Tema 11.Iglesia, gobierno y espiritualidad en la época del conciliarismo
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TEMA 11 IGLESIA, GOBIERNO Y ESPIRITUALIDAD EN LA ÉPOCA DEL CONCILIARISMO. GUIÓN – ESQUEMA 1. El conci concilia liaris rismo mo y la limi limitac tación ión del del pode poderr papa papall 1.1. Los últimos últimos concil concilios ios medieval medievales: es: la la crisis concil conciliar. iar. 1.2. El triunfo triunfo de de la monarqu monarquía ía pontificia pontificia.. 1.3. La fallida fallida unión de las las Iglesias Iglesias.. 2. Rena Renaci cimi mien ento to y Papa Papado do 2.1. Los primero primeross Papas Papas del del Renacimie Renacimiento. nto. 2.2. Dos españoles españoles en el Trono Trono de San San Pedro. Pedro. 2.2.1. Calixto III (1455-1458) 2.2.2 .2.2.. Alejan ejandr droo VI (1492-1503). 3. Herejí Herejías as y nuevas nuevas formas formas de pied piedad ad.. 3.1. Los últimos últimos heresiarc heresiarcas as medieval medievales. es. 3.1. 3.1.1. 1. Juan Juan Wy Wycl clif if (133 (13300-13 1384 84).). 3.1. 3.1.2. 2. Juan Juan Hus Hus (136 (13699-14 1415 15).). 3.2. La religiosidad religiosidad popular popular y sus manifestacion manifestaciones. es. 3.3. Los laicos laicos y el apogeo apogeo de la mística mística.. 3.4. La devotio moderna
1. EL CONCILIARISMO Y CONCILIARISMO Y LA LIMITACIÓN DEL PODER PAPAL 1.1
Los últim últimos os concil concilios ios mediev medieval ales: es: la crisis crisis concil conciliar iar
Tras el Concilio de Constanza, que puso fin al Cisma de la Iglesia en Occidente, el Concilio se instrumentó como un medio valido para solucionar los graves problemas de la Iglesia. Nació así la teoría conciliar, que tendrían gran aceptación, sobre todo en el ámbito universitario, al considerársele como un medio que se contrapone a las tendencias autoritarias del Papado. Los concilios celebrados de: - I Concilio de Letrán (1123) que puso fin al problema de las investiduras - El IV Concilio de Letrán (1215), para condenar a los valdenses - El I de Lyón (1245), para deponer a Federico II - El de Vienne (1311-1313), para disolver la Orden del Temple - El de Constanza (1414-1418), para la superación del Cisma. mostraron un positivo balance para resolver situaciones concretas, cuando el Papa era superado por los acontecimientos. El concilio siempre acudió en ayuda del Papa, con lo que se propugna un gobierno democrático de la Iglesia, donde su poder resida en el Concilio, del que el Papa era su alto representante, representante, pero no el dueño absoluto del poder, como había sucedido hasta entonces. El concilio de Constanza (1417-1431), acabó con la elección de Martín V (1417-1431), quien aceptó la limitación del poder pontificio a cambio de la exclusividad Papal de efectuar definiciones dogmáticas -decreto Frequens-, y que estableció estableció la reunión periódica del concilio cada diez años.
