Templo de San Francisco Tzintzuntzan

November 23, 2023 | Author: Anonymous | Category: N/A
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Martínez Aguilar, José Manuel Génesis y concreción material del convento de San Francisco en Tzintzuntzan, Michoacán Palapa, vol. IV, núm. II, julio-diciembre, 2009, pp. 21-28 Universidad de Colima México Disponible en: http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=94814775003

Palapa ISSN (Versión impresa): 1870-7483 [email protected] Universidad de Colima México

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Palapa | issn: 1870-7483 | Vol. iv | Núm. ii [09] | pp. 21-28 | Julio-diciembre de 2009 INVESTIGACIÓN || RESEARCH

Génesis y concreción material del convento de San Francisco en Tzintzuntzan, Michoacán Genesis and material concretion of San Francisco’s convent in Tzintzuntzan, Michoacan José Manuel Martínez Aguilar1 Recibido: 01/05/09; 15/06/09 || Dictaminado: 16/05/09; 20/05/09 || Aceptado: 15/06/09

Resumen1 El presente trabajo se basa en la revisión de una serie de crónicas escritas entre los siglos xvi y xviii, que hacen referencia a los primeros años de la evangelización en Michoacán, en el análisis de algunos textos de especialistas en historia, arte y arquitectura de Michoacán durante la época virreinal, así como en la lectura de dibujos, pinturas y del propio edificio existente. Por medio de estos documentos se pretende analizar la génesis de la evangelización en Tzintzuntzan e identificar la posible fecha de la concreción material del convento de San Francisco. El estudio arroja contradicciones en las narraciones y opiniones de los autores, pero también se pueden encontrar concordancias y pistas que nos aproximan a entender los eventos que condicionaron la construcción de uno de los conventos más importantes para la historia de México.

Abstract The present work is based on the revision of a series of chronicles written between the 16th and 18th centuries, which make reference to the initial years of evangelism in Michoacán; this analysis includes texts written by specialists in history, art and architecture of Michoacán during the colonial period, as well as reading of drawings, pictures and the existing building. By reviewing these documents, we sought to identify the genesis of evangelism in Tzintzuntzan and the possible finishing date of San Francisco’s convent. The study reveals contradictions in the narratives and author opinions, but it also reveals points on which there is agreements and an insight to understanding the events affecting the construction of one of the Mexico’s most important convents. PALABRAS CLAVE | Tzintzuntzan, San Francisco, convento franciscano, siglo xvi. KEY WORDS | Tzintzuntzan, Saint Francisco, Franciscan con-

vent, 16th century.

[email protected] Facultad de Arquitectura de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.

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Revista de Investigación Científica en Arquitectura Journal of Scientific Research in Architecture

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José Manuel Martínez Aguilar || Génesis y concreción material del convento de San Francisco en Tzintzuntzan, Michoacán

Introducción

Génesis de la evangelización

La historia señala que fue en Tzintzuntzan donde fray Martín de la Coruña fundó el primer convento de Michoacán, entre los años 1525 y 1526 (Rea, 1982: 123). Esta primera sede, desde donde comenzaría la evangelización de los naturales de la región, debió haber sido una construcción modesta y sencilla, muy diferente al convento que aún existe (Toussaint, 1973: 11). Aunque hasta ahora no hay documentos que den una fecha precisa del inicio de la construcción del convento «definitivo», es decir, del convento actual, algunos autores suponen que fue alrededor de 1538 (Warren, 1977: 116) y otros lo ubican después de 1590 (Kubler, 1942: 79). La trascendencia de ello se debe a que en algún momento fue el convento más importante de Michoacán, que funcionó como establecimiento regidor de la labor evangelizadora en una amplia región. En este convento, durante varias décadas, se planeaban las rutas y estrategias que debían seguir los religiosos para su expansión misional. Para el presente trabajo se considerará a los conventos de Michoacán como los espacios arquitectónicos que funcionaron como recintos de adoctrinamiento cristiano y educación de los naturales en los territorios conquistados por los evangelizadores europeos. El trabajo está dividido en dos partes: en la primera, se mencionan aquellos sucesos que condicionaron y originaron la evangelización en la zona, así como una breve descripción de ese primer acercamiento de los religiosos con los indígenas del actual estado de Michoacán, y específicamente con los naturales de Tzintzuntzan. En la segunda parte se hace un análisis de las evidencias físicas existentes en el edificio actual, así como de algunos documentos que hacen referencia a la fundación de conventos, en especial la del convento primitivo de Santa Ana y los posteriores dedicados a San Francisco. Dichos documentos fueron escritos por los propios frailes de la etapa virreinal, como fray Alonso de la Rea, fray Antonio de Ciudad Real, fray Isidro Félix Espinosa, fray Pablo Beaumont, fray Gerónimo de Mendieta, fray Gerónimo de Alcalá, así como aquellos escritos por estudiosos de la historia de México y Michoacán, como Robert Ricard, Benedict Warren, José Bravo Ugarte, Ricardo León Alanís, entre otros. También fueron importantes para este estudio los trabajos de arquitectos e historiadores del arte, como George Kubler, Carlos Chanfón, Chistian Duvenger y Manuel Toussaint. La intención de este segundo apartado es básicamente inferir la posible fecha en que se construyó el convento de San Francisco de Tzintzuntzan que hoy conocemos, así como las de los primeros edificios que fueron construidos previamente en la misma ciudad michoacana, para la evangelización de los naturales.

