tesis corregida-1

September 16, 2017 | Author: Guillermo Martin Caviasca | Category: Marxism, Left Wing Politics, Politics, Antonio Gramsci, Intellectual
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Introducción Es el objetivo de este trabajo realizar un estudio comparativo entre las dos organizaciones guerrilleras más importantes de Argentina: el Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP) y Montoneros. Buscaremos describir y problematizar como, teniendo un objetivo de transformación social similar: el cambio radical de las estructuras políticas y económicas de Argentina y la construcción del socialismo, se desarrollaron dos caminos que se proclamaban los más idóneos para estos fines. A partir de este objetivo, avanzaremos en la problematización de la ideología, la organización y sus implicancias políticas, la idea de democracia, la concepción del problema militar de la revolución, el tipo de internacionalismo, aspectos de la política hacia la clase obrera, el avance de la opción militar por sobre los demás aspectos de la política, el enfrentamiento de los montoneros con Juan Domingo Perón y las relaciones entre ambas organizaciones en el contexto político. De esta forma intentaremos abordar nuestro objeto encontrando nuevos ángulos desde los cuales abordar estos temas y reordenar las conclusiones. No pretenderemos hacer un “balance de la derrota” de las organizaciones armadas ya que esto debería referir a acontecimientos y problemas que abarcan a un periodo más amplio del estudiado y análisis en profundidad de actores que exceden a nuestro tema. Existen balances del periodo desde posiciones políticas e intelectuales comprometidas con diversas corrientes de militancia o por protagonistas. No creemos que podamos desde un material como el que aquí presentamos polemizar con las opiniones que estos presentan, ni intentar un balance alternativo, aunque nuestras líneas de interpretación puedan diferir con muchas de las existentes. Hay una serie de temas como, la política de Perón, de las FFAA, de la burocracia sindical, las corporaciones burguesas, los partidos políticos tradicionales, que no son objeto de nuestro estudio salvo en lo que obliga el abordaje de la política de la guerrilla en el periodo. De la misma forma podemos decir que la clase obrera, el sindicalismo clasista o combativo, el estudiantado, etc. entran en nuestro estudio a través de las actividades de las organizaciones, que los buscaron como interlocutores privilegiados. Consideramos en este trabajo una premisa respecto al periodo: que el proceso de lucha de clases abierto que se desarrolló a partir de 1955, tuvo las características de una 1

guerra civil de baja intensidad y esta premisa excluye otras dos ideas. La de que las políticas de ejercicio de la “violencia revolucionaria” fueran producto de actores minoritarios. O, como planteaba la “teoría de los dos demonios” en la década de 1980, que la violencia era un producto de dos extremos, ajenos al resto mayoritario de la sociedad, los militares o guerrilleros. Para nosotros existían dos ideas fundamentales que representaban concepciones antagónicas respecto a como de debía organizar al sociedad argentina en todos los planos. Estas concepciones se corporizaros con movimientos de clases, agrupamientos políticos y corporaciones que no fueron consensuables dentro de la democracia tradicional y se enfrentaron recurriendo a la violencia. Esta guerra civil de baja intensidad llegó a un punto crítico en 1976, cuando la clase dominante unificó sus fuerzas tras un proyecto común -el neoliberalismo-, y lanzó todo su poder militar sobre el pueblo argentino. Entonces las organizaciones guerrilleras argentinas eran un actor más, emergente de un proceso de veinte años de lucha política. Un actor que expresaba la voluntad de que las transformaciones que se consideraban necesarias se realizaran en beneficio de la clase trabajadora. No eran la única expresión de este proceso pero sin dudas eran una expresión que “debía” ser eliminada (junto a la fracción combativa de la case obrera), para que la imposición del camino llamado “neoliberal” pudiera implementarse. Los 60 y 70 eran épocas de revolución social y luchas de liberación antiimperialista: Argelia, Cuba, Vietnam; los países africanos y árabes y la misma América Latina. Esta oleada de luchas de liberación, muchas de ellas victoriosas, parecía indicar que el camino revolucionario se construía luchando con la inquebrantable voluntad del Che. Pero la historia sólo tiene tendencias de largo plazo, y las resoluciones de las luchas concretas de cada formación social están sujetas la resolución de conflictos concretos en las que juegan un sinnúmero de contradicciones difíciles de medir para quienes están sumergidos en la vorágine de los hechos y en el desarrollo propio de las acciones humanas. En este sentido, la resolución se dio en sentido inverso al que los revolucionarios del periodo vaticinaban y el sacrificio principal lo hizo la clase obrera. Por otra parte, la violencia es sólo un emergente de un sistema que incluye en su lógica antagonismos fundamentales y que en periodos de crisis aparecen claramente como irreconciliables. Es lógico en esos periodos que, si en el despliegue de los campos enfrentados los dos cuentan con conciencia de sus intereses y organización para defenderlos, la lucha sea inevitable y la resolución de conflicto sea violenta. Para el 2

periodo que se cierra con la dictadura del 76, las luchas y conquistas de la clase obrera argentina en las décadas previas establecieron un nivel de conciencia y organización basado en las conquistas reales obtenidas durante el gobierno peronista de 1946-1955. Este nivel de conciencia significó una traba fundamental para la aplicación de modelos de acumulación capitalista que produjeran un alto costo a la clase trabajadora. Así surgió la Resistencia Peronista con sus grados embrionarios pero masivos de violencia. Por otra parte, la falta de un consenso homogéneo al interior de la clase dominante y de una representación política democráticamente viable de ésta, le brindaron a los trabajadores y al pueblo mejores escenarios para desarrollar su resistencia y posteriormente la ofensiva en el marco de una crisis de hegemonía recurrente devenida en crisis orgánica1. Por eso no es central en este trabajo abordar le tema de “la violencia” por fuera de las condiciones que le dieron origen y legitimidad para la amplia mayoría de la población. Nos parece bastante claro que las condiciones para que el enfrentamiento llegara al plano de la violencia militar venían madurando desde la caída de Perón. Sin olvidar que fueron actos de violencia militar los que están en el origen del periodo abierto en 1955 y que esta violencia se mantuvo con diferente grado hasta 1983. En general se discute la violencia militar por parte de organizaciones reivindicadas como populares u obreras, pero la violencia militar fue una constante por parte de las fuerzas militares, policiales del Estado (y paraestatales). Para los revolucionarios durante 1960 y 1970 el ejercicio de la violencia fue (entre otras) una de las cuestiones clave a resolver, cuestión que tenían permanentemente ante sus ojos en forma transparente. Es nuestra hipótesis que el PRT-ERP y Montoneros perseguían objetivos similares. Pero que expresaban (con matices y fronteras no siempre claras) a dos caminos con que se desarrollaba en el “tercer mundo” a partir de la posguerra las luchas de liberación nacional: el del marxismo leninismo y el del nacionalismo revolucionario. Buscamos identificar cuales fueron en nuestro país las condiciones que hicieron la existencia de estas dos vertientes quedaran claramente delimitadas en estas dos organizaciones cuando en el resto de América Latina y el “Tercer mundo” la fusión de 1

Adoptamos la concepción de “crisis orgánica” en el sentido de ruptura de un “bloque histórico” o sea de la pérdida capacidad de los estamentos dirigentes de una sociedad de ser aceptados como tales (hegemónicos). Dice Gramsci “Los viejos dirigentes intelectuales y morales de la sociedad sienten que se les hunde el terreno bajo los pies (…) de aquí su desesperación y sus tendencias reaccionarias y conservadoras: la forma particular de civilización, de cultura, de moralidad que ellos han representado se descompone y por ello proclaman la muerte de toda civilización, de toda cultura de toda moralidad y piden al estado que adopte medidas represivas…” Notas sobre Maquiavelo la política y el Estado moderno pag 185-186. Esta concepción de crisis es en Gramsci una ponderación equilibrada de la crisis de las estructuras económicas, políticas y culturales de la sociedad. La crisis es orgánica cuando el resquebrajamiento del funcionamiento de la economía se articula con una crisis en la capacidad de hegemonía de la clase dominante

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ambas concepciones o la hegemonía de una en la conducción del proceso parece haber sido el camino típico. Para el desarrollo de nuestra investigación aplicamos el Método Comparativo2. Siguiendo a Marc Bloch el método comparativo permite “practicar el método comparativo en el marco de las ciencias humanas consiste (…) en buscar, para explicarla, las similitudes y las diferencias que ofrecen dos series de naturaleza análoga tomadas de medios sociales distintos”. De esta forma podemos identificar nexos y configuraciones causales, explorar procesos temporales a través del análisis de una secuencia histórica y realizar la comparación sistemática y contextualizada de casos a la vez similares y diferentes y así delimitar problemas relativos a nuestro objeto con un marco de referencia amplio. Entonces abordamos esta búsqueda a través de la comparación y asumimos las ventajas y las limitaciones de esta vía. La limitación principal es la falta de integralidad en el análisis de cada fuerza en particular y el colocar en primer plano los temas de discusión que se daban en el momento que por ser muy destacados en las diferentes coyunturas no significa que fueran los más importantes desde una perspectiva histórica. Pero, esas mismas discusiones de coyuntura y de problemas que se consideraban estratégicos en el momento nos permite ver y hurgar temas en que los guerrilleros se vieron obligados a agudizar su capacidad de explicación y acción porque hacían a la diferencia cualitativa con sus competidores. La metodología propuesta se vincula estrechamente con cada una de las instancias de la investigación, adecuándose a los objetos analizados en cada caso. Optaremos por el análisis cualitativo ya que nuestro objetivo es definir categorías y descubrir problemas difíciles de abordar sin esta tarea previa. Esto es particularmente importante en el tema que nos ocupa ya que, al no existir una definición consensual sobre conceptos como poder, hegemonía, ideología, etc. (especialmente por ser temas que se cruzan fuertemente con prácticas políticas), nos permitirá colaborar con la producción de teoría a partir del estudio de nuestro caso entendido como nutriente empírico. Para el abordaje de las entrevistas seguiremos el método de la historia oral 3. Es una metodología específica de las ciencias sociales y puede definirse como un 2

Bloch, Marc, Introducción a la Historia, México, Fondo de Cultura Económica. James Mahoney and Dietrich Rueschemeyer, eds., Comparative-Historical Analysis in the Social Sciences. New York: Cambridge University Press. UNDP. 2003. 3 Pablo Pozzi y Gerardo Necoechea Gracia, comps. Cuéntame como fue, una introducción a la historia oral Buenos Aires: Imago Mundi, 2008.

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procedimiento establecido para la construcción de nuevas fuentes para la investigación histórica, con base a testimonios orales recogidos sistemáticamente bajo métodos, problemas y puntos teóricos de partida explícitos. Las entrevistas las realizamos en forma semiestructurada, con devolución y repregunta. Se basaron en un guión de temas a tratar a partir de la lectura previa de documentos, pero no quedamos atados a este plan previo ya que esta metodología permite ir encontrando vetas de profundización en el mismo desarrollo promoviendo la respuesta abierta. Además encararemos las entrevistas y las repreguntas que surjan desde una actitud no directiva; es decir, cuidando que la intervención del entrevistador no dirija las respuestas del entrevistado, de modo de comprenderlo en su propio lenguaje. Son fuentes primarias fundamentales para esta investigación las entrevistas realizadas a los protagonistas. Roberto Perdía, Daniel De Santis, Carlos Flaskamp, José Lewinger, Armando Jaime, Luis Mattini, Horacio Verbitsky, Mercedes De Pino, Raúl Lezcano y Carlos Loza. Entre las entrevistas se destacan las hechas a Roberto Perdía, número dos de la organización Montoneros y a Daniel De Santis cuadro de dirección del PRT-ERP y actual investigador de la guerrilla. Estas entrevistas se resaltan sobre el resto por la disposición que ambos mostraron el reiteradas charlas y consultas y por el lugar de observación destacado en que se encontraban y se encuentran. Sabemos que esto tiene sus ventajas y desventajas. La principal ventaja es sin dudas el acceso a información y discusiones en forma privilegiada. La principal desventaja es no caer en la asimilación de la óptica con que estos protagonistas y militantes en la actualidad hacen el balance de su militancia. Creemos haber evitado esta segunda dificultad. Como fuentes principales, además de las entrevistas a protagonistas, hemos trabajado con los documentos más importantes de las organizaciones estudiadas. Algunos de ellos eran desconocidos públicamente o son utilizados por primera vez en una investigación académica como el Manual de instrucción para oficiales y soldados del Ejército Montonero y el documento El peronismo ha quedado agotado de la misma organización entre otros. Entre los archivos documentales existentes tenemos primordialmente las recopilaciones de documentos editadas para el PRT-ERP y para la izquierda peronista recopilada por Daniel De Santis para el PRT y por Roberto Baschetti para Montoneros y el Peronismo revolucionario. También estudiamos varios números de las revistas Militancia, El Descamisado, Causa Peronista, Cristianismo y Revolución, Evita Montonera, Estrella Roja y El combatiente.

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Utilizamos como fuentes primarias materiales cuyo soporte es audiovisual. Películas y documentos en video elaborados por las organizaciones o grupos vinculados como las películas de la época Los traidores y Trelew: la Patria Fusilada de Raymundo Gleyzer, La Hora de los Hornos y Los Hijos de Fierro de Solanas Getino y Operación Masacre de Jorge Cedrón, Ya es tiempo de violencia de Enrrique Juarez. En el mismo registro los noticieros del PRT hechos por Gleizer y el documental montonero A Vencer de Juan Gelman. Como material sonoro disponemos de la Cantata Montonera y El cancionero de liberación donde reconocidos artistas presentaban temas destinados a apoyar a las corrientes combativas del peronismo. También utilizamos el análisis de las historietas de Héctor Oesterheld aparecidas en publicaciones vinculadas a Montoneros. Disponemos para estudiar nuestro tema de las fuentes primarias que son las memorias y autocríticas y balances que han realizado numerosos protagonistas de la época que nos sirve en forma muy clara cuando las cotejamos con los documentos del periodo. Por último también son fuentes primarias los documentos de las Fuerzas Armadas respecto de la guerrilla tanto los materiales de pública difusión publicados en diarios como los materiales de formación editados por el Circulo Militar. En el mismo registro están las publicaciones de la “derecha peronista”. Análisis de las fuentes lo encaramos desde tres planos: desde su interior para encontrar en ellas indicios y marcas de lo que no esta explícito en ellas; en relación con el contexto histórico para construir el relato mediante la confrontación crítica de las fuentes entre si, frente a los relatos ya existentes; y en relación con las diferentes vertientes interpretativas sobre el pasado reciente. Como fuentes secundarias hemos recurrido a una gran variedad de publicaciones académicas, de intelectuales no académicos, investigaciones periodísticas y novelas históricas. Entonces las fuentes secundarias trabajadas no fueron únicamente las consideradas generalmente como académicas. Hemos podido aprovechar muchas posibilidades de discusión al tener en cuenta ciertas perspectivas que no son consideradas profesionales. Dentro de esto podemos ubicar a los textos realizados por militantes de izquierda y a los trabajos ensayísticos de ciertos intelectuales que consideramos de alto valor. Por último como material complementarios estudiamos las fuentes de ideología y política que influyeron en los actores. Desde los clásicos marxistas más difundidos en organizaciones guerrilleras hasta los intelectuales de la nueva izquierda argentina y del revisionismo histórico que aparecen como fuentes de referencia y autoridad en la época. 6

Existe una bibliografía muy amplia sobre la guerrilla en Argentina que abarca desde compilaciones documentales hasta novelas. Para hacer una descripción general de la misma que nos permita presentar un estado de la cuestión inicial podemos dividirla en tres grande grupos: materiales de carácter académico, periodísticos y militantes. Indudablemente la tesis del inglés Richard Gillespie Soldados de Perón. Los montoneros4, es un trabajo ineludible para una primera aproximación a la guerrilla peronista que, aunque superado por nuevas investigaciones puntuales y aportes de los protagonistas, resiste el paso del tiempo. El grupo de investigadores miembros del CICSo (Centro de investigaciones en ciencias sociales) es un espacio pionero, cuyo trabajo se inicia en 1966 y esta integrado por Juan Carlos Marín y Beatriz Balvé, entre otros, cuenta en su haber varios trabajos sobre el periodo que encaran el problema de la violencia política desde una perspectiva sociológica como Lucha de calles, lucha de clases5, Los hechos armados, un ejercicio posible6, El 69. Huelga política de masas7 y Los desaparecidos: recuperación de una identidad expropiada8 . Algunos de referencia ineludible. También fueron trabajos pioneros, de Germán Roberto Gil. La Izquierda Peronista (1955-1974) Para Una Interpretación Ideológica9, y de Oscar Anzorena, Tiempo de violencia y utopía (1966-1976)10. Dentro de la Facultad de filosofía y letras el equipo de trabajo liderado por Pablo Pozzi desarrolla un interesante esfuerzo en el rescate de la memoria colectiva e individual. De esta forma el Programa de historia oral ha publicado con la firma de Pozzi una serie de trabajos sobre el tema o sus adyacencias. Entre ellos: entrevistas a Otto Vargas y Mariano Andrade Para una historia del maoísmo argentino: entrevista con Otto Vargas. (2005). Historias del PRT-ERP: ¿Cúal es la mejor arma que tiene la gente en las armas? La conciencia. Entrevista con Lucy y Brígida (2005). Historias del PRT-ERP II: Entrevista con Humberto Tumini. (2008). Y bajo la autoría de Angeles Anchou Guardianas : las mujeres de Guardia de Hierro. (2007)11. Además Pablo Pozzi 4

Richard Gillespie Soldados de Perón. Los montoneros Buenos Aires, Grijalbo, 1987. AA. VV. Lucha de calles. Lucha de Clases. Elementos para su análisis (Córdoba 1971-1969), Ed. La Rosa Blindada, Bs.As., 1973 6 Marin, Juan Carlos: Los hechos armados. Un ejercicio posible. Buenos Aires, Ed. Cicso, 1984 7 Balvé, Beatriz: El ‘69: Huelga política de masas. Rosariazo-Cordobazo-Rosariazo , Ed. Contrapunto, Bs .As., 1989. 8 Izaguirre, Inés:Los desaparecidos: recuperación de una identidad expropiada, Buenos Aires, Inst. de Inv. Gino Germani, Cuaderno nº 9, 1992 9 Germán Roberto Gil. La Izquierda Peronista (1955-1974) Para Una Interpretación Ideológica Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1989 10 Oscar Anzorena, Tiempo de violencia y utopía (1966-1976) Ed. Contrapunto, Bs. As., Argentina, 1986 11 Todos con referencia editorial: Buenos Aires, Facultad de Filosofia y Letras. Universidad de Buenos Aires. Imago Mundi. (Cuadernos de Historia Oral. Palabras de la memoria). 5

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ha publicado“Por las sendas argentinas...” El PRT-ERP. La guerrilla marxista12. Y junto a Alejandro Schneider Los setentistas. Izquierda y clase obrera, 1969-197613. Además de artículos de en torno al tema en revistas académicas. Los trabajos de Matilde Ollier El fenómeno insurreccional y la cultura política (1969-1973). La creencia y la pasión. Privado, público y político en la izquierda revolucionaria. Orden, poder y violencia. Partidos armados: La lógica oficial y las voces disidentes (Argentina, 1976-1977) entre otros se enfocan a lo que llamamos historia de las mentalidades intentando interpretar sentimientos y psicología de los combatientes14. Varios libros originados en tesis académicas son fueron de gran utilidad en nuestra investigación. Entre ellos, la tesis de licenciatura en la Universidad de el Salvador de Lucas Lanusse: El mito de los doce fundadores15. Tambien la tesis de graduación de Luis Brunetto 14250 o paro nacional16, es un muy interesante trabajo sobre la situación de la clase obrera en 1975 y deja planteada algunas hipótesis que nosotros retomamos. Y la tesis de Natalia Vinelli

ANCLA. Una experiencia de

comunicación clandestina orientada por Rodolfo Walsh17 sobre aspectos de inteligencia de las organizaciones armadas. Fuera del ámbito universitario pero agrupando historiadores profesionales el CCC (Centro cultural de la cooperación) y el Fisyp (Fundación de investigaciones sociales y políticas) ha dado a luz algunas investigaciones sobre el tema como el trabajo de Sergio Nicanoff y Axel Castellano sobre El Vasco Bengoechea y las Fuerzas Armadas para la Liberación Nacional18, el de Guillermo Caviasca Dos caminos. PRTERP y Montoneros en los 7019 y el de Eduardo Weisz sobre el PRT El PRT-ERP. Nueva

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Pozzi, Pablo “Por las sendas argentinas...” El PRT-ERP. La guerrilla marxista Buenos Aires, Eudeba, 2001. Pozzi, Pablo y Schneider, Alejandro, Los setentistas. Izquierda y clase obrera, 1969-1976 Buenos Aires, Eudeba, 2000. 14 María Matilde Ollier es autora entre otros de los siguientes trabajos: Orden, poder y violencia. Buenos Aires: CEAL, 1988. La creencia y la pasión. Privado, público y polÃtico en la izquierda revolucionaria. Buenos Aires: Ariel, 1998. Golpe o Revolución. La violencia legitimada, Argentina 1966 /1973. Buenos Aires, Editorial de la Universidad Nacional de Tres de Febrero, 2005. Partidos armados: la lógica oficial y las voces disidentes (Argentina, 1976-1977). Nuevo mundo, mundos nuevos 2008. 15 Lanusse, Lucas Montoneros. El mito de los doce fundadores. Bs. As. Ed. Vergara. 2005. 16 Brunetto Luis 14250 O Paro Nacional: Bases Obreras, Direcciones Sindicales y Peronismo En La Crisis del Rodrigazo, Junio y Julio de 1975 Bs. As. Estación Finlandia. 2007. 17 Vinelli, Natalia ANCLA, Una experiencia de comunicación clandestina orientada por Rodolfo Walsh Bs. As. Editorial: La Rosa Blindada. 2002. 18 Nicanoff, Sergio, Castellano, Axel. El Vasco Bengoechea y las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional, Bs. As. CCC. 2006 19 Caviasca, Guillermo. Dos caminos PRT-ERP Montoneros en los setentas Bs. As. CCC. 2005. 13

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izquierda e izquierda tradicional20. Y de Ariel Eidelman21 un artículo sobre Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde. El CEICS (Centro de estudios e investigaciones en ciencias sociales)22 organizado por el profesor Eduardo Sartelli ha publicado trabajos de sus miembros sobre el periodo y de otros investigadores como el ex dirigente del PRT Daniel De Santis Entre perros y Tupas, o de Beba Balve la reedición del 69 y de Lucha de calles lucha de clases; de Hector Löbbe La guerrilla fabril. Clase obrera e izquierda en la Coordinadora de Zona Norte del Gran Buenos Aires (1975 - 1976). Muy útiles a la investigación son las compilaciones de documentos hechas por Eduardo Baschetti23 para el peronismo revolucionario (documentos de la resistencia y de la guerrilla peronista) y Daniel De Santis24 para el PRT (Documentos del PRT-ERP I y II). También los de Eduardo Luis Duhalde y Ernesto Pérez 25 para el Peronismo de BaseFAP. Horacio Tarcus organizó el CEDINCI (Centro de investigación y cultura de izquierda) que reúne un importantísimo archivo de publicaciones y documentos de la izquierda argentina desde fines del siglo XIX hasta la actualidad. Incluye materiales de un espectro ideológico muy variado encontrando cuadernos de FORJA o publicaciones anarquistas. Allí podemos hallar la mayoría de las revistas de izquierda o publicaciones de las organizaciones armadas o afines a ellas. Como trabajos encarados desde la militancia encontramos una gran cantidad de producciones que consideramos de gran valor al estar orientadas a realizar un balance y presentar la opinión de protagonistas. Todos aportan algo, en diferente grado. Son como mínimo, un testimonio vivo y espontáneo de los protagonistas de la cuestión estudiada. Los libros de esta categoría los consideramos como fuentes más que como estudios sobre la etapa. Podemos mencionar entre muchos a los de: Roberto Cirilo Perdía La

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Weisz, Eduardo: El PRT-ERP: Nueva Izquierda e Izquierda Tradicional. Bs. As. Ediciones del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, 2006 21 Ariel Eidelman "Militancia e historia en el Peronismo Revolucionario de los años 60: Ortega Peña y Duhalde" Bs. As. CCC. Cuaderno de trabajo Nª 31 2004. 22 El CEICS ha publicado: de Héctor Löbbe, La guerrilla fabril. Clase Obrera e izquierda en la Coordinadora de Zona Norte del Gran Buenos Aires (1975-1976), Bs. As., Ediciones RyR, 2006. De Daniel De Santis Entre perros y tupas, Bs. As. RyR, 2007. entre otros. 23 Roberto Baschetti ha sacado varias ediciones de sus compilaciones documentales. Documentos de la resistencia peronista 1955 1970 y Documentos de la guerrilla peronista tomos I (1970 – 1973), II (hasta el 1 de mayo de 1974), III (hasta el golpe del 24 de marzo de 1976) y IV (para la resistencia antidictatorial) la editorial De la campana de La Plata publicó los cuatro tomos. 24 Daniel De Santis realizó una tarea similar a la de Baschetti pero para el caso del PRT. Ha publicado varias recopilaciones documentales A vencer o morir. Documentos del PRT-ERP I y II. Bs. As. EUDEBA y El PRT-ERP y el peronismo (documentos) Bs. As. Ed Nuestra América 2004 25 Duhalde, Eduardo Luis y Peréz Eduardo De Taco Ralo a la alternativa independiente. Historia documental de las Fuerzas Armadas Peronistas y del Peronismo de Base. Tomo I: Las Fap, La Plata, Editorial De la campana, 2003.

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otra historia (Testimonio de un jefe montonero)26, Luis Matini (Arnold Kremer) Secretario general del PRT a la muerte de Santucho, Hombres y mujeres del PRT27 ; Los últimos guevaristas28 de Julio Santucho, de Fernando Vaca Narvaja Con igual ánimo29, de Carlos Flashkampf Organizaciones político militares30, de Juan Gasparini Montoneros final de cuentas31, de Ernesto Jauretche No dejes que te la cuenten32, tambien de Ernesto Jauretche y Gregorio Levenson Heroes. Historias de la argentina revolucionaria33, de Jose Amorín Montoneros la buena historia34; de Gonzalo Chaves y Jorge Lewinger Los del 7335 y de Pilar Calveiro36 varios trabajos reflexivos en torno a la violencia política. Tambien incluimos en esta categoría de memorias Un militar entre obreros y guerrilleros37 de Eduardo Gurrucharri sobre el Mayor Alberte (delegado de Perón que acompañó a las organizaciones revolucionarias peronistas y de izquierda) y de José Vazeilles militante e intelectual testigo de todo el periodo Memorias de militancia38. La historia novelada de Eduardo Astiz sobre la contraofensiva montonera Lo que mata de las balas es la velocidad 39, y las novelas históricas de Miguel Bonasso40 El presidente que no fue y Recuerdo de la muerte, son trabajos que se salen del relato estricto reconstruyendo y recreando los hechos con diferente grado de libertad (mayor en Bonasso). Finalmente una mezcla de memoria y recopilación periodística es Mendoza Montonera41. Y los extensos trabajos de Eduardo Anguita y Martín Caparrós La voluntad42 (tres tomos de memorias reconstruidas). 26

Perdía, Roberto Cirilo, La Otra Historia. Testimonio de un Jefe Montonero, Bs. As., Grupo Agora, 1997 Matini, Luis Hombres y mujeres del PRT-ERP: la pasión militante. La Plata, Argentina: Editorial de la Campana, 1995. 28 Santucho Julio Los últimos guevaristas Bs. As. Editorial Punto Sur, 1988, 29 Vaca Narvaja Fernanado Con igual ánimo Bs. As. Ediciones Colihue 2002 30 Flashkampf Carlos Organizaciones político militares Bs. As. ed. Norma 2005 31 Gasparini Juan, Montoneros final de cuentas La plata. De la campana 1998. 32 Jauretche Ernesto, No dejes que te la cuenten, violencia y política en los setentas. Bs. As. EPN 1997 33 Jauretche Ernesto, Levenson Gregorio Héroes. Historias de la Argentina revolucionaria. Bs. As. Colihue. 1998 34 Amorín, José Montoneros la buena historia. Bs. As. Catalogos 2005. 35 Lewinger, Jorge; Chavez, Gonzalo Los del 73 La Plata. De la campana 1998. 36 Pilar Calveiro ha hescrito una sere de trabajos de investigación y reflexión sobre el periodo, entre ellos: Poder y Desaparición Buenos Aires, ed. Colihue, 2007. Política y/o violencia Buenos Aires, Grupo Editorial Norma, 2005. El Estado y sus Otros Buenos Aires, ed Araucaria,. 2006. 37 Gurrucharri Eduardo Un militar entyre obreros y guerrilleros 38 Vazeilles, José, Memorias de militancia, Bs. As. Manuel Suarez Editor, 2006 39 Astiz, Eduardo Lo que mata de las balas es la velociodad. Una historia de la contraofensiva montonera del 79 La Plata. De la campana 2005. 40 Miguel Bonasso ha escrito varios libros de grán difusión donde transmite su visión de procesos políticos que lo tuvieron como protagonista u observador desde el lugar particular que le daba ser miembro del área de prensa de Montoneros. Sus trabajos son reconstrucciones con estilo de novela, aunque pretende transmitir una reconstrucción aproximada de los hechos y personajes reales. Mencionamos a Recuerdo de la muerte Bs, As., Ed. Bruguera 1984 y El presidente que no fue Bs. As. Planeta 1997. entre otros. 41 Hugo de Marinis y Ramón Abalo Mendoza montonera Bs. As.Ed Corregidor, 2005. 42 Anguita Eduardo, Caparros Martín. La voluntad Bs. As. Ed. Norma. 1997. 27

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El grupo de la revista “Lucha Armada en la Argentina” dirigida por Gabriel Rot y Eduardo Bufano editó doce números con una cantidad de artículos y polémicas que abarcan todo el espectro clasificatorio que aquí desplegamos. El mismo Gabriel Rot publicó Los orígenes de la guerrilla en argentina43 en donde se presenta por primera vez un estudio exhaustivo de la guerrilla de Jorge Masseti en Salta. Tambien existen una gran cantidad de producciones de tipo periodística algunas de gran valor otras menores. Mencionamos algunas: de Maria Seoane Todo o nada sobre Santucho; de Martín Andersen El mito de la guerra sucia. De Marta Diana Mujeres guerrilleras; de Hernán Lopez Echagüe, El enigma del general Bussi; de Beatriz Saidon La montonera sobre Arrostito (muy malo), Operación Traviata ¿Quién mató a Rucci? De Ceferino Reato; de Samuel Blixen Conversaciones con Gorriarán Merlo y el Trabajo de Plis Stemberg Monte Chingolo, la mayor batalla de la guerrilla argentina44. Desde las Fuerzas Armadas y la derecha política encontramos también una serie de trabajos de diferente valía, algunos propagandísticos, otros memorias y balances de vida otro de tipo académico en el área de las escuelas militares. Sin dudas el del general Alejandro Agustín Lanusse45 Mi testimonio y Confesiones de un general son de alto valor como fuente para un investigador del periodo ya que es el balance en accionar del jefe del ejército que condujo la transición y el repliegue de las FFAA en el 72-73. Además fue un cuadro político lúcido de la corporación y de la burguesía liberal. También los libros del general Osiris Villegas sobre guerra revolucionaria son de valor ya que son los primeros trabajos nacionales sobre el tema que orientaron la formación de los oficiales de las FFAA. Dentro de las mismas FFAA encontramos balances y estudios con los que se forman o formaron los oficiales argentinos, como el del general Ramón Díaz Bessone Guerra revolucionaria en la argentina 1959-1978; del mismo autor Testimonio de una década46. También el del Coronel Eusebio Gonzalez Breard La guerrilla en Tucumán. Una historia no escrita47 y el del Teniente coronel Mario Orsolini Montoneros. Sus proyectos y planes48. 43

Rot Gabriel Los orígenes perdidos de la guerrilla en argentina Bs. As. Ed El cielo por asalto 2000. DE todas las mencionadas consideramos de gran influencia (por diferentes motivos) a las investigaciones de Plis Stemberg Monte Chinglo. La mayor batalla de la guerrilla argentina Bs. As. Planeta 2003 y de María Seonae “Todo o Nada, la historia secreta y la historia pública del jefe guerrillero Mario Roberto. Santucho” Planeta, Buenos Aires, 1991. 45 Lanusse, Alejandro A.; Confesiones de un general, Editorial Planeta, Bs. As., 1994. y Mi testimonio Bs. As. Ed. Lasserre 1977 46 Díaz Bessone Ramón Guerra revolucionaria en la argentina 1959-1978 y Testimonio de una década, ambos editados por el Circulo militar en 1988 47 Gonzalez Breard Eusebio La guerrilla en Tucumán. Una historia no escrita Bs. As. Circulo militar del 2001 48 Orsolini Mario Montoneros. Sus proyectos y planes Bs. As. Circulo militar 1989 44

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Son interesantes también del general Acdel Edgardo Vilas jefe de la represión en Tucumán durante el gobierno de Isabel Perón el Diario de campaña. Tucumán: De enero a diciembre 1975. (S/editorial, s/fecha). Y del

mencionado general Osiris

Villegas Temas para leer y meditar, una memoria y balance de su actuación y que expresa la visión de la derecha militar49. El analista conservador Rosendo Fraga publicó: Ejército del escarnio al poder (1973-1976)50. Por último desde la denominada derecha peronista encontramos el libro Quienes derrocaron a Isabel Perón de José Dehesa donde el dirigente peronista católico demarca posición entre su corriente, las organizaciones guerrilleras y la burocracia sindical. Organizamos el trabajo a través de capítulos. Un capítulo inicial en el que presentaremos algunas definiciones generales de base que subyacen en las explicaciones del resto del trabajo, y luego seguimos con los temas de la ideología, la organización y sus implicancias políticas, la idea de democracia, la concepción del problema militar de la revolución, el tipo de internacionalismo, aspectos de la política hacia la case obrera, el avance de la opción militar por sobre los demás aspectos de la política, el enfrentamiento de los montoneros con Perón y las relaciones entre ambas organizaciones en el contexto político. El abordaje de cada uno de estos puntos difícilmente puede ser compartimentado, la información que presentamos e interpretamos a lo largo del trabajo nos permite encontrar líneas de abordaje a la política e ideología globales de las organizaciones. En cada capítulo avanzaremos sobre el tema específico pero a su vez seguiremos al conjunto de la problemática desde la perspectiva que nos abre el tema. En algunos capítulos el balance entre ambas organizaciones no será equilibrado. Esto no será una visión sesgada, sino que en el tema abordado la organización privilegiada tuvo mucho más que decirnos como consecuencia de ser políticas particulares de la organización de referencia sin cuyo abordaje no comprenderíamos el conjunto de la temática estudiada. Para estudiar las posiciones de ambas organizaciones dividiremos nuestro periodo de estudio en tres subetapas, definidas por los tres períodos diferenciados en que se dividió el gobierno 73-76: los 49 días de Cámpora, el año de Perón (incluyendo los dos meses de Raúl Lastiri) y el año y medio de Isabel. Utilizamos para esta subdivisión el siguiente criterio. Durante el primer período no hay prácticamente 49 50

Villegas Osiris Temas para leer y meditar Bs. As. Theoría, 1993. Fraga Rosendo Ejército del escarnio al poder (1973-1976 )Bs. As. Planeta 1988.

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acciones militares. Montoneros es parte del gobierno y lucha por ocupar mayores espacios. El PRT-ERP tiene su único breve periodo de legalidad y mantuvo una clara distancia de Cámpora mientras afirmaba que continuarían sus acciones armadas contra los militares y los monopolios. Durante el período de Perón el ERP se lanza de lleno a la guerra pero Montoneros realiza sólo acciones que no reivindica51, mientras aumenta la violencia derechista y la ofensiva política contra la izquierda se hace muy aguda. Los comisarios Alberto Villar y Luis Margaride (conocidos represores durantes la dictadura anterior) fueron puestos por Perón a la cabeza de la Policía Federal, son considerados responsables directos del asesinato de más de 200 militantes, mientras que la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) de la que éstos formaban parte, es responsable de más de 1.000 asesinatos políticos comprobados desde la muerte de Perón. Villar fue muerto por Montoneros y el ERP no concretó su idea de matar a Margaride. Igualmente los hechos del 20 de junio en Ezeiza evidencian que la ofensiva de la derecha se desarrolló desde el mismo período de gobierno de Cámpora, y el hecho de que la Triple A haya salido a la luz inmediatamente después de la muerte de Perón permite inducir que se estaba formando desde antes52. Durante el tercer período, luego de la muerte de Perón, Montoneros se suma a la lucha armada de lleno, públicamente, y el terrorismo estatal y para-estatal actúa con enorme virulencia. Cada período tiene características políticas diferentes. A pesar de ser el mismo Estado con iguales instituciones, cambiaron tanto los actores políticos que ocupan los lugares clave como la percepción que tienen de la situación las diferentes clases. En consecuencia, cambia la política que se da desde el Estado hacia las clases y las organizaciones populares. Nuestro trabajo está organizado por temas y no por períodos, pero es importante tener presente esta periodización para comprender el proceso desarrollado en esos tres años y a través de él los cambios que hacen a las políticas de las organizaciones populares. Debemos aclarar que esta periodización no nos permite eximirnos de tener 51

Matan a José Ignacio Rucci, secretario general de la CGT y hombre de Perón; algunos represores, a Mor Roig – dirigente radical y ex ministro de la dictadura de Lanusse–, y se hacen de dinero y armas. Era pública la táctica montonera de fortalecerse como organización armada. En un recital compilado en un LP bajo el nombre de “cancionero de liberación” varias composiciones enunciaban que había que armarse y pertrecharse y que llegar al gobierno no era lo mismo que tomar el poder. Lo mismo podemos ver en la “Cantata Montonera” obra épica sobre el origen de Montoneros compuesta por el conjunto folclórico Herque mapa. 52 La AAA como sigla pública apareció con notoriedad después de la muerte de Perón, pero hubo atentados (como el cometido contra Hipólito Solari Irigoyen) en el que aparece una sigla similar, y una serie de crímenes y operaciones paramilitares, algunas espectaculares como el despliegue en Ezeiza durante el frustrado acto para recibir al general, otros que han quedado en cierta oscuridad, que pueden ser adjudicado sin dudas a las AAA o a grupos en formación que pronto la constituirían en su forma definitiva. El tema es hoy fuente de duras controversias políticas.

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que recurrir a documentos y hechos que sucedieron antes o después del periodo ya que entendemos (cada vez que así lo hagamos) que hacen a cuestiones centrales de la concepciones y prácticas de las organizaciones. De la misma forma recurriremos a documentos emanados de formaciones políticas del resto del campo de la izquierda que a través de la discusión en el contexto, nos permiten delimitar mejor las posiciones de nuestras organizaciones. 2 Consideraciones iniciales En este capítulo presentaremos algunas consideraciones generales en torno a temas que hacen a la mejor comprensión de los problemas que las organizaciones armadas debieron afrontar. Específicamente, el problema que la identidad peronista representaba para los guerrilleros que pretendían el socialismo fue uno de los más importantes (sino el más importante) en el reagrupamiento de revolucionarios, en la explicitación de sus diferencias al interior de las organizaciones y públicamente y un condicionante para su despliegue público. El problema que el peronismo representaba para un análisis de clase de la sociedad argentina fue sin dudas un tema de difícil resolución para los militantes e intelectuales de izquierda. La expresión política de los conflictos sociales y económicos de la argentina durante un amplio periodo de tiempo desde 1945 estuvo mediada por la contradicción peronismo antiperonismo. Esta contradicción penetró la visión del periodo de los estudiosos y la conciencia de sus actores. Nuestro trabajo articula su visión sobre el periodo estudiado (1973-1976) y las organizaciones comparadas (PRTERP – Montoneros), desde un ángulo que rompe con esta visión tradicional y coloca en un primer plano la matriz de análisis de la lucha de clases. Consideramos que en una sociedad capitalista los antagonismos sociales tienen un anclaje principal en cuestiones relacionadas con la estructura social y que ignorarlas reduce el conflicto a una lucha de facciones y no de proyectos. A partir de 1955 comienza un periodo en el que la crisis política devino hacia una situación de crisis orgánica. A partir de ese momento se desató un proceso de lucha de clases abierta que nosotros hemos calificado de guerra civil de baja intensidad 53. Esta 53

Denominamos “guerra civil de baja intensidad” al enfrentamiento entre dos partes de la nación mas allá de la intervención de actores externos. Enfrentamiento por proyectos de diferentes e incompatibles que solo se pueden resolver con la derrota de uno de los bloques. En esa lucha la violencia es un componente permanente pero no se llega al enfrentamiento militar generalizado.

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lucha consistió en el enfrentamiento de dos bloques, por un lado una alianza de diferentes fracciones de la burguesía y por otro un bloque popular articulado en torno a la resistencia obrera. Ambos bloques eran contradictorios en su interior. La alianza burguesa no consiguió durante décadas homogeneizarse en torno a la hegemonía de alguna de sus fracciones, mientras que el bloque popular encerró la ambigüedad de su articulación política entorno al proyecto peronista. Sabemos que la resistencia obrera y popular se expresaba políticamente a través de la identidad peronista. Esto tenía sus ventajas y desventajas. Por un lado podemos ver la unidad y homogeneidad con que aparecía la clase trabajadora frente al bloque enemigo. Entre las desventajas está la sobredeterminación de estas luchas por el presupuesto de la alianza de clases peronista. O sea que si bien era la clase obrera la que corría con el peso de la resistencia tanto en el plano de las acciones concretas como en el de la dirección de las mismas, la sobredeterminación peronista de las mismas implicaba, de hecho, un llamado a una parte del bloque enemigo a acordar una salida. En el mismo sentido la identificación de enemigos y aliados no era sencilla. La contradicción política se expresaba como peronismo y antiperonismo aunque el enfrentamiento estructural fuera burguesía proletariado. Y eso velaba en parte la visión del conflicto. Una parte importante de la dirigencia sindical surgida en este periodo asumió el presupuesto de la alianza con la burguesía como condición sine qua non de cualquier salida política y esta ideología hizo carne también en importantes sectores populares. Aunque esta claro que ni los obreros, ni siquiera la mayoría de sus dirigentes burocráticos tradicionales, consideraron a los empresarios como compañeros con sus mismos intereses. Las formas de conciencia que los hombres desarrollan respecto de los conflictos estructurales determinan el desarrollo concreto de los mismos ya que la conciencia de la clase es lo que hace a su accionar en la historia. Estudiaremos en este trabajo este problema en lo que hace al posicionamiento del PRT y los Montoneros en el periodo, desde un análisis de clase y desde allí al peronismo como un fenómeno ideológico. Para nosotros la conciencia no es un simple reflejo como a veces se deduce desde la metáfora marxiana sobre la estructura y la superestructura. Creemos que dicha relación no implica determinación sino, por el contrario, influencia dialéctica y es en el caso de la identidad peronista donde se pueden identificar con mucha claridad como elementos de

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superestructura, de cultura política, de sentimientos, de conciencia operan sobre la realidad con fuerza material conformando las prácticas de la clase. Por otra parte consideramos que la conciencia del periodo en el bloque popular se da en contradicción con la ideología peronista clásica (de armonía de clases) y es aquí donde se sientan las bases del conflicto que se desarrollara en el 73-76. La lucha de clases no era un invento de las organizaciónes marxistas o peronistas de izquierda, ni de sectores minoritarios de la clase obrera, o intelectuales y estudiantes, sino era la experiencia vivida en carne propia por los trabajadores argentinos y desde 1955 fácilmente constatable por la enorme agresión contra sus intereses. Esto había operado en su conciencia y en su interpretación de la significación de ser peronistas. Es así como retomamos en concepto de experiencia aportado por E. P. Thompson54 para enriquecer la idea de clase para si y comprender el tipo de conciencia de clase que los trabajadores tenían en ese momento y la interpretación de la misma hecha por las organizaciones armadas. En relación con esto, después de 1955 comenzó un proceso de revisión por parte de círculos intelectuales y militantes encuadrados hasta entonces en la izquierda tradicional (y también en el nacionalismo como los casos de Rodolfo Walsh, John William Cooke o los más jóvenes como Joe Baxter y José Luis Nell). Proceso del cual nacería la “Nueva Izquierda” como una nueva interpretación del marxismo y una nueva actitud hacia la política. Alimentada por luchas nacionales y extranjeras que permitieron pensar caminos revolucionarios novedosos y recuperar facetas menos leídas de pensadores marxistas para abordar la realidad55. La abrupta caída del poder en 1955 sin resistencia apreciable por parte de los estamentos dirigenciales del movimiento peronista, sindicales o políticos, fue un signo de su incapacidad de actuar frente a los nuevos tiempos. La incapacidad de responder a la necesidad planteada por el capital de mantenimiento de la tasa de ganancia (renovación de maquinaria, intensidad de trabajo, etc.) y fomento de la industrialización pesada (industrias básicas y de bienes de capital); y paralelamente, el mantenimiento de la alianza con la clase obrera y el sostenimiento de las relaciones de producción en la industria y el campo. La crítica a esa parálisis del peronismo en 1955 era la base en la que se sustentaba la relectura que se elaboraría por parte de militantes y dirigentes que cobrarían dimensión en las luchas contra las políticas posteriores. Que enseñanzas se 54

Thompson, E. P. La formación de la clase obrera en Inglaterra Barcelona, Ed, Crítica 1989 Ver Sigal Silvia, intelectuales y poder en la década del sesenta, Buenos Aires, Puntosur, 1991. Altamirano, Carlos Peronismo y cultura de izquierda ed Temas Buenos Aires 2001 55

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sacaran de esa encrucijada en la que se encontraba el modelo peronista en 1955 fue clave para comprender la posición de los diferentes actores en el 73. Sin dudas toda una vertiente de lo que se daría en llamar el peronismo revolucionario (para muchos el “verdadero peronismo”) convergería con las nuevas interpretaciones provenientes de la izquierda. En muchos casos terminaría en una asimilación de ambas en una nueva ideología peronista que abarcaría a numerosas organizaciones políticas, sindicales, estudiantiles, religiosas, armadas, etc., lo que se denominó tendencia revolucionaria del peronismo. Allí operarían con fuerza material las ideas de muchos intelectuales, como las tesis historiográficas del comunista Rodolfo Puiggros o el esfuerzo de amalgamar nacionalismo culturalista con marxismo de Juan José Hernández Arregui junto a las de Jorge Abelardo Ramos y su corriente desprendida del troskismo. Pero seríamos parciales si solo viéramos un viraje de la “nueva izquierda” hacia el peronismo. También, más hacia la izquierda, hubo nuevas interpretaciones que no siguieron un devenir peronista como las tesis del liberal radical y también marxista Silvio Frondizi o del historiador trosquista morenista Milciades Peña entre muchos otros grupos de intelectuales marxistas que se alejaron de la izquierda tradicional. Sin dudas podemos afirmar que la influencia de Milciades Peña y Silvio Frondizi es muy importante en el PRT y mucho menos en Montoneros. Pero la reinterpretación de la historia propuesta por el marxismo nacionalista calará hondo en ambas organizaciones. La búsqueda de una línea histórica nacional en la que entroncarse, la revalorización (crítica pero muy diferenciada de la izquierda tradicional) de la experiencia peronista muestran esa influencia. Sólo es entendible el debate entre Montoneros y el PRT en torno al carácter revolucionario del peronismo si vemos que ambas organizaciones discutían con conceptualizaciones diferentes. Para el PRT el peronismo era en última instancia un movimiento populista y ese era su límite. Para los peronistas revolucionarios el populismo era sólo una etapa ya superada (la “revolución nacional”) o posible de superar con la emergencia del “verdadero peronismo” popular, obrero y revolucionario cuyas características se habrían delineado en la resistencia. Como planteamos más arriba, la caída del peronismo en 1955 ante fuerzas reaccionarias impidió que el peronismo tuviera que dar respuesta a los interrogantes estructurales planteados al proyecto de desarrollo armónico implementado en 1946. Las políticas antiobreras y la proscripción del peronismo favorecieron la idealización del 17

pasado por parte de los trabajadores y una relectura positiva del mismo por parte de la nueva izquierda. Quizás el mismo Perón tenía plena conciencia de esta nueva situación cuando decía en esa época: “no es que nosotros hayamos sido buenos es que estos son tan malos que nos vuelven óptimos”. Esto produjo el nacimiento de una nueva forma de ser peronista: la del verdadero peronismo. Esta será la forma a la que apelaron permanentemente los militantes e intelectuales de la futura tendencia revolucionaria. El peronismo verdadero fue un concepto que surgió en el periodo pos 55, que se relacionó con una serie de valores y reivindicaciones en torno a los que la clase trabajadora se unificó en la resistencia. Estos valores basados en primera instancia en una fuerte conciencia de dignidad obrera frente a la revancha patronal fueron evolucionando hacia formas de acción directa y programas políticos de la clase trabajadora: La Falda, Huerta Grande y el del 1ª de mayo de la CGT de los argentinos 56. Con el devenir de los años esos valores y programas obreros adquirieron sentido ideológico y programático para toda una corriente del peronismo (no necesariamente obrera aunque tampoco solo juvenil). Para muchos el verdadero peronismo era proletario y como tal debía avanzar hacia el socialismo. Pero también, para los que se consideraban peronistas desde esa idea de verdadero peronismo, este no era una corriente del movimiento sino que era el único peronismo posible, el resto (los burócratas sindicales, políticos y burgueses, si se admitía su existencia) eran traidores, corruptos, etc. ¿Qué era en realidad el verdadero peronismo para Montoneros? La idea de peronismo de “la M”57 estaba formada a partir de su propia experiencia, que a su vez era (o se asumía como) tributaria de las experiencias de la Resistencia Peronista del 55 en adelante. Uno de los temas de la Cantata Montonera dice así: “...escúcheme compañero, si se siente peronista, peronista verdadero...”, y continúa más adelante: “Luchamos en la resistencia, con caños y con desgracia, desde aquel 55, sin saber de burocracia” 58. Para ellos, los peronistas eran quienes luchaban contra el enemigo desde abajo y sin negociaciones: la intransigencia, los duros.

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Los programas de La Falda de 1957, Huerta Grande de 1962 y la CGT de los Argentinos de 1968 fueron expresiones de esta radicalización obrera. 57 Forma en que se conocía a Montoneros en la jerga militante, también como “la orga”. 58 La cantata montonera (en realidad el álbum se llama Montoneros) fue grabado en 1974 es una composición épico musical del grupo riojano Herque Mapu donde se cuenta la historia de la organización y de la resistencia peronista. Existen diversas ediciones artesanales de la misma una de las cuales disponemos nosotros.

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Para la izquierda peronista el movimiento “era una clase”59. La revista Militancia (cercana al PB), en su edición de noviembre de 1973, enunciaba que para ser peronista era identificarse con la visión del revisionismo histórico, reconocer el liderazgo de Perón y representar los intereses de la clase trabajadora, y agregaban que en ese momento los auténticamente peronistas eran los que luchaban por la patria socialista. También es muy interesante retomar la visión de la conducción montonera: “Se suele decir que en el peronismo hay lucha de clases, cosa que en rigor no es cierto porque no participan varias clases sociales en él, la única clase íntegra es la obrera”60, y más adelante afirmaba que en el movimiento había lucha ideológica y que la clase obrera expresaba una ideología que no era la suya. El verdadero Peronismo tenía su par necesario en el verdadero Perón en el cual los verdaderos peronistas depositaban sus esperanzas de que en última instancia su retorno demostrara cual era la naturaleza del movimiento depurando o pasando a un segundo plano a burócratas y peronistas conciliadores. Antes del retorno de Perón al país, la idea de verdadero peronismo solo tenía que confortar contra los malos peronistas lo cual, en el marco de una aguda lucha de clases en un periodo de proscripción, dictadura y finalmente puebladas y lucha armada, no implicaba un cuestionamiento a la legitimidad de la idea. Pero el retorno de Perón, como veremos en este trabajo, colocó a esta idea en un entredicho y dejó en manos de la principal organización que se reivindicaba heredera del verdadero peronismo, Montoneros, el problema de lidiar con Perón actuando en el terreno nacional y sin posibilidad de ambigüedades. La ideología de la nueva izquierda, articulada con la de “verdadero peronismo”, sentó las bases de la interpretación de la historia, la utilización del marxismo y la identidad peronista de los importantes sectores de clase media y trabajadora que adscribieron a las corrientes revolucionarias en la década del 70. Para la izquierda revolucionaria en cambio no había verdadero peronismo, sino un peronismo hegemónico caracterizado por una dirección burguesa que conducía a la clase trabajadora y a los “verdaderos peronistas” a un callejón sin salida: el de un proyecto burgués y la subordinación de la clase obrera. Si el populismo había sido viable en 1946 en el 73 no lo sería, machacaba el PRT. 59

En la película Operación Masacre, Julio Troxler, sobreviviente de los fusilamientos del 56, planteaba en esos términos la cuestión del clasismo del peronismo. 60 “Charla...”, op. cit. pág. 270.

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En cierta forma, el “verdadero peronismo” de la izquierda era más una expresión de deseos que una realidad, deseo que se desprendía del análisis que hacían los revolucionarios de la estructura socioeconómica argentina. Para los intelectuales y militantes creadores de las ideas y prácticas del peronismo revolucionario en los primeros sesentas, como Rodolfo Puiggros o John William Cooke61 el periodo 45-55 había sido una etapa en el desarrollo de la revolución argentina. Las contradicciones que habían producido la caída de Perón en 1955 eran expresión del agotamiento de esa etapa y las luchas eminentemente obreras que se despegaron en el país desde ese entonces anunciaban cual era la naturaleza que el movimiento de Perón debía adoptar para continuar transformando al país. O sea, el peronismo del 45 con la burguesía nacional a la cabeza ya no era viable (al menos en el sentido de que de él se desprendieran beneficios para los obreros), por lo tanto un peronismo que siguiera siendo popular debía tender al socialismo y a rescatar los valores de los luchadores y no de los burócratas: ése era el “verdadero peronismo”, un peronismo que se encontraba debajo, aplastado por la burocracia política y sindical y a cuya emergencia había que contribuir. Con la idea de que había un verdadero peronismo, renovado, que debía emerger y desplazar a los políticos y sindicalistas que todavía creían posible reeditar el peronismo de la conciliación de clases, es que Montoneros (y toda la izquierda peronista) se movilizó en Ezeiza para recibir al líder, en la manifestación a la quinta de Olivos para “romper el cerco”62 y el 1º de mayo del 74 para exigir “asamblea popular”. Pero, más allá de representar una expresión de deseos o una voluntad de construir un puente entre las ideas revolucionarias socialistas y el movimiento peronista, el “verdadero peronismo” era una idea legítimamente surgida de la situación política pos 1955. Era una idea de peronismo hija de la encrucijada histórica en que el país de debatió durante dos décadas: en que clases apoyarse y que modelo social construir en la segunda mitad del siglo XX. Aunque nunca llegó a ser el único peronismo posible ni el dominante en las diferentes etapas de ese movimiento. Intelectuales como Rodolfo Puiggros, Hernández Arregui, Rodolfo Walsh, Rodolfo Ortega Peña, John William Cooke, Eduardo Artesano 61

Mencionamos a Cooke y Puiggros porque en ambos se expresa con mucha claridad la búsqueda de una interpretación marxista progresiva del peronismo. Uno principalmente desde la política y otro desde la teoría, aportaron ideas fuerza del peronismo revolucionario (que veremos más adelante). Pero, también en esta línea se encontraban muchos otros como Eduardo Astesano, Juan José Hernández Arregui, Rodolfo Walsh, etc. 62 La “teoría del cerco” fue una de las explicaciones que los montoneros ensayaron a medida que iban siendo desplazados: consistía en la idea de que un conjunto de personajes de la derecha (Osinde, López Rega, etc.), del entorno directo del General, impedían que éste supiera en realidad lo que pasaba. Lo cierto es que, como ya señalamos, Perón recibió a Montoneros y nombró como interlocutor al propio López Rega.

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y muchos otros se encargarán da dotar de una teoría y una historia desde el marxismo a la necesidad de ese verdadero peronismo. Y las organizaciones armadas peronistas (y todo el “peronismo revolucionario”) hicieron a partir de esa historia una ideología y una concepción del mundo alternativa al marxismo revolucionario que pregonaba el PRT. Con estas alternativas en torno a la apertura democrática de 1973, los numerosos grupos que desde 1970 venían desarrollando prácticas político militares se unificaron en dos grande organizaciones el PRT-ERP y Montoneros que las represnetaban. El 11 de marzo de 1973 se produjo el triunfo electoral del Frente Justicialista de Liberación Nacional (FREJULI) con el 49,53% de los votos, que llevó a la presidencia a Héctor J. Cámpora tras una campaña electoral hegemonizada por la izquierda peronista. Cuatro gobernadores, ocho diputados y un fluido diálogo con funcionarios del Ejecutivo, algunos de los cuales pertenecían a la Tendencia Revolucionaria63, delinearon la llamada “primavera camporista”. El PRT-ERP y Montoneros eran a esa altura las dos principales organizaciones armadas que operaban en el país; a ellas se sumaron las demás organizaciones o diferentes fracciones de éstas. Las Fuerzas Armadas de Liberación (FAL) se desgajaron y se unieron mayoritariamente al ERP en diferentes momentos; las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) junio del 73 y Descamisados en el 72 lo hicieron a Montoneros64. Las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) –la más antigua de las organizaciones guerrilleras en operaciones–, tuvieron un devenir más complejo: la FAP 17 de Octubre (una de las fracciones en que se dividió la fuerza en octubre del 73 y que integraba el conocido militante de la resistencia Carlos Caride), se sumó mayoritariamente a Montoneros. Si bien que la FAP y su expresión política, el Peronismo de Base (PB), se mantuvieron como organizaciones autónomas en medio de múltiples fracturas y discusiones, e impulsaron una opción política propia: el nombre que se daban era “Alternativa independiente de la clase obrera y el pueblo peronista”, que básicamente era el llamado a los trabajadores a asumir posiciones clasistas sin negar su identidad peronista pero independientemente de Perón. En ese camino los alternativistas de las FAP-PB se vincularon al PRT y se aproximaron, sin integrarlo, el Frente Antiimperialista por el Socialismo (FAS).

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La Tendencia Revolucionaria era el nombre que se daban los peronistas de izquierda. Era una corriente sin organicidad, sino más bien, un espacio de afinidad con algunos presupuestos comunes: simpatizar con el socialismo originado en Marx, apoyar prioritariamente las luchas obreras, sentirse identificado con las luchas de liberación nacional la revolución cubana y el Che, creer que el peronismo debía transformarse en un “movimiento” hegemonizado por la clase trabajadora (o mas bien depurarse de burgueses y conciliadores y apoyar las interpretaciones históricas del revisionismo marxista o popular. 64 Como consecuencia del proceso de coordinación de las OAP (organizaciones armadas peronistas en el 71-72).

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Estos polos de confluencia de revolucionarios se delimitaron por la interpretación del peronismo, pero pueden definirse ideológicamente en torno a dos concepciones de la revolución: la del marxismo leninismo y la del nacionalismo revolucionario65. Estas concepciones se pueden encontrar en todo el tercer mundo pero en nuestro país la delimitación fue más clara ya que la valoración del peronismo fue una frontera que dificultaba confluencias. Otro aspecto central de la línea divisoria entre revolucionarios fue la definición de cual era la contradicción principal de la etapa. Es importante tener en cuenta que el proceso de fusión con las FAR recién se formalizó en junio del 1973 aunque desde marzo se había acordado una conducción común. Las FAR eran clara y explícitamente marxistas y mantuvieron una discusión desde esa concepción tanto con Montoneros como con el PRT-ERP acerca de cómo debía definirse política e ideológicamente la vanguardia revolucionaria argentina. Antes y después de la fusión, sus dirigentes oficiaron como bisagra de las relaciones entre el PRT y Montoneros. También debemos aclarar que tanto el PRT como Montoneros fueron polos de atracción para un conjunto mucho más amplio que los diferentes grupos armados. Como máximos ejemplos de esto podemos mencionar al Frente Antiimperialista por el Socialismo (FAS) impulsado por el PRT a partir del 73, o al Partido Auténtico formado por Montoneros en el 75. Los límites entre ambas concepciones no fueron tan precisos en la práctica y muchos grupos y militantes se ubicaron en esa difusa frontera que se alteraba con el cambio de situación y de posiciones en la coyuntura. Además dentro del espacio de la Nueva Izquierda se ubicaron una cantidad de otros grupos e intelectuales que sin participar de las experiencias armadas ni de las políticas directamente impulsadas por las organizaciones pueden considerarse afines a esas experiencias. Hechas estas aclaraciones iniciales avanzaremos ahora en los temas de discusión propuestos.

3 - Ideología, método de análisis e identidad En este capítulo analizaremos problemas en torno a la utilización de herramientas teóricas por parte de las organizaciones armadas. Abordaremos problemas relacionados 65

Ver las críticas de las FAR al documento de fusión propuesto por Montoneros en Baschetti, Roberto (comp.), De Cámpora a la ruptura. Documentos 1973-1976, Volumen I. Buenos Aires, Ed. De la Campana, 1996.

