Teología Teocéntrica en el Ministerio de la Palabra

August 29, 2017 | Author: Josué Reformado | Category: Christ (Title), Paul The Apostle, Jesus, Faith, Salvation
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Descripción: Este artículo fue extraído del Puritan Journal Archive del Puritan Reformed Theological Seminary el cual lo...

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Teología Teocéntrica en el ministerio de la Palabra. JOEL R. BEEKE

"El qué, el porqué y el cómo proclamar una teología teocéntrica en nuestros sermones"

El ministerio que se centra en predicar la Palabra de Dios, debe ser teocéntrico. Aun así, desde los tiempos de Simón el mago (Hechos 8), los hombres han alterado el trabajo del ministerio y han hecho esa labor en formas que sean más antropocéntricas y más aduladoras que aquellas que nos manda la Escritura. Para ser verdaderamente teocéntricos, el ministerio debe ser Cristo-céntrico. Confesamos que en Jesucristo, "Dios fue manifestado en carne" (1 Tim. 3:16) y que "Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado" (Juan 6:29). Si nuestra labor está centrada en el Cristo de la Escritura, no podremos dejar de estar centrados en el Dios de la Escritura. El verdadero Cristianismo no ofrece un teísmo generalizado. Para determinar lo que un ministerio teocéntrico debe ser, debemos revisar las más importantes fuentes y modelos del ministerio cristiano: la obra de los Apóstoles. En particular, veamos el ministerio como lo describe el Apóstol Pablo en 1 Corintios 1:1-2:5. Debemos considerar al predicar, los oyentes, el mensaje, el método, los recursos, y la meta de una predicación teocéntrica de la Palabra.

El Predicador ¿Cómo debemos vernos a nosotros mismos como ministros de la Palabra? ¿Por qué estamos en el ministerio? ¿En qué consiste nuestro trabajo? LA PALABRA "Apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios" (1:1) Como un Apóstol, Pablo fue llamado a servir a Jesucristo como Su representante o "embajador" autorizado (2 Cor. 5:20) para los incrédulos. Él fue enviado en el nombre de Jesucristo y recibió la autoridad de Cristo para hacer la obra de Cristo. Fue llamado para poner los fundamentos de la Iglesia Cristiana al predicar el Evangelio, reuniendo iglesias, y edificarlas sobre el fundamento de Cristo Jesús. La obra de un Apóstol fue teocéntrica y Cristocéntrica. Como Pablo dice en 2 Corintios 4:5, "Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús" Los ministros de la Palabra no son Apóstoles y no deberían clamar el serlo. Aun así, seguimos el ejemplo de los Apóstoles que se dieron a sí mismos "en la oración y en el ministerio de la palabra" (Hechos 6:4) Los apóstoles pusieron la base del ministerio de la

Palabra, y le confiaron el trabajo a otros. Estos otros son descritos "en predicar y enseñar" (1 Tim. 5:17), "pastores y maestros" (Ef. 4:11), "servidores de Dios" (1 Tes. 3:2) y "ministros de Jesucristo" (1 Tim. 4:6). Su cargo era que "prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina" (2 Tim. 4:2). ¿Hacemos esto, como ministros de la Palabra y tenemos la misma perspectiva de nuestro oficio? ¿Está nuestra perspectiva del ministerio basada en lo que Cristo ordenó a través del ministerio y escritos de Sus Apóstoles? Pablo viene diciendo que él sostiene su oficio "a través de la voluntad de Dios", que es, un llamamiento y una comisión de parte de Dios. Dios envió a Cristo al mundo para redimir y reconciliar al hombre con Dios. Dios levantó a Cristo de la muerte y lo recibió en el Cielo. Dios le dio a Cristo dones para que Él los diera a Su Iglesia - primero a los apóstoles, profetas y evangelistas del periodo del Nuevo Testamento, y subsecuentemente, a los ministros de la Palabra, los ancianos gobernantes, los diáconos que le siguieron. Estos líderes fueron nombrados de acuerdo a un principio tan antiguo como el Antiguo Testamento: que "nadie toma para sí esta honra, sino el que es llamado por Dios" (Heb. 5:4). Adicionalmente a un conocimiento salvador de Cristo y una experiencia personal de la verdad del Evangelio, el primer requerimiento para la ordenación al ministerio de la Palabra es una clara percepción, bien articulado y bien atestiguado llamado de Dios para predicar, para que así podamos decir con Pablo, "¡Ay de mí si no anunciare el evangelio!" (1 Cor. 9:16). De hecho, las dificultades, angustias, y frustraciones del ministerio son tan grandes que solo una persona que está convencida que es un ministro a través de la voluntad de Dios tendrá la fortaleza para perseverar hasta el final en la obra del ministerio. Así que compañeros ministros de la Palabra, les insto a regresar a lo básico. ¿Cómo llegaron a tener este oficio? ¿Han sido ordenados por la imposición de manos invisibles? ¿Cómo fueron llamados a este trabajo? ¿Cuál es la implicación entre el camino al que vas con la forma en que lo vas haciendo? ¿Y hacia quién eres responsable de la fidelidad con que haces tu trabajo? Para mantener a Dios en el centro de nuestra teología como predicadores de la Palabra, no solo no debemos tener un sentido de nuestro llamamiento ordenado por Dios como ministros de la Palabra, sino también debemos tener un correcto entendimiento de nuestros oyentes.

