Tema 08
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LINGÜÍSTICA
Curso académico 2013-2014
TEMA 8: PRAGMÁTICA 1. Introducción. 2. Significado contextual. 3. La teoría de los actos de habla. 4. El significado intencional. 5. Lo dicho y lo implicado (I): El modelo de Grice. 6. Lo dicho y lo implicado (II): La teoría de la relevancia. 7. La cortesía lingüística.
1. INTRODUCCIÓN Usamos el lenguaje todos los días; lo usamos descuidadamente, dificultosamente, placenteramente, artísticamente. Tenemos conciencia de usarlo con mayor o menor corrección o efectividad, pero rara vez nos paramos a pensar en el mecanismo oculto que hace funcionar la comunicación, es decir, en los principios que guían el empleo del lenguaje en nuestros diálogos con los demás. Las palabras significan por sí mismas, y, sin embargo, la comunicación exige mucho más que intercambiar significados preestablecidos. Piénsese en la diferencia entre preguntar ¿Qué quiere decir esa palabra? y ¿Qué quieres decir con esa palabra? En el primer caso estamos pidiendo una información sobre el lenguaje, que se encuentra, por ejemplo, en el diccionario. En el segundo caso, estamos planteando un problema de interpretación que tiene que ver con la intención del hablante al usar cierta palabra: estamos preguntando por el significado que debemos interpretar en ese contexto. La Pragmática lingüística estudia esa segunda dimensión del significado, analizando el lenguaje en uso, o, más específicamente, los procesos por medio de los cuales los seres humanos producimos e interpretamos significados cuando usamos el lenguaje. El estudio del uso del lenguaje no es nada nuevo (lleva, probablemente, más de dos milenios), pero la Pragmática es el primer intento de hacer, dentro de la Lingüística, una teoría del significado de las palabras en su relación con hablantes y contextos. El programa de la Pragmática es muy sugerente: se trata de explicar, entre otras cosas, en qué consiste la interpretación de un enunciado, cuál es la función del contexto, que relación hay entre el significado literal y el significado comunicativo, por qué hablamos con figuras, cómo afecta la función comunicativa a la gramática de las lenguas. Para estudiar estos fenómenos es preciso volverse hacia el usuario y observar sistemáticamente qué hace con el lenguaje. Somos nosotros los que nos comunicamos, no nuestros mensajes, y por eso puede decirse que la Pragmática trata de nosotros, los hablantes.
Tema 8: Pragmática. 2 Así las cosas, la Pragmática se ocupa de estudiar el significado lingüístico, pero no el significado de las palabras aisladas de contexto, ni de las oraciones aisladas de contexto (de lo que se ocupa la Semántica; cfr. tema 6), sino el significado de las palabras (u oraciones, o fragmentos de oraciones) usadas en actos de comunicación. El significado del lenguaje usado se suele llamar significado del hablante, y se caracteriza por ser intencional y depender de las circunstancias en que se produce el acto de la palabra. Las palabras que usamos constituyen casi siempre un esbozo, un dibujo aproximado, una pista, una guía imprecisa y cambiante según la ocasión, guía que tiene la virtud, sin embargo, de suscitar ciertas imágenes mentales en nuestros interlocutores. Si esas imágenes coinciden aproximadamente con las que queríamos provocar, consideramos que nos hemos comunicado. El proceso es muy complicado y cuanto más se lo analiza más se admira uno de que la comunicación se realice con tanta frecuencia y fortuna. Un ejemplo: si al volver a casa después de unos días de vacaciones encontramos un mensaje en el contestador que dice algo como Soy Juana, y quería decirte que el martes salgo para Roma, entendemos, entre otras cosas no dichas, que Juana no hablaba desde Roma, que el día que llamó era cualquiera menos el lunes anterior a su salida (porque en ese caso hubiera dicho “mañana” o “mañana martes”), y también entendemos, o deberíamos entender, entre otras cosas posibles, quién es Juana y para qué nos da esa información. La Pragmática estudia los principios regulares que guían los procesos de interpretación lingüística. Al estudiar esos principios, la Pragmática estudia también la naturaleza del lenguaje en tanto que instrumento de comunicación. La noción de significado del hablante se opone a la de significado convencional, a veces llamado literal, que es el que las expresiones poseen por convención, el que comparte toda la comunidad de hablantes y suele estar registrado en gramáticas y diccionarios. Este nivel de significado es estudiado por la Semántica (cfr. tema 6). Problemas como la ambigüedad y la polisemia de ciertas expresiones corresponden al campo de estudio de la Semántica. En un sentido más estricto, la Semántica estudia la correspondencia entre las oraciones y el mundo, es decir, las condiciones veritativas que deben cumplirse para que una oración sea verdadera o falsa. Pero al usarse el lenguaje se producen significados que desbordan el valor veritativo de las oraciones; estos significados residuales, no preestablecidos, deben ser tratados por la Pragmática, que muchos lingüistas ven como un complemento de la Semántica y por tanto como parte de la Lingüística. El proceso de entender literalmente una expresión lingüística es ya bastante complicado, sobre todo cuando el mensaje, aunque sea explícito, es difícil de descifrar por su tema, por su vocabulario, y a veces porque no conocemos suficientemente al emisor o las circunstancias en que fue emitido. En otros casos, el significado convencional de las palabras no es suficiente. Así, algunas expresiones como, por ejemplo, yo, este, allá, mañana, sólo significan cuando son puestas en un contexto. Si alguien golpea la puerta y dice Abre, soy yo, debo reconocer la voz para decidir a quién le abriré o no la
Tema 8: Pragmática. 3 puerta, ya que la palabra yo no remite a ninguna persona específica, sino que meramente señala al que habla. Yo y otras expresiones similares dejan de referirse al mundo cuando se las saca de contexto: sin un punto de origen (un hablante en su lugar y tiempo, dotado de intención comunicativa) resultan vacías. Otras expresiones tienen pleno significado, pero éste varía según quién las use, cuándo, y con qué intención. Cuando decimos no, a veces queremos decir quizá, e incluso sí, y decirle que sí a un niño no es lo mismo que decirle que sí a un juez. La referencia al mundo de ciertas palabras puede también cambiar. Tibio no significa lo mismo en El biberón está tibio y en La cerveza está tibia: en cada caso la palabra tibio se refiere a una temperatura diferente e implica una serie de cosas diferentes (entre éstas, por ejemplo, que el bebé ya puede tomar el biberón, y que es imposible beber la cerveza). La expresión el libro de Rosa no es fácil de descodificar, ya que la relación entre “el libro” y “Rosa” (si Rosa es la autora o es la dueña del libro) depende de principios pragmáticos. Para seleccionar la interpretación correcta de una expresión como ésta el oyente debe partir del supuesto de que el hablante está diciendo algo pertinente y comprensible, es decir, debe partir de principios pragmáticos para establecer el significado de la expresión. Pero una vez que se llega a entender debidamente lo que alguien ha dicho literalmente (lo explícito), falta todavía un gran paso para completar la interpretación de un enunciado. Y es que el sentido que el hablante quiere comunicar tiene, además de una parte explícita, otra implícita: lo que no se dice pero también se comunica. Por “significado del hablante” debemos entender el significado completo (sentido) de un enunciado, constituido por lo que el hablante quiere comunicar explícita e implícitamente. La interpretación de este significado es el resultado de una operación de descodificación (descodificamos los signos lingüísticos usados) y de la derivación de inferencias: inferimos lo que se nos quiere decir, que no suele estar totalmente explícito.
2. SIGNIFICADO CONTEXTUAL 2.1 Oración y enunciado El significado del hablante es el que expresa a través de sus enunciados. El enunciado es una unidad comunicativa que equivale a la intervención o contribución de un hablante en una conversación, y que puede consistir en una oración completa o en un fragmento de oración. Los enunciados se pueden definir así: unidades lingüísticas (habladas o escritas) que están inherentemente contextualizadas. Aunque no siempre tengan forma de oración,
Tema 8: Pragmática. 4 suele decirse, para simplificar, que los enunciados son oraciones puestas en uso, es decir, puestas en contexto. 1 Las oraciones tienen significados convencionales (o gramaticales: son objeto de la Semántica 2). Véase la siguiente oración: (1) El niño está enfermo.
Esta oración está compuesta por una serie de elementos léxicos (el, niño, etc.), y estos elementos se han combinado según las reglas de la Gramática (como las de concordancia sujeto-verbo, las del orden de palabras, etc.). Así, en (1) tenemos una oración bien formada porque respeta las reglas gramaticales del español. Si ello no fuera así, diríamos que tal oración es agramatical. Es lo que ocurre en esta versión de (1): (1’) * Niño el está enfermo.
Tanto los significados de los elementos léxicos como el conjunto de reglas para combinarlos son convencionales, es decir, no naturales, lo que significa que no obedecen a leyes físicas ni a principios de Lógica, sino que son arbitrarios y se han ido consolidando a lo largo de la práctica del lenguaje en una comunidad. “Convencional” significa ‘acordado’, ‘preestablecido’. Por supuesto muchas de esas convenciones están motivadas precisamente por las necesidades comunicativas de los hablantes, y esa motivación se percibe mejor en los procesos de cambios lingüísticos. Pero una vez que el cambio se ha impuesto, la nueva forma o construcción pasa a formar parte de un sistema de regularidades, y éstas son convencionales. La Gramática, ampliamente entendida, es la disciplina lingüística que estudia las estructuras convencionales de sonidos, combinaciones de morfemas y significados. La Pragmática, a su vez, estudia la porción de significado que no es convencional o gramatical, es decir, que no está codificado por reglas. Esta distinción es válida, pero como veremos en seguida, no es tan nítida como uno quisiera. Volvamos a la oración (1). Para la Semántica, que estudia el significado lingüístico, éste consiste en la relación entre las expresiones y el mundo, o, más exactamente, en las condiciones veritativas de la oración: las que deben aplicarse para que una expresión describa una situación de manera verdadera. Así, para explicar el significado de (1), hay que verificar la relación entre la situación descrita y el mundo: el contenido de la oración, llamado “proposición”, es verdadero si el niño real aludido por la expresión el niño está enfermo.
