Taylor Edward La Ciencia de La Cultura

January 24, 2017 | Author: socioantropa | Category: N/A
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Este material es proporcionado al alumno con fines educactivos, para la crítica y la investigación respetando la reglamentación en materia de derechos de autor. Este ejemplar no tiene costo alguno. El uso indebido de este ejemplar es responsabilidad del alumno.

EDiY.4RD S . TYLOR

La culttira u civilizacivn, cn sc~itidoc1no~r;iiicoailipIio, es aquel lodo complejo q u c incluye c l curiricimirntn, lns cicencins, cl arte, la m u r a l , el dereclio, las cristumbi-cs y c~iíil:-\q~iici-:!oi i-nf h31iiiio. y capacidades adquirrdos por cl Iioinlirc cii c u n i l i r ~riiiL,niIii'ci 1 1 ~la 5u::cdad. La situación de la cultura en las rtivctsas ~o:icd:idcs ~3cla rspecic Iiumiina, cn la incdidn en q ~ i criitedc Lcr irivcsli;.~;l.~ sc.gUri ~ ) i . ! i ~ ~ i p : u ~ generales, es u n o b j e ~ oapto paTa el estudio de las Ieycs dcl pensarnlento y la acción del hombrc. Por una piirtc. In iiniforrnidad que cn tan gran medida caracteriza a Iír civiliz:ici6n debe atriburrse, en bucna parte, a la accion iinifoi-me dc causas rinirornies: mientras que por otra parte sus distintos grados delien coilsiderarsc etapas de dcsnrrrAlo o e\.oluciiin, siendo cada unn cl resuliado cle la historia anterior y colaborando con su aportiicihn a la cunlormacihn de la l~istoriadel iuiuro. Esius voliin~cnesticncn por objcto Ia investig;ición de estos des grandcs principios en divcrsas secciuncs L ~ Cla ctiiofii-;ifia, con espccinI rttcncili~ a 13 civiliznci¿in tlc lai irili~is ~ I I ~ c ~ . I O ~ - C * en relación con las naciones superiores. ! hTiie4ti.05 modernos invcstigadoi-es dz las ~ i c r i ~ i ; :dc s 1;i ii~itiii-alcza inorgánica son los primeros cn recoiioccnr,I~rcrny rtci~trodc c , ~ i scampos concretos tic trabajo, la uriidnd d t la nni~irnlcza,Iri Iijcza de sus leycs, cl coilcrciri rit-den d c causa-efccto por rl que cada hecho rlcpcrirlt- clcl qtrc lo Iia prcccclido y actea sobl-c r.1 q u e Ic: sucedc. Conrpi i-i?íic~if ii-rnriiicrilc la doctriria pitagorica d r l ortlcn q u c iodo lo pcnclt-a en cE cusitios unilmci-sal. Aiirnlnn, con Arict6tclcs, qtre la naliiralc7a no estií llcna de episodios incohercntcs, como una m l l a trtigcdia. Estrii~clc :icucrdo con Leihnjtz cn lo q u c C1 jlnn-ia .nii a ~ j o nlci, cjuc la natiii-al :a :icti~a a salto^ (In 11121iicn':igil i::~! ,is par saut)., as1 COI I ( 1 r ~ e sde Ir? riatlir.ziicza. rarnpocu cs

Tylor, E. B. (1975). La ciencia de la cultura. En Kahn, J. S. (Comp.), El concepto de cultura (pp. 29-46). Barcelona: Anagrama.