Los Oyentes ¿A quiénes son enviados los ministros de la Palabra? ¿Sobre quiénes deben dedicar sus trabajos? LA PALABRA

"A la iglesia de Dios que está en Corinto" (1:2)

Como ministros de la Palabra, estamos para predicar el Evangelio a toda persona, de acuerdo al mandamiento de Cristo. Aun así, somos llamados en particular a servir en las reuniones locales de la Iglesia de Cristo. Así que vamos a examinar lo que la Iglesia es: una institución divina y lo que implica para nuestro ministerio. Pablo describe a aquellos que él dirige su epístola como "la Iglesia de Dios que está en Corinto". La iglesia en Corintio tenía una historia humana distinta en su origen, su crecimiento y desarrollo, y también su descenso y división, desorden e inmoralidad. Nadie sabía esa historia mejor que Pablo; aun así, el primer aspecto de la iglesia que él menciona aquí es la verdad asombrosa que la iglesia en Corinto es "la iglesia de Dios" Pablo dirige su epístola a la "asamblea" o "congregación" de Dios. Estos términos sugieren un cuerpo de personas llamadas a estar juntas como una sociedad permanente para lidiar con asuntos de común interés. Los miembros de esta asamblea eran seres humanos con almas imperecederas, así también lo eran los mensajeros que les reportaban las buenas nuevas a ellos, los maestros que los formaban y los instruían, los gobernantes que presidían sobre ellos y los mayordomos que les servían. Aun así, el Único que reúne, nutre, gobierna, protege, y sustenta esta congregación es Dios y no el hombre. A esto las Escrituras ofrecen testimonio de ello. Los agentes humanos son solo instrumentos de la voluntad de Dios y su benevolencia; Cristo es el Único que construye Su Iglesia. Los agentes humanos que "siembran" y "riegan" la Iglesia no son nada en sí mismos, Pablo lo dice: "pero el crecimiento lo ha dado Dios" (1 Cor. 3:6-7) Los esfuerzos humanos vendrán a la nada a menos que Dios los use para cumplir sus propósitos para Su Iglesia. Esta perspectiva teocéntrica de la iglesia es la base de las esperanzas del Apóstol mientras lo escribe a una iglesia en desorden. La convicción de Pablo es que Dios establezca su iglesia en Corinto fortaleciendo todos los esfuerzos de Pablo para recuperar esta iglesia de su estado caído. El Apóstol ve a los miembros de esta iglesia estar apartados de ser "santificados en Cristo Jesús" y "llamados a ser santos". Esta es la base de cada reclamo, súplica, y mandato en su epístola. En tanto que los Cristianos Corintios "invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo", hay esperanza para la recuperación y reformación de su iglesia, no importa cuán gravemente han desordenado su conducta, cuán errónea era su doctrina, y cuán caótica su adoración. Así que prediquemos a nuestras congregaciones con esperanza en Dios y el mensaje del Evangelio. Así que prediquemos, como Francois Fenelon dijo, "(Prediquemos) con el sello de un amigo, la energía generosa de un padre y el afecto exuberante de una madre". Prediquemos el mensaje completo de Dios con tal convicción que podamos decir como Martín Lutero, "Predico como si Cristo fue crucificado ayer, resucitado hoy y como si viniese mañana"

El Mensaje ¿Cuál debe ser el contenido de un ministerio teocéntrico de la Palabra? LA PALABRA "Gracia y paz a vosotros, de Dios" (1:3) "no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado" (2:2) El Apóstol Pablo saludaba a la iglesia de Corinto como él acostumbraba a saludar a todas sus iglesias: "Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo". Aun así, podemos saltarnos la importancia de este saludo a los Corintios a menos que reconozcamos que Pablo no diría estas palabras si no las dijera en serio. La gracia de Dios ofrecida sobre nosotros en Cristo y la paz de Dios que disfrutamos a través de Cristo son los frutos de ser justificados por la fe (Rom. 5:1) Ellos son un resumen de todo lo que Pablo tiene que decir a las iglesias en su cuidado. Ellos aseguran a los creyentes a cómo su salvación es la obra de la gracia de Dios, ya sea la gracia de elección del Padre, la gracia redentora del Hijo, o la gracia del sello y la santificación del Espíritu Santo (Ef. 1:3-14) También expresan la paciencia del Apóstol para con los creyentes a que conozcan la medida plena de la gracia y amor de Dios, el cual es "la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento" (Fil. 4:7) Tristemente, es posible predicar la gracia con un poco o nada de referencias del amor de Dios o la obra de Jesucristo. Pero tal gracia es meramente una forma general de benevolencia o buen ánimo. Es algo tan humana y ordinaria, algo que más o menos merece y se practica como buenos ciudadanos y vecinos amables. Tal gracia es meramente ingrata. Predicar sobre este tipo de gracia es como un hombre apacible dirigiendo una compañía de personas apacibles, asesorándoles a convertirse en más apacibles. Así también, es posible reducir la paz a una mente tranquila, un estado emocional o psicológico de estar bien o en calma. El predicador de este tipo de paz se convierte en un consejero o un terapeuta que masajea los nudos de la infelicidad que puedan entrometerse sobre nuestra mente. La gracia pierde su significado cuando es separada de la revelación del Evangelio y de la ira de Dios contra el pecado y los sufrimientos de Cristo sobre la cruz para expiar el pecado. La paz pierde su significado cuando ya no más es visto como un don precioso comprado para nosotros con gran costo, gozada solo en comunión con el Padre y el Hijo, y solo posible a través de la sangre de Cristo que nos limpia de todo pecado (1 Juan 1:7) A causa de la bendición del Espíritu sobre la predicación teocéntrica de Pablo del Evangelio, los Corintios sabían mucho intelectual y espiritualmente de la gracia de Dios. Así que entendían lo que Pablo se refería cuando les dijo, "Gracias doy a mi Dios siempre por vosotros, por la gracia de Dios que os fue dada en Cristo Jesús" (1 Cor. 1:4) Ellos entendían también que la razón de que ellos carecieran la verdadera paz fue por culpa de las divisiones entre ellos como iglesia y sus múltiples formas de estar pecando contra Dios y el Espíritu Santo.