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Los ejemplos que suelen analizarse en Pragmática son casi siempre representaciones de enunciados, no verdaderos enunciados, ya que carecen de contexto; para interpretarlos debemos imaginar algún contexto, aunque sea mínimo. En los ejemplos propuestos (procedentes, en su mayor parte, de diálogos reales) se pondrán entre paréntesis (cuando sea necesario) algunos datos del contexto. 2 Entendemos la Gramática en sentido amplio: se incluyen en ella la Fonología, la Morfosintaxis y la Semántica).
Tema 8: Pragmática. 5 Un hecho curioso y sin duda digno de estudio (por eso lo estamos estudiando) es que los hablantes no usan la oración (1) exclusivamente para decir que cierto niño está enfermo, que es lo que la oración significa semánticamente. La oración (1), como parte de un diálogo, es decir, convertida en enunciado, puede tener otros significados. Si una madre, por ejemplo, usa esa oración cuando la invita una amiga suya a salir de compras, su enunciado puede implicar, entre otras cosas, que no puede salir esa tarde. Las oraciones, unas vez puestas en uso, se llenan de significados nuevos, incluso de algunos que contradicen los significados semánticos (vid., más abajo, el ejemplo (7)). La Semántica explica cómo se relacionan las formas lingüísticas con los objetos del mundo que esas formas representan, y no se pregunta para qué le sirve a un hablante emitir esas formas en un contexto comunicativo: eso es tarea de la Pragmática. 2.2 La codificación del contexto No siempre son nítidas, como se ha dicho, las diferencias entre el significado semántico y el pragmático. Obsérvese, por ejemplo, la siguiente oración: (2) Un librito así les interesará.
Tenemos aquí una oración bien formada, de acuerdo con las reglas de la gramática española. No es fácil, sin embargo, establecer el significado o representación semántica de (2), porque algunas de las palabras de la oración no significan nada, o no significan fuera de contexto. Esas palabras son así y les. ¿Qué quiere decir así? ¿Qué quiere decir les? Por supuesto, todos los hablantes de español reconocemos esas formas; las podemos encontrar, incluso, en el diccionario, pero el diccionario no nos va a ayudar a entender la oración (2), porque tenemos que saber algo más: necesitamos datos del contexto. Las lenguas humanas poseen elementos gramaticales que codifican algunos aspectos del contexto. Entre esos elementos se encuentran los deícticos. El funcionamiento de los deícticos no se puede estudiar sin acudir a la noción de contexto, porque los deícticos establecen conexiones entre lo que se dice y ciertas entidades del contexto. Les, en el ejemplo (2), se refiere a ciertas personas presentes en el contexto comunicativo. Para asignar referencia a les tenemos que saber quiénes son esas personas. Lo mismo pasa con el adverbio así: no tiene significado pleno si no se lo asocia a un contexto. Son deícticos los pronombres personales, que identifican a los participantes en el acto comunicativo; también lo son expresiones como aquí, allí, ahora, ayer y los tiempos verbales, que relacionan la acción del verbo con un tiempo medido desde el presente del hablante. El futuro interesará sólo puede entenderse a partir del presente del hablante que produjo el enunciado: el presente del hablante (y por lo tanto el hablante) forman parte del significado temporal de los verbos. De modo que para interpretar semánticamente (2), que contiene deícticos, debemos insertar la oración en un contexto. Lo mismo pasa con (3) y (4)
Tema 8: Pragmática. 6 (3) Yo peso 70 kilos. (4) No, éste no, prefiero aquél.
Si no sabemos a quién remite yo en (3), mal podremos comprender el significado de la oración y, por tanto, hacer algún juicio sobre su valor de verdad. Igualmente vacíos de significado, fuera de contexto, resultan las formas este, aquel y el morfema de primera persona en (4). Los deícticos están en el límite entre la Semántica y la Pragmática. ¿Hasta dónde llega la Semántica, y dónde empieza la Pragmática? Para muchos lingüistas, la Pragmática empieza con los deícticos y otros elementos similares, que forman parte de la gramática de una lengua, pero no son independientes del contexto. A partir del momento en que, para asignar significado a las expresiones lingüísticas, debemos recurrir al contexto, estamos haciendo Pragmática. El problema entre la Semántica y la Pragmática es un problema de límites, que podría plantearse así: ¿dónde empiezan los significados contextuales? Las expresiones referenciales como el niño, por ejemplo, en la oración (1), ¿no remiten también a un contexto que hay que conocer para asignar a la oración valor de verdad? ¿Dónde termina la Semántica? ¿Hasta dónde llega el contexto? 2.3 Qué hacer con el exceso Se dijo arriba que muchos lingüistas creen que la Pragmática comienza en los deícticos y otras expresiones similares cuyo significado depende del contexto. Es más: muchos de esos lingüistas creen que la Pragmática empieza y termina en esas expresiones. Su argumento es más o menos así: si se quiere considerar a la Pragmática una de las subdisciplinas de la Lingüística, debe asignársele un objeto lingüístico. Digamos que ese objeto es la porción sobrante de significado, lo que no puede ser analizado por el criterio del valor de verdad. Esa sobra, ese exceso, está parcialmente incorporado a la Gramática en los diferentes subsistemas deícticos (pronombres, adverbios, tiempos verbales) y en fenómenos convencionales, o parcialmente convencionales. Lo que no está en la Gramática no es lingüístico, y por lo tanto no puede ser objeto de una ciencia lingüística. Esta postura es válida, pero deja fuera de la Lingüística muchos fenómenos que, sin embargo, tienen que ver con el lenguaje, con su estructura y su significado. El siguiente enunciado, producido durante una comida, tiene un significado pragmático que no está relacionado directamente con su significado semántico: (5) Estas sopas de verduras quedan siempre un poco sosas, ¿no?
Quien hace tal observación mientras toma la sopa no pretende, quizá, informar a sus oyentes de las cualidades generales de ciertas sopas, sino indicar que su sopa está sosa y que le gustaría ponerle sal. La finalidad del enunciado de (5) podría ser pedir sal (sin ofender al que hizo la sopa, por ejemplo), algo que cumple de manera bastante indirecta, pero efectiva, si obtiene como
Tema 8: Pragmática. 7 consecuencia que alguno de los comensales lo tome como una petición. Ni siguiera (6) significa lo mismo literal que pragmáticamente: (6) ¿Podrías pasarme la sal?
Semánticamente, la pregunta indaga sobre lo que el interlocutor puede o no puede hacer. Pero, pragmáticamente, (6) funciona como una petición o una orden de pasar la sal. En (7) el desnivel es todavía más notorio. Supóngase, para seguir con la sopa, que Mafalda, que odia ese alimento (puntualmente presente, por lo menos una vez al día, en las mesas de todos los niños del país de Malfalda), lo prueba y dice, con claras manifestaciones de náusea: (7) ¡Qué rica sopa!
El significado de Mafalda no tiene mucho que ver con el valor de verdad de la oración que usa. Si Mafalda dijera la verdad, emitiría algo como ¡Qué asquerosa sopa! Pero no se trata aquí de decir la verdad, sino de usar el lenguaje de cierta manera, de modo que signifique otra cosa que lo que convencionalmente significan las palabras empleadas. Ejemplos del tipo de (5), (6) y (7) muestran desniveles entre el significado literal y el significado que podríamos llamar “real”, el que el hablante realmente quiere transmitir. No se trata de un mero exceso de significado, sino de un verdadero desplazamiento. El hablante quiere decir algo que está más allá de sus palabras. Y esto sucede todos los días, es parte de nuestra rutina de hablantes. No hay, sin embargo, señales gramaticales que nos orienten. No hay un morfema especial, por ejemplo, que indique a la madre de Mafalda que su hija está hablando con ironía, ni tampoco esa señora necesita la ayuda del morfema: le basta con conocer a su hija. (La ironía puede marcarse con ciertos elementos lingüísticos como la entonación o el vocabulario, pero estas marcas no son indispensables. Ni siquiera los gestos lo son.) La Pragmática de los últimos años tiende a presentarse como una teoría sobre la producción e interpretación de los significados lingüísticos gramaticalizados y también sobre los no gramaticalizados. La Pragmática se propone estudiar todo el exceso posible, pero, como no es fácil delimitar el exceso, se da la circunstancia de que en este ámbito han proliferado, para salir al paso de ese reto, numerosas y diferentes tendencias (que repasaremos someramente en sucesivos epígrafes de este tema). 2.4 El contexto, los contextos Hemos hablado hasta ahora del contexto, sin delimitar esa noción, tan comprensible intuitivamente, y sin embargo tan difícil de definir, porque cada teoría lingüística le da un significado diferente, y los significados técnicos se superponen a los del lenguaje corriente, que también varían. En general, se entiende por contexto, en Lingüística, el conjunto de conocimiento y creencias compartidos por los interlocutores de un intercambio verbal y que son pertinentes para producir e interpretar sus enunciados.
