April 18, 2017 | Author: Oscar Pinas Vivas | Category: N/A
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RECOPILACIÓN DE CONFERENCIAS QUE SORPRENDIERON AL MUNDO DE LOS RADIO-OYENTES
Este libro es una transcripción de las conferencias radiales que fueron y transmitidas a todo Japón y tuvieron gran repercusión. Como el objetivo era llegar al mayor número de oyentes, el lenguaje empleado es simple y el contenido se basa en casos verídicos de personas que tuvieron experiencias sorprendentes a través de la Fe. Al escuchar estas conferencias, muchas personas solucionaron problemas de diversa clase. Incluso hubo casos “milagrosos” como la recuperación de enfermos desahuciados por la Medicina. En Brasil, la retransmisión de tales programas también provocó curaciones súbditas que despertaron el interés del periodismo y de los intelectuales de muchos países. La lectura de este libro, además de ser interesante, proporcionará a cada lector valiosas lecciones de Vida.
Dados Internacionais de Catalogaçâo na Publicaçâo (CIP) (Cámara Brasileira do Livro, SP, Brasil) Taniguchi, Masaharu. 1893-19825. Lecciones para el cotidiano / Masaharu Taniguchi; [Traducción SEICHO-NO-IE DO BRASIL]. — Sao Paulo: SEICHO-NO-IE DO BRASIL, 2003. Título original: Hoso Jinsei Tokuhon. ISBN 85-7156-207-5 Verdad I. Título. Conducta de vida 2. Fe 3. Seicho-No-Ie 4. 03-5782
CDD-181.0956 Índices para catálogo sistemático: Conducta de vida: Seicho-No-le: Filosofía de vida 181.0956 Fe: Seicho-No-Ie Filosofía de Vida 181.0956
Traducción: Gabriela Elina Rodriguez Dávila Revisora: Lidia Ben
LECCIONES PARA
EL COTIDIANO 1a edición 2003 SEICHO-NO-IE
LECCIONES PARA EL COTIDIANO Dr. Masaharu Taniguchi Título:
LECCIONES PARA EL COTIDIANO
Traducción: SEICHO-NO-IE DO BRASIL Publicación:SEICHO-NO-IE DO BRASIL Sao Paulo - SP - BRASIL Propiedad del Derecho Autoral: Seicho Taniguchi, Emiko Taniguchi Tokio - Japón Del original en japonés: HOSO JINSEI TOKUHON Autor: Masaharu Taniguchi Publicado por NIPPON KYOBUNSHA CO„ LTD. Propiedad del Derecho de autor del original en japonés: Seicho Taniguchi, Emiko Taniguchi Tokio – Japón Este libro es publicado bajo licencia condicionada de: Seicho Taniguchi & Emiko Taniguchi.
© Seicho Taniguchi, Emiko Taniguchi 2003 Impreso en Brasil Editado por SEICHO-NO-IE DO BRASIL Av. Eng. Armando de Arruda Pereira N° 1266 CEP 04308-900 - Sao Paulo, SP Teléfono: (Oxx 11) 5014-2222 WebSite: http://www.sni.org.br E-mail:
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LECCIONES PARA EL COTIDIANO
DR. MASAHARU TANIGUCHI
PREFACIO
En este libro han sido reunidas mis conferencias radiales que fueron trasmitidas a través de nueve emisoras de Japón. En esta obra se abordan los más variados problemas de la vida cotidiana, y muestra mediante ejemplos concretos, la manera de solucionarlos La primera característica de este libro está en el hedió de que es claro y de fácil comprensión, ya que es la transcripción de las conferencias que fueron proferidas para ser escuchadas. La segunda característica es que lodos los ejemplos y los personajes citados son verídicos. Se puede decir, por lo tanto, que la presente obra es una lección viva para el cotidiano. Innumerables personas se curaron de enfermedades tan solo escuchando estas conferencias radiales, que ahora están reunidas en este libro. También en Brasil, cuando fueron retransmitidas, muchas personas vieron desaparecer, súbditamente sus males. Algunos de los capítulos son respuestas a cartas de crítica de los oyentes. Estaré muy satisfecho si los lectores, mediante la lectura de esta obra, pueden mejorar algún aspecto de su Vida. Deseo que todos sean felices y prósperos. Tokio, 1° de junio de 1954. El autor.
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INTRODUCCIÓN (POR EL RE-EDITOR)
En esta obra, se refleja una vez más la enseñanza trascendental del Dr. Masaharu Taniguchi: Lo más importante en la vida del ser humano es el reconocimiento de Su verdadera esencia, el Jisso, el aspecto esencial, la parte del Todo o El Altísimo, que es conocido como la Mónada para los teósofos, el Ángel Solar para los Esoteristas serios, la Divina Presencia Yo Soy o el Santo Cristo Propio (SCP) en la Metafísica y las Nuevas dispensas de la Corriente “New Age”, etc. Siendo así, el Dr. Masaharu Taniguchi, desglosa y aplica a mi juicio, el Principio Fundamental de los Siete Principios del Kybalión: El Principio del Mentalismo, en cuya introducción se señala: “Este principio encierra la verdad de que «EL TODO ES MENTE, EL UNIVERSO ES MENTAL». Explica que El TODO, que es la realidad sustancial que se oculta detrás de todas las manifestaciones y apariencias que conocemos bajo los nombres de «universo material», «fenómenos de la vida», «materia», «energía», etc., y en una palabra, todo cuanto es sensible a nuestros sentidos materiales, ES ESPÍRITU, quien en sí mismo es incognoscible e indefinible (El Jisso), pero que puede ser considerado como una mente infinita, universal y viviente. Explica también que, TODO EL MUNDO FENOMENAL O UNIVERSO ES UNA CREACIÓN MENTAL DEL TODO EN CUYA MENTE VIVIMOS, NOS MOVEMOS Y TENEMOS NUESTRO SER. Este principio, al establecer la naturaleza mental del universo, explica fácilmente los varios fenómenos mentales y psíquicos que tanto han preocupado la atención del público, y que sin tal explicación no son comprensibles y desafían toda hipótesis científica. La comprensión de este principio hermético de mentalismo habilita al individuo a realizar y conocer la ley que rige el universo mental, aplicándola a su bienestar y desarrollo…”
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Y para comprobarlo, veamos lo que nos dice el Dr. Masaharu Taniguchi: “La mayoría de las personas podrá pensar que la mente es siempre mente; la materia es siempre materia, y que es un absurdo creer que la mente se transforma en materia. Sin embargo, LA CONVERSIÓN DE LA MENTE EN MATERIA ES UNA REALIDAD CONOCIDA POR MUCHAS PERSONAS…” (EM: Es lo que en el esoterismo básico se llama pensamiento forma, o mejor aún pensamiento-sentimiento forma, para denotar una ley importantísima que dice: “Los pensamientos son cosas, tienen forma y tienen vida; la inmensa mayoría de ellos ‘vida temporal’, más; los pensamientos sostenidos, ‘educados’ tienen una vida larga. Los pensamientos-forma, se atraen por afinidad y aumenta el radio de su influencia en las personas afines a tales pensamientos, de allí la importancia de educar la mente, y por consiguiente la emisión de los pensamientos)”. “El estado físico de una persona, jamás logra esconder la mente de la propia persona; tanto el rostro, como el cuerpo, son la fiel manifestación de la forma de la mente. Por lo tanto; si una persona está enferma, su mal es la proyección de su mente; por eso, si logramos cambiar la mente de esa persona, mostrándole cómo es su mente, él se curará. No es nada difícil; todos pueden lograrlo. Tanto nuestro cuerpo como el ambiente son proyecciones de nuestra mente. Las situaciones incómodas que vienen de fuera, suceden como reflejo de nuestra mente. Realmente el mundo fenoménico es proyección de la mente. El mundo que nuestros ojos ven, al final, es la manifestación de nuestro propio mundo mental”. (EM: Otra ley mental importantísima que reza: ‘Tal como piensas así eres; o en eso te conviertes’…). Así mismo, el Dr. Masaharu Taniguchi, nos dice respecto del Jisso: “Según la filosofía de la Imagen Verdadera, todas las cosas y todos los hombres se mueven para manifestar su aspecto original que ya es completo. Cuando despertamos a la conciencia de que el hombre no es materia ni cuerpo carnal, sino un ser divino, totalmente libre, se dice que llegamos a la comprensión de la Verdad. Cuando se transforma la mente, también se transforma el cuerpo y el medio ambiente. Todas las cosas que el hombre busca, en verdad, ya le están dadas”. Nuestro estado físico, el ambiente que nos rodea, las circunstancias en las cuales vivimos, nuestras condiciones financieras, en fin; TODO ES REFLEJO DE NUESTRA MENTE. Cuando nuestra mente se
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enriquece, también obtenemos bienes materiales en abundancia. En la Imagen Verdadera (Jisso o Aspecto Real), todas las cosas están completas y son suficientes desde el principio”. “Ver es crear”. Es necesario ver la Imagen Verdadera. La Imagen Verdadera es el aspecto verdadero. Si queremos una cosa es porque esa cosa ya existe. Ustedes son hijos de Dios y ya poseen dentro de sí todas las cosas, basta que las exterioricen”. Hasta aquí, me da la impresión también que, el Dr. Masaharu Taniguchi, estuviera desarrollando y explicando lo que nos señalara el Dr. Christian Barnard (1er. Cirujano en trasplantar un corazón humano. 1922-2001); sino, veámoslo a continuación: “Si piensas que estás vencido lo estás. Si piensas que no te atreves, no lo harás; Si piensas que te gustaría ganar pero que no puedes, no lo lograrás; Si piensas que perderás, ya has perdido. Porque en el mundo encontrarás que el éxito comienza con la voluntad del hombre. TODO ESTÁ EN EL ESTADO MENTAL: Porque muchas carreras se han perdido, antes de haber corrido. Y muchos cobardes han fracasado, antes de haber su trabajo empezado. Piensa en grande y tus hechos crecerán; Piensa en pequeño y quedarás atrás, Piensa que puedes y podrás. TODO ESTÁ EN EL ESTADO MENTAL, Si piensas que estas aventajado, lo estas. Tienes que pensar bien para elevarte; Tienes que estar seguro de ti mismo, antes de intentar ganar un premio. La batalla de la vida, no siempre la gana el hombre más fuerte o el más ligero; Porque tarde o temprano, el hombre que gana es aquel que cree poder hacerlo”.
Pero obviamente, todo esto podría quedar en teoría; y no tendría mayor sentido,
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a no ser que, lo comprobemos en nuestra vida cotidiana, que de eso se trata esta obra. Por eso el Dr. Masaharu Taniguchi señala con acierto: “El valor de una enseñanza no puede ser comprendido a través de teorías, sino cuando lo ponemos en práctica”. En el epílogo (Al final de este libro), podéis acceder a los LINKS de descarga gratuitos de los libros que han sido colgados en la red, por invitación del propio Dr. Masaharu Taniguchi, antes de su partida éste plano fenoménico (1893-1985).
EL RE-EDITOR (MEIREM).
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ÍNDICE Prefacio ………………………………………………………………………………………………………….
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Introducción por el re-editor ………………………………………………………………………….
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Capítulo 1
La pedagogía de Seicho-No-Ie …………………………………………………. 15
Capítulo 2
Trasmisión mental entre la pareja …………………………………………..
Capítulo 3
Solución de la desarmonía conyugal ……………………………………….. 25
Capítulo 4
Autocastigo ………………………………………..…………………………………… 30
Capítulo 5
La armonía mental para obtener la curación …………………………… 35
Capítulo 6
La finalidad de la vida ………………………………………..……………………
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Capítulo 7
La fuente de la “Vida” ………………………………………..……………………
45
Capítulo 8
Abandonando el “principio de la insuficiencia” ……………………….
49
Capítulo 9
El secreto de la victoria infalible ……………………………………………..
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Capítulo 10
El poder de la sugestión ………………………………………..………………… 58
Capítulo 11
El tesoro interno ………………………………………..……………………………
Capítulo 12
Relaciones conyugales y enfermedad ……………………………………… 66
Capítulo 13
La Imagen Verdadera de una madre ……………………………………….. 70
Capítulo 14
El relato de una víctima de la bomba atómica …………………………
Capítulo 15
Cuando abandonamos los sentimientos de odio y rencor
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estamos libres de las desgracias ……………………………………………..
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Capítulo 16
El “pensamiento de crítica” y las enfermedades dolorosas ……..
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Capítulo 17
El pecado no existe …………………………………………………………………
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Capítulo 18
El cuerpo carnal es proyección de la mente ……………………………
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Capítulo 19
La desarmonía de los padres también es el reflejo de la
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mente de los hijos ………………………………………..……………………….
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Capítulo 20
Como proteger la salud de los hijos ………………………………………
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Capítulo 21
Cómo eliminar las frustraciones íntimas …………………………………
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Capítulo 22
La mente y el cuerpo ………………………………………..………………….
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Capítulo 23
La fuerza que domina a los microbios …………………………………..
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Capítulo 24
La infidelidad del esposo y la enfermedad del hijo …………………
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Capítulo 25
Las preocupaciones de los padres amarran a los hijos ……………
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Capítulo 26
Una vida exenta de desgracias y enfermedades ……………………..
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Capítulo 27
Testimonio de un ex-militante del partido comunista japonés .. ..................... …………………………………………………………
148
Capítulo 28
La medicina y la religión ………………………………………………………..
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Capítulo 29
El medio para extinguir los karmas negativos …………………………
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Capítulo 30
La salvación del hombre ……………………………………………………….
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Capítulo 31
Liberándose de la pobreza ……………………………………………………
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Capítulo 32
Mente que crea la enfermedad, mente que cura la Enfermedad ………………………………………..………………………………..
Capítulo 33
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Entrenamiento espiritual para obtener la salud y la prosperidad ………………………………………..……………………………….. 190
Capítulo 34
La verdadera reconciliación …………………………………………………..
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Capítulo 35
El camino que conduce a la riqueza infinita …………………………….
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Epílogo
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CAPÍTULO 1
LA PEDAGOGÍA DE SEICHO-NO-IE
Había un profesor llamado Eizaburo Watanabe que dictaba clases en la Escuela Agrícola de Takada, de la provincia de Niigata. A mediados de 1936, cuando yo orientaba el “Seminario de Verano” que se realizaba en Akasaka, ese profesor se presentó en el auditorio y en el momento del relato de experiencia comenzó a contar el suyo: “Yo no he seguido una educación superior de manera regular, pero obtuve la licenciatura como profesor mediante un examen de suficiencia. Es muy difícil para cualquier persona que no tenga un diploma llegar al alto cargo de director de cualquier escuela secundaria. Yo, sin embargo, consciente de las enseñanzas de Seicho-No-Ie, estudié con empeño y mantuve la fe de que el ser humano es hijo de Dios y nada le es imposible”. Según lo que relató en aquella ocasión, los estudiantes del último año de la citada escuela tenían un comportamiento muy extraño: despreciaban a sus maestros. Si en alguna ocasión el profesor de primaria o el responsable por la clase intentaba controlarlos, lo esperaban a la salida de la escuela, lo atacaban sorpresivamente, lo lanzaban al aire y lo tiraban al suelo. Después, los alumnos huían a sus casas gritando y, de esta manera, impedían que la dirección escolar tomara nota de los nombres de los revoltosos, porque eran muchos los que participaban. En fin, tales estudiantes eran rebeldes y violentos... Cierto día, cuando el Sr. Eizaburo Watanabe fue designado profesor del último
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año, ante todos los alumnos que estaban reunidos en el salón de clase, antes de explicar el tema, a manera de introducción, dijo: - Todos ustedes son respetables hijos de Dios. Ninguno de ustedes es un mal elemento. Todos son personas dignas porque son hijos de Dios. Yo creo que es así. Si proceden de manera incorrecta, La culpa no será de ustedes, sino mía, pues yo soy el profesor. En este caso mi ineficiencia como educador y mi falta de preparación espiritual serán Las causas que se proyectarán en cada uno de ustedes, lo que puede dar como resultado una situación en la cual ustedes de ninguna manera serán los responsables. Por lo tanto, si practican actos reprobables, pueden castigarme y hasta agredirme. Hasta ese momento, los otros educadores acostumbraban decir cosas totalmente opuestas: “Yo soy el profesor y sólo enseño lo que es correcto, la verdad y la verdadera moral. Pero ustedes son malos elementos, pues no siguen lo que les trasmito. De ahora en adelante, deben preestar atención a mis palabras y cumplirlas siempre.” De esta manera se expresaban los demás educadores. Los sermones que predicaban podrían ser sintetizados así: “Los alumnos son malos, pero los profesores son buenos”. El poder de la palabra es extraordinario. Si alguien afirma: “Ustedes deben mejorar porque son malos”, será muy difícil que alguna mejora ocurra. Incluso, tratándose de la educación de los hijos, si los padres les dicen: “Ustedes deben estudiar bastante aritmética porque no tienen buena cabeza, efectivamente el niño demostrará poca inteligencia debido al poder de esas palabras. Esto ocurre porque los hijos respetan y confían en sus padres, y creen que todo lo que ellos les dicen es verdad. Si la madre le dice a su hijo: “Tú no eres muy inteligente y por lo tanto debes estudiar mucho”, el niño pensará “Ya que mi madre lo dice, debe ser cierto. No soy muy hábil y esto es de nacimiento...” Esta idea fija, de que no es muy inteligente, se grabará en su subconsciente y aunque el niño se esfuerce mucho en sus estudios no tendrá un resultado estupendo. El ejemplo citado se refiere a los estudios, pero se puede aplicar la misma orientación a los problemas de conducta y actitudes de los alumnos. Si el maestro en la escuela piensa o expresa: “Ustedes son malos elementos, pero yo, el profesor, soy bueno, nunca logrará obtener resultados satisfactorios.
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El Prof. Eizaburo Watanabe dijo lo contrario: “Ustedes son hijos de Dios, son personas excelentes. Si ustedes son malos, yo seré el responsable; y si esto sucede hasta pueden agredirme”. Entonces, los alumnos se volvieron personas dignas de representar al hijo de Dios, respetaban al Prof. Watanabe, y en lugar de atacarlo, todos lo admiraban. El mérito del Prof. Watanabe fue reconocido. Por tradición, en el régimen, educacional era muy difícil que un profesor que no ha seguido estudios superiores, llegase a ocupar el cargo de director. Sin embargo, el Prof. Eizaburo Watanabe fue nombrado director de la escuela, un hecho extraordinario que raramente ocurre. Después de relatar esta experiencia pedagógica, el Prof. Eizaburo Watanabe se dirigió a mí con estas palabras: -Profesor, yo he obtenido mucho éxito en la escuela como educador. Sin embargo, hay un detalle en mi vida que no marcha muy bien. Entonces, le pregunté -¿Cuál es su problema? -Es difícil decirlo. Me siento inhibido... -Aunque sienta vergüenza, le pido que cuente su problema, incluso delante de los seminaristas, pues también podrá servir de ejemplo a los presentes - expresé. Entonces, él confesó: - Prof. Taniguchi, no me llevo bien con mi esposa. Yo le respondí: - Si vive mal con ella, trate de llevarse bien. Esta respuesta causó risa entre los oyentes. Sin embargo, para el Prof. Watanabe fue como un balde de agua helada en la cabeza que lo hizo despertar. Él comprendió: “¡Yo soy el culpable!” Si se llevaba mal con su esposa, era suficiente que se reconciliase con ella. Esto es algo natural, lógico y sencillo. Si todos lograran colocar en práctica lo que es natural y lógico, en este mundo no habría problemas. Sin embargo, el hombre busca los conflictos y después se atormenta pensando en cómo se reconciliará. Cuando se da cuenta de: Yo estaba equivocado...”, básicamente a partir de ese momento, el problema ya está resuelto. Lo que sucedía, era que en esa época, cuando el Prof. Eizaburo Watanabe recibía
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su sueldo de la escuela, entregaba sólo una parte a su esposa para los gastos de la casa y no le decía el monto total de lo que percibía. El resto, él lo depositaba en una cuenta de ahorro a su nombre y siempre llevaba consigo la respectiva libreta de depósito. Hasta en los seminarios, él la portaba como si fuese un objeto precioso. La razón de esta economía era para el eventual caso de que fuese expulsado del hogar por su esposa, por lo menos, en esa circunstancia tendría su libreta de ahorro. Este era su pensamiento. Sin embargo, cuando le di aquel golpe verbal. Si está en desarmonía, trate de armonizarse”, el Prof. Watanabe reaccionó así: “Mi actitud es la causa del problema. Yo soy el que está en desarmonía. Yo quería tener mi ahorro particular sin la participación de mi esposa. Yo le estaba escondiendo a ella los depósitos que efectuaba. Yo era quien me había apartado espiritualmente de ella, como si fuésemos una pareja separada. Obstinadamente, yo mismo no admitía que mi esposa conociese el mundo en que yo vivía. La culpa era sólo mía y de nadie más, pues mi propia conducta era la que ocasionaba la desarmonía. Yo estaba equivocado y voy a corregirme”. Así lo decidió en ese momento. Quien sigue una enseñanza debe colocarla en práctica al instante. Inmediatamente, el Prof. Watanabe envió a su casa por correo la libreta de ahorro y escribió una carta a su esposa, expresándole: “Hasta ahora yo estaba equivocado. Hoy, en el seminario, escuché una conferencia excelente y cambié mi manera de pensar. Tú y yo somos una pareja. La pareja es un solo cuerpo. Te pido perdón por haber mantenido mi corazón y mis ahorros separados de ti, cuando en realidad, somos un único ser. El dinero depositado en la cuenta de ahorro es todo tuyo. Mis cosas también son tuyas. Por eso, puedes gastar el dinero, cuando y como quieras. Tú y yo somos un solo ser”. Más o menos así era el contenido de la carta que envió a su casa, en Takada. Mientras ocurría esto, allá en Takada su esposa, llamada Fumoe, sintió un cambio, un nuevo estado del alma, en el mismo momento en que el Prof. Watanabe decidía transformarse espiritualmente. Doña Fumoe, la esposa del profesor, era hija única y, por lo tanto, la única heredera de la familia. Por eso, ella pensaba: “Esta fortuna es la herencia de mis padres
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y, por lo tanto, me pertenece. Mi esposo es una persona que entró a mi casa, él vino de afuera para casarse conmigo. Entonces, si no me agrada, lo puedo echar a cualquier momento”. Este pensamiento era captado inconscientemente por su esposo, quien llevaba siempre su libreta de ahorro para poder disponer de algún dinero en el caso de que fuera expulsado. Sin embargo, cuando se produjo el cambio espiritual del Prof Eizaburo durante el seminario que se realizaba en Tokio, simultáneamente se transformó el estado espiritual de la esposa que estaba en el hogar.
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CAPÍTULO 2
TRASMISIÓN MENTAL ENTRE LA PAREJA
Hablemos ahora de la esposa del Prof. Watanabe, la Sra. Fumoe, que se había quedado en casa. Como ya mencionamos anteriormente, era la única heredera de la familia y tenía una asombrosa facilidad para comunicarse. Una vez vino a Tokio a participar de una reunión de la Asociación Paloma Blanca (Asociación de las Damas de Seicho-No-Ie) y, en un momento, contó al público su estado espiritual. Lo que voy a exponer es la historia que ella misma relató. La Sra. Fumoe se casó con el Prof. Watanabe, pero debido a que tenía orgullo por ser heredera, no lograba sentirse perfectamente unida a su esposo, a quien consideraba un intruso, un elemento que había llegado de afuera. A ella no le agradaba mucho, pero lo había aceptado como esposo porque una hija que es heredera debe cuidar a los padres y está sujeta a quedarse solterona si es muy exigente y caprichosa al escoger a su cónyuge. Como era heredera, siempre pensaba arrogantemente (aunque abiertamente no lo expresara): “Si él hace algo que me disguste, lo podré expulsar a cualquier momento”. Cuando los sentimientos de la pareja están distanciados, el ambiente familiar pierde la atmósfera de afecto, armonía y comprensión, volviéndose conflictivo y agresivo. El niño que nace en un ambiente conyugal de esta clase, difícilmente se desarrollará saludablemente. La razón es que, en este caso, no hay armonía entre el
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“cielo” y la “tierra”. El “cielo” significa el esposo; la “tierra”, la esposa; el hijo es el producto. De acuerdo al caso, el hijo podrá volverse rebelde o, entonces, enfermar. Cuando hay conflictos en el hogar, es decir, cuando la pareja está en desarmonía, es muy frecuente que el hijo contraiga una enfermedad acompañada de fiebre, pues el conflicto es algo que produce fiebre (calor). Si un niño contrae, repentinamente, una disentería acompañada de fiebre alta o una tos fuerte que no sana a pesar de las aplicaciones de inyecciones de antibióticos recetados por los médicos, es necesario reflexionar si no hay discordia conyugal en el hogar. En estos casos, si los padres que estaban peleando se reconcilian, el niño se sanará inmediatamente. En Seicho-No-Ie hay muchos casos de curaciones de este tipo. El matrimonio Watanabe tenía dos hijas, pero una de ellas ya había fallecido. La otra estaba internada en el hospital con el diagnóstico de tuberculosis pulmonar y sufría constantes fiebres. Incluso con los tratamientos especializados no había ninguna mejoría y la enfermedad se agravaba cada vez más, llegando a un estado crítico, con peligro de muerte. En esa época un profesor llamado Midori Kaneko, un adepto muy entusiasta y elocuente orador fue enviado a Takada como representante oficial de Seicho-No-Ie a fin de dar una conferencia. Entonces, el Prof. Eizaburo Watanabe le pidió al Prof. Kaneko: -Mi única hija sufre de tuberculosis y está al borde de la muerte. Quiero salvarla cueste lo que cueste, pero creo que no hay posibilidad de lograrlo mientras mi esposa siga con la misma actitud mental. No sirve de mucho que yo hable con ella, pues se rebela obstinadamente contra mí y no quiere escucharme cuando le trasmito la Verdad. En este momento, ella está en el hospital al lado de nuestra hija que está internada. Le pido encarecidamente que usted se dirija allá y converse con ella de la Verdad. Quien sabe, si logra cambiar su mentalidad, tal vez mi hija se pueda salvar... Atendiendo a su pedido, el Prof. Kaneko fue al hospital y habló de la Verdad predicada por Seicho-No-Ie, pero la Sra. Fumoe Watanabe se tapó los oídos y no quiso escucharlo. Cuando el Prof. Kaneko intentó explicar: “Es una enseñanza maravillosa...”, ella replicó: “no me interesa si la enseñanza de Seicho-No-Ie es magnífica o no. Si es tan extraordinaria y mi esposo se va al paraíso salvado por esta enseñanza, yo me iré al
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infierno con mucho gusto”. Ante estas palabras de la Sra. Fumoe que, obstinadamente, se negaba a entender, el Prof. Kaneko no supo qué responder a pesar de su elocuencia y su deseo de divulgar las enseñanzas de Seicho-No-Ie. Después de este episodio la enfermedad de la hija del matrimonio Watanabe se fue agravando cada vez más y la niña finalmente murió. A pesar de la muerte de su hija, el Prof. Watanabe no demostró ninguna expresión de pena. ¿Por qué él no demostraba tristeza? Porque sabía, a través de las enseñanzas de Seicho-No-Ie, que el hombre no muere. Él había adquirido la convicción: “El hombre no es cuerpo carnal; en la esencia de la materia, en la esencia del cuerpo existe un ser sumamente maravilloso; este sí, es el verdadero hombre.” Entonces, pensaba: “Esto sí, es la Vida de mi hija. Su Vida es la Vida de Dios que aquí nació y permaneció durante un cierto tiempo en la Tierra para salvar a mi esposa o a mí. Mi hija fue la verdadera manifestación del Amor de Dios que salva a la humanidad y ahora ella retorno al mundo celeste porque terminó su misión”. Así era la fe que él había adquirido. El hombre no muere. El cuerpo no es el hombre; es tan solo una ropa que el hombre viste. Así como un buzo viste una pesada ropa llamada escafandro a fin de poder sumergirse y trabajar dentro del agua, el hombre, para cumplir su misión aquí en la tierra, desciende dentro del aire atmosférico vistiendo una ropa de cuero capaz de resistir la presión atmosférica y una serie de otras presiones materiales. De la misma forma que un buzo se saca el escafandro después de haber cumplido su misión, el hombre también despide su cuerpo carnal y regresa al mundo espiritual como ser espiritual. Por lo tanto, mi hija no está muerta. Ella no está presente en este mundo, pero está en el mundo espiritual. Es como si ella hubiese dejado Japón y viajado a América. Ella está en un lugar mucho mejor que América: “Está en el Mundo Celestial”. Con esta comprensión, él no daba señales de tristeza. Sin embargo, su esposa, estaba profundamente apenada. Hasta ese momento ella pensaba: “Mi esposo es un extraño que llego de afuera; y por lo tanto, lo echaré en el momento que yo uniera”, pero su hija, que ella misma había traído al mundo, no era un elemento extraño que llegó del exterior, sino de su propio ser. Era una parte de ella, enteramente unida ti ella. La única persona en quien podía confiar y de quien podía esperar amparo, era la hija que había
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nacido de e a misma. Sin embargo, las dos hijas habían fallecido. E a no se resignaba con tanta soledad y tristeza. Al recordar a su hija, las lágrimas brotaban de sus ojos. Por el contrario, su esposo mantenía una fisonomía serena que le causaba envidia “¡Ah! Yo también quiero estar tan serena como el, ¡Oh! ¡Cómo sufro! ¡Me siento tan desesperada! ¿Porque él está tan tranquilo a pesar de que nuestra hija ha muerto; Quizás porque conoce las enseñanzas de Seicho-No-Ie. ¡O tal vez porque lee La Verdad de la Vida!. Yo también voy a leer La Verdad de la Vida y conocer Seicho-No-le; pensó finalmente la Sra. Fumoe. El esposo siempre le insistía que leyese el libro La Verdad de la Vida, pero ella se rehusaba, porque pensaba que “hacer lo que él manda significa la derrota. Sin embargo, con la muerte de las dos hijas, nacidas de su propio vientre, no soportaba más la tristeza. Entonces, aprovechó las ausencias del esposo que iba a dar clases a la escuela, y comenzó a leer el libro La Verdad de la Vida que estaba en el estante. Tan pronto como escuchaba sus pasos llegando, rápidamente colocaba el libro en su lugar y trataba de disimular, pues pensaba que hacer lo que él le había recomendado era lo mismo que admitir su derrota. Esta situación duró hasta que llegaron las vacaciones. Como habría un seminario de verano en la Sede Central de Seicho-No-Ie durante las vacaciones, el Prof. Watanabe decidió participar y se fue a Tokio. “¡Ahora es el momento! ¡Mientras mi esposo está ausente!” - pensando de esta manera, la Sra. Fumoe tomó el libro, lo abrió sin recelo y prosiguió su lectura. Así lo hizo todos los días. A medida que iba leyendo, su manera de pensar se iba modificando. Hasta que finalmente se dio cuenta de su error; entonces, se colocó con las manos unidas en posición de oración en dirección a Tokio y pidió perdón a su esposo: “Yo estaba equivocada. No sé cómo pedirte perdón a ti y a nuestra hija. Perdón. Yo fui la que mató a nuestra hija. Te pido mil perdones. Yo fui la responsable. Perdóname”. Fue en ese exacto momento que el Prof. Watanabe, en la Sede Central de SeichoNo-Ie, dijo: “Prof. Taniguchi, yo no me llevo bien con mi esposa” y yo le respondí espontáneamente lo que era natural: “Si no se lleva bien, trate de llevarse bien”, lo que lo emocionó profundamente como si hubiese recibido un balde de agua fría en la cabeza. Sucedió de este modo, porque hubo una trasmisión mental entre los dos. La esposa
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estaba emitiendo allá en Takada esta vibración mental: “Yo fui la responsable; yo estoy equivocada; perdóname querido. Al captar estas ondas, el esposo también sintió espontáneamente lo mismo. “¡Oh, yo fui el responsable. Querida, perdóname, perdóname!”. La pareja de esposos originalmente son una sola Vida. De esta manera, el pensamiento del esposo se transmite infaliblemente a la esposa, aunque este muy distante y viceversa. Así; el hogar del matrimonio Watanabe alcanzó el estado de verdadera armonía y a partir de ese momento comenzaron a suceder muchos hechos milagrosos. En los próximos capítulos trataremos este asunto.
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CAPÍTULO 3
SOLUCIÓN DE LA DESARMONÍA CONYUGAL
En el capítulo anterior expresé que los pensamientos de una pareja se comunican entre sí, incluso en el caso que uno esté distante del otro. Tal vez, con la presentación de sólo un ejemplo muchos pueden pensar que se trata de una simple casualidad. Por eso, quiero referir aquí otro caso. En la época de la expansión militar en Japón había un subteniente de la marina llamado Omori, que pertenecía a la base naval de Kure. A pesar de haberse graduado en la Escuela de Ingeniería Naval, él no lograba ascender y continuaba como subteniente desde hacía más de 10 años. ¿Por qué no era ascendido? Porque vivía peleando con su esposa. Y, al existir tales conflictos, ¿por qué no lo ascendían? Esto no quiere decir que en aquella época, la Marina indagase en los hogares de los oficiales y no diesen ascenso a los que vivían discutiendo con la esposa. Ya mencioné en el capítulo precedente que la enfermedad de un hijo surge del conflicto entre los padres. Sin embargo, en este caso, quienes estaban enfermos eran los mismos cónyuges. Cada vez que el oficial se encontraba con el rostro malhumorado de su esposa, le brotaba el pensamiento: “Mi desgracia es tener una esposa así, con esa cara de mal humor”. De esta manera, constantemente acumulaba en su pecho tristeza e insatisfacción. El sentimiento de tristeza se transforma en líquido. La mayoría de las personas podrá pensar que la mente es siempre mente; la materia es siempre materia, y que es un absurdo creer que la mente se transforma en materia. Sin embargo, LA CONVERSIÓN DE LA MENTE
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EN MATERIA ES UNA REALIDAD CONOCIDA POR MUCHAS PERSONAS. Por ejemplo, cuando ustedes están tristes ¿No les salen lágrimas de sus ojos?. Es verdad que esta sustancia llamada lágrima proviene de las glándulas lacrimales, pero eso no quiere decir que las lágrimas sean prefabricadas v se almacenen hasta ser secretadas. En el momento de la tristeza, por la acción de la mente se forma la materia llamada lágrima. Cuando vemos una ciruela ácida, secretamos una gran cantidad de saliva. Éste, también es un ejemplo de como la mente influye en la función fisiológica. Pavlov, un gran fisiólogo ruso, se hizo famoso por su descubrimiento de la teoría del reflejo condicionad. Él abrió un orificio en el estómago de un perro e introdujo un tubo de goma, de tal forma que el jugo gástrico se deslizara a través de él. De esta manera, efectuó varias experiencias. Cada vez que iba a dar comida al can hacía sonar una campanilla. Entonces, al oír la campanilla, el animal comenzaba a segregar jugo gástrico aunque no viese o recibiese alimento. Cuando le daba comida sabrosa, la secreción de jugo gástrico era más abundante. Si colocaba frente al perro un mono – el animal que más detesta -, la secreción cesaba inmediatamente. Realizando experiencias de éste género, Pavlov mostró la magnitud de la influencia de la mente en la función fisiológica. Es enorme la influencia de la mente en el funcionamiento de nuestro organismo. También el ser humano con su mente convierte la naturaleza de la materia a través de la función fisiológica. Entonces, explicaremos la transformación de la tristeza en líquido. La tristeza no es un pensamiento seco ni límpido. Es un pensamiento húmedo, y un pensamiento húmedo se manifiesta en forma de humedad. ES por medio de este principio que la tristeza transforma en líquido. Cuando decimos que la forma mental se concretiza y se manifiesta en forma visible, hay quien dude que la mente tenga forma. Pero, la mente tiene forma (EM: Es lo que en el esoterismo básico se llama pensamiento forma, o mejor aún pensamiento-sentimiento forma, para denotar una ley importantísima que dice: “Los pensamientos son cosas, tienen forma y tienen vida; la inmensa mayoría de ellos ‘vida temporal’, más; los pensamientos sostenidos, ‘educados’ tienen una vida larga. Los pensamientos-forma, se atraen por afinidad y aumenta el radio de su influencia en las personas afines a tales pensamientos, de allí la importancia de educar la mente, y por consiguiente la emisión de los pensamientos).
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Ustedes tienen una vaga conciencia de esto, pues se expresan de esta manera: "Aquella persona tiene un corazón grande; aquel sujeto tiene la mente estrecha, fulano tiene una mente aguda; éste tiene una manera de pensar cuadrada, etc.”. A través de las palabras que pronuncian inconscientemente, ustedes demuestran que saben que mente tiene diferentes formas: grande, estrecha aguda, cuadrada, etc. Sólo que estas formas no son visibles a los ojos. Y el cuerpo carnal, es la manifestación de esta forma invisible en forma visible. De esta manera, el estado físico de una persona, jamás logra esconder la mente de la propia persona. Tanto el rostro, como el cuerpo, son la fiel manifestación de la forma de la mente. Por lo tanto; si una persona está enferma, su mal es la proyección de su mente; por eso, si logramos cambiar la mente de esa persona, mostrándole cómo es su mente, él se curará. No es nada difícil; todos pueden lograrlo (EM: Otra ley mental importantísima que reza: ‘Tal como piensas así eres; o en eso te conviertes’. Christian Barnard lo popularizó: ‘Si piensas que estás vencido, lo estás; si piensas que no puedes, no podrás; si piensas que perderás, ya has perdido. Porque en la vida, todo está en la actitud mental de las personas…’). Son incontables los casos de personas que se curaron de sus enfermedades repentinamente, cuando cambiaron su mente por la autoreflexión y el arrepentimiento: “¡Ah! Yo me enfermé debido a tal pensamiento... realmente estaba equivocado...”. Volvamos al asunto. El subteniente Omori veía la fisonomía melancólica de su cónyuge y pensaba: “Es una desgracia tener una esposa como esta”. Este sentimiento de tristeza se acumuló en su pecho y, como consecuencia, allí se acumuló líquido que resultó en una pleuresía. A su vez, la esposa, que vivía siempre triste por ser considerada una desgracia” por su esposo, sufría constantemente de varias enfermedades: peritonitis, problemas ginecológicos y neurosis cardíacas. De esta manera, era como si el esposo y la esposa mantuvieran una competencia para ver quién sería más veces internado en el hospital de la Marina. Por eso, él no era ascendido, a pesar de ser un oficial competente y graduado en la Escuela de Ingeniería Naval. Como necesitaba internarse a todo momento, no había la menor posibilidad de un ascenso. Consecuentemente, él continuaba como un eterno subteniente.
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Cierto día, el oficial Omori asistió a una reunión de Seicho-No-Ie en la ciudad de Kure. Para orientar esa reunión llegó una profesora llamada Shizuma Kihara quien ahora vive en Mukojima, en la ciudad de Onomichi. Ella habló de la armonía conyugal. La conferencia lo impactó profundamente. El mantenía férreamente, lo que podemos llamar el orgullo de un oficial de la Marina. Debido a su exagerado espíritu de disciplina, todas las mañanas exigía a su esposa que hiciese la cama y no le interesaba que ella estuviese enferma. Tan pronto como se levantaba, le decía: “¡No te olvides de tender mi cama!”; y si la esposa le rogaba: “¿Hoy, por lo menos, no podrías hacerlo tú mismo?, discúlpame, pero me siento tan mal”. Él llegaba a golpearla gritando enfurecido: “¡Torpe! ¿Tú crees que puedes mandar a un oficial de la Marina?. Debido a episodios como éste, la esposa iba acumulando sentimientos de tristeza en su interior y, consecuentemente, sufría de enfermedades de los órganos internos. Mientras tanto, al escuchar la conferencia de la Profesora Kihara, el teniente se conmovió. De regreso al hogar; en la noche, tan pronto se acostó comenzó a llorar arrepentido por haber maltratado a su esposa: “Oh querida, perdóname. Yo estaba equivocado. Perdóname. Yo estaba equivocado. Perdóname...”. Y las lágrimas corrían abundantemente. Como tenía vergüenza de que lo vieran llorando porque era un oficial de la Marina, se cubrió hasta la cabeza con la colcha y siguió llorando: “¡Oh, cómo fui tan injusto contigo!; ¡Perdóname, perdóname, perdóname!. Yo estaba equivocado...” Y derramó lágrimas de verdadero arrepentimiento. Finalmente, amaneció. A eso de las 6 horas de la mañana, él oyó el ruido de un plumero con el cual su esposa hacía la limpieza. El sonido se fue deslizando hasta las habitaciones del fondo y repentinamente escuchó un llanto. Algo debía haber sucedido, porque inesperadamente ella había comenzado a sollozar. El Sr. Omori saltó de la cama y corrió al fondo de la casa. La encontró llorando postrada ante el altar. -¿Qué pasa?, ¿Qué te ha sucedido? Ella irguió el cuerpo y agarrándose de las ropas de su esposo le dijo sollozando: “¿Me perdonas?. Yo estaba equivocada. Perdóname, por favor. Hasta ahora, yo estaba en un gran error. Te pido que me perdones”. Como él mismo también había llorado a escondidas debajo de la colcha durante
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toda la noche, muy arrepentido consoló a su esposa: -Tú no tienes ninguna culpa. El culpable soy yo. Perdóname, tú no eras la culpable. La culpa fue toda mía. Perdóname. Y los dos se abrazaron llorando. En ese momento se dio la verdadera reconciliación de la pareja, desde lo más profundo de sus corazones. En ese ínterin se levantó el hijo que tenía dieciséis años. Desde su nacimiento hasta ese momento, ese joven se orinaba en la cama todas las noches y no dejaba de hacerlo ni un solo día. Los padres sólo podían imaginar que como de costumbre, la cama estaría inundada, ya que a esa edad es muy grande el volumen de la orina. Sin embargo, contrariando tal expectativa, la cama no estaba mojada sino bien seca. El Sr. Omori no le dio mucha importancia al hecho, pues pensaba que en este largo período de dieciséis años muy bien podría suceder una excepción. Sin embargo, el joven no la mojó al día siguiente, ni al subsiguiente, curándose definitivamente. ¿Cómo se explica esto? - En realidad, la enuresis representa el sentimiento de tristeza de los padres. El papá sufría de pleuresía porque había acumulado su sentimiento de tristeza en la pleura en forma de agua. La madre padecía de peritonitis porque había acumulado su tristeza en el abdomen. Pero, como todo no era suficiente para dar salida a toda la pena acumulada, entonces, también se extravasaba a través del hijo. La enuresis del hijo, en realidad, era una forma de reparar la tristeza de los padres.