Ellos sabían que la misión de Pablo como un Apóstol llamado por Dios era predicar la verdad sobre el Hijo Unigénito de Dios, Jesucristo. Así escribió en 1 Corintios 2:2: "Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado." Nada es más importante para un ministerio que conocer a Cristo. Pablo no se estaba refiriendo aquí a su predicación, sino a todo su ministerio. Su convicción que lo dirigía era conocer a Cristo. Él deliberadamente renunciaba a cada consideración excepto a Cristo crucificado. Pablo vivió en una sociedad madura con problemas de dirección. Había mucho que decir a los filósofos que demandaban escuchar algo, a los líderes civiles y políticos que tenían problemas y vicios. Pero el primer y más importante mensaje de Pablo fue predicar a Cristo crucificado. Estas palabras de Pablo han desconcertado a algunos. Pero entender su significado es crucial porque esta declaración de Pablo es la declaración definitiva del ministerio cristiano. Pablo no está diciendo aquí que predicaba solo las escenas de la cruz. Él les dijo a los Gálatas que ante sus ojos retrató a Cristo como crucificado (Gál. 3:1). Sin duda, hizo todo lo que pudo para ayudar a los creyentes a tener una mayor apreciación del costo de su redención así como de traer a los perdidos a Cristo. Pablo también predicaba a Cristo crucificado para impresionar a los oyentes con la gravedad de la ira de Dios contra el pecado. Predicó a Cristo como el Único que tomó todo el peso de la ira divina contra el pecado para que Dios pudiese recibir a los pecadores de vuelta a Su presencia. Pablo predicaba a Cristo para insistir el significado de la muerte de Cristo y que Él quién no conoció el pecado fue hecho pecado por nosotros "para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él" (2 Cor. 5:21). Pablo predicaba a Cristo para mostrar Su vicaria portación de maldición y Su sufrimiento inocente por la culpa ofreció justas causas para la justicia imputada. Pero Pablo predicó el consejo completo de Dios. Así que cuando decimos que Pablo predicaba nada excepto a Cristo crucificado, Pablo estaba hablando en términos comprensivos. El evangelio (1:17), la palabra de la cruz (1:18), Cristo crucificado (1:23), sino a Jesucristo, y a este crucificado (2:2) son todas sinécdoque o frases comprensivas que tratan del mismo tema. Pablo estaba diciendo que predicaba un mensaje completo sobre la persona y obra de Jesucristo. Él predicaba el mensaje de la salvación y señorío de Jesús. El Señor Jesús era el centro de la predicación de Pablo porque Dios el Padre dice que Cristo merece ser el centro de todo. Cristo es el Señor de los cielos en quien el mundo es reconciliado con Dios. Él es el Salvador, y Él es el Señor. Igualmente, Charles Spurgeon dijo a sus estudiantes de teología después de estar predicando por más de quince años en el Tabernáculo Metropolitano, "He estado predicando nada excepto el nombre de Jesucristo. Eso, hermanos, es el imán; Él los atraerá hacia Él mismo. Si exclamamos para ver conversión, esta debe ser nuestra predicación - más predicación constante de Cristo. Debe estar en cada sermón; debe estar en la cima y el fondo de toda la teología que predicamos" Nosotros como ministros debemos ser como Pablo en poner a Jesucristo en toda Su gloria y grandeza ante los hombres y mujeres, no solo por el bien del Evangelio, sino también por el bien del crecimiento y madurez espiritual de aquellos quienes están bajo nuestro