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Martín V, creó la Rosa de Oro , mediante la cual, los Papas otorgan como especial distinción a las personas ilustres que se habían distinguido por su protección a la Iglesia. Convocó el Concilio de Basilea. 1.2
El Triunfo de la monarquía pontificia
El Papa Eugenio IV, (1431-1447), antes de su proclamación, tuvo que aceptar que no tomaría ninguna iniciativa sin contar con el Colegio de Cardenales, que imponía su criterio oligárquico respecto al gobierno de la Iglesia, fruto de la teoría conciliar. En el Concilio de Basilea (23/07/1431), inaugurado por un legado pontificio, por la desconfianza del Papa, apareció el primer desacuerdo cuando los husitas fueron invitados, para discutir sus doctrinas. Durante la lectura de la Bula de disolución del concilio en diciembre por el Papa, se produce la protesta de los padres conciliares mediante su ausencia. En febrero de 1432, reafirman la superioridad del Concilio sobre el Papa y le invitan a someterse a sus decisiones. El emperador Segismundo, consigue que el Papa reconozca el carácter ecuménico del Concilio, tras recibir la corona imperial de manos del Papa. Eugenio IV, expulsado de Roma por los Colonna, desde Florencia declara disuelto el Concilio de Basilea y excomulga a los que allí continuaban, convocando otro concilio ecuménico en Ferrara. Los padres de Basilea, incluido el futuro Pío II, declaran depuesto al Papa y eligen al laico Amadeo VII de Saboya, Félix V, último antipapa de la Iglesia, y al que poco a poco le retiran su apoyo los reyes de Francia, Castilla, Aragón, Polonia y el duque de Borgoña, partidarios de la antigua obediencia aviñonense. En 1449, reconoce la legitimidad de Nicolás v, quien lo hizo cardenal y obispo de Lausana y Ginebra. Pío II, durante su pontificado promulgó la Bula Execrabilis, mediante la cual prohibía apelar al Concilio las decisiones tomadas por el Papa. Eugenio IV, en 1438, abre el Concilio de Ferrara, trasladado a Florencia como consecuencia de la peste. Al concilio también se traslada Juan VIII Paleólogo, emperador de Oriente, para discutir las diferencias que enfrentaba a las dos Iglesias y ofrecer la unidad. El 8 de junio se reconocía el primado de Roma, a donde el Papa trasladó de nuevo el Concilio, siendo proclamada su clausura con la Bula Benedictus sit Deus, que celebraba la unión de católicos y ortodoxos uniéndose las Iglesias siria, maronita y caldea. 1.3
La fallida unión de las Iglesias
Varios fueron los intentos que se realizaron para la unión de cristianos y ortodoxos, desde la ruptura de sus iglesias el 16/07/1054. Pero ninguna de las partes estaba realmente interesada en la unión, al tener cada una su respectiva área de acción sobre la que ejercía su control, a pesar de disminuir el prestigio de la Iglesia ortodoxa por el avance turco por Asia Menor y los territorios europeos del Imperio Bizantino. Aunque la ruptura se consideró definitiva por sus profundas diferencias, tanto en el campo jurisdiccional como doctrinal (Filioque, consagración del pan y del vino, virginidad de María, existencia del purgatorio, etc.), mantenían buenas relaciones, y realizaron intentos de unión con Gregorio VII y Urbano II. Intentos que acabaron por la toma de Constantinopla por los cruzados (1204), a pesar de proclamar la unión y el nombramiento de un patriarca latino en Constantinopla. En la práctica no se consiguió, al seguir la población siendo fiel a la ortodoxia. Los intentos más serios se realizaron en 1248 en el Concilio de Lyón y el de Florencia. En 1248, Juan III Vatatzés, emperador de Nicea, escribió a Inocencio IV, ante el avance de los latinos por sus dominios de Asia Menor, le ofreció la unión y el reconocimiento de la supremacía de Roma a cambio de la devolución de Constantinopla. La muerte simultánea de ambos acabó con el proyecto. La toma de Constantinopla por Miguel VIII Paleólogo (1261), parecía poner fin a los intentos 2