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CAPÍTULO 4
AUTOCASTIGO
La reciente Medicina Psicosomática afirma que el estado físico de una persona es el reflejo del estado de su mente. Sin embargo, nosotros avanzamos más: sustentamos la teoría de que no es sólo el estado físico, sino también las situaciones o condiciones que surgen en nuestro medio ambiente e incluso el estado de abundancia o de miseria, la buena o la mala suerte, los infortunios o dificultades, lodo es la imagen de nuestra propia mente que se desarrolla y se proyecta en el mundo físico. Esto no es una hipótesis y contamos con varios ejemplos concretos. Nosotros reunimos estadísticamente estos casos y, por deducción, llegamos a esa afirmación. En este sentido, podemos declarar que lo que predicamos no es una simple devoción, sino una ciencia mental. Pero volvamos a hablar del oficial Omori: Él había sido un eterno subteniente debido a la desarmonía conyugal, pero cuando la pareja se reconcilió, como ya fue narrado, el ambiente se transformó. Desde ese momento, la pareja ya no se enfermaba. Su hijo, también se había curarlo de la enuresis; e incluso, el teniente Omori, que en aquella época del conflicto chino japonés operaba en la sección de mecánica como ingeniero naval, inventó un dispositivo importante para la caza submarina. Su creación fue reconocida y su situación mejoró radicalmente. Comenzó a tener rápidos ascensos. Según relató, recibía inspiraciones para inventos durante la lectura de la Sutra Sagrada
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Lluvia de néctar de la Verdad que anotaba en un cuaderno. Al realizar las experiencias conforme la inspiración recibida, lograba creaciones extraordinarias. Así, cuando terminaron los conflictos, el Sr. Omori ya era un capitán de fragata. En cierta oportunidad, cuando se realizó una conferencia de Seicho-No-Ie en Hieizan, el Sr. Omori y yo caminábamos uno al lado del otro en dirección al Templo Central. La distancia era de unos quinientos metros a partir del punto final del pequeño vagón. El Sr. Omori, que iba a mi lado, comenzó a hablar: -Profesor, hay un asunto que todavía no le he confesado. Es un caso que debo contarle de cualquier forma... -Pero ¿de qué se trata? —Profesor, bien... en aquella época como no me llevaba bien con mi esposa, mantenía relaciones con dos mujeres jóvenes; sin embargo, yo creía que tal situación era condenable desde el punto de vista moral y, por eso, les propuse terminar. Pero cuando yo tocaba ese tema, ellas manifestaban lo siguiente: “¿Qué será de mi vida sin ti? - Si nos separamos, moriré”. Entonces yo quedaba apenado y receloso, y la relación continuaba. Pero, íntimamente, pensaba que aquello tenía que terminar. Esta es la voz de la divinidad interna, voz de Dios que se aloja en su interior - la naturaleza divina interior - la que comúnmente nosotros llamamos “conciencia”. Cuando existe este sentimiento de culpa, la persona podrá sufrir accidentes o herirse inesperadamente como autocastigo. El Sr. Omori pensaba: “Esto no correcto. Necesito cortar las relaciones (en japonés se dice ‘cortar la mano’) con ellas, sea como sea”. Entonces, cierto día, cuando maniobraba una determinada máquina de la nave, sin querer, colocó la mano en los engranajes. Inmediatamente las retiró, pero cuando la vio, ya sus dedos: el meñique y el anular, habían sido cortados. -Profesor, mire. Estos dos dedos están más cortos. En aquella época yo todavía no conocía Seicho-No-Ie. Por eso, pensé: “¿Cómo me pude hacer esto?. En aquel lugar sólo es posible meter la mano cuando se extiende el brazo deliberadamente y no hay modo de equivocarse. ¿Cómo mi mano se metió en un lugar de esos?; realmente es muy raro. Que tal...” Y así, yo interpreté como si aquello fuese un accidente. Pero, cuando conocí mejor las enseñanzas de Seicho-No-Ie, comprendí que no se trataba de una casualidad,
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sino de un autocastigo. Según explica Seicho- No-Ie, tanto nuestro cuerpo como el ambiente son proyecciones de nuestra mente. Las situaciones incómodas que vienen de fuera, suceden como reflejo de nuestra mente (EM: El Todo es mente, el universo es mental; y como es arriba, es abajo; entonces, resulta lógico que nuestros vehículos o cuerpos, y nuestro ambiente; sean proyecciones de nuestra mente). Cuando aprendí este principio yo entendí: “Oh, entonces yo mismo corté mis dedos”. Profesor, ¿Este dedo meñique no representa la mujer? El dedo anular, también simboliza la mujer, porque allí se coloca el anillo de compromiso. Como yo deseaba cortar las relaciones con las dos mujeres, terminé por cortar los dos dedos que representan a la mujer. Entonces, comprendí que la idea que tenía en mi mente fue la que apareció en la forma. Caminando a mi lado, el Sr. Omori iba contando los hechos, mostrándome los dedos que estaban un poco más cortos. Como en el caso mencionado anteriormente, la herida externa que parece que fue causada desde fuera, nunca es provocada desde el exterior. Es la misma persona quien lleva su cuerpo a donde le puedan ocurrir accidentes. Este asunto es tratado con varios ejemplos en las obras de Introducción al Psicoanálisis y Psicopatología de la Vida Cotidiana del creador del psicoanálisis, Sigmund Freud, las que nos brindan mayores esclarecimientos. Nosotros, en la vida diaria sufrimos algunos fracasos. Generalmente, somos llevados a pensar que dichos reveses son simplemente casualidades; sin embargo, tales situaciones son provocadas por nuestra mente. Entre los seguidores de mayor mérito que más desarrollaron el psicoanálisis de Freud hasta llegar a la Medicina Psicosomática, un campo nuevo de la Medicina, podemos citar al Dr. Karl A. Menninger, de Estados Unidos. En su libro O Homem Contra Si Mesmo (El hombre contra sí mismo), cita el siguiente caso: Un director de colegio, de 30 años de edad, fue internado porque sufría de hipocondría. El motivo por el cual se internaba era el odio que sentía hacia su propia madre. Como él la detestaba no quería verla, y por lo tan- lo, se refugiaba en el hospital. Existen muchos enfermos de esta clase, es decir, se recluyen en el hospital para librarse
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de una determinada situación. Aunque no se hospitalicen, hay enfermos que se esconden en la cama. “Hay muchos enfermos - afirma el Dr. Karl A. Menninger - que crean sus males y no desean curarse. Ese director de colegio también creó su dolencia y se refugió en el hospital. Sin embargo, una vez en el hospital como no veía la “cara” de la madre, no tenía más razón para permanecer enfermo y comenzó a mejorar. La madre pensó que su hijo estaba suficientemente restablecido y, lo forzó a regresar a la casa contra su deseo, afirmando que de la enfermedad de su hijo ella era la que más sabía. Entonces, como el joven tenía que ver nuevamente el rostro desagradable de su madre, otra vez pasaba a odiarla. Al final, ¿Qué significa odiar a la madre? - Significa “negar” a la madre. Negar es querer alejarla de sus ojos. Hablando claramente, es querer eliminarla. Sin embargo, él no podía matar a su madre. Era necesario, entonces, matar algo que la sustituyese. Y así, un cierto día, cuando miraba el rostro de su madre, entró en delirio y mató a su hija, aún una bebé; golpeándola con un martillo. Este acto fue considerado un caso de psicosis declarada y, por lo tanto, fue internado en un manicomio. Una vez internado por haber matado a una criatura, pensó en condenarse a sí mismo con la pena de muerte, pues quien mata debe expiar su culpa. En otras palabras, pensó en suicidarse. Intentó tirarse desde un lugar alto y herirse con un cuchillo. Pero no lograba realizar su intento porque siempre era descubierto a tiempo. Entonces, cierto día, él colocó su brazo en una máquina y acabo amputándose la mano derecha. Después de esto, su enfermedad desapareció”. El libro lo narra de esa manera. ¿Cuál fue la causa de esta curación? - Según la interpretación del Dr. Menninger, el director tenía que condenarse a sí mismo a la pena de muerte porque había matado a una persona. Pero, aunque intentase condenar a la muerte a todo su cuerpo, es decir, suicidarse, él no lo lograba, pues siempre estaba vigilado. Entonces, transfirió la eliminación de todo su cuerpo a la aniquilación de la mano derecha, porque finalmente fue su mano derecha la que había asesinado a su bebé a martillazos. Por lo tanto, al ejecutar a su mano derecha estaba totalmente concluido su castigo, y así se curó de su enfermedad. Esta es la interpretación que presentó el Dr. Menninger.
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De la misma forma que este caso de amputación, son muchas las situaciones en que nuestra mente presenta diferentes enfermedades en nuestro propio cuerpo como autocastigo. En el caso de colocar la mano en una máquina, se nota claramente la auto punición, pero tratándose de los órganos internos se acostumbra pensar que se trata de una simple enfermedad interna que no tiene ninguna relación con la mente. Sin embargo, sí existe una relación bastante profunda. El Dr. Menninger lo clasifica como “suicidio de los órganos internos”.
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CAPÍTULO 5
LA ARMONÍA MENTAL PARA OBTENER LA CURACIÓN
Cuando la pareja Watanabe alcanzó la verdadera armonía en el hogar, comenzaron a suceder muchas cosas milagrosas. La armonía de la pareja es la base de la felicidad, la salud, el triunfo y la prosperidad de la familia, así como de muchas otras cosas. En la ciudad de Takada, se difundió la noticia de que cualquier enfermo se podía curar si recurría al Prof. Eizaburo Watanabe. Cierto día, él recibió una carta; era de una niña que con palabras infantiles, le decía más o menos lo siguiente: “Mi hermana sufre de catarata, no puede ver nada y está en cama desde hace mucho tiempo. Yo quiero que usted la cure. Como ella es ciega y no puede salir de casa, le agradecería mucho que viniese y conversase con ella sobre la Verdad”. El profesor Eizaburo Watanabe se conmovió mucho con este pedido y decidió visitar la casa de esa niña. Al llegar, vio a una joven de unos 20 años debajo de frazadas sucias, cubiertas de polvo y hollín. Hasta su cabello estaba tan lleno de hilachas de frazada que parecía ser el nido de un ave. Daba la impresión de que no se había lavado el rostro desde hacía mucho tiempo y su aspecto era pésimo. El profesor le preguntó: -¿Cuál es tu problema? -Los ojos. No puedo ver. -Ah... Y ¿qué tal las otras partes de tu cuerpo?, ¿Tu rostro, por ejemplo? -No tengo nada en mi rostro.
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-Y ¿cómo está la boca? -Tampoco tengo nada en la boca. -Y ¿las manos? -Ellas están perfectas. -Y ¿tienes apetito? -Sí. -Y ¿cómo están tus piernas? -Ellas se mueven. —Entonces, ¿Esto significa que todas las partes de tu cuerpo están perfectas, con excepción de los ojos? -Así es, señor. Seguidamente, el profesor Eizaburo Watanabe le habló a la joven de la siguiente manera: -Si es así, ¿Por qué vives sin hacer nada, encogida durante todo el día bajo esas mantas? - La ceguera es la manifestación del espíritu que “no quiere ver la luz”. La luz es la dádiva que llena el universo. Tú no ves porque tu espíritu no recibe esa dádiva con gratitud. Tus ojos son los órganos que captan la luz, pero están cerrados. Tú no puedes ver la luz porque los ojos de tu alma están cerrados. A pesar de tu ceguera, tu cuerpo está desbordante de gracias ya recibidas. Tú oyes, respiras, comes y mueves tus miembros. A pesar de ello, estás afligida porque sólo un órgano no está bien; piensas sólo en este mal y tú misma te indures a una vida triste. Este es el espíritu que no quiere ver la luz. Vamos, ten un espíritu más alegre; tener un espíritu alegre significa abrir las puertas de tu corazón para recibir todas las dádivas, toda la luz que está en el cielo y en la tierra; así, podrás ver (EM: Lo que nos enseña la Metafísica, y es cierto; es que: “La alegría es una energía curativa propia del Alma (Yo Superior), reflejo del espíritu creador (Del Jisso o Presencia Divina o Yo Soy)”). En realidad, el Prof. Watanabe le explicó todo más minuciosamente, pero ahora no puedo relatar los detalles debido a mi tiempo limitado. Después de esta conversa ruin, el Prof. Watanabe se retiró. Al domingo siguiente, como no tenía que dar clases, nuevamente visitó a la joven
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y quien le abrió la puerta fue ella misma. -¡Oh! ¡Usted es el profesor Watanabe! Entre, por favor... le dijo. Ella misma lo condujo hasta la sala y después de invitarlo a tomar asiento le agradeció diciendo: -Vea, profesor. Gracias a usted, ya no estoy ciega. Le agradezco desde lo más profundo de mi corazón. Sorprendido, el profesor le preguntó lo que ella había hecho después de su primera visita. La joven le respondió: -Después de escuchar sus palabras, reflexioné mucho y entendí que mi manera de pensar estaba equivocada. Yo me arrepentí. Decidí que, a pesar de la ceguera, haría todo lo que estuviese dentro de mis posibilidades. Yo he recibido muchas gracias, estaba rodeada de incontables bendiciones de Dios, de mis antepasados, de mis padres, de la humanidad, en fin, de toda clase de beneficios, pero no me acordaba de retribuir ninguna de estas gracias. Sólo pensaba en mi cuerpo, principalmente en la parte que estaba enferma y siempre estaba insatisfecha. Pero aquel día, percibí que mi mentalidad estaba equivocada y me arrepentí profundamente. Aún sin poder ver, me levanté, arreglé mi cama, guardé las mantas y les agradecí por haberme sido útil durante tanto tiempo; y después fui a la cocina. Tanteando, tomé un recipiente, lo llené de agua y me lavé el rostro. Seguidamente, busqué un trapo y comencé a limpiar el piso de la cocina, agradeciendo siempre las bendiciones recibidas. Después, fui a la sala. Allí estaba mi hermanito de 4 años. Al verme exclamó: “Hermana, ¡estás muy bonita!”; debo haberle parecido más linda porque había lavado mi rostro después de mucho tiempo, yo le dije: “Hermanito, ¡eres tan simpático! Tu rostro es tan gracioso”. Luego, me senté y lo coloqué en mi regazo. Cuando yo vivía en la cama, él no se me acercaba mucho; pero ahora se agarra de mí y juega alegremente. Le acaricié su cabeza diciéndole: “¡Tú eres un buen niño y tienes un rostro tan lindo!, ¡Tú eres un amor!”. Entonces, sucedió algo sorprendente: comencé a distinguir su nariz. Después, gradualmente me fue posible ver más. Y, finalmente profesor, ya estaba viendo todo con nitidez. Así, milagrosamente, gracias a Dios, ahora veo todo. Es una bendición tan grande. Ni sé, cómo agradecerle”. Son muchas las causas de la ceguera, pero la principal es la actitud mental de no
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querer ver la luz. Esta “luz” de la que hablamos, significa las gracias que son proporcionadas al hombre en el cielo y en la tierra. El alma que no ve estas gracias, está cerrando los ojos a la “luz”. Las personas que se quejan constantemente están con los ojos del alma cerrados, y por eso, dicen que “todo está oscuro”. Sus pensamientos oscuros se manifiestan en el cuerpo, y por eso, tales personas ven un mundo oscuro; realmente el mundo fenoménico es proyección de la mente. El mundo que nuestros ojos ven, al final, es la manifestación de nuestro propio mundo mental. En cierta ocasión, cuando yo hacía una conferencia en la Sede Central, me buscó la propietaria de un hotel. Su rostro estaba tan lleno de heridas que me hacía recordar una piña. Ella me preguntó: -Profesor, ¿Qué debo hacer para que mi rostro se cure? - Cuando se sana una herida, enseguida aparecen dos más. Por eso, estoy con este aspecto. ¿Qué debo hacer para quedar bien? Le respondí: —Ese aspecto es exactamente igual a su mente. Usted siempre se lamenta y se queja, tiene el espíritu impregnado de asperezas. Su cuerpo refleja sus pensamientos de esa forma. Entonces, ella me habló de otro mal que la atormentaba: -Profesor, también tengo catarata. Me examinaron en la Clínica Oftalmológica Nakamura, y me dijeron que para este tipo de catarata todavía no se han descubierto medios para curarla y que en un año perderé totalmente la visión. ¿No habrá ninguna manera de sanarme? -Eso, también se debe a su espíritu que se niega a ver la luz, pues vive lamentándose y usted carece de espíritu grato. Debe empezar a agradecer a todas las personas que están a su alrededor, a todo el mundo y a todas las cosas. La orienté en pocas palabras. Después de una semana, esta señora regresó para agradecerme. Al principio, aun observando detenidamente su rostro, no la reconocí. Es que su fisonomía había cambiado totalmente. El rostro que antes parecía una piña se había transformado: su piel estaba tan suave y linda.
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-¿Qué le pasó? - le pregunté. -Sabe profesor, yo tengo un hijo que adopté cuando todavía era bebé. Como soy viuda, lo crié sola con todos los cuidados, le di hasta educación superior. Después de que él se graduó y obtuvo empleo en una empresa - y mire que su sueldo es una miseria comenzó a pensar que era el dueño de la casa y quería mandarme. Cuando llegaba, se encerraba en su cuarto y no me dirigía ni una sola palabra cariñosa. Por eso, pensé hasta en desheredarlo. Pero al oír sus palabras comprendí que estaba equivocada. En ciertas familias, hay hijos que a pesar de serlo biológicamente, llevan una vida libertina y terminan por dilapidar la fortuna familiar. Sin embargo, mi hijo que lo es por adopción, acepta ser mi heredero y, aunque poco, trae su sueldo a casa, él no derrocha lo que gana y contribuye para nuestro sustento. Cuando pensé de esta manera, me arrepentí. Como en aquel día hacía mucho calor, tan pronto como mi hijo regresó del trabajo, le dije cariñosamente: “Bienvenido. Debes sentirte muy acalorado” y con un abanico comencé a echarle aire. Desde ese momento cambió su actitud; hasta entonces, al regresar a casa se iba directamente a su dormitorio, como si no quisiese ver mi cara y sólo aparecía a la hora de comer. Y aun en ese momento, no me dirigía una sola palabra. Pero ahora, ese mismo hijo viene a mi cuarto y afectuosamente, de manera espontánea, me cuenta todas las cosas que le sucedieron en la empresa. Soy tan feliz, que este mundo que antes me parecía un infierno, ahora lo siento como si fuese un paraíso. Y entonces - ¡Qué cosa tan extraordinaria! - mi rostro se volvió tan liso. Y no es sólo eso. Mis ojos, que antes veían todo empañado, ahora pueden ver hasta paisajes lejanos, tal como si las nubes se hubieran disipado. Le agradezco de todo corazón. Como vemos, la ceguera es la manifestación del pensamiento que se niega a ver la luz, es decir, de la mente que cierra los ojos a los beneficios recibidos. El hecho que voy a narrar sucedió durante el seminario realizado en Nagasaki. Una señorita llamada Kamachi, que estudió en el “Internado Luz” (antigua escuela de novias de Seicho-No-Ie) y sufría de miopía muy acentuada, relató la siguiente experiencia. El local del seminario era el salón Koyo. Tan pronto como subió al palco, juntó sus manos en actitud de oración y llorando copiosamente dijo: “Muchas gracias papá; muchas gracias mamá. Perdónenme por haber sido tan ingrata”. Después de arrepentirse de su
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comportamiento de hasta entonces y agradecer a sus padres, volvió a su hotel, cuando súbitamente comenzó a distinguir las letras de los anuncios de las tiendas que antes no lograba ver ni aun usando lentes y ahora todas esas propagandas se presentaban nítidas ante sus ojos sin necesidad de usar lentes. Ella estaba viendo con claridad el cartel de la Casa Bunmei, donde se leía Tortas Nagasaki. La mayoría de los casos de curación de miopía sucede cuando la persona agradece a los padres de todo corazón, llegando hasta a derramar lágrimas. En la época en que estaba en Sasebo, el Sr. Kakuma Omati orientó a un estudiante de primaria que sufría de una miopía de grado muy alto. Era tan acentuada que el día en que, por un accidente, sus lentes se quebraron durante la clase de educación física, tuvo que llamar por teléfono para que alguien de su casa viniera a buscarlo porque prácticamente no podía caminar solo por las calles. A este muchacho se le orientó en el sentido que saludara respetuosamente a sus padres todas las mañanas, y con sentimiento de gratitud arreglara su cama y llevara un balde de agua para que ellos le lavaran su rostro. Cuando él hizo esto, comenzó a ver sin necesidad de usar lentes. El valor de una enseñanza no puede ser comprendido a través de teorías, sino cuando lo ponemos en práctica.
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CAPÍTULO 6
LA FINALIDAD DE LA VIDA
Conozco a una señora llamada Hanako Yoshikawa, que hasta hace algún tiempo vivía en Gifu. A los 16 ó 17 años comenzó a sentir una gran necesidad de conocer la verdadera finalidad de la vida en este mundo. Además, en esta fase de la vida, la mayoría de las adolescentes se cuestiona sobre este asunto. Creo que una persona que nunca se preocupó con este problema debe ser poco reflexiva. Bueno, como decía, la joven Hanako pasó mucho tiempo buscando una respuesta a la pregunta “¿De dónde vienen y a dónde van todos los hombres?”. Y, concluyó, que el objetivo final del hombre en este mundo debería ser la muerte, ya que todos sin excepción son mortales. Hay hombres que realizan grandes negocios y se vuelven ricos; otros, que se vuelven famosos; otros, incluso alcanzan altas posiciones. Pero todo esto no pasa de acontecimientos que sólo retardan la jornada, pues todos acaban llegando inevitablemente a la meta final que es la muerte. Convencida de esto, aquella joven de corazón puro y sincero tomó la decisión de “no demorarse más en el camino” y seguir directamente a la meta final, es decir, a la muerte. Como vivía cerca al lago Hamana, se dirigió a él, escogió el lugar que creyó era el más profundo y se lanzó al agua. Como pensaba que había alcanzado el objetivo de la vida, sentía dentro de sí una inmensa satisfacción. Sin embargo, extrañamente no se sentía sofocada. Súbitamente, se dio cuenta de que estaba flotando. Era natural que no se sintiese ahogada. En ese momento, pasaron unos pescadores que la rescataron. ¿Cómo pudo ella quedarse con la cabeza sobre la superficie del agua, si no sabía
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nadar? - En realidad, no hay ningún misterio en esto. El peso específico del cuerpo humano es menor que el del agua; luego, es natural que el cuerpo flote. Sin embargo, la mayoría de las personas no flota cuando se tira al agua. Claro que me refiero a las personas que no saben nadar. Generalmente, ellas se van al fondo. ¿Por qué? - Como ellas no se quieren ahogar - pues saben que eso significa la muerte - se agitan desesperadamente y justamente por eso se van cada vez más al fondo. El hombre, como es más leve que el agua, debería flotar; pero se ahoga porque lucha. Lo mismo sucede en nuestras vidas. Cuanto más combatimos intentando curarnos de una enfermedad, más nos enfermaremos. Y si fracasamos en nuestros proyectos, cuanto más nos esforzamos en recuperar el dinero perdido y obtener lucros, más aumentarán los perjuicios. Por lo tanto, lo más importante en esta vida es no precipitarnos, no luchar en vano. Creo que ustedes conocen la expresión “estado natural del alma”; cuando se vuelve a ese “estado natural”, lo que es leve flotará infaliblemente. Ya que el hombre es “vida”, es natural que él viva. Dios, de quien el hombre recibe la Vida, jamás fracasa. Él es el Eterno Vencedor. No obstante, el hombre que tiene dentro de sí la vida de ese Dios eternamente victorioso, sufre muchas veces desdichas como enfermedades, fracasos en los trabajos, etc. ¿Cuál es la razón de esto? - Es que las personas, cuando juzgan que están en una situación adversa, se esfuerzan desesperadamente para revertirla. En el caso de la joven Hanako, como su intención era morir, no se desesperó cuando estuvo en las aguas del lago. Por el contrario, se sintió grata por haber alcanzado su objetivo, se abandonó en las aguas, lo que evitó que se ahogara. Cuando apareció un barco y los pescadores la salvaron, se irritó mucho. “Ellos se entrometen donde no son llamados; yo quería morir para alcanzar la meta final y ellos no me dejaron”. Pensando de esta forma, Hanako sentía que hervía de cólera. Se dice que, el cuerpo es el espejo de la mente y que las cosas que la mente siente se manifiestan en el cuerpo. Fue exactamente lo que le sucedió a la joven cuando se puso furiosa porque la salvaron. Ella contrajo una enfermedad que era la manifestación de su estado del alma: el tifus. Tuvo fiebre altísima y su rostro se puso rojo. El sentimiento de cólera se manifestó en el cuerpo en la forma de fiebre tifoidea. Al diagnosticar el doctor tal enfermedad, Hanako
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fue inmediatamente internada en un hospital de cuarentena. Ya en el lecho del hospital, ella pensó: “Mi enfermedad debe haber sido muy grave, porque me internaron en un hospital de cuarentena. Creo que esta vez podré morir y alcanzar mi verdadero objetivo”. Una vez más se sintió satisfecha, y pensaba que finalmente había logrado su propósito. Cuando alcanzó ese espíritu de gratitud, inexplicablemente comenzó a mejorar y poco después ya estaba curada. En vista de esto, los médicos pensaron que hubo una equivocación en el diagnóstico y la dieron de alta. Como podemos ver, la enfermedad del cuerpo es la manifestación del estado del alma. Después de este episodio, la joven Hanako intentó muchas veces más suicidarse convencida de que la muerte era el objetivo final del hombre; sin embargo, falló en todas sus tentativas. Cuando llegó la edad de casarse, tratando de seguir los consejos de su padre terminó por unirse a un joven, aunque no le agradaba mucho. Sin embargo, todavía creía que su verdadero objetivo (así como el de todos los hombres) era la muerte. Por eso, ni se detenía a pensar que una mujer debía tratar a su esposo con respeto y amor. Consideraba que la vida doméstica le había sido impuesta y, por eso, era evidente, que su vida conyugal era infeliz. Cuando los esposos no viven en armonía, sus hijos casi siempre sufren alguna enfermedad. El niño que tuvo esta pareja era idiota. Una criatura idiota es mucho peor que una retardada mental. A pesar de sus ideas respecto a la vida, después que dio a luz a su hijo (aun siendo una criatura idiota), la Sra. Hanako sintió, como es natural, que nacía en su corazón el amor materno. Ahora, su mayor deseo era que su hijo enfermo fuese un niño inteligente y saludable, y estaba dispuesta a todo para lograrlo. Ya había olvidado completamente su obsesión por In muerte, se preocupaba únicamente en curar a su querido hijo y recurría a todos los métodos posibles. Pero todo era inútil. Las personas le decían que no había manera de curarlo, porque el niño había nacido mentalmente débil. Entonces, le sobrevino una profunda angustia. Fue, en esa época, que tuvo los primeros contactos con la enseñanza de Seicho-No-Ie. Y ¿En qué consistían esas enseñanzas? - Es la enseñanza que dice “El hombre es hijo de Dios, la idiotez no existe”. En realidad, la idiotez es inexistente. Sin embargo, si
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vemos con los ojos carnales; de hecho, la idiotez existe, existen personas con coeficiente intelectual inferior al normal. Aquí surge la aparente contradicción entre la enseñanza “la idiotez no existe y el fenómeno de la existencia de la idiotez. Normalmente, las personas no entienden bien este punto. Para comprenderlo bien, es necesario saber que, el mundo que vemos con nuestros ojos carnales; es decir, el mundo fenoménico, el inundo aparente, no es la realidad (EM: mundo fenoménico es el mundo de la personalidad, el mundo ilusorio, el del espejismo, el de la falsedad). El mundo del fenómeno no tiene sustancia. Lo real está detrás de las cosas visibles. El hombre no es cuerpo carnal, no es materia, ni es cerebro. Detrás de este cuerpo carnal, detrás de esta materia, detrás de este cerebro, encontramos la infinitamente sublime Vida de Dios y esta es la Imagen Verdadera, el Aspecto Real. Es necesario contemplar verdaderamente la Vida de Dios, que es la Imagen Verdadera del hombre, el Aspecto Verdadero del hombre. Este Aspecto Verdadero (Imagen Verdadera), no puede ser visto por los ojos carnales. Por este motivo, se acostumbra pensar que no existe el aspecto perfecto, que es el hijo de Dios. Pero; en realidad, solamente el aspecto perfecto (e invisible) del hijo de Dios es el Aspecto Verdadero. (EM: Una vez más, refiérase al Jisso o nuestro Ser Interior, a la Mónada o Presencia Divina Yo Soy, al Ángel Solar o Santo Cristo Propio). Los aspectos visibles a los ojos carnales, son la manifestación de los aspectos de la mente de la propia persona o de los padres (cuando se trata de niños); por eso, cuando la mente de la Sra. Hanako cambió, su hijo se transformó en un niño inteligente. Sobre esto hablaré en una próxima ocasión.
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CAPÍTULO 7
LA FUENTE DE LA “VIDA” ¿Qué piensa usted acerca del nacimiento del hombre? En mis libros, he afirmado que el hombre jamás nació del vientre de una mujer. Ante esta aseveración, tal vez, ustedes pregunten, ¿Entonces, como yo, el autor, Masaharu Taniguchi he nacido? Quizás, ustedes piensen: ¿El Sr. Taniguchi habrá nacido de un árbol, habrá llegado a través de un grifo? - Si lo vemos con los ojos carnales, pudiera ser que yo hubiese nacido del útero de una mujer; más aún, conforme he afirmado en los capítulos anteriores, el mundo que vemos con los ojos físicos no es el mundo real, sino el mundo del fenómeno, el mundo de las formas aparentes. En el interior de este mundo aparente, existe algo infinitamente maravilloso y sublime que es la Vida del hombre. Esta Vida jamás nació del útero de una mujer. “Entonces, ¿De dónde nació el hombre?, se preguntarán ustedes. En contraposición, me gustaría preguntarles: “¿De dónde piensan que proviene el agua del caño?” - Tal vez, ustedes crean que surge de la boca del grifo. Aparentemente, sí; pero en realidad, ella viene de la represa, que tampoco es la fuente, pues más allá, un gran río vierte sus aguas en la represa. Sin embargo, el verdadero origen del agua no son los grandes ríos, ni sus afluentes que nacen en los valles. Las lluvias que alimentan estos afluentes tampoco son el origen. Las lluvias se originan en las nubes, pero ellas no son el origen del agua. El verdadero origen del agua es el vapor, invisible a nuestros ojos carnales, que todavía no se ha transformado en nube. Este vapor se transforma en
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lluvia que alimenta los riachuelos de los valles. Esos riachuelos se unen al gran río que lanza sus aguas en la represa; el agua de la represa corre a través de las cañerías y, finalmente, sale por los grifos. Por lo tanto, de ninguna manera la boca del grifo es el lugar de donde nace el agua. Tan sólo es uno de los lugares por donde pasa. De igual manera, el hombre no nace del útero de una mujer, aunque lo pareciera. El útero simplemente es un lugar por donde pasa la Vida del hombre. Entonces, ¿De dónde viene nuestra Vida? No hay un asunto más trascendental que este. A los 16, 17 ó 18 años, muchas personas se afligen con esta interrogante. Hay personas, como la Sra. Hanako mencionada en el capítulo precedente, quien después de mucho buscar la respuesta a su pregunta “¿De dónde viene y a dónde va el hombre?, decidió suicidarse por creer que el objetivo de la vida fuese la muerte. Muchas personas, como resultado de ese tormento, empiezan a pensar que el hombre es un ser vulgar que; en último análisis, fue obligado a nacer en este mundo como víctima de los placeres sensuales de sus padres. Yo mismo pensaba así cuando era estudiante de secundaria. Después de haberme atormentado mucho tratando de encontrar la respuesta que esclareciese el origen del hombre, concluí que si yo vivía ton esa angustia, era porque vine al mundo como una víctima de los placeres sensuales de mis padres. Entonces, pasé a pensar que no había ninguna necesidad de cumplir mi obligación filial. En aquella época, yo era estudiante del Colegio Ichioka de Osaka y como siempre sacaba buenas notas, había obtenido una beca de estudio. Cierto día, escribí en el pequeño periódico del colegio un artículo titulado “Teoría de la Desobediencia Filial”; donde exponía: “No hay necesidad de cumplir el deber filial, porque no hay ningún motivo para ello”. Al leer esto, el Prof. lúsaku Watanabe ordenó que fuese a la sala de los profesores. Allí, él me llamó la atención con las siguientes palabras: “¡Qué atrevimiento el tuyo!, piensa lo que desees pensar, pero publicar tal cosa en el periódico del colegio ¡es imperdonable!” A pesar de todo, este tipo de pensamiento no puede ser eliminado con una simple reprimenda. Por más que me obligasen a cumplir el deber filial no podía aceptarlo de todo corazón; no veía ninguna razón lógica para amar a los padres. Tal es el pensamiento de muchas personas, especialmente de los jóvenes. Algunos no manifiestan abiertamente este pensamiento, pero lo tienen bien enterrado, oculto
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en el fondo de su subconsciente y con el pasar del tiempo, hasta se olvidan de que lo tienen bien escondido. Sin embargo, olvidar no significa que tal pensamiento haya sido completamente eliminado de su subconsciente, es decir, de las profundidades de su mente. Allí permanece una especie de “repugnancia al ser
humano”. En su
subconsciente está firmemente arraigada la idea de que el hombre es el producto de los actos obscenos de los padres o, en otras palabras, que nace como resultado de la inmoralidad y, por lo tanto, que su vida se inició a partir de un pecado. Por eso, él es un ser maldito, destinado a pecar eternamente. Aunque aparentemente la idea de “hijo del pecado” no exista, ella está presente en un mundo invisible y dirige nuestro comportamiento. ¿Por qué motivo la humanidad que busca la paz siempre es impelida hacia la guerra? - La base de esta conducta está en la idea de que el origen de su existencia, en último análisis, es el pecado. El pecador tiene que ser castigado - esta es la idea común a toda la humanidad-. En casi todos los hombres existe el pensamiento de que los pecadores deben ser castigados, deben sufrir y morir, pues solamente a través del dolor ellos se redimirán del pecado. Por eso, los hombres hacen la guerra y se matan los unos a los otros, a fin de punirse (castigarse) a sí mismos y extinguir el pecado. En los conflictos armados quien mata al hombre, aparentemente es su enemigo, pero en verdad, es la propia persona que se mata a sí misma. Las luchas de la humanidad no cesan porque los hombres no se dan cuenta de esto. Si queremos traer la verdadera paz a la humanidad y concretizar sobre la faz de la Tierra un verdadero paraíso, donde no existan ni enfermedades ni dificultades económicas, es necesario eliminar completamente la conciencia de culpa oculta en el fondo de nuestro subconsciente, que dice: “El hombre es hijo del pecado”. Esto es de suma importancia, ya que, como en el caso de la Sra. lanako Yoshikawa, lo que la llevó a intentar el suicidio en las aguas del lago Hamana fue la idea de que el pecado existe. Como fue relatado en el capítulo anterior, el hijo de la Sra. Yoshikawa sufría de idiotez. Cuando ya había perdido las esperanzas de que se curase, ella tuvo los primeros contactos con las enseñanzas de Seicho-No-Ie y conoció la siguiente Verdad: El hombre es hijo de Dios y originalmente no tiene ningún pecado. El pecado no existe porque
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Dios es Absoluto, es el todo de todo, es la perfección, es el amor infinito. Este Dios bueno, perfectísimo e infinitamente amoroso creó al hombre. Dios es absoluto y por ser absoluto, no existe algo que se le pueda oponer. Nada existe además de Dios. Si Dios es el bien y nada existe además de Dios, se concluye que el pecado, que es un mal, no existe. Parece que el pecado existe, pero son apenas nuestros cinco sentidos que lo ven como si existiese. En realidad, el pecado no existe; Dios es el todo, y como Dios es un ser absoluto, ya no existe más el pecado. Si comprendemos que el pecado no existe, estaremos exentos de pecado; y al entender que somos exentos de pecado, ya no habrá más necesidad de autocastigamos, ni de torturamos a nosotros mismos, ni a nuestros hijos. No fue por medio de métodos complicados que la Sra. Yoshikawa logró curar a su hijo y que sea un niño inteligente y saludable. En Seicho-No-Ie ella aprendió que “ver es crear”. Era necesario ver la Imagen Verdadera. La Imagen Verdadera es el aspecto verdadero (EM: Recuérdese que “para ver hay que creer ya que creer es crear” y decretar es concretar” Aunque pareciese un idiota, en realidad, su hijo era hijo de Dios. Todos los días, ella se concentraba espiritualmente y con determinación centraba su atención en el aspecto perfecto de ese hijo de Dios y lo reverenciaba. Entonces, se manifestó el aspecto perfecto de su hijo, quien actualmente ya se graduó en un instituto técnico y es un excelente joven.
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CAPÍTULO 8
ABANDONANDO EL “PRINCIPIO DE LA INSUFICIENCIA”
En la provincia de Kochi, en Japón, vive un farmacéutico llamado Shizuo Dodo. Como él es químico, está acostumbrado a analizar las cosas basándose en la Química. Después de haber leído el libro El Misterio del Universo, escrito por el gran filósofo alemán Haeckel, adoptó la idea de que el hombre también es una simple masa hecha de materia. Por lo tanto, creía que su esposa no se embarazaba por alguna insuficiencia de orden material. Después de realizar muchas experiencias en el campo de la Química, finalmente pensó que había descubierto que, el principio fundamental según el cual todas las cosas de este mundo se mueven, es el “principio de la insuficiencia”. Insuficiencia quiere decir “carencia”. Por lo tanto, todas las cosas se mueven debido al principio fundamental de la “carencia de algo”. Las personas trabajan porque les falta dinero; comen porque les falta alimento y elementos nutritivos en su organismo; el hombre desea a la mujer porque ella le hace falta; y la mujer, a su vez, desea al hombre porque él le hace falta; el hidrógeno y el oxígeno se combinan, porque al oxígeno le falta hidrógeno y al hidrógeno le falta el oxígeno. Todo se mueve debido al principio de la “insuficiencia”. A esta conclusión llegó el Sr. Shizuo Dodo. “Este es un principio irrefutable. ¡Yo descubrí la verdad del universo!”; así, pensó. Pero cierto día, conoció mi filosofía de la Imagen Verdadera, según la cual “el hombre se mueve según el principio de la suficiencia”. Este punto de vista es completamente opuesto al del Sr. Shizuo. Como ya dijimos, su teoría era que todo, tanto
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el hombre como las cosas, se mueven debido a la carencia de algo. Pero, según la filosofía de la Imagen Verdadera, todas las cosas y todos los hombres se mueven para manifestar su aspecto original que ya es completo. Expliquemos: Entre los lectores, debe haber muchas personas que les gusta fumar. Quienes tienen ganas de fumar, con toda seguridad, son los que tienen en su interior (en su mente) el gusto por el humo, pues una persona que desconoce el cigarro, no siente el deseo de fumar. Por lo tanto, es válido si pensamos que el hecho de desear una determinada cosa significa que nosotros ya poseemos esa cosa. En otras palabras, sentimos el deseo de obtenerla porque todavía no se manifestó ante nosotros lo que es nuestro originalmente. Por ejemplo, la mujer desea al hombre y el hombre desea a la mujer, porque ambos saben, intuitivamente, que su “otra mitad” existe en algún lugar. El objeto de nuestro deseo ya existe y es por eso que nosotros lo buscamos. Buscamos el camino de la salvación y de Dios a través de la religión. Sentimos el deseo de religarnos a Dios, justamente porque en el interior de nuestro ser tenemos la conciencia de que “originalmente somos divinos”. Un eminente sacerdote budista llamado Kobo escribió: “Todas las criaturas ya están en el estado de Buda; sin embargo, no se dan cuenta”. Con esto, él quiere decir que todos los seres, a pesar de que originalmente son hijos de Dios perfectos, ignoran esta verdad, simplemente no la perciben. Es suficiente que ellos noten lo siguiente: “Yo ya soy un ser búdico, ya soy perfecto; la ilusión ya no existe, el pecado ya no existe; ya soy perfecto y completo; ya soy hijo de Dios, hijo de Buda”. Se puede decir Dios o Buda, porque la esencia es la misma. Buda significa “liberación”. En la sutra del Nirvana está escrito: “El estado de Buda consiste en la liberación”. “Liberarse” significa soltar las ataduras, es decir, ser libre de todas las restricciones. Cuando el hombre se libera de todas las limitaciones y desaparecen todos los “nudos” que lo ataban, se manifiesta una situación de total libertad, como si hubiese sido abierta la envoltura que cubría el diamante. Ese estado de total libertad es el estado de Buda. El hombre, a pesar de ser originalmente “hijo de Dios” y totalmente libre, se siente un prisionero. Lo que lo aprisiona, sin embargo, no es una fuerza externa; si él está
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prisionero es por sus propias cadenas, es decir, él mismo se encadena. Esto es semejante a una pesadilla. Por ejemplo, soñamos que un ente diabólico está sobre nuestro pecho, nos oprime con una fuerza terrible, nos sentimos sofocados y desesperadamente lo apartamos de nosotros, pero no lo logramos. Cuando llegamos al punto de no soportar más su peso, nos despertamos. Entonces, nos damos cuenta que no hay ningún diablo y que lo que apretaba nuestro pecho eran nuestros brazos. Nosotros mismos oprimíamos nuestro pecho con toda fuerza. Lo mismo sucede con el hombre que se auto limita. A pesar de que originalmente tiene dentro de sí la Vida de Dios Todopoderoso, el hombre la mantiene encubierta, porque no percibe su propia naturaleza divina y se considera una simple masa hecha de materia, un ser débil e insignificante, susceptible de enfermarse. Este pensamiento sofoca la Vida de Dios que hay en su interior. Lo que mantiene preso al hombre no es el “diablo”, sino sus propios “brazos”, los “brazos de su mente”. La fuerza que aquí fue comparada al “diablo” de la pesadilla no es una fuerza externa; es la fuerza que existe dentro del mismo hombre. Cuando el hombre dirige esa fuerza hacia afuera y la aplica libremente en el mundo exterior, él es capaz de realizar cualquier obra. Atándose a sí mismo con tal fuerza, él disminuye su propia capacidad. A esto llamamos “ilusión”. Este “empleo negativo de la mente” es lo que amarra la vida del hombre. A esto llamamos tsumi (pecado). La palabra tsumi se originó de tsutsumu (encubrir). En verdad, no existe una “cosa” llamada pecado. Tan sólo sucede que el hombre encubre su Imagen Verdadera (Aspecto Real) y no lo manifiesta. El hombre, como originalmente es hijo de Dios, es completamente libre; él no es un cuerpo carnal, ni una insignificante masa hecha de materia susceptible de ser atacada por microbios o alcanzada por calamidades. No obstante, lo olvida y piensa que es real el aspecto que ve con los ojos carnales y cree que es algo hecho de materia, un simple cuerpo carnal. Cuando piensa de esta forma, él se encubre y se ata a sí mismo. Esto es tsumi (pecado). Pero, cuando despertamos a la conciencia de que el hombre no es materia ni cuerpo carnal, sino un ser divino, totalmente libre, se dice que llegamos a la comprensión de la Verdad. En otras palabras, cuando sucede este despertar, se deshace lo que lo envuelve y él pasa a presentar el “estado de Buda”, llega a ser totalmente libre. Esto quiere decir que, originalmente, debajo de la “envoltura” existe su Imagen Verdadera.
