Tema 72. La Literatura Catalana, Gallega y Vasca

January 4, 2018 | Author: Liliana Diaz | Category: Languages
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Descripción: Tema 72 para el Cuerpo de profesores de enseñanza secundariaen la especialidad de Lengua castellana y liter...

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TEMA 72. LA LITERATURA EN LENGUA CATALANA, GALLEGA Y VASCA. OBRAS MÁS RELEVANTES Y SITUACIÓN ACTUAL. 1. La literatura catalana. Establecer los inicios de una literatura no es una labor precisa; se considera que el primer texto escrito conservado marca el arranque literario de una lengua. Pero no hay que relegar la literatura de transmisión oral, aunque no se encuentre documentada. En el caso catalán no se pone en duda la existencia de una expresión literaria de tradición oral previa a los primeros documentos, aunque no se puede afirmar con rotundidad. Una prueba de su existencia son los restos de antiguos poemas, especialmente de género épico, que se encuentran prosificados en las crónicas. A mediados del siglo XII se escribió la versión catalana del Forum iudicum, una recopilación de leyes visiogodas escrita originariamente en latín, en el siglo VIII. Una cierta intención literaria –aunque es mucho mayor su valor filológico- se advierte en otro de los textos que se citan como iniciadores de la literatura catalana: las Homilías de Orgaña, un sermonario de finales del siglo XII o principios del XIII. Son unos apuntes en catalán con una finalidad práctica, la de servir de recordatorio al sacerdote al pronunciar su sermón. La literatura catalana en la Edad Media. Hay un acontecimiento histórico que condiciona fuertemente la literatura catalana en sus inicios: por vía matrimonial, Ramón Berenguer III recibe el condado de Provenza en 1113. La literatura en lengua provenzal se impone entre la aristocracia catalana; de hecho, muchos de los principales poetas en lengua provenzal son catalanes. Los mayores logros de los trovadores catalanes suelen situarse al margen del amor cortés, aunque utilizan los tópicos provenzales. En la segunda mitad del siglo XIII, la lengua catalana se muestra asentada y madura en la obra de Ramon Llull, autor de más de doscientos libros de géneros diversos (astronomía, poesía, teología, geometría...) y creador de una lengua literaria de extraordinaria calidad. No sólo aporta textos narrativos y poéticos en lengua vernácula, sino también –algo que era excepcional en la época, pues se solía escoger el latín para estos menesteres- sus grandes tratados de filosofía y ciencia. Contemporáneo de Llull es el valenciano Arnau de Vilanova, autor de obras sobre teología y medicina. El hecho más destacado del período es el nacimiento de la producción historiográfica en catalán con las llamadas “quatre grans cròniques”. Constituyen un importante material de estudio no sólo histórico o sociológico, sino también filológico y literario, ya que aportan datos sobre el estado de la lengua en los siglos XIII y XIV y sobre textos perdidos que aquí se prosifican. Durante la segunda mitad del siglo XIV se registra un cambio en las estructuras políticas y también en la cultura. Los planteamientos medievales comienzan a ceder a favor de nuevas posturas más acordes con un humanismo que terminará por imponerse. En este período destacan un buen número de obras en prosa destinadas a la clase media. La poesía, inicialmente expresada en lengua provenzal, va moldeando también el catalán para la expresión lírica. A caballo de los siglos XIV y XV se vive una etapa de influencia italiana, que se recoge en las obras de Andreu Febrer, Mercior de Gualbes y

Jordi de Sant Jordi. Con su producción se prepara la llegada de una gran figura de la lírica catalana, Ausias March, poeta que abandona definitivamente la lengua de los trovadores y halla una expresión personal, densa e introspectiva, que influirá poderosamente en la poesía castellana del Siglo de Oro. La prosa narrativa del XV también acusa la influencia italiana. En la segunda mitad del siglo aparecen dos novelas capitales para la literatura catalana, Curial e Güelfa, anónima y Tirant lo Blanc, de Joanot Martorell y Martí de Galba, que suelen denominarse como de caballerías con una extraordinaria tendencia a la verosimilitud. En ambas se refiere la iniciación de jóvenes caballeros. La decadencia Aunque no se abandona la escritura en catalán, hay