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necesario que estas limitaciones estorben el estudio cientifico de la vida humana, en el que Eas verdaderas dificultades son las prActicas dc la enorme complejidad de los datos y Ia impcrfeccihn de los m&todos de obse~aci6n. Ahora bien, parece que esta ~oncepcibnde Ia voluntad y la conducta humana c o m o sometidas a leyes concretas, de hecho la reconccen y la manejan Ias mismas personas que se oponen a ella cuando se plantea en abstracto como un principio general y se quejan entonces de que aniquila el libre albedrio del hombre, destruye su sentido de Ia responsabilidad personal y le degrada convirtitndolo en una rnLquina sin alma. Quiencs dicen estas cosas pasan sin embargo gran parte de su propia vida estudiando las motivaciones que dan Iugar a la accilin humana, intentado conseguir sus deseos mediante ellas, tramando en sus cabezas teorías de car6cter personal, seconociendo cuAles son 10s efectos probables de las nuevas combinaciones y dando a sus razonamientos el carhcter final de Ea verdadera investigaci6n cicntifica, dando por supuesto que si sus chlculos salen equivocados, o bien sus datos dcben ser falsos o incompletos, o bien su juicio ha sido imperfecto. Tal pcrsona resumir5 la experiencia de años pasados en relaciones complejas con la sociedad declarando su conviccidn de que todo tiene una raz6n en la vida y que cuando los hechos parecen inexplicables, la regla es esperar y observar con la esperanza de que algún dia se encontrar& la clave del problema. Esta obsemaci6n humana puede haber sido tan estrecha como toscas y prejuiclosas sus deducciones, pero, no obstante, ha sido un filósofo inductivo *durante m i s de cuarenta años sin saberloi. Prácticamente reconoce leyes concretas al pensamiento y a la acción del hombre. y simplemente no ha tenido en cuenta, cn sus estudios de Ia vida, todo el tejido del albedrio inmotivado y la espontaneidad sin causa. Aquí se supone quc no deben tenerse cn cuenta, igualmente, en estudios mAs ampIios y que la verdadera filocofia de la historia consiste en ampliar y mejorar 10s metodos de la gente llana que forma sus juicios a partir de los hcchos, y comprobarlos frente a los nuevos datos. Tanto si la doctrina es completamente cierta como si lo es en parte, acepta la misma situabdn desde la que buscamos nuevos conocimientos en las lecciones de la cxpcnencia y, en una palabra, todo el dccurso de nuestra vida racional se basa en ella. .Un acontecimiento cs hijo de otro, y nunca debemos olvidar Ia familiaii es una observación que el jefe bechuana hizo a Casalis, cl misionero africano. Así, en todas las &pocas y en Ia medida cn que pretendfan ser algo m65 que meros cronistas, tos historiadores han hecha todo lo posiblc para no limitarse a presentar simplemente la sucesi6n, sino la cuncxibn, de los acontecimientos en su narraci6n. Sobre todo, se han esforzado por elucidar los principios generales de la acci6n humana y explicar mediante ellos los acontecimientos concretos, asentanclo cxpresamcnte o dando por tácitamente admitida la existencia d e una filosofía de la historia. Si aIguien negara la posibilidad de estabicccr de este modo leves históricas, contamos con la respuesta que en tal caso Boswell dio a Jolinson: ~Entonces,

Tylor, E. B. (1975). La ciencia de la cultura. En Kahn, J. S. (Comp.), El concepto de cultura (pp. 29-46). Barcelona: Anagrama.

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ed reduce toda la historia a una especic de almanaque., Nn dr:bc prender a quienes tengan cn cuenta la ahriimadora cornplej idad de ios problemas quc se plantean ante el historiaílur- general quc, sin embnrzo, los trabajos dc tanto5 cminentcs pensiidorcs no hayan conducido todavla a la historia más qrre hasta el umbral de la ciencia. Los datos d e que ticne que extraer sus conc1usioncs cl Iiistot-iador con al mismo tiempo tan diversos y tan dutlosos quc es difícil llegar a nna visión completa y clara d c su participrrcirjn cii una cuestiiin concreta, y dr este mudo se hacc irresislible la icntacibil de entresacarlos en apoyo de alguna teoria chapucera y dada dc2 curso de los acontecimientos. La filosofía d e la historia, que explica Icis fencirn enos d c la vida de1 hombre en c1 pasado v predice los futuTOS retni ticndose a leyes generales, en realidad es una niateria quc. en gran me. J i d n , en el actual estado dc nucstros conocirn~entus,es air~cil de rcar inc111so par un genio quc cuentc con Jn ayuda clc una extensa :stipación. Sin embargo, liay secciones de ella que, aunquc con lante dificultad, pareccn rclativarncntc accesibles. Si estrec?iamos ampo de invesrigaciiin del conjunto d e la historia a lo que aquí henios dcnorninado cullura, la lirstoria no rlr: las tribus y las nacioncs, sin^i de las condiciones dcl conncimicntu, la religirjn, el arte, Iris tostumibres y otras semcjantcs, la larca investigadora queda situada aentro dc Tírnites mas n-ioderadcis. Todavía padcccinos e1 mismo tipo de dificultades quc estorbaban la temfitica mAs amplia, pero muy dfsn-iínuidas. Los datos no son tan caprichnsamcnte Iieterogeneos, sino qiie pueden ~Iasificarsey compararse dc una forma mris simple, al mismo tiernps que la posihílídad de deshacerse dc los asuntos ex& gcnos y de tratar cada tema dentro de su a d ~ c u a d omairco de d atos, cn conjunto, hace más factible un razonamiento s6licl o que c:n el n caso de la historia general. Esto puede hacer que aparb,,,, garlir de iin brevc examen preliminar del problema, cómo pucden clasificarse 5, nrrlenarse, etapa tras etapa, en un probable ordcn de evoluciiin, los fcnrjmenos de la cultura. 1Examinados con una visión amplia, el car5cter y el hábito de la especic humana exhibcn al mismo tiempo esa similitud y consistencia de los fentimenos quc condujeron al creador dc proverbios italianos a declarar que rttoda el rniindo es un paica, cttutto il mondo 2 pacsen. La igualdad genera! dc la naturaleza humana, por una parte, y la iguaIdatE gcncral de las condiciones d e vida, por utrri, esta similitud y consistencia sin duda pucde trazarse y estudiarse con especial idoneidad al comparar razas con aproximadamente e1 mismo grado de cir.ilizació*i. Poca atenci6n necesita dedicarse en tales comparaciones a las fechas de la historia ni a la situacibn en cl mapa; los antiv o s suizos quc habitaban en lagos pueden ponerse junto a los a t e cas medievales, y los ojibwa de América del Norte junto a los zulúes de hfrica dcl Sur. Como di io cl doctor Johnson despectivamente cuando leyh sobre los hahilanles de la Fatagonia y los habitantes de las jsTas de los mares dcl sur, en 105 viajes de H a ~ ~ k c s ~ ~ ~ eun o r tconh, junto rlc salvaje5 cs come cualquier olroil. Cualquier museo ctnolbgico puede dcri~cislrarhnqta qii6 punto es cierta esta ~ent.raIi%n..c.