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La palabra “deshacer” o “desatar”, en japonés es liodokeru, de donde viene la palabra hotoke (Buda). Así, cuando se deshace la “envoltura” nosotros alcanzamos el “estado búdico”, es decir, llegamos a ser libres. Profundizando más: Aunque se deshiciese la envoltura, si su contenido fuesen muchas baratijas, aparecerían sólo baratijas; sin embargo, cuando el hombre despierta espiritualmente y deshace su “envoltura”, él pasa a presentar el “estado de Buda”, se vuelve totalmente libre. Esto quiere decir que, originalmente debajo de la “envoltura” existe su Imagen Verdadera, su aspecto real, la vida de Dios. Volvamos al ejemplo de la pesadilla mencionado antes, en el cual el "diablo” quiere oprimirnos. Al despertar sobresaltado, vemos que eran nuestros propios brazos que apretaban nuestro pecho. Podemos comparar esos “brazos” al envoltorio que cubre la Imagen Verdadera. Cuando abrimos los ojos de la mente y retiramos los “brazos” que nos mantenían prisioneros, comienza a emanar una gran fuerza que originalmente existe en nuestro interior; entonces, nada más nos podrá sujetar. Cuando sucede el despertar, el hombre descubre que es perfecto desde el principio y que nada le falta. Todo esto el Sr. Shizuo Dodo aprendió mediante la lectura del libro La Verdad de la Vida. Cuando se transforma la mente, también se transforma el cuerpo y el medio ambiente. De esta forma, la esposa del Sr. Shizuo, que hasta entonces no se embarazaba a pesar de los diferentes tratamientos a los que se había sometido, se embarazó y dio a luz a una linda criatura. También se transformó su actitud con relación al dinero. Hasta entonces, por más plata que el Sr. Shizuo ganase, ella reclamaba diciendo que era insuficiente. Pero después que el Sr. Shizuo leyó el libro La Verdad de la Vida, su esposa dejó de protestar. La pareja comenzó a tener una vida de abundancia cuando obtuvo satisfacción espiritual a través de la filosofía que afirma: “Todas las cosas que el hombre busca, en verdad, ya le están dadas”. Nuestro estado físico, el ambiente que nos rodea, las circunstancias en las cuales vivimos, nuestras condiciones financieras, en fin; todo es reflejo de nuestra mente. Cuando nuestra mente se enriquece, también obtenemos bienes materiales en abundancia. En la Imagen Verdadera (Aspecto Real), todas las cosas están completas y son suficientes desde el principio. Es exactamente por esta razón, que sentimos el deseo de obtener esto o aquello, para manifestar también en el
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aspecto fenoménico esta Imagen Verdadera ya completa. Como ya fue dicho, si queremos una cosa es porque esa cosa ya existe. El Sr. Shizuo Dodo llegó a la comprensión de esta verdad. Ustedes son hijos de Dios y ya poseen dentro de sí todas las cosas, basta que las exterioricen. Esto equivale a “dar, en primer lugar”. Cuando las personas exteriorizan lo que ya tienen dentro, todo pasa a moverse favorablemente: Nace el hijo tan deseado, aumentan las riquezas y todo se armoniza.
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CAPÍTULO 9
EL SECRETO DE LA VICTORIA INFALIBLE
En la ciudad de Toyohashi, provincia de Hokkaido, vivía un señor llamado Minoru Hotta. Era farmacéutico y descendiente directo de un gran maestro de Kendo (esgrima japonesa), de la época de la dinastía Tokugawa. En aquel entonces, había varias escuelas de esgrima, y la de él se llamaba “Sin Enemigo”. Esta denominación se debía a la filosofía que predicaba: “En la esencia, yo y el otro somos UNO”. Si somos UNO, no tenemos enemigo. El Sr. Hotta, descendiente directo del fundador de esa escuela, también era practicante de Kendo y tenía el “3a grado”. Cierto día, él me trajo varios libros que trataban de la esencia del estilo “Sin Enemigo”, escritos con un pincel por su antepasado. Mostrándome esos libros, me dijo que antes él no podía entender la esencia del estilo “Sin Enemigo” tratado en los libros, pero que logró comprenderlo perfectamente después de conocer la filosofía de SeichoNo-Ie. Es decir, cuando leyó la “Revelación Divina de la Gran Armonía” que dice: “Reconcíliate con todas las cosas del cielo y de la tierra. Cuando te reconcilies con todas las cosas del cielo y de la tierra, todo será tu amigo. Cuando todo el Universo sea tu amigo, ninguna cosa del Universo podrá perjudicarte” (EM: Se encuentra en la Revelación del Ángel a Masharu Taniguchi; en la Sutra Sagrada Kanro No Hou). Este era el secreto del estilo “Sin Enemigo”. Continuando, modestamente dijo más, que él tenía sólo el “3a grado”, pero que conocía a un discípulo de su padre llamado Naito, diplomado en grado de maestro en el estilo “Sin Enemigo”. Según el Sr. Hotta, “Lo
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impresionante era que el maestro Naito, cuando luchaba, movía la espada lentamente y lograba golpear con mucha facilidad la cabeza, el antebrazo, la garganta o el tronco de su eximio contrincante, aun del 5° ó 6° grado. Para golpear, es necesario gran agilidad en el movimiento, pero él lo lograba con acciones bien lentas. ¡Realmente era admirable!. Un día, el Sr. Hotta le preguntó cuál era el secreto de su habilidad, y la respuesta del maestro fue: -Es simple. Según el estilo “Sin Enemigo”, él y yo somos uno solo; de esta manera, golpear la cabeza de la pareja es lo mismo que golpear mi cabeza. Si la cabeza de él es la mía, yo puedo acertar por más lento que sea mi movimiento. Si las manos de mi adversario son las mías, i yo no seré golpeado, por más rápidas que ellas sean. El Sr. Hotta dijo que, en aquella ocasión no entendió el significado de esas palabras, pero que las comprendió perfectamente al conocer la filosofía de la Verdad de la Vida. Cuando él se reconcilió “con todas las cosas del cielo y de la tierra”, todo se volvió su amigo. Y así comprendió que, realmente, el enemigo no existe. En la provincia de Nagasaki, hay una persona llamada Morio Shirayama que es profesor de Kendo en el gimnasio de Shimabara. Antes de conocer Seicho-No-Ie, él sólo pensaba en derrotar a su rival. Su preocupación constante era descubrir el punto vulnerable de su adversario y castigarlo. Con este método, él llegó hasta el 5a grado. Cierto día, leyó en un tratado de Kendo lo siguiente: ‘‘Entender la esencia del Kendo consiste en comprender que el enemigo no existe”. ¿Cómo?- pensó él -Si no existe enemigo, no se puede luchar. En consecuencia, no se puede practicar más el Kendo. Sin embargo, también comprendió la esencia del Kendo al leer en el libro La Verdad de la Vida las siguientes palabras: “Reconcíliate con todas las cosas del cielo y de la tierra. Cuando te reconcilies con todas las cosas del cielo y de la tierra, todo será tu amigo. Cuando todo el Universo sea tu amigo, ninguna cosa del Universo podrá perjudicarte”. Comprendió que la esencia del Kendo consiste en transformar todo en amigo a través de la reconciliación con todas las personas y cosas del Universo. El adquirió toda la colección La Verdad de la Vida y durante un mes completo lo leyó y reflexionó.
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Después de la guerra, fui a Shimabara, provincia de Nagasaki, a realizar un seminario. Allí me encontré con el Sr. Morio Shirayama. Mientras aguardaba la hora de mi conferencia, el Sr. Shirayama me contó lo siguiente: “Este salón, donde se realiza ahora el seminario, antiguamente era el Pabellón de Kendo y era aquí donde yo enfrentaba al maestro Tsuruta del 8 a grado. Su golpe preferido era la estocada en la garganta. Él se acercaba a mí con la espada de bambú un poco inclinada hacia abajo y después, rápidamente, la colocaba frente a mi garganta. Cuando un maestro del 8a grado, coloca la espada en la garganta, ya no hay modo de escapar. Yo me quedaba asustado. Lo esquivaba y nuevamente la punta de la espada tocaba mi garganta. Si huía, me perseguía sin tregua. Cuando yo notaba el peligro, ya era tarde: había sido golpeado. De esta manera, él siempre me derrotaba. Sin embargo, cuando lo enfrenté en este mismo local después de haber leído el libro La Verdad de la Vida, la situación cambió. Como de costumbre, el maestro Tsuruta avanzó sobre mí, sujetando la espada de bambú inclinada hacia abajo. Anteriormente, yo lo esquivaba con miedo, pero esta vez no sentí ningún recelo porque mi espíritu estaba armonizado con todas las cosas. Había comprendido que, yo y el otro somos iguales y uno; como somos uno, no hay enemigo; al no haber enemigo, no hay miedo; y al no haber miedo, yo podía vencer, observar bien los puntos vulnerables de mi adversario. Aunque el maestro Tsuruta sea un gran esgrimista, él baja la guardia en el momento en que quiere aplicar una estocada. Como él concentra la atención en la punta de su espada, los demás puntos se vuelven vulnerables. Antes, mi mente se paralizaba a causa del miedo. Sólo me preocupaba en defender mis puntos débiles y por eso perdía. Todo sucede de conformidad con nuestra mente. Esta vez, sin embargo, observé bien las ‘brechas’ del maestro porque ya no sentía miedo. Por eso, en vez de huir, como siempre lo hacía, levanté mi espada y lo embestí. Ante el inesperado ataque, él lo esquivó con tanta rapidez que se desequilibró. Aprovechando ese instante, lo arremetí otra vez. De esta manera, el cuerpo del maestro Tsuruta se desequilibró más, al punto de caerse. En ese momento, el juez profirió su decisión. Había triunfado. De este modo, el Sr. Shirayama del 5°i grado había derrotado al maestro Tsuruta del 8° grado. Después de la lucha, el maestro Tsuruta preguntó: “Usted ha progresado
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asombrosamente. ¿Entrenó bastante este último mes? - Y la respuesta del Sr. Shirayama fue: “No señor, no entrené ni siquiera un poco. Tan sólo leí la obra La Verdad de la Vida”. El maestro Tsuruta se sorprendió con esta respuesta y, entonces, se interesó en La Verdad de la Vida, se convirtió en un asiduo lector y ejerció hasta hace poco tiempo, la jefatura de la organización de Seicho-No-Ie en la Regional de Kumamoto. ¿Cómo es posible que una persona del 5° grado derrote a otra del 8° grado? - Eso se debe a que él no ve al enemigo; al no ver al enemigo, no hay miedo. En el Antiguo Testamento leemos las siguientes palabras de Job: “Aquello que temo me sobreviene, y lo que recelo me sucede”. Esta es una de las leyes de la mente. Si usted enfrenta el mundo con miedo, le sucederán las cosas temidas. Si tiene miedo a la enfermedad, se enfermará. Si teme a la muerte, la muerte vendrá. Si teme que sus hijos vayan mal en la escuela, ellos irán mal. TODO LO QUE SE TEME, SUCEDE. Por lo tanto, el que desea vencer en la vida no debe tener miedo. Y el miedo aumenta cuanto más se intenta dominarlo. Entonces, ¿qué hacer? Basta comprender que todos los hombres son hijos de Dios y hermanos entre sí. Si todos son hijos de Dios y nuestros hermanos también, nada existe que nos pueda dañar. Entonces, no hay motivo para tener miedo. (EM: Una vez más, recordemos lo que nos dijo Christian Barnard): Si piensas que estás vencido lo estás. Si piensas que no te atreves, no lo harás; Si piensas que te gustaría ganar pero que no puedes, no lo lograrás; Si piensas que perderás, ya has perdido. Porque en el mundo encontrarás que el éxito comienza con la voluntad del hombre. TODO ESTÁ EN EL ESTADO MENTAL: Porque muchas carreras se han perdido, antes de haber corrido. Y muchos cobardes han fracasado, antes de haber su trabajo empezado. Piensa en grande y tus hechos crecerán; Piensa en pequeño y quedarás atrás, Piensa que puedes y podrás. TODO ESTÁ EN EL ESTADO MENTAL, Si piensas que estas aventajado, lo estas. Tienes que pensar bien para elevarte; Tienes que estar seguro de ti mismo, antes de intentar ganar un premio. La batalla de la vida, no siempre la gana el hombre más fuerte o el más ligero; Porque tarde o temprano, el hombre que gana es aquel que cree poder hacerlo.
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CAPÍTULO 10
EL PODER DE LA SUGESTIÓN
Hoy les contaré cómo una famosa geisha (1) de la Villa Hanakuma, en Kobe, tuvo su primer contacto con Seicho-No-Ie. El nombre de esa geisha es Satokoma y el hecho sucedió hace alrededor de 20 años. En aquel tiempo, ella estaba aprendiendo el tokiwazu (un género de canción japonesa), pero no progresaba. Por este motivo, su profesora la reprendía diciéndole: “Tú no tienes sensibilidad para la música. No tienes talento”. Un día, ella se dirigía a la casa de la maestra imaginando las observaciones y llamadas de atención que recibiría una vez más. La Villa Hanakuma, en Kobe, es un lugar donde hay varias casas de geishas. En aquel tiempo, la sede regional de Seicho-No-Ie, en Kobe, era en esa misma villa. A la entrada de esa sede había un mural, donde diariamente se fijaba un papel con diferentes “palabras de sabiduría”. Pues bien, en aquel día en que la geisha Satokoma pasaba por allí, el papel colocado en el mural decía: “En lugar de pensar: yo quiero, piense: yo puedo. Esta frase despertó su curiosidad y se detuvo por un momento para analizar su sentido. Súbitamente, comprendió. Hasta entonces, ella siempre pensaba: “Yo quiero mejorar en mis clases de tokiwasu. Yo quiero cantar mejor”. Y, sin embargo, bien en el fondo de su corazón pensaba que “no iba a mejorar”.
(1): Bailarina y cantora japonesa.
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Al leer aquella frase, se dio cuenta dónde estaba su error. “Sí”, pensó, “es eso mismo; en lugar de querer, debo pensar yo puedo. Es suficiente tener la seguridad de poder lograrlo. Hasta hoy, yo me esforzaba con la intención de cantar bien; pero por otro lado, vivía pensando que de ninguna manera lo lograría. ¡Allí estaba mi error!”. Entonces, hasta llegar a la casa de su maestra, ella fue repitiendo para sí misma: “¡Yo puedo cantar bien!, ¡Yo soy capaz de cantar bien!”; y cuando terminó la clase, la maestra la elogió diciéndole: “¡Hoy me sorprendiste!, Siempre pensé que no tenías aptitud para la música, pero ahora me doy cuenta de que tienes talento”. A partir de ese día Satokoma progresó rápidamente. Este hecho nos enseña que, el grado de manifestación de la capacidad de cada uno varía de acuerdo con la actitud mental. Mucha gente fracasa en sus realizaciones porque a pesar de “querer hacer”, no cree realmente que “puede hacerlo”. Por ejemplo, muchos estudiantes quieren ingresar a la facultad, pero, por otro lado, temen ser reprobados y terminan por “amarrarse” a sí mismos con esa idea de “incapacidad”. En otras palabras, terminan impidiendo la manifestación de la fuerza infinita que poseen. Y el resultado es que, de hecho, no logran alcanzar lo deseado. La misma verdad sirve como base tanto en la educación de nuestros hijos como en la curación de las enfermedades. Supongamos que los padres, con el deseo de lograr que su hijo estudie, le digan constantemente: “¡Estudia, hijo!, tienes mala cabeza para la aritmética. ¡De esa manera, no vas a progresar a no ser que estudies bastante!” Todo niño considera mucho la opinión de los padres y cree que ellos no se equivocan en lo que dicen. Por eso, si sus padres dicen “Debes estudiar mucho porque no eres inteligente”, el niño pensará: “Mis padres tienen razón. Creo que en verdad soy tonto, soy pésimo en aritmética”, y ese pensamiento se va infiltrando cada vez más en su subconsciente. Entonces, por más que el niño estudie, sus esfuerzos serán inútiles. Pensamientos como “Voy a estudiar”, “Lo haré con perfección”, etc., indican la voluntad; y los pensamientos como: “Yo logro”, “Yo soy capaz” indican convicción. Además, cuando nosotros tenemos la convicción de que “somos capaces”, nace un sentimiento de alegría. El poder de la “convicción” y del “sentimiento” es mucho más
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fuerte que el de la “voluntad”. Las experiencias de hipnosis demuestran esto muy bien: si entregamos una taza a una persona que está en trance hipnótico y le decimos: “Esta es una piedra muy pesada... Pesa 150 Kg... No puedes levantarla. Intenta”, esta persona no logrará levantar la taza que pesa sólo algunos gramos, porque sentirá como si pesase 150 Kg. Si le decimos: “Cuando yo dé palmadas, esta piedra se transformará en una taza”, y enseguida damos las palmadas, la persona hipnotizada sentirá que lo que está ante ella es tan sólo una taza de algunos gramos y podrá levantarla fácilmente. Como podemos ver, el mismo objeto se vuelve pesado, cuando la persona piensa que es pesado, y se hace liviano, cuando ella piensa que es liviano. William James dijo: “En circunstancias normales, el hombre emplea sólo el 25% de su fuerza”. Podemos concluir, por lo tanto, que el 75% restante de nuestra capacidad es exteriorizada solamente cuando nos concientizamos que en nuestro interior existe la fuerza infinita, la propia Vida de Dios.
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CAPÍTULO 11
EL TESORO INTERNO
En la Sutra de Loto se encuentra la parábola del Keihoju que es una joya tan preciosa como el diamante. Es una parábola que enseña que dentro de todo hombre está escondido un tesoro fabuloso constituido de Sabiduría, Amor, Vida y Dádiva infinitos. Cierto día, un hombre muy rico al salir de viaje se encontró con un amigo suyo, vestido con harapos, con rostro demacrado, sucio y muy delgado. -¿Cómo estás? -le preguntó el hombre rico. -Muy mal. Estoy sin trabajo y sin un céntimo en el bolsillo. Hace cuatro o cinco días que no me alimento. -¡Qué cosa! En este momento estoy viajando y tengo muchos compromisos y, por eso, no puedo demorarme mucho tiempo, pero vamos a mi casa. Quiero ofrecerte un buen almuerzo. Lo llevó a su residencia, le dio lo mejor para comer y beber. El amigo que estaba con mucha hambre, pues no probaba alimentos desde hacía varios días, comió de lo mejor, bebió en abundancia, se sintió satisfecho y allí mismo se quedó profundamente dormido. El hombre rico, como tenía compromisos no podía permanecer con su amigo. Pero pensó para sí mismo: “Me gustaría dejarle algún dinero”. Trató de despertarlo, pero no lo logró. -¡Qué tal hombre!, ¿Qué puedo hacer? Si dejo mucho dinero junto a él, se lo
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pueden robar. ¿Qué haré? Entonces, colocó en el lado interno de la solapa del saco de su amigo un diamante que valía una fortuna. Transcurrió medio mes, y nuevamente el hombre rico se encontró con su amigo. Estaba como antes, vestido con harapos, desarreglado, con un aspecto miserable. -¿Qué te sucedió? ¿Todavía continúas con esa apariencia? -Estoy de mal en peor. No tengo salida. No encuentro trabajo. -¡Es imposible que estés así! ¡Yo te hice rico! -¡Qué disparate!, ¿Dónde está mi fortuna?,- expresó el desempleado con su aspecto paupérrimo. -¡Mira, tú tienes una fortuna de millones! -Deja de burlarte de las personas. -Pero tú tienes millones. Allí está. Y el hombre rico buscó en la parte interna de la solapa del saco de su amigo. Allí estaba un diamante brillando esplendorosamente. En esta parábola, los trapos simbolizan el fenómeno. Si sólo vemos externamente, el hombre puede parecer un trapo, es decir, físicamente puede parecer enfermo y muy maltratado, pero en su interior existe la Vida infinitamente valiosa que brilla resplandecientemente. Es necesario que el hombre concientice su valor verdadero. Cuando hay esta concientización, el mendigo harapiento deja de ser pobre. Antes de tomar consciencia, el amigo estaba en la miseria, a pesar de que ya tenía un inmenso tesoro, porque lo que no es reconocido por la mente es como si no existiese. Mientras no lo reconoce, el hombre sufre, pues cree que es pobre y que está desamparado. Sin embargo; cuando toma consciencia de la Imagen Verdadera que se aloja en su interior, él descubre que ya es infinitamente rico. No obstante, el hombre llega a pensar que su Vida es este cuerpo frágil, que la Vida es producto de reacciones químicas que suceden en su cuerpo físico. Mientras tenga tal pensamiento es como si el hombre estuviese vestido con andrajos. -Aunque, aparentemente estemos vestidos con harapos, debemos mirar la Vida que existe en nuestro interior. Si descubrimos esta Vida maravillosa, es natural que las
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enfermedades desaparezcan instantáneamente. Temerle a una cavidad en el pulmón es lo mismo que creer que somos pobres porque consideramos sólo los trapos que vestimos. Para curar la cavidad pulmonar es suficiente que nos llenemos con la fuerza vital de nuestro interior. No es necesario que coloquemos algo para llenar esta cavidad. Nosotros mismos podemos llenarla. Usted preguntará, ¿Cómo hacer para llenarla? Usted lo sabe. Quien dice que no sabe es como aquel mendigo que no se daba cuenta del diamante que tenía escondido en la solapa de su saco. Cuando usted estaba en la barriga de su mamá, ¿Cuál era su tamaño? Al inicio, era un embrión de apenas 0,2 mm de diámetro, más pequeño que el de un pez. Si lo observásemos con un microscopio, veremos en ese huevo sólo la yema y la clara, tal como en un huevo de una gallina. En él no hay ojos, ni nariz, ni corazón ni tampoco pulmones. ¿Quién creó los pulmones, el corazón, el cerebro, los ojos, la nariz y todos los innumerables complejos órganos que no existían en el embrión? Fue la Vida que se aloja dentro de usted. Esta Vida continúa trabajando en su interior. No fue sólo en la fase intrauterina que esa Vida estuvo dentro de usted, ella sigue en su interior y diariamente está reparando y proveyendo a su organismo; continúa eliminando las células viejas y creando las nuevas. Por lo tanto, si alguien tuviese una cavidad en los pulmones, no hay necesidad de preocuparse, pues la reparación la efectuará su propia Vida, que tiene una fuerza tan extraordinaria, que puede crear todos los órganos a partir de la nada. Sin embargo, si el hombre quiere curar su cuerpo desde afuera, el “doctor interno”, es decir, el “poder curativo de la naturaleza” podrá resentirse y decir: “Si usted manda curar desde afuera, es mejor para mí porque así yo descanso”. En síntesis, para evocar y despertar su grandioso poder curativo interno usted debe, en primer lugar, volverse en dirección a esa fuerza grandiosa, a ese creador, que hizo la Tierra, las estrellas, el Sol, los hombres, los pulmones y el corazón a partir de la nada. Si usted pretende reparar su reloj, no sirve llevarlo a un hojalatero pues él nunca compuso un reloj. No hay otra alternativa sino llevarlo al relojero. Y en el caso de que la reparación sea muy difícil o el relojero no tenga las piezas necesarias, usted debe
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dirigirse al fabricante. Cuando decimos “fabricante”, nos estamos refiriendo a la Vida de Dios que se aloja en nuestro interior. Al colocarnos en dirección a la Vida de Dios, surge de nuestro interior la infinita fuerza vivificadora. Esto es aplicable no sólo en casos de enfermedad, sino también al enfrentar problemas económicos, en estas situaciones también debemos dirigirnos a la Gran Vida Fuente que nos creó a nosotros, los hombres. El “Keihoju” de esta parábola no debe ser interpretado sólo como “Poder curativo natural” para sanarnos de las enfermedades. Él nos demuestra que dentro de nosotros también se aloja la riqueza infinita. Y Dios tiene el inmenso poder de donar la riqueza a los hombres, pero ellos tienen miedo de recibirla y huyen. Por ejemplo, muchas personas piensan que no podrán ir al Cielo si se vuelven ricos porque interpretaron equivocadamente las siguientes frases bíblicas: “No podéis servir a Dios y a la riqueza”; “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los Cielos”. De esta manera, frenan su propio enriquecimiento. Yo también era así en mi juventud. Me auto limitaba e ignoraba la dádiva infinita que ya había recibido. Cuando eliminamos esta autolimitación nos liberamos de la pobreza y también de la enfermedad. Lo que trae la felicidad al hombre es el pensamiento de que dentro de nosotros se aloja la Vida infinita, la Vida perfecta de Dios y que la enfermedad no existe. No hay mejor pensamiento que este para que el hombre sea feliz. Debemos divulgar tanto como nos sea posible este pensamiento y esta fe a toda la humanidad. Nosotros no necesitamos envidiar a nuestro prójimo o desear las cosas ajenas, porque dentro de nosotros tenemos todo lo necesario en cantidad ilimitada. Es importante que comprendamos, antes que nada, nuestra naturaleza verdadera. Cuando concientizamos nuestra naturaleza verdadera se manifiesta en nosotros la fuerza infinita. Si no tomamos conciencia de esto, no se manifestará la Vida infinita. Supongamos que una persona tenga en su billetera un cheque por un valor de cien mil dólares, pero no se da cuenta de este hecho. Mientras no descubra el cheque que está en su billetera, será imposible utilizarlo. Sin embargo, al descubrirlo, la persona tendrá fuerzas para emplearlo. Colocarnos en dirección a la fuente originaria de nuestra Vida significa comprender la Verdad de que “El hombre es hijo de Dios” y esto es importante tanto para la solución
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de las enfermedades o de los problemas de la vida, como para una excelente formación de los hijos. Debemos no sólo j conocer esta Verdad, sino también trasmitirla a nuestro prójimo. Cuando se dice “Hijo de Dios” se puede tener la impresión de que el hombre es algo infinitamente menor que Dios, pero no es así; significa que somos el centro de la manifestación de la propia Vida de Dios que brota bajo la presión de Su fuerza infinita. Detrás de nosotros está la Gran Vida infinita. Surge en nosotros la ilimitada fuerza de la Vida cuando concientizamos esta realidad. También debemos tomar conciencia de que ya somos prósperos. La Sutra de Loto dice: “Estábamos satisfechos con la pequeña inteligencia, cuando, en verdad, ya habíamos recibido la Sabiduría de Buda”. Debemos releer esta frase y reflexionar al respecto, varias veces. Usted ya ha recibido la infinita Sabiduría, la infinita Vida y la infinita Riqueza; pero piensa que es insignificante, allí está el error, darse cuenta de esto es la base para alcanzar el éxito de todo lo que usted desea realizar.
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CAPÍTULO 12
RELACIONES CONYUGALES Y ENFERMEDAD
Cierta vez, el Sr. Koichiro Murase, profesor de Sei- cho-No-Ie, fue a la ciudad de Tsuruga para hacer una conferencia. Como ya conté anteriormente, el Sr. Murase y su esposa vivían peleando antes de conocer Seicho-No-Ie. Por este motivo, aunque ya estaban casados 13 años, no tenían hijos. Sin embargo, después de conocer Seicho-NoIe, pasaron a vivir en gran armonía y luego fueron bendecidos con el nacimiento sucesivo de tres niños. Fue sobre esa experiencia que el Sr. Murase habló en su conferencia, aquel día en Tsuruga. Al final, las personas se fueron retirando del auditorio una a una y el Sr. Murase se dirigió a la sala de conferencias para descansar. Una señora lo siguió y entre lágrimas le dijo: -¡Oh! ¡Profesor!, ¡La culpa es mía!, ¡Yo soy la culpable!. -Pero ¡señora mía! ... ¿Qué le sucedió?. -¡Oh! Por favor, ¡Dígame que perdonará todas mis faltas!. Mi esposo... él está en el hospital, ¡Se está muriendo!, ¡El médico dice que él no va a pasar de cinco días!, ¡Todo por mi culpa!. Comprendí esto al escucharlo. Perdóneme, por favor. -Pero no es a mí a quien debe pedir disculpas. Si necesita de perdón, diríjase a su esposo y pídale perdón a él... -Pero él está internado y... -Señora, vaya al hospital y hable con él. El Sr. Kijuro Tomita, esposo de aquella señora, estaba sufriendo de cálculos en la
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vesícula desde hacía 10 años. Se trata de una enfermedad en la que se forman piedras en la vejiga. Cuando son pequeñas, ellas son eliminadas a través de la orina, y a pesar de ser doloroso, la enfermedad no es tan grave al punto de que sea necesario la intervención quirúrgica. El caso del Sr. Tomita se estaba presentando de esta forma, durante unos diez años. Pero después de este período, comenzaron a formarse piedras grandes. Su estado se agravó, porque las piedras se fueron acumulando en el punto de la vejiga donde comienza la uretra, y además de causarle terribles dolores al atravesarse en las paredes de las mucosas, acabaron por obstruir el canal de la orina. De no haberse tomado rápidas medidas, él podría haber muerto de uremia. De esta manera, fue inmediatamente sometido a una cirugía para eliminar los cálculos. La operación fue un éxito y, en poco tiempo, él ya estaba totalmente restablecido. Pero después de un año, la enfermedad reapareció. El estado del Sr. Tomita se agravó nuevamente. El mismo médico que lo interviniera anteriormente volvió a extraerle las piedras acumuladas. Sin embargo, en esta ocasión surgió una complicación después de la operación. El corte no cicatrizaba y la orina era eliminada en pequeñas cantidades constantemente ya que la vejiga no podía retenerla. Lo peor fue que el corte se inflamó y provocó una fiebre altísima. El estado del Sr. Tomita era tan grave que su médico diagnosticó: “Lo lamento mucho, pero él no va a durar más de cinco días”. Esta era su situación, cuando uno de sus amigos, miembro de Seicho-No-Ie, fue a visitarlo al hospital. Como quería ayudarlo, el amigo le dijo: Las enfermedades del aparato urinario o de los órganos sexuales se manifiestan como resultado de la desarmonía conyugal. Para curar tales males es absolutamente necesario que se restablezca la armonía entre la pareja. Por eso amigo mío, si usted se quiere curar, le aconsejo que pida perdón a su esposa por los sinsabores que, por ventura, le hubiera ocasionado... El Sr. Tomita indignado le dijo: -¡Qué tontería!, ¡¿Pedirle yo perdón a ella?!, ¿Por qué?, ¡Nunca!, ¡No lo haría así me estuviera muriendo!. Sepa que detesto esa tal filosofía Seicho-No-Ie que enseña semejante disparate: Que no me curaré si no le pido perdón a mi esposa, ¡Imagínese! No quiero más volver a escuchar hablar de esa tal “Seicho-No-Ie”.
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Momentos después, la esposa del Sr. Tomita fue a escuchar la conferencia del Sr. Murase y llena de remordimiento pensó: “¡Oh! ¡Estoy muy arrepentida, he sido muy mala con mi esposo!, le he causado muchas tristezas... Ahora me doy cuenta que yo contribuí para que se enfermara tan gravemente”. Las ondas mentales de una pareja son de la misma frecuencia y, por eso, se sintonizan. El pensamiento de uno se trasmite al otro con mucha facilidad; fue lo que sucedió con el matrimonio Tomita. Cuando la esposa se sintió arrepentida por todas las fallas que había cometido con su esposo, él también comenzó a sentir remordimiento por muchas cosas equivocadas que había hecho hacia ella. Tendido en su lecho del hospital, él pensaba: “¡Cuántos sinsabores le di!, Desde que nos casamos hace 20 años, ambos hemos provocado problemas, pero reconozco que ella se ha esforzado mucho, cuidó de la casa, de la familia. Nunca le agradecí. No puedo morir en paz sin decirle una palabra de gratitud. Apenas llegue le agradeceré. Solamente así podré morir con la conciencia en paz, sin resentimiento, sin odio, sin ningún problema”. En ese exacto momento llegó su esposa. Ella que había escuchado la conferencia del Sr. Murase estaba ansiosa por pedirle perdón. Se arrodilló a la cabecera de su cama y le suplicó: -Perdóname querido... ¡Yo me he equivocado tanto! Ahora sé que fui la culpable. Te pido que me perdones... Y él, que también pensaba en pedirle perdón a su esposa, le respondió conmovido: -No, no fuiste solamente tú que erraste... Yo también me equivoqué. Y ahora te pido que me perdones. Sé que me estoy acercando al final. Cuando llegaste, pensaba en morir con la conciencia en paz, pidiéndote perdón. Cometí muchas injusticias... Perdóname, por favor. Se abrazaron y lloraron juntos. Y todos los resentimientos que había en sus corazones se desvanecieron. Ese mismo día, sucedieron cosas sorprendentes: la inflamación desapareció, el corte cerró completamente, la uremia cesó. Contrariando el diagnóstico médico, el Sr. Tomita se recuperó rápidamente y le dieron de alta después de cinco días. Veamos cómo esto fue posible. Como todos saben, un médico observa los
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síntomas de la enfermedad, prescribe los tratamientos necesarios y, en ciertos casos, abre el cuerpo del paciente para extraer los elementos nocivos a fin de facilitar el trabajo de la “Fuerza Curativa de la Naturaleza” que va a producir nuevas células y formar un nuevo tejido. No es la función del médico efectuar la completa unión de los tejidos del órgano que fue cortado y a devolverle su aspecto original. Este trabajo le compete a la “Vida” del propio paciente. Y ¿saben quién comanda este trabajo de la “Vida”? La mente de la misma persona. Supongamos que una persona casada piense constantemente: “¡Cómo lo(a) detesto! ¡No soporto más ver esa cara de mal humor! ¡Quiero separarme de él (ella)!” Esta persona terminará por contraer una enfermedad que exija intervención quirúrgica, ya que en su mente existe el deseo de separar, es decir, “cortar” aquello que es “uno solo, aunque se esté manifestando en forma de dos personas”, o en otras palabras, “un solo espíritu, que carnalmente se manifiesta como marido y mujer”. Desde el punto de vista físico, quien “corta” es el cirujano. Pero antes, la mente de la misma persona ya ha efectuado el “corte”, a nivel mental. Es importante comprender esto. En este caso, los cónyuges habían “cortado” en pensamiento lo que originalmente es uno solo. En otras palabras, ellos habían olvidado que eran un solo ser y, se habían distanciado espiritualmente, guardando rencor el uno por el otro. Ese estado espiritual de “relaciones cortadas” se manifestó en forma de una enfermedad en el área erógena, que tiene mucho que ver con las “relaciones carnales” de los cónyuges. En el momento en que se restableció la unión espiritual, también el “corte” en el plano material cerró completamente. En realidad, el cuerpo es la proyección de la mente.
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CAPÍTULO 13
LA IMAGEN VERDADERA DE UNA MADRE Este episodio sucedió en el tiempo en que el Sr. Koichiro Murase organizaba reuniones de los lectores de la revista Seicho-No-Ie en su propio hogar, en la ciudad de Nagoya. Cierto día, él recibió la visita de una estudiante que le habló de un problema que la estaba atormentando. La jovencita había perdido muy temprano a su madre y había sido criada por su madrastra. Pero ellas no se llevaban bien y un ambiente desagradable reinaba en el hogar. Para mostrar cuán mala era la relación con su madrastra, me contó un serio problema que había tenido con ella, hacía poco tiempo. Una de sus compañeras había ido a visitarla. Las dos estaban conversando en su dormitorio, cuando la madrastra entró, llevando hasta ellas un colchón que había estado expuesto al sol. En el colchón, estaba muy visible una mancha de orina. La madrastra apuntaba la mancha y dirigiéndose a la compañera, le decía: -¿Ves esta mancha que se asemeja al mapa de Australia? Es que mi hija es muy estudiosa y le encanta dibujar mapas como este, casi todas las noches... ¡Las palabras eran crueles! Y mucho más si se toma en consideración que una jovencita de 15 años es extremadamente sensible y se siente muy herida con estas cosas. Desesperada pensó: “Ahora que mi compañera sabe mi secreto, lo va a contar a otra persona; esa persona a su vez lo contará a otra; y así todo el colegio se va a enterar. ¡Me voy a morir de vergüenza! ¡No, yo no puedo volver más a mi colegio! Pero si me
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quedo en casa, tengo que ver a mi madrastra que me odia”. Pensaba que no podría quedarse en la casa ni tampoco asistir a la escuela. Sintiéndose profundamente afligida, la jovencita decidió poner fin a su vida. Adquirió un frasco de calmantes y tomó todo el contenido de una sola vez. Entró en estado de coma, pero no murió porque fue encontrada a tiempo y medicada de inmediato. Su intento de suicidio fue noticia del periódico del lugar. Por eso, más tarde, cuando la jovencita regresó a la farmacia para intentar, comprar otro frasco de somníferos, determinada a llevar a cabo otra vez su intento, el farmacéutico no quiso vendérselo. Ahora, desesperada y sin saber qué hacer, la joven había ido a pedirle un consejo al Sr. Murase. La primera cosa que le dijo después de escucharla fue: -Todas las personas tienen en su interior la Vida de Dios. Por eso, es imposible que exista una madre perversa en este mundo. -Usted dice eso, pero en realidad, sí existe gente como mi madrastra... -No, esa madrastra perversa “no existe”. Se trata tan sólo de una “manifestación”, una “apariencia falsa”. Detrás de esa figura aparente de madrastra perversa, se esconde la verdadera Vida de una madre, y esa Vida es “perfecta y absolutamente armoniosa” porque es la misma Vida de Dios. Realmente, tu madrastra es tan tierna y tan llena de bondad como una santa mujer. Cuando eras niña, debes haber leído alguna historia de una madrastra que maltrataba a su entenada y, probablemente, quedó grabado en tu subconsciente la idea de que todas las madrastras son desalmadas. Entonces, cuando tu padre se casó nuevamente tú pensaste: “¡Oh! Ahora tendré una madrastra y ella me va a maltratar”. Este mundo, mi estimada joven- cita, es un mundo donde todo se manifiesta exactamente como las personas piensan. Porque pensaste de este modo, tu madrastra se manifestó como una mujer perversa. En realidad, no existe ninguna “madrastra perversa”. A esta altura de la conversación, el Sr. Murase escribió los dos ideogramas que conforman la palabra “madrastra” en japonés y le explicó: -Observa los ideogramas: el de abajo, como sabes, expresa una única idea, la de “madre”. Ahora, el de arriba expresa no sólo la idea de “sustituir” como también la de
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“unir” o “ligar”. Casi toda la gente piensa que estos dos ideogramas juntos quieren decir “sustituía de la madre”. Pero, en realidad, deberíamos “leer” -o interpretar- como “madre por la unión espiritual”. Tu primera madre te dejó en este mundo terrenal a una cierta altura de tu existencia. Entonces, una segunda madre fue “unida” en el punto en que ocurrió la “interrupción” para ser tu “mamá verdadera”. Por ejemplo, tú ya debes haber visto, un duraznero que fue injertado, ¿no? Por supuesto, él da duraznos deliciosos... Bien, imaginemos un hermoso durazno en una rama de un duraznero injertado. Si el durazno está allí es porque la vida del tronco en que se hizo el injerto se manifiesta en esa fruta. Debes comprender que la “verdadera madre” no es un simple cuerpo carnal, sino la “esencia”, es decir, la “maternidad espiritual” que trasciende el cuerpo. Ella es eterna, inmortal... El mundo de las formas está en constante cambio, y ahora tú tienes una mamá, cuya figura y fisonomía son muy diferentes de los de tu “mamá anterior”. Pero la “esencia de la madre” que existe en ella es la misma que existió en tu primera mamá. Por lo tanto, esa persona que llamas de madrastra, no es una simple “sustituía de tu mamá”, sino la “continuación de tu primera mamá”. No debemos considerar el vínculo entre madre e hijo desde el punto de vista meramente físico. Es decir, no debemos pensar que la “madre verdadera” es solamente la “persona hecha de materia” que nos dio todo el alimento necesario mientras estábamos en su vientre y nos amamantó. Si fuese así, se podría decir que si una persona es alimentada con carne de vaca, podría ser considerada como hija de aquel animal; y si es alimentada con carne de gallina, sería considerada como hija de aquella ave. Como ves, es un error pensar que padres e hijos son únicamente los que están unidos por el “vínculo carnal”. El verdadero vínculo entre padres e hijos es el vínculo espiritual. Sea cual fuese el aspecto externo de la persona, ella será “papá” o “mamá” si tiene dentro de sí la “esencia de padre o madre”. Por eso, debes reverenciar a tu madrastra considerándola como tu mamá verdadera, llena de bondad y ternura. De esta manera, ella se manifestará como tal. La teoría es esa. Ahora, veamos como llevarás esto a la práctica. Por ejemplo, podrás hacer lo siguiente: Ya que durante el día, tú y tu madrastra deben tener muchos quehaceres, escoge un horario después de la cena y ofrécete para hacerle masajes en los hombros. Di más o menos lo siguiente: “Madre, trabajaste mucho
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hoy y tus hombros deben estar doloridos. Permíteme que te haga unos masajes...” Y, mientras lo haces, mentaliza lo siguiente: “Mamá, perdóname. Perdóname porque te consideré como una simple madrastra. Pero ahora sé que eres mi mamá verdadera. Comprendí que la Vida de Dios se manifiesta a través de ti, en la forma de ‘mamá’. Por eso, estoy profundamente agradecida”. De esta forma, tus ondas mentales serán captadas por tu madrastra y ella pasará a manifestar su verdadero aspecto perfecto, pleno de armonía y bondad, que es la personificación del mismo amor de Dios. Estos fueron los consejos que el Sr. Murase le dio. Ella los escuchó atentamente y siguió la orientación. Esa misma noche, después de la cena, se colocó detrás de su madrastra y le dijo: -Mamá debes estar cansada. ¿Te gustaría que te haga masajes? Y colocó sus manos en los hombros de ella. La madrastra, con un gesto de rechazo, le dijo: -No me fastidies. Retira tus manos de mis hombros que me incomodas y siento más dolor. ¡Me provocas repugnancia! No permitió que la entenada le diese masajes. Entretanto, la joven miró a su papá que con una expresión irritada, trataba de controlarse. Tal vez, quería decir: “¡Querida, no hable de esa manera! ¿No ve que ella sólo quiere ser amable?” Pero no dijo nada, pues sabía que su esposa lo criticaría y podría reñirle: “¡Tú la defiendes porque quieres más a la hija de tu primera esposa que a mí!” Para evitar discusiones, él no decía nada. Pero los sentimientos se fueron acumulando y se manifestaron “tísicamente” en forma de asma. Una o dos veces por semana le daban crisis violentas. Ella notó, una vez más, que su padre observaba todo en silencio. Ya que su ofrecimiento había sido rechazado por su madrastra, sin saber qué hacer con las manos, la jovencita se colocó detrás de su padre y comenzó a darle masajes. De esta forma, terminó el episodio de ese día. Al día siguiente, al terminar la cena, la joven se levantó y le dijo a su madrastra: -Permíteme hacerte masajes. La respuesta fue casi tan áspera como la de la noche anterior. -¡No me molestes! ¡Qué fastidio! ¡Nunca vi gente tan obstinada! ¿No te dije
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anoche que cuando pones tus manos en mis hombros hasta me dan escalofríos y me aumentan los dolores? ¡Deja de ser tan impertinente! Así también fue el tercer día, pero la joven no se rindió. Nunca habría armonía entre ella y la madrastra si desistiese; no importaba si fue rechazada dos o tres veces. Necesitaba armonizarse con su madrastra porque sentía que sólo de este modo podría salir de la situación en que se encontraba. En la escuela tenía que escuchar las bromas de sus compañeros sobre su “hábito de dibujar mapas” en el colchón; en su casa, tenía que aceptar la forma en que la madrastra la trataba; no podía morir, porque había fracasado en su primera tentativa y las personas ya estaban a la expectativa; y seguir viviendo del mismo modo era imposible... Para mejorar su situación, necesitaba llegar a una buena relación con su madrastra. Por eso, la muchacha se mantuvo firme, decidida a ser amable con ella, a pesar de que, sistemáticamente, era rechazada en su ofrecimiento. Así pasaron el 4a, el 5a y el 6a día. En la noche del 7a día, no se sabe por qué, la madrastra dejó que la entenada le diera masajes en sus hombros. “¡Al fin!”, pensó. Mientras hacía los masajes, repetía mentalmente: “Tú eres mi verdadera mamá. Tú no eres una ‘madre sustituía’ sino ‘la madre que se manifestó a mí, por la unión espiritual con mi primera mamá’. Eres una madre tierna y bondadosa”. De repente, la espalda de su madre comenzó a temblar convulsivamente y ella rompió en llanto. -¡Hija mía, perdóname! La entenada, llorando también, envolvió a su madrastra con un fuerte abrazo y le susurró: -¡Muchas gracias, mamá! Gracias... -Perdóname por haberte maltratado, hija mía... En el momento en que las dos se abrazaron y lloraron juntas, los sentimientos hostiles de mucho tiempo fueron completamente lavados por las lágrimas. A partir de ese día, no sólo la jovencita dejó de sufrir de enuresis nocturna, sino que su padre se curó completamente del asma que lo atormentaba desde hacía tiempo. Y hasta su hermanito (hijo de la madrastra), que sufría de tuberculosis, sanó totalmente. Tan sólo era una joven de 15 ó 16 años... Pero cuando se dedicó de cuerpo y alma para que se manifestase, a través de la oración, la “Imagen Verdadera de su madre”,
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surgió aquel resultado maravilloso, es decir, la salvación de toda la familia. Cuando afirmamos que “originalmente no existen malas personas”, queremos decir lo siguiente: Todas las personas traen dentro de sí la “Vida de Dios” y, por lo tanto, son perfectas. Si, a través de las oraciones, hacemos que se manifieste el “Dios que existe realmente detrás de la apariencia fenoménica de las personas’, infaliblemente ellas manifestarán su aspecto real y perfecto.