un periodo, que se extiende aproximadamente de 1500 a principios del siglo XIX, en el cual el panorama literario no ofrece figuras descollantes ni obras de especial relevancia. Esta etapa de decadència –como es conocida, algo peyorativamente- está en parte condicionada por cincunstancias políticas (aunque hasta 1714 el catalán sigue reconocido como lengua oficial; no se prohíbe su aprendizaje en las escuelas hasta 1768). Hay un buen número de autores relevantes, pero escriben en castellano: Guillén de Castro, Rey de Artieda, Timoneda... Es importante destacar, no obstante, que la producción en catalán- si bien de importancia menor- no se interrumpe. La Renaixença y el modernisme. Como punto de partida del resurgimiento de la literatura catalana se cita la publicación del poema “A la pàtria”, de Bonaventura Carles Aribau, en 1833. Es muy importante en este renacer la ideología romántica, que fomenta el interés por la tierra propia, por las tradiciones, por la historia. Se retoman los Jocs Florals en 1859, primero en Cataluña y poco después en Valencia y en Baleares. En esta primera etapa de certámenes cabe destacar la obra de Rubió i Ors, Boix y Balaguer. Precisamente en los juegos de 1877 obtiene el primer premio el poema épico L’Atlàntida, de Jacint Verdaguer. Con sus siguientes obras (Canigó, Flors del calvari, Aires del Montseny), el escritor consolida su dignificación el catalán como lengua literaria. En la narrativa es trascendental para este empeño la producción de Narcís Oller, a quien muchos críticos consideran el creador de la novela catalana moderna (La papallona, Pilar Prim, L’escanyapobres, Vilaniu, La febre d’or). En el ámbito teatral, la figura más destacada es Ángel Guimerá, creador de una nueva expresión dramática en catalán, como reflejan Gala Placídia, Mar i cel, María Rosa y Terra baixa. En los últimos años del siglo XIX, tanto en la literatura como en las artes plásticas, surge una tendencia artística interesada en la decoración, la cerámica, la naturaleza: el modernisme o decadentisme. En poesía es Joan Maragall la figura más representativa. Su obra se caracteriza por su intimismo y por la intensa presencia de la naturaleza. Está recogida en Poesies, Visions i cants, Les disperses, Enllà y Seqüències. También hay que reseñar la obra de la llamada “escuela mallorquina”, con Costa i Llobera y Alomar a la cabeza. La narrativa tiene como figuras principales a Rusiñol y Casellas. Con L’auca del senyor Esteve del primero y Els sots feréstecs del segundo, la novela catalana inicia una tendencia que se verá continuada magistralmente por Victor Cátala, Joaquim Ruyra o Pere Corominas. El siglo XX.

En 1906, Eugeni d’Ors propone la denominación de noucentisme para designar una tendencia artística que propone la ruptura con las formas expresivas del siglo anterior. En el mismo año, Prat de la Riba publica su manifiesto sobre la nacionalidad catalana, y al año siguiente se crea el Institut d’Estudis Catalans, de capital importancia normativa –por la fijación de criterios ortográficos– y lexicográficos; su principal valedor es Pompeu Fabra. En la poesía de este periodo destacan Joseph Carner, por su expresión elegante y trabajada (Nabí, Els fruits saborosos), Carles Riba, denso y refinado (Estances, Del joc i del foc) y Guerau de Liost (Muntanya d’amatistes). Posteriormente, las tendencias vanguardistas se introdujeron con rapidez en Cataluña. Los más importantes poetas de este movimiento son Salvat-Papasseit, J.V. Foie y Joan Oliver, Pere Quart. En la prosa del momento se advierten influencias de la novela psicológica, de Proust y de Joyce, como se aprecia en las obras de Puig i Ferrater, Soldevila, Arbó y Villalonga. Este último está considerado como una de las máximas figuras de la novela catalana, por su ironía y su excelente prosa (Mort de dama, Bearn). A partir de 1920 comienza a publicar Josep Pla, otra gran figura de las letras catalanas, cultivador de todos los géneros con un estilo vivaz, agudo e irónico, como se observa en Nocturn de primavera o El quadern gris. En el teatro también es notable la influencia europea. En la corriente modernista se inscriben Rusiñol, Gual e Iglesias. Por otro lado, hay que considerar a Josep María de Sagarra como autor de grandes públicos. La Guerra Civil supone un fuerte golpe para la cultura catalana, sometida a prohibición y censura. El exilio será destino