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Tylor, E. B. (1975). La ciencia de la cultura. En Kahn, J. S. (Comp.), El concepto de cultura (pp. 29-46). Barcelona: Anagrama.

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Tylor, E. B. (1975). La ciencia de la cultura. En Kahn, J. S. (Comp.), El concepto de cultura (pp. 29-46). Barcelona: Anagrama.

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; ~ ~ i quc u s sc Iiacen a los espiritus de los mucrtos y a los olros seres espirituales, al orientarse liacia el este para el culto, la purificación dcl ceiernonial o la limpieza moral por medio del agua o de1 fuego. Estos son unos cuantos ejemplos variados de una lista de cientos, y la tarea del ctnógrafa es clasificar tales dctalles con la perspectiva d c descicrar s u distribucibn en Ea geografía y en la historia, y la relación q u e oliste entre ellos. En lo que consiste esla tarea puede cjemplificitrsc casi perfectamente comparando estos detalles de la cl[Ii i i t r i ~ L J I I 1:ih espccies vegetales y animalcs tal como las estudian Ir15 r i ; ~ t u ~ ~ [ i sPara t ; ~ s .el etnógcafo el arco y la flecha es una especie, 1:i cuslui~itirr-cie aplaslar el cráneo de los ninos es una especie, la prkcricn dc reconocer los números por decenas es una espccie. La disiribuciun ~ c o g i - i f i c ad c estas cosas y su trasmisión de una regi6n a otra titilen que estudiarse como el naturalista estudia la geografía de sus es1)ecics bcitAnicas y zoologicas. Igual quc ciertas plantas y ariinialcs :son pccu aliares de cicrtos distritos, Eo mismo ocurrc con t ~ comc i ~ iii~trumen el boumerang australiano, el palo y Ia ranura pulinesia ric rncender el fuego, los pequefios arcos y fleclras que se utilitün ccimo Irinclctas las tribus del istmo de Panamá, y algo parecitlti con I. i i r l í hos imitos, a rte4 y costumbres que sc encuentran aisJ ~ e u r e c c n t ala flora y fauna, así los artículos dc un p uchlo representa esc conjunto que den* rIc ir1 \.idti ~ c n c r - a l ri-iinamos culiura. Y al igi al que en las regiones remotas suelen aparecer vezelales y animales que son anáIogos, aunque dc ningtina rnancra idénticos, 10 mismo ocurre con los dctalles de la dvilizacihn de s u s habitantes. Hasta qué punto existe una verdadera analogía entrc la dilusiún de las plantas y los animales y la difusihn de la ciitilizaciiin, rcsulta bien perceptible cuando nos damos cuenta de hasta q u é punto ambas han sido producidas al mismo tiempo por Inc misrnns c:t~isas. Distrito tras distrito, las mismas causas quc han in!riidiicir?o 1ilarit:is cultivadas y los animales damécticos h a n traida cori cli:!s cl arte y el conucimiento correspondientes. El curso tIc Tris rrcontcci~nicntos quc 1lcr.O caballos y trigo a America, ILevo con cllcis cl uso dcl fusil y del haclia d e hierro, rnicntras que a su vez cl conjuntn dcl mundo recibib no solo el maíz, las patatas y los pavos, sino la coslumbre de fumar tabaco y la hamaca de los marinoc. hlcrccc tcncrsc rn cuenta la cuestión de que las descripciones de fcnii~ncnosculturatcs similares quc sc rcpiien eri distintas partes rlcl niundo, c i ~realidad, apartan una prueba accidcníal dc su propia niitcnticidarl. Hrice algunos años, un gran liistoriador rnc plante6 uri;i p r c y u i i f a s u t r c estc punto: utCOrno puedcn calificarse dc datos I;is ~\iprisicioi~c< rIc las costumbres, rnilos, creencias, etcétera, cle una r ; i l ~ ~ t .I!: ..i 3c basiilr cn cl testilrioriiu de algún viajero o misioiici r i qiiC 1xr~~Ic % , crrn ~ ubscru;idor silpcr ricial, mas o menos ignorante r l t 1.1 Ir.n;ii;i i t i ~ ! i ~ e r i aU .H n:irrarlor d c ~ r u i d a r l ude una charla sin seIeccion, una pci-\otra con prejuicios o incluso obstinadamente mentirc53733. E ~ t ac~iehtiUn,en rcalrcirid, dcbe tencrla el ctniigrafo clara y constnntcmcilte prcscnte. Pcir supuesto, estil obligadu a juzgar lo me-VA-