Según una de las crónicas, un año antes de la llegada de los primeros frailes a Michoacán «el rey Sinzicha, fue en persona a México, conmovido de la noticia que tenía de los grandes ministros del evangelio, a pedirlos al santo Martín de Valencia, para que lo predicasen en su reino» (Rea, 1982: 96-97). El propio rey tarasco, convencido de la importante labor de los misioneros, se hizo bautizar y le fue dado el nombre de Francisco, en honor a San Francisco de Asís (Warren, 1977: 110). El mismo año (1524) el Cazonci mandó a quince niños a un monasterio de los franciscanos de México para que los frailes les enseñaran la nueva doctrina (Warren, 1977: 107). Estos jóvenes fueron parte fundamental en la instrucción de oficios, idioma y artes entre los nativos, en los primeros años de la evangelización, y aunque no se hable mucho de ello debieron representar un gran apoyo para los monjes. Meses después fray Martín de Valencia envió a Michoacán a fray Martín de Jesús, conocido como fray Martín de la Coruña, junto con fray Antonio Ortiz y fray Antonio de Córdoba, con la tarea de iniciar las respectivas labores de evangelización (Warren, 1977: 112). Al llegar fray Martín de Jesús a territorios de Michoacán, lo primero que hizo fue entrevistarse con el rey Francisco en Tzintzuntzan para pedirle un lugar en donde edificar una casa y una iglesia, «y con el trabajo de los indios de Tzintzuntzan, construyeron una iglesia de madera y un monasterio de adobe con celdas techadas de paja, acordes con el ideal franciscano de pobreza. Así se fundó el primer convento de esta provincia, con título de Santa Ana» (Alcalá, 1980).2 La Relación de Michoacán narra que en la iglesia dedicada a Santa Ana, fray Martín de Jesús celebró una primera misa utilizando varios de los instrumentos con los que los indios honraban a sus dioses (Ricard, 1992: 26). Esto difiere con la tradición oral del lugar, que habla de una primera misa celebrada por Vasco de Quiroga en la capilla abierta del convento actual.

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«Y prosiguiendo (fray Martín) las demás fundaciones, entró a la provincia de Jalisco y la fundó, haciendo de las dos un cuerpo unido a la cabeza, que fue la provincia del Santo Evangelio, con quien estuvieron hechas una provincia hasta el año de 1535». (Rea, 1982: 97). Respecto a la palabra «convento», en las crónicas se usan diferentes calificativos para mencionarlos: monasterios, iglesias, casas, chozas, conventicos, conventos, etc., que pueden referirse a lo mismo, pero esto también tiene que ver con el tamaño o jerarquía del edificio; aunque hace falta un estudio más profundo sobre los diferentes términos. Lo que ahora denominamos «conjuntos conventuales» estaban constituidos por el templo, el convento, el atrio con sus capillas posas, la capilla abierta y algunas veces hospital de indios. Aquí nos enfocaremos más al convento como tal.