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CAPÍTULO 14
EL RELATO DE UNA VÍCTIMA DE LA BOMBA ATÓMICA
Hace algún tiempo, en un seminario realizado en el Colegio Femenino de la ciudad de Kure (Hiroshima), conocí a una señora de nombre Misako Hirano que me escuchaba con gran interés. Después, continué el viaje, prosiguiendo con los seminarios en diferentes lugares de Kyushu. De regreso, nuevamente pasé por la provincia de Hiroshima, y esta vez realicé un seminario en la ciudad de Onomichi. Allí tuve el placer de volver a ver a la Sra. Hirano. En el momento de la presentación de relatos de experiencia, la Sra. Hirano se levantó y comenzó a narrar el suyo: -Tuve la oportunidad de asistir al seminario del profesor en la ciudad de Kure, el cual fue extraordinariamente provechoso para mí. Por eso, hoy estoy aquí para relatarles a ustedes mi experiencia. Durante la Segunda Guerra, yo vivía en la ciudad de Hiroshima... Soy una de los millares de víctimas de la bomba atómica. La experiencia de la Sra. Hirano será relatada resumidamente. En aquel fatídico día de agosto de 1945, los que vivían en la misma calle de la Sra. Hirano estaban trabajando para “desmontar” una casa y transportar los materiales a un lugar más seguro. Casi todos estaban sobre el tejado. Las tejas retiradas iban pasando de mano en mano y eran apiladas en el piso. Sonó la alarma de ataque aéreo y todos bajaron buscando protección. Sin embargo, dejó de sonar y las personas subieron al techo para continuar su trabajo. Entonces, sucedió: ¡Una enorme claridad y una tremenda explosión! Como estaban en un lugar muy cercano a la explosión y además
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totalmente expuestas, las personas que trabajaban sobre el tejado fueron lanzadas a gran distancia y murieron instantáneamente. La única que escapó con vida fue la Sra. Hirano. Fue lanzada contra el muro, se fracturó el pulgar de una de las manos, pero logró levantarse, y comenzó a correr desesperadamente... Vio que había muchas personas detrás de ella que también corrían como locas... Y sus rostros, ¡qué espantoso! Hinchados y deformados, ¡con un extraño color, mezcla de amarillo, azul, rosado y rojo! “¿No estaré yo también así?”, pensó vagamente. Sintió que su cara se hinchaba. Podía notar que todos los rostros estaban terriblemente deformados. Siguió corriendo, veía a las personas heridas por todos lados. También vio a alguien corriendo junto a ella, con uno de los antebrazos totalmente en carne viva: ¡la piel completamente suelta tal como un guante que hubiese sido desprendido hacia abajo, balanceándose horrorosamente, tan sólo sujetado por los extremos de los dedos! Cerca de un puente la Sra. Hirano perdió el sentido. Más tarde, ella se enteró que fue recogida por algunas personas y que pasó nueve días en una sala donde eran colocados los cadáveres. La llevaron allí porque su cuerpo estaba enteramente quemado, prácticamente muerta, aunque todavía respiraba. Incluso, la dejaron un poco apartada de los cadáveres por respeto al resquicio de vida que aún había en su cuerpo quemado. Milagrosamente, la Sra. Hirano permaneció con vida durante nueve días en aquel tétrico lugar. Desde la explosión, el marido de la Sra. Hirano (quien se había salvado por estar lejos del área afectada) fue muchas veces a aquel lugar para buscar el cuerpo de su esposa, pero debido al estado en que se encontraban los cadáveres, todo parecía inútil. Al noveno día, volvió otra vez, y entonces reparó en un pedazo de paño amarrado en el cabello de una de las víctimas. En la época de la Segunda Guerra, era común que los japoneses caminasen con un pedazo de paño sujeto a la ropa donde se indicaba su nombre, dirección, etc. Alguien había encontrado ese pedazo de tela en la ropa de la Sra. Hirano y para hacerlo más visible, lo había amarrado a su cabello. De esta forma, el Sr. Hirano logró identificar a su esposa. ¡Sorprendido notó que ella aún respiraba! Inmediatamente, llamó al médico: -¡Doctor, esta es mi esposa! ¡Ella todavía está viva! ¡Sálvela por el amor de Dios!. -¿Cómo? ¿Ella no está muerta?.
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-¡Todavía respira!. -Pero su estado... No hay esperanza... -¡Doctor, aun así haga algo, ella todavía está viva! ¡Por favor!. Allí, extendida semimuerta, la Sra. Hirano oyó vagamente lo que decían su esposo y el médico. -Bien, no va a servir de mucho, pero le voy aplicar una inyección salina. Después de la inyección, el Sr. Hirano hizo todo lo necesario para llevarla a su casa. Pasaron varios meses. Gracias a la dedicación del esposo, la Sra. Hirano fue mejorando poco a poco. Cuando finalmente logró moverse por sí misma, ella por primera vez, se miró en el espejo, después de aquel terrible día. ¡Fue un verdadero shock!, ¡Su rostro estaba monstruoso! Totalmente cubierto de cicatrices rojizas. ¡Parecía el de un ser repugnante que había salido del intierno! La Sra. Hirano se desesperó. No podía aceptar la idea de tener que pasar el resto de su vida con aquel aspecto horrible. “¡Dios mío!, ¡Debí haber muerto!, ¿Por qué mi esposo me salvó?, ¿Tendré que vivir el resto de mi vida con este rostro horrible?, ¡No lo puedo soportar, no puedo!”- repetía ella desesperadamente. Por eso, muchas veces deambuló cerca de la vía férrea, con la intención de lanzarse frente al tren, pero algo se lo impedía a último instante. Un día, invitada por un conocido, asistió a una conferencia de Seicho-No-Ie en la ciudad de Kure. Aquel día, yo había proferido una conferencia sobre la armonía conyugal. Entre otras cosas, había explicado que muchos hombres se lanzan a aventuras extraconyugales porque sus esposas no los tratan con el debido amor y cariño. Posteiormente, ella contó que al escuchar mi disertación comprendió cuán grande y profundo era el amor que su esposo le dedicaba... Hasta entonces, ella mantenía resentimientos hacia él y pensaba: “Él no debía haberme salvado. Sólo porque me salvó, yo tengo que pasar el resto de mi vida soportando la vergüenza de mostrar mi rostro repugnante a los demás. Si me hubiese dejado, yo habría muerto sin saber de nada y no estaría pasando por este horrible sufrimiento”. Pero al oír mi conferencia, se le abrieron los ojos del alma. “Aunque hayan muerto muchas mujeres con la explosión de la bomba atómica en Hiroshima, en Japón están sobrando mujeres y mi esposo encontraría fácilmente quien quisiese casarse con él. Sin embargo, él hizo de todo para curarme y
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me conservó como su esposa, a pesar de este rostro horroroso que ni yo misma quiero mirar. ¡Cuán grande es su amor!, ¡Yo estaba equivocada!, ¡Sumergida en mi sufrimiento, nunca me detuve a pensar en el gran y profundo amor de mi esposo, que está dispuesto a quedarse conmigo para el resto de la vida, a pesar de este aspecto repugnante!, ¡Estoy profundamente arrepentida... Tan pronto como llegue a mi casa, le pediré perdón de todo corazón!”. Con este pensamiento, al concluir la conferencia, la Sra. Hirano salió por el portón de aquella escuela femenina, cuando se sorprendió al darse cuenta que también podía mover libremente su brazo izquierdo. Ese brazo lo tenía semiparalizado desde el día en que la explosión de la bomba atómica la había tirado violentamente contra el muro. De repente, ese brazo había recuperado totalmente la libertad de movimiento. También su pulgar izquierdo (que estaba torcido) había recuperado el movimiento, pero esto lo notó más tarde. Al llegar a su casa, comenzó a preparar la cena. Cuando su esposo llegó del trabajo y la vio descascarando arvejas, exclamó admirado: -¡Oh! ¿Qué te sucede querida? ¡Estás moviendo normalmente el pulgar que estaba torcido y paralizado!. -Sólo en ese momento, la Sra. Hirano percibió que estaba descascarando las arvejas sin ninguna dificultad con el pulgar izquierdo que hasta hacía algunas horas no podía mover. Invadida por una gran emoción, pensó: “¡Gracias Dios mío, por hacerme comprender que el cuerpo material es proyección de la mente! Todo lo que me ha sucedido está exactamente de acuerdo con las enseñanzas que recibí durante la conferencia a la que asistí. Explicaron que el brazo izquierdo simboliza al hombre, mientras que el brazo derecho representa a la mujer. Yo estaba resentida con mi esposo porque él me salvó y dejó que viviese con este aspecto horrible. Hubiera preferido morir. Yo lo culpaba por el sufrimiento que tenía que soportar. Estos pensamientos se manifestaron en mi brazo izquierdo en forma de parálisis. Cuando guardamos rencor hacia los demás, este sentimiento se vuelve contra nosotros mismos; y cuando queremos castigar a los demás, nosotros somos los castigados. Yo sentía mucho rencor hacia mi esposo, ese rencor se volvió contra mí misma y paralizó mi brazo izquierdo que simboliza el esposo. Y ¿con relación al pulgar izquierdo? Tal dedo simboliza la cabeza del
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esposo. Yo oprimía la mente de mi esposo con sentimientos de odio y esa situación se manifestó fenoménicamente en la forma de parálisis de mi pulgar izquierdo. En el momento en que yo comprendí la Verdad y me arrepentí sinceramente de mi modo de proceder, mi mente volvió a su estado saludable y, como consecuencia, se normalizaron mi brazo y mi pulgar izquierdo”. Inmensamente agradecida por la bendición alcanzada, la Sra. Hirano decidió viajar a la ciudad de Onomichi para asistir a la conferencia que realizaría y contar a todos los asistentes su maravilloso relato de experiencia. Al terminar su relato, con la cara llena de lágrimas, la Sra. Hirano expresó: -Señores, mírenme; este rostro está lleno de feas cicatrices. No es un rostro que se pueda enseñar a los demás... Sin embargo, estoy aquí, ante tantas personas, narrando mi relato. Lo que me dio valor y me trajo hasta aquí, aunque mi cuerpo esté gravemente lesionado, fue el irreprimible deseo de decirles que fui salva espiritualmente y de manifestar mi profunda gratitud públicamente. Posteriormente a este relato, también las cicatrices del rostro de la Sra. Hirano desaparecieron milagrosamente, Sobre ello, hablaré en otra ocasión.
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CAPÍTULO 15
CUANDO ABANDONAMOS LOS SENTIMIENTOS DE ODIO Y RENCOR, ESTAMOS LIBRES DE LAS DESGRACIAS
En otra ocasión, ya relaté el caso de la esposa del Sr. Soichi Nozawa quien no se recuperaba de problemas auditivos debido a que guardaba rencor hacia su suegra. Cuando se mantienen sentimientos negativos como rencor, tristeza, etc., se impide la curación de las enfermedades. También ocurrió así con la Sra. Hirano - citada en el capítulo anterior - que sufrió graves quemaduras en el cuerpo y en el rostro al explotar la bomba atómica en Hiroshima, y cuyas feas cicatrices permanecieron en su faz mientras ella maldecía el conflicto mundial, la bomba atómica, los americanos, en fin, todo lo que contribuyó para causarle daño. Paradójicamente, toda persona que guarda rencor hacia alguien que le perjudicó tiene el deseo inconsciente de que “ese mal permanezca”, pues también piensa inconscientemente: “Si este mal desaparece, dejará de existir la prueba de que Fulano es malo y de que yo tengo una razón para odiarlo”. En resumen, “piensa” que no debe eliminar de su cuerpo la marca de los daños sufridos ya que es la prueba evidente para justificar su odio hacia “aquella persona mala que lo perjudicó, de tal modo que lo dejó en aquel estado”. He aquí la razón por la cual los males sufridos no desaparecen mientras mantenemos rencor, odio, etc., contra quienes los puedan haber ocasionado. Por consiguiente, llegamos a la conclusión que si sufrimos alguna desgracia y queremos
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eliminarla, necesitamos no sólo perdonar a la persona que lo causó, sino también amarla y agradecerle. Mientras no lo logremos, el mal no desaparecerá. Cuando la Sra. Hirano terminó su relato de experiencia diciendo que a pesar de las feas cicatrices de su rostro se sentía grata por el hecho de haber recuperado el movimiento del brazo izquierdo, yo me levanté y conté el siguiente caso, que había presenciado hacía algún tiempo: En aquella época yo dirigía una “Escuela para Novias”, y aproximadamente 200 alumnas estaban siempre presentes en las conferencias que profería en la Sede Central de Seicho-No-Ie. Acostumbraba hablar alrededor de una hora, y reservaba los 30 minutos siguientes para orientaciones y esclarecimientos de diversos asuntos que podrían preguntar los participantes. Cierto día, cuando terminé una conferencia, una señora se acercó a mí y me expresó su agradecimiento por la curación milagrosa que había alcanzado. Era la propietaria de un pequeño restaurante en el barrio de Shinjuku. Hacía algún tiempo, el jefe de una “banda” de aquel lugar se había enamorado de ella y la perseguía insistentemente; pero como ella no lo quería, hacía de todo para evitarlo. Entonces, él pensó que había sido rechazado a causa de que había otro hombre en la vida de la joven. Por eso, decidió vengarse y hacer que ella dejase de ser amada por el supuesto enamorado. Cierta tarde, la esperó en una esquina de la calle que acostumbraba transitar y le tiró ácido sulfúrico en su rostro. El terrible líquido causó graves quemaduras en toda su faz. Como saben, el ácido sulfúrico tiene un poder corrosivo tan violento, que cuando es derramado sobre una mesa, deja una marca negra como la de un fierro caliente. Esta señora recibió el ácido directamente en el rostro. Naturalmente debe haber sido horrible. Pero a pesar de sus sufrimientos, esta señora que era miembro de Seicho-No- le, no odió al agresor; al contrario, ella deseó hasta pedirle perdón por haberlo inducido a practicar aquel acto de violencia. Sin guardar un mínimo de rencor hacia quien la hirió, fue capaz de orar: “Oh Dios, te pido que perdones a aquel hombre, fue mi culpa y no la de él”. Inmediatamente, fue llevada al médico, pero en el ínterin el ácido había quemado bastante su faz. Sin embargo, la recuperación se efectuó con una rapidez extraordinaria y en poco tiempo se restableció totalmente. El día en que ella nos relató este caso, ya
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no había ninguna cicatriz en su cara y su piel estaba lisa y bonita. -Mire profesor. Las quemaduras sanaron completamente. Mi piel está lisa como si nada hubiese ocurrido. Este milagro sucedió porque gracias a la ayuda de Dios, logré sentir gratitud hacia el que me hirió, en lugar de odiarlo. Estoy inmensamente grata a Dios y a todas las personas. Gracias, muchas gracias. Este fue el caso que yo narré después de haber oído el relato de experiencia de la Sra. Hirano. Al terminar, yo le expresé a ella: -Aquella señora a la cual le quemaron el rostro, en lugar de odiar al agresor, fue capaz de sentir gratitud por él. Por eso, las quemaduras sanaron completamente, sin dejar ninguna cicatriz. Pienso que usted también volverá a tener una piel suave y bonita, si olvida su odio hacia la bomba atómica y se vuelve capaz de agradecer la gran prueba por la cual pasó. Cuando estamos sinceramente agradecidos, no hay resentimientos ni rencores en nuestro corazón. Los sentimientos como el rencor, el odio, el re-, chazo, etc., hacen que nuestra apariencia se vuelva desagradable y hasta repulsiva, mientras que el sentimiento de gratitud nos da una belleza muy especial. No existe algo más “suave y agradable” que el agradecer. Por eso, cuando alcanzamos este estado espiritual, él se manifiesta en nuestra apariencia, y entonces nuestra piel también se vuelve “suave y agradable”. Transcurridos dos o tres meses, viajé nuevamente a la provincia de Hiroshima, y esta vez, realicé conferencias en la ciudad de Akimitsu. Como es usual en estas ocasiones, también en aquel lugar los miembros eligieron una señora para servirme el té y las comidas en el alojamiento donde me hospedé. En oportunidades como esta, se acostumbra elegir a una persona de buena apariencia y simpática. ¿Se imaginan quién fue la indicada para esta tarea, en tal ocasión? ¡La Sra. Hirano! Cuando ella entró en la sala para servirme el té, yo miré su rostro y tuve la impresión que ya la había visto en algún lugar, pero no lograba recordar dónde. Es que su rostro no era más la misma faz llena de cicatrices que yo había conocido meses atrás. ¡Su piel estaba normal y lisa, sin rastro de herida alguna! Mirándola más de cerca, aún se podían notar las pequeñas marcas. A una distancia de dos metros, no se observaba nada anormal. Ante este hecho, podemos comprender claramente que el aspecto de nuestra piel, en realidad, es el
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reflejo de nuestro “aspecto mental”. Es innecesario mencionar que la bomba atómica es algo realmente horrible. Pero, la verdad es que hasta los efectos de este terrible artefacto pueden ser controlados con nuestra mente. La prueba está en el hecho de que entre los miembros de Seicho-No-Ie existen muchos casos de personas que escaparon ilesas, a pesar de haber estado cerca del lugar de la explosión; o de personas que, no obstante haber sido afectadas, lograron curarse con una rapidez asombrosa. El cuerpo carnal es nada más y nada menos que el reflejo de la mente. Aunque él parezca haber sido “herido desde afuera”, en realidad, no es lo que ocurre. Es la mente que hace aparecer los estados físicos. Cuando en nuestra mente existen pensamientos agresivos como los de querer perjudicar, herir o destruir a los demás, comienzan a suceder cosas que nos dañan a nosotros mismos. Este mundo y nuestro destino son controlados por una “ley mental básica”, según la cual “los semejantes se atraen”. De esta manera, “quien odia y maldice al otro, está cavando dos sepulturas: la del enemigo y la suya”, es decir, quien piensa en destruir al otro, será también destruido. He observado que la mayoría de las veces, los incendios en las casas o en los edificios suceden cuando en la mente de los que los habitan existen “pensamientos que atraen el incendio”. En realidad, el incendio es la manifestación de los “conflictos” creados en la mente de las personas. Por eso, cuando los habitantes de una casa viven en constante rivalidad, esta situación se puede manifestar en forma de siniestro. Es evidente que debemos adoptar las medidas “concretas” para evitar los incendios, instalando equipos adecuados. Pero por encima de todo, es necesario que dejemos de crear conflictos en el “mundo de la mente”, reverenciemos a Dios, y amemos a todas las personas con el corazón lleno de bondad y armonía. Cuando toda la humanidad proceda de esta manera, este mundo se libertará de los siniestros. En suma, al desaparecer el incendio en el “mundo de la mente”, también desaparecerá el incendio en el “mundo de las formas”. En realidad, este mundo es la manifestación de todo lo que es creado en la mente del hombre. Antiguamente, había una casa llamada “Club Nogi” casi al lado del edificio de Seicho-No-Ie, en Akasaka. Actualmente, ya no existe más, porque fue totalmente
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destruida por un siniestro. Pues bien, la Escuela para Novias de Seicho-No-Ie (que yo cité) funcionaba en aquel local y según decían mis alumnas, eran constantes los conflictos en la casa vecina. Como el edificio de la escuela estaba prácticamente al lado de aquella casa, a todo instante se escuchaban voces exaltadas de personas que discutían. Y esos alborotos y riñas se repetían todos los días. Después de un tiempo, un incendio destruyó totalmente aquella casa. Como vemos, el “incendio en el mundo de la mente” se manifestó como incendio en el mundo de las formas. El principio es el mismo también en relación con la paz mundial: Cuando todos los hombres del mundo se reverencien los unos a los otros y creen en sus mentes un mundo sin peleas, se establecerá la verdadera paz en este mundo de las formas.
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CAPÍTULO 16
EL “PENSAMIENTO DE CRÍTICA” Y LAS ENFERMEDADES DOLOROSAS Cierta vez, conocí un señor llamado Jo Shimizu que vivía en la provincia de Gifu. Como era practicante de Seicho-No-Ie, mensualmente realizaba una reunión de adeptos en su propia residencia. Eran muchas las personas que asistían a esas reuniones. Y eran muchos lo que encontraban el camino escuchando las conferencias del Sr. Shimizu. Unos se sanaban, otros lograban la armonía en el hogar. De esta manera, el Sr. Shimizu curaba los sufrimientos de muchas personas. Pero había una, a quien él no lograba curar de ninguna manera: era justamente su esposa. Ella sufría de reumatismo en todo el cuerpo. Se trataba de un reumatismo bastante grave: dolores muy fuertes le recorrían todo su cuerpo como si fuesen rayos, y no había medio de aliviarlos. Como el Sr. Shimizu sanaba a mucha gente mediante la orientación espiritual, vivía explicando a su esposa que “la causa de las enfermedades está en la mente de la misma persona”. -En tu mente hay pensamientos de odio y crítica a los demás. Estos pensamientos que hieren y causan dolor al prójimo se manifiestan en tu cuerpo en la forma de dolor físico. Necesitas abandonar estos pensamientos y tratar de agradecer a todos. Cuando seas capaz de sentir gratitud por todo y por todos, te curarás. De este modo, le hablaba a su esposa. Pero por más que repitiese este “sermón”, ella no daba la menor señal de mejoría. Un día, le pidió a su esposo:
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-Mira, como veo que las enseñanzas de Seicho-No- Ie no surten efecto en mí y no me curo, me gustaría que llamaras a un masajista... Entre las personas que se reunían en su casa, muchas ya se habían recuperado de reumatismo -incluso casos gravísimos y resistentes- después de recibir con espíritu dócil las orientaciones que el Sr. Shimizu les daba. Sin embargo, él no lograba curar a su esposa por más que lo intentase. Como no había otra alternativa, concordó en llamar al masajista. Después que el masajista salió, su esposa le dijo: -Me siento mucho mejor ahora. ¡Querido, me gustaría mucho que tú me hicieras los masajes! Estas palabras tocaron profundamente el corazón del Sr. Shimizu. Él notó, por primera vez, que el tratamiento que su esposa más necesitaba era su atención y su cariño. En realidad, la enfermedad de la Sra. Shimizu era la manifestación del deseo de ser tratada con afecto por su esposo, sin embargo, él vivía sólo dándole sermones en tono impaciente: -Tu actitud mental está equivocada. Tú sufres de reumatismo porque tu manera de pensar es incorrecta. ¡Debes aprender a agradecer! ¿No te das cuenta?. Intentar mejorar a las personas señalándoles sus defectos, difícilmente trae resultados positivos. En este mundo existe la ley mental que dice: “Todo lo que se reconoce pasa a existir”, y toda suerte de cosas sucede según esta ley. De esta manera, el aspecto imperfecto de una persona no desaparecerá mientras continuemos viendo sus defectos. Es claro que esto se aplica también a las parejas. “Necesitas corregir tu actitud mental”, empleando estas palabras, ningún hombre va a curar a su esposa enferma. Ella no quiere escuchar tal clase de sermones, sino que su esposo le dé amor y ternura. En la mayoría de los casos, el hombre que está demasiado ocupado con sus obligaciones, no puede estar mucho tiempo con su esposa dándole atención y cariño como en los tiempos de enamorados o en los primeros años de matrimonio. Al ver que él se está dedicando casi exclusivamente al trabajo, la mujer se siente rechazada y piensa: “Mi esposo ya no me necesita, está saturado de mí. Ya no me ama. ¡Ahora, él sólo ama su trabajo!”. Después
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de reflexionar de esta manera y con el deseo de volver a ser tratada con más afecto, ella piensa: “Si yo me enfermase, quizás él me prodigaría más cuidado y amor...” Entonces, su cuerpo comienza a manifestar un estado enfermizo. Y constata que “estar enferma” es realmente conveniente, porque él que ya no le daba atención, repentinamente se vuelve muy cariñoso con ella. Pero sucede que en el caso de una enfermedad crónica como el reumatismo, es imposible que el esposo permanezca proporcionando cuidados a su cónyuge, o dándole masajes diariamente. Entonces, él la abandona a su propia suerte. Y como ella no es satisfecha en su deseo de ser amada, continúa enferma indefinidamente. En casos como este, ocurrirá la curación si la propia esposa hace un examen de conciencia, se da cuenta de que “no debe tener tal conducta mental”, y abandona en el a su deseo secreto de enfermarse. Pero en la mayoría de los casos no recuperará la salud, si no se satisface completamente su deseo de “ser tratada con cariño por el esposo. Regresemos al caso del Sr. Shimizu. Las palabras de su cónyuge le hicieron reflexionar más profundamente sobre las enseñanzas de Seicho-No-Ie: -¡Ahora me doy cuenta de la verdad! Mi esposa está enferma porque yo no sabía amarla. Vivía dándole sermones Aprendí que “Dios es Amor”, y que el amor tiene que ser manifestado mediante palabras y actos. Los sermones no sirven de nada. Es totalmente inútil predicar el amor. El amor tiene que ser expresado mediante nuestras acciones. Me enseñaron que el esposo y la esposa son una sola vida, alojada en dos cuerpos separados; y que vi bajo un mismo techo, uno refleja los pensamientos del otro, como si fuesen dos espejos colocados frente a frente. Me explicaron que el hogar es una escuela del alma donde los esposos deben buscar juntos el perfeccionamiento espiritual, cada cual examinando su actitud mental reflejado en el otro y tratando de corregir sus propios errores. De este modo, si el hombre ve un aspecto imperfecto en la esposa debe comprender que ese aspecto es un reflejo de su propia mente y esforzarse en mejorar, y si la mujer ve un defecto en el esposo, debe comprender que es su propia mente la que se refleja en él y tratar de corregirse. A pesar de haber leído y escuchado todas estas enseñanzas, yo no vivía en conformidad con ellas. Sólo sabía predicar sermones; no
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había verdadero amor en mi corazón. Sólo ahora comprendo realmente el significado de la expresión “Dios es Amor”. Poco valor tienen los religiosos que predican sermones, pero que no tienen verdadero amor en el corazón. Es necesario que tal amor se manifieste mediante obras. No sirve sólo conocer la Verdad de que “Dios es Amor”... No debemos ser como Tolstoi, que a pesar de predicar el amor a la humanidad, vivía discutiendo con su mujer; y un día después de una violenta pelea (en esa época él ya superaba los 80 años), decidió irse lejos. Su vida terminó miserablemente en una pequeña estación de un pueblo solitario. Si actuamos de esta manera, no estaremos viviendo realmente la Verdad que dice “Dios es Amor”. Si ya comprendimos que “Dios es Amor”, necesitamos comenzar a manifestar nuestro amor a través de nuestras obras, dentro de nuestro propio hogar, en la convivencia con la familia. Faltaba amor en mi corazón -pensó el Sr. Shimizu. -También es verdad que la causa de la dolorosa enfermedad de mi esposa está en su mente, que oculta un pensamiento de crítica hacia mí. Pero si ella me critica íntimamente, es porque yo no supe darle suficiente amor. Marido y mujer son un sólo cuerpo. Ella es mi esposa. La única entre billones de personas que constituyen la humanidad. Y yo, sin darme cuenta de que mi única esposa deseaba mi cariño, sólo la sermoneaba con palabras muy severas. Me equivoqué. Estoy arrepentido. Voy a cambiar. Si ella quiere que yo le haga masajes, no me interesa si voy a pasar toda la vida haciéndoselos. Él comenzó a hacer masajes a su esposa mentalizando el “Canto Evocativo de Dios”. Ella dormitaba con una expresión de felicidad en su faz. Repentinamente despertó, miró el rostro de su esposo y dijo: “¡Ah! ¡Eras tú!” Daba la impresión de que se tranquilizaba, nuevamente cerró los ojos y durmió. Sin embargo, instantes después, una vez más abrió los ojos, miró a su esposo y dijo: “¡Oh! ¡Eras tú!”. Enseguida cerró sus ojos y durmió serenamente. Después que la misma situación sucedió por la tercera vez, cayó en un sueño profundo. Cuando despertó después de algunas horas, constató maravillada que su reumatismo había desaparecido completamente. El esposo, muy admirado, le preguntó:
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-Querida, dime una cosa: mientras te hacía los masajes, despertaste tres veces, y en las tres ocasiones me miraste sorprendida y me dijiste: “¡Oh! ¡Eras tú!” Después te dormías como si te hubieses tranquilizado. ¿Por qué? Y la esposa explicó: -El masaje me daba una sensación tan agradable que terminé por dormirme. Entonces, vi a un anciano de cabellos y barba blancos, envuelto en una aureola, de aspecto majestuoso como si fuese un dios. Él se me acercaba y me acariciaba con suavidad. Profundamente emocionada, me despertaba y vi que quien me tocaba eras tú. En ese momento, otra vez, llegó el sueño. Y lo mismo sucedió tres veces... Como ya lo expresé anteriormente, a partir de este acontecimiento, la Sra. Shimizu nunca más volvió a sufrir de reumatismo. Pero veamos como sucedió este milagro. Originalmente, Dios es un ser invisible. Sin embargo, en casos como este, en que el amor de una persona hacia otra se vuelve tan intenso hasta el punto de manifestarse “concretamente”, este amor comienza a constituir una especie de “aparato receptor” que capta, de manera concreta, las “vibraciones de amor” emanadas de la Vida de Dios que se “irradian” en el Universo, y hace que ellas aparezcan, asumiendo una determinada imagen. Es exactamente como un aparato de radio que capta las ondas radiales, o de un televisor que capta las ondas electromagnéticas y hace que aparezcan en la pantalla las imágenes de las personas y las cosas. Las ondas electromagnéticas que recorren el espacio, son invisibles a nuestros ojos. Pero mediante el aparato receptor de televisión, ellas se hacen visibles y aparecen en la pantalla en las más variadas formas (personas, animales, objetos, paisajes, etc.). Análogamente, la imagen de Dios, de un ángel, de Kanzeon Bosatsu (Dios de la misericordia), etc., que aparecen en las visiones, son la materialización de las ondas espirituales del Amor de Dios que llenan el Universo. Sabemos que Dios, como “Ley que rige el Universo”, está en todas partes. Su inteligencia Se manifiesta en forma de leyes de la naturaleza y hace que todo el Universo se mueva según un riguroso orden. Sin embargo, recordemos que Dios no es sólo la “Sabiduría” presente en todo el Universo; simultáneamente, Él es el “Amor” presente en todo el Universo; y Se manifiesta no sólo como “Ley”, sino también en forma personificada. En el caso de la pareja Shimizu relatado aquí, lo que sucedió fue la
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manifestación personificada de Dios, de modo semejante a la aparición de una imagen en la pantalla del televisor.
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CAPÍTULO 17
EL PECADO NO EXISTE
Muchas personas afirman que la religión es necesaria porque el pecado existe en el hombre. No obstante, nosotros afirmamos que el hombre no es pecador y que el pecado no existe. Muchos religiosos se oponen a esta afirmación. Pero, si el mundo fue creado por Dios y si Dios es absoluto y perfecto, entonces, el pecado no existe. El pecado no existe porque nunca fue creado. Si existiese el pecado en el mundo creado por Dios, la culpa sería del mismo Dios. Y un ser tan imperfecto no sería Dios. Sin embargo, muchos religiosos insisten en que el hombre es pecador y repiten sin parar: “pecadores..., pecadores...” Si la humanidad pudiese mejorar con la afirmación de que es pecadora, no formularíamos ninguna objeción; pero el hecho es que de este modo jamás mejorará. La idea de que “el pecado existe” está causando incontables enfermedades. Esto se explica como una forma de autocastigo. El Dr. Karl A. Menninger, en su libro O Homem Contra Si Mesmo, destaca los efectos de la autopunición, incluso atribuye la causa de las guerras al deseo inconsciente del autocastigo. Es común a toda la humanidad, la idea de que “el pecador sólo puede pagar sus pecados a través de los sufrimientos”. Por eso, mientras la humanidad no elimine la idea de pecado de su mente, los hombres seguirán castigándose a sí mismos: sufrirán promoviendo guerras, realizando luchas de clase, provocando conflictos en el hogar o contrayendo enfermedades. El citado libro trae una historia interesante. Cierto día un niño jugaba
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inocentemente lanzando piedras, y una de ellas cayó justamente en una imagen de Cristo que había en el parque. “¡Dios mío!, ¡Qué maldad he hecho!”- pensó el niño, sintiendo una terrible culpa. Entonces, quedó grabado muy fuertemente en su subconsciente, la idea acompañada de convicción: “Yo cometí una falta muy grave contra Cristo. ¡Oh! ¡Qué terrible pecado!, ¡Soy un gran pecador!”. Transcurrieron varios años. Cuando ya era adulto, una tarde tomó un tranvía. El sol vespertino se reflejó en la cruz de la torre de una iglesia que brilló ofuscadamente. La intensa luz que venía de esa cruz penetró en los ojos del joven, haciéndole recordar que cuando era niño había dañado con una piedra una imagen de Cristo. El recuerdo no brotó con nitidez a su consciente, pero la idea “yo soy pecador”, que estaba oculta en su subconsciente, fue despertada por la luz que venía de la cruz. Y debido a la conciencia de que el pecador debe ser castigado, él perdió la visión en el mismo instante en que el rayo de luz ofuscó sus ojos. Dios, que es Amor, jamás castigaría a un hombre con la ceguera sólo porque casualmente una piedra cayera en la imagen de Cristo, cuando él, en la infancia, jugaba lanzando piedras. El hecho de que se hubiera quedado ciego no se debe a que fue castigado por Dios, se debe a su propia convicción de que es pecador, y a su idea de castigo según la cual el pecador debe pagar sus pecados mediante sufrimientos e infelicidades. Si se eliminase de su mente la convicción de pecador, sus ojos se curarían. Muchas personas sufren de enfermedades y otras formas de desdichas para castigarse a sí mismas. Como vimos, cuando el hombre mantiene el pensamiento de que él es pecador, inevitablemente llega a perjudicarse a sí mismo. Entonces, es necesario eliminar de la mente de la humanidad la idea de pecado. Religiones y religiosos surgieron para eliminar el pecado, pero será imposible desaparecerlo si ellos continúan insistiendo en la idea del pecado. Cristo nos enseña lo siguiente, en el Evangelio según San Juan: “En el inicio era el Verbo (Palabra), y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Todas las cosas fueron hechas por él y nada de lo que fue hecho se hizo sin él”. La Palabra es creadora. Por eso, si permanentemente hablamos que el pecado existe, él jamás se extinguirá. Por ejemplo, si todo el mundo se dirige a un ex presidiario que ya cumplió su pena y le dice:
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“Usted es un criminal, es un mal elemento, es un pecador...”, él nunca podrá regenerarse. Tendrá dificultades para encontrar un trabajo y no le quedará otra alternativa que volver a delinquir. Según el comentario de un juez, quien estuvo preso y fue condenado varias veces no logra rehabilitarse y, generalmente, vuelve a cometer delitos porque mantiene grabado en su mente el pensamiento de que es un criminal; pero quien obtiene una suspensión de la pena cuando comete un crimen por primera vez, difícilmente vuelve a delinquir. Una vez que recibe la marca de “criminal”, la tendencia es empeorar cada vez más. Hace años leí sobre el caso de un niño llamado Eddie, asaltante de 8 años de edad, recogido en la “Ciudad de los Niños” dirigida por el padre Flannagan. Como no podía ir a prisión por ser menor de edad, fue llevado a esa “ciudad de recuperación”. El padre Flannagan, aun frente a un criminal, no lo veía como delincuente, sino como hijo de Dios y afirmaba: “Tú eres hijo de Dios”. Por el poder de este pensamiento y de estas palabras, él lograba recuperar a los niños delincuentes; pero sus palabras no hacían eco en Eddie. Él le decía “Eddie, tú eres hijo de Dios, tú eres perfecto, eres bondadoso, eres una criatura maravillosa”, pero el niñito se rebelaba: “¡¿Cuál hijo de Dios?!; ¡Yo soy un delincuente!, No soy perfecto, ni bondadoso. Si piensa que me va a ‘engatusar’ con esas tonterías y disparates, está muy engañado!”. El padre Flannagan ya no sabía qué hacer y oró: “Señor, ¿Qué debo hacer para orientar a este niño?” - En ese momento, recibió la inspiración divina y, entonces, le dijo al niño: Eddie, ¿Tú sabes si la obediencia es una cualidad o un defecto?. -Es obvio que la obediencia es una cualidad. ¿Quién no sabe eso?, Sólo que yo no tengo ni una pizca de alguna cualidad porque soy un malhechor. Esta fue la respuesta del niño. Entonces, el padre le respondió: -Eso no es verdad. No existe nadie tan obediente como tú. Si practicaste actos malos, fue simplemente porque tuviste malos “profesores” como delincuentes y malandrines; y actuaste, acatando fielmente, lo que ellos te ordenaban. Si lograste obedecer tan fielmente hasta a los malhechores, es porque tú eres muy obediente. Por lo tanto, es suficiente que tú cambies de profesor. Si tienes un buen profesor, sólo
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podrás ser bueno, pues eres muy obediente. Al escuchar esto, el niño se dio cuenta: “¡Es verdad!, ¡Yo tengo esa cualidad!, ¡Soy obediente! - Yo cumplía fielmente las órdenes de aquel jefe de la banda. Soy obediente, tengo el espíritu de la obediencia dentro de mí. Tengo una cosa buena en mí. ¡Yo no soy malo, no soy un pecador; soy bueno!”. De esta manera, él despertó; cuando percibió que no era un pecador y que tenía cualidades, comenzó a manifestar la Naturaleza Divina que habita en el interior del ser humano, se regeneró, y llegó a ser una persona ejemplar. Esta es una prueba de que, el pecado se extingue cuando el hombre es liberado de la idea de que él es pecador y adquiere la convicción de que posee virtudes que fluyen de su Naturaleza Divina interior.