cuidado pastoral. Teológicamente eso es de gran importancia para los motivos necesarios en los cuales Dios resuelve Su salvación al unir a los creyentes con Jesucristo. Más aun, cada bendición espiritual ha proveído para Su pueblo en su travesía en este mundo para la gloria que se encuentra en Jesucristo. Pero aun así permanece la pregunta: ¿Por qué habla aquí Pablo en tales términos exclusivos? ¿Cómo puede él decir que su mensaje era nada sino sólo la persona y obra de Cristo? La respuesta más obvia es que Jesucristo era el enfoque central de la predicación de Pablo. Esto es ciertamente una parte de lo que Pablo está diciendo. Cuando los hombres y mujeres vienen a escuchar la predicación de Pablo, ellos vienen esperando a escuchar sobre Jesús. Y lo hacían. Pero esta declaración también nos ofrece un vislumbre a la hermeneútica de Pablo, o su interpretación del Evangelio. Este Apóstol que exclamaba en predicar todo el consejo de Dios también clamaba en predicar solo a Cristo. Es como decir, predicar el consejo completo de Dios es predicar a Cristo. Cristo es el tema central de toda la Palabra de Dios. Cristo es la pieza central de la Escritura. La Biblia es un libro Cristocéntrico. Y así Pablo predicaba el mensaje de Dios sobre Jesucristo. Pero vamos a tomar un paso hacia delante. Pablo no solo meramente decía aquí que Cristo es su objetivo primario; él decía que Cristo, fundamentalmente, es su único tema. Todo lo que dice lleva a Cristo. Separado del Cristo crucificado, no hay nada más que decir. Hoy tendemos a dividir los estudios teológicos en categorías: neumatología, eclesiología, soteriología, escatología, y podemos seguir. Cada uno tiene su lugar para el estudio teológico, eso es claro. Pero para Pablo, la Cristología era la cabeza por encima de cada tipo de teología. Quita a Cristo y no tenemos teología de ninguna forma, es lo que parece que él dice. "Cristo es todo" fue el tema apostólico. Todo lo que creemos y somos y tenemos es en relación con Cristo. Él es nuestro único tema, nuestra única teología. Sabiendo esto, podemos empezar a entender por qué Pablo confrontaba cada problema refiriéndose en volver a Cristo. Si el problema eran las divisiones en la asamblea, Pablo regresaba a Cristo, preguntando, "¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo? (1:13). Si el problema era la inmoralidad, regresaba a Cristo, diciendo, "Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros." (5:7) Si el problema era la tentación, Pablo regresaba a Cristo, diciendo, "mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios" (1 Cor. 6:11). Si una instrucción sobre la vida familiar era requerida, él regresaba a Cristo, diciendo, "las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor" (Ef. 5:22), "maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella" (Ef. 5.25), e " Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres" (Ef. 6:1) En todos los aspectos de la vida cristiana, Pablo se enfocaba en Cristo. Cuando él nos dice que perdonemos los unos a los otros, Pablo nos recuerda a Cristo, quien nos perdonó (Col. 3:13; Ef. 4:32). Cuando él nos enseña a ser generosos en nuestras dádivas, él se

refiere a Cristo, quien dio tanto por nosotros (2 Cor. 8:9). Cuando él nos habla sobre humildad, nos enseña a a poner la mente de Cristo (Fil. 2:5). Cuando él predica sobre la santidad diaria, menciona el fundamento en el cual estamos crucificados y resucitados con Cristo en la nueva vida en Él (Rom. 6:1-14). Cristo es la respuesta a cada problema en la vida. Para los perdidos y para los salvados, Cristo es la respuesta. Así que Pablo dice, "Él es todo lo que predico. Él es la suma entera y sustancia de mi teología y mi ministerio. Él es nuestra única esperanza, sí, pero Él es más que ello. Él es nuestro incentivo más alto para la santidad." Decidámonos a predicar una teología teocéntrica predicando solo a Cristo. Como Charles Bridges decía, "Dejen que Él sea el diamante en el centro de cada sermón tuyo." Predica a Cristo con articulación teológica, con grandeza divina, y con pasión humana. Meditando en las implicaciones de "Jesucristo y éste crucificado", proveeremos a las personas con todo el material que el Espíritu Santo usa para traerlos de gloria en gloria (2 Cor. 3:18). Este es el objetivo de Pablo en toda su predicación: Jesucristo, "a quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre" (Col. 1:28). Eso debe también ser nuestro tema comprensivo en el ministerio. Algunos hablan de balance en la predicación actual, dando a entender que debemos ser cuidadosos en extender los temas que cubrimos a través de la Escritura. Aun así, Pablo nos dice que si Cristo no es la suma y sustancia de nuestro mensaje, entonces no estamos en un balance después de todo. Así que no rebajemos la Teología teocéntrica sobre Cristo a ciertos aspectos de la Biblia o a ciertos aspectos de la vida. Más aun, deja que Él sea tu tema exclusivo. Así, de acuerdo a Pablo, es el único mensaje que funciona, Si no predicamos solo a Cristo, no somos mejores que los moralistas seculares. "Jesucristo, y este crucificado" es el mensaje distintivo del Evangelio. Jesús es nuestro único tema, sí, y el totalmente completo. Como Richard Baxter dijo, "Si podemos solo enseñar a Cristo a nuestro pueblo, enseñamos todo." O como Spurgeon dijo: "Un sermón sin Cristo en su comienzo, en medio, y al final es un error en la concepción y un crimen en la ejecución... Cuando predicamos a Jesucristo, entonces no estamos sacando los platos, y los cuchillos, y los tenedores, para el banquete, sino que estamos repartiendo el mismo pan... (Prediquemos) a Cristo a los pecadores si no podemos predicar a los pecadores a Cristo... Deseo que nuestro ministerio -y el mío especialmente- pueda estar atado y clavado a la cruz." ¿Eres reconocido principalmente como un predicador de Cristo? ¿Puedes decir junto con Samuel Rutherford, "Al lado de Cristo tengo un gran gozo: predicar a Cristo mi Señor"? William Perkins, frecuentemente llamado el padre del Puritanismo, cerró su libro clásico de homilética, El Arte de Profetizar, declarando que todo lo que decía podía ser resumido en esto: "Predica solo a Cristo, por Cristo y para la gloria de Cristo". Deja que Cristo sea nuestro mensaje teocéntrico, y nuestro llamamiento teocéntrico.

