TEATRO BREVE DE LA EDAD MEDIA Y DEL SIGLO DE ORO

May 7, 2017 | Author: quandoegoteascipiam | Category: N/A
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Descripción: Edición de Jesús Maire Bobes Hasta no hace mucho tiempo, la crítica especializ...

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AKAL LITERATURAS

TEATRO BREVE DE LA EDAD M EDIA Y DEL SIGLO DE ORO Edición de Jesús Maire Bobes

Hasta no hace mucho tiempo, la crítica especializada valoraba esca­ samente el teatro breve, que era conocido con el marbete de Teatro menor. Incluso las representaciones de dichas formas dramáticas bri­ llaban por su ausencia de nuestros escenarios. H oy en día, sin embargo, autos, farsas y entremeses han recibiclo la consideración debida porque, entre otras razones, parece injusto menospreciar obras que, en el apogeo de nuestro teatro del Siglo de Oro, eran uná­ nimemente aceptadas por el público del corral, el cual apreciaba y aplaudía las sentencias agudas, las expresiones festivas y los gestos cómicos de bailes, mojigangas y demás piezas cortas. Entre las Qbras que aparecen en este volumen, destacan el Auto de los Reyes Magos, distinguida representación de nuestro teatro medieval; dos conoci­ das églogas de Juan del Encina; tres famosos pasos de Lope de Rueda, dos de los entremeses más importantes de Cervantes; un baile y dos entremeses del gran maestro del género, Quiñones de Benavente, y una célebre jácara de Quevedo.

AKAL / LITERATURAS 9 Director de la colección:

Francisco Muñoz Marquina

La colección Akal Literaturas proporciona a estudiantes y profesores textos esmerada­ mente editados y anotados, precedidos de una sencilla pero completa introducción y acompañados de un conjunto de actividades que favorecen, de un lado, la adecuada com­ prensión de las obras por parte del alumno y, de otro, lo ani­ man a desarrollar su creativi­ dad y expresión personal. Todos los volúmenes incluyen, además, una cuidada selección de documentos complementa­ rios y el comentario de un texto de la obra editada que puede servir de modelo al estudiante para la redacción de sus propios comentarios.

Maqueta de portada: Sergio Ramírez Diseño interior y cubierta: R.A.G.

© Jesús Maire Bobes, 2003 © Ediciones Akal, S. A., 2003 Sector Foresta, 1 28760 Tres Cantos Madrid - España Tel.: 91 806 19 96 Fax: 91 804 40 28

ISBN: 84-460-1725-3 Dep. Legal: M-20.447-2003 Impresión: Materoffset, S. L. Colmenar Viejo (Madrid)

Impreso en España / Printed in Spain

Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el artículo 270 del Código Penal, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes reproduzcan sin la preceptiva autorización o plagien, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, fijada en cualquier tipo de soporte.

TEATRO BREVE DE LA EDAD MEDIA Y DEL SIGLO DE ORO Edición de Jesús Maire Bobes Jesús Maire Bobes, nacido en Valbona (Asturias), es Doctor en Filología Hispánica y Catedrático de Lengua Castellana y Lite­ ratura. Ha publicado numerosos artículos (sobre La Celestina, el Lazarillo, el Quijote, el teatro español del Siglo de Oro, etc.) en diversas revistas especializadas: Alazet. Revista d e Filología (Instituto de Estudios Altoaragoneses), Archivum (Universidad de Oviedo), Epos (Universidad Nacional de Educación a Dis­ tancia), S efa ra d y Revista d e Literatu ra (Consejo Superior de Investigaciones Científicas), R aíces... Otros trabajos suyos han aparecido en las actas de diferentes congresos: H um anism o y literatura en tiem pos d e J u a n d el E n cin a (Universidad de Sala­ manca), El teatro en tiem pos d e Felipe II (Universidad de Castilla-La Mancha), etc. Entre sus publicaciones, figuran V ocabu­ lario d e A lla n d e (Oviedo, 1997) y la edición de una selección de textos de la D ivina C om edia, de Dante Alighieri (Madrid, 1999). En esta misma colección A kal Literaturas, ha publicado anteriormente una antología de Cuentos m edievales y d el Siglo d e Oro (Madrid, 2001).

A m is p ad res. P a ra M anuel.

INDICE

I n t r o d u c c ió n ............................................

9

1. Marco histórico-social .............................. Edad Media ........................................... Siglo de O r o .......................................... 2. Panorama cultural y literario .................. Edad Media ........................................... Siglo de O r o ..........................................

11 11 17 25 25 31

B ibliografía .................................................. Criterio de edición ......................................

47 49

T ea tr o

E d a d M e d ia ....

5i

A utos................................................................. 1. Auto de los Reyes M agos ........................

53 54

Momos ............................................................. 2. Pedro Manuel Ximénez de Urrea: Casa de sabiduría ............................................ Églogas ............................................................ 3. Juan del Encina: Égloga representada la

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b r e v e d e la

misma noche de Antruejo o Carnesto­ lendas ........................................................ 4. Juan del Encina: Égloga representada en recuesta de unos amores ................

62 65

66

75

7

T eatro breve del S ig lo d e O r o ...... 85 Farsas ........................................................... 87 5. Juan de Pedraza: Farsa llamada danza de la muerte ......................................... 88 Pasos ............................................................ 105 6. Lope de Rueda: La tierra de Ja uja ...........106 7. Lope de Rueda: Paso sexto....... 113 8. Lope de Rueda: Las aceitunas . 121 Loas............................................................. 127 9. Anónimo: Loa...................................... 128 10. Anónimo: Prólogo o loa...................... 130 Entremeses ................................................. 137 11. Miguel de Cervantes: Entremés de la elec­ ción de los alcaldes de Daganzo .......... 138 12. Miguel de Cervantes: Entremés del reta­ blo de las maravillas........................... 155 13. Luis Quiñones de Benavente: Entremés del m olino............................................ 172 14. Luis Quiñones de Benavente: El tío Barto­ lomé. Entremés...................................... 181 Bailes ........................................................... 191 15. Luis Quiñones de Benavente: Baile can­ tado de al cabo de los bailes m il......... 192 Jácaras ........................................................ 203 16. Francisco de Quevedo: Carta de Escarramán a la M éndez............................ 204 G l o s a r io .......................................................

209

P ro p u e s ta d id á c tic a .............................

225

Actividades .................................................. 227 1. Actividades de comprensión........... 227 2. Actividades de recapitulación ......... 241 3. Otras actividades.............................. 243 Textos complementarios ....................... ...... 253 Comentario de texto................................... 261 8

INTRODUCCIÓN

1 . M a r c o h is t ó r ic o - so c ia l

Edad Media A causa del desorden que padeció el califato Expansión de de Córdoba en torno al año 1031 de nuestra era, los minos cristianos los reinos cristianos de la Península Ibérica expe­ rimentaron un auge considerable en los últimos siglos medievales: ingresaron en sus arcas nume­ rosos tributos, reconquistaron las cuencas de cau­ dalosos ríos y repoblaron extensos territorios. Castilla, que se había unido a León en 1230, pudo así colonizar una extensa área (Jaén, Sevi­ lla, Cádiz) y adueñarse de una rica producción olivarera. La abundancia de aceite y el apogeo de la ganadería exigieron la creación de un comercio de exportación y la construcción de puertos adecuados para facilitar la salida de las materias primas. Aumentó, por tanto, la produc­ 11 ción agrícola y se desarrolló tanto la vida comer­

cial como la economía monetaria. En los siglos y XIV, el comercio se desenvolvió especial­ mente en cinco focos: camino de Santiago, Bar­ celona, Sevilla, Tierra de Campos y la ruta que unía Burgos con el Cantábrico. Se constituyó en las ciudades y villas un grupo de poder - e l patricia d o - que representó los intereses de tales núcleos urbanos en las Cortes, en compañía de la alta nobleza y alto clero. La monarquía con­ cedió franquicias y un cierto grado de autono­ mía a los concejos que se iban formando con la repoblación porque necesitaba su apoyo para hacer frente a las veleidades de los aristócratas. Los dos Con todo, los extensos territorios reconquista­ estamentos dos fueron acaparados por las órdenes militares; privilegiados algunas de éstas procedían de las órdenes de caballería, que fueron fundadas durante las Cru­ zadas, las cuales, además de servir para predicar y extender la fe de Cristo a base de sangre y fuego, permitieron a los expedicionarios cristia­ nos entrar en contacto con la economía y cultu­ ra orientales y, de este modo, se facilitó la expan­ sión económ ica y cultural de O ccidente. Los miembros de estas órdenes unían la condición de monjes a la de soldados; es decir, formaban un ejército y pronunciaban los votos de pobre­ za, castidad, obediencia y consagración perpe­ tua a la guerra santa contra los infieles. Eran sol­ dados y monjes, defen sores y oradores. Ambos, nobles y clérigos, constituían los dos estamentos o estados que habían atesorado los privilegios mundanos. Veamos cómo describía Juan de Lucena en el siglo xv la vida de los segundos: XIII

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Libres de reales imposiciones, de populares repar­ timientos exentos [...] Vanse los legos a la guerra, quédanse ellos tras el hogar. De los vivos, ofren­ das; por los muertos, obladas; cada fiesta, cada día santo, helas do vienen, y cada domingo. Prome­

ten ciento por uno, y por ciento nunca dan uno. De bóbilis bóbilis [de balde, sin trabajo] comien­ do, y nunca escotando, gordos y regordidos viven y más que beatos.

Las funciones de los clérigos consistían, bási­ Elpoder del camente, en rezar por los fieles y, de este modo, clero mediar ante la divinidad para salvarlos. En reali­ dad, una de las grandes preocupaciones del hombre medieval era el problema de la salva­ ción del alma, pero ésta no resultaba gratuita. Los ricos gastaban cuantiosas sumas en funda­ ción de monasterios e iglesias, puesto que se creía que las oraciones intercedían ante la divi­ nidad y permitían acceder al paraíso. Cuando se redactaban los testamentos, tanto el pechero más humilde como el caballero más adinerado enco­ mendaban cientos o miles de misas - a veces, a perpetuidad- para la salvación de sus almas; el dueño de esclavos podría maltratar a sus siervos, pero los bautizaba en la fe de Cristo; en fin, la mayor parte de la gente recitaba de memoria el padrenuestro, el avemaria y oraciones similares. Un saludo habitual era «Ave María Purísima»; se respondía «Sin pecado concebida». Otro recurso para alcanzar la salvación consis­ tía en iniciar peregrinaciones. De este modo, se obtenían favores espirituales (perdón de peca­ dos) o materiales (curaciones m ilagrosas). Para llegar a dos de los centros de peregrinación más importantes -Rom a y Santiago de Compostela-, los peregrinos debían visitar iglesias que solían exhibir reliquias y sepulcros de santos locales. Muchos de estos centros de peregrinación se enriquecieron con las ofrendas de viajeros acau­ dalados. Existía una Guía d el Peregrino que indi­ caba cuáles eran los templos y santuarios más interesantes. No obstante, la práctica menos vir­ 13 tuosa de la Iglesia radicó en el comercio que se

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practicó con las indulgencias, las cuales consis­ tían en perdones que efectuaba la Iglesia de las penas debidas por los pecados. Esta doctrina quedó desvirtuada desde que se inició la simo­ nía; es decir, cuando los eclesiásticos comenza­ ron a vender las indulgencias a cambio de dine­ ro. Tal práctica fue corriente en la Edad Media, y motivó, entre otras razones, la Reforma de Lutero (1517). Los feligreses debían ser conscientes de qué ellos no eran los únicos propietarios de sus bienes, sino que éstos pertenecían a Dios y a sus minis­ tros -lo s propios clérigos- y, por tanto, debían compartirlos con éstos. A cambio de su media­ ción, la Iglesia recibía donaciones qué, con el correr de los tiempos, la convirtieron en un gran poder económico y político. De igual modo que los aristócratas, los prelados se adueñaron de extensos territorios, dispusieron de vasallos y colaboraron con la monarquía en el gobierno del reino, puesto que eran poderosos, ricos y cultos. Una de las fuentes de financiación más rentables del clero consistía en el diezmo (décima parte de la cosecha que pagaban los fieles a la Iglesia). Los creyentes debían saber que Dios siempre ayudaba a quienes entregaban parte de sus bienes a la Iglesia. Alfonso X el Sabio difundió en 1255 un documento en donde indicaba al pueblo que el diezmo tenía carácter universal y origen divi­ no. Venía a explicar que, si no fuese por el diez­ mo, ¿cómo se podrían adornar las iglesias?, ¿cómo se vestirían los sacerdotes?, ¿cómo se podría ayudar al rey a luchar contra los enemi­ gos de la fe católica?, ¿cómo se podría cuidar de los pobres? Los pobres no eran una cuestión menor. Los Santos Padres (doctores que escribieron sobre los misterios de la doctrina cristiana, como san

Gregorio y san Agustín) habían difundido la cre­ encia de que el primer pobre era Cristo; por tanto, el indigente era la imagen de las virtudes cristianas y servía para que los pudientes salva­ ran su alma con buenas obras: limosnas, man­ das, etc. (No olvidemos que, por ejem plo, los caballeros templarios eran miembros de una orden medieval de carácter religioso y militar, cuya denominación oficial era Orden de los Pobres Caballeros de Cristo). De este modo, muchos donativos de los fieles pasaron a poder de los monasterios, los cuales permitían que, en sus alrededores, se cobijase una masa de por­ dioseros que esperaban la sopa boba, algo de ropa o lumbre para huir del frío (costumbre que aún se practica en nuestros días). Al mismo tiem­ po, se propagaba la idea de que los sufrimien­ tos terrenales serían recompensados en la otra vida. Jorge Manrique aseguraba que «Este mundo es el camino / para el otro, que es morada / sin pesar». La riqueza y los placeres eran fugaces y, si el pobre admitía tal estado de cosas, ganaría el mundo futuro. Además, se divulgaba el con­ suelo de que la igualdad entre los hombres se produciría después de la muerte por cuanto ésta igualaba al poderoso y al miserable (texto n.° 5). Era preciso aliviar y apaciguar de algún modo El tercer estado a las personas desdichadas y marginadas (vaga­ bundos, pordioseros, esclavos, gitanos), pero también a los comerciantes y labradores, los cua­ les configuraban el tercer estado o estado gene­ ral, el cual se ocupaba de trabajar, producir, comerciar y pagar impuestos o p ech os. Por este motivo, sus componentes eran llamados p e c h e ­ ros; el estado general estaba compuesto mayor­ mente por campesinos, los cuales llevaban una vida miserable: su alm uerzo solía consistir en migas y sopas; las ollas que comían eran de ber-

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Hambrientos. La cocina magra, de P. Brueghel.

zas o nabos y un poco de tocino. Muchos no tenían qué cenar (tal desdicha aún era frecuen­ te en el siglo xvi; véase el texto n.° 8). La mayo­ ría apenas disponía de mobiliario en sus humil­ des hogares, muchos dormían sobre la paja porque no tenían camas; en ocasiones, sólo una cerca los separaba de cerdos y vacas. Las penu­ rias, malas cosechas, pestes, guerras y otras cala­ midades arruinaban y abatían a muchos, los cua­ les se veían obligados a mendigar. Balbuceos Aunque la división social en tres órdenes se de nuevos mantuvo, se percibe en el siglo x iii el surgimiento tiempos de una economía monetaria que, con el correr del tiempo, originará un nuevo sistema de pro­ ducción: el capitalismo. En el pensamiento de Alfonso X el Sabio, se distingue ya alguna ligera modificación de las funciones que a unos y a otros incumben. Dicho monarca aseguraba que la custodia y defensa del reino tocaba a todos en común. Esta fórmula q u o d om n es tangit (que a todos atañe) supone un cambio respecto a las 16 funciones que se encomendaban a los hombres

en la Edad Media. Alfonso X también considera­ ba que, para derogar una ley, era preciso contar con el consejo de los hom bres bu en os d e la tie­ rra (los representantes de las ciudades). En el siglo XIV, el obispo Pedro de Cuéllar redactó un tratado en donde no sólo expuso reflexiones doc­ trinales, sino también observaciones sociales inte­ resantes. Así, cita diferentes oficios de la gente de entonces. Yendo de mayor a menor catego­ ría, señala varios grados religiosos (obispo, abad, deán, etc.) y después cita al rey, caballero, mer­ cader, labrador y mozo. Todo ello nos muestra que ya existía gran diversidad social aun cuan­ do el férreo orden estamental siguiera mante­ niéndose. En el tratado de Pedro de Cuéllar, tam­ bién descubrimos consideraciones valiosas para comprender la mentalidad de aquellos hombres. El obispo sitúa al mismo nivel a los siervos, a los animales y a las mujeres; el décimo mandamiento reza: «No desearás la mujer de tu prójimo, no el siervo, no la sirvienta, no el buey, no el asno, ni otras cosas suyas».

Siglo de O ro Esta denominación alude a un periodo funda­ Los aires mental de nuestra historia. Los expertos dudan a renacentistas la hora de nombrarlo: unos hablan de E d a d d e Oro; otros, de E d a d conflictiva y algunos prefie­ ren la denominación Siglos d e Oro. En cualquier caso, parece evidente que en ese largo lapso de tiempo, que dura casi dos siglos, encontramos dos etapas diferentes. En líneas generales, la pri­ mera de las mismas abarca el siglo xvi (R enaci­ m iento); la segunda, el siglo x v ii (Barroco). Durante el siglo xvi se originó en Europa un 17 cambio de mentalidad, el cual se relacionó en

Desarrollo de la economía monetaria. El cambista y su mujer, de M. C. Van Reymerswaele.

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gran medida con el auge de grupos mercantiles y burgueses y los consiguientes cambios econó­ micos y sociales que se produjeron. España no permaneció al margen de esta realidad y, según hemos visto al inicio de esta Introducción, la vida comercial que se desarrolló en los últimos siglos medievales contribuyó en gran medida a dicho proceso. La transformación se manifestó de modos variados: en el período medieval se aten­ día más al consejo del anciano, pero en el Siglo de Oro será más importante la acción del joven; antaño, los nobles eran los defensores, mas ahora los nobles tratan de huir del servicio militar; antes la religión dominaba el pensamiento, ahora, sin embargo, la colectividad se seculariza en buena medida; en la Edad Media, las fronteras entre ricos y pobres eran netas, pero en el Siglo de Oro no serán tan evidentes. En el medievo, el modo de producción era muy primitivo y de tipo par­

ticular (pequeños artesanos, medios de trabajo individual), pero en el siglo xv el taller individual fue sustituido por el taller colectivo, la rueca cedió paso a la máquina de hilar, el telar manual se rindió al telar mecánico, etc. Los metales, las telas y otros productos van a ser fruto no de un individuo, sino de un grupo de hombres que tra­ baja en una fá b r ic a . Frente a la economía medie­ val, que se bastaba a sí misma, en el siglo xvi se multiplican los mercados por razón de los des­ cubrimientos geográficos y las consiguientes empresas de colonización. El deseo de dominar estos mercados causa numerosas guerras entre España, Holanda, Francia e Inglaterra. A la pos­ tre, estos conflictos acabaron con el poderío español y encumbraron a Inglaterra. Después de un largo periodo de tiempo -la Edad Media- en que la cultura estuvo en poder de la Iglesia, ren a ce el interés por la Antigüedad y se revitaliza el afán de innovar e inventar. Fren­ te al inmovilismo de la estática sociedad medie­ val, que acumulaba el saber como si de un depó­ sito de grano se tratara, en el Renacimiento los hombres impulsan un mayor conocimiento de las ciencias y artes, y renace el espíritu experi­ mental. En 1555, Andrés Laguna traduce y anota el tratado farmacológico de Dioscórides y expli­ ca que sus experimentos le han hecho ver que las víboras tienen «un veneno claro, dulce y harto sabroso al gusto, empero mortífero y pernicioso si se mezcla con la sangre del hombre»; que el azogue, tomado por la boca, «es veneno mortí­ fero» y que «la orina humana es mortal veneno a los gansos». Este afán experimental muestra que el hombre va acercándose a los campos más variados del conocimiento humano y que existe un deseo de originalidad y de ser el primero en todo. Pedro de Medina presume de ser el pri­

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mero en escribir un Arte d e n avegar (1545), y de otro tanto se jacta Gregorio de los Ríos, quien afirma ser el primero que escribe de materia tan nueva como la jardinería. Se avanza en los conocim ientos, sin duda, Los traumas del pasado pero muchas mentalidades siguen anquilosadas en el medievo. Andrés Laguna censura con acri­ tud la «pestilencial» costumbre de sajar a los niños recién nacidos cuando éstos m anifesta­ ban cualquier síntoma de acceso febril. Los padres, indica Laguna, llamaban al barbero «o verdugo, el cual, con unas manazas [...] y con un navajonazo de crueles filos le hiende sin pie­ dad (al niño) por mil partes las piernas de arri­ ba abajo». Continúa Laguna: «En España no sabe­ mos enseñar virtud ni letras a un niño sino a poder de azotes y mojicones; ni darle salud sino abriéndole las entrañas y enteramente matán­ dole, lo cual en Italia y en otras partes se hace con mil blanduras y amorosas delicadezas [...] la sangría a los niños no es medicina, sino car­ nicería». Ahora bien, es preciso tener en cuen­ ta que la ciencia se enfrentaba a la cerrazón cle­ rical: la Inquisición condenó el sistema del astrónom o polaco Nicolás Copérnico (14731543), quien demostró que los planetas se movían alrededor del Sol. La Iglesia católica considera­ ba herejía la suposición de que la Tierra se movía, y en 1633 obligó a Galileo Galilei (15641642) a renegar de tales doctrinas. Galileo abju­ ró porque aún estaba reciente el ejem plo de Giordano Bruno (1548-1600), quien fue que­ mado en la hoguera por negarse a retractarse de sus teorías. Con todo, parece ser que Gali­ leo pronunció la famosa frase «E pur, si muove» (y, sin em bargo, se m ueve), con lo cual trataba de afirmar el predominio de la ciencia sobre el 20 fanatismo religioso.

Cuando mejoran las condiciones económicas, el hombre reflexiona con más calma y tino. En la Edad Media, las hambrunas, las calamidades y los males colectivos solían ser considerados ordena­ ción divina -cuando no responsabilidad de los judíos-, pero a partir de mediados del siglo xvi algunos hombres comenzaron a pensar que el hombre era responsable en gran medida de aque­ llos males y de las situaciones críticas. En 1558, el contador Luis Ortiz envía un memorial al rey para advertirle del peligro que suponía para la economía española - y para el estado del reinó­ la exportación de materias primas -lana, hierro, seda- y la importación de sus manufacturas. De este modo -señalaba el contador-, España cobra­ ba uno o dos por la exportación y después paga­ ba, según los casos, a once o veinte por la impor­ tación. Es decir, mientras que el reino se empobrecía, los países extranjeros se enriquecían a costa de productos españoles que ellos elabo­ raban. Ortiz señalaba otras causas de los males de España; una de ellas consistía en la existencia de leyes que despreciaban los oficios mecánicos (aquellos que exigen habilidades manuales e inte­ lectuales). El contador pedía a la monarquía que derogase dichas normas y promulgase otras que enalteciesen tales oficios, según sucedía en Flandes y en otros lugares en donde prosperaba la economía; es más: aunque fueran hijos de nobles, los jóvenes debían aprender oficios y considerar honroso el trabajo (cosa que no sucedía). Desgraciadamente, España se alejó de las refor­ mas que plantearon otros estados vecinos, los cua­ les sustituyeron el derecho de los mendigos de recibir limosna por la obligación de trabajar. Sin embargo, España permaneció apegada al con­ cepto medieval de pobreza: los indigentes eran necesarios porque de esa manera los individuos

Una economía atrasada y ieva^

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acomodados podían salvarse dando limosnas o practicando la caridad y las buenas obras. Existían vagabundos y picaros que no querían trabajar (n.œ 6 y 7), y algunos se hacían pasar por los mendigos «verdaderos» (individuos a quienes alguna enfer­ medad o defecto físico impedía ocuparse en cual­ quier obra o ejercicio). Contra esos pobres «falsos» se adoptaron muchas leyes, aunque éstas fueron inútiles. La desesperación llegaba a tales extremos que algunos padres cegaban a sus hijos para pro­ vocar la compasión de la gente y recoger limosnas. A fines del siglo xvi, el sentimiento de crisis y La crisis barroca desconcierto se agudizó porque, entre otras razo­ nes, los sensatos juicios de Ortiz y de otros pen­ sadores no obtuvieron el respaldo de los gober­ nantes. Además, existieron otros factores que colaboraron también a crear la situación de cri­ sis e inseguridad social. En efecto, durante esta centuria la sociedad experimentó un progreso considerable cuyos rasgos distintivos consistie­ ron en la movilidad social; en la modificación de las relaciones entre las personas; en una actitud espiritual, política y cultural que se orientaba más hacia el futuro que hacia el pasado, y en la gran importancia concedida al individuo. Este indivi­ dualismo no se manifestó únicam ente en el deseo de reafirmar el valor personal frente a los privilegios de cuna o tradición, sino también en el impulso de actitudes que tendieron a genera­ lizarse: menor cumplimiento de las normas mora­ les, atrevimiento para murmurar del gobierno, motines, etc. Ciertamente, estas protestas refle­ jan un descontento cuya razón de ser procede, por regla general, de los excesivos impuestos o del elevado precio de los artículos de primera necesidad, pero la abundancia de alborotos y revueltas revela que existieron tensiones socia­ les, inconformismo, inquietud y sensación de

inestabilidad. Por su parte, el siglo x v ii fue una etapa de contrastes: espiritualidad y sensualidad, abundancia y penuria, intolerancia y deseo de libertad, dogma católico y superstición. ¿A qué se debió este hecho? En Castilla, uno de los motivos que originó tal sensación de inesta­ bilidad y de crisis fue, sin duda, la caótica situa­ ción económica, cuyas causas fueron variadas: gastos originados por las guerras, pestes, sequías, pobres cosechas, despoblación, corrupción polí­ tica, derroche cortesano, escaso desarrollo de la industria, etc. Cuando los españoles se dieron cuenta de que el «imperio en donde no se ponía el sol» era en realidad un gigante con pies de barro, por cuanto se asentaba en una pura fic­ ción, apareció entonces ante ellos la verdadera imagen de su situación: el despilfarro, la vida suntuosa y el lujo eran patrimonio de una mino­ ría, pero la mayor parte de la población vivía en la miseria, la monarquía estaba arruinada, la decadencia era generalizada. Este conflicto entre

El festín de los caballeros. Anónimo.

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apariencia y realidad (n.° 12) fue conocido por los contem poráneos, quienes calificaban a la monarquía de «república de hombres encanta­ dos», y Cervantes plasmó literariamente dicha verdad en la creación de la figura de un loco que vivía fuera del orden natural pues confundía el mundo real con el ilusorio. Vistas las considera­ ciones anteriores, no parece difícil de explicar por qué en la cultura barroca proliferan los temas que tienen que ver con ruinas y decadencia, des­ engaño, fugacidad del tiempo, muerte, etc. La reacción Por tanto, las gentes del barroco se vieron obli­ señorial gadas a enfrentarse a una serie de cambios que afectaron no sólo a la economía, sino también a la técnica, al pensamiento y a la religión. Ahora bien, la sociedad se había desarrollado de tal modo que forzosamente se debía producir un choque entre una mentalidad abierta y «progresista» y unas fuer­ zas conservadoras que trataban por todos los medios de afianzar y mantener aún más su poder. En efecto, nobleza y clero reaccionaron contra un dinamismo social que podía perjudicar tanto el orden tradicional como sus seculares privilegios y, para defender estos últimos, estimaron que era necesario estrangular el individualismo que se había desatado en el siglo anterior; es decir, trataron de someter al orden social tradicional las apetencias de las personas que juzgaban que el valor del indi­ viduo debía medirse por la competencia personal y no por haber nacido en un estamento o en otro. Para conservar sus privilegios, la reacción señorial ideó recursos que no sólo se basaban en el poder militar, sino también en otro tipo de medidas más sutiles. Así, la literatura dramática, ridiculizando en el escenario las apetencias de los plebeyos que pre­ tendían medrar y mejorar en la escala social, con­ tribuyó en gran medida a defender los intereses de 24 ambos estamentos dominantes (n.œ 4 y 8).

2 . P a n o r a m a c u lt u r a l y lit e r a r io

Edad Media En la Edad Media, la cultura escrita era emi- La cultura, nentem ente clerical: se desarrollaba en los , j a e la Iglesia monasterios, cuyas bibliotecas custodiaban todo el saber contemporáneo, proporcionaban copias de manuscritos y permitían el conocimiento de distintas técnicas y artes. La actividad dramática no podía ser una excepción, y en sus comien­ zos estuvo fuertemente vinculada a la Iglesia. En Inglaterra, Francia, Cataluña y en otras zonas europeas, el teatro alcanzó gran difusión duran­ te la Edad Media; aunque en Castilla ocurrió pro­ bablemente otro tanto, carecemos de documen­ tos fehacientes que prueben tal extremo. Estas actividades dramáticas estuvieron estrechamen­ te relacionadas con los actos litúrgicos; la razón estriba en que los prelados (obispos, abades)

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Entrega de regalos a Jesús. La adoración de los Magos, de Rubens.

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disponían de atribuciones para permitir la inclu­ sión en los oficios divinos de una gran variedad de ceremonias, pasajes y cantos, cuyas funciones principales consistían en estimular el fervor de los fieles y embellecer el ritual. Algunos de dichos tex­ tos eran los tropos y los dramas litúrgicos. Los pri­ meros consistían en composiciones musicales y literarias que se añadían a los cantos rituales (Kyrie, Gloria, Sanctus, Agnus...). Paulatinamente, los tro­ pos fueron recitados de modo alternativo por el cantor y el pueblo, y se fueron añadiendo episo­ dios al núcleo original. De este modo, se crearon los dramas litúrgicos, los cuales consistían en tex­ tos dialogados, de cierta extensión, que daban cuerpo dramático a determinados pasajes de los Evangelios; llegaron a formar parte de los ciclos que la Iglesia dedicaba a la conmemoración del nacimiento y muerte de Cristo: el ciclo de Navi­ dad y el de Pascua. Narraban, por tanto, sucesos de la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesús, conforme a los relatos de los evangelistas. Uno de estos dramas -O rd o Stellae- ofrecía una estampa de la vida de Cristo: tres canónigos se vestían con ropas brillantes y simulaban ser los tres Reyes de Oriente que se dirigían al portal de Belén para entregar sus regalos al niño Dios. De esta A dora­ ción d e los M agos se conservan varias versiones; una de ellas, la que cuenta el diálogo de los Magos con Herodes y las consultas de éste con los rabi­ nos, guarda muchos parecidos con el Auto d e los Reyes M agos (n.° 1). Otros dramas del ciclo navi­ deño fueron el O fficium P astorum (los ángeles anunciaban a los pastores el nacimiento del niño Jesús), el Ordo Prophetarum (los profetas avisa­ ban de la llegada del Mesías) y el Ordo Rachelis (Raquel lloraba por la muerte de sus hijos). Un drama del ciclo pascual contaba el episodio de la resurrección de Cristo; se llamaba Visitatio

sepulchri (La visita a l sepulcro), el cual alcanzó gran difusión en Europa. El texto central del mismo era el diálogo cantado Quem queritis in sepulch­ r e (¿A quién buscáis en el sepulcro?). Los clérigos representaban el papel de las tres Marías (la Vir­ gen, María de Cleofás y María Magdalena), las cua­ les acudían al sepulcro de Cristo. Este diálogo tam­ bién sirvió de tropo de la misa que se celebraba el domingo de Pascua. Es posible que los simples diálogos iniciales de la Visitatio fueran enriqueci­ dos posteriormente con otros cuadros vivientes que ilustraran la vida de Cristo. Desde luego, los parecidos entre aquellos juegos escénicos y el tea­ tro sagrado son evidentes: los clérigos que inter­ pretaban a los Magos o que encarnaban a las tres Marías se vestían de forma llamativa y se maqui­ llaban; en el diálogo Quem queritis, dos personas, situadas junto al altar, preguntaban: ¿A quién buscáisPy otras dos personas, situadas en el coro, res­ pondían: A Jesú s d e N azaret, etc. Esas personas que cantaban y gesticulaban guardan una gran semejanza con los actores; el espacio de la Iglesia en donde tenían lugar tales diálogos mantiene cier­ to parecido con el escenario; los fieles, en fin, per­ cibían un mensaje tanto como puede sucederle a un público que asista a una representación teatral. Las actividades devotas no eran las únicas que Espectáculos se celebraban en las iglesias, pues en ellas tam­ profanos bién tenían lugar la Fiesta d e los inocentes (recor­ daba la persecución de Herodes), la Fiesta d el a sn o (alababa al animal que había sido fiel ser­ vidor de la Sagrada Familia) y la Fiesta d el obis­ pillo, el cual, según Sebastián de Covarrubias, [...] era un infante de coro que con solemnidad, colocándole en medio de la iglesia en un cadalso, bajaba de lo alto de las bóvedas una nube y, parando en medio del camino, se abría. Queda­ ban unos ángeles que traían la mitra y bajaban

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hasta ponérsela en la cabeza, subiendo luego por la misma orden que habían venido. Esto vino a ser ocasión de algunas licencias, porque hasta el día de los Inocentes tenía cierta jurisdicción, y los pre­ bendados tomaban oficios seglares, como algua­ ciles, porquerones, perreros y barrenderos.

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Muchos de estos espectáculos hundían sus raí­ ces en fiestas de la Antigüedad y algunos recor­ daban a las saturnales paganas, en las cuales los señores servían a los criados. Se producía una inversión de valores, se parodiaban los valores religiosos y abundaban las irreverencias. Los ser­ mones se amenizaban con farsas; en la M isa d el a s n o un clérigo oficiaba la cerem onia y a sus bendiciones (rebuznos) respondían los fieles con el amén (otros rebuznos); en la Fiesta d e los locos, se parodiaban los ritos religiosos: aparecía en el altar un borracho, se efectuaban gestos obsce­ nos, etc. Sorprende que el escenario de estas ceremo­ nias fuese la catedral, pero hay que tener en cuenta que en la Europa medieval existía una curiosa hermandad entre los asuntos sagrados y los profanos; tal vez, la Iglesia procuraba inte­ grar en el culto oficial las manifestaciones paga­ nas. De cualquier modo, los templos no sólo eran el lugar en donde se oficiaban misas y predica­ ban sermones, sino también el espacio en donde se chismorreaba del vecino, se presumía de las propias galas, se cortejaba a las damas (recuér­ dese el com ienzo de La Celestina), etc. En un documento mallorquín de 1442, se lee que, en las fiestas de Pascua, se representaban en las parroquias «entremeses de enamoramientos, alca­ hueterías y otros actos deshonestos y reproba­ dos, mayormente en tal día». Además, los pro­ pios canónigos amparaban estas fiestas porque las mismas suponían una válvula de escape a las

frustraciones del bajo clero y del pueblo en gene­ ral. Un texto francés del siglo xv puede servirnos para entenderlo mejor. Según dicho documento, estas fiestas eran necesarias para que Nuestra segunda naturaleza [la bufonería], innata en el hombre, pueda manifestarse libremente al menos una vez al año. Los barriles de vino estallarían si no se los destapara de vez en cuando, dejando entrar un poco de aire. Los hombres son como toneles desajustados que el vino de la sabiduría haría esta­ llar si prosiguiese fermentando incesantemente bajo la presión de la piedad y el temor divinos.

Las celebraciones antes mencionadas, que fue­ El carnaval ron condenadas por la Contrarreforma, ejercie­ ron gran influencia en el desarrollo del Carna­ val, que era una especie de fiesta de la abundancia en donde los hombres comían, bebían y se har­ taban antes de que llegase la Cuaresma (n.° 3). En las procesiones de Carnaval, las calles eran ocupadas por danzantes y corredores que bien lanzaban agua de rosas a las damas, bien gol­ peaban con ramas a los espectadores. Tambores y flautistas ofrecían con su música el ritmo ade­ cuado a la marcha. El vocablo ca r n a v a l proce­ de del italiano carn evale; alude a un período de tiempo en que se puede comer carne: c a r n a l o c a r n a v a l (c a r n e vale). Dicha palabra procede del latín carn em levare (quitar la carne); se refie­ re a la prohibición de comer carne durante los cuarenta días de Cuaresma. Se celebra durante los tres días anteriores al Miércoles de Ceniza, que es el día en que comienza la Cuaresma en el calendario cristiano; esos tres días son llama­ dos también C arn estolen das (período de tiem­ po en que la carne ha de abandonarse); tal voca­ blo procede del latín ca rn is tollendus (retirar la 29 carne).

Espectáculos Los disfraces y las máscaras se relacionan claparateatrales ramente con \a actividad dramática, pero en las plazas, calles y palacios castellanos también se organizaron fiestas que, probablemente, incluían elementos teatrales. Las entradas de los reyes y príncipes en villas y ciudades constituían por sí mismas un espectáculo, el cual propiciaba el jol­ gorio: se entregaba la llave de la ciudad, se cele­ braban procesiones, se adornaban las calles, corría el vino, actuaban los mimos, etc. Debió de existir una continuidad entre los argumentos y la temática de esas manifestaciones medievales y las renacentistas, aunque estas hipótesis carecen de fundamento mientras que no contemos con textos y documentos que lo demuestren. En muchos de los poemas que se componían en las cortes de los reyes y de los grandes señores halla­ mos elementos dramáticos. El espectáculo cor­ tesano que tiene más elementos teatrales es el m om o, el cual consistía en una mascarada que solía representarse en los grandes salones de los palacios. Los enmascarados -rey , duques, p ajes...- iban vestidos de modo suntuoso; dan­ zaban al compás de la música y a veces canta­ ban o recitaban algunos versos. La temática de los momos solía girar en torno al elogio de una persona distinguida de la corte, o bien en torno a motivos caballerescos y amorosos (n.° 2). En la cerem onia de la fiesta del obispillo, también había elementos teatrales: nube que bajaba de las bóvedas, ángeles que traían la mitra para ponérsela al obispillo en la cabeza, etc. Sin embargo, ni esta ceremonia ni los momos pue­ den ser considerados teatro. Faltaba un autor que supiera conjuntar esos «embriones teatrales» en obras dramáticas. Ese hombre, conocido como el «patriarca del teatro español», fue Juan del Encina 30 (n.os 3 y 4), cuya influencia no sólo se extendió

por Castilla, sino también por los territorios de Portugal y Aragón. Autores como Lucas Fernán­ dez, Ximénez de Urrea, Gil Vicente, Torres Naharro y aun Lope de Vega fueron influidos por su obra dramática.

Siglo de O ro Juan del Encina, quien vive a caballo entre el El teatro siglo XV y el xvi, publica en 1496 su C a n cio n e­ cortesano ro, obra en la que, además de textos líricos, inclu­ ye varias églogas; es decir, composiciones poé­ ticas de género bucólico, en las cuales se introducen, por lo común, pastores que hablan de sus afectos y de los asuntos campestres. Enci­ na creó un tipo de teatro que se destinaba de m odo casi exclusivo a recrear el ocio de los duques de Alba, señores y patronos suyos; se tra­ taba, por tanto, de un público selecto, de un auditorio que estaba con ven cido de antemano y que conocía las convenciones y los códigos del espectáculo. El texto cuarto que editamos ilustra cuanto afirmamos: un pastor y un escudero dis­ putan por el amor de una pastora; las galanterías y requiebros del primero -M ingo- resultaban dis­ paratados y cómicos en el ambiente cortesano puesto que los nobles consideraban que el amor era un sentimiento que únicamente podían dis­ frutar ellos; en cambio, los villanos sólo podían tener un conocim iento a n im a l del amor. Este esquema dramático alcanzó gran difusión en el siglo xvi: los villanos fueron el blanco de las bur­ las de un público aristocrático y urbano que se reía de sus torpezas y de su modo tosco de hablar, el cual fue conocido con el nombre de sayagu és (de Sayago, comarca de Zamora). Este lenguaje convencional se caracterizaba por el 31

Hacia un teatro profesional

Los corrales de comedias

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em pleo de expresiones groseras, juramentos, aspiraciones de la h inicial, palatalizaciones de / y n, etc. En el fondo, se trataba de satirizar y degradar a los villanos, los cuales eran presen­ tados como si fueran brutos, comilones y borra­ chos (n.os 3 y 5). •A mediados del siglo xvi, se desarrolló otro tipo de teatro. Lope de Rueda, su impulsor, actuó no sólo ante un público selecto, sino también ante un público popular (n.os 6, 7 y 8). Este auditorio, a diferencia del cortesano, no estaba ganado de antemano, sino que era preciso atraerlo antes de que se iniciara la representación; con sus crea­ ciones de bobo, Lope de Rueda triunfó y obtuvo el aplauso, entre otros, de Cervantes. El espec­ táculo dramático se profesionalizó puesto que los actores cobraban por su actuación. Se intro­ dujeron, asimismo, los modos italianos de esce­ nificar, aumentaron los grupos de representan­ tes y se mejoraron los recursos de ambientación de los montajes. Paulatinamente, fueron implan­ tándose otras innovaciones: la representación dramática dejó de ser ambulante para convertir­ se en fija y la organización del espectáculo cam­ bió considerablemente por cuanto, entre otras medidas, se regularon los repartos de beneficios, se controlaron las cuentas y se configuraron los corrales d e com ediasS Los corrales eran los patios que había detrás de las casas; su origen tiene mucho que ver con la situación miserable en que vivía la población; com o esta lamentable realidad obligaba a muchos niños a mendigar, las autoridades enten­ dieron que tal exceso podía suponer un peligro para la sociedad y obligaron a estos chicos a bus­ carse algún amo (recuérdese el Lazarillo d e Tormes). Al mismo tiempo, algunas personas pia­ dosas fundaron hospitales y albergues para

cobijar a vagabundos y a niños desamparados. En 1565, se constituyó en Madrid una cofradía -u n a hermandad- cuyo objetivo principal con­ sistía en atender a personas necesitadas y enfer­ mas. Con ese propósito, dicha hermandad edifi­ có un hospital, pero, com o carecía de fondos para mantenerlo, el Consejo de Castilla le per­ mitió tener a su disposición un lugar para poder escenificar obras de teatro; los beneficios irían destinados a los fines piadosos de la cofradía. Así nacieron los corrales. Hacia 1568, las cofradías madrileñas contaban con varios corrales, pero, cuando aumentó la afi­ ción del público al teatro, tales congregaciones comprendieron que era necesario m ejorar las condiciones del espectáculo, compraron solares y construyeron en ellos edificios apropiados: el teatro de la Cruz (1579) y el teatro del Príncipe (1583). Estos teatros fijos introdujeron mejoras: patio empedrado, tejados para cubrir las gradas, escaleras, toldo para cubrir el patio, etc. Los espa­ cios teatrales se extendieron rápidamente por España: Valladolid, Sevilla, Valencia, Zaragoza, Barcelona/ Tan rápida difusión da idea de la gran afición que sentía la población por el espectáculo dra­ mático. Anteriormente, las hermandades alquila­ ban el uso del corral a los directores de las com­ pañías de teatro, aunque, al construirse los teatros fijos, las cofradías arrendaron a particulares la explotación de los teatros por períodos de tiem­ po que oscilaban entre dos y cuatro años, pero, si por cualquier razón se suspendían las repre­ sentaciones -m uerte de un rey, pongamos por caso-, el arrendador, que debía pagar mensual­ mente, carecía de dinero para cumplir con el contrato. Este y otros motivos animaron en 1638 al Ayuntamiento a encargarse directamente de la

Ordenamiento del espectáculo

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gestión de los teatros. De este modo, la organi­ zación del espectáculo se vio sometida a la buro­ cracia y a la normativa. No es que el teatro careciese de reglamenta­ ción, puesto que antes de 1638 ya había sido creada la figura del protector, cuyas misiones con­ sistían en autorizar la representación (tras el paso por la censura), fijar las normas por las que se regían los teatros, dirimir cualquier conflicto que surgiera en el ámbito de su competencias, etc. Existían también autoridades que velaban por el orden durante la representación, se ocupaban de atender los pagos y hacer los balances, etc. Los alguaciles, por ejemplo, se encargaban de que no hubiera escándalos o altercados, de que los espectadores masculinos estuvieran convenien­ temente separados de los femeninos y de que nadie entrara sin pagar: tanto se extendió la cos­ tumbre de entrar sin pagar que la Sala de Alcal­ des de Casa y Corte dispuso que un alcalde, asis­ tido por alguaciles, se colocara en una puerta a fin de velar por el pago de las entradas. Un público /El público que asistía a las funciones pertene­ variado cía a diferentes grupos sociales, de mayor o menor rango, y las localidades no valían igual para todos: a comienzos del siglo x v ii , la entrada más barata costaba cinco cuartos: tres corres­ pondían al a u tor d e com edias (director de com­ pañía) y dos, a los hospitales. Esta localidad, que daba acceso al patio, era asequible a las perso­ nas menos pudientes, por cuanto un jornalero no cualificado solía cobrar al día unos cien cuartos. Era preciso pagar más dinero si se quería acce­ der a los bancos, desvanes y aposentos. En el patio se colocaban de pie los m osqueteros, los cuales se llamaban así a causa del ruido que solían provocar (parecido a un mosquete); en la ca z u e­ 34 la -esp ecie de entresuelo, ubicado en la parte

Vista seccionada de un corral de comedias. Dibujo de Mari Luz Menéndez.

opuesta del escenario- se situaban las mujeres; y en los b a n co s y g rad as, los artesanos, los comerciantes, los soldados. Estas últimas locali­ dades eran de asiento. Los bancos estaban colo­ cados cerca del escenario y las gradas bordeaban el patio. Entradas de mayor categoría pertenecían a p e ru lero s (personas que venían del Perú, y especialmente las adineradas que traían muchos soles) y letrados, quienes se acomodaban en los desvanes, que eran las ventanas del último piso de los edificios contiguos. Los asientos más caros y distinguidos eran los aposentos -especie de pal­ cos bajos-, los cuales correspondían a ricos aris­ tócratas, quienes disfrutaban también del privile­ gio de poder asistir a la representación en compañía de las damas. Existían localidades espe­ ciales para las autoridades y para el rey cuando éste acudía a las representaciones.jLa actividad teatral también tenía lugar en templos, plazas y palacios. Así, al coliseo del Buen Retiro solía acu­ dir la reina Isabel de Borbón, primera esposa de Felipe IV, para entretener su ocio. Cuenta Pelli-

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cer, un cronista contemporáneo, que, para que doña Isabel «viese todo lo que pasa en los corra­ les, en la cazuela de las mujeres se han repre­ sentado bien al vivo, mesándose y arañándose unas, dándose vaya [burlándose] otras, y mofán­ dose los mosqueteros. Han echado entre ellas ratones en cajas que, abiertas, saltaban; y ayu­ dando este alboroto de silbatos [...], se hace espectáculo más de gusto que de decencia». I A la entrada del teatro, se vendían frutas y bebi­ das; la bebida más solicitada era la aloja, que estaba compuesta de agua, miel y especias. En las dos horas y media que solía durar el espec­ táculo, había tiempo para beber, comer y diver­ tirse. Ir al teatro implicaba, por tanto, un acto social. Veamos cómo relata Juan de Zabaleta la entrada de dos mujeres en la cazuela: | Entran y hállanla salpicada, como de viruelas locas, de otras mujeres tan locas como ellas. No toman la delantera porque éste es el lugar de las que van a ver y ser vistas [...]. Entran los cobradores. La una de nuestras mujeres [...] saca [...] un real sencillo y pide que le vuelvan diez maravedíes [...]. La que quedó con los diez maravedíes en la mano com­ pra una medida de avellanas nuevas [...]. Empie­ zan a cascar avellanas las dos amigas y entre ambas bocas se oyen grandes chasquidos.