de unión, pero una nueva Cruzada de Urbano IV para recuperar Constantinopla, hizo que Miguel VIII enviara una delegación que no fue aceptada por el papa Clemente IV. Ante presiones exteriores, Miguel VIII volvió a ofrecer conversaciones que se plasmaron en el II Concilio de Lyón (1274), en el que se plasmó la tan deseada unión, proclamada por el patriarca de Constantinopla Germán II, y en la que se aceptaba el Filioque y la primacía de Roma. Una unión efímera, sin consecuencias prácticas por razones políticas. El emperador Andrónico II (1282-1328), apoyado por el bajo clero, el pueblo y los monjes del Monte Athos, declaró nulos todos los acuerdos alcanzados en tiempos de su padre. Con Juan V Paleólogo (1341-1365), se realizó una nueva tentativa. Juan V se desplazó a Italia para pedir ayuda contra los turcos, instalados en Gallipoli. Juan V firmó la llamada Unión de Roma con Urbano V en 1368, sin resultados positivos al no prestarle nadie ayuda contra los turcos. De nuevo fue la amenaza turca sobre la capital, la que obligaría a continuar con los contactos entre las dos iglesias, durante el Concilio de Ferrara (1439). Ahora Juan VIII Paleólogo se traslada a Florencia junto con el arzobispo Basilio Besarión. El decreto de unión se redactó en griego y latín, fue leído y firmado por el Papa y el Emperador el 6 de julio de 1439. Pero de nuevo fue una unión política más que de convicciones íntimas. Los patriarcas de Alejandría, Antioquía y Jerusalén rechazaron lo acordado por el patriarca de Constantinopla y amenazaron a Juan VIII con la excomunión. Pueblo y clero de Constantinopla rechazaron la unión prefiriendo vivir bajo el turbante turco antes que bajo la tiara de Roma. 2. RENACIMIENTO Y PAPADO
Por renacimiento entendemos el movimiento cultural y artístico basado en el redescubrimiento de la Antigüedad clásica, desarrollado durante los siglos XV y XVI, conocido en el siglo XV como Cuatrocento. Una definición no ajustada a la realidad. El Medievo sería un período entre la Antigüedad y el Renacimiento, sin ninguna vinculación con ellos. El Renacimiento sería la consecuencia lógica de la evolución del pensamiento y las artes medievales en busca de nuevas formas de expresión en todos los ámbitos. Íntimamente unido al Renacimiento está el Humanismo. Los humanistas opondrán al ideal cristiano, basado en la fe y la moral, el culto a la razón. En el campo artístico descubrirán en el arte antiguo, la perfección de las formas y en las letras clásicas, la elegancia del estilo. Así la Antigüedad se opondrá al Cristianismo y a la época medieval –dando origen al llamado espíritu moderno, que junto a la reforma protestante del siglo XVI y la revolución francesa del siglo XVIII, constituirán las grandes revoluciones espirituales y mentales de la historia de Europa. A la difusión del Humanismo, contribuyó la llegada a Italia de numerosos intelectuales bizantinos que escapaban del avance turco sobre Constantinopla. Acogidos por mecenas y príncipes, hicieron de sus cortes focos de difusión cultural, rivalizando por tener los mejores literatos y artistas. La invención y difusión de la imprenta de tipos móviles, siglo XV por Gutemberg, fue un factor decisivo para la difusión de la cultura y de la traducción de los numerosos manuscritos griegos. Los Papas se distinguieron por su protección a los artistas, acentuada en el siglo XIV. Con Bonifacio VIII, marca el apogeo del esplendor pontificio, apoyó a Giotto y otros artistas y poseía 33 manuscritos griegos en su biblioteca personal. Juan XXII, creó la Biblioteca Vaticana (1317). Los intelectuales del momento gozaron de la protección de los pontífices de Aviñón, y Francisco Petrarca, el primer moderno, gozó del apoyo y protección de varios Papas, ejerció como secretario apostólico. Desde su regreso a Roma, los Papas volcaron sus esfuerzos en convertir a Roma en la ciudad más esplendorosa de la Cristiandad, a la que afluyeron numerosos artistas florentinos. Los frecuentes
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jubileos hicieron que afluyeran riquezas dedicadas por los Papas a restaurar y embellecer las Basílicas (San Juan de Letrán, Santa María y San Pedro). 2.1
Los primeros Papas del Renacimiento
