Teoria y Estetica de La Novela -Mijail Bajtin (Libro Completo)

February 26, 2017 | Author: Javier Perez | Category: N/A
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TEORÍA Y CRÍTICA LITERARIA D irector: D a r í o V i l l a n u e v a

MIJAÍL BAJTÍN

TEORÍA Y ESTÉTICA DE LA NOVELA

MIJAIL,BAJTIN

TEORÍA Y ESTÉTICA DE LA NOVELA Trabajos de investigación

T raducción de H e l e n a S. K r i C k o v a y V ic e n te C a z c a rra .

taurus

(S)

T ítu lo o rig inal: XyjioxtecTDeHHasi A HTeparypa © 1 9 75, Ju d o z h e stv e n n a ia L ite ra tu ra

C ubierta de A lcorta/M a r q u Inez

© 1989, A l t e a , T a u r u s , A l f a g u a r a , S. A . TAURUS Ju an B ravo, 38 - 28006 M A D R ID ISBN; 84-306-2194-6 D epósito legal: M . 3.723-1989 P R IN T E D I N S P A IN Tados los derechos reservados. Esu publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en i»rtc, ni registrada en, o trensmicida p ^ , un sistema de cecuperacidn de inrarmación, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecdnico, foiociuímico, elecirdnico, m a^iiico. eicctrodptico. por tbiocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial.

ìn d ic e

N o ta d e l iìu ito r ru s o

. . .........................................................................

E l p r o b le m a d e l co n ten id o , el m a te ria l y la fo r m a en la creación literaria ..................................... ........................... L a p a la b ra en la n o v e l a ............................................................

9

13 77

L a s fo r m a s d e l tie m p o y d e l cro n o to p o en la n o v e la . . .

237

D e la p reh isto ria d e la p a la b ra no velesca .........................

411

E p ic a y n o ve la (A c e rc a d e la m e to d o lo g ía d e l an á lisis n o v e lís tic o ................................................................................

449

R a b ela is y G ó g o l ( E l arte de la p a la b ra y la cultura p o ­ p u la r d e la risa) ....................................................................

487

Ín ü IC X O N O M Á S T IC O .........................................................................................

501

Í n d ic r 1 e

507

m a t ic o

...............................................................................................



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NOTA DEL EDITOR RUSO

L a presente edición es u n a recopilación d e trabajos de inves­ tigación teóríco-literaria del destacado filólogo M ijaiì M ijailovich B ajtin (1895-1975), elaborados p o r éste en diferentes épocas. Al­ gunos d e ellos han sido publicados en los últim os tiem pos p o r la revista P roblem as d e literatura* y p o r otras publicaciones cientí­ ficas. O tros aparecen com pletos por p ñ m e ra vez en este libro. L a preparación d e este volum en para su edición fue la últim a lab o r q u e realizó M . M . Batjin. C om ienza el libro p o r «El problem a del contenido, m aterial y form a e n la creación literaria», trabajo de teoría general, escrito en 1924 p o r encargo de la entonces conocida revista E l co n tem ­ poráneo ruso*, que contaba co n M áxim o G orki en tre sus respon­ sables. Psro no salió a la luz en aquella ocasión, al d ejar de publi­ carse la revista. Para hacer u n a adecuada valoración de este estudio de B atjin, es necesario ten er en cu en ta q u e fue elaborado d u ran te u n p eríodo en el q u e estaba teniendo lugar u n a am plia y enco­ n ad a discusión en to rn o a los problem as m etodológicos generales d e la ciencia literaria. El estudio en cuestión de aquel jo v en cien­ tífico era u n a especie de respuesta dentro de esa discusión m eto­ dológica. Im portante y original respuesta que, sin em bargo, quedó «desvinculada» de la polém ica de entonces com o consecuencia de la situación existente. Su publicación ahora va a ser d e im portan^ cía decisiva p ara establecer u n cuadro m ás am plio y objetivo de la vida científica d e aquel tiem po.

* En RISC. Boflpochi .nHTepaiypu (IV. de los T) * En ruso, PyccxHñ coBpeMeHHHK (N. de los T.) _

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B ajtin m an tu v o u n a posición m uy independiente, y científi­ cam ente fértil, e n lá discusión acerca de los problem as del conte­ n ido y d e la form a en la obra literaria. Su concepción —com o d e­ m uestra este texto— venia d efin id a por u n polém ico rechazo a la orientación q u e en poética representaba la «escuela form al». B aj­ tin es p ro fu n d am en te crítico con re ^ e c to a esa orientación. E n la term inología utilizada por el au to r se percibe, com o es lógico, la época en q u e fue escrita tal exposición. R^ro, al m ism o tiem po, cu an d o B ajtin utiliza térm inos usuales en aquellos años los llena de co n ten id o original propio. «El problem a del contenido, m ate­ ria y form a en la creación literaria» tiene interés teórico, en su co n jun to , tam b ién para nuestro tiem p o '. O tros d e los trabajos que aparecen en la presente edición están centrados en la investigación d e dos problem as básicos^ que fue­ ron objeto de especial atención p o r parte d e B atjin en el trascurso de to d a su actividad creadora. U n o es el de la novela en tan to que género p rim o rd ial y específico d e la literatu ra d e los nuevos tiem ­ pos. El otro es el d e la palabra literaria, especialm ente el de la pa­ lab ra en la p rosa artística. B ajtin centró principalm ente su interés cien tífico en el p u n to en q u e am b o s problem as se entrecruzan. L a extensa exposición titu lad a «L a palabra en la novela» la es­ cribió e n tre 1934 y 1935^. El a u to r volvió m ás tard e sobre este m ism o te m a e n el inform e q u e con igual titulo leyó, el 14 d e o c­ tu b re d e 1940, en el In stitu to d e L iteratu ra M undial de la Aca­ d em ia de C iencias de la U R S S \ B ajtin, e n la presente edición, lo h a titu lad o «D e la prehistoria de la palabra novelesca». Algo des­ pués (24 d e m a iz o de 1941), el a u to r leyó, tam b ién en el Institu to d e L. M . d e la A cadem ia d e O e n c ia s d e la U R SS, u n segundo in­ form e, « L a novela co m o género literario», q u e aparece, e n este v olum en bajo el título de «Épica y novela»^. M. M . B ajtin analizó e n sus estudios la teoría d e la novela, desde distintos ángulos y en sus diversos aspectos. El au to r realizó ' U na parte de esle trabajo está puUicada en la cüiciún del Instituto de Litera* tura Mundial de )a Academia de Ciencias de la URSS titulada KoHTeKcr 1973, M., H a y x a , 1974. ^ Dos capítulos de este trabajo han sido publicados bajo el título de «La palabra en la poesía y en la prosa», en la revista Problemas de ¡Ueraíura, N.” 6, 1972. ^ E^te informe fue publicado, en forma de dos artículos, en la revista Problemas deli¡craliiral^.'*&,l9(>5,ytt\ la colección PyccKast h aapyCeMcHan ^iHTeparypa. * Es el título con que apareció publicado en la revista Problemas de literatura, N.“ 1. 1970. —

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u n a investigación especial acerca del problem a del tiem po y del espacio en la novela. Tal investigación, a la q u e el au to r dio el tí­ tulo d e «Las form as del tiem po y del cronotopo en la novela» para su publicación e n este libro, estaba relacionada con la efectuada en su obra acerca de u n a de las variedades d e la novela europea, la llam ada «novela pedagógica» (no se conserva el m anuscrito de ese libro). El estudio que hizo B ajtin entre 1937 y 1938, acerca del tiem po y del espacio en la novela, constituye u n a anticipación a la época actual, en la que la ciencia literaria h a retom ado el problem a del tiem po y del espacio en la literatura. E n 1973, en el curso d e la preparación d e este libro para la im prenta, el a u to r es­ cribió u n as «O bservaciones finales», q u e incorporó al volumen^. El articulo — no m uy extenso— titulado «R abelais y Gógol» es p arte d e la tesis doctoral del autor. «R abelais en la historia del realism o», y no fue incluido en su libro sobre R abeIais^ Los tra­ bajos que publicam os aq u í abarcan u n am plio círculo de proble­ m as de teoría literaria y de poética histórica. D a n idea, a su vez, d e la singularidad y com plejidad de la labor de creación científica de B atjin. Los tem as principales de su investigación —la teoría de la novela y de la palabra literaria artística— constituyen el nexo de u n ió n en tre los trabajos reunidos e n el presente volum en, que representa, en su conjunto, u n a investigación m ultilateral, im ­ pregnada al m ism o tiem po de u n pensam iento unitario acerca de la naturaleza artística del género principal de la literatura de nues­ tro tiem po.

’ U n fragmento de] trabajo , «el pergam ino de los recuerdos»», etc., pero no las representacio­ nes visuales, n i las vivencias psíquicas en general, n i las palabras. A dem ás, el artista (al igual q u e el observador), tien e q u e ver pre­ cisam ente co n la «ciudad»: el m atiz expresado p o r m edio d e la palab ra eslava an tigua g ra d (ciudad), se relaciona con e l valor-estéíico d e la ciudad, a l q u e concede u n a gran im portancia, llega a ser caracíerisiico d e un valor concreto y se in co rp o ra com o tal al o b jeto estético, con otras palabras, en el objeto estético n o en tra la fo rm a lingüística, sino su significación axiológica (la estética psicológica h u b iera dicho: el elem ento volitivo-em ocional q u e co­ rresponde a esa form a). D ichos co m p o n en tes se ju n ta n en la u n id ad valorativo-significativa del aco n tecim iento d e la vida, realizado y acabado esté­ ticam ente (fuera de la form a estética hubiera sido u n aconte­ cim iento ético que, e n principio n o estaría acabado desde su interior). Este aco ntecim iento ético-estético viene to talm e n te d e­ finido desde el p u n to d e vista artístico, y es m onosem àntico; p o ­ -5 6



dem os n o m b rar e im aginar sus com ponentes, enten d ien d o por ellos n o las representaciones visuales, sino los elem entos de co n ­ ten id o que posee la form a. H ay que señalar que tam poco en las artes plásticas puede verse la im agen: seguram ente resulta del to d o im posible ver, sólo con los ojos, a un h o m bre representado com o hom bre, com o valor ¿tico-estético, com o im agen, ver su cuerpo co m o valor, su expre­ sión exterior, etc.; en general, p a ra ver o para oír algo, es decir, algo determ in ad o , concreto o sólo significativo desde el p u n to de vista axiológico, ponderativam ente, no son suficientes los senti­ d o s externos, n o es suficiente —utilizando las palabras d e Fárm énides— «el ojo cegado y el oído sordo». D e esta fo rm a , el co m p o n en te estético — q u e vam os a lla m a r por e l m o m e n to im agen— no es n i noción, n i palabra, n i repre­ sen ta ció n visual, sino una fo rm a c ió n estética original, realizada en poesía con la a yu d a d e la palabra, y en las artes pléísticas con la a yu d a d el m a teria l visual, perceptible, pero que n o coincide en n in g ú n m o m e n to con el m a teria l n i con ninguna otra com bina­ ción m aterial. Todas las confusiones del tipo d e las del análisis citado, que ap arecen e n to rn o al objeto estético n o n verbal, n o n m aterial en general, se explican e n ú ltim a in stan cia p o r la tendencia, e n ab­ soluto legítim a, a encontrarle u n equivalente p u ra m e n te em pírico localizado incluso espacial y tem poralm ente — com o u n a cosa— o, incluso, p o r la tendencia a «em pirizar» com pletam ente, desde el p u n to d e vista cognitivo, el objeto estético. L a creación artística tiene dos aspectos em píricos: la o b ra m aterial exterior y el proceso psíquico d e creación y de percepción —sensaciones, representa­ ciones, em ociones, etc.—, el p rim er aspecto lo constituyen las le­ yes científicas (m atem áticas o lingüísticas), y el segundo las leyes p u ra m e n te psicológicas (relaciones asociativas^ etc.). A estos dos aspectos se aferra el investigador p o r m iedo a rebasar en algo su m arco, su p o n ien d o p o r regla general, que m ás allá sólo se en cuen­ tra n m aterias m etafísicas o m ísticas. Pero esos in ten to s de «em pirización» absoluta del objeto estético siem pre se h an m ostrado d esafo rtu n ad o s e ilegítim os —com o hem os visto— desde el p u n to d e vista m etodológico: lo im p o rtan te es en ten d er precisam ente la especificidad del objeto estético com o tal, y la especificidad de las relaciones p u ram en te estéticas de sus elem entos, es decir, de su a r­ q u itectu ra; n i la estética psicológica, ni la estética m aterial, son capaces de hacerlo. -

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[£n absoluto hem os d e ten er m iedo al hecho d e q u e el objeto rsiL'tico n o p u ed a ser haDado ni en la psique, ni en la obra mate* nal; no p o r ello se convierte éste en u n a sustancia m ística o melafisica; en la m ism a situación se en cu en tra el variado universo (leí acto, ia existencia de lo ético. ¿D ónde se halla el estado? ¿En ki psique? ¿E n el e sp a d o físico-m atem ático? ¿En el papel d e las actas constitucionales? ¿D ónde está el derecho? Sin em bargo, n o ­ sotros ten em o s relación responsable con el estado y con el dere­ cho; es m ás, esos valores in terp retan y o rd en an tan to el m aterial cm p írico com o n u estra psique, perm itién d o n o s vencer la subjeti­ vidad p síquica p u ra de los m ism os. D ebido tam b ién a esa tendencia a la em pirización extraestéiica y a la psicologización del objeto estético, se explica el intento, q u e hem os m en cionado m ás arriba, de en ten d e r el contenido com o u n elem en to del m aterial, q u e es la palabra: sujeto a la p a­ labra, com o uno d e sus aspectos ju n to al fonem a, al m orfem a, etc., el co n ten id o se presenta m ás tangible desde el p u n to de vista cien* tífico, m ás concreto. N o v am o s a volver d e n u ev o sobre el p roblem a del contenido co m o elem en to co nstitutivo indispensable; sólo direm os que, en general, algunos investigadores se inclinan a in terp re tar el aspecto tem ático (q u e falta en algunas artes, pero q u e existe en otras), ú n icam en te co m o u n elem ento d e las diferenciaciones objetuales y d e las d eterm in aciones cognitivas que, d e hecho, n o es c o m ú n a todas las artes; pero ese elem ento n o agota p o r si m ism o, en n in ­ guna ocasión, el contenido. Sin em bargo, e n algunos casos (en V. M. Z h irm u n sk i; au n q u e tam p o co le es ajena la p rim era acepción, m ás estrecha, d e la tem ática), la poética co n tem p o rán ea tran s­ fiere a la esfera d e la tem ática casi to d o el objeto estético en su especificidad n o n m aterial, y co n su estru c tu ra accidental-arquitectónica; p ero al m ism o tiem po, ese objeto, d e m an era n o critica, se in tro d u ce con fuerza en la palabra, d e fin id a desde el p u n to de vista lingüístico, y se aco m o d a ahí ju n to al fonem a, al mori^ema y otros elem entos, cosa que, n aturalm ente, altera su pureza d e raíz. ¿Pero, cóm o puede ponerse de acuerdo en u n to d o unitario el u n i­ verso tem ático del acontecim iento (el co n ten id o q u e tiene la form a) y la palab ra d efin id a desde el p u n to de vista lingüístico? La poética n o d a ninguna respuesta a esta pregunta; tam poco plantea la p regunta desde u n a posición de principio. Sin em bargo, el universo tem ático, en sentido am plio, y la palabra lingüística, están situados en planos y dim ensiones totalm ente diferentes. H ay -

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que añ ad ir q u e la tem ática te o ñ z a excesivam ente el objeto esté­ tico y el contenido; el elem em o ético y el sem im ienlo correspon­ d iente son sobrevalorados; en general, n o se distingue el aipccto p u ram en te ético d e su transcripción cognitiva. L a im po rtan cia de) m aterial en la creación artística se define de la siguiente m anera: sin e n tra r en el objeto estético, en su de­ term in ació n substancial extraestética, el m aterial, en tan to que elem ento constitutivo, significativo desde el p u n to de vista esté­ tico, es necesario para la creación de tal objeto estético com o ele­ m en to técnico. De aquí no resulta, en ningún caso, q u e el estudio d e la es­ tru c tu ra m aterial de la obra, com o puram ente técnica, deba ocu­ p ar u n lugar m odesto en la estética. L a im portancia de las inves­ tigaciones m ateriales es extrem adam ente grande en la estética especial; ta n grande com o la im portancia de la obra m aterial y de la creación de la m ism a para el artista y para la contem plación estética. P odem os estar totalm ente de acuerdo co n la afirm ación de que: «en el arte la técnica lo significa todo», entendiendo por ello q u e el objeto estético sólo se realiza a través d e la creación de la o b ra m aterial (p o r eso es híbrida la visión estética fuera del arte, p o rq u e e n ese caso es im posible d e realizar u n a organización m ás o m enos com pleta del material*, p o r ejem plo, en la contem plación de la naturaleza); antes d e esa creación, e independientem ente de ella, ei objeto estético no existe; se realiza en concom itancia con la obra. N o hay q u e atrib u ir a la palabra «lécnica», aplicada a la crea­ ción artística, u n sentido peyorativo: aquí, la técnica n o puede ni debe separarse del objeto estético; él es el que 1a a n im a y la activa en to d o s los aspectos; p o r eso, en la creación artística, la técnica n o es en nin g ú n caso m ecanicista; sólo lo puede parecer en u n a investigación estética d e m ala calidad, q u e pierde d e vista el ob­ je to estético, y hace q u e la técnica sea au tó n o m a, alejándola de su m eta y d e su sentido. En oposición a tales investigacíDnes, hay que subrayar el caráter auxiliar, p u ram en te técnico, d e la organización m aterial de la obra, n o para dism in u ir su im portancia, sino, al contrario, p a ra p roporcionarle un sentido y darle vida. D e esta m anera, la solución correcta al problem a d e las «gnificaciones del m aterial n o hace inútiles las investigaciones de la estética m aterial, y no dism inuye en nada su im portancia, sino que p ro p o rcio n ará a tales investigaciones los principios v la oricniación m etodológica ju sta : pero, naturalm ente, tales invi^ni^uci» _

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nes habrán de renunciar a la pretensión d e agotar ia creación ar­ tística. Es necesario señalar que el análisis estético, en relación con al­ gunas artes, debe lim itarse, casi exclusivam ente, al estudio de la técnica, en ten d id a —n aturalm ente, desde el p u n to de vista del m étod o — sólo com o técnica pura; en esta situación se encuentra la estética de la m úsica. Sobre el objeto estético de la m úsica, que aparece en la frontera del sonido acústico, el análisis estético de ciertas obras n o tiene casi n ad a que decir, salvo u n a definición m uy general de su especificidad. L os juicios q u e rebasan el m arco dei análisis d e la com posición m aterial de la obra m usical devie­ nen subjetivos e n la m ayoría de los casos: pueden constituir una p oetización libre de la obra, u n a construcción m etafísica arb itra­ ría» o u n razo n am iento p uram ente psicológico. Es posible u n tip o especial de interpretación filosófica subje­ tiva, entendida desde el p u n to de vista metodológico« de la obra m usical, que puede tener u n a gran im p o rtan cia cultural; pero, ló­ gicam ente, sin ser científica en el sentido estrícto de la palabra. N o podem os esbozar aq u í la m etodología del análisis compo> sitivo del m aterial, ni siquiera en sus Ifneas generales, com o h e­ m os hecho para la m etodología del análisis dcl contenido; eso sólo sería factible tras u n a m ayor fam iliañzación co n el objeto estético y co n su arqu itectura, que son los que d eterm in an su com posi­ ción. P o r eso h em os de lim itarnos a lo ya señalado.

IV.

La

form a

La form a artística es la form a del contenido, pero realizada por com pleto e n base al m ateríal y sujeta a él. P o r ello, la form a debe entenderse y estudiarse en dos direcciones: 1) desde dentro del ob­ jeto estético puro, co m o form a a rq u ite a ó n ic a orientada axiológ icam ente hacia el contenido (acontecim iento posible), y relacio­ n ad a con éste; 2) desde d en tro del c o n ju n to m aterial com positivo de la obra: es el estudio de la técnica de la form a. D en tro d e la segunda orientación, la form a n o h a de interpre­ tarse, en m o d o alguno, com o form a del m aterial —cosa q u e des­ n aturalizaría d e raíz su com prensión—, sino solam ente com o form a realizada en base al m aterial y co n su ayuda; y, en este sen­ tido, condicionada, adem ás de por su objetivo estético, por la n a­ turaleza del m aterial dado. -

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El capítulo presente constituye u n a corta introducción a la m etodología del análisis estético de la form a com o form a arqui^ tectónica. C on dem asiada frecuencia» la form a es en ten d id a com o técnica; cosa q u e es característica ta n to del form alism o com o del psicologism o en la historia y en la teoría del arte. N osotros, en cam bio, ex am inam os la form a en el plano p uram ente estético. En tan to q u e form a significativa desde el punto de vista artístico. El problem a principal q u e planteam os en este capítulo es el si­ guiente: ¿cóm o puede la form a, realizada p o r en tero e n base al m aterial, convertirse en form a del contenido, relacionarse co n 61 axiológicam ente? O, con otras palabras, ¿cóm o puede la form a com positiva —la organización del m aterial— realizar la form a ar­ quitectónica, es decir, la u n ió n y la organización d e los valores cognitívos y éticos? La form a sólo se desobjetiviza y rebasa el m arco d e la obra concebida com o m aterial organizado cuando se convierte e n ex­ presión de la actividad creadora, determ inada axiológicamente, de un sujeto activo desde el p u n to de vista estético. Ese m o m en to de la actividad de la form a, desvelado anteriorm ente por nosotros (en el prim er apartado), es som etido aquí a u n análisis m ás detallado’^ E n la form a m e encuentro a m í m ism o, m i actividad produc­ tiva proporciona la form a axiológica, siento intensam ente m i gesto a l crear el objeto; y ello, no sólo en la creación prim aria, n o sólo en la propia realización, sin o ta m b ién en la contem plación d e la obra d e arte; debo, en cierta m edida, sentirm e creador de la fo rm a para, en general, realizar una fo rm a com o tal, significativa desde el p u n to d e vista artístico. E n esto reside la diferencia esencial entre la form a artística y la form a cognitiva; la últim a no tiene autor-creador, en cu en tro la form a cognitiva en el objeto, no m e siento a m i m ism o en ella, de la m ism a m an era q u e no encuentro e n ella m i actividad creadora. Cosa q u e condiciona la necesidad forzada, específica, del pensa­ m ien to cognitivo: el pensam iento es activo, pero n o siente su ac­ tividad porque el sentim iento n o puede ser sino individual, atri­ buido a u n a individualidad; o, m ás exactam ente, el sentim iento de m i actividad n o en tra en el contenido objetual del pensa­ m ien to m ism o, se q u ed a fuera de él, ta n sólo com o anexo psicoLa comprensión de la forma cotno expresión de la actividad no es ajena, en absoluto, a la teorfo dei arte; pero sólo puede recibir una fundamenláción sólida en ia estética oríenlada sistemáticamente. —

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lógico-subjetivo: L a ciencia, com o unidad objetiva de objetos, no tiene aulor-creador'^. E l autor-creador es un elem ento constitutivo d e la fo rm a ar­ tística. H e de vivir ia form a, para sentirla estéticam ente, com o acti­ tud axiológica activa m ía ante el contenido: en la form a y a través de ]a form a yo canto, narro, represento; a través de la form a ex­ preso mi am or, m i aprobación, m i aceptación. £1 contenido se opone a la form a com o algo pasivo, que es ne­ cesitado; com o algo receptivo, aprobativo, abarcador, fijador y querido, etc.; en cu anto term ino de ser activo en la forma, el co n ­ tenido, satisfecho y acabado por ella, se rebela inm ediatam ente y aparece en su significación ético-cognitíva pura; con otras pala* bras, la contem plación artística llega a su fin, siendo sustituida por la em patia p uram ente ética o por la m editación cognitiva, por el acuerdo o ci desacuerdo teórico, por la aprobación o la desapro­ bación práctica, etc. Así, en la percepción non artística de la no­ vela, la form a puede difum inarse y el contenido puede hacerse ac­ tivo en su orientación cognitiva, problem ática o ético-práctica: se puede, p o r ejem plo, vivir con los personajes, vivir sus aventuras, sus éxitos y la carencia de ellos; tam bién la m úsica puede ser re­ ducida a un sim ple acom pañam iento de nuestros sueños, de nuestras tensiones éticas libres, elem entales, desplazando su cen­ tro de gravedad. Ver u o ír algo, sim plem ente, no significa que se perciba ya la form a artística; es necesario para ello hacer de lo que se ha visto, oído o pronunciado, la expresión d e nuestra actividad axiológica activa: es necesario participar com o creador en lo que se ha visto, se ha oído, se ha pronunciado, y, p o r m edio de ello, superar la m aterialidad, la determ inación extraartística de la form a, su rea­ lidad: la form a ya n o está fuera de nosotros, com o m aterial per­ cibido y organizado cognitivam ente; se ha convertido en expre­ sión de la actividad valorativa, que penetra el contenido y lo transform a. De esta m anera, cuando estoy leyendo o escuchando u n a obra poética, no la dejo fuera de m í com o sí se tratase del enunciado de otra persona, al cual basta con escuchar y cuyo sen­ tido —práctico o cognitivo— h a de ser, sim plem ente, entendido; ” El cieniifico-dutor sólo organie^ì aciivaoiente la forma exterior de la exposi­ ción; el carácter específico, finito e individual de una obra cicniífica, que expresa la actividad cst¿tica subjetiva del creador, no forina parte del conocimicnto teórico del mundo. -

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sino que, en cierta m edida, lo hago com o si fuera mi propio en u n ­ ciado sobre el otro, asim ilo el ritm o, la entonación, el esfuerzo de articulación, la gesticulación interior (que crea el m ovim iento) de la narración, la actitud plástica de la m etáfora, etc., com o expresión adecuada de m i propia actitud axiológica frente al contenido; es decir: en el m o m ento de la percepción no m e estoy orientando hacia las palabras, ni hacia los fonemas, ni hacia el ritm o, sino que, ju n to con las palabras, con el fonem a, con el ritm o, m e oriento activam ente hacia el contenido, lo abarco, lo form o y lo fm alizo (la form a m isma, tom ada abstractam ente, no es autosuficiente; pero hace au tónom o al contenido form ado). Yo me vuelvo activo en la form a y ocupo con ella una posición axiológica fu e ra d el contenido, entendido com o orientación édco-cogniiiva: cosa Que hace posible, por prim era vez, la fin a liza ció n y, en general, la realización d e todas las fu n cio n es estéticas d e la fo rm a con res­ pecto a l contenido. Así, la form a es expresión de ia actitud axiológica activa del autor-creador y el receptor (copartícipe en la creación de la forma) frente ai contenido; to d o s los elem entos de la obra, en los q u e po­ dem os sentirnos a nosotros m ismos, percibir nuestra actividad re­ lacionada d e m anera valorativa con el contenido, y que son su­ perados en su m aterialidad por esa actividad, deben ser atribuidos a la form a.

¿Pero, de q u é m anera puede la form a, com o expresión verbal de la actitu d subjetiva y activa frente ai contenido, co n v ertin e en fo r m a creadora capaz d e fin a liz a r el contenido? ¿Qué es lo que hace de la actividad verbal, y, en general, d e ia actividad que no se sale en realidad d e l marco de la obra m aterial a la q u e genera y organiza, una actividad que d a form a al contenido cognitivo y ético, y. adem ás, a la form a acabada? V am os a referirnos aquí, brevem ente, a 1a función prim aria de la form a con respecto al contenido: la fu n ció n d e aislam iento o separación. El aislam iento o 1a separación no se refieren ni al m aterial, ni a la obra com o cosa, sino a su significación, al contenido que se libera d e algunos lazos necesarios con la unicidad de la naturaleza y con la unicidad del acontecim iento ético de la existencia. Esa renuncia a la sujección n o elim ina la posibilidad que tiene el con­ tenido aislado de ser conocido y valorado desde el p u n to de vista _

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¿tico: lo q u e se ha aislado es reconocido por la m em oria de la ra> zón y de la voluntad; pero puede ser individualizado y, en p rin ­ cipio, finalizado, porque es posible la individualización e n caso d e q u e se produzca u n a relación e integración estrictas en la u n i­ d ad de la naturaleza; y es posible tam b ién la finalización en el acontecim iento u n itario, irreversible, de la existencia: para que la finalización (la presencia autosuficiente, el presente autónom o) se haga posible, h a de aislarse al contenido del acontecim iento fu­ turo. El co n ten id o de la obra es com o u n fragm ento del aconte­ cim iento unitario, abierto, de la existencia; aislado y liberado por la form a de su responsabilidad frente al acontecim iento futuro; en consecuencia, equilibrado y estabilizado en su conjunto, finali­ zado, al integrar en su equilibrio y autosuficiencia a la naturaleza aislada. El aislam iento d e la unidad d e la naturaleza destruye todos los elem entos concretos del contenido. En general, la form a de la m a­ terialidad se h a hecho posible p o r p rim era vez en base a la co n ­ cepción de la naturaleza única, elaborada por las ciencias natura* les: fuera d e ella, el objeto no puede ser percibido sino anim ística y m itológicam ente, com o fuerza yicom o participante en el acon­ tecim iento de la vida. El aislam iento desobjetualiza de nuevo: u n a cosa aislada es u n a contradiciio in adjecto. E n el arte, la llam ada fic c ió n no es sino expresión positiva del aislam iento: p o r eso, el objeto aislado es tam b ién inventado, es decir, irreal en la unidad d e la naturaleza e inexistente en el acon­ tecim iento d e la vida. L a función y el aislam iento coinciden en su elem ento negativo; con el elem ento positivo d e la ficción se su­ braya la p ro p ia actividad de la form a, la calidad del a u to r yo m e siento en la ficción, con m ayor viveza, u n a persona que inventa activam ente un objeto; siento m i libertad condicionada p o r m i posición externa, p o r la realización sin obstáculos d e la form a y la finalización del acontecim iento. Sólo desde el p u n to d e vista subjetivo se puede im aginar en el acontecim iento algo valioso y significativo, algo considerable desde el pu n to de vista h um ano; pero no así en u n a cosa: u n a cosa in ­ ventada es u n a contradictio in adjecto. Tam poco en la m úsica pueden relacionarse axiológicam ente el aislam iento y la ficción con el m aterial: n o es ei ^ n id o , en la iicústica, lo q u e se aísla; ni el núm ero m atem ático lo que se in* venta en el sistem a com positivo. Se aíslan y se im aginan irrever­ -6 4



siblem ente el acontecim iento y la am bición, la tensión valorativa, que, gracias a ese hecho, se autoelim ina sin obstáculos y entra, por m edio de la finalización, en un estado de equilibrio. El llam ado «extrañam iento» de los formalistas no es o tra cosa, en ei fondo, q u e la función de aislam iento expresada co n in su fi­ ciente claridad desde el p u n to de vista m etodológico (que, en la m ayoría de los casos, se relaciona incorrectam ente con el mate-^ nal): se ex trañ a la palabra a través d e la destrucción de su serie sem ántica habitual; sin em bargo, el extrañam iento tam b ién se re­ laciona a veces con el objeto, pero entendiendo aquel, de form a psicologista rudim entaria, com o la liberación del objeto de su percepción habitual (sin d u d a la percepción habitual es igual de ac­ cidental y subjetiva que la inhabitual). Pero, en realidad, el ais­ lam iento significa ei desprendim iento del objeto, del valor y del acontecim iento, de la necesaria serie ético-cognitiva. El aislam iento hace posible por prim era vez la realización p o ­ sitiva d e la form a artística, p orque lo que se hace posible no es la actitu d cognitiva ni la ética frente al acontecim iento, sino la libre m odelación del contenido; se libera la actividad de nuestro sentí« m iento ligado al objeto, el sentim iento del contenido y todas las energías creadoras de ese sentim iento. Así, el aislam iento es la condición negativa del carácter personal objetivo (no psicológico subjetivo) de la form a, perm ite al au to r< re a d o r convertirse en elem ento constitutivo de la fo rm a '^ P o r o tra parte, el aislam iento evidencia y d eterm ina la signi­ ficación del m aterial, de su organización com positiva: el m aterial se hace convencional: el artista, al elaborar el m aterial, elabora los valores de u n a realidad aislada y, a través d e esto, lo supera in­ m anentem ente, sin salir d e su m arco. L a palabra, el enunciado, deja de esperar y desear algo real situado m ás allá de sus límites: u n a acción, o algo que se corresponda con la realidad, es decir, u n a realización cierta o u n a verificación y confirm ación (la su­ peración d e la subjetividad); la palabra, por sus propios m edios, tran sfiere la form a finalizadora al contenido: así, en la poesía, la petición, organizada estéticam ente, em pieza a ser autosuficiente y ya n o tiene necesidad de m ayor satisfacción (siendo satisfecha d e alguna m an era por la form a m ism a d e su expresión). L a peti­ ción y a n o siente la necesidad de u n dios que pueda oírla; el laSeguramente, el aislamiento es iambi¿n el primer producto de e u actividad; ej aisIsmienU) es, de alguna manera, el acta de incorporación at dominio del autor. -

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m entó ya n o precisa de ayuda; el arrepentim iento, perdón; etc. La form a, al utilizar sólo el m aterial, com pleta todo acontecim iento y toda tensión ética hasta su plena realización. Sólo con la ayuda del m aterial puede el autor adoptar u n a actitud creadora, productiva, frente al contenido, es decir, frente a los valores cognitivos y éticos; el autor, d e alguna m anera, se introduce en el acon­ tecim iento aislado y se convierte en creador dentro de éste, sin h ac en e partícipe del m ism o. De esta m anera, el aislam iento convierte a la palabra, al enunciado, al m aterial en general (el sonido en la acústica, etc.), en creadores desde un punto de vista formal. ¿C óm o se introduce en el m ateríal —e n la palabra— la perso­ nalidad creadora del artista y del que contem pla, y qué aspectos de ese m aterial d om inan preponderantem ente? En la palabra, com o m aterial, distinguim os los siguientes aspectos'^ 1) el aspecto sonoro de la palabra (m ás exactam ente, su aspecto m usical); 2) el sentido m aterial de la palabra (con to ­ dos sus m atices y variantes); 3) el aspecto del vínculo verbal (to* das las relaciones e interrelaciones puram ente verbales); 4) el as­ pecto d e la tonalidad (em ocional volitivo, en el plano psicológico) de la palabra, su orientación axiológica, que expresa la diversidad de las relaciones axiológicas del hablante; 5) el sentim iento de la actividad verbal, del engendram iento activo del sonido significa­ tivo (aquí se incluyen todos los elem entos m otores: articulación, gesto, m ím ica, etc., y la am bición interior d e m i personalidad que ocupa activam ente, por m edio de 1a palabra, del enunciado, una cierta posición axiológica y sem ántica). Subrayam os que se trata del sentim iento de generación de la palabra significativa: no es éste el sentim iento de un m ovim iento orgánico desnudo, que genera la realidad íisicá de la palabra, sino el sentim iento d e generación tan to del sentido com o de la valoración; con otras palabras, el sentim iento que tiene el hom bre total d e m overse y ocupar una posición; u n m ovim iento al cual se ven arrastrados el organism o y la actividad sem ántica, porque tam bién se genera el cuerpo y el espíritu de la palabra en su unidad concreta. En ese últim o as­ pecto, el quinto, se reflejan los otros cuatro; es el aspecto que está orientado hacia la personalidad del que habla (el sentim iento de generación del sonido, el sentido, la relación y la valoración). Abordemos aquí la palabra lingüística desde el punió de vista de U realización compositiva de la íorm a artistica efectuada por ella misma. -

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La actividad m odeladora del autor-creador y del q u e contem> pia, dom ina al conjunto d e las características de la palabra: con ayuda de todas esas cualidades puede realizar la form a finaliza« do ra orientada hacia el contenido; por otra parte, tales caracterís* ticas sirven tam bién para expresar el contenido; en cada m o­ m ento, el creador y el que contem pla perciben su propia actividad (que selecciona, crea, define, finaliza) y, al m ism o tiémpo* aque­ llo hacia lo q u e está orientada tal actividad, algo que les perte« nece. Pero el aspecto conductor, el foco de las en e rv as m odela' doras, es, seguram ente, el quinto' m om ento; luego, por orden de im portancia, viene el cuarto, es decir, la apreciación; a continua­ ción, el tercero (las relaciones); después, el segundo (el sentido); y, finalm ente, ei prim ero (el sonido), que, de alguna m anera, in­ cluye todos los dem ás aspectos y se convierte en portador d e la u n id a d de la palabra en la poesía. El elem ento conductor del enunciado cognitivo es el sentido m aterial, objetual, de la palabra, que aspira a encontrar u n lugar necesario « n la unidad concreta, objetiva, del conocim iento. Esa unidad objetual lo dirige y determ ina todo en el enunciado cog­ nitivo; arroja p or la borda, sin com pasión, todo lo que n o tiene relación con ella, y deja a salvo, en especial, el sentim iento d e que el enunciado ocupa una posición activa: ese sentim iento no se re­ laciona con la unidad objetual y no se incorpora a ella com o sen­ tim iento y voluntad subjetivo-creadores; es incapaz, sobre todo, de crear la unidad del enunciado cognitivo. El sentim iento de u n a actividad verbal en c! acto del discurso (la condena, el consentim iento, el perdón, la súplica) n o es, en ningún caso, el elem ento conductor, ya que ei acto de la palabra está relacionado con la unidad dei acontecim iento ético, defi* niéndose en él com o necesario y obligatorio. Sólo en ia poesía se convierte el sentim iento de unidad del en­ gendram iento de u n enunciado significativo en centro m odela­ dor, portador de la unidad de la form a. jDe ese foco de actividad productiva sensible em ana, en prim er lugar, el ritm o (en el sentido m ás am plio d e la palabra, tan to del verso com o de la prosa), y, en general, to d a m odalidad d e enunciado non objeiual, m odalidad que hace voher a s í m ism o, a su u n id a d activa, productiva, a l autor d e l enunciado. La unidad del orden, basada en la vuelta de io que es sim ilar (aunque lo que regrese no sea m ás que u n elem ento sem ántico parecido), es la unidad d e una actividad que retorna a sí m isma, -

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que se autoencuentra de nuevo; el centro de gravedad no está en ei sentido reconocido, sino en el regreso de la actividad del m o ­ vim iento interio r y exterior, del alm a y del cuerpo, que ha gene­ rado ese sentido. L a unidad d e todos los elem entos com positivos q u e realizan la form a y, en p rim er lugar, la unidad del co n ju n to verbal de la obra, u n id ad en ten dida bajo un aspecto form al, no consiste en lo que, o sobre lo que, se habla, sino en el hecho de cóm o se habla, en el sentim iento de la actividad del habla significativa q u e h a de tom arse perm anentem ente com o actividad única, independiente de la u n id ad objetual y sem ántica de su contenido; las relaciones se repiten, vuelven y se conciertan d irec ^ m en te; no los elem entos sem ánticos — en su objetividad, es decir, separados definitiva­ m ente de la personalidad dcl sujeto parlante—, sino los elem entos d e la referida actividad, de la sensación de la propia actividad; la actividad no se pierde en el objeto, siente u n a y o tra vez su p ropia u n id ad subjetiva dentro de ella m ism a, en la tensión de su posi­ ción física y espiritual: no la unidad del objeto, n i la del acontecim ienio, sino la unidad d e la com prensión y el abarcam iento del objeto y del acontecim iento. Así, desde el p u n to de vista de la un id ad de la form a, el com ienzo y el final de una obra constitu­ yen el com ienzo y el final de u n a actividad: yo com ienzo, y, tam ­ bién, yo acabo. La unidad objetiva del conocim iento no tiene u n final q u e se beneficie de la significación positiva: el científico em pieza y acaba, pero no la ciencia; el final, el com ienzo, y u n núm ero im portante d e m om en to s com positivos de u n tratado científico, reflejan la actividad del autor-sujeto; es decir, son elem entos estéticos q u e no alcanzan el interior del universo abierto, sin principio ni fin, del conocim iento. Todas las divisiones com positivas de u n to d o verbal —capítu­ los, párrafos, estrofas, líneas, palabras— expresan la form a sóla­ m ente com o divisiones; las etapas de la actividad verbal produc­ tiva son períodos de tensión única; son m om entos q u e llegan a u n cierto grado de finalización, au n q u e no del contenido m ism o que vienen determ inados desde su interior), sino de una actividad que abarca el contenido desde el exterior; vienen determ inados po r la actividad del a u to r orientada hacia el contenido; aunque, sin duda, se in tro d ucen esencialm ente en el contenido, dándole una form a adecuada desde el punto de vista estético, pero sin transgredirlo. -

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P o r consiguiente, la unidad de la form a estética es la unidad de posición de un espíritu activo y un cuerpo activo, de u n hom ­ bre total activo, que se apoya en sí m ism o; en el m om ento en el cual la unidad se desplaza al contenido de la actividad, a la uni­ dad objetual dcl conocim iento y a la unidad sem ántica del acon­ tecim iento, la form a deja d e ser estética; así, el ritm o, la entona­ ción finalizadora y otros elem entos formales, pierden su capacidad form adora. Sin em bargo, esa actividad generadora del sonido-palabra sig­ nificativo, actividad que, por percibirse a sí m ism a, se convierte en d ueña de su unidad, no es autosuficiente, no se satisface sola­ m ente de sí m ism a, sino q u e se sale fuera del m arco del orga­ nism o activo y de la psique activa; se orienta hacia fuera de éstos, p o rq u e es una actividad q u e am a, sublim a, hum illa, llora, etc>; on otras palabras, es u n a relación determ inada desde el punto de vísta axiológico (en el p lano psicológico tiene una cierta tonalidad emocional-volitiva); porque lo que se genera n o es un simple sonido, sino u n sonido significativo; la actividad generadora de la palabra pen etra y se reconoce axiológicam ente en el aspecto entonativo de dicha palabra, decide la valoración m ediante la percepción dc la en tonación activa^^ P o r aspecto entonativo de la palabra en> tendem os su capacidad de expresar to d a la diversidad de juicios de valor del que habla co n respecto al contenido del enunciado (en el plano psicológico, es la diversidad de reacciones emocional-volitivas del que habla); adem ás, ese aspecto de ta palabra, co n independencia de si en el curso de realización de la misma está expresado con entonación verdadera o se vive sólo como u n a posibilidad, posee, sin em bargo, ponderabilidad estética. L a actividad del au to r se convierte en la actividad de la valth ración expresada, q u e m atiza todos los aspectos de la pala­ bra: la palabra reprende, acaricia, es indiferente, hum illa, ador­ na, etc.*’. M ás adelante, la actividad generadora conquista las relaciones verbales significativas (com paración; m etáfora; utilización com B orden de asimilación dc los momentos de la palabra por la actividad dcl autor y del que contempla, que mostraremos más addante, no es en nin^ün caso un orden real de percepción y de crcsdón. Hablamos aquí de la entonación valoraUva puramente estética dcl autor, a di­ ferencia de la entonacidn ¿tica, llamada (uealista», de un personiúc real o posible que vive los acontecimientos interesadamente desde d punto de vista ético, pero no estítico. -

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positiva de las relaciones sintácticas, de las repeticiones, d e los pa­ ralelism os, de la fo rm a interrogativa; utilización com positiva de las relaciones hipotáxicas y paratáxicas, etc.) ; el sen tid o d e la ac­ tividad de conexión aparece ta m b ién en éstas com o organizador, pero ya está d eterm in ad o desde el p u n to de vista axiológico. Asi, u n a co m p aració n , o u n a m etáfora, se ap o y a en la u n id ad de la ac­ tividad valorativa; dicho de o tra m anera, la conexión abarca as­ pectos cn to n ativ o s de la palabra que, sin duda, n o son indiferen­ tes a la significación objetual (en el plano psicológico, la m etáfora, la com p aració n y otras relaciones verbales poetizadas, se basan en la interrelació n d e las palabras y en su a fin id a d em ocional-volitiva); ia un id ad n o la crea el pensam iento lógico, sino la percep­ ció n de u n a actividad valorativa; éstas no son relaciones o b jetu a­ les necesarias, que dejan fuera d e sí al sujeto q u e siente y quiere, q u e no lo necesitan, sino relaciones p u ra m e n te subjetivas, que sienten la necesidad d e u n id ad subjetiva con el h o m bre q u e siente y quiere. Sin em bargo, la m etáfora y la co m paración suponen u n a relación y u n a u n id ad objetual posibles, así com o tam b ién la u n i­ d ad del aco n tecim iento ético, en el trasfondo de las cuales se per­ cibe su actividad creadora: la m etáfora y la co m paración ad o p tan u n a dirección ético cognitiva persistente; la valoración expresada e n ellas se convierte en verdaderam ente m odeladora del objeto, q u e es desm ateriaiizado p o r aquélla. Separada del sentido d e la actividad relacionadora y m odeladora del autor, la m etáfora pe­ rece; es decir, d eja de ser m etáfora poética, o se convierte e n m ito (com o sim ple m etáfora lingüistica puede igualm ente servir m uy bien a los fin es del enu n ciad o cognitivo). Todas las relaciones verbales sintácticas, para convertirse en com positivas y realizar la fo rm a en el objeto artístico, deben estar penetradas d e la u n id ad d e percepción de u n a actividad relacíonal q u e se dirige hacia ia u n id ad —tam b ién realizada p o r ellas— de las relaciones objetuales y sem ánticas co n c a rá a e r cognitivo o ético, m ed ian te la u n id ad d e percepción de la tensión y la co m ­ prensión m odeladora, d e la com prensión desde el exterior del co ntenido ético-cognitivo. £1 sentido objetual, m aterial, de la palabra, se cum ple tam b ién p or la percepción de la actividad de elección d el sentido, por la percepción específica de la iniciativa sem á n tica del sujeto-crea­ dor (que no existe e n e) conocim iento, do n d e n o se puede ser in i­ ciador, d o nde la percepción de la actividad de elección es sacada del m arco del universo del conocim iento). Pero esa percepción de -

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la elección está en relación con lo q u e es elegido, abarca su a u to ­ n o m ía cognitiva y ética. F inalm ente, la percepción d e la actividad asim ila tam bién el aspecto sonoro de la palabra. E n la poesía, el aspecto p uram ente acùstico de la palabra tien e u n a im portancia relativam ente pe­ queña; el m o vim iento generador del sonido acústico (especial­ m en te activo en los órganos de articulación, pero q u e incluye tam b ién el organism o entero), tan to si se realiza verdaderam ente en el tiem p o de u n recitado propio, com o si se vive a través d e la sim p atía d u ra n te la escucha, o se siente sólo com o u n a posibili­ dad, es in co m ensurablem ente m ás im portante que lo que se oye, q u e casi q u ed a reducido al papel secundario de provocar ios co­ rrespondientes m ovim ientos generadores (o al papel todavía m ás secundario de ser u n signo del sentido, de 1a significación; o, in­ cluso, a servir d e base a la entonación, q u e tiene necesidad de u n a prolongación so n o ra d e la palabra, pero q u e es indiferente a la es­ tru c tu ra so n o ra cu alitativa d e ésta; o bien, a servir d e fundam ento a un ritm o que, n aturalm ente, tiene carácter m otriz). En la no­ vela, y, en general, en los conjuntos verbales m ayores en prosa, el fonem a cede casi d efin itiv am en te sus funciones auxiliares - ^ e in d icar el sentido, de provocar u n m ovim iento, d e servir d e base a la e n to n a c ió n -^ al grafem a. En eso estriba la diferencia esencial en tre poesía y m úsica. E n la m úsica, el m ovim iento q u e crea el sonido tiene u n a im p o rtan cia secundaria, en com paración con el aspecto acústico de la fonia; excepto en la m úsica vocal, q u e es m ás cercana en este sentido a la poesía; au n q u e en aquella el ele­ m en to acústico es, desde luego, incom parablem ente m ás im p o r­ ta n te q u e en la poesía; pero en la m úsica el m ovim iento genera­ d o r es todavía orgánico; y se puede decir q u e el organism o interior del co m p o sito r (intérprete), oyente, q u e crea activam ente, es in ­ corp o rad o co m o elem ento de la form a artística. E n la m úsica in stru m en tal el m ovim iento generador del so­ n id o deja casi p or com pleto d e ser orgánico: el m ovim iento del arco, el golpear d e los dedos sobre las teclas del piano, el esfuerzo necesario para to car los instrum entos d e viento, etc., q u e d a todo, en u n a m ed id a im p o rtan te, fuera de ia form a; y sólo la tensión correspondiente a este m ovim iento —p o r decirlo así, la fuerza d e la energía gastada, separada por com pleto d d sentim iento orgá­ nico in tern o de la m an o q u e toca o se m ueve— es incorporada al sonido m ism o, do n de, purificada, es captada por el oído del que interpreta; se convierte en expresión d e la actividad y la tensión —

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del h o m b re interior, al m argen, e n cierta medida» del organism o y del in stru m en to co m o objeto, q u e genera el sonido significativo desde el p u n to de vista valorativo. En la m úsica, todos los ele­ m entos com positivos significativos están incorporados al aspecto acústico del sonido; si el au to r q u e realiza la form a es en la poesía u n h o m b re q u e habla, en la m úsica, e n cam bio, es u n h o m bre que im ita d irectam en te sonidos, pero n o el q u e to ca el piano, el violin, etc. —en el sentido del que genera ei sonido con la ay u d a del ins­ tru m en to — ; la actividad creadora d e la form a m usical es la acti­ vidad de la fonia m ás significativa, del m ovim iento m ás valori­ zan te del sonido. Es necesario reconocer q u e el térm in o «instrum entación», uti> lizado p ara designar la regulación del aspecto cualitativo del m a­ terial so n o ro en la poesía, es extrem adam ente desafortunado; de hecho, n o es el aspecto acústico de las palabras el que se ordena, sino su aspecto articulador, el aspecto m otriz; es verdad q u e ese o rd en articu lar se refleja en la estructura sonora, al igual que en la gráfica. L a im p o rtan cia del organism o creador in terio r n o es idéntica para to d o s los géneros poéticos: es m áxim a en la poesía lírica, en d o n d e el cuerpo, q u e genera el sonido desde el in terio r y percibe la u n id ad de su tensión productiva, es incorporado a ia form a; en la novela, es m ín im a la participación en la form a del organism o interior. N atu ralm en te, tam b ién en la novela, la actividad q u e genera la palab ra p erm anece co m o principio c o n d u c to r de la form a (si la novela es v erdaderam ente u n a o b ra d e arte). Pero esa actividad carece p o r com pleto d e aspectos orgánicos, físicos: estam os an te u n a actividad p u ram ente espiritual de generación y elección d e las orientaciones, las conexiones, las actitudes axiológicas; a n te u n a ten sió n in tern a de co ntem plación espiritual finalizadora y de com p ren sió n de los grandes co n ju n to s verbales« de los capítulos, de las partes, y, fin alm en te, d e la novela entera. Se m anifiesta, de m an era especial, la percepción de la intensa actividad m em orizadora, desde el p u n to de vista axiológico, d e la m em oria em ocio­ nal. Ahí se in tro d u ce en la form a u n o de sus elem entos constitu­ tivos: el h o m b re creador activo, desde el p u n to d e vista interior, que ve, oye, valora, relaciona, elige, a u n q u e n o exista u n a tensión real de los sentidos externos y de los órganos del cuerpo; es el hom bre-creador u n itario en la percepción de su actividad durante el transcurso de to d a la novela, q u e él com ienza y acaba; el hom -

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bre>creador, com o un todo, de la tensión interior productiva y llena d e se n tid o '“. La un id ad de la form a es la unidad de la posición axiológica activa del autor*crcador, posición alcanzada con ayuda d e la pa­ lab ra (ocupación d c la posición por la palabra), pero relacionada co n el contenido. Esa posición ocupada por la palabra y sólo p o r la palabra, se convierte en productiva y finalizadora para ei co n ­ ten id o , desde el p u n to d e vista creador, gracias a su aislam iento, a su n o n realidad (h ablando m ás exacta y estrictam ente desde el p u n to d e vista filosófico, gracias a u n a realidad especial, d e orden p u ra m e n te estético). El aislam iento es el p rim er paso d e la con­ ciencia m odeladora, el p rim er presente q u e la form a ofrece al contendio; cosa que hace posibles, p o r prim era vez, todos los su­ cesivos presentes, p u ra m e n te positivos y q u e enriquecen la form a. Todos los aspectos de la palabra q u e realiza la form a desde el p u n to de vista com positivo, se convierten en expresión d e la ac­ titu d creadora del au to r frente al contenido: el ritm o, q u e está li­ gado al m aterial, es sacado d e su m arco y com ienza a im pregnar el m aterial; en tan to q u e actitud creadora frente a él, lo transfiere a u n nuevo p iano axiológico, el plano de la existencia estética; la form a de la novela, q u e o rd en a el m aterial verbal, al convertirse en expresión de la actitud del autor, crea la form a arquitectónica q u e ord en a y finaliza el acontecim iento, con independencia del acontecim iento u n itario, y al m ism o tiem po abierto, de la exis­ tencia. E n eso reside la profunda originalidad d e la form a estética: es m i actividad m otriz-orgánica la q u e valora y da sentido; y, al m ism o tiem po, es la form a del acontecim iento opuesto a m í y del p articip an te en ese acontecim iento (de la personalidad, la form a de] cu erp o y el espíritu d e dicho participante). El hom bre-sujeto u n itario n o se siente creador sino en el arte. L a personalidad creadora subjetivo-positiva es un elem ento cons­ titutivo d e la form a artística; en ella encuentra su subjetividad una objetivación especifica, se convierte en subjetivización creadora significativa desde el p u n to d e vista cultural; tam bién se realiza en la fo rm a la unidad especifica del h om bre físico y m oral, sen­ sible y espiritual; pero se trata d e u n a unidad que es percibida desde '* La actividad constructiva del autor ces B ia empatia ética-, dc la misma manera que hay que diferenciar también la en­ tonación ética de la entonación estética finalizadora. r a m e n te

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el interior. El autor, com o elem ento constitutivo de ia form a, es la actividad organizada que surge del in terio r del h om bre total, que realiza su tarea plenam ente, q u e n o presupone n ad a exterior a sf m ism o p ara Degar a la finalización; es la actividad del h o m bre en­ tero, d e la cabeza a los pies: el h om bre es» to d o él, necesario — respirando (el ritm o), m oviéndose, viendo, oyendo, recor­ dan d o , am an d o y entendiendo*^. Esta actividad d e la personalidad del creador organizada desde' el interior se diferencia fu n d am en talm en te d e la personalidad p a­ siva, organizada d esde el exterior, del personaje, del hom bre-ob­ je to de la visión artística, física y espiritualm ente determ inado: su determ in ació n es visible y audible, es u n a d eterm in ació n form al: esa es la im agen del hom bre, su personalidad exteriorizada y que h a ad q u irid o form a; al tiem p o q u e la personalidad del creador es invisible inaudible, pero se percibc y organiza desde el interior co m o u n a actividad que ve, oye, se m ueve, recuerda; u n a activi­ d ad sin form a, pero que d a form a, y que sólo después de ello, se ve reflejada en el objeto m odelado. El o b jeto estético es u n a creación que incluye en sí m ism a al creador: en él se au to en cu en tra el creador y percibe intensam ente su actividad creadora; o, de otra m anera: es la creación, tai y com o aparece a los ojos del m ism o creador, q u e la creó librem ente y con am o r (es verdad que no es u n a creación h echa d e la nada: presu­ p o n e la realidad dcl co nocim iento y del hecho, a la que transfi^ g u ra y d a form a definitiva).

La p rincipal tarea d e la estética consiste en el estudio del ob­ jeto estético en su especificidad, pero sin sustituirio por ninguna o tra etap a in term ed ia del proceso d e realización del m ism o; y, a n ­ tes q u e nada, es necesario en ten d e r el objeto estético de m anera sintética, en su co n junto; en ten d er la form a y e] co n ten id o en su esencial y necesaria correlación (la form a: la form a del contenido; el contenido; el co ntenido d e la form a); en ten d e r la especificidad y la ley de esa correlación. Sólo m ediante tal com prensión se puede esbozar la orien tación correcta a seguir por el análisis estético concreto de ciertas obras. Sólo la comprensión y el estudio cslrklam ente melódico dcl autor com o ele­ mento del objeto estético, ofrcce fundamento m etodol(^co at estudio psicológico, biográfico e hlslónco del mismo.

De todo lo q u e hem os dicho debe desprenderse ya, clara­ m ente, q u e ei objeto estético no es u n a cosa; porque su form a (m ás exactam ente, la form a dcl contenido, al ser el objeto estético un co n ten id o que tiene form a), en la que yo m e percibo sujeto ac­ tivo, e n la q u e en tro co m o sujeto constitutivo necesario, n o puede ser, lógicam ente, la form a d e u n a cosa, de u n objeto. L a form a artistica-creadora d a form a definitiva, en p rim er lu­ gar, al h o m b re total, y luego al m u n d o —pero sólo com o m u n d o del h om bre— , bien h u m an izán d o lo directam ente, bien espirítuaU m en te en u n a relación valorativa tan directa con el hom bre, que pierde an te él su au to n o m ía valorativa, convirtiéndose tan sólo en un elem ento valorativo de la vida hum ana. C om o consecuencia, la actitu d de la form a con respecto al contenido en la unidad del o b jeto estético, tiene u n carácter personal específico, es el resul­ tado de la acción e interacción del creador con el contenido. En la creación artístico-literaría es especialm ente claro el ca­ rácter contingente del objeto estético; la relación entre form a y co n ten id o tiene en él índole casi dram ática; es m anifiesta la par­ ticipación del a u to r —el hom bre físico, sensible y espiritual— en el objeto; es evidente, no sólo la unidad inseparable entre form a y co ntenido, sino su inconfundibihdad; al tiem po que en otras ar* tes, ia form a p en etra m ás en ei contenido, se m aterializa en él en cierto m odo, y es m ás difícil separarla y expresarla en su ais­ lam ien to abstracto. É sto se explica p o r el carácter del m aterial de la poesía, la p a­ labra, con ayuda d e la cual el au to r —el h o m bre hablante— puede ocu p ar directam ente su posición creadora; m ientras q u e en el proceso de creación q u e tiene lugar e n o tras artes, se incorporan —co m o interm ediarios técnicos— cuerpos extraíaos: instrum en­ tos m usicales, el cincel del escultor, etc.; adem ás dc esto, el m ate­ rial n o abarca en su totalidad al hom bre activo. Al pasar por tales interm ediarios heterogéneos, la ac*tividad del autor-creador se es­ pecializa, se convierte en unilateral, por lo q u e es m ás difícil de sep arar del co n ten ido al que d a forma. 1924.

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LA PALABRA EN LA NOVELA

La superación en el estudio dei arte literario de la ru tp u ra en> tre el «form alism o» abstracto y el «idelogismo», tam bién abs* tracto, constituye la idea conductora del presente trabajo. La forma y el co n ten id o van unidos en la palabra en ten d id a co m o fenó­ m en o social; social en to d as las esferas d e su existencia y en todos sus elem entos — desde la im agen sonora hasta las capas sem ánti­ cas m ás abstractas. Esa idea h a hecho q u e prestem os u n a atención especial a la «estilística d e género». L a separación dei estilo y lenguaje d e gé­ nero, ha conducido, en m edida im portante, a q u e se estudien só­ lam en te los sonidos individuales secundarios y d e orientación del estilo, al tiem p o que se ignora su tonalidad social principal. Los grandes destinos históricos del discurso artístico, ligados a los des­ tin o s de los géneros, h a n sido ocultados p o r los pequeños destinos de las m odificaciones estilísticas vinculadas a artistas individuales y a d eterm inadas corrientes. P or eso la estilística no tiene m odo de ab o rd ar filosófica y sociológicam ente sus problem as; se ahoga en detalles sin im portancia; no sabe descubrir ios grandes destinos an ó n im o s del discurso artístico, n o es capaz d e ver m ás allá de las m utaciones individuales y los cam bios d e orientación. En la m a­ yoría de los casos, ia estilística aparece com o «un "arte d e cá­ mara*'» que ignora la vida social d e la palabra fuera del taller del artista: la palabra de los anchos espacios d e las plazas públicas, de las calles, de las ciudades y' aldeas, d e los grupos sociales, d e las generaciones y las épocas. L a estih'stica n o tiene q u e ver con la pa­ labra viva, sino con su preparado histológico, con la palabra lin­ güística abstracta q u e sirve a la destreza individual del artista. Y, _77



además, esos sonidos individuales secundarios y de orientación del estilo, separados del principal caucc social d e la vida d e la palabra, son tratad o s inevitablem ente bajo u n enfoque ro m o y abstracto, y no p u eden ser estudiados en u n to d o orgánico co n las esferas sem ánticas de la obra.

C a p ít u l o p r im e r o

LA ESTILÍSTICA C O N T E M P O R Á N E A Y LA NOVELA N o ha existido hasta el siglo veinte u n m odo claro de abordar los p roblem as d e la estihstica d e la novela, q u e partiera del reco­ n o cim ien to d e la especificidad estilística d e la palabra novelesca (de la prosa literaria). D u ra n te m u ch o tiem po, la novela sólo h a sido objeto d e a n á ­ lisis abstracto-idcológicos y d e u n a valoración periodística. Se elu ­ d ía n to talm e n te los problem as concretos d e la estilística o se a n a­ lizaban d e pasada e infundadam ente; la palabra de la prosa literaria era en ten d id a com o palabra poética, en u n sentido estrecho, y se le aplicaban, d é m an era n o crítica, las categorías d e la estilística trad icio n al (basada en la teo ría d e los tropos) o bien, los estudios se lim itab an sim plem ente a las características valorativas vacías de la lengua — «expresividad», «plasticidad», nom o de la concepción de su objeto por la palabra m isma, posee u n a enorm e fuerza de m odelación estilística. La dialogización in­ terna de la palabra encuentra su expresión en u n a serie de parti­ cularidades dc la semántica, de la sintaxis y de la com posición que no h an sido, en absoluto, estudiadas hasta ahora por la lingüística (com o, de hecho, tam poco lo han sido las particuiarídades de la sem ántica en el diálogo corriente). La palabra nace en el interior del diálogo com o su réplica viva, se form a en interacción dialógica con la palabra ^ e n a en el inte­ rior del objeto. La palabra concibe su objeto de m anera dialogís* tica.

Pero con eso no se agota la dialogización interna de la palabra. Esta, no sólo se encuentra en el objeto con la palabra ajena. Toda palabra está orientada hacia u n a respuesta y n o puede evitar la in­ fluencia profunda de la palabra-réplica prevista. La palabra viva, que pertenece al lenguaje hablado, está orien­ tada directam ente hacia la futura palabra-respuesta: provoca su respuesta, la anticipa y se construye orientada a ella. Fbrm ándose en la atm ósfera d e lo que se ha dicho anteriorm ente, la palabra viene determ inada, a su vez, p o r lo que todavía no se ha dicho, pero que viene ya forzado y previsto por la palabra de la res­ puesta. Así sucede en todo diálogo vivo. Todas las formas retóricas, con carácter de m onólogo por su estructura com positiva, están orientadas hacia el Oyente y hacia su respuesta. En general, se entiende incluso esa orientación hacia el oyente com o una particularidad constitutiva básica de la pala­ bra retórica'^. Verdaderam ente, es característico de la retórica el hecho d e q u e la actitud ante un oyente concreto, la tom a en conVer el libro de V. V i n o g r a d o v Sobre ia prosa artlsiica. capítulo sotMt relánca y poética, pp. 73 y ss., donde se dan las defíniciones de las vi(Ju retóricas. —

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sideración de ese oyente, se introduzca en la m ism a estructura ex­ tern a d e la palab ra retórica. L a orientación hacia la respuesta es, en este caso, abierta, d esnuda y concreta. Esa orientación abierta hacia el oyente y hacia la respuesta en el diálogo costum brista y en las form as retóricas, llam aba la aten ció n d e los lingüistas. Pero los lingüistas, tam bién en este caso, sólo separaban, p referentem ente, las form as com positivas d e la to m a en consideración dcl interlocutor, y no buscaban su in flu en ­ cia en los estratos profundos del sentido y del estilo. Sólo to ­ m aban en cu e n ta los aspectos dcl estilo determ inados p o r las necesidades de com prensión y claridad, es decir, precisam ente aquellos aspectos que careccn d e dialogización interna, y que consideran al oyente únicam ente com o u n factor que entiende pasivam ente, y no com o el factor que responde activam ente y está objetando. El diálogo costu m brista y la retórica se caracterizan p o r la to ­ m a en consideración, abierta y expresada com positivam ente, del oyente y de su respuesta; pero todos los dem ás discursos están tam bién o rientados hacia la com prensión recíproca, au n ­ que esa orientación no se aísle en u n acto independiente y no se revele com positivam ente. La co m prensión recíproca constitu­ ye la fuerza csenciai q u e interviene en la form ación de la pala­ bra; es siem pre activa, y la percibe la p>alabra com o soporte enriquecedor. La filosofía de la palab ra y la lingüística sólo entien d en de la co m p ren sió n pasiva de la palabra, especialm ente en el plano del lenguaje co m ú n ; es decir, la com prensión de la sig n ifica ció n n eu ­ tral del en u n c ia d o y no d e su se n íiJ o actual. La significación lingüística d e u n enunciado se entiende en el trasfondo del lenguaje, y su sentido actual se entiende en el tras* fondo d e otros enu nciados concretos sobre el m ism o tem a, en el trasfondo de las opiniones, p u n to s de vista y apreciaciones plurilinguales, es decir, en el trasfondo de lo que, co m o vem os, co m ­ plica ei cam in o de to d a palabra h a d a su objeto. B^ro sólo ahora, ese m edio plurilingüe de palabras ajenas no es dado al hablante en el objeto, sino en el alm a del oyente, com o fo n d o aperceptivo, lleno de respuestas y objeciones. Y hacia ese fondo aperceptivo del entendim iento (no lingüístico, sino objetual-expresivo), se orienta to d o enunciado. T ien e lugar un nuevo encuentro del enunciado con la palabra ajena, q u e ejerce u n a influencia espe­ cifica nueva en el estilo de ésta. -

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L a co m p ren sió n pasiva d e la significación lingüística no es, en genera), com prensión; es sólo u n o de sus elem entos abstractos; au n q u e , tam b ién , u n a com prensión m ás concreta y pasiva del sentido del enunciado, d e la intención del hablante; si la com ­ p rensión perm anece p u ram en te pasiva, p uram ente receptiva, no añ ad e n ad a nuevo a la com presión de la palabra, sino q u e la d u ­ plica co m o si tendiera hacia su lím ite suprem o, hacia la reproduc­ ción p lena de lo q u e ya ha sido dado en la palabra inteligible; la com prensión no sale del m arco de su contexto y no enriquece en n ad a lo q u e es inteligible. Por eso, la to m a en consideración de tal com p ren sió n p o r parte del hablante no puede añ ad ir nada nuevo a su palabra, ni siquiera un nuevo elem ento concreto y expresivo. P orque tales pretensiones p u ra m e n te negativas, que podrían pro­ ceder de u n a com prensión pasiva, com o son la m ayor claridad, el m ayor p o d er de convicción, la concreción, etc., dejan al hablante en su propio contexto, en su propio horizonte, n o lo sacan de lu m arco; son siem pre com pletam ente inm anentes a su palabra, y no ro m p en su au to n o m ía sem ántica y expresiva. En la vida real del lenguaje, toda com prensión concreta es ac­ tiva: abarca lo q u e debe ser com p ren d id o en el propio horizonte objetual-expresivo y está indisolublem ente ligada a u n a respuesta, a u n a objeción o a u n consentim iento m otivado. En cierto senti­ do, la suprem acía pertenece a la respuesta com o principio activo: crea u n terren o propicio ai entendim iento, lo dispone activo e inte­ resante. La co m p rensión sólo m ad u ra en u n a respuesta. La co m ­ prensión y la respuesta están dialécticam ente fundidas en tre sí, y se co n d icionan recíprocam ente; n o pueden existir la u n a sin la otra. D e esta m anera, la com prensión activa, p o r im plicar lo que ha d e ser entendido en el nuevo horizonte del q u e com prende, esta­ blece u n a serie de interrelaciones com plejas, d e consonancias y disonancias, con lo q u e es entendido; lo enriquece con nuevos elem entos. U n a com prensión así tiene en cuenta, precisam ente, al hablante. Por eso, su orientación hacia el oyente es u n a orien­ tación hacia un horizonte especial, el universo característico del oyente; in troduce en su discurso elem entos totalm ente nuevos: p o rq u e se produce, al m ism o tiem po, u n a interacción entre diver­ sos contextos, p u n to s de vista, horizontes, sistem as de acentua­ ción expresiva y «lengu^es» sociales diferentes. Ei hablante tiende a o rien tar su palabra, con su horizonte determ inante, hacia el ho­ rizonte ajeno del que entiende, y establece relaciones dialogísticas con los elem entos d c ese horizonte. Ei hablante e n tra en el hori­ -

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zonte ajeno del oyente, y construye su enunciado en u n territorio ajeno, en el trasfondo aperceptivo del oyente. Ese nuevo aspecto de la dialogización interna de la palabra, difiere del aspecto determ inado por el encuentro con la palabra ajena en el objeto m ism o: el objeto no es aquí el cam po del en ­ cuentro, sino el horizonte subjetivo del oyente. P or eso, tal dialo^ z a c ió n tiene u n carácter m ás subjetivo-psicoló^co, y es con fre­ cuencia, accidental; a veces es claram ente oportunista y otras, provocativam ente polém ica. A m enudo, en especial en las form as retóiicas, esa orientación hacia el oyente, así com o la dialogizacíón in tern a d e la palabra ligada a ella, pueden, sim plem ente, obs­ curecer el objeto: la convicción del oyente concreto se convierte en objetivo au tónom o, y aísla a la palabra de su trabajo creativo sobre el objeto m ism o. En el objeto, la actitud dialógica del otro con respecto a la p a­ labra ajena, y la actitud ante la palabra ^‘en a en la respuesta anti­ cipada del oyente, pueden —por ser en esencia diferentes y gene­ rar en la palabra efectos estilísticos distintos— con m ayor razón entrelazarse estrecham ente, y convertirse en casi im perceptibles para el análisis estilístico. Así, la palabra en Tolstói se diferencia p o r su clara dialogiza­ ción interna, tan to en el objeto com o en el horizonte del lector, cuyas particularidades sem ánticas y expresivas percibe Tolstói agudam ente. Esas dos líneas de dialogización (en la m ayoría de los casos m atizadas polém icam ente), están estrecham ente entre­ lazadas en su estilo: en Tolstói, la palabra, incluso en sus expresio­ nes m ás «líricas» y en las descripciones m ás «épicas», suena y di­ suena (disuena m ás) con los diferentes aspectos de la conciencia socio-verbal plurilingüe que rodea al objeto y, al m ism o tiem po, se introduce polém icam ente en el horizonte objetual y axiológico del lector, tendiendo a vencer y destruir el fondo aperceptivo de su com prensión activa. En ese sentido, Tolstói es heredero dei si­ glo xviii y, en especial, de R ousseau. D e ahí proviene algunas ve­ ces el estrecham iento de esa conciencia social purilingüe con la que polem iza Tolstói, y q u e se reduce a la conciencia del contem po­ ráneo m ás inm ediato» contem poráneo del d ía y no de la época; en consecuencia, resulta tam bién de ello u n a concreción extrem a del diálogo (casi siem pre polém ica). Por eso, tal dialogización en el carácter expresivo del estilo de Tolstoi, q u e ta n claram ente perci* bimos, necesita algunas veces de u n com entario histórico-literario especial: nosotros no sabem os con qué disuena o consuena exac—

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tam en te el tono d ado y, sin em bargo, esa disonancia o consonan­ cia form a parte del objetivo del estilo '^ A unque es verdad» tal concreción extrem a (algunas veces casi de folletín), sólo es propia de los aspectos secundarios, de los sonidos secundarios del diá­ logo in tern o de la palabra tolstoiana. En los fenóm enos del diálogo interno de la palabra (interno, a diferencia del diálogo externo com positivo) q u e hem os analizado, la actitud ante la palabra ajena, ante el enunciado del otro, forma parte del objetivo del estilo. El estilo contiene, d e m odo orgánico, las indicaciones hacia fuera, la relación entre los elem entos pro* pios y ios de u n contexto ajeno. La política interna del estilo (la com binación de los elem entos) está determ inada por su política externa (!a actitud ante la palabra ajena). La palabra vive, p o r de­ cirlo así, en ia f r o n t e entre su contexto y el contexto ajeno. D o ­ ble vida tiene tam bién la réplica en todo diálogo real: está estruc­ tu rad a y se entiende en el contexto com pleto del diálogo, com puesto de enunciados propios (desde el p u n to de vista del ha­ blante), y de enunciados ajenos (del interlocutor). La réplica no puede ser extraída de ese contexto m ixto de palabras propias y ajenas sin perder el sentido y el tono. Es la parte orgánica de un co n ju n to plurilingüe. C om o hem os dicho, el fenóm eno de la dialogización interna está presente, en m ayor o m enor m edida, en todos los dom inios de la vida de la palabra. Pero si en la prosa extraliteraria (costum ­ brista, retórica, científica), la dialogización, p o r regla general, se aísla en u n acto especial independiente, y se m anifiesta en el diá­ logo directo o en otras form as distintas, expresadas com positiva­ m ente, de delim itación y polém ica con la palabra ajena, del otro, en cam bio en la prosa artística, especialm ente en la novela, la dia­ logización recorre desde el interior, con la palabra de su objeto y su expresión, la concepción m ism a, transform ando la sem ántica y la estructura sintáctica del discurso. L a interoríentación dialógica se convierte aquí, en cierta m edida, en el acontecim iento de la palabra m ism a, al cual d a vida y dram atiza desde el interior en cada uno de sus elem entos. C om o ya hem os dicho, en la m ayoría de los géneros poéticos (en el sentido estrecho de la palabra), la dialogización interna de ' 'Ver B. M. E i j e n b a u m , Lev Tolslái, Libro Primero. Ed, Priboi, 1928. I.cmn grado, que contiene mucho malerial ¿cerca de csle lema; por ejemplo, m i'l sr >-s clarece el conlexto actual de L a felicidad de la fa m ilia -

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la palabra n o se utiliza dcsdc cl p u n to d e vista artistico, n o se in­ corpora al «objeto estético» d e la obra, se apaga d e m an era c o n ­ vencional e n la palabra poética. E n cam bio, la dialogización in ­ te rn a se convierte en la novela en u n o d e los elem entos esenciales del estilo prosístico, y se som ete en ella a u n a elaboración artística específica. Pero la dialogización in tern a sólo puede convertirse en tal fuerza cread o ra d e form a, alH d o n d e las divergencias y las co n tra­ dicciones individuales son fecundadas p o r el plurilingüism o so­ cial, d o n d e su en an los ecos dialogísticos; pero no en las cum bres sem ánticas d e la palabra (com o e n los géneros retóricos), sino q u e p en etran en los estratos profundos de la m ism a, dialogizan ei lenguaje m ism o, la concepción lingüística del m u n d o (la form a in tern a d e la palabra); en d o n d e el diálogo de las voces nace d i­ rectam en te del diálogo social de «los lenguajes», en d o n d e el en u n ciad o ajeno com ienza a sonar com o u n lenguaje ajeno desde el p u n to de vista social, en do n d e la orientación de la palabra en ­ tre enu n ciad o s ajenos, se transform a en su orientación en tre len­ guajes socialm ente ajenos en el m arco de la lengua nacional m ism a.

E n los géneros poéticos, en sentido restringido, no se utiliza, desde el p u n to de vista artístico, la dialogización n atu ral d e la pa­ labra; la palab ra es au to su ficien te y n o presupone en unciados ^jenos fuera de su m arco. £1 estilo poético es aislado, d e m an era co n ­ vencional, de toda interacción con la palabra ^jena, y sin ningün m iram ien to hacia la palabra ajena. Igualm ente ajena es p a ra el estilo poético cualquier otra preo­ cup ació n p o r las lenguas ^ e n a s , p o r las posibilidades d e existen­ cia de o tro vocabulario, d e o tra sem ántica, dc o tras form as sintác­ ticas, etc.; p or las posibilidades de expresión d e otros pu n to s de vista lingüísticos. P or lo tan to , el estilo poético n o conoce la sen­ sación d e m arginación, ni la de historicidad, n i la d e determ inació n social y d e especificidad del propio lenguaje; p o r eso. tam ­ poco tiene u n a actitu d critica, reservada, an te ese lenguaje, com o u n o m ás e n tre los m uchos lenguajes del plurilingüism o; d e ahí surge la im posibilidad d e entregarse to talm en te, d e d a r to d o su sentido, al lenguaje respectivo. N atu ralm en te, ningún p o eta q u e haya vivido, desde el punto de vista histórico, com o p ersona rodeada d c plurilingüism o vivo, — 102 —

p o día d ejar d e conocer esa sensación y esa actitu d a n te su len­ guaje (en m ayor o m en o r m edida); pero éstas n o p o d ían alcanzar u n lugar en el estilo poético d e su obra, sin destruir d ich o estilo, sin transform arlo en sentido prosístico, y sin tran sfo rm ar al poeta e n u n a prosista. En los géneros poéticos, la conciencia artística — en el sentido d e u n id a d de todas las intenciones sem ánticas y expresivas del au­ tor— se realiza totalm ente en su lenguaje, al que es inmanente por com pleto; se expresa en él directam ente, sin reservas y sin distanciam ientos. El lengu^ue del poeta es su lenguaje propio, en el q u e se encuentra^ p or entero y d e m an era inseparable, al utilizar cada form a, cad a palabra, cada expresión e n su sentido directo («din com illas», p or decirlo así); en otras palabras, com o expresión pura y d irecta de su in tención. Sean cuales sean los «sufhmientoi ver­ bales» q u e ei p oeta experim enta en el proceso de creación, el len­ guaje es en la o b ra creada u n órgano obediente, perfectamente adecuado a la in tención del autor. El lenguaje se autorrealiza en la obra poética como evidente, incontestable, y universal. El poeta ve, entiende y concibe todo, con los ojos de ese lenguaje, a través d e sus form as internu; y cu a n d o se expresa n o siente la necesidad de recurrir a la ayuda de otro lenguaje, d e u n lenguaje ajeno. El le n g u ^ e del género poé­ tico es u n universo ptolom éico unitario y único, fuera del cual no existe n ad a y no se necesita nada. La idea d e la pluralidad de los universos lingüísticos, igualm ente significativos y cxpreiivoi, es orgánicam ente inalcanzable para el estilo poético. El universo de la poesía, sea cual sea el n ú m ero de contndlc« clones y c o n f lia o s irresolubles revelados p o r el poeta, se va siem­ p re ilu m in ad o p o r la palabra única e incontestable. Las contradic­ ciones, los co nflictos y las dudas, se qu ed an en el objeto, en los pensam ientos y e n las em ociones; co n otras palabras, en el mate­ ria]; p ero n o pasan al len g u ^e. En poesía, la palabra acerca de las d u d as debe de ser u n a palabra incontestable. L a responsabilidad igual y directa d e to d a la o b ra frente al leng u ^ e (com o lenguaje propio), la plena solidaridad co n cada ele­ m en to suyo, con cada to n o y m atiz, es u n a exigencia fu n d am en ­ tal del estilo poético; sólo él satisface al lenguaje y a la conciencia lingüística. El poeta n o puede o p o n er su conciencia poética, sus intenciones, al lenguaje q u e utiliza, p orque se en cu en tra íntegra­ m en te e n él; y, d e esa m anera, n o puede convertido, dentro del m arco d c su estilo, en objeto de com prensión, de reflexión, d e ac-

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u tud. Ei lenguaje le es d ad o desde dentro, en su trabajo intencio­ nal, y n o desde fuera, en su e ^ e c ifíc id a d y lim itación objetiva. La intencionalidad d irecta incontestable, la rotundidad del lenguaje, y al m ism o tiem po su presentación objetiva (com o realidad iingúística lim itada social e históricam ente), son incom patibles en el m arco del estilo poético. L a unidad y la unicidad del lenguaje son condiciones indispensables para la realización d e la individuali­ dad intencional directa (y n o objetual característica) del estilo poético y de su consecuencia com o m onólogo. Esto no significa naturalm ente q u e la diversidad de lenguajes, o q u e las lenguas extranjeras, n o puedan form ar parte de la obra poética. Pero esas posibilidades son lim itadas: el plurilingüism o sólo tiene lugar en los géneros poéticos «bajos» —en la sátira, la com edia, etc.— . Sin em bargo, el plurilingüism o (otros lenguajes social-ideológicos) puede introducirse tam bién en los géneros p u ­ ram ente poéticos» y, preponderantem ente, en el habla d e los per­ sonajes. Pero ahí, el plurilingüism o es objetivable. Se m uestra en esencia, en ese caso, com o cosa: n o está en el m is m o plano que el lenguaje reai de la obra: es el gesto representado del personaje, pero n o la palabra que representa. Los elem entos del plurilingüism o no se incorporan con los m ism os derechos q u e otro lenguaje, que ap o rta sus puntos d e vista especiales y m ediante el cual se puede decir algo q u e no es posible decir en ei propio lenguaje, sino con los derechos de la cosa representada. £1 poeta habla tam b ién en su propio lenguaje incluso acerca de algo ajeno. I^ r a la representación d e u n m u n d o ajeno no recurre n u n ca al len­ guaje de otro, com o m ás adecuado para ese m undo. En cam bio, el prosista, com o verem os, in ten ta hablar en un lenguaje ajeno in­ cluso sobre io personal (p o r ejem plo, en el lenguaje n o literario de u n narrador, de u n representante de cierto grupo social-ideológico), m ide frecuentem ente su universo co n dim ensiones lin­ güisticas ajenas. dlom o resultado de las condiciones q u e hem os analizado, el le n g u ^ e de los géneros poéticos —ahí donde éstos se acercan a su lím ite estilístico'^— se convierte frecuentem ente en autoritario, dogm ático y conservador, enclaustrándose para protegerse de la influencia de los dialectos sociales, extraliterarios. Precisam ente Nosotros, evidentemente, caracterizamos siempre eJ límilc ideal de los géneros poéticos: en las obras reales son posibles prosaísmos sustanciales, enisten numerosas variantes de géneros híbridos, difundidos especialmente en épocas de cambios en los lenguajes poéticos lilerarios. —

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p o r eso es posible, en el cam po de la poesía, la idea de un «len­ guaje poético» especial, de u n «lenguaje de dioses», d e u n «len­ guaje poético sacerdotal», etc. Es característico el hecho de que ei poeta, al n o aceptar un cierto lenguaje literario» prefiera soAar con la creación artificial de un lenguaje poético nuevo, especial, antes q u e recurrir a ios dialectos sociales reales, existentes. Los lengua­ jes sociales son objetivables, característicos, socialm ente localizables y lim itados; p or el contrario, el lenguaje d e la poesía, creado artificialm ente, h a de ser directam ente intencional, incontestable, unitario y ünico. Así ocurrió a com ienzos del siglo ^ x , cuando los prosistas rusos com enzaron a m anifestar un interés especial por los dialectos y el skaz, los sim bolistas (B alm ont, V. Ivánov), y, posteriorm ente, tam bién los futuristas, soñaban con crear el (denguaje especial de la poesía» y llegaron a hacer intentos para crear u n tal lenguaje (los intentos de V. Jliébnikov). L a idea de u n lenguaje especial, unitario y único, de la poesía, es u n filosofem a utópico, característico de la palabra poética: en su base están las condiciones reales y las pretensiones del estilo poético, q u e sólo satisface al lenguaje directo intencional, y desde cuyo p u n to de vista se consideran objetuales, y en ningún caso iguales a él^^ los otros lenguajes (el lenguaje hablado, el de los ne­ gocios, el de la prosa, etc.). La idea de u n «denguee poético» es­ pecial expresa la m ism a concepción ptolom eica de u n universo lingüístico estilístico.

El lenguaje, com o m edio vivo, concreto, en ei q u e vive la con­ ciencia del artista de la palabra, n u n ca es único. Sólo es ünico com o sistem a gram atical abstracto d e form as norm ativas, tom ado separadam ente de las com prensiones ideológicas concretas de que está lleno, y de la evolución histórica Ininterrum pida del lenguaje vivo. La existencia social viva y el proceso histórico de creación, generan, en el m arco d e u n a lengua nacional única y abstracta, u n a pluralidad de m undos concretos, de horizontes literarios, ideológica y socialm ente cerrados; los elem entos idénticos, abs­ tractos, de la lengua, se llenan, en el interior de esos horizontes diversos, de variados contenidos sem ánticos y axiológicos, y sue­ nan de m an era diferente. Ese es el punto de vista del latín acerca de las lenguas nacionnles d r la l il ul Media. —

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El lenguaje m ás literarío hablado y escríto (al ser único no sólo p o r sus m uestras llngúístico-abstractas generales, sino tam bién por las form as d e interpretación d e esos elem entos abstractos), está es­ tratificad o y es plurílingúe en su aspecto objetual sem ántico y ex­ presivo concreto. Esta estratificación viene determ inada, en p n m e r lugar, por ios organism os específicos de los géneros. Los diferentes aspectos dei ie n g u ^ e (lexicológicos, sem ánticos, sintácticos, etc.) van estrecha­ m en te unidos a la aspiración intencional y al sistem a general de acentuación d e los diferentes géneros; oratorios, publicísticos, pe­ riodísticos, los géneros literarios inferiores (la novela de boulevard. p o r ejem plo), y, finalm ente, a los distintos géneros de la alta literatura. Ciertos aspectos del lenguaje adquieren el especial arom a de los géneros respectivos: coinciden con los pu n to s d e vista, el enfoque, las form as d e pensam iento, los m atices y acentos espe­ cíficos d e dichos géneros. A esta estratificación del lenguaje en géneros se u n e m ás ade­ lante la estratificación profesional del lenguaje (en sentido am ­ plio), coincidiendo a veces con ella y diferenciándose otras: el lenguaje del abogado, de) m édico, del com erciante, del activis­ ta poUtico, del m aestro de escuela, etc. Esos lenguajes, natural­ m ente, no sólo se diferencian por su vocabulario; im plican deter­ m inadas form as de orientación intencional, de interpretación y valoración concretan. El m ism o lenguaje del escritor (del poeta, del novelista) p uede ser entendido com o argot profesional al lado de otros argots profesionales. A nosotros nos interesa aq u í el aspecto intencional, es decir, el aspecto objetual-sem ántico y expresivo de la estratificación del «lenguaje co m ú n » . P orque no se estratifica ni se diferencia la es­ tru c tu ra lingüística neutra del lenguaje, sino sólo sus posibilidades intencionales: éstas se realizan en determ inadas direcciones, se llenan de cierto contenido, se concretan, se especifican, se im ­ preg n an de valoraciones concretas, se un en a ciertos objetos, en ­ lazan con las perspectivas expresivas de los géneros y de las pro­ fesiones. Desde el interior de tales perspectivas, es decir, para los h ablantes m ism os, los lenguajes de los géneros y los argots profe­ sionales son d irectam ente intencionales —están llenos dc sentido y son directam ente expresivos—; pero desde fuera, es decir, para los q u e no están im plicados en el horizonte intencional respec­ tivo, pued en ser objetuales, característicos, pintorescos, etc. Rara los n o im plicados, las intenciones q u e recorren esos lenguajes se -

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hacen com pactas, restrictivas desde el p u n to de vista sem ántico y expresivo, sobrecargan la palabra y la alejan de ellos, com plican su utilización intencional directa, incondicional. Pero al m ism o tiem po, con la estratificación del lenguaje lite­ rario co m ú n en géneros y profesiones, el problem a n o queda ago> tado, ni m u ch o m enos. A unque en su núcleo d e base el lenguaje literario es frecuentem ente hom ogéneo desde el p u n to de vista so­ cial, en ta n to q u e lenguaje hablado y escrito d e u n grupo social d o m in an te, sin em bargo, tam bién en este caso existe siem pre en él u n a cierta diferenciación social, u n a estratificación so d al que, en algunas épocas, puede hacerse extrem adam ente aguda. L a es­ tratificació n social puede coincidir, allá y acá, con la estratifica­ ción en géneros y profesiones; pero, naturalm ente, es, en esencia, au tó n o m a y específica. L a estratificación social viene determ inada tam bién, en pri> m er lugar, p o r la diferencia de horizontes objetual-sem ánticos y expresivos; es decir, se expresa a través d e las diferencias típicas de interpretación y acentuación de los elem entos del lenguaje, y puede no alterar la u n id ad dialectológica abstractolingüística del len­ guaje literario com ún. E n cualquier caso, to d a concepción del m u n d o socialm ente significativa tiene capacidad para difundir las posibilidades in ten ­ cionales del lenguaje p o r m edio d e su realización concreta espe­ cifica. Las corrientes (literarias y otras), los círculos, las revistas, ciertos periódicos, incluso ciertas obras im portantes y ciertos in ­ dividuos, tien en todos capacidad, de acuerdo con su im portancia social, para estratificar el lenguaje, llenando las palabras y las for­ m as con sus intenciones y acentos característicos; y, a través de ello, enajenándolas en cierta m edida de otras corrientes, partidos, obras e individuos. Toda m anifestación verbal im portante desde el p u n to de vista social, tiene capacidad a veces para trasm itir, a u n círculo am plio y p o r m u ch o tiem po, sus intenciones acerca de los elem entos del lenguaje, haciéndoles partícipes de su aspiración sem ántica y ex­ presiva, im poniéndoles ciertos m atices sem ánticos y ciertos tonos valorativos; d e esa m anera puede crear la palabra-lem a, la palabra Injuriosa, la palabra-alabanza, etc. En cada m o m en to histórico de la vida verbal-ideológica, cada generación, del estrato social que sea, tiene su propio lenguaje; es m ás, cad a edad tiene, en lo esencial, su lenguaje, su vocabulario, su sistem a específico de acentuación, que varían, a su vez, e n fun­ -

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ción del estrato social, de la clase de enseñanza (el lenguaje del cadete, el de los estudiantes de liceo, el de los de colegios públicos, son lenguajes diferentes), y de otros factores de estratificación. Todos ellos so n lenguajes socialm ente típicos, con independencia de lo restringido que sea su círculo social. Es posible incluso, com o lím ite social del lenguaje, el argot fam iliar; por ejem plo, el argot de la fam ilia Irtiéniev, descrito por Tolstói, con su vocabulario es­ pecial y su específico sistem a de acentuación. Y, fin alm en te, coexisten en to d o m o m en to los lenguajes d e las diferentes épocas y períodos d e la vida social-idcológica. Incluso existen tam b ién los lenguajes de los días; pues el d ía social-ideológico y la política de hoy y de ayer n o tienen, en cierto sentido, el m ism o lenguaje; cada d ía tiene su co y u n tu ra social ideológica y sem ántica, su vocabulario, su sistem a d e acentuación, su lem a, sus insultos y sus alabanzas. La poesía, en su lenguaje, desperso­ naliza los días; en cam bio la prosa, co m o vam os a ver, los aísla con frecuencia, prem editadam ente, les d a representación personal y los con fro n ta en diálogos novelescos dram áticos. D e esta m anera, el lenguaje es diverso en cada m o m en to d e su existencia histórica: e n c a m a la coexistencia d e contradicciones social-ideoiógicas entre el presente y el pasado, en tre las diferentes épocas del pasado, entre los diferentes grupos socio-ideológicos del presente, en tre corrientes, escuelas, círculos, etc. Estos «lengua­ jes» del plurilingüism o se cruzan en tre si de m an era variada, for­ m an d o nuevos «lenguajes» socialm ente típicos. E ntre todos esos «lenguajes» del plurilingüism o existen dife­ rencias m etodológicas m uy profundas, porque tienen en su base principios d c selección y form ación com pletam ente diferentes (en unos casos se tra ta del principio funcional; en otros, dcl contenido tem ático; o si no, del principio social-dialectológico propiam ente dicho). P o r eso los lenguajes n o se excluyen en tre sí, y se entrecru­ zan de m an era variada (la lengua ukraniana, el lenguaje épico, el lenguaje del p rim er sim bolism o, el lenguaje de los estudiantes, de los niños, el lenguaje del intelectual m ediocre, del nietzscheniano, etc.). P uede parecer q u e ei m ism o térm in o «lenguaje» pierde en este caso todo sentido, porque, probablem ente, no existe u n plano un itario de com paración d e esos gülsticas generales. Esas características externas, observadas y fi­ jad as desde el p u n to de vista lingüístico, n o pueden entenderse ni estudiarse sin com prender su significación funcional. L a palabra, en su oríentacíón activa hacia el objeto, vive fuera de sí m ism a; si hacem os por com pleto abstracción d e esa orien­ tación, quedará en nuestras m anos el cadáver desnudo de la pa­ labra, d e cuya posición social, así com o del destino de su vía, no vam os a poder saber nada. E stu d ia r la palabra desde su interior, ignorando su orientación hacia fuera, es tan absurdo com o estu­ diar la vivencia psíquica fu e ra de la realidad hacia la que está o rientada y que la ha determ inado. Al evidenciar el aspecto intencional d e la estratificación del lenguaje literario, podem os, com o se h a dem ostrado, colocar en la m ism a serie fenóm enos heterogéneos desde el punto de vista m etodológico, tales com o los dialectos profesionales, sociales, las concepciones acerca del m u n d o y las obras individuales, porque existe en su aspecto intencional el plano general en el q u e pueden -

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com pararse dialogísticam ente. Todo reside en el hecho de q u e en> tre los «lenguajes», sean cuales sean, caben relaciones dialogisticas (específicas); es decir, pueden ser percibidos com o puntos de vista sobre el m u n d o. P or m uy diferentes que sean las fuerzas so­ ciales que generan el proceso d e estratificación (profesión, género, corriente, personalidad individual), siem pre se reducen a u n a sa­ tu ració n (relativa) larga y socialm ente significativa (colectiva) del lenguaje, de ciertas (y p o r tan to , restrictivas) intenciones y acen­ tos. C u an to m ás fuerte es esa saturación estratificadora, tan to m ás basto es el circulo social abarcado por ella; y, por lo tan to , tan to m ás sustancial es la fuerza social que produce la estratificación del lenguaje, tan to m ás agudas y estables son las huellas, las m o d ifi­ caciones lingüísticas de las características del lenguaje (los sím ­ bolos lingüísticos), que qu ed an e n ella com o resultado de la ac­ ción d e dicha fuerza, de los m atices sem ánticos estables (y por lo tan to , sociales), y hasta de características dialectológicas auténti* cas (fonéticas, m orfológicas, etc.), q u e nos perm iten hablar ya de u n dialecto social especial. C om o resultado del trabajo de tales fuerzas estratificadoras no qu ed an en el le n g u ^ e palabras y form as neutrales, de «nadie»: el lenguaje se Ve to talm ente m alversado, recorrido p o r intenciones, acentuado, l ^ r a la conciencia q u e vive en él, el lenguaje n o es un sistem a abstracto de form as norm ativas, sino u n a opinión pluri­ lingüe concreta acerca del m undo. Todas las palabras tien en cl aro m a d e u n a profesión, de u n género, d e u n a corriente, d e un partido, de u n a cierta obra, de u n a cierta persona, de u n a gene­ ración, de u n a edad, d e u n día, d e u n a hora. C ada palabra tiene el arom a del contexto y de los contextos en que ha vivido in ten ­ sam ente su vida desde el punto d e vista socíaJ; todas ¡as palabras y las form as están pobladas de intenciones. Son inevitables en la palabra los to n o s m ayores contextúales (de los géneros, d e las co­ rrientes, individuales). £ n esencia, p ara la conciencia individual, el lenguaje com o realidad social-ideològica viva, com o opinión plurilingüe, se halla en 1a fro n tera en tre lo propio y lo ajeno. La palabra del le n g u ^ e es u n a palabra sem iajena. Se convierte en «propia» cuando el h a­ blante la p u eb la co n su intención, con su acento, cuando se ap o ­ dera de ella y la inicia en su aspiración sem ántica expresiva. H asta el m om ento d e su apropiación la palabra no se halla en u n len­ guaje neutral e im personal (¡el hablante no la to m a d e u n diccio­ — 1 1 0 -

nario!), sino en los labios ajenos, en los contextos ajenos, ai ser­ vicio de unas intenciones ajenas; de ah í que necesite tom arla y apropiarse de ella. I^ ro no todas las palabras se som eten tan fá­ cilm ente a esa apropiación: m uchas se resisten porfiadam ente, otras perm anecen ta n ajenas com o eran, suenan ajenas en la boca del hablante que se apoderó de ellas; n o pueden ser asim iladas en su contexto, desaparecen d e él y, al m argen d e la voluntad del ha­ blante, com o si lo hicieran por sí m ism as, se encierran entre co­ millas. £1 lenguaje no es u n m edio neutral que pasa, fácil y libre­ m ente, a ser propiedad intencional del hablante: está poblado y superpoblado de intenciones ajenas. L a apropiación del m ism o, su subordinación a las intenciones y acentos propios, es u n pro­ ceso difícil y com plejo. H em os partido de la aceptación d e la unidad abstracto-lin­ güistica (dialectológica) del lenguaje literario. Pero, precisam ente, el lenguaje literdrio n o es, ni de lejos, u n dialecto cerrado. D e esta m anera, en tre el lenguaje literario costum brista y el escrito puede existir ya u n a frontera m ás o m enos clara. Las diferencias entre los géneros coinciden frecuentem ente con las dialectológicas (por ejemplo, en el siglo xvui los géneros elevados —el eslavo eclesial—, y los bajos —el habla corriente—); finalm ente, algunos dialectos pueden legitim arse en la literatura y, d e esta m anera im plicarse, en cierta m edida, en el lenguaje literario. Ai incorporarse a la literatura, al im plicarse en el lenguaje li­ terario. los dialectos, lógicam ente, pierden su calidad de sistem as socio>lingüísticos cerrados; se deform an y, en esencia, dejan de ser lo q u e eran com o dialectos. Pero, por otra parte, esos dialectos, ai incorporarse al lenguaje literario, y al conservar en él su elastici­ d ad dialectológica, lingüistica, su carácter de lenguaje ajeno, de­ form an a su vez el lenguaje literario; éste deja tam bién de ser lo q u e era, es decir, deja de ser u n sistem a sociO‘lingúistico cerrado. El lenguaje literario es u n fenóm eno profundam ente esp eafíco , igual q u e la conciencia lingüística, con la que se halla relacio­ nado, d el h o m b re form ado desde el p u n to d e vista literario: en él, la diversidad intencional del habla (que existe tam bién en todo dialecto vivo, cerrado) pasa a la diversidad de lenguajes; ya n o es un lenguaje, sino u n diálogo en tre lenguajes. La lengua literaria nacional de un pueblo, con u n a cultura ar­ tística prosística desarrollada, especialm ente novelesca, con una historia ideológico-verbai rica e intensa, es, e n esencia, u n m icro­ cosm os que refleja el m acrocosm os del plurilingüism o, ta n to na­ —

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cional com o europeo. L a u n id ad del lenguaje literario n o es la un id ad d e u n sistem a Lingúístico cerrado, sino la unidad, m u y es­ pecífica, de «lenguajes» q u e h an en trad o en contacto y se h an en ­ tendido recíprocam ente (uno d e ellos es el lenguaje poético, en sentido restringido). E n esto reside la especificidad m etodológica del p roblem a del lenguaje literario.

L a conciencia lingüística socio-ideológica concreta, al devenir activa desde ei p u n to d e vista creativo, es decir, literariam ente ac­ tiva, se halla previam ente inm ersa e n el plurilingüism o, y, d e nin> g u n a m anera, en u n lenguaje único, incontestable. La conciencia lingúístico literaria activa encuentra, siem pre y en todas partes (en to d as las épocas históricam ente conocidas de la literatura), «len­ guajes» y n o u n lenguaje. Se en cu en tra a n te la necesidad de elegir un lenguaje. E n cada u n a d e sus m anifestaciones literario-verbales se o rien ta activam ente en el plurilingüism o, en d o n d e ocupa u n a posición, elige u n «lenguaje». Sólo quedándose en el m arco de u n a existencia cerrada, sin escritura y sin sentido, al m argen de los cam in o s d e la form ación social-ideológica, puede el hom bre no asim ilar esa actividad lingüística basada en la elección, y per­ m an ecer sin turb arse en la certeza y la predeterm inación lingüís­ tica de su p ro p ia lengua. E n el fondo, tam bién un hom bre así tiene que ver co n lengua­ jes y n o con u n lenguaje; pero el lugar de cada u n o d e aquellos está bien d eterm in ad o y es indiscutible; el paso d e u n o al o tro está p red eterm in ad o y es inconsciente, com o el paso d e u n a habitación^a otra. D ichos lenguajes n o se enfrentan e n tre sí en la con­ ciencia d el h o m b re respectivo; éste no in ten ta relacionarlos entre sí, no in ten ta ver alguno d e ellos con los ojos del otro. Así, un cam pesino analfabeto que se hallase a m il leguas de cualquier centro, sum ergido sencillam ente en u n a existencia co­ tid ian a inam ovible, y hasta in m u tab le para él, viviría en el in te­ rio r d e varios sistem as lingüísticos: rogaría a dios en u n lenguaje (el eslavo eclesial), can taría canciones en otro, hablaría en fam ilia en u n tercero, y, al em pezar a d ictar al am anuense u n a petición a las au toridades del distrito, in ten taría hablar en u n cuarto (co­ rrecto-oficial, «criptológico»). Todos ellos son lenguajes diferen­ tes, incluso desde el p u n to de vista de las características social-dialectológicas abstractas. Sin em bargo, n o estaban relacionados dialógicam ente en la conciencia lingüística del cam pesino; éste —

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pasaba inconscientem ente, autom áticam ente, d e u n o a otro; cada u n o era indiscutible en su lugar, y era indiscutible el lugar de cada uno. Todavía no sabía m irar a u n o d e los lenguajes (y al universo verbal correspondiente) con los ojos del otro (al lenguaje coti­ d iano y al universo de la existencia cotidiana con el lenguaje de la oración o de la canción, o al revés)'^. En el m o m en to en que com enzase en la conciencia d e nuestro cam pesino el esclarecim iento reciproco y crítico d e los lenguajes, en el m o m en to en que se viese q u e son diferentes, y hasta co n tra­ dictorios, q u e los sistem as ideológicos y las visiones del m undo, indisolublem ente ligadas a esos lenguajes, se contradijesen y n o estuviesen tran q u ilam en te unas ju n to a otras, desaparecería la certeza y la p redeterm inación de tales lenguajes y com enzaría en ­ tre ellos u n a orien tación activa, basada en la elección. El lenguaje y el m undo de la oración, el lenguaje y el m undo de la canción, el lenguaje y el m u n d o del trabajo y d e la existencia cotidiana, el lenguaje específico y el m u n d o de la adm inistración del distrito, el nuevo lenguaje y el nuevo m u n d o del obrero que ha venido de la ciu d ad de vacaciones, todos esos lenguajes y m u n ­ dos, saldrían, antes o después, d e la situación de equilibrio estable y m uerto, poniendo de relieve su plurilingüism o. La conciencia lingüística literariam ente activa encontró, se< g uram ente con an terioridad, u n plurilingüism o m ucho m ás va­ riado y profundo, tan to en el lenguaje literario com o fuera de é l / Este hecho fundam ental debe constituir el punto de partida d e todo estudio de la vida estilística de la palabra. El carácter del p luñlingüism o preexistente y los m edios d e orientación existentes en él, d eterm in an la vida estilística concreta de la palabra. El p oeta está obligado p o r la idea de u n lenguaje único y de u n en u n ciad o unitario, con carácter d e m onólogo, cerrado. Estas ideas son inm an en tes a los géneros poéticos con ios q u e trab aja el poeta. D e esta m anera se d eterm inan los m edios d e orientación del p o eta en el plurilingüism o real. El poeta debe en tra r en pose> sión p lena y personal d e su lenguaje, debe asum ir igual responsa­ bilidad an te todos sus aspectos, som eterlos a todos solam ente a sus intenciones. C ada palabra debe expresar directam ente la in ten ­ ción del poeta; en tre el po eta y su palabra no debe existir ninguna distancia. El poeta debe p artir del lenguaje com o conjunto intenComo es lógico, hemos simplificado premeditadamente: hasta un un cíeilo pum o, el campesino real siempre supo hacer eso, y lo haciB. —

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cional único: n in g una estratificación suya, ninguna variedad de lenguaje, y m enos aú n de lenguas extranjeras, debe ten er reflejo alguno, im p o rtan te o no, en la obra poética. Para ello, el p oeta ha d e vaciar las palabras de intenciones aje> ñas, utilizar sólo esas palabras y form as, y hacerlo d e tal m anera q u e pierdan su relación con determ inados estratos intencionales y con ciertos tejidos del lenguaje. Tras las palabras de la obra poé­ tica no deben percibirse las im ágenes típicas y objetuales d e los géneros (excepto del género poético m ism o), de las profesiones, de las corrientes (excepto d e la c o m en te a la que pertenece el poeta), de los conceptos sobre el m u n d o (excepto la concepción única del poeta m ism o), las im ágenes típicas o individuales d e los hablan­ tes, de sus m an eras de hablar, de sus entonaciones típicas. Todo lo que se incorpora a la obra debe ahogar en el L eteo, y olvidar, su anterior existencia en contextos ajenos; e l lenguaje sólo p u ed e recordar su existencia en contextos poéticos (a h í son ta m b ién pch sibles rem iniscencias concretas). N atu ralm en te, existe siem pre u n círculo lim itado d e contex­ tos, m ás o m enos concretos, cuya relación debe percibirse in ten ­ cio n alm en te en la palabra poética. Pero esos contextos son p u ra­ m en te sem ánticos y, p o r decirlo así, abstracto^acentuados; son im personales con respecto a la lingüística, o en to d o caso, n o h a d e sentirse tras ellos u n a especificidad lingüística dem asiado con­ creta, u n a m an era verbal precisa, etc.; tras ellos n o debe asom ar ninguna figura lingüística socio-típica (de u n posible personajen arrador) sólo existe un rostro en todas partes —el rostro lingüís­ tico del autor, responsable d e cada palabra com o si fuera la suya propia. Sea cual sea el núm ero y las variantes de esos hilos se­ m ánticos y acentuales, las asociaciones, las indicaciones, las alu­ siones, las coincidencias q u e provienen de cada palabra poética, satisfacen todos a u n solo lenguaje, u n a sola perspectiva, y n o a contextos sociales plurilingües. Es m ás, la din ám ica del sím ­ bolo poético (por ejem plo, el desarrollo d e la m etáfora) supone, precisam ente, esa unidad del lenguaje, relacionado directam ente con su objeto. £1 plurilingüism o social q u e hubiese penetrado en la obra, estratificando el lenguaje, habría hecho posible un desarrollo norm al, así com o tam bién el m ovim iento en ella del sím bolo. £1 ritm o de los géneros poéticos n o favorece en nada la estra­ tificación fu n d am ental del lenguaje. E l ritm o, a l originar la im ­ plicación directa de cada elem ento del siste m a d e acentuación en —

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e l conjunto (a través d e las unidades rítm icas m ás inm ediatas), destruye en germ en ios m undos y figuras socio^verbales que se en cu en tran potencialm ente en la palabra: en cualquier caso, el ritm o les im pone ciertas fronteras, no les perm ite desarrollarse, m aterializarse. El rítm o consolida y refuerza todavía m ás la uni­ d ad y el carácter cerrado de la esfera del estilo poético, y del len­ guaje único postulado p o r el estilo respectivo. C om o resultado d e ese esfuerzo de vaciam iento d e las inten­ ciones y de los acentos ajenos de todos los aspectos del lenguaje, d e elim inación d e todas las huellas del plurilingüism o social, se crea en la o b ra poética la u n id ad tensional del lenguaje. Esa uni­ d ad puede ser inocente, y sólo se d a en épocas m uy raras d e la poesía, cu an d o ésta no sale del m arco del círculo social ingenuocerrado en sí m ism o, único y no diferenciado todavía, cuya ideo­ logía y cuyo lenguaje n o se h an estratificado aú n realm ente. En general sentim os la tensión profunda y consciente m ediante la cual el lenguaje poético único de la obra se eleva del caos del plurilin­ güism o del lenguaje literario vivo, del q u e es contem poráneo. Así procede el poeta. El prosista-novelista (y e n general casi todos los prosistas) va p o r un cam ino totalm ente diferente. Ad* m ite en su obra el plurifonism o y el plurilingüism o del lenguaje literario y extraliterario, no dism inuyendo, d e esa m anera, las cualidades de la obra, sino, antes al contrario, contribuyendo a su profundÍ 2ación (ya que contribuye a su conciencia individualizadora). E n base a esa estratificación del lenguaje, a su diversidad e, incluso, a la diversidad de lenguas, construye su estilo, conser­ vando al m ism o tiem po la unidad de la personalidad creadora y la d e su estilo (au n que ésta sea de orden diferente). El prosista no depura las palabras d e intenciones y tonos aje­ nos, no destruye los gérm enes del plurilingüism o social, no arrin ­ co n a las figuras lingüísticas y los m odos dei habla (potenciales personajes-narradores) q u e asom an tras las palabras y las form as del lenguaje, sino q u e dispone todas esas palabras y form as a dis­ tancias diferentes del núcleo sem ántico últim o de su obra, d e su propio centro intencional. El lenguaje del prosista se coloca según niveles m ás o m enos adecuados al au to r y a su instancia sem ántica últim a; algunos ele­ m en to s del lenguaje expresan abierta y directam ente (com o en poesía) las intenciones sem ánticas y expresivas del autor; otros, refractan esas intenciones: el a u to r no se solidariza por com pleto co n tales palabras y las acentúa d e m anera diferente —hum oris-

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ticam ente, irónicam ente, paródicam ente, etc.‘^; u n a tercera cate* goria se halla todavía m ás lejos d e su in stan cia sem ántica últim a, y refracta tod av ía m ás bruscam ente sus intenciones; y, fin al­ m ente, existen algunos elem entos faltos p o r com pleto de las in ­ tenciones del autor: éste no se autoexpresa en ellos (com o au to r de la palabra), sino q u e ios m uestra com o objeto verbal especí­ fico, son p a ra 61 absolutam ente objetivables. P or eso la estratifi­ cación del lenguaje —en géneros, profesiones, grupos sociales en sentido estrecho, concepciones del m undo, corrientes, individua­ lidades—, y la diversidad social d e lenguaje y de las lenguas (dia­ lectos), se ord en an de m anera especial al incorporarse a la novela, convirtiéndose en u n sistem a artístico específico q u e instrum enta el tem a in tencional del autor. Así, el prosista puede separarse del lenguaje de su obra —adem ás, en grados diferentes— , de sus diversos estratos y aspectos. P uede utilizar ese lenguaje sin entregarse por entero, m antenién­ dolo sem iajeno o totalm ente ajeno, pero obligándole a su vez, en ú ltim a instancia, a servir a sus intenciones. El au to r n o habla en ese lenguaje, del cual se separa e n u n a u o tra m edida, sino com o si lo hiciera a través de dicho lenguaje, algo m ás fortalecido, ob­ jetivado, q u e se halla a u n a cierta distancia de sus labios. El prosista novelista n o prescinde de las intenciones ajenas del lenguaje diversificado de sus obras, no destruye Jos horizontes socio -id eo ló ^co s (de m acro y m icrom undos) que se desarrollan tras el plurilinguism o, sino que los in troduce en su obra. El prosista utiliza las palabras ya pobladas de intenciones so c a le s ^ e n a s y las obliga a servir a sus nuevas intenciones, a servir al segundo am o. P o r eso se refractan las intenciones del prosista, y se refractan se­ gún diversos ángulos, en función del carácter social ideológico ajeno, del fortalecim iento y la objetivación d e los lenguajes del p lurilingüism o q u e se refractan. La o rien tació n de la palabra entre enunciados y len g u ^es aje­ nos, asi com o todos los fenóm enos y posibilidades específicas re­ lacionados co n esa orientación, adquieren significación artística en el estilo novelesco. L a plurifonía y el plurilingüism o penetran en la novela, y en ella se organizan en u n sistem a artístico arm oEs decir, las palabras, si hemos dc entenderlas como palabras directas, no son suyas; pero son suyas si son presentadas irúnicamente, mostradas interKionalmente, ele., es decir, entendidas desde la correspondiente distancia. -

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nioso. En esto reside la característica especifica del género nove­ lesco. La estilística adecuada a esa particularidad del género no* velesco sólo puede ser la estilística sociológica. El diálogo interno, social, d e la palabra novelesca, necesita la revelación del contexto social concreto de la m ism a q u e define to d a su estructura estilís­ tica, su «form a» y su «contenido», pero no desde el exterior, sino desde el interior; porque el diálogo social suena en ia palabra m ism a, en todos sus elem entos (tanto en los del «contenido» com o en los d e la «forma»}. £1 desarrollo de la novela reside en la profundización de la dialogización, en la am pliación y refinam iento de la m ism a. C ada vez qu ed an m enos elem entos neutrales, inm utables, de la m ism a sin incorporarse al diálogo («la verdad petrificada»). El diálogo penetra en las p ro fu n d id ^ e s m oleculares y» finalm ente, en las in­ traatóm icas. E videntem ente, la palabra poética es tam bién social; pero las form as poéticas re fl^ a n procesos sociales de m ás larga duración: p o r así decir, las «tendencias seculares» de la vida social. Psro la p alabra novelesca reacciona con m u ch a sensibilidad a los m ás pe­ q ueños cam bios y oscilaciones d e la atm ósfera social; y, com o se h a dicho, reacciona to d a ella, todos sus elem entos. In troducido en la novela« el plurilingüism o está som etido a elaboración artística. Las voces sociales e históricas que pueblan el lenguaje —todas sus palabras y sus form as—, q u e le proporcio* n a n intelecciones concretas determ inadas, se organizan en la n o ­ vela en u n sistem a estilístico arm onioso que expresa la posición ideológico-social diferenciada del autor, en el m arco del plurilin­ güism o d e la época.

C a p it u l o III

E L P L U R IL IN G Ü IS M O EN LA NOV ELA Son m u y variadas las form as com positivas d e penetración y organización del plurilingüism o en la novela, elaboradas en el transcurso de 1a evolución histórica de dicho género, en sus dife­ rentes aspectos. C ada u n a d e tales form as com positivas está vin­ culada a determ inadas posibilidades estilísticas, requiere determ i­ n adas form as de elaboración artística de los «lenguajes» del -

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plu n iin g ú ism o introducidos. A q u í vam os sólo a d eten em o s en las form as q u e so n fu n dam entales y típicas en la m ayor parte d e las variedades d e la novela.