El Método

¿Cómo podemos mantener a Dios siendo el centro de nuestra predicación? LA PALABRA "Poder de Dios, sabiduría de Dios, lo profundo de Dios" (1:24; 2:10) Pablo mantenía a Dios como el centro de su predicación determinando no saber nada excepto a "Jesucristo, y este crucificado." Él podría haber tomado otros enfoques, tales como entretener a los Corintios perturbados con una muestra de "excelencias de palabras", o impresionarlos con su sabiduría de la filosofía greco-romana, o abrumarlos con su sabiduría. Él podría haber usado aquellos enfoques para resolver sus dificultades y asegurarles la prosperidad y felicidad en el mundo (2:1). En vez de eso, Pablo llegó con los Corintios perturbados con un mensaje muy específico: "el testimonio de Dios" (2.1). Algunos asumen erróneamente este significado a que Pablo defendía en predicar "el Evangelio común," desprovisto de cualquier teología profunda, separando la muerte expiatoria de Cristo de su contexto bíblico y presentándolo como un simple remedio para todos los problemas de la vida. "Cristo es la respuesta," ellos dicen, pero resienten cuando alguien con un mejor sentido pregunta, "Pero, ¿Cuál fue la pregunta?" El resumen del mensaje de Pablo va más allá de ser un "evangelio simple." Más allá de ello, nos dirige a "lo profundo de Dios" como si preguntara: ¿Quién es Jesús de Nazaret? ¿Qué es lo que Él dijo e hizo? ¿Por qué Él es proclamado como Cristo, y qué significa ello? En un día cuando los romanos estaban crucificando muchas personas, ¿Qué fue lo auténtico y único sobre la muerte de Cristo sobre la cruz? ¿Qué podría Su muerte significar para el pueblo de Corinto, o para alguien más del mundo entero? El resumen de Pablo nos dirige a las cosas profundas tales como la ira de Dios contra el pecado, el amor de Dios por los pecadores y Su decreto eterno o plan para salvarlos, las promesas de Dios hechas a los padres tiempo atrás, las distintas personas en la Trinidad, la encarnación del Hijo eterno de Dios como Jesús de Nazaret, la ley de expiación, la eficacia de la muerte de Cristo como una ofrenda por el pecado, y la garantía divina de Dios en la resurrección de Cristo y su ascensión al cielo. No me imagino que Pablo lo llame "el testimonio de Dios" Los sermones de Pablo en el Libro de Hechos muestra que él cubría todos estos temas en su predicación. Para Pablo, predicar a Cristo incluye el tipo de predicación que Vance Havner describe al declarar "el pecado es negro, el infierno ardiente, un juicio verdadero, una eternidad larga, y la salvación gratis" Tal predicación nos apunta a dar a los jóvenes y viejos un sentido de Dios y Su presencia. Como Martyn Lloyd-Jones una vez dijo, "Puedo perdonar al predicador casi cualquier cosa si me da un sentido hacia Dios." En 1 Corintios 1 y 2, Pablo dice que incluso a pesar de predicar a "Cristo y este crucificado" era rebajado por los Griegos como alguien sin sentido o con "locura" y contrario por los Judíos como algo escandaloso y ofensivo y un "tropezadero", no obstante "es poder de Dios, y la sabiduría de Dios" (1:24). Si los Griegos no podían percibir la sabiduría de Dios en el Evangelio por la predicación, era por su ceguera

natural, Pablo lo dijo. Si los Judíos fueron ofendidos por el espectáculo de un Mesías crucificado, era por culpa de su incredulidad y dureza de sus corazones. Pablo podía tomar esta perspectiva porque él sabía que los elegidos entenderían el poder de Dios en el Evangelio, cuando a su debido tiempo fueran llamados a la fe por la predicación de la Palabra y la obra del Espíritu. (1:24). La sabiduría de Dios revelada en el Evangelio estuvo escondida de aquellos a quienes, como "hombres naturales" eran extraños a la obra de iluminación del Espíritu (2:14). En la elección y la reprobación, Pablo ve el cumplimiento del gran propósito de Dios en glorificarse a Sí mismo a la vista del mundo entero. Al escoger soberanamente, llamando, y haciendo uso de "lo necio y lo débil del mundo, lo vil y menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es" (1:27-28), Dios muestra Su sabiduría suprema, poder, gloria, honor, y ser. Él muestra que ya no hay necesidad de la sabiduría del mundo, o la ayuda del hombre, o la riqueza y poder del rico y famoso de este mundo, "a fin de que nadie se jacte en su presencia" (1:29). En suma, Pablo enfocó su predicación sobre "lo profundo de Dios" (2:10) y "lo que Dios nos ha concedido" (2:12). Él se enfocó sobre la gracia de Dios, la paz de Dios, el poder de Dios, y la sabiduría de Dios revelada en la muerte de Cristo sobre la cruz, en la cual el perdón de Dios se da a los elegidos que creen en "Jesucristo, y este crucificado." Pablo no solo predicaba lo profundo de Dios como abstracciones teológicas o acertijos intelectuales. En vez de eso, hablaba en palabras fáciles con la convicción de la fe verdadera y encendiendo el amor para Dios y el hombre, pues él odiaba la retórica vacía y la teatralidad barata en el púlpito (2:4). Pablo continua explicando que el Dios de la Biblia está en el centro de todo, "Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas" (Rom. 11:36). Uno no puede ser un verdadero ministro del Nuevo Testamento sin un conocimiento extenso de las grandes doctrinas de la Biblia, un entendimiento de cómo ellas se relacionan la una con la otra hacia Cristo, y una concepción clara de "lo que el hombre ha de creer respecto a Dios y los deberes que Dios impone al hombre" (Catecismo Menor, P. 3). El ministro de la Palabra no tiene nada que ganar de la ignorancia, el error, del pensamiento simplista, o la pereza intelectual. Un ministerio teocéntrico se enfoca en la Escritura, el Evangelio, y el camino de la salvación. El ministro de la Palabra debe luchar con la tendencia humana de ser independiente y egocentrista en su manera de pensar al aplicarse a sí mismo enteramente a las Escrituras, y las Escrituras enteramente hacia él. Encontramos ayuda en esta batalla al estar leyendo a lo mejor de la predicación y teología Reformada.