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Referente a la tarea principal de los misioneros en Michoacán como en la Nueva España, entendemos que fue la de imponer la fe cristiana entre los naturales mediante la prédica, la preparación de catequistas, la redacción de doctrinas o catecismo y la imposición de sacramentos como el bautizo y el matrimonio.3 Como parte de su proyecto, los frailes tuvieron que hacer labores extraordinarias, como la congregación de los indígenas en pueblos trazados ex profeso. También tuvieron que levantar conventos, capillas, iglesias y hospitales. En algunos lugares construyeron caminos, puentes, acueductos y escuelas, donde se enseñaba la religión y diversos oficios. Además tuvieron que aprender el idioma y las costumbres de los naturales, destruir imágenes y perseguir a aquellos que seguían practicando el culto a los antiguos dioses, entre otras cosas. En los primeros años de la llegada de los frailes a la Nueva España cumplir tales labores no fue nada fácil, incluso algunos debieron morir a causa de la agresión de los naturales; sobre todo en la zona chichimeca. En Michoacán la labor evangelizadora fue más pacífica por parte de los naturales hacia los frailes mendicantes pero no menos difícil. De hecho, en los primeros años hubo quejas por parte de los religiosos en cuanto a la dificultad de controlar a los grupos indígenas que se negaban a aceptarlos a ellos, a su doctrina y a los conquistadores por igual, como refiere Alcalá: «[...] estaban muy duros los indios y estuvieron por dejarlos los religiosos, dos o tres veces» (Alcalá, 1980: 264). Los franciscanos no se dieron por vencidos y continuaron con la predicación y con la tarea de quitarles sus borracheras. Algunas veces recurrieron a los azotes y otros castigos para apremiar a los renuentes, pero «los indios se iban al monte» (Alcalá, 1980: 264). Aunque en un principio los «indios» se mostraron reacios a aceptar la religión católica, con el paso del tiempo se tuvieron que apegar a las nuevas leyes, ya sea por imposición o porque se convencieron de que los religiosos eran los únicos que podían protegerlos de las injusticias de los encomenderos. Para los frailes el territorio era extenso, desconocido y en muchos casos inhóspito, además de que la enorme dificultad que tuvieron para aprender la lengua de las diferentes regiones en las que trabajaban hacía su tarea más complicada. Aun así se dispusieron a iniciar su labor a través de la fundación de templos, conventos y capillas de visita. Concentraron su atención sobre los principales y sus hijos, futuros dirigentes de los naturales. En las primeras décadas del siglo xvi se empeñaron en enseñar a los indígenas oraciones que no entendían, pero los niños, que aprendían el idioma español rápidamente, se las enseñaban a sus padres.

Para la Corona Española la evangelización de los naturales era el medio ideal para justificar la intromisión en los nuevos territorios.

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Como los naturales desconocían el idioma español y los misioneros no terminaban de aprender el idioma nativo, un recurso para la enseñanza de la religión era la decoración de los muros de los templos y conventos con pinturas de temas bíblicos, así como de escenas de la vida de San Francisco de Asís y otros personajes destacados de la orden franciscana. Otras herramientas consistían en retomar algunas de las costumbres prehispánicas y adaptarlas a la doctrina cristiana, como danzas, música, obras teatrales o colocando pinturas cerca del púlpito para mostrar con una vara lo que se estaba tratando de explicar (Wright, 1998: 27, 28 y 35).4 Los religiosos generalmente se instalaban en los más importantes lugares de adoración o de gobierno para abatir el paganismo de esos lugares y para organizar el trabajo apostólico. Como Tzintzuntzan era la capital de los «tarascos», representaba un lugar estratégico y el primer sitio de interés en la región para los frailes y la Corona. Desde Tzintzuntzan visitaban en canoas los diferentes pueblos y ahí fueron estableciendo modestas iglesias de misión (León, 1997: 60 y 299).5 El corazón de cada pueblo era la iglesia con su convento; por lo regular eran edificados en la parte más alta, con su altar mayor colocado al oriente, y en el costado sur del templo se alzaba casi siempre el convento (Ricard, 1992: 264). En el caso de Michoacán, por razones desconocidas, estas características típicas no se cumplieron. La iglesia y convento no se establecieron sobre las plataformas principales del centro ceremonial y las orientaciones mencionadas por Ricard fueron diferentes, al menos en la construcción del convento que conocemos. Dados los ambiciosos objetivos de los franciscanos, el primer grupo de misioneros llegados a Michoacán fue insuficiente para abarcar el territorio deseado. Para 1529 Zumárraga logró llevar a la Nueva España nuevos y más numerosos grupos de frailes, todos ellos humanistas cristianos radicales, instruidos en las corrientes de pensamiento más avanzadas de su tiempo. Poco después, llegaron a Michoacán los frailes Juan de San Miguel, Jerónimo de Alcalá, Miguel de Bolonia, Juan de Padilla y varios más. El aumento en el número de predicantes ayudó en la expansión de las misiones, pero para que se consolidara la tarea evangelizadora tuvieron que pasar varios años (Duvenger, 2002: 109).6 «Poco a poco se multiplicaron en la región los conventos franciscanos a base del de Tzintzuntzan y los de Uruapan, Tzinapécuaro y otros» (Alcalá, 1980: 264). Esta

Ver también Martínez, Rodrigo, en Florescano (1989: 117). Para 1530 tenían visitas en Pátzcuaro, Erongarícuaro, San Andrés Tziróndaro, San Jerónimo Purenchécuaro y Santa Fe de la Laguna. 6 Ya que por esos años los frailes eran pocos, para evangelizar a un número mayor de personas tenían que ofrecer misas masivas al aire libre. 4 5

