, [531] este período marcado se extendería desde Tisri de 607 a. de la E.C. hasta Tisri de 1914 E.C., en nuestro propio siglo XX.» «El Reino de David había sido derribado en 607 a. de la E.C., y continuaría fuera de funciones por los “siete tiempos” de dominación [532] mundial gentil, o por 2.520 años a. de la E.C.»

Sabíamos que los «tiempos señalados de las naciones» terminaban en 1914. Ahora aprendemos además el por qué. Debido a la aplicación de una fase temporal profética denominada 7 tiempos o 2.520 años. Si bien el inicio de ese período señalado de «tiempos de las naciones», independientemente de que tenga o no refrendo bíblico, lo relacionan con dos hechos visibles y terrenos, a saber, la destrucción de Jerusalén por Nabucodonosor y el dominio gentil del «reino o reinos de este mundo», la clausura la enlazan con asuntos invisibles y celestes. Ahora el Reino nace

en el cielo, y aun cuando no veamos ni palpemos en las naciones de esta tierra un cambio radical análogo al que sí que se hizo tangible en ocasión del comienzo de ese mismo período, los Testigos de Jehová expresan teóricamente la seguridad de la realidad de lo que dicen: «(…) al cierre de los tiempos de los gentiles en 1914, Jehová Dios hizo que naciera en los cielos su prometido reino mesiánico en las [533] manos de Jesucristo, su Hijo autorizado.» «Al tiempo señalado, en 1914 E.C., Jehová lo instaló en su reino, el cual en Hebreos 12:22, también se asocia con el nombre de [534] Jerusalén, cuando se le llama la “Jerusalén Celestial”.»

En efecto, ¿qué implicación significativa, en conexión con el dominio gentil, tuvo el hecho de que los llamados «tiempos señalados de las naciones» acabasen en 1914? «Esto, por lo tanto, significa que “los tiempos señalados de las naciones” se cumplieron en 1914 E.C. En ese tiempo terminó el pisotear a Jerusalén. El reino de Dios, funcionando por medio de la casa del rey David, asumió el poder y comenzó a gobernar (…). (…) Contrario a las expectativas de algunos, esto no quiso decir que Jesús comenzó a gobernar entonces en la Jerusalén terrenal. En cambio comenzó a gobernar en “la Jerusalén de arriba” (Gá. 4:26). El reino mesiánico esperado por largo tiempo es un gobierno celestial, un gobierno cuyo asiento está en lo que la Biblia llama simbólicamente “una ciudad del Dios vivo… Jerusalén Celestial” (He. [535] 12:22).»

Es preciso retener este apunte en cuanto al significado de los «tiempos señalados de las naciones»: se ha dejado de pisotear a Jerusalén. Lo que quiere decir que hasta entonces se había pisoteado. Y ahora, según los Testigos de Jehová, ya se ha terminado «ese pisotear» a Jerusalén. Lo que supone para los Testigos un gran cambio en la actitud de las naciones a partir de 1914.

¿Cómo se obtiene el período del 607 a.J. a 1914, denominado «Tiempo señalado de las naciones»? Otro asunto a retener y que desarrollaremos en breve es lo que se refiere a las dos fechas de origen y final del período de los «Tiempos señalados de las naciones, la del 607 a.J. y 1914 d.J., junto con el proceso cronológico de 2.520 años que hay entre una y otra fecha.

Los 70 años de Jeremías y el origen del 607 a.J. Jeremías (25:11-13) profetiza que Judá iba a ser con su ciudad representativa, destruida, y que serviría a Nabucodonosor durante 70 años: «Durante aquellos setenta años, las naciones de Judá e Israel, tenían que servir a la dinastía de reyes de Babilonia, y al fin de aquellos setenta años Jehová había de llamar a cuentas por su conducta errónea, al rey de Babilonia y a los caldeos y los castigaría por ella (Jer. [536] 25:11-13).»

¿Cuándo terminaron esos 70 años que habían empezado, según los Testigos de Jehová, con la destrucción y desolación total de Jerusalén? «Los historiadores seglares concuerdan en que Babilonia cayó ante Ciro el Persa en el año 539 a. de la E.C. Esta fecha está apoyada [537] por todos los registros históricos disponibles de tiempos antiguos.»

Los Testigos de Jehová denominan a la fecha del 539 a.J. «la fecha absoluta del 539», una importancia capital:

[538]

dándole

«Con la fecha del 539 a. de la E.C. tan firmemente establecida (…), se puede fechar con bastante exactitud otros acontecimientos [539] importantes que sucedieron antes de 539.»

¿Qué acontecimientos se pueden fechar y de qué modo lo hacen? 1. Del 539 a.J. se pasa al 537 a.J. del siguiente modo: «La Biblia revela que Ciro, en su primer año de gobernación, emitió un decreto que permitió a los israelitas exiliados desterrados, regresar a Jerusalén y reedificar el templo. Puesto que primero hubo la gobernación breve de Darío el Medo sobre Babilonia, el primer año de 538 a 537 a de la E.C. (Dn. 5:30, 31). Puesto que había considerable distancia que viajar envuelta en la situación,

tiene que haber sido para el “séptimo mes” de 537 a. de la E.C. (…) cuando los israelitas estuvieron de regreso en sus ciudades, y terminó la desolación de Jerusalén y de la tierra de Judá.»

[540]

Notemos que de este modo se consigue la fecha del 537 como el final de la profecía de los 70 años, pero interpretada ésta en los términos ya indicados, en el sentido de un período que se inauguró con una desolación completa: «(…) aquellos setenta años de desolación completa de la tierra de Judá y Jerusalén sin hombre y sin animal doméstico, habían terminado en el año 537 a. de la E.C., cuando el resto judío regresó de Babilonia [541]

y volvió a ocupar el país (…).»

2. Esta desolación sólo se pudo realizar en ocasión de la destrucción de Jerusalén por Nabucodonosor. De este modo hacen coincidir la destrucción de Jerusalén por Nabucodonosor como el comienzo de los 70 años de cautiverio. Y si éstos terminan en el 537 a.J., bastará sumar al 537, 70 (537 + 70 = 607), y nos resultará el año 607 a.J. como la fecha de inicio de los 70 años de cautiverio babilónico y de la caída de Jerusalén. «Aquí, entonces, muy definidamente establecido, está otro poste indicador –el tiempo en que terminaron los setenta años de desolación de la tierra de Judá– aproximadamente el 1 de octubre de 537 (Jer. 25:11, 12; 29:10). Ahora es una fórmula muy sencilla determinar cuándo comenzaron los setenta años. Uno sólo tiene que agregar 70 a 537 para llegar a 607. De modo que aproximadamente el 1 de octubre de 607 a. de la E.C., se había efectuado a grado cabal la desolación de la tierra de [542]

Judá y quedó vaciada completamente de sus habitantes.»

En esa fecha del 607 a.J. se da el comienzo del pisoteo de Jerusalén. El pisoteo se entiende como que Jerusalén terrenal, que representaba la expresión de la soberanía de Jehová, se ha perdido: «Al tiempo en que fue destruida y desolada totalmente, Jerusalén (…), que representaba la expresión gubernamental de la soberanía de Jehová, comenzó a ser “pisoteada”. Esto significa, por lo tanto, que los “siete tiempos” comenzaron cuando Nabucodonosor destruyó a Jerusalén y la tierra de Judá fue completamente desolada. ¿Cuándo ocurrió este acontecimiento? La Biblia y la historia seglar se pueden usar para establecer 607 a. de la E.C., como la fecha de ese acontecimiento.»

[543]

Los 7 tiempos de Daniel 4 como 2.520 años Comprobemos cómo calculan el período que va del 607 a.J. a 1914 y que lo llaman «tiempos de los gentiles o de las naciones»: «Jehová, que hizo que comenzaran esos Tiempos de los gentiles, también había señalado el tiempo en que habrían de terminar (…). Jesucristo habló proféticamente acerca de esos Tiempos de los Gentiles que todavía corrían en su día. Prediciendo una destrucción de la Jerusalén de su día (…) (Lc. 21:20-24) (…). Por consiguiente vendría el año en que terminarían esos Tiempos de los Gentiles. ¿Cuándo? (…). [544] (…) Al saber por la profecía de Daniel (4:16-27) (…) Jesucristo podía calcular cuándo terminarían, a saber, en 1914 E.C.»

«Aquellos «tiempos señalados» ya habían empezado en el 607 a de la E.C. por la primera destrucción de Jerusalén (…), seguida de la desolación completa de la tierra de Judea. Según el libro de Daniel, en su capítulo 4, aquellos «tiempos» serían siete, y abarcarían un total de 2.520 años. (…) empezaron (…) en el otoño de 607 a. de la E.C., habían de terminar en el otoño de 1914 E.C.»

[545]

Daniel 4 nos relata una locura de siete años sufrida por Nabucodonosor (vv. 23-25). Al final de esos años Nabucodonosor recuperaría la razón y el reino. Los Testigos aplican esa profecía en un primer plano a Nabucodonosor literalmente y después la proyectan hacia un largo cumplimiento de 2.520 años. Recuérdese que Nabucodonosor representa al poderío gentil. Los Testigos en ese segundo plano la aplican al Pueblo de Israel, en su comienzo con la pérdida de su reino precisamente por Nabucodonosor, aquel que, según la profecía, es el que realmente pierde el reino y que después recuperará: «Para los vivientes en nuestro importante siglo XX, el sueño de Nabucodonosor tiene que tener otro cumplimiento, y uno de mayor [546] trascendencia.» [547] «Pero este relato detallado acerca del árbol cortado no se limitó en su cumplimiento al rey Nabucodonosor.» «(…) lo que le sucedió a Nabucodonosor, tiene que haber sido un símbolo de removerle la soberanía a un reino de Dios. Por lo tanto, el árbol mismo representaba dominación mundial con relación a la tierra. Hubo un tiempo en el cual el gobierno que tenía su sede en Jerusalén era un reino de Dios (…). Al tiempo en que fue destruida y desolada totalmente, Jerusalén (…), comenzó a ser pisoteada. Eso significa, por lo tanto, que los 7 [548] tiempos comenzaron cuando Nabucodonosor destruyó a Jerusalén (…)»

¿Cómo explican que los 7 tiempos sean 2.520 años? «Concerniente a la palabra “tiempos” (del arameo iddan), como se usa en la profecía de Daniel, los lexicógrafos muestran que aquí [549] significan “años”.» «Se ha indicado que la duración de un año al usársele de ese modo, es de 360 días. Evidencia que confirma esto se encuentra en Revelación 12:6, 14, donde se muestra que tres tiempos y medio equivalen a 1.260 días… Ahora bien, si tres “tiempos” y medio simbólicos equivalen a 1.260 días, entonces el doble de tres y medio (o siete) “tiempos simbólicos”, sería el doble de 1.260 días, es decir 2.520 días. Pero en su cumplimiento mayor, en relación con la duración de los “siete tiempos señalados de las naciones”, éstos no son [550] días literales. Entonces, ¿qué son? (…).»

«Con Dios cada día cuenta por un año. En Números 14:34, la regla de Dios es “por cada día un año”. Y en Ezequiel 4:6 (…). Así que los 2.520 días vienen a ser 2.520 años. Esto hace que los

[551]

“siete tiempos señalados de las naciones” duren 2.520 años.» En resumen digamos que hay cuatro datos «enzarzados» artificialmente en base a un primer supuesto. El primer dato es Lucas 21:24 con el que se pretende que ese tiempo de los gentiles está señalando obligatoriamente a un período de tiempo profético que se encuentra en Daniel 4. No se trata de una hipótesis de trabajo con la que se hace una investigación, sino que se da como un hecho seguro, previamente a cualquier demostración, que a lo que Lucas 21:24 se refiere es categóricamente a los 7 tiempos de Daniel 4. El segundo dato es suponer también, aunque no se presente tampoco ningún texto, que el período profético de Daniel 4 se aplica al pueblo de Israel. El tercer dato es, una vez que se ha aceptado Daniel 4 como aplicando al Pueblo de Israel, lo que surge de relacionar el origen de dicho período de 7 tiempos (de Daniel 4) con el principio de los 70 años de la profecía de Jeremías, respecto a la estancia de castigo de Israel en Babilonia. El cuarto dato es pretender que la fecha de origen de los 7 tiempos de Daniel 4 coincide con la destrucción de Jerusalén por Nabucodonosor, y que ésta se obtiene de una forma simple y automática al sumar 70 años de «cautividad» babilónica al 537 a.J., porque se ha interpretado dicha cautividad babilónica como de desolación completa, en el sentido más literal, sin habitantes ni animales domésticos.

Capítulo II

Sucesos importantes que acontecen en 1914 Tres acontecimientos fundamentales ocurren, de acuerdo a los Testigos actuales, en 1914: La Primera Guerra Mundial, que actúa como señal de que el fin del mundo y el retorno de Cristo se han producido, la propia segunda venida de Cristo invisible pero con potencia y haciéndose notar, y la expulsión de Satanás del cielo.

La señal de la Primera Guerra Mundial La primera guerra mundial es la señal que ratifica que han llegado los «últimos días»:

[552]

«Significativamente, la I Guerra Mundial estalló en la mitad posterior de 1914. De ese modo comenzó a cumplirse la profecía que Jesús dio acerca de la “señal” que marcaría la “conclusión [553]

del sistema de cosas” (Mateo, capítulos 24, 25; Marcos, capítulo 13; Lucas, capítulo 21).»

[554]

«Tal como Jesús había predicho, la I Guerra Mundial señaló el “principio de dolores”.» «Los discípulos de Jesús le pidieron una señal que les indicara cuándo sería la conclusión del sistema de cosas. En respuesta, Jesús predijo con todo detalle los sucesos mundiales que han ido [555]

intensificándose desde que estalló la I Guerra Mundial en 1914.»

[556]

El final del «tiempo de los gentiles» en 1914, es el comienzo del «tiempo del fin». Con la Primera Guerra Mundial el período de los «gentiles» ha acabado y comienza el «tiempo del fin» con los últimos momentos de la historia humana. Entonces, «con los ojos de la fe» se comprueba que Cristo reina y ha venido, aunque invisiblemente, a hacerse cargo a partir de ahora de una forma especial, de los asuntos del mundo. De ahí que se nos diga que la presencia o parusía de Cristo se realizó en 1914: «Sí, sería en aquel año transcendental de 1914, cuando Aquel de “humilde condición”, que en su primera venida como Mesías había sido cruelmente “cortado” con nada para sí, aparecería de nuevo. Pero esta vez Cristo viene invisiblemente, con gloria celestial, y todos los santos ángeles con él, para “sentarse sobre su glorioso trono” Dn. 9:26; Mt. 25:31 (…). (…) En aquel tiempo del comienzo de la presencia o parusía de Cristo, él era invisible a los ojos humanos. Pero ¡ciertamente aquella generación de 1914 sí vio lo que sucedió aquí en la tierra como “señal” de la presencia de él y como “principio de dolores”!»

[557]

El retorno de Cristo invisible y celestial en 1914 Cristo ha vuelto ya en 1914, invisiblemente, y en respuesta clara a las promesas de la Biblia. Ésta es una premisa fija e incambiable para el sentir de los Testigos de Jehová. ¿En qué se basan para llegar a esta conclusión? El texto de Juan 14:2, 3, 18-22, lo entienden los Testigos como que «el mundo no volvería a verlo en forma humana, pero sus seguidores, para quienes fue a preparar un lugar en el cielo, lo [558]

verían».

¿Cómo lo verían? «Ver», a juicio de este parecer, «puede referirse a la vista física o a la vista mental».

[559]

Los discípulos de Emaús no reconocieron a Jesús con los ojos físicos, sino tan sólo con los «ojos [560]

de la fe», ya que «Jesús fue levantado de entre los muertos, criatura espíritu». visible porque apareció en formas corpóreas.

Jesucristo se hizo

[561]

Por cuanto era un espíritu y «la vuelta de Cristo sería de la misma manera que su ascensión al [562]

cielo: en nubes, fuera del alcance de la vista de los ojos humanos físicos», por eso, «la vuelta de [563] Cristo no es un regreso literal a la tierra». De ahí que Cristo, según este parecer no vuelva [564] [565] visiblemente, sino que «sucesos visibles suministran prueba de su presencia invisible». La clave para los Testigos está en la traducción de la palabra griega (parusía).

[566]

En la pregunta registrada en Mateo 24:3, la palabra griega que ha sido traducida por «venida», es parusía (parousi,a ) su traducción exacta

y única debería de ser «presencia» y no « venida».

[567]

El argumento principal para esta concepción reside en el matiz diferencial entre «venida» y «presencia».

[568]

A juicio de este parecer, la palabra «señal» que acompaña al término «presencia» (parusía, parousi,a) es la evidencia de que la presencia de Cristo es un hecho real mientras acontece la señal. Y como la «señal» son todas las señales que se nos describen en Mateo 24, y todas ellas, según los [569]

Testigos de Jehová, se han cumplido a partir de 1914, Cristo está presente desde esa fecha. «“¿(…) qué será la señal de tu presencia y de la conclusión del sistema de cosas?” En respuesta Jesús predijo muchos rasgos de la señal de su presencia invisible como espíritu investido con el poder del Reino Celestial (…).

Desde el “principio de dolores de angustia” en 1914, “esta generación” singularizada por Jesús ha experimentado incesantemente guerras, escaseces de alimentos y terremotos como parte de la señal [570]

de Su presencia invisible.»

4. Por otra parte, interpretan el concepto moral que surge de vivir con la tendencia «carnal» (2ª Co. 5:16) en el sentido de la imposibilidad de conocer a Cristo con un físico que implique carne y huesos componentes posibles de un cuerpo espiritual resucitado. Este punto de vista les hace expresar que Cristo no ha podido volver ni estar presente de forma material, sino espiritual:

[571]

«¿Si Jesús fuera a volver en la carne beneficiaría realmente a la humanidad, o sería contrario a nuestros intereses? De hecho ello pondría en tela de juicio la validez de su sacrificio y el propósito de su primera venida en la tierra (…) Entonces ¿qué otra cosa puede pasar que no sea [572] una segunda venida o parusía, como hijo invisible de Dios (…)?» «Sin embargo, ¿pudiera ser que Cristo haya vuelto, pero que esté presente invisiblemente? Eso es exactamente lo que [573] enseñan las Escrituras.» Su vuelta ha de ser como la de su partida sin ostentación publica: «La manera con que Jesús acaba de dejar la Tierra es sin ostentación pública, mientras únicamente sus seguidores fieles observan. De modo que regresará de igual manera: sin ostentación pública, y de modo que sus seguidores fieles disciernen que ha regresado y ha [574] empezado su presencia con el poder del Reino.» Apocalipsis 1:7 no ha de tomarse literalmente, sino figurativamente. Las naciones notaron mentalmente esa venida invisible de Cristo: «Por eso al leer que todo ojo verá a Jesús, uno puede estar seguro de que ya que la Palabra de [575] Dios no puede contradecirse, a lo que se refiere es a la vista figurada.» «(…) Por todo el mundo millones de personas han llegado a reconocer la presencia de Cristo [576] desde el importante año de 1914 (…)» ¿Qué sentido tiene que Cristo haya vuelto si está de forma invisible y en el cielo?: «(…) todo lo que tendría que hacer es dirigir su atención a la tierra (…). (…) en este sentido se puede decir que la segunda venida o presencia de Cristo se ha efectuado aunque él realmente mora en el cielo. Ha vuelto en el sentido de que ha dirigido su atención a los asuntos de la tierra (…).»

[577]

La expulsión de Satanás del cielo «… en la mitad posterior de 1914 (…) comenzó a cumplirse la profecía que Jesús dio acerca de la “señal” que marcaría la “conclusión del sistema de cosas” (…). Esto exigió guerra en el cielo. (…) había llegado el tiempo para que él echará del cielo a todos los opositores del nuevo gobierno, a saber, a Satanás el diablo y sus legiones de demonios. Éstos fueron arrojados abajo a [578]

la tierra, donde todavía estaba el sistema de cosas controlado por los demonios.» «Con el establecimiento del Reino Celestial y la expulsión de Satanás, la voluntad de Dios [579]

ahora se hace en el cielo.» «Aunque Cristo no destruyó a las naciones en 1914, sí dio atención a sus enemigos en el cielo. Estos enemigos son el diablo y los demonios.» Ca p í tul o III La resurrección de 1918 y los 144.000

[580]

Los 144.000, una clase especial y distinta de cristianos La teoría de los 144.000 está sacada de los únicos textos donde se menciona dicha cifra: [581] Apocalipsis 7:1-4 y 14:1-4. [582]

Fue conocida mediante una nueva revelación a partir de 1935. que los Testigos de Jehová obtienen son varias:

Las implicaciones teológicas

1. Hay una diferencia esencial entre la llamada «Gran Muchedumbre» y los «144.000». La Gran Muchedumbre recibe un galardón con destino en la tierra, y ha de pasar todavía durante [583] el Armagedón y el Milenio por una tribulación que determinará su vida eterna. [584] 2. Los 144.000 se seleccionan y contabilizan desde la era apostólica. [585] 3. Sólo los 144.000 tienen destino celestial. 4. Son los únicos que han sido ungidos por el Espíritu Santo (que han recibido el bautismo [586] del Espíritu Santo). [587] 5. A ellos se les aplica el Nuevo Nacimiento. 6. Reciben el testimonio de que son salvos mediante el Espíritu que les asegura ser hijos [588] de Dios y haber sido engendrados por él. [589]

7.

Nadie más que ellos puede participar de la Santa Cena.

8.

A esta clase y a ninguna otra se le considera ser Iglesia.

[590]

9. Los 144.000 tienen el privilegio de resucitar en 1918, todos aquellos que murieron antes de esa fecha. Y a partir de ella, los que son de esa clase son resucitados al morir: «Los 144.000 que participan en la muerte de Cristo, son levantados al cielo para participar en [591]

la primera resurrección.» «Los primeros de los 144.000 duermen en la muerte hasta el día de la manifestación de Cristo, [592] 1918 d. de J.C.» [593]

«Los que son de esta clase y mueren a partir de 1918, son mudados al momento de morir.»

¿Por qué los 144.000 resucitan en 1918 y no en 1914? Los Testigos de Jehová comprenden y reconocen que la «primera resurrección» está unida cronológicamente a la segunda venida de Cristo: «Es apropiado que la resurrección del entero número de 144.000 cristianos ungidos que han sido llamados para reinar con Cristo en el cielo, se le llame la “primera resurrección” (…). Las Escrituras enlazan esta “primera resurrección” con la “presencia (griego, parusía)” de [594] Cristo (1ª Co. 15:23).» Recordemos que esta parusía o presencia de Cristo acontece en 1914: «Según la “señal” que Jesús predijo y también según ciertas medidas de tiempo bíblicas, su [595] “presencia” o parousía invisible empezó en el otoño de 1914 E.C. (Mt. 24:3).» La lógica les lleva a expresar que la resurrección debería empezar en 1914: «(…) (1ª Ts. 4:15, 16). ¿Quién oye la “llamada imperativa” con la cual el Señor baja desde su posición celestial a la diestra de Dios? Evidentemente los cristianos engendrados por espíritu que, hasta entonces, han muerto “en unión con el Señor”. Sabemos que no hay seres humanos vivientes en la tierra que hayan oído directamente la voz de él desde su descenso espiritual, es decir, desde el comienzo de la invisible “presencia” o parousía de él a principios del otoño de 1914. Pero los “muertos en [596] Cristo” (Versión Valera) le oyeron y le obedecieron.» Si bien parecería que los 144.000 fueran a resucitar, de acuerdo a las citas anteriores, desde la presencia invisible de Jesucristo en su segunda venida ocurrida en 1914, será, no desde, sino [597] durante la presencia invisible de Cristo. Concretamente en 1918, de acuerdo a lo que suministra san Pablo: «El apóstol Pablo escribe: “El Señor mismo descenderá del cielo con una llamada imperativa, con voz de arcángel y con trompeta de Dios, y los que están muertos en unión con Cristo (desde el primer siglo y hasta la venida de Cristo al templo espiritual en 1918) se levantarán [598] primero”.» Los 144.000, los únicos ungidos y engendrados por el Espíritu, no podían ser resucitados en 1914, porque hasta 1918 no había ido Cristo al Templo: «Los “santos” o santificados son los seguidores ungidos del Hijo del Hombre, Jesucristo, y todos ellos, los 144.000, reinarán con él en su reino celestial. Fue después que él vino con Adonaí Jehová a su templo en la primavera de 1918, que él empezó a juzgar y levantó a la vida en su reino celestial como sus herederos reales, a sus seguidores santos que estaban durmiendo en la [599] muerte.» ¿Cómo calculan y cómo llegan a la fecha de 1918? Los Testigos acuden de nuevo a la hipótesis de los paralelos. La duración del ministerio de Cristo, según ellos, desde el bautismo hasta su muerte es de 3 años y medio. Esto debe tener su contrapartida y paralelo en ocasión de su segunda venida en 1914. En la primera venida se produjo la resurrección de Cristo, como ungido de Dios, precisamente a

los 3 años y medio. En su segunda venida es necesario que los muertos en Cristo ungidos, los 144.000, resuciten también a los 3 años y medio después de la entronización de Cristo, al fin de los «tiempos de los gentiles»: «Para poder calcular bíblicamente el tiempo, podemos comparar acontecimientos que están en paralelo o que corresponden en su naturaleza. Así que preguntamos: ¿Cuándo fue resucitado Jesucristo mismo para llegar a ser “Cristo las primicias”? (…). Puesto que Jesús sacrificó su vida humana perfecta “a la mitad de la semana” o el 14 de Nisán de 33 E.C., esa “semana” empezó tres años lunares y medio antes, el 15 de Tisri de 29 E.C. (…). La resurrección de Jesús el 16 de Nisán de 33 E.C. fue de índole espiritual, para vida en la región celestial, pero fue desde una tumba terrestre (…). La resurrección espiritual de los muertos en Cristo en la primavera de 1918, tres años y medio después del entronizamiento de Cristo al fin de los Tiempos de los gentiles en el otoño de 1914, estaría en paralelo con la propia resurrección de Jesús el 16 de Nisán de 33 E.C., “a la mitad de la semana” (Dn. 9:27). (…) El que ellos hicieran eso sí “precedió” a la resurrección de los que [600] sobrevivieron hasta la “presencia” (…).»

Capítulo IV

La teoría de los 6.000 años, 1975 y la última generación

Introducción Mil novecientos setenta y cinco (1975) está polarizado por dos épocas, la anterior a 1975 y la posterior. Dicha fecha mantuvo en tensión a unos dos millones de Testigos. La Dirección de esa organización religiosa había confeccionado una cronología bíblica, según ellos exacta, que la relacionaba estrechamente con 1975. Para esta ideología cada día de la creación es de 7.000 años. Dos interpretaciones más hacen para que esta hipótesis de los Testigos tenga movilidad. Una, según la cual el 7º día que nos refiere Génesis, en el que descansa Dios de su obra creativa, es un día que no ha finalizado todavía; y la otra, que necesariamente durará 7.000 años, 6.000 más 1.000 años del milenio: «“Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, y procedió a descansar en el séptimo día.” Esto se refiere a los períodos de tiempos creativos, cada [601]

uno de los cuales, a juzgar por el séptimo, parece ser de 7.000 años.» Por otra parte, como quiera que el capítulo 24 de Mateo habla de que no pasará «esta generación sin que todo esto acontezca», todo lo relativo a las señales del fin del mundo, de acuerdo a este pensar, debe finalizar en la generación que ha visto esas señales. Esas señales fueron iniciadas en 1914, tal como estamos comprobando. Esa fecha nos dice, para el parecer que presentamos, que ha comenzado el tiempo del fin, que Cristo está presente por segunda vez, y que por lo tanto el Armagedón y la Gran Tribulación tenían que estar muy cerca a 1975. Ya que la cronología que hace posible 1914 da como resultado 1975 si la teoría de los 6.000 años y la confección de dicha cronología bíblica son correctas, de lo cual los Testigos de Jehová no tienen duda. Para dar valor práctico al contenido de las afirmaciones dogmáticas se ven obligados a llevar a sus últimas consecuencias los elementos cronológicos escatológicos. En efecto, además de lo que supone lo indicado, los Testigos se ven abocados en encontrar solución a la idea que desarrollaremos en este capítulo, en cuanto a que la generación que vivió y vio con los ojos de la fe 1914, con todo lo que implica, tiene que estar viva cuando el fin definitivo del mundo suceda. Especifíquemos esto: Algunos de entre aquellos que tenían suficiente uso de razón en 1914, y que contemplaron con los «ojos de la fe», comprendiendo el significado de las señales ocurridas en 1914, tendrán que estar vivos cuando el Armagedón o el Milenio empiece, o que el fin definitivo y literal del mundo sobrevenga.

Fin de 6.000 años e inicio del 7º período de 1.000 años En el año 1966 se publicó la obra Vida

Eterna, en libertad de los hijos de Dios.

En ella se refieren a la

[602]

cercanía de un jubileo mundial.

El jubileo mencionado significaba simbólicamente libertad y adquisición de lo perdido para el judío, ahora significaría libertad para toda la humanidad. Y ese jubileo coincidiría con el inicio del Milenio o con el final de los 6.000 años del hombre sobre la tierra:

[603]

«Rápidamente se acerca el tiempo en que la realidad que fue prefigurada por el jubileo de libertad, se proclamará por toda la tierra (…). Así podemos conectar la cuenta del tiempo de la Biblia con la cuenta del tiempo del mundo hasta esta fecha. Haciendo esto se hace evidente que el hombre se acerca al fin de seis mil años de su existencia y [604]

al principio del séptimo período de mil años de su existencia.»

1975 será el final de 6.000 años:

«Según esta cronología bíblica fidedigna, seis mil años desde la creación del hombre terminarán en 1975, y el séptimo período de mil años de la historia humana, comenzará en el [605]

otoño de 1975 E.C.» Se pide con signos de exclamación que el séptimo período de 1.000 años que ha de empezar en 1975 según esa cronología fidedigna fuera un día sabático de Jubileo: «¡Cuán apropiado sería el que Jehová Dios hiciera de este venidero séptimo período de 1.000 años, un período sabático de descanso y liberación, un gran sábado de Jubileo para que se [606]

proclame libertad por toda la tierra a todos sus habitantes!»

La necesidad obligada de que el Milenio bíblico empiece en 1975 o muy próximamente a 1975 Hay dos elementos que influyen en la interpretación de los Testigos de Jehová en relación a la fecha de 1975 como comienzo del Milenio bíblico: 1. Es preciso dar valor práctico a su teoría de los 6.000 años. Si su cronología es verdaderamente fidedigna se hace imprescindible darle el sentido último: señalar el fin del mundo y el comienzo del Armagedón y del Milenio. De ahí que el cálculo de su cronología les lleve a 1975 como final de los 6.000 años, y poder asegurar que el Milenio bíblico está delante de nosotros y cerca: «Según un cálculo más reciente de la cuenta de tiempo de la Biblia, seis mil años de la existencia del hombre, terminarán en la segunda mitad del año 1975, lo cual está mucho antes de terminar este siglo. El milenio bíblico está delante de nosotros, y, según la cuenta del tiempo y los [607]

sucesos de la historia mundial, éste se acerca.» 2. Si no quieren vaciar de contenido a la teoría, según la cual, alguien de la generación que vivió 1914 en relación a las «señales del fin» debe estar vivo, tendrán que hacer afirmaciones como que el fin definitivo del mundo está muy cerca, alrededor de 1975, puesto que esa generación está casi acabándose: «Jesús dijo que “esta generación” que vio el principio de este período de tiempo en 1914 también vería su fin. La generación que tenía suficiente edad para observar esos acontecimientos con entendimiento en 1914 ya dejó de ser joven. No le quedan muchos años. Muchos de sus miembros han muerto ya (…). Es interesante que el otoño de 1975, marca el fin de los 6.000 años de existencia humana (…). ¿Qué significa ese año para la humanidad? ¿Será el tiempo cuando Dios ejecute a los inicuos y dé comienzo al reinado de mil años de su Hijo Jesucristo? Pudiera ser, pero tendremos que esperar para ver lo que sucederá. No obstante, podemos estar seguros de esto: la generación que presenciaría esos acontecimientos, según Jesús, se está acercando a su fin. En el «horario» de Dios nos hallamos en los últimos días de un inicuo sistema de cosas que [608]

pronto habrá desaparecido para siempre.»

La creación de Adán fue en el 4026 a.J., al final del sexto día, casi al comienzo del séptimo Los Testigos, basándose en una cronología bíblica que se remonta a la creación, pueden, a juicio de ellos, saber cuándo fue creado Adán: Diciembre 1967.

«Adán fue creado en el 4.026 a. de la E.C., lo cual significa que seis mil años de la historia humana terminan alrededor del otoño de 1975 E.C. Nos encontramos en el gran día de descanso de 7.000 años de Dios, que comenzó al tiempo que descansó después de la creación de Adán y Eva. Por lo tanto quedan mil años por transcurrir (…). Será como un Sábado (…). Los últimos mil años del gran descanso de siete mil años de Dios, son un sábado especial sobre el cual el Hijo del [609] hombre será Señor.» Septiembre 1968. Se llenan de expectativa por el fin de 6.000 años en 1975. Algunos de los que discernieron lo de 1914, tienen que estar vivos en esta generación y ver sin pasar por la muerte el Armagedón: «Según la cronología bíblica confiable, Adán fue creado en el otoño 4026 a. de la E.C., probablemente en el otoño del año, al fin del sexto día de la creación (…). Por consiguiente, cuando los cristianos notan en el horario de Dios que se aproxima el fin de 6.000 años de historia humana, esto los llena de expectativa (…). Algunos de la generación que discernió el principio del tiempo del fin en 1914, aún estarán vivos en la Tierra para presenciar el fin de este inicuo sistema de cosas actual en la batalla del Armagedón (…). ¿Significa esto que en el año de 1975 vendrá la batalla del Armagedón? Nadie puede decir con certeza lo que vendrá en cualquier año en particular (…). Basta para los siervos de Dios el saber [610] con certeza que para este sistema bajo Satanás, el tiempo se está acabando rápidamente.»

El año 4026 de la creación de Adán no nos afirma el momento exacto en que fue traído a la existencia, pero está justificado esperar su proximidad Los Testigos creen que cada día de la creación tiene 7.000 años. Adán fue creado en el sexto día de 7.000 años. Por lo tanto, la cronología que indica su fecha de creación el 4026 a.J. incluye el tiempo de vida de Adán transcurrido en el sexto día. Ese espacio, aunque ya nos han dicho que es muy corto, que fue al final del sexto día, casi al comienzo del séptimo, habría que restarlo del total de años de la cronología del séptimo día que los Testigos suscriben. Esta hipótesis considera el séptimo día como todavía proyectándose en el tiempo: 6.000 años que los consiguen de lo que ellos denominan cronología bíblica más los 1.000 del milenio (día séptimo = 6.000 + 1.000 = 7.000 años). 1975 sería el eje en el que converge el final de 6.000 años de cronología y el comienzo de 1.000 años del milenio bíblico. Enero de 1969. ¿Por qué está usted en espera de 1975?: «Su interés ha sido avivado por la convicción de que 1975 marcará el fin de 6.000 años de historia humana desde la creación de Adán. La proximidad de tan importante fecha de veras [611] enciende la imaginación y presenta posibilidades ilimitadas de que hablar.» Posibilidad de que el Armagedón empiece en 1975: «¿Hemos de suponer por este estudio, que la batalla del Armagedón se habrá acabado para el otoño de 1975, y que para entonces empezará el reinado de mil años de Cristo esperado por mucho tiempo? Es posible [612] (…).» ¿Qué habría que hacer para saber lo más acertadamente posible el comienzo del milenio bíblico? «No necesariamente quiere decir que 1975 marca el fin de los primeros 6.000 años del séptimo “día” creativo de Jehová. ¿Por qué no? Porque después de su creación Adán vivió algún tiempo durante el “día sexto”, la cual cantidad de tiempo desconocida tendría que restarse de los 930 años, de Adán, para determinar cuándo terminó el sexto período o “día” de siete mil años, y [613] cuánto tiempo vivió Adán en el “día séptimo”.» Si estas recomendaciones que los Testigos exponen fueran auténticas objeciones, no cabría ni la simple presentación, ni mucho menos la seguridad de ciertas afirmaciones. Si bien no se puede saber cuándo exactamente Adán fue creado en el sexto día, sí que se sabe que no debió transcurrir tanto tiempo como para que la hipótesis de la cronología bíblica no se pueda aplicar.

¿Cuánto tiempo ha transcurrido entre la creación de Adán y el principio del día séptimo? ¿Qué diferencia puede existir? «Quizás implique sólo una diferencia de semanas o meses, no años (…). Este tiempo entre la creación de Adán y el principio del día séptimo, el día de descanso, nótese, no tuvo necesariamente que haber sido un tiempo largo. Pudo haber sido un tiempo bastante corto (…). De modo que el lapso de tiempo entre la creación de Adán y el fin del sexto día creativo, aunque [614]

no se sabe, fue un período de tiempo comparativamente corto.» Abril de 1970. Hay seguridad en cuanto a la introducción de un milenio sabático para mediados de los años setenta, por ser consecuentes con la cronología bíblica. «Más recientemente investigadores concienzudos de la Santa Biblia, han hecho una reexaminación de la cronología bíblica. Según sus cálculos, los seis milenios de la vida de la humanidad terminarían a mediados de los años setenta (…). (…) ¿No sería el fin de seis milenios de laboriosa esclavitud de la humanidad bajo Satanás el diablo, el tiempo apropiado para que Jehová Dios introdujera un milenio sabático para todas sus [615]

criaturas humanas? ¡Sí, por cierto! Y su rey Jesucristo será Señor de ese sábado.» En 1975, en el límite de la fecha propuesta, se intuye el retraso:

«Entre otras cosas, el fin de seis mil años de la existencia humana en la Tierra y el principio del séptimo milenio de la existencia de la humanidad, puede llegar muchos años antes del año 2000 [616]

E.C. Es bueno que sea así.»

Abandono de la fecha de 1975 Hay un itinerario en relación a 1975 y los 6.000 años de los 7.000 que dura el 7º día. Al principio había una gran expectativa que encendía la imaginación. Después surge el desconocimiento del momento exacto del sexto día en que fue creado Adán. Sin embargo esto no es motivo para no dar importancia a dicha fecha, por cuanto esa creación en el sexto día no supone una cantidad de años respecto al comienzo del séptimo día, sino tan sólo días o meses. Una vez pasado 1975 ya no se niega la posibilidad de que fueran varios años la distancia entre la creación de Adán en el sexto día (de 7.000 años) y el comienzo del séptimo día (de 7.000 años): «¿Significa que el regir del Reino Milenario de Cristo, como los 1.000 años finales de ese “día de descanso”, debe calcularse desde septiembre de 1975? (…). No, no significa eso. ¿Por qué no? Bueno, el registro bíblico muestra que las creaciones de Dios en el “día” que precedió inmediatamente a ese “día” de descanso de 7.000 años no terminó con la creación de Adán. Muestra que hubo un lapso entre la creación de Adán y la de su esposa, Eva. Durante ese tiempo, Dios hizo que Adán diera nombre a los animales. No se indica si ese período abarcó semanas, meses o años. De modo que no sabemos con exactitud cuándo comenzó el gran “día de descanso” de Jehová, ni sabemos con exactitud cuándo terminará. Lo mismo aplica al principio del reinado milenario de Cristo. La Biblia no nos suministra ninguna manera de fijar la [617]

fecha, y por eso no nos conviene especular cuándo pueda ser esa fecha.» En una de sus últimas publicaciones orientadoras (INSIGHIT on the Scriptures, año 1988), mantienen la fecha de la creación de Adán en el 4026. 1975 ha desaparecido de los cálculos, y consideran que en [618]

1987 han transcurrido ya 6.012 años desde la creación de Adán en el «sexto día.» En más de 96 publicaciones entre 1990 y 1991 no se presenta ninguna cronología. Ni se alude para nada a los 6.000 años. tónica.

[620]

[619]

En las publicaciones que se vienen realizando en 1992 continúan con la misma

Se mantiene que algunos de la generación que vio lo de 1914 verá también el fin total y definitivo de este mundo con la gran tribulación Este silencio respecto a la cronología bíblica es sólo aparente. Es cierto que 1975 se pretende olvidar junto con la interpretación de que 6.000 años habían transcurrido desde la creación de Adán hasta esa fecha de mediados del 70. Ahora se reconoce que han pasado 6.012 desde la creación de Adán hasta 1987, que suponen ya, para 1993, 6.018. Sin embargo, la fecha de la creación de Adán se mantiene en el 4026 a.J. Lo que quiere decir que últimamente se acepta que del sexto día de siete mil años, día en que fue creado Adán, sí que habrá que descontar varios años para saber dónde iniciar los hipotéticos 6.000 años del séptimo día y el comienzo del Milenio y la batalla del Armagedón. Si bien es imposible conocer la fecha exacta de la creación de Adán, ésta surgirá de modo automático antes del fin de aquellos que todavía quedan de la generación que han vivido y discernido los [621]

acontecimientos de 1914.

Los Testigos de Jehová identifican la Generación a la que se refiere Jesús en Mateo 24 con la que correspondería al fin de este mundo. Este fin del mundo ha empezado, de acuerdo a este pensar, en 1914. Algunas de esas personas que vivieran en 1914 como testigos de esos hechos y como entendidos (no aplica a los infantes que no podían comprender) deberán vivir hasta el instante mismo del fin del «tiempo del fin». Momento que culmina con el Armagedón y la introducción del Milenio bíblico: «Así pues, en lo que tiene que ver con la aplicación en nuestro tiempo, es lógico que la “generación” no aplicaría a infantes nacidos durante la I Guerra Mundial. Aplica a los seguidores de Cristo y a otras personas que pudieron observar aquella guerra y las otras cosas que han ocurrido en cumplimiento de la “señal” compuesta de Jesús. Algunas de estas personas “de ningún modo pasarán hasta” que todo lo que Cristo profetizó, suceda, incluso el fin del [622]

sistema de cosas actual.» Los párrafos precitados del año 1979 están corroborados por otra cita de 1981: «Sí, en 1914 vivía una Generación de personas que vio los grandes cambios históricos (…). Entre ellas estaban muchas personas que ahora son Testigos de Jehová. Ciertamente 1914 marcó “el ejemplo supremo” de cambio (…), comenzó el predicho “principio de dolores de aflicción” entre las naciones. Aún viven muchas personas que pueden decirnos lo catastróficamente que cambiaron las condiciones en la Tierra en el año 1914 (…). Debe alegrarnos la seguridad que Jesús nos dio de que habrá sobrevivientes de la “generación de 1914” –que esta generación no habrá pasado completamente– cuando la grande tribulación ponga fin a este sistema mundial [623]

inicuo.» En 1982 se repite esta idea: «Los muchos rasgos de la señal que Jesús predijo son manifiestos ahora, y algunas personas de [624]

la generación que vio el principio de estas calamidades en 1914, todavía están con nosotros.» En junio de 1991 se reiteran de nuevo:

«(…) Jesús predijo con todo detalle los sucesos mundiales que han ido intensificándose desde que estalló la I Guerra Mundial en 1914 (…). Por esto se ve que algunas personas de la generación que vivía en 1914 estarán vivas cuando

venga el fin del sistema mundial de la actualidad.» Capítulo V El Armagedón y el Milenio

[625]

Definición y ubicación geográfica del Armagedón «El Armagedón no es una lucha política ni un desastre económico ni una calamidad nuclear ni [626] un conflicto humano. Más bien el Armagedón es la guerra de Dios (…).» «(…) el Armagedón no estará limitado a un lugar montañoso en el Oriente Medio. Más bien [627] Armagedón (HarMagedón) simboliza una situación de alcance mundial (…).»

Ubicación cronológica y conceptual del Armagedón El Armagedón mencionado en Apocalipsis 16:14-16 es ubicado por los Testigos de Jehová entre dos tiempos de juicio. El primer tiempo de juicio empezó con la segunda presencia de Cristo en 1914: «La presencia de Cristo como Rey, que precede al fin de este inicuo sistema de cosas en la gran [628] tribulación, será un tiempo de juicio.» El segundo tiempo de juicio es denominado el Día del Juicio y tiene una duración de 1.000 años, alusión a lo que se conoce como el Milenio: «Para el fin del Día del Juicio de mil años los humanos fieles de todas las partes de la tierra [629] finalmente serán perfectos.» El Armagedón inicia el Milenio o el «Día del Juicio» destruyendo a los impíos: «Armagedón… y después (…). Después, ¿qué? Pues ¡el Reino Milenario habrá llegado! ¡Cómo se regocijarán los sobrevivientes del Armagedón!»

[630]

«Esos impíos serán destruidos en lo que la Biblia llama la batalla del Armagedón (…).»

[631]

Propósito e implicaciones del Armagedón, y hechos que promueve 1. Introducción de un Milenio de Paz: «(…) Armagedón (Rev. 16:14, 16). Esa guerra quitará a todos los obstructores humanos de la paz. Después de quitar así a todo humano y demonio que obstruyen la paz mundial, vendrá el reinado del Príncipe de Paz sobre toda la tierra. Se aproxima el tiempo que Dios ha fijado para [632]

esto, y junto con él la paz de 1.000 años.» 2. Endurecimiento de la Gran Tribulación que se había iniciado en 1914: «El nombre “la grande tribulación” bien aplica a este tiempo de tribulación que ha estado sobre la humanidad desde el año en que estalló la I Guerra Mundial, a saber, 1914, y que se elevará a su más alto punto destructivo en la guerra del Armagedón, exterminando completamente a este mundano sistema de cosas. Tal tribulación, sin paralelo desde el principio del mundo, [633]

nunca ocurrirá de nuevo en la tierra (…) (Mt. 24:20-22).» 3. El Armagedón se constituye en un hecho favorable para la « gran Muchedumbre», clase de creyentes con destino terrestre que ha aceptado el mensaje de los Testigos de Jehová [634]

antes del Armagedón: «(…) de una «grande muchedumbre» de sobrevivientes que pasan a través de la “guerra del gran día de Dios el Todopoderoso” en el Armagedón (1 ª Co. 10:11; Is. 28:21, 22). El único libro de la Biblia que menciona a Armagedón también describe a los sobrevivientes terrestres de la más [635] grande tribulación del mundo como una “grande muchedumbre” (…).» «(…) la Biblia habla de una “gran muchedumbre” (…) que existiría en la tierra antes del Armagedón. Estas personas “salen de la gran tribulación”, en otras palabras sobreviven al fin de [636] este mundo impío.» ¿Por qué van a sobrevivir?: «Porque no todos los que habitan la tierra al tiempo de la batalla serán extraviados por el “falso profeta”. Habrá excepciones (…). Esta “grande muchedumbre”, que viene “de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas” definitivamente no estaba contra el Reino mesiánico de [637] Dios. Rehusó recibir la “marca de la bestia salvaje” y “rendir adoración a su imagen”.» «Las únicas personas a quienes la Biblia extiende la esperanza de sobrevivir a la “grande tribulación”, son los “hermanos” de Cristo, o “escogidos” y la “grande muchedumbre” de [638] “ovejas” que “rinden a Dios servicio sagrado”, sin cesar (…).» La Gran Muchedumbre habitará la tierra durante el Milenio: «Todo esto se combina para establecer que nuestro planeta terrestre no será totalmente despoblado al fin completo de este sistema de cosas. Así la “grande muchedumbre” de las otras [639]

“ovejas” de Cristo, serán los vivos con los cuales comienza el día del juicio del milenio.» Destrucción de las cabras. Los otros que están vivos al producirse el Armagedón, denominados cabras, serán destruidos para toda la eternidad: «Las personas asemejadas a ovejas (…). (…) Serán testigos de cuando a todas las personas asemejadas a cabras en la Tierra se les diga

que “partan al acortamiento eterno”. Esto será durante la “grande tribulación” (…), en el campo de batalla de Har-Magedón (Rev. 7:14; 16:14-16). Allí las últimas de las “cabras” bajo [640] maldición, serán cortadas de la vida terrestre para toda la eternidad.» Objetivo primordial: «En el Armagedón se defenderá la soberanía universal de Jehová, y esa guerra limpiará Su nombre del oprobio que se ha amontonado sobre él por siglos.»

[641]

Precisión del tiempo en el que acontece el Armagedón Algunos de la generación de 1914 estarán vivos cuando se produzca el Armagedón: «Algunos de la generación que discernió el principio del fin en 1914 aún estarán vivos en la tierra para presenciar el fin de este inicuo sistema de cosas actual en la batalla del [642]

Armagedón.» El Armagedón está mucho más cerca en 1978: «Hoy en este año de 1978 E.C., se acerca “la guerra del gran día de Dios Todopoderoso” en Har-Magedón. Ahora mucho tiempo después de haber terminado los Tiempos de los gentiles en 1914 (…). Él desplegará su poderío al sostener además en Har-Magedón, “el reino del mundo”… el reino de nuestro Señor y de su Cristo (…). ¡Esta magnífica perspectiva está más cerca de [643]

realizarse!» ¿Cuándo sucede exactamente el Armagedón? «¿Cómo vendrá el Armagedón? Viene después que se da por toda la tierra la amonestación que [644]

los Testigos de Jehová están dando en la actualidad (…).» «(…) lo que sucede en el Armagedón se relaciona con los Testigos de Jehová en este “tiempo del fin” (…). El Armagedón ocurrirá cuando se desarrolle cierta situación que ha de afectar a los Testigos de Jehová por toda la Tierra. La prosperidad espiritual de los Testigos de Jehová enfurece a Satanás el Diablo, quien pronto [645]

lanzará un ataque de esfuerzo máximo contra estos cristianos aparentemente indefensos.» El Armagedón estaba muy cerca en 1968, 1970, 1975, 1978, y ahora al comienzo de la década de 1990 está muy próximo, ya que tiene que acontecer en la generación de los sobrevivientes a 1914 y que supieron discernir que el «fin de los tiempos de los gentiles» había llegado. Es seguro en 1990 que no pasará esta generación que ya existía en 1914 sin que haya ocurrido el Armagedón: «Y como muchísimas veces se ha probado a partir de la Biblia en esta revista, ¡la generación [646]

actual no pasará antes de que ocurra el Armagedón! (Mateo 24:21, 34).» «(…) la batalla del Armagedón, la cual, como a menudo ha mostrado esta revista ocurrirá dentro de poco.»

[647]

Definición y propósito del Milenio El Milenio bíblico que, como vimos, es introducido por el Armagedón es un período de 1.000 años que tiene como base Apocalipsis 20:

[648]

«El Milenio o reinado de 1.000 años de Cristo encaja con el “propósito eterno” de Dios (…). En otras palabras, el Milenio no es un fin en sí; es un medio para lograr un fin, el de efectuar el [649]

propósito original de Dios para la tierra.» «De modo que el Reinado Milenario de Cristo será un período feliz en el cual la humanidad [650]

será gradualmente “libertada de la esclavitud a la corrupción” y llevada a perfección.» El Milenio, a juicio de los Testigos, es por un lado un reino pacífico y por otro un Día de Juicio: «(…) el reino sabático de Cristo por mil años, será un tiempo pacífico para esta tierra y sus habitantes. Será un tiempo de descanso de todo el guerrear y violencia de los seis milenarios [651]

anteriores.» «Por eso, el día de Juicio no es un día literal de 24 horas. Durará 1.000 años. Es el mismo período de 1.000 años durante el que Cristo y sus reyes gobernarán a la humanidad redimida [652]

(Rev. 20:4-6).» Se libertará a la humanidad del diablo y del pecado: «(…) en ese sábado milenario (…). (…) él libertará a la humanidad de la esclavitud de Satanás el Diablo y sus demonios y les librará por completo de los efectos mortíferos del pecado y la imperfección.» Un milenio terrestre en el que se alcanzará la libertad y la perfección:

[653]

«(…) bajo el reinado de mil años de su Hijo Jesucristo toda esta Tierra será cultivada hasta que llegue a ser un Paraíso eterno lleno de criaturas humanas libertadas y hechas perfectas. Dentro de este séptimo milenio sabático el Rey y Señor del día de descanso deshará toda la obra del más [654]

grande de todos los perturbadores de la paz, Satanás el diablo.» Un Juicio para la « gran muchedumbre» y otros resucitados durante el Milenio: «Esta gran muchedumbre será juzgada en el Día del Juicio, pero no serán los únicos a quienes se juzgue(…). ¿A quiénes se resucitará de entre los muertos en el Día del Juicio? [655] (…). “Habrá resurrección de justos e injustos” (…).» «(…) ¿qué les sucederá en el Día del Juicio (…) a los resucitados? La Biblia dice: Fueron [656] juzgados los muertos (…).»

Secuencia general de acontecimientos en relación al Milenio 1. Al comenzar el Milenio [657]

Se produce el Armagedón con la destrucción de aquellos que no han aceptado el mensaje de los Testigos, y que no volverán a resucitar: [658]

«Esos impíos serán destruidos en lo que la Biblia llama la batalla del Armagedón (…).» «(…) la resurrección abarcará a todos (…) excepto a aquellos cuyos pecados fueron tan graves [659] que Dios ya los ha juzgado (…).» «Pero ¿volverán todos los muertos para ser juzgados, incluso las víctimas de la venidera «grande tribulación»? (…). Jesús señaló que no todo el mundo sería resucitado (…). Ahora bien, la Biblia muestra claramente que algunos van a parar al Gehena simbólico antes de que comience el Juicio de 1.000 años (…). De manera similar cuando los impenitentes apóstatas mueren, no van al Seol, o Hades sino al Gehena (He. 6:4-8; 2ª P. 2:1). Lo mismo ocurre con los cristianos dedicados que persisten en [660] pecar voluntariosamente o a los que se retraen (…). Por consiguiente no serán resucitados.» 2. Durante el Milenio: Protagonistas y actividades: Respecto a Satanás y su atadura: «Además de haber sufrido derrota en la anterior guerra en el cielo, Satanás verá en HarMagedón la derrota de sus naciones engañadas (…). Entonces el Cristo victorioso se apoderará de Satanás y sus demonios y los encadenará y arrojará en el calabozo abismal. Éste será sellado herméticamente por mil años.» Respecto de Cristo y Dios:

[661]

«Durante ese Milenio libre de demonios, el gobierno mundial de Dios por Cristo, gobernará como expresión de la propia y legítima soberanía universal de Dios.» Respecto a la Gran Muchedumbre con un Milenio terrestre:

[662]

«(…) la “grande muchedumbre” (…) espera con regocijo los 1.000 años del futuro. De modo [663]

que la tierra no quedará vacía del reinado de Cristo.» «(…) esos herederos de la tierra paradisíaca, semejante a ovejas, darán la bienvenida a todos los que sean resucitados de entre los muertos a vida terrestre en la carne. Guiarán a toda esta carne resucitada a adorar unidamente al ya vindicado Hacedor de los “nuevos cielos” y la [664]

“nueva tierra”.» Respecto a los 144.000 con un Milenio celeste: «Sí, la esperanza del milenio sigue intensamente viva hoy. Esto llegará a ser en realidad después de la “grande tribulación” cuando Cristo y los 144.000 “escogidos” empiecen su reinado [665]

de 1.000 años en el cielo (…).» «¿Quién efectuará la obra de juzgar? (…). Durante el reino milenario de Cristo, habrá 144.000 [666] jueces asociados, sentados en “tronos” con él.» Respecto a miles de millones de resucitados «Sí, la esperanza del milenio sigue intensamente viva hoy. (…) cuando (…) miles de millones de

personas resucitadas sobre la tierra, reciban bendiciones indecibles en la esfera terrestre de ese [667] reino mesiánico.» 3. Resurrecciones y juicios ejecutivos Presentamos a continuación la identidad y ubicación tanto cronológica como geográfica de los resucitados, así como la llamada primera y segunda resurrección a la luz de la interpretación que los [668] Testigos de Jehová realizan de Ap. 20:5, 6, 11, 12. ¿A quién corresponde la primera resurrección? A 144.000 con destino celestial: «Es apropiado que a la resurrección del entero número de 144.000 cristianos ungidos que han sido llamados para reinar con Cristo en el cielo, se le llame la “primera resurrección”. Esto se debe a que precede en tiempo a la resurrección de la humanidad en general para vida en la tierra (…). (…) Además la “primera resurrección” es superior a cualquier resurrección terrestre [669] (…).» ¿A quién corresponde la llamada segunda resurrección? A la humanidad muerta a través de los tiempos y que tiene destino terrestre: [670] «Si hay una “primera resurrección”, es lógico que haya una resurrección posterior.» «(…) habrá un renacimiento, una regeneración de los muertos terrestres. Esto acontecerá después que Jehová exprese su denunciación sobre el mundo culpable (…). Eso significa, después de “la guerra del gran día de Dios el Todopoderoso” en la situación mundial que la Biblia llama [671] Har-Magedón (…).» ¿Cuándo sucede la resurrección primera? Según la cita indicada más arriba la primera resurrección es anterior en el tiempo a la segunda. Esta última se realiza en cualquier momento posterior al Armagedón. Por otra parte, tal como se indica la primera resurrección es la de los 144.000. Tal como ya vimos los 144.000 comienzan a [672] resucitar a partir de 1918 y dura hasta el advenimiento del Armagedón. ¿Cuándo sucede la resurrección segunda? De acuerdo a la última cita comienza a realizarse a partir del Armagedón. ¿Cuándo exactamente? «Puesto que todos “los demás muertos” que sean resucitados durante el reinado de 1.000 años de Cristo, tendrán la oportunidad de demostrar que son dignos (…).»

[673]

«(…) a los “demás de

[674]

los muertos”, se les resucita durante el milenio (…).» Nótese la expresión durante el Milenio. No hay una especificación temporal. Se trata de un momento indeterminado. La aplicación de la resurrección es tanto para justos como para injustos: «¿A quiénes se resucitará de entre los muertos en el Día del Juicio? (…): “Habrá resurrección de justos e injustos.” (…) Por consiguiente, se resucitará a los siervos fieles de Dios, los “justos”. Pero también se resucitará a muchos otros, los “injustos”. Es obvio, pues, que la resurrección abarcará a todos los que han muerto y que aún están en el sepulcro…»

[675]

Al comentar Apocalipsis 20:5 y 12 en relación a los resucitados, los Testigos identifican a los «muertos» que se mencionan en el v. 12 y los «otros muertos» del v. 5: «Describiendo lo que acontecerá durante el día de juicio milenario, que se mencionó anteriormente en el mismo capítulo, el apóstol Juan escribió: “Y vi a los muertos, los grandes y los pequeños, de pie delante del trono, y se abrieron rollos. Pero se abrió otro rollo de la vida. Y los muertos fueron juzgados de acuerdo con las cosas escritas en los rollos, según sus hechos” (Rev. 20:12). Estos “muertos” y “los demás de los muertos” que se mencionan en el versículo 5 del mismo capítulo, y de quienes se dice que “no llegaron a vivir sino hasta que fueron terminados los mil [676] años”, son las mismas personas.» A pesar de que esta resurrección, de acuerdo al texto, debe suceder al final de los mil años, los Testigos interpretan que es imposible que resuciten al final del milenio. ¿Por qué?: «Esto no puede significar que no se les resucite sino hasta después del día de Juicio milenario, porque a los que tienen parte en la “primera resurrección” se les da poder “para juzgar” y serán “sacerdotes” y [677] “gobernarán como reyes” con Cristo, “por los mil años” (…).» ¿Qué significa entonces la expresión «llegaron a vivir»? «(…) la expresión “llegaron a vivir”, tiene que referirse a la situación al fin del Día del Juicio, que dura 1.000 años. Significa que éstos “llegan a vivir” en el sentido de que finalmente alcanzan [678] la perfección humana.»

El Milenio, un Día de Juicio con posibilidad de perderse, tanto para la «gran muchedumbre» que estaba viva cuando llegó el Armagedón como para los millones de resucitados ¿Quiénes son juzgados? «El reinado de 1.000 años de Cristo, es de hecho un “día” de juicio para los que sobrevivan a la “guerra del gran día de Dios el Todopoderoso” que se aproxima rápidamente (Hch. 17:30, 31; Rev. 16:14, 16); es también el día de Juicio para millones de

muertos que serán resucitados y juzgados, según las obras que practiquen en el paraíso [679] terrestre.» Obsérvese que el juicio se aplica como consecuencia a lo que han practicado «en el paraíso terrestre» durante el Milenio: «(…) a los “demás de los muertos”, se les resucita durante el milenio a fin de que sean [680] “juzgados” según sus hechos en aquel entonces.» Las palabras de Jesús del capítulo 5 de Juan respecto al juicio de los seres humanos no hay que entenderlas en relación a los hechos anteriores a la resurrección y muerte, sino a las obras realizadas durante el Milenio: «Hay que entender las palabras de Jesús en el capítulo 5 de Juan a la luz de su posterior revelación a Juan (Rev. 1:1). Tanto “los que hicieron cosas buenas” como “los que practicaron cosas viles”, estarán entre los “muertos” que serán “juzgados individualmente según sus [681] hechos”, hechos que realicen después de su resurrección (Rev. 20:13).» El Milenio es una época de oportunidad y de prueba. Habrá que demostrar, según esta teoría, que se merece vivir por la eternidad: «(…) todos “los demás de los muertos” que sean resucitados durante el reinado de 1.000 años de Cristo, tendrán la oportunidad de demostrar que son dignos (…) y que merecen vivir para [682] siempre bajo el reino de Dios (…).» Esto abarca tanto a los resucitados como a la « gran muchedumbre» que ya había escuchado y aceptado el mensaje de los Testigos de Jehová antes del milenio: «Tanto las personas que serán resucitadas como la “grande muchedumbre” que sobrevivirá a la “grande tribulación” ya tan cercana tendrán que (…) aceptar, agradecidamente, el sacrificio de rescate de Cristo y todo lo demás que Jehová disponga para librar a la humanidad del pecado [683] y de la muerte (…).» Existe la posibilidad durante el milenio de volver a practicar pecados y desobediencias: «Los que escojan servir a Jehová durante el Día del Juicio, estarán en camino a recibir vida eterna. Pero, aun bajo estas circunstancias tan favorables, algunos rehusarán servir a Dios y se [684] volverán a obras inicuas.» Al final del milenio aún habrá una última prueba, y los que no la resistan, serán destruidos juntamente con los que hayan rehusado obedecer, y sólo entonces pasarán a vida eterna: «(…) los que no le rindan obediencia al Señor del milenio sabático venidero y que perturben la [685] paz serán destruidos (…).» «¿que les sucederá en el Día del Juicio a la gran muchedumbre de sobrevivientes y a los resucitados? (…). Ése será un tiempo de escrutinio. Todos los que estén

dispuestos a obrar según “lo escrito en los libros” –evidentemente los requisitos de Dios para la humanidad en aquel tiempo– serán anotados en el “libro de la vida” (…). (…) Con todo, parece que algunos rehusarán obedecer “lo que está escrito en los libros”. ¿Qué [686] les ocurrirá a éstos? No alcanzarán la vida eterna. (…) “morirán”, dejarán de existir.» «Además, el Milenio será sólo el principio. Después de una prueba final, cuando hayan terminado los 1.000 años, los hombres y las mujeres que permanezcan fieles a soberanía universal [687] de Dios, pasarán a vida eterna en una tierra paradisíaca.»

¿Cuándo será el Milenio? «La Biblia da prueba abundante de que estamos cerca del comienzo de un milenio mucho más [688] significativo que el que empezará en menos de una década.» «Sí, la Biblia predice que se [689]

acerca un grandioso milenio…» «Con todo, los sucesos mundiales de la actualidad muestran claramente que el tiempo del fin de este tenebroso e inicuo sistema de cosas está “muy avanzado” y que el Milenio de Cristo se ha [690] acercado.» «Los sucesos mundiales desde 1914 muestran que vivimos en la “conclusión del sistema de cosas”. Jesús también dijo que la generación que viera estos sucesos predichos “de ningún modo pasaría hasta que sucedieran todas estas cosas”.»

[691]

Y después del Milenio, ¿qué? «Luego, al fin de los mil años, el reino terminará, habiendo efectuado la voluntad de Dios [692] “como en el cielo, también sobre la tierra”.» «Al fin de los mil años, Cristo, que en amor y lealtad para con su padre Jehová, es “el mismo ayer y hoy, y para siempre”, reconoce delante de toda la creación, la soberanía eterna de JehováDios, como lo revela la Biblia (…).» «Por supuesto, Cristo siempre será reconocido y honrado por su gran obra y será Sumo Sacerdote y Rey Honorario. (…) las relaciones adicionales de Jehová con Cristo y sus 144.000 asociados celestiales y las asignaciones que dé a ellos, serán expresiones de su gran amor a ellos (He. 6:10). La Biblia no revela las cosas que él tiene para ellos, pero lo que ya ha efectuado, ha [693] sido magnífico.» Con relación a los que tienen destino terrestre: «La felicidad sin límite reemplazará al sufrimiento [694] y al dolor.» SECCIÓN SEGUNDA

La concepción del Reino de Dios en 1914 con sus implicaciones escatológicas y la del nombre divino, ¿una posición uniforme desde 1879 hasta nuestros días?

Introducción Esta sección la vamos a dividir en tres partes. En la primera y segunda vamos a presentar en paralelo las tres épocas que hemos examinado, y contemplaremos las posibles contradicciones, adiciones y omisiones. Junto a esto, haremos un análisis crítico y valorativo del método interpretativo y del contenido de los escritos de las tres épocas en relación al Reino de Dios como realizado en 1914, y a sus implicaciones escatológicas, y además un estudio valorativo de las personas representativas de cada época en relación a su historia. Dicha historia está sostenida por el valor escatológico que le confieren, y por el carácter monárquico-absolutista que reúnen los presidentes de la organización religiosa de los Testigos de Jehová. Para la época actual, representada por Knorr y F. Franz, ofreceremos unas conclusiones valorativas teniendo en cuenta el crédito que dan a su historia y a las características que debe cumplir la religión verdadera. Ambas ideas tienen un alcance escatológico profundo en la religión de los Testigos de Jehová. Su historia se convierte en un elemento escatológico, puesto que lleva implícita una verdad escatológica. Su religión es la única verdadera, ya que surge en el tiempo oportuno querido por Dios. Por lo tanto, la propia administración representada teocráticamente por la Dirección de la organización que recibe el nombre de «el Siervo Fiel y Discreto o el Esclavo Fiel y Prudente», con su monarca absoluto al frente en la persona de su presidente, junto con las normativas que aquélla emana, se transforman en recursos escatológicos de primera magnitud, puesto que están involucrados en el momento escatológico preciso. El nombre que recibe esta organización religiosa es, según este entender, un nombre escatológico que demostraría ese valor escatológico con que debe caracterizarse la religión verdadera. Analizaremos en una segunda parte la presunción que involucra la afirmación de que «Jehová» es la forma correcta de llamar a Dios, y que su Pueblo del fin de los tiempos, desde 1879, estaría predicando esta característica escatológica. Téngase en cuenta en relación a lo dicho anteriormente que, una razón fundamental que sobresale, entre otras, y por la que se consideran un movimiento escatológico, es el haber estado predicando desde 1879, pasando por 1914 y 1918 hasta la actualidad, el verdadero entendimiento sobre el Nombre divino, el significado e importancia de 1914 como siendo la fecha de la venida real e invisible del Reino de Dios, y el cumplimiento exacto de la promesa del retorno de Cristo de forma invisible: «(…) en julio de 1879, para que las verdades que Dios mediante Cristo proporcionaba como “alimento a su tiempo” se distribuyeran (…) a toda su familia de hijos consagrados, esta revista, [695] La Atalaya, comenzó a publicarse.»

¿Qué verdades? «Para 1914 esos cristianos, conocidos hoy como testigos de Jehová, habían cultivado firme fe en el rescate. Sabían que la presencia de Cristo tenía que ser invisible. Entendían que 1914 [696]

marcaría el fin de “los tiempos de los gentiles”.» «Por lo tanto, al llegar el amo Jesucristo para inspeccionar a sus esclavos en 1918 (…), ¿quiénes para ese tiempo, habían dado a los buscadores sinceros de la verdad el entendimiento correcto del sacrificio de rescate, el nombre divino, la invisibilidad de la presencia de Cristo y el [697]

significado e importancia de 1914?»

¿Quiénes? «Los hechos demuestran que éstos fueron el grupo de cristianos ungidos asociados con los publicadores de la revista Zion's Watch Tower and Herald of Christ's Presence, que ahora lleva el título de La Atalaya (Anunciando el Reino de Jehová).»

[698]

¿Desde cuándo? Desde «fines del siglo XIX, cuando ya se acercaba el tiempo del fin (…).»

[699]

Desde «julio de

[700]

1879».

En la tercera parte vamos hacer un estudio histórico-teológico de las raíces de los Testigos de Jehová en lo referente a su escatología. ¿Qué origen tienen sus posiciones? El intento de ocultar su procedencia mediante el tópico de lo sobrenatural y divino al que recurren con frecuencia manifestando ser una religión suscitada por Dios, como si su ideario fuera original de ellos, gracias a esa intervención divina, pierde todo su sentido cuando investigas en la historia anterior a su eclosión.

Una exigencia necesaria Nuestra tesis doctoral pretende examinar uno de los fenómenos religiosos más peculiares de nuestra época por las consecuencias que su aceptación y existencia puede tener para el individuo y la sociedad. Los Testigos de Jehová no llaman la atención por sus obras sociales filantrópicas ni por sus instituciones educativas o médicas por las que intentar contribuir a un desarrollo más humano de nuestro mundo. Ni por una postura doctrinal atractiva por su singularidad, sino por un desafío que continuamente es alardeado: «Debe e xaminar su religión y comprobar su equivocación. Simultáneamente debe examinar la religión de los Testigos de Jehová, ya que son ellos los únicos que tienen la exclusiva de la auténtica verdad.» Examinar es la palabra clave. Jesucristo nos invita a escudriñar las Escrituras (Jn. 5:39), y a estar apercibidos de la existencia de «falsos profetas…, que engañarían si fuera posible aun a los escogidos» (Mt. 24:11, 24). A un profeta verdadero se le reconoce, entre otras cosas, «por sus frutos» (Mt. 7:15, 16). Y el fruto de la veracidad y de la autenticidad en contraposición a las opiniones meramente humanas es lo que debe destacarse en cualquier pretensión que se haga sobre una verdad religiosa o teológica. El apóstol san Pablo nos dirá que cualquiera que predicare «un evangelio distinto al que ha sido predicado, que no debemos aceptarle» (Gá. 1:9). Y que si aun él, o un apóstol, o incluso un ángel nos predicase un evangelio distinto al que ya había sido anunciado, debía ser rechazado (Gá. 1:8). Hay veces que existen dificultades a la hora de comprender ciertos textos y conceptos insertados en los propios versículos bíblicos; sin embargo, tras una investigación exhaustiva como la que ya hemos presentado junto con el estudio crítico posterior que todavía hemos de ofrecer, estamos en condiciones para descubrir la diferencia esencial entre el evangelio y un «evangelio humano». Tanto san Juan, en una de sus epístolas cuando nos avisa de que examinemos concienzudamente si lo que se nos transmite por parte de algunos corresponde o no a lo falso (1ª Jn. 4:1), cómo los Testigos de Jehová coinciden en la obligación de hacer un examen intenso e inteligente sobre si una organización determinada que se identifica como «profeta de Dios», como « vocero» o «canal» divino, o como siendo de una clase especial de «siervo fiel y discreto» mediante lo cual Dios comunica la instrucción adecuada y correcta para su Pueblo cumple tales requisitos. Los Testigos de Jehová se expresan de este modo concomitante: «Si queremos que nuestra adoración sea aceptable a Dios, tiene que estar firmemente arraigada en la Palabra de Dios. Jesús reprendió a las personas que alegaban servir a Dios, pero que se apoyaban fuertemente en las tradiciones de los hombres en preferencia a la Palabra de Dios (…). No sólo tenemos que examinar lo que creemos (…), sino también lo que enseña cualquier organización religiosa con la cual estamos asociados. ¿Están sus enseñanzas en plena armonía con la Palabra de Dios, o se basan en las tradiciones de los hombres? Si amamos la verdad, no tenemos nada que temer de tal examen. Debe ser el deseo sincero de cada uno de nosotros, [701]

aprender lo que es la voluntad de Dios para nosotros, y entonces hacerla.» También los Testigos de Jehová concuerdan con la idea que expresa san Pablo de «examinadlo todo, y retened lo bueno» (1ª Ts. 5:21) junto con la piedra de toque del examen cuando nos habla en el libro de los Hechos de algunos de la población de Berea que asistían a las disertaciones bíblicas que san Pablo les dedicaba y que alaba su actuación al escudriñar cada día las Escrituras para asegurarse si era cierto lo que se les enseñaba (Hch. 17:11):

«Los Testigos de Jehová creen que toda enseñanza religiosa debe ser sometida a esta prueba para determinar su conformidad con las Escrituras, sea que ellos presenten la enseñanza o ésta venga de otra persona. Lo invitan, lo instan a hacer esto en las consideraciones [702] que usted tenga con ellos.»

Examinar, en última instancia, si estamos o no en la verdadera fe (2 ª Co. 13:5) es un requerimiento ineludible para cada cristiano que continuamente se ha de sentir confrontado con la Verdad que está en Cristo Jesús y que implica la Palabra de Dios. Para la discusión analítica que vamos a efectuar de las categorías escatológicas mencionadas más arriba, tendremos en cuenta, en esta ocasión, los consejos que suponen las declaraciones de los propios Testigos de Jehová, que a continuación enumeramos: «Antes de presentar sus argumentos, es necesario colocar un cimiento apropiado. Usted debe hacer claro cuál es el punto que se está considerando (…). No se apresure al colocar su cimiento. [703]

Hágalo firme…» «Un asunto no está “probado”, sencillamente porque usted, como discursante, lo crea o declare. Usted tiene que recordar siempre que su auditorio está completamente justificado al preguntar: ¿Por qué es eso cierto?, o ¿por qué dice usted que eso es así? Como discursante, usted siempre tiene la obligación de poder contestar la pregunta «por qué» (…) esté seguro de que [704]

puede suministrar las respuestas…» «El adorar con “verdad”, significa aceptar como verídicas la Palabra escrita de Dios, la Biblia, y todas las enseñanzas de ésta. Significa rechazar toda opinión y tradición de hombres [705]

religiosos e irreligiosos, cuando éstas están en conflicto con la Biblia.»

Primera Parte

Análisis del examen de la religión de los Testigos de Jehová en base a los contenidos de las épocas representativas de Russell y Rutherford

Capítulo I Un paralelismo sobre escatología confuso y contradictorio Al comparar las diferentes posturas que asumen los responsables de cada época, uno advierte los desaciertos e inexactitudes que cometieron entre sí los propios representantes de una religión que reclama para sí una continuidad histórica doctrinal genuina.

El Reino de Dios Con Russell el Reino de Dios anunciado por las profecías como que se ha de implantar al final de los tiempos ha empezado a cumplirse en 1874. Ese Reino de Dios tiene dos fases: una celestial o espiritual, que es invisible, y es la que ya se estaba desarrollando en el tiempo que Russell predicaba a partir de 1879; y otra terrenal, que empezaba en 1914 con el fin literal definitivo de todas las naciones y gobiernos de este mundo que permitirá al Reino de Dios manifestarse con poder y gran gloria. La fórmula directa para conseguir 1914 es la aplicación de Levítico 26:13, 14, 16, 17, 18-29, con lo que se obtiene un período cronológico de 7 tiempos ó 2.520 años. De un modo secundario se trae a colación el período de 7 tiempos de Daniel 4 referidos a Nabucodonosor. Esta implantación terrestre del Reino en 1914 no anula la celestial o invisible. Con Rutherford el Reino de Dios no empieza en 1874, sino en 1914. En el punto concreto del Reino, 1874 ya no tiene validez para el esquema profético de Rutherford. Esta nueva ubicación cronológica supone un cambio sustancial en el concepto del Reino de Dios en relación a los seres humanos, al Plan de Dios y a las implicaciones cronológicas y escatológicas. En efecto, mientras que en Russell la etapa espiritual del Reino ya se había dado en 1874, en Rutherford la etapa espiritual comienza en 1914. De ahí que 1914 suponga para Russell el fin real y definitivo de las naciones. El tiempo histórico ya no se prolongaría más con la destrucción de los reinos de este mundo. Para Rutherford 1914 supone simplemente el fin de un sistema de cosas. La historia continúa aun cuando se repita que las naciones han perdido su poder. Se sigue utilizando Levítico 26 y Daniel 4 para el logro de los 2.520 años. Con los dirigentes actuales presididos por Knorr y Franz, el Reino de Dios se ha producido exactamente en 1914, siendo lo más importante para el mundo puesto que traerá la paz y la vida sin fin. La diferencia con Russell es muy evidente, y es la misma que existía con Rutherford. Sin embargo, hasta donde sepamos, Rutherford no pretendió camuflar la interpretación de Russell como que hubiera estado predicando lo mismo que después predicaron sus sucesores. Los Testigos actuales han llegado al extremo de proferir una mentira grave cuando en respuesta a la pregunta de un autor respecto a si Russell predicó lo mismo que en la actualidad en relación al Reino de Dios como cumplido en 1914, en el sentido que hoy le dan los Testigos, se han atrevido a contestar afirmativamente. Nótese bien que las diferencias son esenciales. Y que los resultados son distintos porque el uso de los medios interpretativos son opuestos. En efecto, Russell utiliza lo que él entiende como cronología bíblica de los «6.000 años transcurridos» en la historia (recuérdese 7000 = 6.000 años de historia aportados, según él, por la cronología bíblica + 1.000 años del milenio), para llegar al comienzo de la implantación del Reino de Dios de forma invisible en 1874. Los Testigos actuales dan como cumplido el comienzo del Reino de Dios invisible, no en 1874 sino en 1914, y para el logro de esa fecha no utilizan la cronología bíblica de la teoría de los 6.000 años, sino la de los 7 tiempos de Daniel 4 que el texto aplica a Nabucodonosor. La opinión opuesta no acaba aquí. Russell se sirve principalmente de Levítico 26 y secundariamente de Daniel 4 para el empleo del período profético de los 7 tiempos o 2.520 años con el objetivo de llegar al fin del «tiempo de los gentiles». Considerando este fin en 1914 de un modo literal y definitivo con la destrucción material y espiritual de naciones, gobiernos, edificios e iglesias. Sin embargo en la actualidad la Dirección de los Testigos, ese fin definitivo y literal, lo colocaron en una primera etapa cercano o alrededor de 1975, y para ello utilizaron la teoría de los 6.000 años que, a juicio de ellos, les proporciona la cronología

bíblica. Y en una segunda etapa ese fin total está en un futuro muy cercano. Todo esto es totalmente distinto a la concepción de Russell, ya que en este caso de la obtención de la destrucción literal de las naciones y gobiernos de este mundo se vale no de la cronología bíblica, sino en esta oportunidad de la hipótesis de los 7 tiempos. Lo que los Testigos actuales predican de 1914, él lo predicaba de 1874; y lo que aquéllos anunciaban para muy cerca de 1975, Russell lo anunció para 1914. No se trata de un simple asunto de fechas, lo que para los Testigos es ya de por sí muy importante, sino una contradicción constante que demuestra una falta de seriedad y de sentido de lo ridículo sin precedentes en la historia de la teología. Se trata de usar instrumentos y datos de un modo totalmente discordante. Es cometer equivocaciones que se procuran ocultar y justificar. Esta continua divergencia se amplía cuando se presume por un lado que desde 1879 se ha estado predicando de forma correcta el significado de 1914 en relación al Reino de Dios, en el sentido que actualmente le dan los Testigos de Jehová, y por otra parte se dice que hasta la vuelta en 1914 de Jesucristo no podía predicarse el Reino de Dios. Russell no sólo no predicó desde 1879 el valor e importancia de 1914 en el sentido de la explicación que los Testigos de Jehová reivindican, sino que además estima realizado dicho «reino de Dios» en 1874.

La batalla del Armagedón, la segunda «Presencia» de Cristo, y el Milenio La promesa del retorno de Cristo contenida ampliamente en la palabra de Dios se ha cumplido, de acuerdo a como Russell entiende el texto bíblico, en 1874, de forma espiritual e invisible. Dicho retorno, aun cuando sea espiritual e invisible, es el que corresponde a las predicciones bíblicas y, por lo tanto, dicho acontecimiento contiene una serie de implicaciones: 1. La batalla del Armagedón ubicada en el momento del retorno de Cristo. Según Russell dicha batalla comenzó en 1874 y finalizará en 1914. Es decir, es gradual, invisible, se extiende durante 40 años, y se hará de forma visible y literal en 1914 cuando mediante dicha batalla destruya definitivamente y totalmente a todas las naciones o reinos de este mundo. 2. Cuatro años después (de acuerdo a un paralelismo tipo-antitipo), en 1878 se produciría la resurrección de los justos que está limitada exclusivamente para aquellos que han comprendido correctamente, y aceptado el mensaje bíblico tal como Russell lo enseña. Dicha resurrección es celestial e invisible. 3. El Milenio comienza en 1874 dentro de una fase «espiritual» que se extiende gradualmente hasta 1914, donde comenzarán a producirse resurrecciones sucesivas para vivir en la tierra, y ser instruidos en el verdadero evangelio. Rutherford en una primera época ubica la segunda presencia del Señor de acuerdo con Russell en 1874 como siendo gradual, y después la retrasa a 1914 de un modo puntual, no haciéndola coincidir con el Milenio. Éste se verá retrasado hasta 1925 en ocasión de la resurrección de los patriarcas de la antigüedad, que Rutherford creía que sucedería. Previamente tendría que haber acontecido la batalla del Armagedón. La segunda presencia sigue siendo invisible y espiritual. Después de transcurrido 1925, donde de nuevo la decepción toma lugar al no ver cumplidas las expectativas que se esperaban como seguras, abandonará definitivamente la fecha de 1874 para su entendimiento del retorno de Cristo. Dicho retorno concebido ahora para 1914 marcará la resurrección de los 144.000 retrasándola también 4 años, es decir para 1918. Tanto el Milenio como el Armagedón eran inminentes en la época que escribe. En los Testigos actuales el retorno de Cristo se produjo de un modo espiritual e invisible y de acuerdo a las promesas bíblicas. Se ubica en 1914. La resurrección se distancia 4 años del retorno de Cristo en lo que se refiere a los 144.000, es decir, en 1918. La batalla del Armagedón tampoco se produce al momento del retorno de Cristo, sino que está en el futuro: cuando este mundo acabe. El Milenio también se ha distanciado a una época posterior al retorno de Cristo. Durante el Milenio se producen resurrecciones de millones que no tuvieron oportunidad de conocer la verdad. También es un día de Juicio y de nueva oportunidad para todos los que están en esta tierra: La gran muchedumbre, que son las otras ovejas (distintos a los 144.000) que aceptaron el mensaje de los Testigos, y todos aquéllos de todas las épocas que no habían conocido la Verdad. Existe la posibilidad de perderse durante el Milenio si no se obedecen los requerimientos impuestos.

Cronología bíblica La cronología bíblica juega un papel importante para Russell como después ocurrirá con sus seguidores. Si se parte de la idea de que la Biblia contiene la fecha del retorno de Cristo, del Milenio, de la resurrección, etc., es lógico que tenga en cuenta también la idea de que la Biblia contiene suficientes elementos cronológicos para ofrecer dichas fechas. Por otra parte, si se acepta la teoría de los 6.000 años + los 1.000 años del Milenio es porque se sobreentiende que la Biblia al «ofrecer» esos datos es porque contiene una cronología válida para estos menesteres. Nótese que todo procede de suposiciones encerradas en un círculo vicioso. Lo cierto es que iniciándose con estos presupuestos sin declaraciones bíblicas que los soporten, [706] Russell construye una cronología colocando la fecha de la caída de Adán en el 4127 a.J. Los 6 días de la Creación son de 24 horas cada uno, que representan 6.000 años que han de transcurrir en la historia. Los 6.000 años desde la caída de Adán, de acuerdo a su cronología bíblica particular, los ubica Russell en 1872. Entre la creación de Adán y su caída admite como muy razonable que han transcurrido 2 años, con lo cual y teniendo en cuenta lo anterior, Russell obtiene la fecha de 1874. Respecto a la cronología bíblica Rutherford considera que cada día de la creación es de 7.000 años, y aun cuando no presenta en sus escritos una fecha determinada que arranque de Adán, da un valor cronológico al datar fechas para sus períodos proféticos denominados el Jubileo y las Dispensaciones paralelas. 2 años, es el tiempo transcurrido entre la fecha de la creación de Adán, que es ubicada al final del sexto día de siete mil años, y la fecha de la caída que formaría parte del séptimo día. Los Testigos actuales representados por Knorr y Franz aceptan una cronología bíblica en base a las genealogías que nos presenta Génesis. Partiendo del 4026 (101 años menos que Russell) como año muy aproximado de la creación de Adán, y asumiendo la teoría de que cada día de la creación es de 7.000 años, dedujeron que en 1975 terminaban 6.000 años, y que con los 1.000 del Milenio hacían los 7.000 años necesarios para completar el «séptimo día». Esto les hizo suponer que en esa fecha –o muy aproximadamente a esa fecha– se iniciaría el Milenio bíblico. Comoquiera que también participan de la hipótesis de Rutherford respecto a que la creación de Adán debió ser a finales del sexto día de siete mil años, se atrevieron a promulgar que el tiempo transcurrido entre la creación de Adán y el comienzo del séptimo día de siete mil años que se está finalizando actualmente (según este pensar) no podía ser de años, sino tan sólo de días o meses. Aun a pesar de haber alcanzado los mediados de la década del 90, (sin duda que la remontarán) sin que haya venido «su Milenio», siguen manteniendo dicha cronología aun cuando se hayan visto obligados a callar el fallo estrepitoso de 1975. Al tener que ser consecuentes con sus afirmaciones respecto a la generación que «vio» lo que ellos entienden por 1914, se ven en la necesidad de ubicar la batalla del Armagedón y el comienzo del Milenio en una fecha en la que todavía quede alguien vivo de dicha generación. Según su esquema interpretativo alguien de la generación de «creyentes» que estuvo presente con suficiente discernimiento sobre lo de 1914 tiene que estar vivo también en el momento de realizarse la batalla del Armagedón y de originarse el Milenio. Las contradicciones y errores son suficientemente claros. Russell, con su cronología fijaba el

comienzo del Milenio del Armagedón y del retorno de Cristo en 1874, a la vez que se remontaba a la fecha de la creación de Adán en el 4127. Los Testigos actuales creen que son los únicos que saben presentar una cronología fidedigna y se remontan al 4026 como data de la creación de Adán. Y el final de dicha cronología les lleva a 1975, sin que el Milenio ni el Armagedón ni el retorno de Cristo se haya producido.

Períodos proféticos En cuanto a los períodos proféticos, Russell tiene en cuenta para su edificio del «Plan de las Edades», cuatro de ellos como fundamentales: 1. Los siete tiempos ó 2.520 años de Levítico 26:13, 14, 16, 17, 18-29. 2. Los siete tiempos de Daniel 4:23-26. Russell ha unido la expresión de Lucas 21:24, que él traduce como «tiempo de las naciones» con ese tiempo de Daniel 4, que él interpreta como el «tiempo de las naciones», y con los 7 tiempos de Levítico 26, que él los interpreta como 2.520 años de castigo para Israel paralelos a esos «tiempos de las naciones». El final real de «esos tiempos» sería en 1914. Russell es consecuente en esta ocasión con su propia interpretación. Ya que en esa fecha acabaría definitivamente el castigo para el Israel literal, y concluiría también el «tiempo» concedido a las naciones. Es por ello que, a diferencia de sus continuadores, 1914 es una fecha terminal para el mundo «gentil». El exterminio y la extinción literales daban paso a un nuevo mundo en el pleno sentido de la palabra. 3. El Gran Jubileo que, según sus cálculos, suman 2.500 años. 4. L a s Dispensaciones paralelas, con las que Russell obtiene una misma duración, denominándolas edad Judaica y Evangélica. Si la primera duró 1.845 años, desde Jacob hasta la muerte de Cristo, según él acontecida en el año 33 d.J., eso mismo debe durar la Evangélica, con lo que se obtendría la fecha de 1878. En esa fecha vendría el favor de Israel y disfavor para la iglesia nominal, justo lo contrario de lo que había sucedido al final y comienzo de la dispensación Judaica y Evangélica respectivamente. 5. A estos períodos hay que añadir los tres tiempos y medio o 1.260 días proféticos que para Russell son años, con los que obtiene la fecha de 1799 como inicio del «tiempo del fin». El de los 1.290 días-años que logra 1829, fecha del origen del movimiento Millerita. El de los 1.335 díasaños, con los que llega a 1878. El de los 2.300 días o años con los que alcanza 1846 como purificación del «santuario» (Iglesia). Se trata de una limpieza de los errores doctrinales. Aunque el método interpretativo, la orientación y sentido que Rutherford da a la escatología es semejante en algunos aspectos a la de Russell (en una primera época coincide en ciertos asuntos), hay incluso variaciones en lo que es parecido por el valor global que da al Jubileo y a las Dispensaciones paralelas. Al principio retiene las fechas de 1799 (con el período de los 1.260 días-años) como la del comienzo del «tiempo del fin» y 1874 como la del inicio de la segunda presencia del Señor. En vez de contar 50 jubileos como Russell para conseguir el Gran Jubileo cuenta 70, con lo que se adjudica 3.500 años, y, partiendo de la fecha de la celebración del primer Jubileo, que según él es el año 1575 a.J., le resulta el año 1925, momento en que resucitarían los patriarcas de la antigüedad, y un poco antes de que la batalla del Armagedón se diera. Con las Dispensaciones paralelas y los duplicados utiliza lo mismo que Russell, el mismo período de 1845 años desde Jacob hasta el año 33, y desde el año 33, teniendo en cuenta el «duplicado», acaba al igual que Russell en 1878. Russell obtenía una prolongación del favor a Israel hasta la llegada del disfavor definitivo de 37 años (desde el año 33 hasta la destrucción de Jerusalén en el año 70). Esto hacía que en el paralelo, cuando se devolvía el favor al Israel literal, se prolongase hasta la obtención definitiva del favor 37 años también, desde 1878 a 1914. Sin embargo, Rutherford a este duplicado y paralelo no lo calcula

[707] como de 37 años, sino de 40, consiguiendo así 1918 desde 1878.1 Con el período profético de los «7 tiempos» sacado de Levítico 26:18, produce los 2.520 años que desde el 606 a.J., fecha considerada por Rutherford como la de la caída definitiva de Jerusalén con Sedequías al frente de Judá, llega a 1914, logrando el fin de los «tiempos de los gentiles». A partir de 1930 su concepción profética cambia radicalmente, y 1914 será la única fecha mantenida como significando el momento del retorno de Cristo. 1918 se mantendrá en esta segunda época como el momento de la resurrección de los que forman parte de los 144.000. Los Testigos actuales, con sus presidentes Knorr y Franz como responsables directos, aunque mantienen el período profético de los 7 tiempos de los «gentiles», se basan exclusivamente en Daniel 4 y han eliminado Levítico 26, y lo empiezan en el 607 en lugar de hacerlo en el 606 a.J. Por un lado han corregido un error de sus antecesores aun cuando no lo indiquen. Sin duda porque han descubierto que de Levítico 26 es imposible obtener un período de 2.520 años aplicable a Israel. Esta corrección, sin embargo, les ha introducido en un túnel sin salida, puesto que Daniel 4 no puede referirse a la duración de los «tiempos de las naciones o gentiles», y a la vez aludir a la pérdida del reino de Israel como símbolo del Reino de Dios. Esto lo explicaremos detalladamente en un capítulo posterior. Emplean la técnica del paralelismo para obtener la fecha de 1918 como siendo la de la resurrección de los 144.000. Cuatro años más tarde de haber ocurrido, según ellos el retorno de Cristo. Otros errores se hacen visibles simplemente colocando en paralelo las tres épocas mencionadas en relación a las interpretaciones que efectúan de los contenidos del libro del Apocalipsis.

Estudio comparativo de las diferentes interpretaciones que se han vertido sobre el Apocalipsis o Revelación En este apartado vamos a reflejar algunas de las opiniones vertidas por Russell, Rutherford y los Testigos de Jehová actuales encarnados por sus dos últimos presidentes (Knorr y Franz) respecto a [708] los libros apocalípticos de Daniel y Apocalipsis, especialmente de este último. Descubriremos no meramente una línea continua de contradicciones, sino un método interpretativo distinto. En relación a los escritos de Russell que contienen comentarios sobre la profecía y sobre el Apocalipsis, Rutherford, antes de 1930, dice lo siguiente: [709]

«El que busca la verdad puede encontrar todos los detalles en los Vols. 2 y 3 de Estudios de las Escrituras.»

En relación al último volumen se dice: «(…) En 1917 fue editado el séptimo volumen de la serie de Estudios de las Escrituras (…). Estos libros son la única explicación,

[710]

verdaderamente clara y satisfactoria, que jamás haya sido dada sobre el plan divino.»

Sin embargo, en ocasión de su publicación de Luz cambia de trayectoria: «Antes del año 1930 no se había publicado una satisfactoria explicación del Apocalipsis, evidentemente por no ser el debido tiempo de

[711]

Dios para que sus siervos tuvieran el entendimiento de este libro (…).»

En 1918, según una referencia de

[712] 1971, se pide a los miembros de los Testigos de Jehová que repartieran los seis tomos de Estudios de las Escrituras. En 1971 los Testigos actuales indican que a partir de 1920, el tomo VII de Estudios de las [713] Escrituras, se puso en circulación de nuevo «para desagrado de la cristiandad». Sin embargo, al igual que hiciera Rutherford a partir de 1930, los Testigos actuales posteriormente a 1971, en concreto en 1982, intentan justificar un nuevo itinerario amparándose en el pseudoargumento de que la «luz ha ido en aumento». Se expresan de este modo: «De manera similar, la luz aumentada hizo que los siervos de Jehová comprendieran que el libro de Revelación empieza a tener su cumplimiento culminante en “el día del Señor”, es decir, desde 1914 y no durante toda la historia de la congregación cristiana desde los

[714]

tiempos apostólicos hasta el día actual, como se creía en un tiempo.»

Método interpretativo del libro de Apocalipsis La interpretación que hace Russell del Apocalipsis es la que corresponde aproximadamente a la llamada «historia continua». Este método produce unos resultados, conclusiones y aplicaciones, totalmente distintos a la posición futurista que emplea tanto Rutherford en una segunda época como los Testigos de Jehová en el tiempo presente. Posición futurista que la aplican exclusivamente a la historia de los Testigos desde 1914. Analicemos algunos ejemplos en este estudio comparativo, que mostrarán la trascendencia de las contradicciones.

Valor de los períodos proféticos En cuanto a los períodos proféticos, Russell identifica los períodos de Daniel y Apocalipsis «tiempo, tiempos y 1/2 tiempo», dándoles un valor de 3 años y medio simbólicos que significan [715] 1.260 años literales, y cita los pasajes de Daniel 7:25; 12:7 con Apocalipsis 12:14 y 13:5. Rutherford en un principio, aludiendo a Daniel 12:5-7 nos dirá: «En los simbolismos bíblicos un tiempo quiere decir un año de doce meses, de treinta días cada uno, o sea un año de 360 días. Cada

[716]

día se computa por un año como dice el profeta: “Un día por cada año te he señalado” (Ez. 4:6).»

[717] De ahí que Rutherford, en otros lugares como en El Arpa de Dios, considere de nuevo la expresión «tiempo, tiempos y 1/2 tiempo» como 1.260 días, y esto igual a 1.260 años. Lo mismo que [718] los 1.335 días de Daniel 12, que los valora como 1.335 años. En un libro posterior, Luz, los períodos proféticos de Apocalipsis 11 y 12, ya no los mide según esa regla, ahora los estima como períodos literales: [719]

«El período de 1.260 días en el “desierto” comenzó en marzo 27 de 1919 y terminó en septiembre 8 de 1922.»

Los Testigos de Jehová actuales contradicen tanto a Russell como a Rutherford en su primera época. Si se exceptúan los períodos de los 7 tiempos de Nabucodonosor (Dn. 4) y las 70 semanas de Daniel 9 que aplican a cada día profético un año, todos los demás períodos proféticos son [720] literales.

Los 24 ancianos Los 24 ancianos de Ap. 4:4 son, para Russell, 24 profetas que se extienden desde Enoch hasta Juan [721] el Bautista. Para los Testigos actuales los 24 ancianos: «(…) deben ser el cuerpo entero de los cristianos fieles y victoriosos a quienes finalmente hace reyes sacerdotales consigo en el reino

[722]

celestial de Dios (Revelación 20:4-6).»

Las 7 iglesias de Apocalipsis 2 y 3 Dichas iglesias significan para Russell 7 períodos en la historia de la Iglesia, desde san Pablo pasando por Lutero, entre otros, hasta desembocar en 1918 con Russell y su asociación religiosa que funda.

[723]

[724]

Esto abarcaría desde el año 33 d.J. hasta 1918.

Rutherford nos dará una interpretación distinta, y los Testigos actuales ofrecerán a su vez otra respecto de Russell y Rutherford. «Éfeso», para Rutherford, coincide con el período de 1879 a [725]

1914.

Para los Testigos de nuestro tiempo empezaría a contarse desde 1914.

[726]

El período de

[727]

Esmirna para Rutherford aplicaría a partir de 1918. Para la Dirección actual de los Testigos abarcaría desde que fueran echados en prisión por sus ideas religiosas, tanto en el período de 1914 a [728]

1918 como en la época de Hitler.

Pérgamo para Rutherford abarca de 1879 a 1918.

[729]

Para los Testigos de Jehová de nuestra época

[730]

aplica desde 1918.

La época de Tiatira se la aplica Rutherford a Russell «durante la tarea de Elías», y abarca desde [731]

[732]

1879 a 1918. Para los actuales parece ser un período aplicable desde 1914 a 1919. Para no cansar sobre este asunto, digamos que mientras Rutherford está aplicando unos períodos que [733]

comienzan en 1879, haciéndolos coincidir con ciertos acontecimientos,

los Testigos actuales los

[734]

comienzan lo más temprano en 1914 relacionándolos con eventos distintos.

Resumiendo, Rutherford se refiere al período de las siete iglesias del siguiente modo: «Este período de tiempo comenzaría al principio de la manifestación de la 2ª presencia del Señor, y termina a su llegada a su templo. Esto visto, el mensaje de las “siete iglesias” aplica [735]

desde el año 1879 en adelante.»

Los cuatro seres vivientes Los cuatro seres vivientes de Apocalipsis 4:6-8 son cuatro atributos para Russell. [737]

Testigos de nuestro tiempo representan a los querubines (ángeles) de Dios.

[736]

Para los

Los siete sellos (Ap. 6:1 ss.) Acontecen, según Russell, como siete períodos de tiempo que abarcan desde los comienzos de la era cristiana hasta el tiempo del fin que de acuerdo al autor indicado sería en 1878.

[738]

Rutherford, como en la actualidad, aplica el contenido de los «sellos» a nuestra época, y en [739]

relación a su organización.

El terremoto al que se hace alusión en el sexto sello (Ap. 6:12-16), Russell lo identifica de forma literal con el de Lisboa (año 1755), mientras que Rutherford y la Dirección posterior de los Testigos [740]

le designan un valor simbólico.

Las siete trompetas Conforme al método de la historia continua que Russell adopta, la serie de trompetas apocalípticas serían épocas que suceden a través de la dispensación cristiana.

[741]

Rutherford y los continuadores de éste, aun con algunas diferencias entre sí, lo imputan a la era presente relacionándolo con la Organización actual.

[742]

Los siete truenos Los siete truenos de Apocalipsis 10:3 son para Russell los siete volúmenes que él había publicado titulados Estudios de las Escrituras.

[743]

Los Testigos de ahora rechazan esta interpretación no sólo substituyéndola con otra, sino además desvalorizando el último volumen.

[744]

Los dos testigos de Apocalipsis 11 Los dos testigos son para Russell el Antiguo y el Nuevo Testamento. Siendo los «1.260 días», [745]

1.260 años. Tanto Rutherford como los sucesores que ocuparon la presidencia después, lo particularizan de tal modo que los «dos testigos» representan al «resto ungido» de los propios Testigos de Jehová, cumpliéndolo mediante la publicación y distribución de los Estudios de las Escrituras de Russell entre 1914 y 1918:

[746]

«(…) También eran sus Testigos allá en 1918. Son los que en Revelación 11:3 son designados como “mis dos testigos”. Hasta temprano en aquel año, en el Canadá hasta el 12 de febrero de 1918, y en los Estados Unidos hasta el 14 de marzo de 1918, el resto ungido estuvo publicando y distribuyendo aquel comentario sobre todo el libro de Revelación, The Finished Mystery (El Misterio Terminado) además de Biblias y seis tomos de Estudios de las Escrituras que consideraban toda la Biblia. De modo que lo que se dice en el capítulo once de Revelación acerca de “mis dos testigos” bien debería aplicar a este resto ungido; y los hechos muestran que se [747] aplican.»

Independientemente del matiz diferencial en cuanto al período cronológico entre Rutherford y los Testigos actuales que ya hemos consignado en nota aparte, observemos un detalle importante que la Organización religiosa de los Testigos parece no haberse dado cuenta. Al identificar a los «dos testigos» de Apocalipsis 11 con el resto ungido de la época de 1914 a 1918 mientras realizaba una labor de predicación y distribución de los 7 volúmenes de Estudios de las Escrituras resulta que, por un lado, están cumpliendo con esos libros la labor indicada en Apocalipsis 11: la de los «dos testigos», pero por otro lado los libros que distribuyen y con los que predican, cumpliendo así, según ellos, los pasajes de Apocalipsis 11, contienen dichos libros una interpretación totalmente distinta precisamente respecto a esos «dos testigos» de Apocalipsis 11. Como ya habíamos apuntado para Russell, autor de dichos volúmenes, esos «dos testigos» eran el Antiguo y el Nuevo Testamento. Todavía se enredan más las cosas cuando los propios Testigos en otros lugares del libro que estamos presentando (Entonces queda terminado el misterio de Dios) indican respecto a los escritos de Russell, y en concreto del que recoge el comentario al Apocalipsis (The Finished Mystery o Estudios de las Escrituras, vol. VII), lo siguiente: «Con el tiempo se vio que The Finished Mystery no era satisfactorio, porque había sido escrito y publicado antes que muchas partes [748] críticas del libro de Revelación se hubiesen cumplido para hacer posible un cumplimiento correcto.»

¿Cómo pueden aludir a unos libros como cumpliendo una profecía si estos libros son repudiados y contradicen incluso el punto de vista de la profecía que pretenden aplicarse a sí mismos?

Apocalipsis 12 En Apocalipsis 12:6 los dos períodos que aparecen son interpretados por Russell como 1.260 años.

[749]

Rutherford, tal como ya hemos visto en otros lugares, en una primera época coincidía con

[750]

Russell. Por lo tanto ese período de Apocalipsis 12 era igual a 1.260 años, y el tiempo del fin lo hace llegar a 1799, como Russell. Sin embargo, en una segunda época los períodos de Apocalipsis 12 tienen un valor literal: [751] «El período de los 1.260 días en el desierto comenzó en marzo 27 de 1919 y terminó en septiembre 8 de 1922.»

Esto más o menos equivale a la posición actual.

[752]

La caída de Satanás en cuanto a ser arrojado del cielo que nos menciona Apocalipsis 12, y que la Biblia es bien clara en determinar ese suceso como cumplido en ocasión de la muerte y ascensión de Cristo (cf. Jn. 12:31; Lc. 10:18; Ap. 12:7-12), los Testigos de Jehová modernos.

[753]

es colocado entre 1914 y 1918 por Rutherford y

Al comparar las dos citas siguientes nótese la inseguridad de Rutherford: «1914 Cristo Jesús tomó su poder y, cumpliendo las órdenes de Jehová, salió a luchar con Satanás arrojándolo del [754] cielo.» «El tiempo exacto en que Satanás fue arrojado del cielo no se indica definitivamente, pero sin duda fue entre 1914 y 1918, y esto fue revelado al pueblo de Dios más tarde.»

[755]

Lo que fue revelado en la época de Rutherford, y que concuerda con la expresión «más tarde» es la inseguridad, aun cuando los Testigos en estos momentos no tengan dudas de ninguna clase y pongan [756]

dicha expulsión exactamente en 1914.

Apocalipsis 13 La Bestia de Apocalipsis 13 la identifica Russell con el Papado atribuyéndole el enigmático 666.

[757]

Rutherford en el libro de El Arpa de Dios dice: [758]

«En 1799 el poder bestial de Roma, encabezado por el sistema Papal, recibió una herida de gravedad.»

Todo esto difiere de la interpretación existente de los Testigos que dicen lo siguiente: «Más tarde en Revelación 13:14, al golpe se le llama “el golpe de espada”. Por eso, pues, el “golpe de espada” representa la I Guerra mundial de 1914 a 1918 E.C., y fue infligida por la “cabeza” séptima (la potencia mundial angloamericana) a la cabeza sexta, la potencia

[759]

mundial romana (tanto al Imperio de Oriente como al Imperio de Occidente).»

Apocalipsis 14 Ya hemos visto que Russell desconoce la teoría de los 144.000 tal como ulteriormente se planteará. Rutherford en su libro Luz se manifiesta, respecto de los 144.000, del modo siguiente: «Este cuadro no podía cumplirse hasta que los fieles que estaban dormidos fueran resucitados (…). [760] Esto no puede suceder antes de 1918 y no fue hasta el año 1922 cuando tuvo su cumplimiento más cabal.»

En la p. 314 dirá concretamente 1918, y en la p. 92 de ese mismo libro dirá que los ungidos no pueden pasar a ser de la gran muchedumbre. Los Testigos de hoy reconocen que no sería hasta 1935 el instante de recibir la revelación exacta sobre los 144.000.

[761]

Las siete plagas La siete plagas mencionadas en Apocalipsis 16 son consideradas por Russell como totalmente [762]

simbólicas, y las identifica con los siete tomos de Estudios de las Escrituras. Para Rutherford las plagas son las convenciones y manifestaciones públicas que realizan en contra de la llamada [763]

cristiandad.

Alguien quizá se pregunte que cómo cumplieron dichos asuntos mencionados. Las plagas suponen un juicio definitivo contra el sistema de maldad imperante en el mundo. Ni los 7 tomos de Russell ni las convenciones de la época de Rutherford lograron ninguno de los objetivos que marca Apocalipsis 16. Por descontado que Rutherford se vio obligado a cambiar las fechas de la caída de las plagas «testificadoras», ya que lo que Russell pensaba que ocurriría definitivamente en 1914 no aconteció. Por su parte, Rutherford utiliza un lenguaje de urgencia, puesto que se trata de lo que introduce el Armagedón. Tanto, que adelanta la séptima respecto a la sexta. La séptima ha de cumplirse antes de [764] que se libre el Armagedón. Esta inconsecuencia no le evita el proclamar: ¡El Armagedón ya! incluso puede atreverse a comentar:

[765]

[766]

¡Está siendo ahora!

E

«Los relámpagos de Dios han revelado su verdad y su propósito de una manera más clara que en cualquier otro tiempo [767] anterior.»

Los Testigos de nuestro tiempo mantienen ese mismo sentido de las plagas que Rutherford manifiesta, en cuanto a que se tratan de «manifestaciones públicas» de sus convenciones, aun cuando [768]

existen diferencias matizadas.

Los puntos más importantes que nos restan del libro del Apocalipsis han sido suficientemente tratados en el análisis de otros documentos ya reflejados en otro lugar. Añadamos una explicación a cómo es posible que una organización religiosa que se precia de cristiana pueda sostener una contradicción tan radical y obstinada, y, al mismo tiempo, solicitar para sí la exclusiva de la verdad. [769] Esto se debe a su teoría del «aumento de la luz». En dos artículos de La Atalaya, se intenta justificar esa postura cambiante que asumen los Testigos de Jehová como una constante histórica. Mediante una ilustración simplona sacada de textos como el de Proverbios 4:18, que manifiesta cómo el aumento de la luz o conocimiento bíblico es progresivo, procuran ocultar sus desacuerdos y yerros. El aumento de luz o de conocimiento bíblico supone el proporcionar elementos adicionales que contribuyen a una mejor comprensión de la doctrina bíblica, incluso puede servir para sustituir errores fruto de las limitaciones de la comprensión humana, pero no puede usarse indiscriminadamente para las continuas equivocaciones que anteriormente se han sellado como siendo las únicas verdaderas. Esas «verdades», reconocidas posteriormente como erróneas, supusieron un reclutamiento de adeptos a los que se les convenció precisamente por esa «seguridad» con que se manifestaban esos contenidos doctrinales que ahora, en otro momento después, se

rechazan como no representando la verdad. Frente al error ininterrumpido que revolotea en la historia de la doctrina de los Testigos, no puede traerse como argumento «el aumento de luz». El aumento de luz o conocimiento impide el que previamente se hayan tomado posiciones dogmáticas en cuanto a que lo que dicen en un momento determinado sea la única verdad. Y esto ha sido una fijación en esta Organización religiosa. Si en ningún momento se presumiera que dichas interpretaciones son las únicas correctas, y defendidas como tales, como fruto de ser el único canal que Dios ha proporcionado a esta tierra, todo quedaría en una aportación personal. En una palabra, la aplicación de un texto como el de Proverbios 4:18 o cualquier otro semejante es incompatible en su empleo para un «comitéprofeta» que se arroga el haber sido escogido para comunicar la verdad, y que además su credencial es la del oficio de la contradicción y del disparate. Lo que no se puede es anunciar hoy una cosa y mañana proferir otra totalmente opuesta, y seguir ambicionando el ser «el Siervo Fiel y Prudente» con las atribuciones con que le califican a la Dirección de la Watchtower. Sencillamente, las ideas inmaduras, la precipitación irresponsable, el desconocimiento bíblico, las especulaciones, las interpretaciones puramente humanas, se procuran corregir con la idea de que Dios les reveló unas ideas equivocadas en un cierto tiempo, para más tarde decirles la auténtica verdad; para que en un tiempo después dejara de serlo por cuanto ahora sí que estaban preparados para recibir la luz necesaria. Pero de nuevo esto no era suficiente, y era preciso abandonar esa otra posición porque últimamente ha habido más luz. Y así es, como en el cuento «de nunca acabar». Esa clase de dios no es el Dios de Abraham ni el de los profetas ni el de Jesucristo-hombre. Los trastueques con que los Testigos se han aficionado, tal como hemos podido cotejar, no son susceptibles de poder ser considerados sin importancia, sino que marcan algunos de ellos rupturas con ideas teológicas precedentes, y cuándo no, una inseguridad que sobrepasa hasta lo inadmisible si nos tomamos en serio la Palabra de Dios. Lo que acumula una dosis inaguantable para cualquier investigador equilibrado es el hecho de que por un lado, según la cita de La Atalaya de 1982, se reconozca tímidamente que la posición actual sobre los contenidos del Apocalipsis difiere en algo a la que tenía Russell (que supone una interpretación opuesta); y por otro lado se acepte que el cumplimiento de Apocalipsis 11 en lo que se refiere a los dos testigos, signifique el resto ungido de aquel entonces mediante la publicación y distribución de los 7 tomos de Estudios de las Escrituras de Russell, cuando el contenido de esos volúmenes, y en concreto el séptimo, no sólo es totalmente contrario a lo que se dice ahora, sino que los «dos testigos» para Russell son no «un resto ungido», sino el «Antiguo y el Nuevo Testamento». O sea, que utilizan el momento histórico de la existencia de los Estudios de las Escrituras de Russell que con sus contenidos publicados y distribuidos cumplirían la profecía, que según los Testigos predican los pasajes mencionados, y sin embargo esos contenidos son opuestos al mensaje actual de los Testigos, obtenido de su estudio del libro de Apocalipsis. Es evidente que no se trata meramente de una mayor luz o conocimiento progresivo que le ha llegado al Siervo Fiel y Prudente o Discreto actual sino de una alteración, de un cambalache, de algo que se ha variado radicalmente, sin que se hayan preocupado demasiado de formular una teología correcta o incluso de mejorarla. Podemos concluir este capítulo que compara resumidamente los contenidos de las tres épocas en base a lo que escribieron los dirigentes respectivos que Russell no pudo predicar en 1879, lo mismo

en relación a 1914 y a sus implicaciones escatológicas. Las diferencias en algunos casos son abismales. En los capítulos siguientes estudiaremos sus contenidos y observaremos que su «aumento de luz» ha supuesto una mudanza real, pero nada se ha arreglado por cuanto no han revisado el eje que sustenta esa historia inmovilizada por su concepción escatológica desatinada. Capítulo II Valoración crítica de la persona de Russellrespecto a su historia y escatología

Introducción Cuando nos referimos a la valoración crítica de la «persona» respecto a su historia, es porque tanto los Testigos actuales como el propio Russell consideran su existencia como providencial en el sentido sobrenatural de la palabra. La historia de Russell, tal como la describíamos en la parte introductoria de esta tesis, está unida al origen de una denominación religiosa que se atribuye haber sido suscitada por Dios en el «tiempo escatológico» preciso. Su historia debe confirmar que se trata de un personaje idóneo para poder ser un «escogido especial de Dios». Su vida e ideología debe ser acorde a tal atribución. La historia de Russell es una realidad conceptual formada por sus actitudes motivadas por su seguridad de ser «el instrumento de Dios para el último tiempo» fundando una Organización para tal efecto, y por un ideario «bíblico» que le asigna ser lo que se conocerá después colectivamente como «el Siervo Fiel y Discreto» que supone la competencia de transmitir lo que nadie ni antes ni en el presente de Russell ha sido capaz. Sólo Russell es el único calificado para la obra de predicar el verdadero evangelio, y ofrecer el alimento espiritual correcto y a su debido tiempo. Cuando nos referimos a una valoración crítica de su «persona» respecto a su escatología, queremos investigar en su ideario puesto por escrito, para verificar si dicho pensamiento escatológico ratifica lo que sus seguidores le reivindican, a saber, que desde 1879 estuvo predicando el verdadero concepto del Reino de Dios como siendo en 1914, y dándole el mismo valor y significado. Aun cuando ya hemos podido observar por el capítulo precedente que esto fue imposible, todavía lo reafirmaremos además de sopesar más profundamente su pretensión de estar proclamando la verdad de Dios al mundo.¿Qué tiene la escatología de Russell que haya podido provocar tanto desorden en las filas de sus herederos más allegados? La historia y escatología de Russell son un todo que necesitan los Testigos actuales para justificar su razón de ser. ¿En dónde se basa la razón de ser de Russell? Sólo en las líneas que hemos presentado en la sección anterior. Estudiémoslas.

Algunas consideraciones generales La metodología de Russell se compone de varias coordenadas de las que se harán endémicas en la historia de los Testigos. Construcción de un sistema interpretativo sin fundamento bíblico. Partiendo por ejemplo de la existencia del jubileo y de su antitipo inventa un «jubileo» a 2.500 años. ¿Dónde dice la Biblia que debería de haber un doble del jubileo israelita, y que empezaría al final de un período de 2.500 años? Ideas preconcebidas. Un estudio de sus concepciones principales pone al descubierto que su aproximación a la Biblia es fruto de opiniones previas respecto a lo que puede dar de sí el texto bíblico. Poniendo otro ejemplo: Si el Milenio va ser un «jubileo», entonces necesariamente se ha de dar teniendo en cuenta su tipo o su doble. El jubileo israelita se producía el año que hacía 50, después de haber multiplicado 7 x 7, el jubileo-milenio ha de ser multiplicando 50 x 50. ¿Por qué? Todo esto es insostenible con todo lo que implica y a lo que conduce. Se estudia la Biblia de un modo selectivo. Sin tener en cuenta todo lo que ésta dice sobre un tema determinado. No se le da importancia ni a la exégesis ni a la historia para una mejor comprensión del mensaje. Se acostumbra a sacar de un texto conclusiones que no se justifican.

La doctrina de los 6.000 años Russell afirma categóricamente que han transcurrido 6.000 años desde la creación de Adán hasta 1872, y que desde entonces estamos en el Milenio (desde 1874), y que iba a dar la prueba bíblica para demostrarlo. Después de repasar sus escritos no encontramos esa prueba bíblica, ya que es [770] imposible. La Biblia no nos suministra ninguna cronología por la que podemos obtener el comienzo del Milenio. Los apuntes cronológicos que existen no han sido dados con el propósito de alcanzar fechas como ladel comienzo del Milenio o del fin del mundo ¿Dónde hay un texto que diga que podrán utilizarse los diferentes datos temporales para conseguir la fecha del fin del mundo o del Milenio? En ninguna parte. ¿El hecho de existir elementos cronológicos nos permite argumentar que están ahí para que sumados den el fin de este mundo? Tampoco existe un texto bíblico que lo diga. Y esto es lo primero que habría que demostrar. Esos detalles computables en un cierto sentido no sirven si o tenemos como punto de referencia la historia seglar. Aun cuando fuese sumandolas cifras de tiempo que aparecen en Génesis y en otroslibros histórico-bíblicos si no emplazo convenientemente en la historia un personaje determinado no podré saber en definitiva ni su nacimiento ni su muerte. Estas reflexiones son imprescindiblesantes de intentar forjar un resultado fruto de la acumulación de números que no tienen una voluntad de ser un total que ofrezca el fin del mundo o el comienzo de un milenio. La teoría de Russell, que es una copia de la de otros que leprecedieron, no estábasada en el estudio serio del texto bíblico. Durante siglos se acumularon errores por cuantono se utilizó un método hermenéutico correcto. Era tentador para algunos, entre ellos Russell, imaginar que esas cifras que acompañan alos nombres en el libro del Génesis estaban ahí simplemente para sumarlas sin más, añadirles otros períodos temporales existentes en otros lugares de la Biblia, y que algunos de ellos tienen una relación paralela con la historia, y lograr el fin del mundo. Pero la imaginación no tiene nada que ver con un estudio respetuoso de la Biblia. Son las Sagradas Escrituras que deben autorizarnos previamente respecto al objetivoal que deseamos llegar, sobre si aquél está plenamente integrado en la expectativa y demanda bíblica. Es evidente que la expectativa y demanda bíblica ni tan siquiera sugiere esa finalidad. Está rodeada de sorpresa como una aliada dela esperanza. Este primer paso en falso cometido porRussell le lleva al siguiente: Si a seis días de 24 horas le corresponde un díade reposo, el séptimo, a cada 6.000 años le corresponderá un día de 1.000 años [771] de reposo. Esto es un baremo totalmente falseado. ¿Dónde se nos da la facultad para tan nefasta regla de tres? ¿Qué texto bíblico sostiene semejante hipótesis? El tercer paso es común a todos los iluminados: el de arrogarse una seguridad que le concede una especie de «patente de corso», mediante la cual se hace dueño absoluto de la situación. Este dominio le permite forzar cifras y tener una certitud que ni siquiera la inspiración, en según qué casos, pretende. Veamos algunos ejemplos de los que trae a colación Russell para edificar su cronología

«bíblica». Hay un espacio temporal de 430 años que debe existir entre la alianza que Dios hace con Abraham, [772]

hasta la promulgación de la ley. El texto del Antiguo Testamento al que hace referencia Pablo, y del que Russell quiere sacar una pieza más para su cómputo, nos ofrece varios momentos diferentes en los que Dios entra en pacto con Abraham. No hay ningún texto bíblico que nos identifique a qué alianza se refiere. Russell selecciona, sin explicación alguna, la alianza que Dios hace con Abraham a la muerte de su padre Thare como la adecuada para obtener así el extremo inicial de dicho período de 430 años. De este modo, si la alianza fuera otra, habría que corregir en años la diferencia que hubiera. De cualquier modo este silencio sobre la identidad del momento y de la alianza es una prueba de que no hay una intención en la inspiración de otorgarnos base para la construcción de una posible cronología. [773]

El período de los Jueces es tan incierto que Pablo en Hechos 13:19-21 introduce (en el v. 20) el adverbio hos= «unos», mostrando la incertidumbre del tiempo que duró ese ciclo histórico de «unos 450 años». La hipótesis de los 6.000 años está relacionada en Russell con su teoría de que cada día de la creación representa cada uno a 1.000 años; e l 7º sería como un sábado milenial (en total 6.000 + 1.000 del milenio). Esto hace que sea tan importante para él una cronología que le lleve a que 6.000 años han transcurrido ya en la historia. Hay un impedimento muy serio que la propia teoría le ha fabricado: el que la contabilización ha de iniciarse a partir de la caída y no desde el momento de la creación.¿Cómo saber con certitud el tiempo que hay entre la creación y la caída? Si la teoría tuviese base ¿la inspiración hubiera dejado este asunto a merced del azar? Para ello Russell tiene que asumir como dato valorableque dicho momento fue dos años antes de dar comienzo a los 6.000 años. De este modo al año 1872, al que llegaba después de sumar 6.000 años, le añade los 2 años, con lo que consigue 1874 como fecha del comienzo del milenio y del retorno de Cristo. En total suponían 4128 años a.J. ¿Dónde está el texto bíblico que diga que cada día de la creación tiene que representarse por 1.000 años en la historia, y que al séptimo día le corresponde el Milenio anunciado en Apocalipsis 20? No hay nada en la Biblia que aporte una declaración que sostenga una teoría semejante. No sirven las conjeturas. Ni las suposiciones en base a que «parece» que «aquí» o «allí», o que «esto» o que lo «otro». Las explicaciones y los argumentos sobran cuando se puede presentar un texto. Sólo pedimos un texto. Un texto que diga lo que Russell tan claramente dice. ¿Dónde hay un texto que para poder dar principio a ese período de 6.000 años ha de hacerse a partir del pecado de nuestros primeros padres?¿Dónde hay un texto que exprese que Adán fue creado dos años antes de experimentar la caída original? Todo esto es suficiente para demostrar que la teoría de los 7.000 años (6.000 + 1.000) con su corolario de una cronología hipotéticamente bíblica es inexacta y puramente artificial e ilusoria. Con la cronología que posteriormente nos presentan los Testigos actuales confirma, además de lo dicho, lo especulativo y desfigurado de algo que está fundado sobre la arena. Según su cronología actual que pasaba por ser fidedigna los 6.000 años de historia humana les traía a 1975, 100 años después que los cálculos de Russell.

[774]

El período del Jubileo Cuatro puntos hemos de resaltar al analizar las bases de esta teoría insostenible bíblicamente. 1. Russell, como en tantas ocasiones, utiliza un presupuesto como punto de partida previo a cualquier fundamento bíblico. Su postulado: el Jubileo «fue instituido para prefigurar la gran restitución, el restablecimiento de la humanidad que debe cumplirse duran1111ºte el Milenio», cimiento escritural.

[775]

no pasa de ser una parrafada sin

Una vez más se patentiza que cuando se incorporan elementos extraños a lo que estrictamente nos señala la Palabra de Dios corremos el peligro de amplificar el error. Russell, como ya hemos [776] visto, conceptúa al Milenio como un instrumento de salvación. Una nueva oportunidad tanto para la salvación como para la condenación está reservada para la mayoría que han poblado esta tierra. Esto provoca necesidades, como la del Jubileo tipo-antitipo, que den consistencia a su hipótesis milenial. Russell se salta toda normativa y toda orientación bíblica. La orientación bíblica es cristocéntrica, y en el esquema de nuestro autor a Cristo se le ha desligado de Dios ocupando un lugar secundario. La liberación que comportaba el Jubileo israelita no tiene su contrapartida en el Milenio. El Milenio no es lo que nos libera ni puede ser un objetivo que recibiera atención por medio de una prefiguración excepcional, del estilo de la que Russell nos presenta. El Jubileo israelita ya encontró su cumplimiento en la persona de Jesucristo (Lucas 4:16-21) en lo que se refiere a lo más importante de su prefiguración. La liberación es aquí y ahora. Nuestra espera de un futuro no está motivada por lo que podamos encontrar «más allá», sino por lo que ya ha logrado por nosotros Jesucristo, nuestra justificación, santificación y glorificación (Ro. 8:28-30; 1ª Co. 1:2; 6:11). El Milenio tiene su lugar e importancia, pero no en el sentido que le da Russell. 2. Mal uso del texto. Russell presenta el texto de Mateo 5:17-19. Después de su presupuesto sin previo apoyo bíblico aprovecha el texto citado en el sentido siguiente: que «el tipo no debe pasar sin [777] que sea cumplido». Es inconcebible una lectura semejante de un texto que no presenta dificultades de traducción. Russell precisa de algo que alegue la existencia de un antitipo prefigurado por el «tipo». Pero aun esto no serviría de nada si no aseguro antes una correcta correspondencia. Asunto que no ha hecho con el binomio Jubileo-Milenio. Independientemente de la imposibilidad de que podamos comprender el texto de este modo, tal traducción inadecuada no llevaría automáticamente a tener que encontrar en la Biblia por cada institución, fiesta, hecho, etc., del Antiguo Testamento una contrapartida en la época cristiana con períodos y fechas determinadas. 3.Los dos pasos anteriores, aun sin haberse probado, no autorizantampoco la deducción que Russell logra al poner en paralelo cifras y letras. El sábado anual (el día de Pentecostés era el producto de multiplicar el 7 del séptimo día semanal por el 7 de siete semanas con un total de 49, y el quincuagésimo día (el que hacía 50 era el día de Pentecostés). Russell reconoce que esto era una figura del Jubileo «tipo» israelita que se obtenía al multiplicar el 7 del séptimo año por 7 de 7 años dándonos 49 años, y el que hacía 50 correspondía al año jubilar (al Jubileo). Nótese ahora el proceso en Russell: por cuanto el jubileo israelita es un tipo del milenio (no se ha

demostrado), y como quiera que éste es el resultado que hace el año 50 después de haber multiplicado 7 x 7, ahora para conseguir la fecha del «jubileo antitipo milenial» se debe lograr [778]

multiplicando 50 x 50. Ningún texto podemos aducir, sólo ideas preconcebidas e intuitivas sin valor y equivocadas. Todo está en el aire,porque… ¿dónde iniciar ese desconocido Jubileo antitipo? Una vez más de forma arbitraria trae para la fatal idea jubilar la fecha del 626 a.J. Es evidente que lo que busca Russell es una confirmación de su fecha utópica y ficticia de 1874. Nos hemos dado cuenta de que la propia Biblia cuando transforma el sábado semanal en el anual, conseguido un día después de haberse fijado lo que resulta de poner en práctica una regla simple de 7 x 7 = 49, con lo que se llega a 50, luego no se le ocurre conseguir el año jubilar o jubileo multiplicando 50 x 50, sino que continúa multiplicando 7 x 7. Por último, recordemos que la Dirección actual de los Testigos retrasa en más de 100 años ese Jubileo del Milenio, y que ha desechado el método de obtenerlo que usó Russell.

El período de las Dispensaciones paralelas Con las «dispensaciones paralelas» Russell lograba fechas que le transportaban al tiempo de la segunda venida de Cristo y del fin del mundo, y acontecimientos que tienen que ver, entre otros, con la resurrección, el milenio y la restauración del Israel literal. En las «dispensaciones paralelas» Russell utiliza el mismo método que en sus otras aportaciones. 1.Presupuestos sin base bíblica. Realiza una división caprichosa enedades que no tiene fundamento. Les otorga a esas divisiones una duración concreta, en el caso de la edad judaica de 1845 años, empleando como extremos la muerte de Jacob en el año 1813 a.J. y la muerte de Cristo [779]

fijándola en el año 33. A este nuevo antojo le añade una nueva improcedencia: la de hacer representativa esa edad judaica de otra dispensación la evangélica, que debería durar el mismo tiempo. Nada de esto tiene consistencia ni apoyo bíblico. 2.Ante un cimiento ilusorio sólo pueden alcanzarse conclusiones e interpretaciones erróneas. En efecto, ¿por qué ha de iniciarse a la muerte de Jacob y no antes, en vida, en alguno de los pactos que Dios hace con Jacob? El año 33 como data de la muerte de Cristo es desaconsejable, teniendo en cuenta el error de Dionisio el Exiguo y los datos del evangelio. 3.Consecuencias equivocadas. Si se permite sacar prefiguraciones atropellando el uso natural de los textos, de todo podríamos conseguir fechas. Podríamos decir que puesto que la primera venida de Cristo es una figura de la segunda y aquélla ha tardado, de acuerdo a la cronología de Russell 4.128 años, la segunda ha de tardar también lo mismo. Y que por cuanto el reino de David es un tipo o figura del reino del Mesías, éste debe prolongarse tanto como aquél. Israel, como símbolo de la Iglesia, estuvo vagando como castigo 40 años por el desierto, esto comoprefigurando el castigo de la desobediencia de la iglesia, y teniendo en cuenta el valor de un día igual a un año que Russell da indiscriminadamente, nos daría 14.400 años. La consecuencia más tragicómica que ilustra realmente, además de las inconsecuencias irreales anteriores, a lo que nos puede arrastrar un estudio injusto del texto, es aquello que se relaciona con las declaraciones sobre los momentos de la resurrección. Para Russell, teniendo en cuenta su teoría de los paralelos ubica la resurrección en 1878: «(…) encontramos que es muy razonable, y conforme a todo el plan de Dios, que los Santos Apóstoles y otros «vencedores» de la edad del evangelio que dormían en Jesús, fueron resucitados en la primavera de 1878 (…). Concluimos diciendo que su resurrección es un hecho cumplido, y [780]

que por consiguiente ellos están presentes sobre la tierra conel Señor (…).» Según Russell, «desde 1878… todos los miembros vivos en carne que mueren desde esta fecha, son cambiados en el momento de su muerte… Mueren como hombres…; pero en el mismo instante [781]

son vueltos semejantes a su Señor, gloriosos seres espirituales».

En 1916, cuando todavía no se había alterado la interpretación anterior sobre la resurrección, el órgano oficial de los Testigos publicó, en ocasión de la muerte de Russell, un comunicado (que se situaba en la línea de lo que Russell había predicado): que en el instante de morir Russell en 1916, no permaneció en la muerte, sino que pasó directamente a la «presencia del Señor» en los cielos.

[782]

La Dirección actual de los Testigos al haber cambiado las fechas y anulado ciertos paralelismos, y

explotando tan sólo uno de ellos, el que se refiere a la resurrección pero en una colocación distinta, supone, la resurrección que Russell vaticinaba para 1878, como realizada en 1918. Esto obliga a retrasar 2 años la hipotética «presencia» de Russell ante el Señor que el comunicado de la Watchtoweranunciaba como realizada en 1916. Esto es de una jocosidad grave y seria con tintes de humor negro inflado por la manía de inventar fechas e interpretaciones sin base bíblica.

El Tiempo de las naciones o de los gentiles Es necesario reseñar cuatro cuestiones en este apartado que su estudio nos permitirá notar con una mayor profundidad la separación que existe entre la posición de Russell y la de los Testigos actuales. La primera señala una vez más la falta de rigor bíblico que hace insostenible una teoría basada en la inventiva e imaginación: «Jerusalén será hollada por las naciones, hasta que los “tiempos de las naciones sean cumplidos” Lc. 21:24. El término “los tiempos de las naciones” fue aplicado por nuestro Señor a ese intervalo de historia del mundo comprendido entre la caída del Reino de Israel (…), y la introducción de su antitipo, el verdadero Reino de Dios, cuando Cristo “vendrá” para ser glorificado con sus santos y admirado por [783] todos los que creen en este día”.»

¿De Lucas 21:24 se puede colegir que ahí Cristo se está refiriendo con la expresión «tiempos de las naciones» al intervalo que existe entre el último rey de Judá y el fin de esas naciones que a juicio de Russell sería en 1914? ¿Dónde hay un texto que nos diga explícita o implícitamente que las naciones comenzaron a dominar exactamente entonces, y que terminarían justo en 1914? Se trata de un preconcepto sin texto bíblico que lo avale. Se puede construir toda la teoría diciendo que Lucas 21:24 está aludiendo a cuando Israel perdió, según Russell, su reinado, pero Jesucristo en Lucas no dice tanto. Lo que dice Russell no lo dice el texto, es pura especulación. Es cierto que Jesús está mencionando un «tiempo de las naciones» en relación a Jerusalén literal. Pero el punto de referencia es una época que Jesús la sitúa en el futuro, no en el pasado. Se trata de un tiempo de las naciones que no conecta con el pasado. Toda la mención está en el futuro sin ninguna conexión con nada anterior. La interpretación más simple es que mientras duren las naciones, las gentes, todo ese tiempo, «Jerusalén» será pisoteada por esas gentes o naciones. La situación de Jerusalén, como fruto de su rechazo del Mesías, es irreversible. Ya no tiene ninguna funcionalidad sagrada como representante de una nación que estaba ligada a Dios. «Jerusalén», como representante de la nación hebrea, habiendo perdido ese privilegio de favor, será invadida y «pisoteada» desde entonces hasta que las naciones a su vez desaparezcan del mapa político de la historia mundana. La segunda cuestión marcada por el texto de Lucas 21:24 es que si hay una alusión, según Russell, para un período profético de las naciones es debido a que la hay también en relación a un [784] castigo para Israel, puesto que, según él, en Lucas 21:24 se indica que Jerusalén va a dejar de ser pisoteada cuando esos tiempos de las naciones acaben. Dios, de acuerdo a Russell, había [785] profetizado un castigo para Israel de 2.520 años según Levítico 26:13, 14, 16, 18-29. Ese castigo lo ejecutarían las naciones paganas, empezando por Nabucodonosor, representante del imperio neobabilónico, en ocasión de su conquista de Jerusalén estando Sedequías como Rey de [786] Judá, y continuando a lo largo de la historia, durante un período de tiempo indicado por Daniel 4, y conocido por los «tiempos de las naciones». Ya hemos comprobado que Lucas 21:24 no puede referirse a ningún período del pasado, y menos si éste es inexistente. Pero ¿qué dice realmente Levítico 26 con relación al pasaje (v. 18) que Russell traduce «siete tiempos»? Consultemos varias traducciones. Castellanas: CASIODORO DE LA REINA: «Y fi aun cóeftas cofas no me oyerdes, yo tornaré à caftigarosfietevezesmas por vueftrospeccados.»

FELIPE SCÍO DE SAN MIGUEL: «Y si ni aun así me obedecéis, añadirésiete tantos a vuestros castigos a causa de vuestros pecados.» TORRES AMAT: «Que si aun con eso no me obedeciereis, os castigaré siete veces más.» VERSIÓN MODERNA (revisada por Pratt): «Y si aun con esto no quisiereis oírme, volveré a castigaros siete veces más por vuestros pecados.» STRAUBINGER: «Si ni aun con esto me obedeciereis, volveré a castigaros siete veces más por vuestros pecados.» BOVER-CANTERA: «Y, si a pesar de ello, no me escucháis, continuaré castigándoos al séptuplo de vuestros pecados.» NÁCAR-COLUNGA: «Si después de esto no me obedecéis todavía, echaré sobre vosotros plagas siete veces mayores por vuestros pecados.» PAULINAS: «Si todavía no me obedecéis, multiplicaré por siete mis castigos sobre vuestros pecados.» HERDER: «Y si aun con eso no me obedecierais, os castigaré siete veces más por causa de vuestros pecados.» Podemos añadir la de LA PALOMA, JERUSALÉN, REGINA, NU E VA BI BLI A ESPAÑOLA, CANTERAIGLESIAS, PUZO, la de EDITORIAL LABOR. Catalanas: «Si ni ambaixò no m'escolteu, jo seguiré castigant-vos set vegadesméspelsvostrespecats». Lo mismo la de MONTSERRAT. Francesas: SEGOND, SYNODALE, DARBY, LAUSANNE, CRAMPON, RABBINAT FRANCÉS, RACHI, etc., se expresan del mismo modo. Alemanas LUTERO, MENGE, LANGE, ALLIOLI, ZUNZ. Podríamos añadir varias en otras lenguas. Todas traducen «siete veces»,nunca «siete tiempos». Cuando consultamos la Septuaginta vierte el término hebreo por «heptakis», que significa siete veces (cf. Mt. 18:21, 22; Lc. 17:4). En hebreo en los pasajes que estamos estudiando (vv. 18, 21, 24, 28) se emplea el término«shèba». Este adjetivo numeral (en masculinoshib‘áh) o bien acompañado de la [787] palabrap‘amim, o bien sola significa siete veces. En el caso que se tuviera que expresar una

cantidad de tiempo entonces es preciso añadir la palabra temporal determinada (ej. Shèba’ shanim = siete años). Después de tanta documentación que avala la única traducción posible: «siete veces», y no siete tiempos. ¿Cómo es que Russell traduce por siete tiempos, además de ligar el pasaje con Lc. 21:24, e identificándolo con los «Tiempos de las naciones»? Si se prueba como es evidente que la traducción es incorrecta, esto sería, una vez más, un ejemplo de los resultados a los que se puede llegar partiendo de un cimiento equivocado. El problema de Russell es que no manejaba instrumentos de trabajo, como el de la Biblia hebraica u otros que le permitiera saber el valor de un término en un momento determinado. Ni tan siquiera usaba una traducción distinta a la inglesa. ¿Por qué? Porque si lo hubiera hecho se hubiera dado cuenta que la única versión que emplea la expresión«siete tiempos» es precisamente la traducción inglesa («seven times»). Y esto porque la palabra inglesa «time» se presta a diferentes acepciones, entre las que se encuentra «vez». La traducción del Nuevo Mundo editada por la Watchtower(edic. 1967), traduce al castellano del inglés ese pasaje (Lv. 26:18, lo mismo sirve para los otros) del siguiente modo: «Sin embargo si a pesar de estas cosas, no me escuchan, entonces tendré que castigarlos a ustedes siete veces más por sus pecados.» La misma traducción en edición de 1987 y en versión crítica, translitera del mismo modo: «… siete veces…»,y añade una nota a pie de página: «… “siete veces”, sin referencia a elemento alguno de tiempo.»

[788]

Los correligionarios y herederos de Russell acaban por darle la puntilla reconociendo que el pasaje en cuestión no tiene nada que ver con el valor «tiempo». Esta actitud obligatoria ante una traducción bíblica, ya que de ningún modo se puede hacer invisible, les llevará a los Testigos de nuestra época a un callejón sin salida. Utilizan el período de Daniel 4 para los dos asuntos para el castigo de Israel y para el dominio gentil. Esto lo estudiaremos en un capítulo posterior. Dentro de esta segunda cuestión, tenemos el período de Daniel 4, que Russell aplica al predominio de los gentiles forjándose el llamado «tiempo de las naciones». Éste sería el período de tiempo al que también haría alusión Lucas 21:24, y que abarcaría desde la época de Nabucodonosor (en concreto desde su conquista de Jerusalén en el 626 a.J, según Russell) hasta 1914. Russell nos ofrece una doble interpretación, la de los dos planos. El primero aplicaría de forma literal a Nabucodonosor y tendría una duración de 7 años. Añade que Nabucodonosor actúa como un tipo o figura de los reinos de este mundo, y que por lo tanto la profecía tiene un cumplimiento de largo alcance que ha de iniciarse en ocasión de la destrucción de la conquista de Jerusalén en el 626 a.J., de acuerdo a su cómputo. La primera pregunta de necesidad: ¿Con qué autoridad se transformaun relato profético apocalíptico de aplicación literal (reconocido por elpropio Russell) en una profecía de largo alcance? ¿Qué requisitos, condiciones observa Russell para generar de Nabucodonosor un tipo o figura? No hay explicación. Lo que nos hace entender que se trata de su propia autoridad, esa autoridad que le llevó a traducir por «siete tiempos», en donde se decía «siete veces». Es un

procedimiento, el de Russell, estrictamente subjetivo. La segunda puntualización que permite notar lo inadecuada de esta teoría que tantos defensores ha tenido, y que todavía mantienen los sucesores de Russell, está relacionada con el contenido que nos provee el propio capítulo 4 de Daniel. Dicho capítulo suministra el momento en que los siete tiempos se han de iniciar (vv. 28, 29). El momento es muy posterior a la conquista de Jerusalén. ¿Cómo se va a aplicar «típicamente» un proceso temporal, que se expresa su origen años más tarde, a un momento anterior? Esto es sencillamente absurdo. Todo tipo apunta al futuro, no al pasado. Y en este caso, cuando se involucran cifras y un principio temporal, todavía más. La tercera cuestión que se precisa remarcar respecto a Lucas 21:24, es que para Russell el concepto «fin del tiempo de las naciones» en 1914 indica definitivamente fin del disfavor contra el [789]

Israel literal como nación, empezando su favor.

Esta opinión es total y esencialmente opuesta a la posición actual de la Watchtower. La cuarta cuestión en relación a Lucas se relaciona con la tercera, el fin del disfavor que había habido contra la nación de Israel que se sustituye por un favor eterno implica a su vez el fin del dominio gentil, el fin del llamado «tiempo de las naciones». Se trata para Russell de la implantación del Reino de Dios en la tierra, y de la destrucción completa de los reinos de este mundo, no del fin de un sistema de cosas como creen hoy los Testigos de Jehová.

[790]

Esta interpretación no podía ser otra para Russell, porque como se recordará, para este autor el Milenio ya había empezado en 1874, el retorno de Cristo, el Armagedón. Estos acontecimientos se estiran en la concepción de Russell hasta 1914. En esa fecha la batalla se ha de dar de forma literal, contundentemente, con la destrucción de los reinos de este mundo: «En este capítulo, nosotros presentamos las pruebas bíblicas que demuestran que el fin completo de los tiempos de las naciones, es decir el fin de su dominación expirará en 1914; esta [791]

fecha será el límite extremo de los gobiernos de los hombres imperfectos.» «(…) Porque es él quien será la causa directa del deterioro de estos gobiernos destruyéndolos como un vaso de barro.»

[792] [793]

«El derrumbamiento completo de los gobiernos terrestres actuales, acabará en 1914.» «Los reinos de las naciones serán reducidos al polvo y habrán desaparecido completamente en 1914.»

[794] [795]

«De 1874 a 1914, el Dios de los Cielos romperá y aniquilará todos estos reinos.» Los Testigos de Jehová de nuestra época cometen dos gravísimos errores que ponen en duda su honestidad y ética profesional. El uno es el de afirmar que Russell no especuló sobre la fecha de 1914, como dándole el valor de ser la fecha tope del fin de las naciones.

[796]

Creo que no se necesita volver a repetir todo lo ya expuesto en la primera sección e incluso en esta misma parte. Su especulación fue tal que incluso se valió de la gran Pirámide de Egipto. Recordemos cómo se enfrasca en querer obtener de las medidas de los pasillos las fechas cardinales de la historia; fechas, algunas de ellas de «origen» suyo, pero que busca en todas partes confirmación, en especial para 1914. No sabemos a quién quería realmente convencer Russell cuando uno observa la ingenuidad de la

base de las medidas que ofrece para esos pasillos de la gran Pirámide. Calcula los años partiendo de la medida denominada pulgada, dando el valor de un año a cada pulgada. ¿Por qué no midió Russell en metros? ¿Y cómo sabía que los egipcios medían por pulgadas? ¿Era esto especular sobre la fecha de 1914 como fin real de las naciones? Cuando transcurrió 1914, Russell escribió su último volumen deEstudios de las Escrituras (el 7º). Su publicación se hizo de una formapóstuma al año siguiente. Mediante ciertos cambios respecto al comienzo de la cosecha (suma 40 años a 1878 en vez de sumárselos a 1874) obtiene la fecha de [797] 1918. Es en esa fecha (en 1918), según la «nueva luz» de Russell (o de acuerdo a la injerencia de Rutherford), que habrá grandes tribulaciones para la cristiandad, y en la que encontrará su final el [798] [799] protestantismo. Los edificios de las iglesias con millones de personas serán destruidos. A la fecha de 1874 le añade ahora un nuevo jubileo de 50 años que le lleva a 1925, en cuya fecha considera ahora el restablecimiento definitivo de la nación de Israel.

[800]

¿Se le puede llamar a todo esto especulación? El segundo error grave que cometen los Testigos de nuestro tiempo es el de proyectar a sus lectores que Russell se expresó del mismo modoen relación a 1914 que lo que predican en la actualidad las publicaciones de la Watchtower. En 1978 en una lacónica alusión a las equivocaciones de 1914 sin especificación alguna, manifiestan: «En 1914 no sucedió todo lo que se esperaba que sucediera, peroeste año sí marcó el fin de los [801]

Tiempos de los gentiles (…).» En una carta respuesta a otra enviada al presidente de la Watchtower, N. Knorr, y firmada por la propia Dirección de los Testigos de Jehová, con membrete de la Watchtower, fecha del 10 de mayo de 1973, dirigida a Pedro Felipe del Rey, y que adicionalmente se incluyó la traducción en castellano. En unos párrafos de esa carta se afirma lo siguiente: «(…) Tal vez esté enterado de que mucho antes de 1914 E.C., C. T. Russell señaló hacia adelante a esa fecha como marcando el fin de los tiempos de los gentiles y el establecimiento [802]

pleno del Reino de Dios en el cielo.» Posteriormente en La Atalaya del 1 de diciembre de 1991 aseguranque Russell predicó lo mismo que [803] los Testigos de nuestro tiemporespecto al verdadero significado y sentido de 1914. ¿Acaso la Dirección de los Testigos de Jehová no dispone de las obras originales de Russell? ¿Cómo pueden decir que Russell predicó que, el Reino de Dios fue establecido en el cielo en 1914 , cuando aquel lo da siempre como establecido en la tierra?

Valoración moral de la persona de Russell Hay aspectos positivos en Russell. Manifiesta en ocasiones un gran amor a la Biblia. Lástima que este amor se vea limitado por su excesivo personalismo hasta el extremo de considerarse el único que podía entender correctamente la Palabra de Dios. Hay que reconocer en él un hombre organizador y no sujeto a ningún dogma ajeno. Analizador y crítico de cualquier sistema religioso, adolece que no tuviera para sí mismo ese idéntico fervor. Es respetuoso con Dios y con el sacrificio de su Hijo, aun cuando no reconozca en éste más que a una criatura, y su sacrificio no haya sido correctamente entendido. Hay varios asuntos que los interpreta adecuadamente. A veces mezclados de tal modo con ideas propias y ajenas a la Biblia que enturbian de algún modo su personalidad. Ateniéndonos a lo que escribió, a lo que inventó, a lo que erró, y a lo que se contradijo, no podemos aceptarlo como representante de la religión verdadera. Sin embargo su mensaje a pesar de lo confuso y equivocado puede aportar clarificaciones hacia los errores de otros. A pesar de todo, los Testigos de Jehová dan un valor capital a su fundador. Le conceden la categoría de haber sido del «Cuerpo Gobernante» y pertenecer a la clase privilegiada de «Siervo fiel y Discreto». La importancia de dicha expresión reside en la posibilidad exclusiva que tienen aquellos que forman parte de esta colectividad de ofrecer la interpretación correcta mediante una especie de magisterio [804] que en la práctica está dotado de una cierta infalibilidad. Rutherford reconoce a Russell como siendo «Siervo fiel y Discreto»: «¿Creen ustedes que el Rey de Gloria está presente, y que lo haestado en 1874? (…). ¿Creen ustedes que durante ese tiempo él hatenido un siervo fiel y prudente por medio de quien ha [805]

dirigido su obra y la alimentación de su familia de la fe?» Aun cuando interpretáramos la expresión «siervo fiel y prudente» como una colectividad, Russell sería el único representante de esa colectividad, puesto que en 1874, y hasta 1916, es la única cabeza visible de la Organización de los Testigos de Jehová. No sólo Rutherford hace esta valoración positiva de la historia personal de Russell. Los Testigos actuales después de comparar al Cuerpo Gobernante de la clase actual de «esclavo fiel y discreto» con el apostólico, considera a Russell de la misma categoría respecto a la pertenencia al Cuerpo Gobernante y a su significado: «Esta clase actual del “esclavo fiel y discreto”, tiene un cuerpo gobernante visible, así como la [806]

misma clase tenía un cuerpo gobernanteallá en el primer siglo desde el Pentecostés (…).» «Es evidente que Russell fue de aquel cuerpo gobernante allá en el último cuarto del siglo diecinueve (…). Él manifestó los requisitos de superintendente expuestos en 1 ª Ti. 3:1-7 y Tit. 1:59 (…). Cinco años después se incorporó la Zion'sWatch Tower TractSociety y sirvió de “agencia” para servir alimento espiritual a millones de personas sinceras que procuraban conocer a Dios y [807]

entender su Palabra y entrar en relación con él mediante Cristo.» Este criterio particular al que los Testigos tienen derecho se ve contrastado con la opinión de sus críticos, que se basan en documentación histórica fidedigna de aquella época.L. H. Olsen, resume de este modo la vida de este hombre tan comprometido con su ideal: «El pastor Russell fue un hombre de talentos excepcionales y un orador capaz de conmover a grandes multitudes. Fue conferenciante vigoroso y viajero incansable, que conducía sus campañas con una energía férrea, abogando por el despertar religioso y atacando “las religiones

organizadas”. Vivió una vida agitada, habiendo sido objeto de juicios desagradables que [808]

empañarían su nombre…» ¿Qué querrá decirnos el autor cuando nos habla de la « vida agitada» de Russell y de que fue objeto de juicios desagradables que empañarían su nombre? Walter Martin es mucho más explícito y opina de este modo: «Como orador Russell se ganó a muchos; como teólogo no impresionó a nadie que fuera competente; como hombre falló ante el Dios verdadero. El “pastor” viajó extensamente, habló sin cesar, e hizo campaña con mucha energía a favor de “un gran despertamiento” entre la gente del mundo. Escribiendo y dando muchas conferencias negómuchas de las doctrinas cardinales de la [809] Biblia (…).» «Psicológicamente hablando, Russell era un ególatra cuya imaginación no conocía fronteras, y es clasificado (por sus seguidores) junto con san Pablo, Wycliffe y Lutero como un gran expositor [810] del evangelio.» Hemos dudado a la hora de referirnos a ciertos hechos personales de Russell. En ocasiones pueden usarse ciertos testimonios históricos de un modo manipulado. Incluso pueden exagerarse o tergiversarse ciertos acontecimientos en beneficio de una opinión o posición con tal de dejar en desprestigio a la persona que representa a una idea con la que no estamos de acuerdo. De ahí nuestra duda. La hemos resuelto en beneficio de la historia y de lo que merecen aquellos que estudian una tesis doctoral. Hemos procedido con sumo cuidado y vamos a presentar aquello que los propios Testigos de Jehová admiten como hechos históricos acontecidos en la vida de su fundador y primer presidente, además de complementarlo con fuentes documentadas que se poseen sobre los juicios a los que fue sometido Russell por actitudes puramente humanas, valoradas como negativas para alguien que se considera un escogido de Dios. El criterio desfavorable por el que sus críticos rechazan a Russell, independientemente de sus posiciones teológicas, es por la actitud desprovista de una ética cristiana que todo escogido de Dios debe presentar. Esta falta de ética la basan en algunos hechos que han quedado consignados en la historia personal de Russell, y de los quereproducimos a continuación algunos de ellos. El primero se refiere a la separación de su esposa. Dos hechos hay que destacar de este desgraciado asunto: el uno, el que los tribunales tuvieron que obligarle a pagar una indemnización a su esposa; el otro, el conocimiento del control que Russell hacía de las finanzas de la Sociedad por él fundada. Reproducimos el informe transmitido por The Brooklyn Daily Eagle (1-11-1916):

[811]

«Un año después de establecida esta publicación –La Atalaya–, Russell se casó con María Ackley en Pittsburgh. La mujer había llegado a sentir interés por él a través de sus enseñanzas, y le ayudó a dirigir la Torre del Vigía. En 1881 –dos años más tarde– surgió la “Sociedad Bíblica y de Tratados Torre de Vigía” (…). Esta sociedad progresó de un modo asombroso bajo la administración conjunta de marido y mujer; pero en 1897 la señora de Russell abandonó a su esposo, y seis años más tarde, en 1903, solicitó la separación. En 1906 se obtuvo la orden judicial después de un testimonio espectacular,

y el “pastor” Russell fue obligado por los tribunales a pagar. Hubo entonces mucho litigio –bastante indeseable desde el punto de vista del “pastor”– sobre la pensión que debía pasarle a su mujer; pero el pleito quedó zanjado en 1909 con el pago de 6.006 dólares a la señora Russell. Aquel litigio reveló que las actividades del “pastor” Russell en el terreno religioso se llevaban a cabo mediante varias sociedades filiales, y que toda la riqueza que obtenía a través de dichas sociedades estaba bajo el control de una compañía matriz en la que [812] el pastor poseía 990 de cada 1.000 dólares de capital, y dos de su seguidores los otros 10.» El segundo hecho al que se alude tímidamente por los Testigos de Jehová se relaciona con el anuncio de la venta de trigo milagroso. Russell vendía la semilla de dicho trigo por un dólar la libra. El diario Eagle ya mencionado caricaturizó y dio a conocer la pretensión ruselista. Russell reaccionó demandando por calumnia a dicho periódico pidiendo una indemnización de 100.000 dólares. Russell perdió el pleito: «(…) la revista de la Sociedad de la Torre, del “pastor” Russell, anunció la venta de semilla de trigo por un dólar la libra. Se le llamaba “trigo milagroso”, y se aseguraba que crecería cinco veces más que cualquier otra clase de dicho cereal. También se atribuían otras propiedades a aquella semilla de trigo, y se aconsejaba a los seguidores de la organización que la compraran (…). E l Eagle fue el primero en dar a conocer los hechos acerca de esta nueva empresa de los ruselistas, y publicó una caricatura tal del “pastor” y su “trigo milagroso”, que Charles T. Russell les demandó por calumnia y pidió una indemnización de 100.000 dólares. Los departamentos del gobierno investigaron el trigo por el que se pedía un dólar la libra, y sus agentes fueron testigos importantes en el juicio por difamación que se celebró en enero de 1913. Según dijeron dichos agentes gubernamentales, “el trigo milagroso” había dado un bajo [813] resultado en las pruebas del gobierno; y el Eagle ganó el pleito.» El tercer asunto tiene que ver con las pretensiones de Russell de ser el único que presentaba la verdad auténtica, y su autodesignación de pastor con lo que eso implicaba. Un pastor bautista J. J. Ross en junio de 1912 publicó un opúsculo titulado Algunos hechos acerca del autodesignado pastor Charles T. Russell, de sus calificaciones como ministro, o de su ejemplo [814] moral como pastor. Russell demandó por difamación a dicho pastor bautista por algunosde los contenidos que en dicho opúsculo se vertían.Se acusaba a Russell de no conocer el griego, presentándolo como un [815] pseudoerudito. Una vez más Russell perdió el pleito ante el tribunal de Ontario en su sesión de marzo de 1913, cuando pudo demostrarse que Russell no conocía ni siquiera el alfabeto griego, aun cuando al principio dijera que sí a instancias del tribunal, y después se tuviera que desdecir cuando le obligaron a que reconociera algunas de las letras del alfabeto griego. Tuvo que admitir que no lo [816] conocía.