obligado para muchos escritores. En este contexto surge una corriente de realismo comprometido con su época. La obra más representativa es La pell de brau, de S. Espriu. En la poesía catalana de esta época hay que mencionar también a Bartra, Vinyoli, Torres, Oliver o Estellés; Brossa y Ferrater destacan por su fuerte voluntad de renovación. Es obligado citar a Gimferrer, poeta personal, preciosista y exquisito. En la narrativa tiene un lugar eminente Mercè Rodoreda. La plaça del Diamant, hermosísima novela, es quizá la más conocida de su producción. M. A. Capmany, M. de Pedrolo, J. Perucho, J. Sales o P. Calders son eminentes narradores de esta misma época. En teatro cabe hablar de un extraordinario auge en la segunda mitad del XX, con autores como el mismo Espriu, Pedrolo, Teixidor y Benet y Jornet. Actualmente, la literatura catalana cuenta con brillantísimos escritores, que conforman un panorama de excelente calidad: C. Riera, T. Moix, M. Roig, Q. Monzó, S. Pàmies, I.C. Simó... 2. La literatura gallega. Como en la mayoría de las lenguas románicas, las primeras manifestaciones de la literatura gallega están escritas en verso. Forman parte de lo que se conoce como lírica galaicoportuguesa, una poesía de carácter culto conservada en cancioneiros. Este periodo de gloria se extiende desde principios del siglo XIII hasta mediados del XIV. Por estas fechas se inicia el abandono de esta expresión lírica a favor de una poesía de influencia castellana e italiana. Con el siglo XV llega una época oscura que relega el gallego al ámbito de lo familiar; sólo pervive la expresión literaria oral: canciones populares de Navidad y Reyes (panxoliñas, nadales, reises), romances sobre la vida del campo (cantos de vendimia o de esfollada) o sobre el ciclo estacional (maios), y cuentos populares. Con el siglo XIX se iniciará un profundo cambio, que

forzosamente ha de comenzar con la recuperación de la lengua gallega para la expresión literaria: es el llamado Rexurdimento, un activo y fecundo resurgimiento de la literatura gallega. Nace como consecuencia del interés romántico por las culturas regionales. La evolución de las letras gallegas a partir de esta etapa puede parangonarse con la del resto de las literaturas peninsulares. La lírica galaico-portuguesa. La denominación de galaicoportuguesa obedece a razones lingüísticas, mas que geográficas o políticas. Este territorio lingüístico abarcaba la actual Galicia y casi todo Portugal. La lengua común es el aglutinante de esta lírica, pero se trata de una lengua culta, que no refleja con exactitud la que se hablaba en la época. Durante siglos esta lengua fue el vehículo de expresión empleado no sólo en la corte de los reyes portugueses, sino también de los castellanos, hecho del que dan cuenta las Cantigas de Santa María, de Alfonso X el Sabio. El corpus lírico de esta escuela está formado fundamentalmente por 4 tipos de composiciones: En las cantigas de amor el poeta interpela a su dama, con una notable influencia de la poesía trovadoresca del siglo XII. En ellas alientan los postulados del amor cortés, así como formas métricas y léxico de influencia provenzal. Es un lirismo que se expresa en masculino y da una queja de amor. El poeta retrata un sentimiento trágico, sin posibilidad de consumación, dada la inaccesibilidad de la dama. Las cantigas de amigo son de carácter femenino: una voz de mujer sufre por la ausencia de su enamorado. El poeta se transfigura emocionalmente y escoge como confidentes a otras mujeres de su entorno (en estos rasgos, las cantigas de amgo se aproximan temática y estéticamente a las jarchas). Un rasgo distintivo de este tipo de cantigas es el papel de la naturaleza como un entorno el que la voz poética se proyecta y con el que se identifica anímicamente. El nivel de lengua es más popular en este tipo de composiciones, y su estructura responde a unos patrones estables de pocas estrofas, que repiten el mismo tema con versos iguales, salvo ligeras variaciones. Es el recurso del paralelismo, que produce un efecto inmovilista en la progresión temática. De este modo, el tema de la ausencia se fija en el lector con gran intensidad poética. Las cantigas de burlas, más festivas, tienen carácter satírico. Pueden distinguirse dos tipos: las de escarnio y las de maldecir. En las primeras, la sátira se representa veladamente, recurriendo a dobles sentidos, eufemismos e