L a fo rm a m ás evidente —y m uy im p o rtan te, a su vez, desde el p u n to d e vista h istó ñ co — de penetración y organización del plurilingüism o la representa la llam ada novela hum orística, cuyos representantes fueron Fielding, Sm ollett, Sterne, D ickens, Tackeray, etc., en Inglaterra, e H ippel y Jean-P aul en A lem ania. E n la novela h um orística inglesa encontram os la reproduc­ ción hu m o rístico -p aródica de casi todos los estratos del lenguaje literario, hab lad o y escrito, de ese tiem po. Casi todas las novelas de los au tores clásicos m encionados que h an destacado en esta va­ riedad del género, constituye u n a enciclopedia d e todos los estra­ to s y form as del lenguaje literario: la narración, en función del ob­ je to a representar, reproduce paródicam ente las form as d e la elocuencia parlam entaria, d e la elocuencia judicial, del proceso verbal p arlam en tario o del judicial, las form as dc las noticias pe­ riodísticas, el lenguaje seco d e los círculos d e negocios d e la City, la m u rm u rac ió n de los chism osos, el h ab la pedante d e los sabios, el estilo épico elevado, ei estilo bíblico, el d e ios hipócritas ser> m o n es m oralizantes, o fin alm en te, la m an era de h ab lar de los personajes concretos y socialm ente determ in ad o s q u e constituyen el objeto d e la narración. E sta estilización (p o r regla general paródica) d e los estratos del lenguaje (géneros, profesiones, etc.) es in terru m p id a a veces p o r la palab ra d irecta (generalm ente patética o sentim ental-idílica) del au to r; la palab ra q u e realiza d irectam ente (sin refracción) las in­ tenciones sem ánticas y valorativas del autor. Pero el lenguaje en la novela h u m o rística está basado en u n m odo d e utilización to ­ talm en te específico del «lenguaje com ún». Ese «lenguaje com ún» — p o r regla general el lenguaje m edio, hablado y escrito, de u n cierto círculo— es to m ad o por el au to r com o opini{)n general, com o la actitu d verbal norm al an te los hom bres y las cosas, del círculo social respectivo; com o el p u n to d e vista corriente, y com o la valoración corriente. E n u n a u o tra m edida, el au to r se separa de ese lenguaje co m ú n , se aleja de él y lo objetiviza, obligando a que sus propias intenciones se refracten p o r m edio de la opinión general (siem pre superficial, y frecuentem ente hipócrita), reali* zada en el lenguaje. —

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Tal actitu d del a u to r a n te el le n g u ^ e com o opinión generai, no es inam ovible; se halla en co n tin u o estado d e m ovim iento ac­ tivo y d e oscilación (a veces rítm ica): el au to r exagera paródica­ m en te —un as veces m u ch o y otras poco— estos o aquellos aspec­ to s del «lenguaje com ún», revelando bniscam ente, en ocasiones, su in adecuación al objeto, o p o r el contrario, llegando otras veces a casi solidarizarse con él, m anteniéndose tan sólo a u n a distancia ín fim a; e n determ inados casos puede llegar incluso a hacer sonar e n él la «verdad» del otro; es decir, funde com pletam ente su voz cdn el lenguaje respectivo. Al m ism o tiem po, cam bian tam bién, lógicam ente, ios elem entos del lenguaje co m ú n que h an sido exa­ gerados paródicam ente, o sobre los cuales se h a arrojado u n a so m b ra objetual. El estilo hum orístico exige dicho m ovim iento activo del au to r hacia y desde el lenguaje, la m odificación consta n te de la distancia en tre aquel y el lenguaje, y el paso sucesivo de la luz a la som bra d e unos u otros aspectos del lenguaje. En caso contrarío,, tal estilo hubiera sido m o n ó to n o o hubiera preten­ dido la individualización del narrador, es decir, o tra form a dis­ tin ta de in tro d u cción y organización del plurihngúism o. Precisam ente, en la novela hum orística se separan de ese fondo principal del « len g u ^ e com ún», de la o p in ió n corriente imperso* nal, las estilizaciones paródicas del lenguaje d e los géneros, d e las profesiones y de o tros lenguajes, acerca d e las cuales ya hem os h a­ blado, así co m o los bloques com pactos de la palabra directa (pa­ tética, didáctico-m oral. elegiaco-sentim ental o idílica) del autor. De esta m an era, la palabra directa del a u to r se realiza en la novela h u m orística en las estilizaciones directas, indiscutibles, d e los gé­ neros poéticos (idílicos, elegiacos, etc.) o retóricos (el patetism o, el d idactism o m oral). £I paso del lenguaje corriente a la parodia de los l e n g u a s d e los géneros, etc., y a la palabra directa del autor, puede ser m ás o m enos progresivo, o por el contrario, brusco. Este es el sistem a del lenguaje de la novela hum orística. ' V am os a d eten em o s en el análisis de algunos ejem plos de D ic­ kens*, to m ad o s de su novela L a pequeña Dorrit: l) «L a conferencia tuvo lugar u n a tarde a las cuatro o a las cinco, m ientras toda la región de Harley Street, C avendish Square, resonaba con el estrépito de ruedas d e carruajes y dobles aldabo' la traducción del inglés de los ejemplo« que se citan, hemos utilizado \a versión que hace José Méndez Herrera de L a peí/ueña Dorrit en las «Obras Com­ pletas» dé Charles D i c k e n s , Editorial Aguilar, Madrid, 1962. (N. de los T.) -

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nazos. H ab ía llegado al p u n to q u e hem os dicho, cu an d o el señor M erdle regresó a casa después d e dedicarse a sus diarias ocupa­ ciones d e hacer q u e el n om bre de Inglaterra fu e s e m á s y m á s respeta d o en todas las regiones d e l m u n d o civilizado capaces de apreciar las em presas com erciales de alcance m u n d ia l y las co m ­ binaciones gigantescas d e la hab ilid a d y d el capital. A u n q u e na­ die sabía a p u n to fijo en qué consistían las em presas del señor M erdle, salvo que servían para a c u ñ ar dinero, todos las d efin ían de ese m o d o en las grandes ocasiones, constituyendo la últim a versión elegante d e la parábola del cam ello y d e la aguja el acep< ta r esa frase sin en tra r a averiguar m ás» (Tom o VI, Lib. i, Cap. X X X lll). En cursiva hem os subrayado la estilización paródica del len­ guaje de los discursos solem nes (en el parlam ento, en los b an q u e­ tes). El paso a tal estilo viene preparado por la construcción de la frase, concebida ya desde el com ienzo, en to n o s épicos un tan to solem nes. Luego sigue —ahora en el lenguaje del au to r (y por lo tan to en o tro estilo)— la revelación de la significación paródica d e la caracterización solem ne d e las ocupaciones de M erdle: tal caracterización se m uestra com o «discurso ajeno» y podría estar en tre com illas («todos las definían de ese m odo e n las grandes ocasiones...»). D e esta m an era se ha introducido aq u í, en la palabra de! autor (narración), u n lenguaje ajeno en fo r m a disim ulada, es decir, sin ninguna de las características form ales del lenguaje ajeno —di­ recto o indirecto. P or eso n o es sólo lenguaje de otro e n o tra «len­ gua», sino u n en u n ciado ajeno en u n a tro d u cció n de la form a abierta y le'perm ite m anifestarse. P repara, el característico añ adido en lenguaje oficial al nom bre de Spark1er, del térm in o «hacendado» y concluye co n el epíteto de «ma> raviUoso». Este epíteto no pertenece, com o es lógico, al autor, sino a la «opinión general», q u e h a generado la especulación en torno a las hinchadas em presas de M erdle. 3) «... la com ida era com o para abrirlo [el apetito]. En su com posición en traro n los platos m ás raros, cocinados con sun­ tuosidad y servidos con suntuosidad; las frutas m ás selectas; los vinos m ás exquisitos; las m aravillas del arte hum ano en oro y plata, porcelana y cristal; innum erables delicias para los sentidos del gusto, del olfato y de la vista. ¡Oh y qué m aravilloso este M erdle, qué h o m b re grande, qué hom bre m agistral, q u é hom bre d e dotes tan divinas y tan envidiables...; en u n a palabra: qué hom bre m ás rico» (Tom o VI, Lib. 2, Cap. XII). El com ienzo es u n a estilización paródica del estilo épico ele­ vado. Siguen luego los elogios entusiastas a M erdle, el enm asca­ rado discurso ajeno del coro de adm iradores (en cursiva). Sirve de colofón la revelación de la base real de esos elogios, que desen­ m ascara la hipocresía del coro; los térm ino s «m aravilloso», «grande», «m agistral», «de d otes ta n divinas y tan envidiables», pued en ser sustituidos p o r u n a sóla palabra: «rico». Este desen­ m ascaram iento, perteneciente al autor, se u n e directam ente, en el m arco de la m ism a proposición sim ple, al discurso ajeno desenm ascarador. L a acentuación entusiasta de la alabanza, se co m ­ plica p o r m edio de la segunda acentuación irónico-indignada que p red o m in a en las últim as palabras desenm ascaradoras de la pro­ posición. Se trata aq u í de u n a construcción híbrida típica, co n dos acen­ tos y dos estilos. L lam am os construcción híbrida al enunciado que, d e acuerdo con sus características gram aticales (sintácticas) y com positivas, pertenece a u n sólo hablante; pero en el cual, en realidad, se m ezclan dos enunciados, dos m aneras d e hablar, dos -

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estilos, dos «lenguas», dos perspectivas sem ánticas y axiológicas. R epetim os que, en tre estos enunciados, estilos, «lenguas» y pers­ pectivas, no existe n inguna frontera form al-com positiva n i sintác­ tica; la separación de voces y de lenguajes se desarrolla en el m arco de u n ú n ico to d o sintáctico, frecuentem ente en los lím ites de u n a proposición sim ple; incluso m uchas veces, la m ism a palabra per­ tenece sim ultáneam ente a dos lenguajes, tiene dos perspectivas que se cruzan en la co nstrucción h íb ñ d a y tienen, por lo tan to , dos sentidos contradictorios, dos acentos (ver ejem plos m ás abajo). Las construcciones híbridas tienen u n a en o rm e im p o rtan cia en el es­ tilo novelesco'*’. 4) «Pero el señor T ito Percebe era u n hom bre que se abro­ chaba la levita hasta arriba y que, por consiguiente, era persona sesuda» (V olum en VI, Lib. 2, Cap. XII). H e aq u í u n ejem plo de m otivación seudoobjeiiva, que se pre­ senta com o u n o de los aspectos del discurso ajeno disim ulado, y en el caso en cuestión, de la o pinión corriente. Según todos los indicios form ales, la m otivación pertenece al autor, el au to r se so­ lidariza fo rm alm en te con ella: pero, en esencia, tal m otivación se sitúa en el h o rizo n te subjetivo de los personajes o en el de la opi­ n ió n general. La m o tiv ació n seudoobjetiva es característica, en general, del estilo novelesco'^, p o r ser u n a de las variantes de construcción h í­ brid a en fo rm a de discurso ajeno disim ulado. Las conjunciones subordinadas y las locuciones conjuntivas (ya que, porque, a causa de, a pesar de, etc.), y todas las palabras introductorias lógicas (en­ tonces, p or consiguiente, etc.) pierden la intención directa del a u ­ tor, ad quieren resonancias ajenas, se convierten en refractivas o, incluso en com p letam ente objetuales. E sta m o tiv ació n es especialm ente característica del estilo h u ­ m orístico, en el que predom ina la form a de discurso ajeno, de otro (de personajes concretos o, con m ás frecuencia, de discurso colec­ tivo)'*.' 5) «D e la m ism a m an era q u e u n incendio inm enso llena los aires con sus estallidos hasta u n a gran distancia, la llam a sagrada I^ra más detalles acerca de las construcciones híbridas y su importancia, ver Cap. IV. En la ¿pica, ésta no es posible. Ver las motivaciones grotescas seudoobjetivas en Gógoi. —

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que los poderosos Percebes hab ían anim ado hizo que el aire re­ sonase m ás y m ás con el apellido de M erdle. Estaba en todos los labios y resonaba en todos los oídos. N o h u b o jam ás, n o había h a­ b ido jam ás, no deberá volver a haber jam ás, h o m bre com o el se­ ñ o r M erdle. Nadie, com o ya dijim os antes, sabía lo que él había hecho; pero todos sabían que era el h om bre m ás grande que h a ­ bía existido» (V olum en VI, Lib. 2, Cap. XIII). Tenem os aquí u n a introducción épica «hom érica» (natural­ m ente, paródica), en la que está engastada la alabanza a M erdle de la m ultitud (el discurso ajeno disim ulado de u n lenguaje ajeno). Sigue luego el discurso del autor; sin em bargo, se h a conferido ca­ rácter objetivo a la redacción del hecho de q u e todos sabían (en cursiva). I^ rece q u e ni tan siquiera el au to r d u d a de ello. 6) «A quel h om bre ilustre, distinguido o rn am en to nacional, el señor M erdle, proseguía su brillante carrera. Em pezó a correr en círculos m uy extensos la opinión de que quien había hecho a la sociedad el adm irable servicio d e enriquecerse d e ta l m a ­ nera a costa suya no debía seguir siendo u n hom bre plebeyo. H ablábase co n fiad am en te de un título de baronet; y con frecuen­ cia se m e n c io n a b a in clu so el d e pan> (V olum en VI, Lib. 2, C ap. XX IV ). H allam os aquí la m ism a solidaridad ficticia con la o p in ió n ge­ neral, entusiasta e hipócrita, acerca de M erdle. Todos los epítetos atribuidos a M erdle en la prim era proposición son epítetos de la o p in ió n general, es decir, del discurso ajeno disim ulado. La se­ g u n d a proposición —«Em pezó a correr en círculos m uy extensos la opinión...», etc.— está realizada en estilo objetivo subrayado, no com o opinión subjetiva, sino com o reconocim iento de u n he­ cho objetivo y to talm ente indiscutible. El epíteto «que hab ía he­ cho a la sociedad el adm irable servicio», está .situado por com ­ pleto en el plano de la o pinión general, q u e repite los elogios oficiales; pero la proposición subordinada contigua a ese elogio, «de enriquecerse de tal m an era a costa suya [de la sociedad —M .B.], son palabras del m ism o au to r (com o si estuvieran entre paréntesis en el texto citado). La proposición principal co n tin ú a en el plano de la o p in ió n general. De esta m anera, las palabras desenm ascaradoras del a u to r se intercalan en la cita de la «opinión general». Tenem os an te nosotros una construcción híbrida típica, d o n d e el discurso director del au to r es la proposición subordi­ nada, y el discurso ajeno la proposición principal. La proposición —

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principal y la su b ordinada están construidas en diferentes hori­ zontes sem ánticos y axiológicos. Toda esta p a rte d e la acción d e la novela, q u e se desarrolla en to rn o a M erdle y a los personajes q u e se hallan e n relación con él, viene d ad a a través del lenguaje (m ás exactam ente, d e los lengua­ jes) d e la o p in ió n general hipócrita>entusiasta; consecutivam ente, se estiliza p aró d icam en te el lenguaje corriente d e las lisonjas m u n d an as, el solem ne de las declaraciones oficiales y de los b rin ­ dis en los banquetes, el estilo épico elevado y el estilo bíblico. La atm ósfera q u e se crea alrededor d e M erdle, la o pinión general acerca del m ism o y de sus em presas, contagian tam b ién a ios h é­ roes pofltivos de la novela; en particular, al lúcido Panks, q u e llega a invertir to d a su fo rtu n a —suya y d e la p eq u eñ a D o rrit— en las in flad as em presas de M erdle. 7) «El m édico se había com p ro m etid o a llevar la noticia a H arley Street. Foro no se sintió co n fuerzas p a ra volver en el acto a sus em b a im ie n to s d el m á s ilustre y notable Ju rado que él había visto eri los bancos, porque era un Ju rado y él no se lo p o d ía decir a su docto a m ig o , con el que fra ca sa ría n todos los so fism a s su­ p erficia les y con el que n o valdrían el acto y las habilidades pro­ fesio n a les ''de q u e tan desd ich a d a m en te se a b u sa “ (así era com o ten ía pensado iniciar su p ero rata a los jurados); dijo, pues que le aco m p añ aría y q u e se pasearía p o r cerca d e la casa m ien tras su am igo p erm an ecía en el interior» (V olum en VI, Lib. 2, O p . X X V ). Es esta u n a construcción h íbrida expresada categóricam ente, en la que, en el m arco del discurso (inform ativo) del au to r —«R>ro n o se sintió co n fuerzas para volver en el acto a sus em b aim ien ­ tos... del Jurado... dijo, pues q u e le acom pañaría [al médico], ctc.— se inserta el com ienzo del discurso p rep arad o p o r el abogado, y ese discurso se p resenta com o epíteto abierto ju n to al com ple­ m en to directo del autor, «del ju rad o » . Las palabras «del ju rad o » en tra n tan to en el contexto del discurso inform ativo del a u to r (en calidad de co m p lem en to necesario ju n to a la palabra «em baír»), com o en el contexto del discurso paródico-estilizado del abogado. L a m ism a p alab ra «em baír», al pertenecer al autor, subraya el ca­ rácter paródico de la reproducción del discurso del abogado, cuyo sentido h ip ó crita se reduce precisam ente al hecho de que tal ju ­ rado no p o día ser em baído.



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8) «Sacaron la consecuencia d e que, siendo la señora M erdle u n a m u jer a la m o d a y d e bu en a fam ilia, q u e se había visto sacri­ ficada p or las intrigas d e un plebeyo brutal (com o se descubrió que lo era el señor M erdle, desde la coronilla de su cabeza hasta la suela d e sus zapatos, en cu a n to lo vieron arruinado), sacaron la conse­ cuencia de q u e era preciso q u e su clan la defendiese activam ente, m irando p or los intereses de esa m ism a clase social» (Volum en VI, Lib. 2, C ap. X X X n i). Se tra ta d e u n a construcción híbrida análoga, en la q u e la de­ finición de «sacrificada por las intrigas de un plebeyo brutab>, que pertenece a la opinión general del círculo m u n d an o , va u n id a al discurso del au to r que desenm ascara la hipocresía y la codicia de tal opinión general. Así es toda la novela de D ickens. En consecuencia, to d o su texto podría estar lleno de com illas destacando los islotes del dis­ curso directo y puro» disperso, del autor, azotados en todas partes po r las olas del plurilingüism o. PtTO resultaba im posible hacer eso, porque, co m o hem os visto, la m ism a palabra form a p arte a la vez, frecuentem ente, del discurso ajeno y del discurso del autor. El habla del o tro —narrada, rem edada, presentada bajo una cierta luz, dispuesta a veces e n m asas com pactas, en ocasiones dispersada esporádicam ente, im personal en la m ayoría de los ca­ sos (ia « o pinión general», los lenguajes profesionales y los d e los géneros)— n o está separada claram ente e n ning una p arte del h a ' bla del autor: las fronteras son in tencionadam ente lábiles y am ­ biguas, recorren a veces el in terio r de u n to d o sintáctico, a veces el in terio r d e la proposición sim ple, y separan en o tras ocasiones las partes principales de la proposición. Este variado ju eg o d e las fro n tera s d e los discursos, d e los lenguajes y las perspectivas, constituye u n o d e los aspectos m ás im portantes del esülo h u m o ­ rístico. Así, el estilo hum orístico (de tip o inglés) se basa en la estrati­ ficación del lenguaje corriente y en las posibilidades de delim itar, en u n a u o tra m edida, las intenciones propias de sus estratos, sin identificarse to talm ente con estos. Precisam ente, la diversidad de lenguajes, y no la u n id a d del lenguaje com ún normativo, es lo que co n stitu ye la base d el estilo. La verdad es que ese plurilingüism o n o se sale aquí del m arco del lenguaje literario, u n itario desde ei p u n to de vista lingüístico (según características lingüísticas abs­ tractas), n o se convierte en plurilingüism o auténtico, y está orien­ tad o a u n a com p rensión lingüistica-abstracta en el plano de un —

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lenguaje ü n ico (es decir, n o precisa el co n ocim iento de diferentes dialectos o lenguas). Pero la com prensión lingüistica es el ele< m en to ab stracto d e la co m p ren sió n concreta y activa (im plicada diaiógicam cnte) del plurilingüism o vivo, in tro d u cid o en 1a novela y organizado desde el p u n to de vista artístico. En los predecesores de D ickens —en Fielding, S m ollett y Sterne, iniciadores d e la novela h um orística inglesa— en co n tra­ m o s la m ism a estilización paródica de los diferentes estratos y gé­ neros del lenguaje literario; p ero en ellos» la distancia es m ás grandCp m ás ac en tu ad a la exageración (especialm ente en Sterae). L a percepción p aródico-objetual de diversas variantes del len ­ guaje literan o , p en etra (especialm ente en S terne) incluso en los estratos m ás p ro fundos del pensam iento ideológico literario y ex­ presivo, co nvirtiéndose en p aro d ia de la estru ctu ra lógica y expre­ siva d e to d a palabra ideológica (científica, retórico-m oral, poé­ tica) co m o tal (casi con el m ism o radicalism o q u e en Rabelais). E n la estru ctu ra del lenguaje d e Fielding, Sm ollett y. Sterne tiene un papel m u y im p o rtan te la parodia literaria en sentido estricto (de la novela de R ichardson en los dos prim eros, y de casi to d as las v a h a n te s co n tem p o rán eas de la novela en Sterne). La p aro d ia lite rañ a aleja to d av ía m ás al au to r del lenguaje, com plica a ú n m ás su actitu d an te el lenguaje literario de su tiem po, incluso e n el propio cam p o de la novela. La palabra novelesca que pre­ d o m in a en la época respectiva, se objetiviza y se convierte en m e­ dio d e refracción de las nuevas intenciones del autor. £1 papel d e la p arodia literaria de la v a h a n te p re d o m in an te de la novela, es m u y im p o rtan te en la h isto h a de la novela europea. P uede decirse q u e los m odelos y v ah an tes novelescos m ás im por­ tan tes se h an creado en el proceso de destrucción paródica de uni­ versos novelescos precedentes. Así procedieron C ervantes, M en­ doza*, G rim m elsh ausen, Rabelais, Lesage, etc. E n R abelais, cuya in flu en cia h a sido m u y grande en to d a la prosa novelesca, y especialm ente en la novela hum orística, la ac­ titu d p aró d ica hacia casi todas las form as de la palabra ideológica —filosófica, m oral, científica, retórica, p oética—, especialm ente hacia las form as patéticas d e ésta (para R abelais siem pre hay equivalencia en tre patetism o y m entira), h a sido llevada co n pro‘ Referencia a Diego H urtado de Mendoza, a quien > ^erlo Andrés Taxandro y Andrés Schott atribuyeron en 1607-1608 la autoría del Lazarillo de Tormes y que hoy esul prácticamente descartada. (N. de los T.) —

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fu n d id ad h asta la p arodia del pensam iento lingüístico en general. Esa rídiculización de la palabra h u m an a m entirosa está expresada en R abelais, en tre otros, e n la destrucción paródica de las estruc* tu ras sintácticas realizada a través de llevar al absurdo algunos de sus elem entos lógicos y expresivo-acentuados (por ejem plo, pre­ dicados, glosas, etc.). La separación d e lenguaje (naturalm ente, tam b ién a través de sus m edios), el desprestigio d e to d a intencio­ nalid ad y expresividad abiertas y directas (en la seriedad «arro­ gante») de la palabra ideológica, com o falsa y convencional, pre­ m ed itad am en te inadecuada a la realidad, hacen q u e la prosa de R abelais llegue a u n a pureza casi extrem a. Pero la verdad opuesta a la m en tira casi no consigue tener en él ninguna expresión intencional-verbal directa, su propia palabra; sólo suena ésta en la acen tu ació n paródica-desenm ascaradora de la m entira. L a verdad se restablece llevando la m en tira al absurdo; pero ella m ism a no busca palabras, tiene m iedo a enredarse en la palabra, a quedarse atascada en el patetism o verbal. S ubrayando la enorm e influencia de la «filosofìa de la pala­ bra» de R abelais —expresada no ta n to en afirm aciones directas, sino especialm ente en la p r á a ic a de su estilo verbal— en to d a la p rosa novelesca posterior, y principalm ente en los grandes m ode­ los de la novela hum orística, vam os a citar la confesión p u ra­ m en te rabelaisiana de Yorík, el héroe de Sterne, que puede servir de epígrafe a la historia de la orientación estilística m ás im p o r­ tan te de la novela europea; «Pienso incluso si en el origen de tal fra ca s no estaría su fatal predisposición a la brom a; porque, a decir verdad, Yorík experím en tab a u n rechazo espontáneo, irrefrenable, hacia la seríedad; n o hacia la au tén tica seríedad, q u e es valiosa p o r sí sola (donde fuese precisa ésta, él se convertía, durante días enteros y hasta se­ m anas, en la persona m ás sería del m undo), sino hacia la seríedad fin g id a q u e sirve p a ra ocultar la ignorancia y la estupidez: estaba siem pre en p erm an en te guerra con ella, y n o le d ab a cuartel por m u y o cu lta y protegida q u e se encontrase. »Llevado p o r la conversación, sostenía a veces que la seríedad es u n a au tén tica holgazana, y, adem ás, de las del género m ás pe> ligroso: las astutas; decía estar profundam ente convencido de que en un añ o arru in ab a y dejaba en cam isa a m ayor núm ero de gente h onesta y sensata q u e todos los carterístas y ladrones ju n to s en siete ‘ Jaleo, en francés en el orignal. (N. de los T.) —

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años. L a sincera b o n d ad del corazón aiegre, soiia decir, no es pe­ ligrosa para nadie y n o puede peiju d icar sino, en to d o caso, a u n o m ism o. Pero el sentido real de la seriedad reside en u n cierto pro­ pósito y, p or tan to , en engañar; es u n a m an era aprendida de llegar a ten er fam a en tre la gente de h om bre m ás inteligente y conoce­ d o r de lo q u e se es en realidad; y por ello, la seriedad, pese a todas sus pretensiones, n u n ca h a sido m ejor ilustrada —y no pocas veces lo h a sido p eo r— q u e en la defin ició n q u e hace años dio d e ella u n francés gracioso, q u e dijo; la seriedad es el co m p o rtam ien ­ to m isterioso del cuerpo q u e h a de en cu b rir las f a l t ^ del espíritu. Yorik se p ro n u n ció de inm ediato y atrevidam ente acerca d e tal definición, en el sentido de q u e debía grabarse en letras de oro». Ju n to a R abelais tenem os a C ervantes, que, en cierta m edida, logra incluso sobrepasarle en cu an to a in flu en cia en el conjunto de la prosa novelesca. La novela hum orística inglesa está pro fu n ­ d am en te im pregnada del espíritu de C ervantes. N o es n in g u n a ca­ sualidad q u e el m ism o Yorik, en su lecho de m uerte, citara las p a ­ labras d e S ancho Panza. En los hum o ristas alem anes (en H ippel y, especialm ente, en Jean-Paul), la actitud ante el lenguaje y su estratificación en géne­ ros, profesiones, etc., p o r ser en el fondo stem eiana, se profundiza —com o en S tem e— en la problem ática p u ram en te filosófica del en u n ciad o literario e ideológico com o tal. El aspecto filosóficopsicológico d e la actitu d del au to r an te su palabra, relega m uchas veces a u n ú ltim o plano al juego de intenciones co n los estratos concretos, especialm ente los de los géneros y los ideológicos, del len­ guaje literario (ello se refleja en las teorías estéticas d e Jean-Paul)*’. D e esta m anera, la estratificación del lenguaje literario, su plurilingüism o, es u n a prem isa indispensable del estilo hum orís­ tico, cuyos elem entos deben de proyectarse en diversos planos lin­ güísticos; al m ism o tiem po, las intenciones del autor, al refrac­ tarse a través de todos estos planos, no pueden atribuirse por entero a n ioguno de ellos. Parece com o si el a u to r no tuviera lenguaje propio; pero tiene su estilo, su regla única, orgánica, de juego con los lenguajes, y de refracción en ellos de sus au ténticas intencio­ nes sem ánticas y expresivas. Este juego co n los lenguajes y, fre­ cu entem ente, la ausencia total de la palabra directa, com pletaLa razón dcl pensamiento idcolú^co literario, realizada en formas y méloclos de pensamiento, es decir, el horizonte lingüístico de la razón hum ana normal, se conviene, según Jean-Paul, en infinilam enle pequeña y ridicula a la luz de la idea de la razón. El hum or es un juego con la razón y con sus formas. —

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m ente personal, no dism inuye, com o es lógico, la intencionalidad pro fu n d a general, es decir, la significación ideológica de la obra entera. En la novela hum orística, la introducción del plurilingüism o y su utilización estilística se caracterizan por dos particularidades: 1) Se in tro d u ce la diversidad de «lenguas» y de horizontes ideológico-verbales —de los géneros, profesiones, castas y grupos sociales (el lenguaje del noble, del granjero, del com erciante, del cam pesino), de las corrientes, los lenguajes usuales (de los chis­ mosos, d e la charlatanería m undana, de los lacayos), etc.—, si bien, es verdad, preferentem ente, en el m arco del lenguaje literario es­ crito y hablado; adem ás, estos lenguajes no se fijan, en la m ayoría de los casos, a ciertas personas (héroes, narradores), sino que se in tro d u cen bajo form a im personal «de parte del autor», alternán­ dose (sin to m a r en consideración las fronteras form ales precisas) con la palab ra directa del autor. 2) Los lenguajes y horizontes socio-ideológicos introducidos (aunque, com o es.lógico, utilizados para la refracción de las in ten ­ ciones del autor), son desenm ascarados y destruidos com o falsos, hipócritas, interesados, lim itados, e inadecuados a la realidad. En la m ayoría de los casos, todas esas lenguas, ya constituidas, reco­ nocidas oficialm ente, autoritarias, que h an obtenido la suprem a­ cía, son lenguas retrógradas, condenadas a m o rir y a ser sustitui­ das. Por eso predom inan diferentes form as y grados de estilización paródica de los lenguajes introducidos, que, en los representantes m ás radicales, rabelaisianos^°, de esta variante de la novela (en Sterne y en Jean-Paul), se aproxim a al rechazo a toda seriedad sincera y directa (la autén tica seriedad consiste en la destrucción d e to d a seriedad falsa, n o sólo de la patética, sino tam bién de la s e n tim e n ta l) ^ s e acerca a la critica fu n dam entada de la palabra com o tal. Esta form a h u m orística de introducción y organización del p lurilingüism o en la novela, difiere radicalm ente del grupo de ” Naturalmcnic, el mismo Rabelais no puede ser situado, n¡ cronoló^cam ente ni en cuanto a su esencia, junto a los representantes de la novela humorística en sentido estricto. Sin embargo, la seríedad sentimental no está del todo superada (especialmente en Jean-I^ul). —

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form as defin id as p or m edio d e lá introducción d e u n a u to r con< vencional personificado y concreto (el habla escrita) o de u n n a­ rrad o r (el h abla oral). El juego co n el au to r convencional es tam b ién característico de la novela h u m o rística (Stem e, H ippel, Jean-Paul), y viene ya d e D o n Q uijote. Pero ese juego es ahí u n procedim iento p u ra­ m en te com positivo, q u e acentúa la relatividad general, la objeti­ vación y parodización d e las form as y los géneros literarios. El a u to r y el n arrad o r convencional adquieren u n a significa­ ción com p letam en te distinta cu a n d o se in tro d u cen com o expo­ nentes de u n horizonte lingüístico, ideológico-verbai, especial, de u n p u n to de vista especial acerca del m u n d o y los acontecim ien­ tos, d e valoraciones y entonaciones especiales; especiales, tan to con respecto al autor, a su palabra directa, real, com o a la narración h teraría «norm al», del lenguaje literan o «norm al». Ese carácter especial, ese distanciam iento del au to r o del n a­ rrad o r convencional co n respecto al a u to r real y al h o rizonte li­ terario n o rm al, puede ten er diferentes grados y presentar rasgos diferentes. Pero, en to d o caso, ese especial h o rizonte ajeno, ese es­ pecial p u n to de vista ajeno acerca d el m undo, los in troduce el au ­ to r p o r su productividad, ten ien d o en cu en ta su capacidad para, de u n lado, m o strar el objeto de la representación b ajo u n a nueva luz (descubrir en el objeto vertientes y aspectos nuevos), y, de otro, presen tar tam b ién bajo u n a nueva luz ese horizonte literario «norm al», en cuyo trasfondo se perciben las particularidades del relato del narrador. P o r ejem plo, B elkin, co m o narrador, es elegido (m ás exacta­ m en te creado) p o r P ushkin co m o p u n to de vista « n o n poético», especial, acerca de objetos y tem as poético-tradicionales (son par­ ticu larm en te característicos e intencionados el tem a d e R om eo y Julieta e n S eñ o riia-cam pesina o las rom ánticas «danzas m aca­ bras» e n E l fa b ric a n te d e ataúdes. Belkin, así co m o los narradores del tercer nivel d e cuyos relatos se hizo cargo, es u n hom bre «prosaico», caren te de path o s poético. Los desenlaces «prosaicos» y felices d e los argum entos, y la fo rm a m ism a del relato, rom pen las expectativas d e los efectos poéticos tradicionales. Hn esta in­ com p ren sió n del p athos poético reside la productividad prosística del p u n to de vista de Belkin. M axim M axim ich en Un héroe d e nuestro tiem po, R u d yi P anko, los n arradores d e L a n a riz y E l capote, los cronistas de Dostoïevski, los n arradores folklóricos y los personajes-narradores —

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en Miélnikov-Pechorsky» M aznin-Sibiríak, los narradores fol­ clóricos y costum bristas de Lieskov, los personajes narradores en la literatu ra populista, y, finalm ente, los narradores sim bolistas y post sim bolistas —R em ízov, Z am iatin, etc.—, ju n to con todas las diferencias en las form as d e n arración (oral y escrita), asi com o en los lenguajes de la n arración (literarios, profesionales, sociales, costum bristas, regionales, dialectales, etc.), se introducen siem pre com o p u n to s d e vista ideológico verbales, específicos y lim itados, pero productivos en su m ism a especificidad y lim itación; com o horizontes especiales, opuestos a las perspectivas literarias y a los p u n to s d e vista en cuyo trasfondo se perciben. El discurso de tales narradores es siem pre u n discurso ajeno (en relación con la palabra directa, real o posible, del au to r) en u n discurso ajeno (en relación con la variante del lenguaje literario al q u e se op o n e el lenguaje del narrador). Tkm bién e n este caso tenem os an te nosotros u n «discurso in­ directo», pero no en u n lenguaje, sino a través de u n lenguaje, a través de u n m edio lingüístico ajeno; es decir, u n a refracción, igualm ente, de las intenciones del autor. El au to r y su p u n to de vista no sólo se expresan a través del narrador, d e su discurso y su lenguaje (que en u n a u otra m edida son objetuales, dem ostrados), sino tam bién a través del objeto de la n arració n , q u e es u n p u n to d e vista diferente del p u n to de vista del narrador. M ás allá del relato del n arrad o r leem os el segundo relato —el relato del au to r q u e narra lo m ism o q u e el narrador, p ero refiriéndose adem ás al narrad o r m ism o— . C ad a m om ento del relato lo percibim os claram ente en dos planos: en el plano del narrador, en su horizoiite sem ántico-objetual y expresivo, y en el p lano del autor, q u e se expresa de m an era r e ñ á a iv a en el m ism o relato y a través de él. En ese horizonte del autor en tra tam bién, ju n to co n to d o lo n arrado, el m ism o n arrad o r co n su palabra. N o­ sotros ad ivinam os los acentos q u e h a puesto el autor, tan to en el o b jeto del relato com o en el relato m ism o, y en la im agen del na> rra d o r q u e se descubre en el proceso del relato. N o percibir ese segundo nivel intencional-acentuado del autor significa n o en ten ­ der la obra. Pero com o ya hem os dicho, el relato del narrador, o del au ­ to r convencional, se estructura en el trasfondo del lenguaje lite­ rario n o rm al, del h orizonte literario habitual. C ad a m o m en to del relato está relacionado con ese lenguaje n orm al y con ese hori­ zo nte, les es opuesto; les es opuesto, adem ás, de m anera d ia h g ís-

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tica, co m o u n p u n to de vista opuesto a otro p u n to d e vista, co m o u n a valoración opuesta a o tra valoración, co m o u n acen­ to o p uesto a o tro acen to (y n o sólo co m o dos fen óm enos lingúfstico-abstractos). Tal correlación y conjugación dialógica de esos dos lenguajes y d e esos dos horizontes, perm ite q u e se realice la in ­ ten ció n del a u to r d e m an era q u e la percibam os claram ente en cad a m o m e n to d e la obra. £1 a u to r n o se encu en tra en el lengua­ je del n arrad o r ni en el lenguaje literaiio n orm al con el q u e está relacionado el relato (au n q u e puede estar m ás cerca d e uno q u e d e o tro), p ero utiliza am b o s para no situar p o r com pleto sus intenciones ni en u n o ni en otro; utiliza en cada m o m en to d e su o b ra esa evocación recíproca, ese diálogo de los lengua­ jes, para q u ed arse neutral e n sentido lingüístico, com o tercero, en la discusión en tre los dos (au n q u e ese tercero pueda ser pre­ concebido). Todas las form as q u e in tro d u cen ai n arrad o r o al au to r c o n ­ vencional, significan, en u n a u o tra m edida, la libertad dei au to r frente al lenguaje único; libertad relacionada co n la relativización de los sistem as lingüistico-literarios, y q u e revela la posibilidad del autor, e n sentido lingüístico, d e n o autodefinirse, de transferir sus intenciones de u n sistem a lingüístico a otro, de u n ir el fu n d izan d o , de m an era nueva, la diversidad de sus lenguajes. Los lenguajes d e los géneros extraliteraríos introducidos en la novela, ad q u ieren a m en u d o ta n ta im portancia, que la intercaiacidn del género respectivo (por ejem plo, del epistolar) crea u n a nueva época n o sólo en la historia de la novela, sino tam bién en la historia de la lengua literaria. Los géneros intercalados en la novela, tan to pueden ser direc> tam en te intencionales co m o com pletam ente objetuales, es decir, carentes p o r com pleto de las intenciones del au to r —n o se trata d e u n a palabra pronunciada, sino solam ente m ostrada com o co­ sa— ; pero, co n m ás frecuencia, refractan, en u n a u otra m edida, las intenciones dei autor, al m ism o tiem po que algunos d e sus elem entos pued en situarse d e m anera diferente ante la últim a in stan cia sem ántica d e la obra. Así, los géneros poéticos en verso (p o r ejem plo, líricos), in ter­ calados en la novela, pu ed en ser, desde el p u n to de vista poético, d irectam en te intencionales, llenos de sentido. D e esa m an era son, p o r ejem plo, las poesías introducidas p o r G oethe e n W ilhelrn M eisier. D e tal fo rm a intercalan sus versos en la prosa los ro m án ­ ticos, que —es sabido— consideraban la presencia de versos en la novela (en tan to que expresión intencional directa del autor) com o la característica constitutiva de ese género. E n otros casos, las poe­ sías intercaladas refractan las intenciones del autor; p o r ejem plo, la poesía d e Lenski en E ug en io Oneguin: dónde, d ó n d e habéis quedado... Y si las poesías de W ilh elm Aíeister pueden ser atri­ buidas d irectam en te a ia lírica d e G oethe (cosa q u e se hace), en cam bio, los versos de Lenski n o pueden atribuirse, en ningún caso, a la lírica d e Pushkin, salvo si se les incluye en la serie especial de las «estilizaciones poéticas» (donde tam.bién deben ser incluidos los versos de G riniov en L a hija dei capitán. F inalm ente, los ver­ sos intercalados en la novela tam bién pu ed en ser casi p o r com ­ pleto objetuales; p o r ejem plo, la poesía del capitán Lebiadkin en L o s dem onios, d e Dostoievski. La situación es tam b ién análoga en el caso de introducción en la novela d e diferentes sentencias y aforism os: estos pueden igual­ m en te flu c tu a r en tre los puram ente objetivos («la palabra m os­ trada)»), y los directam ente intencionales, es decir, los q u e son sentencias filosóficas del au to r m ism o, llenas de sentido (la pala­ bra incondicional, p ro n u n ciad a sin reservas y sin distancias). Así, —

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en las novelas d e Jean-P aul, tan ricas en aforism os, encontram os u n a am p lia gam a d e graduaciones valorativas de tales aforism os: desde los p u ra m e n te objetuales hasta los d irectam ente intencio­ nales, con los grados m ás diversos de refracción d e las intenciones del autor. E n E u g en io O ncguin, los aforism os y las sentencias están da« das en u n p lan o p aródico o irónico; es decir, las intenciones del autores, en m ay o r o m en o r m edida, están refractadas en estas m á­ xim as. Así, p o r ejemplo» la siguiente sentencia; El que ha vivido y pensado, no puede, En el alm a, no despreciar a la gente; A quien ha sentido. Ic desasosiega E] fantasma de los días que no pueden volver. Ya no existen para él los embelesos, Para él es la serpiente de los recuerdos, El arrepcnlim ienlo le corroe.

está presentada en u n plano ligeram ente paródico, aunque se siente p erm an en tem en te la aproxim ación, y hasta la unión, co n las in ­ tenciones del autor, f t r o ya los siguientes versos: Todo esto da a menudo M ucha gracia a la conversación...

(del au to r convencional con O neguin) subrayan los acentos paródico-irónicos, arrojan u n a som bra objetual a esa sentencia. Ob> servem os q u e la m ism a está construida en el radio d e acción de la voz de O neguin, en su horizonte, con sus acentos personales. Pero aquí, la refracción d e las intenciones del autor, en el ra­ dio del eco de la voz de O neguin, en la zo n a de O neguin, es dife­ rente, p o r ejem plo, a la de la zo n a de Lenski (véase la parodia casi objetual d e sus versos).' Este ejem plo puede ilustrar la influencia, analizada m ás arriba, del discurso del h éroe en el discurso del autor: el aforism o citado está'im p re g n ad o d e las intenciones de O neguin (byronianas, de m oda); p o r eso, el a u to r n o se solidariza del todo con él, guarda u n a cierta distancia. M u ch o m ás com pleja es la situación en la novela cu a n d o se intercalan los géneros fundam entales (la confesión, el diario ín ­ tim o, etc.). T am bién ellos ap o rtan sus lenguajes a la novela; pero estos son im p o rtan tes, prim o rd ialm en te com o pu n to s d e vista objetu al'p ro d u ctiv o s, carentes d e convencionalidad literaria, que —

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en san ch an el h o rizonte lingúístico literarío, ayudando a conquis­ ta r p ara la literatu ra nuevos universos d e la concepción verbal, ya sondeados y parcialm ente conquistados en otras esferas - e x t r a literarías— de la vida del lenguaje. El ju ego hum orístico d e los lenguajes, la narración nes. Al m ism o tiem po, esas dos voces están relacionadas dialogís> ticam en te en tre sí; es com o si se conocieran u n a a otra (de la m ism a m an era se conocen dos réplicas d e u n diálogo, y se estruc* tu ran en ese conocim iento reciproco), com o si discutieran u n a con otra. La palabra bivocal está siem pre dialogizada internam ente. Asi es la palab ra hum orística, la irónica, la paródica, la palabra re­ fractiva del narrador, del personaje; así es, fin alm en te, la palabra del género intercalado; son todas ellas palabras bivocales, interñ ám en te dialogizadas. E n ellas se en cu en tra u n diálogo potencial, n o desarrollado, el diálogo concentrado d e dos voces, d e dos co n ­ cepciones del m u n d o , d e dos lenguajes. N a tu ralm en te, la palabra bivocal, in tern a m e n te dialogizada es tam b ién posible en u n sistem a lingüístico cerrado, puro y único, ajeno al relativism o lingüístico d e la conciencia prosística, y, por tan to , en los géneros p u ra m e n te poéticos. Pero n o tiene cam p o en ellos p a ra u n desarrollo m ás o m en o s im p o rtan te. L a palabra bi* vocal es m uy usual e n los géneros retóricos; pero tam p o co ahí, al quedarse en el m arco d e u n sistem a lingüístico ú n ico , se fertiliza e n relación p ro fu n d a co n las fuerzas del proceso histórico d e for­ m ació n q u e estratifica el lenguaje, p o r ser ún icam en te, e n el m e­ jo r de ios casos, u n eco lejano, reducido a polém ica individual, de ese proceso d e form ación. D icha bivocalidad poética y retórica, desvinculada del proceso de estratificación lingüística, puede desarrollarse ad ecuadam ente en el m arco d e u n diálogo individual, e n la disp u ta individual y en la conversación de d o s individuos; co n todo, las réplicas en ese diálogo serán propias de u n único lenguaje: pueden estar en de* sacuerdo, se r co n tradictorias, p ero n o pueden ser plurilingües. Tal bivocalidad, que se q u ed a e n el m arco de u n solo sistem a lingüís­ tico, ú n ico y cerrado, sin in stru m en tació n socio lingüística au tén ­ tica, esencial, sólo puede ser, desde el p u n to d e vista lingüístico, ac o m p a ñ an te secundario del diálogo y de las form as polémicas^^. La d ico to m ía in te rn a (bivocalidad) de la palabra, suficiente para u n le n g u ^ e ú n ico y p a ra u n estilo concebido com o m onólogo, no puede ser, e n m o d o alguno, im p o rtan te: n o se tra ta sino de u n juego, d e u n a tem p estad e n u n vaso d e agua. En ei neoclasidsmo, esa Invocalidad sólo alcanza a ser m uy im p e ra n te en los géneros Inferiores, especialmente en la sátira. —

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N o es así la bivocalidad en la prosa. En el terreno d e la prosa novelesca, la bivocalidad n o extrae su energía, la am bigüedad díalogizada, d e las disonancias, incom prensiones y contradicciones individuales (trágicas incluso, y p rofundam ente ju stificad as en los destinos ìndividuales)^^ E n la novela, esa bivocalidad penetra p ro fu n d am en te en la diversidad socio lingüística esencial de los len g u ^ es. Es verdad que en la novela, cl plurilingüism o, básica­ m ente, está siem pre personificado en form as d e figuras indivi­ duales de gente, con divergencias y contradicciones individuali­ zadas. Pero en ese caso, tales contradicciones en las voluntades e inteligencias individuales están sum ergidas en el plurilingüism o social, son reinterpretadas por él. Las contradicciones de los in ­ dividuos sólo son ah í las crestas d e las altas olas de los elem entos de la naturaleza del plurilingüism o social, elem entos a los que agita y hace contradictorios, d e m an era autoritaria; llena las concien­ cias y las palabras d e los m ism os con su plurilingüism o esencial. P o r eso, la dialogicidad in tern a d e la palabra literaria bivocai en prosa n o p uede agotarse n u n ca tem áticam en te (com o ta m p o c o p uede agotarse tem áticam en te la energía m etafórica del lenguaje); no p uede desarrollarse to talm en te en u n diálogo directo, aigu< m en tal o problem ático, q u e actualice p o r com pleto la potencia interior-dialógica en el plurilingüism o lingüístico. La dialogicidad in te rn a de la au tén tica palabra en prosa, al form arse orgánica­ m en te del lenguaje estratificado y pluñU ngúe, n o puede ser esen­ cialm ente d ram atizad a y acabada desde el p u n to d e vista d ram á­ tico (realm ente acabada); n o entra, basta el final, en el m arco del diálogo, en el m arco d e la conversación entre individuos, n o se fragm enta p o r en tero en réplicas precisam ente delim itadas^. Tal bivocalidad prosística está establecida previam ente e n el lenguaje m ism o (igual q u e la m etáfora au téntica, q u e el m ito); e n el len­ guaje com o fen óm eno social, q u e evoluciona, históricam ente, so­ cialm ente estratificado y fragm entado en esa evolución. L a relativización d e la conciencia lingüística, su im plicación esencial en la m u ltitu d y diversidad social d e lenguas en proceso de form ación, la dispersión d c las intenciones sem ánticas y expre­ sivas de esa conciencia en los lenguajes (igualm ente interpretados En ei m arco de un univeiso poético y de un lenguaje único, todo lo que es esencial en esas discordancias y contradicciones puede y debe desarrollarse en un diálogo dram ático directo y puro. Que, en general, son tanio más agudas, dramáticas y acabadas, cuanto más consecuentc y unitario es el lenguaje. —

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e igualm ente objetivos), la inevitabiU dad del discurso indirecto, reservado, refractado, son, todas ellas, prem isas indispensables de la au tén tica bivocalidad de la palab ra literaria en prosa. Esa bi> yocalidad la e n c u en tra previam ente el novelista en el plurilin­ guism o q u e rodea y alim en ta su conciencia; n o se crea en la p o ­ lém ica retó rica individual y superficial en tre individuos. Si el novelista pierde la base lingüística del estilo prosístico, si no sabe alcanzar la altu ra de conciencia lingüística gallicana, relitivizada, o es sordo a la bivocalidad orgánica y al diálogo interno de la palab ra viva en proceso d e form ación, nunca, en ese caso, en ten d erá ni h ará realidad las posibilidades y objetivos verdaderos del género novelesco. Puede, n atu ralm en te, crear u n a obra que, com positiva y tem áticam ente, sea m uy parecida a u n a novela que puede ser «confeccionada» totalm ente co m o novela; p ero no creará u n a novela. Siem pre lo delatará su estilo. Verem os la uni* d a d g en uino-presuntuosa o estúpido-presuntuosa d e un lenguaje m o n ovocal p lano y p u ro (o con bivocalidad ficticia, elem ental, artificial). V etem os que p a ra ese tipo d e a u to r n o es difícil desem ­ barazarse del plurilingüism o: sim plem ente, n o oye el p lurilin­ g ü ism o esencial del lenguaje real; considera ruidos m olestos, que d eben ser excluidos, a los tonos sociales secundarios, q u e generan el tim b re d e las palabras. La novela, separada del plurilingüism o autén tico , degenera en d ra m a en la m ayoría d e los casos (natural­ m en te, en u n m al dram a), co n acotaciones am plias y «artística­ m en te elaboradas». En u n a novela asi, el lenguaje del autor, se­ parado del plurilingüism o, cae inevitablem ente en la p enosa y ab su rd a situ ació n del lenguaje de las acotaciones escénicas^^. L a p alab ra bivocal en prosa es am bigua. Pero tam b ién es am ­ bigua y polisem àntica la palabra poética, en sentido restringido. E n eso reside su principal diferencia co n la palabra-concepto, la palabra-térm in o . L a palabra poética es u n tropo q u e precisa que, en su m arco, se perciban claram ente dos sentidos. ^ Se e n tien d a com o se en tien d a la correlación de los sentidos en u n sím bolo poético (en u n tropo), ésta no es, en n in g ú n caso, una correlación de tipo dialógico, y n u n ca podrem os im aginar u n tropo (por ejem plo, u n a m etáfora) desarrollado en dos réplicas de diá­ logo; es decir, los d os sentidos repartidos en dos voces diferentes. ” Spielhageit, en sus conocidos trabajos sobre teoría y técnica de la novela, se oñenta precisamente hacia esa novela «non novelesca», ignorando, precisamente, las posibilidades especiTicas del género. Spielhagen. como teórico, ha » d o sordo al plurilingüismo y a su producto especiTico: la palabra bivocal. —

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P o r eso, la am bigüedad (o el polisem antism o) del sím bolo, n o im ­ p lican doble acentuación. P o r el contrarío, la am bigüedad poética satisface a u n a sola voz y a u n solo sistem a d e acentuación. La correlación de los sentidos en el sím bolo puede ser interpretada lógicam ente (com o u n a actitu d q u e va de lo particular o lo in d i­ vidual, a ío general: por ejem plo, u n n om bre propio convertido en sím bolo; com o u n a ac titu d q u e v a de lo concreto a lo abs> tracto, etc.); p uede ser interpretada tam bién, desde el p u n to de vista filosófico-ontológico, com o u n a relación de representación especial o com o u n a relación entre el fenóm eno y la esencia, etc.; se puede po n er en p rím er piano el aspecto em ocional-axiológico de esa correlación, pero ningún tipo de relación entre los sentidos se sale, ni p uede salirse, del m arco de la actitud de la palabra ha^ eia su objeto y hacia los diversos aspectos de ese objeto. E n tre la palab ra y el objeto se desarrolla todo el acontecim iento, todo el ju ego del sím bolo poético. El sím bolo n o puede su p o n er u n a ac­ titu d esencial hacia la palab ra ajena, hacia la voz ajena. El poli­ sem an tism o del sím bolo poético supone la u n id ad e identidad de la voz con respecto a él, y la com pleta soledad d e la voz en su p a­ labra. En el m o m en to e n q u e en ese juego del sím bolo se intro­ duce u n a voz ajena, u n acento ajeno, u otro posible p u n to de vista, se destruye el plano poético y es tran sfen d o el sím bolo al plano d e la prosa. Para enten d er la diferencia entre el doble sentido poético y la bivocalidad de la prosa, es suficiente con q u e u n sím bolo sea per­ cibido y acen tu ad o irónicam ente (naturalm ente, dentro del co­ rrespondiente contexto im portante); con otras palabras, q u e sea in tro d u cid a en él o tra voz, q u e se refracte en él u n a nueva intención^^. C on eso, el sím bolo poético, au n continuando siendo, com o es natural, u n sím bolo, pasa, al m ism o tiem po, al plano de la prosa, se convierte en palabra bivocai: entre 1^ palabra y el ob­ jeto se in terp o n e la palabra ajena, el acento ajeno, y cae sobre el sím bolo la som bra objetual (com o es lógico, la estructura bivocai será prim itiv a y simple). Alexei Alcxándrovich Karenin tenía la costumbre de desprenderse de a lg u n a s y de expresiones relacionadas con e lla s . Cbmponfa oonslrvcciones bivocale s sin contexto alguno, exclusivamente e n cl plano intencional: , co n su lenguaje y su poética, era u n fenóm eno nuevo del p lurilingüism o literario d e la época, q u e se estaba convirtiendo ya en un h ech o típico; u n to n o nuevo, u n a voz n u ev a e n la diversi< dad de las voces del lenguaje literario, de las concepciones litera­ rias, y de la vida g o bernada p o r tales conceptos. O tras voces de ese plurilingüism o de la vida literaria son tam bién: el lenguaje a lo B yron y a lo C h ateau b rian d de O neguin, el lenguaje y el universo rich ard so n ian o de T atiana en el cam po, el lenguaje provinciano, local costu m b rista en la hacienda de los L anny, el lenguaje y el universo de Tatiana en Petersburgo, y otros lenguajes, entre los que se e n c u en tran , adem ás, los lenguajes indirectos del autor, q u e se m o d ifican e n el transcurso d e la obra. Todo ese plurilingüism o {E u g en io O neguin es u n a enciclopedia d e estilos y lenguajes de la época) in stru m en ta las intenciones del a u to r y crea el auténtico estilo novelesco de dich a obra. D e esta m an era, las im ágenes d e la estrofa citada p o r nosotros se co n v ierten , en el sistem a del discurso de P ushkin, en sím bolos prosísticos bivocales, al ser am biguos (m etafóricos) los sím bolos poéticos e n el h o rizonte intencional de Lenski. N aturalm ente, és­ to s son sím bolos literario-prosísticos au ténticos que surgen del p lu rilin g ü ism o del lenguaje literario de la época, en proceso de form ación, y no u n a superficial parodia retórica o u n a ironía. E sta es la diferencia entre la bivocalidad artístico práctica y la univ o calid ad bi o polisem àntica del sím bolo p u ram en te poético. L a am b ig ü ed ad de la palabra bivocal está in tern am en te dialogi­ zada; es capaz de generar u n diálogo y, verdaderam ente, puede ge­ nerar diálogos en tre voces realm ente separadas (pero n o diálogos £1 análisis de este ejemplo lo planteamos en el artículo «De la prehistoria ele la palabra novelesca» (véase infra pp. 411*448). —

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dram áticos, sino diálogos sin conclusión, en prosa). Sin em bargo, al m ism o tiem po, nu n ca se agota en tales diálogos la bivocalidad poética, q u e n o puede ser dei to d o arrancada d e la palabra, ni m e­ d iante la d esm em bración lógico-racional y la redistribución entre las partes de u n período m onológico único (com o en la retórica), n i m ed ian te la ru p tu ra dram ática entre las réplicas de u n diálogo en proceso de ser acabado. Al generar los diálogos novelescos en prosa, la auténtica bivocalidad n o se agota en ellos, sino que queda en la palabra, en el lenguaje, co m o fuente inagotable d e dialogism o; p o rq u e el dialogism o interno d e la palabra es u n acom pa­ ñ an te indispensable de la estratificación del lenguaje, u n a conse­ cuencia de estar superpoblado d e intenciones plurilingües. Pero esa estratificación, ese supcrpoblam iento y sobrecarga intencional de todas las palabras y form as, son el aco m p a ñ an te inevitable del proceso de form ación histórico, socialm ente contradictorio, del lenguaje. Si el p ro b lem a central de la teoría d e la poesía es el problem a del sím bolo poético, el problem a central de Ja teo ría dc la prosa literaria es el de la palabra bivocai, in tern am en te dialogizada en todos sus diversos tipos y variantes. P ^ a el prosista-novelista el objeto se ve com plicado por la pa­ labra ajen a sobre él, puesto en entredicho, interpretado y valo­ rad o d e m an era diferente; es inseparable d e u n a com prensión so­ cial plurilingüe. £1 novelista h ab la d e ese «universo puesto en entredicho» en u n lenguaje in tern am en te dialogizado, diversi­ ficado. D e esa m anera, el lenguaje y el objeto se m uestran al novelista bajo su aspecto histórico, en su proceso social d e for­ m ación plurilingüe. P ara él n o existe el m u n d o fuera de su com prensión social plurílingúe, y n o existe el lenguaje fuera d e sus intenciones plurilingües estratificadoras. P or eso, en la novela, al igual que en poesía, es posible la u n id ad profunda, a u n q u e espe­ cifica, del lenguaje (m ás exactam ente de los lenguajes) con su ob­ jeto, con su m u n d o. Así com o la im agen poética parece generada y desarrollada orgánicam ente e n el lenguaje m ism o, form ada en él con anterioridad, de la m ism a m anera, las im ágenes novelescas parecen orgánicam ente unidas a su lenguaje plurivocai, com o for­ m adas anterio rm ente en su m arco, en las profundidades de su propio plurilingüism o orgánico. L a «arm onización» del m u n d o y la «re-arm onización» del lenguaje se u n en en la novela en el acontecim iento único del proceso de form ación plurilingüe del m undo, e n la co m prensión social y en la palabra so cial —

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Y la p alab ra poética, en sentido restnngido, tam b ién h a de trata r de alcan zar su objeto a través de la palabra ajena q u e la com plica; en c u en tra previam ente u n le n g u ^ e plurilingüe y h a de alcanzar su unid ad , q u e es creada (no viene d ad a ya hecha), y u n a intencionalidad pura. Pero ese cam ino d e la palabra poética hacia su objeto y hacia la unidad del lenguaje, cam in o en el q u e ta m ­ bién en cu en tra co nstantem ente a la palabra ajena, c o n la que se interioriza, te rm in a en desecho del proceso d e creación y es aban< donado, d e la m ism a m an era que se ab a n d o n an los andam iajes cu ando está term in ad o u n edificio; y la obra acabada se levanta com o u n discurso ünico y objetual concentrado acerca del m undo «vii;gen». Esa p u rid ad univocal, esa claridad intencional indiscu­ tible d e la palabra poética acabada, se co m p ra al precio d e cierto convencionalism o del lenguaje poético. Si en el terren o d e la poesía nace, com o filosofía utópica de sus géneros, la idea de u n lenguaje puram ente poético, retirado del curso co rrien te de la vida, extrahistóñco, u n lenguaje de los dio­ ses, en cambio» a la prosa artística le es m ás cercana la idea de la existencia viva e histórico-concreta de los lenguajes. L a prosa li­ teraria su p o n e la percepción intenciona) de Ja co n c retiza d ó n y relativización histórica y social de la palabra viva, de su im plicación en el proceso histórico de form ación y en la lucha social; y la prosa to m a de esa lucha y de ese antagonism o la palabra to d av ía ca­ liente, tod av ía no determ inada, desgarrada por entonaciones y acentos contrarios, y, así com o es, la subordina a la u n id ad diná­ m ica de su estilo.

C a p í t u l o IV

E L H A B LA N TE EN LA NOVELA H em os visto que el plurilingüism o social, la concepción de 1a diversidad d e los lenguajes del m u n d o y de la sociedad que instru­ m en ta el tem a novelesco, se in co rp o ra a la novela, bien com o es­ tilizaciones im personales cargadas d e im ágenes d e los hablantes, de los lenguajes d e los géneros y de las profesiones, y d e otros len­ guajes sociales, bien com o im ágenes realizadas de u n a u to r con­ vencional, de los narradores, y, finalm ente» d e los p e i^ n a je s. El novelista n o conoce u n lenguaje único» ingenua (o conven­ cionalm ente) indiscutible e incontestable. L a lengua le es d ad a al -

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novelista estratificada y plurilingüe. P o r eso, incluso en los casos en que el plurilingüism o se queda fuera d e la novela, en los casos en que el novelista se presenta con su le n g u ^ e único, definitiva­ m en te consolidado (sin distanciam iento, sin refracción, sin reser^ vas), éste sabe que tal lenguaje n o es» en general, significativo, in­ discutible, q u e suena en medUo del plurilingüism o, que tiene que ser defendido, p urificado, protegido, m otivado. P o r eso tal len> guaje ú n ico y directo de la novela es polém ico y apologético, es decir, correlacionado dialogísticam ente co n el pluniingúism o. Eso d eterm in a ei objetivo, totalm ente especial —contestado, contes­ table y contestatario— , de la palabra en la novela; ésta no puede, ni ingenua, ni convencionalm ente, olvidar o ignorar el plurilin­ guism o q u e lo rodea. Así, el plurilingüism o se introduce personalm ente —por decirio a s í ^ en la novela, y, m aterializándose en las figuras d e sus hablantes, com o fondo dialogizado, d eterm ina la resonancia es­ pecial d e la palabra novelesca directa. D e aq u i resulta u n a particularidad extrem adam ente im por­ tan te del género novelesco: el h om bre en la novela es, esencial­ m ente, u n h om bre q u e habla; la novela necesita de hablantes que ap o rten su palabra ideológica específica, su lenguaje. El principal objeto «especificado!» del género novelesco, el que crea su originalidad estilística, es cl h ablante y su palabra. Para la com prensión correcta d e esta afin n a c ió n será necesa* rio q u e m aticem os co n to d a claridad tres elem entos: 1. En 1a novela, el hablante y su palabra son el objeto de la representación verbal y artística. L a palabra del hablante en la no* vela n o viene sim plem ente d ad a ni tam poco reproducida, sino re­ presentada artísticam ente, y, adem ás, representada siem pre —a diferencia del d ram a— por m edio de la palabra (del autor), Pero el hablante y su palabra, com o objeto de la palabra, son u n objeto específico: n o puede hablarse d e la palabra com o d e otros objetos del habla —cosas sin voz, fenóm enos, acontecim ientos, etc.—; ésta exige procedim ientos form ales del habla y de la representación verbal co m pletam ente especiales. 2, El hablante en la novela es esencialm ente un hom bre so­ cial, históricam ente concreto y determ inado, y su palabra es un lenguaje social (au nque en germ en) y n o u n «dialecto individual». El carácter individual y los destinos individuales, así com o la pa­ 149 _

labra individual, sólo determ inada por ella m ism a, son para la novela, en si m ism os, indiferentes. Las particularidades d e la palabra de! héroe p ro curan siem pre u n a cierta significación social, u n a di­ fusión social, y son lenguajes potenciales. Por eso la palabra de un héroe puede ser el factor que estratifique el lenguaje, introdu­ ciendo el plurilingüism o en él. 3. El hab lante en la novela siem pre es, en u n a u otra m edida, un ideólogo, y sus palabras siem pre son ideologemas. U n len­ guaje especial en la novela es siem pre u n punto de vista especial acerca del m undo, u n p u n to de vista que pretende u n a significa­ ción social. Precisam ente com o ideologem a, la palabra se con­ vierte en la novela en objeto de representación; por eso la novela n o corre peligro de convertirse, sin el objeto, en u n juego verbal. Es más, gracias a la representación dialogizada de la palabra plena desde el p u n to de vista ideológico (en la m ayoría de los casos, ac­ tual y eficaz), la novela facilita el esteticism o y el juego verbal p u ­ ram ente form al m enos que cualquier otro género literario. P or eso, cu ando u n esteta com ienza a escribir u n a novela, su esteticism o no se m anifiesta en la estructura form al de la novela, sino en el hecho de que en la novela está representado u n hablante, que es el ideólogo del esteticism o, y que descubre su creencia, som etida a prueba en la novela. Así es E l relraio de D arían Grey de Wilde; así son, en sus com ienzos, T. M ann, H enry de Régnier, Huysm ans, Barrés, A ndré Gide. De esa m anera, hasta el esteta que ela­ b o ra u n a novela se convierte, dentro de ese género, en u n ideó­ logo que defiende y pone a prueba sus posiciones ideológicas; se convierte en apologista y polem ista.

C om o hem os dicho, el hablante y su palabra son el objeto esp ecificador de la novela, el que crea la especificidad de ese gé­ nero. Pero, com o es natural, en la novela no sólo está represen­ tado el h om bre hablante; y éste, n o sólo está representado com o hablante. El h om bre puede actuar en la novela no m enos que en el d ram a o en el ephos; pero esa acción suya viene siem pre clari­ ficada ideológicam ente, conjugada con la palabra (incluso, au n ­ q u e ésta sólo sea virtual), tiene un m otivo ideológico, y realiza una determ inada posición ideológica. La acción y e! acto del héroe en la novela son necesarios tan to para la revelación com o para la ex* perím entación de su posición ideológica, de su palabra. A unque, —

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es verdad que la novela del siglo xix h a creado u n a vanante m uy im portante, en la que el héroe n o es m ás que un hablante que no puede actuar y está condenado a u n discurso vacío: a los sueños, las predicaciones pasivas, el magisterio, las m editaciones estériles. Así es tam bién, p or ejem plo, la novela rusa experim ental del in> telectual-idedlogo (el ejem plo m ás sencillo es «R udin», de Tur­ guéniev). Este héroe pasivo es sólo una de las variantes tem áticas del hé­ roe novelesco. G eneralm ente, cl héroe actúa en la novela n o m e­ nos que en el ephos. Su diferencia esencial con el héroe épico está en cl hecho de que el prim ero no sólo actúa, sino que tam bién habla, y su acción n o tiene únicam ente una significación general, indiscutible, y n o se desarrolla en un universo épico general sig> nificativo e indiscutible. P or eso, tal acción necesita siem pre de una restricción ideológica, tras de la cual se encuentra perm anen­ tem ente una determ inada posición ideológica; posición que no es la única posible, y que, p o r lo tanto, es contestable. La posición ideológica del héroe épico es generalm ente significativa para todo ei universo épico; el héroe no tiene una ideología especial, ju n to a la cual sea posible la existencia dc otras. N aturalm ente, el héroe épico puede pronunciar largos discursos (y el héroe novelesco puede callar), pero su palabra no está evidenciada en el plano ideológico (sólo está evidenciada form alm ente en la com posición y en el argum ento), sino que se une a la palabra del autor. Péro tam poco el au to r evidencia su ideología, que se confunde co n la general, que es la única posible. E n el ephos existe un solo, un único horizonte. E n la novela existen m uchos horizontes, y el hé> roe, generalm ente, actúa en su horizonte específico. P or eso, en el ephos n o existen hablantes en tanto que representantes de diver­ sos lenguajes; en éste, de hecho, el hablante es sólo el autor, y la palabra es sólo la palabra única del autor. E n la novela puede tam bién representarse a u n héroe que piensa y actúa (y, naturalem ente, habla), según las intenciones del autor, de m anera irreprochable, exactam ente com o deben de ac­ tu a r todos; pero ese carácter novelesco irreprochable está lejos de la ingenua certitud épica. Si no está evidenciada la posición ideo­ lógica de tal héroe co n respecto a la ideología del au to r (se vincula a ella), en to d o caso, estará evidenciada con respecto al plurilingúism o que la rodea: el carácter irreprochable del héroe es opuesto, en el plano apologético y polém ico, al pluiilingúism o. Así son los héroes irreprochables de la novela barroca, los héroes dcl sentí—

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m entalism o; p o r ejem plo, G randiso. Los actos de esos héroes es­ tán clarificados desde el punto de vista ideológico, y arm onizados p o r ia palabra apologética y polém ica. La acción del héroe de )a novela siempre subrayada en el plano ideológico: vive y actú a en su propio universo ideológico (no en uno épico, único), tiene su propia concepción del m undo, q u e se realiza en acción y en palabra. Pero, ¿por q u é no puede ser revelada la posición ideológica de un héroe y el universo ideológico q u e se encuentra en la base de ésta, en las acciones m ism as del héroe, y sólo en ellas, sin repre­ sentar tam b ién sus palabras? £1 universo ideológico ajeno n o puede ser representado ade^ cuadam ente sin darle la posibilidad de sonar por si m ism o, sin re­ velarle su p ro p ia palabra. P orque la palabra realm ente adecuada a la representación d e un universo ideológico específico puede ser su propia palabra; au n q u e n o sola, sino asociada a la palabra del autor. £1 novelista puede no darle a su héroe la palabra directa, puede lim itarse sólo a representar sus actos; pero en esa represen­ tación, si es esencial y adecuada, se expresará tam bién, inevitable­ m ente, ju n to con el discurso del autor, la palabra ajena, la del hé­ roe m ism o (véanse las construcciones híbridas analizadas en el capítulo precedente). C om o hem os visto en el capítulo anterior, el hablante en la novela n o debe tener, obligatoriam ente, form a d e héroe. £1 héroe es sólo u n a d e las form as del hom bre hablante (es verdad, que la m ás im portante). Los lenguajes del plurüingúism o se introducen en la novela en form a de estilizaciones paródicas im personales (com o en los hum oristas ingleses y alemanes), de estilizaciones non paródicas, de géneros intercalados, en form a de autores conven­ cionales, d e skaz; y finalm ente, incluso el indiscutible discurso del autor, p o r ser polém ico y apologético, es decir, por oponerse, como lenguaje especial, a otros lenguajes del plurilingúism o, se concen­ tra en cierta m edida en sí m ism o; esto es: n o sólo representa, sino que, tam b ién , se representa. Todos estos lenguajes —incluso los que n o tom an form a en el héroe— aparecen concretados desde el p u n to de vista histórico y social, y en u n a u o tra m edida, objetivados (sólo u n lenguaje único, que no tiene a su lado ningún otro lenguaje, puede no estar objeti­ vado); p o r eso, tras ellos, se traslucen las im ágenes de los hablantes, con vestim entas sociales e históricas concretas. N o es caracterís­ tica del género novelesco la im agen del hom bre en sí, sino, preci—

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sám ente, la im agen d e su lenguaje. Pero el lenguaje, para conver­ tirse en im agen artística, h a de convertirse en habla en las bocas hablantes, com binándose con la im agen del hom bre hablante. Si el objeto específico del género novelesco es el hablante y su palabra, que pretende significación social y difusión, en tan to que lenguaje especial dei plurilingüism o, el problem a central de la es­ tilística novelesca puede ser planteado com o el problem a d e la re­ presentación artística del lenguaje, el problem a d e la im agen del lenguaje. H ay que decir que, hasta ahora, este problem a no ha sido for­ m ulado en toda su am plitud y radicalidad. Por eso, la especificidad de la estilística novelesca escapaba al interés de los investiga­ dores. Féro, sin em bargo, ese problem a era patente: en el estudio de la prosa artística, la atención de los investigadores se veía atraída m ás y m ás p o r fenóm enos específicos tales com o la estilización, la parodización de los lenguajes, los skaz. Y en todos estos fenó­ m enos es característico el hecho de que en ellos, la palabra no sólo representa sino que se representa; q u e el lenguaje social (de los gé­ neros, d e las profesiones, de las corríentes literarias) se convierte en los m ism os en objeto d e reproducción libre, orientada en el plano artístico, de reestructuración, de transform ación artística: se seleccionan los elem entos típicos, característicos o hasta esencial­ m ente sim bólicos del len g u ^e . El alejam iento de la realidad em> pírica del lenguaje representado puede ser m uy im portante, no sólo en el sentido de u n a selección preconcebida y de u n a exageración de sus elem entos, sino tam bién en el de la creación libre, de acuerdo al espíritu de ese lenguaje, de elem entos totalm ente ale­ jad o s del em pirism o del lenguaje respectivo. Precisam ente, esa potenciación de algunos elem entos lingüísticos hasta hacerlos sím bolos del lenguaje es especialm ente característica de los ska z (Lieskov y principalm ente Rem izov). Todos estos fenóm enos (es­ tilización, parodia, ska z) son adem ás, com o se ha m ostrado m ás arriba, bivocales y bilingües. D e m anera concom itante y paralela con dicho interés por los fenóm enos de estilización, parodización y skaz, se desarrollaba una gran preocupación por el problem a d e la representación del dis­ curso ajeno, p o r el problem a de las form as sintácticas y estilísticas d e esa representación. Preocupación q u e se m anifestó especial­ m ente en el m arco d e la escuela alem ana de filolofla rom ano-ger­ m ana. Sus representantes, aunque se centraron básicam ente en el aspecto lingüístico estilístico (o hasta estrictamente gramatical) del -

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problem a; se ap ro x im aron m u ch o —especialm ente L eo Spitzer— a la cuestión d e la representación artisticá del discurso ajeno, cuestión central de la prosa novelesca. Sin em bargo, no sólo n o llegaron a plan tear co n toda claridad ese problem a d e la im agen d ei lenguaje, sino q u e ni siquiera form uJaron con la am p litu d y radicalidad necesarias el de la transm isión del discurso ajeno.

U n o de los tem as m ás difundidos e im portantes del habla hu­ m an a es el d e la transm isión y análisis de los discursos ajenos y de la palab ra ajena. E n todos los d om inios de la vida y d e la creación ideológica nuestra habla se ve sobrecargada de palabras ajenas, transm itidas co n diversos grados d e exactitud e im parcialidad. C u a n to m ás in< tensa, diferenciada y elevada es la vida social d e la colectividad q u e habla, ta n to m ayor es el peso q u e adquiere entre los objetos del h ab la la palab ra ^ e n a , el enu n ciad o ajeno, com o objeto de transm isión interesada, d e interpretación, d e análisis, d e valora­ ción, d e refutación, d e apoyo, de desarrollo posterior, etc. El tem a del hablante y de su palabra necesita siem pre de p ro ­ cedim ientos form ales especiales. C o m o hem os dicho, la palabra, e n tan to q u e objeto d e la palabra m ism a, es u n objeto sui generis q u e p lan tea a nuestro le n g u ^ e problem as específicos. P o r eso, antes de pasar a los problem as d e la representación artística del discurso ajeno, o rientado hacia la im agen del len­ guaje, es necesario referirnos a la im portancia del tem a del h a­ b lan te y de su palabra en el dom in io extraliterario d e la vida y de la ideología. Si en ninguna de las form as de trasm isión del dis­ curso ajeno, fu era de la novela, existe u n a orientación determ i­ n ad a hacia la im agen del lenguaje, en cam bio, e n la novela, todas esas fo rm as son utilizadas y sirven para fertilizarla, transform án­ dose y sub o rd in án dose d en tro del m arco d e la m ism a en u n a u n i­ dad n ueva q u e tiene u n a m eta precisa (y, viceversa, la novela ejerce u n a fuerte in flu en cia sobre la percepción y trasm isión extraliterarias de la palabra ajena). El peso social del tem a del hab lan te es enorm e. En la vida de todos los días, o ím os hablar a cada paso del hablante y d e su p a­ labra. Se p uede decir ab iertam ente que, e n la vida diaria, la gente h abla m ás acerca d e lo q u e hablan los dem ás: transm iten, recuer­ d an , pesan, analizan las palabras ajenas, las opiniones, las a fir­ m aciones, las inform aciones; esas palabras p ro d u cen indignación, _

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son aprobadas, contestadas, se hace referencia a ellas, etc. Si cs> cu ch am o s aten tam en te retazos de los diálogos d e la calle, entre la m u ltitu d , en las colas, en los vestíbulos, etc., oirem os que se re< p iten con frecuencia las palabras «dice», «dicen», «ha dicho»; y en la conversación rápida d e la gente, entre la m ultitud, to d o se u n e en u n continuo: «él dice... tú dices... yo digo...». C om proba­ rem os q u é grande es el peso de las expresiones «todos dicen» y « h a dicho», en la o p in ió n pública, e n el chism orreo público, en los cotilleos, en las m aledicencias, etc. Tam bién es necesario tom a r en consideración el peso psicológico q u e tienen en la vida las palabras d e o tro s sobre nosotros, y la im p o rtan cia que tiene para nosotros el m odo en que entendem os e interpretam os esas pala­ bras d e los otros («la herm enéutica de la vida cotidiana»). E n las esferas m ás altas y organizadas de la com unicación co­ tid ia n a no dism inuye en n ad a la Im portancia de nuestro tem a. Toda conversación está llena d e trasm isiones e interpretaciones de palabras ^ e n a s. En tales conversaciones existe, a cada paso, u n a «cita» o u n a «referencia» a lo q u e h a dicho u n a d eterm ina­ d a persona, a «algunos dicen» o «todos dicen», a las palabras del hablante, a las propias palabras dichas con anterioridad, a u n periódico, a u n a decisión, a u n docum ento, a u n libro, etc. La m ayor p arte de las inform aciones y de las opiniones no son com unicadas, generalm ente, en form a directa, com o propias, sino p o r referencia a u n a cierta fuente co m ú n no precisada: «he oído», «unos creen», «algunos piensan», etc. Tom em os u n caso m uy generalizado en la vida cotidiana: las conversaciones en u n a reunión; todas ellas se estructuran en base al relato, la in­ terp retació n y la valoración d e los diferentes discursos, reso­ luciones, enm iendas, propuestas rechazadas o aprobadas, etc. Así, siem pre se trata d e los hablantes y de sus palabras; ese tem a re to m a siem pre; o bien dirige directam ente el discurso, com o tem a principal, o ac o m p añ a el desarrollo d é otros tem as co­ rrientes. N o so n necesarios otros ejem plos acerca de la im portancia so­ cial del tem a del hablante. Es suficiente oír co n atención y m edi­ ta r en el discurso q u e suena por todas partes, para llegar a ta cons­ tatación de q u e en el habla coiriente de cualquier persona que vive en sociedad, la m itad de las palabras que p ro n u n cia son palabras ajenas (reconocidas com o tales), transm itidas en todos los grados posibles d e exactitud e im parcialidad (m ás exactam ente, de p ar­ cialidad). -

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N atu ralm en te, n o todas las palabras ajenas tran sm itid as po* d rian ser in tro d u cidas —e n caso d e ser escritas— en tre com illas. U n grado d e aislam iento y d e pureza d e la palabra ajena que, en el h ab la escrita, precise com illas (según la in ten ció n del m ism o hablante, d e có m o d eterm in a él m ism o ese grado), n o es n ad a fre­ cuente e n el h ab la corriente. £1 m od elam icn to sintáctico del discurso ajeno trasm itido, no se agota en n in g ú n caso co n los clichés gram aticales del discurso directo e indirecto: los procedim ientos para su introducción, su m odelación y m atización son m uy variados. Eso es necesario te ­ nerlo en cu e n ta p ara hacer u n a valoración ju s ta de n uestra a fir­ m ación en c u a n to a q u e no m enos d e la m itad d e todas las pala­ b ras p ro n u n ciad as en la vida de cada d ía son d e otro. Para el h abla corriente, el hab lan te y su palabra no constitu­ yen u n objeto d e representación artística, sino d e trasm isión prác­ tica interesada. P o r eso, no puede tratarse en este caso de form as d e representación, sino solam ente d e procedim ientos de trasm i­ sión. Tales procedim ientos son m uy variados, tan to en el sentido de la elaboración estilístico verbal del discurso ajeno, co m o con respecto a los p ro cedim ientos de en cu ad ram ien to interpretativo, d e reentendim iento y re-acentuación (desde la exactitud textual en la trasm isión, hasta la desnaturalización paródica p rem editada e in ten cio n ad a de la palabra ajen a y su deform ación^^. Es necesario ap u n tar lo siguiente: el hab la ajena introducida en u n contexto, sea cual sea la exactitud d e su trasm isión, se ve som etida siem p re a d eterm in ad as m o d ific a c ió n ^ sem ánticas. El co n tex to q u e ab arca la palabra ajena crea u n fo n d o dialógico q u e puede ten er u n a gran influencia. C on la ay u d a d e los correspondientes p ro ced im ientos d e en cuadram iento, pu ed en obtenerse transform aciones m uy im p o rtan tes del enu n ciad o ajeno citado exactam ente. U n p olem ista d e m ala fe y c o n habilidad sabe per­ fectam ente q u é fo ndo dialógico utilizar para desn atu ralizar el sentido de las palabras d e su adversario citadas exactam ente. Es­ p ecialm ente fácil es au m en tar, p o r m edio d e la in tlu e n cia contextu al, el grado d e objetualidad d e la palab ra ajena y provocar reac­ ciones dialógicas ligadas a la objetualidad; así, es m uy fácil tran sfo rm ar en cóm ico el enu n ciad o m ás seno. La palabra ajena, Son variados los medios para falsificar U palabra ^ e n a en el curso de su iransm iúón, para reducirla al absurdo a travte de su desarrollo postenor, de ia revelación de su contenido potencial. En este dominio, la retórica y el arte de la discusión —4(heurisLica>»~> aclaran algunos punios. -

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intro d u cid a en el contexto d e u n discurso, no establece u n con­ tacto m ecánico con ese contexto q u e la encuadra, sino q u e pasa a fo rm ar p arte d e u n a com binación quím ica (en el piano sem ántico y expresivo); el grado d e in flu en cia dialogística recíproca puede ser m uy grande. P o r eso, cu a n d o se estudian las diferentes form as de trasm isión del discurso ajeno, no pueden separarse los proce­ d im ientos d e m odelación d e ese discurso de los d e su encuadra* m ien to textual (dialógico); están estrecham ente ligados entre si. T anto la m odelación com o el encuadram iento del discurso ajeno (el contexto puede com enzar desde m ucho antes la preparación de la in tro d u cció n de ese discurso), expresan u n acto único de la posición dialógica frente al m ism o, q u e d eterm ina el carácter de su trasm isió n y todas las m odificaciones sem ánticas y d e acento que se producen e n el curso de tal transm isión. C om o hem os dicho, el hom bre hablante y su palabra en el h a­ bla corriente, sirven com o objeto para la transm isión práctica in ­ teresada, pero no para la representación. Tam bién el interés prác­ tico d eterm in a todas las form as corrientes de transm isión de la palabra 2^ cn a y de las m odificaciones de ésta ligada a dichas for­ m as, desde los m atices sem ánticos y de acento, hasta la d esnatu­ ralización externa y grosera del conjunto verbal. Pero, a la vez, tal o rien tació n h a d a la transm isión interesada no excluye algunos elem entos de representación. P orque para la valoración corriente y el descifram iento del sentido real de las palabras ajenas puede te n e r im po rtan cia d eterm in an te quién es el q u e está hablando, y e n q u é m edio concreto. L a com prensión y valoración corrientes no aíslan la palabra d e la personalidad, to talm en te concreta, del hab lan te (cosa q u e es posible en la esfera ideológica). Son m uy im p o rtan tes, adem ás, todas las circunstancias d e la conversación: q u ién estaba presente, q u é expresión tenía, la m ím ica del h a­ blante, cuáles era n los m atices d e su entonación. E n la transm i­ sión corriente de la palabra ajena pueden ser representados y hasta sim ulados (desde la reproducción exacta hasta la im itación p aró ­ d ica y la exageración d e los gestos y de la entonación), to d o ei aco m pañam iento de la palabra y la personalidad del haU ante. Esa representación está, sin em bargo, subordinada a los objetivos de la trasm isión práctica interesada, y d eterm in ad a com pletam ente p or dichos objetivos. N aturalm ente, no es necesario hablar aquí d e la im agen artística del hablante y de su palabra, y m enos to­ davía de la im agen del lenguaje. Sin em bargo, en las narraciones corrientes coherentes acerca del hablante pu ed en advertirse ya los -

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procedim ientos artísticos prosísticos d e la representación bivocal, y hasta bilingüe» de la palabra ajena. En la vida d e ca d a día» esas conversaciones sobre la gente que habla y sobre la p alab ra ajena n o salen d¿l m arco d e los rasgos superficiales de )a palabra, de su peso -~-por decirlo sí— de cir­ cunstancias; n o en tra n en juego los estratos sem ánticos y expresivos m ás p ro fu n d os de la palabra. U n a significación completa* m ente distinta adquiere el tem a del hablante en el curso ideológico de n u estra conciencia, en el proceso de im plicación del m ism o en el universo ideológico. El proceso de form ación ideológica dcl h o m b re es — bajo esa luz— u n proceso d e asimidación selectiva de las palabras ajenas. El estudio d e las disciplinas filológicas conoce dos m odos es­ colares fundam entales de trasm isión asim ilativa del discurso ^jeno (del texto, de la regla, del m odelo): «de m em oria» y «con sus p ro ­ pias palabras». Este últim o m odo plantea, a peq u eñ a escala» un problem a estilístico, artístico-prosistico: la n arración del texto con sus propias palabras es, hasta cierto p u n to u n a n arración bivocal acerca d e la palab ra ajena, ya que las «propias palabras» n o deben diluir p o r com pleto la especificidad de las ajenas; la narración «con sus propias palabras» debe d e ten er u n carácter m ixto, rep ro d u ­ ciendo en las partes necesarias el estilo y las expresiones del texto reproducido. Este segundo m odo d e reproducción escolar de la palabra ajena «con sus propias palabras», incluye en sí to d a u n a serie d e variantes d e la reproducción asim ilativa d e la palabra ajena, en función del carácter del texto asim ilado, y d e los obje­ tivos pedagógicos relativos a la com prensión y valoración d e éste. La asim ilación d e la palabra ajen a to m a una significación m ás p ro fu n d a e im p o rtan te en ei proceso d e form ación ideológica del hombre» en el sentido pro p io de la palabra. L a palabra ajena ya no aparece aq u í en calidad d e inform ación, de indicación, d e re­ gla, de m odelo, etc.; tiende a d efin ir las bases m ism as d e nuestra a c titu d ideológica an te el m u n d o , y de nuestra conducta; aparece en este caso en calidad d e palabra autoritaria e intrinsicam ente convincente. A pesar d e las diferencias profundas en tre estas dos categorías d e palab ra ajena, pueden unirse am bas en u n a sola p a­ labra, q u e es tam b ién , al m ism o tiem po, autoritaria e intrínseca­ m en te convincente. Pero tal u n ió n se d a raras veces; en general, el desarrollo ideológico del proceso de form ación se caracteriza precisam ente p o r u n a divergencia term in an te entre esas dos ca­ tegorías: la palabra au to ritaria (religiosa, política, m oral; ia pala­ -

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b ra del padre» d e los adultos, de los profesores, etc.) carece para la conciencia de convicción intrínseca; y la palabra intrínsecam ente convincente, carece dc autoridad, no está sostenida por ninguna autoridad, carece con frecuencia de reconocim iento social (de la opinión pública, d e la ciencia oficial, de la crítica) y hasta de legitim idad. El co n flicto y las relaciones dialogísticas entre estas ca­ tegorías de palab ra ideológica condicionan generalm ente la his­ to ria de la conciencia ideológica individual. La palabra auto ritaria pide ser reconocida y asim ilada p o r n o ­ sotros, se n o s im pone con independencia del grado de persuasión interna dc la m ism a en lo q u e nos concierne; la encontram os aso­ ciada con an terioridad a la autoridad. L a palabra autoritaria se encuentra en u n a zona alejada, orgánicam ente ligada al pasado jerárquico. Es, p or decirlo así, la palabra d e los antepasados. Fue reconocida ya en el pasado. Es u n a palabra preexistente. N o debe ser elegida entre palabras idénticas. V iene d ad a (suena) en u n a es­ fera elevada, no en la esfera del contacto familiar. S u lenguaje es especial (por decirlo así, hierático). P uede convertirse en objeto de profanación. Está em parentada con el Tabú, con el nom bre q u e no puede ser p ro n u nciado en vano. No podem os analizar aquí las diversas variantes d e la palabra autoritaria (p o r ejem plo, la autoridad del dogm a religioso, ia au ­ toridad científica reconocida, la autoridad d e u n libro de m oda), ni tam poco los grados d e autoridad d e la m ism a. Para lo q u e nos interesa, sólam ente son im portantes las particularidades form ales d e la reproducción y la representación de la palabra autoritaria, com unes a todas sus variantes y grados. La un ió n d e la palabra con la autoridad (independientem ente d e que la reconozcam os o no) crea su separación y aislam iento específicos. P id e u n d istanciam iento con respecto a ella m ism a (este distanciam iento puede ser m atizado positiva y negativa­ m ente; n u estra actitud puede ser r e ^ t u c » a u hostil). L a palabra autoritaria puede organizar en to m o suyo gran n úm ero d e otras palabras (q u e la interpretan, ia alaban, la aplican de diferentes m aneras, etc.); pero no se u n e a las m ism as (por ejem plo, p o r in­ term edio d e la transición gradual), perm aneciendo aislada p o r com pleto, com p acta e inerte: por decirlo así, n o sólo requiere co­ millas, sino tam b ién u n a diferenciación m onum ental: por ejem ­ plo, letras espcciales^^. Es m uy difícil introducir en ella cam bios ” Frecuentemente, la palabra autoritaria es una palabra ajena en lengua s^ena —

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sem ánticos con la ayuda del contexto que la encuadra: su estruc­ tu ra sem ántica es inam ovible e inerte por estar acabada y ser m onosem ántica, su sentido queda ligado a la letra, se petrifica. La palabra autoritaria pide de nosotros u n reconocim iento ab­ soluto, y no una dom inación y asim ilación libres, con nuestras propias palabras. P or eso no adm ite ningún tipo de juego en el contexto que la encuadra o en sus fronteras, ningún tipo d e tran ­ sición gradual y Ubil, de variaciones estilizantes libres, creadoras. E ntra en nuestra conciencia verbal com o u n a m asa com pacta, in­ divisible, debe ser aprobada por com pleto o rechazada del todo. Se ha unido indisolublem ente a la autoridad (el poder político, la institución, la persona), y se m antiene y cae ju n to con ésta. N o puede ser dividida: no es posible aceptar p arte de una, sólo la m i­ tad de o tra, y rechazar totalm ente u n a tercera. Por eso tam bién perm anece fija, en el transcurso de su existencia, la distancia con respecto a la palabra autoritaria: es im posible en este caso el juego de distancias — de uniones y separaciones, de acercam iento y alejam iento. Todo esto determ ina tan to la especificidad de los m edios con­ cretos de form ación de la palabra autoritaria m ism a en el trans­ curso de su reproducción, com o la especificidad de los m edios para su encuadram iento en el contexto. L a zona d e ese contexto debe ser tam b ién u n a zona alejada, p o r ser im posible ahí u n contexto familiar. El q u e percibe y entiende es u n descendiente lejano; no hay discusión. Eso d efin e tam bién el papel virtual de la palabra autoritaria en la creación artística en prosa. La palabra autoritaria no se re­ presenta, sino que, sólam ente, se transm ite. Su inercia, su perfec­ ción sem ántica y su petrificación, su afectado aislam iento ex­ terno, el hecho de que rechace todo desarrollo librem ente estilizante, excluye la posibilidad de u n a representación artística de la palabra autoritaria. En la novela, su papel es m inúsculo. N o puede ser esencialm ente bivocal y form ar parte de construcciones híbridas. C u ando pierde definitivam ente su autoridad, se con* vierte, sim plem ente, en u n objeto, en u n a reliquia, en u n a cosa. E n tra com o cuerpo ajeno en el contexto artístico; no existen en to m o suyo los juegos ni las em ociones plurilingües; no hay a su alrededor u n a vida dialogística agitada y d e sonoridades m últi(cfr.. por ejemplo, los (exios religiosos en lenguas ajenas en la mayoría de los pue­ blos). —

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pies, el contexto muere» se secan las palabras. Por eso ha fraca­ sado siem pre en la novela la im agen d e la verdad y de la vida o fi­ cial-autoritaria (m onárquica, clerical, burocrática, m oral, etc.). Basta recordar los intentos sin éxito de G ógol y Dostoïevski. Y precisam ente p o r eso, el texto autoritario queda siem pre en la no­ vela com o u n a cita m uerta desprendida del contexto artístico (por ejm plo, los textos evangélicos del final de la novela de Tolstói Áesurrección^^. Las palabras autoritarias pueden dar form a a contenidos di­ versos; la autoridad com o tal, el autoritarism o, el tradicionalism o, el universalism o, la oficialidad. Esas palabras pueden tener zonas diferentes (una cierta distancia de la zona d e contacto), y diferen­ tes relaciones con el oyente-receptor sobreentendido (un fondo aperceptivo supuesto por la palabra, u n cierto grado de recipro­ cidad, etc.). En ia historia del lenguaje literario tiene lugar una lucha entre lo que es oficial y lo q u e está alejado de la zona d e contacto; una lucha en tre los diversos aspectos y grados de autoridad. De esa m anera se realiza la incorporación de la palabra a la zo n a d e con­ tacto, y las m odificaciones sem ánticas y expresivas (entonativas) ligadas a ella: el debilitam iento y la am inoración de la m etáfora, ia m aterialización, la concreción, el descenso al nivel de lo coti­ diano, etc. Todo esto ha sido estudiado en el plano psicológico, pero no desde el punto de vista de su m odelado verbal en un po­ sible m onólogo interior del hom bre en proceso de form ación, el m onólogo de toda u n a vida. N os hallam os aquí ante el com plejo problem a de las form as de ese m onólogo (dialogizado). Posibilidades totalm ente distintas revela la palabra ideológica ajena, intrínsecam ente convincente y reconocida por nosotros. A ella corresponde el valor definitorio en el proceso de form ación ideológica de la conciencia individual; la conciencia, para vivir una vida ideológica independiente, se despierta en el universo de pa< labras ajenas que la rodean, de las que no se separa inicialm ente; la diferencia entre la palabra propia y la palabra ajena, entre el pensam iento propio y el ajeno, aparece bastante tarde. C uando em pieza la a c tiv i^ d del pensam iento independiente que diferen­ cia y selecciona, ya se había producido con anterioridad la sepa^ Al hacer el análisis concreto de la palabra auiorítaría en la novela, es necesario lener en cuenta que la palabra puramente auiohtaría puede ser, en otra 6poea, una palabra inlrfnüecamenie convincente; afecta especialmenie a La moral. —

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ración d e la palabra intrínsecam ente convincente y ia palabra au ­ to ritaria e im p u esta —así co m o la m asa d e palabras indiferen­ tes q u e n o atraen nuestra curiosidad. A diferencia de la patabra auto ritaria extem a, la palabra intrínsecam iente convincente se entrelaza estrecham ente —en el curso de su asim ilación positi­ v a-^ co n «su propia palabra»^ ^ E n la existencia cotidiana de n u estra conciencia, la palabra intrínsecam ente convincente es sem inuestra, sem iajcna. Su productividad creadora está preci­ sam ente en el hecho de q u e provoca un pensam iento in d ep en ­ d iente y u n a n ueva palabra independiente; organiza desde el in te­ rior la m asa de nuestras palabras, pero sin quedarse en situación de aislam iento e inm ovilidad. C on todo, n o es in terp retad a por nosotros, sino q u e se desarrolla librem ente todavía m ás, se adap­ ta a u n nuevo m aterial, a nuevas circunstancias, se autoesclarece co n nuevos contextos. M ás aú n , en tra en interacción intensa y en lucha co n otras palabras intrínsecam ente convincentes. N u estro proceso de form ación ideológica es precisam ente la lu ch a intensa en nuestro interior p o r la suprem acía d e los diver­ sos p u n to s de vista ideológico-verbales, los m odos d e enfoque, las oríentaciones, las valoraciones. L a estructura sem ántica de la palabra in trínsecam ente convincente n o es acabada, sino abierta; es capaz de descubrir, en cada nu ev o contexto d ialó ^co , nuevas posibilidades sem ánticas. La palab ra in trínsecam ente convincente es u n a palabra con­ tem po rán ea, n acida en la zo n a de contacto co n la contem po­ ran eid ad en desarrollo, no term inada o contem poraneizada; va dirigida al co n tem poráneo, y al descendiente en tan to que contem poráneo; viene constituida por u n a concepción especial del oyentc-lector-entendedor. C ada palabra im plica u n a cierta con­ cepción del oyente, de su fondo aperceptivo, del grado d e reac­ ción, u n a cierta distancia. Todo esto es m uy im p o rtan te para la com p ren sió n d e la vida históríca d e la palabra. La ignorancia de 'tales elem entos y m atices conduce a la m aterialización de la pa­ lab ra (a la extinción de su carácter dialogístico natural). Todo eso d eterm in a los m edios de m odelación d e la palabra in trínsecam ente convincente en el curso de su trasm isión, y los m edios de su en cu ad ram ien to e n el contexto. Y los respectivos m edios d a n lugar a u n a interacción m áxim a de la palabra ajena Pues la palabra propia se dabora gradual y lentamente a partir de las palabras ajenas reconocidas y asimiladas, y, en un pñticipio, casi no se distinguen las fron­ teras entre ellas. —

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con cl contexto, a su recíproca influencia dialogizante, al desarro’ lio libre, creativo, de la palabra ajena, a la graduación de la m u ­ tación, al ju ego de fronteras, al distanciam iento en la preparación de la in tro d u cció n d e la palabra ajena p o r el contexto (su «tem a» p uede em pezar a so n ar en el contexto m u ch o antes d e la apari­ ción de la palabra m ism a), y a o tras particularidades q u e expresan la esencia m ism a de la palabra intrínsecam ente convincente: su carácter sem ánticam ente abierto para nosotros, su capacidad para seguir teniendo u n a vida creativa en el contexto de nuestra con­ ciencia ideológica, el carácter dilatado, inagotable d e n uestra re­ lació n dialogística con ella. Todavía n o sabem os d e la m ism a todo lo que nos puede decir, la introducim os en nuevos contextos, la aplicam os a u n nuevo m aterial, la ponem os en u n a nueva situa­ ción para obtener d e ella nuevas respuestas, nuevas facetas en cu an to a su sentido y nuevas palabras propias (porque la palabra ajena productiva, genera en respuesta, d e m anera dialogística, n u estra n ueva palabra). Los m edios de elaboración y encuadram iento de la palabra in ­ trínsecam ente convincente pueden ser ta n elásticos y dinám icos, co m o p ara hacerla, literalm ente, om nipresente en el contexto; in ­ corporando todos sus to n o s específicos, separándose d e vez en cu ando y m ateríalizándose enteram ente en la palabra ajena, ais­ lada y subrayada (cfr. las zonas d e los héroes). Tales variaciones al tem a d e la palabra ajena están m uy generalizadas en todos los do­ m inios de la creación ideológica, incluso en el dom in io especial de las ciencias. Así es to d a exposición creativa, hecha con talento, d e opiniones ajenas im portantes: perm ite siem pre variaciones es* tilisticas libres d c la palabra ajena, expone la idea ajena en su m ism o estilo, aplicándola a u n nuevo m aterial, a otro m odo de exponer el problem a; experim enta y obtiene respuestas en el len ­ guaje del discurso ajeno. O bservam os análogos fenóm enos en otros casos m enos evi­ dentes. E n tran aq u í, en prim er lugar, to d o s los casos de fuerte in­ fluencia en u n au to r dado d e la palabra ajena. El descubrim iento de tales in fluencias se reduce precisam ente a la revelación d e esa existencia sem iescondida dc la palabra ajena dentro del nuevo contexto dcl au to r respectivo. C uando la in flu en cia es profunda y productiva n o se trata de u n a im itación externa, d e u n a simple reproducción, sino de u n desarrollo creativo de la palabra ajena (con m ay o r precisión, de la palabra sem iajena), d entro del nuevo contexto y en nuevas condiciones. —

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£ n todos estos casos, n o se tra ta solam ente d e form as de tran s­ m isión d e la palab ra ajena: en estas form as están tam b ién siem pre presentes los gérm enes de su representación artística. A n te un d e ­ term in ad o cam b io del objeto, a u n q u e sea peq u eñ o , la palab ra in> trín secam en te co n vincente se convierte co n facilidad e n objeto de representación artística. Y la im agen del hablante se une esencial y o rgánicam ente a d eterm inadas variantes d e la palabra intrínseca­ m en te convincente: a la palabra ética (la im agen del h o m bre ju s ­ to), la filo só fica (la im agen del sabio), la social-poUtica (la im agen del líder). D esa n o lla n d o y experim entando a través d e la estiliza­ ción creativa d e la palabra ajena, trata n de adivinar e im aginar có^ m o se co m p o rtará el hom bre autoritario en determ inadas circuns­ tancias, y có m o esclarecerá esas circunstancias co n su palabra. En tal descifram iento experim ental, la fig u ra del hablante y su pala­ bra se co n v ierten en objeto de la im aginación artístico-creadora^^. Esa objetivación, escrutadora de la palabra intrínsecam ente convincente y de la im agen del hablante, adquiere u n a im p o rtan ­ cia especialm ente grande c u a n d o com ienza la lu ch a con ellas, cu ando, m ediante tal objetivación, se in te n ta escapar a su in­ fluencia, o, incluso, desenm ascararlas. L a im p o rtan cia de ese pro­ ceso de lu ch a co n la palabra ajen a y su in flu en cia es en o rm e en la historia del proceso ideológico de form ación d e la conciencia individual. L a palabra propia y la voz propia, nacidas d e la pala* b ra ajena o estim uladas dialogísticam ente por ella, com ienzan a liberarse, m ás tem p ra n o o m ás tarde, d e su dom inio. £] proceso se com plica ad em ás p o r el hecho de q u e distintas voces ajenas en­ tra n en lu ch a p or in flu ir en la conciencia individual (de la m ism a m an era que lu ch an tam b ién en la realidad social q u e las rodea). Todo esto, al diferenciar la palabra ajena, crea u n terreno favora­ ble para su objetivación. C o n tin ú a la conversación con esa pala­ b ra intrínsecam ente convincente, desenm ascarada, pero to m a otro carácter: es interro gada y colocada en u n a nu ev a situación a fin de d escubrir sus aspectos débiles, de so n d ear sus lím ites, de per> cibir su objetualidad. P o r eso, tal estilización se convierte frecuen­ tem en te en paródica, au n q u e n o en groseram ente paródica ), en el plano ético (el juicio del otro, el reconoci­ m ien to o n o reconocim iento por parte del otro), y, finalm ente, en el p lano ideológico (la concepción de los héroes com o diálogo im ­ perfecto e im perfectible). Los enunciados de los héroes de D os­ toïevski constituyen la arena d e u n a lucha sin salida con la pala­ bra ajena, en todas las esferas de la vida y de la creación ideológica. Por eso, tales enunciados pueden servir de excelentes m odelos para ias m ás diversas form as de trasm isión y de encuadram iento de la palabra ajena. E n segundo lugar, las obras (novelas) de D os­ toïevski, son en su totalidad, en tan to que enunciados de su autor, diálogos, igualm ente sin salida, sin acabar internam ente, entre personajes (com o p u n to s d e vista q u e tienen form a) y entre el au ­ to r m ism o y sus héroes; la palabra del héroe n o vence hasta el fi­ nal, y q u ed a libre y clara (igual q u e la del a u to r m ism o). Las duras pruebas a las q u e se ven som etidos los héroes y sus palabras, aca­ badas desde el p u n to de vista argum entai, perm anecen interior­ m en te inacabadas y n o resueltas en las novelas de D ostoievski’^. E n la esfera de la palabra y del pensam iento ético y ju ríd ico es evidente la im p o rtan cia en o rm e del tem a del hablante. En ellos. Véase nuestro libro ripo&neMU TBop^ecrsa ^ocToeDCKoro («E*roblemas de la creación de Dostoïevski»), Ed. Priboi, 1929, Leningrado {en la segunda y tercera ediciones, «Problemas de la poética de Dostoicvskj», Ed. Soveiski pisatel. 1963 y Ed. Judozhestvennaia liieralura, 1972). En ¿I se preseman análisis estilísticos de los enunciados de los personajes, que revelan divenas formas de transmisión y rncuadram iento contextual. -

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el hablante y su palabra son el objeto principal del pensam iento y del discurso. Todas )as categorías principales de opinión y de va­ loración ética y ju rídica, se refieren ai hablante com o tal: la co n ­ ciencia (la «voz de la conciencia», «palabra interior»), el arrepen­ tim iento (ei reconocim iento libre p o r el hom bre m ism o), la verdad, la m entira, la responsabilidad, la capacidad de actuar, el derecho a voto, etc. La palabra autónom a, responsable y eficiente, cons­ tituye u n aspecto esencial del h om bre ético, ju ríd ico y politico. La prom oción d e esa palabra, su suscitación» su interpretación y va­ loración, el establecim iento de los lím ites y las form as d e su efi­ cacia (los derechos civiles y políticos), la confrontación d e volun­ tades y palabras diversas, etc., son actos q u e tienen, todos ellos, u n peso en o rm e en la esfera ética y jurídica. Basta con referirse, en la especial esfera de la jurisprudencia, ai papel de la elabora­ ción, el análisis y la interpretación de las declaraciones, las depo­ siciones, los convenios, los d o cu m en to s y o tro s aspectos del en u n ­ ciado ajeno; y, finalm ente, al papel de la interpretación de las leyes. Todo esto necesita ser estudiado. H a sido elaborada ia técnica jurídica (y ética) de ia actitu d a n te ia palabra ajena, del estableci­ m ien to de su autenticidad, del grado d e exactitud, etc., (p o r ejem ­ plo, la técnica del trabajo del notariado, etc.). Pero no se han planteado los problem as relacionados con los m edios d e elabora­ ción com positiva, estilística, sem ántica, etc. £1 p ro b lem a de la declaración en los casos judiciales y policia­ les (de sus m edios de coerción y de provocación) h a sido tratado sólo en el p lano ju rídico, ¿tico y psicológico. U n im p o rtan te m a­ terial p ara el p lan team iento de este problem a en el plano de la fi­ losofía del lenguaje (de ia palabra) nos lo ofrece D ostoievski (el p ro b lem a del p en sam iento auténtico, del deseo auténtico, del m o­ tivo au tén tico —p o r ejem plo, en Iván K aram ázov—, y de su re­ velación verbal; el papel del otro; el problem a d e la instrucción del sum ario, etc.). El hab lan te y su palabra, co m o objeto del pensam iento y del discurso, son tratados, en la esfera de la ética y del derecho, sólo en función del interés especial de esas esferas. A tales intereses y objetivos especiales les son subordinados todos los procedim ien­ tos d e trasm isión, elaboración y encuadram iento de la palabra ajena. Sin em bargo, tam bién aq u í son posibles elem entos de re­ presentación artística d e la palabra ajena, especialm ente en la es­ fera de 1a ética: p o r ejem plo, ia representación del conflicto entre la voz de la conciencia y otras voces del hom bre, el diálogo in-166



terno del arrepentim iento, etc. Los elem entos de la novela en prosa pued en ten er u n papel m uy im portante en los tratados de ética y, especialm ente, en la confesión: por ejemplo, en Epicteto, en M arco Aurelio, en Agustín, en Petrarca, encontram os gérm enes d e «no­ vela expenm ental» y de «novela pedagógica)». L a im portancia d e nuestro>tema es a ú n m ayor en la esfera del p en sam iento religioso y de la palabra religiosa (m itológica, mis* tica, mágica). El objeto principal de esa palabra es u n ser q u e ha­ bla: u n a divinidad, u n dem onio, u n adivino, u n profeta. En ge­ neral, el pensam iento m itológico n o conoce cosas inanim adas y sin habla. La ad iv inación d e la voluntad de la divinidad o del de­ m onio (benéfico o m aléfico), la interpretación de los signos de ira o de benevolencia, de ias señales y las indicaciones, y, finalm ente, la transm isión e interpretación de las palabras directas de la divi­ n id ad (revelación), de los adivinos, de ios santos, de los profetas; la transm isión e interpretación, en general, de la palabra sagrada (a diferencia de !a profana), son, todos ellos, los actos m ás im p o r­ tan tes del pensam iento religioso y de la palabra religiosa. Todos los sistem as religiosos, incluso los prim itivos, disponen de un en o rm e ap arato m etodológico especial para la trasm isión e inter­ pretación d e los diversos aspectos d e la palabra divina (herm enéu­ tica). Algo diferentes están las cosas en el pensam iento científico. E n él es relativam ente pequeño el peso específico del tem a de la pa­ labra. Las ciencias m atem áticas y naturales n o conocen la palabra com o objeto de orientación. En el proceso del trabajo científico existen situaciones en las que hay que trabajar con la palabra ajena: co n los trabajos de los predecesores, con los juicios de los criticos, co n la opinión general, etc.; o bien, con diversas formas d e tran s­ m isión e interpretación de la palabra ajena —el conflicto co n la palabra autoritaria, la superación de las influencias, la polém ica, las referencias y las citas, etc.—; pero todo esto rem ite al proceso d e trab ajo y n o se refiere aJ contenido objetual de la ciencia, en el cual n o en tran , com o es natural, el hablante y su palabra. Todo el ap arato m etodológico de las ciencias m atem áticas y naturales está orientado hacia la d o m inación del objeto m aterial, m udo, q u e no se revela en la palabra, que no com unica nada sobre s i m ism o. A quí el conocim iento no está ligado a la consecución e interpre­ tación de las palabras o los signos del objeto cognoscible. E n las ciencias hum anísticas, a diferencia d e las ciencias na­ turales y m atem áticas, aparece el problem a específico de la re­ -

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constitución, la transm isión e interpretación de las palabras ajenas (por ejem plo, el p ro blem a de las fuentes en la m etodología d e las disciplinas históricas). E n las disciplinas filológicas, el hab lan te y su palab ra representan el principal objeto del conocim iento. L a filología tiene m etas específicas y m odos propios d e abor­ dar su o b jeto —el hablante y su palab ra— , q u e d eterm in a todas las form as de transm isión y representación d e la palabra ajena (por ejem plo, la p alab ra com o objeto d e la historia d e la lengua). Sin em bargo, en ei m arco d e las ciencias hum anísticas (y en el d e la filología en sentido restringido), son posibles dos m an eras de ab o rd ar la palabra ajena com o objeto del conocim iento. I..a palab ra p uede ser percibida del to d o objetualm ente (en esencia, co m o u n a cosa). Asi sucede en la m ayoría d e las discipli­ nas lingüísticas. E n esa palabra objetivada, está tam b ién m ateria­ lizado el sentido; n o puede beneficiarse d e u n enfoque dialogís­ tico, in m an en te a toda com prensión profunda y actual. P o r eso, la com p ren sió n es aq u í abstracta: se aleja p o r com pleto d e la sig­ n ificació n ideológica viva d e la palabra: d e su autenticidad o de su falsedad, de su im p o rtan cia o de su insignificancia, d e su be­ lleza o de su fealdad. £1 co n ocim iento d e tal palabra objetual, m a­ terializada, carece de p enetración dialogística en sentido cognos­ citivo; con tal palab ra n o se puede conversar. C o n to d o esto, la p enetración dialogística es obligatoria en fi­ lología (pues sin ella es im posible to d a com prensión): revela en la palab ra nuevos elem entos (sem ánticos, en sentido am plio); nue* vos elem entos que luego, al ser descubiertos p o r vía dialogística, se m aterializan. Todo progreso de la ciencia d e la palabra, va pre> cedido de u n «estadio genial» de la m ism a —u n a ac titu d aguda­ m ente dialogística an te la palabra, que descubre en ella nuevos as­ pectos. E s necesario, precisam ente, u n enfoque m ás concreto, q u e no haga abstracción d e la significación ideológica actual de la pala..bra, y q u e co m b in e la objetividad del en ten d im ien to con su vi­ vacidad y p ro fu n d idad dialogística. E n el d o m in io d e la poética, de la historia d e la literatu ra (en general, d e la historia de las ideo­ logías), así co m o , en gran m edida, d e la filosofía d e la palabra, es im posible o tro enfoque: en estos dom inios, ni el positivism o más estricto y ro m o p uede tra ta r a la palabra co n desprecio, de ma^ ñera neutral, com o a u n a cosa, y se ve obligado a h ab lar no sóla­ m en te de la palabra, sino tam bién con la palabra, para penetrar en su sentido ideológico, accesible únicam ente al entendim iento —

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dialogístico, q u e incluye ta n to la valoración com o la respuesta. Las form as d c tran sm isión e interpretación q u e realiza ese entendió m ien to dialógico de la palabra, cu an d o tal en tendim iento es pro^ fu n d o y vivo, p u eden, en m edida aprecíable, acercarse a la representación literaria bivocai de la palabra ajena. Es necesario señalar tam bién q u e la novela incluye siem pre en sí m ism a u n elem ento de conocim iento de la palabra ajena representada p o r ella. F in alm en te, algunas palabras acerca de la im portancia de nuestro tem a p ara los géneros retóricos. Sin d u d a alguna, el h a­ blante y su palabra constituyen u n o d e los objetos m ás im portantes del discurso retórico (en éste todos los d em ás tem as van ta m ­ bién inevitablem ente acom pañados del tem a d e la palabra). La palabra retórica, p o r ejem plo en la retórica judicial, acusa o de­ fien d e al hablante responsable, basándose, al m ism o tiem po, en sus palabras, interpretándolas, polem izando con ellas, reconstru­ y en d o creadoram ente la posible palabra del inculpado o del de* fendido (tal creación libre d c las palabras n o pronunciadas, a ve­ ces d e discursos en teros —«com o hubiera dicho» o «com o diría» el acusado— , es u n o de los procedim ientos m ás generalizados en la antigua retórica), trata n d o de anticipar las posibles objeciones, transm itiendo y confrontando las palabras de los testigos, etc. En la retórica política, la palabra apoya, por ejem plo, u n a candidatura, representa la personalidad del candidato, expone y defiende su p u n to de vista, sus prom esas verbales; en caso contrario, protesta co n tra algún decreto, alguna ley, alguna orden, alguna declara­ ción, algún discurso, es decir, contra unos enunciados verbales h a­ cia los que está o rientada dialogísticam ente la palabra. H1 discurso periodístico tam bién tiene que ver con la palabra y con el h om bre com o p o rtad o r d e la palabra: critica un en u n ­ ciado, u n artículo, u n p u n to de vista, polem iza, desenm ascara, ri­ diculiza, etc. Si analiza u n hecho, le descubre entonces las m oti­ vaciones verbales, el p u n to d e vista en q u e se basa, fonnulándose verbalm ente con el correspondiente acento: irónico, indignado, etc. N atu ralm en te, esto n o significa que la retórica, m ás allá d e la pa­ labra. olvide el problem a, el hecho, la realidad extraverbal. trata con el h o m b re social, cada u n o d e cuyos actos esenciales es interp retad o ideológicam ente a través de la palabra o está direc­ tam en te p ersonificado en ella. Es tan grande en la retórica la im portancia com o objeto de la p alab ra ajena que, a m enudo, la palabra trata de sim ular y susti­ tu ir la realidad; al m ism o tiem po, la palabra m ism a pierde am pli­ —

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tu d y profundidad. La retórica se lim ita, frecuentem ente, a victorías puram ente verbales sobre la palabra; en ese caso, degenera en juego verbal formalista. Pero, repetim os, es nociva para la palabra misma la ruptura de la palabra con la realidad; se m archita, pierde su profundidad sem ántica y su movilidad, la capacidad de ensan­ char y renovar su sentido en contextos nuevos y vivos; en esencia, m uere com o palabra, porque la palabra significativa vive fuera de sí, esto es, a través de su orientación h a d a el exteríor. Sin em ­ bargo, una concentración exclusiva en la palabra ajena com o o b ' jeto, no supone en si tal ruptura d e la palabra con la realidad. Los géneros retóricos conocen las formas m ás diversas de tras­ misión de la palabra ajena, y, en la m ayoría de los casos, son for­ mas claram ente dialogizadas. La retórica utiliza am pliam ente las reacentuaciones fuertes de las palabras transm itidas (frecuente­ m ente, hasta desnaturalizarlas por com pleto) por m edio del co­ rrespondiente encuadram iento en el contexto. Los géneros retó­ ricos constituyen u n materia] especialm ente fértil para el estudio de las diversas formas de trasm isión de las palabras ajenas, de los diversos procedim ientos para su form ación y encuadram iento. En el terreno de la retórica, tam bién es posible la representación ar­ tística en prosa del hablante y de su palabra; pero pocas veces se m anifiesta profunda la bivocalidad retórica de tales representa­ ciones: no introduce sus raíces en el carácter dialógico del len­ guaje en proceso de formación, no se construye sobre la base de un plurilingüism o sustancial, sino de la discordancia; es abstracta en la m ayoría de los casos, y está som etida a una delim itación y división, p o r com pleto formales, de las voces. Por eso, es necesa­ rio hablar de una bivocalidad reórica especial, diferente de la au ­ téntica bivocalidad de la prosa literaria, o, dicho de otra m anera, de la trasm isión retórica bivocal de la palabra ajena (aunque no le falten los elem entos artísticos), diferente de la representación bi­ vocal en la novela por tener com o objetivo la im agen d el len­ guaje. Esta es la significación del tem a del hablante y su palabra en todos los dom inios de la existencia y de la vida ideológico-verbai. Sobre la base de lo dicho puede afirm arse que existe en la estruc­ tura de casi todo enunciado del hom bre social —desde la réplica corta del diálogo corriente hasta las grandes obras ideológico ver­ bales (literarias, científicas, etc.)— en form a abierta u oculta, una parte im portante de palabras ajenas transm itidas por u n procedi­ m iento u otro. En casi todo enunciado tiene lugar u n a interacción —

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tensa, u n a lucha entre la palabra propia y la ajena, u n proceso de delim jtación o de esclarecinuento dialogístico recíproco. De esta m anera, el enunciado es un organismo m ucho m ás com plejo y di­ nám ico dc lo que parece cuando sólo se tom a en consideración su orientación objetual y la expresividad univocal directa. Ei hecho de que sea la palabra u n o de los objetos principales del habla hum ana n o h a sido tenido en cuenta suficientem ente hasta ahora ni valorado en toda su fundam ental significación. No h a habido u n a com prensión filosófica am plia de todos los fenó­ m enos que form an parte de este problem a. N o se ha entendido la especificidad del objeto del discurso, que requiere la transm isión y reproducción dc la palabra ajena: sólo se puede hablar de la p a­ labra ajena con la ayuda de la palabra ajena m isma, aunque» es verdad, introduciendo en ella nuestras propias intenciones e ilu­ m inándola de m anera propia por el contexto. H ablar de la pala* bra com o de cualquier otro objeto, es decir, desde el punto de vista tem ático, sin transm isión dialogizada, sólo puede hacerse cuando esa palabra es puram ente objetual, m aterializada; así puede h a­ blarse de la palabra, p o r ejemplo, en la gramática, donde única­ m ente nos interesa la envoltura inerte, material, de 1a palabra.