Las funciones tenían lugar por la tarde y fina­ lizaban antes de la puesta de sol. El día de la semana en que más gente acudía al teatro era el domingo, según indica Agustín de Rojas:

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Nosotros deseamos los domingos porque en domingo viene mucha gente y siempre las comedias en domingo representamos todos con más gusto porque en domingo hay siempre más dinero.

La representación de la comedia era sólo una parte del espectáculo, el cual se iniciaba con algún ruido que captase la atención del auditorio (por ejemplo, un bastonazo en las tablas), y des­ pués había música (vihuela, trompeta, guitarra...) y cantos. El orden de la representación solía ser como sigue: loa (n.os 9 y 10), primer acto de la comedia, entremés (n.os 11-14), segundo acto, baile (n.° 15), tercer acto y sainete. También se intercalaban jácaras (n.° 16) y mojigangas. La ter­ minología de la época era bastante imprecisa; así, el nombre de sa in ete venía a ser sinónimo de entrem és; se hablaba de j á c a r a en trem esad a , entrem eses cantados, já c a r a s dialogadas, bailes d e já c a r a , bailes entrem esados, etc. Estas piezas han venido denominándose g én ero s m enores, aunque hoy en día se prefiere la denominación de teatro breve (en donde también incluimos las églogas, pasos y farsas del siglo xvi). En efecto, m en or puede entenderse como de «poca impor­ tancia», y nada sería más injusto que relegar y des­ preciar las formas dramáticas que mayor acepta­ ción obtuvieron entre el gran público. Con las sentencias agudas y expresiones cómicas de sus entremeses, un gran maestro del género, Quiño­ nes de Benavente (n.os 13-15), era capaz de sua­ vizar el fiasco de una mala comedia, adornar el éxito de una buena o aliviar la carga conceptual de los autos sacramentales. Algunas razones que pueden explicar el éxito de estas piezas breves son: la simpatía del pue­ blo llano por los antihéroes que aparecen en las jácaras, el costumbrismo, la complacencia de la gente en sentirse protagonista de los entremeses (aunque fuese ridiculizada), el entronque de muchas de estas obras con formas populares (carnaval, romances), el lenguaje gestual y ver­ bal, la música y el baile (Cervantes afirmaba que

El teatro breve

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las mujeres españolas salían danzadoras del vien­ tre de su madre), etc. A nuestro juicio, las piezas más interesantes del Los entremeses teatro breve son los entremeses, los cuales con­ sistían en representaciones breves, jocosas y bur­ lescas que utilizaban la comicidad verbal y visual, y mezclaban un ambiente real con un lenguaje coloquial; gozaban del aplauso del público, que los esperaba impaciente. Su aceptación era tal que no sólo se entremetían entre una jornada y otra de la comedia, sino que también acompa­ ñaban a los autos sacramentales; se representa­ ban tanto en los corrales como en las fiestas rea­ les, La voz en trem és procede, al parecer, del catalán entrem és («manjar entre dos platos prin­ cipales» o «entretenimiento intercalado en un acto público»). En estas piezas se hallan rasgos de tipos que estuvieron enraizados en las fiestas del obispillo y de carnaval. Desde luego, encontramos rasgos del carnaval: glorificación de la comida y de la bebida, sensualidad, escarnio del prójimo, apo­ rreamientos, lenguaje escatológico, etc. En los entremeses, intervienen personajes que aparecían con frecuencia en aquellas fiestas religiosas y paganas (el sacristán y el loco o simple). Asi­ mismo, son semejantes las actitudes: irreveren­ cias, liviandades, etc. Uno de sus rasgos distinti­ vos consiste en el fuerte erotismo que existe en la mayoría de ellos; este aspecto los relaciona con la poesía erótica de la época. Hay también en ellos una intención de tratar sin respeto los símbolos de la cultura oficial y los grandes prin­ cipios teatrales y morales. Así ocurre con las comedias mitológicas o los dramas de honor, que fueron ridiculizados frecuentemente en los entre­ meses. El tema de la honra alcanzó en la come­ 38 dia un valor dominante: el hombre que había

visto maltrecha su honra debía vengarse de la afrenta recibida; en cambio, en el entremés, dicho asunto fue tratado sin miramientos y resul­ tó desacreditado y degradado. Se creó, por tanto, la figura del marido consentidor, uno de los tipos habituales de estas piezas: el marido -ya por inte­ rés, ya por debilidad- consiente en que su espo­ sa lo engañe con otro hombre (n.° 13). Este hecho tiene mucho que ver con las numerosas inversiones de valores - e l mundo al revés- que son propias del carnaval. Así, en un entremés de Calderón, Las carnestolendas, el vejete asegura: «Al revés anda ya el mundo./ Por san Dimas, que no falta / sino andar de hombres las hembras / y los hombres con enaguas». No es menos cier­ to, sin embargo, que en todo ello existen prejui­ cios sociales que otorgan los papeles risibles a las personas más humildes. Mijail Bajtin ha afir­ mado que las figuras importantes de la sociedad -reyes, aristócratas, héroes- no pueden ser cómi­ cas por cuanto la risa ocupa en la literatura un rango inferior y forma parte de géneros que des­ criben la vida de individuos que pertenecen a las capas modestas de la sociedad. En efecto, los personajes habituales de los entremeses pertenecen al pueblo menudo, y fun­ cionan como estereotipos; es decir, desempeñan un papel determinado de antemano y repiten casi siempre las mismas fórmulas: el viejo será enga­ ñado (n.° 14), el marido o el alcalde han de ser necios (n.os 12 y 15); el sacristán es enamoradi­ zo (n.° 13); el médico debe ser un inepto (n.° 15); la mujer se preocupa por el dinero, etc. En este sentido, parece evidente la influencia de la com e­ d ia d e ll’arte, cuyos personajes eran siempre los mismos tipos fijos: Arlequín, el Doctor, Pantaleón. Hasta tal punto gustaban estas obras al públi­ co que, en los contratos que firmaban los muni-

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cipios con las compañías dramáticas, se especi­ ficaba claramente la obligación de representar entremeses. Así, Fernán Sánchez de Vargas se comprometía a presentar en Parla «por la maña­ na, un auto con sus bailes y entremeses». Esta representación conjunta de piezas sagradas y pro­ fanas, que tenía lugar en un tablado fijo al que se adosaban carros que portaban los elementos escenográficos pertinentes -brillantes, en muchas ocasiones-, desagradaba a la jerarquía eclesiás­ tica, pues los autos sacramentales formaban parte de la celebración del Corpus Christi: había pro­ cesión, desfile de las autoridades, fervor de un público que contemplaba el paso de la Custodia, gigantes, la Tarasca (figura fantástica que tenía forma de serpiente y mujer), etc. Un fraile expli­ caba el punto de vista de la Iglesia con esta pre­ gunta: «¿Qué tienen que ver fiestas sagradas con los entremeses de latrocinios y de adulterios que de ordinario mezclan entre los autos sacramen­ tales?». El religioso nos ofrece, sin querer, la clave del éxito de estas piezas breves; parece eviden­ te que el público no festejaba la representación de autos porque le agradase su densidad teoló­ gica o su dogmatismo, sino porque disfrutaba contemplando bailes y entremeses cuyos textos procaces o inmorales lo seducían; si añadimos los gestos lascivos que, a buen seguro, efectua­ ban los actores, la razón del aplauso se entien­ de mejor (n.° 15). La Iglesia, ¿Cómo es posible que el teatro, surgido al calor contra la fiesta de los recintos religiosos, fuese atacado por las autoridades eclesiásticas? Si volvemos la vista atrás, comprobamos que la reprobación de aque­ llas actividades teatrales que no respondieran a sus objetivos forma parte de la historia de la Igle­ sia: san Cipriano y san Clemente condenaron las 40 tragedias y las comedias (afirmaban que el tea-

tro era «una cátedra de pestilencia»); en el año de 305, el concilio de Elvira prohibió a las cristianas casarse con los actores; en 451, el concilio de Arles excomulgó a los cómicos. En el Siglo de Oro, también abundaron las disposiciones legis­ lativas que se oponían a la actividad dramática. Así, en 1587, se concedió permiso para que las mujeres -casadas, naturalmente- pudieran parti­ cipar en las representaciones dramáticas. En 1596, el Consejo de Castilla prohibió dicha medida puesto que, según indicaba, de la misma se seg u ían m u chos inconvenientes. Las O rden an ­ z a s d e Teatro de 1608 prohibieron a las mujeres bailar o «representar en hábito de hombre». En l6 l5 , la R eform ación d e com ed ias permitió a las mujeres representar, pero debían hacerlo «en hábito decente»; los hombres, aunque fuesen muchachos, no podían encarnar papel de muje­ res. Estas normas no se respetaban puesto que instrucciones posteriores insistieron de nuevo en las prohibiciones. En todas estas reglas, se nota la preocupación por el sexo pues reiteradamen­ te se reprimen los bailes, los cantares y los «meneos lascivos y deshonestos». El fraile car­ melita descalzo José de Jesús María lanzaba en I 6OI la diatriba siguiente contra el teatro: «Los teatros son templos del demonio y los com e­ diantes sus ministros [...] Las comedias, como ahora se representan, son cuchillos de la casti­ dad, seminarios de vicios, confusión de las cos­ tumbres, destrucción de las virtudes». Fray Juan de Santamaría se quejaba de «las palabras, tonos y tonadillas, los meneos, los movimientos». Obviamente, el espectáculo que encantaba al público no era el teatro que expresaba los inte­ reses del clero. ¿Cuál era, por tanto, el teatro que representa­ ba los intereses religiosos? Indudablemente, aquel

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Influencia del Concilio de Trento

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que se regía por los principios del Concilio de Trento, el cual impuso a los artistas una serie de , , , normas. Las obras de arte se convirtieron en auxi­ liares del sermón y en forma pedagógica y doc­ trinal. Así, para luchar contra la. herejía protes­ tante, la música, la pintura, la escultura y cualesquiera obras artísticas debían alentar la devoción popular. Los medios podían ser diver­ sos: imágenes amables de las figuras santas o patetismo. En el primer caso, encontramos a las figuras santas en ambientes familiares, en esce­ nas cotidianas. Así, Murillo pinta la S agrada fa m i­ lia d el p a ja rito : la Virgen hilando, el niño jugan­ do y san José ocupando el centro, con gesto paternal. Imágenes afectuosas que acercaban la divinidad al pueblo llano. Ocurre lo mismo con la A d o ra ció n d e los p a sto res y la A d o ra ció n d e los Magos, lienzos que pinta Juan Bautista Maino para el retablo de la iglesia de san Pedro Mártir de Toledo, en donde profesó el artista cuando finalizó ambos cuadros. Maino trata las imágenes de manera didáctica y veraz, el ambiente posee un aspecto corriente: un rey sonríe de manera amable, un pastor hace gestos cariñosos, etc. De ambos lienzos se desprende un aire de llaneza, sencillez y familiaridad. En el segundo caso, situamos algunos cuadros de Ribera (La Trinidad, M artirio d e san Felipe) y todas esas composiciones de santos y penitentes cuyos cuerpos hambrientos, lacerados, famélicos y lapidados sirven para expresar con gran inten­ sidad los valores religiosos que Trento intentaba inculcar en la familia católica. Aún hoy en día es frecuente oír a un visitante del Museo del Prado expresar su desolación al contemplar unas esce­ nas que sirvieron para aumentar la devoción de los fieles y avivar las emociones piadosas. Muchos de estos cuadros -ermitaños famélicos, santos tor-

El arte que gustaba a Trento. Martirio de san Esteban, de Ju a n de Juanes.

turados- servían también para consolar al pueblo de las pestes y miserias que se reproducían de modo regular. Eran como un espejo en donde el pueblo llano podía contemplar sus desdichas y consolarse. (Recordemos el patetismo del Cristo yacen te, de Gregorio Fernández). Si los santos habían sido capaces de soportar tan duras pena­ lidades, ¿por qué el pueblo no podía hacer lo propio? ¿No era esto una muestra de solidaridad

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con las aflicciones de Cristo? (Se objetará que muchos de estos cuadros eran comprados por aristócratas y poderosos y que su impacto en el pueblo era nulo. Es verdad, pero no es menos cierto que las iglesias encargaban a prestigiosos artistas cuadros e imágenes de este tipo, y que los templos rebosaban -aú n se puede compro­ b ar- de imágenes religiosas. Por ejemplo, el Mar­ tirio d e sa n Esteban [véase la ilustración en pági­ na anterior] fue pintado para el retablo de la iglesia de san Esteban de Valencia). El pueblo, que asistía en masa a las procesio­ nes de Semana Santa, se em ocionaba ante los pasos en que se veía a Cristo prendido o azota­ do. Los espectáculos que conmovían los senti­ mientos del pueiblo y aumentaban su devoción eran los que complacían a la Iglesia, y no aque­ llos en los cuales «personas impuras y mancha­ das» subían a las tablas a escenificar acciones escabrosas. Ahora bien, ¿no eran los autos sacra­ mentales el mejor instrumento dramático para plasmar la doctrina de Trento? Indudablemente. Éstas eran las obras que educaban en valores pia­ dosos y cristianos, alejaban el fantasma del luteranismo, estimulaban la fe y animaban a los espectadores a reverenciar, adorar y venerar el Cuerpo de Cristo (n.° 5). Entonces, si se compo­ nían y representaban cientos de autos sacra­ mentales, ¿por qué los moralistas y teólogos pro­ testaban tanto contra el teatro? Más arriba ofrecimos una explicación, aunque existe otra no menos primordial: la causa estribaba en que los papeles de santos que figuraban en los autos eran representados por los mismos actores que interpretaban los papeles de adúlteros, rufianes, prostitutas o delincuentes en comedias, entre­ meses y bailes. El pensamiento de fray José de Jesús María nos aclara la cuestión:

¿Qué alegría o qué edificación puede dar al pue­ blo ver (como yo vi en esta corte) que un repre­ sentante abrazase y besase públicamente en el tea­ tro a la mujer misma del autor de la comedia, que en España es poco menos escandaloso esto que el adulterio? Pues cuando las personas piadosas viesen a esta tal representar la figura de la Virgen Purísima Nuestra Señora, y al que había dado tan públicas muestras de adulterio la figura de Cristo, suma pureza y hermosura, ¿cómo dejaría de reci­ bir horror y escándalo? Las propuestas para corregir las actividades dra­ m áticas fueron variadas y pintorescas; así, en I 62 O, se planteó que los cóm icos fuesen sacer­ dotes. ¿Hubiera deseado también fray Jo sé de Jesús María -n om b re bien expresivo, según se habrá com probado- que fueran los sacerdotes, com o sucedía en los dramas litúrgicos medieva­ les, los actores y actrices?

Posiblemente, pero, entre otros datos de inte­ rés, la cita anterior nos aclara que los eclesiásti­ cos, aunque lo tenían prohibido, acudían al tea­ tro. Les ocurriría, probablemente, lo mismo que al pueblo llano, el cual encontraba en comedias, jácaras, bailes y entremeses una válvula de esca­ pe y evasión a sus frustraciones diarias. En rea­ lidad, la fiesta teatral del Barroco integraba aspec­ tos tan dispares com o el orden y el caos, los mundos ideales y los reales, el texto y la panto­ mima, la contención y la caricatura. La necesidad del espectáculo para evadirse ya la habían considerado los romanos, los cuales afirmaban que al pueblo era preciso darle pan y circo (pan em et circenses). Recuérdese, además, el citado texto francés del siglo xv: los barriles de vino estallarían si no se los destap ara d e vez en cu an do, d eja n d o en trar un p o c o d e aire. Con la escena española del Siglo de Oro sucedió lo

Un arte de evasión

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mismo, pero hubo algo más: existió una vincu­ lación tan estrecha entre la vida social y la acti­ vidad dramática que en pocas etapas de nuestra historia se habrá dado una compenetración tan profunda entre sociedad y teatro. El rango, la jerarquía y la categoría social se reproducían de modo tan fiel en la colocación de los especta­ dores en el co rra l que, en un sainete, las muje­ res ruegan a un personaje, Rana, que no descu­ bra el secreto de su amistad, pero éste afirma que dicho secreto lo sabe Toda la mosquetería, en la cazuela un enjambre, en cada grada un cuartel, en cada banco una calle, en cada desván un sol, y en cada aposento un ángel.

46

B ib l io g r a f ía

Itin erario d el entrem és. D esde l o p e d e R u ed a a Q uiñ on es d e B en aven te, Madrid, Gredos, 1971.

A s e n s io , E .,

Estudio básico sobre estas piezas dramáticas. Asensio analiza con rigor los pasos de Lope de Rueda y los entremeses de Cervantes y de Quiñones. Edita cinco entremeses de Que­ vedo.

A. (ed.), A ctas d el Tercer Con­ g reso In tern a c io n a l d e la A so cia ció n d e Cer­ vantistas, Palma, Universitat de les liles Balears, 1998.

B ernât V ista r in i ,

Reúne interesantes ponencias y comunica­ ciones sobre la construcción de los persona­ jes cervantinos, el diálogo teatral, los aspec­ tos biográficos y otras cuestiones que son tratadas por especialistas como J. G. Maestro, A. Egido, M. Moner, A. Redondo, F. Rico, E. C. Riley y otros.

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C a n a v a g g io ,

J. (éd.), La com ed ia, Madrid, Casa

de Velázquez, 1995. Incluye valiosos ensayos de diversos especialis­ tas sobre cuestiones como la transmisión de los textos (edición de obras, problemas de autoría), la vida teatral (el espectáculo, los actores, el públi­ co, el teatro cortesano de Lope de Vega), el naci­ miento de la comedia (representantes, la tradi­ ción hagiográfica) y la poética de la comedia. D íez B o r q u e , J.

M.a, Sociedad y teatro en la España d e Lope d e Vega, Barcelona, Antoni Bosch, 1978. Texto fundamental para conocer las implica­ ciones sociales del hecho dramático en la Espa­ ña del Siglo de Oro; estudia los diferentes ele­ mentos que constituían el espectáculo dramático, la organización y estructura de los corrales, la función de los géneros menores, etc.

H eers , J.,

Carnavales y fiestas d e locos, trad. Xavier Riu i Camps, Barcelona, Península, 1988. Valiosa aproximación sociológica al mundo sagra­ do y profano de la Edad Media. Heers estudia las diferentes formas de los espectáculos medievales; indica su complejidad; señala cuáles eran las fies­ tas del cabildo y se centra en la fiesta de los locos y en el carnaval, cuyas formas y temas analiza.

J., El teatro breve en la E d a d d e Oro, Madrid, Ediciones del Laberinto, 2001.

H u erta C a lv o ,

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El autor, especialista en la materia, analiza las for­ mas originales del teatro carnavalesco, traza una sugestiva historia del teatro breve, examina las dife­ rentes variedades del mismo y profundiza en el estudio del entremés y de la fiesta teatral barroca.

C r it e r io s d e e d ic ió n

Modernizamos el texto (h a b la r por Jalar, ah o ra por agora, por ejemplo) y actualizamos las for­ mas verbales en desuso (qu eréis por queredes, m a ta d le en vez de m a ta ld e ) salvo cuando las palabras riman, son fáciles de identificar, sirven para caracterizar necesariamente el habla de los personajes o son frases hechas (Agora lo veredes d ijo A grajes). No actualizamos, sin embargo, vocablos cuyos matices semánticos son m ás pre­ cisos: c a ta r (m irar), p r e g a r (rogar). Todos los textos que reproducimos se basan en los originales conservados en la Biblioteca Nacional de Madrid, salvo indicación en contra­ rio. Así, el Auto d e los Reyes M agos s e edita con arreglo al códice que se custodia en dicha biblio­ teca; C asa d e sabiduría, según el C an cion ero de Ximénez de Urrea (Biblioteca Nacional de Lis­ boa); las églogas, conform e al C a n c io n ero de Encina (Biblioteca de El Escorial); los pasos de Rueda, según el C om pendio lla m a d o el d e l e it o ­ so (Biblioteca de Palacio de Madrid); las loas, de acuerdo con Norte d e la p o e sía esp añ ola (l6 l6 )

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y L as c o m e d ia s d e l fa m o s o p o e t a L ope d e Vega (l6 0 7 ); los entremeses de Cervantes, según la edición de 1615; la jácara de Quevedo, con arre­ glo a El P a rn a so españ ol (1648). El Entrem és del m olin o ha sido editado conforme al manuscrito 15.105 (fols. 38r-40v). Tenemos en cuenta asi­ mismo la otra versión del mismo, la cual se titu­ la Entremés del m olinero y la m olinera (fols. 35v38r, del mismo manuscrito), en donde también se encuentra El tío Bartolom é. La F arsa lla m a d a d a n z a d e la m uerte ha sido editada siguiendo el texto que aparece en la Biblioteca de Autores Españoles (tomo LVIII) y en la Colección d e docu­ mentos inéditos p a r a la historia d e E spaña (tomo XXII). Obviamente, hemos consultado y coteja­ do las ediciones actuales de estas obras. Hemos seleccionado diversas piezas del teatro breve: autos, églogas, farsas, pasos, entremeses, loas, bailes y jácaras. Queda para otro momento la edición de otras obras no menos interesantes (diálogos, coloquios, mojigangas...). Con el fin de que los alumnos se aproximen al conoci­ miento de la «parateatralidad», incluimos un momo, texto que se aproxima a los rasgos pro­ pios del arte dramático.

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TEATRO BREVE DE LA EDAD MEDIA

AUTOS

Los autos son obras cortas cuya temática fundamental suele ser la religiosa, aunque también aparecen motivos cómicos en algu­ nos de ellos. En el siglo xvi, noventa y seis piezas -casi todas de contenido religioso- fueron reunidas en el llamado Códice de Autos Viejos. Los autos más conocidos son los sacramentales, obras que incluían figuras alegóricas y se representaban durante la festividad del Corpus en alabanza del sacramento de la Euca­ ristía. A continuación, editamos el Auto de los Reyes Magos, denominado también Representación de los Reyes Magos, cuya letra pertenece, probablemente, al siglo xm, aunque su lenguaje indica mayor antigüedad. En 147 versos, de diferentes medidas, se cuenta el viaje de los Reyes Magos a Belén. Da la impresión de que falta la última parte, aunque algunos investigadores opinan que el autor dejó así la obra para potenciar el final. Los nombres de los reyes aparecen escritos Caspar, Melchior y Baltasar. En el manuscrito, no hay ningún tipo de indicación escénica; portanto, con los espacios en blanco señalamos posibles pausas o cambios de escena. Los editores no se ponen de acuerdo a la hora de atri­ buir ciertas réplicas a un personaje o a otro.

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1 . A u t o d e lo s R e y e s M a g o s

caspar

Dios creador, ¡cuál maravilla! No sé cuál es aquesta1 estrella. Ahora primas la he veída2, poco tiempo ha que es nacida. ¿Nacido es el creador, que es de las gentes señor? No es verdad, no sé qué digo; todo esto no vale un higo3. Otra noche me lo cataré4; si es verdad, bien lo sabré. ¿Bien es verdad lo que yo digo? En todo, en todo lo porfío*. ¿No puede ser otra señal? Aquesto es y no es al5. Nacido es Dios, por ver6, de hembra en aqueste mes de diciembre. Allá iré o que fure7, adorarlo he, por Dios de todos lo tendré.

Baltasar

Esa estrella no sé dónde viene8, quién la trae o quién la tiene. ¿Por qué es aquesta señal? En mis días no vi tal. Certas9 nacido es en tierra

1aquesta: esta. Más abajo: aques­ to (esto), aqueste (este). 2 Ahora primas la he veída: ahora p o r prim era vez la he insto. 3no vale un higo: no vale nada. 4 Otra noche me lo cataré: lo observa/v en otro momento. Catar: mirar, observar.

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5Aquesto es y no es a t esto es y no otra cosa. Al: otra cosa. 6 por ver: d e veras, p o r decir ver­ dad. 7o que fure: o donde fuere. 8 no sé dónde viene: no sé de dónde viene. 9 Certas: ciertamente.

‘ Gaspar insiste en que la estrella anuncia el nacimiento del Salva­ dor.

aquel que, en paz y en guerra, señor ha de ser de Oriente de todos hasta en Occidente. Por tres noches me lo veré y más de vero10 lo sabré. ¿En todo, en todo es nacido? No sé si algo he veído11. Iré, lo adoraré, y pregaré12 y rogaré. melchior

¡Val, Creador! Tal facinda fu nuncas alguandre hablada o en escritura trubada13. Tal estrella no es en cielo de esto soy yo buen estrellero14. Bien lo veo sin escarnio que un hombre es nacido de carne que es señor de todo el mundo; así como el cielo es redondo de todas gentes señor será, y todo siglo15 juzgará. ¿Es? ¿No es? Cuido16 que verdad es. Ver lo he otra vegada17 si es verdad o si es nada. Nacido es el Creador de todas las gentes mayor. Bien lo veo que es verdad. Iré allá, por caridad.

10 de vero: de veras, verdadera­ mente.

11 he veído: he visto. Más abajo veída: vista. 12 pregaré: rezaré. 13 esto es: /Válgame el Creador! Tal suceso nunca fue jamás hablado o en escritura encon­

trado.

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14 de esto soy yo buen estrelle­ ro: es decir, para eso soy yo buen estrellero o astrólogo (persona que, estudiando el movimiento de las estrellas, pretendía predecir el des­ tino de los hombres). 15 siglo: mundo, orbe. 16 Cuido: pienso, creo. 17 vegada: vez.

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Caspar

Baltasar Caspar Baltasar

Dios os salve, señor, ¿sois vos18 estrellero? Decidme la verdad; de vos saberlo quiero. ¿Veis tal maravilla? Nacida es una estrella. 55 Nacido es el Creador que de las gentes es señor. Iré, lo adoraré. Yo otrosí rogarlo he19.

Señores, ¿a cuál tierra, o queréis andar?20 60 ¿Queréis ir conmigo al Creador rogar? ¿Habeislo visto? Yo lo voy adorar. Baltasar Nos irnos otrosí. ¿Si le podremos hallar?21 Andemos tras la estrella, veremos el lugar. ■ caspar ¿Cómo podremos probar si es hombre [mortal 65 o si es rey de tierra o si celestial? melchior ¿Queréis bien saber cómo lo sabremos? Oro, mirra y acenso22 a él ofreceremos. Si fuere rey de tierra el oro querrá; si fuere hombre mortal, la mirra tomará; 70 si rey celestial, estos dos dejará; tomará el encenso que le pertenecerá*. caspar y Baltasar Andemos y así lo hagamos. Melchior

caspar

Sálvete el Creador. Dios te cure de mal. Un poco te diremos, no te queremos ál23. 75

18 vos: como tratamiento para un interlocutor, era señal de res­ peto entre los nobles en la Edad Media. 19 Y o otrosí rogarlo he: yo también le rogaré.

20 ¿a cuál tierra, o queréis andar?: Señores, ¿adonde queréis

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ir? Más abajo hay una expresión similar de Herodes.

21 Nos irnos otrosí. ¿Si le podre­ mos hallar?: nosotros también vamos. ¿Podremos hallarlo?

22 acenso: incienso. Más abajo: encenso. 23 áL otra cosa.

* El oro siempre ha sido codiciado por los seres humanos. El incien­ so, de sabor áspero y picante, se quemaba en las ceremonias reli­ giosas. En la Antigüedad, los hombres consideraban que la mirra era un bálsamo de gran valor.

Baltasar

Herodes

caspar

Baltasar

herodes melchior herodes

melchior

herodes caspar melchior

herodes

melchior

herodes

Dios te dé longa vida y te cure de mal. Irnos24 en romería a aquel rey adorar, que es nacido en tierra; no lo podemos [hallar. ¿Qué decís? ¿Adonde vais? ¿A quién vais [a buscar? ¿De cuál tierra venís? ¿Dónde queréis [andar? 80 Decidme vuestros nombres, no los [queráis celar25. A mí dicen Caspar; a este otro, Melchior; y aqueste, Baltasar. Rey, un rey es nacido que es señor de tierra, que mandará el siglo, en gran paz, sin [guerra. 85 ¿Es así, por verdad? Sí, rey, por caridad. ¿Y cómo lo sabéis? ¿Ya probado lo habéis? Rey, verdad te diremos; 90 que probado lo habernos. ¡Esto es gran maravilla! Una estrella es nacida. Señal hace que es nacido y en carne humana venido. 95 ¿Cuánto hace que la visteis y que la percibisteis? Trece días ha y más no habrá que la hemos veída 100 y bien percibida. Pues andad y buscad, y a él adorad, y por aquí tomad. Yo allá iré 105 y adorarlo he.

1Irnos: vamos.

23 celan ocultar.

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¿Quién vio nunca tal mal? ¡Sobre rey, otro tal!* Aún no soy yo muerto ni so26 la tierra puesto. ¿Rey otro sobre mí? ¡Nunca tal no vi! El siglo va a zaga27; ya no sé qué me haga. Por verdad no lo creo hasta que yo lo veo. Venga mi maiordo28, quien mis haberes toma29. Idme por mis abades y por mis potestades30, y por mis escribanos, y por mis gramáticos, y por mis estrelleros, y por mis retóricos!31 Decirme han la verdad, si yace en [escrito, o si lo saben ellos o si lo han sabido. 1.” Rey, ¿qué te place? He nos venidos. ¿Y traéis vuestros escritos? 1.° Rey, sí traemos; los mejores que nos33 habernos.

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rabí32

Herodes rabí

26so: bajo. 21 a zaga: hacia atrás. Se ha entendido también a caga (a la mierda), que algunos expertos consideran inteipretación dispa­ ratada. 28 maiordo. Así se lee en el códice. Se trata del mayordomo.

29 quien mis haberes toma: quien mi casa gobierna.

30 potestades: jueces. 31 retóricos: personas expertas

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en Retórica (arte de bien decir y de embellecer la expresión de los conceptos). 32 Rabí: título con que los judíos distinguen a los sabios de su reli­ gión. 33 nos: Yo. En la Edad Medía, este uso mayestático fue adopta­ do por las jerarquías superiores de la sociedad: emperadores, reyes y altas dignidades eclesiás­ ticas, las cuales aún lo utilizan.

* Herodes manifiesta su inquietud por el hecho de que pueda exis­ tir en Judea otro rey más p od eroso que él.

herodes

rabí

1.°

rabí

2.°

rabí rabí

1.° 2.°

Pues catad, decidme la verdad, si es aquel hombre nacido, que esto tres reyes me han dicho. Di, rabí, la verdad; si tú lo has sabido. Por veras os lo digo que no lo hallo escrito. ¡Hamihala, cómo eres enartado!34 ¿Por qué eres rabí llamado? No entiendes las profecías, las que nos dijo Jeremías. ¡Por mi ley, nos somos errados! ¿Por qué no somos acordados?35 ¿Por qué no decimos verdad? Yo no la sé, por caridad36. Porque no la habernos usada ni en nuestras bocas es hallada.

34 ¡Humíllala... enartado!: Alaba­ do sea Dios, cómo eres engañado. 35 acordados: conformes con las profecías; puestos de acuerdo. Téngase en cuenta que los judíos no admiten que Jesucristo sea el

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Mesías, cuya llegada había anun­ ciado el profeta Jeremías, quien nació a mediados del siglo vn a.C. 36 por caridad: expresión que usa para pedir comprensión hacia su persona.

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MOMOS

En la Edad Media, fueron frecuentes los espectáculos que, aun cuando no sean dramáticos, limitan ampliamente con la activi­ dad teatral. Los torneos, por ejemplo, alcanzaron un alto carác­ ter teatral, pues en ocasiones iban acompañados de escenogra­ fías. En el Siglo de Oro, la aristocracia continuó presenciando máscaras, saraos, fiestas y otro tipo de espectáculos parateatrales. Algunos críticos amplían el carácter teatral a los debates, diá­ logos y disputas medievales, aunque las piezas que se hallan más próximas a la teatralidad son los momos, los cuales fueron esce­ nificados abundantemente en las cortes castellanas y aragone­ sas. Consistían en una mascarada cuyos protagonistas, brillante­ mente disfrazados, danzaban, cantaban y recitaban versos. ¿Quién mejor que un aristócrata podría conocer este ambiente cortesa­ no? Es por ello por lo que editamos un fragmento de un momo del poeta aragonés Pedro Manuel Ximénez de Urrea, que forma parte de su Cancionero (1516). Ximénez de Urrea (1486- ca. 1529), hijo segundo del conde de Aranda -don Lope Ximénez de Urrea-, dedicó gran parte de su ocio al cultivo de la literatu­ ra; fruto de tal afición fueron las églogas que compuso a imita­ ción de Juan del Encina. De la misma manera que el autor sal­ mantino, su teatro ejemplifica la actitud de la alta nobleza ante la cultura contemporánea y refleja, al mismo tiempo, el punto de vista de una aristocracia que veía con inquietud la promoción social de una burguesía que ansiaba poder, privilegios y honores. Ximénez de Urrea compuso asimismo obras alegóricas en prosa y poemas al modo cortesano.

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2 . P ed r o M anuel X iménez d e U rrea : C a sa d e sabid u ría

[...] Entramos luego en una sala donde la fiesta se hacía; fue tanto lo que vi que no sé cóm o lo cuente: había mucha música, muchos singula­ res olores, muchas damas y muchos caballeros; y los que más cerca de mí pude ver: vi seis que me pareció llevaban muy dulce conversación con sus amigas. Y cada uno de ellos llevaba una letra en la gorra para mostrar el pensam iento que tenía. El primero llevaba un mundo, y decía la letra: Ni es, ni fue, ni será más causa ni más tormento que el que siento. [...]

El cuarto traía un espejo con unos ojos, y decía la letra: Ni a vos os engaña ése ni a mí no me han engañado los ojos que os han mirado. El quinto traía una muerte, y decía la letra: Sin veros es ésta amada y, mirando, es temida temiendo la despedida. El sexto y final traía unas prisiones, y decía la letra:

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Ni me sueltan ni sentencian porque, si es mi causa oída, merezco yo muerte y vida.

Mirando yo todas las cosas del palacio que allí pasaban, vi que se levantó un caballero para dan­ zar con una dama que me pareció ser la más gentil que allí había [...]. Otro caballero salió a danzar con otra dama, y sacaba él una letra que decía: Este favor que recibo me ha de hacer después penar por no poderlo olvidar. Salió luego otro caballero a danzar, y sacaba esta letra: Cuán venturoso sería si esto que es por más penarme se hiciese por contentarme. Otro caballero salió a danzar, y sacaba esta letra: Las damas tienen envidia del bien que en vos se mostró. Ved qué tal debo estar yo. Luego salió otro caballero a danzar con esta letra: Vos me dais muy gran merced y es desorden al doliente que después mucho se siente. Otro caballero, sin sacar ninguna letra, tomando a su amiga por la mano para danzar, díjole de palabra: Si vuestra merced mandase, no danzaré, pues no sé, porque yo con vos no errase que con vos yo nunca erré.

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ÉGLOGAS

Las églogas dramáticas son piezas breves, de temática religiosa y profana, cuyos protagonistas son pastores que tratan de asuntos amorosos, juegan, disputan, etc. Al final, solían cantarse villancicos, composiciones poéticas con estribillo; los de asunto religioso se can­ taban en Navidad. Uno de los autores que mejor perfiló el género fue el escritor salmantino Juan del Encina (14697-1530?) quien es considerado el patriarca del teatro español. En 1492, Encina entró al servicio de los duques de Alba, señores a quienes dedicó su Can­ cionero, el cual fue publicado en 1496. En las cortes de los grandes señores solían organizarse diversos espectáculos con motivo de naci­ mientos, bodas y otros acontecimientos llamativos. Las representa­ ciones dramáticas ocuparon un lugar destacado en estos festejos. Encina acogió en su obra muchos elementos de la tradición medie­ val: la celebración del carnaval, la pastorela, etc. Así ocurre con las dos piezas editadas: Égloga representada la misma noche de Antrue­ jo y Égloga representada en recuesta de unos amores. El encabeza­ miento de la primera reza: Adonde se introducen los mismos pasto­ res de arriba, llamados Beneito y Bras, Llorienta y Pedruelo. Y primero Beneito entró en la sala adonde el Duque y Duquesa estaban y, ten­ dido en el suelo, de gran reposo, comenzó a cenar; y luego Bras, que ya había cenado, entró diciendo «¡Carnal fuera!». Mas impor­ tunado de Beneito, tornó otra vez a cenar con él. Y, estando cenan­ do y razonándose sobre la venida de Cuaresma, entraron Uoriente y Pedruelo, y todos cuatro juntamente, comiendo y cantando con mucho placer, dieron fin a su festejar. El encabezamiento de la segun­ da es el siguiente: Adonde se introduce una pastorcica llamada Pas­ cuala que, yendo cantando con su ganado, entró en la sala adonde el Duque y Duquesa estaban. Y luego después de ella entró un pas­ tor, llamado Mingo, y comenzó a requerirla. Y, estando en su recues­ ta, llegó un Escudero que, también preso de sus amores, recuestan­ do y altercando el uno con el otro, se la sonsacó y se tornó pastor por ella. _______

-

_

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3 . J u a n d e l E n c in a : É gloga r epr esen ­ tada LA MISMA NOCHE DE ANTRUEJO o Car n esto len d a s

BRAS ΒΕΝΕ1ΤΟ BRAS BENEITO BRAS BENEITO BRAS

BENEITO BRAS BENEITO

BRAS

BENEITO

¡Carnal fuera! ¡Carnal fuera! Espera, espera, que aún no estoy repantigado1. ¡Ya estoy ancho, Dios loado! Aún somera2 tengo mi gorgomillera3. ¡Hideputa! ¡Quién pudiera comer más! Siéntate, siéntate, Bras, come un bocado siquiera. No me cumple, juro a mí. Ya comí tanto, que ya estoy tan ancho que se me rehíncha el pancho4. Siéntate. Pues me acusas, heme aquí. ¿Qué tienes de comer? Di. Buen tocino y aqueste barril con vino del mejor que nunca vi. Pues da acá, da acá, comamos y bebamos. Muera gata y muera harta. Aparta, Beneito, aparta, que quepamos porque bien nos extendamos. Extiéndete, Bras, y hayamos

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1 repantigado: arrellanado en

4 se m e rehincha el pancho:

el asiento. 2 som era: ligera.

vuelve a llenárseme la panza.

3 gorgomillera: garganta, gar­

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10

guero.

BRAS BENEITO BRAS

BENEITO BRAS BENEITO

BRAS BENEITO

BRAS BENEITO

gran solaz hoy, que es san Gorgomellaz5, que así hacen nuestros amos. Nuestros amos ya han cenado bien chapado6. Y aun hasta traque restraque7. Quien me diese ahora un baque8, mal pecado, diéseme por reventado. Calca, calca buen bocado. No me cabe. ¡Hideputa! ¡Y cómo sabe esto que está colorado! Come, come, come, come, no nos tome la Cuaresma rellanados. Harbemos9 estos bocados. Aunque asome, no temo que me deslome. Miafé10, Bras, a mí espantóme de tal suerte que, aunque cenemos muy huerte*, júrote que ella nos dome. ¿Adonde la viste estar? Vila andar allá por esas aradas, tras el Carnal a porradas por le echar

5 san Gorgomellaz: San Tragador■(santo paródico). 6 bien chapado: de forma exce­ lente. 7 traque restraque: hasta reven­ tar.

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8 baque: golpe. 9 Harbem os: comamos de prisa.

10 Miafé: a fe mía.

* Observa que estas aspiraciones (h u erte por fu erte, h u ertem en te por fu ertem en te) eran típicas del sayagués y servían para caricaturizar a los villanos

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de todo nuestro lugar. Vieras, vieras asomar por los cerros tanta batalla de puerros que no lo sé percontar11. Y asomó por otra parte el estandarte de la hermandad y hortaliza, diciendo a la longaniza: «¡Guarte, guarte12, tiempo es ya de confesarte!» Desmayaron de tal arte los buñuelos, que pagaron con sus duelos las gentes de papillarte*. Fue la sardina delante, rutilante, y al tocino arremetió, y un batricajo13 le dio tan cascante que no sé quién no se espante. Domole tan perpujante14 sus porfías que en estos cuarenta días yo dudo que él se levante. Vieras los ajos guerreros, con morteros huertemente encasquetados, saltando por esos prados muy ligeros con lanzas y majaderos15; 11 percontar: contar hasta elfin. 12 guarte, guarte: guárdate, guárdate.

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13 batricajo: golpefuerte. 14 perpujante: con muchafuerza, 15 majaderos: mazos.

* Los comilones (gen tes d e p a p illa rte) también se apenaron y dolie­ ron porque llegaba la Cuaresma. Los buñuelos se com en en tiem­ po de duelos (cuando se honra a los difuntos).

los gallos por los oteros muy corridos, cansados, muertos, heridos a poder de cañaveros16. Las cebollas enristraron y asomaron por ensomo17 de aquel teso; los huevos, manteca y queso no pararon, que soncas18 luego botaron y al Carnal triste dejaron. En revuelta va huyendo a rienda suelta. Hasta ahora pelearon. BRAS ¡Oh, cuán crudo pelear! Gran pesar me pone con su venida la Cuaresma dolorida. BENEITO Sin dudar ya se viene a más andar. No puede mucho tardar que no venga. Lloriente y el hi de Menga19 BRAS veo por allí asomar. BENEITO ¿Carean20 de cara acá? Miafé, ha21. BRAS BENEITO Dales muy huertes apitos22 que los aturries23 a gritos. Bien será. BRAS ¡Andá, zagales, andá! LLORIENTE ¿Queréis que vamos24 allá? Miafé, sí. BRAS 16 cañaveros: puede aludir a personas que cortaban con un cuchillo o dando golpes con una caña. 17 ensom o: arriba, encima. ]8 soncas: ciertamente.

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19 hi de Menga: hijo de Menga. 20 Carean: se dirigen. 21 ha: sí. 22 apitos: gritos. 23 aturries: aturdas 24vamos: vayamos.

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Aballá, aballá25, veni, que para todos habrá. LLORiENTE Pedruelo, da acá, aballemos. Tomaremos un rato de gasajado26, que tosté27, tosté priado volveremos porque nos desenfademos. pedruelo Vamos presto, no tardemos, que yo llevo un tarro de leche nuevo para que la sopetemos28. LLORiENTE Gañanes, buena pro haga. pedruelo Ha, Dios praga29. ¡Cómo coméis a remanso!30 bras Queremos tomar descanso, pues nos vaga31, que después todo se paga. lloriente Gran laceria nos amaga, soncas, eras32. beneito Diles que se sienten, Bras. bras Gentecilla es que bien traga. Sentaos aquí, garzones papiliones33, aguzad los pasapanes34. lloriente Sí, que no somos gañanes comilones ni tampoco beberrones. bras Hideputas, mamillones35, beneito

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25 aballá: venid, bajad. 26 gasajado: placer colectivo que

31 nos vaga: tenemos tiempo

se disfruta en compañía. 27 tosté: pronto; tosté priado: enseguida. 28 sopetemos: mojemos. 29praga: guste, plazca. 30 Comer a rem anso: comer con flema y lentitud.

32 eras: mañana. 33 papiliones: comilones. 34 aguzad los pasapanes: pre­

suficiente.

parad, aguzad las gargantas. 35 m am illones: que maman, mamadores.

Comilones. La cocina rebosante, de P. Brueghel.

pedruelo beneito

pedruelo

bras

pedruelo

beneito

no dejáis cabra que no la mamáis*. ¡Si hablasen los zurrones! Qué traes en el zurrón? Di, garzón. Traigo un buen tarro de leche para que nos aproveche. ¡Ha, mamón! De las cabras es de Antón. ¡Soncas, yo no soy ladrón! Muy mal hablas. Aun yo sí que tengo cabras, maguer36 que tantas no son. Da acá, Pedruelo, da acá, saca, saca.