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CAPÍTULO 18
EL CUERPO CARNAL ES PROYECCIÓN DE LA MENTE
Este caso sucedió en el tiempo en que el Prof. Eizaburo Watanabe vivía en la ciudad de Takada, en la provincia de Niigata. En aquella ciudad había un señor, que aquí trataré como Sr. K, que gozaba de buena reputación, pero que no tenía suerte en el matrimonio, pues se había casado cinco veces y las cinco veces había enviudado. Sus cinco esposas habían fallecido como consecuencia de diferentes enfermedades. Después de la muerte de su quinta cónyuge, el Sr. K se prometió a sí mismo que no volvería a casarse, a no ser que encontrase una mujer con salud de fierro y que nunca hubiese estado enferma. Algún tiempo después un conocido suyo le presentó a una mujer que perfectamente reunía esos requisitos. Era de complexión robusta, irradiaba salud, y además era una persona culta. Al reconocer que no encontraría una mujer más adecuada para él, decidió casarse con ella. Esta dama, que aquí la identificaremos como la Sra. B, era realmente fuerte y jamás se había enfermado. Sin embargo, extrañamente, más o menos después de medio año de matrimonio, tuvo neumonía, luego otitis y la pérdida parcial de la audición. Además padecía de problemas del corazón, útero y riñones. Según el médico, el estado de la Sra. B era muy grave y eran mínimas las posibilidades de que se curara. En aquella época, el Prof. Watanabe daba clases en una escuela agrícola y, al mismo tiempo, trabajaba activamente como profesor de Seicho-No-Ie. Sus conferencias se habían vuelto famosas, porque gracias a ellas muchas personas se habían salvado.
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Incluso, habían sucedido numerosos casos de curaciones milagrosas como el de un paralítico que había vuelto a caminar y el de un ciego que había recuperado la visión. Cada vez que oía hablar de las maravillosas conferencias del Prof. Watanabe, la Sra. B sentía que aumentaba su deseo de conocerlo y escuchar personalmente sus explicaciones sobre la Verdad. Hasta que, finalmente, decidió invitarlo a su casa. Entonces, una cierta noche, el Prof. Watanabe se dirigió a la residencia de la familia K para dar orientación psicológica a la Sra. B. Ella se encontraba en cama con una fiebre muy alta, pero aun así, le pidió al profesor que le hablase de la Verdad. Entonces, él comenzó a explicarle: -La neumonía tiene como verdadera causa la desarmonía conyugal. El cuerpo carnal es proyección de la mente y el estado que presenta el cuerpo es “manifestación simbólica” del estado mental. Como todos saben, en el cuerpo humano hay dos pulmones: el izquierdo y el derecho. Pues bien, el izquierdo representa el polo positivo y simboliza al marido; mientras que el derecho representa el polo negativo y simboliza a la mujer. Los problemas surgen cuando hay desarmonía entre el positivo y el negativo. Cuando la pareja no está con la “respiración” (relación) armonizada surgen averías en el órgano respiratorio. Neumonía es la inflamación del pulmón y la inflamación se caracteriza por la fiebre. La fiebre (el calor) es consecuencia del conflicto entre lo positivo y lo negativo. En realidad, los cónyuges deben vivir reverenciándose mutuamente. Sin embargo, usted desprecia a su esposo y no le brinda atención. Por eso, contrajo esta enfermedad. Trate de reverenciar más a su esposo. La Señora B reaccionó violentamente a las palabras del Prof. Watanabe, y mojando la almohada con sus lágrimas de contrariedad, exclamó: -¡¿Cómo usted me puede decir eso?!, ¡¿Cómo puede decirme que no me dedico suficientemente a él?, ! ¡Sepa usted que yo contraje esta neumonía por ser demasiado abnegada con él!. Mi esposo tiene aventuras con otras mujeres y pasa todo el tiempo bebiendo en la compañía de ellas. Llega tarde a casa y me miente diciendo que cenó con clientes. Además, me parece que tiene una amante en alguna ciudad vecina, pues a veces, vuelve en el tren de la una o de las dos de la madrugada. Yo quise corregirlo con mi dedicación; por eso, yo misma iba a recibirlo a la estación. Muchas noches caminé
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hasta allá, a pesar de la nieve que caía, del viento helado que me daba en el rostro o de la gripe que me debilitaba. ¡Fue por eso profesor que me he enfermado y estoy con neumonía! Me enfermé porque me dediqué demasiado a mi esposo. ¡Y usted me dice que no he sido abnegada! ¡Oh! ¡Es demasiado!... La Sra. B hablaba con la voz entrecortada por los sollozos. Entonces, el Prof. Watanabe le respondió en tono alentador: -Pero ¿Qué palabras son estas? Dice que “decidió corregir a su esposo con su dedicación” ¡Sus palabras indican que usted cree ser superior a su esposo; y lo descalifica, por considerarlo inferior! ¿Usted piensa que un hombre se pueda sentir bien en su hogar, percibiendo que su esposa se cree superior a él; y que siempre, íntimamente, lo desaprueba? ¿No es natural que él prefiera estar lejos de casa, en compañía de alguien que no tenga actitudes de crítica o desaprobación? Así, le explicaba detallada y pacientemente el Prof. Watanabe, pero la Sra. B acometida de una crisis de nervios lloraba convulsivamente y no podía comprender el significado de esas palabras. Como no paraba de llorar, él pensó que sería mejor retirarse. Pero antes le entregó el libro titulado La Verdad de la Vida, diciéndole: -Usted está demasiado alterada para comprender lo que deseo decirle. Por eso, voy a dejarle este libro, para que lo lea cuando esté más tranquila. Le ayudará mucho... Aun después de que el Prof. Watanabe salió, la Sra. B continuó llorando por algún tiempo. Pero en su mente agitada e insomne, las palabras del Prof. Watanabe comenzaron a resonar con claridad, y ella se sintió motivada a leer el libro que le había dejado. A medida que lo leía, se sentía como magnetizada por su contenido. Había allí muchas cosas que la tocaban profundamente, que la hacían reflexionar... Había amanecido. La puerta se abrió; y entró la empleada, llevando la bandeja con el desayuno. En ese momento, se dio cuenta de un hecho sorprendente: su oído izquierdo, que no oía debido a la otitis provocada por la fiebre altísima que acompaña a la neumonía, captó claramente las palabras de la empleada. -¡Es milagroso! -pensó la Sra. B. -Hasta ayer, vivía en conflicto con mi esposo. Pero al leer el libro La Verdad de la Vida, me di cuenta que yo era demasiado orgullosa e incapaz de comprenderlo realmente. Me arrepentí y me prometí a mí misma que me
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esforzaría en ser más dócil y trataría de envolverlo con más amor y comprensión. Pienso que fue en ese momento que mi oído izquierdo recuperó la audición. Esto quiere decir que no es una mentira la filosofía de la Imagen Verdadera, la cual predica que el cuerpo carnal es proyección de la mente... Entusiasmada, la Sra. B comenzó a leer repetidas veces el libro La Verdad de la Vida. En pocos días, la neumonía que casi la había llevado a la muerte, comenzó a ceder; y lo mismo sucedió con las demás complicaciones. Cuando el agradable calor de sol primaveral ya se hacía sentir hasta en aquella región de clima frío, la Sra. B había mejorado tanto que ya podía salir a pasear. En aquellos días llegó a la ciudad de Takada, el profesor Midori Kaneko enviado por la Sede Central de Sei- cho-No-Ie. Al ser informada de que una reunión de adeptos de Seicho-No-Ie se iba a realizar en un auditorio cercano a su casa, ella decidió participar. Finalizada la conferencia del Prof. Kaneko, muchas personas se acercaron a él para hablar de sus problemas personales, enfermedades, etc. Entre ellas, estaba una joven señora con su hijo de aproximadamente seis años de edad que no podía caminar normalmente porque tenía las piernas defectuosas. -Profesor, ¿Cuál es la causa de la anormalidad de mi hijo? -preguntó ella. -¡Es la desarmonía conyugal! -respondió el profesor, subiendo el tono de la voz. Los hijos son como espejos que reflejan la mente de los padres. Y perciba que la mente de la madre es la que más nítidamente se refleja en ellos. Dígame, ¿Usted no se lleva bien con su esposo? Pues sepa que el lado izquierdo simboliza al marido, y el derecho simboliza a la esposa. Como usted y su esposo viven peleando, esa desarmonía se manifiesta en su hijo en la forma de ese defecto en las piernas que no le permite caminar armoniosamente. Usted necesita comprender que la esposa debe ser dócil, ser capaz de anularse cuando es necesario, y aceptar serenamente las palabras del esposo... Puede estar segura de que cuando usted y su esposo dejen de discutir, ¡su hijo se curará!. La Sra. B escuchaba pensativa estas palabras que el Prof. Kaneko le dirigía en tono enérgico a aquella joven madre. “Usted necesita comprender que una esposa debe ser dócil, ser capaz de anularse cuando es necesario y aceptar serenamente las palabras del esposo”. Estas palabras fueron las que más profundamente penetraron en el corazón de
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la Sra. B. Las sintió como si hubiesen sido dirigidas especialmente a ella. Al terminar la reunión, todos se levantaron y comenzaron a salir del salón. El niño con las piernas defectuosas también se puso de pie ayudado por su madre y comenzó a caminar. Pero al llegar a la puerta, sus pies se enredaron y cayó. Inmediatamente la madre lo ayudó, dándole las manos para que le sirviera de apoyo. El niño dio dos o tres pasos y, repentinamente, gritó con asombro y alegría: -¡Mira mamá!, ¡Puedo caminar perfectamente!. ¡Era verdad!. Hasta hacía algunos instantes él no podía andar bien, pisando firmemente en el suelo, porque sus dos piernas estaban chuecas debajo de las rodillas. Pero ahora él estaba caminando con pasos firmes. Las personas que ya se estaban retirando, regresaron para presenciar la escena, y decían maravilladas: “Realmente, el cuerpo carnal es proyección de la mente...”, “Ahora creo que la enfermedad de un niño realmente es el reflejo del estado mental de los padres”, etc. A su vez, la Sra. B las escuchaba intensamente impresionada. Hasta ese momento, la Sra. B todavía no tenía una fe realmente sólida en las enseñanzas de Seicho-No-Ie, a pesar de que se estaba restableciendo rápidamente desde que había comenzado a leer La Verdad de la Vida. No le parecía del todo improbable que tal hecho sólo fuese una casualidad, es decir, que su enfermedad ya estuviese por ceder, independientemente de la lectura del libro. Pero, al ver con sus propios ojos la curación de aquel niño que sucedió cuando la mente de la mamá se transformó, comprendió que hasta las deformidades físicas, consideradas incorregibles, se pueden curar a través de la mente; y entonces, su fe en las enseñanzas contenidas en La Verdad de la Vida se volvió realmente sólida. Al llegar a casa, habló con su esposo y le dijo lo que había intentado decirle desde hacía algún tiempo: -¡Querido! Durante todos estos años, yo viví criticándote y desaprobándote mentalmente. Pero después que leí La Verdad de la Vida comencé a cambiar. Hoy, asistí a una reunión de Seicho-No-Ie, y gracias a sus enseñanzas, finalmente comprendí que, en realidad, yo estaba equivocada. Te pido que me perdones por lo que hice... Si una mujer orgullosa como ella hablaba de esa forma era porque estaba realmente arrepentida desde el fondo del corazón.
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-Tu manera da hablar me conmueve... -respondió el esposo, emocionado. A partir de ese día la pareja comenzó a vivir muy armoniosamente. También, hubo una gran transformación en los tres hijastros de la Sra. B, que hasta ese momento la trataban con cierta frialdad, iban mal en los estudios y siempre estaban enfermos. Ellos comenzaron a tratarla como a una madre verdadera, mejoraron en sus estudios, y se volvieron saludables.
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CAPÍTULO 19
LA DESARMONÍA DE LOS PADRES TAMBIÉN ES EL REFLEJO DE LA MENTE DE LOS HIJOS En cierta ocasión, conocí a una linda jovencita llamada Ayame Enomoto que vivía en una ciudad de la Provincia de Wakayama. Para describir su belleza, yo diría que me hacía recordar la imagen de una monja solitaria, tal era la pureza y el aire de soledad que la envolvía. La fisonomía es el reflejo de la mente; por eso, cada persona “manifiesta” una belleza particular, según su mente. En el caso de la Srta. Ayame, su belleza y el aura de soledad que la envolvía reflejaban su deseo de mantenerse apartada del mundo que ella consideraba lleno de impurezas. Este deseo de fuga tenía como causa la desarmonía entre sus padres. Muchas veces, ellos llegaron a discutir acaloradamente delante de las hijas. En las riñas de parejas quien termina la discusión con una victoria aparente es casi siempre el hombre. Era también lo que sucedía con los padres de la Srta. Ayame. En esas ocasiones, la madre se dirigía a las hijas y les decía que su padre era un tirano, un malvado, etc. La Srta. Ayame sentía que su corazón se partía al ver la desarmonía entre sus progenitores. Cada vez que su madre se quejaba de las arbitrariedades de su padre, más la joven se convencía de que esposo y esposa eran eternos enemigos, y que la vida conyugal significaba una batalla sin fin. Generalmente, las jóvenes que crecen en un ambiente doméstico como el descrito terminan por crear aversión al matrimonio. La vida conyugal de los padres influye decisivamente en el destino de los hijos. Por lo tanto, si los padres aman verdaderamente a sus hijos deben
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vivir armoniosamente y nunca discutir frente a ellos. Finalmente, la Srta. Ayame perdió todas las esperanzas con relación al matrimonio; y abandonó totalmente la idea de casarse, y ser sustentada por un hombre. Decidió ser profesora y llevar una vida libre e independiente. Hizo el curso normal y tan pronto se licenció, comenzó a dar clases en una escuela primaria. Por esa época, ella estaba aprendiendo tanka (género de poesía japonesa compuesta de 31 sílabas) con un profesor llamado Michio Hibino, editor de una revista especializada. Un día, después que terminó la clase de tanka, permaneció un momento más charlando de diferentes asuntos con el profesor y su esposa, y a cierta altura de la conversación, habló de los problemas de su familia. “Mi madre ha sufrido mucho; mi padre es un hombre obstinado, intransigente y despótico” -dijo ella. La esposa del Prof. Hibino la observó con una expresión mezcla de compasión y profundo interés. Cuando la Srta. Ayame se despedía, la Sra. Hibino le pidió que la esperase un momento, y fue a buscar un libro en el estante. Regresó con uno de pasta negra y se lo entregó, diciéndole: -Te voy a prestar este libro. Te va a gustar. Contiene mensajes maravillosos... Como esta pareja acostumbraba prestarle libros de poesía (tanka), la Srta. Ayame pensó que también fuese uno más de aquellos. Sin embargo, al llegar a casa lo observó detenidamente, notó que se titulaba La Verdad de la Vida, y que la palabra “Dios” era mencionada con mucha frecuencia en sus páginas. “¡Se trata de un libro de religión!”pensó la joven desinteresadamente, y lo dejó guardado en el estante junto con los demás. Transcurrida una semana, un día que no tenía nada que hacer y estaba un poco aburrida, recordó aquel libro y lo retiró del estante. Comenzó a leerlo con mucha atención; a medida que avanzaba su interés fue aumentando, se sintió como magnetizada, pues allí estaba la respuesta a aquella pregunta, que vivía haciéndose a sí misma y nunca había sabido responder: “¿Cuál es la finalidad de la vida? ’ ¡Qué claras estaban en aquellas páginas todas las respuestas a las dudas que la venían atormentado desde hacía tanto tiempo! Eufórica, llamó a su hermana: -¡Este libro es magnífico, hermana! ¡Aquí hay cosas maravillosas! Escucha. Voy a leerte algunos trechos.
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Comenzó a leer y la hermana la escuchó con gran interés. Y así, gracias a la lectura de este libro, las dos jóvenes iban conociendo el verdadero objetivo de la vida y sintiendo una gran alegría en el alma. Conforme proseguía la lectura de La Verdad de la Vida, se iba procesando una gran transformación en la mente de la Srta. Ayame. Hasta entonces, sus sentimientos con relación al padre eran de crítica y rechazo, porque lo consideraba un hombre intransigente, obstinado y tirano, que atormentaba a la familia. Allí comenzó a darse cuenta que la obstinada e intransigente era ella misma y no su padre. Comprendió que todo cuanto sucede en la vida de un individuo es el reflejo de su propia mente. Comprendió que este mundo está formado por vibraciones semejantes a las ondas de radio, y de esta manera, las personas y cosas cuyas “ondas” no se sintonizan con nuestra mente no pueden acercarse a nosotros. Aunque por ventura ellas se aproximen, nosotros no las podemos captar. En otras palabras, si logramos sentir o ver determinados aspectos de las personas o cosas que nos rodean, es porque estos aspectos existen también en nosotros, es decir, nuestras “ondas” se sintonizan con las suyas. Eso fue lo que la Srta. Ayame llegó a comprender a través de la lectura del libro La Verdad de la Vida. Reflexionó sobre su actitud con su padre, y reconoció que en ciertos aspectos, era mucho más obstinada e intransigente que él. Recordó hasta lo que había sucedido hacía algún tiempo: Su padre, al ver el anuncio de un libro de Seicho- No-Ie (en aquella ocasión ella no había prestado atención, pero ahora recordaba que se trataba del mismo libro La Verdad de la Vida) se interesó y le dijo: “Me parece que es un libro maravilloso. ¿No podrías ir a la librería y comprarme uno?” "Mi papá creyó sinceramente en aquel anuncio con la simplicidad de un niño. Sin embargo, yo le repliqué: ‘Mira, papá, ese libro debe ser uno más de aquellos llenos de tonterías’. Resistiéndome al pedido de mi padre no fui a comprar el libro. Finalmente, ¿quién es más obstinado e intransigente? Debo admitir que en aquel momento yo fui más obstinada e intransigente que él. A pesar de que ni conocía el libro La Verdad de la Vida afirmé que se trataba de un libro lleno de tonterías. ¿No fui más arbitraria, prepotente y obstinada? Entonces, como reflejo de mi mente, mi padre manifestó ante mí la imagen de la arbitrariedad, prepotencia y obstinación. ¡Oh! ¡Papá, perdóname! En
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verdad, tú siempre has sido un hombre bueno, de corazón simple y sincero. Pero como mi mente era terca e intransigente, Dios me quiso llamar a la reflexión y conducirme a la salvación. Por eso, usó a mi padre como intermediario e hizo que en él se reflejaran mis defectos. Y yo en lugar de analizarme, vivía criticándolo, juzgándolo obstinado e intransigente. ¡Perdón, papá! Ahora sí, puedo verlo como un padre bueno y amoroso”. En una oración silenciosa, la Srta. Ayame dirigió a su padre estas palabras de sincero arrepentimiento; mientras, también diseñaba mentalmente su imagen llena de bondad. A partir de ese momento, comenzaron a ocurrir cosas milagrosas. La figura del padre terco e irreductible que vivía atormentando a la madre, desapareció por completo; y, en su lugar, surgió la figura de un padre de familia bueno y amoroso. Se terminaron las discusiones de la pareja y el hogar de la Srta. Ayame se transformó en un paraíso lleno de felicidad. Su hermana, que desde hacía mucho tiempo venía padeciendo de gastroptosis, se curó totalmente. Como consecuencia, sus cabellos que estaban resecos y rojizos, posiblemente por la desnutrición, recobraron su antiguo brillo y se volvieron negros y brillantes. Realmente, el cuerpo carnal es la proyección de la mente. Además de gastroptosis, esta joven sufría de “fobia a los microbios”. Aun después de haber leído La Verdad de la Vida, le tomó algún tiempo más liberarse de ese miedo mórbido a los microbios, pero también terminó sanándose de este mal. Sobre esto hablaré en otra oportunidad.
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CAPÍTULO 20
CÓMO PROTEGER LA SALUD DE LOS HIJOS
En la escuela donde la Sita. Ayame Enomoto trabajaba, había un profesor apellidado Otani. El matrimonio Otani tenía varios hijos -cuatro o cinco- pero todos eran frágiles, tanto que continuamente enfermaban. Preocupado con la salud de sus hijos, el Prof. Otani consultaba libros sobre tratamientos caseros, secretos de salud, etc., y mantenía en su casa un enorme stock de complejos vitamínicos de moda, porque los adquiría por docenas para abaratar su costo. Para que se formen una idea de la cantidad de frascos y cajas de pastillas, basta decir que los compartimientos del estante de su casa estaban más llenos que los de las pequeñas farmacias. Pero, a pesar de tomar tantos remedios y vitaminas, sus hijos siempre estaban débiles y enfermos. Cuando se enteró de los problemas del Prof. Otani, la Srta. Ayame se apenó mucho y quiso ayudarlo de alguna manera. Pensó que la lectura del libro La Verdad de la Vida sería muy beneficioso para la pareja Otani, y prometió prestárselo al día siguiente. Justamente en la mañana del día siguiente, una cosa muy extraña le sucedió a la Sra. Otani. Ella estaba en la cocina, pasando de la olla a la fuente, el arroz que acababa de cocinar. Al mirar distraídamente hacia el vapor que subía de la fuente llena de arroz humeante, vislumbró la imagen de un anciano de cabellos y barbas muy blancos. “Qué raro...” -pensó la Sra. Otani. El anciano de cabello y barba blancos la miraba atentamente desde el vapor, con una mirada infinitamente bondadosa. “¿Estaré soñando con los ojos
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abiertos?” -pensó la Sra. Otani que continuaba observando la imagen. Luego, entró un poco de viento por la ventana y el vapor comenzó a disiparse. Y juntamente con el vapor, también se disipó la imagen del anciano. En la tarde, tan pronto como llegó a su casa, el Prof. Otani le entregó a su esposa un pequeño paquete diciéndole: -Se trata del libro La Verdad de la Vida que la profesora Enomoto había prometido prestarme. Inmediatamente, la Sra. Otani abrió el paquete y comenzó a hojear el libro. En la página que abrió al azar, leyó algo sorprendente: “A veces, el Ángel de Seicho-No- Ie aparece a los hombres en la forma de un anciano de cabellos y barbas blancos, largos, vistiendo una túnica blanca hasta los pies. Originalmente, Dios no tiene forma, pero tiene el poder de manifestarse libremente mediante las más variadas apariencias, conforme cada circunstancia, para elevar la fe de los hombres. A esas formas se le da el nombre de aparición divina". Era lo que resumidamente estaba escrito en aquella página que la Sra. Otani abrió. El haber abierto justamente aquella página, entre las cuatrocientas y tantas que tenía el libro, era demasiado extraño para que pudiera ser considerado una simple casualidad. Era como si estuviese allí la explicación de la imagen del anciano de cabellos y barbas blancos que vio en la mañana. “Fue Dios, el creador del Universo, que apareció delante de mí en la forma de Ángel de Seicho-No-Ie para conducirme a la salvación. Sí... ¡yo vi una aparición de Dios!- Este pensamiento permanecía en la mente de la Sra. Otani, mientras leía con más fervor La Verdad de la Vida. A medida que iba leyendo, sus “ojos espirituales” se fueron abriendo, y finalmente comprendió que el hombre es originalmente “hijo de Dios”, inmune a las enfermedades; que el cuerpo carnal no es simple materia, sino la proyección de la mente, y de esta manera, cuando ocurre una transformación total de la mente y desaparecen todos los pensamientos equivocados también desaparecen las dolencias; que las enfermedades se manifiestan en el cuerpo cuando la persona “agarra” en la mente la idea de la enfermedad; y que la enfermedad de los niños es el reflejo de la mente de los padres. La Sra. Otani comprendió que lo que estaba “reteniendo” las enfermedades de sus
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hijos era justamente su idea de que “ellos eran débiles por naturaleza y necesitaban tomar muchos remedios y tónicos”. Entonces, decidió deshacerse de todos los medicamentos que todavía mantenía en su casa. Sorprendentemente, desde ese día los niños no se enfermaron más. Pero por favor, no interpreten equivocadamente el caso que acabo de relatar. No me habrán comprendido correctamente si ustedes comienzan a difundir que “Masaharu Taniguchi dice que las enfermedades sanan cuando se abandonan los remedios”. Lo que yo quise destacar fue el hecho de que la Sra. Otani alcanzó la verdadera conciencia de que “el hombre es hijo de Dios”, y como consecuencia, de manera muy natural, llegó al estado espiritual capaz de prescindir de los remedios. Como vemos, lo importante es la conciencia de que “el hombre es hijo de Dios”. Cuando las personas alcanzan esa conciencia, esta se manifiesta naturalmente en su modo de proceder. Fue por eso que la Sra. Otani pudo deshacerse de todo aquel stock de fármacos con tanta naturalidad. Pero no debemos interpretar equivocadamente el caso de la Sra. Otani, y pensar que “cualquier persona se curará si deja de tomar remedios”. El mismo procedimiento, cuando no es acompañado de la conciencia verdadera, puede hasta producir efectos negativos. “El hombre no es materia, no es cuerpo carnal, es la grandiosa Vida eterna inmanente en el cielo y en la tierra que se manifiesta aquí, ahora”. Cuando despertó a esta Verdad y comprendió que era su mente en ilusión, constantemente afligida y preocupada, que estaba reflejándose en sus hijos y que los hacía manifestar enfermedades, decidió abandonar las preocupaciones y deshacerse de todo aquel arsenal de remedios. Gracias a esta transformación mental, sus hijos dejaron de enfermarse y se volvieron saludables. Inmensamente grata a la Srta. Ayame por haberla ayudado a comprender la Verdad, la Sra. Otani fue a decirle: -Gracias a ti Ayame, se terminaron las enfermedades en nuestra casa. Tú salvaste mi hogar y me gustaría mucho retribuirte por todo el bien que nos ha hecho. Sabes, estuve pensando en conseguirte un buen novio... Déjame buscarte un buen partido, ¿está bien? Dime, qué tipo de joven te gustaría... La respuesta de la Srta. Ayame fue realmente digna de admiración:
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-Sra. Otani, si me presentan un joven que Dios creó como “la otra mitad de mi alma”, yo lo aceptaré de todo corazón, aunque él no tenga ni un centavo o sea portador de algún defecto físico. Ese era un estado espiritual realmente admirable, que pocas personas logran alcanzar. En una ocasión como esa, la mayoría de las jóvenes pediría un novio con condiciones como esta: “Mi futuro esposo tiene que ser un joven profesional egresado de una de las mejores universidades del país”, “Sólo me voy a casar con un joven que perciba mensualmente una buena cantidad de dinero, etc.”. Cuando creamos estos y otros requisitos es muy difícil unirnos con nuestra “otra mitad”. Aunque nuestra "otra mitad” se esté acercando, no podrá llegar hasta nosotros si insistimos en las condiciones creadas por nuestro “yo”, lo que equivale a levantar a nuestro alrededor un muro muy difícil de ser traspuesto. De este modo, a pesar que nuestros amigos intenten presentarnos alguien (que podría ser justamente nuestra “otra mitad”), las cosas no saldrán bien. Por eso, es fundamental tener la mente libre de egoísmo, la mente que no crea requisitos. Era exactamente ese el estado espiritual de la Srta. Ayame al decir que, si le fuese presentado un joven que era la “otra mitad de su alma”, lo aceptaría aunque no tuviese ni un centavo o fuese portador de algún defecto físico. Fingiendo enojarse, la Sra. Otani replicó: -¿Qué es eso, Ayame? ¿Piensas que no soy capaz de encontrar un joven maravilloso para ti? A partir de ese día, la Sra. Otani comenzó a orar fervorosamente pidiéndole de esta forma a Dios: “Oh Señor, haz que yo encuentre la ‘otra mitad del alma’ de la Srta. Ayame, que en verdad, ya le está destinada y se encuentra en algún lugar de este mundo”. La Sra. Otani siempre que efectuaba la Meditación Shinsokán tenía el don especial de lograr rápidamente la concentración espiritual. Según ella misma relata, ya sucedió que durante la concentración espiritual veía la imagen de Kanzeon Bosatsu (Dios de la misericordia en el Budismo) y hasta mi imagen, antes de conocerme. Un día, que había orado fervorosamente para encontrar la “otra mitad del alma” de la Srta. Ayame y mantenía su mente en un estado de completa serenidad, sintió que sus “ojos
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espirituales” se abrían y vio surgir la escena de una ceremonia matrimonial. Primero, los novios estaban de espaldas. Después, se voltearon hacia ella. La novia era la Srta. Ayame y el novio era un joven desconocido, de aspecto distinguido que usaba lentes. ¡Ah! Entonces este es el joven que está destinado a la Srta. Ayame desde el principio...”, pensó la Sra. Otani y comenzó a buscar un joven con el mismo aspecto de aquel que ella había visto durante la Meditación Shinsokán. Finalmente lo encontró y se lo presentó a la Srta. Ayame. Todo salió bien y, después de algunos meses, se fijó la fecha de la boda. Los esposos Otani fueron invitados a ser los padrinos. Cuando llegó el día y asistieron al local de la ceremonia, la Sra. Otani se sorprendió, porque la escena que estaba viendo era exactamente igual a la que había visto durante la Meditación Shinsokán. Los colores y los estampados del kimono y obi (faja larga que acompaña al kimono) de la novia; el orden en que estaban dispuestos los invitados; en fin, todo era exactamente igual a la visión que ella había tenido... Este hecho nos conduce a la comprensión de que todas las cosas que se manifiestan en este mundo suceden primero en otro mundo, el cual puede ser visto a través de los “ojos de la mente” durante una intensa concentración espiritual. Todo lo que aparece en este mundo es la proyección de lo que existe en la otra dimensión. En otras palabras, este mundo fenoménico está constituido de imágenes proyectadas del mundo mental; es un mundo semejante a la “proyección cinematográfica”. Para que las imágenes sean proyectadas en una pantalla cinematográfica es necesario que haya un filme a ser proyectado. El mundo que corresponde al “filme cinematográfico” a ser proyectado es un mundo que ya existe antes de manifestarse fenoménicamente y que, a veces, puede ser visto durante una intensa concentración espiritual, cuando la persona está con los “ojos carnales” cerrados, como sucedió con la Sra. Otani. Ella no vio esa escena con sus “ojos camales”, pues estos estaban cerrados; sino con sus “ojos de la mente”. Un mundo visible a los “ojos mentales” es, con toda seguridad, un mundo formado por vibraciones mentales. Esto nos lleva a deducir que antes de que se manifieste en el mundo físico, existe el “mundo formado por vibraciones mentales”, el cual en la comparación mencionada anteriormente, correspondería al “filme cinematográfico” a ser proyectado en la pantalla.
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Por lo tanto, llegamos a la conclusión de que si queremos mejorar este mundo físico, debemos, en primer lugar, mejorar el “mundo de las vibraciones mentales”. Mientras estemos odiando, maldiciendo u ofendiendo al prójimo en ese “mundo de las vibraciones mentales”, será inevitable que aparezcan esos estados desarmoniosos también en este mundo físico en que vivimos. Por consiguiente, vamos a armonizar nuestra mente y a construir el paraíso aquí mismo en este mundo.
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CAPÍTULO 21
CÓMO ELIMINAR LAS FRUSTRACIONES ÍNTIMAS
En el capítulo precedente, vimos que cuando la señora Otani dijo que iba a conseguir un novio para la Srta. Ayame y le preguntó cómo lo deseaba, la joven respondió: “Si se trata del hombre que Dios me destinó como la otra mitad de mi alma, yo lo aceptaré de todo corazón, aunque no tenga un centavo o tenga algún defecto físico”. Pero el joven que le presentaron y con quien ella se casó no era ni pobre ni defectuoso. Era un joven de futuro prometedor, graduado en ingeniería en la Universidad de Waseda, con un buen trabajo en el Departamento de Electricidad en la Prefectura de Tokio. Como ya dije, no tenía ninguna deficiencia física grave, pero sufría de un pequeño problema de salud: debido a una rinitis persistente se veía obligado a sonarse la nariz cada 10 ó 15 minutos. Claro que no era una molestia seria que obligue a alguien a permanecer en la cama, pero no dejaba de ser un mal crónico que lo incomodaba bastante. Además de ese problema, el marido de doña Ayame tenía el hábito de fumar y beber. Si bien eso es común y no constituye un defecto, ella se preocupaba mucho. Como creía en las enseñanzas de Seicho-No-Ie, según las cuales “todo lo que sucede a nuestro alrededor es la concretización de lo que creamos en nuestra mente”, pensaba que tanto la enfermedad como los hábitos de su marido eran reflejos de su actitud mental. Estaba segura de que era suficiente que ella transformase su propia mente para que desapareciesen las dificultades de su esposo. Por eso, dejó de
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encarar el aspecto fenoménico del caso y comenzó a contemplar, con los “ojos de la mente”, sólo su Imagen Verdadera, “libre de enfermedades y vicios”. En circunstancias semejantes, muchas esposas buscarían eximirse de la responsabilidad diciendo: -Si la enfermedad y los vicios de mi esposo hubiesen surgido después de nuestro matrimonio, tal vez, podrían ser reflejo de mi mente. Pero ya que todo esto viene desde el tiempo en que él era soltero, no puede tener ninguna relación con mi actitud mental. Pero ella no pensó así. Entendió que si el hombre que llegó a ser su esposo sufría de rinitis y tenía los vicios del cigarro y la bebida debería ser porque ella misma tenía ondas mentales que “sintonizaban” con aquella enfermedad y aquellos vicios. De esta manera, meditó seriamente, y se esforzó para descubrir y eliminar todo y cualquier pensamiento equivocado que pudiese existir en su mente. Esta actitud es realmente admirable. Diariamente, practicaba la Meditación Shinsokán y con los “ojos del alma” contemplaba firme e intensamente el aspecto verdadero de su esposo: un hijo de Dios perfecto, sin ninguna enfermedad ni vicio. En un corto período de tiempo, su esposo se curó de rinitis y abandonó el hábito de beber. Pero del cigarro no lograba liberarse. Cierto día, al leer el libro La Verdad de la Vida, reparó en la siguiente frase: “el humo es una especie de droga, a la que muchas personas acuden para aliviar alguna aflicción o para “entorpecer” y olvidar, por un momento, sus frustraciones...” Esto la dejó muy pensativa. “Si mi esposo no se siente realmente satisfecho, ¿no será porque yo no he sido capaz de corresponder plenamente a sus expectativas? o ¿me falta el verdadero amor que haga que mi alma se funda con la de él y le proporcione la alegría total?” Con estas reflexiones, ella proseguía la lectura de La Verdad de la Vida decidida a corregirse con la ayuda de las enseñanzas allí contenidas. En uno de los capítulos está escrito que el “principio masculino” (polo positivo) y el “principio femenino” (polo negativo) son manifestaciones de una única Vida: Dios, por lo tanto, son una sola vida y no vidas distintas. En aquel momento, comprendió que la “Vida” que se aloja en el esposo y la “Vida” que se aloja en la esposa “son originalmente una Vida” y que ella y su
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esposo eran “el hombre eterno” y “la mujer eterna” que están aquí, ahora, juntos para manifestar la gloria de Dios. Esa comprensión le vino repentinamente, tal como una inspiración, una señal de los cielos o un destello y penetró en lo más recóndito de su alma. ¡Oh! Ahora sé que la Vida de mi esposo y mi Vida son originalmente una sola e inseparables. Yo soy parte de él y él es parte de mí, juntos formamos un todo”. Cuando comprendió esto, una inexpresable alegría -profunda y sublime- que fluía como de una fuente inagotable, invadió todo su ser. Al día siguiente, su esposo un tanto perplejo expresó: -Es extraño... Creo que el sabor de este cigarro cambió. No le estoy sintiendo el mismo gusto... Tal vez, alguien piense que es imposible que la transformación de la actitud mental de la esposa influya tanto en el marido, al punto de que él sienta que el sabor del cigarro cambió. Pero eso puede suceder -como de hecho sucede- y es perfectamente explicable: como todos saben, la mente humana es muy compleja. Además del “consciente”, que es más o menos superficial, existe el “subconsciente”. Y en las camadas más profundas de nuestro “subconsciente” se quedan escondidos los más variados y complicados problemas emocionales. Estos se transmiten a las personas que amamos debido a la estrecha relación entre su subconsciente y el nuestro. En el caso de Ayame, esa persona querida era su esposo. Durante la infancia y la adolescencia, doña Ayame presenció, repetidas veces, las violentas discusiones entre su padre y su madre, y esto hizo que fijase fuertemente en las camadas más profundas de su subconsciente, la idea de que “esposo y esposa hombre y mujer- son eternos enemigos y mantienen una lucha sin fin...”. Así, a pesar de amar realmente a su esposo y de esforzarse sinceramente para proporcionarle la máxima felicidad, ella no había logrado eliminar totalmente de su subconsciente la idea de la “eterna lucha entre el hombre y la mujer”. Sin embargo, al leer aquel trecho del libro La Verdad de la Vida, comprendió que esposa y esposo, aunque estén manifestados en este mundo fenoménico como dos personas distintas, originalmente es un solo ser. En otras palabras, son “el hombre
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eterno” y “la mujer eterna” que constituyen una sola persona. Cuando se concientizó de esto, su subconsciente se “purificó” totalmente. Desapareció completamente la idea de la “eterna enemistad entre el hombre y la mujer” que hasta entonces venía causando conflicto entre su subconsciente y el de su esposo. Gracias a esta transformación ocurrida en su mente, se estableció una total armonía entre ella y su esposo, y comenzó a existir entre ellos una perfecta comprensión, incluso a nivel de las camadas más profundas del subconsciente de ambos. Y al desaparecer totalmente aquella vaga sensación de ansiedad que existía en la mente del esposo, él dejó de sentir la necesidad de engañarse a sí mismo, es decir, de intentar olvidar aquella inquietud íntima con la ayuda de la “droga” llamada nicotina que estaba contenida en el humo. Fue por eso que el gusto del cigarro le pareció que había cambiado -ya no le agradaba como antes. Pero por hábito, continuó llevando un paquete de cigarros en el bolsillo y fumando la misma cantidad. Así ocurrió durante aproximadamente una semana. Un día, tan pronto él llegó a casa, dijo: -¡Imagínate querida! Hoy perdí mi cajetilla de cigarros. Debe haberse caído en algún lugar. Lo interesante es que hace ya algún tiempo no sentía el menor deseo de fumar. Me parecía que los cigarros habían cambiado de sabor... Sólo seguí fumando por fuerza del hábito. Creo que Dios resolvió esconder los cigarros, al ver que yo ya no los necesito. Si bien el esposo de doña Ayame manifestó esto en tono de broma, a partir de ese día abandonó el vicio de fumar. Como vemos, tanto la enfermedad como los vicios de un hombre pueden desaparecer completamente cuando la mente de su esposa se transforma. Pero si esa transformación es incompleta y no se extiende a las camadas del subconsciente, el resultado no será notorio. Es esencial que se solucionen completamente los complicados problemas emocionales reprimidos en las camadas más profundas del subconsciente, los cuales en el psicoanálisis reciben el nombre de “complejos”. Estos “complejos” desaparecen cuando la persona alcanza la comprensión de la Verdad. Sin embargo, hay personas que no logran librarse de sus complejos, por más que lean los libros que hablan de la Verdad. Generalmente, es porque todavía no llegó el momento
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oportuno o porque falta la seriedad y la dedicación necesarias para asimilar la Verdad. Por encima de todo, es necesario enfrentar los problemas seriamente como lo hizo Ayame. No debemos ser como muchas personas que en circunstancias similares dicen: “Mi esposo ya tenía ese vicio antes de casarse conmigo. ¿Qué tengo que ver con eso?” Debemos comprender que “todo cuanto surge a nuestro alrededor es el reflejo de lo que existe en nuestra mente. Así, cuando transformamos nuestra mente, también se transforma el ambiente en que vivimos”. Lo esencial es reflexionar seriamente hasta que nos sintamos arrepentidos de nuestros pensamientos equivocados y nuestro modo de pensar se transforme completamente. Y ahora vuelvo a referirme a la hermana de doña Ayame, conforme prometí en uno de los capítulos anteriores. Así como Ayame, esa joven también tenía aversión al matrimonio, porque había presenciado durante su infancia y adolescencia las constantes peleas entre sus padres. La tristeza acumulada en su alma se manifestó en ella en la forma de gastroptosis, y como consecuencia de la desnutrición, sus cabellos habían perdido el brillo y el color natural. Pero después que leyó junto con su hermana el libro La Verdad de la Vida y logró despertar a la Verdad, sanó totalmente de esa enfermedad gástrica; y recuperó su apariencia saludable, volviendo a tener los cabellos negros, brillantes y abundantes. Sin embargo, aún sufría de “fobia a los microbios”. Al tocar cualquier objeto, recelaba que los microbios hubiesen contaminado sus manos y no se tranquilizaba hasta que no las esterilizase. Incluso, a pesar de leer el libro La Verdad de la Vida, no lograba librarse de ese problema. Por esa época, estaba pasando una temporada en el departamento de su hermana situado en el barrio de Shibuya, en Tokio, y asistía diariamente a la Sede Central de Seicho-No-Ie para escuchar las conferencias. Cierto día, Ayame le preguntó: -¿Cómo te has sentido últimamente al asistir continuamente a las reuniones de Seicho-No-le? ¿Sientes algún progreso espiritual? -Sí, -dijo la hermana -cuando escucho las maravillosas enseñanzas de la Verdad, siento como si estuviese en un verdadero paraíso. ¿Me permitirían quedarme para
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siempre? Me gustaría vivir con ustedes y frecuentar las reuniones de Seicho-No-Ie. Ayame se sorprendió, pues se dio cuenta claramente que su hermana todavía no había logrado librarse completamente del trauma que había sufrido en la infancia por causa de la desarmonía entre sus padres. “¡Oh! Ella todavía siente rechazo al matrimonio... Presenció tantas peleas entre nuestros padres que aquellas escenas permanecen grabadas en su subconsciente y no cree en la felicidad conyugal. Por eso, ella desea que yo la trate como si fuese mi hija y me pide que la deje vivir con nosotros para toda la vida. Pobrecita mi hermana...” Mirando a Ayame que se había quedado pensativa, la hermana le preguntó: -Hermana, dime con sinceridad: ¿Cómo te sientes en tu vida de casada? -Puedo decirte que me siento realizada -le respondió. -Yo me siento inmensamente feliz, porque me casé con la “otra mitad de mi alma”. Comprendí realmente que esposo y esposa son las dos “mitades” de un todo. Aparentemente son dos personas distintas, pero en realidad uno es parte del otro y son inseparables. ¡Es una gran bendición para mí y para mi esposo habernos encontrado y poder completarnos mutuamente! Quiero, a través de mi esposo, servir a nuestra tierra, al mundo y a la humanidad... Cuando Ayame terminó de hablar, su hermana murmuró muy emocionada: -... mitades de un todo... que se completan mutuamente... Entonces, ¡¿es así?! ¡¿Uno es parte del otro?! Como que alcanzada por el impacto de esta verdad, se quedó pálida, sintió que todo giraba a su alrededor y cayó desmayada. Este tipo de reacción se llama “proceso de autodesintegración”, el cual se produce como un cambio repentino en el cuerpo de una persona, en el momento en que sucede la súbita transformación de su mente y; de esta manera, son eliminados todas las ilusiones o el trauma sufrido en el pasado. Estuvo desmayada durante casi cuatro horas. Era como un sueño profundo, y cuando despertó, había desaparecido completamente su “fobia a los microbios”. Esa fobia que la había acompañado durante tanto tiempo, en realidad, era una forma de proyectar la idea de que “la relación entre el esposo y la esposa era algo muy repulsivo”, idea profundamente grabada en su subconsciente porque ella había sufrido en el pasado
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con el comportamiento de sus padres. En otras palabras, era ese sentimiento de repugnancia que al aflorar a la camada consciente de su mente, se había manifestado en la forma de “fobia a los microbios”. Por eso, en el momento en que esa idea -este trauma- desapareció totalmente y comprendió que “la vida conyugal era bella, sublime y pura”, desapareció también la “fobia a los microbios” que ella venía padeciendo desde que era una niña.