Las m últiples form as de transm isión dialogística de la palabra ajena, elaboradas en la vida de cada día y en la com unicación ideológica extraliteraria, se utilizan de dos m aneras en la novela. En prim er lugar, son presentadas y reproducidas todas esas for­ m as en enunciados —costum bristas e ideológicos— de los perso* najes de la novela, así com o tam bién en géneros intercalados tales com o diarios, confesiones, artículos periodísticos, etc. En segundo lugar, todas las form as de transm isión dialogística deJ discurso ajeno pueden estar directam ente supedhadas a la tarea de repre­ sentación artística del hablante y de su palabra, teniendo com o objeto la im agen dcl lenguaje y sometiéndose, al m ism o tiempo, a u n a nueva reclaboración artística. ¿Es que consiste, por tanto, la diferencia principal entre esas formas extraliterarias de transm isión de la palabra ajena y de su representación artística en la novela? Todas esas formas convergen hacia el enunciado individual; incluso en los casos en que se acercan m ás a la representación ar­ tística, com o, p o r ejemplo, en algunos géneros retóricos bivocales (en las estilizaciones paródicas) se orientan hacia los enunciados -

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individuales. Estas son trasm isiones prácticam ente interesadas de enunciados ajenos aislados, que, en el m ejor d e los casos, son elevados a enunciados generales en u n m odo verbal ajeno, en tan to que socialm ente típico o característico. C entradas en la transm isión de cn u n d ad o s (aunque sea u n a transm isión libre y creadora), esas form as no tienden a ver y fijar en ios enunciados la im agen de un lenguaje social que se realiza en ellos, pero q u e n o se agota en ellos; se tra ta de la im a g en y no dei em pirism o positivo de ese lenguaje. En cada enunciado de toda novela auténtica, se perciben los ele> m entos de los lenguajes sociales, con su lógica y su necesidad in ­ trínseca. La i m a ^ n revela en este caso no sólo la realidad, sino tam bién las posibilidades del lenguaje dado, de ^ p o r dedrlo asi— sus lím ites ideales y su sentido unitario global, su verdad y su lim itación. P o r eso, la bivocalidad en la novela, a d iferen d a de las form as retóricas, etc., siem pre tiende al bilingüism o com o su lím ite. De­ bido a eso, tal bivocalidad no puede d e s a rro llá is ni en el m arco de las contradicciones lógicas, ni en el de las antítesis puram ente dram áticas. EUo determ ina la característica d e los diálogos nove­ lescos, que tienden hacia el lím ite de la incom prensión recíproca de los individuos que hablan diferentes lenguas. Es necesario subrayar aquí, u n a vez más, q u e p o r lenguaje so­ cial n o entendem os el conjunto d e características lingüísticas q u e determ inan la diferenciación y el aislam iento dialectológico dei lenguaje, sino el conjunto, concreto y vivo, d e características que conducen a su aislam iento social; aislam iento q u e puede tam bién realizarse en el m arco de un lenguaje único desde el p u n to de vista lingüístico, ya q u e está determ inado p o r m utaciones sem ánticas y selecciones lexicológicas. Estam os a n te u n a perspectiva socioUngüística concreta, q u e se aísla en el m arco de un lenguaje abs­ tracto único. Frecuentem ente, esa p e r f e c tiv a lingüística n o ad ­ m ite una d efin id ó n lingüística estricta, pero contiene la posibilidad d e un aislam iento posteríor dialectológico: es u n dialecto poten­ cial; su em brión no está todavía form ado. El lenguaje, en el curso de su existencia históríca, en su proceso d e form ación plurilingüe, está repleto de tales dialectos potenciales; éstos se entrecruzan de m anera vanada, no se desarrollan suficientem ente y m ueren; pero otros se desarrollan, convirtiéndose en lenguajes auténticos. RC' petim os: el lenguaje es históricam ente real com o proceso de for­ m ación plurílingúe que está lleno de lenguajes futuros y pasados; d e aristócratas lingüísticos, presuntuosos, q u e van desapare­ —

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ciendo; dc advenedizos lingüísticos; de innum erables pretendien­ tes, m ás o m enos afortunados, al rango de lenguajes, con u n ho> rizonte social d e m ayor o m en o r am plitud, con divenas esferas ideológicas de aplicación. L a im agen en la novela de tal lenguaje es la im agen de u n ho­ rizonte so d al, de u n idcologem a social unido a su palabra, a su lenguaje. Por eso, una tal im agen no puede ser formalista, ni puede ser un juego form alista el juego artístico con tal lenguaje. Las par< ticularidades form ales de lenguajes, m aneras y estilos son, en la novela, sím bolos de los horizontes sociales. E n ella se utilizan fre­ cuentem ente las particularidades lingüísticas externas com o ca­ racterísticas auxiliares de diferenciación sociolingüística; incluso, algunas veces, bajo la form a de com entarios directos del au to r al discurso de los héroes. P or ejem plo, Turguéniev, en Padres e hi­ jos, da algunas veces tales indicaciones acerca de la especificidad de la utilización de las palabras o de la pronunciación de sus per­ sonajes (m uy características desde el p u n to de vista históríco-so* cial). Así, la distinta pronunciación de la palabra «principios» es en esta novela la característica que diferencia distintos m undos histórico-culturales y sociales: el m undo de la cultura señorial de los terratenientes d e los años veinte al treinta del siglo pasado, for­ m ado en el espíritu de la literatura francesa, ajena al latín y a la ciencia alem ana, y el m u n d o de los intelectualcs-rúznoc/{m(i>’* de los años cincuenta, donde el tono lo daban los sem inaristas y m é­ dicos educados en el espíritu dei latín y de la ciencia alem ana. La pronunciación d ura, latino-alem ana, de la palabra p rintsipy (principios) h a vencido en la lengua rusa. Péro tam bién h a enrai­ zado en los géneros inferiores y m edianos del lenguaje literario la m anera que tenía K ukshina de utilizar las palabras —decía «se­ ñor» en lugar de «hom bre». Tales observaciones externas y directas acerca de las particu­ laridades de los lenguajes de los personajes son características del género novelesco; pero, com o es natural, no se construye con ellas la im agen del lenguaje en la novela. Esas observaciones son p u ­ ram ente objetuales: la palabra del au to r no interesa en este caso sino al exterior del lenguaje, caracterizado com o u n a cosa; no existe aq u í el típico dialogism o interno de la im agen del lenguaje. ' Raznochineis: intelectual que no pertenec/a a la nobleza en Ib Ru.«a de los si­ glos xvui y xtx. (N. de ios T) -

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L a au tén tica im agen del lenguaje tiene siem pre co n to m o s dialo­ gísticos bivocales y bilingües (por ejem plo, las zonas de los héroes, acerca de las cuales hem os hablado en el capitulo anterior). El papel del contexto q u e encu ad ra el discurso representado tiene u n a im p o rtan cia de p rim er orden para la creación de la im a­ gen del lenguaje. El contexto que encuadra, labra, com o el cincel del escultor^ los co n to rn o s del discurso ajeno, tallando la im agen del lenguaje a p artir del em pirism o b ru to d e la vida verbal; une y co m bin a ia aspiración in tern a del lenguaje representado co n sus definiciones objetuales externas. La palabra del autor, que repre­ senta y en cu ad ra el discurso ajeno, crea para éste u n a perspectiva, distribuye las som bras y las luces, crea la situación y todas las co n ­ diciones p ara la resonancia del m ism o; finalm ente, se introduce en él desde d en tro , introduce en él sus acentos y expresiones, crea p ara él u n fondo dialógico. G racias a esa capacidad del lenguaje, q u e representa otro len­ guaje, de reso n ar sim ultáneam ente en su exterior y en su interior, de hab lar sobre él y, al m ism o tiem po, com o él y con él, y, por o tra parte, de servir —gracias a la capacidad del lenguaje repre­ sentado— d e objeto d e la representación y, a la vez, hablar él m ism o, p u eden ser creadas las im ágenes especificam ente noveles­ cas del lenguaje. P or eso, el lenguaje representado, para el co n ­ texto de en cu ad ram ien to del autor, no puede ser en m odo alguno u n a cosa, u n objeto m u d o y dócil del discurso, q u e q u ed a fuera de éste al igual que cualquier otro objeto.

Todos los p ro cedim ientos d e creación de la im agen del len­ guaje en la novela pueden ser incluidos en tres categorias princi­ pales: 1) H ibridación; 2) correlación dialogística d e los lenguajes; y 3) diálogos puros. Estas tres categorías de procedim ientos sólo pueden ser sepa­ radas teóricam ente; en el tejido artístico unitario de la im agen es­ tá n estrecham ente entrelazadas. ¿Q ué es la hibridación? Es la m ezla d e dos lenguajes sociales en el m arco del m ism o enunciado; es el encuentro en la pista de ese en u n ciad o de dos conciencias lingüísticas separadas p o r la época o p or la diferenciación social (o por u n a y otra). E n la novela, esa m ezcla de dos lenguajes en el m arco del m ism o en u n ciad o es u n procedim iento artístico intencional (m ás exactam ente, u n sistem a de procedim ientos). Pero la hibridación —

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no intencionada, es u n a de las m odalidades principales de la co n ­ ciencia histórica y del proceso de form ación de los lenguajes. Se puede a firm a r ab iertam ente que la lengua y los lenguajes se m o­ d ifican básicam ente, desde el p u n to de vista histórico, por m edio de la hibridación, de la m ezcla de diversas «lenguas» q u e coexis­ ten en los lim ites de u n dialecto, de u n a lengua nacional, de u n a ram a, de un grupo de ram as o de diferentes grupos, tan to en el pasado histórico de las lenguas com o en el paleontológico; y el en u n ciad o siem pre sirve de recipiente de esa mezcla^^. La im agen artística del lenguaje debe ser, por su esencia, un híbrido lingúístico (intencional): en ella existen, obligatoriam ente, dos conciencias lingúísticas: la representada, y la que representa, p erteneciente a otro sistem a lingúístico. Pues si no se tratase de la existencia de la segunda conciencia que representa, de la segunda voluntad lingüística que representa, no estaríam os en ese caso ante u n a im a g en de lenguaje, sino sim plem ente an te un m odelo de lenguaje ajeno, auténtico o falso. La im agen del lenguaje, com o híbrido intencional, es, en pri­ m er lugar, un híbrido consciente (a diferencia del híbrido lingúís< tico histórico, orgánico e incom prensible); en eso precisam ente consiste la co m p rensión de u n lenguaje por otro, su ilum inación p or o tra conciencia lingüística. La im agen de un lenguaje puede construirse solam ente desde el p u n to de vista de otro lenguaje considerado com o norm a. P o r o tra parte, en u n híbrido intencional y consciente, no se m ezclan dos conciencias lingúísticas im personales (correlativas a dos lenguajes), sino dos conciencias lingúísticas individualizadas (correlativas a dos enunciados, y no solam ente a dos lenguajes) y dos voluntades lingúísticas individuales: la conciencia y la volun­ tad individual del autor, que representa tan to la conciencia com o la v o lu n tad lingüística individúalizada del personaje represen­ tado. D ado que los enunciados concretos, únicos, se construyen sobre la base de ese lenguaje representado, la conciencia lingüís­ tica representada ha d e estar obligatoriam ente en cam ad a en unos «autores»^^, que hablen el lenguaje dado, que construyan con él ^ Estos híbridos históricos inconscientes, en tanto que híbridos, son bilingües; pero, como es natural, monovocales. Es característica del sistema del lenguaje lite­ rario la hibridación semiorgánica, semiiniencional. Aunque esos «autores» hubieran sido im penonales, tendrían carácter de tipos, como ocurre en las estilizaciones de los lenguajes de los góneros y de la opinión ge­ neral. —

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enunciados, % p o r lo tan to , in tro d u zcan en la potencia del len­ guaje su v o lu n tad lingüística actualizadora. Así, en la realización del h íbrido artístico intencional y consciente, participan dos co n ­ ciencias, dos voluntades, dos voces y, e n consecuencia, dos acen­ tos. Pero, rem arcan do el aspecto individual en el híb rid o IntenciO'nal, es necesario subrayar u n a vez m ás, co n fuerza, q u e en el hí* b rid o literario novelesco, q u e construye la im a g en d e l lenguaje, el aspecto individual, necesario p a ra la actualización del lenguaje y p ara su su b o rd in ación al to d o artístico de la novela (los destinos d e los lenguajes se entrelazan a q u í con ios destinos individuales de los hablantes), está indisolublem ente ligado al aspecto lingúístico>social; es decir, el híbrido novelesco n o solam ente es bivocal y b iacen tu ad o (com o en la retórica), sino tam bién bilingüe; in ­ cluye n o solam ente (e incluso, n o tanto) dos conciencias indivi­ duales, dos voces, dos acentos, sino tam bién dos conciencias sociolingúísticas, dos épocas que, es verdad, no se h an m ezclado aquí inco n scien tem en te (com o en el híbrido orgánico), sino que se han en co n trad o co n scientem ente y luchan en el cam p o del en u n ­ ciado. E n el h íbrido novelesco intencional no se tra ta únicam ente, y n o tan to , de u n a m ezcla de las form as lingüísticas, de las caracte­ rísticas d e dos lenguajes y dos estilos, sino, en p rim er lugar, del en fren tam ien to de puntos de vista acerca del m u n d o existente en esas form as. P o r eso, el híbrido literario intencional no es u n h í­ brido sem á n tico abstracto, lógico (com o en la retórica), sino un h íb rid o sem á n tico social, concreto. N a tu ralm en te, tam poco en el híb rid o orgánico están m ezcla­ dos sólo d o s lengu^'es, sino, adem ás, dos concepciones sociolingOísticas (tam b ién orgánicas); pero, en este caso, se tra ta d e una m ezcla co m p acta y oscura, n o d e u n a com paración, de u n a opo­ sición consciente. Es necesaio apuntar, sin em bargo, q u e precisa.m en te esa m ezcla co m p acta y oscura d e conceptos lingüísticos acerca d d m u n d o , es, históricam ente, m uy productiva en los hí­ b rid o s oigánicos: está llena d e nuevas concepciones, d e nuevas «form as intern as» de la conciencia verbal del m u n d o . £1 h íb rid o sem ántico intenciona] es, p o r fuerza, intrínseca­ m en te dialogístico (a diferencia del híb rid o orgánico). N o se m ez­ clan en éste dos p u n to s de vista, sino q u e se y u xtaponen dialógicam ente. Tal dialogización intrínseca del híb rid o novelesco, com o diálogo e n tie p u n to s d e vista sociolingüísticos, n o puede ser de­ -

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sarrollada, n atu ralm ente, en u n diálogo sem ántico-individual per> fecto y preciso; le es p ro p ia u n a espontaneidad y u n a insolubili­ d a d orgánica. F in alm en te, el híbrido intencional, bivocai e intrínsecam ente dialogizado, posee u n a estructura sintáctica com pletam ente espe­ cífica: en él, en el m arco del m ism o enunciado, están unidos dos enun ciad o s potenciales, com o dos réplicas d e u n posible diálogo. Es verdad q u e esas réplicas potencíales n o pueden n u n ca actua­ lizarse del todo, constituirse en enunciados acabados; pero sus form as, insuficien tem ente desarrolladas, pueden distinguirse claram ente en la estru ctu ra sintáctica del hídrido bivocai. E videntem ente, no se tra ta en este caso de u n a m ezcla de form as sintácticas heterogéneas, propias de distintos sistem as lingüísticos (com o puede o cu rrir en los híbridos orgánicos), sino de la unión de d o s enunciados en u n o solo, l a l unión es tam bién posible en los híbridos retóricos m onolingües (esa unión es ah í m enos pre­ cisa, desde el p u n to de vista sintáctico). Sin em bargo, el híbrido novelesco se caracteriza por la unión, en un solo enunciado, de dos enunciados socialm entc diferentes. L a estructura sintáctica de los híbridos intencionales está deform ada por las dos voluntades lingüísticas individuales. R esum iendo las caraaerísticas del híbrido novelesco, pode­ m os d ecir que: a diferencia de la m ezcla oscura d e lenguajes en los enunciados vivos d e u n a lengua que está evolucionando desde el p u n to de vista histórico (de hecho, todo enunciado vivo en un lenguaje vivo es, en cierta m edida, un híbrido), el híbrido nove­ lesco es u n siste m a d e com binaciones d e lenguajes organizado d esde el p u n to d e vista ariistico; u n sistem a q u e tiene com o ob­ jetiv o ilu m in ar u n lenguaje con la ayuda d e o tro lenguaje, m ode­ lar la im agen viva del otro lenguaje. L a hibridación intencional, orientada artísticam ente, es u n o de los p ro cedim ientos básicos d e construcción de la im agen d e un lenguaje. Es necesario apuntar, que, en el caso d e la hibridación, el lenguaje q u e ilu m in a (generalm ente, es el sistem a d e la lengua literaria co n tem p o rán ea) se objetiviza él m ism o, en cierta m e­ dida, convirtiéndose en im agen. C u an to m ás am plia y profunda­ m en te es utilizado en la novela el procedim iento d e hibridación (con algunos lenguajes, y no con uno sólo), tan to m ás objetivo es el lenguaje m ism o q u e representa e ilum ina, transform ándose, fi­ nalm ente, en u n a de las im ágenes d e los lenguajes d e la novela. S on ejem plos clásicos: « D o n Q uijote», la novela hum orística in-

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glesa (Fielding, Sm ollett, S tem e) y la novela hum orística del ro* m anticism o alem án (H ippel y Jean-Paul). E n estos casos, general­ m ente, el proceso m ism o de escritura de la novela y la im agen del novelista se objetivizan (parcialm ente en « D o n Q uijote», luego en S tem e, en H ippel, en Jean-Paul). L a ilu m in ació n recíproca, in tern a m e n te dialogizada, de los sistem as lingüísticos en su conjunto, difiere de la hibridación en sentido propio. En esta ya n o hay u n a m ezcla directa de dos len­ guajes en el m arco del m ism o enunciado; en el enunciado está ac­ tualizado u n sólo lenguaje, pero presentado bajo la luz d e otro lenguaje. Ese segundo lenguaje no se actualiza y p e r m ^ c c e fuera del enunciado. La form a m ás característica y clara de tal ilum inación inter­ n am en te dialogizada de los lenguajes, es la estilización. C om o ya se h a dicho, to d a estilización auténtica significa u n a representación artística del estilo lingüístico ajeno, es la im agen artística de u n lenguaje ajeno. En ella están presentes, obligatoria­ m ente, las dos conciencias lingüisticas individualizadas: la q u e representa (la conciencia lingüística del estilista) y la representada, la que se está estilizando. L a estilización difiere precisam ente del estilo directo en esa presencia de la conciencia lingüistica (del es­ tilista co n tem p o rán eo y de su auditorio), a cuya luz es recreado el estilo que se está estilizando, y en cuyo cam po adquiere el estilon ueva significación e im portancia. Esa segunda conciencia lingüística del estilista y de sus co n ­ tem p o rán eo s o p era con ei m aterial del lenguaje que se está estili­ zando; el estilista sólo habla directam ente del objeto en ese len­ guaje que está estilizando y que le es ajeno. Pero tal lenguaje que se está estilizando es m ostrado a la luz de la conciencia lingüística co n tem p o rán ea del estilista. El lenguaje co n tem p o rán eo d a u n a ilu m in ació n especial al lenguaje que se está estilizando: evidencia ciertos elem entos, deja otros en la som bra, crea el especial sistem a de acentos de sus elem entos, en ta n to que elem entos del lenguaje, cr&a ciertas resonancias entre el lenguaje que se está estilizando y la conciencia lingüística co ntem poránea; en u n a palabra, crea la im agen libre del lenguaje ajeno, q u e no sólo expresa la voluntad lingüística q u e se está estilizando, sino tam b ién ia voluntad lin ­ güística artística estilizadora. Así es la estilización. O tro tipo de ilum inación reciproca, el m ás próxim o a la estilización, es la variación. En el caso de ia estili­ zación, la conciencia lingüística del estilista opera exclusivam ente —

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con el m aterial del lenguaje que se estiliza: ilum ina ese lenguaje, in tro d u ce en él los intereses lingüísticos ajenos pero no su m ate­ rial lingüístico ajeno contem poráneo. L a estilización com o tal ha de ser m an ten id a hasta el final. Si el m aterial lingüístico contem ­ p o rán eo (palabra, form a, giro, etc.) se introduce en la estilización, eso constituye u n a carencia y u n error: u n anacronism o, u n m o­ dernism o. Pero tal inconsecuencia puede convertirse en intencional y or­ ganizada: la conciencia lingüística estilizadora no sólam ente puede ilu m in ar el lenguaje que se estiliza, sino tam bién adquirir ella m ism a la palabra, e in tro d u cir su m aterial tem ático y lingúístico en el lenguaje que se estiliza. En ese caso, ya no estam os an te u n a estilización, sino an te u n a variación (que frecuentem ente se con­ vierte en hibridación). La variación introduce librem ente el m aterial lingüístico ajeno en los tem as contem poráneos, com bina el universo que se estiliza co n el universo de la conciencia contem poránea, pone el lenguaje que se estiliza, som etiéndolo a prueba, en situaciones nuevas e im posibles para él. Es m uy grande la im portancia de la estilización directa, al igual q ue la de la variación, en la historia de la novela; im portancia sólo m en o r a la de la parodia. L a prosa ha aprendido de la estilización la representación artística de los lenguajes; aunque, es verdad, de los lenguajes cristalizados, form ados desde el p u n to de vista esti­ lístico (e incluso de los estilos), y n o de los lenguajes inm aduros, a m en u d o todavía potenciales (que aú n están en proceso de for­ m ació n y n o tienen estilo), del plurilingüism o vivo. La im agen del lenguaje creada p or la estilización, es la im agen m ás reposada y acabada desde el p u n to de vista artístico, la q u e perm ite a 1a prosa novelesca el m ayor esteticism o posible. P or eso, los grandes m aes­ tros de la estilización, com o M érim ée, A natole F rance, H enry de R égnier y otros, h an sido representantes del esteticism o en 1a n o ­ vela (accesible a tal género sólo en lím ites restringidos). L a im p o rtan cia de la estilización en las épocas de form ación de las orientaciones principales y las líneas estilísticas del género novelesco, es u n tem a especial del que nos ocuparem os en el ú l­ tim o capítulo, de carácter histórico, de este estudio. E n el otro tipo de ilum inación recíproca, intrínsecam ente dia­ logizada, de los lenguajes, las intenciones del lenguaje que repre­ sen ta no coinciden con las intenciones del lenguaje representado, se le oponen, no representan el universo objetual real con la ayuda —

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del lenguaje representado, co m o p u n to de vista productivo, sino por m edio de su desenm ascaram iento y destrucción. Se tra ta d e ía estilización paródica. Sin em bargo, tal estilización paródica sólo puede crear la im a­ gen del lenguaje y del universo q u e le corresponde, a condición de q u e n o se trate de u n a destrucción p u ra y superficial del lenguaje ajeno, com o ocurre en la parodia retóñca. P ara ser im p o rtan te y productiva, la parodia h a de consistir precisam ente en u n a estili­ zación paródica, es decir, tien e que re-crear el lenguaje parodiado com o u n to d o esencial, q u e tiene su lógica in tern a y descubre un universo especial, ligado indisolublem ente al lenguaje parodiado. E ntre la estilización y la parodia se sitúan, co m o en tre dos fronteras, las form as m ás variadas d e ilum inación recíproca de lenguajes e híbridos directos determ inados por las m ás variadas interrelaciones en tre los lenguajes y las voluntades lingüisticas y verbales q u e se en co n trab an en el m arco del m ism o enunciado. El co n flicto q u e tiene lugar en el in terio r de la palabra, el grado de resistencia m anifestado p o r la palabra p arodiada con respecto a la q u e está parodiando, el grado de cristalización d e los lengua­ jes sociales representados y los grados de individualización de los m ism os en el proceso de representación, y fin alm en te, el plurilin­ güism o que los rodea, q u e sirve siem pre d e trasfondo dialógico y d e resonador, crea la variedad de procedim ientos de representa­ ción del lenguaje ajeno. L a co n frontación dialógica de lenguajes puros en la novela, ju n to co n la hibridación, es u n poderoso m edio p a ra la creación de im ágenes de los lenguor m edio dcl plurilingüismo, sino, en la m ayoría de los casos, del lenguaje directo, im puro y n o ela­ borado del autor. La novela no sólo no libera de la necesidad del conocim iento profundo y sutil del lenguaje literario, sino que, adem ás d e eso, aspira al conocim iento de los lenguajes del plunlingüism o. La no­ vela precisa u n ensancham iento y profundización del horizonte hngüístico, u n perfeccionam iento de nuestro m odo d e percibir las diferenciaciones socio-lingüísticas.

C a p ítu lo V

DOS LÍNEAS ESTILÍSTICAS EN LA NOV ELA EU R O PEA La novela es la expresión de la conciencia lingüística galiléica que rechazó el absolutism o de la lengua unitaria y única, es decir, el reconocim iento del lenguaje propio com o centro sem ánticoverbal único del universo ideológico, y advirtió la existencia de la m u ltitu d de lenguas nacionales y, especialm ente, d e lenguajes so­ ciales, capaces de ser, igual d e bien, «lenguas de la verdad», y, a su vez, ser tam b ién lengu^es relativos, objetuales y lim itados de los grupos sociales, d e las profesiones, de la vida de cada día. La n o ­ vela supone la descentralización sem ántico-verbal del universo ideológico, u n cierto desguarnecim iento d e la conciencia literaria, que pierde lo que era u n m edio lingüísdco único e indiscutible del pensam iento id eo ló^co, para encontrarse entre lenguajes sociales -

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en los limites de la m ism a lengua, y entre lenguajes nacionales en los lím ites de la m ism a cultura (helenística, cristiana, protes­ tante), d e un universo poético cultural (de los estados helenos, del Im(}crio R om ano, etc.) Se trata de u n viraje m uy im portante, y en esencia radical, de los destinos d e la palabra hum ana: las intenciones sem ántico cuU turales y expresivas se ven liberadas de 1a autoridad del lenguaje único y, en consecuencia, el lenguaje pierde la facultad de ser per­ cibido com o mito, com o form a absoluta del pensam iento. I V a ello no basta sólam ente con ia revelación del plurilingüism o del uni­ verso cultura] y la diversificación lingüística de la lengua nacional propia, sino que es necesaria la revelación de la im portancia de ese hecho y de todas las consecuencias que se derivan d e él, cosa únicam ente posible e n ciertas condiciones histórico-sociales. F ^ a q u e sea posible, desde el p u n to d e vista artístico, el juego con los lenguajes sociales, es necesario un cam bio radical en el m odo de percibir la palabra en el plano literario y lingúístico ge­ neral. H ace falta fam iliarizarse con la palabra en el plano literario y lingüístico general. H ace falta familiarizarse con la palabra com o si ésta fuera u n fenóm eno objetivado, caracteristico y al m ism o tiem po, intencional; hay que aprender a percibir la «form a in< terna» (en el sentido de H um boldt) en el lenguaje ajeno, y la «form a interna» del lenguaje propio, com o ajena; hay que apren­ der a percibir el carácter objetual, típico, específico, tan to de las acciones, los gestos y las diferentes palabras y expresiones, com o dc los p u ntos de vista, de las concepciones sobre un m u n d o o r­ gánicam ente solidario con el lenguaje que lo expresa. I^ ro de eso sólo es capaz una conciencia orgánicam ente im plicada en el uni­ verso de los lenguajes que se ilum inan recíprocam ente. Para ello es necesario u n cruce fundam ental de lenguajes en el interior de u n a conciencia dada, con participación iguaVde algunos d e esos lenguajes. La descentralización del universo ideológico-verbal, que en ­ cuentra su expresión en la novela, supone un grupo social funda­ m entalm ente diferenciado, q u e se encuentra en interacción in> tensa, substancial, con otros grupos sociales. U n estado social cerrado, u n a casta, una clase, en su núcleo unitario y estable, no pueden constituir u n cam po socialm ente abonado para el desa­ rrollo de la novela, si n o están en descom posición y n o se les saca de su equilibrio interno y de su autosuficiencia: el fenóm eno del plurilingüismo, com o diversidad de lenguas y lenguajes, puede ser, -

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en este caso» tran q u ilam en te ignorado por la conciencia lingüístico-literaria, desde la altura de su lenguaje único, incontestable, autoritario. El pluñlingúism o, que se desencadena m ás allá de ese universo cultural cerrado, sólo es capaz de transm itir a los géneros inferiores, con su lenguaje literario, im ágenes verbales p uram ente objetuales, carentes de intenciones, palabras-cosas carentes d e po­ tencias prosáico-novelescas. Es necesario q u e el plurilingüism o in u n d e la conciencia cultural y su lenguaje, que penetre hasta su núcleo, que relativice y prive de su ingenuo carácter incontestable al sistem a lingüístico principal de la ideología y la literatura. Pero tam bién' eso es poco. Incluso u n a colectividad desgarrada p or la lucha social, si se q u ed a cerrada y aislada desde el p u n to de vista nacional, n o l l ^ a a constituir cam p o social suficiente para u n a relativización profunda de la conciencia lingüístico-literaría, p ara su reconstrucción en u n nuevo m odo prosístico. L a diversi­ dad in tern a del dialecto literario y de su m edio extraliterario, es decir, de to d o el co n ju n to dialectológico de la lengua nacional d ad a, debe d e sentirse sum ergida en el océano del plurilingüism o esencial, revelado en la plenitud de su intencionalidad, sus siste­ m as m itológicos, religiosos, político-sociales, literarios, y de otros sistem as ideológico-culturales. A u n q u e ese plurilingüism o extranacional no pen etre en el sistem a del lenguaje literario y de los géneros d e la prosa (com o penetran los dialectos extraliterarios del m ism o lenguaje), ese plurilingüism o externo fortalecerá y profun­ dizará el plurilingúism o in tern o del lenguaje literario, dism inuirá la au to rid ad de las leyendas y tradiciones q u e todavía encadenan la conciencia lingüística, descom pondrá el sistem a del m ito na­ cional u n id o orgánicam ente a la lengua y, d e hecho, destruirá por com pleto la percepción m ítica y m ágica del lenguaje y de la pa­ labra. La im plicación vital en las culturas y lenguas ajenas (no es posible u n a sin otra) conduce inevitablem ente a la separación de intenciones y lenguaje, d e pensam iento y lenguaje, de expresión y lenguaje. H ab lam o s de separación en el sentido d e destrucción de esa un id ad ab soluta en tre el sentido ideológico y el lenguaje, a través d e la cual se d efin e el pensam iento m itológico y mágico. La u n ió n absoluta entre la palabra y el sentido ideológico con­ creto es, sin d u d a alguna, u n a de las características constitutivas esenciales del m ito que, por u n a parte, d eterm ina la evolución de las representaciones m itológicas, y, p o r otra, la percepción espe­ cifica de las form as lingüísticas, de las significaciones y d e las -

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com binaciones estilísticas. £1 pensam iento mitológico se halla bajo el d o m in io de su lenguaje, que genera de sí m ism o la realidad m i­ tológica, y presenta sus relaciones y correlaciones lingüisticas com o relaciones y correlaciones de los elem entos de la realidad m ism a (el paso de categorías y dependencias lingúísticas a categorías teo> gónicas y cosm ogónicas); pero el lenguaje tam bién se halla bajo el d o m in io d e las im ágenes del pensam iento m itológico, que para­ liza su m o vim iento intencional, dificultando a las categorías Un* gúísticas u n a m ayor accesibilidad y flexibilidad desde el p u n to de vista form al (com o resultado de su em palm e a relaciones m ateríal-concretas) y lim ita las posibilidades expresivas d e la palabra^^. C om o es natural, esa plenitud de dom inio del m ito sobre el lenguaje, y del lenguaje sobre la percepción y la concepción de la realidad, se en cu en tra en el pasado prehistórico —y, p o r lo tanto, inevitablem ente hipotético— de la conciencia lingüística^^. Pero, d e la m ism a m anera, ahí donde el absolutism o de tal dom inación ha sido rechazado hace m ucho tiem po —ya en épocas hístórícas de la conciencia lin g ü ística--, la percepción m ito ló ^ c a de la au ­ toridad lingüística y la entrega directa de todo el sentido y de to d a la expresión de su incontestable unidad, son lo suficientem en­ te fuertes en todos los géneros ideológicos elevados com o para excluir 1a posibilidad d e u n a utilización artística sustancial del plurilingüism o en las grandes form as literarias. La resistencia del lenguaje único canonizado, fortalecido por la unidad aún inquebrantable del m ito nacional, es todavía dem asiado fuerte para q ue el plurilingüism o pueda relativizar y descentralizar 1a con­ ciencia lingüístico-literaria. Esa descentralización ideológico-ver­ bal sólo se pro d u cirá cuando la cultura nacional pierda su carác­ ter cerrado y au tó n o m o , cuando, entre las otras culturas y lenguajes, to m e conciencia de sí m ism a. C on esto, se socavarán los cim ientos de la percepción m ítica del lenguaje, basada en la u n ió n absoluta de sentido y lenguaje; se producirá u n a aguda per­ cepción de las fronteras sociales, nacionales y sem ánticas del lenNo podemos abordar aquí la esencia del problema de la relación cn(re len> guaje y mito. Hasta no hace mucho tiempo, este problema ha sido tratado por la correspondiente literatura desde un punto de vista psicológico, teniendo como ob< jetivo el ToJklore» y sin relación alguna con los problemas co n o rio s de la hisloría de la conciencia lingüística (Steinlhal, Lazarus, Wundt, etc.). Entre nosotros, esta eue»' tión ha sido planteada, en su aspecto esencial, por Potiebnia y Veselovski. ” Por primera vez este dominio hipotético empieza a convertíree en patrimonio de la ciencia en ia «paleontología de las significaciones» de los jafeticólogos. ~

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guaje; el lenguaje se descubrirá en su especificidad h u m an a; m ás allá de sus palabras, form as y estilos em pezarán a entreverse las figuras específico-nacionales, social-típicas, las im ágenes de los hablantes, que, adem ás, aparecerán tras to d o s los estratos de la lengua, sin excepción alguna, incluyendo a los m ás intencionales: los lenguajes de los géneros ideológicos elevados. El lenguaje (m ás exactam ente, los lenguajes) se convierte él m ism o en im agen, aca­ bada desde el p u n to de vista artístico, de u n a concepción del m u n d o específicam ente hu m an a. De realización incontestable y ú nica del sentido y de la verdad, el lenguaje se convierte en u n a de las posibles hipótesis del sentido. D e m an era análoga están tam b ién las cosas cu an d o el lenguaje literario, único y unitario, es el lenguaje ajeno. Es necesaria la des­ com posición y caída de las autoridades religiosas, políticas e ideo­ lógicas, a las q u e éste está ligado. Precisam ente, en el proceso de esa desintegración se m ad u ra la conciencia lingüística descentra­ lizada de la prosa literaria que se apoya en el plurilingúism o social de las lenguas nacionales habladás. Asi surgen los com ienzos de la prosa novelesca en el m undo p lu h h n g ü e de la época helénica, ,en la R o m a im perial, en el p ro ­ ceso de desintegración y decadencia del centralism o ideológico verbal eclesiástico de la E dad M edia. Igualm ente, en la época m o­ derna, el flo recim iento de la novela va siem pre ligado a la desa­ gregación de los sistem as ideológico-verbales estables, a la in ten ­ sificación y adquisición de intencionalidad, opuestas a ellos, del plurilingüism o, tan to en los lim ites del dialecto literario m ism o, com o fuera de él.

El p ro b lem a de la prosa novelesca en la antigüedad es m uy com plejo. Los em briones de autén tica prosa bivocal y bilingüe no siem pre fueron suficientes para la novela, com o estructura co m ­ positiva y tem ática definida, y se desarrollaron p re d o m in an te­ m en te en otros géneros; novela realista, sátira^^ algunas form as Es unánimemente conocida la autoironía de las sátiras de Horacio. La actitud humorística hacia el propio «yo» siempre incluye en las sátiras elementos de estili­ zación paródica de actitudes corríentes, de puntos de vista ajenos y de opiniones co­ rrientes. Aún más cerca de una orquestación novelesca del sentido están las sátiras de Marco Terencio Varrón; en los fragmentos que se han conservado, se puede cons­ tatar la presencia de la eslilización paródica del discurso científico y moralista ser­ monario. —

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biográficas y autobiográficas^^, algunos géneros p uram ente retó­ ricos (por ejem plo la diatriba)^“, los géneros históricos y, fin al­ m ente, los epistolares^'. En ellos encontram os, por todas partes, em briones de orquestación novelesca auténtica del sentido por m edio del plurilingüism o. En ese plano auténticam ente prosístico bivocai, están tam b ién construidas las variantes que h an llegado hasta nuestros días de la N oveia d el asno (la del Seudo-Luciano y la de Apuleyo), y la novela de Petronio. De esta m an era se h a n conform ado, en el ám bito de la an ti­ güedad, los elem entos m ás im portantes de la novela bivocai y bi­ lingüe que, en la E dad M edia y en la época m oderna, han in ­ flu enciado fuertem ente las principales variantes del género novelesco: la novela testim onial (su ram a hagiográfica, confesio­ nal, co n problem ática y de aventuras, hasta Dostoievsld y hasta nuestros días), la novela pedagógica y form ativa, especialm ente su ra m a autobiográfica, la novela satírica de costum bres, etc.; es de­ cir, precisam ente, aquellas variantes del género novelesco que in ­ tro d u cen directam ente, en su conjunto, el plurilingüism o dialo­ gístico, el plurilingüism o de los géneros inferiores y el costum brista. Pero en ese ám b ito de la antigüedad tales elem entos, dispersos en los diversos géneros, no se h an unido en el cauce pleno y unitario de la novela, sino que h an determ inado solam ente m odelos sim ­ plificados, aislados de la línea estilística de la novela (Apuleyo y Petronio). A u n a línea estilística com pletam ente diferente pertenecen las llam adas «novelas sofisticas»^^. Esas novelas se caracterizan por Elementos de orquestación por el pluniingúismo y gérmenes de estilo en au­ téntica prosa, se hallan en L a apología de Sócrates. En general, la imagen de Sócra­ tes y de sus discureos liene en Platón un carácter de auténtica prosa. Pero son es­ pecialmente interesantes las formas de aulobiograíTa helenística tardía y de autobiograHa cristiana, que combinan la historia confesional de una conversión con los elementos de la novela de aventuras y de costumbres, de las cuales tenemos co* nocimiento (las obras no se han conservado): en Dión Crisòstomo, en Justino (már­ tir), Cipriano, y en el llamado Ciclo de Leyendas O em entinas. Finalmente, también en Boecio encontramos los mismos elementos. ^ Entre todas las formas retóricas del helenismo la diatriba contiene la mayor cantidad de posibilidades novelescas: admite, e incluso exige, la diversidad de for­ mas del habla, de reproducción dramatizada y paródico-iróniea de los punios de vista ajenos, admite la mezcla de versos y prosa, etc. Acerca de ia relación entre ias for­ mas retóricas y la novela, véase infra. *' Basta con citar las cartas de Cicerón dirigidas a Alico. Véase B. G k i f t s o v , TeopHd poMaira («Teoría de la novela», 1927, Moscú), así como el artículo introductorio de A. Boldiriev a la traducción de la novela de —

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u n a estilización clara y consecuente de to d o el m ateríal, es decir, por u n a sobriedad p u ram en te d e m onólogo del estilo (abstractoidealizador). E n tre tan to , precisam ente las novelas sofísticas p a­ recen expresar m ejor, desde el p u n to de vista com positivo y te­ m ático, la natu raleza del género novelesco en la antigüedad. H a n ejercido u n a gran in flu en cia en la evolución de las variantes m ás im p o rtan tes de la novela europea hasta casi el siglo x ix ; la novela m edieval, la novela galante de los siglos x v -x v i [A m adis y, espe­ cialm ente, la novela pastoral), la novela barroca y, finalm ente, hasta en la novela de la ilustración (por ejem plo, en Vbltaire). Tam bién han d eterm inado en m edida im portante las teorías acerca del género novelesco y sus exigencias, teorías que h an prevalecido hasta finales del siglo xviii^^. L a estilización abstracto-idealizadora de la novela sofistica ad ­ m ite, sin em bargo, una cierta diversidad de form as estih'sticas, cosa inevitable en las condiciones de diversidad de las partes y géneros constitutivos, relativam ente autónom os, ta n ab u n d a n te m en te in ­ tro ducidos en la estructura de la novela: el relato del a u to r y el de los personajes y testigos, las descripciones del país, d e la n atu ra­ leza, d e las ciudades, de las curíosidades, de las obras de arte; descrípciones q u e tien d en hacia u n a form a acabada, y a adquirir u n cierto valor especial; reflexiones que tienden tam bién al total ago­ tam ien to de sus tem as científicos filosóficos, m orales, aforism os, relatos intercalados, discursos retórícos q u e pertenecen a diversas form as retóricas, cartas, el diálogo desarrollado. Es verdad q u e el grado de au to n o m ía estilística de tales partes difiere p o r com pleto del grado de au to n o m ía de la estructura y d e la perfección de los géneros; pero —cosa im portante— todas ellas, po r lo expuesto, son igualm ente intencionales y convencionales, se hallan en el m ism o p lano sem ántico-verbal, expresan de m an era idéntica y directa­ m ente las intenciones del autor. Sin em bargo, la convencionalidad m ism a y la consecuencia extrem a (abstracta) de esa estilización son, por naturaleza, espe­ cificas. D etrás de ellas n o hay ningün sistem a ideológico ünico, im p o rtan te y sólido: religioso, político-social, filosófico, etc. La A q u i l e s T a c i o Leucipo y Cliío/onle {ed. Vsemimaia literatura, I92S, C lC , M osol); en 61 se aclara el eslado del problema de la novela soristica. Estas teorías han enconlrado su expresión en el libro de Huet (1670), primer estudio especial y de gran autorídad dedicado a la novela. En el dominio de los pro< blemas particulares de la novela antigua, este libro halló únicamente continuidad en ei trabajo de E. Rohde, esto es, sólo después de doscientos años (1876).



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novela sofística está to talm en te descentralizada desde el p u n to de vista ideológico (igual que to d a la retórica de la «segunda sofís­ tica»). La un id ad de estilo está aqui ab an d o n ad a a su suerte, no está enraizada en nada, n i tam poco consolidada por la u n id ad del universo ideológico-cultural; la unidad de ese estilo es periférica, «verbal». El carácter abstracto y el aislam iento extrem o de tal es­ tilización nos m uestra el océano de plurilingüism o de donde viene la u n id ad literaria de esas obras, sin superar de ninguna m anera ese plurilingüism o p o r m edio de su absorción en el objeto propio (com o en la autén tica poesía). L am entablem ente, no conocem os en qué m edida ese estilo está destinado a ser percibido en el trasfondo del plurilingüism o. Pues en absoluto está excluida la posi­ bilidad de u n a conexión dialogística de sus elem entos con los len­ guajes existentes del plurilingüism o. N o sabemos, por ejemplo, qué funciones tienen aquí las num erosas y heterogéneas rem iniscen­ cias que ab u n d a n en esas novelas: funciones directam ente in ten ­ cionales, com o la rem iniscencia poética, o de otro orden, com o las prosaicas; es decir, que tales rem iniscencias son, posiblem ente, form aciones bivocales. ¿Acaso las reflexiones y sentencias son siem pre directam ente intencionales, sin otros sentidos? ¿N o tie­ nen frecuentem ente un carácter irónico, o hasta paródico? En toda u n a serie de casos, el lugar m ism o que ocupan en la com posición nos lleva a su p o n er esto. Así, en los casos en que las reflexiones am plias y abstractas tienen u n a función tem poralizadora, e in te­ rru m p e n la narración en el m o m en to m ás tenso y agudo, su ino­ p o rtu n id ad , (especialm ente, donde las reflexiones detalladas con p ed an tería se aferran in tencionadam ente a u n pretexto acciden­ tal) arro ja sobre las m ism as u n a som bra objetual y nos hace sos­ pechar u n a estilización paródica^^. En general, la parodia, si n o es grosera (es decir, precisam ente d o n d e está expresada en prosa artística), puede ser difícilm ente descubierta si n o se conoce su trasfondo verbal ajen o , su segundo contexto. En la literatura universal existen probablem ente bastan­ tes obras así, cuyo carácter paródico ni siquiera sospecham os ahora. Es posible que existan en la literatura universal pocas p a­ labras dichas sin reservas y p uram ente m onovocales. Pero noso­ tros m iram os la literatura universal desde u n a isla m uy lim itada en el tiem po y el espacio de la cultura verbal m o notonal y m o** Cfr. la forma extrema de esc procedimiento en Steme y, con más variedad de grados de parodización, en Jean-I^ul. —

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novocal. Y, corno verem os m ás adelante, existen tipos y varieda­ des de palabra bivocal, cuya bivocalidad se pierde fácilm ente en el proceso de recepción, y que en caso de u n a reacentuación di­ recta m onovocal, n o pierden totalm ente su significación artística (se unen a la m asa de palabras directas del autor). La presencia en la novela sofística de la estilización paródica y de otras variedades de la palabra bivocal es indudable^^; pero re­ sulta difícil de decir cuál es su peso específico en ella. Se h a per­ dido para nosotros, en u n a m edida considerable, el trasfondo se­ m ántico-verbal del plurilingüism o en el que sonaban esas novelas y con el q u e estaban relacionadas dialogísticam ente. Tal vez esa estilización abstracto rectilínea, que ta n m onótona y plana nos parece en dichas novelas, aparecía m ás viva y diversificada en el transfondo de su plurilingüism o contem poránea, porque se incor­ poraba al juego bivocal con los elem entos de ese plurilingüism o y se com unicaba dialogísticam ente con él. La novela sofìstica inicia la prim era linea estilística (como la llam arem os convencionalm ente) de la novela europea. A diferen­ cia de la segunda línea que, en el ám bito de la antigüedad sólo había sido preparada en los géneros m ás heterogéneos, y todavía no h a cristalizado en form a de tipo novelesco acabado (en el que tam poco puede ser incluida la novela de Apuleyo ni la de Petronio), la prim era línea encontró en la novela sofistica u n a expre­ sión bastante com pleta y acabada, que determ inó, com o se ha di­ cho m ás arriba, to d a la historia posterior de esa línea. Su característica principal estriba en la existencia de un lengu^e único y de un estilo único (m ás o m enos estrictam ente realizados); el plurilingüism o queda fuera de la novela, pero la determ ina en cuanto transfondo dialogístico con el que está relacionado, polé­ m ica y apologéticam ente, el lenguaje y el universo de la novela. En la historia posteríor de la novela europea observam os las dos m ism as líneas principales d e evolución estilística. La segunda línea, a la que pertenecen las m ejores representaciones del género novelesco (sus variedades y algunas obras aisladas), introduce el plurilingúism o social en la estructura de la novela, orquestando su sentido p o r m ediación de aquél, y renunciando con frecuencia al discurso directo y puro del autor. La prim era línea, que recibió Así, Bóldirícv, en el estudio citado, señala la utilizacidn paródica por Aquiles Tacio del motivo tradicional dcl sueño prorótico. Por lo demás, Bóldiñev considera que la novela de Tacio se aleja dcl tipo tradicional, en el sentido de un acercamiento a la novela cárnica costumbrista. -

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con m ás fuerza la influencia de la novela sofística, deja (en lo esencial) el pluriiingüistno fuera de ella, es decir, fuera del len­ guaje de la novela; ese lenguaje está estilizado de m anera espe­ cífica, novelesca. Sin em bargo, com o se h a dicho, está orienta­ do a percibirse en el trasfondo del plurilingüism o, con cuyos elem entos diversos se halla en relación dialógica. La estiliza* ción abstracta, idealizante, de tales novelas viene determ inada, p or lo tanto, no sólo por su propio objeto y por la expresión directa del hablante (como en el discurso puram ente poético), sino tam bién p o r la palabra ajena, por cl plurilingüism o. Esta estilización im plica u n a m irada a los lenguajes ajenos, a otros puntos de vista y otros horizontes sem ántico-concretos. Ésta es u n a de las diferencias m ás im portantes entre la estilización nove­ lesca y la poética. Tanto la prim era com o la segunda hnea estilística de la novela se dividen a su vez en u n a serie de variantes estilísticas específi­ cas. Finalm ente, las dos líneas se cruzan y com binan de m anera variada; es decir, la estilización del m aterial se une a la orquesta­ ción plurilingüe del mismo.

D irem os tam bién algunas palabras acerca de la novela clásica caballeresca en verso. conciencia lingüístico literaria (y en el sentido lingüfsico m ás am plio, ideológica) de los creadores y del auditorio de esas nove^ las, era compleja: por una parte, estaba centralizada desde ei punto de vista id eoló^co social, form ándose en el terreno sólido y esta­ ble de u n a sociedad com puesta por castas y ciases. Debido a su firm e aislam iento social, a su autosuficiencia, .esa conciencia era casi u n a conciencia de casta. Pero, al m ism o tiem po, no poseía un lenguaje único, unido orgánicam ente al universo ideológico-cultural único del mito, de las leyendas, d e las creencias, tradiciones, sistem as ideológicos. En el sentido lingüístico-cultural esa con­ ciencia era m uy descentralizada y, en m edida considerable, inter­ nacional. La ru p tu ra entre el lenguaje y el m aterial, por una parte, y entre el m aterial y la realidad contem poránea, por otra, jugó, ante todo, u n papel constitutivo de dicha conciencia lingüístico li­ teraria. Ésta vivía en u n m u n d o de lenguas ajenas y de culturas ajenas. E n el proceso de reestructuración, asim ilación y subordi­ nación a las unidades del horizonte de casta y de clase, y a sus ideales, y, finalm ente, en el proceso de oposición al plurilin-

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gúismo de los estratos populares que la rodeaban» se form ó la conciencia lingüístico-literdría de los creadores y oyentes de la no­ vela caballeresca en verso. La conciencia tenía que ver perm anentem ente con la palabra ajena y con el m undo ^ e n o : la literatu­ ra antigua, la leyenda cristiana tem prana, las leyendas históricas bretonas y ceUas (pero no la épica popular nacional, que alcan­ zó a florecer en este período con la novela caballeresca, paralela­ m ente a ella, pero independientem ente de ella y ú n tener influen­ cia alguna sobre la misma), sirvieron de m aterial heterogéneo y plurilingüe (latín y lenguas nacionales) con el que se revistió, superando su carácter ajeno, la unidad de la conciencia de casta y de clase de la novela caballeresca. La traducción, la reestructu­ ración, la reinterpretación, la reacentuación —la orientación recíproca y m ultigradual con la palabra ^jena y con la intención ajena— constituyeron el proceso de form ación de la conciencia literaria que creó la novela caballeresca. A unque no todas las eta­ pas de ese proceso de orientación recíproca con la palabra ajena fueron recorridas por la conciencia individual de u n o u otro crea­ d or de la novela caballeresca, dicho proceso tuvo lugar en la conciencia Ungúístico-literaria de la época y determ inó la obra de individuos aislados. El m ateríal y el lenguaje no venían dados en una unidad indiscutible (com o para los creadores de la épica) sino que se hallaban separados, aislados y obligados a buscarse uno a otro. C on esto se define la especificidad de la novela caballeresca. No existe en ella ni un átom o de ingenuidad lingüística y verbal. La ingenuidad (si, en general, existe en ella) ha de anotarse en la cuenta de 1a unidad de casta y de clase, todavía n o disgregada, es­ table. Esa unidad pudo introducirse en todos los elem entos del m ateríal ajeno, pudo remodelarlos y reacentuarlos en una m edida tal, que el universo de esas novelas nos parece un universo unitarío desde el pu n to de vista épico. La novela caballeresca clásica en verso se sitúa de hecho en la fronterd entre la épica y la novela. Sin em bargo, es evidente que rebasa esa frontera en dirección a la novela. Los m ás profundos y perfectos modelos de ese género, com o Parsifal, de Wolfram Von Eschenbach, son ya auténticas novelas. El Parsifal de Wolfram n o puede ser incluido, en ningún caso, en la prím era linea estilística de la novela. Es la prím cra no­ vela germ ana, profunda y esencialm ente bivocal, qué pudo com ­ binar el carácter incontestable de sus intenciones con el m ante­ nim iento sutil e inteligente de las distancias frente al lenguaje. —

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frente a \a objetualidad y relativización de ese lenguaje un tanto alejado de los labios del autor por u n a suave sonrisa irónica*^. De m anera análoga están las cosas, en sentida lingüístico, con las prim eras novelas en prosa. En éstas, el m om ento de la traduc> ción y la reelaboración aparece aun m ás aguda y toscamente. Puede decirse claram ente que la prosa novelesca europea nace y se desarrolla en el proceso d e traducción libre (remodeladora) de las obras ajenas. Sólo en el proceso de génesis de la prosa novc< lesea francesa no ha sido tan característico el m om ento de la tra­ ducción en sentido propio; en ésta, lo m ás im portante es el m o­ m ento de «transcripción» de los versos épicos en prosa. Pues el nacim iento de la prosa novelesca en Alem ania es especialmente claro desde el pu n to de vista simbólico: ésta es creada por la aris­ tocracia francesa germ anizada m ediante la traducción y transcrip­ ción dc prosa o versos franceses. De esta m anera com ienza la prosa novelesca en Alemania. L a conciencia lingüística de los creadores de la novela en prosa era plenam ente descentralizada y relativizada. Vagaba librem ente entre los lenguajes en busca de m ateriales, separando con facili­ dad el m aterial de cualquier lenguaje (en el círculo de los accesi­ bles), y uniéndolo al lenguaje y el universo «propios». Y este «lenguaje propio» —aun inestable y en proceso de for­ m ación— no oponía ninguna resistencia ai traductor-transcriptor. El resultado fue la ruptura definitiva entre lenguaje y material, la indiferencia profunda de uno hacia el otro. Y de este extraña­ m iento reciproco entre la lengua y el m aterial nace el «estilo)» es­ pecífico de esta prosa. De hecho, ni siquiera se puede hablar en este caso de estilo, sino tan sólo de una form a de exposición. Precisamente, se pro« duce la sustitución del estilo por la exposición. El estilo viene de­ term inado p or la actitud esencial y creadora de la palabra frente a su objeto, al hablante m ism o y a la palabra ajena; el estilo tiende a familiarizar orgánicam ente al m aterial con la lengua y a la len­ gua con el material. El estilo no relata nada fuera de esa exposi­ ción, algo form ado y cristalizado desde el punto de vista verbal, algo dado; el estilo, o bien penetra directamente en el objeto, como ** Parsifal es \a primera novela con problemática y pedagògica. Esia varíame de —a diferencia de ]a novela pedagógica puramente didácitca (retórica), con preponderancia monovocaJ íCiropedia, Teiémaco, E m ilie }^ exige una paiaijra bi* vocai. Una vanante peculiar d« esta especie la constituye la novela humorística pe> dagógica con acentuada tendencia paródica.

génm>

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en la poesía, o refracta sus intenciones, com o en la prosa artística (pues tam poco el prosista-novelista expone un lenguaje ajeno, sino que construye su im agen artística). Así, la novela caballeresca en verso, aunque tam bién estaba determ inada por la ru p tu ra entre m ateríal y lenguaje, vence esa ruptura, fam iliariza al m aterial con el lenguaje y crea u n a variante especial de estilo novelesco auténtico'*^ prim era prosa novelesca europea nace y se form a precisam ente com o prosa de exposición, y este hecho h a condi­ cionado p or m ucho tiem po sus destinos. N aturalm ente, no sólo ei hecho desnudo de la traducción libre de textos ^ e n o s y el universalism o cultural de sus creadores, de^ term inaron la especificidad de esa prosa de exposición —pues tanto los creadores com o los receptores de la novela caballeresca en verso, eran, desde el punto de vista cultural, suficientem ente internacionales—, sino en prím er lugar, el hecho de que esa prosa no tuviese u n a base social sólida y única, u n a autonom ía de casta sólida y reposada. C om o se sabe, la im presión de libros jugó u n papel excepcio­ nalm ente im portante en la historia de la novela caballeresca en prosa, am pliando y diversificando su público^®. Tam bién contri­ buyó al paso, esencial para el género novelesco, de la palabra al registro m udo de la percepción. Esa desorientación social de la novela en prosa se profundiza m ás y m ás en su evolución poste* ño r; com ienza u n a peregrínación social de la novela caballeresca creada en los siglos xiv y xv, peregrinación que acaba con su transform ación en «literatura popular» para lectura de los grupos sociales inferiores, de donde los rom ánticos la sacaron de nuevo a la luz de la conciencia literaria cualificada. D etengám onos u n poco en la especificidad de esa prím era pala­ bra prosístico-novelesca, separada del m ateríal y no penetrada de la unidad de la ideología social, rodeada de la diversidad de len­ guajes y lenguas, y carente de todo soporte y centro. Esa palabra errante, sin raíces, hubo de convertirse en específico-convencional, sin que se tratase, sin em bargo de u n a convencionalidad sana de El pro cuo mismo de las (raducdones y la asimilación del material ^ e n o no se produce en este caso en la conciencia individual de los creadores de la novela: ese proceso, largo y multigradual, se produjo en la conciencia literario-lingúística de la ¿poca; la concieada individual no lo comenzaba ni lo terminaba, siño que se fa­ miliarizaba con él. ** A finales del si^o xv y comienzos d d xvi aparecen ediciones a imprenta de casi (odas las novelas caballerescas creadas hasta entonces. —

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la palabra poética, sino de una convencionalidad que resultaba de la im posibilidad de utilizar artisticam ente y dar form a acabada a la palabra, desde el punto de vista formai, en todos sus momentos. E n la palabra separada del m aterial y de la unidad ideológica estable y orgánica, existen m uchos elem entos sobrantes que no adm iten u n a interpretación auténticam ente literaria. Todos estos elem entos sobrantes de la palabra han de ser neutralizados u or­ ganizados de tai m anera que no estorben; hay que sacar a la pa­ labra del estado de m aterial bruto. A tal objetivo sirve la conven* cionalidad específica: todo lo que no puede ser entendido h a de recubrirse de u n a form a convencional estereotipada, suavizarse, igualarse, pulirse, adornarse, etc.; todo lo que carece de auténtica interpretación literaria ha de ser sustituido por la generalidad con­ vencional y el decorativismo. ¿Q ué puede hacer u n a palabra separada del m aterial y de la unidad ideológica, con su im agen sonora, con la riqueza ilim itada de sus diversas formas, tonos y matices, con su estructura sintác­ tica y entonativa, con su polisem ia objetual y social? N ada de esto le es necesario a la palabra expositiva, porque nada de esto puede ir un id o orgánicam ente al material, puede ser penetrado por las intenciones. Por eso, todo ello se som ete a u n a organización ex­ tern a convencional: la im agen sonora tiende a una eufonía vacía, la estructura sintáctica y entonativa tiende hacia una facilidad y fluidez vacías o hacia una com plejidad y am aneram iento retórí­ cos igualm ente vacíos, hacia el ornam entalism o externo; la poli­ sem ia tiende a la m onosem ia vacía. N aturalm ente, la prosa es p o ­ sitiva; puede adornarse abundantem ente con tropos poéticos, pero éstos pierden en tal caso toda significación poética auténtica. D e esta m anera, la prosa expositiva legitima y canoniza la ru p tu ra total entre lenguaje y m aterial, encuentra una form a es­ tilística de superación aparente y convención^ de esta ruptura. Ahora le es asequible cualquier m aterial de cualquier fuente. El lenguaje es para ella un elem ento neutro de la naturaleza; un ele­ m ento, además, agradable y adornado, que le perm ite concen­ trarse en el carácter cautivante —im portante desde el punto de vista externo, sorprendente y em ocionante— del m ateríal mismo. La evolución de la prosa expositiva en la novela caballeresca co n tin ú a por ese cam ino hasta lle g v a su cum bre con Amadis*^, El Amadis. separado de su ámbito español, se ha convértido en una novela internacional. -

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y m ás tard e con la novela pastoral. Sin em bargo, p o r el cam ino de esa evolución, la prosa expositiva se enriquece con nuevos as­ pectos esenciales q u e le perm iten acercarse al estilo novelesco au ­ téntico y d eterm in ar la p rim era línea estilística fu n d am en tal d e la evolución d e la novela europea. A unque en verdad, la u n ió n , la in terpretación plena, orgánica, de lenguaje y m aterial en el cam po de la novela, n o se producirá en ésta, sino q u e lo hará en la se­ gunda línea, en el estilo que refracta y orquesta sus intenciones, es decir, en el cam in o q u e se h a convertido en el m ás im p o rtan te y productivo de la historia d e la novela europea. En el proceso d e evolución d e la prosa novelesca expositiva se elabora la especial categoría valorativa del «carácter literario de la lengua» o — m ás próxim o al espíritu de la concepción inicial— del «ennoblecim iento d e la lengua». N o se tra ta d c u n a categoría es> tih’stica en cl sentido exacto d e la palabra, p o rq u e tra s ella n o hay ningún tipo de im perativos artísticos precisos, im portantes, en cu an to al género; pero, a su vez, tam p o co es u n a categoría lin­ güistica q u e m u estra a la lengua literaria com o unidad dialectológico-social determ inada. L a categoría del «carácter literario» y del «ennoblecim iento» se en c u en tra en la frontera en tre el im pe­ rativo y la valoración estilística, y la constatación y la reglam en­ tació n lingüística (es decir, la valoración d e la pertenencia d e una form a d ad a a u n cierto dialecto» y la determ inación de su correc­ ción lingüistica). Intervienen en este caso la popularidad y la accesibilidad: la ad ap tació n al tran sfondo aperceptivo para q u e lo dicjho se en m ar­ q u e fácilm ente en ese transfondo, sin dialogizarlo, sin provocar disonancias dialógicas categóricas; la fluidez y pulidez del estilo. £ n las diferentes lenguas nacionales y e n las diferentes épocas, esa categoría general del lenguaje literario, q u e se halla de alguna m an era fuera de los géneros, se llena de contenido concreto d i­ verso y tiene d istin ta significación tan to en la historia d e la lite­ ra tu ra com o en la historia de la lengua hteraria. Pero, siem pre y en to d as partes, el ám b ito de acción de esa categoría es el lenguaje h ab lad o de los círculos literarios cultos (en nuestro caso, d e todos los q u e p ertenecen a la «sociedad noble»), el lenguaje escrito de los géneros costum bristas y sem iliterarios (cartas, diarios, etc.), el lenguaje d e los géneros ideológico-sociales (discursos de todo tipo, reflexiones, descripciones, artículos, etc.), y, finalm ente, los gé­ neros literarios en prosa, especialm ente, la novela. D icho con otras palabras, esta categoría pretende reglam entar el dom in io del len­ -

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guaje literarío y usual (en el sentido dialectológico) q u e n o está re* glam entado p or los géneros estrictos ya form ados, q u e tienen im> perativos precisos y diferenciados co n respecto a su lenguaje; la categoría del «carácter literario general» no tiene, naturalm ente, n ad a q u e hacer en el dom in io de la poesía linca, d e la épica y de la tragedia. R eglam enta el plurílingúism o hablado y escríto que rodea p or to d as partes a los géneros poéticos estables y estríctos, cuyas exigencias no pueden extenderse, en ningún caso, ni al len­ guaje hablado ni al escríto usuales^^. T iende a o rdenar ese plurílingüism o, a can o n izar para él u n cierto estilo lingüístico. R epetim os, el contenido concreto de esa categoría del carácter literarío del lenguaje, q u e se halla fuera de los géneros, puede ser, com o tal, profundam ente diverso, m ás o m enos preciso y co n ­ creto, estar basado en intenciones ideológico-culturales diversas, m otivarse a través de distintos intereses y valores, proteger el ca­ rácter social cerrado del colectivo prívilegiado («la lengua de la sociedad noble»), proteger intereses nacionales, locales —p o r ejem plo, la consolidación dc la d o m inación del dialecto toscano en la lengua literaría italiana—, proteger los intereses del centra­ lism o político-cultural —com o, p o r ejem plo, en la F rancia del si­ glo XVII— . P osteríorm ente, esa categoría puede ten er diferentes realizadores concretos: ese papel puede desem peñarlo, p o r ejem ­ plo, la gram ática académ ica, la escuela, los salones, las corríentes üterarías, ciertos géneros, etc. P osteríorm ente, la categoría respec­ tiva puede ten d er hacia su lím ite lingüístico, es decir, hacia la co­ rrección lingüística: en este caso alcanza la m áxim a generaliza­ ción; pero, a cam bio, pierde casi to d a la expresividad y precisión ideológica (se ju stifica entonces a sí m ism a de la siguiente m a­ nera: «así es el espírítu d e la lengua», «así se dice en francés»); sin em bargo, puede, al contrarío, tender hacia su lím ite estilístico: en^ tal caso, su co n ten id o se concreta tam b ién desde el p u n to de vista ideológico, adquiríendo u n a cierta precisión sem ántico-objetuai y expresiva, y sus exigencias califican en cierta m edida al q u e habla y al q u e escríbe (se ju stific a entonces a sí m ism a d e la siguiente m anera: «así debe pensar, hablar y escríbir to d a persona distin­ guida» o «toda persona fin a y sensible», etc.)- En este últim q caso, el «carácter literarío» que reglam enta los géneros de la vida co> ^ Et ám bito dc acción de la categoría del «lenguaje tilerarío» puede estrecharse, en los casos en que uno u otro de los géneros semiliterarios elabora un canon estable y diferenciado (por ejemplo, cl género epistolar).

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n ien te (conversación, cartas, diaríos), no puede dejar d e in flu en ­ ciar —a veces m uy profundam ente— el pensam iento práctico, e, incluso, el estilo de vida, creando «personajes literaríos» y «accio­ nes literarías». F inalm ente, el grado de eficacia y de im portancia d e esa categoría en la historia de la literatura y de la lengua literaría puede ser m uy diverso: tal grado puede ser m uy elevado — p o r ejem plo, en la Francia de los siglos xvii y xvii—, pero tam ­ bién puede ser insignificante; así, en otras épocas, el plurílingúism o (incluso el dialectológico) im pregnó los m ás elevados gé­ neros poéticos. Todo esto, es decir, los grados y el carácter de la eficacia históríca. dependen, naturalm ente, del contenido de di­ cha categoría, de la fuerza y estabilidad de la instancia cultural y política en la que se apoya. A tal categoría —extrem adam ente im portante— del «carácter literario general del lenguaje», nos referirem os aquí sólam ente de pasada. N o nos interesa su im portancia en la literatura en general, ni tam poco en la historia de la lengua literaria, sino sólo en la his­ to ria del estilo novelesco. Su im portancia en ésta es enorm e: d i­ recta, en las novelas de la prim era línea estilística, e indirecta, en las novelas de la segunda línea. Las novelas d e la prim era línea estilística llegan con la pretcn­ sión d e organizar y reglam entar estilísticam ente el plurilingüism o del lenguaje hablado y de los géneros costum bristas y sem iliterarios escritos. C on ello se define en gran m edida su actitud frente al plurilingúism o. Las novelas de la segunda línea estilística trans­ form an el lenguaje corriente literario, organizado y ennoblecido, en m aterial esencial para su orquestación; a los individuos que utilizan ese lenguaje (es decir, a los «personajes literarios», con su pensam iento y actitudes literarias), en sus héroes principales. N o es posible Com prender la naturaleza estilística de la pri­ m era línea d e la novela si no se tiene en cuenta u n hecho m uy im portante: la actitud especial de tales novelas con respecto al le n g u ^ e hablado y a los géneros de la vida com ente, así com o a los costum bristas. La palabra en la novela se construye en una co n tin u a interacción con la palabra de la vida. La novela caballe­ resca en prosa se opone al plurilingúism o «inferior», «vulgar», en todos los dom inios d e la vida, prom oviendo, a cam bio, su palabra específico-idealizada, «ennoblecida». La palabra v u lg ^, no lite­ raria, está im pregnada de intenciones inferiores y su expresión es rudim entaria; está orientada estrecham ente desde el punto de vista práctico, atrap ad a en asociaciones triviales, conientes, y apesta a —

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contextos específicos. La novela caballeresca opone a la palabra su propia palabra, vinculada sólo a asociaciones elevadas y no­ bles, llena de rem iniscencias d e contextos elevados (históricos, literarios, científicos). Al m ism o tiem po, talpalabraennoblecida,adífcrencia de la poética, puede sustituir a la palabra vulgar en las conver­ saciones, cartas, y otros géneros corrientes, de la m ism a m anera que u n eufem ism o sustituye a u n a expresión grosera, porque tiende a orientarse dentro de la m ism a esfera que la palabra de la vida. Así, la novela caballeresca se convierte en portadora de la ca­ tegoría del carácter literario extragenérico del lenguaje, pretende d ar norm as a la lengua de la vida, dar lecciones de estilo y de buen tono: cóm o conversar en la sociedad, cóm o escríbir una carta, etc. En este sentido, la influencia d e A m a d fs ha sido especialm ente grande. Se com ponían libros especiales, com o p o r ejem plo E l tesoro de A m adis. E l libro de los requiebros, que recogían m odelos de conversación, cartas, discursos, etc., extraídos de la novela, li­ bros que han tenido u n a difusión y u n a influencia enorm es du­ rante todo el siglo xvn. La novela caballeresca ofrece la palabra a todas las situaciones y casos posibles, oponiéndose siem pre a la palabra vulgar en sus m odalidades ^oseras. U n a genial expresión artística d e los encuentros entre la pala­ bra ennoblecida p o r ia novela caballeresca y la palabra vulgar, en todas las situaciones im portantes tanto para la novela com o para la vida, la d a Cervantes. £1 objetivo intrínsecam ente polém ico de la palabra ennoblecida en relación con el plurilingüism o, apare­ cen Don Q uijote en los diálogos novelescos co n Sancho y otros representantes dc la realidad plurílingúe y grosera de la vida, así com o en la dinám ica níiisma de la intríga novelesca. El dialogismo interno potencial, que está en la base de la palabra ennoblecida, se ve aquí actualizado y evidenciado —en los diálogos y el m ovi­ m iento de la intríga—; pero, al igual que en todo dialogism o lin­ güístico auténtico, no se agota definitivam ente, ni se acaba desde el pu n to de vista dram ático. Para la palabra poética, en sentido restringido, está totalm ente excluida, com o es natural, tal actitud con respecto al plurilin­ güism o extraliterario. La palabra poética, com o tal, es im posible e inconcebible en las circunstancias de la vida, y en los géneros costum bristas. Tam poco puede oponerse directam ente al plurilin­ güismo, porque no tiene con él u n terreno com ún, próxim o. Es verdad q u e puede influenciar a los géneros costum bristas e in ­ cluso a la lengua hablada, pero sólo indirectam ente. —

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?aia llevar a cabo su objetivo de organización estilística del lenguaje co m e n te , la novela caballeresca en prosa debería, com o es lógico, in clu ir en su estructura to d a la diversidad de géneros id eo ió ^ co s co rríentes e intraliteraríos. Esa novela» al igual q u e la novela sofística, era u n a enciclopedia casi com pleta d e los géneros de su época. E structuralm ente, to d o s los géneros intercalados p o ­ seían u n a cierta perfección y au to n o m ía; p o r eso p o d ían despren­ derse fácilm ente d e la novela y figurar, p o r separado, co m o m o ­ delos. N aturalm ente, en función del carácter del género intercalado se v an a b a tam b ién , en cierta m edida, el estilo d e la novela (res­ p o n d ien d o sólo a u n m ín im o de exigencias del género); pero, en todo lo esencial, se m an ten ía uniform e; y ni que decir tiene, para los le n g u ^ e s de los géneros en sentido estrícto: to d a esa diversi­ d ad de géneros intercalados está recorrída por un solo lenguaje u niform e ennoblecido. La u n id ad , o m ás exactam ente, la uniform idad d e ese lenguaje ennoblecido no es suficiente por sí m ism a: es polém ica y abs­ tracta. En su base se en c u en tra u n a cierta actitu d distinguida, fiel a sí m ism a, frente a la realidad inferior. Pero la u n id ad y fidelidad a sí m ism a de esa actitud noble, se consiguen al precio d e la abs­ tracción polém ica y, p o r tan to , son inertes, pálidas y m ortecinas. Pero tam p o co p uede ser de o tra m an era la u n id ad d e tales nove­ las, con su desoríentación social y la falta d e base ideológica. El h o rízo n te objetu al y expresivo d e esa palabra novelesca es u n hO’ rízonte invaríable del h om bre vivo y m óvil, q u e se desplaza hasta el in fin ito d e la realidad, sino q u e parece co m o si se trata ra d e u n horízonte inm ovilizado dcl hom bre q u e aspira a guardar la m ism a pose in m ó v il y que se pone en m ovim iento n o para ver, sino por el co n trarío p ara desviar la m irada, para no observar, para ale­ jarse. Es u n h o rízonte q u e n o está lleno d e cosas reales, sino de rem iniscencias verbales de cosas e im ágenes literarías, opuestas p o lém icam ente al plunlingüism o grosero del m u n d o real y puri­ ficadas m inuciosam ente (pero intencionadam ente polém icas y por eso perceptibles) de posibles asociaciones corríentes, groseras. Los representantes de la segunda línea estilística de la novela (R abelais, F ischart, C ervantes, etc.), tran sfo rm an paródicam ente ese pro ced im ien to de abstracción, desarrollando en base a com ­ paraciones u n a seríe de asociaciones inten cio n ad am en te groseras, q u e hacen descender ei térm in o com parado al m ás bajo nivel de ban alid ad prosística, destruyendo co n esto el elevado plano lite­ rario alcanzado p o r el cam in o de la abstracción polém ica. El plu—

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rilingùism o se venga asi d e su elim inación abstracta (por ejem plo, en los discursos d e Sancho Panza^‘). Pára la segunda linea estilística, el le n g u ^ e ennoblecido d e la novela caballeresca, con su abstracción polém ica, se convierte tan sólo en u n o d e los participantes en ei diálogo d e lenguajes, en u n a im agen del le n g u ^ e en prosa, q u e es en C ervantes la m ás pro­ fu n d a y com pleta; u n a im agen capaz d e o p o n er resistencia dialógica intrínseca a las nuevas intenciones del autor; u n a im agen agi­ tada, bivocai.

H acia com ienzos del siglo xvii, la prim era línea estilística de la novela com ienza, e n cierta m edida, a cam biar: la idealización y polem ización ab stracta del estilo novelesco em piezan a ser u ti­ lizadas p or fuerzas históricas reales para la realización de objeti­ vos polém icos y apologéticos m ás concretos. L a desorientación social del ro m anticism o caballeresco abstracto es sustituida por la clara orientación social y política de la novela barroca. L a novela pastoril percibe ya, de m anera totalm ente diferente, su m aterial y o rienta su estilización d e o tra m anera. N o se trata sólo de u n a actitu d creadora m ucho m ás libre con respecto ai m aterial’^ sino d e la m odificación de sus funciones. En grandes líneas, se p uede explicar d e la ág u ien te m anera: al m aterial ajeno y a n o se p uede llegar evadiéndose d e la realidad contem poránea, sino envolviendo co n él esa realidad, representándose uno mismo. L a ac titu d ro m án tica a n te el m aterial com ienza a ser sustituida p o r o tra nueva, la barroca. Se descubre u n a nueva form a d e acti­ tu d con respecto al m aterial, u n nuevo m o d o d e utilizado artísti­ cam ente, que d efin irem o s a grandes rasgos com o el enm ascara­ m ien to d e la realidad circundante en el m aterial ajeno, co m o u n a Es caracterísiica de la literatura alemana la especial inclinación por ese mé> todo de rebajamiento dc las palabras elevadas, por medio del desarrollo de compa­ raciones y asociaciones inferiores. Introducido en la liieralura alemana por Wolfram von Eschenbach, dicho procedimiento tía determinado el estilo de predicadores populares como Geiler von Kaisersberg, y lo hallamos en Fischart en el siglo xvi, en las prídicas de Abraham a santa Clara en el si^o xvu, en las novelas de Hippel y de Jean-Paul en los siglos xvin y xjx. ” En esc sentido, los principales logros compositivos de la novela pastoril, en comparación con la caballeresca, son: mayor conceiUraciún de acción, mejor aca­ bado del conjunto, desarrollo estilizado del paisaje. También hay que mencionar la introducción de miiologfa (clásica) y de versos en la prosa. -^ 2 0 i --

m ascarada específica de creación de héroes’^. El sentim iento de conciencia de sí m ism a de la época se hace fuerte y elevado, y uti­ liza u n variado m ateríal ajeno para autoexpresarse y autopresentarse. En la novela pastoril, esa nueva percepción del m aterial y ese nuevo m o d o de utilización del m ism o sólo se encuentran en su fase inicial: su am plitud es dem asiado reducida todavía, y las fuerzas históricas de la época aú n n o se h an agrupado. En esas no­ velas pred o m in a el elem ento de autoexpresión lírico-íntim o, un tan to de cám ara. El nuevo m odo de utilización del m aterial se desarrolla y rea­ liza com pletam ente en la novela heroico-histórica barroca. La época se lanza con avidez en busca del m aterial heróico vivo en todo tiem po, país y cuhura; el fuerte sentim iento q u e tiene de si m ism a la conciencia se considera en estado de dotarse orgánica­ m ente de m ateríal heroico vivo, con independencia del universo ideológico cultural de que proceda. Todo exotism o es bienveni­ do: el m aterial oriental n o se hallaba m enos difundido que e! anti< guo o el m edieval. Descubrirse y realizarse uno m ism o en u n m a­ terial ajeno, heroificarse u n o m ism o y la lucha propia en un m aterial ajeno es lo que constituye el pathos de la novela barroca. L a concepción barroca del m undo, con sus extrem os, con la so­ bretensión contradictoria de su unidad, al p enetrar en el m aterial histórico, expulsó de éste to d a huella de au to n o m ía interna, toda resistencia in tern a del m u n d o cultural ajeno que había creado ese m aterial, y lo transform ó en el e m b a ls e externo estilizado del p ropio contenido®^. L a im po rtan cia histórica de ia novela barroca es especial­ m ente grande. G enéticam ente, casi todas las variantes de la no­ vela del período m oderno provienen de los diversos aspectos d e Ja novela barroca. Al ser la heredera de toda la evolución anterior de la novela y utilizar am pliam ente el co n ju n to de esa herencia (la novela sofistica, A m adís, la novela pastoríl), logró reunir en sí m ism a todos esos m om entos q u e en la evolución posteríor figu­ ran ya p o r separado com o varíantes autónom as: la novela con problem ática, d e aventuras, históríca, psicológica, social. La no­ vela barroca se h a convertido, para el período posterior, en u n a enciclopedia del m aterial: de m otivos novelescos, de situaciones Es característica 1« difusión dei fesiones, q u e en estos casos iba unida por costum bre a la idea de crisis y de renacim iento (son las form as em brionarias d e la novela de la prueba con carácter de aventura y d e confesión). L a idea cristiana del m artirio (ta prueba a través del sufrim iento y de la -

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m uerte), p o r u n lado, y la idea d e la tentación (la prueba p o r medio de las tentaciones), p o r otro, co nfieren u n co n ten id o especí­ fico a ia idea de la prueba, organizadora dei m aterial en la abund an te lite ratu ra apócrifa te m p ra n a y, posteriorm ente, e n la m edieval’^. O tra variante d e la m ism a idea d e la p ru eb a organiza el m ateríal d e la novela caballeresca clásica en verso, v an a n te que reúne en sí, tan to las características d e la prueba de la novela gríega (la p ru e b a d e la fid elidad am o ro sa y del heroísm o), co m o las de la leyenda cristian a (la prueba a través d e los sufrim ientos y de las tentaciones). L a m ism a idea, pero m ás ten u e y lim itada, organiza la novela caballeresca en prosa, au n q u e lo hace débil y su p erfi­ cialm ente, sin p en etrar en lo pro fu n d o del m ateríal. F inalm ente, en la novela barroca, la idea u n ific a arm oniosam ente, co n excep­ cional fuerza com positiva u n m ateríal grandioso y m uy diverso. Y en la evolución posteríor de la novela, la idea d e la prueba conserva su p rím ordial im p o rtan cia organizadora, llenándose, en fu n ció n d e la época, d e co n ten id o ideológico diferente; las relacio­ n es con la tradición se m antienen, au n q u e prevaleciendo u n as u otras lineas de esa tradición (antigua, hagiográfica, barroca). U na variedad especial d e la idea d e la prueba, ex trem adam ente difun­ d id a en la novela del siglo x ix , es la prueba de la vocación, la ge* nialidad, la predestinación. A ésta pertenece, e n p rim er lugar, el tipo ro m án tico d e predestinación y de puesta a p ru eb a del m ism o po r la vida. Luego, u n a fo rm a m uy im p o rtan te d e predestinación ia en carn an ios advenedizos en la novela francesa de la época na* poleónica (los héroes d e S tendhal, los d e Balzac). En Zola, la idea de la predestinación se transform a en idea de ia utilidad vital, de la salud biológica y la adaptación del hom bre; en sus novelas, el m ateríal está organizado com o prueba de la to tal validez biológica de ios héroes (con resu ltad o negativo). O tra fo rm a de la idea de la pru eb a es la pru eb a d e la genialidad (se co m b in a frecuentem ente con la p ru eb a paralela d e la utilidad del artista e n la vida). En el siglo XIX p u ed en citarse otras variedades interesantes: la prueba de u n a personalidad fuerte que, por u n a u o tra razón, se opone al colectivo co n pretensiones d e autosuficiencia y d e soledad arro­ g an te o de líder predestinado; la p ru eb a del reform ador m oral o del am oralista, la prueba d el nietzscheniano, de la m ujer em anAsi, la idea de la prueba organiza con arm onía y sobriedad especiales la tan conocida y ija de Alexis, en veno, dei período francés antiguo; entre nosotros, véase, por ejemplo. Vida de Feodosy Pechiorsky. —

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cipada, etc., to d as ellas son ideas organizadoras m uy difundidas en la novela euro p ea del siglo x ix y com ienzos del U n a va­ rian te especial d e la novela de la prueba la constituye la novela rusa de la pru eb a del intelectual, prueba de su utilidad y d e su p lena validez social (cl tem a del «hom bre inútil») que, a su vez, se divide en u n a serie d e subvariantes (desde P ushkin hasta la pru eb a del intelectual en la revolución). La idea d e la prueba tiene tam bién u n a im portancia colosal en la novela p u ra m e n te d e aventuras. L a productividad de esa idea se m an ifiesta ex ternam ente en el hecho de q u e perm ite co m binar orgánicam ente en la novela el aventunerism o intenso y variado con u n a p roblem ática profunda y u n a psicología com pleja. Todo de­ pende de la p ro fu n didad ideológica, de la op o rtu n id ad históricosocial y del carácter progresista del contenido de la idea d c la pru eb a que organiza la novela; en función de tales cualidades, la novela alcanza su m áxim a plenitud, to d a la am p litu d y profun­ d id ad en las posibilidades del género. La novela puram ente de aventuras, reduce frecuentem ente, casi al m ínim o, las posibilida­ des del género novelesco; sin em bargo, la tra m a desnuda, la aven­ tu ra desnuda, n u n c a puede convertirse, por su naturaleza, en fuerza organizadora d e la novela. P o r el contrario, en cada tram a, en cad a aventura, siem pre descubrim os las huellas de alguna idea q u e las organizó antes, que creó el cuerpo de la tram a d ad a y lo an im ó , pero q u e ha perdido ahora su fuerza ideológica y que ape­ nas arde en él. C on m ayor frecuencia la tra m a de la aventura está organizada p or la idea, q u e va apagándose, de la prueba del héroe; sin em bargo, n o siem pre es asf. L a n ueva novela europea de aventuras tiene dos fuentes esen­ ciales diferentes. U n o de los tipos de novela d e aventuras conduce a la gran novela b arro ca de la prueba (este es el tip o predom inantem en te de novela d e aventuras); el otro, conduce a G il B las y, m ás adelante, al Lazarillo; es decir, está ligado a !a «novela pica­ resca». E n la antigüedad en co n tram o s estos dos m ism os tipos re­ presentados, de u n lado, p o r la novela sofistica, y de otro, p o r Pétronio. El p rim er tip o principal de novela d c aventuras está organizado al igual que en la novela barroca, p o r u n a de las va­ riantes de 1a novela de la prueba, casi apagada desde el p u n to de El peso específico de tatcs pruebas para icpresentantes de todo tipo de ideas y orientaciones de moda, es colosal en la producción novelesca dc una masa de no­ velistas dc segundo orden. —

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vista ideológico y com pletam ente exteñorizada. Sin em bargo, este tipo de novela es m ás com plejo y m ás rico, y n o ab an d o n a defi> nitivam ente u n a cierta problem ática y u n a cierta psicología: en ella se deja sentir siem pre la sangre de la novela barroca, d e A m aáis, de la novela caballeresca y, m ás adelante, d e la épica, de la le­ yenda cristian a y d e la novela griega^^. Asi es la novela d e aven­ turas inglesa y am ericana (Defoe, Lewis, RadcUffe, W alpole, Coo* per, L o ndon. etc.); así son tam b ién las variantes principales d e )a novela de aventuras y d e bulevar francesas. C on bastante frecuen­ cia se observa u n a m ezcla de los dos tipos; pero e n tales casos, ei elem ento organizador del co n ju n to es siem pre el p rim er tip o (la novela d e la prueba), en tan to q u e m ás poderoso, dom inante. £1 ferm en to b arroco en la novela de aventuras es m uy fuerte; incluso en la estructura de la novela de bulevar d e la m ás baja estofa pue­ d en descubrirse los aspectos que, a través de la novela barroca y de A m a d is, nos conducirán a las form as de la biografía cristiana tem pran a, de la autobiografía y d e la leyenda del m u n d o ro m an o helenístico. U n a novela tan conocida com o R ocam bole, de Ponson d u Terrail, está repleta d e antiquísim as rem iniscencias. En la base de su estructura se transparentan las form as de la novela de la prueba ro m ^ o -h e le n fstic a , con la crisis y el renacim iento (A puleyo y las leyendas cristianas tem p ran as acerca de la conver­ sión del pecador). E ncontrarem os en ella u n a serie com pleta de m o m en to s q u e conducen, a través d e la novela barroca, a A m a d is y, posteriorm ente, a la novela caballeresca e n verso. Al m ism o tiem po, están tam bién en su estructura los elem entos del segundo tip o {Lazarillo, G il Blas), pero, naturalm ente, el espíritu barroco es el predom inante. D irem os algunas palabras sobre Dostoievski. Sus novelas son u n a clara expresión d e la novela de la prueba. Sin referim os, en lo esencial, al contenido d e la idea específica de la prueba, situada en la base de la estructura d e esas novelas, vam os a detenernos brevem ente e n las tradiciones históricas q u e han dejado su huella en las m ism as. Dostoievski estaba vinculado a la novela barroca en cu atro direcciones: a través d e la «novela sensacionalista» inglesa^® (Lewis, Radcliffe, W alpole, etc.), d e la novela social fran-

Es verdad que e&a amplitud raras veces cansütuye un privilegio pata ella; cí material problemático y p&icológico es banalizado en la mayoiia de los casos; el se­ gundo lipo es más estricto y puro. •'* Térm ino de V. Dibeluis. — 206 -

cesa d e aventuras de tugurio (E. Suc), de las novelas de prueba de Balzac y fin alm en te a través del rom anticism o alem án (especial­ m ente de H offm ann); pero, fuera de esto, Dostoievski estaba li­ gado directam ente a la literatura apócrifa y a las leyendas cristia­ nas del cam po ortodoxo, con su idea específica de la prueba. Así se explica la com binación orgánica que hay en sus novelas de aventuras, de problem ática, vidas d e santos, crisis y renacim iento; es decir, todo ese com plejo característico de la novela rom ano-he­ lenística de la pru eba (com o podem os juzgar por A puleyo, por los datos que nos h an quedado de algunas autobiografías y d c la le­ yenda hagiográfica cristiana tem prana). El estudio de la novela barroca, que h a incorporado el enorm e m aterial de la evolución anterior de ese género, tiene u n a im p o r­ tancia excepcional para la com prensión de las variantes noveles­ cas m ás im portantes del período m oderno. Casi todas las vías conducen directam ente hacia ella, y luego hacia la Edad M edia, el m u n d o rom ano-helenístico y Oriente. E n el siglo x v in, W ieland, Wczel, B lankenburg, G oethe y los ro m ánticos proclam aron —com o contrapeso a la novela de la prueba— la n ueva idea de la «novela form ativa», y, en especial, de la «novela pedagógica». idea de la prueba n o tenía relación con el proceso de for­ m ación del hom bre; en algunas de sus form as conoce la crisis, el resurgim iento, pero no conoce la evolución, el devenir, la form a­ ción gradual del hom bre, l^ rte del hom bre ya form ado y lo so­ m ete a prueba desde el p u n to de vista dc u n ideal tam bién ya for­ m ado. E n ese sentido, la novela caballeresca y, especialm ente, la novela barroca, son típicas porque postulan directam ente la no­ bleza in n ata, inm óvil e inerte de sus héroes. La novela del período m oderno contrapone a ia novela b a ­ rroca, de u n lado, la form ación del hom bre, y de otro, un cierto dualism o, u n a cierta falta de perfección dcl hom bre vivo, la m ez­ cla del bien y del m al, de fuerza y debilidad. La vida, con sus acontecim ientos, y a n o sirve de banco de prueba y m edio de ve­ rificación del héroe y a form ado (o, en el m ejor de los casos, de factor estim ulante de la evolución de la naturaleza del héroe, ya desde antes form ada y predeterm inada); ahora, la vida con sus acontecim ientos, ilum inada por la idea de la form ación, se revela com o experiencia del héroe, com o escuela, com o m edio que está fo rm an d o y m odelando por p rim era ve¿ el carácter del héroe y su concepción del m u ndo. La idea de la form ación y de ta educación

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p erm ite la organización d e u n a m an era n u ev a del m ateríal que rodea al héroe, y la revelación, d en tro de ese material« de aspectos to talm en te nuevos. L a idea de la form ación y d e la educación, y la idea de la p ru e b a no se excluyen u n a a otra d e n tro del m arco de la novela del p eríodo m oderno; al contrarío, pueden com binarse de m anera p ro fu n d a y orgánica. L a m ayoría d e los grandes m odelos de la n o ­ vela eu ro p ea com bina en sí m ism a, orgánicam ente, am bas ideas (especialm ente en el siglo x ix , cuando los m odelos puros de no< vela d e la pru eb a y form ativa se hacen bastante raros). Así, en P arsifal se co m b in a ya la id ea de la p ru eb a (predom inante) con la idea d e la form ación. L o m ism o h a de decirse d e la novela peda­ gógica clásica W ilh elm M eister: tam bién aq u í la idea de la edu­ cación (p red o m in ante ya) se com bina co n la idea d e la prueba. El tipo de novela creado por Fielding, y parcialm ente por S tem e, se caracteríza igualm ente p o r la conjunción de am bas ideas, en proporciones, adem ás, casi iguales. Bajo la in flu en cia de Fiel< ding y de S tem e se crea el tipo continental de novela pedagógica representado p o r W ieland, Wezel, H ippel y Jean-Paul; en ésta, la p ru eb a del idealista y del extravagante no conduce sim plem ente a su desenm ascaram iento, sino tam b ién a su transform ación en h om bres que piensan de m an era m u ch o m ás realista; la vida aqut n o sólo es u n banco de prueba, sino tam bién u n a escuela. E n tre las varíantes específicas d e com binación d e los dos tipos d e novela, citarem os tam b ién a H en ric Verde, de G. KcUer, que está organizada p o r am b as ideas. D e m an era análoga está cons^ tru id a Jeati’Christophe, d e R om ain R olland. C o n la novela d e la prueba y la pedagógica n o se agotan, com o es natural, todos los tipos d e organización novelesca. Basta con que señalem os las principales nuevas ideas organizadoras introduci­ das p o r la estru ctu ra biográfica y autobiográfica de la novela. La biografía y la autobiografía, en el curso d e su evolución, h an cía* borado u n a seríe de form as definidas p o r ideas organizadoras es^ peciales —p o r ejem plo, la «del heroísm o y la virtud)», com o so­ p o rte para la organización del m ateríal biográfico, o la «de la o cupación y el trabajo», la «del éxito y fracaso», etc.

Volvam os a la novela barroca de la prueba, de la q u e nos ha alejado n u estra digresión. ¿Cuál es la posición de la palabra en esa novela, y cuál es su actitud a n te el plunlingüism o?

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La palabra de la novela barroca es u n a palabra patética. En ella, precisam ente, se creó (dicho con m ayor exactitud, alcanzó la plenitud de su evolución) el patetism o novelesco, tan diferente del pathos poético. La novela barroca se convirtió en un sem illero del patetism o, especifico dondequiera q u e penetraba la influencia de aquella, y d o nde se conservaban sus tradiciones: es decir, prepon­ deran tem en te en la novela de la prueba (y en los elem entos «de la prueba», de tipo m ixto). El patetism o barroco se define a través de la apologética y de la polém ica. £ste es el pathos de la prosa q u e percibe constan­ tem en te la oposición de la palabra ajena, del p u n to de vista aje­ no; es el p ath o s de la ju stificació n (au to ju stificad ó n ) y d e la acusación. La idealización heroizadora de la novela barroca no es épica; al igual q u e en la novela caballeresca, es u n a idealiza­ ción polém ico-abstracta, y, adem ás, apologética; pero, al co n ­ trario q u e en la n ovela caballeresca, es profundam ente patética, y tiene tras ella fuerzas socioculturales reales, conscientes de sí m ism as. Vamos a insistir brevem ente en la especificidad de ese pathos novelesco. L a palabra patética se m uestra totalm ente suficiente para sí m ism a y p ara su objeto. Pues el hablante, en la palabra patética, está im plicado to talm ente, sin ningún distanciam iento y sin n in ­ guna reserva. L a palabra patética aparece com o u n a palabra d i­ rectam ente intencional. Sin em bargo, el path o s está lejos d e ser siem pre así. L a palabra patética puede ser convencional e incluso am bigua, com o la pa« labra bivocai. Así precisam ente, d c m anera casi inevitable, es el p athos en la novela; p orque en este caso n o tiene, y no puede te­ ner, ningún soporte real: h a de buscarlo en otros géneros. £1 p a­ thos novelesco no tiene sus propias palabras: tiene q u e to m a r prestadas las palabras ^ e n a s . El auténtico pathos concreto es sólo u n pathos poético. El patetism o novelesco siem pre restaura en la novela algún otro género que, en su fo rm a directa y pura, había perdido ya su te­ rren o real. La palabra patética en la novela es casi siem pre u n su­ cedáneo de ese género inaccesible ya p a ra el período y la fuerza social respectivos: es la palabra del predicador sin pùlpito, del te­ m ido ju ez sin po d er ju ríd ico y represivo, del profeta sin m isión, del político sin po der político, del creyente sin iglesia, etc.; en to d as partes, la palabra patética está vinculada a tales orientacio­ nes y posiciones, inaccesibles al au to r en to d o su rigor y lógica, -

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pero a las que, al m ism o tiem po, h a de reproducir de m anera convencional con su palabra. Todas las form as y m edios pa­ téticos del le n g u ^ e —léxicas, sintácticas y com positivas— se h an unido a tales oríentaciones y posiciones precisas; todas ellas satisfacen u n a cierta fuerza organizada, im plican u n a cier­ ta delegación social determ inada y elaborada del hablante. N o existe el lenguaje para el pathos puram ente individual del hom ­ bre q u e escribe una novela: éste debe, p o r fuerza, subir a la cáte­ dra» adoptar la pose de predicador, de juez, etc. N o existe pa­ thos sin am enaza, sin m aldición, sin bendición, etc.^^. En el len­ guaje patético no se puede d a r ni u n paso sin usurpar, d e m anera falsa, un cierto poder, un rango, u n a posición, etc. En esto estri­ b a la sino su utilización real, de m anera siem pre interesada por ei hablante; utilización determ inada por la -

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posición d e éste (profesión, estado social» etc.)> y p o r la situación concreta. Q uién habla, y en q u é situaciones habla, es lo q u e de> term in a el sentido au tén tico de la palabra. Toda significación y expresividad d irecta son falsas; en especial, las patéticas. En esos géneros se prepara el excepticism o radical en la apre­ ciación de la palabra directa y d e to d a seriedad directa» excepticism o q u e se acerca a la negación d e la posibilidad de la palabra directa no falsa, y q u e en c o n trará su expresión m ás p ro fu n d a en Villon, Rabelais, Sorel, Scarron, etc. Tam bién a q u í se p rep ara la nueva categoría dialogística de la respuesta verbal y eficiente a la m en tira patética, q u e h a ju g ad o u n papel especialm ente im por­ tan te en la historia de la novela europea (y n o solam ente d e la no­ vela), la categoría del engaño gracioso. A la m e n tira patética, acu m u lad a en los lenguajes d e todos los géneros elevados, oficia­ les, canonizados, en los lenguajes de las profesiones, d e las clases y estados sociales reconocidos y establecidos, no se le op o n e la verdad patética, directa, sino el engaño gracioso e inteligente, com o m en tira ju stific ad a a los m entirosos. A los lenguajes d e popes y frailes, d e reyes y señores, de caballeros y de ciudadanos ricos, de sabios y ju ristas, a los lenguajes d e los poderosos y d e los bien si­ tu ad o s en la vida, se les opone el lenguaje del picaro gracioso que reproduce p aródicam ente, cu an d o hace falta, to d o tipo de pate­ tism o ; pero lo h ace de m an era inofensiva, soltándolo d e ios labios co n u n a so n ñ sa y con engaño, burlándose de la m entira, y trans­ fo rm án d o la co n eso en engaño alegre. L a m en tira es ilum inada p o r la conciencia irónica, y se parodia a sí m ism a, p o r b o ca del picaro gracioso. Las form as d e la gran novela d e la segunda lín ea van precedi­ das y preparadas p o r ciclos originales d e novelas satíricas y p aró ­ dicas. N o pod em o s referirnos aq u í al p roblem a de tales ciclos de novela en prosa, a sus diferencias esenciales con los ciclos d e la épica, a los diversos tip o s d e u n ificación de novelas cortas y de otros elem entos análogos, que rebasan el m arco de la estilística. Al lado de la fig u ra del picaro aparece, frecuentem ente unida a ésta, la figura del tonto, del auténtico sim plón o de la m áscara d el picaro. Al falso patetism o se le opone, ju n to co n el engaño gracioso, u n a ingenuidad sim plona q u e n o lo entien d e (o que lo en tien d e deform adam ente, al revés), q u e «aisla» la elevada reali­ d ad de la palab ra patética. Ese aislam iento prosístico del universo de la convencionalidad patética a través de la to n tería (sim plicidad, ingenuidad) que no -2 1 6



com prende, h a tenido u n a im portancia colosal para la historia posterior d e la novela. Si en la evolución posterior de la prosa no­ velesca la figura del to n to h a perdido su papel organizador prin­ cipa! (al igual que la fig u ra del picaro), en cam bio, ei aspecto de iaco m p ren sió n d e la convencionalidad social y de los nom bres, cosas y acontecim ientos elevados, patéticos, h a quedado, casi siem pre, com o ingrediente esencial del estilo prosístico. £1 pro> slsta, o b ien representa el m u n d o a través de las palabras de un narrador q u e n o entiende la convendonalidad dc este m undo, que n o conoce sus nom bres poéticos, científicos y otros igualm ente elevados e im portantes, o introduce u n personaje que n o en­ tiende; p uede suceder tam bién, finalm ente, que el estilo directo del a u to r im plique u n a com prensión intencional (polém ica) d e la visión corriente del m u n d o (por ejem plo, en Tolstói). N atu ral­ m ente, es posible la utilización a la vez del aspecto de incom pren­ sión, d e la to n tería prosística, en las tres direcciones. A lgunas veces, la incom prensión tien e u n carácter radical, y es el principal factor constitutivo del estilo d e la n o v d a (por ejem ­ plo, en C àndido de Voltaire, en Stendhal, en Tolstói); pero, fre­ cu entem ente, la iacom prensión d e la vida p o r algunos lenguajes se lim ita tan solo a ciertos aspectos de ésta. Asi, p o r ejem plo, es B elkin com o narrador: el prosaísm o de su estilo está determ inado p o r su incom prensión d e la ponderabilidad poética d e u n o u otro d e los aspectos de ios acontecim ientos narrados: él, p o r decirlo así, o m ite to d as las posibilidades y efectos poéticos, expone (intencio­ n ad am en te) seca y concisam ente todos ios m o m en to s m ás grati> ficantes d ^ e el p u n to d e vista poético. Igual d e m al po eta es G rin io v (n o en vano escribe m alos versos). £ n el relato de M axim M axim ych (« U n héroe de nuestro tiem po») está evidenciada su in com prensión del lenguaje y del patetism o byroniano. L a com binación de incom prensión y d e com prensión, d e to n ­ tería, sim plism o e ingenuidad con inteligencia, es u n fenóm eno frecuente y m uy típico d e la prosa novelesca. P u ^ e decirse que el aspecto d e in com prensión y to n tería específica (intencional) de> te rm in a casi siem pre, en u n a u o tra m edida, la prosa novelesca de la segunda línea estilística. L a to n tería (la incom prensión) es siem pre polém ica en la n o ­ vela; está en interrelación dialogística con la inteligencia (con la falsa inteligencia superior), polem iza co n ella y la desenm ascara. L a to n tería, al igual q u e el engaño gracioso y todas las dem ás ca­ tegorías novelescas, es u n a categoría dialogística, q u e proviene del —

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diaiogicism o especifico de la palabra novelesca. Por eso, la to n ­ tería (incom prensión) está siem pre relacionada en la novela con el lenguaje, con la palabra; en su base está siem pre la incom pren­ sión polém ica de la palabra ajena, de la patética m entira ajena que envuelve al m u n d o y pretende com prenderlo; la incom prensión polém ica de lenguajes que, aceptados u n ánim em ente y can o n i­ zados, con sus pom posos nom bres p a ra cosas y acontecim ientos, acostum bran a m entir: el lenguaje poético, el lenguaje científicopedante, el religioso, el político» el jurídico, etc. De ahí la diversi­ d ad de situaciones novelescas dialogísticas o de oposiciones dia­ logísticas: to n to y poeta, to n to y científico pedante, to n to y m o­ ralista, to n to y pope o fariseo, to n to y Juez (el to n to q u e no entiende: an te un tríbunal, en el teatro, en u n a reunión científica, etc.), to n to y político, etc. Esa diversidad de situaciones es utili­ zada am p h am en te en Don Q uijote (especialm ente d u ran te la go­ bernación de Sancho, que ofrece u n terreno propicio para el de­ sarrollo de tales situaciones dialogísticas); o —con estilo totalm ente diferente— en Tolstói; u n a persona que, en diferentes situaciones e instituciones, no entiende nada; por ejem plo, Pierre en el cam po de batalla, Levin en las elecciones d e la nobleza, en la reunión de la D u m a de la ciudad, en la conversación de K oznyshev con el profesor de filosofía, en la conversación con el econom ista, etc., N ejliudov ante el tríbunal, en el senado, etc. Tolstói reproduce las antiguas situaciones novelescas tradicionales. El to n to introducido p o r el autor, el to n to q u e aísla el univei^o de la convencionalidad patética, puede convertirse a su vez en ob-. jeto d e rídlculización por parte del autor. Ei a u to r no se solidaríza obligatoríam ente con él hasta el final. El m om ento d e la rídiculización d e los tontos m ism os puede pasar incluso a p rím er plano. Pero el to n to le es necesarío al autor; m ediante la incom prensión de éste, aísla el universo del convencionalism o social. R epresen­ tan d o la tontería, la novela adquiere inteligencia prosística, sabi­ d u ría prosística. O bservando al to n to u observando al m u n d o con los ojos del to n to, el ojo del novelista adquiere la visión prosística del m undo atrapado p o r el convencionalism o patético y p o r la m entira. La in com prensión d e los lenguajes unánim em ente aceptados, y que parecen generalm ente significativos, enseña a percibir su objetualidad y relatividad, a exteríorízarlos, a observar sus contornos; es decir, enseña a descubrír y construir las im ágenes de los lenguajes sociales. — 218 —

Vamos a dejar aq u í de lado las diversas variantes del to n to y de la incom prensión elaboradas en el prc>ce$o de evolución faistó> rica de la novela. Toda novela, toda corriente literaría, prom ueve a p rim er p ian o uno de los aspectos de la tontería y de la incom ­ prensión y, en función de eso, construye su propia im agen del to n to (por ejem plo, la pucrílidad en los rom ánticos, en los excén­ tricos d e Jean-Paul). Los lenguajes expuestos a aislam iento son di­ versos y están interrelacionados con aspectos de la tontería y la Incom prensión, la m b ié n son diversas las funciones de la tontería y de ia incom prensión en el conjunto de la novela. El estudio de esos aspectos d e la to n tería y de la incom prensión, así com o d e las variantes estilísticas y com positivas relacionadas con ellos en su evolución histórica es u n o de los objetivos esenciales y m ás inte­ resantes de la historia de la novela. £1 engaño gracioso del picaro es una m entira justificada para los m entirosos; la tontería es la incom prensión justificada del en ­ gaño: éstas son las dos respuestas de la prosa al patetism o elevado y a toda seriedad y co n vendonalidad. Pero entre el picaro y el to n to aparece, com o u n a com binación original d e ellos, la figura del bufón. Es éste u n picaro que se pone la m áscam de tonto para m otivar, m ediante ta incom prensión, las desnaturalizaciones desenm ascaradoras y la m ezcla de lenguajes y nom bres elevados. El bufón es u n a de las figuras m ás antiguas de la literatura, y su len­ guaje, determ inado por la posición social específica (por los pri­ vilegios del bufón), es u n a de las form as m ás antiguas de discurso hu m an o en el arte. E n la novela, las fu n d o n es estilísticas del b u ­ fón, asi com o las funciones del picaro y del tonto, están total­ m en te determ inadas p o r la actitud h a d a el plurilingüism o (h a d a sus estratos elevados): el bufón es el que tiene derecho a hablar en lenguajes no reconocidos, y a desnaturalizar prem editadam ente los lenguajes consagrados. Así, el engaño gracioso del picaro —que parodia los lenguajes elevados— , su desnaturalización prem editada, su inversión p o r el b u fó n y, finalm ente, la incom prensión ingenua d e estos p o r el to n to , son las tres categorías dialogísticas q u e organizan el plurilinguism o en la novela al com ienzo de su historia, aparecen en el período m oderno con u n a claridad externa excepcional, y vienen realizadas en las figuras sim bólicas del picaro, el bufón y el tonto. E n la evolución posterior, esas categorías se van refinando, se di* fe ren d a n , se separan de las m encionadas figuras - e t e r n a s e in­ m óviles desde el p u n to de vista sim bólico—, pero siguen conser­

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vando su función organizadora del estilo novelesco. Tales cate­ gorías determ inan la especificidad de los diálogos novelescos, que hu n d en sus raíces profundam ente en el diaiogicismo in trín ­ seco del lenguaje m ism o, es decir, en la incom prensión retíproca de los que hablan lenguajes diferentes. Para la organización de los diálogos dram áticos, esas categorías, pueden, por el contrario, te­ ner sólo una im portancia secundaria por carccer del m om ento de cristalización dram ática. £1 picaro, el bufón y el tonto, son héroes de una seríe inacabable de episodios-aventuras, y de oposiciones dialogísticas igualm ente inacabables. Por eso, precisam ente, es p o ^b le la creación de ciclos de novelas cortas en prosa en to m o a esas figuras. Pero eso tam bién es lo que hace que no sean nece­ sarios para el dram a. El dram a puro tiende hacia un lenguaje único que sólo se individualiza a través de los personajes ^ am á tic o s. £1 diálogo dram ático está determ inado por el conflicto de in­ dividuos en el m arco dei m ism o universo y del m ism o único lenguaje^^. La com edia es, en cierta m edida, u n a excepción. Sin embargo, es significativo el hecho de que la com edia picaicsca no haya llegado, ni de lejos, a alcanzar el desarrollo de la novela pi­ caresca. La figura de Fígaro es de hecho la única gran figura de tal comedia*^. Las tres categorías analizadas por nosotros tienen una im por­ tancia prím ordial para la com prensión del estilo novelesco. La cuna de la novela europea del período m oderno la inauguró el pi­ caro, el bufón y el tonto, q u e dejaron entre sus pañales el gorro de burro con cascabeles. Es más: esas tres categorías tienen tam bién una im portancia igualm ente grande para com prender las raíces prehistóricas del pensam iento prosístico y sus relaciones con el folclore. La figura del picaro h a determ inado la prím era gran forma de novela de la segunda línea, la novela picaresca de aventuras. El personaje de esa novela y su palabra sólo püeden ser enten­ didos, en su especificidad, en el transfondo de la gran novela ca­ balleresca de la prueba de los géneros retórícos extraliterarios ^ Nos referiraos, naturalmenie, al drama clásico puro, con el que se expresa el iimite ideal del géricro. El drama social realista contemporáneo puede ser, como es lógico, plurílingúe. N o nos i^erím os aquí al problema de la influencia de la comedia sobre la n o vela, ni a la posibilidad de descubñr en la comedia la proveniencia de algunas de las variantes de picaro, de bufón y de tonto. Sea cual sea el origen de esas variantes, en la novela se cambian sus funciones; y. en las condiciones de la novela, se desarrollan posibilidades totalmente nuevas para esas figuras. -

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(biografías, confesiones, sermones, etc.), y, posteriorm ente, tam ­ bién en el transfondo de la novela barroca. Sólo en ese transfondo se perfila con toda claridad la novedad radical y la profundidad de la concepción del héroe y su palabra en la novela picaresca. El héroe, portador del engaño gracioso, está situado en este caso m ás allá de cualquier pathos, tanto heroico com o sentimental; está situado intencional y subrayadam ente, y su naturaleza antipatética se revela p o r todas partes, em pezando por la autopresentación y la autonrecom endación del héroe al público, que dan tono a toda la narración, y term inando por el finaL El hétoe está si­ tu ado m ás allá de las categorías —esencialm ente retóricas— que constituyen la base de la figura del héroe en la novela de la prueba; m ás allá de todo juicio, de toda defensa o acusación, de la autojustificación y el arrepentim iento. La palabra acerca del hom bre tom a aquí un tono com pletam ente nuevo> ajeno a toda seríedad patética. E ntre tanto, com o ya hem os m ostrado, estas categorías paté­ ticas han determ inado por com pleto la figura del héroe en la no­ vela de la prueba, y la figura del hom bre en la m ayoría de los gé* ñeros retóricos: en las biografías (^orificación, apología), en las autobiografías (autogloríficación, autojustificación), en las con­ fesiones (arrepentim iento), en la retórica jurídica y política (defensa-^usación), en la sátira retórica (desenm ascaram iento paté­ tico), etc. La organización de la imagen del hom bre, la elección de las características, su com binación, los m edios de relacionar hechos y acontecim ientos con la imagen del héroe vienen deter­ m inados totalm ente, ya sea por su defensa, su apología, su glori­ ficación, o bien, al contrario, por la acusación, el de^nm ascaram iento, etc. E n el fondo, hay una idea norm ativa e inm óvil del hom bre, una idea que excluye todo proceso de form ación m ás o m enos im portante; poir eso, el héroe puede ser valorado de ma> nera totalm ente positiva, o totalm ente negativa. Es más, en la base de la concepción del hom bre que define al héroe de la novela so­ fìstica, de la biografía y la autobiografía antiguas, y, posterior­ m ente, de la novela caballeresca, de la novela de la prueba y de los géneros retóricos correspondientes, predom inan las categorías retórico-jurídicas. La unidad del hom bre y la unidad de sus he­ chos (de la acción) tienen un carácter retórico Jurídico y, p or tanto, parecen superficiales y formales desde el punto de vista de la con* cepción psicológica posterior acerca de la personalidad. N o en vano la novela sofìstica ha nacido de la fantasía jurídica, separada —

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de la vida Jurídica y política real del rétor. £1 esquem a del análisis y de la representación de ia acción h u m an a en la novela, proce> den de los análisis y de las representaciones retóricas del «cri­ m en», del «m érito» de la hazaña, de la tuada, in form ativa a secas. El héroe de la novela picaresca es opuesto al héroe de la no­ vela de la prueba y de La tentación; n o es fiel a nada, engaña a todo ei m undo; pero con ello, es fiel a si m ism o, a su objetivo ex­ céptico antipatético. Está m adurando aquí u n a nueva concepción de la personalidad hum ana, que no es retórica, pero tam poco confesional; que está todavía a la búsqueda de su palabra, prepa­ rándole el terreno. L a novela picaresca todavía n o orquesta sus intenciones en sentido exacto, pero prepara fundam entadam ente esa orquestación, librando la palabra del pesado patetism o q u e la oprim e, de todos los acentos necrosados y falsos, sim plificando la palabra, y, en cierta m edida, vaciándola. En eso estriba su im por­ tancia, ju n to a la novela satírica y paródica picaresca, a la épica paródica y a los correspondientes cíelos de las novelas construidas en to m o a las figuras del b ufón y del tonto. Todo esto es ío q u e preparó los grandes m odelos de la novela de la segunda línea, del tip o de D on Quijote, En esas grandes obras, de im portancia crucial, el género novelesco se convierte en lo que es, desarrolla todas sus posibilidades. A quí m aduran definitiva­ m ente y alcanzan la plenitud d e su especifiddad, las auténticas imágenes novelescas bivocales, diferenciándose profundam ente de los sím bolos poéticos. Si en la prosa paródica p i c a r e ^ y bufa, en el am b ien te del engaño gracioso q u e lo sim plifica todo, la figura desnaturalizada p o r el engaño patético era transform ada en una sem im áscara artística y abierta, aquí, esa sem im áscara es susti­ tu id a p o r la im agen de u n a auténtica figura artística en prosa. Los lenguajes dejan de ser solam ente objeto d e la parodia p uram ente polém ica u objeto en sí; sin perder definitivam ente el m atiz p a­ ródico, com ienzan a realizar u n a función de representación artís­ tica, de re p resen tad ó n ju sta . L a novela aprende a utilizar todos los lenguajes, m aneras y géneros; obliga a todos los universos le­ janos o ajenos, desde el p u n to de vista social e ideológico a hablar

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d e sí m ism os en su propio lenguaje y con su propio estilo; pero el a u to r sobrepone a esos lenguajes y acentos sus intenciones, q u e se co m b in an dialogísticam ente co n aquellos. El au to r introduce su idea en la im agen dei lengu^'e ajeno sin violar la v o lu n tad d e ese len g u ^ e , su propia especificidad. L a palabra del héroe sobre s< m ism o y sobre el universo p ropio se une orgánica e intrínseca­ m ente a la palabra del au to r sobre el héroe y sobre su universo. C o n tal unión in te ñ o r de dos pu n to s de vista, de dos intenciones y d e d o s expresiones en u n a sola palabra, el aspecto paródico de ésta adq u iere un carácler especial: el lenguaje parodiado m ani­ fiesta u n a resistencia dialogística viva frente a las intenciones aje­ nas parodiantes; en ei in terio r de la im agen em pieza a so n ar u n a conversación inacabada; la im agen se convierte en interacción abierta, viva en universos, en puntos de vista, en acentos. D e aquí la posibilidad de diversas actitudes an te la d isp u ta que suena en el interio r de la im agen, de diversas posiciones en esa disputa, y. en consecuencia, d e diversas interpretaciones de la im agen m ism a. L a im agen se convierte en polisem àntica, com o un sím bolo. Así se crean las im ágenes novelescas inm ortales que viven en diferentes épocas u n a vida diferente. Así, la figura de D o n Q uijote, en la his­ to ria posteríor de la novela, se reacentúa variadam ente, y es in ter­ p retad a de m an era diferente; esas reacentuaciones e interpretacio­ nes h an constituido, adem ás, una base para la evolución posteríor, necesaria y orgánica, de dicha figura, la continuación d e la disputa in acab ad a originada en ella. Ese diaiogicism o in te rio r d e las im ágenes está relacionado con el diaiogicism o general d e to d o el plurílingüism o en los m odelos clásicos d e la novela d e la segunda línea estilística. A quí se reve­ la y se actualiza la naturaleza dialogística del plurilingúism o; los lenguajes se interrelacionan u n o con otro y se ilum inan recí­ procam ente^^. Todas las intenciones im p o a a n te s del a u to r son orquestadas, se refiractan baio diferentes ángulos a través de los lenguajes del plurílingüism o d e la época. Sólo los elem entos secundaríos, p u ram en te inform ativos, indicativos, vienen dados en la palabra directa del autor. El lenguaje de la novela se convierte en u n sistem a d e lenguajes literaríos or;ganizados. Para co m p letar y precisar n u estro p lan team ien to en cu a n to a las diferencias en tre la prím era y la segunda línea estilística de la ^ Ya hemos dicho que el diaiogicismo potencial del lenguaje ennoblecido de la primera línea, su polémica con d pluñlingulsmo grosero, se actualiza aquf. —

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novela, detengám onos todavía en dos aspectos q u e evidencian la distin ta actitu d a n te el plurílingúism o de las novelas de la prím era y la segunda línea estilística.

C o m o hem os visto, las novelas d e la p rím era línea introducían la diversidad dc géneros de la vida corriente y la d e los géneros sem iliteraríos, a fin dc elim inar de estos el plurílingúism o grosero y sustituirlo en todas partes p o r u n lenguaje uniform e, «ennoble^ cido». La novela no era u n a enciclopedia de lenguajes sino d e gé­ neros. Es verdad que todos estos géneros eran presentados en el trasfondo, que los dialogizaba, d e los correspondientes lenguajes del plurílingüism o, negados polém icam ente o purificados; pero ese trasfondo plurílingúe se qu ed ab a fuera de la novela. T am bién en la segunda línea observam os la m ism a tendencia de los géneros hacia el enciclopedism o (aunque n o en la m ism a m edida). Baste m encionar a D on Quijote, m uy rico en géneros in­ tercalados. Sin em bargo, la función d e los géneros intercalados se m o d ifica radicalm ente en las novelas de la segunda línea. A quí sirven a u n objetivo principal: introducir en la novela la diversi« dad y la pluralidad d e los len g u ^es de la época. Los géneros ex> traliterarios (por ejem plo, los costum bristas) no se introducen para ser «ennoblecidos», «literaturizados», sino, precisam ente, p o r su carácter extraliterario, por la posibilidad de in co rp o rar a la novela u n lenguaje n o literario (incluso u n dialecto). L a pluralidad de los lenguajes de la época debe d e estar representada en la novela. En el terreno d e la novela d e la s ^ u n d a h'nea cristalizó u n im ­ perativo que, posteriorm ente, h a sido proclam ado con frecuencia im perativo constitutivo del género novelesco (a diferencia de otros géneros épicos), y que, en general, se form ulaba d e la siguiente m anera: la novela debe ser un reflejo com pleto y m ultilateral de la época. Ese im perativo h a d e ser form ulado de otra m anera: en la no* vela deben estar representadas todas las voces ideológico-sociales de la época, es decir, todos ios lenguajes m ás o m enos im portantes de la época; la novela debe ser u n m icrocosm os d e plurilin­ güism o. F orm ulado de esa m anera, dicho im perativo es en realidad in ­ m an en te a la idea del género novelesco q u e h a determ inado la evolución creadora de la variante m ás im p o rtan te de la gran no* vela del período m oderno, em pezando p o r D on Q uijote. Esa exi­ -

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gencia adquiere u n a nueva significación en la novela pedagógica en ia que la idea m ism a del proceso d e form ación selectiva y de evolución del h o m b re exige u n a representación plena d e m u n d o s sociales, de voces, d e lenguajes d e la época, en m edio de ios cuales, a través de la prueba y d e la elección del héroe, se realiza tal proceso d e form ación. Psro, com o es natural, ia novela educativa no sólo exige ju stificad am en te una plenitud tai (lo m ás exhaus­ tiva posible) d e los lenguajes sociales. Esa exigencia puede ta m ­ bién com binarse orgánicam ente con oíros objetivos d e lo m ás d i­ verso. P o r ejem plo, las novelas d e E. Sue tienden hacia ia plenitud en la representación d e los m u n d o s sociales. En la base de ese im perativo q u e tiene ia novela d e plenitud de los lenguajes sociales de la época, está la com prensión correcta de la esencia dei plurilingüism o novelesco. U n lenguaje sólo se re­ vela en to d a su originalidad cu an d o está interrelacionado co n to> d o s los dem ás lenguajes incorporados a la m ism a u n id ad co n tra­ dictoria del proceso de form ación social. C ada lenguaje es en la novela u n p u n to d e vista, u n horizonte ideológico social de gru­ pos sociales reales y d e sus representantes. D ad o q u e el lenguaje no es percibido com o u n horízonte ideológico social específico, n o puede servir de m ateríal para ia orquestación, n o puede co n ­ vertirse en u n a im agen de la lengua. Por o tra parte» to d o p u n to de vista acerca del m u n d o , im p o rtan te para la novela, debe d e ser u n p u n to d e vista concreto socialm ente realizado, y n o u n a posición abstracta, p u ram en te sem ántica; ha d e tener» p o r tanto, un len ­ guaje propio con el cual constituir u n todo orgánico. La novela n o se construye a base de disonancias sem ántico abstractas, ni tam poco a base d e conflictos puros del argum ento, sino a p artir del plurílingüism o social concreto. P o r eso tam poco la plenitud d e los p u ntos de vista realizados, hacia los cuales tiende ia noveia, es u n a plenitud sistem ática, lógica, p u ram en te sem ántica, d e los posibles p u n to s de vista; no, es u n a plenitud históríca y concreta de los lenguajes ideológico-sociales reales, q u e h an e n tra d o en in ­ teracción en la época respectiva, y que pertenecen a u n a entidad co n tradictoría q u e está en proceso de form ación. En el trasfondo dialogístico de otros lenguajes d e ía época, y en interacción d ia ­ logística co n estos (en diálogos directos), cada lenguaje em pieza a ten er o tra resonancia con respecto a la q u e tenía antes; resonan­ cia, p o r decirlo de esta m anera, «en sí» (sin relación con otros). Ú n icam ente en el to d o del plurílingüism o d e la época, se revelan plenam ente los lenguajes aislados, sus papeles y su sentido histó­

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rico real; de la m ism a m anera que el sentido finai, definitivo, de u n a cierta réplica d e u n diálogo, sólo se revela cuando ese diálogo está ya acabado, cu ando todos h a n dicho lo q u e tenían que decir; esto es, ú n icam ente en el contexto de u n a conversación com pleta, acabada. Así, el lenguaje de A m a d ís en boca d e D o n Q uijote se revela d efin itiv am ente, descubriendo a la vez 1a plenitud de su sentido histórico, sólo en el conjunto del diálogo entre lenguajes d e la época de C ervantes. Pasem os al segundo aspecto, que tam bién explica la diferencia en tre los dos m undos. En oposición a la categoría del carácter literario, la novela de la segunda línea prom ueve la crítica d e la palabra literaría com o tal, aunque, en prím er lugar, la crítica d e la palabra novelesca. Esta autocrítica d e ¡a palabra es u n a característica esencial del género novelesco. L a palabra es criticada p o r su actitud frente a la reali­ dad: p o r su pretensión d e reflejar verídicam ente la realidad, d e di­ rigirla y reconstruirla (pretensiones utópicas dc 1a palabra), de sus­ titu ir la realidad p o r su sucedáneo (el sueño y la ficción que sustituyen a la vida). Ya en D on Q uijote se d a la prueba d e la p a­ lab ra novelesca literaria por la vida, por la realidad. Tam bién en su evolución posterior la novela d e la segunda línea se queda, en gran m edida, en novela de la prueba de la palabra literaria, obser­ vándose, adem ás, dos tipos d e tal prueba. El p rim er tipo concentra la crítica y la prueba de la palabra literaria en to rn o al héroe, al «H om bre literario» que m ira la vida con los ojos de la literatura y que trata de vivir «según los m ode­ los de la literatura». D on Q uijote y M a d a m e B ovary son los m o­ delos m ás conocidos de este tipo; pero el «hom bre literario» y la prueba de la palabra literaria ligada a él, existe casi en to d a gran novela —así son, en m ayor o m enor m edida, todos los héroes de Balzac, Dostoievski, Turguénev y otrosr—; sólo es diferente el peso específico d e este aspecto en el conjunto de la novela. £1 segundo tipo de prueba introduce al autor, que escribe la novela («revelación del procedim iento», según la term inología de los formalistas), pero n o en calidad de personaje, sino com o au to r real de la obra respectiva. Al lado de la novela m ism a se presentan los fragm entos de «1a novela acerca d c la novela» (el m odelo clá­ sico es, seguram ente, T ristram Shandy). P osteriorm ente pueden unirse am bos tipos de prueba de la p a­ labra literaria. Así, ya en D on Q uijote existen elem entos de la no­ vela acerca de la novela (la polém ica del au to r con el au to r de la

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segunda parte faJsificada). Luego, las form as d e la prueba de la palabra literaria pueden ser m uy diversas (especialm ente diversas son las variantes del segundo tipo). F inalm ente, es necesario re­ m arcar d e m anera especial ei diferente grado de parodización de la palabra literaria som etida a prueba. C om o regia, la prueba de la palabra se com bina con su parodización, pero el grado d e p a­ rodización, asi c o m o ei grado de resistencia dialogística de la p a­ labra parodiada, pueden ser m uy variados: desde la parodia lite­ raria externa y grosera (con objetivo en sí m ism a), hasta la solidarización casi com pleta con la palabra parodiada («ironía ro> m ántica»); en el centro, entre estos dos extrem os, es decir, «entre la parodia literaria externa y la ironía rom ántica», se sitúa D on Quijote, con su diaiogicism o profundo, pero inteligentem ente equilibrado, de la palabra paródica. C om o excepción, la prueba de la palabra literaria en la novela puede carecer totalm ente de carácter paródico. U n ejem plo interesante, m u y reciente, es L a patria d e las cigüeñas, de M . Prishvin. A quí la autocrítica de 1a palabra literaria —la novela sobre la novela— se transform a en una novela filosófica sobre la creación literaria, carente d e todo carác­ ter paródico. Así, la categoría del carácter literario de la prim era línea, con sus pretensiones dogm áticas d e interpretar u n papel vital, es sus­ titu id a en las novelas d e la segunda línea p o r la prueba y la a u to ­ crítica de la palabra literaria.