Tema 8: Pragmática. 8 Los intentos de explicar teóricamente el exceso de significado han llevado a varias teorías sobre el contexto. Se suelen deslindar tres tipos de contexto: el lingüístico, el situacional y el sociocultural. El primero está formado por el material lingüístico que precede y sigue a un enunciado, y se lo llama a veces cotexto. El segundo tipo, o contexto situacional, es el conjunto de datos accesibles a los participantes de una conversación, que se encuentran en el contorno físico inmediato. Por ejemplo, para que el enunciado Cierre la puerta, por favor tenga sentido, es necesario que haya ciertos requisitos contextuales que son parte de la situación de habla: que haya una puerta en el lugar donde ocurre el diálogo, y que esté abierta, entre otras cosas. Finalmente, el contexto sociocultural es la configuración de datos que proceden de condicionamientos sociales y culturales y que inciden sobre el comportamiento verbal y su adecuación a diferentes circunstancias. Hay regulaciones sociales sobre cómo saludar, por ejemplo, o sobre qué tratamiento o registro lingüístico usar en cada tipo de situación. 2.5 El lenguaje no es siempre gramatical ni siempre lógico Hasta no hace mucho resultaba aceptable decir la catedrático o la médico, por un lado, y la enfermera, la secretaria, por otro. Es decir, la regla gramatical de la concordancia operaba en unos casos pero no en otros (en la actualidad está permitido decir la catedrática, la médica). Esta ‘mala formación’ sintagmática sólo es explicable si nos permitimos ver en ella la huella del hablante, en este caso concreto la de sus condicionamientos sociales (las profesiones de prestigio o típicamente masculinas son aludidas en masculino, aunque hablamos de una mujer; las típicamente femeninas o las menos prestigiosas son aludidas en masculino o femenino, según la persona a quien se aplique). Otro ejemplo de fenómeno gramatical que no puede explicarse satisfactoriamente sin acudir a información pragmática es el del orden de palabras o distribución de la información en la oración. Obsérvense los ejemplos siguientes: (8) No hay tomates. (9) Tomates no hay.
Las condiciones de verdad de (8) y (9) son idénticas, de modo que si se da el caso de que hay tomates cuando se enuncia cualquiera de estas oraciones, tanto una como otra son verdaderas. Sin embargo, no pueden ser usadas indistintamente: el orden de las palabras aporta algo que conviene tener en cuenta. Para explicar la estructura comunicativa de (8) y (9) tenemos que recurrir al contexto en que aparecen o pueden aparecer. Limitémonos a (9), que tiene una construcción más llamativa que (8). Para emitir (9) necesitamos un enunciado anterior, cercano, en el que se hayan mencionado los tomates, como, por ejemplo, Voy a preparar una ensalada con tomate, a lo cual puede contestarse con (9). O bien se precisa un marco de referencia determinado que se halle activado en el contexto (un frame, es decir, un conjunto de ideas estereotípicas sobre algo), como, por ejemplo, el marco de referencia
Tema 8: Pragmática. 9 “ensalada”. Si se está hablando de una ensalada, si se están enumerando, pongamos por caso, los ingredientes que hay en la nevera para hacerla, resulta normal emitir (9), aunque los tomates no se hayan mencionado antes, porque éstos suelen asociarse automáticamente con la ensalada, lo que los hace de algún modo presentes, disponibles, en el contexto. En términos de Pragmática, la relevancia de nombrar los tomates al principio de la oración, donde suele aparecer el tema de que se habla, lo ya conocido, se debe a que el concepto ‘tomate’ se recupera más o menos automáticamente a partir de su mención previa (primer caso) o a partir del de ‘ensalada’ (segundo caso). Y esto explica que la oración esté construida como está: la Pragmática explica un aspecto gramatical. Los tratamientos nos dan un buen ejemplo de elementos gramaticales que no aportan nada al valor estrictamente semántico de la oración, pero que sin embargo codifican información importante sobre los interlocutores y su comunicación. El empleo de tú y usted no altera las condiciones de verdad de un enunciado, de modo que (10) y (11) tienen el mismo valor lógico: (10) Tú eres el nuevo jefe, ¿verdad? (11) Usted es el nuevo jefe, ¿verdad?
Ambos enunciados son lógicamente equivalentes, pero todo hablante de español sabe que no tienen el mismo significado. Tú transmite, entre otras cosas posibles, simpatía, familiaridad, pertenencia al mismo grupo, o bien muestra falta de respeto. La elección de tú en lugar de usted (o viceversa) configura de cierto modo la situación de habla y la relación entre los participantes, y depende de una serie de supuestos socioculturales. El lenguaje no es ni tiene por qué ser siempre “lógico”. La conjunción y, por ejemplo, no es equivalente a la conjunción lógica &. De acuerdo con la lógica, dos proposiciones p y q pueden coordinarse en cualquier orden, sin que se altere la equivalencia de las adiciones (coordinaciones): p & q es igual que q & p. Según esto, desde el punto de vista lógico, la expresión Las rosas son rojas y los claveles son blancos tiene el mismo valor que Los claveles son blancos y las rosas son rojas. Pero en el uso real del lenguaje la conjunción y puede asumir otros valores, como ‘y después’, ‘y en consecuencia’, etc. De ahí que los siguientes enunciados no sean, pragmáticamente hablando, equivalentes: (12) Decidí descansar un rato y terminar el trabajo. (13) Decidí terminar el trabajo y descansar un rato.
En ambos casos la conjunción y significa ‘y después’, y por eso (12) y (13) tienen interpretaciones distintas. Esto es así, no porque el elemento y signifique a veces una cosa y a veces otra, sino porque hay un principio pragmático según el cual contamos las acciones o sucesos en orden cronológico, salvo que indiquemos lo contrario. Como este principio guía la interpretación de (12) y
Tema 8: Pragmática. 10 (13), resulta que no podemos asignar un valor veritativo a estas oraciones sin introducir un principio pragmático. La consecuencia de lo que venimos diciendo es que las explicaciones pragmáticas son necesarias para describir una serie de regularidades lingüísticas, y que es muy difícil estudiar el lenguaje exclusivamente como un sistema de reglas autónomo, es decir, independiente del uso.
3. LA TEORÍA DE LOS ACTOS DE HABLA Las explicaciones pragmáticas de algunos fenómenos gramaticales (del tipo de los que acabamos de esbozar en los ejemplos (8)-(13)) empezaron a interesar a los lingüistas a finales de los años sesenta del pasado siglo, cuando se intentó ampliar el modelo de la Lingüística generativa, centrada, como es bien sabido, en la Sintaxis. Surgieron por esos años varias subespecializaciones o doctrinas (la Semántica generativa, el Análisis del discurso, la Lingüística textual, entre otras) que intentaban dar cabida al hablante en la teoría de la lengua. Tales lingüistas innovadores de los años sesenta encontraron el campo ya cultivado por los filósofos del lenguaje que estudiaban, desde hacía tiempo, los actos de habla. El pionero, entre los filósofos, fue J. Austin, a quien suele considerarse el iniciador de la Pragmática moderna. Su teoría fue consolidada y perfeccionada por un discípulo suyo, J. Searle. 3.1 Austin: Cómo hacer cosas con palabras La idea central de la teoría de los actos de habla es que el lenguaje no solamente sirve para describir el mundo, sino también, y de modo importante, para hacer cosas. En una serie de conferencias dadas en Harvard en 1955 y publicadas póstumamente en 1962, Austin analizó por primera vez los usos del lenguaje corriente, y estableció las bases de la teoría de los actos de habla. En un principio, Austin distinguió dos tipos de enunciados. Por un lado, los asertivos o constatativos, estudiados durante dos mil años por la filosofía, que se caracterizan por admitir asignaciones de verdad o falsedad. Por otro lado, los realizativos (o performativos), a los que sólo pueden asignárseles condiciones de “éxito”. Según esto, (14) es un constatativo y (15) un realizativo: (14) Está nevando. (15) Sí, juro.
En los enunciados realizativos se hace exactamente lo que se dice: en el caso de (15), jurar. En este tipo de emisión hablar es, literalmente, hacer (solamente acontece un juramento cuando alguien, en las circunstancias adecuadas, pronuncia la expresión que ‘realiza’ de hecho el juramento). Las lenguas
Tema 8: Pragmática. 11 poseen cientos de verbos que son realizativos (o performativos 3) explícitos, es decir, verbos que, al ser debidamente usados, sirven para nombrar cierta acción y realizarla a un mismo tiempo. Es lo que ocurre cuando alguien emite, en las circunstancias adecuadas: Juro, prometo, declaro, niego, pido, ordeno, bautizo, etc. Al concepto de verdad (correspondencia entre la afirmación de un estado de cosas y ese estado de cosas) se opone, en la teoría de los actos de habla, el de éxito, esto es, el de acción llevada a buen término. La verdad de las oraciones con realizativos, como (15), es inverificable, porque los realizativos no pueden ser ni verdaderos ni falsos, sino sólo tener éxito o no, según salgan bien o mal. El realizativo sin éxito procede, no de la mala correspondencia entre el lenguaje y la verdad, sino de no verse satisfechos ciertos requisitos exigidos en la ejecución de cierto acto: la falta de coincidencia entre lo que el enunciado dice que hace y lo que en realidad hace. Así, para que haya matrimonio, el contrayente debe decir Sí, quiero, y no el testigo, ni el actor que interpreta sobre un escenario el papel de contrayente, ni el contrayente a quien todavía no le han preguntado si quiere contraer matrimonio o no... El realizativo hace lo que dice siempre y cuando lo use quien debe, como se debe, donde se debe, cuando se debe, y con quien se debe. Posteriormente, y después de diseñar su teoría de los actos con y sin éxito, Austin retiró su oposición inicial entre actos realizativos (o performativos) y asertivos (o constatativos), para admitir que todos los enunciados, incluidos los que afirman verdades o falsedades, sirven para cumplir actos, aunque no muestren elementos realizativos explícitos. De este modo, Está nevando es un acto de afirmación, aunque no contenga el verbo performativo explícito afirmar. Esto nos permite distinguir la noción de significado de la de fuerza: significado del enunciado –lo que las palabras dicen- y fuerza de la enunciación –lo que las palabras hacen, como, por ejemplo, afirmar, jurar, pedir, preguntar-. El acto por el que se produce significado es locutivo; la fuerza, en cambio, es el poder de hacer, y proviene del acto ilocutivo. A esto se agrega un tercer acto posible pero no siempre identificable, el perlocutivo, por el cual se producen efectos en el interlocutor (por ejemplo, convencerlo, amenazarlo, sorprenderlo...). Consideremos los siguientes ejemplos: (16) Se está tomando la sopa. (17) ¿Se está tomando la sopa?