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con la identidad y la ideología y conexamente con estos problemas y prácticas políticas de que nos sirvan para comprender mejor las consecuencias prácticas de las opciones asumidas. ¿Cuan era la concepción de ideología para los revolucionarios setentistas? Una de las acepciones más fuertes de ideología presentada por Marx (desarrollada principalmente en La ideología alemana) sostiene que funciona como un cristal a través del cual miramos el mundo, deformándolo: “Si en toda ideología los hombres y sus circunstancias aparecen invertidos como en una cámara oscura, este fenómeno surge del proceso de su vida histórica en la misma medida que la inversión de los objetos en la retina lo hace del proceso de la vida física”66. Decía también que el materialismo histórico, en tanto ciencia, venía a terminar con las ideologías deformadoras de la realidad. Aquí el concepto “ideología” se empleará de manera más instrumental vinculada con la lucha de clases, tal como lo usó Lenin y como lo usaban los militantes de la época. Escribía Lenin en la “Carta a la Federación del Norte”: “El socialismo en la medida en que es la ideología de la lucha de la clase proletaria, está sometido a las condiciones generales del nacimiento, desarrollo y consolidación de una ideología (...) en la lucha de clases del proletariado que se desarrolla de manera espontánea, como fuerza elemental a partir de las relaciones capitalistas, el socialismo es introducido por los ideólogos”

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Podemos pensar a partir de la asunción del leninismo por los

revolucionarios setentistas que concebían a la ideología proletaria como concepción teórica de una clase desarrollada por intelectuales (en sentido gramsciano, no solo académicos, científicos sociales o letrados) vinculados a ella. Hecha esta aclaración en torno a la utilización de la categoría ideología, avanzamos sobre las caracterizaciones de las organizaciones armadas. Los sesentas marcaron el nacimiento en la Argentina de lo que se dio en llamar “Nueva izquierda”, un clima de ideas y prácticas políticas nuevo que es una de las condiciones necesarias para comprender las características de la izquierda revolucionaria de la década siguiente. El surgimiento de esta “nueva izquierda” argentina se manifestó en el campo de las ideas a través del surgimiento de nuevas corrientes de pensamiento que reinterpretaban al peronismo y rompían con el canon marxista vigente. Muchos eran intelectuales de una joven generación que emprendía la 66

Marx, Carlos, La ideología alemana, Ed. Pueblos Unidos. Madrid 1990. pág. 47.

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Lenin, V. I., Obras completas. Tomo VI, Buenos Aires, Cartago, 1960

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tarea de ajustar cuentas con la vieja guardia antiperonista, liberal y dogmática. Una minoría ya venía de un distanciamiento anterior o un origen diferente68. Consideramos cinco intelectuales que fueron para nosotros los cimentadores teóricos de las concepciones mas difundidas en la militancia de las organizaciones armadas. Silvio Frondizi, Milciades Peña, Jorge Abelardo Ramos, Rodolfo Puiggros y Juan José Hernández Arregui aportaron los más originales conceptos para una relectura de la historia argentina, de su estructura social y económica y a su vez movilizaron con sus planteos líneas de acción concretas. Sin dudas debemos incluir dentro de las influencias sobre las organizaciones armadas la visión de intelectuales militantes comprometidos con la acción política como John William Cooke, Rodolfo Walsh, referentes guerrilleros como Carlos Olmedo y Roberto Santucho y desde el trosquismo Nahuel Moreno (en la vereda de enfrente de la guerrilla), que con sus aportes conformaron espacios políticos o definieron campos de enfrentamiento. Cooke influyó en las principales definiciones del peronismo revolucionario, la necesidad de organización del peronismo como partido de masas, la idea de superación dialéctica y no de negación del mismo y la introducción el marxismo en la militancia combativa de la resistencia. A Walsh una caracterización de la burocracia sindical que aún acompaña las concepciones de la militancia popular. Desde otra posición política, Abelardo Ramos formó las concepciones clásicas de la izquierda nacional, la idea del caudillo, el progresismo de la burguesía nacional y la alianza con militares nacionalistas. Puiggros tradujo a las condiciones argentinas la teoría maoísta de las causas internas y desarrollo una crítica sistemática a la izquierda tradicional. Arregui fue el principal teórico de lo que se llamó el nacionalismo revolucionario desde el plano de la cultura y presentó una interpretación “telúrica” (romántica) del ser nacional. Fuera del heterogéneo espectro de los intelectuales vinculados al peronismo Frondizi analizó críticamente el industrialismo peronista y renovó la teoría de la revolución permanente para las condiciones de desarrollo de la estructura económica nacional. Mientras que Peña sentó las bases para una interpretación de la historia en polémica del nacionalismo de izquierda y el mitrismo, muy útil al PRT y la izquierda revolucionaria no peronista. Próximo a Peña y muy relacionado con el desarrollo de sus ideas y siendo principalmente un dirigente político Moreno sin dudas proyecta hasta nuestros días sus concepciones en el trosquismo argentino y latinoamericano. Pero fue su planteo de 68

Ver Nuestros años sesentas Oscar Teran Buenos Aires, Ed. El cielo por asalto 1991, Peronismo y cultura de izquierda Carlos Altamirano, Buenos Aires: Temas Grupo Editorial, 2001 y Milciades Peña y Silvio Frondizi. El marxismo olvidado de Horacio Tarcus, Bs. As. El Cielo por asalto 1994.

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“entrismo” en el peronismo (como forma de redireccionar a la clase trabajadora hacia posiciones marxistas) el que implico una clara diferencia con la izquierda clásica. También Nahuel Moreno fue fundamental en la formación de los militantes que fundaron el PRT y provenían del FRIP (Frente Revolucionario Indoamericano Popular) en concepciones marxistas y tronquistas, que dejaron huella en el futuro PRT ERP69. Tampoco dejamos de mencionar a la renovación de la militancia católica producida a partir del Concilio Vaticano II y la reunión de obispos latinoamericanos en Medellín. La teología de la liberación, expresión ideológica consecuencia de esta apertura en la iglesia, despegará su influencia en la vinculación de bastos sectores medios (pero también pobres) a la acción política popular primero y revolucionaria en muchos casos. También seriamos injustos si ignoráramos a otros intelectuales de periodo, jóvenes o de generaciones anteriores, como Leon Rozichner y el grupo que provenía de la revista Contorno, Carlos Astrada que fue el principal filósofo proveniente del marxismo que fue reconocido por Perón en su gobierno, Eduardo Artesano con sus intentos de asimilar maoísmo y peronismo; los trabajos de historia de Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde que construían una línea de caudillos nacionales y populares, ex forjistas como Jauretche, miembros del revisionismo histórico como José Maria Rosa. Aún desde el Partido Comunista como Héctor Agosti (el más “abierto” de sus intelectuales) introdujo el pensamiento gramsciano y un grupo de jóvenes formado en su entorno (Eduardo Aricó, Juan Carlos Portantiero, etc.) pronto rompió los límites (estrechos) del PC y fundó la influyente revista Pasado y Presente. ¿Cómo podemos detectar entonces aportes de las nuevas corrientes teóricas en las organizaciones armadas? Para el caso de Montoneros y toda la izquierda peronista existía una línea histórica de “movimientos nacionales” y grandes líderes que interpretaban el sentir y las necesidades de las clases subalternas nacionales. San Martín, Rosas y los diferentes caudillos (entre ellos el presidente paraguayo Francisco Solano López), que se continuaría con Perón a la cabeza de la clase obrera en un gran frente nacional. Ésta fue claramente la línea de Montoneros, con la que constituyó su identidad y con la que explicó la lucha de clases, la evolución histórica argentina y sus 69

Para conocer algunos aspectos complementarios de la historia de este periodo y las discusiones de la corriente morenista podemos ver: El Vasco Bengoechea y las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional de Sergio Nicanoff y Axel Castellano Ed. CCC 2007, la entrevista a Amanda Peralta (mimeo) de Sergio Nicanoff y las diferentes historias del troskismo argentino de Norberto Galasso. Como también lo propios documentos de Nahuel Moreno que debaten cobre la revolución cubana y las historias del troskismo de Osvaldo Coggiola (vinculado a Política Obrera hoy Partido Obrero) y de Ernesto Gonzalez (vinculado al morenismo)..

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propias raíces. Montoneros impulsó una producción historiográfica en forma de historieta donde contaban la historia de la independencia en forma simple y accesible. Era una creación de Oesterheld con dibujos de Leopoldo Durañona y salió por entregas en El Descamisado70. También los “Cuadernos de la soberanía” destinados a presentares a los militares una visión anti-imperialista y popular del pasado. En general en la retórica de la izquierda peronista la referencia al pasado como raíz y legitimación fue una constante. Las fuentes en las que abrevaban repercutieron en otras definiciones. Nos referimos a la jerarquización que cada organización hacía de las contradicciones de clase. Montoneros orientaba su discurso y práctica con la consigna “Liberación o dependencia”. De esta forma, si bien los montoneros consideraban que la lucha de clases era el motor de la historia, abrían posibilidades de acuerdos con fracciones de la burguesía.71

La línea histórica de los movimientos nacionales, defendida por

Montoneros, difería en tanto alianzas y tiempos de la línea del partido de clase de la izquierda revolucionaria no peronista. Montoneros partía de un piso diferente a los revolucionarios no peronistas. Al ubicarse dentro del peronismo necesitaba interpretar una realidad que se le aparecía más compleja y esto los obligaba a ver múltiples contradicciones que hacían que los campos enfrentados no fueran tan homogéneos como en la visión del PRT. “Dentro de la clase trabajadora y la clase obrera en particular existen contradicciones” –sostenía “la M” en la “Charla a los frentes”-72, “entre un obrero industrial y uno no industrial, entre un obrero de una industria preferida por el imperialismo y uno de una no preferida”. Lo mismo sucedía con la burguesía: “la contradicción entre FATE y Good Year es clara, pero entre FATE y Fiat no, porque FATE le puede hacer los neumáticos a Fiat, en cambio uno compra neumáticos a FATE o a Good Year” (debemos aclarar que FATE era nacional, propiedad de José Ber Gelbard, y Good Year extranjera). De esta forma “la M” estudiaba la realidad de la formación social local y a partir de allí determinaba 70

Hector Germán Oesterheld militó entre 1973 y 1975, como parte de la estructura de prensa de Montoneros, escribió guiones de historietas para la revista El Descamisado, para el diario Noticias y luego para Evita Montonera. La historieta que mencionamos: América Latina 450 años de guerra salió por entregas en El descamisado. Luego realizó La guerra de los Antartes una historia de ciencia-ficción para el diario Noticias, con el pseudónimo Francisco G. Vázquez y dibujos de Gustavo Trigo, en la cual Argentina y Latinoamérica eran invadidas por extraterrestres luego de ser vendidas por las potencias. Finalmente Camote, con guión de Oesterheld publicado entre junio/julio de 1975 en la revista clandestina Evita Montonera. También dentro de la lógica de la producción cultural de Oesterheld para Montoneros debe ser incluida la segunda parte del Eternauta. 71 Gillespie, Richard opina que “la liberación nacional se consideraba transitoria y tendiente a la construcción nacional del socialismo”, en Los soldados de Perón, Buenos Aires, Grijalbo, 1987 72 “Charla...”, op. cit. Pág 259-262.

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cuales eran los actores que se enfrentaban en la contradicción principal y como constituía su alianza de clases, la cual “es definida como (la alianza) de fuerzas del imperialismo con sectores de la oligarquía y la gran burguesía nacional que están asociados al imperialismo en contra del resto de la nación, es decir, los trabajadores, pequeña y mediana burguesía”73. Era a partir de esta caracterización de los campos enfrentados que Montoneros definía quiénes eran los integrantes del Frente de Liberación Nacional: Un frente que debía ser conducido por la organización Montoneros, ya que esta representaba la garantía de los intereses de la “clase trabajadora peronista” y que, a su vez, debía contar en sus filas, en una etapa de su trayecto a la burguesa nacional no monopólica ni vinculada al capital extranjero. Pero, insistían los montoneros, este FLN no era lo mismo que el Movimiento Peronista (y esta era una problemática cuestión a resolver) ya que, al menos desde Cooke, se identificaban sectores pro-imperialistas dentro de este movimiento, como empresarios, burócratas sindicales y políticos asociados o dispuestos a conciliar con el capital monopólico. Pero, y esto es una diferencia con el nacionalismo popular no socialista, “derrotar al imperialismo significa derrotar a un sector importante de la patronal (...) se estatiza o se socializa (...) Es decir determina esa realidad de estructura que el proceso de liberación nacional sea tendiente al socialismo. No existe otra posibilidad porque no existe la posibilidad de capitalismo nacional, esto es así porque la burguesía de un país dependiente no tiene la acumulación de capital suficiente para independizarse del imperialismo, es decir tiene que competir en términos mundiales (...) En consecuencia hay que desarrollar un proyecto cuyo sistema socioeconómico, político, sea distinto al anterior”74. Siguiendo esta línea de reflexión, entonces, llegaban finalmente, por diferentes caminos a conclusiones emparentadas con las del PRT. A fines de 1973 “la M” entendía claramente que la burguesía nacional no podía construir ni dirigir un proceso de liberación nacional, y ya para 1975 consideraba explícitamente un error haber pensado la posibilidad de que la burguesía nacional tuviera un rol destacado75 en coincidencia con sus previsiones de agotamiento del peronismo. Montoneros entendía que la hipotética revolución no iba a establecer un régimen socialista de inmediato, de ahí que la definiera claramente como de “orientación 73

“Charla…” Op. Cit. Pag. 263. Manual de instrucción para Oficiales y Soldados del Ejército Montonero S/L, Ed. Secretaría de Agitación, Prensa y Adoctrinamiento, reedición de 1979. 75 Idem . 74

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socialista”, considerando que se debía proponer una teoría de la transición. “Habrá que recorrer una etapa de transición desde una estructura capitalista liberal y dependiente hacia una estructura socialista independiente”, escriben en la “Charla...”. Nótese que en esta frase hay dos adjetivos que tienen un fuerte significado para el pensamiento montonero: el adjetivo de “liberal”, agregado a la palabra capitalismo, demuestra una graduación notoria en los tipos de capitalismo que Montoneros rechazaba. Un capitalismo que tuviera una muy fuerte presencia del Estado en el mercado era caracterizado como menos negativo que otro que diera mayor autonomía al mercado. Y esto teniendo en cuenta que, en general, la izquierda revolucionaria de la época rechazaba de plano cualquier variante de capitalismo. En tanto que el adjetivo “independiente” acompañando a la palabra socialismo, parecía remarcar su distanciamiento con los socialismos vinculados a la URSS. Siguiendo con el planteo de la teoría de la transición montonera, es interesante ver una contradicción con postulados anteriores del mismo trabajo de discusión con las bases. La etapa de transición “pasa por la alianza de clases, y la alianza de clases pasa por respetarle entonces a la burguesía la propiedad privada de sus medios de producción, pero como uno establece una transición no los respeta en los términos del capitalismo liberal (...) Un sistema que tiene elementos tanto de una economía socialista como de una economía capitalista (...) un Estado fuerte centralizado que planifica la economía (...) en términos del justicialismo es el 50% para cada parte”76. Es decir, si en un punto planteaban que el nivel de intervención del Estado revolucionario en la economía y la expropiación de áreas estratégicas iba a provocar el rechazo del grueso de la burguesía en bloque (y que en ese sentido el avance hacia el socialismo era indefectible, ya que la conducción del proceso era de los trabajadores), nos preguntamos: si el proceso era tan claramente socialista ¿por qué lo iría a aceptar la burguesía? En el 75 los montoneros dieron cuenta de esta contradicción, haciéndola explícita en su Manual... Allí plantean en forma tajante la imposibilidad de que la burguesía nacional sea parte determinante de un proceso antiimperialista, considerando que sólo la presencia política de Perón había conseguido darle un lugar (artificial) en el escenario nacional que por su propio peso no podían lograr77. Ahora bien, el “capitalismo de Estado popular” que “la M” pretendía construir requería necesariamente una fracción burguesa dispuesta a acompañarlo. Esa fracción 76

“Charla...”, op. cit.

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Ver el desarrollo completo de este planteo autocrítico en la introducción histórica del Manual de instrucción para Oficiales y Soldados del Ejército Montonero, op. cit.

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era, sin duda, la que representaba José Ber Gelbard (ministro de Economía hasta octubre de 1974, presidente de la Confederación General Económica y hombre del Partido Comunista), una fracción burguesa débil frente al capital monopólico y que Montoneros creía dispuesta a tolerar la nacionalización de las ramas más concentradas de la industria ya que necesitaba para su supervivencia de un Estado fuerte y empresario que la abasteciera de capitales y sostuviera políticamente. La historia mostró que fue más frágil y de menor autonomía respecto de otras fracciones del capital, ya que con la muerte de Perón su renacimiento político se diluyó en semanas. Además, el terror al avance obrero arrojó a la tambaleante burguesía nacional al frente reaccionario golpista hegemonizado por la burguesía financiera, el cual una vez en el poder y con la consolidación de las políticas neoliberales la terminó de destrozar como clase. Igualmente su líder, Gelbard, intentó dialogar con Montoneros para defenderse contra el avance de la derecha lopezrreguista dentro del gabinete que, el ministro tenía claro, implicaba un giro económico hacia la derecha. En una reunión secreta con el montonero Norberto Habberger en agosto de 1974 y de regreso de un viaje por Europa del este, Gelbard propuso discutir un accionar común78. La versión de la charla siguió los canales que «la M» usaba habitualmente: desgravación taquigráfica para cada una de las regionales donde no debía trascender del jefe de la dirección regional. Según nos relata Perdía, fallas de seguridad en la regional capital hicieron que el documento llegara a instancias más bajas. Como consecuencia en la siguiente reunión de gabinete Lopez Rega «tiró» sobre la mesa una versión de la charla con las obvias consecuencias para Gelbard. Por otra parte, el capitalismo de Estado propuesto por Montoneros no era tampoco el que tenía en mente Perón, ya que implicaba ir unos pasos más allá de los alcanzados en el período 1946-1955. En realidad, Perón quería empresarios fuertes y determinantes en la vida nacional, no más fuertes que el Estado pero sí con una capacidad política como clase que permitiera avanzar en la construcción de un capitalismo nacional sólido con ayuda y regulación estatal. Concluyendo: ¿era posible la propuesta montonera? Generar un capitalismo de Estado sin burguesía nacional en un rol dirigente requería un avance en la concentración de poder por parte de las fuerzas que accedieran al Estado mucho mayor que el que la democracia burguesa permitiría

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En El Burgués maldito libro de Maria Seoane, afirma que también el ministro le pidió a Habergger que eliminaran a Lopez Rega, que esta era la única forma de evitar la debacle del gobierno.

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¿Una especie de NEP?79 Puede ser, ya que “la M” pretendía desplazar el sistema de partidos y concentrar el poder en un frente de liberación. El problema fue que el peronismo no sólo no era en esos momentos un movimiento de liberación nacional incompleto (como lo calificaba Montoneros) sino un movimiento que incluía en su seno corrientes políticas y sociales antagónicas con la construcción de un frente de este tipo y, desde su llegada al gobierno, sus contradicciones internas estallaron, resolviéndose en un sentido que fue alejando cada vez más al peronismo de ese camino. Para entender este proceso se debe ir más allá de las contradicciones internas. Hay que pensar las diferencias y similitudes entre los movimientos «populistas» y los Frentes de Liberación Nacional que veremos más adelante. Y por otro lado, el cambio de relación de fuerzas regional (golpes en Chile, Uruguay, Bolivia, dictadura afianzada en Brasil). Esto en el marco del cambio de situación económica mundial en torno a 1973 (crisis del petróleo, insumo básico que todavía se importaba, y caída de los precios de las exportaciones argentinas). Podemos ver entonces que Montoneros aceptaba la colaboración de la burguesía nacional en 1973 (aunque aspiraba a que el movimiento fuera conducido por la clase obrera), pero para 1975 ya habían reformulado radicalmente su pensamiento al calor de la profunda agudización de la lucha de clases. “La crisis de la burguesía nacional es otro elemento que viene a sumarse (a la crisis terminal del capitalismo dependiente argentino) y es producto del necesario avance monopólico que se viene realizando desde el 52. Si bien Perón intentó salvarla con la fuerza de su apoyo político (pacto social de Gelbard), condiciones estructurales encuadran a la burguesía nacional como furgón de cola de los monopolios luego de la derrota del ministro pactista” 80. Es visible, entonces, cómo sus definiciones fueron dejando de lado muchas de las ambigüedades de su etapa fundacional, expresando un cambio en la caracterización misma de la estructura económica argentina. Su separación del peronismo fue determinante en este proceso, ya que no necesitaban mantener las formas discursivas hacia Perón y el resto del movimiento. Montoneros comenzó recién en 1975 (en coincidencia con el periodo de mayor combatividad de los obreros industriales bonaerenses) a tomar posiciones clasistas 79

La Nueva Política Económica (NEP) fue desarrollada por Lenin en la URSS a partir 1921, con el objeto de reactivar la devastada economía rusa. Mantenía en manos del Estado los grandes medios de producción, recursos naturales, financieros y de comercio, pero dejaba libre a la iniciativa privada emprendimientos medianos y pequeños, permitiendo la reinstalación del mercado como articulador de una parte de la economía. Además, preveía la posibilidad de inversiones extranjeras para movilizar recursos ociosos. 80 Ver “Fundamentos del plan de acción. Boletín interno N° 2” en Manual de instrucción para Oficiales y Soldados del Ejército Montonero, pag 129-134.

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discursivamente similares el resto de la izquierda revolucionaria, definiéndose vanguardia del proletariado y promoviendo la proletarización de sus militantes. Pero, ya en la clandestinidad, su viraje estuvo sobredeterminado por la militarización de la organización81 y las necesidades de la lucha guerrillera. Pero (aunque requiere una mayor investigación) el desarrollo de la JTP durante el 75 fue muy grande y quizás fue la fuerza de izquierda mas desarrollada en el Gran Buenos Aires82. Es necesario destacar la importante afluencia a partir de 1973 de intelectuales a Montoneros, tanto hacia lo orgánico como hacia sus espacios de masas. Muchos artistas, músicos, escritores, cineastas, periodistas, investigadores de diferentes áreas se sintieron atraídos por la organización, la Juventud Peronista o la Tendencia Revolucionaria, mientras continuaban produciendo en sus campos específicos. Esto generó una movida político cultural muy importante en torno al peronismo revolucionario y Montoneros. Recitales de rock con conocidos artistas, movidas folklóricas, intelectuales de relevancia que producían y continuaban en sus cátedras, revistas de debate, recitales masivos83, hasta una producción folklórica-épica la cantata montonera interpretada por el grupo Huarque Mapu en la que se canta la historia de la resistencia y la guerrilla, o las ya mencionadas historietas de Oesterheld son sólo algunos ejemplos de la inserción montonera (y del peronismo revolucionario en general) en el campo de la cultura. Intelectuales como Rodolfo Walsh, Francisco Urondo, Puiggros, Roberto Carri, Héctor Oesterheld, Arturo Jauretche, entre otros, llegaron a simpatizar o ser miembros de la organización. El clima de época con una gran movilización de masas tras las consignas de “Luche y vuelve” (Perón) parecía para muchos un paso más en victorioso del proceso iniciado en 1969 con el cordobazo. Y la identidad montonera fue suficientemente abarcativa y ambigua en lo simbólico cono para capitalizar mucho en este proceso. Hasta el conocido folklorista Jorge Cafrune, y el poco intelectual rockero Pappo, podían ser vistos como parte de todo ese clima. Este proceso debe ser leído 81

La denominada “militarización” se analiza en otro capítulo de este trabajo. En términos muy generales, consiste en organizar militarmente a todas las estructuras de la organización. 82 Charlas de Carlos Loza, delegado portuario en la época de las coordinadoras y miembro del Partido Comunista en ese entonces. Y Daniel De Santis entrevistas citadas. 83 Por ejemplo el LP “El cancionero de liberación”. Estas canciones que fueron grabadas en un recital con presencia de público, "Se viene el aluvión... sin segunda vuelta" (en apoyo a la campaña electoral del Frente Justicialista de Liberación) y "Fiesta de la Victoria" (festejando el triunfo popular del 11 de marzo de 1973). Expresaban los artistas convocados “Nuestra voluntad de ser protagonistas del proceso de reconstrucción nacional nos afirma en nuestro trabajo de organización y práctica revolucionaria, único camino hacia una patria justa, libre y soberana: la patria del socialismo nacional que Perón nos señala como meta.” Piero, Marilina Ross, Daniel Castillo, Leonor Benedetto, Vico Berti, María Maristany, Oscar Rovito, Liliana Abayieva, Paulino Andrada, Bebi Levi, Mauricio Kartun, Ana María Castel, Domingo Basile, Laura Israelit, Ana Barberis, Lidia Cacs.Santos Maggi, Osvaldo Lopez, Hebert Orlando, Lito Olmos, Santiago Giacobbe, Chango Farias Gomez.

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como parte de una forma de contra hegemonía popular (de la cual sin dudas también el PRT, los sectores clasistas y combativos del movimiento obrero y algunos otros grupos de izquierda era parte). Esta influencia Montonera y capacidad de aparecer como referentes de ese proceso configura, desde nuestra perspectiva, una de las claves para comprender la masividad de la organización y sus relativamente mayores posibilidades de resistencia a la ofensiva militar. La línea adoptada le permitió a Montoneros transformarse, hacia fines del 73, en un movimiento de masas con cientos de miles de simpatizantes y una impresionante capacidad de movilización, aunque esta adhesión resultaba difícil de definir en términos ideológicos. Se puede decir que la identidad montonera llegó a calar en una parte de la sociedad: los cientos de miles de personas movilizadas bajo las banderas de “la M” no estaban encuadradas en ningún ámbito organizativo, eran “masas” en un sentido amplio. Para graficar su exponencial crecimiento, Perdía relata que en Rosario, “en el mes de julio (del 72) éramos 12 compañeros, ahí se divide la organización por la mitad por el tema de las elecciones y de Perón. Decidimos: ‘vamos a elecciones y por la vuelta de Perón’, y ahí nos partimos a la mitad (...) En Rosario quedamos seis. En noviembre para la vuelta de Perón éramos doce de vuelta. En el mes de diciembre se hace un acto en una cancha (...), eran seis mil compañeros que gritaban ‘Montoneros’; hablaron como siete u ocho, todos montoneros y yo no conocía a ninguno (...) Un mes antes éramos doce”84. Podemos concluir también que Montoneros planteaba un proceso de crecimiento que se basaba en el salto de la cantidad a la calidad. Cabe destacar cómo Montoneros pensaba el despliegue político y discursivo de la contradicción principal “liberación o dependencia”. “Nosotros consideramos no sólo vigente esa contradicción, sino cada vez más profunda (la contradicción peronismoantiperonismo). Lo que ha cambiado son los términos de esa contradicción (...) el antiperonismo se ha visto engrosado con los sectores burgueses y las burocracias sindicales”, sostenían en el reportaje publicado en la revista Cristianismo y Revolución en 197185. O sea que asimilaban peronismo con liberación y antiperonismo con dependencia, destacando que hacia 1970 esa asimilación era más “pura” que las décadas anteriores. En esa línea explicaban cómo las diferentes coyunturas de lucha de la resistencia produjeron un realineamiento en el que los burgueses se hicieron 84

Roberto Perdía. Entrevista op. cit.

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“Montoneros: el llanto del enemigo”. En Cristianismo y Revolución Nº 28, op. cit.

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desarrollistas, los militares populares fueron eliminados del ejército y los sindicalistas burócratas se integraron como participacionistas: “Por otra parte se han acercado e integrado al peronismo (...) cristianos, laicos y clericales, el estudiantado universitario y nacionalistas izquierdistas que comprendieron el carácter revolucionario del movimiento”86. Estas definiciones no fueron sostenidas en forma efectiva durante mucho tiempo. A partir de 1973 con el peronismo en el gobierno se desató una dura ofensiva en todos los planos contra toda la izquierda peronista y esto los obligó a ver nuevas contradicciones. Pero en el discurso público se mantiene el esquema clásico -lo que es muy importante-

planteando públicamente la pelea por la identidad del

“verdadero peronismo”, y en ese marco encuadraron la forma política de la contradicción principal. Por ejemplo en 1973, la revista El Descamisado en la que se anunciaba la unidad de FAR y Montoneros87, Dardo Cabo explicaba en el editorial la prioridad de unir peronistas por sobre cualquier otro sector, priorizando la identidad por sobre la ideología o el método de lucha. Esto marcaba una continuidad fuerte con el pensamiento montonero original, pero una diferencia en el planteo de FAR y lo planteado por Vaca Narvaja en torno la fuga de Trelew88. En el reportaje dado en Chile en Agosto de1972, junto a Marcos Osatinsky y Mario Santucho, mientras esperaban su traslado a Cuba Vaca Narvaja manifestaba: “Nosotros creemos que hay una única vanguardia que va a dirigir el proceso revolucionario en Argentina, y que la formación de esa vanguardia, ese instrumento revolucionario que representa los intereses de la clase obrera, es tarea de los revolucionarios y es tarea fundamental y prioritaria de las organizaciones armadas que hoy militan en Argentina; entre ellas están las organizaciones revolucionarias no peronistas. La resolución de sus contradicciones, los métodos adecuados para llevarlos a la práctica es en este momento una de las tareas fundamentales, una de las necesidades de esta etapa del proceso revolucionario que podemos decir recién comienza”. Y además agregaba una mención contra las posiciones sectarias de algunos compañeros. Pero hacia fines del 1974 y sobre todo en 1975-1976 definían claramente en términos de clase los campos enfrentados como se ve claramente en el Manual… Es interesante igualmente ver que aún en los 80 muchos ex montoneros se consideraban más cercanos políticamente a otros “compañeros peronistas” aun los de derecha que a 86

Cristianismo y Revolución, op. cit. Revista El Descamisado 12 de octubre de 1973. 88 Ver www.elortiba.org sección memoria. 87

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muchos militantes de izquierda. La explicación de esto excede a este trabajo pero creemos que el universo de ideas montonero y su firme adscripción a la idea de “Movimientos nacionales” es parte de la respuesta. Como también su concepción movimientista, que les permitió la convivencia de diferentes ideas en su interior Montoneros se planteaba en su origen como una organización popular (no de la clase obrera, o sea, no clasista), aunque consideraba que la hegemonía del proceso de liberación nacional debía ser de los trabajadores y no de la burguesía. Teóricamente eran tributarios de la “izquierda nacional”, en la cual abrevaron varias concepciones clave, y se definían como una organización nacionalista. Esta definición, identitaria e ideológica, ha sido muchas veces malinterpretada por sectores tanto de izquierda como liberales. En general, se asocia linealmente el nacionalismo a la política e ideología que se da la clase burguesa dominante para encuadrar a las demás clases (principalmente la obrera) tras las banderas de la nación, es decir tras los empresarios y terratenientes modernos. Pero existía en la época una asunción del nacionalismo que tenía su origen en las luchas de liberación de los pueblos oprimidos del Tercer Mundo89, que difería de la tradicional burguesa. Juan José Hernández Arregui90 es uno de los intelectuales fundantes de la ideología de las organizaciones guerrilleras peronistas. Arregui fue uno de los máximos referentes intelectuales del “marxismo nacionalista”91, planteaba dos definiciones útiles para caracterizar los diferentes nacionalismos y que fueron la clave de la identificación nacionalista de la izquierda peronista y su delimitación con otros sectores de izquierda: 1) El nacionalismo posee un doble sentido, según corresponda al contexto histórico de una nación poderosa o de un país colonial. Hay en el umbral del tema, pues, una distinción no de grado sino de naturaleza entre el nacionalismo de las grandes potencias –EEUU, Inglaterra, Francia–, que son formaciones históricas ya constituidas, y el nacionalismo de los países débiles que aspiran, justamente, a constituirse como 89

Quizá sea de interés analizar otras posiciones nacionalistas o patrióticas que difieren del nacionalismo burgués, como la soviética en la lucha contra las sucesivas invasiones que sufrió desde 1917 hasta 1945, o la misma concepción nacional de la Revolución Francesa. También se puede revisar la concepción reaccionaria de nacionalismo a través de los trabajos de E. Hobsabawn Las naciones y el nacionalismo o las definiciones de Pierre Vilar en Iniciación al Vocabulario histórico. 90 Juan José Hernández Arregui se consideraba a si mismo Marxista y sus lectores peronistas de izquierda así lo creían. Muchos llegaban al marxismo desde sus propuestas. Desde la izquierda en general y desde una “epistemología” marxista se puede negar este encuadramiento. Pero para este trabajo no es tarea discutir los límites del marxismo y su apropiación indebida o tergiversación. Para las concepciones de la izquierda peronista Arregui era marxista y el marxismo de esta corriente abrevaba en algunas concepciones fundamentales de este intelectual. 91 Preferimos el termino marxismo nacionalista a izquierda nacional para caracterizas a la corriente de intelectuales que adscribieron al peronismo en su tendencia revolucionaria o que fueron miembros de organizaciones armadas peronistas, para diferenciarlos de otra fracción de intelectuales marxistas (en general provenientes del troskismo) que se denomina “izquierda nacional”. Esta última nunca adscribió al peronismo, rechazo la lucha armada y defendió a Perón de las críticas mas duras (políticas) de “la tendencia”

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naciones. 2) El nacionalismo adquiere connotaciones irreductiblemente contrarias según las clases sociales que lo proclaman o rechazan92. O sea, para Hernández Arregui el nacionalismo cuando es adoptado por los pueblos de los países oprimidos es el primer paso para la formación de una conciencia anticapitalista ya que la opresión del capital es a su vez opresión nacional. Esta es la matriz para interpretar el nacionalismo de “la M” (y en diferente grado de muchas posiciones nacionalistas de la izquierda en general). La adopción de esta posición no indica necesariamente la subordinación de los trabajadores a la burguesía o pequeña burguesía en el marco de una lucha de liberación nacional. Pero tampoco una posición nacionalista antiimperialista como única definición político ideológica implica lo contrario. En muchos procesos de liberación nacional la hegemonía burguesa se reconstruyó rápidamente, cuando no fue una fracción de la misma burguesía cabeza desde los mismos inicios. Para muchos peronistas de izquierda el movimiento había cumplido una etapa de ese tipo y por eso había fracasado en 1955 por sus propios límites internos. Esta era la posición de Puiggros93, Walsh, Cooke. Para otros los procesos deliberación nacional eran naturalmente conducidos por burgueses progresistas y solo cabia aceptarlo (so pena de caer en el sectarismo de izquierda) y organizar a los subalternos para que tuvieran su rol en el proceso. Era la posición de Jauretche, Abelardo Ramos, el Partido Comunista, etc. Los montoneros adscribían a la primera de estas posiciones aunque como nacionalistas concedían la posibilidad (y necesidad) de un frente de clases nacionales. Para “la M” el nacionalismo fue parte de su ideología y en combinación con una serie de aportes fue constituyendo el proceso deformación de su ideología. En otro de sus trabajos clásicos Hernández Arregui planteaba que el marxismo es “la teoría general aplicada al caso nacional concreto (...) en tanto método de interpretación de la realidad (que) ordena tal análisis teórico con la lucha práctica de las masas contra el imperialismo en el triple plano nacional, latinoamericano y mundial y en ese orden”94. La izquierda peronista en general también fue deudora, en su método de análisis, de la teoría de “las causas internas” presentada por Mao Tse Tung en el trabajo “Sobre la contradicción” e interpretada y desarrollada para nuestro país por Rodolfo Puiggrós, 92

Hernández Arregui, Juan José, Nacionalismo y Liberación, Buenos Aires Contrapunto, pag. 15. 1973. Las itálicas son nuestras. 93 Ver polémica Puiggros- Jauretche en la Revista Qué, 12 de agosto de 1957. Allí la idea se expresa claramente en polémica con otro referente intelectual del peronismo. 94 Hernández Arregui, J. J., La formación de la conciencia nacional, Buenos Aires, Plus Ultra, 1970.

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quien planteaba -simplificadamente- que no existe posibilidad de que la influencia externa penetre en un país si no encuentra vehículos que lo permitan. O sea: para que hubiera, socialismo, capitalismo o neoliberalismo en Argentina debía haber una clase o fracción de clase y sus representantes políticos que expresen internamente esos intereses. No basta la presión externa (a menos que esta presión sostenida haga surgir, con el tiempo, sus propias causas internas); son los procesos internos en última instancia los que impulsan el desarrollo de las naciones, y en este sentido la teoría de Puiggrós hacía foco centralmente en la sociedad nacional y repudiaba a la dirigencia política e intelectual latinoamericana por estar desvinculados “de los respectivos pueblos” y por subordinar a las causas externas “la totalidad o parte decisiva de las causas internas”. “No conciben el paso de nuestras sociedades por sí mismas de lo inferior a los superior”, señalaba95. Básicamente, para Puiggros, la izquierda tradicional transplantaba esquemas presuntamente universales a formaciones sociales diversas y chocaba con que la clase revolucionaria no era receptiva a sus planteos, por el contrario acompañaba a caudillos y líderes “populistas”. Para los intelectuales del marxismo nacionalista y para la izquierda peronista en general, esto se debía a que las sociedades latinoamericanas eran diferentes a las europeas y a que estos movimientos expresaban esa diferencia. Entonces siguiendo a Puiggros y Hernández Arregui, Montoneros partía de lo nacional y lo empírico, por eso su socialismo no era “socialismo” a secas sino socialismo nacional, con el aditamento “nacional” fuertemente marcado, ya que ésta era para los revolucionarios peronistas la única forma concreta de existencia del socialismo. Y además le permitía realizar una doble operación: 1: distanciarse del socialismo propugnado por el PC el PS y la izquierda clásica antiperonista; 2: entrar en consonancia con el discurso de Perón. Durante 1975 y 1976 los montoneros discutieron una definición más precisa de su socialismo. Según relata Carlos Flaskampf: “Nos llegó desde las instancias superiores de que hacia el interior de la organización debíamos decir simplemente socialismo sin el agregado de nacional”96, mientras que hacia fuera se mantenía lo de socialismo nacional. Pero no llegó a ser una definición orgánica, más bien se mantuvo en estado de debate interno. Esto no significaba que “la M” tendiera a dejar de ser 95

Puiggrós Rodolfo, Historia crítica de los partidos políticos argentinos, Buenos Aires, Hispamérica, 1965.

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Carlos Flaskampf, entrevista con el autor, 15 de noviembre de 2004. Flaskampf fue militante del Grupo Ejército de Liberación (GEL), organización guerrillera urbana marxista formada a principios de los 70; cayó preso en 1971 y salió en libertad con la amnistía del 73. A partir de ese momento se sumó a las FAR y vivió el proceso de fusión con Montoneros. En el 75 se alejó de la organización por diferencias con la línea adoptada.

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nacionalista, pero sí que buscaba una mayor precisión de sus conceptos en términos marxistas. En parte gracias a la amplitud ideológica y organizativa montonera -durante el proceso de “engorde” en medio del boom de movilización de noviembre del 72 hasta junio del 73-, la organización sumó una infinidad de pequeñas agrupaciones peronistas de diferentes tendencias que acordaban con la ambigüedad de sus definiciones, pero que en realidad tenían concepciones diferentes. Aun en los documentos emanados de la misma conducción no se encuentran citas de Marx y, si bien los términos y categorías marxistas se desplegaron profusamente desde 1973, nunca la organización se asumió pública ni privadamente como marxista leninista. La asunción pública del marxismo leninismo, hubiera significado para “la M” una ruptura muy fuerte con la tradición político-identitaria de la cual abrevaba: la concepción de que la lucha se desplegaba nacionalmente a través de la historia argentina entre movimientos nacionales y populares que expresaban las fuerzas del autodesarrollo vs elites cipayos que organizaban un bloque político y social extranjerizante. Es por eso que, más allá de su ruptura con el peronismo y de considerarlo agotado en el 75, la organización no lo negó sino que se consideró heredera y superación dialéctica. La identidad peronista que se planteaba en la práctica como excluyente del marxismo (al menos al nivel del sentido común de las masas peronistas y de la ideología partidaria oficial) y ofició de límite infranqueable para que “la M” tuviera un discurso de izquierda. El socialismo nacional de Montoneros era una construcción a realizar, y estaba definido en forma poco clara hacia fuera de los cuadros de la organización. Los Montoneros por más que asumieran el marxismo en privado, se consideraban destinados a cumplir con el rol histórico de conducir un movimiento nacional amplio, cuya identidad e ideología no era marxista ni clasista. Para explicar su rol en el movimiento, en el documento “Charla a los frentes...”97 Montoneros esbozó una complicada explicación del carácter del peronismo en la lucha por la liberación nacional: existe el movimiento peronista con un conductor que es Perón, que además es el líder de los trabajadores; pero también está Montoneros, que es la vanguardia, y el frente de liberación nacional que no es el peronismo sino un espacio que se cruza con él pero no coincide totalmente y debe incluir a otros sectores de izquierda y fracciones de la pequeña y mediana burguesía no peronista. Se trata de una caracterización confusa, en la que categorías clásicas son armonizadas forzadamente 97

“Charla de la Conducción Nacional ante las agrupaciones de los frentes, 1973”, en: Baschetti, R., op. cit.

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con el peronismo. Es claro que las concepciones montoneras coincidían, en general, con las definiciones de otras organizaciones y movimientos de liberación nacional, que pueden encuadrarse como “nacionalistas revolucionarios”, es decir, versiones nacionales del marxismo leninismo y que se hacían públicamente cargo de él (o, al menos, desarrollan una explicación clara de los aportes marxistas a su ideología). Pero también es claro que el peronismo no se enmarcaba con facilidad en la categoría MLN, más allá de los esfuerzos teóricos de los montoneros y de los intelectuales de la nueva izquierda properonista. El liderazgo de Perón era previo a la oleada de luchas de liberación nacional; pertenecía más bien a la época anterior, dentro de la misma vertiente que dio origen a Lázaro Cárdenas, Getulio Vargas, Víctor Haya de la Torre, etc. Montoneros consideraba que el peronismo debía ser la expresión argentina de los movimientos de liberación nacional del Tercer Mundo, o sea, concebía al peronismo como un movimiento antiimperialista de transición al socialismo (aunque es ambiguo si lo concebía “naturalmente” como un MLN o si consideraba necesaria y posible su transformación en uno de ellos; su posición al respecto oscila con el paso del tiempo y según el ex miembro de la organización que hable sobre el tema). En 1973 - 1974 la OPM definía su rol en el tablero político argentino: Perón era el líder del movimiento nacional, el cual incluía a diferentes clases y actores; la clase obrera, que era peronista, tenía a la OPM como su vanguardia y formaba parte del movimiento nacional siendo la totalidad de la base de éste. A su vez, debía ser la conducción del frente de liberación nacional a construir, el cual era una herramienta política de la revolución, mientras que Perón era el líder del movimiento. O sea, el movimiento nacional era para Montoneros una expresión argentina del desarrollo de la conciencia obrera y Perón (con sus limitaciones) era la expresión de ella. Es visible que entre los montoneros (que pretendían ser la vanguardia de la clase obrera y líderes del MLN) y Perón como líder efectivo del movimiento peronista, la contradicción era inevitable98. No pretendemos negar con esto que el peronismo haya sido hasta la década del 70 una posible expresión de la liberación nacional y una manifestación del nacionalismo popular ni es objetivo de este trabajo estudiar la naturaleza del peronismo. Pero cuando Montoneros hablaba de Movimiento de Liberación Nacional, se refería a formaciones políticas como el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) en El 98

Ellos mismo así lo ven hacia fines de 1973. La ruptura se considerada inminente pero no resulta claro cómo pensaban superarla.

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Salvador, el Sandinismo en Nicaragua, la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), el Frente de Liberación Nacional (FLN) de Argelia, el Vietcong, etc., los cuales encarnaban una “vuelta de tuerca” más de lo que el peronismo era en ese momento y en muchos temas una concepción diferente. Aunque, también, existieron otros procesos de descolonización dirigidos por fuerzas que rápidamente iniciaron un camino de reasociación a sus antiguas metrópolis o de subordinación al capital extranjero en general; instalando en un rol dominante subordinado a una nueva burguesía nativa (Senegal, Guinea, Costa de Marfil, Indonesia, etc.). Aunque los montoneros no se referían a estos últimos, sin dudas el devenir de ellos podía haber sido un llamado de alerta, teniendo en cuenta que el paradigmático Egipto rápidamente siguió ese camino Más allá del nacionalismo -que fue una constante en toda su historiaMontoneros tuvo un lento pero constante proceso de izquierdización, que se manifestó no en el abandono de sus definiciones anteriores sino en el mayor acento puesto en el rol de los trabajadores, en tanto clase obrera, como sujeto de la revolución (a diferencia de la “columna vertebral” de Perón), como principal destinataria de la política de la organización, y en la caracterización de la organización revolucionaria como vanguardia para el período transcurrido desde Ezeiza hasta el golpe de Estado del 76. Respecto a la concepción de clase de la izquierda peronista podemos ver que Carlos Olmedo introduce en la discusión con el ERP dos nociones que se transformaron en parte del ideario montonero posterior y que se emparientan con las ideas del historiador británico E. P. Thompson99 respecto a la constitución de la clase obrera: experiencia y formación. “La validez de la experiencia histórica de la clase obrera argentina, el reconocimiento de que es en su ideología real, concreta, existente desde donde debe situarse el punto de partida (...) nuestra estrategia se basa ante todo y sobre todo en el estudio y conocimiento de las peculiares condiciones en que en nuestra patria se desenvuelve”100, escribía Carlos Olmedo, jefe de las FAR en 1972, cuando la opción por el peronismo de esta organización se acentuaba e implicaba una profundización de las posiciones montoneras originales mucho más simples101; y marcaba también un importante distanciamiento de las posiciones del PRT. Desconocemos si entre la 99

Principalmente en Formación de la case obrera en Inglaterra, pero a través de toda su obra, Thompson combate a todas las corrientes que desde el marxismo definen la existencia de una clase por condiciones estructurales. Hace extensiva su critica a la conciencia de clase, llegando a plantear que no existe clase sin conciencia y que la clase esta al final del proceso de formación del capitalismo y del surgimiento de una cultura de clase diferenciada. 100 “Nuestra polémica con los compañeros del ERP”, Militancia, pág. 38-39. 101

Éstas se encuentran sintéticamente expresadas por Montoneros en el reportaje publicado en la revista Cristianismo y Revolución Nº 28.

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lecturas de Olmedo se encontraba el historiador inglés (el futuro guerrillero realizó su doctorado en Francia), pero es notorio que en confrontación con interpretaciones deterministas de los procesos históricos y de conciencia (Thompson discute con el estructuralismo de Altusser) Olmedo haya recurrido a las mismas nociones: la clase obrera argentina, tenia una conciencia propia, la peronista, que era fruto de su experiencia y que la constituía como clase nacional. Hacia fines de 1973 la conducción de la organización veía que el deterioro de sus relaciones con Perón era irreversible, e intentó preparar a las bases para la ruptura que consideró inevitable en el futuro cercano. En este sentido se orientaba el proceso de autodefinición ideológica que llevaron adelante. “Para nosotros el marxismo leninismo es una guía para la acción y punto (...) El marxismo se lo puede analizar en diversos aspectos: como teoría revolucionaria, como ideología, como política en este país y como metodología de análisis. Nosotros de todo eso lo único que tomamos son sus herramientas”, planteaban en la “Charla a los frentes...”102. En ese momento de su desarrollo, entonces, Montoneros se consideraba marxista en un sentido amplio, veía la sociedad capitalista en los términos que Marx la analizó y adoptaba muchos de sus supuestos teóricos -la lucha de clases, la dialéctica, etc.-. Pero se declaraba explícitamente no leninista y esto lo hacia, no por rechazar las ideas leninistas de organización ni las tesis sobre el imperialismo, sino para diferenciarse del “marxismo leninismo” en tanto ideología universal. En el subrayado de Firmenich, y punto, esta la clave de los resquemores montoneros hacia ser una organización marxista a secas. Entendía que “el leninismo constituyó la ideología del proletariado ruso a fines del siglo pasado y comienzos de este siglo”, o sea que el leninismo era la forma nacional del socialismo para la clase obrera rusa, pero no para las condiciones argentinas. “El marxismo-leninismo, o más precisamente el leninismo, es la teoría revolucionaria con la cual se desarrolló la Revolución Rusa. Mao no toma ese esquema”103, escriben en el mismo documento. Es decir que reconocían elementos en común pero siempre acentuaban sus críticas a la izquierda en lo que hace a la necesidad de apartarse de las definiciones teóricas de otras revoluciones para crear la propia teoría revolucionaria. Pero también buscaban no quedar encasillados como “comunistas” o “rojos” dentro del peronismo y ante las masas. Por eso dieron tantas vueltas cada vez que debieron hablar públicamente de temas ideológicos. 102 103

“Charla” Op. Cit. Idem.

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Para Montoneros una de las dos funciones centrales de la Organización Político Militar era el desarrollo de la teoría revolucionaria específicamente para nuestro país (la otra función era el desarrollo del ejército revolucionario). “Como organización política, en primer lugar (debemos) estudiar y determinar, a partir de la realidad objetiva que encontramos en el país, la teoría revolucionaria para el país. Cada revolución se hace en definitiva, con una teoría distinta que tendrá una serie de elementos en común...” 104 Como no hay una clase obrera universal, no hay una teoría revolucionaria universal, por ello los líderes revolucionarios deben ser nacionales: Lenin, Mao, Fidel, eran reivindicados como tales. En otras palabras: no es posible un marxismo, leninismo, maoísmo y sucesivos agregados a medida que los diferentes procesos se desarrollan; por el contrario, hay un marxismo con diferentes especificidades nacionales, y además ese marxismo no es una teoría completa. Esta definición era coherente con la tesis de las causas internas; si bien el marxismo es una teoría sobre la sociedad capitalista que puede ser universalmente aceptable para un mundo donde las relaciones capitalistas de producción son dominantes, el leninismo es una política, una concepción organizativa y un ajuste y corrección del marxismo en base al desarrollo de un proceso revolucionario concreto. Para Montoneros, entonces, las causas internas rusas habían hecho que la expresión del marxismo fuera el leninismo en esas condiciones específicas, para las condiciones argentinas debían surgir formas organizativas propias y correcciones al marxismo que se correspondieran con las condiciones argentinas105. También durante ese mismo período (73/74) delimitaron sus diferencias con Perón y el resto del movimiento respecto del socialismo al que adscribían: “La ideología de Perón es contradictoria con nuestra ideología porque nosotros somos socialistas (...) Perón caracteriza como socialismo tanto a China como a Suecia o Inglaterra” 106. Para Montoneros China era socialista pero, obviamente, Inglaterra no. Lo que parecían no ver es que para Perón Inglaterra tampoco podía considerarse un país socialista, y que el socialismo nacional de Perón (que la organización caracterizaba correctamente como no socialista) se acercaba más a una estrategia discursiva destinada a absorber discursos por izquierda.

104

“Charla...”, op. cit., pág. 285.

105

“Charla...”, op. cit., pág. 287-288. Allí fundamentaban en base a citas de Mao su posición no leninista que difícilmente el líder Chino hubiera aceptado, al menos en términos tan tajantes. 106 Idem. Todas estas definiciones son de los últimos meses de 1973.

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Aunque si leemos algunos textos de Perón como La comunidad organizada o alguna compilación donde defina que es la “tercera posición”, podríamos decir que el socialismo de Perón no era solo una estratagema discursiva: “en el aspecto económico social, me enorgullezco de haber implantado la única política que me parece eficaz para mantener los principios que deben regir el mundo en el porvenir: apoyo a las justas reivindicaciones de los trabajadores, mejor distribución de la riqueza en todos sus aspectos, procedimientos conciliatorios para dirimir conflictos entre capital y trabajo, intervencionismo del Estado en todos los problemas sociales y también en los económicos cuando el sistema de libre iniciativa ponga en peligro los intereses de la colectividad o cuando se emplee para mantener injusticias y desigualdades”107, expresaba el General en una de sus charlas filosóficas ordenadas posteriormente como “Tercera posición”. Perón en los 60 y 70 buscaba asimilar “socialismo” con “justicia social y distribución de la riqueza” y así capitalizar la oleada de simpatía que producían los procesos revolucionarios en Argentina. Además, debemos tener en cuenta que el socialismo puede ser pensado como un sistema de transición, o una etapa autónoma (según quien lo enuncie) en el que subsiste el Estado, y quizás las clases, lo que cambia es la estructura económica y la clase dominante. Ahora bien, para los revolucionarios peronistas el socialismo era el de Marx (al menos en lo fundamental), pero para Perón no. Esto hizo que con el general en el país su proclamado “socialismo” de años anteriores quedara solo como un discurso coyuntural. Esta contradicción entre la ideología de Perón y las aspiraciones de los que querían ir mas allá no era novedosa: los debates que tuvo John William Cooke en la primera mitad de los sesenta dejaron a la luz los límites que el general no iba a pasar. Especialmente a partir del 60, las cartas que Cooke escribía a Perón eran respondidas evasivamente o directamente no tenían respuesta. En ese período ya no era su delegado. Las posiciones del general nunca aparecen por definición tajante de su parte sino por omisión o respuestas evasivas, pero también en el periodo de más afinidad de los 50 los planteos de Perón y de Cooke son diferentes108. Básicamente la discusión entre Perón y Cooke encerraba todos los problemas que resurgirían en el futuro entre Perón y los peronistas revolucionarios. Si bien Cooke nunca abandonó el movimiento peronista ni su identificación sincera como peronista, es claro que a lo largo de las cartas confronta posiciones con el General. La posiciones de Cooke irán evolucionando desde una 107

Perón Juan, “La tercera posición” ed Nuevo patrimonio, 1964.

108

Ver Correspondencia Perón Cooke, Buenos Aires, Parlamento, 1985.

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intuición de la necesidad de dotar al movimiento de una organización mas estructurada109, con cuadros más sólidos y más homogénea destinada a la toma del poder por la fuerza, hacia la idea de la transformación del peronismo en un partido revolucionario de masas identificado claramente con los intereses de la clase obrera y depurado de dirigentes maniobreros y conciliadores: un partido dirigido por cuadros revolucionarios socialistas probados en la lucha cuyo objetivo sea terminar con el capitalismo. Perón en cambio defiende su rol de “padre eterno” del movimiento que bendice a todos por igual y conduce sin meterse en definiciones terrenas. Concibe la lucha como una resistencia civil a la cual pueden venir bien acciones armadas, pero sólo como desestabilizadoras y capaces de ser negociadas en función de una salida. La revolución no es una estrategia, es una táctica. Y aún si se diera la toma violenta del poder, el General esperaría que su movimiento siguiera siendo una masa de fuerzas nacionales contradictorias armonizadas en el marco de “la comunidad organizada”. El estilo de conducción de Perón implicaba incluir a todos; en ese sentido lo que terminaba haciendo era adecuar su discurso a la situación política y a su táctica, o sea el discurso era parte de la táctica. La radicalidad de la retórica “populista” (más aún en la oposición) permitía incluir al socialismo dejando las precisiones teóricas en la ambigüedad. Cuando Cooke precisa por todos los costados a que socialismo se refiere y cual es la revolución que considera necesaria, Perón prefiere el silencio o respuestas anodinas. Es sorprendente que Montoneros no sacara mejores conclusiones de esta discusión, aunque, quizás, consideraron que las masas podían imponer la definición que Cooke no logro con los resistentes110. Pero el General no se corrió un ápice de sus ideas, la tercera posición como siempre sostuvo definía los contornos del movimiento en el poder: “frente a un mundo dividido en dos fracciones diametralmente opuestas de individualismo y colectivismo, nosotros realizamos en nuestro país -y proponemos a la humanidad- la doctrina del equilibrio y la armonía del individuo y la colectividad por la justicia social que dignifica el trabajo, humaniza el capital, que eleva la cultura social, que suprime la explotación del hombre por el hombre (…) de tal manera que en el nosotros la sociedad de realiza y perfecciona por el yo individual dignificado como persona humana”111 109

Ver Miguel Mazzeo. Jhon W. Cooke. Textos traspapelados. Bs. As. La Rosa Blindada, 2000. Y documentos del archivo personal del autor. 110 Ver Goldar, Ernesto, John William Cooke y el peronismo revolucionario Bs, As., CEAL, 1985. 111 Peron Juan, “La tercera posición” op. cit..

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Entonces lo que el general terminaba haciendo era adecuar su discurso a la situación y desplegaba su táctica. Lo que queremos decir con esto es que Perón era conciente de que su sistema era un capitalismo con fuerte presencia del Estado, con una fuerte burguesía nacional y distribución de la riqueza; y que no era una transición. Así lo define en todos sus escritos en todo momento. Mientras que Montoneros aceptaba el sistema de Perón pero como una transición al socialismo y creía que Perón podía llegar a encabezarla. Por esto Montoneros corría en desventaja112. Por otra parte, en el mismo documento los montoneros precisan su definición sobre el carácter nacional del socialismo: “El socialismo como elemento central, que es igual en todas partes, tiene sus particularidades a partir de la estructura socioeconómica de la cual se parte para construirlo”. Es por eso que no existe el internacionalismo proletario, en tanto política unificada mundial de los partidos que se reivindican obreros, dado que los intereses de las clases trabajadoras de los países imperialistas se contraponen (al menos en el mediano plazo) con los de los países dependientes, ya que para estos últimos sólo el socialismo es el camino para la independencia nacional y el nacionalismo el camino al socialismo. “El socialismo es alcanzado solamente a partir del nacionalismo. Porque la primera intuición política de las masas es el nacionalismo y no el socialismo”113. Es clara la diferencia ideológica con el PRT y con buena parte del marxismo. Para Montoneros la nación estaba antes que la clase como identidad de las masas, no por una maniobra ideológica victoriosa de la burguesía que se debía combatir sino porque se trataba de un proceso identitario natural (o una realidad objetiva). En el marco de este razonamiento consideraban a la clase obrera norteamericana como nacionalista y capitalista, acorde a sus intereses; pero la clase obrera argentina debería ser nacionalista y socialista, y esto sería producto de una lucha ideológica en el seno del peronismo que los montoneros se consideraban destinados a llevar adelante114. La forma montonera de procesar la realidad, muy «pegada» a lo sensible y a las coyunturas les permitió grandes aciertos tácticos pero minó sus posibilidades estratégicas. Por ejemplo la constatación de que discutir quien conduce, si el partido revolucionario o Perón, se zanjaba con la realidad objetiva de que conducía Perón, no impidió en enfrentamiento con Perón en el corto plazo. Pero les dificultó la 112

“Lo que ocurre es que Perón seguramente se dio cuenta antes que nosotros de las diferencias ideológicas”. En: “Charla...”, op. cit., pág. 293. 113 “Charla…”, op. cit., pág. 274. 114 “Charla…” Op. Cit. Manual… Op. cit.

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homogenización interna tras un proyecto organizativo y político madurado colectivamente. Vemos de este modo que hasta 1974, Montoneros empleó un método de análisis político más cercano al empirismo, que conducía a una posición diferenciada de la izquierda revolucionaria afirmada en verdades estratégicas. Partir del método práctica-teoría-práctica como forma de procesar la realidad le permitía una gran ductilidad política. En este sentido se dieron fuertes debates con las FAR (que continuaron posteriormente a la fusión en el interior de la nueva organización) sobre la necesidad de la existencia de una teoría revolucionaria que orientara la práctica política. “Afirmarse en la seguridad de una teoría que puede colocarnos al resguardo de errores o desprolijidades”115 enfatiza Perdía en nuestro reportaje sosteniendo la corrección de una línea de flexibilidad ideológica. La adopción de este método de procesamiento teórico, práctica-teoría-práctica -que prioriza el conocimiento empírico por sobre la sistematización teórica-, le garantizaba a Montoneros la posibilidad de acompañar el sentido común de las masas, por ejemplo a partir de noviembre del 72. No todas las visiones de Montoneros consideran que su característica era la flexibilidad. Carlos Flaskamp116 considera hoy que esto no era tan así. Respecto de la las actitudes de las organizaciones armadas respecto al retorno de Perón en 1972 afirma que en realidad ni Montoneros ni FAR participaron con una política de masas en la vuelta de Perón de noviembre de 1972. Tenían en la mira la posibilidad de una insurrección popular en la cual ellos oficiaran de dirección armada, por eso se acantonaron en casas de seguridad esperando el momento de la acción. Fue el 17 de noviembre con la gran movilización de masas –que no fue un levantamiento y que dejó a las organizaciones armadas fuera–, lo que decidió finalmente a “la M” a jugarse entera por la política de masas, abrir unidades básicas y salir a hacer campaña electoral sumándose al sentido común de la gente y pasando a un segundo plano el accionar armado. Sin embargo Perdía matiza esta visión. Desde su posición de conducción en el terreno, afirma que los cuadros se acantonaron para dar una respuesta armada si se producía una eventual maniobra de la dictadura para impedir el retorno del General, y así impulsar una insurrección. Pero, agrega, nunca dejaron de trabajar por la movilización de masas allí donde tuvieran influencia y de reunirse asiduamente con dirigentes políticos y sindicales combativos para impulsarla, destacando la estrecha vinculación con el sentido común de 115 116

Perdía, Roberto, op. cit.. Flaskampf, Carlos, entrevista del autor.

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las masas movilizadas. Su objetivo, dice el ex jefe montonero, era evitar que se repitiera el fracaso del “Operativo Retorno” de 1964. El matiz entre ambos entrevistados implica una valoración diferente del pasado si para Perdía Montoneros siempre estuvo junto a las masas desarrollando diferentes tareas; para Flaskamp el germen del aislamiento estaba desde los orígenes117. Volviendo al tema del “sentido común”, si la estrecha ligazón al mismo llevó a sumarse a la movilización de 72-73 debió haber llevado a un repliegue en el 74-75. El tema esta en la evolución ideológica de “la M”, el cambio del sujeto social fundamental y la adopción de la idea de vanguardia. Si en el 72-73 el sujeto era “el pueblo” en el 7475 era la clase obrera industrial y el repliegue de esta no se había manifestado aún. Nos atrevemos a manifestar una duda: en tanto organización revolucionaria que pretende el socialismo, un análisis “pegado” al sentido común implica la negación de la existencia de un objetivo deseable y un criterio de verdad aceptable fuera del empirismo y los vaivenes del sentir de las masas (relacionados con los vaivenes de la lucha política) y se caería en lo que Lenin llamaba oportunismo. Fue en el 74 que la organización apostó a orientar su trabajo hacia los sectores más avanzados de la clase obrera, definiendo como vanguardia del proceso revolucionario argentino a la clase obrera industrial y dentro de ésta específicamente a los trabajadores clasistas y combativos de la rivera del Paraná, Córdoba, y de algunas fábricas del Gran Buenos Aires y La Plata. Sin dudas esta reorientación le permitió una presencia importante de la JTP en el movimiento obrero (con el resto de la izquierda pero hegemónica en las coordinadoras del Gran Buenos Aires). Una presencia que aún debe ser investigada tanto en extensión como en el nivel de adhesión conciente. Ya que no olvidemos que a nivel fabril la JTP seguía siendo una organización que reivindicaba la identidad peronista. Habiendo orientado su trabajo hacia la vanguardia obrera, si bien podía verificarse un claro reflujo de la lucha popular a nivel territorial, no sucedía lo mismo con la fracción más avanzada de la clase, cuyo reflujo tardó más tiempo en manifestarse (y que soportó, junto a las organizaciones armadas y el movimiento universitario, una terrible represión) y por ello no consideró la posibilidad de repliegue. No olvidemos que en marzo de 1976 todavía estaban frescas las movilizaciones obreras de junio y julio de 1975 que frenaron el Rodrigazo y produjeron la caída del López Rega. 117

Los diferentes balances del pasado se pueden seguir a través de los libros de ambos entrevistados. Pero entre todos los ex militantes se encuentra esa misma línea divisoria.