Los Recursos ¿En qué debe depender un ministerio teocéntrico para ser eficaz? LA PALABRA

"para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios" (2:5)

El ministerio teocéntrico del Apóstol Pablo fue efectivo, tanto en su día como hoy. Su enseñanza continua llevando fruto abundante en la iglesia, para cada cristiano que es "un gentil por naturaleza" (Gál. 2:15) está con él en una deuda inquebrantable, sin duda una obra fiel del Apóstol Pablo como un ministro de la Palabra. Es tentador ver a Pablo como una de las maravillas de su tiempo pues al ser brillante, culturizado, carismático, de gran apariencia- un líder verdadero, fuerte y natural que todo comité del púlpito está por siempre esperando en descubrir. Sin embargo aquí en el propio testimonio de Pablo hacia sí mismo en Corinto dijo: "Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder" (2:3-4). El escritor de estas palabras no ofrece una impresión de un Cristianismo curtido, pulcro, "musculoso", no hay una autoconfianza soberbia y una habilidad para manejar los nervios. En vez de eso, él confiesa que no hay manera de lamentarse con palabras, no hay habilidad de vendedor para cerrar un trato, no hay respuestas inteligentes para sus detractores y oponentes. Pablo no estaba aquí recurriendo a una modestia falsa. Él era un fuerte defensor del pensamiento, sobrio sobre uno mismo y sus habilidades (Rom. 12:3). Que dijo en 1 Corintios 2 y que nos indica que Pablo sabía los trucos de la elocuencia pública, y que si lo quisiese él podría haberlos usado sobre ellos para hacerse un nombre para sí mismo como un predicador. El punto es que Pablo, en vez de eso, se aproximó a la iglesia en Corinto con miedo y temblor. Corinto era una ciudad malvada, y la tarea de estar lidiando con un montón de creyentes displicentes era desalentadora. En realidad, era una situación imposible para Pablo, quien tenía un sentido profundo de insuficiencia en corregir. Él no vino a Corinto lleno con confianza, o convencido de éxito. Él no creía que cargaba con un "avivamiento en su maletín", como ciertos evangelistas modernos actuales dicen tener. En vez de eso, él sentía que la obra era demasiado grande para él, el llamamiento demasiado alto. Pablo fue un hombre brillante, y seguramente pudo haber influenciado en muchos a hacer decisiones humanas para Cristo. Pero él sabía que no podía hacer él el último bien en sus oyentes. Y aun así, Pablo disfrutaba del éxito en Corinto. Pero tal éxito era una labor del Espíritu de Dios. Como Pablo escribe, "y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder" (1 Cor. 2:4). Como Pablo predicaba, el Espíritu de Dios estaba en la obra. El Espíritu poderosamente demostraba la verdad del mensaje de Pablo a todos aquellos que le escuchaban. Su evangelio fue hecho efectivo, no por medios externos, sino por el llamado interno y eficaz de Dios (1:18-31). A pesar del miedo y debilidad de Pablo, él se sentía confiado, no en sí mismo, sino en Dios. Una de las cosas extrañas, misteriosas, y aun así santas sobre la predicación es que podemos frecuentemente sentirnos incapaces para la tarea, tal vez incluso hasta llegar a