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36 maguer: aunque. * Fíjate en la caracterización de los pastores: bebedores y tragadores; su forma de actuar es más propia de animales que de personas.

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Comamos a muerde y sorbe, y uno a otro no se estorbe. bras Si es de vaca, es perdañosa37 y bellaca. beneito Bien sabe, si no es muy flaca, la vacuna. PEDRUELO Yo os la daré cabretuna38 y habéis de sorber a estaca. Sorbe, sorbe tú primero, Bras cabrero. ¡Cómo sorbes descortés! bras Sorba Beneito después, que es vaquero, y dis39 Lloriente ovejero. PEDRUELO Yo quiero ser el postrero por sorber huertemente a mi placer, pues que yo traje el apero. lloriente Beneito, pues sos40 hermano, sorbe llano. pedruelo ¡Hideputa! ¡Y cómo sorbes! beneito Calla, calla, no me estorbes a mi mano, no me hables tan temprano. lloriente Da acá, Beneito hermano, sorberé, que luego se lo daré a Pedruelo bueno y sano.

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F in *

37perdañosa: muy mala, dañina. 38 cabretuna: d e cabra.

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39 dis: después. 40 sos: eres,

* La palabra señala que va a terminar la égloga, aunque ésta solía prolongarse en un villancico, cuyo remate será indicado de nuevo por Encina con otro fin .

Limpíate primero el moco. Sorbe poco, que quede para Pedruelo. lloriente Calla tú, que yo, mozuelo, no soy loco, que muy cortésmente emboco. pedruelo Mira cómo yo le toco sin sollar41, y miafé, sus, a cantar, y verás cómo le froco42. beneito

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V illa n cico Hoy comamos y bebamos, y cantemos y holguemos, que mañana ayunaremos. Por honra de san Antruejo43 parémonos hoy bien anchos, embutamos estos panchos, recalquemos el pellejo, que costumbre es de concejo que todos hoy nos hartemos, que mañana ayunaremos. Honremos a tan buen santo porque en hambre nos acorra. Comamos a calca porra44, que mañana hay gran quebranto. Comamos, bebamos tanto hasta que nos reventemos, que mañana ayunaremos. Bebe, Bras. Más tú, Beneito. Beba Pedruelo y Lloriente. Bebe tú primeramente, quitarnos has de ese pleito. En beber bien me deleito: sollar: soplar. froco: golpeo.

45Antruejo: carnaval. 44 a calca porra: hasta reventar.

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da acá, da acá, beberemos, que mañana ayunaremos. F in Tomemos hoy gasajado, que mañana vien la muerte bebamos, comamos huerte, vámonos carra45 el ganado. No perderemos bocado, que comiendo nos iremos y mañana ayunaremos.

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45 carra: hacia.

4 . J u a n d e l E n c in a : É gloga r epr esen ­ tada EN RECUESTA DE UNOS AMORES

mingo pascuala

mingo

pascuala

mingo

pascuala

mingo

Pascuala, Dios te mantenga*. Nora buena vengas, Mingo. ¿Hoy, que es día de domingo, no estás con tu esposa Menga? No hay quien allá me detenga, que el cariño que te tengo me pone un quejo1 tan luengo que me acosa que me venga. Y no plazca a Dios contigo y aun con tu esposa Menguilla. ¿Cómo dejas tu esposilla por venirte acá conmigo? Soncas, soncas, ¿no te digo que eres, zagala, tan bella que te quiero más que a ella? Dios lo sabe, que es testigo. Miafé, Mingo, no te creo que de mí estés namorado. Pues eres ya desposado, tu querer no lo deseo. ¡Ay, Pascuala, que te veo tan lozana y tan garrida, que yo te juro a mi vida que deslumbro si te oteo! Y porque eres tan hermosa te quiero; mira, verás, quiéreme, quiéreme más, pues por ti dejo a mi esposa.

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1 quejo: lam ento.

* Desde el principio de la égloga, Encina caracteriza a sus persona­ jes: este saludo (D ios te m an ten ga) era propio de rústicos y villanos.

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pascuala

mingo

pascuala

escudero pascuala escudero pascuala escudero

pascuala

escudero

Y toma, toma esta rosa que para ti la cogí, aunque no curas2 de mí ni por mí se te da cosa. ¡Oh, qué chapados olores! Mingo, Dios te dé salud y goces la juventud más que todos los pastores. Y tú dasme mil dolores. Dame, dame una manija3, o siquiera esa sortija, que traiga por tus amores. ¡Tirte4, tirte allá, Minguillo, no te quellotres de vero!5 Hete, viene un escudero, vea que eres pastorcillo. Sacude tu caramillo, tu hondijo6 y tu cayado; haz que aballas7 el ganado, silba, hurria8, da gritillo. Pastora, sálvete Dios. Dios os dé, señor, buen día. Guarde Dios tu galanía. Escudero, así haga a vos. Tienes más gala que dos de las de mayor beldad. Esos que sois de ciudad perchufáis9 huerte de nos. De eso no tengas temor. Por mi vida, pastorcica, que te haga presto rica si quieres tener mi amor.

2 curas: te preocupas, prestas atención.

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6hondijo: honda. 7 aballas: mueves; conduces,

3 manija: pulsera. 4 Tirte: vete, tírate para allá. 5no te quellotres de vero: no te

arreas.

emociones de verdad.

9 perchufáis: os hurláis mucho.

8 hurria: arrea. En el villancico, hurriallá (arrea hacia allá),

Esas trónicas10, señor, allá para las de villa. escudero Vete conmigo, carilla. Deja, deja ese pastor. Déjalo, que Dios te vala11. No te pene su penar, que no te sabe tratar según requiere tu gala. mingo Estate queda, Pascuala, no te engañe este traidor, palaciego, burlador, que ha burlado otra zagala. escudero ¡Hideputa, avillanado, grosero, lanudo, brusco! mingo ¡Ha, no plazca a Dios con vusco12 porque venís muy pendado!* escudero Cura allá de tu ganado. Calla, si quieres, matiego. mingo Porque sois muy palaciego, presumís de corcovado13. ¿Cudáis14 que los aldeanos no sabemos quebrajarnos?15 No penséis de sobajarnos16 pascuala

10 trónicas: p atrañ as. 11 vala: valga. 12 co n vusco: contigo. 13 corcovado: galán, caballero or­ gulloso (por los saltos o corcovos

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qu e d a e l caballo). 14 cudáis: pen sáis. 15quebrajarnos: cortejam os, re­ qu ebram os. 16 sob ajam o s: sobam os.

* Esta oposición entre caballero y pastor a causa de los amores de una pastora, que se remonta a la pastorela medieval, fue muy popu­ lar en el teatro cortesano del siglo xvi. Fíjate en que Encina se pone de parte del mundo aristocrático y urbano, y en contra del común de la población cristiana vieja: el escudero es caracterizado de forma elegante pues com parece p e n d a d o (peinado, urbano); por con ­ traste, Mingo es m atiego («rústico, que vive entre matas·). La burla se acentúa más si tenemos en cuenta la expresión “Más galán que Mingo» (alude al hombre muy compuesto y ataviado). Mingo vale tanto com o Domingo (día de fiesta de los cristianos), y, por tanto, señala de forma inequívoca al cristiano viejo.

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esos que sois ciudadanos, que también tenemos manos y lengua para dar motes, como aquesos hidalgotes que presumís de lozanos. Anda acá, Pascuala, vamos. No paremos, que es ya tarde. escudero ¡Por vida de quién! Aguarde, porque más nos entendamos. pascuala. Espera, Mingo, veamos. escudero ¡Oh, bendita tal zagala! Yo te doy mi fe, Pascuala, que no nos desavengamos. Pénasme por sólo verte y con tu vista me aquejas; si tú te vas y me dejas, muy presto verás mi muerte. No me trates de tal suerte, pues que yo te quiero tanto. mingo Júrote a san Junco17 santo que la quiero yo más huerte. escudero ¿Qué aprovecha tu querer, que no tienes que le dar? Y la fe y el bien amar en las obras se ha de ver. mingo Yo te juro a mi poder que le dé yo mil cósicas, que, aunque no sean muy ricas, serán de bel18 parecer. escudero Dime, pastor, por tu fe, ¿qué es lo que tú le darás o con qué la servirás? mingo Con dos mil cosas que sé*. 17 san Junco: santo ficticio.

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18 bel: bello.

* Se inicia otra ridiculización de Mingo, quien presume de sabidu­ ría y de efectuar acciones que, ante un público aristocrático, resul­ taban cómicas 0correr, lu ch ar). Igualmente, los dones parecen risi-

Yo, miafé, la serviré con tañer, cantar, bailar, con saltar, correr, luchar, y mil donas le daré. Darle he buenos anillos, cercillos19, sartas de prata20, buen zueco y buena zapata, cintas, bolsas y tejillos21. Y manguitos amarillos, gorgueras y capillejos22, dos mil adoques23 bermejos, verdes, azules, pardillos. Manto, saya, sobresaya y alfardas24 con sus orillas, almendrillas25 y manillas26, para que por mí las traya. Labrarele yo de haya mil barreñas27 y cuchares28, que en todos estos lugares otras tales no las haya. Y frutas de mil maneras le daré de esas montañas: nueces, bellotas, castañas, manzanas, priscos29 y peras. Dos mil yerbas comederas: 19 cercillos: pendientes. 20 sartas de prata: collares de plata.

21 tejillos: ceñidores. 22 capillejos: cofias. Las gorgue­ ras son adornos del cuello.

23 adoques: adornos, cintas. 24 alfardas: paños para cubrir el pecho.

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25 almendrillas: pendientes con diamantes de figura de almen­ dras. 26manillas: anillos de las muñecas con que se adornaban las mujeres. 27 barreñas: vasijas toscas. 28 cuchares: cucharas. 29 priscos: albérchigos, albaricoques.

bles, ya por utópicos (collares de plata), ya por groseros (botiginas), ya por inadecuados a las circunstancias del mundo cortesa­ no (altibajos, zapatetas). Éstos eran bailes aldeanos que consistí­ an en dar saltos y en bailotear dando golpes en los zapatos.

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escudero

mingo

cornezuelos30, botiginas31, pies de burro32, zapatinas33, y gavanzas34 y acederas35. Berros, hongos, turmas36, setas, anocejas37, refrisones38, gallicresta39 y arvejones40, florecicas y rosetas41. Cantilenas42, chanzonetas43 le chaparé44 de mi hato, las fiestas de rato en rato, altibajos, zapatetas. Y aun darele pajarillas, codornices y zorzales45, jilgueritos y pardales46, y patojas47 en costillas, pegas48, tordos, tortolillas, cuervos, grajos y cornejas, las de las calzas bermejas. ¿Cómo no te maravillas? Calla, calla, que es grosero todo cuanto tú le das. Yo le daré más y más, porque más que tú la quiero. Miafé, señor escudero, ella diga quién le agrada

30 cornezuelos: hongos. 31 botiginas: frutos de la achico­ ria amarga.

32 pies de burro: plantas herbá­ ceas.

33 zapatinas: plantas herbáceas

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que infestan los sembrados de suelo arenisco. 34 gavanzas: flores de rosales sil­ vestres. 35 acederas: plantas de sabor ácido. 36 turm as: hongos de buen olor, de figura redondeada y negruz­ cos por fuera. 37 anocejas: vocablo que pudiera tener relación semántica con nuez.

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38refrisones: judías, probablem en­ te. 39 gallicresta: p lan ta p a recid a a la cresta d e un gallo. 40 arvejones: gu isan tes silvestres. 41 rosetas: gran os d e m aíz. 42 Cantilenas: can tares, coplas. 43 chanzonetas: coplas ligeras y festivas. 44 chaparé: com pondré. 45 zorzales: p ájaro s d el m ism o gén ero qu e los tordos. 46 pardales: gorriones. 47 patojas: patas. 48 pegas: u rracas

y de aquél sea amada, aunque yo la amé primero. escudero Pláceme que sea así, pues que quieres que así sea, y luego, luego se vea antes que vamos de aquí. Y tú mismo se lo di porque después no te quejes, mas cumple que me la dejes si dice que quiere a mí. mingo Así te mantenga Dios, Pascuala, que tú nos digas, y por la verdad te sigas, a cuál quieres más de nos. pascuala Miafé, de vosotros dos, escudero, mi señor, si os queréis tornar pastor, mucho más os quiero a vos. escudero Soy contento y muy pagado de ser pastor o vaquero. Pues me quieres y te quiero, quiero cumplir tu mandado. pascuala Mi zurrón y mi cayado tomad luego por estrena49. escudero Venga, venga en ora buena, y vamos luego al ganado. Y tú, Mingo, no te espantes, descordoja tu cordojo50; aunque tengas gran enojo, ruégote que te levantes. No te aquejes ni quebrantes, pues que tan buen zagal eres; seamos, si tú quisieres, amigos mejor que de antes.

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F in 49 estrena: obsequio.

50 descordoja tu cordojo: alivia tu p en a.

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mingo

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Mucho me pena esta llaga cuando bien bien me percato; mas, pues ya sois de este hato, buena pro, señor, os haga. Ya muy poco espacio vaga; quedad, si queréis quedar, que yo voyme a repastar. Vamos todos, Dios te praga.

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V illancico Repastemos el ganado*. ¡Hurriallá! ¡Queda, queda! ¡Que se va! Ya no es tiempo de majada ni de estar en zancadillas. Salen las Siete Cabrillas51, la media noche es pasada, viénese la madrugada. ¡Hurriallá! ¡Queda, queda! ¡Que se va! Queda, queda acá el vezado52. Helo, va por aquel cerro. Arremete con el perro y arrójale tu cayado, que anda todo desmandado. ¡Hurriallá! ¡Queda, queda! ¡Que se va! Corre, corre, corre, bobo,

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51 Cabrillas: las siete estrellas, las

por los astrónomos,

cuales son llamadas Pléyades

52 vezado: acostumbrado.

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* Observa que, en el villancico, se cantan algunas de las faenas de los pastores, quienes se aprestan a llevar el ganado al pasto (rep as­ tar), aunque se topean con la impaciencia de las ovejas. Es por ello por lo que en el estribillo piden que el ganado se recoja y se quede en un lugar determinado (q u ed a ), y no se desmande.

no te des tanto descanso. Mira, mira por el manso, no te lo lleven de robo. Guarda, guarda, guarda el lobo. ¡Hurriallá! ¡Queda, queda! ¡Que se va! Del ganado derreniego53 y aun de quien guarda tal hato que, siquiera sólo un rato, no quiere estar en sosiego, aunque pese hora a san Pego54. ¡Hurriallá! ¡Queda, queda! ¡Que se va! No le puedo tomar tino, desatina este rebaño. Otro guardé yo el otro año, mas no andaba tan malino. Hemos de andar de contino. ¡Hurriallá! ¡Queda, queda! ¡Que se va!

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F in Aun asmo55 que juraría que nunca vi tal ganado, que si él fuese enamorado no se nos desmanaría. Ya quiere venir el día. ¡Hurriallá! ¡Queda, queda! ¡Que se va!

53 derreniego: reniego, abomino.

54 san Pego: san Pedro, 55 asmo: pienso, estimo.

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TEATRO BREVE DEL SIGLO DE ORO

FARSAS

La farsa es un género complejo cuyos límites no están muy defi­ nidos, aun cuando suele estar asociada con asuntos grotescos, risibles y cómicos. De esta indefinición dan testimonio los títulos de muchas piezas del teatro primitivo: Farsa o casi comedia, Farsa a manera de tragedia, Égloga o farsa, Farsa o tragedia, Auto o farsa, etc. En ocasiones, la farsa es definida como «forma primi­ tiva que no puede alcanzar el nivel de la comedia». De las múlti­ ples posibilidades arguméntales de este género da fe la pieza que editamos, Farsa llamada danza de la muerte, la cual incluye moti­ vos serios y graves. Su autor, Juan de Pedraza, vincula dos temas: la danza de la muerte y el tema sacramental. Se inicia la obra con un villancico y un prólogo (aquí llamado loa). El canto de los villan­ cicos solía cerrar la representación de las églogas y otras piezas del teatro breve; en esta ocasión, sin embargo, el villancico abre la farsa. Los prólogos explicaban el argumento de la composi­ ción. Pedraza introduce en la primera parte a personajes que representan a los distintos estados: el Papa (clero), el Rey y la Dama (monarquía-nobleza) y el Pastor (estado general). La muer­ te los iguala a todos. En la segunda parte, encontramos figuras alegóricas (Razón, Ira, Entendimiento) y una alabanza al Corpus Christi. En el encabezamiento del texto se lee: Farsa llamada Danza de la muerte, en que se declara cómo a todos los mortales, desde el Papa hasta el que no tiene capa, la Muerte hace en este míse­ ro suelo ser iguales, y a nadie perdona. Contiene más: cómo cual­ quier viviente humano debe amar la razón, teniendo entendi­ miento de ella, considerando el provecho que de su compañía se consigue. Va dirigida a loor del Santísimo Sacramento. Hecha por Juan de Pedraza, tundidor, vecino de Segovia. Son interlocutores de la presente obra las personas ayuso1contenidas. MDLI.

1 ayuso: abajo.

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5 . J u a n d e P e d r a z a : Fa r sa

llam ad a

DANZA DE LA MUERTE [P ersonas: PAPA, MUERTE, REY, DAMA, PASTOR, LA RAZÓN, LA IRA, EL ENTENDIMIENTO]

Villancico Mi melena peinaré: podrá ser que le agradaré. Peinaré mi melena, de piojos bien llena, para agradar a Elena; cuando al poblado iré, mi melena peinaré: podrá ser que le agradaré.

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L oa pastor

¡Oh, que en hora buena venga mi mercé2, y en tal estén, soncas, aquí los que ven a Pascual el de Revenga! Señores, Dios vos mantenga y os dé huerte gasajado; sabed soy aquí aballado para os her3 breve una arenga a lo cual, sin ser perplejo, he venido ciertamente por el más sabio y prudente de todo nuestro concejo. No burléis del zagalejo, que aun debajo del sayal, yo cuido, soncas, que hay al

2 m i m ercé: mi señor.

3 her: hacer.

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de lo que en cualquiera viejo. Pues a otras4, juri5 a san, por el más sabio, honrado de todo nuestro poblado, aquí enviado me han. ¡Ved los otros quién serán cuando yo soy el mejor!... No penséis; que, aunque pastor, más sé que un buen sacristán. Vengo, pardiós6, aguijando, a daros cuenta, señores, de los interlocutores que aquí estáis esperando. Por eso estad muy callando, honrada gente y de chapa; Veréis luego entrar un Papa en vana gloria jactando; y luego, muy prestamente verás la Muerte crüel, que viene, soncas, por él; de que no será paciente. Muerto el Papa, lo siguiente es que en muy poca distancia un Rey está, con jactancia de esforzado y muy valiente; el cual así de tal suerte tratando sus valentías, para dar fin a sus días. Veréis tornar a entrar la Muerte y dejándolo, aunque fuerte, cual al Papa, o como se llama, entrará luego una Dama que en mil vicios se pervierte, y al mejor sabor que está 4 a otras: en verdad. 5 juri: juro. Los juramentos a santos ficticios son frecuentes

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(véase más abajo san Herrando). 6 pardiós: por Dios.

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notando su gentileza, la Muerte muy sin pereza con ella, pardiós, será, y muy poco tardará. Y ha, por vida de mi agüelo7, de dar con ella en el suelo, do8 muerta la dejará. Luego entrará un Pastor, con un zurrón platicando, para dar, por san Herrando, a la obra gran sabor; con quien tendrá sin rigor la Muerte, según que* siento, sabroso razonamiento, apacible al auditor. Y luego, sin tardar nada, entrará la Razón a tiento9 de Ira y Entendimiento, cual veréis, acompañada; por quien el hato y majada deja el Pastor, y hacen vía10. Salido en su compañía, queda la obra acabada. Y, porque están esperando que salga yo para entrar, no quiero más dilatar sino que os ruego, y no mando, a todos, que estéis callando hasta el fin de lo interpuesto. Ceso, señores, con esto, sus pies y manos besando.

7 agüelo: abuelo. 8 do: donde. 9 a tiento: valiéndose del tacto

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para reconocer las cosas.

10 hacen vía: se marchan.

* Ten en cuenta que esta locución adverbial relativa de modo (segú n q u e) significa com o.

C om ien za la fa r s a papa

muerte

Oh, cuán sublimada que fue mi ventura! ¡Y cuán a sabor tan bien afortunado, 90 venido de nada en tan alto estado; vicario en la tierra de Aquel del altura, de quien sobre toda cualquier criatura poder me fue dado acá, sin dudar, para absolver, ligar, desatar, 95 según que a san Pedro! Verdad digo pura. Príncipes grandes, aunque emperadores, reyes, perlados, señores potentes y todos estados, me son obedientes, por ser desigual al mío y menores. 100 Todos aquestos me son servidores11, por ser más divino mi oficio que humano; y todos procuran besarme la mano, por más que presuman de grandes señores. ¡Con cuánta humildad me sirven y acatan 105 todos estados, acá en este suelo! Pues para salud del alma y consuelo, remedios esperan de mí en lo que tratan: y, si de lo tal verdad me relatan, puesto que a Dios se da la noticia, 110 de mí son absueltos de toda inmundicia, que acá en su lugar me tienen y acatan. ¡Oh, cuán sin acuerdo de mí, y sin temor, yaces en vicios terrenos jactando, la gloria posible de acá procurando, 115 soberbia mostrando por ser gran señor, en quien la humildad, según que a pastor, había de ser grande ejemplo al ganado! Y pues fue al revés, irás muy priado conmigo a do cuenta darás de tu error. 120

11 Todos (mayores y menores) son desiguales a su categoría, pero todos le sirven.

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Oh, Muerte, no vengas con tanto furor: aplaca tu ira; ten más sufrimiento; mira que es grande mi merecimiento, de muy alta estima mi estado y valor. No muestres conmigo tan grande rigor, 125 que tengo en la tierra muy gran señorío. MiiRRTE Muy poco te excusa tan gran desvarío. El golpe mortal de mi pasador12 sin más resistencia sabrás, sin mentir; aunque tu estado a todos hoy sobre, 130 muy breve serás, igual con el pobre, en solo este paso que llaman morir. papa Déjame un poco, si quieres, mi vivir. Muerte: no vengas tan arrebatada para que enmiende la vida pasada. 135 muerte No puede ser, digo; conmigo habéis de ir. papa

É n tram e. rey

muerte

Yo, que en la tierra por Rey elegido fui justamente, por ser de los godos, mi nombre en la fama delante de todos, y en puesto y en mando jamás ser [vencido... 140 ¡Oh, cuántos valientes a mí se han rendido! Villa o ciudad a que cerco pusiese jamás se escapó que no se me diese. Varón tan notable jamás fue nacido. No siento13 provincia ninguna ni parte, 145 pues es cosa cierta, yo no me adelanto14, do puesto no haya grandísimo espanto mi muy victorioso y real estandarte. Oh, cuán a sabor tu Alteza departe15,

12 pasador: saeta muy aguda

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que se disparaba con ballesta. 13 siento: diviso, descubro. 14 Afirma que no puede mejorar

más porque lo gobierna todo 15 departe: es decir, con qué gusto habla.

rey

muerte

rey

muerte

rey

muerte

de mí teniendo acuerdo ninguno. 150 Que vengo sabrás, según que repuno16, de prisa, cual ves, sin duda a llamarte. ¿No miras que son de grande memoria mis fuerzas valientes y mañas sutiles? Aquí do me ves, te haré que rehíles17, 155 traído a mis pies, tu gran vanagloria. ¿No miras que siempre salí con victoria de muchas batallas, refriegas, combates? Ningún caso hago de cuanto debates pues breve tu cuerpo será como escoria. 160 No quiero contigo tener más contienda, por ser de razones en nada apacible. Despide a tu furia, que bien es terrible y no me perturbes el tiempo de enmienda. Sin duda sabrás que más no te atienda, 165 pues tiempo has tenido sobrado, y lugar. ¡Sus! Vamos, que es tarde, do cuenta has de dar, estrecha sin duda, cual fue tu vivienda. Vanse.

dama

De gracias dotada ¿quién tal como yo? En toda hermosura ¿quién tanto perfecta? 170 Dispuesta, galana, no menos discreta. ¿En quién la natura así se revio?18 ¿Qué fama de hermosa tan alto voló, según que contemplo, por más que volase, que a ser de la mía igual alcanzase? 175 ¿Ni quién tan servida de grandes se vio? ¡Oh, cuántos hoy penan que son amadores, heridos de mano del alto Cupido, con un desigual dolor muy crecido, a mí muy sujetos por causa de amores! 180

16 repuno: contradigo, causo disgusto y aversión. 17 rehíles: tiembles.

18 esto es: nadie como ella pudo sentir tanto gusto mirándose.

muerte

dama

m u e r te

¡En cuánta jactancia de vanos dulzores yaces, hermosa, de mí trascordada19, que vengo con prisa por ti, que casada estás con el mundo, compuesta de errores! ¡Oh, válgame Dios, y qué sobrevienta20 185 que siento al presente, y cuán gran turbación, pues veo delante tan triste visión, en nada apacible, según que lamenta! Dolor excesivo me ha dado que sienta para la vida privar muy bastante. 190 Suplicóte, Muerte, que pases adelante; no cures hacer de mí tanta cuenta21. Usa de ser muy bien comedida conmigo, que peno en ver tu crudeza; mira que en dama de tanta belleza 195 razón no consiente que falte la vida. Por más que seáis galana y pulida, conmigo do cuenta daréis sin errar iréis brevemente, sin más dilatar. ¡Sus! Vamos, pues veis que estoy de partida. 200 Vanse.

pastor

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Sin duda ninguna, de entrar hora en cuenta con vos, mi zurrón, yo traigo acordado, pues es cosa cierta, según que he notado, que Dios la salud nos da y acrecienta; no menos la vida también nos aumenta, 205 comer con gran gana, muy huerte de todo, que de otra manera, la Muerte de lodo nos pone, y debajo de tal aposenta22. ¡Quizás que aunque el hombre esté trascordado, y harto de andar por valles y cuestas, 210

19 trascordada: olvidada. 20 sobrevienta: furia. 21 Es decir, la dama no desea que la muerte se preocupe pidiéndole

cuentas de su vida.

22 Esto es, me pone debajo del aposento de la muerte.

y traiga las mientes en vos mucho puestas, diréis vos a hombre que coma un bocado!* Yo acuerdo sentarme, pues vengo cansado, y no dilatar con vos más razones. ¡Sus, ea, salid por los cabezones!23 215 Veamos lo que es en vos encerrado. S aca u n a bota. Vos estarás queda, aquí do os asiento: Mira que guardes muy bien el despojo. Salid vos acá, que tengo cordojo en ver no hacéis cuenta de mi buen aliento.220 ¡Oh, qué cabeza de ajos que tiento! No traigo otra cosa, por san, más preciada. Con esta yo cuido de no os dejar nada dentro en el cuajo, si no me arrepiento. ¡Oh, qué sabor! ¡Mal hayan mis males! 225 ¡Y cómo se cuela también con el ajo! ¡Igual es aquesto que el otro brevajo24, que me mandó dar el licenciado Morales! De aquesta manera, por ir a Pascuales, quizás podrá ser que vamos a Aguejas**. 230 ¡Oh, cómo me arden aquestas orejas! ¡Benditas las viñas que dan vinos tales! De aquesta manera me entiendo curar, y dense mis amos prisa a gruñir pues he, no sé cuándo, pardiós, de morir, 235 y si hombre algo tiene, acá ha de quedar. 23 cabezones: zurrón.

aberturas del

24 brevajo: brebaje (bebida des­ agradable al paladar).

* El personaje no cree que la muerte le impida comer un bocado. Observa que en este monólogo el pastor manifiesta verdadera obsesión por la comida y la bebida. ** Pascuales y Aguejas son dos pueblos de la provincia de Sego­ via. El pastor teme que sus reiterados tragos le impidan distinguir ambos lugares. Vamos: vayamos.

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¡Pardiobre25, si puedo, que no ha de ganar fiésego26 nada, ni cregos27 conmigo! Si de esta manera de ahora me sigo, bien pueden un perro, pardiós, espulgar. 240 Pues dejo el ganado paciendo seguro, acuerdo a esta sombra echarme a dormir, que, en esto poquillo que acá he de vivir, gozar mis madejas de hoy más yo lo juro*. É ch ase a dorm ir. muerte

pastor

muerte

pastor

Bien piensa el villano que tiene algún [muro 245 que sea bastante a mi resistencia. ¡Y cómo en dormir pone gran vehemencia el bruto salvaje, villano maduro! ¡Recuerda y levanta del sueño, Pastor! Cata que el mundo te tiene vencido. 250 levanta del sueño y torna con sentido, que estás muy tendido, durmiendo a sabor. ¡Maldita la cosa le aqueja temor, ni acuerdo ninguno que tenga de mí!**. ¡Levanta, zagal, que vengo por ti, 255 que así me es mandado de alto Señor! ¿Quién es el que llama, que tanto temor me ha puesto con voz tan triste, espantosa? Hermano: la Muerte, que nunca reposa, haciendo al más grande igual al menor. 260 Yo hago que el Papa, el Rey, el Señor, vengan a ser iguales a ti. ¡En algo entiendes!28 Echaos, y dormí debajo esa peña, y os será mejor.

Ά Pardiobre: por el diablo. 26 fiésego: fisico (médico). 27 cregos: clérigos.

—- —

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28 Como si dijera «¡menudo asunto!·.

* Da a entender que desea gozar de la vida todo cuanto pued ** La muerte se extraña de que el pastor no se asuste ni le haga caso.

MUERTE

PASTOR MUERTE

PASTOR

MUERTE

PASTOR MUERTE

PASTOR

No son esas cosas, hermano, a mí dadas, 265 que nunca las hube jamás menester; ni hace a mi caso dormir ni comer, sino andar con los vivos contino a porradas29. ¿Pues cómo, y teniendo tan ruines quijadas, salís de contino, decid, victoriosa? 270 Sí, porque viva en el mundo no hay cosa, ni cosas que a mí no sean sojuzgadas. Por tanto, no pienses, Pastor, escapar de mi general y fuerte combate; mas ten por muy cierto que te he de [dar mate 275 y en esta mi forma y manera tornar. ¡Pardiobre, que tengo con vos de luchar! Saco, no valgan, mirad, zancadillas30; que quiero muy sanas tener las costillas, y gana no tengo, pardiós, de finar. 280 ¡Oh, cómo es grande, Pastor, tu inocencia, en querer conmigo ponerte a luchar! ¿Tú piensas, si dado me fuese lugar de aquella divina y real Providencia, que fuerzas, sentidos, con grave dolencia 285 perder no te haría con gran turbación? Luego ¿tú esperas, como hace el sayón31, a que pronuncie el juez la sentencia? Tú dices en esto, Pastor, la verdad; mas, ya que alcanzaste lo tal a entender, 290 razón es que sientas que tienes el ser sujeto a mi fuerza, do no has libertad. Y, pues tienes vida sin seguridad, de ella has de ser, contempla, privado muy presto, pues tiempo no hay limitado. 295 Harás con aquestos, Pastor, igualdad. ¿Con esos... yo qué? ¡Por san, que no quiero!

29Es decir, su labor consiste enpele-

lias para luchar.

arse continuamente con los vivos. 30 Esto es, descarta las zancadi-

31 sayón: verdugo que ejecutaba la pena de muerte.

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muerte

pastor muerte

pastor

muerte

razón

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¿Pensáis aliviarme con vuestras consejas? ¡Pardiobre, no deje guardar mis ovejas por otro renazgo, papazgo ni papero!32 300 Escúchame acá, si quieres, majadero; que digo que tienes con estos venir en su igualdad, en cuanto al morir. Y mi esposa después, ¿qué hará si yo muero? ¿Aquesto te pena? Quizá irá primero 305 conmigo tu esposa querida, Costanza. No tengo de ella yo tal confianza, que deje por otro mi gala y apero. ¿Sabes cuál paró a Juan Meseguero, porque llegó a hacerle cosquillas? 310 ¡Por san! Con la rueca le dio en las costillas y un huerte rasguño en aquel trasero. ¡Oh, cómo huelgas hablar necedades echando por alto, Pastor, mis razones! No quiero contigo trabar más cuestiones. 315 Pues viene quien burle de tus liviandades, escucha sus dichos, que son las verdades mediante las cuales, si estás muy atento, muy presto vendrás en conocimiento de cuánto me deben temor los mortales. 320 Dios te dé vida y gracia, Pastor, tal que me ames de muy buena mente. Mucho me huelgo de verte presente, ejemplo tan sano a cualquier pecador. Contempla que el Papa, el Rey, el Señor, 325 no menos los otros estados menores, hasta los míseros pobres pastores, que aquélla los lleva, sin más defensor. Por tanto, no fíes, hermano, del mundo, ni menos de nada por cuanto él ofrece, 330 acá en esta vida do todo perece, salvo el servicio del Verbo, jocundo.

32 renazgo: reinado; papazgo: papado; papero: puchero en donde

sepreparan laspapillas a los niños,

PASTOR MUERTE

PASTOR

Si en este servicio te ocupas, profundo, por Dios despreciando las cosas terrenas, yo te aseguro que escapes de penas 335 que después a los malos dan en el [profundo33. Ten esperanza contino, y temor de aquella que a todos los vivos aqueja, pues cosa en el suelo, aunque fuerte, [no deja; no menos lo flaco, con grande furor, 340 tirando muy cierto con su pasador, según habrás visto en tiempo pasado. También me hirió; mas vesme escapado. Por tanto, da gracias, hermano, al Señor, y mira que sientas le plugo34, y que [Él quiso 345 dejarte que enmiendes la vida pasada. Por ende, las cosas del mundo en nonada tendrás35, procurando acá el paraíso. De aquí yo os prometo vivir sobre aviso y nunca papar de hoy más pecados. 350 V olviéndose a LA RAZÓN.

RAZÓN PASTOR

RAZÓN

Decidme, señora, ¿comeréis dos bocados de pan de centeno y un ajo bien liso? Antes, yo misma me doy en colación a cuantos me quieren, y a ti. ¿Que a vos dais? Pues ¿cómo habéis nombre? Decidme [¿a do vais? 355 Que, soncas, me espanta tan gran novación36. Tú debes saber que soy la Razón, a quien los humanos viviendo aborrecen en casos fortunos37 que acá les acontecen.

33el profundo: el infierno. 34 Esto es, complace al Señor. 35 /is decir, debes considerar que los

asuntos mundanos no valen nada.

36 novación: novedad. 37 fortunos: azarosos.

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Salen LA IRA y EL ENTENDIMIENTO. ira

Por mí, que procuro dar tal ocasión; 360 la cual interpongo de dar con presteza do quiera que cuadra, acá entre mortales, S eñ ala a LA RAZÓN. porque ésta faltando, suceden mil males38, adonde mi intento, sabrás, se endereza.

ENTENDIMIENTO

S eñ alan d o a LA IRA.

razón

Ésta de mí (que en toda cabeza soy ciertamente, sabrás, habitante)39 es la que hace salir, y aun adelante de sí la Razón, con gran fortaleza. Ésta corrompe cualquier voluntad, que varias se pueden las tales decir pues parte contraria las hace seguir, y, junto con ellas, a mí en ceguedad. En todo lo dicho no falta verdad.

365

370

V olviéndose a l PASTOR.

pastor razón

¿Haslo, por dicha, sentido y notado? Par D iego, que no; que va revesado40. 375 Nota, pues de ello te doy claridad. Tú debes, hermano, sin duda, saber que aquesta es la Ira, muy grave pecado, la cual me destierra de todo poblado, echándome fuera, según su poder41, 380

38 esto es: procura causar daño a

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los hombres porque, si falta la razón, suceden muchos males. 39 Es decir, la ira es la que hace perder la razón al entendimien­ to, el cual habita en todas las cabezas.

40 revesado: oscuro, confuso. 41 La razón afirma que la ira des­ tierra de los poblados a la razón y también la echa fuera de éste (el entendimiento), cuyo nombre procura darle a comprender al pastor para hacerle feliz.

Señala al ENTENDIMIENTO.

pastor

de aqueste, que ahora su nombre a entender procuro de darte, por hacer contento; el cual introduce por entendimiento, que por ser muy flaco, se deja vencer. ¡A otras, señora! Según que imagino 385 (aparte dejando que sois muy hermosa), pues vos a los hombres sois tan provechosa, que os traten tan mal es gran desatino. Mas, porque no salga jamás de camino acá mientras viva, en cualquier provecho, 390 con vos, que guiáis camino derecho, tener compañía de hoy más determino. S eñ ala a l ENTENDIMIENTO. Y vos, sobre aviso de hoy más estaréis. Guarda, que la Ira viniendo, mirad, la puerta no os gane de la voluntad, 395 por donde se alcanza y consigue interés, de parte de aquesta maldita; el cual es*, según que percato, la justa Razón. Y aquesta, viviendo, mirad, bobarrón, conviene que siempre muy huerte [guardéis, 400 y de esta manera teniendo cuidado, así resistiendo muy huerte a la Ira, por san, que la hagáis, más recia que vira42, volver donde vino, a otras, priado**.

42 vira: saeta de punta muy aguda.

* Se refiere a «interés». Por tanto, interesa seguir el partido de la razón, no de la ira. ** El pastor habla con el entendimiento para advertirle de que guarde a la razón; de esa manera podrá resistir los embates de la ira y expulsarla lejos de sí rápidamente.

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V olviéndose a LA RAZÓN.

razón

PASTOR RAZÓN

PASTOR

razón

pastor

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Y, pues que por suyo, señora, me he dado, 405 iré do me quiera, pardiobre, llevar. Muy cerca de aquí, a ver y adorar a Dios sempiterno, en pan transformado; en cuyo servicio, con loor muy crecido, hoy hace la Iglesia muy grande memoria.410 ¿Y cómo tal fiesta a ti no es notoria? No, pese hora a san, que he estado dormido. Si quieres saber, despierta el sentido, y escúchame acá, pues tanto dormiste: tú debes saber que hoy es Corpus Christe, 415 fiesta muy digna de gozo cumplido. ¡Oh, cuán bien andante, dichoso zagal, me puedo hoy llamar, sin duda, pardiós, en sólo topar, señora, con vos por estos desiertos, en este erial, 420 de a do muy placiente concluye Pascual, llevándoos delante, señora, por guía! Partamos los dos de aquí en compañía, a do ver podamos al Rey celestial. ¡Sus! Vamos, hermano, sin más dilación, 425 do tienes respeto, según buen cristiano. Camina placiente, asido a mi mano, pues eres venido conmigo en unión. Sé sosegado, y ten atención; pon las rodillas en tierra priado; 430 que Dios sempiterno, en pan trasformado ¿vesle do yace? ¡Sus! Hazle oración. ¡Oh, Pan excelente, divino manjar, en carne del Hijo de Dios convertido! ¡Oh, sacro misterio por quien soy venido 435 aquí do me trajo Razón sin errar, sólo a te ver, Señor, y adorar; que en Pan trasformado, según tengo mientes, yaces por bien de todas las gentes que quieren contigo subir a reinar! 440

Adorote, Verbo divino, sagrado, que yaces debajo de aqueste accidente, y a tu Majestad suplico humilmente43 puesto que44 indigno, de hinojos postrado, nos libres y guardes, Señor, del pecado, 445 dándonos gracia acá, que alcancemos el reino de gloria, Señor, que atendemos45 por Ti prometido a nos de buen grado. Y, pues he gozado sin más resistencia ver, cual he visto sin duda hoy, por san, 450 a Dios sempiterno en forma de pan, manjar saludable de nuestra dolencia, concluyo (pues quiero con gran diligencia volver a mi hato) con gozo notorio, perdón demandando al noble auditorio 455 de la pesadumbre de nuestra engorrencia46.

LAUS DEO47

43 humilmente: humildemente. 44 puesto que: aunque. 45 atendemos: esperamos. 46 engorrencia: molestia, fastidio.

Es muestra habitual de humildad para captar la benevolencia del auditorio. 41 Laus Deo alabado sea Dios.

103

PASOS

Son piezas cortas cómicas que se caracterizan por el empleo de un lenguaje y de unas acciones muy expresivas. De igual modo que los entremeses, se entremetían en las comedias. Timoneda, el editor de Lope de Rueda, precisa que los pasos de El Deleito­ so (1567) se situaban «en principio y entremedias de coloquios y comedias». El gran maestro del género fue precisamente Lope de Rueda, quien nació en Sevilla en las primeras décadas del siglo XVI. A mediados de la centuria, disponía de compañía de teatro, con la cual participaba en las fiestas del Corpus. Su actividad impulsó de forma definitiva el profesionalismo del arte dramáti­ co en nuestro país. No conocemos tampoco con seguridad la fecha de su muerte, que debió de producirse en Córdoba hacia 1565 ó 1566. En sus pasos, encontramos interesantes reflexio­ nes sobre la conducta humana: los necios suelen caer en las tram­ pas que les tienden los bribones, y los débiles fracasan cuando intentan satisfacer sus ilusas pretensiones. Por el contrario, los granujas salen triunfantes porque siempre encuentran algún bobo al que embaucan con sus argucias y ardides. Rueda subió a las tablas a sujetos pintorescos para lograr la risa de su auditorio, pero también supo crear diálogos jocosos que sabían explotar tanto la simplicidad de unos como la tosca manera de hablar de otros.

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6 . L o p e d e R u e d a : La tierra d e J au ja

1 Honzigera, Panarizo: nombres que aluden, proba­ blemente, a la actividad de ambosperso­ najes. Elprimero separece a oncejo (vencejo) y a oncejera (lazopara cazar pájarospeque­ ños); el segundo significa lo mismo quepa­ nadizo (acu­ mulación de pus en las uñas, que causa mucha pesadumbre y fiebre). Men­ drugo es nombre harto expresivo.

2 burullada: ronda de alguaciles.

3 sicas: bolsas para llevar dinero.

4 El espada: en textos contempo­ ráneos, erafre­ cuente el uso del artículo mascu­ lino ante sustan­ tivosfemeninos. Debe entenderse La espada.

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[Paso qu in to, m uy gracioso, en e l c u a l se in tro­ d u cen las p erso n a s siguientes, d e Lope d e R u eda: HONZIGERA, ladrón ; PANARIZO, lad rón ; MEN­ DRUGO, sim ple] HONZIGERA. — Anda, anda, hermano Panarizo, no te quedes rezagado, que ahora es tiempo de tender nuestras redes, que la burullada2 está en grandísimo sosiego y pausa, y las sicas3 descui­ dadas. ¡Ah, Panarizo! PANARIZO. — ¿Qué diablos quieres? ¿Puedes dar mayores voces? ¿Dejásteme em peñado en la taberna y estasme quebrando la cabeza? HONZIGERA. — ¿Por dos negros dineros que bebimos quedaste empeñado? PANARIZO. — ¡Pues si no los tenía! HONZIGERA. — Si no los tenías, ¿qué remedio tuviste? PANARIZO. — ¿Qué remedio había de tener, sino dejar la espada? HONZIGERA. — ¿El espada?4 PANARIZO. — El espada. HONZIGERA. — ¿Pues el espada habías de dejar sabiendo a lo que vamos? PANARIZO. — Mira, hermano Honzigera, pro­ vee que comamos, que yo vengo candido5 de hambre. HONZIGERA. — Yo, mucho más. Que por eso, hermano Panarizo, estoy aguardando aquí un villano que lleva de com er a su mujer, que la

tiene presa, una autenticada6 cazuela de ciertas viandas. Y contarle hemos de aquellos cuentecilios de la tierra de Jauja7 y él se em bebecerá tanto en ello que podremos bien henchir nues­ tras panzas.

5 candido: hambriento. Procede del verbo candeo (consumir, arder). 6autenticada: garantizada.

7Jauja: región de Perú, famosa por susfértiles vallesy tierras, que abundaban en sabrosos frutos.

La España pobre. El niño cojo, de Ribera.

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Entra MENDRUGO, simple, cantando. MENDRUGO. — Mala noche me distes, María de Rión con el binbilindrón*. PANARIZO. — ¡Hola, ce! ¿Habémonos de oír? MENDRUGO. — Sí, señor, ya voy acabando, aguarde: Mala noche me distes, Dios, os la dé peor, del bin bilindrón, dron, dron. HONZIGERA. — ¡Hola, compañero! MENDRUGO. — ¿Hablan vuestras mercedes con­ migo o con ella? HONZIGERA. — ¿Quién es ella? MENDRUGO. — Una que está así redonda con sus dos asas y abierta por arriba. PANARIZO. — En verdad no hay quien acierte tan extraña pregunta. 8tapados: MENDRUGO. — ¿Tiénense por tapados8 vuestras mercedes?

tontos, de cortos alcances.

PANARIZO. — Sí, por cierto. MENDRUGO. — Cazuela. HONZIGERA. — ¿Que cazuela lleváis? MENDRUGO. — ¡Que no, ténganse! ¡Válgalos el diablo, qué ligeros son de manos! PANARIZO. — Pues decidnos adonde vais. MENDRUGO. — Voy a la cárcel para todo aque­ llo que a vuestras mercedes les cumpliere. PANARIZO. — ¿A la cárcel? ¿Y a qué?

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* Rueda introduce una variante en una canción popular qu trataba de los reproches que lanzaba un celoso a su amada («Serrana ¿dónde dormistes? / ¡Qué mala noche me distes!»).