ironía. En las segundas, los ataques son directos y el lenguaje, claro y lacerante. Las cantigas religiosas constituyen una suerte de subcorpus cancioneril formado por las Cantigas de Santa María, de Alfonso X el Sabio, probablemente escritas en gallego por la sólida tradición poética de esta lengua y por su musicalidad, apta para la expresión lírica. Los principales mentores de esta tradición poética son trovadores, generalmente agrupados en torno a un mecenas, en buena medida influidos por los poetas provenzales. Los más importantes son Airas Nunes, Meendiño, Pero Meogo, Paio Gómez Chariño, Martín Codax y Bernardo de Bonaval, entre otros. Las composiciones galaicoportuguesas están recogidas en Cancioneiros. Los más importantes de los profanos son el de Ajuda, recopilación de finales del siglo XIII constituida en su mayor parte por cantigas de amor, el de Colocci-Brancuti, extraordinariamente importante porque contiene un Arte de trovar, y el Cancioneiro da

Vaticana, copia del XVI de una compilación portuguesa del siglo XIV. Finalmente, del Cancioneiro religioso de Alfonso X se conservan 4 manuscritos, con expresión musical y delicadamente miniados. Este tipo de expresión lírica se puede considerar extinguido a mediados del XV, en que se inician unos siglos oscuros para la literatura gallega, afectada por el proceso de castellanización del pueblo. Hasta el XIX no se puede volver a hablar de una verdadera expresión literaria en gallego. El siglo XIX: el Rexurdimento. El momento de este resurgir se sitúa entre 1863 y 1890, años en que se dan a conocer las obras de Rosalía de Castro, Eduardo Pondal y Manuel Curros Enríquez, principales activadores de este renacimiento literario gallego. La represión intelectual y el aislamiento, la pobreza que fuerza a la emigración, la conciencia de abandono, son algunos de los factores sociopolíticos que condicionan el resurgimiento de la literatura en gallego. En este marco nacen la poesía de denuncia, el costumbrismo que reivindica la búsqueda de raíces gallegas, la saudade que impregna gran parte de la producción literaria, etc El primer texto lírico en gallego es del poeta prerromántico, Nicomedes Pastor Díaz: A alborada. Se inicia entonces una corriente galleguista que abrirá el camino literario hacia el pleno Rexurdimento. La primera publicación conjunta de todos estos escritores tiene lugar tras los Juegos Florales de 1861, con poemas en gallego y en castellano. Manuel Murguía es uno de los principales instigadores de este despertar literario. Con su obra Los precursores da a conocer la producción de Añón, Pintos Villar, Rosalía de Castro (su esposa), Sánchez Deus y tantos otros. Las obras poéticas más representativas de este periodo son Follas novas, de Rosalía; Aires da miña terra, de Curros Enríquez, y Queixumes dos pinos, de Pondal. La prosa literaria en el Rexurdimento no está muy ampliamente representada. Es un periodo literario en el que el género por excelencia es la poesía. No obstante, es destacable la importancia de dos obras: Catecismo do labrego, de fray Marcos da Portela, y Maxina, ou a filla espúrea, de Marcial Valladares. El siglo XX. No será hasta 1920 cuando se produzca el verdadero arranque de nuevas manifestaciones literarias, como la poesía de vanguardia o el neotrovadorismo. En los años precedentes, la creación de las Irmandades da Fala generó un intenso afán de divulgar la cultura gallega a través de los géneros literarios populares. En la poesía gallega de los inicios del XX comienza a despuntar un modernismo de corte intimista y temática celta. Noriega Varela y Cabanillas son sus principales cultivadores. El vanguardismo de los años veinte tiene en Manuel Antonio su representante más destacado. De catro a catro es una obra de versos libres y bellas imágenes ilógicas, teñidas de emoción personal. Paralelamente se desarrolla el neotrovadorismo, un retorno a los cancioneros medievales en cuanto al tono y a los motivos poéticos, cuyos principales cultivadores son Bouza Brey y Cunqueiro. Un caso especial es el de Luis Pimentel, autor de una obra personalísima e inclasificable, honda e intensa, de léxico cuidado y aparente sencillez. Su libro más destacado es Sombra do aire na herba. La prosa conoce un activo desarrollo a partir de 1920. Es el año en que se funda la revista Nos, vehículo importantísimo para la difusión de la lengua y la cultura gallegas.