La emisión de ambos enunciados ha sido posible gracias a la realización de los tres actos mencionados. El acto locutivo en ambos puede ser el mismo si predican el mismo proceso (‘estar comiendo la misma sopa’) de la misma persona: ‘hay cierta persona x de la que se dice que está en el proceso de tomar cierta 3
La expresión inglesa performative ha merecido la traducción, para este contexto, de realizativo, performativo (tal como recogemos aquí) y también ejecutivo.
Tema 8: Pragmática. 12 sopa’. El acto ilocutivo es en (16) una aseveración (‘el hablante afirma que cierta persona está tomando cierta sopa’), mientras que en (17) es una pregunta (el hablante pregunta si cierta persona está tomando cierta sopa’). Los actos perlocutivos pueden ser variados y susceptibles de interpretación: en (16) el hablante quizá intente advertir al oyente de algo, o dándole una señal conveniente previamente para que haga algo, etc. En (17), quizá intente el hablante mostrar su asombro al oyente ante un hecho inesperado, o mostrarle que ha escuchado lo que le ha dicho, etc. 3.2 Searle: actos y reglas Para Searle, los actos de habla son las unidades de la comunicación lingüística, y se realizan de acuerdo con reglas: “hablar consiste en realizar actos conforme a reglas”. 4 Agrupando los actos de habla por géneros (por ejemplo, prometer, ordenar, saludar, agradecer, etc.), Searle se propone enunciar las condiciones que hacen posible realizar esos actos de habla, y de las condiciones extraer reglas. Entre las condiciones que permiten realizar con éxito un acto de habla como, por ejemplo, el de pedir, tenemos algunas de tipo general: las que hacen posible la comunicación (por ejemplo, hablar inteligiblemente) y las referidas al contenido proposicional (en este caso, que el contenido de la emisión se refiera a un acto futuro del oyente). Otras son preparatorias (para la petición, el que el oyente sea capaz de hacer lo que se le pide, y que no parezca estar dispuesto a hacerlo espontáneamente). La condición de sinceridad estipula que el hablante desea sinceramente que su interlocutor haga lo que le pide, y la condición esencial es la que hace que una petición sea una petición y no otro acto: dadas las condiciones anteriores, el acto de habla cuenta como un intento de que el oyente haga lo que se le pide. Las reglas correspondientes a estas condiciones sirven para definir los actos de habla. Estas reglas no son meramente regulativas, sino constitutivas, pues crean o definen una forma de comportamiento. Las reglas constitutivas de jugar al fútbol, por ejemplo, no sólo regulan la forma de practicar este juego, sino que crean la posibilidad misma de una conducta que pueda ser etiquetada como jugar al fútbol. Esas reglas determinan que, dadas ciertas condiciones, algunos movimientos cuenten como goles, como faltas, etc. Hablar una lengua es también, en gran medida, actuar según ciertas reglas constitutivas, de modo que la emisión de unas formas lingüísticas, dadas las condiciones necesarias, cuente como determinado acto de habla en el marco institucional en que se desarrolla nuestra actividad lingüística. La regla constitutiva del acto de pedir, por ejemplo, extraída de la condición esencial, es que la emisión de una determinada forma lingüística cuenta como el intento de que el oyente haga algo. Por otra parte, Searle afirma que hay una correlación entre la forma lingüística y el acto de habla, de modo que las afirmaciones se hacen usando 4
Actos de habla, 1980 [1969], p. 31.
Tema 8: Pragmática. 13 formas declarativas, las preguntas usando interrogativos, y las peticiones usando formas imperativas, etc., cuando el lenguaje se usa literalmente: (18) El próximo tren sale a las 16.43. (19) ¿Ha llegado ya el tren de las 16.43? (20) Tráeme el periódico, por favor.
En (18) alguien afirma o declara algo (la salida de cierto tren) y usa un esquema sintáctico declarativo (SN + SV y entonación ascendente-descendente). En (19) se pregunta si cierto hecho (la llegada de un tren) ha sucedido o no, y se utiliza un esquema sintáctico interrogativo (SV + SN y entonación interrogativa). En (20) se pide algo y se emplea, para indicar este acto, un esquema exhortativo (uso de imperativo, por favor y entonación específica). Pero son tantos los casos en que los hablantes usan el lenguaje de manera indirecta, no literal, que la teoría debe proporcionar una explicación adecuada. Recuérdense, a este respecto, los ejemplos del comensal que pedía sal: (5) Estas sopas de verduras quedan siempre un poco sosas, ¿no? (6) ¿Podrías pasarme la sal?
Sus peticiones se realizaban a través de expresar literalmente en (5) una afirmación sobre las sopas, y en (6), una pregunta. Searle explica estos actos de habla indirectos como la superposición de dos actos, uno literal y otro no. El oyente interpreta el “verdadero” acto (el no literal) gracias a su conocimiento del contexto institucional y particular en el que se realiza el acto, y a su capacidad para interpretar (según principios que veremos más adelante; vid. 5, 6 y 7) la intención del hablante al hacer la afirmación-petición o la preguntapetición. La teoría de los actos de habla influyó mucho en las nuevas corrientes de la Lingüística que verían el lenguaje no solamente como la asociación de unos sonidos a unos significados, según quería la tradición saussureana, sino como acción. Aunque Searle no desarrolla la teoría de los contextos (problema que sigue siendo de actualidad en Pragmática), es evidente que las condiciones y reglas de los actos de habla sólo se cumplen en ciertos contextos, tanto institucionales como particulares. El hecho de que un porcentaje tan alto de actos de habla no lleve intención de literalidad nos advierte de que el papel del contexto sobrepasa al de las reglas mismas. Piénsese, sin ir más lejos, en las ironías y metáforas de la conversación, o en las “amenazas” o “insultos” tan frecuentes en los diálogos de la intimidad (Te voy a comer a besos; Tú lo que eres es un sinvergüenza). En éstos y en otros tantos casos semejantes es el contexto el que permite dar el justo significado a las formas usadas.
Tema 8: Pragmática. 14
4. EL SIGNIFICADO INTENCIONAL Hemos dicho, a propósito de los actos de habla indirectos, que la posibilidad de interpretarlos depende del reconocimiento de la intención del hablante. Esto es en realidad válido para todos los actos de habla, sean indirectos o directos. Uno de los pilares teóricos de la Pragmática es la noción de significado intencional. Esta noción la podemos comprender mejor si recurrimos a la distinción entre decir, querer decir y decir sin querer. Lo que decimos tiene un significado que depende de las expresiones usadas y está sujeto a un análisis de sus condiciones veritativas; lo que queremos decir tiene fuerza pragmática y es la Pragmática la que conjetura cuáles son los principios que nos permiten configurar e interpretar esa fuerza. Lo que decimos sin querer queda fuera de la Lingüística, en principio, aunque no es un tema ajeno a nuestra disciplina, pues forma parte del significado. Si alguien nos dice Qué frío hace aquí, interpretaremos naturalmente no sólo el significado de sus palabras, sino la intención con que las dice, lo que nos llevará, por ejemplo, a cerrar la ventana o a encender la calefacción. Comunicarse es lograr que el interlocutor reconozca nuestra intención, y no solamente el significado literal de lo que decimos. Lo que la persona en cuestión comunica sin querer, en el ejemplo, podría ser que está enferma o cansada, o que se siente incómoda por estar donde está, etc. Lo que decimos sin querer, los lapsus linguae y otras gracias y desdichas de la comunicación interesan, sobre todo, a los psicólogos. La Pragmática estudia el significado intencional, lo que uno quiere decir. El filósofo P. Grice, que elaboró dos teorías clásicas para la Pragmática, la del significado “no natural” y la de las implicaturas, describe el significado intencional, que él denomina no natural (meaning-nn), con la siguiente fórmula (donde H significa ‘hablante’, O ‘oyente’, E ‘enunciado’ y z ‘creencia o acto de voluntad de O’): H quiere decir no naturalmente z cuando profiere E, si y solo si: (i) H intenta que E cause un efecto z en O. (ii) H intenta que (i) se cumpla simplemente porque O reconoce la intención de (i).
Según esta fórmula, el significado no natural es un tipo especial de intención destinada a ser reconocida como tal por quien la recibe. La significación “natural” se produce, en cambio, sin intervención alguna de intencionalidad (es decir, cuando no se dan das condiciones (i) y (ii) de arriba). Interpretar lo que el otro dice es reconocerle una intención comunicativa, y esto es mucho más que reconocer el significado de sus palabras. La comunicación parte de un acuerdo previo de los hablantes, de una lógica de la conversación que permite pasar del significado de las palabras al significado de los hablantes.
Tema 8: Pragmática. 15 El significado intencional se viene estudiando en el ámbito de la Pragmática esencialmente de dos maneras. Una consiste en explicar determinados fenómenos de la lengua recurriendo a ciertas condiciones de su uso (deixis, orden de palabras, estructura de los actos de habla, etc.): aquí la Pragmática complementa a la Gramática: se va de las formas lingüísticas al uso, del lenguaje al contexto. La otra, en cambio, insiste en la comunicación misma, en sus procesos, y considera las formas lingüísticas como un elemento más, junto con otros (esencialmente el contexto), en este juego; se interesa en estudiar el contexto en que se produce el enunciado y que determina en gran parte lo que ese enunciado significa (los principios que guían la comprensión de lo que se comunica implícitamente, como, por ejemplo, el significado irónico). A continuación examinaremos las dos teorías más importantes de esta segunda tendencia.