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labor de evangelización duró aproximadamente un siglo (Bravo, 1993: 173). En una bula de 1536 el papa Paulo III erigió la diócesis de Michoacán y la Custodia de Michoacán al celebrar el primer capítulo provincial de la Provincia del Santo Evangelio. Rápidamente se desarrolló la nueva Custodia, en su doble región de Michoacán y Jalisco, a tal punto que en el capítulo general de Valladolid (1565) fue erigida en Provincia de San Pedro y San Pablo de Michoacán (Bravo, 1993: 175). Para la década de 1585 la Provincia franciscana había aumentado: contaba con un total de 47 conventos debidamente erigidos, 21 en Michoacán y 26 en la parte correspondiente a Nueva Galicia; el número de frailes ascendía a 214 (León, 1997: 71); después de 1590, contaba ya con 54 monasterios (Mendieta, 1990: 377).

etapa de la evangelización (Chanfón, coord., 2001: 304).9 La poca información que se tiene, según Ricard, de esta inmensa multitud de conventos pequeños, modestos, sin gloria ni fama, de pobreza discreta, se debe a que nadie creyó necesario hablar de ellos, precisamente por su insignificancia (Ricard, 1992: 278). Incluso los conventos «definitivos» eran sencillos y austeros; a decir de Mendieta, los franciscanos levantaron edificios humildes: Los edificios que se edifiquen para morada de los frailes sean paupérrimos y conformes a la voluntad de nuestro padre San Francisco; de suerte que los conventos de tal manera se tracen, que no tenga más de seis celdas en el dormitorio, de ocho pies de ancho y nueve de largo, y la calle del dormitorio a lo más tenga espacio de cinco pies en ancho y el claustro no sea doblado y tenga siete pies de ancho [...] (Mendieta, 1990: 255-256).

La concreción material del conjunto conventual En Michoacán la evangelización se inició formalmente con la fundación del convento de Tzintzuntzan, la cual se le atribuye a fray Martín de Jesús (o de la Coruña), quien llegó al reino de Michoacán junto con Antonio Ortiz en 1525 (Mendieta, 1990: 375). Es muy probable que el mismo año que arribó a Michoacán, o al siguiente, fundara el convento primitivo de Tzintzuntzan, es decir, un edificio anterior al actual.7 Incluso lo que algunos cronistas señalan como el primer convento de Michoacán debió haber sido una construcción simple y de pequeñas dimensiones, como la que muestra Beaumont en dos de sus ilustraciones. Aunque no se sabe si estos dibujos del siglo xviii son simples interpretaciones o aún existían vestigios o datos confiables en los que se haya basado (Beaumont, (tomo II, 1985).8 Este primer convento mencionado en las crónicas, como se refirió antes, fue de adobe y paja: «[...] construyeron una iglesia de madera y un monasterio de adobe con celdas techadas de paja [...]» (Alcalá, 1980: 246). De este primer edificio poco se sabe. De hecho hay poca información sobre los conventos primitivos de la Nueva España en la primera

En una ilustración hecha por Pablo Beaumont, aparece la capilla de Santa Ana, un edificio con techo de paja y campanario, en donde aparece la inscripción Santa Ana Ynixurin (iglesia), 1526. Más abajo aparece otro templo que seguramente fue posterior (Beaumont (tomo III), 1985). 8 Al observar la ilustración no es creíble que las campanas y el órgano hayan sido trasladados de esa manera. Al parecer la representación del traslado es más simbólica que real, de ahí que quede duda de que en el siglo xviii aún existiera la capilla antigua. Además la capilla que aparece en dos de sus ilustraciones es diferente. 7

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Figura 1

| dibujo del siglo xviii donde aparece fray Gerónimo de Alcalá y el obispo Vasco de Quiroga. Al fondo se observa la capilla de Santa Ana (1526) y un convento posterior (Beaumont, 1985).

En una de las ilustraciones hechas por Beaumont (figura 2) aparece una capilla con tres arcos sobre una plataforma circular en la ladera del cerro Yahuarato (Beaumont, tomo II, 1985). La capilla dedicada a Santa Ana refiere seguramente el lugar donde se construyó el primer convento que describe Alcalá: «[...] así se fundó el primer convento de esta provincia, con título de Santa Ana» (1980: 152). En otro de los dibujos del padre Beaumont se observa un dibujo diferente (figura 1): al parecer un edificio de adobe con techo de paja como el que describe Alcalá (Beaumont, tomo II, 1985).10 Dice

Esta etapa, que Chanfón llama preconventual, abarca aproximadamente de 1524 a 1546. 10 Resulta interesante observar una pintura de caballete, al parecer del siglo xviii o anterior, que se encuentra en el convento de 9

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por la hebra, serían algunos conventicos y chozas pastoriles del evangelio, porque Tzintzuntzan, que es cabeza de esta provincia, fue entonces una porciúncula, y hoy es de los mayores edificios del reino, por haberlo hecho después acá el reverendo padre fray Pedro de Pila, comisario general que fue de estas provincias, y después electo obispo de Camarines (Rea, 1982: 98).