MENDRUGO. —Tengo, señores, mi mujer presa. HONZIGERA. — ¿Y por qué? MENDRUGO. — Por cosas de aire9. Dicen malas lenguas que por alcahueta. PANARIZO. — Y decidme: ¿vuestra mujer no tiene ningún favor?10 MENDRUGO. — Sí, señor, tiene muchos brazos*. Y la justicia, que hará lo que fuere de razón. Y ahora han ordenado entre todos que, porque mi mujer es mujer de bien y mujer que lo puede lle­ var, que le den un obispado11. HONZIGERA. — ¡Obispado! MENDRUGO. — Sí, obispado, y aun plazca a Dios que ella lo sepa bien regir; que, según dicen, ricos quedamos de esta vez. Diga, señor: ¿sabe vues­ tra merced qué dan en estos obispados?

9 cosas de aire: asuntos sin im portancia. 10 Es decir, ¿no tiene persona prin cipal que p u ed a favorecerla?

11 Obispado: aquí, conden ado p o r ta Inquisición a llevar coroza o sam benito.

PANARIZO. — ¿Sabes qué dan? Mucha miel**, mucho zapato viejo, mucha borra y pluma, y berenjena. MENDRUGO. — ¡Válgame Dios! ¿Todo eso dan? Ya deseo verla obispesa. HONZIGERA. — ¿Para qué? MENDRUGO. — Para ser yo el obispeso. PANARIZO. — Mucho mejor sería, si tú lo pudie­ ses acabar12, que la hiciesen obispesa de la tie­ rra de Jauja. * Avisa de que el brazo o estamento eclesiástico va a entre­ garla al brazo seglar, el cual ejecutaba las sentencias que dic­ taba el tribunal inquisitorial. Al brazo eclesiástico llamaban en Valencia los brazos. ** Ten en cuenta que a la mujeres que eran condenadas por practicar la alcahuetería las untaban con miel y después les arrojaban cosas como las que menciona Panarizo: plumas, berenjenas, etc.

12 acabar: lograr.

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MENDRUGO. — ¡Cómo! ¿Qué tierra es ésa? 13Muy extremada: muy buena.

HONZIGERA. — Muy extremada13, a do pagan soldada a los hombres por dormir. MENDRUGO. — ¿Por su vida? PANARIZO. — Sí, de verdad. HONZIGERA. — Ven acá, asiéntate un p oco y contarte hemos las maravillas de la tierra de Jauja. MENDRUGO. — ¿De dónde, señor? PANARIZO. — De la tierra que azotan los hom­ bres porque trabajan. MENDRUGO. — ¡Oh, qué buena tierra! Cuénte­ me las maravillas de esa tierra, por vida suya. HONZIGERA. — ¡Sus! Ven acá, asiéntate aquí en medio de los dos. Mira... MENDRUGO. — Ya miro, señor.

( encadenada: en lazada.

HONZIGERA. — Mira: en la tierra de Jauja, hay un río de miel; y junto a él, otro de leche; y entre río y río, hay una puente de mantequillas encadenada14 de requesones, y caen en aquel río de |a miej ; qUe no parece sino que están diciendo: «cómeme, cómeme». MENDRUGO. — Mas, ¡pardiez!, no era de menes­ ter a mí convidarme tantas veces. PANARIZO. — ¡Escucha aquí, necio! MENDRUGO. —Ya escucho, señor. PANARIZO. — Mira: en la tierra de Jauja, hay unos árboles que los troncos son de tocino. MENDRUGO. — ¡Oh, benditos árboles! ¡Dios os bendiga, amén!

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PANARIZO. — Y las hojas son hojuelas, y el fruto de estos árboles son buñuelos y caen en aquel

río de la miel que ellos mismos están diciendo: «máscame, máscame». HONZIGERA. — ¡Vuélvete acá! MENDRUGO. —Ya me vuelvo. HONZIGERA. — Mira: en la tierra de Jauja, las calles están empedradas con yemas de huevos; y entre yema y yema, un pastel con lonjas de tocino. MENDRUGO. — ¿Y asadas? HONZIGERA. — Y asadas, que ellas mismas dicen: «tragadme, tragadme». MENDRUGO. — Ya parece que las trago. PANARIZO. — ¡Entiende15, bobazo!

]5 Entiende: atiende.

MENDRUGO. — Diga, que ya entiendo. PANARIZO. — Mira: en la tierra de Jauja, hay asa­ dores de trescientos pasos de largo, con muchas gallinas y capones, perdices, conejos, francolines16. MENDRUGO. — ¡Oh, cómo los como yo ésos! PANARIZO. — Y junto a cada ave, un cuchillo, que no es de menester más de cortar; que ello mismo dice: «engullidme, engullidme». MENDRUGO. — ¿Que las aves hablan? HONZIGERA. — ¡Óyeme! MENDRUGO. — Que ya oigo, pecador de mí; estarme hía17 todo el día oyendo cosas de comer. HONZIGERA. — Mira: en la tierra de Jauja, hay muchas cajas de confitura, mucho calabazate18, mucho diacitrón19, muchos mazapanes, muchos confites.

16 francolines: aves muy apreciadas.

17 estarme hía: yo estaría (me estaría).

18 calabazate: conserva que se hace de la calabaza.

19 diacitrón: conserva hecha de cidra (fruto del cidro, parecido al limón).

20 limetas: vasijas.

MENDRUGO. — Dígalo más pausado, señor, eso. HONZIGERA. — Hay gragea y unas limetas20 de vino que él mismo se está diciendo: «bébeme, cómeme, bébeme, cómeme».

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PANARIZO. — ¡Ten cuenta! MENDRUGO. — Harta cuenta me tengo yo, señor, que me parece que engullo y bebo. PANARIZO. — Mira: en la tierra de Jauja, hay muchas cazuelas con arroz y huevos y queso. MENDRUGO. — ¿Como ésta que yo traigo? PANARIZO. — ¡Que vienen llenas! ¡Y ofrezco al diablo la cosa que vuelven!

21abiones: vencejos (aves qu e tienen las uñas muy largas y aprietan lo que tienen con fu erza).

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MENDRUGO. — ¡Válgalos el diablo! ¡Dios les guarde! ¿Y qué se han hecho estos mis contado­ res de la tierra de Jauja? ¡Ofrecidos seáis a cin­ cuenta abiones!21 ¿Y qué es de mi cazuela? Juro a mí que ha sido bellaquísimamente hecho. ¡Oh, válgalos el de las patas luengas! Si había tanto que comer en su tierra, ¿para qué me comían mi cazuela? Pues yo juro a mí, que juro a bueno, que tengo de enviar tras ellos cuatro o cinco dineros de Hermandades para que los traigan a su costa*. Pero primero quiero decir a vuestras mercedes lo que me han encomendado**.

* Los gastos de sustento de la Hermandad -fuerza policia­ ca y ju d ic ia l- eran cuantiosos, y se cubrían m ediante im puestos y multas. Mendrugo desea que una tropa de agentes de la Hermandad, cuyo m antenim iento costase cuatro o cinco dineros, persiga a los granujas que se han burlado de él. D in eros: m oneda de cuenta del reino de Aragón. El d e la s p a t a s lu en gas: el diablo. ** A continuación, el personaje recitaba, probablemente, el argumento de la obra dramática extensa, eh cuya repre­ sentación se incluía el p a so .

7 . L o p e d e R u e d a : P a so sex to [Paso sexto, muy gracioso, en el cual se in­ troducen las personas siguientes, de Lope de Rueda: BREZANO, hidalgo; CEBADÓN, simple; SAMADEL, ladrón], BREZANO. — Ora, ¿no es cosa extraña que a un hidalgo como yo se le haya hecho semejante afren­ ta y agravio cual éste? Y es que un casero de esta mi casa en que vivo, sobre cierto alquiler que le quedé a deber, me ha enviado a emplazar dos­ cientas veces. Yo quiero y tengo determinado de llamar a Cebadón, mi criado, y darle los dineros para que se los lleve. ¡Hola, Cebadón, sal acá! CEBADÓN. — ¡Señor, ah, señor! ¿Llama vuestra merced? BREZANO. — Sí, señor, yo llamo. CEBADÓN. — Luego vi que me llamaba. BREZANO. — ¿En qué vio que le llamaba? CEBADÓN. — ¿Diz que en qué? En nombrarme por mi nombre. BREZANO. — Ora, ven acá; ¿conoces...? CEBADÓN. — Si, señor, ya conuezco1. BREZANO. — ¿Qué conoces? CEBADÓN. — Eso otro..., el..., aqueste..., el que dijo vuestra merced. BREZANO. — ¿Qué dije? CEBADÓN. — Ya no se me acuerda. BREZANO. — Dejémonos de burlas. Dime si cono­ ces a aquel casero de esta mi casa en que vivo. CEBADÓN. — Sí, señor, muy bien lo conuesco.

1 conuezco: conozco. Más a b a jo conuesco.

BREZANO. — ¿Dónde vive? CEBADÓN. — Acullá, en su casa. BREZANO. — ¿Dónde está su casa? CEBADÓN. — Mire vuestra merced: eche por esta calle derecha y torne por esa otra a mano izquier­ da y, junto la casa en par de la casa, la otra casa más arriba, está un poyo a la puerta... BREZANO. — No me entiendes, asno; no te digo sino si conoces al casero de mi casa. CEBADÓN. — Que sí, señor, muy rebién. BREZANO. — ¿Dónde mora? CEBADÓN. — Mire vuestra merced: váyase dere­ cho a la iglesia y éntrese por ella y salga por la puerta de la iglesia y dé una vuelta al derredor de la iglesia y deje la iglesia y tome una calle­ juela junto a la callejuela en par de la callejuela, la otra callejuela más arriba. BREZANO. — Bien sé que sabes allá... CEBADÓN. — Sí, señor, demasiadamente sé. BREZANO. — ¡Sus! Toma estos quince reales y llévaselos. Y dile que digo yo que lo ha hecho ruinmente en enviarme a emplazar tantas veces, y que digo yo que me haga merced de no hacer­ lo tan mal conmigo. Y mira que al que se los has de dar, ha de tener un parche en el ojo y una pierna arrastrando. Y primero que se los des, te ha de dar una carta de pago. requisimam ente: con m ucho gusto.

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CEBADÓN. — ¿Que primero que le dé yo los dineros, le tengo de dar una carta de pago? BREZANO. — Que no, asno; él a ti. CEBADÓN. — Ya, ya; él a mí. Yo lo haré muy requísimamente2.

Entra el ladrón. SAMADEL. — Según soy informado, por aquí ha de venir un mozo con unos dineros que los ha de dar a un mercader. Yo le tengo de hacer cre­ yente que soy el mercadante3 y cogerle los dine­ ros, que bien creo que serán buenas para algu­ na quinolilla4. Ta, ta, quiero disimular, que helo aquí do viene. BREZANO. — Mira que lo sepas hacer, diablo. CEBADÓN. — Que yo lo sabré hacer, válgame Dios.

3 mercadante: m ercader. 4quinolilla: jueguecito. Quí­ nola: ju ego de naipes que se basa en reunir cuatro cartas del mismo p alo.

SAMADEL. — Hola, hermano. ¡Es hora que trai­ gáis esos dineros...! CEBADÓN. — ¿Es vuestra merced el que los ha de recibir? SAMADEL. —Y aun el que los había de tener en la bolsa. CEBADÓN. — Pues, señor, díjome mi amo que le diese a vuestra merced y tomase vuestra mer­ ced quince reales. SAMADEL. — Sí, quince han de ser; dad acá. CEBADÓN. — Tome. ¡Aguarde vuestra merced! SAMADEL. — ¿Qué tengo de aguardar? CEBADÓN. — ¿Diz que qué? Las insinias5. SAMADEL. — ¿Qué insinias?

5 insinias: insignias, señ a­ les, signos.

CEBADÓN. — Dijo mi amo que había de tener vuestra merced un parche en el ojo y traer una pierna arrastrando. SAMADEL. — Así pues, si no es más de eso, cata aquí el parche.

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6 Ávese: quítese.

CEBADÓN. — Ávese de ahí6. ¿Diz que eso es parche? SAMADEL. — Digo que sí es. CEBADÓN. — Digo que no es. SAMADEL. — Digo que lo es, aunque os pese.

7 son: pero.

CEBADÓN. — No quiero pesar, señor; séalo a mandado de vuestra merced. Parche es, válgame Dios; son7, como traía vuestra merced abajado el sombrerillo, no había visto el parche. SAMADEL. — Ora, ¡sus!, dad acá los dineros. CEBADÓN. — Tome vuestra merced. SAMADEL. — Echad. CEBADÓN. — ¡Aguarde! SAMADEL. — ¿Qué tengo de aguardar? CEBADÓN. — La pierna arrastrando, ¿qué es de ella? SAMADEL. — ¿La pierna? Vesla aquí. CEBADÓN. — Tome vuestra merced los dineros. SAMADEL. — Vengan. CEBADÓN. — ¡Aguarde! SAMADEL. — ¡Oh, pecador de mí! ¿Qué quieres que aguarde? CEBADÓN. — ¿Qué tengo de aguardar? La carta de pago. SAMADEL. — Pues vesla aquí. Toma, bobo, que en verdad veinte años ha que está escrita, y deci­ dle a vuestro amo que digo yo que es un gran­ dísimo bellaco.

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CEBADÓN. — ¿Que le diga yo a mi amo que vuestra merced es un grandísimo bellaco?

SAMADEL. — Que no, sino que yo se lo digo a él y que lo ha hecho ruinmente. CEBADÓN. — ¡Ta, ta! Eso de ruin le había de decir yo a vuestra merced, que mi amo me dijo que se lo dijese. Téngalo por recibido. SAMADEL. — Bien está. Vete con Dios. CEBADÓN. — Vaya vuestra merced. Ofrézcole al diablo el parche que lleva, que miedo tengo que no me haya engañado8. 8miedo tengo que no me

BREZANO. — ¡Hola, Cebadón! ¿Traes recado?9 CEBADÓN. — Sí, señor, ya traigo todo recado y la carta de pago y todo negocio viene.

haya engañado: tengo m iedo d e

me haya

engañado.

BREZANO. — ¿Mirástele bien? ¿Viste si tenía parche? 9 recado. CEBADÓN. — Sí, señor; un parchazo tenía tan grande como mi bonete.

noticia de un suceso.

BREZANO. — ¿Vístelo tú? CEBADÓN. — No, señor, mas él dijo que lo traía. BREZANO. — ¿Pues así habías de fiar de su pala­ bra? CEBADÓN. — Sí, señor, sé que no había de infer­ nar el otro su alma a truque10 de un parche ni de 10 in fe rn a r... quince reales. airuque: no 1

BREZANO. — Ora, ¡sus!, que tú traerás algún buen recado...Y dime, ¿traía la pierna arrastrando?

h a b ía el otro d e

llevar al ^ h n aa 'ca m b io

CEBADÓN. — Sí, señor; luego que le di los dine- de unParcheros arrastró ansina11 la pierna; mas luego que se 11 ansina: así. fue, iba más derecho que un pino. Más abai° ansíBREZANO. — Baste; veamos la carta. CEBADÓN. — Tome, señor. BREZANO. — «Señor hermano...». CEBADÓN. —-¿Dice ahí «señor hermano»?

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BREZANO. — Sí que dice «señor hermano». CEBADÓN. — Debe ser hermano del que recibió los dineros. BREZANO. —Ansí debe de ser. «Las libras de aza­ frán...». CEBADÓN. — ¿Ahí dice «libras de azafrán»? BREZANO. — Sí, aquí ansina dice. CEBADÓN. — ¿Las «libras de azafrán»? Sé que yo no he traído a vuestra merced azafrán. BREZANO. —A mí, no. CEBADÓN. — ¿Pues cómo viene el papel enzafranado?

12 carta mensajera: carta qu e se envía a una p ersona ausente.

BREZANO. — ¿Tú no ves que te ha engañadb, que, por darte carta de pago, te ha dado carta mensajera?12 CEBADÓN. — ¿Carta o qué? BREZANO. — Carta mensajera. CEBADÓN. — Pardiez, si eso es verdad, que la ha hecho muy bellaquísimamente. BREZANO. — ¿Qué remedio, señor?

13 Cuando no: si no. Tiene valor condicional. 14 compezaré a bravear: com enzaré a h acer bravatas y am enazas.

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CEBADÓN. —Yo diré a vuestra merced qué remedio; que tomemos sendos palos y que vamos calle abajo, vuestra merced primero, yo tras de él. Y, si a dicha le encontramos, cobrare­ mos nuestros dineros. Cuando no13, servirme ha de criado entonces. BREZANO. — ¿Qué es servirte de criado? CEBADÓN. — ¿Qué, señor? Que yo os com pe­ zaré a bravear14 con él, cóm o lo hizo de ruin hombre de llevarse los dineros sin parche, ni pierna arrastrando; y, en esto, vuestra merced descargará con la paliza.

BREZANO. — Pues, ¡sus!, vamos. CEBADÓN. — Vamos.

Vuelve el ladrón. SAMADEL. — Bien dicen que lo bien ganado se pierde, y lo malo, él y su amo. Esto dígolo por­ que aquellos dineros que tomé al simple mozo, los medios se fueron en un resto15 y los otros se quedaron en un bodegón. Dícenme que van en busca mía; no tengo otro remedio sino diferen­ ciar la lengua16.

15 resto: en los juegos de envite, cantidad que se considera para jugar y envidar.

BREZANO. — Haz que le conozcas bien.

16 diferenciar la lengua:

CEBADÓN. — Pierda cuidado vuestra merced, que yo le conoceré rebién. Véngase poco a poco tras mí.

hablar una lengua diferente.

BREZANO. — Anda. CEBADÓN. — ¡Señor, señor! BREZANO. — ¿Qué? CEBADÓN. — Caza tenemos: el del sombrerito es. BREZANO. — Cata que sea él. CEBADÓN. — Que sí, señor: éste me tomó los dineros. BREZANO. — ¡Sus! Háblale. CEBADÓN. — ¡Hombre de bien! SAMADEL*. — ¡La gran bagasa qui us parí!17 CEBADÓN. — No habla cristianamente18, señor. * Observa que las expresiones deformadas y crípticas de Samadel, que vienen a continuación, son propias del len­ guaje de germanía (léxico de los delincuentes), aunque Rueda maneja también formas lingüísticas del catalán y del valenciano.

17 La gran bagasa qui us parí: la gran puta que os parto.

18cristiana­ m ente: en cristiano, con claridad.

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BREZANO. habla. 19 Iuta drame a roquido dotos los durbeles: tu m adre h a recorrido todos los burdeles. 20 ¡No he fet yo tan gran llegea!: no h e com etido y o tan gran infam ia. 21 Que él los pagará aunque se pea: qu e él los p a g a rá au n qu e tire pedos. 22higa: gesto d e

burla o desprecio qu e se ejecuta cerrando el puño y m ostrando el d ed o pu lgar p o r entre el d edo índice y el cordial.

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-Sepamos, pues, en qué lengua

SAMADEL. — Iuta drame a roquido dotos los dur­ beles19. BREZANO. — ¿Qué dijo? CEBADÓN. — Que se los comió de pasteles. SAMADEL. — ¡No he fet yo tan gran llegea!20 BREZANO. — ¿Qué es lo que dice? CEBADÓN. — Que él los pagará aunque se pea21. SAMADEL. — ¿Qué he de pagar? CEBADÓN. — Los dineros que me quisiste hur­ tar. SAMADEL. — Tomad una higa22 para vos, don villano. CEBADÓN. — Pero tomad vos esto, don ladrón tacaño. BREZANO. — ¡Eso sí! ¡Dale! CEBADÓN. — ¡Aguarda! ¡Aguarda!

8 . L o p e d e R u e d a : L a s a c eitu n a s [Paso séptimo, muy gracioso, en el cual se in­ troducen las personas siguientes, compuesto por Lope de Rueda: TORUVIO, simple, viejo; ÁGUEDA DE TORUÉGANO, su mujer; MENCIGÜELA, su hija; ALOJA, vecino]. TORUVIO. — ¡Válgame Dios, y qué tempestad ha hecho desde el requebrajo1 del monte acá, que no parecía sino que el cielo se quería hundir y las nubes venir abajo! Pues decid ahora: ¿qué os tendrá aparejado de com er la señora de mi mujer? ¡Así mala rabia la mate! ¡Oíslo!2 ¡Mochacha! ¡Mencigüela! ¡Si todos duermen en Zamo­ ra...!3 ¡Águeda de Toruégano! ¡Oíslo! MENCIGÜELA. — Jesús, padre! ¿Y habeisnos de quebrar las puertas? TORUVIO. — ¡Mirad qué pico, mirad qué pico! ¿Y adonde está vuestra madre, señora?

1 requebrajo: hen didu ra o qu ebradu ra del monte. 2 Oíslo: esposa, p erson a de confianza. 3 Esta fr a se tiene su origen en un rom ance. El sentido p arece obvio p o r el contexto.

MENCIGÜELA. ■ — Allá está, en casa de la vecina, que le ha ido a ayudar a coser unas madejillas. TORUVIO. — ¡Malas madejillas vengan por ella y por vos! ¡Andad y llamadla! ÁGUEDA. — Ya, ya, el de los misterios4, ya viene de hacer una negra carguilla de leña, que no hay quien se averigüe con él5. TORUVIO. — Sí..., ¿carguilla de leña le parece a la señora? Juro al cielo de Dios que éramos yo y vuestro ahijado a cargarla y no podíamos. ÁGUEDA. — Ya, noramaza6 sea, marido. ¡Y qué mojado que venís! TORUVIO. — Vengo hecho una sopa de agua. Mujer, por vida vuestra, que me deis algo que cenar.

4 el de los m isterios: el qu e h abla de fo r m a atropellada. 5 se averigüe con él: se avenga con él. 6 noramaza: en hora m ala.

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ÁGUEDA. — ¿Yo qué diablos os tengo de dar, si no tengo cosa ninguna? MENCIGÜELA. — Jesú s, padre, y qué mojada que venía aquella leña! 7 Frase qu e se em plea p a r a responder a quien d u d a d e algún suceso conocido. 8 renuevo: árbol nuevo recién plantado.

TORUVIO. — Sí, después dirá tu madre que es el alba7... ÁGUEDA. — Corre, mochacha; aderézale un par de huevos para que cene tu padre y hazle luego la cama. Yo os aseguro, marido, que nunca se os acordó de plantar aquel renuevo8 de aceitunas que rogué que plantaseis. TORUVIO. — ¿Pues en qué me he detenido sino en plantarle como me rogaste? ÁGUEDA. — Callad, marido. ¿Y adonde lo plan­ taste?

9 breval: árbol m ayor qu e la higuera qu e d a brevas e higos.

9bis es decir, produ cirá unos doscientos cincuenta litros.

TORUVIO. — Allí junto a la higuera breval9, adon­ de, si se os acuerda, os di un beso. MENCIGÜELA. — Padre, bien puede entrar a cenar, que ya está aderezado todo. ÁGUEDA. — Marido, ¿no sabéis qué he pensado? Que aquel renuevo de aceitunas que plantaste hoy, que de aquí a seis o siete años llevará cuatro o cin­ co hanegas de aceitunas9bis; y que, poniendo plan­ tas acá y plantas acullá, de aquí a veinte y cinco o treinta años, tendréis un olivar hecho y derecho. TORUVIO. — Eso es la verdad, mujer; que no puede dejar de ser lindo. ÁGUEDA. — Mirad, marido, ¿sabéis qué he pensa­ do? Que yo cogeré el aceituna y vos la acarrearéis con el asnillo y Mencigüela la venderá en la plaza. Y mira, mochacha, que te mando que no me des menos el celemín* de a dos reales castellanos.

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* A proxim adam ente, Águeda quiere pedir cincuenta m ara­ vedíes más que Toruvio.

TORUVIO. — ¿Cómo a dos reales castellanos? ¿No veis que es cargo de conciencia y nos llevará el amotacén10 cada día la pena? Que basta pedir a catorce o quince dineros por celemín. ÁGUEDA. — Callad, marido, que es el veduño11 de la casta de los de Córdoba. TORUVIO. — Pues aunque sea de la casta de los de Córdoba, basta pedir lo que tengo dicho. ÁGUEDA. — Ora no me quebréis la cabeza. Mira, mochacha, que te mando que no las des menos el celemín de a dos reales castellanos.

10 amotacén: alm otacén, p erson a en cargada de controlar las p esa s y m edidas en el m ercado. 11 veduño: casta o varied ad de vid.

TORUVIO. — ¿Cómo a dos reales castellanos? Ven acá, mochacha, ¿a cómo has de pedir? MENCIGÜELA. — A como quisiereis, padre. TORUVIO. — A catorce o quince dineros. MENCIGÜELA. — Así lo haré, padre. ÁGUEDA. — ¿Cómo «así lo haré, padre»? Ven acá, mochacha: ¿a cómo has de pedir? MENCIGÜELA. — A como mandarais, madre. ÁGUEDA. — A dos reales castellanos. TORUVIO. — ¿Cómo a dos reales castellanos? Yo os prometo que12, si no hacéis lo que yo os mando, que os tengo de dar más de doscientos correonazos. ¿A cómo has de pedir?

12 prometo: prevengo.

MENCIGÜELA. — A como decís vos, padre. TORUVIO. — A catorce o quince dineros. MENCIGÜELA. —Así lo haré, padre. ÁGUEDA. — ¿Cómo «así lo haré, padre»? Tomad, tomad, haced lo que yo os mando. TORUVIO. — Dejad la mochacha. MENCIGÜELA. — ¡Ay, madre! ¡Ay, padre, que me mata!

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ALOJA. — ¿Qué es esto, vecinos? ¿Por qué mal­ tratáis ansí la mochacha? ÁGUEDA. — ¡Ay, señor! Este mal hombre que me quiere dar las cosas a menos precio y quiere echar a perder mi casa. ¡Unas aceitunas que son como nueces! TORUVIO. — Yo juro a los huesos de mi linaje que no son ni aun como piñones. ÁGUEDA. — ¡Sí son! TORUVIO. — ¡No son! 13 tamaño: tan grande.

14 póngase todo del quebranto: piérdase todo.

ALOJA. — Ora, señora vecina, hacedme tamaño13 placer que os entréis allá dentro, que yo lo ave­ riguaré todo. ÁGUEDA. —Averigüe o póngase todo del que­ branto14. ALOJA. — Señor vecino, ¿qué son de las aceitu­ nas? Sacadlas acá fuera, que yo las compraré, aunque sean veinte hanegas. TORUVIO. —Que no, señor, que no es de esa manera que vuestra merced se piensa; que no están las aceitunas aquí en casa, sino en la heredad. ALOJA. — Pues traedlas aquí, que yo os las com­ praré todas al precio que justo fuere. MENCIGÜELA. — A dos reales quiere mi madre que se venda el celemín. ALOJA. — Cara cosa es esa. TORUVIO. —¿No le parece a vuestra merced? MENCIGÜELA. — Y mi padre a quince dineros. ALOJA. —Tenga yo una muestra de ellas.

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TORUVIO. — ¡Válgame Dios, señor! Vuestra mer­ ced no me quiere entender... Hoy he yo planta­

do un renuevo de aceitunas y dice mi mujer que de aquí a seis o siete años llevará cuatro o cinco hanegas de aceituna y que ella la cogería y que yo la acarrease y la mochacha la vendiese. Y que, a fuerza de derecho15, había de pedir a dos rea­ les por cada celemín. Yo, que no; y ella, que sí. Y sobre esto ha sido la cuestión. ALOJA. — ¡Oh, qué graciosa cuestión! Nunca tal se ha visto. ¡Las aceitunas no están plantadas y ha llevado la mochacha tarea16 sobre ellas! MENCIGÜELA. — ¿Qué le parece, señor?

15 fuerza de derecho: p o r derecho propio.

16 tarea: som anta, p aliza.

TORUVIO. — No llores, rapaza. La m ochacha, señor, es como un oro. Ora andad, hija, y poned­ me la mesa, que yo os prometo de hacer un sayuelo de las primeras aceitunas que se ven­ dieren. ALOJA. — Ora, andad, vecino; entraos allá aden­ tro y tened paz con vuestra mujer. TORUVIO. — Adiós, señor. ALOJA. — Ora, por cierto, que cosas vemos en esta vida que ponen espanto...17. Las aceitunas no están plantadas, ya las habernos visto reñidas. Razón será que dé fin a mi embajada.

17 espanto: adm iración.

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LOAS

En el teatro del Siglo de Oro, las representaciones comenzaban con una loa, la cual consistía en un prólogo o discurso que ser­ vía para alabar a una persona, a la ciudad en donde se repre­ sentaba (se convirtió en un tópico), para captar la benevolencia de los espectadores (pidiendo que escucharan en silencio la come­ dia que se representaba después, mencionando la vida necesita­ da y trabajosa de los cómicos) o para fines similares. El deseo de captar la benevolencia del auditorio se nota en los términos con que las loas se dirigen a él: «generoso auditorio», «ilustre sena­ do», etc. Las loas se relacionan con los introitos o prólogos que recitaban los pastores en el teatro del Quinientos; tales introitos resumían el argumento de la farsa, égloga o comedia que iba a ser escenificada. Hay loas sacramentales (representadas antes de los autos), loas a los santos, loas cortesanas (escenificadas en los palacios y sitios reales), loas para casas particulares (destinadas a duques y condes) y loas de presentación de compañías (seña­ lan quiénes eran los miembros de la compañía dramática). La pri­ mera de las loas que editamos pertenece a un libro que recopila varias comedias de Lope de Vega; la segunda encabeza La famo­ sa comedia del mercader amante, de Gaspar Aguilar.

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9 . A n ó n im o : L oa

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Silencio vengo a pedir, y no lo negará nadie viendo que en esta ocasión es lícito y importante. Pero mientras me lo prestan, quiero ahora preguntarles una loa que parece cosa nueva y disparate: ¿cuál es aquel monstruo fiero que nació de nobles padres y parió una madre sola y de muchas madres nace? Es blanco y a veces negro, es humilde y arrogante, es muy flaco y animoso, y de poco ser, y es grave. Aquí es hombre, allí mujer; aquí niño, allí gigante; aquí habla, allí está mudo; aquí es clérigo, allí, fraile; aquí se hace pedazos, ya está entero en un instante; ya está vivo, ya está muerto; ya es de piedra, ya es de carne. Es más pesado que el plomo y más ligero que el aire; sin alas sube a los cielos y de allá en un punto cae. Tiene nave sin tenerlas, que do está usurpa las naves; da guerra al Turco sin gente; sin piezas, castillos bate. Es un cuerpo de mentiras, sus mentiras son verdades. Ved qué contrarios efectos en este sujeto caben.

Ya le ahorcan por ladrón, ya lo eligen por alcalde, ya lo quieren por señor, ya por fiel sube a ser grave. Aquí está en España ahora, y en un punto vive en Flandes; ya está en Indias, ya está en Roma, ya en Poniente, ya en Levante. ¿Hay quién declare esta loa? Pues sepa, el que no lo sabe, que lo que esto significa es sólo el representante. Este es el que en el tablado todas estas cosas hace cuando representar quiere y en muchas comedias sale. Ya sale mozo galán, ya sale viejo, ya paje, ya loco, ya portugués, ya borracho, ya estudiante, ya médico, ya letrado, ya tejedor, ya peraile1, ya se casa ochenta veces, aunque media vez le baste. Ya la loa he declarado; volvamos a lo importante, que es el silencio pedido por tres horas no cabales. Vuestras mercedes lo tengan y harannos merced muy grande: oiga el que fuere discreto, y el que fuere necio hable.

1 peraile: ca z a d o r de pañ os.

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1 0 . A n ó n im o : P r o l o g o

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o lo a

Matilde, condesa hermosa del condado de Lunago, por una grave dolencia de que estuvo muy al cabo, hizo voto de que iría peregrina a Santiago. El conde no lo estorbó, mas de acompañarla ha holgado. Parten a su romería sin criada ni criado, que hay más mérito creyendo habiendo mayor trabajo. No llevan dineros, no, ni menos letras de cambio; holgando de hacerse pobres se sustentan mendigando. Pasaron trabajos grandes por ser el camino largo y los delicados pies estar poco ejercitados. Y, sin esto, la condesa nueva carga ya llevando; preñada de siete meses estaba cuando ha llegado a la casa deseada, templo del apóstol santo, habiendo desde su tierra un año hasta allí tardado. El gozo que recibieron no es posible ser contado, el cual hizo que olvidasen los trabajos que han pasado. Adoran el santo cuerpo con razón reverenciado por el universo mundo

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donde quiera que hay cristianos, y de muchos peregrinos, de muy lejos, visitado. Tomaron conocimiento aquí con un ermitaño, que también por devoción visitaba el cuerpo santo. Éste a entrambos confesó, porque era también letrado. Entendido de cuán lejos habían allí aportado y que eran personas tales, afición les ha cobrado. Llegó a tanto la amistad que, habiéndoles convidado que fuesen a ver su ermita, fácilmente lo ha acabado. En un monte muy fragoso, y muy lejos de poblado, al medio de la subida moraba este padre anciano. Por aquí persona viva no aportaba en muchos años: conejos por él cruzaban, liebres, corzos y venados, y muchas maneras de aves andaban también volando. Era muy de ver la ermita, que en parte la ha fabricado maestra naturaleza, que una cueva allí ha labrado la industria del religioso; de otra parte la ha adornado con una capilla hermosa, fabricada por su mano. Cerca está una clara fuente, que hace, a poco trecho, un lago pequeño, en el cual había

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abundancia de pescado, cosa de entretenimiento, no ordenada para el pasto, porque apenas come de él seis veces o diez al año; de legumbres y hortaliza se mantiene de ordinario. Coge trigo para sí, y él mismo le muele a mano; tiene un horno donde cuece el pan o lo que ha amasado. Con esta comodidad la tuvo de hacer regalo a los huéspedes, que estaban allí muy regocijados. Pero como en esta vida se nos da el contento aguado, y luego tras el placer el pesar está aguardando, sucedió que a la condesa, sin pensar, le vino el parto en montaña tan desierta, en lugar tan solitario, con dos hombres solamente, sin otro ningún reparo. Fue el parto tan peligroso, que, a tener lo necesario, fuera mucho que escapara la triste en tan fuerte trago. Expiró entre los dolores de continuo a Dios llamando, y a la Virgen, su abogada, y al apóstol Santiago. El marido, casi muerto, quedó en tierra desmayado; y el niño, que casi estaba en el vientre atravesado, moviéndose por sí mismo,

que parece fue milagro, sacó la cabeza fuera, de que, asiendo el ermitaño, libre le sacó del vientre; y, habiéndole acomodado, saltó luego de la ermita, y de ella a muy pocos pasos vio dos cervaticos tiernos, entre breñas retozando, que en una pequeña cueva se entraron, donde él, llegado con la cierva que los cría, a la ermita vuelta ha dado, que siguió muy fácilmente por haberla ya vezado a tomar de allí ración y sustento de ordinario. Ésta dio la teta al niño, ésta le ha después criado; el conde, después que hubieron la difunta sepultado, con lágrimas en los ojos volvió para Santiago, donde adoleció y murió en breve, muy lastimado. Crió el ermitaño al niño como a un hijo muy amado, pareciéndole que Dios por tal se le había dado. Instruyóle en lo que vía convenible a buen cristiano. Crióse muy obediente, a ratos con él orando, a sus horas divirtiendo, y al trabajo le ayudando. Quince años allí estuvieron sin que viesen hombre humano cuando el ermitaño un día

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acordó de ir a poblado. Llevóse consigo al mozo, y del yermo le ha sacado. A León, ciudad antigua, por sus pasos han llegado. Iba el mozo embebecido, hacia acá y allá mirando, y de todo lo que vía al buen viejo preguntando. Preguntóle: «¿Qué es aquello más grande que los venados?» El viejo le respondió: «Hijo, muías y caballos». «¿Y aquellos que nos parecen en las caras, cuerpo y brazos?» «Hombres, hijo, cual nosotros, nuestros prójimos y hermanos». Vio unas damas muy hermosas y compuestas por el cabo; luego preguntó lo que eran. Dijo el viejo: «Son diablos; Dios nos libre, por quien es, de caer entre sus manos». Paróse algo triste el mozo, en el rostro lo mostrando; pero en fin de la ciudad a la ermita vuelta dando, andaba muy pensativo, confuso entre sí, callando. El viejo, cuando le vio ir tan mustio imaginando, le dijo: «¿Qué es tu pasión? Hijo, ¿de qué estás turbado? Dime en todo cuanto has visto lo que más te ha contentado». Respondió con un suspiro: «Los diablos que he mirado; desde el punto que los vi

me han el corazón robado: no me da otra cosa gusto; siempre en ellos voy pensando». Yo pienso también que me oye quien dice: «de esos diablos, esta noche, por mi cuerpo, vengan dos, o tres o cuatro». Yo, que no soy tan valiente, con uno tendré sobrado, con tal que escoger me dejen de los que me están mirando. Con que quiera me contento; no soy nada delicado; no pido sino eso poco; con eso estaré pagado. Después trataremos de ello; déjennos ahora un rato a mí y a los miradores; no me los diviertan tanto. También hay que ver aquí: no estén siempre allá mirando.

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ENTREMESES

Después de la loa, se iniciaba la primera jornada o acto de la comedia; a continuación, se escenificaba un entremés. En su ori­ gen, estas piezas se escribían en prosa y su comicidad solía ser bastante tosca, pero a comienzos del siglo xvn fueron perfeccio­ nadas por sus autores: el verso desplazó a la prosa y se cimenta­ ron las bases del éxito posterior. La comicidad, elemento funda­ mental, no se detuvo ante nada y se presentaban los defectos humanos sin escrúpulo alguno; la caricatura, con todo, sólo alcan­ zó a las personas humildes. Los entremeses fueron intercalados no sólo en las comedias, sino también en los autos sacramenta­ les. En ocasiones, el entremés se confundió con el sainete, aun­ que este género adquirió fisonomía propia en el siglo xvm. El autor de los dos primeros entremeses que editamos es Miguel de Cer­ vantes Saavedra (1547-1616), y el de los otros dos, Luis Quiño­ nes de Benavente (1581-1651). A pesar de su indudable impor­ tancia, parece ser que Cervantes nunca vio representados sus entremeses; en cambio, Quiñones de Benavente fue muy solici­ tado por las compañías. Una porción considerable de su teatro se editó en 1645 con el título de Jocoseria.

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1 1 . M ig u e l d e C e r v a n te s : E n trem és DE LA ELECCLÓN DE LOS ALCALDES DE DAGANZO [Salen el BACHILLER PESUÑA; PEDRO ESTORNUDO, escribano; PANDURO, regidor y ALONSO ALGARROBA, regidor], Rellánense1; que todo saldrá a cuajo2, si es que lo quiere el cielo benditísimo. algarroba Mas echémoslo a doce, y no se venda3. panduro Paz, que no será mucho que salgamos bien del negocio, si lo quiere el cielo. algarr. Que quiera o que no quiera, es lo que [importa... panduro ¡Algarroba, la luenga se os deslicia!4 Hablad acomedido y de buen rejo5, que no me suenan bien esas palabras: «Quiera o no quiera el cielo»; por san [Junco6, que, como presomís de resabido, os arrojáis a trochemoche7 en todo. algarr. Cristiano viejo soy a todo ruedo8, y creo en Dios a pies jontillas. bachilt.f r Bueno; no hay más que desear9. algarr. Y si, por suerte, hablé mal, yo confieso que soy ganso, y doy lo dicho por no dicho. panduro

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1Rellánense: siéntense cóm od a­ mente. 2 a cuajo: bien. 3 Algarroba propon e tratar la elección d e m odo superficial y vano. 4 la luenga se os deslíela: la lengua se os desliza. 5 De otro modo, »h a b la d con res­ peto y comedido·. 6 san Junco: santo ficticio. Lo

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mism o m ás abajo: san Pito. Son ju ram en tos típicos del sayagués. 7 a trochem oche: d e m odo p re­ cipitado. 8 a todo ruedo: sin defecto, puro, cristiano viejo; es decir, sin som bra d e sangre m ora o ju d ía en sus venas. 9 Esto es, sien d o cristian o viejo y creyente, no es n ecesario n a d a m ás p a r a ser elegido alcald e.

Basta; no quiere Dios del pecador más malo, sino que viva y se arrepienta. algarr. Digo que vivo, y me arrepiento, y que conozco 20 que el cielo puede hacer lo que él quisiere, sin que nadie le pueda ir a la mano10, especial cuando llueve. panduro De las nubes, Algarroba, cae el agua, no del cielo. algarr. ¡Cuerpo del mundo!11, si es que aquí [venimos 25 a reprochar los unos a los otros, díganmoslo12; que a fe que no le falten reproches a Algarroba a cada paso. bachiller R edeam u s a d rem 13, señor Panduro. Y señor Algarroba, no se pase 30 el tiempo en niñerías excusadas. Juntám onos aquí para disputas impertinentes? ¡Bravo caso es éste, que siempre que Panduro y Algarroba están juntos, al punto se levantan 35 entre ellos mil borrascas y tormentas de mil contradictorias intenciones! escribano El señor bachiller Pesuña tiene demasiada razón; véngase al punto, y mírese qué alcaldes nombraremos 40 para el año que viene, que sean tales, que no los pueda calumniar Toledo14, sino que los confirme y dé por buenos, pues para esto ha sido nuestra junta.

escribano

10 le pueda ir a la m ano: p u ed a contenerlo. 11 Cuerpo del mundo: eufem is­ m o p a r a evitar juram entos com o *Cuerpo d e Cristo« o similares. 12 díganmoslo: dígannoslo. Se trata d e un vulgarismo.

13 Redeamus ad rem : volvamos a l caso. 14 Es decir, p a r a q u e Toledo, d e d on d e d ep en d ía D aganzo, no les p u d ie ra atribu ir actos irre­ gulares.

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De las varas15 hay cuatro pretensores16: 45 Juan Berrocal, Francisco de Humillos, Miguel Jarrete y Pedro de la Rana; hombres todos de chapa y de caletre17, que pueden gobernar, no que a Daganzo, sino a la misma Roma. algarr. A Romanillos18. 50 escribano ¿Hay otro apuntamiento? ¡Por san Pito que me salga del corro! algarr. Bien parece que se llama Estornudo el escribano, que así se le encarama y sube el humo19. Sosiégúese, que yo no diré nada. 55 panduro ¿Hallarse han por ventura en todo el sorbe? algarr. ¿Qué es sorbe? ¿Sorbe-huevos? O rbe diga el discreto Panduro, y serle ha sano20. panduro Digo que en todo el mundo no es posible que se hallen cuatro ingenios como aquesto,s60 de nuestros pretensores. alg a rr. Por lo menos, yo sé que Berrocal tiene el más lindo distinto21. escribano ¿Para qué? alg a rr. Para ser sacre en esto de mojón y cata-vinos22. En mi casa probó los días pasados 65 una tinaja, y dijo que sabía el claro vino a palo, a cuero y hierro: acabó la tinaja s l i camino panduro

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15 varas: las qu e llevaban los alcaldes; sim bolizaban su p o d er y autoridad. 16 pretensores: pretendientes, candidatos. 17 de chapa y caletre: personas principales e inteligentes. 18 Romanillos: p u eb lo d e la provincia d e G u ad alajara. El person aje se burla d e la ca p a ci­

d a d d e sus vecinos p a r a g ober­ nar. 19 sube el hum o: se en fad a. 20 serle ha sano: se sobrentiende le será sano consejo.

21 distinto: instinto. Se trata de otro vulgarismo. 22 El sentido es s e r un h alcón - o •ser un lince". Mojón y catavi­ nos: ca ta d o r d e vinos.

y hallóse en el asiento de ella un palo pequeño, y de él prendía una correa 70 de cordobán y una pequeña llave. escribano ¡Oh rara habilidad! ¡Oh raro ingenio! Bien puede gobernar el que tal sabe a Alanís, y a Cazalla, y aun a Esquivias23. algarr. Miguel Jarrete es águila. bachiller ¿En qué modo? 75 algarr. En tirar con un arco de bodoques24. bachiller ¿Qué, tan certero es? algarr. Es de manera, que, si no fuese porque los más tiros se da en la mano izquierda, no habría pájaro en todo este contorno. bachiller ¡Para alcalde 80 es rara habilidad, y necesaria! algarr. ¿Qué diré de Francisco de Humillos? Un zapato remienda como un sastre. Pues ¿Pedro de la Rana? No hay memoria que a la suya se iguale; en ella tiene 85 del antiguo y famoso perro de Alba* todas las coplas, sin que letra falte. panduro Éste lleva mi voto. escribano Y aun el mío. algarr. A Berrocal me atengo. bachiller Yo a ninguno, si es que no dan más pruebas de su ingenio, 90 a la jurisprudencia encaminadas. algarr. Yo daré un buen remedio, y es aqueste: 23 Alanís, Cazalla, Esquivias: lugares famosos por sus vinos.

2Aarco de bodoques: arco que, en vez de flechas, disparaba pelotas de hierro (bodoques).

* Coplas del perro de Alba: coplas antisemitas, muy divulgadas en el siglo XVI. Se contaba en ellas el pleito que interpusieron los judí­ os de Alba de Tormes a un perro que los atacaba sin cesar. Obser­ va que este candidato, por ser antijudío, obtiene inmediatamente dos votos.