Tres grandes prosistas encabezan la llamada generación Nos: Risco, Otero Pedrayo y Castelao. A partir de un cosmopolitismo inicial, su producción evoluciona hacia un galleguismo de aspiración universal. La obra de Risco destaca por sus aportaciones satíricas a costumbrismo. Su obra principal es O porco de pé. En la producción de Ramón Otero Pedrayo tienen cabida todos los géneros, y en la narrativa alcanza verdadera maestría. Castelao es la figura máxima de la prosa gallega. Fue un espléndido dibujante, un extraordinario narrador y también el autor de la obra cumbre del teatro gallego, Os vellos no deben de namorarse. Castelao posee un extraordinario sentido de la lengua, un estilo rico y trabajado y una sagaz mirada crítica. La guerra y la posguerra tienen una fuerte repercusión para la literatura gallega. La censura es muy rígida con las literaturas peninsulares no castellanas. Esta enorme presión social empuja a los escritores gallegos al exilio o al silencio literario. La primera vía, el destierro, se dirigió fundamentalmente hacia América, en especial hacia Argentina. Los que permanecen en la Península se ven obligados a expresarse en castellano para seguir publicando. Esta ruptura propicia un absoluto silencio de la producción en gallego hasta 1947. En la década de los 50, lentamente, la literatura gallega va recuperando su antigua posición. En el exilio destaca una corriente de poesía política cultivada principalmente por Luis Seoane, autor de Fardel d’eisiliado. En los 50 y 60, la poesía pasa del existencialismo de la Escola da Tebra a la inquietud social. Una fecha clave en este sentido es 1962, año de publicación de Longa noite de pedra, de Celso Emilio Ferreiro, quizá el poeta más representativo de la lírica gallega del XX. En su obra trata los problemas seculares del pueblo gallego: la miseria, que empuja a dejar la tierra, y el desarraigo. La narrativa de posguerra está constituida fundamentalmente por narraciones cortas. Es difícil establecer agrupaciones generacionales o estilísticas. Quizá se puede hablar de una corriente de realismo social, impulsada por la obra de Neira Vila y Blanco Amor, y de otra que recrea la Galicia mágica, el mundo fantástico fabulado por el escritor Álvaro Cunqueiro: Merlín e familia o As crónicas do Sochantre. La narrativa es un género importante en la literatura gallega actual, con escritores tan destacados como Carlos Casares, Manuel Rivas, Méndez Ferrín o Suso de Toro, que avalan el excelente momento de las letras gallegas. 3. La literatura vasca. Por diversas razones, la literatura vasca ha experimentado un desarrollo muy particular frente a la de lenguas próximas. Influyen en ello algunas peculiaridades políticas (la propia división administrativa del territorio vasco) o sociales (la importante presencia clerical determina el carácter de los primeros textos en eusquera, muy centrados en la predicación religiosa). Una manifestación representativa de la literatura vasca es el versolarismo, que desarrolla una rica poesía oral. Los versolaris eran cantores errantes que recorrían los pueblos improvisando textos ante el público, a partir de un tema próximo para el auditorio (la guerra, el amor, la vida marinera...). A veces se distribuían los versos en unas hojas sueltas –una forma de publicarlas– llamadas bertso berriak. La transmisión oral ha preservado un tipo de poesía popular en eusquera que pervive en la memoria de los pueblos. Puede ser de distintos tipos: restos de cantares épicos sobre las gestas de los vascos en sus luchas territoriales contra romanos o francos,