Tylor, E. B. (1975). La ciencia de la cultura. En Kahn, J. S. (Comp.), El concepto de cultura (pp. 29-46). Barcelona: Anagrama.

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jm posible la veracidad de todos los autores que cita y, si es posf- 1 ble, a consepir varias descripciones que certifiquen cada punto de cada Iocalidad. Pero por encina de todas estas medidas de pr.ecauci6n está la pm-eba de la repeticibn. Si dos visitantes independj entes a distintos pafsec. pongamos un musulmAn medieval a Tartaria Y U inglCs conternporAneo a Dahomey, s un misionero jesuita en 13rasil Y 1in wesle;yano en las islas Fiji, coinciden en describir al@ arte, riti3 o mito anhlogo entre los puebIos que han visitado, resulta dificil o I mposible: atribuir esta coincidencia a algo accidental o a fraude . . La historia de un guardabosques de Australia puede objcvoluntario. tarse quizás como un error o invención, pero ¿conspira con 61 el ministro metodista de Guinea para engañar al. pública contando la misma historia? La posibilidad de la mistificacidn intencional a no intencional suele quedar descartada cuando las cosas son de tal forma que se. hace una exposicibn simiIar en dos paises remotos por das testigos tales que k vivi6 un siglo antes que B y B no parece haber tenida nunca noticia de A. Quien tan s61o eche una ojeada a las notas a pie de pigina de la presente obra no necesitara mhs pruebas de hasta quk punto son distantes los paises, separadas las fechas, distintos los credos y Ios caracteres de los observadores en el catálogo de los datos sobre la civilizaci6n. Y cuanto mbs rara es la afirmacibn, menos probable es que varias personas en varios lugares puedan haberla hecho equivocadamente. Siendo esto asi, parece razonable juzgar que las exposiciones se hacen en su mayor parte con veracidad y que su estrecha y regular coincidencia se debe a que se recogen los mismos hechos en distintos distritos culturales. Ahora bien, los datos más irnportantcs de la etnografía se garantizan de esta forma. La experiencia lleva al estudioso, al cabo de algún tiempo, a esperar y encontrar que los fenlirnenos culturales, como cons~cuenciade las causas similares que actiian con gran amplitud, deben repetirse una y otra vez en el mundo. Incluso desconfia de las exposiciones aisladas para Ias que no conoce paralelo en otro lugar y aguarda a que su autenticidad se demuestre por dcscripcioncs similares de otra punto del globo o de otro extremo de la historia. De hecho, este medio de autentificacidn es tan fuerte que el etnógrafo, en su biblioteca, puede a veces hacer la presunción de decidir, no sllo si un concreto explorador es un observador honcsto y perspicaz, sino tarnbikn si lo quc narra sc conforma a las reglas generales dc la civilización. .Non quis, scd quid.s Pasaremos ahora de la distribución de la cultura en los distintos paises a su diíusi6n dentro dc estos paises. La cualidad de la especic humana quc m9s ayuda a hacer posible el estudio sistemhtico de la civilizaciOn es el notable acuerdo o consenso tacita que hasta cl morncnio inducc a pohlacinnes entcrac a unirse en cl uso rle la misma Ienfriia, a s c p i r la iniznia religiún y las ~ustiirnhi-cstrar!icioiialcc, a asentarse en cl mismo nivel gcneral de aste y conocimicntos. Este . estado de cosas es el que I-iasta cl momento liacc y o ~ i b l crepresentar las inrncnsas masas de detalles por unos pocos dalos carac!:ristic~ic, y una vcz asentados, las nuelros casos recogidos por nucvos obhcrva.