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CAPÍTULO 22
LA MENTE Y EL CUERPO
Cuando proferí una conferencia en Kobe, ciudad donde nací, estaba presente el gobernador de la provincia, Sr. Shuzo Okada. Después de la conferencia, él me invitó a cenar a un restaurante llamado Otowa. La geisha que nos sirvió se llamaba Satokoma. Era una gei (arte) sha (ista) que además de ser eximia intérprete de Tokiwazu (3), sabía muy bien conducir el ambiente en un nivel de “arte” y no dependía de sus atributos físicos. Por eso, ella era frecuentemente llamada a las recepciones del gobernador. Durante una de las cenas, la geisha Satokoma sorprendió al gobernador Okada, pues adivinó su estado mental. Sucedió más o menos lo siguiente. El gobernador, que era una persona de hábitos sobrios, no comía pescado en esas ocasiones. Tan sólo tomaba un poco de saqué (4) y comía lentamente alguna verdura. Una vez Satokoma le preguntó: -¿A usted no le agrada el pescado? No es así. Es que mi organismo no acepta el pescado. Es un alimento que me provoca urticaria en la parte inferior de mi cuerpo y me causa una irritación insoportable. El médico afirmó que mi organismo no aceptaba pescado, pero que no había razón para preocuparse porque nadie se muere por no comer pescado.
(3): Estilo de música clásica japonesa. (4): Bebida japonesa hecha a base de arroz.
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Es por eso que ni siquiera lo pruebo. Si como, por poco que sea, lo paso muy mal debido a la picazón insoportable que siento desde la cintura hacia abajo. -Sr. Gobernador, usted está equivocado. ¿Usted quiere saber la verdadera causa de esa molestia? -le preguntó Satokoma. -¿Cómo, la verdadera causa? -Eso es porque usted no se lleva bien con sus subordinados y siempre está irritado con ellos. ¿No es así? Ella acertó totalmente. -¿Cómo sabes eso? -¿Cómo lo sé? Bueno... es que el secreto está en este libro. Pronunciando estas palabras le ofreció al gobernador un volumen de La Verdad de la Vida. Este episodio fue publicado en el periódico Kobe Shimbun, cuyo reportero también estaba presente en la cena, juntamente con el presidente de la cámara municipal, Sr. Kunizo Kanamitsu. En la recepción siguiente, el gobernador Okada estaba presente y, esta vez, comió todo el pescado que deseó. Las urticarias no se manifestaron más después de aquel episodio. El hecho de que ella haya logrado “adivinar” lo que le sucedía sorprendió al gobernador. Sin embargo, eso no es un misterio porque se explica a través del principio básico: “el cuerpo carnal es sombra de la mente”. Si se observa la sombra (consecuencia), se puede descubrir la mente (causa). Ante tal afirmación, alguien podrá objetar: “¡¿Cómo?! Si el cuerpo fuese sombra, tendría que ser como una mancha oscura, pero él se presenta con varios colores”. Sin embargo, la palabra “sombra” aquí está empleada en el sentido de “símbolo”. Para representar una “forma” invisible utilizamos una forma visible llamada símbolo. Por lo tanto, cuando decimos que “el cuerpo es la sombra de la mente”, deseamos significar que “la forma invisible de la mente está representada en forma visible en el cuerpo carnal”. Pero ¿la mente tiene forma? La mente es invisible a los ojos carnales, pero esto no quiere decir que sea inexistente o desprovista de formas. Posee formas invisibles a los ojos carnales. Por ejemplo, se dice que fulano tiene
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un gran corazón, zutano tiene la mente estrecha, mengano tiene la mente cuadrada, etc. Como vemos, existen mentes grandes, estrechas, cuadradas y de diversos formatos. Estas formas mentales no son percibidas por los ojos carnales, pero se proyectan y se manifiestan en el cuerpo y en las actitudes de las personas. Puede ser que entre los oyentes haya alguien que sufra de tuberculosis. El estado tuberculoso manifestado en el cuerpo de una persona también es el reflejo de su estado mental; es un fenómeno donde está simbolizado o representado el estado mental. En otras palabras, la “forma” mental se volvió una forma perceptible a los cinco sentidos. De ninguna manera Seicho-No-Ie está contra la Medicina. Esta cuida de la parte que ya está manifestada en el plano visible, es decir, de la consecuencia. La Medicina tiene su utilidad y razón de ser. Pero la religión y la ciencia mental se ocupan de la causa, es decir, del estado de la mente antes de que aparezca en el mundo de la forma material, y orientan a las personas en el sentido de cambiar su actitud mental a fin de evitar que aparezcan las consecuencias negativas. Ya que el estado mental es la causa del surgimiento de las formas materiales es suficiente que corrijamos la mente para transformar el mundo de las formas materiales. Esta es la función de la religión y de la ciencia mental. Cuando una persona está con la mente afligida, la aflicción aparece en su rostro. Todos saben esto; si ella tuviera un pensamiento triste, su rostro se entristecerá. Si está con miedo, empalidecerá. El estado mental se manifiesta en el mundo de las formas. Sin embargo, si se le da alcohol a esa persona pálida, su rostro se enrojecerá. Fue la Medicina que actuó. Pero pasado el efecto de la bebida, su faz volverá a su palidez inicial. Sin embargo, al corregirse a nivel mental, es decir, si se le enseña que no hay nada que temer, aquella persona estará bien sonrosada aun sin ingerir ni una sola gota de alcohol. El rostro no es el único instrumento de expresión del hombre, también todas sus células lo son. Es decir, todas las células se mueven de acuerdo con el cambio mental. Por lo tanto, si cambia el estado mental, cambiará el estado o el aspecto corporal sin usar remedios. Entonces, ¿cuál es el estado mental de las personas tuberculosas? La mayoría de los que sufren de este mal son personas muy buenas. Podemos decir que todas ellas son
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personas de bien. Sin embargo, ese bien que ellas sujetan es un bien muy estrecho y no aceptan otro bien que no sea lo que ellas consideran como tal. Además, en realidad, son correctas, justas y puras; pero tienen “mente que rechaza” lo que consideran “equivocado” y repelen todo aquello que no esté de acuerdo con su “estrecho concepto de bien”. Es, por así decir, la enfermedad del "pecho estrecho”. Las personas de este temperamento suelen tener la caja torácica estrecha de nacimiento. Nuestra alma no es algo que se forma en el momento de la concepción o del parto. El alma de una persona ya pasó por varias reencarnaciones, y cuando nace, las características de esta alma ya está impresa en su constitución física. Por lo tanto, generalmente, el tipo de pecho estrecho y delgado de nacimiento es la “sombra” de un estado mental que el alma vino acumulando desde el pasado. Es muy importante que personas que tienen esta constitución reflexionen bien sobre ellas mismas y traten de ser más tolerantes y comprensivas. Es necesario que adquieran un espíritu magnánimo, capaz de perdonar y aceptar cualquier equivocación y defecto. De esta manera, al desaparecer el “espíritu de rechazo”, dejarán también de expeler secreciones y sangre. En Estados Unidos hay un gran psicoanalista llamado Karl A. Menninger, doctor en Medicina, que tiene una clínica de tratamiento psicosomático. En su libro titulado O Homem Contra Si Mesmo, (El hombre contra sí mismo), que fue traducido por la Nipón Kyobunsha (editora de Seicho-No-Ie), él cita el caso de un paciente que comenzaba a escupir cuando se aproximaba una persona- que no le agradaba. No se trataba de ninguna enfermedad física. ¿Ustedes también no dicen que se quedan con las ganas de “escupir en la cara” cuando se encuentran con alguien que les disgusta? Este sentimiento de rechazo y¡ repulsión escondido en el fondo de la mente es el que hace a la persona expulsar la saliva. El temperamento de las personas que sufren de tuberculosis se caracteriza, por lo tanto, por las ganas de rechazar siempre a las personas y cosas que no son de su agrado. El hecho de eliminar sangre también se debe al “espíritu que hiere al prójimo”. Ellas tienen un agudo espíritu de crítica y son muy inteligentes. Por eso, critican y hieren no sólo a sí mismas, sino también a los demás. Como consecuencia, según el principio de que “la herida sangra”, ellas comienzan a expeler sangre. Si se quieren curar, deben
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corregir tal tendencia. Es necesario que perdonen a todos. Es necesario que tengan “pecho amplio”, es decir, un espíritu magnánimo que perdona a todas las personas. También es importante pensar en la situación de los demás, en vez de pensar solamente en la suya. Todos son hijos de Dios. Todos son buenos. Seamos amables con el prójimo. Enviemos pensamientos de bondad a todas las personas y agradezcamos a todas las cosas diciendo: “gracias”. De esta manera, la enfermedad desaparecerá por sí misma. Sobre por qué las enfermedades desaparecen, pretendo hablar en la próxima oportunidad.
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CAPÍTULO 23
LA FUERZA QUE DOMINA A LOS MICROBIOS
Creo que hay muchas personas que tienen miedo a los microbios, creen que ellos atacan, hieren y enferman al hombre. Sin embargo, los microbios no son tan peligrosos. Todo ser vivo fue creado por un único Dios. A algunas personas quizás no les guste la palabra “Dios”. Entonces, podemos decir “Gran Vida” o “Gran Fuerza de la Naturaleza”. Sea cual sea el nombre que Le damos, Él es una “Fuerza”. A partir de esta “Única Vida” nacen todos los seres vivos; por lo tanto, todos los seres son hermanos entre sí, no entran en conflicto, ni necesitan luchar para sobrevivir. Esta es la Imagen Verdadera, es decir, el aspecto real de la naturaleza. De este modo, en el aspecto verdadero no existe ningún conflicto entre los seres vivos. Pero en este mundo aparecen aspectos imperfectos: los seres vivos luchan, se matan los unos a los otros, provocan enfermedades, etc. ¿Cómo pueden suceder tales cosas? Esto tan sólo es un fenómeno, es decir, la imagen manifestada como proyección de los pensamientos negativos del hombre. La esencia del hombre es la “Vida de Dios” y todo cuanto se refiere al “mundo de las formas” es “proyección de la mente”, este es nuestro concepto de la vida. La UNESCO mantiene la misma concepción. Según tal organismo, las guerras empiezan en la mente de las personas. Todas las cosas, inicialmente, son creadas en el mundo de la mente y después aparecen en el mundo de las formas. Hay quien piense que eso se refiere solamente al mundo de los hombres, pero también se aplica al mundo de los microbios.
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El microbio también es una creación de la Gran Vida. De esta manera, él y el hombre son semejantes y en el nivel de la Imagen Verdadera es imposible que él perjudique a su igual. Entonces, ¿por qué aparece en este mundo un aspecto que en realidad no existe en el mundo de la Imagen Verdadera? Es porque en nuestra mente diseñamos una imagen de conflicto, de lucha por sobrevivir y aparece en el mundo fenoménico como proyección de la mente. Si el hombre quiere vivir en este mundo en absoluta paz con sus semejantes, debe antes que nada, “mentalizar” el aspecto perfecto de todos los seres y creer realmente que todos son buenos, sinceros y honestos. Al reverenciar este “aspecto verdadero” de los seres y al proyectar en el mundo fenoménico el mundo de la Imagen Verdadera, donde todos se aman y se respetan mutuamente, se concretizará la verdadera paz. También este asunto entre los microbios y el hombre se soluciona de manera semejante. Mientras temamos a los microbios e insistamos en combatirlos como enemigos terribles, ellos responderán a nuestros ataques. El progreso de la ciencia posibilitó el descubrimiento de la sulfamida, de la penicilina, de la estreptomicina y muchos otros antibióticos, pero el problema es que los microbios se vuelven más resistentes a estos productos porque según la ley de la mente, “Si nosotros alimentamos sentimientos hostiles hacia el prójimo, ellos también nos tratarán como enemigos”. Es así, por más que la ciencia avance, por más que aparezcan nuevos remedios, los microbios se van haciendo cada vez más resistentes y contraatacan al hombre. Por lo tanto, para que los microbios dejen de ser nuestros enemigos debemos aplicar el mismo principio en que se basa el estilo “Muteki” de esgrima, es decir, “no ver enemigo alguno”. No los consideremos enemigos y sí amigos- este es el mejor método para enfrentar a los microbios. Quien piensa que los microbios son sus enemigos, lógicamente les teme. Nunca debemos olvidar la ley de la mente que dice: “Todo lo que se teme, aparece”. Todo lo que nosotros tememos se transforma en nuestro enemigo y comienza a perjudicarnos. Los microbios también son nuestros semejantes, creados por la Gran Vida; por lo tanto, en realidad deben ser bondadosos con nosotros. Tomemos como ejemplo los colibacilos. Estas bacterias no existen en el intestino del bebé mientras es amamantado
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solamente con la leche materna. Sin embargo, comienzan a aparecer tan pronto como el niño empieza a ingerir otros alimentos. Sucede así, porque el colibacilo es una creación de Dios destinada a ejercer una función útil a los hombres y a los animales. Expliquemos: el intestino grueso funciona como una especie de “tanque” donde se retiene por algún tiempo el alimento que vino del intestino delgado. Dios colocó las bacterias fermentativas llamadas colibacilos, que provocan la fermentación, para que se complete la última etapa de la digestión. Al mismo tiempo que concluyen la digestión no terminada en el estómago y en el intestino delgado, estas bacterias también trabajan para producir vitamina B. Además las bacterias, como son seres vivos, son capaces de emitir alguna “onda mental”. Sin embargo, sus vibraciones son tan insignificantes que pueden ser fácilmente controladas por las fuertes ondas mentales del hombre. Los colibacilos que Dios creó y alojó en el colon de los hombres y de los animales, son inofensivos y necesarios para la digestión y fermentación de los alimentos. Sin embargo, cuando el hombre comienza a pelear, odiar, guardar resentimientos contra el prójimo, o cuando se siente fastidiado por algo; por ser fácilmente influenciabas por las ondas mentales del hombre, estas bacterias también comienzan a emitir vibraciones hostiles. Ellas, que hasta entonces eran inofensivas al organismo humano, empiezan a producir una sustancia nociva y, finalmente, se transforman en agentes que causan disentería, tifus o diarrea. Esta opinión la presenté en el libro Shin-yu e no Michi (Obra aún no publicada ni en portugués ni en español; título provisorio: Camino para la Curación Divina), como tesis mía. En aquella oportunidad, yo había colocado la salvedad: “según mi punto de vista”, pero en enero del año de 1952, uno de los adeptos de Seicho-No-Ie residente en Iwate me envió un recorte de periódico con la siguiente noticia: “El Dr. Yoshio Shikinami, director del Hospital Morioka, después de realizar experiencias clínicas, descubrió que el colibacilo, cuando sufre ciertas transformaciones, comienza a producir una toxina idéntica a la producida por las bacterias de la disentería y del tifus. Esta experiencia publicada en una revista médica de Japón, llegó al conocimiento del Instituto Pasteur de Francia, el cual solicitó informaciones detalladas del asunto, pues ellos también están efectuando experiencias idénticas. Para atender a este pedido, el Dr. Shikinami prepara un informe”. De esta manera, aparecía la publicación en el
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periódico el día 13 de enero de 1952, incluso con la foto del Dr. Shikinami. Como se puede apreciar por este ejemplo, los médicos ya comenzaron a reconocer como un hecho la transformación de los microbios inofensivos en microbios nocivos. El referido artículo nada explica sobre cómo se produce esta transformación, pero el hecho es que los médicos la reconocen. Nosotros de Seicho-No-Ie, basados en los estudios que hicimos sobre este asunto, explicamos el porqué de esta alteración en la naturaleza de la bacteria del siguiente modo: todo lo que presenta una determinada forma está sujeto a alterarse de acuerdo con la mente. Así, si cada ser vivo tiene una determinada forma es porque su mente hace que conserve tal apariencia. Si la mente lo abandona, él se desintegra y deja de existir como un ser vivo con forma propia. Todo lo que tiene forma puede conservarla gracias a su mente. Por lo tanto, los microbios pueden presentarse ya sea en la forma de una bacteria trasmisora de un mal, ya sea en estado inofensivo, ya sea en forma de bacteria útil al hombre -ayudando en la fermentación de vinos, vinagres, etc.- dependiendo de la reacción de su mente ante nuestra actitud mental. Al comprenderlo de esta forma, es fácil entender que mediante la mente podemos alterar las características de los microbios y hasta transformarlos en un bacilo que causa la tuberculosis. El BCG que es una vacuna contra la tuberculosis, como todos saben, también es una bacteria viva: es una variedad atenuada del mismo bacilo de la tuberculosis, desarrollada por cultivos sucesivos. Para obtener esta variedad “inofensiva” fue necesario cultivar con gran cuidado 150 generaciones de bacilos de tuberculosis. Por así decirlo, el hombre benefició a los bacilos ayudando a criar a sus descendientes. El hecho es que gracias al cultivo repetido, estos bacilos se volvieron inofensivos al hombre. El BCG actualmente utilizado es el resultado del cultivo sucesivo de más de 250 generaciones; por lo tanto, aun cuando se introduce en nuestro cuerpo no nos puede ocasionar ningún daño. Al contrario, actúa como un guardián y nos protege. Entonces, podemos comprender que es inútil temer a los microbios. El problema más importante es “cómo influir en ellos a través de nuestra mente”. Si consideramos a los microbios como nuestros enemigos y les tememos, de hecho, comenzarán a actuar como enemigos, volviéndose realmente peligrosos. Pero si apartamos el miedo y pensamos firmemente que “no existen microbios patogénicos que en esencia sean
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malos, todos ellos son microorganismos benignos y tienen su utilidad”, con seguridad no nos causarán daño y hasta pueden darnos un gran auxilio como en el caso del BCG y otras vacunas. Por lo expuesto, es evidente que el verdadero enemigo no es el microbio, sino el “miedo” que le tenemos. Por ejemplo, vean como una persona tuberculosa puede perder la capacidad de resistir a la enfermedad cuando es dominada por el miedo: “¡Ay de mí! ¡Mis pulmones fueron atacados por los bacilos de tuberculosis! Estoy perdido...” Si piensa de esta forma, el temor terminará por vencer su fuerza de voluntad que dice: “Voy a restablecerme” y la persona no se curará. “Contraje la tuberculosis y no tengo fuerza suficiente para combatirla”- si la persona desprecia de este modo su propia capacidad no logrará manifestar los 75% de fuerza que está almacenada en su interior. O mejor dicho, no podrá exteriorizar la fuerza infinita del “hombre hijo de Dios”. Por consiguiente, cuando nos sentimos amenazados por alguna enfermedad debemos mantener firme la convicción: “Los microbios no son tan temibles. Si parece que ellos me quieren atacar, es porque yo creo esa situación con mi propia mente. Si cambio mi actitud mental, ellos también cambiarán y no me perjudicarán”. Cuando adquirimos esta convicción, se desarrollará más abundantemente la poderosa fuerza vital en nuestro interior. Existen varias “técnicas” para eliminar el miedo a la enfermedad y aumentar la resistencia física; pero antes que nada, es necesario leer un libro que presente la teoría de que los microbios no son tan temibles como parecen serlo. Después de descubrir el bacilo que causa el cólera, El Dr. Robert Koch comenzó a cultivarlos en un vaso para mostrarlos a sus colegas. Cierto día, apareció un amigo suyo, el Dr. Pettenkofer, que dijo: “No creo que este sea el único factor que causa el cólera. ¡Voy a tomarlo para que veas que no me sucede nada!”. Expresándose de este modo, él bebió todo el contenido del vaso. Y por más increíble que parezca, no contrajo la enfermedad. Tan sólo tuvo una diarrea pasajera porque ingirió algo que su organismo no necesitaba. Dicen que el bacilo del cólera es terrible, y aun ingiriendo por equivocación una cantidad mínima de esta bacteria que por casualidad haya contaminado el alimento, inevitablemente el hombre contraerá el cólera. Sin embargo, aquel
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colega del Dr. Koch tomó un vaso lleno de un cultivo puro de esta bacteria y no se enfermó. ¿Por qué? En primer lugar, porque no tuvo miedo. Pero también hubo otro factor: eran bacterias cultivadas. Las bacterias cuando son cultivadas se van haciendo menos nocivas, como ya expliqué anteriormente, al citar como ejemplo el BCG. Vimos que, después de ser cultivado durante más de 150 generaciones, el temible bacilo de la tuberculosis, gradualmente va perdiendo su virulencia y resulta en el BCG, muy útil al hombre. Hace mucho tiempo fue publicado en el diario Osaka un hecho bastante singular que también cité en una de las páginas de La Verdad de la Vida. Me refiero al caso de un funcionario del Instituto de Microbiología de Kyoto que intentó suicidarse tomando un cultivo de bacilos de fiebre tifoidea, pero no contrajo el mal ni tampoco murió. Esto demuestra que las bacterias no siempre producen el mismo efecto en los organismos. El efecto varía mucho, conforme el estado mental del hombre. Hace algunos años hubo una polémica entre la Facultad de Medicina de Chiba y la de Keio, de la cual tomé conocimiento a través de la prensa. Se trataba de lo siguiente: El bacilo del tifus ingerido por una rata, ¿es digerido por el organismo de este animal o es expelido sin sufrir alteraciones? Este era el interrogante. Ambas facultades experimentaron innumerables veces, pero nunca llegaban a un acuerdo porque en todas las pruebas realizadas por una de las facultades, los bacilos eran expelidos vivos y sin ningún tipo de alteración, mientras que en las de la otra facultad, los bacilos eran siempre totalmente digeridos. Este hecho, sin embargo, sirvió para demostrar que, no obstante, se realicen experiencias iguales, los resultados pueden diferir, en función de las “ondas mentales” de quien las realiza. La citada discusión entre las dos facultades terminó sin llegar a ninguna conclusión. A pesar de que ambas realizaron la misma prueba incontables veces, no lograron obtener el mismo resultado. Por lo que acabamos de ver, podemos comprender que las bacterias reciben la influencia de la mente del hombre. De esta manera, aunque los bacilos de la tuberculosis estén presentes en nuestros pulmones, no será difícil transformarlos a través del cambio de nuestra actitud mental.
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CAPÍTULO 24
LA INFIDELIDAD DEL ESPOSO Y LA ENFERMEDAD DEL HIJO
En enero del año pasado realicé un seminario en un lugar llamado Itoigawa, en la provincia de Niigata. Entre los presentes en aquel seminario había una señora llamada Kimie Ueno, que relató el siguiente caso de curación que sucedió en su familia. Su hijo sufría de una grave otitis. La supuración era tanta, que todas las mañanas la almohada del niño presentaba una gran mancha amarilla. Como la enfermedad empeoraba cada vez más y ningún tratamiento casero surtía efecto, la mamá decidió llevar a su hijo al Hospital de la Cruz Roja. El médico otorrino al examinarlo parecía estar contrariado, y volteándose hacia la Sra. Ueno le preguntó: -¿Usted es la madre verdadera de este niño? -Sí doctor. ¿Por qué? -Si es su madre verdadera, ¡¿Cómo pudo permitir que su enfermedad llegase a tal extremo?!. Me cuesta creer que usted sea realmente la mamá de esta criatura... El tono de su voz mostraba que el caso era realmente grave. -Vea esto, -dijo él, e introdujo un poco de algodón en el oído del niño y enseguida lo retiró con cuidado. El algodón estaba completamente envuelto en un pus amarillo y
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espeso. -¿Está viendo? El hueso ya está comprometido. Si se deja así su vida corre peligro. ¡Es necesario operar inmediatamente!. De esta forma habló el médico, con expresión preocupada. Y, enseguida, añadió en tono enérgico: -Si usted es la madre de este niño, le aconsejo que autorice una operación urgente. Hoy no va a ser posible intervenirlo porque necesitamos hacer los preparativos necesarios; pero para mañana todo estará listo para la cirugía. Por eso, tan pronto como llegue a su casa prepare al niño y mañana tráigalo aquí para la operación. La Sra. Ueno y su hijo salieron del hospital y tomaron un tranvía para regresar a su casa. En una de las estaciones subió una persona que la Sra. Ueno conocía: era el Sr. Kamata, un profesor de Seicho-No-Ie que en diferentes oportunidades ya le había hablado de las enseñanzas (actualmente ese señor vive en Osaka). Al ver a la Sra. Ueno, el Prof. Kamata se le acercó: -¿Cómo está Sra. Ueno? ¿De regreso a casa después de las compras? -¡Oh, profesor! Yo estoy bien, gracias. Pero aquí, mi hijo no está nada bien. Está con otitis y acabo de llevarlo al Hospital de la Cruz Roja. El médico examinó sus oídos y dijo que su estado es muy grave; que hasta los huesos están afectados y ¡qué necesita ser operado mañana mismo! -Cuando la Sra. Ueno terminó de hablar, el profesor habló en tono tranquilo, pero firme: -Sra. Ueno, la enfermedad “no existe”. -¡¿Cómo no?! -replicó. -Es evidente que existe, y ¡El mal de mi hijo es grave!. Usted no sabe, pero ¡todas las mañanas la almohada de su cama aparece manchada de pus que el oído elimina durante la noche!. El médico dijo que la enfermedad ya comenzó a afectar hasta los huesos del oído. -El hombre es hijo de Dios, y por eso, en realidad, él es saludable. La enfermedad no existe realmente, reafirmó categóricamente el Prof. Kamata, como si quisiera animar a la Sra. Ueno. -Sí, existe -dijo ella tercamente. -Parece que existe, pero realmente no existe -dijo el Prof. Kamata. -La enfermedad
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tan sólo es una “manifestación”, un “aspecto aparente” no pasa de una proyección de nuestra mente, y por eso, no tiene existencia real. Necesitamos saber distinguir lo que realmente existe y lo que no pasa de una simple “manifestación”. Lo que existe realmente se llama “existencia real” y jamás desaparece. La enfermedad, como usted sabe, es algo que puede ser curado, es decir, algo que puede “desaparecer”. Es así porque ella no es “existencia real”; desaparece porque no pasa de una simple “manifestación”. Usted naturalmente va a querer preguntarme: “Entonces, la enfermedad de mi hijo, ¿Es la manifestación de qué?” - Pues yo le respondo que es la manifestación de su actitud mental. Por casualidad, ¿Usted no habría tomado la decisión de no escuchar más a su esposo?. Reflexione bien sobre su comportamiento. El día en que usted abandone el pensamiento de que jamás va a dar oídos a las palabras de su esposo, la otitis de su hijo se curará. Porque, en verdad, la dolencia del hijo siempre es la “proyección” del estado mental de los padres. Cuando el tranvía se detuvo en la estación más cercana a su casa, el Prof. Kamata se despidió de la Sra. Ueno. Algunas estaciones más adelante, ella y su hijo también bajaron. Mientras caminaba en dirección a su casa, llevando a su hijo de la mano, reflexionaba sobre las palabras del profesor y, contra su propio gusto, tuvo que admitir que él tenía razón. Realmente, hacía tiempo que había tomado la firme decisión de “no escuchar más las palabras de su esposo”. Estaba muy contrariada porque él la engañaba, incluso tenía hasta dos amantes al mismo tiempo. Pero ahora que el profesor le había señalado la verdad, la Sra. Ueno reflexionó bastante y había comprendido: “De hecho, exactamente como lo dice el Prof. Kamata el mal de mi hijo es, realmente, el reflejo de mi actitud mental”. Aquel proverbio que dice “La mujer es débil, pero la madre es fuerte” contiene una gran verdad. Como “mujer”, la Sra. Ueno venía guardando pena y resentimiento hacia su esposo. Pero en el momento en que comprendió que su actitud mental equivocada estaba provocando en el hijo una grave otitis que podría hasta costarle la vida, su “amor materno” surgió con toda intensidad, superó la tristeza y el resentimiento que su “corazón de mujer” venía sufriendo. “Si es para salvar a mi hijo, estoy dispuesta
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a perdonar a mi esposo por más graves que sean sus errores...” -esta fue la disposición mental que comenzó a surgir en ella. Entonces, empezó a recordar las enseñanzas de Seicho-No-Ie que había escuchado en diferentes ocasiones: -Si el hombre tiene aventuras extraconyugales es porque su esposa no le da la suficiente atención -así le había explicado el Prof. Kamata. -El hombre ama a su esposa y quiere que ella también lo ame. Desea escuchar de ella palabras cariñosas, llenas de calor y comprensión. Es evidente que no quiere verla renegando ni enojada. Pero si la esposa casi nunca lo trata de manera afectuosa, expresándole palabras comprensivas, ni demuestra alegría; y por el contrario, casi siempre está irritada, con la “cara disgustada” y contrariada, entonces el esposo siente la falta de amor en su hogar y esta frustración lo llevará a buscar a alguna “vendedora de amores clandestinos”. Cuando la encuentra, se deja envolver por ella y termina por mantener una relación amorosa. El recuerdo de estas palabras despertó en la Sra. Ueno la docilidad espiritual que estaba dormida desde hacía mucho tiempo. -Pensándolo bien, quien se equivocó fui yo y no mi esposo, reflexionó. Hasta ahora yo vivía resentida con él, le atribuía la culpa de todo mi sufrimiento, pero ahora me doy cuenta que soy yo la que me comporto de manera equivocada. ¡Oh! ¡Cuánto daño he causado! ¡Tan pronto como él llegue, voy a pedirle perdón desde el fondo de mi corazón! Y así, cuando su esposo regresó del trabajo, ella lo abrazó y entre lágrimas le pidió perdón por no ser comprensiva con él. A la mañana siguiente, se produjo algo sorprendente: la almohada del niño no tenía ninguna mancha, lo que significaba que la supuración había cesado. -¡Mira querido! ¡Creo que sus oídos ya sanaron!,- dijo la Sra. Ueno a su esposo. Y enrollando un algodón en la punta de un palito, lo colocó con cuidado en uno de los oídos de su hijo, lo hizo girar lentamente durante un instante y lo retiró enseguida. El algodón estaba seco y limpio. -¡Querido, creo que él está curado!. -Sí, parece que ya está mucho mejor. Pero ¿El médico no había dicho que su enfermedad ya había afectado hasta la parte ósea del oído?. Es mejor pedirle al doctor
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que haga un nuevo examen y vea si él está realmente mejor. Inmediatamente, la Sra. Ueno llevó a su hijo al mismo hospital. Al examinarlo nuevamente, el doctor exclamó sorprendido: -¡¿Qué?!, ¡Es increíble!, ¡Este niño está prácticamente curado!, ¡Qué cosa tan rara!. Y, volviéndose hacia su asistente, le dijo: -¡Mira! ¡Qué cosa tan sorprendente! Científicamente, es imposible que ocurra un cambio tan repentino como este. Pero, el hecho es que este niño está sano, como lo puedes comprobar. Seguidamente, le dijo a la Sra. Ueno: -El niño parece que está realmente curado, pero no vamos a sacar conclusiones precipitadas porque de la manera como el caso se presentó ayer, es posible que la mejoría sea apenas temporal y haya una regresión a su estado anterior. Le aconsejo que traiga al niño todos los días, por lo menos durante una semana, para que podamos observarlo hasta tener la seguridad de que realmente está sano. La Sra. Ueno procedió conforme las indicaciones del médico y cuando transcurrió el plazo señalado, se constató que el muchacho estaba definitivamente curado. Como podemos apreciar por este ejemplo, la actitud mental de los padres se refleja en las condiciones físicas del hijo. Por lo tanto, si los padres realmente aman a sus hijos, necesitan mantener la armonía conyugal. La esposa ocupa una posición de singular importancia dentro del cuadro familiar; ella es como un hilo invisible que une a todos los miembros de la familia: por un lado, el esposo, los suegros, etc., a quienes ella debe amar y respetar; por otro lado, están los hijos, las empleadas, etc., a quienes ella debe amar y orientar correctamente tratando de proyectar en ellos sus actitudes mentales más positivas posibles. En realidad, la mujer es la misma “fuerza que crea”; por esto, es capaz de “crear” cualquier destino para su familia. No interesa cual sea el “aspecto aparente” del esposo, la mujer debe mirar el “aspecto verdadero y perfecto” que está detrás de aquel falso aspecto. “El presente aspecto de mi esposo, es decir, la manera cómo actúa sólo es el reflejo de mi actitud mental equivocada. Él se comporta de esta forma porque no le doy suficiente amor. Su ‘aspecto real’ no es el de un hombre infiel que vive manteniendo
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relaciones con otras mujeres”. Pensando de esta forma, ella debe arrepentirse sinceramente y esforzarse en reverenciar el “aspecto real”, el “verdadero ser” de su esposo que es la propia Vida de Dios. Si procede así, la Imagen Verdadera de su cónyuge, su perfección, original se manifestará; y al mismo tiempo, los hijos serán saludables. Es lo que sucedió con la familia Ueno. Sería innecesario añadir que a partir de este hecho, el esposo de la Sra. Ueno cambió totalmente y comenzó a manifestar su “aspecto verdadero” de hombre bueno, cariñoso y muy dedicado a su hogar.
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CAPÍTULO 25
LAS PREOCUPACIONES DE LOS PADRES AMARRAN A LOS HIJOS
En la época en que todavía existía en el barrio Akasaka la “Escuela para Novias de Seicho-No-Ie”, yo daba clases desde las 13:00 hasta las 14:00 horas y durante los 30 minutos siguientes me quedaba sentado al lado de la mesa para responder las preguntas de las oyentes que se levantaban y llegaban hasta mí para consultarme sobre sus problemas. Cierta vez, una señora llamada Takeko Okada se acercó a preguntarme. -Profesor, mi hija que está en el 32 año de secundaria sufre de tuberculosis intestinal. Come poquísimo, pero aun así tiene diarrea y esto sucede todos los días. Está adelgazando cada vez más y los médicos dicen que es un caso perdido. Por favor, profesor, enséñeme cómo debo proceder para curarla. Mi respuesta fue la siguiente: -Mire, usted se preocupa demasiado con su hija. Está “amarrándola” con su mente ansiosa, por eso la vida de ella está “atada” y no logra recobrar la salud. Deje de inquietarse. Expulse de su mente la enfermedad de su hija. Ella va a recuperarse. Entonces, la Sra. Okada dijo: -Profesor, yo comprendo muy bien lo que usted quiere decir, porque ya leí seis veces los veinte volúmenes de La Verdad de la Vida. Pero ante mis ojos mi hija está cada
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día peor, ¡ya casi va a morir! Aunque usted diga que no me preocupe, ¿cómo puede una madre dejar de preocuparse, si ve con sus propios ojos que su hija se debilita poco a poco, empeora cada vez más y se dirige hacia la muerte? Si no debo preocuparme enséñeme la manera para poder dejar de sentirme así. -Está bien, entonces yo le enseñaré. Considere a su hija muerta a partir de este momento. La Sra. Okada empalideció, pero yo proseguí con firmeza: -Si la considera muerta, no tendrá que preocuparse más de que ella pueda empeorar. Esta actitud puede parecer indiferencia, pero se trata del “desprendimiento que es el resultado de un gran amor”. Con los ojos cerrados, haciendo un gran esfuerzo, la Sra. Okada meneó la cabeza afirmativamente unas tres veces como si intentase convencerse a sí misma. Lágrimas brotaron de sus ojos y corrieron por su faz. Entonces, ella abrió los ojos y mirándome entre lágrimas manifestó: -Creo que entendí, profesor. Muchas gracias. Y serenamente, se despidió. La seguí con la mirada, e imaginando el sufrimiento de su corazón de madre, oré conmovido. Aproximadamente una semana después, la Sra. Okada volvió a buscarme. -Profesor, gracias a usted mi hija se salvó. -¿Para qué lado ella se salvó? -le pregunté. -¿Para la vida o para la muerte? -Se salvó para el lado de la vida, -respondió, lo que me hizo sentir aliviado. -¿Qué hizo usted después, aquel día? -Sabe profesor, después de escuchar sus palabras decidí liberar a mi hija, y la liberé de mi mente. En el camino de regreso compré una cantidad enorme de los dulces que a ella le gustan y también muchas frutas. Me dije a mí misma, que ya que debía considerar a mi hija como muerta, que esos dulces y frutas serían como una ofrenda a su alma. Hasta aquel día, yo tomaba la máxima precaución en cuanto a su alimentación; tenía una lista de cosas que le prohibía comer, pues prácticamente todo cuanto ella ingería le provocaba diarrea. Pero después de escuchar sus palabras, profesor, consideré a mi hija
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como muerta, la liberé, decidí dejarla comer todo lo que ella quisiese. Naturalmente, a ella no le dije que “yo ya la consideraba como muerta” porque le causaría una fuerte impresión. Simplemente, coloqué los dulces y las frutas ante ella, diciéndole: “Hija mía, ya puedes comer cualquier cosa. Mira, te traje todos los dulces y frutas que a ti más te agradan. Come los que desees”. Sin embargo, en aquel momento estaba inapetente y no comió nada. Pero súbitamente, a partir del día siguiente, recobró el apetito y ahora está comiendo igual a un adulto normal. Todavía no ha transcurrido una semana desde aquel día, pero dejó la cama y ya camina animadamente dentro de casa. Creo que si continúa así, podrá volver a la escuela más o menos dentro de un mes. Muchas gracias, profesor. Esto fue lo que de hecho sucedió. Desde entonces, esta jovencita se volvió fuerte y se desarrolló extraordinariamente. Tuve la oportunidad de verla durante una conferencia de Seicho-No-Ie realizada en el Salón Kyoritsu que desbordó de público y casi 500 personas tuvieron que marcharse sin poder asistir. Ese día, ella relató su experiencia antes de mi conferencia. Era robusta, tal vez, hasta demasiado para una jovencita de aquella edad, tenía los músculos de los hombros bastante desarrollados. Actualmente, ella es la madre de 3 hijos, vive en un lugar llamado Matsunaga cerca de la ciudad de Onomichi y tiene un hogar feliz y saludable. Como acabamos de ver, una hija enferma y desengañada por los médicos se curó simplemente cuando la madre desató la “cuerda mental de la preocupación’. Esta es la Ley de la Mente. Cuando se teme, sucede lo temido; y cuando la mente se tranquiliza, se manifiesta el aspecto verdadero y perfecto de la Vida del hombre. Muchas veces, las enfermedades de los niños son provocadas por la mente preocupada de la madre que los amarra y piensa: “¿No se enfermará? o ¿No empeorará?”. Por eso, cuando un niño se enferma, la madre debe reflexionar bien y apartar las inquietudes de su mente. Un caso idéntico está citado en el libro del Prof. Glen Clark. Él fue profesor de literatura en la Universidad de Illinois, Estados Unidos, durante 30 años. Más tarde, inició un movimiento de iluminación de la humanidad semejante al de Seicho-No-Ie, conocido como “Movimiento de los adeptos del New Thought”. Actualmente, se dedica a la salvación de la humanidad y
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edita una revista titulada Clear horizon parecida a la de Seicho-No-Ie. Además, realiza oraciones para curar las enfermedades o eliminar las infelicidades de las personas que recurren a él, que lo han hecho famoso por su eficacia. El caso citado en el libro del Prof. Clark, al cual nos referimos anteriormente es el siguiente: Cierto día, él recibió una llamada telefónica y oyó la voz afligida de una joven señora. -Profesor... -decía ella, llorosa -mi hijito está enfermo y ahora está con una fiebre de ciento y tantos grados. Naturalmente, estaba hablando en términos de grados Fahrenheit, que son los que se usan en Estados Unidos. En grados Celcius, la fiebre del niño correspondería a 41 ó 42 grados. La joven prosiguió: -El niño es asistido por cinco médicos, pero todos ellos ya lo desahuciaron. Él tiene muchas convulsiones, seis en un minuto. Ahora está en estado de coma y da la impresión de que está muerto. Los médicos dicen que va a morir en cuestión de horas. Profesor, como oí decir que usted cura a través de la oración, ¡Por favor, rece por mi hijo! ¿Ustedes creen que el Prof. Clark, al escuchar esto, respondió así: “Está bien, haré la oración”? No, la respuesta fue diferente. Él dijo: -Mire, voy a hacer la oración, pero usted también necesita orar. -¿Cómo debo rezar, profesor? -Debe hacerlo así: “Señor Dios, si es Tu Voluntad recibe a este niño en Tu Reino Celestial”. Mal terminó de hablar el Prof. Clark, cuando se escuchó la voz nerviosa de la joven señora: -¡No, profesor, eso es imposible!, ¡Por favor, no diga ese absurdo!. Si es para mandar a mi hijo al Cielo, no le pido que haga la oración. Incluso, sin esa oración él está casi a ir para allá. Pero yo no quiero que él se vaya, ¡Pues lo amo!, ¡Profesor, ore para que él se cure! -Usted dice que ama a su hijo. Pero por lo que veo, no lo ama de verdad. Lo que
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usted siente por su hijo es apego. No es amor, es apego. Las palabras severas y casi frías del Prof. Clark continuaron: -Amar a un ser no es apegarse a él, sino dejarlo libre. Supongamos que usted dice que ama a los pájaros y prende uno que volaba libremente por los campos. Probablemente, explicaría que quiere tener esa ave cerca de usted porque la ama, que desea ver su graciosa figura cantar frente a usted, que no quiere soltarla porque le gusta. Pero vea: todo esto sería una verdadera incomodidad para el pajarillo. Amar es dejar que la Vida del ser amado se dirija libremente hacia donde quiera ir. Digamos que, por la fuerza de la oración, su hijo se reponga, y que después de haber crecido, obtenga triunfos cada vez mayores y sea un senador. Si él recibiese una invitación de honor para participar en una cena en la Casa Blanca que sería ofrecida a todos los senadores en el palacio presidencial, ¿qué haría usted?, ¿pensaría: “yo amo a mi hijo y por eso no puedo permitirle ir a un lugar tan lejano como el palacio presidencial que queda en Washington. Quiero que él se quede conmigo, aquí en el interior de Illinois”? ¿No cree que la actitud de una madre que realmente ama a su hijo es dejarlo libre para que él pueda participar de esa cena de honor? -Pero, profesor... -¿“Pero” qué? Ya le dije que usted debe orar para que su hijito sea recibido en el Reino Celestial, si esa es la voluntad de Dios. El Reino de los Cielos es un lugar mil veces más maravilloso que el palacio presidencial. Dios quiere recibir a su hijito en un lugar tan maravilloso, pero usted dice que “quiere retenerlo a su lado porque lo ama”. Esto no es amor, no pasa de apego. Usted necesita abandonar ese apego, ¿me comprende? Ore a Dios así: “Si esa es Tu voluntad, Te pido que recibas a mi hijo en Tu Reino Celestial”. Después de oír estas palabras del Prof. Clark, la joven señora respondió tristemente: -Sí, profesor, entendí. Muchas gracias. Pasaron cerca de cinco días, la misma señora telefoneó otra vez: -Profesor, muchas gracias. -¿Cómo está su hijo? -Sabe, profesor, reflexioné bastante y finalmente logré alcanzar el estado
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espiritual del cual usted me habló. Entonces, recé. Recé así: -“Señor, si esta es Tu Voluntad, recibe a mi hijo en Tu Reino Celestial”. A partir de aquel momento el pulso de mi hijo se normalizó. Los médicos se sorprendieron y dijeron: “Este niño ya superó la crisis; ahora sólo puede mejorar”. Ellos ya tienen la seguridad de que mi hijo recuperó la salud. Muchas gracias, profesor. Todo se lo debo a su orientación. Este caso es realmente idéntico al de la Sra. Takeko Okada que yo orienté. Creo que quedó bien claro que, para mantener la salud de los niños es importante que los padres los amen, sin amarrarlos mentalmente, sin apegarse a ellos, pues Amor no es sinónimo de apego.