Estructura monárquica impuesta por Russell A estos tres hechos críticos hay que añadir lo que se desprende de ciertas declaraciones de Russell en relación al tipo de organización y dirección que imprimió a su obra, tanto la de su tiempo como la que proveyó para el futuro. Russell reconoce en la revista Watchtower(1-1-1891, p. 16) fundada por él, el 1 de julio de 1879, lo siguiente: «Dispongo hasta el 1 de diciembre de 1893 de 3.705 acciones sobreun total de 6383 acciones, la [817] hermana Russell y yo mismo (…) controlamos la sociedad (…).» Sobre esto la Watchtowerde 1923, p. 68, en respuesta a algún lector asegura: «Cuando se le preguntaba respecto a que fuese el siervo fiel y prudente, el hermano Russell respondía: Algunos dicen que soy yo; mientras otros afirman que es la sociedad (…).» «(…) el hermano Russell era de hecho la sociedad en el sentido más pleno, él la dirigía y [818]

planificaba la conducta de la sociedad.» En la Watchtowerdel 15 de julio de 1906, p. 229, Russell comenta: «La verdad que yo expongo en calidad de portavoz de Dios no me ha sido revelada mediante visión o sueño, sino mediante la viva voz de Dios, (…) a partir especialmente de 1870 y en particular desde 1880.» «Esta revelación de la verdad no se debe a alguna habilidad humana o agudeza de percepción, [819]

sino al simple hecho de que el tiempo establecido por Dios ha llegado.» Un año después de esta afirmación, Russell preparó el testamento que fue publicado en la Watchtowerdel 1 de diciembre de 1916, después de su muerte acontecida en aquel mismo año. De dicho Testamento hemos seleccionado unos párrafos: «Comunico, por cuanto dono a la WatchtowerBible and TractSociety del periódico Zion'sWatch Tower, de la antigua TheologyQuarterly, de los derechos de autor del libro MillenialDawnScriptureStudiesy de cualquier otro opúsculo, himnario etc., actúo con la conciencia clara de retener durante mi existencia el total control de todo el interés de esta publicación, y con la convicción que después de mi muerte se continuará y será adoptado en armonía de mi voluntad.A [820]

continuación expongo y expreso mi deseo.» En ese mismo testamento, Russell menciona el nombramiento de uncomité de cinco para que tuviera, una vez muerto, la plena responsabilidad de la revista. Estos cinco serían nombrados personalmente por él. En otro lugar del testamento entrega toda la acción de la Asociación a otros cinco, que formarían un Cuerpo administrativo o Directivo. En el caso que hubiese que disciplinar a uno de estos miembros del comité editorial, este comité daría paso automáticamente al Cuerpo Directivo, y con el resto de miembros del comité editorial compondrían una especie de Corte Judicial.Dos ideas son importantes a retener: Una, está claro, y ya alguien se ha dado cuenta de este asunto: que si Russell era el portavoz de Dios no puede insistirse en la idea de una especie de cuerpo colegial mientras él existiese. El propio testamento de Russell nos demuestra la inexistencia de cualquier tipo de Cuerpo Directivo, ya que es él mismo quien lo establece, por lo tanto no se puede hablar hasta 1916 de una clase de «Siervo Fiel y Discreto» distinta a la que Russell como portavoz de Dios asume. La segunda se refiere a la estructura monárquica que el propio Russell introduce, y que traerá

consigo unas implicaciones para la historia posterior. Esta actitud de control por parte de Russell marca y orienta la organización de los Testigos de Jehová. Sus actitudes y comportamiento manifestados en los juicios a los que se vio obligado a someterse evidencian una conducta que no coincide con la imagen positiva de un líder religioso suscitado por Dios. El jesuita Gerardo Hebert comenta: «Numerosos testimonios, consignados en los archivos de diversos tribunales de justicia, ponen seriamente en duda la fidelidad conyugal de Russell y la rectitud de su carácter (…). Una vez más lo afirmamos: no pertenece a ningún hombre juzgar si Russell es culpable o no a los ojos de Dios. Queremos simplemente, frente a los hechos, plantear la siguiente pregunta: ¿La conducta exterior de este hombre corresponde a la misión que pretende haber recibido de [821] Dios?» Al contrastar la opinión de los Testigos de Jehová con los hechos históricos en relación a la persona de Ch. T. Russell, hechos que ellos mismos reconocen como acontecidos, la valoración moral no puede serla misma. Un dirigente de Dios, escogido especialmente por Él, debemanifestar unas características que a tenor de los sucesos históricos comprobables Russell no tenía. No se nos interprete mal. No queremos decir que el divorcio con su mujer le descalifique definitivamente. Es lo que se descubre con ese acontecimiento, y lo que vino después. A la luz de 1 ª Timoteo 3:1-7 y Tito 1:5-9, textos usados por los Testigos de Jehová para defender el «obispado» de Russell y su pertenencia al Cuerpo Gobernante y a la clase de Siervo Fiel y Discreto con todo lo que eso significa para los Testigos de Jehová, que la mencionada persona no reúne las condiciones necesarias, independientemente de su grado de responsabilidad en dicho divorcio y en sus desagradables experiencias personales provocadoras de juicios ante tribunales «mundanos», como el ocasionado por el llamado « trigo milagroso», entre otros. Ateniéndonos a los hechos históricos consignados, nos es imposible aceptar a un «dirigente» de Dios con las pretensiones del propio Russell y con las que le adornan los Testigos de Jehová actuales. El motivo principal de este capítulo es demostrar que ciertas características fundamentales por las que los Testigos actuales dicen que fueron y que son la Organización Verdadera de Dios no se ven cumplidas en lo que se refiere al fundador de dicha organización religiosa. La posición doctrinal y teológica de Russell no concuerda con los requisitos principales exigibles por el Cuerpo Gobernante actual. La religión que se precie de ser la auténtica debería, según los Testigos, haber predicado en 1879 y en 1914 el verdadero significado del Reino de Dios como acontecido en 1914 junto con la realización del retorno de Cristo prometido de forma espiritual en esa misma fecha. Para los Testigos de hoy, el predicar el verdadero significado del Reino de Dios implica creer que el fin de 1914 no es un fin definitivo de las naciones, sino el de la implantación del Reino de Dios en el cielo con la expulsión de Satanás. El «tiempo de las naciones», a juicio de este pensar, ha llegado a su término en el sentido de que éstas ya no rigen ni gobiernan los destinos de este mundo, ahora lo hace Dios desde el cielo. Todavía más, Cristo ha vuelto exactamente en 1914 de modo espiritual. Israel literal como nación no recibe ninguna bendición especial; la Jerusalén que ha dejado de ser pisoteada es la celestial no la terrenal. La profecía no tiene nada que ver con la restauración de Israel. Russell, independientemente de los rasgos comunes con sus herederos, mantiene una posición

teológica distinta. Ya hemos visto que su método interpretativo difiere considerablemente respecto a los contenidos escatológicos del libro del Apocalipsis, lo cual es fundamentalen una organización que da tanta importancia a la escatología.Russell, tal como hemos comprobado, creía que 1914 marcaba el final del tiempo de las naciones con la destrucción definitiva del mundo político y religioso, implantándose el Reino de Dios en la tierra, no en el cielo. 1914 es para Russell la fecha de la batalla visible del Armagedón y de la llegada de Cristo a la tierra prolongada desde su venida invisible que él había ubicado no en 1914, sino en 1874. Es 1914, paralelamente al final de la existencia de las naciones, la conclusión del castigo o disfavor para la nación de Israel. Es el momento exacto de recibir el Israel literal y como nación la restauración y favor eterno. Además de todo esto se han podido verificar sus contradicciones y yerros. Por lo tanto: 1. Por sus errores manifiestos, por la evidencia histórico-teológica, Russell no puede ser considerado como siendo un profeta de Dios. 2. Por su posición respecto al Reino como comenzado junto con el retorno de Cristo en 1874 y no en 1914, su desconocimiento del verdadero significado del Reino, y por su creencia de que el tiempo del fin había llegado no en 1914, sino en 1799 y que en 1914 ya no se prolongaría el tiempo para las naciones, sino que serían literalmente destruidas ni siquiera se le puede considerar a Russell como representante de la religión de los Testigos de Jehová en base a lo que dicen, a saber: que la religión verdadera debía predicar desde 1879, entre otras cosas que el retorno de Cristo, el Reino de Dios y el tiempo del fin acontecieron en 1914, y entender el verdadero significado de dicho Reino. Russell, de acuerdo a lo que antecede, estaría descalificado como perteneciente a la clase de Siervo fiel y Discreto y no podría ser representante de la religión de los Testigos. Por su ética personal, a la luz de los testimonios históricos que ya hemos presentado, por sus pretensiones y frutos, no puede ser considerado como un genuino dirigente o pastor. Capítulo III Valoración crítica de la persona de Rutherford respecto a su historia y escatología Rutherford repite en una primera época, con pequeñas variantes, el esquema metodológico de Russell; y por otra parte forja una teología y orientación semejante a la que siguen hoy los Testigos de Jehová. Esto hace que dediquemos pocas páginas a este autor, ya que en parte habrá quedado resuelto en el capítulo de Russell, y en parte quedará valorado en los capítulos que se dedican a los Testigos actuales. Hay algunos pormenores en Rutherford que es preciso llamar la atención. Rutherford, a nuestro entender, no tiene la talla teológica de Russell. Tampoco, como aquél, admite la posibilidad de la equivocación. Emplea fórmulas como ésta: «(…) podemos decir de una manera positiva e irrefutable…», o «hasta ahora no se había escrito una correcta interpretación del Apocalipsis». Introdujo algunos cambios que manifiestan un complicarse más en una línea de interpretación que reproduce ciertas similitudes con Russell. Un tiempo después cambió, eliminó, y aun produjo doctrinas nuevas, como las relativas a los 144.000 y al significado del nombre de Dios. Mantuvo el esquema metodológico en lo referente a la idea principal escatológica, permutando la concepción en parte.

El valor de un día de la creación y cronología bíblica Rutherford precisa que se trata de un período de tiempo y de 7.000 años: «Las Escrituras dividen la tarea de la creación en siete días o períodos de tiempo. (…) los hechos muestran (…) que el término “día” se aplica a un período de tiempo cubriendo muchos siglos, y no tiene referencia a días de 24 horas. En cuanto a la duración de estos períodos, las Escrituras, lo mismo que algunos hechos posteriores que se han constituido en pruebas indisputables que no dan lugar a duda, indican que el séptimo día o época de la creación, que se menciona en el Génesis, cubre un período de siete mil años. (…) el período de tiempo transcurrido desde el principio de la obra creativa hasta su final, es un período de [822] tiempo de cuarenta y nueve mil años.» Es un atrevimiento por parte de Rutherford el decir «que las Escrituras indican» que cada día es un período con una duración de 7.000 años. Ningún texto puede atestiguar algo parecido. En un próximo capítulo estudiaremos en profundidad este tema. En 1927 acuña esta declaración: «Han pasado más de seis mil años desde que Jehová creó al hombre perfecto, Adán, el cual se [823] mostró infiel.» La confusión es evidente. Si para 1927 ya habían pasado más de 6.000 años desde la creación, de acuerdo a la teoría de los 6.000 años más los 1.000 del Milenio, Rutherford estaría dando a entender que el Milenio había empezado. ¿Qué clase de cronología ha confeccionado Rutherford para contradecir por un lado a Russell, que hacía coincidir los 6.000 años desde la creación con la fecha de 1872, y por otra parte a los Testigos de ahora que identificaban 6.000 años desde la creación con 1975? Aun cuando Russell se aventuraba a ofrecer la cantidad de 2 años como el tiempo transcurrido entre la creación de Adán y su caída, Rutherford tiene la audacia irreflexiva de aseverarlo bíblicamente: «Hay alguna evidencia bíblica que indica que solamente fueron dos años, el tiempo transcurrido en [824] que esta pareja gozó de las dichas de su hogar y de la belleza del paisaje, en dulce comunión.»

Dispensaciones paralelas, fechas y jubileo El período de restablecimiento de Israel es interpretado por Rutherford hasta 1930 como que dicha nación de un modo literal recobra el favor de Dios. Mediante paralelismos que varían respecto de Russell tal como hemos podido comprobar en el capítulo primero de esta sección, y partiendo del texto de Jeremías 16:13, 18, consigue las fechas, por un lado del 33 (comienzo del disfavor para Israel pero no definitivo), 73 (disfavor definitivo para Israel), 1878 (comienzo del favor para Israel prolongado) [825] y 1918 (vuelta del favor para Israel definitivamente). Con el conocimiento progresivo Rutherford variará, una vez más, su concepción sobre Israel. En 1930 el restablecimiento de Israel pasa a interpretarse de una manera simbólica y espiritual. No en la [826] tierra, sino en el cielo, interviniendo la Jerusalén celestial y no la terrenal. El texto de Jeremías 16:13, 18, que anuncia un doble de castigo para Israel por su conducta, Rutherford saca un período de tiempo que lo traduce como duplicado. La profecía de los 70 años que menciona Jeremías 25:11 y 2 º Crónicas 36:17-21 en relación al cautiverio babilónico, ha de leerse como 70 jubileos en vez de los 70 años. Multiplicando esa cifra por 50 años de cada jubileo consigue 3.500 años que, sumados a la fecha de la celebración del primer jubileo, a saber, el 1575 a.J., (70 x 50 - 1575 = 1925). En 1925, a decir de Rutherford, se obtienen todas las promesas hechas a los judíos, la implantación del Reino de Dios en la tierra, la resurrección de los judíos notables como Abraham, Jacob, David, etc., la resurrección de los justos, la glorificación de la Iglesia, y el fin definitivo de [827] los reinos de este mundo. En 1925 no ocurrió nada de lo que Rutherford vaticinaba. Ésta es la evidencia de su equivocada forma de transmitir «el alimento espiritual». Fechas y acontecimientos aparecen y desaparecen como por arte de magia en las posiciones que asume nuestro autor. Primero fue 1799 como el comienzo del tiempo del fin que será olvidada para siempre. 1874 que había sido firmemente establecida se pierde en la lejanía. «Las Escrituras prueban que ese período de su Presencia y del día de la preparación, es desde 1874 en adelante. Por lo tanto la

[828]

1878 no tendrá ya su razón de ser una vez roto el esquema. 1918 se mantendrá pero habiendo cambiado la orientación y la forma de obtenerla. Segunda venida del Señor comenzó en 1874…»

Esta confusión de fechas se ve reflejada también con los temas que aquéllas proyectan, la resurrección de los justos, según El [830]

Arpa de Dios, está [831]

próxima a 1874.

[829]

Según Millones… es en

1925, y según Liberación está en el futuro, y a partir de 1935 cuando el «aumento de luz» le permite descubrir a Rutherford la existencia de la categoría de los «ungidos» que han de sumar 144.000, la resurrección de éstos será a partir de 1918, y la de la gran muchedumbre a lo largo del milenio terrestre. ¿Qué confianza podemos tener en una religión que dice que las Escrituras prueban una cosa determinada, y después nos afirma otra distinta?

Valoración moral e histórica de la persona de Rutherford Rutherford, con más o menos objetividad, fue analizado y criticado por numerosas personas. Cuando el criterio lo expresa la propia organización de los Testigos de Jehová su juicio es positivo. Respecto a los años que transcurrieron desde 1919 a 1931: [832]

«Doce años de servicio fiel, a pesar de la oposición de los clérigos de la cristiandad.» Rutherford es considerado de la clase de siervo fiel y discreto. Él mismo cambió lo que hasta 1927 se aplicaba tan sólo a Russell, y lo extendió a una colectividad.

[833]

A su muerte todo fueron elogios hacia su persona y obra, hasta el punto de asegurar que «ahora ha [834]

entrado en un campo superior de servicio para siempre con el Señor». La organización con él recibió consistencia, tanto es así que sus asociados manifiestan que a su muerte no existieron los problemas que trajo consigo la muerte de Russell.

[835]

La opinión sobre Rutherford varía bastante cuando se trata de alguien que se relacionó con él estrechamente, o cuando procede de un hecho que tuviera una transcendencia hacia el exterior. Los criterios expresados por dos ex colaboradores de Rutherford, los de un oficial de dicha organización, y los del propio vicepresidente en la época de Rutherford contrastan con lo expresado por la propia organización, y añaden confusión e inseguridad respecto al liderazgo consagrado de los dirigentes de los Testigos de Jehová. Herbert Howitt Stroup consigna la siguiente declaración de un ex colaborador de Rutherford: «Rutherford domina la organización completamente. Los directores y sus reuniones no son más que una formalidad. El juez manda una nota en que se específica a quién quiere que se elija o rechace, o lo que desea que se haga y esto se hace en seguida y unánimemente. (…) si la persona [836]

muestra un criterio demasiado independiente, se la expulsa de la organización.» La destitución de Moyle se produjo por presentar algunas críticas relativas al comportamiento en la casa Bethel: «Los frecuentes regaños y reproches que Rutherford daba a los trabajadores…» «La parcialidad que mostraba a favor propio y en contra de sus seguidores en cuanto al modo de vivir [837]

…»«El uso excesivo de alcohol…» «El empleo de lenguaje vulgar en la casa Bethel…» La administración de Rutherford también se vio en conflictos judiciales. Se destaca el ocasionado al deponer al director del equipo legal de los Testigos. Tal como lo recoge Walter Martin, Olin Moyle demandó por calumnia a Rutherford y a varios miembros del Cuerpo Directivo. Moyle ganó el [838]

pleito. La actitud de Rutherford consistió en continuar con la estructura monárquica que iniciara Russell imponiendo una línea más dura que la de su predecesor. Rutherford, tal como hemos documentado en otro lugar, convirtió en una auténtica «teocracia» la organización religiosa que lideraba. Teocracia que al llevar el sello humano se convierte en una dictadura «legalizada» bajo órdenes bíblicas. Los documentos que a continuación presentamos evidencian sin lugar a dudas ese criterio monárquico absolutista y autoritario del que Rutherford hacía gala, con todas las implicaciones relativas a la doctrina por las que dicho autor se manifiesta como siendo el único portavoz de Dios. En una retransmisión radiotelefónica en 1938, presentó un discurso recogido en «Face the

Facts».

[839]

Una parte seleccionada de este discurso decía:

«¿Sería escrituralmente correcto casarse en matrimonio ahora en tiempo de aflicción? La respuesta es: ¡No! … Sería mucho mejor, siguiendo la Escritura, ser libre y sin responsabilidad, dispuesto ahora a hacer la voluntad del Señor, como Él lo manda y atravesar sin obstáculos el Armagedón.» Debido a su convencimiento de ser el portavoz de Dios asegura que el Armagedón [840]

está tan cercano, que pide que no practiquen el privilegio matrimonial para entregarse mejor al trabajo: «Nuestra esperanza es la de que dentro de pocos años nuestro matrimonio será consumado y, por la gracia del Señor, tendremos hermosos hijos que sean honra para el Señor. Muy bien podemos diferir nuestro matrimonio hasta que la paz eterna venga sobre la tierra. Es preciso que no añadamos nada ahora a nuestras cargas, sino que estemos libres y equipados para servir al [841]

Señor. Cuando LA TEOCRACIA esté en pleno apogeo no será una carga el tener familia.» A. H. MacMillan, miembro prominente del cuartel general de los Testigos, escribió un libro (Faith on the March, ver Bibliografía) presentado por el propio presidente de los Testigos en aquel entonces (N. H. Knorr), entre otras cosas afirma: «Russell daba permiso a la individualidad de expresarse dentro de su propia responsabilidad. Rutherford quiere uniformar la obra de la predicación e impide el que se exprese la propia opinión, y dice lo que él piensa como justo y debe hacerse lo que tiene en mente, con lo cual Rutherford llegó a ser el principal portavoz de la organización. Mantuvo que de este modo el mensaje había sido transmitido sin contradicción.»

[842]

Veredicto sobre Rutherford Hay que reconocer que fue el hombre del movimiento; sin su acción enérgica y autoritaria el ruselismo no habría sobrevivido por mucho tiempo a la muerte de su fundador. Sin embargo, es preciso reflexionar sobre la historia de un hombre que produjo conflictos internos continuos y que marcarían una trayectoria inevitable para toda la historia posterior de la Sociedad Watchtower. Es doloroso contemplar a miles de personas que aceptan un ideario. Adeptos que se sacrificaron y creyeron encontrar a Jesucristo y que, decepcionados, salen en masa de una organización religiosa para que varios se añadan a las filas de los desesperados. Esto no se explica ni con la simpleza de aquellos que echan la culpa a la apostasía espiritual ni con el tópico fácil de echar la culpa de todo al temperamento y carácter de Rutherford. Nada de esto podría explicar el abandono masivo, y en cierto sentido cíclico, de muchos de los integrantes. Sólo se explicaría comprendiendo que la doctrina y organización de los Testigos de Jehová exige y programa una dirección y dirigentes con un temperamento y conducta de acuerdo a las consignas y misivas de una ideología que aun usando la Biblia no se asemeja a ésta en lo fundamental, independientemente de que algunos de sus miembros, a pesar de…, puedan encontrar en la Palabra de Dios paz y salvación. Según nuestro criterio y a la vista de los resultados que trascienden de la historia de Rutherford no lo podemos considerar como un hombre escogido de Dios. Teniendo en cuenta las exigencias actuales de los Testigos de Jehová, Rutherford en 1918 no estaba predicando ni lo relativo al valor escatológico del verdadero nombre de Dios ni el verdadero significado del Reino de Dios tal cual lo entienden ahora los Testigos. Respecto al valor escatológico del nombre de Dios no fue hasta 1931 que Rutherford lo [843]

entendió. En cuanto al Reino de Dios, sus bases e implicaciones son confusas y contradictorias. No solamente contradijo a Russell y a sus herederos, sino a sí mismo. Aun cuando abandonó algunas declaraciones, sin que lo reconociera abiertamente, siguió manteniendo incoherencia y contenidos equivocados en relación al mensaje bíblico. No puede ser representante de la verdad por cuanto no se basó en la Biblia para sus asertos. Los considera irrefutables, bíblicos y venidos de Dios, y luego los rechaza como errados. Esta contradicción le lleva por un lado a aceptar a Russell como representante legal y moral de la organización religiosa que éste funda, de acuerdo a las exigencias del testamento de Russell. Esta actitud le lleva a una posición opuesta con la Organización actual de los Testigos. El testamento de Russell demanda fidelidad y lealtad a sus contenidos y principios teológicos si se quiere utilizar y aceptar la Organización y bienes que él puso a disposición de aquellos que continuaran con dicha organización legal. De ahí que Rutherford, en esa primera época ya documentada y mencionada, se exprese de este modo: «Nadie que no esté actualmente en la verdad puede honestamente asegurar haber recibido conocimiento del plan divino de una fuente distinta a la del ministerio del hermano Russell [844] (…).» «(…) Por ello si el hermano Russell ha desenvuelto la obra en el modo querido por el Señor, no hay otro modo de obrar a no ser lo contrario a lo que el Señor ha dispuesto, y por tanto no sería [845] un fiel modo de actuar en el interés del Reino de Dios.» El 15 de diciembre de 1931, Rutherford se desmarca del testamento de Russell y de las exigencias de dicho testamento y de la

voluntad del propio Russell. Esto le armoniza con la organización actual de los Testigos de Jehová, pero echa por tierra lo que únicamente legaliza y pone la base de la razón de ser de la organización religiosa de los Testigos de Jehová: «(…) En el año 1916 murió el presidente de la Watchtower Bible Tract Society. Fue encontrado un escrito que él había redactado y que fue definido como su “testamento” (…). (…) La actividad de la organización de Dios no está sujeta al control de un hombre ni se puede sujetar al testamento de cualquier persona. Por tanto no fue posible continuar la obra de la sociedad a la honra y gloria del Señor como era indicado en aquel escrito definido como un [846] testamento.» Segunda Parte Valoración crítica de la historia y escatología de la época de Knorr y Franz

Introducción Valorar críticamente los contenidos escatológicos que se exponen en las obras creadas por el comité editorial de los Testigos de Jehová, representado por los dos últimos presidentes N. H. Knorr y F. Franz, supone el dividir esta parte en ocho capítulos: 1. El Reino de Dios y los sucesos que señalan el fin del mundo. 2. La hipótesis de los tiempos señalados de las naciones como fin del mundo, y los cuatro datos que le dan soporte. 3. 1914, fecha del acontecimiento del Reino de Dios fruto de un error histórico: obtención y relaciones. 4. 1914 y el retorno de Cristo y las dos señales. 5. La resurrección de 1918 y los 144.000. 6. La teoría de los 6.000 años, 1975, y el Milenio. 7. El valor escatológico del nombre de Dios. 8. Valoración histórica y moral del siervo fiel y discreto actual.

Capítulo I El Reino de Dios

Reflexiones sobre el hipotético reino de los Testigos Que el Reino de Dios es lo más importante de este mundo es algo en lo que todos los cristianos deberían estar de acuerdo. Cuando uno comprueba la fragilidad «de los reinos de este mundo» desde que la historia existe, añora y anhela que la realidad de la predicación de Jesús de Nazaret, respecto al Reino y su Evangelio, sea cada vez más palpable, y que lleguen las expectativas escatológicas que las promesas de Dios anuncian en su Palabra. La ayuda que los que se llaman cristianos pueden ofrecer para este mundo que necesita más que nunca el mensaje del Reino, no es meramente pronunciar la palabra «Reino» como si esto permitiera catalogarnos como los propietarios de una idea mágica con la que conseguimos más o menos una clientela que «paga» nuestro «ilusionismo» y nuestros «actos teatrales» y de «magia». Es en la integridad y autenticidad del contenido, y la eficacia de ese contenido en aquellos que aceptan ese mensaje donde reside la fuerza y el valor del Reino que predicamos. Que los Testigos de Jehová hablan mucho de un reino es algo que nadie puede dudar, pero esto por sí mismo no dice nada en favor de que estén proclamando el auténtico Reino de Dios. El que se instruya sobre el Reino de forma inadecuada es tan incorrecto como el que no lo recomienda. Porque la exhortación sobre el verdadero Reino de Dios no está en la palabrería, sino en el poder (1ª Co. 4:18-20). En los Testigos de Jehová se contribuye a vivir en una seguridad ficticia por el simple hecho de teorizar sobre la experiencia de ciertas situaciones. El no predicar, según su pensar, ciertos errores de otras denominaciones les tranquiliza hasta el punto de no seguir el consejo de Pablo de examinarse para comprobar si están en la verdadera fe. Se incapacitan para poderse aplicar la advertencia de Jesucristo sobre la posible existencia de una «viga» de errores doctrinales de otros estilos y colores respecto a los que identifican en otras organizaciones. A veces se invoca la incomprensión y aun la persecución que sufren por su fidelidad en la predicación de su Reino como una prueba de que su idea sobre el Reino es exacta. Esto no puede esgrimirse, ya que esa circunstancia puede ser en algún momento la consecuencia lógica que experimenta cualquiera que es fiel a la profusión de sus ideas, sean de «reino», de ideologías políticas o humanísticas, sin que ello permita aseverar la genuinidad de lo proferido. Todo esto puede desembocar, aun inconscientemente, en una ceguera espiritual de proporciones imprevisibles.

Importancia fundamental de la escatología y del Reino de Dios No deberían escudarse los Testigos de Jehová diciendo: «Somos los únicos que predicamos el Reino, la cristiandad no predica el Reino», como si esto les evitara la posibilidad de caer en el error en cuanto a la interpretación correcta del contenido del Reino. Aun cuando la mención de la palabra «Reino» no sea lo definitivo en cuanto a la veracidad de los presupuestos y postulados, no es cierto que a excepción de ellos no haya nadie entre los que se llaman cristianos que no estén anunciando el mensaje del Reino. Los Testigos de Jehová pueden ufanarse de ser los únicos que están predicando «su Reino» y los elementos escatológicos que aquél conlleva. Pero esa predicación es errónea en comparación con el Reino que la Biblia nos presenta. Y por lo tanto no sólo no podemos justificarla sino que tampoco sirve como sustitutiva de la verdadera concepción que del Reino de Dios nos ofrece la Palabra de Dios. Muchos de diferentes tendencias religiosas han comprendido el valor de la predicación escatológica y del Reino de Dios. Aunque no podemos suscribir en ocasiones todo lo que se vierte sobre este asunto, comprobamos un interés creciente en todos los ámbitos teológicos respecto a esta magna verdad que de su comprensión supone el conocimiento de todo el plan de la salvación. No podemos, en el marco de esta tesis, extendernos más allá de los límites que nos hemos exigido, sin embargo es preciso tener en cuenta algunas propuestas y declaraciones. Independientemente de las dificultades que pueden aparecer en el examen de los textos bíblicos, la importancia, la realidad presente y futura del Reino de Dios está claramente evidenciada y aceptada [847]

por numerosos autores. Moltmann refleja la importancia de la escatología y ese presente y futuro con que se caracteriza el Reino de Dios: «Del comienzo al fin, y no solamente en el epílogo, el cristianismo es escatología, esperanza, mirada tendida hacia el futuro, yendo hacia adelante, y así revolucionando también el presente y transformándolo. Lo que ha marcado a la escatología no es un elemento del cristianismo, sino el vehículo mismo de la fe cristiana (…). Pues la fe cristiana vive a partir de la resurrección de un Cristo crucificado, y tiende hacia las promesas del futuro universal de Cristo (…). Más bien la perspectiva escatológica es la característica de toda proclamación cristiana, de toda existencia [848]

cristiana y de toda la Iglesia.» La teología bíblica y la situación de la humanidad en una era atómica comprometedora ha despertado a numerosos teólogos del sopor pseudoescatológico. Un teólogo protestante, Oscar Cullmann, se expresa del modo siguiente: «La Biblia enseña que Jesucristo ha inaugurado los tiempos últimos en el sentido temporal del término. Pasados los tiempos apostólicos, la iglesia olvidará este aspecto (…). Cesará de correr en el cumplimiento del fin, perderá su tensión característica (…). El Nuevo Testamento da cuenta de esta situación paradójica: En Cristo el fin está ya ahí, pero no está más que por anticipación (…), la iglesia dejó el terreno del Nuevo Testamento. Esta actitud caracterizó al Catolicismo ulterior en la noción de Iglesia, en particular sufre la ausencia de la tensión. Pero la teología [849] protestante no ha escapado a este peligro (…).» El teólogo católico Schnackemburg da su testimonio

fehaciente: «Removido en sus fundamentos en una edad atómica e influenciada por la teología de nuestros

días aborda seriamente las cuestiones históricas y escatológicas… Nosotros estamos prestos a [850]

escuchar el mensaje escatológico de Jesús y a tomarlo en consideración.»

La presencia del Reino y del Rey desde siempre: 1914 no marca ningún cambio especial respecto a este mundo Hay tres afirmaciones de los Testigos de Jehová que son opuestas al Evangelio: a. Que el Reino de Dios no se ha notado en la tierra a partir de la ascensión de Cristo más que desde el año 1914. b. Que por lo tanto el Reino de Dios ya no se predicó desde el momento en que Cristo ascendió a los cielos. c. Que son los únicos que predican la existencia y valor del Reino de Dios. Precisamente ignoran la existencia y valor del Reino de Dios presente y futuro que responde a la expectativa de la historia de la salvación, y a la predicación de los profetas, apóstoles y al propio Jesucristo. a) El Reino de Dios no tiene necesidad de 1914 para notarse 1914 no tiene ningún valor significativo en relación al Reino de Dios a diferencia de tres momentos históricos culminantes: Israel, Jesucristo, y el momento escatológico final cuando el fin de este mundo histórico sea una realidad palpable como fruto del cumplimiento de todas las promesas que se esperan. ¿Por qué no querrán darse cuenta que 1914 ni se relaciona con el texto de Lucas 21, cuando Jesús habla del tiempo de los gentiles, ni mucho menos con Daniel 4? ¿Tan difícil sería predicar el Reino que predicó Jesús y el que anunció Pablo y los apóstoles, a los que no les hizo falta recurrir a tantas palabras, libros y revistas para demostrar el contenido de este Reino? Para los Testigos actuales parece como si este asunto del Reino de Dios se hubiese congelado durante cerca de dos mil años, y ahora en 1914 se hubiese acercado de nuevo, y es así como se explican en una de sus revistas, cuando dicen que el Reino de Dios se ha acercado ahora en ocasión de 1914.

[851]

El Reino de Dios, podemos asegurar con la Biblia, no ha quedado interrumpido nunca, y se acerca a cada hombre cuando lo acepta, y a la humanidad conforme el tiempo transcurre. Ya Jesús de Nazaret decía, lo estudiaremos con detenimiento más adelante, que el Reino de los cielos se había acercado. No es necesario esperar a 1914. Cuando los principios de ese Reino se aceptan en las mentes y los corazones humanos, el Reino de Dios se acerca. Y esa posibilidad ha existido desde que Cristo estuvo en esta tierra. Es cierto que el Gobierno de Dios se instaurará un día, pero esto es evidente que no ha sucedido todavía por mucho que los Testigos de Jehová quieran hacernos creer en ese retorno de Cristo invisible en 1914. De eso no hay evidencias bíblicas ni políticas. No se necesita demasiado para comprobar la inconsistencia de algunas de las afirmaciones que se hacen sobre este asunto: {1}. Que el Reino no pudo ser antes de 1914 por cuanto las naciones no habían llegado a su [852]

fin.

Esta afirmación parece acusar a los que no creemos en la venida del Reino de Dios en 1914, que admitimos que el Reino de Dios ya se ha realizado en el pasado, y que no entendemos la futuridad del Reino de Dios. Esto es querer confundir a los lectores y seguidores de los Testigos. Cuando hablamos del Reino de Dios como cumplido en el pasado nos referimos a su «fase de la gracia». Sabemos muy bien que el Reino de Dios no se implanta definitivamente mientras las naciones existan. Lo que no nos autoriza la Biblia es el pensamiento de que el Reino de Dios haya podido

estar «aparcado» sin funcionamiento ni movilidad hasta 1914. Precisamente estimamos que mientras las naciones existan en este mundo histórico, el Reino de Dios no ha podido venir en 1914. Habrá que esperar al momento de la destrucción real de los reinos de este mundo, tal como pensaba Russell [853]

dicho sea de paso. Para que nos entendamos mejor. En La Atalaya de marzo de 1992, se expone que el Reino de Dios todavía ahora no ha terminado de instaurarse. Todavía es preciso esperar grandes bendiciones «que traerá el Reino». ¿Cómo? ¿No había venido en 1914? Del mismo modo que, según la Watchtower, en 1914 «se acercó» el Reino mediante su instauración celestial, pero es preciso esperar al total cumplimiento de los contenidos de ese Reino en el Armagedón y Milenio, de esa misma manera, profesamos que el Reino de Dios vino ya con Jesucristo a esta tierra del modo que nos describe el Nuevo Testamento, e igualmente reconocemos la necesidad del final de los tiempos para el cumplimiento definitivo de ese Reino de Dios, para que se efectúe la venida del Reino de Dios con poder y gloria. Ese «mismo» que empleamos es puramente estratégico y comparativo. Lo que los Testigos centran en 1914, nosotros lo centramos en la época y obra de Jesucristo, y lo que ellos esperan para un Armagedón y un Milenio en los que nada está seguro todavía, nosotros lo esperamos de un Retorno de Cristo que introduce para los creyentes en Cristo la paz milenial y eterna. {2}. Que en 1914 se ha hecho visible la señal de que el Reino de Dios ha llegado por medio del [854]

fin de los tiempos de los gentiles. Tendremos oportunidad más adelante de estudiar todos los elementos que forjan esa «señal». Digamos ahora que todo depende de los inventos. Si invento una señal, si invento una fecha, y si invento un concepto podré aparentemente convencer a alguien. Pero en el momento que se haga una investigación a fondo todo se irá abajo. {3}. Que a partir de 1914 ya no dominan la tierra las naciones ni los demonios dirigen el mundo [855]

por cuanto Dios se lo impide, y que hasta entonces lo han hecho porque Dios no lo impedía. ¿A qué fin han llegado las naciones en 1914? ¿Qué no hacen las naciones que no hicieran anteriormente? ¿En qué se ha notado ese gobierno de Dios a partir de 1914? Las naciones han hecho antes de 1914 lo que les ha dado la gana, y después, todavía más con los medios que tienen a su disposición. Y respecto al mal, ¿qué impedimentos se le ha puesto? ¿En qué se nota el cambio en el gobierno de Dios? Una de las repercusiones de haber empezado el Reino en el cielo, tal como dicen los Testigos, es el fin de las naciones, y el que Cristo reine en medio de sus enemigos habiendo recibido el poder en 1914. Esto no se ve en ninguna parte. Los Testigos de Jehová se han visto obligados a utilizar la terminología que se aplica al instante final de este mundo a 1914, puesto que la «parusía» o retorno visible de Cristo que la Biblia la ubica al comienzo del Milenio, al término definitivo de este mundo histórico con una serie de repercusiones reales hacia las naciones, ellos la han retrasado a 1914 e invisiblemente. Es imposible dar sentido en 1914 a un hecho que está concebido con un contenido y contexto distintos. De ahí que los vacíos y lagunas que se engendran de esta equivocada interpretación traiga consigo el fracaso y el embrollo. Para intentar paliar esta maraña mezclan con la terminología reservada por la Biblia para el momento de la desaparición de los reinos de este mundo en ocasión del retorno de Cristo las expresiones relativas al Reino de Dios que introdujo Jesucristo con su presencia personal y que lo prolonga hasta el último instante de esta tierra. Los Testigos de Jehová ignoran u ocultan totalmente que Jesucristo ya en su época entró en la

«casa» del « fuerte» y lo ha maniatado como una evidencia de que el Reino de Dios había llegado (Mt. 12:28, 29). A partir de entonces el poder del Maligno ha quedado limitado. Una de las razones de la manifestación de Cristo en su primera venida fue para deshacer las obras del diablo (1ª Jn. 3:8). Por eso los cristianos antes de 1914 podían vencer al Maligno (1ª Jn 2:13, 14). El Maligno en función del poder de Cristo desplegado con el Reino que introdujo están resguardados del Maligno (1ª Jn. 5:18). Es decir no es preciso esperar a 1914 para contemplar disminuido el poder de Satanás. El poder que los Testigos interpretan que Cristo recibe en 1914, ya lo ha conseguido Jesucristo desde su ascensión (Mt. 28:18), y que ha de verse completado en el instante en que los Reinos de este mundo hayan sucumbido, no en 1914, sino en el único momento que es posible su cumplimiento al final del fin (1ª Co.15:23-26). Desde que el señorío de Cristo se inauguró en su primera venida la naciones perdieron poder, ya que muchos de sus ciudadanos ya no se sienten seducidos ni sometidos incondicionalmente. Jesucristo ejerce el poder sobre las naciones desde la resurrección y entronización a la diestra de Dios (Ef. 1:20-22), no hay que esperar a 1914 para ver cambios en las naciones. Aun cuando todavía se les permite la rebeldía e independencia, su poder se ha visto disminuido por la obra de Cristo que se introdujo mediante el Reino de Dios, y la que dejó, en base a su vida y muerte, para que sus discípulos de todas las épocas proyecten en el «mundo de las naciones» como testimonio de la realidad de ese señorío y poder que en el cielo preside desde su ascensión. La presencia invisible de Cristo para los creyentes ya se produjo ininterrumpidamente desde su ascensión (Mt. 28:20). No hay que esperar ni a 1874 ni a 1914. Y los cambios «sustanciales» tanto en los creyentes como en el mundo de las naciones ya se efectuaron y siguen realizándose también. Es evidente, por un lado, que la alusión a los cambios y señales que los Testigos ubican arbitrariamente en 1914 han estado sucediendo desde la ascensión, y las señales inequívocas de ello son el texto bíblico, la vida y la muerte de Cristo, la obra intercesora en el santuario celestial, lo que los hombres han experimentado desde entonces. Hay ciertos elementos proféticos que tienen una relación con la historia. La referencia a otros cambios más profundos y drásticos, según la idea de los Testigos, no se pueden ver ni comprobar en ningún otro momento puntual de la historia a no ser el que está marcado para un futuro escatológico que no ha llegado todavía. Cuando éste llegue no se necesitará escribir nada para atestiguarlo. b) El Reino de Dios se siguió predicando después de Cristo No podemos estar de acuerdo con lo que los Testigos dicen en Sea Dios veraz, cuando expresan los siguientes párrafos: «Mientras Jesús estuvo entre ellos, los discípulos también proclamaron la Presencia del Reino (Mt. 10:7; Lc. 10:8-11). Pero el registro no indica que ellos continuaran haciéndolo después de su ascensión a lo alto. Tal anuncio no sería apropiado sino hasta su vuelta y segunda [856]

presencia.» El registro bíblico es fiel en contradecir semejante afirmación. Felipe el diácono « anunciaba la Buena Nueva del Reino de Dios y el nombre de Jesucristo…» (Hch. 8:12). Pablo «… hablaba con valentía discutiendo acerca del Reino de Dios e intentando convencerles» (Hch. 19:8). El mismo Pablo daba testimonio antes de su muerte, diciendo: «Y ahora yo sé que no volveréis a ver mi rostro ninguno de vosotros, entre quienes pasé predicando el Reino (…), pues no me acobardé de anunciaros todo el designio de Dios» (Hch. 20:25-27). Las enseñanzas de Pablo se relacionaban estrechamente con el Reino de Dios, ya que el obtener dicho reino requiere unas condiciones: «¿No

sabéis acaso que los injustos no heredarán el Reino de Dios? (1ª Co. 6:9). Y nos enumera los impedimentos que obstaculizan el logro de dicho Reino (1ª Co. 6:9, 10 cf. Gá. 5:19-21). El Reino era algo experimentado ya (2ª Ts. 1:5 cf. Ro. 14:7. Se trata de una vivencia (1 ª Ts. 1:11, 12). Además era preciso testificar de lo que habían sido testigos (Hch. 1:8). Testigos de Cristo y de su predicación sobre el Reino ( Hch. 1:1-3 cf. Mt. 24:3). Es por ello que Pablo hasta sus últimos días estuvo enseñando acerca del Reino de Dios (Hch. 28:23, 30, 31). Está claro que los discípulos predicaron sobre el Reino de Dios después de la ascensión (Stg. 2:5; Ef. 5:5; 2ª P. 1:11; Col. 4:10, 11). No sabemos de dónde han podido sacar tal teoría los Testigos de Jehová respecto a que no se proclamó el Reino después de la ascensión de Cristo. La misma promulgación que hicieron los discípulos de la presencia del Reino mientras estuvieron con Jesús, ésa misma, pregonaron posteriormente. c) El valor del Reino de Dios presente –futuro

Varios autores consideran que «la realización futura y el cumplimiento presente están [857]

estrechamente unidos» en el concepto «Reino de Dios». «El

presente y el

neotestamentaria.»

futuro se interpretan desde los

comienzos

de la predicación

[858]

Según Kümmel, la comunidad primitiva descubrió en las palabras de Jesús, una línea continua de historia de la salvación, donde puede observarse un comienzo y un fin de los tiempos. Para estos autores (Cullmann, Kümmel, Laad, etc.), el Reino de Dios, aunque presente en tiempos de Jesús por lo que él significaba como persona escatológica, no agota la posibilidad de un futuro trascendente al final de los tiempos como respuesta a la esperanza bíblica. George Laad se explica así: «El Reino de Dios no puede ser reducido al reino del Señor en una alma individual, ni modernizado en términos de confrontación existencial personal, ni transformado en un sueño inconsciente de inmortalidad bendita. El Reino de Dios significa que Dios es Rey y obra [859]

en la historia a fin de conducirle a un objetivo que él mismo ha fijado.»

«Este objetivo último de la historia se alcanza por medio de una acción divina, sobrenatural, [860]

que transforma el mundo.» Héring en su estudio escatológico sobre «el Reino de Dios y su venida» comenta: «Jesús enseñaba que un germen invisible del Reino de Dios, existía desde el comienzo de su predicación; pero tal es su noción del Reino, que ella exige una realización completa y visible en [861]

el futuro mediante una transformación del orden cósmico.» Las bases de esta conclusión las obtiene Héring en la concepción de las Bienaventuranzas que coloca, según él, el Reino en el futuro, al igual que las parábolas, además del concepto escatológico [862]

de «Hijo del Hombre Celeste», que lo identifica con Jesucristo. dirá:

El teólogo católico Karl Adam,

«Restringir lo fundamental de su mensaje a esta predicación moral, sería desconocer el contenido específico religioso, más precisamente, el carácter sobrenatural y escatológico del

nuevo Reino.» «(…) su venida está todavía en el futuro, y es preciso decir: que tu Reino [863]

venga.» «También Jesús está siempre en un estado de tensión interior, siempre en movimiento hacia el futuro (…). Cuando él habla del reino y de la venida con poder, él lo entiende en un doble sentido, tanto al fin de los tiempos como al presente; o más bien él entiende el presente tendido, orientado [864]

interiormente hacia el fin de los tiempos, que también comprende el presente.» El gran problema de los Testigos de Jehová, es no comprender ese valor presente del Reino de Dios que no puede enmarcarse en un paréntesis temporal cerrado. Los Testigos paralizan literalmente el Reino de Dios inaugurado por Jesucristo por cuanto si no, su idea del Reino en 1914 estaría vacía de contenido. Es muy grave doblegar la Biblia a nuestros caprichos interpretativos. Jesucristo ha irrumpido en un planeta que estaba acosado por el Maligno. Hasta ahora la parcela de Dios en este mundo se limitaba a un pueblo (Israel) que, debiendo cumplir su misión de dar forma al Mesías, se parapeta en lo que da lugar a la apostasía nacional. Fruto de ello, la noción de «resto» surge a lo largo de esa historia para hacer posible el cumplimiento escatológico de la persona de Jesucristo. [865]

Jesús, fruto de su conciencia mesiánica, al comienzo de su ministerio, lanza un llamamiento al arrepentimiento, puesto que la hora ha llegado y el Reino de Dios se ha acercado (Mr. 1:15). Es tal el momento crítico de la humanidad, que la decisión de la aceptación o rechazo del Reino de Dios en el momento presente va a tener unas consecuencias para el futuro. Para Jesús de Nazaret es evidente que la tentación y la muerte hostigan al hombre de modo irremediable, pero ahora hay una oportunidad única, el Reino de Dios se ha acercado y ofrece un evangelio capaz de salvar al [866]

[867]

hombre. El reino de Dios va a satisfacer todas las necesidades. Como dirá Cullmann, Jesús predica un contenido moral teniendo en cuenta que el Reino de Dios se ha aproximado. Y esto tiene un sentido y significado continuo y actualizado para cada cristiano, y dependerá de su decisión de ahora hacia el reino que podrá formar parte de ese Reino futuro. Es incomprensible que los Testigos de Jehová lleguen a mutilar este mensaje del Reino que es preciso repetirlo en cada generación, y para cada uno en particular. No se puede esconder el Reino de Dios que trajo Jesucristo en la manifestación de su poder, autoridad y palabras. Ni la muerte ni la ascensión de Jesucristo podían ya alterar u obstaculizar la propia dinámica de lo que supuso su presencia y su predicación sobre el Reino. ¿Por qué el Reino de Dios se ha acercado? ¿Simplemente por el hecho de decirlo? ¿Qué seguridad había de que era cierto? ¿Qué señales tangibles se evidencian? Tomen buena nota los Testigos de Jehová respecto a las pruebas que Jesucristo exterioriza. Nótese que no hay nada invisible a lo que Jesús aluda. Ni nada que se reduzca a un criterio subjetivo interpretativo, sino a algo visible y patente. Imposible de cuestionar a no ser fijándolo más. En efecto, cuando Juan el Bautista le pregunta a Jesús sobre si él era el Mesías prometido o debían de esperar a otro (Mt. 11:3), la respuesta que da Jesús es sobre el «reino» aunque no se mencione (Mt. 11:5), por cuanto se expresan las mismas ideas que cuando se cita éste en relación a la expulsión de los demonios. «Si hago esto es porque el Reino de Dios ha llegado (éphthasen) (Mt. 12:28; Lc. 11:20).

[868]

En la persona de Jesús la autoridad y la obra salvadora de Dios son inmediatamente demostradas: Hace llamamiento a los hombres, predica con autoridad, cura enfermedades, purifica a leprosos, da

vista a los ciegos, restaura a los débiles mentales y aun expulsa a los demonios y resucita a muertos. ¿Qué había llegado?: El Reino de Dios. La autoridad y el poder de Dios sobre los hombres, demonios, enfermedades está ya demostrada en el presente. Los milagros forman parte de un plan de destrucción de Satán y su mundo. Jesús tiene esa misión, y él la inaugura. Se trata de penetrar en la casa del Maligno, atarle, inmovilizarle, y de este modo «saquear» la casa (Mr. 3:23-27). Los poderes (el Maligno y el pecado) que han esclavizado y atenazado al hombre ahora ya no tienen un poder irremediable ni inevitable. Dios ha hecho incursión en la historia mediante su Hijo. Ha invadido el territorio que en otro tiempo fue usurpado por el Maligno, pero no lo abarca completamente. Una nueva era se ha abierto pero es preciso que el nuevo orden se vaya creando. El Reino de Dios está presente pero no se ha consumado totalmente. Todavía hay enfermedad y muerte. Todavía campea el Maligno (Lc. 11:24-26) y el pecado. Hasta que no se haya logrado una victoria definitiva y completa el Reino de Dios no es Soberano en esta tierra. La alusión al Espíritu Santo (Mt. 12:31, 32) que en cuanto a su envío está en el futuro (Jn. 14:16, 17, 26; 16:7, 13), y la mención de dar cuenta en el día del Juicio (Mt. 12:36), día que en la Apocalíptica judía está en el futuro con señales precursoras cósmicas (Joel 2 y 3:1 ss.; Sof. 3:8 ss.; Zac. 14:1 ss.), nos indica la concepción de Reino establecido en el presente que se consumará en el futuro. La historia ha adquirido una nueva dimensión, pero es todavía historia. El establecimiento del Reino de Dios mediante la autoridad escatológica que ha llegado en la Persona de Jesús es el cumplimiento de ciertas expectativas del Antiguo Testamento (Mt. 4:17; 10:7; 12:28; 21:43; Lc. 10:11 cf. Col. 1:13; He. 4:14-16), que rinde cuenta de que el Reino de Dios Eterno, el que siempre ha existido, y que no había tenido presencia real más que en preparación, es ya una realidad manifiesta en su «fase de la gracia» con Cristo Jesús. Esas expectativas mesiánicas no se han cumplido automáticamente todas ellas (Is. 9:5, 6; Ez. 21:25-27; 37:24; Jer. 23:5 cf. Lc. 1:33), por cuanto el cumplimiento requiere una extensión temporal. El propio presente del Reino de Dios en la primera venida de Cristo lleva en sí mismo la dinámica del cumplimiento del Reino. Puesto que el Reino implica características, condiciones, destinatarios que todavía no viven pero que existirán, y una sujeción a un plan profético de salvación. En la esperanza mesiánica anunciada en el Antiguo Testamento se mezclan dos ideas yuxtapuestas e incompatibles con un momento simultáneo. La idea del Mesías sufriente (Is. 53; Dn. 9; Zac. 12:10) y la concepción del Mesías triunfante (ver textos más arriba) no pueden ser coetáneas. Tomando como ejemplo Isaías 61:1, 2 pp., esa esperanza mesiánica tuvo su cumplimiento inicialmente (Lc. 4:16-21): Jesús publicó el año de gracia para los humildes, pero falta consumarse el día de la venganza de nuestro Dios (Is. 61:2 sp., 3). Jesucristo, además de anunciar ese Reino de Dios en su fase de la « gracia», lo predica también para el futuro (Mt. 25:31-34; 26:29; Mr. 14:25; 15:43; Lc. 21:31; 22:16, 18, 29, 30) de acuerdo también al Antiguo Testamento (Is. 24:23; Zac. 14:9; Abd. 21; Dn. 2:44, 45; 7:9-14, 17, 18, 22, 27). ¿Y qué ocurre mientras tanto? ¿Entre el presente y el futuro? Los Testigos de Jehová niegan como hemos visto el transcurso lógico y normal del Reino de Dios una vez inaugurado y establecido por Jesucristo en su primera venida. Ya hemos comprobado también que el Reino de Dios se siguió predicando posteriormente a la ascensión de Jesucristo. Esta negativa motivada por la invención de 1914, no tiene en cuenta que la restitución y redención, implicadas en el Reino de Dios que ya trajo Jesucristo, obligan a perpetuar el Reino de Dios. ¿Para quién va dirigido el ejemplo de la necesidad

ineludible de anunciar el Reino de Dios si éste no fuera a tener una continuidad? (Lc. 4:43; 8:1; Mt. 4:23). ¿Acaso sólo los judíos de la época anterior a la ascensión de Jesucristo tenían el privilegio de que se les predicara el mensaje del Reino de Dios? ¿Sólo para los pobres de ese tiempo había que predicar el Reino de Dios? (Mt. 5:3, 10; Lc. 6:20). ¿No tienen los cristianos de todas las épocas la posibilidad de conocer los misterios del Reino? (Lc. 8:10). Es imposible concebir tal cosa que los Testigos de Jehová nos predican respecto al Reino de Dios: que hasta 1914 no sería adecuado el que el Reino de Dios se predicara. El Reino de Dios se ofrece como un don. Don que es imprescindible buscarlo (Mt. 6:33). El Reino de Dios se presenta como algo a lo que hay que entrar y para cuya acción existen condiciones (Jn. 3:3-8; Lc. 9:62; 1ª Co. 6:9, 10; Gá. 5:21) e incluso puede haber dificultades (Mr. 10:15, 23-25; Mt. 23:13). Y todo esto es para todos de todas las épocas. Por ello los apóstoles, muchos años después de la muerte y ascensión de Cristo continuaron predicando el Reino de Dios siguiendo el patrón marcado por Jesucristo (Hch. 8:12; 19:8; 20:25-27; 28:23, 30, 31; Col. 1:13; 4:10, 11; Stg. 2:5; Ef. 5:5; 2ª P. 1:11) e imprimiendo un modelo para todos los cristianos que concurrirían a través de la historia. En la predicación sobre el Reino se insiste en su aceptación por dos motivos fundamentales. El primero tiene que ver con la Soberanía de Dios, con su gobierno. Esto va a suponer a su vez la experimentación de los principios bienhechores del Reino frente a lo que ha supuesto el pecado y el mal. De ahí que sea preciso que urgentemente manifestemos de qué lado estamos. Demostraremos con ello nuestro interés hacia esa Soberanía y gobierno que Jesucristo nos describe en el Evangelio y en el resto de las Escrituras. El pecado del hombre supuso un cambio de «dueño», he aquí el resultado: la muerte, el dolor, la angustia, la inseguridad, la derrota frente a la tentación y el pecado. ¡Arrepentíos!, y aceptad a vuestro Creador y Soberano, con los principios que esto implica. Vuestra única escapatoria ante la evidencia de vuestra situación, es que volváis a vuestro único Rey y a los principios que rigen ese Reino. El segundo motivo fundamental de la insistencia es que nuestra aceptación o rechazo supone un juicio favorable o de condenación que se tendrá en cuenta cuando el Reino de Dios, la Soberanía o gobierno de Dios determine el final. Cuando el Reino de Dios llegue a ocupar totalmente todo sin excepción, y los reinos de este mundo desaparezcan. Vamos a ampliar estos conceptos para que comprendamos mejor la amputación que los Testigos de Jehová han ejercido sobre la Palabra de Dios quitando el valor del Reino que inauguró Cristo actualizando su contenido para cada persona y generación.

Definición, naturaleza del Reino de Dios y mensaje central Laad alude a tres significados que en su conjunto ofrecerían una panorámica acertada del sentido de la palabra «reino». Un reino sería «primordialmente un dominio sobre el cual un rey ejerce su [869]

autoridad». dominio».

[870]

Según una segunda acepción, el reino «se refiere al pueblo que pertenece a un mismo

Una tercera acepción la basa Laad en el diccionario de Webster: «El rango, calidad o

atributo de un rey, autoridad real; dominio; monarquía; reino, arcaísmo.» Nuovo Testamento de Kittel nos dice que:

[871]

El Grande Lessico del

«La realeza y soberanía de Dios que se manifiesta en un dominio justo y omnipotente y en un gobierno lleno de amor y de verdad es lo que define la naturaleza del Reino de Dios.»

[872]

[873]

En efecto, el Reino es ante todo «autoridad de gobernar, la soberanía del rey».

El Reino de Dios se refiere más bien «a su Señorío, su gobierno, su Soberanía, y no a la realidad sobre la cual ejerce autoridad» (Sal. 103:19; 145:11; Dn. 2:37).

[874] [875]

En este contexto no es tanto la realidad física sino el reinado o autoridad de Dios. si debemos recibir el Reino como un niño (Mr. 10:15), ¿qué recibimos?

Puesto que

«Lo que recibimos es el Gobierno de Dios. Para entrar en la futura realidad del Reino, uno [876]

debe someterse en plena confianza al gobierno de Dios aquí y ahora.» Cuando recibimos el Reino de Dios estamos recibiendo su autoridad sobre nosotros a la vez que nuestra voluntad se somete ante la certeza y revelación del poder de ese Reino de Dios. De ahí que [877]

Jesucristo nos inste a «buscar primeramente el Reino de Dios y su justicia» (Mt. 6:33).

¿Y qué hemos de buscar?: «Debemos buscar la justicia de Dios, su autoridad, su gobierno, su [878]

reinado en nuestras vidas.»

Buscar el Reino de Dios va a suponer, una vez que recibamos ese mensaje, una reflexión sobre lo que nuestra vida hace visible como fruto de vivir de acuerdo al reino de este mundo; cuando el contraste se produzca se nos presentará la necesidad ineludible de aceptar ese Reino de Dios. Esa búsqueda continua para que permanezca constantemente el Reino de Dios en nosotros, supone además abandonar los pensamientos y actividades que se han adecuado al reino de este mundo, y permitir que nuestra vida se ponga en armonía con los contenidos y características del Reino de Dios. De este modo el Reino de Dios, es decir, su gobierno, su autoridad, su realeza se apoderan de nuestra mente y ser, en base a nuestra libre voluntad y nos capacitan para ser súbditos de su Reino. Cuando se ora «venga tu Reino» es sobre todo «una petición para que Dios reine para que manifieste su soberanía y poder reales. Para derrotar a todos los enemigos de la justicia y de su [879]

gobierno divino, que sólo Dios pueda ser rey sobre el mundo entero».

En esas dos peticiones de Jesús, la de buscar el Reino de Dios y la de orar para que su Reino venga, se condensa la realidad con sus implicaciones del Reino presente y la del Reino futuro. Schmidt nos dirá que «el Reino de Dios en su fase de la gracia, tal como lo enseña Jesús, es lo opuesto a la realeza actual terrestre, y que se trata de un hecho, aquí y ahora, sobrenatural y

milagroso». Y añade la idea de que el Reino de Dios en su fase futura es una catástrofe cósmica que se realiza a través de determinados acontecimientos de acuerdo y en relación al drama [880]

escatológico. De esta breve exposición podemos obtener el mensaje central del Reino de Dios que Jesucristo nos expuso. Buscar y aceptar el Reino de Dios es aceptar los principios que rigen ese Reino, es admitir los principios ideológicos del gobierno de Dios. Es permitir que Dios gobierne nuestra vida con su plan de la salvación. Es someternos a la autoridad de Dios mediante el poder que recibimos cuando decidimos hacer su voluntad. Decisión que nos la presenta el Espíritu Santo, como alternativa a nuestra situación de infelicidad y rebelión. Todo esto está en contraste continuo con el «reino de este mundo». Este reino también tiene su ideología, sus principios de actuación. Por el mero hecho de nacer recibimos la impronta y la orientación del «reino de este mundo». Y no lo podemos remediar a no ser con el Reino de Dios que [881]

irrumpe con todo el poder mediante Jesús de Nazaret, el Hijo del Hombre Celestial. Ese Reino de Dios ha previsto y provisto de todo lo necesario para poder salir del «reino de este mundo» y formar parte exclusivamente del «Reino de Dios». La urgencia con que Jesucristo insta a que nos arrepintamos de pertenecer al «reino de este mundo» con todo lo que significa, y que aceptemos el Reino de Dios con todo lo que implica (Mr. 1:14, 15; Mt. 4:17) está ampliamente justificada. La permanencia en el «reino de este mundo» fija y programa actuaciones que presionan cada vez más a quedarse inmóvil, como hipnotizado por las sugerencias y aparentes atractivos del «reino de este mundo», provocando en los individuos un rechazo de la autoridad de Dios, del gobierno de Dios, de los principios de actuación, de la conducta que rigen en el Reino de Dios. La gravedad de esta urgencia se hace más profunda, cuando Jesucristo nos dice que el Maligno que representa al reino de este mundo, y el propio «reino de este mundo» han sido ya juzgados y condenados (Jn. 12:31 cf. Jn. 16:11). Esto significa que la forma de actuar del «reino de este mundo», con su conducta e ideología, a la vez que los principios que rigen en la actuación del Príncipe de este mundo han sido ya juzgados y condenados. Y por lo tanto el ser humano que forme parte del «reino de este mundo» podría estar siendo juzgado y condenado de persistir en su estancia en el mundo. Por cuanto el juicio sobre el mundo alcanza a los que lo integran. La única salida está en aceptar el Reino de Dios, la autoridad de Dios, su gobierno, su verdad, sus actitudes. Esto se hace imprescindible, inaplazable e imperioso. Los Testigos de Jehová no pueden proclamar un mensaje tal, por cuanto deberían cambiar la naturaleza de su predicación sobre el Reino de Dios. Al haber estado ausente, según ellos, la posibilidad de que el Reino de Dios pudiese cambiar radicalmente las vidas de aquellos que escudriñan la Biblia, ya que esto sólo sería posible, a juicio de este pensar, y de un modo teórico y judicial y a nivel del «cielo» con las «naciones», a partir de 1914, privan de este mensaje central a todos los posibles cristianos de toda la historia anterior, e incluso a sus propios correligionarios. Aceptar un mensaje de esta naturaleza, a tenor de lo que ha evidenciado su reino de 1914, sería un argumento más para mostrar la incompetencia e inutilidad de ese reino en 1914. A partir del momento en que yo o cualquier cristiano de cualquier época ha «buscado» el Reino de Dios, de acuerdo a la petición de Jesús, y lo proyecta con el poder de Dios en su vida, puede ya cambiar radicalmente el mundo, puede hacerlo avanzar de acuerdo a la voluntad de Dios, y puede

contribuir en base a la «presciencia» y «soberanía» divinas a que se realice la instauración del Reino de Dios de modo definitivo en este mundo. Por algo se dice que cuando se haya predicado este evangelio del Reino en todo el mundo, entonces vendrá el fin de este mundo. Entonces lo que no se ha podido hacer, la destrucción total del pecado, de la muerte y del mal, con sus corolarios de la enfermedad, el dolor y el sufrimiento, será una realidad en conformidad a las promesas bíblicoescatológicas. Capítulo II La hipótesis de los tiempos señalados de las naciones como fin del mundo en 1914 y los cuatro datos que le dan soporte Para construir la hipótesis de un Reino en 1914, los Testigos de Jehová utilizan la teoría del círculo cerrado, o la del perro que se coge el extremo del rabo con la boca y comienza a dar vueltas sobre sí mismo imaginándose que corre tras el rabo. Los tiempos «señalados» de las naciones o gentiles, son la evidencia de que en 1914 ha venido el Reino de Dios. Pero ¿qué es lo que evidencia que esos tiempos de las naciones han acontecido? Esos «tiempos» de Lucas son señalados. Es decir, que señalan a unos tiempos que están indicados en otro lugar de las Escrituras. ¿A qué tiempos se está haciendo referencia? Indudablemente que a los 7 tiempos de Daniel 4 (nos dirán los Testigos de Jehová). Esos tiempos empezaron el 607 a.J. Para que pudieran iniciarse era imprescindible que la tierra de Judá quedase total y literalmente desierta en base a la profecía de Jeremías.

[882]

Cuando nos encontramos frente a una cadena de elementos interpretativos hemos de analizar cada eslabón. Deben responder por separado a lo que se les exige.

Primer dato: Lucas 21:24 menciona «tiempos señalados de las naciones» para evidenciar que el fin de las naciones ha llegado y que por lo tanto el Reino de Dios se ha cumplido al final de esos tiempos Nótese que este primer dato no puede demostrar absolutamente nada. Supone que Lucas 21:24 incluye un período profético de tiempos de las naciones que están señalados en algún lugar. Para que tuviera alguna clase de validez este dato en cuestión debería poderse probar con el propio texto de Lucas 21:24, lo que implica el planteamiento que los Testigos de Jehová presentan. Obsérvese que las dos conclusiones que están integradas en este primer aporte de los Testigos para alcanzar su objetivo hipotético se dan como hechas sin haberse razonado ni justificado. No se puede aludir a que esto sea una señal de nada mientras primero no se certifique fehacientemente que dicho texto tiene por sí mismo una relación con el Reino de Dios. Habrá que probar que lo que se dice lo expresa claramente el texto. Tres cosas se dicen en este primer planteamiento: primero, que Lucas 21:24 se relaciona con el Reino de Dios futuro; segundo, que se trata de unos tiempos señalados, y en tercer lugar que dichos tiempos son una señal de que el fin ha llegado. ¿Cómo traducen el texto en cuestión los Testigos de Jehová, y que elementos adicionales añaden al texto traducido, además de la interpretación que ya hemos reflejado en otro lugar? Según la versión Nuevo Mundo, traducción:

[883]

el texto se debería transliterar del modo que exponen en dicha

«y caerán a filo de espada y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por las naciones, hasta que se cumplan los tiempos señalados de las naciones». Adjuntamos algunos elementos que son considerados por lo Testigos como implícitos en el texto: «(…) Jesucristo dijo que Jerusalén seguiría siendo hollada o pisoteada por las naciones, hasta [884]

que se cumplieron los tiempos señalados de las naciones gentiles.» Por otra parte, cuando se cumplieran esos tiempos señalados terminaría de ser pisoteada [885]

Jerusalén, pero no la terrenal sino la «Jerusalén celestial».

Ahora estamos en disposición de contrastar lo que decíamos más arriba en relación a las ideas que los Testigos suponen que contiene Lucas 21:24. 1. ¿Hay alguna relación entre este texto tal cual lo traducen los Testigos y la existencia de un «Reino de Dios» que empezaría a notarse en 1914? Nuestro primer paso debe limitarse a constatar tal hecho. Comprendamos que la ilación que de los textos y conceptos hacen los Testigos tiene como base Lucas 21:24. No podemos aludir a ningún otro texto mientras no hayamos dilucidado lo que se pretende obtener de éste. Se ha de admitir por cualquiera que la teoría de los Testigos no es el resultado de lo que directamente nos ofrece el texto, sino producto de una interpretación que maneja unos versículos que previamente se ha aceptado una correspondencia sin haberla demostrado. El prejuicio y la arbitrariedad es lo que priva en este tipo de interpretaciones. 2. ¿El texto en cuestión admite de acuerdo al manuscrito griego la palabra «señalados»? Cualquier versión crítica que se consulte que traiga el texto griego no aparece la expresión

[886] «señalados». Es un postizo que los Testigos han puesto en su traducción. Esto es muy grave. Ni Russell ni siquiera Rutherford que analizaron el texto se atrevieron a tanto. [887] Al examinar la traslación del texto griego que los propios Testigos han publicado tampoco [888] aparece ninguna palabra griega que se conozca como «señalados». ¿Entonces? En la traducción interlineal y marginal que los testigos han hecho en inglés del texto griego de Westcott-Hort nos dan la clave del misterio. Debajo de la palabra griega «kairoì» han instalado, como si de su significado se tratase, dos palabras inglesas: «appointed» y «times». Es muy grave incluir en una traducción una palabra que no existe en el «original», pero la responsabilidad es mayor cuando se pretende dar crédito de una [889] impostura usando el propio texto original. Con esta falsificación que tiene otros precedentes en los Testigos de Jehová no se hace otra cosa que remarcar precisamente lo que está ausente en el propio texto. En efecto, el versículo en sí mismo no puede referirse de ninguna manera a ningún período anterior que estuviese en marcha dentro de la historia. Los Testigos necesitaban asegurar para sus correligionarios que ahí se estaba haciendo mención a los «tiempos de las naciones» que según ellos también se indican en otro lugar (Dn. 4). Después de agregar una palabra que no existe no es extraño que se provoque a toda una serie de malos entendidos. 3 . ¿Dónde dice Jesús en el texto que Jerusalén «seguiría» siendo hollada o pisoteada por las naciones? El motivo de esta nueva añadidura procura fijar, sin explicación posible, que esos tiempos hubiesen empezado ya en el pasado. Ya dijimos analizando a Russell que la profecía de Jesús designa, tanto su comienzo como su final, al futuro. El v. 24 está unido a los pasajes que arrancan del v. 20. A comienzos de la década de los 30 Jesús profetiza que Jerusalén va a ser rodeada de ejércitos, y que cuando eso ocurra su destrucción es inminente (v. 20). Está claro que se refiere a un punto que se encuentra en el futuro tomando como partida el momento que Jesús pronuncia esas palabras, simultáneamente se reseña a la ciudad de Jerusalén terrenal. Los que estén en Judea (la nación de la que Jerusalén es su capital), aconseja Jesús que huyan a los montes (v. 21). A continuación se predicen las calamidades que sufrirá la tierra de Judea (vv. 22, 23) junto con el sufrimiento que supondrá para el pueblo de los judíos el caer a filo de espada y el ser llevados cautivos a todas las naciones (v. 24 pp.). Esta situación de «cautiverio» entre las naciones permitirá una presencia continua de «hollamiento» por parte de los gentiles, de la ciudad (Jerusalén) o de la capital de la nación que hasta ahora se ha mencionado, hasta que los «tiempos» o época favorable (kairoì) de esos gentiles se acabe (v. 24 up.). Los límites están suficientemente marcados por Jesucristo: La destrucción de Jerusalén que se encuentra más allá de la duración de la vida de Jesús, y la extinción de ese «tiempo favorable» estipulado para los gentiles que se encuentra en el futuro lejano. Por lo tanto no hay alusión a nada del pasado como si todavía siguiera cumpliéndose una circunstancia histórica anterior. Se está comunicando una profecía totalmente nueva que no tiene ningún anclaje retrospectivo. Todo está en

el futuro, y su duración (respecto al «pisoteo» de Jerusalén) es hasta que se agote el tiempo de existencia concedido a las «gentes». 4 . Este contexto que acabamos de fijar nos ayuda a comprender que es imposible otra de las interpretaciones de los Testigos en relación a ese texto de Lucas 21:24, la que transforma la Jerusalén del versículo en una ciudad celestial. De ningún modo que se mire se puede aceptar dicho parecer. ¿A qué se debe una especulación de este género? Toda la presunción nace y se desarrolla de la siguiente manera: Russell se había aventurado a poner como fin literal de las naciones 1914. Cuando esto no sucedió, se estiró el tiempo de alguna forma. Cuando con ese alargamiento no se tuvo bastante y no hubo posibilidad de mantener el planteamiento original, se cambió de sentido: 1914 es el fin de las naciones, pero de un modo invisible, «legalmente» se les ha quitado su poder, ya no reinan realmente ni hacen lo que quieren. Pero, ¿qué ocurre con los elementos adicionales que estaban implicados en la conjetura de Russell? Para Russell su infundada teoría le llevaba consecuentemente a interpretar la Jerusalén que aparece en la frase bíblica de Lucas 21:24 de un modo totalmente material: era de la Jerusalén terrenal que hacía mención el párrafo. Pero si no se cumplió en 1914 lo que Russell esperaba y del modo con que lo esperaba respecto a la destrucción de los reinos de este mundo, tampoco fue posible contemplar que la Jerusalén terrenal dejara de ser «pisoteada» y se le devolviera el favor que Russell pretendía que debía suceder en ocasión de 1914. Los Testigos de Jehová se vieron obligados, al continuar con el hipotético supuesto, a cambiar también el concepto de Jerusalén. Ya no era la terrenal tal como había predicho Russell e incluso Rutherford, sino la celestial. Esta nueva injerencia trastorna todavía más la propuesta de los Testigos de Jehová. ¿Por qué? Primero porque en ese diseño especulativo, los Testigos opinan que los susodichos «tiempos de los gentiles» o de las naciones tienen un origen que comienza con la destrucción de la Jerusalén terrenal [890]

por Nabucodonosor en el 607 a.J. Una lógica correcta que inicia un período que tiene que ver en sus dos extremos, entre otras cosas, con Israel como nación, o con lo que le representa (su capital Jerusalén), debe ser consecuente con el compromiso interpretativo adquirido. Si se empieza en una punta con la Jerusalén terrenal, para que tenga validez ese compromiso debo finalizar en la otra extremidad con la Jerusalén terrenal también. Y esto, y solamente esto, es lo que nos autoriza el texto en cuestión con su contexto. Todo el contexto anterior (Lc. 21:20-23) nos habla de la literalidad de la tierra de Judá, el texto en cuestión (Lc. 21:24) nos habla de la destrucción de Jerusalén cuyo límite inicial se proyecta a través del tiempo hasta el fin de la intra-historia. Lo que comenzó a cumplirse en el año 70 con la Jerusalén terrenal mediante el general romano Tito está inseparablemente unido con el cautiverio de ese pueblo judío; y esa Jerusalén, que sabemos que es la terrenal, porque ha de mantener una continuidad histórica de presencia extranjera o de influencia exterior inevitable, es lo que permite ese cumplimiento de constante «pisoteo» a lo largo de toda su historia terrenal. 5 . El significado de «’Ierousalèm éstai patouméne hipò ethnôn áchri oû plerothôsin cairoì éthnôn» (Lc. 21:24 up.), junto con el contexto posterior impide una explicación como la que los Testigos de Jehová nos proveen. La mayoría de los traductores han evitado el matiz sutil que puede haber entre el uso de chrónos y cairós.

[891]

Es verdad que en alguna ocasión excepcional es casi

imposible distinguirlos, pero no es el caso que nos ocupa. Vine diferenciación:

[892]

ha sabido condensar esta

«En términos generales chronos expresa la duración de un período, cairos destaca su caracterización por ciertas peculiaridades (…). Chronos marca cantidad; cairos, calidad.» En la versión crítica al Nuevo Testamento de Bover-O'Callaghan ha quedado registrada esta matización la «pléroma» (plerothôsin), una característica de los gentiles que subraya la otra que también tienen, la de los «cairoì». Dicha traducción vierte así la última parte del texto: Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que alcancen su plenitud los tiempos de los gentiles.

[893]

[894]

Félix Puzo, de la Universidad Gregoriana de Roma, creemos que ha comprendido dónde está puesto el énfasis cuando traduce la última frase diciendo: «hasta que se cumplan los destinos de las gentes». [895]

L a plerothôsin, de «pléroma», denota plenitud, los cairoì implican una característica que involucra no la cantidad, sino la calidad: «lo oportuno» , «lo favorable». Tiene que llegar a término algo, ¿el qué? ¿El fin de un período de tiempo, o el fin de seguir teniendo la oportunidad a la salvación que se concede a los gentiles? ¿O ambos a la vez? Jean-Daniel Kaestli

[896]

se expresa de este modo:

«¿Qué significan esos «cairoì ethnôn »? Por una parte el intervalo de tiempo durante el cual los paganos serán los dominadores de la ciudad Santa. Pero es también el tiempo de salvación de Dios al que aquéllos tienen derecho.» La idea de Kaestli, si bien estamos de acuerdo, puede de nuevo crear confusión desde el punto de vista de la exégesis y del sentido de los cairoì que no tienen que ver con ningún período de tiempo determinado que implique duración o cantidad. Recoge, teniendo en cuenta la salvedad hecha, la idea correcta de que los cairoí se caracterizan por la acción de la salvación de Dios hacia las gentes. Se ha dicho que «Jerusalén será pisoteada por los gentiles», pero ¿hasta cuándo? El fin de lo que signifique ese «pisoteo» coincidirá con el fin de las oportunidades a la salvación que se les concede a los gentiles. El tiempo que está marcado por la duración del pisoteo de Jerusalén (de acuerdo a la frase «y Jerusalén será pisoteada por los gentiles») tiene un origen en el año 70 d.J., el final está marcado no por un período de tiempo, sino por una circunstancia que no es preciso recalcar el momento, puesto que su cumplimiento esta orientado por toda la Biblia: que el término del pisoteo ha de acontecer al final del tiempo de gracia concedido a las gentes. Nunca Israel se va a a ver libre de la presencia extranjera, porque dicha presencia estará hasta que se cumpla la acción salvadora de Dios desplegada en favor de los pueblos y naciones cuyas gentes, algunas, aceptan esa salvación, y otras siguen «pisoteando» a Jerusalén, y se mantendrán de ese modo hasta que se decrete por parte de Dios que ya se ha llegado a la plenitud de la «disposición favorable» a la salvación otorgada a las naciones. Nada de esto pudo tener su cumplimiento ni en el 607 a.J., porque la profecía de Jesús no apunta al pasado, sino que su principio está concebido en ocasión de la destrucción de Jerusalén en el año 70 de nuestra era, ni en 1914 en cuanto a su conclusión porque obviamente la profecía de Jesús todavía en 1993 está en proceso de cumplimiento. Esta confianza en nuestra exposición se basa además en el contexto posterior a nuestro pasaje en disputa, porque cuando esa situación de plenitud se dé, o cuando ese momento oportuno o favorable se acabe se han de notar una serie de señales cósmicas y de otra naturaleza que vetan cualquier sugerencia peregrina como la de los Testigos de Jehová. En los vv. 25-27, 31, se nos confiere una certitud fuera de toda posible duda. Las señales que se

nos enumeran no pueden pasar desapercibidas para nadie: «Señales en el sol, en la luna y en las estrellas…». «Las potencias de los cielos son conmovidas» y «entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá (…) con poder y gran gloria (v. 27). Estas gentes angustiadas en la tierra (v. 25), estos hombres que contemplan con expectación todo lo que está sucediendo (v. 26), verán al Hijo del Hombre venir con poder y gloria (v. 27). Nada de esto aconteció en 1914, aun cuando en esa fecha se diera una miniguerra europea (no mundial, aun cuando se haya mal llamado así). El v. 31 es determinante con arreglo a la postura de los Testigos de Jehová. Según los Testigos, en ese mismo año de 1914 se dieron las señales que marcan la venida del Reino de Dios. Sin embargo, el v. 31 nos dice que cuando veamos esas señales que se han enumerado, todavía el Reino de Dios no habrá llegado, sino que está cerca. Si las señales ocurrieron de acuerdo a los Testigos en 1914, el Reino de Dios tendría que realizarse después de 1914. Ya sabemos el significado relativo que pueden tener en la Biblia expresiones como «cerca», «un poquito» de tiempo (cf. He. 10:35-39). La conclusión de este apartado viene dada por lo que se desprende de nuestro estudio: Lucas 21:24 no contiene nada de lo que propagan los Testigos de Jehová. No hay alusión posible al pasado ni al Reino de Dios ni a ningún período profético. Lucas 21:24, tomando como punto de referencia el momento que Jesucristo pronunció dicha profecía, está apuntando al futuro, futuro que se desenvuelve desde la destrucción de Jerusalén por los ejércitos romanos en el año 70 hasta un instante, no cumplido todavía en 1993, y marcado por el final de una situación favorable para la salvación que se les ha concedido a las gentes de las naciones.

Segundo dato: Los «tiempos señalados» que menciona Lucas 21:24 hacen alusión a los 7 tiempos de Daniel 4 ¿Hay alguna relación posible entre Lucas 21:24 y Daniel 4? ya hemos visto la imposibilidad de que Jesús en Lucas 21 se refiriese a un período profético que hubiera empezado en el pasado, siguiese en el presente de Jesús cuando pronuncia dichas palabras, y que finalizase en un tiempo señalado en 1914. Primero,

Segundo, la

profecía de Daniel 4 acontece exclusivamente con Nabucodonosor; no tiene una proyección futura. Siete tiempos son siete años literales. Los Testigos de Jehová, al igual que su fundador Russell, opinan que Nabucodonosor estaría representando un drama profético de largo alcance, que no se limitaría a los 7 tiempos o años literales que debía durar su locura (véase Daniel 4), sino que sería preciso ampliar dicho período a 2.520 años.

[897]

Los 7 tiempos o años, según este pensar, serían simbólicos y tendrían un valor de día por año. Es decir, que 360 días, según el año lunar, valdrían 360 años y multiplicados por 7 (de los «siete» tiempos) resultarían 2.520 años.

[898]

Estos 2.520 años sacados de Daniel 4 serían a los que aludiría Jesús en Lucas 21:24. ¿Qué nos presenta Daniel 4?

[899]

Nabucodonosor tiene un sueño que nadie puede interpretar (vv. 1-7). Nabucodonosor pide a Daniel que le interprete el sueño, y para ello le relata lo que ha visto en visión (vv. 8-18). El contenido de la visión es un árbol que hacía de morada a los animales (v. 12), además de un vigilante que ordena derribar el árbol y despojarlo de todo (vv. 13, 14). Debían dejar del árbol, la cepa de sus raíces, y el «corazón de hombre debía ser cambiado por el de una bestia, y debían pasar 7 tiempos» (vv. 15, 16). La interpretación la ofrece Daniel (vv. 19-27). El árbol era Nabucodonosor mismo (v. 22). Y ese árbol que iba a ser derribado mientras que la cepa de sus raíces permanecería durante siete tiempos, significaba que Nabucodonosor sería echado de los hombres y siete tiempos pasarían sobre él hasta que reconociese que el Altísimo tiene dominio sobre los hombres (v. 25). Y lo que representaba la permanencia de la cepa de las raíces era que el reino se le devolvería a Nabucodonosor después que reconociera que quien gobierna realmente es el Dios del cielo. Comprobamos que dicho sueño se aplica exclusivamente a Nabucodonosor. El libro de Daniel no sólo contiene profecías (caps. 2, 7, 12), sino también historia (caps. 1, 3, 5, 6). En algunos capítulos que se narran hechos históricos se insertan profecías. Éste es el caso de los capítulos 4 y 5. La profecía con un género como el del libro de Daniel es por su naturaleza incompatible con una profecía de doble proyección, puesto que dicha profecía contiene ya una metodología para transportar ciertos acontecimientos al futuro sin necesitar de ese recurso. Dadas las dificultades que entraña la profecía de doble proyección, creemos que sólo la inspiración está capacitada para determinar esa situación. El Nuevo Testamento hace referencia a este uso, pero no nos enseña una

técnica que podamos utilizar para aplicarla a otras partes de las Escrituras hebreo-arameas fuera de las ya consignadas por las Escrituras griegas inspiradas. Por lo tanto, cualquiera que intente un objetivo semejante no podrá demostrarlo, estará en el campo de la conjetura. De nada les sirve a los Testigos decir que ahí, en Daniel 4, hay una profecía de doble proyección. Antes de decirlo deberían enseñarnos en qué consiste una profecía de esa naturaleza y qué reglas debe cumplir para identificarla como tal, y cuándo se está autorizado en su aplicación. Mientras no nos den una explicación satisfactoria no tiene ningún valor. La lectura del texto bíblico agota cualquier interpretación que no sea la que hace referencia a Nabucodonosor. La finalidad de la visión era que el rey Nabucodonosor considerara al Rey del cielo como quien domina sobre los hombres (Dn. 4:25). El tema no es indicar cómo se llega al establecimiento del Reino de Dios (tal como inventan los Testigos), sino el de describir la humillación del rey Nabucodonosor. Tanto en Daniel 2 y 4 es Nabucodonosor quien recibe las visiones. Los contenidos difieren singularmente. En el capítulo 2 se sobrepasa la historia de Nabucodonosor mostrando su alcance hasta la implantación del Reino de Dios al final de los tiempos (Dn. 2:44). La profecía es para revelarle lo que ocurrirá «con el correr de los tiempos» (Dn. 2:28). En Daniel 7 se llega al tiempo en que los santos del Altísimo toman el Reino, y en el capítulo 8 se habla de un «tiempo del fin». En Daniel 4 no se dice nada del futuro ni de la instauración del Reino de Dios. Todo se basa, se interpreta y se aplica sobre Nabucodonosor. Si hubiera habido una intención por parte de la inspiración de transmitir una prolongación temporal que sobrepasara los siete tiempos literales hubiera utilizado la sucesión de imperios y tiempo tal como se presenta en los capítulos considerados como netamente aplicables más allá del propio Nabucodonosor. No hay ni siquiera alguna sugerencia de ello. Esa concepción es un intrusismo que rompe el cuadro armónico de la apocalíptica del libro de Daniel. Si juzgamos este sistema de fantasía extravagante, el valor y cálculo de los 7 tiempos que los Testigos dan no es más que un antojo. Respecto a los tiempos de Daniel 4 dicen: «La Biblia mide por un tiempo lunar cuando habla de meses y años. En el caso de Nabucodonosor un tiempo representó un año lunar (…). Así los «siete tiempos» o siete años que [900]

dura la locura de Nabucodonosor, predijeron un período de 2.520 años (…).» «(…) con Dios [901] cada día cuenta por un año.» Sin embargo, en relación a los 3 tiempos y medio que se mencionan en Daniel 7:25: «Allí se dice que los Santos del Altísimo habían de ser dados en manos de los elementos políticos mundanos “por un tiempo, tiempos y la mitad de un tiempo”, siendo cada tiempo [902]

equivalente a un año solar de 365 1/4 días.» No tiene una guía uniforme. No se explica en ninguna parte por qué en un capítulo son años lunares y en otro solares, y por qué en uno son proféticos y en otros literales. Tercero. Aun cuando

admitiéramos como hipótesis de trabajo que la profecía de Daniel 4 tuviera una proyección de largo alcance, no podría aplicarse más que dentro de los límites que los símbolos indican. Nabucodonosor representa el poderío gentil. Según la profecía se le iba a quitar el poder al comienzo de los 7 tiempos, y a su final dicho poderío gentil aceptaría el dominio del Altísimo y se le devolvería de nuevo el reinado a las naciones de este mundo simbolizadas en la figura del rey Nabucodonosor.

Notemos que los Testigos efectúan lo contrario. Al comienzo de la profecía de los 7 tiempos tipificada por la locura de Nabucodonosor y que debería expresar la pérdida del reinado de las naciones, en el pensar de los Testigos de Jehová, aparece al revés de la exigencia natural del texto: las naciones reinan al inicio de dicho período de 7 tiempos. Por otra parte, al final de los 7 tiempos que de acuerdo a la descripción profética se le devuelve el reinado que Nabucodonosor había perdido, debería entenderse, en una profecía de doble proyección, que las «naciones gentiles» al término de los 7 tiempos recuperarían el reinado después de confesar el poder del Altísimo. Sin embargo, para los Testigos de Jehová al cabo de dicho espacio cronológico, concretamente en 1914, las naciones en vez de recobrar precisamente lo que el pasaje requiere, se les quita el señorío. Siempre al contrahaz. Si se trata del anverso, ellos presentan el dorso. Cuarto. Ha

de ser en el propio texto de Daniel que deberemos encontrar el momento del origen de los «siete tiempos». En principio el texto de Daniel 4 sólo nos consiente tener en cuenta el poderío gentil representado por Nabucodonosor y de la forma que ya hemos expuesto. Sin embargo los Testigos se ven obligados a introducir al pueblo de Israel, ya que supone a éste relacionado con Daniel 4. Sobrentienden, una vez que realizan su interpretación divergente con arreglo a las demandas del texto bíblico, que para que los gentiles reinen, Israel ha tenido que perder su representatividad respecto al Reino de Dios. Pero es imposible que una profecía que se refiere a Nabucodonosor como representante de las naciones gentiles en un contexto ideológico y cronológico distinto a Israel y a su destrucción como nación, precisamente por el propio Nabucodonosor, esté cumpliendo lo que los párrafos de Daniel 4 exponen respecto a él: «Aquellos tiempos señalados ya habían empezado en el 607 a. de la E.C. por la primera destrucción de Jerusalén a manos de los babilónicos, seguida de la desolación completa de la tierra de Judá. Según el libro de Daniel, en su capítulo cuatro, aquellos “tiempos” serían siete, y abarcarían un total de 2.520 años (…).»

[903]

No se puede traspasar el contenido de Daniel 4, que se ajusta tan sólo a Nabucodonosor y como quimera al poderío gentil representado por el monarca babilónico, a la pérdida del reino de Israel en ocasión del hecho histórico de la invasión de Jerusalén. La profecía de los 7 tiempos, según Daniel 4, sucede doce meses después de haber tenido el sueño (4:26-33). Daniel 4 es preciso ubicarlo posteriormente al capítulo 2 y 3. El capítulo 2 se desarrolla a partir del año segundo del reinado de Nabucodonosor (Dn. 2:1). En dicho capítulo el rey no conoce a Daniel como visionario, mientras que en el capitulo 4 se le considera como aquél en quien mora el Espíritu del Dios Santo (Dn. 4:8). Independientemente de la fecha que pongamos para la destrucción de Jerusalén en ocasión de la conquista por el rey Nabucodonosor estando Sedequías como rey de Israel, es evidente que la profecía de Daniel 4 fue dada posteriormente a dicha conquista, y nada tiene que ver con el pasado, sino con el futuro de Nabucodonosor se mire a éste como se mire. Al seguir el sentido de la profecía de Daniel 4, no sólo no se hace ninguna alusión a Israel, sino que de aceptarse la hipotética doble proyección se tendría que haber producido no el comienzo del poderío gentil o los «tiempos de las naciones», sino la caída de las naciones gentiles y no la de la nación de Israel. Daniel 4 no sólo no se relaciona siquiera con Lucas 21:24, sino que tampoco tiene nada que ver con la destrucción de Jerusalén en tiempos de Sedequías. Nada seguro y claro se nos dice en alguna

parte del capítulo respecto a que los 7 tiempos que debían pasar sobre Nabucodonosor sean lo que la suposición humana ha querido llamar los «tiempos de las naciones» como deseando identificar esa frase con una duración temporal exacta estipulada por la Biblia para las naciones gentiles de este mundo. En dicho capítulo no se suministra ninguna fecha para que pudiéramos empezar un período, que de existir sería uno de los pormenores a reflejar. El no estar contemplado es una evidencia más de la ausencia de elementos fidedignos que permitan la edificación de una teoría como la de los 7 tiempos de los gentiles en versión de los Testigos de Jehová.

Tercer dato: esos 7 tiempos se originan en el 607 a.J., fecha de la destrucción de Jerusalén Los Testigos de Jehová acusan a lo que ellos llaman la cristiandad de usar fechas suministradas por la historia secular y no por la Biblia para la obtención de la caída de Jerusalén. Según la historia secular la destrucción de Jerusalén por Nabucodonosor sería el 586 a.J. Según los Testigos de Jehová dicha caída de Jerusalén acontecería en el 607 a.J. ¿Por qué los Testigos de Jehová contra toda certeza tanto bíblica como secular han aceptado el 607 y no el 586 a.J. como la fecha de la destrucción de Jerusalén por Nabucodonosor? Vamos a tener oportunidad de comprobar que tanto la Biblia como la historia coinciden cuando ambas se utilizan de un modo correcto. El problema de los Testigos de Jehová es doble. Por un lado se ven obligados a mantener a ultranza la fecha de 1914, para ello es preciso sostener el 607 en el otro extremo, fundamentado no por la historia ni la Biblia, sino por un modo incorrecto de interpretar ésta. Los Testigos de Jehová pueden aparentemente decir que se basan en las Sagradas Escrituras para la obtención del 607 a.J. También nos decía esto Russell cuando el período que hace de soporte lo iniciaba en el 606 a.J. y utilizaba Levítico 26 para sacar los 7 tiempos de pisoteo de Jerusalén. Sin embargo, los Testigos de Jehová actuales ya no usan dichos textos bíblicos porque no pueden soportar un mínimo análisis. Y aquí se encuentra el segundo problema. La cosa no está en que uno se base en la Biblia; todas las denominaciones que se precian de cristianas dicen lo mismo respecto a sus posiciones doctrinales, el asunto está en que se haga un empleo cabal de la palabra de Dios. Los Testigos de Jehová no han sabido desprenderse de un sistema interpretativo que estaba viciado por el prejuicio. Ellos han asumido su herencia con todas sus consecuencias. Veamos cómo se consigue el 607 a.J., y aprendamos en dónde radica la equivocación. «Pero ¿cuándo comienzan los “tiempos señalados de las naciones”? ¿Cuándo terminan? ¿Y qué sucede cuando concluye este período fijo? (…) (…) Comenzó siglos antes con el derrocamiento de aquella dinastía en 607 a. de la E.C.; cuando el rey babilónico Nabucodonosor destruyó Jerusalén y capturó al destronado rey de la línea de David, Sedequías, y aquella tierra quedó desolada (2 º Reyes 25:1-26) (…) (…) Así, con el destronamiento del rey Sedequías en 607 a. de la E.C. y la desolación de Jerusalén y Judá, las potencias gentiles ejercieron dominio sobre toda la tierra. El reino de la [904]

dinastía del rey David sufrió una interrupción.» En esta cita se asegura la fecha del 607 a.J. Obsérvese como recalcan el aspecto de la desolación. Para poder iniciar el período de los 2.520 años (los llamados 7 tiempos) era necesario que Jerusalén estuviera totalmente desolada: «Al tiempo que fue destruida y desolada totalmente, Jerusalén, como la ciudad capital que representaba la expresión gubernamental de la soberanía de Jehová, comenzó a ser “pisoteada”. Eso significa, por lo tanto, que los “siete tiempos” comenzaron cuando Nabucodonosor destruyó Jerusalén y la tierra de Judá fue completamente desolada. ¿Cuándo ocurrió este acontecimiento? La Biblia y la historia seglar se pueden usar para [905]

establecer 607 a. de la E.C. como la fecha de este acontecimiento.»

Esta cita contiene dos puntos que no debemos olvidar: el énfasis sobre la desolación completa de Judá y Jerusalén, y la frase desorientadora para el lector no precavido cuando se afirma que «la Biblia y la historia seglar se pueden usar para establecer 607 a. de la E.C. como la fecha de este acontecimiento». Ni la Biblia ni la historia, ni por separado ni juntas, pueden lograr el 607 a.J. como la fecha de la destrucción de Jerusalén. Esencialmente el error de los Testigos de Jehová se encuentra en conectar la fecha del 539 a.J., la de la conquista de Babilonia (de la que con la aplicación del texto bíblico alcanzan el 537 a.J., salida del exilio), con la profecía de Jeremías 25:11-13, en la que se vaticinan 70 años de cautividad en Babilonia. El yerro no está propiamente dicho en la conexión, sino en pretender que la interpretación que asumen respecto a esa conexión sea exacta aun cuando se les presenten varios fundamentos bíblicos que explican con suficiente claridad su equivocada posición: «Aquí, entonces, muy definidamente establecido, está otro poste indicador –el tiempo en que terminaron los 70 años de desolación de la tierra de Judá– aproximadamente el 1 de octubre de 537 (Jer. 25:11, 12; 29:10). Ahora es una fórmula sencilla determinar cuándo comenzaron los 70 años. Uno sólo tiene que agregar 70 a 537 para llegar a 607. De modo que aproximadamente el 1 de octubre de 607 a. de la E.C., se había efectuado a grado cabal, la desolación de la tierra de Judá y quedó vaciada completamente de sus habitantes.»

[906]

Una vez que los Testigos han inventado que los 7 tiempos deben originarse con la destrucción de Jerusalén (¿dónde se dice esto?) se comete un disparate de enormes proporciones: el de pensar que de una forma automática al añadir los 70 años al 537 se consigue la fecha de la caída de Jerusalén. Y esto por suponer que los 70 años además de interpretarlos como de cautiverio han de considerarse en su globalidad como de una desolación completa, total, sin animales ni habitantes, ni uno siquiera.

[907]

Al opinar de ese modo buscan cuándo se terminan los 70 años. Para ello (no se olviden) [908]

encuentran una fecha histórica confiable a la que llaman fecha cardinal de la historia: el 539 a.J. En esa data cayó Babilonia. En el 537 a.J., después de la gobernación breve de Darío el Medo, Ciro, [909]

en su primer año, emitió un decreto que permitía a los israelitas exiliados regresar a Jerusalén. De este modo finalizarían los 70 años de cautiverio que Jeremías había profetizado (Jer. 25:11-13).

A partir de aquí, sin encomendarse a nadie ni a nada, sin comprobación previa, fruto simplemente de su dictamen personal que reclama que para la iniciación de los 70 años de Jeremías es preciso que se tenga que dar una desolación con la ausencia total tanto de animales como de personas, incluyen sin más los 70 años. Esa desolación, según los Testigos de Jehová, se hizo una realidad con la invasión de Jerusalén y posterior «exterminio» por Nabucodonosor (2º R. 25:1, 2, 8-12, 22-26). Si la desolación no concordase con el veredicto de los Testigos de Jehová la fecha del 607, como siendo la de la derribo de Jerusalén, podría variar ostensiblemente. Esto nos recuerda algunos de los párrafos con que nos introducíamos en este apartado, cuando comentábamos que el problema no está en que hagamos uso de la Biblia, sino en el buen o mal uso de ella. Aparentemente, concretándonos exclusivamente en la obtención de la fecha de ese hacer trizas a Jerusalén, los Testigos se valen de la Biblia e incluso de una fecha histórica acertada, la del 539, como siendo la de la caída de Babilonia atestiguada por una profusión de datos documentados. Sin embargo, esto no es suficiente, porque lo

que no es bíblico es la interpretación que se pueda hacer del texto. Y el afirmar que la desolación que se menciona en los pasajes en cuestión de la Biblia es una desolación sin nada de habitantes ni animales y que debe transcurrir a lo largo de todos los 70 años, y que esta circunstancia se originó en la propia destrucción de Jerusalén, es algo que deberemos demostrarlo con el texto bíblico. No sirve nuestro juicio particular. El texto por sí mismo no incluye la expresión referente a una desolación sin habitantes ni animales domésticos, y que dicha situación se tuviera que dar a partir de la desaparición de Jerusalén. Esto es puramente interpretación, no lo dice la Biblia. En nuestro próximo apartado estudiaremos cómo interpreta la propia Biblia la desolación o ruina implicada en la profecía de Jeremías.

Cuarto dato: Toda la tierra de Judá ha de quedar totalmente desierta y vacía de habitantes y de animales para que se cumpla la profecía de Jeremías y empezar así la profecía en el 607 El texto de Jeremías 25:11 dice lo siguiente: «Toda esta tierra será puesta en ruinas y en espanto; y servirán estas naciones al rey de Babilonia setenta años.»

La interpretación de los Testigos es que aquí Jeremías profetiza que los 70 años han de ser de soledad y espanto total, sin nada ni nadie. Cabe otro modo de entenderlo: que dentro del «servicio» que Israel iba a rendir durante 70 años a Babilonia, llegaría en un momento determinado, dentro de esos 70 años, a estar la tierra en ruinas y en espanto. Necesariamente el espanto y la soledad no tienen por qué coincidir paralelamente a lo largo de los 70 años. La expresión ruinas y espanto, no tiene por qué significar que la tierra de Judá tuviera que quedar sin habitantes ni animales. Desde el primer momento que Judá entra a ser subyugada por Babilonia, mucho antes que se produzca la destrucción de Jerusalén por Nabucodonosor, está sobradamente justificado el decir que la ruina y el espanto han empezado. La ruina y espanto permanecerán a lo largo de esos 70 años. La naturaleza de la desolación no implica una desaparición de todo vestigio de vida animal y humana durante los 70 años. Nehemías, en la década del 450 al 440 nos comunica que Jerusalén todavía se encuentra en «ruinas» (1:3; 2:17), y esto no les permitiría a los Testigos seguir interpretando la ruina como que nada se hubiera edificado, o nada estuviera en pie. Ahora bien, si el punto de referencia al que Nehemías remite es al de la gloria o tan sólo a la estabilidad pasada de Jerusalén, podía Nehemías decir , sin exagerar, que Jerusalén estaba en ruinas. El texto de 2º Crónicas 36:21 nos dice que «todo el tiempo de su asolamiento reposó, hasta que los 70 años fueron cumplidos». Para los Testigos de Jehová este reposo equivale a nada en absoluto de actividad por parte de nadie. Y suponen que esto solamente pudo cumplirse al principio, en ocasión de la devastación de Jerusalén. Si se lee el texto completo y con detenimiento observaremos que el asolamiento y reposo de la tierra pueden empezar en distinto momento que el inicio de los 70 años. Aquí la alusión a los 70 años es para determinar que cuando ese reposo se inicie (sin fijar el instante de su inicio) se prolongará hasta que los 70 años se agoten. Sin embargo, al igual que decíamos más arriba, es preciso buscar a qué se está señalando cuando se dice que la tierra reposó durante todo el tiempo de su asolamiento. No cabe la menor duda de que en la deportación sufrida mucho antes de la desintegración de Jerusalén, la que nos narra 2º Reyes 24:14-16, la ciudad de Jerusalén con sus contornos quedó tan despoblada que se podía hablar de un asolamiento y de un reposo de las actividades que normalmente se solían hacer. Todos aquellos que eran deportados no eran sustituidos, y, por lo tanto, la tierra reposó. Ese reposo fue incrementándose conforme el asolamiento se engrandeció. La naturaleza del reposo no está determinada por una paralización total de toda existencia, sino que es suficiente para la inspiración hallar unas condiciones tan deplorables en relación al estado anterior que se puede hablar de un reposo. ¿Cómo interpretan la propia Biblia y el propio Jeremías este asunto? ¿Coincide con los Testigos de Jehová o con la orientación que nosotros le estamos dando? 1. Aun cuando se profetiza la venida de una desolación, simultáneamente Jeremías manifiesta que

no es la voluntad de Dios que la tierra de Judá quede sin habitantes; sino que a pesar de todo, a pesar de esa «desolación», quede un remanente (Jer. 42:7-11, 19; 43:4-7). Si Dios quiere por un lado que acontezca una desolación y por otro que la tierra no reste sin habitantes, quiere esto decir que Dios no interpretaba la desolación de Daniel 9:2 ni la de 2º Crónicas 36:21 de un modo que para iniciarse la profecía de los 70 años tuviera que darse la circunstancia de una aniquilación total y de una pérdida de todos sus habitantes (humanos y animales), durante todo el período de los 70 años. 2. Jeremías indica que en el año undécimo del reinado de Sedequías, que coincide con el decimonono del reinado de Nabucodonosor, éste arrasó la ciudad de Jerusalén (Jer. 52:1-15; 2 º R. 24:18-25). A juicio de los Testigos de Jehová, la desmantelación de Jerusalén sucede en el 607 a.J., y la hacen concordar con el año 19 de Nabucodonosor. De ser esto verdad, en esa fecha no tendrían que haber habitantes en Judá, y debería permanecer en esa situación de vacío durante los 70 años. Según Jeremías 52:30, en el año 23 de Nabucodonosor, es decir, de acuerdo al cómputo de los Testigos de Jehová en el 603 a.J., todavía había habitantes en Judá que fueron deportados. Lo que quiere decir que la Biblia no opina de la misma manera que los Testigos de Jehová. Según ellos en el 607, fecha en la que colocan la extinción de Jerusalén, la tierra de Judá tendría que haber quedado sin habitantes para poder comenzar el período de los 70 años. 3. De acuerdo al pensar de los Testigos de Jehová, la señal del inicio de los 70 años sería el que la tierra de Judá llegara a estar sin habitantes de ninguna clase, y que según ese criterio que estamos analizando esto se concretó con el destrozo de Jerusalén. Lo cual ya hemos visto en nuestro punto anterior la imposibilidad. Su otra premisa supone que durante esos 70 años la tierra debería permanecer en ese estado aun cuando Dios hubiera manifestado que no la quería sin habitantes y sin nada de actividad. Es por ello que a aquellos que habían huido en el año 19 de Nabucodonosor a Egipto en contra de la voluntad divina (2º R. 25:22-26; Jer. 43:4-7), Dios los hizo volver (Jer. 44:2628). De este modo, mucho antes que acabasen los 70 años hubo de nuevo habitantes en Judá. 4. Al estudiar el capítulo 29 de Jeremías reafirmamos nuestra posición como correcta. Jeremías envía una carta a los judíos deportados en Babilonia (29:1). Cronológicamente dicho envío se anticipa bastante a la demolición de Jerusalén. Esta situación se produjo en el año undécimo de Sedequías (39:2). Ya en el año décimo de ese rey se encuentra sitiada Jerusalén (32:1, 2). Dicho cerco había empezado en el año noveno de dicho rey Sedequías (39:1). Cuando se envía esa carta recogida en el capítulo 29 mencionado, aparece Jerusalén todavía sin estar asediada, y con Sedequías reinando y ordenando que envíen la carta que Jeremías ha confeccionado a Nabucodonosor, que se encontraba en Babilonia (29:2, 3) Dicha carta se dirige a los cautivos que ya habían sido deportados a Babilonia (29:4). El mensaje es elocuente: deben quedarse, casarse y procurar la paz de la ciudad en la que viven (29:5-9). ¿Por qué? Porque no hay posibilidad de escapar, ya que ese cautiverio ha sido querido por Dios «y hasta que no se cumplieran los 70 años fijados por Dios para su cautiverio (no destrucción de Jerusalén, sino el cautiverio que esas personas están experimentando antes del derrumbamiento de la capital de Judá), Dios no los visitaría dándoles la libertad» (29:10). Es evidente que Jeremías sobrentiende que ya habían comenzado los 70 años para los destinatarios de la carta que habían sido deportados varios años antes de producirse el ocaso de Jerusalén. Y por lo tanto no comprendían ni ellos ni el profeta la desolación como una desolación que tuviera que

empezar al mismo tiempo que la destrucción de Jerusalén (que faltaban algunos años en esos momentos del envío de la carta) coincidiendo ésta con el principio de los 70 años, ni en el sentido de que la ciudad una vez conquistada se quedara sin habitantes ni animales. 5 . Jeremías alude a la interpretación que hacen sus compatriotas mucho antes de ser destruida Jerusalén, en términos como éstos: la tierra «está desierta, sin hombres y sin animales», y como tal «es entregada a los caldeos» (32:43). Y transmite lo que Yavéh dice del espectáculo de Judá, antes del desplome de Jerusalén: «En este lugar desierto, sin hombre y sin animales», «las ciudades de Judá y las calles de Jerusalén, están asoladas» (33:10), y que a pesar de todo, en un futuro «habrá cabañas de pastores que hagan pastar sus ganados» (33:12). La desolación y desierto con que el profeta describe y asume como una realidad acontecida a Judá, lo es sin que se haya producido todavía la defenestración de Jerusalén, y por lo tanto los 70 años se iniciaron antes de tomar el asalto definitivo sobre la ciudad. La concepción de desolación y desierto que los Testigos de Jehová conciben no es la misma que la bíblica. Los resultados teológicos no podrán ser los mismos. Los dos postulados que pretendían sostener como tales están en el error. El uno consistía en decir que los 70 años se originaban obligatoriamente con la destrucción de Jerusalén en el año 19 de Nabucodonosor. El otro residía en reclamar sin fundamento que los 70 años al iniciarse reduciendo a Jerusalén a la impotencia, era preciso que toda la tierra de Judá, desde ese año, permaneciera sin habitantes de ninguna clase. ¿Por qué ese interés por parte de los Testigos de Jehová en que los sucesos sean contrarios a toda la lógica bíblica que hemos presentado? En principio digamos que no tienen en consideración todo lo que la Palabra de Dios puede expresar sobre un tema y ajustar, de acuerdo a los diferentes contenidos, la interpretación. Y esto que es normal en todo investigador honesto, no pueden hacerlo (observen que digo no pueden y no que no quieren). ¿Por qué? Porque están vendidos al ideario que previamente se han impuesto. Si ellos mantienen esa postura cimentada en la conjetura de que en un cierto momento señalado por Dios por medio de un período profético específico las naciones se alzan con el poder, con el beneplácito de Dios, y con la quiebra total y definitiva de Israel representada por su ciudad santa de Jerusalén, y han heredado una fecha (1914) y un acontecimiento (el fin de las naciones gentiles) que los identifica en su razón de ser, se precisa «mucha moral» para abrir las ventanas de su cuartel general y permitir que el aire fresco quite el mal olor del anquilosamiento y de la falta de ventilación. Solamente los héroes y valientes son capaces de enfrentarse con su pasado. Los Testigos de Jehová prefieren, contra toda marea bíblica, orientar su posición de acuerdo a la herencia recibida, ignorando lo que la Biblia opone a sus puntos de vista, persistiendo en su instrucción encarrilada por el prejuicio. Que quede claro que nosotros aceptamos la profecía de Jeremías 25, que incluye como castigo 70 años de servilismo de Israel en favor del Imperio neobabilónico. Admitimos también que Jerusalén cayó en el año 19 de Nabucodonosor tal como nos refleja la Biblia. Y recibimos de la investigación histórica como correcta la fecha del 539 a.J. como la de la caída de Babilonia por el imperio medopersa. La diferencia es neta no obstante. El problema está en cómo relaciono y planteo los datos que la Biblia me ofrece. Nosotros convenimos en reconocer que los 70 años no empiezan con la caída de

Jerusalén, sino cuando el contenido completo de la profecía de Jeremías exige: «Toda esta tierra será puesta en ruinas y en espanto, y servirán al rey de Babilonia setenta años» (25:11). Por un lado está la puesta en ruinas, y por otro, el servicio obligado a Babilonia. ¿Cuándo empezó ese servicio? Con Joacín, veintitantos años antes de la invasión y conquista de Jerusalén por Nabucodonosor (2º R. 23:36, 37; 24:1 y ss.; 25:1 y ss. cf. Jer. 29:1-3, 10-14, 20-22; caps. 32 y 33). Esto obliga a descartar la fecha del 607 a.J., como la de la caída de Jerusalén. ¿Cómo se consigue bíblica e históricamente la fecha del año 19 de Nabucodonosor que resulta ser la de la conquista de Jerusalén? (2º R. 25:8 cf. Jer. 52:12). Este es el motivo de nuestro próxio capítulo. Capítulo III 1914, fecha del acontecimiento hipotético del Reino de Dios, y el 607 a.J. (como caída de Jerusalén), fruto de un error histórico 1914 es una fecha con amplias implicaciones teológicas para los Testigos de Jehová. Hemos ido comprobando que no hay base bíblica para esas implicaciones, y menos aún relación con esa fecha. Para la obtención de 1914 supone en el otro extremo el 607 a.J. Ya hemos demostrado que la forma de conseguir el 607 a.J. es errónea. Era producto de una manipulación inadecuada de los textos. Se presumía de que los 70 años se iniciaban con la destrucción de Jerusalén, haciéndolos coincidir, en su comienzo, con el año 19 de Nabucodonosor. Se conocen cuatro incursiones de los caldeo-babilónicos contra Judá. Las dos primeras, en los días de Joacín (2º R. 24:1, 2-6). La primera incursión pudo suponer ya el comienzo del servicio a Babilonia (24:1 cf. Jer. 25:11). La segunda, motivada por la rebelión de Joacín, no se hizo esperar, las tropas de Nabucodonosor enviadas «por Dios» contra Judá para que la destruyesen, conforme a la Palabra que el Eterno había hablado por sus siervos los profetas (24:2). Esto nos muestra que el «servicio» del que se había rebelado Joacín era el que los profetas habían anunciado, y que Jeremías concretamente, de acuerdo a la inspiración, había puesto un límite de 70 años. De ahí que el Eterno, de acuerdo a la expresión bíblica reaccionara en contra de esa rebelión y permitiera que las tropas neobabilónicas hicieran continuar ese período profético de 70 años que, por lo que se vislumbra de los textos que estamos ofreciendo, se remonta a Joacín (cf. Jer. 25:1-11). En tiempos de Josías, padre de Joacín, el Eterno Dios había profetizado por medio de Jeremías (1:12-19 cf. 25:9-11), que iban a venir «gentes del norte» y que su poder se impondría frente a las puertas, murallas de Jerusalén, y de las ciudades de Judá. Este mensaje (1:12-19) está involucrado e identificado con el período profético de los 70 años (25:9, 11). Debería estar claro para nosotros que cuando Nabucodonosor con sus ejércitos, «en los días de Joacín» (2º Rey. 24:1), en ocasión de su primera incursión contra el país de Judá, se plantó frente a las murallas e impuso su ley convirtiendo a Judá en subsidiario (2º Cr. 36:5-8 cf. 24:1-6) se estaba empezando a cumplir la profecía que Jeremías en tiempos ya de Josías había proferido por voluntad del Eterno. Dicha profecía contenía específicamente el período profético de los 70 años (Jer. 25:9 y 11). La tercera incursión conecta con la primera deportación de los habitantes de Jerusalén en la época del hijo de Joacín, que se llamaba Joaquín (24:8-17). Sabemos que esta primera deportación e invasión de Jerusalén acontece en el octavo año del reinado de Nabucodonosor (24:12). Sabemos

además que el cuarto año de Joacín, hijo de Josías y padre de Joaquín, corresponde al primero de Nabucodonosor (Jer. 25:1). Todo esto por sí solo avalaría la idea de que el servicio a Babilonia que exige el texto de Jeremías 25:11, empezó mucho antes del año 19 de Nabucodonosor, año del asolamiento, como nunca antes, de Jerusalén. Ya dijimos que la Biblia no nos específica el grado del asolamiento al que hace referencia tanto el texto de 2º Crónicas 36:21 como el de Jeremías 25:11. Cuando se analizan todos los textos que se relacionan con este asunto, tal como ya hemos investigado, se llega a la conclusión de que se trata de una desolación progresiva reconducida con la expresión «servicio», que incluye el texto de Jeremías 25:11. Si el año 19 de Nabucodonosor es el de la caída de Jerusalén y el servicio y desolación de Judá empezaron antes, quiere decir que la profecía de Jeremías en relación a los 70 años no coincidió con dicho derrumbamiento de Jerusalén. Esto está sobradamente ilustrado. Lo que todavía queda por verificarse es la fecha del 607 a.J. que los Testigos de Jehová la identifican con el año 19 de Nabucodonosor y con la destrucción de Jerusalén. ¿Es compatible bíblica e históricamente el año 19 de Nabucodonosor con el año 607 a.J.? Las fechas, la del 607 a.J. y la de 1914, son obtenidas en resumen del siguiente modo: Partiendo de la caída de Babilonia en el 539 a.J., fecha reconocida por los propios Testigos de Jehová como suministrada exclusivamente por la historia; y admitiendo que la salida de Babilonia por los israelitas, fue en el 537 a.J. según el edicto de Ciro, descuentan los 70 años de la profecía de Jeremías 25:11, resultando el 607 a.J. En esta fecha y con Sedequías como último rey representativo de Judá, ellos dicen: aquí termina el Reino de Dios representado en la tierra y comienza el de los gentiles. Aplican ahora la profecía de Daniel 4, que incluye un período de 7 tiempos. El significado de esto implica un alargamiento del tiempo en el que los gentiles iban a reinar en la tierra simultáneamente a la ausencia del Reino de Dios. Calculan 7 tiempos igual a siete años proféticos, que con la regla de un día igual a un año se consiguen 2.520 años que sumados al 607 a.J. nos da 1914 (en realidad hay que restar, y teniendo en cuenta los meses nos daría 1914 exactamente). Ya hemos visto que el logro de la fecha del 607 a.J., los Testigos de Jehová la han hecho depender no del texto bíblico ni de la historia, sino tal como ya hemos demostrado como errónea, de una interpretación de la Biblia imposible de mantener, con lo que nos aporta toda la documentación bíblica sobre el particular. Por lo tanto esta forma errada de contemplar las contribuciones bíblicas no puede dar como resultado una fecha histórica verídica respecto a la destrucción de Jerusalén. Tanto el 607 a.J. como 1914 en el otro extremo son fruto de un doble error: histórico y bíblico. Una vez demostrado el yerro bíblico que han cometido a la hora de utilizar los diferentes pasajes de la Escritura para llegar al 607 a.J., expondremos el planteamiento tendencioso que hacen de la historia para conservar la fecha del 607 a.J. como siendo la de la destrucción de Jerusalén por Nabucodonosor en su año 19 de reinado.

¿Cómo logran los historiadores el 539 a.J., la llamada fecha cardinal de la historia? Los Testigos de Jehová no se han preocupado demasiado respecto a cómo es conseguida la fecha del 539 a.J. en su afán de encontrar algo en la Biblia que les lleve a 1914. Fijémonos en la paradoja: la fecha del 539 a.J., no podría ser 539 a.J., si no admitimos al mismo [910]

tiempo el 587 ó 586 a.J., (y no el 607 a.J.), como la fecha de la caída de Jerusalén por Nabucodonosor en el año 19 de su reinado, siendo el año undécimo del reinado de Sedequías. Notemos bien lo que acabamos de expresar. Si admitimos, como reconocen los Testigos, que el 539 a.J. es la fecha de la conquista de Babilonia por el Imperio medo-persa, cosa que está obtenida en lo que se refiere a la fecha de la historia y no de la Biblia, tengo que aceptar la documentación que ha hecho posible que yo sepa que en el 539 a.J. ocurrió el declive definitivo de la Babilonia fundada por Nabucodonosor. Para que se pudiera saber que en la fecha del 539 fue el momento de la caída de Babilonia, tendría que haber un documento que dijera: «En el año 539 a.J. cayó Babilonia.» Este documento no existe ni en la Biblia ni en la historia. Entonces, ¿cómo han sabido los Testigos de Jehová que en el año 539 a.J. cayó Babilonia? Los Testigos de Jehová confiesan en la revista La Atalaya del 15 de septiembre de 1968, p. 556, que la fecha 539 a.J. es «absoluta», sacada de la historia, y que de ella se pueden adquirir todos los demás datos temporales de las Escrituras hebreas. Por un lado no existe un testimonio bíblico determinado que señale la fecha del 539 a.J. Por otra parte no hay ningún apunte histórico específico que nos concrete esa fecha del 539 a.J. Sin embargo los Testigos insisten en que el 539 lo suministra la historia. Y en efecto la historia nos provee de dicha fecha, pero ¿de qué forma? ¿De dónde y cómo logran esa fecha los historiadores? El indagar respecto a lo que encierran estos interrogantes les llevaría a los Testigos de Jehová a la reflexión y a la sorpresa. [911]

Lo que se ha fechado con absoluta seguridad es el año 37 de Nabucodonosor. Dicha datación corresponde al 568-567 a.J. Este sincronismo se ha conseguido gracias a una tablilla que contiene una gran cantidad de detalles astronómicos y al canon de Tolomeo, resultando el 605-604 a.J. como el comienzo del reinado de Nabucodonosor. Primer testimonio a

tener en cuenta: ha sido necesario datar el año 37 de Nabucodonosor como el 568567. Sin esto sería imposible llegar al 539 a.J. Si ahora no supiéramos ni los reyes que reinaron después de Nabucodonosor ni el tiempo que reinaron hasta la conquista de Babilonia, sería imposible conocer la fecha exacta de la caída de Babilonia. Los historiadores se ven obligados a depender de una cita de Beroso contenida en Flavio Josefo,

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en la que se informa que Nabucodonosor reinó 43 años, Evilmerodac 2 años,

Nergalsarosor 4 años, Laborosoarchod 9 meses y Nabonido 17 años.

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El año 17 del reinado de Nabonido está contenido en su crónica descubierta en 1879 como siendo

el momento de la conquista de Babilonia, pero no se nos dice la fecha a la que corresponde su año 17, y no podríamos saberlo si no tuviéramos datado astronómicamente el año 568-567, que es el que corresponde al año 37 de Nabucodonosor. Y esto tampoco nos serviría si no se nos designara en algún lugar la duración de los demás reinados que siguieron al de Nabucodonosor. el lapso temporal de cada uno de los reinados que vinieron a la posteridad de Nabucodonosor son imprescindibles para llegar a la fecha del 539 a.J. ¿Qué aspecto práctico tiene el año 37 de Nabucodonosor? Segundo dato a retener,

1. Se ha podido fijar el 568-567 a.J. 2. Al sumar esos 37 años a 568-567 (recordemos que las fechas van de más a menos, ya que son anteriores a Cristo), nos da el 605-604 a.J. como el inicio del reinado de Nabucodonosor. 605-604 (no 624 a.J., como creen los Testigos de Jehová). ¿Qué aspecto práctico tiene el saber la cantidad de años de los reinados posteriores a Nabucodonosor? Con la suma en años de esos reinados, incluyendo el del propio Nabucodonosor totalizas 66. No olvidemos que el extremo de esos 66 años es el año 17 de Nabonido, en el que cayó Babilonia en manos de los medos y persas. Si al 605 a.J. (año del comienzo del reinado de Nabucodonosor) añades esa cifra global de 66 años (605-66 = 539), consigues la fecha del año 539 a.J. Reflexionemos. Si no aceptamos la fecha del 605 a.J. como la del inicio del reinado de Nabucodonosor, fecha que la hemos obtenido del 568-567, tampoco podríamos obtener la fecha del 539 a.J. ¿Por qué? El 539 se logra gracias al hallazgo de la tablilla que consolida el año 37 de Nabucodonosor como el 568-567 a.J. Sumando (restando) al 568, 37 (568-37 = 605), resulta el 605 a.J. como el principio del reinado de Nabucodonosor. Adicionando (sustrayendo realmente) los 66 años de todos los reinados desde Nabucodonosor hasta el último año del reinado de Nabonido (605-66=539), llegas al 539 a.J. la fecha absoluta y cardinal de la historia no es la del 539, sino la que corresponde al año 37 de Nabucodonosor, a saber la del 568-567 a.J. Tercer dato a recordar:

La fecha del 539, caída de Babilonia, depende del 568 (año 37 de Nabucodonosor) y por lo tanto del 605 a.J., origen del reinado de Nabucodonosor. Es imposible mantener la fecha del 539 variando el principio del reinado de Nabucodonosor en el 605 a.J. ¿Qué aspecto práctico tiene la fecha del 605 a.J.? 1. La Biblia nos dice que la demolición de Jerusalén sucedió en el año 19 de Nabucodonosor (2º R. 25:8; Jer. 52:11). Si al 605 a.J. le sumas (como si restaras) esos 19 años te resulta el 586 a.J. Fecha la del 586 ó 587 a.J, como la de la caída de Jerusalén y no el 607, fecha escogida de modo oportunista por los Testigos de Jehová, pero incorrecta a todas luces. Con una ligereza que asombra, los Testigos de Jehová se atreven a decir: «Por lo tanto, debido a los problemas inherentes al canon de Tolomeo y a la “Vat 4956”, se requiere más fe para aceptar a éstos, que para aceptar el testimonio de la Biblia, el cual ubica la desolación de Jerusalén por los babilonios, en 607 a.J.?»

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¿Dónde testifica la Biblia que la «desolación» de Jerusalén por los babilonios aconteció en el 607 a.J.? Nada ni nadie puede oponer el testimonio bíblico al canon de Tolomeo y a la tablilla «Vat 4956» en relación a la fecha de la desolación de Jerusalén, pero menos todavía los Testigos de Jehová. ¿Por qué? Porque ellos están suscritos a esa «historia pagana» como el que más: «Para calcular las fechas de las Escrituras hebreas, es esencial la fecha absoluta del 5 al 6 de octubre del año 539 a. de la E.C. Éste fue el año en que los medos y los persas derrocaron a Babilonia y quedó definitivamente establecido en la historia seglar, cuando se halló un registro [915]

del rey Nabonido, el padre y corregente del rey Belsasar.» Aquí se reconoce que la historia seglar estableció definitivamente la fecha del 539. Y que con ella pueden obtenerse otras. Pero esas otras siempre estarán sometidas al criterio interpretativo que personalmente se pueda hacer de los propios textos bíblicos. Ya hemos demostrado hasta la saciedad que la proyección que hacen de los pasajes de la Escritura para llegar al 607 a.J., como siendo la fecha de la desolación de Jerusalén está equivocada y supeditada a una forma privada e interesada de presentar el mensaje bíblico. Nosotros no rechazamos lo que la Biblia dice respecto a la destrucción de Jerusalén, sino la interpretación que se hace de unos textos con los que se pretende satisfacer una posición particularista y tendenciosa, en contra de todo el testimonio bíblico que sobre este asunto ofrece. Tenemos por un lado unos textos bíblicos que se precisa ligarlos para obtener un resultado coherente. Nuestro estudio del capítulo anterior ha demostrado que el error cometido consiste en el modo de unir esos textos. Lo que tampoco es exactamente cierto es que el 539 a.J. sea una fecha absoluta. Si se ha seguido nuestro estudio se observará que la fecha del 539 a.J. aceptada por los Testigos como genuina no sale por arte de magia, sino que está subordinada al descubrimiento precisamente de esa tablilla de la que quieren renegar. Abandonar la tablilla equivale a renunciar a la fecha del 539. No hay otra alternativa. La fecha del 539 implica la aceptación del proceso que la hace posible. Este proceso se origina en un dato que nos lo proporciona la tablilla: El año 37 de Nabucodonosor que junto a los detalles astronómicos se facilita la fijación de ese año 37. Corresponde al 568-567. De esta manera tenemos automáticamente el comienzo del reinado de Nabucodonosor, el 605 a.J. Al sumarle los 66 años de todos los reinados desde Nabucodonosor hasta Nabonido, resulta el 539 a.J. No hay contradicción entre la tablilla que establece el año 37 de Nabucodonosor con la Biblia, el desacuerdo surge entre la Biblia y la historia en un mismo frente, y la opinión que los Testigos de Jehová preconizan. En esta ocasión, como en otras muchas, la historia coincide con la Biblia; y en esta oportunidad la Biblia no coincide con la organización religiosa de los Testigos de Jehová. Para ayudar a una mejor comprensión de este asunto sugerimos que se reflexione sobre los puntos que a continuación enumeramos: 1. La fecha de la conquista de Jerusalén por Nabucodonosor no sale de forma automática mediante una aplicación directa del texto bíblico. Se precisa la historia y una utilización correcta de la Biblia. 2. Investíguese el proceso de obtención de la fecha del 539 a.J., fecha reconocida por los propios Testigos de Jehová. ¿Cómo la consiguen los historiadores? 3. La tablilla cuneiforme que otorga el conocimiento del año 17 del reinado de Nabonido, como siendo el de la caída de Babilonia por los medos y persas, no establece por sí misma el 539 a.J., sino

que aporta el dato de los 17 años. Se necesitaría consecuentemente el número total de años de todos los reinados desde Nabucodonosor hasta Nabonido. 4. Investíguese por qué en ninguna de las publicaciones de los Testigos de Jehová se proponen los años de duración de los diferentes reinados de los sucesores de Nabucodonosor. Los Testigos dan una lista de los reyes babilónicos como sigue: Nabucodonosor, Evilmerodac, Nergalsarasor, Laborosoarchod, Nabonido. Nabonido, 17.

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[916]

Adjudican a Nabucodonosor 43 años,

[917]

y a

Se silencian los años de los demás monarcas.

5. Una vez que se sabe el inicio del reinado de Nabucodonosor y la duración de todos los reinados babilónicos se consigue la fecha del 539 a.J. Es decir, la fecha del 539 es totalmente subsidiaria del comienzo del reinado de Nabucodonosor, y de la suma de los años de los reinados.

6. La cantidad de años de esos reinados que hace posible el logro del 539 a.J., supone 66. Según los Testigos de Jehová el comienzo del reinado de Nabucodonosor es el 624 a.J., como [919]

fruto de poner el 607 a.J. como el año de la caída de Jerusalén. Si sumamos los 66 años al 624 generan (624-66=558) la cifra del 558, cuando debería llegarse al año 539 a.J.. Según nuestro estudio fruto de la «Vat 4956», encontrada en Mesopotamia, fija la fecha de un [920]

eclipse en el año 37 del reinado de Nabucodonosor, habiéndose podido identificar dicho año 37 como siendo el año 568-567 a.J., y gracias a ese año es posible proporcionar la fecha de la caída de Babilonia en el 539 a.J. Esto permite consolidar el comienzo del reinado de Nabucodonosor en el 605 (568 + 37 = 605) que añadiendo los 66 años se logra el 539 a.J. (recuérdese que aquí se va de más a menos). 7.De este mismo modo la fecha de la destrucción de Jerusalén, en el año 19 de Nabucodonosor (605 +(-) 19 = 587-586), coincide con el 587-586 a.J. Capítulo IV 1914 y el retorno de Cristo invisible

Introducción Después de los estudios realizados en los capítulos anteriores todas las doctrinas basadas en 1914 se vienen abajo. El retorno de Cristo en 1914 es el resultado de un doble rebote sin sentido y sin cimiento estable. Para perpetuar la razón de ser del Movimiento tenían que persistir al menos dos doctrinas: la de «los 7 tiempos de las naciones gentiles» y el retorno invisible de Cristo en ocasión de ese fin del tiempo de los gentiles. Los Testigos que hicieron perdurar esto no debieron pensar en la posibilidad de que se pudiera conocer la concepción real que Russell tenía. Russell, como ya vimos, colocó el retorno de Cristo invisible en 1874, prolongándolo hasta 1914 que definitivamente acababan los «tiempos de los gentiles». Acabar en el sentido de un fin literal. 1914, para Russell, daba paso al Armagedón final que ya había empezado en 1874, destruyendo a todos los reinos de este mundo. Era muy tentador continuar con la misma idea. Pero ¿cómo mantener el fin de los tiempos de los gentiles si Russell mezclaba ese fin con la destrucción literal de las naciones? Sencillamente omitiendo esto último y trasladando el retorno invisible de Cristo de 1874 a 1914. Esto no arreglaba el error de base de Russell, simplemente lo camuflaba, pero de descubrirse mediante una investigación como la que presentamos adquiere proporciones considerables. Ahora al comprobarse que 1914 no tiene ningún soporte ideológico podemos asegurar firmemente que el retorno de Cristo no se produjo en esa fecha. Para cualquier cristiano le hubiera sido fácil llegar a esta conclusión aun sin un estudio tan prolijo. El cómo y el cuándo del retorno de Cristo, de acuerdo a las promesas bíblicas, es diferente y opuesto a la concepción que nos presentan los Testigos de Jehová. Los Testigos al convertir la venida de Cristo en algo invisible se ven obligados a tener que demostrar que esto es así. Pero ¿cómo verificar lo que es invisible? Sólo hay un método, y muy imperfecto: el emplear la palabra humana ocultando la divina. Para corroborar ese acontecimiento invisible emplean tres pruebas fundamentales: 1. La primera guerra mundial como una señal externa de ese retorno invisible. 2. La expulsión de Satanás del cielo. 3. Una interpretación sui géneris de ciertos textos, marginando toda una serie de testimonios bíblicos.

La Primera guerra mundial como señal externa del retorno de Cristo Aun cuando la naturaleza de las guerras fuese una evidencia y una señal de la proximidad del retorno de Cristo, no tiene nada que ver con que la Primera guerra mundial, específicamente, se relacione ni con el retorno de Cristo que no se pudo producir en 1914 (ya hemos evidenciado lo erróneo del período, de la fecha y de sus consecuencias), ni con el fin del mundo, que no ha llegado todavía. Lo que se ha determinado en llamar Primera guerra mundial, no lo fue. Dicha guerra involucró a muy pocas naciones. La falta de perspectiva histórica y futura ha sido lo que ha hecho que estadistas e historiadores hayan considerado a la época de dicha guerra como un tiempo que marcó una nueva era de la humanidad. Era la continuación obligatoria de un período de adelantos y descubrimientos científicos que se habían iniciado en el siglo anterior. Todavía hoy, aun a pesar de la influencia «atómica» (mucho más decisiva que la Primera guerra mundial) estamos en el umbral de una nueva orientación. Hasta ahora (1993) estamos en el límite final de lo que significó y marcó la revolución norteamericana y francesa. Eso sí que supuso una auténtica señal de los derroteros humanos que habría que analizar con serenidad. Cada época tiene su derecho a interpretar las señales de los tiempos como si éstas anunciaran el fin como próximo. Sólo cuando ese futuro anunciado o interpretado se hace en presente realmente, podríamos decir que teníamos razón. El tiempo transcurrido y el que todavía avanza nos impone a circunscribir a lo que se ha llamado primera «guerra mundial», dentro de una miniguerra que está pasando a la historia, como la menos atroz de todo un siglo de violencias, de terrorismos, revoluciones e injusticias. Continentes enteros ni siquiera se enteraron. No vemos en ninguna parte justificación en el énfasis que dan los Testigos de Jehová a este asunto. Al analizar el texto de Mateo 24:7 y Lucas 21:10, uno observa que ese cuadro pudo cumplirse en los momentos previos a la destrucción de Jerusalén, y actuaría como señal del fin de Jerusalén por los romanos. Se trataría de alzamientos de un «reino» contra otro, y de una gente o nación contra otra gente o nación. El mosaico de nacionalidades, a nivel mundial subyugadas a Roma, ofrecía la posibilidad de las «sediciones» y levantamientos de «gente» contra «gente».

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Si bien no entramos en detalle ni en la naturaleza del sermón escatológico ni en su interpretación, debemos admitir que el texto de Lucas 21:10, 11 tiene una continuidad que no aparece en Mateo 24:7. Después de referirnos a los alzamientos de reino contra reino o de «gente» contra «gente» se añade (Lc. 21:12) que «antes de todas las cosas» habría una persecución. Siguiendo la línea de interpretación que los Testigos de Jehová hacen a Mateo 24:7, que es el paralelo y homólogo a Lucas [922]

21:10, tienen que aceptar que si eso se cumple con la llamada Primera guerra mundial, el movimiento de los Testigos de Jehová tuvo que cumplir antes de 1914 lo que nos trasmite el v. 12 del cap. 21 de Lucas. Asuntos que no sucedieron de ningún modo. [923]

Ya alguien ha apuntado la confusión creada respecto a esta teoría inverosímil de poner como señal externa a la llamada Primera guerra mundial. Por un lado se nos dice que la «Primera guerra mundial» empezó inmediatamente después de

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terminar los «tiempos de los gentiles». Y era lógico que los Testigos razonaran de ese modo, puesto que si la «guerra mundial» debía ser una señal de que habían acabado los «tiempos de los gentiles», esa guerra se tendría que producir después. Según los Testigos de Jehová los «tiempos de [925]

los gentiles» acabaron el 5 de octubre de 1914. De acuerdo al razonamiento anterior, esa Primera guerra mundial se tuvo que dar «inmediatamente después» del 5 de octubre de 1914. Todos sabemos que eso era imposible, puesto que la Primera guerra mundial empezó el 28 de junio de 1914, tres meses antes del hipotético «fin del tiempo de los gentiles». [926]

Los Testigos no podían continuar diciendo lo que ya habían dicho, que la Primera guerra mundial se iniciaba después del 5 de octubre de 1914. Corrigen ese error que no podían convertir en invisible y asumen la fecha del 28 de junio de 1914 como la del comienzo de esa Primera guerra [927]

mundial. Ahora nuestro planteamiento es distinto: si la Primera guerra mundial que, según ellos, era la señal evidente de que el fin había llegado, acontece tres meses antes, ¿cómo va a poder seguir siendo una señal de algo que ha acontecido si todavía estaba por ocurrir? La Primera guerra mundial ya no puede usarse honestamente como una señal de que el fin de las naciones ha llegado, por cuanto dicha guerra sucedió tres meses antes de la fecha del 5 de octubre que los Testigos ponen como término exacto del erróneo «fin del tiempo de las naciones».

Otra señal invisible, la expulsión de Satanás en 1914 En nuestro primer capítulo de esta parte habíamos dejado claro que el centro de las doctrinas de los Testigos de Jehová no es Cristo, sino 1914. Su concepción del Reino trasladado a una época totalmente errónea ha despojado a Jesucristo del valor y de las consecuencias de su obra. El año 1914 con todo el soporte ideológico se ha demostrado falso. Por lo tanto, tampoco ha podido efectuarse la expulsión de Satanás del cielo a la tierra en esa fecha de 1914. Dicha expulsión para 1914 es inconcebible con los textos evangélicos. Éstos nos sugieren la época de Cristo como el momento seguro para que el «príncipe de este mundo» fuera precipitado a esta tierra (Jn. 12:31), conforme el evangelio del reino avanzaba (Lc. 10:18). Al leer los pasajes de Apocalipsis 12 se observa la imposibilidad de ubicar los contenidos de los vv. 7 al 12, en 1914. Independientemente del valor que demos a los símbolos y al proceso cronológico, los vv. 6 al 14 dan a entender que la expulsión de Satanás se llevó a cabo en ocasión de la ascensión de Cristo en base a su triunfo, tanto en su vida impecable como en su expiación en la cruz. Los Testigos de Jehová ubican el período de los 1.260 días (v. 6 cf. v. 14) en 1914. Es decir, la batalla que relatan los vv.7 al 12 la colocan en 1914 junto con la expulsión. Es preciso que comprendamos que el final del v. 5 nos da un momento cronológico seguro: el de la ascensión de Cristo. Por otra parte el v. 13 sitúa el arrojamiento de Satanás como ya realizado antes del comienzo del período de los «1.260 días» o «tres tiempos y medio» (cf. v. 6 y v. 14), y que los testigos lo instalan como iniciado en 1914. La persecución que se inicia contra la «Mujer» tras verse el Dragón echado a la tierra es distinta y anterior a la situación de «desierto» en que se verá resguardada la «Mujer». Por lo tanto, la irradiación de Satanás es anterior a cualquier instante en que se emprenda y ponga el período profético de los «1.260 días» o «tres tiempos y medio» o «tres años y medio». Está claro que al comparar el v. 6 y 14 se identifican. De ese modo los vv. 7 al 13 van cronológicamente detrás del v. 5. De ningún modo es posible concordar la argumentación de los Testigos respecto a que Satanás fue lanzado a esta tierra en 1914, con la narración de los textos claves de Apocalipsis 12. Nótese y compárese el v. 5 y el 13 mediante el paralelismo quiásmico: v. 5 pp.

v. 5 up.

v. 13 pp.

v. 13 up.

v. 5 pp.: «y ella (la Mujer) dio a luz un Hijo varón». v. 13 up.: «la Mujer que había dado a luz un Hijo varón». v. 5 up.: «Su Hijo fue arrebatado (subido) para Dios y para su trono». v. 13 pp.: «El Dragón es

bajado a la tierra». Al analizarse el paralelismo quiásmico de los dos versículos identificados por los conceptos ideológicos comunes y por la posición cro– nológica se imposibilita el que pueda darse en 1914. El paralelismo entre cruzado identifica los momentos de la existencia del Hijo varón y los acontecimientos: cuando Cristo, el Hijo varón es ascendido, el Dragón (Satanás) es descendido (expulsado).

La parusía (parousías) de Cristo ¿una presencia invisible, o una llegada solemne que se hace precisamente visible con la Presencia (parusía) literal? La «presencia» de Cristo en ocasión de su «Venida» cuando «retorna» por «segunda vez» ha sido [928]

una esperanza constante de todos los cristianos de todas las épocas.

Esta esperanza puede desvalorizarse y vaciarse de contenido cuando se anuncia una «parusía» desligada de su significado, y se aísla de la importancia definitiva de la primera venida de Cristo y de su continua «presencia» en la Iglesia y en el creyente. Sin embargo, todo lo relacionado con esa esperanza de su «bienaventurada venida» es importante para que construyamos una fe basada en la realidad de su promesa y en lo razonable del modo y del objeto de esa «Venida». Cullmann se manifiesta como sigue: «La esperanza del Nuevo Testamento no puede ser otra que la esperanza en la vuelta del Señor (…), el mensaje entero del Nuevo Testamento (…), culmina en Cristo, Salvador de los hombres y del cosmos, comienzo, desarrollo y cumplimiento de toda la historia de salvación (…). Cristo en tanto que mediador en el pasado y en el presente, debe también serlo en el futuro (…). Todo como en la primera decisión de la cruz y en la de la resurrección, estos acontecimientos finales deberán llegar sobre la tierra. Cristo debe volver como Salvador glorioso, esta vez recogiendo a los suyos [929]

e inaugurando una nueva era (1ª Ts. 4, 14).» El teólogo católico Karl Rahner nos dice sobre esta esperanza real y colocada en un futuro final de los tiempos: «Cierto que el Antiguo y el Nuevo Testamento (…), dicen muchas cosas acerca del futuro (…), sobre la parusía de Cristo, sobre un nuevo cielo y una nueva tierra, sobre los últimos días, sobre [930]

los signos por los que se reconocerá la venida y el retorno de Cristo.» Joseph Ratzinger: «Por eso la vuelta del Señor no es sólo salvación, no es sólo la omega que todo lo arregla, sino también juicio.»

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El también teólogo católico Michael Schmaus:

«La transformación del mundo se realizará en el tiempo de la segunda venida de Cristo (…). La Iglesia confiesa este futuro advenimiento (…).» «El retorno de Cristo no es un acontecimiento entre tantos otros, es más bien el hecho futuro que penetra y domina toda la realidad…» «En el segundo advenimiento, fijará él para siempre el destino de los hombres…» «Pero en aquella hora futura mostrará ser el poderoso, el Señor de la historia y del cosmos…» «El retorno de Cristo acaecerá públicamente (…). Su retorno, en cambio, acaecerá sin velos, en [932]

presencia de toda la creación, en el esplendor de su gloria (Mt. 24:27).» El pastor reformado Paul Vallotton se explica de este modo en relación a la necesidad del retorno de Cristo: «El retorno de Cristo en gloria (…) es el necesario y lógico término de los destinos humanos. Es preciso que Cristo llegue al fin para dar a la historia una conclusión razonable y al drama humano un sentido, un desenlace. El retorno de Cristo es el drama humano por excelencia, el centro de la historia humana. El corazón queda lastimado ante la potencia espantosa del mal. La espera calma y paciente de [933]

la segunda aparición de Cristo pone un bálsamo sobre las heridas.» Los Testigos de Jehová no tienen esta misma esperanza. Su interpretación nos deja perplejos, y

ante su mensaje contradictorio la oscuridad es la tónica sobresaliente. La teoría de la «presencia invisible» pretenden apoyarla con diferentes textos sacados de un contexto natural, con exégesis que no resiste un mínimo de rigor, con traducciones fraudulentas, y sin tener en cuenta todo lo que la Escritura nos dice sobre el particular. La hipótesis consiste en hacer prevalecer la idea de una resurrección en la que el cuerpo de Jesucristo ha desaparecido presentándose como un espíritu que se materializa en diferentes cuerpos. Con el texto de Juan 14:29 pretendían decirnos que el mundo no podría ver en su retorno a Jesucristo. Jesús se está refiriendo al hecho de que ya no va ser posible verle en su condición terrena. Pronto estaría muerto y no habría ocasión para que el mundo lo viese, sino solamente los discípulos después de la resurrección. El pasaje no amplía el tiempo al momento relativo de su venida. En Juan 16:10 Jesús expresa a los apóstoles: «Voy al Padre y no me veréis más»; sin embargo los Testigos no entienden esta frase de un modo absoluto. Los apóstoles lo vieron después del hecho de la resurrección. Está claro que la expresión hace alusión al paréntesis entre la ascensión y su retorno en gloria. Con 1ª de Pedro 3:18 y 1ª Ti. 3:16: «… Hecho vivo en el espíritu…» o «declarado justo en el [934]

espíritu…», no quiere decir que fuera resucitado «criatura espíritu». El espíritu, como la carne, representa una forma de vivir. Cristo ha muerto al modo de vivir puramente humano, para vivir ahora «en cuanto al espíritu», en la esfera del espíritu, es decir, de la divinidad. La carne y el espíritu denotan en este caso no una parte del compuesto humano sino una esfera de actividad.

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Respecto al texto de 1ª Ti. 3:16 digamos que para que tuviera que ser declarado justo en espíritu, lo tuvo que ser en base a su vida terrenal, y es en esa manifestación en «carne» que a pesar de ello fue declarado justo, por cuanto su vida «en la carne» fue totalmente «espiritual». El pasaje de 2ª Corintios 5:16 que dice que ya no conocemos a Cristo «según la carne», no significa que por eso nos quiera decir el apóstol Pablo, que Cristo resucitó «espíritu», sino que ya no conocemos a Cristo en su forma de vida «puramente humana» ahora es de otra manera, aunque no meramente «un espíritu». Tampoco nos sirve el versículo 50 del cap. 15 de 1 ª Corintios, donde se nos dice que «carne y sangre» no heredarán el reino de Dios. En principio es inaplicable a Jesucristo, puesto que la carne y sangre representan al ser humano con su carga hereditaria y tendencia pecaminosa. Ya los cristianos en esta tierra, los que creen en su nombre, tienen la potestad de ser hechos hijos de Dios (Jn. 1:12): «Los cuales no son engendrados de sangre ni de voluntad de carne (…)» (Jn. 1:13). Pablo, en Romanos 8, dice que «ya no andamos conforme a la carne, sino conforme al espíritu» (v. 4); y que «los que viven según la carne no pueden agradar a Dios» (v. 8), pero que nosotros ya no vivimos «según la carne, sino según el espíritu» (v. 9). ¿Qué quiere esto decir?: «Carne y sangre no heredarán el Reino de Dios» por cuanto para heredar el Reino de Dios hemos tenido que dejar de vivir de acuerdo a la conducta de la humanidad. La carne y la sangre presentan no haber aceptado a Jesucristo. Comportarnos según el modo de vivir del mundo. Por el contrario, vivir con arreglo al espíritu significa vivir conforme a la voluntad divina. Las tendencias ya no son «mundanas», sino como siguiendo el espíritu de Cristo, gracias al poder del Espíritu Santo.

Los seres humanos aun a pesar de su carne y sangre física han podido ser engendrados «hijos de Dios» y existir en una esfera espiritual ya en esta tierra. Por lo tanto la carne y sangre física pueden estar sin que le impida a Cristo vivir en una esfera espiritual idónea a su resurrección. Por si fuera poco lo que venimos diciendo, Lucas 24:36-40 nos relata una de las apariciones del Jesús resucitado. El redactor nos manifiesta que los discípulos espantados «pensaban» que veían «espíritu» (v. 37). Jesús les asegura que un espíritu no tiene carne y huesos, y que por lo tanto él no era un espíritu, por cuanto él sí tenía carne y huesos. Y que además podían palpar y ver las manos y los pies (v. 39). De nada sirve traer a colación los pasajes donde aparece Jesús con los de Emaús (vv. 13-35), y decir que Jesús no podía ser más que como auténticamente un «espíritu materializado», ya que si no lo hubiesen reconocido. O los versículos relativos a su aparición a María Magdalena. La precisión de estos pasajes no podrá diferir de los pasajes ya mencionados de Lucas 24:36-39. Los de Emaús además de tener frente a ellos un cuerpo que ha experimentado el fenómeno desconocido de la resurrección, muy distinto al cuerpo que está sometido a los «defectos» de la herencia y del desgaste de la propia vida, Lucas 24:16 nos declara que «los ojos de ellos estaban velados, para que no lo conociesen». ¿Cuál es el método o el medio que hace que «los ojos de ellos estuvieran velados»? No se nos dice. Lo que sí se nos expresa es que sus ojos no estaban «capacitados» para reconocer a Jesús. María Magdalena (Jn. 20:11-18) tampoco reconoce a Jesús (v. 14). Mantiene un diálogo con un personaje (v. 15) que se encuentra a sus espaldas (v. 16), y ante una exclamación de dicho personaje se vuelve y ve a Jesús reconociéndole (v. 16). La resurrección implica un cambio físico considerable, mayor que el que sufrimos cada uno de nosotros tras el paso del tiempo. El cuerpo no está sometido ni a las arrugas ni al envejecimiento. Esto, junto con la desolación, la duda, la desconfianza, el temor, la incomprensión del propio hecho en sí, es suficiente para incapacitarse y no ver. El no creer no fue privativo de Tomás. Los de Emaús declaran su tristeza por la muerte de Jesús pero no formulan una creencia en la resurrección. María llora desconsolada porque no sabe dónde han puesto el cuerpo de su Maestro, pero ni siquiera se imagina la posibilidad de que éste haya vuelto a la vida. ¿Cómo poder ver lo que no se cree? Por otra parte la resurrección implica «recuperar» un cuerpo, sino no cabe hablar de resurrección. Aun cuando el profeta había anunciado que no habría tiempo para la corrupción de la materia física del cuerpo del Mesías (Hch. 2:24-27, 31). El mismo Jesús de Nazaret resucitó (Hch. 2:32). Y resucitó como una primicia y como un ejemplo de los que habla Pablo (1ª Co. 15:22, 23). Y estos muertos de los que Jesús es un ejemplo y primicia, resucitarán con un cuerpo real (1ª Co. 15:35). No ya con un cuerpo «terrenal» sino con un cuerpo «espiritual», pero cuerpo tangible y visible (1ª Co. 15:43, 44). La orientación y sentido de este cuerpo nos la ofrecen aquellos que no dormirán el sueño de la muerte, sino que serán transformados en sus propios cuerpos (1ª Co. 15:51-57). Cuerpo transformado, aquel que es necesario guardar irreprensible hasta la venida del Señor (1ª Ts. 5:23). Todo esto nos enseña que Jesús resucitó realmente trayendo un cuerpo. Un cuerpo, el suyo, que no había sufrido descomposición. Un cuerpo espiritual que tenía carne y huesos, no una mera materialización sin individualidad ni identificada a su persona. Es con ese cuerpo que puede tocarse (Lc. 24:36-39), después de una primera presencia ante el Padre (Jn. 20:17 cf. Lc. 24:50-52), y verse

(Jn. 20:27, 29). Por lo que estamos esclareciendo es imposible otorgar un mínimo de razón a la exposición que los Testigos de Jehová suscriben en relación a Hechos 1:9-11. Los Testigos, siguiendo las pisadas de Russell, indican que ese «volver» de Jesús a la tierra será «del mismo modo» que se fue. ¿Y cómo se fue? De incógnito, nadie lo vio a excepción de los discípulos, y éstos de modo «espiritual». El contenido y la naturaleza de los pasajes en cuestión no están planteando el retorno de Cristo en términos comparativos con seres que el texto no contempla. La pregunta (v. 11) está formulada sobre la forma, el modo de venir Cristo a esta tierra, independientemente de los que le esperen. Si su venida va a ser visible o no, si literal o no. Los discípulos están viendo marcharse a Jesús, puesto que fue una nube la que los ocultó de sus ojos físicos (Hch. 1:9). Es con esos mismos ojos que ven a dos personajes (v. 10). Éstos les preguntan por qué están mirando al cielo (v. 11 p.p.). Y añaden: «(…) este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo» (v. 11 u.p.). Los discípulos no ven a Jesús con ojos espirituales sino con ojos físicos, con esos mismos ojos con que miran las nubes. Esta vista física es la que les permite narrar que una nube le ocultó a sus ojos. ¿Cómo volverá Jesús? Del mismo modo, de una forma visible. ¿Cómo era al resucitar? Hemos podido comprobar que no se trataba de un Espíritu, sino de algo que se podía tocar y ver realmente como fruto de un cuerpo tangible y resucitado. En esta misma línea ha de entenderse Apocalipsis 1:7. «Todo ojo lo verá», no puede comprenderse como siendo el ojo del espíritu o del entendimiento. Primero, porque el texto exige que lo han de ver «todas las naciones de la tierra», incluso «los que le traspasaron». Los reinos de este mundo, las gentes no se enteraron, no « vieron» la segunda venida en gloria y majestad en 1914. Si lo hubieran visto con los ojos de la mente estaría en oposición con su teoría de que sólo los que tienen «ojos de la fe» pudieron ver el retorno de Cristo en 1914. Los propios Testigos de Jehová reconocen que sólo podían darse cuenta de esa venida invisible los que saben discernir las cosas espirituales. Si eso fuera así la frase «todo ojo lo verá» y su contexto más inmediato están vaciados de contenido. Ya que los aproximadamente 10.000 Testigos que debían de ser entonces supone que casi «ningún ojo lo vio». Y mucho menos «todas las tribus de la tierra» y «los que le traspasaron». 5. La Biblia nos presenta el retorno de Cristo como una venida puntual en la que ciertos acontecimientos también puntuales se hacen evidentes a los seres humanos como señales claras e inequívocas de la presencia real y literal de Jesucristo: La resurrección y transformación de los creyentes (1ª Ts. 4:13-17 cf. 1ª Co. 15:51-55). El juicio de condenación para el sistema de maldad y de los que no creyeron (2ª Ts. 1:6-10 cf. 2:79). La traslación y exaltación simultánea de los creyentes resucitados junto con los creyentes en Cristo vivos en el momento de su venida (1ª Ts. 4:13-17). Esto hace inservible el hablar de más de una venida, o de considerarla como invisible. Puesto que los sucesos que acompañan a esa «Venida Gloriosa» son ostensibles y bien visibles.

La descripción del acontecimiento Los Testigos de Jehová, como ya vimos en otro lugar, no pueden sostener bíblicamente el retorno de Cristo prometido como una venida invisible. Sin tener en cuenta todos los términos que se utilizan en el Nuevo Testamento para describir dicho retorno de Cristo en gloria y majestad se aferran a la palabra «parusía» como definiendo la vuelta de Jesucristo en el sentido de una presencia invisible. Para comprender el significado del sustantivo «parusía» es preciso conocer el valor y sentido que tanto el griego como el Antiguo Testamento daban a esta palabra, y después comprobar cómo consideraba el Nuevo Testamento dicha expresión. A la palabra parusía le corresponde el verbo páreimi. [936]

El verbo páreimi designa el hecho concreto de «estar ahí» o el de «haber venido». Y este uso común no esconde ninguna idea «secreta» o «invisible». Se trata del resultado de una comprobación que permite ver realmente que «está ahí» o que «ha venido». Literalmente significa «estar presente», y se usa para traducir la idea de alguien que asiste personalmente a un lugar, o que llega, o que es enviado, cumpliéndose cuando se hace presente la persona enviada.

[937]

El Antiguo Testamento utiliza dicho verbo en el mismo sentido como sinónimo de diferentes vocablos hebreos (Nm. 22:20; Jue. 19:3; 1ª S. 9:6; etc.)

[938]

El Nuevo Testamento emplea el verbo páreimi con las mismas acepciones: «venir», «llegar», [939]

«estar presente». La idea es clara en todos los textos. Se trata de llegadas o de presencias visibles y personales. Cuando Pablo distingue entre su ausencia corporal y su presencia en espíritu añade al verbo páreimi e l pneúmati (espíritu) (parón dé tô pneúmati, 1ª Co. 5:3). Si el «estar presente» por sí mismo tuviera un sentido «espiritual» o invisible no hubiera sido preciso añadir las palabras «en espíritu». El apóstol se vale de esa misma expresión para denominar su presencia personal, visible y literal en Corinto (2ª Co. 10:2, 11; 11:9; 13:2) y ante los Gálatas (Gá. 4:18, 20). El sustantivo «parusía» está determinado fundamentalmente por las acepciones que ya hemos recogido del verbo. Su significado es todo lo contrario a la invisibilidad. Además del sentido de «presencia» actual y operante,[940] recoge la idea de «hacerse presente» mediante una «venida» visible. Si bien la Septuaginta emplea el verbo que corresponde a «parusía» (páreimi), y no la propia palabra «parusía», a excepción de un pasaje de Nehemías,[941] el Nuevo Testamento, y sobre todo Pablo (14 veces de las 24 que aparece en todo el N.T.), clarifican sin posibilidad de error el único sentido y significado que hay que dar a la palabra «parusía»: el de alguien o algo que se hace visible mediante su presencia. Con la presencia o parusía se quiere expresar la confirmación personal o real de alguien o de algo. En la terminología helénica y romana en la que se desenvuelve el Nuevo Testamento tiene la [942]

función técnica para indicar la llegada «presente» de un soberano. Y Pablo le da ese mismo sentido de «presencia personal y visible». Pablo utiliza la parusía para describir la venida (parusía) personal de Estéfanas (1ª Co. 16:17), o para puntualizar la llegada (parusía) personal de Tito (2ª Co. 7:6), o para explicar una «presencia» (parusía) corporal (2ª Co. 10:10), o para especificar su propia presencia personal ante los filipenses (Fil. 1:26; 2:12).