poesía lírica de fuerte contenido simbólico (el helecho se relaciona con la fertilidad, el limón con los amores no correspondidos, el ruiseñor con la ausencia del ser amado, etc), y poesía de tono elegiaco (eresiak), en la que una voz femenina se lamenta por la falta de una persona amada, el desamor, el compromiso no deseado y otras causas. Es especialmente abundante el teatro popular, que permanece inédito en gran parte. El más representativo es el teatro suletino, en el que pueden distinguirse dos géneros: los xaribaris y las pastorales. En los primeros se abordan temas del entorno cotidiano con un tono costumbrista que a veces podía ser escabroso, por lo que el género, perseguido, languideció en parte y se perdieron muchas de estas obras. Las pastorales son piezas musicadas estrechamente ligadas al teatro litúrgico de la Edad Media. Siglo XVI. El primer texto en eusquera que se conserva es una colección de poemas en torno a tres temas principales: la religión, el amor y la evocación autobiográfica. Se trata del Linguae vasconum primitiae, de Bernard Echepare. Esta ora se ha comparado con la del Arcipreste de Hita. Otra figura relevante en este siglo es el clérigo Joanes Leizarraga, que, consciente de las dificultades que para la difusión de la lengua vasca suponía su fragmentación, escogió para la expresión literaria el labortano, el dialecto de más fácil comprensión, e intentó establecer un sistema normativo para la lengua escrita. Tres obras componen su producción: Jesu Christ gure Jaunaren Testamentu Berria (Nuevo Testamento de Nuestro Señor Jesucristo), Kalenchera (Calendario) y Abec edo Christionen Instructionea (Abc o instrucción de cristianos). Siglo XVII A lo largo de este siglo las aportaciones a la literatura proceden en su mayoría de hombres de la Iglesia. El dialecto labortano queda definitivamente consolidado como vehículo de expresión literaria. Entre los prosistas destaca Pedro de Azular, cuyo tratado ascético Guero proporciona una meditada formación religiosa. A pesar de que sólo se conserva una obra suya, Azular está considerado uno de los clásicos de la literatura vasca. Su estilo es elegante y adornado en cuanto a la forma, y claro en los contenidos. Es un autor reflexivo sobre su propia lengua. Otros cultivadores de la prosa religiosa en este siglo XVII son Gasteluzar y Arginarats. La lírica de este periodo se enriquece con la aportación del suletino Oihenart, autor de una excelente obra poética en la que se combinan una equilibrada expresión formal con el cultivo eminentemente baroco de los recursos literarios. Recurre a la temática amorosa en Oihenarten gastaroa neurthitzetan, intentando alcanzar los cánones del clasicismo francés. Otro destacado poeta es Joannes de Etcheberri, autor de unos singulares villancicos. Siglo XVIII Durante este siglo, el protagonismo literario que habían ostentado las provincias vascas francesas se desplaza al territorio peninsular. En un periodo en el que domina en toda Europa el pensamiento ilustrado, los escritores se preocupan de modo especial por la sistematización de su lengua, como demuestra el número creciente de textos lexicográficos y gramaticales. Etcheberri de Sara realiza una notable aportación en este ámbito, pero hay que destacar, sobre todo, la importancia capital de la obra del padre Larramendi, a pesar de que escribió buena parte de su producción en castellano. Son fundamentales su Diccionario trilingüe de castellano, vascuence y latín

y su tratado gramatical El imposible vencido. Arte de la lengua vascongada. Larramendi es el principal representante de un movimiento denominado “de los apologistas”, que defiende una ideología posteriormente adoptada por Sabino Arana. Se crea en este siglo la Sociedad Bascongada de Amigos del País, que impulsará notablemente el teatro culto (Munibe, Barrutia). Surge en esta centuria también un primer modelo de novela vasca, si bien su estructura narrativa no es aún suficientemente firme. Se trata de Peru Abarka, de J.A. Moguel, que se inscribe ya en el cambio de siglo. Siglo XIX La falta de permisos gubernamentales para publicaciones origina cierta inestabilidad en la edición de libros vascos. Se dan, pues, autores cuya obra conoce una