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CAPÍTULO 26
UNA VIDA EXENTA DE DESGRACIAS Y ENFERMEDADES
Ya he hablado en diferentes oportunidades en mis conferencias que “la enfermedad no existe”. Pero creo que muchas personas no concuerdan con mis afirmaciones porque tienen la idea fija de que el cuerpo carnal es una sólida masa material. Sin embargo, la ciencia física nos muestra que, en realidad, este cuerpo carnal o la materia no son cosas tan compactas. La menor partícula en que puede dividirse una sustancia homogénea (materia) sin que ella pierda sus propiedades se llama molécula. Y si dividimos la molécula, tendremos los átomos. La molécula es tan pequeña que aun si es aumentada por un microscopio 5 millones de veces, se la podría ver del tamaño de un punto (.), es decir, !Del tamaño de la semilla de amapola!. Los físicos nucleares han determinado este tamaño por medio de cálculos complejos, y realmente, hasta ahora nadie ha visto una molécula, porque todavía no existe un microscopio capaz de aumentar su tamaño en 5 millones de veces. Un microscopio óptico lo puede aumentar hasta en 1.500 veces. Actualmente, existe el microscopio electrónico que lo aumenta 150 mil veces, pero uno que lo aumente 5 millones de veces, todavía no existe. Por eso, el tamaño de la molécula fue calculado mediante investigaciones. Pero lo que nos interesa saber es que la molécula es tan pequeñita, que hasta si usamos un microscopio resulta imposible observarla. Si estas moléculas estuviesen reunidas, todas juntas sin dejar ningún espacio entre ellas, de tal manera que formen un volumen bien grande, lógicamente lograríamos mirarlas. Pero
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ellas no están juntas. Al contrario, están separadas entre sí por una distancia equivalente a 1.500 (un mil quinientas) veces su tamaño. Lógicamente, este número es una media, sin embargo, el hecho es que ellas están bastante distantes entre sí. ¡Las moléculas tan minúsculas, invisibles hasta con un microscopio, se encuentran separadas entre sí por una distancia equivalente a 1.500 (un mil quinientas) veces su tamaño!. Para formarnos una idea, supongamos que aquí exista un salón con capacidad para 1.000 (un mil) personas y en medio de él haya una pelota de 10 cm de diámetro. Supongamos que esa pelota sea una molécula y que la otra molécula esté a una distancia 1.500 (un mil quinientas) veces mayor que su tamaño, esta segunda ya estaría fuera del salón, es decir, a 150m de la primera. Por lo tanto, para tener la idea de cómo las moléculas están distantes unas de las otras, podemos imaginar un salón cuya capacidad es de 1.000 (un mil) personas, con una sola pelota de 10cm en el centro. La materia es así, vacía, con moléculas tan distantes unas de las otras. La molécula está formada de átomos, y estos a su vez, están constituidos de protón y electrones. La distancia entre el protón y los electrones es de 10.000 (diez mil) veces el tamaño del electrón. Entonces, podemos ver que ellos están mucho más distantes uno del otro que las moléculas entre sí. Por lo tanto, podríamos afirmar que la materia es casi inexistente, casi vacía. No digo vacía, porque si comprimimos todas las moléculas y átomos del cuerpo humano sin dejar ningún espacio vacío entre ellos, una persona con peso normal de, digamos; unos 60 Kg. podrá transformarse en un corpúsculo equivalente a un polvo de tiza. Eso es el contenido neto de su cuerpo. Estas moléculas están colocadas de modo que se presentan como un cuerpo humano. Por lo tanto, en realidad, este cuerpo es más o menos un vacío. Según los libros de Física, el sustrato de un cuerpo material es igual a la octava trillonésima-ava parte de su volumen visto por los ojos humanos. Las moléculas y los átomos de la materia están así de separados. No sería ningún misterio que miremos estos corpúsculos, invisibles hasta con un microscopio, si ellos estuviesen agrupados formando un cuerpo compacto y mayor; pero la verdad es que todos ellos están dispersos, unos muy distantes de los otros. De esta forma, debería ser imposible mirar esta materia a simple vista. Sin embargo, nosotros decimos que miramos las “cosas” con nuestros ojos. ¿Cómo se explica esto? Nosotros
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miramos cosas invisibles y esparcidas con nuestros ojos carnales, y decimos que miramos formas, pero en realidad, es nuestra mente que ve la forma atribuida por la mente y no la forma material en sí. “Ríos, montañas, hierbas, árboles, tierra, todo es la manifestación de Buda” -así dijo Sakyamuni cuando despertó espiritualmente. Despertar espiritualmente significa reconocer que todo aquello que parece ser materia, en realidad, es la manifestación de la propia Vida y Sabiduría de Dios o de Buda y no la “materia” en sí. Todos los elementos de la naturaleza son la manifestación de la sabiduría omnipresente de Dios que llena el Universo. Las formas imaginadas en la Mente de Dios se proyectan como montes, ríos, hierbas, árboles o tierra. Y esa misma Vida de Dios, que hizo que se manifestaran, se aloja también dentro de cada uno de nosotros. Por eso, nosotros podemos mediante la Mente Divina que está en nuestro interior ver las imágenes (de montes, ríos, hierbas, árboles...) que Ella misma formó en su Mente con Su sabiduría. Si la mente y la materia fuesen de naturalezas diferentes, la primera no podría reconocer a la segunda. Si la mente y la materia fuesen completamente diferentes, sus vibraciones serían de categorías distintas y sería imposible que la mente reconociera o sintiera la materia. Pero ellas no son cosas totalmente diferentes, porque aquello que parece ser materia, en realidad, no es materia y sí la forma manifestada por la mente. Por lo tanto, es perfectamente natural que la mente sintonice con la materia, pueda sentirla y reconocerla. Por lo expuesto anteriormente, podemos comprender que todas las enfermedades que aparecen en nuestro cuerpo, así como cualquier alteración en las condiciones físicas de nuestros hijos son la manifestación de nuestra actitud mental. Denominamos “Mundo de la Imagen Verdadera” al mundo constituido por la luz de la Sabiduría de Dios que llena el Universo. Este es el mundo de la existencia real, es decir, el Mundo Original que surgió de la Mente de Dios Eterno, es decir, el Mundo constituido por la idea “presente y eterna” de Dios. El “presente eterno” o el "eterno ahora” trasciende el tiempo y está presente en el "ahora” de cualquier instante; por lo tanto, el Mundo Original, que está constituido de Idea “presente y eterna” de Dios, es el mundo que existe desde el principio, es el mundo de la Realidad. Nosotros como hijos
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de Dios vivimos en este perfecto mundo de la Imagen Verdadera, y por ser completamente libres podemos mentalizar y manifestar cualquier aspecto en este mundo. De esta manera, todo cuanto aparece en la forma es la manifestación de lo que nosotros mismos creamos en la mente y “proyectamos” sobre el Perfecto y Armonioso Mundo de la Imagen Verdadera. Por lo tanto, si mentalizamos la salud, aparecerá la salud; si mentalizamos el envejecimiento o la muerte, aparecerán el envejecimiento o la muerte. Por eso, quien desea estar siempre saludable no debe mentalizar la enfermedad. A muchas de las personas enfermas les cuesta recuperarse, porque sólo piensan en su enfermedad. Ellas piensan constantemente en su mal y viven lamentándose: “Estoy enfermo, estoy enfermo” para ser compadecidos por los demás. Si constantemente expresamos frases como: “¡Ay! No soporto más este cansancio”, “Hoy estoy con dolor de cabeza”, “Hoy me duele el estómago”, “Estoy con todo el cuerpo dolorido”, etc., con el objetivo de lograr la compasión de los demás, la idea de la enfermedad se fijará fuertemente en nuestra mente y, como resultado, nuestro estado de salud será cada vez más precario. Esta es la fuerza de la palabra que actúa sobre nuestra mente y que en Psicología se le denomina “autosugestión”. Mediante la “autosugestión” imprimimos en nuestra mente la idea de la enfermedad y la materializamos en nuestra vida. Por lo tanto, si deseamos tener salud, no debemos mentalizar la enfermedad. Sé que las personas que ahora sufren de alguna enfermedad y ven los síntomas manifestados claramente en su propio cuerpo piensan que es muy difícil dejar de pensar en ella. A esas personas les aconsejo lo siguiente: Siempre que sea posible, “cierre los ojos” para no ver su aspecto enfermo. Normalice la respiración, serene la mente, cierre los ojos carnales para no ver la enfermedad aparente; abra los ojos espirituales, visualice la Vida de Dios que resplandece gloriosamente y también el maravilloso mundo de la Imagen Verdadera, repleto de esta Luz y de esta Vida; prosiga respirando serenamente y mentalice: “La Vida de Dios fluye hacia mi interior”. Manténgase así con la mente concentrada durante 10 a 15 minutos y vea que la Vida de Dios llena su ser, visualice su propia Imagen Verdadera, la cual al ser uno con Dios, ya es perfecta, llena de armonía y
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resplandece con la divina luz desde el principio. Usted puede hacer esta mentalización a cualquier hora y en cualquier lugar. Lo importante es que usted se concentre, imagínese totalmente lleno de la Vida de Dios y brillando gloriosamente y grabe en el subconsciente su aspecto físico totalmente saludable... De este modo, usted recuperará realmente la salud, según la ley que dice: “Todo lo que se mentaliza, se manifiesta en el mundo de las formas”. Esto es una especie de Meditación Shinsokán y cualquier persona puede practicarlo independientemente de la religión a la que pertenece, pues Seicho-No-Ie no es una enseñanza limitada que se reduce a una secta o a un grupo. De esta manera, si usted es cristiano dirá: “La Vida de Dios fluye hacia mi interior y brilla resplandecientemente”; si es budista dirá: “La Vida de Buda fluye en mí...” Ya los sintoístas dirán: “La Vida de la diosa Amateratsu fluye hacia mí...”, y así según corresponda. Los nombres con que designamos al Ser Supremo pueden variar, pero lo importante es que la mentalización sea hecha de esta manera: “Yo no soy existencia material, soy existencia espiritual. El espíritu es inmune a los microbios y virus; por lo tanto, es imposible que yo enferme”. La curación de las enfermedades por medio de la Meditación Shinsokán se basa en el uso de dos tipos de instrumentos: “palabras de afirmación” y “palabras de negación". Las palabras de afirmación, son como estas: “Yo soy la Vida de Dios”, “Yo soy hijo de Buda”, “La Vida de Dios fluye hacia mi interior, se vuelve una con mi vida y brilla resplandecientemente”. En suma, son palabras que afirman que el hombre es una existencia espiritual. “Palabras de negación” son aquellas que mentalizadas enérgicamente, impiden que el mal aparezca (o borran los males manifestados), tales como: “Es imposible que yo enferme”, “Ningún microbio me podrá atacar”, “Ninguna infelicidad me podrá alcanzar”, etc. Para que sea más determinante la “negación” de la enfermedad o de la infelicidad ya manifestada es necesario mentalizar: “Yo soy existencia espiritual y estoy protegido por Dios. Por lo tanto, este aspecto de ‘persona enferma’ que manifiesto, no es mi aspecto verdadero, tan sólo es una ‘ilusión’ o falso aspecto. Y como no es realidad y sí una ‘ilusión, este aspecto inevitablemente desaparecerá. Ya está desapareciendo...”
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Si mentaliza de esta forma, el miedo desaparecerá; y, aunque la infelicidad o la enfermedad puedan perdurar por algún tiempo, no tardarán en desaparecer naturalmente.
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CAPÍTULO 27
TESTIMONIO DE UN EX-MILITANTE DEL PARTIDO COMUNISTA JAPONÉS
“¿Con qué finalidad el hombre viene al mundo?”- Ninguna pregunta es más significativa que esta. La verdadera naturaleza del hombre, ¿es “materia” o es “Vida”? Si consideramos al hombre como simple materia, tendremos que reconocer que él no es libre, ya que la materia no está dotada de capacidad de actuar por voluntad propia. Sin embargo, dentro del hombre existe la Vida y ella clama por libertad. Por eso, todos nosotros sentimos el deseo de ser libres. De esta manera, mientras creamos que el hombre es un simple cuerpo carnal o material, estaremos en contradicción con nuestra propia Vida, que busca incesantemente una libertad cada vez mayor, dando origen así a un conflicto entre el cuerpo carnal y el espíritu. Mientras esto sucede, el “espíritu en conflicto con el cuerpo” cree que no podrá ser realmente libre si no subyuga al cuerpo y comienza a “anularlo”, es decir, quiere convertirlo en su esclavo y obligarlo a que le obedezca en todo. Pero al constatar que el cuerpo -esa “masa hecha de materia”- se niega obstinadamente a ser sometido, comienza a odiarlo. Podemos decir que el hombre, aunque parezca que ama su cuerpo, en realidad alimenta un odio secreto hacia él. En su subconsciente está presente la idea de que “el cuerpo carnal es un obstáculo que impide la libertad del espíritu'’. Por eso, aunque él mismo no siempre sea consciente de esto,
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“piensa que debe torturar su cuerpo para dominarlo. Y tal pensamiento comienza a manifestarse en la vida real en la forma de fracaso en los proyectos, infelicidades, enfermedades, accidentes, etc. En cierta ocasión, yo afirmé que las enfermedades y las infelicidades son productos de nuestro deseo de auto- castigo por los pecados cometidos, lo que es una verdad. También es verdad que las enfermedades y las infelicidades son medios que el “espíritu en conflicto con el cuerpo” usa para torturar y dominar al cuerpo. En último análisis, todo hombre tiene, en lo más recóndito de su subconsciente, el secreto deseo de volverse completamente libre, subyugando y anulando al cuerpo carnal incómodo, hecho de materia. De esta manera, mientras albergue en su mente la idea de que “el ser humano es simple materia”, el hombre no podrá huir de la inclinación -o tendencia- de enfermar, de sufrir, de ser infeliz... De ahí, la trascendental importancia que asume el interrogante: “¿El hombre es un ser espiritual, o no pasa de materia, de un simple cuerpo carnal?” Después que comencé a realizar las conferencias radiales, abordé este tema. Recuerdo bien que fue en el 7mo. Programa -lanzado al aire el día 11 de octubre de 1953. En aquel día, hablé de la “Fuente de la Vida” y expliqué “De dónde nace el hombre”. Pues bien, más tarde me informaron de una persona que se recuperó de una enfermedad al escuchar mi conferencia radial. Quien me contó el caso fue el Sr. Tokichi Kikuchi que participó en un seminario realizado en nuestra Sede Central en el mes de enero de 1954. Pero antes de contarles este caso de curación, me gustaría hablar un poco del mismo Sr. Kikuchi. Antes de conocer Seicho-No-Ie, él era militante del Partido Comunista Japonés y actuaba como presidente del “Comité de Huelgas de un gran sindicato laboral en la provincia de Hokkaido. Es y siempre fue una persona muy seria, realmente interesada en el destino de la humanidad. Sinceramente creía que para salvarla era necesario cambiar el régimen (o sistema de gobierno), porque sólo así, sería posible distribuir equitativamente los bienes materiales entre los hombres y todos serían felices sin excepción. Estaba convencido de que “la felicidad del hombre era proporcional a la cantidad de sus bienes”, pues como todo comunista era materialista, y creía que en este mundo lo más importante es la materia. Sinceramente imaginaba que para mejorar el
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mundo (que él creía hecho de materia) y que toda la humanidad fuese feliz era fundamental cambiar el aspecto material, es decir, destruir el sistema vigente y sustituirlo por otro que proporcionase la distribución equitativa de los bienes materiales a todos los hombres. Por lo tanto, el propósito del Sr. Kikuchi al dedicarse a las actividades partidarias era honesto. Pero, cuando conoció la filosofía de Seicho-No-Ie comprendió que este mundo, en realidad, no era tan sólo un aglomerado de cosas materiales; y que todas las cosas en él existentes, a pesar de que parecen “materiales”, en realidad, son proyecciones de los pensamientos del hombre, es decir, la manifestación de su “aspecto mental”. Finalmente, comprendió que a pesar de que se mudara el aspecto material (las formas de gobierno), la humanidad no encontraría la verdadera salvación mientras no despertase espiritualmente. A partir de ese momento, él se transformó completamente y comenzó a divulgar las enseñanzas de Seicho-No-Ie en la calidad de profesor. Hace poco, él brindó una conferencia en la ciudad de Takino-Ue, provincia de Hokkaido. Al terminarla, bajó del estrado y se dirigió a la sala de descanso. Entonces, alguien se le acercó y lo saludó: -¡Hola, Kikuchi! -¡Shimoyama! ¡Hace cuánto tiempo! -dijo el Sr. Kikuchi, al reconocer a un viejo amigo de la época en que ambos militaban en el Partido Comunista en Hokkaido. -Supe, por casualidad, que darías hoy una conferencia y añoré los viejos tiempos. Entonces, decidí asistir para saludarte. Tenía curiosidad en saber sobre qué disertarías. ¿Sabes algo? Tu conferencia fue muy parecida con la que un cierto Taniguchi profirió días atrás, si no me equivoco, el día 11 de octubre en un programa llamado “La Fuente de la Esperanza”. -Claro que sí, pues ahora participo en un movimiento llamado Seicho-No-Ie que lo inició y lo conduce justamente el Prof. Masaharu Taniguchi. -Pero ¿por qué decidiste entrar en ese movimiento ? -Yo te explico, respondió el Sr. Kikuchi. Ven conmigo, vamos a conversar un poco mientras tomamos té. Así, los dos entraron en un salón de té y allí él le informó al Sr. Shimoyama de las
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enseñanzas de Seicho-No- Ie. Le explicó que este mundo no es un simple aglomerado de materia y que todo lo que aquí se manifiesta -sea en forma de cuerpos, objetos, etc., o en forma de sistemas sociales y regímenes gubernamentales- es en realidad, reflejo de lo que el hombre “crea” en su mente. A semejanza de las enfermedades del cuerpo, las situaciones político-sociales del mundo, también son productos de la mente de los hombres. Y continuando, le dijo el Sr. Kikuchi: -Como muchos, yo pensaba que mediante las protestas y las luchas podríamos mejorar el mundo. Pero, finalmente comprendí que mientras reconozcamos el “mal” en los demás y luchemos contra ellos para “corregirlos”, no lograremos mejorarlos, porque todas las cosas cuya existencia reconocemos, comienzan a manifestarse en el plano fenoménico. Por ejemplo, si reconocemos que el “mal” existe, él termina por manifestarse. Por lo tanto, aunque queramos mejorar al prójimo, jamás lo lograremos mientras mantengamos en nuestra mente ideas como: “ellos están equivocados”, “ellos son malos”, etc. Para mejorar realmente todas las cosas es fundamental comprender que todos los hombres son “hijos de Dios” y desde el inicio, en su esencia, son perfectos y plenos de armonía; que el pecado jamás existió, porque Dios que es el origen de todas las cosas, nunca lo creó, y por lo tanto, no hay nadie que realmente sea perverso. Cuando comprendamos esto y logremos amar y respetar la naturaleza divina de cada ser humano, la perfección se manifestará en todas las personas. Y así, el mundo podrá alcanzar la perfección, no a través de luchas y protestas sangrientas, sino a través del amor y del respeto mutuo entre todos los hombres. Cuando el Sr. Kikuchi terminó su breve explicación de la filosofía de Seicho-No-Ie, el Sr. Shimoyama pensativo acotó: -Es una enseñanza maravillosa... Entonces, fue por el poder de esta enseñanza que me sucedió un milagro... Puedo decir milagro... sabes Kikuchi, no te conté antes, pero una cosa sorprendente me ocurrió mientras escuchaba la conferencia radial en el programa “La Fuente de la Esperanza”. Y el Sr. Shimoyama comenzó a contar el caso: -En aquella época, nuestro hijo era muy rebelde y mi esposa vivía afligida e intentaba corregirlo. Por eso, aquella conferencia radial del Prof. Taniguchi la tocó
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profundamente. A cierta altura, él dijo: “Todos los hombres son hijos de Dios y cualquiera que sea su aspecto aparente, en realidad, son perfectos”. Cuando mi esposa escuchó esto, comenzó a llorar diciendo: “¡Yo estoy equivocada! Yo vivo intentando corregirlo, con la idea fija de que él es malcriado, rebelde... Justamente por eso, él no mejora. ¡Ahora he comprendido que, en realidad, él es perfecto, pues es hijo de Dios! ¡La imperfección no existe! ¡Entonces, no existen ni niños imperfectos, ni malcriados!” Al escuchar a mi esposa, yo también me conmoví. Como sabes, aquí en Hokkaido no es posible escuchar nítidamente las trasmisiones de Tokio. Hay interferencias, y muchas veces sucede que súbitamente aumenta o disminuye el volumen de la voz del locutor. Repentinamente, en aquel momento el volumen disminuyó. Por eso, yo estiré inmediatamente el brazo derecho y giré el botón para aumentar el sonido. En ese momento, mi esposa exclamó: “¡Moviste tu mano derecha!”. Ella ya no lloraba y observaba mi mano con una expresión de asombro. Yo también estaba sorprendido. Estaba sufriendo de un fuerte reumatismo y desde hacía casi tres meses no lograba mover la mano derecha. Siempre que intentaba moverla sentía dolores terribles. Puedes imaginar cómo quedé cuando me di cuenta de que estaba girando con la mano derecha el botón de control de volumen sin sentir ninguna dificultad ni dolor... Para terminar su relato, el Sr. Shimoyama agregó: -pero en aquella ocasión, a pesar de que me impresioné con la repentina curación, no reflexioné seriamente sobre el hecho. Hasta pensé que se tratase de una casualidad. Pero ahora que escuché tus explicaciones de la Verdad predicada por Seicho-No-Ie comprendí por qué sucedió aquella curación repentina. Cuando el Prof. Taniguchi dijo: “El hombre no es materia, no es cuerpo carnal sujeto a pecados ni enfermedades. Cualesquiera que sean los aspectos aparentes, en verdad todas las personas son perfectas, porque son hijas de Dios”, yo y mi esposa quedamos profundamente conmovidos, y creo que en aquel momento sucedió una gran transformación en nuestras mentes. Como resultado, se manifestó en mí la perfección original de “hijo de Dios” y ocurrió la milagrosa recuperación... Esto fue lo que el Sr. Shimoyama me contó. Su caso es un ejemplo que corrobora la afirmación hecha en el prefacio del volumen 1 del libro La Verdad de la Vida: “Cuando concientizamos que la Vida es la propia perfección y armonía, esa concientización se
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manifiesta en la forma de cura divina y desaparecen todos los males”.
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CAPÍTULO 28
LA MEDICINA Y LA RELIGIÓN
En el capítulo anterior relaté el caso del Sr. Shimoyama de la provincia de Hokkaido, que se recuperó completamente del reumatismo al escuchar mi conferencia radial. El despertó a la Verdad de que “El hombre no es materia, ni es cuerpo carnal; él es hijo de Dios y, por eso, es perfecto desde el principio. No existe nadie que sea pecador”. Transcurrido algún tiempo, yo supe que ocurrió otro caso de curación de reumatismo, esta vez en Brasil, cuando aquella misma conferencia fue retrasmitida por una emisora de aquel país. Hoy voy a relatar lo que sucedió. Cuando se habla de curación mediante la religión, algunas personas piensan que se trata de una simple superstición. Y están los que ante casos de cura a través de la fe, los consideran una simple casualidad. Sin embargo, frente al hecho de que diferentes personas en lugares distintos se sanaron a través de una misma conferencia radial (como realmente sucedió con mis oyentes de Japón y de Brasil), debemos reconocer que estas curaciones no sucedieron por simple casualidad. La ciencia recopila hechos, descubre principios comunes a todos ellos, comprueba que “una cosa, bajo determinadas condiciones, presenta determinados resultados” y aplica estos principios en la vida práctica. Seicho-No-Ie también procede de la misma manera. En este sentido, podemos decir que las enseñanzas predicadas por nosotros no son simplemente una doctrina religiosa. Nosotros recopilamos y analizamos los
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incontables hechos, y los explicamos: “Al tener como causa tales y tales transformaciones mentales, como consecuencia natural sucede esto o aquello”. Por este motivo, a esta enseñanza también la denominamos “ciencia mental”. Bien, voy a relatarles aquel caso de curación de reumatismo de un oyente de Brasil. Tengo aquí la carta que él mismo me escribió. En el dorso del sobre está escrito: Remitente - Minoru Hayashi, Vila Matilde - Sao Paulo - Brasil. Un trecho de esta misiva dice así: “Al enterarme de que las grabaciones de sus conferencias enviadas acá, a través de los Sres. Yoshitaro Miyamoto y Shiro Endo, serían trasmitidas los domingos por una emisora de esta ciudad, sentí un sincero deseo de escucharlas. Pero, yo no tenía radio ni tampoco estaba en condiciones de adquirir una. Oré para que me fuese posible obtener uno de esos aparatos. Entonces, el hermano mayor de un joven que trabajaba en mi casa se ofreció para armarme una radio y me dijo que lo podría pagar en pequeñas cuotas. Muy contento la encomendé inmediatamente. De esta manera, pude comenzar a escuchar sus conferencias radiales a partir de la tercera trasmisión. “Estoy inmensamente grato a usted, pues ya en el primer día que escuché su programa, recibí una gracia. Voy a narrarle como sucedió: En aquella época, no hacía mucho tiempo que yo había comenzado a trabajar como tintorero, después de haber dejado la agricultura a la cual me dediqué durante muchos años. Como todavía no estaba acostumbrado a mi nueva ocupación, me demoraba mucho al planchar la ropa. Por eso, tenía que trabajar desde las 4 horas de la madrugada hasta las 11 horas de la noche y sólo por una hora interrumpía mi labor para alimentarme. Después de algún tiempo comencé a sentir un fuerte dolor en el hueso del talón izquierdo. Cuando pasaba el peso de un pie al otro o cuando me levantaba de la silla después del almuerzo, el dolor era tan intenso que necesitaba apoyarme en alguna cosa. ¿Qué actitud mental equivocada me ocasiona este mal?”, me preguntaba sin lograr encontrar una respuesta. Así, transcurrieron cerca de dos semanas. Entonces, tuve la felicidad de escuchar por primera vez su conferencia radial. Cuando terminó, fui al baño y al regresar a la sala, súbitamente me di cuenta de que estaba caminando normalmente, sin cojear. Sorprendido, probé pisar firme con el
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pie izquierdo varias veces y no sentí ningún dolor. Presioné el talón izquierdo con la mano y tampoco sentí malestar. Hasta pocas horas antes, una simple presión en la planta izquierda me hacía encogerla de dolor. Entonces, percibí que la repentina curación fue posible gracias al hecho de haberme sintonizado con su amor a la humanidad. Narré el hecho a mi familia y todos juntos ante su fotografía le agradecimos con profunda emoción. Como notamos que en aquella conferencia usted no dijo nada respecto a las causas de los dolores en los pies, creo que mi planta izquierda se sanó gracias a su gran amor y noble deseo de salvar a la humanidad. Sus ondas espirituales, profesor, penetraron en mí cuando yo estaba con el corazón repleto de gratitud por la felicidad de poder escuchar su voz. Como usted sabe, no es la primera vez que recibo gracias a través de sus palabras. Conforme le relaté en la carta anterior, también me curé de una hemorroides que padecía por más de 20 años, cuando leí por la tercera vez, el libro de su autoría La Verdad de la Vida, que un conocido mío tuvo la amabilidad de prestarme. Ahora, vivo feliz y tranquilo con el corazón lleno de gratitud...” El Sr. Minoru Hayashi es un asiduo lector de la revista Seicho-No-Ie desde los primeros tiempos de su difusión. Mientras mantenemos la creencia de que el “hombre es un simple cuerpo carnal y que las causas de las enfermedades no pasan de desarreglos del organismo” e insistimos en tratar sólo el cuerpo, no podremos obtener la verdadera curación. No quiero decir que las enfermedades no puedan curarse a través de remedios, tratamientos médicos u operaciones. Lo que yo quiero explicar es lo siguiente: El cuerpo carnal, en realidad, es una “imagen proyectada por la mente”. En otras palabras, nuestro aspecto material llamado “cuerpo carnal” se manifiesta exactamente de acuerdo con nuestra mente. Por lo tanto, el cuerpo carnal es simple “consecuencia” y no la “causa”. Si lo sometemos a un tratamiento con remedios o cirugías, este cuerpo que es la consecuencia de la mente puede, por supuesto, presentar otra “consecuencia”, es decir, la curación. Sin embargo, no sirve de mucho cuidar sólo la “consecuencia” (es decir, el cuerpo), sin tratar de mejorar la mente que es la “causa”, porque en este caso si se continúa emitiendo los mismos pensamientos equivocados aparecerá nuevamente la misma consecuencia. Podemos comparar esto, al hecho de que si contaminamos el
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curso superior de un río, naturalmente afectará el curso inferior. Al efectuar la “operación limpieza” en el curso inferior del río, sus aguas pueden temporalmente estar limpias. Pero, si del curso superior (es decir, del “origen” o “causa”) continúan llegando aguas contaminadas, el curso inferior rápidamente volverá a estar turbio. En suma, por más que se intente limpiar las aguas del curso inferior del río, ellas no estarán realmente limpias mientras no se descontamine el curso superior. Lo mismo sucede con el hombre. Cuando el médico trata la enfermedad de su paciente, él efectúa un servicio comparable a la limpieza del curso inferior del río. De hecho, el paciente recupera la salud, de la misma forma que las aguas del curso inferior del río recuperan la limpidez cuando allí se realiza un trabajo de saneamiento. Por consiguiente, es innegable que la Medicina presta un gran servicio al hombre. Aquí corresponde esclarecer que Seicho-No-Ie no tiene, en absoluto, ninguna intención de oponerse a la Medicina. Lo que los médicos hacen es “arreglar la consecuencia”, es decir, curar la enfermedad manifestada en el cuerpo como resultado de alguna actitud mental equivocada. Para lograr la curación completa es necesario “eliminar el mal desde la raíz”, es decir, corregir los errores de la mente y esto se logra a través de la religión. Al transformarse la mente, o mejor, al eliminar la actitud mental equivocada, deja de existir la verdadera causa del mal. Por así decir, el “curso superior se transforma y sus aguas se vuelven límpidas” y, como consecuencia natural, el “curso inferior” también se purifica. Obviamente, también es bueno limpiar el “curso inferior”, siempre que sea posible; pero lo fundamental es depurar el “curso superior”. Recordemos que al llegar incesantemente aguas limpias del curso superior, las aguas sucias del curso inferior se desplazan rápidamente hacia la desembocadura, después fluyen al mar, y finalmente, quedan libres de las impurezas gracias a la función “auto purificadora” del inmenso océano. Muchas personas piensan que el hombre es una simple “masa hecha de materia”. Entonces, yo pregunto, ¿podrá una simple “masa material” adoptar la forma general definida de “hombre”? La materia no es capaz, por sí misma, de disponer sus moléculas, de tal modo, que forme la figura del “hombre” con su aspecto general definido. Quien orienta las moléculas para que ellas se dispongan ordenadamente y asuman las formas
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de los órganos internos, huesos, ojos, nariz, boca, etc., es la mente. Todas las personas tienen los ojos y la boca en horizontal, la nariz en vertical, en fin cada órgano en su debido lugar y en la posición correcta; y aunque, existan pequeñas diferencias individuales, las estructuras de estos órganos obedecen siempre a un patrón general ya definido. Es imposible que todo eso sea sólo el resultado de una simple “agrupación casual” de las moléculas de la materia. El hecho de que aparezca una estructura compleja, un proyecto bien elaborado, sólo es posible cuando algo dotado de “mente” dispone ordenadamente las partículas componentes de la materia. Si alguien aún está inclinado a creer que “el cuerpo es el resultado de la reunión casual de ciertos elementos materiales” y que “no pasa de un mero acaso el hecho de que su forma general sea común a todas las personas”, debo recordarles que las casualidades no suceden con tanta frecuencia y en número tan elevado. Ustedes pueden constatarlo fácilmente si realizan la siguiente experiencia en sus hogares: Tomen un puñado de arroz o frijol y desparrámenlo sobre la mesa. Al caer los granos, cada uno va a ocupar un lugar. Pero por más que ustedes repitan esta misma operación, no lograrán que los mismos granos caigan en los mismos lugares. E incluso más: al caer los granos al azar, jamás formarán figuras geométricas como un círculo, o un cuadrado, o un triángulo, etc., ni mucho menos los trazos de un rostro humano, ni cualquier otra figura. Ante esta prueba, creo que ustedes llegarán a la conclusión de que el hecho de que todas las personas tengan ojos, nariz, boca, en fin, todos los órganos del cuerpo en sus debidos lugares y en determinadas posiciones, (es decir, en el sentido vertical u horizontal, en dirección a la derecha o a la izquierda, etc.), no puede ser resultado de una agrupación casual de las moléculas de materia. Entonces, surge el interrogante: si las moléculas no tienen la capacidad de disponerse ordenadamente por sí mismas, ¿qué o quién las dispone en un determinado orden? Sabemos que la materia no es capaz de moverse por sí sola. Por ejemplo: el vaso y el micrófono que están sobre esta mesa, no pueden desplazarse por sí mismos. Sin embargo, si yo quisiera que ellos estén alineados ante mí o, mejor dicho, si la Vida que palpita en mi interior concibe tal idea y actúa inmediatamente, mis manos colocarán estos objetos en la posición deseada. Así también es nuestro cuerpo. No es por simple
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casualidad que sus componentes aparentemente “materiales” estén dispuestos en un orden determinado y constituyan una específica estructura molecular o un determinado tejido celular y de esta manera, surjan el corazón, los pulmones y todos los demás órganos. Estos órganos, cada cual con una determinada forma, constituyen en conjunto un complejo y maravilloso mecanismo. Es inconcebible que tal maravilla sea sólo obra del azar. Además, aunque admitiésemos que una sorprendente casualidad pudiese hacer surgir un ser humano como resultado de la agrupación accidental de ciertos elementos materiales, no podríamos, de ninguna manera, creer en la posibilidad de que esta “casualidad se repita incesantemente y produzca en todo el mundo billones de seres humanos con la misma estructura, lo que sería un verdadero absurdo. Debemos reconocer que existe una grandiosa fuerza, una poderosa “fuerza espiritual” que hace que todos nosotros poseamos esta forma definida de “ser humano”. Esta poderosa “fuerza espiritual” es, exactamente, la “fuerza de Dios” que se aloja en cada uno de nosotros y nos hace “vivir”. Estimados lectores, concienticen que ustedes no son, de ninguna manera, un simple aglomerado de elementos materiales. La “Vida de Dios” está dentro de cada uno de ustedes y los hace vivir. Todos ustedes son, por lo tanto, “Hijos de Dios”. La “Vida de Dios” dispone adecuadamente las moléculas y células, y da este formato a nuestro cuerpo para expresarse a través de él. En último análisis, nuestro cuerpo carnal no es nuestro verdadero “yo”. Él no pasa de una forma de expresión de nuestro verdadero “yo”, es decir, de nuestra propia “Vida”. En otras palabras, el cuerpo carnal presenta un determinado aspecto según las vibraciones mentales emitidas por la “Vida”; de esta manera, puede cambiar de aspecto conforme el cambio del “modo de pensar”. Por eso, muchas personas se curan cuando escuchan mis conferencias radiales o leen la obra La Verdad de la Vida, comprenden la Verdad y corrigen sus actitudes mentales.