Son varios los términos que se utilizan para describir el retorno de Cristo. Alguno actúa como sinónimo; todos son intercambiables en algunos de los textos que explican «la segunda Venida» de Cristo; y cada uno por separado y en relación a otro puede aportar un matiz adicional. Siempre hace referencia a Jesucristo como que vendrá personalmente o como haciendo acto de presencia o manifestándose literalmente. 1. Erjomai venida (Ap. 1:7; 3:11; 22:20). 2. Ephistëmi venida repentina (Lc. 21:34). 3. Ëkö llegar (Ap. 2:25). 4. Analuö regreso (Lc. 12:36; Hch.1:11). 5. Hupostrephö volver, retornar (Lc. 19:12). 6. Apokalúpto manifestación o revelación (2ª Ts. 1:7). 7. Epiphaneia aparición (1ª Ti. 6:14). 8. Phaneróo hacerse visible (1ª P. 5:4). 9. Prosopon presencia real entre otros presentes (2ª Ts. 1:9). 10. Parousía presencia personal (Mt. 24:3). Cuando se analizan estos textos y términos junto con otros pasajes, además de las ideas con las que se relacionan, nadie podría, ni siquiera de casualidad, admitir la idea de presencia invisible con que adornan los Testigos la palabra «parousía». La parousía implica no sólo la venida y la llegada, sino además la misma presencia personal de la persona que ha llegado. Los términos están relacionados unos con otros como se establece mediante su comparación: El acto de venir (Erjomai) con revelación (2ª Ts. 1:7, 10) que implica «aparición». Parousía y revelación. Lo que Mateo llama «parousía», Lucas lo sustituye por «revelación» (Mt. 24:3, 27, 37-39 cf. Lc. 17:26-30). Parousía y venida son intercambiables en el mismo texto de Mateo (Mt. 24:3, 42, 44, 46). Parousía y epifanía (2ª Ts. 2:8). La epifanía recalca la gloria que rodeará al Salvador cuando venga. Parousía con «faneróo» (acto de hacerse visible) (Mt. 24:27). «Faneróo» no sólo implica aparición, sino además la idea adicional de que la persona que aparezca será vista en su verdadero carácter. Los Testigos de Jehová no sólo no tienen en cuenta todas estas apreciaciones que resultan de un estudio serio de los textos, sino que se ven obligados a bailar en la cuerda floja cada vez que tienen que dar cuenta de los numerosos contenidos que aportan los textos. Pongamos un ejemplo: según 1ª Tesalonicenses 2:8, el sistema de maldad existente en ocasión del advenimiento de Jesucristo será aniquilado definitivamente. Si Jesucristo «vino» en 1914 tendría que haberse dado fin a dicho sistema. Capítulo V 1918, los 144.000 y su resurrección

Naturaleza de los 144.000 según los Testigos de Jehová Recordemos algunos pormenores que ya expusimos en nuestra sección objetiva:

[943]

1. Se les denomina como siendo de una clase especial de ungidos. 2. Tienen el privilegio de que se les puede aplicar la experiencia del Nuevo Nacimiento, el bautismo del Espíritu Santo y el de ser engendrados como hijos de Dios. 3. Sólo ellos pueden participar de la Cena del Señor. 4. Resucitan, todos los que mueren antes de 1918, en dicha fecha. Los que mueren después de 1918 son transformados al morir y van directamente al cielo. 5. Son los únicos que tienen destino celestial. 6. Se trata de un número literal, exactamente 144.000, que se ha formado a partir de la época apostólica. El origen de la doctrina reposa, como la mayoría de sus aportaciones escatológicas, en la especulación. La Biblia no sostiene semejantes principios ideológicos. La costumbre metodológica de los Testigos se sigue notando aquí. Utilizando los dos únicos pasajes en que aparecen los 144.000, no estudian lo que dan de sí dichos textos, sino que dividen la Biblia en tres partes: seleccionan bajo su óptica, sin nada ni nadie que les autorice, los versículos que se acomodan a los 144.000, los que se adaptan a la « gran muchedumbre» que tienen destino terrestre, y ninguna de las exclusivas enumeradas más arriba para los 144.000, y los que son imputables a los dos grupos. Esta selección no la consiente la Biblia. Esa forma de proceder es pura conjetura interpretativa de los Testigos. Para poder llegar a esas conclusiones altisonantes respecto a los 144.000 sería preciso que los fragmentos donde aparece la expresión 144.000 contuvieran clara y llanamente las características doctrinales que los Testigos presentan, o una orden que dijera que hay dos tipos distintos de cristianos; y por último, cualquier postura que se tome no debería contradecir al resto de la Escritura.

La naturaleza y origen de los 144.000 según la Biblia Los textos son Apocalipsis 7:4 (3-8) y 14:1-5. La mayoría de los autores dan importancia a la ubicación de los párrafos y al contexto. Cronológicamente esta visión de los 144.000 del capítulo 7, se encuentra entre el sexto sello y el séptimo. El sexto sello ha finalizado con una escena que nos presenta la proximidad del retorno de Cristo (6:16) y del llamado juicio final.

[944]

Se introduce un acto en el que aparecen unos ángeles reteniendo los acontecimientos que iban a dar lugar al fin del mundo (6:16 cf. 7:1 y 8:1). La acción destructora se retiene hasta que se haya producido el sellamiento de esos 144.000 (7:2, 3). «La finalidad de estas dos visiones es poner en contraste la Iglesia gloriosa y protegida de Dios, con los “habitantes de la tierra”, presa del pánico ante la inminencia del juicio.»

[945]

Se trataría de unos personajes que viven en la época final: «El sexto sello anuncia los acontecimientos que precederán al fin del mundo.»

[946]

Ante la pregunta de quién se podrá sostener en pie, al final del capitulo anterior, se responde con los 144.000 del capítulo 7. En cuanto al capítulo 14, se ubica entre el 13 y el 15. Aquí aparecen ya los 144.000 sellados, y en el cielo, delante del trono de Dios (Ap. 14:1, 5).

[947]

Han salido airosos de la lucha final mantenida [948]

con la Bestia que pretendía sellarles con su sello (Ap. 13:11-18 cf. 14:1 u.p.). La intención de esta nueva visión es mostrarnos a esos 144.000 de Apocalipsis 7 ya sellados, victoriosos y salvos. El contenido de esta visión es simbólico. La mayoría de los autores reconocen que el número es una cifra intencionadamente figurada que representaría a todo el pueblo de Dios, a la Iglesia, al [949] nuevo Israel. Los 144.000 encarnan a la Iglesia de Cristo de la última generación (esa « época del fin», previa al «juicio») que pasan por unas pruebas especiales pero que son protegidos por Dios (mediante el [950]

sellamiento) para no recibir esos juicios anunciados por las plagas.

La « gran muchedumbre» que aparece en el contexto de los 144.000 engloba a todos los cristianos de todas las épocas, incluyendo a los 144.000 de esa última generación. Allí aparecen todos los salvos de todas las épocas, incluso aquellos que se identifican como 144.000. Todos han salido de la gran tribulación que supone vivir fielmente los principios del Reino de Dios, en una sociedad en la que privan los principios de los reinos de este mundo. La diferencia radica en el tiempo y en lo que puede implicar de especial ese tiempo. Apocalipsis 7 y 14 nos expone a aquellos que en la última generación están vivos cuando Cristo viene y están integrados en esa gran muchedumbre de salvos de todas las épocas (7:9-17).

Contraste de las dos posiciones Cuando comparamos este cuadro descrito por el Apocalipsis con los dictámenes que sobre el particular proponen los Testigos de Jehová, las invenciones es lo que se destaca. Según los textos presentados, los 144.000 no pueden hacer referencia a una clase privilegiada respecto al plan de la salvación que se origine en el tiempo apostólico. El contexto nos asegura una época final previa al «Juicio» que se produce al retorno de Cristo. Es insostenible una cifra literal. No sólo por la formulación característica de los números [951]

simbólicos (12 x 12 x 1.000), sino porque toda la construcción es evidentemente simbólica. Los Testigos de Jehová se tendrían que ver obligados a aceptar la literalidad de toda la escena. Y por lo tanto no tendrían más remedio que admitir las tribus de Israel como señalando a judíos literales. Afirmar que el número es literal y lo que marca el número como siendo figurado es una inconsecuencia grave y perturbadora para aquellos que aprenden de sus explicaciones. A juzgar por los textos analizados ni hay un doble destino (terrestre para unos y celeste para otros), ni hay inseguridad respecto a la salvación para nadie que haya aceptado a Jesucristo de acuerdo al evangelio. Tanto la « gran muchedumbre» (Ap. 7:9) como los 144.000, han sido limpiados y salvos por la sangre del Cordero (Ap. 7:10 cf. Ap. 14:5; 7:14 cf. 14:5). Están delante del trono de Dios (Ap. 7:15; 14:5). Han sido redimidos de entre los de la tierra, y todos están en el cielo después del retorno de Cristo, ya que el trono de Dios está en el cielo (Ap.4:1-4). redimidos vivirán en la tierra (Ap. 21 y 22).

[952]

Posteriormente los

Son inadmisibles las prerrogativas con que los Testigos adornan a los 144.000, enumeradas al comienzo de este capítulo, y de aquello genuino que se le despoja a la gran muchedumbre. Las Escrituras nos dicen que cuando uno acepta a Cristo creyendo auténticamente, es hecho hijo de Dios (Jn. 1:12; Gá. 3:26). Nótese que se trata de «todos los que le recibieron», no de una clase o casta especial. El Espíritu Santo es igualmente dado tanto a los 144.000 que se mencionan en el Apocalipsis, como creyentes que son, como al resto de creyentes de todas las épocas (Hch. 2:38, 39; Ef. 1:13; 4:30). El llamamiento a la salvación se efectúa a todos los hombres de todas las épocas (1ª Ti. 2:3, 4; Hch. 17:31, 32; Is. 45:22). Nadie que va a Cristo es echado fuera (Jn. 6:37). La salvación a la que guía continuamente el Espíritu Santo no ha sido relegada para después del Armagedón, para las otras «ovejas» (creyentes de segunda categoría), y que según los Testigos de Jehová, todavía todos los que forman parte de la gran muchedumbre no tienen segura la salvación y han de pasar por la prueba última después de la resurrección.

[953]

La resurrección de los 144.000 y 1918 Los Testigos de Jehová al inventar esa doctrina indefendible de los 144.000, fraguan otra no menos fantástica: la de la resurrección de éstos, invisible a partir de 1918. Se atreven a asegurar que Pablo en 1ª Tesalonicenses 4:13-16 se está refiriendo precisamente a esa resurrección de los 144.000. El texto no sólo no dice eso, sino todo lo contrario. Pablo remarca que nadie va a preceder a nadie, y que los resucitados junto con los que estén vivos cuando Cristo venga serán arrebatados a los cielos. Hay una contradicción e inconsistencia manifiesta cuando los Testigos hablan de la resurrección de los 144.000 en 1918. Primero dan a entender que esa resurrección no podía realizarse más que en el [954]

momento de la segunda venida de Cristo en 1914. Sin embargo la retrasan aproximadamente cuatro años en virtud de otra extraña teoría. Vuelven al fantasma de los paralelos de los que tan aficionados eran Russell y Rutherford. Declaran tan campantes, sin la posibilidad de ninguna prueba bíblica, que puesto que Cristo resucitó 3 años y medio después de haber empezado su ministerio [955]

público ahora se ha de dar el mismo paralelismo. ¿Por qué? ¿Dónde están los textos bíblicos que apoyen esto? Demostramos ya que 1914 es un dato, con sus implicaciones, espurio. 1918, que se basa en 1914, lo mismo. Cuando examinas tanto los presupuestos como los contenidos observas que todo ello es infundado. Capítulo VI 1975, los 6.000 años y la última generación La teoría de los 6.000 años tiene como base dos suposiciones: Una, que la Biblia aporta suficientes indicios como para construir una cronología; y dos, que los 1.000 años del «milenio» bíblico son el cierre de una semana milenial, por lo tanto previamente al milenio han de haber 6.000 años. Para otros existe la variante basada en la semana de siete días, que sería un fiel reflejo de una semana milenial. Los responsables intelectuales del ideario que estamos criticando parten del supuesto de que cada día de la creación tiene 7.000 años. Con la cronología que imaginan que aporta la Biblia son capaces de anunciar que han transcurrido o que estamos muy cerca de cumplir 6.000 años, y que los 1.000 restantes que pertenecen a lo que la Biblia denomina «Mil años» (que han de acontecer fuera de nuestra historia actual) globalizan los 7.000 años del séptimo día que está todavía acaeciendo. Si los Testigos quisieran ser coherentes con una investigación honesta tendrían que proporcionar antes de construir o intuir una teoría como la que nos ocupa, lo siguiente: 1. Presentar un texto bíblico (solamente uno, no pedimos más) que diga que cada día de la creación tiene 7.000 años. Si hay un texto no hace falta andarse con rodeos. Toda explicación para apoyar la idea de que cada día tiene 7.000 años es pura especulación humana.

[956]

2. Una mera alusión por parte de algún escritor bíblico a que exista una posible cronología bíblica. Todos los intentos que se han hecho a través de toda la historia de construir una cronología en base a los datos bíblicos han obtenido un rotundo fracaso, incluyendo las más inteligentes, que hemos de pensar que fueron las de Russell, Rutherford y la de la Dirección actual de los Testigos. Todas además con suficientes variantes como para asegurarnos que se ha probado todo. Esto debería ser suficiente para descartar de una vez para siempre el hacer cábalas, sobre todo cuando no hay licencia para tal búsqueda.

3. Una simple insinuación de que hay una relación prevista por la inspiración entre la cronología bíblica y los 1.000 años del llamado Milenio. Nada de lo que sugerimos puede obtenerse de las Escrituras. A pesar de todo los Testigos, aun después del descalabro de 1975, no han rechazado su cronología aun cuando hayan silenciado aparentemente el uso que de ella se hacía.

Falta de elementos para la construcción de una cronología Los Testigos pretendían, en sus publicaciones anteriores a 1975, advertirnos de que en 1975 finalizaban los 6.000 años, y que por lo tanto el Armagedón y el Milenio estaban muy cerca.

[957]

Dijeron exactamente, dieron a entender y especularon sobre que muy próximos a 1975 llegaba el Armagedón y terminaba literalmente el mundo. Esta proximidad no era una cercanía relativa por la que tanto pudieran transcurrir 5 como 10 años, sino todo lo contrario, se trataba, de haber una diferencia, de un desfase de tan sólo dos años, tomando como punto alrededor de 1975: «No necesariamente quiere decir que 1975 marca el fin de los primeros 6.000 años del séptimo día creativo de Jehová. ¿Por qué no? Porque después de su creación Adán vivió algún tiempo durante el “día sexto”, la cual cantidad de tiempo desconocida tendría que restarse de los 930 años de Adán, para determinar cuándo terminó el sexto período o “día” de siete mil años, y cuánto tiempo vivió [958]

Adán en el día séptimo.» La cantidad de tiempo entre la creación de Adán y el comienzo del 7 º día es desconocida. Sin embargo, añaden: «Quizás implique sólo una diferencia de semanas o meses, no años (…). De modo que el lapso de tiempo entre la creación de Adán y el fin del sexto día creativo, aunque no se sabe, fue un período de tiempo comparativamente corto.»

[959]

Por un lado es desconocida, y por otro se trata de un espacio de tiempo corto. ¿Cómo pueden saber que se trata de un tiempo breve si es desconocido? Si se ignora, ¿cómo pueden percatarse de que se trata de «semanas, meses, pero no años»? Después que durante años «han estado encendiendo la imaginación», se atreven a decir en 1976 [960]

que «no conviene especular cuándo puede ser esa fecha».

Los Testigos de Jehová consideraron que el fin del mundo ocurriría aproximadamente en 1975, «semanas» o «meses» después de 1975, pero «no años» después. La garantía de todo lo que dijeron es lo que resulta de la aplicación de la regla que Jesús nos aconseja: «Por sus frutos les conoceréis.» Pasó 1977, 1980, 1990, 1993, y nada de lo que vociferaban ha sucedido. ¿Dónde está el problema? No en la Palabra de Dios. El fracaso no sólo pone en entredicho la teoría de los 6.000 años, sino todo el sistema. Si han transcurrido 6.018 años ya, teniendo en cuenta la cronología que nos proporcionan los Testigos, quiere esto decir que Adán no fue creado tan al final del sexto día como ellos imaginaban. Lo que prueba que ignoran completamente el instante de esa hipotética creación de Adán en el sexto día de 7.000 años. Este desconocimiento va a ser fatal para la otra hipótesis de la generación última de la que daremos cuenta en su oportuno momento. El alejamiento de la fecha de 1975, no sólo vacía de contenido la concepción cronológica, sino que además descubre lo injustificable de su planteamiento, y esto por varios motivos, además de los aducidos, y que exponemos a continuación. 1. «El significado de una sentencia no es necesariamente lo que las palabras significan ahora para nosotros, aun después de haber sido traducidas, sino lo que quería decir el escritor antiguo cuando

[961]

usó esas palabras».

De acuerdo a este principio encontramos que las Sagradas Escrituras pueden llamar con la palabra «hijo» para denominar al «nieto» (Gn. 31:55 cf. v. 43). Que Noé era de 600 años no implica «que Noé tenía 600 años de edad como lo entendemos hoy, [962]

sino que estaba en su año 600, que todavía no había terminado». Lo mismo se puede decir de los otros patriarcas desde Set (Gn. 5:3 y ss.). Cuando se informa que Noé a los 500 años tuvo a Sem, Cam y Jafet es un modo global de hablar, ya que podemos comprobar, de acuerdo a los datos que tenemos a nuestra disposición, que a Sem le corresponde el año 502 de Noé. Sobreentender esto nos impone una cautela considerable, ya que se pueden arrastrar diversos años a lo largo de toda una suma de cifras correspondientes a edades de los patriarcas al nacimiento de cada hijo mayor, proporcionándonos años que no deberían contabilizarse, y esto suponiendo que el [963]

registro hebreo sea completo.

El cómputo inclusivo permite contar los días y años «incompletos al principio y al fin de un [964]

período como si fueran unidades completas».

Las expresiones «al tercer día», «en tres días» y «después de tres días» (Mt. 17:23; 27:40, 63), bíblicamente equivalentes, tienen una valoración distinta en nuestro uso de hoy. La frase «al cabo de tres años» (2º R. 18:9, 10) podría computarse como un intervalo de dos años. «El segundo año» después del éxodo (Nm. 9:1) significa en realidad el año siguiente de haber empezado. El primero sería el año del comienzo. Cuando los israelitas en Cades fueron condenados a vagar 40 años (Nm. 14:33), se trataba de un período que ya había comenzado. Estuvieron 38 años, más los dos que ya llevaban antes de llegar a Cades. ¿Y cómo contabilizar todos los años ascensionales de todos los reyes de Judá y de Israel? Debido [965]

a la investigación de Thiele, se reveló que los cronistas bíblicos no contaban el año ascensional. Complementariamente a esto consideraban ese año ascensional dentro del año civil judío, de modo que si faltaba únicamente un mes para acabar el año, eso tan sólo tenía el valor de un año completo ascensional. En la práctica no tenía importancia porque no se computaba, pero si alguien pretende edificar una cronología bíblica tendrá que adicionar esos años ascensionales. Pero esos años ascensionales han podido tener una duración de tan sólo meses, y por lo tanto se imposibilita la creación de una cronología fidedigna que se remonte desde Adán. 2. La llamada cronología patriarcal es una genealogía con un sistema numerario temporal que «no [966]

representa una escala cronológica completa».

Se han podido omitir algunas generaciones. Un hijo que no reuniera las condiciones establecidas podía ser sustituido por el nieto. Esdras omite varios eslabones (Esd. 7:1-5 cf. 1º Cr. 6:7-9; Esd. 3:2). Lucas incluye en su lista a un segundo Cainán (Lc. 3:36), lo cual habría que valorar los años de este segundo Cainán en la genealogía patriarcal.

[967]

Independientemente de la exactitud de la edad de [968] los patriarcas no se infiere que sea completa la lista, ya que no se da ningún total. Estas reflexiones deberían precavernos contra cualquier actitud dogmática respecto a la fecha de la

[969]

creación, del diluvio, del éxodo que esté cimentada sobre tablas genealógicas.

En siglos posteriores, cuando la Biblia ofrece muchas declaraciones cronológicas exactas con diferentes sincronismos pudiendo alcanzarse acontecimientos claves, y no dependiendo meramente de una genealogía en la que no hay una seguridad completa, podemos entonces basarnos sin temor en dichos anuncios cronológicos bíblicos.

La traducción de Génesis 2:2, 3, y de otros versículos relacionados. La wa u o vav consecutiva o conversiva Los Testigos de Jehová en su intento de forzar su hipótesis de los 7.000 años de cada día de la creación imprimen una falta de respeto por la palabra de Dios difícilmente superada. Se guían tan sólo por un prejuicio doctrinal. Fuera de toda lógica y en desacuerdo con «todos» los traductores de la Biblia se han empeñado en adscribirse a la oposición a la regla «wau consecutiva» o conversiva, mantenida (dicha oposición a [970]

la regla «wau consecutiva») por un tal Benjamin Wills Newton, del siglo pasado. Sin conocer la trascendencia y las consecuencias de este rechazo comentan que «la traducción del Nuevo Mundo no [971]

ha seguido la teoría infundada de la Wau consecutiva al traducir los verbos hebreos».

Presentaremos, de acuerdo a la Versión Nuevo Mundo de los Testigos de Jehová, la traducción de algunos párrafos de algunos versículos de Génesis 1, y los versículos 2 y 3 del capítulo 2, pasajes motivo de esta discusión: 3

Y procedió Dios a decir: «Llegue a haber luz.» Entonces llegó a haber luz.

4Después

de eso vio Dios que la luz era buena, y efectuó Dios una división (…).

5

Y empezó Dios a llamar la luz día, pero a la oscuridad llamó noche (…).

6

Y pasó Dios a decir (…)

7Entonces

procedió Dios a hacer la expansión (…).

Y empezó Dios a llamar la expansión cielo. Y llegó a haber tarde y llegó a haber mañana, un día segundo. 8

2:2, 3: Y para el día séptimo Dios vio terminada su obra que había hecho y procedió a descansar en el día séptimo de toda su obra que había hecho. Y Dios procedió a bendecir el día séptimo y a hacerlo sagrado, porque en él ha estado descansando de toda su obra que Dios ha creado con el propósito de hacer. Se observa por estas traducciones que los verbos que generalmente en todas las biblias vienen en pasado, en pretérito perfecto, aquí (en la versión N.M.) se han pretendido traducir varios de ellos en imperfecto, aun cuando para ello se hayan visto obligados a traducir en perfecto pero añadiendo palabras que no aparecen en el original, siguiendo la influencia de James Washington Watts, con la intención de expresar una idea incompleta e inacabada.

[972]

Al examinar esta traducción atípica e incorrecta uno comprueba no sólo que los Testigos de Jehová no se han molestado siquiera en consultar una gramática hebrea elemental, sino que ellos mismos no han respetado lo que dicen respecto a que su traducción «no ha seguido» lo que ellos consideran «teoría infundada de la wau consecutiva». No se han molestado en demostrar lo que ellos dicen ser teoría infundada, y por qué lo es. Y no lo han hecho porque no podrían. El verdadero motivo de no acogerse a un regla hebrea aceptada por todo el mundo no es por algo que resulte dudoso o extraño a dicha lengua. Esta regla no se ha inventado, sino que se ha originado con la formación y comprensión del propio hebreo. Se trata de una estructura idiomática que aparece

integrada en el sistema lingüístico hebraico. El móvil por el que los Testigos no quieren aceptarla, o por el que la escamotean al lector desprevenido es por cuanto, mediante la traducción incorrecta que hacen, con las añadiduras impertinentes pueden «ligeramente» y en apariencia apoyar su teoría de los 7.000 años, que como ya hemos dicho cada día de la creación duraría dicho período de tiempo. De ahí que no tengan reparos en traducir por «procedió» a descansar en el día séptimo (Gn. 2:2). No que ya descansó, sino que todavía «estaría descansando» en ese día séptimo, que en el parecer de los Testigos, aún está transcurriendo en la actualidad. Ningún texto bíblico puede avalar semejante traducción. [973]

En principio digamos que la lengua hebrea no tiene «tiempos» propiamente.

Es el contexto el

[974]

que indica el tiempo verbal además de las «formas» verbales y de ciertas «claves» que vienen expresadas en el relato o en las propias palabras. En hebreo lo que se destaca en el verbo es el [975]

estado o idea verbal. Ese estado se presenta completo o incompleto. Los estados completos son los que corresponderían a una idea verbal de «tiempo» perfecto, y los estados incompletos a la de un [976]

tiempo imperfecto. El perfecto equivale a nuestro pretérito o tiempo pasado,

e indica que la

[977]

acción está terminada. El imperfecto manifiesta que la acción que se origina lo hace de forma incompleta denotando que todavía no se ha terminado, pudiéndose presentar en forma que pudiera [978]

traducirse en pasado, presente o futuro.

Avanzando un poco más podemos decir que existen unas «estructuras verbales» semejantes a lo que nosotros llamamos « voz verbal». Esas estructuras que son siete (Qal, Nifal, Piel, etc…), se dividen cada una en otras siete, que serían lo que se llaman «formas verbales» semejantes, aunque diferentes en ciertas maneras a los modos verbales. En estas formas verbales se encuentra, entre otros, los que antes hemos denominado perfectos e imperfectos. Queremos insistir en el hecho de que si bien el perfecto de la estructura Qal (activa) equivale a nuestro pretérito o tiempo pasado, esto es relativo por cuanto sólo será así, en el caso de que sus formas aparezcan independientemente.

[979]

Dentro de las combinaciones sintácticas el concepto tiempo es relativo, y se establece por el [980]

sentido de toda la oración, e incluso en ocasiones teniendo en cuenta un contexto amplio.

Lo que hemos dicho del «tiempo» perfecto lo podemos decir del imperfecto; aunque equivale a nuestro tiempo futuro cuando aparece independientemente de asociaciones sintácticas, puede ser traducido de otros modos teniendo en cuenta el contexto y ciertas «claves» hebraicas que pueden [981]

llegar incluso a transformar el «imperfecto» o « futuro» en auténtico perfecto o pasado; y viceversa, el perfecto podría transformarse debido a ciertas «claves» en un imperfecto con valor inacabado. ¿Cómo puede suceder esto? Cuando aparecen formas verbales con wau (o vav) consecutiva. Esta w a u cumple una doble función: la función de conjunción (que puede traducirse por «y» o por «entonces»); y además como parte integral de la forma verbal definiendo su significación temporal dentro de la propia narrativa. De este modo podemos decir con los autores de la Gramática Hebrea, Goñi y Labayen que el… «… efecto de w a u conversivo es que una serie de hechos pasados se expresan en hebreo, poniendo el primer verbo en el perfecto y los demás en el imperfecto unidos por el wau; y viceversa, que una serie de hechos futuros se indiquen colocando el primer verbo en el imperfecto,

y los demás en el perfecto, enlazados también por el wau. …en aquellos días enfermó Ezequías para morir y le visitó Isaías, hijo de Amós, el profeta, y le [982]

dijo… (2ª Reg. 20, 1)..» El Manual Hebreo Chevilim de los judíos C. Betthausen y H. Harbonn dice que «la vau que “convierte” el futuro en pasado es vocalizada patah (…)». imperfecto consecutivo o forma « vaifal»:

[983]

Y el hebraísta Moisés Chávez nos explica el

«La función temporal de la vav consecutiva crea dos formas verbales nuevas, cuyo estudio constituye uno de los principales fundamentos del hebreo bíblico. Estas formas son: La forma del imperfecto consecutivo: (…) Nótese que la vav precede a una forma abreviada del imperfecto o futuro. Nótese también que la letra «yod» lleva daguesh, para indicar que a pesar de que sólo aparece una vav, ésta cumple la función de dos vavs. En conjunto esta forma se traducirá: «y él actuó», y no «y él actuará». La forma del perfecto consecutivo: (…) donde la forma del imperfecto [984]

adquiere la significación del imperfecto.» ¿Cómo se presenta la forma consecutiva Vaifal que hace que el imperfecto con valor de futuro sea sobreentendido como un perfecto pasado?: «Como ya dijimos, esta forma expresa tiempo pasado. La forma verbal básica es un imperfecto abreviado. La vav, que cumple la doble función conjuntiva y formativa (forma parte integral de la nueva forma), lleva la vocal pataj (_). Esto ayudará a diferenciarla de la v a v puramente copulativa, la cual es vocalizada con shvá (.), y según casos especiales también con otras vocales. Pero lo que más ayudará a reconocer una forma vaifal, es el punto daguesh que lleva la letra yod [985]

en el caso de la tercera persona singular o plural, que más abunda en la narrativa.» ¿Qué ejemplos podemos comprobar, entre otros, de esta transformación de la forma imperfecto « futuro» en perfecto «pasado»? Vamos a estudiar los primeros cinco versículos del Génesis, donde se presenta la forma vaifal o de imperfecto consecutivo. Tómese buena nota porque la importancia de estos ejemplos radica en el hecho de que estos imperfectos consecutivos con valor de perfectos pasados por las claves que se presentan ya indicadas de la vav conjuntiva y formativa, de la vocal «pataj» y del punto «daguesh» en la letra «yod», lo son consecutivos con valor de pasados, porque se insertan en una misma sección narrativa que se inicia, esa misma sección, por un simple perfecto, siendo después necesarias esas formas vaifal para cumplir la función principal de enfatizar la secuencia o continuidad narrativa.

[986]

Esta importancia se ve duplicada por cuanto los Testigos de Jehová ya aquí, en parte, no han tenido en cuenta lo que el texto hebreo dice, y además porque los textos en litigio (Gn. 2:2, 3) pertenecen a esta misma sección narrativa que se inicia con el perfecto pasado del v. 1. Bereishít bará Elohím et jashamáyim veét jaárets; vejaárets jaytá tóju vabóju vejóshej al pnéi tejóm verúaj Elohím meraj éfet al pnéi j amáyim; vayómer Elohím: Yejí or váyji or. Vayár Elohím ki

tov vayabdél Elohím béin jaór ubéin Hajóshej;

Vayqrá Elohím laór

[987]

yom velajóshej qará láilah. Váyjiérev, váyji bóqer yom ejád.

«La palabra vayó’mer se compone de vav consecutiva, que no necesariamente tiene que ser traducida en cada caso por “y”; en este caso muy bien puede ser traducida por “entonces dijo Dios…” Luego aparece el punto daguesh en la yod, acusando la asimilación o desaparición de la

segunda vav, que es propiamente conversiva. No es necesario escribir dos vavs; basta una vav y el pundo daguesh en la letra que sigue. El resto de la forma verbal es el imperfecto Qal (tercera persona masculino singular) de ’mr “decir”, que independientemente es así: (yomár), “él dirá”. Note cómo el acento retrocede cuando esta palabra es parte de la forma Vaifal: vayómer. Note también cómo la vocal pataj (_) se cambia ...por segol ( ). (…) no se trata simplemente de la conversión del «futuro» en «pasado». Se trata de la creación de una forma completamente nueva aunque con cierto parecido al imperfecto. Esta nueva forma designa específica y definidamente tiempo pasado. La siguiente forma Vaifal, deriva de la forma del imperfecto de hyh para la tercera persona masculino singular: Yihyéh, “él será”, usado aquí en sentido neutro: “ello será”. La forma abreviada de Yhyh es Yehî; la cual es usada para formar el Vaifal, pues esta forma prefiere las formas cortas o abreviadas. Pero hay un aspecto más que aclarar; y éste es: ¿por qué la letra yod no lleva el punto daguesh en la palabra Váyhî? (…) Una letra yod debajo de la cual hay shvá (:), no puede tener punto daguesh. Pero de todos modos, el retroceso del acento acusa que se trata de la forma Vaifal: Váyhî (…). Observe que la forma de jusivo (…) es yehî, y se acentúa yehî; como en yehî or, “Sea la luz”. (…) Para finalizar esta sección debo llamar su atención al hecho de que toda esta porción de la Biblia empieza con las palabras: bere’sîh bara’ ELOHÎM La palabra bara’ es un simple perfecto Qal, no una forma Vaifal, porque da inicio a la narrativa. Las formas Vaifal que siguen en el resto de la narrativa, cumplen pues la función [988]

principal de enfatizar la secuencia o continuidad de la narrativa.» Hemos visto, tomando algún ejemplo representativo, que el tiempo futuro del imperfecto se transforma de acuerdo a la Vaifal consecutiva, la «pataj», el punto «daguesh» en ocasiones , etc., en un tiempo pasado partiendo de un primer perfecto en el inicio de una misma secuencia, y que podrá ser pretérito perfecto (o nuestro indefinido), presente de subjuntivo, etc., en base a la estructura verbal (Qal, Jusivo, o Hifil), etc.). Esta misma Vaifal se observa en las formas verbales de imperfecto de los versículos 2 y 3 del capítulo 2 de Génesis que, debido a las claves ya indicadas de la vav conversiva o consecutiva se ha creado una nueva forma verbal que en vez del imperfecto escrito o de un imperfecto «independiente» que tendría valor futuro (con idea inacabada), se ha transformado en un tiempo pasado perfecto con la idea terminada y completa. Las consideraciones que siguen demostrarán de un modo convincente, además de lo ya indicado, que la traducción de los Testigos de Jehová es irrespetuosa al texto de la Palabra de Dios. La teoría infundada con que los Testigos de Jehová bautizan a toda una normativa gramatical, la de la v a v consecutiva o conversiva no ha sido considerada como « infundada» en algunos lugares que seleccionamos pero que son numerosos si se consulta una Concordancia Caldeo-Hebraica. Si se observa el v. 4 de la traducción del Nuevo Mundo que anteriormente hemos consignado, vierte el verbo de la primera frase por indefinido o tiempo pasado expresando una idea terminada: «Después de eso vio Dios que la luz era buena (…).» Aquí los Testigos, aunque nos habían dicho que no iban a seguir lo que ellos denominan la teoría «infundada» de la v a v consecutiva o conversiva debería de traducirse en futuro, o al menos con la «muletilla de compensación» que los Testigos utilizan iniciada por «procedió».

[989]

En ese caso debería decir que «después de eso verá Dios que la luz era buena (…)», o «procedió a ver que la luz era buena (…)».

[990]

Observemos todavía más. Si se releen los vv. 3, 5, 7 se comprueba lo improcedente de una traducción que pretende expresar una idea no terminada. La incompatibilidad entre el «procedió Dios a decir…» que hubiera luz, con el «Entonces llegó a haber luz» es manifiesta. Por cuanto el «procedió» pretende retrasar el momento de la acción respecto a estar terminada, pero el versículo completo expresa una idea acabada «entonces» (en el mismo instante llegó a haber luz»). Lo mismo podría decirse de la idea expresada en los vv. 5 y 7 citados como ejemplo. Cuando acudimos a los vv. 2 y 3 del cap. 2 de Génesis, motivo de esta discusión, el asunto todavía se clarifica más. Los Testigos de Jehová por su teoría verdaderamente infundada de los 7.000 años como duración de cada día de la creación, se han visto obligados a hacer filigranas en la cuerda floja al traducir el v. 2 en forma verbal con idea inacabada, como un imperfecto puro, independiente, sin tener en cuenta la realidad de la existencia de la vav conversiva o consecutiva. El v. 2 se inicia con la v a v conversiva, y los verbos por lo tanto tienen el valor de pasado e idea acabada. En el v. 3 la sorpresa es mayúscula por cuanto el verbo hebreo que aparece en relación al descanso de Dios es un pretérito perfecto (independiente) y que su traducción no puede ser otra que la que supone un pretérito perfecto o indefinido. Los Testigos aquí han seguido siendo «coherentes» a su traducción equivocada del versículo 2, y lo han hecho expresando respecto a ese descanso del séptimo día, una idea inacabada y acción incompleta, como si todavía estuviese aconteciendo el reposo sabático de Dios. Esto no es simplemente ya un error intencionado en cuanto a rechazar una regla sintáctica recogida en un idioma, sino un auténtico engaño. Ahí aparece un pretérito perfecto, y su única traducción es «descansó». Reflejándose una idea acontecida completamente ya en el pasado.

Otras versiones y traducciones representativas ¿Cómo entendieron los judíos de la versión Septuaginta esos pasajes? Cuando consultamos la Septuaginta comprobamos que las formas verbales en cuestión han sido transliteradas por verbos en aoristo 1, indicativo activo que equivale al pretérito perfecto o indefinido castellano expresando una idea completa y acabada: «y terminó (sunetélesen ) Dios…», «y reposó (katépausen), en el día séptimo…», «y bendijo (eùlógesen,) Dios…».

[991]

Esta misma versión en Éxodo 20:11, donde se recoge la causa por la que el día del sábado ha de mantenerse como día de reposo y sagrado, alude a la creación y emplea el verbo en su forma aoristo (katépausen, reposó), la misma que se dedica en Génesis 2:2, 3. Todo es una evidencia más del significado que los judíos daban a esos verbos y que coincide con el valor y traducción que se hace al texto hebreo y que nosotros hemos presentado. ¿Qué dice el texto de las Escrituras griegas del llamado Nuevo Testamento? Lo que debería servir para permitir una reflexión profunda a los Testigos responsables de la Traducción Nuevo Mundo debería ser la traducción transliterada que el autor de la epístola de los Hebreos (4:4) ha realizado del texto de Génesis (2:3 cf. v. 2). Nótese la importancia: «Porque en un cierto lugar tiene dicho así, hablando del día séptimo: Y reposó (katépausen) Dios en el día séptimo de todas sus obras». Reposó. No que estuviera o hubiera estado reposando. Se trata de un hecho puntual acabado, completo, y ya realizado en el momento en que finalizó el sexto día y transcurrió el séptimo. Si el séptimo día hubiera transcurrido o estuviera transcurriendo todavía, no podría decir reposó como una acción ya realizada. Sólo si se considera al séptimo día como transcurrido y pasado se puede emplear el pretérito perfecto o indefinido castellano en la versión hebrea en Génesis 2:3, o en la Septuaginta en todos los pasajes que se refiere a la cuestión tratada, o en la epístola a los Hebreos 4:4 en alusión directa a Génesis 2:2, 3, y en todos los lugares de la versión hebrea sin excepción (como evidencian la versión Septuaginta y la epístola a los Hebreos) si se tiene en cuenta la vav conversiva (en forma consecutiva Vaifal) que transforma el imperfecto con valor futuro u otro, e inacabado en un pretérito perfecto o indefinido castellano con valor pasado e idea acabada. [992]

¿Cómo traduce el comentario judío sefardí este pasaje de Génesis 2:2? Teniendo en cuenta lo que venimos diciendo: «y holgó en el día seteno (…)». «Y bendixo Dios a día el seteno, (…)». El judío A. J. Heschel en su obra magnífica sobre el «Sabath» traduce del siguiente modo Éx. 20:8, 11 en alusión directa a Gn. 2:3: «Recuerda el día del Sabath para santificarlo… porque en seis días hizo el Eterno los cielos y la tierra… por tanto bendijo el Eterno el día del Sabath y santificólo».

[993]

Diferentes versiones bíblicas y comentarios que integran la traducción, todos y todos sin excepción traducen del único modo posible por las numerosas razones ya expuestas. En pretérito perfecto o [994]

indefinido.

Una idea ultimada y perfecta Obsérvese la estructura literaria de Génesis 1 desde el inicio de la sección con el v. 1 hasta su culminación en el 2:1-3, todo tiende a lo perfecto y acabado. En 2:4 se nos muestra claramente el inicio de otra sección unida con la anterior, dejando entrever la finalización de todo lo precedente. Tanto en la sorprendente simetría en torno al número 7 y sus múltiplos, como en el uso de éste, del 7, en la ordenación del relato, como en la conclusión de la obra en el séptimo día mediante el «descanso» de Dios, se señala el significado completo y absolutamente perfecto.

[995]

Las ideas de plenitud y perfección que se expresan en todo el contexto y más aún en los propios versículos 2 y 3 del capítulo 2 facilitan la comprensión de la función de la v a v consecutiva o conversiva, reconocida tanto por hebraístas judíos como cristianos, e imposibilitan de modo claro y concluyente una traducción de las formas verbales con sentido futuro e inacabado o incompleto. Refiriéndose a las palabras utilizadas en Génesis 2:2, 3 por orden de frecuencia el investigador Bacchiocchi: «(…) las primeras cuatro palabras, a saber: Dios, séptimo día, obra y hecho presentan la máxima frecuencia, apareciendo cada una tres veces. ¿Por qué repite el autor esos cuatro términos tres veces? Evidentemente porque la triple repetición se usa en la Biblia para expresar la importancia de una declaración. La bendición sacerdotal se expresa en una triple repetición, por ejemplo se expresa para hacer hincapié en su plenitud (Nm. 6:23-26). En nuestro caso, el énfasis recae sobre “Dios” y en lo que Él hizo en el «séptimo día» en relación con “su obra” de los seis días anteriores. ¿Qué se dice acerca de la obra de Dios, vista por Él mismo desde el séptimo día? Tres verbos son utilizados para indicar la valoración que Dios hizo de su creación: en el séptimo día todo había sido “hecho” (repetido tres veces), “creado” y “terminado”. Otros tres verbos describen cómo Dios celebró su magnífica realización: “descansó… bendijo… y [996]

santificó” el séptimo día.» Esta valoración de plenitud, de que todo está acabado y completo se expresa también en el concepto de que Dios descansó de toda su obra acabada. Karl Barth comenta esta idea del siguiente modo: «En Génesis 2:2 leemos que en el séptimo día Dios, el Creador, completó su obra “reposando”. Esto significa simplemente que dejó de seguir creando. Puso un límite a su creación y a sí mismo. Se sintió satisfecho de ser el Creador de esta creación en concreto, y se gozó, como Creador, en esta obra concreta. No emprendió nuevas creaciones. No necesitó más creaciones. Pues había [997]

encontrado que todo lo que había creado era “muy bueno”. Gn. 1:31.» «Cuando la creación culminó con el hombre, habiendo encontrado su clímax y significado en la realidad del hombre, Dios descansó en el séptimo día de toda la obra que había hecho. Fue entonces cuando Él pudo afirmar que todo era muy bueno, y que por consiguiente que nada [998]

necesitaba ser completado o mejorado.» De forma semejante se expresa Bonhoeffer: «En la Biblia “reposar” significa realmente algo más que “tomarse un descanso”. Significa descansar después de que el trabajo ha sido terminado; significa plenitud, perfección y paz.» Gerhard von Rad:

[999]

«Pero esta palabra, “reposo”, no tiene corte especulativo; habla de una actitud de Dios respecto del mundo. (…) el mundo no se halla ya en vías de creación. Ni estaba ni está inacabado, sino ultimado por Dios. [1000]

Más aún: Dios ha “bendecido” este reposo, lo ha “santificado” (…).»

Literatura y Creación El gran error de los Testigos de Jehová es no saber delimitar el género literario de esta primera sección bíblica (1:1–2:4a). Gerhard von Rad nos advierte de este modo: «Hay algo que deberá tener bien claro quien acometa la exégesis de Génesis 1 (…); todo ha sido meditado y sopesado, y debemos recibirlo con precisión (…). Cuanto hay se dice, pretende ser tenido por válido y exacto, tal como ahí está dicho. El lenguaje es extremadamente amítico; tampoco se dice nada que haya de ser entendido simbólicamente y cuyo sentido profundo tengamos que [1001]

empezar por descifrar.»

El hebraísta Jackes Douckhan al hacer un análisis de los posibles géneros literarios del relato de la creación descarta la posibilidad de que pueda encuadrarse dicho género en el poético ni en el propiamente histórico ni en el profético, género este último al que se adscribirían los Testigos de Jehová con su pretendida medida de 7.000 años para cada día de la creación. Él se explica de este modo: «El relato de la Creación no pertenece a ninguna de estas tres categorías literarias. No es ni una poesía, ni un relato histórico, ni una profecía –es una genealogía. Tiene en efecto todos los caracteres, y esto sobresale claramente cuando se compara con la [1002]

genealogía más próxima, a saber: la de Génesis 5.» El que no sea un género puramente histórico integrados no sean reales:

[1003]

no significa que los elementos históricos

«Se trata de una genealogía, (…) la Creación no es concebida por el autor bíblico ni como un mito sobre el cual habría bordado algunos motivos poéticos, ni como una profecía a partir de la cual sería posible prejuzgar el futuro, ni como un relato exacto que permitiera comprender tal como se ha desarrollado la operación –sino como una realidad que se vierte en la historia humana, incrustándose para hacer cuerpo con ella. La Creación rinde cuenta al hombre de la intervención de Dios (…). Dios habla y las cosas que forman nuestra realidad, son. Todo lo que palpa y verifica nuestra experiencia humana no ha sido producido al azar, sino que ha surgido de una incursión “verbal” de Dios. Y este acto es concreto, no es ni una idea, ni una visión, ni un sueño, es una realidad viviente de la misma naturaleza que la que nos presentan las genealogías. El género literario tiene por objeto preparar al lector a recibir el mensaje como una realidad viviente (…). La misión de la genealogía no es tanto “informar” de una manera precisa y rigurosa, sino de [1004]

atraer nuestra atención sobre la realidad de su historia.» Este método, el de la «genealogía», de transmitir Dios el hecho real de la Creación con sus contenidos reales evita que conozcamos no sólo el cómo ha venido a ser (se trata de un hecho irrepetible y sin posibilidad de buscar su «rastro»), sino además impide actuar a la intuición y a la conjetura. La sabiduría humana tiene unos límites prefijados con las realidades que la genealogía nos bosqueja. No hay lugar ni para los mitos ni para una posible interpretación simbólica ni profética. Dios mediante esta genealogía hace incompatible su mensaje verbal sobre la creación con cualquier idea que altere mínimamente cualquier contenido real ahí expresado. Esta objetividad plasmada de una manera tan precisa por aquel «único» testigo rechaza que se

pueda entender que la realidad de los días creativos puedan valorarse en una escala distinta a la de las 24 horas.

Los días de la creación Hay evidencias decisivas para pensar que los días de la creación, tal como se relatan en el Génesis, son días literales de 24 horas. F. Michaeli dice: «Dar a la palabra “día” un significado pseudocientífico correspondiente a un período o a una era geológica, es atribuirle un sentido [1005]

moderno que ciertamente no tiene en el lenguaje bíblico.» forma:

J. Chaine se expresa de parecida

«Los seis días, pese a sus noches y sus mañanas, se convirtieron en seis períodos. Eso fue un [1006]

grave error.» Dos citas más de dos especialistas. Una de Karl Barth: «¿Qué quiere decir el término “día”? Lo mismo que lo que se describe con las palabras: “Hubo una tarde, hubo una mañana”. En cualquier caso se trata de una grandeza limitada y definida por la tarde y la mañana…, uno no debería apartarse de este significado tan simple. (…) Dios ha creado todo simplemente para dárnoslo, el día que es el nuestro, un día ordinario que no dura [1007]

1.000 años, sino venticuatro horas.» Otra la Gerhard von Rad:

«Al insertar los acontecimientos creativos a lo largo de una serie de siete días, se realiza la separación definitiva de cualquier forma de pensamiento mítico. Trátase del relato de un acontecimiento ocurrido una sola vez, y cuyos resultados son definitivamente irreversibles. Los siete días deben ser considerados indiscutiblemente como si fuesen días de verdad, y entendidos [1008]

como un lapso irrepetible dentro de lo temporáneo.» Diferentes autoridades están de acuerdo en admitir que la expresión bíblica hebrea «tarde y mañana», significa día de 24 horas.

[1009]

Diccionarios hebreos nos indican que el término hebreo

«yom», por el que se ha traducido «día», no puede ser más que un período de 24 horas.

[1010]

Se asegura que en todos los lugares donde las Escrituras utilizan la palabra hebrea «yom» (día) acompañada de un adjetivo numeral específico (como es en el caso de los días de la creación) tiene un valor literal de 24 horas.

[1011]

Según los autores citados, no hay ni un solo ejemplo de las 1.181 veces en que esta palabra es traducida por «día», que no tenga un valor literal de 24 horas cuando es acompañada de un numeral. Lo que quiere decir que no es necesario, en última instancia, que aparezca la expresión «tardemañana» para el séptimo día, puesto que por sí solo el «yom» del 7º precedido por un numeral significa día de 24 horas. Concluyendo este apartado podemos manifestar que los pasajes de Génesis 2:2, 3, junto con los anteriores que se encuentran en la misma secuencia, han sido mal traducidos por los Testigos de Jehová llevados por su prejuicio doctrinal. Tanto las reglas idiomáticas como el esquema de perfección y finalización, junto con el género literario de la genealogía y el aporte de los términos «tarde-mañana» y «día», predican una obra acabada que se encuentra ya en el pasado e inhabilita a cualquiera a otorgar un espacio temporal de 7.000 años a cada día de la Creación de Dios.

La generación de 1914 y 1975 Los Testigos de Jehová en su intento de aportar argumentos para favorecer su predicación sobre el [1012]

fin del mundo, tal como ya indicamos en la parte descriptiva, interpretan la «generación» de la que habla Jesucristo en el sermón escatológico (Mr. 13:30 cf. Mt. 24:34; Lc. 21:32), como aquella que teniendo suficiente raciocinio en 1914, discernió las verdades de la venida invisible del retorno de Cristo y del Reino de Dios. Según este pensar deberá quedar vivo alguien de esa generación de «creyentes» Testigos de Jehová, que «existió» en 1914, para cuando se dé el Armagedón y lo que ellos entienden por Milenio bíblico. 1975 era la fecha que les ofrecía su presunción en cuanto a poder construir una cronología con ciertos datos bíblicos que no tienen ese propósito. Independientemente de los errores que implicó su fabricación la venida del Armagedón y dicho Milenio apremian para la organización de los Testigos. ¿Por qué? Porque otra de sus afirmaciones, «la de que alguien de la generación de Testigos de 1914, con suficiente discernimiento, vivirá hasta el mismo Armagedón», acontecimiento último que da por finalizado el mundo, se está haciendo imposible de cumplir si el tiempo se alarga. La realidad es que en un número tan reducido de Testigos de Jehová de aquella época se hace cada vez más difícil encontrar a alguno vivo en ocasión de la implantación definitiva del Reino de Dios que hace desaparecer a los reinos de este mundo. Desde el año 1914 hasta 1993 suponen ya 79 años, más esa edad de discernimiento, y que además fuera Testigo de Jehová, sería preciso añadir aproximadamente 10 años, con lo que nos iríamos a 89 años. Por otra parte sería de desear conocer cuántos quedan todavía ahora de esos que eran Testigos con [1013] «discernimiento». Si 1975 es además del fruto de una concepción errónea, el resultado de una prisa inusitada por cuanto los dirigentes comprenden y saben que el cupo de los existentes de la generación de 1914 se está agotando, sería una clave para entender que hay algo que está presionando a la Dirección de la Asociación Religiosa de Testigos Cristianos de Jehová. ¿Hasta cuándo resistirán la embestida del tiempo y la acumulación de fracasos teológicos y cronológicos productos de la fantasía, y de una manufacturación humana en la que están ausentes los [1014] escrúpulos espirituales como el de la fidelidad y respeto a la Palabra de Dios? Con la palabra «generación», Jesucristo no estaba invitando a que se hicieran cálculos con los que mantener en una tensión angustiosa a los creyentes. La angustia no viene de esa parte, sino del mundo. La sensación de acertijo con que está rodeada la opinión inadecuada de los Testigos, crea una aureola de inquietud que influye negativamente tanto en los propios dirigentes que se ven influidos por la premura como en los miembros que reciben una información motivada por cimientos endebles e inexactos. El sentido de la palabra hebrea (dor) o aramea (dar) que orienta a la palabra griega (geneá) es muy diverso de acuerdo al Antiguo y al Nuevo Testamento. Puede designar a una «generación» de [1015] aproximadamente 40 años (Dt. 2:14), o abarcar a varias generaciones (Sal. 78:8). O incluso a todos los hombres de todos los tiempos (Pr. 30:11-14). En el Nuevo Testamento tiene dos sentidos: el temporal y el de linaje o el conjunto de una cierta

[1016]

clase de personas.

En Marcos 8:12 la «generación» parece estar haciendo referencia a todos los hombres en general que se caracterizaban por su incredulidad. La idea de raza está señalada en Salmo 78:15 (cf. Mr. 9:19). Esto por sí solo es suficiente para darnos cuenta de la complejidad del significado, sin que se pueda llegar a una conclusión tan gratuita como la que expresan los Testigos de Jehová. En Mateo 24:34 (y paralelos) el término «generación», cuyo valor temporal es secundario, lo que se destaca es la calidad. Si nos referimos al vocablo «generación» en relación a la destrucción de Jerusalén, lo que se subraya es el «tipo» de gente: No pasará esta clase de «gente» sin que todo esto acontezca (los judíos como pueblo [geneá] iban a existir, iban a ser testigos de que todo esto ocurriría). Pero esto no agota toda la amplitud del contexto. La palabra en cuestión al fin de los tiempos vendría a significar que la generación que ha visto cumplirse todas las señales no pasará. Esa generación puede ampliarse a una categoría de personas que se caracterizan precisamente por la predicación de las propias señales del fin. Ese tipo de gente que anuncia el inicio y desencadenamiento de las marcas previas al fin constituyen una determinada «generación» de creyentes que en lo que les hace ser como tal no pasará. Como vemos el aspecto temporal no sobresale en lo que se refiere a la generación; y ni mucho menos ni explícita ni implícitamente podemos sobreentender un período específico marcado por unos límites prefijados. CapítuloV I I El valor escatológico del nombre de Dios Es en el último tiempo, en el escatológico, que se debería recuperar el verdadero «nombre» de Dios, a decir de los Testigos. Ese recobrar el «nombre» no lo es por su significado intrínseco, sino por un simple y aparente rescate de la materialidad de una «grafía» que supone ser auténtica. La escatología de los Testigos recibiría su aprobación mediante una especie de confirmación divina que se evidenciaba con el descubrimiento del «nombre» de Dios por parte del «Siervo Fiel y Discreto». De este modo su escatología tendría validez por cuanto son los únicos que predican el verdadero nombre de Dios, convirtiéndose en el Pueblo de Dios escatológico. Su escatología ya hemos visto que es errónea; su concepción sobre el nombre divino también lo es.

El nombre divino y la historia de los Testigos de Jehová Según los Testigos era preciso que se estuviera actuando como un mayordomo fiel dando el [1017]

alimento espiritual adecuado y a su debido tiempo.

«¿A quiénes encontró Cristo haciendo eso cuando regresó con poder real en 1914 (…)?»

[1018]

«Por lo tanto, al llegar el Amo Jesucristo para inspeccionar a sus esclavos en 1918, ¿a quiénes halló dando a su servidumbre su medida de víveres al debido tiempo? Pues bien, ¿quiénes, para ese tiempo,habían dado a los buscadores sinceros de la verdad el entendimientocorrecto del (…) nombre [1019]

divino (…)?»

[1020]

«(…) ¿Cree usted que las iglesias de la cristiandad hacían eso? Deninguna manera (…).»

«(…) se hizo claro quién estaba suministrando víveres espirituales (…) aun antes de 1914.»

[1021]

«Los hechos muestran que éstos fueron el grupo de cristianos ungidos asociados con los publicadores de la revista Zion's Watch Tower and Herald of Christ's Presence, que ahora lleva en español el [1022]

título de La Atalaya.»

La inspección de Jesucristo en 1918 supuso encontrar a ese grupo que cumplía esos requisitos [1023]

desde que en 1879 Russell fundara y publicara La Atalaya. Entre las verdades que lo identificaba era el haber entendido «para ese tiempo» lo relativo al verdadero «nombre divino». Los Testigos de Jehová pretenden inculcar que la trascendencia del verdadero nombre de Dios reside en el hecho de aplicar a Dios el término «Jehová». Esa importancia se ha manifestado en el nombre de la propia denominación y en la presunción de que el uso intencional de esa grafía es lo que hace que se santifique el nombre de Dios. Cuando uno investiga este asunto en las publicaciones de la propia Watchtower se comprueba que lo que ellos infieren como el entendimiento correcto sobre el nombre de Dios ni se conocía en 1879 ni en 1914, ni en 1918, sino tan sólo a partir de 1931. No hay ninguna declaración de Russell en el sentido de valorar el nombre de Dios con la orientación exclusivista y restringida que le imprimen hoy los Testigos de Jehová. No hay ningún planteamiento de ese tipo. Al contrario, por una cita de 1883 Russell se expresaba de este modo: «Nosotros siempre hemos rechazado que se nos llame por cualquier otro nombre, como no sea por el nombre de nuestra principal Cabeza –cristianos–, reivindicando continuamente que no puede haber divisiónalguna entre aquellos que continuamente son guiados por su Espíritu y por el [1024]

ejemplo declarado a través de su Palabra.» De la cita se desprende cuál era la verdadera dimensión de la categoría que Russell podía dar a esa grafía «Jehová» si se compara con la magnitud a la que han llegado los Testigos actuales. El uso de esa grafía por Russell es puramente coyuntural, al igual que el que hacían las diferentes denominaciones protestantes desde el siglo XVI, fruto de haberse transliterado así en las distintas traducciones. Con Rutherford sucede lo mismo hasta 1931.Obsérvense las paradojas.En la dedicatoria que se hace en el libro Creación (año 1927), se dice (con el subrayado incluido):

«Como Testimonio al Nombre de Dios, el Señor, El Dador de todo don bueno y perfecto Se [1025]

Dedica Este Libro». Del mismo modo en el libro Liberación (año 1929): «Este libro está dedicadoCOMO TESTIMONIO AL NOMBRE DEL Todo Poderoso Dios Creador [1026]

del Cielo y de la Tierra». En su obra más representativa, El Arpa de Dios (año 1921), en la que recoge lo más significativo desde el punto de vista de lo doctrinal, no contiene ningún capítulo sobre el nombre «Jehová», ni nada que muestre su importancia para la verdad.

[1027]

En el libro de Reconciliación (año 1927), se dedican tres páginas al nombre de Dios y comenta: «Él se revela a sus criaturas por medio de nombres diferentes, y cada uno de esos nombres tiene [1028]

un significado profundo.» Todavía en 1931, en la publicación sobre el Apocalipsis de Rutherford titulado opinión:

Luz, se

emite esta

«Continuamente cantan alabanzas al nombre del Rey Eterno, diciendo: “Santo, Santo, Santo es el Señor Dios, el Todopoderoso, el cual era, y el cual es, y el cual ha de ser.” Anuncian los cuatro [1029]

nombres del gran Creador.» No sería hasta bastante entrado 1931 que Rutherford no recibiría esa «luz» necesaria para discernir el conocimiento suficiente sobre el nombre de Dios. Esto está reconocido por la propia Dirección actual de los Testigos.Una cita de 1943 expresaba: «… que el nombre de Jehová se ha perdido de vista y aun el mismo nombre ha sido abandonado. Sólo en años recientes Dios ha hecho que su nombre sea traído otra vez a la luz haciendo conocer su significado a sus fieles siervos, porque es el debido tiempo. (…) que nadie ignore ahora su [1030]

nombre». No sería hasta 1931, tal como se recoge en la nota anterior y en la que exponemos a continuación, [1031]

que Rutherford no recibiría esa iluminación especial sobre el nombre de Dios.

Una vez más la confusión es la nota característica. Si para identificar a lo que ellos designan como Pueblo de Dios verdadero es necesario, entre otras cosas, que ese hipotético Pueblo de Dios tuviera un entendimiento correcto del «nombre de Dios», y esto (que ellos mismos se exigen) no se cumplió hasta la década de 1930, al menos hasta ese momento no pueden aplicarse el ser la religión verdadera. Y si así fuera, ¿dónde estarían sus raíces como el pretendido Pueblo suscitado por Dios? ¿Ya no harían falta Russell y la fundación de la Watchtower? Tampoco serviría Rutherford hasta la fecha que notó que Dios quería que se usase el nombre de Jehová para distinguir a su Pueblo. ¿Por qué se continúan considerando tanto a Russell como a Rutherford como representantes de un Cuerpo Gobernante que está siendo dirigido por Dios si éstos no santificaron el Nombre de Dios de acuerdo a los requerimientos de la Dirección actual?

Santificar el nombre de Dios Los Testigos de Jehová creen que la santificación del nombre de Dios pasa por la persistencia de la grafía «Jehová», conforme a la luz recibida en 1931, año en el que adoptaron un nuevo nombre denominacional: Testigos de Jehová. [1032]

En un estudio monográfico admiten «que ya no se conoce la pronunciación original del nombre de Dios. Y eso en realidad no es importante (…). Lo importante es usar el nombre de Dios según su pronunciación convencional en nuestro propio idioma». La Dirección de los Testigos parece no quererse dar cuenta que el problema, tal como ellos lo han suscitado al arrogarse el nombre de «Jehová», no se soluciona pronunciándolo de acuerdo a la manera convencional en nuestro idioma. Primero, porque ese modo convencional puede estar equivocado, y entonces lo correcto sería abandonar esa forma espuria. En segundo lugar, porque la manera convencional depende del traductor y del destinatario. El traductor católico dirá Yahvéh; otros, Señor e incluso el Eterno. La manera convencional para los judíos que tradujeron la Biblia al griego fue «Kyrios» o Señor, y los que redactaron el Nuevo Testamento usaron el nombre convencional de aquel entonces, que era Theos o Júpiter o Dios. Y en tercer lugar, porque el reconocimiento que los Testigos hacen en relación a la imposibilidad de saber la pronunciación del nombre de Dios no ha supuesto ninguna reflexión sobre las implicaciones que esto representa. Nada han variado. El asunto no está en la mera pronunciación, sino en la grafía que permite la pronunciación. Si la pronunciación era desconocida, y por lo tanto la actual está equivocada es porque la grafía también está equivocada, y entonces ¿cómo es posible que Dios pueda «revelar» el uso de un nombre equivocado? No se trata simplemente de una pronunciación desconocida sino deun error, fruto de la ignorancia, y luego del consentimiento intencionado de dicha ignorancia. Vamos a demostrar con los párrafos que siguen no sólo el error manifiesto, y por lo tanto falso, del nombre de «Jehová», sino además el exponer el valor del verdadero nombre de Dios. Cuando estudiamos a los Testigos, nos llama la atención, no estrictamente, el uso del vocablo «Jehová» aplicado a Dios, sino, sobre todo, el interés por hacer prevalecer la forma «Jehová» como [1033]

la única válida.

Al escribir estas líneas queremos dejar claro que lo que vamos a discutir aquí no es el que no tenga importancia el nombre de Dios, sino varios aspectos que enumeramos a continuación. Primero, cuál es nombre auténtico de Dios. Segundo, el valor y significado del nombre de Dios; en qué consiste realmente, su importancia. Y tercero, cómo nos aplicamos el nombre de Dios; cómo podemos formar parte de ese Pueblo que corresponde a su nombre. En principio, digamos que la expresión «Jehová» no significa nada. En ningún lugar de la Biblia se dice que Dios se llamara «Jehová». ¿Cómo es posible que los Testigos de Jehová hayan podido cometer el error de aplicarse un nombre que no se corresponde con la realidad? Quizás usted, al utilizar una versión protestante o la de los propios Testigos, notará que en el Antiguo Testamento aparece continuamente la palabra «Jehová», refiriéndose a Dios. Sin embargo, no se trata de que sea un error de la Biblia, sino más bien el mantener una equivocación de traducción o de [1034]

transliteración.

Las letras que se emplean en hebreo para representar el nombre de Dios, consisten en cuatro consonantes pertenecientes en su conjunto a una forma verbal del verbo ser. Estas cuatro consonantes son, una veztransliteradas al castellano «YHWH», lo que se denomina tetragrámaton divino. Respecto a su pronunciación nadie lo sabe con certeza. Lo que sí sabemos con seguridad es que no es Jehová.

[1035]

¿Por qué? Porque la pronunciación «Jehová» data del siglo X III, y fue adoptada en escritura por los [1036]

cristianos alrededor del siglo X V, por una equivocada interpretación y utilización.

Tal como hemos expuesto en nota aparte, unos siglos después de Cristo, ciertos judíos llamados masoretas que se dedicaban a fijar el texto bíblico, añadieron sobre las consonantes «YHWH» las [1037]

vocales de la palabra «Adonay» (Señor). Lo que pretendían dichos masoretas era que la palabra en cuestión (YHWH) que no se pronunciaba, pudiera leerse Adonay (no Jehová). Los primeros traductores cristianos ignoraban este hecho y simplemente transliteraron la palabra Yehowah, de lo que obtenemos Jehová, aprovechando las vocales que los masoretas habían puesto sobre las consonantes. Lógicamente los judíos conocedores del hecho nunca se sirvieron de la palabra [1038]

«Jehová», sino más bien de «Adonay». De ahí que la palabra «Jehová» no la ofrezca el texto bíblico, sino una equivocada utilización de unos traductores cristianos del siglo X V I . No se trata simplemente de una incorrecta pronunciación, sino de una transcripción errada. De una transliteración por escrito incorrecta. Los Testigos de Jehová se han aplicado un nombre «de Jehová» no bíblico. ¡Qué paradoja! Acostumbrados como están en acusar a los demás cristianos de emplear expresiones según ellos no bíblicas, resulta que el propio nombre que les identifica no es bíblico, sino producto del error. ¿Cómo podía Dios, según este pensar, comunicarles en 1931 que debían adoptar este nombre «de Jehová» si no existió en ninguna parte hasta mucho después del siglo X III, y cuando apareció, lo fue como consecuencia de una invención basada en la ignorancia? Una de dos: o hacemos a Dios el autor de un nombre inexistente, o reconocemos que nos hemos equivocado y cambiamos de nombre. Pero, ¿a qué nombre? Los Testigos de Jehová consideran que una nota característica del auténtico [1039]

Pueblo de Dios es que dicho Pueblo lleva su nombre.

Por cuanto pretenden los Testigos de Jehová ser el Pueblo de Dios por incluir en su denominación la grafía «Jehová», el nombre de Dios según ellos, este hecho precisamente les priva de ser el verdadero Pueblo de Dios, puesto que la designación «de Jehová» ni es bíblica, ni correcta, ni dice nada del verdadero nombre de Dios. El pueblo de Israel, que durante cientos de años es considerado por YHWH como el Pueblo de Dios, no necesitó ni se le reveló que tuviera que llamarse «de Jehová». Aun cuando Isaías aplica a los judíos fieles de Israel el «vosotros sois mis testigos» (Is. 43:10), notamos que no se ven obligados a adoptar una grafía que les identifique como pueblo de Dios. Lo que demuestra que en la identificación del pueblo de Dios, no se exige ninguna palabra que exprese literalmente unas letras que aparentemente nombran a Dios como cuando se «nombra» a una persona. La Dirección de los Testigos se ve atosigada a mantener a ultranza el rasgo «Jehová», por cuanto es una innovación del Siervo Fiel y Discreto a instancias, a juicio de ellos, de una iluminación de Dios. La revelación bíblica es contraria a la revelación de «ese Dios» que, de acuerdo a este parecer, dice que les reveló el nombre «Jehová».

No siempre en la Biblia se aplican las letras «YHWH» a Dios. Con independencia de ciertos [1040]

títulos que se adoptan para Dios.

¿Qué valor tiene la palabra «nombre» en la Biblia, y en especial aplicado a Dios? Para conocer el significado del nombre de Dios y su valor para la vida del creyente, debemos comprender primero que la palabra «nombre» tal como es empleada en hebreo, «equivale a menudo a la naturaleza, reputación, caracter (…)».

[1041]

Cuando la Biblia habla del nombre de Dios, no se está refiriendo a un «apellido» que se nombre, sino a un significado que ha de versereflejado en una actitud. Conocer el nombre de Dios (Éx. 33:12) es conocer su poder y misericordia. Es reconocer su actuación como Creador y Redentor. Es saber que Él es siendo, su Eternidad. El nombre habla de la manera de ser y de pensar de Dios. De ahí que bendecir el nombre de YHWH (Sal. 96:2), o alabar (Sal. 99:3) e invocar su nombre (Sal. 105:1), o anunciarlo (Éx. 9:16) se logra conociendo, aceptando y proclamando su poder. Cuando Jeremías expresa las palabras del Todopoderoso, nos dice que se sabrá que el nombre de Dios es YHWH no porque se conozca su pronunciación exacta ni aproximada ni por alguna transcripción determinada, sino porque tendrán constancia de la mano y el poder de Dios (Jer. 16:21) y eso les hará saber el nombre de Dios.

[1042]

Si tenemos en cuenta Éxodo 7:17 encontramos la misma idea.Conocer a YHWH es conocer su poder. El cumplimiento de los mandamientos divinos para Israel (Éx. 29:38 y ss.) supondrá el conocer a YHWH. El propio YHWH va a proclamar su nombre (Éx. 33:19) y su nombre lo proclama en las actuaciones maravillosas de un Dios misericordioso y Todopoderoso. Ése es el nombre.Cuando aparece Dios a Moisés en ocasión de la misión a la que era enviado, éste le pregunta que cuál es su nombre, y Dios le responde: «Éste es mi nombre: YHWH.» Primero, Dios no responde «Jehová», como los Testigos querrían, sino unas enigmáticas consonantes que son no sólo impronunciables sino, sobre todo, indescriptibles. Corresponden a una forma del verbo ser. Dicha forma verbal tiene en hebreo, tanto valor de futuro [1043]

como de presente. Pero esas consonantes indescifrables lo son porque Dios lo ha querido, ya que si la importancia radicara en su expresión, la providencia divina lo hubieraconservado. Ahora bien, sí que tenemos el significado por medio de lo que representan esas letras (YHWH) cuando reunimos el sentido del verbo ser (YHWH) aplicado como nombre a Dios en todos sus contextos. Esos contextos son la obra de la salvación de Dios que va a implicar misericordia, presencia, poder de Dios. «Yo soy» (YHWH), es la afirmación absoluta frente a la nada. Lo que no es Dios es nada, porque no tiene poder, no tiene existencia propia. La frase «yo soy el que seré» quiere afirmar: [1044]

«Yo estoy ahí, con vosotros, de la manera que vosotros veréis». Cuando veáis manifestarse mi poder, entonces sabréis que «Yo Soy» (YHWH). Ese poder que se hace presente nos lo ratifica Isaías 52:6: «Por tanto, mi pueblo conocerá mi nombre por esta causa en aquel día; porque yo mismo que hablo, he aquí estaré presente.»

La presencia de Dios va a hacerse notar, y eso dará y da a conocer el nombre de Dios. Y esto no precisa esperar al año 1931. Dios ha manifestado en el pasado, en esa liberación del pueblo de Israel de Egipto, que ÉL es (YHWH), y lógicamente, seguirá manifestándose a lo largo de toda la historia de la salvación que ÉL ES (YHWH). Y de ese modo se conoce su nombre. Aun cuando no se sepa pronunciar ni escribir, por cuanto no se trata de eso, sino de conocer (que implica intimidad, amistad, amor, unión, identificación), de experimentar su presencia. De nada sirve el intentar demostrar que originalmente la Septuaginta llevara el tetragrámaton hebreo, y que los escritores del Nuevo Testamento usaran el tetragrámaton y que, posteriormente, [1045]

alguien se dedicara a desalojar del texto dicho tetragrámaton. No vamos a entrar en esa discusión, por cuanto todo lo que se diga a falta de pruebas auténticas es terreno resbaladizo y especulativo. Nosotros no tendríamos inconveniente en restablecer una de las palabras con que se le llama a Dios dentro del texto de la Septuaginta y del Nuevo Testamento. Si lo hacemos deberemos hacerlo con todas sus consecuencias, incluso cuando la Palabra nos invita, como veremos más adelante, a relacionar dicho tetragrámaton con Jesucristo. A quien acomodemos dicho apelativo de Dios no podrá nunca denominarse ni escribirse JEHOVÁ. Nadie sabe ni puede pronunciar el tetragrámaton. La articulación y escritura «Jehová» es falsa, como tiene que serlo esa especie de «revelación» que dijeron tener los Testigos, allá por el año 1931, respecto a que Dios iluminó al «Siervo Fiel y Discreto» en cuanto al «nombre» Jehová. Jesús nos dice en Juan 17:6, 26, que ha manifestado el nombre a los hombres y que nos ha dado a conocer su nombre, el de Dios. En ninguna parte de los escritos evangélicos encontramos el uso por parte de Jesús, de una palabra, o de un anagrama escrito, o una « voz emitida»que nos conserve mediante un conjunto de consonantes y vocales dichonombre. Entonces, ¿de qué modo Jesús nos ha dado conocer el nombre de Dios? El sentido del nombre tal como está impregnado en hebreo, equivale a expresar la naturaleza y el carácter. Cuando en Éxodo 3:14 se indica que el «nombre de Dios es celoso», se está manifestando esa idea. Y cuando Jesús está diciendo que ha revelado y ha dado a conocer su nombre, está queriendo decir a tenor de todo el Nuevo Testamento que la actitud de Él con su forma de ser, de hablar, de pensar y de obrar exhibe el carácter y la naturaleza de Dios y, por lo tanto, está desplegando y dando a entender el nombre de Dios. Mostrar pública y notoriamente el nombre de Dios no consiste en lograr una combinación de «letras» que se hacen audibles o legibles, sino en dar a conocer unos atributos, una conducta, un poder, una presencia. De ahí que Jesús no dé ni la más mínima importancia a ninguna grafía o pronunciación determinada con que se pueda representar lo que llamamos «nombre» divino y nos enseñe a dirigirnos a Dios con la grafía de PADRE, que reúne y resume esa relación de amor, amistad, confianza y seguridad.Y que no se diga que Jesús, cuando se [1046]

dirigía al Padre tenía necesariamente que incluir «Jehová». En principio, porque el texto no lo indica; en segundo lugar, porque la palabra «Jehová» es inexistente; y en tercer lugar, por cuanto el único ejemplo que se nos transmite en el Nuevo Testamento en el que Jesús se dirige a Dios en oración, que no sea utilizando la grafía «Padre», es un ejemplo que nos muestra todo lo contrario a lo que los Testigos de Jehová pretenden. Estando en agonía él oró en arameo, y el evangelista nos lo transmite de ese modo sin que aparezca ningún tetragrámaton, ni la forma aramea del tetragrámaton

hebreo: «Elí, Elí, lama sabactani», que quiere decir: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me desamparaste?» (Mt. 27:46). Es muy importante el «nombre» de Dios, y no solamente debemos conocerlo sino, además, darlo a conocer como Jesús nos pidió. Dependerá de cómo sea nuestra vivencia espiritual y nuestro testimonio personal que expondrá si conocemos o no el nombre de Dios. En elPadrenuestro está la petición de que sea santificado el nombre de Dios. Para santificar el nombre de Dios no basta simplemente vivir en armonía con lo que ese nombre significa. Esta explicación dejaría inacabada la profunda significación de dicha petición delPadrenuestro. La clave para entender la petición de santificar el nombre de Dios, nos la da el capítulo 36 de Ezequiel: «Por tanto di a la casa de Israel: Así ha dicho Yahwéh el Señor: No lo hago por vosotros, oh casa de Israel, sino por causa de mi santo nombre, el cual profanasteis vosotros entre las naciones adonde habéis llegado. Y santificaré mi grande nombre, profanado entre las naciones, el cual profanasteis vosotros en medio de ellas; y sabrán las naciones que yo soy Yahwé, dice el Señor, cuando sea santificado en vosotros delante de sus ojos. Y yo os tomaré de las naciones, y os recogeré de todas las tierras, y os traeré a vuestro país» (Ez. 36:22-24 Cf. Ez. 20:41-44). ¿Qué nos muestra todo esto? En principio, que el sujeto de la santificación del nombre divino es Dios mismo y no el Pueblo de Dios o el componente del Pueblo de Dios. pueblo judío supone la profanación del nombre de Dios.

[1047]

La dispersión del

[1048]

La manifestación del poder de Dios reuniendo y restaurando al Pueblo de Dios, santifica el [1049]

nombre de Dios. Cuando Dios muestre su santidad en el Pueblo es entonces cuando se santifica el nombre de Dios. Dios santifica su nombre reuniendo, renovando y santificando asu Iglesia en los últimos días. «Santificado sea tu nombre», significa más bien: Junta y establece a tu pueblo que se encuentra disperso por [1050]

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el pecado. Haz que nuevamente sea considerado el Pueblo de Dios. Cuando Jesús elevó por primera vez su petición, el pueblo estaba diseminado deshonrando por ello el santo nombre de [1052]

Dios. Y supetición viene a decir: Actúa Señor Dios Omnipotente, no permitas que se siga pensando que tu poder falla y que el pecado triunfa, congrega y santifica a los hombres que escuchan la llamada de agruparse y restaurarse como pueblo para que de este modo sea santificado tu nombre. Nosotros santificamos el nombre de Dios cuando colaboramos en no rechazar la acción divina en nuestra vida, y en nuestra integración como piedras vivas del edificio que es la Iglesia del Dios viviente.

La restauración del nombre de Dios En otra cuestión que los Testigos hacen gran énfasis en relación al nombre de Dios es su [1053]

pretendida misión a restaurar el nombre de Dios.

La restitución del nombre divino se consigue no ocultándolo. Y se oculta cuando queriendo aportar traducciones hebreas del Nuevo Testamento donde aparece el tetragrámaton divino aplicado en lugar de Kyrios (el Señor) se intenta mostrar que dicha aplicación sólo se realiza cuando se refiere al Padre y no cuando se refiere a Jesucristo. Otra manera de ocultarlo es cuando acumulando datos que nos ofrece el Antiguo Testamento comparados con los que presentan los escritores del Nuevo no se reconoce la identificación que estos últimos realizan entre «YHWH» del Antiguo Testamento con el Jesucristo del Nuevo.Los Testigos de Jehová muestran diferentes versiones «J» que diferentes autores han traducido al hebreo el Nuevo Testamento.

[1054]

Según los Testigos de Jehová el tetragrámaton divino aparecería en 307 casos entre las 19 [1055]

versiones que cita en su Interlinear Translation.

Al consultarse dichas versiones «J», se comprueba que dicha Traducción interlineal publicada por los Testigos ha omitido más de 50 veces el tetragrámaton divino al que hace referencia las [1056]

versiones «J».

Aun cuando en la edición de 1985 la Watchtower ya no indica estedato de los 307 casos, no presenta tampoco la aparición del tetragrámaton divino en la versión hebrea conocida por los Testigos como «J 8» cuando dicha versión traduce el texto griego de Hebreos 1:10. Ni tampoco el tetragrámaton que se encuentra en «J 13» respecto de 1ªP. 2:3; ni los que se hallan en«J 14» cuando traducen al hebreo el texto griego de 1ª P. 2:3 y 1ª Co. 12:3. [1057]

Cuando escogemos entre los anteriores 1ª Corintios 12:3 del«J 14», observamos que la frase griega «Kyrios Yesous»(Ku r i o s I e s o u s, Señor Jesús) es sustituida en la versión hebrea por «Yahwéh Jesús». La dirección de los Testigos no sólo escondió la existencia de dicho tetragrámaton divino asignado a Jesucristo, sino que se atrevió a decir en una de sus publicaciones en referencia a las versiones « J » hebreas que «Ninguna de la traducciones hebreas lo traduce en “Jehová Jesús”».

[1058]

Malaquías 3:1 (cf. Is. 40:3) El texto en cuestión nos dice que Yahwéh (YHWH) iba a enviar delante de sí mismo un mensajero (mal-áhch»), y una vez que ese mensajero apareciera preparando el camino de él (Yahwéh), vendrá Él súbitamente, el Señor (Adon), que los judíos buscaban. Los Testigos de Jehová no han querido comprender estos pasajes ya que hacen diferencia entre el «El Señor» (Adon) y el «Ángel del Pacto». El Adon sería Yahwéh y el Ángel del Pacto, Cristo.

[1059]

Analicemos frase por frase este versículo.¿Quién es el que habla? Yahwéh de los ejércitos (v. 1 up.). ¿Y qué dice? En primer lugar, que va a enviar un mensajero (Maláhch) que preparará el camino delante de Él. ¿Qué interpretación hacen Juan el Bautista y el propio Jesucristo de esta parte del v. 1? Jesucristo identifica a Juan el Bautista con el mensajero que iba a preparar el camino delante de Yahwéh (Mt. 11:10; Lc. 7:27). Si Juan el Bautista es el que iba a preceder a Yahwéh disponiendo su camino, es obvio que Jesucristo tiene que ser «ese Yahwéh» que anuncia Malaquías. El testimonio de Juan el Bautista es suficientemente elocuente; dice de Cristo que es el que viene después de mí y que, sin embargo, es antes de mí (Jn. 1:23, 27) y más poderoso que yo (Mr. 1:7). Y todo esto se dice, no simplemente por lo que indica Isaías 40:3. Juan el Bautista cumple lo predicho por Isaías que «del desierto iba a clamar una voz proyectando el camino del Señor» (YHWH). El mismo Juan el Bautista nos dice que es ése que iba a «preparar el camino», y después nos identifica al «Señor» (Yahwéh), diciéndonos: «Viene tras mí el que es más poderoso que yo, a quien no soy digno de desatar, encorvado, la correas de su calzado» (Mr. 1:7). Juan el Bautista es el que debe introducir su camino, el que viene en un primer cumplimiento, «con el espíritu y poder de Elías (…) para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto» (Lc. 1:17; Mal. 4:5, 6). Es el profeta del Altísimo porque va delante de la presencia del Señor preparando sus caminos (Lc. 1:76). Jesús, cuando identifica a Juan el Bautista como el precursor de Yahwéh, del Señor (Adonaí, o adon) está proponiendo a sus discípulos y oyentes una fórmula de unificación: Yo soy precisamente el Señor (óKyrios), Juan el Bautista es mi precursor tal como estaba profetizado. ¿Qué más dice este v. 1?: «Vendrá súbitamente a su templo el Señor (…), el Angel del pacto (…), he aquí viene…» Ya hemos indicado que la palabra hebrea traducida aquí por Señor no es, ni YHWH (Yahwéh) ni Adonaí (Señor), sino Adon. Sin embargo se identifica claramente con Yahwéh. Esto sólo lo cumple Cristo. Es después que el precursor, el que iba a ir delante de Yahwéh, testifica de su obra e identifica al Yahwéh que iba tras él, lógicamente superior, que dicho Yahwéh entra en el templo para purificarlo (Jn 2:11, 12).

[1060]

¿Quién es ese Señor? Se trata del Señor que buscáis, del Ángel delpacto que anheláis. No debe extrañarnos la expresión «Ángel del Pacto». En principio, si hubiera un problema de identificación de este «Ángel del Pacto» no por eso repercute en el resto del versículo que ya hemos analizado. Ese Ángel del Pacto, o bien es el mensajero que ya se ha mencionado, el precursor de Yahwéh, o bien es el Señor Yahwéh mismo que iba a ir detrás de su precursor, pero en una misión

tan concreta y específica que se le puede decir también, además de Señor, Ángel del Pacto.

[1061]

Tanto el primer mensajero como éste, que traducen algunas versiones como Ángel, viene vertido en la versión hebrea por «mal-áhch’».

[1062]

De ninguna manera podemos inventar aquí un tercer personaje. Después que se ha explicado que Yahwéh iba a mandar un mensajero delante de Él para que preparara su camino, dice que el Señor (Adon) vendrá, especificándose la misión del Señor: la de ser Mensajero (Maláhch’) del pacto. Y termina diciendo: «He aquí viene» (en singular); no vienen, como si fueran dos distintos, sino que viene, refiriéndose a uno solo.

El tetragrámaton divino y la persona de Jesucristo La expresión griega’egò eimí («yo soy»), puede utilizarse como una frase del lenguaje común o tener un uso sagrado dentro de la Biblia. [1063]

Brown nos presenta en su Comentario al Evangelio de Juan, los tres usos que podemos diferenciar gramaticalmente en el evangelio de San Juan: 1) El uso absoluto sin predicado alguno, éste es el caso de Jn. 8:24, 28, 58; 13:19. En todos ellos se patentiza que la frase parece quedar incompleta. La explicación única posible, según el especialista en gramática griega Robertson es «que aquí Jesús proclama su existencia eterna con la frase absoluta que se emplea de Dios. El contraste entre genesthai (la venida de Abraham a la existencia) y ei mí (el ser atemporal) es absoluto. Véase el mismo contraste entre ën en 1:1 y egeneto en 1:14. Véase también el contraste en el Salmo 90:2, entre Dios (ei, eres) y los montes (genëthënai)».

[1064]

El empleo que sobreentiende un predicado a pesar de que éste no aparece explicítamente: Jn. 6:20 y 18:5. La utilización con un predicado nominativo. En estos casos Jesús habla de sí mismo en sentido figurado: Jn. 6:35, 51; 8:12; 9:5; 10:7, 9, 11, 14; 11:25; 14: 6; 15 :1, 5. Es evidente que estos tres tipos están claramente distinguidos porla consagración a la que Juan los somete. Brown en su explicación relaciona el aprovechamiento joánico de egò eimí en sentido absoluto sin predicado con el egò eimí del que se sirve el Antiguo Testamento como Nombre Divino. Los Testigos de Jehová al percatarse de la claridad con que Jesucristose vale de la forma absolutaegò eimí traducen elegò eimí de Juan 8:58 por «Yo he sido».

[1065]

Los Testigos de Jehová admiten que la expresión hebrea Yo Soy se identifica con «Jehová» (YHWH).

[1066]

Se reconoce también:

«Por sí misma, sin materia introductoria alguna antes de ella egó eimí, significa “Yo soy”.»

[1067]

¿Y cuál es esa materia introductoria que podría hacer que una frase que se lee «Yo Soy» se leyera «yo he sido»?La respuesta es «muchos traductores modernos». Se citan nueve traducciones (¡qué gran cantidad!), y de esas nueve, cinco no traducen «yo he sido», [1068]

sino «Yo era» o «existía». Un pasado imperfecto denota continuidad indefinida anterior al punto de referencia, en este caso de Abraham. Puede significar una preexistencia ilimitada.Observamos que más de la mitad no traducen siquiera «yo he sido». Si cuando me molesta un texto sin otra alternativa posible, en vez de traducirlo como realmente debe hacerse me dedico a buscar «traductores modernos» que viertan la frase de otra manera, no me cabrá la menor duda de que los encontraré. Pero no me servirán de nada. Esos «traductores modernos» que se expresan «yo he sido» (cuatro en total) son prácticamente desconocidos, y es irrelevante cuando secompara con la cantidad incontable de autores que convierten las palabras griegas cuestionadas por «Yo Soy». Lo que preocupa a los Testigos de Jehová es lo que realmente dice el texto griego. Saben que Jesucristo se está aplicando el tetragrámaton que en el Antiguo Testamento se asigna a Dios. Los judíos habían ironizado cuando Jesús les dice que «Abraham se gozó en ver su día». Jesús les

responde de forma que los judíos quieren apedrearle. Jesús ha buscado un término que impresiona a [1069]

algunos de sus oyenteshasta el extremo de reaccionar violentamente y que escandaliza a los Testigos hasta el punto de «ir buscando traducciones» que digan lo que no dice el texto: «Yo he sido» en lugar de «Yo Soy». La intencionalidad de querer eliminar el «Yo Soy» adjudicado a Cristo en Juan 8:58, cuando no cabe ninguna otra traducción resalta lo que se pretende ocultar. Ese presente sin continuidad, suelto, está proferido adrede para que los judíos se vean obligados a identificar a Jesucristo con el Dios de Abraham, de Jacob, y de Moisés (Éx. 3:14).

[1070]

Los Testigos en Juan 8:24 y 13:19, donde Jesucristo se apropia elabsoluto egò eimí’, no lo transmiten en esta ocasión por «yo he sido» sino por «Yo Soy». En el caso de Juan 8:24 añadiendo una palabra inexistente: «ese»; y en 13:19 invirtiendo el orden de la frase, diciendo «soy Yo» en lugar de «Yo soy». Todo esto una vez más mostraría lo que se intenta encubrir, y que los textos señalan sin rubor de ninguna clase: que Jesucristo se arroga el nombre YHWH (Yahwéh).

Jesucristo, nuestro único Señor y el Señor Yahwéh La Septuaginta ha traducido el título hebreo «Adonay» (Señor) al igual que cuando aparece el tetragrámaton (YHWH), por Kyrios, que en castellano significa Señor. Lógicamente el término «Señor» podía ser un adjetivo que mostraba lo que tiene influencia o poder sobre otro; o como sustantivo en el sentido general de dueño o propietario, o como fórmula de cortesía, como nuestro actual «señor». Bíblicamente se hace diferencia entre «señor» y el absoluto «El Señor» (ho Kirios)

[1071]

A partir ya de los evangelios comprobamos una recuperación del título absoluto El Señor para Jesucristo. El propio Jesús se vale del absolutoEl Señor (ho Kyrios) en ocasión de la celebración de la Pascua (Mr. 11:3 cf. Mt. 21:3). [1072]

En Juan 13:13, no sólo distingue entre ser El Maestro (didáskalos) y El Señor (ho Kyrios), sino que además emplea el absolutoHo Kyrios (El Señor). Jesucristo ha sido muy cuidadoso en utilizar el artículo determinado. Lo ha omitido cuando se refería a su persona (a excepción de estos dosmomentos oportunos), mientras que se lo aplica al Padre cuando lo llama Señor. Ya al final de su ministerio, después de su resurrección, Tomás se dirige a Él con el artículo determinado expresando al Señor absoluto (Jn. 20:28). De unos 475 textos del Nuevo Testamento donde aparece el título Señor, unos 420 se aplican sin duda a Jesucristo. Esto revela la revalorización del título ho Kyrios para Aquel que era el Logos Eterno en unión con la naturaleza humana. Jesucristo es el Señor de todos (Hch. 10:36; Ro. 10:12). Es nuestro único Señor (1ª Co. 8:6; Ef. 4:5; Jud. 4). De ahí que toda rodilla debe doblarse en adoración ante nuestro Señor Jesucristo (Fil. 2:10, 11). Por ello se le puede suplicar e invocar (Hch. 7:59, 60; Ro. 10:9-13; 1ª Co. 1:2). Puede traer en ayuda a sus ángeles (Hch. 12:7, 11; Ap. 22:16). Ya no se puede glorificar al Padre a no ser glorificando y adorando al Señor Jesús, a su Hijo, a su único (2ª P. 3:18; Fil. 2:10, 11). Uno puede denominarse siervo de nuestro Señor Jesucristo (Stg. 1:1), bautizarse en su nombre (Hch. 10:48), anunciar su evangelio (Hch. 11:20), ser salvos por creer en el nombre del Señor Jesús (Hch. 15:11; 16:31) y, por lo tanto, estar dispuestos a morir por el nombre de nuestro Señor Jesucristo (Hch. 13:12) y su nombre es magnífico (Hch. 19:17): Nada menos que Yahwéh (Jn. 8:58, 24; 13:19 cf. Éx. 3:14; Dt. 32:39; Is. 43:10), «Yahwéh justicia nuestra» (cf. Jer. 23:6). Es por ello que no hay otro nombre por el que podamos ser salvos (Lc. 2:11; Hch. 4:12). El Señor que se espera y se anhela es el Señor Jesús, y se le invoca diciéndole: «¡Maran-ata!» (1ª Co. 16:22; Ap. 22:20).

«Mi Señor», Señor de David (Mr. 12:35-37; Mt. 22:41-45) Estos textos de Marcos 12:35-37 y sus paralelos en Mateo y Lucas, son de suma importancia, no sólo por el uso que de éstos hace la iglesia primitiva (Hch. 2:34-36), sino porque abrió para ésta el camino de aplicar numerosos pasajes del Antiguo Testamento a Jesucristo, identificándolo plenamente con «el Señor» (ho Kurios) absoluto. Jesús está citando el Salmo 110. Según la crítica textual actual, no se puede objetar nada contra el texto masorético en lo que se refiere, al menos, al versículo primero.

[1073]

Literalmente el texto diría:

«Dijo el Señor (Yahwé) a mi Señor (Adon) mío. Siéntate a mi diestra mientras pongo a tus enemigos por estrado de tus pies.» La Septuaginta lo recoge de manera parecida, de la cual citan este texto los evangelios.

[1074]

El problema de algunos comentaristas está en identificar quién es el YO, el TÚ, y el ÉL en dicho Salmo.

[1075]

Según el texto masorético el «ho kurios» de la Septuaginta viene por Yahwé, mientra que el «to Kuriô» viene por Adon. Hay una cierta diferencia entre Adon y Adonai teniendo en cuenta diversos lugares. Mientras que [1076]

Adon es aplicado en numerosas ocasiones como fórmula de cortesía y respeto, y por lo tanto se aplica tanto a sereshumanos como a Dios. Adonai, si exceptuamos el texto de Esdras 10:3 que se refiere a Esdras, siempre se aplica a Dios. Aparentemente, esta simple distinción podría marcar una diferencia de grado. Sin embargo, la construcción de la frase, junto con las posibilidades que ofrecen los Salmos, además de la intencionalidad que Jesucristo presenta con el uso de ese Salmo, nos invita a una comprensión más profunda del significado de dicho texto y Salmo. Si bien Adonai sólo se da en el Antiguo Testamento, Adon se daen algunas culturas semíticas aplicado tanto como fórmula de cortesía como para dirigirse a la Divinidad. De ahí el uso variado por los hebreos. En varios lugares se utiliza el conjunto Adon-Yahwé (Is. 19:4; Éx. 23:17), YahwéAdon (Sal. 8:2, 10; Neh. 10:29), incluso Adon-Yahwé-Elohim (Éx. 34:23; Is. 51:22). Lo que más nos interesa saber es que de las 10 veces que utiliza el salmista el término Adon, en 9 ocasiones se lo aplica a Dios. en el Salmo 110:1 (109:1).

[1077]

Esto es muy significativo a la hora de valorar el Adon de David

La expresión «mi Señor» se repite en tres ocasiones más en los Salmos: «Eres mi Señor» (16:2 [15:2]), «Dios mío y Señor mío» (35:23 [34:23]), y «Yahwé, Señor mío» (109:21 [108:21]). En los tres lugares aparece Adonai y no Adon. Además hay que añadir la idea de exclusividad en el Salmo 16:2. Si en estos textos se dice de Yahwé «mi Señor», el Señor de David (en versión Adonai), y fueron compuestos con anterioridad al Salmo 110:1, cuando llegamos a éste y se dice de alguien «mi Señor», Señor de David (en versión Adon), lo lógico es que lo identifiquemos con Yahwé. En el v. 5 del Salmo 110 (109) leemos: «El Señor (Adonai) está a tu diestra.» Obsérvese que,

aunque algunos targums traen Yahwé, no hay razón alguna para abandonar el texto masorético donde [1078]

aparece Adonai, según el decir de Schreiner. Adonai, no Adon. Aquí deberíamos preguntarnos quién está hablando. Fijémonos en el inicio del Salmo de David según el texto masorético: «Yahwé dijo al Señor mío (…)» (v. 1 pp.) ¿Qué es lo que le dice?: «Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies» (v. 1 up.). Por el v. 2 sabemos que continúa hablando David, y es David quien dice saber lo que Yahwé dijo al Señor de él en el v. 1. En este v. 2 está aplicando, bajo inspiración, la forma en que Yahwé va a dominar a los enemigos (tus enemigos) del Señor de él (del Señor de David). El v. 3 habla de la correspondencia que tendrá lugar por parte del Pueblo del Eterno o del Señor de David. En el v. 4 David recoge la confirmación del propio Yahwé de que todo se ha de hacer según el plan previsto del Eterno y según el sacerdocio eterno del Señor de David. En el v. 5 David ratifica que «su Señor», al que se le había dichoque se sentara a la diestra de Yahwé (v. 1), está ya a la diestra de Yahwé (no a la diestra de David como algunos suponen). Es esa posición «simbólica» de estar a la diestra lo que hace lograr el quebrantamiento de los reyes y el juicio de las naciones (vv. 6, 7). El Señor de David (mi Adon) que había de «colocarse» a la diestra de Yahwé (v. 1), lo observa ya a la diestra de Yahwé (v. 5). Aquí aparece en versión Adonai y no Adon. [1079]

Si bien el texto masorético, texto confeccionado tardíamente (en la Edad Media), parecería de algún modo romper con la identificación radical que el texto de la Septuaginta junto con el texto griego de Mateo nos presenta sin ningún matiz diferencial, no es menos cierto que el propio texto masorético al tener que exponer todo el Salmo nos permite comprender el valor absoluto también de la expresión «mi Señor» (con artículo en dativo) referido al Adon de David, identificado en el propio texto con el Adonai del v. 5. Con lo ya dicho anteriormente en relación al término «Señor» (Adon) que aparece aplicado a Dios en los Salmos y con la expresión «mi Adonai», usada en exclusividad por David en los Salmos con la excepción aparente de este v. 1 del Salmo 110 que queda compensada con el Adonai del v. 5, nos obliga a reconocer igualmente a Yahwé tanto en el Señor (Adon-Adonai [vv. 1, 5]) como en el Señor (Yahwé, si así aparecía en el texto original de acuerdo a la reconstrucción del texto por los masoretas).El término o tetragrámaton divino (YHWH) del que se ha transliterado mal la palabra «Jehová», es un concepto, un verbo, y como tal podría ser aplicado, y así se hace en numerosos lugares de la Escritura, tanto al Padre como al Hijo. El estudio del contexto y de la propia expresión en sí misma «mi Señor»(el Señor de David), nos lleva al conocimiento de que se trata del Señor absoluto de David, de su «único Señor», porque cuando actúa en sustitución del Padre Yahwé ÉL es el Yahwé Hijo con los mismos atributos y nombre.Ya analizamos el recuerdo imborrable que debió imprimir Jesúspresentándose como el «YO SOY». Nombre que sólo aparece aplicado al Señor del Antiguo Testamento. De la identificación de Jesús con el Yahwé que irá después del precursor, anunciados ambos por Malaquías. De la gloria que vio Isaías de Yahwé, y que Juan la identifica con la gloria de Cristo. Ya hemos visto la implicación tan profunda del «dijo el Señor a mi Señor».

Otros textos en cuanto al nombre de Yahvé No hay duda posible. El Señor Creador al que se llama Yahwé es el Señor al cual se llama en el N.T. el Hijo, Cristo-Jesús. En el capítulo 3 el autor compara a Jesús con Moisés, y después de exponer que los dos han sido fieles en su cometido humano (3:2), demuestra la superioridad de Jesús sobre Moisés. ¿Qué razones se aducen? De mayor gloria es Jesús, por cuanto tiene mayor honra que la casa «el que la hizo» (3:3). Este versículo hace sobreentender que Jesús es el que ha hecho «la casa». Compárese con el v. 4, en el que se habla de Dios como el que hace todo. Y retorna a comparar a Moisésy a Cristo, considerando al primero como siervo de dicha casa, mientras que a Cristo como «Hijo sobre su casa» (3:5, 6). Los vv. 7-11, rememorando el Salmo 22:22 que, entre otras cosas contienen el «Si oyereis hoy su voz…», se asignan a Jesucristo por cuanto él es el único antecedente al que puede referirse. Lo que se detalla en estos versículos se dedican a Yahwé, el autor de Hebreos se los apropia al Hijo, a Jesucristo. En el v. 14 se declara: «Porque somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio», entre tanto que se dice: «si oyereis hoy su voz…» (v. 15). ¿Qué voz? Lógicamente la de Cristo. A continuación se identifica a Cristo con Aquel que provocaron cuando los israelitas salieron de Egipto (3:16-18 cf. Jud. 4, 5). Russell, el fundador de la organización religiosa de los Testigos deJehová, afirmaba con una seguridad que pasma que «el nombre Jehová nunca se aplica en la Escritura a otro, aparte del [1080]

Padre».

Y añade: «Les toca a los que alegan lo contrario ofrecer algún texto y mostrar que se

aplica a Jesús o algún otro, aparte del Padre.»

[1081]

Creo que le estamos dando satisfacción a su petición, y vamos a complacerle todavía más. Jesucristo nos pide que escudriñemos las Escrituras porque ellas dantestimonio de Él (Jn. 5:39). En ocasión de su resurrección dio un estudio bíblico singular a los incrédulos discípulos de Emaús (Lc. 24:27) para que supieran lo que las Escrituras explicaban de Él. Tomando como ejemplo ese procedimiento, podemos hallar lo siguiente: Yahwé es nuestro Señor (Sal. 6:1, 9); Jesucristo es nuestro único Señor (Jud. 4 ú.p.; 1ª Co. 8:6). Yahwé es el Señor de señores (Sal. 136:3); Cristo es el Señor de señores (Ap. 17:14). Yahwé es el Rey de Israel (Is. 44:6); Cristo es el Rey de Israel (Jn. 1:49). Yahwé es mi Rey, mi Dios, mi Señor (Sal. 5:2); Cristo es mi Rey, mi Dios, mi Señor (Ap. 19:16; Jn. 20:28; Sal. 110:1). Cristo es la piedra de tropiezo Yahwé (Is. 8:13, 14 cf. 1ª P. 2:4), la Piedra, la Roca (Sal. 18:2; 95:1 cf. 1ª P. 2:6; 1 ª Co. 10:4). Es el Yahwé escudriñador (Jer. 17:10 cf. Ap. 1:18, 23). Es el Yahwé bondadoso (Sal. 34:8 cf. 1ª P. 2:3, 4). Cristo es el Esposo Yahwé (Os. 2:16; Is. 62:15 cf. Mr. 2:19, 20. Es el buen Pastor Yahwé (Sal. 23:1; Ez. 34:15 cf. Jn. 10:14, 15). Se trata, en una palabra, de Enmanuel, de Dios con nosotros (Is. 7:14;

Mt. 1:21, 23) Yahwé es el nombre de Dios (Sal. 135:13; Is. 45:8); Yahwé es el nombre de Cristo (Jer. 23:5, 6). Si bien el nombre «Jesús», que significa «Yahwé es el que salva», se lo han aplicado otros en la historia judía, como un testimonio de lo que Yahwé es y hace, no es éste el caso en lo que se refiere a Jesucristo, además de que el nombre «Yahwé Justicia Nuestra» haya sido exclusivo de Cristo.Tanto «Yahwé Justicia Nuestra» como «Yahwé Salva» testifican dela obra y personalidad de quien se adjudica dicho nombre. No es para testimoniar de otro, sino de sí mismo. Su obra iba a provocar que se le pudiera llamar «Yahwé Justicia Nuestra y Salva» porque es nuestro Salvador y el Justo. En consecuencia con esto en Isaías 43:3, 11 se dice de Yahwé que es el Salvador y que fuera de Él no hay quien salve. Sin embargo, se nos dice en otro lugar que Cristo es nuestro Salvador (Mt. 1:21). No hay otro nombre en que podamos ser salvos (Lc. 2:11; Hch. 4:12). Independientemente que haya sido Dios Padre quien lo ha puesto como Salvador (Lc. 1:69; Hch. 13:23), no dificulta en nada el que el Yahwé de Isaías 43:3, 11 sea el mismo Hijo (1ª Jn. 4:14). Es de la única manera de entender que lo que se manifiesta del Yahwé de Isaías no tenga contradicción con lo que se reconoce de Cristo. Es el Padre quien iba a poner al Yahwé Hijo como único Salvador como cumplimiento de la voluntad soberana de la Deidad en salvar. En Isaías 45:22 se profiere que se mire a Yahwé y serán salvos; y en Juan 3:14, 15 Cristo anuncia que ha de ser levantado de la tierra como lo fuera la serpiente de bronce en el desierto, y que una vez visto así levantado (con lo que eso implica), los que lo miraran serían salvos. De ahí que tanto se diga de Yahwé como de Cristo que iban a redimir a Israel (Sal. 19:14; 130:8 cf. He. 9:14; Ro. 3:24; 1ª Co. 1:14). Y el apóstol Juan nos sorprende con las palabras de Zacarías 12:4, 10 que dictándose de Yahwé se adjudican a Cristo (Jn. 19:13-37) en el momento de la crucifixión. No hay duda también que Cristo es Yahwé porque es el Justo Yahwé (Sal. 129:4; 145:17 cf. 1ª Jn. 2:1; 1:9). Por todo ello Jesús se puede aplicar el nombre divino «Yo SOY» (Éx. 3:14; Jn. 8:58). Hay una insistencia manifiesta en todo el Nuevo Testamento de que Jesucristo es el Señor absoluto. Es cuestión de devolver al Hijo de Dios lo que estuvo dispuesto a marginar por nuestra salvación. Es preciso recuperar una verdad teológica importante para la auténtica doctrina y que puede tener implicaciones soteriológicas. Esa insistencia neotestamentaria parece decir: Le llamamos a Cristo el Señor, porque era el Señor. Ahora hemos comprendido que esta última relación y filiación entre el Padre y el Hijo hace que en la mayoría de las ocasiones, el Yahwé del Antiguo Testamento sea el Hijo, en sustitución del Padre, porque así ha sido convenido mutuamente, y como quiera que el Hijo posee los mismos atributos que el Padre desde la eternidad, puede asumir sus títulos y nombres, aun cuando el Hijocomo Hijo, [1082]

acepte sumisión voluntaria a todo lo que su propio Padre le diga. El Yahwé en calidad de Hijo puede profetizar y enunciar situaciones de Él mismo cuando adquiriera naturaleza humana. La presentación de las cualidades de Cristo en el Nuevo Testamento en conexión con lo que se dice del Yahwé del A.T., nos hace pensar que mientras no se diga lo contrario por el contexto más inmediato, el Yahwé que aparece en las Escrituras hebreas se identifica con Cristo, y que como Hijo de Dios asume, por cuanto lo puede hacer, toda la autoridad del Padre, incluso el propio NOMBRE de YHWH.

Conclusión Podemos concluir este capítulo habiendo comprobado la verdadera forma en que se santifica el nombre de Dios. En principio desechando cualquier posible grafía que sepamos con seguridad que es errónea y con la que se pretende obtener una distinción de privilegio. Después recuperando el auténtico sentido del significado del nombre. Y asegurándonos, de acuerdo a los elementos previstos en la Palabra de Dios, de que nuestra fidelidad y conducta como Pueblo responde a las expectativas que exige su nombre. El valor escatológico que posee el nombre de Dios nos dice que dicho Nombre sólo puede apropiárselo Aquel en que concurren todas las promesas divinas: Cristo-Jesús. Él es el Hijo del Hombre escatológico que une la primera venida con su retorno en gloria y majestad. Por eso está justificado que se le atribuya YHWH. Su Pueblo, su verdadero Pueblo o Iglesia, puede integrárselo no por medio de algo «que se lea o se oiga», sino como fruto de que cumplen con el poder de Dios el propósito divino de impartir «justicia divina», paz y verdad. Conocer y anunciar el nombre de Dios es el resultado de aprender y saber sobre la persona de Dios y de su conducta proyectándolo en un mundo necesitado de percibir el nombre de Dios; es decir de entender su carácter, su naturaleza, sus propósitos, y de manifestar la santidad y la verdad de Dios. Los Testigos de Jehová al proclamar que el Reino de Dios se cumplió en 1914 no pueden atribuirse ningún nombre de Dios, puesto que el Reino de Dios al final de los tiempos traerá la definitiva paz a todoslos hombres. El Reino proclamado por los Testigos no ha traído la justicia ni el fin de la muerte ni la santidad, y ni mucho menos la verdad. Por lo tanto podemos decir que ni anuncian el Nombre de Dios, ni hacen nada tangible por recuperarlo. Capítulo V I I I El sentido de la Deidad de Cristoy la del Espíritu Santo

La realidad de la conciencia mesiánica de Jesús, y el testimonio bíblico respecto a la Deidad de Jesucristo, del Padre y del Espíritu Santo Desde Renan hasta Sanders, por decir alguno de los últimos, se ha negado de algún modo la conciencia mesiánica de Jesús. Sanders le aplica un tipo de mesianismo que no lo diferencia del de [1083] [1084] su época. Y si bien el origen de la conciencia mesiánica es un misterio, en el sentido de que no podemos saber la forma de la naturaleza del origen de una conciencia mesiánica anunciada y determinada proféticamente, no podemos buscarla en reflexiones que fueran estableciéndola, ni a influencias externas como las de su tiempo, ni a procesos psicológicos y a estudios de la profecía que le señalaban. Por descontado respecto a esto último, no cabe duda, que la conciencia mesiánica de Jesús, desde el principio, es totalmente original e independiente, coincidiendo con los anuncios proféticos ratificadores a esa persistencia invariable y a esa inalterable seguridad. Y esto, porque la regla básica consiste siempre en probar con la “sola Escritura” que lo que se dice del Mesías alcanza su cumplimiento con Jesús de Nazaret (cf. Jn. 5:39). De ahí que no pueda depender de nada que pudiera poner en duda al que no lo haya visto u oído por sí mismo. Esa conciencia mesiánica se evidenciaría en su ideología y acción que configurarían una serie de acontecimientos acordes a su misión anunciada, y a una experimentación de la realidad mesiánica, tanto en aquellos que le aceptan como tal como para él mismo. Vamos a seguir un orden teniendo en cuenta las fuentes de las que disponemos, para que observemos toda la dimensión de esa conciencia mesiánica. Tenemos la fuente María/José, la fuente Jesús inspiradora primaria de lo que Juan y Mateo escriben. Además de los hechos y palabras que se registran de Jesús en sus evangelios respectivos, ciertas reflexiones que esos evangelistas a veces exponen por las que tuvieron tiempo a consultar tanto a él como a María. Recuérdese que dichos evangelios se escribieron insitu, y por lo tanto hubo la posibilidad de contrastar ciertos comentarios. La fuente del colectivo apostólico que se registró también siguiendo el mismo procedimiento que Juan y Mateo, y que sirvió de base para la confección de Marcos y Lucas. Únicamente añadir que va a ser preciso investigar todos los posibles contactos que pudiera tener Jesús desde que la conciencia consciente de existir unida inseparablemente a la conciencia mesiánica creada por el Lógos desde el instante de su acción en la naturaleza humana tomada de María, resultando en esa “encarnación” denominada Jesús. Es evidente que Jesús conocía bien todas las secciones del judaísmo, y es por ello que debemos añadir a los Esenios de Qumran. Jesús conocía muy bien todos los pasajes del Antiguo Testamento concernientes a su mesianidad que actuaron en él como ratificadoras. Hemos de pensar que las gentes tenían más posibilidades de acceso a las fuentes de lo que se pensaba en un principio, y que la influencia de los Esenios de Qumran en el pueblo era [1085] mayor de lo que se creía anteriormente.

La conciencia mesiánica registrada en Juan · La conciencia mesiánica de Jesús en la integración del Verbo o Lógos Si tuviéramos que hacer un balance del escrito de Juan, y del motivo de su prisa para confeccionar tan tempranamente su libro, sería la característica fundamental de su contenido, y esto se resume con lo implicado al final de su obra: “Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre” (Jn. 20:30, 31) Si se observa el libro de Juan, tal como vamos a ir viendo, se dedica exclusivamente a presentarnos los datos necesarios para que comprendamos que Jesús es el Cristo o Mesías. Al contrario de lo que dicen los críticos, no hay una teología elaborada al estilo de la profusión con que aparece en Mateo o en Lucas como consecuencia de la propia fabricación implícita en la predicación y enseñanza de Jesús. Juan se limita exclusivamente a hilar perfecta y cronológicamente los acontecimientos con la teología mesiánica que Jesús de Nazaret les inspira y enseña desde el primer momento. El objetivo del libro es ese que precisamente envuelve la cita remarcada anteriormente. Evidentemente al presentarnos ese tema exclusivo de que Jesús es el Cristo o Mesías lo hace teniendo en cuenta momentos claves en los que Jesús expresa su relación con el Padre, y con la misión por El encomendada para la humanidad, en respuesta a veces a objeciones de ciertos judíos principales. Y eso supone un conocimiento de Dios, y de la relacionalidad entre el Padre y el Hijo, desconocido en su época. Aparecerán conceptos existenciales y escatológicos importantes con la temática principal de presentar a Jesús como el Mesías, puesto que ese mensaje de Jesús revelador de su conciencia mesiánica ha de encontrar aplicación para todas las épocas, y para todos los individuos, tomados colectiva y personalmente. De ahí que emerja en los dichos de Jesús toda una verdad: la llegada del Mesías, y lo que esto implica para cada ser humano. También se nos va relatando las reacciones de ciertos judíos representativos a esa actitud de Jesús de mostrar su conciencia mesiánica, y que tanto va a tener que ver con la muerte del Mesías. Los evangelios están escritos en primera instancia para los principales del pueblo, especialmente la clase sacerdotal, escribas, encargados de la sinagoga, que tenían acceso directo a las fuentes del Antiguo Testamento, y tenían la responsabilidad de comunicárselo al pueblo asistente a la sinagoga. De ahí las numerosas citas tipo derášpéšer, y de otros géneros, a fin de que pudieran comprobar la realidad de la identidad del Mesías con Jesús. Todo esto, todavía muestra un punto importante. Con la lectura de Juan, nadie puede obtener una idea en cuanto a una nueva religión que desplaza a otra sino la venida del Mesías dando continuidad al mensaje de los profetas antiguos, considerando lo especial e implicado de lo que supone la llegada del Mesías, anunciado precisamente por esos profetas. Pero lo especial no puede contradecir lo anterior sino complementarlo y matizarlo en una continuidad revelada mesiánica que puede suponer sustituir o corregir en una adoración por el Espíritu (cf. Jn. 4:21-24) para beneficio de la humanidad. Ahora, cuando estudiemos la conciencia mesiánica de Jesús vamos a descubrir la novedad y la continuidad juntas. Que el propósito fundamental del evangelio es presentarnos, en el caso del de Juan en exclusiva, que Jesús de Nazaret es el Cristo o Mesías, y descubriremos lo que eso significa e implica para mí y para ti, sin necesidad de inventar una teología elaborada para que no se enfaden

los de la tercera investigación. Ya hemos hablado, en otro lugar, del método genealógico empleado por Juan para describirnos el origen de Jesús de Nazaret. En el caso de Juan se nos dice que lo mesiánico de Jesús viene dado [1086] por la integración del Verbo o Lógos en la condición real humana de Jesús (Jn. 1:14). Es decir la conciencia mesiánica surge en Jesús de modo original, como fruto de lo que el Lógos unido en la integración humana le comunicara creando en la concienciación humana la conciencia mesiánica. En ese hacerse carne el Lógos sin dejar de ser lo que es, ni alterando lo que toda realidad humana es, y por lo tanto es en Jesús de Nazaret, trasmite la realidad de ser Mesías. Téngase en cuenta, de acuerdo a lo ya estudiado, que el Mesías anunciado poseía un origen de naturaleza, divina eterna, y de naturaleza humana creada. Se trata del Logos como siendo el único y mismo Dios (Jn. 1:1). [1087] Juan al expresarnos esto, imposible de comprender por la mente humana, nos está queriendo decir cómo se origina permanentemente esa conciencia mesiánica. Estudiemos el prólogo de Juan ya que orienta a lo que se nos va a trasmitir de la conciencia mesiánica de Jesús.

El prólogo de Juan La estructura es genealógica. Obsérvense los tres puntos principales en que se apoya: 1) El origen de Jesús que hará que sea Mesías, está en la Palabra de Dios, en el Lógos eterno (Jn. 1:1-3 cf. [1088] Miq. 5:2). Se trata del Lógos creador, el que ha hecho posible las descendencias, desde la primera pareja humana, hasta llegar a Jesús (Jn. 1:14); 2) El siguiente eslabón selectivo, es Juan el Bautista, un personaje que cumple el papel de precursor del Mesías, y que lo señala como tal (Jn. 1:6-8). Se intercala de la misma manera que se hace en cualquiera de las otras genealogías selectivas, donde aparece, como veremos, el elemento intencional teológico, que pretenden mostrar [1089] una línea ininterrumpida de la simiente de la Mujer (Gn. 3:15 cf. Ap. 12), que tiene su origen en Dios. Aquí Juan utiliza, la línea del profetismo, dentro de la línea de la simiente de la Mujer, para probar que Jesús es el anunciado como Mesías. Nos presenta a Juan el Bautista como el profeta que iba a preparar la llegada del Mesías (Jn. 1:22-30 cf. Malq. 3:1); y 3) Ese que tiene su origen en el Logos, ha tenido una descendencia: “su mundo” (Jn. 1:10), “los suyos” que no le recibieron (1:11), y los suyos que le recibieron (1:12), y que ha de resultar en la descendencia espiritual que surge (Jn.1:13) a partir del reconocimiento en la Mujer prototipo de la simiente de Dios, que es el Mesías, [1090] cuando el Logos se hace carne (Jn. 1:14). Juan no termina la genealogía en el Logos que se une a la “carne humana”, sino en lo que produce ese Logos que se une a la humanidad cuando se le acepta como tal (Jn. 1:12, 13): una descendencia engendrada por el Espíritu Santo. Por lo tanto la composición de este prólogo, ni es de origen griego, ni tiene en cuenta a Filón, sino que tiene un origen hebreo, y plantea desde el primer momento el método genealógico que se utiliza en Génesis 1: el origen de todo está en Dios, en la Palabra, en la däbär (rb'D"). En el targum del Génesis la creación por Dios, ha sido sustituida por la creación de la palabra, en arameo memra [1091] cuya traducción al hebreo es däbär. Juan desde el primer instante utiliza un derášpéšer. Cita la Escritura del Génesis “en el principio (Bürë´šît… {… Bärä´´élöhîm}), para insertar una sustitución: “En el principio cuando Dios creó” ya era el Lógos, y el Logos, la Palabra (däbär) creó todo (Jn. 1:3): Se trata de sustituir, como [1092] si fuera lo mismo, al Dios creador por la Palabra de Dios creadora (cf. Hb. 1:12).

El sentido de Juan 1:1

[1093]

“En el principio era el Verbo o Lógos”

[1094]

En el principio ya era, denota eternidad. Por sí misma la palabra principio podría tener un valor [1095] cronológico, pero con el verbo ên, y en imperfecto, expresa eternidad. Juan se remonta a lo último expresable: al arjê, y usa un imperfecto, mostrando que si nos remontáramos al principio de todo el Lógos ya existía antes de todo. Bíblicamente, el “antes de la Creación de todas las cosas”es la Eternidad de Dios (Prov. 8:22, 23; Sal. 90:2; Hab. 1:12). El significado de Apocalipsis 3:14 en relación a “principio” y a Juan 1:1 Podemos entender Apocalipsis 3:14, donde se dice de Cristo “el principio” (hë arjé) de la creación (tës ktíseös) de Dios (toû theoû). Lógicamente, si Cristo ya era antes del principio, no puede ser el principio pasivo sino el principio activo; no el principio creado sino elprincipio Creador. Se trata del principio gracias al cual se han obtenido las cosas: Cristo es el origenoriginador, no el originado: La causa por la cual [1096] todas las cosas han llegado a ser. En el Apocalipsis Cristo es asimilado como “el principio y el fin, el primero y el último, el [1097] Todopoderoso” que se aplica al Padre (Ap. 1:8). Está claro que la expresión “el primero y el último” se aplica exclusivamente a Cristo en el Apocalipsis (1:13-17, 18; 2:8). Lo que quiere decir que en el capítulo 22, v. 13, donde se identifica la fórmula Alfa y Omega -principio y fin, primero y último-, mostraría como a Jesucristo se le permite sustentar la representatividad del Dios Padre, aun cuando sea el Hijo de Dios, del Padre. Por otra parte, dicho versículo 8, está unido al que le antecede, el cual dice: “he aquí yo vengo pronto...” (érjomai tajú), fórmula empleada por Cristo en su mensaje a las siete iglesias en Ap. 3:11; idéntica expresión, cuando al final de ese mismo capítulo 22, fin del Apocalipsis, Juan dice de Jesús: “ciertamente vengo en breve” (Ap. 22:20). Pero no olvidemos que el Padre también representado por el Hijo, y es Dios el que le revela a Jesucristo el contenido del Apocalipsis (Ap. 1:1). Todo ello nos muestra que el Alfa y la Omega, principio y fin, es el Señor Todopoderoso que se menciona en Apocalipsis 1:8, es decir, el Padre representado, por todos los atributos que tienen en común, en Cristo Jesús (cf. Hb. 1:2, 3). De ahí que el término principio, aplicado a Cristo, al Hijo de Dios “desde siempre”, no puede tener el significado ordinal [1098] que los unitarios quieren darle. La segunda palabra clave que se relaciona con principio en Apocalipsis 3:14 es Creación; y es Juan, en su prólogo, que nos ayuda a entender que “el principio de la creación de Dios no es el principio creado sino el principio Creador”. En efecto, en Juan 1:3, se afirma que “todas las cosas fueron hechas por el Logos”y que “sin el Logos nada se hizo de cuanto se ha hecho”. Este versículo no sólo apoya la idea de la eternidad del Lógos sino que nos explica el sentido del “principio”, tanto en Juan 1:1 como en Apocalipsis 3:14. La afirmación de Juan 1:3 excluye al Logos de ser “algo hecho”. Es precisamente el Logos quien ha creado todo lo que puede llamarse hecho. O sea, lo que puede catalogarse como hecho, ha sido realizado por el Verbo. Luego, el Verbo no es algo que pueda catalogarse como hecho o creado.

Todo lo que puede llamarse creado ha sido hecho por el Verbo.

[1099]

Si todo ha sido hecho por el Verbo y sin él nada de lo que ha sido hecho fue hecho, no queda más que una alternativa en dos proposiciones: o el Verbo se ha creado así mismo -que rechazamos por absurda- o el Verbo ha sido Creador de todo. La alternativa, la única, es que el Verbo es el Creador, [1100] el originador de todo lo que puede denominarse como creado. Por consiguiente, una vez más decimos que el principio de Apocalipsis 3:14, no puede ser el [1101] principio creado sino creador, y esto sin tener que aludir a ninguna filosofía griega. Acudir a Proverbios 8:22, como hacen algunos, de acuerdo a la versión Septuaginta, para explicar Juan 1:1 o Apocalipsis 3:14, creemos que es un error hermenéutico. En todo caso sería a la luz de Jn. 1:1 que [1102] habría que explicar Prov. 8:22.

La Traducción de Proverbios 8:22, 23, 24 en relación a Juan 1:1 El verbo hebreo (ynIn"q'â{qänänî}) (que la Septuaginta ha traducido por ktísís, ekti sé (de [1103] crear), no tiene el sentido de crear sino el de adquirir o poseer (principalmente), nunca crear. La traducción correcta no es como la vierte la Septuaginta sino como la presenta el texto masorético. Y éste, en Proverbios 8, tiene el sentido de poseer, ktaómai, no ktízö (creó); es decir, poseer o adquirir y no crear. Lo que pretende el autor sagrado es comunicarnos que en el comienzo de la actividad de Dios, ya estaba la Sabiduría con El. Juan nos lo ratifica en su prólogo. La Sabiduría, como la Palabra, no ha podido dejar de poseerlas Dios. Esta posesión es desde tiempo indefinido, es decir “desde la eternidad”(Pr. 8:23). Lo que se dice de la Sabiduría en Proverbios 8, se dice en otros pasajes de Dios mismo. Ella es la inteligencia (8:14). Por ella dominan los reyes (Prov. 8:15, 16 cf. Dn. 2:21). Por veredas de justicia guiará (8:20). Bienaventurados los que guardan sus caminos (8:32). Bienaventurado el que la busca y le oye (8:17, 34). ¿Y qué tiene que oír? Que ella es la verdad (8:7). Que es antes de todo (Prov. 8:24-31 cf. Jn. 1:3). Que ella es la Vida y desde siempre desde la eternidad (Prov. 8:23 cf. 1ª Jn. 1:1, 2). Dios poseía ya al principio (arjë) de su actividad, a la Sabiduría (8:23). La expresión desde el principio, antes de la tierra, debe ser comprendida como que si nos remontásemos al principio de todo, la Sabiduría ya era, por cuanto desde la eternidad estaba en actividad. Expresiones idénticas se dicen de Yahwé o de Dios. En el Salmo 90:2 se dice de Dios que, “antesque naciesen los montes, antes que formases la tierra y el mundo (...) tú eres Dios”. En Habacuc 1:12: “¿No eres tú desde el principio; oh Yahwéh?” No queda otra alternativa que la de aceptar a la Sabiduría como algo eterno, y por lo tanto no creado. El sentido de qänänî, además de lo ya visto, debe ser entendido a la luz del término eternidad del versículo 23. La conclusión en una comparación entre la Sabiduría y Jesucristo (incluyendo a éste como el Lógos preexistente), es la que nos ofrece Pablo y Juan. El uno nos dice que Cristo es la Sabiduría de Dios (1ª Cor. 1:24) y poder de Dios (Pr. 8:14 cf. 1:20). El otro nos dice que es el Lógos eterno y la vida eterna (Jn. 1:1-3; 1ª Jn. 1:1, 2 cf. Pr. 8:23). El comienzo de lo que deja de ser eternidad y puede catalogarse como tiempo (aíönas), ha sido efectuado (katartizö) por el Lógos de Dios -la Palabra(Hb. 11:3). El tiempo surge gracias a la actividad de la Palabra de Dios (del Lógos de Dios). El Lógos, según Pablo, es anterior al tiempo (aíönas) (cf. Pr. 8:23). Job nos habla de la Sabiduría como una cualidad divina (Job. 28:12-28). Juan y Pablo nos dicen de Cristo como Aquel en el que habitan las cualidades o atributos divinos corporalmente (Jn. 1:1, 2, 14; Col. 2:8, 9). La Septuaginta se toma unas libertades, en ocasiones, que demuestra ser una traducción que interpreta y vierte, en algunos momentos, su concepción propia respecto a ciertos puntos. Cuando ha [1104] de traducir el verbo hil lo hace, en Proverbios 8:24, por proeltheîn en cambio, en el versículo siguiente, por genna. Creemos una vez más que el sentido de “HôläºlTî” lo debe de dar el v. 23 de [1105] Proverbios 8. Además de toda la orientación que la palabra hebrea nos dé en otros lugares. Lógicamente, la traducción de yTil.l'_Ax (HôläºlTî) después de haber vertido la Septuaginta qänänî por creó, no puede ser para ella más que un sinónimo. No se trataría tampoco de buscar una

interpretación que haga el engendramiento por generación eterna algo que nos parece imposible, al menos para la Septuaginta. Respecto a la versión hebrea, se nos ha dicho que la Sabiduría la poseía Dios desde el principio “desde la eternidad”(8:23). Y como quiera que desde el principio sólo existe la Deidad (Hab. 1:12); y que para cualquier clase de creación ya estaba la Sabiduría con Dios, ordenándolo, construyéndolo y haciéndolo (8:27, 30); y que antes de la tierra y el mundo, sólo existe Dios (Sal. 90:2), la Sabiduría tiene que ser eterna. Se ha dejado constatado que la Sabiduría es desde la eternidad (8:23); el sentido de HôläºlTîno puede ser el mismo que el de hacer (poiësai) que se emplea para describir que el mundo ha sido hecho (8:24 ú.p. y 25 p.p.). El significado de HôläºlTî, en este caso, es el de estar activa, [1106] actuandomoviéndose. Ni qáh-náh tiene el sentido de ktísis (crear) que le da la Septuaginta, puesto que es el de poseer; ni tampoco HôläºlTî tiene el sentido de proeltheïn o gennâ (engendrar) que le da la Septuaginta, ya que es el de estar activa, tal como el contexto más inmediato nos sugiere, además del uso que dicha [1107] palabra normalmente, ofrece en casi todos los pasajes en los que aparece. De todo esto podemos decir que la Sabiduría no ha sido creada sino que existía desde la eternidad con Dios Padre, como así mismo sucede con el Logos. El Antiguo Testamento anunciaba del Mesías, tal como ya hemos comprobado, que sería [1108] plenamente divino (Isa. 9:6 úp. cf. Jn. 1:1-3), y también totalmente humano (Isa. 9:6, pp., 7 cf. Jn. 1:14). [1109] “Y el Verbo (o Lógos) era Dios” En conclusión en cuanto al mensaje sobre el origen y nacimiento de Jesús en Juan es claro: Por un lado identifica al lógos, la palabra, la däbärcon Dios, y como siendo la palabra, el lógos, lo que ha creado todo; y por otra parte identifica al lógos entrando en unión con lo humano (Jn. 1:14), y que sin dejar de ser lógos o verbo (cf. 1:14: “habitó entre nosotros”), se visualiza como siendo humano y como gloria del único en su especie del Padre (Jn. 1:14 úp.). A éste se le denomina Mesías y Jesús (Jn. 1:40-45). El mensaje es extraordinario: el origen del Mesías está en Dios. Precisamente Dios se ha hecho presente mediante la personalidad de la Palabra de Dios “que es el mismo y único Dios”. ¡Qué curioso! Eso que desde siempre se había estado pidiendo en confabulación con la incredulidad “que Dios se haga presente y entonces creeremos”, se ha hecho realidad en lo humano: Esa personalidad de la Palabra creadora ha nacido como humano (Jn. 1:14). Esa Palabra creadora de toda la humanidad desde Adán hasta María (cf. Jn. 2:1) ha hecho posible [1110] la realidad humana del hijo de María (Jn. 1:14 cf. 2:1). ·

El testimonio de Juan el Bautista y de los discípulos respecto a la conciencia mesiánica de Jesús A continuación nos manifiesta el testimonio de Juan el Bautista; en ese testimonio que es recogido por Juan (1:15, 19-28), Juan el Bautista testifica a los que le preguntan, que él no es el

Mesías, sino el que la escritura testifica como el que prepararía el camino al Mesías (1:23 cf. Mt. [1111] 3:3, 11). Lleva a cabo un derášpéšer citando a Isaías 40:3, con lo que entronca con el siervo de Yahvé, el Mesías del cp. 42, continuación temática iniciada en el capítulo 40. En Juan 1:29 cita otro derášpéšer (cf. 1:36): “cordero de Dios” citando al siervo sufriente mesiánico de Isaías 53:7 con lo que se le identifica con el personaje y toda la obra que ese siervo sufriente iba a llevar a cabo a favor de la humanidad. Pero se le adjunta a su vez con un derášantológico, al poderlo representar con toda la tipología que señalaba el sistema de sacrificios del santuario terrenal, y unido a la idea mesiánica de quitar el pecado expuesta en la orden divina en Daniel 9:24, 25-27, visualizada en los decretos humanos (cf. Esd. 6:14; 7:11-14, 7, 8), y que se presenta (Dn. 9:20-23) identificándose con la visión de Daniel 8 (Dn. 8:26, 27 cf. Dn. 9:20-23) que contiene al Príncipe del Ejército (cf. Dn. 8:11), o Príncipe de los príncipes, con su continuo y su santuario, ejerciendo su ministerio (Dn. 8:13, 14). Juan el Bautista, profeta, desde la infancia mediante la enseñanza de sus padres se le había inculcado una conciencia de ser el que prepararía el camino al Altísimo (Lc. 1:76, 12-18, 35-38, 40, [1112] 41-45) en la persona del Hijo del Altísimo (Lc. 1:76 cf. 1:31, 32-35). Y ahora se le señala el que iba a venir después de él, y que era mayor y antes que él mediante el testimonio profético del Espíritu Santo como el Hijo de Dios (Jn. 1: 32, 33, 34 cf. Mt. 3:13-16, 17). El valor de estos testimonios sobre la conciencia mesiánica de Jesús, radica en el hecho de que Juan los registra a sabiendas de que Jesús los asume como tal, partiendo del origen de la personalidad mesiánica que le ha conferido el ser el Verbo o Lógos en su naturaleza humana: “hecho carne” (Jn. 1:14 cf. 1:18). Pero lo extraordinario, es comprobar cómo Juan va ligando estos acontecimientos para mostrarnos ese comportamiento mesiánico continuo en Jesús. A continuación Juan nos presenta, unido a lo inmediatamente anterior, la aceptación de su conciencia mesiánica en el escenario del contacto con los primeros discípulos. Veamos esto más de cerca. Partiendo del derášpéšer “Cordero de Dios” Juan el Bautista señala a dos de sus discípulos, a Jesús como siendo el siervo mesiánico sufriente (Jn. 1:35-37 cf. Isa. 53:7). Como consecuencia del diálogo con Jesús, de todo aquel día (Jn. 1:38-40), Andrés se convence de que se ha hallado al Mesías (Jn. 1:41), y se lo comunica a Pedro, y Pedro es asegurado, en el organigrama eclesiástico de Jesús, como Cefas o Piedra con valor de Petros (Jn. 1:42). Y como consecuencia de la conversación posterior con Felipe de Betsaida (Jn. 1:43, 44), éste, como consecuencia del contacto con Jesús se convence de la realidad mesiánica de Jesús, y se la comunica a Natanael (Jn. 1:45, 46). Jesús en diálogo con Natanael, identifica al Hijo de Dios, “Rey de Israel”, conceptos mesiánicos que Natanael confiesa respecto de Jesús, con el Hijo del Hombre (Jn. 1:47-50, 51). Haciendo de esta expresión “Hijo del Hombre” derášpéšer. Llevándonos a Daniel 7:13, 14, donde la teofanía nubes, se revela en su realidad de ángeles que suben con Jesús hacia el Anciano de Días, en tres tiempos funcionales, y descienden con él en ocasión de su Segunda Venida (Jn. 1:51), y que se identifica, entre otros, con el Príncipe del Ejército o Príncipe de los príncipes de Daniel 8, y el Mesías Príncipe [1113] de Daniel 9. L a conciencia mesiánica de Jesús se evidencia desde el primer momento de su existencia mediante la acción de lo que supone el Verbo encarnado (Jn. 1:14). De acuerdo a las primeras acciones que registra Juan respecto a los comienzos, Jesús certifica poseer conciencia mesiánica, y

lo comunica a sus discípulos, y estos se convencen, y se constituye el primer círculo de discipulado. Después de estos episodios expresados para mostrar la conciencia mesiánica de Jesús desde el primer momento, tanto por parte de Juan el Bautista como por el propio Jesús, Juan sigue con una minuciosidad que de ningún modo podemos adjudicar a la fecha tardía que le dan algunos del año 100 o 120. Desde Juan 1:28, donde nos muestra al que escribe en el lado de acá del Jordán, como el registro de los días. Después de haber registrado los dos días con los primeros discípulos (Jn. 1:35ss, 43ss.), se nos traslada al tercer día (Jn. 2:1) donde acontece las bodas de Caná de Galilea, donde se va a dar una situación por la que “el que escribe” describe el ánimo de los discípulos en esos momentos en que el ministerio de Jesús propiamente dicho no ha comenzado todavía (cf. Jn. 2:1-4, 5). Somos muy reticentes a tener que aceptar lo sobrenatural, a no ser que tenga una razón de ser. Que responda a un esquema creíble que descarta toda imposibilidad. Aparentemente la historia es simple, y no se da un caso tan supuestamente digno de evitarse como éste, en todos los relatos de los evangelios. Sin embargo la “simpleza” se convierte en grandeza real, cuando los pormenores nos trasladan de lo escueto a comprender los motivos que llevaron a Jesús a realizar un cambio en la [1114] materialidad del agua por la del vino. ¿Cuáles eran esos motivos? La oportunidad se le presenta a Jesús por la insistencia de su madre (cf. Jn. 2:3-5), a fin de manifestar su gloria, y producir la creencia permanente en sus discípulos (cf. Jn. 2:11). Se trata de lo siguiente: la conclusión a la que llega Juan tras la profundización de la revelación de las palabras y actitudes de Jesús “de que vimos su gloria, gloria como la del unigénito del Padre” (Jn. 1:14), se ofrece ahora, en ocasión de esas bodas, el comprobar esa gloria (2:11), en un acto de creación divina. Los discípulos se habían creído que él era el Mesías, ahora tienen la posibilidad de certificar su creencia al comienzo de su ministerio. Se recalca “este principio de señales” que realizó Jesús, por lo que sus discípulos creyeron en él (cf. 2:11). Ese hecho le sirve a Juan para recordarlo a la sazón de la segunda vez que se visita Caná de Galilea (Jn. 4:46), y unirlo a alguien que le sale a su encuentro de Capernaum, para solicitarle un cambio de la materia enferma a la salud en el momento preciso en que el poder de la acción de la palabra reclama la curación (Jn. 4:47-49, 50-52, 53). Jesús es consciente que las señales y los prodigios están unidos a la creencia en el asunto de la identificación del Mesías (Jn. 2:11 cf. 4:48 cf. Mt. 11:2, 3-4-6), forma parte de la exigencia de la identidad con la obra del Mesías. Hay hechos de curación irrepetibles que se han de dar en el Mesías. Y que generarán creencia, cuando esa obra irrepetible se adjunta inseparablemente al mensaje del Jesús/Mesías. Juan nos ha presentado la conciencia mesiánica de Jesús por la acción e integración en Jesús del Lógos. Nos lo certifica por el testimonio de Juan el Bautista, y la exteriorización audible y visual representativamente del Espíritu Santo. Y era necesario que en los comienzos, antes de empezar su ministerio, sus discípulos recibieran la seguridad de que él era el Mesías (Jn. 2:11). Además de su conversación con ellos por la que llegan por el testimonio de la Escritura (Jn. 1:45). La conciencia mesiánica de Jesús le lleva a manifestarse de acuerdo a lo que la Palabra reclama respecto al Mesías (Jn. 4:48, 54, 46-53 cf. Mt. 8:16, 17). La señal está unida a su conciencia mesiánica que ha de manifestarse permanentemente como evidencia de ésta, cuando genera la creencia en sus palabras y en su obra mesiánica certificada ambas en la Palabra profética, donde se anuncia la obra de curación y de enseñanza del Mesías.

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La conciencia mesiánica en el episodio de la primera pascua y entrada súbita en el Templo El siguiente episodio, donde la conciencia mesiánica entronca con la primera pascua y con el comienzo de su ministerio es uno de los incidentes que peor se ha querido comprender (cf. Jn. 2:13, 14-16, 17, 18, 19-22, 23-25). Evidencia con una fuerza fruto de la coherencia de toda una línea de pensamiento sobre la conciencia mesiánica, la intencionalidad natural del Mesías de dar a conocer que ha venido. Por lo tanto tiene un mensaje programático para los dirigentes de su pueblo y para toda la humanidad. La actitud de Jesús frente al templo en esos inicios de su ministerio posee un mensaje, cuando se tiene en cuenta toda la línea intencional de presentarnos la conciencia mesiánica de Jesús evidenciada en sus acciones, conducta e ideología. Desgraciadamente cuando se considera, sin probarlo, que los evangelios proceden de una tradición oral incontrolable (no te presentan ninguna prueba ni de lo incontrolable ni de lo que pudiera decirse controlable) las personas se desprotegen para poder comprender el mensaje. Siguen diciéndonos que se conoció un proceso de adaptación dando lugar a pequeñas unidades independientes hasta adquirir forma de parábolas, leyendas, mitos, relatos, etc. (todo esto es imposible creérselo, es pura conjetura absolutamente improbable) para luego mediante fruto de la fe post pascual (es pura hipótesis, [1115] tampoco te presentan nada consistente), se confeccionaron de esta forma que lo conocemos pero cambiándolo todo de tal manera (Sanders) que hoy ya no podemos saber casi nada de lo que Jesús dijo o hizo (Kasseman), desde luego si dijo algo o hizo, de acuerdo a este pensar, sería muy diferente a lo que nos presentan los evangelios. Y que no Juan sino un círculo Joanico fantasma, elabora teológicamente ese evangelio, y por eso se le dice al autor como inverosímil, y a Jesús como un desconocido energúmeno que pretendería mediante ese acto relatado por Juan de entrada en el templo, “trastocar impunemente la estructura económica y cultual del único centro de la religión [1116] judía”. Y claro, eso sería imposible, y por lo tanto no sucedió tal como nos lo cuenta Juan. [1117] Sanders le dedica un espacio demasiado grande para probar todo lo contrario de lo que dicen los textos. Jesucristo, según lo que Sanders define como hipótesis pero que lo va presentando como tesis real: . Para apoyar esta hipótesis que eleva a tesis después, recurre a toda una serie de afirmaciones que no solo no tienen consistencia sino que se ve obligado a negar lo evidente y lo que una sana exégesis recomendaría: 1) Ha de considerar a Juan un manipulador que cambia las cosas para arreglar lo que, según [1119] Sanders, los otros evangelistas omitieron dando pié a una interpretación errónea. Esto hace considerar, sin que lo pruebe en ninguna parte que Juan fue posterior a los sinópticos, cuando los

textos, como veremos, dicen lo contrario. 2) Niega la autoría del dicho de Mc. 11:17 (cf. Jn. 2:16), en Mateo (21:12, 13), y confirmado en Lucas (19:45, 46).

[1120]

a pesar de que estaba ya indicado

La regla que yo añado respecto a confirmar todavía más que un dicho es de Jesús con absoluta certeza, es: “Cuando veas a un comentarista que pretende imponer una línea de interpretación negando la autoría de Jesús sobre un dicho de él, es evidente que le está molestando para su línea de interpretación, y sin ninguna duda que ese dicho es de Jesús”. Están intentando ver lo que dijo o no Jesús, y se permiten el lujo de afirmar y negar, antes de comprobar lo que es o no de Jesús, cuanto quieren de lo que dijo o no dijo Jesús. Esto es una deformación. Se han desprotegido desde el momento que se han visto obligados, para no aceptar los dichos de Jesús, a inventarse previamente unos principios de actuación que no han demostrado, sino que parten de meras conjeturas, y lo van aplicando de acuerdo al objetivo a que cada comentarista pretende llegar. 3)Jesucristono hace ni contienen sus palabras y acciones en el Templo ninguna amenaza de [1121] destrucción, ni como si apuntara “el vuelco de las mesas hacia una destrucción futura”, o no. Eso es pura fantasía del comentarista en cuestión. Pero es mucho más grave para la fiabilidad y credibilidad de Sanders, historiador de religiones, poniendo en boca de Mateo y Marcos lo que estos nunca han dicho: En ninguna parte he encontrado lo del desconcierto. Y desde luego Mateo y Marcos no explican en ningún sitio que interpreten y asuman la acción de Jesús como de naturaleza destructiva o de amenaza de destrucción, y por lo tanto no pudo ser testificada por testigos falsos. Lo que Mateo y Marcos expresan es que la acción y las palabras de Jesús fueron falseadas por esos testigos al poner en boca de Jesús “YO” destruiré este Templo y lo construiré en tres días”, cuando él no había dicho nada de eso, sino “destruid este Templo, y yo lo construiré en tres días”. 4) Mezclar los pasajes en los que Jesucristo interviene en su acción mesiánica, motivado por su conciencia mesiánica que ha de proyectar y revelar, con la profecía sobre la destrucción del Templo, [1122] buscando una relación entre ambos, como consecuencia de interpretar los pasajes primeros como predicción de destrucción en el sentido de amenaza contra el Templo, es verse obligado, una vez más, tal como lo hace Sanders, de que esa destrucción estaba cercana para Jesús. Y al no producirse como él esperaba, es una evidencia del fracaso de Jesús, tal como apuntaba Schweitzer (no importa que añadas cosas nuevas a la interpretación de Schweitzer, para que no se pueda identificar tu interpretación a la suya), y por lo tanto sus expectativas mesiánicas, no pasarían de ser como las de cualquiera de su época. Estudiáremos en otro lugar el sermón escatológico de Jesús en los sinópticos, y todavía se confirmará nuestra tesis (no hipótesis) que explicaremos un poco más [1123] adelante sobre la acción de la conciencia mesiánica de Jesús. 5) Ni una palabra de Sanders, pierde el tiempo en su capítulo sobre la restauración del Templo en la literatura judía, sobre la destrucción del Templo/Santuario que aparece en el texto de Daniel 9, y

la construcción de uno nuevo por el Mesías mediante la dedicación y puesta en marcha del Santuario Celeste del Mesías (Dn. 9:24, 25-27, 20-23 cf. 8:11-13, 14 cf. Dn. 7:13, 14). Eso también forma parte de la literatura judía. 6) Negarse a estudiar como él denomina el título Hijo del Hombre, es algo que desprestigia a [1124] cualquier investigador serio que se precie de tal. Se desprotege para poder entender si los dichos de Jesús son auténticos o no. Pasemos a estudiar el pasaje en cuestión: Empecemos por decir que estos pasajes son auténticos y dentro del contexto en que Juan los [1125] coloca: al comienzo de su ministerio, y siguen la línea de mostrar su conciencia mesiánica. Todos los de la tercera generación en búsqueda todavía de la autenticidad de los dichos de Jesús, niegan que este acontecimiento ocurriera. Es lógico que lo hagan, puesto que según su hipótesis no probada, consideran “a lo que escribió el evangelio según Juan” tardío (120 d. J.), y puesto que ni Marcos ni Mateo ni Lucas lo mencionan, y expresan, al contrario, una entrada en el templo, al final del ministerio de Jesús, en parecidas circunstancias (cf. Mt. 21:12; Mc. 11:15; Lc. 19:45) sería un invento del cuarto evangelio. Pero señores, Marcos y Mateo, mencionan este suceso de Juan ¿Cómo? ¿En dónde se han enterado de la alusión a la que hacen del pasaje de Juan cuando narran lo de la destrucción del templo y de la reconstrucción de ese templo en tres días, en ocasión del falseamiento de las palabras de Jesús que registra Juan? Indudablemente en el Evangelio de Juan (Jn. 2:19 cf. Mt. 26:61; Mc. 14:58; Mt. 27:40; Mc. 15:29). Por lo tanto señor Sanders Juan es anterior a Marcos y simultáneo a Mateo. ¿Y por qué no lo han narrado ellos en su evangelio? Por cuanto conocen el evangelio de Juan, y Juan lo ha puesto ya, y ellos no precisan especificarlo puesto que Juan siendo el primer evangelio escrito ya lo registra. Y Juan no ve conveniente en narrar el último episodio de la entrada en el [1126] templo por cuanto, siguiendo la proyección de su conciencia mesiánica, narra la entrada en Jerusalén en el asno sentado, de acuerdo a Zacarías, y deja el episodio del Templo por palabras que les dice a los escribas y principales que muestran una vez más su conciencia mesiánica. Si los comentaristas de la tercera búsqueda no partieran de la hipótesis que nunca han probado, de que Juan es tardío, estudiarían ese episodio y a Juan en contraste con los otros evangelios de otro modo.

Es esa conciencia mesiánica que lleva a Jesús a reclamar un cambio en la gestión del templo. [1127] Coincidimos con Sanders de que se trata de una acción simbólica, pero como todo símbolo hay que reducirlo a su realidad ¿Qué es lo que hace Jesús en realidad? Estos pasajes se justifican en este contexto por cuanto desde los comienzos hasta el final de su ministerio Jesús va ir mostrando la acción mesiánica motivada por su conciencia mesiánica. Su misión, la de Jesús, en cumplir lo que su conciencia le exige lleva a Juan, bajo la conformidad de Jesús, a preparar un esquema mesiánico, ahora al principio (después a lo largo de todo su ministerio) que coincide con el cumplimiento del profeta Malaquías, cuando habla de la venida súbita del Señor a su templo al que le precede un mensajero (Malq. 3:1, 2). Para ello mostrará un derášpéšer, junto con otro antológico, de la manera siguiente: 1) Nótese primero la presencia de Juan el Bautista al que da testimonio, y al que se le testimonia mediante la aparición de Jesús, de que el uno, el Bautista, precede como mensajero al que “va después de mí” (Jn. 1:27, 29, 30 cf. 3:28). En este comienzo del esquema (Jn. 1:15, 19-27, 29, 30, 31-34) Juan nos presenta al Bautista como el mensajero que prepara el camino “delante de mí” “del Señor”, en cumplimiento de Malaquías 3:1pp., cuando introduce del que es predecesor, y “al que es antes de mí” porque es primero que yo, y que “viene después de mí” (Jn. 1:27, 29, 30, 31-34 cf. Mt. 11:10; Mc. 1:2; Lc. 7:27). 2) El siguiente punto del esquema es la aparición del que va después de mí, aunque es mayor que yo, en consonancia con Malq. 3:1pp., cuando el propio Señor anuncia (Malq. 3:1 pf.): “Envío mi mensajero delante de mí” “preparando la introducción de mi camino” (Malq. 3:1 sf.) cumpliéndose cuando Juan el Bautista, el mensajero que precede al que va después de él aunque es antes que él y primero, introduce a Jesús, como el que va después de él y que es antes que él (Jn. 1:27, 29, 30 cf. Malq. 3:1pp.) a sus discípulos, constituyéndose en discípulos de Jesús (Jn. 1:35-37, 38-51), y experimentando la realidad de que se trata de aquel que Juan el Bautista era su mensajero predecesor, y que prepararía su camino, identificado como el que venía después de él (cf. Malq. 3:1 pp.) aunque era antes que él, el Mesías, viendo su gloria (Jn. 2:11, 1-9, 10-12 cf. Mt. 11:10; Mc. 1:2; Lc. 7:27; Lc. 1:76). 3) El tercer punto del esquema que nos presenta Juan con su deráš, es, que ahora en cumplimiento de Malq. 3:1, el Señor o Mensajero del pacto, que habría sido preparado el camino por un predecesor, entraría súbitamente a su Templo (Malq. 3:1 sp. cf. Jn. 2:13, 14-16). 4)Y por último Malaquías manifiesta su tiempo y modo de su venida. Su manifestación desde su entrada en el Templo hasta el final de su obra iba a suponer una obra de purificación (Malq. 3:2 cf. Jn. 2:14-17, 18-22, 23). ¿En qué consiste esa acción? 1) Jesús se considera autoridad moral y espiritual de la Casa de su Padre (Jn. 2:16, 17), y por lo tanto ha comprobado que en lugar de progresar el sistema de sacrificios hacia lo que señala: la venida del cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Lv. 16:29; Lv. 5 y 6 cf. Isa. 53:7 cf. Dn. 9:24, 25-27 cf. Jn. 1:29, 36), se ha ido extendiendo en una especie de negocio para todos, y que produce buenos estipendios para la clase sacerdotal, olvidándose de los valores ideológicos/tipológicos involucrados, tanto que, a pesar de que es lícito tener animales para su venta y facilitar así el intercambio, se ha convertido la venta en un fin en sí mismo como en un mercado cualquiera (Jn. 2:16), produciéndose abusos que se interpretan como habiendo convertido la Casa de

Dios o Templo en una cueva de ladrones (cf. Mt. 21:12; Mc. 11:15; Lc. 19:45). Esta actitud impura que no corresponde a la vivencia natural que se desprendería de los valores implicados en ese sistema de sacrificios, se manifiesta externamente, entre otras cosas, con haberse permitido franquear el propio templo, y dentro poner las mesas de los cambistas, ovejas, bueyes, palomas (2:14-16). 2)El gesto de echar a todos y a todo representa llamar la atención a que no se está teniendo en cuenta a lo que señalan esos valores del sistema de sacrificios, y con ese acto se lleva a cabo un elemento purificativo al reclamar un cambio (Jn. 2:15, 16), además de provocar el que se concentren en su persona. Su acción emite una señal: la de ser el Hijo de la Casa del Padre (2:16), cuyo celo por [1128] esa Casa (Jn. 2:17 cf. Sal. 69:9; 119:139 cf. Rm. 15:3), exige un comportamiento que haría entender que la presencia del Mesías, como cordero de Dios , trae consigo el cambio definitivo, del tipo por el antitipo. Pero evidentemente si no hay una comprensión de lo que implican esos valores, y no se deja de dar importancia a esa dependencia de las ventas y compras, y ganancias de unos y otros, fuera de lo estrictamente estipulado, se habrá perpetuado ese mecanismo hasta el punto de perder de vista a lo que señala. Y por lo tanto va a ser imposible el que se le identifique como enviado mesiánico del Padre, de ahí la necesidad de esa acción mesiánica, que resulta en purificadora a fin de recuperar el verdadero sentido de lo que marca la práctica tipológica. Si los que están administrando el Templo no han tomado medidas correctoras, y esto es obvio, la actuación de Jesús llama la atención a que lo hagan, y de ese modo, al tomarlas, se encontrarán con lo que señala el sistema de sacrificios, y comprobarán, que un día el Mesías ha de venir identificado como el “cordero que quita el pecado del mundo” anunciado tanto por Isaías 53 como por Daniel 9:24, 2527, y ahora reconocido por Juan el Bautista. Pero además, una vez que se recuperaran el conocimiento de los valores implicados en la tipología que señalan al Mesías (Isa. 53:7; Dn. 9:24, 25-27 cf. Lv. 16:29; Lv. 5 y 6 cf. Jn. 1:29, 36), y con la llegada de éste, esos valores encuentran su máxima expresión, y una vez aceptado al Mesías como tal, sustituye ipso facto todo el sistema tipológico que da, en una parte importante, base a la religiosidad hebrea. Lógicamente las condiciones y connotaciones se harían evidentes: la pérdida de un estatus de liderazgo y económico, que se traduce en una direccionalidad de dispensar la religión de acuerdo a lo que supone la venida del Mesías, entrando en conflicto, desde el primer momento con los intereses creados que ciertos dirigentes han impuesto. 3)Notemos la reacción judía en un primer momento. No dan señales de alarma ni utilizan a la policía de seguridad del Templo. Lo que quiere decir que el gesto de Jesús aunque visible y audible no es más que un contraste alternativo al espectáculo ruidoso y deformado con que se presenta algo tan sagrado como era esa área de la religiosidad hebrea. Y ahora sorpréndanse de la respuesta de los judíos representativos a esa acción de Jesús: Los judíos principales no se sorprenden, simplemente piden una señal de por qué ha hecho eso. Por lo tanto, por un lado manifiestan que hay una relación entre las palabras de Jesús y su acción, con una realidad de haberse olvidado de los verdaderos propósitos de la venta de animales para el sacrificio. Han oído decir “no hagáis de la Casa de mi Padre casa de mercado”. Ninguna parte del templo es un lugar apto para transacciones comerciales, que ayude a desfigurar el cometido de los sacrificios.