H acia com ienzos del siglo x ix to m a fin ila oposición entre las dos líneas estilísticas de la novela —A m adis, por u n lado, Gar^ ganiúa y P antagruel y D on Quijote, por otro; la gran novela b a ­ rro ca y Sim plicissim us, las novelas d e Sorel y Scarron; la novela caballeresca y la épica paródica, la novela corta satírica, la novela picaresca, y, fm alm ente, Rousseau, R ichardson y Fielding, Stem e, Jean-Paul y otros— . N aturalm ente, se puede seguir hasta hoy la evolución m ás o m enos pura de am bas líneas, aunque, única­ m ente, lejos del gran cam ino principal d e la novela m oderna. To­ das las varíantes m ás o m enos im portantes de la novela de los si­ glos XIX y XX tienen u n carácter m ixto; pero predom ina, lógicam ente, la segunda línea. Es significativo el hecho d e que in ­ cluso en la novela p u ra de la prueba del siglo xix, predom ine sin em bargo, desde el p u n to de vista estilístico, la segunda línea, au n ­ q ue sean en ella relativam ente fuertes los aspectos de la prim era. -

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Puede decirse que, hacia com ienzos del siglo x ix , las caracteristicas de la segunda línea se convierten en las principales caracterís­ ticas constitutivas dcl género novelesco en general. La palabra no­ velesca sólo ha desarrollado todas las posibilidades estilísticas específicas, exclusivas de ella, en la segunda línea. La segunda lí­ n ea h a revelado definitivam ente las posibilidades d e que dispone el género novelesco; en esta linea, la novela se h a convertido en lo que es hoy. ¿Cuáles son las prem isas sociológicas de la palabra novelesca de la segunda línea estilística? Esta se h a form ado en el m om ento en q u e estuvieron creadas las condiciones óptim as para la inter­ acción e ilum inación recíproca de los lenguajes, para el paso del plurilingüism o de la «existencia en sí» (cuando los lengu^es n o se conocen entre sí o pueden ignorarse entre $0, a la «existencia para sí» (cuando los lenguajes del pluriHngüism o se revelan recíprocam ente y em piezan a servirse u n o a otro com o trans­ fondo dialogizante). Los lenguajes del plurilingüism o, com o dos espejos dirigidos u n o hacia el otro, que, reflejando cada uno de m an era propia u n fragm ento, u n rincón del m undo, obligan a adivinar y a captar, m ás allá de los aspectos recíprocam ente reflejados, u n m u n d o m ucho m ás am plio, m ultifacétíco y con m ás horizontes de lo que está en condiciones de reflejar un solo lenguaje, u n solo espejo. Para la época de los grandes descubrim ientos astronóm icos, m atem áticos y geográficos, que han acabado con la fin itu d y el carácter cerrado del viejo Universo, con la fin itu d de la cantidad m atem ática, y que h an abierto las fronteras del v iq o m undo geo­ gráfico; para la época del R enacim iento y del protestantism o, que han acabado con el centralism o ideológico-Iiterario medieval; para u n a época así, sólo podía ser ad K u ad a la conciencia lingüística galiléica, q u e se ha realizado en la palabra novelesca de la segunda línea estilística.

C om o conclusión, expondrem os algunas consideraciones m e­ todológicas. L a im potencia de la estilística tradicional —que no conoce sino la conciencia hngúística ptolom eica—, frente a la especificidad auténtica de la prosa novelesca; la im posibilidad de aplicar a esta prosa las categorías estilísticas tradicionales basadas en la unidad del lenguaje y en la intencionalidad rectilínea de toda su estruc*

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tu ra; la ignorancia de la fuerte significación estilística q u e tiene la palabra ajena, y del tipo de habla indirecto, reservado, h a co n d u ­ cido, to d o ello, a la sustitución del análisis estilístico d e la prosa novelesca p o r u n a descripción lingüistica neutral del lenguaje de la ob ra d ad a o, io q u e es peor, de u n a u to r dado. Pero tal descripción del lenguaje n o puede, p o r su naturaleza, co n trib u ir en n ad a a la com prensión del estilo novelesco. Es m ás: al igual que la descripción lingüistica del lenguaje, es m etodoló­ gicam ente errónea, p orque no existe en la novela un solo len­ guaje, sino m uchos lenguajes q u e se com binan entre si en u n a un id ad p u ram en te estilística, y, en ningún caso, en la lingüística (com o pueden m e z c la ra los dialectos form ando nuevas unidades dialectológicas). El lenguaje d e la novela perteneciente a la segunda línea n o es un lenguaje ünico, fo rm ad o genéticam ente de u n a m ezcla de len­ guajes, sino que, com o hem os reiterado varias veces, es u n origi­ nal sistem a artístico d e lenguajes que n o están situados en el m ism o plano. Incluso si hacem os abstracción d e ios lenguajes d e los per­ sonajes y de los géneros intercalados, el discurso m ism o del autor se queda, sin em bargo, en u n sistem a estilístico d e lenguajes: la m asa fundam ental de ese discurso estiliza (directam ente, paródi­ cam ente o irónicam ente) los lenguajes ^ e n o s, y en ella están dis­ persas las palabras ajenas, que, en ningún caso, van entre com i­ llas, y que, form alm ente, pertenecen al lenguaje del autor, pero que se h allan claram ente alejadas d e los labios del a u to r por u n a ento n ació n irónica, paródica, polém ica, o p o r o tra en to n a­ ción que im p o n e reservas. A tribuir al vocabulario único d e un au to r d ad o todas las palabras q u e orquestan y están distanciadas, atrib u ir las particularidades sem ánticas y sintácticas de estas pa­ labras y form as orquestadoras a las particularidades de la sem án­ tica y la sintaxis del autor, es decir, percibir y describir todas ellas com o características lingüísticas d e un lenguaje único del autor, es ta n absurdo com o atribuir al lenguaje del autor los errores gram aticales, presentados objetivam ente, d e alguno de sus personajes. Todos estos elem entos lingüísticos q u e orques­ ta n y, a su vez, están distanciados, llevan tam bién, n atu ralm en ­ te, el acento del autor; tam bién ellos están determ inados, en úl­ tim a instancia, p or la voluntad artística del autor, pero n o perte­ necen al lenguaje del au to r y n o se sitúan en el m ism o plano que ese lenguaje. L a tarea d e describir el lenguaje d e la novela es absurda desde el p u n to d e vista m etodológico, porque n o existe —

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el objeto m ism o de tal descripción ^ u n lenguaje únieo en la novela. E n la novela está representado u n sistem a artístico de lengua­ je s —m ás exactam ente, de im ágenes de los lenguajes—, y la ver­ d ad era tarea del análisis estilístico de la m ism a consiste en des­ cu b rir todos los lenguajes orquestadores que existen e n su estructura, en com prender el grado d e distanciam iento de cada lenguaje de la ú ltim a instancia sem ántica de la obra, y los diversos ángulos d e refracción de las intenciones en esos lenguajes; en com prender sus interrelaciones dialogísticas, y, finalm ente, si existiese la palabra directa dcl autor, determ in ar su trasfondo dia­ logístico plurilingüe fuera de la obra (para la novela de la prím era línea es fundam ental esta ú ltim a tarea). La solución a dichas tareas estilísticas supone, antes q u e nada, u n a profundización anístico-ídeológica en la novela^^. Sólo tal profundización (apoyada, naturalm ente, en conocim ientos) puede co nducir a la com prensión de la intención artística esencial del co njunto, y captar, partiendo d e esa intención, las m ás pequeñas diferencias en las distancias de los diferentes aspectos del lenguaje con respecto a la ú ltim a instancia sem ántica de 1a obra, los m ás sutiles m atices de la acentuación por el autor de los lenguajes, sus diversos elem entos, etc. N inguna observación Lingüística, p o r sutil q u e sea, revelará n u n ca ese m ovim iento y ese juego de intencio­ nes del a u to r en tre los diversos lenguajes y sus aspectos. La pro­ fundización artfstico>ideológica en el todo de 1a novela debe de guiar, en todo m o m ento, su análisis estilístico. N o se puede olvi­ dar, a su vez, q u e los lenguajes introducidos en la novela to m an la form a d e im ágenes artísticas de los lenguajes (no son datos lin­ güísticos brutos), y esa adquisición de form a puede ser m ás o m e­ nos artística y Lograda, y responder m ás o m enos al espíritu y a la fuerza de los lenguajes representados. Pero, naturalm ente, la profundización artística sola n o es su­ ficiente. El análisis estilístico se encuentra con to d a u n a sene de dificultades, especialm ente en d o n d e tiene q u e ver con obras per­ tenecientes a épocas lejanas y a lenguas ajenas, cuando la percep­ ción artística n o encuentra su soporte en el sentido vivo de la len­ gua. E n ese caso, hablando figuradam ente, to d o lenguaje ajeno, Tal profundización implica también una valoración de la novela, pero no ràio artística en sentido estrecho, sino también ideológica; porque no existe comprensión artística sin valoración.

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com o resultado de nuestro a lz a m ie n to de él, parece estar situado en un solo plano; la tercera dim ensión y la diferencia entre planos y planos y distancias no se perciben en éL Aquí, el estudio histónco-Iingüístico de los sistem as lingüísticos y de los estilos (socia­ les, profesionales, de géneros, d e corrientes, etc.) existentes en la época respectiva, ayudarán de m anera sustancial a la reconstruc* ción de la tercera dim ensión en el lenguaje de la novela, ayudarán a diferenciarlo y a distanciarlo. Pero, naturalm ente, al estudiar las Qbras contem poráneas, la lingüística es tam bién u n soporte indis­ pensable para el análisis estilístico. Sin em bargo, ni siquiera esto es suficiente. £1 análisis estilís­ tico de la novela n o puede ser productivo fuera de la com prensión profunda del plurilingúism o, del diálogo entre los lenguajes de la época respectiva. Pero para entender este diálogo, para oír ah í un diálogo por prím era vez, no es suficiente el conocim iento del as­ pecto lingüístico y estilístico de los lenguajes: es necesaria u n a com prensión pro fu nda del sentido social-ideológico de cada len­ guaje, y el conocim iento exacto del reparto social de todas las vo­ ces ideológicas de la época. El análisis del estilo novelesco encuentra dificultades especia­ les, determ inadas p o r la rapidez con que transcurren los dos pro> cesos d e transform ación a los que está som etido todo fenóm eno lingüítico: el proceso de canonización y el de reacentuación. Algunos elem entos de plurilingüism o introducidos en el ieng u ^ e de la novela, por ejem plo, provincianism os, expresiones téc­ nico-profesionales, etc., pueden servir a la orquestación de las in­ tenciones del au to r (por ¡o tan to están utilizados con reservas, con distanciam ieato); otros, análogos a los prim eros, han perdido en el m o m en to respectivo su sabor «extranjero», ya canonizado por el lenguaje literario, y, por lo tan to , n o son percibidos ya por el au to r en ei sistem a de habla provinciana o de argot profesional, sino en el sistem a del le n g u ^ e literario. Atribuirles u n a función de orquestación sería u n craso error: ya están situados en el m ism o plano que el lenguaje del a u to r o, caso de q u e el autor, tam poco se solidarízase con el lenguaje literarío, en el plano del otro lenguaje o rquestador (literarío y n o provinciano). Pero en ciertos casos, es m uy difícil de establecer lo que significa para ei a u to r u n ele^ m en to ya canonizado del lenguaje literarío, y en donde, precisa­ m ente, todavía siente el plurílingüism o. C uanto m ás lejos d e La conciencia contem poránea esté la obra analizada, tan to m ayor será esa dificultad. Es ju stam en te en las épocas en las que el plurílin—

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gùism o es m ás agudo, cuando el choque y la interacción de los lenguajes son especialm ente tensos y fuertes, cuando el plurilin­ güism o rodea p o r todas partes ei len g u ^e literario, es decir, pre­ cisam ente en las épocas m ás favorables para la novela, cuando los aspectos del plurilingüism o se canonizan m ás fácil y rápidam ente, y pasan de un sistema de lenguaje al otro; d e la vida d e todos los días al lenguaje literario, del literario al cotidiano, del argot pro> fesionai a la vida cotidiana, d e un género al otro, etc. En ese tenso conflicto, las fronteras se agudizan y se bo rran a la vez, y, en oca­ siones, es im posible de establecer con exactitud dónde se h an b o ­ rrado ya y h an pasado algunos de los com batientes al territorio ajeno. Todo esto crea al análisis enorm es dificultades. En las épo­ cas m ás estables, los lenguajes son m ás conservadores y la ca n o ' nización se realiza m ás lenta y difícilm ente, es sencillo seguiría. Sin em bargo, hay que decir que la rapidez de canonización n o sólo crea dificultades en las m inucias, en los detalles del análisis estiUstico (con preponderancia, en el análisis de la palabra ajena dis­ persada esporádicam ente en el lenguaje del autor); pero n o puede im pedir la com prensión de los principales lenguajes orquestantes y de las principales Uneas del m ovim iento y juego de intenciones. £1 segundo proceso —ia reacentuación— es m ucho m ás com ­ p i l o y puede desnaturalizar seriam ente la com prensión del estilo novelesco. Ese proceso se refiere a nuestra percepción d e las (Es­ tancias y de los acentos restrictivos del autor, borrando para no­ sotros sus m atices y, frecuentem ente, destruyéndolos por com ­ pleto. Ya hem os afirm ad o antes que algunos tipos y variantes de la palabra bivocai pierden m uy fácilm ente para el receptor su se­ gunda voz y se unen al discurso directo m onovocal. Asi, la paro­ dia, precisam ente donde n o constituye u n objetivo en sí, sino que está u n ida a la función de representación, puede, en determ inadas condiciones, desaparecer definitivam ente, m uy fácil y rápidam en te, en el proceso de percepción, o dism inuir considerable­ m ente. Ya hem os dicho q u e en u n a auténtica im agen en prosa, la palabra parodiada m anifiesta una resistencia interior dialogística a las intenciones parodiantes: pues la palabra n o es un m aterial objetual, inerte en las m anos del artista que la m anipula, sino que es u n a palabra viva, lógica, siem pre fiel a sí m ism a, q u e puede convertirse en in o p o rtu n a y ridicula, descubrir su lim itación y unilateiaiidad, pero cuyo sentido —u n a vez realizado— nunca puede desaparecer definitivam ente. Y ese sentido puede, en con­ diciones nuevas, producir nuevas y brillantes hogueras, que­ -

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m an d o la coraza objetual que se h a form ado sobre él, privando p or tan to a la acentuación paródica d e soporte real, eclipsándola y extinguiéndola. H ay que ten er en cuenta, al m ism o tiem po, la siguiente particularídiad propia d e to d a im agen prosística pro­ funda: las intenciones del au to r se desplazan por ella en linea curva, ias distancias entre las palabras y las intenciones se m odi­ fican co n tinuam ente, es decir, se m odifica el ángulo d e refrac­ ción; en las cim as d e la curva es posible u n a plena soUdarízación del au to r con la im agen, la unificación d e sus voces; en los puntos inferiores de la curva es posible, por el contrarío, la objetualización plena de la im agen y, p o r lo tanto, su parodización grosera, carente de diaiogicism o profundo. L a u n ió n d e las intenciones del au to r con la im agen y la plena objetualización de la im agen, p u e­ den alternarse bruscam ente en el transcurso d e u n a p arte pequeña d e la o b ra (por ejem plo, en Pushkin, en relación co n la figura de Oneguin« y, parcialm ente, con la de Lensky). N aturalm ente, la curva del m o vim iento de las intenciones dcl a u to r puede ser m ás o m enos pronunciada; la im agen en prosa puede ser m ás o m enos tran q u ila y equilibrada. L a curva, en condiciones distintas de per­ cepción d e la im agen, puede llegar a ser m enos p ronunciada o puede sim plem ente desaparecer, convirtiéndose en línea recta; la im agen se transform a en total o directam ente intencional, o, por el contrarío, en objetual y rudím entaríam ente paródica. ¿Qué condiciona esa reacentuación de las im ágenes y d e los lenguajes d e la novela? L a m odificación de su transfondo dialo* gizante, es decir, las m odificaciones en la estructura del plurilin­ güismo. E n el diálogo m odificado d e los lenguajes d e la época, el lenguaje de la im agen em pieza a tener otra resonancia, porque está evidenciado d e o tra m anera, porque se percibe en otro transfondo dialogístico. En ese nuevo diálogo, en la im agen y en su palabra, puede intensificarse y profundizarse su propia intencionalidad d i­ recta, o p o r el contrarío, puede convertirse en objetual; la im agen cóm ica puede convertirse en trágica, la desenm ascarada en desenm ascaradora, etc. E n tales reacentuaciones no hay infracción grave de la volun­ ta d del autor. Puede decirse que ese proceso tiene lugar en la im a ­ gen m ism a , y n o solam ente en las condiciones m odificadas de la percepción. Esas condiciones no han hecho sino actualizar en la im agen las potencias existentes en ella (aunque, a ia vez, han he­ cho d ism in u ir a las otras). Puede afirm arse que, en cierto sentido, la im agen es en ten d id a y oída m ejor q u e antes. E n cualquier caso, —

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u n a cierta incom prensión se com bina aq u í con u n a incom pren­ sión nueva y m ás profunda. E n ciertos lím ites, es inevitable, legitim o e incluso productivo, u n proceso de reacentuación; pero esos lím ites pueden ser fácil­ m ente sobrepasados cuando la obra no es iQ ana y em pezam os a percibirla en u n transfondo que le es totalm ente ajeno. En caso de tal recepción, la obra puede ser som etida a u n a reacentuación que la desnaturaliza radicalm ente; es el destino de m uchas novelas antiguas. Pero es especialm ente peligrosa la reacentuación que vulgariza, sim plifica, que está situada, en todos los sentidos, por debajo del nivel d e la concepción del au to r (y d e su tiem po), y que transform a la im agen bivocai en m onovocal, plana: en am pulosaheróica, sentim ental-patélica, o, por el contrario, en prim itivacóm ica. Así es, p o r ejem plo, la percepción pequeñoburguesa prim itiva de la figura de Lensky «en serio» e, incluso, d e su poe­ sía paródica: «dónde, d ó n d e habéis .quedado»; o la percepción p uram ente heróica de Pechorin al estilo d e los héroes d e M arlinski. El proceso de reacentuación tiene una im portancia m uy grande en la historia d e la literatura. C ada época rcacentúa a su m anera ias obras del pasado reciente. La vida histórica de las obras clási­ cas es en esencia un proceso continuo de reacentuaciones socioideológicas. G racias a sus posibilidades intencionales, son capa­ ces en cada época d e descubrir, en u n nuevo transfondo que las dialogiza, nuevos y nuevos aspectos sem ánticos; su estructura se­ m án tica n o deja literalm ente d e crecer, d e co n tinuar creándose. Tam bién su influencia sobre la creación posterior incluye ine­ vitablem ente el elem ento d e reacentuación. En la literatura, las nuevas im ágenes se crean con frecuencia m ediante reacentuación d e las viejas, m ediante el paso d e éstas de u n registro de acentúa^ ción a otro; p o r ejem plo, del planò cóm ico al trágico, o viceversa. V. D ibelius m uestra en sus libros interesantes ejem plos de tal creación de nuevas im ágenes m ediíuite reacentuación d e las vie­ jas. Los tipos que en la novela inglesa representan a ciertas pro­ fesiones o castas —m édicos, juristas, terratenientes—, aparecieron inicialm ente en los géneros cóm icos, pasando luego a planos có­ m icos secundarios; sólo después avanzaron a los planos superio­ res y p u d ieron convertirse en sus principales personajes* Lino de los procedim ientos m ás im portantes de paso de un héroe del plano cóm ico al superior, es su representación en la desdicha y el sufri* m iento; los sufrim ientos trasladan u n personaje cóm ico a otro re—

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^ s tro , a u n registro superior. Así, la tradicional fig u ra cóm ica dei avaro ayuda a la aparición d e la n u ev a fig u ra del capitalista, ele> vándose hasta la figura trágica de D om bey. T iene especial im p o rtan cia la reacentuación de la im agen poé­ tica, que pasa a la im agen en prosa y viceversa. A sí apareció en la Edad M edia la ética paródica, q u e ju g ó u n papel esencial en la p re p a ra d ó n d e la novela d e la segunda lín ea (su paralelo apogeo clásico fue alcanzado por A riosto). La reacentuación de las im á ­ genes tiene tam b ién u n a gran im p o rtan cia cu an d o se produce su paso d e la literatu ra a o tras artes: dram a, ópera, p in tu ra. U n ejem> pío clásico es la considerable reacentuación de E u g en io O neguin p o r C haikovski; ésta ejerció u n a fuerte in flu en cia en la percep­ ción p eq u eñ o b u ig u esa d e las im ágenes de dicha novela, dism i­ nuyendo su carácter p aró d ic o ^ . Así es el proceso de reacentuación. H ay q u e reconocerle una g ran im p o rtan cia productiva en la historia de la literatura. E n las condiciones d e u n estudio objetivo estilístico d e ias novelas de épocas lejanas, h ay q u e te n e r en cu e n ta co n stan tem en te este pro­ ceso d e in terrelacionar estrictam ente el estilo estudiado con su tran sfo n d o dialogizante del plurilingüism o de la época respectiva. Al m ism o tiem p o , la to m a en consideración d e todas las reacen­ tu aciones posteriores de las figuras d e la novela d ad a — p o r ejem ­ plo, la fig u ra d e D o n Q uijote— tien e u n a gran im p o rtan cia h eu ­ rística, profundiza y ensancha su com prensión artístico-ideológica, porque, repetim os, las grandes im ágenes novelescas tam b ién si­ guen a u m e n ta n d o y desarrollándose después de su creación, en especial, m ed ian te su transform ación creativa e n épocas m u y ale­ jad as del d ía y la h o ra de su génesis inicial. J 934-1935.

“ Es enorm emente intefesanie el problcmu de la palabra perúdica e irónica bi­ vocal (más exactamente, de sus análogos) en la ópera, en la música, en la corcogra* fía (los bailes paródicos). —

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LAS FORMAS DEL TIEMPO Y DEL CRONOTOPO EN LA NOVELA Ensayos de poética histórica

El proceso d e asim ilación en la literatu ra del tiem p o y del es­ pacio histórico real y del h o m b re histórico real, q u e se descubre en el m arco d e estos, h a sido u n proceso com plicado y disconti­ nuo. Se h an asim ilado ciertos aspectos del tiem po y del espacio, accesibles en el respectivo estado de evolución histórica d e la h u ­ m anidad; se h an elaborado, tam bién, los correspondientes m éto­ do s de los géneros de reflexión y realización artística d e los aspec­ to s asim ilados de la realidad. Vamos a llam ar cronotopo (lo q u e en traducción literal signi­ fica «tiem po*espacio») a la conexión esencial d e relaciones te m ­ porales y espaciales asim iladas artísticam ente en la literatura. Este térm in o se utiliza en las ciencias m atem áticas y h a sido in tro d u ­ cido y fu n d am en tad o a través d e la teo ría d e 1a relatividad (Eins­ tein). A nosotros no nos interesa el sentido especial q u e tien e el térm in o en la teo ría de la relatividad; lo vam os a trasladar aq u í, a la teo ría de la literatura, casi com o u n a m etáfora (ca«, pero n o del todo); es im p o rtaiite para nosotros el hecho de q u e expresa el ca­ rácter indisoluble del espacio y el tiem po (e]¡ tiem po com o la cuarta d im en sió n del espacio). E ntendem os el cro n o to p o co m o u n a ca­ tegoría de la fo rm a y el contenido en la literatu ra (no nos refeñ m os aq u i a la función del cro n o to p o en o tras esferas de la cui* tura)*. En el c ro n o to p o artístico literario tien e lugar la u n ió n de los elem entos espaciales y tem porales en u n to d o inteligible y con' El autor de estas líneas asistió, en el verano de 1923, a )a conferencia de A. A. Ujlomski sobre el cronotopo eo la b io l o ^ ; en esa conferencia le abordaron tam* bién problemas de estética. -

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creto. El tiem p o se condensa aq u í, se co m p rim e, se convierte en visible desde el p u n to de vísta artístico; y el espacio» a su vez, se intensifica, p en etra en d m ovim iento del tiem po, del argum ento» de la historia. Los elem entos d e tiem p o se revelan en el espacio, y el espacio es en ten d ido y m edido a través del tiem po. L a intersec­ ción d e las series y uniones d e esos elem entos constituye la carac­ terística del cro n o to p o artístico. En la literatu ra el cro n o to p o tien e u n a im p o rtan cia esencial p a ra los géneros. P uede afirm arse decididam ente q u e el género y sus varíantes se d eterm in an precisam ente p o r el cronotopo; ad e­ m ás, el tiem po, en la literatura, constituye el principio básico del cronotopo. El cro n otopo, co m o categoría d e la fo rm a y el conte­ nido, d eterm in a tam b ién (en una m edida considerable) la im agen del h o m b re en la literatura; esta im agen es siem pre esencialm ente cronotópica^. C om o hem os dicho, la asim ilación del cronotopo históríco real en la lite ratu ra h a discurrido de m an era com plicada y disconti­ nua: se asim ilaban ciertos aspectos del cronotopo, accesibles en las respectivas condiciones históricas; se elaboraban sólo d eterm in a’ das form as de reflejo artístico del cro notopo real. Esas form as de género, productivas al c o m ieiu o , eran consolidadas p o r la trad i­ ción y, en la evolución posterior, co n tin u ab an existiendo obsti­ n ad am en te, incluso cu a n d o y a hab ían perdido d efin itiv am en te su significación realm ente productiva y adecuada. D e ahí la coexis­ ten cia en la literatura de fenóm enos p ro fu n d am en te distintos en c u a n to al tiem po, lo que com plica extrem adam ente el proceso históríco literario. En los presentes ensayos d e poética histórica, vam os a intentar m o strar ese proceso sobre ia base del m aterial proporcionado por la evolución de las diversas varíantes de la novela europea, em ­ p ezando p or la llam ada «novela griega» y te rm in a n d o por la no­ vela de Rabelais. L a estabilidad tipológica relativa d e los cronoto p o s novelescos elaborados en esos períodos, nos va a perm itir ^ En su Estética iranscendeniaí (una de {as partes principales de la Crítica de la razón pura), Kani define ei espacio y et tiempo com o formas indispensables para lodo conocimienio, empezando por las percepciones }' representaciones elementa^ les. Nosotros aceptamos la valoración que haee Kan( de la »gnificación de esas for­ mas en el proceso de conocimiento; pero, a diferencia de Kant, no las consideramos «transcendentales», sino formas de la reafídad más auténtica. Intentaremos revelar el papel de esas formas en el proceso del conocimiento artistico (de la visión artifrtica) concreta en las condiciones del género novelesco. —

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echar u n a o jead a a algunas de las variantes d e la novela en perío­ dos posteriores. Ñ o p reten d em o s q u e nuestras form ulaciones y definiciones teóricas sean com pletas y exactas. H asta hace poco no h a com en­ zado, ta n to en tre nosotros com o en el extranjero, una. actividad seria en el estudio de las form as del tiem p o y del espacio en el arte y la literatu ra. Tal actividad, en su desarrollo posterior, comple* tará y, posiblem ente, corregirá de m an era fu n d am en tal, las carac­ terísticas de los cro notopos novelescos presentadas en cl presente estudio.

I.

La

n o v e l a g r ie g a

Ya en la an tigüedad fueron creados tre s tipos esenciales de u n id ad novelesca y, p o r lo tan to , tres correspondientes procedi­ m ien to s de asim ilación del tiem p o y del espacio en la novela, o dicho con m ay o r brevedad, tres cro n o to p o s novelescos. Esos tres tipos d e u n id ad h an m o strad o ser ex trem ad am en te productivos y flexibles, y en m u ch as ocasiones h an d e te rm in a d o la evolución de la novela de aven tu ras hasta la m itad d el siglo xvii[. P o r eso, ha­ brem o s d e com enzar p o r el m ás m inucioso análisis d e los tres ti­ po s antiguos, p ara desarrollar luego, sucesivam ente, sus variantes en la novela euro p ea y revelar los nuevos elem entos creados en terren o europeo. E n to d o s los análisis q u e siguen v am o s a cen trar nuestra a ten ­ ció n en el p ro b lem a del tiem po (ese p rin cip io esencial del cro n o ­ to p o ) y, p rincipal y exclusivam ente, en to d o 2o q u e tiene relación directa con ese problem a. Todos los pro b lem as de o rd en histórico^ n é t i c o los d ejam os d e lado casi por com pleto. El p rim er tipo d e novela antigua (prim ero, no en sentido cro­ nológico) lo llam arem os conven cio n alm en te «novela de aven­ tu ras y d e la prueba». Incluim os a q u í ia llam ad a «novela grie­ ga» o «sofística» q u e se co n fig u ró d u ra n te los ^g lo s ii-iv de nues­ tra era. C itaré algunos ejem plos q u e h a n llegado hasta nosotros en fo rm a co m p leta y d e los q u e existe trad u c ció n en ruso: la Novela etiópica o L a s etiópicas, de H eliodoro; L a s aventuras d e Leucipo y C litofonie. dc A quiles Tacio; L a s a venturas d e Q uerea y Calirroe, d e C a n tó n ; L a s efesiacas, de Je n o fo n te de Efeso; y D a fn is y —

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Cloe. de Longo. A lgunos característicos ejem plos h an llegado hasta nosotros en fragm entos y p o r referencias^. En esas novelas en co n tram o s el tip o de tiem p o d e la aventura. elaborado cuidadosam ente y sutilm ente, con todas sus caracterís­ ticas y m atices específicos. L a elaboración de este tiem po d e la av en tu ra y la técnica de utilización del m ism o en la novela son tan perfectos, q u e la evolución posteríor de la novela p ura de aventuras, n o h a añadido n ad a im portante hasta nuestros días. Por eso, las características específicas del tiem po d e ia aventura se evi­ dencian m ejor sobre la base del m aterial de dichas novelas. Las tram as de todas ellas (al igual q u e las de sus sucescras directas m ás cercanas: las novelas bizantinas), revelan un gran parecido y se co m p o n en , en esencia, de los m ism os elem entos (m otivos); la can tid ad de tales elem entos, su peso específico en el to d o de la tra m a y sus com binaciones, difieren d e u n a novela a otra. Es fácil de co m p o n er u n esquem a típico general de la tram a revelando las desviaciones y variaciones aisladas m ás im portantes. H e aq u í ese esquem a: U n jo v en y u n a jo v en en edad d e casarse. Su orígen es desco­ nocido, m isterioso (no siem pre; este elem ento, p o r ejem plo, n o existe en Tacio). Poseen u n a belleza extraordinaria. Tam bién son ex traordinariam ente castos. Se encuentran inesperadam ente, ge­ n eralm ente en u n a fie s ta solem ne. Invade a am b o s u n a pasión re­ ciproca, violenta e instantánea, irresistible com o la fatalidad, com o u n a enferm edad incurable. Sin em bargo, sus nupcias n o pueden ten er lugar de inm ediato. En su cam ino aparecen obstáculos que las retrasan, las im piden. Los enam orados son separados, se bus­ can u n o al otro, se reencuentran; de nuevo se pierden y d e nuevo se en cu en tran . L qs obstáculos y las peripecias corríentes d e los en am orados son: el ra p to de la novia an tes d e la bo d a, el desa­ cuerdo d e los padres (si estos existen), q u e destinan a los enamo« ra d o s o tro novio y o tra novia (parejas falsas), fuga de los e n a ­ m orados, su viaje, tem pestad e n el m ar, naufragio, salvación m ilagrosa, ataque d e los piratas, cautiverio y prisión, atentado co n tra la castidad del héroe y d e la heroína, se hace de la heroína una víctim a propiciatoria, guerras, batallas, venta en esclavitud, m u ertes fictic ia s, disfraces, reconocim iento-desconocim iento, traiciones ficticias, tentaciones d e castidad y fidelidad, falsas in> ^ Las increibles aventuras del otro lado de TUle, de Antonios Diúgenes, la noveta sobre Nina, la novela sobre la princesa Chione, etc. —

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culpaciones d e crím enes, procesos, pruebas en ju icio d e castidad y fidelidad d e los enam orados. Los héroes encuentran a sus fa> m iliares (si n o les conocían antes). Juegan un papel m uy im por­ tan te los en cu en tro s con am igos o con enem igos in e ^ e ra d o s, los vaticinios, las predicciones, los sueños reveladores, los presenti­ m ientos, los filtros soporíferos. La novela finaliza con la unión feliz en m atrim o n io de los enam orados. Éste es el esquem a de los elem entos principales de la tram a. L a acción d e la tra m a se desarrolla en u n trasfondo geográfico m uy am plio y variado; generalm ente en tre tres y cinco países se­ parados p o r ei m ar (Grecia, Persia, Fenicia, Egipto, B abilonia. E tiopía, etc.). Se d an en la novela, algunas veces con m ucho de­ talle, descripciones acerca de particularidades de países, ciudades, diferentes construcciones, obras de arte (por ejem plo, d e cua­ dros), d e costum bres d e la población, d e diversos anim ales exóti­ cos y m ilagrosos, y d e otras curiosidades y rarezas. Ju n to con esto, se in tro d u cen en la novela reflexiones (a lg u n ^ veces bastante ex> tensas) acerca de diversos tem as religiosos, filosóficos, políticos y científicos (sobre el destino, los presagios, sobre el poder de Eros, sobre las pasiones h u m an as, sobre las lágrim as, etc.). T ienen en la novela u n gran peso especifico los discursos d e los personajes —de defensa, y o tros—, construidos según todas las reglas de la retó rica tardía. Así, la novela griega tiende, p o r su estructura, h a­ cia un cierto enciclopedism o, propio en general, d e este género. A bsolutam ente todos los elem entos de la novela enum erados p o r nosotros (en su form a abstracta), ta n to argum éntales com o descriptivos y retó ñ cos, no son nuevos en m odo alguno: han exis­ tido y se h a n desarrollado bien en otros géneros de la literatura antigua: los m otivos am orosos (el p ñ m e r encuentro, la pasión ins­ tan tán ea, la angustia) h an sido desarrollados en la poesía helenística am orosa; otros m otivos (tem pestades, naufragios, guerras, raptos) h an sido elaborados en la ética antigua; algunos m otivos (reconocim iento) han ju g ad o u n papel esencial en la tragedia: los m otivos descriptivos h a n sido desarrollados en la novela geográ< fica an tig u a y en las obras historiográficas (por ejem plo, en H erodoto); las reflexiones y los discursos han sido desarrollados en los géneros retóricos. En el proceso d e génesis de la novela griega, la im p o rtan cia d e la elegía am orosa, de la novela geográfica, de ta retórica, del dram a, del género historiográfico, puede ser valorada d e m an era diferente; pero n o puede negarse la existencia d e un cierto sincretism o de los elem entos de estos géneros. La novela —

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griega h a utilizado y refundido en su estructura casi todos los gé­ neros de la literatura antigua. Pero todos estos elem entos, pertenecientes a géneros diferen­ tes, están aquí refundidos y reunidos en u n a entidad novelesca nueva, específica, cuyo elem ento constitutivo es el tiem po nove­ lesco d e la aventura. En un cronotopo absolutam ente nuevo — «el m u n d o ajeno d u rante el tiem po de la aventura»-^, los elem entos de los difórentes géneros han adquirido u n carácter nuevo y unas funciones específicas, dejando p o r ello d e ser lo que eran en otros géneros. ¿Rsro, cuál es la esencia de ese tiem po de la aventura en las novelas griegas? £1 p u n to d e partida del m ovim iento argum ental, es el prim er encuentro en tre el héroe y la heroína, y u n inesperado estallido de pasión recíproca; el punto que cierra el m ovim iento argum ental es su unión feliz en m atrim onio. E ntre estos dos pu n to s se desa­ rrolla toda la acción de la novela. D ichos puntos ^ té r m in o s del m ovim iento argum ental— son acontecim ientos esenciales en ia vida de los héroes; tienen u n a im portancia biográfica p o r si m is­ mos. Pero la novela no está construida a base de estos puntos, a n o de lo que hay (transcurre) entre ellos. Pero entre ellos, no debe de haber, en esencia, nada: desde el com ienzo, el a m o r entre el héroe y la heroína n o provoca ninguna duda, y ese am o r perm anece abso lu ía m en te invariable durante to d a la novela; tam bién es salva­ guardada su castidad; la bo d a del final de la novela enlaza direc­ ta m en te con el am o r de los héroes q u e se encendió en su prim er encuentro al com ienzo de la novela, com o si entre estos dos m o­ m entos no hubiera pasado nada, com o si la boda se hubiera efec­ tu ado al segundo día después del encuentro. Los dos m om entos contiguos d e una existencia biográfica, de un tiem po biográfico, se han unido de m anera directa. Esa ruptura, esa pausa, ese hiato entre los d o s m om entos biográficos directam ente contiguos, en eí que se estructura toda la novela, no se incorpora a la serie biográ­ fica tem poral: se sitúa fuera del tiem po biográfico; el hiato no cam bia nada en la vida de los héroes; no aporta nada a su vida. Se trata de un hiato extratem poral entre los dos m om entos del tiem po biográfico. Si las cosas hubieran sido de otra m anera; si, p o r ejem plo, com o resultado de las aventuras y pruebas vividas, la pasión ini­ cial aparecida súbitam ente en los héroes se hubieran fortalecido, se hubiera au tovenficado en los hechos y adquirido las nuevas ca-

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iidades de u n am o r resistente y probado, o si los héroes m ism os hubieran m adurado y se hubieran conocido m ejor uno a otro, tendríam os entonces u n o de los tipos de novela europea m uy tar­ día; pero n o sería, en ningún caso, de aventuras, ni tam poco la novela griega. Pues en ese supuesto, aunque los térm inos del ar­ gum ento hubieran continuado siendo los m ism os (la pasión al co­ m ienzo y la boda al final), los acontecim ientos que retardan el m atrím onio hubieran adquirido, en cam bio, u n a cierta significa­ ción biográfica e incluso psicológica; se hubieran im plicado en el tiem po real de la vida de los héroes, que los m odifica a ellos mis^ mos y a los acontecim ientos (esenciales) de su vida. Pero en la no­ vela gríega falta precisam ente esto; hay en ella un hiato com ple­ tam ente puro entre los dos m om entos del tiem po biográfico, que no deja ninguna huella en la vida y cl carácter d c los héroes. Todos los acontecim ientos de ia novela que rellenan ese hiato son p u ra digresión del curso norm al de la vida; digresión que ca­ rece d e duración real, de añadidos a la biografía. Ese tiem po de la novela gríega tam poco conoce la duración biológica elem ental, de edad. Al com ienzo de la novela, los héroes se en cuentran en edad de casarse; y a la m ism a edad, igual de fla­ m antes y bellos, se casan, al final d e la novela. Ese tiem po, d u ­ rante el cual viven u n n ú m ero increíble de aventuras, no es m e­ dido ni calculado en la novela; son sim plem ente días, noches, horas, m om entos, m edidos sólo técnicam ente en los lím ites de cada u n a d e las aventuras. D icho tiem po —extrem adam ente in ­ tenso desde el punto d e vista de la aventura, pero no definido—, no cu en ta p ara n ad a en la edad de los héroes. Se trata aquí tam ­ bién de un hiato extratem poral entre dos m om entos biológicos: el despertar d e la p a ^ ó n y su satisfacción. C uando Voltaire, en su Cándido, crea la parodia de la novela de aventuras de tipo gríego, que im peraba en los siglos xvii y xvi[i (la llam ada «novela barroca»), no om itió el cálculo de cuánto tiem po real es necesarío para u n a dosis novelesca corríente de aventuras y para las «vicisitudes del destino» por las q u e pasa ei héroe. Al fin al de la novela, sus héroes (C ándido y C unigunda), superando to d as las vicisitudes, se casan. Pero, ¡ay!, ahora son ya ancianos y la bella C unigunda parece u n a vieja y horrible bruja. La satisfacción sigue a la pasión cuando ya no es posible desde el p u n to de vista biológico. Se entiende de p o r sí, que el tiem po de la aventura en la no­ vela griega carece p or com pleto de la ciclicidad de la naturaleza y

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de la vida corriente, q u e hubiera introducido el orden tem poral y las n o n n a s h u m an as d e m edida en ese tiem po y lo hubiera puesto en relación con los m om entos q u e se repiten de la vida d e la na­ turaleza y del hom bre. N aturalm ente, ni siquiera puede hablarse de u n a localización histórica del tiem po y d e la aventura. £ n todo el universo d e la novela griega, con todos sus países, ciudades, edi­ ficios y obras de arte, no existe en absoluto n ingún indicio de tiem po histórico, ninguna huella de la época. C on esto se explica tam bién el hecho de que la ciencia ni siquiera haya establecido ex actam ente hasta ahora la cronología de las novelas griegas, e, incluso, que, hasta no hace m ucho, las opiniones de los investi­ gadores acerca de la fecha del génesis de ciertas novelas difirieran entre cinco y seis siglos. D e esa m anera, toda ia acción d e la novela griega, todos los acontecim ientos y aventuras q u e la com ponen no fo rm an parte de la serie tem poral histórica, ni de la vida corriente, n i d e la bio­ gráfica, ni de la biológica elem ental de la edad. Están situados fuera de esas series, y fuera d e las leyes y norm as d e m edida hum anas, propias d e tales seríes. E n ese tiem po no se m o d ifica nada: el m u n d o p erm anece com o era, tam poco cam bia la vida d e los hé­ roes desde el p u n to de vista biográfico, sus sentim ientos perm a­ necen invariables, y las personas ni siquiera envejecen. Ese tiem po vacío no deja, en absoluto, ningün tipo d e huella, ningún tipo de indicios d e su paso. R epetim os: se trata de u n hiato extratem po­ ral, aparecido en tre dos m om entos d e u n a serie tem poral real, y, en el caso d ad o , de u n a serie biográfica. Así se presenta, en su conjunto, el tiem po d e la aventura. ¿Pero cóm o es internam ente? Se com pone de u n a serie de segm entos cortos q u e correspon­ den a diferentes aventuras; d en tro d e cada aventura, el tiem po es organizado exteriormente,^ técnicam ente: lo im p o rtan te es lograr escapar, lograr alcanzar, lograr adelantarse, estar o n o estar preci­ sam ente en el m om ento dado en u n cierto lugar, encontrarse o no encontrarse, etc. En ei m arco de u n a aventura se cuen tan los días, las noches, las horas, incluso los m inutos y segundos, com o en cualquier lucha y en cualquier em presa exteríor, activa. Esos frag­ m en to s tem porales se introducen y se intersectan p o r las nociones específicas «de repente» y «precisam ente». «D e repente» y «precisam ente» son las características m ás adecuadas a todo ese tiem po, porque el m ism o com ienza y ad ­ quiere sus derechos donde el curso n orm al y pragm ático, o en ten ­ —

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dido casualm ente, de los acontecim ientos, se interrum pe y deja lugar a la penetración de la casualidad p ura con su lógica especírica. Esa lógica es u n a coincidencia casual, es decir, u n a sim u lta ­ n eid a d casual y u n a ruptura casual, o, lo q u e es lo m ism o, u n a non sim u lta n eid a d ca su a l Al m ism o tiem po, las nociones « an ­ tes» y gar sólo e n tra en la av e n tu ra co m o extensión d esnuda abstracta. P o r eso, to d as las av en tu ras d e la novela griega tien en u n ca> rácter transferible: lo q u e sucede en B abilonia p o d ría suceder en E gipto o en B izancio y viceversa. C iertas aventuras, en sí acaba­ das, so n ta m b ié n transferíbles en el tiem po, p orque el tiem p o de la n o v ela n o deja n ingún tip o im p o rtan te d e huella y es en esen­ cia, p o r tan to , reversible. Así, el c ro n o to p o de la av e n tu ra se caracteriza p o r la lig azón técnica abstracta entre el espacio y el tiem p o , p o r la reversibilidad de los m o m en to s d e la seríe tem p o ­ ral y p o r la iran sm u tab ilid ad del m ism o en el espacio. . E n este cro n o to p o , la iniciativa y el p o d er pertenecen Unica­ m en te al suceso. P o r eso, el grado d e d eterm in a c ió n y de concre­ ción de este univ erso sólo p u ed e ser ex trem ad am en te lim itado. P o rq u e to d a co n creción —geográfica, económ ica, poUtico-socia], co tid ian a— hubiese inm ovilizado la libertad y facilidad d e las av en tu ras y hubiese lim itad o el p o d e r ab so lu to del suceso. Toda co n creción, a u n q u e sólo sea u n a concreción d e lo cotidiano, h u ­ biera in tro d u cid o en la existencia h u m a n a y e n el tiem p o d e esa. existencia sus regularidades, su orden, sus relaciones inevitables. L os aco n tecim ien to s se h u b ieran visto un id o s co n esa reguland ad , im plicados, en m a y o r o m e n o r m edida, en ese orden y en esas relaciones inevitables. A sí, el p o d er d el suceso se h u b iera li­ m ita d o su stancialm ente, las av en tu ras h u b ieran q u ed a d o situadas o rg án icam en te y se hubiera paralizado su m o v im ien to cronoespacial. Pero tal d eterm in ació n y concreción serían inevitables (en cierta m edida) en el caso de la representación de su propio m undo, d e la p ro p ia realidad q u e está a su alrededor. El grado d e abstrac­ ció n indispensable p a ra el tiem p o de la av e n tu ra d e tipo gríego, h u b iera sido ab so lu tam en te irrealizable e n el caso d e la represen­ tació n de u n m u n d o propio, fam iliar (fuere cual fuere éste). P o r eso, el universo d e la novela gríega es u n universo e x ­ traño: todo en él es in d efin id o , desconocido, ajen o , los héroes se en c u en tran en él p o r p rím era vez, n o tienen n in g u n a relación im ­ p o rta n te co n él; las períodicidades socio-poiíticas, cotidianas, etc., -

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d e este m u n d o les son ajenas, las desco n o cen ; p re cisam en te p o r eso n o existen p a ra ellos e n ese u n iv erso m ás Que co incidencias y n o n co in cid en cias casuales. P ero la n o v ela gríega n o su b ray a el ca rá c te r a jen o d e d ich o u niverso, p o r lo q u e n o se la p u ed e llam ar exótica. El exotism o p re su p o n e u n a co n fro n ta ció n in ten cio n al d e lo que es a jen o co n lo q u e es propio', e n él es su b ray ad a la ajen id ad d e los ajeno; p o r d ecirlo así, se saborea y re p resen ta d e ta lla d a m e n te en el trasfo n d o del u n iv erso p ro p io , corriente, conocido, y q u e está so b re n te n ­ d id o . E n la n o v ela griega n o existe tal co sa. E n ella to d o es ajeno, in clu so el p aís n atal d e lo s h éroes (generalm ente, el héroe y la h e­ ro ín a p ro v ien e n d e países diferentes); n o existe n i siquiera ese u n iv erso fam iliar, co rrien te, co n o c id o , so b re n te n d id o (el país n a ­ tal d el a u to r y d e sus lectores), e n cu y o trasfo n d o se h u b iera dife­ ren ciad o c la ra m e n te lo in só lito y lo ajen o d e Ío q u e es d esc o n o ­ cido. N a tu ra lm e n te , u n a p ro p o rc ió n m ín im a d e lo q u e es nata], c o rrien te, n o rm a l y so b re n te n d id o (p a ra el a u to r y los lectores), existe en estas novelas; existen ciertas p ro p o rcio n es p a ra la p e r­ cep ció n d e curio sid ades y realidades d e ese u n iv erso ajen o . Pero tales p ro p o rcio n es son ta n ín fim a s q u e la ciencia casi n o p u ed e descubrir, a trav és del análisis d e esas novelas» el « u n iv erso pro* p ió» so b re n te n d id o y la «época p ro p ia» d e sus au to res. El un iv erso d e las novelas griegas es u n urtiverso abstracto a jen o , c o m p le ta m e n te ajeno, adem ás, desde el co m ien z o hasta el fin a l, p o rq u e e n n in g u n a p a rte de] m ism o aparece la im agen del u n iv erso n a ta l d e d o n d e p ro v ien e y desde d o n d e observa el autor. P o r eso n o hay n a d a e n él q u e lim ite el p o d e r ab so lu to del suceso, y, p o r eso, d iscu rren y su ced en co n aso m b ro sa rap id ez y facilidad to d o s lo s ra p to s, fugas, cau tiv erio s y liberaciones, m u ertes ficti­ cias, resurrecciones, y d e m á s peripecias. P ero e n ese un iverso a jen o ab stracto , m u c h a s cosas y fen ó ­ m e n o s — ya lo h e m o s señ alad o — están d escritos m u y d etallad a­ m en te. ¿C ó m o p u e d e ser eso co m p atib le c o n su carác te r abs­ tracto ? L o q u e pasa es q u e to d o lo q u e aparece e n la no v ela griega se describe co m o algo casi aislado, único. E n n in g u n a p a rte se describe el País e n su to talid a d , c o n sus particu larid ad es, c o n todo lo q u e lo d iferen cia de o tro s países, c o n sus relaciones. S ólo se describ en ciertos edificios sin n in g u n a relació n co n el c o n ju n to in teg ra d o r, cierto s fen ó m e n o s d e ]a n atu raleza, p o r ejem plo, a n i­ m ales raro s q u e viven e n el p aís respectivo. E n n in g u n a p arte se d escrib en las co stu m b res y la v id a d e to d o s los d ías del p u eb lo en

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su c o n ju n to ; únican:iente se describe alg u n a co stu m b re rara, sin n in g u n a relació n co n o tras cosas. Todos los objetos descritos e n la n o v ela se caracterizan pK>r ese aislam iento, esa falta d e relación e n tre si. P o r eso, en su c o n ju n to , n o caracterizan a los países re­ p resen tad o s (m ás ex actam en te, m en cio n ad o s) en la novela; n in ­ g ú n o b jeto d ep en d e d e n ad ie ni de nada. Todas esas cosas aisladas, descritas en la novela, son inacostu m b ra d a s, ex trañ as, raras; p o r eso, precisam ente, se las describe. P o r ejem p lo , e n L eu cip a y C lito fo n te está descrito u n a n im a l ex­ tra ñ o llam ad o «caballo d el N ilo» (h ip o p ó tam o ). «S ucedió q u e los g u errero s a tra p a ro n a u n a n im al d e río n u n ca visto». Asi co< m ien za esa n arrac ió n . Se describe luego al elefante, y se cu e n ta n «cosas a so m b ro sa s sobre su ap a rició n en el m u n d o » (P arte 4,11IV). E n o tro lugar se describe al cocodrilo. «T am bién he visto a o tro a n im al d el N ilo, e n sa lza d o por su fu e r z a to d a v ía m ás q u e el caballo d e rio. Su n o m b re es cocodrilo» (P arte 4, X IX ). D ad o q u e n o existe u n a escala d e valores p a ra m edir todas esas cosas y fen ó m en o s descritos, q u e n o hay, co m o h em o s dicho, u n tra sfo n d o m ás o m en o s claro del universo p ropio, fam iliar, para la p ercep ció n de esas cosas in aco stu m b rad as, las m ism as a d q u ie­ re n en to n ces, in ev itab lem en te, el carácter de curiosidades, cosas insólitas, rarezas. Así, los espacios d el universo a jen o en la no v ela griega están llenos d e cu rio sid ades y realidades aisladas, sin n in g u n a relación e n tre sí. Tales cosas a u tó n o m a s interesantes —curiosas y llenas de ex trañ ezas— son ig u alm en te casuales e inesperadas q u e las aven­ tu ras m ism as: están hechas del m ism o m aterial, son los «de re­ p en te» p etrific ad o s, q u e se c o n v irtiero n e n o b jeto s de la aventura, p ro d u c to s del m ism o suceso. E n co nsecuencia, el c ro n o to p o d e las novelas griegas —el u n i­ verso a jen o e n el tiem p o d e la av e n tu ra— 'posee co n secu en cia y u n id a d específicas. T ie n e u n a lógica con secu en te q u e d e te rm in a to d o s sus m o m en to s. A u n q u e los m otivos d e la no v ela griega, co m o ya h em os señalado, n o son nuevos to m a d o s e n ab stracto , al e sta r elab o rad o s co n an terio rid ad e n el m arc o de o tro s géneros, ad q u ieren en el n u ev o c ro n o to p o d e esta novela, su b o rd in án d o se a su lógica co n secu ente, u n a significación co m p letam en te nu ev a y fu n c io n e s especiales. E n o tro s géneros, esos m otivos ib an ligados a cro n o to p o s dis­ tin to s, m u c h o m ás co n creto s y condensados. Los m otivos a m o ­ ro so s (el p rim e r en c u en tro , el a m o r re p en tin o , la angustia am o-

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rosa, el p rim e r beso, etc.), e n la poesía aleja n d rin a, h a n sido elab o rad o s p re d o m in a n te m e n te en el c ro n o to p o bucólico, pastoril-idílico. Este es u n c ro n o to p o lírico-ético, p eq u e ñ o , m uy c o n ­ creto y co n d en sad o , q u e h a ju g a d o u n rol im p o rta n te en la-lite­ ra tu ra u niversal. E stam o s a q u í a n te el tie m p o idílico específico, co n ten d en c ia cíclica (pero n o p u ra m e n te cíclico), q u e es la co m ­ b in ació n e n tre el tiem p o n atu ra l (r id ic o ) y el tie m p o fa m iliar d e la vida co n v en cio n al pastoril (parcial y m ás am p liam en te, d e la agrícola). Ese tiem p o tien e u n ritm o d e fin id o , sem icíclico y se vin cu ló estre ch am en te al paisaje idílico insular, específico y ela­ b o rad o d etallad am en te. Es el tiem po, d e n so y aro m á tic o , co m o la m iel, d e p eq u eñ o s episodios am o ro so s y d e efusiones líricas que im p reg n a n u n rin co n c ito del espacio n atu ral, estricta m e n te deli­ m ita d o , ce rrad o y to ta lm e n te estilizado (vam os a h a c e r a q u í abs­ trac ció n d e las d iferentes v arian tes del c ro n o to p o idílico am o ro so en la poesía helenística, incluida la ro m an a). N a tu ralm en te, en la n o v ela griega n o b a q u ed a d o n a d a d e ese cro n o to p o . L a novela D a fn is y C lo e (de L ongo), o c u p a u n lugar especial y es sólo u n a excepción. E n su nú cleo está el c ro n o to p o pastoril idílico, pero afectad o d e desco m posición; su ca rá c te r cerrad o y lim itad o , co m ­ p acto, está d estru ido; d ich o c ro n o to p o está ro d e ad o p o r todas p artes d e u n m u n d o ajen o , y él m ism o se h a co n v e rtid o en sem ia­ je n o ; el tiem p o idílico n atu ra l ya n o es ta n co n d en sad o , se ve ra­ rifica d o p o r el tiem p o d e la av e n tu ra. Es im posible in clu ir sin re­ servas el idilio de L on g o en la categoría d e novela griega de aven tu ras. E sta o b ra o cu p a u n lugar a p a rte en la evolución histó­ rica p o sterio r d e la novela. lx)s elem en to s d e la novela griega — arg u m én tales y com positivos— q u e están relacionados c o n viajes p o r diversos países ex­ tran jero s, h a n sido desarrollados p o r la novela geográfica antigua. El un iv erso d e la novela g eográfica n o se p arece al universo ajeno d e la novela gríega. E n p rim e r lugar, su nú cleo está fo rm a d o p o r u n a p a tria n a ta l rea l q u e ofrece u n p u n to d e referencia, escalas d e valores» vías d e ap ro x im a ció n y valoración, q u e organiza el m o d o d e ver y d e e n te n d e r los países y las cu ltu ra s ajenas (en este caso, lo p ro p io , lo nativo, n o es, obligatoríam ente» v alorado posi­ tiv am en te; p ero ofrece, o b lig ato riam en te, escalas d e valores y un trasfo n d o ). Sólo ya esto (es decir, el n ú cleo in te rn o d e organiza­ ció n d e la visión y la representación, p a rtie n d o d e lo q u e es natal) c a m b ia ra d ic alm en te la im agen e n te ra del u n iv erso ajen o en la n o v ela geográfica. E n segundo lugar, ei h o m b re es en esta novela

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u n h o m b re público, p o lítico d e la antigüedad, guiado p o r intere­ ses político*sociales, filo só fico s,-u tó p ic o s. Luego, el m o m e n to m ism o del viaje, del c a m in o , tien e u n carácter real e in tro d u ce ún ce n tro o rg an izad o r real, im p o rta n te , en la serie tem p o ra l d e dich a novela. F in alm en te, el elem ento biográfico constituye tam b ién u n p rin cip io o rg an izad o r esencial para el tie m p o de las nóven­ las en cu estió n . (A quí h acem o s igualm ente abstracción d e tas di< versas v arian tes de la novela geográfica d e viajes, a u n a de las c u a­ les le es propio el elem ento de la aventura; pero ese elem ento no es a q u i e l prin cip io o rg a n iza d o r d o m in a n te y tie n e otro carácter). N o es este el lu gar in d icad o p a ra p ro fu n d iz a r e n los c ro n o to ­ pos d e o tro s géneros d e la lite ratu ra antigua, in clu y en d o la gran ép ica y el d ram a. Sólo v am os a re m a rca r q u e su base la constituye el tiem p o m itológico-popular, en el trasfo n d o del cual co m ien z a a aislarse el tiem p o h istórico an tig u o (co n sus restricciones especia ficas). Esos tiem p o s era n m u y localizados, vinculados com pleta­ m en te a los signos co n creto s d e la n atu ra leza gríega natal y a los signos «de la segunda naturaleza», es decir, a las características de las regiones natales, de ciudades y estados. En cada fe n ó m e n o de la n atu ra leza n atal, el griego veía la h u ella d el tiem p o m itológico, el aco n te cim ie n to m itológico ce n trad o e n él, y q u e p o d ía d esarro ­ llarse en u n c u a d ro o en u n a escena m itológicos. E specialm ente co n creto y localizado era tam b ién el tiem p o h istó ñ co , q u e en la épica y e n la trag ed ia to d av ía iba estrech am en te u n id o al tiem p o m itológico! Esos cro n o to p o s clásicos griegos están casi e n las antí* p o d as del universo ajeno d e las novelas griegas. Así, los diversos m otivos y elem entos (de carácter arg u m en tal y com positivo), d esarrollados y existentes en el m arco d e o tro s gé« ñeros antiguos, ten ían u n carácter y u n as funciones co m p leta­ m en te d istin to s a los q u e observam os en la novela gríega de aven­ tu ra s en las co n d icio n es d e su c ro n o to p i especifico. E n esos géneros, tales m o tiv o s y elem entos se in co rp o raro n a u n a u n id a d artística n ueva, c o m p le ta m e n te específica, y m u y lejana, n atu ra l­ m en te, d e ia u n ifica ció n m ecánica de los diversos géneros a n ti­ guos. A h o ra, c u a n d o vem os m ás claro el carác te r esp ea'fico d e la n ovela gríega p o d em o s p la n te a r el p ro b lem a de la im a g en d el h o m b re en esa novela. En relación co n ello se aclaran tam b ién ias p articu laríd ad es d e los aspectos argum éntales de la novela. ¿C úal p uede ser la im agen del h o m b re en las con d icio n es del tiem p o de la av e n tu ra caracterizado p o r nosotros, c o n su sim ul-

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tan eid ad y n o n sim u ltan e id ad casuales, su caren cia ab so lu ta de to d a huella, co n u n excepcional protagonism o del suceso? Está p erfectam en te claro q u e en tal tiem po, el h o m b re sólo puede ser to talm e n te p a sivo e in m u ta b le. A quí, co m o y a hem os dicho; al hombre> le sucede lodo. Él m ism o carece p o r co m p leto d e inicia^ tiva. E s sólo el sujeto físico d e la acción. E stá claro q u e sus accio­ nes v an a te n e r p re p o n d era n te m e n te u n ca rá c te r espacial elem en­ tal. D e hecho, to d as las acciones d c los héroes d e la novela griega se red u cen tan sólo al m o v im ie n to fo r z a d o en el espacio (fuga, persecución, búsquedas), es decir, al ca m b io d e lugar en el espa­ cio. El m o v im ie n to del h o m bre en el espacio, p ro p o rcio n a las nor­ m a s principales d e m e d id a del espacio y dei tiem p o d e la novela griega, es decir, del cro n o to p o . Pero, sin em bargo, p o r el espacio se desplaza u n h o m b re vivo, n o u n cu erp o físico e n el sentido estricto d e la palabra. L a verdad es q u e el h o m b re es to talm e n te pasivo en su vida —el juego lo co n d u ce el «destino»— , p ero soporta ese juego deí destino. Y n o sólo lo sop o rta, sino q u e cu id a d e s i m is m o y sale d e tal j u ^ o , de to d as las visicitudes del destino y dei suceso e n identidad, in tacta y plena, consigo m ism o . E sa original id e n tid a d consigo m ism o , es el centro organiza­ d o r de la im agen del h o m b re e n la novela griega. L a significación y p ro fu n d id ad ideológica especial d e ese factor d e la id en tid ad h u ­ m an a n o p u ed en ser subestim adas. A través d e d ich a caracterís­ tica, la novela griega se v in cu la al pasado lejano del fo lclo re a n ­ terior a la aparición d e las clases, y em pieza a d o m in a r u n o de los elem en to s esenciales d e la idea p o p u lar acerca del hom bre, existente hasta h o y en los diferentes tipos d e folclore, en especial en los cu e n to s pop ulares. P o r m u ch o q u e se h ay a em p obrecido y despojado la id en tid ad h u m a n a en la novela griega, ésta conserva, sin em bargo, u n a p artíc u la preciosa del h u m a n ism o popular. En ella se p erp etú a la creen cia en q u e cl h o m b re es to d o poderoso e in v en cib le en su lu ch a co n la natu raleza y c o n to d as las fuerzas sob reh u m an as. O b serv an d o a te n ta m e n te los elem en to s argum éntales y co m ­ positivos d e la n o v ela gríega, nos hem os conven cido del papel co ­ losal q u e ju eg an en ella m o m en to s tales co m o el reconocim iento, el disfraz, el in tercam b io d c ro p a (tem poral), la m u erte ficticia (con p o sterio r resurrección), el engaño fic tic io (con posterior de­ m o stració n de fid elid ad constante), y, fin alm en te, el principal m otivo co m p o sitiv o (organizativo): la p u e sta a p ru eb a d e la cons-

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ía n cia y d e la id en tid a d d e los héroes consigo m ism os. E n todos esos m om en to s, en c o n tram o s u n juego directo co n los signos de la id e n tid a d h u m a n a . S in em bargo,' ta m b ié n el principal co n ­ ju n to de m otivos — encuentro-separación-büsquedas y reencuentro— , n o es o tra cosa q u e, p o r decirlo así, la expresión d e la id en ­ tid ad h u m a n a m ism a re flejad a p o r el argum ento. D eten g ám o n o s, antes q u e nada, en el elem ento com positivo* organizativo del s o m e tim ie n to a prueba d e los héroes. H em os d e­ fin id o al co m ien zo el p rim er tip o de novela an tig u a co m o la no­ vela (de aventuras) d e la prueba. El térm in o «novela d e la prueba» (P rüfungsrom an) fue a d o p tad o hace tiem p o p o r los historiadores de la lite ratu ra en relación c o n la novela barroca (siglo x v u ), que rep resen ta la evolución p osterior en E u ro p a d e la novela d e tipo griego. E n la n o v ela griega, aparece con especial claridad el papel or> g an iza d o r d e la idea de la p ru eb a, llegando a adquirir, incluso, ex­ presión jurídica. L a m ay o ría d e las aventuras de la novela griega están organi­ zadas, precisam ente, co m o pruebas del héroe y de la heroína; en especial, co m o p ruebas d e su castidad y d e su fidelidad. Pero, ade­ m ás, so n puestas a p ru e b a su nobleza, su valentía, su fuerza, su in trepidez, y — m ás ra ra m e n te — su inteligencia. La casualidad no sólo esparce peligros p o r el ca m in o d e los héroes, sino tam b ién , to d o tip o d e tentaciones; les po n e e n las situaciones m ás delica­ das, d e las q u e siem pre salen victoriosos. E n la hábil invención de las situ aciones m ás com plicadas, se revela co n fuerza la casuística re fín a d a d e la segunda sofística. Tam bién p o r ello, las pruebas tie­ n e n u n carácter, en cierto m odo, jurídico-retórico, externo-for­ mal. f t r o no se tra ta sólo de la organización d e av en tu ras aisladas. L a novela en su c o n ju n to es en ten d id a, precisam ente, co m o u n a puesta a pru eb a d e los héroes. C o m o y a sabem os, el tie m p o d e la a v e n tu ra d e tip o griego n o d eja huellas, ni en el m u n d o ni en las personas. D e todos los acontecim ientos d e la novela n o resulta n in g ú n tip o d e cam b io s in tern o s o externos. H acia el fin al d e la novela, se restablece el equilibrio inicial p ertu rb ad o p o r el suceso. Todo vuelve a su co m ienzo; to d o vuelve a su lugar. C o m o conclu­ sión d e la larga novela, el héroe se casa con su novia. Sin e m ­ bargo, las personas y las cosas h a n pasado a través de algo que, es verd ad , n o les h a m o d ificad o ; pero precisam ente p o r eso, p o r d e­ cirlo asi, los h a co n firm a d o , los h a verificado, y h a establecido su -

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id en tid ad , su fortaleza y su constancia. El m artillo de los sucesos n o d esm enuza n ad a, ni tam p o co foija; in te n ta tan sólo q u e el p ro ­ d u cto ya acabado sea resistente. Y el p ro d u c to resiste la prueba. E n eso consiste el sentido artístico e ideológico de la novela griega. N in g ú n género artístico puede ser construido ú n icam e n te so­ bre la base d e la atracción. Pero, incluso para ser atractivo, h a de poseer u n cierto carácter esencial. P orque, atractiva puede serlo tan sólo u n a vida h u m a n a o« en to d o caso, algo q u e tenga relación directa co n ésta. Y ese algo h u m a n o h a de ser m ostrado, al m enos u n poco, en su aspecto esencial; es decir, h a de te n e r u n cierto grado d e realidad viva. L a n o v ela gríega es u n a variante m uy flexible del género novelesco, q u e posee u n a en o rm e fuerza vital. P recisam ente la idea d e la pru eb a, q u e tiene u n papel com positivo'organizador, h a m o strad o ser especialm ente viable en la historia de la no­ vela. L a en co n tram o s en la novela caballeresca m edieval, tan to en la te m p ra n a com o, en especial, en la tardía. T am bién ella, en u n a m ed id a considerable, organiza a A m a d ís. al igual q u e a P alm erín. Ya h em os m ostrado su im p o rtan cia para la novela barroca. E n ella, esta idea se enriquece co n u n co n ten id o ideológico preciso, se crean d eterm inados hom bres ideales, cuya realización son p recisam ente los héroes que h an pasado p o r pruebas: «caba­ lleros sin m iedo n i tacha». Esa im pecabilidad absoluta d e los héroes degenera en falta d e naturalidad, y provoca la fuerte e im p o rta n ­ te critica d e B oileau, en su diálogo lucianian o l ^ s héroes de las novelas. D espués del b arroco, dism inuye b ru scam en te la im p o rtan cia organizadora d e las ideas de la prueba. Péro n o desaparece, sino q u e se m an tien e en tre las ideas organizadoras d e la novela en to ­ das las épocas posteriores. Se llena de co n ten id o ideológico di­ verso, y la p ru eb a m ism a, frecuentem ente, conduce a resultados negativos. Tales tip o s y variantes de la idea d e la prueba los en ­ co ntram os, p o r ejem plo, en el siglo x ix y a com ienzos del x x . Se halla d ifu n d id o el tip o de prueba d e la vocación, d e la elección divina, d e la genialidad. U na d e sus variantes es la p ru eb a del par­ venú nap o leo n ian o en la novela irancesa. O tra, es la p ru eb a de la salud biológica y de la adaptabilidad a la vida. F inalm ente, en­ con tram o s algunos tipos y variantes tardíos de la idea d e la prueba en la pro d u cció n novelescii de tercera m an o : la p ru eb a del refor­ m ad o r m o ral, del nietzscheniano, del am oralista, d e la m ujer em ancipada, etc. -

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Pero to d as esas v anantes europeas d e la novela de la prueba, ta n to las p u ra s co m o las m ezcladas, se alejaron considerablem en te de la pru eb a de la id en tid ad h u m a n a en su fo rm a sim ple, lapidaría y, al m ism o tiem po, vigorosa, tal y co m o h ab ía sido p re­ sentada en la novela griega. Es verdad q u e se conservaron los sig­ nos d e la id en tid ad h u m an a, pero se com plicaron y perdieron su fuerza lap id aria inicial y la sim plicidad con q u e se revelaban en lo s m otivos del reconocim iento, d e la m uerte ficticia, etc. La re­ lació n d e estos m otivos co n cl folclore es en la novela gríega m u ­ cho m ás directa (au n q u e ésta se halla b astante lejos del folclore). Para la co m p rensión plena, en la novela gríega, d e la im agen del h o m b re y d e las características del aspecto de su id en tid ad (y p o r lo tan to , d e las características de la prueba de esa identidad), es necesarío ten er en cu e n ta que el h om bre es en ella, a diferencia d e Los d em ás g6neros clásicos d e la lite ratu ra antigua, u n h o m bre pariicular, privado. E sta característica suya corresponde al uni­ verso ajeno, abstracto de las novelas gríegas. E n ta l universo, cl h o m b re sólam ente puede ser u n h om bre prívado, aislado, carente p o r com pleto d e relaciones, m ás o m enos im portantes, con su país, co n su ciu d ad , con su g rupo social, con su clan, e incluso, con su fam ilia. N o se considera p a rte del co n ju n to social. Es un hom bre solo, p erd id o en un m u n d o ajeno. Y no tiene ninguna m isión en ese m u n d o . El carácter p rivado y el aislam iento son las características esenciales de la im agen del h om bre e n la no v ela gríega, im á­ genes ligadas necesariam ente a las características del tiem p o d e la av e n tu ra y de! espacio abstracto. C on esto, el h o m b re d e la novela gríega se diferencia« clara y esencialm ente, del hom bre público de los géneros antiguos precedentes y, especialm ente, del hom bre p ú ­ blico y p o lítico d e la novela geográfica de viajes. Pero, al m ism o tiem po, ei h o m b re prívado y aislado de la n o ­ vela griega se co m p orta externam ente, en m ucKos sentidos, com o u n h o m b re político, y, especialm ente, co m o el h om bre público de los góneros retóricos e históricos: p ro n u n cia laigos discursos, co n stru id o s según las n o rm as d e la retórica, en los q u e relata, n o ' e n el o rd e n d e u n a confesión in tim a sino en el de u n in fo rm e p ú ­ blico, los detalles ín tim os, privados, de su am or, de sus actos y sus aventuras. F in alm en te, ocupan u n lugar im p o rtan te en la m ayo­ ría de las novelas procesos en los que se hace b alance d e las aven­ tu ras d e los héroes y se da la co n firm ació n ju ríd ica de sus identi­ dades, especialm ente en su m o m en to principal: la fidelidad recíproca en el a m o r (y, especialm ente, d e la castidad de la he-

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roína). E n co nsecuencia, to d o s ios m o m e n to s principales d e ia n o vela ad q u ieren , en su c o n ju n to , u n a ilu m in a c ió n y ju s tific a ­ ción (apología) p ú b lico retó ríca, y u n a c u a lific ació n ju ríd ic a . Es m ás, si h u b iésem o s d e re sp o n d er a la p re g u n ta d e q u é es lo* q u e d efin e , en ú ltim a instancia, ia u n id a d d e la im a g en h u m a n a en la n o vela griega, h ab ría m o s d e d ecir q u e esa u n id a d tien e u n ca­ rácter retórico ju ríd ico. Sin em bargo, esos elem en to s públicos retórico-jurídicos tienen u n carácter e x tern o e inadecuado p a ra el c o n te n id o in te rn o real d e la im agen d el h o m b re. Ese co n te n id o in te rn o d e la im agen es a b s o lu ta m e n te privado: la p o sició n q u e o c u p a el h éro e en la vida, los objetiv o s q u e lo c o n d u c en , to d as sus vivencias y sus actos, p o ­ seen u n carácter to talm e n te particular, y n o tien en n in g u n a im ­ p o rtan c ia socio-política. P o rq u e el eje cen tral del c o n ten id o lo co n stitu y e el a m o r d e los héroes, y las pru eb as in te rn a s y externas a las q u e se ve som etido. Todos esos ac o n te cim ie n to s sólo ad q u ie­ ren im p o rta n c ia en la novela gracias a su relación c o n d ich o eje arg u m en tal. E s característico el h echo d e q u e, in clu so aco n te­ cim ien to s tales co m o la guerra, a d q u ie ra n significación ta n sólo en el p lan o d e las acciones am o ro sa s d e lo s héroes. P o r ejem plo, la acción d e la n o v ela L eu cip a y C lito fo n te co m ien z a c o n la gue­ rra e n tre b izan tin o s y tracios, ya q u e gracias a esa guerra, L eucipa llega a la casa del p ad re d e C lito fo n te y tien e lugar su p rim e r en> cu en tro . Al fin a l d e la novela se re cu erd a de n u e v o esa guerra, p o rq u e , precisam en te, co n ocasión d e su fin tien e lugar la proce­ sió n religiosa en h o n o r d e A rtem isa, pro cesió n q u e d etien e las to r­ tu ra s y ia ejecución de C litofonte. Pero es característico a q u i el hecho d e q u e los aco n tecim ien to s d e ia vida p a rtic u la r n o d e p e n d a n y n o sean in terp re tad o s a través d e los ac o n te cim ie n to s socio-políticos, sino q u e, al c o n tra rio , los aco n tecim ien to s socio-políticos ad q u ieren significación en la n o ­ vela gracias a su relació n co n los ac o n te cim ie n to s d e la vida pri­ vada. Y en la n o v ela se aclara esta relación; la esencia socio-polí­ tica de lo s d estinos privados q u e d a fuera de aquella. Así, la u n id ad p úb lico -retó rica d e la im agen del h o m b re está en c o n tra d icció n c o n su c o n ten id o p u ra m e n te privado. Esa con« trad ic ció n es m u y característica d e la no v ela griega. C o m o vere­ m o s m ás ad elan te, es ta m b ié n p ro p ia d e alg u n o s géneros retórícos tard ío s (inclusive de los autobiográficos). En general, la antig ü ed ad n o h a cread o u n a fo rm a y u n a u n i­ d a d ad e cu ad a s al h o m b re p rívado y a su vida. Al irse c o n v in ie n d o

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la vida en p riv ad a y los h o m b res e n h o m b res aislados, ese c o n te­ n id o p riv ad o co m en zó a llen ar la literatura, y ú n icam e n te elaboró p a ra si las form as ad ecu ad as en los géneros lírico-épicos m enores y el de los géneros m en o res corrientes: la co m ed ia d e costum bres y la n o v ela co rta d e costum bres. E n los géneros m ayores, la vida p riv ad a del h o m b re aislado se revestía d e form as p ú b lico ^ statales o público-retóricas, externas, inadecuadas, y, p o r lo tan to , co n ­ v en cio n ales y form alistas. E n la n o vela griega, la u n id ad pública y retórica del h o m b re y de los aco n tecim ien to s vividos p o r él, tien e ta m b ié n u n carácter ex tern o , fo rm alista y convencional. E n general, la u n ificació n de to d o lo q u e hay d e heterogéneo (tan to p o r su origen, co m o p o r su esencia) en la n o v ela griega, la u n ificació n en u n género m ayor casi enciclopédico, sólo se consigue ai precio d e la ab stracció n ex­ trem a , de la esq u em atizació n , del vaciado d e to d o lo q u e es co n ­ creto y local. £1 c ro n o to p o de la novela griega es el m ás abstracto de los grandes cro n o to p o s novelescos. Este cronotopo, el m ás abstracto, es tam bién, al m ism o tiem po, el m ás estático. E n él, el universo y el h o m b re ap arecen com o p ro d u c to s to talm e n te acabados e inm utables. N o existe a q u í n in ­ g ú n tip o de p o ten cia q u e form e, desarrolle y m o d ifiq u e. C o m o re­ su ltad o d e la acción rep resen tad a e n la novela, n ad a e n este u n i­ verso es destruido, rehecho, m odificado, creado de nuevo. Tan sólo se c o n firm a la id en tid ad de to d o lo q u e h ab ía al com ienzo. El tiem p o d e la a v e n tu ra n o deja huellas. Así es el p rim er tip o d e la novela antigua. S obre algunos d e sus aspectos h ab rem o s d e volver, en relación co n la ev o lu ció n p o sterío r d e la asim ilació n del tiem p o en la n o ­ vela. Ya h em o s señalado q u e este tip o novelesco, especialm ente alg u n o s d e sus aspectos (en particular, el tiem p o de la aventura), ad q u iere en la h isto ria p osterior d e la novela u n a g ran vitalidad y flexibilidad.

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A p u l e y o v P e t r o n io

P asem os al segundo tip o d e la novela an tig u a, al q u e vam os a llam ar co n v e n cio n alm en te «la novela d e aven tu ra s c o stu m ­ brista». E n sen tid o estricto, p erten ecen a este tip o dos obras: E l S a tiricón, d e P etro n io (del q u e se h a n conservado fragm entos relati>

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vam en te pequeños), y £ / a m o d e oro, d e A puleyo (conservado ín ­ tegro). Pero los elem entos esenciales d e este tip o están tam b ién representados en o tro s géneros, especialm ente e n la sátira (así co m o tam b ién e n las d iatrib as helénicas); luego, en algunas, va­ riantes de la literatu ra hagiográfica cristiana prim itiva (la vida llena d e pecados, d e tentaciones, a la q u e sigue la crísis y el renaci­ m ien to del hom bre). V am os a to m a r co m o base para n u estro análisis d el segundo tip o de la novela an tig u a E l a m o d e oro, d e A puleyo. N o s referi­ re m o s a c o n tin u a c ió n a las características d e otras variantes (m o ­ delos) de este tipo, q u e h an llegado hasta nosotros. L o p rim ero q u e llam a la aten ció n en este segundo tip o , es la co m b in ac ió n del tiem p o d e la a v e n tu ra con el d e las costum bres; cosa q u e expresam os, precisam ente, al d e fin ir este tip o co m o «la novela co stu m b rista d e aventuras». Sin em bargo, n o puede tra ­ tarse, co m o es n atu ral, d e u n a c o m b in a c ió n (ensam blam iento) m ecán ica de los dos tiem pos. C o m b in á n d o se así, el tiem p o d e la a v e n tu ra y el de las costum bres, e n las condiciones d e u n crono* to p o to talm e n te nu evo cread o por esta novela, m o d ific a n esen­ cialm en te su aspecto. P o r eso, e n este caso, se elabora u n nuevo tipo de tiem po de la aventura —claram ente diferente del gríego—, asi co m o u n tip o especial d e tiem p o de las costum bres. El arg u m en to d e E l a sno d e oro n o es, e n m o d o alguno, u n h iato in tem p o ral en tre dos m o m en to s contiguos d e u n a serie de la vida reai. Ai co n trarío , el ca m in o d e la vida del héroe (de L ucius), en sus m o m en to s esenciales, representa, precisam ente, ei arg u m en to de esta novela. P ero la rep resen tació n del cam in o de la vida tien e d o s particularidades propias, q u e d eterm in a n el ca­ rácter esp ecífico del tiem p o e n d ich a novela. Tales particu laridades son: 1) el ca m in o d e la vida d e L ucius es rep resen tad o b a jo la e n v o h u ra d e u n a «m etam orfosis»; 2) el ca m in o d e la vida se u n e al c a m in o real d e los viajeS'peregrinad o n e s de L ucius p o r el m u n d o , en form a d e asno. £1 cam in o de la vida bajo la e n v o ltu ra d e la m etam orfosis, es p resen tad o en la novela, ta n to e n el arg u m en to principal, la vida de L ucius, com o en la novela c o rta in tercalad a, sobre A m o r y Psi­ q u e, q u e es u n a variante sem án tica paralela del arg u m e n to prin­ cipal. L a m e ta m o rfo sis (transform ación) —especialm ente la m eta­ m orfosis del h o m b re— , ju n to c o n la id e n tid a d (básicam ente, tam b ién la id en tid ad h u m a n a ) pertenecen al tesoro del folclore -

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universal d e an tes d e la aparición de las clases. La m etam orfosis y la id en tid ad se c o m b in an orgánicam ente en la im agen folclórica del h om bre. Esa co m b in ació n se m an tien e d e m an era especialm en te clara e n el cu en to popular. La im a g en d e l h o m b re d e los cu en to s — q u e aparece e n todas las variedades d c folclore fantás­ tico —, se estru ctu ra siem pre sobre los m otivos d e la m e ta m o rfo ­ sis y d e la id en tid a d (p o r m u y diverso q u e sea, a su vez, el c o n ­ ten id o co n creto de tales m otivos). D el h om bre, b s m otivos d e la m etam orfosis y d e la id en tid ad pasan al co n ju n to del universo h u m an o : a la natu raleza y a las cosas creadas por el h om bre m ism o. A cerca de las particularidades del tiem p o d e los cuentos p opulares, en d o n d e se revela la m etam orfosis y la id en tid ad de la im agen dcl h om bre, v am o s a h ab lar a co n tin u ac ió n en relación co n Rabelais. E n la an tig ü ed ad, la idea d e la m etam orfosis h a recorrido un c a m in o m u y co m plejo y co n m u ch as ram ificaciones. U n a d e ta< les ram ificacio n es es la filosofía griega, en la que la idea d e ta m e­ tam orfosis, ju n to co n la d e la id en tid ad ^ ju eg a u n en o rm e papel; la envoltura m ito ló gica esencial d e esas ideas se conserva, ad e­ m ás, h asta D em ó crito y A ristófanes (a u n q u e tam p o co ellos la re­ b asan hasta el final). O tra ram ificación la constituye el desarrollo cu h u ral de ia idea dc la m etam o rfo sis (de la tran sfo rm ació n ) en los m isterios an ti­ guos, y, especialm ente, e n los m isterios eleusinos. Los m ito s an ti­ guos, en su evolución posterior, se h an visto m ás y m ás in flu e n ­ ciados p o r los cultos orientales, co n sus form as específicas de m etam orfosis. E n esta serie d e la evolución se incluyen tam b ién las form as iniciales del cu lto cristiano. A ella pertenecen iguaN m en te las form as m ágicas ru d im en taria s d e la m etam orfosis, q u e se h allab an e n o rm e m en te generalizadas en ios siglos m i de nues­ tra era, y que, practicadas por u n a seríe de charlatanes, se convir­ tiero n en u n o d e Los fen ó m en o s m ás corríentes y arraigados d e la época. L a tercera ram ificació n la co m p o n e el desarrollo p osteríor de los m o tiv o s de la m etam orfosis e n el folclore p ro p iam en te dicho. C om o es lógico, ese folclore n o se conservó, pero conocem os su existencia a través de la in flu en c ia y reflejo del m ism o en la lite' La preponderancia de la idea de la iransfom taciún, en HcráelLlo. y de la idea de la identidad, en los elcatas. La transTonnación sobre la base del elemenlo prí> m ano, en Tales, A naxintandro y Anaximenes, —

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ra tu ra (p o r ejem p lo , en la m ism a novela c o rta sobre A m o r y P si­ q u e, d e A puleyo. F in a lm e n te , la c u a rta ra m ific a c ió n la co n stitu y e la evolución d e la id ea d e la m etam o rfo sis en la literatu ra. E sta ram ificació n es, p recisam en te, la q u e nos in teresa aquí. N i q u e d e c ir tien e q u e la ev o lu ció n d e la id ea de la m e ta m o r­ fosis e n la lite ra tu ra n o se p ro d u ce sin la in flu e n c ia d e to d a s las d em ás vías d e desarrollo d e esa idea, en u m e ra d a s p o r nosotros. B asta co n se ñ a la r la in flu e n c ia d e la trad ició n d e los m isterios eleusinos sobre la trag ed ia griega. C o m o es n atu ra l, n o p u ed e h a ­ b e r d u d a acerca de la in flu en cia d e las form as filosóficas de la idea d e la m etam o rfo sis e n la literatu ra, así co m o la in flu e n c ia del fol­ clore, d e lo cu al y a h em o s hablado. La e n v o ltu ra m itológica d e la m etam o rfo sis (de la tran sfo r­ m ació n ) e n c ie rra la idea de evolución; p ero n o d e u n a evolución lineal, sin o a saltos, co n nodulos; se trata , p o r ta n to , d e u n a cierta v arian te d e la serie tem poral. L a e stm c tu ra d e esa id ea es, sin e m ­ bargo, m u y com pleja, y de ah í q u e, a p a rtir d e ella, se desarrollen series tem p o ra le s d e diverso tipo. Si seguim os la disgregación artística de la id ea m itológica co m p leja d e la m etam orfosis e n H esio d o (ta n to e n L o s trabajos y los días, co m o en L a teogonia, observarem os q u e p arte d e ella u n a serie genealógica específica: la serie espacial d e la sucesión de los siglos y d e las g en eraciones (el m ito d e los cin co siglos: el d e oro, el d e p lata, el de bronce, el tro y an o y el de hierro), la serie leogón ica irreversible d e la n atu raleza, la serie cíclica d e la m e ta m o r­ fosis d el g ran o , y la serie análoga d e la m etam o rfo sis de la cepa. E s m ás, e n H esiodo, incluso la serie cíclica de la v id a agrícola está e stru c tu ra d a co m o u n tip o de «m etam orfosis del agricultor». C on ellas n o se ag o tan to d a v ía las series tem p o rales d e la m etam orfosis q u e se d esarro llan en H esiodo; la m etam o rfo sis es p a ra las mis* m as u n fe n ó m e n o m itológico p rim ario . A to d as estas series les es c o m ú n la altern an cia (o la sucesión) d e form as (o d e im ágenes) to ta lm e n te d iferentes, q u e n o se parecen u n a a la o tra, y q u e for­ m a n p arte del m ism o fen ó m en o . A sí, e n el proceso teogónico, la e ra d e C ro n o s es su stitu id a p o r la era d e Z eus, se in terc am b ia n e n tre sí los siglos y las generaciones (el siglo d e oro, d e plata, etc.), se su stitu y en e n tre sí las estaciones. L as im ágenes d e las diferentes eras, generaciones, estaciones del añ o , d e las fases d e los trab a jo s agrícolas, son p ro fu n d a m e n te di­ ferentes. Pero, p o r en c im a de esas diferencias se m a n tien e la u n i­ —

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d a d del proceso teogónìco, dei proceso histórico, d e la naturaleza, d e la vida agrícola. E n H esiodo, así co m o en los sistem as filosó ficos tem p ra n o s y en los m isterios clásicos, la id ea de la m etam orfosis tien e u n ca> rá c te r am p lio , y la p alab ra m ism a «m etam orfosis» n o es utilizada en el sen tid o específico d e tran sfo rm ació n prodigiosa (en las fron^ tera s d e lo m ágico) ú n ic a de u n fe n ó m e n o en otro, q u e adquiere esta p alab ra en la época rom an o -h elen ística. L a palab ra m ism a, e n el sen tid o sei^alado, apareció en u n estadio ta rd ío d eterm in a d o d e la ev o lu ció n d e la id ea d e la m etam orfosis. C aracterísticas d e ese estadio ta rd ío son las M eta m o rfo sis, de O vidio. E n éste, la m etam orfosis casi se h a co n v ertid o ya e n la m etam o rfo sis p artic u la r d e fen ó m e n o s aislados, únicos, y h a a d q u irid o el carác te r de tran sfo rm ació n m ilagrosa externa. Se co n serv a la id ea d e rep resen tació n bajo el en fo q u e d e m e ta m o r­ fosis d e todo el proceso cosm ogónico c histórico, co m en zan d o por la creació n del co sm os a p a rtir del caos, y te rm in a n d o p o r la tra n sfo rm a c ió n de C ésar en astro. P ero dich a idea se realiza a través d e u n a selección d el m arco d e to d a la heren cia n ú to ló g ica li­ teraria d e ciertos casos aislados, sin relación en tre sí, claros, de m etam o rfo sis en el sen tid o estrecho de la palabra, y d e su o rd e­ n a m ie n to en el in te rio r d e u n a serie caren te p o r com pleto de u n i­ d a d interna- C ad a m etam orfosis es a u tó n o m a , y rep resen ta u n a e n tid a d po ética c e n a d a . L a e n v o ltu ra m itológica d e la m e ta m o r­ fosis y a n o es cap az d e u n ir las grandes, y esenciales, series te m ­ porales. E l tiem p o se desco m p o n e en segm entos tem p o rales a u ­ tó n o m o s, aislados, q u e se en sa m b la n m ecá n icam en te e n u n a sola serie. L a m ism a descom posición d e las u n id ad es m itológicas d e las series tem p o rales antiguas, p u ed e observarse tam b ién en los F astos d e O vidio (o b ra q u e tie n e u n a gran im p o rtan cia p a ra el es­ tu d io del sen tid o del tiem po e n la época rom ano-helenística). E n A puleyo, la m etam orfosis adquiere u n c a rá a e r todavía m ás p articu lar, aislado, y, ya, d irec tam en te m ágico. D e su a n te rio r a m ­ p litu d y fuerza n o h a q u ed a d o casi n ad a . L a m etam o rfo sis se h a c o n v ertid o en u n a fo rm a de co m p re n sió n y d e rep resen tació n d el d estin o p a rticu la r h u m a n o , separado del to d o cósm ico e histó ­ rico. S in em bargo, gracias en especial a la in flu e n c ia d e la tra d i­ ció n folclórica d irecta, la idea d e la m etam o rfo sis conserva to d a ­ vía la fu erza su ficien te para a b a rc a r eí d estin o h u m a n o en su co n ju n to , en los m o m e n to s cruciales. E n eso estrib a su im p o rta n ­ cia p a ra el gén ero novelesco. —

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E n Io q u e resp ecta a la fo rm a específica de la m etam orfosis —la tran sfo rm ació n d e L u ciu s en asn o , su p o sterio r tra n sfo rm a ­ ció n in v ersa e n h o m b re , y su p u rifica ció n m e d ian te el rito del m isterio — » n o es éste el lugar in d icad o p a ra hacer u n a n á lis irm á s p ro fu n d o . E n relació n co n lo q u e nos in teresa, tal análisis n o es necesarío. L a génesis m ism a d e la m etam o rfo sis e n asno es, ad e­ m ás, m u y co m p licad a. Es co m p licad o , y n o lo su ficien te m e n te claro p o r a h o ra, el m o d o d e tra ta rla u tilizad o por A puleyo. P ara n u e s tro tem a, to d o esto n o tien e u n a im p o rta n c ia fu n d a m e n tal. A n o so tro s sólo n o s in teresan las fun cio n es d e esa m etam orfosis e n la e stru c tu ra d e la novela d el segundo tipo. S o b re la base d e la m etam o rfo sis se crea u n tip o d e re p resen ­ ta c ió n d e to d a la vida h u m a n a e n sus m o m e n to s cruciales, criiicos: la m a n e ra en q u e el h o m b re se co n vierte en otro. S on re p re­ sen tad as las diversas im ágenes, claram en te diferentes, de la m ism a p ersona, re u n id a s en ella co m o épocas y etapas diferen tes d e su existencia. N o se d a a q u í u n proceso d e fo rm ació n en sen tid o es­ tricto , sin o q u e se p ro d u c e u n a crisis y u n renacim iento. C o n eso se d e fin e n las diferencias esenciales en tre el arg u ­ m e n to ap u ley a n o y los arg u m e n to s d e la n o v ela griega. Los acon> tecim ien to s rep resen tad o s p o r A puleyo d e te rm in a n la v id a d el h é­ roe, y, ad em ás, toda su vida. C o m o es n a tu ra l, n o se describe to d a su vida, desde la niñez h asta la vejez y 1a m uerte. P o r eso, n o existe a q u í u n a biografìa co m p leta. E n el tipo d e novela d e la crísis sólo están rep resen tad o s u n o o d o s m o m e n to s q u e d ec id e n el destin o de u n a vida h u m a n a , y d e te rm in a n to d o su carácter. D e co n fo r­ m id ad con ello, la n o v ela p re sen ta d o s o tres im ágenes diferentes d e (a m ism a p erso n a, im ágenes sep a rad a s y re u n id a s p o r las crísis d e d ich a p erso n a y p o r sus re n acim ien to s. E n la tra m a p rincipal, A puleyo p resen ta tres im ágenes d e L ucius: L u ciu s a n te s d e la tra n sfo rm a c ió n e n asn o , L ucius-asno, L u ciu s p u rífica d o y rege­ n e ra d o m ed ian te el rito m isteríal. E n la tra m a p aralela so n pre­ sen tad as d o s im ágenes d e P sique: an te s d e la p u rífic a c íó n p o r m e­ d io d e los su frim ien to s expiatorios, y d esp u és d e éstos; e n ella está rep resen tad a la vía lógica del re n acim ien to d e la h ero ín a , u n a vía q u e n o se d iv id e e n tre s im ágenes d e ia m ism a c la ra m e n te dife­ renciadas. E n los sa n to ra le s —q u e fo rm a n p a rte del m ism o tip o d e la crisis— d e la ép o c a d el cristian ism o p rim itiv o , sólo se d a n ta m ­ b ién, g en eralm en te, d o s im ágenes de] h o m b re , separadas y re u n i­ das p o r la crísis y el re n acim ien to : la im ag en del pecad o r (antes —

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del ren acim ien to ) y ia im agen d el santo (después d e la crisis y el ren acim ien to ). A veces, está n ta m b ié n rep resentadas tres im áge­ nes: p recisam en te, en los casos e n q u e está especialm ente ev id en ­ ciad o y elab o rad o el frag m en to d e la vida dedicado al su frim ien to p u rificad o r, a l ascesis, a la lu ch a consigo m ism o (q u e se corres­ p o n d e con la ex istencia d e L ucius e n fo rm a d e asno). D e lo d icho se d esp ren d e claram en te q u e la novela d e este tip o n o se desarro lla e n u n tie m p o biográfico, en sen tid o estricto. R ep re se n ta sólo los m o m e n to s excepcionales, to talm e n te insólitos, d e la v id a h u m a n a , y m u y co rto s en d u ra ció n , co m p arad o s co n el cu rso d e la vida e n su c o n ju n to . Pero tales m o m en to s d e te rm i­ n a n ta n to la im a g e n d e fin itiv a d e l h o m b re m ism o , co m o el ca­ rácter d e to d a su vida posterior, Pero esa larga vida, co n su curso b iográfico, c o n sus hechos y trabajos, em p ez ará a desarrollarse d esp u és del re n acim ien to , y, p o r lo ta n to , se situ ará y a m ás allá de la novela. Asi, L ucius, tras pasar por las tres iniciaciones, co­ m ie n z a el ca m in o b io g ráfic o de su existencia co m o ré to r y sacer^ dote. C o n eso q u e d a n d e fin id a s las particu larid ad es del tiem p o de la a v e n tu ra del seg u n d o tip o , q u e n o es el tiem p o d e la novela griega q u e no deja huellas. P or el c o n tra rio , este tiem p o d eja u n a h u ella p ro fu n d a, Im borrable, en el h o m b re m ism o y en to d a su vida. Pero, al m ism o tiem p o , este es el tiem p o de la av en tu ra: cl tiem p o d e ac o n te cim ie n to s Insólitos, excepcionales, q u e vienen d eterm in a d o s p o r el suceso y se caracterizan p o r la sim u ltan eid ad y n o n sim u ltan e id ad casuales. Pero esta lógica del suceso está a q u í su b o rd in ad a a o tra lógica superior, q u e la engloba. Es verdad. En este caso, es Fbtis, la c iia d a d e la b ru ja , la q u e c a su a lm e n te to m ó o tra c ^ ita , y en lu g ar d e la p o m a d a q u e tra n sfo rm a b a en pájaro, le d¡^ a L u ciu s la q u e tra n s­ fo rm a b a e n asno. P or casualidad, p re c isa m e n te e n ese in stan te, no h ab fa en la casa las rosas necesarias p a ra la tran sfo rm ació n in ­ versa. P or casualidad, p re c isa m e n te esa n o che, la casa es a tac ad a p o r u n o s b an d id o s, q u e ro b a n el asno. Y e n to d a s las av en tu ras posteriores, ta n to del a sn o c o m o d e sus altern ativ o s am o s, el su­ ceso c o n tin ú a d ese m p e ñ an d o su papel. D ific u lta u n a y o tra vez la tran sfo rm ació n inversa, del asno en h o m b re. Pero el p o d e r d el su­ ceso y su in iciativ a son lim itados; el suceso sólo a c tú a d e n tro de los lím ites del sector q u e le es asignado. N o h a sido el suceso, sino la v o lu p tu o sid ad , la su p erficialid ad ju v e n il y la «cu rio sid ad in o ­ p o rtu n a» , las q u e h a n em pujado a L ucius a u n peligroso juego co n —

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la brujería. É l m is m o es el culpable. C on su in o p o rtu n a curiosi­ d ad h a dado lugar al juego d e la casualidad. AI com ienzo, la ini­ ciativa pertenece, p o r tanto, al héroe m ism o y a su carácler. Es verdad q u e tal iniciativa no es p o siliva m en ie creadora (cosa Im ­ p ortante); es la iniciativa de la culpa, d e la equivocación, del error (en la variante d e los apócrifos cristianos del pecado). A esa ini­ ciativa negativa le corresponde la im agen del héroe al com ienzo: jo ven, superficial, desenfrenado, voluptuoso, in ú tilm en te curioso. A trae sobre sí el poder del succso. De esa m anera, el p rim er esla­ bón d e la serie de aventuras no viene determ inado p o r la casuali­ dad, sino p o r el héroe m ism o y por su carácter. Pero tam p o co el últim o eslabón —la conclusión de esta serie d e aven tu ras— viene determ inada por el suceso. Lucius es sal­ vado p or la diosa Isis, que le indica lo que tiene q u e hacer para recuperar la im agen d e hom bre. L a diosa Isis no aparece aquí com o sinónim o de la «casualidad feliz» (al igual q u e los dioses en la novela griega), sino com o guía d e Lucius, al q u e conduce hacia la p u rificación, exigiéndole el cum plim iento de ciertos ritos y la ascesis p u rificad o ra. Es característico e n Apuleyo el hecho de que las visiones y los sueños tengan o tra significación que en la novela griega. Allí, los sueños y las visiones inform aban a la gente acerca d e la voluntad de los dioses, o acerca del suceso, no para que p u ­ dieran d eten er los golpes del destino y ad o p tar determ inadas m e­ didas co n tra éstos, «sino para que soportasen m ejor sus sufri­ m ientos» (A quiles Tacio). P or eso, los sueños y las visiones no em pujaban a los héroes a ningún tipo d e acción. E n Apuleyo, por el contrarío, los sueños y las visiones d a n indicaciones a los hé­ roes: q u é deben hacer, cóm o proceder para cam biar su destino; es decir, les obligan a realizar ciertas acciones, a aetuar. Así, tan to el p rim ero com o el últim o eslabón de 1a cadena de aven tu ras están situados fuera del poder de la casualidad. En con­ secuencia, tam bién cam bia el carácter de to d a la cadena. Se con­ vierte en eficaz, transform a tan to al héroe m ism o com o a su des­ tino. L a serie de aventuras vividas por el héroe n o conduce a la simple confirm ación de su identidad, sino a la construcción de una n ueva im agen del héroe pu rificad o y regenerado. P or eso, la ca­ sualidad m ism a, que rige en el m arco d e cada aventura, es inter­ pretad a de u n a m anera nueva. En ese sentido, es significativo el discurso del sacerdote de la diosa Isis después de la m etam orfosis de Lucius: «H e aquí, Lu­ cí us, que después d e tantas desdichas producidas por el destino, -

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después de tan tas tem pestades, has llegado, por fin , a puerto se­ guro, al altar d e los favorecidos. N o te h a sido d e provecho n i tu proveniencia, ni tu posición soda], ni tan siquiera la ciencia m ism a que te distingue; porque tú , a! convertirte por causa del apasio> n am ien to de tu poca ed a d en esclavo d e la voluptuosidad, has recibido un fa ta l castigo a tu curiosidad fuera de tugar. Pbro ei ciego desiirto, haciéndote sufrir sus peores riesgos, te ha conducido, sin ' saberlo, a la b ea titud presente. Deja, pues, que se vaya y ard a dc furia: ten d rá q u e buscar o tra victim a para su crueldad. Porque en­ tre los q u e han dedicado su vida a nuestra diosa suprem a ta f u ­ nesta ca sualidad no tiene nada que hacer. ¿Qué beneficio obtuvo el destino exponiéndote a los bandidos, a los anim ales salvajes, a la esclavitud, a cam inos crueles en todos los sentidos, a la espera diaria de la m uerte? H e a q u í q u e otro destino te h a to m ad o bajo su protección, pero se tra ta ahora d el que ve, del resplandor que ilu m in a incluso a o tro s dioses» [El asno d e oro. Libro 11). A.qui se m u estra claram ente la propia culpa de Lucius» que lo colocó bajo el po der del suceso (del «destino ciego»), lá m b ié n aquí, al «destino ciego», a la «casualidad nefasta», se le opone cla< ram en te el «destino q u e ve», es decir, la orientación de ]a diosa q u e salva a Lucius. Y, finalm ente, se revela con to d a claridad el sentido del «destino ciego», cuyo poder está lim itado p o r la culpa personal de Lucius, de u n lado, y por el poder del «destino que \'e», es decir p o r la protección de la diosa, de otro. Ese sentido re­ side en la «venganza fa ta l» y en el ca m in o hacia «ia auténtica beaiitudv, a lo que el «destino ciego», «sin saberlo», h a condu­ cido a Lucius. De esta m an era, la serie entera de aventuras es en ­ ten d id a co m o castigo y expiación. D e m an era to talm en te idéntica está organizada tam bién la se* rie de aventuras fantásticas, en el argum ento paralelo (en la n o ­ vela co rta sobre A m or y Psique). Aquí, el p rim er eslabón es igual­ m en te la propia culpa de Psique, y cl últim o, la protección de los dioses. Las peripecias m ism as y las fantásticas pruebas p o r las que pasa Psique, se en tienden com o castigo y expiación. £1 papel del suceso, del «destino ciego» es aq u i m ucho m ás lim itado y depen­ diente todavía. De esa m anera, la serie de aventuras, co n su casualidad, está totalm ente subordinada a la seríe q u e la incluye y la explica: culpacastigo-expiación-beatitud. E sta serie está dirigida p o r u n a lógica to talm ente d istin ta q u e la de las aventuras. Es activa, y deter­ m ina, en p rim er lugar, la m etam orfosis m ism a, es decir, las suce—

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sivas im ágenes del héroe: Lucius, superficial y curioso-holgazán; L u ciu s< ^n o , so p o rtan d o sufrim ientos; Lucius, p u rificad o e ilu m in ad o . A estas series les son propias, adem ás, u n a cierta form a y u n cierto grado d e necesidad q u e n o existía en la*serie d e av en tu ras de la novela griega: el castigo, necesariam ente, sigue a la culpa; al castigo sufrido le sigue, necesariam ente, la p u rificació n y la beatitud. Luego, esa necesidad tien e u n carácter h u m an o , n o es u n a necesidad m ecánica, in h u m an a. L a culpa viene d e te rm in a d a p o r el carác te r de la p erso n a m ism a: el cas­ tigo tam b ién es necesario co m o fuerza p u rificad o ra, q u e hace m ejo r al h o m b re. La responsabilidad h u m a n a constituye la base de esta serie. F in alm en te, el cam bio d e im agen del h o m b re m ism o, hace q u e esta serie sea im p o rta n te desde el p u n to de vista h u m an o . T odo esto d e te rm in a la superioridad incontestable d e la serie en cu estión co n re s p e a o al tiem p o d e las av en tu ras d e la novela griega. E n este caso, sobre la base m itológica d e la m etam orfosis, se liega a asim ilar un aspecto m u ch o m ás im p o rta n te y real del tiem p o . Éste, n o es ta n sólo técnico, ta n sólo u n sim ple eslabón en la cad en a d e días, horas, m o m en to s reversibles, perm u tab les e in trín secam en te ilim itados; la serie tem p o ra l constituye aquf u n todo, esencial e irreversible. E n consecuencia, desaparece el carác­ ter ab stracto , p ro p io del tiem p o de la a v e n tu ra d e la novela griega. P o r el co n trario , la n u ev a serie tem p o ral necesita de u n a exposi­ ción concreta. Pero, ju n to a esos elem entos positivos existen tam b ién im portan tes restricciones. A quí, co m o e n la novela griega, el h o m b re es u n h o m b re privado, aislado. La culpa, el castigo, la pu rificació n y la b e a titu d tien en , p o r lo tan to , u n carácter privado, individual: se tra ta d e u n a su n to p erso n a l d e u n in d iv id u o particular. L a ac­ tiv id ad de tal in d iv id u o carece del elem en to creador: se m an i­ fiesta negativam ente: en u n hecho im prudente, en u n error, en u n a culpa. P o r eso, tam b ién la eficacia d e la serie en su c o n ju n to al­ can za tan sólo a la im agen del hom bre m ism o y d e su destino. Esta serie tem p o ral, así co m o la serie d e las av en tu ras d e la novela griega, n o deja n in g u n a h u ella en el m u n d o circu n d an te. E n co n ­ secuencia, la relación en tre el destino d el h om bre y el m u n d o tiene u n ca rác te r externo. £1 h o m b re cam bia, so p o rta la m etam orfosis, con to tal in d ep en d en cia del m u n d o ; el m u n d o m ism o perm anece in m u ta b le . P o r eso, la m etam orfosis tien e u n carácter p rivado y n o creador. —

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D e esia m an era, la serie tem p o ral principal d e la novela, a u n ­ que, com o hem os d ich o , ten g a u n carácter irreversible y unitario, es cerrad a y aislada, y n o está localizada e n el tiem p o histórico (es decir, no está in c lu id a e n la serie tem p o ral histórica irreversible, p o rq u e la novela n o conoce todavía esa seríe). Así es el tiem p o de la aventura, el tiem p o básico de esta n o ­ vela. Pero e n la novela, existe tam b ién u n tiem p o de la vida co­ rriente. ¿C uál es su carácter, y cóm o se co m b in a éste, en la novela e n su co n ju n to , c o n cl tiem p o especial de la av en tu ra caracterízad o p o r nosotros? L a característica p rim era de ia novela es la co n flu e n cia del curso d e la vida dei h o m b re (en sus m o m en to s cruciales) co n su c a m in o espacial real, es decir, con las peregrínaciones. En ellas se p re sen ta la realización de la m etáfora del « ca m in o de la vida». £1 ca m in o m ism o pasa p o r el país natal, conocido, en el q u e no existe n ad a exótico ni ajeno. Se crea u n cronotopo novelesco original que h a ju g ad o u n en o rm e papel e n la historia d e este género. Su base tien e origen folclórico. L a realización d e la m etáfora del cam ino de la vida en sus diversas variantes ju eg a u n papel im p o rta n te en to d as las clases d e folclore. P uede afirm arse ro tu n d a m e n te q u e cl ca m in o n o es n u n ca en el folclore sim plem ente u n cam ino, sino q u e constituye siem pre el c a m in o d e la vida o u n a p a rte d e éste; la elección del ca m in o significa 1a elección del ca m in o d e la vida; la en cru cijad a significa siem pre u n p u n to crucial e n la v id a del h o m b re folclórico; la salida de la casa n atal a l cam in o , y la vuelta a casa, con stitu y en generalm ente las etap a s d e la edad de la vida (sale u n jo v en , y vuelve u n hom bre); las señ as del ca m in o son ias señas del destino, etc- P o r eso, el c ro n o to p o novelesco del ca m in o es ta n concreto, ta n orgánico» está ta n p ro fu n d am en te im preg­ n ad o de m otivos folclóricos. El desp lazam iento espacial del h om bre, sus peregrinacio­ nes, pierd en a q u í el carácter técnico-abstracto d e co m binación de las d efiniciones espaciales y tem porales (cercanía-lejanía, si* m u lta n eid ad -n o n sim ultaneidad), q u e hem os observado e n la novela griega. El espacio se convierte en concreto, y se satura de u n tiem p o m u c h o m ás sustancial. £1 espacio se im pregna del sentido real de la vida, y e n tra en relación con el héroe y c o n su d estino. E ste c ro n o to p o está tan saturado, q u e elem en­ to s tales co m o el en c u en tro , la separación, el conflicto, la fuga, etc., ad q u ieren en él u n a nueva y m u ch o m ay o r significación e r o - . notópica. -

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E sta co n creció n del c ro n o to p o del c a m in o p e rm ite desarrollar a m p lia m e n te e n su m arc o la vida corriente. S in em bargo, esa vida co rrien te se sitú a, p o r decirlo asi, fuera del c a m in o , e n ¡as vías co> laterales de éste. E l h éro e p rincipal y los ac o n te cim ie n to s cruciales d e su vida, se h a lla n fu e ra d e la ex iste n cia corriente; el héroe só­ lam en te la observa; a veces, e n tra e n ella co m o fuerza ajena; otras, se coloca ia m ásca ra d e esa existencia, p e ro sin e sta r im plicado, de h ech o , en d ic h a existencia, ni ser d e te rm in a d o p o r ella. El h éro e vive él m is m o los aco n tecim ien to s excepcionales exIra existen cia les d eterm in a d o s p o r la serie: culpa-castigo-expiación>beatitud. Así es L ucius. Pero en el proceso d e castigo^expiación« es decir, p recisam en te en el proceso d e la m etam orfosis, L u ciu s se ve obligado a d escen d er a la abyecta existencia coti­ d ia n a , a ju g a r e n ella el m ás m ísero papel; n i siquiera el de es­ clavo, sino el d e asno. C o m o b u rro d e carga cae e n lo m ás espeso d e la ab y ecta existencia, vive co n los arrieros, d a vueltas en el m o­ lin o h ac ie n d o g irar la ru ed a, trab a ja p a ra u n h o rtela n o , para u n soldado, p a ra u n co cin ero y para u n p an a d ero . S iem pre recibe p a­ los, se ve so m etid o a la persecución de esposas m alvadas (la m u je r del arriero , la del p anadero). Pero to d o esto n o lo so p o rta en ta n to q u e L u ciu s, sin o co m o asno. Al fin al d e la novela, q u itá n d o se la piel d e asn o , se in c o rp o ra d e nuevo, e n la so lem n e procesión, a las esferas su p erio res extraexistenciales d e la vida. Es m ás, el tiem p o q u e L u ciu s h a p asado en la existencia c o tid ian a es su m u erte fic­ ticia (los fam iliares lo c reen m u erto ), y la salida d e esa existencia es la resu rrecció n . P o rq u e ei n ú cleo folclórico an tig u o d e la m e­ tam o rfo sis de L u cius es la m u erte , la b ajad a a los in fie rn o s y la resu rrecció n . A la existencia co tid ian a le co rresp o n d e a q u í el in> fie rn o y la tu m b a . (P ara to d o s los m o tiv o s d e E l a sn o d e oro p u ed e n e n c o n trarse los co rresp o n d ien tes equivalentes m itológi­ cos). E sa p o sició n del h éro e a n te la vida c o tid ian a co n stitu y e una caracteristica m u y im p o rta n te del segundo tip o d e la novela a n ti­ gua. E sta c a ra a e rís tic a se m a n tie n e (n a tu ra lm e n te , co n m o d ifi­ caciones) a io largo d e to d a la h isto ria p o ste rio r de d ich o tip o . E n éste, el h éro e p rin cipal n u n c a está, de h echo, im plicado en la vida co rrien te; atrav iesa la esfera d e la existencia co tid ian a co m o u n a p erso n a d e o tro m u n d o . L a m ay o ría d e las veces es u n p icaro q u e utiliza d iversas m áscaras existenciales, n o o cu p a en la vida u n lu ­ gar d e fin id o y ju eg a co n la existencia co rrien te sin to m a rla en se­ rio; es a c to r a m b u la n te , aristó crata disirazado, u h o m b re d e ori­ —

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gen noble q u e n o co noce su origen (« u n expósito»). La vida de to d o s los días en la esfera m ás b aja d e la existencia, d e d o n d e el h éro e tra ta d e evadirse, y a la q u e n u n c a se vincula intrínsecam en te; su ca m in o d e la v id a es insólito, fuera d e lo cotidiano, y sólo u n a d e sus etapas p asa p o r la esfera d e la existencia. L ucius, q u e ju eg a el m á s m ísero papel e n la b ^ a existencia co­ m ú n , tie n e m ayores m o tiv o s para observar y e stu d ia r to d o s sus escondrijos, al n o e sta r im plicado in trín seca m e n te en ella. D icha ex isten cia co n stitu y e p a ra él u n a experiencia q u e le p erm ite es­ tu d ia r y co n o c er a la gente. «Yo m ism o —d ice L ucius— , recuerdo c o n m u ch o agrad ecim iento m i existencia e n fo rm a d e asno, por^ q u e o cu lto bajo ese pellejo y ten ien d o q u e so p o rtar las vicisitudes d e ¡a suerte, m e co nvertí, si n o en m ás cuerdo, al m en o s e n m á s sabio». El estad o d e asn o era especialm ente ventajoso p a ra observar los escondrijos d e la vida co tid ian a. E n presencia de u n asno n a ­ die se siente avergonzado, y todos se m u estran p o r com pleto co m o son. « Y e n m i su frida vida, ta n sólo tem 'a u n aliciente: divertirm e, co n fo rm e a m i in n a ta curiosidad, viendo có m o la gente, sin ten er en cu e n ta m i presencia, hablaban y a ctuaban librem ente, co m o quería n » (L ibro 9). Al m ism o tiem po, la superioridad del asno, en ese sentido, consiste ta m b ié n e n las d im en sio n es d e sus orejas. «Y yo, m uy en o jad o c o n el e rro r d e Fotis p o r co n v ertirm e en asn o en lu g ar de p ájaro , ta n sólo m e co n so lab a d e ta n triste m etam orfosis gracias a q u e co n m is in m e n s a s orejas incluso alca n za b a a o ír lo que ocurría a consid erable d ista n cia d e m í» (L ibro 9). Y esa situ ació n excepcional del asn o es u n a característica de e n o rm e im p o rtan cia e n la novela. L a v id a co rrien te q u e observa y estudia L ucius es u n a v id a e x ­ c lu siv a m e n te p e rso n a l privada.. E n esencia, n o tiene n a d a d e pública. Todos los ac o n te cim ie n to s q u e o cu rren e n ella son proble­ m a s p ersonales d e personas aisladas: n o p u ed e n aco n tecer « a los ojo s d e la gente», p ú b licam en te, en presencia del coro; n o son ob­ je to d e in fo rm e pú blico e n la plaza. Sólo ad q u ieren im p o rtan cia p ú b lica específica c u a n d o se co n v ierten e n delitos com unes. El hecho p e n a l es el m o m e n to en q u e la vida privada se convierte, p o r d ecirlo así, e n pública, contra su voluntad. E n lo d em ás, esa v id a la co n stitu y en los secretos d e alcoba (los engaños d e las «es­ posas m alvadas», la im p o te n cia de los m aridos, etc.), los secretos del lucro, los p eq u eños engaños corrientes, etc. —