Eugenio IV, protegió a los humanistas, especialmente a los Helenistas Besarión y Traversari (traducciones griegas), y a los latinistas Mateo Vegezzio y Lorenzo Valla. Reorganizó la Biblioteca Vaticana y creó la universidad de Roma. Encargó unas nuevas puertas de bronce para la basílica de San Pedro, donde aparecen mezclados el espíritu pagano y cristiano típico del Renacimiento. Su sucesor, Nicolás V (1447-1455), primer gran mecenas pontificio. Preceptor en Florencia casas de los Strozzi y los Albizzi, trabó amistad con humanistas. Estudió en Bolonia, al servicio de su arzobispo inició su carrera eclesiástica. Dedicó su vida a las obras arquitectónicas y libros. El jubileo de 1450 reportó dinero que destinó a restaurar iglesias y comenzó la construcción de la actual Basílica de San Pedro, con mármol del Coliseo, del Circo Máximo y las murallas servianas. Roma se convirtió en centro de atracción de artistas. La masiva llegada de orientales, hizo que a partir de entonces se hablara de un Renacimiento latino y griego. Pío II (1458-1464), encarna la exaltación de la persona y el triunfo de la fama típica del Renacimiento. Autobiógrafo en su obra Commentarii. Cambió el nombre a su ciudad natal, llamándola Pienza, dotándola de magníficos edificios, inició las excavaciones de Tívoli y la construcción de la magnífica villa renacentista. Sus sucesores Sixto IV (1471-1484), Inocencio III (1484-1492) y Alejandro VI (1492-1503), continuaron la larga lista de Papas nepotistas y vida poco edificante, que en lo político y cultural, llevaron a la monarquía pontificia al primer plano, si bien, en el campo religioso, la Cristiandad pedía una reforma in capite et in membris , manifestada en los Concilios de Constanza y Basilea, de los que derivó la cuestión hacia el tema de la superioridad del Concilio o del Papa. Con el Renacimiento, los Papas olvidan este objetivo y se dedica al engrandecimiento de los Estados Pontificios en lo político, y a la ciudad de Roma en lo artístico. La aparición, a principios del siglo XVI, de personajes como Lutero, Calvino..., que denunciaron los abusos de la jerarquía y atacaron la propia doctrina católica, dará lugar a la Reforma y a una nueva escisión de la Cristiandad occidental. 2.2 Dos españoles en el trono de San Pedro 2.2.1. Calixto III (1455-1458)
Nombre: Alonso de Borja. Profesor en el Estudio General de Lérida, partidario de Benedicto XIII, y fue obispo de Valencia. Acompañó a Alfonso V el Magnánimo en la conquista del reino de Nápoles, y a su instancia creado cardenal en 1444. En su corto pontificado se interesó poco por la política cultural y se dedico a preparar una cruzada contra los turcos, apoyando a Juan Hunyadi, defensor de Belgrado (1456). Canonizó a San Vicente Ferrer. Mandó revisar el proceso contra Juana de Arco, declarándola inocente. Papa nepotista que elevó a la púrpura a dos sobrinos: Luis Juan de Milá, obispo de Segorbe y Rodrigo Borja, canciller de la iglesia y obispo de Valencia. Otro sobrino Luis Borja fue nombrado capital general de los ejércitos pontificios. Distribuyó cargos de la curia a otros compatriotas, esto le enajenó el odio de los romanos. 2.2.2. Alejandro VI (1492-1503)
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Estuvo a la sombra de su tío Calixto III. Denostado por su comportamiento amoral y disoluto, se valió de todos los medios para satisfacer su ambición, siendo reprendido por Pío II por su vida libertina. Antes de ser elegido Papa tuvo 3 hijos. Siendo Papa tuvo otros dos hijos. Elegido Papa con 60 años, en una elección considerada simoníaca al repartir palacios y posesiones entre sus electores Orsini, Colonna y Savelli. Su acción diplomática estuvo destinada a realzar el prestigio de su familia, especialmente de César Borgia, apoyando según interese a las Casas de Aragón o de Anjou, en sus disputas por el reino de Nápoles. Su principal detractor fue Jerónimo Savonarola, fue excomulgado y acabó en la hoguera. En España, Alejandro VI otorgó la Bula Inter caetera, que hacía una primera limitación de la zona de expansión portuguesa y castellana. En el plano artístico los frescos del Pinturicchio en las Estancias Borgia del Vaticano. Alejandro VI, murió de malaria, 18/08/1503. 3. HEREJÍAS Y NUEVAS FORMAS DE PIEDAD.