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hagan entrar los cuatro pretendientes, y el señor Bachiller Pesuña puede examinarlos, pues del arte sabe, 95 y, conforme a su ciencia, así veremos quién podrá ser nombrado para el cargo. escribano ¡Vive Dios, que es rarísima advertencia! panduro Aviso es, que podrá servir de arbitrio25 para su Jamestad26; que, como en corte 100 hay potra-médicos27, haya potra-alcaldes. algarr. P rota, señor Panduro; que no p otra. panduro Como vos no hay friscal en todo el mundo. algarr. ¡Fiscal, pese a mis males! escribano ¡Por Dios santo que es Algarroba impertinente! ALGARR. Digo '105 que, pues se hace examen de barberos, de herradores, de sastres, y se hace de cirujanos y otras zarandajas28, también se examinasen para alcaldes, y, al que se hallase suficiente y hábil 110 para tal menester, que se le diese carta de examen29, con la cual podría el tal examinado remediarse; porque de lata en una blanca caja la carta acomodando merecida, 115 a tal pueblo podrá llegar el pobre, que le pesen a oro*; que hay hogaño30

25 arbitrio: consejo, solución. 26Jam estad: majestad. 27 potra-médicos: protomédicos (expertos que examinaban a los aspirantes a médico). Potra es

una hernia en el escroto.

28 zarandajas: tonterías. 29carta de exam en: título, 30 hogaño: en este año.

* E l sentido del pasaje es: en una blanca caja de lata, en donde se

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guardaban los documentos, el examinando podría llevar cómoda y merecidamente el título (4a carta») a tal pueblo, en donde podría enriquecerse («le pesen a oro»)· Cervantes vela su crítica a la corrup­ ción bajo el disfraz de un hipérbaton.

carestía de alcaldes de caletre en lugares pequeños casi siempre. bachiller Ello está muy bien dicho y bien pensado: llamen a Berrocal, entre, y veamos dónde llega la raya de su ingenio. algarr. Humillos, Rana, Berrocal, Jarrete; los cuatro pretensores se han entrado.

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Entran estos cuatro labradores. Ya los tienes presentes. Bien venidos 125 sean vuestras mercedes. berrocal Bien hallados vuestras mercedes sean. panduro Acomódense, que asientos sobran. humillos ¡Siéntome, y me siento!31 jarrete Todos nos sentaremos, Dios loado. rana ¿De qué os sentís, Humillos? humillos De que vaya 130 tan a la larga nuestro nombramiento. ¿Hémoslo de comprar a gallipavos32, a cántaros de arrope y a abiervadas*, y botas de lo añejo tan crecidas, que se arremetan a ser cueros?33 Díganlo, 135 y pondrase remedio y diligencia. b achiller N o hay sobornos aquí. Todos estamos de un común parecer, y es que el que fuere más hábil para alcalde, ése se tenga bachiller

31 me siento: me aflijo. 32 gallipavos: ave gallinácea.

33 Se pregunta si las botas deben estar tan llenas que parezcan cueros de vino.

* Ignoramos el significado exacto del vocablo abierv a d a s. Quizá, por errata, pudiera referirse a «terneras que com ienzan a com er hierba» Gahierbadas»)· En cualquier caso, el pasaje alude al sobor­ no que existía para lograr un cargo público. Arrope: jarabe.

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por escogido y por llamado*. Bueno; 140 yo me contento. BERROCAL Y yo. bachiller Mucho en buen hora. humillos También yo me contento. jarrete De ello gusto. bachiller Vaya de examen**, pues. humillos De examen venga. bachiller ¿Sabéis leer, Humillos? humillos No, por cierto, ni tal se probará que en mi linaje 145 haya persona tan de poco asiento34, que se ponga a aprender esas quimeras que llevan a los hombres al brasero35 y a las mujeres, a la casa llana36. Leer no sé, mas sé otras cosas tales, 150 que llevan al leer ventajas muchas. bachiller Y ¿cuáles cosas son? humillos ' Sé de memoria todas cuatro oraciones, y las rezo cada semana cuatro y cinco veces***. rana Y ¿con eso pensáis de ser alcalde? 155 rana

34 asiento: juicio. 35brasero: hoguera.

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36 casa llana: burdel, mancebía.

* Se trata de una alusión paródica y burlesca al evangelio de san Mateo (22, 14): -muchos son los llamados y pocos los escogidos». ** Ciertamente, los aspirantes a entrar en los distintos gremios debían superar un examen de ingreso en los mismos. Hay también una crí­ tica a los estatutos de limpieza de sangre, los cuales consistían en orde­ namientos que impedían a quienes tuvieran raza de moros, judíos, herejes o penitenciados el acceso a órdenes religiosas, cargos conce­ jiles, cofradías, gremios, etc. Los cristianos viejos, por el mero hecho de serlo, ya estaban acreditados para desempeñar cargos en los muni­ cipios. *** Fíjate en que Cervantes se burla de la religión rutinaria que prac­ ticaban los cristianos. También menciona la importancia que tenía entonces ser cristiano viejo para medrar. Las cuatro oraciones son

el padrenuestro, el avemaria, el credo y la salve.

Con esto, y con ser yo cristiano viejo, me atrevo a ser un senador romano. bachiller Está muy bien. Jarrete, diga ahora qué es lo que sabe. jarrete Yo, señor Pesuña, sé leer, aunque poco; deletreo, 160 y ando en el b e-a -b a bien ha tres meses, y en cinco más daré con ello a un cabo37; y, además desta ciencia que ya aprendo, sé calzar un arado38 bravamente, y herrar, casi en tres horas, cuatro pares 165 de novillos briosos y cerreros39; soy sano de mis miembros, y no tengo sordez ni cataratas, tos ni reúmas; y soy cristiano viejo como todos, y tiro con un arco como un Tulio*. 170 algarr. ¡Raras habilidades para alcalde, necesarias y muchas! bachiller Adelante. ¿Qué sabe, Berrocal? berrocal Tengo en la lengua toda mi habilidad, y en la garganta; no hay mojón en el mundo que me llegue; 175 sesenta y seis sabores estampados tengo en el paladar, todos vináticos. algarr. Y ¿quiere ser alcalde? berrocal Y lo requiero; pues, cuando estoy armado a lo de Baco, humillos

37 Esto es, acabaré. 38 calzar un arado: reemplazar

otra nueva.

39 cerrero: bravo,

la reja gastada del arado por

* Marco Tulio Cicerón (106-43 a.C.), escritor y político romano. Mayormente, es conocido como el orador más elocuente de Roma y com o hombre de letras. Se trata de un símil gracioso y dispara­ tado que, como otros («un zapato remienda com o un sastre») con­ tribuye a ridiculizar a los personajes y a mostrar su incompetencia para el gobierno.

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así se me aderezan los sentidos 180 que me parece a mí que en aquel punto podría prestar leyes a Licurgo y limpiarme con Bártulo*. panduro ¡Pasito; que estamos en concejo! berrocal No soy nada melindroso ni puerco; sólo digo 185 que no se me malogre mi justicia, que echaré el bodegón por la ventana40. bachiller ¿Amenazas aquí? Por vida mía, mi señor Berrocal, que valen poco. ¿Qué sabe Pedro Rana? rana Como Rana, 190 habré de cantar mal; pero, con todo, diré mi condición, y no mi ingenio. Yo, señores, si acaso fuese alcalde, mi vara no sería tan delgada como las que se usan de ordinario: 195 de una encina o de un roble la haría, y gruesa de dos dedos, temeroso que no me la encorvase el dulce peso de un bolsón de ducados**, ni otras dádivas, o ruegos, o promesas, o favores; 200 que pasan*** como plomo, y no se sienten hasta que os han brumado41 las costillas 40 echaré el bodegón por la ventana: me enfadaré.

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41 brumado: golpeado, molido.

* Berrocal asegura que, cuando está borracho (-armado a lo de Baco»), podría ser más experto en leyes que Licurgo (ilustre legis­ lador griego) y limpiarse el trasero con los libros de Bártulo (céle­ bre jurisconsulto italiano). En la mitología romana, Baco es el dios del vino. Suele ser representado con racimos de uvas. En su honor, se organizaban orgías y actos licenciosos (bacanales). ** En aquellos tiempos, no se operaba con este género de m one­ da, aunque mantenía su valor: once reales y un maravedí. *** El verbo p a s a r tenía antiguamente el significado de "traspasar”, «quebrantar», cuando se hablaba de normas, leyes, etc.

del cuerpo y alma. Y junto con aquesto, sería bien criado y comedido, parte severo y nada riguroso; 205 nunca deshonraría al miserable que ante mí le trajesen sus delitos; que suele lastimar una palabra de un juez arrojado42, de afrentosa, mucho más que lastima su sentencia, 210 aunque en ella se intime cruel castigo. No es bien que el poder quite la crianza43, ni que la sumisión de un delincuente haga al juez soberbio y arrogante. algarr. Vive Dios, que ha cantado nuestra Rana 215 mucho mejor que un cisne cuando muere!* panduro Mil sentencias ha dicho censorinas. ALGARR. De Catón Censorino**; bien ha dicho el regidor Panduro. panduro ¡Reprochadme! aigarr . Su tiempo se vendrá. escribano Nunca acá venga. 220 ¡Terrible inclinación es, Algarroba, la vuestra en reprochar! algarr. No más, so escriba. escribano ¿Qué escribcf**, fariseo? bachiller ¡Por san Pedro, que son muy demasiadas demasías estas! a lg a r r. Y o me burlaba. escribano Y yo me burlo. 225 bachiller Pues no se burlen más, por vida mía. 42 arrojado: au daz.

43 crianza: edu cación , cortesía.

* Se dice que el cisne canta de form a m uy dulce antes de morir. ** Se trata de Catón el Censor, fam oso orador rom ano. *** Escriba: escribano, pero entre los judíos significa «persona que interpreta la ley". Algarroba llama «judío» al escribano. Nótese que el pueblo asimilaba a los judíos co n las actividades intelectuales o, simplemente, con quien tuviera estudios.

147

algarr.

Quien miente, miente. Y quien verdad pronuncia,

escribano

algarr.

dice verdad. Verdad.

Pues punto en boca. Esos ofrecimientos que ha hecho Rana, son desde lejos. A fe que si él empuña. 230 vara, que él se trueque y sea otro hombre del que ahora parece. bachiller Está de; molde lo que Humillos ha dicho. humillos Y más añado: que, si me dan la vara, verán cómo no me mudo ni trueco, ni me cambio. 235 bachiller Pues veis aquí la vara, y haced cuenta que sois alcalde ya. algarr. ¡Cuerpo del mundo! ¿La vara le dan zurda?44 humillos ¿Cómo zurda? algarr. Pues ¿no es zurda esta vara? Un sordo o mudo lo podrá echar de ver desde una legua. 240 humillos ¿Cómo, pues, si me dan zurda la vara, quieren que juzgue yo derecho? escribano El diablo tiene en el cuerpo este Algarroba; ¡miren dónde jamás se han visto varas zurdas! escribano humillos

Entra UNO. uno

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Señores, aquí están unos gitanos con unas gitanillas milagrosas45; y aunque la ocupación se les ha dicho en que están sus mercedes, todavía

44 vara zurda: nuevo ejemplo d e la incoherencia d e los villanos y d e su in cap acid ad p a r a gober­ nar. P or oposición con -vara

245

derecha- (justa), p u ed e alu d ir el p erson aje a la injusticia qu e se comete. 45 milagrosas: hermosas.

porfían que han de entrar a dar solacio46 a sus mercedes. bachiller Entren, y veremos 250 si nos podrán servir para la fiesta del Corpus, de quien yo soy mayordomo47. panduro Entren mucho en buen hora. bachiller Entren luego. humillos Por mí, ya los deseo. jarrete Pues yo, pajas48. rana ¿Ellos no son gitanos? Pues adviertan 255 que no nos hurten las narices*. uno Ellos, sin que los llamen, vienen; ya están dentro.

Entran LOS MÚSICOS, de gitanos, y dos gitanas bien aderezadas, y, al son de este romance que han de can­ tar los músicos, ellas dancen. músicos

«Reverencia os hace el cuerpo, regidores de Daganzo, hombres buenos de repente, hombres buenos de pensado; de caletre prevenidos para proveer los cargos que la ambición solicita entre moros y cristianos. parece que os hizo el cielo, el cielo, digo, estrellado,

260

265

la fiesta de Corpus Christi.

46 solacio: solaz. 47 m ayordom o del Corpus:

48 Da a entender que puede

persona encargada de organizar

hacerlo como los otros.

* Fíjate en la habitual desconfianza del pu eblo respecto de los gitanos.

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Sansones para las letras, y para las fuerzas Bártulos»*. jarrete Todo lo que se canta toca historia**. 270 humillos Ellas y ellos son únicos y ralos49. algarr. Algo tienen de espesos. BACHILLER Ea, S U ffic ít 50. músicos «Como se mudan los vientos, como se mudan los ramos, que, desnudos en invierno, 275 se visten en el verano, mudaremos nuestros bailes por puntos51, y a cada paso, pues mudarse las mujeres no es nuevo ni extraño caso. 280 ¡Vivan de Daganzo los regidores, que parecen palmas, puesto que son robles!».

Bailan. jarrete

¡Brava trova, por Dios!

Y muy sentida. Estas se han de imprimir, para que quede memoria de nosotros en los siglos 285 de los siglos. Amén. bachiller Callen, si pueden. músicos «Vivan y revivan, y en siglos veloces humillos

berrocal

49 ralos: raros. Algarroba aprovecha la deformación léxica para oponer el vocablo a espesos.

150

50 sufficit: es suficiente. 51 por puntos: de un momento a otro.

* Cervantes menciona de nuevo la insensatez de los villanos: usan al revés la fuerza y el entendimiento. Sansón fue un héroe hebreo del Antiguo Testamento. A causa de la potencia sobrenatural de su cabellera, realizó grandes hazañas hasta que fue traicionado por Dalila, quien durante el sueño le rasuró los cabellos. Bártulo fue un prestigioso hombre de leyes. ** Probable alusión a los pleitos que mantuvieron los villanos de Daganzo con el conde, su señor.

del tiempo los días pasen con las noches, sin trocar la edad, que treinta años forme, ni tocar las hojas de sus alcornoques. Los vientos que anegan si contrarios corren, cual céfiros blandos en sus mares soplen. ¡Vivan de Daganzo los regidores, que palmas parecen, puesto que son [robles!» bachiller El estribillo en parte me desplace; pero, con todo, es bueno. berrocal Ea, callemos. músicos «Pisaré yo el polvico*, a tan menudico, pisaré yo el polvo a tan menudo». panduro Estos músicos hacen pepitoria52 de su cantar. humillos Son diablos los gitanos. músicos «Pisaré yo la tierra por más que esté dura, puesto que me abra en ella amor sepultura, pues ya mi buena ventura amor la pisó a tan menudo. Pisaré yo lozana

290

295

300

305

310

315

52 hacen pepitoria: mezclan asuntos de forma desordenada.

* Esta canción originó el baile del polvico, que algunos tachaban de inmoral. Otro tanto ocurría con los bailes de la zarabanda y la chacona.

el más duro suelo, si en él acaso pisas el mal que recelo; mi bien se ha pasado en vuelo. Y el polvo dejó a tan menudo».

320

Entra un SOTA-SACRISTÁN53, muy mal endeliñado. Señores regidores, ¡voto a dico54, que es de bellacos tanto pasatiempo! ¿Así se rige el pueblo, noramala55, 325 entre guitarras, bailes y bureos?56 bachiller ¡Agarradle, Jarrete! jarrete Ya le agarro. bachiller Traigan aquí una manta; que, por Cristo, que se ha de mantear este bellaco, necio, desvergonzado e insolente, 330 y atrevido además. sacristán ¡Oigan, señores! algarr. Volveré con la manta a las volandas. sacristán

Éntrase ALGARROBA. sacristán bachiller sacristán

Miren que les intimo que soy présbiter*. ¿Tú presbítero, infame? Yo presbítero; o de prima tonsura, que es lo mismo. 335

53 Sotasacristán: ayudante del sacristán. Endeliñado: compues­ to, aliñado. 54 voto a dico: voto a Dios.

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55 noramala: en hora mala. 56 bureos: regodeos, fiestas, jol­ gorios.

* O bserva que el sacristán presum e de haber recibido la orden mayor del presbiterado, pero, com o no es cierto, el bachiller lo tacha de infame. La prima tonsura es el primero de los grados cle­ ricales, pero no llega a ser ni siquiera orden menor; supone úni­ camente la admisión en el estado eclesiástico.

Agora lo veredes, dijo Agrajes*. hay Agrajes aquí. b ach iller Pues habrá grajos57 que te piquen la lengua y aun los ojos. rana Dime, desventurado: ¿qué demonio se revistió en tu lengua? ¿Quién te mete 340 a ti en reprender a la justicia? ¿Has tú de gobernar a la república? Métete en tus campanas y en tu oficio. Deja a los que gobiernan; que ellos saben lo que han de hacer, mejor que no [nosotros. , 345 Si fueran malos, ruega por su enmienda; si buenos, porque Dios no nos los quite. bachiller Nuestra Rana es un santo y un bendito. panduro

sacristá n N o

Vuelve ALGARROBA; trae la manta. ha de quedar por manta. b achiller Asgan58, pues, todos, sin que queden gitanos ni gitanas. 350 ¡Arriba, amigos! sacristán ¡Por Dios, que va de veras! ¡Vive Dios, si me enojo, que bonito soy yo para estas burlas! ¡Por san Pedro, que están descomulgados59 todos cuantos han tocado los pelos de la manta! 355 rana Basta, no más: aquí cese el castigo; que el pobre debe estar arrepentido. sacristán Y molido, que es más. De aquí adelante me coseré la boca con dos cabos de zapatero. rana Aqueso es lo que importa. 360

a lg a r r .

No

57 grajos: aves parecidas a los cuervos. 58Asgan: tercera persona deplu-

ral del presente de subjuntivo del verbo asir. 59Descomulgados: excomulgados.

* Fórmula empleada para retar o amenazar a alguien. La frase proce­ de de Amadís de Gaula y la citó también Cervantes en el Quijote.

Manteamiento del sacristán

Vénganse los gitanos a mi casa; que tengo qué decirles. gitanos Tras ti vamos. bachiller Quedarse ha la elección para mañana, y desde luego doy mi voto a Rana. gitanos ¿Cantaremos, señor? bachiller Lo que quisiéredes. 365 PANDURO No hay quien cante cual nuestra Rana* canta. jarrete No solamente canta, sino encanta. b achiller

Éntranse cantando «Pisaré yo elpolvico».

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* Cervantes asocia al futuro alcalde con el batracio, y se burla nue­ vamente de él.

1 2 . M ig u e l d e C e rv a n te s : E n trem és DEL RETABLO1 DE LAS MARAVILLAS

1 Retablo: espectáculo de

Salen CHANFALLA y la CHIRINOS\

ttteres'

CHANFALLA. — No se te pasen de la memoria, Chirinos, mis advertimientos, principalmente los que te he dado para este nuevo embuste, que ha de salir tan a luz como el pasado del llovista**. CHIRINOS. — Chanfalla ilustre, lo que en mí fuere tenlo como de molde; que tanta memoria tengo como entendimiento, a quien se junta una voluntad de acertar a satisfacerte, que excede a las demás potencias; pero dime: ¿de qué sirve este Rabelín*** que hemos tomado? Nosotros dos solos ¿no pudiéramos salir con esta empresa?2. 2salir con

esta empresa: llevar

CHANFALLA. — Habíamosle menester como el pan de la boca, para tocar en los espacios que tardaren en salir las figuras del retablo de las maravillas.

a buen puerto.

CHIRINOS. — Maravilla será si no nos apedrean por solo el Rabelín; porque, tan desventurada criaturi11a no la he visto en todos los días de mi vida.

Entra el RABELÍN. RABELÍN. — ¿Hase de hacer algo en este pueblo, señor autor?3 Que ya me muero porque vuestra merced vea que no me tomó a carga cerrada4.

3 autor: boy en día, el empresario. 4 a carga

cerrada: a tontas y a locas.

*Chanfalla, Chirinos: nombres asociados con falsedad, enre­ do y tosquedad. Chirinos significa «junta de rufianes». ** Se refiere al truco del que se valió un picaro para enga­ ñar a unos campesinos: les hizo creer que era capaz de pro­ vocar la lluvia. *** Alude a un músico de corta estatura. El rabel es un instru­ mento pastoril que se parece al laúd, pero el vocablo también servía para aludir al trasero cuando se hablaba con los niños.

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CHIRINOS. — Cuatro cuerpos de los vuestros no harán un tercio, cuanto más una carga*; si no sois más gran músico que grande, medrados estamos. 5 Compañía en que los actores (·partes0 se repartían los beneficios de modo proporcional.

6 no despuntes de aguda: no te pases de lista.

RABELÍN. — Ello dirá; que en verdad que me han escrito para entrar en una compañía de partes5, por chico que soy. CHANFALLA. — Si os han de dar la parte a medi­ da del cuerpo, casi será invisible. Chirinos: poco a poco estamos ya en el pueblo, y éstos que aquí vienen deben de ser, como lo son sin duda, el' Gobernador y los Alcaldes. Salgárnosles al encuentro, y date un filo a la lengua en la pie­ dra de la adulación; pero no despuntes de aguda6. (Salen el GOBERNADOR y BENITO REPO­ LLO, alcald e, βΙΑ Ν CASTRADO, regidor, y PEDRO CAPACHO, escrib a n o .) Beso a vuestras merce­ des las manos: ¿quién de vuestras mercedes es el Gobernador de este pueblo? GOBERNADOR. —Yo soy el Gobernador; ¿qué es lo que queréis, buen hombre?

7p erip atética: Aquí tiene el sentido de extravagante.

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CHANFALLA. —A tener yo dos onzas de enten­ dimiento, hubiera echado de ver que esa peri­ patética7 y anchurosa presencia no podía ser de otro que del dignísimo Gobernador de este hon­ rado pueblo; que, con venirlo a ser de las Alga­ rrobillas, lo deseche vuestra merced**. * Chirinos se burla de la corta estatura del m uchacho diciéndole que es tan pequeño que cuatro cuerpos com o el suyo no llegarían a formar la tercera parte -u n tercio- de una carga. ** Chanfalla invita al gobernador a que rech ace el gobier­ n o del pueblo para ocu par el de Algarrobillas. Com o este pueblo de la provincia de Cáceres era fam oso por sus jamo­ nes, p arece que Chanfalla considera que el gobernad or es un ilustre representante de los cristianos viejos. Sin em bar­ go, existía también la expresión «Ser de las Algarrobillas de Mérida», que indicaba ser cateto en grado sumo.

CHIRINOS. — En vida de la señora y de los seño­ ritos, si es que el Gobernador los tiene. CAPACHO. — No es casado el señor Gobernador. CHIRINOS. — Para cuando lo sea: que no se per­ derá nada. GOBERNADOR. — Y bien, ¿qué es lo que que­ réis, hombre honrado? CHIRINOS. — Honrados días viva vuestra mer­ ced, que así nos honra; en fin, la encina da bello­ tas; el pero, peras; la parra, uvas, y el honrado, honra*, sin poder hacer otra cosa. BENITO. — Sentencia Ciceronianca, sin quitar ni poner un punto. CAPACHO. — Ciceroniana quiso decir el señor Alcalde Benito Repollo. BENITO. — Siempre quiero decir lo que es mejor, sino que las más veces no acierto; en fin, buen hombre, ¿qué queréis? CHANFALLA. — Yo, señores míos, soy Montiel**, el que trae el retablo de las maravillas: hanme enviado a llamar de la corte los señores cofrades de los hospitales, porque no hay autor de come­ dias en ella, y perecen los hospitales***, y con mi ida se remediará todo. * Estos símiles sirven para burlarse del aldeano que presumía tener honra por el simple hecho de ser cristiano viejo. La répli­ ca de Benito, distorsionando el vocablo ciceroniana, contri­ buye a mostrar la ignorancia del personaje y a degradarlo. Es com o si Cervantes dijera: seréis honrados, pero analfabetos. ** M ontiel: Chanfalla se p resenta co m o si fuera un brujo (Montiel se p arece a Montiela, una h echicera citada en »El coloquio de los perros»), *** Observa que los hospitales dependían de las actividades dramáticas; cuando no había com pañías de teatro, se recu ­ rría al teatro de títeres. En esas fechas, habían muerto varios autores.

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GOBERNADOR. — Y ¿qué quiere decir Retablo

de las maravillas?

8 raza de confeso: persona que se ha convertido del judaismo o del mahometismo al cristianismo.

CHANFALLA. — Por las maravillosas cosas que en él se enseñan y muestran, viene a ser llama­ do Retablo de las maravillas; el cual fabricó y com puso el sabio Tontonelo* debajo de tales paralelos, rumbos, astros y estrellas, con tales puntos, caracteres y observaciones, que ningu­ no puede ver las cosas que en él se muestran que tenga alguna raza de confeso8, o no sea habi­ do y procreado de sus padres de legítimo matri­ monio; y el que fuere contagiado de estas dos tan usadas enfermedades, despídase de ver las cosas, jamás vistas ni oídas, de mi retablo. BENITO. —Ahora echo de ver que cada día se ven en el mundo cosas nuevas. Y ¡qué! ¿Se llamaba Tontonelo el sabio que el retablo compuso? CHIRINOS. — Tontonelo se llamaba, nacido en la ciudad de Tontonela: hombre de quien hay fama que le llegaba la barba a la cintura. BENITO. — Por la mayor parte, los hombres de grandes barbas son sabihondos.

9 debajo de su buen parecer: con su permiso.

10 entablo y arrim o: estoy conforme.

158

GOBERNADOR. — Señor Regidor Juan Castrado, yo determino, debajo de su buen parecer9, que esta noche se despose la señora Teresa Castra­ da, su hija, de quien yo soy padrino, y, en rego­ cijo de la fiesta, quiero que el señor Montiel muestre en vuestra casa su retablo. JUAN. — Eso tengo yo por servir al señor Gobernador, con cuyo parecer me convengo, entablo y arrimo10, aunque haya otra cosa en contrario. ’ Nombre jocoso basado en el lexema tonto. Se trata de una referencia paródica a un mago que aparece en los libros de caballería.

CHIRINOS. — La cosa que hay en contrario es que, si no se nos paga primero nuestro trabajo, así verán las figuras como por el cerro de Úbeda11. ¿Y vuestras mercedes, señores Justicias, tienen conciencia y alma en esos cuerpos? ¡Bueno sería que entrase esta noche todo el pue­ blo en casa del señor Juan Castrado, o como es su gracia12, y viese lo contenido en el tal retablo, y mañana, cuando quisiésemos mostrarle al pue­ blo, no hubiese ánima que le viese! No, señores, no, señores; ante omnia13 nos han de pagar lo que fuere justo.

11 D e otra m anera, -no las verán·.

12 com o es su gracia: com o es su nombre. 13 ante omnia: an te todo.

BENITO. — Señora autora, aquí no os ha de pagar ninguna Antona, ni ningún Antoño; el señor Regi­ dor Juan Castrado os pagará más que honrada­ mente, y si no, el Concejo. ¡Bien conocéis el lugar, por cierto! Aquí, hermana, no aguardamos a que ninguna Antona pague por nosotros. CAPACHO. — ¡Pecador de mí, señor Benito Repo­ llo, y qué lejos da del blanco! No dice la señora autora que pague ninguna Antona, sino que le paguen adelantado y ante todas cosas, que eso quiere decir ante omnia. BENITO. — Mirad, escribano Pedro Capacho, haced vos que me hablen a derechas, que yo entenderé a pie llano14; vos, que sois leído y escribido, podéis entender esas algarabías de allende15, que yo no. JUAN. — Ahora bien; ¿contentarse ha16 el señor autor con que yo le dé adelantados media doce­ na de ducados? Y más, que se tendrá cuidado que no entre gente del pueblo esta noche en mi casa. CHANFALLA. — Soy contento; porque yo me fío de la diligencia de vuestra merced y de su buen término.

14 a pie llano: sin tropiezo 15 algarabías de allende: razones disparatadas. 16 contentarse ha: se contentará.

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JUAN. — Pues véngase conmigo, recibirá el dine­ ro, y verá mi casa, y la comodidad que hay en ella para mostrar ese retablo. CHANFALLA,. — Vamos, y no se les pase de las mientes las calidades que han de tener los que se atrevieren a mirar el maravilloso retablo.

17 Es decir, goza de la protección de persona principal.

18 rancioso: de

BENITO. —A mi cargo queda eso, y sé decirle que, por mi parte, puedo ir seguro a juicio, pues tengo el padre Alcalde17; cuatro dedos de enjun­ dia de cristiano viejo rancioso18 tengo sobre los cuatro costados de mi linaje: ¡miren si veré el tal retablo!

linaje rancio, antiguo.

CAPACHO. —Todos le pensamos ver, señor Beni­ to Repollo.

19 Esto es, *no

JUAN. — No nacimos acá en las malvas19, señor Pedro Capacho.

nacimos pobres».

GOBERNADOR. —Todo será menester, según voy viendo, señores Alcalde, Regidor y Escribano. JUAN. — Vamos, autor, y manos a la obra; que Juan Castrado me llamo, hijo de Antón Castrado y de Juana Macha; y no digo más, en abono y seguro que podré ponerme cara a cara y a pie quedo delante del referido retablo. CHIRINOS. — ¡Dios lo haga! É ntranse JUAN CASTRADO y CHANFALLA. 20 De otro modo, *tengo vanidad y soy aficionado a comedias y máscaras·'.

21 Sin interrupción.

160

GOBERNADOR. — Señora autora, ¿qué poetas se usan ahora en la Corte, de fama y rumbo, espe­ cialmente de los llamados cómicos? Porque yo tengo mis puntas y collar de poeta, y picóme de la farándula y carátula20. Veinte y dos comedias tengo, todas nuevas, que se ven las unas a las otras21; y estoy aguardando coyuntura para ir a la corte y enriquecer con ellas media docena de autores.

CHIRINOS. — A lo que vuestra merced, señor Gobernador, me pregunta de los poetas, no le sabré responder; porque hay tantos, que quitan el sol, y todos piensan que son famosos. Los poe­ tas cómicos son los ordinarios y que siempre se usan, y así no hay para qué nombrarlos. Pero dígame vuestra merced, por su vida: ¿cómo es su buena gracia? ¿Cómo se llama? GOBERNADOR. — A mí, señora autora, me lla­ man el Licenciado Gomecillos22. CHIRINOS. — ¡Válgame Dios! ¿Y qué, vuestra merced es el señor Licenciado Gomecillos, el que compuso aquellas coplas tan famosas de L u cifer esta b a m alo y tóm ale m al d e fu era ? GOBERNADOR. Malas lenguas hubo que me qui­ sieron ahijar esas coplas, y así fueron mías como del gran Turco23. Las que yo compuse, y no lo quiero negar, fueron aquellas que trataron del diluvio de Sevilla*; que, puesto que los poetas son ladrones unos de otros, nunca me precié de hurtar nada a nadie: con mis versos me ayude Dios, y hurte el que quisiere.

22 Gomecillos:

un crítico identifica a este individuo con Francisco G óm ez de Quevedo (15801645).

23 Es decir, no fu ero n mías d e ningún modo.

Vuelve CHANFALLA. 24in corbona:

CHANFALLA. — Señores, vuestras mercedes ven­ gan, que todo está a punto, y no falta más que comenzar. CHIRINOS. — ¿Está ya el dinero in corbon a?24 CHANFALLA. — Y aun entre las telas del corazón25. CHIRINOS. — Pues te doy por aviso, Chanfalla, que el Gobernador es poeta. * A com ienzos del siglo xvn, Sevilla p adeció varias inunda­ ciones, que fueron causadas p or los desbordam ientos del río Guadalquivir.

en el saco, cobrado; en el a rca (parodia d el evangelio según san M ateo 27, 6). 25 telas del corazón.· aquí, pequeña bolsa de piel.

161

26 a la mazacona. al azar.

CHANFALLA. — ¿Poeta? ¡Cuerpo del mundo! Pues dale por engañado, porque todos los de humor semejante son hechos a la mazacona26, gente des­ cuidada, crédula y no nada maliciosa. BENITO. —Vamos, autor; que me saltan los pies por ver esas maravillas.

27 desposada: con traje de novia.

É n tram e todos. Salen JUANA CASTRADA y TERESA REPOLLA, lab rad oras: la u n a com o d esp osad a27, q u e es la CASTRADA. CASTRADA. — Aquí te puedes sentar, Teresa Repolla, amiga, que tendremos el retablo enfren­ te; y pues sabes las condiciones que han de tener los miradores del retablo, no te descuides, que sería una gran desgracia. TERESA. —Ya sabes, Juana Castrada, que soy tu prima, y no digo más. ¡Tan cierto tuviera yo el cielo como tengo cierto ver todo aquello que el retablo mostrare! ¡Por el siglo de mi madre, que me sacase los mismos ojos de mi cara, si alguna desgracia me aconteciese! ¡Bonita soy yo para eso! CASTRADA. — Sosiégate, prima; que toda la gente viene. E n tran el GOBERNADOR, BENITO REPOLLO, JUAN CASTRADO, PEDRO CAPACHO, EL AUTOR y LA AUTORA, y EL MÚSICO, y otra g en te d el p u eb lo, y UN SOBRINO d e B enito, qu e h a d e ser a q u el g en tilh om bre q u e b aila .

28 repostero: tapiz lujoso.

162

CHANFALLA. — Siéntense todos; el retablo ha de estar detrás de este repostero28, y la autora tam­ bién, y aquí el músico. BENITO. — ¿Músico es éste? Métanle también detrás del repostero, que, a trueco de no verle, daré por bien empleado el no oírle.

CHANFALLA. — No tiene vuestra merced razón, señor Alcalde Repollo, de descontentarse del músico, que en verdad que es muy buen cristia­ no, e hidalgo de solar conocido. GOBERNADOR. — ¡Calidades son bien necesa­ rias para ser buen músico! BENITO. — De solar, bien podrá ser; mas de sonar, abrenuncio29. RABELÍN. — ¡Eso se m erece el bellaco que se viene a sonar delante de...! BENITO. — ¡Pues por Dios, que hemos visto aquí sonar a otros músicos tan...! GOBERNADOR. — Quédese esta razón en el de del señor Rabel y en el tan del Alcalde, que será proceder en infinito; y el señor Montiel comien­ ce su obra.

29a b re n u n c io : renuncio (fórm ula litúrgica u sada en las cerem onias d el bautizo y d e la confirm ación p a r a renunciar a Satanás).

BENITO. — Poca balumba trae este autor para tan gran retablo. JUAN. —Todo debe de ser de maravillas. CHANFALLA. —Atención, señores, que comien­ zo. -¡O h tú, quien quiera que fuiste*, que fabri­ caste este Retablo con tan maravilloso artificio, que alcanzó renombre de las maravillas: por la virtud que en él se encierra, te conjuro, apremio y mando que luego incontinente30 muestres a estos señores algunas de las tus maravillosas mara­ villas, para que se regocijen y tomen placer, sin escándalo alguno! Ea, que ya veo que has otor­ gado mi petición, pues por aquella parte asoma la figura del valentísimo Sansón, abrazado con las columnas del templo, para derribarle por el suelo y tomar venganza de sus enemigos. ¡Tente, vale­ roso caballero, tente, por la gracia de Dios Padre; * Ten en cuenta que así se iniciaban los conjuros.

30 incontinente: inmediatamente.

163

no hagas tal desaguisado, porque no cojas deba­ jo y hagas tortilla tanta y tan noble gente como aquí se ha juntado! BENITO. — ¡Téngase, cuerpo de tal conmigo! ¡Bueno sería que, en lugar de habernos venido a holgar, quedásemos aquí hechos plasta! ¡Tén­ gase, señor Sansón, pese a mis males, que se lo ruegan buenos! CAPACHO. — ¿Veisle vos, Castrado? 31colodrillo.· cogote.

JUAN. — Pues ¿no le había de ver? ¿Tengo yo los ojos en el colodrillo?31 CAPACHO. — Milagroso caso es éste: así veo yo a Sansón ahora, como el Gran Turco. Pues en ver­ dad que me tengo por legítimo y cristiano viejo. CHIRINOS. — ¡Guárdate, hombre, que sale el mismo toro que mató al ganapán en Salamanca!* Échate, hombre-, échate, hombre-, Dios te libre, Dios te libre!

32H u ch o

ho: exclamación para espantar o incitar a los toros.

33h o s c o : oscuro. Bragado: manchado.

CHANFALLA. — ¡Échense todos, échense todos! Hucho ho!, ¡hucho ho!, ¡hucho ho!32

Échanse todos, y alborótame. BENITO. — El diablo lleva en el cuerpo el tori­ llo; sus partes tiene de hosco33 y de bragado; si no me tiendo, me lleva de vuelo. JUAN. — Señor autor, haga, si puede, que no salgan figuras que nos alboroten; y no lo digo por mí, sino por estas mochachas, que no les ha quedado gota de sangre en el cuerpo, de la ferocidad del toro. CASTRADA. Y ¡cómo, padre! No pienso volver en mí en tres días; ya me vi en sus cuernos, que los tiene agudos como una lezna.

164

* Alusión a un toro de Salamanca que mató a un ganapán (hombre que transportaba cargas).

JUAN. — No fueras tú mi hija, y no lo vieras. GOBERNADOR. — Basta, que todos ven lo que yo no veo; pero al fin habré de decir que lo veo, por la negra honrilla. CHIRINOS. —Esa manada de ratones que allá va, desciende por línea recta de aquellos que se cria­ ron en el arca de Noé; dellos34 son blancos, dellos albarazados35, dellos jaspeados y dellos azules; y, finalmente, todos son ratones. CASTRADA. — Jesús! ¡Ay de mí! ¡Ténganme, que me arrojaré por aquella ventana! ¿Ratones? ¡Des­ dichada! Amiga, apriétate las faldas, y mira no te muerdan; y ¡monta que son pocos! ¡Por el siglo de mi abuela, que pasan de mil!

34 dellos:

algunos de ellos. 35 albarazados:

con manchas negras y rojas.

REPOLLA. —Yo sí soy la desdichada, porque se me entran sin reparo ninguno; un ratón morenico me tiene asida de una rodilla: ¡socorro venga del cielo, pues en la tierra me falta! BENITO. —Aun bien que tengo gregüescos: que no hay ratón que se me entre, por pequeño que sea. CHANFALLA. —Esta agua, que con tanta prisa se deja descolgar de las nubes, es de la fuente que da origen y principio al río Jordán*. Toda mujer a quien tocare en el rostro, se le volverá como de plata bruñida, y a los hombres se les volve­ rán las barbas como de oro. CASTRADA. —¿Oyes, amiga? Descubre el rostro, pues ves lo que te importa. ¡Oh, qué licor tan sabroso! Cúbrase, padre, no se moje. JUAN. —Todos nos cubrimos, hija. BENITO. —Por las espaldas me ha calado el agua hasta la canal maestra36. * Se creía que las aguas del Jordán rejuvenecían.

36 canal maestra: el trasero.

165

CAPACHO. —Yo estoy más seco que un esparto. GOBERNADOR. —¿Qué diablos puede ser esto, que aún no me ha tocado una gota, donde todos se ahogan? Mas ¿si viniera yo a ser bastardo entre tantos legítimos?

37 menudear: tocar a menudo, citóla: cítara, instrumento musical.

BENITO. — Quítenme de allí aquel músico; si no, voto a Dios que me vaya sin ver más figura. ¡Vál­ gate el diablo por músico aduendado, y qué hace de menudear37 sin citóla y sin son! RABELÍN. — Señor alcalde, no tome conmigo la hincha; que yo toco como Dios ha sido servido de enseñarme. BENITO. — ¿Dios te había de enseñar, sabandi­ ja? ¡Métete tras la manta; si no, por Dios que te arroje este banco! RABELÍN. — El diablo creo que me ha traído a este pueblo. CAPACHO. — Fresca esa agua del santo río Jor­ dán; y, aunque me cubrí lo que pude, todavía me alcanzó un poco en los bigotes, y apostaré que los tengo rubios como un oro. BENITO. —Y aun peor cincuenta veces. CHIRINOS. —Allá van hasta dos docenas de leo­ nes rampantes y de osos colm eneros*; todo viviente se guarde; que, aunque fantásticos, no dejarán de dar alguna pesadumbre, y aun de hacer las fuerzas de Hércules, con espadas des­ envainadas.

38 cuerpo de JUAN. — Ea, señor autor, ¡cuerpo de nosla!38 ¿Y nosla: cuerpo ahora nos quiere llenar la casa de osos y de leones? de Cristo.

166

* Cervantes usa estas figuras de la heráldica para burlarse de quienes presumían de la nobleza de sus escudos y bla­ sones.

BENITO. — ¡Mirad qué ruiseñores y calandrias nos envía Tontonelo, sino leones y dragones! Señor autor, y salgan figuras más apacibles o aquí nos contentamos con las vistas, y Dios le guíe, y no pare más en el pueblo un momento. CASTRADA. — Señor Benito Repollo, deje salir ese oso y leones, siquiera por nosotras, y recibi­ remos mucho contento. JUAN. — Pues, hija, ¿de antes te espantabas de los ratones, y ahora pides osos y leones? CASTRADA. —Todo lo nuevo aplace39, señor padre. CHIRINOS. — Esa doncella, que ahora se mues- 39aPlace: gusta. tra tan galana y tan compuesta, es la llamada Herodías*, cuyo baile alcanzó en premio la cabe­ za del Precursor de la vida. Si hay quien la ayude a bailar, verán maravillas. BENITO. — ¡Esta sí, cuerpo del mundo, que es figura hermosa, apacible y reluciente! ¡Hi de puta, y cóm o que se vuelve la mochacha. -Sobrino Repollo, tú que sabes de achaque de castañetas, ayúdala, y será la fiesta de cuatro capas40. SOBRINO. — Que me place, tío Benito Repollo. T ocan la z a ra b a n d a . CAPACHO. — ¡Toma mi abuelo, si es antiguo el baile de la zarabanda y de la chacona! BENITO. — Ea, sobrino, ténselas tiesas a esa bellaca judía; pero, si ésta es judía, ¿cómo ve estas maravillas? CHANFALLA. — Todas las reglas tienen excep­ ción, señor Alcalde. * En realidad, fue Salomé, su hija, la que bailó ante Hero­ des Antipas y pidió de premio la cabeza de Juan el Bautis­ ta (el "Precursor de la vida»).

40fiesta de cuatro capas: muy solemne.

Suena una trom peta o corn eta den tro d el teatro, y en tra UN FURRIEL d e com pañ ías. FURRIEL. —¿Quién es aquí el señor Gobernador? GOBERNADOR. —Yo soy. ¿Qué manda vuestra merced? FURRIEL. —Que luego, al punto, mande hacer alojamiento para treinta hombres de armas que llegarán aquí dentro de media hora, y aun antes, que ya suena la trompeta; y adiós. Vase. BENITO. — Yo apostaré que los envía el sabio Tontonelo. CHANFALLA. — No hay tal; que ésta es una com­ pañía de caballos, que estaba alojada dos leguas de aquí.

41 unos a otros: sin interrupción.

BENITO. —Ahora yo conozco bien a Tontonelo, y sé que vos y él sois unos grandísimos bellacos, no perdonando al músico; y mira que os mando que mandéis a Tontonelo no tenga atrevimiento de enviar estos hombres de armas, que le haré dar doscientos azotes en las espaldas, que se vean unos a otros41. CHANFALLA. — ¡Digo, señor Alcalde, que no los envía Tontonelo! BENITO. — D igo que los envía Tontonelo, com o ha enviado las otras sabandijas que yo he visto. CAPACHO. —Todos las habernos visto, señor Benito Repollo.

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BENITO. — No digo yo que no, señor Pedro Capacho. No toques más, músico de entre sue­ ños, que te romperé la cabeza.

Vuelve el FURRIEL. FURRIEL. — Ea, ¿está ya hecho el alojamiento? Que ya están los caballos en el pueblo. BENITO. — ¿Qué, todavía ha salido con la suya Tontonelo? ¡Pues yo os voto a tal, autor de humos y de embelecos, que me lo habéis de pagar! CHANFALLA. — Séanme testigos que me amena­ za el Alcalde. CHIRINOS. — Séanme testigos que dice el Alcal­ de que lo que manda Su Majestad lo manda el sabio Tontonelo. BENITO. —Atontoneleada te vean mis ojos, plaz­ ca a Dios todo poderoso. GOBERNADOR. —Yo para mí tengo que verda­ deramente estos hombres de armas no deben de ser de burlas. FURRIEL. — ¿De burlas habían de ser, señor Gobernador? ¿Está en su seso? JUAN. — Bien pudieran ser atontonelados; como esas cosas habernos visto aquí. Por vida del autor, que haga salir otra vez a la doncella Herodías, porque vea este señor lo que nunca ha visto; quizá con esto le cohecharemos para que se vaya presto del lugar. CHANFALLA. — Eso en buen hora, y veisla aquí a do vuelve, y hace de señas a su bailador a que de nuevo la ayude. SOBRINO. — Por mí no quedará, por cierto. BENITO. —Eso sí, sobrino, cánsala, cánsala; vuel­ tas y más vueltas; ¡vive Dios, que es un azogue la muchacha! ¡Al hoyo, al hoyo! ¡A ello, a ello! FURRIEL. — ¿Está loca esta gente? ¿Qué diablos de doncella es ésta, y qué baile, y qué Tontonelo?

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CAPACHO. — Luego ¿no ve la doncella herodiana el señor Furriel? FURRIEL. — ¿Qué diablos de doncella tengo de ver? CAPACHO. — Basta: de exilis es*. GOBERNADOR. — De exilis es, de exilis es. JUAN. — De ellos es, de ellos el señor Furriel, de ellos es. FURRIEL. — ¡Soy de la mala puta que los parió; y, por Dios vivo, que, si echo mano a la espada, que los haga salir por las ventanas, que no por la puerta. CAPACHO. — Basta: de exilis es. BENITO. —Basta: de ellos es, pues no ve nada. 42 Es decir, -villanesca y judia·.