En la ilustración de Beaumont (figura 2) aparece un convento en el valle, cuyas características son muy similares a las del convento actual. Pero las crónicas nos hacen ver que hubo una construcción anterior a la que existe. Al menos la iglesia actual no fue la que conoció don Vasco de Quiroga. Las pruebas las da el propio Quiroga, quien en 1538 visitó por segunda vez los territorios de Michoacán. Las letras apostólicas que traía le asignaban la iglesia de Santa Ana, que los franciscanos habían abandonado como su catedral (Warren, 1977: 116).12 Quiroga, sin embargo, se encontraba insatisfecho y, con la intención de desfavorecer la obra material de los franciscanos, preguntaba lo siguiente: […] si saben que el dicho sitio e iglesia [de Tzintzuntzan] está en un valle hondo y lleno de barrancas que está entre dos cerros y cercado casi todo de una laguna de mala conservación donde corre y reina un aire destemplado, malo, enfermo, que viene sobre la laguna acanalado sobre el dicho sitio y valle donde está la iglesia, con que muchos se hallan muy enfermos de la cabeza. La iglesia está en lo alto del valle encima del monasterio que ahora es San Francisco y si allí hubiese de hacer la población habrá que estar en dos barrios y laderas ásperas del valle. (El sitio) no tiene agua y los moradores están muy descontentos así naturales como españoles, y beben de pozos muy malos, turbios y encenegados y contrarios a la salud.13

Figura 2

| dibujo del siglo xviii que representa la ciudad de Tzintzuntzan en el siglo xvi; en él aparece la capilla de Santa Ana y el actual convento. Ilustración de Fray Pablo Beaumont (1985).

Warren que esta primera fundación había sido estratégica respecto al lago y cerros, y que esto fue determinante para la elección del asentamiento, pero el sitio no era cómodo ni de fácil acceso, así que los franciscanos tuvieron que mudarse y construir el convento en el llano cerca de la laguna, probablemente en el sitio donde hoy se encuentran la parroquia y el convento. Esto ocurrió según Warren a principios de la década de los treinta del siglo xvi (Warren, 1977: 116-117).11 De la Rea tiene dudas respecto a las fechas y comenta: No dicen los historiadores, si en este tiempo que fue custodia Mechoacan, que fue desde el año treinta y cinco hasta el de sesenta y cinco […] se hicieron los edificios tan suntuosos y costosos que tiene. Lo cierto que sacando el hilo

Esta descripción, al parecer nos habla del sitio actual pero no se sabe si físicamente el convento que se conoce en la actualidad había sido construido, ya que las pistas que da Quiroga hablan sólo de la iglesia, aunque, por los datos que se tienen, se puede deducir que el convento también fue reconstruido posteriormente. Quiroga, en su afán de desvirtuar el lugar donde se habían

Para esas fechas (1538) los religiosos franciscanos se habían distanciado de Quiroga, en buena medida por el «pleito grande» con fray Juan de Zumárraga que era franciscano. Estos conflictos entre el clero secular y las órdenes mendicantes fueron graves y constituyeron un verdadero freno para la acción evangelizadora. 13 Información hecha por pedimiento del Obispo electo Vasco de Quiroga, 1538, agi, Justicia, leg. 173, no. 1, ramo 2 (cfr. apéndice x) ápud Warren 1977: 116. 12

Tzintzun­tzan, en donde se observa al fondo la capilla (iglesia) de Santa Ana, la cual se parece más a la primera ilustración de Beaumont (figura 1). 11 El cambio fue motivado por quejas de españoles, como Domingo de Medina, quien decía que estaba tan mal el sitio de dicha iglesia que no pueden andar en caballo de barrancas, cuestas, puentes y pozos.