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Ahora bien, durante 1974 en “la M” se llevó adelante el intento de construir una teoría revolucionaria y se dieron pasos hacia formas leninistas clásicas de organización, alejándose, en parte, del empirismo relatado por Perdía y de las definiciones, ya claramente socialistas, pero aún movimientistas de la “Charla a los frentes” de fines del 73. Pero la paradoja reside en que el empirismo le había permitido constituirse en una organización masiva en conexión con el sentido común de las masas peronistas, mientras que el intento de desarrollarse como vanguardia más allá del peronismo colocó a Montoneros en la difícil situación de tener que explicar sus posiciones (que ya no eran las espontáneas del pueblo). El problema que no pudo resolver fue que el salto del empirismo y el sentido común hacia la vanguardia y la teoría revolucionaria no implicaran la pérdida de los vínculos simbólicos con los sectores (peronistas) que antes veían a la organización con simpatía y que eran pensados como su base social. Resolución que Montoneros pensó posible con el tránsito de las masas peronistas hacia una nueva identidad superadora: la montonera.

Para el PRT-ERP si rastreáramos los orígenes de muchas de sus concepciones, de sus interpretaciones de la realidad nacional y de sus antecedentes históricos nos encontraríamos con las tesis de Milcíades Peña y Silvio Frondizi. Según observa Néstor Kohan en su artículo sobre Santucho y en lo que hace referencia a la influencia sobre el líder guerrillero: “a los ojos de Peña, la Revolución Cubana había hecho pedazos el dogma estalinista de la revolución por etapas junto con la doctrina de que ciertos países –especialmente los latinoamericanos- estaban ‘inmaduros’ para el socialismo. Al mismo tiempo, Peña concluía que las enseñanzas de la Revolución Cubana exigían dar una batalla ideológica por la conciencia socialista de los trabajadores argentinos, dada la impotencia política de la denominada ‘burguesía nacional’ para emancipar a los pueblos latinoamericanos. De allí Peña deducía la inviabilidad tanto del ‘entrismo’ (línea política de Moreno) como del ‘seguidismo’ al peronismo (línea política de Puiggrós). No se podía identificar de manera mecánica y ahistórica al castrismo y al guevarismo con... el peronismo”118. El PRT se fundó el 25 de mayo de 1965 como confluencia del FRIP (Frente Revolucionario Indoamericano y Popular) que dirigía Santucho con asentamiento en Santiago del Estero y Tucumán, y Palabra Obrera, grupo de Nahuel Moreno. El FRIP 118

Kohan, Nestor Op. cit.

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era una agrupación que combinaba marxismo con nacionalismo revolucionario e indigenismo. Eran influenciados por las ideas del ARPA peruano, cuyas basas populares más sólidas eran los trabajadores de las plantaciones del norte de Perú y Santucho pensaba en el proletariado azucarero tucumano119 (semi proletariado semi campesinado). El grupo de Moreno en cambio estaba asentado principalmente en los grandes centros urbanos y con alguna presencia en la clase obrera industrial. A unificación en el PRT coincide con la orientación de santucho hacia el marxismo leninismo y la incorporación de categorías tronquistas. También el PRT adscribe a la Cuarta Internacional (que en esa época tenía definiciones de apoyo a palucha armada). Las tesis de Nahuel Moreno y de Milciades Peña habían sido sin dudas producto de la discusión entre ambos en el seno de los ámbitos de su organización. Más allá de que el la revista Fichas se manejara con gran autonomía120 Peña produjo con orientaciones discutidas con Moreno. La formación de militantes durante este periodo inicial se basaba en los clásicos de Marx, Lenin y Trosqui, en la interpretación de las revoluciones del momento y documentos del partido, en los materiales históricos dejados por Peña y en las charlas de formación muchas de las cuales eran dadas por el mismo Moreno (charlas que tenían como un eje importante historia argentina). Más allá de que todas las corrientes que fueron dando forma a la ideología del PRT-ERP fueron reinterpretadas por Santucho, fue esta concepción histórica y la interpretación del peronismo que de ella se desprende la que tuvo una fuerte influencia en el PRT. En este sentido vemos los fundamentos teóricos del trabajo del PRT sobre la clase obrera peronista: Trabajar desde afuera para construir la conciencia socialista. Peña enfrentó al revisionismo histórico argentino en todas sus vertientes, haciendo blanco en la figura de Juan Manuel de Rosas y en la idea de una línea nacional antiimperialista hasta Perón. Debemos recordar que en los años 60 y 70 la izquierda en general tuvo producciones historiográficas muy ricas y que muchos historiadores hacían historia como una herramienta de combate político que diera sustento a la política concreta que se debía desplegar para hacer la revolución en Argentina. Si Montoneros se reverenciaba historiográficamente en Rodolfo Puiggros, Ortega Peña, José María Rosa, etc., el PRT lo hacía con Milcíades Peña y la clásica historia de Mitre (Historia

119

Las tesis del FRIP mencionan al proletariado azucarero como el eslabón más débil del capitalismo argentino. Sus publicaciones eran en castellano y quechua. 120 Fichas de investigación económica y social era una revista de debate historiográficos amplia dirigida por Milciades Peña que se editó en la primera mitad de la década del sesenta. Peña se suicidó en 1965.

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de Belgrano, Historia de San Martín aunque haciendo una apropiación selectiva de la misma). El PRT, a diferencia de la izquierda peronista, fue transigente con los escritos de Mitre. El nacionalismo perretista fue una lectura marxista de los escritos mitristas, no revisionista, ubicándose así mucho más cerca de la historiografía tradicional que sus referentes intelectuales. Según Kohan, se trata de “algo que, paradójicamente, resulta muy interesante: cómo estos historiadores burgueses reaccionarios (principalmente Mitre, aunque también deberíamos agregar a Vicente Fidel López, en el siglo XIX y Ricardo Levene en la primera mitad del siglo XX) describen la campaña del Ejército de San Martín. Fundamentalmente, cómo describen (...) la guerra de guerrillas. Ese relato resulta hasta muy entusiastamente. Cuando ellos hablan del Ejército de los Andes, cuando San Martín envía a organizar una guerra de guerrillas en la retaguardia española en el Perú, era muy atractivo para esta izquierda revolucionaria que se planteaba continuar la lucha inicial de San Martín y Bolívar (...), y sobre todo el papel jugado en la lucha guerrillera contra los colonialistas españoles por Martín Miguel de Güemes, Juana Azurduy y otros revolucionarios nuestros de principios del siglo XIX. Seguramente estos historiadores burgueses, de tradición liberal, todavía en el siglo XIX se podían dar el lujo de alabar aquellas campañas militares independentistas, porque la tarea por delante que esta burguesía tenía entonces –segunda mitad del siglo XIX– era legitimar la construcción de un Estado-nación y construir los relatos fundantes de un origen heroico. Luego, en el siglo XX, sobre todo en su segunda mitad, ante la emergencia de una izquierda revolucionaria que se planteaba en primera instancia la lucha por el poder, ya no podían darse ese lujo (...) También en esta opción historiográfica, Santucho fue un guevarista consecuente”121. Transcribimos esta larga cita del artículo de Nestor Kohan porque se consideramos que desarrolla y complementa la visión que nos dio Daniel De Santis 122 en nuestras entrevistas (ex militante del PRT-ERP, dirigente obrero de Propulsora Siderúrgica y actual militante e investigador) y que podría ser la explicación que el mismo PRT hubiera dado para resolver lo que es una evidente paradoja: una estrategia revolucionaria y una visión histórica de génesis reaccionaria. De Santis explica que no leían a Mitre para coincidir con su modelo de país, sino porque los relatos de las luchas independentistas en el norte estaban muy bien escritos y eran ejemplificadores. De esta 121

Kohan, Néstor, op. cit. Daniel De Santis fue miembro del PRT de Santucho desde su fundación, dirigente sindical y miembro del comité central del partido. 122

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forma el PRT se aproxima a la historia del siglo XIX sin polemizar con la versión liberal de construcción de la Argentina. Tomaba elementos que se encontraban a su alcance para legitimar su lucha, resignificándolos, elementos que además, eran parte del sentido común formado por la educación oficial Como vimos para Montoneros, también para el PRT, fuentes teóricas repercutieron en sus definiciones. Nos referimos a la jerarquización que cada organización hacía de las contradicciones de clase. Para el PRT la contradicción principal era burguesía versus proletariado, y de ninguna manera consideraba determinantes las contradicciones existentes entre las diferentes fracciones de la burguesía, por eso se definía como organización de la clase obrera. De esta forma, si bien ambas organizaciones consideraban que la lucha de clases era el motor de la historia, ponían diferente énfasis en ésta Para el PRT la burguesía nacional no tenía viabilidad histórica para conducir el proceso de liberación nacional; la revolución debía ser conducida por el proletariado y sería nacional y socialista al mismo tiempo. Para Santucho no existía una verdadera burguesía nacional porque no existía tampoco un verdadero proceso de industrialización. La historia era para el PRT, a diferencia de “la M” solo “ejemplificadora” no una fuente desde donde construir una teoría revolucionaria nacional. Pero, no es solo una diferencia cualitativa que hizo que Montoneros abrevara en el revisionismo y el PRT no. Existía también una diferente valoración de la historia nacional en la definición de la identidad y la política. El PRT concebía la ideología y la teoría revolucionaria desde una posición más universalista (más filosófica), con un grado de independencia mayor respecto de la historia nacional. Los militantes montoneros en cambio se formaban en muchos casos desde la lectura de obras de revisionismo histórico. Siguiendo a Peña, el PRT entendía que en nuestro país se había dado una expansión industrial basada en el crecimiento de industrias ligeras productoras de bienes de consumo inmediato (con empleo de mano de obra intensiva), mientras que las industrias pesadas productoras de medios de producción, de insumos primarios, o de duración media se importaban o se habían desarrollado en base a capitales extranjeros123. De este modo, al ser el sector más desarrollado de la economía el que domina al conjunto, resultaba evidente que la burguesía industrial nacional era (además 123

Ya en la época del FRIP (previa a los acuerdos con Nahuel Moreno) los Santucho plantearán que la argentina es “un país semicolonial y seudo industrializado”. Ver Tesis del FRIP.

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de impotente) dependiente estructuralmente de los sectores dominantes de la economía. A esto se agregaba que ningún régimen político había tocado los intereses de la oligarquía terrateniente de forma que se alteraran sustancialmente las relaciones de propiedad en el campo. Para el PRT, la gran burguesía extranjera, la burguesía nacional y la oligarquía terrateniente formaban un bloque con intereses comunes y contradicciones secundarias, por lo tanto la construcción de un frente nacional que uniera un sector de aquéllos y a los trabajadores contra el resto no era viable. Por eso Gelbard y Krieger Vasena “eran iguales” en el discurso público del PRT, esto también era planteado por los grupos peronistas a la izquierda de Montoneros. Las tesis del PRT en estos puntos también se originan en Peña y Silvio Frondizi. En el capítulo “Expansión industrial, imperialismo y burguesía nacional”, de su libro La realidad argentina, Silvio Frondizi afirma: “(...) lo que caracteriza al imperialismo actual es la exportación de capitales para la industrialización o mejor dicho seudoindustrialización de los países atrasados (...) Mientras la industria ligera necesitaba mercados para la producción de artículos de consumo, la industria pesada necesita también mercados, pero para su producción de herramientas. Estos mercados reemplazan a los de artículos de consumo”. Concluye Frondizi con esta importante tesis: “unidad, no identidad, entre imperialismo y burguesía nacional y entre burguesía nacional y terrateniente”124. La tesis de la seudoindustrialización no era original de Frondizi125 sino de Peña. El historiador definía su idea de esta forma: “Denominamos al fenómeno seudoindustrialización, parodia o caricatura de industrialización (...) Por sobre todo, se realiza sin modificar sustancialmente la estructura social del país, y los desplazamientos a que da lugar dejan en pie las antiguas relaciones de propiedad y entre las clases. La seudoindustrialización no subvierte la vieja estructura sino que se inserta en ella”. Entre las características de la seudoindustrialización…”126. La

seudoindustrialización

pareciera estar describiendo los límites del proyecto industrial peronista del 45, Peña 124

Citado por: Kohan, Nestor, op. cit.

125

Kohan, Nestor, op. cit. Jorge Lewinger (miembro de FAR y de Montoneros) cuyas primeras armas en política las hizo en el grupo Praxis de Silvio Frondizi en los primeros 60, nos señala que las ideas del intelectual marxista respecto al peronismo se orientaban políticamente en un camino diferente al de Peña y del PRT. Hacia una valoración más positiva del movimiento. Reportaje del autor 15/3/05. Igualmente, Frondizi mantuvo una actitud ambigua frente al peronismo. Fue candidato extrapartidario del FIP (Frente de Izquierda Popular) de Abelardo Ramos con Perón como presidente en su lista y eso no impidió que se acerara a las propuestas políticas del FAS. 126 Peña señala: a) No aumenta la composición técnica del capital social, sólo la mano de obra. b) No se desarrollan las industrias básicas que producen medios de producción, ni las fuentes de energía ni los transportes. c) No aumenta la productividad del trabajo. d) El incremento de la producción de artículos de consumo sobrepasa el incremento de la producción de medios de producción, e) La agricultura permanece estancada y no se tecnifica

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infiere que tanto los propietarios burgueses terratenientes como los industriales argentinos, comparten con el capital financiero el mismo interés en la perpetuación del atraso del país. Estos sectores sólo permiten el transplante o el injerto de islotes industriales en unas cuantas fábricas, manteniendo y reproduciendo la estructura social de conjunto atrasada y subordinada al imperialismo127. Tesis que podemos identificar en el despliegue político del PRT ya que la identidad de intereses entre todas las fracciones de la clase dominante fue la idea desde la cual el PRT discutió tanto con el Partido Comunista como con Montoneros para impugnar toda viabilidad del proyecto peronista. Tanto Peña como Frondizi desarrollaron sus tesis entre las décadas del 50 y del 60, momento límite de la industrialización liviana impulsada por el peronismo y encrucijada en la que el debate era como superar ese límite. Como planteamos al principio la respuesta a esta situación dio lugar a dos caminos diferentes el del PRT y el de Montoneros. Perón esbozó cual era su idea de cómo superar esos problemas128 en su segundo plan quinquenal que preveía el desarrollo de industrias básicas; en el congreso de la productividad, donde se proponía un acuerdo que permitiera racionalizar el trabajo; y en su plan de inversiones extranjeras. Era una especie de desarrollismo con la impronta que le daban las conquistas obtenidas por la clase obrera en el periodo y la presencia del estado populista: dificultad de cumplir las aspiraciones del capital y permeabilidad a las presiones de los trabajadores. Arturo Frondizi implementará a partir de 1959 un plan de este tipo: modernización del agro (para obtener mas recursos de la exportación), radicación de capitales extranjeros (automotrices) y contratos petroleros que permitieran autonomía energética. Esto requería desde el nuevo Estado desarrollista intentado por Frondizi el encuadramiento de la clase obrera y su disciplinamiento o sea menos garantías al trabajo y mayores garantías al capital. Silvio Frondizi y Milciades Peña hicieron eje de sus tesis la crítica y la identificación de los límites de estos modelos y el PRT desarrolló sus políticas asumiendo estas ideas. Daniel De Santis, plantea que el PRT manejaba cantidad de fuentes teóricas, que Gramsci y Rosa de Luxemburgo, por ejemplo, eran conocidos por la organización 129. El tema, según nuestra óptica, es que pueden leerse muchos autores pero incorporar de ellos sólo lo que interesa a la concepción ya definida, fortaleciendo el tronco principal 127

Kohan, Néstor. op. cit. Biltrán Rafael El congreso de la productividad Bs. As. Ed El Bloque 1994, El Segundo Plan Quinquenal Miemeo. Secretaría Privada de la presidencia, 1955 archivo del autor. 129 Conceptos vertidos por Daniel De Santis en una charla dada en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA en noviembre del 2004. 128

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de nuestras ideas previas; o se los puede leer en clave de crítica, abordando integralmente las ideas aunque sean contradictorias con conceptos fuertemente arraigados. En general, se suele tomar de cualquier autor las citas o partes de su obra que sirven para fortalecer el tronco principal de las ideas canónicas. Pero es evidente que tanto Gramsci como Rosa Luxemburgo influyeron muy poco en el PRT (y creemos, que en la etapa en general), al menos en los temas más polémicos planteados por ellos. El PRT, al definirse como una organización de la clase obrera, tuvo otra razón práctica para no plantearse una alianza con la patronal: iba en contra de la naturaleza misma del proceso revolucionario, tal como lo concebían los perretistas. La definición como partido proletario se manifestó en un fuerte obrerismo hacia el interior de la organización. Éste era visible en la política de la proletarización, que consistía en que los militantes no obreros abandonaran su modo de vida y se fueran a trabajar a una fábrica y a vivir en un barrio obrero incorporando las actividades y cultura propias de la clase, y también en un gran menosprecio hacia los demás sectores sociales que eran vistos como una especie de “otros” a proletarizar 130. El PRT consideraba que un militante revolucionario “no se puede mantener en otra capa o clase que no sea la obrera sin ser inconsecuente”131, así fue que el Frente de Trabajadores de la Cultura (FATRAC), por ejemplo, fue disuelto por cuestiones secundarias que muestran que el partido no lo consideraba muy importante, exigiendo la proletarización de sus integrantes. Mattini relata este hecho en su libro Hombres y mujeres del PRT-ERP y es coincidente con otros dirigentes de la época. Explica que el Frente se disolvió a causa de que el referente venía cuestionando en forma permanente la línea de la organización y manifestando diferencias consideradas insalvables. Igualmente, la disolución de este frente fue una medida que excedió las diferencias con el responsable del mismo, ya que afectó a la política de la organización hacia todo un sector social. Esto fue así porque el PRT asimilaba “ideología de clase” con “posición de clase”; o sea que sólo se era un revolucionario completo si se era obrero. También tuvo cierta idealización de la clase obrera, interpretando los procesos de lucha dados por esta en los setentas como una expresión de conciencia socialista que no necesariamente debía ser así. El PRT estaba convencido de que los obreros argentinos eran peronistas porque habían sido engañados por las concesiones de un líder burgués, y no aceptaba la posibilidad de que en las condiciones de la Argentina de los 40 el peronismo expresara 130

El caso de Raymundo Gleyzer y la situación de outsider que debió mantener en el PRT es un ejemplo de la debilidad política en el partido por fuera del campo obrero y la lucha armada. 131 Ver revista Militancia op. cit. Pág. 37.

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los intereses inmediatos de la clase obrera, a partir de allí, la adscripción de la clase al peronismo fuera consciente. Esto es así porque la clase en tanto tal se orienta espontáneamente hacia las reivindicaciones inmediatas. Pero siguiendo a Edward Thopmson132 podemos pensar si en la formación de la clase trabajadora en la que las relaciones de producción se genera una ideología. Desde esta óptica existirían múltiples formas históricamente condicionadas en la que la clase obrera se identifica como tal frente a la burguesía. Y desde este marco de análisis, la clase obrera argentina, sería clase obrera en sí (por su ubicación en las relaciones de producción) y clase obrera para sí (o sea, consciente de su situación de explotada en esas relaciones, y consciente de sus intereses unificados frente al capital y diferenciados de éste). El tema de debate planteado (sobre el que no avanzaremos en este trabajo) y discutido en sus implicancias, tanto para de las ideas de Thompson, como para el caso de la clase obrera argentina, es que su identidad era peronista y los condicionamientos que esta identidad implicaba frente a un proyecto socialista. Caracterizamos al PRT como una organización marxista-leninista (en ideología e identidad) que buscaba construir EL partido de la clase obrera. En ese sentido, el socialismo del PRT estaba claramente definido y se basaba en la expropiación de los medios de producción, mientras que no contemplaba una etapa de revolución democrático-burguesa. Tenía como modelo los países socialistas de la época. Sus modelos de Estado -hasta la rectificación del último Comité Central en 1976, cuando caracteriza a la URSS como “baluarte del socialismo”- siempre mantuvieron un sesgo no soviético aunque «estalinista»: Corea, Albania, Vietnam, Cuba y China son ejemplos que aparecen como modelos de lo que hay que construir después de la toma del poder A pesar de esta definición explícita y permanente del PRT a lo largo de toda su historia, pueden verse una serie de oscilaciones en torno al trotskismo. El PRT adoptó muchas de sus categorías, entre ellas la “teoría del desarrollo desigual y combinado” y la “teoría de la revolución permanente”. Estas ideas guiaban muchas de sus concepciones y posiciones frente a las distintas coyunturas. La penetración en el PRT de las concepciones de Trotsky tuvo varias vías, pero una fundamental: la influencia que sobre los futuros cuadros fundadores del PRT (combatiente) tuvo el periodo durante el cual funcionaron junto a Nahuel Moreno. Recuerda Olegario Chamorro 133, antiguo militante del PRT de la zona de Ingeniero Bunge, que era Moreno quien les daba 132

Podemos seguir sus tesis en torno al marxismo y la clase trabajadores en La miseria de la teoría donde discute el estructuralismo de Louis Altusser y La formación de la clase obrera en Inglaterra. 133 Charla con el autor noviembre 2008.

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formación y nociones de historia argentina en los 60 a su grupo de base. Como él, muchos militantes de base y cuadros que después siguieron el PRT “El combatiente” se formaron con ideas de Moreno. Las ideas historiográficas de Milciades Peña fueron otra vía (pero también fueron desarrolladas en relación con Moreno y participando en Palabra Obrera) y, por último, la influencia de las tesis de Silvio Frondizi, que aunque no puede ser calificado de trosquista, varios de sus planteos estaban emparentados con un pensamiento cercano al del revolucionario ruso134. En su Historia de la Revolución Rusa, León Trotsky formuló la hipótesis de la “ley del desarrollo desigual y combinado”. Consiste básicamente en que los modos de producción se expresan en las sociedades concretas a través de formaciones sociales, o sea que nunca existen países y sociedades capitalistas absolutamente homogéneos, compactos, con un único modo de producción. En realidad, hay relaciones sociales de distintos modos de producción que están combinadas entre sí. Algunas predominan sobre otras, pero están combinadas y esto es una constante en los países que llegan al capitalismo más tardíamente. Trotsky sostenía: “Azotados por el látigo de las necesidades materiales, los países atrasados vense obligados a avanzar a saltos. De esta ley universal del desarrollo desigual de la cultura se deriva otra que, a falta de nombre más adecuado, calificaremos de ley del desarrollo desigual y combinado, aludiendo a la aproximación de las distintas etapas del camino y a la confusión de distintas fases, a la amalgama de formas arcaicas y modernas”135. Con esta herramienta el PRT se aproximará a caracterizar la sociedad argentina y de alejará de las concepciones etapistas más simples que imperaban en la izquierda de la época y anterior. El PRT ratificó su adhesión a la Cuarta Internacional en el V Congreso136 (julio de 1970) En este congreso se funda el ERP y es el momento en que el PRT define su perfil acabado después la separación respecto de la corriente Morenista (PRT la Verdad, después PST). Joe Baxter137, enviado a la Argentina directamente por la Cuarta, y Pedro Bonnet y Luis Pujals, impulsaron junto con Santucho la adscripción a la Internacional, venciendo durante dicho congreso las reticencias de la mayoría de los presentes. En los 134

Puiggros dedica un extenso capítulo en su obra El proletariado en la revolución nacional a criticar al “trosquista” Frondizi y su tesis de “integración mundial, última etapa del capitalismo” por favorecer la desnacionalización del la mirada de los militantes. 135 Trosky, León Historia de la Revolución Rusa en http://www.librodot.com 136 Se puede encontrar las resolocioes del V congreso en un folleto editado por el PRT-ERP con un prólogo de Mario Santucho en http://www.scribd.com/doc/9392845/PRTERP-Resoluciones-del-V-Congreso-del-PRT#fullscreen:on. 137 Joe Baxter había sido fundador del Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara (escisión de la organización de derecha Tacuara) que realizó el asalto al Policlínico Bancario en 1960. Trabajó con los Tupamaros y el Vietcong para recalar finalmente en la Cuarta Internacional. Antes de morir en un accidente aéreo en Francia, fue el inspirador de la “Fracción Roja”, contraria a la línea de Santucho.

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trabajos de Luis Mattini, de Enrique Gorriarán Merlo, en la biografía de Santucho Todo o nada, de María Seoane, y en otros escritos de ex militantes se plantea que la adscripción a la Cuarta Internacional generaba mayoritariamente dudas o rechazos según afirman hoy los sobrevivientes. Afirmación que deberíamos discutir en relación con los documentos de la época ya que Santucho planteaba: “León Trotsky mantuvo en alto la bandera marxista leninista del internacionalismo revolucionario (...) que mantiene la Cuarta Internacional, y que debemos levantar y agitar sin tapujos”, contradictoriamente sostenía que las organizaciones integrantes de un bloque revolucionario internacional común eran los partidos comunistas de China, Albania, Vietnam, Cuba y Corea, profundamente antitrotskistas. Estas definiciones fueron una fuente del conflicto que estalló cuando las diferencias entre la práctica del PRT y la línea de la Cuarta se volvieron insostenibles, hacia fines de 1973138. Este es un tema complejo para el cual no sólo deben tenerse en cuenta oscilaciones adjudicables a Santucho en el plano de las relaciones internacionales, sino también las oscilaciones de la Cuarta Internacional respecto de la lucha armada, las disputas de Mandel con Moreno, y otros factores que requieren una investigación mas profunda que excede a este trabajo. Pero podemos ver, simplificadamente, que hacia fines de los 60 y durante los primeros 70 la Cuarta, arrastrada por la oleada de lucha armada de liberación exitosa en el Tercer Mundo y por las luchas obreras y estudiantiles en Europa, decidió apoyar la lucha armada. En diciembre del 68, en su IX Congreso –en el que participó el PRT, ya separado de Nahuel Moreno-, la Internacional planteaba que para América Latina el camino era la lucha armada a través del campesinado, existiera o no partido. Esta posición fue corregida rápidamente por su dirección justo en el momento en que el PRT profundizaba su opción por el ERP como principal frente de masas a construir. Ya en julio del 71 Ernest Mandel le envió una comunicación al PRT con la revisión de su posición, pidiendo que los argentinos siguieran el mismo camino. Finalmente, en febrero de 1974, en su X Congreso, la Cuarta Internacional se distanció del PRT auto criticándose por haber dejado de lado las diferencias en una actitud «oportunista»139.

138

Es interesante ver dos cuestiones. Una que luego de la fractura del PRT entre La Verdad y El Combatiente, Mandel líder de la Cuarta internacional mantiene el reconocimiento al PRT de Santucho. Dos que los resquemores que muchos perretistas manifiestan hacia el troskismo de los orígenes del PRT quizás se daban al la evolución posterior y sobre todo al notorio distanciamiento entre los partidarios de la lucha armada sobrevivientes y las corrientes políticas identificadas como tronquistas desde los ochentas. 139 Weiz, Eduardo. “El PRT-ERP Nueva izquierda e izquierda tradicional”. Cuaderno de trabjo Nª 30 Bs As. CCC 2004.

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Otra de las causas de esta adscripción al trotskismo debe buscarse en la posición favorable al “evolucionismo” y al “etapismo” de los partidos comunistas latinoamericanos140 más vinculados con la URSS. Estos partidos consideraban que la transición al socialismo se produciría por el agotamiento del desarrollo de las fuerzas productivas bajo el modo de producción capitalista. Por lo tanto no se podía impulsar una revolución socialista mientras nuestros países no agotaran esa etapa. Además, consideraban que la evolución de las sociedades humanas pasaba por etapas fijas y predeterminadas en todos los casos: comunismo primitivo, esclavismo, feudalismo, capitalismo y socialismo; o sea que si una sociedad era semifeudal o atrasada en su desarrollo capitalista, le correspondía un revolución democrático burguesa, no socialista. En general esta visión era considerada por las formaciones de la nueva izquierdas como ajustada a las necesidades de la URSS de lograr un modus vivendi con el imperialismo capitalista (era la época de la coexistencia pacífica). Y tuvo como consecuencia el rechazo de las opciones revolucionarias que pretendían “saltar etapas”, a las que calificaba como aventureristas o populistas. En la práctica esto implicó una serie de rupturas que en los 60 afectaron las filas comunistas, a partir de adscripciones a posiciones castristas, maoístas o guevaristas. El PRT, y en general todos los revolucionarios de esa etapa en Latinoamérica, construyeron su ideario teniendo como referencia negativa las posiciones del PC, posiciones que rechazaban e identificaban con el reformismo. Igualmente la permanente adhesión de los perretistas a la Revolución Cubana fue la puerta que le permitió acercarse a los países del bloque comunista luego de la ruptura definitiva con la Cuarta. Un debate de los 60 y los 70 que subyacía en todas las definiciones políticas de las diferentes fuerzas revolucionarias y reformistas argentinas, era sobre los modos de producción en América Latina desde la conquista española. De acuerdo a cómo se caracterizara la formación social serían las tareas a llevar adelante por los revolucionarios. Si se consideraba que el continente tenía fuertes resabios feudales y que la revolución democrático burguesa era una tarea inconclusa. Entonces se debería impulsar la construcción de un frente nacional que incluyera a la burguesía progresista 140

El Partido Comunista Argentino (PCA) fue uno de los más disciplinados a los vaivenes de la línea soviética. En referencia a este tema el PC destinó importantes reuniones (su XII congreso, XIII congreso y un comité ampliado en los años xx, xx y xx) a ratificar la línea de revolución democrático burguesa y a criticar a las nuevas corrientes que surgían dentro y fuera del partido influidas por las ideas de Guevara, el proceso cubano y la revolución China. En dichos congresos se ratifica la importancia de la coexistencia pacífica en la política mundial, a la URSS como orientadora y se opone una “línea de masas” y lucha pacífica contra lo que denominan aventurerismo pequeñoburgués. Lo sorprendente de estos congresos e hipótesis del PCA es la casi total ausencia de un análisis del proceso cubano y latinoamericano contemporáneo. Más allá de sus oscilaciones el PCA mantuvo y mantiene una línea clara de transformaciones democrático-burguesas como programa para nuestro país.

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en un rol dirigente y al las fuerzas armadas como partícipes (tesis que con matices dirigió las políticas de los partidos estalinistas PC y PCR). Según la visión del PRTERP, Montoneros (desde el populismo) y el PC (desde la socialdemocracia) expresaban una estrategia política de ese tipo. Pero si se caracterizaba a la formación social argentina como plenamente capitalista (y a las diferentes fracciones de las clases dominantes como burguesas), aunque fuera un capitalismo deformado y dependiente, en ese caso la burguesía localmente existente ya había realizado las tareas democrático burguesas aunque fuera en forma mediocre. En consecuencia no podía encabezar una transformación política que solo podía ser socialista. Ésta era la posición del PRT que tuvo desde sus orígenes. Para el PRT-ERP, el marxismo leninismo era la teoría revolucionaria, de carácter universal, y a partir de ella analizaba la realidad nacional y desplegaba su política, como sostiene en su polémica con las FAR: “La afirmación de ustedes (de los miembros de las FAR) que ‘el marxismo no es una bandera política universal’ es falsa (...) porque se hace necesario que el proletariado, como única clase capaz de producir la transformación de la sociedad, adopte una ideología independiente de la burguesa (...) Una política marxista a nivel mundial es posible por la fidelidad de todos los comunistas que luchan en todos los continentes a los principios de esa ideología”141. O sea, para el PRT hay un modelo a adoptar que ya existe en la teoría planteada por Marx y Engels, desplegada en la práctica por Lenin en la primer revolución proletaria mundial, que en lo organizativo es el partido propuesto en el Qué hacer, y que para los perretistas es la guerra revolucionaria bajo el modelo vietnamita con aportes guevaristas; sobre estos modelos dados habría posibles retoques nacionales. La posición internacionalista del PRT también estaba inspirada en el programa de acción expuesto por el Che Guevara en su “Mensaje a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental”, en el que proponía una mirada supranacional sobre el conflicto con el imperialismo. La lucha nacional, país por país, era parte de una batalla mayor de carácter antiimperialista e internacional, por eso cualquier revolucionario era parte de una política comunista (revolucionaria) mundial, tal como les planteaban los perretistas a las FAR en la polémica del 71. Para ellos el marxismo no era sólo un método de análisis, como para las FAR, o una guía para la acción como planteó Montoneros en el 73, sino también una ideología 141

Ver “Reportaje a las FAR”, en revista Militancia, Nº 3, pág. 36 y siguientes; y “Fuerzas Armadas Revolucionarias”, revista Militancia, Nº 4, pág. 35 y siguientes, en la que se incluyó la respuesta del ERP a las opiniones del “Reportaje...” y la contra argumentación de Carlos Olmedo.

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política acabada, una bandera identitaria y una concepción del mundo. En tanto método, ideología política completa, universal y concepción del mundo, tiene como meta la revolución mundial y, por ello, debe analizar el capitalismo como un sistema a una escala que no puede ser la nacional. Tanto las ideas de marxismo como método de análisis, concepción del mundo o guía para la acción pueden ser justificados a partir de los clásicos marxistas si contradecirlos y tampoco son necesariamente contrapuestos. El PRT-ERP partía siempre de la caracterización de la situación internacional como marco determinante del resto de las contradicciones, para pasar luego a la regional y finalmente a la nacional, en ese orden. O sea, de lo general a lo particular acompañando un movimiento analítico que va desde lo teórico hacia lo concreto. Escribe el ERP en su respuesta a las FAR: “Los requisitos generales que todo marxista exige cuando se consideran los problemas de la estrategia de poder y la lucha armada son los siguientes: 1) en primer lugar debemos hacer un análisis de la situación económica capitalista mundial y de la lucha revolucionaria internacional teniendo en cuenta que la revolución socialista es internacional por su contenido y nacional por su forma (...) 2) En segundo lugar debemos hacer un análisis de la relación de fuerzas entre las clases (...) Resumiendo debemos considerar las condiciones que abarcan la situación económica, política y militar en su conjunto: en el mundo, en el continente, en la región y en el país”142. Entonces: existe la Revolución, una, real, hacia la cual se debe tender. Puede haber desviaciones basadas en realidades nacionales, pero son desviaciones que deberán superarse hasta llegar al modelo real que el análisis científico desde el marxismoleninismo permite conocer. Alternativa a esta concepción es la que considera los planteos teóricos como conceptualizaciones que sirven de guía, pero que no expresan un modelo perfecto a alcanzar sino un concepto sintetizador de muchas posibles variaciones. Santucho seguía a Lenin al combatir impiadosamente a sus adversarios para delimitar claramente los campos. En el marco de lo que ya era un pensamiento maduro, con cuatro años de accionar montonero observable, Santucho dio una definición de populismo: “El populismo es una concepción de origen burgués que desconoce en los hechos la diversidad de clases sociales; unifica la clase obrera, el campesinado pobre y mediano, la pequeña burguesía y la burguesía nacional media y grande bajo la

142

Militancia Nº 4, pág. 37.

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denominación común de pueblo143. Al no diferenciar con exactitud el rol y posibilidades de estas diversas clases, tiende constantemente a relacionarse, con prioridad, con la burguesía nacional y a alentar ilusorias esperanzas en sus líderes económicos, políticos y militares, incluso en aquellos como Gelbard, Carcagno o Anaya, íntimamente ligados a los imperialistas norteamericanos”144. Así Santucho presenta un análisis de las contradicciones durante 1973-74 en la que sintetiza los campos enfrentados en torno a la contradicción fundamental burguesía proletariado. Como vimos en el ideario perretista existía una identidad de intereses entre las diferentes fracciones de la burguesía y también una determinación de lo político por lo económico. Siendo así el ministro Gelbard el general Carcagno solo podían ser burgueses enemigos inmediatos del proletariado. Igualmente podemos ver que Gelbard era un empresario miembro del Partido Comunista que buscaba representar los intereses de una fracción de la burguesía nacional e impulsar un proyecto económico que se basaba en el sostenimiento del pacto social y la búsqueda de mercados, capitales y tecnología en el bloque oriental y el tercer mundo. Mientras que Carcagno y su corriente influenciados por los procesos como el peruano buscaba sacar a las FFAA de la esfera de influencia norteamericana y asumir una posición nacionalista no antimarxista. En el mismo sentido de crítica, continuaba Santucho: “La corriente popular más importante gravemente infectada con la enfermedad populista, es Montoneros. Su heroica trayectoria de lucha antidictatorial se ha visto empañada por la confianza en el peronismo burgués y burocrático, que ha causado grave daño al desarrollo de las fuerzas progresistas y revolucionarias en nuestra patria”. Para el PRT populismo era igual a peronismo y no merecía reconocerle ninguna virtud al menos en esa etapa. La visión del populismo por parte del PRT-ERP no aceptaba posibles rasgos progresistas como se podía deducir en los textos de Trosky sobre América latina escritos durante su exilio mexicano. Pero no debemos sacar fuera de contexto sus afirmaciones ya que en 1974/75 la inclinación hacia la derecha del gobierno peronista era un hecho y el PRT, parado en sus predicciones de 1973, podía criticar a Montoneros con cierta autoridad. Otro frente de combate teórico del PRT lo constituyó el Partido Comunista, “la organización popular más atacada por la enfermedad reformista, roído por ella, desde muchos años atrás, fue inconsecuente y timorato en

el período de la lucha

antidictatorial, y aunque no adoptó una actitud negativa en los primeros meses del 143 144

Puede compararse con la misma definición que Montoneros hace de “pueblo” en la “Charla a los frentes”. Santucho, Mario op. cit., pág. 29-32.

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gobierno peronista, abriéndose a un acercamiento con las fuerzas revolucionarias, a partir del 12 de junio, cayó en la capitulación total volcando todo su peso en apoyo del ala Gelbard del gobierno y dando la espalda simétricamente a las fuerzas revolucionarias y a la lucha popular en general”145. Pero además, según Santucho, el PC adolecía de la “enfermedad del pacifismo”. “El temor a la justa violencia revolucionaria, la desconfianza en la potencialidad y capacidad de la lucha de masas, la capitulación ante los líderes burgueses, el cretinismo parlamentario, son las formas de manifestación de la perniciosa enfermedad del reformismo que caracteriza en general la actividad del Partido Comunista, y la política de su dirección, que los lleva en determinados momentos a atacar a las fuerzas y actividades revolucionarias sumándose al coro contrarrevolucionario de la burguesía. En la ineludible lucha ideológica contra el cáncer del reformismo, que afecta al Partido Comunista, no debemos olvidar en ningún momento que todos nuestros esfuerzos deben estar orientados a acercar a estos compañeros a las filas revolucionarias”146. En lo que se refiere a la caracterización de Perón como posible líder de una revolución socialista, el PRT no tenía posibilidad de equivocarse por “derecha”. Un análisis de clase con la convicción de que, más allá de la experiencia, la ideología de la clase debía ser una y que la organización de la clase debía surgir con la clase, junto a ella, sin amalgamientos movimientistas, le permitió prever que Perón no conduciría una revolución socialista y que las contradicciones entre los sectores revolucionarios del peronismo y Perón llevarían a la ruptura, la marginación o la claudicación. Finalmente podemos concluir que el PRT-ERP y Montoneros tuvieron fuentes teóricas y trayectorias ideológicas diferentes. Pero ambas organizaciones proclamaban la necesidad de la toma del poder, del socialismo y de transformarse en vanguardia de la clase trabajadora. Aquí debemos entrar en el tema complejo de las representaciones simbólicas y la cultura popular. Una organización política que se planteara la toma del poder debía aparecer como capaz de hacerlo, para el PRT (en tanto guevaristas) el accionar del ERP tenía esa función inicial fundamental, propagandística y simbólica. Para Montoneros, si bien esto también era así, no era suficiente, se debía buscar la articulación con las representaciones simbólicas vigentes entre los trabajadores, allanarse a su nivel de conciencia. Por eso se presentaban como representantes del «verdadero peronismo» o como su superación dialéctica. Mientras que para el PRT la 145 146

Santucho, op. cit. pág. 32. Ídem, pág. 31-32.

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cuestión era penetrar en la clase obrera de las grandes fábricas como clase universal sin atajos simbólicos, inaceptando deformaciones ideológicas burguesas, demostrando consecuencia e impulsando nuevas formas clasistas de organización que maduraran con la lucha económica y confluyeran con la político-militar. Entonces, al proclamarse peronistas pero en realidad buscar el socialismo ¿era prestado el prestigio de Montoneros? Creemos que no, o mas bien solo en parte; la referencia que en una fracción del pueblo (aunque minoritaria) alcanzó «la M» trascendió a su existencia orgánica lo mismo que el odio que le profesa la burocracia peronista política y especialmente sindical. La radicalización de los sectores más avanzados de la clase obrera, la crisis del peronismo, la derechización de la cúpula política y sindical y la constante presión del PRT por izquierda, eran un acicate que impulsaron esa evolución. Muchos ex montoneros, justamente, ven en esto un error que impidió ver el camino más general del conjunto social que daba señales de ir en sentido inverso. Pero más allá del punto de partida teórico para analizar la situación nacional, la diferencia central estaba en la valoración de “la experiencia concreta de los trabajadores”: el peronismo. Y ante eso el PRT era irreductible. Si observamos la relación PRT-Montoneros después de la ruptura de “la M” con Perón, ésta mejoró notoriamente, produciéndose un gran acercamiento y el intento de creación de la Organización para la Liberación Argentina (OLA). Pero la interpretación que de la realidad nacional hacían ambas organizaciones permaneció invariable, siendo el peronismo la divisoria de agua determinante. Mientras que los demás temas que hacían a la propuesta de unidad: partido leninista, ejército, marxismo, clase de vanguardia, etc. tanto el PRT como Montoneros parecían haber llegado a acuerdos el problema de la actitud frente a la experiencia peronista los distanciaba y esto se relacionaba con elementos ideológicos constitutivos de la izquierda peronista; la teoría de las causas internas y la experiencia de la clase. Relacionado con estas diferencias debemos agregar la forma de abordar el estudio de la realidad nacional: de lo general a lo particular o de lo particular a lo general. Para los revolucionarios que asumían el peronismo la cuestión era “actuar fundidos con las masas”147 desde su propia identidad, por eso no sólo asumían la identidad peronista sino que le daban mucha importancia a la asimilación de la historia nacional según la interpretación del revisionismo histórico. 147

Carlos Flaskampf, entrevista con el autor. Era en general esta consigna el caballito de batalla de la izquierda peronista contra la no peronista.

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Para la izquierda peronista, el peronismo era “el hecho maldito del país burgués”, como había dicho Cooke. Maldito tanto para la izquierda como para la derecha, ya que rompía con lo que debían ser las expresiones “normales” de las clases en una sociedad plenamente burguesa. Esto, que lo volvía un hecho a ser interpretado y comprendido para la izquierda peronista, significaba, para la izquierda antiperonista, lo contrario: un hecho deformante de la que debía ser la verdadera expresión y conciencia de los trabajadores. Esta diferencia iba más allá de un mero posicionamiento de coyuntura frente a un gobierno particular; por el contrario, al ser el peronismo una fuerza política fuertemente implantada en la conciencia, la cultura y la identidad de las masas populares que se expresaba en todos los ámbitos de la politizada sociedad de la época, significaba para ambas organizaciones una divisoria de aguas que sólo se podía superar a partir de la autonegación del peronismo como opción política nacionalpopular. Nosotros remarcamos en ese trabajo estas dos líneas no para defender una u otra posición (la de ciencia o concepción del mundo del PRT vs. FAR o Montoneros) sino para remarcar las búsquedas ideológicas diferentes que en estos casos podemos identificar. El PRT siempre se mantuvo dentro del mundo teórico del marxismo leninismo como universo epistemológico delimitado. Mientras que las FAR como ellos mismos decían, buscaban definir la revolución argentina a través de un camino en el que las ideas de los clásicos contribuían a hacer más fácil la búsqueda. Montoneros, por el contrario, incorporó el marxismo desde el revisionismo histórico, la teología de la liberación y las FAR, o sea indirectamente y en consecuencia fue mucho más heterodoxo y parcial, menos “total” en su aplicación.

4 - Concepción de la organización ¿qué hacer? Partido u Organización político militar Trataremos en este capítulo el tipo de organización con que los guerrilleros se estructuraron para lograr la mayor eficacia en el despliegue de su estrategia. Como parte del amplio campo de la “nueva izquierda” revolucionaria y asumiéndose como vehículo para la lucha por la liberación nacional y el socialismo en Argentina, el PRT-ERP y Montoneros apostaron al desarrollo de la lucha armada como principal forma de expresión política. Dos fueron los modelos que más directamente influyeron sobre los 63

revolucionarios argentinos, el propuesto por el Che y el partido de Lenin. No es tema de este trabajo discutir ambos modelos ni ver sus confluencias y divergencias posibles sino la aplicación que nuestras organizaciones hicieron de ellos. Las organizaciones revolucionarias asumieron las ideas guevaristas y leninistas en tiempos y formas diferentes y tuvieron que aplicarlas a sus realidades internas y en el contexto nacional específico, lo que dio como resultado diferentes variaciones de la norma. El modelo leninista estaba en la base de la teoría organizativa de todas las organizaciones de izquierda. El Que hacer es un trabajo escrito en 1902 en el que el revolucionario ruso polemizaba con otras corrientes en el seno de la socialdemocracia. Discutía Lenin en torno a los mecanismos para realizar el trabajo político y de propaganda en un contexto de reflujo de masas y virulenta represión. Proponía un partido de cuadros, profesional y clandestino que funcionara mediante el centralismo democrático que pudiera actuar en esas difíciles condiciones148. El PRT, entonces, en tanto partido marxista leninista de combate, era una organización política de “cuadros”, dirigente, que estaba estructurada según la interpretación que en la época se hacía de las ideas expresadas por Lenin en el Qué hacer: una organización de cuadros portadora de la teoría revolucionaria. En el periodo que abarca nuestro estudio la ruptura con las ideas de la vieja izquierda era un hecho consumado y esto se manifestaba el plano organizativo. Al elevar a la lucha armada a un primer plano de la acción política se hicieron adaptaciones al esquema leninista de la tercera internacional149 incorporando enseñanzas e interpretaciones de procesos paradigmáticos como el cubano y el vietnamita 150 los

148

A partir de la década del 80 en consonancia con la crisis de los regímenes socialistas y el fracaso de muchos procesos de liberación nacional, las concepciones leninistas fueron duramente criticadas tanto desde la teoría de los movimientos sociales, las corrientes denominadas posmodernas y autonomismo e intelectuales y ex-militantes que revalorizaron a la democracia tradicional. Es nuestra opinión que el antagonista elegido por los críticos fue la una versión de las ideas de Lenin, que esta versión fue aislada del conjunto del pensamiento propio del revolucionario ruso y en ese sentido es una crítica parcial y limitada. Subrayamos que, entre la escritura del Qué hacer en 1902 y su transformación en un manual bajo el estalinismo para la construcción del partido revolucionario, hay una serie de mediaciones y reinterpretaciones que, creemos, volverían irreconocibles sus ideas para el mismo Lenin. Sabemos que el texto de Lenin fue discutido por Rosa de Luxemburgo y el mismo Trosky lo acusó de Blanquista. También sabemos que Lenin respondió a las recriminaciones indicando el contexto de elaboración de su propuesta y que el revolucionario ruso fue creativo y antidogmático. Discutir el pensamiento de Lenin en torno a la construcción de un partido y las polémicas desatadas a lo largo de la historia excede este trabajo, pero el leninismo que se leía en los 60 y los 70 tenía en el Que hacer una de sus enseñanzas máximas de cómo construir un partido. 149 La revolución por etapas fue el blanco principal de críticas de la nueva izquierda. Esta tesis planteaba entregar la conducción del movimiento revolucionario a una hipotética burguesía progresista, La hegemonía soviética, otros de los antiguos preceptos comunistas, relegaba las estrategias nacionales a la necesidad del centro socialista de la revolución mundial. Y, por último, la composición obrera del movimiento revolucionario desplazaba aun segundo lugar a las amplias mayorías populares (campesinas en muchos casos) de los países del tercer mundo. 150 Estos procesos son contemporáneos, muy disruptivos en el escenario mundial, Pero, además, sus referentes elaboraron materiales como forma de sistematización teórica y aporte de teoría organizativa.

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escritos del PRT se encuentran plagados de referencias a ambos procesos y a los modelos que de ellos se desprenden. Estos aportes a las ideas políticas de las nuevas generaciones en o que hacen a las concepciones de organización y dirección acentuaron en la práctica la idea de partido de vanguardia, los mismo que el carácter “externo” a la clase obrera de las ideas revolucionarias. Esto puede relacionarse con que el accionar militar difícilmente podía ser seguido orgánicamente por los trabajadores urbanos en una sociedad con pleno empleo. Recordemos que para el PRT y las demás organizaciones armadas de la época, lo militar era una tarea central y sus jefes y cuadros eran también jefes y cuadros militares, y que la función del ejército revolucionario era una función de dirección política tanto en el pensamiento guevarista como el vietnamita151. Uno de los puntos del Que hacer de Lenin que hace a nuestro estudio (ya que se relaciona con el debate en torno a la conciencia obrera) tiene que ver con la noción de “correas de transmisión”: la conciencia sería aportada desde afuera de la clase, no sólo desde afuera sino sin vinculación con ella (“desde algunos individuos aislados de la clase burguesa”, dirá). Esta idea152 impregnó no sólo al PRT sino también a las FAR y a muchas de las organizaciones marxistas de la época. Lenin escribe, citando definiciones de Kautsky: “de este sector (los intelectuales burgueses) de donde ha surgido el socialismo contemporáneo y han sido ellos los que lo han comunicado a los proletarios más destacados por su desarrollo intelectual, los cuales lo introducen luego en la lucha de clases del proletariado”. De esta forma se podía pensar que el destacamento de cuadros era portador de la teoría revolucionaria formada en el estudio y la práctica, que esa teoría era el producto del análisis de las condiciones económicas objetivas y que debía penetrar en la clase obrera mediante el trabajo político. Par los revolucionarios de la época ese trabajo político tenía un componente militar fundamental ya que de lo que se trataba era de “generar las condiciones” subjetivas para la revolución mediante la acción. Para ello era necesario avanzar el la construcción de un gran ejército del pueblo. Desde esta concepción el PRT-ERP logró superar coyunturas tan difíciles para sus ideas como el periodo que va de noviembre de 1972 a Ezeiza cuando la enorme movilización de masas y el avance de la izquierda peronista parecían indicar que el camino hacia la toma del poder podía ser diferente. Un dato a destacar es que las FAR desde una 151

Puede verse la función de la guerrilla fuerza política, como organizadora de las masas y de las zonas bajo su control tanto en Guerra de guerrillas, El libro verde olivo del Che Guevara, como en Guerra despueblo, ejército del pueblo de Vo Nugyen Giap, entre otros. 152 Lenin, Vladimir, Qué hacer, Buenos Aires, Polémica, 1974.

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concepción similar leninista justificaron políticas distintas al PRT y se fusionaron con Montoneros153. Pero vemos que el PRT tenía una práctica más compleja. Desde el inicio el PRT se definió claramente como una estructura dirigente de cuadros, y esto fue ratificado en el IV y V congresos y se definió al ERP como ejército de masas, como el principal frente de masas propio a desarrollar. Paralelamente en la clase obrera, por ser aquella sobre la cual el PRT depositaba sus expectativas revolucionarias, se realiza un trabajo sindical a través de células del partido que introducían su política en los organismos de la clase (clasismo, antiburocratismo, etc.). Se consideraba la necesidad de insertarse en la clase obrera para adquirir realmente conciencia proletaria, para poder pensar los intereses de la clase desde la clase y luchar por la hegemonía de la conciencia socialista con un partido que estuviera en las fábricas. Si bien esta práctica también puede encontrarse en el cristianismo de liberación (irse a vivir al barrio, curas y parroquias obreras), el PRT originaba su postura en la convicción diferente. Un partido de la clase obrera debía ser integrado por obreros y un revolucionario debía ser obrero porque la clase era portadora de ciertos valores fundamentales y debía trabajar por el socialismo en el seno de la clase. El PRT era un partido de cuadros marxista leninista y, en este sentido, el ERP (como definió el V congreso del partido en 1970 en el que se resolvió fundar el ERP) era la fuerza militar dirigida por esa organización. Era popular, antiimperialista y estaba por el socialismo y por la lucha armada; podían integrarlo miembros que no pertenecieran al partido porque el ERP estaba pensado como una estructura de masas dirigida por el partido (que garantizaba la ortodoxia), ya que la guerra popular era el núcleo de la estrategia revolucionaria y ésta sólo podía llevarse adelante con la participación de las masas en el ejército, como en China y Vietnam 154. “Para el marxismo, ejército y partido son dos organizaciones diferentes con tareas distintas y complementarias. El ejército es el brazo armado, la fuerza militar de la clase obrera y el pueblo (...) El partido en cambio es una organización exclusivamente proletaria, cualitativamente superior, que se constituye en dirección política revolucionaria de todo el pueblo, en todos los terrenos”, dicen las resoluciones del V Congreso del PRT en

153

Ver Polémica FAR – ERP Op. cit. y “Carta a los compañeros de FAR” en De Santis, Daniel El PRT y el peronismo Bs. As, 154 Ver las “Resoluciones del V Congreso del PRT” en: De Santis, Daniel, A vencer o morir. Documentos del PRTERP, Buenos Aires, Eudeba, 1998.

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sintonía con los planteos vietnamitas155. También las concepciones del Che iban en este sentido, más allá de la vulgarización del concepto de “foco”. Decía el Che en el prologo a Guerra del pueblo ejército del pueblo del general Giap: “las grandes experiencias del partido en la dirección de la lucha armada y la organización de las fuerzas armadas revolucionarias [...] Nos narra también el compañero Vo Nguyen Giap, la estrecha relación que existe entre el partido y el ejército, cómo, en esta lucha, el ejército no es sino una parte del partido dirigente de la lucha”156. Pero más allá de las definiciones, el PRT tenía el grueso de sus cuadros absorbidos por las tareas militares, y ya en 1972 Santucho elaboró una autocrítica en la que se planteaba la existencia de una “desviación militarista” por la cual el partido había abandonado los demás frentes de construcción en función de la práctica del ERP. Para el caso de Montoneros, según se desprende de los documentos que estudiamos, por lo menos hasta 1973 se consideraban como una forma organizativa y de lucha superior dentro del peronismo y en ese sentido (y sólo en ése) eran vanguardia. En las discusiones para la fusión con las FAR (desde fines de 1972 hasta el 25 de mayo de 1973), éste fue un punto central de debate: para las FAR era necesario construir el clásico partido de vanguardia en una variante nacional para conducir el proceso revolucionario, mientras que para Montoneros la conducción de las masas era ejercida por Perón, y la organización debía articularse con esa realidad. “Para ‘la R’ conducía el partido, (...) para nosotros conducía el que conducía y ése era Perón (…) Conducir a las masas era, para nosotros, el hecho irrefutable de que Perón tomaba una decisión de ir en un determinado sentido o hacer determinada cosa y la gente lo seguía, en ese sentido es que Perón conducía”.157 A pesar de esta convicción de Perdía, es evidente que muchos cuadros aceptaron las definiciones anteriores al calor de la impresionante movilización popular que generaron la vuelta de Perón al país el 17 de noviembre de 1972 y las elecciones del 11 de marzo del 73 en la que el general aparecía como indiscutible líder de masas. Este debate en torno al modelo de organización e ideología adoptadalo transmiten actualmente Carlos Flaskampf en Organizaciones político-militares, y José Amorín en Montoneros: La buena historia. Allí Amorín en un libro en el que balancea 155

De Santis, Daniel, A vencer o morir..., op. cit. Giap, Vo Nguyen, op. cit “Prologo a la edición cubana” 157 Roberto Perdía, entrevista con el autor, 15 de junio de 2004. En la jerga de la época “M”, “R”, “P” se refería a Montoneros, FAR y FAP respectivamente. 156

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y analiza su experiencia en Montoneros (que protagonizó como cuadro medio desde sus orígenes) reivindica esta idea, de fuerza dentro del movimiento peronista y sometida a sus límites. Critica abiertamente la influencia marxista y especialmente al leninismo que llevaron a confrontar con Perón y el resto del movimiento. Según Amorín, la tendencia de las FAR a acordar con el PRT era una muestra de las diferencias de fondo que separaban a los montoneros peronistas de los militantes marxistas158, y que estas diferencias eran opacadas tras los acuerdos coyunturales producto de la avalancha del «luche y vuelve». Debemos remarcar que Amorín pone sustancial acento en la ideología peronista de los montoneros remarcando que no eran marxistas. Creemos que esta posición, que no fue hegemónica en su época ya que la fusión con los marxistas de FAR fue vista como un gran salto y no recibió críticas que hayamos detectado. Sin embargo, expresa el balance de las causas de la derrota que hace el presente toda una corriente de ex militantes o simpatizantes montoneros. Es interesante esta posición porque, si bien el viraje hacia la construcción de la fuerza propia más allá del peronismo fue aceptado por la mayoría, es probable que muchos militantes montoneros y aún cuadros no asumieran plenamente en su fuero interno esas definiciones. Tanto Flaskampf como Amorín abandonaron la organización montoneros antes del 76. Pero, en la práctica los roces con Perón y con las estructuras tradicionales del peronismo llevaron rápidamente a la organización fusionada bajo el nombre de Montoneros hacia una concepción de vanguardia clásica. Igualmente, la aceptación de las estrategias no fue homogénea en el conjunto de la organización: antes de la fusión con las FAR, hubo rupturas en torno a la participación en las elecciones: “Los compañeros tenían la visión clásica, lo nuestro fue una novedad por lo menos en América Latina, que un grupo guerrillero fuera a elecciones (...) Ahí nace la columna Sabino Navarro159: no estaban de acuerdo con las elecciones, nos acusaban de reformistas”160, sostiene Perdía, aunque finalmente el enorme peso de la movilización de masas terminó oficiando de catalizador a favor de la estrategia participacionista. Montoneros nació como organización armada: era un grupo que hacía política a partir de las acciones armadas al igual que otras organizaciones que se fusionaron con 158

De Santis relata en nuestro reportaje que eran miembros de las FAR sus principales interlocutores aún en los momentos de mayor distanciamiento entre el PRT y Montoneros. 159 La columna Sabino Navarro rompió con la OPM antes de las elecciones del 73. Eran realmente numerosa para el desarrollo de la organización en ese momento, pero con la explosión numérica del 73 pronto se llenarán los huecos. Luego la Columna se acercó a las posiciones alternativistas del PB, mientras que muchos de los críticos volvieron a Montoneros. Las críticas fueron es su época expresadas por un conjunto de presos montoneros en el 72, críticas que serían luego tomadas para la ruptura que la Columna Sabino Navarro. Se pueden leer en el dossier de la revista Lucha Armada Nª 5. 160 Perdía, reportaje op. cit.

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él, muy influido por la concepción del foco en su versión tupamara. Montoneros se constituyó organizativamente como Organización Político Militar (OPM) y esto derivaba de su surgimiento: “No es una organización exclusivamente política, no es tampoco una organización exclusivamente armada, es simplemente las dos cosas, ésa es su naturaleza (...) El hecho de nacer como organización armada, es decir de asumirse como embrión del ejército popular cuando no existen condiciones para desarrollar el ejército popular (...) sino que existen condiciones para demostrar la viabilidad de la lucha armada solamente (...) debe asumirse como la oficialidad del ejército popular”161. ¿Cuáles eran las implicancias más cotidianas del estilo organizativo de “la M”?: “La implicancia central era no separar, no dividir, no fracturar la acción política de la militar. La estructura militar era al mismo tiempo la política, no había grupos de superficie por un lado y grupos militares por el otro. Fue una concepción que se mantuvo larguísimo tiempo, fue la concepción con que llegamos al 73; había organizaciones de superficie pero totalmente integradas al sistema militar; por eso cuando después se abre la JP, la JUP o el Movimiento Villero, la estructura de conducción era la misma y los jefes eran orgánicamente montoneros. No había una jefatura de una organización por fuera de Montoneros: o la devorábamos –o sea, se integraba– o dejaba de existir. Todo esto en base a la concepción de la integralidad político militar (...) Cuando digo integral quiero decir que todo tenía que pasar por el ‘esófago’ de la OPM, un sistema de conducción única, ésa es la característica principal. Los cuadros políticos eran parte de la misma estructura, del mismo aparato que los cuadros militares que tenían circunstancialmente tareas políticas, ma non tropo, eso hacía que los cuadros políticos tuvieran también responsabilidades militares y desarrollaran acciones militares”162. Esta concepción fue justamente uno de los puntos de debate con las FAR durante la fusión, ya que éstas planteaban la idea de partido revolucionario marxista leninista, concepción que iría cobrando fuerza en 1975. Estas discusiones deben relacionarse con la diferente caracterización de Perón y de la vanguardia que tenían los Montoneros y FAR. En un principio Montoneros (no sin diferencias) consideraba que Perón era la conducción del proceso de liberación y la organización era el sector más avanzado del movimiento nacional antiimperialista liderado por el general, por lo cual la idea de partido revolucionario quedaba excluida. Las FAR a su vez, si bien aceptaban el rol objetivo de Perón como referente de los 161 162

“Charla a los frentes”, op. cit., pág. 284. R. Perdía, reportaje op. cit.