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E sta vida p riv ad a, p o r su natu raleza m ism a , n o d eja lu g ar al observador^ a u n « tercero» q u e tu v iera derech o a observarla perinunen tem en te, a ju zg arla, a calificarla. Se desarrolla e n tre cu a tro IKiredes, p a ra d o s p ares de ojos. P o r el c o n tra rio , ia v id a púj)lica, lo d o ac o n te cim ie n to q u e ten g a m ás o m en o s im p o rta n c ia social, tiende, p o r la n atu ra leza d e las cosas, a la p u blicidad; su pone, ne< ccsariam ente, u n espectador, u n ju e z q u e valora, y q u e e n c u en tra siem p re u n lu g ar e n el aco n te cim ie n to p o r ser u n p artic ip a n te n e­ cesario (obligatorio). El h o m b re público vive y a c tú a siem pre a la vista de todos, y ca d a m o m e n to d e su vida p uede, en esencia y p rin cip alm en te, ser de to d o s conocido. L a v id a p ú b lica y el h o m ­ bre p ú b lico son, p o r n atu raleza, abiertos; p u e d e n ser vistos y oitíos. L a vida púb lica dispone d e las form as m ás diversas d e autop u b licidad y a u to ju stific a c ió n (inclusive e n la literatu ra). P o r eso no se p la n te a en e&te caso el p ro b le m a d e la p o sició n especial del que o b serva y escucha esa v id a («de u n tercero»), ni ei d e las for­ m as especiales d e la publicidad. Así, la lite ra tu ra clásica an tig u a —la lite ra tu ra d e la v id a p ú b lica y d el h o m b re público— n o ha co n o cid o en ab so lu to tal problem a. Pero c u a n d o el h o m b re p riv ad o y la v id a p riv ad a se in co rp o rüron a la lite ra tu ra (en la ép o c a del helenism o), te n ía n q u e a p a ­ recer in ev itab lem en te esos problem as. Surgió la contradicción entrti el carácter pú b lico d e la fo r m a literaria y el carácter privado d e su co ntenido. C o m en zó el proceso d e elaboración d e los g én e­ ros privados. E n el c a m p o d e la an tig ü ed ad , ese proceso q u ed ó sin concluir. Ese p ro b lem a se p la n te ó c o n especial agudeza en relación co n lus g ran d es fo rm as ép icas (con la «gran épica»). E n el proceso de so lu ció n d e d ich o p ro b lem a surgió la novela an tig u a. A d iferen cia d e la v id a pública, la v id a p riv ad a por excelencia, q u e fue in c o rp o ra d a a la novela es, p o r n atu raleza, cerrada. D e hecho, so lam en te p u ed e ser observada y escuchada a escondidas. La lite ratu ra d e la v id a p riv a d a es, e n esencia, u n a lite ra tu ra en la q u e se observa y se escu ch a a escondidas « có m o viven los otros». Puede ser desvelada h ac ié n d o ia pública e n u n proceso penal, o in ­ tro d u cien d o d irec tam en te e n la novela u n proceso p enal (y las form as d e pesquisas e in strucción), y, e n la v id a privada, los d e ­ litos co m u n es; o bien, in d ire c ta y co n v e n cio n alm en te (en form a scm io cu lta), u tilizan d o las form as d e declaraciones d e testigos, confesiones d e los acusados, in fo rm es en el ju icio , pruebas, fiuposiciones de la instrucción, etc. F in a lm e n te , p u ed e n tam b ién

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utilizarse las fo rm as d c la co n fid e n cia y ia au to in cu lp ació n , que se c re a n incluso e n la v id a privada y en la existencia cotidiana; carta personal, d iario in tim o , confesión. H em o s visto co m o resolvió la novela griega este p ro b lem a de la representación de la vida privada y del h om bre prívado. A doptó form as publico>retórícas externas, y n o adecuadas (caducas ya para ese tiem p o ) al co n ten id o de la vida privada, cosa q u e sólo era p o ­ sible e n las co n d iciones del tiem po d e la av e n tu ra d e tip o griego y d e m á x im a ab stracció n d e to d a la representación. A parte d e eso, la n o v ela griega in tro d u jo —sobre la m ism a base retórica— el p roceso p enal, q u e ju g ó u n papel m u y im p o rta n te d e n tro de su m arco . La novela griega utilizó ta m b ién , p arcialm ente, form as de la v id a co rrien te, tales com o, p o r ejem plo, la carta. E n la h isto ria p o sterio r de la novela, el proceso p e n a i — en su fo rm a d irecta o indirecta*—, y, en general, las categorías ju ríd ic o penales, h an ten id o u n a en o rm e im p o rtan cia organizadora. E n lo q u e respecta al c o n ten id o m ism o d e la novela, este hecho se co­ rresp o n d ía c o n la g ran im p o rtan cia q u e en ella ten ían los crím e­ nes. Las d iversas form as y variantes d e novela utilizan d e m an era d iferen te las categorías jurídico-penales. B aste recordar, p o r u n a p arte, la n o vela policiaca d c av en tu ras (pesquisas, huellas d e los crím en es y reco n stru cció n d e los acontecim ientos p o r m ed io de esas huellas), y, p o r o tra, las novelas de D ostoievski (C rim en y castigo y L o s h e rm a n o s K aram ázov). L as diferencias y los diversos m edios d e utilización en la n o ­ vela d c las categorías juríd ico -p en ales, en ta n to q u e form as espe­ ciales d e revelación en público de la v id a privada, es u n p ro b lem a in teresan te e im p o rta n te en la h isto ria d e la novela. El elem e n to penal ju eg a u n destacado papel e n E l asno d e oro, d e A puleyo. A lgunas novelas co rta s intercaladas e n ella, están co n stru id as d irec tam en te co m o narraciónes d e hechos crim inales (las novelas sexta, sép tim a, u n d é c im a y d u odécim a). P ero lo b á­ sico en A puleyo n o es el m aterial crim inológico, ^ n o los secretos co tid ian o s d e la v id a privada, q u e p o n en al d e sn u d o la n atu ra leza dei h o m b re; es decir, to d o lo q u e sólo pu ed e ser observado y es­ cu c h ad o a escondidas. E n ese sen tido, la posición de L ucius-asno es especialm ente favorable. P o r eso, d ich a situ ació n h a sido co n so lid ad a p o r la tra ­ d ició n , y p o d em o s en c o n trarla, e n diversas variantes, en la histo ­ ria p o sterio r de la novela. D e la m etam oríbsis e n asno se c o n ­ serva. precisam en te, la posición específica del héroe, co m o «de

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tercero», en relación con la vida cotidiana particular, cosa q u e le perm ite observar y oír a escondidas. Así es la p o stu ra del picaro y del aventurero, que n o están im plicados intrínsecam ente en laj^ida corriente, y q u e n o tien en en ella u n lugar preciso estable; que p a­ san p o r esa vida y se ven obligados a estu d iar su m ecánica, sus resortes escondidos. L a m ism a posición ocupa tam b ién el criado q u e sirve a diversos am os. El criado es siem pre u n «tercero» en la vida p articu lar d e los am os. El criado es el testigo p o r excelencia d e la vida privada. L a gente siente a n te él casi ta n poca vergüenza co m o a n te u n asno; pero, al m ism o tiem po, se le in v ita a partici> p a r en todos los aspectos ín tim o s d e la vida privada. De esta m a­ nera, el criad o ha su stitu id o al asno en la historía posterior de la novela d e aven tu ras del segundo tip o (es decir, d e la novela de av en tu ras y de costrum bres). L a situ ació n de criado es utilizada am p liam en te e n la novela picaresca, desde L a za rillo hasta G il Blas. E n este tipo clásico (puro) d e novela picaresca, co n tin ú a n existiendo tam b ién o tro s elem entos y m otivos d e E l a sno d e oro (conserva, en p rim er lugar, el m ism o cronotopo). E n la novela de aven tu ras y d e costum bres d e tipo m ás com plejo, no puro, la fi> gura del criad o pasa a u n segundo plano; pero, sin em bargo, co n ­ serva su significación. Y tam b ién en o tro s tipos novelescos (y en otro s géneros), esa figura del criado tien e u n a im p o rtan cia esen­ cial (véase Jacqu.es el fa ta lista , d e D iderot, la trilogía d ram ática de B eaum archais, etc. El criado es la representación especial de un p u n to de vista acerca del universo d e la vida privada, sin el cual no subsistiría la literatura d e la vida privada. U n a p o sició n análoga a la del criado (en c u a n to a las funcio­ nes), la o cu p a en la novela la p ro stitu ta y 1a cortesana (véase, por ejem plo, M o lí F landers y L a d y R o xa n a , d e D efoe), Su situación es tam b ién en o rm e m en te v e n tr o s a para observar y escuchar a es­ co n didas ia vida privada, sus secretos y sus resortes íntim os. La m ism a significación, pero en calidad de figum secundaria, la tiene ia celestina: aparece, generalm ente, en calidad d e narrador. Así, ya en «El asno d e oro», la novela corta intercalada es n arrad a por la vieja celestina. M erece recordarse el notable relato de la vieja celestina en F rancion, d e Sorel, en donde, p o r ei fuerte realism o d e la rep resen tació n d e la vida privada, ei au to r está casi a la al­ tu ra de Balzac (y m u y p o r en cim a de Z ola en la representación de fen ó m en o s análogos). F in alm en te, com o ya hem os dicho, u n papel sim ilar e n cu a n ­ to a las funciones, lo juega, en la novela en general, el aventurero — ?7R —

(en sentido am plio) y, en particular, el parvenu. L a situación del aventurero y del parvenu, que todavía no ocu p an en la vida u n lugar preciso y estable, pero q u e buscan el éxito en la vida particular: la preparación de la carrera, la adquisición de riqueza, la co n q uista d e 1a gloria (desde el p u n to de vista del interés particular, «para sí»), les em p u ja a estudiar esa vida pri­ vada, a d escubrir sus escondidos m ecanism os, a ver y escuchar a escondidas sus secretos m ás íntim os. C om ienzan su cam ino desde abajo (en trando en contacto con criados, prostitutas, ce­ lestinas, ap ren d ien do d e ellos acerca de la vida «tal y com o es»), suben m ás y m ás (generalm ente, p o r m edio d e las cortesanas) y alcanzan las cum bres d e la vida particular^ o bien, naufragan en el cam ino; o siguen, hasta el final, de pequeños aventureros (aventureros del m u n d o m arginal). Su situación es en o rm em en ­ te ventajosa para descubrir y presentar to d o s los estratos sociales y los p eldaños d e la vida privada. P o r eso, la situación del aven­ tu re ro y del nuevo rico d eterm in a la estructura de las novelas de av en tu ras y costum bres de tip o m ás com plejo: u n av en tu ­ rero en sentido am plio (aunque, naturalm ente, n o u n nuevo rico) es tam b ién F ran ció n , d e Sorel (véase la novela del m ism o títu lo ); en situación d e aventureros son tam bién colocados los héroes de L a novela cóm ica, de S carron (siglo xvm ); aven­ turero s son tam b ién los héroes d e las novelas picarescas (no en sentido estricto) d e D efoe (E l capitán S ingleton y E l c o r o n e l Jack); los nuevos ricos aparecen p o r p rim era vez en M arivaux (E l ca m p esino enriquecido); aventureros son tam b ién los héroes de Sm ollett. El sobrino de R am eau , en D iderot, representa y co ndensa en sí, con especial profundidad y am plitud, to d a la es­ pecificidad de las situaciones d e asno, picaro, vagabundo, criado, aven tu rero , nuevo rico y artista; representa la filo s o fía -—desta­ cad a p o r su p ro fu n d id ad y fuerza— «de tercero» en la vida pri­ vada; la filosofía del individuo que sólo conoce la vida privada, y sólo ésta desea, pero q u e no está im plicado en ella, no tiene sitio en ella y, p o r lo tan to , la ve claram ente en toda su desnudez; re­ presenta todos los papeles de la m ism a, pero n o se identifica con n in g u n o d e ellos. E n las novelas densas y com plejas de los grandes realistas fran­ ceses — S tendhal y B alzac--, la situación del aventurero y del n u ev o rico conserva to d a su significación en tan to q u e factor or­ ganizativo. E n el segundo plano d e sus novelas se m ueven ta m ­ b ién todas las d em ás figuras de «terceros» d e la vida privada: cor­ —

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tesanas, p ro stitu tas, celestinas, criados, n o tario s, p restam istas, m édicos. El papel d el av e n tu re ro y del nuevo rico es m e n o s im p o rta n te en el realism o clásico inglés —D ickens y T h ac k era y — . A parecen e n éste ju g a n d o papeles secundarios (Becky S harpe e n L a fe r ia d e la s vanidades, d e T hackeray, es u n a excepción). Q u iero re m a rc a r q u e e n to d o s los fen ó m en o s q u e h e m o s a n a ­ lizado, ta m b ié n se conserva, e n cierta m e d id a y e n cierta form a, el m o m e n to d e la m etam orfosis: el c a m b io d e papeles-m áscaras e n ei picaro , la tran sfo rm ació n del p o b re e n rico, dei vag ab u n d o sin casa en aristó crata rico, del b a n d id o y ra te ro e n b u e n cristiano arrep e n tid o , etc. A p arte d e ias figuras d e picaro, criado, a v e n tu rero y celestina, la n o v ela, p ara la o b serv ació n y escu ch a a escondidas d e la vida p riv ad a, in v e n tó ta m b ié n o tro s m ed io s su p lem en tario s, algunos m u y ingeniosos y re fin ad o s, pero q u e n o llegaron a hacerse típ i­ cos n i esenciales. P o r ejem plo, el D iablo C ojuelo, d e Lessage (en la n o v ela dcl m ism o titu lo ), lev an ta los tejados d e las casas y des­ cubre la vida privada e n los m o m e n to s e n q u e el «tercero» n o tiene acceso a ella. E n E l p ere g rin o P ickle, d e S m ollett, el h éro e conoce a u n inglés c o m p le ta m e n te sordo, C aydw aleder, en cu y a presencia a n ad ie le d a vergüenza h ab lar d e cu a lq u ie r co sa (al igual q u e en p resen cia d e L ucius-asno); p o sterio rm e n te se d escu b re q u e C ay d ­ w aleder n o es n a d a sordo, sino q u e, sen cillam en te, se h a b ía co lo ­ ca d o la m áscara d e la so rd era p a ra e sc u ch ar los secretos d e la vida priv ad a. E sta es la p o sició n ex c ep cio n alm en te im p o rta n te d e Lu> cius-asno, en ta n to q u e o b serv ad o r d e la v id a p riv ad a. Pero, ¿en q u é tie m p o se desarrolla esa vida p riv ad a corriente? E n E l a sn o d e oro y en o tro s m o d elo s d e la no v ela an tig u a de av e n tu ras y co stu m b res, el tiem p o d e la ex isten cia co rrien te n o es n a d a cíclico. E n general, en esa no v ela n o está ev id en ciad a la re­ petició n , el re to rn o p eriódico d e los m ism o s m o m e n to s (fen ó m e­ nos). L a lite ratu ra a n tig u a sólo co n o c ía el idealizado tiem p o cí­ clico d e los trab ajo s agrícolas corrientes, co m b in ad o co n el tiem po n a tu ra l y m itológico (las principales etap as de su evolución las en> c o n tra m o s e n H esiodo, Teócrito, y V irgilio). El tie m p o novelesco d e la v id a co rrien te se d iferen cia cla ra m e n te de este tip o cíclico (en to d a s sus v ariantes). E n p rim e r lugar, está c o m p letam en te se­ p a ra d o d e la n atu ra le z a (y d e los ciclos n atu ra les y m itológicos). E sa ru p tu ra e n tre el p lan o d e la v id a co rrien te y la n atu ra leza in ­ cluso se llega a subrayar. Los m o tiv o s de la n atu ra leza ap arecen -

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en A puleyo sólo en el ciclo cu lp a-ex p iació n -b eatitu d (véase, p o r ejem p lo , la escena a la orilla del m a r an tes d e la m etam o rfo sis in ­ versa d e L ucius). L a existencia co tid ian a es el in fiern o , la tu m b a e n la q u e n i luce el sol, ni existe el estrellado cielo. P o r eso, la exis­ ten cia c o tid ia n a es p re sen tad a a q u i co m o el reverso de la a u té n ­ tica vida. E n su c e n tro se sitú an las obscenidades, es decir, el re­ verso del a m o r sexual, sep arad o de la p rocreación, d e la sucesión d e las generaciones, d e la ed ificació n de la fam ilia y d e la descen­ d en cia. L a ex isten cia c o tid ia n a es a q u í priápica, su lógica es la ló­ gica d e la obscenidad. I ^ r o e n to rn o a ese núcleo sexual (tradi< ción, crím en es p o r m óviles sexuales, etc.), están tam b ién dispuestos o tro s aspectos d e la existencia cotidiana: violencia, robo, engaños d e to d o tip o , palizas. E n ese to rb ellin o d e la v id a privada, el tie m p o carece d e u n i­ d a d e in teg rid ad . E stá d iv id id o en fragm entos separados q u e c o m ­ p re n d en episodios singulares d e la v id a corriente. C iertos episo­ d io s (esp ecialm en te e n las novelas co rta s intercaladas) están re d o n d ead o s y acab ados, p e ro son aislados y a u tó n o m o s. El u n i­ verso de la existencia c o tid ia n a está disperso y dividido, y carece d e vin cu lacio n es esenciales. N o está p en e trad o de u n a ú n ica serie te m p o ra l, co n sus n o rm as y necesidades e sp e d fic a s. P o r eso, los segm entos tem p o ra le s d e los episodios d e la v id a co rrien te están d ispuestos, c o m o si dijéram os, p erp en d icu larm e n te c o n respecto a la serie-eje d e la novela; culpa^castigo^expiadón-purificaciónb e a titu d (en especial, co n respecto al m o m e n to castigo-expia­ ción). El tiem p o de la existencia co rrien te n o es paralelo a esta se­ rie p rin cip al, y n o enlaza co n ella; p ero ios diferentes fragm entos (e n lo s q u e está d iv id id o ese tiem p o ) son perp en d icu lares a la serie p rin cip al y la c ru zan en án g u lo recto. C on to d a su frag m en tad ó n y naturalism o, el tiem po de la vida co rrien te n o es to ta lm e n te inerte. Es en ten d id o , en su c o n ju n to , c o m o u n castigo p u rific a d o r p a ra Lucius; le sirve a L ucius, e n sus d iv ersos m o m en to s-episodios, co m o exp erien cia q u e le descubre la n atu ra le z a h u m a n a . E n A puleyo, el universo d e la existencia co rrien te es esiático, n o incluye u n proceso d e form ación (p o r eso, ta m p o c o existe el tie m p o u n ita rio d e la w d a corriente). Pero en él se d escu b re la d iversid a d social. En esa diversid ad social, las contra d ic d o n e s d c clase n o h a b ía n surgido to d av ía, p ero em pezaban a existir. Si esas co n tra d iccio n es h u biesen ap a rec id o entonces, el m u n d o se h u b ie ra p uesto e n m o v im ien to , h u b iera recibido u n e m p u jó n h a d a el fu tu ro ; el tiem p o h u b ie ra alcan zad o p len itu d e — 281 —

historicidad. Pero en el ca m p o d e la an tig ü ed ad , especialm ente en A puleyo, ese p roceso n o llegó a cu lm in an Es v erd ad q u e d ich o proceso av a n zó algo m ás en P etronio. £ n el un iv erso de éste, la diversidad social se co n v ierte casi en co n ­ trad icto ria. R elac io n a d o co n ello, ta m b ié n ap arecen en su u n i­ verso las h uellas em b rio n a rias del tiem p o histórico ^ l o s signos de la ép o ca— . Sin em b argo, ta m p o c o c o n él acabó el proceso. C o m o ya h em o s señalado, el S a iiricó n , de P etronio, pertenece al m ism o tip o d e n o vela de av e n tu ras y costum bres. P ero aq u í, el tie m p o d e la av e n tu ra va estre ch am en te ligado al de la v id a co ­ rrien te (p o r eso el S a tiric ó n está m ás cerca del tip o eu ro p eo de n o vela picaresca). E n la b ase d e las peregrinaciones y av e n tu ras de los h éroes (de E ncolpias, etc.) n o está u n a m etam orfosis clara y la serie esp ecífica culpa-castigo-expiación. Es v erd ad q u e las m ism as so n su stitu id as a q u í p o r el m o tiv o análogo, a u n q u e m ás aten u a d o y p aró d ico , d e la p ersecu ció n p o r p a rte del furioso d ios P ría p o (la p aro d ia d e la p rim aría cau sa épica d e las peregrínaciones d e UUses y E neas). P ero la p o sició n d e los héroes a n te la v id a p riv ad a es ex actam en te la m ism a q u e la d e L ucius-asno. A traviesan la esfera d e la vida p rív ad a co rríen te, p ero n o están im plicados intrínseca­ m e n te en ella. S on picaros-buscones, ch a rlatan e s y p arásito s q u e ob serv an y escu ch an a escondidas to d o lo q u e hay d e cínico en la vida prív ad a. E sta es a q u í m ás príápica to d av ía. Pero, repetim os, en la div ersid ad social del m u n d o d e la vida p rív ad a n o aparecen a ú n claram en te las huellas del tiem p o históríco. E n la descrípción del b a n q u e te d e T rím a lc ió n , y en la fig u ra del m ism o , se revelan los signos d e la época, esto es, d e u n cierto c o n ju n to tem p o ra l q u e engloba y u n ifica los episodios aislados de la vida corríente. E n los m o d elo s hagiográficos el tip o d e av e n tu ras y costum ^ bres, el m o m en to d e la m etam orfosis está situado en p rím er p lan o (v id a llen a d e pecados, crísis-expiación-santidad). El plano d e la av e n tu ra y las costum bres se p resen ta bajo la fo rm a de d en u n c ia d e la vida p ecad o ra, o b ajo la fo rm a d e confesión c o n tríta. E stas fo rm as (e n especial, la ú ltim a) se a p ro x im a n ya al te rc e r tip o de n o v ela antig u a.

111.

B io g r a f ía

y A irro a io O R A F íA a n t ig u a s

P asan d o al tercer tip o d e novela an tig u a, es necesarío hacer, en p rím e r lugar, u n a o bservación m u y im p o rta n te . E n te n d e m o s p o r

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tercer tip o d e n o vela la novela biográfica: pero ta l novela, es dcr cir, la o b ra b io g ráfica extensa a la que, utilizando n u estra termi> nología, h u b iéram o s p o d id o llam ar novela, n o la h a creado la an tig ü ed ad . P&ro h a elab o rad o u n a serie d e form as a u to b io g rá fi­ cas y biográficas m u y im p o rtan tes, q u e h a n ejercido u n a en o rm e in flu e n c ia n o sólo en el desarrollo d c la biografía y la auto b io g ra­ fía europeas, sin o tam b ién en la evolución d e to d a la novela eu* ro p ea. E n la base d c esas form as an tig u as se en c u e n tra el n u ev o tip o d e tie m p o b iográfico y la n u ev a im agen, especifica, del h o m ­ b re q u e reco rre su c a m in o d e la vida. D esde el p u n to de vista d e ese n u ev o tip o d e tiem p o y d e la n ueva im agen del hombre» harem os nuestra breve presentación de las fo rm as an tig u as au to b io g ráficas y biográficas. N o ten em o s in ­ te n c ió n d c h ac er u n a exposición am p lia y exhaustiva del m aterial. V am os a ev idenciar tan sólo lo q u e tien e relación directa con n u estro objetivo. E n la G recia clásica d etectam o s dos tip o s de autobiografía. Al p rim e r tip o lo vam os a lla m a r co n v e n cio n alm en te tip o pla­ to n ian o , p o rq u e e n c o n tró su expresión te m p ra n a m ás clara en o b ra s d e P lató n , tales co m o A pología d e Só cra tes y Fedón. Este tip o d e con cien cia au to b io g rá fica del h o m b re está ligado a las for­ m as estrictas d e la m etam orfosis m itológica. E n su base está el con o to p o : «el ca m in o d e la vida del q u e busca el v erdadero conoci­ m ien to » . L a vida d e ese b u sca d o r se divide en períodos o esta­ dios estricta m e n te delim itados. El ca m in o pasa p o r la ignorancia segura d e sí, p o r el excepticism o au to crítico y el au toconocim ien to , h acia el co n o cim ien to au tén tico (m ate m á tic a y m úsica). Este esq u em a p lato n ia n o te m p ra n o dcl ca m in o del b u scad o r se com p lica, en la época rom ano-helenística, co n algunos elem e n ­ to s d e g ran im p o rtan cia: el paso del b u scad o r p o r u n a serie de es­ cuelas filo só ficas, q u e prueba, y la o rien ta ció n d e los segm entos tem p o rales d e la v id a h acia las propias obras. A este esq u em a m ás co m p licad o , q u e tien e u n a gran significación, volverem os m ás ad elante. E n el esquem a p lato n ian o existe ta m b ié n el m o m e n to d e la crisis y el del re n acim ien to (las palabras d el oráculo, co m o giro en el ca m in o d e la vida d e Sócrates). El ca rác te r específico del bus­ ca d o r se revela to d a v ía m ás claram ente al co m p ararlo co n el es­ q u e m a análogo dcl c a m in o d e elevación del a lm a h ac ia la co n ­ tem p la c ió n de las ideas {E l banquete, Fedro, etc.). A parece en tonces, claram en te, q u e este esq u em a tien e su base e n la m ito-

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logia y e n los cultos y m isterios. D e aq u i se deduce tam bién, me^ ñ d ian am e n te , el parentesco q u e tien en co n éste las «historias de ]a m etam orfosis», acerca de las cuales hem os hablado en el ^ p i> tulo anterior. £1 cam in o d e Sócrates, tal y co m o aparece en la A pología, es la expresión público-Fetóríca d e la m etam orfosis m ism a. £1 tiem p o biográfico real se disuelve aq u í, casi to ta l­ m en te, en el tiem p o ideal —incluso ab stracto —, d e esa m etam o r­ fosis. L a significación de la fig u ra de Sócrates n o se revela en este esquem a biográfico-ideal. £1 segundo tip o griego lo constituyen la autobiografìa y bio­ grafía retóricas. En la base d e este tipo está el «encom io»: el elogio fúnebre y c o n m em o rativ o q u e sustituyó a las antiguas «plañideras» (tre­ nos). L a fo rm a del encom io determ in ó tam b ién la aparición de la p rim era autobiografía antigua: el discurso en defensa propia de I Sócrates. H ab lan d o d e este tipo clásico es necesarío destacar, en p rím er lugar, lo siguiente. Estas form as clásicas d e autobiografìa y biogra* fia no eran obras literarías d e carácter libresco, aisladas del acon­ tecim iento socio-político concreto y d e su publicidad en voz'alta. Al co n trarío , estaban to talm en te d eterm in ad as p o r ese aco n te­ cim iento, al ser actos verbales y cívico-políticos d e gloríficación p ú b lica o d e au to ju stificació n p ú b lica de personas reales. P or eso, n o sólo -~ y n o tan to — es im p o rtan te a q u i su cro n o to p o in tern o (es decir, el tiem po-espacio d e la vida representada), sino, e n prí­ m er lugar, el c ro n o to p o externo real e n el q u e se produce la repre­ sentación d e la v id a p ropia o ajena co m o acto cívico-político de gloríficación o de auto ju stificació n públicas. Es precisam ente en las condiciones d e ese cro n o to p o real, d o n d e se revela (se hace p ú ­ blica) la vida p ro p ia o ajena, do n d e to m a n fo rm a las facetas d e la im agen del h o m b re y d e su vida, y se p o n en bajo u n a determ i­ n a d a luz. E ste cro n o to p o real es la plaza pública («ágora»). E n la plaza púb lica se reveló y cristalizó p o r p rím era vez la conciencia a u to ­ biográfica (y biográfica) del h om bre y d e su vida en la época de la an tig ü ed ad clásica. C u an d o P u sh k in decia acerca del arte teatral que «h ab ía na­ cido e n la plaza pública», p en sab a en la plaza en la q u e estaba el «pueblo sim ple», la fería, las barracas, las tabernas, es decir, en la plaza púb lica d e las ciudades europeas de los siglos xiii, x iv y posteríores. Tenia tam b ién en cu e n ta q u e el estado oficial, la socie­

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d ad oficial (es decir, las clases privilegiadas), así co m o su ciencia y arte oficiales, se hallaban (en general) fuera de esa plaza. Pero ia plaza pública antig ua era el estado m ism o (era, adem ás, el estado entero, co n todos sus organism os), el ju icio suprem o, toda !a cien­ cia, to d o el arte, y en ella se en co n trab a to d o el pueblo. E ra u n c ro n o to p o rem arcable, do n d e todas las instancias superiores —desde el estado, hasta la verdad— eran presentados y represen­ tados concretam ente, estaban visiblem ente presentes. E n ese cro­ n o to p o concreto, q u e parecía englobarlo todo, tem a lugar Ja re­ velación y exam en de la vida entera dc u n ciudadano, se efectuaba su verificación pública, cívica. C o m o es natu ral, en tal hom bre biográfico (en la im agen del hom bre) n o había, y n o podía haber, n ad a íntim o-privado, per­ sonal-secreto, vuelto hacia sí m ism o, aislado en lo esencial. Ei h o m b re estaba, en este caso, abierto en todas ias direcciones, todo él estaba en el exterior, n o existía n ad a en él q u e fuese «sólo para sí», n a d a q u e n o se pudiera som eter a control e inform es públicos estatales. Todo aquí, sin excepción y por com pleto, era público. Se en tien d e que en estas condiciones n o pudiera existir nin> gún tipo d e diferencias d e principio entre la m anera de ab o rd ar la vida ajen a y la propia; es decir, en tre el p u n to de vista biográfico y el autobiográfico. P osteriorm ente, en la época helenístico-rom an a, cu an d o se debilitó la unidad pública del hom bre, Tácito, P lu tarco y o tro s rétores, plantearon, en especial, el problem a d e la adm isibilidad de la autogloríficación. Este problem a fue resuelto en sentido positivo. P lutarco, que seleccionó su m aterial em pe­ zan d o p o r H o m ero (en éste los héroes se autoglorifican), adm itió la autogloríficación y m ostró las form as en q u e debe desarrollarse ésta a fin de evitai' to d o lo que p u ed a haber de repulsivo. U n ré to r d e segunda fila, A rístides, reunió tam b ién u n am plío m aterial so­ bre este p roblem a y llegó a la conclusión de q u e la autoglorífica­ ción arrogante es u n a característica p u ra m e n te helena, y, p o r l o tan to , to talm en te adm isible y justificada. Pero es m uy significativo el hecho d e q u e tal p roblem a pu­ diese plantearse, ya que, ia autogloríficación es sólo la m anifesta­ ción m ás evidente d e la identidad entre el m odo biográfico y el au ­ to b iográfico de enfocar la vida. P or eso, tras el p roblem a especial d e la adm isibilidad de la autogloríficación, se o cu lta u n problem a m ás general: la posibilidad d e que fuera adm isible u n a m ism a ac­ titu d an te la vida p ropia y la ajena. El p lanteam iento de tal pro­ blem a, m u estra q u e la integridad pública, clásica, del hom bre se -

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estaba desagregando, y q u e estaba co m en z an d o la diferenciación fu n d a m e n ta l e n tre las fo rm as biográficas y las autobiográficas. Pero, en las co n d icio n es d e la plaza p ú b lica gríega, en la q u e ap areció la co n cien cia d e sf del h o m b re, ni siq u iera p o d ía h a­ b larse de tal diferen ciación. N o existía to d av ía el h o m b re interior, el « h o m b re p a ra sí» (yo para m í), ni u n enfoque especial del m ism o . L a u n id a d e n tre el h o m b re y su co n cien cia d e sí e ra pura m e n te pública. E l h o m b re era p o r co m p le to exterior, e n el sen ­ tid o estricto d e la palabra. E sta e x te n o rid a d to tal es u n a d e las características m ás im p o rta n te s d e la im agen d el h o m b re e n el a rte y en la lite ra tu ra clásica. Se m a n ifie sta de m a n e ra m uy diversa. S eñalaré a q u í u n a d e esas m an ifestacio n es, co n o c id a en general. E n la literatu ra, el h o m b re griego —ya e n H o m ero — es p re ­ sen tad o co m o ex tre m a d a m e n te im pulsivo. Los héroes d e Ho< m ero ex p resan m uy categórica y ru id o sam en te sus sentim ientos. L lam a esp ecialm en te la aten c ió n lo frecuente y ru id o sam en te q u e llo ran y so llozan esos héroes. A quiles, en la célebre cena con P ríam o , solloza e n su tien d a c o n ta n ta fuerza q u e sus lam en to s p o d ían oírse en to d o el c a m p a m e n to griego. E ste rasgo h a sido ex­ p licad o d e diversas m aneras: p o r la especificidad d e la psicología p rim itiv a; p o r el co nv en cio n alism o de los cá n o n es literarios; p o r las p articu larid ad es del v o cab u lario h o m éric o , q u e h ac e q u e los diversos g rad o s en ios sen tim ie n to s sólo p u e d a n tran sm itirse m e­ d ia n te g rados diversos e n su ex terio rizació n ; o lla m a n d o ta m b ié n la aten c ió n acerca dei carác te r relativ am en te general d e la m an era de exp resar los sen tim ien to s (se sabe, p o r ejem plo, q u e los h o m ­ b res del siglo x v iu — los ilu m in istas m ism os— llo rab a n co n m u ­ c h a frecu en cia y co n placer). R ;ro e n la im ag en dcl héroe antiguo, ese rasgo n o es, e n n in g ú n caso, singular, se c o m b in a a rm ó n ic a ­ m en te co n o tro s rasgos de la im ag en , y tien e u n a base m ás seria d e lo q u e, en general, se su pone. Este rasgo es u n a d e las m anifes­ tacio n es d e esa ex terio rizació n to tal del h o m b re público, de ia q u e h e m o s hablado. F^ra el griego d e la época clásica to d a la existencia era visible y audible. E n p rin cipio, n o co n o ce (de hecho) existencia alguna invisible y m u d a. E sto se re fiere a to d a la existencia y, natural* m en te, a ia ex isten cia h u m a n a en p rim e r lu g a r L a vida in te rio r m u d a, el d o lo r m u d o , la reflex ió n m u d a , le era n al griego ajenas p o r co m p leto . T odo ello - ^ s decir, to d a la vida in terio r— sólo po­ d ía ex istir m an ife stá n d o se ex terio rm en te, e n fo rm a so n o ra o visi­

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ble. P lató n , p o r ejem plo, en ten d ía el p en sa m ie n to co m o u n a co n ­ versació n del h o m b re consigo m ism o {Teeleto, E l so fista ). L a n o ció n del p en sa m ie n to tácito apareció, p o r p rim e ra vez, ún ica­ m e n te en base al m isticism o (las raíces d e esta noción son o rien ­ tales). C on to do, el p en sa m ie n to , en ta n to q u e conversación con^ sigo m ism o, n o supone e n m o d o alguno, en la acepción de Platón, u n a actitu d especial frente a sí m ism o (diferente de la actitud frente al o tro ); la co n v ersación consigo m ism o se tra n sfo rm a directa­ m en te e n u n a co n v ersación co n el otro; n o existe en tre am bas n in g u n a d iferen cia esencial. E n el h o m b re m ism o n o existe c e n tro alguno m u d o e invisi­ ble: es visto y o ído p o r com pleto, está to talm e n te e n el exterior, p ero n o existen, e n genera!, esferas d c la existencia m u d a e invi­ sible en las q u e se h ay a im plicado el h o m b re, y p o r las q u e se haya d eterm in a d o (el re in o p lato n ia n o d e las ideas: to d o se ve y to d o se oye). Y la con cep ción clásica griega to d a v ía estab a m ás lejos d e situ ar los ce n tro s principales, ias fuerzas dirigentes d e la vida h u ­ m a n a , en lo s lugares m u d o s e invisibles. Así se explica 1a asom ­ b ro sa y total ex terio rid ad del h o m b re clásico y d e su vida. Sólo c o n la ép o ca helenística y ro m a n a co m ien za el proceso d e p aso d e esferas enteras d e la existencia, ta n to en el h o m bre m ism o co m o fu era d e él, hacia u n registro m u d o y u n a invisibilid a d e se n c ia l E ste proceso ta m p o c o llegó a concluirse, ni d e le­ jo s, en la an tig ü ed ad . Es significativo el hecho d e q u e tam p o co L a s co n fesio n es d e S an A gustín p u e d a n ser leídas « p ara sí», sino q u e h a y a n de ser d eclam adas en voz alta: ta n vivo está todavía, en la form a, el esp íritu d e la p laza pública griega, en la q u e se co n ­ fo rm ó , p o r p rim e ra vez, la conciencia d e sí m ism o d el h o m b re eu ­ ropeo. C u a n d o h ab lam o s d e la esterilidad to tal del h o m b re griego, aplicam os, n a tu ra lm e n te , n u estro p u n to de vista. El griego n o co ­ n o cía la d iferen cia q u e h acem o s n o so tro s e n tre ex terio r e in terio r (m u d o e invisible). N uestro «interiora se en co n trab a para el gríego e n el m ism o p lan o q u e n u estro «exterior», es decir, era igual de visible y so n o ro , y existía fu e ra , ta n to p ara los d e m á s co m o p ara sí. E n ese sentido, to d o s los aspectos de la im agen del hom bre eran idénticos. Pero esa ex terio rid ad to tal del h o m b re n o se realizaba en u n espacio v acío (bajo u n cielo estrellado, sobre la tierra vacía), sino en el in te rio r d e u n a colectividad h u m a n a orgánica, «an te el m u n d o » . P o r eso, el «exterior» en el q u e se revela y existe el h o m ­ —

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bre entero, n o era algo ajeno y frío (el «desierto del mundo»)» sino el propio pueblo. Estar fuera significa ser para otros, para la co­ lectividad, para su pueblo. El hom bre estaba com pletam ente exteríorízado en su elem ento hum ano, en m edio del pueblo h u ­ m ano. Por eso, la unidad de la integridad exteríorízada del hom bre ten ía carácter público. Todo esto d efin e la especificidad irrepetible de ia im agen del h o m b re en el arte y en la literatura clásica. Todo lo q u e es m ate­ rial y exterior se espiritualiza y se intensifica en ella; todo lo que es espiritual e interior (desde nuestro p u n to d e vista) se m ateria­ liza y exteríoríza. Al igual que ia naturaleza en G oethe (para quien esa im agen sirvió d e «fenóm eno prim arío»), tai im agen dei h o m ­ b re «no tiene ni núcleo, ni envoltura», ni exteríor, ni interíor. En eso radica su profunda diferencia con la im agen del hom bre de ias épocas posteríores. E n las épocas posteríores, ias esferas m u d as e invisibles en las q u e se im plicó al hom bre, desnaturalizaron su im agen. La m udez y la invisibilidad penetraron en su interíor. Ju n to a ellas, apareció la soledad. El h om bre prívado y aislado —el «hom bre para sí»—, perdió la un id ad y la integrídad, q u e venían determ inadas p o r el príncipio público. Ai perder ei cronotopo p o pular de la plaza p ú ­ blica su conciencia d e sí, no pudo en contrar otro cronotopo, igualm ente real, u n itarío y único; p o r eso se desintegró y se aisló, se convirtió en abstracto e ideal. El hom bre prívado, descubríó en su vida privada m uchísim as esferas y objetos n o destinados, en general, al d o m inio público (la esfera sexual, etc.), o destinados solam ente a u n a expresión íntim a, de cám ara, y convencional. La im agen del h om bre se com pone ahora de m ás estratos y de ele­ m entos diversos. N úcleo y cobertura, exterior e interior, se h an se­ parado en ella. M ostrarem os posteriorm ente q u e el intento m ás destacado d e la literatura universal, en cuanto a la realización de u n a nueva exteriorización total del hom bre, pero sin estilizar ia im agen antigua, lo llevó a cabo Rabelais. U n nuevo in ten to de resurgim iento d e ia unidad y exteriori­ d ad antiguas, pero con u n a base totalm ente diferente, lo realizó G oethe. Volvam os al encom io griego y a la p rim era autobiografía. La particularidad de la conciencia antigua, a la q u e nos hem os refe­ rido, d eterm in a la sim ilitud del enfoque biográfico y autobiográ­ fico, su carácter sistem ático público. Pero en el encom io, ia ima* gen del h o m b re es extrem adam ente sim ple y plástica, y casi no

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contiene el m o m en to del proceso d e form ación. £] p u n to de par> tida del encom io es la im agen ideal de u n a determ inada form a d e vida, de u n a d eterm inada situación; del caudillo, del rey, del h om bre político. Esta form a ideal representa la totalidad de las exigencias form uladas en la situación respectiva: cóm o h a de ser un caudillo, la enum eración de las cualidades y virtudes del caudillo. Todas esas cualidades y virtudes son reveladas lue> go en la vida d e la persona glorificada. El ideal y la im agen ^el m u erto se unen. La im agen del glorificado es plástica, y se la presenta, generalm ente, en el m om ento de m adurez y pienitu d de la vida de aquél. Basada en los esquem as biográficos del encom io, apareció la p rím era autobiografía en form a de discurso en defensa propia; ia autobiografía d e Isócrates, que tuvo u n a enorm e influencia sobre to d a la literatu ra universal (especialm ente, a través de ios h u m a­ nistas italianos e ingleses). Se trata de u n inform e apologético p ú ­ blico de su vida. Los principios para construir la propia im agen, son los m ism os q u e e n el caso de la construcción de im ágenes de personalidades m uertas, en el encom io. En su base se halla el ideal del rétor. Isócrates glorifica la actividad retórica, en tan to que form a suprem a d e la actividad hum ana. Esa conciencia profesio­ nal tiene en Isócrates u n carácter totalm ente concreto. C aracte­ riza su situación m aterial, le recuerda sus ganancias com o rétor. Los elem entos puram ente privados (desde nuestro punto de vista), ios elem entos estrictam ente profesionales (tam bién, desde nuestro p u n to de vista), los elem entos socio-estatales, y, finalm ente, las ideas filosóficas, están situados aq u í en u n a sola serie concreta, se com binan estrecham ente entre sí. Todos esos elem entos se perci­ ben com o perfectam ente hom ogéneos, y com ponen u n a i m ^ n plástica y u n itaria del hom bre. La conciencia que tiene el hom bre si sólo se apoya aq u í en los aspectos de sti personalidad y de su vida q u e están orientados hacia el exterior, que existen para los otros al igual que para sí; la conciencia de sí busca su apoyatura y su un id ad solam ente en ellos; los dem ás aspectos íntim os y per­ sonales, «suyos propios», irrepetibles desde el p u n to de vista incUvidual, los desconoce por com pleto. D e aquí el carácter específico norm ativo-pedagógico de esta prim era autobiografía. Al final de la m ism a se expone directa­ m ente el ideal educativo e instructivo. Pero la interpretación norm ativ o -p ed ag ó ^ca es característica de todo el m aterial de la au ­ tobiografía. -

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A u n q u e n o hay q u e olvidar q u e la ép o c a en q u e se crea esta p rim era au to biografía era la época e n q u e co m en z ab a la desagre< gación d e la in teg rid ad del h o m b re público griego (tal y co m o h a sido revelado en la épica y en la tragedia). D e ahí procede éT cará c te r u n ta n to retórico>form al y abstracto d e dich a obra. L as autobiograñas y las m em orias ro m an as se form aron en otro cro n o to p o real. L es sirvió d e base vital la fa m ilia ro m an a . L a au ­ tobiografía es, en este caso, un d o cu m en to d e la conciencia fami< liar-hereditaria. Pero, e n ese terren o fam iliar-hereditario, la co n ­ ciencia au to b io g ráfica n o se convierte en privada e íntim opersonal. C onserva su carácter p ro fu n d am en te público. L a fam ilia ro m a n a (patricia) n o es u n a fam ilia burguesa, sím ­ bolo d e to d o lo q u e es p rívado e ín tim o . L a fam ilia ro m an a —co m o fam ilia— estaba d irec tam en te u n id a al estado. Al cabeza d e fam ilia se le co n ferían ciertos elem entos de ia a u to ríd a d esta­ tal. Los cu lto s religiosos fam iliares (gentilicios), q u e te n ía n u n p a­ pel colosal, eran la co ntinuación directa de los cultos oficiales. Los an tep asad o s eran los rep resentantes del ideal nacional. L a con­ ciencia se o ríen ta hacia el recuerdo concreto del clan, d e los a n ­ tepasados, y» al m ism o tiem p o , hacia las generaciones futuras» Las trad icio n es fam iliares>gentilicias h a n de ser U 'ansm itidas d e pa­ dres a hijos. L a fam ilia tien e su archivo, en el q u e se conservan los d o cu m en to s m a n u sc h to s d e todos los eslabones del clan. L a au to b io g rafía se escríbe co n el fin d e tra n sm itir las tradiciones fam iliares-gentilicias d e u n eslabón al o tro, y se conserva e n el ar­ chivo. Esto hace q u e la conciencia au to b io g ráfica tenga u n carác­ ter público, históríco y oficial. Esa h isto ricid ad específica d e la co n cien cia au to b io g ráfica ro ­ m a n a la diferencia de la griega, q u e está o rien ta d a h acia los co n ­ tem p o rá n eo s vivos,, presentes a h í m ism o, e n la plaza pública. La con cien cia ro m a n a de sí m ism o se percibe, an tes q u e nada, co m o u n eslabón e n tre los an tep asad o s m u erto s y los descendientes que to d av ía n o h an e n tra d o e n la vida política. P or eso no es tan a r­ m on io sa; pero, a cam bio, está pen etrad a m ás p ro fu n d am en te por el tiem po. O tro rasgo específico de la autobiografía ro m a n a (y de la b io ­ grafía) es el del papel q u e ju e g a n los prodigia, es decir, to d o tip o de presagios y su in terp retació n . N o se tra ta en este caso de un rasgo exterior argum ental (com o en las novelas del siglo Xvin)» sino de u n p rin cip io m uy im p o rta n te d e la c o m p re n sió n y elaboración del m aterial autobiográfico. C on este rasgo d e la autobiografía está -

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tam b ién relacio n ad a estrecham ente la m u y im p o rtan te categoría au to b io g ráfica, p u ra m e n te ro m an a, d e la «felicidad». E n los prodigia, es decir en ios presagios del destino, ta n to de los diferentes asu n to s e iniciativas del hom bre, com o d e su vida en tera, lo individuaJ-personai y lo público-estatal están indisolublem cnte unidos. Los prodigia son u n elem ento im portante, tan to al co m ien zo co m o d u ra n te su realización, d e todas las iniciativas y actos del estado. £1 estado n o puede d a r n i u n solo paso sin de­ m o strar los presagios. L os prodigia son indicios d e los destinos del estada q u e pre­ sagian la suerte y la desgracia. D e ah ú pasan a las personalidades in d ividuales del d ictador o del caudillo, cuyo destino va estrecham en te ligado al del estado, se unen a los indicios d e su destino personal. A parece el d ictad o r a fo rtu n ad o (Sila), o co n b u en a es­ trella (César). En ese terren o , la categoría d e la suerte tiene signi­ ficació n especial en ta n to q u e elem ento constitutivo d e la existen« cia. Se convierte en la form a d e su personalidad y d e su vida («creencia en su estrella»). Este principio d e te rm in a la conciencia d e sí q u e tiene Sulla, en su autobiografía. Pero, repetím os, en la suerte de Sulla o en la de César, van unidos los destinos públicos y los personales. N o se trata, en absoluto, de u n a suerte personal, privada. Pues tal suerte se refiere a asuntos e iniciativas de estado, a guerras. E stá in d isolublem ente ligada a las ocupaciones, a la creació n artística, al trabajo, a su co n ten id p público-oficial obje­ tivo. D e esta m an era, la noción suerte incluye tam b ién , en este caso, nuestras n o ciones de «talento» e «intuición», así co m o la n o ció n específica d e «genialidad»^, ta n im p o rtan te en la filosofía y en la estética d e finales del siglo x viii (Jung. H a m a n n , H erder, genios im petuosos). En los siglos posteriores, esa categoría de la felicidad se escindió, ad q u irien d o u n carácter privado. Todos los aspectos creativos y público-estatales desaparecieron d e la cate> goría de la suerte, q u e se convirtió en u n principio privado*personal y n o creativo. J u n to a estos rasgos específicam ente ro m an o s, aparecen ta m ­ b ién las tradiciones autobiográficas greco-helenísticas. En ei cam po ro m an o , tam b ién las antiguas plañideras (naenia) fueron sustitui­ das p o r los discursos fúnebres: laudationes. P red o m in an en este caso los esquem as retóricos greco helenística. E s n ecesarío señ a la r aq u í, a n te s q u e n ad a , la in flu e n c ia d e A ristóteles so b re los m éto d o s caracterológicos de lo s biógrafos antiguos, en especial, d e la te o ría d e la entelequia, c o m o fin ú ltim o y cau sa p rim a ria d e la evolución. Esa id e n tific a c ió n aristo telian a del f in c o n el p rín cip io n o p o d ía p o r m e n o s d e in flu ir ese n cialm en te en las p artic u la rid ad es del tiem p o b io g ráfico . D e ah í la m a d u re z acab ad a del ca rá c te r co m o a u té n ­ tico co m ien z o de la ev o lu ció n . T ie n e lugar en este caso u n a orí^ n a l « in versión caracterológica», q u e excluye u n a u té n tic o p ro ­ ceso de fo rm a ció n d el carácter. L a ju v e n tu d e n te ra del h o m b re es in terp retad a ta n sólo co m o p refiguración de la m adurez. U n cierto elem e n to d e m o v im ie n to vien e in tro d u c id o ú n ic a m e n te p o r la lu ­ c h a d e in clin acio n es y de afectos, y el ejercicio d e la v irtu d para d o ta r al h o m b re d e constancia. Esa lu c h a y esos ejercicios n o h a ­ cen sin o co n so lid ar los rasgos y a existentes del carácter, pero no -

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c re a n n a d a nuevo. P erm anece, b ásicam ente, la n atu rale?^ estable del h o m b re form ado. Sobre esa base, h a n ap arecid o d o s tip o s d e estru c tu ra d e b io ­ grafía antigua. Al p rim er tip o p o d ría llam ársele energético. En su origen está el co n cep to aristotélico d e la energía. L a existencia y la esencia de! h o m b re n o c o n stitu y en u n estado, sino u n a acción, u n a fuerza ac­ tiv a («energía»). E sa «energía» es la m an ifestació n , e n hechos y expresiones, del carácter. Bsro tales hechos, p alab ras y d em ás ex­ presiones del h o m b re, n o son ú n icam en te —en n in g ú n caso— u n a ex teñ o rizac ió n (p ara los otros, p a ra « u n tercero») d e la esencia in ­ te rio r del carácter, q u e existía ya al m argen d e dichas m an ifesta­ ciones, an tes q u e ellas y fuera d e ellas. Esas m anifestaciones cons­ titu y e n , precisam en te, la realidad del ca rác te r m ism o, q u e, fuera d e su «energía», ni siq u iera existe. Al m arg en de su exteriorizació n , su expresividad, su m a d u re z y su audibilidad, ei carácter no es p le n a m e n te real, n o existe en to d a su plenitud. C u a n to m ás p len a es la expresividad, ta n to m ás plen a es, tam b ién , la existen­ cia. P o r eso, la re p resen tació n d e la v id a h u m a n a (bios) y d el c a ­ rácter n o debe hacerse m e d ia n te la en u m e ra c ió n an a lítica d e las cu alidades caractero lógicas d el h o m b re (de las virtudes o d e los vi­ cios), ni m e d ian te su u n ió n en u n a im agen sólida, sino a través de la re p resen tació n de los hechos, los discursos y o tras m anifestacio­ nes y expresiones del hom bre. E ste tip o energético de biografías está representado e n P lu ­ tarco, cu y a in flu e n c ia en la lite ra tu ra u n iv ersal (n o sólo la biográ> fica) h a sido esp ecialm ente grande. El tiem p o bio g ráfico es, e n t’lutarco, específico. Es el tiem p o d e la revelación d e l carácter, p ero n o el tiem p o del proceso d e for- j m a c ió n y crecim ien to del hom bre^. E s verdad q ue, fuera d e esa rev elación, d e esa « m an ifestació n » , el ca rá c te r n i siq u iera existe; p e ro e n ta n to q u e « entelequia» está pred estin ad o , y sólo pu ed e re­ velarse en u n a d eterm in a d a dirección. L a realidad histórica m ism a en la q u e se realiza la revelación del carácter, ú n ic a m e n te sirve co m o m ed io p ara esa revelación, ofrece pretextos p a ra la m a n i­ festación del ca rá c te r en hechos y palabras, p e ro n o tiene in flu e n ­ cia decisiva e n ei ca rá c te r m ism o, n o lo form a, n o lo crea, sino ^ El tiem po es fenom énico, pero la esencia del carácier está fuera del liem po. El tiem po no le da substancialidad al carácter. -

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que, só lam en te, lo actualiza. L a realidad h istó rica es el c a m p o en q u e se revelan y d esarrollan los caracteres h u m an o s, p ero n ad a más. El tiem p o bio g ráfico es irreversible con respecto a los aco n te­ cim ien to s m ism o s de la vida, q u e son inseparables de los ac o n te­ cim ien to s históricos. Pero, co n respecto al carácter, este tiem p o es reversible: to d o rasgo d e carácter h u b iera p o d id o m anifestarse p o r sí m ism o, m ás te m p ra n o o m ás tarde. Los rasgos del carácter n o tien en u n a cronología, sus m anifestaciones son perm utables en el tiem p o . El carácter m ism o n o evoluciona n i cam b ia, sólo se c o m ­ pleta: in co m p leto , n o revelado y frag m en tario al com ienzo, se convierte, al fin al, e n co m p leto y red o n d ead o . P o r lo ta n to , la vía d e revelación del carácter n o co n d u ce a su m o d ificació n , n i al proceso de form ación del m ism o en relación co n la realidad his­ tó rica, sino, ú n icam e n te , a su conclusión; es decir, al perfeccio­ n a m ie n to d e la fo rm a q u e estaba p re fig u rad a desde el com ienzo. Así era el tip o bio g ráfico d e P lutarco. Al segundo tip o d e biografía p u ed e llam ársele analítico. E n su base está u n esq u em a co n a p a rta d o s precisos, e n tre los q u e se dis< trib u y e todo el m aterial biográfico: la vida social, la vida fam iliar, el c o m p o rta m ien to en la guerra, las relaciones co n los am igos, las m áx im as dignas d e saberse d e m em o ria, las virtudes, los vicios, el aspecto de u n a persona, sus hábitos, etc. L e s diferentes rasgos y cualidades del ca rá c te r son elegidos en tre los diversos a c o n te ­ cim ientos y sucesos que pertenecen a d istintos periodos d e tiem p o d e la vida del h éro e, y se distribuyen en los ap a rtad o s co rresp o n ­ dientes. P ara la a rg u m e n tació n d e u n rasgo se d a n u n o o dos g e m p lo s de la v id a d e la p erso n a respectiva. D e esta m a n e ra , la serie b iográfica tem p o ra l resu lta in te rru m ­ pida: en la m ism a rú b rica se ju n ta n m o m en to s pertenecientes a diversos períodos de vida: El p rin cip io o rien ta d o r es ta m b ié n aq u í el c o n ju n to del carácter, desde cuyo p u n to d e vista n o in teresan el tiem p o y el o rd e n de m an ifestació n d e las p artes d e ese co n ju n to . L os p rim ero s rasgos (las p rim eras m an ifestacio n es del carácter) p re d e te rm in a n ya los firm es co n to rn o s del c o n ju n to , y to d o lo d e­ m ás se u b ica d e n tro d e esos contornos, sea en el orden tem p o ral (el p rim e r tip o d e biografías), sea e n el orden sistem ático (el se­ g u n d o tipo). El p rin cip al re p resen ta n te del segundo tip o d e biografía a n ti­ gua fue S u eto n io . Si P lu ta rco tu v o u n a in flu e n c ia colosal e n la li­ teratu ra, esp ecialm ente en el d ra m a (pues el tip o energético d e

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biografía es, en esencia, dram ático), S uetonlo, in flu e n c ió a su vez, p re p o n d era n te m e n te, al género estrictam en te biográfico —en es­ pecial, en la E d ad M edia— . (Se h a conservado h asta nuestros días el tip o de co n stru cción p o r aspectos d e ias biograñas: en ta n to q u e h o m b re, escritor, hogareño, pensador, etc.). Todas las fo rm as en u m erad as hasta ahora, ta n to las autobio­ g ráficas com o las biográficas (entre estas form as n o h a n existido diferencias d e p rin cipio en cu a n to al m o d o d e ab o rd ar al h o m ­ b re), tien en u n carácter esencialm ente público. N os referirem os ah o ra a las form as au tobiográficas e n las q u e se m an ifiesta ya la descom posición d e esa exterioridad pública del hom bre, en las que em pieza a abrirse ca m in o la conciencia p riv ad a del ind iv id u o soío y aislado, y a revelarse las esferas privadas d e su vida. E n la a n ti­ güedad, sólo en co n tram o s, en el d o m in io d e la autobiografía, el co m ien zo del proceso d e privatización dei h o m b re y d e su exis­ tencia. P o r eso n o fu ero n elaboradas por entonces las nuevas for­ m as d e expresión au to b io g ráfica de la conciencia solitaria. Se ela­ b o ra ro n ta n solo m odificaciones especificas d e las form as públicoretóricas existentes. O bservam os b ásicam ente tres m odificacio< nes. La p rim e ra m o d ificació n es la representación satírico irónica, o h u m o rística, de la p ro p ia p erso n a o de la p ro p ia vida, e n sátiras y diatrib as. D estacan especialm ente las autobiografías y autocaracterizacio n es iró n icas en verso, en general conocidas, de H o ra­ cio, O vidio y P ropercio, q u e in co rp o ran ta m b ié n el m o m e n to de la p aro d izació n de las form as heroico-públicas. A quí, lo pa rticu ­ la r y lo p rivado (q ue n o en c u en tran form as positivas d e expre­ sión) se visten co n la fo rm a d e la ironía y e l hum or. L a segunda m o d ificac ió n — m u y im p o rta n te p o r su reso n an ­ cia histórica— está rep resen tad a p o r la cartas a A tico, d e C icerón. L as form as p ú b lico-retóricas d e u n id a d d e la im agen h u m a n a se n ecro sificab an , se co n v ertían en oficial< onvencionales; la h e­ ro ificació n y la g lorificación (así com o la auto g lo rificació n ) se co n v ertían e n tó p icas y am pulosas. A dem ás de esto, los géneros retóricos públicos existentes n o p erm itían , d e h echo, la represen­ tació n d e la vida privada, cuya esfera se am p liab a m ás y m ás, se h acía m ás an c h a y p ro fu n d a, y se en cerrab a m ás y m ás e n si m ism a. E n esas co ndiciones, em p iezan a a d q u irir m ayor im p o r­ tan cia las form as retóricas d e cám ara, y, en p rim e r lugar, la form a d e carta a m isto sa . L a n u ev a conciencia privada, d e cá m a ra, del h o m b re, em pieza a revelarse en u n a atm ó sfera íntim o-am istosa -

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(n a tu ra lm e n te sem ico n v en cio n al). T oda u n a serie d e categorías de la co n cien cia d e sí y d e p re sen tació n b iográfica d e u n a vida — éxito, felicidad, m é rito — em p iez an a p erd er su im p o rta n c ia p ú ­ b lico estatal y a p a s a r al p la n o p rivado-personal. L a n atu ra leza m ism a , in c o rp o ra d a a este n u ev o u n iv erso p ñ v a d o , de cám ara, e m p iez a a m o d ificarse su stan cialm en te. Surge ei «paisaje», es d e­ cir, la n atu ra le z a co m o h o rizo n te (objeto d e la visión) y m ed io cir­ c u n d a n te (trasfo n d o , am b ie n te ) del h o m b re to ta lm e n te p rivado, solo y pasivo. E sta n atu ra le z a d ifie re claram en te de la natu raleza del id ilio p asto ral o d e las geórgicas, y, n i q u e d ecir tien e, de la n atu ra leza d e la ép ica y d e la tragedia. L a n atu ra le z a se in co rp o ra al un iv erso d e c á m a ra del h o m b re p riv ad o a través de los p in to ­ rescos re ta zo s d e las h o ra s del paseo, del descan so, los m o m e n to s d e u n a m ira d a casu al a u n paisaje surgido a n te los ojos. E stos re­ tazo s p in to resco s se en lazan a la u n id a d inestable d e la vida p ri­ v ad a d e la n o v ela culta, p e ro n o e n tra n en el c o n ju n to u n itario , sólido, esp iritu alizad o y a u tó n o m o de la n atu raleza, co m o en la é p ica y e n la trag edia (p o r ejem plo, la n atu ra le z a en P ro m e te o enca d en a d o ). Tales retazos p in to resco s sólo p u e d e n red o n d earse p o r sep arad o , en paisajes literarios fm itos, cerrados. T am bién o tra s categ o rías su fren, en este n u ev o u n iv erso p riv ad o , de c á m a ­ ra, u n a tra n sfo rm a c ió n sim ilar. N u m ero sas p eq u en eces d e la v id a p riv ad a, en las q u e el h o m b re se siente a gu sto y en las q u e em p iez a a ap o yarse su co n cien cia privada, se co n v ierten en significativas. L a im ag en del h o m b re co m ien z a a desplazarse h acia los espacios privados, cerrados, casi ín tim o s, d e cám ara, d o n d e pierd e su p lasticid ad m o n u m e n ta l y la exteriorización p ú b lica global. A sí s o n las ca rtas a A tico. Pero, sin em bargo, co n tien e n todav ía m u ch o s e lem e n to s retó rico -p ú b lico s, ta n to d e los convenciO ' nales y an ticu ad o s, co m o d e los to d av ía vivos y esenciales. Los frag m en to s del h o m b re fu tu ro , to ta lm e n te p riv ad o , ap arecen a q u í c o m o in cru stad o s (soldados) a la vieja u n id a d retó rico -p ú b lica de la len g u a h u m an a. A la ú ltim a , ia terc era m o d ific a c ió n , p o d em o s llam arla, c o n ­ v en c io n alm en te, el tip o estóico d e autobiografía. A q u í d eben in ­ clu irse, en p rím e r lugar, las llam ad as «consolaciones». Tales c o n ­ so laciones se co n stru ía n en fo rm a d e diálogo co n la filosofíaco n so lad o ra. H ay q u e citar, e n p rim e r té rm in o , la C onsolaíio, de C iceró n , e sc rita tra s la m u e rte d e su hija, q u e se h a conservado h asta n u estro s días. A q u í h a y q u e in c lu ir ta m b ié n su H ortensia. —

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E n las épo cas siguientes en c o n tram o s tales consolaciones en S an A gustín, en B oecio y, fin a lm e n te , en P etrarca. E n el ca m p o d e la te rc era m o d ificació n , h a n d e ser incluidas, ad e m á s, las cartas d e Séneca, el libro au to b io g ráfico d e M arco A urelio {A s í m is m o ) y, fin a lm e n te , L a s confesiones y o tras obras au to b io g rá ficas de San A gustín. Es característica d e to d a s las ob ras citadas la ap a rició n d e u n a n u ev a fo rm a d e ac titu d a n te si m ism o. E sa nu ev a a c titu d p u ed e caracterizarse m e d ian te el té rm in o d e S an A gustín «S oliloquia», es decir, « C o n versaciones solitarias consigo m ism o». Tales solilo­ q u io s so n ta m b ié n , co m o es n atu ral, conversaciones co n la filosofía-co n so lad o ra en las consolaciones. Es ésta u n a n u e v a ac titu d a n te sí m ism o, a n te el p ro p io «yo», sin testigos, sin d a r derecho a voz a fica s d e la asim ilació n del tie m p o en las m ism as. ¿C uál es la situ ació n en c u a n to a la p le n itu d del tiem p o e n la n o v ela an tig u a? H e m o s h a b la d o ya d el h ec h o de q u e to d a im agen tem p o ra l (y las im ágenes literarías son im ágenes tem porales) n e­ cesita d e u n m ín im o d e p le n itu d d e tie m p o . N o pu ed e haber, en ab so lu to , reflejo d e u n a época fuera del curso del tiem p o , de las v in cu lacio n es c o n el p asad o y el fu tu ro , d e la p len itu d del tiem p o . C u a n d o n o h ay paso del tiem p o , tam p o co existe aspecto del tiem p o , e n el sen tid o pleno y esencial d e la palabra. L a c o n te m ­ p o ra n e id a d , to m a d a al m arg en de su relación co n el p asad o y el fu tu ro , pierd e su u n id ad , se re p arte en tre fe n ó m e n o s y cosas ais­ lad as, co n v irtién d o se e n u n co n g lo m erad o ab stracto d e éstos. T am b ién e n la no v ela an tig u a hay u n m ín im o d e p le n itu d de tiem p o . Esa p le n itu d es, p o r decirlo asi, in sig n ifican te, en la n o ­ vela gríega, y algo m ás sig n ificativ a en la no v ela d e av e n tu ras y costu m b res. E n la novela an tig u a, esa p le n itu d del tie m p o tien e u n d o b le carácter. En p rím e r lugar, sus raices se h allan en la p le­ n itu d m ito ló g ica p o p u la r del tiem p o . P ero esas fo rm a s tem p o rales esp ecíficas se h allab an ya e n fase de d esco m p o sició n y, co m o es n a tu ra l, n o p o d ía n a b a rc a r y m o d e la r c o n v e n ie n te m e n te el nuevo —

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co n ten id o , d a d a la situ ació n d e clara d iferenciación social q u e h a’ b ia e m p ez ad o a p roducirse p o r entonces. N o o bstante, tales fo r­ m as d e p len itu d folclórica del tiem p o , se d a b a n to d av ía en la n o ­ vela an tig u a. P o r o tra p arte, existen en la novela an tig u a débiles gérm enes d e nu ev as fo rm as d e p le n itu d del tiem p o , ligadas a la ap arició n de co n tra d iccio n es sociales. L a ap arició n d e co n tra d iccio n es sociales e m p u ja al tiem p o , in evitablem ente, hacia el fu tu ro . C u a n to m ás p ro fu n d a m e n te se m a n ifie ste n esas co n trad iccio n es, m ás desarro­ llad as estarán ; m ás im p o rta n te y am p lia p o d rá ser la p len itu d del tie m p o e n las rep resen tacio n es del artista. G é rm en es d e esa u n i­ d a d del tie m p o los h em o s visto en la no v ela d e av e n tu ras y cos­ tu m b res. Sin em bargo, e ra n d em asiado débiles p a ra im p ed ir del to d o la d esin teg ración novelística de las form as d e la g ran épica. Se hace necesario q u e nos deten g am o s a q u í en u n rasgo d e la p ercep ció n del tiem p o q u e h a ejercido u n a in flu e n c ia colosal y d e fin ito ria en la ev olución de las form as e im ágenes literarias. Este rasgo se m a n ifie sta p rim o rd ia lm e n te en el lla m a d o h ipér­ ba to n histórico. L a esencia d e ese h ip é rb a to n se reduce al hecho d e q u e el p en sa m ie n to m itológico y artístico u b iq u e e n el pasado categorías tales c o m o m eta, ideal, justicia, perfección, estad o de a rm o n ía del h o m b re y d e la sociedad, etc. L os m ito s acerca del p araíso , la E d ad de O ro, el siglo heroico, la v erd ad antigua, las re­ presen tacio n es m ás ta rd ía s del estado n a tu ra l, los derechos n a tu ­ rales in n ato s, etc., son expresiones d e ese h ip é rb a to n histórico. D e fin ié n d o lo de m a n e ra u n ta n to m ás sim p lificad a, p o d em o s de­ cir q u e consiste en representar co m o existente en el pasado lo que, d e h ech o , sólo p u e d e o debe ser realizado e n el futuro; lo q u e, en esencia, co n stitu y e u n a m eta, u n im p erativ o y, en n in g ú n caso, la realid ad del pasado. E sta original « p erm u ta » , «inversión» Je i tiem po, caracterís­ tica del p en sa m ie n to m itológico y artístico d e diferentes épocas de la ev o lu ció n d e la h u m a n id a d , se d efin e p o r m edio d e u n a n o ció n especial del tiem p o , p rin cip a lm en te del í^uturo. A costa del fu tu ro se en riq u e cía el p resente, y, especialm ente, el pasado. L a fuerza y d em o strab ilid ad d e la realidad, de la actualidad, perten ecen sólo al p resen te y al p asad o —al «es» y « h a sido»— ; al fu tu ro le p er­ ten ece o tra realidad, p o r decirlo así, m ás efím era; «será» carece de m ateria lid a d y consistencia, d e la p o n d erab ilid a d real q u e le es p ro p ia al «seD> y al « h a sido». El fu tu ro n o es idéntico al presente n i al pasad o , y, sea cual sea la m ag n itu d d e la d u ra c ió n co n q u e -

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h ay a sido concebida, carece d e co n ten id o concreto, se halla u n ta m o vacío y rarificado; p o rq u e to d o io q u e es positivo, ideal, ne­ cesario, deseado, se atrib u y e m ed ian te h ip érb ato n al pasado, o p arcialm en te al presente; p o rq u e d e esta m a n e ra to d o ella a d ’ qu iere u n m ay o r peso, se convierte en m ás real y convincente. Para d o ta r a u n cierto ideal del atrib u to de veridicidad, se le concibe co m o si y a h u b iera existido alguna vez e n la E d ad d e O ro en «es> ta d o natu ral» , o co m o existente e n el presente, en algún lugar si­ tu a d o « m ás allá d e los tre in ta y nueve reinados, m á s allá de los m ares océanos»: si n o sobre la tierra, b ^ o tierra; si n o b ajo tierra, en el cielo. Se p re fiere so b reed ificar la realidad, el presente, en lo vertical, h acia arrib a y hacia abajo, an tes q u e av a n zar horizontal­ m en te en el tiem p o . A u n q u e esas sobreedificaciones verticales se an u n c ia n co m o ideales, del o tro m u n d o , eternas, atem porales, tal atem poralidad y eternidad están concebidas com o sim ultáneas con el m o m e n to d ad o , co n el presente, es decir, co m o algo c o n te m ­ po rán eo , co m o algo q u e y a existe, q u e es m ejo r que el fu tu ro q u e to d av ía n o existe y q u e n o h a existido au n . El h ip érb a to n histó ­ rico, e n el sen tid o estricto de la palabra, p refiere, desde el p u n to d e vista d e la realidad» el pasado al fu tu ro , com o m ás ponderable y m ás denso. Pero las sobreedificaciones verticales, del o tro m u n d o , p refieren , an te s q u e al pasado, lo ex tratem p o ral y lo etern o , co m o algo ya existente, co m o algo y a co n tem p o rán eo . C ad a u n a d e esas fo rm as vacia y ra rifica, a su m an era, el futuro, )o desangra. E n las correspondientes teorías filosóficas, al h ip ér­ b ato n histórico le atañ e la proclam ación de los «com ienzos» com o fuentes n o co n tam in ad a s, puras, de to d a la existencia, y la d e los valores eternos, d e las form as ideales atem p o rales d e la existencia. O tra fo rm a en ia q u e se m a n ifie sta la m ism a ac titu d an te el fu tu ro es la escatología. El fu tu ro se vacía en este caso d e o tra ma> ñera. Se le con cib e com o el fin a l de to d o lo q u e existe, co m o eí fin a l d e la ex isten cia (en sus form as pasadas y presentes). A la res­ pectiva actitu d le es indiferente si el fin a l está concebido com o u n a catástro fe y u n a d estru cció n p u ra s, com o el nuevo caos, el cre­ p ú scu lo d e ios dioses o la llegada del re in o divino; lo im p o rta n te es el hecho d e q u e a to d o lo ex istente le llega su fin al; q u e es, ad e­ m ás, u n fin al relativam ente cercano. L a escatología siem pre re­ p resen ta ese fin a l d e tal m an era, q u e desprecie el f r a ^ e n t o de fu tu ro q u e sep ara el presente d e dicho final, q u e le haga perder im p o rtan cia e interés: es u n a c o n tin u a c ió n in ú til d e u n presente d e d u ra c ió n in d efin id a. -

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Asi son las fo rm as específicas de la ac titu d m itológica y artís­ tica an te el fu tu ro . E n to d as esas form as, el fu tu ro real es vaciado y desangrado. Sin em bargo, e n el m arco de cada u n a de ellas son posibles variantes concretas, de valor diferente. l^ ro , antes de referirnos a d eterm in ad as variantes, es necesa­ rio precisar la a c titu d de to d as esas form as hacia el fu tu ro real. P ues, p a ra dichas form as, todo se reduce al fu tu ro real, a lo q u e to d av ía n o existe p ero q u e será. E n esencia, tien d en a hacer rea! lo q u e se considera necesario y au tén tico , propo rcionarle existencia, im plicarlo e n el tiem po, oponerlo, co m o algo realm ente exis­ ten te y a la vez auténtico, a la realidad presente, q u e tam bién existe pero es m ala, n o es au tén tica. Las im ágenes de ese futuro se ub icab an inevitablem ente e n el pasado, o se tran sferían a alguna parte «m ás allá d e los tre in ta y nueve reinados, m ás allá dc los m ares océanos»; su desem ejanza co n la cruel y m alv ad a realidad se m ed ía p o r su lejanía tem poral o espacial. Pero esas im ágenes n o se ex traían del tiem p o co m o tal, n o se sep arab an d e la realidad m aterial local. Al contrario; por d e­ cirlo así, to d a la energía del fu tu ro esperado, presentido, hacía que se in ten sificasen m u ch o las im ágenes d e la realidad m aterial pre­ sente y, e n p rim er lugar, la im agen del h o m b re vivo, m aterial: los h o m b res crecían a costa del futuro, se h acían b o g a ty r f en c o m ­ paració n con sus co n tem p o rán eo s {^b o g a tyrf n o sois vosotros»*”), se le a trib u ía u n a fuerza física y u n a capacidad d e trabajo n u n c a vistas, se h ero izab a su lu ch a co n la naturaleza, su inteligencia rea­ lista y lúcida, e, incluso, su sano apetito y su sed. A quí, la estatua, la fuenca y la im p o rtan cia, ideales, del hom bre, n o se alejaban n u n c a de las d im en sio n es espaciales y la d u ració n tem p o ral. U n gran h o m b re era ta m b ié n grande desde el p u n to d e vista físico, a n d a b a a grandes zancadas, exigía u n espacio am plio, y vivía, en el tiem p o , u n a v id a física real y larga. Es verdad q u e este gran h o m b re, sufría a veces, e n algunas form as del folclore, u n a m eta­ m orfosis q u e le h ac ía volverse peq u eñ o y n o le p erm itía realizar su significación en el espacio y en el tiem p o (se acostaba co m o el sol; d escendía al in fie rn o , bajo tierra); pero, fin alm en te, siem pre acab ab a p o r realizar to d a la plenitud d e su significación en el es­ pacio y en el tiem p o, se h acía alto y longevo. H em os sim plificado u n ta n to este rasgo del au tén tico folclore, p ero nos parece im p o r­ Bogalyrí, p l u r a l de bogaiyr (héroe de la ¿ p ic a rusa). (N. de los T ) * Verso del poema «Borodind», de L in n o ato v . (N. de los T.) —

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ta n te su b ra y ar q u e ese folclore n o c u e n ta co n u n ideal hostil a) esp acio y a l tiem p o . E n ú ltim a instancia, to d o lo q u e es sig n ifi­ ca tiv o p u e d e y d eb e ser significativo, ta n to en el espacio co m o en el tiem p o . El h o m b re folclórico' necesita, p a ra realizarse, u n es­ p ac io y u n tiem p o , está p o r co m p leto in m erso en ellos, y se siente c ó m o d o ahí. L a o p o sició n p re m e d ita d a e n tre la gran d eza id eal y las p ro p o rcio n es físicas (en el sen tid o a m p lio d e la p alab ra) le es to ta lm e n te ajen a al folclore, al igual q u e el en v o lv im ie n to d e esa gran d eza ideal e n form as esp acio -tem p o rales m iseras co n e! f in de re b a ja r el esp acio y el tiem po. E n ese sentido» es n ecesario d esta­ c a r u n rasgo m á s del a u té n tic o folclore: aquí» el h o m b re es g ran d e p o r si m ism o , y n o a costa d e los dem ás; es alto y fuerte p o r sí m ism o ; él solo p u ed e repeler co n éxito a to d o u n ejército d e e n e­ m igos (co m o C ú C h u la ín n d u ra n te la h iv ern a ció n d e los ulidios*); es ex actam en te lo c o n tra río del p e q u e ñ o rey q u e reina so b re u n p u eb lo gran d e; él m ism o es ese p u e b lo grande, g ra n d e p o r sí m ism o . Tan só lo esclaviza a la n atu ra leza , y ú n ic a m e n te es ser­ v ido p o r lo s an im a le s (pero n i siq u iera éstos son esclavos suyos). Ese crecim ien to espacio-tem poral del h o m b re e n la realidad (m ateríal) local, n o sólo se m a n ifie sta e n el folclore b ajo la fo rm a d e e sta tu ra y fuerza física reveladas por nosotros, sino tam b ién bajo o tra s fo rm as m u y diversas y sutiles; pero su lógica es siem p re la m ism a: es el d esarro llo recto y h o n esto del h o m b re, p o r su s p ro ­ pios m ed io s, e n e] m u n d o real p resente, sin n in g u n a falsa h u m i­ llació n , sin n in g ú n lip o d e co m p en sa cio n es ideales p o r la debili­ d a d y la p o b reza. D e o tra s form as d e expresión d e tal desarrollo h u m a n o , q u e se m a n ifie sta n e n todos los sentidos, hab larem o s en especial e n el m arc o del análisis d e la genial novela d e R abelais. L a fa n ta sía d el folclore es p o r eso u n a fan tasía realista; n o so­ b re p asa e n n a d a los lím ites dei m u n d o real^ m ateríal; n o llen a las lag u n as co n n in g ú n tip o d e m o m e n to s ideales, del o tro m u n d o ; trab a ja en las in m en sid ad es del espacio y del tiem p o , es cap>az de p ercib ir esas in m en sid ad es y u tilizarlas a m p liam en te. Tal fantasía se b asa en las posibilidades reales del d esarrollo h u m a n o : posibi­ lid ad es n o en el sen tid o de u n p ro g ram a d e acció n p rá ctica in ­ m ed iata, sino e n el se n tid o d e posibilidades-necesidades d el h o m ­ bre, de exigencias etern as, im p o sib les d e se p a ra r d e la natu raleza h u m a n a real. Esas exigencias ex istirán sie m p re m ie n tra s exista el ' C u C hulaínn, héroe mítico, protagonista principal en las sagaS del llamado ci­ clo ulidio (del Ulster). (N. d e los T.) -

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h o m b re , n o p u ed e n ser reprim idas, son ta n reales c o m o ia naturaleza h u m a n a ; p o r eso, an tes o después, h a n dc abrirse ca m in o hacia u n a realización plena. P o r to d o ello, el realism o folclórico es u n a fuente inagotable p a ra to d a la lite ratu ra cu lta, in clu id a la novela. Esa fuente d e rea­ lism o tu v o especial im p o rta n c ia e n la E d ad M edia y, principal­ m en te, e n el R en ac im ien to ; p ero sobre este p ro b lem a volverem os to d av ía, e n el m a rc o d el análisis del libro d e R abelais.

V.

La n o v e l a c a b a l l e r e s c a

V am os a referirnos brev em en te a las particularidades del tiem p o y, p o r lo ta n to del cronotopo, en la novela caballeresca (nos v em o s obligados a re n u n c ia r al análisis p articu larizad o d e las obras). L a n o v ela caballeresca o p era con el tiem p o d e la av e n tu ra — b ásicam en te co n el d el tip o griego— , a u n q u e en algunas nove­ las h ay a u n a m a y o r ap ro x im a ció n al tip o ap u ley an o d e novela d e a v e n tu ras y co stu m b res (especialm ente en Parsifal, d e W olfram Von E schenbach). El tiem p o se re p arte e n u n a serie d e fragm en­ to s-av en tu ras, en cu y o in te rio r está o rganizado técnica y abs­ tra c ta m e n te , sien d o ta m b ié n d e o rd en técn ico su ligazón con el espacio. E n c o n tra m o s a q u í la m ism a sim u ltan eid ad y non sim u h a n e id a d casuales d e los fenóm enos, el m ism o ju eg o co n la lejan ía y la cercan ía, las m ism as dem o ras. T am bién el c ro n o to p o d e esta novela — u n m u n d o ajen o , variado y algo ab stra cto — se p arece al gríego. El m ism o pap el organ izad o r ju eg a a q u í la puesta a p ru e b a d e las id en tid ad es de los héroes (y d e las cosas), básica­ m e n te d e la fid elid ad en el a m o r y de la fid elid ad al deber-código caballeresco. In ev itablem ente, ta m b ié n a (» re c e n los aspectos li­ g ad o s a la idea de la identidad: m u erte s ficticias, re co n o cim ien to n o re co n o cim ien to , ca m b io d e nom bres, etc., (y u n ju eg o m ás co m p licad o c o n la id en tid ad ; p o r ejem plo, las dos Isoldas —la a m a d a y la n o a m a d a — , en T ristán). E n co n tra m o s ig u alm en te m o tiv o s fan tástico-orientales, ligados (en ú ltim a in stan cia) a la id en tid ad : to d o tip o d e en c an tam ien to s, q u e excluyen te m p o ra l­ m e n te al h o m b re de los aco n tecim ien to s, y lo tra n sfie re n a o tro m undo. P ero ju n to a esto, en el tie m p o de la a v e n tu ra d e las novelas caballerescas (y p o r lo tan to , en su cro n o to p o ) existe algo esen ­ -

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c ialm en te n u ev o . E n to d o s los tie m p o s d e la a v e n tu ra tien e lugar la in terv e n ció n d el suceso, del destin o , d e los dioses, etc. P o rq u e e n ese m ism o tie m p o ap arecen los tiem p o s d e ru p tu ra (apareció e n el h iato ) d e las series tem p o ra le s norm ales, reales, necesarias, c u a n d o esa n ecesid ad (sea cual sea) es tran sg red id a d e repente y los aco n tecim ien to s to m a n u n curso inesperado e im previsible. E n las n ovelas caballerescas, este «de repente», co m o si se n o rm a li­ zase, se tra n sfo rm a en algo d e te rm in a n te p o r co m p leto y casi co ­ rrien te. El m u n d o e n te ro se tra n s fo rm a en m ilagroso, y el m ilagro m ism o se tra n s fo rm a e n algo co rrien te (sin d e ja r d e ser m ila ­ groso). L a im p rev isibilidad m ism a c u a n d o es p e rm a n e n te d eja d e ser im previsible. L o im p rev i^ b le es esperado, y se espera sólo lo im previsible. El m u n d o en tero es traslad a d o a la categoría d e l «de rep en te» , a la categoría d e la casu alid ad m ilagrosa e inesperada. El h éro e d e las n ovelas gríegas asp ira b a a restab lecer la legitim i­ d ad , a ju n ta r d e n u ev o los eslabones ro to s del cu rso n o rm a l d e la vida, a salir del ju eg o d e la casualidad y v o lv er a la v id a co rríen te, n o rm a l (es v erd ad q u e fu e ra y a d el m arc o d e la novela); su fría las a v e n tu ra s c o m o desastres q u e le v en ían im p u esto s, p ero él n o era u n av e n tu rero , n o las buscaba (en ese sen tid o , carecía d e inicia­ tiva). El h éroe d e la no v ela caballeresca se lan za a las av en tu ras p o rq u e la a v e n tu ra es su p ro p io elem e n to , el m u n d o para él sólo existe b a jo el signo del «de rep en te» m ilagroso, siendo éste el es­ ta d o n o rm al d e l m u n d o . Es u n av e n tu rero , pero u n a v e n tu rero d esin tere sad o (a v en tu rero , n a tu ra lm e n te , n o e n el sen tid o ta rd ío d e la p alab ra; es decir, n o en el sen tid o d el h o m b re q u e persigue c o n lu cid ez su s o b jetivos p o r c a m in o s n o corríentes). P o r esencia, el h éro e sólo p u ed e vivir en ese m u n d o d e casualidades m ilag ro ­ sas, y co n se rv ar en ellas su id en tid ad . S u «código» m ism o , m e ­ d ia n te el cual se m id e su id en tid ad , está d e stin a d o p recisam en te a ese m u n d o d e casu alidades m ilagrosas. In c lu so el co lorído del suceso — d e to d a s esas sim u ltan eid ad es y n o sim u ltan e id ad es casuales— es en la no v ela caballeresca dis­ tin to al d e la n o v ela gríega. A h í está el m eca n ism o d e sn u d o d e d i­ vergencias y co n vergencias tem p o ra le s en u n espacio ab stracto , llen o d e rarezas y curíosidades. E n este caso, sin em bargo, el su­ ceso tie n e to d o el atractiv o d e lo m ilagroso y d e lo m isteríoso, se p erso n ific a en la im ag en d e las h ad as b u en a s y m alas, d e los h e ­ ch iceros b u en o s y m alos, acecha en boscajes y castillos e n c a n ta ­ do s, etc. E n la m ay o ría d e los casos, el h éro e n o está viviendo «ca­ lam id ad es» , in tere sa n tes sólo p a ra los lectores, sino « av en tu ras —

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m ilagrosas» in teresan tes (y atractivas) ta m b ié n p a ra él m ism o. L a av e n tu ra adquiere u n to n o nuevo en relación con to d o ese m u n d o m ilagroso d o n d e tien e lugar. L uego, e n este m u n d o m ilagroso se llevan a cabo hazañ as co n las q u e lo s héroes m ism o s se glo rifica n , y co n las q u e g lo rifica n a o tro s (a su señor, a su d am a). £1 m o m e n to d e la h a z a ñ a d iferen ­ cia claram en te la a v e n tu ra caballeresca d e la griega, y la acerca a la a ve n tu ra épica. E l m o m e n to d e la gloria, d e la glorificación, e ra ta m b ié n to ta lm e n te ajen o a la no v ela gríega, y acerca, igual­ m en te, la n o v ela caballeresca a la épica. A d iferen cia d e los h éro es d e la no v ela gríega, los héroes d e la n o v ela caballeresca están in dividualizados, y son, a su vez, re­ presentativos. Los héroes d e las diversas n ovelas gríegas se p arecen en tre sí, p ero llevan n o m b re s diferentes; sobre c a d a u n o de ellos so lam en te se pu ed e escribir u n a ú n ica novela; en to m o suyo n o p u e d e n crearse ciclos, v an a n te s, seríes d e novelas perte­ n ecien tes a diversos au to res; cada u n o d e ellos es p ro p ied a d per­ so n al d e su au to r, y le pertenece co m o si fu e ra u n objeto. N in ­ g u n o d e estos, co m o h em o s visto, re p resen ta a n a d a n i a nadie, v a n « a su aire». L os h éroes d e las novelas caballerescas n o se pa­ recen , en ab so lu to , e n tre sí; n i en el físico, n i en el destino. L ancelo t n o se p arece e n n ad a a Parsifal; Parsifal n o se parece a Trís> tá n . E n cam b io , so b re ca d a u n o de ellos se h a n escríto varías novelas. H a b la n d o estríctam en te, n o son héroes d e novelas ais­ lad as (y d e hecho, h a b la n d o c o n rigor, n o existen e n general las n ovelas caballerescas individuales, aisladas, cerrad as en sí m is­ m as); so n h éro es de ciclos. C o m o es n atu ra l, ta m p o c o estos héroes p erten ecen a d ete rm in a d o s novelistas e n ta n to q u e p ro ­ pied ad p artic u la r (n o se trata , c o m o es lógico, d e q u e n o exis­ ta n d erech o s de autor, n i to d o lo q u e tien e relació n co n esto); al igual q u e los héroes épicos, p erten ecen al teso ro c o m ú n d e las im ágenes (si bien es v e rd ad q u e al tesoro in tern a cio n al, y no, co m o la épica, al nacional). F in a lm e n te , el héroe y ese m u n d o m ilagroso en el q u e actú a están elab o rad o s d e u n a sola pieza, n o existen divergencias en tre ellos. Es v erd ad q u e ese m u n d o n o es u n a p a tría n ac io n a l; es siem p re igual d e a jen o (sin q u e esa ajen id a d esté acen tu ad a); el h éro e p asa d e u n p aís a o tro , e n tra e n co n tac to co n diversos se­ ñ o re s feudales, atrav iesa m ares; pero el m u n d o es siem pre el m ism o , lo llen a la m ism a gloria, la m ism a co n cep ció n d el he­ ro ísm o y la d esh o n ra; e n ese m u n d o , el h éro e pu ed e cubrirse él —

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m ism o d e gloria y a los dem ás; e n todas partes se glorifican los m ism os no m b res célebres. E n ese m u n d o , el héroe «está en casa» (pero n o e n su patria); es ta n m ilagroso com o ese m undo: m ilagroso es su origen, m ila­ grosas son las circunstancias d e su nacim iento, d e su niñez y de su ju v e n tu d , m ilagrosa es su naturaleza física« etc. Es parte co n ­ sustancial de ese m u n d o m ilagroso, y su m ejor representante. T odos estos rasgos diferencian claram ente la novela caballe­ resca de aven tu ras d e la novela griega, y la acercan a la épica. En sus inicios, la novela caballeresca en verso se sitúa, d e hecho, en la fro n tera en tre la épica y la novela. C on esto se d efin e tam b ién el e ^ e c ia l lugar q u e tien e en la historia d e la novela, l ^ s rasgos señalados d eterm in an igualm ente el cro n o to p o específico de este tipo d e novela: un m u n d o m ilagroso en e l tiem p o d e la aventura. E n cierto m o d o este cronotopo está delim itado de m anera m uy consecuente. Les son propias n o ya las rarezas y las curíosidades, sino lo m ilagroso; cada objeto —arm a, vestim enta, fuente, puente, etc.— tien e en él ciertos poderes m ágicos o, sim plem ente, está en* can tado. E n ese m u n d o existe tam b ién m u ch a sim bología; pero ésta no constituye u n sim ple jeroglífico, sino q u e se a p ro x im a a la sim bología fan tástica oriental. D e acu erd o con esto se com pone el tiem po m ism o d e la aven­ tu ra en la novela caballeresca. E n la novela griega, d en tro d e los lím ites de las aven turas aisladas, el tiem p o era verosím il desde el p u n to de vista técnico: el d ía era igual al día, la h o ra a la hora. En la novela caballeresca, el tiem p o m ism o se convierte, en' cierta m edida, en m ilagroso, aparece el hiperbolism o fantástico del tiem p o , las h o ras se alargan, los días se co m p rim en hasta las di­ m ensiones de u n instante, y el tiem po m ism o puede estar en c an ­ tado; aparece tam b ién a q u í la in flu en c ia d e los sueños e n el tiem po, es decir, la desnaturalización específica, característica de los sueños, de las perspectivas tem porales; los sueños y a n o son sólo u n elem en to del contenido, sino q u e em p iezan a desem peñar tam b ién u n a fu n ción form ativa, igual a la de las «visiones» (una fo rm a con fu n ció n organizativa, m uy im p o rta n te en la literatura m edieval), analogas a los su eñ o s’^. E n general, aparece en la noLa modalidad externa de construcción en forma de sueño y de visión noc­ turna, era también conocida, com o es natural, en la antigüedad. Basta con mencio­ nar a Luciano y su Sueño (autobiograíTa en forma de sueño de un acontecimiento crucial de la vida). Ptro está ausente, en tásticas y a las del sueño, señaladas m ás arriba), la desaparición de acontecim ientos en tero s com o si no hubieran existido (así, en « d ^ i f a l » desaparece, y se convierte en inexistente, el acontecí* m iento de M ont Salvat, cuando el héroe no reconoce al rey), etc. l a l ju ego subjetivo es to talm e n te ^ e n o a la antigüedad. En la novela griega« d en tro del lim ite de las aventuras aisladas, el tiem po se dis­ tinguía m ed ian te u n a precisión rigurosa y lúcida. L a antigüedad ten ía u n p ro fu n d o respeto p o r el tiem po (se santificaba el tiem po m ed ian te m itos), y n o se p erm itía el juego subjetivo con éste. A ese ju ego subjetivo con el tiem po, a esa transgresión de las correlaciones y perspectivas tem porales elem entales, le corres< p en d e , en el cro n o topo del m u n d o m ilagroso, u n juego análogo co n el espacio, u n a transgresión análoga de las relaciones y pers­ pectivas espaciales elem entales. Adem ás, en la m ayoría de los ca­ sos, n o se m anifiesta, en absoluto, la libertad positiva fantásticofolclòrica del h o m bre en el espacio, sino la desnaturalización em otivo-subjetiva, y en parte sim bólica, del espacio. Así es la novela caballeresca. Posteriorm ente, la integridad casi épica y la un id ad del cronotopo del m u n d o m ilagroso se desagre­ gan (ya en el p eriodo tardío dc la novela caballeresca en prosa, cu ando se h a n fortalecido los elem entos de la novela griega), y n u n ca m ás volverán a recom ponerse p o r entero. Pero los elem en­ tos aislados de este cronotopo específico, en particular el juego subjetivo co n las perspectivas espacio-tem porales, resucitarán con b astan te frecuencia (com o es n atu ral, con algunos cam bios e n sus funciones) en la historia posterior d e la novela: en los rom ánticos (p o r ejem plo, en E n riq u e d e O fterdingen, de Novalis), en los sim ­ bolistas, en los expresionistas (por ejem plo, el juego con el tiem po, co n ducido m u y fin am e n te desde el p u n to 'd e vista psicológico, en E l G olem , de M eyrink), y, parcialm ente, en los surrealistas. Al fin al d e la E dad M edia aparecen obras pertenecientes a un género especial; enciclopédicas (y sintetizadoras) p o r su conte­ n ido, y construidas en form a dc «visiones». Pensam os en L a n o ­ vela d e la rosa (G uillaum e de Lorris) y su co ntinuación (Jean de M eung), Pedro el labrador (Langland) y, finalm ente, la D ivina C om edia. E n lo q u e respecta al problem a del tiem po, estas obras tienen un gran interés; pero nosotros nos referirem os únicam ente a lo que es m ás general y esencial en ellas. ^ —

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La in flu e n c ia d e la v erticalidad m edieval d e l o tro m u n d o es a q u í ex tre m ad am en te fuerte. E l m u n d o en tero esp acio-tem poral es so m etid o a u n a in te rp re ta c ió n sim bólica. P u ed e decirse q u e el tie m p o es e lim in a d o casi p o r c o m p leto d e ia acción de la obra. P ues se tra ta d e u n a «visión» que, en tie m p o real, d u ra m u y poco, m ie n tra s q u e el sen tid o d e lo q u e aparece e n esa «visión» es ex­ tra te m p o ra l (a u n q u e h ay a u n a referencia al tiem po). E n D a n te , el tie m p o real d e la visión y su co in cid e n cia co n u n d e te rm in a d o m o m e n to del tie m p o b io g ráfic o (el tiem p o d e la v id a h u m a n a ) e histó ríco , tien e u n ca rá c te r m e ra m e n te sim bólico. Todo lo q u e es esp acio -tem p o ral (ta n to las im ágenes d e las personas y d e las co­ sas, co m o las acciones), tien e, o b ie n u n carác te r alegórico (bási­ c a m e n te , en L a novela d e la rosa)y o b ien sim bólico (parcial­ m en te, en L an g lan d , y, en m a y o r m ed id a, e n D ante). L o q u e d estaca m á s en estas o bras es el h echo d e q u e en su base (especialm ente en las d o s últim as) exista u n sentim iento m uy ag u d o d e las co n trad iccio n es d e la época, q u e h a b ía n llegado a m a d u ra r p len am e n te , y, en el fondo, el se n tim ie n to del fin a l d e la época. D e a q u í p ro v ien e ta m b ié n la te n d e n c ia a ofrecer u n a sín­ tesis critica d e la época. Tal síntesis exige la presentación e n la o b ra d e to d a la d iv ersid ad c o n tra d ic to ria d e la época. Y esa diversidad c o n tra d ic to ria h a de ser co n fro n ta d a y m o strad a en el c o n te x to d e u n solo asp ecto . L an g lan d j u n ta e n u n p ra d o (d u m n te la peste), y luego e n to rn o a la fig u ra d e P edro L abrador, a re p resen ta n te s de todos los estam en to s y estratos sociales d e la sociedad feudal, desde el rey h asta el m en d igo; a rep resen tan tes d e to d as las profesiones, d e to d as las co rrien tes ideológicas; y to d o s ellos p artic ip a n en la rep resen ta ció n sim b ó lica (el peregrinaje d e Pedro L ab rad o r e n b u sca d e la verd ad , la ay u d a q u e le p ro p o rc io n a n en el trab a jo ag n co la, etc.). Esa d iv ersid ad c o n tra d ic to ria es en esencia p ro fu n ­ d a m e n te h istórica, ta n to en L an g lan d c o m o e n D a n te . P ero L an ­ g lan d y, especialm ente, D a n te , la elevan y la hacen descender, la alarg an p or la vertical. D a n te realiza al pie d e la letra, y c o n co n ­ secu en cia y fuerza geniales, ese alarg am ien to d el m u n d o (h istó ­ rico , e n esencia) p o r la vertical. C o n stru y e u n c u a d ro plástico im ­ p re sio n a n te d e u n m u n d o q u e vive in te n sa m e n te y se m u ev e p o r la vertical, h ac ia a rrib a y h acia abajo: los n u ev e círcu lo s del in ­ fie rn o , bajo tierra; sobre ellos, los siete círculos d el purgatorio; e n ­ c im a d e estos, lo s d iez cielos. A bajo está la m ateria lid a d o rd in a ria d e las p erso n as y las cosas; arriba, ta n sólo la lu z y la voz. L a ló ­ gica te m p o ra l d e este m u n d o vertical es la sim u ltan e id ad p u ra de -

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to d as las cosas (o la «coexistencia d e to d as las cosas en la etern i­ dad»). Todo lo q u e está separado en la tierra por el tiem po, se reú n e e n la etern id ad e n la sim u ltan e id ad p u ra de la coexistencia. Esas divisiones, esos « antes» y «después» in tro d u cid o s p o r el tiem po, n o tie n e n im p o rtan cia; p a ra e n te n d e r el m u n d o , h a n d e ser deshechados; to d o d eb e ser co m p arad o al m is m o liem po, es decir, en la p o rc ió n d e u n solo m o m e n to ; el m u n d o en tero debe ser visto c o m o s im u ltá n e o . Sólo e n )a sim u ltan e id ad p u ra o, lo q u e es lo m ism o , en la atem p o ralid a d , p u ed e revelarse el sentido a u tén tico d c lo q u e h a sido, lo q u e es y lo q u e será; p o rq u e lo q u e los separa b a — el tiem p o — carece d e a u té n tic a realidad y d e fuerza inter» pretativ a. H a c e r sim u ltán e o lo n o sim u ltán eo , y su stitu ir todas las d iv isio n es y relaciones tem p o rales-h istó ricas p o r divisiones y re­ laciones p u ra m e n te sem ánticas, atem porales>jerárquicas, fue la asp ira ció n co n stru ctiv a-fo rm al d e D a n te , q u e d e te rm in ó u n a c o n stru c ció n d e la im ag en del m u n d o e n la vertical pura. I ^ r o al m ism o tiem p o , las im ágenes d e la gen te q u e llena (puebla) ese m u n d o vertical son p ro fu n d a m e n te históricas, los signos dcl tiem p o , las huellas d e la época, están im p rim id o s en c a d a p ersona. Es m ás: e n esta je ra rq u ía vertical está tam b ién im ­ plícita la co n cep ció n h istó rica y política d e D a n te , su c o m p re n ­ sión d e las fuerzas progresistas y reaccionarias en la evolución his> tó ric a (u n a c o m p re n sió n m u y p ro fu n d a). P o r eso, las im ágenes y las id eas q u e llen an ese m u n d o vertical, están an im ad a s de u n a fu erte te n d e n c ia a salirse d e él y llegar a la h o rizo n ta lid ad histó­ rica p ro d u ctiv a; a situarse n o e n dirección a arriba, a n o h acia ad elan te. Todas las im ágenes están d o m in a d a s p o r las potencias h istó ricas y, p o r eso, se in clin an d ec id id a m e n te a p artic ip a r en el aco n tecim ien to histórico, e n el cro n o to p o históríco-tem poral. Pero la fuerte v o lu n ta d del a rtista las obliga a o c u p a r u n lugar e te rn o y estático en la v eru cal atem p o ral. I^ rc ia lm e n te , esas potencias tem p o rales se realizan e n algunos relatos acabados» d e tip o nove­ lístico. T^les relatos, co m o la h isto ria d e F rancesca y P aolo, la del c o n d e UgoUno y ia del arzobispo R uggierí, son c o m o ra m ific acio ­ n es h o rizo n tales, cargadas dc tiem p o , de la vertical a te m p o ra l del univ erso d an tesco . Í D e a h í la ten sió n excepcional de to d o el universo dantesco. Esa te n sió n v ien e d a d a p o r la lu ch a en tre el tie m p o histórico vivo y : lo ideal atem p o ral, perten ecien te al m u n d o del m ás allá. Es co m o si la vertical c o m p rim ie ra e n sí m ism a a la h o rizo n tal, q u e tie n ­ de fu ertem en te h acia adelante. E n tre el p rin cip io formal>cons-

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tn ictiv o del to d o y la fo rm a h istórico-tem poral d e las im ágenes aisladas, existe u n a c o n tra d icció n y u n a oposición. P ero esa m ism a lu ch a y la te n sió n p ro fu n d a en su resolución artística, hace q u e sea excepcional la o b ra d e D a n te p o r la fuerza con q u e ex presa la época, o, m ás ex actam en te, la fro n te ra entre las do s épocas. E n la histo ria p o sterio r d e la literatu ra, el c ro n o to p o vertical d e D a n te ya n o h a ren acid o n u n c a co n ei m ism o rigor y la m ism a consecuencia. Pero se h a in ten tad o , en in n u m era b le s casos, lesoU ver las co n trad iccio n es históricas, p o r la vertical, p o r decirio así, del sentido atem p o ral; se h a in te n ta d o negar la fuerza in te rp re ta ­ tiv a esencial del « an tes» y dcl «después», es decir, d e las divisiones y relaciones tem p o rales (desde ese p u n to de vista to d o lo q u e es esencial p u ed e ser sim u ltán eo ); d escu b rir el m u n d o en la sección de la sim u ltan e id ad p u ra y d e la coexistencia (rechazar la « in absencia» histórica d e la in terp retació n ). D espués d e D a n te , el in ­ ten to m ás p ro fu n d o y sistem ático en esa dirección lo h a realizado D ostoievski.

V I.

Las

f u n c io n e s d é l p ic a r o

,

el bu fó n y el tonto

EN LA NOVELA

A la vez q u e las fo rm as d e la gran literatu ra, se d esarro llan en la E dad M ed ia las fo rm as folclóricas y sem ifolclóricas d e carác te r satírico y p aródico. En parte, tales form as tie n d e n a la ciclicidad; ap arecen las epopeyas satírico paródicas. E n esa lite ra tu ra d e los bajos estratos sociales de la E dad M ed ia o c u p a n el p rim e r plano tres fig u ras ,que h a n te n id o u n a gran significación en la evolu­ ció n p o sterio r de la novela eu ro p ea. E stas figuras son: e l picaro, el bu fó n y el tonto. C o m o es n atu ral, dichas figuras n o son, en ab so lu to , nuevas, y a q u e eran conocidas e n la a n tig ü ed a d y en el O rie n te an tig u o . Si la n z á ra m o s la so n d a en la h isto ria d e estas im ágenes, en n in g ú n caso aicanzari^a el fo n d o del origen d e las m ism as, d e ta n p ro fu n d o q u e es. El significado c u h u ral d e las co ­ rresp o n d ien tes m áscaras an tig u as se h alla rela tiv a m e n te cercano, b ajo la fuerte lu z del d ía histórico; éstas se sum ergen, m ás ade* lan te, en las p ro fu n d id a d es del folclore de an tes de la a p a ric ió n d e las clases. Pero aq u í, al igual q u e en el c o n ju n to del presente tra ­ bajo, n o n o s in tere sa el p ro b lem a d e la génesis, sino ú n icam e n te las fu n cio n es especiales q u e d ese m p e ñ an dichas fig u ras en la li­ —

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te ra tu ra d e la E d ad M edia tardía» q u e ejercerán luego u n a influ e n c ia esencial en la evolución d e la novela europea. El picaro, el b u fó n y el to n to crean en to rn o suyo m icrouniversos especiales, cronotopos especiales. Todas estas figuras no han o cu p a d o n in g ü n lugar de cierta im p o rtan cia en los cro n o to p o s y épocas an alizad o s p o r no so tro s (parcialm ente, sólo en el crono< to p o d e av en tu ras y costum bres). Esas figuras, en p rím e r lugar, llevan con ellas a la lite ra tu ra u n a relación m u y estrecha co n los tab lad o s teatrales de las plazas públicas, co n las m áscaras d e los esp ectáculos d e esas plazas; están ligadas a u n a fu n c ió n especial« m u y im p o rtan te, de la plaza pública. En segundo lugar —cosa que tien e, sin d u d a, relación co n lo an terio r— la existencia m ism a de tales figuras n o tiene sen tid o propio, sino fig u r a d o : su m ism o as> p ecio exterior, to d o lo q u e h acen y dicen n o tiene sentido directo, sino fig u rad o , a veces co n trario ; no p u ed e n ser en ten d id as literal­ m en te, n o son lo que parecen. F inalm ente, e n tercer lugar —y esto d eriv a de los d o s aspectos anteriores— , su existencia es reflejo de a lg u n a o tra existencia; es, adem ás, u n reflejo indirecto. S on los co m ed ia n te s d e la vida, su existencia coincide co n su papel, y n o existen fu era de ese papel. T ien e n la pecu liar particu larid ad , y el derecho, d e ser ajen o s a ese m u n d o ; n o se solidarizan co n n in g u n a d e las situaciones d e la vida d e este m u n d o , n o les con v ien e n in g u n a, p o rq u e v en el re­ verso de cad a situ ació n y su falsedad. T an sólo pueden, p o r ello, u tilizar to d a situ ación en la vida co m o u n a m áscara. El picaro a ú n co n serv a lazos q u e le u n e n a la realidad; el b u fó n y el to n to « n o so n d e este m u n d o » , y tien en , p o r ello, derechos y privilegios es­ peciales. Esas figurad se ríen de los d e m á s y tam b ién los d em ás se ríen d e ellas. Su risa tie n e el carácter d e risa popular, d e p laza p ú ­ blica. R establecen el ca rác te r público de la fig u ra h u m a n a , ya q u e la existencia de d ichas fig u ras co m o tales, se m an ifiesta, p o r e n ­ tero y hasta el fin al, hacia ei exterior: lo exponen to d o , p o r decirlo' así, en la plaza; to d a su fu nción se reduce a esa exteriorización (a u n q u e n o de su p ro p ia existencia, sino d e u n a existencia ajena, reflejad a; p ero tam p o co tien en otra). C on esto se crea u n a m o ­ dalid ad especial de exteriorización d d h o m b re por m edio de la risa paró d ica. C u an d o esas fig u ras p erm an ecen en los escenarios reales son to ta lm e n te co m prehensibles; y ta n habituales, q u e n o parecen p ro v o c ar n in g ú n tip o de problem a. P ero de los escenarios públi­ cos h a n pasado a la literatu ra, llevando consigo todos los rasgos —

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propios q u e hem os señalado. A quí ’—en la lite ratu ra novelesca— sufren tam b ién u n a serie de transform aciones, transform ando a su vez algunos elem en tos im p o rtan tes d e la novela. N o so tro s a q u í ta n sólo po d em o s referirnos p arcialm ene a este p ro b lem a tan com plejo, en la m edida en que es indispensable para el análisis p o sterio r d e algunas form as d e la novela (especialm ente en R abelais, y, p arcialm ente, en G oethe). L a in flu e n c ia tran sfo rm ad o ra de las figuras analizadas se ejer­ ció en dos direcciones. En p rim er lugar, in flu en c ia ro n la posición del a u to r m ism o e n la novela (y tam b ién su im agen, si ésta se revelaba de alg u n a m an era en la novela), así com o su p u n to de vista. P ues la posición del au to r d e la novela a n te la vida represen­ tad a es, g en eralm ente, m uy com pleja y p ro b lem ática e n co m p a ­ ració n con la épica, el d ra m a y la lírica. El p roblem a general d e la p atern id ad personal del a u to r (problem a nuevo y específico, en lo esencial, p o rq u e la literatu ra «personal», « d e autor», sólo era por el m o m en to u n a gota en el m a r d e la lite ratu ra p o p u lar im perso­ nal), se com plica a q u í c o n la necesidad d e poseer alguna m áscara im p o rtan te, n o inventada, q u e d e fin a ta n to la posición del a u to r an te la vida rep resen tad a (có m o y desde dónde él —u n a persona p articu lar— ve y desvela to d a esa vida privada), co m o fian te ai lector, al pú b lico (en calidad d e q u é viene a «desenm ascarar» la vida: en calidad de ju ez, «secretario de actas, político, predicador, b u fó n , etc.)». N a tu ra lm e n te q u e tales pro b lem as se p lan tea n para to d o tip o d e p atern id ad personal del autor, y n u n c a p o d rán ser re­ sueltos m ed ian te el té rm in o «literato profesional»; pero en otros géneros literarios (épica, lírica, dram a), tales problem as se p la n ­ tean en el p lan o filosófico, cultural o socio político; la posición in m ed iata del auto r, el necesario p u n to de vista para la elabora­ ción del m aterial, vienen dados p o r el género m ism o: por el dram a, la lírica y sus variantes; en ese caso, tai posición creadora in m e ­ d iata es in m a n e n te a los géneros m ism os. El género novelesco no se b en eficia de d icha posición in m an en te. Se puede publicar u n au tén tico diario personal, y llam arlo novela; b ajo la m ism a d e­ n o m in a c ió n se p uede p ublicar u n fi^o d e docum entos, cartas p ar­ ticulares (novela epistolar), u n m an u scrito «escrito p o r no se sabe q u ién , ni p a ra q u é, y en c o n trad o no se sabe dónde». P o r eso, para ]a novela, el p ro b lem a d e la p atern id ad n o sólo se p lan tea en el p lano general, igual q u e para o tro s géneros, sino tam b ién en el p lan o de la form a del género. H em o s ab o rd ad o p arcialm ente este —

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p ro b lem a al h ab lar d e las form as de observación y d e escucha en secreto d e la vida particular. El novelista tiene necesidad d e alguna m áscara esencial for­ m al, de género, q u e d efin a tan to su posición para observar la vida, co m o su posición p a ra hacer pública esa vida. A quí, precisam ente, las m áscaras de b ufón y d e tonto, tran s­ form adas -- c o m o es n atu ral— de diversas m aneras, vienen a ayu* d a r al novelista. Esas m áscaras n o son inventadas, tienen raíces populares m u y profundas, están vinculadas al pueblo p o r m edio d e los privilegios san tificad o s de no participación del bufón en la vida y la in ta n g ib ilid a d de su discurso; están vinculadas al cro­ n o to p o de 1a plaza pública y a los tablados teatrales. Todo esto es m u y im p o rtan te p ara el género novelesco. H a sido en c o n trad a la form a de existencia del hombre>particip>ante, indiferente a la vida« etern o espía y reflejo de esa vida; y h a n sido encontradas form as específicas d e reflejo de la vida: la publicación. (A dem ás, tam b ién la publicación de las esferas específicam ente privadas de la vida — p o r ejem plo d e la sexual—, es u n a de las funciones m ás an ti­ guas del bufón. Cfr. la descrípción del carnaval en G oethe.) E n relación co n esto, u n elem ento im p o rtan te es el sentido in ­ directo, fig urativo, de la im agen com pleta del h om bre, su carácter to talm e n te alegórico. E ste elem ento está, sin d u d a alguna, relacio­ nad o con la m etam orfosis. El b ufón y el to n to constituyen la m e­ tam orfosis del rey y del dios, q u e se en c u en tran en el in fiern o , en la m u erte (Cfr. ei elem ento análogo d e la m etam orfosis del dios y del rey en esclavo, crim in al y b ufón en las satu m alias ro m an as y en las pasiones dei S eñor cristianas). El hom bre es presentado aquí alegóricam ente. Tal estado alegórico tiene u n a im p o rtan cia colo­ sal p ara la co n stru cció n de la novela. Todo esto adquiere u n relieve e s p e d í porque se convierte en u n o de los objetivos m ás im p o rtan tes de la novela: el desenm as­ caram ien to de to d a convencionalidad, d e la convencionalidad vi> ciad a y falsa existente en el m arco de todas las relaciones hum a« ñas. Esa co n v en cio n alidad viciada, q u e h a im pregnado la v id a h u ­ m an a, es a n te to d o u n sistem a feudal y u n a ideología feudal, con su desprecio hacia todo Ío q u e es espacio-tem poral. L a hipocresía y la m en tira h an p enetrado todas las relaciones h u m an as. Las funciones sanas, «naturales», de la naturaleza h u m an a, se reali­ zaban, p o r decirio así, de co n tra b an d o y a lo salv ^ e , p o rq u e n o estab an san tificad as p o r la ideología. Eso in tro d u cía en la vida -

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Á

h u m a n a falsedad y duplicidad. Todas las form as ideológico-institucionales se h acían hipócritas y m entirosas en c u a n to la vida real, sin in terp re tació n ideológica, se co n v ertía en ru d im en taria , ^ i m al. E n los fa b lia u y en los sh va n k a , en ias farsas y en los ciclos satírico-paródicos, tien e lugar u n a lu ch a c o n tra el am b ien te feu­ d al y c o n tra la co n v en cio n aiid ad viciada, c o n tra la m e n tira que h a invadido las relaciones hum anas. A estos les son opuestas, com o fuerza d esen m ascaradora, la inteligencia lúcida, alegre e ingeniosa del p icaro (en la fig u ra d e villano, de p e q u e ñ o arte san o d e la ciu­ d ad , d e jo v e n clérigo erran te, y, en general, en la fig u ra del vaga­ b u n d o desclasado), las b u rlas p aró d icas del b u fó n y la in co m p re n ­ sió n ingeniosa del to n to . A la m e n tira grave y so m b ría se le o p o n e el en gaño alegre d el picaro; a la falsedad e hipocresía interesada, la sim p leza desin teresada y la san a in co m p re n sió n del to n to ; y al co n v en cio n alism o y la falsedad, en general, la fo rm a desenm as­ ca rad o ra sin tética (paródica) p o r m edio de la cual se expresa el b u fó n . E sa lu ch a c o n tra el con v en cio n alism o es c o n tin u a d a p o r la n o v ela sobre u n a base m ás p ro fu n d a y m ás d e p rincipio. E n ese sen tido, la p rim e ra lín ea, la lín ea d e la tran sfo rm ació n p o r el a u ­ tor, utiliza ¡as fig u ras del b u fó n y del to n to (q u e n o co m p re n d en el feo co n v en cio n alism o d e la ingenuidad). Esas m áscaras a d q u ie­ ren u n a im p o rta n c ia excepcional en la lu ch a c o n tra el co n v en cio ­ n alism o y la in ad ecu ació n (p a ra el h o m b re a u té n tic o ) d e to d as las fo rm as d c vida existentes. O frecen u n a gran libertad: libertad de n o enten d er, de equivocarse, d e im itar, d e h ip erb o lizar la vida; li< b e rta d d e h ab lar p aro d ia n d o , d e n o ser exacto, de n o ser u n o m ism o; libertad p a ra pasar la vida a través del c ro n o to p o in te r­ m ed iario d e los escenarios teatrales, d e re p resen ta r la vida co m o u n a com edia, y a los h o m b res co m o actores; lib ertad para a rra n ­ c a r las m áscaras de otros; libertad p a ra in su lta r co n in ju rias d e fo n d o (casi rituales); fin a lm e n te , libertad p a ra hacer de d o m in io p ú b lico la vida p riv ad a y sus aspectos m ás recónditos. L a segunda dirección en la tran sfo rm ació n de las figuras del p icaro , del b u fó n y del to n to , es su in tro d u cc ió n en el co n ten id o d e la n o v ela co m o personajes esenciales (tal y com o son o tran s­ form ados). C o n m u ch a frecuencia, las dos o rien tacio n es d e utilización dc esas fig u ras van u n idas; tan to m ás, cu a n to q u e el héroe principal es casi siem p re p o rta d o r del p u n to d e vista del autor. —

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£ n u n a fo rm a u otra, e n u n a u o tra m edida, to d o s los aspectos an alizados p o r n o so tro s se m a n ifie sta n en la «novela picaresca», en D o n Quijote^ en Q uevedo, en R abelais, en la sátira h u m an ís­ tica a lem a n a (E rasm o, Brandt^ M urner, M oscherosch, W ickram ), e n G rim m elsh au sen , en C harles Sorel ( £ / p a sto r extra va g a n te y, p arcialm en te, F rancion), en S carron, en Lessage y en M arívaux; luego, e n la ép o c a d e los ilum inistas; e n V oltaire (con especial cla­ ridad, en C á n dido), en F ielding {Joseph A ndrew s, L a historia d e J o n a th a n W ild e l G rande y, en parte, L a historia d e Tom Jones, expósito), p arcialm en te en S m ollett y, especialm ente, en Swifl. E s característico el h echo d e q u e el h o m b re interior —la sub­ jetiv id a d « n atu ral» p u ra — sólo pudiese ser revelado con la ay u d a d e las figuras del b u fó n y del to n to , p o rq u e n o era posible en co n ­ tra r p a ra él u n a fo rm a ad ecu ad a d e vida, d irecta (non alegórica, desde el p u n to de vista d e la v id a práctica). A parece la fig u ra del excéntrico, q u e h a desem p eñ ad o u n papel m u y im p o rta n te en la h isto ria de la novela: en S terne, G oldsm ith, H ippel, Jean I^ u l, D ickens, etc. L a extravagancia específica, el «shandyism o» (el térm in o es del m ism o Sterne) se convierte en u n a fo rm a im p o r­ ta n te p a ra revelar al « h o m b re in te n o i» , la «subjetividad libre y au to su ficien te» , fo rm a análoga al «pantagruelism o», q u e sirvió p a ra revelar al h o m b re exterior u n ita ñ o en la época del R enaci­ m ien to . L a fo rm a de la « in co m p ren sió n » ^ in te n c io n a l en el a u to r y sincera e in g en u a en los person^'es— constituye casi siem pre u n elem e n to o rg an izad o r cu a n d o se tra ta de d esenm ascarar el co n ­ ven cio n alism o viciado. Ese convencionalism o desenm ascarado—en la vida cotidiana, en la m oral, en la política, en el arte, etc.— es rep resentado generalm ente desde el p u n to d e vista del h o m ­ b re n o im p licad o en él, y q u e n o lo en tie n d e . L a fo rm a d e la «in­ co m p ren sió n » h a sido am pliam erite utilizada en el siglo x v m p a ra d esenm ascarar la «irracionalidad feudal» (es arch ico n o cid a su utilización p o r V oltaire; citaré ta m b ié n las C artas persas, de M o n tesq u ieu , q u e h a n h echo p roliferar to d o u n género de cartas exóticas análogas, rep resen tan d o el sistem a social francés desde el p u n to d e vista del ex tran jero q u e n o lo entiende; esta fo rm a es am p liam en te utilizada p o r Sw ií^ en su Gulliver). D ich a fo rm a h a sido ta m b ié n m u y utilizada p o r Tolstói, p o r ejem plo, en la des­ crip ció n d e la b atalla d e B orodino desde el p u n to d e vista d e P ie­ rre, q u e n o e n ten d ía n a d a (bajo la in flu en c ia d e S tendhal); en la p resen tació n d e las elecciones en tre los nobles, o d e la reunión d e — 315 —

la D u m a m oscovita, desde el p u n to d e vista d e L evin q u e ta m ­ p oco e n te n d ía n ad a; en la descrípción d e u n a re p resen tació n te a ­ tral, de u n tríb u n a l y en la co n o c id a descrípción d e las m isa {R e­ surrección), etc. L a n o v ela p icaresca o p era b ásica m en te co n el c ro n o to p o de la n o v ela d e a v e n tu ra s y de costum bres; la pereg rín ació n p o r los ca­ m in o s d e u n m u n d o fam iliar. L a posición del picaro, co m o y a h e­ m o s d icho, es an á lo g a a la d e L ucio-asno^'. L a n o v ed a d estríba en este caso en la clara in te n sific a c ió n del m o m e n to del d esen m as­ c a ram ien to del co n v e n cio n alism o viciado y d e to d o el sistem a so­ cial ex istente (esp ecialm en te en G u z m á n d e A lfa ra ch e y en G il B las). Es característico en D o n Q u ijo te el cruce del c ro n o to p o del « m u n d o ajeno m ilagroso» de las novelas caballerescas co n el «gran ca m in o del m u n d o fam iliar» d e la novela picaresca. E n la h isto ría d e la asim ilació n del tie m p o históríco, la novela d e C erv an tes tien e u n a gran im p o rta n c ia , q u e, lógicam ente, n o viene d e te rm in a d a sólo p o r ese cru ce de cro n o to p o s conocidos; cru ce que, ad em ás, c a m b ia ra d ic alm en te el carác te r d e am bos: los d o s ad q u ieren u n sen tid o in d irecto y establecen relaciones c o m ­ p le ta m e n te n u ev as c o n el m u n d o real. P ero n o p o d em o s d eten e r­ n o s a q u í en el análisis d e la novela d e C ervantes. E n la h isto ría del realism o, to d a s las fo rm as d e la novela liga­ d as a la tra n sfo rm a c ió n d e las figuras del p icaro , el b u fó n y el to n to , tie n e n u n a e n o rm e relevancia, que, a u n hoy día, sigue, en lo esencial, sin en ten d e rse en absoluto. P ^ra u n estu d io p ro fu n d o d e esas fo rm as es n ecesarío, an tes q u e n ada, u n análisis de la gé­ nesis del sen tid o y las fu n c io n e s d e esas fig u ras universales (el p i­ caro, el b u fó n y el to n to ), p a rtie n d o d e las p ro fu n d id a d es del fol­ clo re p rím itiv o y llegando h asta el R en ac im ien to . Es necesario te n e r en c u e n ta el e n o rm e pap el d e esas fig u ras (en lo esencial, in co m p arab le) e n la co n c ie n cia p o p u lar; es necesarío, tam b ién , estu d iar su d iferen ciac ió n nacio n al y local (p ro b ab lem en te exis­ tían , al m enos, ta n to s b u fo n e s locales co m o san to s locales), y su especial papel e n la co n c ie n cia n ac io n a l y local del pueblo. Luego, p re sen ta especial d ific u lta d el p ro b le m a d e la tra n sfo rm a c ió n de esas fig u ra s c u a n d o p asa n a ser lite ratu ra en general (excluyendo la lite ra tu ra d ra m á tic a), y, p artic u la rm en te, novela. Se subestim a, g en eralm en te, el h echo d e q u e se restableciese entonces, p o r vías '' También existe ahí, com o es natural, u n a gran similitud de molivos.