5. LO DICHO Y LO IMPLICADO (I): EL MODELO DE GRICE 5.1 El Principio de Cooperación En una famosa conferencia de 1967 5, Grice sostuvo que hasta ese momento no se había prestado la atención debida a la naturaleza e importancia de las condiciones que gobiernan la conversación. Supóngase, dice Grice, que A y B están hablando de un amigo común C, que trabaja en un banco. A le pregunta a B qué tal le va a C en su trabajo, y B responde: Bien, creo; le gusta trabajar allí, y todavía no lo han metido en la cárcel. Según Grice, lo que B quiere decir, implica o sugiere mediante sus palabras, es diferente de lo que dice: lo que dice literalmente, por medio del significado convencional de las palabras, es simplemente que C todavía no ha ido a la cárcel. Lo que quiere decir puede ser, por ejemplo, que C es el tipo de persona a quien tienta demasiado el dinero. Este significado adicional es una implicatura de lo dicho. 6 A las implicaturas que, como en el ejemplo que acabamos de ver, no dependen del significado convencional de las palabras emitidas, las llama Grice implicaturas conversacionales. Para explicar las implicaturas conversacionales, por tanto, no hay que analizar las propiedades semánticas de las palabras, sino los principios que regulan la conversación. Dice Grice que nuestros intercambios comunicativos corrientes no consisten en una sucesión de observaciones desconectadas, ya que esto no sería racional. La conversación comporta, normalmente, un esfuerzo por colaborar 5
P. Grice, “Logic and conversation”, recogida ahora en Studies in the Way of Words, Cambridge (MA.): Harvard University Press, 1989. (Trad. esp. «Lógica y conversación», en L. M. Valdés Villanueva (ed.) (1991), La búsqueda del significado, Madrid, Murcia, Tecnos, Universidad de Murcia; pp. 511-529.) 6
La implicatura (término acuñado por Grice) es un tipo de implicación pragmática, que Grice intenta diferenciar de las implicaciones lógicas; estos tipos de implicación, a diferencia de las implicaturas, se infieren exclusivamente a partir del contenido lógico o semántico de una expresión. También debe distinguirse la implicatura de otro tipo de inferencia, la presuposición, que se deriva más directamente del significado semántico de las expresiones.
Tema 8: Pragmática. 16 con nuestro interlocutor: los hablantes tienen por lo general algún propósito común, más o menos definido, y tratan de alcanzarlo. El principio de cooperación (PC) es el principio general que guía a los interlocutores en la conversación, y que vale también para otros comportamientos. Grice lo formula así: Su aporte a la conversación debe ser, en cada etapa de ésta, tal como lo exija la finalidad o la dirección del intercambio verbal aceptada por ambas partes.
“Debemos” comportarnos así porque es lo que los demás esperan de nosotros, y nosotros de los demás. Tan fuerte es esa expectativa que, si el hablante parece no cumplir con el principio de cooperación, el oyente, en lugar de pensar que efectivamente el hablante no cumple, va a pensar que el hablante quiere decir otra cosa. Esa otra cosa será una implicatura, es decir, un significado adicional comunicado por el hablante e inferido por el oyente. Esta pirueta de la comunicación (comunicar sin decir, y contar con que el oyente va a inferir lo implicado) es posible siempre y cuando los hablantes den por descontado el cumplimiento del principio de cooperación. El principio de cooperación comprende ciertas categorías que Grice denomina máximas, que a su vez contienen submáximas. Siguiendo a Kant, Grice enumera las máximas de cantidad, cualidad, relación y modo, y asigna a cada una de ellas submáximas específicas. Estos principios de comportamiento son los siguientes: MÁXIMA DE CANTIDAD: 1. Que su contribución sea todo lo informativa que requiera el propósito de la conversación. 2. Que su contribución no sea más informativa de lo requerido. MÁXIMA DE CUALIDAD: Que su contribución sea verdadera. 1. No diga nada que crea falso. 2. No diga nada de cuya verdad no tenga pruebas. MÁXIMA DE RELACIÓN: Sea relevante. 7 MÁXIMA DE MODO: Sea claro. 1. Evite la oscuridad de expresión. 2. Evite la ambigüedad. 3. Sea breve (evite la prolijidad necesaria). 4. Sea ordenado.
Pese a la enunciación imperativa de estas categorías, lo importante para la teoría de Grice no es tanto el cumplimiento de estos supuestos mandatos como el hecho, mucho más interesante, de que los interlocutores actúan como si diesen por descontado su cumplimiento. Sin esta actitud de los hablantes no habría implicaturas, y quizá no habría conversación posible. Las implicaturas conversacionales son supuestos que se originan en que el hablante diga lo que dice en determinado contexto compartido por los 7
‘Relavante’, que tomamos en préstamo del inglés (relevant), significa ‘pertinente’, ‘que viene al caso’.
Tema 8: Pragmática. 17 interlocutores, y en la presunción de que está observando el principio de cooperación. La implicatura se produce en los siguientes casos: a) cuando el hablante obedece las máximas; b) cuando parece violarlas pero no las viola; c) cuando tiene que violar una para no violar otra a la que concede mayor importancia, y d) cuando viola una máxima deliberada y abiertamente. Veamos algunos ejemplos. 5.2 Ejemplos de implicaturas a) Obediencia a las máximas Los casos de implicatura por obediencia a las máximas son los que requieren menos cálculo por parte del oyente. Supóngase que quiero grabar cierto documento en disquete y me doy cuenta de que no dispongo de ninguno. Lo comento con mi compañero de despacho, y éste dice: (21) Hay unos cuantos en esa caja.
Entiendo entonces que me los está ofreciendo, pues no sería cooperativo, ni racional, hacer mención de tales objetos para no ofrecérmelos. En este caso, simplemente amplío lo que dice mi compañero y saco la implicatura correspondiente. Recuérdense los casos de actos de habla indirectos que consideramos anteriormente, que son semejantes, ya que requieren un cálculo mínimo por parte del oyente. b) Violación aparente A veces el hablante parece violar las máximas, lo que puede dar lugar a implicaturas si el oyente cree (como es normal) que el hablante obedece a las máximas o al menos que respeta el principio de cooperación. Grice da, entre otros ejemplos, el de una carta de recomendación que contiene información insuficiente para el recomendado. Ligeramente alterado, el texto es como sigue. Cierto profesor de Filosofía escribe una carta de recomendación para su alumno, que aspira a ingresar en un programa de doctorado. La carta dice, en síntesis, así: (22) El Sr. X asiste siempre a clase, hace puntualmente todos sus trabajos, y se expresa con propiedad.
La carta da menos información de la esperada, ya que no indica si el alumno tiene talento para la Filosofía. El destinatario sacará la implicatura de que el señor X no tiene ningún talento filosófico, porque de lo contrario tendría que pensar que el autor de la carta no quiere cooperar, y esto es improbable, ya que se ha molestado en escribir la carta. c) Choques entre máximas A veces no podemos dar cierta información sin mentir, y ello porque no la sabemos. Así las cosas, preferimos dar una información aproximada,
Tema 8: Pragmática. 18 violando la máxima de cantidad, para no violar la de cualidad. Si me preguntan, por ejemplo, dónde queda la biblioteca y no lo sé con exactitud, diré algo como (23) Queda un poco más hacia abajo, pasando el parque.
El oyente, al recibir esta información insuficiente, puede pensar que no quiero cooperar, o, más probablemente, puede sacar la implicatura de que eso es todo lo que sé sobre el asunto. Aunque la máxima de cualidad (“Diga la verdad”) parece ser de jerarquía más alta que las otras, es decir, es la que tendemos a obedecer primero, hay algunos hablantes que prefieren mentir a pasar por poco cooperativos. Si pedimos instrucciones sobre cómo llegar a cierto sitio, por ejemplo, a alguien que debería saberlo (por vivir en el lugar o por otro motivo) pero no lo sabe, puede pasar que recibamos información insuficiente e incluso equivocada, si esa persona es incapaz de admitir su ignorancia. d) Violación patente Finalmente, podemos calcular implicaturas si advertimos que el interlocutor está violando las máximas deliberadamente. Imagínese un diálogo como el siguiente: (24) A. ¿Qué te parecido mi conferencia? B. ¡Qué calor hacía en la sala!
La respuesta de B contraviene abiertamente la máxima de relación: hay un cambio súbito de tema en relación con la pregunta anterior. A infiere que su pregunta es improcedente, o que B no quiere opinar sobre el asunto, o que la conferencia no ha sido en absoluto del agrado de B. 5.3 Tipos de implicaturas conversacionales Grice distingue dos tipos de implicaturas conversacionales: las particularizadas y las generalizadas. Las particularizadas se calculan en un contexto concreto, del que dependen. Pueden cancelarse o anularse. Pensemos en la carta de recomendación (ejemplo (22)): bastaría para ello que el alumno descrito tan mezquinamente por su profesor no aspirara a ingresar en un programa de Filosofía, sino en algún otro que requiriera precisamente las cualidades mencionadas; o que el profesor hubiera agregado algo como Y además es muy bueno en Filosofía. Otro ejemplo: (25) A. ¿Qué hora es? B. El cartero no ha pasado todavía.
El aserto de B implica que la hora solicitada corresponde a algún momento previo al momento de pasar el cartero. Las implicaturas generalizadas dependen de un contexto que siempre es interpretado de la misma manera; se calculan, por ello, más rápidamente que las anteriores y también son cancelables. Un ejemplo clásico es el del artículo un, usado como en el ejemplo siguiente:
Tema 8: Pragmática. 19 (26) Marta ha quedado con un hombre esta noche.
La expresión un hombre implica que el hombre aludido no pertenece al conjunto de los hombres cercanos, por alguna razón, a Marta (por ejemplo, su marido, su padre, su amigo x, su hermano...). Cuando el contexto nos impone hablar así de alguien o algo (usando un), siempre implicamos la no pertenencia de esa persona o cosa a un conjunto como el aludido. Ocurre igual en: (26) Entré en una casa.