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trabajadores, cuestionaban su carácter de conductor revolucionario y consideraban la necesidad de construir un partido que garantizase la consecuencia de las ideas revolucionarias al interior del movimiento peronista más allá de Perón, o sea, una vanguardia que condujera el proceso de liberación. También podemos tomar estos debates entre las FAR y Montoneros (como las reiteradas autocríticas perretistas en torno al militarismo) como consecuencias de una realidad objetiva. Las organizaciones guerrilleras de los setentas eran originalmente pequeños grupos (algunas decenas) de militantes decididos a intervenir en política, principalmente, a través del uso de las armas, situación que se relacionaba con el contexto de dictadura. Las tareas militares clandestinas absorben naturalmente a muchos cuadros para su implementación y seguridad. ¿Cómo podía una organización con este desarrollo ser un partido del cual solo una parte de los militantes se hiciera cargo de las tareas militares teniendo en cuenta que estas eran consideradas la forma de lucha central? Pero, el crecimiento de las organizaciones revolucionarias entre el 73 y el 76 fue sin dudas exponencial, lograron vínculos directos con sectores populares y sumaron muchos militantes. Quizás en este periodo pudieron diversificar sus estructuras. Pero hasta lograr un vinculo “orgánico” con sectores populares, el conjunto de las tareas debían ser tomaras por los mismos cuadros. Esta imposición empírica fue la formó a Montoneros (OPM) y se impuso en la práctica en las demás organizaciones. La reflexión teórica no fue un frente que las organizaciones armadas abordaran sistemáticamente. Si bien fue importante la cantidad de intelectuales que se sumaron a las guerrillas y estuvieron en su espacio de influencia, las organizaciones un corpus orgánico de ideas salvo los intentos iniciales de Santucho en Poder burgués. Poder revolucionario y las reflexiones de Carlos Olmedo en su respuesta al ERP. La organización Montoneros tuvo hacia 1973 dos niveles de encuadramiento principales para sus militantes: las Unidades Básicas Revolucionarias (UBR) y las Unidades Básicas de Combate (UBC). En las primeras se organizaban todos los compañeros que se consideraban militantes montoneros; en las segundas estaban los militantes más comprometidos, los cuadros de conducción. En los meses que siguieron al 17 de noviembre de 1972, durante el “engorde”, la organización era más flexible para la incorporación, pero ya hacia 1974 se dio una política de depuración “achicando” los ámbitos. Antes de ese achicamiento, y en el marco del cambio de situación política por las elecciones del 73 y la vuelta de Perón al país, las Unidades Básicas de Combate fueron rebautizadas como Unidades Básicas de Conducción. Este nombre, aunque las 70

estructuras continuaban manteniendo la misma función, aparecía más acorde con la etapa de “pacificación nacional” planteada por Perón. Recordemos que Montoneros accedió a importantes espacios institucionales en el 73 y que una parte central de su política era retrasar lo más posible la ruptura con el General, una de cuyas exigencias era el desarme de “la M”, cosa que los guerrilleros no pensaban hacer. El encuadre organizativo estaba pensado para que todos los frentes (juventud, universidad, militar, agrario, etc.) se desarrollaran a partir de militantes y adherentes que simpatizaban o acordaban a nivel simbólico y discursivo, y que respaldaban la práctica de Montoneros. En general, estos militantes habían desarrollado actividades previas como peronistas, pero también se sumó a engrosar las columnas montoneras una gran cantidad de personas de barrios populares y de centros de estudio, lo que permitió la masificación de la organización. En 1973, la OPM se constituyó como dirección integral de todos los frentes, “encuadrando” a la militancia dispersa que simpatizaba con la organización. Para fines del 75 se planteó la necesidad de pasar a la estructuración partido-ejército “por haberse llegado al fondo del problema político-ideológico (...) En enero del 76 (...) surge la propuesta de transformar nuestra organización en Partido Revolucionario” porque “a medida que nuestra organización fue desarrollándose fueron cada vez mayores y más complejas las tareas”163. En realidad, lo que se estaba planteando era un salto no sólo organizativo sino ideológico, que se atribuía a la resolución de los debates internos desarrollados por la caída de Roberto Quieto, pero en verdad formaba parte de las necesidades políticas que le surgieron a la OPM a raíz de su ubicación por fuera del peronismo y a la izquierda del espectro político en momentos de profundización de la lucha de clases. Entonces la construcción del partido se justificó como una forma de superar, en el marco de la radicalización ideológica y una asunción más amplia de las ideas leninistas, formas de vida que se consideraban liberales o desviaciones pequeñoburguesas164,

y esto se

relacionó con el acercamiento a posiciones clasistas. Por otra parte, el tránsito de 1974 a 1975 y la construcción del partido en el marco del pase a la clandestinidad implicó, como señalamos, que la conducción tomara 163

Ver el Manual de instrucción para Oficiales y Soldados del Ejército Montonero, op. cit., quinta clase: “Crisis de la estructura de Organización Político Militar y planteo de la estructura de Partido”, pág. 113 y sig. 164 Roberto Quieto: fundador de las FAR, de larga experiencia militante (al momento de su secuestro tenía 38 años) y muy referenciado por las bases, llegó a ser miembro de la dirección nacional de Montoneros. Fue secuestrado en diciembre de 1975 cuando, violando normas de seguridad, se reunió con su esposa e hijos en una playa en la zona norte del Gran Buenos Aires. Nunca volvió a aparecer. A su secuestro le siguió una serie de caídas que la dirección adjudicó a que Quieto “había cantado” en la tortura y lo condenó a muerte por traición acorde al estatuto disciplinario recientemente votado.

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la decisión organizativa de “achicar los ámbitos” (UBC y UBR) con la consecuente “degradación” de militantes y la reducción numérica de la organización. Muchos miembros de la “oficialidad” de las UBC fueron “bajados” a UBR en calidad de aspirantes; y muchos miembros de las UBR fueron despromovidos a periferia en calidad de milicianos. Para 1976, la organización había logrado disminuir el número a unos 5.000 miembros organizados, en un intento de ganar en encuadramiento y operatividad según su plan destinado a afrontar lo que preveía como una etapa de guerra. En este sentido, Montoneros no tenía una estructura que podamos “fotografiar” en un determinado momento de su desarrollo y analizar. Justamente porque se trataba de una organización en desarrollo, en formación, en permanente cambio en paralelo con la modificación de la situación política. La afirmación de Perdía de que el método para analizar la realidad es “práctica, teoría, práctica” puede verse reflejado entonces en la evolución organizativa de Montoneros. 4.1 Estilo de conducción Llamamos estilo de conducción a la forma específica en que se ejerce el mando, se articula la participación de los militantes y se definen las políticas tácticas y estratégicas, en la práctica concreta, más allá de las prescripciones organizativas formales. Estas prescripciones pueden respetarse o no, pero en todos los casos los hombres que ejercen la conducción le dan un matiz particular. El estilo puede hacer de las prescripciones organizativas un mero discurso ideológico, y transformar estructuras democráticas en verticalistas, o a la inversa. Esto es así porque todas las políticas y estructuras son mediatizadas en la historia por los hombres y mujeres que les dan vida. Dentro del PRT la figura de Santucho era descollante. Era el máximo jefe militar y político, de él emanaban los principales documentos y directivas; siempre tenía la última palabra y era reconocido por todos como árbitro determinante en cada situación. Así lo testimonian sus ex compañeros (tanto dirigentes como de base), sus críticos, sus apologistas y los investigadores de diversas tendencias; aún en la actualidad la figura de Santucho es el eje de las reivindicaciones de quienes simpatizan con la experiencia del PRT. Tanto es así que la organización reconoció problemas cuando el líder estuvo preso -la llamada “desviación militarista” durante 1972 que, según la misma autocrítica de Santucho, alejó al partido de las masas en función del accionar militar-, y luego en 1976 y con la muerte del dirigente el PRT se desarticuló.

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El estilo de conducción de Santucho no puede calificarse como autoritario, ya que los militantes aceptaban sus ideas sin coerción ni engaños; por otra parte el PRT realizaba periódicamente reuniones amplias, aun exponiéndose a la represión, en las que todos formalmente podían expresarse, lo cual era mucho menos frecuente en Montoneros. El problema de la transformación de estructuras formalmente democráticas en su negación podría haberse originado, por un lado, en el gran desnivel referencial existente entre Santucho y la línea de cuadros que los secundaba, y por el otro, en la misma concepción organizativa del PRT, que priorizaba la homogeneidad en torno a una ideología acabada que permitía una sola respuesta a todas las preguntas, por lo tanto, la interpretación del líder debía ser la correcta mientras que las otras eran desviaciones, generando así cuadros que se reservaban sus críticas o diferencias y fomentando el verticalismo de hecho. Además la construcción del PRT como partido de combate y el ERP como principal expresión pública (sumado a la situación represiva) ayudó, sin dudas, a la jerarquización y la disciplina por sobre el debate y la crítica. El partido de combate en la concepción leninista no se refiere única ni principalmente al plano de lo militar. Encierra la idea de una estructura disciplinada y homogénea, capaz de actuar en diferentes, complejos y represivos escenarios. Lenin escribía en Guerra de guerrillas (1906) “El marxista se coloca en el terreno de la lucha de clases y no en el de la paz social. En ciertas épocas de crisis económicas y políticas agudas, la lucha de clases, al desenvolverse, se transforma en guerra civil abierta, es decir en lucha armada entre dos partes del pueblo. En tales períodos, el marxista está obligado a colocarse en el terreno de la guerra civil. Toda condenación moral de ésta es completamente inadmisible desde el punto de vista del marxismo. En una época de guerra civil, el ideal del Partido del proletariado es el Partido de combate”165. Según Nestor Kohan “En la lectura e interpretación de Santucho, la respuesta de Lenin saca al movimiento revolucionario del callejón sin salida donde lo había puesto la socialdemocracia. En su óptica, Lenin tiene la virtud de haber descubierto las vías para una nueva estrategia política. Ésta permitiría superar los obstáculos y dificultades, presentados a toda insurrección urbana rápida, por los avances de las nuevas tecnologías militares empleadas por las fuerzas represivas de la burguesía y sus nuevas reformas urbanísticas. Esa nueva estrategia política, descubierta por Lenin a partir de las enseñanzas de la insurrección de 1905, consiste en la lucha popular y la guerra civil prolongada, la lucha entre dos partes del pueblo, la 165

Lenin, Vladimir Ilich Guerra de guerrillas En Proletari, núm. 5, 30 de septiembre de 1906.

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construcción de un partido y un ejército revolucionarios, templados ambos en las grandes batallas y los pequeños encuentros”166. De esta forma Lenin habría encontrado respuestas a los interrogantes planteados por Engels antes de su muerte en el Prólogo a Lucha de clases en Francia (incapacidad del proletariado de vencer al ejército regular moderno en una lucha de barricadas). Es en el IV congreso del PRT cuando Santucho comienza a dar las respuestas que prefiguran todas las concepciones del PRT los siguientes años y define la idea de Partido de Combate167. Consideramos que en el balance de la derrota de los revolucionarios setentistas, como dijimos en la introducción, juegan causas propias, de contexto y el accionar de otras fuerzas y clases. Pero creemos que para el caso del PRT un factor que influyó en su desarticulación y que excede al terrorismo de Estado y sus consecuencias sobre el partido, sino también por haber dependido mucho de una figura central como equilibro del conjunto y entonces no disponer de una conducción homogénea de reemplazo, que garantizara una línea única (o mayoritaria) tras la caída en combate de Santucho. Por el contrario, salieron a la superficie notorias diferencias de interpretación, que sin duda tenían sus raíces en el pasado pero que la fuerza de conducción de Santucho impedía que se manifestaran. Es de destacar que dos históricos de la conducción perretista, Domingo Menna y Benito Urteaga, fueron asesinados junto con Santucho en Villa Martelli; otros dos cuadros de gran experiencia (provenientes del trotskismo), Bonnet y Pujals, habían caído en el 72. Para julio de 1976, cuando mueren Santucho y sus compañeros, el PRT ya estaba duramente golpeado. La apreciación optimista de los meses anteriores comenzaba a ser revisada por el líder, y en ese marco se planificaba la salida de la conducción al exterior siguiendo los pasos ya dados por Montoneros. Nadie puede predecir qué hubiera pasado si Santucho hubiese sobrevivido, pero probablemente el PRT habría mantenido un mayor nivel de cohesión y una línea hegemónica en torno al 166

Kohan, Nestor op. cit. Fue en el V congreso en julio de 1970 cuando las ideas que regirán al partido los años siguientes aparecen formuladas en toda su amplitud. Santucho destacaba en la introducción de 1973 a la edición pública de las resoluciones de dicho congreso que allí se encontraban las bases fundantes de la política del partido: “ 1) La lucha de clases en el seno del Partido marxista-leninista. 2) El tipo de fuerza militar necesaria para librar la guerra popular y prolongada, urbana y rural, de masas, que desarrolla y desarrollará en Argentina y la imprescindible necesidad de la dirección del Partido marxista-leninista sobre esa fuerza militar. 3) La comprensión y explicitación de que la lucha armada y no armada de las masas, pacífica y violenta, en todas sus variadas y complejas manifestaciones es parte inseparable de la guerra popular revolucionaria; que tiene carácter decisivo la permanente vinculación y convergencia, mutuo apoyo, interinfluencia, (…). 4) Que esa convergencia, interrelación, ha de lograrse por medio de la hábil intervención dirigente del Partido marxista-leninista y los dos tipos de organizaciones revolucionarias fundamentales por él creadas y dirigidas, el Ejército Revolucionario del Pueblo y el Frente de Liberación Nacional.” http://www.scribd.com/doc/9392845/PRTERP-Resoluciones-del-V-Congreso-del-PRT#fullscreen:on. 167

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líder. Pero esto no sucedió, y rápidamente las concepciones enfrentadas que anidaban soterradamente en su interior salieron a la luz. Según Mattini, las diferencias entre su posición y la de Gorriarán Merlo evidenciaban concepciones de fondo diferentes y dividieron lo que quedaba del partido por la mitad168. Consideramos esta opinión relevante -más allá de las coincidencias o divergencias con su interpretación del PRTERP- ya que pertenece al hombre que fue elegido secretario general del partido después de la muerte de Santucho; como así también la de Gorriarán, ya que muchos militantes lo secundaron aun hasta el intento de toma del cuartel de La Tablada en 1989. El grupo que se plegó a las ideas de Gorriarán se sumó posteriormente al Frente Sandinista de Liberación Nacional de Nicaragua, y tuvo un rol militar destacado en los combates por la toma de Managua y en la posterior defensa de la revolución; también participó en la operación que culminó con la muerte de Anastasio Somoza en Paraguay. La otra parte de la organización -de la cual Mattini más tarde se alejó- revisó las concepciones del V congreso y optó por una vía de profundización democrática participando, luego de la apertura de 1983, “disuelta” en estructuras de centroizquierda. Es de destacar que los restos del PRT, ambos muy pequeños, muy golpeados por la represión y divididos en el exilio, no consiguieron mantener la continuidad del partido169. Debemos precisar que el PRT mantuvo actividad en el país durante los primeros meses de 1977. En ese periodo sufrió una serie de caídas en cadena (cerca de 200 militantes y varios cuadros de dirección) y la destrucción del resto de su aparato. Montoneros

tuvo

otra

concepción

política

desde

sus

orígenes,

era

“movimientista” y esta característica la conservó aun cuando se propuso la construcción del partido y el ejército, hacia fines del 75. Esto no significa que la democracia interna funcionara ni que la conducción de la organización fuera un modelo de colegiatura (sus mismos documentos dan testimonio de esta falencia)170 ya que la organización priorizaba el centralismo sobre la democracia y la efectividad en la dirección por sobre la deliberación. En el Manual de instrucción para Oficiales y Soldados del Ejército Montonero, en el apartado donde se explica la necesidad de la construcción del partido, la dirección de la OPM habla de la ausencia de democracia interna y propone como solución para superar esta falencia la implementación del centralismo democrático, con 168

Para más datos sobre la opinión de Luis Mattini ver Hombres y mujeres del PRT-ERP, Buenos Aires, De la Campana, 1995. 169 Con posterioridad a la muerte de Santucho el ERP constituyó una nueva dirección, encabezada por Luis Matini y Enrique Gorriarán Merlo (líderes de las tendencias que salieron a la luz en ese momento). Se realizaron algunas operaciones militares pero la actividad decayó hasta la disolución definitiva del partido. 170 Ver Manual…, op. cit.

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acento en el centralismo por sobre la democracia. Esta propuesta se fundamenta en la necesidad de más democracia en la toma de decisiones de una organización cuya estructura, por su génesis, no preveía la participación orgánica de los militantes en la fijación de la línea. Muchos cuadros medios de “la M” que han expuesto sus experiencias en diferentes charlas y entrevistas, coinciden en que el verticalismo era una característica de la dirección. Y si bien había discusiones, a medida que pasaba el tiempo y a pesar de las prescripciones organizativas más democráticas, se acentuó el verticalismo en aras de la efectividad operativa, alejando a la conducción de los cuadros medios y de las bases. La mayoría de los militantes montoneros fueron encuadrados en el ejército (en sintonía con una estrategia de guerra), acotando aun más las posibilidades de deliberación, y los congresos previstos por el partido recién fundado nunca se realizaron. Pero no hubo en esta organización una figura descollante por sobre las demás como en el PRT. Se encuentran documentos sustanciosos y relevantes por su influencia política redactados por diferentes integrantes o grupos internos durante la conformación, la consolidación, las crisis y rupturas, como las discusiones FAR-Montoneros, la ruptura de la columna Sabino Navarro171, la ruptura de la “Lealtad” en 1974, la de los grupos disidentes con la militarización en 1975, los “papeles de Rodolfo Walsh”, la ruptura de “los tenientes”, etc. Pese a esto, constatamos que la conducción se mantuvo inconmovible. Podemos decir que los grandes aciertos de la conducción hasta 1973 crearon una conciencia de infalibilidad en sus miembros y una confianza muy grande en las bases, que en general aceptaban como correctas (en el momento) las decisiones tomadas. En este sentido existe una similitud con el PRT, sólo que el rol unipersonal de Santucho fue cumplido en “la M” por “La Conducción”. Respecto del estilo montonero de conducción relata Flaskamp: “Era muy centralista, lo único que atenuaba esto en las FAR es que había un contacto muy estrecho entre la dirección y los demás militantes, por eso había un intercambio constante de opiniones. Pero la OPM era una organización más militar que política, las directivas bajaban de la conducción y nadie se quejaba por eso. Cuando yo me incorporé a las FAR en mayo del 73 también era así, discutíamos mucho las posiciones que nos bajaban, pero supuestamente las opiniones que nosotros teníamos debían ser transmitidas (...). Yo creo (...) que nuestras opiniones llegaban, pero 171

Ver “El documento verde” de julio de 1972. Publicado por la revista Lucha armada en la Argentina Nº6 mayo 2006.

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esa percepción que tengo yo de esa etapa se fue debilitando cada vez más. Sobre todo después de la fusión con Montoneros, siempre era la conducción la que definía pero al principio las decisiones de la conducción estaban más permeables a los que les llegaba”172. Por otra parte cuando hoy se recuerda a Montoneros, en general sus simpatizantes homenajean a la organización y ningún estudio ni relato sobre la misma, crítico o no, pone el acento en alguna figura como alma mater de su existencia. Es indiscutible que la cantidad de nombres montoneros que se pueden poner a la par de Mario Firmenich por su capacidad, su predicamento o relevancia pública ocuparía varios renglones de este trabajo173. Como para el PRT, consideramos que Montoneros se desarticuló por razones que exceden a los golpes militares que recibió (a fines de 1982 desapareció René Haidar último sobreviviente de la masacre de Trelew, y en 1983 fueron asesinados los comandantes Raúl Yaguer y Enrique Pereira Rossi, y Osvaldo Cambiaso174); los motivos se vinculan más a cuestiones como la incapacidad de preservar el resto de su capital político y social después del 83, para hacerse cargo ante las clases populares del significado de su identidad, y para darse una autocrítica de su derrota. Pero el balance de la derrota montonera excede claramente los límites de este trabajo. Las razones del más rico debate de ideas existente en Montoneros debe buscarse en las diferentes vertientes que conformaron la organización –a diferencia del PRT- y que sólo un permanente diálogo de síntesis podía mantener unidas: cristianos de izquierda, marxistas, nacionalistas de izquierda, nacionalistas católicos, peronistas combativos, todos bajo una misma identidad. Era difícil que una sola persona sintetizara todas estas vertientes, salvo que fuera un liderazgo carismático de gran prestigio entre las masas. Y ese líder existía: Perón; el problema es que estaba fuera de la organización y no compartía sus objetivos. Es claro que lo que unió a una cantidad importante de revolucionarios de muy diferentes tendencias en el seno de una misma organización fue la asunción por parte de los militantes de que peronismo era el vehículo privilegiado de 172

C. Flaskampf, entrevista con el autor.

173

Al ya mencionado Roberto Quieto, desaparecido por el gobierno de Isabel en 1975, y a Marcos Osatinsky, muerto el mismo año, pueden sumarse algunos de los asesinados por la dictadura: Horacio Mendizabal, Norma Arrostito, Rodolfo Walsh, Raúl Yaguer, Carlos Caride, Dardo Cabo, etc. De todos modos, más allá de la fama o reconocimiento que diversos cuadros alcanzaron entre las masas, la Conducción de la organización no necesariamente coincidía con este prestigio o capacidad teórica. La valoración pública de muchos cuadros montoneros es, en general, consecuencia de su prestigio más allá del reconocimiento oficial o de su jerarquía en “la M”. 174 Pereira Rossi y Cambiaso fueron secuestrados de un bar de Rosario y asesinados en la ruta a Buenos Aires por un comando que integraba el ex comisario y ex intendente de Escobar Luis Patti.

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canalización de la movilización combativa de las masas; además, debe tenerse en cuenta que aun desde la izquierda, ese peronismo era impensable sin Perón, líder carismático en el cual los trabajadores depositaban mucha confianza y a quien, en última instancia, Montoneros debían gran parte de su aceptación masiva en el 73. Igualmente, en lo relacionado con su capacidad de supervivencia, Montoneros no sufrió un golpe sobre sus principales jefes en un mismo momento -como le sucedió al PRT, al cual, además, golpearon en un momento de crisis y reflujo de masas-, aunque sí una caída constante de sus cuadros dirigentes: Abal Medina y Carlos Ramus en William Morris, Sabino Navarro y Carlos Olmedo en Córdoba, entre 1970 y 1973 y desde 1975 hasta 1982 Roberto Quieto, desaparecido por el gobierno de Isabel en 1975, y a Marcos Osatinsky, muerto el mismo año, pueden sumarse algunos de los asesinados por la dictadura: Horacio Mendizabal, Norma Arrostito, Rodolfo Walsh, Roqué, Raúl Yaguer, Carlos Caride, Dardo Cabo, etc. De esta forma, manteniendo una continuidad en sus organismos de dirección (al menos en los más elevados) pudieron evitar que la confrontación cruda de tendencias terminara en fracturas, y pilotear mejor las críticas, debates y disidencias que se produjeron dada la amplia variedad de ideologías que convivían al interior de esta organización. En los testimonios de otros cuadros medios la figura de “la Conducción” aparece como una entidad con vida propia, fuente de aciertos y de errores, lejana, casi mítica. Es claro que, como afirma Perdía, la conducción era mucho más homogénea que el resto de la organización y esto le permitía saldar los debates internos sin fracturas en su seno. En general, los debates culminaban con el alejamiento de los críticos, y muy difícilmente se hacían eco en la dirección de los cuestionamientos planteados. Lo que sucedió a lo largo de los años 1974 y 1975 fue un proceso de distanciamiento entre “la M” y las masas, al menos en tanto masas peronistas, que a su vez se vivió en el interior de la organización como un proceso de distanciamiento entre la conducción y el resto. No debemos adjudicar esto solamente a una opción militarista de “la conducción”. Es verificable que el esfuerzo puesto por el grueso de la dirigencia política y sindical del peronismo en marcar que los montoneros no eran peronistas, sumado a que el mismo Perón terminó adhiriendo públicamente antes de su muerte a esta posición, minó el puente simbólico que Montoneros había construido con las masas. Muchos relatos coinciden en que la periferia más amplia sintió sin dudas el hecho del enfrentamiento con Perón. Esto obligo a Montoneros a buscar formas más clásicas de identificación vanguardia-pueblo, en este sentido estuvo el gran impulso 78

dado a la JTP que logro gran crecimiento en el frente sindical junto al resto de la izquierda (principalmente el PRT) y el intento de transformación en partido. Igualmente la identificación como peronistas que “la M” obstinadamente sostuvo siempre, la colocó en una posición preferencial para muchos trabajadores que abandonaban el peronismo clásico y se lanzaban a la lucha. O sea, “distanciamiento con las masas”, decimos, en tanto los montoneros habían conseguido una capacidad de adhesión inigualada por otra guerrilla combatiente pero sin dudas mediada por su identificación con Perón. 5 – ¿Revolución vs. Democracia? Presentamos en este capítulo la concepción de democracia que tenían los revolucionarios argentinos en los setentas. La relación de dependencia entre democracia y cambio de estructuras económico sociales fue una premisa que nos permitirá entender el accionar político de la guerrilla. Sin comprender que esta premisa era el sentido común para los revolucionarios con su consecuencia de que para ellos sin transformación de la relaciones económicas no existe democracia y esto solo se logra a través de un cambio político profundo no se puede entender la elección de la vía armada. ¿Cuál era el modelo político que buscaban instaurar si triunfaban? ¿Por que actuaron como actuaron frente al proceso electoral de Marzo de 1973 y frente al gobierno electo? Tomaremos centralmente el caso del PRT-ERP ya que esta organización problematizó en forma más compleja el proceso electoral y buscó desarrollar una teoría de gobierno efectivo propia. La línea del PRT respecto a la apertura electoral osciló entre el 1971 y 1973. En el 71 ya visualizaba una posible –aunque remota– tentativa del gobierno militar de replegarse: “Es indudable, por algunos hechos concretos como la rehabilitación de los partidos políticos, el nombramiento de Mor Roig, las declaraciones de los políticos que los han entrevistado por invitación del gobierno, que se prepara una farsa electoral. La dictadura, consciente de su desprestigio y expresando su temor ante el avance de la guerra revolucionaria, se ve obligada a pactar con los políticos que hasta ayer repudiaba, a intentar junto con ellos la salida de las elecciones, para poner un freno a las movilizaciones de las masas y aislar de éstas a la vanguardia armada”175, aunque debe

175

Resoluciones del Comité Ejecutivo de la organización, abril de 1971. En Kohan, Néstor, “Foquismo...”, op. cit.

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tenerse en cuenta que para esa época todavía los militares no se habían resignado a ceder ante Perón176. Pero para fines de 1972 Perón ya había ganado la partida (triunfo de “la hora del pueblo” sobre el GAN), y el proceso de masas desatado a partir del 17 de noviembre convenció a los sectores más recalcitrantes del “gorilismo” de la conveniencia de replegarse. Allí Santucho (recién fugado de Trelew) planteó: “Si la táctica votada por el Comité Central logra concretarse, nuestra intervención electoral podrá ser muy amplia; si ello no es así lo más probable es que debamos ir al boicot, aunque con pocas perspectivas. De todas maneras en todos estos meses, hasta la farsa electoral y más allá de ella, debemos intensificar el trabajo legal con la línea de los Comités de Base, ampliar de esa manera nuestra relación con las masas, combinar este trabajo con la propaganda armada, obtener centenares y miles de contactos, colaboradores, simpatizantes, amigos, principalmente en las barriadas pobres de las ciudades, zonas suburbanas y el campo”177. Entre ambas resoluciones el PRT mantuvo (como ya se señaló) una firme línea de accionar armado que le insumió todos sus recursos y su militancia. Esta etapa coincidió con el período de encarcelamiento de Santucho y esa línea fue criticada por él -luego de recuperar su libertad en la fuga de Trelew- como la “desviación militarista”. También es de destacar que Santucho siempre consideró las elecciones como una farsa destinada a desviar la lucha de masas a un terreno en el que la burguesía llevaba las de ganar. Entonces intervenir en ellas era pensado como una necesidad ante lo inevitable (e indeseado). En la carta a las FAR previa a las elecciones del 73, el PRT expresó clara y sintéticamente su punto de vista sobre el proceso que se avecinaba: “Estamos en presencia de un claro acuerdo entre la DM (n/a dictadura militar) y los políticos burgueses, con el objeto de salvar al capitalismo y detener al proceso revolucionario en marcha. Para ello el conjunto de la burguesía pretende volver al régimen parlamentario y de esa manera ampliar considerablemente la base social de su dominación, reducida estrictamente a las FFAA durante el onganiato, aislar a la vanguardia clasista y a la 176

Consideramos que es importante tener en cuenta la “forma” política en que se expresó la lucha de clases durante el período posterior a 1945. Si bien el enfrentamiento entre la burguesía y el proletariado fue la constante de todo el período, éste se dio en la superestructura (política, cultural, ideológica, etc.) como peronismo vs. antiperonismo, lo cual en cierta forma “vela” la naturaleza profunda del conflicto. Es así que para los militares, los políticos “gorilas” y la fracción más importante de las clases propietarias, la forma nacional concreta que tenía su lucha contra los trabajadores, era la lucha contra Perón y el peronismo. En ese sentido ceder ante éste para evitar “males peores” fue una decisión que sólo pudieron tomar los “gorilas” cuando el horizonte de la guerra civil y la radicalización de las formas políticas e ideológicas que ésta hubiera acarreado, eran cuestiones de corto plazo. 177 Resoluciones del Comité Central del PRT, diciembre de 1972. Kohan, “Foquismo...”, op. cit.

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guerrilla, para intentar su aplastamiento militar. La ambición de la burguesía es detener y desviar a las fuerzas revolucionarias y progresistas en su avance, y llegar a una estabilización paralela del capitalismo argentino”178. Las posiciones del PRT ante lo electoral pueden llamar la atención ya que se expresaban en un momento de alta movilización y expectativa de las masas, pero no es menos cierto que cuentan con un amplio respaldo de la experiencia histórica mundial y nacional concreta. Entonces es importante repensar la idea de régimen político que expresaba el PRT-ERP179. Las organizaciones revolucionarias argentinas han sido tildadas de antidemocráticas, especialmente por haber llevado adelante la lucha armada “también” durante un gobierno democrático. Esto sólo es así para quienes consideran la democracia occidental como un valor sustantivo. Un objetivo a través del cual se deben desarrollas las demás reivindicaciones. Pero para la concepción política del PRT-ERP y de una parte significativa de la sociedad argentina esto no era así en los 60 y 70. Como ya planteamos el PRT concebía una democracia revolucionaria profundamente relacionada con la transformación económica de la sociedad, o sea, sólo podía existir democracia si también (o principalmente) la había en el plano económico, y en el plano económico la democracia era el socialismo. La democracia en esferas de la vida social en las cuales la sociedad burguesa reserva desigualdades. La democracia burguesa no era concebida entonces como democracia sino como dictadura de la burguesía y como la mejor y más desarrollada forma de dominación política. Justamente porque para el PRT la relación entre el plano de las estructuras económicas y las políticas se concebía en el marco de la determinación de las segundas por las primeras. Para muchos argentinos la limitación de la democracia aún en la esfera electoral era verificable en forma muy transparente en sus vivencias posteriores a 1955, más allá de que no conocieran una letra del marxismo. El PRT forjó su percepción de la democracia en el período de persecuciones y proscripciones posterior al 55, donde el acto comicial y el Parlamento tenían muy poco significado real en la definición de políticas de largo plazo. La mayoría de los partidos no peronistas tradicionales habían declamado hasta el hartazgo que el gobierno de Perón del 46-55 había sido una “tiranía” donde primaba la “demagogia”, mientras para la 178

De Santis, op.cit, pág. 88.

179

Para este punto es útil el análisis de Pablo Pozzi en su libro sobre el PRT-ERP, Por las sendas argentinas, Buenos Aires, Eudeba, 1998. Allí el autor estudia la concepción democrática del PRT sin caer en el democratismo acomodaticio imperante cuando se toca este tema. Nosotros retomamos algunos de sus planteos.

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mayoría de los trabajadores ese mismo periodo era recordado como el de su máximo bienestar y cercanía al poder. Además, Santucho y el Frente Revolucionario Indoamericano Popular (FRIP) provenían de las del noroeste, donde las situaciones provinciales dominadas por caudillos conservadores (más allá de que se definieran radicales o peronistas) disminuían más aun los espacios de la democracia burguesa y de integración social180. En este sentido la caracterización de la democracia y del período democrático abierto en el 73 no era necesariamente dogmática ni “descolgada” de toda tradición popular, sino que tenía fuertes raíces en la experiencia histórica del pueblo y se encuadraba en la valoración que la mayoría de los trabajadores hacía de la democracia. Considerando que la luchas económicas y políticas continuarían, el PRT-ERP caracterizaba al gobierno de Cámpora como “un nuevo gobierno parlamentario (que) se verá a corto plazo enfrentado a insolubles problemas entre la movilización de las masas y la presión burguesa y militar”181. Es decir, no era un gobierno popular sino un gobierno condicionado por la movilización popular, por eso el ERP no dejó de combatir a los militares y los monopolios, e hizo pública su voluntad de seguir con su accionar armado. Para el PRT-ERP, la lucha armada incentivaba la movilización. De todos modos, no se registraron operaciones importantes durante los 47 días de Héctor Cámpora; la guerrilla le había dado al gobierno un plazo de 30 días para ver hacia dónde definía su rumbo, y Cámpora duró muy poco más. Pero, a pesar de su dura posición contra Cámpora y las organizaciones que participaron en el proceso que llevó a la victoria peronista del 11 de marzo, el PRT-ERP tomó nota de la ofensiva de la derecha peronista y de que se avecinaban tiempos difíciles, cualitativamente diferentes. “La represión que se avecina superará en saña a la de la última dictadura militar”182, manifestaba el PRT en una solicitada y denunciaba a Jorge Osinde y José López Rega como responsables de los grupos paramilitares en formación. Volviendo a la caracterización del gobierno de Cámpora, Santucho planteaba en Poder burgués. Poder revolucionario: “El parlamentarismo es una forma enmascarada de dictadura burguesa. Se basa en la organización de partidos políticos y en el sufragio universal. Aparentemente todo el pueblo elige sus gobernantes. Pero en realidad no es 180

Pozzi, op. cit. Pág. 331-332.

181

“El triunfo electoral peronista y las tareas de los revolucionarios”, en El combatiente N° 76, en De Santis, op. cit., pág. 98. 182 Idem.

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así, porque como todos sabemos las candidaturas son determinadas por el poder del dinero”. En este sentido, el PRT-ERP no tenía expectativas en el nuevo presidente, que además era caracterizado como la expresión de una opción político-económica inviable. Quizá sea más preciso decir que el PRT consideraba que el “reformismo” y el “populismo” eran las dos enfermedades que se debían extirpar de la clase trabajadora argentina. De este modo, la categoría de “popular” no podía ser aceptada: se era socialista o se era burgués. Así lo planteó Santucho en el trabajo citado, buscando, igualmente, captar a populistas y reformistas para el proyecto revolucionario, previa corrección de sus desviaciones ideológicas y previa asunción de la verdadera ideología revolucionaria. “La lucha por el poder obrero y popular, por el socialismo y la liberación nacional, es inseparable de la lucha contra el populismo y el reformismo, graves enfermedades políticas e ideológicas existentes en el seno del campo popular”183. A pesar de asta delimitación las coyunturas electorales implicaron un intenso debate en el seno del PRT-ERP que llevó a una ruptura del ERP 22 de Agosto 184, a un debate con la regional Córdoba -donde el FREJULI llevaba como candidatos al peronista de izquierda Obregón Cano y al sindicalista combativo Atilio López-, y a marchas y contramarchas desde 1971, aunque sin afectar la visión general que modeló finalmente la estrategia del “doble poder”. En el mismo sentido, Montoneros, a pesar de sentirse parte del gobierno de Cámpora, marcaba claramente en sus filas la diferencia entre gobierno y poder, desde una concepción del poder real situado en las estructuras económicas y militares y no solamente en las políticas. Pablo Pozzi describe el desarrollo de las discusiones en el seno del PRT-ERP de cara al proceso electoral de marzo del 73 y muestra la emergencia de la idea de hallar alguna forma diferenciada de participación: “Debemos combinar también esta actividad (la militar) con las posibilidades legales del proceso eleccionario”, planteaba Santucho en 1971, aunque, a pesar de las intenciones, el PRT sufrió según el propio Santucho, en la “desviación militarista” (“debemos ofrecer a las masas con toda claridad la opción de la guerra revolucionaria contra la salida electoral con que la dictadura pretende engañarnos”, decía el PRT en enero del 72), y el encarcelamiento de la mayoría de los cuadros del ERP. Pero para el proceso electoral de setiembre del 73, con Santucho libre desde agosto de 1972 y con cierta libertad de movimientos a partir de la asunción de 183

Santucho, Mario, Poder burgués. Poder revolucionario, op. cit. Pág. 29-32.

184

ERP 22 de Agosto: liderado por Víctor Fernández Palmeiro, fue una ruptura que acompañó la candidatura de Cámpora en 1973.

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Cámpora, intentaron impulsar una fórmula propia con Agustín Tosco a la cabeza en nombre del Frente Antiimperialista por el Socialismo (FAS); intento que fracasó por la negativa de Tosco a enfrentar a Perón. Poco después del 11 de marzo y del triunfo de Cámpora, el PRT balanceó su posición en los siguientes términos: “Al evaluarse la posición votoblanquista, se vio que no es consistente, en cuanto no hay sectores amplios de las masas que se orienten en esa posición, por lo que no logra constituirse en una opción clara para instrumentar el repudio a la farsa electoral al propio tiempo que como no ofrece envergadura, masividad, resulta sumamente peligroso en cuanto puede dar la falsa impresión de que las fuerzas revolucionarias y anti-acuerdistas son muy minoritarias y que amplios sectores prefieren el parlamentarismo. Estas condiciones llevaron al Comité Central a decidir la abstención, como posición del Partido, complementada con el lanzamiento por el ERP de un volante denunciando la farsa electoral y que puede ser colocado en el sobre como voto. El Comité Central hace la salvedad y reconoce que la posición de abstención adoptada no es la más correcta, sino la opción a que la organización se vio obligada por el déficit en el trabajo legal que impidió se lograra la activa línea intervencionista que hubiera sido más eficiente para dificultar las maniobras del enemigo y lograr el máximo aprovechamiento de los resquicios legales”185. Está claro que los perretistas consideraron como déficit su rol en el proceso electoral, pero también puede verse que la imposibilidad de presentar formulas propias no se debió sólo a la incapacidad de asumir con fuerza el trabajo legal, sino a la incapacidad de encontrar socios de peso dispuestos a construir esa alternativa. Como vimos la coyuntura electoral de septiembre del 73, con el proceso de ofensiva contra la izquierda peronista en pleno desarrollo, tampoco pudo ser encarado por el PRT con fórmula propia. Incluso aquellos que suscribían a los análisis del PRT, no se atrevían a enfrentar en las urnas a Perón. El prestigio del líder en las masas estaba intacto. Luego el PRT fundamentaba teóricamente su posición frente a las críticas (clásicas) de la izquierda tradicional: “El Comité Central reivindica finalmente la posición adoptada como marxista-leninista, en cuanto se adecua a la situación concreta, pues si bien las enseñanzas bolcheviques indican que ante un proceso electoral sólo caben las tácticas de boicot activo o participación, ello debe entenderse como las herramientas tácticas a esgrimir para convertir la elección burguesa en un pilar más de 185

El Combatiente Nº 76, “Resoluciones del Comité Central del PRT”, segunda quincena de marzo de 1973.

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una estrategia de poder revolucionaria. Más, cuando no se han logrado como en este caso tales herramientas, lo que hace imposible una táctica correcta que se compagine con la estrategia de poder, es legítima la adopción de una línea abstencionista y propagandista como la nuestra, aferrada a las concepciones estratégicas y reconocedoras de los déficits y errores tácticos cometidos. Intervenir siempre y por principio en toda elección para ‘no perder el voto’ o ‘apoyar el mal menor’, son puntos de vista oportunistas, ajenos al marxismo-leninismo”186. Entre el 25 de mayo y el 13 de julio de 1973, y con la caída de Cámpora, el PRT comenzó a verificar sus tesis sobre la naturaleza del gobierno peronista que se resumían en el documento de ese año. Allí planteaba: “La instauración del gobierno parlamentario Cámpora-Solano Lima alentará la lucha de las masas por sus reivindicaciones inmediatas”, pero “dicho gobierno con colaboración de la burocracia sindical intentará detener esas movilizaciones (...) hacia la conciliación del capital y el trabajo”. Según este documento, escrito en plena euforia popular previa al 25 de mayo, si bien en el gobierno habría sectores revolucionarios éstos serían minoritarios. La alianza que acababa de acceder al gobierno era hegemónicamente burguesa, y como tal se comportaría187. Para el PRT-ERP el devenir de los acontecimientos no escapaba a lo que preveía, o sea que el paso de los diferentes gobernantes entre 1973 y 1976 fue caracterizado como un proceso de derechización de un gobierno de naturaleza burguesa, que había que combatir luchando por preservar los espacios democráticos pero que estaba en la lógica del proceso histórico dada la agudización de la lucha de clases y la naturaleza del PJ. Además, el ERP fue perseguido sistemáticamente, y prácticamente no dio tregua al gobierno. Ya en septiembre de 1973 (luego de la caída de Cámpora y antes el enfrentamiento de Montoneros con Perón), atacó el Comando de Sanidad del Ejército; hasta Monte Chingolo, en diciembre del 75, realizó siete ataques a guarniciones militares. En marzo de 1974, Santucho se trasladó personalmente al monte tucumano a dirigir el trabajo preliminar para el establecimiento de una columna guerrillera. El objetivo del ERP era establecer una zona rural liberada como retaguardia de la lucha en las ciudades a la vez que terreno de construcción del ERP como ejército regular. Dos meses después, el 30 de mayo, se produjo el primer combate. La necesidad

186

Ídem.

187

De Santis, Daniel, op. cit., pág. 102.

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de los perretistas de mantener y avanzar en una dinámica de lucha armada era explícita; nunca dudaron de que el accionar armado potenciaba y catalizaba la lucha de clases. Los primeros ataques fueron muy criticados por Montoneros. El ataque a la guarnición de Azul, el 20 de enero de 1974, cuando el promontonero Oscar Bidegain188 era gobernador de Buenos Aires y la subjefatura de la Policía de la Provincia estaba en manos del peronista revolucionario Julio Troxler, fue usado como excusa para la destitución de Bidegain y su reemplazo por el vicegobernador derechista Victorio Calabró (alineado con Lorenzo Miguel y ambos metalúrgicos). Pero sería un error ver la causa de la destitución en el accionar del ERP. El proceso de desestabilización contra este gobernador era muy fuerte desde la masacre de Ezeiza, y todos los gobernadores vinculados a la Tendencia Revolucionaria del peronismo fueron destituidos por Perón sin que el ERP hubiera dado ninguna “excusa”. Lo que pretendía el ERP estratégicamente era que la izquierda peronista se definiera claramente en contra del gobierno. 5-1 El Frente Antiimperialista por el Socialismo El PRT aprovechó la nueva coyuntura de legalidad abierta con Cámpora para desarrollar su inserción en los frentes de masas. Más allá de que no despreciaba la universidad ni los barrios, el PRT –como organización que pretendía ser específicamente proletaria– puso sus esfuerzos en la clase obrera, específicamente en las grandes fábricas, donde tuvo importante recepción, sobre todo en los centros industriales que venían de un largo proceso de radicalización. Para ello creó una estructura amplia el Movimiento Sindical de Base en el cual buscaba articular a las comisiones internas, agrupaciones y delegados clasistas y antiburocráticos. En el paño de la lucha política intentó presentar un frente político que encarara el desafío electoral y las luchas políticas con un carácter frentista. Llegó a contar con el respaldo del entonces secretario general de la CGT de Salta y dirigente del Frente Revolucionario Peronista (FRP) con desarrollo principal en Salta Armando Jaime, quien fue uno de los principales referentes públicos del frente mientras existió, del intelectual de izquierda de renombre Silvio Frondizi hasta su asesinato por la Triple A, el cura Miguel Ramondetti del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo y a Alicia 188

En un principio, el PRT lo consideraba tan burgués como al burócrata Calabró.

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Eguren de Acción Revolucionaria Peronista (ARP) y atrajo a la discusión Austín Tosco y organizaciones como el Peronismo de Base y OCPO. En el tercer congreso del FAS participaron Ortega Peña, director de la revista Militancia, y Alicia Eguren, dirigente de Acción Revolucionaria Peronista (ARP). La Organización Comunista Poder Obrero se formó en 1974 con la confluencia de grupos militantes de Buenos Aires, Santa Fe y Cordoba. Hacia fuerte hincapié en el desarrollo de una teoría revolucionaria propia y se planteaba como una organización claramente clasista. Proponían la comprensión del peronismo en una línea cercana a la del Peronismo de Base y se oponían a la idea de frente de liberación nacional (sostenida tanto por el PRT como por Montoneros). En el 75 crearon un brazo armado las Brigadas Rojas del poder obrero y buscaron acuerdos con las demás organizaciones armadas189. Tosco también fue tentado por el PRT con el intento de que encabezara una fórmula alternativa a Perón en Septiembre del 73. Era el sindicalista de izquierda más importante de la época y contaba con amplia simpatía entre las bases obreras, más allá de su identidad política de izquierda no peronista. Si bien no hay documentos que recojan los argumentos de Tosco para rechazar la propuesta de Santucho, adherimos a la versión mayoritaria que sostiene que el dirigente obrero, a diferencia del PRT, asumía la importancia de la vinculación de los obreros con el peronismo y tenía en cuenta el prestigio de Perón entre la clase. Por lo tanto, no podía enfrentarlo en esos momentos salvo al costo de deteriorar la conducción sobre sus propias bases, tema que problematizaremos más adelante. Pero el FAS, más allá de que fue “una experiencia fundamental para el PRTERP puesto que logró reunir una cantidad de grupos dispersos sobre la base de un claro programa antiimperialista y socialista”190, no logró madurar en una instancia unitaria que superara el sostén que le daba el PRT, girando exclusivamente en torno a éste. Armando Jaime, referente nacional del FAS, relata las dificultades que hubo en la construcción de este frente. En general, Jaime considera que el PRT era irrespetuoso con las demás fuerzas y que tenía una actitud hegemonista. Por ejemplo: el FAS resolvió que los dirigentes nacionales públicos no debían arriesgarse en operaciones 189

Relata Pancho militante de OCPO que “Poder obrero (…) tenia un carácter mas clasista, tenia además la pretensión de hacer un desarrollo teórico autónomo, pensando que le estrategia del PRT era mucho mas tributaria de la revolución vietnamita con por ahí el último período una contribución de estalinismo, Montoneros con una raíz en el Guevarismo, y con la historia del peronismo no se preocupaban demasiado por tener desarrollo teórico, eran mucho más empíricos, su participación en el proceso político” Entrevista de J. Iturburu y D. Castro en www.ultimorecurso.org.ar/drupi/node/422 190 Pozzi, Pablo, op. cit., pág 355.

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militares para no comprometer directamente el trabajo político y en la primera operación que hace el PRT después de esta definición cayó detenido un miembro de la mesa del FAS191. Otro ejemplo que nos cuenta el ex dirigente del FAS remite al asalto al cuartel de Azul; Jaime menciona la existencia de una campaña, que incluía a los diputados de la JP, destinada a frenar el avance de las leyes represivas, pero el ERP intentó la toma de ese cuartel inmediatamente antes de la entrevista de los diputados montoneros con Perón, eso reforzó los argumentos del General y desarmó a los diputados. Las crisis del FAS fueron permanentes, tanto con las fuerzas peronistas como con las de izquierda, como OCPO. Con OCPO el PRT junto a Montoneros compartió posteriormente el intento de armado de las OLA (organización para la liberación argentina) Las contradicciones con la OCPO se debían a que el PRT consideraba que el FAS era un frente de liberación nacional y que debía (en teoría) tener amplitud de consignas, mientras que la OCPO sostenía que el frente debía ser claramente clasista. En este sentido podemos rastrear las definiciones del frente a lo largo de los tres congresos que realizó. En el segundo, en Chaco, el esfuerzo de Poder Obrero por imponer sus planteos rindió sus frutos y las definiciones se fueron más hacia la izquierda. En el tercer congreso, en Rosario, el PRT desinformó a OCPO e impuso un programa de liberación nacional (en el sentido clasista del PRT)192. Por otra parte, se sabe de una reunión de Santucho con Raimundo Villaflor, dirigente del Peronismo de Base. En esta oportunidad el PRT intentó acercar al PB al FAS, cuyos planteos en general eran bastante aproximados, pero en un momento Villaflor puso como condición de la integración del PB al frente que las operaciones militares fueran discutidas previamente. Santucho se mostró intransigente respecto a discutir lo militar y el PB venía de un proceso de subordinación de lo militar a estructuras más amplias como las asambleas obreras o instancias de base y buscaba restarle autonomía a la práctica de la lucha armada.

5-2 Democracia y poder dual una estrategia del PRT.

191 192

Ejemplos similares existieron también en la relación entre Montoneros y el Partido Auténtico. Armando Jaime, entrevista con el autor, 5 de mayo de 2005.

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La concepción de democracia del PRT se desarrolló en forma paralela a la del combate a la dictadura y la democracia burguesa ya que las consideraba de la misma naturaleza, y fue así como el partido fue elaborando la idea del doble poder para las condiciones argentinas. En términos generales, significaba construir organismos populares paralelos a las instituciones del Estado, que ejercieran su propia democracia y gobernaran efectivamente en determinadas zonas, respaldados por el poder militar del ERP. En el plano teórico la estrategia de doble poder secundarizaba o dejaba de lado la construcción de espacios dentro de las instituciones democráticas del Estado (la idea era ir corroyendo su autoridad en diferentes zonas), al que se debía destruir y reemplazar por el nuevo Estado construido paralelamente con la guerra revolucionaria. Y aunque, como ya señalamos, Santucho no renegaba de la posibilidad de dar la batalla en el terreno electoral, no consideraba ese terreno definitorio ni estratégico. La concepción de doble poder se distanciaba de la más tradicional y predominante en la teoría revolucionaria de “toma del poder”, que subordinaba la construcción de nuevas relaciones sociales a la necesidad de acceder al Estado como herramienta estratégica de todas las transformaciones relevantes. El doble poder del PRT, plenamente desarrollado, implicaba la construcción de otro Estado durante la lucha y de instancias de poder popular que fueran generando nuevas relaciones sociales, conviviendo en el mismo espacio con las formas tradicionales todavía en funcionamiento y con un Estado burgués ejerciendo aún su control. Santucho presentó el escrito sobre el poder dual en argentina hacia setiembre de 1974 y cobró estado público bajo el nombre de Poder burgués. Poder revolucionario. Teniendo en cuenta que para mediados del 1976 el PRT estaba virtualmente derrotado, no hubo oportunidad de que estas ideas pudieran ser reelaboradas con la práctica. Sin embargo, pueden considerarse algunas hipótesis. En primer lugar, se trata de una concepción alternativa (o complementaria) a la de toma del poder, aunque en Santucho ambas cosas se planteaban en forma paralela (y no complementaria). También aparece la idea del doble poder como “poder local” (entendido esto como desarrollo de zonas donde los revolucionarios tienen el control y no el Estado burgués). Si vemos el documento, Santucho -luego de una caracterización de la situación hasta 1974, desarrolla su teoría del doble poder. Para el jefe perretista el doble poder es una situación que se despliega entre el momento del inicio de la guerra revolucionaria y el de la toma del poder. Entre ambos hay un período en el cual se debe ir desarrollando 89

el “poder dual”, donde las masas van resolviendo sus propios asuntos al margen y en enfrentamiento con el Estado. Esto puede tener expresión en formas de poder local y zonas liberadas: “El surgimiento del poder local debe ser resultado de un proceso general, nacional, donde aquí y allá, en el norte y en el sur, en el este y en el oeste, comiencen a constituirse organismos de poder popular”. La idea de Santucho del poder local, está claro, se enmarca en una estrategia nacional y fue escrita en un contexto de varios años de luchas populares ascendentes. Por eso Santucho concebía la lucha desatada en Argentina como una ofensiva permanente. Así la práctica del PRT y del ERP estaba permanentemente orientada hacia los núcleos del poder central: grandes fábricas, cuarteles militares, instituciones centrales del poder, respuestas político militares a coyunturas nacionales y no locales y acciones impulsadas para mostrar capacidad de combate. Los planteos del poder dual nos parecen una vía para entender la estrategia militar del ERP, ya que no habría poder local sin el desarrollo de un ejército del pueblo en condiciones de contener al de la burguesía y respaldar la toma del poder en el momento oportuno. El doble poder, para Santucho, se construía en conflicto permanente con el Estado, generaba instituciones propias que iban arrebatando la autoridad al gobierno y la burguesía en diferentes zonas, y era transitorio porque aspiraba a transformarse en poder estatal él mismo, destruyendo la resistencia del Estado burgués mediante la guerra revolucionaria. Aquí emerge claramente la concepción leninista combinada con el procesamiento que Santucho hacía de la guerra de Vietnam, la experiencia del Che y las luchas populares de las décadas anteriores que sedimentaron en las tesis de guerra civil prolongada y doble poder. Para el PRT era claro que una situación de parálisis de la lucha sólo podía llevar al retroceso de las posiciones conquistadas y a una recuperación de la autoridad por parte de la burguesía y su Estado. Por eso el sostenimiento de la guerra era fundamental para mantener la tensión entre las clases y con ello la posibilidad de doble poder. Por otra parte, la instauración de la paz social cuando las relaciones capitalistas son dominantes llevaría a la reinstalación de la hegemonía burguesa en todos los órdenes (aceptación del sistema político, valores culturales, etc.) y a la destrucción de la contrahegemonía construida, por lo tanto “desestabilizar” se vuelve una tarea central. En otras palabras: la concepción de Santucho pasaba en última instancia por la construcción del ejército del pueblo, por eso los esfuerzos primordiales del partido estuvieron puestos en las herramientas de “organización de la coerción” en el plano 90

militar (el ERP), más que en las herramientas del consenso. En este sentido puede verse sí, la concepción guevarista del PRT: la superioridad moral de la causa que se defiende y el ejemplo de los guerrilleros redituará en una aceptación por parte de las masas de su propuesta política; hay que marcar el camino (generar las condiciones). La idea de hegemonía-consenso no está planteada, en primera instancia, en los términos de una articulación con la acción político-militar; por el contrario, es un presupuesto: la política desplegada si es correcta será exitosa y por lo tanto será aceptada por las masas. La cuestión a resolver para el PRT estaba en que las masas populares se movilizan por la resolución de sus problemas inmediatos: salud, vivienda, alimentación, educación, condiciones de trabajo, etc. (algo que ya planteaba cuando elaboró una línea de acción para implementar después del resultado electoral del 73). A estos problemas el nuevo poder debía dar solución, o aportar a ella según escribía Santucho. Pero si el poder naciente se muestra ineficaz o se desgasta con el tiempo, más allá de la mayor o menor conciencia de la necesidad de un cambio estratégico, el pueblo orientará sus expectativas de solución hacia el viejo Estado. Con esto queremos decir que no existiría poder local ni doble poder si los organismos que lo expresan no son capaces de cumplir funciones sociales significativas por sí mismos. “No hay posibilidades de avanzar sólidamente en el desarrollo del poder local sin constantes avances en la unidad y movilización de las más amplias masas populares”193, planteaba Santucho en su propuesta. Ahora bien, si el FAS y el MSB “eran superestructuras y tenían escaso eco local y de base para conformarse en alternativas reales de poder dual”194 las tareas nacionales y estratégicas de acumulación quedaban reducidas a la construcción del ERP y a un acuerdo superestructural de direcciones políticas y agrupaciones sindicales. Pero el poder dual en los términos que Santucho lo planteaba en su documento, era poder local. O sea, tanto el FAS como el MSB debían ser organismos de articulación de poderes locales desarrollados en determinadas zonas y fábricas, que permitieran nacionalizar sus perspectivas y articular las diferentes vertientes políticas que convivían en el seno de las masas. Esto no se dio de esa manera aunque, según el mismo Santucho pronosticaba, el poder revolucionario sólo se podía sostener con una “amplia y combativa movilización de las masas” vinculadas a la construcción del doble poder.

193 194

Santucho, op. cit. pag 38. Pozzi Pablo, Op. cit.

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De todos modos, es importante aclarar que la hipótesis de Santucho del poder local se basaba en un fuerte trabajo de inserción territorial, aunque en la práctica el PRT seguía teniendo como eje el trabajo fabril y su inserción barrial era comparativamente débil. En este sentido los principales conflictos obreros, los considerados paradigmáticos, contaron con una fuerte articulación entre la fábrica y su entorno y tuvieron como epicentro ciudades o barrios obreros (por ejemplo, el Frigorífico Lisandro de la Torre195, la ribera del Paraná, Córdoba). Como fuente del PRT la perspectiva bolchevique del doble poder se articulaba con una estrategia orientada a la insurrección obrera y no a la defensa de territorios liberados. Su doble poder convivía en el espacio y en el tiempo con el poder del parlamento burgués. El lugar de inserción de los revolucionarios rusos era la clase obrera de los principales centros industriales (que a pesar de ser minoritaria se transformó en vanguardia política de todo el resto del pueblo o sea, en hegemónica en sentido bolchevique). En cambio, por más que se proclamaran proletarias, las guerrillas latinoamericanas de los 60 y 70 que desarrollaban una guerra prolongada (y en las que la guerra era el centro de la estrategia) se nutrían y asentaban en el territorio, fuera éste el campo o los barrios de la ciudad. Y esto era así porque en una lucha prolongada en situaciones de crisis del capitalismo, cuando la estabilidad del trabajador no está mínimamente asegurada, el control represivo dentro del lugar de trabajo tiene más perspectivas de ser exitoso que en el territorio. En este sentido, los ejemplos que inspiraron al PRT fueron Vietnam y Cuba, experiencias que en el camino hacia la toma del poder tuvieron como eje al territorio (centralmente el campo) y en las que la clase obrera tuvo un rol secundario196. De este modo el doble poder cobraba la forma de zonas rurales (pero pobladas de campesinos y aldeas) liberadas o semiliberadas. El 31 de marzo de 1976, inmediatamente después del golpe, Santucho planteaba en el editorial de El Combatiente titulado “Argentinos a las armas”, una estrategia de acumulación de poder en la cual el eje seguía estando en la fábrica, y sólo al pasar hace referencia a los barrios populares. Las tareas de la resistencia antigolpista tendrían “eje en el proletariado fabril, intensificando la concentración del trabajo en las grandes fábricas”, y aunque más adelante agregaba que debía movilizarse a las más amplias masas por problemas específicos, no parece delinearse una estrategia destinada al 195

Para el tema del desarrollo de la articulación de la lucha entre el barrio, los comandos clandestinos y el lugar de trabajo, ver Salas, Ernesto, La huelga del frigorífico Lisandro de la Torre. Buenos Aires, CEAL, 2000. 196 En este sentido es importante aclarar algunas cuestiones relacionadas con al articulación entre base social e ideología. Una revolución puede ser campesina por su base social pero obrera por el proyecto político que encarna su dirección.

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desarrollo de poder local como eje, ya que la publicación y sus editoriales no eran para el frente sindical sino para toda la organización, y en condiciones de clandestinidad y escasez de cuadros, trabajar sobre una fracción del proletariado más concentrado requeriría sin duda toda la fuerza. Pocos días después agregaba: “Alrededor de 300.000 obreros fabriles concentrados en unas 250 fábricas grandes de más de 500 obreros cada una, en todo el país, son la columna vertebral de las fuerzas populares y por lo tanto constituyen la columna vertebral de la justa y victoriosa resistencia antidictatorial del pueblo argentino”. Y más adelante delineaba el rol de los otros sectores del proletariado y clases populares: debía nuclearse “alrededor suyo (de la clase obrera industrial) amplias masas trabajadoras, de obreros menos concentrados, obreros rurales, campesinos medios y chicos, empleados, estudiantes, trabajadores independientes, etc.”197 Es decir, una estrategia que seguía sin ser centralmente territorial, o lo era solamente si se entiende como territorial una estrategia de construcción de bases de apoyo en torno a las grandes fábricas y sujetas al ritmo de lucha de los obreros ocupados en éstas. Vemos entonces una tensión entre el principal escrito de Santucho Poder… Poder… que presenta una estrategia territorial, proletaria, si, pero no necesariamente asentada en las fábricas, y los últimos lineamientos pensados para responder al golpe que mantienen la línea bolchevique clásica centrada en las grandes fábricas Pero, más allá de que el desarrollo del capitalismo argentino y el nivel de protagonismo de la clase obrera desde varias décadas antes pudieran avalar esta estrategia, debemos tener en cuenta un elemento que ninguno de los revolucionarios de la década alcanzó a ver: el nuevo proyecto de las clases dominantes, que comenzó a implementarse y que implicaría una reestructuración radical de la sociedad argentina y un salto cualitativo en la represión. De todos modos, si consideramos que la estrategia de inserción del PRT podía estar en un momento de reelaboración en función de la maduración de la experiencia de los últimos años y la agudización de la lucha, la propuesta contenida en Poder burgués. Poder revolucionario debe ser analizada como algo más que un documento, y considerarla como la posible evolución de la práctica política de una organización revolucionaria que la derrota fulminante impidió impulsar.