Parecería como si hubieran estado esperando ese momento. Parecería como si ellos comprendieran que se les ha ido de las manos lo que estaba ocurriendo en los recintos del Templo. Parecería como si ya hubieran tratado este asunto, y no hubieran sabido cómo parar este ejemplo tan poco acorde con la realidad de lo que ahí se representaba, y que por lo tanto ven con una cierta lógica esta protesta de Jesús. Y simplemente la aceptarían si se presentara una cierta credencial como señal. Y entonces ¿Con qué autoridad haces esto? Nadie de entre nosotros ha recibido esa autoridad ¿Qué señal nos das para que podamos comprender que has sido autorizado? 4) La respuesta de Jesús tiene que ver con esa señal de autoridad para hacer eso y que los judíos representativos le exigen. Jesús ya se había presentado como el Hijo de la Casa de su Padre (Jn. 2:16), ahora les responde a su pregunta: La señal de mi autoridad con que hago esto tiene que ver con el “destruid este templo y la reedificación en tres días”. Hemos seguido el derášantológico que Juan ha estado montando para ir cumpliendo en un esquema de tres tiempos, el texto de Malaquías: 3:1pp. (cf. Jn. 1:15, 30 cf. 3:28); Malq. 3:1pp., la presentación de aquel que venía después, tratándose del Señor, el cual iba a ser precedido, y lo presenta como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Jn. 1:29, 36), utilizando un derášpéšer, dentro del propio derášantológico, cuya presentación acaba en aquellos que se convierten en sus discípulos (Jn. 1:29-34, 35-51; 2:1-12); y por último (Malq. 3:1sp.) la entrada súbita en el templo (cf. Jn. 2:13, 14-16, 17), llevando a cabo una obra de purificación (Malq. 3:2). Evidentemente al recoger Juan citando como derášpéšery derášantológico, tanto lo relativo al “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” como la presencia del Señor precedido por alguien que prepara su camino, que llevará a cabo un pacto y una obra de purificación iniciada en el Templo y que proseguirá después, de acuerdo a Malaquías 3:2, se está llevando a cabo una comprensión de los elementos que entran en combinación en el derášpéšery derášantológico. El Cordero de Dios que quita el pecado del mundo es el siervo sufriente de Isa. 52:13-15 y 53:112 que representa en la realidad al cordero tipológico que se sacrifica en el templo/santuario, y que purifica del pecado, cuando se entiende, y se aceptan los valores implicados. Pero esto lo identifica Dn. 9:24, 25-27 con el Mesías que quitaría el pecado, y haría cesar el sacrificio y la ofrenda realizada en el templo/santuario, para lo cual su vida sería destruida, y como resultado de ejecutar esa misión. Por eso, independientemente de todo lo que se implica y significa la acción mesiánica, representada en la tipología del “cordero sacrificado”, la señal que os doy, por lo que hago esto, es, que al señalarme este sistema de sacrificios, y para ello es preciso que lo comprendáis de acuerdo a lo anunciado por los profetas, y para eso ha sido preciso este llamaros la atención mediante el gesto simbólico de arrojar todo del Templo, implicando representativamente un cambio de actitud, un acto justo, una corrección o purificación que devuelva a los parámetros y valores adecuados a este Templo y a su sistema de funcionamiento, -la señal que os doy por la que hago esto, es, que el cordero de Isaías que se identifica con el Mesías, y con el que me identifico yo, su o mi vida va a ser [1129] destruida, sacrificada como consecuencia de lo que señalaba ese sistema tipológico. Pero aparece el descubrimiento adicional ¿Qué es lo que había contemplado el Padre con el Hijo cuando ideó desde el principio de la ruptura, de la desobediencia, con la fuente de la vida que es Dios, a fin de resolver esa quiebra que llevó a cabo el ser humano, y devolverle el estatus de vida? (Jn. 10:17, 18). Sencillamente, se comprobó que para cumplir con la misión de hacer retornar al ser

humano a una situación de no condena e instaurarlo de nuevo con la fuente de la vida que es Dios, se le iba a quitar la vida al Hijo (cf. Dn. 9:24-26, 27). Y entonces al aceptar la misión se asume ese quitarle la vida, de ahí toda la programación del sistema de sacrificios expresado en Levítico, y esa identificación con el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Jn. 1:29, 36 cf. Isa. 53:3-7, 10 [1130] [1131] pp.). Por eso está demostración de la conciencia mesiánica que posee Jesucristo evidencia saber que al rechazarle como Mesías, le provocarán la muerte (Jn. 12:32-34; Jn. 5:16, 18; [1132] 7:1, 19; 11:53 cf. Mt. 21:33-39). De ahí que se vea obligado a dar la señal “por lo que hace eso en el templo”, teniendo en cuenta los dos aspectos complementarios: 1) la señal es que soy aquel que determinan esos sacrificios, y por lo tanto voy a dar mi vida voluntariamente, porque he asumido con el Padre cualquier tipo de imposición que se me haga a esa obra; y 2) la señal es que si bien soy el que tipifican esos sacrificios, soy y fui consciente de que todo eso se preparó, teniendo en cuenta de que al ofrecer el “mensaje de vuelta al Padre”, se me imponía la muerte causada por el Mal y su instrumentalización; por eso la señal es que vais “a destruir este templo de mi vida, tal como ya estaba indicado para el Mesías y el Siervo sufriente (Dn. 9:24-26, 27 cf. Isa. 53:3-7, 10 pp.), y yo, lo levantaré en tres días” (Jn. 3:19). Ahora, la realidad se ha hecho presente, ya ha aparecido el que tenía que ir delante del mensajero que prepara el camino al Señor (Jn. 1:15, 29, 30-34), ya se le ha identificado como “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn. 1:29, 36), ya se le ha reconocido y se le determina como el Mesías a los discípulos de Juan el Bautista que se constituyen en sus discípulos (Jn. 1:36-38, 3941, 42-44, 45), con lo que se equipara al Cordero de Dios que quita el pecado con el Mesías, y por último con el Hijo de Dios (Jn. 1:46-48, 49), y con el Hijo del Hombre (Jn. 1:50, 51). Ya se ha manifestado su gloria (Jn. 2:11) como siendo el Señor que ha realizado su aparición después de haber estado precedido por un mensajero que prepara su camino. Ya ha entrado súbitamente a su Templo, al de su Padre, ya se ha iniciado la obra de purificación que se prolongará a lo largo de su obra terrestre y celeste (Jn. 1:51; 3:12-18 cf. Mt. 26:63, 64 cf. Dn. 7:13, 14, 9-12; 8:11, 12, 13, 14; [1133] 9:24, 25-27 Malq. 3:1, 2, 3; Isa. 53:3-7, 10). 5) Si se observa en la captación de la respuesta de Jesús a la demanda de señal de los judíos representativos, se centra no en la clave para entender la respuesta de Jesús, la cual es “destruid este templo”, sino en la edificación por parte de Jesús en “tres días” (Jn. 2:20). ¿Por qué no se centran en lo de la destrucción? Aparentemente la respuesta de Jesús no es fácil de entender, y menos teniendo en cuenta el comentario de Jn. 2:21, 22. Sin embargo el hecho de que se centren en “sulevantamiento en tres días” es una evidencia de que el tema de la destrucción por parte de ellos les ha identificado de algún modo, y al eludirla con una pregunta irónica respecto a una edificación en tres días, es una salida airosa para no entrar ni en la comprensión ni en el diálogo que pudiera llevarles al descubrimiento de lo que Jesús quería decirles. Al utilizar lo de los 46 años que tardaron en edificarlo, están haciendo mención a una construcción física y exclusiva del Templo, pero es [1134] evidente que en tres días no se construye ningún templo. Y ellos lo saben. Por lo tanto hay algo que han entendido: lo de la destrucción que tendría que ver con algo real que les afecta. Y la pregunta hubiera debido ser, si había auténtico interés ¿Qué quieres decir con lo de los 3 días?

El evangelista no nos narra que Jesús continuara explicando, porque eso, en esas circunstancias de “tirar balones fuera” sería perder el tiempo. En lugar de ello se intercala por parte de Juan, la explicación que Jesús les dio sobre el asunto, y el recuerdo y la experiencia que les produjo (Jn.2:21, 24), y que Juan estuvo encargado de escribir cuando confeccionó su Evangelio: Cuando el evangelista nos está comunicando esto, evidentemente está haciendo alusión, en principio, a lo que esos principales de los judíos aluden. Y los judíos, como se observa no habían aludido en su captación de la señal que demandan de Jesús, a lo de la destrucción del Templo. Sin embargo, aun cuando pareciera que lo que se explicita aquí fuera el tema de la resurrección a los tres días: hablaba del templo de su cuerpo como que había de ser levantado, resucitado, evidentemente para levantar algo en tres días, es preciso que previamente haya sido derribado. Y por lo tanto la destrucción tiene que ver con la destrucción de su vida. Pero obligatoriamente esa destrucción que se le va a hacer al templo de su cuerpo, y que tiene que ver con la señal que los judíos le piden, está totalmente ligada al Templo o Casa de su Padre , porque su acción en dicho Templo motiva la demanda de señal y su respuesta como siendo la señal que solicitan. ¿Cómo se destruye el “Templo de su cuerpo”, y qué relación tiene con la destrucción del Templo? En la presentación de la señal que le reclaman “destruid este templo” están implícitos tanto la destrucción del Templo en cuanto a sus valores y significado como aquello que el propio Templo señala cuando los valores y significado se mantienen adecuadamente. Al destruir este Templo desvalorizándolo no cumpliendo los requisitos sagrados a los que está ligado, y a lo que yo os estoy [1135] llamando la atención para el cambio, os lleva a rechazarme, y al final a matarme. Desde el momento que no se reconoce al Mesías, ni ese acto mesiánico, ni se tiene interés en conocer el valor de la señal que se le demanda, se están destruyendo los valores del sistema de sacrificios. No se logra la razón por la que fue programado, y por lo tanto provocáis la muerte del Mesías, que yo y mi Padre hemos asumido en el plan que se preparó para el efecto de dar a conocer el Padre (cf. Jn. 10:17, 18; Jn. 8:25, 26, 28, 29), y conseguir vida eterna, lo que salva (cf. Jn. 17:3). Con la destrucción del Templo, en cuanto a su significado y valores, lleva implícito mi destrucción, pero en tres días lo levantaré, por cuanto de acuerdo al programa profetizado en Isaías 53 y Dn. 9:24, 25-27 que irradian el valor de lo que se implica en el sistema de sacrificios del Templo: el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, y el Mesías que viene a poner fin a la iniquidad, y a traer la justicia, le será quitada la vida, haciendo cesar el sacrifico y la ofrenda (cf. Mt. 27:51 cf. 21:38, 39, 40, 41), “volverá a tener vida” e inaugurará un Santuario nuevo, en base a [1136] los valores que tipificaba el Santuario/Templo antiguo. ¿Y qué consecuencias tiene todo eso para la destrucción del Templo israelita violentamente? La destrucción del Templo del Cuerpo de Jesús, es la evidencia del rechazo del Mesías por parte de los representantes principales del Pueblo, y como configuración de la desprotección, el desencadenante de la destrucción final de la Ciudad y el Santuario. Con la destrucción del templo o cuerpo de Jesús dejan de tener vigencia los servicios del

Santuario terrenal (Mt. 27:51 cf. Mt. 21:33-39, 40-42, 43-45), y a los tres días, el cuerpo de Jesús como representativo de su ser, resucita, y al ascender inaugura el Templo/Santuario del cielo (Dn. 9:24, 25-27 cf. Isa. 53). Ese dejar de tener vigencia con la muerte de Jesús asumida y entregada voluntariamente (por cuanto podría haber rechazado) para hacer efectiva nuestra salvación, es lo que evidencia el rechazo de éste como Mesías, y la permanencia de la destrucción del templo israelita, que resulta en un comportamiento contrario a lo que querían evitar: la destrucción definitiva y física del templo, profetizado por Jesús en su sermón escatológico, se exterioriza. El texto de Daniel, en paráfrasis interpretativa, es elocuente en este extremo tan particular: “el pueblo del príncipe que ha de venir” “propiciará la destrucción del templo y de la ciudad” (Dn. 9:26, 27) a la mano ejecutora de [1137] Roma. 6)Señales (Jn. 2:23) Este episodio junto a toda una serie de acciones más que realiza “estando en Jerusalén en la fiesta de la pascua”, le hace decir al evangelista, que todo eso fueron señales que hizo Jesús, y que muchos creyeron en su nombre. 7) Lógicamente esa comprensión y asunción del mandamiento del Padre (Jn. 10:17, 18 cf. 17:3-5, 6-8) respecto a dar la vida, por cuanto voluntariamente asume como necesaria para el plan de Dios, la muerte cruel que el maligno le quiere imponer (Jn. 8:44; 12:31 cf. Jn. 14:30, 31) si no se desdice de las palabras que el Padre le ha enseñado (cf. Jn. 10:18 úp.; 17:8 pp.), permite a muchos el aceptarle. Es por ello que desde este primer momento debe seguir el curso del plan de Dios para [1138] efectuar el objetivo de comunicar a su pueblo y a la humanidad dicho plan. Independientemente de que ciertos principales, representativos del pueblo hayan olvidado la razón de ser de lo que significa e implica la verdadera adoración relativa a los asuntos del Templo (cf. Jn. 4:21-24), es imprescindible la acción mesiánica de Jesús tal como estaba profetizada y preconocida en base a lo que realmente iba a suceder, a fin de testimoniar para aquellos que llegarían a creer (cf. Jn. 8:31, 32). 8) No obstante Jesús observa algo en la actitud de algunos que le hace experimentar entre los [1139] muchos que habían creído, el conocimiento de que no podía fiarse de ellos (Jn. 2:24, 25). 9) En conclusión de esta parte, podemos afirmar que la conciencia mesiánica de Jesús se manifiesta desde el principio, en una trayectoria de mostrar que se trata del Mesías, y esto lo tienen que experimentar aquellos a los que se proyecta esa conciencia mesiánica mediante el discernimiento de la palabra de Dios. Se expresa, tanto por parte del que prepara su camino como por él mismo que su misión iba consistir en lo que señalaba el sistema de sacrificios expresado en el Templo, de acuerdo a como lo explican Isaías 53 respecto al Siervo sufriente, y a la misión encomendada al Mesías en Daniel 9:24, 25-27. El resultado de esa obra iba a consistir en una comprensión del plan de Dios que hace retornar al ser humano a sus orígenes respecto a sus raíces y designio de Dios: La [1140] solución que se señala al pecado, y que tanto Isaías como Daniel describen. Esta obra que reclamaba una continuidad por la comprensión de los valores implícitos, podía suponer un conflicto, desde el primer momento, con los dirigentes de su pueblo, si estos no aceptaban ese plan de Dios predicho y haciéndose presente con la predicación y acción de Jesús. Este conflicto podía generar,

de perpetuarse, en lo que se va desarrollando posteriormente: en la muerte del Mesías. Jesús no se opone al sistema de sacrificios que afirmaba Sanders sino que reclama una atención a lo que estos señalaban a fin de que puedan comprender la señal. Pero lo que señalaban se había desnaturalizado. No se estaba enseñando lo que supondría la llegada del antitipo que marcaba el tipo. La actitud exteriorizada en haberse permitido convertir la casa de su Padre en un mercado (Jn. 2:16, 14, 15), en una condición de excesos era la evidencia de que se había perdido el valor de una adoración acorde a la institución del sistema. Jesús quiere recuperar con ese acto simbólico, pero lleno de significado, predicho por Malaquías 3:1, 2, los valores tipológicos que señalaban al Mesías. Pero de no aceptar su acción como mesiánica los principales del pueblo, no solamente no se iban a rehabilitar respecto a lo que implicaba el acto de Jesús, sino que estos en su rechazo en examinar lo que significaba la acción, les llevaría al cumplimiento de lo que señalaban los sacrificios, mediante la destrucción del templo de su persona con lo que se certificaría lo que el Padre y el Hijo habían previsto que ocurriría (Jn. 1:18; Jn. 8:23, 24, 25-29, 30 cf. Jn. 1:38-40 cf. Mt. 13:11, 12-15, 16-19 cf. Jn. 17:3-8; 10:14-17, 18). · La conciencia mesiánica se manifiesta desde el principio hasta el final de sus ministerio 1) La conciencia mesiánica revelada a Nicodemo en sus declaraciones sobre el Hijo del Hombre La inserción de este párrafo sobre la entrevista con Nicodemo, coincide por un lado a un ministerio en las cercanías de Jerusalén (cf. Jn. 3:22), además de tener que ver con la temática tratada al final del capítulo 2, v. 25, 24: “no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre”. Y a continuación se nos pondrían los contenidos del diálogo con Nicodemo, como un ejemplo de ese conocimiento. Nosotros tratamos ampliamente [1141] esta temática desarrollada por Jesús con Nicodemo posteriormente. Lo que nos interesa ahora es comprobar cómo la conciencia mesiánica de Jesús sigue su curso inalterable. Jesús sale al encuentro de Nicodemo teniendo en cuenta el problema existencial de todo ser humano, y le confronta [1142] con su propia realidad (Jn. 3:2, 4, 9): el reino de Dios únicamente puede experimentarse naciendo de arriba (Jn. 3:3). La condición del ser humano pasa por una situación de crisis existencial para la que ha de conformar una vivencia que únicamente le puede venir de arriba, pero antes ha de reconocer su condición y su necesidad de cambio (Jn. 3:3, 5-7) que le señala el Espíritu Santo (cf. Jn. 16:7, 8 cf. Lc. 11:13). La iniciativa siempre parte de Dios confrontándole a su realidad que evidencia necesidad de cambio, un nacer de nuevo para una trayectoria distinta: la orientación hacia Dios, hacia la vida del Espíritu ¿Y cómo puede conseguirse esto? (Jn. 3:6, 7-9). En la [1143] respuesta aparecen las cosas celestiales en la que se incluye el Hijo del Hombre. Jesús le dice: El problema del ser humano que tú manifiestas es la pérdida de la existencia. La vida que ha estado ligada a una serie de acontecimientos no querría perderse, pero la evidencia es que las personas vienen en una condición de muerte en la que, si no nacen de arriba, si no adquieren una vocación celeste como si tuvieran una naturaleza nueva naciendo, no pueden ni pretender ver la necesidad del reino de Dios ni entrar en él (Jn. 3:3, 5). Y esto únicamente puede lograrse mediante el Hijo del Hombre celestial, que está subido en el cielo, mientras ahora está en la tierra hablando contigo (Jn. 3:13). Es necesario que la persona tenga una experiencia de arriba con lo que está

implicado en el Hijo del Hombre celestial. Si fueras a la Escritura de Daniel 7:13, 14, motivado por el derášpéšer verías al Hijo del Hombre celestial subido arriba, y que descendió, pero no por eso deja de estar arriba (cf. Jn. 3:13). Ya que esa situación de arriba se contempla por anticipación profético-apocalíptica (historia anticipada) de la obra del Hijo del Hombre descendido, y cuando tú lo ves ahí es la presentación por anticipación de lo que ese Hijo del Hombre celestial va experimentar aquí en su ministerio terrestre, y que resultará en una ascensión celestial (¿cuándo?). Por lo tanto la identidad y el conocimiento de ese Hijo del Hombre te llevarían a identificar al Mesías que el propio Daniel te ofrece (Dn. 7:13, 14 cf. 8:11-13, 14 cf. 9:24, 25-27), y entonces experimentarías las implicaciones celestes que supone conocer y seguir al Hijo del Hombre [1144] celeste. (Jn. 3:14 pp. cf. Nm.21:9), y la gente picada por ésta se curaba viviendo mirando a la serpiente, de ese mismo modo ese “Hijo del Hombre celestial”, ahora descendido llevando a cabo su ministerio, pero continuando arriba, no por algún efecto de desdoble, sino porque está puesto ahí ascendido como lo que resulta de contar anticipadamente o proféticamente toda la obra terrestre que como Hijo del Hombre descendido ha de hacer, -de ese mismo modo ese Hijo del Hombre ha de ser levantado de la tierra (Jn. 3:14 úp.) para luego subir, y cumplirse lo que Daniel 7:13, 14 y sus paralelos exponen sobre la obra celeste complementaria del Hijo del Hombre celestial que había descendido para llevar a cabo su obra terrestre. Y es en ese levantar al Hijo del Hombre desde la tierra hasta el cielo (Jn. 3:14 úp. cf. Jn. 12:32-34), “desde la Cruz hasta el Ministerio celeste de arriba, subido, ascendido” que “mirándolo” , contemplándolo en una reflexión comprensiva permanente, tendrá curación, saludsalvación, vida eterna, cualquiera que lo experimente viéndolo, entendiéndolo (Jn. 3:14, 15 cf. Jn. 3:10-12). El significado de este levantar al Hijo del Hombre en el contexto de dar vida se identifica con el Hijo unigénito, su Hijo que ha venido al mundo, el Hijo de Dios (Jn. 3:14, 15-18), con la luz que es Jesús (Jn. 3:19-21 cf. 12:32-34). Es este mensaje mesiánico, mediante el derášpéšer (Jn. 3:12, 13 cf. Dn. 7:13) que se construye el sentido de la obra terrestre y celeste de la que testifica Jesús (Jn. 3:1113 cf. Dn. 7:13, 14 cf. Dn. 9:24, 25-27 cf. Dn. 8:11-13, 14, 25), y que le comunica particularmente a Nicodemo, y a cada uno de nosotros. Pero este testimonio, ya desde su comienzo no estaba siendo recibido (Jn. 3:11 úp., 18-20), con lo que desencadenará a lo largo de su ministerio y de lo que Juan nos irá presentando un conflicto de tal naturaleza, de que al final se convertirá en una tragedia que se [1145] asume para el motivo por el cual el Mesías había venido (Jn. 12:32-37, 38). 2) Nuevo testimonio mesiánico de Juan el Bautista (3:27, 28-36) que cita el deráš péšer Malq. 3:1 (cf. 3:28, 31). 3) La conciencia mesiánica de Jesús manifestada en su acción con la Mujer Samaritana Aunque trataremos en profundidad en un contexto pastoral y espiritual el tema de la entrevista con [1146] la mujer samaritana, es preciso que estudiemos ahora este capítulo en la manifestación de su [1147] conciencia mesiánica. Las circunstancias que Juan relata aquí no son casuales, y los detalles y los datos tienen que ver con el propósito de mostrar su conciencia mesiánica. Jesús decide un viaje motivado por lo que le

trasmite el hecho de que los fariseos pretendan paralizarle en su obra al enterarse de que bautizaba más que Juan el Bautista. Cambia de escenario y se va a Galilea, teniendo que pasar por Samaria (Jn. 4:1-4). Desde el primer momento Jesús marca un itinerario en el encuentro con la mujer samaritana. Juan que está presente nos trasmite los datos de la hora y del lugar (Jn. 4:5, 6). La circunstancia de la fatiga, la sed, el pozo (Jn. 4:6), y el hecho de ser hombre y judío, dentro de un contexto samaritano (“estos no se tratan con los judíos” {4:9úp.}). La presencia de una mujer rompe el molde de una sociedad que posterga a ésta. Pero el hecho de que sea a la primera persona que se le va a comunicar directamente respecto al Mesías: “Yo soy, el que habla contigo” (4.25, 26), es algo a reseñar ¿Y por qué? Porque se nos muestran las marcas que son precisas obtener para que Jesús se manifieste como Mesías, de acuerdo a su conciencia mesiánica. Se precisa que la persona o personas quieran indagar por sí mismas la realidad de las palabras y de las acciones de Jesús. Desde la entrada en el templo donde se ha pedido una señal, o después con los que interpretan ciertas señales, o con Nicodemo, era preciso comprobar, recibir el testimonio de la Escritura, manifestar interés en las palabras de Jesús, e involucrarse en la reflexión y en la búsqueda. Los judíos le van a echar en cara que Jesús da testimonio acerca de sí mismo (cf. Jn. 8:13). Este era el peligro. Jesús lo sabía, y no permite que sus discípulos lo digan, porque son sus incondicionales, y eso no sirve; tampoco los endemoniados, porque su testimonio es considerado como no verdadero. Ha de ser que la persona, según la ley acepte el testimonio de dos (cf. Jn. 8:17), y en cualquier caso así ha de ser: Lo que él testimonia debe estar corroborado por el Padre, por la Palabra. Y la persona debe manifestar interés en la Palabra e ir a ésta a encontrar conformidad. Tanto Nicodemo como la mujer Samaritana han manifestado interés, y Jesús les ofrece elementos suficientes para que puedan llegar al acceso sobre el Mesías. En principio, ante la presión que nota que los fariseos están haciendo a su obra (cf. 4:1), abandonó Judea (acción pasada a partir del momento en que se ha tomado la decisión de salir) (4:3), y marchó (acción pasada desde el momento en que se toma como referencia la salida de Judea) hacia Galilea. Apareciendo una causa motivadora: “era necesario pasar por Samaria” (4:4). ¿Simplemente una referencia geográfica para no tener que dar una vuelta por Perea? ¿O un dato a tener en cuenta por una misión a realizar? ¿O ambos? [1148] Llega ({’érjetai} en presente indicativo) a una ciudad de Samaria. Y allí estaba todavía el [1149] pozo de Jacob. Y estabaallí el pozo, y así se sentaba, junto al pozo (4:6). Todos esos datos y detalles son para acercarnos al motivo de tener algo que comunicar. Jesús tiene algo que comunicar siempre y de modo especial: ha de trasmitir la acción mesiánica basada en su conciencia mesiánica. No puede perder el tiempo ni estar en silencio, y se ha escogido esta experiencia con la mujer samaritana, porque es un modelo comunicativo, y necesario para darse a conocer. Desde el comienzo tiene la iniciativa, pero es preciso que en el origen del diálogo se rompa con cualquier obstáculo que pudiera haber. Y los había: se trataba de una mujer, y samaritana; y él un hombre y judío. La apertura del diálogo es sorprendente, y del único modo que podía arrastrar a la mujer samaritana a dialogar con un desconocido masculino, y judío. Jesús lleva a cabo algo que [1150] impresionaría a cualquiera. Pide un favor “Dame de beber” (Jn. 4:7). Rápidamente provoca una reacción en la mujer. Se ve obligada a expresarle su impresión. No se

trata de una respuesta directa, sino de un nuevo planteamiento que muestra la atracción que desde el primer momento le ocasiona ese desconocido: “La mujer samaritana le dice (légei, presente indicativo): ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí” (Jn. 4:9). A esta mujer le extraña una petición de favor ante la situación social de samaritanos y judíos. Y esto le ha llevado a involucrarse en el diálogo. Si se quiere obtener algo. Si ha de mostrarle una acción mesiánica, se necesita que la mujer sea conducida al diálogo. [1151] Ahora Jesucristo, va a suscitarle el interés: “Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva” (Jn. 4:10). Esta forma condicional “si conocieras…”, exige dos posturas. Si se conoce el don de Dios, entonces se reconocería a su interlocutor. Si no se conoce el don de Dios entonces obliga a preguntar sobre lo del don de Dios. “Agua viva” El agua es una metáfora en el oriente que se le considera como un don de Dios. Representa la acción de limpieza de Dios. Pero es probable que la mujer no entendiera así, pero sí algo relativo a su más estricta necesidad: “agua viva”, agua que corre que fluye, agua no estancada en un aljibe para recoger agua de lluvia. “Tú le pedirías a él, y él te daría…” La mujer se queda con lo del agua viva, y en la confianza que le ofrece su interlocutor de que puede pedírsela, y él se la daría. Es por ello que la respuesta no se hace esperar, planteándole una temática nueva por la que Jesús observa el interés manifestado por la mujer en los asuntos religiosos: [1152] “Le dice: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo ¿De dónde, pues, tienes el agua viva?¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados? El planteamiento quiere, por un lado descartar que no se trata de agua física: “No tienes de dónde sacarla”. “El pozo es hondo”. Y por otra parte intuye que se trata de un agua mejor y distinta del que le legó el originador de su religión: Jacob. (¿Es que tu religión es más importante que la mía?) [1153] “Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; más el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (Jn. 4:13, 14). Jesús ha comprobado el cambio de temática de la mujer: “¿Acaso eres más importante que el fundador de mi religión?” Jesús viene a decirle que ese don precioso de Dios que es el agua, y que tanto servicio nos da, se utiliza como una metáfora de la acción de limpieza de Dios que resulta en vida eterna. “La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla”. El entreguismo de la mujer está siendo total. Y la efectividad del contacto con Jesús está llegando a su objetivo. Jesús está utilizando el mismo método que usó en el Templo, que empleó con Nicodemo, y que seguirá recurriendo en el futuro: llevándole a la señal de su mesianidad. La única manera, y tomen buen nota, de que se pueda acceder a la mesianidad de Jesús, a la comprensión de su conciencia mesiánica, es entendiendo y reconociendo la señal, para eso va ser preciso investigar

sobre la señal o experimentar la realidad de la señal. ¿Y cómo ahora va a tener acceso a esa agua para no tener sed y no tenga que ir a buscarla [1154] aquí? Únicamente identificando a Jesús. Para ello, para responder de modo práctico a eso de conseguir esa agua que le solicita después de la propuesta de Jesús, éste ha de presentar la señal ¿Y en qué consiste ésta? 1) Identificado la historia real de la mujer y su conflicto (Jn. 4:16-18) de acuerdo al cumplimiento de las implicaciones mesiánicas (cf. Isa. 61:1-3; 11:1-4):Jesús le dice: “Ve, llama a tu marido, y ven acá”. Respondió la mujer y dijo: “No tengo marido”. Jesús le dice: “Bien has dicho: No tengo marido; porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad”. La mujer queda sorprendida de que haya sido descubierto de un modo tan certero y real la condición de su vida relacional que ocasiona el cambio continuo de pareja, precisándole además una situación moral, sin comentario alguno, la que con el que ahora vive no es su marido. 2) Esta señal provoca una reacción en la mujer que le hace manifestar lo que ha ocasionado la señal respecto a lo que cree que es Jesús, y la decisión de preguntarle sobre otra problemática interior, que ahora habiendo descubierto en Jesús aparece un algo que le da confianza, y que le va a trasmitir: [1155] Le dice la mujer: “Señor, considero que tú eres profeta. Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar” (Jn. 4:19). Notemos a dónde ha llegado una petición de favor (cf. Jn. 4:7), y todo un encadenamiento de palabras que fijan a la mujer en todo un itinerario que le lleva al reconocimiento de una identidad especial en Jesús ¿Cuál es esa otra problemática interior que la señal ha provocado? Al considerar tu profetismo hay otro problema que no he resuelto y que me preocupa ¿Dónde está la verdad? Para nosotros el monte representa la verdadera adoración, y para vosotros es Jerusalén lo que representa la adoración verdadera ¿Dónde está realmente? Nótese la respuesta de Jesús, porque en ella encontramos datos importantes en su concepción de la verdad, y en su relación y trato con sus hermanos judíos: “Jesús le dice: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre.Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos.Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren.​​Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren”.​ La revelación de que llega un momento histórico en que ni en Jerusalén ni en el monte será lo adecuado para adorar. Junto al planteamiento en términos de adoración sobre lo que va implicar la verdad en un futuro inmediato, nos muestra cómo la representatividad en el monte o en Jerusalén va a experimentar un cambio, y prepara el terreno de lo que supone la presencia del Mesías, de acuerdo a lo anunciado. En la novedad de la obra del Mesías aparece la valorización del sistema de sacrificios como nunca antes por haberse encontrado con el cumplimiento del tipo que implica el quitar la vida al Mesías, la unción de un nuevo santuario, y la destrucción material en el futuro del

propio Templo y de Jerusalén (cf. Dn. 9:24, 25-27). Todo esto está implícito en la declaración de Jesús a la mujer samaritana. Pero nótese la calidad y naturaleza del ecumenismo de Jesús en la presentación de la realidad de esa adoración practicada por lo que representa la religión de la mujer: “vosotros adoráis lo que no sabéis” “nosotros adoramos lo que sabemos porque la salvación viene de los judíos”. Hay un descrédito para la clase de adoración de lo que representa la religión de la mujer, y hay reconocimiento en positivo para la adoración que supone “el que la salvación venga de los judíos”. No hay ningún tipo de contemporización con aquello que no coincide con la verdad. Por ello Jesús añade, teniendo en cuenta su conciencia mesiánica que está proyectando, que ha llegado ya una nueva situación en la que la adoración ha de tener en cuenta la verdad que ha sido anunciada proféticamente respecto al Templo o a Jerusalén, que implica una renovación en y por el [1156] Espíritu. “La salvación viene de los judíos”. Palabras auténticas de Jesús. Están de acuerdo ¿no? Desde luego, como todas las demás. No solamente porque el Mesías, surgiría dentro del pueblo hebreo sino que a pesar de su rechazo, contemplado proféticamente (Isa. 53:1, 2 y ss. cf. Jn. 12:38; Dn. 9:24, 2527), los contenidos e implicaciones, enseñados por Jesús el judío a sus seguidores, judíos y gentiles, que le aceptan como Mesías, no rompen sino que efectúan una continuidad en el plan de la salvación de Dios revelado en el llamado Antiguo Testamento. Y todo esto independientemente de que esa continuidad exigía la aceptación de todo lo que involucraba la presencia del Mesías (cf. Jn. 4:23, 24). La mujer, sigamos el hilo, le había pedido esa “agua” que lleva a vida eterna (Jn. 4:15). Jesús le va a presentar la señal que de aceptarse podrá reconocer a esa agua (Jn. 4:14). Y para ello le identifica el problema de su existencia basado en un comportamiento histórico personal (Jn. 4:16-18) que únicamente un profeta podía saberlo, y que la mujer le identifica como tal (Jn. 4:19), adjuntando una pregunta respecto a lo que querría entender sobre una verdadera adoración (Jn. 4:20). En la respuesta de Jesús provoca en la mujer samaritana que ha seguido atenta todo lo que ese “profeta” le está comunicando: “Dícele la mujer: Sé que el Mesías viene, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas” (Jn. 4:25). Esta mujer, independientemente de las limitaciones que suponía su Pentateuco, manifestó la necesidad de cambio para una existencia que el profeta le señala como desequilibrada emocionalmente: El continuo cambio de pareja traduce sufrimientos y conflictos. Y ahora las palabras de Jesús le recuerdan lo que ella ha entendido del Mesías que habría de venir a fin de explicar las cosas por las que ha manifestado interés: “Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas” ​Jesús le dice: “Yo soy, el que habla contigo”. Una vez más, la solución de la problemática humana pasa por la aceptación de la señal, que de asentirse llevará a una reflexión, o a una investigación. La señal supone una revelación por parte de Jesús tanto en las palabras como en la acción. La iniciativa de hablar con una mujer, pidiéndole un favor, considerándola útil, crea en ella la atención necesaria ante la novedad para el contexto social en que se desenvuelve. Las palabras emitidas por Jesús tienen en cuenta su conciencia y misión mesiánica que señalarán la necesidad de cualquier ser humano a recuperar sus raíces y a descubrir

su designio, a meditar sobre su propia problemática que le crea ciertos conflictos, marcándole un camino nuevo a fin de aprender cómo llevar la existencia y lograr la seguridad de una continuidad de vida eterna, mediante el conocimiento de Dios propiciado por el Mesías (Jn. 4:21-24 cf. Jn. 17:3). “Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dice a los hombres:Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo?​​” (Jn. 4:28, 29). La identificación de esa condición y situación de la mujer es conocida por sus conciudadanos, y la señal en lo que se refiere a la identificación de su problemática desequilibradora, que le afecta a la emocionalidad con los resultados tan desastrosos para su vida en pareja les alcanza a ellos también. Por eso su testimonio fue convincente: “Y muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer, que daba testimonio diciendo: Me dijo todo lo que he hecho.Entonces vinieron los samaritanos a él y le rogaron que se quedase con ellos; y se quedó allí dos días.Y creyeron muchos más por la palabra de él,y decían a la mujer: Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo” (Jn. 4:3942). Una vez más Jesús se identifica como Mesías, pero es imprescindible que la persona esté dispuesta a interesarse en comprobar la señal. Los dirigentes tenían que reflexionar sobre lo que señalaba el sistema de sacrificios. “Algún día”, “alguna vez” lo que aquel señalaba se tendría que cumplir. Jesús les había invitado a reflexionar sobre el Templo, a dirigir su atención hacia los valores que éste propugna, a fin de encontrar al Mesías que habría de traer el mensaje de Dios, con lo que su vida, en cumplimiento con esa misión, se le quitaría, y él no se opondría, “entregándola y volviéndola a tomar”(cf. Jn. 10:17, 18). A Nicodemo le propone a un nacer de arriba, a dónde está el Hijo del Hombre, y descubrir al Mesías que se nos anticipa en la apocalíptica. Y a la mujer samaritana tras un recorrido revelador le lleva a la necesidad de conocer la verdadera adoración que resulta de una acción de continuidad en cuanto a lo que hubiera podido significar el Templo de Jerusalén. Y descubre al Mesías. Sus conciudadanos, después de conocer la señal por el testimonio de la mujer que Jesús ha cumplido, escuchan a Jesús durante dos días, y se persuaden de que Jesús [1157] era el Cristo, el Mesías “el salvador del mundo” (Jn. 4:41, 42). · La conciencia mesiánica de Jesús en la selectividad de la segunda pascua (Jn. 5:1-47) El capítulo 5 nos trae, una vez más, la conciencia mesiánica de Jesús proyectada, como motivo de [1158] la señal curativa mesiánica, en un enfermo discapacitado. Esto envuelve una disputa con los principales de los sacerdotes en relación al modo que ellos consideran que se ha de guardar el sábado. [1159] Por “esta causa”, nos dice Juan, los judíos perseguían a Jesús y procuraban matarle (Jn. 5:16). Evidentemente Juan tiene en cuenta, en este comentario que introduce, no solamente este caso sino otros que los llamados sinópticos también reflejan, y que Juan con relación a Mateo conocía, por ser el otro escriba de Jesús (cf. Jn. 20:30). A esta causa, según refleja Juan en su comentario, se añadía el “que Jesús dijera que Dios era su [1160] propio Padre, haciéndose igual a Dios” (Jn. 5:18). En realidad Jesús nunca fue contra el Sábado. Todo lo contrario él era el Señor del Sábado (Mt.

12:8 cf. Mc. 2:27, 28), y por el derášpéšer convierte al Sábado como teniendo un origen celestial. Simplemente no estaba de acuerdo con la interpretación que hacían sobre el Sábado, en cuanto a lo que era o no lícito. Él como Señor del Sábado (Mt. 12:2-8 cf. Mc. 2:23-28) decidía lo que correspondía o no hacer en Sábado. Y desde luego hacer obras redentoras como mi Padre hace en el Sábado, no es transgresión del Sábado (Jn. 5:17). Todo lo contrario es encontrar en el Sábado el camino de la salud y salvación. Por otra parte el que diga que mi Padre trabaja y yo trabajo (5:17) es debido a que todo lo que hace el Padre también lo hace el Hijo igualmente (5:19 úp.), “para que todos honren al Hijo como honran al Padre”. Todo el párrafo desde el verso 19 que confluye en el 23 es un derášpéšer al Salmo 2:1-12, donde se habla de Yahvé y de su “ungido” (Sal. 2:2), su Hijo (Sal. 2:7), al que hay que honrarle (Sal. 2:12). Por lo tanto no había razones para rechazar a Jesús, se está identificado con el Hijo, con el ungido, el Mesías. Todo el problema reside en querer investigar, una vez más, el modo en que Jesús se ve obligado a presentarse, a fin de que lo reconozcan como Mesías. Reconocerlo como Mesías significaba cambios relativos a lo que implicase la llegada del Mesías. Esto no lo quieren comprobar. Lógicamente curar en Sábado, o pedirle a una persona sanada que llevara su lecho en Sábado, no era transgresión del Sábado. Pero si ambas cosas se utilizan a fin de identificar al Mesías, entonces aparece el rechazo ¿Por qué? Primero, se había atacado, según lo experimentan ellos, la gestión del Templo, ahora una manera de pensar y de hacer sobre el Sábado. Y por otra parte un lenguaje que se asimila con un origen divino. Es decir, todavía lo del Sábado podría tolerarse si no se pretendiera, como lo hace Jesús, hacerlo con la autoridad de Dios, al que llama su Padre. Pero Jesús, si quiere mostrar la misión Mesiánica encomendada por Dios ha de presentarse de acuerdo a lo que afirma la Escritura sobre la persona y obra del Mesías. La corroboración que sigue por parte de Jesús, es una exposición testimonial, de todo lo que es el Hijo respecto del Padre: 1) El testimonio de las obras En principio habla de mayores obras que va hacer y que evidenciará la relación entre el Padre y el Hijo (Jn. 5:19, 20). Habrá que estar atento y comprobarlo. 2) ¿Qué significa lo anterior? Lo que demuestra la declaración anterior es que el Hijo a los que quiere da vida al igual que hace el Padre ¿Y cómo es esto? Si es cierto que Jesús es el Hijo, al igual que el Padre tiene vida en sí [1161] mismo, el Hijo también la posee (Jn. 5:26) ¿Y cómo se ha de manifestar? Escuchando su palabra: los que la oigan experimentarán vitalidad, salud, vida eterna; comprobándose que los que están muertos espiritualmente reviven (Jn. 5:24, 25). Y eso se puede acreditar mediante la experiencia nueva que supone el poner en práctica el contenido de la Palabra. Está experiencia personal y existencial de notar cambios como consecuencia de creer en la palabra de Jesús, o de rechazarla, tendrá repercusiones en los muertos que están en los sepulcros, tanto para vida eterna [1162] permanente como para condenación definitiva (Jn. 5:28, 29). 3) El testimonio del juicio del Hijo del Hombre evidencia de la realidad de esa resurrección

final “también se le dio autoridad de hacer juicio por cuanto es elHijo del Hombre”. [1163] [1164] La autoridad de hacer juicio la basa Jesús en que es el Hijo del Hombre. Se trata de un derášpéšer bien conocido que nos sitúa en el cielo anticipándonos acontecimientos que van a repercutir u ocurrir en la tierra. En el contexto del Juicio donde aparece el Hijo del Hombre en Daniel 7:13, 14, hace referencia al juicio final y al compartir las características del reino con sus [1165] santos al final de los tiempos (cf. Dn. 7:9-14). “No os maravilléis de esto” (Jn. 5:28 pf.) ¿Por qué se tenían que maravillar? Al identificarse con [1166] el Hijo del Hombre, y al acudir a esa referencia nos encontrábamos, tal como ya vimos tanto por los acontecimientos, y actividades a ejercer, que la apocalíptica de Daniel lo identificaba también con el Mesías y con Miguel. Y es, en el levantamiento funcional al final de los tiempos de Miguel o Hijo del Hombre (Dn. 12:1, 2 cf. Dn. 7:13, 14) que se producía la liberación de la muerte del pueblo de Daniel, que coincidiría con la resurrección general de creyentes (cf. Dn. 12:1, 2). Y ahora en Juan 5:27, nos introduce el derášpéšer sobre el juicio y el Hijo del Hombre de Daniel 7 y lo conecta con el hecho “de que no se deben de maravillar” y con la resurrección al final de los tiempos (Jn. 5:28, 29) que coincide con la que se aporta en Daniel 12:1, 2, y que se imputa al Hijo del Hombre o Miguel. 4) Se impone “el hacer deráš” (investigar) Y una vez que comprobaran este “maravillarse” yendo al Hijo del Hombre de Daniel 7, también encontrarían el testimonio del Padre respecto a Jesús; y comprenderían, que de acuerdo a lo que oye de su Padre, hace la voluntad del Padre, y por lo tanto reconocerían que el Padre le ha enviado, por las mismas obras que hace (Jn. 5:30-37). 5) La ausencia de la Palabra obliga a escudriñar las Escrituras (Jn. 5:38-45) Si escudriñareis las Escrituras encontraríais el testimonio que ellas dan de mi, y entonces [1167] encontrarías que el mismo Moisés escribió de mí (Jn. 5:45, 46 cf. Jn. 1:45). Jesús utiliza un deráš antológico, al citar a Moisés como habiendo escrito sobre él. En efecto, todo lo relacionado [1168] con la línea de la simiente de la mujer, lo relativo al sistema de sacrificios que le señalaba (Isa. 53:7; Dn. 9:25-27 cf. Lv. 5; 16), junto a las declaraciones proféticas (Gn. 49:10; Núm. 24:17), son evidencias de que Moisés escribió sobre él. 6) ¿Por esto querían matarle? (Jn. 5:16). Sanders, como otros, al no analizar, o al negarse a estudiar estos asuntos, siguiendo la línea que les marca el chip que se han colocado previamente, no pueden entender tampoco que Jesús fuera el Mesías. Niegan sin más que sean dichos de Jesús, a pesar de que eso supone acusar de mentiroso y engañador al evangelista Juan. Y claro, tampoco pueden entender “ que por esa causa los judíos perseguían a Jesús y procuraban matarle”. Esto también se lo habría inventado Juan. Pero la realidad es que la actitud de Jesús socava la autoridad de los principales de los judíos. Y son elementos que se van acumulando. El acto simbólico, pero lleno de significado, llevado a cabo en el Templo, no deja en buen lugar a los que gestionaban los asuntos del Templo. La actividad prolífica

en esos momentos que supone el trabajo misionero de Jesús, repleto de señales que le identifican (Jn. 4:1-3; 2:23; 3:22-24 cf. Mt. 4:17 cf. Lc. 4:14-29, 30) junto al propio testimonio de Juan el Bautista y de los discípulos de éste respecto al cumplimiento de la misión de Jesús (Jn. 3:26-36 cf. Lc.4:31, 32, 43); el conflicto suscitado en una curación en el día del sábado, donde se pone en entredicho lo que esos principales creen sobre el sábado, y la manera con que demuestran los principales de los judíos que tienen programada su mente, puede muy bien configurar una estrategia para matarle, especialmente si lo que además de minar su autoridad, se basa en la autoridad de Dios. Y esto, es muy peligroso si las señales y las palabras que se escuchan de Jesús convencen a los que ven y oyen, y se presentan como viniendo de Dios. Ellos pueden prever muy bien, que siguiendo las cosas así, tal como en realidad sucedió, el pueblo podría aceptar la autoridad de Jesús en lugar de la de ellos (cf. Jn. 11:46-48), asunto que tendría que ocurrir si Jesús fuera el Mesías, tal como dice. 7) En conclusión de este apartado: Juan en cumplimiento de su objetivo de presentar a Jesús, selecciona una nueva señal curativa por la que manifiesta su mesianismo anunciado por los profetas, presenta la reacción de aquellos que no quieren investigar, les presenta deráš con lo que podrían identificarle con el Mesías, pero una vez más rechazan. En el fondo se descubre que la aceptación de la autoridad de Jesús supondría la pérdida de la suya, queriéndose mantener en su propia esfera de poder. Y esto se evidencia cuando las personas que escuchan a Jesús van aceptándole, y si cuajara definitivamente y en demasía podría ser admitida la autoridad de Jesús por el pueblo en detrimento de la autoridad de los principales. Por ello Jesús les molesta en su proyección mesiánica, y quieren encontrar en Jesús algo que les justifique su rechazo, y llegado el momento, si fuera necesario, matarlo. ·

La conciencia mesiánica de Jesús mediante la señal de la comida material y de comer su carne y su sangre (Jn. 6) En el siguiente capítulo se va a presentar una de las más bellas páginas donde se demuestra el mesianismo para el pueblo, para los que se están constituyendo en discípulos, para sus propios seguidores reconocidos ya como discípulos incondicionales, y para tí y para mí. Es increíble que haya pasado tanto tiempo, y no nos hayamos dado cuenta los cristianos de los contenidos esenciales que ahí se refieren. Es imposible, una vez más, achacar estos pasajes a una confección tardía, y a una teología elaborada. Evidentemente es imposible que se le ocurriera a nadie una explicación de esa clase a finales de siglo o comenzado el siguiente ¿Por qué? Primeramente porque se trata de alguien que está escribiendo lo que está pasando en cada momento que transcurre: “Después de esto, Jesús fue al otro lado del mar de Galilea” (Jn. 6:1). Lo que quiere decir que el que escribe, lo hace cuando todavía están “en el lado de acá” del mar de Galilea, en el instante en que se disponen a salir al otro lado del mar de Galilea. Como siempre en Juan la minuta y los detalles son imprescindibles: [1169] 1) Le seguía una gran multitud porque veían las señales que hacía en los enfermos (Jn. 6:2); 2) Entonces (cuando llegaron a ese otro lado del mar), se sentó allí con sus discípulos; 3) Estaba cerca la tercera pascua (6:3); 4) “Alza los ojos” y vio una gran multitud; 5) La conversación con Felipe (6:7), el contacto de Andrés con el muchacho (6:8); 6) “Y esto decía para probarle” (6:6); 7) Entonces, les dijo “haced recostar a la gente” “había mucha hierba en aquel lugar” (6:10). Todo esto, junto a la repartición de los panes y los peces partiendo de 5 panes y 2 peces a fin de cubrir la necesidad de más de 5000 personas, y luego el detalle de la recogida de las sobras, todos los

detalles adicionales de la barca respecto a que no había ido con ellos, pero luego se les añade, y la repercusión en aquellos que le quieren seguir, y de otros que se enteran (6:16-24), todo este inventario y circunstancias, es el de alguien que está presente y tomando notas de todos esos detalles. Eso no se escribe así en el siglo II, se escribe insitu. En segundo lugar, casi nadie le entiende, a excepción de los “12” (Jn. 6:67-69) y a pesar de las señales, sus palabras dichas en la sinagoga de Capernaum (6:59), no son bien acogidas (6:60). Por lo tanto no son palabras que Jesús se base en un judaísmo tradicional. Este mensaje y lenguaje, junto a los otros mensajes de Jesús, no había sido usado por predecesores, sencillamente como había testimoniado Juan el Bautista de él, se trata de un personaje de origen celestial. Y en tercer lugar son palabras de Jesús, como todas las otras que están registradas, porque como veremos las relativas a comer la carne y la sangre del Hijo del Hombre, nadie las ha entendido hasta hoy. Ni entonces ni ahora entendieron las palabras claves que Jesús estaba transfiriendo. Y no es porque tuvieran dificultades sino porque hemos estado ignorando el motivo por el cual Juan había escrito su evangelio, y el cómo se podía cumplir en nosotros su testimonio de que Jesús es el Mesías (Jn. 20:30, 31). La primera señal que relata Juan en este nuevo episodio de Galilea, para manifestar la conciencia mesiánica de Jesús, es, la multiplicación de los panes. Se trata de una señal increíble ¿Por qué ese alarde tan aparentemente fuera de sí, que lleva a muchos en la actualidad a no creer sin más? Aun una interpretación puramente natural se hace increíble. Puesto que suponiendo que algunas personas hubieran venido preparadas con cierta comida, y el ejemplo de Jesús hubiera servido para que los diferentes asistentes provistos hicieran lo propio de repartir con los que no traían comida, podría considerarse igualmente un milagro social. Sin embargo los diferentes detalles nos llevan a admitir un milagro mesiánico con la finalidad de que sirviera como señal a su mesianismo. Pero ¿De qué modo un milagro tan ostentoso, podía crear reconocimiento en la mesianidad? Y más difícil todavía ¿De qué manera a mí ser humano del siglo XXI, contrario a la exhibición tan aparentemente fuera de lugar, puede provocar una reacción positiva? ¿De qué sirve algo así? ¿Qué necesidad tenía Jesús de realizar un milagro de esa naturaleza? En principio digamos que el milagro mesiánico, independientemente de que consiga el objeto por el que fue profetizado para el que viniera como Mesías, no se hace como algo mecánico que exige un guión preconcebido sino teniendo en cuenta el escenario, el destinatario y la propia necesidad que se engendra en el que lo va efectuar, que ha de tener en cuenta incluso todas las gentes de todas las épocas, y que se basa en el estándar que supone cualquier ser humano. Se trata de una multitud que le sigue, y necesita escuchar la palabra de Dios. Se ha hecho tarde en aquella jornada tan extensa (cf. Jn. 6:2 cf. Mt. 14:13-31), y no han comido siquiera (Jn. 6:5-9). Si han experimentado el favor divino mediante el Mesías ¿por qué algo tan imprescindible para todos como es la comida no se va a poder resolver? Las gentes que le siguen y que están asistiendo ¿se les pueden privar de algo tan elemental como es el nutrirse para escuchar mejor? Si Jesús ha tenido compasión por los enfermos (cf. Mt. 14:14) ¿puede ahora inhibirse, en un ambiente de pobreza, o por el contrario manifestará una señal de su mesianidad que sirva para todas las épocas? Evidentemente este milagro se enmarca dentro de las señales para reconocer al Mesías. Las buenas nuevas para los pobres, y el año agradable o jubileo se anuncia en el texto profético (Isa. 61:1, 2).

No tendría sentido una obra espiritual del alcance con que se nos presenta la que el Mesías iba a proyectar si no se tiene en cuenta el servicio a los pobres. A los menos favorecidos. Y lógicamente Jesús con su misión la encuadra esa labor hacia el hambriento, en todo el sentido completo que pudiera significar, dentro del cumplimiento mesiánico, y de lo que se implica de éste en la gestión pública y de testimonio evangélico. El concepto y contexto de pobreza abre todo un abanico para el cumplimiento mesiánico, tanto en lo relativo a lo material (Jn. 6:11-14 cf. Mt. 6:25-34) como a lo espiritual (Mt. 5:1ss). Pero en el caso de lo implicado en la ideología sobre el reino de Dios o mesiánico que Jesús predica, están ambos, lo material y espiritual, íntima e inseparablemente unidos [1170] (Jn. 6:26-29 cf. Mt. 6:33, 34, 25; 19:27-29). Por lo tanto aparece una emergencia relacionada con su predicación mesiánica, y ha de responderla con su objetivo mesiánico de servir de señal (Jn. 6:14). La recogida de las sobras (Jn. 6:12) es otra evidencia del valor de esta señal como mesiánica. Se les está diciendo que el milagro mesiánico no ha de proliferar más que en aquellos contextos, en los que sea necesario. Y en el caso concreto de la alimentación de los cinco mil varones, sin contar mujeres y niños (cf. Mt. 14:21) ha sido una emergencia sobrentendida, y para servir de base al vínculo espiritual que ha de venir después, y al que se hará referencia (Jn. 6:22, 23, 24, 26, 27). Y que por lo tanto recogiendo las sobras, se representa la realidad cotidiana que tendrán que enfrentar cuando las señales mesiánicas especiales desaparezcan. [1171] Ese milagro mesiánico irrepetible como todos los milagros de Jesús tiene un objetivo primario para todas las gentes que crean, o que dediquen tiempo a recibir la enseñanza: de que no va ser una pérdida de tiempo, ni tampoco de la obtención de lo que necesitamos para vivir. Que el escuchar la Palabra requiere esfuerzo y sacrificio, y que es imprescindible para alcanzar la certeza de que el Mesías ha llegado, y de que su mensaje nos liberará de las problemáticas negativas que ya estaremos experimentando por el andar en esta vida, y nos servirá para alcanzar la seguridad de que la muerte no va ser definitiva (cf. Jn. 6:39, 40, 44, 47). Pero en el trayecto y encuentro de esto, podemos tener la seguridad de que nuestras necesidades más básicas y materiales serán colmadas (Jn. 6:11-14 cf. Mt. 6:25-34), y aun podremos recoger las sobras (cf. Jn. 6:12), y las añadiduras (cf. Mt. 6:33). La reacción de querer hacerle rey como consecuencia de que la señal mesiánica ha surtido efecto, y el rechazo de parte de Jesús, evidencia de que no se han entendido los valores mesiánicos con que se acompaña a la señal. Y va ser preciso explicar la señal que cumple con una tarea material y los aspectos espirituales con que está inmersa. De ahí que Jesús se vaya a un monte él solo. La tentación satánica vuelve aquí con inmensa fuerza (cf. Mt. 4:8, 9) “¿No has venido a ganarte a la gente y que te reconozcan como rey?” “¿No predice la mesianidad que eres descendiente de David?” La señal mesiánica del milagro pretende preparar el terreno a la comprensión de su mesianismo, pero es concluyente que no han comprendido lo que implica y significa la misión del Mesías. Si lo hubieran comprendido no hubieran llegado al extremo de querer hacerle rey al estilo humano. Y Jesús se retira, y medita su estrategia a seguir (Jn. 6:15). Este rechazo por parte de Jesús certifica precisamente su mesianismo ¿Por qué? Porque el Mesías verdadero no puede adaptarse ni actuar como un rey político. Se impone una explicación: La aprobación de la gran señal la que hace reconocer y aceptar a Jesús como el Mesías: El “pan de vida” y “comer la carne y la sangre del Hijo del Hombre”

Ø El verdadero pan del cielo En un primer momento, Jesucristo ante la pregunta ¿Cuándo llegaste acá? (6:25), les responde de acuerdo a la inquietud que se le había creado cuando le quieren hacer rey, y se fue él solo (6:14, 15), independientemente de que resulte de la experiencia de la señal de que es el “profeta que ha de venir al mundo”. Si seguir a Jesús conlleva no haber entendido que es el Mesías, prefiere que le abandonen (cf. 6:66, 67). Porque no comprender que él es el Mesías supone la aceptación de forma equivocada. Las personas, si auténticamente tienen interés, y lo que Jesucristo ha realizado en la multiplicación de panes, lo suscita, manifestarían la cualidad de su interés preguntándole quién es, y la naturaleza de lo que es. No sirve un reconocimiento de la evidencia que supone la señal. Porque la señal va unida a un autor con una misión y una ideología, que es preciso conocer. Toda señal de Jesús implica su mesianismo, y su aceptación y comprensión. Es por ello que la respuesta tiene en cuenta la pregunta que se le tendría que haber hecho si la señal se hubiera reconocido como mesiánica, o de no haberla entendido como tal preguntar por el entendimiento. Pero claro, si después de todo, lo que se le pregunta es tan intrascendente como el “cuándo llegaste acá”, se muestra que el interés está centrado en el contenido del verso 26: “me buscasteis porque comisteis del pan y os saciasteis”. Ahora Jesús va introducir “la comida, no la que perece sino la que permanece para vida eterna”. Y esto va a ser el Hijo del Hombre quién la va a dar, porque a éste le señaló Dios, el Padre (Jn. 6:27). Si este versículo no se considera, no se va a comprender el contenido y valor de las palabras de [1172] Jesús identificándole como el Mesías. Si pasa inadvertida una vez más la expresión Hijo del Hombre, no se entenderá la realidad de lo que se pretende decir ahí. Téngase en cuenta que el motivo de este capítulo, y de esta inserción “Hijo del Hombre”, es una vez más, el que investiguemos a fin de comprender de que Jesús es el Mesías. Y en esa investigación descubramos qué repercusiones [1173] tiene para la existencia, y la misión para la que ha venido Jesús. Pero ciertos judíos en lugar de detenerse sobre la señal implicada en la expresión Hijo del Hombre, y en el trabajo para vida eterna que el Hijo del Hombre les daría, y “de que a éste le señaló Dios” (Jn. 6:27), precisamente para eso, le salen por peteneras ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? (6:28). Jesucristo ante la pregunta en plural, les singulariza: “La obra de Dios es que creáis en el que él ha enviado” (6:29). Ante esta respuesta le insisten sobre qué señal él les puede presentar para que tengan que creer en él, y para que no les salga con la multiplicación reciente de panes que había hecho, le añaden lo del maná que durante años había servido de alimento para los israelitas en la travesía del desierto, y utilizan un derášpéšer: “pan del cielo les dio a comer” (Ex. 16:4; Sal. 105:40). Jesús, basándose en ese derášpéšer, lo va utilizar para identificarse con el verdadero “pan del cielo”. Él, que es el Hijo del Hombre (Jn. 6:27) es un personaje celestial, y es el que ha descendido del cielo para llevar a cabo una obra señalada en el Hijo del Hombre Mesías de dar vida a los muertos del mundo (Jn. 6:33; 5:25; 8:21, 24 cf. Dn. 7:13, 14 cf. 9:24). Por ello es el verdadero “pan de vida” (6:35). Y claramente les dice que ha descendido del cielo para hacer la voluntad del Padre que le envió (6:38). Y la voluntad del Padre es que todo aquel que le reconozca y crea en él, tenga vida eterna, y [1174] él le resucitará en el día postrero (6:39, 40).

[1175] Ante la murmuración de los judíos por quedar confundidos de la identidad que se hace Jesús como descendido del cielo (cf. 6:41-43), Jesús les certifica, que únicamente podrán ir a él, si el Padre los llevara. Y la forma de traerles el Padre a él, es que escudriñen en la Escritura lo que los profetas han dicho: “Serán todos enseñados por Dios” (6:44, 45). Cuando se hace una citación en plural se está empleando un deráš antológico. El deseo y la necesidad de que Dios se haga presente descendiendo a la tierra es un clamor de los profetas (Isa. 63:19). Se pide con insistencia e intensidad de que el Eterno pueda estar entre los hombres (Sal. [1176] 144:5). Y esto se traduce en una gran cantidad de textos que nos muestra cómo esa Deidad va a habitar en medio del pueblo y traer salvación (Isa. 35:4; Zac. 2:10) haciéndose presente mediante el Mesías, que da conocimiento, enseñanza de Dios (cf. Isa.42:1, 3, 4 cf. 11:1, 2; Isa. 49:1-6, 7, 8; 50:4, 9, 10; 53:11; 54:13; 61:1, 2 cf. Jer. 23:5, 6; 31:34; 23:5, 6; 33:14-17). Por eso el que ha venido del Padre, de arriba (Jn. 6:46, 41), puede decir: “el que cree en mí, tiene vida eterna” (Jn. 6:47). Y la evidencia de que soy el “pan de vida” es que aquel que me come, que me asimila, que cree permanentemente (Jn. 6:35 cf. Jn. 8:31, 32), experimentará ya ahora vitalidad, salud, seguridad, confianza, esperanza, que provocará el no morir definitivamente (Jn. 6:50, 51 pp.), muy distinto a la experiencia de vuestros padres cuando comieron el maná (cf. 6:49). El maná no tenía poder para transformar a la persona tan solo de paliar el hambre físic. Y esa muerte definitiva que ha de operarse, en el caso de que no se utilice el medio que Dios ha puesto, no fue revertida en una muerte no definitiva, no para siempre, cuando vuestros padres comieron el maná. Mientras que si se va a donde está el Hijo del Hombre, comeremos su carne y beberemos su sangre. Comeremos su obra. Ø El pan es la carne que él dará por la vida del mundo ¿Y en qué consiste ese pan representativo de la persona del Hijo del Hombre? En la carne y la sangre del Hijo del Hombre ¿Y qué es eso? Ahora al desplegarse que debemos de comer el pan que ha descendido del cielo que corresponde a la persona del Mesías Jesús (Jn. 6:32-35 cf. 6:51), y que eso es como si se comiera la carne y bebiera la sangre del Hijo del Hombre celestial (Jn. 6:51 úp. cf. 6:53-56), será como si se fuera a él, y se creyera en él (Jn. 6:35), y de este modo permaneceremos en la manera de pensar y de ser de él (6:56). ¿Y cómo se logra eso? Pues yendo a ese pan del cielo que es el Hijo del Hombre celestial (Jn. 6:51 cf. 6:53, 54 cf. Dn. 7:13, 14; 8:11-13, 14; 9:24-27; 12:1, 2; 2:44, 45 cf. Mt. 21:42-45, 33-41) ¿Y cómo se come? Reconociendo en ese Hijo del Hombre a Jesús como Mesías, como el enviado de Dios (Jn. 6:27-29) y asimilando, comiendo, bebiendo, masticando bien lo que se nos revela de ese Hijo del Hombre ¿Y qué se obtiene? La seguridad de la vida eterna, que en la medida que se experimente ahora, a efectos de lo que significa e implica ese comer y beber la carne y la sangre del Hijo del Hombre, generará la creencia y esperanza en la resurrección del último día (Jn. 6:39, 40, [1177] 47). La carne representa a la persona, y la sangre la vida. Asimilando, aceptando a la persona del Hijo del Hombre celestial, y aceptando el significado de toda su vida: la terrestre con su muerte y resurrección, la celeste con su ascensión sentado a la diestra de Dios (Jn. 3:12-14 cf. Mt. 26:63, 64; Mc. 16:19 cf. Sal. 110 cf. Mt: 22:42-44) con su ministerio continuo sacerdotal, resultará en vida (Jn.

[1178] 6:53); y esa experiencia de vida eterna personal configurará la seguridad de ser resucitado en el día postrero (Jn. 6:53, 54). Esa carne y esa sangre: esa persona y esa vida significantes son verdadera comida y bebida (6:55) satisfaciendo las inquietudes humanas sobre el origen y destino, sobre la existencia instalándose en la permanencia en él y viceversa (6:56). Experimentando una vivencia ya ahora (Jn. 6:57), que al contrario de los que comieron del maná que murieron (Jn. 6:58), resultará en un vivir que realiza un proceso desde ahora hasta la eternidad (6:58 úp.) interrumpido por una muerte no definitiva, no para siempre que se supera mediante la resurrección del último día (Jn. 6:39, 40, 44, 54), configurada en el reconocer al Hijo del Hombre yendo a él, y comiendo su carne y su sangre (Jn. 6:35 cf. 6:62, 63). Vayamos pues, comamos y bebamos, experimentemos la realidad del Hijo del Hombre y comprobemos lo que resulta, y entonces descubriremos que las enseñanzas de Jesús, sus dichos, son reales, pronunciados por él, tal como se expresan en cualquiera de los evangelios, y tendrán sentido y significado de vida eterna. Bien, vayamos: 1) El Hijo del Hombre, ya lo hemos explicado en profundidad en el capítulo [1179] correspondiente, equivale al Hijo del Hombre de Daniel 7 13, 14, ascendiendo desde la tierra, tomando la función de “sentarse a la diestra de Dios”, de acuerdo a como lo introduce Jesús en Mateo 26:63, 64 (cf. Mc. 16:19 cf. Hech. 1:9 cf. Hb. 1:3 úp, 13; Hb. 8:1-6) y que orienta a una cercanía hacia el anciano de Días marcada por tres verbos increscendo funcionales (se acerca, se acerca más, se acerca mucho más). El deráš sobre el Salmo 110, del que se cita por Jesús (cf. Mt. [1180] 22:43, 44), aparece el a|´dönî, el Señor de Davidjunto ´ädönäy sentado a la diestra de Dios ejerciendo el sacerdocio de Melquisedec. En esta posición y labor celestial que en conjunto se nos expone en esos deráš aparece la función sacerdotal Melquisedec, mediante lo que suponen esos tres verbos de cercanía hacia el anciano de días orientados mediante la función sacerdotal de sentarse a la diestra de Dios. 2)Ese Hijo del Hombre, citado por Juan en una posición celestial (Jn. 6:62 cf. Jn. 3:12-14), y que a partir de la muerte, se le podría ver ejerciendo lo implicado en su glorificación (Jn. 12:23, 32), tal como se nos presenta en Daniel 7:13, 14, se le ve de acuerdo, especialmente al tercer verbo “le hicieron acercarse delante de él ” en un contexto de un ministerio de Juicio favorable para el pueblo [1181] de Dios (Dn. 7:9-12 cf. 7:22). 3)Aparece en Daniel 8, en un contexto celestial, el Príncipe del Ejército (Dn. 8:11) o Príncipe de los príncipes (8:25) ejerciendo un ministerio continuo en su Santuario (8:13, 14). Este príncipe del Ejercito o Príncipe de los príncipes se le identifica con el Príncipe o Príncipe de los príncipes Mesías de Daniel 9, presentándose el capítulo 9 como una continuidad, en las ideas y en lo no resuelto todavía, del capítulo 8 (vss. 26, 27 cf. Dn. 9:20-23). Esta obra ministerial de Daniel 8-9 se identifica en paralelo cronológico con la obra del ministerio sacerdotal y de juicio del Hijo del Hombre celestial de Daniel 7. Por lo tanto el Hijo del Hombre de Daniel 7:13, 14 es el Mesías de Daniel 9:24-27. 4) En Daniel 12 se identifican los sistemas de maldad de Daniel 8 y 11 con Daniel 7, con lo que la identidad de los personajes Príncipe del ejército o Príncipe de los príncipes se afianza más (12:6, 7,

8 cf. 12:9,11 cf. 11:36, 31 cf. 8:9, 10-12, 13 cf. 7:8, 20, 21).

[1182]

5) Daniel 2 nos habla de la piedra como siendo el reino de Dios, Jesús se identifica con la Piedra [1183] que es el Reino de Dios y con el Hijo (Dn. 2:44, 45 cf. Mt. 21:33-45). 6) En el evangelio se alude y enseña de toda esta obra: en cuanto a una obra de salvación (Jn.3:12[1184] 17, 18); de perdón de los pecados (Mt. 9:6); de juicio (Jn. 5:27 cf. 12:23, 31, 32-35). 7) La razón de que se nos presente al Hijo del Hombre celestial en la tierra es para que descubramos que esa obra terrestre va a servir de base para el ministerio celeste, y sirva para que identifiquemos al protagonista celeste en su obra terrestre. Se nos había anticipado la obra celeste para que ahora al verlo descendido en la tierra supiéramos que se trataba del personaje celestial anunciado, y que la obra terrestre servía de base a la celeste, e identificaba a la obra y personaje celeste con el que se llevaba a cabo esa obra terrestre, que terminaría ascendiendo y realizando aquello que se anunciaba proféticamente en una posición celeste. De ahí que Jesucristo se identifique con el Hijo del Hombre señalado por Dios Padre para dar la comida espiritual que a vida eterna permanece (Jn. 6:27 cf. 6:33, 35). Una vez más el descenso del cielo (Jn. 6:33, 41, 42) es imprescindible para que entendamos esa obra terrestre y celeste del señalado por el Padre. Si Jesús es el pan del cielo, es imprescindible comer ese pan del cielo, es decir, ir a él, y creer en él, acercarse a donde ese pan está (Jn. 6:35 cf. Dn. 7:13, 14; 8:11, 14; 9:24, 25-27 pp.), y comerlo y beberlo; es decir: absorber lo que implica y significa ese Hijo del Hombre celestial (Jn. 6:53), y entonces subiremos al cielo adonde primero estaba (Jn. 6:62), y experimentaremos el poder o espíritu y la vida (Jn. 6:63). En conclusión, comer y beber al Hijo del Hombre implica un análisis de la persona y obra de ese Hijo del Hombre celeste expuesto por Daniel, que es una continuidad de su misión terrestre, y creer en él, pero expuesto anticipadamente sirve para identificarlo con el Mesías, y saber que su obra no termina con su misión terrestre sino que tiene una sucesión en el cielo, tal como la describe esa anticipación en Daniel, Isaías y ciertos salmos. Se proclama el origen celestial del Hijo del Hombre, su descenso a la tierra, y la necesidad de comprender la continuidad en esa obra celestial de ese Hijo del Hombre en su Ministerio continuo, porque eso, eso es verdadera comida y bebida para la existencia personal de cada ser humano. ¿Y qué puede decir todo esto en cuanto a comer la carne y beber la sangre del Hijo del Hombre? Al comer y beber al Hijo del Hombre con todo lo que está implicado en el personaje celestial de Daniel, al asimilar su obra celestial y el tiempo en que se lleva a cabo esa obra terrestre anunciada por anticipación y la celeste, se descubre que ese Hijo del Hombre es el Mesías. Cuando descubrimos esto, y los contenidos implicados en todos sus contextos, relaciones e identificaciones, comprendemos y comprobamos que Dios y el Hijo del Hombre se han solidarizado con la humanidad proveyendo un programa de alimentación espiritual (Jn. 6:51-56), mediante una obra ministerial celeste basada en una obra terrestre anunciada, y que se cumple con Jesús. Si no se emprende una búsqueda en este sentido que nos proporciona Jesús, no entenderemos. Y entonces nos tendrá que decir de nuevo ¿Pues qué si viereis al Hijo del Hombre subir a donde estaba primero? (Jn. 6:62) ¿Y cómo y cuándo se realiza esto? El Hijo del Hombre ha estado siempre en el cielo, puesto que ha estado anunciado anticipadamente (Dn. 7:13, 14 y paralelos) respecto al ser

levantado y glorificado en su muerte, resurrección y ascensión (Jn. 12:23, 32 cf. Jn. 3:12-15, 16), y que como consecuencia de ello subiría arriba, donde estaba anunciado anticipadamente, para realizar la obra continuadora a su vida y muerte terrestre, allí en el cielo. Todas esas palabras son duras cuando chocan con intereses creados o concepciones propias que no se está dispuesto a abandonar (Jn. 6:60) ¿Os ofende esto cuando lo que estoy diciendo, en parte es equivalente a si os dijera que “vais a ver al Hijo del Hombre subir adonde estaba primero”? (6:62) ¿Y qué significa ver al Hijo del Hombre subir a donde estaba primero? Cumplirse lo que se anuncia en esa anticipación. Y cumplirse lo que se anuncia en esa anticipación es cumplirse lo que Daniel 9 e Isaías 53 nos refieren en cuanto a que se le quitaría la vida al Mesías, traería la justicia, expiaría el pecado, haría cesar el sacrificio y la ofrenda y se inauguraría el Santuario (Dn. 9:24, 25-27 cf. Isa. 53) a donde se le ve ministrar al Hijo del Hombre o al Príncipe del Ejército, o Príncipe de los príncipes (Dn. 8:11-13, 14 cf. 7:13, 14, 9-12). ¿Y vosotros? ¿También queréis iros? (Jn. 6:67). Pedro le responde ¿A quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y creemos y conocemos que tú eres el Mesías, el Hijo del dios viviente (Jn. 6:68, 69). En conclusión de este apartado. La conciencia mesiánica de Jesús se sigue manifestando en su identidad con el Hijo del Hombre. El círculo apostólico ya lo tiene claro, algunos otros también. Él lo está manifestando claramente. Y Juan, de acuerdo, a lo que Jesús trasmite y le inspira directamente, lo está exponiendo fielmente para que nosotros podamos creer también, si hacemos de la palabra algo permanente para nosotros (cf. Jn. 8:31, 32). Si se absorbe la carne y la sangre, lo que implica la persona y misión de Jesús completada y complementada por el significado e implicación del Hijo del Hombre celestial, lo fijaremos de tal modo en nuestra mente que se configurará una vocación celeste de tales proporciones que lo terrestre dejará de tener valor en toda referencia que no nos lleve a lo celeste, experimentando seguridad, plena confianza, esperanza, el reposo eterno de Dios en todo lo celestial (Mt. 11:28-30 cf. Hb. 4:1-16; 3:1, 7-18). ·

La conciencia mesiánica de Jesús mediante el deráš en la fiesta de los tabernáculos [1185] (Jn. 7) Los detalles y datos siguen multiplicándose en cada uno de los preparativos temáticos que Juan [1186] está llevando; la trama, y el terror se está entretejiendo contra Jesús (Jn. 7:1, 13, 19 cf. 5:16, 18), de lo que dedicaremos un capítulo sobre ello, cuando hablemos de la muerte y de sus causas. [1187] Subió al templo Jesús (a la mitad de la fiesta) y enseñaba (Jn. 7:14). Aunque no se nos dan detalles de esas enseñanzas, la reacción que produce en los que le escuchan de los principales o de los sacerdotes y escribas, es la de no comprender cómo sin haber estudiado (con ellos claro) sabía tanto (Jn. 7:15). Aprovecha Jesús está circunstancia de perplejidad en los que le escuchan, para decirles que si quisieran hacer la voluntad de Dios, se verían obligados a tener que escudriñar las escrituras, y entonces descubrirían que lo que expresa corresponde a la doctrina de Dios y no como algo de su propia cuenta (Jn. 7:17). Ya que al no ser algo de su propia cuenta es porque busca la gloria del que le envió (7:18). Y ahora introduce la coletilla ¿Por qué procuráis matarme? (7:19 úp.). Esto parecería a simple vista como un error de método de Jesús. Puesto que al decirlo se busca la animadversión de ellos. Pero si fuera cierto (cf. Jn. 5:16-18), al expresarlo abiertamente podría

ganar a alguien por el mero hecho de saber o conocer la realidad de lo que traman. Y ahora unifica la temática de la anterior vez que había estado en Jerusalén y que Juan había intercalado el que se sabía que procuraban matarle precisamente por la autoridad que se arrogaba al interpretar el sábado y su identidad como “Mesías de Dios” (Jn. 5:8-21 cf. 7:21-24): el haber sanado completamente a una persona en el día del Sábado (7:23). El argumento que les plantea es el de la circuncisión, que la practican en Sábado de acuerdo a la ley de Moisés (7:22, 23). Si esto lo hacéis en Sábado ¿Os enojáis conmigo porque en sábado sané a una persona? Por favor, juzgar con justo juicio (Jn. 7:23, 24). Parece ser que había trascendido entre algunos en Jerusalén el que procuraban matarle. Y aparecen disparidad de opiniones sobre si es o no el Mesías (Jn. 7:25-27). Jesús de nuevo alza la voz en el templo, y afirma que no ha venido por sí mismo sino porque alguien le envió. “Y éste es verdadero, y aunque vosotros no le conozcáis, yo le conozco, procedo de él, y él me envió” (7:28, 29). Las señales que Jesús va a haciendo junto a las palabras en cuanto a su origen divino, y su constante referencia a la Escritura en derášpéšer hace mella en algunos (Jn. 7:31). Pero la mayoría de los principales junto a los fariseos en un intento de controlar este asunto pretenden prenderle (7:32, 30 pp.). Pero no había llegado la hora (Jn. 7:30 úp.). Jesús, sigue con la temática del que le había enviado, añadiendo que él, dentro de poco, se irá al que le había enviado. Ellos no pueden ir allí, porque supone la desaparición de Jesús: “me buscaréis [1188] y no me hallaréis” (Jn. 7:33, 34). Con lo que sume en una incertidumbre a los judíos principales, fruto de la incompetencia que padecen como consecuencia de su rechazo (Jn. 7:35, 36). En el último día de la fiesta de los tabernáculos Jesús “se puso en pie” “y alzó la voz” (Jn. 7:37 pp.). Partiendo del ritual que se efectuaba en el séptimo día de la semana de la fiesta de los tabernáculos, donde los sacerdotes tomando agua del manantial de Siloé circundaban el altar 7 veces, y después subían la pendiente hasta el propio altar vertiendo el agua por un embudo de plata, Jesús pronuncia una serie de palabras recogiéndolas antológicamente de la Escritura haciendo deráš. Tomando como base lo que representaba la actuación de Dios fertilizando la tierra, emplea la Escritura de acuerdo al uso que el propio Dios expresa en sus promesas de dar “agua al sediento”: su [1189] palabra, y su espíritu (Jn. 7 37, 38 cf. Isa. 55:1, 10, 11 cf. Zac. 14:8). Y de la misma forma que es como el “pan del cielo”: el nuevo maná que Dios dispone a partir del Mesías, del Hijo del Hombre, también es como un río de agua viva (Isa. 41:17, 18; 48:21 cf. Sal. 78:16, 20; 105:41). Y todo esto, de la forma anunciada de que el Mesías iba a hacer presente a Dios, tal como ya hemos indicado, trayendo la palabra y el Espíritu. ·

La conciencia mesiánica de Jesús en ocasión de su estancia en Jerusalén inmediatamente posterior al día de los tabernáculos, y en la manifestación de su identidad con el que vio a Abrahán (Jn. 8) Juan ha terminado de narrarnos el episodio correspondiente al día de los Tabernáculos, y como siempre que se escribe estando presente durante los hechos que suceden, acaba diciéndonos que [1190] “cada uno se fue a su casa” (Jn. 7:53). Y simultáneamente nos refiere que Jesús en lugar de irse a su casa se fue al “monte de los olivos”, y que por la mañana volvió al templo (Jn. 8:1, 2 pp.), y de nuevo les dio enseñanza al pueblo (Jn. 8:2 úp.). Y “entonces” “le trajeron a una mujer sorprendida en adulterio”, y la ponen en medio.

Este entonces, no es una muletilla literaria. En la enseñanza de Jesús al pueblo hubo algo que molestó a ciertos dirigentes, y pretenden con esa escena montada enfrentarlo a la ley (8:4-6). No vamos a profundizar en este episodio ahora, lo haremos en su lugar correspondiente, pero lo que escribiera en tierra (8:6), que tenía relación con el dicho “el que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella” les hizo desistir (8:7, 8) y cambiar de actitud respecto al [1191] apedreamiento, por cuanto las palabras de Jesús escritas y audibles acusó a su conciencia (8:9) y pudo Jesús, sin duda, mostrarles en la práctica lo relativo al perdón, que debía de ser el tema central de lo que les enseñaba: Dios comprende las situaciones a las que se induce al pecado, y cuando no se rechaza el perdón que reconoce la necesidad del arrepentimiento, no existe la condenación, por cuanto el perdón verdadero tanto el que lo recibe como el quelo otorga programan “el no querer seguir cometiéndolo” (8:10, 11). Terminado esto, Jesús habló otra vez sobre que era la “luz del mundo” (Jn. 8:12 cf. 3:19-21), tal como se había dicho del Mesías: luz para los pueblos (Isa. 9:2, 1-7; 42:6 y 49:6). Ante la inequívoca citación de la escritura respecto del Mesías que había de venir, los fariseos no tienen más remedio que contrarrestar la influencia de Jesús negando el testimonio que uno hace de sí mismo. Constantemente Jesús ha querido que tanto sus palabras y acciones sean las que den testimonio. No ha permitido siquiera que los discípulos sean los portadores de que él es el Mesías, puesto que se ha de llegar a esa conclusión mediante el análisis. La actitud de Jesús tanto en la enseñanza teórica como práctica, demostrada en esos episodios de enseñanza al pueblo, y en la curación de la mujer pecadora, se testimonia que es portador de la luz. Por lo tanto no es él solamente que dice de sí mismo eso: la obra y la palabra en acción testimonian de su origen (cf. 8:25, 26, 29, 30 cf. 5:36; 10:25, 26). Jesús les responde que si bien da testimonio de sí mismo, su testimonio es verdadero por su origen y destino que muestran sus palabras y acciones (8:14); y que no es él únicamente, y que de acuerdo a la ley con el testimonio de dos es suficiente: en este caso Jesús y el propio Padre (8:18). Ante esto, le preguntan de nuevo abiertamente, pero la pregunta está mal formulada: “¿Dónde está tu Padre?” (8:19 pp.). Se evidencia que no han aceptado, ni han comprendido quién es su Padre, y es imposible que lo supieran si no lo han comprendido conociéndole a él como Mesías. El no solamente ha hecho señales desde el punto de vista de las curaciones que el Mesías iba a hacer, las ha hecho puramente salvíficas, tanto como Hijo del Hombre y como Mesías. Si hubieran ido a donde aparece el Hijo del Hombre que Jesús se arroga, le hubieran identificado y le hubiesen conocido (8:19). A continuación se nos expone la circunstancia en que son dichas estas palabras, y el hecho de que [1192] no ha sido prendido todavía porque no había llegado su hora. Dentro de esa estancia en Jerusalén que se ha iniciado en la fiesta de los tabernáculos Jesús vuelve a hablar otra vez (Jn. 8:21 cf. 7:2; 8:1, 2, 12, 20).En esta ocasión, a partir de la prolongación del diálogo con los judíos que habían creído en él, nos llevará al momento (8:30, 31) en que se identifica con alguien que ha visto a Abrahán (8:21-55, 56-59). Cualquiera que ha seguido nuestro estudio, y analiza lo que se nos describe en esos pasajes existe claridad por parte de Jesús en expresarles quién es. El problema reside en que tanto entonces como hoy es preciso investigar en lo que él nos dice para que podamos llegar a la conclusión que él nos propone sobre su origen. Si no aceptamos plenamente la palabra profética, y lo que se nos revela respecto a si Jesús es el Mesías (cf. Jn. 20:31), es imposible que descubramos la realidad de Jesús, y

mucho menos sobre los dichos de Jesús. A continuación 2 ideas escalonadas y repetidas que nos identifican a Jesús como el Mesías enviado por Dios para traer salvación, y para lo cual morirá, y la contrapartida de los principales judíos. 1) “Me voy”, “a donde yo voy no podéis venir” (Jn. 8:21) La expresión puede ser confusa. Pero los principales de los judíos la estaban comprendiendo, aun cuando pareciera que no ¿Por qué? En principio la relacionan con “muerte”: “¿Acaso se matará a sí [1193] mismo?” (Jn. 8:22). Jesús sabía que iba a morir. Y que su muerte se había convertido en necesaria (Jn. 10:17, 18). Y por lo tanto nadie se la iba a quitar porque voluntariamente él no iba a oponerse a las reacciones en contra de su vida que su predicación y plan mesiánico provocaba por el [1194] rechazo de sus opositores (Jn. 5:16-18; 6:64; 7:1, 25). 2) Soy de arriba y vosotros de abajo (Jn. 8:23) Pero esto lo liga Jesús con ser de arribano siendo de este mundo de abajo (Jn. 8:23 cf. 3:3, 31, 1214). Y para volver arriba era necesario desaparecer de esta tierra (Jn. 8:21, 22), y subir donde estaba primero (cf. Jn. 6:62). Pero “Tú ¿quién eres?” le preguntan los principales: “Lo que os he dicho desde el principio” (8:25). Y si no llegáis a creer esto: “que yo soy” ese de arriba, el Hijo del Hombre (Jn. 8:28), que ya os lo he dicho en otras ocasiones (Jn. 8:25 cf. Jn. 3:3, 31, 12-14), “moriréis en vuestro pecados”: porque la solución está en la aceptación del Mesías o Hijo del Hombre que ha sido enviado por “el verdadero” a comunicar lo que Él le ha dicho (8:26). Pero no entendieron que les hablaba del Padre (Jn. 8:27). 3) Estas dos ideas se vuelven a repetir en la frase compacta y paralela “Cuando hayáis levantado [1195] al Hijo del Hombre, conoceréis que yo soy” (Jn. 8:28, 29). Ya hemos hablado suficiente sobre el Hijo del Hombre, y no hay duda de ninguna clase respecto a la identidad de Jesús con ese Hijo del Hombre. Y es que la finalidad del evangelio es mostrar que Jesús es el Hijo del Hombre o Mesías. Desde el principio Jesús ha pretendido mostrar su conciencia mesiánica. Les ha dicho que es de arriba, que se trata del Hijo del Hombre celestial, únicamente subiendo arriba siguiendo todo el itinerario del Hijo del Hombre de Daniel 7:13, 14, se puede comprobar y comprender, tal como ya hemos demostrado en otro lugar, lo que Jesús dice de él: “que cuando me hayáis levantado” es decir como la “serpiente de Moisés en el desierto” (Jn. 3:12-16 cf. Mt. 26:63, 64), entonces no tendréis duda que “soy yo”, pero quizá sin remedio. Cuando suba arriba (Mc. 16:19) donde estaba (Jn. 6:62), y seguís el itinerario que se hace de ese Hijo del Hombre, me veréis en un Santuario (Dn. 9:24-26, 27) llevando a cabo un ministerio (Dn. 8:11, 13, 14) en base a la obra terrestre que estáis contemplando ahora aquí abajo (Dn. 9:24, 25, 27 cf. Isa. 53 cf. Evangelios), y que había sido anticipada para el Mesías. ¿Tú quién eres? El Hijo del Hombre Sr. Sanders, Kassemann, Bultmann. Y ¿por qué? Porque el que me envió ha estado siempre conmigo, no me ha dejado solo (8:29): Las acciones que he hecho y las palabras con que han sido acompañadas, testimonian de quién soy, y de que mi Padre ha estado

conmigo; y que yo, al ser un instrumento de su testimonio, he hecho lo que le agrada. De los que habían seguido todas estas palabras, algunos muchos creyeron en él (Jn. 8:30). Es preciso escuchar esas palabras, meterse en el diálogo, y entonces se comienza a creer. Pero la creencia no es suficiente si no se hace permanente el conocimiento de la Palabra (Jn. 8:31). Por eso Jesús, a los judíos que habían creído en él, les dice de que única forma se constituirían en sus discípulos: permaneciendo en su Palabra; y de ese modo se configuraría el conocimiento de la verdad y la experiencia de ser libres (Jn. 8:31, 32). La reacción de algunos de esos que habían creído no se hizo esperar. 4) Aparece una prolongación discursiva motivada por el significado de la permanencia en la palabra de Jesús, y en el conocimiento de la verdad (Jn. 8:31, 32) que llevará al descubrimiento de la seguridad que Jesús tenía de poseer su conciencia mesiánica (Jn. 8:31-59). La respuesta de algunos de esos judíos a la permanencia en la palabra de Jesús para ser libres, es la de considerarse ya libres por ser del linaje de Abrahán. La pregunta ante esto es ¿Cómo dices tú seréis libres? (Jn. 8:33 úp). La respuesta de Jesús no es fácil de entender pero expresa lo que él entiende por libertad: “Todo aquel que hace pecado, y vosotros podéis constatar que lo habéis cometido, se hace esclavo del pecado, y el ser del linaje de Abrahán no os ha librado de esa esclavitud, y como tales no permanecéis en la casa del Padre, pero el que es hijo, ese queda para siempre. La libertad de la que os hablo es la que os puede conceder el Hijo liberándoos del dominio de ese pecado (8:34-36) y haciéndoos hijos”. Esto unido a lo anterior viene a decir “Cuando descubráis lo que implica y significa el Hijo del Hombre allá arriba, entonces seréis verdaderamente libres (Jn. 8:28, 29, 23 cf. Jn. 8:36), y no moriréis en vuestros pecados (cf. Jn. 8:21), porque habréis descubierto al que es de arriba y no es de este mundo, y que yo soy el Hijo del Hombre (cf. 8:24) que libra del pecado” (cf. Dn. 7:13, 14; 8:11, 13, 14; 9:24, 25-27 cf. Isa. 53 cf. Mt. 9:6). “Y ya sé que sois descendientes de Abrahán” (8:37), pero eso no os ha evitado el que me queráis matar ¿Y esto por qué? Porque mi palabra no halla cabida en vosotros. Y al no tener cabida, siendo que hablo como Hijo del Hombre, lo que supone la cercanía con el Padre (Jn. 8:38 pp. cf. Dn. 7:13, [1196] 14 cf. Sal. 110 cf. Isa. 42:1-9; 49:1-9; 50:4-9, 10; 52:13-cp. 53:1-12), lo que supone lo contrario a lo que vosotros aceptáis, “vosotros vais hacer lo que habéis oído acerca de vuestro padre, no de mi Padre” (Jn. 8:38). Le vuelven a responder: “Nuestro padre es Abrahán” (8:39) En la respuesta quieren dejar claro que su padre es Abrahán (8:39pp). Pero si eso fuera así, les dice Jesús, harían las obras de Abrahán que eran las de Dios (8:39 úp.), y no el procurar [1197] matarle a él, que precisamente les ha hablado lo que ha oído de Dios (8:40). Y Jesús les insiste (8:41 pp.) que lo que hacen son “las obras del que tienen como padre”. Porque ese que tienen como padre es el que les ha instigado a tener los pensamientos de querer matarle. Ante esta reiteración de Jesús que señala las verdaderas intenciones de estos opositores a su mesianidad, pierden los estribos señalando el nacimiento de Jesús como siendo fruto de la fornicación (Jn. 8:41sp.), y que tienen como padre a Dios (8:41 úp.). La manera con que Jesús enfrenta esta acusación de ser hijo de fornicación, no es deteniéndose a

discutir lo contrario, sino mostrando a lo que resulta tener a Dios como Padre. Tener a Dios como Padre no puede engendrar el querer matar a alguien porque sus palabras y acciones pretendan ser originadas en Dios. Lo que debería producir sería amar a esa persona que demuestra sus palabras y acciones como venidas de Dios. Lo cual lo identificaría como salido de Dios (Jn. 8:42). Y “¿Por qué no entendéis mi lenguaje?” Porque no podéis escuchar mi palabra (Jn. 8:43). Hay algo en el lenguaje y palabras de Jesús que se hacen incompatibles con los propósitos de los dirigentes del pueblo. [1198] Termina diciendo Jesús, respecto a este párrafo: si por un lado mis palabras se prueban que son de Dios, no me habéis podido mostrar en ningún momento de que mis palabras no sean de acuerdo a la verdad, ni tampoco podéis impugnarme pecado, y seguís no creyéndome, únicamente queda, que el mentor de vuestro rechazo y comportamiento para conmigo sea el diablo, porque él ha sido desde el principio homicida y mentiroso (Jn. 8:44-46). Porque el que es de Dios no tiene inconveniente en escuchar las palabras de Dios, y vosotros con vuestra conducta contraria manifestáis no ser de Dios (8:47). En la reacción insultan por insultar: eres samaritano, y tienes demonio (Jn. 8:48). Se trata de una salida frustrada al no poder argumentar en contra de las palabras de Jesús. Jesús niega tener demonio, y afirma su filiación con el Padre eterno (8:49) a la vez de que deja claro de que no busca su gloria, es Dios quien la está buscando mediante el cumplimiento que él está haciendo, y el que juzga todo esto (8:50). Además, les dice que el guardar su palabra previene la muerte para siempre, la definitiva. En efecto si aceptasen la palabra en cuanto a quién es, y a lo que identifica su [1199] misión y contenidos, alcanzarían la seguridad de no morir. Jesús ya había hablado, en profundidad, de todo esto en el capítulo 5 y 6. Evidentemente no han querido entender. Si Jesús les está hablando de que quieren matarle, y si la muerte no fuera real, no tendría sentido el advertirles de ello, puesto que aunque le pretendieran matar no lo lograrían. Pero Jesús les está hablando de la muerte en que desaparece la vida. El experimentar el horror de perder la comunicación con su Padre. Por otra parte ha de finalizar la obra que su Padre le ha encomendado, y tiene que evitar que lo maten antes. Desde el principio la sombra de la muerte, le ha estado persiguiendo pretendiendo desmotivarle. Por lo tanto, el significado “de que el que escuche su palabra no verá muerte” tiene que entenderse a la luz del poder de la resurrección, y de una muerte reversible (cf. Jn. 10:17, 18 cf. Jn. 5:24, 25, 28, 29). Su conciencia mesiánica le asegura esto. Ciertos principales judíos reaccionan creyendo exclusivamente en la muerte irreversible, echándole en cara a Jesús de que Abrahán y los profetas murieron, y preguntándole ¿Acaso eres mayor que nuestro padre Abrahán? ¿Quién te haces a ti mismo? (Jn. 8:52, 53). En lugar de preguntarle sobre lo que no han entendido o sobre lo que no creen, desvían su atención del foco. ¿Qué quién me creo que soy? No he pretendido glorificarme con esto, mi Padre es el que me glorifica (Jn. 8:54). La glorificación, la entiende Jesús como que el Padre acepta cumplida su misión pasando por la muerte y resurrección (Jn. 7:39; 8:54 cf. 11:4 cf. 12:23 cf. 1232-34 cf. 10:17, 18). Y esta misión mesiánica empezó mucho antes de que yo viniera a esta tierra: Abrahán se gozó en que había de ver mi día (Jn. 8:56). La creencia en todas las promesas que Dios hace a Abrahán configura en la mente de éste el gozo de ver el día de su cumplimiento. Abrahán fue consciente de formar parte importante de la línea de la simiente de la mujer, de la que saldría la simiente

salvadora.

[1200]

Y se gozó de contemplar esto por fe.

La pregunta sobre los años es una perogrullada (Jn. 8:57). Una vez más no les interesa entrar en la cuestión. Jesús no había dicho que hubiera visto a Abrahán sino que se gozó él (Abrahán) en ver su día (el de la llegada de la simiente). La respuesta de Jesús va a tener en cuenta el hilo sostenido hasta ese momento, y el propósito esencial de mostrar su conciencia mesiánica. Si posee conciencia mesiánica en su humanidad, es fruto de la acción del Logos (Jn. 1:1-3, 14), y por lo tanto lo que supone la existencia personal del Logos en ese “encarnar” esa conciencia mesiánica personal en la humanidad de Jesús (cf. Jn. 8:40) tiene que ser anterior a Abrahán. Y ahora, en esa discusión sobre Abrahán, una vez más les dice quién es (cf. Jn. 8:25), teniendo en cuenta todo lo que les ha dicho: “Antes de que Abrahán fuese” “yo [1201] soy”, “yo soy el Hijo del Hombre” (Jn. 8:58 cf. 8:28). Los judíos reaccionan queriendo apedrearle ¿Y por qué quieren apedrearle? Porque entienden que Jesús se ha arrogado el poseer naturaleza divina. Evidentemente si Jesús es el Mesías, tendría que poseer naturaleza divina, pero Jesús se ha diferenciado siempre del Dios Padre, sin que se haya presentado como otro Dios ni disminuidos los atributos divinos que le confiere ser Logos encarnado (Jn. 1:1-3, 14). En el primer encontronazo sobre esta cuestión (cf. Jn. 5:16-18) Jesús deja clara su filiación divina esencial. Los judíos no podían entender, que el ser Hijo de Dios, le iguala a la deidad en el sentido de haber salido de ella, y de poseer los atributos que le confiere ser Hijo (cf. Jn. 5:19-23, 24-26). En este segundo embate Jesús se ha presentado como el Hijo del Hombre, siendo de arriba, en una comunicación constante celestial con su Padre eterno (Jn. 8:25-29), pero no se desliga de ser humano también (Jn. 8:40). En el tercer choque que hemos de estudiar (Jn. 10:24[1202] 32), Jesús intenta clarificar al máximo que esa relación entre él y el Padre (cf. Jn. 10:28-30), al describirla no estaría blasfemando. Por cuanto la revelación cuando se dirige a ciertos seres humanos los denomina “dioses sois” (Jn. 10:34 cf. Sal. 82:6) ¿al que el Padre santificó y envió al mundo, al representante como Hijo del Padre en la tierra, vosotros decís que blasfemo por cuanto considere mi realidad personal en relación a mi Padre como siendo el Hijo de Dios? (cf. Jn. 10:3436). Al proyectar su conciencia mesiánica, se ve obligado a tener que describir la realidad de su origen no creado, naturaleza y relación con el Padre eterno. La filiación divina se puede entender, lo que la desbarata en la razón humana, es la manera de hacer encajar eso en algo que también es realmente humano. Pero nuestra mente que ya ha demostrado poseer limitaciones a la hora de entender la eternidad del Dios personal, y de sus atributos eternos, no puede ignorar ni su existencia ni su trascendencia como persona; del mismo modo: la realidad de la existencia del Mesías Jesús está constatada tanto en la historia anticipada o profecía como en la realidad de la historia de Jesús cumpliendo lo que corresponde a la anticipación, y en cada historia particular de los que hemos puesto a prueba la creencia mediante la permanencia en la Palabra (Jn. 8:31, 32). La realidad es que el Dios personal creador, elPadre eterno, el Diosdx'(a´eHäd(deidad/unidad {Dt. 6:4},no unicidad [1203] [yäHîd] dyxiªy"), puede dar cabida al Hijo eterno como distinto a la persona Padre eterno. Cuando se hace un estudio pormenorizado de Juan, respecto al propósito de su libro, tal como estamos haciendo, comprendemos que todas estas palabras con que Jesús manifiesta su conciencia mesiánica nadie las pudo inventar, tuvieron que ser originales de Jesús. La iglesia no podía saber ni

Juan tampoco. Las tuvo que escuchar de Jesús mismo, tal como se nos narra en su evangelio escrito insitu, y publicado a la muerte de Jesús, de acuerdo al testimonio interno del propio evangelio, con datos y detalles que muestran la única realidad posible. Evidentemente Sanders, como cualquiera de la tercera investigación, no han investigado más que en la periferia, y cuando se internan lo hacen desenfocadamente. Este estudio nos está mostrando no solamente la conciencia mesiánica de Jesús sino además cómo se va generando la trama de querer matar a Jesús: no aceptan la mesianidad ni los cambios que están implicados en ella, especialmente en la manera de interpretar los contenidos divinos presentados en la Escritura, creando un conflicto frontal con los intereses de los dirigentes en el modo de consensuar el gobierno del pueblo con los vínculos obligados a la política orientada por Roma. ·

Jesús se presenta como Mesías ante la pregunta de los principales y como Hijo de Dios (cps. 9-10) A continuación Jesús tras esconderse cuando le quieren apedrear, y pasar por en medio de ellos [1204] vio a un ciego de nacimiento (Jn. 8:59 cf. 9:1). De nuevo una señal mesiánica: la curación de un ciego de nacimiento (Jn. 9:1, 6-8,9-11,13, 1418,19ss., 23, 24ss-34, 35-37,38-41 cf. Isa. 42:1-7), que pone marco introductorio a una nueva intervención de Jesús para mostrar su mesianidad (Jn. 9:40, 41-10:1-21). El problema se plantea especialmente, porque no se puede aducir a una casualidad: se trata de un ciego de nacimiento, y están de testigos sus padres que son interrogados sobre el particular por los fariseos, la propia persona que experimenta la curación, y todos los testigos vecinos que sabían que era ciego de nacimiento. De nuevo aparece la curación en un contexto de Sabbat, por el que los fariseos ponen en entredicho el que eso pueda provenir de Dios (Jn. 9:13-15, 16). El ciego da testimonio, los padres también ante el interrogatorio de los fariseos (cf. 9:17-23. 24-26, 27). En el interrogatorio, y ante la reiteración de los fariseos, el que fuera ciego se le hace la misma pregunta adjuntada a la afirmación de que es pecador Jesús (Jn. 9:24). El ciego primeramente les responde que si es pecador el que le curó no lo sabe, y que lo que sabe es que se le han abierto los ojos (9:25). Vuelven a preguntarle sobre cómo le abrieron los ojos, el que experimentó la curación les responde que ya se les había dicho, y les añade que si se quieren hacer ellos sus discípulos. Ante esto se desmarcan enfrentando a Moisés con Jesús (Jn. 9:28, 29). El que había sido ciego se sorprende de que un pecador haya podido ser escuchado por Dios a fin de devolverle la vista, lo expresa (Jn. 9:30, 31-33), y lo expulsan después de haberle estigmatizado (Jn. 9:34). Jesús habla con él y se presenta como siendo el Hijo de Dios, y arranca una nueva confesión de fe de aquel que había sido curado (9:35-37). De nuevo Jesús va a presentar su filiación respecto a su Padre mediante la figura del pastor. Por medio de un derášpéšer se constituye en la puerta por la que entran las ovejas (Jn. 10:1-7, 9 cf. Sal 118:20) y en el pastor mesiánico (Jn. 10:11-16 cf. Ezq. 34:22, 23, ss) puesto por Dios dada su [1205] filiación con el Padre (10:17, 18), además del uso de todo un derášantológico (Jn. 10:11-16 cf. Isa. 40:11; 44:28; Jer. 3.15; 31:10). La conclusión de este episodio (10:19-21) que acontece como ya dijimos a pié de página dentro de algún momento de los tres años que transcurren entre la celebración de la fiesta de los tabernáculos, y la de la dedicación que empieza en 10:22, y

posteriormente evidentemente a los episodios anteriores que están ubicados también dentro de esos tres meses y que se han originado en Jn. 8:21 (cf. 8:20; 7:2-53; 8:1, 2-20), se acaba con “el volvió haber disensión entre los judíos por estas palabras”: unos lo rechazan despectivamente, otros lo aceptan ante el recuerdo de haber curado al ciego de nacimiento (Jn. 10:19-21). En 10:22 se aborda un tema, en la fiesta de la dedicación, que vuelve a provocar el querer apedrearle (cf. 10:31, 33). Se trata de nuevo de una afirmación de su conciencia mesiánica. Le hacen una pregunta directa “si eres el Mesías dínoslo abiertamente” (Jn. 10:24). Jesús les responde claramente de dos maneras: 1) Afirmando que ya se les había dicho en otras ocasiones que él era el Mesías; 2) Mediante las obras que hace. Por cuanto esas obras únicamente las podría hacer alguien que tiene a Dios como su Padre mismo (Jn. 10:25-28). Después de haber dicho que el Padre es mayor que todos, deja claro no obstante que el Padre y él son uno (Jn. 10:29:30). Una manera de interpretar sería el que el Padre es mayor que todos, incluyéndose él también como Hijo, sin que esto niegue la identidad de naturaleza que se diría en [1206] 10:30: “Yo y el Padre somos uno”. Esta declaración provoca el que le quieran apedrear (10:31). Jesús les interpela que por cuál obra buena que ha mostrado de su Padre (Jn. 10:32) le quieren apedrear de nuevo (10:31 cf. 8:59). Nótese cómo Jesús liga su filiación con su Padre con las obras buenas que hace de parte de su Padre. Es decir que esas obras que hace son las que le confieren tener a Dios como siendo su propio Padre. Negando la paternidad divina respecto de Jesús, se negarían las obras buenas, y si se aceptaran esas obras buenas no se pueden desligar de su procedencia del Dios Padre, y por lo tanto sería todo una evidencia de su conciencia mesiánica, y de su naturaleza celestial como Hijo del Padre eterno. La respuesta no se hace esperar: (Jn. 10:33). Es decir esos judíos principales interpretan que Jesús con sus palabras y gestos, el denominarse Hijo, y a Dios su propio Padre eterno, es como si se hiciera Dios. Jesús les responde, en principio, poniéndoles un ejemplo de cómo en las escrituras hebreas a ciertos hombres se les llama dioses (Jn.10:34, 35 cf. Sal. 82:6). Y no por eso esa escritura (que no puede ser quebrantada) se interpreta como si se igualaran a Dios, ni se considera una blasfemia. Entonces, tampoco es blasfemia el que yo haya dicho que soy Hijo de Dios. Tres cosas cumple la respuesta: 1) Por un lado Jesús se desmarca de que lo que haya dicho sea una blasfemia (cf. Jn. 10:36); 2) Pero entonces está sobrentendiendo que si se hiciera Dios sí que estaría blasfemando. Por lo tanto el planteamiento de Jesús no pretende el igualarse como si fuera el Dios Padre; 3) Pero lo que sí dice que dijo, aun cuando no lo hiciera (Jn. 10:29, 30) con la expresión que ahora utiliza, es, que es el Hijo de Dios (Jn. 10:36). La respuesta de Jesús es clara, pero totalmenteincomprensible como su planteamiento anterior. ¿Y por qué? Porque es prácticamente imposible con el lenguaje humano especificar la condición divina de alguien que es también en condición de humanidad real. Y eso lo entiende también Jesús [1207] (cf. Jn. 10:37, 38). Jesús sabe que no es fácil comprender este asunto. En efecto, al presentarse como siendo Dios su

propio Padre, como saliendo del Padre (Jn. 13:3; 16:28 cf. Jn. 5:17, 18, 19, 20, 21, 23, 25-32, 35, 36 ss. ), como el Hijo del Hombre celestial (Jn. 3:12-15; 6:53, 54, 62) que se identifica con el Mesías (cf. Mt. 16:13-16; 26:63, 64) que habría de tener naturaleza humana y divina (cf. Isa. 9:6, 7 cf. Jn. 7:42) y denominándose como siendo el Hijo de Dios, al que el Padre santificó y envió al mundo, siendo uno con el Padre, independientemente de que sea mayor que todos. Y si bien se diferencia de algún modo del Padre, mostraría por un lado que no se está identificando en una igualdad total como si fuera Dios el Padre (cf. Jn. 17:3), pero al insistir que el Padre está en mí y yo en el Padre (10:38 úp.), se está dando un valor de filiación esencial que esos judíos principales no están dispuestos a aceptar (10:39). Porque hacerlo tendrían que someterse a esa autoridad que viene con la esencia divina como Hijo del Padre eterno. Jesús recurre en última instancia a las obras: “Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, más si las hago, aunque no me creáis a mí (aunque no creáis lo que soy), creed a las obras y llegaréis a conocer que el Padre está en mí, y yo en Él” (Jn. 10:37, 38). Jesús tiene confianza en que las obras de Dios que realiza puedan ser reconocidas como tales. Y si eso ocurriera, no estaría todo totalmente perdido, porque podrían llegar a conocer esa relación que existe entre el Padre y el Hijo, entre el Mesías y Dios, entre el Señor de David y el Señor (cf. Mt. 22:43-45 cf. Sal. 110). De cualquier forma esa filiación divina, ese tener vida en sí mismo (Jn. 5:26), ese recibir la honra como Hijo tal como la que recibe el Padre (Jn. 5:23), ese ser el Logos del Dios Padre eterno, y tener atributos divinos (Jn. 1:1-3), y poseer eternidad y divinidad como Hijo respecto al Padre eterno (cf. 1ª Jn. 1:1-3), no impide, el que el Padre sea lo representativo del único Dios (cf. Jn. 17:3), sea su Dios (Jn. 20:17), y él sea hombre que nos dice la verdad (Jn. 8:40): una humanidad y divinidad unidas, vinculadas (Jn. 1-3, 14 cf. Col. 2:9) que permite, no obstante la diferenciación entre el único [1208] Dios, el Padre, y un único Señor, el Mesías Jesús (Jn. 17:3 cf. 1ª Cor. 8:6). Como consecuencia de estas manifestaciones los principales procuraron prenderle sin conseguirlo [1209] (Jn. 10:39). Y se fue de nuevo “al otro lado del Jordán” (10:40), y muchos creyeron en él allí (10:42). ·

La decisión de la muerte de Jesús por los dirigentes judíos como consecuencia de la manifestación de las obras y señales que acompañan a la conciencia mesiánica de Jesús: La resurrección de Lázaro (Jn. 11 y 12) La muerte de Lázaro se transforma en la señal decisiva para el asesinato de Jesús. Pero Dios lo va a transformar en gloria. Notemos primero como la muerte de Lázaro (Jn. 11:12, 13, 14) se va a convertir en gloria de Dios (11:4), a fin de que el Hijo sea glorificado (11:4). Los testigos son numerosos en cuanto a la muerte de Lázaro (11:17-19), y por lo tanto no se puede interpretar ni escamotear con nada. En el diálogo se descarta que se refiriera a la resurrección del último día (11:23-25) ¿Crees que aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente? La respuesta ahora es una confesión de la creencia de Marta en Jesús como el Hijo de Dios y Mesías (5:27). El lenguaje utilizado por Jesús, es complicado y confuso si no se ha seguido todo lo que Jesús ha indicado tanto en el sermón del pan de vida (Jn. 6) como en el capítulo 5 (cf. 8:51). Si la expresión “no morirá eternamente” aplicada a los que creen y viven en Jesús como Mesías e Hijo del Hombre

celestial (Jn. 6:58) resulta en una resurrección real y literal, entonces parecería que de la misma forma que Lázaro resucita habiendo muerto por haber creído en Jesús, antes de la resurrección del último día, también debería ocurrir eso a los demás creyentes. Sin embargo esa apreciación estaría equivocada. Jesús está diciendo que por cuanto la muerte del creyente no es definitiva sino reversible se va experimentar la resurrección en el último día (Jn. 6:39, 40, 44, 54, 58). Y como una demostración ejemplar de que la muerte de Lázaro no es la definitiva, la que sería para siempre, el Padre va a glorificarle permitiendo que devuelva a la vida a Lázaro que había muerto hacía cuatro [1210] días (11:17), y sirva como señal y testimonio de que es el Mesías. La resurrección se produce de manera grandiosa (11:36-38, 39-42, 43, 44), y muchos de los judíos creyeron en él (11:45), pero algunos otros fueron a los fariseos, y estos con los principales [1211] sacerdotes decidieron matar a Jesús (11:46, 47-52, 53). [1212] En el intervalo de seis días antes de la pascua (12:1 cf. 12:12) la gente continuaba dando testimonio de la resurrección de Lázaro, y en ocasión de la fiesta (12:9, 10 cf. 12:17, 18) al entender que Jesús iba a Jerusalén, tomaron ramas de palmera y salieron al encuentro de Jesús que a su vez había tomado un asnillo, en cumplimiento de Zacarías 9:9, y como gesto de ser Rey (12:12-15). Las reacciones fueron dispares ante este hecho tan significativo: 1) Por un lado la multitud responde con vítores de hosannas y de reconocimiento como viniendo de parte del Señor (cf. Mt. 21:6-9); 2) La de los discípulos, según nos narra Juan, de incomprensión en ese momento, pero de entendimiento [1213] cuando fue glorificado (12:16); y “se acordaron entonces de que las cosas estaban escritas acerca de él, y de que se las habían hecho” 3) Se recuerda el testimonio de la señal de la resurrección de Lázaro (12:17, 18); 4) La de los fariseos: que parecen frustrarse de no haber conseguido paralizar ni a Jesús ni a las gentes aceptando a Jesús (12:19). Ante una serie de personas que quieren hablar con Jesús, lo aprovecha para hablarles a los discípulos del Hijo del Hombre que iba ser glorificado ¿Qué pretendía Jesús con que iba a ser glorificado? (Jn. 12:23). Si nos damos cuenta la glorificación está unida al tema de la muerte de [1214] Jesús (Jn. 12:23 cf. 12:32-34; 13:31; 17:1-4 cf. 21:19; 11:4). El que su vida estuviera triste como consecuencia de la experiencia desconocida de una muerte próxima (Jn. 12:27) le anunciaba la hora de la glorificación (cf. 12:28). La multitud tuvo la oportunidad de recibir el testimonio del Padre respecto a la glorificación de Jesús (12:29, 30). Y esa muerte, aunque trágica e inmerecida glorificaba al Hijo del Hombre por cuanto no la rechazaba por nuestra salvación. La glorificación es descubrir que la misión mesiánica tiene un sentido al ser levantado el Hijo del Hombre de la tierra (Jn. 12:32, 33) descubriéndonos la razón de ser de la venida del Mesías. La gente que estaba escuchando captó el contraste entre lo que implicaba el Mesías que según entendían iba a vivir para siempre, y el hecho de que fuera necesario que el Hijo del Hombre tuviera que ser levantado, y preguntan sobre quién es ese Hijo del Hombre (12:34). Pero en el unir la glorificación al Hijo del Hombre no se implica únicamente a la muerte, y a una muerte normal. Hay algo más, y esto nos lo proporciona el tema del Hijo del Hombre. Primeramente al Hijo del Hombre lo vemos glorificado en una cercanía hacia el anciano de días mediante la gloria de la teofanía nubes (Dn. 7:13). Se trata de un itinerario funcional que ha empezado en la tierra y que llega hasta una escena de juicio (Mt. 26:63, 64 cf. Mc. 16:19 cf. Dn. 7:13, 9-12). O sea que vemos al Hijo del Hombre vivo. Después, siguiendo la secuencia apocalíptica, y en un paralelismo identificativo, vemos a ese Hijo del Hombre como el

Príncipe del ejército o Príncipe de los príncipes, ejerciendo en un ministerio celestial (Dn. 8:11-14, 25, 26 cf. Hb. 1:1-3, 13; 10:12, 13; 8:1-6), y todo eso basado en la muerte del príncipe Mesías mientras estuvo en la tierra (cf. Dn. 9:24, 25-27). Esa muerte es glorificación, porque no muere meramente por cuanto cada nacido ha de morir por fuerza. NO. Le arrebatan la vida, matándole, pero consintiéndolo voluntariamente, por cuanto no hay otra manera de traer la justicia y de acabar con el enemigo de Dios pecado y de su secuela la muerte eterna. Y esto es una glorificación, por cuanto el plan de Dios el Padre, en querernos evitar la muerte para siempre, ha podido realizarse, gracias a que el Hijo no ha dado marcha atrás en cumplir su cometido de presentar las características del gobierno de Dios, a las que se tiene necesidad si se quiere conseguir trastocar el orden de nuestro sino. Y esta obtención de la posibilidad de la vida eterna (Jn. 12:32-34 cf. 3:12-15) es lo que hace que la muerte de Jesús sirva para glorificar al Mesías Jesús. Y esto a pesar de que el Maligno le coloca la zancadilla perversa de la cruz cruel. La cruz, hasta el momento de la presentación de la invención satánica (cf. Jn. 5:16-18; 6:64; 7:1, 25; 11:53, 47-52; 12:32, 33 cf. 8:37, 40, 44) es el compendio de todo lo que significa la ideología motivadora y creadora de la zancadilla perversa que pretende obligarle a Jesús el Mesías a desistir del plan de la salvación del Padre para la humanidad. Pero cuando el Hijo la acepta, no la rechaza, la asume junto con el Padre (Jn. 10:17, 18 cf. 17:5 cf. Ef. 1:3, 4, 20), vacía a lo que ha configurado la cruz de su ideología perversa, y la transforma en signo de salvación, porque ahora la muerte de cruz es el resultado, por un lado de no transigir a los requerimientos satánicos en rechazar ese tipo de muerte (cf. Mt. 16:21, 22-24 cf. 26:36-39), y por otro el haber llevado una vida impecable en la misión mesiánica de traer la ideología del Padre y la salvación a la humanidad. Y este triunfo en pugna con la tentación satánica resulta en glorificación. Porque esa muerte, a pesar de su virulencia, ya que destruye su conexión con la deidad (cf. Mt. 27:46), obliga, dada su injusticia, a que el Padre lo resucite (Jn. 2:19, 20-22; Mt. [1215] 16:21; 17:23; 20:19; 27:63 cf. Hech. 2:32; 3:15; 4:10; 17:3; 26:8; Ef. 1:20; Hb. 13:20). Y de acuerdo al derášpéšer “Hijo del Hombre” la glorificación que empieza por esa muerte especial que se da en Jesús el Mesías, y que determina la resurrección obligada por parte del Padre se complementa con la entronización con la cercanía al Padre en un ministerio celestial, para acabar con los enemigos de Dios (Mt. 22:42-44 cf. Sal. 110 cf. Hb. 1:1-3, 13; 10:10-12; 8:1-6) de acuerdo a las pautas que marca Daniel 7:13 y todos sus paralelos (Dn. 8:11-14; 9:24, 25-27; 2:44, 45; 12:1, 2 cf. Ap. 1:13ss.), terminándose con la Segunda Venida de ese Hijo del Hombre (Dn. 7:14, 13 cf. Mt. 26:63, 64). El mensaje completo estaba también escrito. La pregunta sobre quién era el Hijo del Hombre (Jn. 12:34), está respondida en la misma expresión derásica, tal como ya hemos explicado. Jesús ha estado mostrando constantemente los valores mesiánicos de su persona y misión, y les insta a la luz invitándoles con esa luz a ir a las Escrituras y ver al Hijo del Hombre (12:35, 36). A pesar de todas las señales, se lamenta y constata el evangelista de que no creían en él (Jn. 12:37, 38) O si llegaban a creer, por temor a ser expulsados de la sinagoga no se decidían en última instancia (12:42, 43). Las últimas palabras de esta nueva presentación de su conciencia mesiánica acaban con un clamor por parte de Jesús (Jn. 12:44), donde muestra su identidad con el Padre, en el sentido de su filiación divina y de sus mismos objetivos y contenidos ideológicos (Jn. 12:44-50). ·

Los últimos discursos de Jesús con sus discípulos, y su conciencia mesiánica (Jn. 13 al 17)

[1216] Antes de la fiesta de la pascua, Jesús en un acto ejemplar donde se proyecta la humildad con que sus discípulos han de conducirse, les lava los pies (Jn. 13:4-17), y esto sabiendo que salió del [1217] Padre, y a Dios iba, y con la seguridad de estar al control (13:3). Independientemente que en todo el libro de Juan, desde el principio se ha estado presentando la muerte que se cernía sobre Jesús motivada por la propia misión que entra en conflicto con los planes del Maligno y con los intereses de los dirigentes judíos, ahora presenta al que le va a entregar, citando la Escritura (Jn. 13:18). Jesús tenía motivos para conmoverse (13:21). Por un lado estaba cumpliendo con la misión que su Padre le había encomendado, trayéndole los problemas inherentes a ello, y por otro era consciente de cómo se entretejía su propia muerte, y ahora ha de soportar la traición de uno de sus discípulos (Jn. 13:21, 22-29, 30), además de la negación de otro (Jn. 13:3638) y de la huida del resto (cf. Mt. 26:56). Desde luego la tentación de dejarse arrastrar por una frustración y el fracaso planea (cf. Mt. 26:36-39). Pero Jesús estaba informado, no únicamente por lo que implicaba su conciencia mesiánica sino por toda la corroboración que recibía en la [1218] Escritura. Y ante todo el panorama, les dice que ellos no pueden ir a donde él va ir, y que deben amarse como Jesús les ha demostrado su amor por ellos y por todos nosotros, y de este modo [1219] se conocerá que son discípulos de él (Jn. 13:35). Jesucristo va enumerar para sus discípulos la relación que mantiene con su Padre de unidad (Jn. 17:21-23, 20) a fin de que ellos logren mantener dicha unidad entre ellos, y de este modo testimoniar [1220] al mundo social no creyente que Dios le había enviado como Mesías. Aun cuando predicando a los principales de los judíos y a las gentes en general Jesús ya había expresado esa relación exclusiva con el Padre, revelando su conciencia mesiánica y el plan de la salvación, ahora especifica algunos detalles de esa relación y del futuro dentro de la intimidad apostólica. Había cosas que no habían entendido y que era necesario explicarles (Jn. 14:5-11). Jesús se les va a revelar como lo que es. Pero no va a ser fácil entenderlo. Ante la afirmación segura que posee Jesús respecto a que saben a dónde va, y el camino (14:4), Tomás le responde en nombre de todos: “si no sabemos dónde vas ¿cómo podemos saber el camino?”. La respuesta de Jesús (14:6), es la de ser fuente de la verdad y de la vida, y por lo tanto él mismo es el camino para todo. De ahí que también lo sea para ir a donde dice que va: al Padre. A prepararles las moradas. Y una vez preparadas para ellos (Jn. 14:2) y para los que han de creer en él por la palabra de ellos (cf. Jn. 17:20), “vendrá otra vez”, y nos tomará para estar donde él está (14:3). Esta venida y esta preparación implica tiempo que ha de transcurrir hasta su segunda venida (Jn. 14:3 cf. Jn. 17:20). Es por ello que está la promesa del Espíritu Santo, la del Consolador, el Espíritu de verdad (Jn. 14:16, 17 cf. 14:26), que ha de ayudar, guiar a la verdad y a permanecer en ella. Pero hay otra venida para los discípulos o apóstoles: aquella que el mundo no verá, pero ellos sí (cf. Jn. 14:18, 19, 28 pp.): la de su resurrección (Jn. 20:19-21, 22, 23 cf. Lc. 24:46, 47 cf. Jn. 16:16, 17), y entonces “conocerán que Jesús está en el Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros” (Jn. 14:20). Felipe le pide que muestre al Padre y les bastaría (Jn. 14:8). La respuesta de Jesús es clara “El que me ha visto a mí ha visto al Padre” (14:9). Jesús ha de recurrir de nuevo a las obras, creed en las obras que habéis visto (Jn. 14:11): “Las obras prueban mi relación filial, exclusiva con el Padre (14:10, 9): de que soy en el Padre y el Padre

en mí (14:11). De la misma forma os ocurrirá a vosotros, en conjunto y en unidad (14:20): podréis hacer las obras (Jn. 14:12); al creer en mí haréis como yo hago y aún mayores porque precisamente [1221] voy al Padre (Jn. 14:12), todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre yo lo haré para que el [1222] Padre sea glorificado en elHijo (Jn. 14:12-13-14) que evidenciarán que estáis en mí y yo en vosotros (14:20), porque voy al Padre (14:12), y os enviaré al Espíritu Santo (Jn. 14:17, 26)”. Y todo esto gracias a que estoy en el Padre y el Padre en mí (cf. 14:10 pp.), y a que vosotros en conjunto y en unidad me amáis reflejándolo en guardar mis mandamientos (14:15, 21, 23, 24). Y entonces conoceréis, y sabréis por qué voy al Padre (Jn. 14:20, 4)”. Se establece una experiencia relacional con los discípulos en conjunto y en unidad con Jesús (Jn. [1223] 14:11 cf. 14:20), y éste con el Padre en su exclusividad, relacional y en lo que significa e implica su conciencia mesiánica, y el haber salido del Padre (cf. Jn. 17:8, 5; 16:28 cf. 13:3). De la misma forma que voy al Padre como Hijo del Hombre salí del Padre como Hijo de Dios (Jn. 3:1215; 6:62, 53, 54 cf. 10:29, 30, 36). Es decir mi origen eterno está en Dios mismo “en el seno del Padre” (cf. Jn. 1:1-3, 14, 18), aunque el Padre sea mayor que yo (cf. 14:28). “Voy al Padre”: “He asumido una muerte (Jn. 14:2úp., 3 cf. 15:13, 17, 19, 20; 16:16, 17 cf. Jn. 8:21; 13:33, 36, 37) para salvación vuestra (Jn. 14:13, 14), y de los que crean por vuestro testimonio (Jn. 17:20) que es para [1224] glorificación” y para que vosotros también viváis esa glorificación (Jn. 17:5 cf. 17: 24). “Os tendríais que gozar que os he dicho que voy al Padre porque el Padre mayor es que yo” (Jn. 14:28). “Porque la cita con el Padre supondrá el momento en que lo que supone ser mayor que [1225] yo, se pueda manifestar ya que se pondrá en marcha todo lo que supone subir allá arriba (Jn. 3:12-15 cf. 6:62 cf. 12:23 cf. Jn. 12:32-34), y empezar la obra celeste como Hijo del Hombre (Jn. 13:31 cf. Mt. 26:63, 64 cf. Hb. 1:1-3, 13; 10:10-12 cf. 8:1-6; 7:21, 22-25, 26, 27 cf. Mt. 22:42-45). Por eso el Espíritu Santo tomará de lo mío y os lo hará saber y os lo aplicará (Jn. 16:15, 14, 7-9, 10-14). Y sabréis indudablemente que “quien me ha visto ha visto al Padre” (Jn. 14:9). La conciencia mesiánica sigue manifestándola a sus discípulos mostrándoles la manera en que deben de estar unidos a él, y permaneciendo en él. Mediante la alegoría de la vid y los pámpanos (Jn. [1226] 15:1, 2) les va a explicar la necesidad de llevar fruto y de estar limpios para más fruto (Jn. 15:2, 3). Jesucristo va a responder a las preguntas en cuanto a qué es llevar fruto, y a cómo llevar fruto. Es permaneciendo en él, y él en nosotros que se lleva fruto (Jn. 15:4, 5), y es por medio de la palabra, cuando se acepta, que estaremos limpios (15:3). Y ¿Por qué y cómo se llega a esta realidad? Al estar unidos a Jesucristo le seguiremos a donde él va ¿Y a dónde va en última instancia? Al Padre como Hijo del Hombre. Esa experiencia de comer y beber al Hijo del Hombre (Jn. 6:53, 54), es la que nos hace permanecer en él, y él en nosotros (cf. 15:5), y produce el fruto de la vocación celeste (Jn. 14:23; 15:3 cf. Jn. 3:12-15 cf. Mt. 26:63, 64), y el de comunicar a otros esa experiencia (cf. 17:20). Y entonces estaremos preparados en pedir al Padre lo que realmente necesitemos, y lo recibiremos (15:7, 16 úp.). La permanencia del fruto es lo que hace que lo que pidamos se nos conceda (Jn. 15:16). Esto será la evidencia de que ha merecido la pena la obra del Padre y del Hijo, y el Padre mismo es glorificado porque se goza en el éxito de la empresa emprendida con el Hijo de comunicar la salvación y su amor, y haberlo logrado, consiguiendo discípulos de Jesús el Mesías

(15:6). El amor que el Padre ha manifestado (Jn. 15:9), lo experimentaremos si en verdad alcanzamos ese fruto de la vocación celeste, guardando la palabra y los mandamientos que Jesucristo nos propone en paralelo a los mandamientos que ha guardado de su Padre (Jn. 15:10-12). Los mandamientos del Padre respecto al Hijo ha sido el de obedecerle a fin de llevar a cabo nuestra salvación. Y para que podamos permanecer en esa salvación los unos con los otros va a ser necesario que nos amemos los unos a los otros en ese amor salvífico (cf. Jn. 15:12 cf. 1ª Jn. 4:7-10) en una entrega permanente de la propia vida, convirtiendo a la muerte cuando llegue en el resultado de una vida ofrendada por los demás, tal como Jesús ha hecho por nosotros (Jn. 15:13) ¿Cómo se va dando la vida hasta morir? [1227] Llevando fruto, dando la Palabra, y haciéndolos subir arriba (cf. Jn. 3:3, 12-15 cf. 17:20). ¿Y qué vamos a pedir? (15:7, 16) Vamos a pedir de acuerdo a la elección y a lo que hace que permanezcamos en él (15:7, 16 pp.): Lo que limpie y dé fruto (Jn. 15:2, 4, 5). Y esto les va ayudar a afrontar el que el mundo les aborrezca (Jn. 15:18, 19). Y el que aquellos a los que se les habló primeramente la palabra, y le rechazaron persiguiéndole, también perseguirán a ellos (Jn. 15:18-20, [1228] 21-24). Les hace hincapié recordándoles lo de la persecución (15:20). De cualquier forma el Espíritu Santo que va a enviarles les dará testimonio de él, y por lo tanto ellos también darán [1229] testimonio (Jn. 15:26, 27 cf. Jn. 20:21-23 cf. Hech. 2:1 ss.). Además, (Jn.15:27). (Jn. 16:1-4). El capítulo 16 se inicia, una vez más, mostrándonos que las palabras que se están vertiendo en estos discursos las está pronunciando Jesús mismo y que el escritor está ahí presente, escuchando y tomando nota de todo para acto seguido dar testimonio de todo lo que se ha escuchado desde el principio (Jn. 15:27 cf. 16:1-4). Es muy interesante e importante estas palabras de Jesús porque únicamente tienen sentido si se han pronunciado por él mismo, en el momento en qué se dice que se dijeron, y la razón por la que se escribieron y promulgaron urgente y rápidamente: había que dar testimonio “porque habían estado con él desde el principio” (Jn. 15:17). De nuevo Jesús retoma el tema de la pregunta ¿A dónde vas? “Porque no sabemos el camino porque tampoco conocemos a dónde vas” (Jn. 14:4, 5). Durante todos estos discursos Jesucristo les ha explicado todo el asunto. Y ahora ya no preguntan. Les recuerda que antes se habían puesto tristes (Jn. 16:5, 6 cf. Jn. 14:27). Esta alusión le sirve a Jesús para ratificar su presencia permanente mediante el Espíritu Santo (Jn. 14:18, 16, 17, 20-25, 26-28, 29 cf. 16:7-13). ¿Por qué conviene que se vaya? Anteriormente ya les había indicado que iba a dejarles para irse al Padre, y si bien esto supone su muerte, también su glorificación (Jn. 14:19, 20 cf. 13:31), y por lo tanto tendrían que regocijarse porque va al Padre (Jn. 14:28). La señal de que habría ido al Padre, es

la venida del Espíritu Santo a fin de aplicar la obra que como Hijo del Hombre ha de proyectar en todos aquellos que le aceptan y permanecen en él (Jn. 16:7-10 cf. 3:12-15 cf. Mt. 22: 42-44 cf. Mt. 26:63, 64 cf. Mc. 16:19). El Mesías de acuerdo a lo que se había anticipado en la profecía iba a desarrollar una obra tan extensa que llenaría toda la tierra (cf. Isa. 42:3-5, 6; 49:6; 53:10-12), y corre en paralelo con una labor celeste después de su resurrección, a fin de acabar con los enemigos de Dios (Sal. 110 cf. Dn. 8:11-14; 9:24 úp. cf. Dn. 7:13, 14; Dn. 12:1, 2; 2:44, 45 cf. Isa.52:13-15; 53:1-12; Dn. 9:24, 25-27, cf. Mt. 21:33-40, 41-44; 22:42-44; 26:63, 64; Jn. 3.12-15; 6:53, 54, 62; 8:28; 12:23, 32; 13:31). Ahora tendrían que regocijarse porque después de su muerte, como consecuencia de la afinidad e identidad con el Padre, todo lo que tiene el Padre es también de él, y por lo tanto el Espíritu Santo que ha de venir tomará de aquello que pertenece al Padre y al Hijo, y nos lo hará saber ¿Y cómo el Espíritu Santo glorificará al Hijo y nos hará saber todo lo que necesitamos saber con relación a la verdad y al futuro? (Jn. 16:13-15, 7-12): Impartiendo lo celeste, lo de arriba: la obra del Espíritu Santo de convencer de pecado, de justicia y de juicio (Jn. 16:8), únicamente se puede hacer en el contexto de la obra celeste del Hijo del Hombre (Jn. 16:15 cf. textos citados en supra). A continuación Jesús les habla de que dejarían de verlo (por la muerte) para volverlo a ver (la resurrección) (16:16, 17). E insiste en la idea pero sin alegorías (16:25): “Salí del Padre, y he [1230] venido al mundo; otra vez dejó el mundo, y voy al Padre (Jn. 16:28). A partir de ahí manifiestan entender a Jesús (16:29, 30). Claramente y en breve les explica lo que va a acontecerles como consecuencia de volver al Padre (Jn. 16:28), en el itinerario de pasar por la muerte y resurrección (Jn. 12:23, 32-34 cf. 2:18-22) serían esparcidos. Pero con las palabras que nos ha hablado “tendremos paz”, aunque con el mundo [1231] tengamos aflicción. Debemos confiar porque él ha vencido el mundo. E l capítulo 17 nos introduce en las últimas palabras de Jesús antes de su arresto. Se ha considerado el contenido del capítulo 17 de Juan como la oración sacerdotal de Jesús (Jn. 17:1 ss.). En ella Jesús muestra su relación con el Padre, es una relación que se remonta a antes de la fundación del mundo (Jn. 17:5 cf. 17:24). Se nos aclara también que todo procede del Padre (17:7). Por lo tanto las palabras que el Hijo ha dicho proceden de Él, y eso les ha dado a conocer que él, el Mesías Jesús, ha salido de Él, del Padre: “Han creído que Tú me enviaste” (17:8, 8úp.). Y ruega por los que el Padre ha dado, ya que son de él: “tuyos son” (17:9). Y por lo tanto se establece una relación en cuanto a que “lo tuyo es mío, y lo mío es tuyo” (17:10). Jesucristo expresa ahora una relación con el Padre (Jn. 17:11, 12) como la que tenía antes de la fundación del mundo (Jn. 17:5, 24 cf. Jn. 17:11-13). En esta concentración espiritual que identifica la obra que ha hecho con la encomendada por el Padre, con el propósito de salvar a lo que representa a la humanidad en sus discípulos (Jn. 17:6, 11, 12), ya no nota que está en el mundo sino “en el ahora de ir al Padre” (17:13) que supone su entronización como Hijo del Hombre a fin de llevar a cabo su obra celestial. ¡Qué distinto a las conjeturas del método histórico crítico! Según éste lo que debería de haber orado Jesús, es: “Llévatelos Padre, no los dejes aquí, tráetelos conmigo” Pero no, aunque no son del mundo como “tampoco yo lo soy” déjalos aquí, y guárdalos del mal (Jn. 17:14-16). Y extiende ese ruego al Padre hacia los que han de creer en él por la palabra de ellos (Jn. 17:20). Los que usan bien el método histórico crítico, los que lo llevan hasta las últimas consecuencias,

como haría Sanders por ejemplo, y a si es como ha de ser, no con medias tintas (que eso es peor), reducen la perspectiva de Jesús, y de su reino a su generación, que habría de ser la última, y no tienen en cuenta que el horizonte de Jesús no acaba entonces sino para todos que habrían de creer por el testimonio de ellos (Jn. 17:20), y su testimonio, desde el primer momento ha consistido en contar por escrito (Jn. 20:30, 31 cf. Jn. 15:26, 27 cf. 20:22, 23 cf. Hech. 2:1-4, 33), desde entonces, no en el año 90, 100 o 120, lo que han visto y oído desde el principio de haber estado con él (Jn. 15:26, 27). Y de este modo los que trasmitan eso con fidelidad “serán uno”, como el Padre y el Hijo “son uno” en la forma de pensar y de ser (17:21 pp. 22). ¿Cómo sabrá el mundo que el Mesías fue enviado? El que sean perfectos en unidad (Jn. 17:23, 21, 22). Y esa perfección en unidad resultará en una unidad tal, que el mundo creerá y conocerá que tú me enviaste, y que los has amado a ellos “como me has amado como Hijo” (Jn. 17:21 úp., 23). La trasmisión fiel, implica una aceptación real y completa de la única fuente y del contenido de esa fuente, si existe un auténtico querer lo que contiene la fuente escrita (cf. Jn. 5:46, 47, 39 cf. 14:26, 27; 17:20). Si es eso lo que se busca por amor a Jesús y al Padre (Jn. 15:9), uno la encontrará y se identificará, gracias al Espíritu Santo prometido que ha inspirado a esa fuente, con todos aquellos que recogen la palabra apostólica (Jn. 17:20) trasmisora del testimonio de las palabras que han oído de Jesús el Mesías, por aquellos que han estado con él desde el principio (Jn. 15:26, 27). Si la persona ha recibido auténticamente el testimonio “de la palabra de ellos” en base a lo que han visto y oído, también serán santificados en la verdad (17:17pp.) porque la palabra de Dios del Padre, es [1232] verdad (17:17 úp.). El versículo 24 permanecerá incomprensible si no se comprenden las cosas celestiales (cf. Jn. 3:12-15). Jesús ha dejado claro que él se va al Padre, y que ellos han de quedar en el mundo aunque no sean del mundo. Jesús se ha introducido en una posición en la que “ya no está en el mundo” (cf. 17:11) porque su pensamiento está con el Padre. Noten la manera de decir “que aquellos que me has dado” “quiero que donde yo estoy” (ahora) “también ellos estén conmigo” ¿Y para qué? “Para que vean mi gloria que me has dado” No cabe duda que hay un proceso de estar donde está él, que ya empieza desde entonces, desde que se están dirigiendo estas palabras. Es yendo a donde está el Hijo del Hombre. Es subiendo arriba con él, que podremos ver la gloria con que el Padre le ha dotado ¿Por qué? Porque lo veremos sentado a la diestra de Dios (Mt. 26:63, 64) acabando con los enemigos de Dios (Sal. 110 cf. Mt. 22:42-44). Si cumplimos en el comer su carne y el beber su sangre (Jn. 6:53, 54), es decir experimentar la obra celeste del Hijo del Hombre (Dn. 7:13, 21, 22; 8:11-14 cf. Dn. 9:24, 25-27 cf. Mt. 9:6 cf. Jn. 5:27 cf. Dn. 12:1, 2) configuraremos, en el presente de escuchar la palabra del Hijo del Hombre, la resurrección (Jn. 5:24, 25) que hará posible la resurrección final (Jn. 5:28, 29). Esa experiencia se notará en nuestra vivencia celestial en la tierra. Y por lo tanto, para ello, será preciso subir ahí arriba, y seguir al Hijo del Hombre en su itinerario celestial, y veremos su gloria (Jn. 17:24). Lo veremos vivo porque esa vivencia y relación con el Hijo del Hombre celestial repercute en nuestra existencia en la tierra (Jn. 3:12-15), protegiéndonos (Jn. 17:17, 20-23, 24-26 cf. Jn. 3:21, 14, 15). Todo lo que se ha dicho es el cumplimiento de cómo el Padre queda glorificado por la obra que el Hijo ha realizado en voluntad con Él, y cómo el Hijo es glorificado por el Padre en aceptación de la obra que ha realizado (Jn. 17:1, 2, 4, 5). En el hombre Jesús desde el nacimiento (Jn. 8:40; cf. Mt. 1:18-20, 21-23) está integrado y asumido lo celestial como Hijo de Dios e Hijo del Hombre (Jn.

17:1, 5 cf. 10:36; 8:28, 29; 6:39, 40-51, 52, 53-55, 56-61, 62-66, 67-69 cf. Mt. 16:13-15, 16, 17), que es antes de la fundación del mundo (Jn. 17:5, 24), desde el principio como Dabar o Lógos (Jn. 1:1-3, 14, 18 cf. Hab. 1:12). Ahora bien, por un lado Jesús se presenta como un ser humano real, pero ¿está prescindiendo o sobrentendiendo lo humano cuando teniendo en cuenta su conciencia mesiánica permanentemente presente, y dice “antes de que Abrahán fuese yo soy” (Jn. 8:58,), o cuando alude a su existencia con el Padre antes de la fundación del mundo (Jn. 17:5, 24), o cuando respondiendo a que es el Cristo o Mesías se identifica con el propio Hijo de Dios (Jn. 10:24, 25-28, 29-31, 32-34, 35-38, 39)? O dicho de otro modo ¿Pierde su conciencia mesiánica, o se sobrentiende de algún modo cuando es hecho preso en el Getsemaní (Jn. 18:1, 2-8, 12 cf. Mt. 26:36, 37-39), y muere realmente entregando su espíritu con el grito desesperado por la sensación del abandono del Padre (Jn. 19:17, 18, 38–40-42 cf. Mt. 27:46, 50)? ¿Qué pasa entonces? Él se ha diferenciado como Jesucristo con el que es el solo Dios verdadero (Jn. 17:3), pero se proclama como siendo el Hijo glorificado del Padre desde antes de la fundación del mundo (Jn. 17:1-4, 5), habiendo salido de Él, y siendo todo lo que se le ha dado como procedente del Padre (Jn. 17:8, 7; 16:28 cf. 5:25, 26), y a sabiendas que iba a morir, a dar su vida (Jn. 7:19, 20 cf. Jn. 8:21, 28, 37, 40 cf. 6:64 cf. 10:17, 18). Es evidente que no hay nada que se ignore. Se considera hombre, y se considera Hijo de Dios como existiendo desde antes de la fundación del mundo, procediendo y saliendo del Padre desde la eternidad (cf. Miq. 5:2 cf. Hab. 1:12). Y además que le quieren matar, y que entregará su vida humana por sus amigos (cf. 10:17, 18 cf. 15:13, 14). Es consciente de su humanidad y perennidad, y por otra parte de su preexistencia como Hijo desde antes de la fundación del mundo (ko,smon). Y por otro lado, la distinción entre el Padre y el Hijo está claramente expuesta: La vida eterna es “conocer a Dios y como único”, y “a Jesucristo a quién has enviado” (Jn. 17:3). Es evidente también que el Jesús que nace humano, existe desde que nació, y su realidad plena como humano es total, y es en esa plenitud humana que Jesús es consciente de su mesianidad real, plena y total como Hijo del Padre que tuvo gloria con Él, antes de la creación del cosmos, y de que esa vida humana iba a entregarla (Jn. 10:17, 18 cf. Mt. 16:21; 17:12, 22, 23) como consecuencia del cumplimiento de su misión como Mesías (Jn. 15: 13, 14; 10:17, 18 cf. Mt. 18:11 cf. Isa. 53; Dn. 9:24, [1233] 25-27). En relación a Juan 17:3 se registra la máxima mención por la que Jesucristo se distingue del Padre considerando a Este como el “único Dios verdadero”. La dificultad de la frase se encuentra fundamentalmente en la ignorancia de todos los pasajes que nos presentan tanto al Padre, como al Hijo y al Espíritu Santo, y en la situación de sumisión voluntaria por parte del Logos, “desde siempre”, y de anonadamiento que se produce en la misteriosa personalidad de Jesucristo: Hijo [1234] propio de Dios-Hombre. Juan había declarado primero la eternidad y el ser como deidad al Logos (Jn. 1:1-3 cf. 1ª de Jn. 1:1,2), luego describe a ese Logos como el Hijo único que estaba en una relación tan íntima que utiliza una figura del lenguaje que nos da a entender en una filiación esencial (Jn. 1:18). De ahí que Jesús diga que ha salido (exëlthon) del Padre (Jn. 8:42; 13:3; 16:28). La salida (de exérjomai) sólo puede interpretarse en relación de donde sale; y es por el significado profundo del término que se aplica Jesús que tardaron tanto los discípulos a comprender que había salido del Padre (Jn. 16:27). Si los discípulos llegan a creer que Jesús ha salido del Padre (Jn. 16:30) y lo confiesan como algo fruto de una experiencia con él y con sus obras, es una

demostración más que en las palabras de Jesús existe una intencionalidad destinada a que los discípulos crean que Jesucristo ha salido del interior de Dios Padre, como arrastrando consigo la Naturaleza de Dios. Cristo es el Único Hijo por cuanto los demás han sido creados, mientras que ESTE es el único que era en el Padre (Jn. 1:1; 1:18). Porque ¿a cuál de los ángeles, llamados también hijos de Dios, ha dicho el Padre jamás lo que se dice de su propio Hijo de su Único? El Padre ama al Hijo (¿y a los demás no los ama?), y por eso le ha dado todo Jn. 3:35. El que cree en el Hijo tiene la vida eterna, pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida (Jn. 3:36). Al decir que “Dios era su propio Padre, se hacía igual a Dios” (Jn. 5:18; Jn. 10:33). Ahora podemos entender mejor la expresión “el sólo Dios verdadero” (Jn. 17:3), como correspondiendo al Padre. El Padre es el sólo Dios verdadero, pero el Hijo, denominándose como tal en relación al Padre como siendo su propio Hijo, se está constituyendo como integrado en la Deidad del Padre. Llamando al Padre su propio Padre se estaba equiparando con la misma naturaleza del Dios Padre (Jn. 5:17, 18). Si bien el Padre es el que recibe con propiedad el poder ser reclamado como “el sólo Dios verdadero”, porque se ha tomado esa decisión de manifestarlo así esa realidad, el Hijo Único del Padre, presentándose como tal, nos invita a descubrir un tipo de personalidadrespecto a la Deidad en la que el Padre para poder ser nombrado Padre, y el Hijo para poder ser invocado como Hijo Único de Dios, es preciso reconocer en el Hijo los mismos atributos que los de su propio Padre. Y esto es un testimonio del propio Juan, que valora, no sólo la impresión que dejan las palabras de Cristo cuando se autodenomina el Hijo o cuando llama a Dios su propio Padre, sino el concepto profundo que esa expresión tenía para el propio Juan. Significado que no se ve contrastado en ningún momento sino complementado: “Antes que Abraham fuese YO SOY”(Jn. 8:58, 59). Aquí Jesucristo, fuerza el verbo ser en indicativo presente que en el lenguaje religioso hebreo con que fue escrito el evangelio de Juan, y en el arameo hablado popularmente provoca que interpreten el tetragrámaton divino, Y H W H. Y si no iban a creer por las propias palabras de Jesucristo de lo que implicaba ser el Hijo de Dios, el Único del Padre (Jn. 10: 29, 30), al menos deberían creer por sus obras que Él estaba en su Padre, y el Padre en EL (Jn. 10:37, 38). ¿Y cuáles eran las obras de Jesús que, viéndolas, pudiéramos creer en El al Único Hijo de Dios? En el capítulo 6 de Juan, a partir del v. 28 se describe esa obra de Cristo. La obra de Cristo está identificada con la obra de Dios, y la obra de Dios es ésta: que se crea en el Único que el Padre ha enviado (6:29). Hay un propósito intencionado por la inspiración desde el principio del evangelio de Juan hasta su final junto con sus epístolas: La de presentar a un protagonista que ocupa el lugar del Padre. Y que si bien el Padre es el Sólo Dios Verdadero, el Hijo Único que lo representa en la tierra, no es un mero profeta, ni un simple ángel, sino que al decir a su propio Padre “el sólo Dios verdadero”, está señalando al “enviado del Padre”, al Hijo como siendo lo que le otorga ser Hijo desde la eternidad del Padre eterno, por lo tanto poseyendo los atributos divinos completos de la deidad plena del Padre, ya que es el Único que puede revelar al Padre tal cual es. Sustituyendo continuamente al Padre en la Obra en la tierra, haciendo sus mismas obras, y manifestándose “como si fuera el Padre”, lo que se anuncia del Padre se proyecta exactamente en la persona del Hijo. De ahí que diciendo del Padre “el sólo Dios verdadero” no se está anulando la plenitud de los atributos divinos en Jesucristo, en el

Hijo, por cuanto el Hijo en su manifestación en lugar del Padre, evidencia poseer naturaleza divina desde que el Padre es Padre eterno. La forma en que se prodiga y revela esto, es tan misteriosa como lo es la propia naturaleza y [1235] eternidad de la Deidad. · La conciencia mesiánica de Jesús en el arresto y muerte (Jn. 18, 19) Brown agota las diferentes interpretaciones que podrían darse al hecho de que a diferencia del [1236] resto de los evangelios, Juan mostraría una vacilación en los que arrestan a Jesús. La caída en tierra, cuando les contesta “Yo soy ” no puede atribuirse a un invento por parte de Juan si no a la sorpresa motivada por el adelantamiento de Jesús hacia sus captores (cf. Jn. 18:4), cuya estrategia de prendimiento se basaba en la señal del beso por parte de Judas (cf. Mt. 26:46-48). Esto tan inesperado les hizo retroceder a unos y a los otros empujados por los primeros a caer, y dar marco, en esa circunstancia, a la repetición por parte de Jesús “¿A quién buscáis?”: “Si me buscáis a mí, dejad ir a estos” (Jn. 18:8). Y a partir de ahí cumplirse lo que ya Jesús había dicho respecto a “que [1237] no se perdiera nadie de los que diste” (cf. Jn. 17:12 cf. 6:39). La conciencia mesiánica va a manifestarse en el cumplimiento de lo que la persona de Jesús Mesías ya había predicho respecto al modo de su muerte (Jn. 18:31, 32 cf. Jn. 12:32, 33 cf. Mt. [1238] 20:18, 19). Y en la reseña de que su “reino no es de este mundo” (Jn. 18:36). Admite que tiene un reino que no es de este mundo, y que encaja con la temática del reino de Dios que lo asimila al nacer de arriba, a la experiencia con el Hijo del Hombre (Jn. 3:3, 7, 5, 12-15 cf. Mt. 4:17, 23; Lc. 17:20, 21, 24, 26-30). Jesucristo es muy claro con Pilatos; si éste se hubiera atrevido a preguntarle que le explicara lo de la verdad, hubiera tenido una oportunidad muy importante para no desaprovecharla. Jesucristo se presenta como siendo la “voz de la verdad” (Jn. 18:37). A continuación viene todo el desencadenante: la tortura de una pasión que acabará con la muerte de cruz inspirada por el homicida (cf. Jn. 8:44). El rechazo por parte de Jesús de plegarse a las exigencias de volverse atrás del plan que continuamente su conciencia mesiánica le va marcando, le lleva a asumir voluntariamente en su misión de mostrarnos el camino de vuelta hacia el Padre esa muerte inmerecida pero que la acepta como necesaria para su misión de salvación (Jn. 10:9; 12:47 cf. cp. 19 de Juan). Como ya dijimos en nota aparte: la muerte de cruz es una culminación de lo que ha supuesto s u conciencia mesiánica. Ésta le marca el itinerario que él no rechaza. La muerte de Jesús se inscribe como lo hemos visto ya en algunas alusiones que hemos hecho, y por lo que veremos en un capítulo aparte, en algo necesario al plan que Dios tenía para el Mesías. Es el valor que resulta de asumir todo el plan de Dios al comunicarnos la manera de librarnos definitivamente de nuestra muerte (cf. Isa. 53; Dn. 9:24, 25-27), traduciéndose en su muerte de cruz (Jn. 10:17, 18 cf. 8:36, 37, 40; 11:46-53; 12:32-34 cf. 3:12-15 cf. 2:19-21, 22). La muerte es fruto de una ruptura en la relación con el Creador de la que se nos libera por parte del Mesías (Jn. 8:34-36 cf. 8:21-24). El relato de la pasión con su muerte es el aviso concluyente de que su conciencia mesiánica ha estado funcionando permanentemente. La muerte de Jesús planea continuamente cada vez que su conciencia mesiánica hace mella como consecuencia de lo que la señala como tal.

Circunscribiéndonos por ahora a Juan, y teniendo en cuenta alusiones que ya hemos hecho, podemos comprobar que desde el primer instante su conciencia mesiánica que le lleva a testimoniar del Padre y de su misión como el Mesías prometido, le obliga inseparablemente a expresar que su obra mesiánica lleva implícita su muerte en el cometido de su misión como Mesías. Al comienzo de su ministerio, ante la demanda de señal, habla de la destrucción de su cuerpo, y que en tres días será levantado (Jn. 2:18-22). Ya hemos discutido este asunto en la perspectiva de su conciencia mesiánica. Y ahora sin apartarnos de ello añadimos, aunque profundizaremos en el capítulo correspondiente a su muerte y al por qué, que el rechazo del mensaje como Mesías lleva implícita la muerte de Jesús ¿Y por qué? Porque tanto la obra como el mensaje del Mesías se diferencian con el mensaje y obra de los dirigentes judíos. Los intereses, de acuerdo a la historia y a lo que nos presenta el evangelio entran en conflicto con la obra mesiánica. Y estos primeros pasajes, al comienzo de su ministerio que anuncian su muerte y superación, evidencian el estado y gestión de esos principales judíos, y el choque tan profundo que propicia la pretensión de ser Mesías. En el capítulo 3, junto a Nicodemo, uno de los principales de entre los judíos, Jesús asocia su muerte y la obra celeste como siendo el Hijo del Hombre con la salvación humana (Jn. 3:12-21 cf. 12:32-34, 23). Pero deja bien claro que esa obra mesiánica puede producir tanto la curación o salvación como la perdición o condenación dependiendo de la aceptación o rechazo. Es decir las palabras de Jesús como consecuencia de su conciencia y autoridad mesiánica se constituyen de entrada en un señalamiento de lo que se está gestionando mal en su Pueblo. Su conciencia mesiánica le previene para que tome cuidado respecto a un ministerio en Judea (Jn. 4:1-4), y lleve a cabo una obra en otros lugares antes que pudiera ser apresado (cf. Jn. 2:24). La discusión sobre el Sábado (Jn. 5:16-18 cf. 7:22-24), y el considerar a Dios su propio Padre por lo que los principales judíos lo equiparan como si fuera Dios, provoca el quererlo matar según el testimonio de Juan, basado en informaciones y actitudes claras (cf. Jn. 8:36-40, 58, 59) ¿Y por qué? Está claro que Jesús no se opone al Sábado ¿Entonces? Es la presentación como Hijo del Hombre del Sábado del Padre (Jn. 5:16, 17 cf. Mt. 12:8) frente al Sábado que tradicionalmente habían interpretado de Moisés lo que origina el problema. El identificarse con el Hijo del Hombre en una obra de salvación para el ser humano (Jn. 6), lleva al rechazo definitivo de los principales del Pueblo (cf. 6:42, 52), de la mayoría de los discípulos (6:66), y el resultado se manifiesta en 7:1: “procuraban matarle” (cf. 7:19, 20 cf. 7:44-50). Al presentarse como algo además de ser humano (Jn. 8), como Hijo mismo de Dios (Jn. 10), tal como le dicta su razón de ser, su conciencia mesiánica, hace manifestar el rechazo de la clase dirigente en quererlo hacer desaparecer (Jn. 8:58, 59 cf. 10:31-38, 39). Los principales judíos consideran que son los representantes del pueblo puestos por Dios. Y que si el Mesías surgiera tendría que estar de acuerdo con ellos. Si esto no se efectúa probaría,según ellos, la señal de la falsedad de su mesianismo, y de la necesidad de su muerte ¿Y si el que surge presenta las matizaciones anunciadas para el Mesías: enseñanzas y actitudes, en algunos casos opuestas a las de ellos, y que entroncan en el plan del arrepentimiento y aceptación de esa obra mesiánica querida por Dios, tanto para el colectivo como para cada individuo? ¿Y si la desviación por parte de la clase dirigente fuera de acuerdo a lo que muestra tanto la profecía mesiánica como el contexto del propio evangelio? Creemos que los dirigentes de la época de Jesús no se han dado la oportunidad a estas reflexiones, y que sus interpelaciones a Jesús sobre su posible mesianismo no van dirigidas a averiguar la realidad sino a justificar la programación que les ofrece su propia seguridad de estar

cumpliendo los requisitos divinos. Sin percatarse, el que dentro de esa obra mesiánica estaba la identificación de la problemática Israel en el contexto mundial y de su razón de ser. Pero las señales de Jesús son de tal envergadura (Jn. 11:1-43, 44-46, 47-53, 54-57; 12:1, 10, 11), y su concepción no violenta tan claramente expresada en su idea del Reino de Dios (Jn. 18:10, 36 cf. Mt. 5 al 7), que el [1239] Mesianismo de Jesús no encaja dentro de la tipología de la época. Es esto: el que el perfil mesiánico de Jesús contradiga las expectativas de lapostura y línea mesiánica que los dirigentes se había hecho, que ven en Jesús un posible falsificador de sus posibles objetivos para luego llevar a la “nación a su destrucción frente a Roma” (cf. Jn. 11:48). Esto que podría parecer una especie de explicación justificativa de la actitud equivocada de esos dirigentes representativos de Israel, no es otra cosa que la evidencia de la ignorancia permisiva por parte de esos dirigentes, y fruto de unos intereses de perpetuación en el poder y en la gestión de ese poder que Jesús, ajeno a semejante proceder, les inquieta mediante una proposición donde la honestidad espiritual en el cumplimiento de su deber mesiánico señala la deshonestidad espiritual con amplias resonancias en el mundo político y nacional. Esos dirigentes al desprotegerse en su desviación se incapacitan a fin de vislumbrar la realidad mesiánica en Jesús de Nazaret. La conciencia mesiánica está íntimamente unida a los acontecimientos y palabras de Jesús, de tal modo que va configurando aquello que se hace necesario como consecuencia del rechazo por los [1240] representantes del pueblo de su obra y autoridad mesiánica: la muerte. · La resurrección y las manifestaciones del Jesús resucitado y la conciencia mesiánica No nos vamos a entretener ahora en el tema de la resurrección dedicaremos una parte importante al tema en su capítulo correspondiente. Pero evidentemente la resurrección únicamente puede ser histórica y real si se comprueba por parte de una serie de testigos. Lo importante aquí es cómo la conciencia mesiánica sigue su trayectoria: 1) Mediante la consideración de ser el Hijo del Padre, y [1241] el que ejecuta el que reciban al Espíritu Santo (Jn. 20:17, 21-23). Y el que delante de él se [1242] diga “Señor mío y Dios mío” (Jn. 20:25-29). El motivo por el que se escribe el libro de Juan nos da la autoridad para concluir que el testimonio de Juan ha sido el de presentarnos la conciencia mesiánica de Jesús: Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios. Y creyendo tengamos vida (Jn. 20:31). · En conclusión En el propósito del evangelio de Juan cabe una sola direccionalidad: mostrar que Jesús es el Mesías. Es por ello que se omiten todos los hechos y señales que el evangelio de Mateo nos ofrece. Se trata junto a Mateo del primer evangelio, a sabiendas de que aquel escribe, como él, in situ sobre Jesús. Las temáticas para probar que Jesús es el Mesías son seleccionadas para tal efecto de acuerdo a la realidad de lo que ocurrió (cf. Jn. 20:33, 31), y recurren a los momentos claves en los que puede proporcionar evidencias de esa mesianidad: tanto a los principales en ocasión del Templo, de las pascuas y fiestas, en cuya celebración se concentran una gran cantidad de personas, como en la intimidad respecto a sus discípulos, o de personas que podían ejercer una influencia en sus comunidades respectivas El mensaje sigue siendo el mismo que hace 2000 años, por cuanto es preciso ofrecerlo a todas las [1243] generaciones nuevas que iban a existir desde entonces.