La Iglesia cortó de raíz las primeras disidencias de los cátaros y valdenses. Los cátaros perseguidos a sangre y fuego, cuestionaban los principios y dogmas fundamentales de la Iglesia, atacaban su jerarquía e intentaron imponer la suya propia. Las persecuciones y el fin del apoyo de la nobleza, así como su propia evolución interna hizo que desapareciera. Los miembros supervivientes evolucionaron hacia un panteísmo místico, que dejó de inquietar a la jerarquía y tuvo escasa aceptación en las capas populares. Los valdenses, repartidos por Europa, serían el germen de futuras disidencias como el husismo y el protestantismo. Su ideal era vivir el cristianismo primitivo. Basaban su culto en lecturas piadosas y celebran la Cena una sola vez al año. Con la aparición del franciscanismo, muchos encaminan sus inquietudes espirituales hacia esta Orden, lo que la hizo ser vista con desconfianza por la Iglesia, al surgir en su interior la rama de los espirituales. Con la pretensión de los franciscanos de llevar la pobreza evangélica hasta límites extremos, el papa Juan XXII (1323), promulga contra ellos la Bula Cum inter nonnulos¸ en la que se afirma que Cristo había vivido pobremente, pero son algún bien como su túnica. Mediante la Bula Licet ad capiendos (1233), Gregorio IX crea la inquisición para reprimir la herejía, pero que no logró eliminarla del todo. Para la Iglesia, quien había sido bautizado, no podría abandonar la religión o ponerla en peligro. La Bula Etsi judeorum (1233), de Gregorio IX, reconoció la existencia de comunidades judías y prohibió amonestarlos y perseguirlos, pero viviendo separados de los cristianos y con distintivos que los identificara. Pero el antisemitismo, siempre estuvo presente, y cuando se producían asaltos a las juderías, progromos, las autoridades civiles y religiosas miraban para otro lado. 3.1 Los últimos heresiarcas medievales 3.1.1. Juan Wyclif (1330-1384)
Protegido por los Lancáster, quienes veían con buenos ojos sus teorías sobre la supremacía del poder civil. Su pensamiento está recogido en sus dos obras: De dominio divino y De civili dominio, en las que ataca la eclesiología, la escolástica y el derecho canónico. Considera que la estructura eclesiástica es apenas necesaria, y causa más mal que bien. Sus intentos internos de forma, habrían resultado 5
infructuosos, siendo necesario ésta desde el exterior impuesta por el poder civil. La jerarquía se ha arrogado poderes que no le corresponden, el clero predica lo que no cumple y el Papa pretender ser el amo del mundo y ejercer su autoridad, sin ser virtuoso. Fue partidario de la traducción de las Escrituras para ser leías e interpretadas por todos los fieles sin la mediación de los clérigos. Sus ideas fueron acogidas por la Universidad y por el Estado, que salió fortalecido en sus enfrentamientos con la Iglesia, y por el pueblo, con escasa simpatía por el clero por sus prebendas y propiedades. Sus doctrinas asumidas por los lolardos, quienes practicaban un rígido puritanismo y una estricta moralidad, la anulación del clero y la confiscación de sus bienes. Al extenderse estos principios a la nobleza, comenzaron a ser perseguidos. 3.1.2. Juan Hus (1369-1415)
Desde finales s. XIV, las ideas de Wyclif junto con las de los valdenses, habían arraigado en la Universidad de Praga. El pueblo checo, sufría mal el control del país por parte de la clase dirigente alemana, existiendo un fuerte sentimiento antigermánico como entre el patriciado como entre la plebe, y donde la Iglesia, que poseían un tercio del país, suscitaba el odio por sus riquezas. Hus, fue nombrado capellán de la Iglesia de Belén en 1402. Predicaba, de forma fogosa y arrastraba multitudes las ideas de Wyclif condenadas por Gregorio XII, prohibiéndosele la predicación en Belén que fue rechazada por Hus. La predicación de la indulgencia, cuyos ingresos destinaría Juan XXIII a su lucha contra el rey de Nápoles, hizo saltar la chispa. Hus predicó contra este escándalo, por lo que fue condenado como hereje y seguidor de Wyclif, defendiéndose en el Concilio de Constanza. Arrestado a su llegada a Constanza, a pesar el salvoconducto concedido por Segismundo. Acusado por las ideas de Wyclif y su negativa a abjurar de ellas fue condenado a la hoguera, creándose un mártir y un patriota. La nobleza checa denunció el hecho como afrenta a su país y reconoció a la Universidad de Praga la facultad de legislar en materias doctrinales. En 1417, reconocieron la comunión bajo las dos especies, pan y vino, como su signo distintivo. El apoyo de la nobleza hizo que el movimiento se extendiese también al campo. 3.2.
La religiosidad popular y sus manifestaciones
La organización eclesiástica estaba básicamente completada en el siglo XIV en cuanto a diócesis y parroquias. La parroquia era la entidad básica, en ella se desarrollaba la vida espiritual de los fieles y los sacerdotes ejercían la cura animarum . Los párrocos conocían bien a sus feligreses, quienes cumplían sus obligaciones religiosas en las iglesias, lo que representó una constante fuente de conflictos entre clero secular y el regular de las órdenes mendicantes, hasta conseguir éstas sus propias iglesias abiertas a los fieles. El clero secular, no logra superar las lacras que venía arrastrando: El absentismo de los párrocos titulares, que arrendaban sus parroquias a clérigos pobres, la ignorancia del clero y el gran desconocimiento del latín, la conducta desordenada y el concubinato, la entrega a costumbres laicas (danza, juegos de azar, la caza, la ostentación…), eran la tónica general. Con la creación de las órdenes mendicantes, las ciudades y villas más importantes albergaran conventos de dominicos, franciscanos, carmelitas o agustinos, que gozaban de una estima superior a la del clero secular, por su preparación y su rechazo a bienes materiales. Preferidos por el pueblo, de ellos salían los mejores predicadores y confesores. La entrada a sus organizaciones de laicos mediante las Órdenes terciarias les dio gran prestigio y fama.