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establecido los franciscanos, en la «información» de 1538 preguntó a sus testigos si era verdad que la iglesia franciscana de Santa Ana era «de adobes y de paja y pequeña como una pobre casa pajiza y tal que toda se habría de derrocar». Preguntó asimismo si era cierto que «ciertos frailes franciscanos que allí la hicieron de prestado cuando a esta provincia primeramente vinieron, la desampararon y despoblaron e hicieron en otra parte y donde se pasaron y mudaron, y así ha estado desierta y desamparada hasta que de pocos días acá que se erigió» (Florescano, coord., 1989: 110-111). En la carta, Quiroga habla de una iglesia paupérrima y pequeña, aunque de inicio no queda claro si al decir «iglesia» se habla también del convento. De cualquier manera la iglesia que hoy conocemos no es como la describe, sino una construcción de piedra, de considerables dimensiones y no poco trabajo.14 En la misma carta, cuando dice Quiroga que «hasta que de pocos días acá que se erigió», parece referirse a que la iglesia en la nueva ubicación se acababa de terminar. Esto es un poco antes de 1538. Si notamos que en una de las ilustraciones de Beaumont aparece la inscripción «Capilla de Santa Ana, donde posó el Obispo Quiroga», podemos suponer que en su primera visita a Michoacán (1533) la capilla se encontraba en uso y cuando regresó se encontró con otro templo y seguramente otro convento, que es lo que describe. Incluso antes de la segunda visita de Quiroga, el convento cambió de ubicación dos veces, ya que en ese tiempo no era nada raro que los conventos primitivos fueran movidos cuando se tenían que levantar los definitivos (Beaumont, 1982: 65).15 Un testigo (Suero Asturiano) afirmaba que desde que habían dejado la primitiva iglesia, los franciscanos habían movido dos veces el convento (Warren, 1977: 116).16 Una de estas mudanzas puede notarse en dos cédulas de 1529 y otra de 1530. Los frailes habían solicitado ayuda para construir sus conventos en Michoacán y otros lugares. En una de las cédulas la reina ordenaba que les dieran quinientos mil maravedíes para ayudarlos, y en otra accedía a sus peticiones de que los encomenderos recibieran orden de aligerar la carga a los indios de la ciudad de Michoacán

La piedra con que se hizo la iglesia y convento fue tomada de las laderas del sitio prehispánico (yácatas) de Tzintzuntzan. 15 Beaumont, refiriéndose al convento de Mexicaltzingo, dice: «[…] pasando algún tiempo […] los religiosos […] determinaron fundar de la otra parte […] el convento […] Trasladaron el convento con facilidad, porque como los edificios de los religiosos de aquel tiempo eran pobres y humildes, no había inconveniente en pasarlos a donde querían, y ahí fundaron un tiro de escopeta más arriba». 16 Información hecha por pedimiento del Obispo electo Vasco de Quiroga, 1538, agi, Justicia, leg. 173, no. 1, ramo 2 (cfr. apéndice x). 14

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(Tzintzuntzan), entre otros lugares, para que pudieran construir más rápidamente el convento.17 Sin que haya datos que lo confirmen, la tradición señala a fray Juan de San Miguel, quien llegó a Michoacán con Vasco de Quiroga en 1533, como el posible autor del convento (Kubler, 1942: 599). También es posible que fray Martín de Jesús (de la Coruña), quien presidía la custodia de Michoacán a partir de 1533 haya ordenado la construcción del convento de San Francisco (Espinosa, 1989: 426). Con estos documentos se puede reforzar la idea de que el convento que conoció Quiroga se debió construir después de 1530 y antes de 1538, probablemente a partir de 1533. La iglesia que menciona Quiroga no debió satisfacer las expectativas y los requerimientos de un edificio que servía a una amplia población indígena y, según algunos autores, para finales del siglo xvi fue sustituida por completo por una reconstrucción de piedra realizada por fray Pedro de Pila, de la orden de los menores de regular observancia (ofm), ministro provincial de la Provincia de los Apóstoles de San Pedro y San Pablo de Mechuacan y Nueva Galicia (Kubler, 1942: 599). Dice Espinosa que «Como a principios se contentaron los fundadores religiosos con iglesias de madera y paja, o de terrado que no podían durar mucho tiempo, le pareció a este bendito padre ser tiempo ya se fabricarse iglesia decente, y convento capaz […] porque era casa capitular y la primera de la provincia» (1989: 290).18 De la Rea señala que fray Pedro de Pila se propuso reconstruir la iglesia desde sus cimientos: «[…] tan suntuosa y grave, con convento tan extendido, que es lo mejor del reyno, abriendo desde el primer cimiento hasta poner el último capitel, sin deber nada al dórico y al corintio.» (Rea, 1982: 172173; Kubler, 1942: 79).19 Espinosa agrega: «Levantó el con-

agi, México, leg. 1088, T. 1529-1530, ápud Warren, 1977: 117. Esto fue después de 1563, ya que hasta entonces fue la «primera» de la provincia. 19 Esta reconstrucción debió terminarse en 1596, unos años antes de la muerte de fray Pedro de Pila, de acuerdo a una inscripción en una piedra que se encontraba hasta hace unas décadas en uno de los muros del convento, citada por Kubler. En uno de los muros, a la entrada del convento se encuentra una pintura de fray Pedro de Pila, en honor a uno de los más destacados habitantes del convento, con la siguiente inscripción: «Ilustrisimo y reverentísimo fray P. de Pila tomo el avito en esta santa cassa de esta ciudad de Tzintzuntzan fue comissario general y obispo electo de la ciudad de camarines muro año de 1603» (figura 3). Cabe señalar que no se sabe la fecha en que este fraile llegó a Michoacán, pero Espinosa cree que sucedió al principio de ser Custodia, Michoacán (años treinta o cuarenta del siglo xvi). En Tzintzuntzan profesó, cantó misa, fue guardián, custodio, provincial, comisario general y obispo. También estuvo 17 18