1) Este evangelio se ha escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Mesías Aparentemente podría parecer sin valor está constatación desde dos perspectivas: La una la que supondría que ya ha sido reconocido como tal; la otra la lejanía es tan larga que habría perdido originalidad. Pero obsérvese que el evangelio ha sido dado con la finalidad de que se obtenga la salvación. Y aceptar a Jesús como el Mesíasimplicaaceptarle de verdad, y para ello es preciso descubrir el significado que se nos da en Juan y en Mateo (texto de Mt. 21 o 22 respecto a “dijo el Señor a mi Señor”) sobre el Hijo del Hombre. Aceptarlo como Hijo del Hombre obliga a seguir el itinerario de ese Hijo del Hombre de Daniel con sus identificaciones y acciones. Eso es lo que hizo Pablo al [1244] interpretarlo. 2) Si este evangelio fue escrito para que se crea que Jesús es el Mesías ¿Qué pasa con todas las generaciones que vivieron después de la muerte y resurrección de Jesucristo? Si fue escrito con esa finalidad, y el testimonio interno del libro aparece el autor tomando apuntes de las palabras y los hechos de Jesús en los momentos en que se pronunciaron y realizaron, es una muestra más de que el libro de Juan o de un advenedizo inventado, se escribió y publicó para dar testimonio de que Jesús es el Mesías, a todos los que vivieron desde después de la muerte y resurrección de Jesús, no a partir del año 100 o120. 3) El Mesías es el Hijo de Dios Juan en sus escritos va a ser quien mejor nos explica esa singularidad de Cristo como el Hijo único de Dios. En primer lugar, utilizando una expresión única en toda la Biblia, Cristo es . Cinco pasajes se consagran a esta fórmula. Está claro que la palabra monogenès de gínomai, no de gennáö, no significa ni creado ni [1246] engendrado sino algo único en su clase. Y, ¿en qué se puede decir que Cristo es único, el único Hijo que a los demás hijos no se pueda aplicar? En principio, en que no ha sido creado. Pero esto, en Juan, cobra una realidad y dimensión única en la Biblia ¿Por qué se hace abstracción de todos los demás hijos, y se dice de Cristo el único? Después de que Juan ha establecido la deidad intemporal del Verbo o Logos (cf. Jn. 1:1-3). Se nos dice que de ese Verbo o Logos, vimos su gloria como siendo la del único del Padre, lleno de gracia y de verdad (Jn. 1:14). ¿Único del Padre? ¿Qué querrá esto decirnos? Es el único, además de ser el “que es” (ho ön) en el seno (kólpon) del Padre (Jn. 1:18). Lo que quiere Juan es mostrarnos la identidad del Lógos con el Hijo. Ese Lógos, que es eterno y estaba con Dios desde siempre, y que participaba totalmente de los atributos de la deidad, es el único Hijo que el Padre tiene. Es evidente, que Juan desde el principio, con la inspiración divina, desea enfatizar la diferencia singular entre Jesucristo respecto a cualquier otro hijo de Dios. La declaración: “El Lógos era Dios” (Jn. 1:1) -no un dios- es paralela al significado y sentido

exclusivo de “El único Hijo en su especie” (Jn. 1:14, 18). Si Juan 1:1 se tradujera mal. Es decir por “un dios” en lugar de “Dios” refiriéndose al Lógos, estaríamos contradiciendo a la distinción esencial con cualquier otro ser (sea ángeles o humanos) que se pretende cuando se habla del único [1247] Hijo en su especie. Los 23 pasajes con que Juan inserta la fórmula absoluta “El Hijo”, “El Unico”, o los 50 pasajes con la que emplea de igual modo el enunciado El Padre (mi Padre), en relación con El Hijo, El Único, y 11 textos más con la expresión El Hijo de Dios en una relación íntima con su Padre, es un ejemplo de que la inspiración quiere trasmitirnos algo nuevo respecto a la naturaleza de El Hijo de Dios. Sabemos que todos los hijos de Dios han sido creados pero respecto a Cristo se dice ser Único “que está en el Padre” (ho ön). El Padre ama al Único (¿y a los otros no los ama?) que le ha dado todo (Jn. 3:35). De ahí que todo lo que hace el Padre, lo hace también el Hijo (Jn. 5:19), ya que todo lo que es el del Padre es del Hijo (Jn. 16:15). Gracias a esa comunicación y relación esencial desde la eternidad, el Hijo tiene vida en sí mismo (Jn. 5:26), pudiendo ser la resurrección y la vida (Jn. 11:25), y a quien quiere da vida (Jn. 5:21). Por eso el que cree en el Hijo tiene la vida eterna (Jn. 3:35), pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida (Jn. 3:36). De lo que se desprende que puedan glorificarse y gloriarse el uno en el otro, y el otro en el uno (Jn. 14:13; 17:1). Todavía Juan nos hace entender esa filiación esencial utilizando una figura del lenguaje, cuando [1248] dice que Jesús “ha salido (exëlthon) del Padre” (Jn. 8:42; 13:3; 16:28). Jesús que considera al Padre mayor que todos (Jn. 10:29), se identifica con el Padre como siendo [1249] uno. Los judíos lo interpretan como que se hace Dios (10:33 cf. 5:18). Jesucristo además de diferenciarse con cualquier tipo de “dios”, lo interpreta como habiendo dicho que es el Hijo de Dios por cuanto el Padre lo ha santificado y enviado, y él hace las obras del Padre. Volviendo de nuevo a marcar la distinción entre el Hijo de Dios salido del Padre con cualquiera de los que se pueden llamar como siendo dioses (Jn. 10:34, 35). Jesucristo les pide que reconozcan esa filiación divina con las obras que realiza idénticas a las que el Padre hace, y que de ese modo le crean (10:37, 38), pero ¿qué debían de creer? Aquello que rechazaban cuando Jesús consideraba a Dios como siendo su propio Padre, con lo que “se hacía como igual a Dios” (Jn. 10:36, 31, 39; 5:18). Y, ¿cuáles eran esas obras de Jesús que, viéndolas, se puede llegar a creer en él al Único Hijo de Dios? En el cp. 6 de Juan a partir del v. 28, se nos describe esa obra de Jesús de Nazaret que es imprescindible para obtener vida eterna: que se crea en el Único que el Padre ha enviado (Jn. 6:29). Él es el Pan bajado del cielo que da vida al mundo (6:33). Es el Hijo del Hombre que está arriba como realidad y resultado de lo que ha hecho aquí abajo. Y por lo tanto una vez que está abajo, es preciso que nosotros subamos arriba permanentemente, si aceptamos y vivimos la obra que ha hecho aquí abajo. Se trata de la obra celeste que en base a la terrestre ha de hacer, y que va a ser preciso que la comamos y bebamos (Jn. 6:53, 54, 62). Es preciso que la creencia, para que sea auténtica, esté acompañada de la confesión y el testimonio de que en la persona de Jesús de Nazaret tenemos al Hijo de Dios (cf. 3:36; 3:16 cf. 1ª Jn. 4:15; 5:10).

Jesús que no ha venido a hacer su voluntad sino la de su Padre nos enseña cuál es la voluntad del Padre: “Que todo el que ve al Hijo y cree en El, tenga vida eterna, y le resucite Yo en el último día” (Jn. 6:40). Y la vida que se va a obtener es gracias al sacrificio del Hijo, del Único, puesto que iba a ser necesario que se asimilara y aplicara el ofrecimiento que el Hijo, con su naturaleza humana, iba a dar (Jn. 6:52-56). Cuando tomamos los pasajes de Juan respecto a la predicación sobre Jesús de Nazaret como siendo el Hijo de Dios, cabría preguntarse: Y todo esto ¿para qué? Para testimoniar que Jesús de [1250] Nazaret era el Mesías y que el Mesías era el Hijo de Dios (Jn. 20:31). 4) Jesús como Hijo del Hombre ¿Qué implicaciones tiene para nosotros el que Jesús sea el Mesías, el Hijo de Dios y el Hijo del Hombre? Que nos lleva a todo el itinerario de la obra celestial y terrestre que el Hijo del Hombre e Hijo de Dios o Mesías ha efectuado o está realizando todavía al tener que poner a sus enemigos como [1251] estrado de sus pies. Este es el mensaje central del evangelio en Juan que no siempre ha sido entendido, y que como veremos es el mismo que el de Mateo, y luego el de Lucas y Marcos. Para creer en Jesucristo como Mesías e Hijo de Dios, es preciso asumir y absorber lo implicado en el significado de la obra del Hijo del Hombre (Jn. 3:12-18 cf. Mt. 16: 13-16; Mt. 26:63, 64 cf. 6:53, 54 cf. Dn. 7:13, 14; Dn. 8:11-14; 9:24, 25-27). Y hoy precisamos predicar esto si queremos un reavivamiento y una auténtica reforma. Si queremos que el Hijo del Hombre venga en nuestra generación (Jn. 13:31; 17:1, 2, 24 cf. 6:53, 54; 14:1-3 cf. Mt. 24:27, 30, 44) habrá que identificarse con la obra y palabras del Hijo del Hombre. Y para favorecer la comprensión se nos revela todo lo relativo al Hijo del Hombre que será preciso profundizar urgentemente en esta nueva generación. Y que ya hemos ofrecido una panorámica lo suficientemente importante en nuestra sección introductoria.

La conciencia mesiánica en Mateo, Lucas y Marcos En Mateo Hemos tratado el asunto de la genealogía en Mateo. Se nos informa que su engendramiento es por parte del Espíritu Santo (1:18-20), y que María fue escogida para dar cumplimiento a una profecía que requería el sometimiento de la voluntad para tal efecto. María o/y José, de acuerdo a lo que nos trasmite Mateo, comentan al evangelista, y al propio Jesús, lo que el ángel le indica. Y esto es lo que se nos revela: 1) El Espíritu Santo representa la acción de Dios “el poder del Altísimo” (cf. Lc. 1:35) que resulta con la aquiescencia humana de María, el verdadero agente del engendramiento de Jesús (Mt. 1:20); 2) Su nombre será Jesús porque salvará a su pueblo de sus pecados (Mt. 1:21); y 3) Va a representar la presencia de Dios (“Enmanuel”) como cumplimiento definitivo de la línea de la [1252] simiente de la mujer (Gn. 3:15 cf. Ap. 12:17). Mateo nos documenta sobre otra información que recibe respecto a la llegada de unos personajes de Oriente, que dado su análisis, consideran que se trata de un fenómeno celestial, que [1253] astronómicamente lo denominan “estrella”. ·

La conciencia mesiánica de Jesús de acuerdo a la versión de Mateo basada en el testimonio de Juan el Bautista (Mt. 3:1-12 cf. 3:13-17) Que el evangelio de Juan y Mateo nos presentan dos versiones sobre el Mesías con dos visiones distintas pero complementarias, es una realidad; los puntos complementarios se comprueban precisamente en base a los puntos comunes. Si se compara este capítulo 3 de Mateo con el 1 de Juan (lo mismo observaremos con el resto), nos daremos cuenta que Mateo y Juan se conocen (Jn. 20:30 cf. Mt. 26:60-62). Y no podemos decir quién fue anterior a quién, porque la diferencia, de haberla [1254] sería mínima. Pero llegamos a la conclusión por esos pasajes citados, y otros, que tuvieron la oportunidad de ponerse de acuerdo sobre lo que uno y otro iban o no a tratar o escribir. La conciencia mesiánica se manifiesta en el testimonio de Juan el Bautista que lo considera así por su propia conciencia de haber recibido el llamamiento a preparar el camino del Mesías (Mt. 3:1, 2, 11, 13, 14 cf. Jn. 3:27-36), en el del propio Dios que testimonia sobre la identidad de Jesús como siendo su Hijo amado (Mt. 3:17), y en el del propio Mateo que recoge estos testimonios haciéndolos suyos (cf. Mt. 3:3-17 cf. Jn. 5:30, 31, 32-34, 35-37 cf. 8:13, 14-18). · La conciencia mesiánica de Jesús en su bautismo (Mt. 3:13-17) Se ha escrito mucho sobre el bautismo de Jesús, y se han intentado dar diferentes explicaciones ¿Por qué Jesús si no ha pecado se bautiza? ¿Cómo entienden las personas que son testigos del acontecimiento el que no tenga nada que ver con el bautismo de arrepentimiento que aparentemente practica Juan? ¿Por qué consiente al final Juan el Bautista? ¿Qué razones pudieron haber tanto para Jesús como para Juan el Bautista? Todo en la vida de Jesús es irregular: Su nacimiento al ser el de un personaje celestial que ha de resultar en una condición humana real, puede, llegado el caso, provocar la duda y la acusación de ser fruto de fornicación (cf. Jn. 8:41); su muerte es como la de un maldito delincuente cualquiera (cf. Dt. 21:22, 23); y ahora su bautismo parece contradecir la realidad misma de alguien al que conocemos [1255] que no se le puede alegar tener pecado (Lc. 1:35 cf. Jn. 8:46).

Si la profecía de las 70 semanas proféticas (cf. Dn. 9:24, 25-27 cf. Gál. 4:4), tiene aplicación, como nosotros ya hemos visto que sí, en Jesús, en el momento del bautismo, está comenzando la última “semana de años”. Dicho anuncio profético sobre la aparición pública del Príncipe ungido o [1256] Mesías, es para después del transcurso de 69 semanas de años partiendo de la época persa, justo precisamente cuando Jesús se dirige a Juan el Bautista para recibir el bautismo. Y cumplir así con toda justicia: El haber sido movido por su conciencia mesiánica a dar cumplimiento con toda justicia para que “sea reconocida la llegada como el príncipe ungido” para su misión mesiánica. El bautismo representaría su testimonio de ser ungido o Mesías cumpliendo con toda la justicia de iniciar su obra mesiánica, en completa sumisión a la voluntad de Dios (Dn. 9:25). Independientemente de que el bautismo de Juan se utilice como señal de un pacto con Dios para iniciar una vida de arrepentimiento, lo que hace que sea de arrepentimiento es el objeto al que va [1257] dirigido: personas que precisan de arrepentimiento (Mt. 3:14, Mc. 1:4, Lc. 3:3). Pero el bautismo de Juan tiene una connotación, en primer lugar de rito de iniciación para una misión, en el [1258] caso del pecador para consagrarse a una nueva vida de arrepentimiento, pero da cabida también a cualquier iniciación o consagración para una misión, que en el caso de Jesús no sería de arrepentimiento sino de inicio de su obra mesiánica. Nosotros comprobamos “que el cumplir con toda justicia o como conviene” sirve para Juan el Bautista, que ha sido escogido para “preparar el camino del Señor”, “del que viene tras él”, para señalar a Jesús como siendo ese Señor, y el que va tras él. Por lo tanto hacer como conviene, o hacer con toda justicia es cumplir tanto Juan como Jesús con todo lo que implica ese sometimiento al Plan [1259] de Dios. Juan el Bautista si bien estaba bautizando, no ha recibido él el bautismo. Y reconoce la necesidad de ser bautizado por Jesús, y la no necesidad de Jesús de bautizarse (Mt. 3:13, 14, 11). Por lo tanto la frase que rompe con toda dilación de Juan “conviene que cumplamos toda justicia” ha de tener un significado que clarifique el que el bautismo recibido por Jesús no corresponde al objeto del arrepentimiento, sino al objeto implicado en la misión de Juan que “ha de preparar el camino del Señor” (Mt. 3:3), de alguien que va tras él (“aunque es antes que él”), y que bautizará de acuerdo al Espíritu Santo (Mt. 3:11). La preparación de ese camino exige una iniciación de la misión de Jesús mediante un acto de ungimiento que señala a Jesús como siendo el escogido por el Padre. Asunto que se manifiesta a continuación (Mt. 3:16, 17): mediante el testimonio del Padre mostrando que Jesús es [1260] el Hijo amado en quien Dios tiene complacencia. Y este testimonio sirve para la multitud presente para comprender que dicho bautismo no tenía como objeto el arrepentimiento, sino que dentro de la preparación del camino al Señor que viene tras el Bautista, se ha cumplido como conviene, de acuerdo a las expectativas mesiánicas, y de la conciencia mesiánica de Jesús. Dios se manifiesta para dar testimonio de su Hijo y para su Hijo de que la conciencia mesiánica de Jesús es real y lo asegura con su testimonio de haber ungido al Hijo para su misión mesiánica encomendada. Y lo prepara para su enfrentamiento con las posibles dudas que se le puedan presentar. Esa personalidad en la que por un lado convive la acción del Logos que le comunica en unión y constantemente a su naturaleza humana su realidad de Hijo de Dios y por lo tanto su conciencia mesiánica, y que por otra parte su humanidad real no puede valerse para beneficio propio, precisa, por lo que a lo humano, como representativo de su persona, se refiere, del poder del Espíritu Santo.

Las tentaciones que durante todo su ministerio le van a desafiar están, las primeras por llegar (Mt. 4:1-11 cf. Lc. 4:13). Y el Espíritu que permanentemente tiene, y ahora con las aportaciones del testimonio del Padre (Mt. 3:16, 17), le van a servir para obtener la victoria (Mt. 4:1 ss.) · La conciencia mesiánica de Jesús en las tentaciones propiciadas por el diablo Esta afirmación tan categórica de que “Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo” tiene que ver con la preparación que ha supuesto su ungimiento para el comienzo de su misión mesiánica anunciada y preparada por el Bautista, y representada en el gesto del bautismo, y en la seguridad que posee el propio Jesús confirmada con la acción del Espíritu Santo que permanentemente tiene ¿Y por qué? Porque todo eso, orientado por el Espíritu le lleva hacia la realidad de una confrontación con aquel que puede interferir en esa seguridad humana de poseer la conciencia mesiánica (Mt. 4:1), y en la lucha subsiguiente de su seguridad en su conciencia mesiánica contra la duda que el Mal pretende infundirle. Y el Espíritu Santo le lleva a que conozca las fuerzas personificadas del mal. Le priva en esta ocasión de la improvisación frente al Maligno. Lo dirige para que no le asalte el desconocimiento de los ataques camuflados por el engaño. Le hace saber, que a partir de ahora esa tentación y lucha va a ser constante, y que lo que el mal fragüe tendrá que identificarlo a distancia, y olfatear cualquier tentativa de desviarle hacia el objetivo que su conciencia mesiánica le marque. Y es en este marco que aparecen y debemos entender las tentaciones que ahora se nos narran. “Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre”, momento vino el tentador, y le dijo:

[1261]

y en ese

“Si eres hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan” (Mt. 3:3) En realidad ese sentir hambre era la indicación que podía romper el ayuno, a la vez de que el ayuno había cumplido con su propósito primordial, de ayudar a Jesús a un reencuentro con su Dios. A una comunión y relación que le facilitara una estabilidad total, como humano, respecto a su seguridad mesiánica. De ahí que el centro de la tentación no esté ni en el hambre ni en el poner a su [1262] disposición pan, puesto que una vez acabadas las tentaciones se le sirvió comida (Mt. 4:11). El foco está en su filiación divina, “en ese ser su Hijo amado” de Dios. Los condicionales y los gerundios son muy peligrosos en el lenguaje. En este condicional se pretende que la duda se instale en la mente de Jesús: “Si eres Hijo de Dios” no vas a tener inconveniente en demostrar que lo eres, transformando estas piedras en pan. Si las transformas ya has dudado de que seas Hijo de Dios, por cuanto te has visto obligado a hacer ese milagro para constatarlo. Si decides no transformar las piedras en pan demostrarás que aparece la duda de que lo seas, por cuanto manifestarías no atreverte a realizarlo por una cierta falta de seguridad en que se cumpla tu orden o petición. Si se observa no hay salida. Cualquiera de las dos formas engendra duda. Jesús asistido por el Espíritu Santo no se deja arrastrar por el razonamiento opuesto y decide, en esa situación malévola, en someterse a la palabra de Dios: “Escrito está: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt. 4:3 cf. Dt. 8:3) Jesús se confía en la palabra, y especialmente hace referencia a su experiencia del ungimiento, donde la propia boca de Dios le ha dicho a él que es el Hijo de Dios (Mt. 4:4 cf. 3:17). Por lo tanto no necesita probar o no probar nada sino mantener como referencia constante su experiencia de

haberle sido dicho por el mismo Dios de que era su Hijo. Esta primera tentación, como las otras, tiene un paralelo con la vida de Jesús, y por ello ha de tenerla en cuenta, y explica el interés del Espíritu en que fuera al desierto, antes de iniciar su vida pública, y conociera al que iba a tener que enfrentarse continuamente, y se preparara para una lucha sin cuartel. En efecto, su ministerio, iba a estar sembrado de minas, plagado de estrecheces, y ausente una buena cuenta bancaria para hacer frente a todas las necesidades que implicaba su obra evangelizadora. Para ninguna de estas comprobaciones podría reclamar un milagrito en provecho propio. Dios iba a sostenerle y ayudarle para que cumpliera su misión. Pero su misión no iba a estar vacía de problemas en los que cupiera la tentación de no negarse a sí mismo a reclamar su origen y naturaleza divina: “Teniendo posibilidad de… Habría que negarse continuamente a…”. Despejar el camino presumiendo de su condición divina sería sucumbir a la tentación del primer Adán, en la que quiso apropiarse el ser como Dios en provecho propio, de una independencia respecto del mismo Dios (cf. Gn. 3:5, 6), su creador. Este Jesús humano que es consciente, de su propia conciencia mesiánica y de ser Hijo de Dios único, gracias al Lógos encarnado o a la acción del Espíritu Santo o del Altísimo (Jn. 1:1-3, 14; Mt. 1:18-20; 2:15; 3:17 cf. Lc. 1:35), no puede renunciar a su sola condición humana a fin de cumplir con su misión mesiánica. Utilizar el ser Hijo de Dios único para despejar un camino de obstáculos que la propia misión mesiánica como humano engendra y requiere, sería sucumbir a la tentación, desprotegerse, y no poder cumplir su obra mesiánica de salvación de la humanidad. La siguiente tentación tiene una variante, y es la citación de la Escritura por parte del tentador. Jesús le había respondido con la escritura, ahora el tentador utiliza la escritura: “(…) le llevó a la santa ciudad, y le puso sobre el pináculo del templo. Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, y, en sus [1263] manos te sostendrán. Para que no tropieces con tu pie en piedra” (Mt. 4:6) Si eres Hijo de Dios no tendrás inconveniente en aceptar la palabra de Dios, en cuanto a que Dios te librará de todo mal. La cita es correcta, pero no es aplicable de modo literal en todos los casos. ¿Cómo le iba a librar Dios en cumplimiento de ese salmo (91:11, 12), cuando ha habido tantas veces que no se ha podido aplicar por diferentes circunstancias? ¿Se le libró a Moisés siempre? ¿O a David? Si David o cualquier otro ha mantenido una posición por su propia cuenta no se le ha podido librar ¿Por qué a mí, aunque sea el Hijo de Dios, se me va a librar si hago algo por mi propia cuenta, sin contar con Dios? Por el hecho de que soy el Hijo de Dios, de que mi conciencia mesiánica se me revela constantemente, no debo tomar ninguna iniciativa sin una consulta previa a Dios. Y esa consulta, en la palabra de Dios precisamente, me dice: “No tentarás al Señor tu Dios” (Mt. 4:8) No tengo por qué poner a prueba a Dios para saber si yo soy el Hijo de Dios porque mi experiencia con ese Dios desde que tengo conciencia de existir como humano ha sido precisamente en ese sentido, y además lo acabo de escuchar en mi ungimiento para la misión mesiánica que se me ha encargado por el Padre. Pero hay más, se trata de llevar a cabo una acción en la que se reclama la ayuda divina, para no sufrir las consecuencias de esa acción. Pero se trata de una acción sin sentido para la que no debes ni puedes reclamar a nadie ni nada. Pero obsérvese que esto tiene un paralelo en la vida real de Jesús. Se trata de arriesgar su vida y de recibir solución oportuna por parte del Padre. Cuando esté a punto

de seguir este mismo consejo: “Toma, te he preparado la cruz para que mueras en ella, Dios enviara su ayuda” o “¿No te das cuenta que no tiene sentido tu sacrificio? ¿O sea que ahora sí que me aceptas algo que yo propongo? Jesús es consciente, a lo largo de todo su ministerio de que tiene que morir porque lo van a matar como consecuencia de su obra mesiánica. Y además es consciente que la cruz la ha creado el Maligno, y por otra la muerte de cruz ha sido asumida junto al Padre como consecuencia del cumplimiento de su misión mesiánica. Esto lo tuvo que enfrentar Jesús él sólo. De ahí, la duda en el Getsemaní, y el grito por el silencio divino en la cruz. La única solución a tamaña tentación esquizofrénica es cumplir con lo que se había acostumbrado a hacer: realizar lo que había fijado continuamente desde esa primera tentación odiosa: someter su voluntad a Dios, a su Palabra. La tercera tentación es irresistible, y se exterioriza históricamente en algunas ocasiones (cf. Jn. 6:15 cf. Mt. 27:39-43, 44). “Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos. Y le dijo: Todo esto te daré si postrado me adorares” (Mt. 4:8, [1264] 9). Aquí el lenguaje permite entenderlo, sin necesidad de anticipar el cine o el video. El maligno sencillamente le describe los reinos de este mundo, “y su gloria”, los que Jesús había conocido en la profecía, y que su propio pueblo había experimentado en su propia historia. Jesús no tiene más remedio que considerar la descripción que se le hace. Está consideración lleva implícito las imágenes que la propia captación de la descripción crea, y lo que es más duro, dicha consideración pensante va acompañada con la idea, proyectada por el Maligno, de poderlo obtener todo, si se deja llevar por él. Esto es equivalente a “postrarse y adorarle”. ¿No quería Jesucristo precisamente eso? ¿El ganar todo el mundo para su causa? ¿La de que aceptaran su mesianidad y la ideología del reino de Dios? Pero eso sería someter el plan de Dios al contenido y modo satánico, que es lo que supone postrarse y adorar. La respuesta de Jesús: En este lenguaje tenemos que descubrir el significado de las palabras. Es Jesús quien tuvo que contar este asunto para que lo anotara Mateo ¿Qué se nos está diciendo? ¿Que el tentador le dijo literalmente “todo esto te daré si postrado me adorares? ¿O el hecho de aceptar los reinos de este mundo, suponen una supeditación, “postración” a los intereses satánicos de tal modo que se configura una adoración al que te los concede, un culto a su servicio? Nótese. Si no se inclinase ni adorase postrándose materialmente ¿Sería lícito aceptar los reinos de este mundo en lugar de conquistarlos por el procedimiento de la predicación del reino de Dios? Es el aceptar algo que no proviene de acuerdo al plan de Dios lo que hace que las personas o instituciones se rindan a los requerimientos del Adversario de Dios. Y eso es una postración, un culto a esos intereses. En el paralelo de la vida de Jesús esto se le va a presentar continuamente. La provocación continua al enfrentamiento es el método escogido por el Maligno para desgastarle, y hacerle claudicar en algo. Se trata de influir en los demás para que lo vean como un fanático religioso, que no está dispuesto en

ningún momento ni bajo ningún concepto a negociar. Pero Jesús está orientado de tal modo por su conciencia mesiánica, que se engendra una seguridad como fruto de su experiencia constante en su relación celeste. Y esto impide cualquier entendimiento que suponga un cambio en la direccionalidad propuesta por su conciencia mesiánica. Lo que resultaría de esa alternativa sería el caos, por lo tanto asume el camino del enfrentamiento con el mal. Y todavía más, por el hecho de que el tentador manifiesta en dudar de que sea el Hijo de Dios, y Jesús va a querer demostrar en su ministerio de que es el Hijo de Dios, en todo su ministerio, el tentador le va ir mostrando el cómo ha ido convenciendo a los principales de los judíos para que no crean en Jesús como el Hijo de Dios. Es decir, estas tentaciones señalan el proceder del adversario de Dios tanto para los dirigentes y principales de su pueblo, como para Jesús, en cuanto a que se llegue al conflicto y al rechazo de Jesús, y de que este se vea obligado a desertar sobre su misión mesiánica. Sin embargo Jesús es apoyado por el Padre en todo momento, y la conciencia mesiánica la tiene siempre presente, incluso el rechazo que había sido contemplado tanto por el Padre como por él, antes de la fundación del mundo, lo inscriben en asumirlo bajo cualquier forma que tome. Convirtiendo esa asunción en necesaria para nuestra salvación: su muerte y muerte de cruz. Precisamente el silencio divino en los últimos momentos de Jesús es la señal de que ha entrado en la entrega de su vida por su labor mesiánica terrestre. Las tentaciones se convierten en la prueba de que Jesús es el Hijo de Dios, y de que tiene una obra mesiánica que anuncia el fin del reinado del mal: el del sufrimiento, la enfermedad y la muerte, corolarios de la independencia respecto de Dios. El Maligno aun con 2000 años de anticipación es consciente de que le queda poco tiempo (cf. Ap. 12:912, 13 cf. Mt. 12:27-29 cf. Lc. 10:18 cf. Jn. 12:31), y que el Reino de Dios avanza respecto a aquellos que lo aceptan, proyectando la intervención histórica y visible de Dios mediante la prometida segunda Venida de Jesús (cf. Mt. 24). [1265] · La conciencia mesiánica de Jesús en su identidad con el Reino de Dios Mateo pone en boca de Jesús lo mismo que había puesto en boca de Juan el Bautista: “Arrepentíos porque el reino de Dios se ha acercado ” (Mt. 4:17 cf. 3:2). El matiz está, en que Jesús con su presencia y acción hace vigente el reino de Dios (Mt. 4:17, 23; 5:3, 10; 12:28; 16:19, 28 cf. Lc. 17:20, 21), mientras que el mensaje de Juan el Bautista cuando profiere “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mt. 3:1, 2), Mateo nos lo presenta como siendo el que Isaías identifica como “el que prepararía el camino al Señor” (Mt. 3:3 cf. Isa. 40:3), y el propio Juan el Bautista, identifica a Jesús como “el que viene tras él” (Mt. 3:11), con lo que Mateo nos presentaría, de acuerdo al testimonio de Juan, identificados a ese “Señor”, que Juan el Bautista prepara su camino, con Jesús (Mt. 3:11, 13, 14). Por lo tanto el mensaje de cercanía del Reino de Dios, Juan el Bautista nos lo presenta porque considerándose como “el que prepara el camino al Señor”, ese reino está cercano porque él va a introducir al “Señor” que va a traer el reino de Dios: la manera de pensar y de ser del gobierno de Dios, de la ideología divina. En el caso de Jesús la cercanía del reino de Dios, consiste en la presencia del Señor que representa a Dios como Hijo de Dios (Mt. 3:17 [1266] cf. Sal. 110 cf. Sal 2:7-12), y por lo tanto ya ha llegado el reino de Dios con su presencia y predicación, y la cercanía consiste en la aceptación y profundización de ese mensaje. Cuanto mejor se acepte y profundice más cerca se está del Reino de Dios. Y cuánto más se involucre uno, en cada generación, más cerca está el cumplimiento del reino de Dios o gobierno de Dios en ocasión de su segunda Venida. Es, en la presentación de ese mensaje sobre el Reino de Dios, donde se observa la conciencia

mesiánica de Jesús. La seguridad de sus asertos, e interpretaciones, tanto en las parábolas como en [1267] las enseñanzas, la autoridad de Jesús (Mt. 13:10-15) sobrepasa a la Ley “Oísteis que fue dicho… Pero yo os digo” (Mt. caps. 5-7), a Moisés: (Mt. 7:21-27, 28 cf. Mt. 9:6 cf. Mt. 12:8 cf. Jn. 10:24-28, 29, 30 cf. Mt. 19:7-9), y al Templo (Mt. 12:7). ·

La conciencia mesiánica de Jesús manifestada en el poder sobre la enfermedad, la naturaleza, los demonios, el pecado, y su identidad con el Hijo del Hombre, y su enfrentamiento con la clase dirigente (Mt. 8:2-9:34, 35-37 cf. 10:1, 7, 8, 23; 11:1-3, 4, 519, 25-30; 12:1-50) Los acontecimientos que se suceden en estos capítulos los presenta Mateo como una muestra de la [1268] identidad de Jesús como siendo el Mesías (Mt. 8:16, 17 cf. Isa, 53:4), como representativos de la manifestación de su conciencia mesiánica. Se trata de muchos enfermos que reciben sanidad, y casos específicos que revelan fe en él. Entre los muchos milagros y acontecimientos que pretenden probar lo que del Mesías se había anunciado, hay 12 aspectos importantes: 1) La relación entre seguirle y el abandono de todo que requiere lo que supone experimentar el que sea el Hijo del Hombre, y que no tenga donde reclinar su cabeza (Mt. 8:19, 20, 21) Juan, en su evangelio nos explica desde el principio quién y qué es el Hijo del Hombre. Mateo nos lo identifica también con el Mesías y con el Hijo de Dios (Mt. 16:13-16, 17 cf. Mt. 26:63, 64). Ante la petición del escriba (Mt. 8:19) Jesús le responde de dos maneras muy poco atractivas para poderle seguir: “soy el Hijo del Hombre”, y además “no tengo ni siquiera donde reclinar la cabeza” (Mt. 8:20). Con esta respuesta se le está diciendo que el seguirle requiere un compromiso de experimentar lo que se describe del Hijo del Hombre que aparece tanto en su dimensión celeste como terrestre en el libro de Daniel. Y esa descripción no es muy halagüeña que digamos: Hay que pasar privaciones, y hay que enfrentar la oposición y persecución. Al escriba se le está exigiendo que se interese por ese Hijo del Hombre con todo lo que implica. No se nos da notificación de que lo hiciera. Otra de las personas, a la que se le califica de discípulo (8:21), y que parece haber escuchado la respuesta que Jesús ofrece al escriba, se reitera a seguirle pero pone la objeción “de [1269] esperar a que entierre a su padre”. Jesús es categórico, tú sígueme, y deja que los muertos espirituales entierren a los muertos (8:22). 2) La confesión por parte de los endemoniados de que es el Hijo de Dios, en un intento de desprestigiarlo (cf. Mt. 8:29 ss.) Ya lo dijimos en otro lugar: el testimonio personal de que Jesús es el Mesías o el Hijo de Dios debe de estar acompañado de las pruebas pertinentes: el testimonio del Padre, a la manera de los milagros e ideología en cumplimiento de la obra profetizada sobre el Mesías, y el que le introduce en la misión, Juan el Bautista, son la señal de que Jesús es el Mesías. Pero ni los discípulos, porque son sus incondicionales, y mucho menos los endemoniados son documentos válidos para certificar de su mesianidad ¿Cómo paliar esto? Respecto a los discípulos se les pide que no digan nada (cf. Mt. 16:20), y cuando sean enviados, de forma especial e institucional a predicar el reino de Dios como presente en Jesús (cf. Mt. 10:5-7, 8), en representación del propio Mesías que está presente, entonces podrán explicar quién es Jesús; fuera de esto no. En el caso de los endemoniados Jesús realiza un

milagro de tales proporciones en contra del poder del mal (cf. Mt. 8:30-34), que identifica a la obra mesiánica. 3) Siendo el Hijo del Hombre tiene poder para perdonar pecados (Mt. 9:6 cf. Jn. 5:27) Tratamos el tema de la enfermedad en otro de los capítulos, donde mostramos los valores [1270] curativos que supone la ideología del reino de Dios que Jesús predica. Dentro del contexto de la conciencia mesiánica de Jesús se nos está diciendo, en derášpéšer, que Jesús es el Hijo del Hombre, éste es el personaje celestial, al que se le identifica con el Príncipe o Príncipe de los príncipes o Príncipe Mesías, y que lleva a cabo una obra de perdón de los pecados y de intercesión (Dn. 9:24, 25-27 cf. 8:11-14 cf. 7:13, 14, 9-12). Jesús es consciente, por su identidad con el Hijo del Hombre o Mesías, que tiene potestad de perdonar pecados, de acuerdo a la obra mesiánica de [1271] perdonar pecados (Mt. 9:6). 4) La identificación de Jesús con el Esposo (Mt. 9:14, 15-17)

[1272]

Estos pasajes están llenos de sentido mesiánico, y se está identificando Jesús con el “esposo”. Esta palabra que vuelve a ser usada de nuevo por Mateo en la parábola de las vírgenes (Mt. 25:1ss.) se convierte en un sentido figurado cuando se aplica de esta manera. Pero es así que lo hace Dios en Isaías 54:5, y en Jeremías 3:14 y 31:32. Ya hemos visto en otros lugares de que Dios iba a visitar a su pueblo, iba a traer misericordia y manifestar compasión (cf. Isa. 54:1-5, 6-17; 55:1), y todo esto por medio de su Siervo, el Mesías. La representatividad que el Mesías, como el Hijo del Dios, realiza de Dios mismo, le permite utilizar esta imagen que Dios mismo realiza para sí en el llamado Antiguo Testamento. El tema de la misericordia, la compasión, la conversión y la curación que están en el contexto de estos pasajes donde aparece el marido o esposo de Israel, se relaciona con las palabras de Jesús, que anuncian, después de un tiempo de abandono, la llegada misericordiosa, compasiva, del esposo, que mientras esté con ellos, disfrutan de esa misericordia y compasión que llaman a la conversión, con lo que llegado su momento necesitarán en ocasiones el ayuno, como abono para la meditación y acción espiritual. 5) El envío de los discípulos para un ministerio evangelizador, y las enseñanzas a seguir en el ministerio apostólico (Mt. 10:5-8, 9ss) Independientemente de los primeros contactos que realizan con Jesús los que se constituirán en discípulos y apóstoles, y que Juan nos lo narra cómo sobrentendida una elección (cf. Jn. 1:35 ss., 40, 43, 44, 45; 2:12), Mateo nos presenta una elección institucional (Mt. 10:1-4), con unas instrucciones y enseñanzas precisas, a tener en cuenta por los propios discípulos (Mt. 10:5-11:1). Son evidentes desde el principio que los pasajes en cuestión se están refiriendo al ministerio apostólico en esos momentos concretos. Podremos sacar deducciones desde el punto de vista de la enseñanza para aplicarlas en otras épocas, pero no podemos trasladar totalmente aquello que se refiere a los apóstoles exclusivamente: 1) El círculo apostólico es irrepetible; 2) El trabajo a realizar en esos instantes específicos tiene que ver con la obra mesiánica de Jesús y su identidad. Los apóstoles están sustituyendo a Jesús dentro de la obra que Jesús debía exclusivamente hacer; 3) Se [1273] trata de instrucciones para ellos, asunto que no aplica para la posteridad; 4) Por lo tanto, si bien nuestro ministerio debe contribuir a la predicación y extensión del evangelio del Reino, con lo que éste implica de curación y conocimiento de Dios, los milagros tanto de Jesús como de los

apóstoles responden a la institucionalidad mesiánica, y por lo tanto serán, como tales irrepetibles. [1274] Responden a una demanda profetizada para la obra mesiánica terrestre. Esto no quiere decir que Dios no manifieste milagro y curación ahora, pero fuera del contexto de la institucionalidad del [1275] Mesías y de la Iglesia. 5) Dentro del período de persecución a experimentar por los apóstoles no deben de preocuparse por dos motivos fundamentales. Uno: Siempre van a tener una ciudad refugio, la posibilidad de huir de una ciudad a otra, y en este caso, antes de que viniera el Hijo del [1276] Hombre, no terminarían las ciudades, en cuanto a poder de huir por la persecución; Dos: En esa persecución no deben temer “aunque fueran sacrificados en vida por una muerte violenta, ya que la vida representativa de haber aceptado al Mesías y los principios del Reino de Dios no les puede [1277] ser arrebatada, ya que está consignada en el Dios de los vivos” (Mt. 10:28 cf. 22:32). El Hijo del Hombre cada vez que aparece tiene en cuenta el análisis que se hace sobre él. Siempre se nos da el mismo mensaje: se trata de un personaje celestial con una obra celestial continuadora de la misión mesiánica terrestre, y reclama para los seguidores una vocación celestial. Su mira, su atención y actividad tienen como referencia exclusiva la vocación celeste que implica aceptar e [1278] identificarse con el Hijo del Hombre. 6) La identificación como Mesías e Hijo del Hombre en su elogio sobre Juan el Bautista, su predecesor que cumplía como siendo el que preparaba el camino a él, al Señor (Mt. 11) Tomando como base la pregunta que los discípulos de Juan le hacen a Jesús respecto a su [1279] identidad y misión “¿Eres tú aquel que debía venir o esperamos a otro?” (Mt. 11:2, 3) Jesucristo les muestra la verdadera dimensión y naturaleza del reino de Dios, a fin de que cualquier duda que Juan el Bautista pudiera tener al respecto quede disipada. La naturaleza espiritual descarta cualquier posibilidad de rescate. El plan de Dios en cuanto a la obra mesiánica contempla además el sacrificio del propio Hijo en la prosecución de los objetivos (cf. Mt. 16:21; 20:18-20). La vida de Jesucristo peligra desde el momento en que la atención ya no recae en Juan el Bautista sino en él (Mt. 12:14). Desde el principio de su ministerio el evangelio de Juan registra, tal como ya vimos en su momento todos los temores de Jesucristo en que se desencadene cualquier acción que pudiera bloquear su misión antes de lo previsto. Y esto es una constante a tener en cuenta, por cuanto la muerte de Jesús está contemplada en los textos como algo que la oposición satánica manipulando a los dirigentes (Mt. 12:14; 16:21; 17:22, 23; 20:18, 19; 21:33-44, 45) frente a la obra mesiánica de salvar lo que se había perdido (cf. Mt.18:11), la hace necesaria, al asumirla voluntariamente Jesús. En los elogios sobre el Juan el Bautista se vierten declaraciones donde Jesús se identifica públicamente como el Mesías, y que iba a ser antecedido “por el que había de venir”, haciendo [1280] derášpéšer (Mt. 11:10, 14 cf. Malq. 3:1). “Entre los nacidos de mujer, no hay otro mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él” (Mt. 11:11). En efecto, aquellos que tiene la oportunidad de experimentar la vocación celeste que concede el Hijo del Hombre (Mt. 13:37 cf. Jn. 6:53, 54), no es meramente ya un nacido biológico terrestre sino celestial (Mt. 13:37; Mt. 11:11 cf. Jn. 1:11,

12).

[1281]

Jesucristo se da cuenta que en su generación nadie se ocupa del Reino de Dios sino los [1282] violentos en una equivocada concepción de ese Reino de Dios. Es muy curiosa la comparación que se hace Jesús con Juan el Bautista (Mt. 11:18, 19). A Juan el Bautista lo ha identificado como el mayor entre los nacidos de mujer, pero menor que cualquiera que sea celestial (Mt. 11:11 cf. Jn. 3:3, 7, 12-15). Y ahora a Juan como el no comedor ni bebedor, y por eso lo calificaban de tener demonio; y al Hijo del Hombre que come y bebe como a un comilón, y bebedor, amigo de publicanos y pecadores. Evidentemente se trataba de resaltar la injusticia e incoherencia de los que criticaban a uno y a otro. Pero al mismo tiempo, Jesús se identifica con el Hijo del Hombre, invitando a ir a donde se presenta ese Hijo del Hombre y se comprenda su origen y naturaleza celestial, y de este modo se sabrá el por qué se junta con publicanos y pecadores para comer y beber. 7) La identificación de Jesús como Hijo de Dios (Mt. 11:25-27, 28-30) Después de los juicios que desata este proceder criticón pero sin ánimo de convertirse (cf. Mt. 11:20-24), Mateo nos trae una respuesta de Jesús a una situación determinada que le debieron requerir (11:25 pp.) con relación a su origen y naturaleza, puesto que nos trae una vez más unos versículos sobre el Padre y el Hijo que conectan con el Evangelio de Juan (Mt. 11:25-27), y con su conciencia mesiánica. La comparación de los niños con los sabios y entendidos que se desentienden de lo que Dios revela respecto a su relación como Padre con el Hijo, destaca el contraste de los que se presentan humildemente como niños y que son capaces de recibir su revelación. Por eso, los que experimentan el estar en un callejón sin salida, cansados, sin poder encontrar la luz fuera del túnel “venid a mí” (Mt. 11:28). “Vayamos” y encontraremos la salida, resolveremos el entuerto, aprenderemos a manejar el estrés y a superar la depresión. En efecto, el hacernos descansar a los que vayamos a él, es lo que resulta de sustituir cualquier condición humana que nos arrastra al final al abismo por lo que supone el yugo de aceptarle. Se trata en esa sola ocasión de dejar ser “el yo”, para escoger libre y voluntariamente el ser la ideología celestial del Hijo del Hombre, y de este modo descubriremos lo beneficioso de su mansedumbre y humildad de corazón (Mt. 11:29). Y entonces en esa experiencia de abandono hacia el Hijo hallaremos el descanso que necesitamos. Se nos quiere señalar la experiencia del Hijo de ser manso para con Dios: de dejarse llevar por Dios, y de ser humilde, sometiendo su voluntad a la del Padre. Si conseguimos eso, el dejarnos conducir por Dios, y el de ser humildes para con Dios poniendo la voluntad a lo que supone la ideología del reino de Dios, encontraremos descanso para nuestros problemas existenciales ¿Por qué? Porque comprobaremos que el yugo del Hijo del Hombre es fácil, y ligera la carga (11:30), la vocación celestial. La existencia del Hijo del Hombre es una vida despojada de todo aquello que obstaculiza el encuentro con la realidad de la vida y de la muerte. Su vida es sencilla y sensible a los valores humanos que su Padre le ha mostrado como agradables, para una existencia celestial, válida como ninguna otra para el peregrinar en la tierra. 8) El Hijo del Hombre Señor del Sabbat (Mt. 12:1-13 cf. Mc. 2:23-28) Jesucristo define al Sábado de la Creación y se constituye en el Señor del Sábado (Mt. 12:8; Lc. 6:5 cf. Mc. 2:28). Esta soberanía de Jesucristo sobre el Sábado no solo le identifica como el Creador del propio Sábado sino que además lo engrandece como siendo Su Día, instituyéndolo (cf. Mc. 2:27, [1283] 28) como el Día del Señor Soberano Jesucristo (cf. Ap. 1:7-9, 10). Esta valoración del día

del Sábado le da su sello característico, y nos da la seguridad, cuando honramos ese Día, de que Él [1284] también es nuestro Señor y que nosotros somos sus discípulos (cf. Jn. 8:31, 32). Pero ¿Qué está implicado además cuando Jesucristo asocia el Sabbat con el Hijo del Hombre? (Mt. 12:8). Al utilizar Jesús la expresión Hijo del Hombre, nos invita a investigar (deráš) en dónde aparece en el Antiguo Testamento la expresión Hijo del Hombre, y mediante la sustitución comprobar que valor tienen los acontecimientos con que se rodea la expresión Hijo del Hombre. Ya estudiamos que este deráš Hijo del Hombre, nos descubre que se trata de un personaje celestial (Dn. 7:13, 14) que está llevando a cabo una obra de intercesión mesiánica continuadora de su misión mesiánica terrestre (Dn. 8:11-14 cf. Dn. 9:24, 25-27 cf. 7:13, 9-12, 14) que se proyecta cuando las personas se conectan mediante su vocación celestial aprendida y configurada (Mt. 13:37 cf. Jn. 3:3, 7, 12-15) en la [1285] profundización de Jesucristo (cf. Jn. 17:3). Y ¿para qué? Simplemente para demostrar que cuando la expresión Hijo del Hombre se utiliza, en este caso se hace con relación al Sábado, y adjuntarlo con la aparición del Hijo del Hombre en las escenas descritas por Daniel (7:13, 14), se nos está queriendo decir que el personaje en cuestión, es decir el Hijo del hombre, es un personaje celestial, y por lo tanto todo lo que se relaciona con esa expresión, tiene un origen y naturaleza celestial. Que no tiene un origen humano sino divino, como el Hijo del hombre celestial. El Sabbat tiene un origen y naturaleza celestial. Al expresar Jesús, que como Hijo del Hombre es Señor del Sábado, está concediendo al Sábado una dimensión celestial; algo, que forma parte del Gobierno o del Reino de Dios. El Sábado con esa dimensión (Mt. 12:8, 10-12 cf. Mc. 2:27, 28; 3:4 ss.; Lc. 6:6-10; 13:14-16; 14:1, 3-5) es utilizado como el marco idóneo para sanar al hombre. Esta sola mención mostraría que el Sábado se opone a los corolarios del pecado: la muerte, la enfermedad, la infelicidad. Se nos estaría queriendo decir que el Sábado no tiene nada que ver con el pecado. Que el Sábado y el pecado son de naturaleza distinta. Que el uno tiene su origen en Dios; el otro, en el generador del Mal. Que el Sábado pertenece a un mundo sin pecado, “de arriba”, “celestial” y que al reconocerse y guardarse por aquellos que experimentan la naturaleza de pecado con sus consecuencias reciben las bendiciones inherentes al día que Dios establece, a fin de que toda su obra creadora reciba el testimonio de la libertad y el amor de Dios. El Sábado cura porque traslada, de acuerdo a su vocación celeste aprendida del Hijo del Hombre, al hombre con Dios, y lo aparta del mecanismo abarcante del mundo. Jesucristo al presentarnos el Sábado que cura nos está diciendo que cuando realizamos una obra rehabilitadora del ser humano en el día del Sábado es lícita (cf. Mt. 10:10-12). Pero está licitud de hacer el bien en Sábado, señala a éste como un mandamiento en plena vigencia. Que lo que Jesús discute no es la validez del día del Sábado como tal sino la interpretación errónea que respecto a [1286] éste se ha estado realizando. Este hacer el Bien en el Sábado define la manifestación del significado y sentido del Reposo Divino en la obra redentora o liberadora de Dios (Jn. 5:9, 10, 16[1287] 18; 9:1-16 cf. 7:22, 23, 24). Cada vez que Jesucristo se enfrenta al Sábado de los “fariseos” [1288] opone el Sábado de la Creación interpretado por Él. Con el texto de Mc. 2:27, 28, Jesucristo remarca la institución del Sábado como estando en vigor

de acuerdo al significado del Sábado como de origen celeste. Jesucristo nos asegura que el día [1289] [1290] establecido para hacer sábado fue instituido para ayuda del hombre. La dimensión profunda que Jesucristo expone sobre el Día que se estableció en el principio para hacer Sábado, está regulada por la doble característica que en su persona reúne. Por un lado, como hombre sin pecado (Mt. 12:6 cf. Mt. 9:6 cf. Jn. 8:46 cf. Lc. 1:35 cf. 2ª Cor. 5:21) es la auténtica imagen y semejanza de Dios (Mt. 11:27), y nuestro ejemplo en todo (Jn. 13:15 cf. Lc. 4:16; Mt. 24:20); por otra parte, siendo el Hijo de Dios, está representando a Dios y su actuación en el Sábado es la manifestación del verdadero sentido y significado del Sábado. Él es el Verbo Creador (Jn. 1:13, 14, 18), y el mismo Señor del Día en que se estableció el Sábado (Mt. 12:8 cf. Mc. 2:28). Y recupera ese sentido de paz, bondad, amor, felicidad y armonía que se experimenta haciendo Sábado en el Séptimo Día. De ahí que Jesucristo escoja el Séptimo Día para realizar curación y sanidad como representativo del propósito divino para con el hacer Sábado (Mt. 12:8-10, 11-13 cf. Jn. 5:816, 17-19). Es preciso devolver al hombre la confianza de lo que implica el Sábado cuando Dios lo entregó a partir de la Creación: salud física y espiritual, todo era bueno en gran manera (Gn. 1:31; 2:1-3). Pero el pecado ha roto de tal modo la imagen y semejanza de Dios con que fue hecho el hombre que es preciso recuperarla, como también esa imagen de libertad y de amor que se ha de manifestar en el Séptimo Día que se inauguró desde la Creación haciendo e instalando el sábado por el propio Dios con carácter definitivo. Ahora es el mismo Dios del Sábado que haciéndose presente mediante su Hijo nos enseña y explica con sus acciones y palabras la profundidad de lo que implica [1291] el hacer Sábado en el Séptimo Día. 9) La decisión por parte de los principales de la destrucción de Jesús (Mt. 12:14), fruto del conflicto que se crea por la acumulación de la obra curativa de Jesús que lo identifica con el Mesías anunciado por los profetas, y de la presentación del Sabbat como curativo No cabe duda que no hay argumento posible para poder rechazar a Jesús como Mesías. Si consideramos, tal como ya hemos presentado que Mateo y Juan se conocen como discípulos de Jesús. Y éste les ha nombrado como escribas o secretarios para que expresen de primera mano lo que ven, escuchan, y lo que él les orienta, tanto de las reflexiones propias de cada uno como cualquier otra novedad que él les enseña en el círculo del discipulado. Es decir se ponen de acuerdo en lo que cada uno va a tratar. Las conexiones son evidentes, algunas las hemos ido viendo, otras se refieren a las temáticas comunes aunque con diferente acento. Si nos damos cuenta tanto el tema de la vida eterna tratado por Juan tomando como referencia al Reino de Dios como al nacer de arriba de acuerdo al Hijo del Hombre (cf. Jn. 3:1-18) e Hijo de Dios, y que se repite en diferentes momentos (Jn. 5, 6), lo trata teniendo en cuenta la señal que es una acción que muestra algo del Mesías, coincide con la temática del Reino de Dios de Mateo (cf. 5 al 7) y que se repite con las parábolas (caps. 13, 21, 22), y que gira todo con el Hijo del Hombre e Hijo de Dios (cf. Mt. 11:27, 28; 3:17) o el Mesías que va presentando señales curativas como cumplimiento de su mesianismo. Las controversias si bien se han repartido coinciden o bien por la temática en la que sobresale un punto de fricción para desprestigiar a Jesús respecto a lo que pretende ser: el Mesías, o temas como el Sabbat, Moisés con lo que implica, Templo. Ahora, una de las problemáticas que incide en la decisión de la destrucción de Jesús se conecta tanto con Mateo y con Juan: el Sabbat curativo (Mt. 12:1-8, 9, 10-13, 14 cf. Jn. 5:14-16, 17, 18). Pero la matización está bien clara por parte de los dirigentes principales judíos con relación a la obra curativa que lo identifica con el Mesías en el día del Sábado: al haberse desprotegido aquellos con sus componendas tanto con los romanos como con el gobierno títere de

Roma de Herodes, los principales de entre los judíos no pueden entender ni el contenido ideológico del Mesías, ni el alcance de la misión curativa del Mesías, y les hace reaccionar del único modo posible si no quieren perder su puesto de trabajo relativo al poder y a una ideología basada en una depreciación del mensaje de los profetas y en unos interese propios. 10) Un deráš péšer, en boca de Jesús, sobre su mesianismo (Mt. 12:15, 16-21) Jesús cita a Isaías 42 (cf. 61:1), identificándose con el Siervo del cántico. La tradición judía, como ya dijimos, en las diferentes versiones hebreas y arameas traducen directamente al Siervo como [1292] Mesías. Jesús, si nos damos cuenta, en las diferentes ocasiones por las que toma actitudes que contrarían de algún modo la direccionalidad del pensamiento de los representantes del pueblo (tanto por parte de Mateo como de Juan) les ofrece la posibilidad de que consulten la Escritura. Ateniéndonos al capítulo que estamos analizando, observen como con la actitud enfrentada que asume con relación a la afirmación de que los discípulos se están herniando al tomar espigas de trigo y comerlas, gesto que lo interpretan como que están transgrediendo el Sábado, Jesús se identifica con el Hijo del Hombre con la finalidad de que vayan a comprobar en la Escritura quién es el Hijo del Hombre, y una vez que lo identifiquen se den cuenta de que tiene autoridad para interpretar el sábado de la forma con que lo hace. Ahora cuando deciden matarlo por la manera con que interpreta el sábado sanando a una persona (Mt. 12:14), Jesús apartándose y siguió sanando (cf. 12:15) justifica su actitud de hacer el bien a las personas citándoles el anuncio mesiánico que Isaías realiza, con el objetivo de que se puedan dar cuenta que dentro de la labor del Mesías, está el de hacer el bien, hacer más justa la existencia de las gentes. 11) Un nuevo debate sobre la naturaleza de las curaciones que realiza Jesús como Hijo del Hombre (Mt. 12:23, 24, 25-32, 33-37) La realización de una curación de un endemoniado (12:22), con la reacción a su favor del público en general (12:23), desata el descontrol de los fariseos, adjudicando la curación a Beelzebú, príncipe de los demonios. Jesús se defiende diciéndoles que es imposible que Satanás se divida por cuanto su reino no podría mantenerse, y les responde con dos manifestaciones de su conciencia mesiánica: 1) Si por el Espíritu de Dios echó fuera demonios, el reino de Dios ciertamente ha llegado a vosotros, y esto, la llegada del reino de Dios, únicamente puede hacerse con la venida del Mesías, y es preciso que me aceptéis como tal, para que no volváis a rechazar al Espíritu Santo; 2) “Contra mí, el Hijo del Hombre, podéis decir algo malo pero no contra el Espíritu Santo, porque podrías engendrar una blasfemia contra el Espíritu Santo”, y esto sí que no es perdonado (12:32). Por lo tanto os conviene estar y recoger conmigo (12:30) como Hijo del Hombre (12:32) ¿Por qué? Porque corréis el peligro con el rechazarme, de configurar la blasfemia contra el Espíritu Santo, y eso no puede ser perdonado. Jesús les emplaza al análisis que sobre su persona se ha profetizado: Una obra mesiánica en traer el reino de Dios, la otra la de ser ese Hijo del Hombre que trae el reino de Dios (cf. Dn. 7:13, 14; 2:44, 45 cf. Mt. 21:42-44). 12) La asunción de Jesús de su destrucción como sobrentendida en el plan de Dios (Mt. 12:38-40, 41) Ante la petición de señal de ciertos escribas y fariseos (Mt. 12:38). La respuesta de Jesús está condicionada por todo el cúmulo de señales que ha realizado, y que sin embargo han sido

rechazadas, de ahí su calificación de generación mala y adúltera respecto a los que piden señales, y entonces Jesús no tiene más remedio que presentarles la única que podría mover a algunos a creer, si esperan a que se cumpla: La de Jonás, que del mismo modo que él estuvo “tres días y tres noches” a si ha de estar también el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches” (Mt. 12:40). La conciencia mesiánica en este caso se construye de la siguiente manera para Jesús. Puesto que soy el Hijo del Hombre, y lo he comprobado por su identidad con el Mesías y su obra anunciada, se dice de ese Hijo del Hombre que se acerca hacia el anciano de Días y vuelve en su reino para compartirlo con sus santos (Dn. 7:13, 14), pero ese Hijo del Hombre se identifica con el Príncipe de los príncipes donde se le ve ministrar en un Santuario celestial (Dn. 8:11-14, 25, 26), y con el Mesías príncipe de Daniel 9:24, 25-27 que se le quita la vida, y que expía el pecado, trayendo la justicia e inaugurando un santuario distinto al que se destruye. Por lo tanto sé que he de morir pero también que volveré a existir para seguir haciendo la obra mesiánica de destruir a los enemigos de Dios (cf. Sal. 110). Y ese Dios que me ha dado conciencia de existir y mesiánica, y por eso llevo a cabo lo que hago y digo, me dice que os profetice, utilizando el derášpéšer sobre Jonás: que ese Hijo del Hombre o Mesías estará 3 días “sin vida” en la tumba como Jonás en el vientre del “gran pez”. Y de mismo modo que Jonás salió con vida por el poder de Dios de ese “gran pez, de ese [1293] mismo modo saldré de la tumba con vida. · La semilla celestial del Hijo del Hombre (Mt. 13:37) y la conciencia mesiánica Mateo nos presenta una nueva etapa del ministerio de Jesús, centrado principalmente en las parábolas del Reino. Ahora digamos que al utilizar el derášpéšer Hijo del Hombre indicando que el que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre (Mt. 13:37). Nótense dos cosas importantes: 1) Al ser el Hijo del Hombre un ser celestial, la semilla que siembra es para “lo de arriba”, para lo celestial; por lo tanto cuando la semilla ha quedado sembrada resulta en una vocación celestial para el creyente que ha dejado que la semilla se le sembrara; 2) Si uno observa, la semilla se identifica con la palabra del reino (13:19 pp.), y ésta a su vez anida de tal manera con la propia persona (13:19 úp.) que ésta se convierte en el núcleo de la propia semilla, en el fruto que lleva la semilla: en los “hijos del reino” (13:38 sp.). La idea a retener es muy importante: La semilla, si ha sido proyectada y sembrada por el Hijo del Hombre, la persona asume los contenidos y valores celestiales implícitos en el conocimiento de lo que significa e implica el Hijo del Hombre celestial, y su fruto será el de alguien perteneciente al reino celestial: su vocación será celestial no terrestre. Jesús es consciente que como consecuencia de ser el Hijo del Hombre, ha de llevar a cabo su obra mesiánica de sembrar la semilla celestial en los seres humanos que le acepten. · ¿Quién es el Hijo del Hombre? (Mt. 16:13-20) Ya hemos estudiado en todo un capítulo este asunto, pero ahora siguiendo el itinerario de la conciencia mesiánica de Jesús, éste plantea a sus discípulos sobre ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? (Mt. 16:13). Las respuestas le obligan a Jesús a cuestionarse a sus discípulos: “Y vosotros ¿quién decís que soy yo? (16:15). La respuesta de Pedro no deja lugar a dudas. Después de escuchar a Jesús durante todo sus ministerio ha permitido que Dios le revelara (16:17) que Jesús siendo el Hijo del Hombre se identifica con el Mesías y con ser el Hijo de Dios (Mt. 16:16). Este test fue muy importante para Jesús. Puesto que comprobó que su conciencia mesiánica desde que el

Lógos encarnado en lo que señala como la persona de Jesús, se le manifiesta desde su conciencia de existir, ha dado los resultados en sus discípulos dando testimonio de ello. ¿Se dan cuenta cómo los de la tercera investigación marginan todos aquellos textos que les daría luz sobre el Jesús histórico? ·

¿Para qué el Hijo del Hombre? (Mt. 16:21 cf. 17:12, 22, 23 cf. 18:11 cf. 20:18-20 cf. 26:2, 24, 45, 60-63, 64, 65-67) Y la conciencia mesiánica de Jesús De acuerdo a su conciencia mesiánica configurada, Jesús sabe que dentro del plan está el dar su [1294] vida (Mt. 16:21 cf. Jn. 8:28, 29; 10:17, 18), a fin de que sea eficaz su obra mesiánica de salvación de la humanidad. En un contexto sobre el Hijo del Hombre donde se ha identificado con el Hijo de Dios y Mesías, al igual que en el caso del evangelio de Juan (cf. Jn. 8:28, 29; 10:17, 18) declara, el cómo su misión lleva implícita su muerte y pasión de parte de los principales del pueblo (Mt. 16:21). Esa muerte, como veremos en profundidad en un capítulo concreto cumple tres aspectos importantes que hemos de tener en cuenta si queremos entenderla: 1) Por un lado la ocasiona su predicación sobre el Reino de Dios, cuando los “principales del pueblo” rechazan ese mensaje (Mt. 12:1-12, 13 cf. Jn. 7:1). Los contenidos sobre el Reino de Dios reclaman un cambio en la manera de concebir a Dios, tanto en el conocimiento de ese Dios y del Mesías (Mt. 9:1-8; caps. 5 al 7; 8-15 cf. Jn. 17:3) como en la [1295] interpretación de los principios del Reino de Dios; 2) Por otra parte sabemos que ese rechazo es fruto de un comportamiento acumulado en los dirigentes donde el Maligno ha tenido su parte importante, instigándoles a esa muerte (Jn. 8:40-44); 3) Tanto el Mesías como el Padre han asumido esa muerte como necesaria para cumplir con todo el propósito de salvación de la humanidad (Mt. 16:21 cf. Mt. 18:11 cf. Jn. 10:17, 18). El texto (Mt. 16:21) incluye la acción de matarle pero no el cómo, sí que incluye la acción de Dios de resucitarle al tercer día. Si bien la profecía mesiánica contemplaba tanto la muerte como la vuelta a la vida del Mesías (Dn. 9:24, 25-27 cf. Isa. 53), no se especificaba ni por quien, ni cómo, ni tampoco una resurrección en concreto ni en los espacios correspondientes a tres días. Por lo tanto se trata de una revelación especial por el propio Mesías Jesús, y que en su cumplimento identifica a las palabras como dichas por aquel que experimenta tales situaciones. En Mt. 17:12 se especifica, como ya se sobrentendía en 16:21 que se trata del Hijo del Hombre el que ha de padecer de “ellos”. Y en 17:22, 23, se añade que ese Hijo del Hombre será entregado, y le matarán, y al tercer día resucitará. Se sigue adicionando al derášpéšer Hijo del Hombre, que éste, el Hijo del Hombre, ha venido a salvar lo que se había perdido (Mt. 18:11). Y todavía más: esa entrega es para condenarle a muerte, a la vez que se le entregará a los gentiles para que le [1296] escarnezcan, le azoten, y le crucifiquen, más al tercer día resucitará (Mt. 20:18, 19). Y siguiendo en esa línea se va a cerrar el círculo revelador de la obra de ese Hijo del Hombre: 1) Es en ocasión de la pascua en que el Hijo del Hombre será entregado para ser crucificado (Mt. 26:2); 2) Comiendo en la pascua Jesús se reitera diciendo que el Hijo del Hombre “va según está escrito” (Mt. 26:24), aun cuando esa entrega dependa de alguien que más le valiera no haber nacido; 3) Y en los instantes precisos avisa de que “el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores (Mt.

[1297] 26:45). Pero ese derášpéšer Hijo del Hombre es para mantenernos constantemente en la esfera celestial. Era celestial y sigue siéndolo. Es de arriba y está arriba. Es decir su muerte como Hijo del Hombre es imposible. Porque precisamente el Hijo del Hombre que muere en la humanidad de Jesús es para seguir viviendo en la función del Hijo del Hombre celestial (Dn. 7:13; 8:11-14 cf. Mt. 26:63, 64), a fin de que al final, una vez cumplida su obra sentado a la diestra de Dios (Mt. [1298] 26:64 pp. cf. Mt. 22:42-44, 45) volver en gloria (Mt. 16:27 cf. Mt. 24:30 cf. Dn. 7:14). En varias ocasiones Jesús se había identificado con el Hijo del Hombre que obliga a la investigación, a fin de llegar personalmente a la identidad de ese Hijo del Hombre con el Mesías. Lo hemos visto en Juan y ahora en Mateo. Al final, en una oportunidad última y única para los dirigentes de los judíos, ante la pregunta que estos plantean a Jesús, respecto a si era el Mesías, el Hijo de Dios [1299] (Mt. 26:63), Jesús les responde que SÍ y que además es el Hijo del Hombre celestial. ·

La conciencia mesiánica en la segunda purificación del templo (Mt. 21:1-22) ¿Por qué las dos purificaciones? Un poco antes de la cuarta pascua (en su ministerio), Jesucristo sube a Jerusalén, e intencionalmente les pide a los discípulos que vayan a por una asnay un pollino, con los que entrará en la ciudad, dirigiéndose al Templo. En el camino es recibido como el “Hijo de David”. El gesto de [1300] montar el pollino (hijo de asna) es la señal para que el pueblo lo reciba como descendiente de David, de acuerdo a la profecía de Zacarías 9:9. Los vítores fueron la antesala de su llegada al templo donde arroja de nuevo a los cambistas (Mt. 21:12, 13 cf. Jn. 2:13 ss.). Después de haberlos arrojado pronuncia en derášpéšer tanto el texto de Isaías 56:7 y el de Jeremías 7:11. En el caso de Isaías se entronca dentro de la obra de salvación y de justicia que ha de manifestarse por Dios (Isa. 56:1, 5, 6), y que en otros lugares se nos dice que la llevará a cabo por medio de su Siervo el Mesías (cf. Isa. 42:1). La cita derášpéšer nos afirma que será llamada casa de oración “para todos los pueblos”, incluyendo a los rescatados dispersos de Israel (Isa. 56:7, 8). En el caso de Jeremías se entronca dentro de la desvalorización del Templo (Jer. 7:4 ss.). Se siguen varios capítulos donde se nos muestra la apostasía de Israel, tomando como referencia lo más sagrado: el Templo (Jer. 7:11-19 ss.). Y llega la solución definitiva, con un nuevo pacto prometido (Jer. 31:31-34) en base a la venida del Mesías, un Renuevo de justicia de David (Jer. 33:14-17) que dará continuidad al sacerdocio levita (Jer. 33:18, 20, 21), y al Templo dentro de lo que implique ese nuevo pacto (cf. Zac. 6:12, 13), y que en otro lugar se nos concreta mediante el sacerdocio eterno de Melquisedec asociado a la obra mesiánica del Hijo y relacionado con el trono de David (Sal. 110:1-4 cf. Mt. 22:42-44). Todo esto nos lleva a comprender el motivo tanto del acto purificativo en ocasión del comienzo del ministerio de Jesús, que ya hemos explicado en su lugar, como en ocasión del final de su ministerio. En ambos casos se reclama el análisis de lo que significa e implica la venida del Mesías: entre otras cosas, una reforma espiritual que abarca los cambios relativos al sentido del Templo cuando el Mesías llegue (cf. Zac. 6:12, 13), y que estaban contemplados en los valores del sistema de sacrificios que tienen su cumplimiento y continuidad con la vida, muerte del Mesías y su obra en el Templo celestial anunciado en Daniel 9:24, 25, 27 cf. 8:11-14 cf. 7:13, 14). En la primera ocasión se advertía del cumplimiento de la venida del Mesías. El Mesías estaba presente e iba a llevar a cabo la obra de restauración en todos los órdenes, empezando en el significado de los contenidos y valores del Templo. En la segunda venida al Templo, se les señala que los cambios, que en él se tendrían que

haber realizado no se han efectuado, a pesar de que con su presencia se ha hecho realidad lo que supone ser mayor que el Templo (Mt. 12:6). Su obra de enseñanza y de sanidad, señalaban al Mesías, junto a los signos de identidad. A continuación de haber arrojado al valor que hace visible la realidad del Templo en ese momento, aparece la obra curativa del Mesías en el Templo (Mt. 21:14), mostrándoles (Sr. Sanders), lo que exclusivamente debería ser cualquier práctica del Templo: Sanidad y curación. El poder de la palabra que dimana del ejercicio del Templo, traerá siempre curación. Del nuevo templo celestial inaugurado por el Mesías (Dn. 7:13 cf. 8:11-14 cf. 9:24, 25, 27 cf. Jn. 3:12-15 cf. 6:53, 54, 62 cf. Mt. 13:37 cf. Zac. 6:12, 13) se imparte la semilla celestial (Mt. 13:37) que trae sanidad, curación, es decir vida eterna (Jn. 6:53, 54). Y todo ello si hemos adquirido la vocación celestial que supone el haber nacido de arriba (Jn. 3:), de los lugares celestiales (Jn. 3:12-15), donde está el Hijo del Hombre que nos imparte mediante su conocimiento y el de Dios (Jn. 17:3), vida eterna: vitalidad y salud ya ahora, y curación definitiva, y salvación perpetua en su segunda venida (Jn. 5:24-25, 28, 29). ·

Las respuestas de Jesús a la pregunta “con qué autoridad hacía estas cosas” (Mt. [1301] 21:23, 24-45, 46) En otra de las ocasiones en las que Jesús se encontraba enseñando en el Templo los principales de entre los judíos le preguntan que con qué autoridad hacía esas cosas. Jesús les responde de modo que puedan llevar a cabo una investigación. Aparentemente en principio les propone él una pregunta, para evitar una respuesta confrontadora: El bautismo de Juan ¿de dónde era? ¿Del cielo o de los hombres? (Mt. 21:25pp.). La respuesta de ellos en el sentido de que no sabían (Mt.21:25úp.-27pp.), le permite a Jesucristo zanjar la cuestión: tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto Mt. 21:27 úp.). Sin embargo Jesucristo de nuevo lleva una estrategia, y les propone 2 respuestas, a fin de que comprendan con qué autoridad hace tales cosas. ¿Por qué Jesucristo no responde directamente? Porque la identificación de la autoridad de Jesús debe ser fruto de un convencimiento personal. Y a este convencimiento personal ha de llegarse mediante la investigación. Si después de todas las evidencias que ha presentado con la finalidad de que le identifiquen con el Mesías no ha dado resultado ¿De qué sirve que respondiera: “Soy el Mesías, y ha sido el mismo Dios quien me ha dado esa autoridad que como Mesías tengo? No obstante Jesús les va a responder de dos formas: 1) Mediante la parábola de los dos hijos y con el ir a trabajar en la viña, con los que identifica al que dijo no pero luego sí, a los pecadores, publicanos y rameras; y al que dijo primero sí pero luego no fue, con los principales del pueblo que rechazaron a Juan el Bautista (Mt. 21:28-32) que se presentó como el mensajero que preparaba el camino del Señor, con lo que ese Señor le corresponde a él; 2) Con la parábola de la viña y los viñadores que no habían cuidado adecuadamente, y se convierten en lugar de arrepentidos por su mala gestión en homicidas (Mt. 21:33-39, 40-42, 43, 44) alude a lo que ya Isaías había contemplado proféticamente como una condición endémica para Israel (cf. Isa. 5:1-7). En la parábola aparecen situaciones de maltrato que se ha tenido contra ciertos profetas, y la presencia del hijo a quién tampoco respetaron. La pregunta de Jesús al final de la historia (Mt. 21:40), no tardó en responderse (21:41). Y Jesús añade identificándose con la piedra que sirve de cimiento sólido, a la vez de servir [1302] como siendo el Reino de Dios a la manera de la piedra de Daniel 2:44. ·

La conciencia mesiánica de Jesús como siendo el Señor de David (Mt. 22:41-46)

MI Señor, el Señor de David (Mt.22:41-45 cf. Sal. 110:1, 5 cf. Mc. 12:35-37; Lc. 20:41-44) Estos textos de Mateo 22:41-45 y sus paralelos en Marcos y Lucas, son de suma importancia, por [1303] cuanto Jesús haciendo derášpéšer cita el Salmo 110, identificándose con el Señor de [1304] David. El texto del Antiguo Testamento hace referencia a una situación y posición del Mesías que hay que comparar con la noción de “hijo de David”. El texto en cuestión es una evidencia de la valoración sobrenatural a un personaje al que se le considera el Señor de David y que llevaría a cabo una labor sacerdotal, que tal como hemos visto la desarrollaría el Mesías (Sal. 110:1, 4, 5 cf. Zac. 6:12, 13). Del mismo modo que Miqueas nos habla de un origen fuera del linaje temporal humano, el Salmista nos habla de Su Señor, al que el Señorle dice lo que ya hemos estudiado, mostrando un origen que nada tiene que ver con la estirpe humana. De este modo una señal inequívoca de identidad del Mesías sería, que por un lado procedería de una genealogía humana (cf. Mt. 1: 1 ss. Lc. 3:23-38), y por otro es preexistente, muy anterior a Abraham (cf. Jn. 8:56-58 cf. Gn. 18:1 ss.-19:1), el Señor de David (Sal. 110:1 cf. Mt. 22:44). La Septuaginta ha traducido el título hebreo Adonay (Señor) al igual que cuando aparece el tetragrámaton (YHWH), por Kyrios, que en castellano significa SEÑOR. Lógicamente el término Señor podía ser un adjetivo que mostraba lo que tiene influencia o poder sobre otro; o como sustantivo con el sentido general de dueño o de propietario, o como fórmula de cortesía, como nuestro actual señor. Y si bien bíblicamente se hace diferencia entre señor y el [1305] absoluto El Señor (ho Kyrios). El tratamiento que el salmista hace, y que Jesús se aplica no impide la identidad con alguien que es considerado por David como su Señor. A partir ya de los evangelios comprobamos una recuperación del título absoluto El Señor para Jesucristo. El propio Jesús se vale del absoluto El Señor (ho Kyrios) en ocasión de la celebración [1306] de la pascua (Mc. 11:3 cf. Mt. 21:3). En Juan 13:13, no sólo distingue entre ser El Maestro (didáskalos) y El Señor (Ho Kyrios) sino que además emplea el absoluto Ho Kyrios (El Señor). Jesucristo ha sido muy cuidadoso en utilizar el artículo determinado. Lo ha omitido cuando se refería a su persona (a excepción de estos dos momentos oportunos), mientras que se lo aplica al Padre cuando lo llama Señor. Ya al final de su ministerio, después de su resurrección, Tomás se dirige a Él [1307] con el artículo determinado expresando al Señor absoluto (Jn. 20:28). ·

La conciencia mesiánica de Jesús en la obra celeste del Hijo del Hombre (Mt. 26:6365 cf. 22:1-13, 14) Hemos aludido a estos textos en diferentes lugares, aquí lo hacemos por motivos de la secuencia Hijo del Hombre que estamos estudiando en Mateo. Aunque Jesús, tal como hemos estado viendo en este capítulo ha expresado claramente su conciencia mesiánica, identificándose con el Mesías y con el Hijo de Dios, la pregunta del sumo sacerdote sobre si Jesús era el Mesías, el Hijo de Dios (Mt. 26:63), obtiene una respuesta categórica: SÍ lo soy, y además soy el Hijo del Hombre, y como tal, lo

podéis ver desde ahora sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes (Mt. 26:64). Lo que Jesucristo ha querido evitar siempre es el expresar que es el Mesías. Porque eso no conduce a la credibilidad. Ha rechazado el testimonio de los endemoniados y de los propios discípulos porque no es la publicidad más adecuada para que alguien se convenza de que es el Mesías. Cuando los principales le interrogan sobre quién es él nunca responde directamente sino por medio de la señal que estaba vaticinada sobre el Mesías o por derášpéšer, u otro tipo de deráš. Tiene que conseguir que las personas decidan investigar, y de este modo se convenzan de su identidad. Jesucristo es consciente de las dificultades que conlleva para la racionalidad el ser aceptado como lo que está implicado en su mesianidad. De ahí que del único modo que se tiene acceso a la aceptación de su identidad es el análisis que contrasta lo que dice y hace con lo que se afirma del Mesías en la profecía. Con el derášpéšer Hijo del Hombre se pretende precisamente eso. El sumo sacerdote al preguntar, no considera las señales y citaciones de Jesús que prueban ser el Mesías e Hijo de Dios, por lo tanto la pregunta está viciada de inicio, se hace partiendo de la negación de que sea el Mesías, y quiere la respuesta positiva para justificar su condena. Jesús sabe eso, y entonces añade la gran señal: “desde ahora podéis ver al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios y viniendo en nubes” ¿Qué les está queriendo decir? Si fuerais al Hijo del Hombre de Daniel 7:13, os veríais obligados a tener que ver una escena de cercanía funcional, protagonizada por ese Hijo del Hombre, marcada por tres verbos “increscendo”, con nubes (teofanía) hacia el Anciano de Días ¿Y de dónde ha partido ese Hijo del Hombre hasta llegar a ese Anciano de Días? Si seguís viendo a ese Hijo del Hombre lo [1308] identificaríais con el Príncipe del Ejército o Príncipe de los príncipes celestial ejerciendo en un Santuario celestial (Dn. 8:11-14, 25 úp, 26 cf. Dn. 7:13, 9-11), y si continuáis viéndolo sabréis de donde parte cuando encontréis la identidad de ese Hijo del Hombre y Príncipe del Ejército o Príncipe de los príncipes con el Príncipe Mesías de Daniel 9:24, 25-27, al que se le quita la vida trayendo la justicia y el perdón, haciendo cesar el sacrificio y la ofrenda como válidas, inaugurando un Santuario (ungiendo los lugares Santos) después de habérsele quitado la vida (cf. Isa. 53:1-6, 710). Y si perseveráis un poco más, y hacéis el retorno, partiendo del Príncipe Mesías al que se le quita la vida, y se le ve después inaugurando un Santuario, lo conectaréis con la subida en nubes del Hijo del Hombre (Dn. 7:13) ejerciendo en el Santuario Celestial de Dios (Dn. 8:11-14), y terminando volviendo de nuevo a la tierra (Dn. 7:14 cf. 7:22, 26, 27) con el poder de su Reino (nubes {teofanía, ángeles}= poder de Dios). Evidentemente el sumo sacerdote no estaba dispuesto a realizar esa investigación. Se limitaba a juzgar condenatoriamente a Jesús (Mt. 26:65). Pero Jesús, además de lo indicado, con el derášpéšer Hijo del Hombre, les está diciendo: “Me estás juzgando a mí el Hijo del Hombre, cuando me hayáis matado, tal como está profetizado, la dinámica del Hijo del hombre celestial se pondrá en marcha, y os juzgará (Dn. 7:13 cf. Jn. 5:27). En la parábola de las bodas del cp. 22 de Mateo, hay una conexión con lo que resulta de aplicar el [1309] derášpéšer Hijo del Hombre en el contexto de Mt. 26:63, 64. Antes de hacer una interpretación aplicativa veamos el contenido de la secuencia: 1) Un rey hizo fiesta de bodas por su hijo (22:2) 2) Por ello, envía a sus siervos a llamar a los convidados (22:3pp.)

Evidentemente está llamada no la podemos considerar inadvertida. La expresión convidados con que se clasifica a los súbditos, muestra que ya habían sido invitados en una reunión anterior. 3) Más estos no quisieron venir (22:3úp.) Hay algo más en el ofrecimiento a la invitación que les hace declinar dicha invitación. Recuérdese que se les ha calificado de invitados, y que por lo tanto han dicho que sí a la invitación, faltando el que se les pase la fecha; téngase en cuenta también que se tratan de súbditos del rey. 4) Vuelve a enviar otros siervos, donde se les ha de decir a los convidados: todo está preparado, y que los gastos se han realizado de acuerdo a lo previsto, como corresponde a la importancia de la ocasión de las bodas del hijo del rey. Y se les hace de nuevo un llamamiento: “ Venid a las bodas” (22:4) Aparentemente no se comprende ni el rechazo que están haciendo, ni la insistencia del Rey. El asistir a una boda ya es de por sí un momento de gozo, pero en el caso de una boda real es un privilegio que muy pocos pueden tenerlo. Pero no cabe duda que la insistencia, lleva consigo algo necesario para los súbditos, y que estos únicamente pueden satisfacer dicha necesidad acudiendo a la cita, que por otra parte, ya en esa reunión previa dijeron que sí, de ahí que se les considere convidados. 5)

Los súbditos se niegan, con dos reacciones despreciativas hacia el rey: en una manifiestan desinterés en la gratuidad de unas vacaciones pagadas, queriendo valorarse mediante el esfuerzo de la labranza o de sus negocios; y en la otra reflejan la criminalidad: llegan a matar como reacción hacia los siervos representantes del rey (22:5, 6). Antes de seguir debemos plantearnos la pregunta ¿Por qué matan? ¿Cómo es posible que Jesús haya introducido en el guión semejante reacción por el hecho de se les esté invitando a una boda, nada menos que la del hijo del rey? ¿Es concebible que se te invite a una boda real, en la que los súbditos de aquel tiempo son subsidiariosde diferentes modos, y que además ya habían dicho que sí a la boda, y por eso se les clasifica como convidados, y se envíe una carta bomba como respuesta? ¿Por qué matan?

[1310]

Aunque estamos en una parábola, la inclusión de que matan para quitarse de encima a los siervos ha de tener un motivo, como el enojo del rey que trae ejércitos y destrucción de los homicidas (22:7) tiene un motivo: la actitud tan injusta de matar porque te traen la fecha exacta de la boda. De ese mismo modo también ha de haber un motivo, aunque no justificativo, por el que llegan a matar aquellos. Ese asesinar es el motivo por el que se incluye la destrucción de los homicidas y de su [1311] ciudad. La fraseología respecto a la actitud de matar es semejante a la de la parábola de la viña que Mateo la ha adjuntado anteriormente, y en lo referente a la destrucción de la ciudad es semejante tanto a la destrucción de Jerusalén en el pasado (cf. Jer. 52:13, 14), en el que se ve el enojo de Dios contra su pueblo, trayendo contra ellos al rey de los caldeos (cf. 2ª Cron. 36:16, [1312] 17). ¿Por qué matan? Digamos ya que hay algo en el ínterin que hay entre la aceptación como convidados en esa reunión previa a los avisos de los siervos, y la acción misma de los siervos de ofrecerles la asistencia a las bodas ¿Qué ocurrió, una vez que los súbditos salieron de esa reunión previa como convidados? ¿Qué pudo contrariarles en el ofrecimiento a asistir a las bodas? La clave se nos da un poco más adelante.

La llegada de los ejércitos y la destrucción de la ciudad de los homicidas, marca un antes y un después. En esa segunda parte, el rey les dice a los siervos, que las bodas no se van a paralizar, ni se va a cambiar la fecha de la asistencia a éstas sino que conforme se les invite y acepten tendrán la oportunidad de vivir la experiencia de las bodas (22:8): “Id a las salidas de los caminos, y llamad a las bodas a cuantos halléis” (22:9). Y así hicieron los siervos, juntaron a todos los que quisieron aceptar, tanto a los que eran catalogados por los seres humanos como malos, como a los que eran considerados buenos; tanto unos como otros necesitaban pasar por la experiencia de las bodas [1313] (22:10). 6)

7) ¿Por qué matan? La clave se encuentra en 22:11 Se nos descubre que es preciso llevar un vestido de boda. Siempre para la boda se lleva un vestido especial respecto a la vestimenta diaria para el trabajo. El rey ve a un camuflado. Se destaca porque no lleva el vestido de boda que llevan los demás. La parábola se ha introducido diciéndonos “el reino de los cielos es semejante a un rey que hizo fiesta de bodas a su hijo” (Mt. 22:2). Se nos está queriendo decir que ese rey, y ese hijo, y esa boda tiene que ver con el reino de los cielos. Por lo tanto la boda y los personajes que preparan la boda son celestiales. Los siervos que entran en contacto con los súbditos están en esta tierra. Lo que quiere decir que la boda transcurre en el cielo mientras los siervos, súbditos, y los que aceptan entrar están en la tierra. Pero han de entrar si quieren seguir los pormenores de la boda. De alguna manera hay una comunicación entre la tierra y el cielo que les permite seguir todo el contenido de la boda. La señal identificadora de que están siguiendo esos pormenores, es el vestido de boda (cf. 22:12) ¿De dónde lo han sacado? ¿Quién se les ha dado? ¿Cómo supieron que debían llevarlo? La acción del rey de entrar para ver a los convidados es escrutadora, examinadora. Una comprobación de si se lleva lo que signifique el vestido de boda y su asistencia (22:11). La pregunta lo revela todo ¿Cómo entraste aquí sin estar vestido de boda? 8)

Si los siervos tenían el objetivo pedido por el rey de que llamaran a las bodas a cuantos encontraran (22:9, 10), y se llenaron éstas de convidados (22:9, 10), y según el rey era preciso entrar con vestido de boda, y por otra parte los convidados rechazados lo fueron por no ser dignos (22: 8úp.), el vestido de boda era provisto por los siervos que llamaban para que entrasen a las bodas, y que al rechazarlo no les hacía dignos (22:8-12). Todavía se descubre algo más: los súbditos querían ir a las bodas pero con su vestido confeccionado, no exactamente con el vestido de bodas provisto por los siervos, que les hacía dignos para entrar a las bodas. Cuando los siervos insistieron en que si querían asistir a las bodas tendrían que hacerlo con el vestido de bodas apropiado, algo había en lo que significaba su vestido y ese vestido de boda proporcionado por el rey, que les hizo tener que matar a los “siervos”. 9)

Esa acción examinadora, comprobadora de si llevaban o no el vestido de boda transcurre en un momento histórico, después y mientras se llenan las bodas de convidados (22:10). Hay dos momentos expresados, uno, el de entrar el rey para ver a los convidados (22:11pp.). La acción de ver tiene que empezarse en un momento antes de que las bodas estén llenas, y esperarse a que estén completamente llenas en el tiempo histórico, para dar tiempo a que se llenen las bodas de posibles convidados, y poder así constatar cualquier anomalía (22:11úp.)

El otro, después de haber estado las bodas llenas de convidados, la verificación de que hay alguien sin vestido de boda (22:11, 12). Por esto sabemos que hay quienes aceptan el vestido de bodas para entrar en las bodas. Pero la experiencia de pasar por la bodas, demuestra no haberse [1314] puesto realmente el vestido de boda, únicamente el rey puede discernirlo, juzgarlo. 10) El llevar el vestido de boda, parece ser que es fruto de una experiencia aceptadora de que se l e juzgue como digno, mientras que no llevarlo implica no haber aceptado aquello que le hubiera hecho digno (22:8). El contraste es total. El que no lleva vestido de boda, no ha hecho una experiencia tal que le permita responder ¿Cómo entraste aquí sin estar vestido de boda? (22:12). 11) El rey ejerce su derecho y expide una sentencia judicial desfavorable acorde a la propia elección del disfrazado. En realidad no puede ejercer una sentencia favorable por cuanto no lleva el vestido de boda. La escena, en la forma de parábola, lo que nos muestra más bien es que no está siendo juzgado de acuerdo al juicio favorable que se hace de ser digno por llevar el vestido de boda. Nótese el talante del rey: amigo ¿cómo entraste aquí sin estar vestido de boda? Téngase en cuenta los términos parabólicos y los transcursos históricos reflejados. Entrar a la boda, se entra estando en la tierra. Se trata de una experiencia que es necesario vivirla y reflejarla. El vestido de boda se ha de colocar estando en la tierra, es lo que le hace digno a la persona para poder vivir esa experiencia. El examen parece presentarse teniendo en cuenta el pasado que se hace presente al final, para explicar la naturaleza de ese juicio. Se trata de un tiempo transcurrido, tal como ya hemos indicado, que nos presenta el texto, cuando en el lenguaje de la parábola se nos quiere trasmitir que de algún modo ha de haber un juicio de la experiencia vivida o no, durante el tiempo que tuvimos oportunidad de entrar, y de ponernos el vestido de boda. El amigo no tiene nada que decir. Enmudece, con lo que se da cuenta que no tiene que hacer nada ahí. 12) Lógicamente en el lenguaje de la parábola, se nos presentan las escenas como habiendo movimiento de lugares (22:13). Pero todo esto está sucediendo, estando en la tierra. En efecto, tanto la experiencia de entrar como de ponerse el vestido acontece en la tierra. Los invitados a las bodas están en la tierra. Por lo tanto este examen, también transcurre mientras se está [1315] en la tierra, aunque en la posición de muertos. Otros textos de la Escritura, no en parábola, deberán ubicar adecuadamente todo esto. Pero la enseñanza es evidente: o nos ponemos el vestido de boda o no, y entramos o no a la experiencia de la boda. Todo ello marcará un sentido a nuestra vida con lo que se nos ve como dignos o no. Y aunque se hubiera pretendido entrar y ponerse el vestido, que nos se engañe nadie creyendo eso es suficiente. Es necesario adquirir la vocación celeste para poder desarrollar la experiencia de la boda celeste. El acto de arrojar (22:13), no es un acto ni literal ni físico, sino la exposición de que en el acto del rey de ver a los convidados (22:11pp.) no hay posibilidad de que en ese examen pueda haber alguien sin vestido de boda. Se nos enseña que en ese juicio favorable, de consideración de los que se han puesto el vestido de boda haciendo la experiencia de lo que implica vivir la boda, no hay cabida para un examen de nadie que no lleve el vestido de boda. [1316] Y todo esto ¿Por qué? Porque “muchos son los llamados y pocos los escogidos” (22:14). Está conclusión es lógica, y justifica la creación por parte de Jesús de semejante fórmula. Llamar se

les llama a todos (cf. Mt. 22:9, 10), pero se nos descubre por parte de Jesús, que lamentablemente, hay muy pocos (con relación a una mayoría) que aceptan el llamamiento a fin de constituirse en escogidos (22:14). La relación entre esta parábola y el mensaje implícito en el derášpéšer Hijo del Hombre expresado en Mateo 26:63, 64, junto a los pasajes ya estudiados de Juan, donde se nos explica claramente los valores celestiales del Hijo del Hombre, merece la pena tenerla en cuenta. El Hijo del Hombre, aparece como un personaje celestial, tanto en Juan como en Mateo. Se le identifica con el Hijo de Dios y con el Mesías (Mt. 16:13-16 cf. Jn. 8:36, 58; 10:36). En el caso de Mateo se nos insta a investigar “desde ahora veréis al Hijo del Hombre en su función de sentado a la diestra de Dios, viniendo en nubes” (Mt. 26:63, 64). En el caso de Juan se nos dice que el Hijo del Hombre es de arriba, y se nos insta a cada uno de nosotros a ser de arriba (Jn. 3:12-15, 3-6, 7-9, 16), a vivir celestialmente en esta tierra mediante lo que el Hijo del Hombre celestial nos puede impartir comiendo y bebiendo el significado de su persona y obra celestial (Jn. 6:53, 54, 62). Pero ese derášpéšer Hijo del Hombre nos obliga a subir a dónde está. Es en el libro de Daniel donde lo podemos ver ascendiendo en nubes hacia el Anciano de Días, y realizar una obra celestial en un Santuario de Dios (Dn. 7:13, 9-12; 8:11-14; 9:24úp, 27pp.), y retornar a esta tierra en su segunda venida (Dn. 7:14 cf. 12:1, 2 cf. Mt. 24:27, 30, 37-39, 42-51) donde había estado previamente (Mt. 21:42-44 cf. Dn. 2: 44, 45; Dn. 9: 24, 25-27 cf. Jn. 3:12-15; 16:13-16). Si nos damos cuenta, Mateo une el derášpéšer Hijo del Hombre, en una experiencia permanente de preparación para la segunda venida (Mt. 24:42ss.), con la parábola de las vírgenes (Mt. 25:1-12, 13), que como veremos en el estudio correspondiente, aquellas han de estar constantemente saliendo a recibir al esposo, es decir “viviendo permanentemente un encuentro espiritual con el esposo” a fin de vivir la experiencia definitiva y permanente de entrar a las bodas, y esto en cada generación, y durante toda la historia (Mt. 25:1, 10), hasta que venga el esposo de las bodas (cf. Lc. 12:36). Lucas (12:36-39, 40) nos refiere a una experiencia de “aguardar” a que su Señor regrese de las bodas, uniéndolo con el derášpéšer Hijo del Hombre, que ha de venir definitivamente en su segunda venida. Es evidente que se identifican: Hijo del Hombre celestial, con su obra celeste marcada en el texto de Daniel, con las bodas que son celestes (Mt. 22:1-13, 14; 25:1-12, 13), con una experiencia paralela con relación a esas bodas y a esa obra celeste del Hijo del Hombre, que transcurre en la tierra para aquellos que aceptan a ese Hijo del Hombre celestial. El evangelio del reino de Dios o de los cielos que el Hijo del Hombre presenta (Mt. 6:33; 13.24ss, 37), es la ideología celestial que permite vivir la experiencia de entrar a las bodas que están aconteciendo en los cielos. Las bodas se constituyen en una referencia celestial que se proyecta en la tierra, y que tiene que ver con el evangelio del reino de Dios en una perspectiva de buena nueva de salvación. El Hijo del Hombre celestial lleva a cabo una obra celeste que hace posible que esa buena nueva de salvación sea una realidad en todos aquellos que aceptan vivir esa experiencia. [1317] En el Apocalipsis, denominado, Revelación de Jesucristo (Ap. 1:1pp.), aparece la clave para entenderlo con el Hijo del Hombre Celestial que se introduce en sus comienzos (Ap. 1:13ss. cf. 14:14), con lo cual se nos invita, una vez más, a acudir a Daniel 7:13, 9-12, 14 (cf. Dn. 8:11-14 cf. Dn. 9:24-27), y comprendamos todo su ministerio sacerdotal para acabar con los enemigos de Dios

[1318] (Mt. 22:43, 44 cf. Sal. 110). Ahí aparece la boda, y la cena de las bodas del Cordero (Ap. 19:7, 9). La identidad del Cordero con el Hijo del Hombre celestial, está fuera de toda duda (Ap. 1:13, 18 cf. 5:6pp, 9, 13, 14 cf. 1:18 úp.). Nótese la identificación del Cordero con el Hijo del Hombre y con el Verbo de Dios o Rey de reyes o Señor de Señores, y en relación a las Bodas (Ap. 1:16pp. cf. Ap. 17:14 cf. Ap. 19:7-9, 11, 13, 15pp., 16 cf. 14:14 cf. 21:2, 10). Las bodas del Cordero o del Hijodel Hombre se han de concluir con el casamiento de éste con la nueva Jerusalén representante de los principios del Reino de Dios. El Cordero o Hijo del Hombre se casa místicamente con los principios del Reino de Dios, una vez que reina respecto a los enemigos de Dios (Ap. 19:5-7, 9, 11ss.). Poner a sus enemigos (pecado, muerte, sistemas de maldad, maligno) por estrado de sus pies, implica toda la obra de intercesión y repercusión en los seres humanos que aceptan su vestido de boda. La intercesión tiene que ver, se relaciona con la comprobación de que los principios del Reino de Dios (Evangelio del Reino), han tenido su eficacia en aquellos que lo aceptan. Por lo tanto BODA = a obra de intercesión respecto a que el Evangelio del Reino de Dios o de los cielos, se predica y tiene eficacia. No se puede casar, de ahí toda la celebración de la boda, [1319] previa al casamiento, hasta que haya puesto a sus enemigos por estrado de sus pies. Lógicamente, toda esta exposición, un tanto complicada, es para invitarnos a un escudriñamiento sin precedentes, dentro de nuestras posibilidades, a fin de que adquiramos una vocación celeste permanente, y comprendamos, una vez más la manifestación de la conciencia mesiánica de Jesús. ·

La conciencia mesiánica de Jesús en cuanto a que es el Hijo del Hombre que ha de venir en su reino celestial y en la gloria de su Padre (Mt. 16:27, 28 cf. 19:28, 29 cf. 24:27, 30, 37-39, 44 cf. 25:31, 32) Al incluir al Hijo del Hombre en el contexto del retorno de Jesucristo en su segunda venida, se nos invita a realizar todo el recorrido de la obra celeste del Hijo del Hombre, y veamos la condición de haber adquirido la vocación celestial, consistente en vivir la primera venida y la segunda venida mediante la experiencia de entrar a las bodas. Y de ese modo descubrir la seguridad con que manifiesta Jesús su conciencia mesiánica. · La conciencia mesiánica de Jesús en la pasión y resurrección (Mt. 26, 27 y 28) La conciencia mesiánica de Jesús está unida a su misión, y a su certitud de que para poderla cumplir adecuadamente ha de morir(Mt. 16:21 cf. 17:12, 22, 23 cf. 18:11 cf. 20:18-20 cf. 26:2, 24, 31, 32, 45, 60-63, 64, 65-67). Se trata de una muerte que como ya hemos visto, ha sido asumida tanto por el Padre como por el Hijo, aun cuando se trate de un asesinato preparado por el homicida “desde el principio”. Se trata de algo que está escrito sobre él (Dn. 9:24, 25-27 pp. cf. Dn. 8:11-14 cf. 7:13 cf. Isa. 53:7-10). Cuando la depresión y la angustia arreciaron en el Getsemaní (Mt. 26:36-45 cf. Dn. 7:13; 9:24, 2527 pp. cf. Isa. 53:7), el Jesús humano ha de entregar su voluntad totalmente hacia un Padre que permanece en silencio para Jesús (Mt. 26; 37, 38 cf. 26:39 pp., úp. cf. 27:46). El Padre está ausente. Ha de enfrentar la prueba sólo. La conciencia mesiánica de Jesús sigue su curso inalterable (Mt. 26:63, 64). Se trata de una personalidad configurada de acuerdo a la voluntad divina (Jn. 1:1-3, 14, 18 cf. Mt. 1:20-23; 3:16, 17), inconcebible e incompresible para la racionalidad, como casi todo lo de Dios. A excepción de lo que nos interesa: ese Dios ha querido hacerse presente a fin de acercar su amor y salvación a un ser humano alejado de él. Perdido respecto a lo más importante: a la existencia. Pero lo que más pedía el hombre: que Dios se hiciera presente se convierte en lo más

humillante, puesto que no puede ser reconocido como tal, por una razón tan corrompida, acostumbrada a negar sus raíces y origen. Únicamente el amor y la simpatía hacia las penalidades del ser humano, junto a señales inequívocas en favor del sufrimiento, la enfermedad y la muerte del ser humano, además de una ideología que te permite vivir el Reino de Dios en la tierra, experimentar vida eterna, fueron y han sido capaces de arrancar en millones de personas en la historia vítores que representan a ese Dios aceptado en Jesús-Mesías (cf. Jn. 3:16). Cuando, ante tu evidencia, te dejas el buscar lo que te propone, encuentras en su mensaje mesiánico, en su obra terrestre y celeste, la manera de configurar una vocación celeste, que te lleva a permanecer en lo que él significa, y a vivir con pasión racional y equilibrada su retorno, una segunda venida esperada, ansiada, obligadamente necesaria, para que la expectativa de la realidad de su mensaje produzca la explosión, el ímpetu, la expansión del encuentro, donde se nos permitirá de viva voz, expresarle nuestro agradecimiento contenido durante siglos (cf. Ap. 6:9-11) Jesús, ha sido capaz de superar la gran prueba. La prueba no estuvo en superar al pecado. En llevar una vida sin pecado, sino la de ser idóneo durante todo el trayecto, manteniéndose acorde a su misión: un ser humano real (Mt. 27:45) pero al mismo tiempo poseyendo conciencia mesiánica de que también era el Único eterno Hijo de Dios (Jn. 17:5 cf. 16:26-30 cf. Mt. 22:42-45). Esto no le fue fácil a Jesús. Vilipendiado e incomprendido por los suyos (Jn. 1:11). Por los que le tendrían que haber reconocido, fue en última instancia llevado al matadero (cf. Isa. 53:7-10) por una representatividad que había sido pagada para que pidieran la crucifixión (Mt. 27:20, 12, 17). Pero ya él había dicho en la cruz: “Padre perdónales porque no saben lo que hacen” (cf. Lc. 23:33, 34). Con lo que extiende el perdón a todos sus ejecutores, sean de la índole que sean, y es válido para cualquiera que lo acepte dicho perdón. Ese mundo que clamaba a gritos “hazte presente y creeremos” no quiso acercarse entonces, pero también está representado escarneciéndole (Mt. 27:26-31 cf. Lc. 23:36) y sirvió como modelo para todas las generaciones que se encierran en ese mundo (Jn. 1:10). Todo esto pesó durante todo su ministerio. Nunca nos deja un resquicio de vacilación en cuanto a su conciencia mesiánica, sin embargo en el Getsemaní aparece la duda de si será el momento oportuno de su muerte, de si ha realizado todo lo que previamente a morir es necesario, de ahí, su angustiosa llamada al Padre que no responde: “Si es posible pase de mí esta copa” (Mt. 26:39 pp.). Le angustia el saber que no haya logrado su misión. Su evidencia más cercana es la de unos cuantos vacilantes e inseguros discípulos que se encuentran dormidos en esa terrible hora para él (Mt. 26:38, 40, 41). La no respuesta del Padre lleva a Jesús a ejercer su derecho de conciencia mesiánica, el sometimiento incondicional: “pero no sea como yo quiero sino como tú” (Mt. 26:39úp). La tentación a dejarse arrastrar por el infortunio, y la desesperación hace pender de un hilo el objetivo de su venida. Jesús se aferra, en última instancia a la voluntad del Padre. La tentación satánica se aprovecha aquí de su debilidad depresiva: “Es tu pueblo, tu propio pueblo representado en los principales puestos por Dios mismo, los que te están llevando a la muerte de cruz ¿No sería más normal que fueran los gentiles, los que te llevaran a la muerte? ¿No es esto la prueba de que no has cumplido con tu misión? ¿Por qué no postergas el tiempo a fin de que te entiendan? ¿Y si fueras tú el único causante, responsable de tu muerte? ¿Por qué no te reconcilias con tu pueblo, y por su medio lograr lo que Dios te ha propuesto? Y al final la cruz. Parece que lo tienes muy claro lo de la cruz. Pero la propia ley dice que es maldito todo aquel que es colgado en la cruz. Y buscan precisamente eso. Para que cumplas lo que dice la palabra de Dios, y entonces todo el mundo te identifique con arreglo a lo que dice la palabra de Dios. Y eso supone que nadie te va a aceptar.”

En cada una de estas propuestas hay algo de verdad inteligentemente mezclada con la mentira, independientemente de que la cruz la ha preparado aquel que es homicida desde el principio. La única salida es someter la voluntad a la de Dios. Dejarle a él, a pesar de su silencio momentáneo. Y es lo que hizo Jesús. El escarnio final, es, la tentación continua satánica aparentemente insuperable: “Si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz” “Y entonces creeremos en ti” (Mt. 27:40, 42). Si Jesús respondiera descendiendo en la cruz, habría dudado de ser Hijo de Dios, y habría roto su asunción con el Padre de la muerte de cruz como necesaria al plan de la salvación. Si no hace caso, no descendiendo de la cruz, reafirma en los que plantean semejante maltrato sicológico, de no ser el Hijo de Dios, asunto que está en contra del propósito mesiánico: que le reconozcan como Hijo de Dios enviado por el Padre. El sometimiento al Padre que ha manifestado en el Getsemaní sigue en su trayectoria. Es el Padre quién ha de decidir eso. Y por lo tanto si está permitiendo que yo sufra esa muerte y escarnio “para eso he venido” (Mt. 16:21). Mateo no quiere quitar absolutamente nada al rigor con que Jesús está siendo tentado (Mt. 27:3944 cf. 46, 50), a la vez que se quiere mostrar lo que está suponiendo la acción del Lógos en esos momentos y en otros. Independientemente de la conciencia mesiánica que se crea desde el instante de la encarnación (Jn. 1:14, 1-3), nunca el Lógos, aunque unido inseparablemente con la humanidad, puede actuar sin la autorización del Padre. Eso es algo consignado en el anonadamiento (cf. Jn. 8:28, 29; 10:17, 18 cf. Mt. 11:27, 28-30). Lucas basado en las palabras de Jesús recogidas y guardadas por otros apóstoles, complementa el [1320] grito de abandono por Mateo clamando a gran voz dos veces (Mt. 27:46, 50), antes de entregar su existencia, por medio de su espíritu, al Padre (Mt. 27:50 úp, Jn. 19:30). Y lo complementa de tal modo que podemos comprender su conciencia mesiánica hasta el final, hasta los dos clamores a gran voz que Mateo nos consigna. En efecto. Lucas recoge, de acuerdo a sus fuentes, que Jesús es consciente de su significado de Hijo, cuando actúa de modo intercesor: “Padre perdónalos” (Lc. 23:34). La seguridad que le imprime a uno de los terroristas que han colocado con él: “que estará con él, en el paraíso” (Lc. 23:43), y el cuidado amoroso que Juan consigna respecto a su madre en relación con el discípulo que él tenía una afinidad especial (Jn. 19:26), es una muestra, de que en [1321] ningún momento ha perdido la calidad consciente que siempre había manifestado. Es muy curioso, el cambio que el evangelista registra cuando Jesús se presenta como humano: Ya no se trata del Hijo que dialoga con el Padre, sino de lo humano, que tiene su Dios: “Dios mío, Dios mío ¿por qué me dejaste?” No se trata de ningún tipo de desesperación sino lo que da de sí una cita a [1322] l o derášpéšer: una petición en oración, utilizando la terminología del Salmo (Mt. 27:46 cf. Sal. 22:1ss). La respuesta del Padre, no tardará mucho: la resurrección ¿Por qué me dejaste? No hay ni siquiera sentimiento de abandono sino la necesidad de una respuesta al “¿Por qué me dejaste?” Si has dejado que esto se hiciera, es porque estoy cumpliendo lo último que era preciso, y que estaba unido a toda la vida anterior. Con la resurrección obtiene la respuesta al por qué me dejaste. La resurrección es la evidencia de que ha cumplido con su misión (cf. Mt. 20:17-19; 16:21). De que el Padre dejó que te aconteciera lo que ya estaba previsto. Pero hay algo más. La cruz, aunque preparada por el maligno, e inspirada por él a aquellos que se dejaron arrastrar de entre los

principales de su pueblo, y puesta como maquinaria de muerte por una representatividad de gentiles, se convierte, en la asunción que el Padre y el Hijo realizan de ella (cf. Jn. 10:17, 18) como consecuencia de traer el reino de Dios identificado en la persona de Jesús Mesías, vehículo de retorno al Padre, en una referencia universal de salvación, de que la vida del Hijo del Hombre con su muerte de cruz, y obra celeste para después de la resurrección, consigue vida eterna para todos (Jn. 20:31 cf. 6:53, 54, 62 cf. Jn. 3:16, 12-18). Y “éste para todos”, es para toda la humanidad (Mt. 18:11 cf. Jn. 3:12-18). Y entonces ya no tiene sentido, en echarle la culpa a Judas de la muerte de Jesús, “aunque más le valiera no haber nacido para asumir ser un vehículo que le repercute en remordimientos que acaban con su vida” porque lo entrega arrastrado por la codicia, y la necesidad de inducir en él una reacción en contra; ni tampoco a esa representatividad del pueblo judío que [1323] provoca el que clamen la crucifixión de Jesús, ni siquiera a los propios dirigentes, ni a los que le ejecutan, ni a los que le escarnecen. Si bien unos y otros se dejan llevar por la tentación satánica, el verdadero creador del asesinato en cruz y que lo culpabiliza es el autor del pecado, el Adversario de Dios (Jn. 8:44 cf. Ap. 12:3, 4, 9). Y entonces todos aquellos que han quedado contaminados por el pecado consintiendo en ello, y que configuró Satanás el diablo, todos ellos, todo el mundo desde Adán hasta el siglo XXI, todos ellos, entre los que se encuentran tú y yo, en su condición caída, de sufrimiento y de muerte, atrajeron el amor de Dios hasta tal dimensión, que en su preconocimiento, supo que para poder resolver la problemática engendrada, había que dar a su Hijo hasta la propia muerte, y asesinato en cruz (Jn. 3:16, 13-15; 12:32, 33 cf. Mt. 16:21; 17:22, 23; 20:18, 19). Toda esta situación, todo este itinerario, tuvo que afrontar Jesús manteniendo inalterablemente su conciencia mesiánica. Pero decíamos que no le fue fácil. La seguridad con que se ve impelido por la acción de Dios permanente se estrella contra todo aquello que va significando su rechazo. Y esto no lo soporta el Lógos encarnado sino el encarnado por el Lógos. Lo humano de su mente divinohumana tiene que ser asistido continuamente por el poder de Dios a fin de poder resistir hasta el final. De acuerdo a esa conciencia mesiánica sabía que tenía que llegar a morir para salvar lo que se había perdido (Mt. 18:11 cf. Jn. 12:32, 33), pero su conciencia mesiánica no le podía trasmitir nada de lo que supone la experiencia de ser tomado como un vil delincuente (cf. Mt. 26:55), y lo que implica verse separado del Padre por una condena a muerte injusta, y en cruz. Pero esa separación se va realizando a trozos, en los entreactos se ve humillado, vilipendiado, desprotegido a fin de poder proclamar su inocencia, y el verse dejado por el Padre. El Padre le dejó momentáneamente, y permitió que hicieran con él lo que quisieran. Pero eso (Jn. 15:13-21; 16:26-30; 17:4, 5-7, 8, 21-24 cf. 10:17, 18) ya se había convenido con la persona del Lógos que le confiere su conciencia mesiánica. Y formaba parte del plan de “salvar lo que se había perdido” (Mt. 18:11). De cualquier forma él no dejó al Padre, se aferró, y en esos peores momentos, cuando clama “Dios mío, Dios mío ¿por qué me dejaste?”, es por la conciencia mesiánica que presiona sobre su humanidad, que formula la interpelación. La conciencia mesiánica de Jesús se hace presente por cuanto desde siempre se sabía, tal como ya hemos dejado constancia, que la muerte entraba en el plan de salvar lo que se había perdido, por lo tanto sería normal de que el Padre le deje, por cuanto está llevando a cabo el último eslabón terrestre; pero lo humano del Jesús que nace de María necesita preguntar ¿Por qué me dejaste? “El por qué me dejaste”, en esos momentos a punto de entregar el espíritu, denotan la continuidad de su relación filial con el Padre, y espera la respuesta, en lo que la conciencia mesiánica ha expresado en su ministerio: “después seré resucitado” (Mt. 16:21; 17:22: 20:18, 19). Si esto se cumple la muerte habrá tenido un sentido, y el que me hayas dejado morir también.

[1324] El por qué me dejaste, deja paso a la muerte y a la resurrección (Mt. 27:50 cf. 28:5, 6 cf. [1325] 27: 52, 53 cf. 28:8-10, 16-20). Y a la obra celeste del Mesías Jesús (Mt. 28:18) proyectada en paralelo con la obra testimonial de los que se constituyen en discípulos de Jesús, experimentando esa obra celeste. “Por tanto” (Mt. 28:19 pp.), por cuanto he cumplido la obra encomendada por el Padre “toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra” (Mt. 28:18), debéis de “hacer discípulos a las naciones, bautizándoles en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, enseñándoles que guarden todo lo que os he mandado” (Mt. 28:19, 20).

La conciencia mesiánica en Lucas Lucas ha escrito un evangelio, teniendo en cuenta lo que ya se había escrito por Juan, se basa especialmente en Mateo, y en aquello que no coincide con éste en las fuentes que otros apóstoles [1326] dejaron por escrito y que guardaron (Lc. 1:1-4). Las parábolas origínales que nos ofrece Lucas sirven para afianzarnos más en el origen auténtico de las palabras como siendo de Jesús. Y en su momento las presentaremos para deleitarnos con ellas, alcanzando la seguridad de que ni en el judaísmo tradicional ni en la historia de la iglesia en marcha hay algo semejante. Ahora nos dedicaremos a cinco episodios de la vida de Jesús que muestran su conciencia mesiánica: 1) Su nacimiento especial; 2) Su visita a Jerusalén a los 12 años conforme a la fiesta de la pascua; 3) La predicación sobre Isaías y su cumplimiento; 4) Los días y el día del Hijo del Hombre; 5) La continuidad de la conciencia mesiánica de Jesús en su resurrección. · La conciencia mesiánica de Jesús en su nacimiento (Lc. 1:35) Ya lo dijimos ¿Cómo describir el que Dios haya querido hacerse presente mediante un Mesías que se anuncia como siendo humano realmente, y como siendo de naturaleza divina totalmente? De la única manera que se nos expresa. Lo que Juan dice respecto al Lógos, Lucas lo indica de acuerdo a como su fuente, la de María, le interpretó lo que Juan había expresado como el Verbo inspirado por Jesús: El Espíritu o poder del Altísimo se manifestará permanentemente como siendo el Hijo de Dios. Cincotestimonios hacen visible esa conciencia mesiánica de Jesús que desde su toma de conciencia de existir se le presentará como habiendo estado permanentemente en él: 1) El de Zacarías anunciándole un enviado de Dios que su mujer Elisabeth tendrá un hijo que hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Dios de ellos (Lc. 1:16). Para ello, ese hijo de Zacarías, irá delante de ese Señor Dios de ellos (Lc. 1:17) preparando su camino. Evidentemente se nos está induciendo a pensar que va a haber un personaje celestial después del nacimiento del Hijo de Zacarías, que representará a Dios mismo; 2) La protagonista principal en este evangelio de la infancia, la Virgen María, que aceptando voluntariamente lo que Dios le manifiesta, se somete incondicionalmente a fin de hacer viable lo que el Altísimo necesita (Lc. 1:38). La que iba a ser la madre de Jesús, certifica que un enviado de Dios de naturaleza angelical, le dice, y ella lo confirma, que concebirá un hijo, Jesús, que será considerado Hijo del Altísimo, además de ser descendiente de David (Lc. 1:31-33); 3) El de Elisabeth, su parienta, que ratifica la importancia de María como escogida por Dios, considerándola bendecida entre todas las mujeres, por lo que puede significar el privilegio de ser la madre, según Elisabeth, de su Señor, del Señor de Elisabeth (Lc. 1:43). Este reconocimiento, registrado como siendo de alguien llena del Espíritu Santo para el caso (Lc. 1:41), es de sumo valor, por cuanto Dios está inspirando la realidad de la existencia de un ser, todavía en el vientre de María, mostrando su interés, a que desde el primer momento se deduzca la existencia de la conciencia mesiánica del que nacerá con el nombre de Jesús, y Señor de Elisabeth. Además de mostrarnos el protagonismo de una mujer, madre de Jesús, que desde los primeros instantes estaría relacionada con un personaje celestial, Hijo del Padre celestial, e Hijo por la humanidad real que su propia madre le ha conferido. El magníficat de María de una belleza especial muestra a María consciente de su elección para bien de la humanidad por lo que resultaría de la obra y predicación de su Hijo (1:46-55); 4) El de Simeón (Lc. 2:25-35) que identifica a Jesús como el Mesías (Lc. 2:26), y anticipa el sufrimiento de María como consecuencia de la señal contradicha: si bien el Hijo de María ha venido para salvación, no todos aceptarán, y por motivo de la obra y predicación de su Hijo, habrá dolor en María, por las consecuencias que se derivarán de la labor de su hijo, presentada en

[1327] una espada que traspasará su alma (Lc. 2:34, 35); 5) El de Ana la profetisa hablando de Jesús a todos los que esperaban la redención en Jerusalén (Lc. 2:36, 38). ·

La conciencia mesiánica de Jesús manifestada en estar haciendo las cosas de su Padre celestial Después de indicarnos que “el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría, y la gracia de Dios era sobre él”, se nos dice que conforme a la costumbre de la fiesta, subieron a Jerusalén, con Jesús, teniendo éste 12 años (Lc. 2:40, 41). Después de un despiste momentáneo sus padres lo encontraron dialogando con los doctores de la Ley en el Templo, oyéndoles, y preguntándoles, a la vez que ellos también le preguntaban, y se maravillaban de su inteligencia y respuestas (Lc. 2:46, 47). Jesús responde a sus padres a la pregunta por su ausencia ¿No sabíais que en los asuntos de mi Padre me es necesario estar? (Lc. 2:49). [1328] Si se compara Lc. 1:80 respecto a Juan el Bautista con 2:40, 52 en cuanto a Jesús, la diferencia es esencial ¿Qué significan esas palabras de que se llenaba de sabiduría, y que la gracia de Dios era sobre él, en el contexto de que en los asuntos de MI Padre me es necesario estar? ¿Qué implicación tiene esa necesidad? Evidentemente se nos está mostrando cómo Jesús posee conciencia mesiánica. Cómo evidencia la necesidad de estar en las cosas de SU Padre, y cómo esa conciencia mesiánica se expresa, al igual que en Juan o Mateo, desde que el poder del Altísimo personalizado o el Espíritu Santo (Lc. 1:35), hace manifestar en lo humano que nace de María, en el mismo instante a la realidad del Hijo del Altísimo, el Hijo de Dios (Lc. 1:32, 35), consiguiéndose el Jesús-Mesías, y presentándosenos un puente entre esos textos y en lo implicado en la necesidad de estar en los asuntos de su Padre (Lc. 2:49). ·

La conciencia mesiánica de Jesús en el cumplimiento de Isaías (Lc. 4:16 cf. Isa. 61:1, [1329] 2pp. cf. Isa. 42:7pp.) El valor del texto en cuanto a la conciencia mesiánica de Jesús consistiría en la afirmación: “Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros”. Jesús se estaría identificando con el Mesías anunciado en el texto. Estudiemos brevemente el relato: 1) Su ministerio es en Galilea, y su fama se había extendido por toda la tierra de alrededor (Lc. 4:14). Enseñaba en las sinagogas de ellos y era glorificado por todos (4:15). Y vino a Nazaret donde se había criado (4:16 pp.). 2) En el día del Sabbat entró en la sinagoga, de acuerdo a su constante manera de hacerlo, “y se levantó para que le dieran la lectura y la predicación” (4:16). 3) Se le permite hablar dándosele el libro del profeta Isaías a fin de que leyera la lectura que correspondía a ese Sabbat (4:17). 4) Expone la Palabra haciendo uso de una combinación de Isaías 61:1, 2pp, y 42:7, ayudándose de la fraseología de Isa. 58:6 sin que quede modificada la idea de Isa. 61:1, 2. 5) Devolviendo el libro, “los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él” (4:20). 6) Es entonces cuando les dice: “Hoy se ha cumplido está Escritura delante de vosotros” (4:21).

¿Se dieron cuenta de lo que se les estaba diciendo, cuando se afirma que se había cumplido esa Escritura, dándose a entender que el año agradable del Señor había llegado con su persona y obra, y que se estaba conociendo en diferentes lugares? 7) Debió de seguir hablando, y por lo que había leído, y había comentado hasta entonces, todo el mundo estaba contento “maravillándose de las palabras de gracia que salían de su boca” (4:22). 8) ¿Cómo es posible que Jesús rompa con ese encanto del público que se regocijaba de sus palabras, y les empieza a meter caña, aparentemente de forma abrupta? ¿Qué tiene que ver esa situación que ha logrado el orador ganándose al público con la provocación “sin duda me diréis: Médico cúrate a ti mismo; de tantas cosas que hemos oído que se han hecho en Capernaún, haz también aquí en tu tierra; en verdad ningún profeta es acepto en su tierra?” (4:23, 24). ¿Qué conexión podemos encontrar entre el testimonio del versículo 22 con la situación que presenta Jesús sobre Elías de que en una época de gran hambre en lugar de ir a alguna de las muchas viudas que había en Israel se fue a una gentil (4:25, 26), o en la época de Eliseo que habiendo muchos leprosos en Israel, fue a curar a Naamán el sirio (4:27)? 9) ¿En qué sentido, y cómo lo sabe de que no está siendo aceptado en su tierra, cuando Mateo recoge el testimonio del v. 22? 10) ¿A qué viene esa reacción tan desproporcionada por las palabras de Jesús, de llenarse de ira, de expulsarle de la ciudad, y de aun quererle despeñar desde el monte? (4:28, 29). Para poder comprender este conflicto de ideas, es preciso que rebobinemos la película. Jesús se ha dado cuenta que no le han tomado en serio. Que su identidad con el Mesías ha pasado desapercibido. Que su presentación del jubileo ante una sociedad que llevaba muchos años sin practicarlo, entroncándolo con el jubileo que se instaura con el Mesías, les ha sonado a pura retórica. Sus conciudadanos le conocen desde niño: es el hijo de José ¡Qué bien ha hablado! Pero nada más. Por lo tanto no le están reconociendo. Pero están esperando algo: buscan la señal del milagro, tal como nos hemos enterado que ha ocurrido en Capernaún. Y sin embargo no quieren aceptar la palabra del profeta: El año agradable del Señor, que les supondría curación, liberación, reconciliación: El jubileo (cada 7 años para según qué cosas, y el año 50 para otras) suponía una reforma social de resultados valiosos para el pobre: devolución de los campos y condonar las deudas (reconciliación), y curación de la pobreza. El año agradable del Señor que el Mesías traía suponía eso y más. Con el perdón divino, y con la experiencia de la curación y la reconciliación que cada uno necesitaba se le predisponía para cumplir él su parte, la que establecía el jubileo que Dios había establecido. De ahí que Jesús rompa con la inercia, y la perpetuación ¿No os queréis dar cuenta que no he venido a tomar “dos copas” de vino sin fermentar, a que celebremos un ritual semanal sin cambios productivos para todos sino a presentaros el año agradable del Señor que el Mesías traería según Isaías, y que yo cumplo, y que con esta Escritura de hoy, os lo hago saber? Y vosotros estáis en la inopia como ocurrió en la época de Elías y de Eliseo. ·

Los días y el día del Hijo del Hombre (Lc. 17:22-30) [1330] Ya hemos estudiado el tema del Hijo del Hombre como modelo de comprensión de la conciencia mesiánica de Jesús. Traemos a colación a Lucas, al que ya hemos aludido extensamente en otro lugar, por traer una variedad original, entre otras que traen otros evangelistas, sobre el Hijo

del Hombre (cf. Mt. 24:37-39) al mostrarnos un paralelismo, entre todos los días de Noé y los días previos al día del diluvio, y los días de Lot con el día de la salida de Sodoma, con todos los días del Hijo del Hombre y los días previos al día de su venida. Esta estructuración con el derášpéšer Hijo del Hombre nos lleva a Daniel 7:13, con lo que construimos, una cercanía funcional hacia el Anciano de Días, y de todos los días del Hijo del Hombre desde la Ascensión, con la función de sentarse a la diestra de Dios, unos días previos al día de su venida, marcados por el tercer verbo funcional, mostrando la cercanía hasta el Anciano de días en la escena de Juicio (Dn. 7:9-12, 13) previa a su retorno con su reino para dárselo a los santos (Dn. 7:14). Al hacer esa alusión Jesús está manifestando su conciencia mesiánica y nos lleva a que la [1331] podamos identificar con este estudio que hemos presentado, y que aquí aludimos. · La continuidad de la conciencia mesiánica permanente de Jesús en su resurrección Aunque dedicamos una parte importante a la resurrección de Jesús, utilizamos estos pasajes de Lucas que los propios protagonistas de la historia (Lc. 24:13, 14, 18pp.) contaron a los apóstoles (Lc. 24:35), y que Jesús debió certificar en esos encuentros que tuvo después de la resurrección con unos y con otros (Lc. 25:36), y que guardaron poniéndolos a disposición de Lucas (Lc. 1:1-3), a fin de mostrar la continuidad de la conciencia mesiánica de Jesús después de la muerte, en su resurrección. 1) El resucitado es irreconocible (24:15, 16). El relato nos presenta la realidad del suceso. Nadie ha visto a ningún resucitado, y por lo tanto al no llevar una etiqueta identificadora como tal, no se puede saber que fuera un resucitado. Al presentársenos así aumenta la credibilidad del acontecimiento ¿Qué significa que tuvieran los ojos velados para que no le conociesen? No se trata de una intervención especial para que los tengan velados, sino sencillamente es la forma de describirnos la incredulidad por parte de ellos, y por otra lo que suponen los cambios en el aspecto externo. No es la misma materia ordenada: No hay arrugas, ni deficiencias. En suma aunque la identidad no se ha perdido ya no es la misma materia [1332] corporal. 2) Alusión al tercer día “que esto ha acontecido” (24:21). El desconocido habla y dialoga. Pregunta por lo que están hablando y por qué están tristes (24:17). Le comentan lo sucedido con Jesús nazareno, que le llevaron a la muerte de cruz cuando ellos pensaban que les iba a libertar (24:18-21). Es “el tercer día”. Alusión a las palabras de Jesús, con incredulidad, de que resucitaría, aunque evidentemente no mencionan para nada la resurrección. Obsérvese la construcción de los versículos 22, 23. Contiene el comentario de las mujeres que tanto Mateo como Marcos recogen junto al propio Lucas (cf. Lc. 24:1-11), de la historia de la visión de los ángeles. Y que si bien se comprobó que en el sepulcro ya no estaba el cadáver de Jesús, lo de verlo a él, como ellas también dijeron, de eso nada (24:22-24). 3) Una intervención de Jesús resucitado usando las Escrituras, donde manifiesta lo que éstas afirman respecto al Mesías: vida, muerte y resurrección (24:25-28). 4) Los ojos físicos y del entendimiento son abiertos (24:28-31, 32). El gesto de partir el pan y de bendecirlo, junto a la apertura de las Escrituras, les hace volver en sí

respecto al reconocimiento de Jesús. Y él desaparece de su vista. Es el gesto, que se ha convertido en litúrgico para ellos, y que tuvo tanto significado, y que representaba el recuerdo de su muerte profetizada y de su resurrección, podía identificar a la persona como resucitada. Al experimentar el desaparecer de su vista, favorece el que no se pueda confundir con un impostor que se hiciera pasar por un resucitado. Las enseñanzas de este relato son claras. No hay posibilidad de creer en la resurrección si ésta no se configura antes en la mente. Y la configuración únicamente la puede hacer, una experiencia especial con las Escrituras que es preciso profundizar en los extremos de la persona mesiánica de Jesús. Es evidente que lo humano que muere del que nace de María, ha dejado una huella identificadora, que no podemos con términos humanos definir cómo, en el Lógos eterno. Es decir, en la muerte si bien no hay consciencia temporal, y el siguiente acontecimiento histórico es precisamente la resurrección (no hay espacio temporal que recorrer), la identidad, fijada en el Espíritu, y que vuelve a Dios (cf. Mt. 27:50 cf. Ecl. 12:7 cf. Gn. 2:7), representa como vivo al ser humano en la memoria de Dios: “Dios no es un Dios de muertos sino de vivos” (Lc. 20:38 cf. Mt. 22:32; Mc. 12:27). En el caso de Jesús es el Lógos eterno en el que ha quedado fijada esa identidad. Y lo evidenciado en la resurrección, de un Jesús en el que su conciencia mesiánica está íntimamente ligada en el ser, es la demostración que su conciencia mesiánica ha permanecido, y coherentemente ahora se manifiesta en lo humano del Jesús resucitado, y que había nacido de María.

La conciencia mesiánica en Marcos Marcos no constituye una referencia suficiente por sí mismo para aportar algo original o complementario respecto a la conciencia mesiánica de Jesús que no esté consignado y no hayamos tratado en ocasión de Mateo y Juan. Por lo tanto todo lo relativo al Hijo del Hombre, y a su relato sobre la conciencia mesiánica de Jesús está señalado en los apartados anteriores de los otros evangelios ya tratados. Sin embargo queremos reseñar la cita de Malaquías 3:1 que al comienzo de su evangelio nos refiere de manera clara y completa (Mc. 1:2 cf. Jn. 1.15, 30). Con lo que está identificado a Juan el bautista con el mensajero que antecede y prepara el camino al Señor; y a Jesús con el Señor Yahvé.

Conclusión Somos conscientes que hemos pisado un terreno que es preciso quitarse el calzado, y no por lo de los terroristas, sino porque es sagrado. Cualquiera que haya seguido nuestro estudio, comprobará que hemos procurado ser serios en el tratamiento del texto. Y que éste nos muestra que no es preciso que Juan o que Mateo sea tardíos, para describirnos la teología que tanto Mateo como Juan nos presentan. Ninguno de ellos, ni Lucas ni Marcos tampoco, conocen la destrucción de Jerusalén. Si la hubieran conocido qué momento más extraordinario para comentar el cumplimiento de lo que Jesús les había profetizado. Sí que comentan la profecía de Jesús sobre su resurrección al tercer día. La conciencia mesiánica de Jesús es una realidad no inventada por la fe pascual ni por la Iglesia sino por los dichos de Jesús recogidos por sus discípulos. Y punto.

¿Qué piensa Pablo de la persona de Jesucristo? La revelación de Dios contrasta “el haber hablado Dios muchas veces y de muchas maneras por [1333] los profetas” (1:1), y que ahora, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo (1:2pp.). ¿Quién es este Hijo?Independientemente de que Pablo tanto en las otras epístolas como en la de Hebreos deja bien claro que se trata del Hijo de Dios, identificándolo indistintamente tanto con Jesús [1334] como con Jesucristo, vamos a proseguir nuestro comentario, para notar los valores que le imprime al Hijo en este primer capítulo. “Lo ha constituido heredero de todo” (1:2b). Evidentemente esta expresión está copiada del lenguaje humano; cuando Pablo la está aplicando a la relación divina entre el Padre y el Hijo su significado va más allá de lo puramente humano. En efecto, se nos está queriendo decir que la filiación del Padre y del Hijo es tan real como la de un padre y un hijo: el padre humano ha hecho partícipe del ser de lo humano a su hijo. De semejante modo, el Padre al revelar esta declaración de Pablo, nos está queriendo decir antes de lo que pudiera implicar la herencia, que del ser divino participa el Hijo tanto como el Padre. Claro, respecto al ejemplo humano, salvando la distancia de la temporalidad, ya que el Padre como Padre es eterno, al igual que el Hijo, sin que haya habido un tiempo en el que el Hijo no fuera lo que hacía ser al Padre desde siempre Padre. “Heredero de todo” ¿Por qué se ha de expresar esto aquí? La línea de pensamiento se ha iniciado con la presencia del Hijo de modo terrestre (1:1, 2pp.), por lo tanto es preciso identificar al Hijo como el heredero de todo. Es decir, se trata de alguien que representa al Padre en todo la dimensión del Padre. De ahí, que independientemente de que el Hijo se haya hecho presente en una humanidad real, aun con esa humanidad se le considera “heredero de todo”, puesto que ese constituirse como heredero por el Padre, tuvo que ser a partir de un momento en el que hubo algo que heredar. En efecto, el Padre establece la creación de los siglos (del tiempo) por medio del Hijo (diV{por medio} ou- {del cual} kai. {también} evpoi,hsen {hizo} tou.j {los} aivw/naj\ {siglos [tiempos]}). Es decir todo lo que supone temporalidad fue creado por medio del Hijo. Pablo establece que de toda la obra realizada, desde la creación hasta su obra terrestre, ha conseguido ser constituido heredero de todo (cf. Filp. 2:6-11). “Y por quien asimismo hizo los siglos (los tiempos)” (1:2úp.) «Por medio de él, Dios hizo los mundos» «Dios hizo los mundos por medio de Cristo; pero no usó [1335] a Cristo como una herramienta sino como un colaborador» “El que es (o]j w'n) resplandor (avpau,gasma) de la gloria (th/j do,xhj) e imagen (kai. carakth.r) de la sustancia (th/j u`posta,sewj) de él (auvtou/)” (Hb. 1:3pp.) Nos hemos visto obligados a citar el texto griego por la trascendencia que tienen las palabras utilizadas. No es fácil entender lo que nos dice Pablo. Y no podemos seguir aquí ni en otras partes traducciones e interpretaciones prejuzgadas. [1336] ¿Qué es la gloria de Dios? La suma de sus atributos dirán algunos. Por lo tanto ¿Qué significará el resplandor de la gloria? ¿Qué significa resplandor? La luz que emite un cuerpo luminoso como el sol por ejemplo. De ahí que el resplandor de la gloria de Dios sea la emisión o proyección por y en el Hijo de los atributos divinos.

[1337] [1338] ¿Y la imagen? ¿Y la imagen de la sustancia de Dios? ¿Cómo puede representarse la sustancia de Dios mismo sin que se posea la cualidad esencial para llevarlo a cabo? El Hijo ha de poseer los atributos divinos en su plenitud y eternidad para poderlos manifestar en representación y [1339] revelación del Padre. “Y quien sustenta/lleva (fe,rwn te) todas las cosas (ta. pa,nta) con la palabra (tw/| [1340] r`h,mati) del poder (th/j duna,mewj) de él (auvtou/) El Hijo nunca actúa independientemente del Padre. De ahí que si es la manifestación de los atributos divinos del Padre, dado que los posee como tales, es gracias al poder de esos atributos del Padre que el Hijo expresa en su naturaleza idéntica a la del Padre, “que sustenta las cosas”. Nótese que esta frase de este versículo está unida a la anterior, donde se ha dicho que el Hijo es el resplandor de la gloria de él (del Padre), y la imagen misma de la sustancia de él (del Padre) (1:3pp.), y ahora se sigue diciendo que sustenta todas las cosas con el poder (duna,mewj) de la [1341] palabra (tw/| r`h,mati) de él ({auvtou/}del Padre). Con una misión terrestre introducida, es superior a los ángeles, constatado por la adoración que se [1342] le da (1:6, 6úp., 7) “Primogénito” (Hb. 1:6a) Ya hemos aludido anteriormente (en nota 8) a la semejanza de la terminología que emplea Pablo aquí con la que utiliza en su epístola a los Colosenses. Expliquemos este asunto. Cristo no es solamente el Hijo de Dios, es también el Primogénito (prötótokos) de tíkto Hb. 1:3 cf. Col. 1:15). Aparentemente vendría a significar el primer nacido físico. Este es el sentido que tiene cuando se habla de Jesús como el Hijo de la virgen María (Lc. 2:7). Hay quienes guiados por el temor de una posición arriana, interpretan primogénito como [1343] engendrado antes del tiempo, distinguiéndolo de la creación. Otros piensan que tanto la idea [1344] precedente como la idea de preeminencia respecto de todas las criaturas, deben estar unidas. [1345] Y los que toman una posición claramente arriana, hablan de la principal obra creada por Dios. Independientemente del sentido literal que nos proporciona dicha palabra, hemos de comprender su significado cuando se aplica a personas que sin ser los primeros nacidos, reciben el nombre de primogénito. Se les aplica dicha expresión, no por lo que significa etimológicamente sino por los privilegios que traía consigo el ser primogénito. Al primogénito por el hecho de serlo, era a quien pertenecía la soberanía y el mando en la familia. Ese privilegio, en el caso de la descendencia de Isaac, hubiera recaído en Esaú (Gn. 27:32) si no hubiera menospreciado los derechos de la primogenitura (Gn. 25:31-34). De ahí que esa soberanía y mando fuera para otro (Gn. 27:29). El primogénito tenía por derecho propio una doble porción de la herencia (Dt. 21:17). El primogénito era también el sacerdote de la familia, aun cuando el honor de ejercer ese oficio públicamente se transfirió del hijo primogénito de cada familia al primogénito de Leví y a su

descendencia (Nm. 3:12-16; 8:18; 18:15, 16). De ese modo, a varios que no les pertenecía el ser llamados primogénitos, por cuanto no habían sido los “primeros nacidos”, se les adjudica los derechos de la primogenitura. El caso de Jacob es bien evidente. El primogénito (prötókos) era Esaú, puesto que había nacido primero (Gn. 25:23-26). No obstante, el comportamiento de Esaú que había sido preconocido por Dios, hace enunciar la profecía de que el mayor serviría al menor: Jacob recibe el derecho de primogenitura aun cuando no era el “primer nacido” (Gn. 27:26-29). Rubén era el “primer nacido” de Jacob (Gn. 35:23); sin embargo, el principal, “el mayor”, fue Judá, que aunque no recibe los derechos de la primogenitura (prötotó kia) jurídicamente, y los recoge por transferencia José (1ª Cr. 5:1, 2) tiene el privilegio de un auténtico primogénito (Gn. 49:8-10); y no obstante, ni él ni José lo eran. Lo mismo sucede con los hijos de José. Manasés era el primer nacido (prötótokos) (Gn. 41:5052); no obstante, para Dios, Efraín es su primogénito (Jer. 31:9). En el caso de David, el hijo menor de Isaí (Rut 4:22) se le aplica el término primogénito; y está claro que no se refiere a su nacimiento físico (Sal. 89:20-27) sino para señalar que posee la dignidad del primogénito, no por nacimiento sino por investidura (1ª Sam. 16:10-12). Salomón es escogido como rey, aun cuando después de la muerte de los tres hermanos mayores todavía quedaba Adonías mayor que Salomón (2ª Sam. 3:4; 1ª Rey. 1). También está el caso de Simri que aunque no era el primogénito su padre lo puso por jefe (1ª Cron. 25:10). Y es que el carácter simbólico de la expresión primogénito se deja entrever en numerosas ocasiones a lo largo de las páginas de la Biblia. Es así que para Dios, Israel es su primogénito (prötótokos) (Ex. 4:22). Y los miembros de Cristo representan a la iglesia de los primogénitos (prötótokon) (Hb. 12:23). Es en este sentido figurado, y no en otro, que debemos entender la palabra prötótokos (Primogénito) asignado a Cristo o al Hijo (Hb. 1:6a). Y este mismo sentido, que no es ajeno a la Biblia, es el que se obtiene cuando analizas los textos en los que emplea el vocablo primogénito a Cristo, a excepción hecha de Mt. 1:25 y Lc. 2:7, que se refieren al nacimiento de Jesús como hombre. En Rm. 8:29, en donde se dice “para que él sea el primogénito (prötótokon) entre muchos hermanos”, es evidente que no se está refiriendo al nacimiento físico sino a la preeminencia que Cristo tiene sobre los demás. Cristo había aparecido como hombre, y se había humillado hasta la muerte de cruz; sin embargo, como hombre y en su misión se ha ganado ser el mejor y el mayor, tal como correspondería a un primogénito. Todo el honor y privilegio que se otorga a un primer nacido, se le concede a Cristo en virtud de su obra en la tierra. La propia construcción de la frase eìs tó eînai autón prötótokon (para ser el primogénito...), nos muestra que para que se le pudiera considerar el prötótokon, era preciso antes que se lograra que los hombres alcanzaran ser de acuerdo a la imagen del Hijo. Colosenses 1:8 y Apocalipsis 1:5, donde se dice de Cristo “el primogénito de los muertos”, se nos manifiesta, una vez más, el carácter simbólico de la expresión primogénito. Texto paralelo al v. 15, donde se habla también del primogénito de la creación. Todas las tendencias interpretan la palabra [1346] primogénitode los muertos en sentido figurado, diciendo que se trata del primer resucitado. Nos congratulamos, puesto que tomado literalmente sería “el primer muerto y, lógicamente, esto no tendría sentido. Además la razón de la explicación de la locución primogénito (de los muertos) que aparece en el v. 15 es “para que en todas las cosas obtenga él la primacía”(pröteúön).

Tampoco es Cristo el primer resucitado desde un punto de vista temporal. No fue el primero en orden cronológico. El mismo Cristo resucitó a Lázaro (Jn. 11:38-44). Y después de su muerte, otros resucitaron (Mt. 27:62). El propio Moisés, que había pasado por la muerte (no así Elías), aparece resucitado en la transfiguración después de que Miguel “contendiera por su cuerpo”(Mt. 17:1-4; Jud. 9). De ahí que como la primacía no hay por qué entenderla necesariamente como “lo primero”cronológicamente, sino más bien desde un punto de vista jerárquico y de dignidad, Cristo es el primer resucitado que lo sea por sus propios méritos. Aunque no lo sea en el tiempo, pues eso no es lo importante; la importancia radica en que se ha ganado el ser resucitado. El Padre no tenía más remedio que hacerlo ante el amor y necesidad ineludible que suscita su vida impecable y su obra redentora. El texto de Hebreos 1:6 no ofrece ninguna dificultad, ya que se trata del título que se ha consagrado ya para Cristo, el Hijo de Dios, en virtud de esa preeminencia y primacía sobre todos y todas las cosas. El carácter simbólico es lo que priva en cada una de las ocasiones en que se atribuye a Cristo [1347] la expresión primogénito. Pablo intenta presentar la preeminencia de Cristo en todo. Y de la misma forma que el primogénito de los muertos no significa ni el primer muerto ni el primer resucitado en orden cronológico, el primogénito de la creación tampoco significa el primer ser creado. Ya hemos mostrado que la Biblia dice de Cristo que es Eterno (Miq. 5:2; Jn. 1:1-3; 8:58; 1ª de Jn. 1:1, 2). En segundo lugar, los privilegios y promesas que se iban a cumplir en Cristo, y debido a lo cual iba a llamarse primogénito, estaba ya prefigurado en el Antiguo Testamento respecto al futuro Mesías. Tanto la soberanía, como la herencia y el dominio, lo recibe el Mesías (Miq. 4:8; Gn. 49:10; Ezq. 21:27), como también el sacerdocio (Sal. 110:4; Hb. 5:6; 7:21). Aquellos privilegios y prerrogativas del hijo primogénito que habían desaparecido tanto del sacerdocio como de la realeza, volvieron a reunirse en él. Tanto el sacerdocio de Leví y Aarón, como la concepción del reinado de Judá y David eran solamente símbolos del ministerio de Jesús, el Hijo de Dios. De ahí que si éstos eran primogénitos, bien literalmente (sacerdocio de Leví y Aarón), bien figurativamente (Judá y David), experimentaron unos y otros los privilegios de la primogenitura que servirían como símbolo de Aquel que iba a tener la preeminencia en todo, recuperando la importancia del término cuando fuera atribuido a él, al Mesías (Sal. 89:27). Es por ello que diversos autores, tanto actuales como antiguos, hacen de la primogenitura de los reyes de Judá un símbolo que adquiere realidad con Aquel que podía llamarse, por ser el Creador, [1348] Redentor y Rey y, por lo tanto, heredero de todo, el verdadero primogénito. La Midrash judía, decía que de la misma forma que Israel era su primogénito, así haría con el Rey Mesías: Yo [1349] también le pondré como primogénito. Cristo se ha ganado, por su obra -tanto de la creación como de la redención-, en íntima colaboración con el Padre, el recibir los honores de todo primogénito al que le eran transferidos por su Padre (Hb. 1:6, 1-5). Al Padre le ha agradado traspasar los privilegios de la primogenitura y habitar así en él toda la plenitud (Col. 1:19 cf. Hb. 1:6, 1-5). El amor del Padre hacia el Hijo ha sido tan grande, que lo ha hecho primogénito, sustituto real de él, ocupando su lugar y honor. Como los primogénitos obtenían, cuando el padre terreno, por la edad y próximo a la muerte, confería a su

primogénito el que fuese la cabeza, el sacerdote, y heredero de él, de esa misma forma Cristo ha recibido lo propio por parte de su Padre en virtud de su obra Creadora y Redentora (Col. 1:14-18). “…Adórenle todos los ángeles de Dios” (Hb. 1:6b) En el v. 6, se corrobora quién es Jesús, porque cuando fue introducido en el mundo otra vez se declaró: adórenle todos los ángeles de Dios. Debería ser rotunda la diferencia entre Jesús y los ángeles, porque si bien se señala a Jesús como su Hijo, ya otra vez, cuando lo introdujo en el mundo (por medio de la adquisición de la humanidad), ordenó que lo adoraran todos los ángeles de Dios, con lo cual quedó como seguro que se estaba refiriendo a algo tan íntimamente unido al Padre, que posee el atributo de recibir alabanza, gloria y la adoración que sólo recibe Dios. Esta particularidad y excelencia manifiesta en el Hijo se corrobora con la adoración que recibe de todos tanto, de los que hay en el cielo como en la tierra. Ni los ángeles ni ninguna criatura, pueden recibir clase alguna de culto (proskünéö), sólo Dios (Mt. 4:10; Dt. 6:13). De los diversos textos en los que aparece la expresión proskünéö' en el N. T., en unas se aplica o a Cristo o a Dios. En unas pocas ocasiones se acomoda a criaturas o al diablo (Mt. 4:9; Ap. 9:20; 13:4) y a su sistema mundano de maldad (Ap. 13:4, 8, 12, 15; 14:9, 11; 16:2; 19:20; 20:4), con la consiguiente condena y desagrado. Se rechaza cuando un hombre se postra ante otro hombre (Hech. 10:25, 26); los propios ángeles revierten la adoración al único que puede recibir culto (Ap. 19:10; 22:8, 9). En idénticas circunstancias acontecen los casos ya señalados de Pedro y [1350] los ángeles, y mientras ellos rechazaron como criaturas, Jesucristo lo acepta, no lo rechaza. No hay posibilidades, a la luz del Nuevo Testamento, de una dedicación distinta que no sea a Cristo o a Dios. Cristo es adorado por los magos (Mt. 2:11). Aquí no cabe una fórmula de respeto, no sólo por la repetición enfática del (postrarse), se recalca doblemente proskünësan (...) prosënegkan, sino por el hecho inusual de que se trate de un niño a quien van dirigidos presentes y ofrendas, y del reconocimiento de algo superior en algo aparentemente inferior. [1351] En Hebreos 1:6 y Filipenses 2:11 la adoración que se debe a Cristo es clara, y de nuevo aparece el mismo verbo que se adjudica a Cristo continuamente en el evangelio cuando éste narra la posición de postración que los demás le confieren (Mt. 2:2, 11; 8:2: 9:18; 14:33; 20:20; 28:9, 17; Mc. 5:6; Lc. 24:52; Jn. 9:38). Nótese también que en el Apocalipsis el Cordero recibe adoración y presentes (4:8): Se le otorga [1352] honra, gloria y alabanza (4:14; 5:8, 9-13, 14 cf. Jn. 5:23). Nada de esto puede conferirse a Alguien que no fuera participante de la propia Deidad. La Deidad del Hijo Eterno, de la que creemos y confesamos. Su Palabra, como la del Padre, no menciona en ninguna parte que él sea un ángel. Todo lo contrario, la Escritura hace distinción entre la naturaleza del Hijo único en su especie y la naturaleza de los ángeles. En el capítulo 1 de Hebreos se nos muestra la diferenciación entre los ángeles y el Hijo. Es cierto que debemos distinguir entre el Hijo preexistente y el Hijo constituido heredero de todas las cosas como consecuencia del plan de la creación y de la salvación. Incluso, como ya hemos mencionado en

otro lugar, se mezclan tres conceptos que hemos de saber no confundir: el Jesús “rebajado un poco respecto a los ángeles” en su condición humana (Hb. 2:9); el Cristo Jesús que se ha ganado ser superior a los ángeles como consecuencia de su ministerio en la tierra (Hb. 1:5); y el Hijo impronta de la substancia del Padre (Hb. 1:3). En cualquiera de estas tres situaciones, Cristo es distinto a los ángeles. En el v. 5 (de Hebreos 1), se inicia ya con claridad esa variación entre el Hijo y los ángeles, cuando el autor de Hebreos se pregunta para consolidar la singularidad del Hijo: “¿A quién de los ángeles dijo alguna vez...?” Y cuando en el v. 7 se expresa: “Respecto de los ángeles dice...” y en el v. 8: “En cambio respecto del Hijo dice...”, nos muestra, una vez más, la desigualdad entre ser Hijo y ser ángel. Y esto se entiende mejor cuando, distinguiendo como distinguen los versículos 7 y 8, entre los ángeles y el Hijo, se observa lo que se dice de los ángeles y lo que se indica del Hijo. De los ángeles, entre otras cosas, se proclama que “han sido hechos...” Mientras que introduce al Hijo marcando una diferencia de “grupo” y de “grado”; entre otras cosas, se afirma de él: 1) el poder recibir la adoración; 2) El que Dios sea su trono; 3) Y para que no haya ninguna duda sobre la desigualdad esencial entre los ángeles y el Hijo, se expresa de los ángeles que han sido hechos (v. 7). Más del Hijo no se dice que haya sido hecho sino que se le identifica con el Señor (Kirios) Creador (1:8-12). Crítica textual de Hb. 1:8 (cf. 1:9) Nos encontramos con problemas a la hora de aceptar la traducción que normalmente vierten las diferentes traducciones de este pasaje. [1353] Bruce M. Metzger en su comentario textual nos pone en antecedentes sobre lo que el Comité que analiza el texto tuvo en cuenta a la hora de ofrecernos el texto tal cual. Nos indica que “tal vez sea preferible la lectura aùtoûs por cuanto cuenta con un respaldo antiguo y muy confiable el testigo alejandrino primario P46 (siglo II) el Sinaítico (a) y el Vaticanus [1354] (B)” Por otra parte se reconoce que esos diferentes testigos que llevan aùtoûs han tenido en cuenta la [1355] versión Septuaginta. La LXX contiene en el texto del Sal 45:7 (44:7) del que cita el autor de Hebreos, “sou” en lugar de aùtoûs: o` qro,noj sou o` qeo,j eivj to.n aivw/na tou/ aivw/noj Sin embargo nos dice Metzger, que a pesar de estas evidencias a favor de aùtoûs, el Comité prefirió, no solamente la lectura con sou en lugar de aùtoûs, tal como aparece en el texto de la Septuaginta sino además interpretar o` qeo,j como un vocativo “análisis que la mayoría de los [1356] exégetas prefieren”. Con lo cual se diría del Hijo: “Tu trono, Oh Dios, por los siglos de los siglos”, de acuerdo a la lectura que se haría del texto del Nuevo Testamento con sou y no con aútoûs: ~O qro,noj sou( o` qeo,j( eivj to.n aivw/na tou/ aivw/noj\ (Hb. 1:8). Nosotros tenemos grandes dificultades de apoyar semejante propuesta. Estamos de acuerdo en la filiación divina del Hijo y de su eternidad, pero no acosta de atropellar y contradecir el texto. 1) ¿Por qué ese respaldo tan antiguo y confiable de los manuscritos principales, que pusieron en la

transliteración del texto de la LXX en lugar de sou “aùtoûs”? Para nosotros es evidente que están interpretando el sou y su lectura en el conjunto de la frase como aùtoûs. Si se fijan el sou, en la lectura de la Septuaginta, no trae por sí solo el que se tenga que interpretar “o` qeo,j”como un vocativo ¿Por qué? La lectura normal y más natural, aun conservando sou sería: “El trono de ti, Dios por los siglos de [1357] los siglos”. Lógicamente si esa fue la lectura de esos manuscritos antiguos y confiables, no tienen inconveniente de avalarla, sustituyendo sou con aùtous: “El trono de él, Dios por los siglos de los siglos” ¿De qué trono estamos hablando? ¿Y qué valor tiene en el conjunto de todo lo que se va a decir del Hijo? El asiento, la base del Hijo está en Dios. Si ponemos aùtous: “el trono de él”, como refiriéndose al trono del Hijo “Dios por los siglo de los siglos”; es decir lo que representa el trono es la [1358] “dignidad” y “soberanía” divina. Si ponemos sou lo mismo: “El trono de ti (el trono tuyo), [1359] Dios por los siglos de los siglos”. De ahí que algunas traducciones viertan: “Dios es tu trono”. Lo que se afirma es que el trono del Hijo está asentado sobre el Dios de los siglos por los siglos, que la funcionalidad del trono del Hijo consiste en expresar la dignidad y soberanía divina con que se caracteriza la existencia y obra del Hijo. Esta traducción está de acuerdo con el propio contexto más inmediato, tal cómo nos lo expone el versículo 9: “Has amado la justicia, y aborrecido la maldad, por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de alegría más que a tus compañeros”. Si bien este texto habla del Hijo en su posición terrestre, es evidente que no podría ser más contradictorio de traducirse el versículo 8 como aplicándole el término Dios al Hijo, inventándose un vocativo y cambiando un nominativo y un genitivo en otra cosa distinta. De traducirse del modo con que proponen algunos, por un lado se estaría diciendo que el Hijo en su posición humana tiene al Padre como su Dios, y en su condición preexistente es otro Dios distinto a la deidad del Padre, con lo que se estaría afirmando, con esa lectura, dos dioses. De ahí que nosotros prefiramos la lectura que hemos propuesto. El que no se acepte esa traducción: “Tú trono Oh Dios” sino “Dios es tu trono”, por las indicaciones ya dadas, no por eso la singularidad del Hijo queda disminuida: El Hijo posee su existencia eterna en el Padre eterno. ¿Y cómo es eso? En ninguna parte se nos explica de qué modo el Hijo y el Espíritu Santo existen en la eternidad en Dios el Padre. Y no se nos explica porque nuestra mente está imposibilitada a comprender eso. Y para enfatizar todavía más en la diferenciación entre el Hijo y los ángeles, en el v. 13 añade Pablo: ¿Y a quién de los ángeles ha dicho jamás siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos como escabel de tus pies? Es preciso notar que si los ángeles son hijos de Dios, Cristo es el Único Hijo de Dios en su especie (Jn. 1:14-18). Lo que aclara la originalidad y sin par de Jesucristo, del Hijo. Lo que muestran todos estos textos, y los que siguen, es, mostrarnos la diferenciación del Hijo respecto a los ángeles.