FURRIEL. Canalla barretina42: si otra vez me dicen que soy de ellos, no les dejaré hueso sano. BENITO. — Nunca los confesos ni bastardos fue­ ron valientes; y por eso no podemos dejar de decir: de ellos es, de ellos es. FURRIEL. — ¡Cuerpo de Dios con los villanos! ¡Esperad!

43R ab elejo : diminutivo con sentido despectivo de Rabel.

M ete m an o a la esp a d a , y a c u c h ílla s e con tod os; y el ALCALDE a p o r r e a a l RABELEJO43; la CHLRLNOS d escu elg a la m an ta y d ice:

* De exilis es: de ellos es. Se trata de una parodia del evan­

170

gelio de san M ateo 26, 7 3 y de san M arcos 14, 70. En dichos pasajes, Pedro niega que conociera a Jesú s Naza­ reno, pero una criada del Sumo Sacerdote asegura «Éste es uno de ellos». Es decir, culpa a Pedro de ser uno de los seguidores de Cristo. Aquí, al furriel se le acusa de ser judío.

CHIRINOS. — El diablo ha sido la trompeta y la venida de los hombres de armas; parece que los llamaron con campanilla. CHANFALLA. — El suceso ha sido extraordinario; la virtud del retablo se queda en su punto44, y 44 queda en su mañana lo podemos mostrar al pueblo; y nos- punto: no otros mismos podemos cantar el triunfo de esta cambiabatalla, diciendo: ¡Vivan Chirinos y Chanfalla!

171

1 3 . Luis Q u iñ o n e s d e B e n a v e n te : E ntrem és

d e l m o l in o

[Figuras d e él· UN SACRISTÁN, EL MOLINERO, LA MOLI­ NERA, UN ALGUACIL, UN ESCRIBANO, JUANA (m u jer d el sacristán)]. Salen EL MOLINERO y LA MOUNERA. ¿El molino tan solo, y vos en casa? Andad, id, salvajón; mirad que es tarde. molinero Alguien debe de haber que mi ida aguarde. MouNERA ¿Cómo me habláis a mí de esa manera?

molinera

¿A mujer de mis prendas y mis partes te atreves, deslenguado, maldiciente? ¿A la virtud del mundo y a la honesta, a la casta y recasta? Di, perjuro. molinero Si es casta el hacer casta1, yo os lo juro. MouNERA ¿Qué sacáis, decid, de eso, tontón salvaje? MouNERo Que sois la pinta vos, yo no el encaje*. molinera ¿Qué me habéis visto hacer, hombre del [diablo? Señores, él hará que presto acabe. ¿Qué he hecho yo? mounero El sacristán lo sabe.

5

10

1 hacer casta: concebir hijos. El molinero sospecha que su mujer loengaña con otro hombre.

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* Alude a un juego de naipes, que se llama p in tas, y se juega vol­ viendo a la cara toda la baraja; las dos primeras cartas que se des­ cubren se llaman p in tas; después se sacan cartas hasta encontrar una de número igual al de cualquiera de las dos que salieron al principio; se hace encaje al tiempo de ir contando; por ejemplo, si la cuarta carta es un cuatro, entonces se llama en ca je. El molinero quiere decir que su mujer comete adulterio: el verbo «encajar» sig­ nifica «meter una cosa dentro de otra de forma ajustada».

molinera

molinero molinera

molinero

Matadle, si tenéis sospecha alguna pero vos traéis trocados los sentidos. Ya no matan a nadie los maridos. Ahora, señor, id en hora buena. Ya entendéis. Ya entiendo. Mi honra en vuestras manos encomiendo.

15

20

Vase. molinera

¡Valga el diablo el villano malicioso! Si se acabase de ir... Porque yo aguardo al sacristán Anchuelos, que me ha muerto con unos kiries* que cantó en la iglesia con tal gusto, tal gracia y tal donaire 25 que me mató de amores su donaire. EL SACRISTÁNpor e l pane?.

sacristán

molinera

Domina mea, ¿posum ingredire?3 ¿Hay embarazo, trampa o garrotorum4? Que si hay algo de esto, me afoforum5. Entra, Anchuelos del alma, que te juro que de embarazo y trampa estás seguro.

2 por el paño: detrás del bastídor o del telón.

3 Domina mea, ¿posum ingre-

30

dire?: señora mía:¿puedo entrar? 4garrotorum: garrote. 5 afoforum: me escapo, huyo.

* K irie significa señ o r en griego (es un ruego que se hace al Señor llamándole al principio de la misa, tras el introito, con esta palabra griega), pero téngase en cuenta que muchos vocablos ( kiries, c a n ­ tar, in gredire, m oler, etc.) adquieren en el texto un indudable sen­ tido erótico y obsceno.

173

Sale EL SACRISTÁN. Dios te guarde, reina mía, mamantona6 de mi alma y vida, nuez moscada7, mi guinda. Mira este tu sacristán, hecho por ti un estropajo, calle arriba, calle abajo, donde mis suspiros van; ya tú has echado de ver que mi amor es ordinario, y, encima del campanario, ya sabes lo que suelo hacer: allí me alzo la sotana, más recio y tieso que un ajo y luego cojo el badajo y le arrimo a la campana y con la imaginación de cuando me haces cosquillas, toco y tango las campanillas y repicólas a buen son. molinera ¿También eres poeta? ¡Hay tal donaire! En todo me da gusto tu desgaire8. ¿Cómo has tardado tanto? sacristán Reina mía, ha habido cuatro entierros de repente, y así he tardado, pero dame un abrazo a buena cuenta9. molinera ¿Qué es uno, Anchuelo mío?; toma treinta. sacristán

35

40

45

50

55

Vale a a b ra z ar. sacristán

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Fugite, maledite10. ¿A un licenciado

6 m am antona: m am ona, a n i­ m al qu e aú n m am a. 7 nuez moscada: fru to d e la m irística (á rb o l d e la In dia, olo­ roso y frag an te).

60

8 desgaire: fa lta d e g allard ía, a veces a fecta d a. 9 a buena cuenta: en resum idas cuentas. 10 Fugit, maledite: huid, m aldita.

de tinieblas y parces* graduado ha de abrazar la molinera indigna, ensuciando mi loba11 con su harina? molinera ¿La harina es suciedad? Veme aquí bien [sacudida. sacristán Ahora sí que estás hermosa y perlucida12. 65 Vale a a b ra z ar. Fugite. ¿Un sacrismoche13, oliendo todo a aceite de las lámparas, ha de abrazar [a la molinerita, que su talle y su cara al mundo incita? sacristán Vengástete, mi bien; gracia has tenido, y ansí de mi ignorancia perdón pido. Abrázame de veras, mi Teresa**. ¿Dónde está tu marido? molinera En el molino. sacristán Pues a moler también me determino. molinera

70

D entro, EL ALGUACIL, LA MUJER DEL SACRISTÁN Y EL ESCRIBANO. alguacil

11lo b a :

¡Ah de casa! ¡Ah de casa! ¡Abran aquí a la Justicia!

manto o sotana que usa­ ban los eclesiásticos. 12p erlu cid a: muy lucida. 13 sa cris m o c h e : sacristán, con

75

sentido despectivo. También se dice de la persona desaliñada y vestida de negro.

* El personaje se jacta de que dispone de la facultad para efectuar las tareas asignadas al sacristán en los oficios de los tres últimos días de la Semana Santa ("tinieblas·') y de que posee también una cédula que daban los maestros de gramática a sus discípulos, la cual les servía de perdón para una falta posterior («parce»)· Iróni­ camente, tinieblas puede referirse a los escasos conocimientos del sacristán. ** Teresa era nombre popular de mujer ligera y licenciosa.

175

¡La Justicia! ¡Malo es esto! ¿Qué haremos, Teresa mía? molinera Ahí, detrás de esa puerta, están unos costales de harina: en uno se meta. sacristán En eso mi dicha estriba. sacristán

80

Vase. alguacil

molinera

para hogaño? ¡A quién digo! ¡Hay tan gran bellaquería! Entre, señor, vuesasted14. ¿E s

Entran. ¿Heme de estar todo el día aguardando que me abran? MouNERA Señor, señor, con más cortesía en aquesta casa se entra. escribano Oiga, por Dios, reina mía: ¿es casa de embajador? MouNERA No, señor, mas como viva mi marido, y yo, del Rey es, que es más antigua*. mujer Notable es la molinera, despejada y atrevida; no me espanto de que Anchuelos halle aquí buena acogida. mounera ¿Qué es lo que mandan vuestedes? mujer Yo vengo, señora mía, por un costal que acá tiene, mío ha muchos días, y no he podido cobrarle**. alguacil

14vuesasted: usted (vocablo evolu cion ad o d e vuestra merced;

85

90

95

100

ocu rre igu al con vuested y fo r m as sim ilares).

* Es decir, com o vive su marido en ella, es casa de rey (su marido es el rey de la casa). ** Observa el doble sentido que va cobrando el texto: *rnfc>, costal», etc.

molinera

MUJER mounera

mujer

Dígame, por su vida, ¿a quién dio el costal? A VOS*. Donosa es la mujercilla. Voseada15 estéis en esta y en la otra vida. Tú eres tú y tuturutú16. Señor alguacil, por vida...

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Q u iérem e m esar; m ete EL ALGUACIL en m edio. mounera

mujer

mounera

Llega, y verás tus mejillas más aradas que un rastrojo. ¡Quítese vuested de en medio! Que la cólera me incita. Sosiégate, que eres blanca17. ¿Han visto la relamida? Piensa que se me da un pelo que esté de seda vestida. Pues, si me pongo mi saya de velarte18 y de palmilla19,

15Voseada: tratada de vos (aquí, despreciada). 16tuturutú: sonido de la cometa. Es posible que la molinera hicie­ se algún gesto despectivo u obsce­ no. Se comprende la reacción airada de juana porque el voca­ blo *tuturutú■ podría confundir­

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se con ·tuturuta- (atontada, turulata). 17blanca: cobarde; necia, inepta. 18velarte: paño lustroso de color negro. 19 palmilla: género de paño que particularmente se labraba en Cuenca.

* Vos, como tratamiento para un interlocutor, era señal de respeto entre los nobles en la Edad Media; en el Siglo de Oro, también se mantuvo este uso cuando se hablaba con acatamiento a alguien (a los reyes, por ejemplo), aunque en estos casos se prefería Vuesa majestad y afines. Entre amigos o donde no había ceremonia, se trataban de vos, pero, cuando la gente se enojaba o reñía con alguien, la trataba de vos por desdén, y así se indicaba la inferiori­ dad del destinatario (lacayos, rústicos o vasallos). La molinera con­ sidera vejatorio el tratamiento y por ese motivo se ofende. En el teatro, era frecuente que los criados se irritasen cuando los amos los trataban de vos.

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alguacil molinera

y mis ajorcas20 de plata, estaré más repolida21 que no treinta veces ella; que soy gala de esta villa. ¡Venga el costal! Nos iremos. ¡Costalear! Por mi vida, en mi casa no hay costal. Si ella lo dice, es mentira.

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D ice EL MOLINERO dentro, y sa le fu e r a . ¡Vayan con todos los diablos! ¡Ah, muchacha! ¡Ah, ventosilla!22 ¿Qué es esto? ¿Siempre con riñas os he de hallar? molinera Marido, esta señora, aquí fruncida23, me ha tratado de ladrona diciendo que yo tenía un costal suyo; esto es ladrona, no más de amiga de hacerme mil pesos falsos. mujer Ésa es verdad conocida. molinero Dígame, señora mía, ¿qué señas tiene el costal? mujer ¿Qué señas? De frisa24, colorada hecha una cruz25. molinero Ahí tengo cuatro o cinco, yo los traeré, y si conforma alguno con esas señas, llévesele. escribano Por mi vida, que ha dicho famosamente.

molinero

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20 ajorca: argolla de m etal con que se adorn aban las mujeres. 21 repolida: gu apa y agraciad a. 22 ventosilla: vanidosa, presumida.

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23 fruncida: áspera, desabrid a, 24 frisa: tela basta d e lan a. 25 colorada h ech a una cruz: tien e u n a cru z colorad a,

¡Ay, triste! Yo soy perdida si con Anchuelos encuentra. molinero Aqueste bien claro avisa que no es, pues cruz no tiene. mujer Vuélvale, que ser podría que esté dentro. molinero Dice bien. Mujer, ¿qué trigo es éste? mounera Marido, éste es trigo de las Indias. molinero ¿Tan gordo? mounera E s de regadío. mujer Esto es lo que yo buscaba. sacristán Acabóse. Aquí mis días fenecen, que es un demonio mi mujer, y es gata arisca. molinero ¿Habéis jugado por dicha al escondite los dos? molinera ¿Yo, marido? molinero No prosigas si no quieres que te mate. mujer ¿Qué es esto, señor Anchuelos? sacristán Juana, pagar las primicias26 que al molinero le debo. mounera Al herrero, que echa chispas. mujer Señor, a la cárcel vayan. sacristán ¿No ves que ésa es bobería, que él no es mi juez, que de tinieblas y vísperas estoy ordenado?* mounera

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l6 0

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26 p rim ic ia s: primeros frutos que producía material.

cualquier cosa no

* Vísperas y tinieblas son horas del rezo eclesiástico que se cantan jun­ tas en Semana Santa; por tanto, el sacristán tenía potestad 0estaba orde­ n a d o ) para ayudar al sacerdote en las ceremonias que entonces tení­ an lugar: apagar las velas del tenebrario, tapar los altares, trasladar la custodia, destapar las imágenes, etc. Los sacristanes gozaban de fuero eclesiástico y no podían ser perseguidos por la justicia civil.

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Acabe, para que no se deshonren, pues lo sabe la Justicia. Dense luego la palabra que más en toda su vida han de tornar a juntarse. molinero Teresa no ha de cumplirla, que es por todo extremo amiga siempre de juntar pajuelas27. sacristán Yo la doy, y bien cumplida. molinero Y yo, ¿qué granjeo en eso? sacristán Nada, pero no se diga que por vos vino a faltar. molinera Vaya, y un baile prosiga. alguacil

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27 pajuelas: pajas de centenomadas a una brasa, arden con que, cubiertas de azufre y arrillama.

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1 4 . Luis Q u iñ o n e s d e B e n a v e n te : E l 770 B a r t o l o m é . E n tr em és. [P ersonas: CAMPUZANO; SOLAPO, EL TÍO BARTOLO­ MÉ; DOÑA ESTEFANÍA; DOÑA MARÍA, su h ija ; MÚSICOS], S alen p o r d iferen tes p a rtes CAMPUZANO Y SOLAPO sin verse, y d icen este soneto. solapo

¡Venturoso del hombre que se casa! ¡Desdichado de aquel que a mujer quiere! ¡Rico el que a gusto la mujer adquiere! ¡Pobre el que ha de regir mujer y casa! Con la mujer cualquier mal se pasa. 5 De la mujer cualquiera mal se espere. No es bien sin ella honor y paz se espere. Ella la paz y honor quema y abrasa. Viviendo la mujer, vive el contento. Viviendo la mujer, vive la pena. 10 Muriendo la mujer, nace el tormento. Sale el que enviuda de una gran cadena. No merece morir. Cada día ciento. No hay mujer mala ya. ¿Mujer hay buena? Mi tío ayer enviudó, 15 Dios le dé ayuda y consuelo; el pésame vengo a darle por la obligación que tengo. El parabién vengo a darle de las bodas y el entierro 20 a mi tío, pues ayer salió de un Argel eterno1.

campuzano solapo campuz. solapo campuz. solapo campuz. solapo campuz. solapo campuz. solapo campuz. solapo campuz. solapo

campuz.

1 Argel eterno: cautividad. En Argel vivían cautivos muchos cristianos.

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SOLAPO

¡Oh, Campuzano!

¡Oh, Solapo! ¿Qué se ofrece, qué hay de nuevo? SOLAPO ¿Si estará el tío en la cama? 25 CAMPUZ. De su gran flema, lo creo. SOLAPO ¿Qué flema puede tener, qué descanso o qué sosiego un hombre que ayer envía su amada mujer al cielo? 30 CAMPUZ. ¿Qué pena puede tener, qué llanto o qué sentimiento quien desde ayer se ve libre de entre cadenas y hierros? ¿Cómo libre? SOLAPO CAMPUZ. El que enviuda 35 escapa de los tormentos. SOLAPO Llamémosle. ¡Tío!, ¡tío! CAMPUZ. Yo creo para mí que no le tiene admirado el sentimiento, que yo apostaré que duerme 40 cien horas a sueño suelto. ¡Ah! ¡Tío Bartolomé! SOLAPO Bartolomé (D entro.). ¿Quién me llama? solapo Abrí aquí, necio. CAMPUZ.

V éase m edio desn u do a rrib a. BARTOL. solapo

BARTOL. solapo

BARTOL. -------

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Hasta ahora necio he sido, mas desde hoy seré discreto. ¿Por qué? Porque estoy viudo y casarme más no pienso. Tío, luego... ¿no lloráis? ¿Llorar? ¿Por qué, cinco sueldos?2

2 cinco sueldos: persona estimada en poco.

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¿Murióseme alguna yunta? ¿Hurtáronme mi dinero? ¿Hame nacido una hija, o la mujer viva tengo para llorar? Pero aguarde, que abrirles la puerta quiero.

50

55

Vase. CAMPUZ. SOLAPO

CAMPUZ.

¿Qué os parece? Que no es mucho que una bestia no eche menos el bien que Dios le ha quitado. Antes yo le considero discreto y agradecido al favor que Dios le ha hecho. Miradle qué alegre sale.

60

S ale BARTOLOMÉ, d e vejete. SOLAPO

Es un necio.

CAMPUZ.

Es muy discreto. Durmiendo me salgo todo, que mala obra me habéis hecho. De la muerte de Quiteña, que Dios la tenga en el cielo, el pésame vengo a darle. El parabién fuera bueno que me diera. ¿Por qué causa? Porque al punto que ella ha muerto he resucitado yo. Tío, que gocéis el contento de la muerte de Quiteria los años de mi deseo. Para serviros será; y a Dios, sobrino, le ruego que se mueran cada día

BARTOL. SOLAPO

BARTOL. SOLAPO BARTOL. CAMPUZ.

BARTOL.

65

70

75

183

SOLAPO BARTOL.

SOLAPO

BARTOL.

CAMPUZ.

BARTOL.

SOLAPO

mujeres de ciento en ciento. Yo estoy, sobrino, ahora como viudos de este tiempo, de aquellos amortajados que en los fandularios3 negros llevan el réquiem eterno y el aleluya allá dentro*. ¿Qué decís, bestia? ¿Yo bestia? ¿Soy casado? Yo no tengo mujer que me eche el albarda para ser bestia. A lo menos la merecéis bien llevar por disparates como éstos. Por eso, señor sobrino, si Dios me guarda mi seso, he de vivir sin mujer, con que andaré siempre en pelo4. Vos habláis ya de experiencia; andáis en eso discreto; no os caséis más. ¡A los bobos!5 Dios me libre. Jesús, tiemblo en tratarme de mujer6! ¡Que estoy viudo no creo! ¡Viudo! ¡Aleluya! ¡Aleluya! Salto y bailo de contento. Pues mirad, que bien estáis, que os traigo otro casamiento.

3fandularío: ropa que cuelga de modo desproporcionado sobre el suelo. 4 en pelo: sin ataduras.

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5 Esto es, "dtselo a los bobos 6tratarme de mujer: tratar con mujer.

* Quiere d ecir que vive com o los viudos que exteriorm en te muestran pesar, pero que en su interior viven fe lice s y contentos.

BARTOL.

SOLAPO CAMPUZ. BARTOL.

SOLAPO BARTOL.

SOLAPO BARTOL.

SOLAPO BARTOL.

¿Qué es esto? ¡Di, madre mía! ¡Blasfemia! ¡Jesús! ¡Infierno! Fugite, partes adversas; echareme en este suelo. Mirad que os está muy bien. Calla, no le trates de eso. Dareme de cabezadas si venís con esos cuentos. ¿Yo casarme? ¡Oh, qué lindico! ¿Yo casarme? ¡Pierdo el seso! ¿He muerto algún sacerdote? ¿Robé el Santo Sacramento? ¿He quemado alguna iglesia? ¿Cometí otro sacrilegio para darme tal castigo como casarme, que pienso que fuera pena bastante para delitos más feos? ¡No, hermanito! ¡No, hermanito! ¡Señor, guardadme mi seso, que me le quieren volver7! ¡A otro perro con ese hueso! ¡Si la mujer es hermosa! ¡Hágale muy buen provecho!; que es higuera en el camino que todos la dan un tiento. Es moza y fresca. Esa carne, no muy buena para viejos, que nosotros la manimos8 y la comen otros cuervos. Es muy rica. Peor que peor, porque con tanto dinero

7volver: trastornar, perturbar. 8 manir: ablandar carnes y manjares para que se pongan

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más tiernos y sabrosos, dejando pasar un tiempo antes de gustarlos.

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SOLAPO BARTOL.

SOLAPO

BARTOL. SOLAPO BARTOL.

SOLAPO BARTOL.

SOLAPO CAMPUZ.

BARTOL. SOLAPO

no será mucho cargar en mi cabeza algún censo9. Es callada. Es imposible que pueda callar viviendo, porque hay mujer que no calla un año después que ha muerto. ¿Quereisla ver? Ni aun oír. ¿Por qué? Porque si la veo, ella es fuego; yo, la estopa, sopla el diablo y arde luego. Voy por ella. Hombre del diablo, no me fuerces, que no quiero ver mujeres en mi vida ni tratar de casamiento. Si no os agradare, tío, ¿qué hay perdido? Dad os ruego lugar que venga y que os hable por echar de aquí este necio. ¡Vaya por ella y no vuelva! ¡Válgate el diablo por viejo!

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Vase. BARTOL.

CAMPUZ. BARTOL.

¿Cómo? ¡Que así permitáis que quieran volverme el seso trayéndome esta mujer! Callad, tío, yo os prometo de ayudaros: tened firme. Si tuviera por muy cierto que casándome con ella

9 censo: contrato en virtud del -------

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cual se sujeta un inmueble al pago de una pensión anual,

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como interés de un capital recibido en dinero. Irónicamente, se refiere a un probable adulterio.

solapo

BARTOL.

campuz.

BARTOL.

en aquel mismo momento se había de caer muerta, aun fuera muy loco y necio en casarme, cuanto y más no sabiendo cuánto tiempo vivirá, que las mujeres se mueren por jubileo30. ¡Abrid, que viene la novia! Jesús! Sobrino, yo os ruego que atranquéis aquella puerta; cerrad allí, que me muero en sólo pensar que viene. ¡Por Dios, que es gracioso cuento! Aun de estar en la calle ya me hiede acá dentro. Jesús, y cómo corrompe narices y boca! ¡Cierto!

165

170

175

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S alen SOLAPO y DOÑA ESTEFANÍA y DOÑA MARÍA, su h ija. solapo

BARTOL. estefanía maría

SOLAPO MARÍA

BARTOL.

ΜΑΒΙΑ

Tío, aquí está la mujer. Tápome los ojos luego por no ver visión tan mala. ¿Qué ademanes son aquéllos? ¡Ay, Señor! ¿Cuál es el novio? Aquél es el novio. ¿Es tuerto? ¿Por qué se tapa los ojos el que quiere casamiento? No tuerto, que es poca cosa; pero sordo, mudo y ciego por no ver, oír ni hablar con mujer, fuera más bueno. No espero yo, madre mía, marido tan viejo.

10 por jubileo*, rara vez, cada cien años.

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Abrid los ojos, abuelo. Mayor necedad es, nieto, abrirlos para casarme que ver el mal ojo abierto. solapo Pues, por Dios, que es como un oro. BARTOL, Pues yo seré como un hierro; pues no habrá hierro mayor que abrir la ventana al cierzo. solapo ¡Abre! BARTOL. No me determino. estefanía Bueno, ¿no se las dan y las sopla?* Con este caldero viejo, como suelen decir, niña, compraremos otro nuevo. bartol. Aún no está la venta hecha ni yo, por mi parte, quiero que se encienda la candela. maría ¡Abra ya! bartol, ¡A Dios me encomiendo! maría Abra ya, que no espantamos. solapo

BARTOL.

200

205

210

A bre los ojos y q u éd a se m irándola, estefanía solapo

campuz. bartol.

¿No ve la gracia del viejo? Espantado está. ¿Qué tiene? Hablad, tío, y decid luego si la mujer os agrada. Hablad; ¿qué os parece de esto? ¡Hola! ¡Hola! ¡Vive Dios que es la chocotilla11 un cielo! Picádome ha com o pulga;

11 chocotilla: persona de poca

215

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partes agraciadas,

edad, pero bien formada y de

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* Refrán que parece adecuado en estas circunstancias; da a entender que a veces rehusamos cosas antes de conocerlas o probarlas. Tam­ bién se dice contra los que rechazan cuanto no pueden alcanzar.

entróseme en el cerebro. Bien me estaba yo en mis trece. estefanía Llega y dile algún requiebro, niña, con que le enternezcas. maría ¡Ay!, no osaré: tengo miedo, que es muy viejo y soy muy niña. estefanía Anda, rapaza: ¿qué es esto? maría ¡Si no sabo! BARTOL. ¡Ay, chocotilla, y qué cosquillas me has hecho! maría Deme, mi vida, un abrazo. BARTOL. ¡Mi vida! ¿Quién oye aquesto y no se derrite todo? ¡Válgate el diablo el embeleco y quien me hizo abrir los ojos! maría ¿Niégamelo? BARTOL. No lo niego, que me diste el virotazo12, chiquilla, de medio a medio. campuz. Más loco está que un candil. ¡Lástima por Dios le tengo! Conciértese aquí la boda. solapo ¡Alto! Tráigase un tintero. campuz. Aquí está tintero y pluma. estefanía Pues yo, como antigua, quiero aconsejaros dos cosas. Escribid vos, señor yerno. BARTOL. Consejos de mujer tomo, que son enemigos nuestros, y siempre del enemigo es bueno el primer consejo. solapo Yo diré mi parecer. campuz. Y yo diré lo que siento. BARTOL. ¡Oh! ¡Nunca abriera los ojos, que ya no tengo remedio! 12virotazo: flechazo. El virote es una saeta.

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P ón ese a escribir BARTOLOMÉ. «El marido que escoge mujer o suegra, purgatorio y infierno tiene en la tierra». BARTOL. Tierra. estefanía «Si recibes ofensas de tu enemigo, cásale y no le busques mayor castigo». bartol. Castigo. campuz. «Mucho vale un viejo para la casa, pero más vale un mozo para la cama». bartol. Cama. maría «Díganle a mi velado13 que no trabaje, bástale por oficio que sufra14 y calle». bartol. Calle. Muy agradecido estoy, señores, a los consejos que todas vuestras mercedes me han dado con tan buen celo, y porque más se celebre la boda y el casamiento, estos consejos se bailen, pues me los dieron en verso. estefanía Por Dios que ha hecho muy bien; canten y los bailaremos. bartol. Pues yo quiero zapatear y alegrar mi casamiento.

estefanía

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C antan los con sejos y d a se fin .

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13 velado: m arido. 14 sufrir: a q u í tien e tam bién el

sig n ificad o d e con sen tir (el p ro ­ bable adu lterio).

BAILES

Eran breves composiciones dramáticas que combinaban músi­ ca, letra, mímica y baile propiamente dicho; se intercalaban en los actos de las comedias. Las zarabandas y chaconas encandi­ laban a los espectadores, pero los movimientos lascivos de las mismas encolerizaban a teólogos y moralistas, quienes anima­ ban a las autoridades a prohibirlos. Existía una diferencia bási­ ca entre bailes y danzas: los primeros eran populares; las dan­ zas, cortesanas y refinadas. Los reglamentos de espectáculos prohibieron los bailes que más agradaban al público popular (escarramanes, chaconas y zarabandas), aunque dichas prohi­ biciones no surtieron mucho efecto porque tales obras atraían al público y los empresarios no admitían de buena gana que se impidiera su escenificación. Algunos documentos contemporá­ neos aseguran que la zarabanda inducía al pecado, «pues ha de ser más que de hielo el hombre que no se abrase de lujuria vien­ do una mujer desenfadada y desenvuelta [...] haciendo cosas que moverán a un muerto». Este baile de Quiñones de Benavente servirá para entender por qué, al mismo tiempo que se irritaban los moralistas, disfrutaban los espectadores: a los movi­ mientos y gestos sensuales de actores y actrices se les añadían la procacidad y la desvergüenza del léxico.

191

1 5 . Luis Q u iñ o n e s d e B en a v en t e : B a il e c a n t a d o BAILES MIL*

d e al ca b o d e l o s-

[P ersonas: UNALCALDE, UNREGIDOR, TRES MUJERES Y MÚSICOS]. uno**

AI cabo de los bailes mil vuelven las varas por donde solían ir. De alcalde vine a doctor, y el demonio que es sutil,

hizo con este principio

5

que muchos tuvieran fin. Pasé a poeta de bailes,

y queriendo hacer reír, no hallé chanza que no hubiera servido en otro festín. Luego me hice letrado,

10

la barba hasta al senojil1, donde por lo que abogué

a bogar2 pudiera ir al cabo de los años mil; y así a mi mosquetería3

15

vuelva alcalde a concurrir, donde con mis boberías sentencias suelo decir. Vuelven las varas por do solían ir. 1senojil: rodilla. 2bogar: remar en galeras. 3mosquetería: conjunto de esjjec-

20

tadores que veían la representación depie.

* Al cabo de los bailes mil: se trata de un refrán con que se significa

192

que el curso del tiempo hace frecuentemente que las cosas, por medio de diversas variaciones, vuelvan a su estado. ** Este personaje resume el argumento del baile (w . 1-20) aunque el texto sólo trata de dos metamorfosis: alcalde y doctor. Observa, además, que no hay coincidencia entre las figuras arriba señaladas y las que aparecerán luego.

UN HOMBRE den tro.

alcalde

regidor alcalde

re g id o r a lca ld e

regidor alcalde

¿Está acá el señor alcalde? Miente quien dijere tal, que el alcalde no es estaca. Yo digo que si está acá. Hermano, vos sois el aca4, el rocín y lo demás. N o me gloséis. Tan goloso sos que os he de golosear. Jodigüelo, ¿chaisme pullas?5 Dadme otro nombre. Tomad.

25

30

D ale. regidor

alcalde

regidor

alcalde regidor alcalde regidor

Mirad lo que hacéis alcalde, que este año lo sois no más, y yo por toda la vida regidor de este lugar, y en arrimando la vara os podré hacer mucho mal. Pues este año que soy alcalde os mandaré yo ahorcar. A ver, veamos lo que hacéis el año que viene. Andad, que sois menguado. Añadidme. Sois figura6. Vos un asno. Vos villano.

4 aca: con probable aspiración:

jaca. 5 e l sentido es.· -Judihuelo, ¿me echáis pullas?-. Judihuelo es diminutivo de judío.

35

40

6 figura: feo, bestia. Comienzan los insultos: Folias vale tanto como loco, vano, sin seso; frisón y alazán son vaciedades de caba­

llos.

193

Vos folias.

ALCALDE REGIDOR

Vos frisón.

ALCALDE

Vos alazán, Y, par Dios, si no mirara... ¿Qué hicierais? Tropezar. ¡Válgate el diablo por hombre! Que salí de mi lugar solo por ti, y que has venido a perseguirme hasta acá.

REGIDOR ALCALDE

45

50

D entro. ¡Guarda, guarda! ALCALDE OTRO

¿Qué es aquesto? ¡Ataja! Por aquí van. S alen LAS MUJERES.

MUJER 1.‘ ALCALDE MUJER 1." ALCALDE

MUJER 2.* ALCALDE

------194

Gran desdicha, alcalde mío. ¿Qué es esto vecinas?, ¿qué hay? Que al alcaide se le han ido tres presos. Fue flojedad, y, si no cierra la puerta, por momentos se le irán. Visitad los que han quedado. ¡Hay descortesía igual! Visítenme ellos a mí, que desde el otro san Juan, les he hecho mil visitas, y es tanta su braguedad* que ninguna me han pagado, y he jurado en sana paz de no entrar más por sus puertas.

55

60

65

* En el texto original, este vocablo (b ra g u ed a d ) se halla un tanto deteriorado; deducimos por el contexto que pudiera significar terqu ed ad .

MUJER 1.*

Acabad, alcalde.

ALCALDE

No hay que tratar, visítenme ellos, si quieren que los vaya a visitar. Visitar los presos es hacer audiencia, patán. Patón, hagamos audiencia. ¡Ah del calabozo! ¡Alahao!7

REGIDOR ALCALDE REGIDOR TODOS

70

C ae EL ALCALDE. Jesús, que se cae la cárcel! Decid, si no han de callar, que se vayan a la calle. REGIDOR Aquietaos, y empezad. HOMBRE 1.° Señor, éste ha muerto a un hombre, y hoy en vuestro tribunal la parte pide la muerte. ALCALDE ¡Hola, a la parte matad! HOMBRE 1.° ¿Qué decís? ALCALDE Que si le pide la muerte, y él se la da, no debe más a la parte. HOMBRE 1." La que dio al muerto, animal, es la muerte que le pide. ALCALDE Ésta el muerto la dará, que es quien la tiene. ¡Escribano! Libre y sin costas le echad. HOMBRE 2° Este despensero es tan aseado y galán, que no hay noche que se acueste sin que doble su caudal. ALCALDE Pues doblen luego por él8, ALCALDE

7 Alahao: interjección. Es un

modo de llamar a otro que se halla distante.

75

80

85

90

95

8doblar por él: frase con que se desconfia de la vida de alguien.

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195

que es mala curiosidad dejar su caudal doblado, y arrugados los demás. hombrei.° El herrador acertó a comer de un garrafal9. 100 a l c a l d e Ahórquenle, porque acierta cuando está obligado a errar. hom bre 2 .° ¿Quién ha de errar en el pueblo si al herrador ahorcáis? a lc a ld e En casa el doctor acuda 105 que mejor que él errará. hom bre 2 .° A este hombre han preso por suegro. a lc a ld e Pague, que bien hecho está, quien en su hacienda civil mete un yerno criminal. 110 Los suegros son como el cardo, que el fruto enterrados dan, que, aunque un suegro es chico pleito, para un yerno es inmortal. hom bre i.° Éstas hacen cabelleras10. 115 a l c a ld e Délas salario el lugar, porque ellas solas empelan11, cuando pelan12 las demás. hombrei.° Tres cosas hay, seor alcalde, en el mundo perdurables: 120 plantar palma, empezar pleito y aguardar que muera un suegro. alcalde Cuatro virtudes tienen sin remedio las mujeres: quejarse sin causa, mentir sin pensar, 125 salir a donde gustan y, sin por qué, llorar. mujer i.· ¿Cuándo se quejan sin causa?

9 garrafal· sitio poblado de una

196

especie de guindas y cerezas más grandesy tiernas que las comunes. 10 hacen cabelleras: cubren la

cabeza con cabellos postizos.

11 empelan: crían pelo. 12 pelan: con el sentido de ·qui­ tan el dinero

Cuando quieren engañar. mujer 2 .· ¿Cuándo sin pensar mentimos? alcalde Cuando decís más verdad. mujer 3 .“ ¿Cuándo de salir gustamos? alcalde Cuando os lo quieren vedar. mujer 4.· ¿Cuándo sin por qué lloramos? alcalde Cuando pedís, y no os dan. todas Mentira. alcalde Verdad. mujer i.a Pues calle la boca. a lc a ld e N o quiero callar. h o m b r e 2.° Hombre, e n baile te lo digo, acomódalo tu allá. alcalde

130

135

Sale EL DOCTOR, y OTRO. doctor

Tan ligero soy de cholla, señores, que me he pasado desde el tribunal de alcalde al de médico de un salto. Allí por culpa del hombre le mataba sentenciando; pero aquí por culpa mía sin sentenciarle le mato. Allí no alcanzaba un real, porque no torcía mi brazo13; pero escarmentando aquí, en torciéndole le alcanzo. Allí pidiéndome Iglesia14, de ella algún malo he sacado, y aquí sin que me la pidan doy Iglesia15 a muchos malos.

13 n o to rc ía m i b razo: no d a b a e l b ra zo a torcer, n o d es­ istía d e m i p rop ósito. T am bién p u ed e sig n ifica r "no ad m itía soborn o«.

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145

150

14 pidiéndom e Iglesia: acog ién ­ dose a sag rad o p a r a evitar la acción d e la ju sticia. 15 doy iglesia: en vío a l cem en te­ rio.

197

HOMBRE DOCTOR HOMBRE DOCTOR

HOMBRE

DOCTOR HOMBRE DOCTOR

HOMBRE DOCTOR HOMBRE DOCTOR HOMBRE DOCTOR HOMBRE DOCTOR HOMBRE DOCTOR HOMBRE

Allí pasaba mi vida, y aquí las ajenas paso, siendo como el cazador, que vivo de lo que mato. ¿Está aquí el señor doctor Escama? Aquí está un pedazo. ¿Usted es? ¡Válgame Dios! Yo soy, válgante mil diablos; pero presto no seré si abrazas tan apretado. Usted venga aprisa, aprisa, que de comer un gazapo entre seis, se están muriendo todos sin remedio humano. ¿Pues hay más mala comida? ¿Por qué, señor? ¿Por qué, hermano? Porque un gazapo entre seis no les cabría a bocado, y como allí no murieron de hambre, estoy espantado; mas para estas ocasiones somos los estudiantazos. En fin, ¿los hombres se mueren? Todos están ya acabando. ¿Es buena la paga? En plata. ¿Está lejos de aquí? Un paso. ¿Cuántos dice que son? Seis. ¿Qué hora es? Las siete han dado. Pues venga vusted mañana, que de noche no me amaño. ¿Qué es mañana? Vive Cristo que le he de llevar en brazos.

doctor hombre doctor

hombre doctor

hombre

Que no lo dejo por eso. ¿Por qué lo deja? Hable claro. No más de porque no quiero, que por otra cosa. Vamos. Sin sentir llegado habernos. Pues si ya habernos llegado, llamad. ¡Ah de casa!

190

D en tro. ¿Quién es? doctor todos

doctor

primera doctor primera doctor

primera

doctor

Ya los están enterrando. Entre a ver, señor doctor, los enfermos del amor. Pues de lo que amor ha hecho, ¿qué culpa tiene el conejo? Señor, yo estoy opilada16. ¿Come barro?17 Ni aun mentarlo. Pues si la curo, yo haré que coma muy presto barro. De comer vestidos justos es la opilación que traigo. Compren luego un guardainfante18 y úntenla con él el bazo, y mire bien lo que compra, que esta invención de los diablos,

16 opilada: que tiene obstruidos los conductos del bazo; también embarazada (véase más abajo •comer vestidos justos-, con pro­ bable alusión a la actividad sexual). 17 Comer barro: algunas damas sentíanpasiónpor mascar tieira y barro; estapráctica solía obstruir­ las fivcuenternente por cuanto se

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les hinchaba el vientre y el estó­ mago. 18 guardainfante: especie de falda grande, hueca, annada de aros de hierro, esparto y otros componentes; con esta prenda, las mujeres embarazadas podían ocultar su estado fácilmente; de ahí el nombre.

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El guardainfante. La infanta Margarita de Habsburgo, de Velazquez

tal vez por esparto es yerro, y tal vez por yerro es parto*.

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* Observa el hábil y gracioso juego de palabras.

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primera

doctor primera

doctor segunda

doctor segunda doctor

segunda

doctor tercera

doctor

Para el mal de una dama andante19, ¿qué es el récipe?20 Un guardainfante. Llegue a ver a esta otra enferma, que pienso que está expirando. ¿Qué tienes tú, buena y gorda? Tengo los ojos tan malos, que no veo lo que quiero. ¿Qué tienen estando claros? Una nube de una tía*. Ten con polvos mexicanos** a tu tía preparada21, y quitarase el nublado22. Para ver lo que ya no veía, ¿a quién prepararé? A tu tía. De una ocupación de celos este hombre está reventando. E so llaman a m o r bustontus***, propia enfermedad de asnos.

19 dama andante: que anda a la busca, ramera; por oposición a la mujer encerrada, la cual era considerada casta y honrada. 20 récipe: receta médica.

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21 preparada: dispuesta para la purga. En un tratado médico del siglo XV, se lee: ·βίηpreparar luengo tiempo, no sepurga con ligereza■. 22 nublado: con el sentido de impedimento.

* La nube de una tía alude a un obstáculo para el libre movimiento de las muchachas. La nube es una mota o blancura que se forma en el ojo y dificulta la visión; las tías, como otros parientes, vigilaban a las jóvenes y les dificultaban el trato con hombres. Por tanto, esta mujer no veía lo que quería. ** Los polvos mexicanos son una purga, un laxante; se refieren pro­ bablemente a la raíz de una planta oriunda de Michoacán (Méxi­ co), que tenía grandes propiedades para descargar el vientre, aun­ que también podría referirse a dinero pues los doblones de oro eran llamados mejicanos. *** Ten en cuenta que este sintagma (amor bustontus) podría ser corrupción de morbus tontus. En latín, morbus significa enferme­ dad; por tanto, el doctor califica los celos de «pasión de tontos».

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tercera

doctor primera doctor segunda

doctor primera

doctor

segunda doctor

todos

doctor

Para ahíto23 de muchos celos, ¿qué remedio le da? Volverlos. 230 Éste está harto de cierta hembra. Échenle dos ayudas de bolsa pliega*. Cada vez que yo compro, me sangra24 [el criado. Recupere la sangre con su salario. Un gatazo me enferma de carne [y queso25. 235 Dele nuez de ballesta26, que es gran [remedio. Un doctor me visita lo más del año. Será vuestro subsidio, mas no excusado27. El doctor, el criado, el médico y el gato cuatro males son, y todos necesarios. 240 Hoy empieza el doctor a curar, dadle bien en que pueda ganar. Doctor soy, favoreced en la ocasión mi virtud; pero no os dé Dios salud, 245 que yo sé que todos me haréis merced.

23 ahíto: indigesto. 24 sangra: hurta. También tiene sentido erótico.

25 un gatazo me enferma de carne y queso: un ladrón (gata­ zo) le roba la salud a causa de su excesivo apetito sexual. Gatazo, queso, came son símbolosfálteos.

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26 nuez de ballesta: pieza en donde prende la cuerda y se encaja la saeta. 27 excu sad o: cierto subsidio (ayuda, auxilio) que se imponía en las rentas eclesiásticas.

* Las ayudas de bolsa pliega eran medicinas para limpiar el vientre. Algunos editores han corregido «prieta» por «pliega» para dar a enten­ der «bolsa apretada»; es decir, no dadivosa, tacaña. No obstante, el vocablo «pliega», asociado con «gira», aparece en un recetario del siglo XV con el sentido de «medicamento purgativo», y asimismo en otros entremeses del Siglo de Oro, con idéntico significado. Estos chistes escatológicos eran característicos del carnaval.

JÁCARAS

En los entreactos también se representaban jácaras, composi­ ciones poéticas en las cuales se cantaban sucesos particulares, crueles o extraños (riñas, peleas entre rufianes, violaciones, ase­ sinatos) cuyos protagonistas eran perdonavidas y matones; es decir, jaques, vocablo que procede del juego del ajedrez. Las jáca­ ras incorporaban el léxico de germanía (jerga de ladrones). A veces, se mezclaban con los entremeses. En su origen, la jácara fue un género poético, pero desde que pasó al teatro se convir­ tió en una de las debilidades de los espectadores, los cuales siem­ pre las exigían. En el corral de la Morería, en Sevilla, se producí­ an alborotos por razón de pedir el público bailes, jácaras y otras piezas breves a los actores. La temática de estas piezas supone una antítesis del mundo a menudo idealizado que solía darse en la comedia pues implica el triunfo de los bajos fondos de la socie­ dad: rufianes, rameras, delincuentes. El texto siguiente fue escri­ to por Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645) en torno al año de 1610, y salió al escenario en la representación de El rufián viudo, de Cervantes, y en una comedia de Lope de Vega. Con ella inauguró el ilustre poeta una serie de jácaras ingeniosas que fue­ ron imitadas posteriormente; de hecho, originó un baile muy conocido que fue llamado Escarramán.

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1 6 . F ra n c is c o de Q u ev ed o : Ca r ta d e E sca r r a m á n M éndez*

a la

1trena: cárcel. Ya está guardado en la trena1 2 alfileres: alguaciles. 3 sin pensar: sin darm e cuenta. 4 Esto es, an d aba a la busca de estas a v es-d e tam año sem ejante a las perd ices- y buscaba algo d e valor qu e se adquiere fácilm en te. 5 grillos: insectos ortópteros, p ero tam bién grilletes. 6 Es decir, son ar con un chi­ rrido sim ilar a l d e los grillos cu an do cantan en el cam po en don de se h a segado trigo y que se h alla ocupado d e los haces o gavillas qu e han p re­ p arad o los segadores. 7 bayuca: taberna. 8 De otro modo, un boiracho (m osquito qu e se ahogó en vino y pan ) se acerca a Esca­ rram án p a ra apacigu ar en vino una pen den cia (los rufianes acostum braban a term inar las p eleas em borra­ chándose). 9 corchetes: ministros d e ju s­ ticia encargados d e pren der a los delincuentes. 10jayán: rufián d e postín qu e era respetado p o r los dem ás m alhechores. 11 embolsaron: lo guardaron con m ucha vigilancia. 12 godos: delincuentes de m ás categoría.