difusión oral, es decir, la poesía de este periodo está íntimamente unida al versolarismo, con poetas como Juan Bautista Elinzaburu, Etxahun, Iparraguirre, Gracián Adema Zalduby o Hiribarren. En el teatro destaca la producción de Marcelino Soroa, gran impulsor de la dramaturgia vasca con sus piezas de corte costumbrista (Antón Caicu). En cuanto a la prosa, a principios de siglo surge entre el clero una corriente decidida al refinamiento literario del eusquera, representada por Añíbarro, Guerrico, Aguirre... A mediados de la centuria hay que destacar la labor del príncipe Bonaparte, estudioso de la lengua vasca y promotor de diversas iniciativas en su favor, como el patrocinio de las traducciones. En este clima se inicia la celebración de certámenes literarios que inducen un notable resurgimiento literario, con escritores tan notables como Manterola o Sagarmínaga, y con el nacimiento de publicaciones que se erigen en órganos difusores de la cultura vasca, como la revista Euskara o la Revista de las Provincias Euskaras. Siglo XX La producción literaria en eusquera durante esta centuria es muy rica y variada. Desde principios de siglo influyen notablemente en diversos ámbitos, culturales y políticos, las ideas nacionalistas de Sabino Arana, autor de muchos estudios histórico-culturales sobre la realidad vasca. El movimiento nacionalista promueve el purismo de la lengua, que se incrementará con neologismos y nuevas construcciones. Surgen a comienzos de siglo importantes obras filológicas, como el Diccionario Vasco-Español-Francés y la Morfología vasca, ambas de R. M. De Azkue, gran erudito y folclorista. Los especialistas proponen una clasificación de la literatura vasca de este siglo en tres grandes periodos: desde el principio de la centuria hasta 1936, desde 1939 hasta la década de los 60 y desde ese momento hasta la actualidad. En el primer periodo, la poesía es el género más cultivado; son destacados autores Nicolás de Ormaetxea, Orixe, traductor, además, de obras clásicas al eusquera; José María Aguirre, Lizardi, renovador de la lírica con Biotz-Begietan; Esteban Urkiaga, Lauaxeta, próximo en sus creaciones a la Generación del 27; o Juan Arana, Loramendi. En la narrativa anterior a la Guerra Civil no pueden reseñarse grandes hallazgos, aunque sí debe destacarse la obra del padre Domingo Aguirre, autor de novelas históricas (Auñemendiko lorea) y costumbristas (Kresala) que pueden considerarse de tesis. En el teatro los autores más populares son Alzaga, Labayen y Barriola. Tras la Guerra Civil, la actividad literaria en euskera sufre un considerable descenso, por imposición política. Hasta aproximadamente los años 50 no puede hablarse de

resurgimiento importantes autores vascos (Otero, Celaya) publican su obra en castellano. En poesía es muy impotante la influencia de Lizardi y la aportación de autores como S. Mitxelena. En los años 60 se publica una obra de absoluta trascendencia en la literatura vasca, puesto que muchos críticos la mencionan como punto de inflexión: Harri eta Herri (Piedra y pueblo) de Gabriel Aresti, un texto que renueva la temática y la lengua poética. Otros importantes poetas son M. Lasa y J. Mirande. Este último también es un interesante narrador, como lo son Etxaide y Saizarbitoria. El gran renovador del género novelístico es Txillardegi, que con Leturiaren egunkari ezkutua abre paso a nuevas técnicas. En el teatro, el grupo “Jarrai” supuso un importante cambio en la concepción de los textos y las representaciones. Son importantes dramaturgos Iriondo, Garmendi y el mismo Aresti. El panorama actual de la literatura vasca es amplio y rico, en muchos aspectos paralelo al de las demás literaturas peninsulares, y europeas en general. Enriquecen notablemente la producción en euskera las obras de B. Atxaga, A. Urretabizkaia, P. Urkizu, A. Lertxundi, entre otros.

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