“Has amado la justicia, y aborrecido la maldad, por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de alegría más que a tus compañeros” (Hb. 1:9) El v. 9 anuncia la fase de Cristo como consecuencia de “haber amado la justicia y aborrecido la maldad”, etapa que sólo puede darse en los momentos de su humanidad y de vivencia en la tierra; de ahí que le unja Dios el Padre, su Dios, según su cualidad humana, elevándole más que a cualquiera de sus compañeros. Considerados compañeros en su constitución anonadada, porque tanto en su faceta anterior a la humanidad como a la posterior a ésa, aun a pesar de que no le importa ser considerado, amigo, hermano y compañero (2:11-13), se trata del Señor que creó la tierra y los cielos, siendo inmutable (cf. Hb. 1:10-12). Estos versículos precitados se encuentran en el Salmo 102:25-27 personalizando a Yahwé, y que el autor de Hebreos los añade después de haber introducido a los ángeles y al Hijo. No hay duda posible. El Señor Creador al que se llama Yahwé, se le representa mediante el Hijo, Cristo Jesús, al que se le aplica ser el Señor. Cullmann expresa que las aplicaciones que se hacen de Jesús identificándolo con el Yahvé del A.T, no se debe a que se esté predicando de Jesús lo que en el A.T. se dice del Padre. En relación al texto de Hb. 1:10 que él reconoce que se está atribuyendo al Hijo, comenta que dicho Salmo 102:25 y ss. se adjudica al Padre. El autor de la epístola está especificando que de la misma forma que de los ángeles se menciona lo que se concrete en el Antiguo Testamento, del Hijo se manifiesta que es el Creador. Luego el Salmo que recoge la persona de Yahwé como siendo el Creador no puede ser otro que Yahwé en la persona del Padre. Pero que el Hijo lo representa como Señor en la realización de [1360] la creación, y Pablo lo aplica como tal en Hebreos. Marcos (13:19 cf. Ef. 3:9) atribuye en boca de Jesús, que fue Dios, quien creó la creación, pero de acuerdo a Jn. 1:3 y Col. 1:15-17, la Palabra, el Logos, el Verbo, el Señor, lo representó en esa Creación. Es decir el Padre Eterno representado en el Hijo Eterno, al que se le atribuye “el Señor” fue el creador de los cielos y la tierra. No hay duda que esta singularidad que se refiere al Hijo en comparación con los ángeles (Hb. 1:7 cf. 1:8, 10-12), consiste en que Cristo es el hijo propio salido de la propia naturaleza del Padre. Únicamente queda justificado el que se diga de Cristo su Hijo, mi propio Hijo, el Hijo, en que lo sea de verdad, de forma literal. Porque ¿en qué los ángeles no son hijos propios de Dios, o sus hijos? ¿En qué no puedo aplicar a un ángel la expresión el Hijo, su Hijo, mi propio Hijo? Los ángeles no caídos, obedecen, aman y adoran a Dios. Dios ama a los ángeles y, sin embargo, no se les aplica nunca esas expresiones; sólo a Cristo (Véase también 2ª Ped. 1:17 que aplica también “mi Hijo amado”). En todo y por todo, a los ángeles no caídos, se les podría aplicar el nombre de hijos de Dios; únicamente en un aspecto no se puede acomodar: en que estos han sido creados y, por lo tanto, no se puede decir de ninguno de ellos el Hijo, mi propio Hijo Cuando Pablo nos dice que Dios ha enviado a su Hijo en semejanza de carne de pecado (Rm. 8:3), no nos da a entender que ha enviado a uno de los hijos, de los muchos que tiene, sino a un único Hijo, a su amado Hijo (cf. Col. 1:13). De ahí que al ser su Hijo pueda ser adorado, hasta por aquellos que aun siendo llamados hijos de Dios (los ángeles), y un poco mayores que los hombres, son creados (Hb. 1:6). Y únicamente puede ser adorado Aquel que es eterno y que posee los atributos divinos (cf. Mt. 4:10), y que nos revela al

Padre, a su propio Padre.

[1361]

Respecto a Col. 2:9 no debería ofrecer ninguna duda respecto a la confesión de la plena deidad del Mesías Jesús de Nazaret: “Porque en él habita toda la plenitud de la deidad corporalmente”. El texto, una vez más, refleja la exigencia que requiere la personalidad anunciada sobre el Mesías. Si se ha seguido todo lo que nos hemos visto obligados a recoger a causa de la investigación respecto de la figura del Mesías que nos presenta el Antiguo Testamento, es normal que en el Nuevo Testamento se nos aclare, dentro de lo posible del lenguaje humano, la perspectiva que la persona del Mesías iba a producir. [1362] Los editores de la traducción interlineal y marginal en el diaglott, hacen una transcripción que coincide con todas las demás versiones, y que sin embargo transliteran en la Biblia del Nuevo Mundo agregando palabras que no vienen en el original griego: “...en Cristo habita toda la plenitud de la cualidad divina”. [1363] Las razones que adujeron en su publicación oficial quincenal no son nada convincentes, donde se intenta responder a por qué se ha vertido en la versión Nuevo Mundo “de la cualidad [1364] divina”, cuando el texto en sí mismo no permite semejante traducción. En la discusión y argumentación que utilizamos respecto a este asunto, hemos tenido en cuenta el citado artículo de Portavoz, y lo que presenta Eugenio Danyans sobre este mismo particular en el libro Proceso a la [1365] Biblia de los Testigos de Jehová. Copiamos íntegramente sus razones, para que podamos analizarlas a la luz del Nuevo Testamento: . Nos parece muy correcto que la organización representada en esa revista comience reconociendo que sus creencias influyeron en ellos en el momento de la traducción. Digamos que para conocer estas enseñanzas, primero tendrá que traducir y comprobar qué es lo que realmente dice el texto en cuestión. Es peligroso acercarse al texto con un prejuicio doctrinal. Las ideas doctrinales no deben influir a la hora de traducir un texto. Lo filológico si bien no es definitivo, es previo a cualquier posible interpretación, siempre y cuando podamos constatar el debido contexto, y el cómo se trata esa temática en otros lugares. El teólogo debe recoger el servicio que le rinde el especialista en los idiomas bíblicos para poder lograr, lo mejor posible, una apreciación del mensaje revelado. Si empiezo por adoptar una opinión equivocada respecto al significado de una palabra o frase, no sólo me llevará a un resultado contrario al verdadero sentido del contenido bíblico, sino que implantará un precedente contradictorio con la propia unidad de la Biblia, forzando además la orientación correcta de lo que implica doctrinalmente ese texto en cuestión. Habrá que investigar sus usos en el Nuevo Testamento, en la Septuaginta, incluso en el griego clásico si fuera necesario, y comprobar su correspondencia hebrea. Es cierto que la palabra que nos ocupa es la única vez que aparece en el Nuevo Testamento, pero contamos con un sinónimo theiótës que aparece en Romanos 1:20, suficiente para que por el uso en el griego clásico podamos obtener la mejor traducción. En cuanto a que el significado que ha de darse a estas dos palabras griegas (theótës y theiótës), depende de lo que la Biblia entera dice con respecto a Yahwé Dios y Jesucristo, sería en parte

correcto si en las demás ocasiones lo he descifrado adecuadamente. Nos encontramos en un círculo vicioso; la forma cabal de glosar el texto puede explicarnos algo nuevo respecto a la idea que yo tenía. El perfecto derecho que tenía el comité de traducción de la Biblia del Nuevo mundo, respecto a la forma con que tradujeron dicho texto, no está basado, según manifestaban ellos, en lo que las autoridades de griego dicen en cuanto a su traducción, ya que los dos léxicos que precisamente citan no apoyan su versión sino todo lo contrario. Por lo tanto, no puede decirse que están plenamente justificados al traducir como lo hacen Colosenses 2:9. Si nos atenemos a los diccionarios que usan y que expresan Naturaleza Divina, ésta se define como la esencia o atributos propios de un ser; y Divina como perteneciente a Dios. Según esto, no dificulta en nada en cuanto a que pueda entenderse a Cristo como quién posee los atributos divinos, entre los que se encuentran la “divinidad” y la “eternidad”. La traducción de cualidad divina, aun cuando no es la más clara, no desdice nada respecto a que Cristo posea los mismos atributos divinos que los de Dios Padre. Si entendemos por cualidad “cualquiera de las características por las que se distingue a una persona o cosa”. Cristo, de acuerdo a lo indicado, tendría la plenitud de aquello que se le hace reconocer como siendo esencialmente el Hijo de Dios (cf. Jn. 10:29-39 cf. Jn. 8:54-59). La alusión a que nos basemos en un diccionario no sectario para la debida traducción de theótës, y el hecho de que no nos propongan ninguno, denota la inexistencia de alguno que traiga dicha palabra por cualidad divina ¿Qué tendríamos que decir, respecto a dónde deben basar su traducción de theiótës que han vertido por cualidad divina? ¿En dónde se han fundamentado para ello? Sí que aluden a Liddell y Scott y a Parkhurst, pero éstos traducen por naturaleza divina o divinidad, no traen cualidad divina. Los exégetas ven todavía más enfática theótës que designa la esencia misma de la Divinidad, que [1367] su sinónimo theiótës que no califica más que la cualidad de lo que es divino. Al reflexionar, sobre el significado de cualidad divina,uno no puede estar de acuerdo con esa diferenciación con la que pretenden la Watchtower separar la cualidad, que está íntimamente unida a la naturaleza, de la propia persona que incluye esa cualidad. El plëröma (plenitud) es para los gnósticos y el contexto helenístico en el que se desenvuelven los [1368] de Colosas, la totalidad de todas las manifestaciones de la divinidad. El conjunto de cada una de estas manifestaciones forman el plëröma. En la literatura hermética y de “forma general significa la plenitud de las perfecciones y atributos [1369] divinos”. Evidentemente el hecho de que en la personalidad del Mesías se dé la plenitud de la deidad “corporalmente” es para recordarnos que también se da la “plenitud de la humanidad”. Y al conjugar estos dos aspectos tan incomprensibles, consideramos que la mejor manera es la que nos presenta el propio Jesucristo cuando ha de mostrar su conciencia mesiánica: se considera “Hijo de Dios” o “Hijo del Hombre”, donde se ofrece el origen divino y eterno, en cuanto a su naturaleza divina (Jn. 17:5 cf. Jn. 5:19-26; 14:9-11; 8:54-59; 10:29-39 cf. Jn. 3:12, 13; cf. Mt. 22:42-45 cf. Sal. 110; Jn. 1:1), y al mismo tiempo se considera “hombre que os ha dicho la verdad” (Jn. 8:40; Jn. 1:14), de ahí

que su Padre sea el verdadero Dios (Jn. 17:3) su Dios y Padre (Jn. 20:17). De ahí que Juan lo identifique con el Mesías, el Hijo de Dios (Jn. 20:31). En cuantoaFilipenses 2:5-11 debemos extendernos a fin de considerar el valor de sus contenidos: La primera cuestión que deberemos respondernos, y de lo que dependerá nuestra línea de interpretación, es si el inicio de ese pensar de humildad al que alude Pablo en los pasajes citados, comienzan con el Cristo preexistente o con el ser encarnado. Aún más: a qué momentos se refiere, a cuando va a asumir la encarnación, o a cuando ya existía en la tierra. Todavía, es preciso, considerar un asunto que sin duda, Pablo tiene en mente, y es el hecho de que el Mesías como Logos eterno e Hijo de Dios, ha asumido una naturaleza humana con todo lo que implica ésta de realidad plenamente humana. Y que esta realidad plenamente humana resucita, sin haber perdido su vínculo con el Logos eterno, manteniéndola ahora vinculada y totalmente unida a la naturaleza divina con la que manifiesta su realidad plenamente divina. Este primer planteamiento es importante por la exaltación final a la que ha de elevarle el Padre, una vez concluido, en lo que se refiere a la venida de esta tierra, el plan de la salvación. Unos piensan que se está aludiendo a la condición de Cristo antes de la encarnación. Basándose en el hecho de que la “forma de Dios” (morphë theòs) se da ya en su preexistencia (pero entonces ¿en qué ha de consistir la exaltación en ese momento?). Tanto Hering como Cullmann notando esta cierta contradicción la solucionaban diciendo que Cristo, en virtud de una nueva función entró en una relación más estrecha con Dios, relación que le [1370] confiere el título de Kirios con plena soberanía. ¿Qué clase de soberanía podía recibir que no tuviera antes de la encarnación? Cullmann, cuando habla de la vieja controversia relativa a si el verbo ekénösen se refiere al ser preexistente o al ser encarnado, se contesta diciendo que, probablemente, se estuviera refiriendo a los dos. Esto lo vemos difícil. Es cierto que Cristo ya en su preexistencia experimenta una cierta ekénösen, desde el momento en que acepta el plan que con su Padre ha convenido. Una vez encarnado, con la naturaleza humana, su ekénösen se amplía. Independientemente de esas ekénösen' anteriores, Pablo debe tener en cuenta una situación que permita la exaltación: . El que pensemos que Pablo considera su enseñanza teológica y pastoral, sobre los sentimientos que hubo en Cristo-Jesús a partir del Cristo-Jesús en la tierra, no disminuye en nada ni su preexistencia ni su deidad, como tendremos oportunidad de comprobar con estos mismos pasajes. Pero es indudable que la exaltación a la que se va a elevar a ese Cristo Jesús después de su muerte humana, no se trata de algo honorífico sino real; y esto sólo puede caber cuando partimos del CristoJesús en su historia humana, porque es ahí donde nos interesa como auténtico ejemplo, no antes ni después sino entonces. Y es teniendo en cuenta esos momentos que partiendo de ahí, puede ser exaltado respecto a esta posición. Y así, según hacia donde apuntan los estudios actuales sobre Cristo como segundo Adán con el primer Adán, todavía nos parece más acertada la idea que estamos proponiendo. El que aceptemos la comparación del primer Adán con el segundo Adán, no significa que

necesariamente tengamos que traducir arpagmós en sentido activo (algo a arrebatar). Podemos hacerlo en sentido pasivo, en el sentido de algo a retener. Tanto un sentido como otro son [1372] admisibles. Y ahora, a partir de aquí, cabe que preguntemos ¿Qué había en ese modelo de Cristo Jesús que nos pueda servir como ejemplo? Pablo pasará a describírnoslo; y para ello, lo primero que hace es recordarnos que en ese Cristo con humanidad subsistía, a pesar de ella, la forma de Dios: hòs en morphë theoû hüpárjön (el cual en forma de Dios existiendo), es decir subsistiendo o existiendo en forma de Dios. E l hüpárjön lo traducen en su edición crítica del N.T. O’Callaghan y Bover, por [1373] subsistiendo. La versión moderna de Valera por siendo. La versión antigua Valera traduce por subsistiendo. En todo caso el Comentario Exegético Bautista advierte que no se trata del sencillo [1374] verbo sustantivo ser y que debería traducirse subsistiendo. Nos parece más acertado subsistir, aunque no hay ningún problema en traducir siendo o existiendo. Dado que se trata de Cristo Jesús, que arrastraba consigo la morphë de Dios, parece más adecuado subsistir. [1375] El helenista William C. Taylor, traduce Filp. 2:6 . Este mismo autor, contrasta morphë con sjéma, significando esta última para el referido autor: figura, semejanza exterior, haciendo resaltar la fase pasajera de su humillación, juntamente con la [1376] especificación De ahí que la traducción subsistir sea más adecuada. J.H. Thayer, en su famoso Greek English lexicon of the New Testament , comentando Filipenses [1377] 2:6, llega a esta misma conclusión. El significado de morphë (forma) encuentra no pocos problemas. Normalmente se ha traducido por forma de Dios. Y por forma de Dios querrían expresar algunos, un ser que se presentaba como Dios, que ofrecía el aspecto o manera de ser de Dios. No se trataría aquí, según cierto pensar, de la naturaleza o esencia del ser sino de los atributos divinos que se podían manifestar en Jesús. Lutero [1378] decía que Jesús no podía manifestarse en forma de Dios sin ser Dios. Calvino diría que a un hombre lo reconocemos por la forma de su aspecto, y que a Jesús se le reconocería como Dios, por [1379] esa forma de Dios. Últimamente, la morphë theoû se traduce por imagen de Dios, identificando morphë (forma) con la demut (imagen) de Génesis 1:26. González Faus, en su Humanidad Nueva cita a P. Lamarche, que ha [1380] traducido morphë por imagen -la demut de Gn. 1:26- . Ya Cullmann, en su Cristología [1381] recogía esa traducción de J. Hering. No obstante, otros, como el P. Grelot, se oponen a esa traducción y prefieren la palabra semejanza en vez de imagen y forma. No creo que sea muy afortunada esta traducción si nos atenemos, como veremos, al v. 7. Este término, según algunos, no pretendería el identificar a Jesús a una imagen y semejanza de Dios sino que sería la misma imagen

de Dios. Sin embargo, ni Cullmann ni J. Hering opinan de ese modo y comentan que la expresión [1382] (traducida por imagen) no evoca la naturaleza divina sino más bien la semejanza con Dios. Cullman, tanto aquí como en otros lugares, nos parece -si lo hemos entendido bien- que se deja arrastrar por ciertas expresiones que le hacen contradecirse. No comprendemos cómo dice lo de imagen y semejanza, y luego, en la página 211, nos habla de que la morphë no es otra cosa que lo que [1383] afirma Juan en su prólogo, a saber, que Cristo poseía la naturaleza divina. La idea que parece desprenderse del único pasaje (Mc. 16:21) en que aparece el término morphë en el Nuevo Testamento, además del ya consignado de Filipenses, no es el de imagen o semejanza sino, más bien, forma o aspecto. Y si nos atenemos a los pasajes en que la Septuaginta emplea el término, llegamos a la misma conclusión (Jue. 8:18; Job. 4:16; Isa. 44:13; Dn. 4:33; 5:6, 9, 10; 7:28). ¿Qué significado y sentido tiene dicho vocablo? La forma, según dichos pasajes, vendría a ser aquello que hace reconocible a una persona. Cuando en Marcos se habla del Jesús resucitado que traía otra morphë, es sin duda para expresarnos que debido a esa circunstancia no fue reconocible, Cuando en Jueces 8:18 se interpela a unos personajes sobre qué tenían ciertos hombres, ellos responden: “Como tú, así eran ellos (...)”. Los demás pasajes se manifiestan en los mismos términos, dándonos a entender que la morphë son aquellas cualidades o aspectos que llegan a los que están presentes, produciendo la morphë en sus sentidos. Y es que la posibilidad constante de utilizar lo que sostenía como igualdad con Dios, es fruto de que Jesús tiene conciencia de ser preexistente, y que como preexistente, tiene la morphë (forma) de Dios. Si la morphë de Dios no quisiera decir los atributos de la deidad, el v. 7 estaría vacío de contenido. Porque ¿Qué había en Cristo que le pudiera hacer posible y realmente como si fuera en igual a Dios? La morphë de Dios. Si la morphë de Dios no fuera algo que describe una situación divina por los atributos que podía manifestar ¿cómo poder ser real el poder ser asimilable como queriendo ser igual a Dios, o retenerse en querer ser como igual a Dios, y su kenosis? Y es aquí en la ekénösen donde, según creemos, se exhibe todo el valor cristológico de estos pasajes. El v. 6 finaliza diciéndonos: “no estimó (hëgësato) algo (tò) ser igual a Dios (eïnai ísa theòs) a que aferrarse (arpágmón). Es decir no estimó lo que le sostenía como estando en igualdad con Dios como algo a lo que aferrarse. El v. 7 explica, a nuestro entender, el valor de la morphë de Dios, y el significado global de los pasajes. Y dicho versículo nos muestra que para no aferrarse a lo que sostenía como igualdad con Dios, o para que no pareciera que él estimaba en algún momento utilizar la condición como de igualdad, se vació a sí mismo, mostrando que, de forma natural, Cristo era poseedor de los mismos atributos de Dios, y que para poder llevar a cabo su misión redentora, era preciso un negarse constantemente a utilizar eso que sostenía en igualdad con Dios, evidenciada por la morphë (forma) de Dios. He aquí el acto más grandioso de Cristo, y que Pablo quiere resaltar: si Cristo no se hubiese negado continuamente, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres, la morphë de Dios hubiera manifestado el querer utilizar eso que sostenía como igualdad con Dios. En una palabra: a lo largo de todo su ministerio, la tentación a emplear lo que poseía como en igualdad con Dios presiona sobre la conciencia de Jesús, haciéndole considerar de que es un ser

preexistente y que subsiste en morphë de Dios. Esta es la auténtica kenosis del Cristo-Jesús de la que nos habla Pablo. Diversos autores coinciden en decir que para que Cristo tomara la morphë doúlou, antes le fue [1384] necesario tomar la forma de hombre. Se trataría de una manera humana de actuar. De cualquier modo la comparación es obligatoria. El valor que demos a la morphë de siervo humano deberá mantenerse respecto a la morphë de Dios (v. 6 cf. v. 8). Si la morphë de hombre implica los atributos humanos como sobreentendiendo una naturaleza humana real, la morphë de Dios involucra a los atributos divinos como indicando una naturaleza real de Dios. No nos debe confundir la expresión semejante a los hombres después de haberse dicho que Jesucristo adquirió morphë de siervo ratificado claramente en el v. 8 p.p.. La fórmula semejante a los hombres no se encuentra en estado de aposición, sino como una idea nueva, complementaria y aclaratoria de que estando en su condición de hombre real, no fue en todo igual a los hombres, por cuanto su naturaleza humana real no conoció el pecado. Y por lo tanto se hacía necesario declarar, que además de que había asumido una humanidad completa y real, haciéndole un ser con una naturaleza humana completa, no había en él pecado, y por lo tanto se justifica el que se llame ser semejante a los hombres. Del mismo modo que la morphë theoû (forma de Dios) implica la naturaleza divina, por los atributos divinos que subsisten con el Cristo encarnado, la forma de siervo sobrentiende la naturaleza humana, por cuanto subsiste en el Cristo que se anonada, que se niega y que se hace siervo constantemente. No es suficiente la encarnación, el hacerse hombre, puesto que en este estado subsiste la forma de Dios; y utilizarse en algún momento según esa forma de Dios supondría el querer permanecer en lo que sostenía como en igualdad con Dios. De ahí que sea necesario vaciarse, anonadarse de hombreen forma de Dios,a hombre en forma de siervo. Pero esta opción a vaciarse y a anonadarse es un acontecimiento continuo en la vida humana de Cristo Jesús. De ahí su grandiosidad, el valor permanente de comparación con el primer Adán y la necesidad de una exaltación como fruto de pura ética del propio Padre. Como producto de una exigencia moral del comportamiento de su único Hijo. Ahora podemos entender mejor la exaltación, no simplemente en términos de funcionalidad sino de realidad. El Logos no sólo aceptó velar su naturaleza eterna divina con carne humana. Más todavía: una vez Cristo Jesús (es a partir de aquí que nos lo presenta Pablo), aun (subsistiendo en forma de Dios, la sostenibilidad de lo que le atribuye en igualdad como Dios ya encarnado en la tierra) se le presenta la problemática de usar esa “forma de Dios que sostiene” (además de la realidad humana), lo que implicaría querer permanecer en situación de igualdad a Dios, como algo a lo que aferrarse. Pese a que podría haberlo hecho por cuanto subsistía en forma de Dios y se anonada tomando forma de siervo. Siendo hombre y aun cuando subsistía en él, “forma de Dios”, no se aprovecha de ello, sino que se niega, se humilla, prefiriendo tomar forma de siervo. Es decir: comportarse como tal y ser como tal. Ya era hombre subsistiendo en forma de Dios, pero se hace más humilde que un hombre en el que subsistía en él la forma de Dios. O sea, siendo un hombre con la posibilidad siempre de explotar lo que suponía tener la forma de Dios, se hace esclavo, siempre al servicio de su Padre y de los propios hombres. Se hace semejante al hombre, un hombre real, pero no igual en lo tocante al pecado, ya que no lo conoció. Realmente un hombre, pero sin tener en cuenta su subsistencia en forma de Dios.

Pudiendo a cada instante hacer valer su forma de Dios, se niega a sí mismo constantemente tomando la forma de siervo. Asume su misión redentora como un auténtico siervo aceptando de forma total su condición humana. Y estando en esta condición de hombre, de hombre que no tiene en cuenta su subsistencia en forma de Dios, tanto se humilla en su manera de ser de siervo, que lo hace hasta la muerte, aceptando la muerte de cruz. Pablo parte del Cristo-Jesús encarnado ya en la tierra, que teniendo siempre posibilidad de... se niega constantemente a.... La humanidad y su misión de siervo habían producido con la muerte un anonadamiento tal que provoca una desaparición de lo humano, y aun cuando el Padre, con el espíritu que le entrega (cf. Mt. 27:50 cf. Lc. 23:46 cf. Ecle. 12:7), hace presente su plena vinculación inconsciente con el Lógos (cf. Ecl. 12:7 cf. Mt. 22:31, 32), no rompiéndose definitivamente, no permite que se perpetúe ese estado de humillación obligándose en su resurrección, a fin de manifestarse la exaltación del Hijo humillado porque el Padre quiere que su Hijo manifieste por toda la eternidad su gloria y su naturaleza divina (que tenía anonadada y que siempre había tenido) incluso a pesar de su humanidad. Dios, el Padre, lo exalta hasta lo sumo. Aun a pesar de su forma de siervo adquirida y de su naturaleza humana, ese Cristo Jesús posee la naturaleza de Dios vinculada irrompiblemente a su naturaleza humana. Y como tal se le va a adorar y toda rodilla se debe postrar ante él (Filp. 2:10), eso sí “para gloria de Dios Padre”, es “el Señor para gloria de Dios Padre” (Filp. 2:11 cf. Hech. 2:36) ¿Y por qué todo esto? ¿Para qué Pablo nos expondrá este asunto? Pese a que el Hijo y el Padre son distintos en cuanto a su persona, Cristo es Lógos, y como tal, unido inseparablemente con lo humano que nace de María, es el mismo y único Dios, de la misma naturaleza que el Padre ¿Por qué se dice, entonces, en Efesios 1:17 el Dios de nuestro Señor Jesucristo? En principio, Pablo está hablando del Dios de Nuestro Señor Jesucristo, por cuanto, aunque utiliza un título en un período de exaltación es para explicar asuntos relativos a su época de anonadamiento y obra redentora (vs. 20-22) y, por lo tanto, el Padre es su Dios. Es cierto que la humanidad y la deidad están integradas y mezcladas para siempre en la persona de Cristo-Jesús de tal modo que no puedan separarse, tal como aparece en estas citas: . . Jesucristo, aun en su anonadamiento, nunca dejó de ser el mismo y único Dios que existe, y que ese mismo y único Dios también existe como Padre y como Espíritu Santo, y diferenciados esos tres poderes en su manifestación como personas o como maneras del único ser Dios. Debido a que Cristo fue el Logos Eterno, el propio Hijo Eterno de Dios, quien tomó la humanidad, y debido a esto podrá decirse siempre que se presentó en la condición humana real, y como teniendo la misma naturaleza de Dios, y a pesar de ser el mismo y único Dios que hay, no quiso aferrarse, en su obra redentora, a esa

igualdad con Dios (Filp. 2:5-10 cf. Jn. 15:23, 24-26; 16:7-15; Jn. 20:21, 22 cf. 13:20, 31). Nótese por Filipenses que el anonadamiento, la kenosis es a partir de Jesucristo. También es verdad que no ha habido ningún impedimento por parte de la naturaleza humana asumida por el Logos, para que el Cristo-Jesús, que es el Logos con naturaleza humana pueda ser considerado como lo que era en su situación de Logos. Esa naturaleza humana obtenida para siempre está insertada inseparablemente al Logos. De forma que se puede decir que Cristo es el único y mismo Dios, y que Cristo es verdadero hombre. Por lo tanto, del mismo modo que nunca dejó de ser ese mismo y único Dios, de ese mismo modo, nunca dejará de ser hombre, aun a pesar de la exaltación, por cuanto pese al anonadamiento, tampoco dejó de ser a lo que no quiso aferrarse su igualdad con el mismo y único Dios existente en el único ser Padre, Hijo, Espíritu Santo. «La eterna Deidad, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, está involucrada en la acción requerida para dar seguridad al instrumento humano y unir a todo el cielo para que contribuya al ejercicio de las facultades humanas a fin de alcanzar la plenitud de los tres poderes para unirlos [1387] en la gran obra designada». La exaltación ha consistido: primero, en el reconocimiento, por parte del Padre, de que su misión redentora había sido un éxito. Misión realizada sin la asistencia de la “forma o naturaleza de Dios” que, como Logos, poseía Cristo. Segundo, el Padre se obliga, moralmente, a no permitir que el anonadamiento de su Hijo continúe; el Hijo, en obediencia, acepta la permisión del Padre de poder actuar según su forma de Dios. El Padre hace saber que la naturaleza humana intercalada no es ningún impedimento para manifestarse como siendo que es el mismo y único Dios, como tampoco la forma de Dios lo fue para su actuar humano. La naturaleza humana ahora se ve exaltada, por cuanto está inseparablemente unida a la Deidad, pero nunca dejará de ser realmente hombre, en este caso glorificado, como tampoco en su vida terrestre abandonó el ser el mismo y único Dios. Y si con su vida terrestre, sin dejar de ser el mismo y único Dios, podía decirse “el Padre mayor es que yo”por la naturaleza humana mantenida, ahora, en su vida humana glorificada, siendo realmente como el único y mismo Dios, puede decirse que su “Padre Dios” lo es de su persona divino-humana por esa “Vida” humana mantenida para siempre (2ª Cor. 1:3; Ef. 3:14; Col. 1:3; 1ª Ts. 1:1; 2ª Tim. 1:2) sin que se disminuya para nada la plenitud de la Deidad integrada en la realidad de la humanidad “corporalmente” (cf. Col. 2:9). Como tampoco se desvalorizaban sus atributos divinos que posee desde siempre cuando al ascender lo hacía, según el propio Jesús: “Subo a mi Dios y a vuestro Dios, a mi Padre y a vuestro Padre” (Jn. 20:17). De este modo podemos decir lo que sigue: El Logos Eterno no es creado, está desde la eternidad en y con el Padre, es su propio Hijo, su Único. Acepta supeditarse al Padre por el plan de la Creación y Redención que el Padre le presenta. Se trata de una supeditación voluntaria. No hay cambio de naturaleza. Es el Señor, por cuanto como Hijo y Logos, tiene la misma naturaleza que el Padre. La encarnación supone, dentro de ese plan aceptado del Padre, un anonadamiento voluntario, al asumir complementariamente a la subsistencia de la forma de Dios, naturaleza divina (atributos divinos), la plena y real naturaleza humana de la bienaventurada Virgen María. Siendo hombre, subsistía en él la naturaleza divina que no utiliza nunca para poder llevar a cabo su misión redentora. En esa condición de hombre, es inferior al Padre. El Padre es su Dios. Pero no

olvidemos que no podemos separar, de la persona de Jesús, lo que implica su naturaleza divina (lo que le hacía ser el mismo y único Dios (como Lógos {Jn. 1:1} y ser de Deidad), ni lo que implica su naturaleza humana (el ser hombre y el ser de humanidad). El Padre lo exalta, testificando de El que no se trata de un mero hombre, incluso a pesar de su naturaleza humana, sino del Señor, del Señor que se presenta a veces en el Antiguo Testamento como Yahvé; y les recuerda que Jesucristo es el Señor con pleno derecho, por cuanto lo es, ya que se trata de su Hijo, del Logos Eterno, y que con su naturaleza humana, la exaltación de Cristo por el Padre quita la obligación de no poder presentarse como el mismo y único Dios, y por lo tanto puede y debe ser adorado, puesto que es el Señor Creador de todo (Filp. 2:5-10). Lo exalta haciendo reconocer que él es lo que era antes y que siempre fue, pero que mientras duró su misión en la tierra no utilizó; y lo exalta, haciendo ver que su naturaleza humana no impide el ser el mismo y único Dios como el Padre y el Espíritu Santo, para que se reconozca en El al mismo Señor, y que debido a su naturaleza humana, cuando estaba anonadado voluntariamente en la tierra, ese Señor nuestro Jesucristo, pueda decirse de Él, que nuestro Padre y Dios era su Dios y Padre (cf. Jn. 20:17); pero que, sin embargo, es realmente eterno, el Señor de los Señores, representativo con su humanidad del Dios único; aun cuando en el momento en que todo sea dominado, el Hijo volverá al papel que siempre quiso hacer: lo que supone ser Hijo respecto a su Padre, conservando siempre la naturaleza humana; y subsistiendo como siendo lo mismo que el Padre y el Espíritu Santo el ser como el mismo y único Dios eterno. La exaltación consiste en producir el reconocimiento y la valoración de que es el Hijo eterno de Dios y por lo tanto poseyendo el ser el mismo y único Dios, como el Padre y el Espíritu Santo, y que por lo tanto deja claro que la humanidad no le ha afectado pudiéndosele adorar, como únicamente se puede adorar al mismo y único Dios (cf. Filp. 2:5-10). En una palabra, esa inferioridad voluntaria al aceptar el Plan de la Salvación, implicó aceptar la naturaleza humana que no hace desaparecer sus atributos divinos como preexistente, llevándole a asumir una kenosis de inferioridad con Dios, por la vinculación que resulta de la unión de lo humano y de lo divino, y de la obra a realizar de redención. Dios Padre lo eleva y lo exalta (Filp. 2:9 cf. Hech. 5:31) como merecimiento y valoración de su esencia, a una consideración de acabar con los “enemigos de Dios” (Hb. 1:13; 10:10-12) evidenciándole el valor de lo que implica la funcionalidad d e sentarse a la diestra de Dios y de que su trono, su dignidad y poder estén asentados en lo implicado en ser el mismo y único Dios como el Padre y el Espíritu Santo; lo exalta hasta lo sumo que puede exaltarle teniendo en cuenta esa permanente vinculación de lo humano y lo divino. Lo exalta a que se le reconozcan los atributos divinos sin que la vinculación con lo humano obligue a una permanente kenosis e impidan realizar la obra que únicamente el Padre podría hacer. Esa obra de acabar con los enemigos de Dios (pecado, muerte, sistemas de maldad) de someter toda potencia al Poder de Dios (Hb. 2:14-17 cf. 1ª Cor. 15:20-26) constata que por y con su naturaleza humana unida a la naturaleza divina lleva a cabo la obra que únicamente el Padre podría hacer. El Padre después de haberle sujetado todo al Hijo (1ª Cor. 15:27úp.) mediante la exaltación que produce en él, se limita ahora voluntariamente, hasta que el Hijo haya conseguido sujetar todo. Y una vez que el Hijo le haya sujetado todo (1ª Cor. 15:28pp.), la limitación voluntaria del Padre a que el Hijo exprese el poder sobre todo lo enemigo y contrario a Dios y al bien, desaparecerá, con lo que “el Hijo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas” (1ª Cor. 15:28pp.). Es decir el Hijo con su exaltación (Filp. 2:9, 10) mediante la limitación voluntaria del Padre, consigue con el vínculo humano unido a lo divino lo que hubiera sido imposible sin la exaltación que el Padre produce en esa limitación de lo humano unido con lo divino, y ahora una vez conseguidos los objetivos, vuelve a un plano de

equiparación al Padre como Hijo eterno de Dios poseedor de lo humano. A fin de que Dios sea todo en todos (1ª Cor. 15:28úp.): «Cuando Jesucristo haya conseguido la victoria final, cuando lo haya sometido todo a su autoridad, no tendrá más que una idea: volver a la sombra de alguna manera, para someterse él mismo al Padre, depositando a sus pies su corona, para que solo el Padre reine de eternidad en eternidad» «La promesa “y su reino no tendrá fin”, no es contradictoria con 1ª Cor. 15:24-28, [1388] pues el reino de Jesús, al absorberse en el del Padre, no es anulado, sino cumplido». Esa sujeción consiste en dejar de actuar en lugar del Padre en someter a las potencias del mal. Una vez sometidas, el Hijo demostrará no tener ningún tipo de beligerancia o de supremacía, evidenciará la posición de Hijo respecto a lo que supone la posición de Padre. Entre el Padre y el Hijo no hay ningún tipo de circunstancia de dejar de ser lo que supone Padre y lo que supone Hijo (cf. Filp. 2:510). Esto es lo grandioso para nosotros, y al mismo tiempo incomprensible. Cristo era idéntico al Padre, teniendo en cuenta su naturaleza divina (Jn. 10:29, 30 cf. Jn. 5:17, 18); pero teniendo en cuenta su naturaleza humana era inferior (Jn. 14:28 cf. Jn. 1:1-3, 14). No obstante, a partir de la resurrección, es considerado como exaltado para gloria de Dios Padre (Filp. 2:11), tanto en su naturaleza divina, que nunca dejó pero de la que no se sirvió nunca para su provecho en su misión redentora, y que a partir de entonces, de la resurrección, va a poder recurrir a lo que supone esa naturaleza divina, como en su naturaleza humana inseparablemente unida a la divina. La exaltación consiste en informar y evidenciar, que aun con la humanidad y la necesidad de morir para nuestra redención, la naturaleza humana Cristo no la pierde, pues resucita con ella. La exaltación consiste, no sólo considerarle lo que era pero de lo que no se benefició por su anonadamiento, sino que, además, aquello que le había hecho voluntariamente inferior al Padre por obra y naturaleza humana, va a ser exaltado hasta el extremo de ser considerado sin perjuicio de su divinidad, aun con su naturaleza humana, y recibir que toda rodilla se doble para gloria de Dios Padre. “Dios, el Padre, será todo en todos” (1ª Cor. 15:28). Si Jesucristo en su humillación y exaltación no consigue unirnos con el Padre, devolvernos lo que es el Padre. Si nuestra manera de concebir a Jesucristo es en detrimento de olvidarnos o de aparcar el significado y el sentido absoluto que debe tener el Padre en nuestra mente y existencia, el Hijo, Jesucristo, no habría cumplido con su objetivo: «Todo lo que Cristo hace, lo hace en perfecta armonía con el Padre. Es, pues, un grosero error establecer una oposición de carácter entre los dos, como si el Padre encarnase la justicia y el Hijo el amor. El objetivo supremo de Cristo, es restituir al Padre al puesto al cual tiene derecho [1389] en el universo y en los corazones». «De la misma manera que el Padre tuvo la iniciativa en la obra de la creación, la tuvo también en la de la salvación: Juan 3:16. Dios dio a su Hijo (Jn. 3:16), lo envió (Jn. 17:3), y también es él quien le da los creyentes (Jn. 6:37, 39; 17:6, 9, 11, 12, 24; 18:9: Hb. 2:13). La salvación del mundo no fue arrancada a Dios por la mediación de Cristo. Es Dios el autor de esta mediación. Los apóstoles, al exaltar a Cristo por encima de toda criatura, jamás dejaron de señalar la parte que corresponde a Dios el Padre en la obra de la salvación (Ef. 1:3-6). Jesucristo hizo posible el [1390] envío del Espíritu Santo, pero es el Padre quien lo comunica».

«Después de que Cristo condescendió en abandonar su suprema autoridad en descender de una altura infinita para tomar la humanidad, pudo haber tomado para sí cualquier condición de ser humano que hubiera elegido; pero la grandeza y la jerarquía eran nada para él, y escogió la más humilde forma de vida. Belén fue el lugar de su nacimiento; por un lado su ascendencia era pobre, pero Dios, el dueño del mundo, era su Padre » (EW-CBA, vol. 7, p. 915 {MS 9-1896} «El veló su divinidad con la vestidura de la humanidad, pero no se desprendió de su divinidad. [1391] Como salvador divino-humano vino para estar a la cabeza de la raza caída». «La limitada capacidad del hombre no puede definir este admirable misterio: la mezcla de las dos naturalezas, la divina y la humana. Esto nunca se podrá explicar. El hombre debe maravillarse y quedar callado. Y sin embargo, el hombre tiene el privilegio de ser participante de [1392] la naturaleza divina, y de esa manera puede, en cierta medida, penetrar en el misterio». «La humanidad del Hijo de Dios es todo para nosotros. Es la áurea cadena eslabonada que une nuestras almas con Cristo, y mediante Cristo con Dios. Este debe ser nuestro estudio. Cristo era un verdadero hombre, y demostró su humildad convirtiéndose en hombre. Era Dios en la carne. Cuando enfocamos el tema de la divinidad de Cristo revestida con el manto de la humanidad, con justicia podemos prestar atención a las palabras pronunciadas por Cristo a Moisés (…) “quita tu calzado de tus pies, porque el lugar donde tú estás, tierra santa es”. Debemos tratar el estudio de este tema con la humildad del que aprende con corazón contrito. El estudio de la encarnación de Cristo es un tema fructífero que recompensará al indagador que profundiza en busca de la verdad [1393] oculta». Es así que podemos concebir la aparente discrepancia de lo humano y lo divino del Cristo-Jesús. Hemos de partir, para comprender este tema no racional, del Logos Eterno que tomó la humanidad. En efecto, Cristo, siendo Dios, se anonadó a sí mismo (Fil. 2:5-11; Jn. 1:1, 14). Como hombre, Cristo es inferior al Padre (Jn. 14:28); sin embargo, como Hijo Eterno de Dios, es uno con el Padre (Jn. 10:29, 30; 5:17-23; 16:15; 14:6-12). Es uno, no sólo en propósito y carácter, sino también en Poder y en Naturaleza. Ahora con la exaltación se nos informa ser el Hijo eterno de Dios, el mismo Dios y único, sin la kenosis con la que el Hijo se obligó, independientemente de su mantenimiento de la naturaleza humana. La exaltación insistimos no permite mantener la kenosis de no utilizar su igualdad con Dios sino que su naturaleza humana no limita en nada su igualdad con lo que es el mismo y único Dios. Como hombre, Cristo no conoce todas las cosas (Mt. 9:4; 12:25; Luc. 5:22; 11:17). En su condición humana y de muerte en la cruz, Cristo era inferior a los ángeles, y aun al propio hombre (Hb. 2:9; Fil. 2:7, 8). En su condición de resucitado, es superior a los ángeles, y aunque ya lo era, se lo ha ganado simplemente con la redención realizada (Fil. 2:9-11; Hb. 1:4). En su condición de Hijo Eterno de Dios, es superior a los ángeles (Hb. 1:7-14; Ap. 1:1). Cristo, como Hijo Eterno de Dios, se sitúa siempre voluntariamente no esencialmente en un plano de actuación de equiparaciónsupeditada al Padre (1ª Cor. 15:24-28; Fil. 2:5-11). En su condición humana, Cristo es realmente un hombre. En su condición de humano resucitado, se

ha ganado por su plan de la redención, el ser Señor a la gloria de Dios Padre (Fil. 2:4-11), ya que también, en su condición divina, Cristo siempre ha sido el único Señor, y el Señor de los Señores (1ª Cor. 8:6 sp. y Ap. 17:14). En su condición humana, Cristo es el Hijo de David; en su condición divina de resucitado, Cristo era y es el Hijo sustancial de Dios, y el Señor de David (Hb. 1:3; Mt. 22:42-46; Sal. 110:1). En su condición humana, fue elegido y resucitado por Dios, el Dios suyo (Hb. 1:5, 8, 9). En su condición divina, Cristo, el Señor, el Hijo Eterno de Dios, es el Yahwé Creador, y por el vínculo con el Verbo o Lógos creador (Jn. 1:1, 3) que no se ha roto con la muerte de lo humano, puede proyectarse la resurrección que ejecuta el Padre (Sal. 102:25-27 cf. Jn. 2:19-22 cf. Hb. 1:10-12). Nuestro Señor Jesucristo no es un ser creado. Cristo es Eterno, el Creador de todo; existe desde antes del tiempo. Cristo es el Hijo sustancial de Dios, el Único Hijo salido del Padre desde la eternidad, con la misma naturaleza divina y eterna que su Padre. Con los mismos atributos divinos, y por ello se le considera como siendo junto al Padre y el Espíritu Santo el mismo y único Dios, y se le adora, porque solamente al mismo y único Dios que existe se le puede adorar. No es un dios inferior, pero tampoco es otro Dios. Voluntariamente equiparado en supeditación, no por naturaleza, sino que obedece y se supedita en todo al Padre, porque entre ellos no hay discrepancia ni deseos de supremacía. Cristo se ha ganado por el plan de la redención, ser reconocido como lo que era y es: de la misma y única Deidad que el Padre y el Espíritu Santo. Y esto aun con la presencia de su naturaleza humana adquirida para siempre y esa supeditación voluntaria eterna; y aun cuando dotado de la eternidad, y por la humanidad real adquirida puede decirse “el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo”y “mi Padre mayor es que yo”. Por esa naturaleza divina y eterna mantenida desde siempre, e incluso supeditándose voluntariamente al plan de su Padre, y aun conservando su naturaleza humana, puede decirse: “Yo y el Padre somos uno ” (Jn. 10: 24-29, 30-38, 39); “el que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Jn. 14:6-11); posee toda la plenitud de la Deidad (Jn. 1:1; 8:56-58 cf. Col. 2:9); el Señor de David Mt. 22:43-46), el único Hijo (Jn. 1:18); el único y mismo Dios Logos (Jn. 1:1), adorado por los ángeles y los hombres (Hb.1:6 cf. Lc. 24:51, 52); el principio Creador (Ap. 3:14 cf. Jn. 1:3; Col. 1:15-19); Vida Eterna (Jn. 5:19-24 cf. 1ª Jn. 1:1, 2). Efectivamente, creemos en un solo Dios, y creemos que el Padre y el Hijo son dos personas distintas, con la del Espíritu Santo, aun cuando el Padre como el Hijo, y el Espíritu Santo tengan la misma naturaleza Divina y atributos (cf. Mt. 28:19). Uno y otro asunto no son incompatibles. Si bien el vocablo el sólo Dios lo consagra la Escritura al Padre, por cuanto considera a Éste el representativo de la Deidad, la locución Hijo Único en el seno del Padre, Logos en el Padre, obliga a la Escritura a testimoniar de Jesucristo como siendo integrado desde la eternidad en la única Deidad, de la que el Padre es el Agente que porta el que pueda referirse de Él “el sólo Dios”. Precisamente al denominarse el Padre, como Padre, el sólo Dios, está anunciando a su Hijo, a su Único como participante de todos los derechos y atribuciones de la Deidad, por cuanto el Hijo ha mantenido una relación eterna con Aquel que desde siempre ha sido Padre y Dios.

Sobre el Espíritu Santo En estos pasajes que presentamos aparece el Padre como el que envía al Hijo, y por lo tanto distinto al Hijo (Jn. 10:24, 25-33, 34-36 cf. 14:6-14, 15, 16, 17, 26, 28), y el Espíritu Santo enviado por Jesús y procedente del Padre, y por lo tanto distinto a él como persona diferenciada (Jn. 13:20 cf. Jn. 20:21, 22 cf. Jn. 13:31; Jn. 15:23, 24-26; 16:7-15, 25, 26-30). En Lucas 11:1-13, Jesús les propone una oración para dirigirla al Padre, y lo más importante que deberían pedir es el Espíritu Santo. Se trata por un lado, tal como los pasajes anteriores nos ofrecen de la asociación de trespersonas claramente diferenciadas. El Mesías quien propone la oración, el Padre al que hay que dirigirle la oración, y el Espíritu Santo respecto al cual hay que pedir al Padre que lo envíe.

El sentido de la Deidad del Mesías o Cristo y la del Espíritu Santo, con relación al Padre Téngase en cuenta además que en Jesús está lo humano nacido de María por el poder del Espíritu Santo (Mt. 1:20, 21) y el Lógos encarnado (Jn. 1:14), y por lo tanto se hace permanente lo completamente humano y lo plenamente divino en un persona divino-humana. Evidentemente aquí está bien claramente establecido que el Espíritu Santo no puede ser la misma persona que Jesucristo, ni tampoco lo mismo que el Lógos, aun cuando el Lógos encarnado sea Jesucristo o el Hijo de Dios, y esté asociado con el Espíritu Santo en el sentido de ser el mismo y único Dios, juntamente con el Altísimo (Jn. 1:1 {cf. Hab. 1:12} cf. Lc. 1:35). [1394] « ¡El Verbo eterno consintió en hacerse carne! ¡Dios se hizo carne!». El Logos Eterno como Hijo y Primogénito está con y en el Padre desde la Eternidad, poseyendo todos los atributos (Jn. 1:1, 14, 18). Todo esto no dificulta para que el Padre aparezca con el Nombre de Yahvé en algunas ocasiones. Es en el Nuevo Testamento donde la diferenciación entre el Padre y el Hijo es más manifiesta (Jn. 3:34-36; 5:16, 17-19, 20-25, 26, 27-30, 31-36, 37; 6:27, 29ss., 68, 69; 10:17, 18, 24-38; 14:6-13; 16:15; 17:5, 24-26), aun cuando sea aquí donde la identificación Cristo y Yahvé sea más clara (Jn. 8:56-58; Mt. 9: 2, 3-6 cf. Mt. 22:42, 43-46 cf. Sal 110:1ss). Téngase cuidado cuando se manejan los textos porque la igualdad del Padre y el Hijo juntamente con la del Espíritu Santo, va a aparecer en más de una ocasión, como también la diferenciación. La igualdad viene predicada por cuanto el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son el mismo ser del único y mismo Dios. La diferenciación por cuanto son distintos en persona, o en sus maneras o manifestaciones personales de expresar la única y misma Deidad que existe. En la exposición que se nos presenta en los Evangelios junto con los otros escritos inspirados se nos descubre una nueva dimensión de la Deidad que hasta entonces había sido imposible de captar. Es cierto que se nos plantean interrogantes insolubles en un cierto sentido ¿Cómo resolver la unicidad de Dios con las personificaciones o modos de ser del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo? ¿Cómo explicar esa integración de humanidad y Deidad en Cristo -Jesús? En el caso que rechazáramos estos interrogantes como impropios, tendríamos que plantearnos otros ¿Cómo explicar la noción consciente y constante de la preexistencia que tiene Cristo de sí mismo? ¿Cómo comprender las identificaciones que de Cristo se hacen con la Deidad, incluso con Yahvé mismo? (cf. Jn. 8:56-58 cf. Mt. 22:42-45) ¿Quién era Jesucristo o el Lógos, cuando se le diferencia claramente tanto de los ángeles como de los hombres? (Jn. 10:24-39; 5:16-23 cf. Col. 1:8, 9; Filp. 2:5-10 cf. Hb. 1:6, 13). Para nosotros, resolver de forma total los primeros interrogantes, ya que no podemos rechazarlos a la luz de lo que hemos comprobado en las Escrituras, sería como resolver qué es Dios, o intentar explicar la eternidad. Ahora bien, cuando decimos que Cristo posee la Deidad, dos cosas queremos dejar bien claras: Una, que no queremos enumerar otro Dios, un segundo Dios, o un Dios distinto, aun cuando el lenguaje humano nos pudiera traicionar; la otra, que cuando decimos que Cristo es Deidad lo decimos sin disminuir en nada el valor del término Dios. Para nosotros tiene el mismo valor que el que se aplica al Padre, aun cuando el Padre sea distinto al Hijo en persona. La respuesta Dios, aplicada a Cristo, no es a la pregunta quién es Cristo sino qué es Cristo. La Deidad ha querido desde

la Eternidad, manifestarse: SER Padre, Hijo, y Espíritu Santo ¿Cómo? No lo sabemos, como tampoco sabemos el significado de la Eternidad. Pero la Biblia ha sido escrita, entre otras cosas, para revelarnos precisamente eso. Nos ha hecho evidente quién es el Hijo. Nos ha respondido que se trata de Alguien que posee todos los atributos de la Deidad. Que estaba en el Padre desde la Eternidad. Y salió del Padre arrastrando consigo, la misma naturaleza que el propio Padre tiene, de ahí que como Verbo encarnado, o Logos unido con lo humano, se le pueda llamar el Dios mismo y único (Jn. 1:1, 3, 14, 18), por lo tanto sin que sea otro Dios. ¿Cómo puede ser eso, ser Deidad, sin ser otro Dios? Cristo participa totalmente desde la Eternidad de la Divinidad como Logos Eterno, como el Hijo Eterno del Padre; y sigue participando completamente de esa Divinidad, como el Cristo-Jesús por cuanto, ya inseparablemente el Lógos Eterno, el Hijo Eterno del Padre tomó la humanidad, se hizo realmente hombre. Y de la misma manera que el Cristo-Jesús, y el Lógos Eterno, y Hombre Jesús, inseparablemente unidos en una Sola persona divino-humana, es el Único Señor (1ª Cor. 8:6; Jud. 4) y a pesar de todo, e l Padre es Señor también, de esa misma manera siendo el Padre el sólo Dios (Jn. 17:3; 1ª Cor. 8:6), también el Hijo es Deidad Eterna realmente como siendo su naturaleza no humana resultado de su integración en el mismo y único Dios que existe (cf. Filp. 2:5:7). Y de la misma forma que diciendo la Escritura a Cristo el Único Señor, el Padre es también Señor, y no por eso son “dos” Señores; de ese mismo modo, aun cuando sólo hay un Dios, el Padre, el Hijo también es el mismo y único Dios por su integración desde la eternidad en Él, y por lo tanto no son “dos” Dioses. ¿De qué forma diciendo la Escritura que solamente hay un Señor, Cristo, puedo decir que el Padre también es Señor? Sencillamente, el término Dios Padre abarca el término Señor. ¿De qué forma diciendo la Escritura que solamente hay un Dios, el Padre, puede decir que Cristo es el mismo y único Dios también como integrado en Él desde la eternidad? De la misma forma que diciendo la Escritura que solamente hay un Señor, el Cristo, no por eso se omite al Padre por cuanto el Padre, como Dios, posee todos los atributos de Señor, de esa misma forma diciendo la Escritura un sólo Dios, el Padre, no por eso se omite al Hijo por cuanto el Hijo, como Hijo y como el Señor, posee los atributos de Dios. Si bien el vocablo el sólo Dios lo consagra la Escritura al Padre, por cuanto considera a Éste el representativo de la Deidad, la locución Hijo Único en el seno del Padre, Lógos en el Padre, obliga a la Escritura a testimoniar de Jesucristo como siendo integrado desde la eternidad en la única Deidad, de la que el Padre es el Agente que porta el que pueda referirse de Él el sólo Dios (cf. Jn. 17:3; 1ª Cor. 8:6). Precisamente al denominarse el Padre, como Padre, el sólo Dios, está anunciando a su Hijo, a su Único como siendo y poseyendo todos los derechos y atribuciones de la Deidad, por cuanto el Hijo ha mantenido una relación eterna, desde siempre, con Aquel que desde siempre ha sido Padre y Dios. «Cristo es el Hijo de Dios preexistente y existente por sí mismo (…) Cristo (…) Nos asegura que [1395] nunca hubo un tiempo cuando Él no haya estado en estrecha relación con el Dios eterno». Un autor explica del modo que sigue la unicidad de Dios: . Aunque todos los pasajes afirman la unidad de Dios, su exclusividad, no se predica con ello la absoluta unicidad. La palabra hebrea (dx'(a,{´eHäd}) aparece en los pasajes en los que se quiere reflejar la unidad compuesta (Gn. 2:24; 11:1; Ju. 6:16; 1ª Sam. 11:7; Esd. 3:1; Jer. 32:39; Ez. 37:17), y entre los que se encuentra Deuteronomio 6:4. Si se observa con detenimiento, el empleo de la palabra ´eHäd confirma en cada caso que no pretende reflejar una absoluta unicidad como ocurre en el caso de (^Üd>yxi(y>{yüHî|d})(Gn. 22:2; 22:16; Prov. 4:3; Jer. 6:26; Amos 8:10; Zac. 12:10). Podemos comprobar tomando como ejemplo el texto de Génesis 2:24 que se predica de una pareja que son uno (´eHäd). Lo mismo podemos decir de como a pesar de ser varios corazones serán un sólo corazón (Jer. 6:26); o de dos personajes representativos de colectivos de personas, se hará una unidad a pesar de la composición de dos: José e Israel (cf. Ezq. 37:16, 17). Esta orientación de la palabra ´eHäd es la que nos debe guiar para la debida comprensión de Deuteronomio 6:4, ya que utiliza ´eHäd y no yüHî|d, siendo esta última la que predica una unidad absoluta. Los traductores y comentaristas judíos se han visto obligados a reconocer este extremo. El colectivo rabínico francés por medio de Zadoc como también Cahen indican: “El Eterno es uno” pero [1397] no “único”. Lo mismo podemos decir de las traducciones judías alemanas. Esta unidad compuesta ´eHäd es reinterpretada por los targums antiguos como Onqelos y Jonathan Ben Uzziel, en el sentido de dar un valor de personalidad tanto a Dios como a la Palabra y al Espíritu (Por ejemplo varios pasajes como Gn. 1:27; 15:6; 16:13; 19:24; 22:18; 28:20; 28:21; Ex.

3:14; 14:31; 20:1; Nm. 10:35; 10:36; Dt. 6:13; Jos. 2:12; 9:19, que el texto hebreo trae la palabra “Dios” por Elohim o Yahwéh, o en algún caso compuesto, ha sido sustituido en los targums por [1398] “Palabra de Dios”. ¿Qué nos aporta Karl Barth sobre esta revelación del mismo y único Dios en tres realidades personales diferenciadas entre sí? ¿Cómo nos explica su manera de entender las tres realidades personales distintas o tres maneras de ser sin alterar el monoteísmo del Dios único: «La esencia de Dios es el ser de Dios definido por su divinidad. La esencia de Dios es su divinidad (…) Desde el punto de vista bíblico, es lo que implica Yahvé-Kyrios, es decir el ser que se define por su nombre: el Señor. «En cuanto a la esencia de Dios, no solamente su unidad no es suprimida por la triplicidad de personas sino, al contrario es en esta triplicidad que consiste la unidad. Cualquier cosa que se quiera entender por triplicidad, en ningún caso designa una triplicidad de esencia (…) no significa que haya tres divinidades, ni en el sentido de una pluralidad de divinidades ni pluralidad de seres o de partes en el interior de la divinidad (…). « Las tres personas en Dios no son en ningún caso tres dioses» «Esta doctrina, que se ha constituido e impuesto en tanto que interpretación de la revelación bíblica y del tema que demanda, no significa nunca, y es preciso ante todo señalar y establecer que la unidad de Dios sea puesta en cuestión o suprimida. Al contrario es la confirmación última y decisiva (…). «El nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo significa que Dios es simultáneamente tres veces el solo y mismo Dios y que esta repetición de Él mismo está fundada en su divinidad sin producirse ahí la menor alteración, y que incluso es su sola manera de ser Dios, de tal modo que uno debe decir: su divinidad coincide absolutamente con el hecho que es Dios en esta repetición de él mismo y que es cada vez el único y mismo Dios. «Cuando nosotros nos servimos para definir el término “persona” del concepto de “repetición”, es para excluir toda idea de una simple unidad de modo o de pluralidad, y para poner en evidencia la unidad numérica de la esencia de tres “personas”. Es preciso remarcar que lo que llamamos hoy personalidad de Dios pertenece igualmente a su esencia única que no es [1399] multiplicada por tres sino debe ser al contrario reconocida en su unicidad (…)». Emil Brunner, otro reputado cristiano nos dice de entrada: «Nosotros no estamos en presencia del Dios de la razón sino del Dios que hace conocer su nombre. Pero él hace conocer su nombre como siendo el del Padre, y este nombre de padre, lo hace conocer por el Hijo. Es por el Espíritu Santo que hace conocer al Hijo como el Hijo del Padre y el Padre como Padre del Hijo (…). «Estos tres nombres, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, constituyen, en su unidad y en su diferencia, el contenido y el significado del Nuevo Testamento» «lo que importa afirmar: es en el Hijo y en el Hijo solo, que nosotros poseemos el Padre, y es por el Hijo y por el Hijo solo, que nosotros recibimos el Espíritu Santo, por consiguiente nosotros no conocemos al Padre más que por el Hijo y nosotros no participamos del Espíritu más que por

[1400] él». En conclusión de este apartado podemos decir: que la unidad, la verdadera unidad de Dios es negada cuando la personalidad revelada del Dios único o del Dios “que es uno” (cf. Dt. 6:4) no se acepta como Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo. Cuando se combate esto o se pretende contradecir, ustedes comprobarán, que se parte de la idea falsa de que los que creemos en esa triplicidad de “personas” o “maneras de ser” estuviéramos mencionando tres dioses, cosa que ya hemos dejado claro que no; o bien se niega la existencia de alguien que está integrado en la personalidad del mismo y único Dios; o bien se confunden esas tres realidades reveladas. Se nos obliga por la Revelación a que aceptemos “la unidad revelada del Dios revelado” sin excluir en esa misma y única esencia de Dios, el orden o distinción revelado también: “las tres maneras de ser del único y mismo Dios existente”. Y esto que estamos diciendo que ha sido revelado lo confrontan con su razón, que al no entenderlo convierten a ésta en suprema frente a la Revelación. La deidad que ha querido Ser desde la eternidad Padre, Hijo y Espíritu Santo, es intratable con la razón como lo es la eternidad y la propia personalidad de Dios. Por ello Dios se revela. Negar esta revelación, porque no se entiende es negar precisamente la única manera en que se nos revela la unicidad o unidad. Y se llega al auténtico triteismo que acusan a los que no creen como ellos ¡Que paradoja! Las maneras en que el mismo y único Dios ha querido ser como Padre, Hijo y Espíritu Santo las convierten, y ahora parece ser que su razón no les dice nada en contra, en un politeísmo o triteismo pagano.

El Dios de Nuestro Señor Jesucristo y la Deidad de Cristo Pese a que el Hijo y el Padre son distintos en cuanto a su persona, Cristo es Lógos, y como tal, unido inseparablemente con lo humano que nace de María, es el mismo y único Dios, de la misma naturaleza que el Padre ¿Por qué se dice, entonces, en Efesios 1:17 el Dios de nuestro Señor Jesucristo? En principio, Pablo está hablando del Dios de Nuestro Señor Jesucristo, por cuanto, aunque utiliza un título en un período de exaltación es para explicar asuntos relativos a su época de anonadamiento y obra redentora (vs. 20-22) y, por lo tanto, el Padre es su Dios. Es cierto que la humanidad y la deidad están integradas y mezcladas para siempre en la persona de Cristo-Jesús de tal modo que no puedan separarse, tal como aparece en estas citas: . . Jesucristo, aun en su anonadamiento, nunca dejó de ser el mismo y único Dios que existe, y que ese mismo y único Dios también existe como Padre y como Espíritu Santo, y diferenciados esos tres poderes en su manifestación como personas o como maneras del único ser Dios. Debido a que Cristo fue el Logos Eterno, el propio Hijo Eterno de Dios, quien tomó la humanidad, y debido a esto podrá decirse siempre que se presentó en la condición humana real, y como teniendo la misma naturaleza de Dios, y a pesar de ser el mismo y único Dios que hay, no quiso aferrarse, en su obra redentora, a esa igualdad con Dios (Filp. 2:5-10 cf. Jn. 15:23, 24-26; 16:7-15; Jn. 20:21, 22 cf. 13:20, 31). Nótese por Filipenses que el anonadamiento, la kenosis es a partir de Jesucristo. También es verdad que no ha habido ningún impedimento por parte de la naturaleza humana asumida por el Logos, para que el Cristo-Jesús, que es el Logos con naturaleza humana pueda ser considerado como lo que era en su situación de Logos. Esa naturaleza humana obtenida para siempre está insertada inseparablemente al Logos. De forma que se puede decir que Cristo es el único y mismo Dios, y que Cristo es verdadero hombre. Por lo tanto, del mismo modo que nunca dejó de ser ese mismo y único Dios, de ese mismo modo, nunca dejará de ser hombre, aun a pesar de la exaltación, por cuanto pese al anonadamiento, tampoco dejó de ser a lo que no quiso aferrarse su igualdad con el mismo y único Dios existente en el único ser Padre, Hijo, Espíritu Santo. «La eterna Deidad, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, está involucrada en la acción requerida para dar seguridad al instrumento humano y unir a todo el cielo para que contribuya al ejercicio de las facultades humanas a fin de alcanzar la plenitud de los tres poderes para unirlos [1402] en la gran obra designada». La exaltación ha consistido: primero, en el reconocimiento, por parte del Padre, de que su misión redentora había sido un éxito. Misión realizada sin la asistencia de la “forma o naturaleza de Dios” que, como Logos, poseía Cristo. Segundo, el Padre se obliga, moralmente, a no permitir que el anonadamiento de su Hijo continúe; el Hijo, en obediencia, acepta la permisión del Padre de poder

actuar según su forma de Dios. El Padre hace saber que la naturaleza humana intercalada no es ningún impedimento para manifestarse como siendo que es el mismo y único Dios, como tampoco la forma de Dios lo fue para su actuar humano. La naturaleza humana ahora se ve exaltada, por cuanto está inseparablemente unida a la Deidad, pero nunca dejará de ser realmente hombre, en este caso glorificado, como tampoco en su vida terrestre abandonó el ser el mismo y único Dios. Y si con su vida terrestre, sin dejar de ser el mismo y único Dios, podía decirse “el Padre mayor es que yo”por la naturaleza humana mantenida, ahora, en su vida humana glorificada, siendo realmente como el único y mismo Dios, puede decirse que su “Padre Dios” lo es de su persona divino-humana por esa “Vida” humana mantenida para siempre (2ª Cor. 1:3; Ef. 3:14; Col. 1:3; 1ª Tes. 1:1; 2ª Tim. 1:2) sin que se disminuya para nada la plenitud de la Deidad integrada en la realidad de la humanidad “corporalmente” (cf. Col. 2:9). Como tampoco se desvalorizaban sus atributos divinos que posee desde siempre cuando al ascender lo hacía, según el propio Jesús: “Subo a mi Dios y a vuestro Dios, a mi Padre y a vuestro Padre” (Jn. 20:17). De este modo podemos decir lo que sigue: El Logos Eterno no es creado, está desde la eternidad en y con el Padre, es su propio Hijo, su Único. Acepta supeditarse al Padre por el plan de la Creación y Redención que el Padre le presenta. Se trata de una supeditación voluntaria. No hay cambio de naturaleza. Es el Señor, por cuanto como Hijo y Logos, tiene la misma naturaleza que el Padre. La encarnación supone, dentro de ese plan aceptado del Padre, un anonadamiento voluntario, al asumir complementariamente a la subsistencia de la forma de Dios, naturaleza divina (atributos divinos), la plena y real naturaleza humana de la bienaventurada Virgen María. Siendo hombre, subsistía en él la naturaleza divina que no utiliza nunca para poder llevar a cabo su misión redentora. En esa condición de hombre, es inferior al Padre. El Padre es su Dios. Pero no olvidemos que no podemos separar, de la persona de Jesús, lo que implica su naturaleza divina (lo que le hacía ser el mismo y único Dios (como Lógos {Jn. 1:1} y ser de Deidad), ni lo que implica su naturaleza humana (el ser hombre y el ser de humanidad). El Padre lo exalta, testificando de El que no se trata de un mero hombre, incluso a pesar de su naturaleza humana, sino del Señor, del Señor que se presenta a veces en el Antiguo Testamento como Yahvé; y les recuerda que Jesucristo es el Señor con pleno derecho, por cuanto lo es, ya que se trata de su Hijo, del Logos Eterno, y que con su naturaleza humana, la exaltación de Cristo por el Padre quita la obligación de no poder presentarse como el mismo y único Dios, y por lo tanto puede y debe ser adorado, puesto que es el Señor Creador de todo (Filp. 2:5-10). Lo exalta haciendo reconocer que él es lo que era antes y que siempre fue, pero que mientras duró su misión en la tierra no utilizó; y lo exalta, haciendo ver que su naturaleza humana no impide el ser el mismo y único Dios como el Padre y el Espíritu Santo, para que se reconozca en El al mismo Señor, y que debido a su naturaleza humana, cuando estaba anonadado voluntariamente en la tierra, ese Señor nuestro Jesucristo, pueda decirse de Él, que nuestro Padre y Dios era su Dios y Padre (cf. Jn. 20:17); pero que, sin embargo, es realmente eterno, el Señor de los Señores, representativo con su humanidad del Dios único; aun cuando en el momento en que todo sea dominado, el Hijo volverá al papel que siempre quiso hacer: lo que supone ser Hijo respecto a su Padre, conservando siempre la naturaleza humana; y subsistiendo como siendo lo mismo que el Padre y el Espíritu Santo el ser como el mismo y único Dios eterno. La exaltación consiste en producir el reconocimiento y la valoración de que es el Hijo

eterno de Dios y por lo tanto poseyendo el ser el mismo y único Dios, como el Padre y el Espíritu Santo, y que por lo tanto deja claro que la humanidad no le ha afectado pudiéndosele adorar, como únicamente se puede adorar al mismo y único Dios (cf. Filp. 2:5-10). En una palabra, esa inferioridad voluntaria al aceptar el Plan de la Salvación, implicó aceptar la naturaleza humana que no hace desaparecer sus atributos divinos como preexistente, llevándole a asumir una kenosis de inferioridad con Dios, por la vinculación que resulta de la unión de lo humano y de lo divino, y de la obra a realizar de redención. Dios Padre lo eleva y lo exalta (Filp. 2:9 cf. Hech. 5:31) como merecimiento y valoración de su esencia, a una consideración de acabar con los “enemigos de Dios” (Hb. 1:13; 10:10-12) evidenciándole el valor de lo que implica la funcionalidad d e sentarse a la diestra de Dios y de que su trono, su dignidad y poder estén asentados en lo implicado en ser el mismo y único Dios como el Padre y el Espíritu Santo; lo exalta hasta lo sumo que puede exaltarle teniendo en cuenta esa permanente vinculación de lo humano y lo divino. Lo exalta a que se le reconozcan los atributos divinos sin que la vinculación con lo humano obligue a una permanente kenosis e impidan realizar la obra que únicamente el Padre podría hacer. Esa obra de acabar con los enemigos de Dios (pecado, muerte, sistemas de maldad) de someter toda potencia al Poder de Dios (Hb. 2:14-17 cf. 1ª Cor. 15:20-26) constata que por y con su naturaleza humana unida a la naturaleza divina lleva a cabo la obra que únicamente el Padre podría hacer. El Padre después de haberle sujetado todo al Hijo (1ª Cor. 15:27úp.) mediante la exaltación que produce en él, se limita ahora voluntariamente, hasta que el Hijo haya conseguido sujetar todo. Y una vez que el Hijo le haya sujetado todo (1ª Cor. 15:28pp.), la limitación voluntaria del Padre a que el Hijo exprese el poder sobre todo lo enemigo y contrario a Dios y al bien, desaparecerá, con lo que “el Hijo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas” (1ª Cor. 15:28pp.). Es decir el Hijo con su exaltación (Filp. 2:9, 10) mediante la limitación voluntaria del Padre, consigue con el vínculo humano unido a lo divino lo que hubiera sido imposible sin la exaltación que el Padre produce en esa limitación de lo humano unido con lo divino, y ahora una vez conseguidos los objetivos, vuelve a un plano de equiparación al Padre como Hijo eterno de Dios poseedor de lo humano. A fin de que Dios sea todo en todos (1ª Cor. 15:28úp.): «Cuando Jesucristo haya conseguido la victoria final, cuando lo haya sometido todo a su autoridad, no tendrá más que una idea: volver a la sombra de alguna manera, para someterse él mismo al Padre, depositando a sus pies su corona, para que solo el Padre reine de eternidad en eternidad» «La promesa “y su reino no tendrá fin”, no es contradictoria con 1ª Cor. 15:24-28, [1403] pues el reino de Jesús, al absorberse en el del Padre, no es anulado, sino cumplido». Esa sujeción consiste en dejar de actuar en lugar del Padre en someter a las potencias del mal. Una vez sometidas, el Hijo demostrará no tener ningún tipo de beligerancia o de supremacía, evidenciará la posición de Hijo respecto a lo que supone la posición de Padre. Entre el Padre y el Hijo no hay ningún tipo de circunstancia de dejar de ser lo que supone Padre y lo que supone Hijo (cf. Filp. 2:510). Esto es lo grandioso para nosotros, y al mismo tiempo incomprensible. Cristo era idéntico al Padre, teniendo en cuenta su naturaleza divina (Jn. 10:29, 30 cf. Jn. 5:17, 18); pero teniendo en cuenta su naturaleza humana era inferior (Jn. 14:28 cf. Jn. 1:1-3, 14). No obstante, a partir de la resurrección, es considerado como exaltado para gloria de Dios Padre (Filp. 2:11), tanto en su naturaleza divina, que nunca dejó pero de la que no se sirvió nunca para su provecho en su misión redentora, y que a partir de entonces, de la resurrección, va a poder recurrir a lo que supone esa

naturaleza divina, como en su naturaleza humana inseparablemente unida a la divina. La exaltación consiste en informar y evidenciar, que aun con la humanidad y la necesidad de morir para nuestra redención, la naturaleza humana Cristo no la pierde, pues resucita con ella. La exaltación consiste, no sólo considerarle lo que era pero de lo que no se benefició por su anonadamiento, sino que, además, aquello que le había hecho voluntariamente inferior al Padre por obra y naturaleza humana, va a ser exaltado hasta el extremo de ser considerado sin perjuicio de su divinidad, aun con su naturaleza humana, y recibir que toda rodilla se doble para gloria de Dios Padre. “Dios, el Padre, será todo en todos” (1ª Cor. 15:28). Si Jesucristo en su humillación y exaltación no consigue unirnos con el Padre, devolvernos lo que es el Padre. Si nuestra manera de concebir a Jesucristo es en detrimento de olvidarnos o de aparcar el significado y el sentido absoluto que debe tener el Padre en nuestra mente y existencia, el Hijo, Jesucristo, no habría cumplido con su objetivo: «Todo lo que Cristo hace, lo hace en perfecta armonía con el Padre. Es, pues, un grosero error establecer una oposición de carácter entre los dos, como si el Padre encarnase la justicia y el Hijo el amor. El objetivo supremo de Cristo, es restituir al Padre al puesto al cual tiene derecho en el universo y en los corazones». «De la misma manera que el Padre tuvo la iniciativa en la obra de la creación, la tuvo también en la de la salvación: Juan 3:16. Dios dio a su Hijo (Jn. 3:16), lo envió (Jn. 17:3), y también es él quien le da los creyentes (Jn. 6:37, 39; 17:6, 9, 11, 12, 24; 18:9: Hb. 2:13). La salvación del mundo no fue arrancada a Dios por la mediación de Cristo. Es Dios el autor de esta mediación. Los apóstoles, al exaltar a Cristo por encima de toda criatura, jamás dejaron de señalar la parte que corresponde a Dios el Padre en la obra de la salvación (Ef. 1:3-6). Jesucristo hizo posible el [1404] envío del Espíritu Santo, pero es el Padre quien lo comunica». «Después de que Cristo condescendió en abandonar su suprema autoridad en descender de una altura infinita para tomar la humanidad, pudo haber tomado para sí cualquier condición de ser humano que hubiera elegido; pero la grandeza y la jerarquía eran nada para él, y escogió la más humilde forma de vida. Belén fue el lugar de su nacimiento; por un lado su ascendencia era pobre, pero Dios, el dueño del mundo, era su Padre » «El veló su divinidad con la vestidura de la humanidad, pero no se desprendió de su divinidad. Como salvador divino-humano vino para estar a la cabeza de la raza caída». «La limitada capacidad del hombre no puede definir este admirable misterio: la mezcla de las dos naturalezas, la divina y la humana. Esto nunca se podrá explicar. El hombre debe maravillarse y quedar callado. Y sin embargo, el hombre tiene el privilegio de ser participante de la naturaleza divina, y de esa manera puede, en cierta medida, penetrar en el misterio». «La humanidad del Hijo de Dios es todo para nosotros. Es la áurea cadena eslabonada que une nuestras almas con Cristo, y mediante Cristo con Dios. Este debe ser nuestro estudio. Cristo era un verdadero hombre, y demostró su humildad convirtiéndose en hombre. Era Dios en la carne. Cuando enfocamos el tema de la divinidad de Cristo revestida con el manto de la humanidad, con justicia podemos prestar atención a las palabras pronunciadas por Cristo a Moisés (…) “quita tu calzado de tus pies, porque el lugar donde tú estás, tierra santa es”. Debemos tratar el estudio de este tema con la humildad del que aprende con corazón contrito. El estudio de la encarnación de Cristo es un tema fructífero que recompensará al indagador que profundiza en busca de la verdad

oculta».

[1405]

Es así que podemos concebir la aparente discrepancia de lo humano y lo divino del Cristo-Jesús. Hemos de partir, para comprender este tema no racional, del Logos Eterno que tomó la humanidad. En efecto, Cristo, siendo Dios, se anonadó a sí mismo (Fil. 2:5-11; Jn. 1:1, 14). Como hombre, Cristo es inferior al Padre (Jn. 14:28); sin embargo, como Hijo Eterno de Dios, es uno con el Padre (Jn. 10:29, 30; 5:17-23; 16:15; 14:6-12). Es uno, no sólo en propósito y carácter, sino también en Poder y en Naturaleza. Ahora con la exaltación se nos informa ser el Hijo eterno de Dios, el mismo Dios y único, sin la kenosis con la que el Hijo se obligó, independientemente de su mantenimiento de la naturaleza humana. La exaltación insistimos no permite mantener la kenosis de no utilizar su igualdad con Dios sino que su naturaleza humana no limita en nada su igualdad con lo que es el mismo y único Dios. Como hombre, Cristo no conoce todas las cosas (Mt. 9:4; 12:25; Luc. 5:22; 11:17). En su condición humana y de muerte en la cruz, Cristo era inferior a los ángeles, y aun al propio hombre (Hb. 2:9; Fil. 2:7, 8). En su condición de resucitado, es superior a los ángeles, y aunque ya lo era, se lo ha ganado simplemente con la redención realizada (Fil. 2:9-11; Hb. 1:4). En su condición de Hijo Eterno de Dios, es superior a los ángeles (Hb. 1:7-14; Ap. 1:1). Cristo, como Hijo Eterno de Dios, se sitúa siempre voluntariamente no esencialmente en un plano de actuación de equiparaciónsupeditada al Padre (1ª Cor. 15:24-28; Fil. 2:5-11). En su condición humana, Cristo es realmente un hombre. En su condición de humano resucitado, se ha ganado por su plan de la redención, el ser Señor a la gloria de Dios Padre (Fil. 2:4-11), ya que también, en su condición divina, Cristo siempre ha sido el único Señor, y el Señor de los Señores (1ª Cor. 8:6 sp. y Ap. 17:14). En su condición humana, Cristo es el Hijo de David; en su condición divina de resucitado, Cristo era y es el Hijo sustancial de Dios, y el Señor de David (Hb. 1:3; Mt. 22:42-46; Sal. 110:1). En su condición humana, fue elegido y resucitado por Dios, el Dios suyo (Hb. 1:5, 8, 9). En su condición divina, Cristo, el Señor, el Hijo Eterno de Dios, es el Yahwé Creador, y por el vínculo con el Verbo o Lógos creador (Jn. 1:1, 3) que no se ha roto con la muerte de lo humano, puede proyectarse la resurrección que ejecuta el Padre (Sal. 102:25-27 cf. Jn. 2:19-22 cf. Hb. 1:10-12). Nuestro Señor Jesucristo no es un ser creado. Cristo es Eterno, el Creador de todo; existe desde antes del tiempo. Cristo es el Hijo sustancial de Dios, el Único Hijo salido del Padre desde la eternidad, con la misma naturaleza divina y eterna que su Padre. Con los mismos atributos divinos, y por ello se le considera como siendo junto al Padre y el Espíritu Santo el mismo y único Dios, y se le adora, porque solamente al mismo y único Dios que existe se le puede adorar. No es un dios inferior, pero tampoco es otro Dios. Voluntariamente equiparado en supeditación, no por naturaleza, sino que obedece y se supedita en todo al Padre, porque entre ellos no hay discrepancia ni deseos de supremacía. Cristo se ha ganado por el plan de la redención, ser reconocido como lo que era y es: de la misma y única Deidad que el Padre y el Espíritu Santo. Y esto aun con la presencia de su naturaleza humana adquirida para siempre y esa supeditación voluntaria eterna; y aun cuando dotado de la eternidad, y por la humanidad real adquirida puede decirse “el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo”y “mi

Padre mayor es que yo”. Por esa naturaleza divina y eterna mantenida desde siempre, e incluso supeditándose voluntariamente al plan de su Padre, y aun conservando su naturaleza humana, puede decirse: “Yo y el Padre somos uno ” (Jn. 10: 24-29, 30-38, 39); “el que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Jn. 14:6-11); posee toda la plenitud de la Deidad (Jn. 1:1; 8:56-58 cf. Col. 2:9); el Señor de David Mt. 22:43-46), el único Hijo (Jn. 1:18); el único y mismo Dios Logos (Jn. 1:1), adorado por los ángeles y los hombres (Hb.1:6 cf. Lc. 24:51, 52); el principio Creador (Ap. 3:14 cf. Jn. 1:3; Col. 1:15-19); Vida Eterna (Jn. 5:19-24 cf. 1ª Jn. 1:1, 2). Efectivamente, creemos en un solo Dios, y creemos que el Padre y el Hijo son dos personas distintas, con la del Espíritu Santo, aun cuando el Padre como el Hijo, y el Espíritu Santo tengan la misma naturaleza Divina y atributos (cf. Mt. 28:19). Uno y otro asunto no son incompatibles. Teniendo en cuenta todo esto, Jesucristo se me presenta como la manera conocer y saber quién y qué es Dios en ese contexto de la salvación

LaPersonalidaddelEspíritu Santo Hay una línea de falta de respeto por la Palabra de Dios, cuando se rechazan u omiten la claridad de ciertos textos bíblicos que tratan sobre la Deidad en relación a lo que es el Espíritu Santo. Se ha podido adquirir la costumbre que lo que no se entiende, habría que considerarlo como imposible de ser correctamente interpretado por cristianos que acepten la personalidad, eternidad y Divinidad del Espíritu Santo. Para algunos es imposible aceptar la personalidad del Espíritu Santo por cuanto atenta contra el esquema de una lógica puramente humana. No quieren comprender que ese esquema “lógico” se ve roto por ellos mismos cuando aceptan la eternidad de Dios sin entenderla. No rechazan al Dios que se revela, porque no puedan explicar adecuadamente ni definitivamente la eternidad. Ciertos cristianos no tenemos nada que perder ni que ganar, desde el punto de vista material, por mantener una posición que acepta al Espíritu Santo como una Persona Divina y Eterna. Yo no lo entiendo. No sé ni puedo explicarlo, como tantas otras cosas relacionadas con Dios y su Palabra. Pero esto no me lleva ni a la desesperación ni al rechazo. En mi propio esquema mental facilitado por mi Dios de la Biblia se me impone un deber que quiero cumplir con gozo, orden y respeto: partiendo de todos textos de la Escritura procurar con su ayuda hallar la comprensión y el significado más aproximado de acuerdo a los límites de mi deteriorada mente a causa del pecado, aun cuando he sido redimido por la vida y muerte de Jesucristo. Yo no he podido comprender a pesar de todo lo explicado hasta aquí, basado en la palabra de Dios cómo actúa en la eternidad ese mismo y único Dios como Padre, Hijo y Espíritu Santo. Pero esto no me ha llevado al rechazo de cómo revela la palabra a ese Dios. La personalidad de Dios que se nos revela es tal cual la hemos presentado, pero no podemos sacar deducciones sobre cómo era esa personalidad en un mismo y único Dios subsistiendo en esa unidad el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Al hacerlo se especularía, y esa no es nuestra función. Por cuanto sería frustrante y estresante. “La revelación que de sí mismo dejó Dios en su Palabra es para nuestro estudio, y podemos procurar entenderla. Pero más allá de ella no debemos penetrar. El hombre más inteligente podrá devanarse los sesos en conjeturas respecto a la naturaleza de Dios, pero semejante esfuerzo será estéril. No nos incumbe resolver este problema. No hay mente humana capaz de comprender a Dios. Nadie debe permitirse entrar en especulaciones respecto a la naturaleza de Dios. Aquí el [1406] silencio es elocuencia. El Omnisciente trasciende toda discusión”. El hecho de que dedique tiempo a algo que en su resultado final comprensivo me es ajeno a mi racionalidad, es el hecho satisfactorio de saber, por lo que me comunica la Revelación, que esa revelación sobre Dios como Padre, Hijo y Espíritu Santo, tiene que ver con mi salvación y la de la humanidad. Y encuentro al Dios solidario que ha querido acercarse a mí mediante su revelación para producir la salvación. Estaba oculto, incomprendido, denostado por cuanto no se manifestaba claramente. Y se le reclamaba diciéndole que la única manera de creer en su existencia sería si El viniera a la tierra. A excepción del llamado Antiguo Testamento, el hombre se inventó en cada momento histórico su dios y dioses. Pero ahora, el Hijo de Dios, el Lógos o Verbo, el mismo y único Dios se revelaba como el Mesías Jesús, y nos daba a conocer a Dios mediante la persona del Hijo eterno del Padre eterno. Y ese Hijo eterno, entonces me dice que él enviará procedente del Padre, a otro Consolador,

Paracleto (Jn. 14:16, 26; 16:7). Se trata, no de “alguna cosa” sino de otro diferente al Mesías que tiene su subsistencia en el mismo Dios, y que tomará de lo de él (Jn. 16:14, 15), porque todo lo que tiene el Padre (los atributos divinos) son de él, de Jesucristo, el Mesías, el Hijo de Dios; y ese otro, que se llama Paracleto o Consolador, el Espíritu Santo toma de lo que es Cristo, los atributos divinos que posee el Padre también, y de la misión redentora que Jesucristo vino a realizar. Con lo cual se dice de ese otro que es distinto al Padre y al Hijo pero asociado al Padre y al Hijo como poseyendo la misma y única Deidad. No se trata “de otra forma de consolar” sino de otro Consolador distinto: “De cierto de cierto os digo: el que recibe al que yo enviare, me recibe a mí, y el que me recibe a mí recibe al que me envió” (Jn. 13:20). Está claro, del mismo modo que recibiendo a Jesucristo se recibe al que le envió, al Padre, y se trata de dos personas distintas, de ese mismo modo recibiendo al que nos envía Jesucristo, el Espíritu Santo, se recibe igualmente a Jesucristo, tratándose de dos personas diferenciadas: el que envía al enviado, y el propio enviado. «El Espíritu santo es el representante de Cristo, pero despojado de la personalidad humana e independiente de ella (…) por lo tanto convenía a sus discípulos que fuese al Padre y enviase el Espíritu como su sucesor en la tierra» «Necesitamos comprender que el Espíritu Santo, que es una persona así como Dios es persona (…) El Espíritu Santo es una persona porque testifica en nuestros espíritus que somos hijos de Dios (…) El Espíritu Santo tiene una personalidad, de lo contrario no podría dar testimonio a nuestros espíritus y con nuestros espíritus de que somos hijos de Dios. Debe ser una persona divina porque [1407] de lo contrario no podrían escudriñar los secretos que están ocultos en la mente de Dios». Si bien es cierto que el libro de los Hechos nos presenta los dones del Espíritu Santo como siendo “alguna cosa” y confundiéndose con el mismo Espíritu Santo (Hech. 10:44, 45; 8: 39; 19:2ss.), en 1ª de Cor. 12 Pablo diferencia al Espíritu Santo de los dones que él da 1ª Cor. 12:11, y lo identifica en su obra con el mismo Señor diferenciándose al mismo tiempo como persona distinta (1ª Cor 12:4, 5), y con el único Dios (1ª Cor 12:11ss. cf. 12:18, 28 cf. 12:7-10, 11). “Aunque hay diversidad de dones el Espíritu que los concede es el mismo” y “aunque hay diversidad de ministerios no por eso hay varios señores, sino que el Señor que los concede es el mismo” “Pero hay diferentes operaciones pero se trata del mismo Dios”. Ya Jesucristo anteriormente lo había diferenciado al Espíritu Santo tanto del Padre como del Hijo Jn. 13:20 cf. Jn. 20:21, 22 cf. Jn. 13:31; Jn. 15:23, 24-26; 16:7-15, 25, 26-30, la identificación con otro y con el paracleto.

El Espíritu Santoy el texto de Mateo 28:19 Es el verme obligado a dar una explicación al problema que plantean ciertos textos relativos al Espíritu Santo que obtengo mi posición cristiana sobre el Espíritu Santo ¿Por qué querría yo complicar mi vida teológica si sólo me debo a mi conciencia y al Dios que se me ha revelado? Yo no puedo, siendo fiel, aparcar Mateo 28:19, en base al subterfugio de que ahí se está utilizando un lenguaje simbólico semejante al que el libro de Proverbios emplea cuando describe a la sabiduría. Lo primero que tendría que hacer es demostrar que ahí cabe esa posibilidad. No sirve la mera afirmación. Quienes piensan de ese modo demuestran de entrada que el texto en cuestión les molesta y que no tienen ninguna explicación. Cuando el lenguaje literario que se emplea en la descripción de los contenidos de un libro no nos dice nada sobre un estilo que haga admisible un simbolismo o metáforas no puede aceptarse una interpretación distinta a la literalidad del texto, a no ser que las propias palabras, en sí mismas, nos lo autorice. El género de los evangelios es el narrativo e histórico por lo tanto lo literal prima sobre lo simbólico. Solo cuando la historia que narra el evangelio en ocasión de las parábolas donde se nos advierte del sentido figurado y cuando Jesús emplea el método comparativo puede admitirse el simbolismo o la metáfora, pero nunca en la descripción normal que se repite a lo largo de todo el Nuevo Testamento imponiéndose como puntos de referencia nombres, conceptos e ideas literales que denotan personalidad histórica. Y éste es el caso de todos los textos que mencionan al Espíritu Santo. Me horrorizo cuando escucho por mentes ignorantes del poder de la Palabra, en las que tienen por ausencia el poder del Espíritu Santo por cuanto no creen en su persona, que este texto, el de Mateo 28:19 es un invento y que no aparece en los manuscritos griegos de donde obtenemos los escritos del Evangelio. Semejante afirmación se ha propagado con el fin de no tener que rendir cuentas a la evidencia del texto. Todos los manuscritos griegos en los que nos basamos para componer el texto de [1408] los Evangelios lo contienen. Es más antiguo que Hechos de los Apóstoles, y la Iglesia Católica Romana no existía todavía como tal. Utilizar una cita de la Enciclopedia Británica donde dice que los primeros cristianos bautizaban en el nombre de Jesucristo de acuerdo a ciertos textos de Hechos de los Apóstoles, y que sería en el siglo II cuando se introduciría esa fórmula bautismal de Mateo 28:19, es de una irresponsabilidad e incompetencia sin igual. O decir que fue introducida por Eusebio de Cesárea en el siglo III o principios del siglo IV, es de nuevo no tener la brújula de la Palabra de Dios. En el primer caso, la cita de la Enciclopedia Británica, simplemente lo que se nos dice es que el comentarista de turno de ese artículo, es un incrédulo en cuanto al origen y naturaleza del Evangelio de San Mateo. Y los que se apoyan en él lo traen como autoridad frente a la autoridad de la Palabra de Dios que atestigua que fueron palabras de Jesús las que proporcionaron dicha fórmula bautismal. En cuanto a la segunda cita de que fuera introducida por Eusebio a finales del siglo III o siglo IV, desconocen la historia. Ya en el año 120 o antes, el primer escrito cristiano no canónico, “La Didaché” (VII-1, 3) nos presenta la fórmula bautismal la de bautizar “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. En el texto que nos ocupa ahora, sin realizar ningún tipo de análisis del texto griego se está haciendo mención de bautizar “en el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”. Tan simbólico sería, de serlo el Espíritu Santo, el Padre y el Hijo. Sabemos, que tanto el Padre como el Hijo son dos personas claramente diferenciadas. Y este es el punto de referencia que orienta en el

texto la expresión Espíritu Santo. En una lectura normal, sin prejuicios sólo podríamos obtener esta explicación. Sacar a relucir que también se dice en lenguaje simbólico “en nombre de la ley” como queriendo dar a entender que es ese el sentido simbólico que hay que dar a la expresión en el “Nombre del Espíritu Santo”, es una vez más crear confusión, falsear la realidad y no respetar la Palabra de Dios. En efecto, lo primero, de nuevo repetimos, que habría que demostrar es, que en este caso es aplicable ese tratamiento. Pero si en este caso lo fuera lo sería en la misma proporción tanto para el mismo Padre como para el Hijo, puesto que la expresión Nombre, no se repite en el texto sino que rige toda la frase anticipándose a las tres expresiones Padre, Hijo, y Espíritu Santo. Por lo tanto, o los tres son simbólicos, o los tres son lo que son tres personas reales, distintas, con los mismos atributos y naturaleza (cf. 2ª Cor. 13:14). Karl Barth nos muestra dos asuntos importantes respecto al texto de Mateo 28:19, al que le añadiremos el nuestro. En primer lugar nos llama la atención al asunto de la preposición “eis” [1409] (εἰς). Normalmente se ha traducido por “en”. Habría que bautizarlos “en el nombre…” Sin embargo, de acuerdo no solamente a la traducción de su homóloga hebrea “lü” que se traduce porla griega εἰς (eis), y que indica direccionalidad, funcionalidad, con lo que la idea de “hacia él” “en función de” “para” sería la traducción más correctamente posible. En este caso bautizar: βαπτίζοντες (baptízontes{bautizando [αὐτοὺς] autoùs} bautizándolos)“para”, “por” (εἰς {eis}) τὸ (tò {el}) ὄνομα (ónoma{ nombre}) τοῦ πατρὸς (toû patròs {del Padre }) καὶ τοῦ υἱοῦ (kaì toû uioû {y del Hijo}) καὶ τοῦ ἁγίου πνεύματος (kaì toû hagíou pneumatos{ y del Espíritu Santo}), no es meramente hacerlo “en” el nombre de otro sino romper con “algo”, y conducirlo “hacia” “para” lo que implique y signifique el nombre del Padre o del Hijo o del Espíritu Santo. No se trata de romper y llevarlo hacia algo incierto sino seguro, y no se trata tampoco de “una ruptura caótica y arbitraria” sino “mandada y ordenada”, de tal modo que se pueda cumplir el propósito del apóstol (cf. Filp. 3:12). Los editores de la Dogmática de Karl Barth han dejado un testimonio de lo que éste querría decir: «La justa comprensión del bautismo depende, en una buena parte, de la justa traducción de la pequeña preposición griega εἰς, que indica un movimiento, una dirección (…) Hemos buscado en la medida de lo posible evitar el “en” y “al nombre de” tradicionales porque ellos expresan un estado o una delegación de poder, falseando toda la doctrina del bautismo. Lo hemos remplazado tanto por “para”, “hacia”, “en vista de” o en “función de”. Somos bautizados no “en Jesucristo” sino teniendo en cuenta a Jesucristo, a fin de que vayamos “hacia él”. Esto es lo que dice el Nuevo Testamento, y esto cambia toda la perspectiva tradicional del bautismo. El “εἰς” (eis) griego indica una marcha hacia adelante, una decisión ética, a partir de un punto de salida, y no [1410] una adquisición sacramental». En cuanto al “nombre” Karl Barth nos dirá: « (…) el nombre en función del cual las gentes deben ser bautizadas según nuestro texto es uno: Los apóstoles bautizan no en función de tres nombres sino en función de un solo y mismo nombre, triplemente explícito».

«La mención del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo es –si uno lo quiere y puede considerar verdaderamente como una enumeración– la indicación de las dimensiones del nombre único de [1411] Dios, es decir de su obra y de su Palabra, de su acción de salvación y de revelación (…)».

¿Qué significa “nombre”? Cuando analizamos el término nombre aplicado a la Deidad y su valor para la vida del creyente, debemos comprender primero que la palabra nombre, tal como es empleada en hebreo, “equivale a [1412] menudo a la naturaleza, reputación, carácter (...)”. Conocer el nombre de Dios (Ex. 33:12) es conocer su poder y misericordia. Es reconocer su actuación como Creador y Redentor (Isa. 44:6; 48:17; 63:16 cf. Isa. 42:5; 43:1; 43:15). Es saber que Él es siendo, su Eternidad. De ahí que bendecir el Nombre de YHWH (Sal. 96:2), o alabar (Sal. 99:3) e invocar su nombre (Sal. 105:1), o anunciarlo (Ex. 9:16) se logra conociendo, aceptando y proclamando su poder. Cuando Jeremías expresa las palabras del Todopoderoso, nos dice que se sabrá que el Nombre de Dios es YHWH porque tendrán constancia de la mano y el poder de Dios (Jer. 16:21) y eso les hará saber el Nombre de Dios. Leonardo Boff nos dice: ¿Y cómo se santifica? . . Si tenemos en cuenta Exodo 7:17 encontramos la misma idea. Conocer a YHWH es conocer su poder. El cumplimiento de los mandamientos divinos para Israel (Ex. 29:38 y ss.) supondrá el conocer a YHWH. El propio YHWH va a proclamar su nombre (Ex. 33:19) y su nombre lo proclama en las actuaciones maravillosas de un Dios misericordioso y Todopoderoso. Ese es el nombre. Cuando aparece Dios a Moisés en ocasión de la misión a la que era enviado, éste le pregunta que cuál es su Nombre, y Dios le responde: este es mi nombre: YHWH. Se trata de unas enigmáticas consonantes que son no sólo impronunciables sino sobre todo indescriptibles. Corresponden a una forma del verbo ser. Dicha forma verbal tiene en hebreo, tanto [1414] valor de futuro como de presente. Pero esas consonantes indescifrables lo son porque Dios lo ha querido, ya que si la importancia radicara en su expresión, la providencia divina lo hubiera conservado. Ahora bien, sí que tenemos el significado por medio de lo que representan esas letras (YHWH) cuando reunimos el sentido del verbo ser (YHWH) aplicado como nombre a Dios, con todos sus contextos. Esos contextos son la obra de la salvación de Dios que va a implicar misericordia, presencia, poder de Dios. 'Yo soy' (YHWH), es la afirmación absoluta frente a la nada.

Lo que no es Dios es nada porque no tiene poder, no tiene existencia propia. La "frase 'yo soy el que [1415] seré' quiere afirmar: 'Yo estoy ahí, con vosotros, de la manera que vosotros veréis". Cuando veáis manifestarse mi poder, entonces sabréis que 'Yo Soy' (YHWH). Ese poder que se hace presente nos lo ratifica Isaías 52:6: “Por tanto, mi pueblo conocerá mi nombre por esta causa en aquel día; porque yo mismo que hablo, he aquí estaré presente ”. La presencia de Dios va a hacerse notar, y eso dará y da a conocer el Nombre de Dios. Dios ha manifestado en el pasado, en las diferentes liberaciones del pueblo de Israel que EL es (YHWH), y lógicamente, seguirá manifestándose a lo largo de toda la Historia de la Salvación que EL ES (YHWH). Y de ese modo se conoce su nombre. Aun cuando no se sepa pronunciar ni escribir, por cuanto no se trata de eso sino de conocer (que implica intimidad, amistad, amor, unión, identificación), de experimentar su presencia. La clave para entender la petición de Santificar el Nombre de Dios, nos la da el capítulo 36 de Ezequiel (Ez. 36:22-24) cf. Ez. 20:41-44): ¿Qué nos muestra todo esto? En principio, que el sujeto de la santificación del Nombre divino es Dios mismo y no el Pueblo de Dios o el componente del Pueblo de Dios. La dispersión del pueblo judío supone la profanación del Nombre de Dios. La manifestación del Poder de Dios reuniendo y [1416] restaurando al Pueblo de Dios, santifica el Nombre de Dios. Cuando Dios muestre su Santidad en el Pueblo es entonces cuando se santifica el nombre de Dios. Hemos comprendido cuál es el significado del nombre de Dios. Y hemos comprobado que es en la liberación o redención del hombre que se manifiesta el nombre de Dios: su poder, su carácter, su voluntad, su manera de ser, y el modo con que se santifica su nombre. De ahí que en el contexto mesiánico, cuando Dios restaure al ser humano por medio del Mesías (Isa. 52:13 ss.; 53 cf. 52:1-6-13-53:1 ss.), se sabrá el nombre de Dios porque se manifestará su poder y redención humana, y El estará presente (52:6). Por eso al Mesías se le conocerá por que se llamará Yahwéh, Justicia Nuestra, aplicándose el tetragrámaton divino, agrupando en salvación a los que aceptan como Pueblo de Dios, y de este modo dará a conocer y santificará el nombre de Dios (Jer. 23:5, 6; 33:14-17 cf. Isa. 9:6, 7; 11:1, 2; 61:1-3; 4:2; Zac. 3:8: 6:9, 10-13 cf. Jn. 1:1, 14, 18; Jn. 8:58 cf. Mt. 28:19 cf. Jn. 12:28; Jn. 17:6, 12, 26). Ese nombre de Dios está revelado y representado en el Mesías. Como también el nombre, el mismo y único nombre lo está aplicado al Espíritu Santo (Mt. 28:19 cf. Jn. 14:26; 16:13-15). Resumamos las ideas vertidas por los valores tanto de “eis” como del nombre (ónoma) Se trata de que el término nombre rige toda la frase en Mateo 28:19. No son tres nombres sino el único y mismo nombre que identifica a la única Deidad manifestada por medio del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Se trata del carácter, manera de pensar y de ser Dios Cuando se aplica al Padre o al Hijo (o a Jesucristo), o al Espíritu Santo se les está asumiendo el mismo y único nombre del mismo y único Dios. Por lo tanto en lo referente al Espíritu Santo no

podemos pensar que se refiera a una mera fuerza, energía o poder impersonal. El Espíritu Santo iba a ser enviado en (ἐν) (no eis en este caso) el nombre del Hijo (Jn. 14:26 cf. 16:13-15). Es decir con el mismo nombre y autoridad que posee el Hijo. El propio Hijo ha venido con el nombre del Padre (Jn. 5:43; 10:25 cf. 3:18), con el mismo poder y autoridad que el Padre, porque se trata del mismo y único nombre del mismo y único Dios (Padre, Hijo y Espíritu Santo). La preposición “eis” (εἰς) no en (ἐν), tal como hemos mostrado en nuestro estudio no marca una fórmula litúrgica en la que el oficiante hace de representante de la Deidad sino que cuando la persona ha conocido a Dios (cf. Jn. 17:3 cf. Jn. 1:1-3, 14, 18), y por lo tanto se ha apropiado de la “vida eterna” por medio de Jesucristo (Jn. 5:24-26 cf. 8:31, 32), y recordado y convencido por la obra y poder del Espíritu Santo (Jn. 14:26 cf. 16:13-15 cf. Jn. 16:7-12) lleva a cabo un pacto visualizado en un Bautismo en el que el candidato ha decidido bautizarse “para” el mismo y único nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo. Esto es muy importante, porque descubrimos que la fórmula bautismal implica una responsabilidad de primer orden. El oficiante bautiza “para” “hacia” lo que significa e implica el nombre de la misma y única Deidad en sus tres maneras de ser Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es bautizado “para” “el nombre”, para y hacia la permanencia de lo adquirido del mismo y único Dios en sus tres maneras o en sus tres personas Padre, Hijo y Espíritu Santo. Claro, esto exige de nuevo la personalización y diferenciación tanto del Padre como del Hijo y del Espíritu Santo. Y una comprensión y aceptación del carácter, manera de pensar y de ser, implícito en el mismo y único nombre. Es decir la preparación ha de coincidir con esa exigencia de bautizarles “para”. Bautizar en el único nombre de Dios aplicado a Jesucristo, es o bien porque se aplica el mismo y único nombre del mismo y único Dios, o bien por lo que represente a ese Dios en su revelación. Por lo tanto bautizar en el mismo y único nombre que existe expresando al mismo y único Dios incluye tanto al Padre como al Hijo, y al Espíritu Santo. El Bautismo para el mismo y único nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, y el bautizar en el nombre de Jesucristo (Mt. 28:19 cf. Hech.2:38; 8:16-18; 10:48; 19:5) Ahora los textos donde se menciona que se ha de bautizar en el o para el “nombre de Jesucristo” se clarifican plenamente (Hech.2:38; 8:16-18; 10:48; 19:5). Estamos diciendo por lo que nos han dicho los textos que el nombre por el que se ha de bautizar, es un mismo y único nombre. No se trata de 3 nombres sino de uno y mismo nombre. Por lo tanto cuando se dice que es preciso bautizar “para o en el nombre de Jesucristo” se está utilizando el mismo y único nombre que va precedido en la frase bautismal de Mateo 28:19. Pero ese nombre, tal como ya hemos visto, es el mismo y único nombre que les corresponde tanto al Padre, al Espíritu Santo, como al Hijo o Jesucristo. Por lo tanto cuando se menciona ese nombre adjuntado a una de las 3 personas que Mateo 28:19 expresa se incluye a las otras también. Cuando se está diciendo bautizar en el nombre de Jesucristo no se está excluyendo al Padre ni al Espíritu Santo. La fórmula de Mateo 28:19 prevalece. Y una evidencia adicional a lo que ya hemos dicho, está en el pasaje que nadie que niega lo implicado en Mt. 28:19 se atreve a citar. Es el texto de Hechos 8:16, 17 ¿Por qué se dice en Hechos 8:16 que no habían recibido el Espíritu Santo por cuanto solamente habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús? ¿Quiere decirse que por haber sido bautizado solamente en el nombre del Señor Jesús no era suficiente para recibir el Espíritu Santo? ¿En qué quedamos? El problema está aclarado. Si una persona bautiza en el nombre de Jesucristo, y no incluye la fórmula bautismal completa tal como las palabras de Jesús mismo nos ordenan en Mateo 28:19, es decir no incluyen al Padre ni al Espíritu Santo, ese bautismo no sería válido, y el que lo ejecutase no habría comprendido que el término nombre encierra un concepto que

tiene en cuenta la inclusión tanto del Padre como del Espíritu Santo. El hecho de que se escoja a Jesucristo como representativo al que se le adjunta la palabra “nombre”, es debido a que se trata del Mesías que ha venido a revelarnos al Padre (Jn. 1:1-3, 14, 18; 8:28, 29; 17:1, 5). Y es que “en ningún otro nombre hay salvación, en ese mismo y único nombre de Jesucristo (Hech. 4:12; 2:21; Rm. 10:13 cf. 1ª Tes. 5:9) que se menciona como representativo de él, ya que corresponde tanto al Padre como al Espíritu Santo de igual modo (Mt. 28:19 cf. 2ª Cor. 1:21, 22); y es en esa revelación del Mesías Jesús que se ha de basar el Espíritu Santo (cf. Jn. 16:13-15 cf. Rm. 8:1-3, 5-9 cf. Jn. 16:7-11), tratándose, insistimos, del mismo y único nombre que identifica tanto al Hijo como al Padre (Isa. 12:2; Hab. 3:18; Tit. 2:10 cf. Ap. 7:10; Tit. 1.4 cg. Hech. 5:31; 13:23) como al Espíritu Santo (cf. Mt. 28:19 cf. Jn. 3:5; Rm. 8:16; Rm. 8:2) . Es decir “para el nombre de Jesucristo” que se incluye en la fórmula de Mateo 28:19, se pretende asegurar de que los convertidos oigan la palabra Jesucristo, el Mesías, y se bauticen en ese mismo y único nombre que incluye los valores, el significado del carácter y manera de pensar del Padre y del Espíritu Santo. Que no se camufle su persona. Los judeos y los gentiles necesitaban conocerlo, porque era el único y por el único que podíamos conocer al Padre (Jn. 6:38-40, 44), y al Espíritu Santo (Jn. 14:16, 17, 26; 15:25, 26; 16:7-15) En la época de los Hechos, había diversos bautismos (cf. Hech. 8:16), no solamente el de Juan el Bautista (Hech. 19:1-5) sino incluso otros judeos que confirmaban la pertenencia a Moisés o a la Ley. Y era preciso asegurar que el que se bautizaba lo hiciera en el nombre de Jesucristo. Al utilizar “nombre” está incluyendo al Padre y al Espíritu Santo, y por lo tanto cumplían con la fórmula bautismal de Mateo 28:19, se trataba del mismo y un único nombre que corresponde e identifica a los tres: al Padre, Hijo, y Espíritu Santo. Si eso no se hiciera así como debió ocurrir en ocasión del texto de Hechos 8:16, el bautismo no era válido ni completo. El hacer ese énfasis en el “nombre de Jesucristo” no ignora que eso está incluido en la fórmula de Mateo 28:19, ni que se excluyan el Padre y el Espíritu Santo. De ahí que el bautizar en el nombre de Jesucristo no se ignora las otras dos personas. Todos esos textos de Hechos, teniendo en cuenta las palabras de Jesús que bautizar en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo es lo mismo que bautizar en el “nombre de Jesucristo”, porque nombre, el único y mismo nombre rige para los tres.

Significado de bautizar para el nombre del Espíritu Santo (Hech. 28:19) y 2ª Cor. 3:17 Ya hemos dicho y hemos comprobado por el texto que es preciso bautizar “para” el “nombre” sea del Padre, o del Hijo, o del Espíritu Santo. Siempre se incluyen a los tres desde el momento que utilizas el término nombre. Por lo tanto bautizar “para” el nombre del Espíritu Santo no puede referirse a una o cualquier “cosa” sino a una persona. Hay una función que sólo puede cumplirla una Persona real, y es la de ser otro Consolador semejante a Cristo (Jn. 14:16, 17, 26; 16:7). Por mucho que se quiera manipular estos textos en el sentido de hacerles decir que contienen algo en sentido figurado cuando se está refiriendo al Espíritu Santo, es querer culpar a Jesucristo de ser el autor de una confusión sin precedentes. Por cuanto el único argumento que se podría mostrar para apoyar una afirmación como que la expresión “Espíritu Santo” hay que entenderla figurativamente, no es un texto bíblico sino la imposibilidad de admitir algo que supone que tres personas distintas sean una Sola y única Deidad compuesta. Yo tampoco entiendo de acuerdo a mi razón finita eso que acabo de mencionar, pero lo admito por cuanto acepto la Biblia como Palabra de Dios, y he experimentado en mi vida lo que Jesús prometió ofrecer: El Espíritu Santo. «No es esencial para nosotros ser capaces de definir con precisión qué es el Espíritu Santo (…) La naturaleza del Espíritu Santo es un misterio. Los hombres no pueden explicarla, porque el Señor no se la ha revelado. Los hombres de conceptos fantásticos pueden reunir pasajes de las Escrituras y darles interpretación humana; pero la aceptación de esos conceptos no fortalecerá a la iglesia. En cuanto a estos misterios, demasiado profundos para el entendimiento humano, el [1417] silenció es oro». Este es el gran problema de los que disienten respecto a lo que la Revelación nos dice sobre el Espíritu Santo, anteponen la razón a la aceptación de la Revelación, y en lo tocante a Dios no se precisa ni se puede entender todo. «El Espíritu Santo se da como agente regenerador, para hacer efectiva la salvación obrada por [1418] la muerte de nuestro Redentor». «El Espíritu Santo es el representante de Cristo, pero despojado de la personalidad humana e independientemente de ella. Estorbado por la humanidad, Cristo no podía estar en todo lugar personalmente. Por lo tanto, convenía a sus discípulos que fuese al Padre y enviase el Espíritu [1419] como su sucesor en la tierra». Tampoco sirve el decir que si el Espíritu Santo es una persona ¿Cómo podemos ser llenados de dicho Espíritu Santo? Parémonos un momento ante este argumento. El planteamiento respecto a la aceptación o rechazo de una doctrina no debe de estar en una crítica irónica sin la debida contrapartida bíblica. Si ya he aceptado la personalidad del Espíritu Santo no debo remover esa posición por el hecho de que no tuviera respuesta a lo de ser llenos del Espíritu Santo. Yo no necesito saber todo lo que acepto en base a lo que me dice la Biblia. Pero si tuviera que rechazar la personalidad del Espíritu Santo por la simpleza del cierre bocas de cómo ser lleno de una persona qué diríamos cuando el apóstol comenta que ya no vive él sino Cristo viviendo en él, o cuando se nos dice que seamos llenos de toda

la plenitud de Dios (Ef. 3:19). De la misma manera que para ser llenos de Cristo o de Dios no es preciso prescindir de la personalidad de Jesucristo ni de la de Dios Padre tampoco lo es respecto de la del Espíritu Santo. Mayor problema tienen aquellos que al considerar al Espíritu Santo como una especie de Fuerza o de Poder, deben explicar el que se diga en ciertos lugares “el poder del Espíritu (poder) Santo” (Rm. 15:3, 19; Jn. 4:14; 1ª Tes. 1:5). El Espíritu Santo no es simplemente “una cosa” sino EL. Si no fuera así cómo podríamos ser bautizados en el Nombre del Padre, del Hijo y “en el de una cosa o fuerza”? ¿O cómo podríamos hablar o blasfemar contra el Espíritu Santo? No nos extraña que algunos no puedan confesar que Jesucristo es el Señor con todas las implicaciones de serlo como Único (Ef. 4:5; 1ª Cor. 8:6), puesto que esto sólo se puede hacer por el Espíritu Santo. Para que yo pueda bautizar a alguien “para el Espíritu Santo”, para que pueda sumergirle en el agua, es preciso antes sumergirle en todo lo que orienta ese Espíritu Santo. Para ser bautizado y ser lleno del Espíritu Santo (Mt. 3:11; Mc. 1:8; Lc. 3:16; Jn. 1:33 cf. Hech. 19:1-6 cf. Hech. 2:4; 4:8; 7:55 Lc. 4:1) es una iniciativa divina del propio Espíritu Santo (Jn. 16:79), produce despertar y necesidad de ser orientado por el Espíritu Santo en identificación con la palabra de verdad (Jn. 15:26, 27, 1ª Cor. 14:32; Jn. 16:13 cf. 14:26; cf. Jn, 8:31, 32). El despertar lleva consigo la consideración de la situación (Rm.3:10-12; Rm. 5:12 cf. Rm. 7:7-25 cf. 8:1-9) donde se descubre la condición de pecaminosidad y el modo de superar el dominio del pecado, mediante el Espíritu Santo en Cristo, y la relación y valor de la ley de Dios frente a esas dos condiciones. La necesidad de ser orientado por el Espíritu Santo se manifiesta en la vida (cf. Rm. 8:2) y testimonio del Mesías Jesús, cuyo mensaje nos insta a pedir el Espíritu Santo (Lc. 11:9-13 cf. Jn. 14:16, 17). Esa petición ha de surgir desde la condición de querer pedirlo en el nombre del Mesías (Jn. 14:13, 14) (es decir comprometerse a estar de acuerdo con el carácter y manera de ser del Mesías),y desear cumplir los mandamientos del Mesías (Jn.14:15 cf. 1ª Jn. 5:1-3) (consecuencia lógica de tener ese compromiso). El resultado de esa petición que cumple las condiciones indicadas, nos llevará: 1) al arrepentimiento y confesión de los pecados (Mc. 1:14, 15 cf. Rm. 2:4 cf. Hech. 2:37, 38 cf. 1ª Jn. 1:9; Hech. 4:12); 2) A querer nacer de arriba, a participar de la vocación celestial (Jn. 3:3-8 cf. 3:12-14; 5:27; 6:53-56; Mt. 26:63, 64 cf. Hb. 3:1, 14; 1:3, 13; 8: 1, 2; 9:11-14 ss. cf. Col. 3:1-4), y por lo tanto pedir a Dios nacer de arriba. Ser sumergido en El como fruto de toda la obra de la salvación realizada, es la culminación de que el Espíritu ha estado trabajando en nuestra salvación teniendo la iniciativa, despertándonos, llevándonos al arrepentimiento y a la confesión, al conocimiento de Dios y de su ideario del Reino, al sometimiento a Dios, a “nacer de arriba” o adquisición de la vocación o ciudadanía celestial, decisión del bautismo y bautismo de agua y del Espíritu, y entonces se cumple el recibir el don del Espíritu Santo (Hech. 2:38, 39 cf. 2ª Cor. 1:21, 22). ¿Para qué el don del Espíritu Santo? 1) Comprobar que se está en Cristo (Rm. 8:1-3)

Estar en Cristo es dejarse llevar por el Espíritu y no por la ideología que marca la conciencia carnal o natural. ¿Qué orientación tenemos respecto a las obras de la carne? (Gál 5:16, 17-19, 20, 21). 2) A fin de comprobar que se tiene el fruto del Espíritu Santo (Gál. 5:22-24). 3) El experimentar el ser llenos del Espíritu Santo (Ef. 3:19 – Ef. 5:18; Col.1:19; Hech. 2:4; 4:8, 31; 7:55; 13:9) Si lo que se refiere a antes de recibir el don del Espíritu Santo, se ha hecho de acuerdo a haberse dejado guiar por el Espíritu Santo, una vez bautizado, te ocupas del Espíritu Santo de modo permanente (cf. Rm. 8:5, 6), pides el Espíritu Santo para que te lleve a consolidar tu comunión con Dios (querer conocerle, experimentar su presencia mediante la experiencia de la vocación celestial), al reconocimiento de los defectos de del carácter… Cuando le pides el Espíritu Santo poder para luchar contra los defectos de carácter… y recibes el poder necesario… … Cuando manifiestas la necesidad de la justicia impartida, en una santificación continua en Cristo por medio del Espíritu Santo… Cuando manifiestas la necesidad del Espíritu Santo para superar la tentación… Cuando expresas precisar la obra del Espíritu Santo para recibir perdón en Cristo, ante las caídas y recaídas… Cuando el Espíritu Santo lleva a cabo todo esto después de la experiencia del bautismo y te confronta ante Dios, y desarrolla en base a Jesucristo Su obra testificada en el surgimiento de los frutos del Espíritu Santo: estás siendo lleno del Espíritu Santo. 4) Alcanzar si corresponde a la voluntad de Dios los tiempos de la restauración de todas las cosas, y estar vivos cuando Cristo vuelve (Hech. 3:19-21). O en su defecto experimentar permanentemente el reposo divino (Hb. 3:7, 8; 4:1, 3, 9-11) fruto de vivir en la presencia de Dios (Hb. 4:14-16) tu vocación celestial (Hb. 3:1, 14). La experiencia de ser lleno del Espíritu Santo el punto de referencia de estar en Cristo, no ser dominado por el pecado, y agradar a Dios viviendo según el Espíritu Santo y no según la carne, es decir sujetándonos a la ley de Dios (cf. Rm. 8:7-9). ¿Para qué esa experiencia de ser lleno? (Ef. 5:18 cf. Hech. 4:31; 7:55) Para confirmar haber sido justificado del pecado muriendo al mundo (Rm. 6:6, 7); para vencer el pecado, no ser dominado por el pecado (Rm. 8:1-3 cf. 6:11-14; para crecer sin querer pecar y sin que domine el pecado (santificación) (1ª Ped. 1:2 cf. Rm. 6:22, 23); y vivir el retorno de Jesucristo en base a la obra que Dios ha hecho (Col. 3:1-4, 5-8, 9-17). Cuando una persona se deja llevar por la experiencia marcada por el Espíritu Santo de acuerdo a lo que la revelación nos indica: Jn. 16:7, 8; 14:26 16:13; Rm. 2:4, se produce el sumergimiento (bautismo) en el Espíritu Santo. Ser lleno del Espíritu Santo significa experimentar el bautismo del Espíritu Santo en todo el itinerario de crecimiento que resulta de dejarte llevar por Él en cumplimiento de la promesa que el Mesías nos indica en los textos precitados. Y solicitar, de acuerdo a la experiencia realizada a partir del bautismo del Espíritu Santo y de ser lleno en cumplimiento en ese crecimiento, el poder del Espíritu Santo a fin de afrontar los objetivos de crecimiento y de renovación continua ante las nuevas metas y compromisos que requiere la permanencia en la vida cristiana y en la prosecución de lo implicado en la predicación del Evangelio, en contribución al retorno de Jesucristo.

La “lluvia tardía del Espíritu Santo”, la final del fin del último tiempo, no tiene complicación, no es de naturaleza distinta. Es el mismo Espíritu Santo pero en el contexto del fin y por todo el colectivo en su conjunto que esté preprado: los que están vivos cuando el Mesías vuelva y los que se habrán preparado de acuerdo a lo que hemos estudiado, y Dios decida preservarlos sin pasar por la muerte. Y ¿para qué? Para predicar el Evangelio en el contexto de todo el mundo; resistir en las plagas, y recibir al Señor estando vivos.

¿Y qué ahora de 2ª Cor. 3:17a la luz de todos los demás textos queya hemos tratado? Jesucristo, y el Nuevo Testamento distingue claramente la persona de Jesucristo de la del Espíritu Santo. De la misma forma que Jesucristo había salido del Padre, (Jn. 16:27, 28), este mismo Personaje al que se le llama Espíritu Santo también procede del Padre (Jn 15:26). En una palabra, de la misma forma que Jesucristo vino a representar al Padre sustituyéndolo y haciendo su obra, El Espíritu Santo, llamado Consolador o Abogado, iba a sustituir a Jesucristo (Jn. 13:20) después de su ResurrecciónAscensión aquí en la tierra para seguir haciendo la Obra de Dios en aquellos que lo quisieran (cf. Jn. 16:12-15, 7 cf. Rm. 8:1-3). Las características de la personalidad se atribuyen al Espíritu Santo (Rm. 8:26; 15:30; Hech. 15:28; Ef. 4:30; 1ª Cor. 12:3, 11; etc.). Las acciones con las que se identifica al Espíritu Santo sólo pueden ser cumplidas por una persona (cf. Hech. 1:16; 1ª Cor. 2:10; etc.). Al igual que el trato que se le puede hacer es como realizándoselo a una persona (Hech. 5:3, 9; 7:51; Ef. 4:30; Mt. 12:31). Se trata de Alguien al que se le identifica con la Deidad (Hech. 5:34; cf. 1ª Cor. 6:19; y 1ª Cor. 3:16), y como el que puede sondear las profundidades de la Deidad compuesta (1ª Cor. 2:10, 11). Por descontado que existen textos donde se menciona el vocablo espíritu que no denota personalidad, y no pueden traerse a colación con el propósito de desprestigiar la posición cristiana obtenida de la existencia de otros textos que nos hablan de la Persona del Espíritu Santo. ¿Qué decir de 2ª Cor 3:17 donde parece identificarse a Jesucristo con el Espíritu Santo? “Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad” Después de que toda la Biblia nos ha hecho diferencia entre el Espíritu Santo y Jesucristo, no hay demasiado problema en entender este pasaje. Si bien el Espíritu Santo es “otro” distinto a Jesucristo, el Espíritu se ha constituido en el representante, en el sucesor de Jesucristo. Por lo tanto el Señor está en nosotros en la medida en que el Espíritu Santo está en nosotros. Mediante la actuación del representante del Señor Jesucristo, el Espíritu Santo en nosotros es. Es en este sentido que se identifican el Espíritu y el Señor. Mientras Jesucristo está llevando a cabo una obra celeste de acabar con los enemigos de Dios (Hb. 1:3, 13; 10:12, 13; 8: 1, 2, 6), la obra de redención la efectúa el Espíritu Santo, como siendo “el otro Consolador” y en base a la obra que Jesucristo ha realizado. De ahí que el Espíritu Santo sea el Señor realizando su misma obra. Por que donde está el “espíritu del Señor”, la manera de pensar y de ser del Señor allí aparece el Señor, es el Señor. Cuando en Mateo 11:14, Jesucristo identifica a Juan el Bautista con Elías (cf. Mt. 11:10-13), y en Mt. 17:10-12 Jesús insiste que el Elías ya vino y que no le conocieron, si no tuviéramos otros pasajes, alguno, contra toda revelación sobre el particular del estado de los muertos, pensaría en una especie de

reencarnación. Pero Juan ha dejado el testimonio de que cuando le preguntan a Juan el Bautista (Jn. 1:21-25) sobre si es Elías, él contesta que no ¿Entonces que quería decir Jesús cuando identifica a Juan el Bautista con Elías? Lucas 1:17 nos da la solución: Juan el Bautista vendría con el espíritu y la virtud de Elías. Y el pasaje de 2ª de Corintios 3:17 posee la misma característica. Si no tuviéramos otros pasajes donde se clarifica la distinción de persona entre el Espíritu Santo y Jesucristo podría caber la confusión. Pero existen otros pasajes donde se explica no solamente la distinción entre Jesucristo y el Espíritu Santo sino también la igualdad. El “espíritu” de redención que poseía Jesucristo lo posee también el Espíritu Santo, de ahí que el Señor se identifique con el Espíritu Santo representante de él ahora. Pero es que además la Divinidad que posee el Señor es la misma y única Deidad que posee el Espíritu Santo. De ahí, teniendo en cuenta todos estos sentidos, salvaguardando la distinción de personas y la igualdad en la misma y única Deidad y en la obra de redención o salvación, podemos decir “que el Señor es el Espíritu (2ª Cor 3:17). Karlt Barth: «en el texto de 2ª Cor. 3:17, no se trata de una identificación de Jesucristo con el Espíritu sino de la afirmación de que el Espíritu posee la divinidad del Señor (…) De ahí que donde está el [1420] Espíritu, que es el Señor, que es Dios, ahí está la libertad». Emil Brunner, respecto 2ª Cor 3:17: «Nosotros debemos decir: Por cuanto Jesucristo está en nosotros, esa es la manera en que el [1421] Espíritu Santo está en nosotros».

La Personalidad y Sentido de la Deidad del Espíritu Santo La personalidad y deidad del Espíritu Santo conlleva al igual que ocurre con la personalidad y divinidad de Jesucristo a tener que explicar una vez más el sentido de la Deidad y de la relación del Espíritu Santo con el Padre. El recurso a la noción de Trinidad si bien es cómodo para explicar de forma breve la doctrina por la que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo implican una misma y única Deidad, es criticada por aquellos que evitando los textos problemáticos donde se manifiestan esas tres entidades mencionadas de modo personal y divino, como poseyendo las mismas atribuciones que se le conceden al Padre, argumentan la ausencia de dicha palabra en la revelación bíblica. Si bien es verdad que la palabra trinidad no aparece en la Biblia, no es fruto de una especulación sino el resultado del estudio de todos los textos donde se menciona tanto al Padre como al Hijo como al Espíritu Santo. Es el producto de la búsqueda de un vocablo que intenta explicar de algún modo lo que, especialmente, el Nuevo Testamento nos presenta en relación a los tres Nombres indicados. Aun cuando personalmente no esté de acuerdo con las fórmulas trinitarias, ni siquiera con el término trinidad, y aunque reconozco la confusión de ideas y de conceptos que se vierten en ciertas formulaciones y expresiones, respetamos a los que la utilizan, y no podemos estar conforme cuando se pretende exagerar y equivocar el uso que del término se hace. Nunca se trata de tres personas coiguales o tres Dioses en una sola persona. La enunciación clásica “tres personas en un solo Dios o Deidad” pretende explicar a modo de definición los datos que nos aportaba la Biblia. Cuando ciertos autores hablan de tres personas en un solo ser, indudablemente que para el lenguaje de la calle, dicha frase es contradictoria. No cabe duda de que a cada persona corresponde un Ser. En ese sentido, tres personas son tres seres. Pero a los 6.500 millones de personas de nuestro mundo, les corresponde un único Ser, el Ser humanos, el Ser humanidad; y es en ese sentido que se dice tres personas en un solo Ser Divino. Este remedio no implica que estemos satisfechos plenamente con lo que predica. Es un término humano usado por la religión pagana y no puede traducir totalmente todo el sentido de la unicidad de la Deidad compuesta. Por descontado que al acogerse los escritores del llamado Nuevo Testamento a ciertas expresiones que tuvieron un origen pagano, como por ejemplo la propia grafía Dios (Zeus, Júpiter), no pretendían transmitir todo el contenido mitológico, sino que tan sólo hacían un uso puramente mecánico y puntual. De ese mismo modo al utilizar la palabra trinidad no pretenden aquellos que prefieren usarlo, darle el valor ni el empleo que el paganismo pudiera darle en el sentido de un triteismo o politeísmo. Ya hemos dicho que es precisamente el que no acepta está revelación de Dios que nos presenta el Nuevo Testamento en base a lo que del Mesías y del Espíritu se interpreta del y en el Antiguo Testamento, el que se convierte en triteista y politeísta, porque se ve obligado a tener que reconocer al Logos que era Dios como otro Dios distinto al Padre, y eso ya se nos dice que no puede ser (Isa. 37:16 cf. Isa. 43:10). Tampoco en el tratamiento respecto a “tres personas distintas pero un sólo Dios” pretendemos expresar específicamente lo que comúnmente se entiende por persona hoy. El término “persona” de origen griego y también pagano (alude a la máscara que se ponía el artista al representar a un personaje determinado) no solo ha experimentado una evolución sino que su significado puede variar si se conceptúa desde un punto de vista filosófico, etimológico, o terminológico, o incluso todavía más si se tiene en cuenta a quién se aplica. La diferencia entre destinarlo a Dios o al hombre es

profunda. Karl Barth que se había dado cuenta de estas dificultades sustituyó la expresión “personas” por “modos o maneras de ser. En definitiva no existe una palabra que pueda manifestar exacta y concretamente el fenómeno que los textos nos ofrecen cuando nos exponen al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Al emplear dichas locuciones, lo hacemos a sabiendas de las contradicciones del lenguaje humano, y nos vemos obligados a producir apoyos que hagan entender lo que la Biblia revela pero que no explica. No hay esclarecimientos ni palabras adecuadas. Tampoco es necesario teniendo en cuenta los límites finitos de la comprensión humana. De haberlas sería tanto como explicar la naturaleza de Dios. Y esto es imposible. Nos contentamos con tener fe que discierne en aceptar lo que es preciso entender de modo limitado, y damos gracias al Dios de Abrahám, de Moisés y del hombre Jesús de Nazaret por esa fe. Hay otras cosas que entendemos muy limitadamente como la eternidad de Dios y sin embargo la aceptamos. Tampoco la existencia de Dios nos ha llegado como consecuencia de una demostración científica, y sin embargo se nos ha hecho presente de modo indudable e irreversible, mediante el método de la revelación. No se trata de una resignación ante lo inalcanzable sino de un sometimiento voluntario y razonado ante Alguien que se nos ha revelado de tal manera que nos ha dado pie para que confiemos. Nos ha convencido hasta el punto de que nuestra persona ha quedado satisfecha. Teniendo en cuenta lo que ya dijimos respecto a que el hebreo dispone de dos palabras para afirmar la unidad: yüHî|d (la unidad absoluta) (Gén. 12:2, 12, 16; Jer. 6:26; Zac. 12:10) y ´eHäd (la unidad compuesta) (Gén. 1:5; 2:10; Num. 13:23), procuremos entender mejor. Es sorprendente el empleo de ejad (unidad compuesta) en Génesis 2:24 cuando se reseña una unidad compuesta de DOS PERSONAS. Y todavía lo es más cuando en Deuteronomio 6:4 donde se anuncia una unidad compuesta de Dios para lo que se consagra la palabra ´eHäd (unidad compuesta) y no yüHî|d Tanto Génesis 2:24 como Deuteronomio 6:4, entre otros, marcan una pauta esencial donde se revela virtualmente una asociación. El Nuevo Testamento nos revela quiénes se asocian en esa unidad compuesta predicada respecto de Dios en Deuteronomio 6:4. Clasifiquemos ciertos textos de gran importancia para nuestro tema (seguimos, con algunas variantes, la clasificación presentada por Georges Stéveny, A la découverte du Christ, op. c., p. 347, 348.): 1. La Unicidad de la Deidad compuesta: Deuteronomio 6:4; Isaías 42:8; Juan. 17:3; 1ª de Corintios 8:6; Efesios 4:6. 2. El Padre y el Hijo asociados aunque diferenciados: Mateo 11:27; Juan 3:16; Juan 5:17, 18, 1922, 23; Juan 10: 29, 30; Juan 13:1; Juan 17. 3. El Padre y el Espíritu Santo asociados pero diferenciados: Lucas 11:13; Efesios 4:30; 1ª Tes. 4:8 cf. Isaías 63: 10, 11 (cf. Isa. 63:7, 14); Salmo 51:11, 12 (cf. con el v. 1). 4. Jesucristo y el Espíritu Santo asociados pero diferenciados: Juan 16:7, 13; Juan 20:21, 22; Hech. 1:8. 5. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo asociados y diferenciados: Mateo 28:19; Lc. 11:1-13; Juan

3:34; Juan 16:13, 14, 15; Romanos 8:9-11, 16, 17; 2ª de Corintios 13:13; Efesios 2:18; 4;4-8; Hebreos 10:29, 30; Judas 20, 21. 6. El Espíritu Santo se identifica con el Señor (2ª Cor. 3:17); y con Yahwe (Isa. 6:9, 3, 5 cf. Hech. 28:25-27). 7. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo trabajan en conjunto en los acontecimientos siguientes: a. La Creación (Isa. 45:18; Jn. 1:1-3; Gn. 1:2). b. En el nacer de arriba o celestial (1ª Jn. 3:9; 5:18; 1ª Ped. 1:23; Jn. 1:1; Jn. 3:5, 6, 8). c. La justificación (Rm. 3:23; 1ª Cor 6:11). d. La Santificación (Jud. 1; Jn. 10:36; 1ª Cor 6:11; 1:2; Rm. 15:16). e. La resurrección (Hech. 26:9; Jn. 5:27-29; 2ª Cor.4:14; Rm. 8:11). f. El bautismo (Mt. 28:19). g. La bendición apostólica (2ª Cor. 13:13). h. Los carismas (1ª Cor. 12:4-6). i. La asistencia divina (Efe. 3:14-17). j. La adopción (Gal. 4:6). La Escritura nos presenta toda una serie de textos que nos invitan a pensar en una revelación respecto a la personalidad de la Deidad. Los diferentes testimonios bíblicos distinguen claramente entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Por otra parte les atribuye elementos característicos comunes respecto a su Naturaleza. Por un lado hay una acción individual y personal de cada uno de Ellos, y por otra parte se identifican y se sustituyen de un modo coordinado y armónico. La mente humana experimenta en un primer contacto con este fenómeno una especie de atentado. A nivel normal humano se rechazaría por incomprensible. Lo que tus ojos leen no es paralelo a lo que el cerebro humano es capaz de captar. Se necesita un nivel espiritual determinado y proporcionado por la propia Escritura para recoger e incorporar en tu base de datos lo que ésta pretende decirte cuando te obsequia con ese conocimiento respecto a la única Deidad manifestada como Padre, Hijo y Espíritu Santo. Si uno quiere ser fiel a todo lo que la Palabra de Dios expone se verá obligado a sujetar su razón a la revelación de Dios. La tentación ha sido irresistible para algunos y se ha formulado a lo largo de la historia negando la eternidad del Hijo de Dios y la personalidad del Espíritu Santo, pero nadie se ha entretenido suficiente, a excepción hecha, y tan sólo en parte, de mi amigo Miguel Servet, en explicar los numerosos pasajes que impiden un formulario como el indicado. Y es que, o aceptas a Dios tal cual se te revela, o impones un precedente interpretativo que trae consecuencias amargas. La grandeza de Dios no la puedes limitar con la simpleza de la negación sin más de algo que está apoyado tan claramente en la Palabra de Dios. Es verdad que nuestro único argumento es el de ser cautivos de la Palabra. Pero no es menos cierto, que aquellos que niegan la eternidad del único Hijo en su especie de Dios, y la personalidad Divina del Espíritu Santo, no pueden basarse en la Biblia, siendo su único argumento el de evitar afrontar las declaraciones ostensibles sobre el particular, o el de negar sin la debida profundización y exégesis.

Es verdad también que ni están todos los que son ni son todos los que están. El formular adecuadamente lo que la Biblia te revela sobre la Deidad manifestada como Padre, Hijo, y Espíritu Santo no te da automáticamente una patente que confirme como válidas otro tipo de doctrinas fundamentales de la religión cristiana. Pero una oposición a la concepción expresada en los textos presentados aquí determinará ya de entrada una teología que sufrirá el desamparo de la dirección divina.

Capítulo IX Valoración histórica y moral de la épocarepresentada por los diferentes presidentes: Knorr, F. Franz,Henschel y Adams

Planteamiento introductorio El fenómeno «Testigos de Jehová» no es solamente un problema escatológico erróneo, sino además un enigma histórico insolucionable. La doctrina escatológica implica en sí misma la ayuda del corolario: «somos los únicos que tenemos la verdad por cuanto éramos los únicos que desde 1879 predicábamos las mismas verdades fundamentales que anunciamos ahora». Sin embargo la realidad es otra. Su interpretación escatológica incorrectamente concebida y desarrollada está inseparablemente unida a una historia llena de descalabros por no haberse desligado definitivamente de su progenitor. Para alimentar su pretensión de ser la religión verdadera se ven obligados a mantener algún lazo. Esto no es fruto de una intencionalidad, sino de un código que está implícito en una historia que actúa de una «forma automática» provocando un programa de acuerdo a lo que marcan las raíces. Las doctrinas fundamentales tienen principalmente como punto de referencia el área escatológica, pero no puede resistir una investigación seria. Esto les obliga a buscar sustitutivos. La administración Knorr y F. Franz han sido unos auténticos especialistas para saber presentar por medio de una propaganda eficaz y machacona que son la única religión verdadera, por cuanto cumplen unas características concretas: Amor entre sí, respeto por la Palabra de Dios, santifican el [1422] nombre de Dios, proclaman el reino de Dios, está separada del mundo y su prosperidad. Lógicamente esta exposición como para cualquiera que la presentees irrefutable. Ellos se lo dicen todo. Pero en esa exposición no demuestran nada. Cuando escudriñas se comprueba que no hay tal respeto por la Palabra de Dios. La escatología de los Testigos ya nos ha enseñado de qué forma respetan la Palabra de Dios a la hora de interpretar o no el texto. Una vez más historia y escatología confluyen. La historia de los Testigos es una constante «escatología» repleta de errores y cambios. Yo no sé lo que «France Soir» o cualquier otra publicación o testimonio aludido en un artículo ya [1423] indicado entienden por «doctrinas basadas en la Biblia» refiriéndose a los Testigos de Jehová. ¿Es mostrar respeto a la Biblia el prescribir reglas que se oponen a las enseñanzas de la Palabra de Dios? ¿Se respeta la Biblia cuando se añaden o se quitan palabras en una traducción bíblica, hecha con la intención de ajustarla a las enseñanzas previas de una religión determinada falsificando, en ocasiones, el sentido y el mensaje del texto? ¿Es tener fidelidad a las Escrituras cuando se hacen interpretaciones antojadizas, ilusorias, hipotéticas, que quedan anticuadas o arrinconadas como inservibles o falsas, o que se contradicen entre sí, o doctrinas fundamentales que cambian de significado reclamando, a pesar de todo, ser el canal de Dios para transmitir la verdad, el Siervo Fiel y Discreto? En cuanto a que hayan estado proclamando el Reino de Dios, e incluso santificando su auténtico nombre es totalmente incierto. Ya lo hemos podido verificar. Su predicación del reino no responde a las exigencias bíblicas, como tampoco se santifica su nombre mediante un servilismo a una «imagen» puramente material y falsa. En la valoración histórica y moral de la época de Knorr y Franz, la etapa presente y actual de la asociación religiosa de los Testigos de Jehová, con Henschel y Adams, vamos a revelar cuál es la conducta y «política eclesiástica», la organización y ciertas normas que han hecho posible este movimiento que se considera escatológico. Vamos a recorrer su contenido histórico surgido a la par

que su escatología, y finalizaremos con un juicio de acuerdo a lo que ha supuesto esa escatología ya criticada, y a lo que implica su historia y comportamiento para el mantenimiento de su ideología. Este análisis nos permitirá conocer mejor a una organización que se ufana de tener «amor entre sí». Esto se hace imprescindible para comprender mejor la relación entre la doctrina fundamental que principalmente hemos examinado y elapoyo que continuamente precisa la Dirección de los Testigos de aludir a textos, donde intenta fundamentar un magisterio prácticamente infalible, y a frases donde sobreentiende, sin demostrar, ser la religión verdadera. Al explicar la historia en su verdadera dimensión se averiguará no sólo la relacionalidad de historia y escatología, sino que pondremos en el contexto correcto a una organización que pretende ser desde su inicio el pueblo escatológico de Dios, representando de ese modo a la organización verdadera de Dios. Teocracia frente a democracia Raymond Franz se expresa del siguiente modo en relación a la naturaleza de la autoridad de los presidentes de los Testigos de Jehová: «El hecho es que desde el inicio de la organización ha prevalecido un orden monárquico (en el sentido etimológico griego del término “monarca”, que significa uno que gobierna solo, o que recurre a una posición de preeminencia o de potestad). Que el primer presidente haya sido bondadoso, que el sucesor haya sido austero y despótico, y que el tercero se haya mostrado muy similar a un hombre de negocios, todo esto no altera en absoluto el hecho de que los tres [1424]

presidentes hayan ejercido una autoridad monárquica.» Es una vergüenza para muchos cristianos que el miedo a la libertad y el deseo de «mandar» se tenga que saldar con el invento de una «teocracia» con la que se pretende enseñar que el «Gobierno de Dios» es incompatible con los principios democráticos. Los Testigos de Jehová tienen que sufrir esta dolorosa interpretación, y experimentar lo que supone camuflar la falta de democracia interna con una teoría que, aunque denominada «teocrática», no puede escaparse nunca por la propia esencia de su significado, de ser ejercida y maltratada por la imperfección e incompetencia humana. Esto involucra actitudes autoritarias por parte de los dirigentes «escogidos a dedo» desde la sede de la organización de los Testigos de Jehová. Si con Russell ya había problemas por el acaparamiento que los estatutos de «su sociedad» le permitía, con Rutherford se hicieron insoportables cuando resolvió cargarse lo único que hacía de nexo deunión con la forma de gobierno eclesiástico que admitía la libre elección de ancianos de las congregaciones por la propia asamblea local.

[1425]

Rutherford es recordado como un «guerrero» por haber descubierto que la democracia es nociva para los cristianos: «El 8 de enero de 1942 nuestro amado hermano, J. F. Rutherford, fielmente terminó su carrera terrestre como guerrero del Gobierno Teocrático (…). La actitud fiel y consistente del hermano y su devoción inexorable para la teocracia, especialmente desde llegar a ser presidente de la Sociedad el 6 de enero de 1917, ha sido y sigue

[1426]

siendo un ejemploverdadero y bienaventurado para todos nosotros (…).» Todo esto sólo puede traer fricciones y rebeliones, puesto que el mensaje evangélico es un mensaje en libertad y para la libertad. Es preciso comprender que el ser humano o una organización que necesite métodos como éstos para establecer lo que ellos consideran su evangelio no lograrán el control que se proponían, puesto que si los miembros tienen alguna clase de acceso a la Palabra de Dios descubrirán tarde o temprano que la base se fundamenta en la arena. ¿De dónde han obtenido que sean la organización de Dios? Es curioso comprobar que aun cuando los Testigos de Jehová se autodesignan como profetas en el sentido de voceros o canales por los que Dios transmite «la verdad» ya revelada, se trata de una designación a la que llegan no como fruto de una revelación especial de Dios, ni como consecuencia de un don espiritual, el profético por ejemplo, que se les hubiese otorgado, sino simple y llanamente por cuanto consideran que el estudio que ellos realizan de la Biblia es el único correcto, y por ello, y solamente por ello, solicitan y exigen ser reputados como la organización de Dios. La fidelidad que ellos suponen que Russell tuvo para con Dios hizo que ese Dios iluminara y comunicara de modo especial la verdad para este tiempo. Apuntemos bien este dato: el veredicto de que son los únicos que interpretan correctamente la Biblia lo obtienen de su propia opinión. Al conceptuarse de este modo se creen los destinatarios de las promesas y bendiciones bíblicas, y se adjudican ser «el Siervo Fiel y Discreto»que menciona el evangelio, y con un valor personalizado en la Dirección Watchtower, estando dotado de un magisterio que les permite enseñar la « verdad» de acuerdo a la voluntad de Dios. Este planteamiento por sí mismo carece de todo rigor, puesto que si se demuestra que su presentación de la verdad revelada no es correcta y tiene fisuras graves, contradicciones profundas, y errores claros en lo esencial de la doctrina que proclaman como tal, sus aspiraciones serían falsas. Nótense por ejemplo estas citas en relación a lo que ellos llaman organización teocrática: «(…) la organización “esclavo” era y es teocrática, especialmente desde 1938 (…). Esto significa que la organización “esclavo” es gobernada desde el cielo, es decir, desde Jehová Dios [1427]

el gran teócrata.(…).» Por un lado se nos había dicho que «desde hacía tiempo» no se estaba usando el sistema teocrático [1428]

y que, a su debido tiempo, Dios mostró a Rutherford lo equivocado de esa posición y situación. Sin embargo, en la cita 1 de esta página se afirma que la organización del «esclavo» era y es teocrática. La coletilla, especialmente desde 1938, no disminuye en absoluto la afirmación y contradicción simultánea (véase la cita contenida en nota 2 de la página 53). En efecto, Russell es presentado como [1429]

siendo de la clase de «esclavo», me da lo mismo para el asunto que trato si ha de entenderse individualmente o como dentro de una colectividad. De cualquier manera es parte de la clase de «esclavo», y como era el único que escribía, sus escritos corresponden al «alimento» que el pueblo necesitaba. La organización «esclavo» que ellos dicen, no tenía sistema teocrático en la época de Russell; por lo tanto, ¿cómo podía Dios dirigirla desde el cielo tal como ellos indican? Pero si la manifestación de la «organización esclavo» existe ya desde Russell, como nos señala la documentación provista, ¿cómo es que no era teocrática? Noten una vez más la cita 1 de esta página, el hecho de que la organización «esclavo» era (antes de

1938,no especialmente, peroera) teocrática, y lo seguía siendo, significa que la organización «esclavo» es gobernada desde el cielo.En las citas 1 y 2 de la página 53 se dice que hasta 1932 no era teocrática, pero en la cita 1 de la página anterior parece que se han olvidado. Si el tipo de organización teocrática implica que Dios la dirige desde el cielo, les interesa decir que es y fue teocrática, porque si no durante el período que no fuese teocrática no podía haber sido dirigida la organización desde el cielo. ¡Fíjense qué sistema había en la época de Russell, además de lo democrático que hubo que eliminar y que era contrario a lo teocrático!: «La siguiente reunión regular anual de la corporación habría de celebrarse en enero de 1917 (…) se efectuaría el (…) elegir el presidente que sucedería a C. T. Russell. Hubo 600 personas en asistencia en aquella reunión del 6 de enero, representando aproximadamente 150.000 votos (…). En aquellos días cada 10 dólares que se contribuían a la Sociedad le daba derecho al donador a un voto participante. Es por eso que, antes de eso, el pastor Russell mismo echaba 25.000 votos en la mayoría de estas reuniones de corporación. (…) Este método de votar fue enmendado en 1944 [1430]

(…). Ahora cada miembro tiene solamente un voto.» Vemos que no hay seriedad a la hora de tratar estos asuntos. El problema radica en querer jugar a ser «Dios». Si bien es cierto que Dios emplea en su Reino un gobierno teocrático, no es menos cierto que no podemos proyectarlo en una comunidad humana mediante la interpretación del hombre (¡recuérdese el sistema calvinista!), aunque se trate de la Iglesia. ¿Por qué? En principio porque los seres humanos no saben ni pueden proyectar la teocracia a ninguna comunidad. Es Dios quien lo hace mediante los principios del Reino. Cuando los fundamentos del evangelio del Reino se ponen en práctica se está ejerciendo la teocracia. La actuación de Dios para con el hombre, las enseñanzas de Jesucristo y de los apóstoles guiados por el Espíritu Santo tal como se manifiestan en el llamado Nuevo Testamento, con el sistema administrativo y el electivo de diáconos y ancianos es la forma de expresar Dios su Teocracia, y todo ello no está en desacuerdo con el sistema democrático. Por lo tanto no creemos que la teocracia debidamente entendida sea contraria a lo democrático. Las líneas que siguen están basadas en la documentación de primera mano que nos provee un testigo de excepción: Raymond Franz. Este autor perteneció al Cuerpo Directivo, la más alta autoridad que losTestigos de Jehová poseen. En dicha documentación vamos a comprobar que las bases puestas por Russell en cuanto al tipo de organización fueron consolidadas por Rutherford y estabilizadas por Knorr y Frederic Franz (el último presidente hasta la fecha), en lo que se refiere especialmente al poder absoluto detentado por el presidente en detrimento de un cuerpo directivo colegial. Si bien es cierto que fue durante la presidencia de Knorr que el apelativo «Cuerpo Directivo» comenzó a ser adoptado con una cierta frecuencia, y la literatura publicada comienza a identificarse [1431]

con el concilio de administración de la sociedad Watchtower, Cuerpo actúa bajo el beneplácito del presidente de dicha sociedad.

no es menos cierto que dicho

Raymond Franz expone con elementos históricos indiscutibles que la condición de este Cuerpo Directivo era muy similar a la del «directorio» de la época de Russell y Rutherford.

[1432]

El primer apoyo que presenta es la afirmación de Marley Cole, Testigo de Jehová y que, sin presentarse como tal, escribió un libro bajo los auspicios de la organización Watchtower, donde dice respecto del presidente Knorr:

[1433]

«… que el presidente de la Sociedad había continuado poseyendo una libertad ilimitada». Esto mismo se dice en ocasión del interrogatorio al que F. Franz es sometido por el tribunal de Escocia en 1954 a causa del Caso Walsh.

[1434]

El actual presidente de los Testigos, Frederic Franz, hace alusión en 1961 en el libroLetyournamesantifiedcomo Rutherford pasó el manto a Knorr como presidente.

[1435]

La selección que antes de morir hizo Rutherford llamando a su lecho de muerte a Knorr, Covington y al propio Frederic Franz, escogiendo a Knorr como sustituto sería una evidencia, según Raymond [1436]

Franz, de la inutilidad del llamado Cuerpo Directivo. A partir de un cierto momento de la presidencia de Knorr (1975) se propone que el Cuerpo Directivo asuma toda la responsabilidad «de [1437]

acuerdo a las Escrituras» y no que la detente un solo hombre.

El vicepresidente en aquel

[1438]

entonces, Frederic Franz, había escrito en la Watchtower a favor de la autoridad del Cuerpo Directivo en el sentido de disminuir la del presidente. Sin embargo, en mayo de 1975 el vicepresidente en aquel entonces –que posteriormente sería el presidente– objeta que no hay necesidad de disminuir la autoridad del presidente en detrimento de las estructuras básicas de la organización.

[1439]

Se continuó presionando en el sentido de lograr un Cuerpo Directivo colegiado para disminuir el poder absoluto presidencial que hasta entonces Knorr había tenido.

[1440]

Para contrarrestar esta actitud Frederic Franz aprovechó la 59ª clase saliente de Galaad de 1976 para ofrecer un discurso donde sin mencionar al Cuerpo Directivo sí recordó al fundador y a la sociedad Watchtower. Indicando que ningún Cuerpo Directivo había estado implicado o había [1441]

ejercido una influencia sobre la fundación de la sociedad. Russell había sido un independiente. En el discurso se mina el poder centralizado de Jerusalén, haciendo énfasis en Jesucristo como Jefe y Guía de la organización para desconsiderar al Cuerpo Directivo y encontrar un paralelismo contemporáneo: Jesucristo=Presidente delCuerpo Directivo.

[1442]

Frederic Franz manifiesta en su discurso «no creer en la autoridad de un comité que aunque fuese nombrado por el Cuerpo Directivo pudiese de algún modo ser representativo de la dirección del Jefe de la Iglesia, por la simple razón de que Él, Jesucristo, había permitido la formación de la Sociedad Watchtower, y estaba de acuerdo con el molde de organización de dicha sociedad. Disminuir la autoridad de la Watchtower y la autoridad de su presidente era como disminuir la autoridad del Señor Jesucristo».

[1443]

Con esta plática, a decir de Raymond Franz, se deja entrever «que la sociedad tenía un Soberano terreno y eso eran los límites del Cuerpo Directivo».

[1444]

Se estaba manifestando que todo aquel que

se opusiera ala autoridad del presidente se estaba oponiendo a la autoridad de Cristo.

[1445]

Todo esto nos muestra que hasta una fecha como 1976 el Cuerpo Directivo estaba sometido al presidente en todo, y el hecho de que en 1971 Knorr renunciara a la prerrogativa de presidir siempre el Cuerpo Directivo no suponía que el presidente se sometiera a dicho Cuerpo ni tenía tampoco valor práctico.