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El Combatiente N° 213, 14 de abril de 1976, en De Santis, Documentos... op. cit. Pág. 552.

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6 - La cuestión militar El problema del poder era central para la izquierda. Su resolución se relacionaba en forma directa con el acceso al control del Estado. Y para acceder a ese Estado, visto como un aparato en disputa, se requería poder militar. Los revolucionarios tomados como ejemplo, de los cuales los militantes del PRT y Montoneros abrevaban, habían teorizado y realizado práctica sobre la necesidad de construir herramientas que reemplazaran, enfrentaran y alternativizaran a las del Estado burgués. Lo cierto es que, en general, el “momento revolucionario” aparecía en nuestro periodo de estudio como el acto de apropiarse de las instituciones hasta ayer herramientas de opresión (salvo, y no siempre, de las fuerzas armadas y de seguridad que serían destruidas en el camino de la lucha). Es por ello que el poder militar propio era central ya que el atributo principal del Estado -“el monopolio de la coerción”- era lo que le daba capacidad para hacer efectivas sus políticas transformadoras.198 Sin lugar a dudas, la coerción era lo que desde 1955 había primado en la política argentina, por lo tanto era racional que las organizaciones revolucionarias consideraran que la organización de una fuerza militar propia debía ser la tarea central de la etapa. Esta realidad de violencia desde el poder, de precariedad de las posibilidades de hacer política en términos de la democracia tradicional no era entonces una conclusión de la "nueva izquierda" sino que impregnaba el sentido común de la sociedad. Las sucesivas oleadas de lucha popular que se desarrollaron desde el 55 permitían pensar que existía consenso sobre la utilización de la violencia por parte de quienes querían cambiar el estado de cosas. Al menos hasta 1973 era evidente que las diferentes políticas implementadas desde las clases dominantes carecían de legitimidad, o la perdían rápidamente. Entonces, el problema militar se transformaba en el centro de todos los demás problemas. La mayoría de las expresiones armadas de los 70 surgieron como organizaciones armadas (no así al PRT) o sumaron a sus militantes por su disposición a desarrollar o apoyar la lucha armada. Pero las políticas concretas, así como los objetivos inmediatos, diferían según la organización que se tratara. Montoneros y el PRT se 198

No olvidemos que fue el Ejército rebelde, en el caso cubano (el Octavo ejército en el chino) la principal nueva institución sobra la que recayeron las tareas iniciales de hacer efectivas las resoluciones de gobierno.

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dieron, entonces, tareas diferentes respecto a temas centrales como la relación con los cuadros de las Fuerzas Armadas o los blancos militares a priorizar. Montoneros capitalizó gran parte del caudal de militantes que vieron la necesidad de incorporar a la política la opción por la lucha armada. Muchos militantes peronistas de la “resistencia” habían llegado también a la misma conclusión pero, si bien FAP contuvo a algunos de ellos y otros se integraron a Montoneros, no fueron las organizaciones armadas surgidas en el 70 las que más los atrajeron. Estos siguieron explorando caminos propios, como el MRP o el ML17 experiencias de los últimos sesentas, o la ARP que participó del FAS al igual que el FRP del noroeste argentino. Permanecieron englobados en la vaga "tendencia revolucionaria" del peronismo. El alternativismo del PB sedujo a algunos cansados de las idas y vueltas de Perón cuyas consecuencias habían sufrido en carne propia. También propuestas amplias como el Partido Auténtico (fundado por Montoneros en 1975 para hacer política legal) convocó a muchos durante el derrumbe isabelista. Montoneros, como estrategia para resolver el problema de la fuerza en el proceso revolucionario argentino, dio gran importancia al trabajo de cooptación en las fuerzas armadas, aunque con escaso éxito. En este sentido existen dos vertientes para analizar el pensamiento de “la M” sobre las fuerzas armadas: una, la tradición peronista y de la Resistencia que reivindicaba la presencia de militares “nacionales” en la institución, militares con conciencia nacionalista en un sentido abstracto y no de clase, que querían a su patria en general, no a los burgueses, obispos y terratenientes como la mayoría de los oficiales. Esta tradición se encontraba teorizada principalmente por Jorge Abelardo Ramos y su corriente la “Izquierda nacional”, para la cual la búsqueda del “frente nacional” con militares populistas era una tarea central, y su realización era el camino para resolver el problema de la fuerza en el inicio del movimiento revolucionario. Esta tradición contaba como respaldo la experiencia histórica de corrientes militares modernizadoras y “antioligárquicas” que se desarrollaban (y desarrollan) en América latina. La segunda vertiente, desde la tradición de la izquierda y de los movimientos de liberación nacional, valoraba que en los países dependientes existían militares o sectores de las fuerzas armadas que en un determinado momento rompían con sus camaradas o su tradición y participaban o acaudillaban un proceso antiimperialista. En ese tiempo

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Montoneros tenía ante sus ojos el proceso peruano.199 Egipto, también, fue paradigmático de toda una corriente nacionalista antiimperialista árabe sustentada en un fuerte apoyo de masas pero con las fuerzas armadas mayoritariamente del ejército de línea como respaldo. Esta corriente logró hacerse del poder en varios países y realizar reformas nacionalistas, sociales y progresistas con diferente consecuencia y convicción (Libia e Iraq fueron casos muy notorios). En mucho menor medida que Ramos, los marxistas peronistas o peronizados (como Puiggros, Cooke, Walsh, etc.) aceptaban o justificaban la posibilidad de que sectores militares fueran parte del Frente de Liberación Nacional. Pero su justificación se emparentaba también con la segunda vertiente. La diferencia primordial estaba en que tanto para Ramos como para una buena parte del peronismo la presencia militar era condición sine qua non, la unión pueblo fuerzas armadas será la forma de dotar al "frente nacional" de fuerza material para avanzar en tareas de soberanía y justicia social. Mientras que para los peronistas que se acercaban al marxismo o se identificaban con los procesos revolucionarios de los sesentas y setentas la cuestión era la hegemonía obrera y la dirección revolucionaria del heterogéneo frente que era el peronismo. En camino de hallar o despertar en los militares una "conciencia patriótica", Montoneros realizó junto al Primer Cuerpo de Ejército el llamado “Operativo Dorrego”, durante el cual los militantes de la Juventud Peronista y los militares realizaron tareas de “recuperación en zonas inundadas de la Provincia” de Buenos Aires.200 El “Operativo Dorrego” fue la máxima apuesta pública de “la M” en su política de captación de militares, y por eso vale la pena aclarar que, si bien la conducción del Ejército estaba a cargo de Carcagno, el mando en el terreno de las tropas del Ejército que trabajaron con militantes de la JP era ejercido por el entonces coronel Albano Harguindeguy, notorio reaccionario que se preocupó de sabotear las (pocas) posibilidades que los jóvenes peronistas revolucionarios hubieran tenido de confraternizar e intercambiar opiniones con oficiales intelectualmente abiertos. Los montoneros depositaban expectativas en el Comandante en Jefe del Ejército General Jorge Carcagno. Un militar que había dirigido la represión al cordobazo y que 199

El caso peruano es (para la misma época de los movimientos nacionalistas árabes) el más destacado de América Latina. Allí el general Velazco Alvarado encabezó, entre 1968 y 1975, un proceso de nacionalizaciones, reforma agraria y social. Velazco fue depuesto por sus propios camaradas sin que el proceso reformista lograra una base de masas que lo sostuviera. Procesos similares se dieron con Torres en Bolivia y con Torrijos en Panamá; el primero fue asesinado en Argentina por la Triple A en el marco del Plan Cóndor. Torrijos murió en un sospechoso accidente aéreo. 200 Ver, Baschetti, op. cit. Es de destacar que Montoneros tuvo desde antes del 73 un cierto atractivo sobre algunos cuadros militares. Por ejemplo: el guardiamarina Urien se levantó en la ESMA (Escuela Mecánica de la Armada) en Noviembre de 1972 y pasó a la clandestinidad, incorporándose a la organización desde ese momento.

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despertaba una gran desconfianza en el resto de la izquierda, pero que deba gestos de acercamiento a la izquierda y de distanciamiento con las políticas de los EEUU para América Latina. La imposibilidad de colocar a uno de sus hombres en la dirección del operativo Dorrego muestra la soledad de la propuesta de Carcagno en la cúspide del ejército.201 Desde la izquierda peronista (revista Militancia, dirigida por Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde y vinculada al Peronismo de Base) y desde el PRT, las críticas a esta política montonera fueron muy fuertes. El ERP atacó el Comando de Sanidad el 6 de setiembre paralelamente al discurso antiimperialista de Carcagno en Caracas (5 de setiembre), y publicó un afiche con una foto de este general reprimiendo durante el Cordobazo. En este sentido es importante destacar que la organización mantuvo un diálogo fluido Carcagno, a través de los coroneles Jaime Cesio y Carlos Dalla Tea. En el marco de estas charlas, además del “Operativo Dorrego”, se hicieron encuentros de formación de oficiales con militantes de la JUP en la Universidad y pensaron iniciar el avance en la incorporación de Montoneros como fuerza miliciana en una estrategia de defensa nacional junto al ejército. A fines de 1973 la conducción montonera pidió una reunión con el Estado Mayor de las FFAA en el marco del diálogo que mantenían. Perdía, que encabezó la delegación montonera, recuerda que: “la discusión tiene su punto más alto cuando nos enteramos de que Perón tiene una expectativa de vida limitada por el proceso de su enfermedad; el informe que nos llega es que tenía para 5 ó 6 meses (el informe nos lo planteaba Taiana médico personal de Perón). Y ahí decidimos un par de cosas. Una fue establecer un acuerdo estratégico para el post Perón; viajan compañeros que dieron vueltas por el mundo, para establecer acuerdos con los argelinos, el tema del petróleo, inversiones en la Argentina, etc. (...) Sabíamos que el poder iba a recaer en Isabel, pero esa lucha iba a ser muy dura y queríamos en esa lucha por el poder tener de nuestro lado el máximo de fuerzas. Esa fuerza eran los países del Tercer Mundo de los cuales éramos amigos y dentro del país lo que planteamos era definir el tema de los militares, para qué lado están en este despelote”.202 Estos oficiales les propusieron trabajar en conjunto y afirmaron que podían contar con su respaldo para enfrentar al sindicalismo y a la derecha. La noticia de la 201

Tanto fue así que apenas pasó la ola de euforia post 11 de marzo fue una de las figuras que Perón separó del Estado y luego de su corriente poco quedó. 202 Perdía, Roberto, entrevista op. cit.

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reunión llegó a los oídos del viejo general que estalló en cólera y, al poco tiempo obligó a Carcagno a pedir el retiro, según Perdía, el peor error estratégico de Perón. Carlos Flaskamp relata: “Había algunos compañeros nuestros que eran muy izquierdistas, que lo veían como un peligro, la mayoría de nosotros no. Lo veíamos como una forma positiva de trabajar también sobre el Ejército porque creíamos que no había que descartar que hubiera sectores nacionales en el Ejército y a Carcagno lo veíamos en esa posición. Creíamos que era bueno hacer cosas como el Operativo Dorrego y mantener una relación con Carcagno. (...) Un elemento grave nos llegó una vez por parte de un compañero de la conducción regional (...) nos dijo que había existido por parte de Carcagno algo así (Perón todavía era presidente): una propuesta de asociación con vistas eventualmente a un golpe “nacional y popular” y que la organización lo rechazaba. Era interesante el trabajo con Carcagno, pero dentro de todo Perón era más confiable que Carcagno, hacer un golpe contra Perón con Carcagno no (...). Hubo (también) un trato bastante avanzado con gente que había participado en el golpe de Olavarría en el año 71, militares nacionalistas que se levantaron contra Lanusse; parece que algunos de esos tipos estuvieron muy cerca de Montoneros pero cuán cerca no sé”. En este sentido Perdía recalcó que Montoneros les dejó bien en claro a los militares que en caso de golpe iban a estar en veredas diferentes. También explica que la idea de relacionarse con esta corriente de militares tenía entre sus objetivos, justamente, impedir maniobras golpistas. Este grupo de militares era minoritario en el Ejército, y la mayoría de sus propios camaradas de armas repudiaba la política de acercamiento a los guerrilleros y, especialmente, que Carcagno y su grupo propusieran cambiar la doctrina de las fuerzas armadas que era la de Seguridad Nacional (que colocaba la hipótesis de conflicto central en la lucha contra el marxismo y la guerrilla) por otra opuesta 203, que ponía el eje en el antiimperialismo y a partir de allí orientar las políticas de defensa, con un compromiso de las fuerzas armadas en las tareas de lucha contra el avance del capital monopólico

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En la Décima Conferencia de Ejércitos Americanos en Caracas en septiembre de 1973, Carcagno, apoyó la tesis peruana del comandante general, ministro de Guerra y primer ministro del Perú, general Edgardo Mercado Jarrín. De acuerdo con el criterio “desarrollista” de Carcagno y Mercado Jarrín, las fuerzas armadas ya no deberían tener el papel de “guardianes pretorianos de un orden político, económico y social injusto”, privilegiando la represión de la guerrilla izquierdista en lugar de las reformas económico-sociales necesarias en los países latinoamericanos. Los militares de la región debían jugar un rol activo en estas reformas. También durante este periodo las delegaciones argentinas tuvieron una actitud destacada en la defensa de los derechos panameños a la soberanía sobre el canal y al la participación de Cuba en los foros latinoamericanos. Ver Historia de las relaciones exteriores de la República Argentina http://www.argentina-rree.com/14/14-030.htm de Carlos Escudé y Andrés Cisneros y Historia Económica, Politica y Social de la Argentina 1880 – 2000 capítulo VI de Mario Rapoport.

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extranjero, en el marco de lo que se llamó tendencia peruanista204. Carcagno fue defenestrado por Perón (en diciembre de 1973 lo obligó a pasar a retiro), quien optó por una conducción militar -y policial, con los comisarios Villar y Margaride notorios represores en la Policía Federal,- más acorde a su propósito de lograr un mayor disciplinamiento dentro del capitalismo para sostener el pacto social. “La M” sumó a sus filas a algunos militares y policías (aunque éstos fueron montoneros cuando ya no eran militares). Mantuvieron relaciones con militares peronistas o nacionalistas, lo que les permitió acceder a ciertas informaciones.205 Roberto Perdía cuenta que realizaban trabajo político sobre un buen número de militares. Lilia Pastoriza, compañera de célula de Walsh, afirma, en cambio, que los contactos eran más informales y había entre ellos conscriptos. Es probable que existieran los dos tipos de contactos, por un lado una política oficial de la organización hacia los militares, con contactos más calificados, y por otros amigos, compañeros o relaciones que por algún interés puntual daban información a Montoneros. También se editaron los Cuadernos de la soberanía sobre temas de política, historia y economía, conflictivos para la ideología militar dominante. Los Cuadernos... se planteaban “una disputa ideológica (...) con la idea de que no era inevitable que todos los militares fueran secuestradores, asesinos y lapidadores del patrimonio nacional. Pensábamos que, en general, cuando un adolescente comienza la carrera militar, lo hace con intenciones generosas (...) Sin hacernos demasiadas ilusiones, procurábamos fortalecer esas contradicciones”.206 En este sentido es interesante analizar el discurso histórico del “Ensayo sobre San Martín”, publicado en los Cuadernos.... Allí se realza la desobediencia de San Martín a las autoridades porteñas, mostrándolo enemigo de la represión interna y simpatizante de las montoneras, más bien dispuesto a coordinar con ellas en la guerra emancipadora, además de ser portador de un proyecto político nacional popular que manifiesta en diferentes intervenciones haciendo jugar en política las fuerzas a su cargo. 204

Este punto necesita algunas aclaraciones. Una que Perón impulsó el pase a retiro de Carcagno al promover en el senado el rechazo a la propuesta de este general de ascender a Generales a los coroneles de su corriente (Jaime Cesio, Horacio Dalla Tea, etc.). Segundo que la calificación de peuanista era dada desde las filas de las corrientes de izquierda que buscaban esperanzadas el surgimiento dentro del las FFAA de alguna corriente de militares populares. En el mismo sentido es que estas corrientes de izquierda analizaban ciertos procesos de los países árabes en el que las FFAA (o sectores importantes de las mismas) desplegaban una política nacionalista. Tercero que esta era la percepción de una fracción de la izquierda, y la posible asimilación entre una idea “desarrollista” (que tenia impulsores en el ejercito desde las décadas anteriores) y una “antiimperialista”, es un tema que será desarrollada en otro trabajo. 205 Ver Vinelli, Natalia, ANCLA una experiencia de comunicación clandestina, Buenos Aires, La Rosa Blindada, 1998. 206 Horacio Verbisky en Vinelli, Natalia, op. cit.

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Se presenta al gobierno de Buenos Aires partidario del librecambio y la penetración británica, enfrentado a un San Martín impulsor del desarrollo de las fuerzas productivas con base en los recursos nacionales.207 En general, el texto montonero busca desmontar el concepto (basado en la versión mitrista de la historia) que los militares tienen sobre “el padre de la Patria”, para emparentarlo con su propio proyecto político (la liberación nacional), trazando paralelismos con las situaciones del momento que indujeran a la oficialidad a la reflexión y la hicieran entrar en contradicción con la dictadura militar inaugurada en marzo del 76. Los Montoneros no atacaban en este texto la concepción más general de las fuerzas armadas como institución del Estado (en términos burgueses) a favor de un ejército revolucionario como el PRT, sino que pretendían realzar los valores nacionales, populares y antiimperialistas a través de una figura que los militares consideraban ejemplar y sin cuestionar las fuerzas armadas en términos marxistas, como aparato de represión de clase. Más allá de intentar un trabajo hacia las fuerzas armadas, ya en el 73, Montoneros sostenía respecto a la cuestión militar: “La acumulación de poder militar es el poder militar del pueblo, el ejército del pueblo. La única posibilidad de que esto sea el elemento catalizador, el elemento que produzca la fractura en las fuerzas armadas, y de este modo, un sector de las fuerzas armadas se vuelque realmente a defender el proceso”.208 Pero a diferencia del ERP, no buscó el enfrentamiento directo con el ejército hasta 1975 cuando atacó el cuartel de Formosa. El PRT-ERP, a diferencia de Montoneros no consideraba posible ni correcta la idea de buscar corrientes nacionalistas dentro de las FFAA. El PRT-ERP consideraba que la derrota del ejército burgués era condición sine qua non para la revolución socialista. “En lo militar lucharemos por la supresión del ejército burgués, la policía y todo otro organismo represivo y su reemplazo por el Ejército Revolucionario del Pueblo y las Milicias Armadas Populares (...) Todo militar o funcionario patriota que abandona los organismos represivos tiene su puesto de lucha en la fuerza armada revolucionaria”, dice el programa del ERP elaborado en el V Congreso del PRT.209 Es decir, no buscaban una fractura en las Fuerzas Armadas, tampoco veían posible ni necesario generar entre ellas corrientes favorables a la revolución, sino que proponían el salto individual de sus 207

“San Martín sentó en el Cuyo las bases de una economía independiente, aunque no cerrada.” Ver: Verbisky, Horacio, Rodolfo Walsh y la prensa clandestina, Buenos Aires, De la Urraca, 1985. 208 Charla...” op. cit. Pág. 279. 209 A vencer o morir, op. cit.

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miembros desde las fuerzas armadas burguesas hacia las fuerzas armadas revolucionarias. Es así como en las posiciones públicas difundidas ante la asunción de Cámpora manifestaron su voluntad de continuar golpeando militarmente al ejército y a los monopolios.210 En cuanto a las fuentes teóricas para fundamentar su política militar (la fundación y fortalecimiento del ERP), el PRT se sustentaba en el pensamiento y práctica del Che, en la experiencia vietnamita y rescataba los escritos (poco leídos) sobre la guerra de guerrillas de Lenin. Allí el revolucionario ruso plantea: “La cuestión de las operaciones de guerrillas interesa vivamente a nuestro Partido y a la masa obrera (…) la lucha de guerrillas es una forma inevitable de lucha en un momento en que el movimiento de masas ha llegado ya realmente a la insurrección y en que se producen intervalos más o menos considerables entre ‘grandes batallas’ de la guerra civil”. 211 Es racional e históricamente sustentable en la etapa abierta en 1969 con el Cordobazo, la idea de que el avance de la lucha de clases se daría a través de levantamientos insurreccionales o de puebladas y que la construcción del ERP debía articularse con ese proceso. Fue en sintonía con esa estrategia que Santucho presentó en setiembre de 1974 su escrito Poder burgués, poder revolucionario, en el que sistematizó un esbozo de teoría revolucionaria para las condiciones argentinas. Más adelante, Lenin continúa: “Es completamente natural e inevitable que la insurrección tome las formas más elevadas y complejas de una guerra civil prolongada,212 abarcando a todo el país, es decir, de una lucha armada entre dos partes del pueblo”. Y agrega: “La socialdemocracia debe, en la época en que la lucha de clases se exacerba hasta el punto de convertirse en guerra civil, proponerse no solamente tomar parte en esta guerra civil,213 sino también desempeñar la función dirigente. La socialdemocracia debe educar y preparar a sus organizaciones de suerte que obren como una parte beligerante, no dejando pasar ninguna ocasión de asestar un golpe a las fuerzas del adversario”.214 En el mismo registro, sostiene: “El marxista se coloca en el terreno de la lucha de clases y no en el de la paz social. En ciertas épocas de crisis económicas y políticas agudas, la lucha de clases, al desenvolverse, se transforma en guerra civil abierta, es decir en lucha armada entre dos partes del pueblo. En tales 210

Ver “Carta al presidente Cámpora” y conferencia de prensa dada durante su breve período de legalidad. En De Santis, op. cit. 211 Lenin, Vladimir I, “Guerra de guerrillas”, en Obras completas, Buenos Aires, Cartago, 1960. 212 Justamente “guerra civil prolongada” era el planteamiento estratégico del PRT para nuestro país. 213 Destacado por Lenin. 214 Lenin, V op. cit.

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períodos, el marxista está obligado a colocarse en el terreno de la guerra civil. Toda condena moral de ésta es completamente inadmisible desde el punto de vista del marxismo. En una época de guerra civil, el ideal del Partido del proletariado es el Partido de combate”.215 Es clara la idea de Lenin de que el rol del partido revolucionario es colocarse a la cabeza del proceso en todos los terrenos, incluyendo el militar, aunque no pareciera – leyendo el conjunto de sus escritos– que la forma concreta en que la revolución se expresa en el plano militar esté definida previamente al desarrollo del proceso revolucionario concreto. Por el contrario, Lenin fomentó las guerrillas, construyó la Guardia Roja con los obreros de las fábricas (que eran su fuerza propia) e impulsó los soviets de soldados en el seno del ejército. Y cuando la guerra civil impuso la necesidad de cuadros, suma al Ejército Rojo a todos los oficiales dispuestos a defender la patria de la agresión externa aliada a la reacción blanca. Para los bolcheviques, el ejercicio de la violencia organizada en el plano militar era una de las definiciones que los separa cada vez más de los sectores que en el futuro serán reconocidos como reformistas. Pero los bolcheviques no tenían una receta universal en ese sentido, salvo que los trabajadores deben construir su propio poder de coacción en consonancia con la idea fundamental de que eran los obreros el núcleo dirigente del proceso socialista. Vemos que es interesante tomar nota de la diferencia entre los objetivos militares de "la M" y el PRT. El enfrentamiento, ataque y ejecución de sindicalistas y policías216 fue para Montoneros una tarea militar que insumió buena parte de sus esfuerzos. Creemos que esto se debió a dos frentes de lucha heredados de su tradición peronista surgida en la “resistencia”. Por un lado la disputa contra la burocracia sindical por la identidad peronista entre los trabajadores y contra la derecha peronista por la representación del movimiento (temas que para el PRT eran producto de una línea equivocada y por lo tanto no debían insumir esfuerzos) y por otro por la vieja lucha barrio por barrio que había tenido como protagonistas a la Resistencia Peronista, por un lado, y a la policía por el otro217, ya que la resistencia si bien fue de composición 215

Idem. En un primer momento el ataque a policías estaba ligado, más bien, a la recuperación de armas, el castigo a represores o a comisarías “bravas”. Pero, ya en 1975 se fijó la política del ataque y ejecución sistemática (que duró hasta 1976). 217 Es necesario tener en cuenta que no fue siempre la tradición peronista “antipolicial”. En realidad hubo muchos policías peronistas y la resistencia contó con policías en sus filas o colaboradores. La construcción de la idea antipolicía es posterior, a partir de la implicancia cada vez mas fuerte de la policía en la represión como fuerza parte de un dispositivo de seguridad nacional montado contra las protestas sociales y políticas. Lo mismo podemos decir de la lucha “antiburocrática” ya que muchos de los dirigentes de la cúpula sindical habían hecho sus primeras armas en los años iniciales de la residencia. 216

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(mayoritariamente) obrera, tuvo un importante despliegue y apoyatura territorial, cada vez mayor a partir de que los sindicatos se fueron institucionalizando. Para el PRT-ERP, en cambio, los militares eran el eje de la confrontación armada, Ya que estos eran, dentro de las fuentes de ideas de las que abrevaba el PRTERP, la espina dorsal de sistema y del Estado y quebrándola, pensaban, harían colapsar todo el sistema. Aunque también operaban contra los grupos económicos, en lo cual coincidían con Montoneros. Y también enfrentaron a la burocracia sindical en el terreno de las luchas y organización obrera, pero desde afuera de la identidad peronista y recurriendo en mucho menor medida al accionar militar sobre conflictos y sobre sindicalistas. La diferencia táctica entre Montoneros y el PRT-ERP respecto de las fuerzas armadas se verificaba también en la distintiva percepción que la corporación militar tenía de ambas organizaciones. Si bien el objetivo era destruirlas política y militarmente y exterminarlas físicamente, los militantes del PRT-ERP eran considerados “irrecuperables” y su organización cumplía con todos los requisitos del “comunismo ateo y apátrida” de los fantasmas ideológicos militares. Esto se relaciona con la identidad de ambas organizaciones: el PRT-ERP era “bien rojo”, claramente marxista leninista y desde su fundación consideró que el ataque a unidades militares era una tarea de primera importancia a implementar. Montoneros, en cambio, se presentaba con un perfil nacionalista más ligado en su discurso al revisionismo histórico, y sus objetivos militares estaban más ligados al poder económico, político y sindical. Además, en sus ataques a las fuerzas armadas buscaban objetivos más selectivos. 6-2 Apreciaciones en torno al foquismo de las organizaciones guerrilleras Las acusaciones de “foquistas” a las organizaciones revolucionarias argentinas (tanto al PRT-ERP como a Montoneros y todas las demás) deben ser relativizadas si las vemos desde una perspectiva histórica integral, ya que estas fuerzas tenían un fuerte trabajo de masas y de construcción de direcciones político-militares que excedían a la dirección guerrillera exclusiva. Además la sociedad argentina aceptaba la violencia en una proporción muy grande. Muchos de los diferentes grupos que fueron confluyendo en Montoneros desde el 70 tenían influencia de masas y nunca dejaron de mantener vinculaciones con dirigentes, militantes y agrupaciones con trabajo territorial, estudiantil o sindical. Las mismas FAR, con una definición teórica más clara en torno a la estrategia militar de una fuerza revolucionaria, también mantuvieron contactos con 103

grupos que aunque no tomaran las armas veían la lucha armada como necesaria y simpatizaban con la organización. Y, al menos desde 1973, el crecimiento del trabajo de masas de “la M” (principalmente) y FAR fue impresionante, absorbiendo gran parte de sus recursos militantes. Desde antes y como tarea que les absorbía mayores esfuerzos, lo venía desarrollando el PB-FAP, mientras que el PRT-ERP desde su mismo origen realizaba trabajo de inserción y organización en diferentes sectores del movimiento obrero. La “teoría del foco” planteaba que este generaría a través del accionar militar de una pequeña unidad guerrillera una atracción que catalizaría la lucha de clases y la coloca bajo su dirección objetiva. La comandancia de la guerrilla oficia en esta teoría como dirección del proceso revolucionario en su conjunto, sin estar necesariamente implicada en la organización de la lucha de las demás clases populares. En este sentido el foco reemplaza al partido en su condición de organizador y formador de conciencia y cuadros. La teoría del foco pretendió ser un intento de sistematización teórica generalizable de la revolución cubana. Existe una confusión de origen, ya que en la experiencia cubana el hecho de que el PC (PSP) no tuviera un rol central en la lucha de los últimos años contra Batista, no significaba la inexistencia de organización política con inserción de masas218. Pero el Guevarismo si tuvo al tema del “foco” y el “catalizador” entre sus planteos. Según Nestor Kohan “(…) de manera muy diferente a la receta simplificada que construye Debray. Nosotros creemos que en el Che los términos “foco” y “catalizador” —con los que el Che hace referencia a la lucha político-militar de la guerrilla—, tienen un origen metafórico proveniente de la medicina (la profesión juvenil del Che). El “foco” remite al... foco infeccioso que se expande en un cuerpo humano219. El “catalizador”, en la química, es el nombre de un cuerpo capaz de motivar un cambio, la transformación catalítica”220. 218

Transcribe Nestor Kohan en el artículo antes mencionado la crítica de dos militantes cubanos que salieron públicamente a discutir la caricatura “foquista” de Debray (Simón Torres y Julio Aronde (posiblemente dos seudónimos de colaboradores del comandante Manuel Piñeiro Losada, alias “Barbarroja”): “Debray y la experiencia cubana”. En Monthly Review N° 55, año V, octubre de 1968. pp.1-21). Estos dos compañeros cubanos le critican abiertamente a Debray el haber simplificado la revolución cubana, el haberla convertido en una simple teoría del “foco” y el no haber visto en ella que junto a la guerrilla, en las ciudades luchaba la juventud, el movimiento obrero, el movimiento estudiantil, etc. En suma, le cuestionaban, en particular, el total desconocimiento de la lucha urbana y, en general, la total subestimación de la lucha política, base de sustentación de toda confrontación político militar. 219 El mismo concepto médico pero en la variante Bacilo, fue usada por Roberto Artl cuando hacia fines de la década del 20 incursionó en la política entusiasmado con la revolución rusa. También fue duramente criticado por los líderes del PC de entonces a través de la pluma de Rodolfo Ghioldi, acusando a Artl de intelectual pequeño-burgués ajeno a la lucha del proletariado. Ver Artl “Crónicas periodísticas” en www.elaleph.org 220 El joven intelectual francés Regis Debray se había conectado con el Che para colaborar con su proyecto continental. El lugar desde donde alcanzó a ver los procesos latinoamericanos y específicamente el cubano le permitió realizar una sistematización teórica. Elaboró un trabajo titulado ¿Revolución en la Revolución? Allí

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Para el caso del PRT-ERP, si seguimos los textos elegidos por Santucho para justificar la necesidad de la lucha armada, puede verse que sus ideas sobre el tipo de estrategia militar se alejaban del “foquismo”. En las polémicas que el jefe perretista sostuvo con las fracciones del partido opuestas a la iniciación de la lucha armada, que lo acusaban de “foquista”221, planteaba: “Si se pretende iniciar la lucha basada únicamente en la geografía, se evita el contacto con la población y se pretende enfrentar al enemigo sólo con la fuerza militar con que se cuenta; si se ignoran las necesidades del partido revolucionario, estamos en presencia de una desviación foquista. Si en cambio se comprende claramente que la fuerza fundamental de la guerrilla es el apoyo de la población y la geografía sólo un auxiliar; si se permanece lo más ligado posible a las masas; si se cuenta con una política de masas correcta; si se orienta la actividad militar con un punto de vista de masas; si se comprende que lo principal es el partido, se garantiza su dirección de la guerrilla y se trabaja firmemente por construirlo y desarrollarlo, estamos en presencia de una línea leninista de guerra revolucionaria”222. De esta forma Santucho se esforzaba por apegarse a una línea de lucha armada más compleja que el foquismo. El PRT-ERP se proclamaba la expresión del guevarismo en la argentina y buscaba seguir las enseñanzas del Che. En ese sentido Guevara sostenía que “Es importante destacar que la lucha guerrillera es una lucha de masas, es una lucha del pueblo [...] Su gran fuerza radica en la masa de la población” e insiste “La guerra de guerrillas es una guerra del pueblo, es una lucha de masas”223 y agregaba en su prologo a Guerra del pueblo ejercito del pueblo : “las grandes experiencias del partido en la dirección de la lucha armada y la organización de las fuerzas armadas revolucionarias [...] Nos narra también el compañero Vo Nguyen Giap, la estrecha relación que existe entre el partido y el ejército, cómo, en esta lucha, el ejército no es sino una parte del partido dirigente de realizaba una presentación del proceso cubano totalmente parcial y simplificado. Sostenía que en Cuba no hubo casi lucha urbana, que solamente se desarrolló la lucha rural, que la ciudad era burguesa mientras que la montaña era proletaria. De allí sacaba la conclusión de que la revolución surge de un foco y que a este lo constituye un pequeño núcleo aislado. Debray hace la canonización y la codificación de la revolución cubana en una receta muy esquemática que se conoce como “la teoría del foco”. De esta forma el francés sistematiza desde la óptica estructuralista (fue alumno de Altusser) una serie re reglas a aplicar para realizar la revolución siguiendo el más extremo de los estructuralismos, el que plantea que la revolución es un proceso sin sujeto. Por eso el pueblo viene después es un objeto de condiciones generadas externamente por un grupo constituido en foco, que actúa sobre “las condiciones” no las personas. 221 La principal corriente que disputaba con Santucho en torno al tema de la lucha armada era la encabezada por Nahuel Moreno, cuyos planteos fueron recopilados por la corriente política que él encabezó a partir de la ruptura con Santucho (PRT La Verdad, Partido Socialista de los Trabajadores, MAS). 222 De Santis, A vencer o morir, op. cit. 223 Ernesto Che Guevara: “La guerra de guerrillas: un método”, artículo publicado en Cuba Socialista, septiembre de 1963.

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la lucha”224. Sin dudas lo que luego se popularizó como teoría del foco no expresaba todo lo que el Che pensaba al respecto. En su último y fracasado intento, en Bolivia, la búsqueda del Che de una base social es obsesiva. También vemos cual era la lectura que Santucho había hecho del proceso cubano ya que los planteos del V congreso tienen gran afinidad con este escrito del Che. En realidad, varias organizaciones guerrilleras argentinas fueron, en los inicios, tributarias de la idea del foco en su versión urbana225 y la propuesta foquista parecía atractiva a grupos y militantes que se decidían a tomas las armas, aunque la evolución de la lucha local alejó, mas temprano que tarde, a los guerrilleros del trabajo militar aislado. En el reportaje realizado en 1971, las FAR respondían a una pregunta de su interlocutor en ese sentido, remitiendo a la experiencia tupamara: “La concepción del foco tiene fundamentalmente un axioma vigente para nosotros (...) no es preciso que todas las condiciones se den sino que es posible contribuir a crearlas mediante el ejercicio de la acción (...) Concretamente cuando se dice acción se dice extraer al enemigo los recursos necesarios para crecer organizativamente. Oponer la violencia popular a la violencia del régimen a fin de desenmascarar todavía más su naturaleza represiva. Esto es lo que está vigente para nosotros de la concepción del foco. En síntesis: obligar al enemigo a dar los pasos necesarios para que la situación no retroceda”226. Por otra parte, las FAR explicaban la relación del foco tal cual ellos (y la mayoría de las guerrillas argentinas) lo entendían hasta 1973: “Ésta es una concepción global que de alguna manera reinterpreta la concepción leninista del eslabón más débil en las condiciones latinoamericanas. O sea, el foco asume en definitiva una situación internacional en la que una fuerza revolucionaria no puede esperar que su enemigo sea destruido por una fuerza no revolucionaria”227. Los tupamaros uruguayos tuvieron una importante influencia en las organizaciones argentinas. De hecho, sus críticas a la concepción de Debray y la teorización del foco urbano fueron asumidas por todas las guerrillas argentinas en su origen. “El aporte más importante que se puede hacer o que se ha hecho, que han hecho 224

Y agrega Guevara en el mismo libro“La lucha de masas fue utilizada durante todo el transcurso de la guerra por el partido vietnamita. Fue utilizada, en primer lugar, porque la guerra de guerrillas no es sino una expresión de la lucha de masas y no se puede pensar en ella cuando está aislada de su medio natural, que es el pueblo”. 225 Las FAL (Fuerzas Armadas de Liberación), el GEL (Grupo Ejército Liberación) las mismas FAR, pueden ser enmarcadas en esa vertiente. 226 “Reportaje a las FAR”, revista Militancia, op. cit. 227

“Reportaje...”, op. cit.

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los tupamaros por ejemplo es terminar con la brutal simplificación que se hacía con el concepto teórico de foco (la de Debray), el correlato del hecho práctico de la columna guerrillera. El foco es un generador de conciencia y no es tal o cual unidad combatiente, existe en tal o cual encuadre estratégico en una determinada sociedad nacional. Los tupamaros no tienen columna guerrillera rural, tienen comandos (o ‘columnas’ como le llaman ellos) que practican la guerrilla urbana y sin embargo tienen foco. Vaya si lo tienen”228. El núcleo originario de Montoneros también fue inicialmente foquista (a diferencia del PRT). En un comienzo, y en los debates previos al lanzamiento público de las guerrillas la categoría de foquismo no era considerada una diatriba como lo es hoy, cuando con la acusación de “foquista” se descalifica al interlocutor quien debe “defenderse” de ella nos relata Flaskamp229. En los primeros 70 el foco era una vía revolucionaria más y estaba en discusión. En general, todos los militantes de esa época recalcan que existía la idea de dejar de hablar y ponerse a hacer. “Había que largarse a actuar”, es la apreciación de todos nuestros entrevistados, y en ese momento histórico esto significaba tomar las armas. Era una cuestión de ética revolucionaria, un compromiso con la transformación de una realidad que se percibía injusta. Ver la injusticia y no actuar o hacerlo de forma timorata era traicionarse a sí mismos. Actuar, aunque fuese riesgoso y se hiciera a tientas, era cumplir con el deber moral ante los sectores populares; por eso el compromiso revolucionario se vivía también como una realización personal. El propio Rodolfo Walsh lo sintió así: poco antes de morir y aun viendo los contornos la derrota ante sus ojos, siguió reivindicando que al tomar las armas había alcanzado el más alto grado de compromiso personal que podía y se manifestaba satisfecho y orgulloso por ello. Lanzar la lucha armada para acabar con la injusticia era una definición común a todas las corrientes (peronistas o no), y en ese sentido los debates sobre el foco, la guerra popular y prolongada, insurrección armada etc. y se resolvían (o no) pero con las armas en la mano combatiendo al enemigo.

7 - El internacionalismo y la política de relaciones internacionales

228 229

“Reportaje...”, op. cit. Flashkamp, Carlos. Op. cit.

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La posición que los revolucionarios tomaron frente a la lucha que se daba fuera del propio país señala uno de los caminos a través de los cuales podemos aproximarnos a su estrategia y su identidad. Para organizaciones que alcanzan una envergadura que las enfrenta con cuestiones relacionadas con el poder y situaciones de política y economía que hacen a toda la sociedad, el relacionarse con procesos que exceden la sociedad específica se vuelve un desafío ineludible. El internacionalismo en alguna de sus variantes se impone a los revolucionarios como consecuencia de la internacionalización del sistema económico y político en la era del capitalismo imperialista. El internacionalismo proletario y la política internacional antiimperialista son, justamente, dos expresiones de esa política. La primera se basa, en términos ideales, en la existencia de una clase obrera mundial cuyos intereses estratégicos son los mismos frente al capitalismo. Por ello existe una ideología mundial única que trasciende los intereses nacionales; para esta idea lo nacional sólo existe en forma subordinada a los intereses de la clase y en general es visto con desconfianza. A su vez, el internacionalismo antiimperialista considera que la lucha tiene un carácter eminentemente nacional y que se basa en el enfrentamiento de la nación contra el imperio. Concibe la articulación de estas luchas internacionales en función del grado de enfrentamiento que planteen al imperialismo, más allá de las características de clase que los actores locales tengan; en general considera que el enfrentamiento contra el imperialismo excluye, en los países del Tercer Mundo, a la burguesía (al menos a la fracción más poderosa, según la situación nacional específica), e incluye como actores centrales del movimiento a los trabajadores y a los pobres en general. Evidentemente estas dos líneas son ideales y existen diferentes grados de nacionalismo en organizaciones que se identifican como internacionalistas proletarias, y variados grados de clasismo en organizaciones que se caracterizan como nacionalistas revolucionarias. En el plano internacional, Montoneros se identificó fuertemente con los movimientos de liberación nacional del Tercer Mundo en un sentido sumamente amplio, que iba desde los vietnamitas hasta el gobierno de Velazco Alvarado en Perú. Más allá de la simpatía manifestada por Fidel Castro y la Revolución Cubana con los que mantuvieron contactos regulares, en el centro de sus relaciones estuvo el mundo árabe. Recibieron entrenamiento militar en el Líbano después de 1976 (por parte de la OLP) y mantuvieron fluidas relaciones con Argelia en su período revolucionario. Es interesante pensar los movimientos de liberación nacional del mundo árabe y musulmán para pensar un abordaje no clasista del problema de la revolución que puede 108

emparentarse con el peronismo montonero. El llamado Mundo Árabe (categoría que se extiende al mundo islámico en general) fue con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial (y hasta la actualidad) epicentro de fuertes confrontaciones con la política mundial del imperialismo occidental. Movimientos nacionales, antiimperialistas y proclamándose socialistas accedieron al gobierno de sus respectivos países. Si estudiamos las características principales de estos movimientos, tanto el nasserismo egipcio, la revolución argelina, los regímenes libio e iraquí230, veremos muchos puntos de contacto con las ideas montoneras en torno a como funciona el sistema mundial de estados y el orden económico global injusto. Pero sobre todo encontraremos vínculos con la concepción de «socialismo nacional» y la concepción de nación (central en el nacionalismo árabe de izquierda). Los movimientos árabes fueron centralmente fuentes de lucha por la soberanía y de resistencia contra la agresión cultural y económica de occidente. Incorporaron a la burguesía árabe como parte del frente de liberación ( muchos casos en un rol claramente dirigente) y su grado de socialismo varió ampliamente desde ser solo retórica hasta un capitalismo de estado progresista y con amplios beneficios sociales. En el mundo árabe y musulmán el eje de construcción política de la base social de los movimientos no fue la clase sino «los oprimidos». Montoneros no contó entre sus referentes a la URSS ni a los países del Este europeo. En cambio sí a China sobre todo a raíz de las ideas maoístas contrarias a la “convivencia pacífica” pregonada por la URSS y por aparecer mas cercana a la concepción de “socialismo nacional”. Respecto de la posición cubana en relación a la guerrilla argentina es interesante reflexionar sobre las manifestaciones del Che y de Fidel al respecto. Mencionamos dos ocasiones diferentes: cuando se estaban desarrollando los preparativos de la guerrilla de Masetti que actuó en Salta, en 1963, el Che recomendó a su discípulo reclutar comunistas disidentes y otros comunistas convencidos, y dejar a los peronistas para el final, esto a pesar de su excelente y fluida relación con Cooke231. A su vez, Fidel, vio con expectativas al gobierno peronista por lo menos hasta la muerte de Perón y mantuvo relaciones y expectativas en Montoneros.

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Este pensamiento del llamado “Socialismo árabe” se puede seguir en El libro verde de Muhamar Al Kadaffi o Saddam Hussein: Revolución y resistencia en Iraq discursos y escritos de líder Iraquí. 231 Es correcto mencionar aquí que Cooke presidió la delegación argentina en la OLAS (Organización Latinoamericana de Solidaridad) cuyo objetivo era expandir la lucha por el continente. Y que Cooke y Alicia Eguren aparecían con un acceso diferencial al Che. Quizás por un lado, las disímiles posiciones de los peronistas presentes, alertaron al Che sobre las contradicciones que su propuesta implicaba para el movimiento. Por otro lado, también en el terreno de las hipótesis, quizás la muerte de Masetti en el aislamiento pudieron haber hecho reflexionar al Che de la necesidad de contar con peronistas y hacer mayor espacio al gordo Cooke. Lo cierto es que los argentinos nunca llegaron a un acuerdo en torno a la propuesta del Che, el peronismo y que hacer en nuestro país.

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Recordemos que el presidente cubano Dorticós y Salvador Allende presidente de Chile acompañaron a Cámpora en el trayecto desde el palacio del Congreso hacia la Casa Rosada, además de que se restablecieron relaciones con Cuba. En ese contexto, el Partido Comunista Cubano se expidió positivamente sobre el gobierno peronista frente a lo cual Santucho acusó a los cubanos de estar dando “un paso atrás en la revolución” producto del “chantaje de la Guerra Fría”. Quizá para dilucidar más claramente las posiciones de Fidel respecto de Montoneros y el peronismo en general habría que mirar al propio Movimiento 26 de Julio, y aún más atrás en la historia, la participación de Fidel como dirigente del Partido Ortodoxo, de corte populista, frente al origen de izquierda antiperonista (aunque difusa) en el Che232. Por otra parte, el tronco original de Montoneros, nacionalista y católico (con las aclaraciones y salvedades ya realizadas) que se identificaba con la tradición peronista y la Resistencia, pensaba y entendía los procesos históricos desde el desarrollo de su propia experiencia, y en cierta medida soslayaba la importancia de darse una política de relaciones a nivel internacional hasta que la necesidad de su desarrollo se lo impusiese. Desde la teoría de que las “causas internas” son las determinantes en última instancia de la marcha de cualquier proceso, es claro que Montoneros miraba -como le plantea Olmedo al PRT- primero el desarrollo de la lucha en el contexto nacional, por ser ellos mismos la “causa interna” necesaria para el avance de la revolución en Argentina. Por lo tanto, daban menos importancia a las relaciones internacionales. Esto fue así hasta que en el año 1974 se da el giro a la izquierda de la organización y se construye como fuerza totalmente independiente de las estructuras formales del peronismo. Entonces Montoneros vio también -en vísperas de la muerte de Perón-, que necesitaba de vinculaciones internacionales, ya no sólo como fuerza independiente del peronismo sino como alternativa de gobierno en el mediano plazo. Además, esta tradición identitaria los llevó a un internacionalismo tercermundista (diferenciado del internacionalismo tradicional leninista o trotskista), vinculándose con Cuba y algunos países árabes en sintonía con el nivel de impacto y simpatía que las luchas de estos pueblos tenían entre las masas populares peronistas, por su grado de enfrentamiento al imperialismo y no por una caracterización de clase del proceso. Las luchas populares 232

Para profundizar más en este tema puede consultarse la diversa historiografía existente sobre la Revolución Cubana, y desde una perspectiva del desarrollo de la guerrilla en Argentina, los trabajos de Luis Mattini op. cit.; de Gabriel Rot, Orígenes perdidos de la guerrilla en Argentina, Buenos Aires, El cielo por asalto, 2000; y de Sergio Nicanoff y Axel Castellano, Las primeras experiencias guerrilleras en la Argentina, Cuaderno de Trabajo nº 29, Buenos Aires, CCC, 2004. Podemos sugerir también que las diferencias del Che y Fidel en torno a argentina pueden deberse entre otras cosas a la labor práctica del Che como propagador de revoluciones frente a la responsabilidad de Fidel como jefe de Estado.

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antiimperialistas dadas desde una perspectiva de frente de clases fueron conducidas por organizaciones de identidad ideológica difusa y se acercaban más a la perspectiva revolucionaria montonera que a las luchas conducidas por una vanguardia obrera marxista leninista. En este sentido, para “la M” el nacionalismo era el camino hacia el socialismo, y ese camino pasaba irremediablemente por una etapa de frente de clases. Igualmente debemos destacar que Montoneros a través de la revista El Descamisado, no dudó en criticar la misión de López Rega a Libia, calificando el convenio petrolero con el país como una “tanga” en donde se pagaba por el petróleo libio un precio demasiado alto. También hizo referencia a un supuesto préstamo de 2400 millones de dólares que estaba ligado a “ciertos trámites” como el desplazamiento del “judío” Gelbard. A fines de junio de 1974, los diputados de la JP, Leonardo Bettanin y Miguel Angel Zavala Rodríguez, demostraron que López Rega había orquestado con el “Operativo Libia” un negociado millonario, al pagar por el crudo precios altísimos. Dichos diputados criticaron en un proyecto de resolución enviado a las Comisiones de Comercio y de Energía y Combustibles el tratamiento de “país amigo” que según López Rega el gobierno de Muammar Khadaffi daba a la Argentina. Según estos legisladores, el alto precio (cercano a los 19 dólares CIF) pagado por la compra de petróleo libio, muy por encima del que pagaba Uruguay (cercano a los 10 dólares), no se correspondía con el tratamiento de “país amigo”. En dicha ocasión, Zavala Rodríguez y Bettanin también denunciaron las referencias de López Rega a la “presencia de funcionarios de origen judío en el gabinete argentino”, que según el ministro de Bienestar Social, habrían entorpecido las negociaciones con Libia233. Podemos ver así que la política montonera a nivel internacional era una “segunda instancia” atada a la dinámica nacional. Ya que los libios sin dudas podían ser vistos como un país antiimperialista partidario de los procesos de liberación nacional, pero en la Argentina la relación Libia era con la derecha peronista (al menos en ese tiempo). Por otra parte podemos ver también que la política exterior de Montoneros tampoco era regida por simple oportunismo, sino que mantenía una línea acorde con los principios generales de la organización Montoneros entonces se distanciaba de las posiciones tradicionales del peronismo respecto a la política internacional. Cuales era estas posiciones: podemos 233

Ver al respecto “Editorial”, El Descamisado, Año 1, Nº 42, 5 de marzo de 1974; proyecto de resolución de los diputados Miguel Domingo Zavala Rodríguez y Leonardo Bettanin, en Congreso Nacional, Diario de sesiones de la Cámara de Diputados año 1974, Tomo II, Sesiones ordinarias (del 12 de junio al 18 de julio de 1974), Reunión 9º, Junio 25 de 1974, Buenos Aires, Imprenta del Congreso de la Nación, 1975, pp. 883-884; “Piden informes sobre la compra de petróleo libio”, La Opinión, 26 de marzo de 1974, p. 8.

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caracterizar a la política de Perón respecto de las relaciones internacionales como de “autodeterminación de los pueblos”. En la práctica, esto implicaba que el General – como buen nacionalista–, priorizaba el interés local inmediato más allá de quién fuera su posible aliado o si este aliado fuese un gobierno popular o reaccionario. Por eso podía mantener buenas relaciones con Cuba o la URSS y abrazarse con Pinochet o Stroessner. O sea, según el pensamiento montonero, para Perón era una desgracia que cayera Allende pero eso era problema de los Chilenos, Argentina debía acomodarse siendo realista y adaptándose a la nueva situación234. Montoneros consideraba que para fines del 73 Perón ya había abandonado su idea de una alianza continental antiimperialista y había pasado a una posición de negociación con las dictaduras latinoamericanas proyanquis. “La M” veía que en el 73 el mapa geopolítico de América Latina se había alterado notoriamente con los golpes en Chile, Uruguay y Bolivia, mientras que Perón respondía a dicha situación con un repliegue estratégico y con gestos de reconocimiento a Pinochet, Banzer y Stroessner. Para Montoneros esto expresaba una maniobra defensiva del General para sostenerse en el poder y entendía que el recambio político local que había implicado el desplazamiento de Cámpora y la asunción de Perón se había dado en ese sentido. A partir del reconocimiento de esta situación impuesta por Perón, Montoneros comenzó a manifestar sus diferencias: “Perón tiende a producir una acumulación de poder dentro del régimen constitucional (cosa que es imposible) y busca negociar con los países del cerco para romper el cerco, y la negociación con el imperialismo yanqui”. Por más que estas notas estén redactadas con cierta ambigüedad en el lenguaje ó que se planteen de forma tal que lo hace parecer superable, el antagonismo expresado era insalvable no sólo en lo estratégico sino también en lo táctico. Lo notorio es que lo explicaban correctamente más adelante, al analizar la Tercera Posición en la “Charla a los frentes”: “para Perón la lucha no es contra el imperialismo yanqui sino en contra de los imperialismos, es más, se caracteriza al imperialismo ruso como un imperialismo fundamentalmente político ideológico (...) pero ocurre que cuando uno tiene que desarrollar el proceso parte de una situación en donde el imperialismo que existe es el yanqui, el otro imperialismo resulta un fantasma en la Argentina, resulta siempre alguien infiltrado”235.

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“Charla...”, op. cit., pág. 265-268

235

“Idem pág. 265-268.

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Cabe destacar que en esos momentos, desde las esferas sindicales, políticas y el mismo Perón, caracterizaban a la “infiltración marxista” como un enemigo central a combatir en el marco del combate a la “sinarquía” que englobaba a todos los imperialismos y sus agentes. “Perón en su tercera posición combate a los rusos pero los combate mucho más que por imperialistas, por marxistas. Porque él no comparte el presupuesto de la lucha de clases y no comparte el sistema socialista”236, afirma Montoneros. En esta línea adscribía a la posición que Cooke ya había formulado en los 60: la posición que se debía tomar era la tercermundista en el plano político distanciándose de los rusos “como traidores a la causa del socialismo como negociadores”, pero no ideológica. “Nuestra tercera posición no es ideológica sino política (...) una tercera posición en el Tercer Mundo, pero no una tercera posición entre capitalismo y socialismo”237. El PRT-ERP, por el contrario, consideraba que el contexto internacional era determinante y que su partido era parte de una lucha mundial, por eso su esfuerzo para vincularse a organizaciones a nivel internacional desde sus inicios. En este sentido entendían al marxismo como una filosofía y una concepción del mundo (no como un método de análisis, de acuerdo a las FAR, o como una guía para la acción, según Montoneros), cuya meta era la transformación mundial. Tenían en Vietnam una referencia central y las discusiones en torno al socialismo de la URSS y los países del Este europeo fueron fundamentales para sus definiciones ideológicas (y para sus relaciones con la Cuarta Internacional), adscribiendo a la crítica guevarista aunque cruzados, también, por una vertiente trotskista manifestada en su mención a la burocratización y al énfasis en el trabajo fabril. De acuerdo con el documento en el que polemiza con las FAR, de 1971, el PRT consideraba que “los países donde se construye el socialismo con una concepción marxista leninista, (son) China, Corea, Vietnam y Cuba (N. de a.: Otros documentos incluyen Albania), pudiendo agregarse también los países del Este de Europa (donde las masas movilizadas piden profundizar el socialismo) y por último Rusia donde ni la casta burocrática puede frenar el proceso de construcción del socialismo”238. Pero ya hacia el 76, la visión de la URSS varió y era caracterizada como “el principal bastión del campo

236

Ídem. pág. 274.

237

Ídem, pág. 275.

238

Cristianismo y Revolución Nº 28, “Reportaje a las organizaciones armadas”.

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socialista”239, adscribiendo, al menos en el discurso -ya que el PRT siempre mantuvo una línea muy diferenciada de la recomendada por la URSS- a la línea del comunismo soviético, quizá en búsqueda de un respaldo internacional ante la difícil situación producida a partir del golpe. Pero más allá de estas definiciones y de los vaivenes respecto del trotskismo y del internacionalismo clásico del que hacían gala en todos sus escritos, la principal línea de política internacional del PRT-ERP se manifestó en el esfuerzo por crear una coordinación guerrillera en el Cono Sur: la formación de la Junta Coordinadora Revolucionaria (JCR) en el año 1974, contó con la participación del PRT-ERP, el MIR chileno, los Tupamaros uruguayos y el ELN boliviano. Y dado que en Argentina había gobierno constitucional cuando en los otros países ya se habían dado golpes militares, muchos cuadros de las organizaciones mencionadas tuvieron, al replegarse desde sus países, una activa participación dentro del PRT-ERP. En ese sentido es interesante notar cómo la intensa política desarrollada por el PRT en la relación con las otras organizaciones guerrilleras le permitió ubicarse como la principal guerrilla argentina en el período 73-76, aun para organizaciones como Tupamaros, que tenían más similitudes identitarias e ideológicas con Montoneros 240. El PRT sostenía su internacionalismo con un discurso que hacía permanente referencia a la Internacional leninista, cuya característica era una estructura política centralizada con secciones nacionales. Pero en la práctica, la concepción de la JCR era diferente: el PRT impulsaba la creación de una coordinación de fuerzas autónomas en torno al eje de la lucha armada, el antiimperialismo y el socialismo. El énfasis en lo militar de la coordinación quedó acentuado en el manifiesto fundacional de la JCR, firmado por el ERP y no por el PRT. En este sentido el PRT-ERP planteaba en la práctica y en sus artículos escritos una visión diferente del tradicional internacionalismo de las fuerzas de izquierda fueran de la Tercera o la Cuarta Internacional. El internacionalismo del PRT, por fuera de sus relaciones con la Cuarta Internacional, en realidad era un internacionalismo antiimperialista revolucionario (como también el de Montoneros cuando se abrió a las relaciones internacionales), que agrupaba a organizaciones que utilizaban el mismo método de lucha y buscaban la transformación revolucionaria de las

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Ver el documento presentado para la discusión en el Comité Central reunido en Moreno inmediatamente después del golpe del 76. En Weisz, Eduardo, El PRT-ERP nueva izquierda e izquierda tradicional, Cuaderno de Trabajo nº 30, Buenos Aires, CCC, 2004. 240 Habría que estudiar también las críticas y los aportes que el chileno Enriquez realizó al PRT.

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estructuras políticas, económicas y sociales241: “Uno, dos, tres, muchos Vietnam” desde una perspectiva latinoamericana. Es igualmente necesario hacer notar que para una organización guerrillera en actividad, la existencia de aliados del otro lado de las fronteras puede ser muy útil desde el punto de vista militar y logístico, más allá de consideraciones ideológicas y políticas. En este sentido la izquierda revolucionaria consideró siempre que las luchas desarrolladas en América del Sur, y específicamente en el Cono Sur, tenían una larga tradición histórica de vinculación entre ellas (explícitamente reivindicadas por el PRT)242: la independencia de España fue un proceso continental, como lo habían sido previamente las rebeliones tupamaristas y posteriormente la resistencia a la penetración económica imperialista. Además, la vinculación se basaba no sólo en la circulación de militantes o el exilio por razones políticas, sino también en la circulación de masas de población por razones económicas entre los distintos países. 8 - La organizaciones armadas y la relación peronismo movimiento obrero La relación de la guerrilla con la clase obrera es fuente para fuertes debates tanto en el plano de la investigación académica (terreno poco transitado aún) como en le plano de la discusión entre corrientes políticas. El tema está en que las organizaciones armadas se propusieron ser la vanguardia de la clase trabajadora y nutrir sus estructuras de los obreros más destacados, buscando un vínculo orgánico entre las tareas políticomilitares y la movilización y organización del sector social que debía darle sustento a la lucha por la toma del poder. Presentaremos en este capítulo una aproximación a las políticas del PRT-ERP y Montoneros en el seno del movimiento obrero a sabiendas de que es un terreno poco explorado aún y que tenemos una base empírica no suficientemente desarrollada como para sacar conclusiones definitivas. Partimos de la siguiente concepción: que la clase trabajadora en su conjunto “se forma” en la fábrica (o lugar de trabajo) y en su barrio o lugar de socialización, a partir de percepciones inmediatas y luchas económicas243. Mientras que sólo en muy contados 241

De Santis, Daniel, op. cit., pág. 363 y siguientes, “Declaración constitutiva de la JCR” y “La Junta Coordinadora Revolucionaria. Orígenes y perspectivas”. 242 Por ejemplo, el ERP tenía como bandera propia la del Ejército de los Andes reemplazando al sol por una estrella roja con el objetivo de simbolizar la unión entre las luchas del pasado y del presente. 243 Ya planteamos en capítulos anteriores la forma en que nos apropiamos de la idea de “formación” y “experiencia” presentado por E. P. Thompson. Y como la articulamos con la idea de “experiencia de lucha” como mayor y definitoria en la formación de la conciencia.

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momentos la clase como tal da luchas políticas generales. Son los momentos en los cuales se produce el “salto” de lo económico a lo político244. Pero la lucha política es permanente y los militantes de organizaciones políticas que se planteaban conducir procesos revolucionarios estaban inmersos en esa lucha política en forma permanente por lo tanto sus concepciones se forman más allá de lo económico, sectorial o local, transformándose en lo que Gramsci llama intelectuales orgánicos. Nuestra perspectiva implica que las determinaciones económicas no configuran automáticamente una clase obrera universal con una conciencia única, sino que entre la determinación económica y la conciencia particular que cada clase obrera adquiere hay una serie de mediaciones, que se basan en la “experiencia” de lucha245 que esa clase tiene en el marco de la sociedad nacional de la que es parte. En este punto es que encontramos la explicación del tema de la identidad peronista de la clase obrera argentina en los años 70. La identidad peronista implicaba algunos presupuestos ideológicos generales pero excedía las definiciones ideológicas de Perón; la identidad era paralela a la ideología y no se refutaba simplemente con una ideología más clara y superadora. Como explica Daniel James en su estudio sobre el movimiento obrero, “el peronismo significó una presencia social y política mucho mayor de la clase trabajadora en la sociedad argentina (...) estos son factores fáciles de demostrar empíricamente y en más de un caso estadísticamente mensurables. Sin embargo existieron otros factores que es preciso tener en cuenta al evaluar el significado del peronismo para la clase trabajadora, factores menos tangibles y más difíciles de cuantificar. Nos referimos a factores como el orgullo, el respeto propio y la dignidad”. La clase trabajadora accedió a la política burguesa argentina aceptando las reglas de juego (quizá mejor que la misma burguesía) e hizo sentir su fuerza durante años impidiendo la instauración de un régimen económico más perjudicial a sus intereses; aunque esto mismo le haya significado resignar el apoyo a proyectos más vastos de transformación social. Entonces el tema de la «experiencia» de la clase obrera se relaciona con la identidad, ya que la identidad política de una clase se constituye en la lucha colectiva. Si bien hemos intentado explicar que la «identidad»246 (peronista) no expresaba una ideología acabada, y que las «estructuras de significación» con las que la clase interpretaba su adscripción al peronismo abrían un abanico de posibilidades mucho más 244

Seguimos las ideas de Nicolás Iñigo Carrera en La estrategia de la clase obrera en 1936 Bs. As. ed. Madres de Plaza de Mayo, 2004. 245 Ver Carrera Iñigo op. cit. 246 Concepto presentado por Raymond Willams en Marxismo y literatura y tomado por Daniel James en Resistencia e Integración.