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específicas, la in te rru m p id a relación e n tre la lite ratu ra y la plaza pública. Se e n c o n tra ro n , adem ás, las fo rm a s p a ra h acer públicas to d as las esferas n o oficiales y p ro h ib id as d e la vida h u m an a, en especial, de la esfera sexual y vital (coito, com ida, vino), p ro d u ­ ciéndose ta m b ié n el descifram iento d e los correspondientes sím ­ bolos en q u e se o cu ltab a n aquellas (corrientes, rituales y oficialreligiosos). F in a lm e n te , ofrece u n a d ific u lta d especial el p ro b lem a d e la alegoría en prosa, si se quiere, de la m etáfo ra en p ro sa (a u n ­ q u e ésta n o se p arece en n a d a a la poética), a p o rta d a p o r ellas a la literatu ra, y p a ra la q u e n i siquiera existe u n té rm in o adecuado (las d en o m in ac io n e s « parodia», « b ro m a» , « h u m o r» , «ironía», «grotesco», « caricatu ra» , etc., n o son m ás que variantes y m atices lim itados, incom pletos). Pues se trata de la existencia alegórica del h o m b re to m a d o en su co n ju n to , in clu y en d o su concepción del m u n d o y de la vida, q u e, en n in g ü n caso, coin cidía con la in te r­ p re ta c ió n de u n papel p o r u n a c to r (a u n q u e exista ta m b ié n u n p u n to d e co ntacto). T é rm in o s co m o « b u fo n ad a» , «m ueca», «yuro d stv o », «extravagancia», h a n a d q u irid o sentidos específicos, m u y corrientes. P o r eso, las grandes representaciones de esa ale­ go ría en p ro sa crearo n sus propios té rm in o s (de los n o m b res de sus héroes): «pan tagruelism o», «shandyism o». J u n to co n esa ale­ goría se in tro d u c e en la novela u n a co m p lejid ad especial y u n a m u ltip licid ad de planos; aparecen cro n o to p o s in term ed io s —p o r ejem plo, el c ro n o to p o teatral— . El ejem p lo m ás brillan te (u n o e n ­ tre m u ch o s) de in tro d u c c ió n ab ierta d e ese c ro n o to p o es L a fe ria d e las vanidades, d e T hackeray. El c ro n o to p o in term ed io del tea­ tro d e títeres está ta m b ié n en la base d e T ristá n S h a n d y . El estilo d e S te m e — el stern eism o — es el estilo d e las m ario n etas de m a ­ dera, dirigidas y co m en ta d as p o r el autor. (Así es ta m b ién , p o r ejem plo, P etrushka, q u e es el c ro n o to p o en m ascarad o d e N a riz gogoliana). E n la ép o ca del R en ac im ien to , las fo rm as señaladas d e novela h a n d estru id o la vertical del m u n d o del m ás allá q u e h ab ía des­ co m p u esto las fo rm as dei m u n d o espaciaU tem poral y su relleno cu alitativ o vivo. H a n p re p ara d o la re sta u rac ió n de la u n id a d m aYurodsivo, acción del yurodivy. «Por yurodivy se conoce en Rusia a un lipa específico de fanálicos, parecidos a los fakires indios, que recorren el país combatiendo las intrigas de Salanás. Ei pueblo ios ve con miedo devoto, los traía con respelo, y cree que sus visitas Iraen suerte; considera verdades divinas los discursos sin sentido de lales dementes y los inlerpreta com o predicciones» (Turguénev). (Ñola y cita de los T.)

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terial espacial-tem poral del m u n d o en u n escalón de desarrollo nu ev o , m á s p ro fu n d o y m ás com piejo. H a n p reparado la asim i­ lación de ese m u n d o p o r la novela, precisam ente en el m o m en to en q u e se descubría A m érica y la vía m arítim a a las Indias; u n m u n d o q u e se a b ría a las nuevas ciencias y a la m atem ática. Se p rep aró tam b ién u n a m o d alid ad co m p letam en te nueva de obser­ v ación y rep resen tación del tiem po en la novela. S obre la base del análisis de la novela de R abelais, G argantúa y P antagruel, esperam os co n cretar to d as las tesis fundam entales del presente estudio.

V I 1.

E l C R O N O IO P O RABELAISIANO

E n nuestro análisis d e la novela de R abelais, as: co m o en otros análisis precedentes, nos vem os obligados a d e ja r de lado to d o s los p ro b lem as d e carácter genético. Sólo nos referirem os a ellos en caso de ex trem a necesidad. V am os a co n sid erar la novela com o u n to d o u n itario , im p regnado d e u n id ad ideológica y d e m étodo artístico. H e m o s de señalar q u e todas las principales tesis de nues­ tro análisis se b asan en los p rim ero s cu atro libros, ya q u e el q u in to se d iferen cia claram ente del c o n ju n to e n c u a n to a m éto ­ d o s artísticos. H e m o s d e destacar, en p rim er lugar, las in aco stu m b rad as a m ­ p lia s d im e n sio n e s espacio’iem poraíes de la novela d e R abelais, q u e se p o n e n d e m an ifiesto co n gran fuerza. Sin em bargo, n o se tra ta so iam en ie del h echo de q u e la acción de la novela n o esté to d av ía c o n c en trad a e n los espacios cam erísticos de la vida fam iliar-privada, sin o q u e se desarrolle al aire libre, en desplazam ien­ to s p o r tierra, e n ca m p a ñ as m ilitares y en viajes, incluyendo d i­ ferentes países: to d o eso lo en c o n tram o s ta m b ié n e n la novela griega y en la caballeresca, y lo observam os igualm ente en la no­ vela burguesa d e av en tu ras y viajes d e los siglos x ix y x x . Se tra ta d e u n a relació n especial del h om bre, de todas las acciones y ac o n ­ tecim ien to s d e su vida, co n el m u n d o espacial-tem poral. D e fin i­ rem o s esa relación especial co m o la ad ecu ació n y proporcionali­ d a d directa en tre los grados d e calidad (los «valores») y los valores (dim ensiones) espacio-tem porales. E sto n o significa, n a tu ra l­ m en te, q u e en el m u n d o de R abelais las perlas y las piedras pre­ ciosas se valo ren m en o s q u e Un guijarro, debido a ser in c o m p a ­ rab lem en te m ás pequeñas. P sro quiere decir q u e las perlas y las -318 —

p ied ras preciosas, p o r ser bonitas, son m ás necesarias y deberían en co n trarse p o r to d as partes. A la cartu ja de T helem a se enviaban a n u a lm e n te siete b arcos llenos d e oro, perlas y piedras preciosas. E n la cartu ja m ism a h ab la 9332 an tecám aras (u n a p a ra cada ha­ bitación), y en cada antecám ara había u n espejo con m arco de oro pu ro guarnecido d e perlas (L ibro 1, C ap. LV)‘. E sto significa q u e to d o lo q u e es valioso, to d o lo q u e es positivo desde el p u n to d e vista cualitativo, debe plasm ar su im p o rtan cia cualitativa e n im ­ p o rtan cia espacio-tem poral, difundirse to d o lo posible, d u ra r todo lo posible; q u e to d o lo q u e es, de verdad, cu alitativam ente im p o r­ ta n te , c u e n ta tam b ién , inevitablem ente, con las fuerzas necesarias p ara tal exp an sió n espacio^em poral; y q u e to d o lo q u e es nega^ tivo desde el p u n to de vista cualitativo, es pequeño, deplorable e im p o ten te, debe ser elim in ad o p o r com pleto, y n o puede opo­ nerse a su desaparición. E n tre u n valor, sea cual sea éste (com ida, bebida, verdad, b o n d ad , belleza), y las dim ensiones espacio-tem * porales, no existe hostilidad recíproca alguna, no éxisten c o n tra­ dicciones; son d irectam en te proporcionales en tre sf. P or eso, todo lo b u e n o crece; crece en to d o s los sentidos y en todas las direccio­ nes; n o p uede n o crecer, p orque el crecim iento es consustancial a su naturaleza. Sin em bargo, lo m alo, p o r el contrarío, n o crece, sino q u e degenera, se em pobrece y perece; pero en ese proceso, co m p en sa su em p eq u eñ ecim ien to real p o r m edio del falso idea! del m u n d o del m ás allá. L a categoría d e l crecirniento —tam b ién del crecim ien to espacio-tem poral real— es u n a d e las m ás im p o r­ tan tes del universo rabelaisiano. C u an d o hab lam o s de proporcionalidad directa, e n m odo al­ g u n o q u erem o s d ecir que, en el m u n d o de R abelais, la calidad y su expresión espacio-tem poral estén al com ienzo separadas, u n ién d o se sólo m ás tarde; al contrarío: están y a u n id as desde el co m ien zo d e la u n id a d indisoluble d e sus im ágenes. Pero esas im ágenes se o p o n en in ten cio n ad a m e n te a la desproporcionalidad d e la con cep ció n d én c al-fe u d al, cuyos valores son hostiles a la realidad espacio-tem poral, considerada co m o u n prín cip io vano, pasajero y pecam inoso, y en la q u e lo grande se sim boliza p o r m e­ dio d e lo p eq u eñ o , lo poderoso p o r m edio de lo débil e im potente, la etern id ad p o r m ed io del m om ento. * Para rererencias y citas de la obra de Rabelais nos basamos «n Rabelais, Garganii/a y Pantagruel y oiros escritos, traducción del francos de £ . Bam'obero y He* irán. Editorial AguiJar, Madrid, 1967. (N de los T.)

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L a p ro p o rcio n alid ad d irec ta está en la base d e esa c o n fia n z a excepcional e n el espacio y el tiem p o terrestres; está e n la base de ese p a th o s de lejanías y vastas extensiones espaciales y te m p o ra ­ les, ta n característico d e R ab elais y d e otros grandes re p re se n ta n ­ tes del R e n a c im ie n to (S hakespeare, C am o en s, C ervantes). Pero en R abelais este p a th o s de la ad e cu ac ió n esp acio -tem p o ­ ral n o tien e, e n ab soluto, el ingenuo carácter, típico d e las a n ti­ guas epopeyas y del folclore: co m o ya h em o s dicho, se co n tra p o n e a la v erticalid ad m edieval y se o rien ta p o lém icam en te c o n tra ella. L a ta re a de R ab elais consiste e n p u rific a r el m u n d o esp acio -tem ­ p o ral d e elem en to s nocivos p a ra él, de la co n cep ció n del m u n d o del m ás allá, de las in terp re tacio n es y jera q u izac io n e s verticales de ese m u n d o , del co ntagio de «antiphisis» q u e lo h a im p regnado. E sta po lém ica tare a se c o m b in a en R abelais co n o tra positiva: la reco n stru cció n de u n m u n d o esp acio-tem poral ad ecuado, e n ca­ lid ad de n u ev o c ro n o to p o para el h o m b re nuevo, arm o n io so y u n itario ; d e nu ev as fo rm a s d e relación e n tre los hom bres. Esa c o m b in ac ió n e n tre tare a p o lém ica y tare a positiva —ta ­ reas de p u rifica ció n y re stab lecim ien to del m u n d o rea! y del h o m ­ bre real— d e te rm in a los rasgos específicos del m é to d o artístico de R abelais, la esp ecificid ad de su realism o fan tástico . L o esencial de ese m éto d o consiste, en p rim e r lugar, e n la destru cció n de to d as las relaciones usuales, d e las vecindades corrientes en tre las cosas y las ideas, y e n la creac ió n de vecindades inesperadas, de relacio­ nes in esp erad as, in clu y en d o las m ás im previstas relaciones lógicas («alogías») y lingúísticas (etim ología, m orfología y sintaxis, espe­ c ífic a m e n te rabelaisianas). E n tre las cosas bellas d e este m u n d o , se h a n in stalad o y a fia n ­ zad o p o r la trad ició n, y h a n sido san tifica d as p o r la religión y la ideología oficial, relacio n es falsas que d esn a tu ralizan la a u tén tica n atu ra leza d e las cosas. L as cosas y las ideas están u n id a s p o r fal­ sas relaciones jerá rq u icas, hostiles a su natu raleza; son separadas y alejadas u n a s de o tras m ed ian te to d o tip o de estratos ideales, p erten ecien tes al m u n d o del m ás allá, q u e no d ejan q u e las cosas e n tre n en co n tacto , co n fo rm e a su m ateria lid a d viva. El p en sa­ m ie n to escolástico, la falsa casuística teológica y ju ríd ic a , y, fin a l­ m e n te , el lenguaje m ism o im p reg n a d o d e siglos y m ilen io s de m e n tira , fo rtalecen esas falsas relaciones e n tre las bellas p alab ras o b jetu ales y las ideas a u té n tic a m e n te h u m an as. D ebe ser des­ tru id a y re co n stru id a esa falsa im agen del m u n d o ; es necesario ro m p e r to d as las falsas relaciones jerá rq u icas e n tre las cosas y las — 320 —

ideas, d estru ir to d o s los estratos ideales in terp u esto s, q u e las se­ p aran . Es necesario lib erar todas las cosas, p erm itirles q u e en tre n en co m b in acio n es libres, p ro p ias de su n atu raleza, p o r m u y biza­ rras q u e p arezcan desde ei p u n to d e vista de las com binaciones trad icionales. Es necesario posibilitar q u e las cosas e n tre n en co n ­ tacto co n fo rm e a su m ateria lid a d viva y a su variedad cualitativa. Es necesario crear nuevas vecindades en tre las cosas y las ideas que co rresp o n d an a su au té n tic a naturaleza; es necesario acercar y c o m b in a r to d o lo q u e h a sido separado y alejado de m a n e ra falsa, y sep arar lo q u e h a sido acercado d e m a n e ra falsa. A base d e esa n u ev a v ecin d ad de las cosas debe ser revelada la n u ev a im agen del m u n d o , p en e trad a de necesidad in te rio r real. Asi, en R abelais, la d estru cció n de la vieja im agen del m u n d o y la co n stru cció n positiva de u n a n u eva, están in d isolublem ente u n id a s e n tre sí. A fin de resolver la tare a positiva, R abelais se ap o y a en el fol­ clore y en la an tig ü ed ad , d o n d e la vecin d ad d e las cosas corres­ p o n d ía e n m ay o r m e d id a a su n atu ra leza y era ajen a al falso co n ­ ven cio n alism o y al carácter ideal del m u n d o del m ás allá. E n lo q u e respecta a la so lu ció n de la tarea negativa, se sitúa en p rim er p lan o la risa rabelaisiana, ligada d irec tam en te a los géneros m e­ dievales im p u esto s p o r las fig u ras del b u fó n , el picaro y el to n to , y q u e in tro d u c e sus raíces en las. p ro fu n d id a d es del folclore pri­ m itivo. Pero la risa rabelaisiana no sólo d em o le las relaciones tra ­ d icio n ales y destru y e los estratos ideales, sino q u e revela la vecin­ d a d directa, grosera, d e to d o lo q u e la gente separa p o r m edio de la m e n tira farisea. R ab elais realiza la separación de las cosas ligadas p o r la tra d i­ ción, y el ac ercam ien to de las separadas y alejadas p o r aquella, m e d ia n te la co n stru cció n d e series m u y diversas, paralelas e n tre sí o en trecru zad as. C o n la ay u d a d e tales series, R abelais u n e y se­ para al m ism o tiem p o . L a co n stru cció n d e series es u n a de las ca­ racterísticas específicas del m éto d o artístico de Rabelais. Todas esas series ta n diversas de R abelais, p u ed e n re u n irse en los siguientes grupos principales; 1) Series del cu erp o h u m a n o e n el aspecto an a tó m ic o y fisiológico; 2) d e la v estim en ta h u m a n a ; 3) de la co ­ m id a; 4) d e la b eb id a y de la borrachera; 5) series sexuales (coitos); 6) series d e la m u erte; series d e los excrem entos. C a d a u n a de es­ tas siete series tien e su lógica específica, c a d a serie tien e sus do­ m in an tes. Todas estas series se cru zan e n tre sí; su evolución y entre c ru z a m ie n to p erm ite a R abelais acercar o separar to d o lo que — 321 —

le h ace falta. C asi todos los tem as d e su novela, extensa y rica te­ m áticam en te , se d esarro lla d e c o n fo rm id a d c o n esas series. V am os a d a r algunos ejem plos. A io largo d e to d a la novela, R ab elais rep resen ta el cu erp o h u m a n o , to d a s sus partes y -to d o s sus m iem b ro s, to d o s sus órganos y funciones, bajo u n aspecto a n a tó m ic o y fisiológico, co n fo rm e a la filo so fía d e la natu raleza. E sta o rig in al p re sen tació n artística del c u e rp o h u m a n o es u n a ca­ racterística m u y im p o rta n te d e la no v ela d e R abelais. E ra esencial p a ra él, m o stra r to d a la co m p lejid ad y p ro fu n d id a d especiales del c u erp o h u m a n o , de la v id a d el m ism o , y revelar la n u e v a signifi­ cación, el n u ev o lugar, d e la co rp o ralid ad h u m a n a e n u n m u n d o esp acio -tem p o ral real. In terrelac io n ad o co n la co rp o ralid ad h u ­ m a n a concreta, to d o el resto del m u n d o ad q u iere u n sentido nuevo y u n a realid ad , u n a m ateria lid a d co n c reta; n o e n tra e n co n tac to sim b ó lico c o n el h o m b re, sino e n el esp acio -tem p o ral m aterial. El c u e rp o h u m a n o se co n v ierte a q u í e n u n id a d c o n c reta d e m ed id a del m u n d o , e n la u n id a d real d e m e d id a y v alo ra ció n del m u n d o p ara el h o m b re. Así, se realiza p o r p rim e ra vez u n in te n to siste­ m ático d e c o n s tru ir la im ag en c o m p le ta del m u n d o en to rn o al h o m b re corporal; en la zona, p o r decirlo así, d e co n tacto físico con él (p e ro esa zo n a , según R abelais, tien e u n a extensión in fin ita ). Esa n u ev a im ag en d el h o m b re se c o n tra p o n e p o lém icam en te al m u n d o m edieval, c u y a ideología sólo co n ceb ía el c u e rp o hu> m a n o b ajo el signo d e 1o pereced ero y d e la su p eració n ; p ero en la p rá ctica real d e la vida, re in a b a u n desen fren o co rp o ral grosero y sucio. Esa ideología n o explicaba, n o in te rp re ta b a la vida co r­ poral, sin o q u e la negaba; p o r eso, la v id a co rp o ral, c a re n te d e p a ­ la b ra y de sentido, sólo p o d ía se r desen fren ad a, b u rd a y d estru c­ tiv a co n sigo m ism a. E n tre la p a la b ra y el c u e rp o existía u n a sep aració n d esm esurada. P o r eso, R ab elais c o n tra p o n e la co rp o ralid ad h u m a n a (y el m u n d o situ a d o en la z o n a d e co n tac to c o n esa co rp o ralid ad ) no sólo a la ideología m edieval ascética, q u e p red ica la v id a del m ás allá, sin o a la p r á a ic a m edieval, d ese n fren a d a y b u rd a . Q uiere d e­ volver a la co rp o ralid ad la p a la b ra y el sen tid o , el id eal an tig u o ; y, ju n to co n esto, d ev o lv er a la p alab ra y a! se n tid o su realid ad y su m ateria lid a d . R ab elais re p resen ta el c u e rp o h u m a n o b ajo d ete rm in a d o s as< pecios. E n p rim e r lugar, b ajo u n aspecto cien tífico , a n a ió m ico -fisiológico. L uego, b u fo n esco y cínico. E n te rc e r lugar, bajo el as­ p ecto d e la an alo g ía fa n tástica y grotesca (hom bre-m icrocosm os). -

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Y, fin a lm e n te , b ajo el aspecto folclórico p ro p ia m e n te d ich o . Esos asp ecto s se co m b in a n e n tre sí, y sólo ra ra vez ap arecen co n su p ro p io aspecto. Pero, allí d o n d e sólo se m en cio n a el cu erp o h u ­ m a n o , se h ace c o n m in u cio sid a d y ex actitu d an a tó m ica s y fisio ­ lógicas. Así, el n ac im ien to d e G a rg an tú a, rep resen tad o bajo el asp ecto del cin ism o b u fónico, ofrece detalles fisiológicos y a n a tó m ic o s exactos: la d isten sió n del in te stin o recto de la m ad re d e G a rg a n tú a , co m o resu ltad o d e u n a fuerte d iarrea p ro d u cid a p o r la ingestión d e callos e n gran c a n tid a d (la seríe de los excre­ m en tos), y el n ac im ien to m ism o; « P o r el m ism o p ro ced im ien to relajó los co tiled o n es de la m atríz y p o r ellos saltó cl n iñ o ; p ero n o a l exterior, sin o q u e ascendió p o r la v en a ao rta, y p erfo ran d o el diafrag m a, se e n c a m in ó p o r la izquierda, y v in o a salir p o r la o reja de ese lado» (L ib ro i, C ap. VI). A q u í lo fan tástico g ro ­ tesco se co m b in a co n la ex actitu d d el análisis an a tó m ic o fisio* lógico. E n to d as las descripciones d e batallas y m asacres, ju n to a gro­ tescas exageraciones, se hacen descripciones anatóm icas exactas d e los d añ o s, h erid as y m u ertes, sufridos p o r el cu erp o h u m a n o . Así, d escrib ien d o la m asacre d e enem igos q u e p en e traro n en la viña d el m o n asterio , llevada a cabo p o r el fraile Jea n , R abelais p re sen ta u n a serie d etallad a de m iem b ro s y órganos h u m an o s: «A u n o s les ro m p ía el crán eo , a otros los brazos o las piernas, a otros les dislocaba lo s espóndilos d el cuello, a otros les m o lía los riño> nes, les h u n d ía la n ariz, les sepultaba los ojos, les h e n d ía las man> d íbulas. les h ac ia tragarse los dientes, les d escoyuntaba los ho> m o p lato s, les tro n c h a b a las rodillas, les p a rtía la pelvis o Ies fra c tu ra b a las m u ñ ecas. Si alguno tra ta b a de esconderse e n tre los setos, le asestaba u n p a lo a lo largo d e la espalda y le d eslo m ab a co m o a u n perro. Si alg u n o tra ta b a d e salvarse h u y en d o , le hacía v o lar e n piezas la cabeza p artiéndosela p o r la co m isu ra lam bdoidea» (L ibro I, C ap. X X V II). El m ism o fraile, Jea n , m a ta al guarda: « D e p ro n to tiró d e ella (la espada), h irien d o al arq u ero q u e ib a a su derecha; le co rtó en ­ te ra m e n te la yugular, el esófago y las d o s glándulas. E n o tro golpe le a b rió la m é d u la espinal, e n tre la segunda y tercera v érteb ra y cayó al suelo m u e rto » (L ibro I, C ap. X LIV ). M a ta ig u alm en te al segundo guarda: «E ntonces, d e un golpe, le ta jó la cabeza p o r e n tre los dos tem porales, partién d o le p o r m e ­ d io el cereb ro y el cerebelo, q u e se abrieron, cayendo co m o u n b o ­ — 323-

n ete d o cto ral, neg ro p o r ab ajo y rojo p o r arrib a, co n lo cual cayó e n tierra m u e rto tam b ién .» V eam os o tro ejem plo m ás, análogo a los anteriores. E n el relato grotesco d e P anurgo de cóm o en Tur­ quía lo tostaro n en asador, y de có m o se salvó, se observa la nfism a m in u cio sid ad y precisión anatóm icas: « C u an d o Uegó, tiró del asa­ d o r e n d o n d e yo estaba colocado y, rabioso, m a tó al cocinero p o r su descuido, m ejo r dicho, p o rq u e le pasó el h ierro p o r en c im a del om bligo h ac ia el flan c o derecho, talad rán d o le el hígado, p en e­ tra n d o luego p o r el diafragm a y p o r la base del co razó n h asta salir p o r las espaldas ju n to al h o m o p lato izquierdo» (L ibro II, C ap. XIV). E n esta n arrac ió n grotesca d e P anurgo, la serie del cu erp o h u ­ m a n o (bajo el asp ecto an a tó m ico ) se en tre cru z a con la seríe de la co m id a y de la co cin a (a f^ n u rg o lo tu estan e n u n asador co m o si fuese u n p ed azo de carne, u n tá n d o lo antes c o n tocino), y co n la seríe d e la m u erte (darem os u n poco m ás ad e la n te la caracterízació n de esta seríe). Todos estos análisis an ató m ico s n o son descripciones estáticas: se h allan in m ersas e n la d in ám ica viva de la acción: d e luchas, de peleas, etc. L a e stru c tu ra an a tó m ic a del cuerpo h u m a n o se revela en la acción, co n v irtiéndose d e alguna m a n e ra e n u n personaje específico d e la novela. Pero ese personaje n o es u n cu erp o in d i­ vidual d e n tro de la seríe individual e irreversible de la vida, sino u n cu erp o im p erso nal; el cu erp o del género h u m a n o , q u e nace, vive y m u ere d e diversas m aneras; vuelve a nacer, y se m u estra su estru c tu ra y to d o s los procesos de su vida. C o n la m ism a p recisió n y co n creció n m u e stra R abelais las a c ­ cio n es y m o v im ien to s del cuerpo h u m a n o ; p o r ejem plo, cu an d o describe las volteretas d e G im n a sta (L ibro I, C ap. X X X V ). Las posibilidades expresivas de los m o v im ien to s y gestos del cuerpo h u m a n o ap arecen co n m in u cio sid ad y claridad excepcionales en la d isp u ta m u d a (p o r gestos) en tre el inglés T h a u m a sta y P anurgo (esa expresividad carece e n este caso de sen tid o preciso, y tien e un e statu to a u tó n o m o ) (L ibro II, C ap. X IX ). U n ejem plo an álo g o es la co n v ersació n d e P an u rg o (co n el pretexto del m atrím o n io ) con el m u d o N azd ecab ra (L ibro III, C ap. X X ). L o fan tástico grotesco de la re p resen tació n del cu erp o h u ­ m a n o y de los procesos q u e se d a n e n él, se m an ifiesta al hacerse la descríp ció n de la en ferm ed a d de I^ n ta g ru e l, p a ra cuya cura, in­ tro d u jero n e n el estóm ago del gigante varíos ald eanos co n palas y leñadores co n cestos, a fin de lim piarte de porq u ería (Libro II, Cap. —

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X X X lll). £1 m ism o carácter tiene el viaje del « au to i» por la boca dc P antagruel (L ibro II, C ap. X X X Il). L a rep resen tación del cuerpo h u m a n o b ajo el aspecto fantás­ tico y grotesco, in tro d u ce en la serie corporal m u ltitu d d e objetos y fen ó m en o s d e lo m ás diverso. Se sum ergen éstos en la atm ó sfera del cu erp o y d e la vida corporal, e n tra n en n u ev a e inesperada ve­ c in d ad co n los órganos y procesos corporales, se rebajan y mate* rializan e n esa serie corporal. Tal cosa tien e lugar en los dos ejem ­ plos citad o s m ás arriba. Así, p ara la lim pieza del estóm ago, P antagruel ingiere com o pastillas grandes am p o llas de cobre, « m u ch o m ás grandes q u e la q u e hay en R o m a en la aguja d e V irgilio». D e n tro d e las am pollas hay ald ean o s y leñ adores co n herram ien tas y cestas q u e efectúan la lim p ieza del estóm ago. U n a vez acabada tal lim pieza, P an ta­ gruel vom ita, y hecha fuera las am pollas. C u an d o los aldeanos y leñ ad o res salen de las am p o llas a la luz, R abelais recuerda cóm o salieron los griegos del caballo d e T roya, y añade q u e u n a de esas am p o llas p u ed e co n tem p larse en O rléans en el cam p an ario d e la Iglesia d e S an ta C ru z (L ibro II, C ap. X X X III). U n circulo to d av ía m ás am plio d e objetos y fen ó m en o s es in ­ tro d u cid o en la serie an a tó m ic o grotesca del viaje del a u to r p o r la b o ca de F^ntagruel. Se e n c u en tra ah í co n u n m u n d o com pleto; grandes rocas co m o m o n ta ñ a s (dientes), grandes prados, grandes bosques, fuertes y grandes ciudades. U n a de esas ciudades padece la peste, p rovocada p o r u n a exhalación infecta y m aloliente q u e p ro v ien e del estó m ago de P antagruel. £ n la b o ca del gigante hay m ás d e v ein ticinco reinos habitados; las gentes de esos reinos tie­ n e n sus co m arcas a u n lado y a o tro de los m ontes, d e la m ism a m an era q u e n o so tro s las ten em o s d e u n la d o y d e o tro d e los m ontes, etc. L a descripción del m u n d o q u e se descubre e n la boca d e P antagruel o cu p a alred ed o r d e dos páginas. Está to talm e n te clara la base folclórica d e esa im agen grotesca (véanse im ágenes análogas en L uciano). Sí en el episodio del viaje p o r la boca de P antagruel, de la serie co rp o ral, es in tro d u cid o el m u n d o geográfico y eco n ó m ico , e n el episodio con el gigante B ringuenarílles, ta m b ié n de la seríe cor­ poral, es in tro d u cid o el m u n d o corriente y el agrícola. «B rínguenarílles, el gran gigante, se h ab ía co m id o to d as las sartenes, cazue­ las, cazuelones, calderas, cacerolas, lebríllos y m arm itas, a falta d e m o lin o s d e viento, q u e era d e lo q u e o rd in a ria m e n te se alim en ­ taba. Así sucedió q u e a la h o ra de la digestión cayó en u n a grave -

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en ferm ed ad , p o rq u e la fuerza digestiva de su estóm ago (según los m édicos), a p to p a ra d ig eñ r a la perfección los m olinos d e viento, n o b astó p a ra las sartenes y cacerolas; los calderos y m arm itas.lo s h ab ía digerido bien, co m o con o cían e n los hipóstases y encorém as de c u a tro toneles de o rin a q u e h ab ía arro jad o en dos veces» (L ibro IV, C ap. X V II). H ien d en arices ib a a d e p u ra r su cuerpo, en prim avera, a la isla del vien to . A llí se c o m ía los m olinos de viento. P o r consejo de los m aestros M esarínos fueron colocados d e n tro de los m olinos gran ca n tid a d d e pollos y gallinas. T ra s ingerir los m olinos, las aves ca n ta b an y vo lab an en su estóm ago, lo q u e le p ro d u jo u n a lipo­ tim ia y convulsiones. A dem ás, los zorros del país se le e n tra ­ ro n p o r la b o ca persiguiendo a las aves. E nton ces, p a ra lim p iar el estóm ago, h u b o de p o n erse u n a lavativa co n u n cocim iento de g ranos de trigo y d e m ijo. Las gallinas se lan zaro n tras los granos; a los hígados de oca acudieron los zorros. Se tragó u n as p íld o ras co m puestas de lebreles y f o x íerriers (L ibro IV, C ap. X LIV ). L o característico aq u í es la original lógica, p u ra m e n te rabelaisiana, de la co n stru cció n d e esta serie. Los procesos digestivos, m an ip u lacio n es curativas, los objetos de uso casero, los fen ó m e­ nos d e la natu raleza, d e la v id a agrícola y de la caza, están aq u í unidos en u n a im agen grotesca, dinám ica y viva. Se h a creado una n u ev a e in esp erad a vecindad d e objetos y fenóm enos. E s verdad, q u e e n la base de esa lógica rebelaisiana grotesca, está la lógica de lo folclórico fan tástico, de factura realista. E n el co rto episodio d e B rínguenarilles, la seríe corporal —co m o es u su al e n R abelais— se entrecruza co n la señ e de los excrem entos, la d e la c o m id a y la de la m u e rte (sobre la q u e h a ­ blarem os co n d eten ció n m ás adelante). La descrípción anató m ica paródica de C uaresm acom iente, que ocupa tres capítulos del cu arto libro (X X X , X X X I y X X X II), tiene u n carác te r to d av ía m ás grotesco, m ás bizarro e im previsible. C uaresm aco m iente, el «ayunadon>, es la p ersonificación gro­ tesca de la cu aresm a y la ascesis católicas; y, en general, de las te n ­ d en cias an tin atu rales d e la ideología m edieval. L a descrípción de C u aresm aco m ien te te rm in a co n la célebre reflex ió n d e P an ta­ gruel acerca d e A ntifisis. A m o d u n t y D iscordancia, engendrados p o r A ntifisis, so n presentados co m o parodias del c u e rp o h u ­ m an o : «T enían la cabeza esféríca y red o n d a co m p letam en te com o u n a p elo ta, n o d u lcem e n te co m p rim id a por los lados co m o la ca­ -

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beza h u m a n a . T enían las orejas altas y tiesas co m o las de los as­ nos; los ojos fuera d e la cabeza, fijos sobre dos huesos sem ejantes a los de los talones, sin p árp ad o s y d u ro s co m o los de los cangre^ jo s; los pies red o n d o s co m o bolas; las m an o s y los pies vueltos al revés h acia la espalda. C am in ab an sobre la cabeza y d ab a n volte­ retas co n tin u am en te» (L ibro IV, Cap. X X X II). R abelais enu> m era luego o tra serie d e engendros d e A ntifisis: «D espués en ­ gendró los viejos locos, los hipócritas y los beatos; los m aniáticos, los chiflados, los d em o n íaco s C alvinos im postores de G in eb ra, los putervos, los m en d icantes, los chupacirios, los gatos-sosos, los ca­ níbales y o tro s m o n stru o s deform es y co n trah ech o s a despecho de la n aturaleza» (ídem ). En esta seríe son m o stradas todas las m ons­ truo sid ad es ideológicas d e la concepción del m u n d o del m ás allá» in clu id as en u n a seríe q u e contiene anim alidades y perversiones corporales. U n destacado ejem plo de analogía grotesca es la reflexión de P anurgo acerca de deudores y acreedores, en los capítulos III y IV del tercer libro. P o r analogía con las relaciones reciprocas entre d eu d o res y acreedores, se hace la descrípción d e la organización arm o n io sa del cu erp o h u m a n o co m o m icrocosm os; bída, la borrachera. E stán Introducidos a su vez en esta serie: el su d o r de los galicosos, el ag u a bendita (la utilización de la m ism a d u ra n te la sequía estaba reglam entada p o r la Iglesia), la V ía Lác­ tea, las fuentes del N ilo, y u n a seríe e n te ra d e rem iniscencias bí­ blicas y d e la an tig ü ed ad (se cita la paráb o la d e L ázaro, a H o ­ m ero , a Febo, a F aetón, a Ju n o , a H ércules, a Séneca). V to d o ello, a lo largo d e varias p áginas q u e descríben el n acim ien to d e P an ­ tagruel. Se crea u n a n u ev a y bizarra vecindad —característica de R abelais— de objetos y fenóm enos incom patibles en contextos corrientes. El árb o l genealógico de G a rg an tü a es en co n trad o en tre los sím bolos d e la b orrachera: en u n a tu m b a, bajo u n cubilete que lleva la in scrípción «H ic bib itu r» , en tre n u ev e frascos de vino (U b ro 1, C ap. I). L lam am os la aten ció n acerca de la vecindad verbal y objetu al e n tre la tu m b a y el vino. En la serie d e la c o m id a y d e la bebida están in tro d u cid o s casi to d o s los episodios m ás im p o rtan tes de la novela. La guerra entre el re in o de G ran d gousier y el d e Picrochole, q u e o cu p a básica­ m en te el p rím e r libro, em p ieza a cau sa d e los pasteles con uvas, q u e se te n ía n co m o rem edio c o n tra el estreñim iento, y q u e se c ru ­ zan con la seríe d e los excrem entos, p resen tad a con to d o detalle (véase C ap, X X V ). 1.a célebre lu ch a d el fraile Jean con los h o m ­ bres d e P icrochole surge a causa de la despensa q u e cu b ría la ne­ cesidad d e v ino del m o n asterío (no ta n to p a ra la c o m u n ió n co m o para las b o rrach eras d e los frailes). El fam oso viaje de fó n tag ru el, q u e o cu p a to d o el libro cu arto (y el quin to ), tien e co m o objetivo llegar al « oráculo d e la d iv in a botella». Todos los barcos q u e van e n esa ex p ed ició n están ad o rn ad o s co n los sím bolos d e la b o rra­ ch era a m o d o d e divisas: botellas, jarras, ollas« asadores, jarros m onacales, em b u d os, cubiletes, tazas, toneles (la divisa de cada barco es dcscríta d etallad a m e n te p o r R abelais). E n R abelais, la seríe d e la co m id a y de la bebida (así com o la serie del cuerpo) está descríta co n m inuciosidad e hiperbólicam en te. Se h acen , e n to d o s los casos, en u m eracio n es detalladas de los entrem eses y co m idas m ás varíados, co n indicación exacta d e su h ip erb ó lica can tid ad . Así, al descríbir la cen a en el castillo de G randgousier, tra s la batalla, se hace la siguiente enum eración: -3 3 1 -

«...prepararon la co m ida, para la que, co m o extraordinario, fue­ ro n asados 16 bueyes« 3 terneras, 32 terneros, 63 cabritos dom és­ ticos, 398 cochinillos de leche, 220 perdices, 700 becadas, 400jsapones de L oudonoisy y C ornausille, 6.000 pollos y otros tan to s pichones, 600 gallinetas, 1.400 liebres y 303 avutardas. A dem ás tu v iero n 11 jabaUes q u e les envió el abad de Turpenay» 17 ciervos q u e les regaló el señ o r G ra n d m ó n , 140 faisanes del señor Essars» y algunas docenas d e palom as zoritas, cercetas, alondras, chorli­ tos, zorzales, ánades, avefrías, ocas, garzas, cigüeñas, aguiluchos, patos, pollos d e la India y otros pájaros, ab u n d a n te s guisados y la m a r de verduras» (L ibro I, C ap. X X X V II). C on especial m eticu­ losidad se e n u m eran las diferentes com idas y entrem eses, al des­ cribir la isla de G aster (Panza): dos capítulos en teros (LIX y L X , L ibro IV ) están dedicados a tal enum eración. En la serie d e la co m id a y de la bebida se in troducen, com o ya hem os dicho, los m ás diversos objetos, fenóm enos e ideas, ajenos p o r com pleto a esa serie desde u n p u n to d e vista usual (en la prác­ tica ideológica, literaría y verbal) y según la n o ció n corriente. Los m edios de in tro d u cció n son los m ism os q u e e n la seríe corporal. H e a q u í algunos ejem plos. La lucha del catolicism o co n el protestantism o —en especial con el calvinism o— está m ostrada en form a de lucha en tre C uaresm acom iente y las M orcillas, que pueblan la isla Fkrouche. El episodio con las M orcillas ocupa ocho capítulos del libro cuarto (X X X V -X L Il). L a seríe de las M orcillas está detallada y desarro­ llada sistem ática y grotescam ente. A p artir d e la fo rm a d e las M orcillas, R abelais dem uestra, citan d o a diferentes autorídades, que la serpiente q u e te n tó a Eva era u n a m orcilla, y q u e los an ti­ guos g a n t e s , q u e p reten d iero n colocar el alto m o n te I^ lió n so> bre el Ossa, y ap lastar co n él a] som brío O lim po, eran m itad m or­ cillas. M elusina, era tam b ién m itad m orcilla. M itad m orcilla era igualm ente Eríctonio, q u e inventó los coches, carros y literas (para o cu ltar en ellos sus piernas de M orcilla). A nte la batalla co n las M orcillas, el fraile Je a n hace u n a alianza con los cocineros. C ons­ tru y ero n u n a g ran catap u lta, parecida al caballo de T roya. En es­ tilo épico, p aro d ián d o a H om ero, se hace la descrípción de la ca­ ta p u lta y, a lo largo d e varías páginas, se en u m eran los nom bres d e los esforzados cocineros que se in tro d u jero n en ella. Se inició la batalla, y, en el m o m en to crítico, el h erm a n o Jean de las M orcillas, les cura las heridas e> incluso, hace revivir a los m uertos. Es interesante el entrecruzam iento de la serie d e la com ida con la de la m uerte. En el capítulo XLVl del libro cu arto se expone u n a am p lia reflex ión dei diablo acerca de las diversas calidades de sabor d e las alm as hum anas. Las alm as d e los enredapleitos, no*, tarios y abogados sólo son buenas bien salpim entadas. Las alm as d e los estudiantes son buenas p a ra el desayuno, las d e los abogados corruptores para la com ida, y las de los cam areros, paca la cena. L as alm as d e los vivanderos producen cólicos. E n o tra parte se n a rra cóm o el diablo com ió en el desayuno fricasé del alm a del sargento, y enferm ó d e indigestión. A la m ism a serie están incorporadas las hogueras de la Inquisición, q u e apar> ta n a la gente d e las creencias, asegurando así a los diablos com i­ d as de sabrosas alm as. O tro ejem plo de entrecruzam iento de la seríe de la com ida con la de la m u erte es el episodio lucianiano d e la presencia de Epistem o n en el reino de los m uertos, del capítulo X X X del segundo libro. R esucitado E pistem on, «...com enzó a hablar* diciendo que h ab ía visto a los diablos, hablado a L ucifer fam iliarm ente y dis­ fru tad o m u ch o en el In fie rn o y en los C am pos Elíseos...». La serie d e la C o m id a se extiende a lo largo d e to d o el episodio: en el m u n d o d e u ltratu m b a, D em óstenes es cavador d e viñas, Eneas m olinero, Escipión el A fricano to ca la lira en u n zueco, A níbal es cocinero. E picteto se recreaba com iendo y bebiendo, y pasándolo bien» e n u n herm o so jard ín con m u chas y herm osas dam iselas. El p ap a Ju lio hacía pastelilios. X erxes preparaba m ostaza; François V illon le recrim in ó p o r el alio precio, a lo q u e el vendedor res­ po n d ió m eándose en la m ostaza, «com o hacen los m ostaceros de París». (Intersección co n la serie de los excrem entos). El relato de E p istem o n sobre el m u n d o d e u ltra tu m b a es in terru m p id o p o r las palabras de Pantagruel, q u e concluyen ei tem a d e la m uerte y del m u n d o de u ltra tu m b a con u n a invitación a co m er y a beber: «A hora, queridos, pasem os u n rato bebiendo, yo os lo ruego; es -

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preciso q u e nos bebam os to d o este m osto» (L ibro 11, C apítulo X X X ). C o n m u ch a frecuencia, R abelais in tro d u ce e n la serie de la co­ m id a y d e la b eb id a conceptos y sím bolos religiosos: plegarias- de frailes, m onasterios, bulas papales, etc. D espués d e u n atracó n de co m id a, el jo v en G a rg an tú a (educado hasta entonces p o r los so­ fistas), a c ab a « ...m u rm u ra n d o p esadam ente u n a b u en a ración de gracias». En la «isla d e ios papim anes», a fó n tag ru el y a sus ac o m p a ñ an tes les p ro p o n en particip ar en u n a «m isa seca», es d e ­ cir, sin can to s eclesiásticos; pero P anurgo p re fiere o tra «m ojada co n cu alq u ier b u en vino de A njou». En la m ism a isla les sirven u n a co m id a d o n d e cada p lato «...ya fuese d e cabritos, capones, cerdos (que los ceban en P apim ania), pichones, conejos, liebres, gallos d e Indias o d e otros anim ales, no se servia sin a b u n d a n cia d e salsa m agistral». A causa d e tal «salsa m agistral», E pistem on tien e u n a fo rtisim a d iarrea (L ibro IV, C ap. L l). Al tem a «fraile en la cocina» están dedicados dos capítulos especiales: el capítulo X V del libro tercero, «...exposición d e u n a càbala m o n ástica referente a la cecina»; y el capítulo X I del libro cuarto. « P o r q u é los m onjes so n aficio n ad o s a ia cocina». H e aq u í u n fragm ento m uy carac­ terístico del p rim ero d e ellos: «A ti te gustan las so p a s de p rim a y yo p re fiero las d e liebre ac o m p a ñ ad as de alg u n a ración de labrador salado en nueve lec­ ciones [dice Panurgo.-M .B .]. — Te en tien d o — repuso el h erm a n o Ju an ; esta m etáfo ra se ha cocido en la m a rm ita claustral; el lab ra d o r es el buey q u e tr a b ^ a o h a trabajado; a n ueve lecciones q u iere d ecir bien cocido, porque los b u en o s padres de la religión, p o r cierta cabalística institución d e los antiguos, n o escrita, sino traspasada d e m an o en m ano, al levantarse p a ra m aitines, sabem os q u e h acían ciertos preám bulos notables an tes de e n tra r e n la iglesia: cagaban e n el cagadero, m eaban en el m eadero, escupían e n el escupidero, to sían en el tosedero m elodiosam ente, se enjuagaban en el enjuagadero a fin de n o llevar consigo n ad a in m u n d o cu a n d o en tra ra n en el servicio divino. H echas estas cosas se trasladaban devotam ente a la santa capilla, q u e así se llam aba en su lenguaje la cocina claustral, y, de­ votam ente, solicitaban que desde aquel m o m en to estuviese puesta al fuego la vaca d estinada al desayuno d e los religiosos herm anos d e N u estro Señor. Ellos m ism os m u ch as veces en cendían el fuego ju n to a la m arm ita. Los m aitines ten ían nueve lecciones y m a d ru ­ g ab an m u ch o p o r esta razón; así se m u ltip licab a su ap etito y su —

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sed co n los ladridos d el pergam ino, m u ch o m ás q u e si los m aiti­ nes se h u b ieran com puesto sólo d e tres lecciones. C u an to m ás te m p ra n o se levantaban obedeciendo a d ich a càbala, m ás tiem p o estaba la vaca ju n to al fuego; estando m ás tiem p o estaría m ás co­ cida, y estando m ás cocida, estaría m ás tiern a, gastarla m enos los dientes, deleitaría m ás el paladar, m olestaría m enos al estóm ago y n u triría m ejo r a los buenos religiosos. Este fue el fin ú n ico y la in ten ció n p rim era de los fundadores, atendiendo a q u e n o com en para vivir, sino q u e viven p a ra com er y n o es m ás q u e esta su vida en este m u n d o » (L ibro III, C ap. XV). E ste fragm ento es m u y típico del m étodo artístico d e Rabelais. A q u í observam os, antes q u e nada, u n cuadro realista d e la vida co rrien te en los m onasterios. I^ ro , al m ism o tiem po, ese cuadro de género ay u d a a descifrar u n a expresión del argot d e los m o n as­ terio s (m onacal): «alguna ración de labrador salado en nueve leed o n es» . E n esta expresión, se oculta tras la alegoría u n a vecindad estrecha de la carne («labrador») con la m isa (nueve horas son n u ev e lecciones q u e se leen en la m isa d e m adrugada). El n ú m ero d e textos ^ p le g a ria s— leídos (nueve horas), es suficiente para que la carne esté en su p u n to , y para m ejor a b rir el apetito. Esa serie litú rg ico -alim en taria se en trecru za co n la serie d e los excrem entos (cagaban, m eaban, escupían) y con la seríe fÍ5Íológica tiñ es de P antagruel. El p an tagruelism o es el arte d e ser alegre, sa­ bio y b u en o . P o r eso, el arte d e b a n q u e te a r alegre y sab iam en te p erten ece a la esencia m ism a d el pantagruelism o. B^ro los festines d e los pantagruelistas n o son festines de holgazanes n i glotones que se p asan la vida b an q u e te an d o . Al festín hay q u e reservarle sólo el ocio d e la n oche, tras el d ía d e trab ajo . El alm u erzo (en m edio del d ía de trabajo) d eb e d e ser co rto y, p o r decirlo así, sólo utili­ tario . R abelais es p artid ario , p o r p rincipio, d e traslad ar el cen tro d e gravedad d e la c o m id a y ta beb id a a la cena. Así está tam b ién establecido e n el sistem a educativo del h u m a n ista Panócratcs: «S abed q u e la a n te rio r co m id a e ra so b ria y frugal, pues ta n sola­ m en te co m ían p a ra c a lm a r los ladridos del estóm ago; p ero la cena e ra co p io sa y larga, puesto q u e te n ía n necesidad d e re p o n er fuer­ zas y d e n u trirse. E sta es la b u e n a d ieta prescripta p o r el arte de la seria m ed icin a...» (L ibro 1, C ap. X X lll). U n a m ed itació n especial sobre la cena, p u esta en b o ca dc I^ n u rg o , está e n el cap ítu lo X V dei lib ro tercero , q u e y a h em os citad o antes: « C u an d o m e he d e ­ say u n ad o b ien y a p u n to , y m i estóm ago está bien fortificado y provisto, p o r u n a vez y en caso d e necesidad extrem a, p asaría sin a lm o rz ar, p ero ¿n o cenar? ;U n cáncer! E sto es u n erro r y u n es­ cá n d alo p a ra la n aturaleza. » L a n atu ra leza h a h echo el d ía p a ra t r a b ^ a r y ejercitarse cada u n o en su o ficio , y a este fin nos a lu m b ra c o n la clara y gozosa luz del sol; p o r 1a ta rd e co m ien za a quitárnosla» co n lo cual nos dice tácitam en te: hijos, sois h o m b res d e bien; b astan te habéis tra ­ b ajad o ; la n o ch e llega; con v ien e a b a n d o n a r la la b o r y restaurarse c o n b u en p an , b u en vino, b u en a s viandas; después divertirse u n p o co y acostarse, d escan sar p a ra el d ía siguiente; tran q u ilo s y ale­ gres volver ai trab a jo d e antes...» D u ra n te esas «cenas» pantagruélicas (o in m e d ia ta m e n te des­ p ués d e ellas), con p an, v in o y o tras viandas, tien en lugar conver­ saciones pantagruélicas, sabias, p ero salp im en tad as con risa y obs­ cenidades. Sobre la especial significación d e esas «cenas», d e ese nuevo asp ecto rabelaisiano del B a n q u e te p lato n ian o , hablarem os m ás adelante. -

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Así, la serie de la co m id a y d e la bebida, en su desarrollo grò« tesco, sirve p a ra d estru ir las viejas y falsas vecindades entre obje­ tos y fenóm enos, y crear o tras nuevas vecindades q u e condensen y m aterialicen el m u n d o . E n su polo positivo, esta seríe c u lm in a co n la consagración ideológica —con la cu ltu ra de la co m id a y de la bebida— q u e es el rasgo esencial d e la im agen del hom bre nuevo, arm o n io so y u n itario. la s e m o s a la serie d e los excrem entos. Esa seríe o cu p a en la n o v ela u n lu g ar b astan te im p o rtan te. El contagio d e A ntiphisis exigía u n a fuerte dosis d e a n tíd o to Phisis. La seríe d e los excrem entos sirve b ásicam ente p a ra la creación de las m ás in esp erad as vecindades en tre objetos, fenóm enos e ideas, q u e d estru y en la je ra rq u ía y m aterializan la im agen del m u n d o y de la vida. C o m o ejem plo d e creación d e im previsibles vecindades, puede servir «ei tem a del lim piaculos». El p eq u e ñ o G a rg an tü a hace un d iscurso sobre los d iferentes m étodos d e lim piarse el cu lo q u e h a p ro b a d o , y acerca de cuál h a en c o n trad o m ejor. En la seríe gro­ tesca desarrollada p o r él, figuran com o m edios de lim piarse el culo: u n a co fia, u n a lm o h a d ó n , u n a zapatilla, u n cesto (U m piaculos d e­ sagradable), u n so m brero, u n a gallina, un gallo, u n pollo, la piel d e u n a tern era, u n a liebre, u n pichón, un cuervo m arín o , el ropón d e u n letrado, u n d o m in ó , u n a to ca, u n señuelo, u n cach o rro d e m a rta (q u e le ulceró to d o el períné), los g uantes d e su m ad re bien p erfu m ad o s d e b en ju í; co n sauce, hinojo, aneta, m ejo ran a, hojas de coi, pám p an o s, altea, verdasco, lactuarío, espinacas (serie d e los com estibles), rosas, sábanas, u n cojín, un pañuelo, u n peinador. El m e jo r U m piaculos resultó ser u n pollo d e o ca co n m u ch as plu­ m as: «se siente en ¿1 culo u n a vo lu p tu o sid ad m itific a , ta n to por la d u lzu ra del p lu m ó n co m o p o r el calo r tem p lad o del anim alito, q u e fácilm ente se co m u n ica a la m o rcilla c u ía r y a los o tro s intes> tin o s hasta llegar a las regiones d d co razó n y del cerebro». Luego, refirién d o se a la « o p in ió n del m aestro J u a n d e Escocia», G argantú a sostiene q u e la felicidad d e los héroes y sem idioses q u e viven en los cam pos Elíseos reside precisam ente en el hecho d e q u e se lim p ian el cu lo con u n p o llo de oca. E n la «C onversación q u e tuvieron d u ra n te la com ida en ala­ b an za de las D ecretales», e n la isla de los Pa(»m anes, se in tro d u ce en la serie d e los excrem entos las D ecretales papales. El fraile Jean se lim p ió el culo u n a vez con u n a h o ja d e las C iem entinas, y le salieron u n as grietas y a lm o rra n as horribles. P anurgo tu v o u n tre ­ —

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m e n d o e stre ñ im ie n to tra s leer u n ca p ítu lo d e las D ecretales (Li­ b ro IV, C ap . LU). El en tre c ru z a m ie n to d e la seríe co rp o ral c o n ia d e la c o m id a y ia b ebid a, y la d e los excrem entos» ap arece en el episodio denlos seis peregrínos. G a rg a n tú a se traga, ju n to c o n la ensalada, seis peregrínos, tra s d e lo cu a l b eb ió u n larguísim o trag o d e v in o seco. E n u n príncipio« los peregrinos se te n d ie ro n en las encías; estuvie­ ro n luego a p u n to d e ser arrastra d o s h asta la b o ca d el estó m ag o d c G a rg an tú a. C o n la ay u d a d e sus b o rd o n e s lograron ponerse a salvo, m etién d o se e n tre los d ientes. Pero u n o d e ellos to c ó u n a m u e la cariad a d e G a rg a n tú a , y éste los escupió fuera. C u a n d o los peregrínos salieron corríendo, G a rg an tú a se p uso a m ear, y su orína les alcan zó , o b lig ándoles a refugiarse e n el bosque. C u an d o , al fi­ nal, se vieron fu era d e peligro, u n o de los peregrínos d em o stró que su a v e n tu ra h a b ía sido p ro fetiz ad a en u n o d e los salm os d e D avid: tíC u m ex u rg eren l h o m in e s in nos, fo r te vivos d eg lu tissen t nos: c u a n d o n o so tro s fu im o s co m id o s co n aq u e lla ensalada co n ta n ta sal. C u m irasceretur fu r o r e o rru m in nos. fo r s ita a m a g u a absorb u isset nos: c u a n d o él b eb ió su g ran trago... F o rsita m periransisset a n im a nostra a q u a m in to lera b ilem : d e su orína, q u e estuvo a p u n to d e a h o g a rn o s e n el c a m in o . (N ota: H e a q u i la trad u c ció n d e lo q u e d icen en la tín los peregrínos: C u a n d o los h o m b res se le­ v a n ta ro n c o n tra n o so tro s y p arecía q u e ib a n a c o m e rn o s vivos. C o m o su fu ro r se irrítab a c o n tra nosotros, p arecía q u e el a g u a a en v o lv em o s. A caso n u e stra a lm a h u b ie ra p o d id o p asa r p o r sí m ism a el to rre n te in ab o rd ab le)» (L ibro I, C ap. X X X V III). D e esta m a n e ra , los salm os de D a v id se c o m b in a n aq u í, estre­ ch am en te, c o n lo s procesos de la co m id a, d e la beb id a y d e la eva­ cu ació n u rín aría. E s m u y característico el ep iso d io d ed icad o a la «Isla del viento», en d o n d e los h a b ita n te s sólo se a lim e n ta n d e viento. El te m a «del V ien to » y to d o el co m p lejo d e m o tiv o s elevados ligados a éste en la lite ra tu ra y e n la poesía — la b rísa d e C éfiro , el viento d e las tem p estad es m arín a s, la respiración y el suspiro, el alm a c o m o resp iració n , el esp írítu , etc.— se in tro d u c e a través d e la « v en to sid ad » e n la seríe d e la c o m id a , e n la d e los ex crem en to s y en la d e las costu m b res (Cfr. ei «aire», la «respiración», el «viento», co m o m u e stra y fo rm a in te río r de las p alabras, im ágenes y m o ti­ vos d el p la n o su períor: vida, a lm a , espíritu, am or, m uerte, etc.). « N o cag an , ni m ean , n i escu p en en aquella isla; e n co m p en sa­ ció n , p e d e n y v en to sean co p io sam en te... L o m ás co rríen te es el ~_ 340 -

cóÜco ventoso; p a ra rem ed iarlo u san grandes ventosas y lan zan fuertes ventosidades. » M u e re n to d o s h idrópicos y tim panizados: los h o m b res pe> d ien d o y las m u jeres b u fa n d o . Así les sale el a lm a p o r el culo» (L i­ b ro IV, C ap . X L III). A quí, la serie d e los excrem entos se e n tre ­ c ru za c o n la serie d e la m uerte. E n la serie de los excrem entos, R abelais co n stru y e la serie de los « m ito s locales». El m ito local explica la génesis d el espacio geográfico. C ad a lugar debe ser explicado —em p e z a n d o p o r su n o m b re y te rm in a n d o p o r las características d e su relieve, terren o , vegetación, etc.— a través d c u n acontecim iento h u m a n o q u e tu v o lugar allí y d eterm in ó la d e n o m in ac ió n y la fisio n o m ía d e esa zona. L a zo n a co n stitu y e u n a h u ella del aco n te cim ie n to q u e le d io fo rm a. E sa es la lógica d e todos los m ito s y leyendas locales q u e in te rp re ta n el espacio p o r m ed io d e la historia. R abelais c rea ta m ­ b ién, e n el p lan o p aró d ico , tales m ito s locales. Así, R ab elais explica el n o m b re d e París d e la siguiente m a ­ n era. C u a n d o G a rg a n tú a llegó a esa ciu d ad , se co n c en tró en to m o suyo g ra n ca n tid a d d e gente; y él, « p ara reírse» (« p a r ris») «desa­ tascó su bella b rag u eta, sacó al aíre su m é n tu la y los m eó ta n cop io sam en te q u e ah ogó a d oscientos sesenta m il cu a tro cien to s d ie­ cio ch o , sin c o n ta r en e sta cifra las m u jeres y los niños... D esde en to n ce s la villa se llam ó París» (L ibro I, C ap. XVII). El origen d e los b a ñ o s calientes e n F ran c ia e Italia se explica p o r el h ech o de que, d u ra n te la en ferm edad d e Pantagruel, su o rin a estab a ta n calien te q u e a ú n h o y d ía n o h a llegado a enfriarse (Li­ b ro II, C ap . X V II). El arro y o q u e p asa ju n to a la iglesia S aint V icto r se fo rm ó co n o rin a d e los perros (episodio n a rra d o en el cap ítu lo X X II, L i­ b ro II). L os ejem p lo s citad o s so n su ficientes p a ra caracterizar la se­ rie d e los ex crem en to s en la novela d e R abelais. la s e m o s a h o ra a la serie del acto sexual (en general, d e las ob scenidades sexua­ les). L a serie d e las obscenidades sexuales o c u p a u n lu g ar colosal en la novela. Esa serie es p resen tad a b ajo diversas variantes; desde la o b scen id ad ab ierta hasta la am b ig ü ed ad su tilm en te disim u lad a, d esde la b ro m a y la a n é c d o ta procaces h a s ta las reflexiones m é ­ d icas y n atu ralistas acerca d e la p o ten cia sexual, d el sem en del h o m b re, d e la cap acid ad sexual, del m a trím o n io , d e la im p o rta n ­ c ia del p rín cip io oríginarío. —

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L as expresiones y b ro m as obscenas abiertas están dispersas a lo largo de to d a la novela de R abelais. Son especialm ente frecuen­ tes en b o ca del p adre Je a n y de P anurgo, p ero ta m p o c o otrosj>ersonajes las ev itan . C u a n d o los pantagruelistas, en el trascu rso de su viaje, e n c u e n tra n u n a s p alab ras congeladas, y e n tre ellas des­ cu b riero n u n a serie de palabras obscenas, P antagruel se niega a que se g u ard en esas obscenidades congeladas «diciendo q u e era u n a lo cu ra g u ard ar aq u ello q u e ja m á s falta y q u e siem pre se tien e a m an o , co m o o cu rre co n las p alab ras rojas e n tre b u en o s y alegres p an tag ru elistas» (L ibro IV, C ap. LVI). Ese p rin cip io de u tilizació n de las p alab ras «entre b u en o s y alegres p an tag ru elistas» lo respeta R abelais d u ra n te to d a la n o ­ vela. Sea cual sea el te m a de conversación, las obscenidades e n ­ c u e n tra n siem p re u n lugar en el e n tra m a d o verbal q u e las rodea, in tro d u cid as ta n to p o r m ed io d e las m ás bizarras asociaciones o b ­ jetu ales, co m o a través de relaciones análogas p u ra m e n te litera­ rias. E n la n o v ela se cu e n ta n n u m ero sas an écd o tas-relato s q u e es­ tá n to m ad o s, frecu en tem en te, d e fuentes folclóricas. Así es, p o r ejem p lo , la an é c d o ta del leó n y la vieja n a rra d a en el cap ítu lo X V del seg undo libro, y la h isto ría de «cóm o el d iab lo fue en g añ ad o p o r u n a vieja d e P apahiguera» (L ibro IV, C ap. X LV II). E n la base d e estas h isto rías está la an tig u a analogía folclóríca e n tre el órgano genital fe m en in o y u n a gran h eríd a abierta. E n el esp irítu d e los « m ito s locales» es p re sen tad a la co n o c id a h isto ría de ta n te fidelidad). E so m u e stra el alto v alo r q u e d a R abelais al he> ro ísm o h istórico. Es característico, q u e esos fenóm enos m ed ian te los cuales la n atu raleza y el m u n d o histórico reaccionan an te la m u erte d e lo s héroes —a u n q u e « contradicen todas las leyes d e la n atu raleza» — , sean p o r sí m ism o s co m p letam en te naturales (ternpestades, co m etas, terrem otos, revoluciones) y estén situados en el m ism o m u n d o d e aq u í, en el q u e tran sc u rre la v id a y la ac< tiv id ad de los héroes. E sa re so n an cia está h ero iz ad a épicam ente, y e n ella p artic ip a ta m b ié n la naturaleza. T am poco en este caso rep resen ta R abelais la m u erte en el ciclo in dividual (cerrado y auto su ficien te) d e la vida, a n o en el m u n d o histórico, e n ta n to q u e fe n ó m e n o d e la v id a social histórica. E n el m ism o to n o está n a rra d a (m ás e ta c ta m e n te , reco n tad a a p a rtir d e P lu tarco ) la m u erte d e G ra n Pan. P antagruel, en su re­ lato , atrib u y e lo s aco n te cim ie n to s relacionados co n esa m u erte a la n eral h acia ad elan te (trabajo, m o v im ien to , acción). Es p ro fu n d a m e n te espacial y concreto. N o está separado de la tierra y d e la n atu raleza. Es co m p letam en te exterior, al igual q u e la vida h u m a n a e n su co n ju n to . L a v id a agrícola d e la gen te y la d e la n atu ra leza (de la tierra) se .m iden p o r los m ism os harem os, los m ism o s aco n tecim ientos, los m ism os intervalos; son insepa­ rables y se p resen tan en u n m ism o acto (indivisible) del trab a jo y d e la conciencia. L a vida h u m a n a y la n atu ra leza se in terp re tan m e d ian te las m ism as categorías. Las estaciones del año, las ed a­ des, las noches y los días (y sus subdivisiones), la cop u lació n (m a­ trim o n io ), el em b arazo , la m ad u rez, la vejez y la m u erte, son to ­ d as ellas categorías-im ágenes q u e sirven d e igual m o d o para rep resen ta r los tem as d e la v id a h u m a n a q u e los d e la vida d e la n atu ra leza (b ajo el aspecto agrícola). Todas esas im ágenes son ex­ tre m a d a m e n te cro notópicas. El tiem po está, e n este caso, inm erso en ia tierra, sem b rad o e n ella, y allí m ism o m ad u ra . E n su m ovi­ m ien to , la m a n o tra b a ja d o ra del h o m b re v a u n id a a la tierra; los h o m b res crean el p aso d e l tiem p o , lo p alp an , lo hu elen (los cam ­ biantes olores del crecim iento y la m aduración) y lo ven. Es denso, irreversible (d e n tro d e los lím ites del cicio),y realista. Es to ta lm e n te unitario. Esa to ta l u n id a d se revela en el trasfo n d o de las p ercepciones posteriores del tiem p o e n la lite ratu ra (y, en general, en la ideología) u n a vez q u e el tiem p o d e los a c o n ­ tecim ien to s personales, d e ca d a día, fam iliares, se h u b ie ro n in d i­ v id u alizad o y sep arad o d el tie m p o d e la v id a histórica colectiva, d el c o n ju n to d e la sociedad; u n a vez h u b iero n ap arecid o las dife* re n te s escalas d e m ed ició n d e los aco n tecim ien to s d e la vida p ar­ ticu la r y d e los d e la histo ria (se en c o n tra ro n en p lan o s diferen­ tes). A u n q u e, en ab stracto, el tiem p o h ab ía perm an ecid o unitario, estab a desd o b lad o desde ei p u n to d e vista tem ático. L os argu­ m e n to s d e la vida p riv ad a n o p o d ían ser d ifu n d id o s, transferidos -

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a la vida del c o n ju n to social (del estado, d e la nación); los argu> m en to s (acontecim ientos) históricos se co n v ertían en algo especí­ ficam en te distinto d e los de la vida privada (am or, m atrim o n io ); los arg u m en to s se cruzaban ta n sólo en algunos p u n to s específi­ cos (guerra, boda del rey, crim en), separándose, no obstante, desde estos p u ntos, en diferentes direcciones (el doble argum ento de las novelas históricas: los acontecim ientos históricos y la vida del per­ sonaje histórico com o individuo). Los m otivos creados en el tiem p o u n itario del folclore prim itivo pasaron —la m ayoría de ellos— a fo rm ar p arte de la com posición d e los arg u m en to s d e la vida privada, som etiéndose, co m o es n atu ral, a u n a rein terp reta­ ción sustancial, a reag ru p am ien to s y perm utaciones. Bero, sin em bargo, co n serv aron en este caso su im agen real, a u n q u e en o r­ m em en te degenerada. Estos m otivos sólo p o d ían incorporarse parcialm en te a los argum entos históricos —y, adem ás, en form a sim bólica, co m p letam en te su b lim ad a—. E n el p eríodo del capi­ talism o desarrollado, la vida socio-política, de estado, pasa a ser ab stracta y carente, casi p o r com pleto, d e tem ática. En el trasfondo del desdoblam iento po sterío r del tiem po y el arg u m en to ap arece m u y clara la u n id ad to tal del tiem po folclò­ rico. Las series d e las vidas individuales n o se h ab ían aislado to ­ davía, no ex istían acciones particulares, no existían acontecim ien­ to s d e la vida privada. L a vida era u na, y to talm e n te «histórica» (utilizando aq u í esta categoría tardía); la co m id a, la bebida, la co­ pulación, el n acim iento y La m uerte, n o eran m o m en to s d e la existencia privada; eran u n a p reocupación c o m ú n , eran «históri­ cos», estaban estrech am en te ligados al trab ajo social, a la lucha co n tra la naturaleza, a la guerra, y era n expresados y representa­ dos p o r m edio d e las m ism as categorías-im ágenes. Ese tiem p o lo in co rp o ra to d o a su m o v im ien to ; no conoce n in g ú n trasfondo inm óvil, estable. Todas las cosas '—el sol, las es­ trellas, la tierra, el m ar, e tc.— le vienen dadas al h o m b re n o para la co n tem p lació n individual («poética») o la m editación d esinte­ resada, sino, exclusivam ente, en el proceso colectivo de tr a b ^ o y de lu ch a co n tra la naturaleza. Sólo en ese proceso se en c u en tra el h o m b re co n d ichos elem entos, y sólo a través del prism a d e ese proceso e n tra en contacto con ellos y los conoce. (C onocim iento q u e es m ás realista, objetivo y profundo de lo q u e lo hubiera sido en las condiciones d e u n a co n tem p lació n poética pasiva). P or eso, to d as las cosas son incorporadas al m ovim iento d e la vida, a los aco n tecim ien to s d e la vida, com o participantes vivos. R )rm an —

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p arte del arg u m en to y no se oponen a las acciones, en ta n to q u e trasfon d o d e éstas. P osteriorm ente, en las fases literarías d e evo< lu ció n d e las im ágenes y los argum entos, tien e lugar la desintegra­ ció n de to d o el m ateríal en acontecim ientos tem áticos y en trasfondo d e las m ism as: el paisaje natural» los príncipios inm utables del sistem a político-social, m oral, etc., independientem ente d e si dicho trasfondo está concebido com o perm an en tem en te inm óvil e in m u tab le, o ta n sólo en relación con la dinám ica del argu­ m en to respectivo. El poder del tiem po y, p o r lo tanto, la tem ática d e la p o sterío r evolución literaría, son siem pre lim itados. Todos los rasgos analizados del tiem po folclóríco pueden co n ­ siderarse valores positivos. Pero su rasgo decisivo (en el q u e v a­ m o s a d etenem os), el de su carácter cíclico, es u n rasgo negativo» que lim ita la fuerza y la productividad ideológica de dicho tiem po. El sello del carácter cíclico, y, p o r lo tanto» el d e la repetiiividad cíclica» se halla en todos los acontecim ientos d e ese tiem po. Su ten d en cia hacia adelante viene frenada p o r el ciclo. P o r eso, el crecim iento no se convierte aqui en un auténtico proceso de for­ m ació n . Estos son los príncipales rasgos del sentido del tiem po q u e se form ó en la fase prím itiva agrícola d c la evolución d c la sociedad hu m an a. La caracterízaclón q u e hem os hecho del tiem po folclórico viene dada, co m o es lógico, e n el trasfondo de n u estra concepción del tiem p o . N o to m am o s ese tiem po com o u n hecho de conciencia del h o m b re prím itivo, sino q u e lo presentam os, utilizando m ate­ rial objetivo, com o el tiem p o q u e se revela e n los c o r r e ^ n d i e n tes m o tiv o s antiguos, q u e d eterm in a la u n ió n de esos m otivos en arg u m en to s, que decide 1a lógica del desarrollo de las im ágenes en el folclore. Tam bién hace posible e inteligible, esa vecindad de las cosas y fenóm enos d e la q u e nosotros partim os y a la q u e volverem os. E» igualm ente, d eterm in a la lógica específica de los rítos y las fiestas del culto. E n ese tiem po, las personas tra b ^ a b a n y vi­ vían; pero, co m o es natural, no p o d ía ser com prendido ni eviden­ ciado p o r m edio d e u n conocim iento abstracto. Está to talm e n te claro q u e, e n el’ tiem po folclóríco caracterízado p o r nosotros, la vecindad d e cosas y fenóm enos deb ería po­ seer u n carácter especial, n etam e n te diferenciado del carácter d e las vecindades de la literatu ra posteríor y, en general, del pensa­ m ien to ideológico dc la sociedad dividida e n clases. E n las con­ diciones existentes cu an d o no se hablan separado las seríes in d i­

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viduales de la vida, c u a n d o e ra to ta l la u n id ad del tiem po, fen ó m en o s tales com o el ap aream ien to y ia m u erte (fecundación de la tierra, g erm inación), la tu m b a y el seno fecundado de la m u ­ jer, la co m id a y la bebida (los íh ito s d e la tierra) ju n to a la m u e rte y al ap aream ien to , etc., te n ía n q u e encontrarse en vecindad d i­ recta, b ajo el aspecto de crecim iento y fertilidad; e n la m ism a se­ rie están ta m b ié n im plicadas ias fases de la vida dei sol (1a suce­ sión del d ía y de la noche, d e las estaciones del añ o ) com o p articipantes, ju n to co n la tierra, en los acon tecim ien to s del cre­ cim ien to y d e la fertilidad. Todos estos fenóm enos están inm ersos en u n ac o n tecim ien to unitario, y sólo caracterizan diferentes as­ pectos del m ism o com plejo: crecim iento, fertilidad, la v id a e n te n ­ d id a bajo el m ism o signo d e a e c im íe n to y fertilidad. R epetim os: la vida de la n atu raleza y la del h o m b re están u n id as en u n m ism o com plejo; el sol está en la tierra, y, en el p ro d u cto consum ido, es com ido y bebido. Los acontecim ientos de la vida h u m a n a son igual d e grandiosos q u e los d e la vida d e la naturaleza (p a ra ellos se uXilizan las m ism as palabras, los m ism os m atices, q u e n o son n a d a m etafóricos). A dem ás d e eso, to d o s los m iem b ro s d e la vecindad (todos los elem en to s del co n ju n to ) tien en igual valor. L a com ida y la b eb id a so n ta n im p o rtan tes en esta serie co m o la m uerte, la pro creació n y las fases solares. U n único gran aco n tecim ien to de la vida (del h o m b re y la natu raleza ju n to s) se revela en sus dife­ ren tes aspectos y m om entos, siendo to d o s ellos igual d e necesa­ rios e im p o rtan tes en aquél. S ubrayém oslo u n a vez m ás: la vecindad an alizad a p o r noso­ tros n o era co n o cid a p o r el h o m b re prim itivo e n el proceso de pen sam ien to ab stracto o de co n tem p lació n , sino en el proceso de la vida m ism a de trab a jo colectivo en m edio de la naturaleza, de co n su m o colectivo de los frutos del trabajo, y de preocupación colectiva p o r el crecim iento y renovación d el c o n ju n to social. Sería to talm e n te erró n eo p ensar q u e alguno d e los elem entos d e la vecindad tiene, en general, prioridad; y sería especialm ente e n ó n e o aco rd ar tal prioridad al m o m en to sexual. El elem ento se­ x ual to d av ía n o se hab ía separado co m o tal, y sus aspectos espe­ cíficos (la có p u la h u m ana) se percibían de m anera totalm ente igual a los d em ás elem entos de la vecindad. Todos ellos n o era n sino aspectos diferentes d e u n m ism o aco n tecim ien to u nitario, aspec­ tos q u e se id en tificab a n e n tre sí. H em os exam in ad o la vecindad e n to d a su sim plicidad, e n sus grandes y principales bneas; pero a ella se ib an in co rp o ran d o gran can tid ad de nuevos y nuevos ele­ — 362 —

m en to s q u e co m plicaban los m otivos y d eterm in ab an u n a gran variedad de co m b inaciones tem áticas. Todo el m u n d o accesible, según su grado d e im plicación, era incorporado a ese com plejo, se in terp re tab a e n él y p o r m edio de él (práctica y eficazm ente). D e acuerdo co n la estratificación en clases dei c o n ju n to social, ese com plejo sufre m odificaciones im portantes, y los correspon­ d ien tes m otivos y argum entos se som eten, a su vez, a reinterpre­ tació n . T ien e lugar u n a diferenciación gradual d e las esferas ideo­ lógicas. El cu lto se separa de la producción; tam b ién se separa y, en cierta m edida, se individualiza» la esfera del consum o. Los ele> m entos del com plejo se desagregan y se transform an desde el punto d e vista interior. E lem entos d e vecindad tales co m o la comida» la bebida, el acto sexual y la m uerte, pasan a la vida cotidiana, que y a está individualizándose. P or o tra parte, se incorporan al rito. ad q u irien d o en él u n a significación m ágica (en general, específi­ cam en te d e culto, ritual). £1 rito y la v id a co tid ian a se co m b in an estrech am en te e n tre sí, a u n q u e exista en tre ellos u n a fro n tera in ­ terior: el p an y a n o es en el rito el p a n real, el alim ento d e cada día. Esa fro n tera se convierte m ás y m ás en u n a m eta, y se hace m ás clara. El reflejo ideológico (palabra, representación), ad­ qu iere u n a fuerza m ágica. U n a cosa singular se convierte en sustitu tiv a del c o n ju n to (de a q u í la función sustitutiva de la víctim a (el fruto q u e se ofrece co m o o frenda fig u ra co m o sustitutivo de to d a la cosecha, el a n im al co m o sustitutivo de to d o el reb añ o o de la cría, etc.). E n esta fase de separación (gradual) de la producción, el rito y la vida co rrien te, to m a n fo rm a fenóm enos tales com o los ju r a ­ m e n to s rituales y, posteriorm ente, la risa ritucd, la parodia y 2a b u fonada rituales. A q u í en co n tram o s el m ism o com plejo d e cre­ cim iento-fertilidad en nuevos escalones d e j a evolución social, y, por lo tan to , en u n a n u ev a interpretación. Los elem entos d e ve­ c in d ad (am p liad a a p artir d e la base antigua) n o están, co m o an ­ tes, estrecham ente u nidos entre sí, sino q u e son interpretados desde u n p u n to d e vista m ágico-ritual y separados, d e u n lado, p o r la p ro d u cció n social, y, d e otro, p o r la vida individual (a u n q u e se m ezclen co n ellas). E n esa fase (m ás exactam ente, en su final) la an tig u a vecindad es p resen tad a detalladam ente en las satum alias ro m an as, en las q u e el esclavo y el b u fó n sustituyen en la m uerte al em p erad o r y al dios, en las q u e aparecen form as de parodia ri­ tual, d o n d e las «pasiones» se m ezclan co n la rísa y la alegría. Fe­ n ó m en o s sim ilares constituyen los ju ra m e n to s nupciales y la rí-

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dicuU zación del novio; las b u rlas rituales d e los soldados ro m an o s al caudillo triu n fa n te al e n tra r en R o m a (la lógica d e la víctim a sustitutoria: p rev en ir el au tén tico d esh o n o r m ed ian te el d esh o n o r ficticio; m ás ta rd e se in terp re ta co m o el im p e d im e n to d e la“«env id ia del destino». E n to d o s estos fenóm enos, la risa (en sus di> versas expresiones) aparece estrech am en te v in cu lad a a la m uerte, a la esfera sexual, así co m o a la esfera d e la c o m id a y d e la bebida. L a m ism a v in cu lación d e la risa a la co m id a y bebida de culto, a la obscenidad y la m uerte, la en c o n tram o s en la estru c tu ra d e la co m ed ia de A ristófanes (véase el m ism o com plejo, en el p lan o te^ m ático , en Alcestes. d e E urípides). En estos ú ltim o s fenóm enos, la vecindad an tig u a analizada an terío rm en te aparece ya en u n p lan o p u ra m e n te literarío. C o n fo rm e a la p o sterío r evolución d e la sociedad b asad a en clases y c o n d iferenciaciones m ás y m ás grandes de las esferas ideológicas, se p ro fu n d iza cada vez m ás la desintegración in terío r (d esd o b lam ien to ) d e ca d a u n o de los elem entos d e la vecindad: co m id a, b eb id a, el acto sexual; pasan a la v id a prívada e n su as> p ecto real, se co n v ierten, p re p o n d era n te m e n te, en u n a preocupa-' ció n privada y co tidiana, adquieren el colo ríd o específico de lo m u y usual, pasan a ser p eq u e ñ as realidades, «vulgares», corríen> tes. P o r o tra p arte, los m ism o s elem entos, e n el cu lto religioso (y p arcialm en te e n los géneros elevados d e la lite ra tu ra y de las de> m ás ideologías), están excesivam ente sublim ados (con frecuencia, ei acto sexual se su b lim a y d isim u la ta n to q u e apenas se íe puede reconocer), ad q u ieren u n carác te r sim bólico abstracto: las relacio^ nes en tre los elem en to s del com plejo ad q u ieren ta m b ié n a q u í u n carácter ab stracto-sim bólico. Es co m o si éstos rechazasen to d a re­ lació n co n la realid ad c o m e n te y vulgar. L as grandes realidades —iguales e n valor— d el an tig u o com* piejo de an tes d e la ap aríció n d e las clases, se separan u n a d e o tra, se so m eten a u n d esd o b lam ien to in tern o y a u n a rein terp retació n je rá rq u ic a radical. En las ideologías y en la literatu ra, los elem en­ to s de v ecin d ad se dispersan en diversos planos, superiores o in* feríores, en diversos géneros, estilos y tonos. Ya no se h allan jun* tos en el m ism o con texto, y a n o están u n o al lado del o tro , porque h a desap arecid o el c o n ju n to q u e les englobaba. L a ideología re< fleja lo q u e ya está ro to y separado en la vida. U n elem en to del co m p lejo , co m o es la esfera sexual (el acto sexual, los órganos se< xuales, los ex crem en to s p o r estar relacionados co n los ó ig an o s se* xuales) está casi p o r com pleto alejado, e n su aspecto real y d i­ -

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recto» d e los géneros o ficiales y del lenguaje oficial de los grupos sociales d o m in an tes. B ajo su aspecto sublim ado, co m o amor, el elem e n to sexual del com plejo se in co rp o ra a los géneros elevados, y e n tra en ellos en vecindad y relaciones nuevas. Bajo u n aspecto laico y corriente, co m o el m atrim o n io , la fam ilia, la procreación, la esfera sexual e n tra e n los géneros interm edios, realizando, tam b ién en estos, n u ev as y perdurables vecindades. La esfera d e la co> m id a y d e la b eb id a tiene existencia sem ioficia! y, bajo u n aspecto real, corríente, n o detallado» vive e n los géneros interm edios e in ­ feriores co m o u n detalle secundarío, co rríente, d e la vida prívada. E n la seríe in d ividual d e la vida, la m u erte ad o p ta, igualm ente, d iferentes aspectos; tien e u n a función especial en los géneros ele­ vados (literaríos y en o tras ideologías), y o tra d istin ta e n los gé* ñeros in term ed io s (que pertenecen p o r en tero , o a m edias, a los de costum bres). E n tra n en nuevas y diferentes vecindades; se ro m p e n sus relaciones co n la rísa, el ac to sexual y la parodia. To­ do s los elem en to s del com plejo pierden e n sus nuevas vecindades la relación co n el trab a jo social. D e acu erd o c o n to d o eso, se di> ferencian los to n o s y las m odalidades estilísticas d e los diversos aspectos d e los elem entos del com plejo. Al conservarse algunas relaciones en tre ellos y los fenóm enos d e la naturaleza, tales rela­ ciones ad q u ieren , en la m ay o ría d e los casos, u n carácter m etafóríco. E videntem ente» n o so tro s ofrecem os a q u í u n a caracterización m u y sim p le y su m a ria d e los destinos d e los diferentes elem entos del an tig u o co m plejo d e la sociedad d ividida e n clases. N os in te­ re sa só lam en te la fo r m a del lie m p o co m o fu n d a m e n to d e la vida p o sterio r d e los tem as (y d e la vecindad d e los tem as). L a form a folclórica del tiem p o, caracterizada m ás arriba» sufrió m o d ifica­ ciones esenciales. Precisam ente» en tales m odificaciones vam os a d e te n e m o s a co n tin u ació n . Es esencial el h ech o d e q u e todos los elem en to s de la antigua vecindad h ay an p erdido la co ntigüidad real en el tiem p o u n itario de la vida h u m a n a colectiva. N a tu ralm en te, en el pensam iento ab stra cto y en los sistem as concretos d e cronología (sean cuales sean), el tiem p o co nserva siem pre su u n id ad ab stracta. Bsro» en los lim ites d e esa u n id ad d e calendario, abstracta» el tiem p o co n ­ creto de la vida h u m a n a se escindió. Se sep araro n del tiem p o co­ m ú n d e la vida colectiva las series individuales d e la vida, los des­ tin o s individuales. Al com ienzo, to d av ía n o estaban claram ente sep arad as d e la vida del c o n ju n to social; ta n sólo estaban separa* -

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d as d e ella c o m o u n bajorrelieve plano. L a sociedad m ism a se es­ c in d e e n g ru p o s y su b g ru p o s d e clase, a los q u e e stá n directa» m e n te v in cu lad as las señ e s in d iv id u ales d e la vida q u e, ju n to co n aq u ello s se o p o n e n al co m p lejo . Así, e n las fases t e m p r a n a d e la sociedad esclavista y en la sociedad feudal, las series individuales d e la v id a to d a v ía e stá n b astan te estre ch am en te relacio n ad as con la v id a c o m ú n d el g ru p o social m ás cercano. Pero, sin em bargo, ta m b ié n e n ese caso están y a separadas. £1 curso de las vidas in ­ d iv id u ales, el d e la v id a d e los grupos y el del c o n ju n to social-estatal n o se ju n ta n , sin o q u e se alejan« se in te rfie re n , se m id en p o r m ed io d e escalas valorativas diferentes; to d as estas series evolu­ c io n a n co n fo rm e a su p ro p ia lógica, tie n e n sus tem as, u tilizan y re in tc rp re ta n d e m a n e ra p ro p ia los m otivos antiguos. D e n tro de los h m ite s d e la serie in d iv id u a l d e la v id a se descubre el aspecto in terio r d e l tiem p o . El proceso d e ev id en ciació n y ru p tu ra del c o n ju n to d e las series individuales d e la v id a a lca n za el p u n to c u l­ m in a n te e n las co n d icio n es d e desarrollo d e las relaciones m o n e ­ ta ria s e n la sociedad esclavista y e n la cap italista. L a serie in d iv i­ d u a l ad q u iere e n éstas u n ca rá c te r particular, específico; y lo general ad q u ie re el m áx im o ca rá c te r abstracto. L os m o tiv o s an tig u o s, q u e h ab ían pasado a los tem as d e las series in d iv id u ales d e la vida, e x p e rim e n ta n u n a especial degra­ d a c ió n . L a co m id a, la bebida, el ap a re a m ie n to , etc., ^ e r d e n a q u í su « p ath o s» an tig u o (su relació n , su u n id a d co n la vida laboral del c o n ju n to social); se co n v ierten , e n el m arc o d e la v id a individual, en u n a p re o cu p ac ió n p riv ad a m in ú scu la, p arece c o m o si agotasen su sig n ificació n d e n tro d e l m arc o d e la vida privada. C o m o resul­ tad o d el aislam ien to d e la v id a p ro d u c tiv a d el c o n ju n to , d e la lu ­ ch a colectiva co n tra la naturaleza, sus relaciones reales co n la vida d e la n atu ra leza se d e b ilita n o se in te rru m p e n d e fin itiv a m e n te . Esos m o m en to s, aislados, em p o b recid o s y d ism in u id o s e n su as> p ecto real, h a n d e som eterse, a fin d e co n serv ar su significación en el arg u m e n to , a u n a cierta su b lim a ció n , a u n a am p lia c ió n m e­ tafó ric a del sen tid o (a cargo d e relaciones q u e e n u n tie m p o fue> ro n reales) a u n en riq u e cim ie n to a c u e n ta de d eterm in a d as re m i­ n iscencias confusas, o fin a lm e n te , a la a d q u isició n d e significado a c u e n ta del aspecto in terio r d e la vida. A sí es, p o r ejem p lo , el m o tiv o d el v in o en la poesía a n a cre ó n tic a (en el m ás a m p lío sen­ tid o ), el m o tiv o d e la co m id a e n los p o em as g astro n ó m ico s an ti­ guos (a p esar del p erfil práctico, a veces p u ra m e n te cu lin ario , la c o m id a n o se p resen ta a q u í ta n sólo b ajo el aspecto estético-gas­ — 366 —

tro n ó m ic o , sin o ta m b ié n b ajo u n aspecto sublim ado, n o caren te de an tig u as rem in iscencias ni d e am p liació n m etafóñca). U n o d e lo s m o tiv o s p rincipales y centrales e n el arg u m e n to de la serie in ­ d iv id u al de la vida h a llegado a ser el am or, es decir, el aspecto su b lim a d o del a c to sexual y d e la fecundación. E ste m o tiv o ofrece las m ay o res posibilidades a todas las form as d e sublim ación: a la am p liació n m etafó rica en variadas direcciones (en ese sentido, el len g u aje re p resen ta u n c a m p o m u y favorable), a u n e n riq u e c í' m ie n to a c u e n ta d e las rem iniscencias, y fin a lm e n te a u n a elabo­ ra ció n en fo cad a hacia el aspecto in terior, subjetivo-psicoldgico. P ero ese m o tiv o sólo p u d o o b te n e r u n lu g ar ce n tral gracias al lu> g a r a u tén tico , real q u e o c u p a en la serie individual de la vida; gra> cías a su rclació n co n el m a trim o n io , la fam ilia, la pro creació n ; y, fin a lm e n te , gracias a los im p o rta n te s hilos q u e u n en , m e d ia n te el a m o r (el m a trim o n io y la pro creació n ) la serie individual co n las series de o tras existencias individuales, ta n to co n tem p o rán ea s c o m o p o steriores (niños, nietos) y co n el g ru p o social m ás cercan o (m e d ia n te la fam ilia y el m atrim o n io ). En la lite ratu ra d e diversas épocas, d e diversos g ru p o s sociales^ e n los diversos géneros y esti* los, se u tilizan de m a n e ra d iferen te, co m o es n atu ra l, los diversos m o m e n to s del aspecto real del a m o r y los del aspecto sublim ado. E n la serie tem p o ra l cerrad a d e la vida individual, el m otivo de la m u e rte ex p e rim en ta u n a p ro fu n d a tra n sfo rm ació n . Ad> q u iere el sentido d e u n fin a l absoluto. C u a n to m ás c e rra d a sea la serie d e 1a vida in d iv id u al, ta n to m ás aislada estará d e la v id a del c o n ju n to social, ta n to m ás elevado y ab so lu to será ese sentido. Se ro m p e la relació n dc la v id a co n la fertilidad (con la siem bra, co n el sen o m atern o , co n el sol), co n el n ac im ien to d e u n a nu ev a vida, c o n la risa ritu al, co n la p aro d ia , co n el bufón. A lgunas d e las re­ laciones d e esas an tig u as vecindades de la m u e rte se co n serv an y reserv an p a ra el m o tiv o d e la m u erte (m uerte-segador-cosechap u esta d el so l-n o ch e-tu m b a-cu n a, etc.); pero tien en u n carácter m e ta fó ric o o m ístico ’religioso. (T am bién se sitú an en el m ism o p lan o m etafó rico las vecindades m u erte-boda-novio-lecho nupcial-lecho d e m u erte -m u erte-n acim ien to , etc.). I ^ r o ta m b ié n en el p la n o m etafó rico y e n el m ístico-religioso, aparece el m o tiv o de la m u e rte en la serie in d iv id u a l d e 1a vida y en el aspecto in te rio r del m o r itu r i m ism o (q u e ad q u ieren a q u í las funciones d e «consuelo», « reco n ciliación», « com p ren sió n » ), y n o en el exterior, en 1a vida lab o ral colectiva dei c o n ju n to social (d o n d e la relación de la m u e rte c o n la tierra , el sol, el n ac im ien to d e u n a n u ev a vida, la —

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cuna, etc., era a u tén tica y reaf). E n la conciencia individual ce­ rrada, en relación co n la p ro p ia persona, la m u erte es sólo u n fi­ nal y no posee n in g u n a relación real y productiva. El n ac im ien to de u n a n u ev a vida y la m u e rte están separados, en diferentéS se­ ries individuales, cerradas, d e la vida; la m u erte te rm in a u n a vida, y el n acim ien to com ienza por co m p leto o tra. La m u erte indivi­ d u alizad a n o viene co m pensada p o r el n ac im ien to d e nuevas vi­ das, n o es absorbida p o r el crecim iento triu n fad o r, p o rq u e está fuera del c o n ju n to e n ei q u e se realiza ese crecim iento. P aralelam en te a esas series individuales d e la vida, p o r en cim a de ellas p ero n o fu e r a d e ellas, se fo rm a la serie del tiem p o histó­ rico, en la q u e trascurre 1a vida d e la n ac ió n , del estado, d e la hu-* m an id ad . C o n in d ep en d en cia d e las concepciones ideológicas ge­ nerales y literarías, y de las form as concretas d e percepción d e ese tiem p o y d e los acontecim ientos q u e se p ro d u cen en él, dich a se­ rie n o se u n e co n las series individuales d e la vida, se m id e con otras escalas d e valores, se p roducen en ellas o tro s aco n tecim ien ­ tos, carece d e aspecto interíor, carece d e enfoque p a ra la percep­ ción d e ese « p o r d en tro » . In d ep en d ien tem en te d e có m o sea co n ­ cebida y p resen tad a su in flu en c ia e n la vida individual, sus aco n tecim ien to s, e n to d o caso, son d istin to s a los de la vida indi­ vidual; tam b ién los tem as son distintos. Este p roblem a se le p la n ­ tea al in v estig ad o r d e la novela en relación co n la novela histórica. El tem a d e la g u erra h a sido d u ra n te m u ch o tiem po u n tem a cen­ tral y casi ú n ico del arg u m en to p u ra m e n te h istó ñ co . Este tem a p ro p iam e n te h istó ñ co (se le añ a d ía n los m otivos de las co n q u is­ tas, d e los c n m e n e s políticos: elim in ació n d e los pretendientes, d erro cam ien to s d e dinastías, caída d e im p eñ o s, creación d e nue« vos im penos, juicios, ejecuciones, etc.) se com bina, sin unirse, con los tem as de la v id a p ñ v a d a d e los personajes históricos (con el a m o r co m o m otivo central). E l objetivo principal d e la novela histórica d el p erío d o m o d ern o consistió e n la superación d e esa d u alid ad ; se hicieron esfuerzos p a ra e n c o n tra r u n aspecto histó­ rico a la vida prívada, y a su vez, p a ra p re sen tar la historia «de m an era dom éstica» (P ushkin). C u a n d o se ro m p ió la co m p leta u n id ad del tiem po, cu a n d o se sep a raro n las series individuales d e las vidas, e n las q u e las g ran ­ des realidades de )a vida c o m ú n se h ab ían convertido en m in ú s­ culas p reo cupaciones privadas, cu an d o el trab ajo colectivo y la lu­ c h a c o n tra la n aturaleza dejaron d e ser la ú n ica arena d e encuentro en tre el h o m b re y la naturaleza, ésta dejó ta m b ié n d e ser, e n to n ­ — 368 —

ces, u n p articip an te vivo en los acontecim ientos d e la vida: se convirtió, b ásicam ente en el «lugar d e la acción» y en su trasfondo, se co n v irtió en paisaje, se fragm entó en m etáforas y com> paracio n es utilizadas p a ra la sublim ación d e los hechos y viven­ cias individuales y privadas, q u e n o tenfan n in g u n a relación real, esencial, con la n aturaleza. Pero en el tesoro de la lengua y en las diferentes form as del folclore, se conservó la u n id ad co m p leta del tiem p o al abordarlo a través del p rism a del trab ajo colectivo, del m u n d o y d e sus fe> n ó m en o s. A hí se co nserva la base real d e la an tig u a vecindad, la a u tén tica lógica d e la conexión prim aría d e las im ágenes y de los tem as. Pero tam b ién en la literatura, c u a n d o es m ayor y m ás im p o r­ tan te la in flu en c ia del folclore, encontram os, desde el p u n to de vista ideológico, au tén ticas y p ro fu n d as huellas de las vecindades antiguas, in ten to s d e restablecerlas sobre la base de la u n id ad del tiem p o folclórico. N osotros diferenciam os en la literatu ra varios tip o s fu n d am en tales d e tales intentos. N o vam os a d eten ern o s en el com plejo p roblem a de la épica clásica. D estaq u em os ú n icam en te q u e en ella se realiza, sobre la base de la u n id a d total del tiem p o folclórico, u n a penetración profunda, ú nica en su género, en el tiem po histórico —au n q u e esa p en etració n es sólo local y lim itada— . L as series individuales de las vidas so n presentadas a q u í co m o bajorrelieves, en el fuerte tran sfo n d o q u e engloba la vida d e la co m u n id ad . Los individuos so n los rep resentantes del c o n ju n to social; los acontecim ientos de su vida coinciden co n los d e la vida del c o n ju n to social, y la im ­ p o rtan c ia de dichos acon tecim ien to s es la m ism a en el p lan o in ­ dividual q u e en el social. El aspecto in terio r se u n e co n el exterior, el h o m b re está exteriorizado p o r com pleto. N p existen m in ú scu ­ las preocupaciones privadas. N o existe la vida co rriente. Todos los detalles d e la vida, la com ida, la bebida, los objetos d e uso casero son iguales, com o valores, a los grandes acontecim ientos de la vida; to d o es igual de im p o rta n te y significativo. N o existe paisaje, no existe tran sfo n d o m uerto, inm óvil; todo actúa, to d o participa e n la vida u n itaria del co n ju n to . F in alm en te, las m etáforas, las co m ­ paraciones y en general, to d o s los tro p o s al estilo d e H o m ero , to­ davía n o h a n p erdido d efin itiv am en te el sentido directo, no sir­ v en a ú n a los objetivos de la sublim ación. Así, la im agen utilizada p a ra la c o m p aració n es igual, co m o valor, a los otros elem entos de la co m p aració n , tiene valor y realidad p o r sí m ism a; p o r eso, -

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la co m p a ra c ió n casi se convierte a q u í en u n episodio intercalado, e n u n a digresión (véanse las co m p aracio n e s d etalladas en H o ­ m ero). £1 tie m p o folclórico vive a ú n en co n diciones sociales pró> xim as a las q u e lo g eneraron. S us funciones son to d av ía directas; n o se le p re sen ta a ú n e n el trasfo n d o d e u n tiem p o escindido, d i­ ferente. P sro ei m ism o tiem p o épico en su c o n ju n to es « u n pasado abso lu to » , es el tiem p o d e los an tep asad o s y d e los héroes, separado p o r u n a fro n te ra im posible d e salv ar del tie m p o real de la c o n te m ­ p o r a n e id a d (c o n te m p o ran eid a d de los creadores, de los in térp re­ tes y d e los o y en tes d e las can cio n es épicas). O tro carácter d en e n los elem en to s del co m p lejo a n tig u o en A ristófanes. E sos elem en to s so n los q u e d ete rm in a ro n la base for­ m al, el fu n d a m e n to m ism o , de la com edia. El ritu al d e La com ida, d e la b eb id a, d e la o b scenidad ritual (del culto), de la p a ro d ia y la risa ritu ales e n ta n to q u e ap ariencias d e la m u e rte y de la n u ev a vida, se ap recian fácilm ente e n los fu n d a m e n to s de la com edia, co m o esp ectácu lo del cu lto , re in te rp reta d o en el p lan o literario. S ob re esta base, to d o s los fen ó m en o s d e la v id a c o tid ian a y de la v id a p riv ad a se tran sfo rm an p o r c o m p le to e n la co m ed ia de A ristófanes: p ierd en su carácter priv ad o -co tid ian o y, c o n to d a su ap a rien cia có m ica , a d q u ieren u n a significación h u m a n a ; e n lo fan tástico , sus d im en sio n es se ag ran d an ; se crea u n original he­ ro ísm o d e lo có m ico o, m ás ex a ctam en te, u n m ito cóm ico. E n las im ágenes d e A ristófanes, la g ra n d io sa síntesis social-politica de ca rá c te r sim b ó lico se c o m b in a o rg án icam en te co n los rasgos có ­ m icos p erten ecien tes a la vida p rivada-cotidiana; p ero esos rasgos, q u e la risa ritu al p o n e d e relieve ju n to co n su base sim bólica, pier­ den su lim itad o ca rá c te r priv ad o -co tid ian o . E n las figuras d e Aris> tó fanes, e n el p la n o d e la creación indiv id u al, aparece la evolu­ ción, b ajo u n asp ecto red u cid o y preciso (com o filogénesis e n autogénesis), d e la m á sc a ra sagrada an tig u a, desde el sen tid o in i­ cial p u ra m e n te cu ltu ral h asta el tip o específico d e co m ed ia de costu m b res, c o m m e d ia d e ll’a rte (u n P an talo n e o u n D octor): en A ristófanes, to d av ía se percibe claram en te la b ase cu ltu ra l de las fig u ra s cóm icas, y có m o la v an cu b rie n d o d e estrato s ios coloridos d e lo co tid ian o ; estrato s q u e son a ú n ta n tran sp aren tes, q u e dejan q u e la base se tra n sp a re n te a través d e ellos y los m o d ifiq u e . Se­ m ejan te im ag en se c o m b in a fácilm ente co n la c a n d e n te actu ali­ d a d p o lítica y filo só fica (q u e con cib e al m u n d o ), sin convertirse co n ello, sin em b argo, en u n a fig u ra e fím e ra y actual. E sa vida -370

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co rrien te tra n sfo rm a d a n o p u ed e c o n stre ñ ir la fantasía ni puede d ism in u ir la p ro fu n d id a d de la p ro b lem á tica n i el co n ten id o ideal d e las im ágenes. P u ed e decirse que, en A ristófanes, se asien ta n sobre la im agen d e la m u erte (el sen tid o principal d e la m áscara cóm ica del culto), sin cu b rirla p o r co m pleto, las capas de rasgos individuales y tipieos d e la vida c o tid ian a d estinados a d esap arecer p o r m edio de la risa. S in em bargo, esa m u erte alegre está ro d e ad a de com ida, be> b id a, o b scenidades y sím bolos d e la co n cep ció n y la fecundación. P o r eso, la in flu e n c ia d e A ristófanes en la evolución po sterío r de la com edia, o ríen tada básicam ente hacia las costum bres, h a sido in sig n ifican te y superficial. Pero u n a a fin id a d im p o rta n te co n él (en la lín ea d el folclore prím itiv o ), se d escubre e n la farsa paró* d ica m edieval. T am bién, u n a a fin id a d p ro fu n d a co n éste» (en la m ism a lin ea) se e n c u e n tra en las, escenas cóm icas y burlescas de la tragedia isab elin a y, especialm ente, en S h a k e r a r e (el carácter de la rísa, su v ecin d ad co n la m u erte y co n la atm ó sfera trágica, las obscenidades del cu lto , la co m id a y la bebida). E n la o b ra de R abelais, la in flu e n c ia d irecta de A rístófanes va u n id a a u n a p ro fu n d a a fin id a d in trín seca (en la lin ea del folclore de la ép o ca prím itiva). E n ella en c o n tram o s -—e n o tro escalón d e la ev o lu ció n — el m ism o ca rác te r d e la rísa, la m ism a fantasía gro­ tesca, la m ism a tran sfo rm ació n d e to d o lo q u e es p rívado y coti^ d ia n o , el m ism o h ero ísm o de lo cóm ico y lo burlesco, el m ism o ca rác te r de las o b scenidades sexuales, las m ism as vecindades co n la c o m id a y la bebida. U n tip o co m p letam en te n u ev o d e relación c o n el com plejo folclóríco es el q u e p la n ta L uciano, q u e ta m b ié n ejerció u n a co n siderable in flu e n c ia en R abelais. L a esfera p rív ad a-co tid ian a, a la q u e se in c o rp o ra n la co m id a, la beb id a y las relaciones sexuales, es presen tad a p o r L uciano, precisam ente en su especificidad: com o co stu m b res d e la v id a p rív ad a inferíor. Esa esfera le es necesaría co m o reverso q u e desenm ascara los p lan o s (esferas) elevados d e la ideología, co n v ertid o s en irreales y falsos. E n los m itos existían ta m b ié n los m o m en to s «eróticos» y «cotidianos», p ero sólo se c o n v irtiero n en tales en épocas posteríores de la vida y d e la c o n ­ ciencia, c o n la sep aración d e la existencia p rív ad a y el aislam ien to d e la esfera erótica, c u a n d o esas esferas ad q u iríero n el m atiz es­ p ecífico d e lo in ferío r y lo n o oficial. E n los m ito s m ism os esos m o m e n to s era n significantes e iguales e n v alo r a to d o lo dem ás. Pero los m ito s m u ríe ro n al desaparecer las condiciones q u e los — 37Í —

h ab ía n g en erad o (la v id a q u e los h a b ía creado). Sin em bargo, a u n caren tes d e v ida, c o n tin u a ro n existiendo e n los géneros irreales y triviales d e la alta ideología. E ra necesario c o m b a tir los m ito s y los dioses p a ra obligarles cu e n tro s e n él, se conserva en la novela históríca: en W alter S cott y, especialm ente, e n la novela históríca rusa. P o r ejem plo, Yuri M ilo sla vski, d e Z agoskin, está co n stru id a en base al te m a d el c a ­ m in o y d e los e n c u en tro s en él. El en c u en tro en el c a m in o y du~ ra n ie la ventisca d e G rín io v y P ugachov d e te rm in a el arg u m e n to d e L a h ija d e l capitán. R eco rd em o s ta m b ié n el p ap e l d el cam in o en L a s a lm a s m u ertas, d e G ogol, y en ¿Q uién vive b ien en R u sia ? d e N ekrásov. A u n q u e n o v am os a a b o rd a r a q u í la cuestión d e la m o d ificació n d e las fu n cio n es « d el ca m in o » y «del en c u en tro » en la his­ to ría d e la novela, sí destacarem os u n o d e los rasgos m ás im p o r­ tan tes «del ca m in o » , c o m ú n a todas las varíantes de la novela: el -

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ca m in o p asa p o r el p a ís natal, y n o p o r u n m u n d o e x ó tic o a jen o (E sp añ a es, e n G il Blas, co n v en cio n al; y la p resencia te m p o ra l d e S im plicissim us e n F ra n c ia n o tien e im p o rta n c ia alguna, p o rq u e la e s tra ñ e z a del país e x tra n jero es e n este caso ficticia y n o h a y h u e ­ lla d e ex o tism o ); se revela y se m u e stra la v arie d ad socio-histórica d el p aís n atal (p o r eso, si se p u ed e h ab lar a q u í d e ex o tism o , se> r á sólo d e « ex o tism o social»: «tugurios», « d e tritu s sociales», el m u n d o de los ladrones). E l «camino)» e n esa fu n ció n , h a sido u ti­ lizado ta m b ié n fu e ra d e la novela, e n géneros sin arg u m e n to tales co m o los a p u n te s d e viajes del siglo x v m (u n ejem p lo clásico es el V ia je d e P etersburgo a M o scú , d e R adíschev), y en los reportajes d c viajes d e la p rim e ra m ita d del siglo x ix (p o r ejem plo, H eine). P o r tales características del « cam in o » las variantes novelescas ci­ ta d a s d ifie re n d e la o tra Hnea d e la no v ela de viajes re p resen ta d a p o r la novela an tig u a d e viajes, p o r la novela sofística griega (a cuyo análisis h em o s d ed icad o el p rim e r ensayo del p resen te trab a jo ) o p o r la n o v ela b a rro c a dcl siglo x v n . U n a fu n c ió n sim ilar tien e en estas n o velas el « m u n d o ajen o » , sep arad o d el p aís p ro p io p o r el m a r y la lejanía. H a cia fin ale s del siglo x v in , e n In g laterra, se establece y se im ­ p o n e en la lla m a d a « n o v ela gótica» o «negra», u n n u ev o territo rio de d esarrollo d e los ac o n te cim ie n to s novelescos: el «castillo» (p o r p rim e ra vez, e n este sen tid o , e n E l castillo d e O tranto. d e H o ra cio W alpole; luego, e n RadcUíTe, Lewis, etc.). El castillo está im p reg ­ nad o de tiem p o , de tiem p o h istó rico en el sen tid o estricto d e la p alab ra, es decir, d e tie m p o del p asa d o histórico. El castillo es el lugar e n q u e viven los señores feudales (p o r lo ta n to , fig u ras his­ tó rica s del pasado); los siglos y las generaciones h a n d ejad o im ­ p o rta n te s h u ellas e n diversas p a rte s d el ed ificio , en el am b ien te, e n las arm a s, e n la g a le n a d e re trato s d e los an tep asad o s, en los arch iv o s fam iliares, e n las específicas relacio n es h u m a n a s e n la sucesión d in ástica, d e trasm isió n d e los d erechos h ereditarios. F i­ n a lm e n te , las leyendas y trad ic io n e s h acen revivir, co n los re c u e r­ d o s d e lo s pasados ac o n te cim ie n to s, to d o s los rin co n e s del castillo y d e sus alrededores. E sto crea u n a te m á tic a específica del casti­ llo, d esarro llad a e n las novelas góticas. L a h isto ricid ad del castillo h a p osibilitado q u e el tiem p o re­ p re sen te u n papel su ficien te m e n te im p o rta n te en la evolución de la novela histórica. El castillo procede de los siglos pasados, y tiene vu elta la cara h acia el pasado. Es verdad que las huellas del tiem p o tie n e n en él u n cierto carácter d e cosas de m useo, d e anticuario. -

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W alter S co tt logró su p erar el peligro de quedarse en eso, orientán> d ose p re fere n tem en te h acia la leyenda del castillo, h acia ia rela­ c ió n del castillo con el paisaje en ten d id o e in terp re tad o desde el p u n to d e vista históríco. L a fusión orgánica en el castillo (con sus alrededores) de los m om entos-rasgos espaciales y tem p o rales, y la in ten sid ad histó ríca de este c ro n o to p o , h a n d eterm in a d o su pro> d u ctiv id ad p lástica en diferentes etap as d e la evolución d e ia n o ­ vela históríca. E n las novelas d e S tendhal y de Balzac aparece u n lugar, nuevo en lo esencial, d e desarrollo de los aco n tecim ien to s d e la novela: «el salón-recibidor». E s ev id en te q u e el saló n n o ap arece p o r p rí­ m era vez e n esas novelas; p ero sólo e n ellas ad q u iere la p len itu d de su sig n ificació n co m o lugar d e in tersecció n d e las seríes espa­ ciales y tem p o rales d e la novela. D esde el p u n to d e vista tem ático y co m p o sitiv o , ah f se p ro d u c en e n c u e n tro s (q u e ya n o tien en el carácter casu al d e los an terio res e n c u en tro s e n el «(camino)^ o en u n « m u n d o ajeno»); se gen eran los n u d o s argum éntales; co n fre­ cu en cia, tie n e n ta m b ié n lu g ar los desenlaces; y, fin alm en te, sur> gen —co sa m u y im p o rta n te — diálogos q u e ad q u ieren u n relieve excep cio n al e n la novela, se revelan los caracteres, y las «ideas» y « p asiones» d e los héroes. Es m u y c lara esa significación tem ático -co m p o sitiv a. A quí, en el saló n de la R e sta u ra c ió n y de la M o n a rq u ía de Julio, está el b a­ ró m e tro d e la v id a p o lítica y de los negocios; en él se forjan y des­ tru y en las re p u ta cio n es políticas, fin an c ieras, sociales y literarias; em piezan y se h u n d e n las carreras; se dirigen los destinos de la alta p o lítica y d e las fin an zas; se decide el éxito o el fracaso d e u n p ro ­ yecto legislativo, d e u n libro, de u n a o b ra d e arte, d e u n m in istro o d e u n a co rte sa n a -c a n ta n te de cabaret; en él están representados casi to d o s los grados de la n u ev a je ra rq u ía social (ju n tad o s e n el m ism o lu g ar y al m ism o tiem p o ); y, fin a lm e n te , e n él se revela, e n fo rm as co n cretas y visibles, la fu erza o m n ip resen te del nu ev o d u e ñ o de la vida; el dinero. VtTO lo p rin cip al e n to d o esto, es la c o m b in a c ió n d e lo h istó ­ rico y lo social-püblico co n lo particular, e incluso c o n lo estric­ ta m e n te p riv ad o , d e alcoba; la m ezcla d e la in trig a p riv ad a con la p o lítica y fin a n c ie ra ; del secreto d e estad o c o n el secreto d e al­ coba; d e la serie h istó rica c o n la c o tid ia n a y biográfica. A h í están co n d en sad o s los rasgos visibles y concretos, ta n to del tiem p o his­ tó rico co m o del b io g ráfico y c o tid ian o q ue, al m ism o tiem p o , es­ tá n estre ch am en te relacio n ad o s e n tre sí, u n id o s en los rasgos co—

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m u ñ es a la época. L a época se hace concreta-visible y argum entaivisible. N atu ralm en te, e n los grandes realistas —S tendhal y Balzac—, n o sólo sirve el salón de lugar de intersección d e las serien te m ­ porales y espaciales, d e lugar dc condensación en el espacio d e las huellas del paso del tiem po. Es ta n sólo u n o de los lugares. Balzac poseía u n a excepcional capacidad para ver el tiem p o en el espa­ cio. R ecordem os, cu a n d o m enos, su destacada representación de las casas com o historía m ateríalizada, su descrípción d e las calles, de la ciu d ad , del paisaje rural en el p lan o de su elaboración p o r el tiem p o , p o r la historía. V am os a referim os a u n ejem plo m ás de intersección de las se­ ries espacial y tem p o ral. E n M a d a m e Bovary, de F laubert, el lu ­ gar d e la acció n es u n a pequeña ciu d a d provinciana. L a ciudad p ro v in cian a pequeñoburguesa, co n su m o d o ru tin ario d c vivir, es u n lug ar m u y u tilizado en el siglo x ix (tam bién antes y después de F laubert) p ara situ ar los acontecim ientos novelescos. E sa p e­ q u e ñ a ciudad tiene algunas variantes, y en tre ellas, u n a m u y im ­ p o rtante: la idílica (en los regionalistas). N os referim os ún ica­ m en te a la varian te flau b e rtían a (que, d e hecho, n o fue creada p o r F laubert). Esa p eq u e ñ a ciudad es el lugar del tiem p o cíclico d e la vida cotidiana. A q u í n o existen acontecim ientos, sino, ta n sólo, u n a rep etición de lo «corriente». El tiem p o carece a q u í d e curso histórico ascendente; se m ueve en ciclos lim itados: cl ciclo del día, el d e la sem ana, el del m es, el de la vida entera. El d ía no es n u n ca el día, el añ o n o es el añ o , la vida no es la vida. D ía tras día se repiten los m ism os hechos corrientes, los m ism os tem as de co n ­ versación, las m ism as palabras, etc. E n ese tiem po, la gente com e, bebe, tien en esposas, am an tes (sin am or), intrigan m ezquina* m ente, perm an ecen e n sus tiendecitas y despachos, ju eg an a las cartas, ch ism o rrean. Es el tiem po b an a l de la cíclica vida coti­ d iana. N os es conocido en diversas variantes: en G ógol, Turgué­ niev, G lcb U spcnski, Schedrín, C héjov. Los rasgos d e ese tiem po son sim ples, m ateriales y están fuertem ente unidos a lugares corrientes: a casitas y cuartitos de la p eq u eñ a ciudad, a calles som nolientas, al polvo y a las m oscas, a los clubs, al billar, etc., etc. E n ese tiem p o n o se p roducen acontecim ientos y, p o r eso, parece q u e está parad o . A quí n o tienen lugar ni «encuentros», ni «sepa­ raciones». Es u n tiem p o denso, pegajoso, q u e se arrastra en el es­ pacio. N o p u ed e ser, por lo tanto, el tiem po principal en la novela. Es utilizado p o r los novelistas co m o tiem p o auxilian sé com bina —

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con otras seríes tem porales cíclicas o es interru m p id o p o r ellas; sirVe, frecuentem ente, de trasfondo co n trastan te a las seríes tem ­ porales vitales y enérgicas. C itarem os a q u í u n cronotopo m ás, im pregnado de u n a grai\ inten sid ad em otlvo-valorativa; el um bral. Este puede ir tam bién asociado al m o tiv o del encuentro, pero su príncipal com plem ento es el cro n o to p o de la crisis y la ruptura vital. L a m ism a palab ra «um bral», ha adq u iríd o en el lenguaje (junto con su sentido real) u n sentido m etafórico, y está asociada al m o m en to d e la ru p tu ra en la vida, de la crísis, de la decisión q u e m o d ifica la vida (o a! de la falta de decisión, al m iedo a atravesar el um bral). En la literatura, el cro n o to p o del um bral es siem pre m etafó rí' co y sim bólico; a veces en form a abierta, pero m ás frecuente­ m en te, en fo rm a im plícita. En las obras de D ostoievski, por ejem plo, el u m b ral y los cronotopos contiguos a él —d e la es­ calera, del recibidor y del corredor—, así com o los cronotopos que lo s co n tin ú an —d e la calle y d e la plaza pública—, son los príncipales lugares d e acción, los lugares en q u e se desarrollan los acontecim ientos de las crísis, caídas, regeneraciones, reno­ vaciones, aciertos, decisiones que d eterm inan toda la vida del hom bre. D e hecho, el tiem po es en este cro n o to p o u n in stan ­ te q u e parece n o ten er duración, y q u e se sale del transcurso n o rm al del tiem p o biográfico. Esos instantes decisivos form an parte, en Dostoievski, d e los grandes cronotopos abarcadores del tiem p o d e m ísten o s y carnavales. Esos tiem pos conviven, se cru zan y co m b inan de m an era oríginal en la creación de Dostoievski, de la m ism a m an era q u e convivieron, a !o largo de m u ch o s siglos, en las plazas públicas de la Edad M edia y del R en acim ien to (de hecho, tam bién en las plazas de G recia y de R o m a, p ero b ^ o otras form as). En D ostoievski es com o si, e n las calles y en las escenas d e grupo en el in terío r d e las casas (prefe­ ren tem en te en los salones), reviviese y se trasluciera la plaza de los antiguos carnavales y misteríos^^. N aturalm ente, co n esto n o h e­ m os agotado los cronotopos de D ostoievski; son com plejos y va­ riados, al igual q u e las tradiciones que se renuevan en ellos. Las tradiciones culturales y Jiterarías (incluyendo Jas más antiguas) d o s e con* servan ni viven en la mem oría individual subjetiva de un hombre aislado, ni en nin^ ¿una «mentalidad)» colectiva, sino en las f o r m a s objetivas de la cultura misma ( in > cluyendo las formas lingüísticas y verbales); están, en ese sentido, e n tn lo subjetivo y to individual (y son, por lo tanto, sociales); de ahí pasan a !as obias literarias, ig> norando a veces por completo la memoría subietíva'individual de tos creadotes. -

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E n la creació n de L N . Tolstói, a d iferen cia d e D ostoievski, e] c ro n o to p o p rin cip al es el tiem p o bio g ráfico q u e tra n sc u rre en los espacios in terio re s d e las casas y en las hacien d as d e la nobleza. N a tu ra lm e n te q u e ta m b ié n existen en las o b ra s d e Tolstóiicrisis, caídas, ren o v acio n es y resurgim ientos; p ero n o so n in stan tán eo s, y n o se salen del cu rso del tie m p o biográfico, sin o q u e están fuer­ te m e n te so ld ad o s a él. P o r ejem plo, la crisis y la ilu m in a c ió n d e Iv an lUich c o m p re n d e to d o el ú ltim o p erío d o d e su en ferm ed ad , y te rm in a , ex actam en te, p o co a n te s del fin a l d e su vida. P ro lo n ­ gada, p a u latin a y c o m p le ta m e n te bio g ráfica, es ta m b ié n la rege» n e ra c ió n d e P ie rre fiezujov. M en o s prolongada» p ero n o in s ta n ­ tá n e a , es la reg en eración y a rre p e n tim ie n to d e N ik ita (L a fu e r z a d e ¡as tin ieblas). N o so tro s e n c o n tra m o s en T olstói u n a sola ex­ cep ció n : la reg en eración radical, n o p re p ara d a de a n te m a n o e in esp erad a p o r co m p leto , d e B rejunov, e n el ú ltim o m o m e n to de s u v id a {A m o y servidor). Tolstói n o v alo ra los instantes, n o tra ta d e llen arlo s c o n algo esencial y decisivo; la expresión «de repente» se e n c u e n tra en él m u y ra ram en te, y n u n c a in tro d u c e n in g ú n a c o n te c im ie n to e se n c ia l A d iferen cia d e D ostoievski, a Tolstói le g u stab a la d u ra ció n , la lo n g itu d d e l tiem p o . D esp u és d el tie m p o y del espacio, tien e e n Tolstói u n a im p o rta n c ia cap ital el c ro n o to p o d e la n atu ra leza , el fam iliar-idílico e incluso, el del tra b a jo idílico (en la d escrip ció n d el trab a jo cam pesino).