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tu querido Escarramán, que unos alfileres2 vivos, me prendieron sin pensar3. Andaba a caza de gangas4, y grillos5 vine a cazar, que en mí cantan como en haza6 las noches de por San Juan. Entrándome en la bayuca7, llegándome a remojar cierta pendencia mosquito, que se ahogó en vino y pan8, al trago sesenta y nueve, que apenas dije «Allá va», me trajeron en volandas por medio de la ciudad. Como al ánima del sastre suelen los diablos llevar, iba en poder de corchetes9 tu desdichado jayán10. Al momento me embolsaron11, para más seguridad, en el calabozo fuerte donde los godos12 están. Hallé dentro a Cardeñoso**, hombre de buena verdad, manco de tocar las cuerdas***,

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* La Méndez: era costumbre anteponer este artícu­ lo a los nombres de las mujeres de mala vida. ** La expresión «gente de la carda» designaba a cardadores que com únm ente paraban en rufia­ nes; por tanto, Cardeñoso: valentón. *** Alude al tormento de la cuerda: al reo le ata­ ban las m anos a la espalda, lo colgaban de ellas

donde no quiso cantar13. Remolón14 fue hecho cuenta de la sarta de la mar*, porque desabrigó15 a cuatro de noche en el arenal16. Su amiga la Coscolina17 se acogió con Cañamar**, aquel que, sin ser san Pedro, tiene llave universal. Lobrezno18 está en la capilla19. Dicen que le colgarán20, sin ser día de su santo, que es muy bellaca señal. Sobre el pagar la patente21 nos venimos a encontrar22 yo y Perotudo el de Burgos23: acabóse la amistad. Hizo en mi cabeza tantos24 un jarro, que fue orinal, y yo con medio cuchillo le trinché medio quijar25. Supiéronlo los señores26, que se lo dijo el guardián, gran saludador de culpas27, un fuelle de Satanás28. Y otra mañana a las once, víspera de San Millán, con chilladores29 delante

13c a n ta n

confesar·.

14remolón: bribón que

30 carga un dado con unpeso

ocultopara que, aljugarlo, quede con una cam determi­ nada hacia arriba.

15desabrigó: robó las capas. 16arenal; lugar despoblado.

35 17Coscolina: quizá, ligera de cascos.

18Se refiere a-lobo· y a ladrón

de ovejas y cameros Olobatóti·).

40 19e sta r e n la capilla: estar

preparado el reo desde que se le notifica la sentencia de muerte hasta la ejecución de la misma.

20colgar: obsequiar con un

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regalo de cumpleaños, pero, como es *bellaca señal·y no es el día de su santo, se trata de la muerte en la horca.

21patente: licencia de robar.

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22enco n trar: enfadarse. 23Perotudo el de Burgos, famoso tahúr, protagonizó un romance. 24tantos: golpes.

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a una altura determinada y después lo dejaban caer sin que llegase al suelo; así, quedaba des­ coyuntado, m an co. * Las personas que eran castigadas a remar en galeras eran ensartadas por el cuello como si fue­ ran las bolitas o cuentas del rosario. Por tanto, F u e h e c h o cu en ta d e la sa rta d e la m a r quiere decir que fue condenado a galeras. ** O bserva que Cañamar dispone de una gan­ zúa («llave universal»). Las llaves de san Pedro servían para abrir el cielo.

25quijar: quijada. 26señ o res: jueces.

27saludador de culpas: delator o soplón.

28fuelle de Satanás: soplón siniestro.

29chilladores: pregoneros queprecedían a los condenados gritando sus crímenes.

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30envaramiento: golpeadu­ y envaramiento30 detrás, ra. Alude a los alguaciles que a espaldas vueltas31 me dieron seguían a los reos azotándolos. el usado centenar32, 31a espaldas vueltas: en la que sobre los recibidos espalda, a traición (cf. v. 83). son ochocientos y más. 32el usado centenar: cien

azotes; era el castigo acostumbrado (tusado-).

33de buen aire: con prestancia, con gallardía. Escarramán cabalgaba en un asno. 34de par en par: abierta. 35monseñor cardenal·

marca amoratada, negruzca o amarillenta que dejan los azotes en el cuerpo.

36rebenque: látigo de cuero. El sentido es que este látigo -sin serpapa, el cual ordena cardenales- levanta manchas amarillentas o moradas en la piel ("cardenales·).

37pencas: tiras de cuero con

qttë el verdugo azotaba a los maleantes. Es decir, como mis espaldas están ya duras a causa de tosgolpes, no consientofácilmente en cuanto se mepide, aunque lo desee (se hace depencas).

38agridulce: la mano del verdugofue agria cuando le pegabafuerte y dulce cuando pegaba suave. 39Esto es, cuanto más tardaba el asno, más azotes recibía Escarramán. 40dromedal: dromedario.

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Fui de buen aire33 a caballo, la espalda de par en par34, cara como del que prueba cosa que le sabe mal; inclinada la cabeza a monseñor cardenal35; que el rebenque36, sin ser papa, cría por su potestad. A puras pencas37 se han vuelto cardo mis espaldas ya; por eso me hago de pencas en el decir y el obrar. Agridulce38 fue la mano; hubo azote garrafal; el asno era una tortuga39, no se podía menear. Sólo lo que tenía bueno ser mayor que un dromedal40, pues me vieron en Sevilla los moros de Mostagán41. No hubo en todos los ciento azote que echar a mal42; pero a traición me los dieron no me pueden agraviar*. Porque el pregón43 se entendiera con voz de más claridad, trajeron por pregonero las sirenas de la mar44. Envíanme por diez años

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* Fíjate en el modo en que el autor se burla de la honra que se atribuía Escarramán pues afirma éste que no puede sentirse agraviado si le die­ ron los azotes a traición (por la espalda).

-¡sabe Dios quién los verá!a que, dándola de palos45, agravie toda la mar. Para batidor del agua dicen que me llevarán, y a ser de tanta sardina sacudidor y batán. Si tienes honra, la Méndez, si me tienes voluntad, forzosa ocasión es ésta en que lo puedes mostrar. Contribúyeme46 con algo, pues es mi necesidad tal que tomo del verdugo los jubones47 que me da; que tiempo vendrá, la Méndez, que alegre48 te alabarás, que a Escarramán por tu causa le añudaron el tragar49. A la Pava del cercado*, a la Chirinos, Guzmán, a la Zoila y a la Rocha, la Luisa y la Cerdán, a Mama y a Taita el viejo, que en la guarda vuestra están, y a toda la gurullada50 mis encomiendas51 darás. Fecha en Sevilla, a los ciento52 de este mes que corre ya, el menor de tus rufianes y el mayor de los de acá.

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41 Ciudad argelina de la costa mediterránea. Afirma que, estando él en Sevilla, lo vieron en Argel.

42azote que echar a mal: azote despreciable.

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« pregón: un alguacil iba delante del reoy voceaba o pregonaba sus delitos.

44Alude a las sirenas que, según se cuenta en la Odisea, atraían a tos marineros con su dulce canto y después los destruían.

45dándola de palos:

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golpeando la mar con los remos; por tanto, queda ella agraviada. Escarramán ha sido condenado a remar en galeras durante diez años.

46contribúyeme: ayúdame. 47jubones: se refiere a la HO

vestidura, pero también a los latigazos.

48alegre: borracha.

49añudaron el tragan apretaron la garganta.

50gurullada: conjunto de 115

alguaciles; también, delincuentes.

51encomiendas: recuerdos. 52ciento: alude a los cien azotes padecidos.

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* Algunos de los nombres que siguen pertenecen al léxico de germanía (el que emplean los delin­ cuentes). L a P av a está en el huerto («cercado»), pero este nombre alude también a la mancebía o prostíbulo. C hirin os significa reunión de rufia­ nes; G uzm án, cobarde; C erdán, cuchillo; M am a y T aita son los dueños del burdel.

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GLOSARIO

A buena cuenta: en resumidas cuentas. A calca p orra: hasta reventar. A cuajo: bien. A espaldas vueltas: en la espalda, a traición. Al: otra cosa. A la m azacona: al azar. A otras: en verdad. A pie llano: sin tropiezo. A tiento: valiéndose del tacto para reconocer las cosas. A todo ruedo: sin defecto, puro, cristiano viejo. A troch em och e: de modo precipitado. A zaga: hacia atrás. Aballar: venir, bajar, mover, conducir, arrear (el ganado). Abiones: vencejos. A brenuncio: renuncio. Acá: con probable aspiración: ja c a . Acabar: lograr. Acederas: plantas de sabor ácido. Acenso: incienso. A cordados: puestos de acuerdo. Adoques: adornos, cintas.

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Afoforum : me escapo, huyo. Agora: ahora. Aguda: lista. Agüelo: abuelo. Ahíto: indigesto. Ajorca: argolla de metal con que se adornaban las mujeres. A lahao: interjección. Es un modo de llamar a otro que se halla distante. Albarazados: con manchas negras y rojas. Alegre: borracha. Alfardas: paños para cubrir el pecho. A lfileres: alguaciles. Algarabías de allende: razones disparatadas. Almendrillas: pendientes. Altibajos, zapatetas: bailes rústicos. Amotacén: almotacén. Ansina: así. Ante om nia: ante todo. Antruejo: carnaval. Añudar: apretar. Apito: grito. Aplace: gusta. Aquesta, aqueste, aquesto: esta, este, esto. Arbitrio: consejo, solución. Arenal: lugar despoblado. Argel etern o: cautividad. A rrojado: audaz. Arvejones: guisantes silvestres. Asiento: juicio. Asm ar: pensar, estimar. Atender: esperar. Aturriar: aturdir. Autenticada: garantizada. Autor: hoy en día, el empresario. Averiguarse con él: avenirse con él, reducirlo a razón. Ávese: quítese.

Ayudas de bolsa pliega: medicinas para limpiar el vientre. Ayuso: abajo. Bagasa: puta. Baque: golpe. B arreñas: vasijas toscas. Batricajo: golpe fuerte. Bayuca: taberna, Bel: bello. Bien chapado: de forma excelente. Blanca: cobarde; necia, inepta. Bodoques: pelotas de hierro o de barro endurecido. Bogar: remar en galeras. Botiginas: frutos de la achicoria amarga. Bragado: manchado. Braguedad: terquedad. B rasero: hoguera. Brazo: estamento. Brevajo: brebaje (bebida desagradable al paladar). Breval: árbol mayor que la higuera que da bre­ vas e higos. B ram ado: golpeado, molido. Buen aire: con prestancia, con gallardía. Bureo: regodeo, fiesta, jolgorio. Burullada: ronda de alguaciles. Cabezones: aberturas del zurrón Cabretuna: de cabra. Cabrillas: las siete estrellas, las cuales son lla­ madas P léyades por los astrónomos. Calabazate: conserva que se hace de la calabaza. Caletre: inteligencia. Calzar un arado: reemplazar la reja gastada del arado por otra nueva. Canal m aestra: el trasero. Candido: hambriento. Cantar: confesar. Capillejos: cofias. Cardenal· marca de color rojo que dejan los azo­ tes en el cuerpo.

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Cardeñoso: valentón. C arear: dirigirse. Carga cerrad a: a tontas y a locas. C arra: hacia. Carta de exam en: título. C arta m ensajera: carta que se envía a una per­ sona ausente. Casa llana: burdel, mancebía. Catar: observar. Catavinos: catador de vinos. Celar: ocultar. Censo: contrato en virtud del cual se sujeta un inmueble al pago de una pensión anual. Cercillo: pendiente. C errero: bravo. Certas: ciertamente. Ciento: cien azotes. Cinco sueldos: persona estimada en poco. Citóla: cítara, instrumento musical. Colgar: obsequiar con un regalo de cumpleaños, ahorcar. Colodrillo: cogote. C om er a rem anso: comer con flema y lentitud. Con vusco: contigo. Confeso: convertido del judaismo o del maho­ metismo al cristianismo. C ontentarse ha: se contentará. Contino: continuamente. Contribúyem e: ayúdame. Conuezco: conozco. C orcovado: galán, caballero orgulloso. C o rch ete: ministro de justicia encargado de prender a los delincuentes. Cordojo: pena. Cornezuelos: hongos. Cosa de aire: asunto sin importancia. Cras: mañana. Crego: clérigo.

Crianza: educación, cortesía. Cristianam ente: en cristiano, con claridad. Cuando n o: si no. C uchares: cucharas. Cudar, cuidar: pensar. Cuerpo de nosle: cuerpo de Cristo. Curar: preocupar, prestar atención. Chanzoneta: cancioneta. Chapa: calidad. Chapar: componer. Chillador: pregonero que precedía a los con­ denados gritando sus crímenes. C h ocotilla: persona de poca edad, pero bien formada y de partes agraciadas. D am a andante: que anda a la busca, ramera. Dar iglesia: enviar al cementerio. De p ar en par: abierta. De vero: de veras. Dellos: algunos de ellos. D errenegar: renegar, abominar. Desabrigar: robar las capas. Descom ulgar: excomulgar. D escordojar: aliviar. Desgaire: falta de gallardía, a veces afectada. Desliciar: deslizar. Desposada: con traje de novia. D iacitrón: conserva hecha de cidra. Díganmoslo: dígannoslo. Dios te m antenga: manera de saludo entre rús­ ticos y villanos. Dis: después. Distinto: instinto. Do: donde. D oblar p o r él: desconfiar. D om ina: señora. D otos: todos. D ram e: madre. D rom edal: dromedario. Durbel: burdel.

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Em bolsar: guardar con mucha vigilancia. Em pelar: criar pelo. En pelo: sin ataduras. Enartado: engañado. Encadenada: enlazada. Encajar: meter una cosa dentro de otra de forma ajustada. Encenso: incienso. Encom ienda: recuerdo. Encon trar: enfadarse. Endeliñado: compuesto, aliñado. Engorren cia: molestia, fastidio. Ensom o: arriba, encima. Entablarse y arrim arse: estar conforme. Entender: atender. Envaram iento: golpeadura. Escriba: escribano. Espanto: admiración. Estarm e hía: yo estaría. Estrellero: astrólogo. Estrena: obsequio. Excusado: cierto subsidio que se imponía en las rentas eclesiásticas. Exilis: de ellos es (ju dío). Fet: hecho. Fiésego: físico (médico). Fiesta de cuatro capas: muy solemne. Figura: feo, bestia. Folias: loco, vano, sin seso. Fortunos: azarosos. Francolín: ave muy apreciada. Frisa: tela basta de lana. Frisón y alazán: variedades de caballos. F ro co : golpeo. Fruncida: áspera, desabrida. Fuelle de Satanás: soplón siniestro. Fugite: huid. G allicresta: planta parecida a la cresta de un gallo.

Gallipavo: ave gallinácea. Garrafal: sitio poblado de una especie de guin­ das y cerezas grandes y tiernas. G arrotorum : garrote. G asajado: placer colectivo que se disfruta en compañía. Gatazo: ladrón. Gavanzas: flores de rosales silvestres. Godos: delincuentes de más categoría. G om ecillos: Francisco Gómez de Quevedo, posiblemente. G orgom illera: garganta, garguero. Grajos: aves parecidas a los cuervos. Grillos: insectos ortópteros, pero también gri­ lletes. Guardainfante: especie de falda grande, hueca, armada de aros de hierro y otros componen­ tes. Guarte, guarte: guárdate, guárdate. G urullada: conjunto de alguaciles; también, delincuentes. Ha: sí. H acer cabelleras: cubrir la cabeza con cabellos postizos. H acer casta: concebir hijos. H acer pepitoria: mezclar asuntos de forma des­ ordenada. H acer vía: marcharse. H arbar: comer de prisa. H er: hacer. Hi de Menga: hijo de Menga. Higa: gesto de burla o desprecio. H ogaño: en este año. Hondijo: honda. H osco: oscuro. H ucho ho: exclamación para espantar o incitar a los toros. Huerte: fuerte.

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H uertem ente: fuertemente. Hum ilm ente: humildemente. H urria: arrea. H urtiallá: arrea hacia allá. Irnos: vamos. In corb on a: en el saco, en la bolsa, cobrado. Incontinente: inmediatamente. Ingredire: entrar. Insinias: insignias, señales, signos. Iuta: tu. Jam estad: majestad. Ja u ja : región de Perú, famosa por sus fértiles valles y tierras. Ja y á n : rufián de postín que era respetado por los demás malhechores. Jubon es: se refiere a la vestidura, pero también a los latigazos. Ju ri: juro. Kirie: señor. Laus Deo: alabado sea Dios. Limeta: vasija. Loba: manto o sotana que usaban los eclesiásti­ cos. Luego: inmediatamente. Luenga: lengua, larga. Lleguea: infamia. Maguer: aunque. M aiordo: mayordomo. M ajaderos: mazos para majar (quebrantar un material a golpes). Maledite: maldita. Malino: maligno. M am antona: mamona, animal que aún mama. Mandilones: que maman, mamadores. Manija: pulsera. Manillas: anillos de las muñecas. Manir: ablandar carnes y manjares para que se pongan más tiernos y sabrosos.

Matiego: rústico, que vive entre matas. M ayordomo del Corpus: persona encargada de organizar la fiesta de Corpus Christi. Menudear: tocar a menudo. M ercadante: mercader. M ercé: señor. Miafé: a fe mía. M ilagrosas: hermosas. Mojón: catador de vinos. M osquetería: conjunto de espectadores que veían la representación de pie. Muy extrem ada: muy buena. N oram ala: en hora mala. N oram aza: en hora mala. N ovación: novedad. Nube: estorbo, obstáculo. Nublado: impedimento. Nuez de ballesta: pieza en donde prende la cuerda y se encaja la saeta. Nuez m oscada: fruto de la mirística (árbol de la India, oloroso y fragante). O que fure: o donde fuere. Obispado: aquí, condenado por la Inquisición a llevar coroza o sambenito. Oíslo: esposa, persona de confianza. Opilada: que tiene obstruidos los conductos del bazo, embarazada. Ora: vaya, venga (exclamación). Pajuelas: pajas de centeno que arden con llama. Palm illa: género de paño. P ancho: panza. Paño, p o r el: detrás del bastidor o del telón. Papazgo: papado. Papero: puchero en donde se preparan las papi­ llas a los niños. Papillón: comilón. P arce: cédula que daban los maestros de gra­ mática a sus discípulos.

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Pardiobre: por el diablo. Pardiós: por Dios. Partes: compañía en que los actores se repartían los beneficios de modo proporcional. Pasador: saeta muy aguda que se disparaba con ballesta. Pasapán: garganta. Patente: licencia de robar. Patoja: pata. Pear: tirar pedos. Pedir Iglesia: acogerse a sagrado para evitar la acción de la justicia. Pega: urraca. Pelar: quitar el dinero. Pencas: tiras de cuero con que el verdugo azo­ taba a los maleantes. Pendado: peinado, urbano. P ercon tar: contar hasta el fin. Perchufar: burlarse mucho. Perdaftosa: muy mala, dañina. Peripatética: extravagante. Perlucida: muy lucida. Perpujante: con mucha fuerza. Pies de burro: plantas herbáceas. Plugo: gustó, plació, quiso. Polvos m exicanos: purga, laxante. P o r puntos: de un momento a otro. P o r ver: por decir verdad. Posum : puedo. Potestad: juez. Potra-m édico: protomédico. Praga: guste, plazca. Pregar: rezar. Pregón : acto de vocear o pregonar los delitos de un reo. Preparada: dispuesta para la purga. Pretensor: candidato. Priado: pronto. Prim a tonsura: primero de los gr ados clericales.

Prim as: por vez primera. P rim icias: primeros frutos que producía cual­ quier cosa no material. Priscos: albérchigos, albaricoques. Profundo, el: el infierno. Prom eter: prevenir. Puesto que: aunque. Q uebrajar: cortejar, requebrar. Quejo: lamento. Quijar: quijada. Q uillotrarse: emocionarse. Quillotro: emoción. Quínola: juego de naipes que se basa en reunir cuatro cartas del mismo palo. Quinolilla: véase qu ín ola. Quistión: cuestión, asunto, riña. Rabelejo: diminutivo con sentido despectivo de rabel. Rabí: mi maestro (título con que los judíos hon­ ran a los sabios de su religión). Ralos: raros. R ancioso: de linaje rancio, antiguo. Rebenque: látigo de cuero. Recado: noticia de un suceso. Recipe: receta médica. Redeamus ad rem : volvamos al caso. Rehilar: temblar. R ehinchar: volver a llenar. Rellanarse: sentarse cómodamente. Rem olón: bribón. Renazgo: reinado. Renuevo: árbol nuevo recién plantado. Repantigado: arrellanado en el asiento. Repolida: guapa y agraciada. Repostero: tapiz lujoso. Repunar: contradecir. Requebrajo: hendidura o quebradura del monte. Requísim amente: con mucho gusto.

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Resto: en los juegos de envite, cantidad que se considera para jugar y envidar. Retablo: espectáculo de títeres. R etórico: persona experta en Retórica. Revesado: oscuro, confuso. Roquido: recorrido. Saber: conocer. Sacrism oche: sacristán, con sentido despectivo. Salir c o n esta em presa: llevar a buen puerto. Saludador (de culpas): delator o soplón. Sangrar: hurtar. Sarta: collar. Sayón: verdugo que ejecutaba la pena de muerte. Senojil: rodilla. Sentirse: afligirse. Señor: juez. Sica: bolsa para llevar dinero. Siglo: mundo, orbe. So: bajo. Sobajar: sobar. Sobrevienta: furia. Solacio: solaz. Sollar: soplar. Som era: ligera. Son: sino, pero. Soncas: ciertamente. Sopetar: mojar. Sos: eres. Sotasacristán: ayudante del sacristán. Subir el hum o: enfadarse. Sufficit: es suficiente. Sufrir: consentir. Sus: voz que se emplea para animar a una per­ sona a ejecutar algo. Tam año: tan grande. Tapados: tontos, de cortos alcances. Tarea: somanta, paliza. Tejillos: ceñidores.

Telas del corazón: aquí, pequeña bolsa de piel. Tinieblas: oficios de los tres últimos días de la Semana Santa. Tirte: vete, tírate para allá. Tosté: pronto. Tosté priado: enseguida. Traque restraque: hasta reventar. Trascordada: olvidada. Tratarse de m ujer: tratar con mujer. Traya: traiga. Trena: cárcel. Trónica: patraña. Trujo: trajo. Turm as: hongos. Tuturutú: sonido de la corneta; atontada, turu­ lata. Unos a otros: sin interrupción. Vala: valga. Vamos: vayamos. Varas: las que llevaban los alcaldes; simboliza­ ban su poder y autoridad. Veduño: casta o variedad de vid. Vegada: vez. Veída: vista. Velado: marido. Velarte: paño lustroso de color negro. Ventosilla: vanidosa, presumida. Vezar: acostumbrar. Vira: saeta de punta muy aguda. Virotazo: flechazo. El virote es una saeta. V ísperas y tinieblas: horas del rezo eclesiás­ tico. Volver: trastornar, perturbar. Voseada: tratada de vos, despreciada. Voto a dico: voto a Dios. Vuesasted, vuested, vusted: usted. Zarandajas: tonterías. 223

PROPUESTA DIDÁCTICA

A c t iv id a d es

1. ACTIVIDADES DE COMPRENSIÓN Auto de los Reyes Magos 1. El A uto d e los R eyes M agos muestra un evi­ dente primitivismo en la construcción teatral, pero su autor ha tenido la firme convicción de escribir una obra dramática. ¿Cuáles son, a tu juicio, dichos elementos teatrales? 2. A pesar de su primitivismo, los Reyes son caracterizados de modo particular. ¿Cuáles son algunos de sus rasgos distintivos? Pon ejemplos. 3. Antiguamente, los Magos eran astrólogos y sacerdotes del culto de Mitra (dios persa de la luz y la cordura), pero la Iglesia católica modificó su condición: en el siglo m, Ter­ tuliano les otorgó la categoría de reyes; sus nombres de Gaspar - e l de mayor ed ad -, Baltasar - e l rey n eg ro - y M elchor apare­

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cieron posteriorm ente en un m osaico de una iglesia de Rávena (Italia). ¿Mantiene el A uto algún rasgo de su antigua naturaleza? 4. Según la Iglesia, ¿qué simbolizan los tres regalos que ofrecen los Magos a Jesús? 5. ¿Qué diferencias existen entre las dudas de los Magos y las de Herodes? 6. Cuando aparecen los rabinos, surge un con­ flicto. ¿Cuál es? 7. La literatura castellana medieval ofrece ras­ gos de antisemitismo. ¿Encuentras algún rasgo antisemita en el auto?

Pedro Manuel Ximénez de U rrea: Casa de sabiduría 1. Un momo era una mascarada que solía representarse en los grandes salones de los palacios: los reyes, los caballeros, las damas y los pajes se vestían de modo suntuoso, danzaban, cantaban y recitaban versos amo­ rosos o de tema caballeresco. ¿Cuáles de estos elementos encuentras en el texto segundo? 2. Conforme al texto leído, ¿cómo crees que era la vida cortesana? ¿Qué famoso poeta del siglo XV describió en sus coplas los halagos de este mundo?

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3. El autor de este momo era un aristócrata ara­ gonés. ¿Crees que conocía bien el mundo cortesano? Razona tu respuesta.

4. El momo no es un género dramático, aun­ que sí dispone de algunos elementos teatra­ les. ¿Cuál es el elemento más dramático del texto? ¿Cuál es el menos dramático?

Ju a n del Encina: Églogas 1. Juan del Encina publicó su C an cion ero en 1496, cuatro años después de la expulsión de los judíos de España. Para evitar la expul­ sión, muchos judíos se convirtieron al cris­ tianismo, y pasaron a ser «cristianos nuevos» o «conversos». Como su conocim iento del dogma católico era muy rudimentario, fue­ ron perseguidos por el Santo Oficio de la Inquisición. ¿A qué grupo pertenecen los personajes de la É gloga rep resen tad a en la m ism a n och e d e A ntruejo? ¿A los cristianos viejos o a los nuevos? ¿Por qué? 2. ¿Cómo se conducen antes de la Cuaresma? 3. ¿Crees que esa actitud responde a un autén­ tico sentimiento religioso? ¿Cuál es la inten­ ción de Encina? 4. ¿Conoces otro texto de la literatura medieval en que aparezca el episodio de la pelea entre don Carnal y doña Cuaresma? 5. El vocablo carn estolen das fue desplazado en el siglo XIX por la palabra carn av al; esta fies­ ta se celebra en muchos lugares de España. ¿Recuerdas qué otros nombres recibe? 6. En la Edad Media, el cristianismo instruyó a los hom bres de tal m odo que les hizo

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creer que su valor era relativo y secundario puesto que el individuo dependía de la voluntad divina. En el Renacim iento, en cambio, se perdió tal sentimiento, y el hom­ bre intentó mostrar la importancia de su ser. El individualismo renacentista se manifies­ ta claram ente en la pintura, puesto que desde mediados del siglo xv aparecen retra­ tos de comerciantes y banqueros, los cua­ les quieren pasar a la posterioridad y, por tanto, se exhiben con ropas elegantes, insig­ nias y los utensilios propios de su oficio: cartas com erciales, balanzas, dinero. Pre­ tenden, en definitiva, exhibir su categoría. ¿Reflejó Encina dicho espíritu en el texto cuarto? 7. ¿Cómo son las hierbas que ofrece Mingo a Pascuala? 7. ¿A qué responde este hecho? ¿Cuál es la intención de Encina? 9. ¿Se da cuenta de ello algún personaje?

Ju a n de Pedraza: Farsa llamada danza de la

m uerte

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1. El hombre medieval y renacentista tenía con­ tacto casi diario con la muerte: guerras, pes­ tes y enfermedades diezmaban a la pobla­ ción con frecuencia. Algunos de los libros más conocidos en la Edad Media fueron los Ars m oñ en di, textos que ilustraban sobre el modo de morir. No es de extrañar que la lite­ ratura recogiera esta preocupación, cuya manifestación más singular radica en las dan­ zas de la muerte, las cuales surgieron en un

poema francés del siglo xra. ¿Cuál es su fina­ lidad principal? 2. A veces, estas danzas se representaban como mascaradas: personas disfrazadas de esque­ letos bailaban con otras figuras que simula­ ban pertenecer a los diversos estamentos sociales. Esta farsa todavía refleja los estados medievales, los cuales aún se mantenían en el Siglo de Oro. ¿Cuáles son las figuras que los representan? 3. ¿Qué diferencias hay en la presentación de unos y otros? 4. ¿Crees que el pastor está enaltecido o degra­ dado? ¿Por qué? 5. ¿Qué impresión produciría el pastor ante un auditorio aristocrático? ¿Encuentras en el texto algún dato que haga sospechar que el público era noble? 6. ¿Cuáles son los rasgos más destacados de los personajes a quienes llama la muerte? ¿Qué les preocupa esencialmente? ¿Te parece acer­ tada dicha caracterización? 7. El pastor se echa a dormir (v. 244). ¿Qué sig­ nificado puede tener este hecho? 8. Fíjate en los w . 345-348. ¿De qué advierte la muerte al pastor? ¿Qué logrará si obedece? ¿Cuál es la respuesta del pastor? 9. En el teatro del siglo xvi, eran frecuentes los prólogos o introitos. De acuerdo con el con­ tenido de este prólogo, ¿cuál era la función principal que desempeñaban?

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10. La farsa está dividida en dos partes; la pri­ mera está compuesta de una loa, que inclu­ ye un villancico, y la loa propiam ente dicha. La segunda está formada por el texto dram ático. ¿En cuántas partes se divide éste? Razona tu respuesta. 11. Esta pieza posee rasgos del género llamado m ora lité o m o ra lid a d (inclusión de figuras alegóricas y costumbres de la época; esto es, com ponentes religiosos y profanos), pero algunos críticos la consideran auto sacra­ mental. Como sabes, los autos sacramenta­ les contienen dos elementos fundamentales: figuras alegóricas y exaltación del Corpus Christi. Juzga si esta farsa puede ser consi­ derada un auto sacramental.

Lope de Rueda: Pasos 1. En La tierra d e Ja u ja , Mendrugo se jacta del obispado que va a ganar su mujer, pero obsérvese que el bobo no capta los dobles sentidos del lenguaje ni tampoco la diferen­ cia que existía entre la coroza y la mitra. ¿En qué se basa la confusión? 2. En la España del Siglo de Oro, la gente humil­ de padecía hambre con frecuencia. ¿Se refle­ ja este hecho en algún paso de Lope de Rueda? 3. El hambre obligaba a muchos a practicar la delincuencia. ¿Crees que Lope de Rueda refleja en sus pasos esta realidad?

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4. Fíjate en los nombres del bobo. ¿Crees que el autor sentía simpatía por estos personajes?

5. Cita varios rasgos del bobo que aparece en los pasos de Lope de Rueda. 6. En el P a so sexto, Samadel finge hablar en una lengua extraña al castellano, pero reco­ bra su idioma cuando oye un vocablo que lo compromete. ¿Qué palabra es? 7. ¿Crees que en el paso de Las a ceitu n a s se refleja el individualismo renacentista y el afán de medrar del común de la población? ¿Cómo trata Rueda dichas aspiraciones? 8. ¿A qué obra de la tradición popular te recuer­ da el paso de Las aceitu n as?

Loas 1. El público del corral de comedias solía reír, hablar y gritar durante la representación. En una loa de Mira de Amescua, este autor con­ cedía licencia al público -irónicamente- para merendar, montar una fiesta, cantar y bailar. Por ese motivo, las loas rogaban a los espec­ tadores que se ocuparan sobre todo de cuan­ to sucedía en el escenario. ¿En qué versos de la loa número 9 tiene lugar esa petición? 2. Para captar la atención del público, ¿qué recurso utiliza? 3. Se emplean de modo reiterado tres figuras retóricas. ¿Cuáles son? Pon ejemplos y seña­ la su función. 4. Según esta loa, ¿cuánto duraban las repre­ sentaciones teatrales?

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5. Analiza la estructura de la loa número 10. En cuántas partes se divide. Razona tu respuesta. 6. La primera parte se cierra con un recurso humorístico. ¿Cuál es? 7. Señala aquellos aspectos religiosos de la época que más te hayan llamado la atención. 8. ¿Crees que los nobles eran, según el texto, fieles cristianos? Razona tu respuesta. 9. Localiza casos de leísmo en el texto décimo.

Miguel de Cervantes: Entrem eses 1. Los estatutos de limpieza de sangre impe­ dían a los conversos o cristianos nuevos el acceso a los cargos municipales, el ingre­ so en órdenes religiosas, etc. Por tanto, los cristianos viejos, aunque fuesen unos inep­ tos, tenían abiertas las puertas a los cargos de gobierno. ¿Refleja Cervantes esas cir­ cunstancias en el texto undécim o? ¿Por qué? 2. ¿Cuáles son los procedimientos que emplea Cervantes para cuestionar la competencia de los candidatos? 3. La capacidad de Rana se basa en conocer unas coplas antisemitas. ¿Influye esta cuali­ dad en el voto de los regidores? ¿Cuántos votos obtiene inmediatamente?

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4. Alguien debe frenar tanto despropósito. ¿Quién es? ¿Cómo se llama?

5. Cervantes no sólo se burla de los candida­ tos, sino también de los electores. Así ocu­ rre con Panduro. ¿De qué modo se pone de relieve la incompetencia de éste? 6. Antes del examen, Humillos alude a una ver­ gonzosa realidad política de la época. ¿Cuál es? 7. Cervantes se burla a conciencia de las habi­ lidades de los candidatos. ¿De qué se enor­ gullece Humillos? ¿En qué basa su preten­ sión de ser alcalde? 8. En el Siglo de Oro, la Inquisición y los autos de fe atemorizaban al pueblo: personas ins­ truidas eran encarceladas, se instaló en la mente de las gentes la prevención o el miedo a las actividades intelectuales y científicas. Por el contrario, aumentaron los hábitos ora­ torios; ir a misa se convirtió en símbolo de pureza y ortodoxia religiosas. ¿Se hace eco Cervantes de dichas circunstancias en el texto undécimo? Pon algunos ejemplos. 9. Para indicar los peligros que corrían en la época las personas de cierta cultura, Humi­ llos utiliza dos metáforas. ¿Cuáles son? Juzga su eficacia dramática. 10. ¿En qué basa su pretensión Berrocal? 11. La llegada de los gitanos introduce otro ele­ mento en la crítica a los regidores y a los candidatos. ¿Cuál es? ¿Se hace eco de ello algún personaje? 12. En los w . 354-356, el sacristán amenaza con la excomunión. ¿Por qué esta advertencia asusta a los presentes?

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13. Fíjate en el nombre de los cristianos viejos que aparecen en el Retablo de las maravillas. ¿Crees que Cervantes sentía simpatía por ellos? 14. Chanfalla describe las propiedades del reta­ blo. ¿Cuáles son? 15. ¿Quién lo fabricó? ¿Resulta burlón el nombre? 16. El alcalde afirma que verá el retablo. ¿En qué se basa? ¿A cuántos costados de su linaje se remonta? 17. Sin embargo, Cervantes utiliza un ingenioso recurso para cuestionar la limpieza dé san­ gre de los cristianos viejos. ¿Cuál es? Juzga la burla cervantina. 18. Lee de nuevo la frase de Chirinos («Esa manada de ratones... todos son ratones»). ¿Crees que Cervantes era partidario de la dis­ criminación de las personas? 19. En la «aparición» de las figuras, se produce un fascinante juego dramático entre realidad y ficción. Al admitir los personajes todas las mentiras del retablo, ¿en qué lugar los colo­ ca Cervantes? 20. Además de esta intención de cuestionar los valores del grupo social dominante, el entre­ més tiene un significado más general. ¿Cuál? 21. ¿Cuáles son las figuras bíblicas a las que se alude en el retablo?

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22. La entrada del furriel devuelve a los perso­ najes a la realidad. ¿Qué obligaciones tenían los pueblos con las tropas reales?

23. El furriel no ve el retablo. ¿De qué lo acusan Capacho, Castrado y el gobernador? 24. ¿Conoces algún relato de la literatura medie­ val en que pudo basarse Cervantes? 25. Se daba la circunstancia de que los moralis­ tas tronaban contra las comedias a pesar de que éstas cumplieran una función social de primer orden, puesto que las rentas de hos­ pitales y hospicios procedían de la actividad que desarrollaban los teatros. ¿Encuentras alguna alusión a este hecho en el R etablo d e las m aravillas?

Luis Quiñones de Benavente: Entrem eses 1. En los entremeses, suele ser frecuente que los personajes respondan a unos rasgos defi­ nidos de antemano. ¿Sucede así en el texto decimotercero? Razona la respuesta. 2. El entremés gira en torno a un tema clave del teatro del Siglo de Oro. ¿Cuál es? ¿Cómo es tratado aquí? 3. El marido calla y no toma venganza. ¿Suce­ día lo mismo en las comedias y en los dra­ mas de honor? 4. ¿A qué se deberá esta diferencia? 5. La pieza abunda en momentos cómicos. ¿Cuáles destacarías? 6. Haz un análisis métrico de los catorce pri­ meros versos del texto decimocuarto (cuen-

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ta los versos, no las líneas). ¿Cómo se llama este poema estrófico? 7. Lope de Vega afirmaba que los sonetos esta­ ban bien en los qu e aguardan. ¿Se cumple esta «norma» en el entremés decimocuarto? ¿Por qué? 8. En las réplicas de Solapo y Campuzano se emplea de forma reiterada una figura retóri­ ca. ¿Cuál es? Señala su función. 9. El tío Bartolomé rechaza el casamiento. ¿Cuál de sus réplicas te parece más misógina? 10. La obra posee no sólo comicidad verbal, sino también escénica. ¿Qué efecto te parece más cómico?

Luis Quiñones de Benavente: Baile 1. Ten en cuenta que en el género dramático hay un texto principal (el diálogo propia­ mente dicho) y un texto secundario (didascalias explícitas o acotaciones, nombres de los personajes, etc.). Señala ejem plos de texto secundario en este fragmento del baile de Quiñones de Benavente.

ALCALDE. — ¿Qué es aquesto? OTRO. — Ataja, por aquí van. Salen las m ujeres. MUJER 1.a. — Gran desdicha, alcalde mío. 238

ALCALDE. — ¿Qué es esto vecinas? ¿Qué hay?

MUJER ΙΑ — Que al alcaide se le han ido tres presos. ALCALDE. — Fue flojedad, y, si no cierra la puerta, por momentos se le irán. MUJER 2.a. — Visitad los que han quedado. ALCALDE. — ¡Hay descortesía igual! [...] TODOS. — ¡Alahao! C ae EL ALCALDE. ALCALDE. — Jesús, que se cae la cárcel! Decid, si no han de callar, que se vayan a la calle. 2. Dentro del texto principal, el autor introduce elementos que sirven para la representación del texto; dichos elementos indican el movimien­ to de los actores, los gestos que deben efectuar éstos, la escenografía, etc. Se llaman didascalias implícitas. ¿Encuentras algunas en el texto? 3. La escenografía del teatro del Siglo de Oro no fue pobre ni tosca. Ciertamente, en los primeros tiempos de los corrales, en el esce­ nario no había telón y los espectadores debí­ an suplir con su imaginación las carencias escénicas, pero no es menos cierto que muy pronto se desarrolló una escenografía com­ pleja y variada. Juzga estas afirmaciones con­ forme al baile de Quiñones de Benavente. 4. El baile de Quiñones de Benavente consta de dos partes cuyos protagonistas son persona­ jes típicos de estas piezas breves, el alcalde y

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el médico. ¿Disponía el primero de potestad para juzgar y sentenciar? Pon ejemplos. 5. ¿Qué sentencias del alcalde te parecen más disparatadas? 6. ¿En qué famosa comedia del Siglo de Oro ordena una ejecución el alcalde? ¿Quién fue su autor? 7. ¿Sabes de dónde procede la palabra «alcal­ de» y cuál es su significado? 8. El recetario del doctor resulta disparatado. ¿Por qué? ¿Qué finalidad persigue el autor con eso? 9. ¿Conoces a otro famoso autor que atacase también a los médicos? 10. Conforme a la última parte del baile (rece­ tas del doctor), ¿te explicas el éxito de estas piezas?

Francisco de Quevedo: Já ca ra

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1. La temática de la jácara supone una antítesis del mundo idealizado que se daba en la come­ dia; implica, por tanto, el triunfo de los indi­ viduos que forman parte de los bajos fondos de la sociedad: antihéroes, rufianes, prostitu­ tas. El hecho de que muchas jácaras fueran romances con música prueba no sólo que el romancero aún pervivía en la sociedad del Siglo de Oro, sino también el carácter emi­ nentemente popular del género. Esta jácara de Quevedo alude a circunstancias típicas de la

sociedad del siglo xvii que posiblemente inte­ resaban a los espectadores ¿Cuáles son? 2. Quevedo sentía antipatía hacia los sastres. ¿Se nota en el texto? 3. Entre los versos 25-28, el texto se refiere a las torturas que padecían muchos maleantes, pero ¿no puede tener otro sentido? 4. Quevedo, como habrás visto, es un artista del lenguaje; maneja con maestría diferentes figuras retóricas. Así, en los versos 37-40, juega con el significado del vocablo «colgar». ¿Cómo se llama esa figura? Analízala. 5. Juzga la expresividad de las siguientes dilo­ gías: alfileres, em bolsaron , can tar, s a lu d a ­ dor. Esta figura retórica es propia de una doctrina literaria del Barroco. ¿Cuál? 6. Quevedo emplea muchas voces de germanía. Cita algunas. 7. ¿Cuáles de éstas son actuales? 8. ¿Por qué las usa Quevedo? ¿Por qué las uti­ lizaba la gente del hampa? 9. Ayudándote de un diccionario, reflexiona sobre el significado de «remolón». ¿Por qué camino este vocablo habrá llegado a signifi­ car «holgazán»?

2. ACTIVIDADES DE RECAPITULACIÓN 1. ¿Cuáles son los rasgos fundamentales de los autos, de los momos y de las loas?

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2. ¿Qué didascalias explícitas encuentras en las dos églogas de Encina? 3. ¿Qué combinación métrica se emplea en las dos loas editadas? ¿Cuál puede ser el motivo? 4. El teatro del Siglo de Oro satirizó el mundo villanesco; los entremeses, por ejemplo, se centraron muchas veces en burlarse de la competencia de los villanos para las tareas de gobernar (alcalde, por ejem plo). Com­ pruébalo en los dos entrem eses de Cer­ vantes y en el baile de Quiñones de Benavente. 5. Sin embargo, ¿qué le interesa más a Cervan­ tes en el texto undécimo: defender el punto de vista nobiliario o censurar la conducta de los cristianos viejos? 6. Repasa en el libro de texto los rasgos de la com edia del Siglo de Oro y establece un cuadro comparativo con las características del teatro breve en los niveles siguientes: jor­ nadas, personajes y temas. 7. ¿En qué obras y de qué modo aparece la fiesta popular de carnaval? 8. ¿Se respeta la unidad de lugar en las piezas editadas?

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9. En los nombres de los personajes de m uchas de estas piezas, se observa una consciente animalización del rústico. Pon ejemplos y di si este rasgo te recuerda una forma dramática que inventó Valle-Inclán en el siglo xx.

10. Una de las cualidades que debe tener una buena obra de teatro consiste en el acerta­ do encadenamiento del diálogo. Los auto­ res han de unir de forma verosímil las répli­ cas y vincular con tino los núcleos temáticos. Lee con detenimiento los ochen­ ta y siete primeros versos del E n trem és d e la elección d e los a lcald es d e D ag an zo y fíja­ te si los personajes replican sobre el asun­ to tratado, si los interlocutores manifiestan interés por el tema, si se utilizan distintas modalidades oracionales, si se emplean pro­ nombres diversos y formas verbales de pri­ mera y segunda personas, si hay interrup­ ciones y si se m antiene la atención del espectador. 11. Analiza el protagonismo de los personajes en el mismo entremés. ¿Destaca Cervantes alguna conducta individual? ¿Quién habla más? ¿Quién está más tiempo presente en escena? Intenta establecer la presencia escé­ nica de los personajes (indica con un 1 la presencia y con un 0 la ausencia). Ten en cuenta que cada entrada o salida de perso­ naje configura un cuadro.

3. OTRAS ACTIVIDADES 1. Algunos críticos piensan que el A uto d e los R eyes M agos carece de final. Intenta termi­ narlo. 2. Dramatiza el texto segundo. 3. Juzguen los alumnos la eficacia dramática de los textos noveno y décimo.

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4. Téngase en cuenta que la Iglesia utilizaba las procesiones y ritos de la festividad de Cor­ pus Christi para certificar ante los fieles que Cristo estaba presente realmente en la hos­ tia sagrada. Otro aspecto importante radica­ ba en el hecho de que los protestantes no aceptaban que Cristo estuviera de forma real en la hostia. Partiendo de estas premisas, y después de la lectura del texto quinto, la F arsa llam ad a d a n z a d e la muerte, de Pedraza, establézcase un coloquio entre los alum­ nos sobre la vigencia de esta pieza en la actualidad. ¿Cuál es su opinión sobre los autos sacramentales? ¿Les parecen densos, entretenidos? ¿La representación de un entre­ més entremedias del auto animaría a los espectadores y aliviaría la densa carga con­ ceptual? 5. Figúrate que eres un teólogo o un moralis­ ta. ¿Atacarías la representación de bailes y entremeses? Un grupo ataca y otro defiende la licitud del teatro. 6 . Un famoso licenciado del siglo x v ii , Benito Daza de Valdés, regulaba la graduación de la vista atendiendo a la edad del paciente. Así, los varones de treinta a cuarenta años debí­ an usar lentes convexas de dos grados; de cin­ cuenta a sesenta, de tres grados, y así sucesi­ vamente. En cambio, las mujeres de treinta y cinco a cuarenta años debían usar lentes de cinco grados. Prepárese un coloquio sobre estas cuestiones (adelantos de la ciencia, con­ sideración de la mujer).