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amplias que las definidas por «la comunidad organizada », la conducción de Perón imponía claros límites en cada momento. Para disputar la conducción de la clase trabajadora tanto el PRT como Montoneros debía enfrentar la realidad de una clase ya formada y no “huérfana” de representación. Es en ese momento cuando la contradicción entre Montoneros y el PRT sale a la luz. Para “la M” la experiencia de la clase dentro del peronismo debía ser asumida y radicalizada, mientras que para el PRT-ERP y los sectores más radicalizados de la clase obrera denunciaban que fortalecer la identidad peronista entre los obreros sólo profundizaba la penetración de la ideología burguesa en la clase. Quizás, sólo como hipótesis, podemos pensar que el deterioro de la organicidad de la clase obrera al peronismo clásico podía llegar a producirse en el marco de fuertes políticas antipopulares aplicadas prolongadamente contra una clase obrera organizada, combativa y con fuertes núcleos revolucionarios en su interior. En ese caso podría pensarse que tanto el PRT, como Montoneros y el resto de la izquierda hubiera alcanzado un nivel de influencia mayor entre los trabajadores y logrado también su conducción política nacional: la fusión vanguardia política, experiencia de la clase y el pueblo. En la diferente valoración de este periodo y de las posibilidades de un proceso “populista” se encuentra una de las claves de la diferenciación entre el PRT y Montoneros. A pesar de esta diferencia, para los revolucionarios setentistas no había dudas que la clase obrera debía ser el sujeto de la revolución, con matices obreristas o populistas todos pensaban lo mismo. Por eso entender la relación de esta clase con el peronismo oficial y las políticas que las organizaciones se dieron hacia ella es fundamental para ver las posibilidades de materialización de sus proyectos. Para Montoneros la resolución de la contradicción entre identidad del peronismo e ideología propia de la clase era difícil, ya que desde las estructuras del peronismo y desde el propio Perón se les exigió, a partir del acceso al control del Estado, disciplina ideológica y política, y además, la derecha los atacaba violentamente. «La M» pretendía pilotear esta contradicción intentando dar muestras de disciplina pero sin bajar sus banderas. «Estamos obligados a luchar contra la burocracia, lo que vamos a hacer de la forma más disimulada posible»247 señalaban. En última instancia los montoneros pretendían ganar tiempo hasta que muriera Perón. Claramente lo planteaban así en la «Charla a los frentes», en la que señalaban que el proceso revolucionario sería de 30 ó 247

“Charla...”, op. cit., pág. 310.

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40 años mientras que Perón no iba a vivir más de 4 ó 5 (en realidad, sólo vivió unos meses). Además disponían de informes sobre la próxima muerte de Perón, ya que el médico Jorge Taiana (a cargo de la salud del General) les pasaba información al respecto. Luego, en el Manual … , se hicieron una autocrítica. Al comenzar el proceso con Cámpora, Montoneros intentó un disciplinamiento al Pacto social impulsado por Perón, dándole un significado de luchas económicas progresistas. Perdía menciona una anécdota que grafica estas diferencias: «En el acto de Atlanta, no me acuerdo por qué tema (...), creo que en el [primer] aniversario del 11 de marzo hablaba Firmenich y una tribuna estaba ocupada por el PB, que gritaba consignas como ‘todo el poder a la clase obrera’ y cosas así. Por debajo de la tribuna iba caminado Osatinsky (...) Nosotros teníamos en ese momento la consigan del fifty fifty, del peronismo: 50 por ciento para la clase obrera y 50 por ciento para los empresarios, mientras que el PB pedía todo el poder a la clase obrera ya. Entonces Osatinsky se para debajo de la tribuna y les grita ‘fifty fifty o nada’»248, se ríe. Recordemos que José Ber Gelbard, presidente de la Confederación General Económica (CGE) y miembro no público del Partido Comunista, fue el hombre que Perón impuso a Cámpora en el ministerio de Economía para llevar adelante su proyecto (el otro fue el ministerio de Bienestar Social entregado a López Rega). La herramienta de política socioeconómica que Perón y Gelbard planteaban era el “pacto social”, o sea, una tregua entre trabajadores y empresarios que fuera modelando una lenta recuperación del salario y que paralelamente mejorara la productividad de las empresas con estabilidad de precios (ésta era la antítesis de la postura del PRT y el resto de la izquierda revolucionaria y el clasismo). Montoneros pensaba que un pacto social podía llegar a ser progresista si un gobierno popular lo usaba para ganar tiempo, acumular fuerzas, desarrollar el país y fortalecer en espacio de los trabajadores en la economía. En realidad (y esto es materia de diferente valoración por parte de los ex militantes de la organización) la política sindical de Montoneros, posicionado junto a la vanguardia obrera, presionado por izquierda y enfrentado a la burocracia sindical peronista, le imponía en la práctica enfrentar el pacto. Además, toda la política económica diseñada por Gelbard dependía de una situación económica internacional que pronto se hizo desfavorable249. 248

Perdía, entrevista op. cit. La política del pacto social necesitaba para su éxito un conjunto de factores externos a ella difícilmente manejables por Perón. Por un lado, dependía del control que la burocracia sindical tuviera sobre sus bases, muy movilizadas en los años previos, y de una recuperación real del salario que la garantizara en el corto plazo; segundo, requería que los empresarios moderaran sus ganancias en beneficio de un crecimiento futuro de nuevos mercados (lo cierto es que 249

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Las diferencias de Montoneros con Gelbard eran en parte zanjables. “La M” consideraba a la burguesía nacional como una posible aliada en el proceso de liberación nacional. Aunque concebían a la burguesía en un rol subordinado, tal como planteaban en sus documentos con fuerza creciente a medida que el año 74 transcurría: “La OPM denuncia esta política (la del pacto social) como incorrecta e ineficaz, e impulsa (la) lucha de los trabajadores, aunque con limitaciones (...) para mantener la lucha interna dentro del movimiento peronista, priorizamos las tareas territoriales y la lucha de aparato”250, escribía para sus militantes el Manual… Pero tuvo que soportar, mientras tanto, que el PRT la denunciara como cómplice del gobierno. En efecto, en los conflictos gremiales desatados en Córdoba durante la gobernación de Ricardo Obregón Cano y Atilio López, la JTP tuvo una posición vacilante251: por un lado debían respetar el pacto social (aunque fuera formalmente); por otro, la movilización de las bases obreras más combativas (que en Córdoba eran muchas) imponía un ritmo de lucha que llevaba a la ruptura del pacto social. Esta situación de equilibristas mantenida durante unos meses, le dificultó la relación con los sectores más duros de la clase obrera. Dos años después desarrolló una autocrítica respecto a sus concepciones previas y expresó claramente que la alianza con la burguesía nacional había sido vista, erróneamente, como una posibilidad en el 73 (tal como se expresa en la “Charla...”). En el mismo sentido Perdía sostiene que en el 73 se concebía un frente de clases. Pero esto no sólo evidencia las diferencias del momento entre Montoneros y el PRT o el PB, sino también qué era lo que «la M» entendía como etapa de transición y cómo pretendía articularlo con las consignas clásicas del peronismo. «Habrá que recorrer una etapa de transición desde una estructura capitalista liberal y dependiente hacia una estructura socialista independiente. Esta transición pasa por la alianza de clases, pasa entonces por respetarle a la burguesía la propiedad privada de sus medios de producción, pero como uno establece la transición no le respeta los términos del capitalismo liberal, sino que introduce un nuevo elemento con el cual hace una mezcla

ellos ya habían generado un “colchón de precios” para aguantar el congelamiento impuesto por el pacto); y tercero, y determinante, dependía de factores externos como el valor de las exportaciones agropecuarias y el mantenimiento de los precios de las importaciones de los insumos industriales, cosa que no sucedió a raíz de la crisis mundial del 73, que destruyó los términos de intercambio que preveía Gelbard haciendo estallar el congelamiento ya muy golpeado por la presión de las luchas obreras. 250 Ver Manual..., op. cit. 251 Es importante mencionar que la acusación de “vacilantes” provino de la izquierda revolucionaria y el clasismo. Pero que Obregón Cano y Atilio López fueron duramente atacados por el gobierno nacional especialmente desde la asunción de Perón a la primera magistratura por no respetar las consignas del Pacto. Los colectiveros (el gremio de López) fueron parte de las oleadas huelguísticas de la época.

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(...). Un Estado fuerte y centralizado que planifica la economía (...), reparto del producto bruto, etc.»252. El documento continúa delimitando no muy claramente las atribuciones de ese Estado popular, pero básicamente podemos ver que «la M» proponía en esta etapa la abolición de la democracia burguesa existente y la instauración de un gobierno fuerte y cercano a la idea de partido único, y la disminución al mínimo del mercado como articulador de la economía, además de la nacionalización (estatización) de algunos monopolios (Recordemos que en los 70 había una fuerte presencia del Estado en la economía, tanto en servicios como en producción.) O sea, una revolución que sería primero política y luego económica. Cabe señalar que existe una paradoja en el mismo documento: si las tendencias socialistas harían inevitable el enfrentamiento con la burguesía, ¿por qué ésta iba a aceptar una alianza que finalmente la destruiría? Una respuesta con mayores precisiones la encontramos en el documento «El peronismo ha quedado agotado»253, inmediatamente posterior al golpe. Allí planteaban sencillamente que los burgueses pequeños que quieran acompañar el camino hacia el socialismo lo podían hacer ya que la idea que tenían los montoneros no era expropiarlos sino estructurarlos dentro de una economía planificada. Mientras que los medianos capitalistas también recibían el ofrecimiento de colaborar con el frente de liberación en la transición, pero no se les darían garantías para sus propiedades. El PRT, el clasismo sindical, y parte de la izquierda peronista cuestionaron desde el comienzo, políticamente, la idea de pacto social. Y la clase obrera en general desde lo económico se lanzó (como veremos mas abajo) a luchar por mejores condiciones de trabajo. Para el PRT el paulatino deterioro del gobierno y el avance de la derecha le significó aparecer como una opción en los lugares donde la clase obrera estaba más desvinculada de la tradición sindical peronista y donde se desataban conflictos. El partido impulsó el Movimiento Sindical de Base (MSB), que se insertó en Córdoba, Tucumán, La Plata y en el cordón industrial que baja desde Rosario, articulando grupos sindicales de oposición clasista y frontal al sindicalismo peronista y al pacto social impulsado desde gobierno de Cámpora, desarrollándose exponencialmente desde 1973 hasta las movilizaciones de julio de 1975, cuando llegó a su apogeo254. El MSB fue la 252

Ver “Charla...”, op. cit. Pág. 307 Documento del archivo de Mariano Pacheco 254 Pozzi, Pablo, op. cit. 363-365. 253

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experiencia de masas de más éxito del PRT; en julio del 74 reunió cinco mil trabajadores en representación de 120 agrupaciones en su segundo congreso y fue determinante en el movimiento obrero cordobés. Relata Pablo Pozzi que “En el caso del Movimiento Sindical de Base su origen se encuentra en el desarrollo del trabajo sindical del PRT-ERP fundamentalmente en Córdoba, La Plata, Rosario y Tucumán. El objetivo del MSB era articular la oposición antiburocrática de la base gremial y, a la vez, servir como embrión de un frente sindical clasista. Por ende, el criterio básico de la organización era que había que desarrollar instancias unitarias y clasistas que desafiaran el poder de la burocracia sindical a través de la participación de los trabajadores. Así, uniendo una cantidad importante de agrupaciones sindicales el MSB se fundó en julio de 1973 en un acto realizado en Córdoba. Un año más tarde, también en Córdoba, realizó su segundo Plenario. Si a la fundación habían asistido un poco más de mil personas, en el segundo hubo cerca de cinco mil representando ciento veinte agrupaciones sindicales”255. Para el sociólogo Juan Carlos Torre, sin embargo, a lo largo de la segunda mitad de 1974 tanto la izquierda clasista como la peronista sufrieron un retroceso en el terreno sindical y la burocracia avanzó con el apoyo de las patronales, el Estado y la represión, recuperando a través de intervenciones, despidos y violencia las estructuras de las que había sido desplazada. Quizá requiera un estudio más detallado determinar la real influencia de los trabajadores agrupados en el MSB: si seguían siendo delegados, si conservaban su trabajo, si tenían trabajo de superficie en las fábricas y cuál era el grado de predicamento sobre el resto de sus compañeros. Lo mismo deberíamos tener en cuenta para la JTP y para lo poco estudiado de la presencia sindical de la izquierda peronista. Lo cierto es que las mismas prevenciones caben para la burocracia. Que a través de la violencia el fraude y el apoyo estatal se imponía en las estructuras formales debilitando a los sectores “combativos” en general, pero cabe la duda de su real predicamento en las bases ya que este no es automático. Y no debemos extrapolar ahistóricamente la percepción actual de la relación (más pasiva) existente entre los trabajadores y sus organizaciones con la mucho las dinámica y contradictoria de esos años. Podemos seguir el relato de De Santis donde cuenta la historia de su paso por la lucha sindical en Propulsora Siderúrgica de La Plata. Allí el PRT compartía la dirección 255

Pozzi Pablo “Por qué el ERP no dejará de combatir” El PRT-ERP y la cuestión de la democracia en http://www.cedema.org/uploads/Pozzi_PRT-ERP_Democracia. Para el desarrollo y las resoluciones votadas en el II Plenario de MSB, véase Nuevo Hombre No. 61, 18 de abril de 1974.

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de la comisión interna con la JTP el PC y el PB, y De Santis llego a ser el jefe256. La percepción de De Santis difiere de la de Carlos Flaskamp (que era el responsable político de la UBC donde se encuadraba el dirigente de la JTP de la fábrica y jefe de la comisión interna antes que De Santis) cuando relata la resolución, a través de una operación militar, de un conflicto sindical en Propulsora, en el momento en que la JTP tenía la conducción: cuando el conflicto se empantanó los montoneros secuestraron al gerente y se sentaron directamente a negociar consiguiendo todas las reivindicaciones de los obreros. Esto implicó, según Flaskampf, gran alegría de los trabajadores, que ya estaban agotados. Pero relativiza la efectividad de esta victoria ya que poco tiempo después el referente de la JTP en la fábrica, de gran predicamento, abandonó el trabajo con una indemnización ofrecida por la empresa y la lista combativa se desarmó y, luego de un nuevo ataque, la patronal derrotó a los obreros. La enseñanza que pareciera querer transmitir Flaskamp a través de esta experiencia es que una conquista sindical obtenida por el accionar externo de una organización armada no implica un mayor nivel de conciencia ni de organización de la clase obrera. Daniel De Santis que como señalamos era miembro de la comisión interna de Propulsora y cuadro del PRT, nos da una visión diferente del conflicto. El no recuerda al dirigente de la JTP como una persona débil políticamente y vincula su alejamiento de la fábrica a las persecuciones que poco después a él mismo lo obligaron a seguir el mismo camino de clandestinidad. Tampoco considera que los trabajadores quedaran desarmados por el alejamiento del líder de la JTP en la fábrica. El mismo llegaría a la conducción de la comisión interna y Propulsora continuaría en lucha siendo los trabajadores protagonistas destacados de las jornadas de resistencia al rodrigazo en junio-julio de 1975. Quizás sea interesante tomar nota de estos dos balances opuestos. Flascampf es autocrítico con la experiencia de la época y abandonó Montoneros en 1975. Mientras que De Santis hace una reivindicación plena de la misma y siguió en el PRT hasta el final. Por lo tanto no deberíamos negar a priori la posibilidad de una buena recepción por parte de los trabajadores del accionar de las organizaciones armadas para resolver conflictos difíciles. Además, no debemos sobreestimar el “hecho armado” ya que el conflicto fue muy largo y complejo. La lucha en Propulsora se extendió desde mucho antes del secuestro y continuó mocho después.

256

Par conocer la experiencia de Propulsora puede leerse el artículo de Daniel De Santis en el libro ya mencionado Entre tupas y perros. Buenos Aires, Razón y Revolución, 2006. Y nuestra entrevista a Carlos Flashcampf ya citada. Como también el libro del mismo autor Organizaciones político militares.

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Un caso paradigmático fue la intervención a la seccional Villa Constitución de la UOM en 1975. Villa Constitución y toda la zona industrial que va desde Rosario hasta el norte del Gran Buenos Aires contaba con un sindicalismo combativo con presencia mayoritaria de la izquierda en sus diferentes variantes. Pero en el mes de Marzo de 1975 a raíz de un conflicto gremial que incluía un enfrentamiento entre la seccional combativa y la UOM nacional se desató una ofensiva contra los trabajadores. Una columna de más de un kilómetro de camiones y automóviles cargados de hombres armados del sindicalismo, las AAA, policías federales y provinciales con el aval explícito de la UOM nacional el apoyo del gobierno y la UCR hizo efectiva la intervención de la seccional decidida por la UOM. Se puso en funcionamiento un campo de detención clandestino, se detuvieron cientos de activistas y se desaparecieron a veinte de ellos. Los trabajadores fueron calificados de subversivos y sus actividades de “guerrilla fabril” según Ricardo Balbín líder de la UCR. Es de destacar que en esa zona se concentraban importantes plantas fabriles, de industria pesada y con productos de alto valor agregado y tecnología de punta. La Villa vivió una situación casi de guerra, con el agravante de que las fuerzas estatales y paraestatales que operaron durante esas jornadas lo hicieron con total libertad y sin las limitaciones que debía imponer la, aún vigente, legalidad preanunciado el modus operandi posterior al golpe. Los trabajadores fueron derrotados pese a su dura resistencia, aunque no totalmente desarticulados. Es interesante discutir la perspectiva de Juan Carlos Torre, en su libro Los sindicatos en el gobierno. Plantea: “Las luchas antiburocráticas no ponían en juego la lealtad política de los trabajadores”, pero “asumir la defensa (de un sindicalista combativo) cuando era objeto de un ataque oficial (...) era entrar en conflicto político directo con el gobierno por el cual se habían movilizado desde el 55”. Las luchas económicas “extraían su legitimidad del discurso oficial”, pero enfrentar al peronismo “colocaba a los trabajadores ante definiciones políticas más complejas” 257. Estas definiciones recién comenzaron a ser necesarias para los trabajadores hacia el 75 cuando el tandem Isabel López Rega lanzo un paquete de políticas claramente antiobreras. Es decir que para Torre era posible golpear al gobierno indirectamente golpeando a la burguesía, en el marco de una etapa de grandes expectativas por parte de los trabajadores, y a partir de allí hacer entrar en contradicción al gobierno, pero era 257

Torre, Juan Carlos, Los sindicatos en el gobierno, Buenos Aires, Siglo XXI, 2004, pág. 118-119.

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muy difícil golpear al gobierno mismo ya que los trabajadores lo consideraban suyo. Siguiendo esta misma concepción la derecha peronista y la burocracia sindical buscaron permanentemente el enfrentamiento directo de los revolucionarios con el gobierno, y lo lograron. Aunque Montoneros y la izquierda peronista en general desarrollaron una política centrada en que se cumpliera el programa votado, intentando poner al descubierto la tendencia hacia la derecha que se estaba manifestando y que no tenía consenso popular. Igualmente, plantea Torre, antes del golpe fue muy difícil, tanto para los “clasistas” (con más vinculaciones con la izquierda no peronista) como para los combativos (con más influencia de los Montoneros y JTP), sostenerse en los sindicatos, ya que la ofensiva de la burocracia apoyada por la patronal y el Estado era violentísima. Por ejemplo si bien el PRT lograba aglutinar una gran cantidad de trabajadores combativos, la mayoría de ellos ya estaban despedidos o lo fueron prontamente cuando se producía su acercamiento al Movimiento Sindical de Base (MSB), frente sindical impulsado por el PRT. Mas allá de la postura de Torre, que habla de un deterioro continuo de la representatividad de la izquierda en el movimiento obrero desde la asunción del peronismo, podemos afirmar que con la asunción de Campora las luchas crecieron (aunque más focalizadas) y que, por ejemplo, la mencionada lucha de Villa Constitución fue producto de una radicalización de las bases durante el 73/74. Nuestros entrevistados consideran a los años 74 y 75 como de gran expansión de las fuerzas de izquierda en el seno de la clase trabajadora. Y las posiciones tanto de la burocracia sindical como de los partidos tradicionales en trono a la necesidad de disciplina a los trabajadores como la violenta represión que cayo sobre le movimiento obrero después del golpe nos debería hacer pensar con mayor profundidad esos temas. También es un dato importante en este sentido que por debajo de las estructuras sindicales centralizadas la movilización combativa continuó y se expresó en junio y julio de 1975 en las Coordinadoras de Base y en las movilizaciones contra el Rodrigazo que dieron por tierra con el primer intento de ajuste neoliberal y lograron la expulsión de López Rega (que además, estaba en contradicción con la burocracia capitaneada por Lorenzo Miguel). Entonces vemos que la situación política abierta a partir del 11 de marzo no implicó en lo social un parate en las luchas. Más bien lo que hubo fue un cambio de sentido de las mismas. Si hasta el 11 de marzo la reivindicación económica iba 124

acompañada de un alto componente político antidictatorial e incluía en gran parte a la burocracia política y sindical; la nueva situación (con pacto social de por medio) implicó que los trabajadores ya no realizaban huelgas contra un gobierno que en general consideraban suyo, sino que las realizaban para imponer en los hechos las reivindicaciones por las que consideraban habían luchado durante 18 años. Este fue en general el sentimiento de las bases que llevaron adelante las oleadas de huelgas fábrica por fábrica (400 huelgas en el año anterior a la muerte de Perón, de las cuales el 31% incluyeron ocupación de fábrica)258. A partir de esta base de luchas fabriles y por lugar de trabajo las reivindicaciones de articularon a nivel ramas o regiones y, con el tiempo, llegaron finalmente a la huelga general de julio de 1975. En este sentido consideramos que hay una correlación posible entre el nivel de politización de los conflictos y su desarrollo desde lo focalizado a lo nacional259. Pero la existencia de numerosas luchas por reivindicaciones laborales no debe ser novedoso, esta misma expectativa se abrió en la case obrera luego del triunfo peronista el 24 de febrero de 1946. Fue un periodo de muchas huelgas y de importantes conquistas legitimadas por el lenguaje oficial que hablaba de derechos conquistados. Si bien el Estado arbitraba reconociendo la mayoría de los reclamos obreros, paralelamente tomaba medidas contra las direcciones que habían conducido la huelga. Pero sin dudas el recuerdo obrero estaba en la “conquista” y no en la concesión y que había sido Perón el que finalmente legitimó su lucha. Sin embargo el contexto del 73 era otra la clase obrera con mayor experiencia y organización y otra la burguesía con necesidades de disciplinamiento laboral mayor ya que el Estado tenía menos para repartir sin afectar sus ganancias260. Pero la clase obrera era peronista desde una situación política que sentía de paridad, lucha y negociación con la burguesía, con límites para ambos lados. Fue la clase obrera la que hizo fracasar uno tras otro los diferentes proyectos burgueses, desde el Congreso de la Productividad (promovido explícitamente por Perón) hasta el plan de Celestino Rodrigo (bajo el gobierno de Isabel), pasando por todos los planes y gobiernos desde 1955 hasta 1973. El problema que esto implicaba para el PRT no fue, 258

Jelín, Elizabeth: “Conflictos sociales en la Argentina”, Estudios Sociales, CEDES Nª 9, Buenos Aires 1977. En Brunetto, Op. cit. 259 Iñigo Carrera, Nicolás op. cit. cap I 260 Para el análisis de las políticas económicas podeos ver Brunetto, Luis “Crecimiento y control salaria en la economía peronista” Jornadas de Historia económica Universidad nacional de Tres de Febrero. 2008. Rapaport Mario y colaboradores Historia económica política y social de la Argentina 1880-2000 Bs. As. ed. Macchi 2000. Gerchunoff, Pablo; Llach, Lucas Ciclo de ilusión y desencanto. Un siglo de políticas económicas argentinas Bs. As. Ed. Ariel, 1998.

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principalmente, no reconocer las virtudes y límites de la clase obrera peronista (ya que en última instancia el PRT acertó en varios de sus análisis y predicciones), sino que la asunción de una nueva política que implicaba rupturas fundamentales en las concepciones formadas desde hacia tres décadas era un proceso que requería más tiempo para la aprehensión colectiva de una nueva experiencia261. Entonces salvo los núcleos más politizados (que, debemos aclarar, en los 70 eran numerosos y se encontraban en la dirección de fábricas y gremios), el grueso de la clase obrera estaba movilizada y era receptiva al discurso y la práctica combativa, pero su proceso de ruptura con el peronismo debía transitar una experiencia contraria a la vivida previamente que deteriorara la identidad peronista de la clase, y ese proceso, que podía estar en sus comienzos a partir del giro claramente antipopular dado por el gobierno de Isabel, fue interrumpido por el golpe de Estado. Con un escenario de lucha de clases desplegado y con la correlación de fuerzas mostrada hasta aquí es que el tandem Isabel-Lopez Rega llegó a la cabeza del Estado. Simplificada el pleno poder de este grupo comenzó ha hacerse efectivo a partir de las renuncia de Gelbard. El grupo de Lopez comienza a pergeñar un nuevo plan económico que (esquemáticamente) se basaba en una política de shok para afrontar las repercusiones de la crisis mundial del 73: devaluación, aumento de tarifas de servicios públicos, bajar el salario real para recomponer las ganancias de la burguesía en medio de una crisis mundial y así sostener la inversión. Este plan fue lanzado finalmente por Celestino Rodrigo luego del intento fallido del peronista ortodoxo Gómez Morales (ya fuertemente resistido por la CGT). Las direcciones sindicales se opusieron mayoritariamente al plan pero desde una estrategia de presión negociación que no implicara desbordes. Pero, la intransigencia del gobierno y el rechazo activo de las bases obreras rompió la pasividad con que las direcciones sindicales intentaban negociar con Rodrigo. Grandes movilizaciones impulsadas por el sindicalismo clasista, marxista y peronista combativo impusieron una huelga general de hecho, que fue finalmente aceptada por la GCT (primera huelga general contra un

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Esta concepción compleja, donde la determinación cotidiana del devenir de los diferentes procesos históricos y del comportamiento de los diferentes actores excede lo económico, proviene de los mismos Marx y Engels. “Según la concepción materialista de la historia, el elemento determinante de la historia es en última instancia la producción y reproducción de la vida real (...) pero en el curso del desarrollo histórico de la lucha ejercen influencia también, y en muchos casos prevalecen en la determinación de su forma, diversos elementos de la superestructura: las formas políticas de la lucha de clases y sus resultados (...) constituciones (...) formas jurídicas (...) teorías políticas.” Carta de Engels a J. Bloch, 21 de setiembre de 1890, en Marx, Karl y Engels Federico, Correspondencia, www.marxist.org. En el mismo sentido se expresan Marx y Engels en la correspondencia con Konrad Schmidt, José Bloch, Nikolai Danielson y Franz Mehring.

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gobierno peronista). La movilización a Plaza de Mayo del 28 de julio terminó con la caída de López Rega y Rodrigo, y la imposición de un gabinete sindical262. Todo el periodo que va desde el lanzamiento del plan de Rodrigo el 4 de junio hasta la caída de Lopez Rega el 28 de julio fue de enorme agudización de la lucha de clases. Tal es así que la clase obrera enfrentó en su conjunto con medidas de alcance nacional la burguesía capitaneada ahora por su sector más reaccionario y con ella a su propio gobierno que impulsaba el plan.. En este enfrentamiento las corrientes clasistas y revolucionarias crecieron mucho en influencia y disputaron con la burocracia sindical la conducción de la pelea en contra del Plan Rodrigo, obligando finalmente a esta a enfrentar al gobierno en forma directa (los trabajadores marchaban a la CGT y a los sindicatos nacionales exigiendo a su organismo madre encabezar la lucha). Las concentraciones diarias y paros impuestos desde abajo daban un clima de revuelta y avanzaba de hecho en la paralización de la producción y el transporte. Allí surgieron las Coordinadoras de base que organizaron y encabezaron las movilizaciones y paros. Es interesante destacar que Montoneros intentó imponer su idea de formar una CGT paralela en base a las coordinadoras y que esta propuesta no logró consenso entre las demás agrupaciones de izquierda y las asambleas obreras263. El problema que hace a nuestro trabajo es identificar la real incidencia de los cuadros sindicales de las organizaciones armadas en el movimiento obrero. Un relato vulgarmente difundido considera que las organizaciones armadas para 1975 estaban prácticamente derrotadas o en fuerte retroceso. En este sentido creemos que hay que discriminar varios elementos. Son, para nosotros, tres: lo estrictamente militar, la presencia en el movimiento de masas más amplio y la incidencia dentro de los sectores más avanzados y concentrados de la clase obrera. Y es justamente en este último sector donde, en la percepción de los revolucionarios, se estaba avanzando. Según Brunetto en su trabajo 14250 o paro nacional “más complejo es, y no tenemos todavía resultados probados, determinar que tendencias político-sindicales dirigían o tenían influencia decisiva en las coordinadoras. Es evidente que las corrientes mayoritarias eran las que respondían a Montoneros, en primer lugar, y al PRT en el segundo”. Aunque para Pablo Pozzi, por el contrario, la izquierda clasista era en general más fuerte que Montoneros. Futuros trabajos deberán dilucidar esto. 262

Del Campo, Hugo, Sindicalismo y Peronismo. Los comienzos de un vínculo perdurable, Ed. CLACSO, Bs. As., 1983. 263 Ver Brunetto op. cit. De Santis, entrevista y Entre Tupas y Perros. Baschetti, op. cit. Loza, Carlos entrevista del autor.

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La posición respecto de la actitud montonera en los sindicatos difiere de acuerdo a las fuentes que se consulte. Varios de nuestro entrevistados ven a la JTP como compañeros de izquierda y combativos (Loza, De Santis) y los montoneros que consultamos personalmente o a través de sus escritos actuales muestra cierta autocrítica a haber tenido posiciones “muy clasistas”. Otros ven a Montoneros como una cuña conciliadora en el seno de las luchas obreras como varios de los entrevistados por Pozzi y Schneider o el reciente trabajo El peronismo Amado de Alejandro Guerrero264. Nosotros no avanzaremos en una conclusión en este estudio pero la política de reclutamiento de cuadros obreros por parte de la JTP incluía a una gama amplia de peronistas que si dudas traería en su mochila cierto macartismo como (en algunos casos) recuerdan los antiguos militantes de izquierda. Además Montoneros creció más tardíamente y lo hizo más en el GBA. Mientras que la izquierda clasista y el PRT tenían su asentamiento desde antes en el interior. Por otro lado desde el discurso peronista, que hace del movimiento un sujeto metafísico transhistórico, indudablemente la guerrilla y principalmente Montoneros estaban derrotados a partir de haberse aislado de la identidad que nucleaba a las clases populares y eso se constataba en su retroceso de masas. Así nos lo plantean varios de nuestros entrevistados (Flaskampf, Lewinger) y muchas memorias (Perdía, Amorín, Jauretche). Pero esta afirmación es contradictoria ya que, la izquierda clasista y especialmente el PRT siguieron creciendo a partir del 74 y durante el 75, a pesar de la dura represión y la violencia patronal y sindical contra los trabajadores clasistas y combativos. Y según las mismas personas la JTP fue conducción en las coordinadoras del 75. Además la represión que asoló nuestro país desde el 76 (pero antes también) dirigió un enorme esfuerzo en destruir la línea combativa de dirigentes sindicales de base que era considerada la principal traba a sus políticas de ajuste y racionalizacion de la producción a nivel lugares de trabajo. Por último tanto Perdía como De Santis y los documentos de las organizaciones que abordan ese momento, no dudan en marcar al Rodrigazo como un momento de lucha obrera que influyó decisivamente en las políticas de las organizaciones en la coyuntura posterior. Creemos que esto no es sólo producto de un análisis externo o “intelectual” de la coyuntura. Por el contrario el 75 parece haber sido el año en que los guerrilleros (o más bien sus expresiones sindicales) cosecharon mayores adhesiones. 264

Guerrero Alejandro, El peronismo Armado Bs. As. Cúspide 2009. Guerrero en un intelectual militante de del Partido Obrero, heredero de Política Obrera agrupación trosquista que actuó en el periodo.

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Fue el momento de mayor expansión de la JTP. Y, esto no es menor, tuvieron una incidencia determinante en el hasta se momento invulnerable bastión de la burocracia que era el conurbano bonaerense. Montoneros consideraba que, habría perdido sin dudas una parte importante de su influencia de masas canalizada a través de la identidad peronista, pero esto se justificaba al estar insertándose en la clase obrera industrial más combativa en medio de un proceso de retroceso de la identidad en función de políticas antipopulares desarrolladas desde el gobierno. Esta es la interpretación de la conducción nacional de la organización expresada en el Manual. Y también se verifica en que durante el 76, 77 y 78 Montoneros siguió apostando a unificar y fusionarse con las que, consideraba, eran luchas sindicales herederas de las coordinadoras que haría tambalear a la dictadura265. Ya planteamos una hipótesis central sobre este problema: que el retroceso de la identidad peronista era un proceso que sólo se concretaría si desde el mismo gobierno peronista se daban un conjunto de políticas antipopulares sostenidas en el tiempo. Pero, también sostenemos, que ese proceso fue interrumpido por el golpe. Las organizaciones sabían esto y los sectores más avanzados de la clase obrera (ese núcleo de la revolución en argentina como decía Santucho y sin dudas suscribía el resto de la izquierda inclusive Montoneros) estaba confrontando con las políticas del gobierno isabelista. Quizás el problema estuvo en dos aspectos de la naturaleza de ese proceso. Uno, que la confrontación aún en sus momentos más álgidos tenía un centro económico, como se ve en su consigna central de homologación de los convenios colectivos “14250 o paro general”. Aunque esto implicaba la imposibilidad de la burguesía de imponer su programa y que eran los sectores combativos del movimiento obrero los que se habían destacado en el impulso de la lucha, no decantaba automáticamente en la adhesión a los proyectos revolucionarios. Segundo: los que habían participado en la conducción del rodrigazo fueron los militantes sindicales de las organizaciones guerrilleras en tanto miembros del movimiento obrero. La simpatía de este sector del movimiento obrero por las organizaciones armadas, nos parece, era más bien la sensación de que “hay otro que está en la misma” que no es lo mismo que una identificación plena con una estrategia de lucha armada. Para llegar a ese nivel de implicación debía transcurrir un periodo de construcción de organización y lazos culturales nuevos a nivel fabril y territorial que las 265

Esta es la concepción con que se justificó la Contraofensiva. Ver conferencia de Firmenich “De la resistencia a la victoria” editada en video con producción y dirección de de Juan Gelman en 1978.

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organizaciones no pudieron realizar (aunque como vimos Santucho prevé algunos elementos en Poder… poder…). El último punto que nos interesa señalar, ya que va en contra de lo comúnmente admitido, es respecto de la muerte de José Ignacio Rucci por parte de los Montoneros. En general se considera la acción un error político que produjo resultados negativos para la organización. Nosotros en nuestro estudio señalamos algunos de los efectos que consideramos destacados: fortalecimiento de la burocracia en la cúspide, decisión de Perón de enfrentarse abiertamente a “la M”, excesiva externalidad para la resolución de las necesidades obreras, acercamiento entre le general y los burócratas. Pero, y esto es sustancial para ponernos a tono con el clima de época, la muerte de Rucci por Montoneros no movilizó un repudio masivo entre los obreros, fue la burocracia política y sindical la que se lanzó con furia contra “la M”. Y fue justamente los años posteriores cuando la JTP más se desarrolló. Planteamos una explicación al crecimiento de la JTP en Buenos Aires266: en el interior las luchas radicales de la clase obrera venían sucediéndose desde el 69 y la izquierda había asentado fuertemente sus bases allí (un proletariado joven). El gran Buenos Aires había permanecido parcialmente inactivo y controlado por la burocracia clásica. La ruptura de este proletariado recién comenzaba en el 74 y Montoneros podía con sus nuevas posiciones, liberado de su lealtad al líder y su programa, intentar ponerse a la cabeza 9 - Profundización de la Lucha armada

La concepción de las organizaciones guerrilleras argentinas fue similar a la de la mayoría de las organizaciones revolucionarias de la época. Como vimos, bajo el influjo de la revolución cubana y los demás procesos de independencia, nacionales o socialistas, los revolucionarios argentinos concibieron a la vía armada como la mejor y más efectiva forma de transformar condiciones nacionales consideradas injustas. Esta vía concebía una relación entre el avance del enfrentamiento armado, la movilización de las masas y el aislamiento del gobierno. Avanzaremos en este capítulo sobre la forma en que tanto para el PRT-ERP como Montoneros el proceso culminó dándose a la inversa a pesar del gran crecimiento inmediato anterior de las organizaciones de izquierda. 266

Perdía relate en nuestro reportaje que también tenían influencia en el interior y que, por ejemplo, en Tucumán realizaron (previo al intento de instalarse en el monte) una reunión de delegados de la FOTIA en la que juntaron el cincuenta por ciento del total, unos doscientos.

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Creemos que la generalización de la “violencia” como forma de expresión política de las organizaciones guerrilleras fue un proceso impulsado principalmente por sus enemigos. Más lucha militar y menos lucha política implicaban la desarticulación de las complejas estructuras que tanto Montoneros como el PRT habían construido en relación con los sectores que pensaban dirigir y que no podían seguirlos en la clandestinidad. Los guerrilleros no dudaban de la prioridad de lo militar y de la necesidad de que una agudización del enfrentamiento que llevaría a un generalizado apoyo popular a los que más consecuencia había demostrado en los últimos años de lucha. Pero el salto a la guerra generalizada (como la derecha y las FFAA impulsaron en 1975) implicaba condiciones de desarrollo de los aparatos militares, sindicales, barriales, etc. mucho mayor que el realmente existente. Y sobre todo que la conciencia de los sectores obreros y territoriales acompañara esa voluntad de pelear al nivel del propuesto por las guerrillas. Caso contrario si no se lograba asumir la necesidad de un repliegue se produciría el aislamiento del aparato miliar del resto y tarde o temprano su destrucción. El 6 de septiembre de 1974, Montoneros comunicó a la sociedad su pase a la clandestinidad267. Era la culminación de un proceso durante el cual se habían agotado todos los espacios legales de trabajo. En realidad la ofensiva de la derecha los obligaba a replegarse y, paradójicamente, usar la guerra como forma de expresión política principal en un contexto en que multitudes de militantes y adherentes no los podían seguir. Sin embargo en la concepción montonera “la organización nació como organización integral político militar. Nunca abandonó ese carácter. La militarización, como hecho negativo, efectivamente se concreta con el pase a la clandestinidad, pero aunque se parezca esto no es lo mismo que militarizar los ámbitos”268. Flaskamp, relata el proceso de ajuste organizativo sufrido durante el 74 y el peso de las tareas militares sobre el trabajo político: “A fines del 74 eso fue muy visible, daba la impresión de que no había tiempo para hacer otra cosa, estábamos tan metidos en esa tarea (la militar) que no nos quedaba tiempo para otra cosa. Es que la organización Montoneros era muy cuidadosa en la operatividad, entonces cuando uno ve las acciones que hizo puede 267

A modo de justificación se puede esgrimir que los asesinatos, la violencia sobre sus militantes, la expulsión de todos los espacios ganados democráticamente y el giro a la derecha del gobierno, sumado a una alta confianza en la capacidad de la vanguardia armada de crear mejores condiciones, generaba un clima de ideas favorable para que el pase a la clandestinidad no pareciera una decisión descabellada. 268 Perdía, Roberto, op. cit. Todos los documentos doctrinarios de Montoneros hacen hincapié en el concepto “intergralidad”.

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pensar “bueno tanto no operaron” pero cada acción era precedida por un trabajo muy largo de estudiar todas las posibilidades, descartar otras, muchas veces se postergaba una operación para elegir un momento adecuado, éramos muy meticulosos”269. Y agrega que el proceso de ajuste organizativo durante 1974/1975 implicó la desproporción de militantes desde UBC a UBR y desde estas últimas hacia la periferia, en un camino que buscó aumentar la solidez, seguridad y homogeneidad en desmedro de la masividad. Desde el pase a la clandestinidad, los golpes montoneros siguieron siendo militarmente eficaces, pero las condiciones de la lucha de masas se complicaron, transformándose los militantes en objetivos de represalia por parte de la derecha y el gobierno. Ante esta situación, “la M” respondió con mayores niveles de militarización de la organización: la fundación del Ejército Montonero y la incorporación de la mayor cantidad posible de militantes a tareas milicianas o militares, proceso que tomó su forma definitiva con la “militarización de los ámbitos” de militantes. Hacia el 24 de marzo de 1976 tenía organizados unos 5.000 cuadros entre oficiales y milicianos270. Una cualidad conocida de Montoneros fue su gran calidad técnica. En este sentido, siempre se les reconoció esa calidad lograda gracias a la dedicación que prestaban a la preparación de cada una de las operaciones: en general llevaban meses de trabajo e implicaban la participación de muchos más compañeros que los que efectivamente actuaban sobre el objetivo. Así, al poner el acento en lo militar como principal forma de expresión política, los militantes encuadrados terminaron dedicando prácticamente todo su tiempo a la preparación de operaciones o a tareas relacionadas con éstas. Comos señalan nuestros entrevistados y reiteran los documentos, Montoneros siempre consideró que su lucha no debía dejar de ser “integral” (la lucha armada era una faceta más de la lucha sindical, política, estudiantil, etc.). Pero la transformación en “fe” de la idea de que la vanguardia armada genera sus propias condiciones, aglutina y cambia el rumbo de la política ayudando a generar un situación revolucionaria, los llevó a recostarse más y más en el plano militar. “La única acumulación de poder válida es la de poder militar, en última instancia; es decir, es el poder decisorio para conquistar los poderes político y económico”271, decían en la “Charla...”. 269

Flaskamp, entrevista op. cit. Perdía entrevista op. cit. 271 “Charla...”, op. cit. Pág. 279. Acá también podemos ver la idea del poder como una “cosa” objetivada, que es externa a uno y que se “toma” desde afuera a través de las armas. 270

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Tender a resolver los conflictos a través de las armas llevó a las organizaciones revolucionarias a la unilateralidad. Montoneros utilizó cada vez más la fuerza armada para hacerse visible, resolver e incidir en los conflictos o eliminar burócratas. No queremos decir con eso que la repercusión de las acciones armadas en el seno de los conflictos haya sido generalmente negativa. Un balance de la repercusión éstas debería incluir no sólo el sentir de los que se llama “opinión pública”; lo más probable es que la respuesta haya ido variando según al desarrollo del conflicto, el momento político y el acierto de la organización a la hora de golpear, como también es factible que se haya dado gran publicidad a las muestras de repudio y que las de aprobación tuvieran más dificultades para ser vistas públicamente. Pero en concreto, en un lapso de tiempo relativamente breve, los espacios de vinculación de los aparatos militares de las organizaciones armadas (puestos en el centro de la construcción política) fueron cayendo en el cerco tendido por sus enemigos. La estrategia montonera en la etapa consistió en “campañas” que consistían en acciones milicianas de agitación y propaganda y operaciones de mayor envergadura. Por ejemplo cortar una calle con bombas molotov, e incendiar una concesionaria automotriz, tirar volantes y cantar consignas y retirarse rápido. Ataques y ametrallamientos de puestos policiales y comisarías (principalmente), o colocación de explosivos en objetivos de la burguesía o represivos. Aunque como vimos también realizó algunas grandes operaciones y muertes que excedían el despliegue local e implicaban poner a toda la organización en tensión, como el ataque al cuartel de Formosa (que fue parte de “La Tercera Campaña Militar Nacional Montonera” desarrollada desde comienzo de 1975), el intento de instalarse en el Monte tucumano, la ejecución de Rucci o el famoso secuestro de Born. Estas acciones, de acuerdo a su envergadura y necesidad de equipamiento y profesionalización estaban a cargo de milicianos o soldados montoneros. Esta campaña debía articularse con el “nuevo plan estratégico” elaborado en 1974. En él se planteaba una caracterización de Argentina primero como conjunto, luego por región y por último por cada ciudad, pueblo o barrio. A partir de esta subdivisión se delineaba una estrategia específica para cada instancia, dentro de una articulación con el plan general. La operación de Formosa no estuvo encuadrada dentro del nuevo plan. El ataque a ese cuartel no se enmarcaba en la estrategia regional del noreste (NEA) -donde tenía una fuerte inserción en el campesinado a través de las Ligas Agrarias conducidas por Osvaldo Lovey-, sino que partía de una definición de la 133

conducción de que era necesario dar un gran golpe propagandístico que demostrara el poder de la organización y que a su vez le permitiera recuperar pertrechos militares. Fue la mayor operación militar guerrillera de Montoneros, con más de 50 participantes: el ataque al Regimiento 29 de infantería en Formosa merece una mención aparte. "La operación en sus lineamientos generales fue desarrollada alcanzándose a cumplir la mayor parte de las previsiones y ordenes impartidas. La llegada al aeropuerto, con la captura previa del avión en vuelo y las operaciones de apoyo desde tierra en el aeródromo, permitieron que los grupos de ataque se orientaran rápidamente sin mayores inconvenientes hacia los objetivos previstos, Los pasajeros del avión, las autoridades presentes en el aeropuerto, incluyendo al Gobernador de la Provincia, (…) fueron secuestrados y controlados en esa estación (…) al llegar al cuartel se generalizó un combate entre el personal de guardia y un grupo retén, produciéndose también una penetración por la parte posterior del cuartel ,(…) En estas acciones murieron un oficial, un suboficial, diez soldados, y hubo 19 heridos. Como resultado de este ataque, los terroristas robaron 50 FAL y un FAP y dejaron 16 muertos en el cuartel, incluyendo el soldado entregador. Esta operación significó para el terrorismo montonero una acción de gran trascendencia, por su magnitud, por la extensión del área geográfica afectada, por la exacta coordinación de los movimientos de los diferentes grupos que participaron desde distintas zonas del noreste del país, por los resultados obtenidos y fundamentalmente por la repercusión psicológica que provocó en todo el territorio nacional, lo que motivó, como ya fuera expresado, que el Gobierno impartiera la orden de extender la guerra a todo el resto del país”272. El relato del General de Brigada Oscar Enrique Guerrero, General que ofició durante el “proceso” de jefe militar en Santa Cruz y Jefe de la Bonaerense hacia el final de la represión es claro. Y a través de él podemos inducir el balance positivo de Montoneros: el objetivo estaba logrado, mostrar al Ejercito Montoneros como una fuerza de gran capacidad operativa en términos militares, tal como relata Perdía y como el comunicado aparecido en “Evita montonera” del 8 de octubre destaca: “Con esta acción nuestra Organización comienza a desarrollar un Ejército regular que junto al conjunto del accionar militar y paramilitar (N. de R, miliciano) que ya se ha efectuado y que se seguirá haciendo, perfilan ya claramente las sólidas bases de un Ejército que 272

Oscar Enrique Guerrero http://www.elortiba.org/polar15.htm. El relato de Guerrero se encuentra en la base de las evaluaciones que las FFAA y de SS hacen sobre este operativo montonero. En los últimos años y en correspondencia con la generalización de juicios por violaciones a los derechos humanos numerosas publicaciones oficiales u oficiosas vinculadas a las fuerzas armadas y policiales presentan una evaluación propia (e intencionada) de este ataque.

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nutriéndose del Pueblo, se irá desarrollando progresivamente como una de las fuerzas decisivas que permitirán la toma del poder del Pueblo en la Patria. Hemos demostrado nuevamente, a pesar del éxito sólo parcial de la Operación y de las bajas sufridas la debilidad enemiga. No hay lugar del país, ni siquiera sus cuarteles más alejados, donde las fuerzas militares de la reacción puedan sentirse seguras. Su debilidad lo muestra esta operación. El enemigo ha elegido la guerra para seguir dominando al Pueblo; el Pueblo seguirá construyendo su ejército y los derrotará” 273. Las bajas se relacionaron con que los conscriptos pelearon con una decisión que los guerrilleros no esperaban e hicieron que parte de la sorpresa se perdiera y que los heridos montoneros fueros asesinados. Ya analizamos las consecuencias políticas del ataque para el trabajo político de los Montoneros en la provincia y agregamos una consecuencia mas: la extensión a nivel nacional (legalmente) las operaciones de las FFAA a todo el país. Pero no debemos creer que esta consecuencia sorprendiera a la guerrilla ya que era previsible y las organizaciones armadas, el sindicalismo combativo y la izquierda venía siendo golpeados sistemáticamente. Y los pedidos de extensión nacional del la intervención militar en la represión eran muy amplios en el espectro político y el estáblishment económico. Si bien demostró que Montoneros tenía una capacidad operativa muy grande, que la “la M” lo evaluó positivamente y el ataque fracasó en sus principales objetivos. Y a este resultado se sumaron dos agravantes: el primero, que focalizó al aparato represivo sobre una región cuyo desarrollo militar y político propio no estaba en condiciones de resistir; el segundo, que la conducción pasó por alto el mismo plan estratégico definido unos meses antes, con una operación realizada desde afuera y sin ninguna articulación con la base social montonera de la provincia, violando concepciones básicas de la lucha guerrillera. Es sorprendente la contradicción entre la política definida por la organización que contemplaba una táctica y un despliegue acorde a la estructura sociopolítica regional y el accionar superestructural del Ejército Montonero en formación. En el noreste las ligas agrarias habían logrado un gran éxito en la organización del campesinado y los pequeños propietarios. El ataque al cuartel de Formosa fue muy bien planificado y realizado con militantes trasladados desde Buenos Aires; no fue un éxito militar, pero tampoco un fracaso como lo testimonian fuentes militares de la época. Lo que sí está claro es que no hubo ninguna relación con las organizaciones propias de la 273

Evita Montonera Nro 8, octubre 1975

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región y ni el ejército montonero ni las organizaciones de base estuvieron en condiciones de enfrentar la represión posterior. Para el noroeste (NOA), en cambio, la estrategia era una combinación urbanorural. Plantea Perdía: “Rotundamente no fue ése el objetivo de Formosa (el establecimiento de una columna rural), en esa época no estaba en nuestros planes. Lo que sí estaba en nuestros planes era desarrollar una estrategia político-militar de acuerdo a un estudio que se había hecho región por región. En ese marco las regiones del NEA y NOA eran caracterizadas como zonas donde la economía agraria seguía teniendo un peso significativo. Por eso planteamos la necesidad de una construcción militar acorde con ella. En función de eso en Tucumán se inician experiencias militares de pequeñas unidades en las zonas de mayor concentración obrera industrial; la idea era que esas unidades tuvieran capacidad de reabsorberse en las proximidades de los ingenios y operaran en sus proximidades, no bajo la tradicional forma del foco, sino como un modo de fortalecer la lucha sindical. Hay que tener en cuenta que teníamos una mayoría de delegados de FOTIA, incluso realizamos un encuentro donde participaron más del 50% de delegados de la misma; estoy hablando de un encuentro de más de 200 delegados. En el caso del NEA la cuestión pasaba por el fortalecimiento de las Ligas274 sin ninguna previsión inmediata de acción militar, sino de fortalecimiento político, económico y organizativo de esa estructura y del sector social que representaban”. El proletariado azucarero tucumano tenia una historia de combatividad del. En ese sentido podemos encuadrar el intento montonero de crear una fuerza guerrillera que opera en la zona, no en lo profundo del Monte, sino en la zona cañera «pegado a donde estaban los trabajadores», dice Perdía. Pero ese intento (la patrulla de monte “Marcos Osatinsky” encabezada por Julio Alzogaray) fue abortado en su etapa exploratoria. La idea tuvo un notorio matiz respecto del PRT ya que no se plantea como embrión del ejército regular sino más bien una forma de crear condiciones para que los trabajadores de los ingenios y cañeros puedan sumarse a la lucha armada ligados a sus condiciones de trabajo o sea una especie de milicia. Ante toda esta serie de fracasos y las innumerables secuestros y muertes que se multiplicaron desde el 24 de marzo de 1976 pero que venían en aumento desde mediados de 1974 Rodolfo Walsh (a lo largo de 1976 y principios de 1977) presentó una propuesta orgánica alternativa de lucha contra la dictadura desde el campo de las 274

Las Ligas Agrarias eran una organización rural con gran influencia montonera. Su líder, Osvaldo Lovey, era dirigente montonero.

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organizaciones armadas y específicamente desde Montoneros (y que aparece como alternativa a las grandes operaciones o campañas militares): un repliegue de la guerra hacia la resistencia, de la centralización a la descentralización, de las grandes acciones militares a las pequeñas, del FAL y la enerva, al caño y el mimeógrafo. En resumidas cuentas (escribía Walsh), de la identidad montonera hacia la identidad peronista (de las posiciones más expuestas y desconocidas por las masas hacia las posiciones menos expuestas y más transitadas por ellas). Es importante aclarar que Walsh no propuso la disolución de la organización ni que abandonara la opción estratégica por la revolución socialista y por la lucha armada275 y mucho menos el ejercicio de la violencia popular. Sino proponía que -frente a la opción centralizadora del ejercito montonero- una cantidad de oficiales con dinero y recursos generosamente suministrados por la organización se distribuyeran en el país con total autonomía de funcionamiento, de manera de impulsar la resistencia desde posiciones de masas, al estilo de la Resistencia Peronista. La propuesta implicaba, en acciones concretas, el paso de la guerra a la resistencia y es presentada por Walsh ante la Conducción Nacional de Montoneros. En nuestro reportaje Perdía nos relata que siendo él el único miembro de la Conducción Nacional en el país, redactó una circular en la que, ya en febrero del 77, se tomaban en cuenta muchas de las sugerencias que aparecieron luego en los llamados “Papeles de Walsh”. Nuestro entrevistado evalúa que ya era tarde para que el repliegue se pudiera llevar adelante con éxito y reflexiona sobre las razones que impulsaron a “la M” a despegarse del proceso de masas en 1976. Considera Perdía, básicamente, que fue un error pasar de concepciones ideológicas que ponían al pueblo como sujeto (con las que se podría haber reconocido antes el comienzo del repliegue popular) a posiciones clasistas (que llevaron a depositar toda la confianza en la minoría más combativa de la clase obrera). El tema de las características del sujeto de la transformación social cruzaba (y sigue haciéndolo) los debates de quienes buscan un cambio radical de las estructuras del sistema. La posición explícita de Walsh276 era dejar de pensar el poder por el momento, adecuándose a la situación de repliegue profundo, asumiendo la derrota. A partir de allí propone cambiar el escenario de combate insertándose en territorios populares donde encontrar oxígeno y a su vez oxigenar la lucha desde abajo. Ir a los barrios, a las 275

Se pueden ver con más precisión las posiciones de Rodolfo Walsh en: Baschetti, Roberto, Rodolfo Walsh vivo, Buenos Aires, De la Flor, 1994, páginas 233-234. 276 Baschetti Roberto. Rodolfo Walsh vivo, op. cit.

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fábricas con un modelo de acción flexible que impulsara la lucha en un momento en que las masas eran fuertemente agredidas y sus referentes eliminados. O sea intentar conducir las luchas de resistencia impulsando la resistencia activa que incluyera acciones militares de bajo perfil pero posibles de realizar cotidianamente por grupos de poca preparación. Buscaba así un mecanismo organización de masas que sirviera de plataforma para una futura contraofensiva popular cuando la dictadura se desgastara y que en ella lo montoneros estuvieran en condiciones de cumplir nuevamente roles de dirección popular. Para el caso del ERP la realización de operaciones militares de envergadura como ataque a cuarteles militares o la instalación de la guerrilla rural tuvo más importancia que para Montoneros. El enfrentamiento directo con las FFAA era, como vimos, primordial en la estrategia política del PRT-ERP y la trascendencia y consecuencias políticas de sus acciones impactaban fuertemente en la sociedad y a las fuerzas represivas no solo simbólicamente sino en el despliegue concreto de sus recursos. Cuando el PRT resolvió la instalación de la compañía de monte lo hizo ateniéndose a criterios de largo plazo más allá de la coyuntura. La guerrilla rural salió a la luz en 5 de junio de 1974 (aún estaba vivo Perón) cuando se conoció la operación sobre el pueblo de Acheral. En ese momento la compañía de monte tenía unos 70 integrantes. Ya en marzo del mismo año Santucho había subido al monte a acelerar los preparativos para cumplir con los planes que el PRT tenía para el ERP, definidos con precisión en el 73 y que consistían en lograr una zona rural liberada para el resguardo de militantes, formación de combatientes y construcción de un ejército regular, además de peticionar el reconocimiento internacional como fuerza beligerante. La compañía llegó a contar con unos 160 integrantes en su máximo desarrollo. La principal derrota del ERP en el monte fue su incursión a Catamarca para tomar el regimiento de infantería 17, entre el 8 y el 11 de agosto de 1974, allí perdió 16 combatientes (varios fusilados después de rendirse). La repercusión de ataque fue muy fuerte sobre todo por la cantidad de muertos. Montoneros lanzó un comunicado donde se solidarizaba con el ERP pero marcando diferencias respecto del grado de audacia de la operación en una etapa que “la M” calificaba como de defensiva estratégica. Hasta ese momento la actividad del ERP en Tucumán consistía en acción de propaganda, de vinculación con el proletariado azucarero y el campesinado (existía una importante corriente de simpatía reconocida por los mismos militares) y demostraciones de 138

capacidad militar evitando los grandes combates con las fuerzas represivas. La actividad de la represión se asentaba en fuerzas policiales y gendarmería. Hacia fines de 1974 la compañía contaba nuevamente con 70 combatientes. El 5 de febrero de 1975 el gobierno de “Isabel” (en su etapa plenamente lopezrreguista) dicta el decreto donde se da facultades legales a las FFAA para “neutralizar y/o aniquilar el accionar de los elementos subversivos que actúan en la provincia de Tucumán”. El decreto subordina las fuerzas del ministerio de interior al Ejército y menciona la articulación con el Ministerio de bienestar social. El operativo será dirigido por el general peronista de derecha Andel Vilas hasta diciembre de 1975 y por el general Antonio Buzzi después y contará con la participación de unos 4000 hombres que sufrirán a los largo de todo el operativo 45 muertos (de los cuales 12 morirán en una operación con bomba sobre un avión realizada por montoneros). La estrategia militar fue asentarse a lo largo de la ruta 38 donde vive la mayoría de la población y se encuentran los pueblos e ingenios aislando a la compañía de monte de sus posibles apoyos humanos y materiales. Es por ello que el ERP debía salir del monte hacia las zonas de concentración militar. Es en ese sentido que el 28 de mayo intentaron la toma de Famaillá con 117 combatientes en lo que seria una acción que de tener éxito mostraría la fuerza de la guerrilla, pero no pudieron superar la concentración de fuerzas en la periferia que los obligó a entrar en combate previamente a lo planeado en Machalá y, con éxito, enfrentar a las fuerzas militares y replegarse en orden. A pesar de que militarmente la acción puede ser presentada como un éxito desde lo político fue un fracaso ya que mostró la incapacidad de la guerrilla de conectarse con sus bases populares en el momento en que estas eran sometidas a una brutal represión, debiendo refugiarse en el despoblado monte. Para De Santis “lo del intento de copamiento del Comando Táctico de la V Brigada con asiento en Famaillá es especial. El objetivo era tomar y aniquilar la oficialidad, pero en la marcha de aproximación unos ciclistas vieron los movimientos y se cometió el error de no retenerlos. Estos avisaron y al marchar la columna hacia Famaillá fue emboscada por el Ejército, lo que se conoció como el Combate de Manchalá el que, pese a la sorpresa, fue totalmente favorable al ERP. Pero este hecho para mi nos hizo perder la iniciativa militar y con ella la política en el Monte tucumano y en la Provincia”. Como también tomó nota Vilas en su diario de campaña. Acdel Vilas relata que para el 20 de octubre de 1975 (luego de una emboscada en San Gabriel donde el ERP perdió 12 combatientes en un largo combate en el que 139

intervino la fuerza aérea y el ERP dejó fuera de combate dos helicópteros) el ERP se encontraba “quebrado en la ciudad, barrido en la periferia industrial, cercado en los cañaverales, perseguido en el monte, sin abastecimientos ni capacidad de reclutamiento, el ERP estaba derrotado”. Si bien el odio de Vilas hacia la guerrilla se nota en sus escritos muestra el espíritu reinante en los mandos militares. Y nos muestra el principal éxito político de las FFAA aislar a la guerrilla en lugares despoblados y “aniquilar” sus redes de apoyo277. Esta deficiencia fue reconocida por el ERP, al balancear los resultados del combate, tomando nota de la necesidad de impulsar el trabajo de masas en la zona. De Santis nos relata el balance que hizo el partido antes de la división y con Santucho y sus compañeros muertos: “todos los compañeros opinaban lo mismo (…) la guerrilla se lanzó en una zona de Tucumán en la que el PRT hacía una década venías realizando trabajo político. Al producirse el operativo de la policía federal en mayo de 1974278, al otro día de finalizado el operativo se tomó Acheral. Cuando comienza la persecución por el ejército hay una discusión entre: ir para arriba de la montaña o quedarse cerca de la población. Se impuso esta posición sostenida por el Negrito Fernández quién fuera adjunto del Sindicato del Ingenio San José (mientras Fote era el General) y luego él mismo Secretario General. (…) de quedarnos en las cercanías de la población donde estaban los cañeros y los ingenios .El balance que se hizo posteriormente concluyó que al fijarnos nosotros a la población y en gran medida depender de ella, nos fijó al terreno (agrega De Santis, por el estrecho vínculo que teníamos con el pueblo). Esto le permitió al Ejército ir ubicando los campamentos guerrilleros y detectar los recorridos de los compañeros que bajaban a haber contacto con la población. (…) realizarnos emboscadas ellos a nosotros. O sea que el problema no fue que hayamos sido foquistas (insiste De Santis) sino exactamente lo contrario (…). El Che nos hubiese criticado mucho por no observar una de los principios básicos de la guerrilla que es la movilidad”279. A pesar de esta definición con el golpe de marzo de 1976 el ejército encuentra a la Compañía de monte aislada en sus reductos, sin posibilidad de recuperar el contacto con la población y sin recibir abastecimiento y se dispone a “aniquilarla” cosa que recién se producirá entre los meses de octubre y diciembre del mismo año en general en situaciones donde los guerrilleros buscaban reestablecer contacto o retornar a la ciudad.