Quien haya emitido este enunciado implica que la casa aludida no es, por ejemplo, su casa. Otros ejemplos de implicaturas generalizadas son los siguientes: (27) Pepe tiene tres hijos. (28) Llevaba una camisa amarilla.
En (27) hablamos de cierta cantidad de hijos (tres) e implicamos que ésa es exactamente la cantidad de que se trata (‘exactamente tres hijos’, ‘tres hijos: ninguno más’...). Al decir en (28) que la camisa en cuestión tiene la propiedad de ser amarilla, implicamos también que tal camisa es amarilla en su totalidad. En todos estos casos se podría cancelar la implicatura: (26’) Marta ha quedado con un hombre esta noche; creo que con su amigo Pablo. (27’) Entré en una casa: la de mi hermana. (28’) Pepe tiene tres hijos: bueno, cuatro, ahora que caigo. (29’) Llevaba una camisa amarilla. No. Era amarilla y blanca...
6. LO DICHO Y LO IMPLICADO (II): LA TEORÍA DE LA RELEVANCIA 6.1 Introducción La teoría de la relevancia, debida a Sperber y Wilson, 8 ha ido ganando aceptación en los últimos años, y hoy en día puede considerarse, junto con los desarrollos del modelo griceano, una de las teorías más influyentes en el ámbito de la Pragmática. Aunque inspirada en Grice, la teoría de la relevancia no puede considerarse una mera extensión de las ideas griceanas, pues propone una manera diferente de explicar el proceso de la comunicación lingüística. Muchos lingüistas consideran que el modelo de la relevancia supera al de Grice en poder explicativo, y que además satisface la intuición que tenemos, como usuarios del lenguaje, acerca de los procesos de comunicación verbal.
8
D. Sperber y D. Wilson, Relevance. Communication and cognition. Cambridge (MA): Harvard University Press, 1986. (Trad. esp.: Relevancia. Comunicación y procesos cognoscitivos. Madrid. Visor, 1994.)
Tema 8: Pragmática. 20 La relevancia 9 es el principio que explica todos los actos comunicativos lingüísticos, sin excepción alguna: porque damos por descontado que nuestro interlocutor es relevante, es por lo que le prestamos atención. Grice mostró que, para hacer posible la comunicación, los hablantes deben tener ciertas expectativas sobre la conducta de sus interlocutores. Según Grice, los hablantes damos por hecho que, en la conversación y en otras tareas que hacemos en compañía, somos cooperativos. Pero, ¿por qué somos cooperativos? Según Sperber y Wilson, porque tenemos algo que ganar: conocimiento del mundo. En efecto, a cambio del esfuerzo de dedicar atención, tiempo y memoria a entender lo que nos dicen, recibimos o, al menos, suponemos que siempre vamos a recibir “efectos cognoscitivos”, es decir, una modificación o enriquecimiento de nuestro conocimiento del mundo. Lo que esperamos de nuestro interlocutor es que tenga la intención de ser relevante, esto es, de decirnos algo que contribuya de algún modo a enriquecer nuestro conocimiento del mundo, sin exigirnos un esfuerzo desmedido de interpretación, porque tendemos a equilibrar ganancia y esfuerzo. Cuantos más efectos cognoscitivos produzca un enunciado, y menos esfuerzo de interpretación exija, más relevante será. Cada enunciado lingüístico intencional viene con una garantía de relevancia. Como -según Sperber y Wilson- todas nuestras actividades informativas se orientan hacia la meta general y abstracta de mejorar nuestro conocimiento del mundo, la garantía de relevancia permite contar con que, si una persona produce un estímulo verbal deliberado, ese estímulo merece nuestra atención y el esfuerzo de interpretarlo, ya que produce los esfuerzos cognoscitivos que nos interesan, a corto o a largo plazo. En nuestro entorno cognoscitivo hay información inmediatamente accesible, que no necesita ser procesada, y hay información totalmente desconectada, que exigiría un gran esfuerzo de procesamiento, quizá en buena parte inútil. Un tercer tipo de información es nueva, pero conectada con la que ya tenemos: la conexión provoca más información nueva, que no se hubiera podido inferir sin la conexión. Esta información es la más relevante, pues produce un efecto de multiplicación con menos coste de procesamiento. Los resultados de esta multiplicación se llaman “efectos contextuales”. Una información nueva puede tener efectos contextuales de dos maneras: a) la información nueva permite reforzar la información ya existente en la memoria; b) la información nueva contradice o debilita la información anterior. Cuando un elemento informativo tiene efectos contextuales en un determinado contexto, Sperber y Wilson lo consideran relevante en ese contexto. El de relevancia no es un concepto absoluto: hay grados de relevancia. Para medir la relevancia de un enunciado debe calcularse la relación entre efectos contextuales y coste de procesamiento. La relevancia puede presentarse como una fracción: 9
Término técnico cuya versión más cercana en el lenguaje corriente sería pertinencia.
Tema 8: Pragmática. 21 Relevancia = efectos cognoscitivos / esfuerzo de procesamiento
Según la teoría de la relevancia, lo que quiere decir el hablante está determinado por su intención de ser relevante, y la interpretación del oyente está guiada exclusivamente por la presunción de que lo que se le dice es relevante. La relevancia es el engranaje oculto que pone en relación con dicho y lo transmitido por implicación, y, del otro lado del circuito, la relación entre lo transmitido y lo interpretado por el oyente. Sperber y Wilson consideran que la Pragmática es la teoría de la interpretación de los enunciados, y destacan el papel fundamental de la inferencia en ese proceso de interpretación. Entender un enunciado tiene dos aspectos: por un lado, se descodifican los signos lingüísticos; por otro, se salta el escalón que va entre lo dicho y lo implicado, y esto no se hace mediante más descodificación, sino mediante inferencias. A Grice debemos la primera elaboración de un modelo que dé cuenta del proceso inferencial. Sperber y Wilson han querido llegar más lejos e intentan explicar la comunicación mediante un principio no sólo único sino también más general y explicativo que las máximas de Grice: el principio de la relevancia. Este principio, por ser cognoscitivo, puede postularse como universal. Una vez que se propone que la conducta lingüística de los seres humanos está fundada en un principio cognoscitivo universal que incluye toda forma de cooperación, las máximas del principio de cooperación resultan superfluas: basta con el principio de relevancia para explicar la comunicación lingüística. Este principio, a diferencia de las máximas, no admite ser seguido o violado: los hablantes no “respetan” el principio de relevancia, ni lo pueden violar por más que quieran, ni tienen que conocerlo, ni aprenderlo: se aplica a todos los actos de comunicación, sin excepción. Por supuesto el hablante puede fracasar en un intento comunicativo y no ser relevante. Lo que basta es que transmita, con su enunciado, la presunción de que éste es óptimamente relevante, porque esa relevancia determina la interpretación de dicho enunciado. 6.2 Inferencias y contexto La inferencia es un proceso de razonamiento deductivo. Se parte de ciertas premisas para llegar a una conclusión que se sigue lógicamente de esas premisas. Lo interesante es cómo seleccionamos las premisas en nuestro trabajo interpretativo, que es, como ya se ha dicho, una búsqueda de relevancia. Veamos un ejemplo: (30) A. ¿Vas a comprar el diccionario? B. He gastado todo el dinero que tenía.
En el esquema griceano, la respuesta de B parece violar la máxima de relevancia, pero el oyente hace un breve razonamiento y descubre su relevancia: B no va a comprar el diccionario porque no tiene dinero. Para Sperber y Wilson ésta es una explicación post facto, y además insuficiente, ya
Tema 8: Pragmática. 22 que deja a oscuras por qué se hace la conexión entre comprar el diccionario y haber gastado el dinero. Según la teoría de la relevancia, para interpretar la respuesta de B, A construye un contexto, que es, más o menos, el que B esperaba que construyera. En este contexto figuran ciertos conocimientos y creencias, por ejemplo que se necesita cierta cantidad de dinero para comprar un diccionario y que B no tiene ese dinero. De estas premisas A saca la implicatura “B no va a comprar el diccionario”. El contexto constituido por las premisas es un subconjunto de las creencias y conocimientos de toda índole que probablemente posee A; tal conjunto está formado por conocimientos científicos, culturales, sociales, religiosos, políticos, económicos, lingüísticos, y conocimientos que surgen de la situación, conocimientos sobre el interlocutor y su historia pasada, sobre el modo en que se gasta el dinero, sobre por qué gana poco, sobre la relación entre ellos, etc. El contexto que el oyente tiene a su alcance puede incluir también conocimientos sobre los diccionarios, sobre cuáles son los mejores, sobre cómo se hacen, sobre por qué son caros, etc. Nótese que toda esa información está a disposición del hablante, y sin embargo éste sólo selecciona el subconjunto de conocimientos que le sirve para interpretar lo que dice B. Y esto es así porque A sabe que B quiere ser relevante, y la única interpretación consistente con el principio de relevancia es que B no puede comprar el diccionario. Ésa es, pues, la interpretación más plausible, y por lo tanto la implicatura más importante del enunciado de B. Y decimos “la más importante” porque la respuesta de B es más rica en información que un simple “No voy a comprar el diccionario”, y permite inferir otras implicaturas también, es decir, se liga con otros subconjuntos de conocimientos del oyente y produce más efectos contextuales (por ejemplo, que a B no le alcanza el dinero, o que B es una persona despilfarradora, etc.). El contexto, en la teoría de la relevancia, se define en términos psicológicos, no sociales, culturales o discursivos, de modo que la definición es unitaria, y evita las dificultades vistas anteriormente (vid. 2.4). Las creencias operativas que forman el contexto de cada interacción pueden derivar de la percepción inmediata de la situación, de lo que se ha dicho antes, o provenir de la memoria. Lo importante es que los interlocutores comparten o creen compartir una versión parecida del contexto. Una comunicación con éxito depende de cierto conocimiento mutuo: de lo que cada interlocutor sabe y sabe que el otro sabe. Veamos el caso siguiente: (31) (A se acerca a B; B está sentado frente al ordenador, trabajando.) A. ¿Estás ocupado? B. No. Estoy jugando con un videojuego. (A se ríe y se va.)