¿E n d ó n d e estriba la im p o rta n c ia d e los cro n o to p o s q u e h e­ m os ex a m in ad o ? E n p rim e r lugar, es ev id en te su im p o rta n c ia te­ m á tica . S o n los ce n tro s org an izad o res d e los p rin cip ales a c o n te ­ cim ien to s arg u m én tales d e la novela. E n el c ro n o to p o se en lazan y d esen lazan lo s n u d o s arg u m én tales. S e p u e d e a f irm a r ab ierta­ m e n te q u e a ellos les p erten ece el p ap e l p rin cip al e n la fo rm ació n d el arg u m en to . J u n to c o n esto, ap arece c lara la im p o rta n c ia f igurativa d e los cro n o to p o s. E n ellos, el tie m p o a d q u ie re u n ca rá c te r co n creto sensitivo; en el c ro n o to p o se co n c retan los ac o n te cim ie n to s argu­ m én tales, ad q u ieren cuerpo, se llen an d e vida. A cerca d e u n ac o n ­ te c im ie n to se p u ed e n arrar, in fo rm ar; se p u ed e , a lá vez, d a r in ­ dicaciones exactas acerca del lugar y tiem p o d e su realización. Pero el a c o n te c im ie n to n o se co n v ierte e n im agen. Es el c ro n o to p o el — 400-

q u e ofrece el ca m p o p rin cip al p a ra la re p resen tació n en im ágenes d e los aco n tecim ien to s. Y eso es posible, gracias, precisam ente, a la especial c o n c e n tra c ió n y co n creció n d e las señas del tiem p o —d el tie m p o de la vida h u m a n a , del tie m p o histórico— e n d e te r­ m in ad o s sectores del espacio. Eso es, exactam ente, lo q u e crea la p o sibilidad d e c o n stru ir la im agen de los acon tecim ien to s en el c ro n o to p o (en to m o al cronotopo). Sirve, en la novela, d e p u n to p rin cip al p a ra el d esarrollo de las «escenas»; m ie n tra s q u e o tro s ac o n te cim ie n to s vela — generalizaciones filo só ficas y sociales, ideas, análisis d e cau sas y efectos, etc.— tien d en h acia el c ro n o to p o y a d q u ieren cu e rp o y vida p o r m ed iac ió n del m ism o , se im p lican en la ex p re­ sividad artística. E sa es la significación fig u rativ a del cro n o to p o . L os cro n o to p o s ex am in ad o s p o r n o so tro s tien en u n carácter típ ico , d e género. E stá n e n la base d e d eterm in a d as v arían tes del gén ero novelesco, q u e se h a n fo rm ad o y d esarro llado a lo largo d e lo s siglos (si b ien es verdad, q u e las funciones del c ro n o to p o del c a m in o , p o r ejem p lo, se m o d ific a n e n ese proceso de evolución). Pero to d a la im ag en artístico-literaría es cro n o tó p ica. Esencial­ m e n te cro n o tó p ic o es el lenguaje, co m o tesoro de im ágenes. Es c ro n o tó p ic a la fo rm a in te rn a d e la palab ra —ese signo m e d ia d o r c o n c u y a ay u d a las significaciones espaciales iniciales se tran sfie­ re n a las relacio n es tem p o ra le s (en el m á s am p lio sentido)— . N o es lu g ar éste p a ra a b o rd a r u n a cu estió n ta n especial. N o s referírem o s p o r ello al respectivo cap ítu lo del trab ajo d e C assirer {Filo­ so fía d e la s fo r m a s sim b ó lica s) en d o n d e se hace el análisis, ríco en m atería l factológico, del reflejo del tie m p o e n el le n g u ^ e (la asim ilació n del tiem p o p o r el lenguaje). El p rín cip io del c ro n o to p ism o d e 1a im agen artístico-literaría h a sido to ta lm e n te aclarad o , p o r p rím e ra vez, p o r Lessing en su L a o co o n ie. Este co n sta ta el ca rá c te r te m p o ra l d e la im ag en artístico -literaría. T odo lo q u e es estática m e n te espacial n o d eb e ser __40I —

descrito estáticam ente, sino q u e d eb e ser traslad ad o a la serie tem> p o ra l d e los aco n tecim ien to s representados y d e la narración-im a> gen m ism a. Asf, e n el conocido ejem plo d e Lessing, la belleza de H elen a n o es descrita p o r H o m e ro , sino q u e se m u estra s » efecto sobre los an cian o s d e T ro y a; y ese efecto se aclara, adem ás, m e ­ d ia n te u n a serie d e gestos y hechos de los ancianos. L a belleza es in co rp o rad a a la cad en a de aco n tecim ien to s representados, y al m ism o tiem p o , n o es objeto d e u n a descripción estática, sino de u n a n a rra c ió n din ám ica. Sin em bargo, Lessing, au n p lan tea n d o el p ro b lem a del tiem po e n la lite ratu ra co n g ran p ro fu n d id a d y pro d u ctiv id ad , lo sitúa b á­ sicam ente e n el p la n o técnico-form al (n a tu ralm en te, n o e n u n sentido form alista). N o p lan tea abierta y d irec tam en te el pro> b lem a d e la asim ilación del tiem p o real, es decir, el p ro b lem a de la asim ilació n d e la realid ad histórica en la im agen poética, a u n ­ q u e ese p ro b lem a ta m b ié n esté tra ta d o d e paso en su tra b ^ o . E n el tran sfo n d o d e ese cro n o to p ism o (form al y m aterial) de la im ag en p o ética co m o im agen del arte tem p o ral, q u e representa lo s fen ó m en o s espacio-sensitivos e n su m o v im ien to y en su pro­ ceso d e fo rm ació n , se explica la especificidad de tales cro n o to p o s típicos, de género, indispensables para la c o n stitu ció n del arg u ­ m en to , acerca d e los cuales h em os h ab lad o h asta a h o ra. S on los cro n o to p o s épico-novelescos q u e sirven p a ra la asim ilación de la v erd ad era realid ad tem p o ra l (histórica, h asta cierto p u n to ), q u e p erm ite n re flejar e in tro d u cir e n el p lan o artístico d e la novela m o m e n to s esenciales d e esa realidad.

Sólo n o s referim os a q u í a los grandes cro n o to p o s, abarcadores y esenciales. F&ro ca d a u n o d e estos cro n o to p o s puede in clu ir u n n ú m ero ilim itad o d e cro n o to p o s m ás pequeños: pues ca d a m otiv o , co m o h em o s dicho, puede te n e r su p ro p io cro n o to p o . - E n el m arco d e u n a obra, y e n el m arco de la creación d e u n au to r, observam os m u ltitu d d e cro n o to p o s y relaciones com plejas e n tre ellos, características d e la o b ra o del respectivo au to r; ad e­ m ás, en general, u n o d e esos cronotopos ab arca o d o m in a m ás que lo s d em ás (son lo que, precisam ente, h a n sido objeto del presente análisis). L os cro n o to p o s pu ed en in co rp o rarse u n o .a otro, pu ed en coexistir, co m b in arse, sucederse, com pararse, co n íro n ta rse o en—

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co n trarse co m p lejam en te im errelacionados. Esas interrelaciones e n tre los cro n o to p o s ya n o pu ed en incorporarse, co m o tales, a n in g u n o de los cro n o to p o s q u e están relacionados. El carácter ge­ n erai d e esas in terrelaciones es dialogístico (en el sentido am plio d e este térm ino). Péro ese diálogo n o puede incorporarse al m u n d o rep resentado en la o b ra n i a n inguno d e sus cronotopos (represen­ tados); se e n c u en tra fuera del m u n d o representado, a u n q u e no fu e ra d e la o b ra en su co n ju n to . D icho diálogo e n tra en el m u n d o d el autor, del in térprete, en ei m u n d o d e los oyentes y lectores. Y esos m u n d o son ta m b ié n cronotópicos. Pero, ¿có m o se nos p resen ta el c ro n o to p o del a u to r y el del oyente-lector? E n p rim e r lugar, n o están representados en la exis­ te n c ia m aterial ex terio r de la o b ra ni en su com posición p u ra ­ m e n te exterior. P ero el m aterial d e la o b ra no es inerte, sino h a­ b lan te, significativo (o sem iótico); n o solam ente lo vem os y lo v aloram os, sino q u e, en él, siem pre oim o s voces (au n q u e se tra te d e u n a lectu ra p a ra si, sin voz). Se nos d a u n tex to q u e o cu p a u n d eterm in a d o lu g ar en el espacio, es decir, está localizado; y su creación, su co n o cim ien to , p a rte d e nosotros, d iscu rre en el tiem p o . El tex to co m o tal n o es inerte: a p a rtir dc cu alq u ier texto, p asa n d o a veces a través d e u n a larga seríe d e eslabones in term e­ dios, llegam os siem pre d efin itiv am en te a la voz h u m an a: por de­ cirlo así, n o s tro p ezam o s co n el hom bre; p e ro el texto está siem ­ pre fija d o en algún m aterial inerte: en las fases tem p ran as d c la ev olución d e la literatura: en la so n o rid ad física; en las fases de la escritura; en m an u scrito s (en piedra, en ladrillo, e n piel, e n p a­ piro, e n papel); posteriorm ente, el m an u scrito p u ed e a d q u irir la fo rm a d e libro (del libro-pergam ino o del libro-código). Pero, b^io c u a lq u ie r form a, los m an u scrito s y libros están ya situados e n las fro n teras en tre la n atu ra leza m u erta y la cultura; y si los a b o rd a­ m o s co m o p o rtad o res del texto, formarán* p arte entonces dei d o ­ m in io d e la c u ltu ra —e n n u estro caso, del d o m in io d e la litera­ tu ra— . En ese t i e m p o ^ p a d o totalm ente real, do nde suena la obra, d o n d e se e n c u e n tra el m an u scrito o el libro, se haUa ta m b ié n el h o m b re real q u e h a cread o el h ab la sonora, el m an u scrito o el li­ bro; están tam b ién las personas reales q u e oyen y escuchan el texto. N a tu ralm en te, esas personas reales (autores y oyentes-lectores) p u ed e n en co n trarse (y g eneralm ente se en c u en tran ) en tiem p o s y espacios diferentes, separados a veces p o r siglos y grandes d istan ­ cias, p e ro situados, a p esa r d e eso, en u n m u n d o u nitario, real, in ­ co m p leto e histórico; u n m u n d o co rtad o del m u n d o representado -4 0 3 —

en el tex to p o r u n a fro n tera clara y esencial. P o r eso po d em o s lla­ m a r a ese m u n d o , el m u n d o gu e está creando el texto; pues todos sus elem en to s —y la realid ad reflejad a en el texto, los autorescread o res del texto, los intérpretes del m ism o (sí existen) y O c al­ m en te, los oyentes-lectores q u e están recre an d o y, e n ese proceso, ren ovando el texto— participan de m an era igual en la creación del m u n d o rep resen tad o en el texto. D e los cro n o to p o s reales d e ese m u n d o cread o r surgen los cro n o to p o s, reflejados y creados, del m u n d o rep resen tad o e n la o b ra (en el texto). C o m o h em o s d icho, e n tre el m u n d o real cread o r y el m u n d o re¡x‘esentado e n la o b ra, existe u n a fro n tera clara y fu n d a m e n tal. P o r eso n o se p u ed e olvidar, n o se puede m ezclar —co m o se ha hecho y se h ace hasta ah o ra algunas veces— , el m u n d o represen­ ta d o y el m u n d o cread o r (realism o ingenuo); el a u to r-cre ad o r de la o b ra co n el a u to r-in d iv id u o (biografism o ingenuo); el oyentelector, d e épocas d istin tas (y m últiples), q u e recrea y ren u ev a, con el c o n te m p o rá n e o oyente-lector pasivo (el d o g m atism o en la c o n ­ cepción y e n la valoración). Todas las confusiones de este tip o son to ta lm e n te in adm isibles desde u n p u n to de vista m etodológico. Pero es d e to d o p u n to inadm isible q u e se in terp re te esa fro n tera p rincipal co m o ab so lu ta e im posible de ser su p erad a (especifica­ ció n do g m ática sim plista). A p esar de q u e sea im posible la fusión en tre el m u n d o rep resentado y el creador, a p esar de la estabilidad d e la fro n te ra p rin cip al e n tre ellos, am bos están estrech am en te li­ gados y se e n c u e n tra n en p e rm a n e n te in teracció n ; tiene lugar en ­ tre ellos u n c o n tin u o cam b io sim ilar al co n stan te in terc am b io de elem en to s e n tre el o rganism o vivo y su m ed io am biente: en tan to está vivo el organism o, no se incorpora a ese m edio am biente; pero m u ere si se le ap a rta d e él. L a obra y el m u n d o representado en ella se in c o rp o ra n aJ m u n d o real y lo en riq u ecen ; y el m u n d o real se in co rp o ra a la o b ra y ^ m u n d o rep resen tad o en ella, ta n to d u ­ ra n te el proceso d e elab o ració n de la m ism a, co m o e n el po sterio r proceso d e su vida, e n la reelaboración c o n stan te de la o b ra a través d e la p ercep ció n creativ a d e los oyentes-lectores. C o m o es n atu ra l, ese proceso de ca m b io es él m ism o , cron o tó p ico : se p ro d u ce, p rim eram en te, en u n m u n d o social, q u e evoluciona h istó ricam en te, p ero sin alejarse del ca m b ia n te espacio históríco. Incluso p u ed e hablarse tam b ién d e u n cro n o to p o creador en el q u e tien e lu g ar ese in terc am b io en tre la o b ra y la vida, y en el q u e se d esarrolla la vida específica de la obra.

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Se h ace necesarío, ad em ás detenerse, a u n q u e sea brevem ente, en el a u to r-cre ad o r de la o b ra y en su actividad. E n co n tra m o s al a u to r fu e ra de la obra, com o in d iv id u o que vive su existencia biográfica; pero tam b ién lo en co n tram o s en ca­ lidad d e cread o r en la o b ra m ism a, a u n q u e fu e r a de los cro n o to ­ pos representados, co m o si se hallara en la tangente d e estos. L o en c o n tram o s (es decir, su actividad), e n p rím e r tugar, en la co m ­ posición de la obra: la divide en p artes (canciones, capítulos, etc.) q u e ad q u ieren , co m o es n atu ral, u n a expresión ex terío r q u e, sin em bargo, n o se refleja d irectam en te en los cro n o to p o s represen^ tados. Estas divisiones son diferentes en los distin to s géneros; en algunos d e estos, adem ás, se conservan trad ic io n a lm e n te divisio­ nes q u e v en ían d eterm in ad as p o r las condiciones reales de in ter­ p re ta ció n y d e au d ien cia de las obras pertenecientes a esos géne­ ros, e n las épocas tem p ran as de su existencia, an terio res d la ap aríció n escrita de las m ism as (fase oral). D e esta m anera, d istin ­ g u im os con la su ficien te clarid ad el c ro n o to p o del c a n ta n te y el d e los oyentes, en la división d e las canciones épicas antiguas; o el c ro n o to p o d e la n arración, en los cuentos. P sro en la división de las o b ras d e los tiem pos m o d ern o s se tien en tam b ién en cuenta, ta n to los cro n o to p o s del m u n d o rep resen tad o co m o los cro n o to ­ pos d e lo s lectores y d e los q u e crean las obras; es decir, tien e lugar u n a in teracció n e n tre el m u n d o rep resen tad o y el q u e representa. E sa in teracció n se revela tam b ién , m u y claram en te, en algunos m o m en to s co m p o sitivos elem entales: to d a o b ra tien e u n co­ m ie n z o y u n fin a l, d e la m ism a m a n e ra q u e tam b ién tiene u n co ­ m ien zo y u n fin a l el ac o n tecim ien to representado en ella; pero ta ­ les co m ien zo s y finales están situados en m u n d o s diferentes, e n cro n o to p o s diferentes, q u e n o pu ed en n u n c a unirse e id e n tifi­ carse, y q u e a su vez, están in terrelacio n ad o s y vinculados estre­ ch a m e n te e n tre sí. P odem os decirlo tam b ién d e o tra m anera: es­ tam os an te dos acontecim ientos, el acontecim iento acerca d d cual se habla en la obra, acontecim iento de la n arración m ism a (en este ú ltim o , tam b ién p articip am o s nosotros co m o oyentes-lectores); esos aco n tecim ien to s tran sc u rre n e n tiem p o s diferentes (diferen­ tes tam b ién en cu a n to a duració n ) y en lugares diferentes; y, al m ism o tiem po, están indisolublem ente u n id o s en el aconteci­ m ien to u n itario , p ero com plejo, q u e p o d em o s d e n o m in a r obra, co n to d o lo q u e e n ella acontece, incluyendo tam b ién aq u í la rea­ — 405 —

lidad m aterial exterior, su texto, el m u n d o representado en ella, el au to r-cread o r y el oyente-lector. N osotros percibim os, adem ás, la plenitud de su integridad e indivisibilidad; pero, al m ism o tiem po, co m p ren d em o s tam b ién la diferencia e n tre los elem entos q u e la constituyen. £1 autor^creador se desplaza librem ente en el tiem p o d e la m ism a: p uede co m en zar su narración p o r el final, por el m edio, o p or cu alq u ier m o m e n to d e los acontecim ientos representados, sin q u e destruya, sin em bargo, el curso objetivo del tiem po en el aco n tecim ien to representado. A quí aparece claram ente la dife­ ren cia en tre ei tiem po representado y el tiem p o q u e representa. Pero en este caso se plantea u n interrogante m ás general; ¿desde q u é p u n to espacio-tem poral observa el au to r el acontecim iento que está representado? E n p rim er lugar, el a u to r observa desde su incom pleta c o n ­ tem p o ran eid ad —co n to d a la com plejidad y plenitud d e é s t a ^ ; adem ás, es co m o si él m ism o se encontrase en la tangente d e la realid ad q u e está representando. Esa co n tem p o ran eid ad desde la cual observa el autor, incluye en sí m ism a, en p rim er lugar, el cam p o de la literatu ra —pero n o solo el d e la contem poránea, en el sentido estrecho d e la palabra, sino tam b ién el del pasado que c o n tin ú a viviendo y renovándose en la co n tem p o ran eid ad — . El d o m in io de la lite ratu ra y —m ás am pliam ente— el d e la cu ltu ra (de la cual n o puede ser separada la literatura), constituye el c o n ­ tex to indispensable d e la o b ra literaria y d e la posición en ésta del autor, fu era del cual n o se puede en ten d e r n i la obra ni las in ten ­ ciones del a u to r reflejadas en ella^^. L a a c titu d del a u to r an te los diversos fen ó m en o s de la literatu ra y de la c u ltu ra tien en u n ca­ rácter dialogístico sim ilar a las interrelaciones en tre los cronoto­ pos d en tro d e la o b ra (sobre las q u e hem os hablado m ás arriba). Pero esas relaciones dialógicas entran en u n a esfera sem á n tica que sobrepasa el m arco de nuestro análisis, dedicado únicam en te a los cronotopos. C o m o ya hem os dicho, el autor-creador, al encontrarse fuera d e los cro n o to p o s del m u n d o representado p o r él, n o se halla sim ­ p lem en te fuera, sin o co m o en la tangente de esos cronotopos. R e­ presenta el m u n d o , bien desde el p u n to d e vista del héroe que p articip a en el acontecim iento representado, b ien desde el p u n to " Hacemos abstracción de otros dominios de la experiencia social y personal del aulor. -

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d c vista del narrador, d el au to r testaferro, o bien, finalm ente» sin recu rrir a la m ediación d e nadie, conduce directam ente la n arra­ ció n p o r sí m ism o, co m o auténtico a u to r (en el habla directa del autor); pero ta m b ié n e n este ú ltim o caso, puede representar el m u n d o espacio-tem poral con sus acontecim ientos com o si ól fuese el q u e lo viera y observara, com o s i fuese testigo om nipresente. Incluso en el caso d e q u e hubiese elaborado u n a autobiografía, o la m ás autén tica confesión, tam bién se q u ed aría fuera, p o r h a­ berla creado, del m u n d o representado en ella. Si hablase (o escri­ biese) d e u n acontecim iento q u e m e hubiera sucedido a m í mismo« ah o ra m ism o, m e encontraría, co m o narrador (o escritor) d e ese aco n tecim ien to , fu era ya del tiem po-espacio e n q u e se acababa d icho acontecim iento. Id en tificar d e m an era absoluta a u n o m ism o , al p ro p io «yo», co n el «yo» acerca del q u e estoy h a­ blando, es ta n im posible co m o levantarse u n o m ism o por el pelo. £1 m u n d o representado, por m u y realista y verídico q u e sea, no p u ed e n u n c a ser idéntico, desde el p u n to d e vista cronotópico, al m u n d o real q u e representa, al m u n d o d o n d e se halla el autorcreador de esa representación. D e ah í que el térm in o «im agen del au to r» m e p arezca n o logrado; todo lo q u e, d en tro d e la obra, se h a convertido e n im agen, y entra, p o r lo tan to , en sus cronotopos, es algo a e a d o , y no creador. L a «im agen del autor», si p o r eso en ­ ten d em o s autor-creador, es u n a contradictio in a fe c to ; to d a im a­ gen es siem pre algo creado, y no creador. N aturalm ente, el oyento* lector puede crear él m ism o para sí u n a im agen del a u to r (y ge­ n eralm en te la crea; es decir, se im agina d e alguna m an era al a u ­ tor); puede, p a ra ello, utilizar el m aterial autobiográfico y biográ­ fico, estu d iar la época en la q u e el au to r h a vivido y creado, asf co m o otros m ateriales acerca del m ism o; pero él (oyente-lector), tan sólo crea u n a im agen artístico-histórica del autor, q u e puede ser m ás o m enos verídica y seria, es decir, som etida a los criterios que, generalm ente, se aplican en tales casos a tales im ágenes; pero que, n atu ralm en te, no puede incorporarse al en tra m ad o im agi­ n ario de la obra. Sin em bargo, si esa im agen es verídica y seria, le ay u d ará al oyente-lector a entetidcr co n m ás exactitud y pro fu n ­ d id ad la o b ra del a u to r en cuestión. N o vam os a ab o rd ar a q u í el com plejo problem a del oyentelector, d e su posición cronotópica y de su papel renovador en la o b ra (en el proceso d e su existencia); destacarem os sólam ente que to d a la o b ra literaria está orientada a su exterior, hacia el oyentelecto r y, en cierta m edida, an ticip a sus posibles reacciones. -4 0 7 -

P ara concluir, h ab rem o s ta m b ié n de a b o rd a r u n im p o rta n te p ro b lem a m ás: el de las fronteras del análisis cro notópico. La ciencia, el a rte y la lite ratu ra tien en q u e ver ig u alm en te co n los elem en to s se m á n tic o s que, co m o tales, n o se su p ed itan a d e te r­ m in acio n es tem p o rales y espaciales. A sí son, por ejem plo, todas las n o cio n es m atem áticas: recu rrim o s a ellas p a ra m e d ir los fe> n ó m en o s espaciales y tem porales; pero, co m o tales, n o tien en atrib u to s espacio-tem porales; so n objeto d e n u estro pen sam ien to ab stracto . Es u n a fo rm ació n abstracto -co n cep tu al necesaria para la fo rm alizació n y el estu d io cien tífico estrícto d e m u ch o s fenó­ m en o s concretos. P ero los fen ó m en o s n o sólo existen e n el p en ­ sam ien to ab stracto , son ta m b ié n propios del p en sam ien to ar­ tístico. T am poco esos sentidos artísticos se su p ed itan a las de­ term in acio n es espacio>tem porales. Es m ás, to d o fe n ó m e n o es in terp re tad o d e alg u n a m a n e ra p o r n o so tro s; es decir, n o sólo es in clu id o e n la esfera d e la existencia espacio-tem poral, sino ta m b ié n e n la esfera sem ántica. Esa in te rp re ta c ió n incluye ta m ­ b ién en sí el m o m e n to d e la valoración. P ero los problem as de la fo rm a d e ex isten cia d e esa esfera, y del ca rác te r y fo rm a d e las v aloraciones interp retativas, son problem as p u ra m e n te filosó­ fico s (pero, n a tu ra lm e n te , n o metafíisicos) q u e n o podem os de< b a tir aq u í. L o im p o rta n te p a ra n o so tro s es e n este caso lo si­ guiente: sean cuales sean esas significaciones, h a b rá n d e adquirír, para in co rp o rarse a n u e stra experíencia (ad em ás, experíencia so* cial), algún tip o d e expresión espacio-tem poral, es decir, u n a fo rm a se m ió tic a q u e sea o íd a y vista p o r no so tro s (jeroglífico, fó rm u la m atem ática , exp resión lingüístico^verbal, dibujo, etc.). Sin esa ex­ presión esp acio-tem poral, n i siquiera es posible el m ás abstracto p en sam ien to . P o r consiguiente, la en tra d a co m p leta e n la esfera d e los sentidos sólo se efectú a a través de la p u erta d e los cro n o ­ topos.

C o m o y a h em o s d ich o al com ien zo d e nu estro s ensayos, el es* tu d io d e las relaciones tem porales y espaciales e n las ob ras literarías co m en z ó h ac e poco; ad em ás, se estu d iaro n p re d o m in a n te ­ m e n te las relacio n es tem porales, separadas d e las espaciales a las -408

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q u e estab an in elu d ib lem en te vinculadas; es decir, n o existía un en fo q u e cro n o tó p ico sistem ático. Sólo la ev o lu ció n p o sterío r d e la ciencia literaría p o d rá establecer lo viable y prod u ctiv o del m é­ to d o p ro p u esto e n nuestro trabajo. ¡937-1938''*.

El capítulo «Observaciones finales» Tue escrito en 1973.

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DE LA PREHISTORIA DE LA PALABRA NOVELESCA

I £1 estu d io estilístico d e la no v ela h a co m en zad o hace poco. El clasicism o d e lo s siglos x v u y x v u i n o reco n o cía a la novela co m o gén ero poético a u tó n o m o , y lo in clu ía e n tre los géneros retórícos m ix to s. L os p rim ero s teóricos d e la no v ela — H u e t (E ssa i sur V origine d es ro m a ns, 1670), W ielan d (en el co n o cid o prefacio a A g a th o n , 1766-1767), B lankenburg {Versuch über d en R o m á n , ap areció sin el n o m b re del a u to r e n 1774), y los ro m án tico s (Fried rich Schiegel, N ovalis)— casi n o se re firiero n a los problem as estilístico s'. E n la segunda m ita d del siglo x ix se m a n ifie sta u n a c e n tu a d o in teré s p o r la te o ría d e la no v ela co m o género predom in a n te en la lite ra tu ra europea^; p ero los estudios se c e n tra n casi en exclusiva en los p ro b lem as d e la com posición y la tem ática^. L os p ro b lem a s d e fa estilística se ab o rd ab an sólo p asa je ram en te y so n tra ta d o s sin n in g ú n tip o de m étodo. . ' Los rom ánticos sostenían que la novela era un género m ixto (m ezcla de verso y prosa), q u e incluía diversos géneros (especialmente, líricos) en su estructura; pero los rom ánticos no sacaron condusiones de orden estilístico de esa afirmación. Véase> por ejemplo. «Epístola acerca de la núvela», de Fr. Schlegel. ^ En Alemania, en una serie de trabj^os de S p i e l h a c e n (que com enzaron a apa­ recer a partir de 1864), y, especialmente, el de R. R i b m a n n , «cGoethes R om antechnib» (1902); en Francia, a iniciativa, principalm ente, de B r u h e tié r e y L an so n . ^ Al problema principal de ia multiplicidad de estilos y planos d d género nove­ lesco se acercan ios investigadores de la técnica de «encuadram iento» («Ramenerzáhlung») en la prosa artística, y del papel de narrador en la ¿pica (Káte F r i e d e M ANN, D ìe Rolfe des Erzählers in der Epik, 1 9 1 0 , Leipzig); pero en ei plano estilística no ha sido estudiado este problema.

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L a situ ació n ca m b ió a co m ienzos de los añ o s v ein te de nues­ tro siglo: aparecieron num erosos trabajos acerca de la estilística de alg unos novelistas y d e algunas novelas. M u ch o s de estos U abajos eran ricos en o bservaciones valiosas^. Pero las p artic u ia ríd ad es del le n g u ^ e novelesco, sp ecificu m estilístico dcl género novelesco, si­ gu ió sin aclararse. £ s m ás: el p ro b lem a m ism o d e ese specificum n o h a sido ab o rd ad o co n to d o rígor h asta ah o ra. P o d em o s obser­ var cin co m an eras d e a b o rd a r estilísticam ente el lenguaje n o v e­ lesco: 1) se an a liz an sólo las p arte s d el a u to r en la novela, es decir, sólo el d iscurso directo del a u to r (m ás o m e n o s co rrectam en te evidenciado), desde el p u n to d e vista d e la p lasticid ad y d e la ex< p resiv id ad po éticas directas, co rríen tes (m etáforas, co m p arad o * nes, selección lexicológica); 2) e! análisis estilístico de la novela, co m o c o n ju n to artístico, es su stitu id o p o r u n a descrípción lin ­ güística n eu tra l del lenguaje del novelista^; 3) se eligen d el len ­ guaje d el n o v elista los elem en to s característicos de la ten d en cia artístico -literaría e n la q u e se incluye al n ovelista respectivo (ro’ m an ticism o , n atu ra lism o , im presionism o, etc.)^; 4) e n el lenguaje d e la n o v ela se b u sca la expresión d e la in d iv id u a lid a d del autor, es decir, se analiza com o estilo individual del novelista respectivo^; 5) la n o v ela es e x a m in a d a c o m o género retó ríco , y sus procedi­ m ien to s se an a liz an desde el p u n to de vista d e su e fid e n c ia retórica®. Todos esos tip o s d e an álisis estilístico, h ac en abstracción, en m a y o r o m e n o r m edida, d e las p articu larid ad es dei género nove­ lesco, d e las c o n d id o n e s específicas de la vida d e la p a la b ra en la novela. N o to m a n el lenguaje y el estilo del nov elista co m o el len ­ g uaje y el estilo d e la novela, sino co m o expresión d e u n a d eter­ m in a d a in d iv id u a lid a d artística, co m o el estilo d e u n a d eterm i­ n a d a c o rrie n te ,' o, fin a lm e n te , co m o fe n ó m e n o del l e n g u ^ * Tiene especial valor el trabajo de H. H a tz f e ld , «D ün-Quijoie ais W ortkunstwerk». 1927, Leipzig-BerlÍD. ^ Así es, por ejemplo, el libro de L. S a i n é a n (en rum ano, L. $áineanu). L a tangue de Rabelais, v. 1, 1922; v. II, 1923. ‘ A si es, p o r ejemplo, el libro de C . L o e s c h , Die impressionisiische S y n ta x der Goncourix 1919, Nuremberg. ’ Asi son los trab ñeros, del len g u aje lite rario d e la época, del le n g u ^ e q u e se halla e n p roceso d e fo rm a ció n y e n c o n sta n te in n o v ació n . Todos esos lenguajes, co n to d o s sus m ed io s directos d e expresión, se tran sfo r­ m a n a q u í en o b jeto d e la representación, están p resen tad o s co n im ág en es d e los lenguajes; características im ágenes típicas, lim i­ tad as, y, a veces, casi ridiculas. Pero, al m ism o tiem p o , los lengua­ je s rep resentados, re p resen ta n ellos m ism o s en u n a m ed id a im ­ p o rta n te . El a u to r p artic ip a en la novela (es o m n ip resen te en ella) casi sin u tilizar su p ro p ia lengua directa. El lenguaje d e la novela es u n sistem a d e lenguajes q u e se ilu m in a n recíp ro ca m e n te de m a n e ra dialogística. N o puede ser d escrito y an a lizad o co m o u n solo y ú n ico lenguaje. M e d e te n d ré e n u n ejem plo m ás. H e a q u í cu a tro fragm entos ex traíd o s de d iferen tes ca p ítu lo s d e O neguin:

1) TaK AyMaji Mo;io.'iofl noBeca... 2)

-.MjiaAoft n e a c a Hame.Fi 6e3BpeMeHHuA KOHeuí.»

3 ) ÍJofo npunTeAfi MAodoeo

H MHoycecreo eso npunyó... 4 ) Mto xc, eciflM aaiUHM nKcroJierOM C p a w e ii

npH H T& nb

m o jio a o

A.T.

m O b serv am o s aquí, en dos casos la fo rm a eslava eclesiástica M;iaAOÜ (joven), y e n o tro s d o s casos la fo rm a ru sa de vocalism o ín teg ro Mo;io;(oñ. ¿P o d em o s acaso a firm a r q u e am bas fo rm as p e r­ ten ecen al m ism o len g u aje y al m ism o estilo del autor, y q u e se 1) Así pensaba el joven calavera... 2) ...¡El Joven poeU H alló prem aturam ente su fin!... 3) C anto a m i Joven am igo Y a ¡odas sus fanlaUas... 4) Pues, si con vuestra pistola h ab tís acabado con el jov en amigo... —

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elige u n a u otra, p o r decirlo así, « p o r consideraciones d e méiríca»? Tal a firm a c ió n sería, sin du d a, ab surda. Y, sin embargo« se tra ta e n los cu a tro casos del discurso del autor. Pero el análisis nos co n v en ce d e q u e esas form as pertenecen a diferentes sistem as es­ tilísticos d e la novela. L as p alab ras MJiaAOu neB eu (joven poeta) del segundo frag> m en tó están situ ad as e n la zo n a d e L enski, vienen dadas en su es­ tilo; es decir, en el estilo u n ta n to arcaizado del ro m an ticism o sen­ tim en tal. T enem os q u e d e c ir q u e ta m b ié n las palabras (can tar) y n e o e u (cantante), e n el sentido de «escribir versos» y «poeta», so n u tilizadas p o r P u sh k in en la zo n a d e L enski, o en o tras zo n as paró d icas y objetivadas (el m ism o P u sh k in dice, en su p ropio lenguaje, sobre Lenski; «así escribía...»). L a escena de duelo y el «llanto» p o r L enski («A m igos m íos, lloráis al poeta...», etc.) están co n stru id o s en gran p a rte en la z o n a d e L enski, en su estilo poético; p ero interviene co n stan tem en te la voz realista y lúcida del a u to r, la p a rtitu ra d e esta p a rte de la novela es b astan te com pleja, y m uy interesante. Las p alab ras « can to a m i jo v en am igo» (tercer fragm ento) for­ m a n p arte d e la p arodia del preám bulo épico neoclásico. L a com bi­ n ació n , caren te de estilo, d e la palab ra elevada y arcaica M.>iaAoú co n la banal npHHT&ab (am igo) se explica p o r las exigencias del trav estism o paródico. L as palabras Mo.’ioiioñ nOBeca üo v en calavera) y RuqnTejib MOJiOAOH (joven am igo) están situadas en el p lan o del discurso d i­ recto del auto r, en el espíritu del estilo fam iliar-oral de la lengua lite raría d e la época. Así, las diferentes form as lingüísticas y estilísticas pertenecen a diferen tes sistem as del lenguaje de la novela. Si su p rim iéram o s todas las com illas en to n ativ as, todas las subdivisiones d e voces y d e estilos, y las d istancias e n tre los «lenguajes» representados y la p alab ra d irecta dcl autor, o b ten d ría m o s u n conglom erado d e for­ m as lingüísticas y estilísticas heterogéneas, ca ren te d e estilo, y ab­ su rd o . El lenguaje d e la no v ela no pu ed e ser situado en u n solo p lano, ni desarrollado en u n a sola dirección. Es u n sistem a d e p la­ no s q u e se en trecru zan. En O neguin, casi n in g u n a palabra es u n a p alab ra d irecta d e P ushkin, en el sentido indiscutible q u e lo son, p o r ejem p lo , las p alabras en su lírica y en sus p oem as. P or eso no existe en la n o v ela u n lenguaje único y u n estilo único. Al m ism o tiem p o , existe u n cen tro lingüístico (verbal-ideológico) d e la n o ­ vela. El a u to r (e n calidad de cread o r del c o n ju n to novelesco) no —

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p u ed e ser en c o n trad o en n in g u n o d e los plan o s del lenguaje: se en c u e n tra en el cen tro organizador de la intersección d e los pía* nos; y esos d iferentes p lanos se en c u en tran a distancias del centro del autor. Belinski h a llam ado a la novela de P ushkin «enciclopedia de la vida rusa». Pero no es u n a enciclopedia m u d a de objetos usua-*^ les. L a vida rusa se expresa a q u í a través de todas sus voces, a tra* vés d e to d o s los lenguajes y estilos d e la época. L a lengua literaría n o es p resen tad a en la novela co m o u n a lengua u n itaría, d e fin i­ tiv am en te fo rm ad a e indiscutible, sino, precisam ente, en la diver­ sidad viva d e ios lenguajes, en su proceso d e form ación y ren o ­ vación. El lenguaje del a u to r tien d e a su p erar el «literaturísm o» su p erficial d e los estilos envejecidos, en cam ino d e desaparíción, y d e los lenguajes de las tendencias literarías d e m oda, renován­ dose a c u e n ta d e los elem entos esenciales del habla p o p u lar (pero no a cu e n ta d e lenguajes ru d im en tarío s y vulgares). L a n o v ela d e P ushkin es u n a au to crítica del lenguaje literarío d e la época, realizada m ed ian te el esclarecim iento recíproco d e las v arían tes príncipales de las tendencias, los géneros y las costum* bres. Pero, n a tu ra lm e n te , n o se tra ta d e u n esclarecim iento lin ­ güístico abstracto: las im ágenes d e ios lenguajes son inseparables d e las im ágenes d e las concepciones, y de sus p ortadores vivos: la g ente q u e piensa, habla y ac tú a e n u n am b ien te históríco y social concreto. D esde el p u n to de vista estilístico, ten em o s a n te noso­ tros u n sistem a com plejo de im ágenes d e los lenguajes de la época, ceñ id o p o r el m o v im ien to dialogístico u n itarío ; a su vez, los «len­ guajes» aislados están situados a diferentes distancias del centro artístico ideológico u n ific a d o r d e la novéla. L a estru c tu ra estilística d e E u g en io O neguin es típica d e to d a a u tén tica novela. E n m a y o r o m e n o r m edida, to d a ia novela es un sistem a dialogizado d e im ágenes d e los «lenguajes», d e los estilos, de las conciencias, concretas e inseparables, del lenguaje. En la novela, el lenguaje n o sólo sirve para representar, sino tam b ién de o b jeto d e la rep resentación. La palabra novelesca es siem pre au ­ tocrítica. C o n esto, la novela se d iferen cia rad icalm en te d e to d o s los gé­ n ero s directos: del p o em a épico, d e la líríca, del d ra m a —en sen­ tido estrícto— . Todos los m edios directos de expresión d e esos gé- ' ñeros, y los géneros m ism os, se convierten, al incorporarse a la novela, en objeto d e la representación. E n las condiciones d e la novela, to d a palab ra directa —épica, lin ca, estrictam ente d ram á— 419 —

tic a — se o b jetiv a e n m a y o r o m e n o r m edida; se co n v ierte ella m ism a en u n a im ag en lim itad a , y, c o n m u c h a frecuencia, ridicula e n su lim itació n . L as im ágenes específicas d e los lenguajes y estilos, la organi­ zación d e esas im ágenes, su tipología (son m u y variadas), la c o m ­ b in ació n d e im ágenes d e los lenguajes e n el c o n ju n to d e la novela, las tran sferen cias y m o d ificacio n es d c los lenguajes y voces, y sus in terrelacio n es dialógicas, son los p ro b lem a s esenciales de la esti­ lística d e la novela. La estilística d e los géneros directos, d e la p alab ra p o ética d i­ recta, n o n o s a p o rta ap en as n a d a a la solución d e éstos problem as. H a b la m o s d e p alab ra novelesca p o rq u e sólo e n la no v ela esa p alab ra p u ed e revelar to d a s su s posibilidades específicas y alca n ­ zar a u té n tic a p ro fu n d id ad . Sin em bargo, la novela es u n género re la tiv a m e n te tard ío . E n ca m b io , la palabra indirecta, es decir, la p alab ra a je n a rep resen tad a, el le n g u ^ e a jen o p uesto e n tre c o m i­ llas en to n ativ as, tien e u n a gran an tig ü ed ad : la e n c o n tra m o s e n fa­ ses m u y te m p ra n a s d e la lite ra tu ra . Es m ás: a n te s d e la ap arició n d e ia n o v ela n o s en c o n tra m o s co n u n rico u n iv erso d e v an a d as fo rm as q u e tran sm iten , re m e d an , re p resen tan b ajo diferentes p u n to s d e vista, la palabra ajena, el h ab la ajen a y el lenguaje ajeno, e n tre los cuales están ta m b ié n los lenguajes d e Jos géneros direc­ tos. Esas fo rm as v ariadas p re p a ra ro n la no v ela m u c h o an tes d e su ap arició n . L a p alab ra novelesca h a ten id o u n a larga prehistoria, q u e se p ierd e e n la p ro fu n d id a d d e ios siglos y m ilenios. Se h a for­ m a d o y m a d u ra d o en los géneros orales fam iliares — poco estu* d iad o s— del lenguaje p o p u la r hab lad o , así co m o e n algunos gé­ n ero s folclóricos y literarío s inferiores. E n su proceso d e ap a rició n y ev o lu ció n te m p ra n a , la p a la b ra novelesca re flejab a la an tig u a lu ch a e n tre las trib us, pueblos, cu ltu ras, y lenguas: está llena d e ecos d e esa lu ch a. D e h echo, siem p re h a evo lu cio n ad o en la fron> te ra e n tre c u ltu ra s y lenguas. L a p reh isto ria d e la p alab ra novelesea es m uy interesante, y posee u n d ra m a tism o específico. E n la p reh isto ria d e la p a la b ra novelesca se p u ed e ob serv ar la acció n d e m últiples, y c o n frecuencia m u y heterogéneos, factores. D esd e n u e stro p u n to d e vista, dos d e e n tre ellos son los m ás im ­ p o rtan tes: u n o es la risa, y el o tro e l p lu rilin g ü ism o . L a risa ha o ig an iza d o las fo rm as m á s an tig u as d e rep resen tació n d el len ­ guaje, q u e n o eran o tra cosa, al principio, q u e la ridiculización del lenguaje a jen o y d e la p a la b ra d irec ta ajena. El plurilingüism o, y l i g a ^ a él la reciproca ilu m in a c ió n d e los lenguajes, h a n elevado -4 2 0 -

esas fo rm as h asta u n nuevo escalón artistico-ideológico, en d o n d e h a sido posible la ap a ríció n del género novelesco. A esto s d o s factores d e la preh isto ria d e la p alab ra novelesca está ded icad o el p resente artículo.

11 U n a d e las fo rm a s m ás antiguas y generalizadas d e represen­ tació n d e la p alab ra d irecta ajen a es la parodia. ¿En q u é consiste la esp ecificid ad d e la fo rm a paródica? V eam os, p o r ejem plo, los sonetos paródicos co n q u e se ab re D o n Q uijote. A u n q u e co m o sonetos están co m puestos irrepro­ c h ab lem en te, en n in g ú n caso los p o d em o s adscribir a l género so­ neto. C o nstituyen en este caso u n a parte d e la novela; pero, n i a u n aislado, n in g ú n so n eto p aró d ico pertenece al género soneto. E n el so n eto p aró d ico , la fo rm a d e so n eto n o co n stitu y e u n género; es decir, n o es la fo rm a d e u n co n ju n to , sino el objeto d e ¡a represen­ tación: el so n eto es a q u í el héroe d e la parodia. E n la p aro d ia d e so n eto ten em o s q u e reconocer al soneto, su form a, su estilo es­ pecífico, su m a n e ra d e ver, d e seleccionar y d e v alo rar el m u n d o , su con cep ció n d e soneto, p o r decirlo así. L a p aro d ia p u ed e repre­ sen tar y tam b ién rid icu lizar m ejo r o p eo r esos rasgos del soneto, co n m a y o r p ro fu n d id ad , o co n m ay o r superficialidad. Pero, en cu a lq u ie r caso, n o ten em o s a n te no so tro s u n soneto, sino la im a ­ gen d el soneto. P o r las m ism as razones, en n in g ú n caso p u ed e adscribirse el p o em a p aró d ico E l c o m b a te d e los ratones y las ranas, al género p o em ático . Es la im a g en d el estilo hom érico. Ese estilo, precisa­ m en te, es el a u té n tic o h éro e d e la o b ra. L a m ism o ten em o s ta m ­ b ié n q u e d ecir ac erc a del Virgile travesti, de S carron. N o se puede ad scrib ir al género serm ó n los S e rm o n s jo y e u x del siglo x v , o al g énero de pleg aría las paro d ias del P ater noster o del Ave M aria, etcétera. Todas estas p aro d ias d e géneros y estilos (de «lenguajes») for­ m a n p a rte del variado universo d e las form as verbales q u e ridi­ cu lizan la so m b ría p a la b ra directa, in d ep en d ie n te m e n te d e las va­ riedades d e sus géneros. Ese universo es m uy ríco; m u ch o m ás ríco d e lo q u e, g en eralm ente, se ac o stu m b ra a creer. El carácter m ism o y los m ed io s d e ridiculización son m u y variados; n o se a g o ta n 'e n — 421 —

la p aro d iz ació n y tra n sfo rm a c ió n en sen tid o estrecho. Esos m e­ d io s d e rid iculización d e la p alab ra directa están m u y poco estu* d iad o s to d av ía. A lgunas ideas generales acerca d e la lite ratu ra p a ­ ró d ica se h a n fo rm a d o e n la ciencia, sobre la base d e estudios de fo rm as tard ía s d e p aro d ia literaria, co m o la E n eid a , d e S carron, o en E l ten ed o r fa ta l, d e P laten; es decir, de form as pobres, su p er­ ficiales y m uy p o co im p o rta n te s desde el p u n to d e vista históríco. Tales ideas, em p o b recid as y lim itadas, acerca dcl ca rác te r paró> dico>transform ista d e la palab ra, se ap lican luego al riq u ísim o y v ariad o u n iv erso d e la creació n paró d ica d e la antigüedad. L a im p o rta n c ia d e las form as paródico>transform istas es m u y g ran d e en ei a rte universal de la palab ra. H e a q u í algunos datos q u e c o n firm a n su ríq u eza y especial significación. D e te n g ám o n o s an tes q u e n a d a e n la an tig ü ed ad . L a Literatura an tig u a tard ía , lla m a d a lite ratu ra « d e eru d ició n » —A ulo G elio, P lu tarco (E n M o ra lia ), M ac ro b io y especialm ente A teneo— , nos ofrece in d icio s b astan te ríeos q u e n o s p e rm ite n ju zg ar acerca del v o lu m en y el carácter especial d e la c reac ió n paródico-transform ista en la an tig ü ed ad . L as observaciones, citas, referencias y alu ­ siones d e esos eru d ito s, co m p le ta n su b stan cialm en te el m aterial d isp ar y ocasional de la au té n tic a creació n có m ica d e la an tig ü e­ d a d q u e h a llegado h asta nosotros. L os trab a jo s d e investigadores tales co m o D icterích, R eich, C o m fo rd y otros» n o s h a n p reparado p a ra u n a valoración m ás ju sta del papel y la sig n ificación de las form as p aród ico-transform istas d e la lite ra tu ra de la antig ü ed ad . E stam o s con v encidos de q u e, prácticam en te, n o h a existido n in g ú n género directo estrícto, n in g ú n tip o d e p alab ra directa —artística, retórica, filosófica, religiosa, co rrien te— q u e n o haya ten id o su d o ble p aró d ic o tran sfo rm ista , su contre-partie cóm icoirónica. Al m ism o tiem p o , esos dobles paró d ico s, y re flq o s có­ m icos, de la p alab ra directa, estab an , e n u n a seríe de casos, ta n consagrados y ca n o n iz ad o s p o r la trad ic ió n co m o sus elevados p ro to tip o s. A b o rd aré el p ro b lem a del llam ad o « cu arto d ra m a » , es decir» del d ra m a satíríco. Este d ra m a , q u e sigue a la trílogía trágica, ab o rd a b a , en la m ayoría de los casos» los m ism os m otivos tem ático -m ito ló g ico s q u e la trílogía q u e le precedía. D e esta m an era, era la co n tre-p a rtie especial, p aró d ico -tran sfo rm ista, d é la elabo­ ració n trág ica d el m ito respectivo: p resen tab a el m ism o m ito bajo o tro aspecto. — 422 —

E sas co n traelab o racio n es paródico> transfonnistas d e los g ran ­ des m ito s n acionales estaban ta n legitim adas y canonizadas com o su elab o ració n trág ica directa. Todos los trágicos —F rín ico , Sófo­ cles, E u n p id es— eran ta m b ié n au to res d e d ra m a s satíricos; y el m ás persev eran te de ellos, Esquilo, ep o p te d e los m isterios eleu> sinos, era co n sid erad o p o r los griegos el m ayor m aestro del d ra m a satírico. P o r los fragm entos del d ra m a satírico d e E squilo «E l co­ leccionista d e huesos», observam os que en este d ra m a se hacia u n a rep resen tació n p aró d ico -tran sfo rm ista de los acontecim ientos y h éroes d e la guerra de T roya; precisam ente, el episodio de la d isp u ta d e U lises co n A quiles y D iom edes, c u a n d o h ab ía sido a rro jad o a la cabeza d e U lises u n o rin a l apestoso. Es necesario señalar q u e la im ag en d e «U lises cóm ico», que constitu y e u n tran sfo rm ism o p aró d ico d e su elevada fig u ra épicotrágica, h a sido u n a d e las im ágenes m ás po p u lares del d ra m a sa­ tírico, d e la farsa d ó rica antigua, de la co m ed ia prearistofánica, d e u n a seríe d e p eq u e ñ as epopeyas cóm icas, discursos y d isp u tas p a­ ródicas, e n q u e ta n ríco era el a rte có m ico a n tig u o (especialm ente en Italia del su r y Sicilia). Es significativo el papel especial q u e ju g ó e n la im ag en d e «U lises cóm ico» el m o tiv o d e la locura: co m o se sabe, U lises se p u so u n gorro (pileus) d e b u fó n , d e to n to , y u n ció ju n to s a su arad o a u n caballo y a u n toro, sim u la n d o la locura p a ra e v ita r su p artic ip a ció n e n la guerra. El m o tiv o d e la locura tran sfería la fig u ra d e U lises del elevado p lan o d irecto al p lan o c ó m ico y p aró d ico ’ . Bsro la fig u ra m ás p o p u la r del d ra m a satíríco y d e o tras for­ m as d e la p alab ra p aró d ico -tran sfo rm ista era la fig u ra d e « H ér­ cules cóm ico». H ércules, el forzudo e ingenuo críad o del débil, m iedoso e h ip ó crita rey E urísteo. El H ércu les q u e h a vencido en co m b ate a la m u erte y h a b ajad o al re in o d e u ltratu m b a, el H é r­ cules m o n stru o so com ilón, jo v ial, b eb e d o r ^ pendenciero, y, es­ p ecialm en te, el H ércules loco, so n los m o tiv o s q u e h a n d eterm i­ n a d o el a f e c t o có m ico de esta figura. L a fuerza y el h ero ísm o se co n serv an en ese aspecto cóm ico, p ero están co m b in ad o s c o n la rísa y las im ágenes d e la vida m atería l terrenal. L a fig u ra có m ica d e H ércules fue especialm ente p opular, n o sólo en G recia sino ta m b ié n en R o m a y m ás ta rd e en B izancio (en d o n d e se co n v irtió en u n a de las figuras centrales del te a tro de m ario n etas). H a sta h ac e poco, esta fig u ra estaba viva en el tea’ V éase J. S c h m id t,

Ulixes comicus. —

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tro tu rc o d e so m b ras (K aragóz). H ércules có m ico es u n a d e las h o n d as fig u ras p o p u lares del h ero ísm o jo v ial y sim ple, q u e h an te n id o u n a g ra n d ísim a in flu e n c ia en to d a la lite ratu ra universal. El « cu a rto d ra m a » , q u e .c o m p le ta in d isp en sa b lem en te la tri­ logía trágica, y fig u ra s tales co m o «UUxes com icu9> y «H ércules cóm ico», m u estran q u e la co n cien cia literaria d e los griegos no e n c o n tra b a p ro fan ac ió n blasfem a alguna en las elaboraciones paró d ico -tian sfo rm istas del m ito nacio n al. Es significativo el hecho d e q u e los griegos n o se recataran en ab so lu to d e a trib u ir a H o ­ m e ro m ism o la p atern id ad d e la o b ra p a ró d ic a «El c o m b ate d e los rato n es y las ranas». T am bién se a trib u ía a H o m e ro la obra (poem a) có m ica sobre M a r^ te s el Tonto. Todo género directo, to d a p alab ra d irecta —épica, trágica, lírica, filo só fica— p u ed e y debe co n vertirse en o b jeto d c rep resen tació n , d e « im itació n » paródicotran sfo rm ista. E sa im ita c ió n aleja, d e alg u n a m an era, la palab ra del objeto; sep a ra a am bos, d e m o stra n d o q u e la respectiva p ala­ b ra de u n género —épica o trágica— es u nilateral, lim itada, no agota el objeto ; la p aro d izació n im p o n e la revelación d e aquellos aspectos del o b jeto q u e n o se en c u n d ra n en el género y estilo res> pectivos. L a creación p aró d ic a in tro d u c e e l p e rm a n e n te co rrec­ tivo d e la risa y d e la crítica e n la seriedad u n ilatera l d e la elevada p alab ra directa; el correctivo d e la realidad, q u e siem pre es m ás ríca, m á s su stancial y, lo q u e es básico, ta n contradictoria y p lu ­ rilin g ü e q u e p u ed e ab a rca r al género elevado y directo. Los gé~ ñeros elevados son m onotonales, al tiem p o q u e el «cuarto dram a» y los géneros d e la m ism a fam ilia m an tie n e n la an tig u a bitonalid a d d e la palab ra. L a p a ro d ia a n tig u a carece d e negación nihilista. P ues los h éro es n o son los p arodiados; n o se p aro d ia la g u erra de T ro y a n i a los p artic ip a n te s en ella, sino su hero izació n épica; no se p aro d ia a H ércu les n i sus hazañ as, sino su hero izació n trágica. El género m ism o, cl estilo y el lenguaje, están puestos e n tre co­ m illas burlescas-alegres, sobre el trasfo n d o d e la realid ad c o n tra­ dicto ria, q u e n o cabe e n los lím ites d e estos. L a p alab ra seria di­ recta, q u e se h a co n v ertid o en im agen có m ic a d e la palab ra, se rev ela co n to d as sus lim itaciones e im perfecciones; p ero e n ning ú n caso se d ev alúa. P o r eso p o d ían p en sar q u e H o m e ro m ism o h ab ía escríto u n a p aro d ia al estilo hom eríco. La lite ra tu ra ro m an a ofrece m ateríal su p lem en tarío p a ra es­ clarecer el p ro b lem a del «cuarto d ram a» . E n R o m a, las funciones d e éste las desem p eñaban las atelanas literarias. A p artir d e la época d e Sila, c u a n d o las atelanas a d q u iríe ro n elaboración literaría y u n — 424 —

tex to d efin itiv o , co m en z aro n a ser interpretadas en el exodium , después de la rep resentación d e la tragedia. D e esta m an era, las atelan as de P o m p o n io y N ovio se in terp retab an después de las trag ed ias de Accio. E ntre atelanas y tragedias existe u n a corresp o n d en c ia m uy estrecha. E n el cam p o d e la novela, la exigencia de h o m o g en eid ad d el m aterial serio y del cóm ico ten ía u n carác­ te r m ás estricto y sistem ático q u e en G recia. M ás tarde, e n lugar d e atelanas, se in terp re tab an m im os e n el exodium de la tragedia: co n to d a p ro babilidad, ta m b ié n estos tran sfo rm ab an el m aterial d e la t r ^ d i a q u e les precedía. L a ten d en c ia a a c o m p a ñ a r to d a la elaboración trágica (en ge­ n eral seria) del m aterial de u n a elaboración có m ica (paródica) p a­ ralela, se h a reflejado ta m b ié n , e n tre los rom anos, en las artes plásticas. P o r ejem plo, e n los llam ados «dísticos consulares», ge­ n eralm en te se re p resen tab an a la izquierda escenas cóm icas con m áscaras grotescas, y, a la derecha, escenas trágicas. U n a disposi­ ció n análo g a la observam os ta m b ié n en la p in tu ra m u ra l pom peyana. D ieterich, q u e h a utilizado la p in tu ra p o m p ey an a p a ra re­ solver el p ro b le m a de las form as cóm icas antiguas, descñbe, p o r ejem plo, d o s frescos sem ejantes, situados u n o frente a otro: en uno está re p resen tad a A n d ró m e d a salvada p o r Bsrseo; en la opuesta, u n a m u je r d esn u d a q u e se b añ a en u n estanque, y cuyo cuerpo está ro d ead o p o r u n a serpiente: e n su ay u d a corren u nos ca m p e­ sin o s c o n palos y piedras^°. E ste es u n evidente tran sfo rm ism o p a ­ ródico d e la p rim e ra escena m itológica. El arg u m en to del m ito es tran sferid o a u n a realidad p u ra m e n te prosaica; Peiseo m ism o es su stitu id o p o r cam pesinos co n arm a s ru d im en taria s (com párese: el u n iv erso caballeresco d e D o n Q uijote traducido al lenguaje de Sancho). P o r u n a serie de fuentes, p artic u la rm en te del libro X IV d e A teneo, sabem os d e la existencia d e u n am p lio universo d e for­ m as p aró d icas m u y diversas; nos enteram os, p o r ejem plo, d e es­ p ectácu lo s d e falóforos y deikelistos, q u e, p o r un lado, tran sfo r­ m ab an lo s m ito s nacionales y locales, y, p o r el o tro , im itab an «lenguajes» típicos y esp e d fico s del hab la d e m édicos extranjeros, alcahuetes, hetairas, cam pesinos, esclavos, etc. E specialm ente ríco y variado era el arte p aró ^ co -tra n sfo rm ista de la Italia del sur. Alh' flo reciero n los juegos y ad ivinanzas paródicas burlescas, discursos Véase A. D i e t e r ic h , Pulcinella, Pompeyanische Wandbilder u n d rùmixche Saiyrspiele. Leipzig. 1897, S. 131.

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paródicos forenses y sapienciales; allí florecieron los diálogos p a­ ródicos (agonos), u n a dc cuyas variantes form aba parte de la co­ m edía griega. La palabra tiene aqui una vida totalm ente distinta a la de los elevados géneros directos de Grecia. R ecordarem os que el m im o m ás prím itivo, es decir, el actor am bulante de m ás bajo nivel, había de tener siem pre dos aptitu­ des profesionales m ínim as: saber im itar las voces de pájaros y ani­ males, así com o el habla, la m ím ica y la gesticulación del esclavo, el cam pesino, e) alcahuete, el m agistrado pedante y el extranjero. Así es, incluso hoy día, el actor-im itador de barraca, de fería. £1 universo de la cultura cóm ica rom ana n o era m enos ríco y varíado que el gríego. Es especialm ente característica d e R om a la perm anente vitalidad de las rídiculizaciones rituales. Son m uy co ­ nocidas las adm itidas rídiculizaciones rituales a que som etían los soldados al caudillo triunfador; es conocida la risa ritual de los ro­ m anos en los entierros; la aceptada libertad de la risa m ím ica; y n o es necesarío insistir en las satum alias. M ás im portante q u e las raíces rituales de esa rísa, es aquí para nosotros su producción literaríoartística, el papel d e la risa ro m an a en los destinos d e la pa­ labra. La risa ha m ostrado ser u n a de las creaciones de R om a tan h o n dam ente productiva y perenne com o el derecho rom ano. Esa risa h a atravesado el espesor d e la som bría seriedad m edieval para fertilizar las m ás grandes creaciones de la literatura renacentista; tam bién co n tin ú a teniendo resonancia hoy día, en una seríe de fe­ nóm enos de la creación literaría europea. La conciencia litcraria-artística de los rom anos no podía con­ cebir u n a form a sería sin su equivalente cóm ico. La form a di­ recta, seria, parecía tan sólo u n fragm ento, tan sólo la m itad del conjunto; la plenitud del conjunto sólo se restablecía después de añ adir u n a contre-partie cóm ica de la form a respectiva. Todo lo que ñ)ese serio, tenia que tener, y tenía, su doble cómico. Así com o en las satum alias el bufón doblaba al rey y el esclavo al am o, de la m ism a m anera se creaban dobles cóm icos en todas las formas de la cultura y de la literatura. Por eso, la literatura rom ana --especialm ente, la baja, la popular— ha creado un núm ero in­ m enso de form as paródicas, que invadían los m im os, las sátiras, los epigram as, las conversaciones durante la com ida, los géneros retóricos, las cartas y diversas m anifestaciones de la creación có­ m ica inferíor, popular. tradición oral (predom inantem ente) transm itió a la Edad M edia m uchas de esas form as, transm itió el estilo m ism o y la valiente consecuencia de la parodia rom ana. Las —426-

culturas europeas h an aprendido de los rom anos a reír y a ridi­ culizar. Pero la colosal herencia cóm ica de R om a h a llegado hasla nosotros, a través de la tradición escrita, en proporciones escasí­ simas; las gentes d e las q u e dependía la transm isión de esa herencia, eran agelasios: escogían la palabra seria y rechazaban, com o profanación, el reflejo cóm ico d e la m ism a: por ejem plo, las nu­ m erosas parodias de Virgilio. De esta m anera, la antigüedad creó, ju n to a los grandes ejem ­ plos de los géneros directos y de la palabra directa incondicional, todo u n rico universo d e form as d e lo m ás diverso, de tipos y va> riantes d e la palabra indirecta, paródico-transformista, tom ada con reservas. N uestro térm in o m in io de la p alab ra directa; d estru ían la severa nsclusión d e la co n cien cia en su p alab ra, en su lenguaje. Se creó esa d istan cia en ­ tre el len g u aje y la realidad, q u e co n stitu ía la co n d ició n in d isp en ­ sable p a ra la creació n d e las au tén ticas form as realistas d e la pa* labra. P aro d ian d o la p alab ra directa, cl estilo directo; ex p lo ra n d o sus fro n teras, sus aspectos cóm icos; revelando su fiso n o m ía típica, característica, la co n cien cia lingüística se situ ab a /u e r a d e ta l p a ­ lab ra directa y de todos sus m edios expresivos. Se creaba u n a nueva m o d a lid a d d e trab ajo creativo co n el lenguaje; el c re a d o r ap ren d ía a o b serv arlo desde fuera, c o n o tro s ojos, desde el p u n to de vista d e o tro posible lenguaje y estilo. P ues, p re cisam en te a la lu z del o tro lenguaje-estilo posible, es p aro d ia d o , tran sfo rin ad o y rid icu ­ lizado el respectivo estilo directo. L a co n cien cia cread o ra se en ­ c u e n tra c o m o e n la fro n te ra e n tre las lenguas y los estilos. Se trata - 4 2 8 - -

d e u n a posición co m p letam en te especial de la conciencia crea­ d o ra fren te al lenguaje. A edos o rapsodas se sen tían en su len­ guaje» en su p alab ra de m a n e ra c o m p letam en te d istin ta a la del cread o r d e E l co m b a te d e los ratones y las ranas, o d e M argites. £1 cread o r d e la palabra d irecta — épica, trágica, lírica— tiene q u e ver co n el o b jeto a l q u e canta, representa y expresa, y co n su p ro p io lenguaje co m o m ed io ú n ico y su ficien tem en te adecuado p a ra la realizació n de su proyecto co n c reto y directo. Ese proyecto y su estru c tu ra tem ático -o b jetu al son inseparables del lenguaje di­ recto del creador: h a n n ac id o y m ad u ra d o en ese lenguaje, en el m ito nacio n al del q u e está im p reg n ad o ese lenguaje, e n la trad ì- ción nacio n al. L a posición y o rien ta ció n d e la conciencia paró* d ico -trap sfo m iista son otras: esa conciencia se o ríe n ta ta n to h acia el objeto, co m o h acia la palabra ajen a , p aro d ia d e ese objeto; p a­ lab ra q u e, a su vez, se convierte en im agen en el cu rso de dicho proceso. Se crea la d istan cia e n tre el lenguaje y la realidad, del que ya h em o s hablado. T ie n e lu g ar la tran sfo rm ació n del lenguaje, de d o g m a ab so lu to — tal y c o m o aparece d e n tro d e los lím ites d e la reclusión y del m o n o lin g ú ism o estricto— , en hipótesis d e trab ajo p a ra la co m p re n sió n y expresión d e la realidad. Pero esa transform ación, en to d o su rigor y plenitud, sólo puede realizarse co n u n a d eterm in a d a condición: la del fu n d a m e n tal p lu rilin g ü ism o . Sólo el plurilingüism o lib era por co m p leto la c o n ­ ciencia del p o d e r d e su p ro p io lenguaje y del m ito lingüístico. Las fo rm as p aró d ico -tran sfo rm istas flo recen en las con d icio n es del p lu rílin g ü ism o , y sólo entonces son capaces d e e le v a n e a u n a al­ tu ra ideológica co m p letam en te nueva. L a co n cien cia literaría ro m a n a era bilingüe. Los géneros lati­ n o s p u ra m e n te nacionales, concebidos en las condiciones del m onoligüism o, se m arc h ita ro n y n o a d q u in e re n form a literaría. La con cien cia literaría creativa d e los ro m a n o s elaboraba, d e princi­ p io a fin , sobre el trasfondo d e la lengua y d e las fo rm as g rib a s . Ya desde sus p rim ero s pasos, la palab ra literaria latin a volvía la m irad a h ac ia sf m ism a, a la lu z d e la p alab ra griega; se m ira b a con los ojos de la p a la b ra griega; era, desde el com ien zo m ism o, u n a p alab ra de tip o estilizante, q u e m irab a siem pre h ac ia atrás; coiho si se recluyese e n tre com illas especiales, respetuosas-estilizantes. L a len g u a latin a literaria, en to d a la diversidad de sus géneros, ' se fo rm ó a la luz de la len g u a lite raria griega. Su originalidad n a ­ cional, su p ro p io p en sa m ie n to lingüístico específico, eran consi­ d erad o s d e tal m a n e ra p o r la co n cien cia literaría creadora, que — 429 —

h u b ieran sido im posibles en las condiciones del m onolingüism o. P ues sólo se p uede objetivar el propio lenguaje, su form a interna, la especificidad d e su concepción del mundo« su habitus lingüís­ tico espedfico« a la luz d e d tro le n g u ^ e , u n lenguaje ajeno pero casi igual d e «propio» q u e la lengua m aterna. U. W iiam ow itz-M oellendorff escribe en su libro sobre P latón: «Sólo el co n o cim iento d e u n a lengua po rtad o ra d e otro m o d o de pensar, hace posible la correcta co m prensión d e la propia leng u a...» ‘*. N o voy a c o n tin u a r la cita. E n ella se trata, en p rím er lugar, d e u n a co m p re n sió n lingüística p u ra m e n te cognitiva del p ro p io le n g u ^ e , co m prensión q u e sólo se realiza a la luz de otro lenguaje, d e u n lenguaje ajeno; pero esta tesis se extiende tam bién en igual m ed id a a la co m p ren sió n del lenguaje desde el p u n to de vista literario, creador, en el proceso de la práctica artística. Es m ás, en el proceso d e creación literaría, la recíproca puesta bajo luz con u n lenguaje ajeno, ilu m in a y objetiva, precisam ente el aspecto de la «concepción d el m u n d o » del lenguaje propio (y del ajeno), su fo rm a in tern a, su sistem a específico de acentos vaiorativos. Para la conciencia literaría creadora, com o es natural, n o aparece, en la zo n a ilu m in ad a p o r el le n g u ^ e ^ e n o , el sistem a fonético del lenguaje propio» ni sus particuiarídades m orfológicas, n i su léxico abstracto, sino, precisam ente, lo que hacc del lenguaje u n a con­ cepción del m u n d o , concreta e intrad u ctib le p o r entero; e l estilo d e l lenguaje co m o conjunto. P ara la conciencia literaría creadora bilingüe (así era, precisa­ m en te, la conciencia del rom ano-culto), el lenguaje en su co n ­ ju n to (el su y o -m atem o y el suyo-ajeno) constituye u n estilo con­ creto y n o u n sistem a lingúístico abstracto. E ra m uy característica del ro m an o culto la percepción del lenguaje entero, de abajo arríba, com o estilo: u n a percepción algo fría y «exteríorízadora». Escríbía y h ab lab a estilizando, y n o sin u n cierto ex trañam iento frío d e su p ro p ia lengua. P o r eso, el carácter concreto y expresivo di’ recto d e la palab ra literaria latin a es siem pre algo convencional (co m o lo es to d a estilización). El elem ento estilizador es propio de to d o s los grandes géneros directos de la lite ratu ra ro m an a; existe tam b ién en u n a o b ra d e los rom anos ta n grande co m o la Eneida. Pero no se tra ta sólo del bilingüism o cultural d e la R o m a líteraría. El trílingüism o es característico d e los com ienzos d e la lite­ ra tu ra ro m an a . «Tres alm as» vivían en el pecho d e Eneas. Pero " U . Vk'iuiM0wiT 2-M 0Eu.ENDOR^, Plalotx, y, 1, Berlín, 1920, S. 290. -

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ta m b ié n tres alm as (tres lenguajes-culturas) vivían en el pecho d e i casi todos los iniciadores d e la palabra literaria rom ana, d e todos los traductores-estilizadores llegados a R o m a desde el su r d e Ita­ lia, d o n d e se entrecruzaban las fronteras d e tres lenguas y cultu­ ras: la gríega, la osea y la rom ana. Italia del sur era el foco d e u n a cu ltu ra específica, m ixta e híbrida, y d e form as literarías m ixtas e híbridas. A este foco cu ltu ral trilingüe está ligada, esencialm ente, la ap arición d e la literatura rom ana: nació e n el proceso de puesta reciproca bajo luz de los tres lenguajes: d el suyo>m aterno y d e los do s suyos-ajenos. D esóe el p u n to d e vista del plurilingüism o, R o m a es sólo la últim a etapa del helenism o; etap a que fin aliza con la transm isión del esencial plurílingüism o al m u n d o bárbaro de E uropa, y co n la creación del nuevo tipo d e plurilingúism o m ed iev al El helenism o h a creado para todos los pueblos bárbaros im ­ plicados en él u n a fortfsim a in stancia d e lenguas extranjeras. Esta in stan cia ju g ó u n papel fatal para las form as directas nacionales d e la palab ra artística. Ahogó casi todos los brotes de la épica y la lírica nacionales, nacidos de la p ro fu n d id ad del m onolingúism o opaco; tran sfo rm ó la palabra directa d e los pueblos bárbaros —épica y lírica— en u n a palabra sem iconvencional, semíestilizada. Pero, en cam bio, favoreció el desarrollo excepcional d e todas las fo rm as d e la palabra paródico-transform ista. Sobre el terreno del helenism o y del helenism o ro m an o fue posible la apari­ ción d e u n a distancia m áxim a entre el hab lan te (que crea) y su len­ guaje, en tre el lenguaje y el universo objetual-tem ático. Sólo en esas condiciones h a sido posible la vigorosa evolución d e la rísa rom ana. C aracteristico del helenism o es el plurilingüism o com plejo. O riente, co n m u ltitu d de lenguas y culturas, con fronteras a cul­ tu ras y lenguas antiguas en contacto con éU era, frente a la cultura griega, lo m ás alejado de un universo m onolingúe ingenuo y p a­ sivo. O rien te era, el m ism o p o rtad o r d e un plurilingúism o an ti­ guo y com plejo. P o r to d o el m u n d o helenístico había centros dis­ persos, ciudades y colonias, e n d o n d e convivían directam ente y se co m binaban de m an era original varias culturas y lenguajes. H e ahí, p o r ejem plo, S am osata, p a tria d e L uciano, q u e h a ten id o un p a­ pel colosal en la historia d e la novela europea. L a población a u ­ tó cto n a d e S am osata estaba co n stitu id a p o r sirios que hablaban i en aram eo. El núcleo culto de la población d e la ciudad hablaba y escribía en griego. L a lengua oficial de (a adm inistración y d e la cancillería era el latín; todos los funcionarios eran rom anos; en la -

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ciu d ad estaba estacionada u n a legión rom ana. A través d e Sam osata pasaba u n a gran ru ta (m uy im portante desde cl p u n to de vista estratégico) p o r la que circulaban las lenguas de M esopotam ia, Persia e in cluso la India. En esc p u n to de intersección d e culturas y lenguas nació y se form ó la conciencia cultural y lingüística de L uciano. A nálogo fue tam b ién cl m edio cultural lingüístico del africano A puleyo y d e los creadores de las novelas griegas —en la m ayoría d e los casos, bárbaros helenizados. Erwin R ohde, en su libro sobre la historía de la novela gríega'^» analiza el proceso de descomposición» en el cam p o helenístico, del m ito griego nacional; y, ligado a ese proceso, el d c descom posi­ ción y d ism in u ció n d e las form as d e la épica y del dram a, sólo po< sibles en cl ca m p o u n itario del m ito nacional. R o h d e no revela, sin em bargo, el papel del i^urilingüism o. Pára él, la novela griega es p ro d u cto de la descom posición de los grandes géneros directos. E n parte» tien e razón: to d o lo nuevo nace d e la m uerte de lo viejo. Pero R ohde n o es dialéctico. N o ve, precisam ente, lo q u e es nuevo. D efin e casi co rrectam ente la im p o rtan cia del m ito nacional u n i­ tario p a ra la creación de las grandes form as d e la épica, la lírica y el d ra m a griegos. Pero el proceso d e descom posición del m ito n a­ cional, fatal p a ra los géneros helenos directos m onolingües» re­ sulta favorable p ara la aparición y evolución d e u n nuevo género literario: la p alab ra novelesca e n prosa. El papel del plurilin­ güism o en ese proceso de m uerte del m ito y nacim iento d e la lu ­ cidez novelesca, es especialm ente grande. E n el proceso de ilum i­ nación recíproca de lenguas y culturas, el lenguaje se convirtió en algo diferente, nuevo, se m o d ificó su calidad: en lugar del uni­ verso lingüístico ptolom éico, cerrado, único y u nitario, apareció el universo abierto galileano, co n su m u ltitu d d e lenguajes q u e se ilu m in ab an recíprocam ente. L am en tab lem ente, sin em baigo, la novela griega representa m u y débilm ente la palabra nueva de la c o n c ie n d a plurilingüe. Esa novela sólo resolvió, de hecho, el p roblem a del arg u m en to {y esto parcialm ente). Se creó u n nuevo y gran género, p ortador d e otros m u ch o s géneros, q u e in clu ían tam b ién en sí to d o tip o d e diálogos, ob ras de teatro líricas, cartas, discursos, descripciones de países y ciudades, relatos, etc. O sea: u n a enciclopedia de géneros. P ero esa novela d e m u ch o s géneros tiene casi u n sólo estilo. L a palabra es a q u í u n a p alab ra sem iconvencional estilizada. L a orientación esVéase Erwio R o h d e , Der griechische R om an und seine Vorläufer, 1876.

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tilizadora hacia el lenguaje, caiacterística d e to d o pluriUngüism o, h a en co n trad o en ella brillante expresión. Pero tam b ién se en* cu en tran en estas form as sem iparódicas, transform istas, irónicas; existen, pro b ab lem ente, m ás d e las q u e reconocen los investiga­ dores. Las fronteras en tre la palabra sem iestihzada y la sem iparódica suelen ser m uy inestables, ya q u e en la palab ra estilizada basta subrayar u n poco su convencionalidad para q u e adquiera un carácter d e p aro d ia y d e suave ironía, p a ra q u e se tom e con reser­ vas: de hecho, n o soy yo el q u e lo dice; probablem ente, yo lo h u ­ biera d icho d e o tra m anera. Pero en la novela griega casi n o exis­ ten im ágenesplenguajes, q u e son reflejo d e la diversidad d e los lenguajes d e u n a época. E n ese sentido, algunas variantes d e la sá­ tira helena y ro m a n a son incom parablem ente m ás «novelescas)» q u e la novela griega. Tenem os q u e am pliar u n poco el concepto de plurilingúism o. H em o s h ab lad o h asta ahora d e la ilum inación recíproca d e las grandes lenguas nacionales, constituidas y un ifica d a s (gríego y la^ tín ), q u e han pasado previam ente p o r la larga etapa d e u n m on o ling ü ism o relativam ente estable y tranquilo. Pero hem os visto, q u e ya e n el periodo clásico d e su historía, los griegos poseían un universo m u y rico de form as paródico-transform istas. E s poco p robable q u e tal riqueza de im ágenes hubiera podido aparecer en n in g u n a lengua en las condiciones del m onolingüism o opaco y cerrado. N o hay q u e olvidar q u e to d o m onolingüism o es d e hecho re­ lativo. Pues, incluso la lengua propia y única, n o es u n a sola: siem pre existen en ella rem iniscencias y potencias d e o tras len­ guas, percibidas con m ayor o m e n o r fuerza p o r la conciencia hteraria-lingúística creadora. L a ciencia co n tem p o rán ea h a acumulado^ u n a serie d e datos q u e c o n firm a n la tensa lucha en tre las lenguas, y e n el in terio r de las m ism as, q u e precedió ai estado relativam ente estable, co n o ­ cido p or nosotros, d e la lengua griega. U n a serie im p o rta n te de raíces d e esa lengua pertenecen a la lengua d e la población que o cupaba el territo rio an tes d e los griegos. E n la lengua griega lite­ ra ria en co n tram o s u n a original f^ a ció n d e los dialectos a géneros aislados. T ras esos datos generales se escotKle el com plejo proceso d e lu ch a en tre lenguas y dialectos, d e hibridaciones, purificacio­ nes, sucesiones e innovaciones, u n ca m in o largo y sinuoso de lu­ cha p o r la u n id ad d e la lengua literaria y d e sus diversos géneros. Se in stau ró luego u n largo periodo d e relativa estabilidad. Pero se -

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h a n conservado los recuerdos de esas tem pestades lingüísticas, y n o sólo en huellas lingüísticas petrificadas, sino tam b ién en for­ m aciones literario-estilfsticas —en p rim er lugar, en las obras de creación literaria paródico-transform ista. ' E n el p eríodo histórico d e la vida d e los helenos, estable desde el p u n to de vista lingüístico, y m onolingüe, todos sus ai^um entos, to d o su m aterial o bjetual-tem ático, todo su principal fondo de im ágenes, expresiones y entonaciones, nacieron en el seno de su lengua m atern a. Todo lo q u e venía de fuera (y venía bastante) era asim ilado p o r m edio —m edio fuerte y seguro— del m onolingúism o cerrado, q u e co n tem p lab a con desprecio cl plurilingüism o del m u n d o b árbaro. D el seno de ese m onolingüism o firm e e in­ contestable nacieron los grandes géneros directos d e los helenos: la épica, la lírica y la tragedia. E xpresaban las tendencias centralizadoras de la lengua. Péro ju n to a ellos, especialm ente en los es­ tratos bajos d e la población, floreció la creación p aró d ic o -tran ^ form ista, q u e conservaba la huella d e la lu ch a lingüística antigua y q u e se alim en tab a p erm a n en tem en te dc los procesos de estratificación y diferenciación lingüística perm anentes. Al p ro b lem a del plurilingüism o tam b ién v a indisolublem ente ligado el d e la diversidad in terio r d e la lengua, es decir, el pro­ b lem a d e la diferenciación y estratificación in terío r d e to d a len­ g ua nacional. E k problem a tiene u n a im portancia prim ordial para la co m p ren sió n del estilo y los destinos d e la novela europea de los n uevos tiem pos, esto es, desde el siglo x v u . E n las lenguas de los pueblos europeos, esa novela refleja —e n su estructura estilís­ tica— la lucha e n tre las tendencias centralizado ras (unificadoras) y las descentralizadoras (que estratifican la lengua). L a novela percibe q u e se en c u en tra e n la fro n tera en tre el lenguaje literarío consolidado y d o m in an te y los lenguajes extraliteraríos de la d i­ versidad d e lenguas; la novela sirve a las tenden cias centralizadoras del nu ev o lenguaje literarío, q u e está e n proceso de form ación (con sus n o rm as gram aticales, estilísticas e ideológicas), o, p o r el co n trarío , lucha p o r la in n o v ació n del lenguaje literarío an ti­ cu ad o ; in n o vación que se realiza a costa de los estratos d e la len­ gua nacio n al que q u ed aro n (en u n a u o tra m edida) fuera de la ac­ ción centralizad o ra y u n ifica d o ra de la n o rm a artístico-ideológica dei lenguaje literarío d o m in an te. L a conciencia literarío-lingüística d e la novela d e los tiem pos m odernos, sintiéndose en la fron­ tera en tre la diversidad de lenguajes literaríos y extraliteraríos, se siente, a su vez, en la frontera del tiem po: percibe, co n especial —

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agudeza, el tiem p o e n el len g u ^e, los cambios» el envejecim iento y la in n o v ació n del lenguaje, lo pasado y lo futuro q u e h ay en él. N atu ralm en te, todos esos procesos de cam bio y de innovación de la lengua nacio nal reflejados p o r la novela, n o tien en en ella u n carácter lingüístico abstracto; son inseparables de la lu ch a so> cial e ideológica, de los procesos de form ación e innovación de la sociedad y del pueblo. D e esta m anera, la diversidad in tern a del lenguaje tiene una im p o rtan cia p rim o rd ial para la novela. I^ r o esa diversidad sólo alcan za la p len itu d de su conciencia creadora en las condiciones de plurílingüism o activo. El m ito del lenguaje único y el del len> g uaje u n itario perecen ju n to s. P or eso, tam b ién la novela europea de los nuevos tiem pos, q u e refleja la diversidad in terio r del len­ guaje, el envejecim iento y la in novación del lenguaje literario y de sus diversos géneros, h a podido venir preparada por el plurílingúism o m edieval p o r el q u e h a n pasado todos los pueblos eu ro ­ peos, y p o r la aguda ilum inación recíproca de los lenguajes, que tuvo lugar en la época del R enacim iento, en el proceso d e susti­ tu ció n de la len g u a ideológica (latín) y d e paso de los pueblos eu ­ ropeos al m onolingüism o crítico de los nuevos tiem pos.

III La lite ratu ra cóm ica y paródico-transform ista m edieval era ex trao rd in aríam en te n ca . P or la riqueza y variedad de las form as paródicas, la E dad M edia está em p aren tad a con R om a. H ay que decir q u e en u n a serie de aspectos de su creación cóm ica, ia Edad M edia era, p or lo visto, heredera directa de R om a; p o r ejem plo, la trad ició n d e las satu m alias continuó existiendo, bajo otras for­ m as, a lo largo de to d a la E dad M edia. L a R b m a de las saturnalias, co ro n ad a con el gorro d e b ufón {Pileaia R om o}^, M arcial) logró conservar su fuer¿a y su en c an to en los m ás oscuros perío­ dos de la E dad M edia. Bsro tam bién era m uy significativa la pro­ ducción có m ica original de los pueblos europeos, q u e se desarro­ lló e n el te rre n o del folclore lo c a l.' LTno de los m ás interesantes problem as del helenism o es el de las citas. In fin itam en te variadas eran las form as de las citas expre­ sas, sem iencubiertas y encubiertas, las form as en q u e esas citas se Roma en pilco festivo.

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en m arcab an e n el contexto, las form as d e com illas entonativas, le» diversos g rad o s d e e x tra ñ am ien to o d e asim ilación d e la palabra ajen a citada. Y a q u í aparece, co n frecuencia, el siguiente pro­ blem a: ¿el a u to r cita c o n respeto, o» p o r el co n trario , lo h a c ^ c o n iro n ía, rid iculizando? L a am b ig ü ed ad a n te la palab ra ajen a era, frecu entem ente, in tencionada. E n ia E dad M edia n o era m enos com pleja y am b ig u a la a c ti­ tu d frente a la p alab ra ajena. El rol d e la palab ra ajena, d e la cita expresa y resp etu o sam ente subrayada, sem iencubierta, cubierta, sem iconsciente, in consciente, correcta, in ten cio n ad a y n o in te n ­ cio n ad a m en te desnaturalizada, in ten cio n ad a m e n te reinterpretad a, etc., h a sido g randioso en la lite ratu ra m edieval. Las fro n te­ ras e n tre el h ab la ajen a y la p ro p ia era n inestables, am biguas, y, co n frecuencia, in ten cio n ad a m e n te sinuosas y confusas. A lgunos tipos d e obras se construían, co m o m o ^ ic o s, de textos ajenos. P or ejem plo, el llam ad o «cento» (u n género especial) sólo se co m p o ­ n ía d e versos y h em istiq u io s ajenos. U n o d e los m ejores co noce­ dores d e la p aro d ia m edieval, I ^ u l L eh m a n n , a firm a d ire a a m en te q u e la histo ria de la lite ratu ra m edieval, especialm ente de la latin a, «es la h isto ria de la ad o p ció n , reelaboración e im itación de p atrim o n io s ajenos» («eine G eschichte d er A u fn ah m e, Verarb eitu n g u n d N a ch ah m u n g frem d en G utes»)'^. N o so tro s h u b iéra­ m o s dicho: «del lenguaje ajen o , del estilo y d e la palab ra ájenos». Esa p alab ra ajen a en lengua ajen a era, en p rim e r lugar, u n a p a la b ra co n m u c h a a u to rid a d y sagrada, de la B iblia, del Evange­ lio, d e los A póstoles, d e los P adres M aestros d e la Iglesia. Esa p a­ lab ra se in serta to d o el tiem p o en el contexto d e la lite ratu ra m e­ dieval y en el h ab la d e la gente cu lta (de los clérigos). P ero, ¿cóm o se in filtra , cu ál es ia reacción del contexto q u e la recibe, e n qué com illas en to n ativ as es introducida? Y h e a q u í que se descubre to d a su g am a d e actitudes co n respecto a esa palabra, co m en ­ z a n d o p o r la cita respetuosa e inerte, evidenciada y d elim itad a co m o u n icono, y te rm in a n d o p o r u n a utilización m ás ambigua» irrev eren te y p aró d ico -tran sfo rm ista d e la m ism a. Los pasos e n tre los diversos m atices de esa g a m a suelen ser ta n inestables y a m ­ biguos q u e, frecu en tem ente, resu lta difícil d e establecer si la u ti­ lizació n d e la p alab ra sagrada es respetuosa o si se tra ta sólam ente d e u n ju eg o m ás, fam iliar o in clu so paródico, c o n esa palabra; y e n ese ú ltim o caso, cuáles son los lím ites d e dicho juego. V ia s e I ^ u l L e h m a n n , D ie Parodie im Mitlelalter, M unich, 1922, S. 10.

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E n el a lb a de la E dad M edia aparece u n a seríe de destacadas o b ras paródicas. U n a d e ellas es la célebre C ena C ypriani. es d e ­ cir, L a sagrada cena d e C ipriano. Se tra ta d e u n sim posio gótico m u y interesante. Pero, ¿cóm o está hecho? Es co m o si to d a la Biblia y to d o el E vangelio estuvieran divididos en pedazos, y, se h u ­ biesen arreglado luego esos pedazos d e tal m a n e ra q u e se o b tu ­ viera el g randioso cu ad ro de u n b an q u e te en el q u e beben, com en y se alegran todos los personajes d e la historía sagrada, desde A dán y E va hasta C ñ s to y sus A póstoles. E n esa obra, todos los detalles relativos a las Sagradas E scríturas se corresponden estrícta y exac* tam en te; pero, al m ism o tiem p o , las Sagradas E scríturas son tran sfo rm ad as e n u n carnaval; m ás exactam ente, en satum alias. Es la Mpileata Biblia». Pero, ¿cuál es el plan, la concepción del a u to r d e dich a obra? ¿C uál es su a c titu d an te las Sagradas E scríturas? Los investigado­ res d a n respuestas diferentes a esas preguntas. Todos, n atu ral­ mente« están de acuerdo en q u e en ella tien e lugar u n ju eg o con la p alab ra sagrada, pero el grado d e libertad d e ese juego y su sen­ tid o los valo ran d e m a n e ra diferente. A lgunos investigadores a fir­ m a n q u e el objetivo d e este ju eg o es to talm en te inocente, p u ra ­ m en te nem otccnico: instruir jugando, l ^ a ayudar a los cristianos, hasta h ac ía p oco paganos, a m em o rízar m ás fácilm ente las figuras y los a c o n te d m ie n to s d e las Sagradas Escríturas, el a u to r d e la C ena h a tejido co n ellos ese arabesco nem otécnico d ei banquete. O tros cien tífico s v en e n la C ena, sim plem ente, u n a p aro d ia pro­ fanadora. H em os citado esas opiniones d e los investigadores sólo para d ar u n ejem plo. C o n firm a n la ac titu d com pleja y am b ig u a d e la E dad M edia hacia la palabra sagrada ajena. E videntem ente, L a sagrada cena d e C ip ria n o n o es u n pro ced im ien to nem otécnico. E s u n a . p arodia; m ás ex actam ente, es u n a tran sfo rm ació n paródica. Sin em bargo, n o p o d em o s tran sferir a la p aro d ia m edieval (com o, d e h echo, ta m p o c o a la antigua) las ideas m o d ern as acerca d e la pa­ lab ra p aródica. E n la época m oderna, las funciones d e la p aro d ia son h m itad as e insignificantes. L a p aro d ia se h a m architado; es ín fim o su lu g ar e n la lite ratu ra m o d ern a. N osotros vivim os, escríb im o s y hab lam os en el m u n d o de u n lenguaje libre y d em o ­ cratizado: la vieja, com pleja y m ultigradual je ra rq u ía d e palabras, form as, im ágenes, estilos, q u e im pregnaba to d o el sistem a del len­ guaje oficial y d e la conciencia lingüística, h a sido an iq u ilad o p o r las revoluciones lingüísticas d e la época del R enacim iento. Las -

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lenguas literarias eu ro p eas —francés, alem án , inglés— h a n sido creadas en el proceso de d estru cció n de esa jera rq u ía; al m ism o tiem p o , los g éneros cóm icos y paródicos d e la Edad M edia ^ r d í a y del R en ac im ien to —relatos, ju eg o s carnavalescos d e la c u a­ resm a pascual, co m edias satíricas, farsas y, fin alm en te, n o v e l a s h a n c o n trib u id o a la fo rm a ció n d e esas lenguas. L a lengua d e la p ro sa lite raria francesa fue creada p o r C alvino y R abelais; p ero la lengua de C alv in o , la len g u a d e los estratos m ed io s d e la pobla­ ció n (de los «ten d eros y artesanos»), era ta m b ié n u n a red u cció n p re m e d ita d a y co n sciente, casi u n tran sfo rm ism o del lenguaje sa­ g rad o de la Biblia. L os estratos m edios de las lenguas populares, al co n v ertirse en lengua d e las esferas ideológicas elevadas y d e las Sagradas E scrituras, era n co n siderados co m o u n tran sfo rm ism o d eg rad an te d e esas esferas elevadas. P or eso, a la p aro d ia sólo le h a q u ed ad o , en el ca m p o d e las nuevas lenguas, u n lugar b astan te m odesto: esas lenguas casi n o co n o cían n i co n o cen las palabras sagradas, y ellas m ism as, en cierta m edida, h an n ac id o d e la p a ­ ro d ia d e la p alab ra sagrada. P ero el papel d e la p a ro d ia en la E dad M edia h a sido escnciah p re p ara b a la n u ev a co n cien cia literano-lingúística, y ta m b ié n la gran n o v ela renacentista. L a sa g ra d a cen a d e C ipriano es u n o d e los m ás an tig u o s y lo^ grados ejem p lo s de « parodia sacra» m edieval; m ás exactam ente, de p a ro d ia d e tex to s y ritos sagrados. Sus raíces se pierden e n ias p ro fu n d id ad es d e la p aro d ia ritu al an tig u a, del descrédito y rídi< culización rituales d e la fuerza suprem a. I^ r o esas raíces están m u y lejos; el elem e n to ritual an tig u o se halla re in terp retad o , y la p a­ ro d ia cu m p le n u ev as y fundam entales funciones, d e las q u e ya he­ m os h ab lad o m ás arriba. H a y q u e a n o tar, e n p rim e r lugar, la libertad reco n o cid a y a u ­ to rizad a d e la paro dia. L a E dad M edia, c o n m ás o m en o s reser­ vas, respetó la libertad del gorro d e b ufón, y p ro p o rcio n ó a la risa y a la p alab ra có m ica derechos b astan te am plios. Esa lib ertad es­ ta b a lim itad a , p rin cip alm en te, a las fiestas y recreaciones escola­ res. L a rísa m edieval es u n a rísa festiva. S on co nocidas las fiestas p aró dico -tran sfo rm istas «de los necios» y «del asno», celebradas p o r el b ajo clero e n las iglesias m ism as. Es m u y característica la «rísus paschalis», es decir, la rísa pascual. D u ra n te los días d e Pas­ cua, la tra d ic ió n p erm itía q u e hubiese risa en la Iglesia. El predi­ c a d o r d ecía desde el p u lp ito b ro m as espontáneas y an écd o tas ale­ gres p a ra p ro v o c a r la rísa e n los parro q u ian o s; la pascu a era -4 3 8 -

considerada u n alegre re n acim ien to tras los días de tristeza y cu a­ resm a. M u ch ísim as obras paródico-transform istas m edievales es­ tá n relacionadas d irecta o in d irec ta m e n te a esa «rísus paschalis». N o m en o s p ro d u c tiv a era tam b ién la «risa navideña» («risus na> talis»); a d iferen cia de la «risus paschalis», n o era expresada en form a d e relatos, sino d e canciones. Los sím bolos eclesiásticos se­ rios se ca n ta b a n e n m otivos d e canciones laicas, y, d e esa m anera, se reacen tu ab an . J u n to a ello, se fue crean d o u n a en o rm e p ro d u c­ ció n — en c u a n to a v o lu m en — d e canciones navideñas especiales, en las q u e la tem ática reverencial nav id eñ a se co m b in ab a con m o tiv o s po p u lares relativos a la alegría d e la m u erte d e lo viejo y el n ac im ien to d e lo nuevo. E n esas canciones p re d o m in a b a fre­ cu e n te m en te la rid iculización paródico-transform ista d e lo viejo, especialm ente e n F rancia, d o n d e el « N o é b , es d ecir la canción n av id eñ a, se co n v irtió en u n o d e los géneros m ás populares d e la ca n ció n rev o lu cio n aría callejera (recuerdo la poesía «N oel», de P u sh k in , en la q u e se u tiliza la tem ática nav id eñ a co n intenciones paródicas). A la rísa festiva le estaba p erm itid o casi todo. Igual d e am p lio s era n ta m b ié n los derechos y libertades d e las recreaciones escolares, q u e ju g aro n u n g ran pap el en la vida cul­ tu ral y literaría d e la E dad M edia. L a creación vacacional era p re ­ d o m in a n te m e n te u n a creación paródico-transform ista. El escolar del m o n asterío m edieval, m ás ta rd e estudiante, ridiculizaba tra n ­ q u ilam en te d u ra n te el tiem p o de vacaciones to d o lo q u e, d u ra n te el resto del añ o , co n stitu ía el objeto de sus reverenciables estu­ dios; desde las Sagradas E scríturas hasta la G ra m ática escolar. L a E dad M ed ia creó to d a u n a seríe de varíantes paródico-transfor­ m istas de la g ra m á tic a latina. Los casos, las form as verbales y, en general, to d as las categorías gram aticales, fueron reinterpretadas; b ien en u n p lan o erótico obsceno, b ien en si plano de la co m id a y de la bebida, o, fin alm en te, en el p lan o d e la rídiculización de la je ra rq u ía y su b o rd inación eclesiástica y m onástica. A la cabeza de esa original trad ició n gram atical está la o b ra del siglo vii, K/rg iliu s M a ro g ra m m a ticu s. Es u n a o b ra ex trem ad am en te erudita, llen a de referencias y citas de todas las im aginables autoridades d el m u n d o antig u o , algunas de las cuales n o h an existido nu n ca; en u n a seríe d e casos, las citas son paródicas. Los análisis gram a­ ticales seríos y b asta n te sutiles, se co m b in an c o n la ex ag erad ó n claram en te p aró d ic a d e esa sutileza en los análisis eruditos; se cu en ta, p o r ejem plo, u n a c o n v e rsa d ó n eru d ita q u e d u ra dos se­ m an as, acerca del p ro b lem a del vocativus d e ego —es decir, del -4 3 9 -

caso vocativo d e «yo». En co n ju n to , Virgilius g ra m m a tic u s es u n a esp lén d id a y su til p aro d ia d e l p en sa m ie n to form al-gram atical de ia é p o c a de la an tig ü ed ad tard ía. S on satu m alias gram aticales, g r a m m a tic a pilea ía . Es característico el hech o de q u e m u ch o s estudiosos m edie­ vales h ay a n v alo rad o ese trata d o d e g ra m á tic a co n to d a seriedad. Y q u e los estudiosos co n te m p o rá n e o s estén lejos d e co in cid ir entre sí e n 1a v alo ración d e su c a rá c te r y su grado d e p arodización. Es éste u n aiigum ento d e m ás p a ra m o stra r lo inestables q u e son las fro n teras e n tre la p alab ra d irec ta y la paró d ica, refractada en la lite ra tu ra m edieval. L a risa festiva y re creativ a era u n a risa co m p letam en te a d m i­ tid a. E n esos días se p erm itía, p o r decirlo así« q u e la seriedad auto ríta n a y reverencial renaciese d e la tu m b a ; se p e rm itía la tra n s­ fo rm ació n d e la p alab ra sagrada d irecta en m áscara paródicotransform ista. E n tales condiciones, se hace claro p o r q u é u n a obra co m o L a cen a d e C ip ria n o p u d o te n e r u n a p o p u larid a d tan grande, incluso e n los austeros círculos eclesiásticos. E n el siglo ix, el ab a te R a b a n o M a u ro de F u ld a la reelaboró e n verso: cena» se leía e n los b an quetes reales, era representada p o r los alu m n o s d e las escuelas de los m o n asterio s d u ra n te las vacaciones d e pascua. E n la a tm ó sfera d e fiestas y vacaciones se creó la gran litera­ tu ra p aró d ic o -tran sfo rm ista d e la E d ad M edia. N o existía n in g ú n género, n in g ü n tex to , n in g u n a plegaria o m áx im a, q u e n o tuviese u n eq u iv alen te p aródico. H asta n o so tro s h a n llegado las liturgias paródicas: la litu rg ia de los b o rrach o s, la d e los jugadores, la del din ero. N o s h a n llegado ta m b ié n m ú ltip les lectu ras paró d icas del E vangelio, q u e em p ez ab an p o r el trad icio n al «ab ilio tem pore», y c o n te n ía n a veces relatos b astan te obscenos. Y u n a e n o rm e ca n ­ tidad d e plegarias e h im n o s paródicos. El científico fin lan d é s Eero llvoonen, en su tesis d e d o cto rad o « I^ro d ies d e thèm es pieux dans la poésie française d u m o y en âge» (H eisingfors, 1914), h a p u b li­ ca d o los textos de seis p aro d ias del P ater N oster, d o s d el C redo y u n a del Ave M aría; a u n q u e sólo p re sen ta los textos m ix to s latin o franceses. Es in c o n m en su ra b le el n ú m e ro d e plegarias e h im n o s p aró d ico s latin o s y m ixtos en los códigos m edievales. E N ovati, en su P arodia sacra, sólo p asa revista a u n a p eq u e ñ a p a rte d e esa lite ratu ra '^ . L os p ro c ed im ie n to s estilísticos d e ta l parodización, “ E NovATt, Parodia sacra nelle letterature moderne (véase Novalis Studi critici eletterari, Turin, 1889).

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transform ism o» re in terp retació n y re acen tu ació n , son extrem ada« m e n te variados. H a sta el p resente, esos procedim ientos h a n sido m u y p o co estudiados, y sin la necesaria p ro fu n d id ad estilística. A l la d o d e la « parodia sacra» p ro p iam e n te dicha, en c o n tra ­ m o s p aro d izacio n es y tran sfo rm acio n es variadas d e la p alab ra sa> g rad a en o tro s g éneros y obras cóm icas d e la E d ad M edia; p o r ejem p lo , e n ia épica có m ica co n anim ales. L a h ero ín a d e to d a esta a m p lia lite ra tu ra paró d ica, p red o ­ m in a n te m e n te latin a (y en p arte m ixta), era la p alab ra sagrada, au to rita ria y directa, en lengua ajena. E sa palab ra, su estilo y su sen tido, se co n v e rtían e n objeto d e la representación, se tran s­ fo rm ab an en u n a im agen lim ita d a y cóm ica. L a « p aro d ia sacra» latin a se co n stru y e sobxe el tran sfo n d o d e la lengua nacional vulgar. El sistem a d e ac en tu ació n de esa lengua p en e tra en el texto latin o . P o r eso, la p a ro d ia la tin a es, d e h echo, u n fe n ó m e n o bilin^ güe: la len g u a es ú n ica, pero está e stru c tu ra d a y e s p ercib id a a la lu z d e u n a len g u a distinta; en o tras ocasiones, n o sólo los acentos sino ta m b ié n las form as sintácticas de la lengua vulgar se hacen ev identes e n la p a ro d ia latin a. L a p aro d ia la tin a es u n h íb rid o b i­ lingüe in ten cio n ad o . N o s acercam os al p ro b le m a d el híbrido in~ lencionado. T o d a p aro d ia, to d o transform ism o, to d a p alab ra u tilizad a co n reserva, co n iro n ía, p u e s ta e n tre com illas entonativas; en general, to d a p alab ra in d irecta, es u n híb rid o in ten cio n ad o ; a u n q u e hí­ b rid o m o n o lin g u e, d e o rd e n estilístico. En realidad, en la palabra p a ró d ic a convergen, y en cierta m an era se cruzan, dos estilos, dos «lenguajes» (m terlingúisticos): el lenguaje p aro d ia d o —p o r ejem ­ plo, el d e u n p o e m a heróico— , y el q u e p aro d ia —el lenguaje p ro ­ sàico vulgar, el fam iliar oral, el d e los géneros realistas, el l e n g u ^ literario « n o rm al» , «sano», tal y co m o se lo im agina el a u to r de la p aro d ia. Ese segundo lenguaje q u e p aro d ia , e n cu y o tra n sfo n d o se co n stru y e y se percibe la parodia, n o e n tra él m ism o en la p a ­ ro d ia - - s i es u n a p aro d ia en sen tid o estricto— , p ero está presente en ella d e m a n e ra invisible. P u es to d a p a ro d ia desplaza los acen to s del estilo parodiado, co n d en sa en él algunos m o m en to s, dpjando los o tro s en la so m ­ bra: la p aro d ia es parcial, y esa p arcialid ad viene d ic ta d a p o r los rasgos especiales del lenguaje parodiado, p o r su sistem a de acen­ tos, p o r su estru ctu ra; sentim os y reconocem os su m an o en la p a ­ rodia, d e la m ism a m a n e ra q u e, a veces, reconocem os claram ente el sistem a d e acentos, la estru c tu ra sintáctica, las cadencias y el — 441 —

ritm o d e u n a d eterm in ad a lengua vulgar en la p aro d ia latina p u ra (es decir, reconocem os si esa parodia h a sido escrita p o r u n fran­ cés o p o r u n alem án). Teóricam ente, en to d a p aro d ia se guede percibir y reconocer esa lengua «norm al», ese estilo «norm al», a cu y a luz h a sido creada la p aro d ia respectiva; pero n o es n ad a fá­ cil e n la práctica, y, en ocasiones, hasta im posible. D e esta m a n e ra se en trecru zaro n en la paro dia dos lenguajes, d o s estilos, dos p u n to s de vista y dos pensam ientos lingüísticos; es decir, e n esencia, dos tipos d e habla. Es verdad q u e u n o d e esos lenguajes (el paro d iado) está d irectam ente presente, m ientras que el o tro p articip a d e m an era invisible, co m o trasfondo activo d e la creación y de la percepción. La p aro d ia es u n híb rid o intencion ado, au n q u e , en general, u n híbrido interlingüístico, que se ali­ m en ta d e la estratificación d el lenguaje literario e n lenguajes de géneros y d e tendencias. Todo híb rid o estilístico Intencionado está, e n cierta m edida, dialogizado. Esto significa q u e los lenguajes q u e se en trecru zan en él, se relacio n an entre sí co m o réplicas d e u n diálogo; es u n a d isp u ta e n tre lenguajes, e n tre estilos d e lenguajes. Pero ese diálogo no es u n diálogo tem ático ni sem ántico-abstracto, es u n diálogo e n tre p u n to s de vista concreto-lingüísticos, q u e n o son transferíbles. O e esta m an era, to d a parodia es u n híb rid o in tencionado dia­ logizado. En ella se ilu m in an recíproca y activ am en te los lengua­ je s y los estilos. T oda palab ra utilizada co n reservas, puesta e n tre com illas en< tonativas, es tam b ién únicam ente u n híbrído intencionado cuando el h ab lan te se aísla de esa palab ra com o dc u n «lenguaje» de un estilo, si le parece —p o r ejem plo— q u e esa palabra suena vulgar o p o r el co n trarío ; dem asiado elegante o enfática, o q u e deja la im presión d e u n a d eterm in a d a oríentación, d e u n determ in ad o m o d o lingüístico, etc. Pero volvam os a la « parodia sacra» latina. Es ésta u n híbrído dialogizado inten cionado; a u n q u e u n híb rid o lingüístico. E s un diálogo d e lenguas, a u n q u e u n a de ellas (la vulgar) esté sólo dada com o transfondo dialogizante activo. Estam os an te u n diálogo fol­ clóríco in fin ito : la d isp u ta e n tre la austera palabra sagrada y la jo< vial p alab ra popular; algo así com o los célebres diálogos m edie­ vales en tre S alo m ó n y el alegre picaro M arcolfo; si bien M arcolfo d iscutía co n S alo m ón en latín, y en este caso discuten en lenguas diferentes. L a ajen a palabra sagrada del otro, e n lengua ajena, se — 442 —

im pregna d e acentos d e las lenguas populares vulgares, se reacentü a y reinterpreta en el trasfondo de esas lenguas, se condensa hasta convertirse e n im agen cóm ica: en la burlesca m áscara de carnaval de u n p ed an te ilim itado y lúgubre, e n la d e u n viejo m ojigato, h i­ pócrita y alm ib arado, o en la d e u n viejo avaro reseco. Esa «co> m ed ia sacra» — m anuscrito casi m ilenario de en o rm e volum en— es u n d o cu m en to im p o rtan te, to d av ía m al descifrado, acerca d e la ten sa lucha, la in terferencia de lenguas, q u e ya tu v o lugar en toda E u ro p a occidental. Es u n d ra m a lingüístico representado com o farsa alegre. Se tra ta d e satum alias lingüísticas: L in g u a sacra pileata^''. La palab ra sagrada latina era un cuerpo ajeno q u e había p en etrad o en el organism o de las lenguas europeas. D u ra n te toda la Edad M edia, (os organism os d e las lenguas nacionales rechazaro n co n stan tem en te ese cuerpo. P ero lo q u e rechazaban n o era el cuerpo p ro p iam en te dicho, sino la palab ra con sentido que se h a­ bía in stalad o e n to d o s los niveles superiores del pensam iento ideológico nacional. El rechazo a la palabra ajena ten /a un carác­ te r dialogizado y se efectuaba b ajo la co bertura d e la rísa festiva y recreativa. D e esta m an era se despedía, en las form as m ás an ti­ guas d e fiestas populares, al viejo rey, al viejo año, al invierno, a la cuaresm a. Así es la «parodia sacra>». I^ ro tam b ién el resto d e la literatu ra latina m edieval es, de hecho, u n híbrido dialogizado, grande y com plejo. N o en vano d efin e P aul L h em a n n esa litera­ tu ra com o asim ilación, reelaboración e im itación de patrim o n io s ajenos, esto es, de la palabra ajena. L a relación m ù tu a con la p a­ lab ra a je n a p asa p o r to d a u n a g am a d e m atices: desde la acepta­ ció n reverencial hasta la ridiculización paródica, siendo adem ás difícil —c o n m u c h a frecuencia— d eterm in a r d ó n d e acaba la reverencialidad y com ienza la ridiculización. E xactam ente igual q u e en la novela de la época m oderna, en la que m uchas veces n o se sabe d ó n d e acaba la palab ra directa del au to r y d ó n d e em p ie­ za el ju ego p aró d ico o estilizador del le n g u ^ e de los personajes. Sólo q u e en la literatu ra latin a de la E d ad M edia el com plejo y co n trad icto rio proceso de acep tació n y rechazo de la palabra ajena, d e su acogida reverencial y d e su ridiculización, tuvo lugar a la escala grandiosa d e to d o el m u n d o europeo occidental, y dejó u n a h u ella indeleble en la conciencia literario-lingüística de los pueblos. ''' L engua sagrada con píleo festivo.