277

Vilas, Andel Norberto, Diario de campaña, en: http://www.nuncamas.org/investig/vilas/acdel_37.htm Primer gran operativo lanzado por el gobierno de Isabel al saber de la existencia de la Compañía de monte 279 De Santis, entrevista op. cit. 278

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En definitiva la Compañía de monte no fue fácilmente aplastada por los cuatro mil hombres que comandaban los generales Vilas y Bussi como se podía esperar de la abrumadora diferencia numérica y material concentrada en un territorio reducido. Para neutralizar a sus pocas veces más de 100 combatientes asesinó a una cantidad de personas que algunos estiman en dos mil (unos 700 permanecen oficialmente desaparecidos). De Santis, como los demás ex perretistas insiste en que “La Compañía de Monte, dio muchos combates exitosos” y esto puede ser cierto. Pero el ERP se instaló en una región sin un campesinado numeroso, en Tucumán lo que existía era un numeroso proletariado rural azucarero (organizado en la FOTIA) que el PRT conocía muy bien, semi-urbano asentado en pequeños pueblos a lo largo de la ruta que cruza la provincia y hacia allí el ERP debía bajar. El ejército se instaló en la ruta aislando al ERP. La estrategia sólo era viable en el marco de una generalización de la lucha que le permitiera al ERP mantenerse en contacto con sus bases, cosa que no sucedió. Y a lo largo del 75 las grandes batallas obreras fueron esencialmente fabriles y urbanas en los más importantes centros industriales. El PRT mantuvo la compañía de monte hasta el final y esta desapareció sin ser definitivamente derrotada por el ejército. El problema de la guerrilla rural fue principalmente político. En 1975 el PRT consideraba: “La presente generalización de la guerra revolucionaria requiere entonces colocar en un mismo plano la actividad urbana con el de la guerrilla rural”; y más adelante afirmaba: “ello es manifestación de la evolución de la lucha de clases que en su desarrollo, se convierte en guerra civil abierta y a su vez reafirma la plena asunción por parte de los revolucionarios de la responsabilidad que esta situación genera”. En teoría Santucho reconocía que las tareas del partido eran integrales y que el “doble poder” se construía con un fuerte trabajo político que era previo o paralelo al militar. Pero en la práctica, la caracterización de la etapa como revolucionaria, la consideración de la lucha como permanentemente ofensiva y la definición de la construcción de la fuerza armada propia como determinante para garantizar la ofensiva y la revolución, llevaron a poner todos los esfuerzos del partido en el sostenimiento de un ERP operativo y con capacidad de realizar demostraciones de fuerza en gran escala. Desde esta perspectiva puede verse, entre otras razones subsidiarias de esta (necesidad de armas, necesidad de frenar el golpe), el ataque a Monte Chingolo en diciembre de 1975.

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En lo concreto, en este plano el PRT-ERP fue mucho más constante que Montoneros, ya que mantuvo una línea similar a lo largo de todo el período. Las variaciones de línea se debieron más a la capacidad (o falta de ella) de desplegarse en la arena de la lucha de clases por cuestiones de desarrollo o represión, que a cambios de línea. Si leemos los materiales del IV° y V° Congreso veremos allí prefiguradas todas las políticas que desarrollaron después280. Por el contrario, Montoneros, que era una organización en formación, fue muy cambiante. De allí que el proceso de militarización fuera mucho más notable. El ataque al cuartel de Monte Chingolo por parte del ERP fue la mayor apuesta militar de las guerrillas argentinas. Fue también, el mayor ataque realizado en Latinoamérica contra una unidad militar por parte de fuerzas irregulares hasta ese momento281. Si bien no puede ser considerado como parte de un proceso de militarización del PRT-ERP, ya que esta organización siempre intentó llevar acabo operaciones de este tipo, sí debe incluírselo como parte de la militarización general del enfrentamiento político que los revolucionarios aceptaron sin demasiadas dudas. La planificación, el ataque y el balance que el PRT-ERP hizo del asalto al cuartel de Monte Chingolo, define en gran parte la forma en que la organización concebía los procesos políticos y de conciencia. En última instancia, consideran, no hubo errores sino una ligereza fatal en el manejo de la información sobre la posibilidad de que el ataque estuviera entregado y, por lo tanto, la posibilidad de que fuera exitoso, ya que la sorpresa es un factor indispensable en la estrategia guerrillera. Es de destacar que la dirección del PRT tenía conocimiento de una sumatoria de acontecimientos que hacían prever que las FFAA estuvieran al tanto del ataque. Plis Stemberg en el libro Monte Chingolo. La mayor batalla de la guerrilla argentina relata detalladamente la planificación y desarrollo de la operación. Sus páginas dejan una doble sensación, el alto valor, la disciplina y capacidad de combate de los miembros del ERP que con abrumadora inferioridad de fuerzas lograron éxitos parciales en diferentes fases del ataque. Pero por otro lado, la infinidad de señales de que el ejército estaba sobre aviso, pareciera transmitir la idea de cierta vocación mesiánica más allá de lo político. Esto es criticado por muchos ex miembros del PRT que afirman que no había mesianismo en la 280

Hasta los desviacionismos se repitieron en momentos críticos: la “desviación militarista” del 71, que llevó a priorizar el trabajo militar sobre el político, se repitió a partir de 1975 por las mismas causas. 281 Para un estudio detallado del ataque a Monte Chingolo ver: Plis Strenberg, Gustavo Monte Chingolo. La mayor batalla de la guerrilla argentina, Buenos Aires, Planeta, 2003.

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dirección y que el relato de Stemberg a pesar de ser fácticamente correcto no es un balance autocrítico sino externo al pensar de lo que fue el PRT. En general el ERP realizaba operaciones que requerían gran nivel de audacia. De Santis282 relata, respecto de este punto, que la doctrina militar del ERP se fundaba en ataques muy decididos y frontales contra objetivos centrales de unidades militares que colapsan ante al temerario enemigo. Pero lo interesante es la convicción (que aún hoy persiste en varios ex miembros del PRT-ERP) de que el éxito del ataque habría contribuido a frenar el golpe y a garantizar una mejor subsistencia de la guerrilla en Tucumán: “En cuanto a si fue correcto haber encarado (es decir votado su preparación) esta acción, el BP considera que sí, que expresa un enfoque ambicioso, audaz y determinado del accionar revolucionario que es patrimonio de nuestro partido y un factor característico y esencial en toda fuerza verdaderamente revolucionaria”283, decían dos días después de la derrota en las conclusiones del Buró Político. Continuando la misma argumentación, y luego de relatar una cantidad de adversidades que tuvieron que soportar los revolucionarios en diferentes experiencias, agregaban un balance donde los puntos positivos superaban a los negativos: que Monte Chingolo fue un éxito político, que extendió la capacidad nacional del ERP, que demostró el heroísmo y valor de los combatientes284. De más está decir que es más fácil, a treinta años y con el resultado histórico conocido, considerar el optimismo del PRT-ERP un error fatal. Si aventuramos una explicación contrafactual, y evaluamos que el ataque pudiera haber sido exitoso y se hubieran recuperado 20 toneladas de armamentos 285, como se proponía el ERP, ¿qué hubiesen hecho con los cañones? Seguramente guardarlos para una etapa posterior de la guerra, cuando ésta ya fuera de posiciones286, y para defender zonas liberadas; quizá las ametralladoras antiaéreas hubieran sido más útiles para la guerrilla del monte, pero el problema de la guerrilla no fue sólo, ni principalmente, la ausencia de armas; más aun, es probable que moviéndose en pequeñas unidades acosadas por el enemigo (como era la situación de la guerrilla en 1975), las ametralladoras antiaéreas fuesen una molestia y se perdieran. Es sabido que el 282

283 284

De Santis, entrevista op. cit. De Santis, Daniel, A vencer o morir, op. cit. Idem op. cit., Pág. 504.

285

El PRT esperaba recuperar: “900 FAL con 60.000 tiros, 100M-15 con 100.000 tiros, 6 cañones antiaéreos automáticos de 20 mm. con 2.400 tiros, 15 cañones sin retroceso con 15 tiros. Italasas con sus proyectiles, 150 subametralladoras, etc.” De Santis, op. cit., pág. 501. Boletín Interno Nº 982, 27 de diciembre del 75. 286 Es sorprendente la convicción del PRT de que la guerra iría en una espiral ascendente y que en el corto plazo se produciría una guerra en regla. Tan convencidos estaban que preveían incluso acciones destinadas a resistir la invasión yanqui luego del triunfo.

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desbalance material de las fuerzas guerrilleras frente a las fuerzas de línea es siempre muy grande, y que su ventaja la constituye la movilidad, la sorpresa y fundamentalmente el apoyo de la población. Por lo tanto, no parece determinante en ese momento histórico el tema de las armas: los montoneros tenían muchas más y una capacidad financiera inagotable y no por ello les fue mejor. En este sentido la crítica montonera al ataque del ERP era correcta desde el plano militar: “Del planteo táctico del ERP se desprende la pretensión de reducir una unidad militar de gran envergadura, y para ello tomar virtualmente la Zona Sur del Gran Buenos Aires. Y además se decide la acción conociendo que el enemigo estaba alerta. Esta valoración, en su conjunto, revela una incomprensión de la relación de fuerzas en una etapa de defensiva estratégica. (...) Esta incomprensión de la etapa se revela en la valoración de las consecuencias. En una etapa de defensiva, es suicida arriesgar el conjunto de las fuerzas en una batalla decisiva. Debemos eludir “batallas decisivas” y multiplicar pequeños combates que desgastan al enemigo pero preservan a nuestras fuerzas de una derrota de envergadura”287. Interesante planteo hecho de “ejército a ejército”, pero ahí acababa la discusión dentro del plano militar. Pero la critica carece de una reflexión política que exceda el plano de la guerra. Es cierto que para el ERP la carencia de logística fue un problema que se repitió varias veces, de hecho, el ataque a Monte Chingolo fue emprendido con militantes que portaban armas de puño y escopetas y sólo había pocos FAL. En ese sentido, desde el punto de vista logístico, era entendible la necesidad de pertrecharse urgentemente teniendo en cuenta que se preveía el golpe y se pensaba enfrentarlo con un mayor nivel de violencia. De todas formas, el balance y la concepción de la operación misma son cuestiones políticas. En la concepción de los revolucionarios de la época el grado de necesidad o la centralidad de su utilización debería relacionarse no sólo con la necesidad teórica de la violencia popular organizada, sino con su aceptación por el pueblo en concreto (o por la fracción del pueblo a la que los revolucionarios dirigen, en primera instancia, su trabajo político y que constituiría su base social). Pudo haber acciones más o menos espectaculares, que insumieran más o menos recursos, o que fueran pensadas como articuladoras de toda la política (el ejército como eje central de la construcción), o como apoyo y desgaste (la resistencia como eje central); pero lo importante sería que después de la acción el campo del pueblo sea más fuerte o el del 287

Tomado de Plis Strenberg, op. cit. Pág. 378.

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enemigo más débil, aunque sea en el mediano plazo. Este es un parámetro racional que consideramos aceptable para medir el éxito o fracaso de una política. El ataque a ese cuartel fue respondido por el ejército con la ejecución de los rendidos y el terror y la muerte sobre la población de los barrios vecinos (acción para nada novedosa ya que generalmente las fuerzas represivas actuaron así); pero a esto se sumó que la derrota –sin duda muy grande– fue manipulada por los medios de comunicación y la versión de los revolucionarios fue poco (o nada) conocida por las masas. Si los revolucionarios no tienen canales directos de llegada a las masas que pretenden encabezar y éstas sólo se informan de lo que sucede a través de los aparatos de difusión de sus enemigos, es difícil que un fuerza popular (armada o no) pueda obtener consenso. En una sociedad donde las clases dominantes llegan todos los días con su ideología al conjunto de la sociedad, mientras que los revolucionarios sólo se comunican por sus acciones (y están mediadas por los medios de comunicación de sus enemigos) es difícil romper con la hegemonía ideológica de la clase dominante. Esto era más claro en 1975 que en los años anteriores ya que el establishment político y económico había cerrado filas y no tenia dudas de como actuar respecto de las propuestas de izquierda más aún si provenían de una guerrilla. De todos modos, para los revolucionarios de la época el consenso era algo que derivaba de la justicia de la causa y de la capacidad de imponerla por la vía armada. Cuando Santucho hablaba de que “la lucha popular armada o no armada” era en su conjunto la garantía de la victoria, no se equivoca desde el plano teórico; pero en la práctica, a mayor nivel de violencia del enemigo no se corresponde necesariamente un mayor nivel de violencia y movilización de las masas, y así sucedió en el 76, cuando las masas se replegaron. El ataque, aunque hubiera sido victorioso, no habría, cambiado la situación ya que el golpe se relacionaba con causas estructurales que excedían a la guerrilla. La derrota de Monte Chingolo es catalogada en general por todos los autores que han tratado el tema como de carácter estratégico. El ataque estaba pensado para debilitar a las fuerzas armadas porque “los golpes militares debilitan aun más al enemigo y lo obligan a realizar concesiones como forma de buscar una salida”288, pero inversamente la derrota, demostró la debilidad del ERP. En la experiencia guerrillera “la lucha armada extiende la potencia de la movilización popular”; esto puede ser cierto cuando la 288

De Santis, op. cit. Pág 514.

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guerrilla se muestra fuerte y la lucha de masas está en un período de avance pero en momentos de agotamiento de la lucha popular la derrota acentúa el repliegue. Y en el marco del proceso de reflujo ya en curso, la profundización de la opción militar más elevada (clandestinidad total y confrontación ejército contra ejército) ayudó a aumentar el aislamiento de los revolucionarios, ya que la guerra revolucionaria y la incorporación al ejército guerrillero se alejaron como opción precisamente en el momento en que las organizaciones las ofrecieron como vía principal y única de participación política. La práctica de ERP fue consecuente con las ideas que sostuvo desde su creación. Si, como decía el Che, aunque las condiciones no estén dadas se debe contribuir a generarlas mediante la guerra de guerrillas que golpee al enemigo en su núcleo militar y demuestre su vulnerabilidad, siendo la base de masas algo a conquistar en le proceso de lucha armada, Monte Chingolo no aparece como una locura. Aún hoy muchos militantes del PRT ven a este ataque como una oportunidad perdida. El problema de la derrota, además de su magnitud, estuvo en que si el PRT le ofrecía al pueblo la lucha armada como salida ante la ofensiva de la derecha y el próximo golpe, debían mostrar al ERP como una fuerza de combate con posibilidades. Como señala Pozzi: “Lo que no percibió el PRT-ERP era que la situación había cambiado. La movilización no era la misma que tres años antes, y los partidos políticos burgueses (...) ya habían otorgado el visto bueno a la intervención militar”, como expresó en forma tan elocuente Ricardo Balbín con su calificación como “guerrilla fabril” a los trabajadores combativos de las riberas del Paraná. Aun así debemos tener en cuenta que el PRT se consideraba representante de los intereses estratégicos de la clase obrera y que, como vimos, durante 1975, ésta siguió dando importantes luchas, muchas de las cuales terminaron en derrotas y otras en victorias. El reflujo señalado por Pozzi es claramente visible desde el presente y teniendo en cuenta al pueblo en general, pero para organizaciones que tomaban al nivel de actividad de la vanguardia obrera como referencia esto podía no ser tan claro. Entonces el PRT, con una terrible derrota a cuestas, con el inicio del reflujo popular y con todas las fracciones burguesas apostando en el mismo sentido del golpe, el comunicado del PRT-ERP posterior al ataque convocando a un armisticio y a una salida democrática a la crisis política quedó fuera de contexto289. En enero de 1976. El Combatiente expuso el plan de acción política inmediato del PRT-ERP frente al golpe. Allí se explicaba la necesidad de acorralar con la lucha 289

Pozzi, Pablo. op cit. Pág. 370.

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armada y no armada a los militares y a la burguesía –repitiendo en grado superior la experiencia posterior al Cordobazo– para obtener una salida democrática. También reafirmaba su visión de la necesidad de generar victorias: “En tales circunstancias la lucha del pueblo, su enfrentamiento victorioso con las fuerzas que defienden el capitalismo argentino es factor decisivo en el afianzamiento de la democratización que se entreabre”, pero en los últimos meses las derrotas se acumulaban una tras otra. En ese momento, el gobierno de Isabel y la burocracia política peronista intentaban una última maniobra que preservara el espacio institucional como canal para el desarrollo de las políticas neoliberales que se avecinaban, más como una pelea entre quienes iban a ser los más eficientes instrumentadores de la represión y del vaciamiento del país que como una concesión a la lucha popular. Como planteaba el PRT, la Triple A, el Rodrigazo y el Operativo Independencia, eran cualitativamente similares a las políticas de la dictadura. El PRT había correctamente previsto que la dictadura sería cualitativamente más dura que los gobiernos militares anteriores y esperaba que la respuesta popular también lo fuera. En este sentido, El Combatiente decía en su número del 19 de noviembre de 1975: «El proceso de guerra revolucionaria abierto en Argentina tiene su origen en la formidable ofensiva de las masas que reconoce como punto de partida la heroica gesta del Cordobazo (...) El rasgo esencial de este proceso, consiste en que se dio en el marco de una permanente ofensiva de las masas, como parte integrante e importantísima de la misma. Debido a estas circunstancias nuestra guerra revolucionaria se desarrolló como una ofensiva permanente que entrelaza estrechamente la lucha armada y no armada de las masas, impidiendo a la burguesía tomar la iniciativa y obligándola a acudir a gobiernos que, pese a su carácter fuertemente represivos se hallan a la defensiva frente al embate de las fuerzas de la revolución. No hay por lo tanto en nuestra guerra una etapa defensiva sino que es una ofensiva permanente, dentro de la cual se dan distintas fases que no modifican el carácter del conjunto del proceso»290. Este error de apreciación según Raul Lezcano291 comenzó ser corregido por el PRT hacia Mayo del 76 en el comité central ampliado realizado en Moreno e interrumpido por la irrupción de fuerzas del ejército. Frente a las críticas de la izquierda tradicional a su estrategia el PRT respondía “Es común que el reformismo y los espontaneístas (comunistas y trotskistas) desde 290

El Combatiente, Nº 192. Entrevista con el autor 2006. Raul Lezcano fue miembro de la compañía de monte y participó en el operativo de Catamarca donde quedó detenido desde entonces. En el mismo sentido coincide Cazes Camarero (revista Sudestada 2009) también preso en ese entonces. 291

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distintos ángulos, lancen críticas a esta posición (la de refuerzo entre la lucha armada y no armada), aducen entre otras cosas, que las acciones de la guerrilla tienen un carácter provocador, que ellas fortalecen a los sectores más reaccionarios del enemigo, que dan argumentos para aumentar e intensificar la represión”292. Creemos que la concepción del PRT-ERP puede ser aceptable en teoría dependiendo de la situación política. El problema está en lo que consideramos más arriba: que las organizaciones armadas creían que la lucha que se avecinaba era la misma que las anteriores sólo que en mayor dimensión, y que así responderían los trabajadores. En ese sentido el PRT abrevaba de la experiencia de lucha popular desarrollada desde 1955, pero no debe olvidarse que si bien entre 1955 y 1976 la lucha fue permanente, hubo períodos de flujo y reflujo y los actores cambiaron, como también las formas.

10 - Los montoneros y el enfrentamiento con Perón Montoneros tuvo en principio una valoración altamente optimista de las posibilidades abiertas el 25 de mayo. Fue parte del gobierno y declaró públicamente el cese de sus operaciones armadas. Consideraba que se había iniciado un proceso de liberación nacional y consecuentemente, a medida que se agudizaran las contradicciones, sin duda Perón, los trabajadores y su vanguardia, Montoneros, se impondrían a la gran burguesía, la burocracia sindical y la reacción interna, captando en esta lucha a sectores de la burguesía nacional, de las fuerzas armadas y de la clase media. Este razonamiento no podía ser sostenido sin su premisa política básica: que Perón era revolucionario y quería algún tipo de socialismo293. Pero este optimismo duró poco tiempo. Y hacia fines del 73 su caracterización era opuesta, calificando su posición optimista anterior como “pensamiento mágico”. En la “Charla a los frentes” se autocriticaron duramente: “Este 292

De Santis, op. cit. Pág. 514. Es sorprendente cómo los argumentos de la izquierda tradicional se repiten a través del tiempo y en diferentes circunstancias. En realidad lo que existe en la izquierda es una renuncia a priori a aplicar la violencia revolucionaria, ya que no se puede medir la corrección de la utilización de la violencia por el éxito o fracaso de una acción. 293 Para Gillespie todas las premisas montoneras para la etapa – “Perón era revolucionario, la burocracia peronista aceptaría el liderazgo obrero radicalizado y el frente de liberación nacional se constituiría con importantes sectores de la burguesía” – eran falsas, y la última, la más importante y estratégica por ser viable en otros países en la misma época y basarse en la percepción del modelo distribucionista del peronismo en los 40, era imposible en las condiciones imperantes en 1973. En este sentido los presupuestos teóricos del PRT parecen ser más acertadas si el objetivo era la construcción del socialismo. “La incapacidad del peronismo de emprender conjuntamente (...) tareas de desarrollo nacional y redistribuir radicalmente la renta nacional, fue algo que los alternativistas (...) comprendieron mejor que los movimientistas (Montoneros)”, Soldados de Perón, op. cit. Pág 163-164.

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pensamiento mágico lo podemos caracterizar como una especie de infantilismo político, es decir, un pensamiento maduro que produce a su vez, picos de nuestra reacción, picos de exitismo y de derrotismo”294. Más adelante en el mismo documento polemizaban con las ideas de Perón. Si como insistía el general Montoneros era una “formación especial”295 (como las denominaba Perón, con gran sutileza) sus objetivos ya se habían cumplido con ayudar a la crisis del régimen militar que había permitido la vuelta del peronismo al gobierno. Decían ya en noviembre del 73: “Nosotros pensamos hoy que Perón nos denominó formaciones especiales porque dentro de su proyecto ideológico-político no cabe la noción de vanguardia (...) Éramos una especie de brazo armado del peronismo (...), una formación especial es algo que existe para un momento especial”. Una formación especial funciona ad hoc en circunstancias especiales, y para Perón su proscripción era una de esas circunstancias; pero el General tenía bien en claro los riesgos que para su estilo de conducción implicaba una organización armada que se autonomizara de él, que sostuviera su prestigio en las masas con bases propias y que, además, tuviera otra ideología. En pocas palabras, Perón no estaba dispuesto a aceptar compañeros en la conducción, ni a discutir la ideología del movimiento, sólo aceptaba subordinados 296. Pero además de la personalidad del líder y del estilo de conducción (típico para movimientos populares como el peronista), la concepción política de Perón se encuadra perfectamente dentro de las ideas modernas del Estado: monopolio de la fuerza interna y externa y la concepción del Estado como realización superior de una comunidad de individuos libres sin lucha de clases297. La Comunidad organizada no admitía fuerzas coercitivas por fuera del Estado (en teoría ni fascistas ni revolucionarias). Entonces, para Perón, Montoneros debía desarmarse y funcionar como una agrupación más del movimiento por él conducido. La alternativa (elegida por «la M) era 294

Ver “Charla...”, op. cit. Pág. 259.

295

Toda la concepción de Perón acerca de la violencia política, a lo largo de los 18 años de proscripción, merece un estudio especial. Sus discursos y cartas en torno a la misma fueron una de las fuentes en que se fundaron las apreciaciones de la izquierda peronista acerca del cariz que tomaría el gobierno de Perón luego de su retorno. Perón en sus cartas y posiciones públicas entre 1970 y 1973 (y muchos de sus dichos desde el 55) además de avalar la lucha armada en todas sus formas parecía (sobre todos a los recién llegados al peronismo) que Perón aceptaría las ideas de los sectores de izquierda. 296 Es significativa una anécdota en la Secretaría de Trabajo, cuando la estrella de Perón ascendía pero aún no era el líder. El entonces coronel fue a dar un discurso ante un conjunto de personas y el ya conocido Arturo Jauretche se colocó a su lado, en el mismo nivel. En ese momento Perón le señaló: “Don Arturo, un escalón mas abajo”. No es que el estilo de Perón se deba sólo a cuestiones de personalidad, pero estas actitudes marcan claramente una concepción ideológica de conducción. Muchas de sus ideas pueden encontrarse en su libro Conducción política. 297 y sin dudas los diferentes movimientos populistas latinoamericanos modernizaron el Estado y las relaciones de este con la sociedad civil eliminando muchas formas oligárquicas enquistadas y abrieron a clases antes excluidas las “puertas” del sistema.

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definirse como vanguardia para la conducción del peronismo, transformándolo, como ya señalamos, en un movimiento de liberación nacional298. “Esa confusión –sostenía ‘la M’ en noviembre de 1973, respecto a su rol después de la vuelta de Perón- existía en nosotros mismos (...), es lo que determina que a partir del 25 de mayo la confusión acerca de la actividad que nos cabe, porque si somos formación especial y no vanguardia (...) teníamos que disolvernos (...) pero si no, hay que lograr la conducción del movimiento peronista para transformarlo en MLN total”299. Estos desafíos tuvieron un fuerte impacto en la evolución ideológica hacia la izquierda de Montoneros, ya que, además, se dieron paralelamente al proceso de fusión con las Fuerzas Armadas Revolucionarias y a la ofensiva de la derecha. Ese proceso que podemos delimitar entre el 11 de marzo de 1973 y el 1° de mayo de 1974, no se produjo sin que se dieran algunas escisiones basadas en el rechazo al marxismo como método de análisis y la opción por la ortodoxia hacia Perón (como fue el caso de la JP “Lealtad”), que los montoneros calificaron a posteriori como “oportunismo de derecha”. Es necesario aclarar que la influencia de las concepciones marxistas y su acercamiento paulatino a modelos leninistas, en Montoneros no se debieron sólo (ni principalmente) a la fusión con FAR. Por un lado, como organización que pretendía una revolución socialista, debía debatir sus posiciones con el resto de la izquierda, y esto sólo se podía hacer conociendo el marxismo, que era el lenguaje político ideológico común a todos los revolucionarios de la época. Además, el socialismo tal como lo concebían todos los revolucionarios era el socialismo que tiene su origen en Marx. Por otro lado, es importante tener en cuenta para no mensurar erróneamente la influencia de las FAR, que cuando la fusión se concretó muchos ex FAR se volvieron “más peronistas” y muchos montoneros originales terminaron siendo “más marxistas”. El tema central a considerar es el grado de discusión que los diferentes procesos de fusión y rupturas motivaron en el seno de la organización y el saldo de éstos, en el marco de una agudización de la lucha de clases que obligaba a las organizaciones de la época a definiciones permanentes. Finalmente en el 76 “la M” transformada en partido definía respecto de los problemas que debió afrontar en el 73 “El esfuerzo por construir una sola organización y por mantener diferenciado y autónomo el proyecto revolucionario, los intereses de la clase obrera, dentro del proceso de masas del movimiento peronista, luchando por 298

Manual… , op. cit., pág. 73.

299

“Charla a los frentes”, en Baschetti, op. cit.

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alcanzar su conducción, representa en esta etapa el principio de la lucha contra las concepciones oportunistas de derecha que pugnan por disolver el proyecto revolucionario en nombre de la subordinación al líder y de la preservación de 'la unidad del movimiento'”. Ésta era la visión de Montoneros cuando ya había dado por terminada su pelea por la conducción del peronismo formal e intentaba constituirse como movimiento de masas heredero y superador del peronismo (el movimiento montonero)300. Como vemos las diferencias de Montoneros con Perón fueron notorias desde el mismo momento de la asunción de Cámpora, se profundizaron con Perón en el país y se hicieron insostenibles con el General en el gobierno. Gran parte de las acciones políticas del líder estuvieron destinadas, directa o indirectamente, a restarle espacios a la izquierda (espacios, sin duda, genuinamente ganados); por otro lado la derecha y la burocracia sindical recibieron de Perón un respaldo que les permitió sortear su nula o menguada representatividad. Cuándo Perón regresó definitivamente al país el 20 de junio de 1973, los montoneros prepararon en Ezeiza lo que se esperaba fuera una fiesta en el inicio de un proceso de liberación nacional. Sus columnas eran, sin dudas, abrumadamente más numerosas y los enormes cartelones de FAR, Montoneros, JP, JTP, etc., debían dar el marco para que en medio de consignas “Por la Patria Socialista”, Perón diese un discurso que anunciara profundas reformas. Este acto debía servir también para legitimar las aspiraciones montoneras de compartir la conducción del proceso. La masacre que se perpetró sobre las columnas de la izquierda peronista está bien documentada301 y no admite dudas sobre de qué bando estuvo la responsabilidad. La Comisión Organizadora, hegemonizada por la derecha y la burocracia sindical, planificó el ataque y lo ejecutó con el objetivo preciso de frustrar la política montonera. Su éxito fue, sin duda, rotundo: las víctimas fueron puestas en el lugar de los victimarios por el mismo Perón. Este episodio marcó claramente el inicio del ataque sistemático contra la izquierda peronista. Como vimos esta ofensiva tuvo dos momentos: el primero, centralmente político, desde el retorno de Perón, y se orientó a separar a Montoneros de las instituciones y minar su referencia política. El segundo, se basó en el terrorismo 300

Manual…, op. cit., pág. 72.

301

Para una descripción pormenorizada de los sucesos de Ezeiza ver: Verbitsky, Horacio, Ezeiza, Buenos Aires, Contrapunto, 1985. Quien escribe este trabajo recuerda a un ex miembro de la Juventud sindical textil (de nombre Pedro) jactarse en el 83 de haber participado en Ezeiza matando zurdos con las ametralladoras que su grupo recibió desde ambulancias.

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ejercido sobre los dirigentes, simpatizantes y sus familiares, a partir de la muerte del líder302. Ezeiza fue el primer episodio de masas donde comenzaron a ventilarse las diferencias El discurso del General del 21 de junio de 1973, trasmitido por cadena nacional al día siguiente de la masacre de Ezeiza, contenía ya todos los elementos discursivos de la política que desplegó contra la izquierda peronista hasta el 1º de mayo del 74: “Los peronistas tenemos que retornar a la conducción de nuestro movimiento, ponernos en marcha y neutralizar a los que pretenden deformarlo desde abajo y desde arriba (…) Por eso deseo advertir a los que se tratan de infiltrar en los estamentos populares o estatales que por ese camino van mal”. Estas dos frases encierran la definición de la política de los meses siguientes. Primero, minar el prestigio de Montoneros en las masas, si mantenía pretensiones de autonomía política. Segundo, desplazarlos de las instituciones públicas, a ellos, a sus simpatizantes y a todo aquel que pudiera ser sindicado como próximo a la Tendencia303. En ese mismo momento el Consejo nacional Justicialista, con la presencia de Perón, resuelve “perseguir la infiltración marxista hasta exterminarla” y usar todos los recursos para ello. En ese mismo discurso, Perón aclaró cuales eran los límites ideológicos del peronismo: “Nosotros somos justicialistas, levantamos una bandera tan distante de uno como de otro de los imperialismos dominantes (…) No hay nuevos rótulos que califiquen a nuestra doctrina y a nuestra ideología (…) Somos lo que las Veinte Verdades peronistas dicen. No es gritando la vida por Perón que se hace patria, sino manteniendo el credo por el cual luchamos”. Definir el credo peronista al que se refiere el General no es difícil: la comunidad organizada, trabajadores y empresarios compartiendo en armonía un proyecto (capitalista) nacional304, en el cual un Estado fuerte es árbitro definitorio305. Evidentemente esto se alejaba de las aspiraciones de la izquierda peronista que pensaba en una evolución de las ideas del 45/55 hacia el 302

Aunque hubo también asesinatos en el primer momento, como en Ezeiza, a nivel masivo, y el asesinato de decenas de militantes con la misma metodología que luego utilizó la Triple A, pero sin firma. Después de la muerte de Perón, la persecución política continuó contra los intentos montoneros de expresarse legalmente, como por ejemplo con la prohibición de sus publicaciones: El Descamisado, Causa Peronista, Noticias, y con la proscripción del Partido Auténtico. 303 Durante el período inmediato posterior a la asunción de Cámpora se dio un proceso de ocupación de instituciones públicas por las diferentes organizaciones del movimiento peronista. La movilización popular impuso funcionarios en distintas reparticiones públicas, y el Ejecutivo correspondiente estaba en la obligación de aceptarlo. Este proceso de imponer funcionarios de hecho no sólo fue impulsado por organizaciones de izquierda sino que tuvo también como protagonistas a la derecha peronista, se desató de este modo una competencia para ocupar edificios públicos y garantizarse espacios de poder en el Estado. 304 En la jerga peronista clásica la definición «capitalista» del proyecto nacional estaba borrada, de la misma forma que la categoría «burguesía» tenía connotaciones negativas. 305 Ver. Perón, Juan, La tercera posición, ed. Nuevo Tiempo, Bs. As. 1962.

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socialismo. Estas definiciones disímiles, pero no necesariamente antagónicas en el corto plazo, podrían haber sido parte de una discusión política de tendencias entre el viejo líder y las nuevas corrientes si no las hubiese expresado horas después de una masacre hecha en nombre de los mismos principios que el General decía defender. Los planteos de Perón de “La tercera posición” y la Comunidad organizada eran el modelo definitivo del general, por lo tanto solo eran compatibles con un “proceso de transición al socialismo” en condiciones muy precisas, solo planteaban los montoneros, si permitían acumular fuerzas y organización a la clase obrera y a las organizaciones revolucionarias. La situación política y económica del 73 demostró su error como ellos mismos reflexionan en el Manual… Ezeiza fue el primer round de una disputa pública entre Montoneros y Perón. El fondo ideológico de la discusión contaba con el antecedente de la sostenida por Perón y Cooke más de una década antes306. La divergencia entre ambos sobre como encarar la lucha en Argentina hizo imposible la continuación del diálogo entre Perón y Cooke y el General dejó de responder sus muy fuertes argumentos307. Pero la diferencia en los 70 era que Cooke sólo había contado con sus ideas y Montoneros contaba con argumentos que excedían la retórica. Más adelante decía el General en el mismo discurso de evaluación sobre Ezeiza: “Los que pretendan lo inconfesable, aunque cubran sus falsos designios con gritos engañosos o se empeñen en peleas descabelladas, no pueden engañar a nadie (…) Los que ingenuamente piensan que pueden copar nuestro movimiento o tomar el poder que el pueblo ha reconquistado se equivocan. Ninguna simulación o encubrimiento por ingeniosos que sean podrán engañar a un pueblo…”. Y cierra con una frase que repetirá casi textualmente en la Plaza, el 1º de mayo del año siguiente, en su enfrentamiento público con Montoneros: “A los enemigos embozados y encubiertos o disimulados, les aconsejo que cesen en sus intentos porque los pueblos que agotan su paciencia suelen hacer tronar el escarmiento”308. 306

Perón, Juan, Cooke, John, Correspondencia, ed. Parlamento, Bs. As. 1972. Perón siempre argumentó para enfrentar a los “gorilas” en torno a la necesidad de resistencia civil y acciones que provocaran el caos. Si bien no descartó el accionar armado o terrorista, siempre buscó que todo el movimiento fuera parte de esta política y no surgieran fuerzas que dieran una estructura y una ideología a la resistencia. Cooke en cambio, desde el principio (aún antes de que la revolución cubana ejerciera su influjo, como en forma novedosa nos muestra Miguel Mazzeo en su trabajo Textos traspapelados 1957-1961 (La Rosa Blindada Bs. As. 2000) buscó formas organizativas y políticas más definidas en un principio como forma mas efectiva de dotar al peronismo de fuerza combativa pero mas adelante como toda una concepción teórica de la necesidad de que el peronismo evolucionara hacia ser un partido revolucionario de masas, socialista y que construyera estructuras político militares propias. 308 Verbitsky, op. cit. Documento 15, pág. 204. 307

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Hacia fines del 73, la OPM intentó reflexionar seriamente sobre esta situación y en la “Charla a los frentes...” explicó por qué Perón prefería a la burocracia y no a ellos: “En el movimiento peronista hay, salvando a Perón, dos fuerzas orgánicas que son: la burocracia y nosotros, que son dos proyectos. Si Perón pretende combatir los dos imperialismos y opta por su proyecto ideológico, para combatirnos a nosotros no le queda más remedio, aunque no le guste, que apoyarse en la burocracia (...) Hay una coincidencia circunstancial entre la burocracia y Perón”309. Es notorio que Montoneros consideraba a la burocracia como algo que Perón repudiaba en bloque a causa de su defección post 1955 y del intento vandorista de independizarse de la conducción del líder. Se equivocaban, ya que en el modelo sindical peronista original, si bien no tenía cabida el “vandorismo” como proyecto autónomo, sí era profundamente burocrático. Para Perón los sindicatos eran correas de transmisión desde el Estado hacia los trabajadores y viceversa pero siempre encuadrados dentro de una lógica estatal. Por eso para el General, José Ignacio Rucci no era lo mismo que Lorenzo Miguel, ya que el primero carecía de proyecto propio y por eso era un “leal”. Cuando Montoneros mató a Rucci en setiembre del 1973, pocos días después del triunfo electoral abrumador de Peron, éste se enfureció. Si seguimos la hipótesis de Juan Carlos Torre, vemos que Rucci no era simplemente un burócrata más, era EL burócrata de Perón. Un segundón que era visto por los demás sindicalistas como alguien que no implicaba competencia y que servía de prenda de unidad entre los dispersos sindicatos peronistas. A su vez, Perón hizo de Rucci un personaje controlable y muy útil para su política: limitar la autonomía de la burocracia, enfrentar el crecimiento de la izquierda y sostener el pacto social conteniendo las reivindicaciones de las bases. La muerte de Rucci por parte de Montoneros dejó al General sin uno de sus principales peones y frente a una burocracia vandorista y participacionista hegemónica a la cabeza de la CGT; de allí la furia de aquel discurso en la Plaza, cuando amenazó a “la M” con que haría “tronar el escarmiento”. Hacia fines del 73 “la M”, era consciente de la contradicción con Perón y que, además, tenía una contradicción antagónica con una parte importante del peronismo tradicional. En el medio de estos enfrentamientos entendía que sus diferencias con Perón debían ser manejadas de tal forma que no estallaran en el corto plazo mientras enfrentaba al resto del movimiento. Una idea clave del pensamiento montonero era que el peronismo estaba integrado solamente por la clase obrera, y que los demás sectores 309

«Charla...», op. cit. pág. 280.

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eran arribistas cuyo peso era sólo superestructural: únicamente existían Perón, la burocracia sindical encaramada en la cúpula de las organizaciones y los propios montoneros; entonces la cuestión era actuar con la línea correcta para que las masas los reconocieran como sus verdaderos representantes. Cuando el enfrentamiento con Perón se volvió indisimulable, la situación para Montoneros era políticamente más incómoda que para el PRT-ERP y el resto de los revolucionarios no peronistas, ya que una de las definiciones básicas de “la M”, después del 17 de noviembre, había sido acentuar en sus discursos el reconocimiento de líder. A la vez pasaron a ser las principales víctimas de la derecha, junto con los dirigentes públicos de la Tendencia310. Debieron afrontar la explicación de una realidad política que era la antítesis de la que habían esperado, sobre todo de la que transmitían a sus bases. Si bien nunca tuvieron en mente la posibilidad de desarmarse311 -ya que esa discusión fue resuelta tempranamente en la fusión con las FAR y con el descarte de la idea de “formación especial”-, su idea acerca de cómo se desarrollaría la lucha no preveía que la ofensiva en su contra vendría desde el mismo Estado y con Perón a la cabeza. El General llegó a compararlos con “gérmenes” para los cuales pedía “anticuerpos”312. Si analizamos el editorial de El Descamisado, en el que se anunciaba la fusión definitiva entre Montoneros y las FAR, la conferencia de prensa de julio de 1973 dada por Firmenich y Quieto y la “Charla a los frentes...” de fines del 73, y lo contextualizamos en la realidad sociopolítica vivida en el período, veremos cuan difícil era el escenario para los revolucionarios peronistas: las posiciones expresadas en estos documentos se volvieron contradictorias sólo en unos meses; la esquizofrenia que implicaba sostener un discurso público de verticalidad cuando la práctica y la ideología marcaban otra cosa se ve claramente en una respuesta de la “Charla...”: “La dificultad frente a todo esto se presenta ante las explicaciones públicas de esta política. Y los 310

Desde la emboscada sufrida por sus columnas en Ezeiza los dirigentes de la izquierda peronista fueron perseguidos y asesinados, sus locales atacados con bombas y a partir de la muerte de Perón el 1° de julio de 1974 los asesinatos perpetrados por la Triple A se contaron por cientos. 311 El Manual de instrucción para Oficiales y Soldados del Ejército Montonero tiene una selección de los documentos más importantes desde la fusión con las FAR hasta 1975. También las canciones del LP “El cancionero de liberación” varios temas compuestos para la ocasión remarcan que “llegar al gobierno no es tomar el poder” y que hay que seguir “pertrechándose”. En el mismo sentido tenemos a “La cantata montonera” del mismo momento. Todos de difusión masiva. 312 Ver: “Mensaje de Perón a los gobernadores de las provincias”, 2 de agosto de 1973; “Perón habla a la juventud peronista”, diálogo de Perón con los diputados de la Juventud Peronista en torno a las reformas al código penal del 22 de enero 1974, etc. Gran cantidad de documentos testimonian las opiniones de Perón desde Ezeiza hasta su muerte, inequívocamente violentas hacia la izquierda del movimiento a pesar de las intenciones de ésta de desvincularse de las acciones del ERP, como en el caso de Azul.

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compañeros cuando se presentan ante el micrófono y les preguntan qué piensan de Perón se van a ver en figurillas (...) el requisito fundamental de no mentirle a las masas sobre la posición que se tiene y por otra parte la necesidad de mantenerse dentro del movimiento”313. Objetivamente no había cabida para su proyecto: el peronismo como camino hacia el socialismo operaba en la coyuntura en sentido inverso al intentar frenar la lucha de clases, fortalecer a la burguesía como clase principal del frente y a la burocracia sindical como herramienta de control social. Las diferencias entre Perón y Montoneros se transformaron en un abismo ideológico en la interpretación de la realidad (una realidad cada vez más complicada y que exigía soluciones drásticas) y que hacer frente a ella. En enero del 74, en su discusión pública con los diputados de la JP el General manifestaba sin equívocos, que la violencia política y las organizaciones revolucionarias de izquierda en todo el mundo eran parte de una conspiración internacional secreta marxista (la “sinarquía” 314) de la cual el ERP obviamente era parte y, leyendo sus discursos sin mucha suspicacia, Montoneros también. El pedido de Perón de que cesaran las operaciones militares de la guerrilla era lógico siendo él la cabeza del Estado. Lo que fue (aún a los ojos del presente) difícil de aceptar fueron sus argumentos. Ya planteamos las definiciones de Montoneros respecto a su rol como fuerza militar y como vanguardia. Esperaban poder definir fronteras y llegar a un acuerdo que les permitiera preservar los espacios conquistados, como planteaban en el Manual.... Pero Perón no aceptó fronteras que no fueran las definidas por él mismo, mucho menos si éstas implicaban un viraje hacia el socialismo tal como proponía la izquierda. Es tan impresionante la catarata de agresiones que Perón dirigió a la Juventud Peronista y, sin nombrarlos nunca, a Montoneros, que vale la pena contextualizar y explicar algunas de ellas. En cada lugar donde el General se expresaba públicamente, destinaba una parte significativa de sus alocuciones a atacar a quienes “pretendían 313

“Charla...”, op. cit. pág. 305.

314

La “sinarquía” sería una especie de inteligencia común que existiría entre marxistas de todos los estilos, yanquis, masones y sectores judíos destinada a destruir los valores nacionales y minar la independencia del país. En algunas definiciones más precisas como las de La hora de los pueblos de 1968 (en un momento histórico particular en el que Perón profundizó la veta izquierdista de su discurso) la sinarquía estaba compuesta por: “el capitalismo y el comunismo soviético (…) aparentemente contrapuestas pero, en realidad de verdad, perfectamente unidas y coordinadas. Para comprobarlo, basta recordar 1939 cuando se aliaron para aniquilar a un tercero en discordia, representado entonces por Alemania e Italia. (…) Pero es que todo tiende a internacionalizarse alrededor de ello, lo que, en último análisis, es el triunfo del internacionalismo comunista. La masonería, el sionismo, las sociedades internacionales de todo tipo, no son sino consecuencias de esa internalización del mundo actual. Son las fuerzas ocultas de la revolución como son las fuerzas ocultas del dominio imperialista” también en algunas declaraciones incluía al Vaticano. Cualquier fuerza supra nacional pareciera entrar dentro de la categoría sinarquía.

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desviar al movimiento de su camino”, definido por “la comunidad organizada”, las “veinte verdades” y la “tercera posición”. En las charlas a la JP no montonera (grupos sindicales, Comando de Organización, Guardia de Hierro, etc., claramente minoritarios dentro del espectro juvenil peronista) cargó contra los simpatizantes de Montoneros: “En la JP, en estos últimos tiempos, específicamente, se han perfilado deslizamientos cuyo origen conocemos (...) una infiltración”. Más adelante fijaba límites que invitaban a la exclusión: “El movimiento ha sido cualquier cosa menos sectario (...) pero esa amplitud tiene un límite. (...) Hay mucha gente que ha tomado la camiseta peronista para hacer deslizamientos (...) no interesa lo que se grite, interesa lo que se siente y lo que se piensa”315. En este sentido podemos ver que Perón no se confundía, conocía los planteamientos de los sectores revolucionarios del movimiento y no los aprobaba. Lo que Montoneros consideraba una evolución necesaria hacia el socialismo, para Perón eran “deslizamientos”; y proponía “ver quien es quién, quiénes constituyen el justicialismo dentro de la juventud y quienes no”, porque “es la primera vez que se da en la historia de la República Argentina; gente que se infiltra en un partido o un movimiento político con otras finalidades”316. Y finalmente cerraba sus planteamientos sobre los revolucionarios peronistas diciendo: “Han tenido hasta la imprudencia de comunicar abiertamente lo que ellos son y lo que quieren. (...) Tengo todos los documentos y, además los he estudiado. Bueno, ésos son cualquier cosa menos justicialistas”. Pero aun más: “Los que quieran seguir peleando, van a estar un poco fuera de la ley porque ya no hay pelea en este país, hay pacificación (...) Hay héroes y mártires, que es lo que se necesita en esa clase de lucha, pero eso ha sido la lucha cruenta, que ya ha pasado. ¿Por qué nos vamos a estar matando entre nosotros?”. Para el General el objetivo primario de la violencia revolucionaria ya se había cumplido. “Para pelear, si hay que pelear, yo decreto movilización y esto se acaba rápidamente; convoco a todos para pelear y van a pelear organizadamente, uniformados y con las armas de la nación”317. No había cabida para una estrategia revolucionaria que se planteara el enfrentamiento a largo plazo con las estructuras del sistema; los guerrilleros debían desarmarse y el Estado monopolizar la violencia nuevamente, ya que para Perón la 315

“Charla de Perón a la JP del 14 de febrero de 1974”. Ediciones de la Secretaría de Prensa y Difusión. Es importante mencionar que en la organización de este encuentro con la Juventud Peronista, Perón intentó que Montoneros participara pero en pie de igualdad con los grupos de derecha y que se subordinara al conjunto. 316

317

Idem. Idem.

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conciliación entre capital y trabajo implicaba, justamente, conciliar y no la lucha de clases, y mucho menos la violencia revolucionaria destinada a destruir las estructuras de ese Estado o cambiarlas radicalmente. Es claro que Perón desde su regreso al país estaba empeñado en una cruzada para encuadrar al movimiento detrás de sus principios tradicionales, y de éstos había dos que eran contradictorios con la existencia misma del peronismo revolucionario: dirección centralizada en el líder sobre todas las organizaciones políticas y sociales (ya que las agrupaciones del peronismo revolucionario funcionaban en realidad como fuerzas políticas externas al PJ), y la consolidación de una estructura capitalista independiente con una fuerte burguesía nacional como objetivo último. Para llevarlos a la práctica debía encuadrar su propia fuerza y pelear en diferentes frentes. Uno, como ya vimos, era el de la JP, otro era el de los gobernadores, cinco de los cuales adherían a la Tendencia Revolucionaria318. En el mensaje a los gobernadores del 2 de agosto de 1973, Perón cargó nuevamente contra la juventud y las “desviaciones” dentro del movimiento, destinando la mitad de su mensaje a este tema y equiparando a la guerrilla con la delincuencia. “La delincuencia juvenil que ha florecido (...) Las desviaciones ideológicas y el florecimiento de la ultraizquierda, que ya no se tolera ni en la ultraizquierda. Yo he estado en los países detrás de la cortina y ya la ultraizquierda ha muerto (...) es un material de exportación.” Además -lo que debió haber sido mejor evaluado por “la M”-, los hacía responsables (y no por primera vez) de los hechos de Ezeiza: “Tenemos que educar a un pueblo que está mal encaminado, y debemos encaminar una juventud que está, por lo menos cuestionada (...) Lo que ocurrió en Ezeiza es como para cuestionar ya a la juventud que actuó en ese momento (...) ¡cuidado con que pueda tomar un camino equivocado!” Y concluye Perón esta parte de su mensaje: “No admitimos la guerrilla porque yo conozco perfectamente el origen de la guerrilla”, insistiendo con su estrafalaria idea de que todo se había originado en el Mayo Francés con el propósito de anarquizar y destruir la sociedad industrial, dirigido desde allí hacia el resto del mundo por un organismo (la Cuarta Internacional) que tenía su sede en París. Luego encaró por su nombre a los que en Argentina debían dar muestras de respeto a la ley: el Partido Comunista, el ERP y Mongo Aurelio” 319. Los montoneros tomaron nota de quién era para el General Mongo Aurelio: ellos mismos. 318

Según otras versiones, el gobernador de San Luis también podía incluirse en la Tendencia, con lo cual el número ascendería a seis. 319 “Charla de Perón con los gobernadores peronistas”. Ediciones de la Secretaría de Prensa y Difusión

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Otro round entre Perón y Montoneros tuvo lugar en la entrevista con los diputados de la JP320 cuando éstos intentaron frenar la adecuación del Código Penal para la represión de la guerrilla. Montoneros ya había realizado el 21 de julio de 1973 una impresionante movilización (convocada en pocas horas) hacia la residencia de Olivos bajo la consigna de “romper el cerco” y lograr un canal de diálogo directo con Perón. El General los recibió y nombró como interlocutor a López Rega. En enero del 74 los diputados fueron solos hacia Olivos a discutir abiertamente con el General; pero Perón los recibió muy hostilmente, flanqueado por miembros conspicuos del lopezrreguismo y con las cámaras de televisión, como para evitar cualquier desplante. Las categorías penales propuestas por el Poder Ejecutivo (como toda categoría jurídica encerraban una concepción político ideológica), que el bloque peronista pretendía aprobar sin discusión, establecían la figura “asociación ilícita” de una forma tan amplia que podía incluir cualquier agrupación combativa (y, obviamente, guerrillera), dejando esto a criterio del juez. Perón aclaró en varias ocasiones a los diputados montoneros que “el juez configura el delito” y que debían discutir dentro del bloque parlamentario y no con él. “Quien está en otra tendencia diferente a la peronista lo que debe hacer es irse (...) Lo que no es lícito, diría, es estar defendiendo otras causas y usar la camiseta peronista.” Y refiriéndose específicamente al ERP por su ataque al cuartel de Azul: “En este momento como acabamos de ver, que una banda de asaltantes que invoca cuestiones ideológicas o políticas o para cometer un crimen (...) es un crimen cualquiera sea el móvil que se invoca para cometer el delito.” Los diputados de la JP plantearon su repudio a los “lamentables acontecimientos de Azul”, pero marcaron una diferencia con Perón sobre la naturaleza de la violencia política, esperando al menos que éste los avalara aunque más no fuese con su retórica tradicional. Para los diputados el tema a desterrar eran “las estructuras violentas” de una sociedad injusta que eran el caldo de cultivo del ERP, pero Perón les respondió con dos argumentos que impidieron todo diálogo exitoso y demostraron que la intención del General no era conciliar. El primero –muy presente en la actualidad–, que la delincuencia es delincuencia sea política o social; el segundo, que afirma las concepciones que había mamado durante su formación en los 30, sostenía que “yo a esto lo he conocido ‘naranjo’, cuando se gestó ese movimiento, que no es argentino. Ese

320

Realizada el 22 de enero de 1974 en Olivos.

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movimiento se dirige desde Francia, precisamente, desde París y la persona que lo gobierna se llama Posadas, de seudónimo”321. Evidentemente el General conocía la existencia de las diferentes internacionales y entre ellas la contemporánea cuarta internacional a la que adhería el PRT. Seguramente los fantasmas ideológicos de su formación en los treintas y cuarentas le llevaron a deducir que eran un brazo más de la “sinarquía”. Sus apreciaciones sobre el comunismo y el trotskismo eran de anticuario y se asemejaban más a los fantasmas que asustaban a la oligarquía en las primeras décadas del siglo que a las realidades de las luchas que se libraban en los 60 y 70. Pero es claro que Perón invitaba a los diputados de la JP a abandonar el movimiento (o “sacarse la camiseta peronista”, como decían en la época); y si bien siguieron reivindicándose peronistas, la participación de los diputados de la JP en el Congreso terminó con ese enfrentamiento, ya que optaron por renunciar a sus bancas. Finalmente, si tomamos las charlas que dio en la CGT322, éstas marcan un nuevo aval de Perón a la burocracia sindical, que preanunciaba discurso del 1° de mayo de 1974 y la salida a la luz de las bandas parapoliciales que ya funcionaban, al menos desde Ezeiza. “En nuestro movimiento cada uno tiene derecho a opinar, se formó con procedencia de extrema derecha y de extrema izquierda. Pero no de ultraderecha ni de ultraizquierda. Ésos son inventos modernos en los que nosotros no nos detenemos a pensar, porque estamos muy conformes con lo que hemos hecho. Así, nuestro movimiento, como hombres que vienen de distintas procedencias, ha podido formar un cuerpo homogéneo con una ideología clara y una doctrina en permanente ejecución en el mismo pueblo. Algunas veces aparecen quienes de buena fe (...) piensan de otra manera (...) Nosotros desde el movimiento con el poder de nuestra verticalidad los podríamos haber eliminado totalmente. (Se los elimina a través de las autodefensas del movimiento.) ¿Cómo se generan las autodefensas? Es muy simple. El mismo microbio que entra, el germen patógeno que invade el organismo fisiológico, genera sus propios anticuerpos, y esos anticuerpos son los que actúan como autodefensa. En el organismo institucional sucede lo mismo”, decía el General utilizando una metáfora organicista, y

321

Perón, Juan, “Diálogo con los diputados de la Juventud Peronista”, 22 de enero de 1974, Secretaría de Prensa y Difusión. 322

Realizadas los días 2 y 8 de noviembre de 1973.

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continuaba: “Observen ustedes que contra Perón no trabaja nadie el tiro es contra nuestras organizaciones”323. La sintonía de este discurso con el de la Plaza seis meses después muestra la coherencia del pensamiento de Perón. “Nosotros tenemos que proteger a las organizaciones”, reclamaba. Nótese que las definiciones de Perón de noviembre de 1973 son iguales a las del 1° de mayo del 74. Allí acusó públicamente a los que “traidoramente trabajan de adentro” y reconoció como artífices de la lucha de 18 años a los dirigentes de la burocracia tradicional “sabios y prudentes”. De este modo se verifica que Perón no tuvo un exabrupto en la Plaza, sino que expresó lo que pensaba en forma consecuente desde mucho antes de que Montoneros lo “apretara”. Perón se encontraba por primera vez con una oposición interna con vuelo propio, organizada y con base de masas, dispuesta a pelearle la orientación de algunas políticas. La verdad es que Montoneros se mostraba inclinado a llegar a un acuerdo, pero el General no estaba dispuesto a correrse un ápice de sus definiciones y no tenía experiencia con oposiciones internas del tipo que representaba “la M”. En la época de los Movimientos de liberación nacional y las guerrillas revolucionarias, el estilo de conducción de Perón debía entrar en crisis. El general era un hombre de los cuarenta y sus ideas se relacionaban con los movimientos de masas inorgánicos, democratizadores y modernizadores de las viejas sociedades oligárquicas. El mismo Laborismo que llevó a Perón a la presidencia en 1946 y que fue un intento de autonomía política de la dirigencia sindical respecto del Estado, fue cancelado drásticamente por Perón. Pero en la década del 70 el desafío histórico al que debía responder el General era irresoluble dentro del esquema organizativo que el general sustentaba. El debate que Perón había eludido darle al Cooke en los sesentas, se reabriría diez años después en la arena política pública. En la “Charla a los frentes”, Montoneros ya manifestaba: “Obviamente todos los sectores demoliberales comparten que se nos aniquile, porque saben que el desarrollo de nuestro proyecto significa su desaparición. Toda la burocracia comparte que se nos aniquile (...). La propia burguesía nacional (...) también (comparte) que se nos aniquile. Para todos esos sectores somos un enemigo común”324. Y más adelante también 323

Perón, Juan, “Discurso en la CGT el 2 de noviembre de 1973”, Secretaría de Prensa y Difusión. Las cursivas son nuestras para señalar las similitudes con el discurso del 1° de mayo de 1974, cuando el general se enfrentó públicamente en la Plaza de Mayo con Montoneros que le reclamaban, con fuertes consignas e interrumpiendo su discurso, por la presencia de “gorilas” en el gobierno y el viraje a la derecha. 324

En “Charla...”, op. cit., pág. 278.

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consideraban que el propio Perón se había definido por esta propuesta de aniquilamiento aunque aclarando que no creían que “aniquilamiento” significara literalmente lo que literalmente significó. Cabría preguntarse cómo pensaban compatibilizar este análisis del frente enemigo (ya en el 73) con la idea de un capitalismo de Estado que contara con el apoyo de la burguesía nacional en una transición al socialismo. Perón nunca había dado demasiado de su tiempo para combatir a ningún adversario interno. Augusto Timoteo Vandor y John William Cooke, desde polos opuestos, habían desafiado al General en diferentes momentos. Cooke fue neutralizado por Perón simplemente quitándole su aval, nunca confrontó posiciones con él: sencillamente dejó de contestarle la correspondencia y de considerarlo para alguna misión en el interior del movimiento. Cooke mantuvo su prestigio como intelectual y revolucionario pero sólo dentro del activismo más consecuente, no como referente de masas. Desde la vereda de enfrente, Vandor, a la cabeza de la estructura sindical, intentó independizarse políticamente de Perón; en este caso el General se vio obligado a dar batalla en el terreno electoral, pero con sólo dejar en claro que su lista no era la de Vandor bastó para ganarle a todo el aparato sindical. En los dos casos la razón de la tranquilidad de Perón era simple: el prestigio ante las bases tanto de Cooke como de Vandor se basaba en mantener puesta “la camiseta peronista”; ambos comenzaron a pensar en una construcción diferenciada de la planteada por el General cuando su prestigio ya estaba ligado fuertemente al de Perón. Con Montoneros, Perón por primera vez se encontraba con un desafío que lo obligaba a implicarse personalmente; durante un año destinó una parte de sus esfuerzos a combatirlos y limar su prestigio entre las masas, como si quisiera dejar bien claro que en caso de su predecible muerte no iban a ser los montoneros sus herederos. La famosa frase “Mi único heredero es el pueblo” también puede leerse en este sentido. La clave está en que Montoneros (y el resto de las organizaciones guerrilleras peronistas), desde sus comienzos ganó parte de su prestigio por méritos propios, y aquello que iba construyendo era orgánicamente independiente de todas las estructuras que el General controlaba. Los montoneros tenían gran confianza en su capacidad de movilización -que superaba ampliamente la del sindicalismo y la derecha-, y esperaban que a través de ésta Perón comprendiera de qué lado estaba el “verdadero peronismo”. De todas formas, esto también se originaba en la mistificación con que veían la relación de Perón con las 162

masas en el período 1945-1955. Si bien las masas constituyeron al peronismo, Perón como líder nunca planteó un diálogo con ellas ni con ninguna estructura. Había una sola dirección desde donde emanaba el discurso; y el verdadero peronismo reclamado por Montoneros, si bien no era la burocracia sindical, tampoco era la asamblea popular. En otras palabras, para Perón las cosas eran claras: debían asimilarse a las estructuras hegemonizadas por los políticos tradicionales y la burocracia sindical o irse. El verdadero peronismo era el de las veinte verdades y la conducción la ejercida por él y manualizada en Conducción política. Treinta años antes los laboristas de Gay y Cipriano Reyes habían sufrido marginación por sus intentos de autonomía. El encuadramiento propuesto por Perón dejaba poco margen para una organización revolucionaria: “Todas las agrupaciones peronistas, cualquiera sea su signo ideológico deben conectarse oficialmente al Consejo Superior Peronista y éste tendrá la responsabilidad de decirles sí o no, porque las dos cosas no podrá decir” 325. Para los montoneros la cuestión era la opuesta: aguantar hasta que el general muriera evitando el enfrentamiento directo para poder pelear por su herencia política con el mayor grado de legitimidad posible. Quizá resulte complicado para un lector contemporáneo comprender qué fue lo que llevó a los militantes revolucionarios peronistas a ser peronistas, si el General pensaba tal como se ve en los discursos de su último año de vida. Pero los discursos y mensajes de Perón no fueron siempre en el mismo sentido, y más allá de lo que realmente pensaba, su política se caracterizaba por la llamada «política pendular», acercándose hacia la izquierda o la derecha según la conveniencia del momento pero siempre intentando contener a ambas corrientes dentro del movimiento y neutralizadas entre sí. A principios de los 70, cuando surgen las organizaciones armadas, Perón no sólo respaldaba las acciones de la guerrilla peronista, sino que no repudiaba a ninguna organización, peronista o no, que desarrollara la lucha armada. En el mismo sentido sus definiciones sobre el socialismo, el Che, los movimientos de liberación nacional, China, etc. se orientaban en la dirección de abrir espacios dentro del movimiento peronista a las nuevas corrientes radicalizadas que, sin duda, percibía en crecimiento tanto nacional como internacionalmente. Pero lo que sí Perón tenía bien claro era que la incorporación de estos sectores no debía «deslizar» al movimiento de sus principios tradicionales.