La persona A de este diálogo, para construir el contexto en que debe interpretarse la respuesta de la persona B, extrae algunos elementos de la situación. Ve, por ejemplo, que en la pantalla del ordenador hay un texto, no un juego. Por otra parte, A sabe (y sabe que B sabe que A sabe) que B usa el ordenador solamente para trabajar, de modo que interpreta su respuesta como el
Tema 8: Pragmática. 23 enunciado no literal que es, haciendo ciertas inferencias. Infiere, sobre todo, que B le ha transmitido que está ocupado y que no quiere interrupciones. Por supuesto, el enunciado irónico de B exige de A cierto esfuerzo extra de procesamiento, ya que contiene una crítica a su pregunta (es evidente que B está ocupado, y A sabe que B sabe que A lo sabe), pero también indica que B sabe que A sabe que B está hablando cariñosamente y que, quizá, no le ha molestado a B la interrupción de A, y que ambos se entienden bien. Todos estos significados bien valen el esfuerzo extra de entender una afirmación aparentemente absurda, y la risita de A expresa, entre otras cosas, la complicidad de ambos personajes en este intercambio comunicativo. 6.3 Indeterminación lingüística, explicatura y niveles de significado Una premisa general de la teoría de la relevancia es que los enunciados son lingüísticamente indeterminados, vagos, imprecisos. En una primera etapa de interpretación, para llegar a captar adecuadamente lo dicho por un hablante, es decir, la proposición o proposiciones que contiene un enunciado, hace falta asignar referencias a las expresiones deícticas y referenciales, así como desambiguar y enriquecer otras. El resultado de esta a veces complicada tarea está formado por la explicatura de un enunciado. Así, la explicatura de (32) Ahora me hace falta el gato
consiste, por ejemplo, en el significado que obtiene el oyente después de asignar un referente a ahora y de desambiguar el sentido de gato (animal, o aparato para levantar el automóvil). Como se ve, este significado explícito, aunque está dicho y no sobreentendido ni implicado, depende, sin embargo, de una serie de inferencias por parte del oyente. Otros ejemplos: (33) (Por el portero electrónico.) A. ¿Quién es? B. Yo. A. Te abro. (34) (Eligiendo pañuelos de seda.) Compradora: ¿Éstos son los de 15 euros? Y aquél verde, ¿cuánto cuesta? Vendedora: Bueno, ése es un poquito caro. (35) Luisa ya tiene cierta edad.
En (33) A debe asignar referencia al pronombre personal antes de abrir la puerta. La explicatura de yo es, por ejemplo, “soy Pepe”, proposición que debe reconstruir el oyente a partir de la forma deíctica empleada y otros datos provenientes del entorno (la voz de quien dice yo, la hora en que tiene lugar el intercambio, etc.). En (34) y (35) no son tan escuetos como en (33), pero el oyente tiene que hacer ciertas inferencias para reconstruir lo dicho. En (34) hay que completar el significado que tiene la palabra poquito en este contexto, para recuperar una explicatura como “el pañuelo verde es bastante mas caro” o “ese pañuelo es más caro de lo que usted parece dispuesta a pagar”. Por supuesto,
Tema 8: Pragmática. 24 ése no es el significado básico o semántico de poquito, pero lo adquiere en ciertos contextos, y ese significado extra es parte de la explicatura, pues contribuye a conformar la proposición completa expresada por la vendedora. En (35) la palabra cierto, que generalmente quiere decir ‘determinado’ (como cuando aparece en expresiones como ciertas palabras, cierto día), en esta ocasión expresa que la persona en cuestión es “ya mayor”, “demasiado vieja como para hacer algo”, “mayor de lo que uno pensaría”, o algo parecido. En una segunda etapa de interpretación, el oyente debe llegar a entender lo que el hablante quiere decir con ese enunciado, para lo cual debe hacer más inferencias, asociando la forma proposicional obtenida en la etapa previa, con todos los datos pertinentes del contexto. En la primera etapa de la interpretación se reconstruye lo dicho (la proposición completa, que puede someterse a condiciones de verdad o falsedad), y en la segunda etapa se recupera lo comunicado, que es todo el significado que ha intentado transmitir el hablante, tanto explícito como implícito. En la teoría de la relevancia, de modo más claro que en la teoría de Grice, se considera que lo dicho está formado no solamente por los significados convencionales, sino por el resultado de la asignación de referencias, la desambiguación y el enriquecimiento de algunas expresiones. De modo que podemos distinguir tres niveles de significado: Nivel 1: Significado convencional de la oración. Nivel 2: Lo dicho. Nivel 3: Lo comunicado.
El nivel 3 resulta, como sabemos, del resultado de los procesos de descodificación e inferencia, incluyendo la inferencia de implicaturas conversacionales. En el modelo griceano y en los neogriceanos se ha prestado atención preferentemente al paso del nivel 2 al 3, que consiste en recuperar significados implícitos. La teoría de la relevancia intenta explicar además cómo llegamos a interpretar el nivel 2, lo dicho, proponiendo que el paso del primer nivel al segundo se cumple mediante un proceso inferencial semejante al requerido para el paso de lo dicho a lo comunicado. El resultado de esta tarea inferencial que liga el nivel 1 con el 2 es la explicatura de un enunciado, la proposición completa que expresa un hablante. Así pues, el significado completo de un enunciado, el significado que el hablante quiere comunicar, está formado por la explicatura y las implicaciones pragmáticas o implicaturas. Ambos procesos están guiados por la búsqueda de relevancia. La relevancia contextual de un enunciado es la información más apropiada y más accesible para el interlocutor: la información que viene al caso, que se conecta con los conocimientos anteriores del hablante, y que produce más cambios en el contexto con menos esfuerzo de procesamiento.
Tema 8: Pragmática. 25 6.4 La relevancia de las metáforas Consideremos el siguiente ejemplo: (36) (Una madre al niño.) Eres un cerdito.
El significado principal de este enunciado no es literal, como bien sabe el niño, sino algo así como “eres un niño sucio”. Un problema que queda sin resolver en la teoría de Grice y que resulta esencial para entender el lenguaje figurado es el siguiente: por qué las figuras no pueden parafrasearse sin que pierdan casi todo su sentido. En (36) no es lo mismo que la madre le diga al niño “cerdito” que “niño sucio”. Según Sperber y Wilson, los hablantes comunicamos pensamientos complejos, es decir, pensamientos formados de varias proposiciones, algunas de las cuales sobresalen más que otras. Una sola de estas proposiciones, la que esté disponible inmediatamente y cumpla con la presunción de relevancia óptima, será la proposición más importante de todas las que se transmiten o se intentan transmitir. En (36) la proposición transmitida es, quizá, “eres un niño sucio”, y a ésta la consideramos, por tanto, la implicatura más fuerte. Pero (36) también transmite otras implicaturas más débiles, por ejemplo que el niño es adorable pese a ser sucio. En casos como (36) o (31), visto más arriba, los hablantes producen enunciados en los que no se dice la verdad literal, con la intención de que los oyentes extraigan solamente un subconjunto de las implicaciones acarreadas por ese enunciado. En esos casos los hablantes no garantizan la verdad literal de lo que dicen, sino que garantizan la verdad del subconjunto de implicaciones que quieren transmitir y que son relevantes en ese contexto. Estas implicaciones tienen diferente fuerza: como las ondas que se forman en el agua al arrojar una piedra, algunas implicaturas son más y más débiles y borrosas según vayan quedando más lejos de la intención comunicativa central del enunciado. Los enunciados figurados exigen, ciertamente, más esfuerzo de procesamiento, pero también producen mayor ganancia cognoscitiva: un solo enunciado permite derivar un significado mucho más complejo que su paráfrasis literal. Decirle al niño “cerdito” transmite, condensadamente, mucho más significado que decirle “sucio”. Por eso las metáforas e ironías no son adornos de la conversación, sino medios de comunicar gamas muy amplias de implicaturas de diferente rango. Entre las implicaturas débiles así comunicadas, algunas son tan débiles que ni siquiera están totalmente presentes en la conciencia del que habla, por lo cual el oyente es más responsable de ellas que el hablante. El lenguaje figurado, tanto en la conversación como en la literatura, exige más esfuerzo inferencial, pero lo compensa con más efectos cognoscitivos. Su interpretación, según esta teoría, no se diferencia en nada de la interpretación del lenguaje literal, ya que se explica por el mismo principio de relevancia.
Tema 8: Pragmática. 26
7. LA CORTESÍA LINGÜÍSTICA Una tesis central de las teorías de la interpretación, tanto la de Grice como la de Sperber y Wilson, es que los hablantes poseen una serie de expectativas (por ejemplo, que el interlocutor diga la verdad, o que sea relevante), gracias a las cuales pueden descifrar los significados intencionales transmitidos en los intercambios lingüísticos. Pero algunas de esas expectativas no tienen que ver con la transmisión de información, sino con el modo de realizarse la acción lingüística para mantener las buenas relaciones entre los interlocutores. Esas expectativas, relacionadas con la cortesía, pueden entrar en conflicto con las que suelen asociarse a la transmisión eficiente de información. Decir la verdad, por ejemplo, que es una norma de eficiencia informativa, puede ser descortés en determinadas circunstancias. La cortesía lingüística no es solamente un problema de normas sociales variables, apto para ser estudiado por la sociología y la sociolingüística, sino también un problema de Pragmática general, puesto que es imprescindible dar su lugar a la cortesía en la descripción de los principios que guían la comunicación humana. 7.1 Modelos de Lakoff y de Leech Robin Lakoff 10 reduce el conjunto de máximas conversacionales a dos: 1. Sea claro. 2. Sea cortés.