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vento con tanta latitud y suntuosidad como hoy se registra. Prosiguió levantando de nuevo todo el convento con tanta dilatación, firmeza y hermosura que fue entonces y puede ser hoy norma de conventos» (Espinosa, 1989: 290). Según Kubler, esta reconstrucción ocurrió después de 1590, lo cual parece lógico, pues de 1591 a 1593 fray Pedro era provincial, y es de creerse que al poseer esa jerarquía tenía autoridad para dirigir una nueva construcción. La afirmación se refuerza con la evidencia de la piedra que menciona Kubler, fechada en 1596, que aun existe, aunque ya no en el edificio. Además el templo de San Francisco dejó evidente su fecha de terminación (1601) en una piedra en la parte superior del frontispicio, gracias a una reciente restauración.

3 | pintura mural del convento de San Francisco donde aparece la imagen de fray Pedro de Pila. Figura

Debido a estas fechas puede confundirse la descripción del padre Ponce, visitador de la orden franciscana, quien quince años antes (en 1586) encontró el convento «bueno, acabado, hecho de cal y canto, con su claustro, dormitorio e iglesia, la cual tenía un retablo muy vistoso, y el convento un aljibe de agua llovediza y una buena huerta, con grandes higueras y nogales […]» (Ciudad, 1976: 77). Al analizar la información, Ponce habla de una iglesia y un convento

terminado con aljibe y otras cosas como las que tiene el convento actual. Pero, ¿si es verdad que la iglesia y convento se terminaron hasta 1601, por qué Ponce las presenta como terminadas en 1586? Haciendo un análisis de las crónicas de La Rea y Espinosa, se puede revelar la respuesta: [Fray Pedro de Pila] Hizo de nuevo la iglesia tan suntuosa y grave y convento tan extendido […] abriendo desde el primer cimiento hasta poner el último capitel […les dio] templos como el que dijimos […y el de] Tzacapo […] levantó una iglesia y convento de cal y canto muy grande y costoso. Después de estas obras fue electo guardián de Tzintzuntzan y luego hecho custodio para que fuese al Capitulo General de Paris (Rea, 1982: 173).

El texto nos habla de que antes de ser provincial, incluso antes de ser guardián y custodio, el ilustre fray Pedro de Pila construyó el convento e iglesia de San Francisco de Tzintzuntzan.20 Esto ocurrió, sin duda, antes de la llegada de Ponce. Ningún cronista refiere la fecha exacta en que se comenzó esta construcción del convento, pero se sabe que fue antes de 1579, año en que se celebró el Capítulo General de París (Espinosa, 1989: 291). Si tomamos en cuenta el tiempo que tomó su labor como guardián en Tzintzuntzan antes de ir a París y el tiempo que lleva fabricar una iglesia y un convento como el que describe Ponce, debieron ser varios años atrás cuando inició la construcción, así que a más tardar debió haber sido alrededor de 1570. Por otro lado, la narración de Espinosa, cuando dice que «[fray Pedro de Pila] puso mayor cuidado en la ciudad de Tzintzuntzan. Porque como cabeza de Michoacán los humores del cuerpo, que todavía estaban revueltos, no se subiesen a ella y la hiciesen prevaricar […] Por eso hizo de nuevo la iglesia […]» (Espinosa, 1989:172) podría interpretarse como que la obra inició después de 1565, cuando el convento de Tzintzuntzan representaba la cabeza de la provincia. Es muy probable que después de la visita de Ponce, el mismo Pila haya realizado alguna ampliación o reconstrucción que terminó hasta 1601, poco antes de su muerte. Reflexión final Como se ha venido explicando, la labor de los misioneros franciscanos a su llegada a Michoacán no fue nada fácil.

Seguramente el atrio ya estaba definido tiempo atrás. El templo de la Soledad, la capilla de la Tercera Orden y el hospital de indios son posteriores (siglo xvii). Este último edificio aparece en la ilustración de Beaumont (figura 2) fuera del conjunto conventual.

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en Tarecuato, pero sus restos fueron enterrados en la sacristía del convento donde tomó el hábito (Espinosa, 1989: 289-290).