un punto de debilidad y enfermedad física. Al mismo tiempo tenemos esa valentía en predicar el mensaje de Dios porque dependemos del Espíritu Santo. Cuando confiamos completamente en ese poder, creemos que Dios trabajará a través de Su Palabra predicada en las vidas de los pecadores. Predicamos, creyendo que la Palabra de Dios hará por el poder y la gracia de Su Espíritu, no regresar nuestras palabras a Él vacías. El Espíritu de Dios trabajará a través de la proclamación de la Palabra teocéntrica. Que nos llena con una expectación santa mientras ascendemos al púlpito en debilidad e insuficiencia personal. Pablo hizo una elección deliberada para depender sobre otros recursos para la efectividad y productividad de su ministerio de la Palabra. Confiaba sobre la verdadera Palabra de Dios y el poder del Espíritu Santo para acarrear cada día a sus oyentes. Él no intentaba reunir personas para que los siguieran ya sea a sí mismo o a sus habilidades. Él quiso que la fe de cada Cristiano no estuviera "en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios" (2:5). ¿Estamos fallando en predicar las riquezas insondables de Cristo al cambiarlas por cuentos, temas del momento, o humor tonto para ganar popularidad y entretener a nuestros oyentes? Es claro que en la epístola de Pablo tales predicaciones no ofrecen confianza en el poder de la verdad, la verdad poderosa de la Palabra de Dios. Pablo permanecía en firmeza con el salmista inspirado por Dios que declaró, "Creí, por lo cual hablé, nosotros también creemos, por lo cual también hablamos" (Sal. 116:10; 2 Cor. 4:13), creyendo que la fe en Dios y en Su Palabra eran esencial para un ministro teocéntrico. Pablo era muy consciente que cualquier ministerio fiel de la Palabra puede llevar mucha semilla que cae en terreno improductivo (Mat. 13:3-23). Pero él también sabía que, al llegar a los últimos efectos, la Palabras predicaba debe ser acompañada por la soberanía, viveza, y transformación operada por el Espíritu Santo. Casi cualquier orador bien entrenado puede emocionar a una audiencia, pero solo el Espíritu Santo puede usar estas palabras para llevar a los pecadores al arrepentimiento y encenderles la luz de la fe en sus corazones oscuros e incrédulos. Así que Pablo toma esfuerzos para quitar toda la vanidad del hombre y predicar el mensaje del Evangelio de "Jesucristo, y este crucificado", para que así "el Espíritu Santo enviado del cielo" (1 Ped. 1:12) pueda abrir un camino para ese mensaje en las mentes y corazones de los oyentes. Él tenía cuidado en su predicación al dirigir a que las personas confiaran solo en el poder de Dios. Que no corrieran a Pablo por ayuda; sino en vez corrieran solo a Dios. Pablo nunca fue arrogante pues asume el rol del Espíritu. Estaba muy preocupado que nadie creyera algo simplemente porque solo él lo decía. En vez de eso, confió en Dios que obrara en los oyentes a través de la predicación clara del Evangelio. Aunque Pablo no era elocuente o poderoso en las Escrituras, como Apolo de Alejandría, quien tenía un séquito en Corinto (1:12), que el predicador pronto descubrió que la elocuencia no es un sustituto para un conocimiento exhaustivo de las doctrinas de la gracia (Hch. 18:25-26). Apolo solo se convirtió en ayudante de los demás cuando su elocuencia servía a la Palabra de Dios, por medio de la gracia de Dios.

Claramente Pablo agonizó por la problemática de la iglesia de Corintio, preguntándose a sí mismo tales preguntas como: ¿En qué se convertirán estos cristianos corintios cuando me vaya? Si su fe depende en Pablo y en sus palabras, ¿Qué pasará cuando él se vaya? Deberían considerarle como solamente un mensajero, un mero vaso terrenal, y meramente un siervo de Cristo. El mensaje era lo más importante, no el mensajero. Estos cristianos de Corinto perseverarían en creer ese mensaje solo por el poder de Dios, no por la sabiduría de los hombres. En pocas palabras, Pablo estacó su ministerio sobre la fidelidad en Dios. Porque Dios es fiel, un ministro de la Palabra puede mirar a Dios para honrar Su Palabra, para bendecir la proclamación fiel de "Jesucristo y este crucificado" para traer una perfección gloriosa, iluminando, vivificando, santificando, y nutriendo la obra de Su Espíritu en las vidas de Su pueblo (Sal. 138:8; Fil. 1:6).

La Meta ¿Cuál es el objetivo de un ministerio teocéntrico? ¿Cómo se puede obtener? ¿Cómo debe medirse? LA PALABRA " El que se gloría, gloríese en el Señor" (1:31)

El objetivo de un ministerio teocéntrico es glorificar a Dios. Es exaltar a Dios a lo más alto, con el esplendor de todos Sus atributos. Los ministros fieles tienen el objetivo de dar a Dios el principal lugar en sus propios corazones y en los corazones de su pueblo mientras Él sostiene el universo. Cualquier otra consideración, ya sea si la edificación de la iglesia, o en extender el reino de Cristo, o contribuir a la felicidad del pueblo, debe ser subordinado a este único y dominante motivo. Lo que no se hace para la gloria de Dios es pecado. Asimismo, lo que es hecho para la gloria de Dios debe ser hecho de acuerdo a la voluntad revelada de Dios. A veces hablamos de la voluntad preceptiva de Dios. La revelación de la voluntad de Dios en su Palabra escrita es una palabra de mandato. No es descriptiva sino preceptiva ordenando como los ministros deben hacer la obra que Él puso en sus manos. Algunas personas creen que la autoridad de la Escritura se extiende solo a las verdades que la Escritura enseña pero no a sus mandamientos específicos. Por ejemplo. vemos el asunto de la adoración Cristiana como "totalmente abierto de ideas", encontrando en la Biblia solo algunas ideas básicas que somos libres de elaborarlas como queramos. No sorpresivamente, los cristianos que aprenden en la iglesia a poner un poco de atención al principio regulador bíblico del culto van a casa con una pequeña consideración en atender el principio bíblico en su vida y conducta.