La claridad se relaciona con las máximas de Grice, y la cortesía con tres normas básicas: 1. No haga imposiciones. 2. Dé opciones. 3. Haga que su interlocutor se sienta bien.
G. Leech 11 añade al conjunto de máximas del principio de cooperación de Grice otro conjunto de máximas, las del principio de cortesía. Este principio lo enuncia Leech así: “Reduzca al mínimo la expresión de creencias descorteses”, y se desglosa en varias máximas, que regulan el beneficio o el coste de los actos de habla para los interlocutores. Una acción es más descortés cuanto mayor sea el coste y menor el beneficio para el destinatario. Las máximas son las siguientes:
10
R. Lakoff, “The logic of politeness: or, Minding your P’s and Q’s”, Papers from the Ninth Regional Meeting, Chicago Linguistics Society, 1973; pp. 292-305. 11
G. Leech, Principles of Pragmatics. Londres: Longman, 1983.
Tema 8: Pragmática. 27 MÁXIMA DE TACTO: Reduzca al mínimo el coste para el otro. Suba al máximo el beneficio para el otro. MÁXIMA DE GENEROSIDAD: Reduzca al mínimo el beneficio propio. Suba al máximo el coste propio. MÁXIMA DE APROBACIÓN: Reduzca al mínimo el desprecio hacia el otro. Suba al máximo el elogio al otro. MÁXIMA DE MODESTIA: Reduzca al máximo el elogio a sí mismo. Suba al máximo el aprecio hacia el otro. MÁXIMA DE ARMONÍA: Reduzca al mínimo el desacuerdo con el otro. Suba al máximo el acuerdo con el otro. MÁXIMA DE SIMPATÍA: Reduzca al mínimo la antipatía entre usted y el otro. Suba al máximo la simpatía entre usted y el otro.
Hay acciones que son intrínsecamente descorteses, por ejemplo, pedir, y otras intrínsecamente corteses, como, por ejemplo, ofrecer. Por tanto, las máximas se aplican de modo diferente a cada tipo de acción. 7.2 Teoría de Brown y Levinson La teoría más difundida sobre la cortesía es la de Brown y Levinson 12, expuesta en su famoso libro Politeness. En el prólogo a este libro, J. Gumperz afirma que la cortesía es uno de los elementos básicos del orden social, y una precondición de toda forma de cooperación entre los seres humanos. La cortesía se refleja, como no podía ser menos, en el lenguaje. Si podemos encontrar regularidades gramaticales y sociales subyacentes que expliquen principios universales de cortesía y variaciones según comunidades, situaciones e individuos, habremos dado un gran paso para demostrar, dice Gumperz, que el lenguaje tiene básicamente naturaleza social. La teoría de Brown y Levinson propone un marco teórico abstracto que da cuenta de los datos interlingüísticos e interculturales, y hace predicciones que han sido comprobadas en numerosos estudios de campo. Está basada en dos nociones: la noción de que la comunicación es una actividad racional orientada hacia alguna meta, y la noción de que cada individuo desea conservar su face o imagen pública. La imagen pública (face) consiste en dos tipos de deseo: el deseo de autodeterminación, de no recibir imposiciones (imagen negativa) y el deseo de ser aprobado, aceptado (imagen positiva). Como la imagen del otro está constantemente amenazada por nuestros actos lingüísticos, hemos de calcular bien los riesgos de éstos, a fin de mantener con el interlocutor, hasta donde sea posible, la mejor relación. Por ejemplo, pedir algo a alguien puede constituir una amenaza tanto a la imagen positiva (la petición limita la autonomía de quien deba dar la respuesta) como a la negativa (toda limitación de autonomía es reducción del espacio «privado»). Pero el emisor puede, si conoce al destinatario (y otras peculiaridades contextuales), reducir el efecto de esta amenaza alimentando ya la parte positiva de la imagen de éste último: (37) Tú eres la única persona que puede ayudarme, ¿podrías prestarme el coche? 12
P. Brown y C. Levinson, Politeness. Some universals in language use. Cambridge: Cambridge University Press, 1987.
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ya la negativa: (38) Mira, lo siento; sé que esto es demasiado, pero, por favor, ¿podrías prestarme el coche?
En el primer caso el emisor trata de que el destinatario se sienta apreciado, importante, indispensable (Tú eres la única persona que puede ayudarme); en el segundo, viene a decir de modo patente que lo solicitado es una intrusión en el campo del otro y que es consciente de semejante desacato (Mira, lo siento; sé que esto es demasiado). Puede darse también el caso de que en el intercambio no se manifieste reducción alguna, esto es, que la expresión sea abierta y directa: (39) ¡Salten a los botes, rápido! (En un naufragio.) (40) Oye, pásame el salero. (En una comida familiar.)
Se advierte en estos casos cómo la presión del contexto (la eficacia con que deba transmitirse cierta información), la distancia social que medie entre los interlocutores, el conocimiento mutuo que tengan de sí mismos, constituyen factores que influyen decisivamente en cómo manifestar la cortesía y, por ende, en la elección de las formas lingüísticas más apropiadas. Así, el imperativo no resulta, como se ve, «descortés» en estos casos; en cambio, podrían resultar absurdas o descorteses, por lo desconcertantes, otras expresiones pretendidamente «corteses»: (41) Por favor, ¿serían ustedes tan amables de saltar con rapidez a los botes? Es que el barco se está hundiendo. (42) Por favor, ¿serías tan amable de pasarme la sal? Es que está muy lejos y no alcanzo.
Estos mismos factores pueden, según la situación, llevar a estrategias con que se manifieste muy indirectamente, de modo encubierto, la intención del hablante y se respete en gran medida, en virtud de ello, la imagen del destinatario. Si alguien me dice, mientras me tomo con fruición un helado: (43) ¡Vaya helado!
puedo interpretar, llegado el caso, que tal persona me ha pedido algo de modo encubierto, por ejemplo, que le gustaría probar el helado en cuestión. Gracias a este procedimiento, yo, el interpelado, quedo mucho más libre para responder que en el caso de que tal petición hubiese sido formulada de un modo menos directo o de un modo directo (por ejemplo, así: ¡Qué helado tan bueno! ¿Puedo probarlo? o Dame que lo pruebe). El mantenimiento de la imagen, que es a lo que responde la cortesía, es algo que se espera sea mantenido dentro de los límites que se juzguen adecuados en una situación comunicativa dada. Los hablantes conocen y explotan, cuando comunican, los factores con que impregnan su expresión de la cortesía deseada;
Tema 8: Pragmática. 29 es decir, conocen de modo efectivo las estrategias que con ellos cabe urdir en las distintas situaciones tanto para «amenazar la imagen del otro» como para no hacerlo. Según Brown y Levinson los factores en cuestión son los siguientes: a) Distancia social (social distance): relación simétrica que incluye el grado de familiaridad y contacto existente entre los interlocutores en un momento dado. b) Poder relativo (relative power), relación asimétrica: el poder que el hablante puede ejercer sobre el oyente en función de su pertenencia a algún estrato de cierta jerarquía social establecida. c) Grado de imposición (imposition ranking): el que en una cultura dada siempre conlleva la realización de cierto acto (pedir, preguntar, anunciar; pedir, en nuestra cultura, un bolígrafo no tiene el mismo peso que pedir prestado el coche o una suma considerable de dinero, etc.).
Con estos factores, que, como puede apreciarse, son de naturaleza social, cabe calcular el riesgo que conlleva la realización de una acción que amenace la imagen (que, en principio, es supuesta por cualquier intercambio lingüístico): Riesgo (AAI) x = (D + P + G) x (AAI = «acción que amenaza la imagen»; D = «distancia social»; P = «poder relativo»; G = «grado de imposición»)
Tras realizar este cálculo en cada situación, se opta en función de ello por la estrategia más conveniente. He aquí el marco general de tales estrategias propuesto por Brown y Levinson: No haga la AAI
Haga la AAI encubiertamente
abierta e indirectamente
abierta y
directamente
con Cneg.
(++) máximo
(+)
(0)
con Cpos.
(-)
(- -) mínimo
riesgo (Cpos = «cortesía positiva»; Cneg = «cortesía negativa»)
Por tanto, si el intercambio pretendido arroja, tras el cálculo mencionado, un riesgo muy alto, quizá convenga no emprender tal intercambio («No haga la AAI»). Si el riesgo decrece, cabe emprenderlo («Haga la AAI»), pero su estructura, por lo que toca a la cortesía, dependerá del grado que presente el riesgo en cuestión (de mayor a menor riesgo: «AAI encubierta», «AAI abierta,
Tema 8: Pragmática. 30 indirecta y con cortesía negativa», «AAI abierta, indirecta y con cortesía positiva» y «AAI abierta y directa»). El estatus teórico de los principios de cortesía lingüística es campo abonado para la discusión. ¿Son tan importantes las máximas de cortesía como las de principio de cooperación o el de relevancia? Dicho de otro modo, ¿es tan necesario ser cooperativo o relevante como cortés? Es difícil por ahora dar una respuesta definitiva a esta pregunta. Lo que, sin embargo, no se puede pasar por alto es que la cortesía es necesaria para llevar a cabo con éxito los actos de habla, porque permite el acceso al interlocutor y el establecimiento de una buena relación con él, asegurándose así la eficacia de la comunicación. Además, las normas de cortesía inciden directamente en las elecciones lingüísticas: entonación, formas de tratamiento, tiempos verbales, técnicas narrativas.
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