[1446]

Según nos comenta Raymond Franz, la propuesta que en 1975 hiciera el Cuerpo Directivo en el sentido de seguir una orientación más bíblica respecto a la autoridad del presidente, fue estimada por [1447]

Frederic Franz como que Knorr la había aceptado bajo presión. [1448]

Al final se aceptó la propuesta, coacción.

aun cuando F. Franz afirmó que su voto lo hizo tras una cierta

[1449]

La variación en cuanto a los límites de la autoridad presidencial entró en vigor oficialmente el 1º [1450] de enero de 1976, sin embargo Raymond Franz constató en el espacio de dos años la tendencia a un claro retorno al precedente hábito: Presidente = Poder absoluto.

[1451]

¿A qué consecuencias puede llevar una situación organizativa de esta naturaleza? 1. A actos disciplinarios vergonzosos

[1452]

Recuérdese que un comité formado por tres personas es el que decide la expulsión sin que la congregación pueda votar ni intervenir respecto a la resolución. Basándose en el texto de 2ª Juan v. 10, obtienen una interpretación tan amplia que incluyen a todos los que son disciplinados, y lo amplifican hasta el mero saludarse. Dicho texto no dice que no se le salude, sino que no se le dé la bienvenida ni se le acoja en casa puesto que estas cosas serían señal, de tratarse de alguien que rechaza al Mesías, de estar de acuerdo con alguien que se identifica con el anticristo, y que pretende que creas o que aceptes tú lo mismo. «En fidelidad a Dios, nadie de la congregación debe saludar a tales personas cuando se encuentre con ellas en público, ni debe recibir a éstas en su hogar (…).» «Si un expulsado desea asistir a las reuniones para restaurarse espiritualmente, no se le prohíbe asistir a las reuniones públicas del Salón del Reino, si se conduce apropiadamente. Nadie debe saludarle, por supuesto, y no puede asistir a ninguna reunión celebrada en hogares privados (…).» «(…) No se considerará ninguna suplica de restablecimiento por lo menos por un año después [1453]

de la expulsión, y en algunos casos aun pormás tiempo (…).» El texto de Juan, que parece referirse a alguien tan concreto que actúa como un engañador, con el propósito de ir contra Cristo –como el Anticristo–, lo aplican a cualquiera, incluso si ha decidido volver a asistir a la reuniones; y en tal caso no se le debe ni siquiera saludar. ¿Se imaginan a un matrimonio creyente en el que uno de ellos haya sido disciplinado con la expulsión? Sin [1454]

comentarios. Las intervenciones de corte judicial cimentadas en un código legalista hecho a la medida de lo que supone una «teocracia» de sello y origen puramente humano, inmiscuyéndose disciplinaria y desacertadamente en ciertos asuntos difíciles de relatar. Raymond Franz nos hace saber una documentación espeluznante y confidencial respecto a esa actuación del Cuerpo Directivo. Debido a un informe que se presentó ante dicho cuerpo gobernante, en base a una publicidad de carácter erótico que un « anciano» de una congregación había visto en una mesilla de noche, el Cuerpo Directivo en 1972 tomó la iniciativa de crear una especie de

audiencia judicial.

[1455]

Esta «audiencia judicial» dirigida por un anciano de la congregación, suponía responder a la demanda de ese anciano respecto a la intimidad de su relación conyugal o confesión del tipo de práctica sexual.

[1456]

Esto fue interpretado por los cónyuges que no eran Testigos como una injerencia injustificada de su vida reservada. Este asunto fue motivo de divorcio, según el autor que estamos aludiendo, entre los matrimonios mixtos.

[1457]

Otro caso representativo es el planteado por un Testigo de Sudamérica: Un marido que había confesado haber tenido relación extramarital no fue considerado como suficiente para permitir a la parte víctima una separación legal por cuanto según el Cuerpo Gobernante dicha acción no podía clasificarse como adulterio, ya que la relación había sido de tipo anal, y un adulterio, según esa opinión, requiere una cópula natural, de ahí que la mujer, según dicho Cuerpo Directivo, no tenía [1458]

elemento suficiente para obtener el divorcio escritural. Al asumir una responsabilidad y autoridad que nadie les ha conferido se ven envueltos en situaciones que resultan en fracasos y en consecuencias dolorosas. Además de los ejemplos ya reseñados hay otros que nos muestran a dónde se puede llegar en la pendiente «teocrática». La dirección Watchtower debe decidir en asuntos tales como si la decisión tomada respecto a una inyección de suero debe ser equiparada a una transfusión sanguínea. militar.

[1459]

La venta de «Coca-Cola» estaría prohibida en una base militar, sencillamente por ser

[1460]

Se podrían multiplicar los ejemplos; algunos de los reseñados son suficientemente graves, por su trascendencia, como para tenerlos en cuenta a la hora de una valoración de ciertas posiciones. Un modelo representativo dramático es lo que tiene que ver con los motivos que intervienen en la expulsión de un miembro. Aun cuando la historia que hemos escogido acabó siendo un canto a la libertad de conciencia, los detalles entrarían dentro de un género próximo a la tragedia, mostrando la lucha del hombre por la independencia frente a cualquier mecanismo que pretenda disminuir o abortar la responsabilidad que tiene cada individuo de ser él, y no otro, el que responda, de acuerdo a su conciencia personal, al mensaje divino. El hombre posee la capacidad de rechazar el propósito por el cual fue creado, pero sólo el convencimiento propio en base al auténtico mensaje divino podrá mantenerle unido a su Dios (léase iglesia, reino, principios). Fue con Raymond Franz que se produjo ese canto de libertad. Desde la época de Knorr se fue gestando lo que posteriormente, en la época de su tío Frederic Franz (el que sustituyó como presidente en 1977 a Knorr), se tradujo en una dimisión respecto del Cuerpo Directivo al que pertenecía, y en un abandono de la organización de los Testigos de Jehová. Raymond Franz recibió en 1944, con la presidencia de Knorr, la invitación de estudiar en la [1461]

escuela misionera de Galaad. [1462]

misionero.

[1463]

Una vez licenciado le asignaron a diferentes lugares como

Se le indicó que el abandono del celibato comportaba la pérdida de la asignación

económica. En 1966 Knorr ofreció a Raymond Franz la posibilidad de quedarse en el «cuartel general» de Betel, y se le pidió que participara en la creación delDiccionario Bíblico

[1464]

(AidtoBibleUnderstanding). En esa misma fecha, Knorr recomendó al comité encargado de dicho diccionario que dijera lo que dice la Biblia: «No es necesario consultar por cualquier cosa las [1465]

publicaciones de la Sociedad.»

Los resultados entre el trabajo desarrollado por el comité oficial y el material enviado por los 250 testigos de todo el mundo a los que previamente se les había pedido la opinión, fueron totalmente diferentes. Salvo alguna rara excepción, ese grupo de 250 Testigos distribuidos por todo el mundo argumentaban de acuerdo a las verdades expuestas en la literatura de la Watchtower. Lo que suministraba Raymond y sus compañeros de investigación revelaban la discordancia.

[1466]

Frederic Franz, entonces vicepresidente, le había sugerido que consultase los comentarios de [1467]

Adam Clarke, Cook, Socino, etc.

Raymond Franz descubre que el entendimiento de la Biblia que posee la Asociación de la que es miembro destacado era muy inferior a cuanto pudiera imaginarse, y que dichos comentarios bíblicos, [1468]

aun siendo más antiguos, manifestaban un conocimiento bíblico superior.

Serias dudas se acumulan cuando comprueba que las fechas históricas relativas a la caída de Jerusalén y al reinado de Nabucodonosor no coinciden con los datos suscritos por la organización de los Testigos.

[1469]

En octubre de 1971, Raymond Franz fue nombrado miembro del Cuerpo Directivo o [1470]

Gobernante. Durante su permanencia en dicho Cuerpo Directivo fue almacenando más pruebas que le ratificaban en una postura crítica y opuesta a la corriente oficial. Verifica que la mayor parte de la ocupación del Cuerpo Directivo consistía en tratar asuntos relacionados con la disciplina eclesiástica a ejercer, basada ésta en la tradición monárquica absolutista, y en un legalismo que nada tiene que ver con el espíritu cristiano.

[1471]

Conforme el tiempo transcurre, Raymond Franz averigua que apenasse estudia la Biblia. No hay especialistas ni versados en las Escrituras, e incluso el ministerio que puede tener la Biblia era muy limitado debido al creciente número de problemas que no se relacionaban con las Escrituras.

[1472]

Raymond Franz vive dentro del Cuerpo Directivo un auténtico calvario cuando se va cerciorando de que la decisión del Cuerpo Directivo (del que era miembro activo) «tenía efecto determinante [1473] para la vida de otro». Al tener que afrontar problemas tales como los ya relatados respecto al modo adecuado de practicar la vida conyugal, o el de aplicar interpretaciones con valor decisorio definitivo como el marido infiel que aun «fornicando» con otra mujer distinta a la suya, debido a que no hubo un coito «natural» no podía catalogarse como adulterio. Otros asuntos relacionados con la doctrina de la sangre, el servicio civil sustitutivo, y los puramente casuísticos, donde Raymond Franz observa un continuismo legalista cuando no la [1474]

existencia de dos pesos y dos medidas distintas, van fijando una trayectoria de huida hacia la Palabra de Dios en detrimento de la autoridad de la Watchtower. A fines de 1979 habían transcurrido casi 40 años como representante a tiempo completo,

trabajando y perteneciendo a la estructura organizativa. En los últimos 15 años había pertenecido a la Oficina Central Internacional, y 9 de estos últimos a la Cúpula Directiva Mundial de los Testigos de [1475]

Jehová.

El último año constituyó un tiempo crucial para Raymond Franz. La puesta en duda respecto a que la actuación de la Watchtower sea correcta tanto en lo doctrinal como en lo administrativo, le hizo presentar su dimisión por escrito el 22 de mayo de 1980.

[1476]

El 28 de mayo de 1980 la carta en la que Raymond expresaba su dimisión fue leída a la familia de la Watchtower, y el 29 de ese mismo mes se reunieron todos los ancianos de Betel.

[1477]

El 26 de junio de 1980 la Watchtower certifica por escrito el acuerdode la entrevista mantenida con Raymond Franz en relación a su dimisión, y el convenio de que se le enviará copia de lo registrado.

[1478]

El 10 de julio de 1980 la Dirección de la Watchtower le escribe otra carta indicándole lo contrario, que dicha copia no se la enviarán.

[1479]

El 19 de julio de 1980 Raymond Franz les escribe recordándoles que tal como se había pactado deben enviarle una copia de lo registrado, puesto que ésa había sido la condición para permitir dicho registro.

[1480]

En agosto de 1980 la revista interna «OurKingdomService», en primera página decía que un número de 5 personas de la familia «Betel» había sido disociado por apostasía contra la organización. La Watchtower del 1 de agosto de 1980 expone algunas de las variantes de la apostasía.

[1481]

La carta del 19 de julio es respondida por la Watchtower (8-8-1980) reiterándose en que no enviarán lo grabado, y que si lo quiere escuchar lo puede hacer yendo a las oficinas.

[1482]

Nueva carta de Raymond Franz al comité reprochándole su comportamiento y actitud unilateral no cumpliendo su palabra.

[1483]

La respuesta a esta carta por parte del comité con fecha del 24 de septiembre de 1980 es para comunicarle que dichas grabaciones de la entrevista han sido destruidas.

[1484]

Después de una experiencia como miembro regular de una de las congregaciones de Testigos de Jehová, el 6 de noviembre de 1981 recibe una misiva con el siguiente contenido: «(…) con la presente te invitamos a una audiencia con el comité judicial para el sábado 14 de noviembre a las 14 horas, en el Salón del Reino del este de Gadsden. El motivo de la audiencia es el de examinar tu asociación con una persona disociada de la congregación. Si no te fuera posible venir en la fecha establecida te invitamos a contactar con uno de nosotros para establecer otra fecha.»

[1485]

Durante un mes aproximadamente Raymond Franz, previa apelación, intentó recurrir dicha actitud. Basándose en el hecho de estardialogando con una amistad antigua, que aunque expulsado había sido Testigo de Jehová. Al final, el 23 de diciembre de 1981 escribe una carta, tanto al Cuerpo Directivo como al Cuerpo de ancianos renunciando a su apelación para no ser expulsado por la causa ya

indicada: El haber estado en contacto con un expulsado.

[1486]

El 31 de diciembre de 1981 fue definitivamente irradiado.

[1487]

He aquí cómo una organización humano-teocrática se vuelve contra el individuo. Las doctrinas no bíblicas precisan de una organización denominada teocrática para mantenerlas. El mero hecho de entablar convivencia con una persona que previamente ha sido apartada del círculo de la asociación religiosa Testigos de Jehová fue suficiente para constituir una falta de bastante gravedad como para impedir que dicha persona que realiza semejante acción pueda pertenecer al «reino de Dios» que predican los Testigos de Jehová. 2. El Siervo Fiel y Discreto Este estilo monárquico absolutista no sólo ha traído como consecuencia hechos vergonzosos como los indicados, sino algo mucho peor:un magisterio normativo y doctrinario por medio del «Siervo o Esclavo Fiel y Prudente o Discreto». Las desdichas de los Testigos no acaban con la implantación de una «teocracia» que ocasiona tiranteces a nivel interno y situaciones poco amistosas con los que están sujetos a disciplina, sino sobre todo su doctrina que relacionada con el sistema teocrático y que alude al llamado «Siervo o Esclavo Fiel y Discreto o Prudente», repercute de un modo tan negativo en la confección y matización doctrinal, y esclaviza a los miembros que no forman parte de los ungidos o del Cuerpo Gobernante, hasta el punto de mutilarlos para que no puedan aportar nunca sus descubrimientos bíblicos con el fin de que otros puedan enriquecerse. En otro lugar se ha discutido si se aplica o no a Russell individualmente el concepto «Esclavo Fiel y Prudente» tomado de Mateo 24:45-51 (cf. Lc. 12:41-45). Los Testigos actuales, aun en contra de las evidencias documentales que tenemos de los escritos autorizados de Russell, niegan que éste se lo aplicase de modo personal, sin embargo afirman que éste era del Cuerpo Gobernante y por lo tanto [1488]

«ungido», y como consecuencia siendo de la clase «Esclavo Fiel y Prudente». Esta posición sobre el «Siervo Fiel y Discreto» provoca automáticamente efectos graves que se proyectan en lo eclesiástico y en lo social. El primero es de orden interno y tiene que ver con la propia membresía de los Testigos. Se produce una división clasista permanentemente, privando de las bendiciones que reportan los dones espirituales y el nuevo nacimiento a la «Gran Muchedumbre» que son la mayoría de los miembros. Esta actitud no sólo mutila injusta y caprichosamente convirtiendo en minusválidos espirituales a una gran proporción de la membresía, sino que los declara incapacitados. Todavía más grave, este tipo de organización obstaculiza al Espíritu Santo, ya que los carismas del Espíritu a los que tiene derecho todo bautizado, no puede experimentarlos el creyente en general (1ª Co. 12:1 y ss.; Ef. 4:813). Además, la manifestación de ciertos dones espirituales está frontalmente en contra de este tipo de organización, por cuanto de suscitarse antes de cualquier posible análisis sobre su genuinidad, se rechazaría. En principio porque la manifestación de los dones del Espíritu Santo exige una Iglesia de una naturaleza que da cabida a los propios dones, cuya finalidad es la edificación de la Iglesia.

Los Testigos de Jehová, en contra de la opinión de la Biblia, se ven obligados a negar la posible existencia de los dones o carismas espirituales. ¿Cómo admitir el don de «Doctor», por ejemplo, si nadie puede crear ni matizar ni descubrir ni aportar luz sobre la doctrina a no ser los ungidos (de la clase 144.000), y de éstos el grupo reducido del «Cuerpo Directivo o Gobernante»? Lo más trágico es que aquello que debe servirnos como normativo y canónico se desbanca sustituyéndolo por la interpretación del hombre: «Jehová Dios también ha provisto su organización visible, su “esclavo fiel y discreto”, compuesto de personas ungidas con Espíritu Santo, para ayudar a los cristianos de todas las naciones a entender y aplicar correctamente la Biblia en su vida. A menos que estemos asociados con este canal o conducto de comunicación que Dios utiliza, no adelantaremos en el camino hacia [1489]

la vida, prescindiendo de cuánto leamos la Biblia.» No cabe duda de que el conocimiento bíblico implica la interpretación y ésta es útil para la comprensión de dicho mensaje. Pero cuando un hombre pretende sustituir el resultado que se obtiene de la lectura de la Palabra de Dios por su comentario en detrimento de esa Palabra de Dios escrita, aun cuando éste fuese acertado, se está arrogando una atribución que no le pertenece, y que dará un fruto amargo. Si en algún momento puede, conforme a la cita anterior, marginarse la Biblia o desconsiderarse, colocándose en su lugar un conducto o canal que dice ser escogido por Dios, estaremos menospreciando el poder y valor de la Palabra de Dios (He. 4:12; 1ª P. 1:19; 2 ª Ti. 2:15; Hch. 17:11) que ha sido inspirada por el Espíritu Santo; y que se ha prometido la dirección de ese Espíritu a todo aquel que con sinceridad de corazón ora por sabiduría y por ese mismo Espíritu (Lc. 11:9-13; Jn. 14:13, 26; 16:13; Stg. 1:5, 6; 1 ª Ti. 3:15-17) cuando realiza una lectura personal e individual. Según la cita anterior, independientemente de lo que leamos la Biblia, no servirá de nada si no estamos conectados al único canal o conducto de comunicación que Dios emplea, en este caso, al Siervo Fiel y Discreto de la organización de los Testigos de Jehová. Es evidente que la doctrina del «Siervo Fiel y Discreto» produce miembros raquíticos espiritualmente. No provoca a una investigación personal sobre lo que Dios quiere comunicar en su Palabra, sino que la preocupación se centra en el mensaje que el Siervo Fiel y Discreto transmite. ¿Y qué transmite? El segundo efecto grave a lo que lleva esta doctrina es el de dividir al universo en dos bloques en el sentido que refleja la cita que sigue: «También vieron que sólo hay dos organizaciones en el universo y que todo el mundo pertenece o a la organización de Dios o a la de Satanás, y que en la Tierra esta última se compone de los negocios en grande, la política en grande y la religión en grande. La organización celestial de Dios, que se compone de criaturas espirituales que despliegan lealtad, está representada en la [1490]

Tierra por los Testigos organizados de Él.» Es cierto que el Reino de Dios es opuesto a cualquier otra organización del universo. Lo que no podemos aceptar es el hecho de que si no se pertenece a la organización de los Testigos de Jehová se está perteneciendo a la organización de Satanás. Esto es muy grave, no sólo por lo que supone de perjuicio mental para sus propios correligionarios en el caso de que les asalte la inseguridad y la desconfianza, algo normal en una organización con las pretensiones de los Testigos, sino además por la falta de respeto a otros que considerándose cristianos y aferrándose a la Palabra de Dios procuran

seguir a Jesucristo de acuerdo a la luz que poseen (cf. Lc. 9:49, 50). El perjuicio de este planteamiento estriba en que la fijación de que nadie fuera de ellos predica la verdadera fe, les hace desechar la investigación cuando entran en crisis.

3. Normas injustas: La prohibición de transfusiones

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La «Teocracia», consolidada en la época de Knorr y F. Franz, con su magisterio servil ha producido reglas de total factura humana que provocan angustia y desaliento.Partiendo de los numerosos textos que existen en las Escrituras sobrela prohibición delconsumo de sangre animal lo aplican a la transfusión sanguínea. En vano es traer a colación Levítico 17:10 y Hechos 15:29 con la pretensión de que puesto que en esos textos no se especifica la clase de sangre, se está refiriendo tanto a la animal como a la humana. Es evidente que el término «sangre» en relación a su abstención o consumo se ha consagrado para determinar la sangre animal, de ahí que no sea necesario concretarlo en cada una de las ocasiones en que es preciso consignar su prohibición. La proscripción está señalada exclusivamente, en todos los textos, para la sangre animal. Incluso cuando estudias el contexto de esos dos versículos citados (Lv. 17:10; Hch. 15:29) compruebas una vez más que aluden a sangre animal. Notemos esto. Al leer Levítico 17 desde el 1, observas que en el v. 9 se está hablando de sacrificios de animales. En el v. 10 se añade que de esos animales que se sacrifiquen no debe comerse su sangre. Si analizamos el contexto de Hechos 15:29 concluiremos del mismo modo. ¿A qué sangre está aludiendo el v. 29? Los vv. 19 al 21 nos lo aclaran. Santiago, en el Concilio de Jerusalén, orienta la discusión mantenida, diciendo que se les escriba a los gentiles respecto a que, entre otras cosas, se deben abstener de sangre (v. 20). ¿Qué sangre? Aquella a la que Moisés apunta, y de la que debía predicarse en las sinagogas, en cuanto a su abstención (v. 21). ¿Y a qué sangre se reseña por Moisés en el llamado Antiguo Testamento? A la sangre animal exclusivamente.

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Los Testigos de Jehová deberían saber que existen cristianos que también quieren ser fieles a Dios, que estarían dispuestos a dar su vida o a sufrir el oprobio antes de transgredir abierta y conscientemente la ley de Dios. Existen y han existido cristianos que han muerto en campos de concentración, que fueron perseguidos por hacer el bien, encarcelados y maltratados por negarse a tomar armas; que han estado dispuestosa sacrificarse por otros hasta el extremo de poner en peligro su vida, y que están gozosos en dar su sangre en una transfusión por cuanto consideran que la Palabra de Dios les obliga a ser dadivosos en este punto también. Y además querríamos que este conocimiento bíblico quetenemos muchos cristianos respecto a la sangre lo pudieran comprender los miembros de la asociación religiosa de Testigos de Jehová para evitarse el sufrimiento y el error. Los dirigentes de los Testigos han trastocado los papeles. Puedo asegurarles que no saben lo que dicen a tenor de lo que ya hemos tratado. A fuerza de querer ser originales y de llamar la atención, han sido capaces de inventar términos y doctrinas para los que no hay base bíblica. Exigir a sus miembros una vez que se les ha adoctrinado, una vez que ha habido un proceso de simpatía y que se ha fijado el convencimiento, que se abstengan de hacer transfusiones sanguíneas, aun en peligro de la propia vida amparándose en una antojadiza interpretación que no nos la ofrece

ningún texto directamente, sino que es fruto de una opinión que resulta de darle un sentido equivocado al texto bíblico, es no sólo una falacia, sino sobre todo jugar con la vida humana. La [1493]

responsabilidad de estos dirigentes es enorme. sangre son las siguientes:

Nuestras reflexiones sobre este asunto de la

1.Es preciso recalcar que en la prohibición del consumo de sangre se hace mención en la Biblia exclusivamente a la sangre animal. 2.En base a los textos que hablan del veto al consumo de sangre animal no se puede, honestamente hablando, hacer una aplicación y proyección a la transfusión sanguínea. La Biblia no nos lo permite. Todo lo que hagamos en ese sentido será resultado de nuestra opinión interpretativa, no porque el texto lo autorice. 3.No debemos consumir sangre animal porque la « vida» está en la sangre (Lv. 17:11). La sangre es una de las manifestaciones de la vida. La sangre de los animales ofrecidos en sacrificio (Lv. 17:10 cf. 17:1-9) simbolizaba la vida que era quitada a causa del pecado. De ahí que Dios declarara que esa sangre escogida de los animales sacrificados se extendiera sobre el altar a fin de servir de expiación para el perdón delos pecados. La sangre animal (no la humana) tenía pues una implicación religiosa, sacrificial. Dios no ha dado en ninguna parte tal significado a la sangre humana. Jamás ha ordenado sacrificios humanos (cf. Jer. 19:5). La abstención del consumo de sangre animal en un contexto alimenticio (Gn. 9:4 y ss.; Hch. 15:20) implica una medida sanitaria. La sangre humana también es un símbolo de la vida, de ahí que no deba derramarse en homicidio (Gn. 9:6) (nótese que aquí no se trata del hecho de consumir, sino de derramar). Unir este texto de Génesis 9:6 con el de Levítico 17:1-9, 10, 11 y ss., es omitir descaradamente el sentido único y propio que tiene la expresión «en la sangre está la vida» en Génesis 9:6, y que difiere del sentido que se le da en los textos de Levítico. Aun cuando en los dos se diga «que la vida está en la sangre» los sentidos son distintos y no podemos utilizarlos para referirnos al consumo de sangre. La honradez interpretativa nos debe llevar a consignar que en Génesis 9:6 se está expresando el significado del no derramamiento de sangre humana, y en Levítico el de no consumir sangre animal. 4. Aun cuando los Testigos de Jehová repitan hasta la saciedad, por lo que se les ha repetido a ellos por medio del «Esclavo Fiel y Prudente», que una transfusión equivale a comer sangre oralmente (por la boca), declaramos que no es lo mismo. La ingestión y la transfusión son dos procesos distintos catalogados médicamente: «Es evidente que introducir en el organismo, a través de la boca y del aparato digestivo, sangre animal con el objetivo de alimentar, e introducir directamente en la corriente sanguínea sangre humana con un objetivo terapéutico son dos cosas diferentes como diferentes son sus efectos [1494]

fisiológicos.»

La sangre humana anatómicamente es un tejido.

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La transfusión sanguínea es la reparación del [1496]

tejido sanguíneo, y tiene el mismo valor que un trasplante de riñón o de córnea.

La naturaleza y la ciencia nos muestran con ejemplos ilustrativos las diferencias resultantes entre introducir un mismo elemento por vía oral y el hacerlo por vía arterial. La picadura de una serpiente no tiene suveneno los mismos efectos de ingerirse por la boca. Mientras que por las arterias, de no

ponerse urgentemente el remedio, provocará la muerte; la succión del veneno oralmente no producirá la muerte. ¿Y qué decir del feto que está unido a la vida de la madre mediante una continua transfusión sanguínea? 5. La sangre no es la única ni siempre la que «representa» al «alma» o a la «vida». Decir por ejemplo que no se puede transferir la sangre de una persona a la otra porque en la sangre la vida está es no sólo irrelevante, sino ignorar que el «aliento de vida» es también «alma» en el sentido de que gracias a dicho «aliento vital» se hace posible el «alma» (existencia, vida). Gracias al «n’shah-mah» de «Ru’a’gh» («aliento de espíritu») existe un ser «alma» (neh’fesh) (Gn. 2:7 cf. 7:22). Este «aliento vital» representa en ocasiones, fisiológicamente hablando), la respiración (Ec. 3:19). Por ese mismo raciocinio tampoco se podrían hacer « transfusiones» de respiración artificial «boca a boca» para salvar una vida. El mismo principio está implicado en eso: transferencia o transfusión del alma de una persona a otra (cf. 1º R. 17:21, 22 y Hch. 20:9, 10). Para que la sangre que representa al alma o a la vida tenga trascendencia es preciso que la matanza del animal se realice o que un homicidio sea consumado. De ahí que el alimento de sangre animal sea interdicto en tal caso de matanza animal; o el derramamiento de sangre si se hace con la intención de producir un homicidio. Pero la ley de Dios no prohíbe el mero derramar sangre en todos los casos, puesto que en una operación quirúrgica hay derramamiento de sangre, y esto no supone derramar el alma. Ni tampoco hay transgresión cuando sangras accidentalmente. La ley de Dios no presupone la prohibición del derramamiento de sangre cuando esto no implica homicidio, y tiene como finalidad el proteger la vida. Por lo tanto, en una transfusión sanguínea hay el mismo derramamiento de sangre que el que se puede producir en cualquier operación quirúrgica. Y del mismo modo que un Testigo de Jehová no se opone a la operación quirúrgica aun cuando haya pérdida de sangre (el operador derrama la sangre del paciente), por cuanto el objetivo no es el de llevar a cabo un homicidio, sino el de salvar una vida; de ese mismo modo, en una transfusión sanguínea no hay ni derramamiento de sangre que implique el homicidio ni alimento de sangre que se haya obtenido de la matanza de animal, por lo tanto los Testigos de Jehová, como cualquier otro, están libres de sangre o de la culpa de sangre cuando se someten a una transfusión sanguínea.Podemos añadir que del mismo modo que en la casuística se ha llegado a la conclusión por un lado de que los trasplantes eran como si fueran transfusiones sanguíneas, y de ahí su suspensión en un cierto momento; y después se ha llegado a la conclusión que dichos trasplantes podían hacerse porque se trata de una terapia médica que en nada se relaciona con una ley bíblica prohibitiva, de ese mismo modo podemos considerar la transfusión de sangre. El juzgar el Cuerpo Directivo a la transfusión sanguínea a un hemofílico como permitida por estimarse la transfusión, en este caso, como un «medicamento», y no un acto de querer nutrirse de sangre, es aplicable a cualquiera que habiendo perdido sangre, o pudiendo llegar a perderse como consecuencia de una operación quirúrgica necesita reparar el tejido sanguíneo sin que haya deseos volitivos de querer comerse un «bocadillo de sangre». 6.En un asunto de vida o muerte, en algo que se exige una obediencia estricta no puede entrar dentro de la categoría de la «nueva luz», de un aumento del conocimiento al que aluden los Testigos para justificar sus cambios y contradicciones doctrinales. ¿Por qué Russell y Rutherford (este último vivió hasta 1942 como presidente) no mencionan para nada el tema de las transfusiones como condenadas? ¿Qué garantías tienen los Testigos de Jehová en cuanto a que el llamado «Esclavo Fiel y Prudente», que como venimos observando se contradice tan fácilmente no se haya equivocado?

A los Testigos de Jehová anteriores a 1945 no se les ordenaba el cumplimiento de una norma de esa naturaleza. Ahora se ha creado una nueva exigencia moral, no desprovista tampoco de contradicciones y cambios a la hora de aplicarla. Una norma que, aunque puramente humana y dañina, se hace creer que proviene de Dios. Las estadísticas de la Cruz Roja atestiguan que millones de vidas fueron salvadas por medio de las transfusiones. Paralelamente muchas vidas son segadas por falta de transfusiones. Y esto independientemente de que la contaminación por sida, hepatitis y otras puede dar posibles errores. Este último aspecto es un asunto marginal médico, como el de la valoración profesional o las posibles equivocaciones en diagnósticos y sintomatología. No porque hayan habido y habrán errores médicos se va a prescindir de la medicina. De ese mismo modo, aunque haya habido ciertos errores respecto a las transfusiones no por eso se va a prescindir de éstas. 7.Jesucristo nos enseña una metodología que nos ayuda a realizar una interpretación correcta en una materia como la que nos ocupa. Ensu época la corriente teológica farisaica había impuesto cargas tan confusas y tan difíciles de llevar, que Jesucristo se vio obligado a enunciar principios de comportamiento que sirvieran para liberar al hombre de yugos colocados por intérpretes irresponsables e inmaduros. Los mandamientos de Dios se han de analizar bajo la óptica del amor. Ningún mandamiento puede ir en contra del hombre. Su cumplimiento es algo natural y relajante. Es cierto que en ocasiones debido a la situación de pecado resulta difícil comprenderlos o llevarlos a la práctica, pero se nos ha asegurado poder especial cuando nacemos de nuevo. De ningún modo el cumplimiento de los mandamientos de Dios nos puede hacer mal. Los mandamientos son vida; el mal procede de algo ajeno al mandamiento. Es verdad que a veces la ley de Dios puede entrar en conflicto con intereses humanos o con situaciones contrarias a esa ley, y su cumplimiento nos reporte en un cierto momento amargura, tristeza o sufrimiento. Pero el problema no está en el mandamiento de Dios sino en esas «circunstancias» que pretenden entrar en competencia con el mandamiento, pronto notaremos «premiada» nuestra fidelidad.En la cuestión que estamos discutiendo el mal y el sufrimiento se producen sin que necesariamente haya ninguna clase de antagonismo. En el evangelio se nos muestra rotundamente en relación al mandamiento del sábado que éste ha sido dado para beneficio del hombre, pero si dicho mandamiento se desvirtúa en aras de una explicación casuística, y ocasiona perjuicios al individuo motivados por un enfoque equivocado de dicho mandamiento, la transgresión del «enfoque» no significará infidelidad al mandamiento del sábado: «será lícito hacer bien en sábado». ¡Cuánto más esta regla podría aplicarse a la prohibición de la transfusión sanguínea que no tiene ningún fundamento!El enfoque casuístico consiste en proyectar desde el mandamiento de Dios respecto a no comer sangre animal, una prohibición basada no ya en el mandamiento, sino en una argumentación personal impropia ¿A dónde nos conduce la proyección y enfoque? ¿A un mejor entendimiento del mandamiento de no comer sangre animal? ¿O a una bochornosa implicación moral donde el complejo de culpabilidad y el peligro de perder la vida son los elementos característicos. Una vez más en esta proposición la transgresión del enfoque es urgentemente obligatoria, y por lo tanto no hay infidelidad a Dios.La segunda regla a tener en cuenta es que Jesucristo nos enseña que no puede haber hostilidad entre el amor a Dios y el amor al prójimo. La mera insinuación de la que hacen gala los Testigos para justificarla abstención de transfusiones sanguíneas subrayando su amor a Dios en detrimento de la vida de un paciente que precisa «sangre», vida humana reparadora del tejido sanguíneo, es a todas luces estratégica y no tiene «hondura». No puede conmover ni convencer de esa subespecie que nada tiene que ver con el

verdadero amor a Dios. Se trata de letra muerta aprendida de carretilla. Jesús dijo: «Nadie tiene mayor amor que éste, que uno ponga su vida por sus amigos» (Jn. 15:13).El amor a Dios se manifiesta amando al prójimo. Nuestra fidelidad a Dios se manifiesta cumpliendo el mandamiento «no matarás». Negar una transfusión salvadora es matar aunque sea por ignorancia, y se transgrede la [1497]

ley de Dios, aunque lo pudiéramos conceptuar involuntariamente. Sin embargo, el sufrimiento y las consecuencias que esto conlleva tanto psicológica como espiritualmente serán muy difíciles de evitar y superar.La tercera regla que nos enseña Jesucristo es que cuando «en conciencia» (pudiendo estar equivocados) dos valores supremos se entrecruzan y están en conflagración debemos siempre optar por la vida. La prohibición absoluta de comer los panes de la proposición a excepción de los sacerdotes levíticos, no pudo impedir a David el comerlos cuando su vida estaba en peligro por el hambre (Mr. 2:23-28). Esto sirve no para aquellos que estamos convencidos de que no hay ningún mandamiento expreso respecto a las transfusiones de sangre, sino especialmente para los Testigos. Aun cuando ellos en conciencia creyeran (aunque equivocadamente) que la abstención de comer sangre animal abarca el recibir transfusiones, esa orden no tendría validez por estar implicada la posibilidad de la pérdida de la vida humana. Y comoquiera que esta posibilidad se repite con la misma frecuencia en la que su uso se hace imprescindible, está fuera de todo lugar y hace imposible que Dios haya podido comunicar semejante normativa a un grupo de hombres que no pueden presentar ningún texto bíblico directo, sino tan sólo su falible y escandalosa opinión personal.La trascendencia social de esta normativa de los Testigos de Jehová es suficientemente llamativa como para crear tensiones a todos los niveles. A nivel familiar crea angustia, desesperación e impotencia. El miedo o el temor de que «un día me puede tocar a mí» no puede ocultarse aun cuando se guarde la compostura de acuerdo a las explicaciones de la Dirección de los Testigos.A nivel de médicos crea desconfianza e inseguridad.A nivel del poder judicial crea precedentes respecto a la libertad de conciencia y religiosa. A nivel de la organización de los Testigos de Jehová crea un desprestigio cada vez más profundo. Con estas actitudes no se logra, si es que hubiera esa intención, una propaganda del valor y heroicidad de sus miembros, tan sólo compasión y lástima. ¿Podrá cambiar algún día el «Esclavo Fiel y Prudente», en conformidad a una nueva luz, o a un mejor conocimiento de la Palabra de Dios y anular este requisito que realmente no tiene base bíblica? ¿O se ha ido demasiado lejos como para que se revierta a un momento anterior a 1945 cuando no existía esta norma humana? Creemos que a la luz de la historia de los Testigos de Jehová todavía hay esperanza de un cambio profundo en las estructuras de la Watchtower como para conseguir un mayor beneficio para la vida de sus miembros. Mientras mantenga esta posición de las transfusiones no manifestará «amor entre sí», ni amor a Dios. 4. Servicio civil sustitutivo y servicio militar Algunas denominaciones cristianas son tradicional y oficialmente no combatientes. Toman una posición contraria a llevar armas. La mayoría de sus miembros asumen esa actitud de acuerdo a un convencimiento propio, y aplicándolo posteriormente según su conciencia esté iluminada en base a las circunstancias sin dejar de tener en cuenta los requerimientos bíblicos reinterpretados por esa conciencia individual. Esto permite diferentes opciones dentro del marco de cada conciencia individual. Toda organización cristiana debería orientar en ese sentido evangélico donde la posición del «pacificador» debe primar sobre la del «guerrero». El resultado será objetores a la guerra o al servicio militar ofreciendo como alternativa un servicio al Estado que esté de acuerdo con esta

conciencia cristiana iluminada con la Biblia, y por otro lado, cumpliendo un requerimiento de ese Gobierno que no vaya en contra de los valores supremos del evangelio del Reino. He aquí dos aspectos importantes en relación con el principio de la no «violencia» aleccionada en el evangelio de Jesucristo: Por un lado, la conciencia forjada en el convencimiento propio y basada en una orientación bíblica que con una posición clara de no combatiente deja al individuo que la asuma en libertad con el abanico de posibilidades que las diferentes situaciones por las que pase el individuo suscite. Estopermite a una organización religiosa determinada ser cauta y suficientemente flexible por cuanto los gobiernos, las leyes, las circunstancias que experimenta cada individuo pueden generar sorpresas, y las condiciones no haber sido contempladas por las posturas previas tomadas a la hora de interpretar o de asumir la actitud no combatiente. Se ha de suponer que el cristiano es un hombre convertido y con experiencia suficiente como para tomar por sí mismo sus decisiones personales. Todo esto evitará que cierta «organización» religiosa asuma el papel que pertenece al individuo creando normativas uniformes que manifiestan no haber podido valorar todo un amplio marco de posibilidades por las que cristianos genuinos sufren al poner en práctica su fe frente a las exigencias, en ocasiones totalitarias y desprovistas de cierta sensibilidad por la libertad plena de conciencia de ciertos gobiernos.El otro punto al que queríamos aludir es la disposición solidaria que cada ciudadano, sea cristiano o no, debe mantener con el Estado en el que vive, en el sentido de proporcionarle el apoyo y colaboración que éste necesite en conformidad a las demandas de sus leyes, y siempre que no vayan en contra de la conciencia cristiana. Estos dos propósitos fundamentales no se tienen en cuenta en el tipo de organización que reina en la actualidad en la Dirección de la Watchtower. Cuando examinamos el gesto de la Watchtower en relación a la temática del servicio civil sustitutivo, uno queda mudo de asombro por el ademán intransigente e incoherente. Según un testigo presencial cuando se tomó el voto en contra, antes de 1977, el razonamiento fue el siguiente: «puesto que este servicio es una sustitución, por este simple hecho, eso es tomar el lugar de lo que sustituye (…). Como eso es concedido en sustitución del servicio militar y puesto que el servicio militar implica (al menos potencialmente) el derramamiento de sangre, ahora el que acepta el servicio civil [1498]

llega a ser «culpable de derramamiento de sangre». Uno no comprende este modo de razonar respecto al servicio civil. Al investigar en el comportamiento de los Testigos en Méjico en relación al servicio militar, uno comprueba los males de una organización que pretendiendo ser conciencia de sus miembros se ve obligada a permitir la falsificación. El repertorio de datos que a continuación expondremos nos deja vislumbrar el tipo de conducta del Cuerpo Gobernante de los Testigos de Jehová. La filial de Méjico de los Testigos de Jehová había aclarado lo que significaba el servicio militar en dicho país.

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En una carta (4 de febrero de 1960) dirigida al entonces presidente de los Testigos N. H. Knorr, se expresa la práctica de los jóvenes mejicanos Testigos de Jehová para librarse del servicio militar: pagando una cantidad de dinero con la que se soborna al «responsable» de turno y obtener un [1500]

certificado como que se ha realizado dicho servicio militar.

En la respuesta de la Sociedad Watchtower (2 de junio de 1960) se indica que se puede continuar del mismo modo que como hasta entonces se había venido realizando.

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Otra carta enviada por la filial mejicana (27-8-1969) insistiendo sobre el problema del servicio militar y el modo peculiar con que ellos actúan, es respondida por la Watchtower con la máxima tolerancia, expresando su parecer en cuanto a que pueden continuar pagando esa cantidad que les provee un certificado que manifiesta haber realizado dicho servicio militar. Incluso en lo que se refiere a ser considerado reservista.

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¿Qué nos muestra todo esto? No vamos a realizar un juicio moral sobre la actitud en sí misma. Somos conscientes de que cuando se tiene una objeción de conciencia en ciertos países no es fácil ejecutarla, sobre todo cuando hay leyes injustas respecto a la puesta en práctica de los principios del Reino de Dios. El problema reside en el hecho de que cuando es el individuo el que en conciencia actúa de un modo o de otro en conformidad a la situación y en base a su orientación cristiana puede ser respetado su«proceder táctico» en la mayoría de los casos. Pero cuando una organización sustituye los asuntos de conciencia individual mediante convencionalismos uniformistas que no pueden recoger todo el horizonte circunstancial en el que se inscribe la problemática personalizada, engendrará normativas injustas e incoherentes. Éste es un ejemplo más generado por la «teocracia mundana» del absolutismo del «Esclavo Fiel y Prudente». Por un lado, rechaza el servicio civil sustitutivo en aras de una interpretación que me hubiera gustado que Unamuno hubiera conocido, tan acostumbrado como era él a observar la casuística de algunos teólogos. Y él, que no se tomaba en serio ninguna de estas cosas se hubiese reído a pesar de su «agonizante» agonía cristiana. Esto sí que es «rizar el rizo», y «partir un pelo longitudinalmente» como él decía. Sin embargo, en el caso mejicano «el Esclavo» se hace «humanista», no digo humanitario, puesto que implica generosidad, y a tenor de las absurdas disposiciones esa virtud está ausente. Méjico ha sido muy diferente, no ya sólo con este asunto delservicio militar sustitutivo por un certificado militar. En él se dice algo que no es cierto, y siguiendo el razonamiento del Cuerpo Gobernante de los Testigos respecto al servicio civil sustitutivo, en el sentido de que al ser sustitutivo del servicio militar es como si se hiciera y que por lo tanto se concluye que de hacerse sería «culpable de derramamiento de sangre», ¿qué se podrá decir de un certificado militar que sustituye al servicio militar como si éste hubiese sido hecho? Los Testigos en España en la época franquista no tuvieron tanta suerte como los mejicanos. Aquí se «pudrían» en las cárceles, pero les consolaba saber que el representante legal de la asociación de los Testigos de aquel entonces, Antonio Navacerrada, dijera a la revista Blanco y Negro, ante la sorpresa del propio periodista, que la preocupación de la organización no estaba en aquellos que estaban en la cárcel por su negativa a «vestir el uniforme militar», entre otras cosas,sino el que no tuvieran suficiente lugar para sus [1503]

reuniones de distrito.

También los Testigos mejicanos han tenido más suerte que los Testigos de Malawi, que fueron despojados; algunas mujeres violadas; otros asesinados, y muchos de ellos tuvieron que exiliarse porque en esta ocasión la Watchtower, a diferencia del caso mejicano, no aceptó el que se contribuyera con un carné de pertenencia política de unGobierno que no permite ningún partido político. Aquí no se interpretó el valor de la «reserva mental» como suficiente hasta que llegado el caso límite demostrara la integridad. No se permitió el que el carné que certificaba pudiera considerarse como falso por la conciencia del individuo y sin valor en el caso hipotético de que el

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Gobierno lo hubiese instrumentalizado para fines contrarios a la Palabra de Dios.

Méjico, como decíamos, ha sido muy diferente no sólo en el tema militar, sino además en otros aspectos. Estas diferencias muestran una vez más a dónde se puede llegar cuando una organización religiosa suplanta la conciencia de los individuos basándose en un código puramente administrativo y no bíblico. Aunque Méjico ha sido un caso histórico que destaca por sus características contrarias a las normativas por las que se rige en otros lugares el Cuerpo Gobernante de los Testigos, en relación al servicio militar, no es el único en el que se nota esa contradicción y confusión. En una declaración que transmitimos en parte, la sede Suiza de la Watchtower realizó en 1943 la siguiente manifestación respecto al servicio militar: «DECLARACIÓN (…) También nosotros los Testigos somos víctimas de esta situa ción. Se nos inculpa de ser una Asociación entre cuyos propósitos figura el de sabotear la disciplina militar. Y en especial de mover a los individuos sujetos al servicio militar a desobedecer la autoridad militar, rechazar el servicio militar e incluso recurrir a la fuga, para esquivar el mismo. Tal actitud sólo pueden tenerla quienes desconocen el espíritu y la obra de nuestra comunidad. O es fruto de quienes a sabiendas, tratan de difamarnos. Manifestamos con firmeza que en nuestra Asociación ni se ordena, ni recomienda, ni fomenta en modo alguno comportarse contra las leyes militares. Semejante cuestión no se plantea ni en nuestras congregaciones ni en nuestras publicaciones. No nos ocupamos en absoluto de este asunto (…). Cientos de nuestros miembros y en la fe han cumplido y siguencumpliendo sus deberes militares [1505]

(…).» Los Testigos de Jehová, en ocasiones, se han vanagloriado de su posición frente al servicio militar como la única correcta. Sin embargo, como hemos podido comprobar por el contenido de este escrito no sólo ha habido confusión en su exposición, sino que básicamente es errónea en lo que se refiere al atentado que se realiza contra la conciencia individual. No se respeta a que sea el propio individuo el que orientado por los principios bíblicos e instrucción religiosa, asuma su propia responsabilidad personal proyectando dichos conocimientos a las circunstancias especiales por las que puede pasar. No hay un respeto por la libertad de conciencia individual. Es la organización la que decide lo que se debe o no se debe hacer en tal o cual coyuntura. Una organización por muy «fiel y discreta que sea» no puede «imaginar» todas las situaciones con las que tendrá que enfrentarse un individuo en la práctica de su objeción de conciencia. Al documentar sobre estos sucesos históricos de una organización religiosa de poco más de 100 años de antigüedad uno descubre que han sido suficientes como para sembrar semillas de confusión, de error y de horror. Los frutos testifican que la doctrina de la «teocracia», y la relativa al «Esclavo Fiel y Prudente» son perjudiciales para la conciencia individual. Todas estas precisiones tomadas por el Cuerpo Gobernante en virtud de consultas aludidas, o simplemente por otras causas adquieren un valor de ley para los Testigos de Jehová en base a dos elementos determinantes: La pretensión de ser el canal escogido de Dios para establecer su voluntad sobre los hombres, y la norma según la cual sólo con la mayoría de los 2/3 puede decidirse algún

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cambio. Raymond Franz se manifiesta de este modo, en relación a la naturaleza de la Administración de los Testigos de Jehová: «En la época de los hechos descritos, el Cuerpo Directivo era en realidad ya una corte judicial y un cuerpo legislativo, sus decisiones y afirmaciones tenían valor de ley para todo Testigo de Jehová (…). Todavía no era un cuerpo administrativo en todo el sentido del término. La autoridad y [1507]

responsabilidad administrativa era de exclusiva competencia del presidente NathanKnorr.» Este mosaico de incidentes y peripecias, además de la constante histórico-doctrinal versátil e infiel hasta en sus propios dimes y diretes, nos describe a una organización atenta al poder absoluto y a la salvación de una empresa meramente humana. Es triste tener que contabilizar almas que han podido perderse o sufrir por el plante indolente e incongruente de una Dirección torcida a tenor de lo presentado. Las tácticas, convencionalismos, vicisitudes, los desacuerdos y los yerros evidencian un origen y desarrollo histórico que nada tiene que ver con haber sido suscitado por Dios. La intransigencia e intolerancia están defendidas con el supuesto de ser la organización verdadera de Dios. Creemos por lo ya indicado que el modelo organizativo de los Testigos de Jehová es opuesto y contrario al Nuevo Testamento (cf. Mt. 18:15-20 y Hch. 15:22, 23 p.p.) por mucho que se utilice el término teocrático. La teocracia de Dios tiene que ver en que yo rinda mi voluntad al Reino de Dios, al Gobierno de Dios, a los principios del Reino. Que yo permita que él gobierne mi vida de acuerdo al evangelio. Y nada de esto impide el que se haga en un ambiente eclesial donde el sistema democrático, el respeto mutuo, el reconocimiento de los valores y opiniones del otro sean elementos a reflexionar para la buena marcha del Reino de Dios en la tierra.

La teoría de 1975 y la prosperidad de los Testigos de Jehová Es en la época de Knorr que se gestaron los dos hechos más sobresalientes que provocarían uno de los mayores escándalos y desencantos que el fenómeno religioso ha producido en el siglo XX. El uno que se relaciona con Raymod Franz ya lo hemos analizado junto con su dimisión del Cuerpo Directivo y posterior abandono de la organización de los Testigos.El otro tiene que ver con la fatídica fecha de 1975.Ambos, aunque iniciados en la presidencia de Knorr, culminaron en la época del actual presidente Frederic Franz, el verdadero promotor de esos dos sucesos.Uno y otro conectan con el asunto de la «prosperidad» de la religión de los Testigos. Para comprender la fecha de 1975 con sus implicaciones y consecuencias es preciso que sepamos quién era el verdadero impulsor e inspirador de las ideas teológicas suscitadas en la época de Knorr. Según Raymond Franz, testigo presencial, las cuestiones bíblicas eran responsabilidad del [1508]

vicepresidente Frederic Franz, que llegaría a ser el presidente en 1977. Él fue el autor, en esta época de Knorr, de la teoría en cuanto a que los 6.000 años desde la Creación acababan en [1509]

1975.

La teoría de 1975 ocasionó grandes amarguras para los Testigos de Jehová en los últimos años de la década de 1970. En el cuadro estadístico que colocamos a pie de página se presenta una realidad que evidencia el engaño sufrido por una organización que experimentó una disminución desmesurada como consecuencia de una postura respecto a la cronología bíblica con la que alardeaban ser [1510]

únicos.

La estadística revela que en la década fueron bautizados 1.793.898. Habitualmente la organización [1511]

calcula que anualmente muere el 1% de los que están asociados. Aplicando este porcentaje se llega a 185.308, y restándolo de 1.793.898 de bautizados totales en los 10 años (desde 1970 a 1979) [1512]

quedan 1.608.590. Si a esto se añade los bautizados que había en 1969, 1.256.784, total de 2.865.374 para 1979.

se alcanza un

Según el cuadro presentado en nota 1, a finales de 1979 había un total de 2.097.070. La diferencia existente entre 2.865.374 y 2.097.070 consiste en una cifra de 768.304, que corresponde a los que han abandonado la organización durante ese decenio de 1970 a 1979. 4 defecciones por cada 10 bautismos; o dicho de otro modo, de cada 3 personas 1 de ellas sale. Esto muestra que aun cuando suele atribuírseles un aumento considerable (ByN, 7-2-1976, p. 24), y ellos mismos alardean de que «las aguas de los Testigos no se secan» (¡Despertad!, 22-11-1989, p. 20), aludiendo a su crecimiento, es preciso tener en cuenta los pormenores examinados y meditar objetivamente lo que unos y otros nos dicen.Tenemos que reconocer que hay una tendencia al triunfalismo dentro de la Asociación de los Testigos de Jehová para paliar una situación real que nada tiene que ver con el éxito espiritual.Cuando se estudian sus estadísticas de crecimiento, éste es muy inferior al de otras denominaciones de las llamadas minoritarias. Su crecimiento desde 1986, posteriormente a la gran crisis de 1975, ha sido hasta 1990 de tan sólo 788.190 [1513]

personas. Teniendo en cuenta los datos y porcentajes ya expuestos, su crecimiento neto no sobrepasaría la cifra de 500.000, y esto para un informe de 5 años.En el año 1975 había un total de 2.062.449; en 1992, según ese Anuario, tienen un máximo de publicadores de 4.278.820. Lo que ha supuesto en 17 años un aumento de tan sólo 2.216.371 (4.278.820 - 2.062.449 = 2216371).Si

tenemos en cuenta el crecimiento biológico (aquellos que nacen perteneciendo a familias de Testigos de Jehová), y tuviéramos en cuenta la cifra real que incluiría a los que han abandonado la Organización, tal como el ejemplo que hemos indicado para la década del 70, nos daríamos cuenta que lo que sobresale es la renuncia de cientos de miles que un día aceptaron con ardor.Su crecimiento está descompensado y es desproporcionado al trabajo que realizan y a la cantidad de miembros que pierden por apostasías o abjuraciones masivas en momentos claves de su historia.Si sus doctrinas y normativas fueran tan ejemplares como el empeño que ponen en transmitirlas, el fenómeno Testigos de Jehová tendría un color distinto, y los que admitieran sus proclamas serían fieles, en un mayor porcentaje, hasta el final. No debe olvidarse que toda su estrategia está concebida en la obtención de prosélitos mediante la propagación de publicaciones propias que se canalizan haciéndolas llegar por los miembros. Esta exclusividad les permite ser más operativos en lo que se refiere a la divulgación de sus ideas, dejando totalmente al margen esos otros ministerios que implican la propia difusión de la buena nueva del Evangelio: ayudar a los demás (aun cuando no se rindan al señorío de Cristo), la obra de curar y de educar, etc.Las crisis en los Testigos son cíclicas, y pueden observarse y analizarse. Suelen coincidir cuando sus expectativas bíblicas, dogmática y especulativamente expuestas, no se cumplen. Y es que los Testigos como tales, están abocados a un fracaso continuo porque es constantesu desafío a demostrar que en tal o cual fecha va a suceder éste u otro acontecimiento.Russell pudo mantener su fecha de 1874 como siendo la de la segunda venida de Cristo, por cuanto lo interpretó de un modo espiritual. Pero cuando vaticinó que en 1914 llegaba no ya una « venida espiritual» sino el definitivo fin del mundo de un modo literal, con destrucciones reales y al por mayor, muchos de los que vivían y habían aceptado sus afirmaciones prácticamente infalibles, tuvieron que marcharse al comprobar que nada de eso ocurría. Ésta fue una primera crisis que auguraba una inestabilidad permanente por cuanto su sucesor, en vez de romper con esa trayectoria, tan sólo hizo una «chapuza» que aguantó mientras pudo, además de imponer un control y dictadura religiosa que no va con la naturaleza humana. Cuando se atrevió a publicar y mantener los libros de su antecesor sin una réplica clara, pero al mismo tiempo cambiando la naturaleza del acontecimiento que supuestamente tenía que suceder en 1914, pasando de una interpretación literal a otra distinta espiritual, y posteriormente rechazando la fecha y evento de 1874, muchos de los prosélitos que habían vivido tanto en la época de Russell como en la de Rutherford, tuvieron que interpretar esto como un atropello y error manifiesto. El resultado fue el de conflictos internos incesantes, con deserciones numerosas en diferentes momentos, con la creación de un desequilibrio hasta que se desvaneciera el recuerdo de la otra fecha aciaga de 1925. De nuevo aquí Rutherford, cayendo en el mismo esquema erróneo interpretativo de Russell, se atreve a pronosticar el regreso literal de Abraham, David y de otros patriarcas de la fe. Y para hacer más real esta interpretación se hace construir una mansión en San Diego (California) para acoger a dichos patriarcas, cuando en 1925, según él, iban a resucitar. Estas cosas son desconocidas por los que se integraron más tarde, y se ocultaron a todos los que vinieron después de 1926. Cuando comentas este hecho con algún Testigo de Jehová le parece algo increíble, aun cuando le muestres el libro escrito por Rutherford donde lo expresa. Es similar a cuando les hablas en chino. Como si eso no les afectase. A nadie se le ocurre pensar que tales alocuciones y pregones sean fruto de un modelo

hermenéutico, de una manera desconsiderada e irrespetuosa de estudiar y de enseñar la Biblia. Que tras esas «meteduras de pata» se oculta un profundo modo de ser y de sentir, provocandoen el momento oportuno lo contrario del auge y de la prosperidad: la indigencia y frustración; consiguiéndose una evidencia externa de la providencia para advertir a los incautos o no de que el sistema que las patrocina debe ser puesto en cuarentena. Pasan los años y hay un nuevo flujo. La marea sube y se tiene la impresión de que la estabilidad va a llegar a su fin. Pero en un momento determinado al Sr. Knorr y colaboradores se les ocurre, después de promulgar la prohibición de transfusiones sanguíneas, «encender y avivar el entendimiento» volviendo a la carga con la única y mejor cronología del mundo, según ellos. Cronología que por descontado es distinta a la de Russell y Rutherford, que también eran únicas. Y expresan que en la década del 70, concretamente en 1975, el Armagedón y el comienzo del Milenio serán una realidad con lo que eso implica para el fin literal del mundo. Y aun cuando ha pretendido escamotear este asunto diciendo que «donde dije digo quise decir diego», muchos de los que vivieron siendo Testigos antes de esa fecha cesaron en la organización. La historia de una religión seria no puede estar basada en la historia del conejo y del cazador: «a salto de mata». Los miembros, las almas por las que Cristo ha muerto se merecen más respeto que el que supone vivir asustados por las ocurrencias de un «siervo inmaduro». Esto no dice nada a favor de la prosperidad de una religión; las constantes fluctuaciones traslucen un código que manifiesta el tipo de religión, y en este caso anuncia un raquitismo decepcionante que engendra desconfianza e inseguridad. Los nuevos prosélitos que surgen después de 1975, y que suponen la mitad de los actuales desconocen la mayoría de estas cosas, y se les ha enseñado a no investigar sobre ellas. Un porcentaje muy elevado de aquellos que permanecieron a pesar del trauma de 1975, tengo que calificarlos, en base a lo obvio de nuestros análisis y de la documentación expuesta, como que no leyeron lo mismo que yo he leído, o como poseyendo la cualidad de la «ignorancia invenciblemente errónea». Tengo que afirmar en base a mis continuos contactos y relaciones con los Testigos de Jehová que la mayoría tienen tan sólo un conocimiento superficial de su propia religión. Se les han enseñado mejor los posibles errores de los demás. Han aprendido más profundamente, aunque de modo parcial, lo de los demás que los presupuestos, mecanismos y contenidos de sus propias doctrinas. Esto tampoco dice nada a favor de la prosperidad de una religión. Su situación no es lo próspera que indican. No es ni espectaculary ni siquiera moderada, tan sólo inestable, en retroceso y con tendencia a la baja. Podemos decir «que las aguas de los Testigos sí que están decreciendo».

La verdad de la «Organización del Siervo Fiel y Discreto»: Reflexiones críticas y valoración moral 1. ¿Estaba el Siervo Fiel y Discreto en 1879, en 1914 y 1918 predicando la auténtica verdad sobre el nombre divino? Una prueba fundamental para los Testigos de que ellos son la organización verdadera es que, según su teoría en cuanto a que Jesús volvió espiritual e invisiblemente en 1914, ellos eran los únicos que ejercían como siendo el mayordomo de la parábola (Mt. 24:45) para ofrecer el alimento [1514] espiritual y doctrinal correcto. En la introducción a esta sección tercera la Dirección de los Testigos se pregunta en cuanto a quiénes halló Jesucristo otorgando la verdad en 1918 en ocasión, según ellos, de su inspección. La respuesta que se da es la que lógicamente se espera: la organización de ungidos asociada a los publicadores deLa Atalaya. Éstos son los que desde 1879 pasando por 1914 y 1918 habían estado anunciando las verdades siguientes entre las que selecciono y subrayo la mayoría de las que se indican: el nombre divino, la invisibilidad de la presencia de Cristo, y el significado e importancia de 1914. En 1918, de acuerdo al caso hipotético de inspección por parte de Jesucristo que menciona la Dirección de los Testigos, no tenían el entendimiento correcto sobre el «nombre» de Dios. Si se refirieran a la grafía «Jehová», independientemente de su incorrección y del auténtico valor de su nombre que ya hemos expuesto, dicho nombre, en ese sentido ya se estaba usando en las biblias evangélicas y conocido por numerosas denominaciones protestantes. Fue a partir de 1931 con Rutherford, y no antes, que se comprendió lo que ellos entienden por [1515]

conocer y respetar el nombre de Dios.

En lo que se refiere al entendimiento correcto del nombre de Dios no existía ni en la época de Russell, ni en la de Rutherford hasta 1931,ni en 1914 ni en 1918. La conclusión es sencilla: según su propia pretensión no estarían cumpliendo los requisitos para identificarse con el «Siervo o Esclavo Fiel y Discreto o Prudente» de la parábola de Mateo 24:45 y ss. 2. ¿Estaba el Siervo Fiel y Discreto en 1879 o en 1914 o posteriormente predicando el verdadero significado del Reino de Dios? Respecto a que en el tiempo de 1879 o de 1914 pudiera estarse predicando el retorno de Cristo invisible para 1914, o que el Reino de Dios hubiese acontecido invisible entonces, podemos responder con una negación rotunda. En el tiempo especificado por los Testigos no pueden ser reconocidos como la organización verdadera ni aplicarse el ser «el Siervo Fiel y Discreto» por cuanto no estaban predicando esa verdad tal cual la expresan ahora. Si los Testigos de Jehová pudieran evocar tan sólo una cita de Russell donde él manifestara que la presencia invisible de Cristo, tal como él la concebía, fuese para 1914, la presentarían sin más sobre todo ante peticiones tan desafiantes como las que algún investigador ha realizado.

[1516]

Sería imposible, por cuanto hemos mostrado con un estudio objetivo de las obras principales de

Russell que él había interpretado esa presencia invisible como acontecida en 1874, y que en 1914 llegaría el fin literal de las naciones de este mundo con la implantación definitiva del Reino de Dios en la tierra y no en el cielo. Éste ponía el Milenio en 1874 y que de un modo gradual se iría estableciendo hasta que en 1914, en ocasión de la batalla del Armagedón con la destrucción definitiva de todo lo de este mundo, se impondría resolutivamente.Russell no era coherente, además de sus errores hermenéuticos (cronología, forma y momento de la venida de Cristo), con otras implicaciones (el asunto de la ubicación del fin de las naciones o del «sistema de cosas»). En efecto, el retorno de Cristo envuelve necesariamente el inicio del Milenio, la resurrección, la del Reino que no permite la existencia de ningún otro reino de este mundo, suponiendo a su vez el «juicio de las naciones». Todo ello debería ser simultáneo. Russell, que escribe después de 1874 como fruto de sus ideas preconcebidas, separará el fin del mundo del retorno de Cristo y del comienzo del Milenio. La resurrección la retrasa cuatro años. Todo esto es inadmisible, pero aún lo es menos lo que Rutherford con los Testigos actuales representados por sus presidentes Knorr y F. Franz nos presentan. Éstos al comprobar que en 1914 no aconteció lo que aseguró que iba a suceder respecto al fin literal de este mundo, pasaron a 1914 lo que Russell había vaticinado para 1874 respecto al retorno de Cristo invisible. No siguieron tampoco la coherencia de Russell respecto al comienzo del Milenio. La Biblia ubica los dos hechos como realizados simultáneamente. Sin embargo eran coherentes donde Russell no lo había sido: El comienzo del Milenio es inaugurado con la batalla puntual del Armagedón. Esta falta de sincronicidad entre Russell, Rutherford y los actuales es fruto de una concepción distinta del Reino de Dios y de los eventos que involucra. Para Russell el Reino de Dios como aconteciendo literalmente en 1914 determinaba un cambio radical en la marcha del mundo. De hecho desde el principio del Milenio (para él se había originado en 1874) ya suponía cambios: ciertas resurrecciones, la facilitación de la predicación del evangelio, etc. Russell desconocía en 1912 y en 1914, la teoría actual de los Testigos sobre la llegada del Reino de Dios en 1914 en el cielo. Incluso respecto «al fin del tiempo de los gentiles» que los Testigos lo colocan en 1914 coincidiendo con la implantación del Reino de Dios en el cielo. En primer lugar veamos que Russell da una cierta movilidad al momento del fin de los tiempos de los gentiles: «Es seguro que hay cabida para pequeñas diferencias de opinión sobre este tema y nos corresponde darnos los unos a los otros la más amplia latitud. El permiso de poder a los gentiles puede terminar en octubre de 1914 o en octubre de 1915. Y el período de contienda intensa y anarquía “tal como nunca ha habido desde que hubo nación” puede ser o el fin cabal de los tiempos de los gentiles o el comienzo del reino del Mesías.»«Pero nuevamente recordamos a todos nuestros lectores que nosotros no hemos profetizado nada acerca del cierre de los Tiempos de los gentiles en un tiempo de tribulación ni acerca de la época gloriosa que seguirá a esa catástrofe después de un poco de tiempo. Sencillamente hemos puesto de manifiesto lo que dicen las [1517]

Escrituras (…), para nosotros estas profecías siguen teniendo el mismo significado…» Ya en esta cita de 1912 se manifiesta una inseguridad respecto al momento de los acontecimientos. Y sobre todo respecto a que el fin de los Tiempos de los gentiles tuviera que ser simultáneo al Reino de Dios. Se le llama a ese momento como un instante de tribulación, como una catástrofe. Y que la

época gloriosa que sigue a la catástrofe viene «después de un poco de tiempo». Esta interpretación de Russell no respondía a una posición personal, sino a lo que decían las Escrituras. Para él, las profecías relativas al asunto que nos ocupa seguían teniendo el mismo significado. A tenor de lo que ya hemos presentado, no creemos que este margen de diferencias le permita, después de lo que intenta transmitir con esa cita, que las profecías continuaran teniendo el mismo significado. En 1914, tras el chasco, Russell no entendió que se hubiera producido el Reino de Dios ni en 1914 ni en el cielo. Se lamentaba de no ver lo que sus expectativas habían asegurado.

[1518]

Russell ya no espera siquiera a 1915, y pide paciencia a sus correligionarios y aludiendo a las interpretaciones graduales con que había adornado su concepto de Milenio, distingue entre el período del fin del tiempo de los gentiles y la venida del Reino que se esperaba en 1914, añadiendo la conveniencia de aguardarlo para más tarde. Nótese bien esta cita de 1914: «No entraremos en más detalles; solamente deseamos dar énfasis al pensamiento de que estos cumplimientos de profecía no vinieron súbitamente, sino gradualmente (…). ¿Qué debemos pensar acerca el futuro?… ¿Debemos esperar que el Señor se revelará al mismo momento de terminar los Tiempos de los gentiles? No. La declaración de la Biblia es que él se revelará en “llamas de fuego”. No sabemos cuánto tiempo pasará después de terminar los Tiempos de los gentiles hasta que serevele en “llamas de fuego” (…). ¿Cuánto tiempo duraría este período, durante el cual las instituciones presentes serán removidas, y el orden presente de cosas será condenado y destruido para dar lugar al Reinado de Justicia? Contestamos que de acuerdo con dichos cuadros debemos esperar [1519]

que la transición dure varios años.» Para Russell, tal como ya vimos, la revelación del Señor en «llamas de fuego» se iba a realizar mediante el Reino de Dios en 1914 que destruiría a los demás reinos existentes. Ahora, ante la contemplación de su fracaso ese Reino se va a retrasar algunos años más.El hecho de que se admita ese retraso es una evidencia de que había algo que se aceptaba para una fecha anticipada. Eso que se ubicaba anteriormente ya no coincide con el fin de los tiempos de los gentiles. Russell no sólo se opone a un reino espiritual y en el cielo en 1914, ya que lo consideraba como que iba a suceder en esa fecha pero terrestre y literal (con la destrucción de las naciones), sino que ahora, además de postergarlo ya no lo hace coincidir con el fin del tiempo de los gentiles. Ni en el año 1914 ni anteriormente, se había estado predicando esa venida invisible de Jesucristo para 1914, ni tampoco el Reino de Dios como acontecido en dicha fecha ni al estilo que los Testigos actuales propugnan. Por lo tanto estas doctrinas no pueden ser consideradas como verdad, no pueden contabilizarse como tales. De ahí que la Dirección de los Testigos de Jehová no puede ser reconocida como un «Siervo Fiel y Discreto» que da el alimento a su debido tiempo. El significado y sentido que hay que dar a lo de los 144.000 en relación a la Gran Muchedumbre [1520]

era desconocido hasta 1935, y por lo tanto era ignorado el plan de Dios por aquellos que formaban parte del «Siervo Fiel y Discreto». Una evidencia adicional de esto es que en 1918, cuando según los Testigos dicen que Jesucristo «inspeccionó» para comprobar quién había estado anunciando ciertas verdades tanto en 1914 como antes de ese tiempo, no sólo no tenían claro lo relativo a lo de los 144.000 y a lo de la Gran

Muchedumbre, sino que «el Siervo Fiel y Discreto» de aquel entonces se atrevió a decir en 1916, cuando murió Russell, que éste no pasó ni siquiera por la muerte, sino que fue trasladado directamente y corporalmente a la presencia del Señor:«Nos regocijamos al saber que en vez de dormir en la muerte, como los Santos del pasado, él está entre aquellos “cuyas obras los van siguiendo”. Él se ha encontrado con el amado Señor en el aire, a quien amó tanto que dio su vida [1521]

fielmente en su servicio.»

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Según lo indicado en la doctrina actual sería en 1918 cuando se realiza la traslación de los ungidos 144.000, lo que claramente está en abierta contradicción con la fecha de 1916. 3. Hipótesis insostenible respecto a que «el Siervo Fiel y Discreto» pueda aplicarse a la Dirección de los Testigos de Jehová En conformidad a las exigencias que ellos mismos reclaman para ser considerados la organización que representa a Dios en esta tierra podemos afirmar que no las cumplen. Jesucristo no pudo contemplar como positiva la actuación de este «esclavo» o «siervo» en lo relativo a ciertas doctrinas por cuanto no podían satisfacer los requisitos demandados, ya que dichas doctrinas son inexistentes tanto en la forma como en el fondo. De ahí que la pretensión de querer encontrar una identificación del texto de Mateo 24:45 con una clase restringida de su Asociación religiosa es una vanidad de vanidades. Es cierto que el texto contempla, mediante una parábola, la existencia a través de la historia de unas personas que manifiestan, por su posición del carisma o don que el Espíritu Santo les ha dado, tener la responsabilidad de ser fiel a la verdad y de compartirla auténticamente en la casa de Dios. Queremos llamar la atención al hecho de que Jesús simplemente está describiendo una situación lógica que se ha de dar por el mero hecho de haberse creado la Iglesia Cristiana. Han de haber unos dirigentes que habrán sido escogidos por la comunidad de acuerdo a las condiciones que la Palabra reivindica. Nada nos dice la parábola en cuanto a un grupo reducido, «clasista», «cerrado» , «jerárquico». En todo cristiano que se manifiesta haber un dirigente, debe velar y ser fiel a la verdad y alimentar oportuna y adecuadamente a la grey que junto con él forma parte de la casa de Dios. Éste es el mensaje simpley llano. Ir más lejos es complicar las cosas. Y los Testigos se la complican. [1523]

¡Fíjense, en base a la documentación citada ya en otro lugar, qué modo de unir textos unos con otros sin que tengan relación alguna! Y todo por una idea preconcebida. ¿Dónde dice el texto, por mucho que según ellos digan haber realizado un estudio cuidadoso de las Escrituras que el Esclavo Fiel y Prudente corresponda a los ungidos que en otra parte se les llama 144.000? ¿Y dónde dice la Biblia que sobre el Esclavo fiel y Discreto tendría que haber un Cuerpo Gobernante? No sólo no hay base bíblica para cubrir su pretensión, sino que no desempeñan las características mínimas exigibles por su propio artículo de ¡Despertad! (8-10-1970, pp. 24-27).

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1. El Siervo o Esclavo Fiel y Discreto o Prudente no desarrolla el que hayaAmor entre sí. ¿Qué querían decir con la frase «Amor entre sí»?¿Simplemente porque predican que no debe haber guerras entre las naciones, y que se deben abstener de hacer violencia unos con otros? Se preguntaba el articulista si preconizan ese buen entendimiento entre los pueblos y las iglesias que conoce el posible destinatario de la revista en cuestión.

No sé lo que conocerá ese posible lector. Pero me da la impresión que la Dirección de los Testigos sí que debe saber que existen cristianos que se consideran Iglesia de Dios, y que han adoptado el principio de la no violencia en base a los principios del Evangelio del Reino y que promulgan el amor y la fraternidad cristiana entre todos los hombres sin distinción. Han habido ateos como Bertrand Russell, agnósticos como Tierno Galván, dirigentes religiosos como Gandhi y Martin Luther King, entre otros, que estaban en contra de la guerra y a favor de la paz, y que algunos de ellos encabezaron asociaciones que promovían la no violencia y el buen entendimiento entre los pueblos, sin que esto quiera decir que lo consiguieran, o que en ciertas ocasiones utilizasen métodos adecuados, o que fuera en cada caso el amor el verdadero impulsador. ¿Cómo cumple la Watchtower, «el Siervo Fiel y Discreto» esta característica? ¿Se promueve el amor entre los pueblos cuando se hacenmanifestaciones delante de las iglesias a las que se vitupera previamentecon panfletos y propagandas creando un ambiente tenso y de animadversión? Esto sucedió en tiempos de Rutherford, quien además desde la radio arremetía contra todos los que no [1525]

fuesen Testigos de Jehová. Expresiones como las que siguen no ayudan a una manifestación de amor fraterno entre los hombres: «(…) Estados Unidos (…), se conduce como el primer Gobierno totalitario… por tanto la evidencia de los hechos es que se está manifestando ahora sobre la tierra la monstruosidad dictatorial de Satanás (…). La asociación totalitaria está por asumir el control de [1526]

Inglaterra y América. Es imposible evitarlo (…)» Estas palabras pronunciadas por Rutherford a destiempo, por lo tanto injustificadas, no muestran el análisis correcto del momento. El amor se expresa con una actitud eclesiástica benevolente que suscita la libertad de conciencia que tanto ha faltado entre los miembros de la Asociación religiosa «Testigos Cristianos de Jehová». El amor se revela cuando se ofrecen normas justas que ayudan a vivir el cristianismo sin traumas, y sin la angustia que supone la prohibición, sin base bíblica, de las transfusiones sanguíneas. La actitud de la Dirección de los Testigos de Jehová no nos permite concluir que cumplan el tener «amor entre sí». Y esto es imposible por cuanto su escatología está inseparablemente unida a un origen historico falseado, y con el que se alardea en el sentido de haber sido suscitado por Dios. Este origen genera una teología desprovista del auténtico «amor entre sí». Las palabras y gestos amables, las sonrisas y los saludos cordiales, y cierta convivencia social puede hacer surgir a niveles individuales, la amistad lógica que emerge del grupo o de la reunión, pero el amor genuinamente cristiano es algo que se mide por los frutos, por normas cristianas que no den cabida a posturas caprichosas como las de las transfusiones y la de la negativa al servicio civil sustitutivo, o las que proyecta una teocracia egocéntrica y puramente mundanal. Por otra parte «un amor entre sí» se ha de interpretar como debiéndose reflejar sin límites ni exclusivismos. Las ayudas de los Testigos son para sus propios correligionarios. Nunca se realizan, [1527] en general, hacia aquellos que experimentan los flagelos o las catástrofes. Tienen muchas editoriales, y publican muchos libros hasta hace poco a bajo precio, y ahorapidiendo la voluntad, pero ¿cuántas acciones sociales ejecutan en favor de aquellos que no son Testigos? ¿Cómo llevan a cabo el ministerio hacia los pobres, los enfermos y los que no saben? ¿Jesucristo sólo curaba y ayudaba a los que le aceptaban? ¿Qué hacen para paliar el sufrimiento y la enfermedad? ¿Presentando «su» mensaje de un reino obsoleto y sin autoridad? Démonos cuenta hasta qué punto su concepción escatológica en la que ellos están insertados como

protagonistas les hace interpretar como innecesario el amor al prójimo de un modo práctico, y distinto a lo que pueda suponer su exclusiva predicación. 2. Tampoco hay respeto hacia la Palabra de Dios. Hemos podido exhibir de modo palpable que la historia de los Testigos es una constante escatología repleta de errores y cambios. Se hacen traducciones arbitrarias siempre a favor de sus prejuicios ideológicos. Se han inventado doctrinas ajenas totalmente a la Palabra de Dios. Se ha impuesto una estructura organizativa extraña al Nuevo Testamento. Se ha cargado con un sistema disciplinario en base a un sistema «judicial» de ancianos en el que la congregación no tiene voto ni opinión. Se dan motivos para la expulsión que no se contemplan en el Nuevo Testamento. Se ponen pautas a seguir para con los expulsados que contradicen el espíritu cristiano. Provocan situaciones conflictivas por normativas que atentan contra la libertad de conciencia cristiana. Mandamientos humanos sobre la sangre y los trasplantes de órganos contradictorios entre sí y perjudiciales. Existe una total ausencia de alusiones a la Ley moral de Dios. La intransigencia e intolerancia están defendidas con el supuesto de ser la organización verdadera de Dios. Todo esto no es más que el resultado de una manera irrespetuosa de tratar la Palabra de Dios. 3. Respecto al valor e importancia del nombre de Dios, es puramente coyuntural. Ya hemos verificado lo erróneo de la luz que dijo haber tenido el Siervo Fiel y Discreto, cuando recibió la comprensión en lo relativo al nombre de Dios. El nombre divino no tiene nada que ver con la perpetuidad de una grafía. No sólo es inútil, sino que en el caso de los Testigos de Jehová es falsa. La santidad del nombre de Dios se realiza mediante la acción de Diosen los creyentes. Cuando la restauración y redención se manifiesta encada uno de los que dicen que han aceptado a Jesucristo se santificael nombre de Dios. La debida pronunciación o versión escrita permanece oculta a los hombres como lo relativo a su esencia y naturaleza.El Siervo Fiel y Discreto presumiendo de portar el «nombre» de unDios en su apelativo denominacional se ha olvidado de aplicárselo (en lo que se refiere a su significado y valor) al Único que tiene derecho a llevarlo: «Jesucristo»; y en este caso el del Dios verdadero, puesto que el Hijo de Dios es verdadero Dios y vida eterna (1ª Jn. 5:20). 4. En cuanto a la proclamación del Reino de Dios. ¿Qué significa realmente proclamar el Reino de Dios? Los Testigos de Jehová pretenden cumplir este requisito por cuanto ellos y sólo ellos están predicando el Reino de Dios como acontecido en 1914. A partir de esa fecha Dios está reinando desde el cielo. El significado y las implicaciones que tiene la teoría del Reino que anuncian los Testigos ya hemos podido darnos cuenta de ello en la exposición que hemos hecho a lo largo de toda nuestra segunda y tercera sección. Por la crítica valorativa ya hemos compulsado, sin ninguna duda posible que el «Reino de Dios» que predican los Testigos no coincide con el mensaje que sobre Reino de Dios nos ofrece la Palabra de Dios, y ni siquiera es coincidente entre los diferentes representantes que modelaron el ideario de la Watchtower. La idea del Reino expresada por los Testigos no es un mero error de cálculo, sino una concepción contraria a la fe bíblica, y lo que es peor evita el que se tenga acceso al auténtico Reino de Dios. 5. Ya aludimos al ruido que meten los Testigos con su empeño de formalizar con el expediente de la «evangelización», pero no obtienen la prosperidad de una religión estable, y con un crecimiento que no se vea en entredicho con los desánimos y las defecciones constantes. 6. El Siervo Fiel y Discreto se ufana también de que su organización se caracteriza por ser una religión separada del mundo. Sería muy difícil para cualquiera el hacer una investigación pormenorizada sobre lo que supone la aplicación que la Watchtower hace de sí misma respecto a lo que remarcamos en este sexto punto. Esto precisaría un examen minucioso de conductas y detalles

que de ningún modo queremos realizar. Por otra parte nos inspira un profundo respeto cada una de las personas que siendo de buena voluntad forman parte de esta organización. Nuestra valoración y crítica no se dirige a ningún individuo en particular, que al fin y al cabo todavía tiene una cierta libertad para acceder a porciones puras de la Palabra de Dios, sino a la Dirección que gobierna con «mano de hierro» al Gran Hermano, que es ese colectivo apodado alias «Esclavo». Y de éstos tampoco nos referimos a nadie en privado. Somos conscientes de que los hombres sufren una especie de metamorfosis cuando dramatizan el papel de actor. Y la configuración de Mayordomo como siendo el Esclavo Fiel y Prudente exige una puesta en escena en la que las personas se ven «obligadas»a mudarse de piel. Llegados a este extremo nos abstenemos de hacer juicios que no nos competen; sin embargo, podemos en base a su doctrina del Reino, a sus actitudes organizativas y a sus normativas denominacionales sacar una conclusión opuesta a la presunción de que la Watchtower, como tal, es un sistema institucional «separado del mundo». Aceptar el Reino de Dios implica aceptar los principios ideológicos que sustenta dicho Reino. No podemos aceptarlos si no predicamos ni tenemos una concepción lo más acertada posible de lo que significa dicho Reino. Si la autoridad y el gobierno de Dios manifestado en su ley moral, en los principios del Sermón del Monte y en todo lo que supone la verdad bíblica no gobierna ni orienta nuestra vida, estamos manifestando pertenecer al reino de este mundo. Los Testigos de Jehovácomo organización forman parte de un reino especulativo que se integra en la esfera de este mundo. Están dentro, a tenor de lo ya expuesto, de las muchas ideologías que colman nuestro mundo. Su reino de 1914 no se identifica con la propuesta que del Reino nos brinda la Palabra de Dios. Cuando exploramos su tipo de organización que a través de su historia ha prevalecido nos damos cuenta de que pertenece al círculo de este mundo. Su organización de donde salen dictámenes y normativas no está fundamentada en la Palabra de Dios, por lo tanto no concierne al Reino de Dios, sino al Reino de este mundo. Cuando sondeamos en sus reglas frente al servicio civil, a las transfusiones, a la manera de ejercer la disciplina eclesiástica, a la postura respecto al control de la conciencia, uno advierte que corresponde a los procedimientos de este mundo, no a los del Reino de Dios. Con Milton G. Henschel (1993-2000) y Dom A. Adams (2000-2008-¿?), algunas cosas, no demasiado trascendentales han cambiado, pero por algo hay que empezar. Ya dijimos algo en la sección introductoria. Hay que reconocer que el triunfalismo del pasado ha desaparecido del vocabulario de los adherentes. La humillación experimentada como consecuencia de no ver cumplidas sus interpretaciones escatológicas, les ha hecho ser más precavidos. Sin embargo no han abandonado nada del ideario doctrinal fundamental que sus antecesores promovieron. El que ya no se siga, lo de que tendría que haber alguien con suficiente uso de razón de la generación de 1914 vivo en el comienzo del milenio, no es esencial, por cuanto mantienen su concepción cronológica, aun cuando no la usen, todavía de forma primordial. Ya se ha aludido a la Atalaya del 2003, donde se pretende proyectar, un nuevo e inexistenteparalelelismo relativo a los 120 años que tardó el diluvio en llegar, con relación a la fecha final de su cronología, supuestamente de fin del mundo en 1975. Dando tímidamente a entender que habría que esperar ahora también otros 120 años, de los que habrían transcurrido ya 90, a fin de esperar ese tan ansiado fin de un mundo de muerte y enfermedad. A mí esto me está empezando a dar mucha pena. Porque descubro un interés de que el mundo malo acabe, forzando textos y acontecimientos, e intentado demostrar, que esa organización, que está

haciendo ese tipo de interpretaciones tan altruistas, como por ejemplo de que el mundo malo finalice, justificaría, no la idea de que el fin de la maldad y la enfermedad terminen, sino ser la organización escogida por Dios. Y claro, no se quieren dar cuenta, de que cuando llegan los fallos y más fallos, es la manera de decirles Dios, que no son lo que pretenden ser ¿Y si se dejaran de inclinarse hacia esas cosas, contribuyendo en formar a sus miembros en la preparación para la salvación? Hay otro asunto que me preocupa. Es el tema de la prohibición de las transfusiones sanguíneas. Llegará un momento que engendrará una conciencia colectiva culpable. A estas alturas deberían ser conscientes, que dicho tema es una deducción sin el texto puente que autorice de forma clara alcanzar la interpretación que realiza el comité sabelotodo “fiel y discreto”. Deducir de la prohibición de comer sangre animal la prohibición de transfusiones sanguíneas en la reparación de una vida que se ha quedado sin suficiente fluido sanguíneo, es una barbaridad que un día les enfermará a los de ese comité. 7. La valoración moral definitiva del Siervo Fiel y Discreto que discurre en las épocas delos diferentes presidentes posteriores a los originadores Russell y Rutherford hasta la actualidad, deberá tener en cuenta la historia y la escatología en conformidad a lo que hasta aquí hemos planteado. Historia y escatología son inseparables en la organización de los Testigos, de hecho del propio cristianismo genuino. Mientras que para el cristianismo Jesucristo es el elemento escatológico por excelencia. Él es el centro de la historia y de la escatología. Para los Testigos de Jehová aun aceptando ciertas cualidades y virtudes de Jesucristo, tiene éste, en todo su pensamiento, un carácter secundario. El centro de la escatología es su reino de 1914. Esta dislocación es lo que da lugar a toda una tergiversación teológica. Y es que es imposible mantener una postura escatológica certera si no ponemos a Jesucristo en el sitio quele corresponde. Ya no se trata solamente de disminuir su Persona y su obra, sino que Jesucristo debe orientar y estar en todo esquema escatológico, en toda sistematización teológica. El Siervo Fiel y Discreto actual si bien mantiene una interpretación opuesta a su fundador en lo relativo a la apocalíptica y a ciertos conceptos fundamentales, sigue una misma trayectoria en lo que se refiere al método y a la hermenéutica bíblica coincidiendo con algunos resultados finales esenciales. Como ocurría con Rutherford respecto de Russell, conservan a éste por cuanto es imprescindible para ratificar y autentificar el origen de su asociación religiosa. Sin embargo, al verse obligados a desmarcarse de éste en numerosas opiniones bíblicas que vertió por escrito, y descalificarle como tal, cuestionan el origen divino de Russell, y por lo tanto, la autenticidad de toda la historia doctrinal y el de ser un Movimiento suscitado por Dios. Para que esta realidad evidenciada cuando investigas su doctrina, conductas e historia no se vea, han ocultado el pensamiento ideológico del institutor, al igual que el de Rutherford en su primera etapa. El acceso a las obras antiguas, aunque no imposible es difícil, y máxime para los miembros confiados y para el público en general. Por descontado que se hacen inalcanzables si se espera que dichas obras te las provea oficialmente el Esclavo Fiel y Prudente. Este encubrimiento ha permitido la confusión y aun la falsificación, silenciando una historia arrastrada en la que no se ha tenido en cuenta ciertos pormenores escriturales y no se han examinado concienzudamente los idearios teológicos. Se ha tendido hacia la defensa a ultranza de aquello que se

considera como iniciador de la organización, y en razón de un hipotético origen providencial divino se despreocupan de averiguar las bases de esa «providencia». Los puntos que hemos presentado a lo largo de nuestra tesis son un ejemplo de cómo una organización puede, en aras de un sentimiento histórico heredado, en el sentido de ser el canal escogido por Dios, engañarse a sí misma y no auscultarse hasta el extremo, si fuera preciso, de diagnosticarse una enfermedad grave. Toda la base de Russell reposa en una interpretación, como notaremos al estudiar las raíces históricas y doctrinales, suministrada de tercera o cuarta mano por alguno de los grupos adventistas (los llamados segundos adventistas), surgidos del movimiento de Miller, que utilizando una hermenéutica errónea continuaron poniendo fechas como epitafios mortuorios de una amarga decepción, que en vez de usarésta para un examen de las razones de esa triste experiencia, continuaron jugando con las cifras como si de una cábala se tratara. Rutherford y los Testigos actuales sólo tenían una alternativa si querían ser íntegros y consecuentes con el mensaje bíblico: rechazar absolutamente todo el planteamiento de Russell. Los fallos estrepitosos tanto en los cálculos como en los conceptos que daban soporte a dichos cómputos eran suficientes para una limpieza ideológica. Pero este proceder suponía el ingenio de la sinceridad y de la veracidad que si bien los «idiotas» pueden tener, los que se pasan de listos acusan su falta en una proporción inimaginable. Tener ese ingenio suponía cargarse la herencia «espiritual» y… material de Russell. Era preciso a toda costa salvar esa «herencia» que se traducía en dólares y dolores. Para ello se van colocando remiendos que por un ladoesconden el hecho de que ya no fueran fieles al pensamiento de Russell, asunto éste, el de la lealtad, que hacía posible la presunción de ser el pueblo de Dios que había emergido con el fundador Russell. Pueden expresar que desde la época del originador de la Sociedad Watchtower se estaba predicando lo mismo que ellos anuncian en la actualidad, y así dar seguridad y confianza a los miembros en cuanto a su origen divino recibido de aquel que puso en funcionamiento a la «Torre del Vigía». Por una parte el descalabro cronológico y conceptual de Russell era insostenible. Lo sepultan disfrazándolo: lo literal se transforma en figurado. Ciertas fechas se pierden en la lejanía, y los acontecimientos que anunciaban se colorean de nuevo. Por otro lado, no sólo se presume de que su doctrina cardinal (la del Reino en 1914, con sus implicaciones) ya la expresaba Russell de la misma manera (lo cual no es completamente cierto), sino que además no se rompe radical y totalmente; el método y los apoyos continuaron siendo los mismos. Un examen de lo que ya hemos presentado demuestra sin ninguna duda esa infidelidad a Russell y esa habilidad tramposa. Por lo tanto la asociación religiosa de los Testigos de Jehová necesita a Russell para convencerse y convencer de ser una denominación genuina surgida por Dios. Si su origen no es divino tampoco lo sería actualmente. El Testamento de Russell exige de los fideicomisarios encargados de velar por el cumplimiento de las cláusulas, un acatamiento a todo el ideario ruselista. Si se quiere utilizar a Russell como elemento histórico y escatológico de la existencia de la asociación publicadora de La Atalaya, se ha de rendir, en conformidad al Testamento que legay legitima a los sucesores, un vasallaje incondicional y sin fisuras de ninguna clase. El rechazo que se hace de ciertas premisas y conceptos fundamentales de Russell testimonia que están impugnando el único origen que puede ofrecerles legalidad e identidad. De ahí que digamos, además de la felonía que supone respecto del único dueño y fundador, que no pueden ser considerados como un profeta de Dios, ni como un Mayordomo de la clase de Siervo Fiel

y Discreto. Puesto que no acatan ni siquiera lo que ellos mismos plantean para ser reconocidos como el verdadero pueblo de Dios. El continuismo de ciertas líneas ruselistas claramente comprobadas como defectuosas, contradictorias, confusas y erróneas, nos impide el que les podamos considerar como un conducto de Dios para «alimentar» adecuadamente a la personas necesitadas del Evangelio; además de manifestar un interés particular en hacer sobrevivir una sociedad basada más en lo material que en lo genuinamente espiritual, y los sitúa en una posición moral objetable. Si los Testigos actuales desean hacer uso de Russell para basar su origen y autoridad tendrían que adherirse al Testamento de Russell abandonando la posición actual y volviendo a la del pasado, a la que acuñó el Fundador, y que es trágicamente opuesta en lo que da soporte a su razón de ser. Si perseveran en su postura actual, haciendo caso omiso al contenido del Testamento de Russell, entonces son un engendro espontáneo sin auténticos «padres». Su origen habría que buscarlo en el adulterio espiritual. Por otra parte la posición actual condena como equivocados a ciertos fundamentos esenciales de Russell. De ahí que al defender a Russell como siendo el genuino fundador de la asociación religiosa de los Testigos condena a su vez como equivocada a la actitud del Siervo o Esclavo actual por cuanto reconoce como verdadero «aquello» que traiciona mediante la «Voz» de los escritos actuales que contradicen y reniegan de modos y conceptos de Russell. De cualquier forma que se mire, los Testigos de Jehová, la Watchtower, la Sociedad de La Atalaya, no salen absueltos. A la luz de lo que hemos estudiado, su origen es humano y, dentro de ello, oscuro y equivocado. Su concepción del Reino con toda la gama apocalíptica y todo el corolario escatológico no es bíblico, sino antojadizo, a veces pueril, y en otras, sencillamente falso. Tercera Parte Raíces histórico-teológica

Capítulo I Origen ideológicorespecto a las posiciones escatológicas Si el origen ideológico de los Testigos no es bíblico en lo que se refiere a su dogma primordial del Reino de Dios y a las implicaciones doctrinales que dicho dogma conlleva ¿cuál es su origen? ¿Cuáles son sus raíces? Podemos decir sin temor a equivocarnos que en esencia no hay nada original en los presupuestos de los Testigos de Jehová en lo que se refiere a las bases de sus hipótesis cardinales. Esto no sería negativo si no pretendieran que se trata de «luz» especial que Dios les ha comunicado. El problema radica mayormente en que lo que recogen de otros en la mayoría de los casos ha sido probado de algún modo como dudoso o equivocado. El asunto de la necesidad de que transcurran 6.000 años antes de que se dé inicio al llamado Milenio no es original de los Testigos. Por lo tanto, el intento de establecer una cronología bíblica está ligado a esa teoría infundada de los « 6.000 años». Todos los que creen en ella se ven obligados a utilizarla y a querer obtener resultados prodigiosos respecto a una fecha que señale el fin del mundo. Todo se supedita a ella malogrando la hermenéutica, la objetividad y la sensatez. Las diferencias van a estar marcadas por el contexto temporal en que aplicas dicha teoría, puesto que es común y generalizado, como cristiano, el interpretar la «esperanza» del cumplimiento de las cosas últimas, de las promesas escatológicas, en tu propia generación. Las teorías de Russell, la de los 6.000 años (desde la creación), la del Jubileo de los Jubileos o 2.500 años (para otros 2.450), y la de los 7 tiempos de los gentiles o 2.520 años, con las que Russell obtenía 1914, pasando en algún caso por 1872, 1874, 1878, tampoco son originales de Russell. Toda una miríada de autores la sostuvo antes que él. Ni siquiera la propia fecha de 1914 obtenida tras la aplicación delperíodo profético de los «7 tiempos de los gentiles», y apoyada por las llamadas dispensaciones paralelas y partiendo de la teoría de los 6.000 años, podemos asignarle al movimiento ruselista o al de los Testigos de Jehová. Russell se gesta gracias a la influencia del movimiento Millerita, iniciado y propulsado por Guillermo Miller (bautista), y que agrupa en aquel entonces a varias tendencias pertenecientes a [1528]

diferentes denominaciones protestantes que se basan en la esperanza «adventista». La vía de acceso hacia Russell fue la de su primer asociado, un tal N. H. Barbourg de Rochester (New York) perteneciente a uno de los grupos que surgió del movimiento Millerita. Éste no tuvo suficiente con el chasco de 1844 y se propuso seguir probando suerte con las fechas respecto al segundo [1529]

advenimiento.

[1530]

Barbourg publicaba TheHerald of theM orning(El Heraldo de la Mañana). Para Russell fue una agradable sorpresa encontrar a Barbourg por la traducción de «presencia» que daba a la «parusía» en Mateo 24:27, 37, 39, y por su interpretación de invisibilidad que confería a esta [1531]

«presencia».

[1532]

Barbourg como todos los de su grupo habían bebido de la «asociación de

Miller», del que tomará toda su hermenéutica respecto a lo que ya se ha dicho del período de los «siete tiempos» del fin de los gentiles, el período profético del «Jubileo», y el de las «dispensaciones paralelas». Aun cuando a esta estrategiainterpretativa del grupo de Miller, Russell

alargue las fechas que ya habían quedado obsoletas, la base es toda captada de esos «segundos adventistas» que mantienen las posiciones equivocadas por las que el conjunto de Miller obtuvo su fecha del fin del mundo y de la segunda venida de Cristo.

[1533]

El gran error del movimiento Millerita no está en su esperanza genuinamente cristiana de la proximidad del retorno de Cristo, ni en la preparación de una Iglesia que atenta a esa promesa evangélica debe anunciar dicho retorno futuro en cualquier época presente como pudiendo acontecer cercanamente, sino en la pretensión no bíblica de querer encontrar un límite cerrado, por medio de una fecha, para el acontecimiento real de la segunda venida de Cristo o del fin del mundo. El segundo gran error no está en el despertar hacia un reavivamiento y reforma que Dios usó en su momento para consolidar a su Pueblo en el amor hacia esa segunda venida y hacia la Palabra de Dios en su búsqueda de su más completa voluntad, sino en la consecuencia que se deriva del error primero: los esfuerzos que se realicen para lograr un objetivo imposible (marcar la fecha exacta del fin del mundo) estarán marcados desde su inicio por el error, independientemente de que Dios emplee como convenga todo aquello que puede ser rescatado para bien de su objetivo supremo en la historia. Si el fin correcto no justifica los medios, cuánto menos si el fin es confuso y con mezcla de incorrecciones. La corporación Millerita utilizó una hermenéutica que su desarrollo solía tener visos de autenticidad, pero que en su origen o en su resultado final solía ser erróneo, demostrándose con ello que su hermenéutica en varios de sus cometidos estaba equivocada. Es preciso reconocer en lo que se relaciona con el movimiento Millerita el aspecto positivo que supone el empujar a hombres y mujeres de diferentes lugares y tendencias religiosas a una investigación más profunda de la Palabra de Dios, y que representó para algunos, después de una criba y rechazo de todo lo objetable e inaceptable bíblicamente, el que surgiera una organización debidamente ordenada, y a un anuncio más claro de ciertas verdades bíblicas. No es menos cierto que tambiénsirvió, como en el caso que nos ocupa de Russell y de su movimiento, a la propagación y a la perpetuidad de errores graves que socavan la verdadera fe que « fue dada una vez a los santos». El teólogo adventista LeRoy Edwin Froom en su Sumario del Desenvolvimiento Histórico de la [1534]

Interpretación Profética nos refiere y documenta con escritos «Milleritas» el uso de los «bosquejos paralelos proféticos»: La copia que Russell realiza de la estructura y base del movimiento de Miller anula su pretensión como la de sus seguidores hoy, en cuanto a un origen divino. Los errores de interpretación del grupo Millerita quedaron sobradamente demostrados no sólo por el incumplimiento de sus asertos, sino porque la argumentación y creación de las teorías que conducían a esa inobservancia final no tienen base bíblica. Esto mismo tenía que ocurrirle a Russell.

Éste siguió errando al pensar que el problema estaba en las fechas del inicio y de ahí en las del final. Sin embargo el asunto no está en las fechas, sino en el método, en la concepción interpretativa, en el uso de algo que no está sostenido por el texto bíblico. Russell copia a Barbourg y a otros milleritas, Barbourg a los grupos milleritas que utilizaron las proposiciones expuestas, y los grupos milleritas a otros que les antecedieron. Veamos esto un poco más de cerca:

La teoría de los 6.000 años Los Padres de la Iglesia

El primero en mantenerla fue uno de los catalogados como Padre apostólico, el llamado Bernabé. Éste da a cada día de la creación un valor de 1.000 (como Russell) basándose en el texto de 2ª Pedro 3:8 y Salmos 90:4, y argumenta que de la misma forma que ha creado en seis días todas las cosas, en seis mil años las consumará.

[1536]

La llamada Didascalia de los apóstoles considera al sábado semanal como un tipo del [1537]

Milenio. No olvidemos que esta manera de considerar el sábado puede permitir, de no dar una explicación suplementaria, pasar a considerar los demás días de la semana con un valor también de [1538]

1.000 años de acuerdo a Bernabé.

Hacia el año 185 Ireneo de Lyon considera la duración del mundo como siendo de 6.000 [1539]

años.

[1540]

San Cipriano cree que los «siete días» de la Creación simbolizan «siete mil años». Victorino, obispo de Pettau, en su trabajo De

Fabrica Mundiestima [1541]

simbólica también, dándole un valor de 7.000 años. [1542]

Olympo,

[1543]

Lactancio,

[1544]

Hilario de Poitiers,

la semana de la Creación como

Lo mismo podríamos decir de Méthodio de [1545]

Hilarianus,

etc.

Es preciso resaltar a san Jerónimo que aunque ha denigrado el quialismo haciéndole una verdadera guerra de exterminio ha retenido la idea de un «sábado milenial» después de 6.000 años de historia humana.

[1546]

Edad Media La teoría de Agustín sobre el Milenio y la perpetuidad de la teoría de los 6.000 años con la autoridad de san Jerónimo y del propio Agustín harán que durante la Edad Media se acumule hacia el año «mil» la teoría de los 6.000 años junto con la interpretación de Milenio que san Agustín nos aporta.

[1547]

Presentaremos dos ejemplos representativos. Uno, el de Beato arzobispo de Toledo (s. VIII), quien creía que casi habían terminado los 6.000 [1548]

años. El reino milenial lo había colocado en la época de la pasión, extendiéndolo hasta su segundo advenimiento. El otro, el del famoso Cristóbal Colón que en su libro sobre Las Prof ecías incluye una cronología desde Adán teniendo en cuenta la teoría de los 6.000 años y los mil años del milenio: «Santo Agostíndiz que la fin d'este mundo ha de ser en el sétimo millenar de los años de la criaçiónd'el; los sacros teólogos le siguen, en espeçial el cardenal Pedro de Ailiaco en el verbo XI, y en otros lugares como diré abaso. De la criaçión del mundo o de Andan [Adán] fasta el avenimiento de nuestro Señor Jhesucristo son çincomill e tresientos y cuarenta e trés años y tresientos y diez e ocho días, por la cuenta del Rey don Alonso (…). Con los cuales poniendo mill y quingentos y uno inperfeto, son por todos seis millochoçientos

cuarenta e çincoinperfetos. Segund esta cuenta no falta salvo çiento e çincuenta y çinco años para conplimiento de siete mill, en los cuales dise arriba por las abtoridades dichas que avrá de fenecer el mundo.»

[1549]

Tiempos Modernos Numerosos católicos y protestantes han hecho perdurar la concepción milenial junto con la teoría de la semana simbólica (6.000 años + 1000 años). Postel

[1550]

Catolicismo.

continúa con la teoría de los 6.000 años y el sábado milenial junto con varios otros del

[1551]

Philip Melanchthon cree en la teoría de los 6.000 años. ciertas opiniones:

[1552]

El mismo Martín Lutero alude a

«La opinión de muchos es que el mundo durará 6.000 años. A partir de 1532 nos quedan unos 400 años. Pero el Señor está comenzando a manifestarse y es probable que acorte el tiempo.»

[1553]

[1554]

HugtLatimer cree también que el fin será al término de los 6.000 años. John Napier coloca el final de los 6.000 años cerca del año 1700. [1556]

FredericNolen

[1555]

defenderá la teoría de los 6.000 años muy cerca al momento en que el

movimiento Millerita la asumiera a su vez.

[1557]

Tanto Barbourg como Russell tenían a su disposición a diferentes autores tanto católicos como protestantes para poder proyectar la teoría de los 6.000 años sin que se pueda decir en ningún momento que seaoriginal de ellos, y ni mucho menos fruto de una «luz» ofrecida por Dios a un escogido especial como perteneciente a una clase de «profeta».

La teoría del «período del Gran Jubileo» Ya hemos explicado en ocasión de la presentación ideológica tanto de Russell como de Rutherford, que dichos autores obtienen un período profético en el que utilizan su final como siendo el inicio del Milenio o del fin del mundo. Una idea de lo incontrolable de esta proposición inadmisible reside en el hecho de la aplicación indiscriminada que cada autor realiza. El espejismo radica en que las personas que utilizan una hipótesis que se ha demostrado que falla no examinan el origen y la naturaleza de esa suposición, sino que piensan que el error está en el cálculo, en el principio del período. No se les ocurre poner en entredicho la teoría misma, o comprobar que es el texto bíblico directamente el que debe ser quien nos autorice la aplicación o proyección de un sistema determinado. El primero, que se sepa, que usó una propuesta como la de los Jubileos fue el cardenal católico Nicolas Krebs de Cusa (1400-1464). El título que recibió su libro aparecido después de su muerte se le conoce con el término Conjeturas.

[1558]

El autor precitado creía que los 33 años de la vida de Cristo había que transformarlos en un número de años conseguidos de multiplicar los años del Jubileo [50] por esos 33 de la vida de Cristo, basado en el jubileo que nos refiere Lucas 4:17-21.

[1559]

El célebre expositor de las profecías Isaac Newton (1642-1727)también utilizó la «teoría del [1560]

Jubileo», y dada la importancia de susexposiciones y de la distribución que tuvieron sus obras no es extrañoque todos los que formaron parte del movimiento Millerita se fundaranen la autoridad que supone Newton para esos asuntos de la profecía.Froom nos informa de la existencia de dos colecciones conteniendolas explicaciones que sobre las profecías se expresaban en el contexto millerita: Dialogues onProphecy

[1561]

[1562]

y MorningWatch.

Ambas colecciones contienen «la teoría del Jubileo de los Jubileos» con un valor de 2.450 [1563]

años.

[1564]

El período lo inicia en el 603 a.J. y lo ultima en 1843 ó 1844.

Sería una vez más el movimiento Millerita quien más abusaría de esta teoría y quien más influyó en los errores de Russell. En efecto, en 1843 se pidió a Miller una condensación del amplio libro Fin del Mundo en 1843. En esa condensación se presenta, además de la teoría de los «7 tiempos», la de los «6.000 años», el comienzo del milenio sabático de 1.000 años al final de los 6.000 años, y el Jubileo de los Jubileos. Miller en dicho período da un valor de 2.450 años a dicho cómputo, [1565]

iniciándolo en el 607 a.J. y terminándolo en 1843.

Philemon R. Russell, editor y publicador de uno de los periódicos que proponen el Millerismo, el [1566] Christian Herald and Journal, acepta el Jubileo de los Jubileos con un valor de 2.450 años [1567]

comenzándolo en el 607 a.J. hasta 1843.

Todo esto es suficiente para que Russell tuviera en quién apoyarse. Es curioso observar que mientras Nicolás de Cusa lo basaba en el evangelio, y lo empezaba en la época de Cristo terminándolo a principios del siglo XVIII, el movimiento Millerita lo inauguraba unos 600 años antes acabándolo aproximadamente a mediados del siglo XIX (en 1843). Russell copiándolo del movimiento Millerita lo concluye en 1874. Esto nos muestra la versatilidad de la interpretación y

sobre todo la inseguridad y los falsos apoyos. Rutherford, ya vimos, que por «arte de magia» lo trasladó a 1925, para más tarde, después de volver a vivir el fracaso, abandonarla definitivamente junto con el movimiento que representaba.

Los «siete tiempos» o 2.520 años Este período profético basado como ya vimos en Levítico 26 y en Daniel 4 es lo que ha sobrevivido en la «teología» de los Testigos de Jehová. Este pensar tampoco es original de Russell. Digamos que Russell se aprovechó primero de Barbourg y luego de aquéllos a los que utilizó Barbourg. [1568]

El autor de Crisis, Raymond Franz, nos dice que Barbourg estudió a John Aquila Brown que ponía el fin del tiempo de los gentiles para 1917. Barbourg lo corrigió en la fecha de inicio de este período que lo colocó en el 606-607 a.J. en vez del 604 a.J., obteniendo de ese modo la fecha actual [1569]

de los Testigos de Jehová, la de 1914. La originalidad de John Aquila Brown, en este caso, consiste en ser el primero en emplear el «tiempo de los gentiles» teniendo en cuenta el período de [1570]

los «7 tiempos» que contiene Daniel 4. Lo iniciaba en el 604 a.J. y lo terminaba en 1917. El grupo Millerita, apoyándose en la estructura que Brown ofrecía respecto a su interpretación de los 7 [1571]

tiempos lo establecían desde el 677a.J. hasta 1843. Russell tuvo la oportunidad de leer a los Milleritas y a Barbourg. Los unos traían de un modo amplio la estructura y metodología de dicha teoría; Barbourg, por su parte, aludía a Aquila Brown que había sido capaz de huir de la quema del descrédito, puesto que su fecha tope alcanzaba 1917. Debido al error del que tanto Barbourg como Russell participaban respecto a la fecha inicial del reinado de Nabucodonosor (625 a.J.), situaron la caída de Jerusalén en el 607 a.J., después de añadir a la fecha errónea del 625 a.J., el dato suministrado por la Biblia para la caída de Jerusalén: el decimoctavo año del reinado de Nabucodonosor. Es evidente que confundieron a Nabucodonosor con su padre Nabopolasar. Esta equivocación de la que han seguido participando los Testigosactuales, tendenciosa.

[1572]

les ha llevado a una interpretación del texto bíblico y de la historia plenamente

Ya habíamos mencionado en ocasión del período del «Jubileo de los Jubileos» las colecciones Dialogues de la Prophecyy el MorningWatch. Éstos contienen estudios relativos al «fin del tiempo de los gentiles», dándole un valor de 2.520 años. Entre 1831 y 1836 Joshua W. Brooks edita TheInvestigatororMonthly, donde defiende los «7 [1573]

tiempos de los gentiles» desde el 677 a.J. a 1843.

En 1839 William W. Pym recurre a Levítico 26 para lograr un proceso de «7 tiempos» de poderío [1574]

[1575]

gentil. El movimiento Millerita también recogería dicha propuesta. Russell pudo copiar todo. Desde la naturaleza, significado y valor temporal de dicho período hasta otros pormenores. De su admiración por el movimiento Millerita, y de su dependencia «teológico-profética» obtendrá, además de la concepción, la base bíblica en Levítico 26. De otros, entre varios, como Birks Th. R., y Aquila Brown, que desechan Levítico 26 y aceptan los «7 tiempos» de Daniel 4, permitirán a Russell [1576]

asumir esta otra posibilidad. De Aquila Brown recogerá toda su exposición. Especialmente por haberse atrevido a ir más lejos que el movimiento Millerita respecto a la fecha final del período de los «7 tiempos de los gentiles»: 1917. Y de Barbourg su asociado hasta 1878, que había calcado de los anteriores y había corregido a Brown en la fecha límite, sustituyendo 1917 por 1914, recibirá el año 1914.

De cualquier forma que se mire, todo estaba ya «sembrado» y «labrado», y los errores de unos se reflejan en Russell y en todos aquellos que se basen en él.

Otras posiciones de Russell Estamos comprobando que nada de lo fundamental del movimiento religioso impulsado y desarrollado por Russell era inédito de éste. Nilos 6.000 años desde la Creación, ni los 7 tiempos o 2.520 años, ni el Jubileo de los Jubileos de 2.450 ó 2.500 años, ni los 2.300 días proféticos, ni la fecha de 1914 eran el resultado de un estudio personal de la Biblia, mediante el cual Russell pudiese pretender que recibía luz como un escogido especial de Dios. Nada de esto es verdad. Incluso la resurrección espiritual que según Russell tiene lugar al comienzo de la segunda venida de Cristo, durante la primera fase de su Milenio, ya había tenido sus antecedentes. En 1818, por ejemplo, el pastor presbiteriano escocés George Allan considera que la primera [1577]

resurrección que coincide con el preludio del Milenio es espiritual. Sin duda porque al igual que Russell juzga el Milenio como progresivo y comenzado cuando todavía el mundo sigue su [1578] marcha normal. Más o menos es la idea que expresa en 1841, A. L. Crandall, que ofrece una fecha de apertura del Milenio hacia el 1869 (recordemos que Russell la establece para 1874). El [1579]

pastor anglicano Edward Cooper, en 1825 pone 1867 como el año del estreno del Milenio.

En 1850 James-HatleyFrere sitúa el Milenio en 1867-1868, usando al igual que Russell lo hará posteriormente, la expiración del período de los 1.335 días-años de Daniel.En 1835 el pastor anglicano John Fry instala el milenio a partir de 1872-1873, y también al momento de expirar el [1580]

período de los 1.335 días proféticos. Su puntería podría ser aprovechada por Russell como podemos comprobar si reexaminamos una de sus citas ya indicada del Vol. II de Estudios de las Escrituras.

Russell puso a disposición de Rutherford lo que él había copiado de Barbourg, del grupo Millerita, y de otros; y éste, después de una sumisión al primero, y luego con una criba de algunas de las interpretaciones de Russell, con ciertos elementos adicionales ofrecerá al movimiento actual de los Testigos el período de los 6.000 años desde la creación, el de los 7 tiempos con la fecha de 1914 como límite.Previamente mediante el ocultamiento de las fechas de 1799, 1874 y 1878 con sus implicaciones, trasladó los sucesos escatológicos de 1874 y 1878 a 1914 y 1918, y los de 1914 a 1925. Más adelante se abandonó por el propio Rutherford lo de 1925. Y lo que decía Russell que acontecería en 1914 se trasladó de nuevo por la Dirección actual de los Testigos representada por N. Knorr y F. Franz «muy aproximadamente» a 1975. Y al final, una vez que dicha fecha ha quedado vaciada de contenido y sentido, se ha mudado otra vez al momento en que acontezca el fin de la «generación» de 1914 que coincidirá con el fin del mundo y el comienzo terrestre del Milenio. Y esto, según los Testigos de Jehová, no puede postergarse por mucho más tiempo. Capítulo II El origen ideológico de los Testigos de Jehovásobre la noción de que el Verbo, el Hijode Dios, es creado No es fácil encontrar las raíces del origen de la doctrina que los Testigos de Jehová mantienen sobre que Cristo es un ser creado, y que el Verbo que se hizo hombre fue la primera obra creada por Dios. Segúnellos, aunque Cristo tuvo una existencia prehumana, el Verbo no existía íntimamente con Jesús; simplemente era un mero hombre mientras estuvo en la tierra. La dificultad no está en la inexistencia de antecedentes, que los ha habido, sino en la imposibilidad

de enmarcarlos dentro de un único sistema. Han recogido, como se observará, diferentes ideas que se sostuvieron a lo largo de la historia, añadiendo ciertos matices propios como es lógico esperar. No debieron profundizar en las propias fuentes históricas, sino en lo que otros transmiten de ellas. De cualquier forma su originalidad es nula respecto a que Cristo como Verbo sea una criatura. Su novedad responde a reducir al mínimo el razonamiento y la explicación sobre las preguntas que te plantea la propia Palabra de Dios en relación a la personalidad del Verbo y del Jesús histórico. La problemática que plantea la venida de Cristo-Jesús a este mundo no queda suficientemente aclarada en los primeros siglos del cristianismo. Ni siquiera en el nuestro. La terminología humana siempre quedará corta. Entre aquéllos y nosotros, no obstante, hay un abismo notable. Por un lado algunos de los escritores antiguos no veían necesario formulaciones más o menos dogmáticas, por cuanto creían que estaban suficientemente claras en la Biblia. De entre ellos, varios no confiesan a Cristo como Dios, ni incluso como eterno. Todavía otros expresan conceptos que hacen inadmisible la Deidad y Eternidad del Hijo. Por descontado que tampoco hay unanimidad.Nuestra época es el resultado de un conflicto de ideas. Durante siglos se han analizado opiniones contrastadas, se han acrisolado bajo el prisma de la seguridad nociones que presentaban dificultades de entendimiento. Si hemos de creer lo que nos dice la Biblia, el mal tiene que estar muy interesado en una expoliación de los valores y atributos de la naturaleza y personalidad de Jesucristo, porque una disminución de la calidad de su obra y mensaje, de sus cualidades y de su propia substancia contribuye a una predicación insensata y falsa de la Verdad.

Época de los llamados Padres apostólicos (Siglo I - comienzos del II) Clemente de Roma, a finales del siglo I, no afirma ni niega la deidadde Cristo. Se trata del Hijo de [1581]

Dios exaltado sobre los ángeles, del Señor Jesucristo.

En Hermas tampoco vemos una concepción desarrollada sobre la persona de Jesucristo. Algunos críticos piensan de él como siendo un adopcionista

[1582]

por cuanto dice del Hijo de Dios ser más

[1583]

antiguo que la creación. Como no se expresa en ningún otro lugar sobre lo que entiende por «más antiguo» queda en suspenso, reflejando al menos la preexistencia de Cristo. [1584]

Ignacio se manifiesta con una mayor seguridad: Cristo es a la vez Dios y hombre. Él es tanto Hijo de Hombre como Hijo de Dios. Cristo llegó a ser hombre como Verbo de Dios para revelar a [1585] [1586] Dios a los hombres. Para Ignacio, Jesús es Dios. Policarpo puede ser que sobreentienda la deidad de Cristo, pero no lo hace explícitamente, y [1587]

distingue constantemente a «Dios» de «nuestro Señor Jesucristo».

[1588]

Bernabé habla de Cristo como el Señor del Universo. La Didaché sigue esa línea poco informativa sobre la persona de Cristo. Él sería «el Dios de David», suponiendo que ésa sea la [1589]

lectura correcta.

La llamada «homilía de Clemente» dice de Cristo como que era Espíritu antes de venir a este [1590]

mundo y tomar carne, y parece considerarlo como criatura del Padre.

Admitiendo que no había un propósito definido en cuanto a presentar por los llamados Padres apostólicos las características de la persona de Cristo, los Testigos de Jehová podrían suscribir prácticamente todo lo que de Cristo dicen dichos autores, incluso lo que expresa Ignacio por cuanto no explica concretamente lo que entiende cuando aplica «Dios» a Cristo, ni menciona el término «eternidad» para asignarlo a Cristo o al Verbo. Aceptaría de buen grado lo que el pseudo Clemente refiere en su homilía: que Cristo era un simple Espíritu. Lo único que no podrían asumir los Testigos es lo reseñado por Ignacio respecto a que Cristo pueda ser considerado «Dios y Hombre a la vez».

Los Padres apologistas (Siglo II) Los Padres apologistas van a ser más explícitos que los apostólicos sobre el asunto que nos ocupa, por cuanto éstos defienden la doctrina que les han legado frente a las opiniones negativas que el paganismo inventa contra los cristianos. Taciano comenta de un tiempo en el que Dios estaba solo y que antes de empezar a crear engendró [1591]

al Verbo, resultando así la obra primogénita del Padre. como fruto de la facultad de raciocinio que posee Dios.

Se trata de una exteriorización del Logos

Justino, en su Apología, dice del Hijo –el Verbo–, que está con Él antes de las criaturas y fue engendrado cuando fue a crear.

[1592]

[1593]

Procede de Él antes que todas las criaturas.

Se le aplican [1594]

los títulos de Señory Dios, y de la Palabra; engendrado pero no por separación o división.

Aun

[1595]

teniendo en cuenta lo aludido, no es Dios mismo, aunque divino.

Teófilo puntualiza lo del «Verbo inmanente» en las propias entrañas de Dios, y que fue «emitido» [1596]

antes que todas las cosas.

El Verbo está siempre inmanente en el «corazón de Dios».

[1597]

Los Padres apologistas no son nada claros tampoco, y la distinción que hacen entre el verbo «inmanente» y el verbo «engendrado», parece como si desposeyeran de la personalidad al uno, y el otro fuera como un simple instrumento en representación de Dios, aun cuando se le llame Dios. La palabra «eternidad» no se usa en relación al Verbo como «persona». Sin duda que Arrio y otros, tanto antes como después de él, pudieron basarse en estos escritores para llegar a sus conclusiones que disminuyen los atributos divinos y eternos de la persona de Jesucristo. Los Testigos de Jehová, aun cuando podrían asumir estas posiciones no las aceptarían por las posibles especulaciones filosóficas que se utilizan. Los Padres antiagnósticos y antimonárquicos (Finales del S. II - comienzos del S. III) Irineo parece ser que es el primero en introducir el «valor» del término «Dios» adjudicado a Cristo. Él deja claro que el Logos es Dios, pero que además se trata de «el Hijo coexistiendo con el Padre».

[1598]

Es desde la eternidad el revelador del Padre. Como Hijo es Dios el revelador.

Logos eterno llegó a ser Jesús de Nazaret.

[1599]

Ese

[1600]

Tertuliano se apartará de Irineo, incluso a pesar de las posibles influencias de éste para retomar de nuevo la teoría especulativa del Logos de los llamados Padres apologistas griegos. El Logos para él esalgo real; es una persona independiente, una substancia.

[1601]

Pero «hubo un tiempo cuando… el

[1602]

Hijo no era… que hizo del Señor un Padre».

Su influencia ha sido notable en lo que se refiere al término «substancia», a la distinción de [1603]

personas, a que «es el primer escritor que emplea la palabra “trinitas” de modo técnico».

Se puede observar en Tertuliano un doble servicio, tanto a los resultados del concilio de Nicea como a la causa del arrianismo. Hipólito, Novaciano, Agustín y otros dependerán de un gran número de sus fórmulas, en especial las que se relacionan con la « trinidad» y el «Verbo»; pero también Arrio y otros se inspirarán en él. Es en ese intento de combatir el monarquismo de Praxeas que le

lleva no sólo a la diferenciación de personas entre el Padre y el Hijo, sino además, a declarar que el Verbo «es una segunda persona después de Dios». «Hecho segundo después del Padre y formando [1604]

tres con el Espíritu».

Tertuliano es un auténtico subordinacionalista.

Hipólito no arregla nada en cuanto a la cristología. Sigue la línea de los apologistas, separando aún más entre el Verbo interno y el emitido por Dios: «No hubo nada contemporáneo a Dios. Fuera de Él no había nada (…). Cuando quiso y como quiso, manifestó su Verbo (…) engendra al Verbo (…) y es así como apareció otro a su lado». «Todas las cosas son por el Verbo, y éste solamente del [1605]

Padre».

Podría hacer del hombre Dios, si quisiera, como así hizo del Verbo.

[1606]

Si descartamos a Irineo, que habla del Hijo como Eterno, existiendo desde siempre con el Padre, y que prescinde de profundizar en las especulaciones sobre el Verbo a las que tan aficionados eran los apologistas. Tertuliano e Hipólito ofrecen elementos suficientes para la doctrina de Arrio. Los Testigos de Jehová pueden sentirse satisfechos de poder contar como suyas algunas de las declaraciones que estos autores antiguos hacen sobre la persona de Jesucristo. El que el Verbo sea un ser secundario después de Dios, o que el Verbo no existía como personadesde la eternidad, y que Dios lo «engendra» cuando decidió crear, son elementos importantes que integran su Cristología.

Los Padres alejandrinos y Cristología prenicena Los Padres alejandrinos, muy sensibles hacia la filosofía griega y a ciertas interpretaciones alegóricas, introducen nuevos sistemas de comprensión de la Biblia que, según nuestro entender, empeoran más el panorama de la ortodoxia. Clemente de Alejandría, aunque utiliza al Logos como el centro de su sistema religioso y pese a que aparece la fórmula y el concepto de « trinidad» constantemente, ni la eternidad de Cristo ni la del Verbo como persona.

[1607]

no afirma categóricamente

Si Focio nos transmite correctamente lo que Eusebio de Cesárea dice ser obra de Clemente de Alejandría se podría llegar a la conclusión de que el hecho que se mencione a Cristo como al Verbo de Dios no es suficiente como para pensar que se está transmitiendo «la idea adecuada sobre el [1608]

Logos». En la obra Hypotyposeismantiene Clemente a decir de Focio «ideas extrañas e impías». Entre otras enumera la eternidad de la materia (cosa muy lógica en todo filósofo griego). Reduce al Hijo a la categoría de mera criatura. Y sostiene la absurda idea de dos Logos.

Orígenes desarrolla todavía más la noción de Logos y la relación entre las diferentes personas divinas. En Nicea van a ser utilizadas algunas de sus fórmulas, ya sea para apoyarse Atanasio o bien Arrio. Esto nos muestra la ambivalencia de Orígenes. De ahí que debamos, con sumo cuidado, hacer uso correcto de ciertas citas que se vierten. El que Orígenes nos diga «que no hay tiempo cuando él [1609]

era»,

refiriéndose al Hijo, debemos entenderlo a la luz de que la Creación es fruto de un acto

eterno, y por consiguiente, el Logos ya estaba allí. creadas».

[1611]

[1610]

Sin embargo «es el mayor de todas las cosas [1612]

Sólo el Padre es primero, el Logos essegundo Dios.

inferior al Padre, menos poderoso que el Padre.

El Hijo, según este autor, es

[1613]

No se trata de que Orígenes esté argumentando respecto a la naturaleza humana de Cristo y por ello es inferior, sino que originalmente, tanto el Hijo como el Espíritu Santo son tan inferiores al Padre como las otras criaturas lo son a éstos; y la diferencia entre las otras criaturas y el Hijo es abismal, [1614]

incluso el propio Espíritu Santo es inferior al Hijo.

De ahí que haga diferencia entre el «Dios

[1615]

con artículo» y «Dios sin artículo».

La actitud subordinacionalista de Orígenes para nosotros es manifiesta; y utilizar sus fórmulas para defender la plena Deidad de Cristo y la plena historicidad eterna del Hijo de Dios, del Logos, nos parece un abuso. Arrio está más en lo cierto cuando emplea a Orígenes, por cuanto lo hace, aunque fuera erróneamente, teniendo en cuenta todo su contexto ideológico. Los demás alejandrinos no harán otra cosa que expresar lo que supone ser «discípulos» de Orígenes. Dionisio de Alejandría, por ejemplo, puede hablar de la «eternidad del Hijo» sin sonrojarse, por cuanto no se específica en qué sentido se está diciendo «eterno». En una carta dirigida a Dionisio de Roma se dice sutilmente que «el Hijo único que coexiste siempre con el Padre» (obsérvese que no dice que coexistiera «desde siempre»). Y añade: «existe desde el momento en que recibe su existencia del Padre»… «Como una cosa creada, no existía antes de ser [1616]

hecha».

El monarquismo Dentro de este siglo III, entre unos y otros se va gestando lo que explotará en Nicea. El monarquismo, lejos de haber desaparecido con los ebionitas del siglo I y II, hace su aparición con fuerza como contrapartida a las ideas de «un segundo Dios». La idea de considerar a Cristo como «un Dios» haría peligrar la idea monoteísta. La importancia histórica del monarquismo está en recordar esa unidad de Dios. Esto les llevará a prescindir de la realidad de la Deidad de Cristo hasta que éste es bautizado o hasta que es resucitado.

[1617]

Éstos sacrifican la plena Deidad de Cristo. Los docetistas habían sacrificado la realidad plena de la humanidad de Cristo en aras de la Divinidad. Los que se consideran aparentemente ortodoxos sacan a relucir las ideas de dos «Verbos», dos «dioses»; uno eterno; el otro, el que tomará la humanidad y producirá a Cristo, ha sido creado: «ha llegado a existir lo primero, antes del resto de la creación». El máximo representante de esta corriente monarquista tipo «ebionita», Pablo de Samosata además de presentar el monoteísmo, comenta que «en el Salvador, en su integridad no moraba el Hijo unigénito». «Jesús fue ungido desde el principio por el Espíritu». Al mantenerse en esa situación le fue otorgado poder para obrar milagros. La unión con Dios es meramente moral. Realmente el Verbo o la sabiduría no moraba, no estaba «mezclada» íntimamente en el hombre Jesús cuando nació de María.

[1618]

Aun cuando podamos caracterizar a Pablo de Samosata de ambigüedad, podemos decir que es [1619]

representativo de esta tendencia y que es usado por Arrio como base de su posición.

La otra tendencia de monarquismo, el «patripasiano» era la forma más influyente. Ya vimos a Tertuliano combatirla en su obra contra Praxeas. Es Sabelio el representante de la forma final de esta doctrina. Se trata no sólo de salvaguardar el monoteísmo, sino además la plena Deidad de Cristo, pero sacrificando la distinción de personas: «Él mismo es el Padre, él mismo es el Hijo, él mismo es el Espíritu Santo…» Es decir, Padre, Hijo y Espíritu Santo son solamente nombres diferentes de la [1620]

misma persona.

Cristología prenicena Novaciano, a pesar de su tratado Trinitate, por el que se cree que ha «influido profundamente en el [1621]

pensamiento latino y ha capacitado (…) para disputar (…) en las controversias cristológicas», no presenta una posición ortodoxa.

Según este autor «el Hijo es menor que el Padre». Ha tenido un origen, pues «nació». «Es anterior [1622]

a todas las cosas, pero después del Padre». «Es a la vez Ángel y Dios».

Novaciano con su subordinacionalismo es un auténtico seguidor de Tertuliano. Lo mismo sucede [1623]

con Lactancio y su «dualismo» subordinacionalista: Cristo sería lo primero que Dios produjo. Cipriano dice de Cristo «creado por el Padre» (Déumcreatorem Christi).

[1624]

Y por último llegamos a Luciano, el precursor más inmediato de Arrio, que revivió a Pablo de [1625]

Somosata y enseñó al mismo Arrio siendo su discípulo en Antioquía.

Podemos darnos cuenta de que son muy pocos los que se salvan de tener una relación subordinacionalista, en el sentido de que el Verbo hubiera sido creado antes de todo. Independientemente de las fórmulas más o menos preparatorias de una ortodoxia tal como podría desprenderse de ciertos términos empleados como el de «Trinidad», «Substancia», «Naturaleza», «Persona», no es suficiente para que se pueda admitir que se está ofreciendo una imagen correcta de quién y qué es el Verbo y Jesucristo. Pocos, a nuestro entender, mantienen una posición correcta sobre la persona de Cristo; escasos los que intentan exclusivamente con la Biblia presentar lo que ésta dice sobre Jesucristo. Mezclan innecesariamente, según nuestro criterio, la filosofía griega, equivocándose de método. Si hubieran seguido el ejemplo de los apóstoles no hubiesen llegado a las controversias vergonzosas que se alcanzaron. Cuando nos acercamos a Nicea se discuten más las expresiones técnicas usadas que lo que realmente expone la Biblia. Los Testigos de Jehová pueden asegurar que beben de las fuentes de la mayoría de los personajes que hemos aludido: Por un lado del monarquismo ebionita de un solo Dios y de un Jesucristo simplemente hombre; por otra parte de un subordinacionalismo estilo Orígenes, «del Dios sin artículo», «un segundo Dios», «un logos histórico creado después del Padre». En última instancia aceptan dos dioses, uno más poderoso que el otro. Se puede afirmar que todo aquel que estudie los llamados «padres de la iglesia», la patrística en general sobre este asunto que nos ocupa y a estas alturas, llegará a la conclusión que con semejante precedente Arrio, Miguel Servet, Socinio, Milton, Newton, los diferentes grupos unitarios y los propios Testigos de Jehová, tienen en quién inspirarse. Arrio, con la acumulación de ideas que hasta entonces se habían vertido, no tuvo necesidad de hacer un gran esfuerzo para recoger todo lo que se había propagado. Simplemente supo llevar a sus últimas consecuencias lo que unos y otros ya habían dicho. Creó un sistema y un programa de actuación que junto con las condiciones políticas permitió un éxito rápido aunque efímero a consecuencia de las violencias e intolerancia desatadas. Decía: «Hay un solo Dios no engendrado». «El Hijo tuvo un principio y fue creado», «fue constituido antes de los tiempos y de las edades, lleno de gracia y de verdad, divino, único. Y antes de ser engendrado, o creado u ordenado, o fundado, no

era… Dios no fue siempre Padre, mas hubo un tiempo cuando Dios era solo, y aún no era el Padre y luego llegó a ser Padre. El Hijo no fue siempre. Porque como todas las cosas alcanzan el ser del no ser, y todas las cosas creadas y hechas han comenzando a ser, así también este Logos de Dios llegó a [1626]

ser de cosas inexistentes, también él tuvo un principio y que ser creado».

Con los «apologistas» concuerda Arrio en esas dos clases de Logos: el uno inmanente y el otro una energía divina creada. Acepta también dos sabidurías: la una coeterna con Dios, sin personalidad; la [1627]

otra en la que el Hijo nace en esa sabiduría participando de ella.

El Logos es la primera obra creada por Dios para servir de instrumento al Padre para el resto de la [1628]

Creación. Arrio es muy preciso en sus conclusiones: «Y aunque es llamado Dios, no es sin embargo el verdadero Dios, sino que participando en la gracia como lo hacen todos los demás, es [1629]

llamado de nombre simplemente Dios».

Por lo tanto, «el Logos es diferente con la substanciay [1630]

naturaleza peculiar del Padre en todo sentido.

[1631]

Se presentó una fórmula de concordia que no satisfizo, símbolo de Nicea.

que trajo como consecuencia el

[1632]

La concepción de que Cristo es creado, o de que el Verbo fue la primera obra creada por Dios, y que cuando se lleva a cabo «el hacerse hombre» deja de estar el Verbo con la humanidad, son asuntos que, a lo largo de la historia de la Iglesia se debatieron, y que con ciertos matices diferenciales coinciden con la posición que manifiestan tener los Testigos de Jehová. Por un lado, los Testigos de Jehová manifiestan ser arrianos. Para ellos Cristo, el Verbo, fue creado de la nada y no es consustancial con el Padre. Es, además, el Primogénito de toda criatura. Es una especie de Dios por extensión. Por otra parte, tienen también un matiz ebionita. En Jesús, de acuerdo a esta posición, no hay nada del Logos. Y ha sido en la resurrección que ha sido elevado a la categoría de ser divino. Coinciden con Orígenes en cuanto al «segundo Dios», el Dios menos poderoso que el Padre, el Dios sin artículo. Con Tertuliano en cuanto a que hubo un tiempo en que el Hijo no era. Coinciden con todos los que a lo largo de esos primeros siglos desarrollaron ideas subordinacionalistas.

De Nicea al siglo XVI A partir de Arrio y hasta la Reforma protestante solamente surgirán matices equivocados sobre la realidad plena de la Deidad de Cristo. El Apolinarismo de finales del s. IV, según el cual el Verbo es el alma intelectual (espíritu) del Cristo humano. Según esto, la naturaleza humana de Cristo sería [1633]

incompleta: cuerpo y alma sensitiva. El Nestorianismo de comienzos del s. V considera que en Cristo, del mismo modo que hay una doble naturaleza, tanto humana como divina, hay también dos [1634]

personas, la humana y la divina, unidas accidentalmente.

El Monofisitismo de mediados del s. V que predicaba que en Cristo había tan sólo una naturaleza y [1635]

persona divina.

En el s. VII se suscitan el Monotelismo y el Adopcionismo; los primeros dirán que en Cristo hay tan sólo una voluntad divina. Los segundos, que simplemente Cristo adoptó la naturaleza [1636]

humana.

Como una figura fugaz representativa de la desvalorización de los atributos eternos de Jesucristo [1637]

como Verbo e Hijo de Dios se encuentra el aragonés Miguel Servet. Este autor conoce excelentemente las fuentes patrísticas, e influyeron en él considerablemente tal como se muestra en su [1638]

tratado De trinitatiserroribus, o en su más completa obra Restitución del Cristianismo. No podemos negar su conocimiento de la Biblia, se trata de un pensador «sui géneris» irrepetible. Las diferencias entre Miguel Servet y el Arrianismo son profundas, y respecto de los Testigos de Jehová, abismales. Intenta argumentar bíblica y racionalmente hasta límites insospechados. Opinamos que sus errores respecto a la persona de Jesucristo son fruto de su independencia solitaria por la que tuvo que transitar en una época en la que las novedades, las rupturas e individualismos eran frecuentes y las posibles referencias a una ortodoxia cristiana eran tan mínimas que podríamos comprender las equivocaciones de unos y de otros. No podemos comparar esta época con ninguna otra, puesto que prácticamente hubo que empezar de cero y con un peso de ignorancia sobre la «Verdad» que permiteser cautelosos y misericordiosos a la hora de emitir un juicio valorativo de algunas de las posiciones que sostuvieron algunos personajes del pasado, y que hoy son claramente catalogadas como «heréticas». Miguel Servet canalizará, sin proponérselo, una corriente antitrinitaria que tendrá su primer [1639]

representante en Lelio Socino, y en el sobrino de éste Fausto Socino.

Socinio cuando murió en 1604, había fundado una iglesia sólida que recibió su confesión de fe en [1640]

el catecismo de Rakow.

Durante todo el s. XVI, la influencia tanto de Servet como de Sociniose dejará sentir entre [1641]

anabaptistas y diferentes grupos religiosos polacos y del oriente de Europa.

Del s. XVII al XX En el s. XVII los máximos representantes de la negación de la eternidad de Cristo serán los círculos socinianos y el famoso poeta Milton que inspirado por Servet en De Doctrina Christianase opone [1642]

a la divinidad de Cristo y a la Creación de la nada.

Otras figuras importantes de los siglos XVII-XVIII son William Whiston e Isaac Newton. Ambos [1643]

rechazan la creencia de la eternidad de Cristo.

El movimiento Unitario durante los siglos XVIII y XIX, hará raíces sobre todo en Inglaterra y se extenderá por la India, África, Australia y los Estados Unidos. Tuvo representantes de la máxima intelectualidad y racionalismo. Tanto éstos como los que les precedieron pondrán al alcance de [1644]

Russell todo lo que éste necesite para justificar y desarrollar su posición unitaria. Los Testigos de Jehová recogen una tradición que se remonta a la mayoría de los llamados Padres de la Iglesia; al montanista Tertuliano; al alegórico Orígenes; a Arrio; de alguna manera al admirado Miguel Servet; a Socinio; al famoso poeta Milton; al antiguo fellowdel Trinity College de Oxford, William Whiston; al científico y escudriñador de las profecías Newton; al cantante Michael Jackson, entre otros, y un largo etc. Tres tendencias demuestran a nuestro entender estos grupos: la especulativa en cuanto a términos; la racionalista en cuanto a la imposibilidad de concebir la deidad de otra manera que la que la lógica razón nos propone, y la de acudir a la Biblia con el prejuicio previo de que el Hijo de Dios [1645]

Jesucristo, el Verbo, es creado.

El que haya personas que individualmente, por un estudio personal de la Biblia, llegan a la conclusión de que Cristo como Verbo es creado se les puede comprender y respetar su posición al igual que a los Testigos de Jehová. Lo que no podemos admitir ni aplaudir es su posición pedante y exclusivista, y que al criticar la postura distinta de los demás y presentar la propia lo hagan con la metodología, exégesis y hermenéutica tan deficiente y poco respetuosa.

CONCLUSIÓN A LA SECCIÓN Las pretensiones de los Testigos de Jehová no resisten una indagación seria. Hemos podido establecer mediante la verificación, que los Testigos de Jehová no cumplen las características que ellos mismos se exigen. No estaban predicando en 1879 ni en 1914, lo que implicó para ellos posteriormente lo que llaman el verdadero nombre de Dios. Tampoco el que el Reino de Dios de modo espiritual sería una realidad en 1914. En esas fechas se pensaba en otras categorías. El retorno de Cristo en forma de «presencia espiritual» se predicaba como ya acontecida en 1874; la resurrección, invisible también, había sucedido en 1878; la cronología bíblica había alcanzado su objetivo definitivo en 1874, y los períodos proféticos junto con la hermenéutica apocalíptica no se parecían en nada a lo que después se preconizaría. 1914 era una fecha sin retorno e irreversible que marcaba el fin literal y definitivo del tiempo de los gentiles. El Milenio, que había empezado «progresivamente» en 1874, alcanzaba su cenit en 1914 con la destrucción de los reinos de este mundo y la implantación del Reino de Dios. Incluso ya en esa misma época Russell en 1912 alargaba ese período, de octubre de 1914 a octubre de 1915, y se reafirma de que todo lo relacionado con el fin literal de los gentiles no era opinión de él, sino de las propias Escrituras que así lo decían, y que por eso él no cambiaba ni un ápice de lo que hasta entonces había estado predicando, a saber: que el fin literal, con la destrucción literal del mundo gentil, acontecería en [1646]

1914, o todo más en octubre de 1915.

Esta inseguridad manifiesta desdice cualquier opinión de la Dirección actual de los Testigos, en el sentido de que en relación a 1914 se dijeran las mismas cosas tanto por Russell como por los Testigos actuales. Incluso el nerviosismo de Russell a finales de 1914, es tal que ya no espera a octubre de 1915 para manifestar su posible equivocación. Russell, que consideraba, a diferencia de los Testigos actuales, la implantación literal del Reino de Dios en 1914, y que lo hacía coincidir con el fin también literal de los gentiles en esa misma fecha, se desmarca ahora diciendo que el «tiempo del fin de los gentiles» no tiene por qué coincidir como la venida del Reino de Dios que él esperaba [1647]

en «llama de fuego» para 1914.

Desde 1916 a 1930 aproximadamente se navega entre dos aguas. Parece ser que Rutherford no encontraba la fórmula ideal con la que pudiera por un lado dar a la organización un «origen divino», y por otro arreglar lo estropeado por aquel que daba la posibilidad de considerar a la organización como de origen divino. Para lo primero era preciso explicar el cómo considerar a una organización como de origen divino y que se había equivocado en tantas cosas que se admitían como verdades seguras y bien fundadas. Para ello Rutherford comienza una política eclesiástica de avestruz, y para aquellos que no le secundaran de «palo y tente tieso». Al principio mantiene la fecha de 1874 (incluso la de 1799) y la de 1914. Para la primera inventa una presencia invisible de Cristo pero progresiva hasta la definitiva que se da en 1914, pero invisible también. En 1914 ubica resolutivamente el fin del tiempo de los gentiles y la implantación del Reinode Dios de forma espiritual. Esto tiene validez práctica para los Testigos en el sentido de que Dios desde el cielo reina y controla la situación. A las naciones se les ha relevado de su función a partir de 1914. Desde ese momento ya no reinan. Ya no dirigen los asuntos de este mundo. Ahora es Dios desde el cielo mediante su Reino quien lo hace. Y una señal inequívoca de esto es la primera guerra mundial junto con otras señales catastróficas.

Rutherford durante este período (1916-1930), que sigue admirando a Russell y publica sus escritos, no había dado solución a los errores que éste había manifestado. Con esas explicaciones cree que es suficiente para justificar a su antecesor. ¿Por qué? Porque en un cierto sentido sigue manteniendo el mismo sistema interpretativo, a excepción hecha de lo indicado respecto a 1914. De ahí que cambie tan sólo resultados pero no esquemas, y así vemos que traslada lo que Russell vaticinaba para 1914 a 1925, para que antes de la introducción en el Nuevo Mundo acoger a los patriarcas de la antigüedad que según él iban a resucitar y a presentarse visiblemente en la «Casa» de San Diego que previamente se había hecho construir. En cuanto al nombre de Dios, Rutherford sigue hasta 1930 con la misma postura que Russell, no dándole importancia. Su posición en el asunto de los 144.000 es confusa y aleatoria, incluso en su libro Luz que se publica después de 1930. A partir de esa fecha, y a continuación del nuevo fracaso en lo relativo a 1925, no necesita ya Rutherford para los nuevos conversos, y para los pocos que han permanecido fieles hasta entonces seguir sustentando el esquema general de Russell; rompe con la mayoría de las interpretaciones de aquél: la fecha y lo que supone 1799, 1874, 1878,y con 1914 en relación al significado. El Apocalipsis o Revelación tiene ahora una nueva dimensión, distinta a la de Russell. El tipo de organización es diferente. Los 144.000 son una clase especial, y la gran muchedumbre es preciso conquistarla y organizarla de acuerdo a las pautas teocráticas. Hay dos cosas empero que Rutherford precisa de Russell y que las perpetuará para siempre. La primera es el valor de Russell para fundamentar legal y «divinamente» lo relativo al origen y organización de lo que Rutherford hereda de aquél. En efecto, Rutherford por sí solo no puede aportar un sentido de autenticidad. Es imprescindible remontarse al que puso los fundamentos legales aun mediante un testamento, que es necesario aceptar si se quiere tomar consistencia en él, o en todo caso rechazar y privarse de lo que Russell puede significar como originador de una empresa religiosa. Rutherford optó por lo primero. Lo segundo que Rutherford hace prevalecer de Russell es lo esencial de un esquema que ha traído y traerá muchos fracasos y decepciones a los Testigos de Jehová. Este esquema es lo referente a que en la Biblia hay suficientes elementos para poder determinar exacta o muy aproximadamente una fecha del fin del mundo. Esto que implica la cronología bíblica y el período pseudoprofético de Daniel 4 con lo que obtienen la fecha de 1914, permite a los Testigos considerarse como llamados a propagar el «evangelio» del miedo, marcando un punto específico como el final del mundo. Este esquema, después de la vivencia que el mismo Rutherford experimentó en 1925, no volvió a reavivarse hasta después de su muerte. N. Knorr y F. Franz trasladaron la cronología con la que Russell alcanzaba 1874, a 1975. Ahora en 1993, la reflexión se impone. Se dijera o no todo lo que aparentemente significaba esa fecha para los Testigos, hay algo que es imposible eliminar u ocultar: Con 1975 se ponía el sistema cronológico de los Testigos, con sus implicaciones, en evidencia. Si con la cronología se pretendía darnos una fecha del comienzo o muy aproximadamente del Milenio bíblico, la dilatación del tiempo nos quiere decir que esa cronología está mal hecha, y que los datos cronológicos bíblicos no aspiran a ofrecer nada que se relacione con el fin del mundo. Hay dos asuntos más graves todavía. El uno es el hecho de que la cronología que les lleva a los Testigos a 1975 es la misma que les permite obtener 1914. Para nosotros es evidente que independientemente de la imposibilidad de obtener elementos cronológicos con la finalidad de conseguir el término de nuestro mundo hay un desfase de una veintena de años en la cronología que

los propios Testigos utilizan, y de lo que ya hemos hablado en otro lugar, y por lo tanto ni 1914 ni 1975 existirían si los propios Testigos usaran bien su propia cronología.Lo cual demostraría una vez más lo puramente teórico e intrascendental de los pregones escatológicos de los Testigos. 1975 ha probado ya en 2008 que está vaciado de contenido, y asimismo lo están los mensajes que lo hicieron [1648] posible. [1649] El segundo asunto grave es el valor cronológico que conceden a la «generación» que vivió y «vio con los ojos de la fe», con suficiente edad como para poder entender ese retorno de la presencia invisible de Jesucristo y del Reino de Dios en 1914. Según esta teoría tiene que quedar alguien vivo (con suficiente edad de razonamiento y discernimiento), de aquellos que aceptaron el mensaje en 1914 para cuando se inicie lo que ellos entienden por Milenio o lo que supone la venida del Armagedón con el fin del mundo. De acuerdo al ciclo histórico que los propios Testigos de Jehová se han impuesto, todavía les resta por afrontar la última gran crisis que ha de suponer un cambio profundo doctrinal y organizativo si quieren subsistir. Sin duda que ofrecerán de nuevo el espectáculo de la disidencia y deserción como nunca antes. La doctrina conforme a la cual el fin del mundo debe acontecer estando vivos todavía algunos de los que tuvieron la oportunidad de discernir la presencia invisible, espiritual y secreta de Jesucristo en 1914, les lleva a un destino incierto y sin salida. ¿Cuántos permanecen de éstos? Si tenían que tener edad para discernir, teniendo en cuenta la exigencia que ellos mismos imponen, y han transcurrido 76 años, se ve obligada la «Directiva» a poner próximamente una fecha del fin. Los Testigos de Jehová están abocados irremisiblemente a una nueva cronología que les proporcione la base para dar sentido a su interpretación de 1914. Con relación al uso y mal uso de la Biblia respecto a sus doctrinas fundamentales es de desear que se apliquen con todo su rigor las reglas hermenéuticas y exegéticas que todo estudioso serio debe emplear. Las conclusiones a las que llegan defendiendo ciertos puntos de su ideario, como las transfusiones sanguíneas, su tipo organizativo, su concepciónsobre la Persona de Jesucristo y del Espíritu Santo, y en general toda su área escatológica, responde a traducciones incorrectas, o a inventos interpretativos sin base bíblica. Que no se aluda tampoco a una especie de iluminación especial que recibirían de parte de Dios, para transmitir los contenidos de la Palabra de Dios, como premio a una fidelidad al mensaje bíblico. Están enmarcados claramente dentro de una línea de pensamiento que nada tiene de original ni de autenticidad. Sus raíces han sido ya juzgadas por la historia que dirige nuestro Dios, y por su propia Palabra. Ante las evidencias que han manifestado los Testigos de Jehová a través del tiempo no cumplen los requisitos que ellos mismos se exigenpara que les concedamos el crédito de ser la religión verdadera. No sólo no han predicado siempre lo fundamental tocante a la doctrina cardinal del Reino de Dios, ni respecto a su nombre que tiene un valor escatológico de primera magnitud entendiéndolo de la debida forma, sino además tampoco cumplen aquellas características que, en consonancia con sus propias afirmaciones, deben identificar a la religión verdadera. Las perspectivas no son nada halagüeñas, puesto que el síndrome de su escatología donde ellos basan su mensaje primordial es sin duda su error más grande y el enemigo mayor con el que siempre tendrán que enfrentarse si no deciden un cambio profundo y urgente.

[1]

Que sepamos tan sólo los patrocinadores de la Revista La Pura verdad (PalinTruth), de la llamada Iglesia de Dios, fundada por Herbert W. Armstrong aceptó la hipótesis de los 6.000 años poniendo también como final de éstos a 1975. Donde se aseguraba para antes de 1975 destrucciones de millones, sequías, plagas, la tercera guerra mundial, y para 1975 la finalización de los 6.000 años de cronología bíblica que Dios nos ha concedido de gracia. Véase el folleto sin fecha 1975 en Profecía, pp. 3, 12, 16, 21, 22, 23. [2] Aunque haremos alusión en resumen sobre su concepto antropológico, y sobre el destino del hombre, no vamos a profundizar en el apartado de las postrimerías. Aun cuando evidentemente esto entra dentro de los elementos escatológicos supondría ampliar nuestro trabajo más allá de los límites normales. Nos hemos centrado en aquello que es más fundamental y exclusivo de la Organización religiosa Testigos de Jehová. [3] Citado hoy como especialista en su materia, por todos aquellos historiadores que tienen que tratar asuntos de cronología antigua en relación a israelitas y asirios. Autor que descubrió el principio del año ascensional. La revista «O Atalaia» brasileira publicada por la Iglesia Adventista, se llama ahora «Decisao». [4] La revista «O Atalaia» brasileira publicada por la Iglesia Adventista, se llama ahora «Decisao». [5] [6] [7] [8]

La Atalaya, 15-4-1971, p. 251. En la última sección estudiamos estos pormenores cuando examinamos las raíces ideológicas de los Testigos de Jehová. Consúltese Los Testigos de Jehová en el siglo XX, op. c., p. 7.

El término «adventista» es un término en aquel entonces que no especifica a ninguna organización establecida. Tan sólo sirve para denominar a una idea: La esperanza próxima del Retorno de Cristo. No tiene nada que ver ni con la Iglesia Cristiana Adventista del Séptimo Día, que no mantendrá ninguna relación teológica fundamental con el Movimiento de Miller, ni con los llamados «Segundos Adventistas» a los que aluden varios autores, y que hacen referencia a los auténticos herederos o continuadores del movimiento Millerita. [9] CH. T. Russell, The Watchtower, julio de 1876. Citado en Religiones Comparadas, op. c., p. 221. [10] Esta experiencia y sus consecuencias inmediatas se narran en Los Testigos… en el propósito, pp. 14, 15. [11] Ídem, p. 18. [12] Ídem, p. 18. Russell reconoce la influencia en él de Barbourg (Ídem, p. 20). En el libro El Hombre en busca de Dios, op. c., p. 335, de los Testigos se comenta: «Al investigar el texto griego, descubrieron que la “venida” de Cristo era en realidad una “pa-rou-sí-a” o presencia invisible.» [13] En Los Testigos de Jehová…, pp. 20, 21. [14] Ídem, p. 27. También El Hombre en busca de Dios, op. c., p. 352. [15] Los Testigos…, op. c., p. 27 [16] Ídem, p. 49. [17] Ídem, pp. 52, 53. [18] Ídem, pp. 61-63. [19] Ídem, p. 64. [20] Los Testigos de Jehová en el…. p. 61. [21] Ídem, p. 75. [22] Ídem, pp. 81 y ss. [23] Ídem, pp. 105. 106. [24] Véase Los Testigos… en el propósito, pp. 109-112; y Esclavo por treinta años…, op. c.

[25]

Asunto recogido por un ex testigo que tuvo que ver con la dirección de la Watchtower: William J. Schnell, Esclavo por treinta años en la Torre del Vigía, op. c., pp. 21, 42-44. Dicho autor cita a Rutherford con sus escritos de preparación y riquezas. [26] Los Testigos de…, pp. 143-145. [27] Religiones comparadas, op. c., p. 227. [28] Ver Anuario de los Testigos de Jehová 2008 la Atalaya, 1-1-1991, p. 21. [29] Para la biografía de Knorr puede consultarse Los Testigos de…, pp. 198-297. [30] Le agregó dos edificios uno de 8 pisos y otro de 12, en los que además de oficinas, funcionan varias rotativas, fábrica de discos y emisora que transmite varias horas diarias. [31] Ídem, pp. 204 y ss. [32] Ídem, p. 215. Con relación a la expresión «Torre del Vigía» querríamos traducir el nombre en inglés de la palabra «Watchtower», que es lo mismo que cuando nos referimos a los Testigos de Jehová. [33] Ídem, pp. 224-240. [34] Hasta finales de 1991 las publicaciones de la Watchtower eran cobradas. El argumento que hasta entonces se daba era el bajo coste de dichas publicaciones. Sin embargo la economía de dichos libros era relativa, puesto que las altas tiradas y la mano de obra gratuita hacían posible esa aparente generosidad. A partir de 1992 las publicaciones regulares de revistas son gratuitas y piden la voluntad. [35] La expresión «Siervo Fiel y Discreto» basada en el Evangelio, la identifican los Testigos de Jehová con una especie de «Canal» entre una clase singular y Dios. Asunto que les permite erigirse en un Magisterio que interpreta mejor que nadie el mensaje bíblico. [36] En «Jehová» de Rutherford, op. c., p. 231. [37] Aun cuando en los últimos cinco años en numerosas publicaciones se han referido a los Testigos de Jehová como siendo una secta, no podemos acuñar dicha nomenclatura, por cuanto nadie sabe qué es lo que se quiere decir con esa expresión. El sentido que se le daba en Estados Unidos era más restrictivo que peyorativo. Hoy se asocia con el término destructivo. Numerosos autores han sabido aprovechar la confusión generada para aplicar indiscriminadamente el sentido peyorativo de «secta» destructiva a cualquiera que «molesta». [38] Rutherford, Juicio de los Jueces, op. c., 26-28. [39] Véase Rutherford en Hijos, p. 258. También La escuela y los testigos, pp. 12-16. [40] En la Watchtower(15 de mayo de 1990, p. 12) se expresa por parte de la Dirección de los Testigos de Jehová el temor de que varios de sus miembros no están lo dedicados que en el pasado lo estuvieron con respecto a dar testimonio. [41] Diario de Pontevedra (15-4-1982) que cita publicación evangélica (Adelante nº 0, mayo 1982, p. 15), editada en Barcelona. Véase también El Correo Español del Pueblo Vasco (22-1-1982 y 15-4-1982). [42] Véase Anuarios de los Testigos de los años 1974 a 1983, en la sección estadística. [43] ¡Despertad!, 22-11-1989, p. 20. [44] La Atalaya, 15-3-1990, pp. 11, 13, 14; cf. La Atalaya 15-4-1971, p. 248. [45] La Vanguardia. 15-2-1990, p. 25. [46] Interviunº 64 (4-10 de julio de 1977, pp. 56 y ss.). [47] En Blanco y Negro, 7-2-1976, p. 27. [48] Ecclesia, 15-9-1990, p. 18. [49] En su lugar estudiáremos esta modalidad anti-escritural. Si se observa hasta el paralelo está mal concebido. Los 120 años de la época del diluvio, no parte de un punto denominado fin de algo, sino que antecede al momento del fin acontecido en el diluvio. En el caso de 1914, parte de un fin de sistema de cosas para llegar a otro fin. Pero ¿dónde está el texto que autorice a sacar estos paralelismos?