325

Ver “Charla de Perón a la JP”, op. cit.

163

Los montoneros y la izquierda peronista en general se encontraron así entrampados en un atolladero político e ideológico. Perón, el líder del movimiento al cual pertenecían, abría espacios a la derecha y a la burocracia para frenar y disciplinar a la izquierda y no estaba dispuesto a hacer concesiones. En realidad, esto no era nuevo: tiempo antes el General había forzado la unidad de la CGT detrás de la burocracia, provocando la disolución de la CGT de los Argentinos, dejando a los luchadores peronistas y clasistas sin organización reivindicativa propia a nivel nacional. Y algo parecido pretendió con las organizaciones combativas. Pero las fuerzas políticas del peronismo revolucionario eran relativamente más fuertes que a nivel sindical y resistieron esos intentos. Entonces Perón se volcó cada vez más hacia el respaldo de los grupos de derecha y burocráticos. Es importante destacar que a nivel económico, la política del líder no iba en el mismo sentido. José Ber Gelbard era su ministro de Economía y pretendía articular una política de equilibrio entre capital y trabajo con apertura hacia las economías del Tercer Mundo y el bloque socialista. Se trataba de un intento de capitalismo independiente, mientras que el proyecto económico de la derecha peronista se expresó en el plan de ajuste de Celestino Rodrigo. Esto permite pensar que la apuesta de Perón por la derecha de su movimiento no era un viraje ideológico ni expresión de una supuesta ideología fascista, sino parte de su tradicional política pendular. Esta política, en una etapa histórica de radicalización, llevó a su movimiento a la catástrofe. Perón murió con el péndulo volcado a la derecha y la burocracia política y sindical contó entonces con un nivel de legitimidad que nunca había tenido, asumiéndose heredera del movimiento peronista, título que conservó por mucho tiempo. A lo largo de nuestro trabajo hemos visto que las visiones actuales de este proceso son diferentes en muchos ex militantes. Creemos que expresan una tendencia que liga más a montoneros con el «populismo» y la idea de “lealtad” que con el resto de las guerrillas comunistas, guevaristas o marxistas nacionalistas. Por eso la mayoría de los ex montoneros evalúan hoy el enfrentamiento con Perón como algo que debió (y pudo) ser evitado. No es nuestra tarea hipotetizar que hubiera pasado si ese enfrentamiento no hubiera existido. Pero si podemos concluir que, de acuerdo a los datos con los que contamos, que las diferencias con Perón eran suficientes como para que el enfrentamiento fuera una posibilidad seria. Plantearse la posibilidad de que eso no fuera así implica una autocrítica a toda la posición política montonera y a la opción por algún tipo de socialismo. La mayoría de los autocríticos (Jose Amorin y dentro de 164

esa línea, aunque con matices políticos debido a la militancia actual encontramos también a Ernesto Jauretche o Carlos Flashcampf, entre otros) plantea una verdadera naturaleza movimientista de montoneros, desvirtuada desde la dirección. Una naturaleza que implicaría la lucha por la justicia social y la independencia nacional dentro de los cánones peronistas clásicos y no la construcción de una vanguardia revolucionaria que lucha por el socialismo. Pero el proceso de lucha contra el resto del peronismo en función de construir un camino más radical fue acompañado, en su momento, por el grueso de los miembros de la organización, los alejamientos fueron individuales y silenciosos. Y, como hemos visto en este capítulo, Perón marco los límites con claridad y públicamente. 11 - Relaciones entre organizaciones armadas

Presentaremos en este capítulo una descripción de las relaciones entre el PRTERP y Montoneros desde 1972 hasta 1976. Nos aproximaremos desde una perspectiva de las conducciones. Aclaramos esto ya que en sus comienzos todas las organizaciones guerrilleras argentinas eran muy pequeñas y había cierta permeabilidad dentro de estricto campo de la actividad clandestina, y posteriormente en su tiempo de mayor desarrollo numérico los militantes tenían contactos y acuerdos en sus territorios o lugares de militancia. Las relaciones entre el PRT-ERP y Montoneros tuvieron oscilaciones notorias. Durante 1972, sobre todo en el período de la fuga del penal de Rawson, hubo un acercamiento entre el PRT-ERP, FAR y Montoneros, que podemos dar por concluido en torno al 17 de noviembre de 1972 y la decisión de volcarse de lleno a la campaña electoral del FREJULI por parte de las dos últimas organizaciones. No debe olvidarse que Montoneros no tuvo una política firme en torno a la fuga del penal de Rawson. La «M» no participó orgánicamente, por eso las tareas de apoyo externo estuvieron a cargo de las FAR. Pero si lo hicieron los militantes presos entre ellos Vaca Narvaja y Pujadas miembros de la conducción. Es de destacar que, cualitativa y cuantitativamente, la proporción de presos montoneros era menor que la del ERP o las FAR. La conducción consideró, no sin debates, que el retorno del peronismo era inevitable y que se debía esperar trabajando por la amnistía sin arriesgarse, pero el consenso sobre esta posición no fue suficiente para imponerlo a los presos, lo que 165

implicó que finalmente quedaran en libertad de acción. Es razonable que, dadas las fuertes disputas en torno al proceso electoral que llevaron a fracturas importantes, las diferencias en la resolución acerca de qué hacer con la fuga fueran la expresión de las mismas tendencias: una mayor confianza en que el peronismo sería el camino revolucionario, frente a la posición que sostenía a la vanguardia armada como salida principal. El proceso de distanciamiento del PRT con FAR y Montoneros, que se dio desde fines del 72, fue parte de una situación más compleja en la que el conjunto de las organizaciones revolucionarias se vio inmerso. Montoneros decidió acomodar su estrategia de cara a la apertura electoral del 73, la cual no era congruente con la línea de lucha de las guerrillas de la época. Hasta ese momento, la fuga, la conferencia de prensa y el posterior velatorio en la sede del PJ sin distinción de los militantes asesinados en Trelew fueron una expresión de unidad muy fuerte. En la conferencia de prensa dada en el aeropuerto de Trelew antes de entregar las armas, Mariano Pujadas de Montoneros, Pedro Luis Bonnet del ERP y María Antonia Berger de las FAR se expresaron en similares términos, poniendo énfasis en los acuerdos de caracterización de la lucha y definiendo las diferencias de identidad (peronista o no) como algo secundario, en consonancia con la posición que planteaba la unidad de las organizaciones en base al método por sobre la identidad peronista. En esa conferencia expresaron claramente a la opinión pública que no preveían que la dictadura fuera a dar elecciones limpias. La dictadura, a cuyo frente estaba el general Alejandro Agustín Lanusse buscó por el contrario las mejores condiciones de su retirada en el marco de un repliegue estratégico que los años venideros demostraron exitoso. Para el PRT-ERP, el cambio entre Lanusse y Cámpora no era sustancial, sólo dos formas de régimen burgués que se alternaban nuevamente y había que desgastarlos y desnudar su naturaleza. Pero para las organizaciones peronistas la posible vuelta del peronismo por la vía de las elecciones libres significaba un desafío para la legitimidad de su lucha, y en este sentido era especialmente clara la afirmación de Pujadas de que no creía que pudieran darse elecciones con Perón como candidato. La creencia generalizada era que Perón debía volver en el marco de la lucha revolucionaria y no a través de las elecciones; había además un consenso general en que Perón era “intragable para la oligarquía”. En ese contexto de campaña electoral, de todos modos, el ERP y las FAR desarrollaron varias acciones en común, y el PRT depositó gran expectativa en la unidad. 166

El debate se volvió muy fuerte en torno a la coyuntura política que llevó a la vuelta de Perón el 17 de noviembre. Las conclusiones que los Montoneros sacaron de ese debate están sintéticamente expresadas por Dardo Cabo en el editorial de la revista El Descamisado, en el que se anunciaba la fusión definitiva entre FAR y Montoneros. Allí se planteaban los términos políticos de la contradicción que enfrentaban las organizaciones armadas peronistas: ¿qué debía unir a las organizaciones en primera instancia? ¿El método de lucha o la identidad? Con una argumentación muy influida por la situación del momento326, Cabo respondía que la identidad era lo central y el método lo secundario327. Santucho lamentó estas definiciones en su “Carta a las FAR”328, en la que acusó a esa organización de “someterse a la dirección burguesa y burocrática del peronismo” y a políticos burgueses e integracionistas como Cámpora, Solano Lima y otros, y de transformarse en furgón de cola de un movimiento hegemónicamente burgués, sacrificando el objetivo socialista por una efímera coyuntura electoral. La coyuntura electoral causó un fuerte cimbronazo entre los diferentes grupos revolucionarios y llevó a rupturas en Montoneros (Columna Sabino Navarro) y en el ERP (ERP 22 de Agosto), y a la adopción definitiva de la identidad peronista por parte de las FAR, como así también al estallido de las FAP. Fue una encrucijada histórica. La apertura electoral colocó a las organizaciones armadas en un debate que era difícil de abordar con el herramental teórico del que se habían dotado y no había otros ejemplos similares. Perdía nos transmite la sensación del momento: «era algo totalmente nuevo que una organización guerrillera participara de elecciones». Si, realmente era nuevo, participar en el caballo ganador y sin desarmarse. El PRT y Montoneros respondieron en forma opuesta a la coyuntura. El punto de mayor distanciamiento se dio entre el 25 de mayo de 1973, con la asunción de Cámpora, y el enfrentamiento con Perón. El PRT repudió la participación montonera en el gobierno y Montoneros condenó por contrarrevolucionarios los ataques al Comando de Sanidad durante la gestión del general Carcagno al frente de las FFAA y al cuartel de Azul, ambos bajo la presidencia de Perón. Sin embargo, Montoneros mató a José Ignacio Rucci, secretario general de la CGT, durante el mismo período (aunque 326

Recordemos el método que usaba Montoneros para procesar la realidad: práctica-teoría-práctica. Siguiendo este método de análisis la amplia movilización de masas del «Luche y Vuelve» los llevó a hacer del acierto político una teoría política. Más adelante ellos mismos llamaron a esta etapa de desarrollo de su ideología «pensamiento mágico». 327 Los editoriales de El Descamisado iban firmados pero no eran obra particular del firmante, sino parte de una discusión específica de la Conducción Nacional. 328 De Santis, Daniel, comp., El PRT-ERP y el peronismo, Ed. Nuestra América, 2004, pág. 87.

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no lo reivindicó oficialmente, era un secreto a voces), días después del aplastante triunfo electoral de Perón, quien era un hombre clave para el líder329. Las declaraciones públicas de “la M” en referencia al ERP fueron muy duras (como ya vimos las declaraciones de Quieto en la conferencia de prensa de julio del 73) y estaban relacionadas con la idea que la organización sostuvo hasta principios de 1975 acerca de que la construcción se debía dar dentro de la identidad peronista. Igualmente debemos destacar que, a pesar de los artilugios discursivos a los que apelaban en su estrategia de ganar tiempo para disimular ante sus bases las medidas dirigidas por el gobierno contra los militantes revolucionarios y luchadores obreros, los montoneros se opusieron a las reformas al Código Penal que supuestamente estaba dirigido contra el ERP, a la Ley de Asociaciones Profesionales y más moderadamente también al pacto social. Pero no pudieron elaborar una estrategia defensiva fuerte, ya que ésta hubiera acelerado la confrontación con Perón, y la idea de “la M” era postergar el enfrentamiento. En el período de distanciamiento entre ambas organizaciones, el PRT continuó precisando sus diferencias con los revolucionarios peronistas, y por ello planteó dos tareas: la unidad de acción y el debate de posiciones. Las posiciones más duras se dieron en torno a la reunión del Comité Central ampliado de 1974. Allí el PRT se propuso un replanteo de su caracterización de Montoneros como organización revolucionaria: “Considerábamos a Montoneros una organización revolucionaria en base a su metodología de lucha, la armada. No hicimos un profundo análisis de clase y dejamos de lado lo principal, si tenían o no una teoría revolucionaria y un programa revolucionario (…)”. A partir de esta definición, “el Comité Central caracteriza a Montoneros como una organización populista al servicio de las ilusiones nacionalistas burguesas”330. Pero, a partir de su distanciamiento definitivo del gobierno y de la muerte de Perón, sobre todo durante la gestión de Isabel, Montoneros y el PRT-ERP se acercaron nuevamente. El alejamiento entre Montoneros y el gobierno peronista se daba desde antes en los hechos La ofensiva de la burocracia sindical, la derecha y el gobierno abarcaba sin distinción a todos los grupos y organizaciones de izquierda y combativas.

329

La ejecución de Rucci, hombre clave para el sostenimiento del pacto social, enfureció a Perón más que los ataques del ERP. Esto fue así porque las acciones montoneras iban dirigidas contra los núcleos de su política y cuestionaban su conducción al interior del peronismo. 330

Ver El Combatiente Nº 134, 11 de septiembre de 1974. “Resoluciones del Comité Central “Antonio Del Carmen Fernandez””

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Esto provocaba un acercamiento “por abajo” espontáneo en la conformación de espacios de lucha331. Por ejemplo en marzo de 1974 en Córdoba militantes del PRT, Montoneros y OCPO, motaban una guardia armada en la sede de SMATA Córdoba sitiado por unos cincuenta parapoliciales de las AAA. La causa del enfrentamiento era garantizar o impedir que el triunfo de René Salamanca (del PCR) se materializara con el acceso de los triunfadores al edificio del sindicato332. Salamanca había ganado la conducción del gremio a la cabeza de una lista que agrupaba a una amplia coalición de izquierda peronista y no peronista. Estos enfrentamientos y alineamientos se repitieron con diferente grado de intensidad en todos los gremios donde se cuestionaba la conducción de la burocracia tradicional. En el mismo sentido De Santis recuerda que nunca dejó de tener un excelente diálogo con los referentes regionales de “la orga”. En general podemos afirmar que todo el periodo en que la lucha obrera cobra protagonismo central y que tuvo como máxima expresión a las coordinadoras produjo un gran acercamiento entre Montoneros y la izquierda y, especialmente el PRT, lo vio como una señal para avanzar en la unidad. Perdía relata los acercamientos a nivel conducciones del periodo: “Hacemos tres o cuatro reuniones y establecemos una base de acuerdos, fue el momento de nuestra más distante relación con el peronismo, planteábamos el tema del agotamiento del peronismo. Llegamos a un acuerdo en la primera mitad del 76 ya producido el golpe. Ahí pasan dos cosas, primero es que empieza al interior de Montoneros a reformularse lo que estábamos haciendo, en el sentido que empezamos a visualizar varias cosas, como que el peronismo no estaba tan muerto; segundo, que nuestra confrontación con el sector sindical pasado el golpe dejaba de ser importante (...) En el 75-76 se plantea el tema de la fusión (con el PRT-ERP), fuimos avanzando hacia eso en el mismo sentido que planteábamos la crítica al peronismo y su agotamiento, pero en abril, mayo, junio comenzamos a revisar la posición respecto al peronismo (...) La línea divisoria pasó de confrontar con Isabel y el sindicalismo a confrontar con el Proceso, entonces cambió el marco de alianza. Hay un doble movimiento, esta vuelta al tema del peronismo implicó volver al distanciamiento con el tema del ERP”333. 331

Aunque esos espacio tuvieron en su interior fuertes disputas entre las diferentes corrientes y dieran como resultado la formación de frentes con hegemonías montoneras o perretistas que apuntaban a la conducción de la lucha contra el gobierno imponiéndoles su propio perfil. 332 http://www.pparg.org/pparg/documentos/represion/doc_orga/_b/contentFiles/MONTONEROS.pdf 333 Perdía, Roberto, entrevista con el autor, op. cit.

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Con la muerte de Santucho el 19 de julio del 76 se agotó el proceso de fusión. Este se orientaba a crear la OLA (Organización para la Liberación de la Argentina) siguiendo el modelo de la OLP (Organización para la Liberación de Palestina), es decir, una federación de organizaciones. La OLP no fue un partido ni un frente sino una especie de Estado palestino en el exilio en el que convivían todas las fuerzas palestinas que lucharan por la liberación nacional contra Israel fueran marxistas (FPLP, FDLP, etc.) o no (como la mayoritaria Al Fatah, aunque incluía sectores marxistas en su interior). Este acuerdo también incluía a la organización Poder Obrero. Pero, a diferencia del recuerdo de Perdía para Montoneros y que en parte coincide con las sugerencias de Walsh sobre el error de los acuerdos con la “ultraizquierda”334, el PRT depositaba grandes expectativas en esta unidad: “Hace poco más de seis meses se retomaron las relaciones a nivel dirección entre nuestro partido y Montoneros y ha habido positivos avances en las discusiones realizadas. Se abrieron perspectivas amplias para el trabajo unitario e incluso para la formación de un solo Partido Marxista Leninista y un solo ejército guerrillero en nuestra patria”335. Es de destacar que más allá de las “tres o cuatro reuniones” referidas por Perdía, la relación tenía un aspecto material como fue el apoyo de “la M” al PRT con refugios, imprentas y tecnología y una relación fluida en algunas regionales336. Por otra parte la reasunción del peronismo por parte de Montoneros pareció orientarse más a un rescate de la identidad peronista que a integrarse al movimiento tradicional. Con posterioridad al golpe del 76, en un documento que circulaba entre los militantes de “la M” destinado a “los trabajadores y al pueblo” titulado “El peronismo ha quedado agotado”337, se definían como peronistas montoneros en un sentido muy distinto y absolutamente diferenciado del PJ, la CGT y cualquier estructura histórica del movimiento. Pero donde se delineaba la tarea central, la creación de una estructura gremial combativa (la “CGT de la resistencia”) en primer término y la construcción de “un ejército popular fuerte y único”, no mencionaban tareas de colaboración con el ERP, aunque la mención de un “único” ejército popular parece ser una mención a una voluntad unitaria con el PRT. 334

335

Ver “Papeles…” op. cit. Ver El Combatiente Nª 105, febrero de 1976.

336

Ya referimos en el apartado sobre política militar de las organizaciones, que Montoneros pensó la apertura de su frente rural en Tucumán no como una guerrilla rural plena sino como una fuerza de monte muy articulada con las condiciones de semirruralidad de la producción cañera de la zona. 337 Documento del archivo de Mariano Pacheco, militante social que desarrolla una investigación sobre los “pelotones autónomos” de Montoneros en la zona sur del GBA. En el apartado donde se explica el agotamiento, replantean esa definición en un sentido más matizado: «El peronismo ha quedado huérfano».

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Además, no debe olvidarse que el intenso debate dentro de la organización Montoneros se fue saldando en diferentes etapas con una adopción progresiva de categorías marxistas leninistas, lo que se reflejó en lo organizativo en la construcción del partido y del ejército. Esto los acercó formalmente al PRT-ERP, que venía desde su origen con una estructura similar. Pero no debemos sobredimensionar las cercanías formales entre ambas organizaciones: la “izquierdización” montonera se dio siempre en el marco de una concepción heterodoxa del marxismo, mientras que en el PRT las categorías clásicas se mantuvieron invariables. Estas diferencias tampoco implican, necesariamente, un distanciamiento en la construcción de un frente guerrillero unido que peleara contra la dictadura si la caracterización de la etapa y las tareas a impulsar hubiesen sido coincidentes. Pero a mediados de 1976 en la dirección montonera veían un nuevo marco de alianzas hacia el espectro político tradicional como prioritario y, ciertamente, la capacidad operativa del ERP estaba duramente golpeada. Debemos aclarar que el intento de acercamiento montonero hacia sectores políticos y sindicales otrora enemigos no le valió en ningún momento que se los aceptara como interlocutores más allá de ciertos sectores periféricos. Si la dictadura implicó un repliegue de las masas, para la dirigencia política fue directamente una fuga. En el plano sindical “la M” mantuvo los intentos de estructurar una corriente “basada en aquellos compañeros que constituían las mesas y coordinadoras sindicales” que en el 75 enfrentaban a las conducciones. Era complicado que la burocracia sindical y política del peronismo aceptara acuerdos cuando Montoneros se proponía disputarles la identidad y la base social. Como ya dijimos, la apertura democrática encontró a los guerrilleros en general como excluidos y proscritos, con el firme repudio de la amplia mayoría de los dirigentes peronistas. Para junio de 1976 (poco antes de la muerte de Santucho), la relación entre el PRT-ERP y Montoneros mostraba ya un serio deterioro. En El Combatiente, el PRT señalaba que los guerrilleros peronistas “están largando todo tipo de calumnias sobre nuestro partido, que giran en torno a las siguientes expresiones: que está semiliquidado, que está reducido a un puñado de dirigentes sin cuadros medios y sin bases, que no tenemos inserción en la clase obrera”. Esto está en consonancia con las precisiones que brinda Perdía, quien plantea que la reunión con Santucho que no se llegó a realizar a causa de la muerte del líder perretista era para avanzar en el distanciamiento. Montoneros comenzó a evaluar la necesidad de revalorizar al peronismo y buscar un marco de alianzas dentro de los sectores antes considerados burocráticos, 171

disminuyendo el énfasis en las cuestiones mas radicalizadas de su propuesta (las que lo acercaban el PRT). Por ejemplo en el ámbito sindical la CGT de la resistencia impulsada por “la M” debía aglutinar lo mejor del activismo con burócratas dispuestos a luchar. Pero Santucho, que consideraba esa misma propuesta equivocada por no ser suficientemente clara, (ya el PRT y el resto de la izquierda se habían opuesto a alternativizar a la CGT durante el 75) priorizaba el camino de la unidad aceptando propuestas montoneras clásicamente peronistas. Su muerte y la disminución de la voluntad montonera de acuerdos cerraron la discusión338. Otra expresión montonera respecto de las relaciones con el ERP puede verse en los ya mencionados “papeles de Walsh”. En ellos se marca como un grave error las políticas de la conducción de acercarse a la “ultraizquierda” por considerarla inexistente e insignificante. En estos papeles, escritos a lo largo del 76 y principios del 77, se mencionaba específicamente al ERP. Se planteaba, además, una propuesta de repliegue estratégico, pasar de la guerra a la resistencia, y de posiciones más expuestas a otras menos expuestas, redefinir el marco de alianzas y reasumir la identidad peronista peleando la conciencia de las masas de abajo hacia arriba, y reeditar la Resistencia del 55 pero con una dirección estratégica y simbólica en Montoneros. Según Walsh el marco político que requería una propuesta de ese tipo no era, justamente, el que podía proporcionar una alianza con la izquierda revolucionaria, ya que lo simbólico y lo masivo aparecían, en una lucha de resistencia, como mucho más importantes que la precisión conceptual. Hasta que punto fueron tomadas las propuestas de Walsh. Perdía y los supervivientes de la Conducción testimonian que discutieron sobre el tema y tomaron muchos de sus aspectos. En realidad hay elementos que permiten pensar que fue así: un freno a la unidad con los grupos armados de izquierda, un retome del discurso y la simbología peronistas y el impulso de acciones violentas de baja intensidad. Pero la principal propuesta de Walsh, frenar la construcción del ejército montonero y pasar de estructuras centralizadas a descentralizadas, no. Una de la claves para interpretar el problema de las contradicciones entre ambas organizaciones está en ubicar desde qué lugar se daba el debate. Es muy importante considerar que el mayor distanciamiento entre el PRT y «la M» se dio en el período que va desde el 11 de marzo de 1973 a la ruptura con Perón, cuando las expresiones 338

Según ex miembros de la OCPO la última reunión se realizó en Rosario poco después de la muerte de Santucho y los montoneros mostraron poca disposición a seguir en el camino de la unidad.

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públicas de Montoneros y FAR eran de disciplinamiento a la conducción y doctrina peronista. Pero hemos visto que Montoneros (y las FAR hasta su fusión definitiva) variaron rápidamente del entusiasmo al desencanto en pocos meses, y que ya hacia fines de 1973 su caracterización del movimiento del que eran parte era abiertamente negativa y las perspectivas sombrías. En este sentido, un problema puede rastrearse en las críticas y polémicas que el PRT establecía con las posiciones públicas de Montoneros. Por ejemplo, en un muy interesante documento aparecido en El Combatiente Nº 81, el PRT polemizaba con las definiciones vertidas por Firmenich y Quieto en una conferencia de prensa inmediatamente anterior. En esa conferencia de prensa, los dirigentes se habían posicionado con un firme respaldo a Perón y sin criticar ninguna de sus maniobras, definiendo el rol de la guerrilla sólo como de «señalamiento y desgaste», asimismo obviaban las experiencias de lucha de los trabajadores que no reconocieran una fuerte identificación con el peronismo (cordobazo, clasismo, etc.). Intentaban mostrar que entre «patria peronista» y «patria socialista» no existían diferencias; llamaban sin otras salvedades a las fuerzas armadas a sumarse al proceso de liberación nacional; sostenían «la alianza de clases manteniéndola en los términos en que fue constituida por el general Perón». Y, finalmente, afirmaban, por boca del propio Quieto, que quienes no se incorporaran al peronismo para luchar por la revolución serían directamente reaccionarios: «Por eso les decimos que para ser revolucionarios en nuestro país es necesario asumir la experiencia histórica de nuestro pueblo, que es el peronismo; por lo tanto aquellos que lo enfrenten o ignoren quedan al margen de la historia real y no pueden autodenominarse revolucionarios. Cuando el ERP o cualquier otro sector llama a la unidad revolucionaria debe tener en cuenta que la única unidad posible es en torno al movimiento peronista como movimiento de liberación nacional y cuyo jefe y conductor es el general Perón»339. Más muestras públicas de disciplina partidaria imposible, sobre todo teniendo en cuenta que estas opiniones fueron vertidas después de Ezeiza. En El Combatiente340 se desmenuzaba, inteligentemente, esta conferencia y se contestaba cada uno de sus puntos, los cuales desde una perspectiva más amplia que la del peronismo eran fácilmente criticables. Desde la revista Militancia, el Peronismo de Base y otras tendencias peronistas revolucionarias menores también criticaron la 339 340

Ver De Santis, El PRT ERP... op. cit. Pág.129 Idem.

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posición de «la M»; los argumentos de toda la izquierda revolucionaria no montonera eran simples de entender y se basaban en una cuestión central: los trabajadores debían tener una organización propia que no se subordinara a otras expresiones políticas que no fueran las propias (evidentemente había matices respecto del rol de Perón entre el Peronismo de Base y el PRT-ERP). Pero Montoneros no pensaba lo que expresaban en público, al menos así lo recuerda Perdía hoy y lo demuestran sus propios documentos internos. La organización se distanció fuertemente de Perón desde mediados de 1973 considerando inevitable la ruptura y en setiembre del mismo año había dado muerte a Rucci. Pero, el tema que generaba (y genera) confusión en los debates estaba en un problema que la izquierda peronista arrastraba desde sus orígenes: la contradicción entre un proyecto revolucionario socialista y la conducción de Perón, fuente de su legitimidad. El hilo por el que caminaban los revolucionarios peronistas era muy delgado, y el no caerse dependía de condiciones políticas muy precisas: que la significación de «liberación», «peronismo» y «clase trabajadora» aparecieran como coincidentes, como habían aparecido durante a Resistencia ya que, para los «gorilas», proimperialistas y en general propietarios (dueños totales del Estado durante el período anterior), peronismo y comunismo eran monstruos similares. El problema que Montoneros intentaba resolver, y que se evidencia en la contradicción entre sus posiciones ante la opinión pública y su pensamiento, se originaba en que consideraban a Perón como «factor de unidad nacional» y líder del pueblo, y pretendían, sin enfrentarlo, ser la conducción revolucionaria estratégica del movimiento fundado por el propio Perón en vida de Perón. A partir de esta premisa montonera y sus implicancias en casa momento, es que debemos ver las oscilaciones en las relaciones entre el PRT y Montoneros y esto, en nuestro análisis implica que debemos poner el foco de observación en “la M” ya que para el caso del PRT-ERP sus premisas permanecieron inalteradas durante todo el periodo.

12 - A modo de cierre Hemos visto a los largo de este trabajo diferentes aspectos de las dos organizaciones armadas más importantes de Argentina, durante su periodo de máximo desarrollo: los temas de la ideología, la organización y sus implicancias políticas, la idea de democracia, la concepción del problema militar de la revolución, el tipo de 174

internacionalismo, aspectos de la política hacia la case obrera, el avance de la opción militar por sobre los demás aspectos de la política, el enfrentamiento de los montoneros con Perón y las relaciones entre ambas organizaciones en el contexto político. Nos habíamos propuesto describir y problematizar como, frente a un mismo objetivo de transformación radical de la sociedad y construcción de una sociedad socialista, se desarrollaron dos caminos que se proclamaban los más idóneos para tal fin. Creemos haber presentado, a través de los temas desarrollados, un panorama del pensamiento y acción de ambas organizaciones en relación con el contexto que ha permitido avanzar en nuestro objetivo, sin que el desarrollo de cada punto lo haya agotado, ni pretendiendo que los aspectos elegidos hayan sido la única forma de abordar nuestro trabajo. En el desarrollo de los temas ya avanzamos en conclusiones, aquí presentaremos una síntesis de conclusiones abiertas a profundización y nuevos problemas que surgieron a lo largo de nuestra investigación y que deberán ser abordados en nuevos trabajos. Vimos como las discusiones planteadas delimitan el contorno de las dos corrientes más importantes de las luchas populares de los años sesentas y setentas, el marxismo leninismo y el nacionalismo revolucionario. También avanzamos en la identificación de las características que en nuestras organizaciones tomaban dichas ideología, con sus heterodoxias y mixturas. Entonces las diferencias y similitudes entre el PRT-ERP y Montoneros pueden agruparse en torno a una serie de alternativas cuyos polos expresan, en términos generales, las posiciones de ambas organizaciones: – socialismo vs. liberación nacional; – organización partido-ejército vs. organización político-militar y movimientismo; – revolución socialista vs. proceso de liberación nacional tendiente al socialismo; – identidad internacionalista vs. identidad nacional; – revolución permanente vs. sistema de transición; – combate al peronismo vs. evolución del peronismo; – frente obrero y popular vs. frente de liberación nacional. - identidad de la clase obrera vs. identidad de los movimientos emancipadores. En el plano de la estrategia las organizaciones revolucionarias argentinas no eran foquistas y se definían por estrategias de guerra popular prolongada (para Montoneros) o civil prolongada (en el caso del PRT) teoría que debió haber proporcionado a las 175

organizaciones de un marco teórico y ejemplos históricos de procesos revolucionarios muy prolongados y de sinuoso recorrido341. Pero una tendencia al voluntarismo (propia de las guerrillas latinoamericanas del período) y su convicción casi religiosa en la capacidad de la vanguardia de cambiar las condiciones a través del accionar centralmente militar les dificultó la posibilidad de pensar el proceso desde una perspectiva de tiempo de largo plazo. Igualmente desde el punto de vista militar las organizaciones guerrilleras no hicieron un mal papel (contra lo que se piensa). Como hemos visto el ERP no alcanzó a más de 500 combatientes y el Ejército montonero no superaba en mucho los 1000 integrantes342. Mil quinientos combatientes no parecen muchos para enfrentar a unos doscientos mil hombres de las fuerzas de seguridad sin limitaciones legales. Es por esto que las FFAA nunca dieron a conocer estas cifras y hablaban de números de decenas de miles de “terroristas”343, con lo cual pretendía justificar su papel. En combate abierto la guerrilla salió bien parada, Montoneros nunca sufrió una derrota significativa y la mayoría de sus caídas fueron secuestros o emboscadas a casas de seguridad en las que había unos pocos militantes y los militares implicaban cientos de hombres. El ERP mucho más audaz en su decisión de enfrentar a las FFAA en combate sufrió varias derrotas: Sanidad, Azul, Catamarca y el monte tucumano (donde la derrota fue más política que militar). También realizó algunas operaciones contra unidades militares exitosas: Villa María, Santa Fé, Córdoba capital). Pero una sola fue la gran derrota que lo debilitó tanto en lo político como en lo militar Monte Chingolo, que fue de carácter estratégico. En realidad muchos enfrentamientos presentados como grandes derrotas de la guerrilla en realidad no existieron y fueron ejecuciones sumarias o combates cuya resignificación como propaganda alteró su resultado real para presentarlos como una gran victoria de las FFAA: el caso de montoneros en Formosa o el del ERP en Machalá344. Como hemos visto y en general hay consenso, Tucumán fue un laboratorio en escala. Allí las FFAA emplearon a más de 4000 hombres para combatir a un promedio de 100 guerrilleros y asesinaron a cerca de 2000 personas en esa tarea de las cuales solo 70 eran del ERP. El problema de le guerrilla fue político. 341

Montoneros fue hasta 1973 una organización que definía al proceso revolucionario argentina como “insurreccional”. En el marco de su “formación” como hemos visto en este trabajo) cambiaron esta definición por la de Guerra popular y prolongada. 342 Tanto el ERP como Montoneros tenían en torno a su aparato militar una importante cantidad de colaboradores. 343 Informe de la junta militar El 28 de abril de 1983, 344 Los casos de enfrentamientos fraguados fueron muy numerosos y son de público conocimiento hoy. Aunque el la época las ejecuciones sumarias de presos o militantes rendidos o desarmados fue cada ves más cotidiana y la denuncia de estas situaciones llegó a ser imposible.

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En el plano de las ideas, las organizaciones guerrilleras fueron relativamente precarias. Pero remarcamos “relativamente”. Por dos razones, si bien el PRT sin dudas le dio mucha más importancia a la formación de sus cuadros en un corpus teórico homogéneo, tanto ellos como Montoneros tuvieron en sus filas intelectuales de envergadura y acercaron a sus espacios de influencia muchos más. Mencionamos a muchos pero recordaremos a algunos: Haroldo Conti, Silvio Frondizi, Juan Gelman, Raymundo Gleizer, Rodolfo Walsh, Héctor Oesterheld, Rodolfo Puiggros, Paco Urondo, y muchos etcéteras. Sin contar todo el espacio del resto de la “Nueva izquierda” que se mantuvo independiente de las organizaciones armadas, pero que sin dudas fue parte del clima de ideas del que estas formaron parte. No se puede juzgar a la capacidad de elaboración teórica de las guerrillas sólo por los documentos que emanaron de sus conducciones ya que hubo toda una corriente externa e interna a las mismas que produjo nueva teoría e implicó una renovación muy dinámica de pensamiento político de la izquierda argentina. Las elaboraciones de la intelectualidad de la nueva izquierda ha sido estudiada en varias investigaciones específicas, y existen diferentes hipótesis sobre sus aportes y limitaciones que no son parte de este trabajo. Lo claro es que las guerrillas como tales y sus máximos dirigentes no legaron a la historia materiales de análisis comparables a los de otros procesos revolucionarios. Sus análisis eran de coyuntura, aunque fueran acertados y con fundamentos. Los materiales teóricos reconocidos fueron los elaborados por Carlos Olmedo el 1971 (usado para la formación de militantes peronistas de izquierda hasta la década del ochenta) y Poder burgués, poder revolucionario de Mario Santucho, estudiado hasta el presente por diversos grupos. En sus definiciones generales y de más largo plazo el PRT y Montoneros, no diferían en lo fundamental. Ambas consideraban el “socialismo” como la propiedad de los medios de producción en manos de los trabajadores; que el ejército burgués debía ser destruido y reemplazado por milicias y un ejército popular; que se debía cambiar el sistema de partidos; que la conducción del proceso revolucionario debía estar en manos de la clase trabajadora y su vanguardia la organización revolucionaria política y militar; y que en primera instancia la revolución se debía concretar en el marco nacional, luego en América Latina y finalmente en el resto del mundo. Pero estas coincidencias de largo plazo no fueron determinantes en la consideración del camino para llegar a esos objetivos. Si tenemos en cuenta que el largo plazo es, en general, de décadas, todo el

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período en que les tocó actuar fue condicionado por una diferencia de políticas a desarrollar para hacer frente a la coyuntura Más allá de que el PRT desde su fundación se definió como una organización marxista leninista y buscó ajustarse a lo que esto implicaba, y que Montoneros fue incorporando a los largo del periodo estudiado definiciones relacionadas con este marco teórico, no podemos considerar a “la M” aún en su periodo de mayor radicalización, como una organización marxista leninista. El marxismo leninismo no era simplemente el estudio y la asunción de lo transmitido por las obras y experiencia histórica de Marx, Lenin y demás clásicos, sino una particular forma de combinación del pensamiento marxista. Aunque el marxismo leninismo tenga sus variantes, Montoneros mantuvo una heterogeneidad ideológica en sus cuadros y una concepción movimientista del desarrollo del proceso revolucionario que presenta aspectos de incompatibilidad con la visión marxista leninista, como hemos visto. Visto desde el presente, las FAR, muchos sectores de la Tendencia y también «la M», parecieran haber practicado una especie de «entrismo». Pero, si esto fuera así, sería un «entrismo» sui generis, no asumido ni entendido así por los actores; un entrismo cuyo origen no estaba en el intento consciente de una organización que se sabe no peronista, de adoptar una identidad peronista para entonces influir en la clase obrera con el objetivo de que ésta asuma el socialismo (como lo hicieron sectores trotskistas conducidos por Nahuel Moreno desde 1954); sino en una creencia teórica de que el peronismo tendería por fuerza de las contradicciones de clase hacia una concepción y organización socialista, y que por lo tanto se debía construir en su interior, legítimamente, una vanguardia. La raíz de esta visión de toda la tendencia revolucionaria del peronismo partía del mismo John William Cooke: Si el “peronismo era el hecho maldito del país burgués” lo lógico era que las contradicciones lo llevaran hacia el socialismo. Pero Perón y su movimiento no cuestionaban al capitalismo en su conjunto, por el contrario ofrecían un modelo capitalista con mayores posibilidades de contención social e inserción en el mundo de pos guerra. Su fracaso, principalmente por la resistencia de una fracción de las clases dominantes a aceptarlo y los límites propios del capitalismo, llevo a muchos militantes del movimiento de Perón a pensar vías de desarrollo nacional con implicancias de transformaciones mas profundas. Es por esto que los montoneros podían sostener en la “Charla a los frentes”: “Somos el hijo legítimo del movimiento, somos la consecuencia de la política de Perón. En todo caso 178

podríamos ser el hijo ilegítimo de Perón, el hijo que no quiso tener, pero el hijo al fin”345. Esta concepción montonera era clara y coherente en el marco de la política de transformación del movimiento peronista en un “MLN completo”. No debemos ignorar, al valorar la opción por el peronismo de numerosos militantes revolucionarios, el hecho de que la case trabajadora peronista llevó adelante importantes luchas, que nunca fue totalmente subordinada al Estado y que los discursos y mensajes de Perón no siempre fueron como los vertidos en el período que va desde junio de 1973 a junio de 1974. Contrariamente, PRT mostraba una profunda diferencia y su definición era tajante: el peronismo era bonapartismo y colaborar con él era resignar la autonomía de la clase obrera y junto con ella, resignar la revolución misma. El PRT-ERP combatió la interpretación del peronismo expresada por la izquierda del movimiento con definiciones que sostuvo consecuentemente aun en momentos tan difíciles para sus concepciones como la coyuntura de marzo del 73. Estas definiciones le permitieron afirmarse en la seguridad del fracaso de la experiencia del peronismo. En realidad el PRT no sólo consideraba la inviabilidad del peronismo como proyecto transformador, sino que no le adjudicaba potencialidad transformadora a ninguna de sus vertientes, en tanto siguieran siendo peronistas. Parados desde esta convicción, podían constatar a medida que pasaban los meses el cumplimiento de sus previsiones y mostrarles a los revolucionarios peronistas su completo error. Pero para estos últimos los aportes debían realizarse desde el interior del proceso para evitar su fracaso, ya que lo consideraban un proceso popular y los trabajadores continuaban mayoritariamente adscriptos a la identidad peronista. Por eso las certezas del PRT (y la progresiva verificación de sus hipótesis) no podía desarmar definitivamente los argumentos montoneros, para quienes el período marzo-junio del 73 había sido de lucha, avance y una oportunidad perdida y no un desviacionismo conciliador. Como vimos «la M» luchaba por mantenerse adentro del movimiento peronista, aunque sus acciones, cada vez más, indicaran otra cosa. Mientras que, presionando desde la izquierda, el PRT actuaba con la intención de agudizar las contradicciones entre las clases y en el seno del peronismo entre las fuerzas que se definían como expresiones de clases distintas o proyectos diferentes. De esta forma quedan claras las alternativas planteadas por las dos organizaciones. La necesidad de dar combate al peronismo o la necesidad de buscar una evolución del peronismo se sostenía desde una crítica sistemática por parte del PRT 345

Ver “Charla...”, op. cit., pág. 312.

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tanto al peronismo como movimiento garante de los intereses de la burguesía como a los sectores revolucionarios como desviacionistas de la lucha o “populistas”. O sea que el PRT ponía énfasis en el objetivo y en el trabajo con los sectores más avanzados de la clase obrera, mientras que los montoneros ponían énfasis en el camino a recorrer intentando guiar desde su sentido común a la masa trabajadora, a través de la identificación con su experiencia y su identidad. Aunque en el período 75-76 se acercan a posiciones clasistas nunca dejan de interpelar a los obreros peronistas en tanto peronistas. La identidad peronista, entendida como adscripción a la identidad mayoritaria y como aceptación de los niveles de conciencia existentes, implicaba la aceptación de la conducción de Perón. A pesar de ello, como vimos, Montoneros mantuvo siempre su autonomía: aceptaba que Perón era el líder de las masas trabajadoras y que éste era un hecho objetivo, pero eran autónomos del General en tanto éste no avanzara en la dirección de un programa que coincidiera con los postulados de la organización. Para el PRT, finalmente, la existencia del movimiento peronista en los 70 era una desgracia que sólo confundía a la clase obrera. Pero no eran «gorilas» 346, ya que consideraban positiva la irrupción de las masas tanto en el 45 como en la época de la resistencia. Sobre este punto se articula la segunda contradicción planteada: identidad nacional vs. identidad internacionalista. Si bien el ERP (mucho más conocido a nivel masas que el PRT) tuvo una identidad mucho más nacional que el PRT, que era un partido claramente internacionalista y de identidad marxista. En general su identidad estaba asociada a símbolos internacionales: el mismo Che Guevara era un combatiente que las masas respetaban y simpatizaban, pero excedía la posibilidad de identificarlo como parte de su propia experiencia (salvo de la vanguardia, ya que todas las organizaciones armadas lo levantaban como ejemplo a seguir). Como deducimos de la respuesta a las FAR del 71, el marxismo leninismo era la identidad que unía a los revolucionarios del mundo tras una política que sólo tenía especificidades nacionales. Si bien esta posición fue moderada por el PRT-ERP en su militancia cotidiana, lo cierto es que su identidad estaba muy fuertemente vinculada al internacionalismo de clase de raíz trosquista. Pero existía una tensión en su evolución identitaria que se expresaba en la búsqueda de una línea conductora hacia los orígenes de la historia

346

“Gorila” de por sí es un calificativo ambiguo, que puede dar lugar a confusiones. Nosotros lo usamos con un sentido preciso: para ser “gorila” no basta un rechazo visceral al peronismo sino que es necesario también una cierto “asco” o rechazo hacia la clase obrera argentina tal cual era en esa época.

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nacional. Igualmente para el PRT la historia nacional servía más como ejemplo que como raíz. Los montoneros, por el contrario, eran identitariamente nacionalistas en la línea del revisionismo histórico, y su identidad era clara desde el nombre y los símbolos que utilizaban: la estrella de ocho puntas, el FAL y la tacuara. Si bien «la M» se aproximó más que el PRT al objetivo de tomar símbolos lo más amplios posibles que ayudaran a vincularla con un pasado nacional, para sus enemigos fueron tan “marxistas, apátridas y ateos” como el ERP. Igualmente la reacción de derecha y conservadora hizo grandes esfuerzos propagandísticos para demostrarlo. El libro del coronel Breard347–intento de un intelectual de las fuerzas armadas de analizar científicamente a la guerrilla del ERP–, dedica varias páginas a ejemplificar que eran lo mismo, lo cual puede darnos la pista de que dicho trabajo esta pensado para no dejar dudas en las filas castrenses sobre le carácter de todos los guerrilleros argentinos348. Pero debemos aclarar que el tema de la identidad no era una cuestión de banderas, ya que el ERP también usaba símbolos nacionales, sino una cuestión mucho más profunda. Para Montoneros las masas eran en primera instancia nacionalistas, intuitivamente, mientras que para el PRT el clasismo era la clave de su ideología y la clase era internacional por cuestiones estructurales. Esta es una diferencia fundamental entre ambas organizaciones Para el PRT la toma del poder implicaba la construcción del socialismo y éste la abolición de la burguesía como clase. El clasismo del PRT se orientaba en la práctica a preparar a los obreros para administrar las fábricas sin los patrones en el corto plazo. Pero era un clasismo frentista cuyo desarrollo implicaba la construcción de un ejército popular y en esto se diferenciaba del paradigmático de Sitrac-sitram. La influencia de los planteos de Trosky es clara: la toma del poder por los revolucionarios que encabezaban a la clase obrera implicaba que en el mismo desarrollo de las tareas de liberación nacional (o, en la experiencia de Trosky, la revolución democrático burguesa) se irían imponiendo las tareas socialistas, no como etapas separadas sino como una imposición estructural del proceso y protagonismo de la clase obrera moderna. Para los montoneros, en cambio, las tareas estratégicas eran de liberación nacional, y debían ser llevadas adelante por un frente del que no alcanzaron a 347

Breard, Eusebio, La guerrilla en Tucumán. Una historia no escrita, Buenos. Aires. Círculo Militar, 2001. No sólo los militares reafirman especialmente el carácter apátrida de Montoneros en consonancia con el PRT, sino un político e intelectual de la derecha católica peronista como José Deheza. En su libro Quiénes derrocaron a Isabel Perón también se preocupa por afirmar que los montoneros eran tan marxistas, ateos y apátridas como el PRT. En este sentido los trabajos destinados a formar ideológicamente a los militares argentinos presentan unos límites muy amplios dentro de los cuales se encuentran los enemigos de la patria entendida como nación occidental y cristiana. 348

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definir claramente si incluía o no a sectores de la burguesía (o, más precisamente, cuál era el límite del estrato burgués que aspiraban a que participara del frente), pero que respetaba la propiedad privada de los medios de producción, aunque no de los grandes. Por eso proponían una etapa de transición de vigencia prolongada que implicaría una estatización gradual de la economía. Para el PRT, el avance hacia el socialismo era una cuestión de resolución simultánea o consecutiva de la lucha por la liberación nacional. Como dijimos, eran tributarios de la teoría de la revolución permanente; no hay una etapa durante la cual se deban respetar los medios de producción en manos de la burguesía, y la transición al socialismo se lleva adelante con la misma toma del poder por la organización revolucionaria de la clase obrera. Así, el «clasismo» en las fábricas era para el PRT no sólo una política sino una estrategia que se encaminaba hacia el doble poder ya que esos mismos obreros debían hacerse cargo del funcionamiento de las plantas cuando fueran expropiadas por el Estado. Para Montoneros en cambio, una organización política que accediera al control de Estado, un Estado fuerte y con ingentes recursos humanos y naturales a su disposición, podría impulsar el desarrollo de un «capitalismo de Estado popular» como proponían los Montoneros. Pero esta estructura política no era el peronismo del 73. El problema que detectamos para los montoneros está en la articulación discursiva que hacían entre la etapa de transición al socialismo y el programa clásico del peronismo: una apropiación de las consignas sobre una «patria justa, libre y soberana» desde una perspectiva socialista. Pero el peronismo de Perón era «lo que las veinte verdades dicen» (como repetía el General), ni más ni menos; el debate dado desde la vuelta de Perón hasta su muerte no fue producto de la vejez del líder ni de un mal asesoramiento sino su lúcida reafirmación del modelo contenido en la «Comunidad organizada», frente a los que querían dar un paso más y transformarlo tipo de transición al socialismo. El problema de que el proyecto de Perón fuera inviable en las condiciones de los setentas no es cuestión de este trabajo. Lo que podemos ver es que su enérgica intervención en contra del avance de la izquierda política y social facilitó el escenario para el triunfo de la reacción de la derecha organizada tras consignas de «lealtad». Por otra parte, si bien Perón era un anticomunista convencido, también era genuinamente nacionalista y sus planteos de justicia social no eran demagogia fascista. Por eso Gelbard fue uno de los hombres más importantes para su proyecto, tanto en los cincuentas (al frente de la CGE) 182

como en los setentas en el ministerio de economía. Como líder nacionalista del tercer mundo Perón concebía que la distribución de la riqueza era paralela a la industrialización independiente en el marco de un mercado interno en expansión; bases para la estabilidad social, el desarrollo nacional y la independencia política objetivos claramente marcados en todos los escritos de Perón. La revolución socialista del PRT-ERP, en cambio, no admitía dudas ni reformulaciones. Se haría a partir de las ruinas del peronismo, del desgajamiento del viejo movimiento policlasista de la clase obrera y las corrientes que quisieran la revolución. Buscaba la toma del poder por la clase obrera a la cabeza de un frente que se extendería a profesionales y pequeños propietarios rurales y comerciantes barriales. Desde mucho antes tenía definida la inviabilidad de una burguesía nacional en nuestro país como una clase social independiente y antagónica con el imperialismo. La revolución era socialista y la transición era el tiempo necesario para eliminar a la burguesía como clase. La idea acerca del tipo de organización que debía presentarse ante las masas populares para emprender el camino revolucionario también marcaba otra diferencia entre el PRT y los Montoneros. En el capítulo correspondiente vimos que la concepción del partido marxista leninista de combate es estructurante de todos los desarrollos organizativos del PRT. Mientras que Montoneros fue cambiando su estructura de acuerdo a las circunstancias y desafíos que enfrentaron avanzando desde la formación de organización político militar a partido leninista. Pero siempre mantuvieron una idea movimientista en el momento de desplegarse en la arena política: fueran OPM o partido, concebían a las masas populares organizadas a través de formas movimientistas349. Mientras que para el PRT existía el partido como conducción estratégica y las organizaciones propias de la clase obrera en el plano de la producción, para «la M» el movimiento expresaba un nivel intermedio de politización entre ambas instancias, un nivel «nacional». Entonces consideramos al PRT-ERP como una organización «formada» desde sus orígenes. Esto no significa que la experiencia de lucha a partir del IV congreso de 1968 y sobre todo desde el V Congreso en julio de 1970350 no haya influido en sus 349

La idea de movimiento: tumultuario, poco orgánico, con cierta fluidez y flexibilidad en las definiciones ideológicas, es sin dudas válida para el peronismo. Montoneros incorporó en su organización estas concepciones, mucho más a nivel masas que dirección y cuadros donde fue mucho más rígido (como vimos) pero sin dudas el “movimientismo” se reflejaba hacia “arriba” haciendo a “la M” menos fácil de encasillar. 350 Las resoluciones y tesis maduradas entre el IV y el V congreso dieron una forma “completa” al PRT-ERP. Fue en búsqueda de cumplir con los objetivos planteados que los perretistas desplegaron su política.

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concepciones y su forma de organización (por ejemplo el desarrollo de la teoría de doble poder, un alejamiento de la cuarta internacional), sino que en lo fundamental sus ideas fueron las mismas al inicio de su existencia y al final. En cambio Montoneros fue una organización «en formación» Es explícita su evolución organizativa (Organización político militar, partido) y la de sus concepciones acerca de cómo se desarrollaría el proceso revolucionario en Argentina (insurrección, guerra popular y prolongada) y, yendo al plano ideológico, también fueron reformulando sus herramientas teóricas con mayores y explícitos aportes del marxismo. Planteamos en nuestro estudio que tanto Montoneros como el PRT-ERP sufrieron un proceso de militarización de su práctica política que se concatenó con un momento de reflujo de la lucha de masas, y condujo hacia el aislamiento y la posterior destrucción en el enfrentamiento contra el aparato militar burgués. Esta es la tesis clásica: militarismo, aislamiento, destrucción. Pero esta tesis, es excesivamente simplista, carga en las espaldas de los guerrilleros unilateralmente responsabilidades que corresponden ser pensadas desde una perspectiva más amplia y no explica sus causas, además de promover la condena de los revolucionarios setentistas desde la constatación de su fracaso. Sin embargo, vemos que hacia el 75 tanto el PRT-ERP como Montoneros se definían como organizaciones cuyo objetivo era representar a los intereses de la clase obrera. Ambas organizaciones consideraban, también, que la clase obrera estaba representada por una vanguardia combativa y clasista, expresada por los trabajadores cordobeses, los de la ribera del Paraná y algunas fábricas del Gran Buenos Aires y La Plata. En 1975 esta fracción de la clase trabajadora estaba aún en plena efervescencia y daba batallas muy importantes, como las ya mencionadas contra el plan de Celestino Rodrigo, frenado mediante una escalada de conflictos que llegó hasta un paro nacional con movilización, que desbordó a las previsiones de las direcciones sindicales, y fue impulsado por coordinadoras de base en las cuales los guerrilleros tenían una importante presencia. Es por ello que esa fracción de la clase obrera fue víctima privilegiada de la represión. Comisiones internas completas fueron desaparecidas y muchas fábricas militarizadas. Hemos visto en nuestro trabajo a través de las fuentes consultadas que para el análisis de los guerrilleros el repliegue profundo de esta fracción de la clase obrera no era evidente más allá de derrotas parciales. Aunque desde una perspectiva más amplia, el repliegue popular fuera notorio a nivel territorial ya que el conjunto de las masas 184

populares habían disminuido su actividad desde 1974 y esto se notaba en la menor convocatoria y recepción que los revolucionarios tenían en los barrios, geografía que al comienzo de nuestro periodo era “terreno propio”. En esto contribuyó sin dudas la clara identificación por parte del peronismo oficial y el propio Perón como «ajenas al movimiento» a las organizaciones armadas y la política de terror implementada desde el propio gobierno peronista a la que los guerrilleros no pudieron enfrentar. Las diferencias y similitudes entre ambas organizaciones, en síntesis, expresan las dos grandes vertientes del pensamiento y la acción revolucionaria en el mundo: el marxismo leninismo y el nacionalismo revolucionario. Si bien los límites entre ambas corrientes no son claros (como vimos), proclamaban el socialismo y proponían (o conciben la necesidad de) la lucha armada, las formas, discursos, identidades, aliados y tiempos son distintos. Sin dudas el problema del peronismo significó una barrera entre ambas organizaciones mayor que otras diferencias enumeradas ya que este hacia a la relación directa con la clase trabajadora en lo más cotidiano de la militancia, desde una relación cara a cara hasta la identificación pública de una acción militar. Siguiendo este criterio, este trabajo pretendió exponer sólo algunas ideas iniciales sobre los puntos que aborda. Temas como la concepción que el PRT empezaba a desarrollar sobre el «doble poder»; la ideología y el método de análisis de las organizaciones guerrilleras; la posición de los revolucionarios frente a los militares profesionales; la relación marxismo-peronismo; la relación entre posición de clase y política revolucionaria; el tipo de organización política; la concepción de la democracia; la política pendular de Perón, la relación movimiento obrero - peronismo y movimiento obrero organizaciones armadas, la interpretación del peronismo y sus corrientes, la nueva izquierda y los orígenes de las organizaciones armadas, la relación izquierda, peronismo y clasismo en el movimiento obrero, etc., son temas que deberemos profundizar más adelante, en el curso de otra investigación. Con el golpe definido la prensa informaba que en los meses previos se registraban en nuestro país un asesinato político cada cinco horas y estallaba una bomba cada tres horas (en diciembre 62 muertos, en enero 89 y 105 en febrero, la mayoría de ellas entre las filas de la izquierda). En la navidad del 75 el general Videla lanzo desde Tucumán una clara proclama golpista: ya no bastaban los poderes dados por el gobierno a las FFAA y la libertad absoluta de su accionar, Videla avanzaba sobre cuestiones de moral política y modelo económico. Los diarios llamaban abiertamente a la intervención militar. 185

Con la intención de sobrepasar la resistencia que desde las que hacia décadas las clases subalternas oponían a sucesivos planes de reestructuración de nuestra sociedad, en la madrugada del 24 de marzo las FFAA tomaron el conjunto del Estado e instituciones privadas claves. Ocuparon los edificios públicos, las estaciones de radio y TV, las principales plantas industriales, sindicatos, sedes de organizaciones políticas y lanzaron una oleada de detenciones masivas de dirigentes de un amplio espectro político (de los cuales, los sospechados de guerrilleros, izquierdistas duros, sindicalistas combativos o clasistas no volverían a aparecer). Con ese nuevo escenario los ciclos de luchas que habían puesto en jaque la hegemonía de las clases dominantes y hecho naufragar diversos planes de reorientación económico-social, sufrieron una interrupción, al menos hasta que la nueva sociedad generara nuevas formas de resistencia y proyectos contrahegemónicos. Un corte, para el cual el gobierno de Isabel no había demostrado capacidad, y así lo entendieron las principales corporaciones económicas, las fuerzas armadas y también los partidos políticos. Los meses anteriores al golpe algunos políticos del radicalismo y del peronismo habían intentado alguna salida intermedia. El alejamiento de Isabel y su reemplazo por Luder, el adelantamiento de las elecciones, un régimen cívico militar que conservara lagunas fachadas institucionales, etc. Pero fracasaron, ni los militares aceptaban compartir el poder de forma que tuvieran que aceptar límites en su gestión, ni la clase política acordó en bloque con las propuestas. El golpe tuvo consenso entre dirigentes políticos y económicos. Ricardo Balbín declararía el 21 de mayo de 1976 que “si este es el camino de todos los argentinos, que muchas veces hemos puesto buena voluntad para alcanzar esa finalidad, tenemos que comprender que alguna vez tenemos que participar de una auténtica unidad (…) para realizar lo que tenemos postergado”. Y Deolino Bittel (cabeza del PJ) luego de reunirse con el ministro del interior Harguindeghy concedía que su partido no apresuraría salidas ni presionaría por soluciones electorales. Hasta el mismo Partido Comunista consideraría que en el “proceso” existía una corriente democrática y al cuestionar a Harguindeghy sobre las desapariciones de militantes recalcaba que los comunistas (del PC) no eran terroristas y debía tratarse de un error. Es así que el consenso de las corporaciones en torno al golpe se extendía a los partidos políticos mas importantes y el mismo peronismo, con sus compromisos y su vulnerabilidad ante las presiones sindicales, reconocía que no podía encarar la salida que ya las clases dominantes habían consensuado y dejarían hacer al tandem neoliberal Videla-Martínez de Hoz. 186

En el 75, en medio del conflicto de Villa Constitución, una delegación de Montoneros y OCPO intentó entrevistarse con el gerente de ACINDAR (la principal empresa de la zona) para ejercer la presión que las organizaciones guerrilleras realizaban sobre los empresarios cuando los conflictos se ponían difíciles y que en casi todos los casos tenía algún resultado. Esta vez fueron rechazados por la empresa, el gerente de este grupo era José Alfredo Martínez de Hoz351, cabeza económica del futuro gobierno militar, la oligarquía ya había tirado sus cartas. El proyecto oligárquico militar había alcanzado el consenso necesario para darse a la tarea de finalizar una época al costo que fuera necesario. Era un proyecto refundacional, que, si bien no alcanzó integralmente sus objetivos, dio los primeros pasos necesarios para que esa tarea culminara pocos años después. Las organizaciones armadas convencidas de que más allá de flujos y reflujos las masas populares enfrentarían nuevamente la represión, profundizarían su conciencia socialista y apoyarían la opción de la guerra revolucionaria, expusieron a sus aparatos a un enfrentamiento directo con el aparato del Estado. Los montoneros, mucho más numerosos y con más recursos económicos, combatieron hasta el año 1980 (fracaso de la «segunda contraofensiva estratégica»), sufriendo alrededor de 8.000 muertos y desaparecidos; el PRT sufrió una serie de golpes fuertísimos que comenzaron durante el gobierno de Isabel, desde diciembre de 1975 (derrota en Monte Chingolo) hasta julio del 76 (muerte de Santucho y varios miembros de su conducción), y prácticamente se desarticuló a partir de entonces, perdiendo la vida entre cuatro y cinco mil de sus miembros y simpatizantes352.

Bibliografía Libros AA.VV. Pasado y presente Amorín, José, Montoneros: la buena historia, Bs. As. Ed. Estrategia, 2006.

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Además presidente de la Asamblea permanente de Entidades Gremiales Empresarias (APEGE), de reciente creación, fuertemente opositora al gobierno e impulsora del librecambismo. La APEGE desarrollo una fuerte actividad pro-golpista cuyo corolario fue un lock aut patronal en febrero de 1976 que alcanzo alto acatamiento. 352 Nombramos estos dos hechos paradigmáticos por su importancia. Pero el PRT-ERP fue duramente golpeado en sus aparatos urbanos y en el monte, casi sin tregua, en la etapa final del gobierno isabelista. Hacia principios de 1977 el partido sufrió lo que muchos consideran el golpe final.: en una seré de caídas que sumaron unos doscientos militantes entre ellos varios dirigentes importantes. Entrevista a Raul Lescano ex miembro del PRT ERP 2006.

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