La verdad comienza con el ministerio de la Palabra. Como ministros, debemos luchar para traer a los oyentes a una sumisión hacia Dios y hacia Cristo. Debemos llevar esa sumisión en todo lo que decimos y hacemos, dentro y fuera del púlpito. Debemos hacer que la Palabra de Dios sea la única regla de nuestra vida, nuestra predicación, nuestra adoración, y la forma en que vivimos. Debemos apuntar a ser tan santos tanto fuera del púlpito como aparentamos ser dentro de él. Nuestras vidas deben ser transcripciones de nuestros sermones. Debemos morir a nosotros mismos, al mundo, y a la adoración y crítica de los hombres. Como Juan el Bautista, quien le señalaba a sus propios discípulos que se alejaran de él mismo y fueran a Cristo (Juan 3:30), nuestro motivo debe ser "¡No yo, sino Cristo!" De esta forma, glorificamos a Dios y haremos el más grande bien a los demás. El éxito en el ministerio puede ser medido en varias formas. También frecuentemente lo medimos en términos de números y reconocimiento. Preguntamos, ¿Quién le predica a la mayoría de la gente? ¿Quién aumenta más el dinero? ¿Quién vende más libros? ¿Cuál programa de radio está en la mayoría de las estaciones? ¿Quién está invitado para aparecer en reuniones públicas y campañas políticas para ratificar a los candidatos para un cargo público? ¿Esa iglesia está creciendo en números? Podemos negarlo, pero llegamos a estar impresionados por tales cosas. Estas medidas difícilmente aplicarían en las metas del ministerio de Pablo. El Dios viviente en el centro de la teología y ministerio de Pablo hacía uso de cosas que aparentemente para los hombres eran necias, débiles, viles y menospreciadas, o incluso nada. Debemos recordar que "por la sabiduría del mundo nadie conoció a Dios" (1.21). Un ministerio teocéntrico no puede ser alcanzado consultando la sabiduría del mundo, buscando el favor de los hombres, u olvidando los caminos de la Palabra de Dios. El verdadero éxito en el ministerio debe ser medido por la profundidad de la fe verdadera, la consistencia de la vida, la fidelidad en hacer la voluntad de Dios, y la perseverancia hasta el final. El ministerio que glorifica a Dios en estas formas es verdaderamente un éxito. Ese es el tipo de ministerio que necesitamos. Toda la atención debe ser bajo la tutela de Dios (1:31) Nuestra fe y la fe de nuestro pueblo debe ser en el Dios trino. Nuestra fe y la fe de nuestro pueblo debe permanecer firme en el poder de Dios y servir para Su gloria. Resolvamos conducir a nuestro ministerio correctamente. Eso es lo que Pablo está diciéndote hoy mismo. No pretendas que tienes todo el éxito y tomas el crédito. Para tener un éxito verdadero, solo Dios debe tener la gloria. El modelo apostólico para el ministerio cristiano es entonces un ministerio teocéntrico basado en una teología entera que está en armonía con el Evangelio. No hay espacio para la gloria personal en el ministerio, mucho menos las divisiones por la popularidad de los ministros (1:11-13). Permanezan humildes y dependientes sobre el Único que los llama al ministerio. Enfóquense en la gloria de Dios y sobre los campos blancos de la cosecha más que en ti mismo. Deja que tu tranquilidad en vida y muerte sea tu Salvador y Emisor fiel, Jesucristo. A cada predicador de la Palabra, Pablo dice: Predica el mensaje de Dios sobre Jesucristo, confiando en el Espíritu Santo para hacer lo que Él solo puede hacer. Y hacer todo esto para la gloria de Dios, quien solo es digno. Como Philip Doddridge escribe "Perezca cada pensamiento de orgullo humano, / Deja que solamente

Dios sea exaltado; / Su gloria hace que los cielos se conmuevan, / Clamando desde los límites más remotos de la tierra." Lutero una vez dijo que la pluma de Pablo no podía dejar de estar escribiendo sobre una Teología teocéntrica en Cristo porque Pablo no podía entender a Dios si quitaba a Cristo de su mente y su corazón. Desde 1 Corintios 1:1 al 2:5, Pablo refiere el nombre de Dios más de sesenta veces. Dios era central en la teología del Apósto, su predicación, su vida. Cristo era todo en todo para Pablo. Es por lo que podemos decir, "Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia" (Fil. 1:21). Pablo estaba en fuego por Dios. No descansemos hasta que nosotros, también, seamos consumidos por Dios. Piensa en la definición remarcable que hizo Lloyd-Jones sobre la predicación: "La predicación es la teología que viene a través de un hombre que está en llamas." Asaltemos el centro de la misericordia pidiendo a Dios que avive nuestros corazones con vidas teocéntricas y profundidad teológica y de predicación, para entonces podamos seguramente ver mejores días en la iglesia de Jesucristo.

Revisión: Bill Greendyk

Traducción: Josué Alemán Raga

*Esta traducción cuenta con el permiso total del Dr. Joel Beeke, director del "Puritan Reformed Theological Seminary. **Las citas bíblicas son de la Versión Reina Valera 1960.

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