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Las cofradías, donde se encuadraron la mayor parte de los fieles, constituían una fuente de ayuda mutua, tanto material como espiritual, triunfaron en los siglos XIV y XV. Ellas se encargaban de los funerales, misas de aniversario, novenas…, que garantizaban el descanso eterno de las almas de los cofrades, y las cuales se difundieron por los países mediterráneos, y encauzando los deseos de perfección y ascesis que propugnaban las corrientes heréticas. El principal medio de transmisión de su mensaje de la Iglesia fue la predicación, canon 10 del i Concilio de Letrán. Los intelectuales frailes mendicantes, durante los siglos XIV y XV, fueron los preferidos por los fieles. Frailes que elaboraron tratados sobre el arte de predicar (ars predicandi), una completa teoría sobre los recursos a utilizar para atraer la atención de los fieles y llegar mejor a sus conciencias. Así la retórica religiosa llega a alcanzar los niveles de una verdadera ciencia. Los predicadores para retener la atención de sus oyentes, utilizaban en sus sermones recursos como la onomatopeya, mímica y la risa. Los sermones, siendo los de moral y dogma los preferidos, se realizaban al aire libre, al no poder realizarse en los templos ante los numerosos fieles congregados. Los sermones acababan con la llamada hoguera de las vanidades donde los fieles quemaban, llenos de arrepentimiento, objetos superfluos o peligrosos: libros, vestidos, adornos… para demostrar su arrepentimiento. San Vicente Ferrer, San Bernardino de Siena o Savonarola, eran los más afamados y célebres predicadores, quienes encumbrados en su retórica, apenas eran entendidos por los fieles. Otros enfangaban la predicación. La piedad popular se manifestaba también con la práctica de los sacramentos, especialmente la confesión y la eucaristía. La participación en los oficios era muy frecuente, en especial la misa, obligatoria para todos los fieles los domingos y fiestas de guardar. El número de fiestas religiosas era alto. Las procesiones, otra importante manifestación de la piedad popular sobre todo la del Corpus Christi, instituida por el Papa Urbano IV (1264). El Papa encargó a Santo Tomás de Aquino la confección del oficio litúrgico. Otras formas de manifestar el sentimiento religioso fueron el culto a la Pasión de Cristo, mediante imágenes de su cuerpo lacerado y lleno de sangre; la meditación sobre su agonía y muerte y la contemplación de Cristo, así como la contemplación de los Dolores de la Virgen por la muerte de su hijo. Junto el culto a Cristo y su pasión, se sitúa el de la Virgen y los Santos, como intercesores ante Dios. El culto a la Virgen fue extendido de forma rápida por los cistercienses de San Bernardo y las órdenes mendicantes de los dominicos y franciscanos que introdujeron la práctica del rosario y el rezo del Ángelus (1456). Los santos también ocuparon un lugar de honor, venerados como intercesores ante Dios. Cada pueblo, cofradía o distrito tenia su propio santo protector, que era invocado ante el mal o la enfermedad, especializándose y adaptándose a cada tipo de invocación. Conventos, iglesias y cofradías pugnaban por hacerse con reliquias. Los siglos XIV y XV estuvieron presididos por crisis de todo tipo y las guerras, lo que influyó en la psicología colectiva y las manifestaciones de culto referidas son muestra de ello. El temor a la muerte y al más allá, eran materia constante de alusión por los predicadores que elaboraban una literatura del arte de morir (ars moriendi) para afrontar el paso a la otra vida en las mejores condiciones espirituales posibles. Pero la práctica de los sacramentos y el cumplimiento de los mandatos no eran suficientes para vencer el temor a la muerte, acudiéndose a las indulgencias, que redimían la pena temporal que debía satisfacerse en el Purgatorio, para la expiación de los pecados. Las indulgencias, plenarias o parciales, estaban reservadas al Papa y posteriormente también a los obispos. La indulgencia plenaria estaba reservada originariamente para los cruzados y desde 1300 para todos los que durante el Año Santo, visitaran determinadas basílicas de Roma, que al extenderse a otros lugares, terminó por otorgarse a cambio del pago de una tasa, lo que constituiría una fuente de ingresos, produciéndose un abuso y una verdadera inflación de bulas de indulgencia a final de la Edad Media. 7