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dorcs simplemente ocupan su luear para dcmostrar la cor-rccciiiii dc la clasificaciGn. Sc descubre q u e cxiste tal r e g ~ l a r i d a h e nla composicihn de las sociedades humanas que podemos no tener en cuenta las diferemias individuSeX y, &e este modo, generalizar snbrc las artes y opiniones de naciones enteras, iguaI que cuando vemos iin ejitrcito desdc una colina nos olvidamos de los saldados intlividuales, quienes de hecho escasamente puedcn distinguirse de la masa, mientras q u e vemns cada regimiento comri un c ~ i c r p o organizado. exteridiCndose o concentr5ndosc, desplaz5ndose avanzando n cn retirada. 'En alguna, ramas del estudio de las leyes sociales es ahora posible pedir ayuda a la estadística y aislar, por medio dc inventaríos clc cohradorcs de impuestos o dc tablas de oficina de seguros, algunas acciones concretas de las comunidades humanas muy enlrcmezcladas. Entre los modernos estudios sobre las leyes de la acci6n humana, ninguno ha tenido un efecto tan profundo como las generalizaciones de M. Quetelet sobre la regularidad, no s610 en materias coma la estatura media y los indicec anudes de nacimientos y deCunciones. sino en la repetición, año tras año, de productos tan oscuros y en apariencia incalcuIables de la vida nacional como las cifras de asesinatos y suicidios, y la proporción dc las mismas armas criminales. Otras cifras llamativas son la regulñridad del niimero de personas que mueren accidentalmente en las calles de Londres g del nrirnero de cartas sin direcci6n que se depositan cn 30s buzones de correos. Pcro al examinar la cultura de las razas inferiores, lejos de poder disponer de los datos aritméticos cuantificados de la moderna estadística, tenemos que juzgar la situaci6n de las tribus a partir de las descripciones imperfectas que prcporcionan los viajeros o los misioneros, o incluso razonar sobre las reliquias de las razas prehistdricas cuyos mismos nombres y lenguas se ignoran sin la menor esperanza. Ahora bien, a primera vista, puetlen parecer materiales tristemente incornplctas y poca prometedores para la investigaci6n científica. Pero, de hecho, no son ni inconcretos ni poco prometedores, sino que proporcionan datos que son villidos y concretos dentro de sus limites. Son datos que, por la forma diferenciada en que denotan la situación de la tribu a que corrcspondcn, reaImente soportan la comparación con los productos de la esladise tica. E1 hccha es que una punta d e flecha de piedra, un bastún . tallado, un ídolo, un monticulri funerario en que se han enterrado esclavos y propicdades para uso del difunto. una descripci6n de los \ . sitos de un hechicero para provocar la lluvia, una tabla dc nurnerales, la con jueaciún de un vcrbo. son coqas q u e por sí solas maniriestan Ia situación de un puebIo cn un punto concrcto de la cultura con tanta >

veracidad como Ios números tabulados [le falleclmientas por venenos y de cajas d c té importadas manifiestan. de Coma diferenic. otros resuItados parciales de la vida general dc toda una comunirlnd. Que toda una nacihn tcnga un traje especial, armas y kier~arnientas especiales, leyes especiales sobre el matrimonio y la propiedad, doctrina refigiosa p moral especial, constituve un hecho destacahle quc apreciarnos muy poco parqnie pasamos toda nriestra ticla e n medio

Tylor, E. B. (1975). La ciencia de la cultura. En Kahn, J. S. (Comp.), El concepto de cultura (pp. 29-46). Barcelona: Anagrama.

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de ~ I l o sLa . ctnoprriría tiene quc ocuparse c
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