J u n to a la p aro d ia latin a existía, co m o ya h em o s dicho, la p a­ ro d ia m ix ta, q u e es ya u n híb rid o in ten cio n ad o , desarrollado p o r co m p leto , dialogizado y bilingüe (a veces, trilingüe). E n esaiite> ra tu ra m edieval bilingüe en c o n tram o s tam b ién to d o s los posibles tipos d e a c titu d a n te la palabra ajena: desde la v eneración h asta la rid iculización im placable. P pr ejem plo, en F ra n c ia estaban gene­ ralizad as las llam ad as «epítrés farcies». E n ellas, los versos d e las Sagradas E sciitu ras (de las E pístolas d e los A póstoles, leídas d u ­ ra n te la liturgia) v an a c o m p a ñ ad as de versos franceses d e ocho sí­ labas, q u e trad u c en y parafrasean co n reverencia el texto latino. L a len g u a francesa tiene tam b ién el m ism o carác te r de c o m en ta­ rio reverencial, en u n a serie de plegarias m ixtas. H e aq u í, p o r ejem plo, u n frag m en to d e «F ater N oster» m ixto del siglo x u i (el co m ien zo d e la ú ltim a estrofa):

Sed ¡ibera nos, mais delibre nous, Sire, a malo, de tout mal et de cruel martire^^. E n este h íb rid o , la réplica francesa trad u ce y co m p leta reve­ ren te m en te la réplica latina. Pero h e a q u í el com ienzo d e u n «P ater N oster» d el siglo x v i q u e ex p o n e los h o rro res d e la guerra:

Poter Nosier, tu n'iespas foulz Quar tu t'ies mis en grand repos Qui es montés haul in celis'^. A quí, la réplica francesa ridiculiza d u ra m e n te la palab ra sa* g rada latin a. In terru m p e el com ien zo d e la plegaria, y sitú a la es< tan cia e n los cielos co m o u n a posición m u y có m o d a an te las des­ gracias terrestres. El estilo d e la réplica francesa n o se corresponde aq u í co n el estilo elevado de la plegaria —al c o n tra río q u e en el p rim er ejem plo— sino q u e se vulgariza intencionadam ente. Es u n a grosera réplica terrestre a la suavidad celeste d e la plegaria. E xiste u n e n o rm e n ú m e ro d e textos m ás o m en o s reverencia­ les y paródicos. S o n conocidos los versos m ixtos de los « C arm in a B u ran a» . R ecordaré ta m b ié n el lenguaje m ix to de los d ra m a s liMas libéranos, m ss libéranos, SeAco' del maligno, de todo mai y del cruel martirio. (Laiín > francés antiguo.) " «Padre Nuestro, no eres tonto, / pues te has instalado m uy tranquiiam enle, / subiéndote arriba, a los cielasj> Véase Eero I 2. v o o n e n , Parodies de thèmes pieux dans fa poésiefrançaise de moyen âge, Helsingfois, 1914. —

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türgicos. L as lenguas populares sirven allí, con m u ch a frecuencia d e réplica degenerativa, cóm ica, de las elevadas p artes latin as dei d ram a. L a lite ratu ra m ix ta de la E dad M edia es tam b ién u n docu> m en to im p o rta n te e interesante acerca d e la lu ch a y la interferen­ cia d e las lenguas. N o es necesario h ab lar m ás d e la extensa lite ratu ra paródica m edieval d e las lenguas populares nacionales. Esa lite ratu ra ha creado u n a su p erestructura có m ica com pleta sobre to d o s los gé­ neros serios, directos. En este caso, al igual q u e en R o m a, el ob­ jetiv o era lograr u n a im itac ió n cóm ica plena. Q u iero reco rd ar ei papel d e los bufo n es m edievales, esos artistas profesionales d e se­ g u n d o p lano, q u e co n sus im itaciones cóm icas restablecían la in*' tegridad d e la p alab ra cóm ica-seria. R ecordaré ta m b ié n los diver­ sos in term ed io s y entreactos cóm icos, q u e jugaban el papel del c u arto d ra m a griego o del a l ^ r e e x o d iu m ro m an o . U n ejem plo claro d e tal im itación có m ica es el segundo nivel có m ico en las tragedias y co m edias de Shakespeare. L os ecos d e ese paralelism o có m ico siguen vivos hoy en día, p o r ejem plo, en las frecuentes im itaciones q u e hace el clow n d e circo d e los n ú m ero s serios y pe­ ligrosos del pro g ram a, o e n el papel sem icóm ico del presentador d e n u estros actu ales espectáculos. Todas las form as paródico-transform istas de la Edad M edia, así co m o las del m u n d o antiguo» giraban en to m o a las alegres fiestas populares, q u e tu v iero n d u ra n te to d a la época m edieval u n carác­ ter carnavalesco, conservando las huellas indelebles de las sarturnalias. H acia el fin al d e la E dad M edia y d u ra n te el R enacim iento, la p alab ra paró d ico -transform ista ro m p ió todas las barreras. Irru m ­ p ió e n to d o s los géneros directos, sobrios y cerrados; sonó con fuerza en la época d e los sp ielm a n y de los cahtastor; p en etró en la n o v ela caballeresca culta; lo diablesco casi sustituyó a los m is­ terios, d e los q u e fo rm ab a p arte. A parecen géneros ta n im p o rta n ­ tes co m o la co m ed ia satírica (solie). Surge, fin alm en te, la gran novela, d e la ép o ca del R enacim iento: las novelas de R abelais y d e C ervantes. P recisam ente e n esas dos obras, la palab ra nove­ lesca, p rep arad a p o r todas las form as analizadas m ás arriba y p o r la heren cia an tig u a, reveló sus posibilidades y ju g ó u n inm enso papel en la form ación d e la nueva conciencia literario-lingüística. L a ilu m in ac ió n recíproca d e las lenguas en el proceso d e li­ q u id ació n del bilingüism o llegó a su p u n to cu lm in an te d u ra n te el — 445 —

R en acim ien to . A su vez, tam b ién se com plicó en o rm em en te. El h isto riad o r d e ia lengua francesa R rd in a n d B ru n o t, p lantea en el segundo v olum en d e su clásico trab ajo la siguiente pregunta; ¿C óm o h a sido posible q u e se solucionase el p ro b lem a del paso a la lengua p o p u lar p recisam ente en la época del R en acim ien to , dad as las ten dencias clasidstas de éste? R esponde co n to tal acierto q u e la ten d en cia m ism a del R enacim iento a restablecer la lengua latin a en su p u reza clásica, tran sfo rm ab a inevitablem ente a ésta en u n a lengua m uerta. L a pureza clásica del latín de C icerón no po día conservarse u tilizándola en la v id a de ca d a d ía y en el m u n d o objetual del siglo x v i, expresando c o n ella nociones y co­ sas co n tem p o rán eas. L a restau ració n del latín clásico p u ro lim i­ tab a d e hecho su aplicación a la esfera d e la estilización. E ra com o si se tratase de p ro b a r la lengua d e acuerdo co n las m edidas del m u n d o nuevo. la lengua se ha m ostrado estrecha. Al m ism o tiem p o , el latín clásico h a revelado la fiso n o m ía del latín m edieval. E sa fiso n o m ía resultó m u y fea; sólo p o d ía verse a la lu z del latín clásico. Y he a q u í q u e surge u n a im p o rtan te im agen del len> guaje: « C artas d e ignorantes». Tai sátira es u n com plejo lingúístico híb rid o intencionado. Se parodia el lenguaje d e los ignorantes; es decir, se condensa en cierta m edida, se exagera, se tipifica, to m a n d o co m o trasfondo el latín correcto de los h u m anistas. Al m ism o tiem po, trás el latín de los ignorantes se tran sp a ren ta claram en te su lengua m a te rn a ger­ m ana: utilizan las estru ctu ras sintácticas d e la lengua germ an a y las llen an d e palabras latinas; a su vez, trad u c en literalm en te al latín las expresiones germ anas específicas; su e n to n a c ió n es dura, germ ana. D esde el p u n to d e vista d e los ignorantes, este n o es u n h íbrído inten cio n ad o; escríben co m o pueden. P ero ese híb ríd o la­ tin o -g erm an o es in ten cio n ad a m e n te exagerado y colocado bajo la luz p aró d ica p o r v o lu n tad d e los au to res d e la sátira. Es necesario rem arcar, sin em bargo, que esa sátira lingüística tiene, en cierta m edida, carácter b atu ra de la realidad y de la época. D em uestran, adem ás, lo in* diso lu b lem en te ligadas que estaban las form as lingüísticas y las concepciones del m u n d o . Y prueban, finalm ente, hasta q u e punto el m u n d o viejo y el nuevo venían caracterizados precisam ente p o r sus propias lenguas, p o r las im ágenes de sus propias lenguas. Las lenguas co m p etían en tre sí; pero esa disputa, al igual q u e to d a d isputa en tre fuerzas culturales-históricas grandes e im portantes, n o p o d ía ser repro ducida ni con la ay u d a del diálogo abstractosem ántico, n i co n la del p u ra m e n te dram ático, sino sólo co n la a y u d a de híb rid o s dialogizados y com plejos. Tales híbrídos, a u n ­ q u e m on o lin g ü es desde el p u n to d e vista estilístico, fueron las g randes novelas de la época del R enacim iento. En el proceso d e m u tació n lingüística, tam b ién los dialectos se in co rp o raro n a u n nu ev o m ovim iento en el in terío r de las lenguas nacionales. Se h ab ia acabado la coexistencia sorda y oscura d e es­ tos. Su esp ecificidad em pezó a percibirse d e u n a m an era nu ev a a la luz de la n o rm a general y centralizadora de la lengua nacional. La rídiculización d e las particularidades dialectológicas, la paro­ dización d e los m odos lingüísticos y verbales de la población de las diversas regiones y ciudades del país, pertenecen al fondo de im ágenes m ás antiguo de la lengua de ca d a pueblo. Sin em bargo, en la ép o ca del R enacim iento, esa parodización recíproca d e di­ ferentes grupos del pueblo, adquiere u n a sig n ificad ó n nueva y -4 4 7 -

fu n d a m e n ta l a la lu z d e la in terfe ren c ia general e n tre las lenguas, y en el p ro ceso d e elab o ració n d e la n o rm a n acio n al d e la lengua po pular. L as im ágenes paró d icas d e los dialectos em p iezan a a d q u irir u n a fo rm a artística m ás p ro fu n d a y a p e n e tra r en la-gran literatu ra. Así, e n la c o m m e d ia deU ’arte, los dialectos italia n o s se v in cu ­ la n a d eterm in a d o s tipos-m áscaras d e d ic h a com edia. E n ese sen­ tido, p u ed e llam arse a la c o m m e d ia d ell'a rte c o m ed ia d e los d ia­ lectos, Se tra ta d e u n h íb n d o d ialectal in ten cio n ad o . D e esta m a n e ra tran sc u rrió la ilu m in ac ió n recíproca d e las lenguas en la ép o ca d e fo rm ació n d e la novela eu ro p ea. L a risa y el p lu rilin g ü ism o p re p a ra ro n la p a la b ra novelesca de la ép o c a mo< derna.

E n n u estro estu d io h em o s a b o rd ad o só lam en te dos d e los fac­ tores p resen tes e n la p reh isto ria d e la p alab ra novelesca. E s ta m ­ bién u n objetivo m u y im p o rta n te el estu d io d e tales géneros ver­ bales, p rim o rd ialm en te d e los estratos fam iliares d e la lengua p o p u lar, q u e ju g a ro n u n e n o rm e papel en la fo rm ació n d e la p a ­ la b ra novelesca, y q u e b ^ o o tro aspecto, e n tra ro n a form ar p arte de la estru c tu ra del género novelesco. Pero eso se sale y a del m arco de n u estro trab ajo . T am b ién aq u í, en resu m en , q u isiéram o s su­ b ra y a r q u e la p a la b ra novelesca n o nació n i se desarrolló e n el es­ trech o p roceso lite rario d e la lu ch a en tre ten d en cias, estilos y c o n ­ cepciones ab stractas, sino en el d e la m u ltisec u lar lu ch a en tre cu ltu ra s y lenguas. E stá ligada a los grandes cam b io s y crisis e n los d estinos d e las lenguas europeas y de la v id a lingüística d e los p u e­ blos. L a p reh isto ria de la p alab ra novelesca n o cabe en el estrecho m arc o d e la h isto ria d e los estilos literarios. 2940.

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ÉPICA Y NOVELA Acerca de la metodología del análisis novelístico

El estu d io d e la novela co m o género se en c u en tra co n u n a se> ríe d e d ificu ltad es especiales, q u e vien en d eterm in a d as p o r la es­ pecificid ad m ism a del objeto: la novela es el ú n ico género e n p ro ­ ceso d e fo rm ació n , to d av ía n o cristalizado. Las fuerzas q u e co n stitu y en el género novelesco a c tú a n an te nu estro s ojos; el n a­ cim ien to y el p roceso d e fo rm ació n del género novelesco tien en lu g ar a p len a lu z d el d ía histórico. S u estru c tu ra d ista m u c h o de estar co n so lid ad a y a ú n n o p o d em o s p rev er to d a s sus posibilida­ des. A o tro s géneros los co nocem os e n ta n to q u e tales géneros, esto es, en ta n to q u e form as fijas p a ra el m o ld ead o d e la experiencia artística en su aspecto finito. Su antiguo proceso, de form ación está situ ad o fuera d e la observación h is tó n c a d o cu m en ta d a. La ep o ­ peya n o sólo aparece pom o u n género acabado desde hace tiem po, sino, a la vez, co m o u n género p ro fu n d a m e n te envejecido. L o m ism o se p u ed e decir, c o n algunas reservas^ d e o tro s géneros esenciales, in clu id a la tragedia. S u existencia histórica, q u e co n o ­ cem os, es la de géneros acabados, co n u n a estructura firm e y poco m aleable. C ad a u n o d e ellos tien e su m o d elo q u e ac tú a e n la lite­ ra tu ra c o m o fuerza h istó rica real. T odos estos géneros o, en to d o caso, sus elem entos principales, so n m u c h o m ás an tig u o s q u e la escritu ra y el libro; co n serv an to ­ dav ía hoy, e n m ay o r o m e n o r m edida, su natu raleza oral y so­ n o ra. E n tre los g ra n d es géneros, ta n sólo la novela es m á s joven q u e la esc ritu ra y el libro, y sólo ella está a d a p ta d a o rg ánicam ente a las nuevas form as d e recepción m uda, es decii; a la lectura. Psro, lo q u e es m ás im p o rtan te, la novela —a diferencia de otros géne­ — 449 —

ros— n o c u e n ta co n tales m odelos: sólo d ete rm in a d o s m o d elo s de n o v ela so n h istó ricam en te d u rad ero s; p ero n o el ca n o n del género co m o tal. £1 estu d io d e otros géneros es p arecid o al d e las lenguas m u e rta s; y el estu d io d e la novela es sim ilar al estu d io d e las len­ guas vivas y, ad em ás, jóvenes. P recisam en te eso es lo q u e crea u n a g ran d ific u lta d a la teo ría novelística, y a q u e esa teoría, d e hecho, tien e co m o o b jeto d e es­ tu d io algo q u e es co m p letam en te d iferen te al d e la te o ría d e o tro s géneros. L a n o v ela n o es sim p lem en te u n género e n tre o tro s gé­ n eros. Es el ú n ico género e n proceso d e form ación» e n tre géneros acab ad o s desde h ac e tiem p o y p a rcialm en te m u erto s. Es el único gén ero p ro d u c id o y a lim e n ta d o p o r la época m o d e rn a de la his­ to ría universal» y, p o r lo ta n to , p ro fu n d a m e n te e m p a re n ta d o co n ella; e n ta n to q u e o tros géneros los h a heredado esa época en form a a c a b a d a y ta n sólo están ad a p ta d o s —u n o s m ejo r y o tro s p eo r— a sus n u ev as co n d icio n es d e existencia. L a novela aparece, co n respecto a ellos» c o m o u n a creac ió n d e o tra n atu raleza. N o se aco­ m o d a a o tro s géneros. L u c h a p o r la su p re m a cía e n la lite ratu ra , y» d o n d e vence, se descom ponen los d em ás géneros antiguos. P o r eso, el m e jo r Libro acerca d e la h isto ría d e la novela an tig u a —el de E rw in R o h d e — p re sen ta n o ta n to su historía, co m o el proceso de desagregación, en el ca m p o d e la an tig ü ed ad , d e to d o s los géneros elevados. E s m u y im p o rta n te el p ro b le m a d e la in tera cció n d e los gé­ n ero s e n el m arc o u n itarío de la lite ra tu ra d el p erío d o respecti­ vo. E n d ete rm in a d a s ép o cas ~~el p erío d o clásico d e la lite ratu ra gríega, el siglo d e o ro d e la lite ra tu ra ro m a n a , la é p o c a del clasi­ c ism o — to d o s los géneros, e n la gran lite ratu ra (es decir, en la lite ra tu ra d e los grupos sociales d o m in a n te s) se co m p letan — en c ierta m e d id a — a rm ó n ic a m e n te e n tre sí; y to d a la lite ratu ­ ra, co m o c o n ju n to d e génieros, es, e n g ran m ed id a, u n to d o u n i­ ta río d e o rd e n superíor. P ero es sig n ificativ o q u e la no v ela no se in serte n u n c a en ese to d o , n o participe d e la a rm o n ía de los gé­ neros. E n estas épocas, la novela lleva u n a existencia n o o fi­ cial tra s ei u m b ra l d e la g ra n literatu ra. D el c o n ju n to u n itarío d e la lite ratu ra , o rganizado je rá rq u ic a m e n te , sólo fo rm a n parte los g én ero s acabados, c o n fiso n o m ía s claras y precisas. Es­ to s p u e d e n lim itarse re cíp ro ca m e n te y c o m p lem en tarse e n tre sí, co n se rv an d o la n atu ra leza d e su género. S o n u n ita rio s y están e m p a re n ta d o s e n tre sí p o r sus p articu laríd ad es estru ctu rales p ro fu n d as. - 4 5 0 -

L as g ran d es p oéticas orgánicas del pasado —la d e A ristóteles, la de H o racio , la d e B oileau— e s tá n im p reg n ad as de la p ro fu n d a id ea de q u e la lite ratu ra es u n c o n ju n to un itarío , y d e q u e en ese c o n ju n to se d a u n a c o m b in ac ió n a rm ó n ic a d e to d o s los géneros. L as respectivas poéticas p arecen percibir, en concreto, esa arm o n ía d e los géneros. E n eso estriba la fuerza, la irrepetible p len itu d u n ita ria y el ca rá c te r ex h au stiv o d e tales poéticas. Todas ellas ig­ n o ra n sistem áticam en te a la novela. Las poéticas cien tíficas del siglo XIX carecen d e esa u n id ad : son eclécticas, descriptivas; n o as­ p ira n a u n a p len itu d viva y orgánica, sino a u n a p len itu d enciclo­ p éd ica ab stracta; n o se o rie n ta n hacía la posibilidad real d e coe­ x istencia d e d eterm in a d o s géneros d e n tro del c o n ju n to vivo de la lite ratu ra d e la ép o ca respectiva» sino h acia su coexistencia e n u n a c resto m a tía lo m ás ex h au stiv a posible. C o m o es n atu ral, ya n o ig­ n o ra n a la n o v ela p ero la incluyen sim p lem en te (en el lugar de h o n o r) e n tre los géneros existentes (así, co m o género e n tre otros géneros, se in co rp o ra ta m b ié n a la cresto m atía; sin em bargo^ la n o v ela se in c o rp o ra al c o n ju n to vivo d e la literatu ra, d e m a n e ra to ta lm e n te distinta). C o m o ya h em os dicho, la novela convive difícilm ente co n otros géneros. N o se p u ed e h a b la r d e a rm o n ía alguna sobre la base de la lim itac ió n y la co m p le m e n ta c ió n re típ ro c as. L a novela p aro d ia o tro s géneros (p recisam ente, e n ta n to q u e géneros), desvela el co n v en cio n alism o de sus form as y su lenguaje, excluye a algunos géneros, in clu y e a o tro s en su p ro p ia estru ctu ra, in terp re tán d o lo s y re acen tu án d o lo s. L os historiadores d e la lite ratu ra tien d en , a ve­ ces, a ver e n esto so lam en te u n a lu ch a e n tre o rien tacio n es y es­ cuelas literarias. N a tu ra lm e n te , esa lu c h a existe; p ero es u n fe­ n ó m e n o periférico y p o co im p o rta n te desde el p u n to d e vista histórico. H a y q u e saber v e r tra s ella u n a lu ch a .m ás p ro fu n d a, e histórica, e n tre lo s géneros; el proceso d e fo rm ació n y desarrollo d e la e stru c tu ra d e los géneros literarios. E n las épo cas e n q u e la novela se co n v ierte e n u n género p re ­ d o m in an te, se observan ciertos fenóm enos m uy interesantes. Toda la literatu ra está en v uelta en el proceso d e form ación y en u n cierto « criticism o de los géneros^). Eso es lo q u e se p ro d u jo e n d eterm i­ n ad o s p erío d o s del helenism o, e n la E dad M ed ia ta rd ía y e n el R en ac im ien to ; p ero, c o n especial fuerza y claridad, e n la segunda m ita d del siglo x v m . E n las épocas de d o m in io d e la novela, casi to d o s los d em ás géneros, e n m a y o r o m e n o r m edida, «se novelizam>: el d ra m a (p o r ejem plo, el d ra m a d e Ibsen, el de H a u p tm a n n —

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y to d o s los d ra m a s naturalistas), el p o e m a (p o r ejem p lo , C h ild e H a ro ld y, especialm ente, D o n J u a n , d c B yron) e, incluso, la lírica (u n ejem p lo im p resio n an te; la lírica d e H ein e). L o s m ism o s gé­ neros q u e co n serv an te n a z m e n te su a n tig u a canonizacióff, a d ­ q u ie re n el ca rác te r d e estilización. E n general, to d o resp eto es­ tríc to a la fid elid ad del género fuera d e la v o lu n ta d artística del au to r, c o m ie n z a a parecer u n a estilización, y, a veces, h asta u n a estilización paró d ica. E n p resen cia d e la novela, e n ta n to q u e géñ e ro p re d o m in a n te , los lenguajes co n v en cio n ales d e los géneros c a n ó n ic o s estricto s co m ie n z a n a te n e r u n a n u ev a re so n an cia, u n a re so n an cia d iferen te a la q u e tu v iero n e n las épocas en q u e no existía la n o v ela e n la g ra n literatu ra. L as estilizaciones p aró d icas d e los géneros y estilos directos o c u p a n e n la n o v ela u n im p o rta n te lugar. E n la época d e auge cread o r d e la n o v ela —y esp ecialm en te e n los perío d o s d e p re p a­ ra ció n d e ese auge— la lite ra tu ra se llena d e p a ro d iz ació n y tra n s­ fo rm ism o d e to d o s los géneros elevados (sólo de los géneros, y no d e d e te rm in a d o s escritores o corrientes); p aro d ias q u e so n a n u n ­ ciad o ras, a c o m p a ñ a n te s y, en c ierta m ed id a, esbozos d e la novela. Es característico el hech o d e q u e la no v ela n o deje estabilizarse a n in g u n a d e sus v an a n te s. A lo largo d e to d a la h isto ria d e la n o ­ vela p o d em o s seguir la p aro d iz ació n y tan sfo rm ism o consecutivos d e las v arian tes d o m in a n te s y d e m o d a d e ese género, q u e aspiran a estan d arizarse; p aro d ia s d e la no v ela caballeresca (la p rím e ra p a ro d ia de la n o v ela caballeresca d e a v e n tu ra s d a ta del siglo x m , y es D it d 'a ven tu res)\ d e la n o v ela b arro ca, d c la no v ela pastoríl { E lp a s to r extra va g ante, d e Sorel); d e la no v ela se n tim e n ta l (F iel­ d in g ; G ra n d iso n S eg u n d o , d e M usáus), etc. E sa au to c rític a de la n o v ela es u n o d e sus rasgos sobresalientes e n ta n to q u e género en p roceso de form ación. ¿E n q u é se m a n ifie sta el fe n ó m e n o d e novelización d e o tro s géneros q u e h em o s m e n c io n a d o m á s arríb a? L os géneros se hacen m á s libres y m ás plásticos; su len g u a se re n u e v a a c u e n ta de la d i­ versid ad d e los lenguajes n o literarío s y d e los estrato s «noveles­ cos» d e la len g u a literaría; se dialogizan; p e n e tra luego en ellos, en g ran d es pro p o rcio n es, la risa, la iro n ía, el h u m o r y los elem en to s d e au to p aro d izac ió n ; fin a lm e n te —y eso es lo m ás im p o rta n te —, la n o v ela in tro d u c e e n ellos u n a p ro b lem ática, u n a im perfección s e m á n tic a esp ecífica y u n c o n ta c to vivo co n la c o n te m |rá ra n e id a d n o acab ad a, e n proceso d e fo rm ació n (con el p re sen te im p er­ fecto). T odos estos fen ó m en o s, co m o v erem o s a co n tin u c ió n , se - 4 5 2 -

ex p lican p o r la tran sp o sició n de los géneros a u n a z o n a especial de co n stru c ció n d e im ágenes artísticas (u n a z o n a d e c o n ta c to co n el p resente im perfecto), a u n a z o n a asim ilada, p o r p rím e ra vez, p o r la novela. N a tu ralm en te, el fe n ó m e n o del su rg im ien to d e la noveliza­ ción n o p u ed e explicarse ta n sólo p o r la in flu e n c ia d irecta y exp o n tá n e a de la n o v ela m ism a. Incluso e n los casos e n q u e puede ser establecida y d em ostrada co n precisión, esa influencia va u n id a estre ch am en te a la ac ció n d irec ta de las tran sfo rm acio n es d e la realid ad m ism a q u e h a n d e te rm in a d o la novela, q u e h a n origi­ n a d o su su p rem acía en la ép o c a respectiva. L a novela es el único género e n proceso d e form ación; p o r eso re fleja co n m a y o r pro* fu n d id ad , con m a y o r sensibilidad, y m á s esencial y ráp id am en te, el p ro ceso d e fo rm a ció n d e la realid ad m ism a. Sólo el q u e evolu­ c io n a p u e d e e n te n d e r la evolución. L a no v ela se h a co n v ertid o en h éroe p rín cip al del d ra m a d c la evolución lite raría de los tiem pos m o d ern o s, precisam ente p o rq u e expresa m e jo r q u e otros géneros las ten d en c ias d e la evolución del m u n d o , y a q u e es el ú n ico géñ ero pro d u cid o p o r ese m u n d o nuevo, y em p aren tad o e n to d o con él. L a n o v ela h a an tic ip a d o y an ticip a, en m u ch o s aspectos, la fu­ tu ra ev o lu ció n d e to d a la literatu ra. P o r eso, al a lc a n z a r la supre­ m acía, co n tríb u y e a la re n o v ació n d e to d o s los d e m á s géneros, les co n tag ia el proceso d e fo rm a ció n y la im p erfecció n . Los a tra e im ­ p e rativ am en te a su órbita, p recisam en te p o rq u e esa ó rtñ ta coin­ cide co n la d irecció n p rín cip a l d e la evolución d e to d a la litera­ tu ra. Hn eso estríb a la excepcional im p o rta n c ia de la novela co m o o b jeto de estudio de la te o ría y la h isto ria literarías. L am en tab lem en te, los historiadores d e la literatura reducen, en general, esa lu ch a d e la novela co n o tro s géneros acabados, y to­ do s los fe n ó m e n o s de la novelización, a la existencia d e escuelas y co rríen tes y a la lu ch a en tre ellas. P o r ejem plo, llam an « p o em a ro m á n tic o » al p o e m a novelizado (lo q u e es correcto) y creen q u e co n esto se h a d icho todo. N o perciben, m ás allá d e la m ezcla d e co lores y del alb o ro to superficial del proceso literarío, los grandes y esenciales destinos de la lite rtu ra y d e la lengua, cuyos prínci­ pales p ersonajes so n, en p rím e r lugar, los géneros, m ie n tra s q u e las co rríen tes y las escuelas son ta n sólo héroes de seg u n d o y te r­ cer o rd en . £ n relación c o n la novela, la teoría de la literatu ra m u estra u n a im p o ten cia to tal. Sin em bargo, opera co n segurídad y precisión con o tro s géneros; esto s c o n stitu y e n u n objeto acabado, d eterm in a d o -453 -

y claro. E n to d as las épocas clásicas d e d esarrollo d e tales géneros, estos co n serv an su estabilidad y sus cánones; las v arían tes d e los m ism o s en las d istin tas épocas, las escuelas y corríentes, son períférícas y n o afectan a su so lid ific ad a o sam en ta, d e género. D e h ech o , la teo ría d e esos gén ero s acabados n o h a p o d id o , h asta el p resen te, a ñ a d ir casi n a d a substancial a lo q u e y a p la n te ó A rístóteles. Su p o ética sigue sien d o u n fu n d a m e n to in am o v ib le d e la te o ría d e los géneros (a u n q u e esté situ a d o a veces ta n p ro fu n d a ­ m en te, q u e n i siq u iera p u e d e ser observado). T odo v a m u y b ien m ie n tra s n o se tra ta d e la novela. P ero incluso los géneros nove­ lizados llevan a la te o ría a u n callejón sin salida. £1 p ro b lem a de la n o v ela p la n te a a la teo ría de los géneros u n a im p rescin d ib le y rad ical reestru ctu ració n . G racias al m eticuloso trab a jo de los c ien tífico s se h a a c u m u ­ lad o u n e n o rm e m ateríal históríco, se h a n aclarad o u n a seríe de p ro b lem a s relacio n ad o s c o n el orígen de algunas v arían tes de la n ov ela; p ero el p ro b lem a del género, en su co ru u n to , n o h a e n ­ c o n tra d o u n a so lu ció n d e p rín cip io m ás o m en o s satisfactoría. Se sigue co n sid eran d o a la no v ela u n género e n tre o tro s géneros; se in te n ta estab lecer sus diferencias, en ta n to q u e género acabado, co n o tro s g éneros acabados; se b u sca desvelar su m o d elo interíor, c o m o sistem a d e te rm in a d o c o n p articu laríd ad es estables y es> tríctas. L o s tra b a jo s acerca d e la no v ela se red u cen , en la g ran m ay o ría d e casos, a r ^ i s t r a r y d escríb ir las v arían tes novelescas lo m ás am p lia m e n te posible; pero, co m o re su ltad o d e tales descríp cio n es n u n c a se consigue d a r u n a fó rm u la m ás o m en o s defin ito ría d e la n o v ela co m o género. E s m ás, los investigadores n o lo g ran señ a la r n in g ú n rasgo preciso y estable d e la novela, sin ciertas reservas q u e d e h ec h o a n u la n c o m p le ta m e n te ese rasgo co m o rasgo de género. H e a q u í alg u n o s ejem p lo s d e tales rasgos « to m ad o s c o n ciertas reservas»: la n o v ela es u n g én ero co n m u ltitu d d e p lanos, a u n q u e existen ta m b ié n destacadas n ovelas co n u n solo p lan o ; la novela es u n gén ero c o n acu sad a intríga, u n g én ero d in ám ico , au n q u e existen ta m b ié n novelas en d o n d e el d escríptivism o p u ro alcanza la c u m b re ; la n o v ela es u n g én ero co n p ro b lem á tica , a u n q u e la p ro d u c c ió n novelesca e n m asa es u n a u té n tic o m o d elo d e p u ro e n tre te n im ie n to y su perficialidad, in alcan zab le p a ra o tro s géne­ ros; la n o v ela es u n a historía de am or, a u n q u e los m ás im p o rta n ­ tes m o d elo s de n o vela eu ro p ea carecen p o r c o m p leto del ele­ m e n to am o ro so ; la novela es u n género en p rosa, a u n q u e existen — 454 —

rarse m u ch as m ás «(particularidades del género» sem ejantes a las citadas, an u lad as p o r reservas q u e las ac o m p a ñ a n escrupulosa­ m en te. M u c h o m ás in teresan tes y consecuentes son las d efin icio n es d e la novela, ap o rta d as p o r los novelistas mismos» q u e p resen tan u n a cierta v a h a n te novelesca, d eclarán d o la ú n ica fo rm a correcta, necesaria y actu al d e la novela. Asi es, p o r ejemplo» el prefacio d e R o u sseau a L a n u ev a E loísa, el de W ielan d a A ga th o n , el d e Wezel a Tobías K n a u i: asi son las n u m ero sa s declaraciones y asercio­ n es d e los ro m á n tic o s e n to rn o a W ilhelrn M e is ie r y a L u cin d a , etc. Esas afirm a cio n es, a u n q u e n o in te n ta n ab a rca r en u n a d e fi­ n ició n ecléctica to d as las v arian tes d e la novela, co n trib u y e n , sin em bai;go, al p roceso vivo d e fo rm a ció n d e la novela co m o género. R efleja n , co n frecu encia p ro fu n d a y fielm en te, la lu c h a de la n o ­ v ela c o n o tro s g éneros y consigo m ism a (a través d e sus v a h a n te s d o m in a n te s y d e m o d a), e n u n a d e te rm in a d a etap a d e su evolu­ ción. Se ap ro x im a n m á s a la c o m p re n sió n d e la posición especial d e la novela e n la literatura, posición incom parab le a la d e los otros géneros. E n ese sen tido, a d q u ieren u n a im p o rta n c ia especial u n a señe de a firm a cio n es q u e a c o m p a ñ a n a la creació n d c u n n u ev o tip o de n o v ela e n el siglo x v m . Tal sen e se ab re co n las consideraciones de F ielding acerca d e la no v ela y su héroe, e n T om Jones, L a c o n ­ tin u a c ió n de la m ism a es el p refacio d e W ielan d a A g a th o n ; y su eslabón m ás im p o rta n te lo co n stitu y en los E n sa yo s acerca d e la novela, d e B lan k en buig. L a co n clu sió n d e esa sen e la constituye, d e h echo, la te o ría d e la no v ela elab o rad a m ás ta rd e p o r Hegel. S o n características d e to d as esas afirm a cio n es, q u e re fle ja n el p ro ­ ceso d e fo rm ació n de la no v ela e n u n a d e sus etap as esenciales {T om Jones, A g a th o n , W ilhelrn M eisier, las siguientes exigencias co n respecto a la novela: 1) la novela n o debe ser «poética» en el sen tid o en q u e so n poéticos los o tro s géneros literanos; 2) el h éro e p h n c ip a l de la n o v ela n o debe ser «heróico» n i en el sen tid o épico n i trágico de esa palabra: h a de re u n ir en si m ism o ta n to s rasgos positivos c o m o negativos, bajos co m o elevados, có m ico s co m o seh o s; 3) el h éroe n o debe ser p resen tad o y a fo rm ad o e in m u ta b le , sin o e n p roceso de fo rm ació n , d e cam bios, d e m o d ific a c ió n p o r la vida; 4) la n o v ela d eb e convertirse p a ra el m u n d o c o n tem p o ­ rá n e o e n lo q u e la epopeya era p a ra el m u n d o antiguo (esa idea h a sido ex p u esta co n to d a c la h d a d p o r B lankenburg, y repetida luego p o r Hegel). — 455 —

Todas esas afírm acionefr^xigencias tien en u n la d o m uy im ­ p o rta n te y p roductivo: la crítica, desde el p u n to d e vista d e la n o ­ vela» d e o tro s géneros y de su a c titu d an te la realidad: la heroización enfática, el convencionalismo» la poetización estrecha e inerte, el carácter m o n ó to n o y abstracto» la natu raleza acabada e in m u ­ table d e sus héroes. Se produce de hecho u n a crítica d e principio d e la lite ra tu riz a d ó n y poetización p ro p ias d e o tros géneros y va­ riantes an terio res a la novela (a la novela heróica b arro ca y a la n o vela sen tim en tal de R ichardson). Esas teorías se c o n firm a n tam bién» en u n a m edida im portante» p o r la práctica d e esos n o ­ velistas. E n ellas, la novela —ta n to su práctica com o la teo ría li­ gada a ella— aparece, directa y conscientem ente, co m o u n género crítico y au to crítico , destin ad o a renovar las bases m ism as d e la literatu rizació n y poetización im perantes. L a co m p aració n de la n o v ela co n la épica (así co m o su contraposición) constituye, de u n lado, u n m o m e n to e n la crítica d e otros géneros literarios (en p articu lar del tipo m ism o d e heroización épica); y, d e o tro , tiene co m o objetivo elevar 1a significación d e la novela co m o género p rin cip al d e la n u ev a literatura. Las afirm aciones-exigencias m encionadas son u n a d e las cu m b res d e la conciencia d e sí m ism a d e la novela. N a tu ralm en te que n o constituyen u n a teoría de la novela. Tam poco destacan por su profundidad filosófica. Pero» a pesar d e ello» ilustran la naturale­ za de la novela com o género en la m ism a medida» o incluso tal vez en m ay o r medida» q u e las teorías existentes acerca d e la novela. V am os en lo q u e sigue a in te n ta r ab o rd ar la novela precisa­ m en te com o género en proceso de formación» q u e está a la cabeza del proceso d e desarrollo d e to d a la lite ratu ra de la época m o ­ d ern a. N o voy a fo rm u lar u n a d efin ic ió n del m odelo de novela q u e ac tú a en la lite ratu ra (en su historia) co m o sistem a d e ra ^ o s estables del género. Pero sí in ten taré p o n er d e m an ifiesto los prin­ cipales rasgos estructurales del m ás plástico d e los géneros; rasgos q u e d efin en la o rien ta ció n d e su variable carácter y de su in flu en ­ cia sobre el resto d e la h teratu ra. Veo tres rasgos príncipales, q u e diferencian radicalm ente la novela d e to d o s los dem ás géneros: 1) la tríd im en sio n alid ad esti­ lística, relacio n ad a con la conciencia plurilingüe q u e se realiza en ella; 2) la tran sfo rm ació n radical e n la novela d e las coordenadas tem p o rales de la im agen literaría; 3) u n a nueva z o n a d e co n stru c­ ción de la im ag en literaría en la novela, zo n a d e m áxim o contacto co n el p resente (co n tem p o ran eid ad ) im perfecto. — 456 —

Estas tres p a n ic u la ñ d a d e s d e la novela están orgánicam ente relacionadas e n tre sí, y condicionadas todas ellas p o r u n deter­ m in ad o m o m e n to crucial en la historia d e la sociedad europea: el p aso d e las condiciones d e u n estado socialm ente cerrado, sem ip atriarcal y opaco, a las nuevas condiciones d e las relaciones in­ ternacionales e interlingüísticas. A nte la población europea se abrió u n a diversidad d e lenguas, culturas y épocas, que se convirtió en facto r d eterm in a n te d e su existencia y pensam iento. £1 p rím e r rasgo estilístico de la novela, ligado al plurilingüísm o activo del n uevo m u n d o , de la nueva cultura, de las n u e­ vas condiciones literarias, lo h e analizado en o tro tra b a jo '. R ecor­ daré, brevem ente, sólo lo esencial. £1 p lu rílin g ú ism o existió siem pre (es m ás antiguo q u e el m onolingúism o can ó n ico y puro), pero n o constituía u n factor crea­ dor; la selección artística deliberada n o fue u n centro cread o r de! proceso lingúístico literarío. £1 gríego clásico percibía los «denguajes», las épocas lingúísticas y los diversos dialectos literaríos gríegos (la tragedia es u n género plurílingúe); pero la conciencia crea­ d o ra se realizó a sí m ism a en los lenguajes p u ro s y cerrados (au n q u e fuesen, prácticam ente, indiferenciados). L os q u e organi­ zaro n y can o n izaro n el plurílingúism o fueron los géneros. L a n u ev a conciencia cu ltu ral y literaría-creadora vive en un m u n d o activo y plurílingúe. £1 m u n d o se h a convertido en tal, d e­ fin itiv am en te y sin retom o. H a b ía finalizado el p eríodo opaco y cerrad o de coexistencia de las lenguas nacionales. Las lenguas se ilu m in an recíprocam ente; pues u n a lengua sólo p u ed e verse a sí m ism a a la luz d e o'tra lengua. Se hab ía acabado tam b ién la coe­ x istencia in g en u a y consolidada de «lenguajes» d en tro d e la res­ p ectiva lengua nacional; es decir, la coexistencia d e dialectos terrítoríales, d e dialectos y argots sociales y profesionales, del lenguaje literarío y de los lenguajes d e los géneros, d en tro d e la lengua literaría, de las épocas lingüísticas, etc. T odo esto se p u so en m o v im ien to y e n tró en proceso d e in te­ racción e ilu m in ació n recíproca activas. L a palabra, la lengua, co­ m en za ro n a p e rc ib in e d e o tra m anera, y dejaron d e ser, objetiva^ m ente, lo q u e eran. C om o si, en las condiciones d e esa ilum inación recíproca, exteríor e interíor, cada lengua «^incluso en el caso de in v aríabilidad to tal d e su estructura lingüística (de la fonética, dcl ‘ Véase el estudio «D e U prehistoria de la palabra novelesca», en la presente edi­ ción.

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vocabulario, d e la m orfología, etc.)— naciera de nuevo, se convir­ tiera cu alitativ am en te en o tra p a ra la conciencia creadora. E n ese universo plurilingüe activo, se establecieron relaciones co m p letam en te nu evas entre la lengua y su objeto —es decir, el m u n d o real—, c o n im p o rtan tísim as im plicaciones p a ra todos los géneros cristalizados, form ados en la época del m onolingüism o cerrado y opaco. L a novela« a diferencia d e otros grandes géneros, se fo rm ó y desarrolló precisam ente en condiciones d e activación in te n sa del p lu rilin güism o in te rn o y externo, q u e constituye su elem en to n atu ra l. P o r eso, la novela p u d o situarse a la cabeza del proceso d e ev olución y renovación d e la lite ratu ra e n sentido lin­ güístico y estilístico. E n el trab a jo m en cio n ad o h e in te n ta d o clarificar la p ro fu n d a esp ecificidad estilística d e la novela, d eterm in a d a p o r su relación co n el plurilingüism o. P asaré a los otros dos rasgos, q u e se refiere n ya a los m o m en ­ to s tem ático s d e la estru ctu ra del género novelesco. D ichos rasgos se revelan y clarifican m e jo r m ed ian te la co m p aració n d e la n o ­ vela co n la epopeya. D esde el p u n to de vista d e nuestro problem a, la epopeya, com o género preciso, se caracteriza p o r tres rasgos esenciales: 1) sirve de ob jeto a la ep opeya el pasado épico nacional, el «pasado abso­ lu to » (según la term in o lo g ía d e G o eth e y Schiller); 2) sirve de fu en te a la ep opeya la tradición, la leyenda nacional (y n o la ex­ períencia p erso n al y la libre ficció n q u e se desarrolla a base d e la prim era); 3) el universo épico está sep arad o d e la co n tem p o ran ei­ dad, es decir, d e la época del ra p so d a (del a u to r y d e sus oyentes), p o r u n a d istan cia ép ica absoluta. D eten g ám o n o s m ás en ca d a u n o de los rasgos esenciales d e la epopeya. E l universo d e la epopeya en el pasado heroico nacional, el m u n d o d e los «com ienzos» y d e ias «cim as» d e la historia nacio ­ nal, ei m u n d o de los padres y d e los fundadores, el m u n d o d e «los p rim ero s» y d e «los m ejores». Pero lo im p o rtan te no es el hecho d e q u e el p asad o co n stitu y a el co n ten id o de la epopeya. L a rela­ ció n del m u n d o representado co n el pasado, su im plicación en el pasado, es el rasgo co n stitu tiv o fo r m d d e la epopeya en ta n to que género. L a epopeya n u n ca h a sido u n p o em a sobre el presente, so> bre su tie m p o (convirtiéndose sólo para los descendientes e n u n p o em a sobre el pasado). L a epopeya q u e co nocem os co m o género preciso h a sido, desde el p rincipio, u n p o em a acerca del pasado; y — 458 —

la p o sició n del a u to r (es decir, del q u e p ro n u n cia la palabra épica), in h eren te a la epopeya y a su factor constitutivo, es ia posición del h o m b re q u e habla acerca de u n pasado inaccesible para él, la ve­ neració n de u n descendiente. L a p alab ra épica, p o r su estilo y su to n o , p o r el carácter de su expresividad, se halla a in fin ita d istan­ cia d e la palab ra de u n c o n tem p o rán eo acerca d e otro contem porá.neo, d e la palabra dirigida a los co n tem p o rán eo s («O neguin, m i b u en am igo, nació en las orillas d el N eva, e n d o n d e q u izás us> ted, lector m ío, nació o briUó ...»). Y el rapsoda y el oyente, in ­ herentes a la epopeya co m o género, se hallan situados en la m ism a época y e n cl m ism o nivel valorativo (jerárquico); pero el m u n d o d e los héroes q u e se representa está situado a u n nivel valorativo y tem p o ral distinto, inaccesible, separado p o r u n a distancia épica. E n tre el rap so d a y el oyente se halla, co m o interm edio, la tra d i­ ció n nacional. R epresentar u n aco n tecim ien to e n el m ism o nivel valorativo y tem p o ral de u n o m ism o y d e sus co n tem p o rán eo s (y p o r lo tan to , en base a la experiencia y ia ficción personales), sig­ n ifica efectu ar u n cam bio radical, pasar del universo épico al n(h velesco. C o m o es n atu ral, tam b ién podem os percibir distanciada­ m en te «n u estra época» com o tiem po épico heroico (desde el punto de vista d e su im p o rtan cia históríca), co m o desde las p ro fu n d i­ dad es d e los tiem pos (no desde nosotros, contem poráneos, sino a la luz del futuro); y podem os percibir fam iliarm ente el futuro (com o n u estro presente). Pfero co n esto n o percibim os el presente e n el presente, ni el pasado en el pasado; nos arrancam os a noso­ tro s m ism os d e « n u estra época)^, de su fam iliar z o n a d e contacto co n nosotros. H ab lam o s d e la epopeya com o de u n género real y preciso q u e h a llegado hasta nosotros. Lo en c o n tram o s co m o género ya for­ m ad o, e incluso p etríficad o y casi m u erto . La perfección del m ism o , su sobriedad y la ausencia ab so lu ta de ingenuidad artís­ tica, h ab lan d e su vejez co m o género, d e su pasado prolongado. P ero este pasado nosotros sólo podem os suponerlo, y hay q u e d e ­ c ir ab iertam en te q u e tales suposiciones nuestras son m u y inexac­ tas. N o sabem os n ad a acerca de las hipotéticas canciones príma* rías q u e precedieron a la form ación de las epopeyas y a la creación de la trad ició n épica del género, y q u e eran canciones sobre c o n ­ tem p o rán eo s y eco directo de acontecim ientos recién ocurridos. P o r eso sólo p o d em o s suponer có m o era n las canciones prim arías de los aedos o las cantilenas. Y n o ten em o s ningún m otivo para —

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p en sar q u e se pareciesen m ás a las canciones épicas tard ías (co­ nocidas p o r n o sotros) q u e, p o r ejem plo, a nuestros folletines poputares o a los c h a s tu s h k i. Tales canciones épicas heroizantes acerca d e co n tem p o rán eo s, accesibles para n o so tro s y com plela* m en te reales, ap areciero n ya tras la form ación d e las epopeyas, sobre la base d e u n a an tig u a y fuerte trad ició n épica. T ra n sfirie ­ ro n a lo s aco n tecim ien to s co n tem p o rán eo s y a los c o n te m p o rá ­ neos u n a fo rm a épica acabada, es decir, u n a fo rm a valorativa y tem p o ral del pasado; de esta m an era, los co n tem p o rán eo s se ven im plicados en el m u n d o d e los antepasados, de los inicios y las cim as, y, d e alg u n a m an era, los ca n o n izan y a en vida. E n las co n ­ diciones d e la estru c tu ra p atriarcal, los representantes d e los gru­ pos d o m in an tes pertenecen co m o tales, en cierto sentido, al m u n d o peto total. R ep etim o s y subrayam os: lo im p o rta n te n o está e n las fu entes reales d e la epopeya, n i en los co n ten id o s d e sus m o m e n ­ tos, ni en las declaraciones de los autores; lo im p o rtan te es el rasgo fo rm al (m ás ex actam en te, fo rm al y d e co n ten id o ) d el género epopéyico: el ap o y o e n la ley en d a im p erso n al e incontestable; el re­ co n o c im ien to universal de sus valoraciones y p u n to s d e vista, q u e excluye la p o sibilidad d e c u a lq u ie r o tro enfoque; el p ro fu n d o res­ p e to hacia el o b jeto d e la representación y hacia la la p alab ra que lo re p resen ta (co m o p alab ra d e la leyenda). El p asad o ab so lu to , co m o objeto d e la epopeya, y la leyenda inco n testab le, co m o su ú n ica fuente, d efin e n ta m b ié n el carácter d e la d istan cia épica, es decir, del te rc e r rasgo esencial de la epo­ peya co m o género. C o m o h em o s dicho, el pasado épico está ce­ n a d o en sí m ism o y separado p o r u n a b a n e ra im p en etrab le d e las épocas p o steriores, y, en p rim e r lugar, del etern o e in in te rru m p id o presente de hijos y descendientes, e n el q u e se e n c u e n tra n el rap> so d a y los oyentes d e la epopeya, en el q u e tra n sc u rre su existen­ cia y se realiza el s k a z épico. P o r o tra parte, la leyenda separa el un iv erso d e la ep o p ey a d e la experiencia personal, de to d o re­ c o n o c im ien to nu ev o, de to d a iniciativa personal para en ten d e r o interp retar, d e los nuevos p u n to s de vista y valoraciones. El universo épico está d efin itiv am en te acabado, n o sólo co m o acon­ tecim ien to real de lejan o pasado, sino ta m b ié n co m o sentido y valoración: n o puede ser cam b iad o , ni re in terp retad o , ni reva* lu ad o . E stá ya fo rm ado, acabado; es in m u tab le co m o h ec h o real, co m o sen tid o y co m o valor. Así, precisam ente, se d e fin e la d istan­ cia ép ica absoluta. El universo épico sólam ente p u ed e ser acep­ ta d o c o m o veneración; p ero n o se le p u ed e tocar, está fuera de la esfera d e la actividad h u m an a, in clin ad a a cam b io s y rein terp re­ taciones. Esa d istan cia n o sólo existe en relación co n el m aterial épico, es decir, c o n los aco n tecim ien to s y héroes representados, sino ta m b ié n co n respecto a los p u n to s de vista y a las valoracio­ —

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n es acerca d e los m ism os; el p u n to de vista y la valoración se h an u n id o al o b jeto en u n to d o indisoluble; la palabra épica es inse­ p arab le de su objeto, p o rq u e su característica sem án tica es to tal u n ió n e n tre los elem entos objetuales y espacio-tem porales d e la m ism a, y los vaiorativos (jerárquicos). Esa u n ió n absoluta, que im p lica ta m b ié n la falta de a u to n o m ía dcl objeto, tan sólo pudo ser su p erad a p o r p rím era vez e n las condiciones de plurílingúism o activo y d e ilu m in ac ió n recíproca de los lenguajes (y la epopeya se co n v irtió en to n ces en u n género- sem iconvencional y sem i­ m uerto). G racias a la d istancia épica, q u e excluye to d a posibilidad de actividad y de m o d ificació n , adquiere el universo épico su ex< tra o rd in a ría perfección, n o sólo desde el p u n to de vista del co n ­ ten id o , sino tam b ién d e su sentido y su valor. El universo épico se estru c tu ra en u n a z o n a d e la im agen lejan a y absoluta, alejada de to d a esfera de posible co n tac to co n el presente en proceso d e for­ m ació n , im perfecto , y propicio, por lo tan to , a reinterpretaciones y revaluaciones. Los tres rasgos esenciales de la epopeya caracterízados p o r n o ­ sotros, son ta m b ié n propios, en m ay o r o m e n o r m edida, d e otros géneros elevados de la antigüedad clásica y de la E dad M edia. En la base de to d o s esos géneros elevados acabados está la m ism a va­ lo ració n del tiem p o , el m ism o papel d e la leyenda, y u n a análoga d istan cia jerá rq u ica. Para ningún o tro género elevado constituye la realid ad c o n te m p o rá n e a co m o tal un objeto de representación aceptable. L a realidad co n tem p o rán ea sólo puede p en e trar en los géneros elevados a través de sus estratos jerárq u ico s superíores, d istan ciad o s ya p o r su posición en la realidad m ism a. Pero, al in ­ co rp o rarse a los géneros elevados (p o r ejem plo, en las o d as de P índaro o d e Sim ónides), los acontecim ientos, los vencedores y los héroes d e la co n tem p o ran eid ad «(elevada», se im plican d e alguna m a n e ra en el pasado, se in tro d u ce n en el tejido u n itario del p a­ sado h eró ico y de la leyenda a través de u n a seríe d e eslabones y lazos in term ed io s. A dquieren, precisam ente, su valor y su altu ra p o r m ed io de esa im plicación en el pasado en ta n to q u e fuente de t(xlo lo q u e es au tén tico , esencial, y poseedor de valores. P o r d e ­ cirlo así, se ven arran cad o s d e la realidad p o r su im perfección, su caren cia de solución, su a p e rtu ra, p o r la posibilidad q u e hay en ellos d e rein terp retacio n es y revaluaciones. A scienden al nivel de v aloración del pasado y ad q u ieren ah í su perfección. N o se puede o lvidar q u e el «pasado absoluto» n o es tiem po, en el sentido li-463 —

m ìta d o y exacto q u e le d am o s a esa palabra, sino q u e es u n a ca> tegoría jerá rq u ica, valorativa y tem poral. N o se p u ed e ser grande e n la p ro p ia época; la grandeza apela siem pre a la p o steridad, p a ra la cual se co n v ierte en p asad o (apa­ rece co m o u n a im ag en lejana), e n objeto d e la m e m o ria y n o en o b jeto d e u n a im agen viva y d e u n co n tacto directo. E n el género «de m o n u m e n to » , el p o e ta co n stru y e su im ag en en u n p lan o fU” tu ro , lejos d e la po steridad (cfr. las inscripciones funerarias d e los déspostas o rien tales y los e p ita fio s de A ugusto). E n el m u n d o de la m em o ria, el fe n ó m e n o se h alla e n u n co n tex to co m p letam en te especial, e n co n d icio n es q u e están en co n fo rm id ad c o n u n a ley co m p letam en te especial, e n co n diciones distin tas a las del m u n d o de la i m ^ n viva y del co n tac to práctico y fam iliar. El pasado épico es u n a fo rm a especial de percepción artística del h o m b re y del ac o n tecim ien to . Esa fo rm a o cu ltab a casi p o r co m p leto la per­ cepción artística y la re p resen tació n e n general. L a representación artística es u n a rep resentación su b specie aeíerniiaíis. Sólo lo q u e m erece ser reco rd ad o, lo q u e debe ser conservado e n la m em o ría d e la po sterid ad , p u ed e y d eb e ser representado e in m o rtalizad o p o r el a rte literario; la im ag en está cread a p a ra la posteridad, y se fo rm a e n u n p lan o an ticip ad o , lejos d e la posteridad. L a c o n te m ­ p o ra n eid ad (q u e n o tien e pretensiones de ser recordada) es m o ­ d elad a e n arcilla p a ra la co n tem p o ran eid ad ; la co n tem p o ran eid ad es m o d elad a en m arm o l y b ro n ce p a ra el fu tu ro (p a ra los descen­ dientes). Es esp ecialm en te im p o rta n te la relación en tre los tiem pos; el a c e n to v alo rativ o n o está p uesto e n el fu tu ro ; lós m érito s n o le sirven a él, n o están situados a n te él sino a n te la etern id ad atem ­ poral; sirven a la m em o ria fu tu ra sobre el pasado, a la am p lia­ ción del un iv erso del p asad o absoluto, a su en riq u ecim ien to co n nu ev as im ágenes (a c u e n ta d e la co n tem p o ran eid ad ), u n i­ verso q u e siem pre se op o n e, fu n d a m e n talm e n te, a to d o pasado efí­ m ero. E n los géneros elevados, acabados, conserva su im p o rtan cia y trad ic ió n , a u n q u e su papel e n las condiciones d e la creació n p er­ so n al ab ierta se hace m ás co n v en cio n al q u e e n la epopeya. E n general, el m u n d o d e la g ran lite ratu ra d e ia época clásica está p ro y ectad o h acia el pasado, e n el p lan o lejano d e la m em o ría; p ero n o h acia el p asado relativo, real, ligado al p resen te p o r m e­ d io d e etap as tem p orales in terru m p id as, sino h acia el pasado va­ lo rativ o d e los co m ienzos y las cim as. Ese pasad o es d istante, per­ — 464 —

fecto y cerrado com o u n círculo. C o m o es natural, ello n o significa q u e en él n o exista n in g ú n tip o d e m o v im ien to . P o r el contrarío, las categorías tem p orales relativas están d e n tro del m ism o ríca y su tilm en te elab o radas (los m atices «antes», «m ás tarde», d e las sucesiones d e m o m en to s, d e la rapidez, la d u ració n , etc.); existe u n a elevada técnica artística del tiem po. Pero to d o s los p u n to s de ese tie m p o perfecto, cerrado e n círculo, están igualm ente lejanos del tiem p o real y d in ám ico de la co n tem p o ran eid ad ; en su co n ­ ju n to , el tiem p o no está localizado e n el proceso históríco real, no está interrelacionado con el presente y el ñituro; p o r decirlo de esta m an era, co n tien e e n sí la p len itu d d e los tiem pos. E n consecuen> cia, todos los géneros elevados d e la época clásica, es decir, to d a la gran literatura, se estructura en la zona d e la im agen a le a d a , fuera de to d o posible co n tac to co n el presente im perfecto. C o m o h em o s dicho, la realidad co n tem p o rán ea co m o tal, es decir, la realid ad q u e conserva su fisio n o m ía viva, actual, n o po> d ía convertirse e n objeto de rep resen tació n d e los géneros eleva* dos. La realid ad c o n te m p o rá n e a era u n a realidad d e nivel «infe> ríop> co n respecto al pasado épico. N o p o d ía servir d e p u n to d e p artid a p a ra la in terp re tació n y la valoración artística. El centro de tal in terp re tació n y valoración sólo p o d ía estar situ ad o en el pasado absoluto. El presente es algo pasajero, inestable, u n a eterna c o n tin u ac ió n sin co m ien z o ni fin; carece d e au tén tica perfección y, p o r lo ta n to , d e sustancia. El fu tu ro era co n c elsd o co m o u n a c o n tin u a c ió n pasiva del presente o co m o el final, la m uerte, la castástrofe. L as categorías valorativas y tem porales del co m ien zo ab so lu to y del fin a l ab so lu to tien en tam b ién u n a im p o rtan cia ex> cepcional p a ra la p ercepción del tiem p o e n las ideologías d e las épocas pasadas. El com ienzo se idealiza, el fin a l se oscurece (ca­ tástro fe, «la caida d e los dioses»). Esa percepción del tiem p o y la Jerarq u ía de tiem p o s d eterm in a d a p o r ella, im pregnan to d o s los g éneros elevados d e la antigüedad y de la E d ad M edia. P enetraron ta n p ro fu n d am en te e n la esencia m ism a d e los géneros, q u e co n ­ tin u a ro n viviendo en ellos e n las épocas posteríores — hasta el si­ glo XIX e incluso m ás tarde. L a id ealización d e l pasado tien e en los géneros elevados carác­ ter oficial. Todas las expresiones externas d e fuerza su p rem a y de verdad su p rem a (de to d o lo q u e es perfecto), están form adas por categorías valorativas y jerá rq u icas d e pasado, p o r u n a im agen d istan ciad a y alejada (desde el gesto y la vestim enta hasta el estilo, to d o es sím bolo de poder). La novela está ligada, a su vez, a los -

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elem en to s de la n atu raleza, siem pre viva, d e la palab ra n o oficial y del p en sa m ie n to n o o ficial (la fo rm a festiva, el h a b la fam iliar, la p ro fan ació n ). A los m u erto s se les q u iere d e o tra m an era; se les e x t r a e ^ la esfera d e co n tacto ; se p u ed e h a b la r de ellos, y h a y q u e hablar, en o tro estilo. L a p alab ra acerca d e u n h o m b re m u erto se diferencia p ro fu n d am en te, desde el p u n to d e vista estilístico, d e la palab ra acerca d e u n h o m b re vivo. E n los g éneros elevados, to d o poder, to d o privilegio, to d a im ­ p o rta n c ia y to d a grandeza, p asa n d e la z o n a d e co n tac to fam iliar al p la n o alejado (la vestim enta, la etiq u eta, el estilo del discurso del h éro e y acerca del héroe). El clasicism o d e to d o s los géneros n o novelescos estriba e n su o rien ta ció n hacia la perfección. L a realid ad co n te m p o rá n e a , el presente in estable y efím ero — « in ferio r» —, la «vida sin com ien zo n i fin » , sólo era objeto de rep resen tació n e n los géneros inferiores. I^ ro , e n p rim e r lugar, era el p rin cip al o b jeto de representación e n el am p lísim o y rico d o m in io d e la creación có m ica p opular. E n el estu d io m en cio ­ n ad o h e in te n ta d o m o stra r la e n o rm e im p o rtan cia d e este d o m in io —ta n to e n la an tig ü ed ad co m o e n la E d ad M ed ia— p a ra la géne­ sis y fo rm a ció n d e la palab ra novelesca. Igual im p o rta n c ia tu v o ta m b ié n p a ra to d o s los d em ás m o m e n to s del género novelesco, en la fase d e la ap arició n y fo rm a ció n inicial d e los m ism os. A h í pre­ cisam en te —en la risa p o p u lar— es d o n d e h ay q u e b u scar las a u ­ tén ticas raíces folclóricas de la novela. El p resente, la co n tem p o ­ ra n eid ad c o m o tal, el « y o m ism o», «m is c o n tem p o rán eo s» y «m i ép oca», fu ero n o b jeto a l prin cip io de u n a risa am bivalente: jo v ial y cáu stica al m ism o tiem p o . A h í es d o n d e se genera u n a n u e­ va ac titu d radical h ac ia la lengua y la palab ra. J u n to a la re p re­ sen tación d irecta —d e rid icu lizació n d e ia c o n tem p o ran eid ad — florece la p aro d izació n y el tran sfo rm ism o d e to d o s los géneros e im ágenes elevadas del m ito nacio n al. A hí —e n la p aro d ia, y esp ecialm en te en las tran sfo rm acio n es— es d o n d e se «contem p o ra n iz a» el « p asado absoluto» d e dioses, sem idioses y héroes; es reb ajad o , rep resen tad o a nivel d e la c o n te m p o ra n e id a d e n su a m ­ b ie n te co tid ian o , e n su len g u aje d e nivel inferior. A p a rtir d e esos elem entos, q u e están e n la n atu ra leza d e la risa p o p u lar, se d esarrolla d irec tam en te, en el te rre n o clásico, u n o d e los a m p lio s y variados d o m in io s d e la lite ra tu ra antigua, d e fi­ n id o p o r los an tig u o s m ism o s co m o CTTCouSoyéXoiov, es decir, el d o m in io de lo «serio-cóm ico». A él pertenecen los m im o s co n ar­ —

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g u m en to sim ple d e S ofrón, to d a la poesía bucólica, la fábula, la p rim era lite ratu ra d e m em o rias "E7ci5rmíai, J u a n d e Q uíos, y 'O ^iX íai, de C ritias), así co m o los planfletos; e n él incluían tam b ién los an tig u o s m ism os los o5ee u n a co n sid erab le ñ ie rz a p a ra acercar al ob jeto ; in tro d u c e al o b jeto e n la zo n a d e c o n ta c to directo, d o n d e p u ed e ser p ercibido fa m ilia m ie n te en to d o s sus aspec­ tos, d o n d e se le p u ed e d a r la v uelta, volverlo d d revés, obser­ varlo desde a b a jo y desde arriba, ro m p e r su e n v o ltu ra ex terio r y ex a m in a r su in te ñ o r; d o n d e se p u ed e d u d a r d e él, d escom ­ p o n erlo , d esm en u zarlo , desvelarlo y d esen m ascararlo , an a li­ zarlo lib rem en te y e x p e h m e n ta rlo . L a risa destru y e el m ied o y el respeto al o b jeto , a l m u n d o , lo tra n sfo rm a e n u n o b jeto d e c o n ta c to fam iliar, p re p a ra n d o c o n ello la investigación libre y co m p leta d el m ism o. L a risa es el fa cto r m ás im p o rta n te p a ra la creac ió n d e la p re m isa d e osadía, sin la cual es im posible la co m p re n sió n realista del m u n d o . Es co m o si la risa, ac ercan d o y fam iliariza n d o el o bjeto, lo entregase e n las o sad as m a n o s d e 1a e x p e rie n d a in v estig ad o ra —c ie n tífic a y artística— , y d e la ficción q u e e x p e rim e n ta lib rem en te y sirve a esa e x p e rie n d a . L a fam iliarìzació n del m u n d o p o r m e d io d e la risa y el h ab la populares, constitu y e u n a e ta p a e x tre m a d a m e n te im p o rta n te y necesaria en la ev o lu ció n d e la c reac ió n libre, c ie n tífic a y artística realista, del m u n d o eu ro p eo . El p lan o d e la re p resen ta ció n có m ica es u n p la n o e ^ e c ífic o , ta n to desde el p u n to d e v ista te m p o ra l c o m o espacial. El p ap e l de la m e m o ria es e n este caso m ín im o ; la m e m o ria y la leyenda no tie n e n n a d a q u e ver co n el m u n d o d e lo cóm ico; se ridiculiza para olvidar; la zo n a d e m áx im o co n tac to fam iliar y directo es ésta: h sab lasfem ia-azotes. E n el fo n d o , eso significa d esm itificar, es decir, p recisam en te, a rra n c a r el o b jeto d el p lan o alejado, d e stru ir la dis­ ta n c ia ép ica, asaltar y destruir, e n general, el p la n o alejado. E n ese p lan o (el p la n o de la rìsa), el o b jeto p u ed e ser irre sp etu o sam en te — 468-

observ ad o desd e to d o s los ángulos; es m ás, el dorso, la parte de a trá s del o b jeto (así co m o los elem en to s in te rn o s n o d estin ad o s a ser expuestos) ad q u ieren u n a im p o rtan cia especial e n d ich o plano. R o m p e n el objeto, lo d e sn u d a n (le q u ita n la o rn a m e n ta c ió n je ­ rárq u ica); el o b jeto d e sn u d o es ridículo, ta m b ié n es ridicula la v estim en ta «vacía»» sep arad a d el c u e rp o det objeto. T ien e lugar u n a có m ica o p eració n de d esm en u zam ien to . L o có m ico p u ed e ser in terp re tad o (es decir, actualizado); sirve d e o b jeto del ju eg o el oríginarío sim b o lism o artístico del espacio y del tiem p o : arríb a, ab ajo , delante, detrás, antes, m ás tard e , el p rim ero , el ú ltim o , pasado, p resen te, co rto (m o m en tán e o ), largo, etc. P re d o m in a la lógica artística d el análisis, del d esm en u z a­ m ie n to , d e la destrucción. P oseem os u n im p o rta n te d o c u m e n to q u e refleja la génesis si­ m u ltá n e a d e u n a n o ció n c ie n tífic a y de u n a n u ev a im agen artís­ tica novelesca en prosa. Se tra ta de los diálogos socráticos. Tbdo es especial e n este descollante género ap a rec id o h acia el fm a l d e la an tig ü ed ad clásica. E s significativo el h echo de q u e aparezca co m o cio n al fam iliarid ad có m ica se co m b in a c o n u n a ag u d a proble­ m ática y co n lo fantástico utópico. D e la lejana im agen épica del pasado ab so lu to n o h a q u ed a d o nada; el m u n d o entero, y to d o lo m ás sagrado de él, es presen tad o sin n in g u n a distanciación« e n ia zo n a d e co n tac to directo, d o n d e to d o puede ser to cad o co n ia m an o . En ese m u n d o , co nvertido p o r en tero en fam iliar, el argu­ m en to se desplaza co n u n a libertad fantástica; del d é lo a la tierra, d e la tierra al in fiern o , del presente al pasado, del p asad o al fu­ tu ro . E n las visiones cóm icas del o tro m u n d o d e la sátira m en i­ pea, los héroes del «pasado ab so lu to » las personalidades de las d i­ versas épocas del p asad o histórico (p o r ejem plo, A lejandro d e M aced o n ia) y los co n tem p o rán eo s vivos, se e n c u e n tra n en tre sí p a ra co n v ersar fam iliarm ente e incluso p a ra disputar; es m u y ca­ racterística esa coiisión d e épocas en el m arco d e la realidad. Los arg u m en to s y situaciones de la sátira m enipea, de u n a fan tasía sin lím ites, están su b o rd in ad o s a u n solo objetivo: v erificar y desen­ m ascarar ideas e ideólogos. Se tra ta d e arg u m en to s experim entales'provocadores. Es significativa la a p a rid ó n en este género del elem en to u tó ­ pico, a u n q u e to d av ía inseguro y sin p rofundidad; el presente im ­ perfecto co m ien za a sentirse m u ch o m ás cerca del fu tu ro q u e del pasado, co m ien za a b uscar e n el fu tu ro ios soportes valorativos, co n in d ep en d en cia d e q u e ese fu tu ro es presente, p o r el m o ­ m en to , bajo la form a de vuelta al siglo de oro de S aturno (en suelo ro m a n o la sátira m en ip ea estab a estrecham ente ligada a las saturn alias y a la lib ertad d e risa típica d e estas). L a sátira m en ip ea es dialogística, llen a d e paro d ias y tran sfo r­ m ism os, inclu y e m últiples estilos, y ni siquiera vacila an te ios ele­ m en to s d e b ilin g ü ism o (en V arrón, y especialm ente en C onsolación d e la filo so fía , d e Boecio). El Sa tiricó n , de Petronio, m u estra q u e la sátira m en ip ea puede desarrollarse hasta fo rm ar u n enorm e tejido, q u e ofrece u n a reflex ió n realista acerca dei v ariad o y con­ trad ic to rio m u n d o social co n tem p o rán eo . C asi todos los g éneros n o m b rad o s, p e rte n e d e n te s al d o m in io d e lo «serio-cóm ico», se caracterizan p o r la p resencia en ellos, inte n d o n a d a y abierta, del elem e n to auto b io g ráfico y de m em orias. L a m u tació n dei cen tro tem p o ral d e la o rie n ta d ó n artística, que sitúa, de u n lado, al a u to r y a sus lectores, y, d e otro, a los héroes — 471 —

y al m u n d o rep resen tad o s p o r el autor, e n el m ism o p la n o valo­ rativ o , al m ism o nivel, q u e los co n v ierte e n c o n tem p o rán eo s, en co n o cid o s y posibles am igos, q u e crea las relacio n es fam iliaces de ios m ism o s (recu erd o u n a vez m á s el evid en te y su b ra y ad o corn ien zo novelesco de E u g e n io O neguin), p e rm ite al au to r, b ajo to d o s sus ro stro s y m áscaras, desplazarse lib rem en te en el ca m p o del m u n d o rep resen tad o , q u e en la ép ica era c o m p le ta m e n te ce­ rra d o e inaccesible. El c a m p o d e la rep resen ta ció n del m u n d o c a m b ia según los géneros y ép o cas d e la ev o lu ció n d e la literatu ra. E stá o rganizado y d elim ita d o d e m a n e ra d iferen te e n el espacio y e n el tiem po. Es siem p re específico. L a n o v ela se h a lla e n c o n ta c to co n los elem e n to s d el presente im p erfecto , lo q u e im p id e q u e el g én ero se p etrifiq u e . El novelista tien d e siem p re h a d a lo q u e to d a v ía n o e stá acab ad o . P u ed e a p a ­ recer, en el ca m p o d e la re p resen tació n , e n d istin tas ac titu d es de ac to r, p u ed e re p re se n ta r los m o m e n to s reales d e su v id a o hacer alu sio n es a éstos; p u ed e in te rv e n ir e n la co n v ersació n d e los p e r­ sonajes, p o lem izar ab iertam en te co n sus adversarios literaríos, etc. P ero lo im p o rta n te n o es sólo la a p a ríció n d e la im ag en d el a u to r e n el ca m p o d e la rep resen tació n ; lo es ta m b ié n el h ec h o d e q u e el a u to r m ism o , a u tén tico , form al, p rím a río (a u to r d e la im agen d el a u to r), ten g a nuevas relacio n es c o n el m u n d o representado: am b o s se h allan a h o ra e n las m ism a s co o rd en ad a s valorativas y tem p o rales; la p a la b ra del a u to r q u e rep resen ta, está situ ad a e n el m is m o p la n o q u e la p alab ra re p resen tad a del p erso n aje, y p u ed e e n tra r (m ás ex a ctam en te, n o p u ed e d e ja r d e e n tra r) c o n él e n re< laciones dialogísticas y e n co m b in ac io n e s híbrídas. P recisam en te, esa n u e v a p o sició n del a u to r p rím arío , form al, en la z o n a d e c o n ta c to co n el m u n d o representado, hace posible la a p a ríció n d e la im ag en del a u to r e n el c a m p o d e la re p resen ta­ ció n . E ste n u e v o statu s del a u to r es u n o d e los re su ltad o s m á s im ­ p o rta n te s d e la su p eració n d e la d istan cia épica (jerárquica). La e n o rm e im p o rta n c ia fo rm al-co m p o sitiv a y estilística q u e tie n e ese statu s p a ra la esp ecificid ad del género novelesco, n o tien e necesi­ d a d d e ser explicada. Es ese sen tid o , v am os a referírn o s a L a s a lm a s m u ería s, d e G ógol. C o m o fo rm a p a ra su epopeya, G ógol p en sa b a e n la D ivin a C o m ed ia ; en esa fo rm a im ag in ó el escrítor la g ra n d eza d e su o b ra, p ero o b tu v o co m o resultado u n a s á tira m en ip ea . U n a vez d e n tro de la z o n a d e c o n ta c to fam iliar, y a n o p o d ía salir d e ella, n i p o d ía — 472 —

tra n sfe rir a la m ism a las im ágenes positivas distanciadas. L as im á ­ genes d istan ciad as d e la epopeya y las del co n tac to fam iliar n o lo­ g rab an e n c o n trarse e n el m ism o ca m p o de representación; la p a ­ tética irru m p ía en el u n iv erso d e la sátira m e n ip ea co m o cu erp o ajeno; la p atética positiva se co n v e rtía en ab stra c ta y, sin em ­ bargo, q u e d a b a fuera de la obra. G ógol n o p o d ía lograr p asa r del in fie rn o al p u rg a to rio y al p araíso co n los m ism os in d iv id u o s y en el m a rc o d e la m ism a obra; e ra im posible el paso in in te rru m p id o . L a tragedia d e G ó g ol es, e n cierta m edida, la trag ed ia del género (en te n d ien d o el género n o en sen tid o form alista, sino co m o z o n a y ca m p o d e la p ercep ció n v alo rativ a y d e la representación del m u n d o ). G ógol h a b ía p erd id o d e vista R usia, es decir, h a b ía per* d id o el p la n o p a ra su percep ció n y representación; q u ed ó a tra ­ p a d o e n tre la m e m o ría y el co n tac to fam iliar (h a b la n d o claram en te, no logró e n c o n tra r el en fo q u e ad ecuado p a ra los p ris­ m áticos). I%ro la c o n tem p o ran eid ad , co m o nu ev o p u n to d e p a rtid a de la o rien ta ció n artística, n o excluye e n n in g ú n caso la representa­ ción d el pasad o heróico, a u n sin n in g ú n tip o d e tran sfo rm ació n . U n ejem p lo d e esto lo co n stitu y e la C iropedia, de Je n o fo n te (que, n a tu ra lm e n te , ya n o fo rm a p a rte del d o m in io de lo serio-cóm ico, sin o q u e se sitú a e n su frontera). £1 objeto de la re p resen tació n es el p asad o ; el h éroe es C iro el G ra n d e. P ero el p u n to de p a rtid a lo co n stitu y e la ép o c a d e Jen o fo n te: ésta es, precisam ente, la q u e de­ fin e los p u n to s d e vista y las o rien tacio n es valorativas. £ s carac­ terístico el h ech o d e q u e Jen o fo n te no h ay a elegido el pasado n a ­ cional h eró ic o d e los griegos, s in o 'e l pasado h eró ico ajen o , el b á rb aro . A h o ra el m u n d o está y a abierto; el m u n d o m o n o lític o y cerrad o del p asad o n ac io n a l (co m o e ra en la epopeya) h a sido sus­ titu id o p o r el m u n d o , g ran d e y abierto, ta n to del pasado nacio n al co m o del p asad o d e o tro s pueblos. E sa elección d e hechos heróicos ^ e n o s viene d e t e r m in a d p o r el creciente in terés —caracterís­ tico d e la ép o c a de Je n o fo n te — p o r O riente, p o r su c u ltu ra e ideología^ p o r sus fo rm a s socíal-políticas; d e O rien te esp erab an la luz. H a b ía co m en zad o ya la ilu m in ac ió n recíproca d e cu ltu ra s, ideo­ logías y lenguas. Es ig u alm en te caracteristica la idealización del d ésp o ta o rien tal; se n o ta ta m b ié n a q u í la ép o c a de Je n o fo n te , co n su id e a (c o m p a rtid a p o r u n sig n ificativ o circulo de c o n te m p o rá ­ neo s suyos) de in n o v ació n d e las form as p olíticas griegas en u n esp íritu ce rca n o a la au to cracia oriental. C ó m o es n a tu ra l, tal id ealización d el a u tó c ra ta o rien tal es ajen a p o r co m p leto al espí­ — 473 —

ritu d e la tra d ic ió n n acio n al helena. Es peculiar, ad em ás, la idea — m u y en vigor en aq u ella ép o c a— d e la e d u c ació n d el h o m b re, q u e se co n v irtió c o n p o sterio rid a d e n u n a d e las ideas fu n d a m e n ­ tales p a ra la fo rm ació n d e la n u e v a no v ela eu ro p ea. T íp ic a ta m ­ bién es la tran sferen cia, in te n c io n a d a y ab ierta p o r co m p leto , d e los rasgos d e C iro d Jo v e n —c o n te m p o rá n e o d e Je n o fo n te , y en cu y a c a m p a ñ a éste to m ó p a rte — a la im agen d e C iro el G ra n d e; se percib e ig u alm en te la in flu e n c ia d e la fig u ra d e S ócrates, o tro c o n te m p o rá n e o cercano a Jen o fo n te ; así se in tro d u c e e n la o b ra u n elem en to de m em orias. Y es cam cterística, fin alm en te, la fo rm a m ism a de la obra: diálogos en m a rc a d o s e n la n a rra c ió n . D e esta m a n e ra , la c o n te m p o ra n e id a d y su p ro b lem á tica co n stitu y en a q u í el p u n to d e p a rtid a y el c e n tro p a ra u n a in te rp re ta c ió n y valorac ió n a rtístic a e id e o ló ^ c a d el pasado. Ese pasado está presentado sin d istan ciam ien to , a nivel d e la c o n tem p o ran eid ad ; au n q u e , v erd ad eram en te, n o e n sus estratos inferiores, sino en los su p eñ o res, a nivel d e su av a n z a d a p ro b lem ática. D e sta q u em o s en esta o b ra u n cierto m atiz u tó p ico , u n suave (e inseguro) m o v im ien to d e la c o n te m p o ra n e id a d desde el p asa d o h acia el fu tu ro . L a Ciro p edia es u n a n o v ela e n el sen tid o a u té n tic o d e esta palabra. E n ia novela, la rep resen ta ció n del pasado n o p re su p o n e la m o d e rn iz a c ió n del m ism o (en Je n o fo n te existen, co m o es n atu ra l, elem en to s de tal m o d ern izació n ). P o r el c o n tra rio , u n a rep resen ­ tació n a u té n tic a m e n te objetiva del p asad o co m o pasado, sólo es posible en la novela. L a c o n te m p o ra n e id a d , c o n su n u e v a expe­ riencia, p e rm a n e c e en la fo rm a m ism a d e la visión, en la p ro fu n ­ d id ad , agudeza, am p litu d y vivacidad d e esa visión; p ero en m o d o alg u n o h a de in co rp o rarse al co n te n id o rep resen tad o co m o fuerza q u e m o d ern iz a y d esn a tu raliza la esp ecificid ad d el pasado. P ues to d a c o n te m p o ra n e id a d im p o rta n te y seria necesita d e u n a im a­ g en a u té n tic a dcl pasado; necesita d e u n a u té n tic o len g u aje ajen o d e o tro tiem p o . L a re v o lu c ió n en la je ra rq u ía d e los tiem p o s, q u e h e m o s d e­ fin id o , d e te rm in a ta m b ié n u n a re v o lu ció n radical en la estru c tu ra d c la im agen artística. E l p re sen te es e n su —p o r decirlo así— « to ­ talid ad » (a u n q u e n o co n stitu y a, p recisam en te, u n todo) im p e r­ fecto, p o r p rin cip io y en esencia: el presente req u iere c o n tin u a ­ ció n c o n to d o su ser; se dirige h acia el fu tu ro , y c u a n to m ás activa y c o n sc ie n te m e n te av an za hacia, ese fu tu ro , ta n to m ás perceptible y sig n ificativ a es su im perfección. P o r eso, c u a n d o el p resen te se co n v ierte e n el c e n tro d e la o rien ta ció n h u m a n a e n c u a n to al

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tiem p o y al m u n d o , el tie m p o y el m u n d o pierden su perfección, ta n to e n su c o n ju n to co m o en cada u n a d e sus p artes. El m odelo te m p o ra l del m u n d o se m o d ific a radicalm ente: se co n v ierte en u n m u n d o en d o n d e n o existe la p rím era palabra (de com ienzo ideal), y lo q u e sigue no h a sido p ro n u n c ia d o to d av ía, l ^ r a la conciencia ideológico artística, el tiem p o y el m u n d o se co n v ierten p o r prí­ m e ra vez e n histórícos: se revelan —a u n q u e a! p rín cip io sin claríd ad , co n fu sam en te— co m o proceso d e form ación, co m o m ovi­ m ie n to c o n sta n te h acia el fu tu ro real, co m o proceso u nitarío, co m p letam en te a b a rc a d o r y n o te rm in a d o . Todo ac o n tecim ien to —sea cual sea— , to d o fe n ó m e n o , to d a cosa, en general to d o o b ­ je to de re p resen ta ció n artística, p ierd e la perfección, el carácter to ta lm e n te ac ab ad o e in m u ta b le q u e le e ra n p ro p io s en el m u n d o del p asad o ¿pico «absoluto», protegido p o r u n a b arrera invencible del p resen te n o acabado, q u e co n tin ú a . El objeto, m ed ian te el co n tac to c o n el presente, es in tro d u c id o en el proceso no acabado d e fo rm a ció n d el m u n d o , cay en d o sobre él la m arc a de la im p er­ fección. P o r lejos q u e se en c u e n tre de n o so tro s e n el tiem po, está ligado a n u e stro p resen te im p erfecto a través d e las c o n tin u a s m u ­ tacio n es tem p o rales, se p o n e e n co n tac to co n n u estra im p erfec­ ció n , co n n u estro presente; y ese presente n u estro avanza h acia el fu tu ro co n tin u o . E n dicho co n tex to im p erfecto se pierde la in v a­ ríab ilid ad sem án tica del objeto: su sen tid o y su significación se re n u ev an y d esarro llan en la m ed id a e n q u e se d esarro lla el co n ­ texto. E so co n d u c e a cam b io s radicales e n la e stru c tu ra d e la im ag en artística. L a im agen artística a d q u ie re u n a ac tu a lid a d es­ pecífica. Se p o n e en relació n —b a jo u n a u o tra fo rm a y e n m a ­ y o r o m e n o r m ed id a— c o n el aco n te cim ie n to d e la v id a e n p ro ­ ceso d e desarrollo, en el q u e ta m b ié n n o so tro s —el a u to r y los lectores— estam o s fu n d a m e n ta lm e n te im plicados. C on esto se crea u n a z o n a ra d ic alm en te n u e v a d e e stru c tu ració n de im ágenes en la novela; u n a zo n a d e co n tac to m áx im o e n tre el o b jeto d e la re p resen tació n y el p resen te im p erfecto , y, p o r lo tan to , co n el fu tu ro . L a p ro fecía es característica d e la épica; las predicciones, d e la novela. L a profecía ép ica se realiza p o r en tero en los lím ites del p asad o ab so lu to (si n o e n la ép ica respectiva, sí e n las trad icio n es y leyendas q u e la ro d ean ); no tien e relación co n el lecto r n i con el tie m p o real. L a no v ela, e n ca m b io , b u sca profetizar, p redecir e in ­ flu e n c ia r el fu tu ro real, el fu tu ro del a u to r y del lecton T ien e p ro ­ b lem as n u ev o s y e sp e cífico ^ es típ ica en ella la rein terp retació n : -4 7 5 -

la reev alu ació n . El ce n tro de la activ id ad q u e in te rp re ta y ju stific a el p asa d o se tra n sfie re al futuro. E l « m o d ern ism o » d e la novela, p ró x im o a la v aloración «in­ ju s ta d e las ép o cas pasadas, es im posible d e destruir. R eco rd em o s la reev alu ació n del pasado e n la época del R e n a c im ie n to (la «os­ cu rid a d del siglo gótico»), e n el siglo x v m (V oltaire), y en el p e­ río d o del p o sitivism o (d esen m asca ram ien to del m ito , d e la le> y en d a, d e la h ero izació n ; rech azo m áx im o d e la m e m o ria y m á x im o estre ch am ien to -—h asta el em p irism o — del co n c ep to de « co n o c im ien to » ; se co n sid era criterio su p re m o la «progresividad» m ecanicista).

M e referiré a h o ra a alg u n o s rasgos artístico s v in cu lad o s a los p ro b lem a s m en cio n ad o s. L a fa lta d e p erfección y d e exhaustivid a d in te rn a s co n d u ce a la a c e n tu a c ió n categórica d e los im p e ra ­ tivos d e p erfecció n y ex h a u stiv id ad externas, fo rm ales y, especial­ m en te, arg u m én tales. El p ro b lem a d e l com ien zo , del fin a l y d e la p len itu d , se p la n te a d e u n a m a n e ra c o m p le ta m e n te nueva. L a ep o p ey a es in d iferen te al co m ien z o fo rm al, p u ed e ser in co m p leta (es decir, p u ed e to m a r u n fin a l casi arb itrario ). El p a sa d o ab so lu to es c e n a d o y p erfecto, ta n to en c o n ju n to co m o en cu a lq u ie ra d e su s p a n e s. P o r eso, ca d a p arte p u ed e ser elab o rad a y p resen tad a c o m o u n to d o u n ita rio . El u n iv erso en tero del p asad o ab so lu to (ta m b ié n es u n ita rio e n lo q u e respecta al a rg u m e n to ) n o p u ed e ser in clu id o e n u n a sola epopeya (eso significaría re c o n ta r todas las ley en d as n acionales); re su lta difícil ab arcarlo en tero , e, in ­ cluso, ta n sólo u n frag m en to sig n ificativ o del m ism o. P ero eso n o tien e im p o n a n c ia , p o rq u e la e stru c tu ra del to d o se repite en ca d a p arte, y c a d a p a n e es perfecta y re d o n d a co m o u n to d o . El relato p u ed e co m en z arse y acabarse casi e n c u a lq u ie ra d e sus m o m e n ­ tos. La Ilia d a se p re sen ta c o m o u n ñ a g m e n to ac cid en tal del ciclo tro y an o . Su fin a l (el fu n e ral d e H écto r) n o p o d ría c o n stitu ir e n n in g ü n caso el fin a l d e u n a novela. P ero la perfección épica n o sufre n a d a p or ese m otivo. El « in terés» especifico « p o r el final» —¿có m o te rm in a rá la g u e n a ? , ¿q u ién vencerá?, ¿q u é le o c u rrirá a A quiles?, etc.— está to ta lm e n te excluido d^l m aterial épico, tan to d e los m o tiv o s in teriores co m o d e los exteriores (el asp ecto argu­ m en tal d e la trad ic ió n era co n o cid o p o r en tero d e a n te m a n o ). El «interés» esp ecífico «por la c o n tin u a c ió n » (¿qué o c u rrirá m ás adelante?) y el « in teré s p o r el finab> (¿cóm o te rm in a rá ? ) son sólo —

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característico s d e la novela, y posibles ú n ic a m e n te en la z o n a d e acerc am ien to y co n tac to (son im posibles en la z o n a de la im agen alejada). E n la im ag en alejada, el aco n te cim ie n to está d ad o p o r e n te ro y es im p o sib le el in terés (desconocim iento) p o r el arg u m en to . La no v ela especula a su vez c o n la categoría d el d esconocim iento. A parecen diversas form as y m éto d o s d e utilización del so b ran te d el a u to r (cosa q u e el h éro e n o sabe ni ve). Es posible la utiliza­ ció n arg u m en ta! (exteríor) d el so b ran te, y la del so b ra n te p a ra la co n c lu sió n esencial (y p a ra u n a exteríorízación novelesca espe­ cial) d e la im ag en d el h o m b re. Y aparece tam b ién cl p ro b lem a de la existencia d e o tra posibilidad. Las p artic u ia ríd ad es d e la z o n a novelesca, e n sus diversas v a­ rian tes, se m a n ifie sta n d e m a n e ra d iferente. L a novela p u ed e ca­ recer p o r co m p leto de pro b lem ática.-T o m em o s, p o r ejem plo, la n o v ela de bulevar, de av en tu ras. E n ella n o e n c o n tra m o s proble­ m as filo só fico s, y ta m p o c o político-sociales, n i psicológicos; p o r lo ta n to n o p u ed e ser establecido a través d e n in g u n a d e esas es­ feras el c o n ta c to co n el ac o n te cim ie n to im perfecto d e n u e stra existencia co n te m p o rá n e a . L a ausencia d e d istan cia y la z o n a d e co n ta c to se u tiliza n a q u í d e m a n e ra d istin ta: en lugar d e n u estra ab u rríd a existencia, es verdad q u e nos p ro p o n e u n sucedáneo; pero se tra ta d el su ced án eo d e u n a existencia in teresan te y bríilante. Tales av e n tu ras p o d em o s vivirlas, con esos héroes p o d em o s id en ­ tific a m o s; esas n ovelas p u ed e n casi convertirse en su stitu to s de n u e stra p ro p ia existencia. N a d a de to d o ello es posible en el caso d e la ep o p ey a y d e o tro s géneros distanciados. T am bién ap arece a q u í u n peligro e s p e a fic o d e tal z o n a novelesca d e co n tacto : n o ­ sotros m ism os p o d em o s in co rp o ram o s a la novela (n u n ca se puede e n tra r en la ep o p ey a ni en o tro s géneros distanciados). D e a h í la po sibilidad d e fen ó m en o s tales c o m o la su stitu c ió n d e la p ro p ia existencia p o r la lectu ra frenética d e novelas o p o r los su eñ o s no­ velescos (el h éro e d e L a s noches blancas)^ el bobarysm o, la a p a ­ ríció n en la vida d e h éroes novelescos d e m o d a (decepcionados, d em o n íaco s, etc.). O tro s géneros sólo so n capaces d e g en erar tales fen ó m en o s c u a n d o ad q u ieren rasgos novelescos, es decir, c u a n d o so n tran sp o rta d o s a la z o n a novelesca d e co n tac to (p o r ejem plo, los p o em as de B yron). A la n u ev a o ríen ta ció n tem p o ra l y a la z o n a d e c o n ta c to va ta m b ié n ligado o tro fe n ó m e n o ex tre m ad am en te im p o rta n te en la h isto ría d e la novela: sus relaciones especiales c o n los géneros ex—

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traliterario s (de la v id a c o tid ia n a e ideológicos). Ya en el período d e su ap a rició n , la n ovela y los gén ero s q u e la a n tic ip a b a n se ap o ­ y aro n en d istin tas form as extraarU 'sticas de la vida p erso n al y p ú ­ blica, esp ecialm en te en las fo rm as retórícas (existe in clu so ^u n a te o ría q u e c o n sid era q u e la novela p ro v ien e d e la retórica). T am ­ b ié n e n las épocas posteriores de su desarrollo h a utilizado la n o ­ vela, a m p lia y su stan cialm en te, la fo rm a d e cartas, diarios, co n ­ fesiones, y las fo rm a s y los m éto d o s de la n u ev a re tó ríc a judicial. E stru ctu rá n d o se en la z o n a d e c o n ta c to co n el im p erfe cto ac o n ­ tec im ie n to co n te m p o rá n e o , la novela rebasa co n frecu en cia las fro nteras d e la especificidad artístico-literaría, tran sfo rm án d o se en se rm ó n m o ralizad o r, e n tra ta d o filo só fico , e n discu rso político d i­ recto, o b ie n deg en era e n sin ceríd ad b ru ta, n o clarificad a p o r la fo rm a, d e la co n fesió n , e n «gríto d el alm a» , etc. Todos estos fe­ n ó m e n o s so n esp ecialm ente típ ic o s d e la no v ela c o m o género en p roceso d e fo rm ació n . P ues las fro n teras e n tre lo artístico y lo n o artístico , e n tre la lite ra tu ra y la n o lite ratu ra , etc., n o h a n sido es­ tab lecidas p o r los dioses d e u n a vez p a ra siem p re. T oda esp e cifi­ c id ad es histó ríca. E l proceso d e fo rm a c ió n d e la lite ra tu ra n o sólo sig n ifica u n crecim ien to y tra n sfo rm a c ió n d e la m ism a d e n tro d e los lim ites de las fro n teras in m u ta b le s de la especificidad; ese p ro ­ ceso afecta ta m b ié n a las fro n te ras m ism as. El pro ceso d e tran s­ fo rm a ció n de las fronteras d e los d o m in io s d e la c u ltu ra (inclu­ y endo ta m b ié n la literatura), es ex trem ad am en te lento y com plejo. A lgunas v iolaciones d e las fro n teras d e la esp ecificid ad (del tip o d e las señ alad as m á s a rríb a) son sólo sín to m a s d e ese pro ceso q u e se d esarro lla a g ra n p ro fu n d id a d . E n la novela, c o m o género en proceso d e fo rm ació n , tales sín to m a s d e m o d ific a c ió n d e la espe­ c ific id a d se m a n ifie sta n c o n m u c h a m a y o r frecuencia, m á s ca te­ g ó ricam en te, y so n m ás significativos, p o rq u e la novela está a la cab eza d e tales m o d ificacio n es. L a no v ela p u ed e servir de docu^ m e n tó p a ra p re v er los g ra n d es destinos, to d a v ía lejanos, d e la ev o ­ lu ció n d e la literatu ra. P ero el ca m b io d e o rie n ta c ió n tem p o ra l y de z o n a d e estru c ­ tu ra c ió n d e ias im ágenes, n o se m a n ifie sta e n n in g u n a p a rte de m a n e ra ta n p ro fu n d a y e s e n d a l co m o e n la re estru ctu ra ció n d e la im ag en del h o m b re e n la lite ra tu ra . S in em bargo, n o p u ed o refe­ rirm e m á s q u e d e paso, en los lím ites del p resen te estu d io , a ese p ro b le m a ta n im p o rta n te y ta n com plejo. E l h o m b re de los géneros elevados, distan ciad o s, es el h o m b re del p asad o ab so lu to y d e la im ag en alejada. C o m o tal, es com ple-

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ta m e n te p erfecto y acabado. Es perfecto a u n alto nivel heróico, p e ro es ta m b ié n p erfecto y to talm e n te acabado, está a h í p o r e n ­ tero, d esd e el co m ien z o hasta el fin al, coincide consigo m ism o , es ab so lu tam en te igual a sí m ism o . E stá, adem ás, exteriorizado p o r co m p leto . E n tre su a u tén tica esencia y su apariencia ex tern a no^ existe el m e n o r desajuste. T odas sus potencias, todas sus v irtu ali­ dad es, se v en realizadas h asta el fin e n su posición social externa, en su d estin o , y h asta e n su aspecto exterior, fuera de ese sen tid o y d e esa p o sició n d eterm in a d o s, y a n o q u e d a n ad a d e él. Se h a co n v e rtid o e n to d o lo q u e p o d ía ser, y ^ l o p o d ía ser aquello e n lo q u e se h a co n v ertid o . T am b ién está exteriorizado p o r co m p leto en el sen tid o m ás e le m e n té , casi literál; to d o e n él está abierto y ex ­ p resad o e n voz alta, su u n i v ^ ^ i n t e r i o r y to d o s sus rasgos exte­ riores, sus m a n ife s ta c io n e s ^ actos, se e n c u e n tra n en el m ism o p lan o . El p u n to d e vista' sobre sí m ism o, coincide p o r co m p leto c o n el p u n to d e vista d e otros acerca d e él; d e la sociedad (su co ­ lectivo), del rap so d a, d e los oyentes. E n relació n co n esto, v am o s a ab o rd ar el p ro b le m a d e la «auto g lo rificació n » en P lu tarco y otros. El «yo m ism o», e n las co n ­ d icio n es del p lan o alejado, n o existe en sí y p a ra sí, sino p a ra la p o sterid ad , e n la m em o ria an ticip ad a d e la po sterid ad . Yo soy co n scien te de m í m ism o, de m i im agen, en el p lan o alejado, d istan ciad o ; e n este p lan o d istan ciad o d e la m em o ria, m i co n ­ ciencia está e n a je n a d a d e m i; m e veo co n los ojos del o tro. Esta co in cid en cia d e fo rm as — d e los p u n to s de vista sobre sí y sobre el o tro — tien e u n carác te r in g en u o y u n itario ; to d av ía n o existen divergencias e n tre ellas. A ú n n o existe la confesión-autodese n m asc ara m ie n to . El q u e re p resen ta coincide co n el represen­ tado^. Sólo ve en sí y sabe sobre sí lo q u e acerca d e él ven y saben los dem ás. T odo lo q u e acerca d e él p u ed e d e c ir o tro —el a u to r— , p u ed e decirlo él m ism o , y viceversa. N o hay e n él n a d a q u e b u s­ car, q u e ad iv in ar, n o puede ser desenm ascarado ni provocado; está ex terio rizad o p o r co m p leto , n o tiene n i e n v o ltu ra n i n ú cleo . A de­ m ás, el h o m b re épico carece p o r co m p leto d e iniciativa ideológica (tam b ién carecen de ella los personajes y el autor). E l m u n d o épico ^ La ¿pica se disgrega cuando com ienza la búsqueda de un nuevo p u n to de vista sobre tí (sin añadir los puntos de vista de los demás). El expresivo gesto novelesco aparece com o desviación de la norm a; pero su «efToneidad» revela, precisamente, su significación subjetiva. Aparece en u n principio la desviación de la norm a; luego, la problem ática de la norm a misma.

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n o co n o ce m ás q u e u n a sola y ú n ic a concepción, y a establecida p o r co m p leto , ig u alm en te obligatoria e indiscutible ta n to p a ra los p e rs o n ^ e s co m o p a ra el a u to r y los oyentes; el h o m b re ép ico ca­ rece ta m b ié n d e in iciativ a lingüística; el m u n d o ép ico co noce u n solo y ú n ico lenguaje ya establecido. P o r ello, ni la co n cep ció n del m u n d o , n i el lenguaje, p u ed e n servir co m o factores de d elim ita­ c ió n y c o n stitu ció n de las im ágenes d e los hom bres, de in d iv id u a­ lizació n d e las m ism as. Los h o m b res están aq u í delim itados, co n stitu id o s, in d ividualizados, p o r distin tas situaciones y desti­ n o s, p ero no p o r diferentes «verdades». N i siquiera los dioses es­ tá n separados d e los h o m b res p o r u n a verdad especial; tien en el m ism o lenguaje, la m ism a con cep ció n , el m ism o d estin o y la m ism a p ro y ecció n to tal hacia fuera. Tales p articu larid ad es del h o m b re épico, q u e ta m b ié n se h a ­ llan , g en eralm en te, e n o tro s géneros elevados, distanciados, p ro ­ d u ce n la excepcional belleza, la u n id ad , la cristalin a clarid ad y la perfección artística de esa im agen del h om bre, generando al m ism o tiem p o la lim itac ió n d e la m ism a, así co m o u n a cierta a p a tía en las n u ev as con d icio nes d e existencia h u m an a. L a d estru cció n d e la d istan cia épica y el paso de la im ag en del h o m b re desde el lejan o p asad o a la z o n a d e c o n ta c to co n el acon­ tecim ien to del p resen te e n d esarro llo (y, p o r lo tan to , tam b ién del fu tu ro ), c o n d u jo a u n a re estru ctu ració n radical de la im agen del h o m b re en la n o v ela (y, p o sterio rm en te, e n to d a la literatura). E n ese p roceso ju g a ro n u n e n o rm e papel las fuentes folclóricas, có ­ m ico -p o p u lares d e la novela. L a p rim e ra y m ás im p o rta n te etap a de ese p roceso d e fo rm ació n fue la fam iliarización c ó m ic a d e la im ag en del h o m b re. L a risa d estru y ó la d istan cia épica; co m en zó , libre y fam iliarm en te , a investigar al ho m b re: a volverle del revés, a d esen m ascarar la n o n co in cid en cia e n tre el aspecto ex terio r y su n atu ra leza in terio r, e n tre la posibilidad y su realización. Se in tro ­ d u jo e n la im agen del h o m b re u n d in am ism o im p o rtan te, el d i­ n am ism o d e la n o n coincidencia y de la divergencia e n tre los di­ ferentes m o m en to s d e esa im agen; el h o m b re dejó de coincidir consigo m ism o y, p o r lo tan to , ta m b ié n el arg u m e n to d ejó de re­ v elar al h o m b re h asta el fondo. D e to d as estas n o n coincidencias y divergencias extrajo p rim e ra m e n te la rísa los efectos cóm icos (pero n o só lam en te cóm icos); y d e los géneros serío-cóm icos d e la an tig ü ed a d surgieron ta m b ié n —a u n q u e de m a n e ra n u ev a y m u ­ ch o m ás co m p leja— , im ágenes d e o tro o rd en , tales c o m o la g ran ­ dio sa fig u ra d e Sócrates, u n ita ria y heroica. —

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Es característica la estru c tu ra artística d e la im agen d e las m ás­ caras pop u lares estables, q u e ejercieron u n a gran in flu e n c ia en el p roceso de fo rm a ció n d e la im agen d el h o m b re en la novela, en las etap as m ás im p o rtan tes d e su evolución (los géneros serío-có-, m icos d e la an tig ü ed ad , R abelais y C ervantes). £1 héroe ép ico y el trágico n o son n a d a al m arg en d e su d e stin o y del arg u m e n to su­ p ed itad o a éste; n o pu ed en convertirse en héroes de o tro destino, d e o tro arg u m en to . P o r el co n trarío , las m áscaras populares —M ak k u s, P olichinela, A rleq u ín — pu ed en te n e r cu alq u ier des* tin o y fig u ra r e n cu alq u ier situ ació n (cosa q u e h ac en a veces, in> eluso en ei m arco de u n a sola obra); pero ellos m ism os n o se ago­ ta n n u n c a , co n serv an d o siem pre —co n in d ep en d e n cia d e la situ ació n y del d estino— su exceso d e alegría, su sim ple, a u n q u e inagotable, ro stro h u m a n o . P o r eso, tales m áscaras p u ed e n ac tu a r y h ab lar fu era del arg u m en to ; es m ás: precisam ente, e n sus m a ­ nifestaciones fu e ra del arg u m e n to —e n los trices d e los atelanes y la z z i de la co m ed ia italian a— revelan m ejo r su ro stro q u e e n n in ­ g u n a o tra parte. N i el h éro e épico n i el trágico pued en , p o r su n a ­ tu raleza, presen tarse e n las pausas o entreactos fuera del argu­ m en to : n o tien en para ello n i cara, n i gesto, ni palabra; en eso reside su fuerza, p ero ta m b ié n sus lim itaciones; el héroe épico y el trágico so n héroes q u e perecen debido a su n atu raleza. L as m ás­ caras populares, p o r el c o n tra río , n u n c a perecen: n in g u n o d e los arg u m en to s d e los atelanes, de las com edias italianas y d e las co­ m edias francesas italianizadas, estipula, n i p u ed e estipular, la m u e rte real d e M akkus, P olichinela o A rlequín. E n cam b io , m u ­ chos d e esos arg u m en to s establecen la m u erte ficticia, cóm ica, de sus héroes (seguidas de resurrección). S on los héroes d e la libre im p ro v isació n , y n o d e la leyenda, d e la trad ició n ; son héroes del proceso de la vida, siem pre n u ev o y siem pre actual, y n o los hé­ roes del pasado absoluto. Esas m áscaras y su estru c tu ra (la n o n coincidencia co n u n o m ism o y el exceso de alegría, la inagotabilidad, etc., e n c a d a u n a de ias situ aciones d adas) h a n ejercido, repetim os, u n a e n o rm e in ­ flu e n c ia e n la ev olución d e la im agen novelesca del h o m b re. D i­ ch a estru c tu ra se co nserva ta m b ié n e n la im agen, p ero en form a m ás c o m p i l a y p ro fu n d a —e n c u a n to al co n ten id o — , y m ás sería (o serío-cóm ica). U n o d e los p ríncipales tem as in tern o s d e la novela es precisa­ m e n te el d e la n o n corresp o n d en cia del h éro e con su destin o y su situ ació n . El h o m b re es superíor a su destino, o in ferío r a su h u — 481 —

m an id ad . N o p u ed e convertirse, ín teg ra m e n te y hasta el fin al, en fu n cio n ario , terraten ien te, co m ercian te, novio, celoso, p ad re, etc. Y si, a p esar d e to d o , el héroe d e la novela se co n v ierte en tal, es decir, si se in teg ra p o r co m p leto e n su situ ació n y en su d estin o (u n h éro e d e género, la m ay o ría d e los personajes secundarios de la novela), el exceso d e h u m a n id a d p u ed e p lasm arse en to n ce s en la im ag en del h éroe principal; ese exceso se p lasm a siem pre en la o rien ta ció n fo rm a l y de co n te n id o del autor, en su sistem a de vi­ sión y representación del hom bre. L a zo n a m ism a de co n tacto con el p resen te im p erfecto , y p o r lo ta n to co n el fu tu ro , crea la nece­ sid ad d e esa n o n co in cid e n cia consigo m ism o d el h o m b re. S iem ­ p re q u e d a n en él p o ten cias n o realizadas y exigencias n o satisfe­ chas. Existe el fu tu ro , y ese fu tu ro n o p u ed e n o te n e r co n tac to con la im ag en del h o m b re, n o p u ed e no te n e r sus raíces en ella. El h o m b re n o p u ed e estar en c arn a d o p o r co m p leto en la m a ­ teria socio-histórica. N o existen form as q u e p u e d a n en c a rn a r c o m p le ta m e n te to d as las posibilidades y exigencias h u m an as, en las q u e el h o m b re se agote p o r co m p leto , h asta la ú ltim a palab ra —co m o el héroe trágico o el épico—; form as q u e p u ed a llenar hasta los b o rdes y, al m ism o tiem p o , n o desbordarlas. S iem pre q u ed a ' u n so b ra n te de h u m a n id a d n o realizado, la necesidad d e fu tu ro y el lu g ar in d isp en sable p a ra ese fu tu ro . Toda la v estim en ta exis­ ten te es estrech a (y p o r lo ta n to cóm ica) p a ra el h om bre. Pero esa h u m a n id a d so b ran te, n o en carn ab le, n o pu ed e realizarse en u n perso n aje, sino e n el p u n to d e vista del a u to r (p o r ejem plo, en G ógol). L a realid ad novelesca m ism a es u n a d e las realidades p o ­ sibles; n o es in d isp ensable, es accid en tal y c o n tien e adem ás, en sí m ism a, o tras posibilidades. L a in teg rid ad épica del h o m b re ta m b ié n se escinde e n la n o ­ vela en diversas direcciones. A parece u n a divergencia esencial e n ­ tre el h o m b re ex terior y el.interior, lo q u e hace q u e la subjetividad del h o m b re se co n v ierta e n objeto de experiencia y de represen­ tació n — al co m ien zo , en u n p lan o cóm ico, fa m iliarizad o — ; a p a ­ rece u n a divergencia específica en tre aspectos: el h o m b re visto por sí m ism o , y el h o m b re a los ojos d e los dem ás. Esa disgregación de la integridad épica (y trágica) del h o m b re en la novela, va u n id a a la p re p ara ció n de u n a n u ev a y co m p leja in teg rid ad d e la ev o lu ­ ción h u m a n a a u n nivel superior. F in a lm e n te , el h o m b re ad q u iere e n la novela iniciativa ideo­ lógica y lingüística; in iciativ a q u e c a m b ia el carácter d e su im agen (un tip o n u ev o y su p erio r de in d iv id u alizació n de la im agen). E n —

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la fase an tig u a del procéso de fo rm ació n de la novela ap arecen ya destacad as fig u ras d e héroes ideólogos; asi es la fig u ra d e Sócrates, la de E p icu ro rien d o y la lla m a d a «N ovela de H ipócrates»; la fi­ gu ra ta n p ro fu n d a m e n te novelesca de D iógenes e n la extensa li­ te ra tu ra d ialogística d e los cínicos y en la sátira m e n ip ea (donde se acerca ra d ic alm en te a la fig u ra d e la m áscara popular); y, f i ­ n alm en te, la fig u ra d e M en ip o en L uciano. El h éro e de la novela es, p o r n o rm a , u n ideólogo. A sí es el esquem a, u n ta n to ab stracto y sim p lificad o , d e la re estru ctu ra ció n d e la im agen del h o m b re d e la novela. F o rm u larem o s algunas conclusiones. £1 presente, en su im perfección, significa, co m o p u n to d e par­ tid a y c e n tro de la o rien tació n artístico-ideológica, u n enorm e cam b io en la con ciencia cread o ra del hom bre. E n el m u n d o eu ­ ropeo, esa reo rien tació n , así co m o la destru cció n d e la vieja je ra r­ q u ía d e los tiem p o s, a d q u irie ro n su expresión fu n d a m e n tal, d e gé­ n ero, e n la fro n te ra e n tre la an tig ü ed ad clásica y el helenism o, y, en los tie m p o s m o d ern o s, d u ra n te la E d ad M edia ta rd ía y el R e­ n ac im ien to . E n tales épocas se pusieron las bases del género n o ­ velesco, a u n q u e sus elem entos viniesen p rep arán d o se desde hacía tiem p o , y sus raíces p a rtie ra n del ca m p o del folclore. E n esas épo­ cas, to d o s los d em ás grandes géneros estaban co n stitu id o s desde h acía tiem p o ; eran viejos y casi osificados. Todos ellos estaban im p reg n ad o s, d e a rrib a abajo, d e ia vieja je ra rq u ía d e los tiem pos. Sin em b arg o , la novela, co m o género, se fo rm ó y desarrolló, en u n p rin cip io en el c a m p o de u n nuevo sen tim ie n to del tiem p o . El p asad o ab so lu to , la trad ició n , la d istan cia jerárq u ica, no ju g aro n n in g ú n p ap el en el proceso d e co n stitu ció n d e la m is m a co m o gé­ n ero (sólo ju g a ro n u n cierto pap el en d eterm in a d o s perío d o s d e la ev o lu ció n d e la novela: cu a n d o ésta ad q u iría u n cierto carácter épico —p o r ejem plo, la novela b arro ca— ); la novela se form ó pre­ cisam en te en el proceso de destru cció n d e la d istan cia épica, e n el proceso d e fam iliarización có m ica del m u n d o y del h o m b re, de re b ajam ien to del o bjeto d e rep resen tació n artística h asta el nivel de la re alid ad co n te m p o rá n e a , im p erfecta y cam b ian te. L a novela n o se ed ific ó — y a desde el p r in c ip o — en ia im agen alejada dei p asad o ab so lu to , sino en la z o n a d e co n tac to directo c o n esa co n ­ te m p o ra n e id a d im p erfecta. E n su base está la experiencia person al y la lib re ficció n creadora. L a n u ev a y lú cid a im agen artístico novelesca en p rosa, y el nu ev o co n cep to cien tífico crítico, basado en la ex p e n en cia, se fo rm a ro n paralelam en te y al m ism o tiem po. -483 -

D e esa m a n e ra , ia novela —ya desde el co m ien z o — se co n stru y ó c o n o tro s m ateriales q u e los d em ás géneros acabados; posee o tra n atu raleza; a través de ella, ju n to c o n ella y en ella, se h a confo;*m ad o , e n cierta m edida, el fu tu ro d e to d a la lite ratu ra . P o r eso la n o v ela, u n a vez h u b o n ac id o , n o p u d o convertirse sim plem ente en u n gén ero m ás e n tre o tro s géneros, n i p u d o establecer relacio­ n es c o n los d em ás géneros en base a u n a coexistencia p ac ifica y arm o n io sa. E n p resencia d e la novela, to d o s los géneros em p eza­ ro n a te n e r o tra resonancia. C o m en zó u n a lu c h a d e largo alcance, u n a lu ch a p o r la n o velización d e los d em ás géneros, p o r atraerlos a la z o n a d e c o n ta c to co n la realid ad im p erfecta. £1 c a m in o d e esa lu ch a h a sid o co m p lejo y sinuoso. L a novelización d e la lite ratu ra n o significa e n n in g ú n caso u n a im p o sic ió n a los d em ás g éneros d e u n c a n o n ajen o , e n ta n to q u e p erte n ece a o tro género, ya q u e la no v ela n o posee tal c a n o n ; es p o r n atu ra leza n o c a n ó n ic a. Se d istin g u e p o r su plasticidad. E s u n g énero en b ú sq u ed a p e rm a n e n te , u n género q u e se autoinvestiga c o n sta n te m e n te y q u e revisa in cesa n tem en te to d a s las fo rm as del m ism o y a co n stitu id as. S ólo así p u ed e ser u n género q u e se edi­ fic a e n la z o n a d e c o n ta c to d irecto co n la realid ad e n pro ceso de fo rm ació n . P o r eso, la novelización d e o tro s géneros n o su p o n e su su b o rd in ac ió n a los cán o n es de u n género ajen o ; al co n tra río , su­ p o n e la lib eració n de los m ism o s de to d o lo q u e es convencional, p etrific ad o , en fático e in erte, de to d o lo q u e frena su p ro p ia evo­ lu ció n , d e to d o lo q u e los tran sfo rm a, ju n to co n la novela en es­ tilizacio n es d e fo rm as anticuadas. H e d esa rro llad o m is tesis en fo rm a u n ta n to ab stracta. L as he ilu strad o sólo co n alg u n o s ejem p lo s to m ad o s d e la an tig u a etapa del p ro ceso d e fo rm ació n d e la novela. M i elección viene d eter­ m in a d a p o r el h ec h o d e q u e e n la U R S S se su b estim a co m p leta­ m e n te la im p o rta n c ia d e esa etap a . E n caso d e q u e alguien hable de la e ta p a a n tig u a d e la novela, sólo se trata, p o r trad ició n , d e la « n o v ela gríega». L a e ta p a a n tig u a d e la no v ela tien e u n a en o rm e im p o rta n c ia p a ra la ju s ta co m p re n sió n d e la n a tu ra le z a d e este gé­ n ero . Pero, en realidad, la no v ela n o p u d o d esarro llar e n el cam p o de la an tig ü ed ad to d as las posibilidades q u e ap a rec ie ro n e n el m u n d o m o d ern o . H e m o s señ alad o q u e en algunos fe n ó m e n o s d e la an tig ü ed ad , el p resente im p erfe cto co m ien z a a percibirse m ás ce rca n o del fu tu ro q u e del p resen te. P&ro en el c a m p o d e la socie­ dad an tig u a, caren te d e perspectiva, e! proceso d e reo ríen tació n hacia el fu tu ro real no p o d ía concluirse: ese fu tu ro real n o existía —

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to d av ía. Tal re o ríen tació n se realiza p o r p rim e ra vez en la época d el R en ac im ien to . E n esa época, el presente, la contem poranei* d ad , n o sólo se percibe p o r p rim e ra vez co m o u n a c o n tin u ac ió n sin te rm in a r del pasado, sino ta m b ié n co m o u n n u ev o y heróico co m ien zo . P ercib ir a nivel d e la c o n tem p o ran eid ad ya n o signifi­ ca b a ú n ic a m e n te rebajar, sino ta m b ié n ascender a u n a n u ev a es­ fera heró ica. En la época del R en ac im ien to , el p r ^ e n te percibió p o r p rim e ra vez, c o n to d a clarid ad y lucidez, q u e estaba incom> p a ra b le m e n te m ás p ró x im o y e m p a re n ta d o al fu tu ro q u e al p re­ sente. El p ro ceso d e fo rm ació n d e la no v ela n o h a acabado. E n tra en la ac tu a lid a d en u n a n u ev a fase. E sta ép o c a se caracteriza p o r la g ran h o n d u ra y co m p lejid ad d el m u n d o , p o r el in h ab itu al creci­ m ien to de las exigencias h u m an as, d e la lu cid ez y el criticism o. Esos rasgos son los q u e d e fin e n la ev o lu ció n d c la novela. 1941.

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RABELAIS Y GÖGOL El arte de la palabra y la cultura popular de la risa

E n el lib ro so b re R ab ela is' h e m o s p re te n d id o d e m o stra r que los p rin cip io s fu n d a m e n tales d e la creació n d e este g ran artista es­ tá n d ete rm in a d o s p o r la c u ltu ra có m ica p o p u la r del p asad o . U n a de las caren cias esenciales d e la te o ría y la critica literarias con* tem p o rá n e a s co n siste e n el h ec h o d e q u e in te n ta n in c lu ir to d a la lite ra tu ra — esp ecialm ente la d e i R en ac im ien to — en el m arc o de la cu ltu ra oficial. Sin em bargo, la creación d e R abelais m ism o sólo p u ed é $er re alm en te en te n d id a e n el flu jo d e la c u ltu ra popular, q u e siem pre, en to d a s las etap a s d e su evolución , h a elab o rad o u n p u n to d e vista p ro p io acerca del m u n d o y form as e^^eciales para reflejarlo artísticam en te, e n op o sició n a la c u ltu ra oficial. G en eralm en te , la estética y la te o ría d e la lite ra tu ra p a rte n de las restrin g id as y p o bres m an ife sta cio n es d e la risa e n la lite ratu ra de los ú ltim o s tres siglos, e in te n ta n in tro d u c ir ta m b ié n la rísa del R e n a c im ie n to e n el m arc o d e sus estrechas co ncepciones acerca de la risa y de lo cóm ico; sin em bargo, tales concepciones están lejos de se r ap tas n i siq u iera p a ra e n te n d e r a M olière. R ab elais es el h ered ero d e la risa p o p u la r m ile n a ría y el q u e la lleva a su c u lm in a c ió n . S u creac ió n es la clave im p rescin d ib le d e to d a la c u ltu ra c ó m ic a eu ro p ea e n sus m an ifestacio n es m á s vigo­ rosas, p ro fu n d as y originales. V am os a a b o rd a r a q u i el fe n ó m e n o m á s im p o rta n te d e la U> te ra tu ra c ó m ic a d e los n u ev o s tiem pos; la creac ió n 'd e G ógol. S ólo ' M . M . B a jt i n , TDopKecTBO O p a H c y a P a 6;ie h H apoA H an Ky.nbTypa cpeA M eeexoobn h Peiiecc.nH ca («Francois Rabelais y la cultura de la Edad M edia y del renadm iento»), Ed. Judozhestvennaya literatura, M qscíí, 1963- El es­ tudio presente representa un fragmento d e la tesis acerca de Rabelais, no iDCluido

en dictio libro. — 487 —

n o s in teresarem o s p o r ios elem en to s d e la c u ltu ra p o p u la r d e la risa q u e h ay en su arte. N o vam os a referim o s al p ro b lem a d e la in flu en c ia , d irecta e in d irec ta (a través d e S tem e y de la escuela n atu ra lista francesa), d e R abelais sobre G ógol. Sólo nos in teresan a q u í los rasgos de la creació n d e éste ú ltim o q u e — co n in d ep en d e n cia de R abelais— v ienen d eterm in a d o s p o r la relación d irecta de G ógol co n las for­ m as p o p u lares festivas de su tie rra natal. L a v id a del pu eblo u c ra n ia n o — b ien con o cid a d e G ógol— tal y co m o aparece en la a tm ó sfera d e fiestas y ferias, organiza la m ay o ría d e los relatos incluidos en Veladas en la fi n c a d e Dik a n k a : «L a fería d e S orochintsy», «N oche d e m ayo», «N o ch e­ b u en a » y « L a n o ch e a n te s d e S an Ju a n » . L a te m á tic a d e la fie s ta m is m a y la a tm ó sfera fe s tiv a d e lib erta d y alegría d eterm in a n los a rg u m en to s, la s im á g en e s y el tono d e estos relatos. La fiesta, las creencias p o p u lare s vinculadas a ella, la especial a t­ m ósfera de lib ertad y alegría, sacan a la v id a de su h a b itu a l dis­ c u rrir y h ac en q u e sea posible lo im posible (in cluyendo ta m b ié n la celeb ració n d e b odas q u e an tes resu ltab an im posibles). E n los relatos d e carácter p u ra m e n te festivo q u e h e m o s c itad o —y ta m ­ b ién en o tro s— ju eg a u n papel esencial la d ia b lu ra alegre, e m p a ­ re n ta d a p ro fu n d a m e n te p o r su carácter, el to n o y las funciones c o n las alegres visiones carnavalescas del in fie rn o y co n las diab le r ía ^ . L a co m id a, la beb id a y la vida sexual tien en en estos re­ latos u n carác te r festivo, d e carnestolendas. S ubrayem os ta m ­ bién el en o rm e papel d e tran sfo rm ism o y las m ixtificaciones de to d o tipo, así co m o d e las palizas y las desm itificaciones. F in a l­ m en te, la risa g o g oliana es en tales relatos la a u té n tic a risa de las fiestas populares. Es a m b iv alen te y ex p o n ta n e a m e n te m a ­ terialista. E sa base p o p u la r d e la rísa gogoliana, a pesar d e la esencial ev o lu ció n po sterío r d e la m ism a, se co n serv a en ella co m p letam en te. L os prefacios a Veladas en la f i n c a d e D ik a n k a (especial­ m en te e n la p rím e ra parte) se acerca p o r su e stru c tu ra y estilo a los prólogos de R abelais. E stán elaborados e n to n o d e c h a rla fa­ m iliar co n los lectores; el prefacio a la p rím era p a rte com ienza con u n ju ra m e n to b astan te largo (que n o pertenece, es verdad^ el a u ­ to r m ism o , sin o an tic ip a d a m e n te a los lectores): «;V aya u n a cosa: ^ Subrayam os la im agen com plelam ente carnavalesca de la partida de canas al «tún{o» en el infierno, del relato
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