Otro recurso de los fieles para el descanso de sus almas y la salida pronta del purgatorio fueron las misas a la memoria de los difuntos. Motivo por el que las personas ricas y las cofradías instituyeron capellanías, dotadas económicamente para el mantenimiento de sacerdotes dedicados a este fin. Así hay testamentos que destinan dinero para la celebración de misas. Junto a estas prácticas, calificadas de “ortodoxas”, se produjeron desviaciones y perversiones como la práctica de la flagelación pública por parte de grupos de penitentes, la visión constante de la Hostia consagrada, para evitar la muerte súbita, la parodia de los ritos en el interior de las iglesias, como la Fiesta del Obispillo o la Fiesta del Asno; la recitación de jaculatorias y oraciones al revés, etc. Prácticas alentadas por el bajo clero y ciertos mendicantes, criticadas y censuradas por el cardenal Nicolás de Cusa en su obra Malleus maleficarum¸ con instrumentos y fórmulas para casos de brujería y superstición. 3.3
Los laicos y el apogeo de la mística.
Frente a los fieles, practicantes de una religión formalista, rutinaria y llena de implicaciones más o menos mágicas, había una élite culta que pretendían vivir la religión como una experiencia personal, lejos de la rutina y la indiferencia. Grupos instalados por toda Europa, con contactos entre sí, integrados por dominicos, sacerdotes seculares, monjas, laico s, begardos y beguinas. Grupos que buscaban el contacto directo con Dios, que se autodenominaban Amigos de Dios, con el objetivo principal de alcanzar la unión con Dios a través de la mística, buscando en el Cantar de los cantares su principal fuente de inspiración. La figura más destacada será Santa Catalina de Siena, dominica terciaria, que llevará la mística a su punto más alto con su Diálogo. Pero estas experiencias místicas fueron mal vistas por la jerarquía eclesiástica. Existía el riesgo de caer en un panteísmo o deificación del hombre, iniciándose procesos como el seguido a la beguina Margarita Porete que la condujo a la hoguera. Fueron los dominicos los encargados de controlar la ortodoxia de estas místicas, siendo éstos los máximos cultivadores de la mística medieval: el Maestro Eckart con sus Sermones y Sentencias y sobre todo el sacerdote belga Juan de Ryusbröek, que alcanzó la cima de la mística describiendo el itinerario que recorre el alma hasta alcanzar a Dios, con la ayuda de los siete dones del Espíritu Santo. 3.4
La devotio moderna
La mística, apta sólo para iniciados, fue abandonada por algunas personas, y tuvieron como objetivos la piedad y de la vida de cumplimiento de los preceptos evangélicos, objetivos al alcance de un mayor número de personas. Nacen dos nuevas congregaciones: -Los Hermanos de la Vida Común, fundada por Gerrdo de Grote para laicos, y la de los Canónigos de Widessheim funddos por Florencio de Radewijins, para clérigos, y ambas con fuertes influencias franciscanas. Sus miembros no estaban ligados por votos solemnes y vivían en residencias, no en conventos. Dedicados a la copia y venta de libros piadosos, a la meditación, la oración y la ascesis. En sus casas albergaban estudiantes con escasos recursos. Una nueva forma de vida dedicada a la práctica de las virtudes cristianas y a la predicación con el ejemplo. Sus seguidos se alejaron de la mística e intentaron que fuera Dios quien descendiera a los hombres, a través de una vida ejemplar, alimentada por la oración y la meditación. Cada miembro escribía frases y pensamientos de los grandes escritores cristianos (San Agustín...), y junto a ellos, escribía una serie de ideas reflexiones personales, como la imitación de Cristo (1427) de Tomás de Kempis. Esta devotio moderna, basada en la meditación y plegaria, tuvo gran difusión durante los siglos XV y XVI, muy apreciada por Lutero, Erasmo y San Ignacio de Loyola. 8
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