[50]

Palabras recogidas en Blanco y Negro, 7-2-1976, p. 24.

[51]

La prensa se hizo eco de este hecho significativo. El Timedel 22 de febrero de 1982 insertaba un condensado artículo en el que se aludía al hermetismo de la organización. La falta de libertad religiosa dentro de la propia organización y los errores manifiestos que producen. [52] En el estudio correspondiente analizaremos documentalmente este asunto. Había una pequeña inseguridad respecto a la fecha del comienzo del Milenio, puesto que según los Testigos no se sabía a ciencia cierta la fecha de la creación de Adán. Según ellos, Adán sería creado al final del sexto día, y como éste tiene una duración de 7.000 años, de acuerdo a sus cómputos podría haber una diferencia de «semanas o meses no años». [53] Time, 22-2-1982. [54] Ídem. [55] Véase DDT, de Antonio Carrera, op. c., p. 209. [56] Informe contenido en la Revista católica Palabrade diciembre de 1981. [57] En la Watchtowerdel año 1895, p. 1891, se instituye que los ancianos sean elegidos para el ministerio por votación general en todas las congregaciones. En 1932, como indica la cita nº 2 de esta misma página, se suprime dicha norma democrática (Watchtower1-9-1932, pp. 259-262). Se considera la situación anterior como contraria a la Escritura, introduciéndose una medida «teocrática» de acuerdo a cómo entiende la Dirección de los Testigos el concepto «teocrático». Aun cuando este sistema prevalece y se defiende hasta la actualidad, es decir, el privar a las congregaciones locales el derecho a nombrar a sus propios dirigentes, a partir de 1972 se instauró una variante de acuerdo a las directrices publicadas en la Watchtowerdel año 1971, pp. 695-701. Según las cuales se restablece el sistema de ancianos y diáconos, pudiendo ser recomendados los candidatos a estos cargos por la congregación local. A partir del año mencionado, y en última instancia, la sede central recoge esa recomendación y decide sobre los nombramientos locales. También un cuerpo de ancianos, y no simplemente un anciano, deberá presidir en cada congregación. [58] Hágase tu voluntad en la Tierra, p. 229. [59] Ídem, p. 228. En La Atalaya (1-6-1982, p. 25), se comenta lo siguiente: «Éste tiene que ver con la ley teocrática o el procedimiento gobernado por Dios. Durante la parte final del siglo XIX, los estudiantes de la Biblia gobernaban sus congregaciones de modo democrático, querían apartarse de un sistema jerárquico y autocrático. Pero en el año 1938 se dieron cuenta que este arreglo carecía de apoyo bíblico.» [60] Para esto puede consultarse Organización para predicar el Reino y hacer discípulos, pp. 156, 178. «La ayuda que hombres maduros pueden dar es una provisión que Jehová ha hecho para nuestro bien, y no sólo un arreglo por medio del cual ciertas personas son nombradas para que investiguen lo que hacen todos los demás (…)» (Tu Palabra es una lámpara para mi pie, p. 173). [61] Organización…, op. c., p. 156. [62] Tu Palabra es una lámpara…, pp. 177, 178. [63] Tu Palabra es una lámpara…, pp. 178, 179. [64] En el estudio sobre las valoraciones haremos un estudio de los errores de esta doctrina de los 144.000 tal como la entienden los Testigos de Jehová. [65] Véase La Atalaya, 15-3-1990, p. 10. [66] Véase La Atalaya, 1-4-1982, p. 20. [67] Ídem. [68] Ídem, 1-4-1982, p. 20. [69] Ídem. [70] Ídem, pp. 22, 23. [71] Ídem, 15-3-1990, p. 11.

[72]

Véase Los Testigos de Jehová en el propósito…, op. c., p. 104. Los Testigos actuales (en El Reino de Mil años de Dios se ha acercado, pp. 346, 347), dicen que nunca Russell alegó ser individualmente «el siervo o esclavo fiel y prudente o discreto». Esto, sin embargo, se ve contrastado de muchas maneras. En TheWatchtower, vol. XXXIX de febrero de 1918, p. 51, se dice que Russell «es el siervo de la Iglesia constituido por el Señor para el período de Laodicea». En Studies in the Scriptures, vol. VII, pp. 3-5, se dice que la «Iglesia se manifestaría en sietedistintos períodos y que para cada uno de esos períodos habría un ángel especial o mensajero» y que el «mensajero debía ser un esclavo fiel y prudente, quien su Señor le haría gobernar sobre toda su casa, para darles comida espiritual en el debido tiempo (…)» Las Escrituras reconocerían, según este pensar, a Charles Taze Russell como el Mensajero de la Iglesia de Laodicea (p. 3). Está claro que si el mensajero de la Iglesia de Laodicea se identifica con el esclavo fiel y prudente, y Russell es el mensajero de la Iglesia de Laodicea, se identifica a su vez a Russell con el «esclavo fiel y prudente». A esta conclusión se llega en las páginas 4 y 5 de dicha obra mencionada. Por si fuera poco, Rutherford reconoce a Russell como realizando desde 1874 la obra de «siervo esclavo y fiel y prudente o discreto» (Los Testigos de… en el propósito…, p. 104), dice en el Arpa de Dios (p. 164): «Sin duda alguna el pastor Russell llenó el oficio que el Señor había provisto, y el cual habló, siendo él, por lo tanto el siervo fiel y prudente que suministró a la familia de la fe el alimento a tiempo.» En ninguna de las dos páginas que los Testigos actuales citan con la intención de eludir el que Russell se apropiara para sí mismo el título de «siervo fiel y prudente» se niega dicha identificación. La conclusión a la que llegan en el libro precitado (El Reino de Mil…,p. 346, o en Los Testigos de Jehová en el propósito …,p. 70) está en contra de lo que ya hemos mostrado con los propios escritos autorizados por Russell y Rutherford. En dichas citas se hace hincapié en que «el siervo fiel y prudente» puede manifestarse tanto individual como colectivamente. No tenemos inconveniente en admitirlo, pero ésa no fue la idea que prevalecía en la época de Russell. Obsérvese una cita de Russell del Vol. IV de Studies in theScriptures, a la que aluden sin citarla en El Reino de Mil años, p. 347, como apoyo a sus ideas. ¿Por qué no la citan? Noten lo que dice interpretando el valor de la expresión «siervo fiel y prudente»: «El sentido de esto parece ser que en el tiempo particular indicado por la profecía, principalmente durante la presencia del Señor y en el tiempo de recoger al elegido, nuestro Señor, el gran Siervo hará elección de un canal para dar la carne a su debido tiempo, aunque otros canales o siervos serán usados para llevar el alimento a la familia (Studies in theScriptures, p. 613). Russell hace diferencia entre un canal para «dar el alimento a su debido tiempo», y la existencia de otros posibles canales. En el Vol. VII de Estudios de las Escrituras (edic. alemana p. 58, edic. inglesa p. 53): «El mensajero especial para la última época de la Iglesia fue Charles T. Russell, nacido el 16 de febrero de 1852.» Y en una biografía sobre el pastor Russell publicada en el volumen I de Studies in theScriptures(publicado en 1927 por la International BibleStudentsAssociation) en la época de Rutherford, se dice en p. 3 que él no rechazó el que se le aplicara haber cumplido la tarea de «siervo fiel y discreto» y que lo «admitió en conversaciones privadas». [73] Véase La Atalaya de febrero de 1972, p. 120. [74] La Atalaya, 15-3-1990, pp. 13, 14. [75] Asegúrense de todas las cosas, edición de 1970, p. 88. [76] Ídem, p. 89. [77] Ídem, pp. 64 y 328. [78] En Vida Eterna en Libertad de los Hijos de Dios, p. 141. [79] Asegúrense…, op. c., edic. 1960, p. 90. [80] Ídem, edic.1970, p. 424. [81] Ídem, edic.1960, p. 324. [82] Ídem, p. 325. [83] Ídem. [84] Ídem, pp. 147, 148. [85] El que fuera presidente, hasta su muerte, de los Testigos, Rutherford, se expresaba de este modo en la revista «Luz y Verdad» de junio de 1934, pp. 90, 91: «La pérdida de cierta proporción tras consecuencias graves y cuando esta pérdida –en caso de hemorragia– llega al cincuenta por

ciento, el organismo no puede subsistir. En tales casos en que para salvar las vidas, se acude a la transfusión de sangre. »Fue gracias a los estudios del doctor Carlos Landsteiner, que el problema se aclaró, salvándose así de la muerte millares de personas. »(…) De una estadística vemos que en 1929 (…) 7.000 personas, llamadas en casos urgentes y que salvaron la vida de muchas personas que por una u otra causa habían perdido su propia sangre. » En Inglaterra hay sociedades cuyos miembros ofrecen gratuitamente su sangre a los que la necesitan. »Se habla elogiosamente de una sociedad creada en Londres y adherida a la Cruz Roja, cuyos miembros se presentan en los casos urgentes y ofrecen la sangre necesaria. La mayoría son jóvenes fuertes y sanos, de entidades diversas, que contribuyen así, en forma realmente generosa, a la salvación de los enfermos o heridos. No cobran ni un centavo por su contribución, pero la sociedad los conoce y los respeta como lo merecen.» [86] Es preciso que los textos que presentan se lean en sus debidos contextos. Se suelen citar juntos Lv. 17:10, 11, 14, omitiéndose los vv. 1-9 y 13. En Génesis 9:6 no se refiere a la transfusión ni al consumo, sino al homicidio.Al citar 1º Cr. 11:18, 19 sin su contexto e incluirlo en un «rosario» de textos que pretendenapoyar la abstención de transfusiones de sangre se puede escamotear el verdadero sentido. [87] Razonando a partir de las Escrituras, op. c., p. 347. [88] Asegúrense…, op. c., p. 372 (edic. 1960). En la sección correspondiente hacemos una valoración moral y crítica de este asunto de las transfusiones sanguíneas. [89] Sea Dios Veraz, p. 229 (233). [90] Ídem, pp. 228, 231 (233, 234). [91] Raymond Franz en Crisis…, op. c., p. 101. Dicha posición fue tomada antes que el Cuerpo Directivo fuese una realidad como tal. Frederick Franz y Knorr tuvieron una actitud decisiva (Ídem, p. 101). Raymond Franz comenta este caso como un motivo de los estragos que la famosa mayoría de 2/3 tuvo en esta ocasión. Después de haberse votado con la mayoría de 2/3 exigibles a favor del servicio civil sustitutivo, uno de los votantes se desdijo de su voto favorable. Y aun a pesar de quedarse con mayoría simple a favor del servicio civil sustitutivo, por no alcanzar la mayoría de 2/3 venció la minoría (Ídem, p. 102). «En noviembre de 1977, una carta enviada por un Testigo de Bélgica, ponía en discusión el criterio por el cual se basaba esta directiva.» Dicha carta fue examinada por el Cuerpo Directivo en diferentes fechas de 1978 (Ídem, p. 102). «Fue hecha una indagación a escala mundial, y se recibieron cartas de cerca de 90 filiales. Muchas de ellas indicaron que los Testigos en los respectivos países difícilmente comprendían los fundamentos bíblicos para tal posición» (Ídem, p. 102). En la sección relativa a las conclusiones valorativas haremos un estudio crítico de este asunto. [92] La Atalaya, 1-7-79, p. 25. [93] Ch. T. Russell, Estudios de las Escrituras, vol. I, pp. 1-5, 26-29. [94] Ídem, vol. III, p. vii de la edición citada, corresponde al prefacio del autor. [95] Ídem, vol. VII, edic. inglesa, op. c., p. 144. [96] Ídem, vol. VII, p. 378 en la edic. inglesa (en la alemana p. 546). [97] Ídem, edic. alemana, p. 716. [98] Ídem, p. 167 (edic. inglesa), p. 204 de la edic. alemana. [99] Ídem. [100] Ídem, pp. 386, 387 (edic. inglesa); pp.. 558, 559 de la edic. alemana. [101] En El Arpa de Dios, op. c., p. 212. [102] Watchtower de 1922, pp. 335-337. Citado en Los Testigos de Jehová en el propósito…, p. 104. Estas palabras hacen alusión a Russell, que es el único que escribía «dando el alimento» desde esa época hasta su muerte en 1916, que fue reconocido como consagrado a enseñar el mensaje del reino (Watchtower 1916, p. 373. Citado en Los Testigos de…, op. c., p. 64), y como habiendo sido trasladado al cielo (Watchtower de 1916, p. 338). [103] En La Atalaya, 15-2-72, p. 110 se dice que el actual «esclavo fiel y discreto» tiene un cuerpo gobernante visible… [104] Ídem, p. 120.

[105] [106] [107] [108]

La Atalaya, 15-2-1978, pp. 14 y 17. Rutherford, Luz, op. c., tomo I, p. 179. Luz, op. c., p. 6. Ídem, p. 195.

[109]

En La Atalaya (1-10-1972) edición brasileña recoge la obra realizada a partir de 1917 como la de un «Ezequiel» moderno (cf. Le BulletinInterieur, nº 24 de diciembre de 1972, pp. 26 y ss., edic. francesa). [110] [111] [112] [113] [114] [115] [116]

Ídem. La Atalaya de 1942, p. 48. Citado en Los Testigos de Jehová…, p. 196. La Atalaya, 15-2-1972, pp. 14, 15, 16. La Atalaya anual de 1978, p. 584. En Santificado sea tu Nombre, op. c., p. 277. Entonces queda terminado el Misterio de Dios, op. c., p. 290.

Puede consultarse La Atalaya 1-4-1970, p. 206. Cosas en las cuales es imposible que Dios mienta, op. c., p. 337. El Anuario de 1973, pp. 257 y ss. [117] La Atalaya, edic. francesa anual de noviembre de 1949, p. 332. [118] Capacitados para ser ministros, op. c., p. 156. [119] Por parte de Russell, véase Estudios de las Escrituras, vol. I, op. c., pp. 31, 33, 34. De Rutherford, El Arpa de Dios, pp. 10, 11; La Creación, p. 49. De la época actual: Razonamiento a partir de las Escrituras, pp. 88, 89, 118, 120. [120] Russell en Estudios de las Escrituras, vol. v (edic. inglesa), p. 166. [121] Ídem. [122] Ídem. [123] Rutherford en Liberación, p. 222. [124] La Atalaya, 1-11-1991, p. 21. [125] Rutherford en El Arpa de Dios, p. 65; Liberación, p. 192. [126] ¿Debería creer usted en la Trinidad?, p. 20. [127] Sacadas de la publicación ¿Debería creer usted en la Trinidad?,pp. 20-23. La frase entrecomillada de modo sencillo “El uso del nombre (onoma)…” es una cita de Robertson asumida por los Testigos de Jehová en su artículo sobre la Trinidad y el «Espíritu Santo». [128] Estudios en las Escrituras, Vol. V. [129] Citaremos dicho capítulo, pp. 18 a 35, indicando los apartados. Hemos consultado una edición alemana valiéndonos de los títulos de dichos apartados y que resumen los diferentes puntos de vista del autor. [130] Ídem, pp. 18 y ss., apartado 1. [131] Ídem, apart. 2 y 4. [132] Ídem, apart. 6 y 7. [133] Ídem, nº 8. En la Watchtowerde agosto de 1862, pp 2 y 3 se expresa del siguiente modo: «Con confianza sostenemos que el nombre Jehová nunca se aplica en la Escritura a otro aparte del Padre. Les toca a los que alegan lo contrario ofrecer algún texto, y mostrar que se aplica a Jesús o a algún otro aparte del Padre.»

(Citado en Los Testigos de Jehová y el propósito…, op. c., p. 22). [134] Ídem, nº 12. [135] Ídem, pp. 36-81. [136] Ídem, nº 2. [137] Ídem. [138] Ídem, pp. 106-127. [139] Ídem, nº 2. [140] Estudios de las Escrituras, vol. I, pp. 183, 184 [141] Ídem, p. 192. [142] Vol. V, op. c., (versión inglesa, p. 84), citado por Nelson, p. 59. [143] Estudios de las Escrituras, vol. I, pp. 183, 184. [144] Estudios de las Escrituras, vol. I, p. 241. [145] Ídem, vol. II, p. 107 (edic. francesa). [146] Ídem, p. 27. [147] Ídem, pp. 129, 130. [148] El Arpa de Dios, p. 66. [149] Ídem, p. 66. [150] Ídem, p. 20. [151] Ídem, p. 67. [152] Ídem, p. 67. [153] Ídem, p. 68. [154] Ídem, p. 64. [155] Ídem, p. 112. [156] Ídem. [157] Ídem, p. 115. [158] Isa. 42:8; Sal. 83:18. Véase Asegúrense de todas las cosas, edic. 1960, p. 207. [159] Ídem, p. 212. Vendrían a querer decir que todos los demás seres han sido creados después por Jesucristo (véase también ed. de 1970, p. 270, col. 2ª).Existe una cierta contradicción entre las ediciones de 1960 y 1970. En la 1ª edición de 1960, en el encabezamiento «Jesucristo» de la p. 212, se dice que Éste es la primera y única creación directa de Dios Padre; mientras que en la edición de 1970, p. 27, en el encabezamiento «Ángeles», en el 5º apartado, se dice que cada ángel es una creación directa de Dios. [160] [161]

Sea Dios veraz, ed. de 1955, p. 31.

El Verbo, ¿quién es…? p. 48. En la revista ¡Despertad! del 8 de agosto de 1979, en la p. 28, vuelve a mencionarse el texto de Ap. 3:14, donde se concluye con la imposibilidad de interpretar dicho texto o, más concretamente, la palabra avrch. (arjé) como activa, imponiendo la alternativa pasiva. [162] Véase ¡Despertad!, 8-8-1979, pp. 28, 29. Ven la necesidad de incluir en la traducción Nuevo Mundo la palabra «otras» en los textos de Col. 1:15-17: «todas las otras cosas». Dando a entender que Jesús ha creado todas las «otras cosas aun cuando él haya sido el primer ser creado».

[163] [164] [165] [166] [167] [168]

Cosas en las cuales es imposible que Dios mienta, op. c., p. 127. El Verbo, ¿quién es…?,op. c., p. 47. Edición 1960, p. 271. El Verbo, ¿quién es…?,op. c., p. 16. Ídem, pp. 4, 5.

Véase Apéndice TheKingdom Interlinear Translation de la Watchtower, pp. 1158, 1160; La Atalaya del 15 de mayo de 1970 (art. Traducciones de la Biblia, entre líneas). [169] Op. c., p. 31. [170] Op. c., p. 172, apartado nº 2. Nótese que en el apartado 1 se dice que Jehová Dios es el Creador de lo visible; ¿querrá decirnos que al ser Cristo invisible no ha sido creado? Esto parecería expresar aun cuando en otros lugares comente claramente que Jesucristo es un ser creado. [171] El Verbo, ¿quién es…? op. c., pp. 10 y 11. [172] No podemos entender el valor de esa existencia prehumana de Cristo. Se dice que una vez hecho carne ya desapareció lo que era como Palabra. [173] Asegúrense…,1970, op. c., p. 192. [174] Ídem, p. 193. [175] Ídem. [176] Asegúrense…, op. c., p. 168 (edic. 1960). [177] Ídem. Nótese que interpretan que los que creen en la encarnación no aceptan la existencia auténtica y real de la humanidad de Jesús. [178] El Verbo, ¿quién es…? op. c., p. 56. [179] Ídem, p. 61. [180] Ídem. [181] Asegúrense…, edic., 1970, op. c., p. 271. [182] Ídem, edic. 1970, p. 263. [183] Ídem, p. 503. [184] Ídem, p. 504. [185] Ídem, pp. 194, 503. [186] Ídem, p. 503. [187] Op. c., p. 168. [188] Sea Dios Veraz, op. c., p. 39. [189] Cosas en las cuales es imposible que Dios mienta, op. c., p. 264. [190] Sea Dios Veraz, op. c., p. 39. [191] Sea Dios Veraz, p. 103; Cosas en las cuales es…, p. 373. [192] Asegúrense…, (ed. 1970), p. 271. El Verbo, ¿quién es…?, pp. 3-18; 34-39; 42-51. [193] El Hombre más grande de todos los tiempos, op. c., s/p., apartado introductorio.

[194] [195]

Véase Estudios, vol. I, p. 38; La Creación, p. 11; El Arpa de Dios, p. 12.

De acuerdo al magisterio doctrinal que el «Siervo Fiel y Discreto» impone: Es preciso estudiar La Atalaya con la ayuda de la Biblia (La Tour de Garde, 1-11-1949, p. 332, se trata de La Atalaya en francés). Deberemos creer lo que la Biblia dice de acuerdo a la «fidelidad» con que nos lo explica e interpreta La Atalaya que publica el Siervo Fiel y Discreto (Capacitados para ser ministros, pp. 155, 156). [196] Estudios, vol. I, p. 90. [197] Ídem, pp. 90, 91. [198] Ídem, pp. 94. 95. [199] Ídem, pp. 94, 97. [200] Ídem, pp. 98, 106, 107. [201] Ídem, pp. 104, 105, 110. [202] Ídem, p. 134. [203] Ídem, p. 154. [204] El Arpa …, p. 83. [205] Ídem, pp. 83, 84, 227, 228, 232, 233, 236. [206] Ídem, p. 237. [207] Sea Dios Veraz, pp. 112-115. [208] Nuevo Mundo, op. c., p. 284. [209] Razonamiento a partir de las Escrituras, op. c., p. 322. Sea Dios Veraz, p. 118. [210] Sea Dios Veraz, p. 119. Razonamiento…, pp. 323, 324. [211] La Atalaya, 15-10-1981, p. 23; 1-10-1982, p. 9; 15-10-1981, p. 23; 1-4-1970, p. 208. [212] Estudios de las Escrituras, vol. I, pp. 147-150; pp. 193, 195, 208, 289, 295, 296. El sistema de elección de ancianos debería hacerse según Russell de modo democráticodirecto por cada una de las congregaciones locales (Watchtowerde 1913, p. 5156). Mantuvouna actitud contraria a imponer sus puntos de vista como siendo una «iglesia» que debiera obligar a que todos tuvieran que pensar igual: «El empeño en obligar a todos los hombres a que pensaran igual en todos los asuntos, culminó en la gran apostasía (…)» (Watchtowerreimpresa de 1893, p. 1572). También Watchtower(1-4-1920, pp. 100, 101), en cuya publicación Rutherford no consideraba que el privilegio de ser hermano estuviera condicionando a considerar a su organización religiosa como el canal de Dios. Sin embargo, en la Watchtowerde 1930, pp. 275281, aquellos que disienten tendrán como resultado la perdición y destrucción. En el año 1932 se implanta una organización teocrática suprimiendo la elección de ancianos por parte de las congregaciones locales (Watchtower, 1-9-1932, pp. 259, 262). Véase Sea Dios veraz, pp. 124, 128, 129. [213] Estudios…, vol. I, op. c., p. 153 cf. pp. 100, 101, 182, 183. [214] El Arpa…, pp. 35, 85 cf. Reconciliación, pp. 193, 194, 252, 263. [215] Reconciliación, p. 182. [216] Hijos, pp. 244, 245, 255. [217] La Batalla final, p. 15. Nótese que se cita el primer mandamiento del Decálogo, identificando definitivamente la Ley que es preciso que guarden los 144.000. [218] Enemies, op. c., p. 94. [219] Ídem. [220] Razonamiento, pp. 336, 337.

[221] [222]

La Sangre, la Medicina y la Ley de Dios, op. c., p. 6.

¡Despertad! (8-10-1970, pp. 24-27). Sobre este mismo asunto puede consultarse ¡Despertad! (22-3-1982, pp. 22, 23); La Atalaya (1-7-1982, pp. 7-9). [223] Estudios de las Escrituras (a partir de ahora E.E.), vol. I, p. 66. [224] Ídem. Cita el texto de 2 P. 3:6. [225] Ídem, p. 67. Cita los textos de Col. 1:4; 2 P. 3:7. [226] Ídem. [227] Ídem, p. 70 [228] Ídem, p. 71, 72. [229] Ídem, p. 73. [230] Ídem, p. 229. Estas páginas corresponden al capítulo XII de este primer volumen. [231] Ídem, p. 230. Se basa en textos como Mt. 23:38 y Dn. 9:24-27. [232] Ídem. [233] Ídem, p. 245. [234] Ídem, p. 247. [235] Ídem. [236] Ídem. [237] Ídem, p. 248. [238] Ídem. Se cita Is. 65:60. [239] Ídem. [240] Ídem, p. 74. [241] Dichas temáticas se encuentran en el capítulo sexto del libro que estamos examinando. [242] Ídem, p. 88. [243] Ídem, p. 89. [244] Ídem, pp. 88, 89. [245] Ídem, p. 90. [246] Ídem. [247] Ídem, p. 91. [248] Ídem, pp. 90, 91. [249] Ídem, pp. 92-94. [250] Ídem, pp. 94, 95. [251] Ídem, pp. 96-99. [252] Ídem, pp. 98 y ss. [253] Ídem, p. 94. [254] Ídem, pp. 98-104.

[255]

Ídem, p. 105. No olvidemos la diferencia clara que Russell hace entre el «pequeño rebaño» formado por aquellos que han conocido la verdad tal cual él la explica, y el resto de personas, que son la mayoría, que habían poblado y poblaban el mundo que serán resucitados durante el milenio para que tengan conocimiento de la verdad (Ídem, pp. 94, 95, 97). [256] Las palabras de Jesús dirigidas a los judíos en relación a los sodomitas (Mt. 11:23, 24) son entendidas en el sentido de la necesidad de una nueva oportunidad durante el Milenio. [257] Ídem, pp. 110, 111. [258] Corresponde al capítulo VIII, pp. 139-150. [259] Idem, pp. 140-141. [260] Idem, pp. 142, 143, 145 (cf. 106, 107). [261] Ídem, p. 147. [262] Ídem, pp. 140-142. [263] Ídem, pp. 140-147 cf. p. 93. [264] Esto se puede colegir sin necesidad de leer el segundo volumen o tercero de Estudios de las Escrituras. Es preciso tan sólo el tener en cuenta las citas ya indicadas donde se sobreentiende este aspecto. [265] Ídem, pp. 144, 148. [266] Ídem, p. 254. [267] Ídem, p. 256. [268] Ídem, pp. 256, 257. [269] Ídem, p. 258 (cf. con el hecho de que la atadura de Satanás, según Apocalipsis 20 se realiza al comienzo del Milenio). [270] Ídem, p. 262. [271] Ídem. [272] Ídem. [273] Ídem, p. 269. [274] Ídem, pp. 280, 281. [275] Ídem, pp. 284, 295 (cf. 285, 290). [276] Ídem, pp. 269, 284, 295. [277] Ídem, p. 282. [278] Ídem, pp. 295, 296. La clase de «ungidos» está integrada por una minoría que forma la Iglesia. [279] Ídem, p. 296. [280] Ídem, pp. 301, 304, 305. [281] Volumen II, op. c., p. 27. [282] Ídem, pp. 34, 35. En el vol. III (pp. 126, 127) se confirma este asunto. [283] Ídem, p. 35. [284] Ídem, pp. 37-39. [285] Ídem, pp. 40, 42. [286] Ídem, p. 43.

[287] [288] [289] [290] [291] [292] [293] [294] [295] [296] [297] [298] [299] [300] [301] [302] [303] [304] [305] [306] [307] [308] [309] [310] [311] [312] [313] [314] [315] [316]

Ídem, p. 44. Ídem, pp. 45, 46. Ídem, p. 46. Ídem, pp. 46, 47. Ídem, p. 69. Ídem, p. 73. Ídem. Ídem, p. 74. Ídem. Ídem. Ídem, pp. 74, 75. Ídem, p. 75. Ídem, pp. 76-80. Ídem. Idem. Ídem, pp. 84-86. Ídem, pp. 84-86. Ídem, pp. 87, 93. Ídem, pp. 93, 95. Ídem, p. 90. Ídem, pp. 97, 98. Ídem, p. 99. Ídem, p. 103. Ídem, pp. 104, 105. Ídem, p. 106. Se apoya en los textos de 2ª Co. 5:16; 1ª Co. 15:45. Ídem, pp. 105, 115. Ídem, pp. 116 y ss. Para todas estas ideas puede verse ídem, p. 138. Ídem, p. 141.

Russell utiliza el texto tanto de Mt. 24 como el de Ap. 1:7 para describir la venida en gloria y con potencia de nuestro Señor Jesucristo (véase vol. II, pp. 154, 155). [317] Ídem, pp. 143, 144. [318] Ídem, p. 158. [319] Ídem, pp. 146-148, 156. [320] Russell basándose en el Emphatic Diaglott (traducción del Nuevo Testamento de acuerdo al manuscrito Vaticanus por

Benjamin Wilson) estima que la única manera de traducir dicha palabra sería «presencia» invisible y se apoya en textos como 2 ª Co. 10:10; Fil. 2:12 (vol. II, p. 159). [321] Ídem, pp. 160, 163. [322] Ídem, p. 169. [323] Ídem, p. 144. [324] Ídem, pp. 150, 151. [325] Ídem, pp. 150, 151. [326] Ídem, pp. 152, 175. [327] Ídem, pp. 152, 175. [328] Ídem, p. 174. [329] Ídem, p. 174. [330] Ídem, pp. 178, 179. [331] Ídem, pp. 178, 179. [332] Ídem, p. 177. [333] Ídem, pp. 177-185. [334] Ídem, p. 185. [335] Ídem, p. 186. [336] Ídem, pp. 186-190. [337] Ídem, p. 187. [338] Ídem, pp. 188-190, 195. [339] Ídem, p. 195. [340] Ídem, p. 186. [341] Ídem, pp. 210, 225. [342] Ídem, p. 225 (cf. vol. I, pp. 71, 72), 239. [343] Ídem, pp. 225, 227. [344] Ídem, p. 218. [345] Ídem, p. 228. [346] Ídem, p. 228. [347] Ídem, p. 237. [348] Ídem, p. 241. [349] Ídem, p. 242. [350] Ídem, pp. 242, 243. [351] Ídem, p. 243. [352] Ídem, p. 247. [353] Ídem, p. 247. Esta idea de la resurrección se amplía y desarrolla en el volumen III.

[354] [355] [356] [357] [358]

Ídem, p. 250. Ídem, p. 251. Volumen III, p. 5. Ídem, p. 7.

Ídem, pp. 8, 9. Esos períodos son para nuestro autor de valor simbólico además de estar relacionados con los mismos períodos proféticos que aparecen en el Apocalipsis: «Tiempo, tiempos y la mitad de un tiempo, son tres tiempos y medio o tres años y medio (360 x 3 1/2 = 1.260 días, en tiempo simbólico sea 1.260 años literales (…). Comparar Dn. 7:25; 12;7; y Ap. 12:14 con Ap. 12:6; 13:5» (vol. III, p. 153). Con relación a los 2.300 días de tarde y mañana de Daniel 8:14 no son literales, sino simbólicos también y representan a 2.300 años (vol. III, pp. 100, 104). [359] Ídem, pp. 20, 21, 24, 26, 35, 38 y ss., 45, 47. [360] Ídem, pp. 74-76. Con el período profético de los 2.300 «días» o años, Russell lo inicia en la época de Artajerjes, habiendo integrado previamente dentro de los 2.300 años las setenta semanas de años, y lo termina en 1846, fecha, según él, de la purificación del santuario al que alude la profecía de Daniel 8:13, 14. Dicha purificación consiste, a juicio del autor, en la «limpieza» doctrinal errónea que había existido durante la época papal. A partir de la reforma protestante hasta el advenimiento del Movimiento Millerita se realizará la «purificación del santuario» (puede consultarse Vol. III, pp. 100-113). [361] Ídem, p. 75. [362] Ídem, p. 120. [363] Ídem, p. 119. [364] Ídem, p. 123. [365] Ídem. [366] Ídem, p. 124. [367] Ídem, p. 126. [368] Recuérdese que para Russell cada día de la creación tiene una duración de 24 horas. [369] Ídem, pp. 126, 127. [370] Ídem, p. 127. [371] Ídem. [372] Ídem, p. 135. [373] Ídem, p. 154. [374] Ídem, pp. 155-157, 188. [375] Ídem, pp. 172, 173. [376] Ídem, pp. 174 y ss. [377] Ídem, pp. 227 y ss. [378] Ídem, pp. 234, 235. [379] Ídem, p. 234. [380] Ídem, pp. 222, 225. [381] Véase varias citas que hemos expuesto en páginas anteriores, por ej. Vol. II, p. 242. [382] Ídem, p. 252.

[383] [384] [385] [386] [387] [388] [389] [390] [391] [392] [393] [394] [395] [396] [397]

Ídem, p. 252. Ídem, p. 253 (cf. pp. 252, 253, 260). Ídem, p. 254. Ídem, p. 255. Ídem, p. 260. Ídem, pp. 263-331. Ídem, pp. 346, 350, 361, 373. Ídem, p. 347. Ídem, pp. 364 y ss. Ídem, p. 370. Ídem. Ídem, pp. 397, 398. Véase Ídem, pp. 374, 375. Ídem.

En numerosos lugares se hacen alabanzas del pastor Russell en tercera persona (ej.: pp. 716, 740, 754, entre otras [edic. alemana]). Citas como la de la p. 62 de The Finished Mystery (edic. inglesa del Vol. VII), nos muestra que el uso por Rutherford de dicho volumen no se limita a la mera publicación, sino que introduce explicaciones que intentan justificar los errores que ya Russell no puede corregir por cuanto en esas fechas ya había muerto. En la p. 61 (edic. inglesa) se comprueban posibles añadiduras: «La cronología, tal como aparece en Estudios de las Escrituras es correcta. el año 1914 trajo el fin de los Tiempos de los Gentiles, pero no el fin del tiempo de cosechar.». Se podrían multiplicar los ejemplos y observaríamos los retoques e intromisiones de Rutherford. [398] Ídem, pp. 67, 70, 558, 586 (edic. alemana). En la p. 60 de la edic. inglesa se ofrece una cronología en la que se incluyen las fechas más importantes, según criterio de Russell. Se da como fecha de la caída de Adán el año 4127 a.J. [399] Ídem, p. 614 (edic. alemana). [400] Ídem, pp. 153, 154, 575, 581 (edic. alemana). [401] Ídem. [402] Ídem, p. 152. [403] Ídem. [404] Puede verse la interpretación que expresa en relación a las «7 iglesias», a los «sellos», y a las «trompetas», se trataría de períodos de tiempo o siete épocas determinadas cronológica e históricamente (Vol. VII, pp. 23-72; 124-143; 172 y ss.). [405] Ídem, pp. 213, 234, 238. Cf. Vol. III, p. 53. [406] Ídem, p. 87. [407] Ídem, pp. 23-72. [408] Ídem, p. 87. [409] Ídem, pp. 124-143. [410] Ídem, pp. 172 y ss. [411] Ídem, p. 205.

[412]

Ídem, p. 167 (edic. inglesa).

[413]

Ídem. En dicha referencia se alude a Revelación (Apocalipsis) 3:20 (vol. VII, op. c., p. 68 de la edic. inglesa) donde se indica que hay «algunas Escrituras con las que se prueba que el segundo advenimiento de nuestro Señor ocurrió en otoño de 1874». [414] Ídem, p. 167 y 53 de la edic. inglesa (puede verse de la edic. alemana la p. 204). [415] Ídem, p. 213 (de nuevo edic. alemana). [416] Ídem, pp. 234-238. [417] Ídem, p. 271. [418] Ídem, pp. 303 y ss. [419] «La fecha del fin de la “batalla” está marcada en la Escritura de forma definitiva en octubre de 1914. Está en proceso de cumplimiento, siendo su fecha de comienzo en octubre de 1874» (Zion's Watchtower, 15 de enero de 1892, p. 22). [420] Ídem, p. 386 de la edic. inglesa. [421] Ídem, p. 386. [422] El Arpa de Dios, op. c., p. 205. Sobre el mismo asunto véase p. 222. (Si no decimos lo contrario se cita la edic. francesa). [423] Ídem, p. 212. [424] Puede consultarse sobre esto: Entonces queda terminado el Misterio de Dios, op. c., pp. 233, 234, 275, 288. También Los Testigos de Jehová…, op. c., pp. 92 y 100. [425] La Creación, op. c., p. 117. [426] El Arpa de Dios, p. 167. [427] Entonces queda terminado el misterio de Dios, p. 346. [428] Luz, op. c., p. 6. [429] Ídem, p.12. [430] En otro lugar hemos favorecido la idea de la posible injerencia de Rutherford en el Vol. VII de Estudios de las Escrituras, donde aparecen tímidamente esas fechas. La fecha de publicación del Vol. VII un año después de la muerte de Russell, y la utilización y argumentación de ellas en esta primera publicación da pie a esta posible conjetura. También es preciso tener en cuenta que entre 1914 y 1916, Russell intenta desdecirse de algunas ideas, y descolgarse respecto a lo dogmático de ciertas fechas. Con relación a esas dos nuevas fechas digamos que 1918, que se refiere a la vuelta literal de los judíos a Palestina ya no se mantendrá respecto a lo que señalaba. 1925 desaparecerá totalmente en la época de Rutherford. [431] Millones que ahora viven…, op. c., p. 10. [432] Ídem, p. 11. [433] Ídem, pp. 12, 13. [434] Ídem. [435] Ídem, p. 13. [436] Ídem, p. 14. [437] Ídem, p. 15. [438] Ídem, pp. 15-17; cf. pp. 72, 73. [439] Ídem. [440] Ídem, pp. 49 y 72.

[441] [442] [443] [444] [445] [446] [447] [448] [449] [450] [451] [452] [453] [454] [455] [456] [457] [458] [459] [460] [461] [462]

Ídem, p. 6. Ídem, p. 14. Ídem, pp. 21, 22. Ídem, p. 23. Ídem, pp. 23 y 25. Ídem, p. 24. Ídem, pp. 26-33 Ídem, p. 60 Ídem, p. 74. Ídem, p. 75. Ídem. Ídem. Ídem. Ídem, p. 76. Ídem. Ídem, p. 75. Ídem, p. 83. Ídem, p. 85. En Los Testigos de Jehová…, op. c., pp. 104, 105.

El Arpa de Dios, op. c., p. 157. Ídem, p. 157.

Ídem, p. 157. En el libro de La Creación, op. c., pp. 288, 289-293, se repiten las mismas ideas, 1799 es la fecha del comienzo del tiempo del fin. [463] Ídem, p. 158 [464] Ídem, p. 157 [465] Ídem, p. 158 [466] Ídem. [467] Ídem, p. 158. [468] Ídem, pp. 151, 152 [469] Ídem, p. 161 [470] Ídem, pp. 161-167 [471] Véase pp. 92-94 de esta tesis [472] El Arpa de Dios, p. 177 [473] Cf. pp. 95, 96. En dichas páginas se encuentran las citas (El Arpa…, p. 158) donde se indica que el tiempo de la presencia se inicia en 1874.

[474] [475]

Ídem.

Ídem, p. 202. En esta obra (El Arpa…, p. 233) refiriéndose a los héroes de la fe del capítulo 11 que en su otra obra de Millones… había sostenido 1925 como el año de su resurrección, ahora dicho año ha sido sustituido por «muy en breve». En la edición española de 1925 de Millones…, también ha sido omitida la fecha de 1925, y en su lugar dice: «… podemos esperar que el regreso se hará pronto» (op. c., p. 49). [476] Op. c., pp. 299-301. Otras citas del libro de Liberación que muestran que la resurrección se encuentra en el futuro se hallan en las páginas 302-307. [477] La Creación, op. c., pp. 283 y 300 [478] Ídem, p. 284 [479] Ídem [480] Recordemos que Russell hablaba de 37 años de prolongación del favor hacia Israel entre el 33 y el 70 para la edad judaica. Esos mismos 37 años se debían dar, de acuerdo a la teoría de las dispensaciones paralelas, en la edad evangélica, desde el comienzo del fin de la edad evangélica y del nuevo favor hacia Israel, sucedido en 1878 (véase p. 74) [481] Véase pp. 123, 124 de esta tesis [482] Ídem. pp. 301. 302. [483] La Creación, p. 24. [484] Ídem, p. 55. [485] Respecto a El Arpa de Dios… puede consultarse pp. 170 y ss. De Liberación ver p. 239. La Creación, p. 300. [486] Luz, vol. I, op. c., pp. 30-35. [487] Ídem, vol. I, p. 314. [488] Ídem, vol. II, pp. 191, 192. [489] Ídem, vol. II, p. 196. [490] Ídem, vol. II, p. 200. [491] Ídem, p. 196 [492] Ídem, vol. I, p. 94 [493] Ídem, vol. II, p. 153. [494] Ídem, p. 156. A partir de 1935, Rutherford comprendió que había que trabajar por las otras ovejas llamadas «Gran Muchedumbre o Compañía» (Ap. 7:9). Se trataría de personas que aceptan el mensaje de los Testigos sin ser ungidas y sin tener como meta el cielo, sino la tierra (Véase Los Testigos…, p. 142. [495] Ídem, pp. 166-171. [496] Ídem, p. 166. [497] Ídem, pp. 190-216. [498] Asegúrense de todas las cosas, p. 407. Los textos bíblicos de Mt. 6:33, 13:44 y Lc. 12:31 son claves de la importancia del Reino (véase ídem, pp. 407, 408). [499] Sea Dios veraz, op. c., p. 141. [500] Ídem, p. 142. [501] La Atalaya, 1-8-82, p. 11.

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Buenas Nuevas que le harán feliz, p. 142. Asegúrense…, p. 402. Asegúrense…, p. 403 cf. Es esta vida todo cuanto hay, op. c., p. 151. Sea Dios veraz, p. 135, cf. Nuevos cielos y una nueva tierra, op. c., p. 200. Buenas nuevas que le harán feliz, p. 142. La Atalaya, 1-7-79, p. 19. Sea Dios veraz, p. 134. Buenas nuevas que le harán feliz, p. 142. Estas buenas nuevas del Reino, op. c., p. 15. Sea Dios veraz, pp. 138, 139. De paraíso perdido a paraíso recobrado, p. 174. También Nuevos cielos y nueva tierra, p. 207. De paraíso perdido a paraíso recobrado, p. 174. Ídem, p. 174. Ídem, p. 178. Ídem, p. 204. Ídem, p. 205. Sea Dios veraz, p. 161. La Atalaya, 1-7-1979, p. 19. Nuevos cielos y nueva tierra, p. 207. La Atalaya, 1-12-1982, p. 12. De paraíso perdido a paraíso recobrado, p. 171. La Atalaya, 1-8-1978, p. 17. El paraíso restaurado a la humanidad… ¡por la Teocracia!, op. c., pp. 129, 130. Nuestro gobierno mundial entrante… el Reino de Dios, op. c., p. 65. La Atalaya, 1-8-1978, p. 9 (véase también De paraíso perdido…, p. 171). La Atalaya, 1-4-1968, p. 196. Ídem, 197. El paraíso restaurado a la humanidad… ¡por la Teocracia!, p. 129. Las naciones sabrán que Yo Soy Jehová… ¿Cómo?, p. 289 El paraíso restaurado a…, p. 130 La Atalaya, 1-8-1978, p. 15 Nuestro gobierno mundial entrante…, p. 66. La Atalaya, 1-2-1983, p. 13. La Atalaya, 1-4-1968, p. 200.

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El paraíso restaurado…, p. 132. ¿Es esta vida todo cuanto hay?, p. 158. Véase también Asegúrense…, p. 137. Véase el subtítulo de la p. 10 de La Atalaya, 1-1-1969. La Atalaya, 1-1-1969, p. 12. ¿Es esta vida todo cuanto hay?, p. 158. El paraíso restaurado…, p. 133. La Atalaya, 1-1-1969, p. 14. ¿Es esta vida todo cuanto hay?, p. 157 Las naciones sabrán que Yo Soy Jehová, pp. 232, 233 La Atalaya, 1-12-1982, p. 12 Nuestro gobierno mundial entrante…, pp. 83, 84. ¿Es esta vida todo cuanto hay?, p. 153. Ídem, p. 157. La Atalaya, 1-4-1968, p. 199. Ídem. De paraíso perdido a paraíso recobrado, p. 173. Véase La Atalaya, 1-8-1982, p. 15 La Atalaya, 1-12-1982, p. 12 Ídem, 15-7-1983, p. 4 La Atalaya, 15-3-1991, p. 7

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Veáse La Atalaya, 1-8-1982, p. 13 Ídem, 1-8-1982, pp. 14, 15. Asegúrense de todas las cosas, p. 503. Ídem, p. 505. Ídem. Ídem. Ídem, p. 504. Ídem, p. 505. Ídem, p. 438.

[565]

Ídem. Todos los textos que acompañan a todas las notas (de la 1 a la 5 de página anterior y 1 y 2) de esta página son los siguientes: Ro. 1:20 (nota 2 p. ant.). 1ª P. 3:18; 1 ª Ti. 3:16; 2 ª Co. 5:16 (n. 3. p. ant.). 1ª Co. 15:3-8; Hch. 10:40, 41 (n. 4 p. ant.). Hch. 1:9-11 (n. 5 p. ant.). Mt. 28:20; Hch. 2:32, 33 (n. 1). Jn. 14:19; Mt. 24:33 (n. 2). [566] La Atalaya, 1-3-1982, pp. 5, 6. [567] Ídem. [568] Ídem, p. 5. [569] Ídem, pp. 4-6. [570] La Atalaya, 15-7-1991, p. 4. [571] Ídem, p. 6. [572] Ídem. [573] Índice, 1-1-1970, p. 4. [574] La Atalaya, 1-5-1991. [575] Ídem, p. 5. [576] La Atalaya, 1-3-1982, p. 8. [577] Índice, 1-1-1970, p. 5. [578] La Atalaya, 1-12-1982, pp. 12, 13. [579] Sea Dios veraz, p. 140. [580] De paraíso perdido a paraíso recobrado, p. 175. [581] Asegúrense…, edic. 1970, p. 88. [582] Véase Vida eterna en libertad de los hijos de Dios, op. c., pp. 146-148. [583] Razonamiento…, pp. 323, 324. También La Atalaya: 1-4-1970, p. 208; 15-10-1981, p. 23; 1-10-1982, pp. 9, 24. [584] La Atalaya, 1-10-1982, p. 22. [585] La Atalaya, 15-3-1991, pp. 19, 20. [586] Ídem, cf. La Atalaya, 15-10-1981, pp. 16-18. [587] Asegúrense…, pp. 64, 328. [588] La Atalaya, 15-3-1991, p. 20.

[589] [590] [591] [592] [593] [594] [595] [596] [597] [598]

Vida eterna en…, p. 141. Asegúrense…, edic. 1960, p. 90. Asegúrense…, edic. 1960, p. 324. Ídem, p. 325. Ídem. La Atalaya, 1-10-1982, p. 22. La Atalaya, 1-11-1979, p. 23. La Atalaya, 1-11-1979, p. 24. Asegúrense…, edic. 1970, p. 424. La Atalaya, 1-10-1982, p. 22. El paréntesis viene en el texto.

[599]

Usted puede sobrevivir al Armagedón y entrar en el nuevo mundo de Dios, p. 159. El templo de Jehová al que se refieren los Testigos, no es simplemente Jesús, que fue tipificado por el templo de Salomón, sino que además «incluye a su congregación de 144.000 miembros, el cuerpo espiritual del cual Jesucristo es la Cabeza» (ídem, p. 80). [600] La Atalaya, 1-11-1979, pp. 27-29. [601] La Atalaya, 15-9-1968, pp. 555, 556. En La Atalaya del 15-7-1970, pp. 439, 440, se argumenta que para el 7º día no se dice que «fue la tarde y la mañana» (Gn. 2:3). La conclusión a la que llegan es que ese día ha continuado sin cesar. A juicio de esta interpretación, Salmo 95:8-11 se referiría a Dios como descansando todavía, y en Hebreos 4, Pablo aludiría a ese descanso de 7.000 años. En un artículo de ¡Despertad! (8-6-1991, pp. 12-14) se expresa esta idea de extensión de los días de la creación: «El uso de la palabra “gradualmente” indica el carácter progresivo de la actividad creadora, lo opuesto a un solo acontecimiento instantáneo en la corriente del tiempo» (p. 14). [602] Op. c., p. 23. [603] Ídem, pp. 26-28. [604] Ídem, pp. 26, 27. [605] Ídem, p. 29. [606] Ídem, p. 30. [607] La Atalaya, 15-4-1967, p. 235. [608] Ídem, p. 550. [609] Ídem, p. 735. [610] Ídem, 15-9-1968, pp. 559-562. [611] Ídem, 1-9-1969, p. 14. [612] Ídem, p. 19. [613] Ídem. [614] Ídem, pp. 19, 20. [615] Ídem, 1-4-1970, pp. 206, 207. [616] En El reino de mil años se ha acercado, op. c., p. 14. [617] La Atalaya, 15-3-1976.

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Op. c., vol. I, p. 459. Hemos podido investigar en todas las Atalayas y los ¡Despertad! de los años 1990 y 1991. La misma idea que nota anterior. La Atalaya, 15-4-1967, p. 550. La Atalaya, 1-1-1979, p. 30. Ídem, 1-4-1981, pp. 30, 31.

La Atalaya, 1-3-1982, p. 8. Respecto a que hubiera alguien vivo cuando se iniciara el milenio, de la generación de 1914, con suficiente uso de razón como para entender el mensaje suscrito por los Testigos, lo han abandonado tal como ya hemos indicado en nuestra reseña histórica de las diferentes etapas marcadas por los respectivos presidentes. [625] Ídem, 15-6-1991, p. 7. [626] La Atalaya, 15-5-1990, p. 4. [627] Ídem, p. 6. [628] La Atalaya, 15-5-1990, p. 9. [629] Ídem, 1-8-1991, p. 7. [630] Ídem, 1-8-1982, pp. 18, 19. [631] Ídem, 1-8-1991, p. 5. [632] La Atalaya, 1-4-1970, pp. 205, 206. [633] Ídem, 1-4-1968, p. 213. [634] La «gran muchedumbre» está compuesta por creyentes que no son de la clase especial. de los 144.000, como ya vimos en otro lugar (pp. 118 y ss.). Esta « gran muchedumbre» está formada por aquellos que han aceptado el mensaje de los Testigos de Jehová (La Atalaya, 1-4-1968, p. 212). Según esta teoría esta clase con destino terrestre y distinta a los 144.000, sobrevivirán a la gran tribulación ocasionada por el Armagedón (La Atalaya, 1-11-1982, pp. 26, 27). [635] Ídem, 1-4-1968, pp. 210, 211. [636] Ídem, 1-8-1991, p. 5. Esta idea de supervivencia ha de cotejarse con otras: «La “guerra del gran día de Dios el Todopoderoso” no se dirige contra esta “grande muchedumbre” si ellos permanecen fieles» (La Atalaya, 1-4-1968, p. 212). Sobre esta misma idea véase también La Atalaya, 1-11-1982, pp. 26, 27. [637] El reino de mil años de Dios se ha acercado, p. 27. [638] La Atalaya, 1-10-1982, p. 31. Esos «escogidos» o «hermanos» hacen alusión a los 144.000. Habrá algunos de los 144.000 que estarán vivos sobre la tierra cuando el Armagedón llegue: «Algunos individuos del resto ungido de coherederos en perspectiva de Cristo, también habrán sobrevivido, pero habrá que esperar para ver si van a juzgar en la tierra antes de que se les transfiera el reino celestial» (La Atalaya, 15-1-1979, p. 23). [639] La Atalaya, 15-1-1979, pp. 23, 24. [640] Ídem, 1-3-1983, p. 14. [641] Ídem, 15-5-1990, p. 5. [642] Ídem, 15-9-1968, p. 562. [643] Ídem, 1-8-1978, p. 20. [644] De paraíso perdido a…, p. 205.

[645] [646] [647] [648] [649] [650] [651] [652] [653] [654] [655] [656] [657] [658] [659] [660] [661] [662] [663] [664] [665] [666] [667] [668] [669] [670] [671] [672] [673] [674] [675]

La Atalaya, 15-5-1990, p. 6. Ídem, 1-8-1990, p. 7. Ídem, 1-8-1991, p. 5. La Atalaya, 15-10-1981, p. 15. Ídem, 15-10-1981, p. 22. Ídem, 1-6-1990, p. 6. Ídem, 1-4-1970, p. 207. Ídem, 15-8-1982, p. 9. Véase también La Atalaya, 1-8-1991, p. 7. Ídem, 1-4-1970, p. 208. Ídem. Ídem, 1-8-1991, p. 6. Ídem. Ver p. 204 de esta tesis. Ídem, 1-8-1991, p. 5. Ídem, p. 6. Ídem, 1-10-1982, pp. 26-28. Ídem, 1-3-1978, p. 19. Ídem. El reino de mil años de Dios se ha acercado, p. 28. La Atalaya, 1-11-1982, p. 27. Ídem, 15-10-1981, p. 21. Ídem, 1-10-1982, p. 24. Ídem, 15-10-1981, p. 21. Véase La Atalaya, 1-10-1982, p21.. Ídem, p. 22. La Atalaya, 1-10-1982, p. 22. Ídem, 1-11-1979, p. 18. Véase p. 163 de esta tesis. Ídem, 1-10-1982, p. 24. Ídem.

Ídem, 1-8-1991. Recuérdese que el «Día del Juicio» se identifica con el Milenio (pp. 211, 212). [676] Ídem, 1-10-1982, pp. 2, 23. [677] Ídem, p. 23. [678] Ídem, pp. 23, 24.

[679] [680] [681] [682] [683] [684] [685] [686] [687] [688] [689] [690] [691] [692] [693] [694] [695] [696] [697] [698] [699] [700] [701] [702] [703] [704] [705] [706]

Ídem, 15-10-1981, p. 23. Ídem, 1-10-1982, p. 24. Ídem, p. 25. Ídem, p. 24. La Atalaya, 1-10-1982, p. 25. Ídem, 15-8-1982, p. 9. Ídem, 1-4-1970, p. 208. Ídem, 1-8-1991, p. 6. Ídem, 15-10-1981, p. 23. Ídem, 1-6-1990, p. 4. Ídem, p. 5. Ídem, p. 7. Ídem. Ídem, 15-3-1978, p. 12. Ídem, pp. 12, 13. Ídem, 15-3-1983, p. 5. La Atalaya, 1-12-1991, p. 8. Ídem, 1-12-1991, p. 13. Ídem, 15-3-1990, p. 13. Ídem, 15-3-1990, pp. 13, 14. Ídem, 1-12-1991, p. 13. Ídem, 15-3-1990, p. 14. La Atalaya, 15-3-1970, p. 189. Los Testigos de Jehová en el siglo XX, op. c., p. 4. Guía para la escuela del Ministerio Teocrático, op. c., p. 154. Ídem, p. 155. ¡Despertad!, 8-11-1982, p. 22.

Según la edición inglesa (vol. VII, op. c., pp. 60, 64) se da la fecha del 4127; según la edición alemana (p. 67), en la equivalente a la p. 60 inglesa, viene la fecha del 4129. Debe ser un error de imprenta, puesto que en la p. 71 alemana equivalente a la 64 inglesa se vierte la fecha del 4127 a.J. [707] Cf. pp. 124 y 147. [708] Hemos consultado la edición alemana ya indicada en la bibliografía comentada. En algún caso hacemos uso de la edición inglesa The Finished Mystery. Cuando eso ocurra lo indicaremos. De Rutherford utilizamos el libro Luz, que contiene en sus dos volúmenes una interpretación del Apocalipsis, y del que hemos dejado consignado en otro lugar al estudiar su contenido fundamental. También el libro Creación ya citado y reseñado. De los Testigos actuales hay tres libros que específicamente analizan el libro de Revelación o Apocalipsis: Entonces queda terminado el misterio de Dios, Babilonia la grande ha caído y el que se publicó en 1988, Apocalipsis. De ellos también se hace la debida reseña en el apartado bibliográfico.

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Véase El Arpa de Dios (edic. francesa, op. c., p. 205). Ídem, p. 212. Luz, vol. I, op. c., p. 6. Watchtower (15-4-1918), citado en Queda terminado el misterio de Dios, op. c., p. 295. Ídem, p. 234. La Atalaya, 1-6-1982, p. 25. Estudios de las Escrituras, vol. III, op. c., p. 53. La Creación, op. c., p. 288. Op. c., (edic. española, p. 157). La Creación, op. c., p. 292. Luz, pp. 248, 249.

Véase Hágase tu voluntad en la tierra, op. c., p. 107 cf. pp. 192, 193, 352, 358, 359. También Entonces queda…, p. 285 y ss., pp. 343, 344 y ss. [721] Vol. VII, p. 87. [722] Entonces…, p. 10. [723] Vol. VII, pp. 23-72. [724] Ídem. No nos debe extrañar que el último período de la historia de la Iglesia lo haga coincidir Russell con 1918 como límite final, puesto que él suponía de acuerdo a su interpretación errónea que en 1914 terminaba definitivamente el mundo de una forma literal. Como tuvo oportunidad de sobrepasar 1914, y comprobar que nada de lo que había vaticinado se cumplía, retrasó en 4 años el fin del mundo y de la historia de la Iglesia. De ahí 1918 como tope. [725] Luz, pp. 17, 18. [726] Entonces…, pp. 114 y ss.; cf. pp. 103, 104 del mismo libro. Es curioso que los Testigos de la época presente reconocen el error de Russell en cuanto a aplicarse en exclusiva «el siervo fiel y prudente» en el volumen VII (Entonces…, p. 119). Incluso reconocen también que el libro Luz de Rutherford difiere su interpretación de la que Russell da en su volumen VII (Entonces…, p. 121). Sin embargo no dicen nada de las propias contradicciones que tiene Rutherford consigo mismo, e incluso con la propia organización actual de los Testigos. Y si bien es cierto que en Luz no se identifica a Russell como representante o mensajero de la «Iglesia de Laodicea» sí que lo identifica como siendo el de la «Iglesia de Tiatira» (pp. 29-33). [727] Luz, p. 21. [728] Entonces…, pp. 129-131 y ss. [729] Luz, pp. 23, 26. [730] Entonces…, pp. 140 y ss. [731] Luz, pp. 23, 25, 26, 29-33. [732] Entonces…, p. 154 cf. pp. 103, 104. [733] Luz, pp. 35-38 y ss. [734] Entonces…, pp. 174-176 y 185, 186. [735] Luz, p. 16. [736] Vol. VII, p. 87. [737] Entonces…, p. 14 (cf. Luz, pp. 58-60) donde se expresa que los cuatro seres vivientes «representan lo absolutamente completo

de la organización de Dios». [738] Vol. VII, pp. 124-143. [739] Rutherford acomoda los 5 primeros sellos entre 1914 a 1918 (Luz, pp. 73 y ss). Los Testigos de hoy, entre otras posibles diferencias con Rutherford, prolongan el segundo sello hasta la Segunda Guerra Mundial (Entonces…, p. 54). [740] Respecto a Russell (Vol. VII, p. 139); para los Testigos del momento (Entonces…, pp. 74, 75). [741]

Vol. VII, pp. 172 y ss. Entre otras atribuye una a Lutero, otra a Menno, etc. (pp. 175 y 183 respectivamente).

[742]

Las cuatro primeras trompetas las ubica Rutherford entre 1922 y 1925, al igual que los Testigos de nuestros días, haciéndolas coincidir con las manifestaciones públicas que los propios Testigos realizaron en esas fechas. Sin embargo, mientras que Rutherford interpreta la «estrella» de Apocalipsis 8:10 como Satanás mismo (Luz, p. 127), los Testigos del presente la identifican con el «clero cristiano apóstata de la cristiandad, católico, ortodoxo y protestante y de otras sectas» (Entonces…, p. 245). Esto le permite a Rutherford identificar a la 3ª trompeta con la caída de Satanás del cielo entre 1914 y 1918 (Luz, p. 127), lo cual cambia la naturaleza interpretativa de las trompetas. [743] Vol. VII, p. 205. [744] Entonces…, pp. 276 y ss. [745] Vol. VII, p. 213. [746] Rutherford lo da como realizado entre el 7 de noviembre al 7 de mayo de 1918 (Luz, p. 199). Los Testigos contemporáneos reconocen la discrepancia (Entonces…, pp. 288, 289) y lo conmutan de un modo distinto del 4/5 octubre de 1914 al 26/27 de marzo de 1918 (Entonces…, p. 287). [747] Entonces…, p. 288. [748] Entonces…, p. 276; pp. 121, 122. [749] Vol. VII, pp. 234, 238. [750] Véase El Arpa de Dios, pp. 157, 158. [751] Luz, pp. 248, 249. [752] Decimos más o menos porque nos es imposible comprender el galimatías que nos presenta el libro Entonces queda terminado el misterio de Dios (pp. 342-347). [753] Véase la interpretación que hemos reflejado en pp. 341, 342. [754] Luz, p. 66. [755] Ídem, p. 127. [756] Puede verse Hágase tu voluntad, p. 366. Los Testigos en el propósito…, p. 103. Sea Dios veraz, p. 306; Babilonia…, p. 122. Entonces…, p. 405. [757] Vol. VII, p. 271. [758] Op. c., p. 159. En Luz, p. 268, se dice que la bestia es el poder satánico que ha ejercido gobierno sobre el mundo. Y que dicha bestia se manifiesta en esta época (en la de Rutherford) mediante la séptima y última cabeza por medio del Imperio Británico (pp. 264269). [759] Entonces…, p. 359. [760] Op. c., p. 304. [761] Entonces…, pp. 216 y ss, y Los Testigos de Jehová…, pp. 141, 142. [762] Vol. VII, pp. 303 y ss. [763] Luz, Vol. II, pp. 19-37.

[764] [765] [766]

Ídem, Vol. II, pp. 19-37. Ídem, p. 38.

Ídem, p. 55. No cabe duda que no estaba realizándose, pero su proximidad era tal, que Rutherford no tenía inconveniente en usar esas exclamaciones. [767] Ídem, p. 60. [768] Véase ¡Babilonia…!, pp. 94-146. [769] La Atalaya, 1-6-1982, pp. 21-30. [770] Véase la cita de Russell en Estudios…, vol. II, p. 27, expuesta anteriormente. [771] Véase donde se cita a Russell en Estudios…, vol. II, pp. 34, 35. [772] Cf. Gá. 3:17. Puede consultarse a Russell en el vol. II, pp. 40-42, y expuesta anteriormente. [773] Russell alude a este punto en el vol. II, p. 44 (véase p. 114 de este escrito). [774] Véase Vida eterna en libertad de los Hijos de Dios, op. c., p. 29. [775] Estudios…, vol. II, p. 179. [776] Estudios…, Vol. I, pp. 104, 105, 110, 111. Véase pp. 109, 110. [777] Idem, p. 177. [778] Estudios…, Vol. II, p. 185, citado en pp. 122, 123 de esta tesis. [779] Estudios…, Vol. I, pp. 71, 72 y Vol. II, p. 210, 225 citado en p. 123. [780] Estudios…,Vol. II, p. 253. [781] Ídem, p. 260. [782] Watchtower de 1916, p. 338, citado en Los Testigos de Jehová en el propósito divino, p. 64. [783] Estudios…,Vol. II, p. 69. [784] Estudios…,Vol. II, pp. 85, 86. [785] Estudios…,Vol. II, pp. 84-86, citado en p. 117. [786] Estudios…,Vol. II, pp. 93-95, citado en p. 117. [787] Según la «HebreeuwscheGrammatica» de Nat (citada por Marcel de Vos en Servir, III, IV, 1980, p. 43). [788] Op. c., p. 174. [789] Véase el capítulo que ya hemos tratado en la sección de nuestro estudio objetivo. Recordamos algunas citas: Estudios…, Vol. II, pp. 90, 97, 98, 228 (véase pp. 117 y 124 de esta tesis). También en Estudios…, Vol. III, pp. 263 y ss. (citadas en p. 132). [790] Estudios…, Vol. II, pp. 74, 75 (citado en pp. 115 y 116 de este escrito). [791] Estudios…, vol. II, p. 73. [792] Ídem. [793] Ídem, p. 99. [794] Ídem, p. 141. [795] Ídem, p. 174. [796] Así se expresan en Los Testigos de Jehová en el Propósito Divino, p. 53.

[797] [798] [799] [800] [801] [802] [803] [804] 10-20. [805] [806] [807]

Estudios…, Vol. VII, p. 614. Ídem, pp. 153, 154, 575, 581. Ídem, p. 200. Ídem, p. 152. En Los Testigos de Jehová en el siglo XX. Carta incluida en el libro de Pedro de Felipe del Rey, op. c., pp. 449, 450. Pp. 8 y ss. Ya citada en la introducción de esta sección. La expresión «Siervo fiel y discreto» está sacada de Mateo 24. La idea expresada puede notarse en La Atalaya, 15-3-1990, pp. Watchtower de 1922, pp. 335-337. Citado en Los Testigos de Jehová en el…, p. 104. La Atalaya, 15-2-1972, p. 110. Ídem, p. 120.

[808]

Las enseñanzas de los Testigos de Jehová a la luz de la Palabra de Dios, citado en Religiones comparadas, parte 3ª,edit. CAP, Argentina, 1967. [809] Los Testigos de Jehová, op. c., p. 20. [810] Ídem, p. 21. [811] Citado por Walter Martin, op. c., p. 11. [812] En Los Testigos de Jehová en el propósito divino (p. 66), se acepta que lo que contaba eran los votos que cada uno tenía, y éstos se obtenían en proporción directa a la contribución personal en dólares de cada uno. Con cada 10 dólares que se contribuyera se tenía derecho a un voto. Russell tenía en aquel momento 25.000 votos. Se reconoce que este método se enmendó posteriormente a 1944. [813] La documentación a la que se puede acceder en relación al «trigo milagroso» y en la que se contiene el escándalo, el juicio y el veredicto, pueden encontrarse en el The Brooklyn Daily Eagle en microfilms (New York) con las siguientes fechas y artículos: « (1) 1 de enero de 1913, pp. 1, 2, el escándalo del “trigo milagroso”. (2) 22 de enero de 1913, p. 2, testimonio de las creencias ruselistas. (3) 23, 24 de enero de 1913, p. 3, testimonio acerca del trigo. (4) 25 de enero de 1913, p. 16, declaraciones financieras que demuestran que Russell tiene el control absoluto, hechas por el secretario-tesorero Van Amberg. (5) Declaración de Van Amberg: “… Sólo somos responsables de nuestros gastos ante Dios; y ante nadie más.” (6) 27 de enero de 1913, p. 3, los expertos del gobierno testifican acerca del “trigo milagroso”, y determinan más allá de toda duda que éste no es ni milagroso ni demasiado excelente. (7) 28 de enero de 1913, p. 2, resumen de la acusación y la defensa; Russell atacado pero ausente del tribunal. 29 de enero de 1913, p. 16, Russell pierde el juicio por difamación» (Citado por Walter Martin en op. c., p. 13). [814] Citado en Ídem, p. 15. [815] Ídem, p. 16.

[816]

Walter Martin (op. c., pp. 17-19) nos transmite parte del interrogatorio que le hicieron a Russell en ocasión del juicio. Dicho autor lo obtiene de una segunda publicación del propio pastor Ross, titulada Algunos hechos y más hechos acerca del autodesignado «pastor» Charles T. Russell, y que incluía algunas de las preguntas que le hicieron a Russell en ocasión del juicio del Alto Tribunal de Ontario del 17 de marzo de 1913: «Pregunta: (Abogado Staunton) –¿Conoce usted el alfabeto griego? Respuesta: (Russell) –Claro que lo conozco. Pregunta: (Staunton) –¿Podría decirme correctamente las letras si las viera? Respuesta: (Russell) –Algunas. Es posible que me equivoque en otras.

Pregunta: (Staunton) –¿Podría decirme cómo se llaman las de la parte de arriba de la página 447 que tengo aquí? Respuesta: (Russell) –Bueno, no sé si seré capaz… Pregunta: (Staunton) –¿No puede usted decir qué letras son? Mírelas y vea si las conoce. Respuesta: (Russell) –Me parece que… [en ese momento se le interrumpió y no se le permitió explicar]. Pregunta: (Staunton) –¿Está usted familiarizado con el idioma griego? Respuesta: (Russell) –No. Pregunta: (Abogado de Ross) –¿Es cierto que usted no ha sido jamás ordenado? Respuesta: (Russell) –No es cierto. Pregunta: (Abogado Staunton) –Entonces, ¿usted jamás fue ordenado por un obispo, clérigo, presbiterio, consejo u otro cuerpo de hombres vivos? Respuesta: (Russell, después de una larga pausa) –No, jamás lo fui.» [817] Citado en Crisis of conscience, op. c., pp. 52, 53. [818] Citado en Ídem, p. 53. [819] Ídem, pp. 53, 54. [820] Ídem, p. 356. [821] Los Testigos de Jehová, su historia y su doctrina (op. c., p. 34). Dicho autor en nota a pie de página alude al documentadísimo artículo de R. Toupin, S. J., «Le dossier du “pasteur” Russell», Sciencesecclésiastiques, 10, 3 (oct. 1958, pp. 497519). [822] La Creación, op. c., p. 24. [823] Ídem, p. 233. [824] Ídem, p. 55. [825] Véase Millones que ahora viven…, pp. 24, 74-76. [826] Luz, Vol. I, pp. 91, 323 y ss. [827] Millones…, pp. 74, 75, 76, 83, 85. [828] La Creación, p. 283. [829] Op. c., pp. 177, 202. [830] Véase nota 3 de la p. 275. [831] Op. c., pp. 299-307. [832] La Atalaya, 1-10-1972, en el artículo «Saberao que houve un profeta no seu meio» (edición brasileña). [833] Los Testigos de Jehová en el propósito…, pp. 97, 188-197. [834] La Atalaya de 1942, p. 48, citado en Los Testigos de Jehová en el propósito…, p. 196. [835] Ídem, pp. 196, 197. [836] En The Jehovah's Witnesses, Columbia Univ. Press, New York, p. 22. Citado por W. M. Nelson, Los Testigos de Jehová, quiénes son y lo que creen, op. c., p. 24. [837] W. M. Nelson, op. c., p. 24. [838] W. Martin, op. c., p. 24. [839] Pp. 46, 47. Dicho documento está citado en Crisis of Conscience (op. c., p. 10). [840] Watchtower, 15-9-1941, p. 288. [841] Hijos, op. c., p. 347.

[842] [843] [844] [845] [846]

Op. c., p. 152. Véase La Atalaya, 15-6-1982, pp. 19, 20. Watchtower, 1-5-1922, p. 132. Citado en Crisis…, p. 56. Watchtower, 1-3-1923, p. 71. Citado en Crisis…, p. 57. Contenido en la Watchtower, 15-12-1931, p. 376. Citado en Crisis…, pp. 57, 58.

[847]

Hoy están ya superados los conceptos de las escuelas «consecuente» y «realizada» (representadas por Schweitzer, quien valora el aspecto futuro inminente y el ético, y Dodd, quien estima el matiz presente y realizado. Véase en Bibliografía alguna de sus obras representativas). Cullmann nos dirá de Schweitzer que su teoría es una conjetura (en La Salût dans l'histoire, op. c., p. 25). Emil Brunner nos dirá que aceptar la teoría de Schweitzer no sería más que la sistematización de un error (Dogmatique, Vol. II, op. c., p. 297). [848] En Theology of Hope, New York, 1967, p. 16. Citado por Bryan Ball en Le Character Unique de l'Eschatologie adventiste, op. c., pp. 1, 2. [849] En La Salût dans l'Histoire, p. 246. [850] En Present and Future, University of Nôtre Dâme, 1966, p. 2. Citado en Le Character Unique, op. c., p. 1. Tanto Schnackemburg como Hans Küng rechazan la posición de Bultmann como contraria a la Escritura, y mantienen una idea de Reino presente y futuro a la vez. Creen en la intervención de Dios en la Historia, y al final de los tiempos según las promesas bíblicas. (Sobre Schnackemburg Gottes Herschaft und Reich, Friburgo de Brisgovia, 1959, pp. 77 y ss. Sobre Hans Küng, La Iglesia, op. c., pp. 59-85. [851] La Atalaya, 1-7-1979, p. 19. [852] La Atalaya, 1-12-1982, p. 12. [853] 15-3-1992, pp. 4-7. [854] La Atalaya, 1-8-1978, p. 17. [855] De paraíso perdido a paraíso recobrado, p. 171. [856] Op. c., pp. 138, 139. [857] Véase a O. Cullmann, La Salût…, p. 30. [858] W. G. Kümmel, Futurische und Präsentische Eschatologie in ältesten urcristentum, NTS 1959, pp. 113 y ss. Citado en La Salût dans l'histoire, op. c., p. 33. Este autor ha refutado todas las tesis mantenidas tanto por Schweitzer como por Dodd (op. c., p. 32, y que recoge la obra de W. G. Kümmel, Verheissung undz Erfütlung, Basel 1945, 2ª edic., 1953, con una reimpresión en 1956). [859] [860] [861] [862] [863] [864]

Jesus and The Kingdom, op. c., p. 327. Ídem, p. 331. Jean Héring, en Le Royome de Dieu et sa venue, op. c., p. 265. Ídem, pp. 39 y ss. y 44 y ss. Jesus le Christ, 7em. edition, 1948, pp. 196, 197. Citado por Alfred Vaucher, en LacuncianaI, op. c., p. 13. Ídem, pp. 105, 106 (citado en ídem).

[865]

Véase O. Cullmann, en La Salût dans l'histoire, p. 231. Tanto Cullmann, como Kümmel y Laad, entre otros, concuerdan en que una demostración de que Jesús pensaba en las categorías de la historia de la salvación, evidenciándose por la conciencia que él tenía de sí mismo. [866] En Marcos 1:15 aparece el verbo «eggyken» = «acercarse», nunca «llegar». Las 31 veces que aparece eggús el contexto nos indica «cerca» y no «llegar». Véase W. G. Kümmel (Verheissung und Erfüllung, 3ª edit, 1956, pp. 13 y ss. Citado en La Salût dans…, p. 201. También Concordancia Greco-española del N.T., op. c., p. 193, y el The New Thayer's Greek English Lexicon, op. c., p.

164. [867] [868]

En La Salût dans…, p. 222.

Bonnard (Comentario a Mateo, op. c., p. 279) insiste en que «ephthasen» significa lo mismo que «éngyken» (Mr. 1:15), aunque más explícito, dándole un valor de llegar [869] Laad, El Evangelio del Reino, op. c., pp. 18, 19. [870] Ídem, p. 19. [871] Ídem, p. 20. [872] Op. c., Vol. II, p. 188. [873] Laad, El Evangelio del Reino, p. 20. Puede verse sobre el valor de reino como gobernar en los LXX según Diccionario Teológico del N.T. de Coenen, Vol. IV, op. c., p. 70. Respecto al Nuevo Testamento puede consultarse esa misma obra, pp. 75 y ss. [874] Laad, ídem, pp. 20, 21. [875] Ídem, p. 22. [876] Ídem. [877] Este mensaje que contiene Mateo 6:33, de acuerdo al punto de vista de los Testigos de Jehová, no sirvió para nadie que existiera desde la ascensión de Cristo hasta 1914. Es obvio que Jesucristo no limita el llamamiento para su época, sino que lo aplica para todos de cualquier instante histórico. [878] Laad, El Evangelio del Reino, p. 22. [879] Ídem, pp. 22, 23. [880] Grande Lessico del Nuovo Testamento de Kittel, pp. 188-191. [881] Juan Pablo II en Ecclesia 14-9-1991, p. 35, dice que a juicio del libro de Daniel «este reino futuro está íntimamente ligado a una persona, a la que se describe como semejante a un “Hijo de Hombre”; es el origen del título que Jesús se atribuirá a sí mismo». [882] Para este planteamiento de los cuatro datos que aportan los Testigos de Jehová para edificar su teoría de los «tiempos de los gentiles o de las naciones» pueden consultarse las citas contenidas en las páginas 171 y 174 de este trabajo. [883] Edición de 1987, con referencias, p. 1268. [884] En Hágase tu voluntad en la tierra, op. c., p. 107. [885] Puede comprobarse esto con La Atalaya, 1-4-1963, pp. 196, 197, y las citas contenidas en p. 145 de este estudio (La Atalaya, 1-4-1968, p. 200; 1-2-1983, p. 13). [886] The Greek New Testament, Aland-Black-Martini-Metzger-Wikgren; Bover-O'Callaghan. [887] The Kingdom Interlinear Translation of the Greek Scriptures, op. c., p. 393. [888] Las palabras griegas que aluden a señalar o fijar algo que aparece en el Nuevo Testamento no es nunca «kairòs», sino «sphragizö» (6 veces), «istanö» (2 veces), «tassö» (2), «prothesmia» (1), «taktos» (1), «atenizö» (3). (Puede comprobarse esto en la Concordancia Greco-Española de Petter, op. c., pp. XL y LXX). [889] El texto dice: «Caerán al filo de la espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que alcancen su plenitud los tiempos de los gentiles» (versión Bover-O'Callaghan). [890] Véase, entre varias citas posibles, Entonces queda terminado el misterio de Dios, p. 62. [891] El Diccionario Teológico del Nuevo Testamento es consciente que mientras «chrónos» señala a una época determinada o a un período exacto (Vol. IV, pp. 274, 275), mientras que «cairós» expresaría «lo oportuno», «lo adecuado», y en sentido temporal indicaría «el momento favorable» o «la coyuntura apropiada» (Vol. IV, p. 267). Para esta distinción consúltese a Pabón-Echauri, Diccionario Griego-Español, op. c., pp. 276, 550. [892] Diccionario expositivo de palabras del Nuevo Testamento, Vol. IV, p. 153.

[893] [894] [895] [896]

Bover-Cantera traduce del mismo modo. En su traducción bíblica, op. C. Vine, Vol. III, p. 187. En L'Eschatologie dans l'oeuvre de Luc, op. c., p. 50.

[897]

En la página 178 se encuentran las citas de Nuestro gobierno mundial entrante, pp. 83, 84; y las de ¿Es esta vida todo cuanto hay?, pp. 153 y 157. [898] Véase La Atalaya, 1-4-1968, p. 199; De paraíso perdido a…, p. 173. Citadas en la pp. 178 y 179 de este escrito. [899] Usamos la Versión Valera. [900] Hágase tu voluntad en la tierra, p. 107. [901] De paraíso perdido a…, p. 193. [902] Entonces queda terminado el Misterio de Dios, p. 285. [903] La Atalaya, 1-12-1982, p. 12. [904] La Atalaya, 1-4-1968, pp. 196, 197. [905] ¿Es esta vida todo cuanto hay?, p. 157. [906] La Atalaya, 1-1-1969, p. 14. [907] Véanse las citas que afirman estos supuestos en la p. 173 de esta tesis. [908] Consúltese p. 175 de este trabajo. [909] Ídem, pp. 175, 176.

[910]

Los historiadores concuerdan unánimemente en datar la caída de Jerusalén por Nabucodonosor en el 587 ó 586 a.J. Citamos algunos de ellos: M. Noth, Historia de Israel, op. c., p. 259. J. Bright, La historia de Israel, op. c., pp. 337-360. Antonio Tovar, Historia del Antiguo Oriente, op. c., p. 227. M. Noth, El mundo del Antiguo Testamento, op. c., p. 285. G. E. Wright, Arqueología Bíblica, op. c., pp. 254-266. Gran Historia Universal, Ángel Montenegro y otros, Vol. II, op. c., p. 360. Atlas Histórico Mundial, Hermann Kinder-Werner Hilgemann, Vol. I, op. c., pp. 31, 37. Recuérdese a E. R. Thiele, citado por Bright y Noth como autoridad en cronología (Bright, op. c., p. 235 y Noth [El mundo del A.T., op. c., p. 279]). Thiele ha hecho un estudio de la cronología de los reyes hebreos (véase Bibliografía especial). [911]

Véanse Cartas de los Museos Estatales de Berlín, 13-3-1972 y 2-3-1973, citadas por Pedro de Felipe en su obra ¡El Reino de Dios empezó en 1914!, pp. 428, 429, donde se aporta el testimonio de dicho Museo que contiene la tablilla que ha hecho posible fijar la fecha del 539 y el resto de las fechas bíblicas. Puede verse también en una excelente introducción histórica del Comentario Bíblico Adventista, Vol. II, op. c., pp. 95 y 156 [912] Contra Apión, edit. Aguilar, Madrid, 1966, p. 83. [913] El año 17 de Nabonido ha sido ratificado por la tablilla cuneiforme que registra la crónica de Nabonido, donde aparece el año 17 de su reinado como la fecha de la conquista de Babilonia por los medos y persas. Pero dicha tablilla no nos dice en qué año empezó su reinado. [914] ¡Despertad!, 8-8-1972, p. 72. [915] La Atalaya, 15-9-1968, p. 556

[916] [917] [918] [919] [920]

Hágase tu voluntad en la tierra, op. c., p. 389. Ídem, p. 107. Asegúrense de todas las cosas, op. c., p. 137. Ayuda para entender la Biblia, op. c., p. 1171. Véase Comentario Bíblico Adventista, vol. II, pp. 95 y 156.

[921]

A lo largo de todo un período anterior al año 70 se dieron en el imperio romano numerosas sediciones: En la Galia, año 68 y 69, la rebelión de Marico. En Hispania, cántabros y astures, en tiempos de Nerón. En Britania, en el año 60, la rebelión de Boudice. En Mauritania (año 40) Calígula aborta otra rebelión. En ese mismo año existen varias invasiones bárbaras. También varias rebeliones internas que comienzan en el 67. Hay desórdenes en Alejandría (año 37 al 41) bajo Calígula. A esto se suma una gran violencia entre los judíos (año 41-54 y 60). Revueltas en las provincias balcánicas y danubianas (dalmacios, tracios, dacios y sármetos). Para todo esto puede consultarse Historia Universal siglo XXI, Vol. VIII, pp. 142, 143, 152, 160, 161, 173, 175, 207-209. Un comentario de la Biblia de Editorial Labor dirigido por Salvatore Garofolo de la Universidad Pontificia Urbaniana de Roma (Vol. III, op. c., p. 79) expresa lo siguiente: «El período de tiempo entre el discurso de Jesús (hacia el año 30) y el fin de Jerusalén (año 70) fue extraordinariamente denso en calamidades y guerras (Tácito, Anales, XII, 13; XIII, 6-8; Suetonio, Nerón 39) (…). Tácito sintetiza así aquellos años tormentosos: “Una historia densa en acontecimientos, terrible por sus batallas, turbia por sus sediciones, trágica incluso en la paz” (Historias, I, 2). Sabemos que entre el 30 y el 70 hubo terremotos en Asia Menor, Acaya, Macedonia, Creta, e Italia (Pompeyo).» Veáse también a Alberto Vaccari del Pontificio Instituto Bíblico de Roma (Sagrada Biblia, op. c., p. 1283). La palabra «sediciones» (acatastasías) ha sido traducida también por revoluciones (versión crítica de Bover-O'Callaghan). Téngase en cuenta que el sentido restringido que hoy tendría la palabra «revolución» podría no ser equivalente al significado en una época como la romana. [922] La Atalaya, 1-12-1982, p. 12; 15-7-1983, p. 4. [923] Pedro de Felipe, op. c., pp. 278-283. [924] Puede verse en Los Testigos de Jehová en el propósito divino, p. 103; y Sea Dios Veraz, pp. 284, 285. [925] Entonces queda terminado el misterio de Dios, op. c., p. 53. [926] Véase nota 3. [927] Entonces queda terminado el misterio de Dios, p. 53. [928] Puede consultarse Le Retour du Christ, de Oscar Cullmann, op. c. También Diccionario Teológico del Nuevo Testamento de Coenen y otros, op. c., vol. III, pp. 302, 303. [929] Le Retour du Christ, p. 19. Cullmann nos dirá en otro lugar (op. c., p. 36), que «la esperanza de la Iglesia en el retorno de Cristo…», y que «sacrificar o reemplazarla por otra clase de esperanza –por la esperanza platónica por ejemplo– esto sería abandonar la fe verdadera ya que sería destruir el esquema de la historia de la salvación (…)». [930] Curso Fundamental sobre la Fe, op. c., p. 496. [931] Introducción al Cristianismo, op. c., p. 283. [932] El Problema Escatológico, op. c., pp. 29, 31, 32. [933] La Grande Aurore, op. c., pp. 330-333. [934] Asegúrense de todas las cosas, op. c., p. 503. [935] Con relación a este comentario, véase Comentario de la Sagrada Escritura, BAC, Vol. III del N.T., pp. 281, 282. Si los Testigos de Jehová insistiesen con 1 ª P. 3:18 en el sentido de que Jesucristo vivificado en el espíritu significa que Cristo fue resucitado criatura espíritu, estarían dando la razón a aquellos que interpretan el v. 19 como que Jesucristo como espíritu fue a predicar a los «espíritus encarcelados que en otro tiempo desobedecieron (…) en los días de Noé (…)». Está claro que «en el cual», en esa actividad o esfera espiritual, predicó en la persona de Noé a los «espíritus encarcelados», es decir, a las personas que estaban sometidas al pecado y a la condenación, en los tiempos de Noé. Para esta explicación véase el Comentario Exegético Bautista, Vol. II, op. c., pp. 704, 705; véase también el comentario que recoge Straubinger (El Nuevo Testamento, Vol. IV, p.

333), en el sentido de que hasta el siglo XIV (Agustín, Sto. Tomás y todos los occidentales) coinciden con la opinión expresada en esta nota. [936] Diccionario Teológico del N.T., Vol. III, p. 299. [937] Puede consultarse Diccionario Griego-Español de Pabon-Echauri, op. c., p. 390. [938] Véase Diccionario Teológico del N.T., Vol. III, op. c., p. 299. Para los textos en que la Septuaginta usa «páreimi» en el sentido ya indicado puede verse A Concordance of the Septuagint, p. 186. [939] Mt. 26:50; Lc. 13:1; Jn. 11:28; Hch. 24:19; Col. 1:6. Para otros textos puede consultarse Concordancia Greco-Española del Nuevo Testamento, p. 431. [940] Diccionario Teológico…, Vol. III, p. 299. [941] La Concordancia de la Septuaginta (A Concordance…, p. 188), trae un único pasaje Nehemías 2:6. [942] Véase El Problema Escatológico, op. c., pp. 32 y 33. También Diccionario Teológico…, Vol. III, p. 299. [943] Consultar si se desea pp. 187 y ss. [944] Wikenhausen, El Apocalipsis de San Juan, op. c., pp. 111, 117. Eduard Schick, El Apocalipsis, op. c., p. 100. [945] Comentario Bíblico San Jerónimo, Vol. IV, p. 555. [946] Comentario Bíblico San Jerónimo, Vol. IV, op. c., p. 555. Laad: «época del fin mismo» (El Apocalipsis, p. 97). Antonino Romeo (Universidad pontificia urbaniana de Roma), en Biblia de Ed. Labor, p. 788: «tiempo del fin previo al juicio». [947] Este contraste terrestre y celeste entre los 144.000 del cap. 7 y los del 14, está reconocida por Straubinger (Vol. IV, op. c., pp. 366 y 375), Cantera-Iglesias (op. c., pp. 1431, 1436); Wikenhauser, lo mismo que Straubinger, entre otros, identifica claramente a los 144.000 del cap. 7 y 14 (op. c., pp. 183, 185). [948] Wikenhauser, pp. 184, 185. [949] Wikenhauser (pp. 113, 114). Coment. bíblico San Jerónimo (p. 555), Cantera-Iglesias (p. 1431); Antonino Romeo (edit. Labor, p. 788), Bover-Cantera (p. 1483), Nácar-Colunga (p. 1398). [950] Véase a Antonino Romeo (edit. Labor, p. 813); Castellani, Apocalipsis, p. 218. [951] «El número 12 es símbolo de perfección, especialmente en el mundo físico y humano. El segundo 12 corresponde a las tribus de Israel, el pueblo de Dios. Finalmente, 1.000 indica una multitud inmensa» (Coment. Bíblico San Jerónimo, Vol. IV, p. 556). [952] Por parte católica se descarta la posibilidad de un reino terrestre a partir de la segunda venida de Cristo, así recoge Straubinger la opinión de la Suprema Sagrada Congregación del Santo Oficio: que la doctrina «que enseña que antes del juicio final, con resurrección anterior de muchos muertos o sin ella, nuestro Señor Jesucristo vendrá visiblemente a esta tierra a reinar, no se puede enseñar con seguridad (tuto doceri non posse)». (Decreto del 21 de julio de 1944. Citado por Straubinger, Vol. IV, op. c., p. 384). Aunque no estamos de acuerdo con el bautista Ray Summers en lo que se refiere a la hermenéutica que emplea en su comentario al Apocalipsis, ni con la mayoría de sus contenidos, coincidimos en el hecho puntual de que lo que se introduce en Apocalipsis 20 es una situación celestial y no terrenal (Digno es el Cordero, op. c., pp. 267 y ss). [953] Véase esta idea, además de lo que ya dijimos en otro lugar, De paraíso perdido a paraíso recobrado, op. c., pp. 236-238. [954] La Atalaya, 1-10-1982, p. 22. y La Atalaya, 1-11-1979, p. 23. [955] La Atalaya, 1-11-1979, pp. 27-29. [956] Los Testigos exigen que para cada concepto que se expresa debe ponerse «un cimiento firme» o presentar un texto bíblico claro. Traer a colación los pasajes de 2 ª Pedro o el Salmo 90, donde se comenta que un día para Dios es como mil años y mil años como un día, no tiene ningún valor porque es inaplicable al caso que estamos indagando. El contexto no alude para nada a los días de la creación. Si lo aplicáramos, independientemente de que se forzaría el sentido, vendría a decir que cada día de la creación tendría 1.000 años, ¡pero no 7.000! El texto de Pedro no quiere darnos una valoración en cuanto a lo que dura un día, sino más bien la duración relativa de cualquiera de las medidas de tiempo que emplean los seres humanos. Se trata de un lenguaje figurado, no el de una tabla numérica de duración

determinada en la que los seres humanos puedan basarse. [957] Véase pp. 191-198. [958] La Atalaya, 1-9-1969, p. 19. [959] Ídem, pp. 19, 20. [960] La Atalaya, 15-3-1976, p. 163. Para comprobar esa especulación consúltese la sección descriptiva, pp. 191-198 y ss. [961] Comentario Bíblico Adventista, Vol. I, op. c., p. 190. [962] Ídem, pp. 190, 191. [963] Ídem, p. 191. [964] Ídem. [965] Véase bibliografía comentada. [966] Comentario Bíblico Adventista, p. 196. [967] No presentamos aquí las diferentes teorías que podrían ofrecerse para explicar esta adición de Lucas. En un diálogo «fundamentalista» sirve como argumento. Por otra parte, el que Mateo o Lucas no ofrezcan el mismo tipo de genealogía, no por eso se invalida la autoridad de ninguno de ellos, puesto que hay unas razones peculiares y una intencionalidad en cada uno de estos escritores para plasmar la genealogía sobre Cristo hasta Adán tal como lo hacen. [968] Todo esto sin entrar en discrepancias entre las diferencias numéricas notables que existen entre el texto masorético, el pentateuco samaritano y la Septuaginta. [969] Ídem, p. 196. [970] En The Altered Translation of Genesis I.5, Londres 1888, pp. 49-51. Citado en Apéndice de la Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras, op. c., pp. 1571, 1572. [971] Véase Apéndice de la Traducción…, p. 1572. [972] En A Distinctive Translation of Genesis, Grand Rapids, Michigan, 1963, pp. 129, 130. Citado en Apéndice de la Traducción N.M…, p. 1571. [973] Véase Goñi y Labayen, op. c., p. 61. [974] Véase Kyle M. Yates, op. c., p. 67. [975] Ídem. [976] Moisés Chávez, Vol. I, op. c., p. 196. [977] Goñi y Labayen, p. 61. [978] Kyle M. Yates, Nociones…, p. 71. Cf. Goñi y Labayen, Gramática…, p. 61. [979] Moisés Chávez, Hebreo Bíblico, op. c., Vol. I, p. 196. En hebreo moderno, no obstante, el perfecto equivale sin excepción al tiempo pasado en castellano. [980] Ídem. [981] Ídem, pp. 199, 253 y ss. [982] Op. c., p. 64. [983] Op. c., p. 132. [984] En El Hebreo Bíblico, op. c., pp. 253, 254. [985] Ídem, p. 255.

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Véase lo ya dicho en la cita de Goñi y Labayen. También a Moisés Chávez, p. 258. También Paul Auvray en Initiation á l'Hebreu Biblique, op. c., p. 55. [987] En la transliteración se han escrito en cursiva las formas vaifal. [988] Moisés Chávez, Hebreo Bíblico, op. c., pp. 255-258. [989] Al ser un imperfecto, y no tener en cuenta la vav consecutiva o conversiva, aunque se tradujera en pasado la forma verbal, debería expresar siempre la idea o acción inacabada e incompleta. [990] Puede consultarse también 2º Reyes 20:1 en la Traducción Nuevo Mundo, donde los Testigos han seguido la regla de la vav consecutiva o conversiva. Para más ejemplos véase una concordancia hebraico-caldea. [991] Transcribimos el texto griego y hebreo transliterado correspondiente a los vv. 2 y 3 del cap. 1 de Génesis: h` de. gh/ h=n avo,ratoj kai. avkataskeu,astoj kai. sko,toj evpa,nw th/j avbu,ssou kai. pneu/ma qeou/ evpefe,reto evpa,nw tou/ u[datoj kai. ei=pen o` qeo,j genhqh,tw fw/j kai. evge,neto fw/j wühä´äºrec häytâ töºhû wäböºhû wüHöºšek `al-Pünê tühôm würûªH ´élöhîm müraHeºpet `al-Pünê hammäºyim wayyöº´mer ´élöhîm yühî ´ôr wa|yühî-´ôr

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Me Am Lo ez, El Gran Comentario Bíblico Sefardí, Génesis, Vol. I, op. c., pp. 225, 227. En El Sabath y el hombre moderno, op. c., p. 17. El Yekal hebreo se traduce como «acabó» o «había acabado» (véase Comentario Bíblico Adventista, Vol. I, p. 232). Véase Samuel Bacchiocchi, Reposo Divino en…, op. c., pp. 62, 63. Ídem, p. 65. En Church Dogmatics, III, parte 2; Edimburgo 1958, p. 51. Citado por S. Bacchiocchi (op. c., p. 66) Ídem, parte 1, p. 213. Citado por S. Bacchiocchi, op. c., p. 66

En Creation and Fall. A Theological Interpretation of Genesis 1-3, 1964, p. 40. Citado por Bacchiocchi, op. c., p. 66 [1000] El Libro del Génesis, de Gerhard von Rad, p. 74. En cuanto a que en Génesis 2:1-3 se nos ofrece la idea de finalización y de haber acabado por completo, prácticamente están de acuerdo casi todos los comentaristas: La Bible Annotée, Vol. I, op. c., p. 85. Biblia Comentada (profesores Salamanca), Vol. I, p. 73. Sagrada Escritura (Compañía de Jesús), Vol. I, op. c., p. 73. L'Exode (Traduction oecouménique de la Bible [nota al v. 8]), op. c., p. 97. [1001] El Libro del Génesis, op. c., p. 56. [1002] Creation et Litterature, op. c., p. 5. El autor alude tanto a Gerhard von Rad (La Genèse, p. 65, como a H. Cazelles, Introduction critique à l'Ancien Testament, pp. 232 y ss.) para encontrar confirmación a su concepción en los términos siguientes: «Es interesante notar que los dos textos han sido clasificados por la teoría de las fuentes en la misma categoría» (op. c., p. 5). [1003] Tal como ya estamos indicando no se trata de negar la historicidad de la creación, sino del método escogido por Dios para transmitir el hecho real de la creación. En Génesis 2:4a, que la mayoría de las biblias han traducido el término técnico hebreo «toledoth» por «historia» significa «genealogía» (puede consultarse para este significado L. Ramlot, Les généalogies bibliques, un genre littéraire oriental, in BIVC, 1964, pp. 53-63; y H. Cazelles, op. c., pp. 162, 231 y 759. Citados ambos por Douckhan, op. c., p. 5).

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J. Douckhan, op. c., p. 6 Le livre de la Genèse, París, 1957, p. 20. Citado por J. Flori, Los Orígenes, op. c., p. 79. Le livre de la Genèse, París, 1940, p. 44. Citado en Ídem, p. 79. Dogmatique, III, 1, op. c., p. 134.

Op. c., p. 77. Bible Pirot Clamer, I, p. 106; la Biblia de Edit. Labor, de la Universidad Pontificia Urbaniana de Roma, Vol. I, p. 17; Comentario Sagrada Escritura de la Compañía de Jesús, 29 y ss., autores que expresan claramente que según el texto bíblico se trata de días naturales de 24 horas. En La Misná judía se deja traslucir claramente el valor de día de 24 horas que se le dan a los días de la creación (La Misná, op. c., Yulin 5:5, p. 906). [1009] Véase Diccionario de la Biblia, Haag y otros, op. c., columna 462 donde se indica: «La expresión “tarde y mañana» (hebr. ereb bóqer) significa día de 24 horas.». Esa misma idea en el Diccionario Bíblico Ilustrado, op. c., pp. 188, 248. [1010] The New Brown Driver-Briggs-Gesenius Hebrew and English Lexicon of the Old Testament, pp. 398, 399. Así lo atestigua también Jhon Skinner, Genesis International Critic Comentary, Edimburgo, 1912. El Comentario Bautista de Jamieson-Fauset-Brown, Vol. I, p. 20. Comentario Bíblico Adventista, Vol. I, 222. J. Chaine comenta: «Ante todo, los días del Génesis son, tal como indica el contexto, auténticos días de veinticuatro horas. Hay una noche, hay una mañana (…). La traducción de la palabra día, “yom”, por período es insostenible.» (Le livre de la Genèse. Citado en Los Orígenes, op. c., p. 83). [1011] Puede consultarse la Revista Adventista Brasileira O Atalaia, de Francis D. Nichol (marzo 1975, pp. 13, 14); Revista Adventista Juventud, de F. L. Marsch (junio de 1975, pp. 2, 25); Alcides Alba, Ciencia y Religión (Biología), op. c., pp. 84, 85. Puede consultarse también The Englishman's Hebrew and Chaldee Concordance, op. c., pp. 508-521, donde aparecen todos los textos con la palabra hebrea «yom», y cada vez que acompaña un numeral, se traduce por período de 24 horas, teniendo por el contexto un valor literal de 24 horas. [1012] Véanse pp. 198-200. [1013] Ya hemos indicado en otros lugares que se ha cambiado este aspecto, por cuanto era insostenible en 2008. Ya no creen que tenga que haber alguien vivo de 1914 con discernimiento. Pero lo hemos dejado tal cual se creía hasta la época de Franck. [1014] Lo de 1975, también es insostenible. Pero siguen aceptando la cronología bíblica que les llevó al fracaso de 1975. Pueden consultar Perspicacia para comprender las Escrituras (Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania-USA 1991), el término día. Nótese lo citado en La Atalaya del 2003, p. 15 párrafos 6 y 7, donde partiendo de los dichosos paralelismos, obtienen que en los días paralelos (según ellos) del fin de la época del diluvio, transcurrieron 120 años. Y añaden del párrafo 7: “Ya han transcurrido 90 años desde que en 1914 se iniciaron los últimos días de este sistema de cosas. Sin duda estamos “en el tiempo del fin”. ¿Están queriendo decir que han de transcurrir desde 1914, 120 años, y ya han pasado 90 y quedarían 30, con lo que se alcanzaría el 2034? [1015] Véase esta idea que estaría muy generalizada en la Septuaginta en Cohene y otros, Diccionario Teológico del N.T., Vol. II, p. 453. [1016] Ídem. [1017] La Atalaya, 15-3-1990, p. 13. [1018] Ídem, p. 13. [1019] Ídem, p. 13. [1020] Ídem. [1021] Ídem. [1022] Ídem, p. 14. [1023] Ídem, pp. 13, 14.

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Watchtower de marzo de 1883, p. 458. Creación, op. c., p. 2. Op. c., dedicatoria. Véase Bibliografía especial. Op. c., pp. 100 y ss. Luz, Vol. I, op. c., p. 59.

La verdad os hará libres, op. c., pp. 33, 34. En La Atalaya del 15 de junio de 1982, pp. 19, 20, se indica que para noviembre de 1919 «Jehová estaba comenzando a hacer un nombre para sí» y que «Sin embargo se llegó al punto culminante en 1931. Esto fue el domingo 26 de junio, cuando millones de personas que asistían a la asamblea internacional de Columbus, Ohio, adoptaron una resolución intitulada “un nuevo nombre”.» Hemos visto por las citas ya estudiadas que en 1919 no había ni siquiera ese comienzo «de preparar un nombre para sí». [1031] Los Testigos de Jehová en el Propósito Divino, pp. 127, 128. [1032] El nombre divino que durará para siempre, op. c., p. 7. [1033] Los Testigos confunden el problema cuando se dirigen en sus escritos a sus adeptos, respecto al nombre de Dios. No se trata de que los cristianos no demos importancia al nombre de Dios, sino que no aceptamos ni la expresión Jehová como correcta, ni única, ni que sea el modo adecuado de perpetuar, glorificar y santificar el nombre de Dios. En diversas publicaciones, como por ejemplo en La Atalaya (15-9-1978), en el artículo «Algo nuevo acerca del nombre de Dios», donde se intenta machaconamente presentarnos evidencias del uso del nombre de Dios. Pero no es eso lo que se discute acerca del nombre de Dios, sino la interpretación que los Testigos hacen de esos textos. [1034] Por su interés transcribimos una explicación respecto al origen de la grafía «Jehová» del autor Ricardo R. Cabero Alarcón (Ministerio Adventista, noviembre-diciembre 1975, pp. 12, 13). «Jehová es el título divino más común en el Antiguo Testamento y es repetido, a través de sus páginas, unas 6.800 veces. La forma actual de la grafía, Jehová, es una transcripción conjetural del tetragrámaton hebreo YHWH (Ya'we o Yahweh) y se basa en una vocalización errónea (respecto a esto puede verse a B. Alfrink, La pronunciation Jehová du tetragramme, e n Estudios sobre el Antiguo Testamento, t. 5, pp. 43-62; G. J. Thierry, The pronunciation of the Tetragrammaton, en id., pp. 30-42; Siegfried H. Horn, «Yahweh» en SDA Bible Dictionary, pp. 1161, 1162). [1035] «1. Desde los Soferim hasta los masoretas. »Tras el exilio babilónico y el restablecimiento del estado judío en Palestina, una de las primeras actividades emprendidas por los escribas judíos fue la de preservar y cuidar el manejo del texto hebreo de su Libro Sagrado. Estos escribas fueron llamados soferim (…). »Su actividad consistía en la transcripción del texto de las Escrituras, en su comparación o cotejo con los manuscritos existentes, en la recolección de lecturas variantes entre las que no se podía hacer una elección definitiva tras un minucioso estudio del texto (…), y por último, en seguir las indicaciones de ayuda que habían recibido desde mucho antes referentes a la pronunciación según el aspecto consonántico de cada palabra. Debemos recordar que la Escritura hebrea tenía solamente consonantes y no daba ninguna indicación escrita sobre los valores vocálicos que debían acompañar a estas consonantes. Estos valores vocálicos, que eran transmitidos en forma oral por los judíos, fueron olvidados poco a poco (…). »Paralelamente a los soferim de Palestina, había en Babilonia (…) un grupo de escribas dedicado en la misma forma a los mismos propósitos que sus hermanos palestinenses. Del trabajo de estas dos escuelas surgieron dos grupos separados de comentarios y aclaraciones del texto de las Escrituras que se conocen con el nombre de Masora. »(…) En Babilonia (…) se ideó un sistema para indicar los valores vocálicos que debían atribuirse a las diversas consonantes del texto de las Escrituras (…). De esta manera los escribas judíos de Babilonia lograron incorporar en una forma visual más permanente las tradiciones e interpretaciones (…). »Hacia el año 750 de nuestra era cambió la situación política (…), y esto trajo el eclipse de la actividad creadora por espacio de unos seis siglos. Mientras tanto, surgía en Tiberíades, Palestina, otro grupo de eruditos a quienes se denominó y conoció posteriormente como masoretas. Ellos compusieron de nuevo la vocalización, la acentuación y la masora de la Biblia, incluyendo la división de las Escrituras en capítulos y versículos para facilitar el hallazgo de pasajes. »Entre las muchas características de esta escuela masorética estaba el uso de dos participios arameos: el qere y el k etib, usados como notas de llamada o recomendación para la lectura de palabras bíblicas. El k etib, que significa «escrito» señala el texto consonántico que emplearon los puntuadores de la masora (…). Elqere, que significa «leído» con la acepción de «léase» o «debe leerse», indica la sustitución oral de una palabra por otra sin la alteración sustancial del texto escrito. La atención del lector se guía al margen por medio de un pequeño círculo a manera de asterisco (circellus masorethicus) que se coloca encima delk etib. En algunos casos de

vocablos variantes muy frecuentes, por motivos de economía, el qere no se señala en el margen. Éste era el qere perpetuo. “El más común es el del tetragrámaton del nombre de Dios: YHWH (…). Para evitar que alguien lo profanase pronunciándolo, colocaban sobre él las vocalesa, o, a, de la palabra ‘Adonay’ (Señor). Esto se tornó tan común que ya no era necesario colocar al margen las consonantes de la lectura deseada: de esta manera las vocales puestas sobre el tetragrámaton obligaban al lector a decir en seguida ‘Adonay’.” » En vista de que este principio no fue entendido completamente por los cristianos cuando aprendieron a usar la Biblia hebrea en los primeros días de la reforma, el divino nombre fue transcrito como Jehová (…). No sabemos cuáles eran los verdaderos sonidos que daban al tetragrámaton, pero se supone, por su etimología, que la forma original debió ser Yahweh.» [1036] Respecto al momento de su uso, consúltese Teología del Antiguo Testamento, de P. Van Imschoot, op. c., p. 46. [1037] «A propósito de las vocales de “Adonai” es necesario notar dos cosas. La i final de esta palabra equivale en hebreo a una consonante (la yôd). De aquí su ausencia bajo el tetragrámaton sagrado. En cuanto a la a inicial es una a muy breve, correspondiendo a una e medio muda, en las palabras de la misma raíz (…). Así las tres vocales en los manuscritos son e-o-a» (Los Testigos de Jehová, de G. Hébert, op. c., p. 167). [1038] Respecto a la tradición judía, en cuanto al uso del tetragrámaton (YHWH) como «Adonay» (Señor), puede consultarse Teología del Antiguo Testamento, p. 46; Comentario Bíblico Adventista, Vol. I, p. 181. [1039] La Atalaya, 1-2-1983, p. 6, dice lo siguiente: «Pero ¿qué importa el que usemos o no usemos el nombre de Dios?, puede que alguien pregunte. ¡Importa muchísimo! (…) si usted no conoce ni usa ese nombre, ¿pudiera inducírsele en el pueblo que Dios escoge como el suyo propio? [1040] «YHWH de los ejércitos» (Is. 47:4; 48:2; 51:15; 54:5; Jer. 10:16 entre otros; Amós 4:13. El «Santo» (Is. 57:15). Amós 5:27 hace significar a YHWH como el «Dios de los ejércitos». [1041] Artículo de Atalaia, edición brasileira de la Iglesia Adventista, febrero 1975, pp. 10, 11. [1042] Leonardo Boff (El Padrenuestro, op. c., p. 64) nos dice: «Conocer el nombre de alguien es sencillamente conocer a ese alguien.» «(…) santificado sea su nombre. Quiere decir que Dios sea respetado, venerado y honrado como quien es (…)» (p. 65). ¿Y cómo se santifica? «Santificamos el nombre de Dios cuando con nuestra vida, con nuestra actitud solidaria, ayudamos a construir relaciones humanas más ecuánimes y más santas (…)» (pp. 66, 67). «La petición “santificado sea tu nombre” entraña además un elemento escatológico. El hombre constata históricamente que se le escapa la construcción de un mundo santo, perfecto, justo y puro. Lo que más deseamos es justicia, paz y amor; pero estas cualidades no acaban de establecerse en la tierra. (…) Por eso la petición se transforma en una súplica para que Dios mismo haga lo que la historia es incapaz de producir: la santidad de los hombres y de la sociedad. ¡Dios mismo debe santificar su propio nombre!» (p. 69). [1043] Es ése el valor que le da la Traduction Oecuménique de la Bible, en las notas al Livre de l'Exode, op. c., p. 39. [1044] Así se explica la Traduction Oecuménique de la Bible, id. [1045] Los Testigos de Jehová pretenden discutir inútilmente esta posición en su prefacio al The Kingdom Interlinear Translation of the Greek Scriptures, op. c., pp. 11 y ss. [1046] Ídem, p. 16. [1047] Dichas ideas están sacadas de Selecciones de Teología, nº 89, pp. 6, 7. [1048] Ídem. [1049] Ídem. [1050] Ídem. [1051] Ídem. [1052] Ídem. [1053] Véase El nombre divino que durará para siempre…, pp. 23-27. [1054] Las fuentes hebreas a las que se refiere la Watchtower como traducciones al hebreo del Nuevo Testamento griego, van numeradas y precedidas por la letra J (The Kingdom Interlinear Translation of the Greek Scriptures, op. c., pp. 28-30). [1055] Así lo declara en la obra precitada en nota anterior (p. 18). Los 307 casos distintos se mencionan en las pp. 1148-1151 (téngase

en cuenta la edición de 1969 de The Kingdom Interlinear Translation…, puesto que en la edición de 1985 este dato de los 307 casos se ha omitido). [1056] Dato presentado por Alfa & Omega Ministries, con el título Ocultando el nombre divino, op. c., p. 1. [1057] Los textos de las versiones hebreas junto con los datos que presentamos en relación a esas versiones hebreas registradas han sido obtenidos de Alfa & Omega, Ministries, Ocultando el nombre divino, op. c. [1058] Publicado en la Watchtower del 15 de mayo de 1960, p. 320. Con relación a la dedicación de «JHWH» a Jesucristo no confunde la distinción de personas, sino ambas personas, el Padre y Jesucristo (el Hijo de Dios) poseen los mismos atributos divinos y participan de la unidad que pertenece a la deidad. De ahí que se pueda adjudicar ese mismo nombre tanto al Padre como al Hijo. [1059] Aun cuando reconocen que Juan el Bautista es el precursor de Cristo (Usted puede sobrevivir al Armagedón y entrar en el Nuevo Mundo de Dios, op. c., p. 87), no son capaces de comprender que si Juan el Bautista es el mensajero que prepararía el camino a Yahwéh (ellos dicen Jehová), Yahwéh debería ser Cristo. Y es que, aunque la Escritura es suficientemente clara a este respecto, como quiera que no han sabido comprender la aplicación que se da a Cristo de atributos, títulos y nombres que pertenecen a Dios Padre, no pueden comprender que a Cristo se le pueda llamar Yahwéh (YHWH). Véase op. c., pp. 86-89. [1060] Véase El Deseado de todas las gentes, por Ellen White, op. c., p. 133, donde se identifica a Cristo con el Señor Yahwéh de Malaquías 3:1. Dicha autora, aunque hace coincidir la venidaal templo de Jerusalén por Cristo como la venida predicha por el profeta Malaquías, no agota las posibilidades, ya que en el conflicto de los siglos, op. c., p. 477, da una interpretación escatológica complementaria. Por otra parte nos congratulamos de que los Testigos de Jehová actuales identifiquen a este Señor (Adon) con Yahwéh, pues sin proponérselo lo están haciendo coincidir con la persona de Jesucristo, aun cuando quieran encontrar diferencias sustanciales entre el Señor y el Ángel del Pacto. Adon, con artículo determinado «el», no siempre significa Yahwéh (cf. Gn. 42:30, 33, que es la excepción). Y hay varias veces que sin estar precedido por el artículo determinado se aplica a Yahwéh. No podemos aceptar la utilización del texto de Isaías 6:1-6 (véase Usted puede sobrevivir, op. c., pp. 87-91) como haciendo diferencia entre el Señor Yahwéh que sería quien realmente va al templo de modo espiritual, y el Ángel del Pacto, que iría de forma literal en representación de Yahwéh. La visión de Isaías 6:1-6 aunque se relaciona con Cristo no tiene nada que ver con el punto que estamos tratando. Ahí no se dice que el Señor fuera a su templo, sino que estaba en su templo, y que lo vio en visión Isaías pero sin ninguna coordinación con el tema que estamos analizando del profeta Malaquías. Dicho profeta habla de un precursor de Yahwéh. Esto se cumple con Juan el Bautista que precede a Jesucristo; por lo tanto, Jesucristo es Yahwéh. A continuación se dice que Yahwéh iría a su templo. Y esto se efectuó de nuevo con Cristo, que además de ser el Señor es el Ángel del Pacto. La visión de Isaías se realiza en tiempos del rey Uzías, independientemente de que se anuncie o se diga algo que tenga un cumplimiento en la época de Cristo (Is. 6:9, 10 cf. Jn. 12:39-41), pero nada en relación con el templo. Concurre el hecho de que Isaías ve al Señor en su templo, ve su gloria. Se pretende disminuir la identificación que Juan 12:40 (cf. Is. 6:9, 10) hace con la gloria que vio Isaías (Usted puede sobrevivir…, p. 90). El invento de que ahí se hace referencia a Cristo pero como criatura incluida dentro de un «nosotros» hipotético, no tiene consistencia. La única gloria que allí se describe es la de Adonai o Yahwéh, y por lo tanto Juan está aludiendo a dicha gloria de Yahwéh cuando se la aplica a Jesucristo. Los Testigos todavía insisten con otro «tapabocas»: Cristo no podía ir al templo como siendo «su templo», puesto que «el Hijo habló del templo como la casa de mi Padre» (Usted puede sobrevivir…, p. 87). Jesucristo tiene autoridad sobre el templo (Jn. 2:13-15). Es incluso mayor que el templo (Mt. 12:6). Y en cuanto al verdadero «templo no hecho de manos» es Él quien dispone las moradas para sus discípulos (Jn. 14:1-3). Todo lo que tiene el Padre es suyo (Jn. 16:15; 17:10). De ahí que Cristo sea mayor que el propio Moisés, ya que Cristo como Hijo está en su propia Casa. Ya que la «Casa de Dios» (He. 3:2) la hizo Cristo (He. 3:3) y, por lo tanto, es su Casa (He. 3:6). [1061] La convergencia entre el Ángel de Yahwéh y Yahwéh mismo se da en numerosos lugares del Antiguo Testamento: Gn. 18:1, 2, 9, 10, 13, 16, 20, 22, 33; 19:1; 16:7, 10, 11, 13; 22:1, 12, 15, 16; 31:11-13; 32:24-30; Éx. 3:2-5. [1062] La versión inglesa de K. James, traduce las dos por Messenger. Numerosos comentaristas, imposible de reseñar aquí, identifican al Ángel del Pacto como el Señor Yahwéh.

[1063] [1064] [1065]

Raymond Brown, El Evangelio según san Juan, op. c., Vol. II, pp. 1512-1519. A. T. Robertson, Imágenes Verbales del Nuevo Testamento, op. c., Vol. V, p. 184.

El Verbo, op. c., pp. 34-38. Los Testigos se preguntan: «¿Estaba Jesús, en Juan 8:58, alegando ser Jehová-Dios?» (El Verbo, p. 35). Responden «No, según muchos traductores modernos de la Biblia» (ídem, p. 35). El hecho de que se aplique el «Yo soy» a Cristo va a depender de varios traductores de la Biblia. Si el significado de un texto dependiera exclusivamente de diversos traductores de la Biblia, hay mayoría que vierte el egò eimí de acuerdo al texto original «Yo soy». [1066] El Verbo, p. 35. [1067] Ídem, p. 36. [1068] Nácar-Colunga, Moffatt, Scoofield, Una traducción americana, Stage, Pfaefflin, Jorge M. Lamsa, Jaime Murdoch, La Biblia Brasileira. Más adelante se traen dos traducciones judías del griego de Juan al hebreo, que coincide con el «yo he sido». [1069] Esta actitud de algunos judíos estaría motivada, según diferentes comentaristas, porque Jesucristo se atribuye el tetragrámaton divino: El Comentario a la Biblia de la BAC (Profesores de Salamanca, Vol. V-Evangelios, pp. 440, 441), lo deja claramente expuesto; incluso indica que la expresión «Abraham se gozó de ver mi día» alude «al día de Yavéh» . R. Schnackemburg (Comentario al Evangelio de Juan, Vol. II, p. 75) afirma categóricamente en relación a Juan 8:58, que se está expresando la preexistencia de Jesús, su ser eterno y divino. Y llama la atención al hecho de que Jesús no dice «antes de que Abraham existiese Yo era sino Yo soy». Y en la p. 77, remitiéndonos a C. H. Dodd, expresa que respecto a la fórmula egò eimí la sitúa en el tratamiento judío del nombre de Dios. Schnakemburg realiza un estudio notable del origen y sentido de la fórmula egò eimí (op. c., pp. 73-85). De C. H. Dodd, puede verse Interpretación del Cuarto Evangelio, pp. 264, 265. [1070] Los Testigos de Jehová (El Verbo…,p. 37), pretenden escamotear el valor del nombre divino designado a Cristo por el hecho de que en Éx. 3:14, en la versión de la Septuaginta, no se presenta la expresión egò eimí. No comprendemos bien qué finalidad tiene el sacar a relucir este asunto, cuando ellos mismos ya habían aceptado que el egò eimí significa (sin materia introductoria alguna) «Yo soy» (p. 36); y que el «Yo soy» se aplica a Jehová (p. 35). Por otra parte, si bien es cierto que la Septuaginta no expone en este lugar el egò eimí, sino el ho òn, no significa que el egò eimí haya perdido su valor de estar señalando al nombre divino. Todo lo contrario. La Septuaginta es una traducción más del hebreo. Y el texto hebreo de Éxodo 3:14. El hebreo de ese lugar exhibe el Yo Soy (Ehyeh). El que la traducción de los LXX haya preferido ho ón (el que es, o el ser) no tiene ninguna trascendencia, ni hace que prevalezca esa versión sobreel egò eimí.Simplemente es una manera sinónima de verter el significado del tetragrámaton. Y por último, digamos que Deuteronomio 32:39 e Isaías 43:10, la Septuaginta ofrece para el «Yo Soy» hebreo el egò eimí griego, y no el ho òn. [1071] No vamos a entrar en las polémicas de la influencia helénica (véase esta discusión en O. Cullmann, Cristología, op. c., pp. 228 y ss.). Podemos decir que a partir del siglo I a.J. el título Kyrios se aplica a los dioses, especialmente en las religiones de misterios. Los reyes orientales se atribuyen dicho título, y a instancias de éstos los emperadores romanos lo asumirán siendo divinizados. [1072] El que Jesús recalque respecto al hecho de que le han llamado «el Señor» (decís bien, pues lo soy), es una evidencia del uso inseguro de los apóstoles que precisó una ratificación de parte de Jesucristo, y el evangelista lo recuerda por la importancia que va a tener cuando de dicha expresión se sirvan de forma consciente. [1073] Véase Introducción a los métodos de la exégesis bíblica de Josef Schreiner; Herder, Barcelona, 1974, p. 173 [1074] Algunos manuscritos traen por «‘upokátö» la variante «‘Upopodion» (tanto en la Septuaginta como en el ev. de Lucas). El significado es el mismo. Tiene igualmente la idea de «someter». [1075] Así se expresa A. González, el Libro de los Salmos; Herder, Barcelona 1977, pp. 498-502. Creemos que dicho autor no ha comprendido el sentido de dicho Salmo todo él mesiánico, según nosotros. Es cierto que determinados salmos se prestan a una ambivalencia histórica: Por medio de la figura del rey judío aparecerá la figura del Mesías. Aquí no es el caso. Según creemos, sería lo contrario: tras la figura del Mesías había que aplicar al rey judío. NO comprendemos, tampoco, por qué el primer Señor lo ha puesto con mayúscula y el segundo con minúscula. Hemos de descartar como irrelevante la opinión de que David se pueda referir a Saúl como Señor (Adón) de David. Sin entrar en detalles cronológicos, el uso que Jesucristo y otros autores del Nuevo Testamento hacen de este texto impiden una aplicación de esa

naturaleza [1076]

Si exceptuamos los Salmos y algún profeta como Malaquías, casi siempre se aplica a seres humanos la palabra Adon (véase A Concordance of the Septuagint, op. c., pp. 144-147; también Englishman's Hebrew and Chaldee Concordance of the Old Testament, op. c.). Para un estudio sobre la evolución de las palabras Adon y Adonai, y sus usos y aplicaciones en la Biblia, puede consultarse Diccionario Teológico del Antiguo Testamento, Tomo I, op. c., pp. 62-78. [1077] Véase Sal. 11:5; 44:12; 96:5; 113:7; 122:2; 134:3; 146:5. (Téngase en cuenta la numeración de la Septuaginta.). [1078] Op. c., p. 125. [1079] No parece por el uso estratégico que de dicho salmo hace Jesucristo, y por la intencionalidad que tiene en que descubramos lo que las Escrituras del Nuevo Testamento nos revelan después, de que se esté obligado gramaticalmente a emplear dos nombres distintos para designar el concepto «Señor». Si así fuera habría que pensar que originalmente no habría esta diferenciación que remarca el texto masorético, y que vendría de acuerdo a la Septuaginta y a los textos evangélicos. [1080] Watchtower, agosto de 1882, pp. 2, 3. Citado en Los Testigos de Jehová en el Propósito Divino, op. c., p. 22. [1081] Ídem. [1082] Yahwé es el nombre dado a Cristo. Ellen White, Signes of the Times, 3-5-1899. [1083] Véase a Sanders, en todas sus conclusiones inexactas a las que llega (en Jesús y el Judaísmo, ed. Trotta, Madrid 2004, pp. 457 y ss.), aunque aparentemente lo haga con un cierto respeto y educación, pero marginando una gran cantidad de acontecimientos y de referencias textuales, para acabar con lo que dice no ser la misma interpretación que la de Schweitzer. Aunque en realidad sea meramente una variante como veremos cuando presentemos la posición de Schweitzer. Si se empieza por eliminar lo que se había anunciado del Mesías respecto a su obra, se sigue eliminando la acción de Dios especial al comienzo y no se profundiza en la forma de tenerse que dar la existencia de aquel que ha de identificarse con lo que se anuncia del Mesías, y se va eliminando la mayoría de las referencias mesiánicas, y de su cumplimento; y únicamente se acepta aquello que va bien para lo que se quiere lograr, y se abona y prepara el terreno para ese objetivo, se conseguirá creerse que lo que se ha hecho es una reconstrucción válida, pero NO. Vamos a tener en cuenta todo Sr. Sanders. Y después compararemos su trabajo y conclusiones con las nuestras y los planteamientos y explicaciones decidirán. [1084] Si ya de por sí la conciencia que se forma en cada uno de nosotros se torna imposible de comprobar los cuándos y los cómos de su naturaleza, cuánto más cuando no hay una progresión de naturalezanormal, tal como acontece en Jesús de Nazaret. Sobre el misterio y la conciencia mesiánica de Jesús puede verse a Maximiliano García Cordero, en Jesús como problema, op. c. pp. 162-172. Este autor trae una amplia bibliografía sobre lo que piensan varios autores respecto a la conciencia Mesiánica; también puede consultarse a Georges Laad, Teología del NT., op. c. pp. 236ss. [1085] Ved bibliografía general sobre los esenios y Qumran. De cualquier forma habrá que analizar muy críticamente ciertas conclusiones a las que llegan ciertos autores respecto a ciertas influencias directas que se dice que tuvieron aquellos sobre Jesús y Juan el Bautista. Pero sin lugar a dudas la gran cantidad de manuscritos encontrados, y la manera de contactar que tenían los esenios, nos muestran la facilidad de disponer de manuscritos bíblicos para su consulta. [1086] Claude Tresmontant (Le Christ hébreu, (edición de F.-X. de Guibert, Paris 1994, pp. 238-242), nos ofrece una serie de datos relativos a la versión hebrea previa a la griega. Nos dice que el término “llegar a ser” que vendría refrendado en griego por ἐγένετο de acuerdo al término escogido por los LXX en Gn. 2:7 (como en otros lugares), como traducción del verbo ser hebreo (neºpeš{‫פשׁ‬ ֶ ‫ )}ֶ֥נ‬no tiene una palabra hebrea que le corresponda. Es decir en hebreo aparece el verbo ser (lüneºpeš {‫פשׁ‬ ֶ ‫( }ל ְֶ֥נ‬Gen 2:7) con “le-lü”, que en griego “lü” se traduce porεἰς (eis). Este εἰς viene a significar la dirección, la intención. La traducción hebrea de Génesis 2:7 no es “llegar a ser alma viviente” sino “para ser viviente”. Evidentemente el texto griego de Juan 1:14 al introducir ἐγένετο (ègéneto) le hace suponer a Tresmontant, que de ser una traducción del hebreo debería venir ègénetopero de acuerdo al uso de los LXX que en este caso habría que tener en cuenta “eis” que marcaría una dirección no un “llegar a ser” ¿Y cuál es el problema? El temor de Tresmontant es que al traducir “llegar a ser” o “se hizo” hombre, le parecería que dejó lo anterior. Pero Tresmontant aquí lo tiene difícil. Lo seguimos en muchas partes, pero aquí no podemos. Esta traducción griega la hace Juan, y sin embargo ha escogido ègéneto, y además no introduce la preposición “eis” ¿Y por qué? Porque se quiere remarcar que ese Verbo o Lógos, independientemente que no pueda dejar de serlo, “llegó a ser” auténtica y plenamente un ser humano. Si se dan cuenta posteriormente se nos dice que en esa condición no dejan de ser los atributos de la naturaleza de Dios y su correspondiente personalidad de Lógos ¿A quién se está haciendo referencia cuando se dice que “habitó entre nosotros”? ¿Quién? El Lógos (Jn. 1:14 pp.), y ¿”Cómo habitó y lo comprobamos?” Viendo su gloria, gloria como del único del Padre (Jn. 1:14 úp) “siendo lleno de gracia y de verdad”. Y ese “único” se trata del “único Hijo” que dada la condición de ese Hijo desde siempre es descrita como “que está en el seno del

Padre” (Jn. 1:18). Es decir, es desde esa posición figurada de estar permanentemente en el seno del Padre que se nos trasmite la realidad “que está manifestándose como siendo del Padre desde siempre” (Jn. 1:18). La persona divino-humana es la realidad del Lógos o Verbo encarnado, unido a lo humano. [1087] Este reconocimiento no sirve para invalidar la realidad constatable de esa conciencia mesiánica. El que yo no pueda entender el que un electrón pueda pasar al mismo tiempo por dos agujeros situados en distinto lugar de un mismo plano, no significa que no sea real y constatable. El que no pueda entender lo que significan “espacios desprovistos de materia” no implica que no sea real y comprobable. El que el espacio no sea infinito, y mi mente no pueda ni sepa explicar no significa que no exista. [1088] La eternidad que tanto en Juan 1:1 como en Miqueas 5:2 se expresa es la misma. Hay algunos que en una concepción semiarriana, aceptan una definición de eternidad que no está expresada en ese sentido que entienden. Cullmann (Christ et le temps, Neuchâtel 1947, pp. 49, 56) nos dice: “La eternidad no difiere del tiempo más que en su carácter ilimitado; debemos entenderla como una línea temporal infinita (…)” Claro, colocan al Lógos sobre esa línea temporal infinita, en algún momento original distinto al del Padre. Utilizan el texto de Miqueas donde se dice “desde los días de la eternidad” (‫{עוָֹל ֽםִמיֵ֥מי‬mîmê `ôläm}Miq. 5:1, 2), y entonces pretenden adjudicarle un comienzo distinto al del Padre. El autor de la cita no creía que se iba hacer un uso de ese modo. Porque al utilizar la expresión “línea temporal infinita”, o como Miqueas expresa respecto al Mesías “desde los días de siempre” no nos permite desligar a días de siempre. La expresión días que se añade a siempre es el modo de afirmar la realidad de la eternidad en el lenguaje finito. Pero se trata de un bloque definido por siempre, y ese siempre abarca toda la duración. Nos dirá K. Barth (Dogmatique, II/ 1 {2}, p. 363) “Eterno es el ser en la duración del cual, el comienzo, la sucesión y el fin, no son tres cosas, sino una y la misma cosa, única y simultánea. La eternidad es simultaneidad y de ese modo es duración pura” Así que Miqueas 5:1,2, nos trasmite la eternidad del Mesías como “desde siempre”, en toda su durabilidad. Por eso cuando Habacuc tiene que expresar la eternidad de Dios, la expresa diciendo que Yahvé es “desde el principio” “desde los días que son siempre” [1089] Ver nuestro comentario a Mesías Identidad y Misión, Jesucristo sin más, (Vol. I) en las pp. 77-81, y ss. [1090] Este hacerse carne (Jn. 1:14pp.) no evita el que siga siendo gloria del único Hijo en su especie del Padre (1:14úp.). [1091] Antes del cuarto evangelio, la concepción de la palabra creadora se habíapresentado, en el Targum de Génesis (preparado por Alejandro Díez Macho, Neophyti I, Targum Palestinense ms. de la Biblioteca Vaticana). [1092] Tresmontant (en Le Crist hébreu, op. c. pp. 219-225), muestra, que la teología de Juan en ese prólogo evidencia la teología de Génesis I: “es por la palabra de Dios que la creación ha sido efectuada o realizada”. En efecto, “Dios dijo” (Gn. 1:3ss.) y se hizo (cf. Sal. 33:9). [1093] En la obra El Verbo, ¿Quién es, según Juan? de la Watchtower, se intenta presentar dos ideas opuestas por medio de dos traducciones que se diferencian esencialmente (ver El Verbo...pp. 3-5). De este modo se pretende dar pie a la discusión de que no está clara la traducción de Juan 1:1, según la cual dice: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios” Otras traducciones, según los referidos autores, se oponen a la versión “y el Verbo era Dios”. Se citan varias de ellas (Id., p. 4). De todas las que se citan, 12 en total, 9 no se oponen en absoluto a la traducción clásica de nuestras Biblias y tan sólo 3 se diferencian sustancialmente. Estas versiones son: Nuevo Testamento en versión mejorada, Londres 1808, que dice: “y el Verbo era un dios”. Juan Greber en El Nuevo Testamento, nueva traducción y explicación, ed. 1937: “y la Palabra era un Dios”. Carlos Cutler Torrey, Los cuatro Evangelios. Una traducción Nueva, de. 1947: “y La Palabra era un dios”. Citadas todas en El Verbo..., pp. 4, 5. Las demás hasta completar las doce que mencionábamos, no difieren en cuanto al sentido y contenido, aun a pesar de la libertad y ligereza con que toman el texto. La mayoría delas traducciones están conformes en identificar al LOGOS o VERBO o PALABRA, con Dios, puesto que no hay otra posibilidad de traducción ateniéndonos al texto original, como comprobaremos en páginas subsiguientes. [1094] Hemos querido transcribir la traducción que vierte el opúsculo de la Watchtower “El Verbo ”, en p. 54: En principio era la Palabra (o el Verbo) ( en arjëënhológos). Y la Palabra era con el Dios ( kaìhológosënpròstòntheón). Y Dios era la Palabra (kaìtheòsënhológos). Este era en principio con el Dios (oútoën en arjëpròstòntheón) (cf. Hb. 1:12). El texto griego dice:VEn avrch/| h=n o` lo,goj( kai. o` lo,goj h=n pro.j to.n qeo,n( kai. qeo.j h=n o` lo,gojÅ [1095]

F. Godet, en su comentario al Evangelio de San Juan, pp. 33-35, 4ª ed., Neuchâtel, nos dirá la diferencia que existe entre el principio del Génesis 1:1 y el de Juan 1:1. Mientras que en Juan se emplea el imperfecto era, en Génesis se utiliza el indefinido. Hace notar que el mismo Juan abandona el imperfecto para utilizar el aoristo egéneto cuando pasa al acto de la creación (Jn. 1:3).

[1096]

Es cierto que la palabra principio se utiliza también en sentido temporal, como lo primero, desde el punto de vista ordinal (Mc. 1:1; Lc. 1:2). Pero es por este contexto de Juan, como en las cartas y Apocalipsis que no podemos aceptar ese sentido. El sentido de honor o de posición también se obtiene, a veces, de la palabra arjë, aunque no es éste el sentido en el texto de Apocalipsis 3:14. Este sentido significa preeminencia, principado principal (Tit. 3:1; Efe. 3:10). Y también está el sentido recogido por este comentario: Cristo vendría a ser la sustancia, la causa, la fuente, el origen por lo que todo ha venido a ser. Es el valor que damos a Apocalipsis 3:14 por cuanto se relaciona con la palabra principio, y ya Cristo era en el principio, luego, por lo tanto anterior. Y se relaciona también con la palabra Creación, y precisamente Cristo es el Creador (Jn. 1:3). Véase A. T. Robertson, ( Imágenes Verbales del Nuevo Testamento , ed. española, vol. VI, p. 342), sobre que Cristo es “la fuente originadora de la Creación”. [1097] CBA, vol. 7, op. c. p. 751. [1098] Notemos, por otra parte, que la aplicación en el Apocalipsis a Cristo la expresión “primero y último”, en el Antiguo Testamento se aplica a Yahwé (Isa. 44:6; 48:12). [1099] La pretensión que se expresa en El Verbo,..., op. c., p. 57, donde se dice que en vez de creación de Dios podría traducirse creación por Dios, y así lo han consignado en su versión Nuevo Mundo tanto en castellano como en inglés, no tiene apoyo bíblico. Si el sentido fuera creación por Dios, estaría la preposición úpo (por). Aludir a A.T. Robertson como si éste apoyara esa idea es nula por cuanto dicha cita no dice nada al respecto (El Verbo ..., p. 46). Precisamente Robertson vierte la frase diciendo de Cristo “la fuente originaria de la creación”(Imágenes Verbales, op. c., vol. VI, p. 342). Además, en la traducción interlineal y marginal publicada por los Testigos, aceptan la traducción de Dios y no por Dios (véase Diaglott, op. c., p. 821). [1100] En el CBA, op. c., vol. VII, pp. 776, 777, se nos dice que el vocablo arjë (principio) se aplica a Cristo en sentido activo, y se refiere a lo que inicia una acción, a una causa primera, a un primer motor. [1101] Dicha alusión a la filosofía griega la encontramos en ¡Despertad!, 8-8-1979, pp. 28, 29. [1102] Algunos, para intentar dar una explicación a Ap. 3:14, dicen que Juan en dicho pasaje tomó prestadas esas palabras de Prv. 8:22, y afirman que allí la palabra principio no significa empezador, origen u originador, significaría, de acuerdo a este pensar, el primero de los caminos de Dios (El Verbo..., p. 46). Así se expresa también Rutherford (El Arpa de Dios, op. c., pp. 67, 68). Sin embargo tanto Proverbios 8:22 y ss. como Apocalipsis 3:14, deben de ser estudiados a la luz del prólogo de Juan. No podemos, de un pasaje poético y alegórico obtener conceptos teológicos o dogmáticos, independientemente de su valor como apoyo a las ideas inspiradas de Juan. Más difícil todavía, es probar que Juan haya obtenido su afirmación de Ap. 3:14, de Proverbios en versión Septuaginta. Lógicamente, al escribir en griego tiene que utilizar términos griegos, pero la estructura y el pensamiento de Juan no son griegos sino hebreos. De las 16 citas que hay en su evangelio, del Antiguo Testamento, las toma del texto hebreo, nunca de la Septuaginta (Biblia Comentada, Profesores de Salamanca, op. c., Vol. V, p. 223). Respecto al Apocalipsis, independientemente de la influencia griega de los LXX, los pasajes se apoyan en los textos hebreos o arameos (La Sagrada Escritura, Nuevo Testamento III, op. c., p. 559). [1103] El verbo hebreo qänänî, que es traducido por ktáomai en la Septuaginta, incluso en Pr. 1:5; 4:4; 17:16; 18:15; 19:8, nunca tiene el sentido de crear sino de adquirir, poseer, tener, escoger, etc. Tanto esos textos como los demás de la versión hebrea son traducidos por ktáomai. Hay algunos pasajes de la versión hebrea que no son transliterados por ktáomai pero tampoco por ktízö (creó) o ktísis (creación). Tan sólo existe el pasaje de Proverbios 8:22, y dos más en Génesis 14, los que corresponden a los versículos 19 y 22. ¿Por qué, entonces, la Septuaginta, de varias decenas de pasajes que traduce la palabra hebrea qänänî (poseer, adquirir, etc.) traduce por ktáomai (en el mismo sentido queqänänî) y tan sólo en tres pasajes lo hace por ktízö (crear)? Los autores de la traducción de la Septuaginta debido a las influencias que debían de tener no pudieron dar el valor eterno en el punto en cuestión. Si se observa el contexto de los pasajes de Gén. 14:19, 22, notamos que se trata de que Abraham, al vencer a sus enemigos, no pretende poseer algo que pertenece al poseedor (qänänî) de todos los cielos y la tierra que es Dios, de ahí que devuelva los diezmos de todo al poseedor (no creador) de los cielos y de la tierra. La versión hebrea en esos pasajes, como en Pr. 8:22, ha dejado consignado qänänî (en el sentido de poseer) y no bará (en el sentido de crear). Algunos traductores se han dejado llevar por la Septuaginta y han traducido por creador. Sin embargo esto no coincide con el valor del término hebreo. La versión francesa de Segond, traduce por maitre. La inglesa de King James, por poseedor. La italiana Valdense, por padrone (dueño, propietario). Nacar-Colunga, por dueño. La portuguesa traduce también por poseer. Nos parecen más apropiadas esta traducciones con arreglo al original qáh-náh, que no los que traducen por creador, ya que esa idea es ajena al texto original. (Puedeconsultarse y compararseA Concordance of the Septuaginta compiled by Morrish, op. c., con The English-man's Hebrew and Chaldee Concordance of The Old Testament, op. c.. La Bible Annotée, Vol. I, op. c., p. 163, indica que si el autor hubiera querido hablar de la creación de la Sabiduría, hubiese empleado el verbo bará. Esta misma idea de poseer es a la que se suscriben los autores de la Biblia Comentada, Vol. IV, op. c., p., 723.

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Sólo aparece en la misma Septuaginta en Gn. 33:3, 14 con un sentido distinto al que tiene en Pr. 8:24. Tanto en Gn. 33:3, 14, no tiene su correspondencia, en la versión hebrea, por hil. ¿Por qué una misma expresión tiene que traducirla de dos maneras diferentes cuando no existe ninguna razón? ¿Por qué esas irregularidades? [1105] Cuando dice de la sabiduría “desde la eternidad” (~l'A[meâ{më`ôläm}) [1106] En una gran mayoría de pasajes, hil expresa la idea de moverse, moverse como con dolores de parto, “dar a luz”(idea de movimiento), temblar, agitarse, retorcerse, estremecerse, conmoverse, angustiarse, consumirse, etc. Tan sólo en unos pocos pasajes tiene el sentido de crear o de engendrar (Isa. 45:10; Job. 26:13; Sal. 90:2; Deut. 32:18). Esto nos obliga a tener en cuenta el contexto para decidir el sentido y significado de la palabra. Y, en este caso, el contexto es claro. Lo que se pretende es diferenciar a la Sabiduría de las cosas creadas. Y que ella es antes de lo creado, y que ya estaba activa ( hil) cuando se hacían los montes, los mares y los abismos. En esta ocasión, como en algunos otros lugares, la Septuaginta no recoge la acepción de la versión original hebrea. [1107] El texto en cuestión debería traducirse: “El Señor me (qáh-náh) poseía en el principio de su actividad, ya de antiguo, antes de sus obras (v. 22). Eternamente tuve el principado, desde el principio, antes de la tierra (v. 23). Antes de los abismos estuve activa (hil). Antes que fuesen las fuentes de las muchas aguas (v. 24). (En relación a esta traducción véase Radiografía del Jehovismo, op. c., pp. 47-49). [1108] Utilizamos el texto de Isaías 9:6 como conteniendo la Divinidad del Mesías, teniendo en cuenta que se le aplicaría la representatividad de ser, se le llamaría en su obra de salvación, como el Padre eterno, su acción como representando al Padre, sería como la del Dios Fuerte. [1109] Como se ve, el texto en cuestión se expresa “Y Dios era el Verbo ”. La propia versión inglesa marginal de la Watchtower en el Diaglott traduce también “Y el logos (palabra) era Dios” (op. c. p. 312). Por lo tanto, una traducción que dijera “y el Verbo era un dios”es incorrecta, y no hay base textual para ello. Aludir a ciertas opiniones como que este texto está mal traducido es una vez más eludir el compromiso de la verificación. ¿Qué dice realmente el texto? La opinión de Roslyn D'Onston a la que se afilia la Watchtower, según la cual, el texto debería traducirse “Y el Verbo era de Dios ” (véase el Verbo.., p. 53, 54). Aunque la afirmación es correcta en un cierto sentido (cf. Ap. 19:13), no aquí en el pasaje que estamos tratando. Las tres razones que da son puramente artificiales: Una, la de los manuscritos, (que no cita ninguno) no se puede referir a los textos griegos antiguos, puesto que aparece tal como todas las Biblias traducen. Apelar a que en los otros lugares donde aparece el lógos no se le identifica con Dios es querer enredar las cosas. Es decir como en Apocalipsis 19:13 la palabra Dios (theòs) viene en genitivo, y se le dice al lógos ser de Dios pero no Dios sería suficiente según ciertos autores para poder alterar la construcción de la frase “Y el logos era Dios”. Por el hecho de que a mi padre se le llame hombre, a mí como hijo se me llame también hombre, no dificulta que tanto a mí como a mi padre, se nos pueda decir que somos hijos de hombre. El ser hijo de hombre no descarta el que sea hombre también. Aunque Juan y Pablo dicen Amor de Dios (Jn. 5:42; 8:39; Rm. 5:5; 1ª Jn. 2:5), no impide a Juan expresar que Dios es Amor (1ª Jn. 4:8). El que Juan en el Apocalipsis diga logos de Dios no obsta para que se pueda exponer que el logos es Dios, o que Dios es el Logos. En el primer caso se intenta identificar al Logos como procediendo de Dios, en el segundo se intenta expresar que lo que es Dios es inherente al Logos, es decir, posee los mismos atributos. La segunda razón, según la cual si Juan hubiese querido decir que el Logos es Dios, no hubiera escrito el versículo segundo, nos parece desconocer la Biblia. El versículo segundo semejante a la primera y segunda frase del versículo primero, intenta diferenciar las personas de El Dios y de El Verbo, con la tercera frase del versículo primero se pretende identificar al Logos o Verbo con los atributos de Dios. El Logos no es el Padre pero tiene la misma naturaleza. La tercera razón que se aduce la vamos a discutir a lo largo de todo este apartado. Es cierto que en la frase kaìtheòsënhológosla palabra theòs (Dios) viene sin artículo (El Verbo ...p. 55), pero ¿qué significa esto? ¿Qué podemos traducir divino? Cullmann dirá que es imposible, ya que para ello debería decir tëîos (En Cristología..., op. c., pp. 230, 248.). Tampoco podemos emplear el término divinidad o deidad por cuanto se utilizaría la expresión tëeiótes o tëeótetos. Los comentaristas católicos de la Biblia Comentada por los profesores de Salamanca cuando aluden a Westcott (The Epistles of St. Jhon, 1905, pp. 165-167) hacen suyas sus palabras comentando que “la fórmula con artículo significa el Padre en contraposición a la misma palabra sin artículo que sólo expresa la divinidad (vol. V, op. c., p. 239). Recuérdese que según Cullmann, de querer expresar la divinidad hubiera usado tëeiótes (Rm. 1:20; Col. 2:9). Pero tampoco significa que no pudiera expresarse la noción de divinidad de otra manera que no fuera tëeiótes Alfred Vaucher, deja consignado en su Historia de la Salvación, (op. c., p. 215) citando a Louis Bouyer (Le QuatriemmeEvangile, pp. 49, 50), que la ausencia del artículo es debido a que Dios es un atributo. ¿Traducir por un dios como vierte la versión Nuevo Mundo? Hacerlo significaría no tener en cuenta el griego y lo que las autoridades en griego explican sobre la omisión del artículo determinado en griego. La autoridad que utiliza la Watchtower en el opúsculo que estamos examinando y que opina sobre dicha supresión no favorece la traducción un dios sino todo lo contrario. En el Verbo.., p. 55 se cita a Moule y su obra AnIdiom-Book of New TestamentGreek, ed. 1953, Universidad de Cambridge, p. 116. Si bien Moule alude a una nota del obispo Westcott, en la que expresa:

(El Verbo ..., p. 55, citando a Moule de su obra ya citada). No comprendemos por qué se intenta tergiversar las palabras de Moule. Los autores de dicha obra, que consideramos, quieren utilizar a Moule, enfatizando la expresión “y no identifica a su persona”como dando a entender que el autor de la cita no está de acuerdo con que Cristo posea los mismos atributos divinos que el Padre. Pero las frases posteriores del autor de dicha cita son muy claras: “Sería puro sabelianismo decir la Palabra ënhotheós, ya que esto significaría igualar las personas, asunto que está muy lejos de la mente de Juan”. Y añade el autor: Ninguna idea de inferioridad de naturaleza sugiere la forma de expresión y, que afirma la verdadera deidad de la Palabra. Traducir Dios con minúscula sería una manipulación del texto, puesto que ya se sabe que los manuscritos o están todos con mayúscula o todos con minúscula. Preguntémonos ¿Por qué no lleva artículo theòs? La respuesta de la teología, y de la interpretación, debe tener en cuenta la aportación adicional que pudiera darnos la gramática. Si Juan escribe en un idioma que tiene ciertas reglas aplicables en los caso como el que comentamos debemos conocerlas. Debido a que no existe artículo indeterminado en griego, cuando los nombres no van acompañados del correspondiente artículo determinado se traduce, en ocasiones por indeterminado (Gramática griega, de Jaime Berenguer Amenós, Barcelona 1960, p. 21). Decimos en ocasiones, por cuanto el artículo determinado se omite delante de todo predicado nominal cuando éste precede al Verbo. Y cuando esto sucede no se puede traducir por indeterminado. Son numerosos los autores, tanto religiosos como los que no lo son, que indican claramente el porqué de la omisión del artículo y su significado, según la Gramática indicada en nota anterior, en su p. 22. Véase también La Trinidad, de Fray Valentín Bretón, Desclée de Brouwer, Buenos Aires, 1945, p. 38, y otros autores que iremos mencionando. El profesor E.C Colwell, catedrático de la universidad de Chicago, considerado como una de las mayores autoridades del mundo griego, en su trabajo A Definite Rule forthe N.T. GreekArticleUsage , demuestra que en todo predicado nominal que precede al Verbo se omite el artículo, y que no tiene por ello valor indeterminado (este autor se cita en Radiografía del Jehovismo, op. c., p. 15). Tampoco es relevante la presentación de textos donde el predicado nominal va acompañado por el artículo determinado, puesto que en todos los casos se trata del predicado nominal que va después del verbo, y no antes. En Radiografía del Jehovismo, op. c., pp. 18, 19, se informa lo siguiente: . En una palabra, si Juan hubiese querido decir un dios, tendría que haber puesto el predicado nominal después del verbo, y sin artículo definido. La reconocida autoridad en griego, Dr. Robertson, que se cita de forma incompleta por algunos, nos indica que es mucho más común encontrar a theòs (Dios) sin artículo en el Nuevo Testamento, refiriéndose al Dios absoluto, que con artículo >> (Citado en Radiografía del Jehovismo, op. c., pp. 13, 18.) Varios autores confirman con sus estudios que la ausencia del artículo en Juan 1:1 no es suficiente para traducir un dios: William H. Davis, Beginners of the Greek New Testament , p. 63.Allen R. Benner y Herbert W. Smyth, Beginners Greek , p. 50.A Freire, Gramática Griega, p. 178. Arnaldo de Sousa Pereira, Noçoes de Lingua Grega, p. 145. J. W. White, First Greek Book , p. 266.W. Martin y N. Klann, Jehovah of the Watchtower, p. 50.Citados todos ellos en Radiografía de Jehovismo, id. pp. 14-18. Robertson dirá que generalmente Dios (theòs o theón), va sin artículo en el Nuevo Testamento para especificar al Dios absoluto (A. T. Robertson, citado en Radiografía de.., p. 18). Davis dirá que el sujeto se diferencia del predicado porque aquél lleva artículo y el predicado no (William H. Davis, op. c. p. 63. Citado en Radiografía del Jehovismo, op. c. íd.) Colwell manifiesta que todo predicado nominal va sin artículo con valor determinado, cuando precede al verbo (op. c., Citado en Radiografía del.., p. 15). Los Testigos de Jehová en el apéndice a su traducción bíblica (Traducción del Nuevo Mundo con referencias , p. 1579) presentan los textos: Mc. 6:49; 11:32; Jn. 4:19; 6:70; 8:44; 9:17; 10:1; 13:33, en los que el predicado nominal antecede al verbo y que algunas versiones bíblicas han traducido por indeterminado. Dos cosas podemos decir: la primera, que dichas versiones no han respetado la regla gramatical en esos lugares; ya hemos consignado, y todavía lo haremos más, lo que las autoridades en griego dicen sobre el particular. La segunda, si estas versiones no han respetado esa regla gramatical ha debido de ser porque la traducción por indeterminado en esos pasajes no afecta al valor de la frase. Sin embargo, lo importante para los Testigos sería que esas versiones bíblicas hubieran traducido Juan 1:1 en lo que se refiere al Lógos como un dios. Esto no nos lo presentan, y de haber sido así nos lo dirían. Consultando alguna de esas versiones podemos decir que la Nueva Biblia Española traduce y la Palabra era Dios. La de Ediciones Paulinas menciona y el Verbo era Dios. Lo mismo podríamos decir del N.T. de J. Mª González Ruiz, etc.. Es decir, en cuanto a Juan 1:1 respetan la regla gramatical que ya hemos explicado. Con arreglo a la cita que exponen de Philip B. Harner (Art. Qualitative Anarthorous Predicate nouns: Marck 15:39-John 1:1 publicado en Journal of Biblical Literatura, vol. 92: Filadelfia, 1973, p. 85) es necesario entender al autor del artículo en cuestión. Puesto que a la conclusión que lleguemos respecto a la opinión de Harner en cuanto a lo que dice, que en Juan 1:1 cree “que la fuerza cualitativa

del predicado es tan prominente que el sustantivo no puede considerarse definido”, deberá estar complementada con su opinión vertida anteriormente cuando dice refiriéndose a las cláusulas como la de Juan 1:1 que “con un predicado sin artículo precediendo al verbo son principalmente cualitativas en significado” y añade aclarando lo que ya había indicado respecto a lo que entendía por cláusulas cualitativas en significado: “indican que el lógos tiene la naturaleza de Dios”. Harner no dice en ningún momento que hay que valorar theòs como indefinido o indeterminado sino como teniendo la misma naturaleza de Dios. Harner en última instancia está dependiendo de una interpretación respecto a su teoría de la valoración cualitativa, sin rechazar la regla gramatical que nos ha legado la lengua griega. Está proporcionando su opinión en cuanto a que la omisión del artículo tiene un significado distinto a la posibilidad de traducir como determinado o como indeterminado. Lo interpreta como que el lógos tiene o posee la Naturaleza de Dios. El que esta regla gramatical no sea respetada siempre, no la hace inexistente ni autoriza a traducir un dios. Los Testigos no estarían de acuerdo con esta expresión de Harner de que el logos tiene la naturaleza de Dios. La pregunta que debemos formularnos es ¿Qué implica realmente la omisión del artículo? Los autores Colwell y Metzger citados en este trabajo consideran que la omisión del artículo en este caso es debido a la regla gramatical según la cual todo atributo que precede al verbo se omite el artículo, y le da un carácter definido sobreentendido. Otros aun cuando no coincidan exactamente con esta misma opinión, no significa que no estén de acuerdo en su conclusión final. Hay autores que consideran, independientemente de que el artículo se omita por esta razón gramatical, la existencia de algún otro motivo por el que se escogió esa posición de atributo precediendo al verbo. Ya veíamos que los comentaristas católicos de la Biblia Comentada explicaban que el motivo de la omisión del artículo era para diferenciar al Verbo poseedor de la atribución de Dios, es decir de la naturaleza de Dios, respecto de la Deidad plena que abarca al Padre, al Espíritu Santo y al propio Verbo. Harner lo explicaba en razón de la valoración cualitativa diciendo que el Lógos no tenía valor definido, pero que el Logos o Verbo poseía la naturaleza de Dios. Y es que de no tener valor definido a tener un valor indeterminado hay un abismo, y la omisión de lo definido no produce automáticamente la afirmación de lo indeterminado. Los gramáticos Dana y Mantey (Manual de Gramática del Nuevo Testamento, Casa Bautista de Publicaciones, 1979, p. 143) interpretan la ausencia del artículo en kaì theòs ën ho lógos como refiriéndose a la deidad, y así lo explican: “ni era la Palabra la totalidad de Dios, como así significaría si el artículo fuera también usado con theòs. Tal como están las otras personas de la Trinidad pueden ser implicadas en theòs “. Manuel Guerra Gómez (en El Idioma del Nuevo Testamento, ed. Aldecoa; Burgos, 1981, p. 248) nos ofrece la siguiente explicación: . J. N. Darby ( en el apéndice del Diccionario expositivo de palabras del Nuevo Testamento, Vol. IV, ed. Clie; Terrassa, 1989, pp. 467, 469 nos da una orientación muy a tener en cuenta para comprender la omisión del artículo en Juan 1:1 aludiendo como Dios a una característica del Verbo: Se emplea en el Nuevo Testamento a los hijos únicos y se aplica así en sentido especial a Cristo y, en este caso, el énfasis está en el pensamiento de que como el “único” Hijo de Dios, no tiene igual y puede revelar plenamente al Padre>>. El verbo gennáö, en todas sus composiciones, viene con dos “enes” y puede significar nacer, engendrar; mientras que monogenès (monos= uno; gínomai= ser, existir) significaría literalmente “ser único” (citado en MA, op. c. p. 21). La Septuaginta tiene el mismo sentido de singularidad en los cuatro pasajes en que se vierte monogenès (Jue. 11:34; Sal. 22:20 -21:21 en Septuaginta-; Sal. 25:16 -24:16 en Septuaginta-; Sal 35:17 -34:16 en Sept.-). La idea es el ser único. El Salmo 25:16 es en el que con más claridad podemos comprobar el sentido y significado de monogenès:
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