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7. Quevedo escribió otra jácara en que la Mén­ dez respondía a Escarramán. Pon a prueba

tu habilidad lírica y, valiéndote del roman­ ce, redacta una respuesta aí rufián. 8. Si analizamos ambas partes del espectáculo -la mayor, la comedia y los autos sacramentales, y la menor, loas y entremeses-, observamos que la primera suele tratar temas serios y elevados (el honor, deberes con Dios y con el Rey, defensa de la honra conyugal, etc.), y sus per­ sonajes pertenecen, por lo general, a las capas altas de la sociedad (condes, duques, reyes), pero la segunda supone una degradación cons­ ciente de los grandes temas de la comedia (burla de la honra conyugal, exhibición impú­ dica de los problemas matrimoniales, exalta­ ción del malhechor) y sus personajes pertene­ cen a las capas bajas de la sociedad (barberos, sacristanes, ladrones de poca monta). Refle­ xionen los alumnos sobre estas cuestiones. 9. Trátese la función social del espectáculo tea­ tral en el Siglo de Oro y discútanse a conti­ nuación los motivos por los cuales gustaba tanto el teatro a personas de condición social muy diversa. 10. Lee una loa en voz alta imaginando que eres el actor que debe recitarla ante el público (tus compañeros). 11. Busca en la biblioteca de tu centro informa­ ción sobre el mundo del hampa en el Siglo de Oro. 12. Prepárese un debate sobre el tema siguien­ te: atropellos y burlas padecidos por las per­ sonas humildes en la vida real y en la ficción literaria.

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13. Reflexión sobre la discrim inación de que fueron objeto los cristianos nuevos en el Siglo de Oro. Procúrese aludir a sucesos contemporáneos para aumentar la capaci­ dad crítica de los alumnos respecto a estos fenómenos. 14. En los pasos de Lope de Rueda, busquen los alumnos didascalias implícitas (objetos, indumentaria, música, etc.). 15. Distingan los alumnos los rasgos básicos de églogas, pasos, entremeses, bailes y jácaras. 16. Representación en clase de una pieza que haya sido del agrado general. 17. Elaboración de un glosario de términos que estén relacionados con el teatro (jornada, escena, acotaciones, telón...). 18. Prepara una argumentación sobre las razo­ nes que explican el éxito de público que obtuvo el teatro breve en el Siglo de Oro. 19- Los alumnos preparan la representación de una obra de la antología. Divídanse en cinco grupos. Una posibilidad de trabajo es la siguiente: el primer grupo se ocupará de seleccionar el texto, adaptarlo si es preciso, reducir o ampliar los personajes; el segun­ do, de preparar la puesta en escena, elegir a los actores; el tercero, de señalar a los acto­ res cómo deben gesticular y expresarse; el cuarto, de los efectos sonoros y musicales, y el quinto, del vestuario, maquillaje, esceno­ grafía y luminotecnia. 246

20. Partiendo del R etablo d e las m aravillas, esta­ blézcase un coloquio sobre la competencia cervantina para la actividad dramática. 21. Debate sobre la realidad y la ficción en el R etablo d e las m aravillas. ¿Hay personas en nuestros días que no desean distinguir la rea­ lidad de la ficción? 22. Coloquio sobre la mujer. Su astucia y habi­ lidad. ¿Cómo ha sido considerada por la lite­ ratura dramática? 23. Prepárese un cóm ic del m omo (texto segundo). 24. Adaptación a un guión cinematográfico de una de las piezas de la antología. 25. Memorización de la jácara o de las loas. 26. Resumen del A uto d e los Reyes M agos. 1Π. Redacción sobre el erotismo en las piezas breves. 28. Coloquio sobre el carnaval. 29. Elabórese un mural en el cual aparezcan las fechas de composición o representación de las obras de esta antología. 30. Elabórese un mural que tenga grabados, mapas o ilustraciones de la Edad Media y del Siglo de Oro. 31. Según el diccionario de la Academia, la zara­ banda e ra un b a ile p ic a r e s c o y d e m ov i­ m ientos lascivos qu e se usó en E spaña d u ran ­

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te los siglos X V Iy XVII. Se efectu ab a con m ovi­ m ientos d el cu erpo p o c o m odestos. Dispone­ mos de pocos datos que expliquen su forma, pero sabemos que la bailaban una muchacha y un muchacho, quienes simulaban guiños y besos, ondulaban sus caderas, entornaban los ojos y efectuaban otros movimientos que irri­ taban a las mentes mojigatas, las cuales la consideraban «perniciosa y pestilencial». Si un hombre la bailaba por la calle, podía ser con­ denado a seis años de galeras; la mujer era castigada con el destierro. Leed de nuevo el fragmento del R etablo d e las m arav illas en donde es mencionado y reflexionad sobre la moral en el Barroco. 32. Escribe en un estilo más sencillo el frag­ mento siguiente de la F arsa lla m a d a d a n z a d e la m uerte: Contempla que el Papa, el Rey, el Señor, no menos los otros estados menores, hasta los míseros pobres pastores, que aquélla los lleva, sin más defensor. Por tanto, no fíes, hermano, del mundo, ni menos des nada por cuanto él ofrece, acá en esta vida do todo perece, salvo el servicio del Verbo, jocundo. Si en este servicio te ocupas, profundo, por Dios despreciando las cosas terrenas, yo te aseguro que escapes de penas que después a los malos les da en el pro­ fundo. 33- Subraya y analiza las formas verbales del fragmento siguiente. Haz también un análi­ sis sintáctico de todo el texto: 248

Ten esperanza contino, y temor de aquella que a todos los vivos aqueja, pues cosa en el suelo, aunque fuerte, no deja; no menos lo flaco, con grande furor, tirando muy cierto con su pasador, según habrás visto en tiempo pasado. 34. Transforma el texto siguiente en una forma lingüística más actual: Andaba a caza de gangas, y grillos vine a cazar, que en mí cantan como en haza las noches de por San Juan. Entrándome en la bayuca, llegándome a remojar cierta pendencia mosquito, que se ahogó en vino y pan, al trago sesenta y nueve, que apenas dije «Allá va», me trajeron en volandas por medio de la ciudad. 35- Escribe un texto en el que aparezcan diez palabras del léxico de germanía. 36. Escribe un texto en el que aparezcan diez palabras propias del sayagués. 37. Redacta la página editorial de un periódico sobre el tema «Captura de Escarramán». 38. Realícese un simulacro de juicio en el que se acuse y defienda a Escarramán de los deli­ tos que haya podido cometer. 39- Escribe un cuento que tome como punto de partida la historia de los condes que se narra en la loa décima.

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40. Prepárese en equipo un audiovisual con dia­ positivas que muestren trajes del Siglo de Oro, mobiliario, ciudades, etc. Ilústrese con música de la época. 41. Busca en la biblioteca información sobre el poder y la situación general de la Iglesia en la Edad Media y en el Siglo de Oro. ¿En qué medida se reflejan tales circunstancias en las piezas editadas? 42. Debate sobre el costumbrismo en los entre­ meses. 43. Dibújese un corral de comedias situando a los espectadores en el sitio que les correspondía. 44. Discútase la importancia del teatro breve en el Siglo de Oro. 45. La acción de muchos pasos y entremeses gira en torno a una burla, que habitualmente se divide en tres fases (preparativos, realización y conclusión). Reflexionen los alumnos sobre dicha estructura teniendo en cuenta las pie­ zas en que aparece una burla. 46. Hágase un recuento de los personajes que se encuentran en los pasos, en los entre­ meses y en el baile editados. Trátese en un coloquio el concepto de estereotipo par­ tiendo de personajes como la malmaridada, el doctor, el vejete, etcétera. 47. Tomando como punto de partida el paso Las a ceitu n a s, prepárese un debate sobre las riñas conyugales. 250

48. Teniendo en cuenta que el concilio de Tren­ to prohibió que los clérigos salieran a las tablas en papeles cómicos o risibles, reflexiónese sobre la habilidad de los dramatur­ gos para sortear dicha censura (por ejemplo, utilizar de sucedáneo al sacristán) y sobre los rasgos escénicos que poseía tal personaje. 49. El erotismo es un rasgo fundamental de estas piezas breves, aunque los autores debían emplear eufemismos, metáforas y símbolos para esquivar la censura. Se puede probar tal extremo en la segunda parte del baile edi­ tado. 50. Discútase la siguiente afirmación de Juan Martí: «Lo del simple, que usan en España, es bueno sin perjuicio, porque causa risa, empezando muchas sentencias y acabando ninguna, haciendo mil precisiones muy gra­ ciosas, y es un personaje que suele deleitar más al vulgo que cuantos salen a las com e­ dias, en razón de que en él cabe ignorancia y malicia, y lascivia rústica y grosera, que son tres especies ridiculas, y por le estar bien toda la fealdad (digo en cuanto es provoca­ tiva de risa), es la persona más apta para la comedia, y en esta invención se han aven­ tajado los españoles a los griegos y latinos que usaron de siervos en sus comedias para en fin de la risa, a los cuales faltaban algu­ nas especies de lo ridículo; porque no tení­ an más que dicacidad [mordacidad] o lasci­ via, o cuando mucho las dos cosas, y carecían de la ficción de ignorancia simple, la cual es autora grande de la risa». 251

T e x t o s c o m plem en t a r io s

TEXTO 1 Se hace necesario, por otra parte, distinguir entre teatro y parateatro (procesiones profanas y religiosas, fiestas, rito...) porque en éstas no hay una voluntad primera de a ctu a r, sino de participar por motivos religiosos, lúdicos, e co ­ nómicos, etc. También es obligado matizar que, aunque apoyadas sobre un aprendizaje y una técnica, difieren esencialm ente la representa­ ción teatral y aquellas otras formas de esp ec­ táculo (circo, ballet) en que hay tanto un pro­ blema de encarnación com o de potenciación de una habilidad, pero coinciden en el vedetismo y la fama, en cuanto que el espectador, muchas veces, es atraído más por la «capacita­ ción» del actor que por los otros componentes del teatro. J. M.a D ie z B o r q u e , H istoria d e l teatro en España, I, Madrid, Taurus, 1990, p. 29.

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Actividades: 1. ¿Apliqúense estas afirmaciones al momo edi­ tado (texto segundo). 1. Reflexión sobre el concepto de «parateatro».

TEXTO 2

PERICO. — Pues ven acá. Si tú quisieres poner­ te la ropa de levantar del amo y sentarte en una silla como si fueses doctor, vendrán algunos con alguna orina a pedir remedio para alguna enfer­ medad; yo me fingiría que soy tu mozo, y diría­ te bajico lo que me parecía que podrás aplicar a la enfermedad; y, hecho esto, el otro luego se echará mano a la bolsa y daros ha cuatro reales o dos; irnos hemos luego a un bodegón y come­ remos y beberemos, y darnos hemos buena vida. BOBO. — Vendrá alguno y damos ha de palos, y eso tendremos de más. PERICO. — Que no; nada de eso. ¡Bueno estás!; sino que nos han de dar dineros, como te digo. BOBO. — No; mira, ponte tú la ropa, y yo seré tu mozo; y de esa manera sí, pero yo me haya de poner la ropa, no. PERICO. — Si tú supieses tener un buen razo­ namiento con los que vinieren y darles razón y hacerles entrar y todo eso, yo me pondría la ropa; pero tú no sabrás: así que te es mejor que te pongas la ropa. Toma, y siéntate en esta silla presto; acaba, haz del grave, que viene gente. Entra LA MUJER. 254

MUJER. — ¡Ah de casa! ¿Quién está en casa?

PERICO. — ¿Quién llama? ¿Quién está ahí? MUJER. — ¿Está en casa el señor doctor? PERICO. — Sí, señora. Entre vuestra merced. ¡Hola!, mira que sepas hacer del grave. MUJER. — Señor doctor, beso las manos a vues­ tra merced. Ha de saber, señor, que yo tengo a mi madre muy mala, y así traigo a vuestra mer­ ced la orina para que vuestra merced le dé algún remedio, porque se está muriendo. BOBO. — Ven acá. ¿Qué oficio tiene tu madre? MUJER. — Señor, lavandera. BOBO. — Bien se echa de ver aquí en la orina, que vienen en ella los trapos. MUJER. — Eso, señor, mire, mire que es la espuma. BOBO. — Juro a mí, pues, que he de ver qué cosa es la espuma! B éb ese el BOBO la orin a, q u e será un p o c o d e vino blan co. MUJER. — 'Jesús! Que es posible que eso ha bebido... PERICO. —Ahí verá vuestra merced el señor doctor cuánto deseo tiene de curar a su madre, que no se satisface de ver la orina, sino que quie­ re gustar. Acaba, ordénale un cordial. BOBO. — Yo le ordeno un rejalgar.

A n ó n im o :

Fragmento del Entrem és d e l D octor Sim ple

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Actividades: 1. Compara los rasgos del bobo con los sim­ ples de los pasos de Lope de Rueda. 2. Relaciona los rasgos de comicidad que se dan en este entremés con los que encuen­ tres en otros textos. 3. ¿Cuál es la obsesión de Perico? ¿Crees que respondía a la realidad?

TEXTO 3 Nombrado o no como animal, el villano cómico del teatro va animalizado también por su gusto excesivo por la alimentación y la bebida, y su eter­ no deseo de dormir, su holgazanería. Éstos no son rasgos exclusivos de lo cómico villano y se encuen­ tran en varios tipos teatrales fuera del pastor bobo. [...] El rasgo de la glotonería villana nos parece tanto más teatral cuanto que tiene pocas posibili­ dades de corresponder a una realidad concreta de la vida de campo en los siglos xvi y xvn. En aque­ lla época, a los campesinos españoles situados en lo más bajo de la escala social aldeana -medio al que siempre pertenecen los graciosos- mucho les faltaba para estar tan bien alimentados como lo hace creer la ficción teatral del histrión tripudo, con cara rubicunda de hombre que gusta de la vida. Las R elacion es topográficas escritas en tiem­ pos de Felipe II (1575-1580) no ocultan que, para la mayoría, a fines del siglo xvi, la situación ali­ menticia real se aproximaba a la hambruna. Des­ pués de 1600, por hacerse frecuente la escasez de trigo, los pobres en las aldeas sufrieron a menudo el hambre, un hambre de verdad que mataba. villan o en e l teatro d el Siglo d e Oro, Madrid, Castalia, 1985, pp. 27-28.

N . S a lo m o n , Lo

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Actividades: 1. Observa si en los textos tercero, quinto y sexto se cumplen estas afirmaciones de N. Salomon. 2. Reflexiona sobre el particular y los fines del espectáculo teatral en el Siglo de Oro.

TEXTO 4 Pues ¿qué, si venimos a las comedias divinas? ¡Qué de milagros falsos fingen en ellas, qué de cosas apócrifas, y mal entendidas, atribuyendo a un santo los milagros de otro! Y aun en las huma­ nas se atreven a hacer milagros, sin más respeto ni consideración que parecerles que allí estará bien el tal milagro y apariencia, como ellos lla­ man, para que gente ignorante se admire y venga a la comedia; que todo esto es en perjuicio de la verdad y en m enoscabo de las historias, y aun en oprobio de los ingenios españoles; porque los extranjeros, que con mucha puntualidad guar­ dan las leyes de la comedia, nos tienen por bár­ baros e ignorantes, viendo los absurdos y dispa­ rates de las que hacemos. M. d e C e r v a n t e s , El in gen ioso h id alg o d on Q uijote d e la M ancha, ed. M. de Riquer, Barce­ lona, Planeta, 1975, p. 524.

A ctividades: 1. ¿Cuál era el concepto de teatro que tenía Cervantes? ¿Crees que estas ideas se reflejan en los dos entremeses editados? 2. ¿En qué se diferenciaba el concepto dramáti­ co de Cervantes del que poseía Lope de Vega?

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T EX T O 5 El honor es enajenante desde el punto de vista de los sentimientos personales, pero la comedia, manteniendo rígidamente el código, enseñará al público que hay que acatar las exigencias de la honra a todo nivel, y los protagonistas nobles cum­ plirán, puntillosamente, las obligaciones del honor. J. M.a D i e z B o r q u e , S ociolog ía d e la co m ed ia esp añ ola d el siglo x v ii, Madrid, Cátedra, 1976, p. 299.

A ctividades 1. ¿Por qué los protagonistas nobles cumplían las obligaciones del honor? 2. ¿Por qué motivo no sucedía lo mismo en los entremeses y bailes?

TEXTO 6 El caso es que, como veremos en su momento, una variedad típicamente barroca del género, el entrem és burlesco, se vale de los mismos motivos arguméntales que los dramas satíricos: la burla de mitos, leyendas y de grandes hechos y personajes de la historia. Este sentido desmitificador es el que alimenta las formas del teatro breve, en las que cabe ver un trastocamiento del sistema de principios y valores sustentados por la comedia: una verdadera entronización del motivo folclórico del mundo al revés, que tenía en el Carnaval, la fiesta de fiestas, su más popular y completa cristalización. J. 258

H

C a l v o , E l teatro breve en la E d a d d e Oro, Ediciones del Laberinto, 2001, p. 17.

uerta

Actividades 1. La representación de la comedia y del entre­ més formaban parte del mismo espectáculo teatral. Compara esta cita con la anterior, la quinta, y di cuál puede ser la causa de tal diversidad. Ayúdate con la siguiente opinión: «[...] se puede suponer que el público de los aposentos ríe con una risa negativa que con­ sidera con desprecio a los protagonistas meti­ dos en los asuntos de la honra de los entre­ meses. Para tal público la reprobación de una conducta condenable se asocia fre­ cuentemente con el desdén por una clase inferior». (C. C h a u c h a d i s , »Risa y honra conyugal en los entremeses», en AA. W ., R isa y so c ied a d en el teatro esp añ ol d el Siglo d e Oro, París, C.N.R.S., 1980, p. 173). 2. Reflexiona sobre la influencia que han ejer­ cido las formas populares en la literatura culta.

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C o m e n t a r io d e t e x t o

La elección de los alcaldes de Daganzo En esta obra, Cervantes aborda un tema que fue ampliamente tratado por los dramaturgos espa­ ñoles del Siglo de Oro: la incompetencia de los villanos para desempeñar tareas de gobierno. Las causas de la escenificación de este asunto arran­ can de la Edad Media, época en la cual los con­ flictos entre nobleza y tercer estado fueron abun­ dantes. Al principio, no se trataba tanto de una disputa por el poder político, como de una lucha por el mando en los concejos de villas y ciuda­ des. Ciertamente, a lo largo de la baja Edad Media, los ricos burgueses - e l sector potentado del común de la población- fueron ocupando cargos en los municipios y muchos de ellos lograron asi­ milarse al grupo nobiliario que configuró el patriciado urbano. Con todo, el estado general sopor­ taba las cargas más pesadas: pago de impuestos, aplicación rigurosa de las leyes, etc. Puede ase­ gurarse que, en cierto modo, las servidumbres padecidas por el tercer estado fueron uno de los

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gérmenes de las Comunidades. En una carta diri­ gida al Consejo Real, Gonzalo de Ayora explica­ ba las causas del movimiento comunero; después de referirse a los dos estados poderosos (clero y nobleza), enjuiciaba al tercero: Y el tercero miembro era el resto, de cuya industria y trabajo todos se mantenían, en el cual, sin ningún respeto, se ejecutaban las leyes a diestro y a sinies­ tro, para tener a ellos castigados [...], pero [...] este miembro postrimero ha caído en la cuenta de cómo llevaba toda la carga de lo civil y criminal. Viendo este aparejo y ocasión, han comenzado lo que hemos visto por desechar este yugo.

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D esech ar este y u g o le supuso mucho tiempo aún a la burguesía, pero no es momento ahora de tratar tan interesante materia, sino de hacer ver que nobleza y clero usaron todas las armas a su alcance para defender sus privilegios e impe­ dir que las tareas de gobierno fueran, desempe­ ñadas por otros. Una de estas armas fue el tea­ tro, y Lope de Vega difundió extensamente en sus comedias {L a serra n a d e Torm es, C om edia d e B am ba, El g a lá n escarm en tado y otras) la idea de que los villanos eran incompetentes para man­ dar. Ahora bien, ¿quiere decir todo ello que Cer­ vantes también colaboró en esta labor? Para responder a esta pregunta, debemos fijar­ nos en el procedimiento que emplean los regi­ dores para elegir a los alcaldes. El escribano se inquieta porque no desea que los alcaldes elegi­ dos puedan ser rechazados por Toledo (w . 4143). ¿Qué quiere decir esto? Como es sabido, los pueblos castellanos disponían de la facultad de elegir alcaldes ordinarios -u n o del sector hidal­ go, otro del sector villano- para que trataran en asuntos de primera instancia (velar por la provi­ sión de los graneros, entender en asuntos crimi-

nales, etc.), de la cual no podían ser privados; sólo el rey estaba facultado para enviar jueces que trataran de tales cuestiones con dichos alcaldes. Ocurrió que a fines del siglo xvi, el conde de la Coruña pretendió sustituir la justicia de los alcal­ des ordinarios de Daganzo -actual pueblo de la provincia de Madrid, aunque entonces dependía de Toledo- por un alcalde mayor, pero la Chancillería de Valladolid rechazó su pretensión. ¿Se hace eco Cervantes de este suceso cuando el escribano pide que Toledo no pueda calumniar o reprobar a los alcaldes? Probablemente, pero los escritores pueden servirse de un hecho histórico para escribir una obra literaria y proyectar en ella sus opiniones y sus sentimientos sobre una deter­ minada realidad. Veamos. ¿Cuáles son las habili­ dades y competencias de los pretendientes a la vara de alcalde? ¿Qué título, diploma o credencial exhiben los candidatos para justificar su preten­ sión de ser alcaldes? Humillos no sabe leer; Jarre­ te deletrea algo, «aunque poco»; Berrocal es un gran catador de vinos y Rana sabe de memoria unas coplas antisemitas. Méritos escasos e inade­ cuados para el cargo. ¿Disponen entonces los can­ didatos de otras cualidades que justifiquen su pre­ tensión de ser alcaldes? En efecto, Humillos se atreve a garantizar que su condición de cristiano viejo le serviría incluso para ser un senador roma­ no y Jarrete afirma que es cristiano viejo «como todos». Parece, por tanto, que este «título» de ser cristiano viejo -e l que descendía de cristianos sin mezcla de moro, judío o gentil- es suficiente para justificar su pretensión. Si tenemos en cuenta que también los regidores se enorgullecen de ser cris­ tianos viejos, hemos de concluir necesariamente que Cervantes no toma este asunto a humo de pajas. Forzosamente, debemos iniciar una digre­ sión sobre la limpieza de sangre.

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Como es notorio, los judíos que se vieron obli­ gados a convertirse al cristianismo por culpa de las matanzas padecidas en 1391 o a causa del edicto de expulsión de 1492, fueron denomina­ dos «cristianos nuevos» o «conversos». Muchos de estos individuos pertenecían a los grupos supe­ riores de la sociedad israelita y ocupaban en su comunidad cargos destacados, pero, al conver­ tirse a la nueva religión, vieron abiertas las puer­ tas de oficios muy apetitosos de la sociedad cris­ tiana. No resultó extraño, por tanto, que dichas personas intentasen aprovechar esa oportunidad y, en efecto, ascendieron pronto a destacados puestos en la administración, en la hacienda, en la medicina, en los negocios, en los municipios, etc. De pronto, los cristianos viejos o lin d o s-lim ­ p io s - observaron que algunos de los cargos más apetecidos -lo s gobiernos de los concejos, por ejemplo- eran acaparados por sus nuevos herma­ nos de fe y decidieron establecer estatutos de lim­ pieza de sangre; es decir, ordenamientos que impe­ dían a quienes tuvieran raza de moros, judíos, herejes o penitenciados el acceso a órdenes reli­ giosas, cargos concejiles, cofradías, gremios, etc. Tal medida suscitó, por una parte, enormes per­ juicios a la sociedad, puesto que muchas perso­ nas de indudable categoría en sus oficios se veían imposibilitados de ejercerlos, y por otra, facilitó el ingreso en cargos de gobierno a muchos inep­ tos, analfabetos e inútiles cuyo único valor con­ sistía en ser cristiano viejo. Ésta es la clave que nos faltaba para entender el texto y matizar el tema del mismo. Cervantes censura la existencia de los estatutos de lim­ pieza de sangre y satiriza a las personas inep­ tas cuya única credencial para acceder a cargos de gobierno consistía en ser cristianos viejos. Obviamente, para lograr su objetivo, el autor

organiza sus materiales de una manera deter­ minada y emplea diferentes procedimientos. A continuación, centraremos nuestro comentario en estos aspectos. Parece que el entremés se divide en tres par­ tes, que responderían, en líneas generales, a una estructura típica del teatro del Siglo de Oro: plan­ teamiento, nudo y desenlace. En efecto, comien­ za la acción dramática cuando se reúnen los regi­ dores y se plantea el asunto, la elección de los alcaldes (w . 1-122); sigue el cuerpo central, el «examen» (123-257) y, finalmente, tiene lugar el desenlace (258-final), aunque esta última parte cabría subdividirla en dos: bailes de los gitanos (258-322) e intervención del sacristán (323-final). Se inicia el diálogo con una disputa verbal entre Panduro y Algarroba, la cual toca un aspecto gra­ vísimo en el siglo xvii: el miedo a cometer una herejía o a decir algo que fuese en contra de los mandamientos de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana (1-28). Después de una petición del bachiller para que regrese la calma (29-38), el escribano señala que el motivo principal de la reunión consiste en elegir a los alcaldes (38-44). Panduro enumera los nombres -có m icos- de los pretendientes, aunque tiene lugar una nueva refriega verbal (51-62); siguen las menciones de las «habilidades» de los candidatos (62-87) y aun la precipitada elección (88-89), que es contra­ rrestada por el juicio del bachiller (90-92). La pri­ mera parte del entremés finaliza con la sugeren­ cia de Algarroba (92-97), aplaudida por el escribano, y una petición del propio Algarroba de que se haga un examen a los futuros alcaldes (105-119). Son llamados los pretendientes, y entran éstos en la reunión (123-124). Hasta aquí el planteamiento de la cuestión. En la parte central del texto, asistimos a la entrada

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de los «pretensores» (124-129), a una polémica sobre el soborno (130-142) y al examen, el cual se divide en varias fases: preguntas a Humillos (143-157), a Jarrete (158-172), a Berrocal (173189) y a Rana (190-217). Siguen un nuevo con­ flicto entre Panduro, Algarroba y el escribano (218-228), dudas de Humillos sobre la sinceridad de Rana (229-237) y nuevas incoherencias de Algarroba (238-244). La tercera parte se abre con el anuncio de que unos gitanos pretenden divertir a los municipes (245-250) y la consiguiente aceptación (250-254), aunque haya una discrepancia de Rana. Cantan los gitanos (258-322) al tiempo que los protago­ nistas comentan ciertas expresiones. Un sacris­ tán recrimina su conducta a los regidores (323326), pero se encuentra con la oposición de todos los presentes (327-351). La amenaza de excomunión (352-355) calma el conflicto, el cual se resuelve cuando el bachiller convida a los gita­ nos a su casa para proseguir la fiesta sin haber resuelto el negocio para el que se habían reuni­ do (356-367); al fin, todos cantan «Pisaré yo el polvico». Profundicemos ahora en el análisis de algunos de estos núcleos temáticos. La primera palabra del entremés -R ellá n en se- alude a una actitud general de la España del Siglo de Oro, el parasi­ tismo, que Cervantes subrayará escenificando la holgazanería de sus personajes, especialmente al final. Así, el autor nos cuenta cuál era el princi­ pio y el fin de aquella sociedad: la vida ociosa. Inmediatamente, surge el primer conflicto entre Panduro y Algarroba, el cual sirve a Cervantes para escenificar las controversias que existían en los ayuntamientos castellanos y el ambiente de sospecha en que se vivía. La primera muestra de esta contienda se produce tan pronto como Pan-

duro advierte a su colega de que hable comedi­ do y con respeto puesto que la lengua se le des­ liz a . ¿A qué se debe tal aviso? Algarroba se ha atrevido a manifestar una expresión coloquial (a u n q u e n o q u iera e l cielo ...), pero locuciones similares, leves e inocentes, que pusieran en duda la autoridad de Ja Iglesia católica, cuestio­ nasen el dogma o m encionasen con ligereza cualquier asunto relacionado con Dios ( q u iera o n o qu iera el cielo), podían dar pie a una denun­ cia, a la consiguiente entrada en funcionamien­ to de los tribunales del Santo Oficio de la Inqui­ sición y a la destrucción no sólo de un individuo, sino de toda una familia. Por tanto, era preciso tener mucho cuidado con la lengua, que ésta no se d esliz ase para que no hubiera lugar a denun­ cias de los m alsines, que así eran llamados quie­ nes imputaban de un delito o acusaban a algu­ no con malas intenciones. Sin embargo, el cristiano lindo, por el mero hecho de serlo, no debía preocuparse; obsérvese tal extremo en que Algarroba, para mostrar su pureza de fe, ante­ pone su condición de cristiano viejo a la de creer en Dios (w . 13-14). Esta respuesta, que encubre un malicioso toque irónico de Cervantes -«jontillas» por «juntillas»- no sólo permite al escritor introducir una nota humorística, por la deforma­ ción del vocablo, sino también apuntar a la igno­ rancia del personaje, que era como una patente de corso en la época: ser un patán y un necio demostraba la pureza religiosa y, por tanto, no había motivo para sospechar de tal individuo. Los vulgarismos del necio Algarroba son fre­ cuentes: dígan m oslo, distinto, etcétera. Sin embargo, Panduro culpa a su colega de «resabido». Esta ironía alude al grave riesgo que suponía ser persona culta, aficionada a la ciencia, «intelectual» como hoy diríamos, en aquella socie­

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dad española del siglo x v ii . El «premio» podía ser la muerte, según se deduce de los versos 144-149. ¿A qué se debería tal aberración? Se debía al hecho de que el pueblo asimilaba a los judíos con las personas que tuvieran estudios o se dedicaran a las actividades científicas. Ese ambiente de sos­ pecha se nota en la disputa que mantienen Alga­ rroba y el escribano a causa del vocablo «escriba» (w . 222-228). Estornudo se enoja cuando Alga­ rroba lo llama «escriba»; como la referencia semi­ ta es evidente, el escribano entiende que están lla­ mándolo «judío» y se irrita. Cuando Panduro enumera los nombres cómi­ cos de los pretendientes (w . 45-50), nos encon­ tramos con un recurso habitual de nuestro tea­ tro clásico, el cual contaba con una tradición dramática cuya orientación estribaba, básica­ mente, en desprestigiar el mundo villanesco. Los papeles risibles habían sido destinados a las per­ sonas más humildes de la sociedad (pastores, tamborileros, criados, etc.), cuyo modo de hablar y cuya conducta fueron sometidos a una grotes­ ca y deliberada caricatura. Encina y sus discípu­ los crearon un lenguaje convencional, el sayagués, cuyo fin consistía en ridiculizar la forma de hablar de los villanos; el nombre de éstos ya era objeto de risa. En algunos casos, la burla se fun­ daba en rasgos físicos (Piernicurto, en Encina); en otros, se buscaba la consciente animalización del rústico (Mingo Oveja, en Torres Naharro) o una característica que lo embrutecía (Cebadón, en Rueda), Los nombres elegidos por Cervantes para sus personajes también suenan burlones por cuanto la animalización es patente en Algarroba (plan­ ta cuya semilla sirve de pienso para el ganado), Pesuña (evidente parecido con Pezuña, dedo de los animales de pata hendida, como el asno y el

cerdo), Rana (es obvio). Otros nombres también son ridículos. En el caso de Estornudo (acción de lanzar el aire de la respiración con estrépito), el matiz de fogosidad señala un aspecto de dicho personaje, el cual se enoja fácilmente. Berrocal es un «sitio lleno de peñascos»; Jarrete significa «parte alta de la pantorrilla hacia la corva», aun­ que también parece diminutivo de «jarra», cuya referencia al vino parece obvia; el vocablo hum i­ llo significa, en sentido figurado, «presunción», pero Humillos se jacta de no saber leer. El cuar­ to candidato, llamado por Algarroba P edro d e la R an a y por el bachiller P ed ro R an a, no es otro que el célebre Juan Rana, uno de los personajes más famosos del teatro breve del Siglo de Oro, el cual fue interpretado por un actor llamado Cosme Pérez. Hasta tal punto se identificaron ambos que algunos documentos oficiales nom­ braban al actor con el nombre del personaje. Según el diccionario académico, el vocablo Panduro es idéntico a Mendrugo, el cual, a su vez, en sentido figurado significa «necio», «tonto». De la boca de Panduro salen muchas expresiones de pureza religiosa puesto que habla del «cielo benditísimo», espera salir bien del negocio «si lo quiere el cielo», etc. Con todo, es uno de los per­ sonajes más ignorantes, pues confunde los voca­ blos (friscal, Jam estad , sorbe). El modo de hablar también descalifica a otros personajes. En un ambiente rural, el escribano había de ser una de las personas más leídas e instruidas, pero en la conversación con sus igno­ rantes vecinos no debería dar pruebas de ello, salvo que fuese un pedante. Esto es precisamente lo que ocurre: cuando Algarroba alaba las cuali­ dades de Berrocal para ser alcalde, Estornudo exclama: «¡Oh rara habilidad, oh raro ingenio!» (v. 72). Parece evidente que la disposición

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bimembre del discurso no cuadra con el con­ texto; es decir, se trata de una muestra de len­ guaje ampuloso y literario. El contenido de su réplica también lo desacredita, puesto que valo­ ra de modo positivo el hecho de que Berrocal distinga los sabores del vino para gobernar no un pueblo, sino tres (como dichos lugares eran famosos por sus vinos, la burla parece más ace­ rada aún). Poco después, ante la elemental suge­ rencia de Algarroba de que es preciso examinar a los pretendientes, Estornudo exclama sorpren­ dido mostrando sus cortas luces: «¡Vive Dios que es rarísima advertencia!» (v. 98). El bachiller también es degradado por su forma de hablar. Afirma que no vota a ninguno si «no dan más pruebas de su ingenio, / a la jurispru­ dencia encaminadas» (w . 90-91). Obviamente, el empleo de «jurisprudencia» en este contexto sobra; además, la construcción de la frase es demasiado formal: «encaminadas a la justicia» parece una expresión más llana y menos litera­ ria. En otra ocasión, emplea frases latinas que, además de mostrar su pedantería, no son com­ prendidas, probablemente, por sus necios inter­ locutores. A estas expresiones inadecuadas es preciso añadir las incoherencias de su conducta: al principio no vota a ninguno que no dé prue­ bas de su ingenio, luego se muestra partidario de Humillos, después da su voto a Rana y, final­ mente, en vez de resolver el asunto de la reu­ nión, convida a todos a su casa para divertirse. Vemos, por tanto, que las «destrezas» de los can­ didatos (w . 62-88) los desacreditan para el cargo de alcalde, por cuanto Berrocal es un experto en los sabores del vino, Jarrete es torpe con el arco, Rana sobresale por su antisemitismo y Humillos hace cosas simples («un zapato remienda como un sastre»). Símiles graciosos y disparatados para

intensificar la burla. Nos encontramos, por tanto, con un mundo al revés; es decir, con una inver­ sión de valores, puesto que personas inútiles aspiran a un cargo que tenía cierta relevancia en los pueblos y villas castellanos. El mundo al revés del carnaval (por ejemplo, hombres que se dis­ frazan de mujeres, y viceversa) le resultó idóneo a Cervantes para dramatizar la incoherencia que suponía el hecho de que personas ineptas obtu­ vieran los cargos de gobierno. Esta inversión de valores se nota asimismo en la canción de los gitanos, los cuales afirman que el cielo hizo a los regidores de Daganzo «Sansones para las letras y para las fuerzas Bártulos». Cervantes se burla a conciencia de sus personajes, que parecen títe­ res. Desde la elección del metro empleado (ver­ sos endecasílabos sueltos) se nota esta intención cervantina, puesto que la unidad de tono se rompe porque no hay adecuación entre el carác­ ter sentencioso y digno del endecasílabo suelto y las expresiones vulgares y simples de los per­ sonajes. Como el bachiller exige más pruebas de su competencia, Algarroba ofrece un buen remedio: examinarlos para el cargo. Cervantes ha sido cri­ ticado por haber pasado revista dos veces a los candidatos, pero dicha fórmula puede entender­ se como un acierto, puesto que los personajes van perfilándose paulatina y gradualmente; es decir, primero conocem os su condición por lo que otros dicen de ellos y después comproba­ mos que su conducta corrobora cuanto sabemos de ellos. En efecto, notamos que Humillos es un inútil, pero después manifestará pruebas evi­ dentes de ello: no sabe leer, aunque domina las oraciones rutinarias y es cristiano lindo. Este hecho sirve a Cervantes para aguzar su sátira con­ tra los estatutos de limpieza de sangre que, según

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indicamos más arriba, permitían a personas igno­ rantes el acceso a dignidades y cargos. En un texto compuesto a comienzos del siglo x v i i , lee­ mos: «[...] si pretenden dos una cátedra de digni­ dad o beneficio eclesiástico u otro oficio o pre­ lacia que se haya de proveer por votos y si es el uno pretendiente letrado y virtuoso, empero des­ ciende por un lado de convertidos muy antiguos ex g en ere hebreoru m (de origen o linaje hebreo), y el otro sin letras y sin virtud, empero es cris­ tiano viejo, éste segundo ha de ser preferido al primero». Humillos presume de limpieza de sangre, pero ¿menciona los nombres de sus antepasados? De ningún modo. ¿No se tratará esta sutil omisión de un malicioso ataque de Cervantes a quienes, altivos de su sangre, no son, sin embargo, capa­ ces de nombrar a sus padres o abuelos? Posi­ blemente. Además, Cervantes quiere dejar bien claro que la jactancia de los cristianos lindos no respondía a un sincero espíritu evangélico. ¿Cómo desenmascara Cervantes esta falsa pie­ dad? Poniendo en boca de estos labradores expresiones que hacen dudar de su sinceridad católica. Jarrete, el sacristán, Algarroba y los demás juran, reniegan y maldicen tomando a Dios o a los santos por testigo. Veamos algunos ejemplos. El escribano exclama «¡Vive Dios!» y «¡Por Dios santo!»; Jarrete, «¡Brava trova, por Dios!»; el sacristán, «¡Vive Dios!»; el bachiller y el sacris­ tán repiten «¡Por san Pedro!». A veces, Dios es sus­ tituido por Cristo o por eufemismos, pero el efec­ to es el mismo. El bachiller exclama «¡Por Cristo!»; Algarroba, «¡Cuerpo del mundo!»; el sacristán, «¡Voto a Dico!», etcétera. Ciertamente, estos juramentos eran populares en la época, pero obsérvese la tranquilidad con que los pronuncian los cristianos viejos. Es más:

el bachiller, mayordomo de la fiesta del Corpus (persona encargada de organizar la fiesta sagra­ da del calendario católico), jura y reniega con absoluto descaro. Otro tanto sucede con el sacris­ tán, en quien Cervantes volcó la antipatía que le causaban las gentes de Iglesia, pues el gran nove­ lista fue excomulgado de forma arbitraria cuan­ do desempeñaba su oficio de alcabalero: la Igle­ sia, cuyos graneros estaban repletos de trigo, no obedecía la orden real de entregar tan preciado cereal, y Cervantes fue excomulgado por cum­ plir con sus obligaciones. El escritor también cuestiona el espíritu evan­ gélico de los cristianos lindos señalando el carác­ ter superficial de sus creencias. Así, Panduro espe­ ra salir bien del asunto del que van a tratar «si lo quiere el cíelo benditísimo» o «si lo quiere el cielo». Como si todas sus acciones dependieran del capri­ cho divino. Fijémonos, de paso, en que tales expresiones aún permanecen vivas en el lengua­ je coloquial de gran parte de la población espa­ ñola, que, cuando desea algo, afirma «si Dios quie­ re». En realidad, ésta es una muestra de paganismo (en A b u rbe condita, Tito Livio recogió numero­ sos ejemplos sobre el particular). Al mismo tiempo que el autor pone en eviden­ cia la falsa religiosidad de sus personajes, apro­ vecha su discurso para profanar textos evangéli­ cos o litúrgicos. En las palabras del bachiller («Ése se tenga por escogido y por llamado»), hallamos una alusión paródica y burlesca al evangelio: «muchos son los llamados y pocos los escogidos» (Mateo 22, 14); la orden del bachiller («Basta») remeda la respuesta de Cristo a sus discípulos: «Sufficit» (Lucas 22, 38); la frase de Berrocal «para que quede memoria de nosotros en los siglos de los siglos. Amén» es una parodia de una frase de la liturgia (Per om n ia saecu la saeculorum . Am en).

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Las canciones de los gitanos son empleadas por Cervantes para desprestigiar asimismo a sus per­ sonajes. Los gitanos -m arginados en aquella socied ad - se burlan también de los cristianos lindos, a quienes consideran am biciosos y lla­ man «hombres buenos de repente» y «hombres buenos de pensado» (notas que subrayan su hipocresía), pero, cuando terminan una de sus canciones (w . 258-269), Jarrete afirma que «todo lo que se canta toca historia» (v. 270). Esta frase, que alude al modo de elección, adquiere no sólo un significado contemporáneo (citado más arri­ ba), sino también intemporal porque traspasa épocas y fronteras para convertirse en una metá­ fora de la incompetencia de ciertos hombres que desempeñan puestos de mando o de responsa­ bilidad. Al final, vemos que los regidores y los candi­ datos incumplen sus obligaciones, pero ¿sabe­ mos quién será uno de los alcaldes? Parece fuera de toda duda que uno será Rana. Llegamos así a la última incoherencia. Rana aparece adornado con cualidades que justifican su pretensión de ser alcalde - y parece que así sucederá, en efec­ to-: asegura que no se doblegará ante el sobor­ no -vicio común en aquella época, según se indi­ ca en los versos 132-136-, pero fijémonos en su discurso. Proclama que ha de ser justo, pero esta afirmación es difícil de creer si tenemos en cuen­ ta su antisemitismo (w . 84-87); además, su forma de expresarse carece de naturalidad. Véase el hipérbaton del verso 196 y su lenguaje artificio­ so (208-211). Algunos personajes también dudan de la sinceridad de las intenciones de Rana: Humillos y el bachiller (229 y ss.). Algarroba, cuando afirma que Rana ha cantado mejor que un cisne cuando muere (215-216), parece poner en duda asimismo la franqueza de Rana por dos

motivos: las ran as no cantan precisamente bien y los cisnes graznan de forma desagradable (aun­ que no cuando mueren). El propio nombre del personaje, Rana, parece subrayar la capacidad de transformación o metamorfosis del mismo; es decir, su facilidad para la doblez y la hipocresía, para fingir como real y verdadero lo que no es tal, para usar razones aparentes y engañosas. Además, ¿cómo hemos de creer en la sinceridad de sus opiniones si al final manifiesta su absolu­ ta frivolidad e irresponsabilidad pues se marcha con los demás a divertirse en vez de exigir que los electores cumplan con su obligación? Todo ello parece subrayar la hipocresía del personaje ya que éste proclama una cosa, mas efectúa otra. La elección de Rana supondrá el triunfo de la hipocresía; es decir, los regidores elegirán para el cargo de alcalde a una persona que, aun cuan­ do aparente virtud o devoción, ni es virtuosa ni devota; un individuo que, según indica la paro­ nomasia final, n o solam en te can ta, sin o e n c a n ­ ta. Cervantes gustó de esta figura retórica, la cual repitió en otras ocasiones (por ejem plo en el Q uijote, I, VI). Ya sabemos que Rana canta mal, pero si en can ta, ha de engañar, enajenar y embo­ bar a los demás. Así pues, una persona inepta, cuyo único título consiste en ser antisemita o cris­ tiano viejo, logra un cargo destacado mientras que las personas competentes son marginadas. El mundo al revés. Ahora bien, no sólo se daba en la sociedad castellana del Siglo de Oro esta discordancia, sino que igualmente se producía una contradicción entre la apariencia imperial (despilfarro, lujo, utopía) y la miserable realidad (decadencia, ruina, parasitismo). Estas y otras paradojas no menos escandalosas inducían al licenciado Martín González de Cellorigo a decla­ rar que España era u n a rep ú b lica d e h om b res

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en can tad os q u e vivían fu e r a d el ord en n atu ral. Cervantes reprodujo esta situación en el Q uijote (recordemos, de paso, que los encantadores tras­ tornaban al ingenioso hidalgo), y en el entremés comentado el gran escritor nos entregó otra amarga visión de aquella sociedad, que estaba presidida por la incoherencia más absoluta, por el desconcierto y el caos (el sacristán se inmis­ cuye en asuntos civiles, el bachiller entrega la vara de alcalde a Humillos y después a Rana, se habla de vara zu rd a, etc.). Cervantes quiso pre­ sentar ante sus contemporáneos esta imagen de incoherencia para sensibilizarlos y hacerles ver que era preciso arreglar aquel mundo descon­ certado en que vivían, pero no logró su propó­ sito puesto que este entremés no fue represen­ tado en vida suya (el título de la edición de 1615 reza: O cho com ed ias y o ch o en trem eses nuevos, n u n ca represen tados...). En todo tiempo y lugar, los hombres admiten de mejor grado las menti­ ras que las verdades y gustan más de los mun­ dos ficticios que de los reales. Por esa razón les complace más la literatura de evasión que la lite­ ratura comprometida; por ese motivo, quizá, triunfó el teatro de Lope de Vega y fracasó el tea­ tro de Cervantes.

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LITERATURAS

TÍTULOS PUBLICADOS

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6. Las aventuras de Pinocho Cario Collodi

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8. Cuentos Rubén Darío

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