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José Manuel Martínez Aguilar || Génesis y concreción material del convento de San Francisco en Tzintzuntzan, Michoacán

En principio, un pequeño grupo de frailes tuvo que realizar actividades a las que no estaban acostumbrados y que implicaban un problema de comunicación y de comprensión recíproca con los naturales, no sólo por el idioma sino por las diferentes idiosincrasias. Sólo después de que los religiosos mostraron sus buenas intenciones, defendieron a los naturales de los encomenderos y ganaron la confianza de los nativos, pudieron llevar a cabo su más importante misión, que era la de convertir a los «infieles» a la religión cristiana. Pero para que la labor de los misioneros fuera concretada, los frailes, con la mano de obra indígena, tuvieron que construir capillas, templos y conventos. En el caso de Tzintzuntzan, de la capilla de Santa Ana, fundada en 1526 por fray Martín de la Coruña, y de aquel convento levantado en la década de 1530 bajo la dirección de fray Martín de Jesús, no quedan vestigios físicos. Los dibujos y pinturas existentes pueden ser sólo interpretaciones, y la información de las crónicas es insuficiente para hacer una descripción más clara. Respecto a fray Pedro de Pila es interesante saber que un predicador, aparentemente de poca jerarquía en aquel momento, haya dirigido obras arquitectónicas tan importantes, como las iglesias y conventos de Zacapu y Tzintzuntzan. También es de resaltar que un análisis detallado de algunas crónicas franciscanas nos señalaron que el inicio de la construcción del convento e iglesia de San Francisco de Tzintzuntzan no fue después de 1590, como lo consideraban algunos autores, sino antes de 1579. Por último, se debe resaltar que la importancia que tuvo el conjunto conventual de San Francisco de Tzintzuntzan, no sólo para la historia de Michoacán sino para la de México, amerita un estudio más profundo y amplio. Bibliografía Alcalá, G. de (1980). La Relación de Michoacán. Estudio preliminar y notas de Francisco Miranda. Morelia: Fimax Publicistas. Beaumont, P. (1985). Crónica de Michoacán (3 vols). Morelia: Balsal. Bravo, U. J. (1993). Historia Sucinta de Michoacán. Morelia: Morevallado.

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Chanfón, O. C. (coord.) (2001). Historia de la Arquitectura y el urbanismo mexicanos (vols. I y II). México: fa-unam. Ciudad, R. A. (1976). Tratado curioso y docto de las grandezas de la Nueva España. México: unam. Espinosa, I. F. (1989). Crónica de la provincia franciscana de los santos apóstoles san Pedro y san Pablo de Michoacán, apuntamientos bibliográficos de Nicolás León. Morelia: iih-umsnh, Morevallado. Florescano, E. (coord.) (1989). Historia General de Michoacán (vol. II). Morelia: Gobierno del Estado de Michoacán-Instituto Michoacano de Cultura. García, G. J. (1951). «Traslación de la catedral de Michoacán a Pátzcuaro. 1538». En Bulario de la iglesia Mexicana. México: Buena Prensa. Kubler, G. (1942). Arquitectura mexicana del siglo xvi. México: fce. León, A. R. (1997). Los orígenes del Clero y la Iglesia en Michoacán 1525-1640. Morelia: umsnh-Instituto de Investigaciones Históricas. Mendieta, F. G. de (1990). Historia eclesiástica indiana, México: Porrúa. Ramírez R. E. (1990). Catálogo de Monumentos históricos de la Región Lacustre de Pátzcuaro (tomos I y II). Morelia: umsnh-Gobierno del estado de Michoacán. Rea, F. A. de la (1882). Crónica de la orden de Nuestro Seráfico Padre Sn Fco. Provincia de San Pedro y San Pablo de Michoacán en la Nueva España, México: La Voz de México. Ricard, R. (1992). La conquista espiritual de México. México: fce-Jus. Toussaint, M. (1973). Arte colonial en México. México: unamInstituto de Investigaciones Históricas. Warren, J. B. (1977). La conquista de Michoacán 1521-1530. Morelia: Fimax Publicistas. Wright, C. D. C. (1998). Los franciscanos y su labor educativa en la Nueva España (1523-1580). México: inah-eduvem. JOSÉ MANUEL MARTÍNEZ AGUILAR | maestro en Arquitectura, In-

vestigación y Restauración de Sitios y Monumentos por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Actualmente es profesor e investigador de la Facultad de Arquitectura de la misma. Ha publicado en libros colectivos y presentado ponencias en congresos nacionales e internacionales. Sus temas de investigación son sobre arquitectura vernácula, patrimonio e historia de la arquitectura en Michoacán.

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