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CAPÍTULO 29
EL MEDIO PARA EXTINGUIR LOS KARMAS NEGATIVOS
Cité en la revista Josei no Riso (Ideal de la Mujer) el caso de un niño que orinaba en la cama casi todas las noches. Como ningún tratamiento surtía efecto, sus padres buscaron al vidente Edgar Cayce. Él, con su poder de clarividencia, descubrió que en la encarnación anterior este niño fue pastor y perseguía implacablemente a los médium y sacerdotisas. Él los encadenaba y los lanzaba al agua. El karma que resultó de ese acto cruel se manifestaba en la actual encarnación en la forma de enuresis nocturna. A pesar de que ya estaba grande, mojaba todas las noches su cuerpo. ¿Dónde estarían ocultos los karmas acumulados en la vida anterior a esta? Están en la mente. La “mente” es una especie de recipiente donde se acumulan los karmas, tal como una pila eléctrica que acumula energía eléctrica. El karma no es una energía acumulada en algún lugar fuera de nuestra “mente” y que aparece independientemente de nuestra voluntad; todos los tipos de karma están en nuestra “mente”. En el ejemplo referido, la “mente” de ese niño que en la encarnación anterior fue un pastor cruel, siempre tuvo conciencia de las malas acciones cometidas. Incluso, cuando él lanzaba al agua a los médium y a las sacerdotisas encadenados, su mente reconocía la perversidad de tal acto. Sin que alguien le dijese: “Usted es un pecador, su “mente” era consciente de eso y ese sentimiento de culpa se grabó allí profundamente. La “mente” no termina con la muerte del “cuerpo”. De esta forma, en la presente encarnación, él nació con la “mente” cargada de ese sentimiento de culpa, es decir, cargada
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de karmas negativos. Su cuerpo con relación a aquella encarnación anterior, es un cuerpo nuevo y lógicamente en su cerebro no hay ninguna memoria relacionada a la vida anterior a esta. Por lo tanto, el niño ni sabe quién fue en la encamación anterior. Pero como él es la reencarnación de aquel pastor cruel, en su “mente” está registrado todo lo que él practicó en el pasado, así como un profundo sentimiento de culpa por haber matado personas arrojándolas al agua. Por esa razón, en el subconsciente de ese niño existe la idea de que “es necesario pagar por todos los pecados cometidos” y como una forma de castigarse a sí mismo, él moja todas las noches su cuerpo. Todos los que nacieron con algún defecto físico son seres que se autocastigan por los pecados cometidos en la encamación anterior. Ellos se castigan a sí mismos, ya sea cuando nacen con alguna deformidad física o ceguera, sordera o mudez; o cuando contraen enfermedades terribles en la infancia. Si bien la enuresis nocturna (orinar en la cama) del niño es la manifestación de alguna actitud mental equivocada de los padres, el hecho de que el niño haya escogido justamente aquella pareja para que sean sus progenitores y moje la cama” como manifestación de la mente de ellos, también es una especie de autocastigo. Pero veamos bien, no es una fuerza invencible que existe fuera de la mente, llamada karma la que “arrastra” al hombre. En realidad, es el mismo hombre que sujeta los karmas en su mente y a través de ella practica la auto punición. Por lo tanto, los “karmas” dejarán de existir tan pronto como el hombre los suelte de su “mente”. En el caso de este niño, él “mojaba la cama” porque sujetaba el karma, es decir, por el hecho de que él mantenía en lo profundo de su mente el siguiente pensamiento: “Yo soy malo, soy pecador. Como yo maté muchas personas lanzándolas al agua, debo permanecer siempre mojado. Por eso ‘mojaba’ su cuerpo todas las noches para autocastigarse. Para extinguir el karma” es necesario saber, en primer lugar, dónde se encuentra. Cuando se comprende que él está en la “mente”, basta encontrar un medio para soltar este karma de la “mente”. Como uno de los medios, Edgar Cayce recomendó a los padres de este niño que susurrasen la frase siguiente en el oído de su hijo, a la hora en que estuviese listo para dormirse: “Tú no eres pecador, tú eres bondadoso y cariñoso. Tú puedes brindar
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ayuda sincera a todas las personas que están a tu alrededor. Tú eres bondadoso, tú eres muy cariñoso”. Esa misma noche, el niño dejó de “mojar la cama”. Esto sucedió porque desapareció de su mente el sentimiento de culpa, que lo llevaba a pensar muy íntimamente: “Yo soy malo, soy pecador; debo quedarme mojado y sufrir para pagar por todos los pecados que cometí”. En este caso fue suficiente sugestionarlo una sola vez para obtener el efecto deseado, pero no todos logran soltar el “karma” de su “mente” con apenas una sola sugestión; por eso, es necesario que lo hagamos repetidas veces para obtener un resultado satisfactorio. Se nota que, en el ejemplo citado, se obtiene un efecto positivo porque las palabras usadas para sugestionar al niño fueron; “Tú eres bueno y cariñoso” y no “Tú vas a dejar de mojar la cama”. Mediante este hecho podemos comprender que el mejor método para que nuestro hijo sea saludable e inteligente es leer la sutra Lluvia de néctar de la Verdad a su cabecera cuando esté por quedarse dormido y grabar en su mente el pensamiento siguiente: “Tú eres hijo de Dios; en el mundo creado por Dios no existe ningún mal, pecado o karma”, que así, se extinguirán todos los karmas negativos. Los karmas negativos encubren el aspecto perfecto del hombre, tal como nubes oscuras ocultan la luna llena. Cuando se disipan las nubes, la luna aparece redonda y clara. De la misma manera, cuando se extinguen los “karmas” negativos, aparece el aspecto perfecto del hombre: bueno, saludable e inteligente. En una conferencia realizada el año pasado en la ciudad de Urawa, un señor llamado Terutaro Kambayashi dio testimonio de fe, al hablar de la cura milagrosa de la ceguera de su pequeño nieto. Este niño nació con una grave anomalía en ambos ojos: la esclerótica cubría totalmente el iris. El oftalmólogo dijo que tal vez podría aparecer el iris, si efectuaba un corte en la esclerótica, pero que aún no podía hacer nada debido a la corta edad de la criatura. Entonces, el Sr. Terutaro leyó diariamente la sutra sagrada Lluvia de néctar de la Verdad, practicó fervorosamente la Meditación Shinsokán, mentalizando las siguientes palabras: “todas las personas son hijas de Dios, por lo tanto son perfectas. También mi nietito, en realidad, es un niño perfecto. Su ceguera no pasa de un aspecto fenoménico”. Al mismo tiempo, visualizaba en su “mente” la “Naturaleza Divina” de su nieto. Por increíble que parezca después de algún tiempo, las membranas
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que cubrían el iris se apartaron naturalmente y el niño comenzó a mirar. ¿Cómo suceden cosas de este tipo? Ocurren porque lo que ahora llamamos “karma” está en el interior de la "mente”. En el caso del Sr. Terutaro Kambayashi, en una de las encarnaciones anteriores -aunque no se pueda concluir objetivamente si él practicó o no actos de ofuscar los ojos de su prójimo— parece que acumuló algún karma del tipo de cegar los ojos. Como consecuencia, de acuerdo al principio de la “acción y de la reacción”, según la ley que dice que es necesario pagar en su cuerpo lo que usted hubiese causado a su prójimo, apareció en esta encarnación en la forma de ceguera para autocastigarse. Sin embargo, la "mente” de este niño despertó a la Verdad cuando su abuelo le leyó repetidas veces la sutra Lluvia de néctar de la Verdad, donde en líneas generales, está escrito que “El hombre es hijo de Dios, por lo tanto, no tiene ningún pecado que deba ser redimido a través de la auto punición, y que “Este mundo, como es obra de Dios, es bueno, es perfecto; no existe ninguna cosa que sea mala aquí. Comprendió que la Imagen Verdadera del “hombre es la propia perfección, que no hay ninguna necesidad de auto- castigarse, porque no hay pecados ni karmas negativos a ser redimidos. Cuando practicamos la Meditación Shinsokán para eliminar los karmas negativos de una persona debemos visualizar la perfección de su Imagen Verdadera y mentalizar lo siguiente: “Tú eres hijo de Dios y, por lo tanto, perfecto. En verdad, este defecto físico no existe. Sólo es una manifestación de karmas negativos que “agarras” en tu mente. En realidad, tú no eres un ser imperfecto que debas redimir los pecados a través de la auto punición; tú, desde el principio, eres bueno y amable; y siempre serás así”. Cuando la persona comprende esto, logrará “soltar de su mente la idea del pecado”. Los karmas negativos hacen que la persona se auto- sugestione: “yo soy malo, por eso, no puedo evitar practicar actos perjudiciales” y de hecho lo arrastran a practicar solamente actos dañinos. Para extinguir los karmas negativos es esencial soltar de la “mente” la “idea de pecado. En otras palabras, es fundamental que la persona deje de pensar: “Yo soy malo y debo ser castigado”. De lo contrario, ella no logrará mejorar, de la misma manera que un ex-presidiario no podrá practicar buenas acciones mientras piense: “Soy un delincuente, soy un ex-presidiario” y de esta forma retenga el “mal” en
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su mente. Si analizamos los métodos educativos convencionales, constatamos que todos ellos consisten básicamente en decir a los niños: “Tú eres tonto, por eso debes estudiar bastante” o “¡Eres muy perezoso! Si no te controlo, tú de ninguna manera estudias”, y así, apuntan solamente sus aspectos negativos. Por eso, a pesar de los esfuerzos de los educadores en el sentido de “mejorar” a los estudiantes, ellos no corresponden. Situaciones como esta no sólo se observan en el área educativa, sino también en los demás sectores, lo que constituye un grave problema. Por ejemplo, refirámonos a las relaciones entre las naciones: ¿Cuál es la causa de tantas guerras, no obstante que han aparecido grandes maestros religiosos como Jesús, Sakyamuni y otros? Según el Dr. Karl Menninger, “la guerra es una forma de autocastigo del hombre”. Pero entonces, ¿Por qué el hombre no cesa de auto punirse? ¿Por qué la humanidad no termina con la guerra que hace que los hombres se torturen o se maten los unos a los otros? Porque la humanidad aprendió que “El hombre es pecador” y tiene en su subconsciente el deseo de redimirse a través de la auto punición, por eso recurre a la guerra para flagelarse. La mente superficial del hombre no toma conciencia de esto, pero en su subconsciente está escondida la idea: Yo soy pecador y debo sufrir para pagar mis pecados.” Esta es la razón por la que no cesan las infelicidades y las guerras en este mundo. Retomando el tema de la educación, veamos cómo es posible regenerar a los niños delincuentes y mejorar a los que sufren de deficiencia mental. Deseo sinceramente que nadie tenga hijos delincuentes o débiles mentales. Pero si alguien tiene este problema, le recomiendo lo siguiente: Todos los días tan pronto como el niño se duerme, susurre a su oído, durante 5 a 10 minutos las siguientes palabras: “Tú eres hijo de Dios, por eso eres bondadoso, cariñoso y te va bien en los estudios. Tú eres sano y eres una persona maravillosa que puedes realizar cualquier cosa”. Esto traerá excelentes resultados, porque como se sabe; EN EL MOMENTO EN QUE LA PERSONA ACABA DE DORMIRSE, SU SUBCONSCIENTE AFLORA A LA SUPERFICIE Y LAS SUGESTIONES QUE SE HACEN EN ESE MOMENTO SE GRABAN PERFECTAMENTE.
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Mejor aún sería leer la Sutra Sagrada Lluvia de néctar de la Verdad a la cabecera del niño cuando estuviera por dormirse, porque en él se explica claramente que el hombre es hijo de Dios y lo maravilloso que es él. Es natural que de esta manera se obtengan resultados mucho mejores. Hay personas que piensan que es inútil leer la Sutra Sagrada Lluvia de néctar de la Verdad a la cabecera del niño porque al ser muy pequeño no la comprende. Sin embargo, cuando el adulto la lee y entiende su significado, en su mente surge la vibración que se une a aquellas palabras divinas y esa vibración va al encuentro del subconsciente del niño. Por lo tanto, no es indispensable que el niño entienda el significado de las palabras que se le leen. Si el adulto lee para el niño la Sutra Lluvia de néctar de la Verdad con la mente concentrada, meditando profundamente el significado de las palabras, se obtendrán resultados excelentes. El hombre renace en este mundo material en numerosas ocasiones. Hay personas que actualmente están aquí y millares que están en el mundo espiritual preparándose para un futuro renacimiento. En la época en que vivían nuestros antepasados, no existía una religión que enseñase: “El hombre es hijo de Dios y no hay pecado alguno que haya cometido, consecuentemente es innecesario castigarse”. Por eso, cuando nuestros antepasados, renazcan en este mundo y escuchen por primera vez tal enseñanza, alcanzarán la salvación al desligarse de la idea de “pecado” que sus “mentes” retenían. No hay virtud más elevada que trasmitir esta gran Verdad: La naturaleza divina del hombre y la inexistencia del pecado, porque de esta forma estaremos salvando a la humanidad a través del pasado, presente y futuro. Uno de los libros de Edgar Cayce que habla de la clarividencia, cita el caso de una persona que nació ciega en esta encarnación porque en la anterior encegueció a un adversario, hiriéndolo en los ojos. Hay muchas personas en semejantes situaciones, a quienes debemos transmitirles la Verdad. Si salvamos a una persona trasmitiéndole la Verdad y “abriéndole los ojos”, es decir, explicándole que su Imagen Verdadera (verdadera naturaleza) es eternamente perfecta y, por lo tanto, libre de cualquier pecado, sin duda, estaremos acumulando una gran virtud. Ustedes que están salvando a mucha gente a través de la divulgación de esta Verdad, con seguridad, surgirán como
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personas maravillosas en la próxima encarnación. Si salvan al mayor número posible de personas, esa acción regresará a ustedes en forma de felicidad conforme la “Ley de la Acción y de la Reacción”, tal como una pelota que siempre regresa a nosotros cuando la lanzamos contra una pared. En la Europa Medieval se creía que los médium y las sacerdotisas eran poseídos. Y, de esta manera, como los cristianos pensaban que las sacerdotisas eran poseídas por demonios que hablaban a través de sus bocas, las mataban encadenándolas y lanzándolas al agua para acabar con el demonio, como otrora Jesús hizo con la manada de cerdos endemoniados. Cuando practicaban tales actos, a ellos no les remordía la conciencia porque creían que estaban obrando bien. Sin embargo, en el fondo de su subconsciente quedó oculto el sentimiento de culpa por el acto cruel de ahogar personas. Así, se formó un “karma negativo” que se manifestó en sus vidas, en este mundo de las formas. La manifestación de los karmas se da conforme la “Ley de la Acción y Reacción. Sin embargo, esto no significa que los actos que practicamos en el pasado (o en las vidas anteriores) vuelvan a nosotros más tarde, en forma totalmente idéntica. Lo que sucede es que la “reacción” a nuestras acciones surge posteriormente en forma de algún acontecimiento diferente, pero “de la misma especie”. Supongamos que una persona, en la existencia anterior, fue un antropófago que habitaba en una isla “x”, y que cierta vez, prendió y mató a un náufrago, clavándole una lanza en la columna vertebral. Si esa misma persona nace como hijo de gente civilizada en la encarnación siguiente, ¿sucederá que él naufragará, llegará a una isla habitada por antropófagos y tendrá el mismo destino de aquel que mató? No, porque la reacción no aparece en forma idéntica a la acción practicada. Ella es simbolizada por alguna cosa o algún hecho que aparece de forma diferente, pero con un significado semejante. En el citado caso, puede aparecer en forma de caries ósea en la columna vertebral para simbolizar la acción de “arruinar la columna de los demás”. Si se tratase de alguien que en el pasado hirió los ojos de otra persona, la reacción puede aparecer posteriormente, en la forma de ceguera o alguna enfermedad ocular que necesite intervención quirúrgica. El karma puede compararse a la energía acumulada en una pila eléctrica llamada
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“nuestra mente”. De la misma manera que la energía de una pila desaparece cuando se manifiesta como “luz” o “calor”, nuestro karma también comienza a desaparecer en el momento en que se manifiesta en alguna forma lo que se acumuló en nuestra mente. Por lo tanto, aunque nos sucedan hechos desagradables, debemos agradecer y pensar que así está desapareciendo el karma negativo del pasado; pero lo mejor sería extinguir el “karma negativo del pasado” sin que nos ocurran “hechos desagradables”. ¿Cómo podremos lograrlo?: Concientizándonos y acumulando karmas positivos. 1) CONCIENTIZÁNDONOS a través de la lectura de la Sutra Sagrada Lluvia de néctar de la Verdad, que “en realidad, el karma negativo no existe”, pues la Imagen Verdadera del hombre es hijo de Dios; y 2) ACUMULANDO “KARMAS POSITIVOS”. Para acumular “karmas positivos, es necesario que salvemos a nuestro prójimo cada vez que tengamos la oportunidad. Alegrarse sólo con la propia salvación es señal de egoísmo. Aquel que actúa de este modo será, a su vez, rodeado de personas egoístas, no podrá contar con la bondad de los demás, y también en la próxima encarnación, nacerá en un ambiente donde existan personas que sólo piensan en su propia salvación. Tendrá una vida triste, sin nadie que le ofrezca amor. Si nosotros salvamos a muchos, seremos amados por muchos. Esta es la ley de la causa y efecto (Ley de la Acción y de la Reacción).
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CAPÍTULO 30
LA SALVACIÓN DEL HOMBRE
En el siglo XIV hubo un eminente sacerdote budista de nombre Muso. En cierta ocasión, él dijo: “En verdad, no hay naciones en apogeo o naciones en ruina”, lo que significa: “Sea cual sea la situación manifestada a los ojos carnales, no pasa de un aspecto fenoménico, es decir, no pasa de una ‘sombra’ proyectada por la mente humana. Por lo tanto, ni el esplendor ni la decadencia de las naciones tiene una existencia real”. La esencia de estas palabras es la misma contenida en la afirmación que hacemos en Seicho-No-Ie: “El fenómeno no es realidad. Las infelicidades, las enfermedades, etc., son sólo fenómenos y, por eso, no tienen una existencia real, no pasan de manifestaciones de karmas acumulados en la mente del hombre.” Como vemos, la esencia del Zen-budismo es la misma de la enseñanza de Seicho-No-Ie. También el maestro Hakuin, otro sacerdote budista de gran renombre, expresó: “En su estado original, todo hombre es Buda, del mismo modo que el hielo, originalmente es agua”. El significado de estas palabras, básicamente, es el mismo del contenido en la afirmación de Sei- cho-No-Ie: “No hay nadie que verdaderamente sea malo”. En su esencia, todas las personas son buenas, pues son hijas de Dios. Es igual decir que “el hombre es Buda” o que es “hijo de Dios”. Lo importante es comprender que originalmente todo hombre es bueno y no hay uno solo que “esencialmente sea malo”. Aunque usted hasta este momento hubiese cometido mil pecados, la verdad es
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que todos esos pecados “no tienen existencia real”, porque Dios no creó pecados ni pecadores. Esto no pasa de “sombras” proyectadas por la mente humana, comparables a las imágenes proyectadas en “una pantalla de cinema.” Y ¿por qué se proyectan esas “sombras” en la pantalla de la vida? Porque los hombres- por desconocer su propia perfección original mantienen en su mente la idea de que el “pecado existe y que todos los hombres son pecadores”. Esta idea es proyectada en el mundo de las formas, porque este mundo es una especie de pantalla de tres dimensiones. Y el hombre, al ver estas “sombras” proyectadas, vuelve a grabar en su mente la idea de pecado y de pecador; y de esta manera, da lugar al círculo vicioso de proyecciones de los karmas negativos. Sin embargo, a partir del momento en que comprendemos que “en realidad, no existen ni pecados ni pecadores, que existen únicamente Dios y los hijos de Dios”, lograremos alcanzar un mundo de total libertad, trascendiendo las imperfecciones manifestadas en el plano fenoménico. Cristo dice: “... y la Verdad los hará libres” (Juan 8, 32). Y también: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Juan 14, 6) “La Verdad” es lo que realmente existe: no se trata del aspecto manifestado provisoriamente, sino el Aspecto Verdadero (Imagen Verdadera). La mayoría de las personas, equivocadamente, cree que es existencia verdadera, lo que se manifiesta temporalmente. Sólo existe lo que de verdad existe; y las demás cosas, que no son existencias verdaderas, no existen. Lo que es existencia falsa no puede ser considerado existencia. El fenómeno es una cosa manifestada y, por eso, no podemos decir que él existe. Esto es comparable a las escenas de una pieza teatral o de una película, por más auténticas que puedan parecer, nunca son escenas reales. Por ejemplo: aunque un actor “mate” a cien personas en el escenario, es sólo una acción de la pieza teatral. En realidad, él no ha matado ni una sola persona lo que puede ser constatado fácilmente, si miramos los camerinos de los artistas. Lo mismo sucede respecto al cinema: por más auténticas que parezcan ser las escenas de una batalla sangrienta en que mueren millares de personas, ellas no son reales. No pasan de ser creaciones de las mentes de los productores de la película, que son captadas por las mentes de los espectadores. Podemos decir, que ellas son sólo “imágenes” proyectadas por la mente y que no existen de verdad.
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En la Sutra de Loto del Budismo encontramos este trecho: “Todos los fenómenos son lo mismo que nada”. Realmente, fenómenos son sólo fenómenos y no son sustanciales. El aspecto fenoménico de este mundo no es su aspecto verdadero. Lo que existe realmente es el “mundo pleno de luz creado por Dios”. Y todos sus habitantes son perfectos y viven en armonía, pues son hijos de Dios. He ahí, la Imagen Verdadera de este mundo y de las personas que lo habitan. ¡Escuchen todos los que lloran porque sufren de enfermedades e infelicidades! Levanten los ojos y graben la luz de la Imagen Verdadera. Por más reales que parezcan las enfermedades, las infelicidades y las tragedias “manifestadas” en sus vidas, crean que ellas “no tienen existencia real”, pues son sólo fenómenos. Es esencial que todos nosotros mentalicemos constantemente esta Verdad. En la conferencia anterior, relaté el caso de un niño que dejó de “mojar la cama” a partir de la noche en que su madre, sentándose a su cabecera después que él se quedó dormido le susurró durante el sueño alrededor de 10 minutos, las palabras: “Tú eres un niño bueno y cariñoso”. Como podemos ver por este ejemplo, la manifestación de los aspectos imperfectos del hombre cesan cuando se graba en su subconsciente la Verdad que dice: “El hombre, por ser hijo de Dios, es bueno, es generoso, es perfecto”. Comúnmente, los padres cuyo hijo tiene el problema de “mojar la cama” intentan curarlo a través de severas reprimendas, diciéndole constantemente: “Tú ya estás muy grande para orinarte en la cama. ¡¿No tienes vergüenza?! De alguna manera tienes que dejar esa fea costumbre, ¿me escuchaste?” Pero, cuanto más los padres lo regañan, más profundamente se graba en la mente del niño la idea de “mojar la cama”, por lo que él no puede dejar la mala costumbre. Tal vez, ustedes piensen que le doy demasiada importancia a un caso tan insignificante como la curación de la enuresis. Quiero que comprendan que me referí a este caso sólo como un pequeño ejemplo de cómo podemos mejorar a las personas a través de la mentalización de las palabras positivas. De igual forma, que una simple experiencia de laboratorio puede comprobar una gran verdad científica, también un caso, aparentemente sin importancia, puede mostrarnos la Verdad y ser la base para comprender cómo podemos mejorar realmente a la humanidad.
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Si a pesar de que han surgido tantas religiones, la humanidad todavía no alcanzó gran progreso espiritual es porque la mayoría de los predicadores dirige a los fieles palabras negativas: “¡Los hombres son malos!, ¡Los hombres son pecadores!, ¡Es necesario que se arrepientan, que hagan penitencias, que intenten ser buenos, sino el infierno los espera!”. Podemos decir que estos predicadores actúan exactamente como los padres que viven llamando la atención al hijo, con la intención de curarlo del vicio de mojar la cama’. Al grabar en la mente de la humanidad la idea de que “todos son pecadores”, les impiden mejorar, aunque la intención sea justamente la contraria. Yo tengo la costumbre de escuchar atentamente las conferencias radiales de los predicadores de las diferentes religiones y he notado que casi todos dicen: “El hombre es pecador”. El otro día, escuché que uno afirmaba: “Todo hombre es pecador, no sólo por sus pequeños pecados individuales, sino porque él ya nació pecador debido al pecado original, común a toda la humanidad”. Sé que hacen sus sermones con el noble objetivo de salvar a la humanidad; pero no puedo dejar de pensar cuán perjudicial es grabar en la mente de los hombres la idea de que “todos son pecadores”. No puedo dejar de sentir un gran pesar, cada vez que escucho tales afirmaciones que parten de los que se dicen cristianos. Si analizamos profundamente los textos de la Biblia comprenderemos que Cristo sabía que las enfermedades y las infelicidades de los hombres eran manifestaciones del autocastigo que se origina de la idea de pecado”. Por eso, Cristo curaba a los enfermos cuando eliminaba de sus mentes la “idea de pecado y el subsecuente deseo de “auto punición”. En cierta ocasión, él le dijo a un paralítico: “Tus pecados te son perdonados... Levántate y camina”. En el mismo instante, desapareció de la mente del paralítico la “idea de autocastigo y él se levantó y comenzó a caminar. “Tus pecados te son perdonados”- Estas palabras Jesús no las dirigió sólo a los enfermos, sino a toda la humanidad. Sin embargo, muchos de los que se dicen seguidores de Cristo predican que “la humanidad está llena de pecados”, “todos los hombres son pecadores”, etc. Parece que no comprenden la esencia de las enseñanzas de Cristo. Al contrario de algunas sectas que de cristianas sólo tienen el nombre, a pesar de no ser conocida como religión cristiana, Seicho-No-Ie comprende la esencia de las
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enseñanzas de Cristo, las pone en acción, aplica en la vida práctica no solamente la esencia del Cristianismo, sino también la del Budismo, pues ella se basa en la Verdad de que la esencia de todas las religiones es una sola. No ordenamos a las personas a entrar a un “local limitado” llamado Seicho-No-Ie, pues creemos que la verdadera religión es la que libera realmente al hombre. Por eso, lamentamos saber que existan religiosos como un cierto sacerdote budista que hizo la siguiente “advertencia”: “Si ustedes asisten a Seicho-No-Ie, irán al infierno”. Con seguridad, él actuó de esta manera porque recelaba no poder mantener su propio templo si no retuviese a sus fieles. Sacerdotes como él revelan la pequeñez de su propia fe, porque al hacer tales “advertencias” prácticamente afirman que el poder de Buda es tan débil que es incapaz de salvar a las personas que, en opinión de ellos, “están en mal camino”. El gran maestro Shinran, expresó: “No debéis temer al mal, porque no existe ningún mal que tenga el poder de impedir la Voluntad de Buda”. Y, también, dijo: “Por más terribles que sean los pecados que el hombre haya cometido, con seguridad, entrará en el Paraíso si cree en Buda y toma conciencia de su unidad con Él”. Como vemos, el verdadero Buda es capaz de salvar a los que hayan cometido las peores acciones. Si es así, el acto de leer libros de SeichoNo-Ie, que no es algo nocivo, no será de ninguna manera un obstáculo para el poder de salvación de Buda. Todo hombre tiene la posibilidad de ser salvo, porque trae en su interior la Vida de Dios o la Naturaleza Divina. El maestro Shinran dijo: “La verdadera fe es la manifestación de la naturaleza búdica (divina) que existe en el hombre”. Entonces, naturalmente podemos concluir que la fe nace en el corazón del hombre, porque él ya tiene dentro de sí el Dios Interior”. La verdadera fe se basa en la conciencia que el hombre pueda tener de su Dios Interior y en su sentimiento de reverencia. Reverenciar quiere decir: “contemplar la perfección de la Imagen Verdadera del hombre y dirigir a esa Imagen Verdadera nuestras alabanzas, nuestro amor y nuestro respeto”, y no simplemente adoptar la posición de oración, cerrando los ojos y uniendo las palmas de las manos. Esta postura debe ser la manifestación natural del amor, gratitud y respeto a la Imagen Verdadera. Lo esencial es la actitud mental: contemplar y reverenciar la Imagen Verdadera perfecta de todas las personas.
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“Todas las personas son hijas de Dios. Por lo tanto, no existe ni una sola persona siquiera que sea mala, pecadora, perversa”. Debemos dirigir estas palabras no sólo a los oídos del niño que está a punto de dormirse, sino también a la mente de toda la humanidad. Debemos hacer que la humanidad despierte a la Verdad, mentalizando firmemente: “¡Todos los hombres de la faz de la Tierra, despierten!. Despierten a la Verdad de que todos son hijos de Dios, seres bondadosos y generosos. No hay nadie que desee eliminar al prójimo”. Cuando la humanidad despierte a esta Verdad, mejorará; desaparecerán las enfermedades, la miseria y las guerras. Si la humanidad no ha mejorado, a pesar de su vehemente deseo de concretizar la paz y la felicidad, es porque todavía no eliminó de su subconsciente la idea equivocada de que “el hombre es pecador”, y por eso intenta mejorar, pero no lo logra. Esta idea provoca el deseo de expiación que lleva a la humanidad a torturarse a sí misma, desencadena guerras crea infelicidades, favorece la aparición de las enfermedades Con seguridad, la humanidad mejorará si hacemos que concentren que “Todos los hombres son perfectos, pues son hijos de Dios”. En realidad, no existe ni un solo pecador siquiera. También, en lo que se refiere a la educación esta concientización es esencial. Mientras los padres profesores y educadores insistan en señalar los puntos negativos, será imposible que se obtengan buenos resultados. Por más imperfecto que sea el aspecto fenoménico de un niño, debemos creer que su Imagen Verdadera es perfecta, y orientarlo de modo que él mismo lo comprenda así. De esta forma, él comenzará a manifestar la perfección de la Imagen Verdadera y será una persona extraordinaria.
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CAPÍTULO 31
LIBERÁNDOSE DE LA POBREZA
Conozco a un señor llamado Masaru Yoshimura que vive en Ube, en la Provincia de Yamaguchi. Hace más o menos 15 años este señor atravesaba por una grave crisis financiera. Sus negocios de compra y venta de títulos fueron mal, y él contrajo una deuda de cincuenta mil yenes (quince millones de yenes actuales). El señor Yoshimura hizo de todo para mejorar la situación, inclusive intentó nuevas especulaciones, pero sólo logró incrementar sus obligaciones. Los acreedores comenzaron a presionarlo cada vez más y, finalmente, él se encontró en una situación sin salida. Cierto día que miraba distraídamente la calle por la ventana de su dormitorio, vio a un obrero trabajando en la calzada. El hombre laboraba despreocupadamente, canturreando alegremente una canción. El sonido rítmico del pico que golpeaba la calzada hacía vibrar el aire puro de otoño. Al observar a tal persona, él pensó: “¡Oh, qué felicidad la de ser obrero! ¡La vida de un obrero es simple, sin preocupaciones! ¡Cómo me gustaría estar en su lugar!” Sin embargo, recordó sus problemas y se dijo tristemente a sí mismo: “Pero yo no puedo ser como aquel hombre. Él es alegre y no tiene preocupaciones, porque con seguridad no tiene deudas; sin embargo, yo tengo un compromiso de cincuenta mil yenes. ¿Cuál es la salida? Aunque yo quiera estar en su lugar, si no pago los cincuenta mil yenes, no podré ser como aquel obrero. Yo soy cincuenta mil yenes inferior a él”’ Cuánto más examinaba su situación, más desesperado se sentía. Hasta llegó a
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pensar en suicidarse. Pero reflexionó y se dijo a sí mismo: “Tengo una cosa que hacer antes de morir”. Recordó que hacía mucho tiempo, su abuelo se había curado de catarata, orando fervorosamente ante la imagen de Kanzeon Bosatsu (6) que era la reliquia de la familia. Posteriormente, esa reliquia había llegado a sus manos, a través de un tío suyo. Él la colocó en el oratorio de su casa y le ofrecía fervorosas oraciones desde hacía alrededor de 15 años. “Kanzeon Bosatsu tiene un poder milagroso. Voy a pedirle que me ayude”. Pensando de esta manera, él se dirigió al oratorio, se arrodilló ante la imagen y rezó fervorosamente: -Aquí estoy ante ti, misericordiosa Kannon (7) para pedirte auxilio. Te he consagrado ofrendas y ofrecido oraciones todas las mañanas desde hace más de diez años, y nunca te he pedido nada. Pero, ahora necesito tu ayuda porque estoy en una gran dificultad. Si ustedes piensan que él pidió dinero a Kanzeon Bosatsu para pagar sus deudas están engañados. Él suplicó: -Ayúdame, te lo ruego. Sufro mucho por esta deuda de cincuenta mil yenes. Estoy tan confundido y desesperado y me siento tan inútil, que me pongo a pensar por qué nacemos en este mundo. Enséñame, Kannon, el significado de esta vida. Los días fueron pasando sin que nada de extraordinario sucediese. Entonces, en la madrugada del 18° día, el señor Yoshimura tuvo un sueño extraño (más tarde él recordó que ese día era la fecha consagrada a Kanzeon Bosatsu). Este fue el sueño: Kanzeon Bosatsu apareció a la cabecera de su cama y en silencio le mostró la página de un periódico con una enorme propaganda de un libro.
(6): N. de T. Kanzeon Bosatsu - Divinidad que es considerada una manifestación de la misericordia de Buda (o Dios) y que cuando escucha las súplicas de las personas, asume apariencias diferentes, de acuerdo con cada situación, época o lugar en que se encuentran las personas a fin de orientarlas. (7): N. de T.: El mismo que Kanzeon Bosatsu.
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Sobre el fondo oscuro se destacaban en letras blancas, las palabras: La Verdad de la Vida. Súbitamente, él se despertó. Fue un sueño breve, pero lo dejó profundamente impresionado. “¡Qué anuncio tan raro!”, pensó él, ya completamente despierto. Era tan clara la impresión que le había dejado el sueño, que él tuvo la seguridad de que era una respuesta a su oración. Tan pronto llegó el periódico de ese día, lo revisó para ver si encontraba el mismo anuncio que había aparecido en su sueño. No encontró nada. Pero reparó en otro aviso donde se leía Seimei no Gei-jutsu (El Arte de la Vida). Se trataba de un libro nuevo recién editado por Seicho-No-Ie. Como notó que había una semejanza parcial entre el título de este libro y el título del que vio en sus sueños, pues ambos traían la palabra Vida, tuvo curiosidad por leer el texto de la propaganda. Entre otras cosas, decía lo siguiente: “Cuando el hombre toma conciencia de la Verdad de la Vida, desaparecen todos sus sufrimientos y él comienza a manifestar la perfección original de la Vida”. Aunque estas palabras despertaron su atención, no podía comprender bien su significado. Horas después, salió para atender ciertos asuntos. En uno de los lugares donde estuvo, escuchó a una persona que comentaba con su compañero: -¿Conoce la farmacia Ito? Aquella que es dirigida por la señora Onoe Ito?... Pues es totalmente “fuera de serie”. Cuando la gente entra y pide remedios para esta o aquella enfermedad, ella les dice: “En realidad, la enfermedad no existe. Lea esto, que su mal desaparecerá”, y le ofrece un librito a la persona. Al escuchar esto, el Sr. Yoshimura pensó: “Es raro, es realmente ‘fuera de serie’... Pero, finalmente, ¿qué especie de librito será ese?”- Aproximándose a la persona que hizo el comentario le preguntó: -Disculpe la intromisión, pero ¿Qué libro es ese, del cual usted está hablando? -Es un librito de apenas 64 páginas. Es una pequeña parte de la obra titulada La Verdad de la Vida, respondió la persona. -Sorprendido, él pensó: “¡Nunca imaginé que las personas pudiesen adquirir el libro La Verdad de la Vida en una farmacia!”. Agradeció la información y se dirigió inmediatamente a la farmacia de la Sra. Onoe (Que en aquella época era una de las
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representantes de la editora de Seicho-No-Ie). Allí adquirió un volumen del libro La Verdad de la Vida, que leyó con profundo interés. Después de leerlo, se transformó totalmente su concepto del “hombre”. Hasta entonces, él pensaba que el hombre fuese un simple elemento material, tan insignificante como una partícula de moho que surgió en la faz de la Tierra. Pero al leer La Verdad de la Vida, despertó espiritualmente. “¡Estaba tan equivocado!, pensó él. Pero ahora comprendo que el hombre es hijo de Dios. ¡La Gran Vida de Dios, que llena todo el Universo, existe también dentro de mí!, ¡Esta Gran Vida -que creó la Tierra, el Sol y los numerosos astros, y que comanda todos sus movimientos- pulsa vigorosamente dentro de mí!”. En Seicho-No-Ie, este tipo de concientización es llamado de “Transformación Radical de Concepto”. Es una conversión que sucede dentro de nosotros, y transforma completamente nuestro concepto de la “vida”, del “hombre” y del “mundo”. Gracias a esta concientización, desaparecieron de la mente del Sr. Yoshimura, la sensación de inutilidad, el complejo de inferioridad y todos los demás pensamientos negativos que le hacían pensar que fuese cincuenta mil yenes inferior a un obrero. Las “circunstancias” de la vida como riqueza y pobreza; felicidad y desdicha; etc., surgen como resultado del “concepto” que el mismo individuo tiene de la vida. Por eso, cuando él cambió totalmente su “concepto de la vida”, su situación también cambió. Como por milagro, obtuvo la cantidad de ochenta mil yenes, de modo que le sobró treinta mil yenes, aun después de haber pagado todas sus deudas. Yo dije que él obtuvo ochenta mil yenes “como por milagro”, pero esto es sólo una expresión. Yo no quise decir que ese dinero “cayó del cielo” cuando él concientizó el aspecto verdadero de la vida. Seicho-No-Ie enseña que la ayuda de Dios llega al hombre “en la forma de algún acontecimiento natural” y “según el orden natural de las cosas”, y explica que, en realidad, ningún acontecimiento es “milagroso”. Todo sucede de modo natural, es decir, según las Leyes del Universo. Pero los que desconocen las Leyes, consideran como milagros todos los acontecimientos que les parecen fuera de lo común o inexplicables. Por ejemplo, si llevamos un radio transistor
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a una tribu de salvajes de alguna isla del Pacífico y lo conectamos ante estos aborígenes que nunca tuvieron contacto alguno con la civilización, ellos quedarán asombrados al escuchar la voz humana que sale de una “cajita” y dirán que eso es un milagro. Es que esos indígenas no conocen la “Ley de la Trasmisión de las Ondas Hertzianas”. De la misma manera, las personas que ignoran la “Ley de la Mente” dicen que “es un milagro” cuando alguien obtiene fortuna a través de la transformación de su actitud mental. Antes de leer La Verdad de la Vida, el Sr. Yoshimura se creía un hombre, pobre, débil e inútil; y se consideraba “cincuenta mil yenes inferior a un obrero”. Y las ondas mentales negativas provocadas por este “complejo de inferioridad” estaban atrayendo acontecimientos que sintonizaban con ellas. Por eso surgían dificultades y más dificultades en su vida, de acuerdo con la Ley de la Mente que dice: “se acercan a nosotros y se concretizan en nuestra vida todas las cosas que sintonizan con nuestras ondas mentales”. De esta forma, mientras el Sr. Yoshimura pensaba: “Soy pobre, soy incapaz, soy un fracasado, soy más miserable que un vagabundo sin un centavo”, era imposible que la fortuna se acercase a él. Pero todo se transformó cuando él concientizó que su vida era “una sola” con la “Gran Vida de Dios”, el cual es la Fuente de riquezas ilimitadas y Creador del Universo. Al tener esa consciencia, él comenzó a emitir “ondas mentales que se sintonizaban con la riqueza”, y una serie de acontecimientos felices comenzaron a surgir en su vida. En primer lugar, narraré cómo obtuvo el dinero para pagar sus deudas. En la ciudad de Ube, vivía un señor muy rico que tenía una mina de carbón en Kyushu. Él pretendía formar una sociedad anónima con un capital de cinco millones de yenes para explotar esa mina. Intentó llevar a cabo su plan, pero fracasó. Más tarde, recordó al Sr. Yoshimura, fue a buscarlo y le explicó el asunto: -Sr. Yoshimura, como usted entiende bien de títulos y acciones, creo que es la persona indicada para este trabajo. Estaré muy contento si acepta mi propuesta. El Sr. Yoshimura aceptó la oferta, logró reunir a varios interesados, eligió el número necesario de accionistas, tomó todas las providencias y cumplió con éxito la tarea que se le confió. Satisfecho con el excelente trabajo del Sr. Yoshimura, el rico propietario de la mina le pagó la elevada suma de ochenta mil yenes. Como vemos, este
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dinero no le cayó del cielo, ni brotó de la tierra... No llegó a través de algún acontecimiento milagroso o insólito, sino por medios totalmente comunes. Ahora que comprendemos que todo en esta vida sucede de “modo natural”, vamos a analizar “por qué ciertas personas tienen facilidad de atraer la riqueza y otras no”, y “por qué todos nosotros pasamos por fases favorables y desfavorables”. En primer lugar, necesitamos comprender que todo depende de las sutiles vibraciones de nuestra mente. Estas vibraciones son captadas por alguien en algún lugar, y entonces, ese “alguien” se aproxima a nosotros y nos proporciona una determinada situación o crea una determinada oportunidad. En el caso del Sr. Yoshimura, las “vibraciones positivas” que él comenzó a emitir después que tomó conciencia de su “naturaleza de hijo de Dios”, fueron captadas por un rico propietario de una mina de carbón, quien le hizo una excelente oferta de trabajo. Él podría haber ofrecido este trabajo a otro especialista, pero justamente recordó al Sr. Yoshimura. ¿Por qué? De acuerdo a la Ley Mental que dice: “los semejantes se atraen”, las vibraciones mentales del Sr. Yoshimura se sintonizaron con las del rico propietario de la mina, cuando él (el Sr. Yoshimura) tomó conciencia que “el hombre es uno con la Gran Vida de Dios, que es la fuente inagotable de la riqueza”. Explicaré más detalladamente: Al leer La Verdad de la Vida, el Sr. Yoshimura comprendió: “Yo soy hijo de Dios. Dios es el Creador de todas las cosas y la fuente inagotable de la riqueza. Y como soy hijo de Dios, también tengo capacidad infinita y poseo la fuente inagotable de la riqueza. Esta fuente no está en un lugar distante, sino dentro de mí mismo y constituye mi propia esencia. Puedo decir, por lo tanto, que en realidad, ya soy un hombre rico”. A partir del momento en que concientizó esta Verdad, el Sr. Yoshimura comenzó a emitir “vibraciones mentales de prosperidad”, las cuales entraron en sintonía con las vibraciones mentales de un señor de gran poder económico, hizo con que este se interesase por él, y sintiese deseo de ofrecerle un trabajo en excelentes condiciones. El principio que rige nuestras vidas es semejante al principio de “sintonía de ondas radiales”: surgen en nuestra vida “personas”, “cosas” o “hechos” que sintonizan con las ondas mentales que emitimos. Nadie puede alcanzar éxito en la vida sin el auxilio de los demás. Todos necesitamos de alguien que colabore con nosotros, alguien que nos ayude
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a triunfar. Por ejemplo, si somos comerciantes necesitamos de compradores. Y para que se acerquen a nosotros personas que directa o indirectamente, nos conduzcan a la victoria y a la prosperidad, es necesario emitir “ondas mentales positivas que sintonicen con la victoria y la prosperidad”. En suma; cuando emitimos ondas mentales que sintonizan con “las riquezas abundantes”, logramos atraer “riquezas abundantes”. Por lo tanto, si queremos librarnos de la pobreza, es fundamental concientizar nuestra “naturaleza de hijo de Dios”, y pasar a emitir “ondas mentales que sintonicen con la riqueza”. Otro requisito necesario para obtener riqueza es actuar conforme la Ley Mental que dice: “Da y recibirás”. A largo plazo, “aquellos que dan” serán infaliblemente recompensados y “aquellos que roban” también serán robados. Esta Verdad se aplica tanto a las naciones como a los individuos. Continuemos con el relato del caso del Sr. Yoshimura. Después de haber pagado la deuda de cincuenta mil yenes, él invirtió los treinta mil yenes restantes en la instalación de una pequeña empresa de pesca, que fue un éxito. Sus barcos pesqueros volvían siempre abarrotados de peces y la compañía prosperaba rápidamente. El pagaba muy bien a sus trabajadores, pero ellos cuando vieron que el negocio “iba de viento en popa” comenzaron a volverse exigentes y codiciosos. Iniciaron una huelga reclamando aumento. El Sr. Yoshimura no se inquietó. “La empresa ya produjo bastante este año, creo que no vale la pena continuar la pesca en un clima de tensión y discordia”, pensando de esta forma, él no cedió. El mismo día en que los pescadores iniciaron la huelga, sobrevino una fuerte tempestad que duró días e impidió que los barcos pesqueros dejasen el puerto. Si sus trabajadores no hubiesen paralizado sus labores, él hubiera tenido graves perjuicios, pues debería pagarles normalmente, a pesar de haber permanecido en tierra. En fin, el paro de los pescadores fue providencial para los negocios del Sr. Yoshimura. Los hechos narrados muestran que, cuando mantenemos nuestra mente optimista y “en sintonía con la prosperidad”, las riquezas llegan naturalmente a nosotros, y no sufrimos perjuicios, aun cuando surjan situaciones aparentemente desfavorables, pues los “perjuicios” inminentes, por el hecho de no sintonizar con las “vibraciones mentales de la prosperidad”, terminan por ser alejados.
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Como acabamos de ver, cuando el Sr. Yoshimura entró en contacto con las enseñanzas de Seicho-No-Ie, dejó de ser “cincuenta mil yenes inferior a un obrero”, y se volvió poseedor de “abundante y creciente fortuna”. Se sentía inmensamente grato a Seicho-No-Ie. Algún tiempo después, cuando él se enteró que yo iría a proferir una conferencia en su ciudad, pensó en invitarme para que me hospedase en su residencia, en señal de gratitud. Pero como su casa también funcionaba como oficina era muy bulliciosa, el teléfono sonaba constantemente, y las personas entraban y salían. Entonces, él decidió separar su residencia de su oficina, y comenzó a buscarla en un lugar sosegado. Por suerte, supo de una persona que estaba vendiendo una casa localizada en una calle tranquila, frente al Templo Hachiman. Inmediatamente, él se contactó con el propietario y le hizo una oferta para comprarla. Como la fecha de mi llegada a la ciudad de Ube estaba próxima, era necesario que la casa fuese desocupada inmediatamente. Entonces, el Sr. Yoshimura ofreció 50% más que su valor real. Claro que el propietario no lo pensó dos veces y el negocio fue cerrado en el momento. Sólo porque quería adquirir urgentemente una casa tranquila para hospedarme, él había pagado por aquel inmueble una cantidad muy superior a su valor real. En aquella ocasión, todos pensaron que él había hecho un pésimo negocio. Sin embargo, más tarde, cuando los conflictos (Segunda Guerra) se intensificaron y la ciudad de Ube fue bombardeada, la nueva morada del Sr. Yoshimura no sufrió ningún daño. Además, él lucró con ese negocio, porque hubo una enorme valorización de los inmuebles. Como ya mencioné, cuando el Sr. Yoshimura pagó 50% más por tal propiedad, motivado únicamente por el deseo de obtener un lugar calmo para hospedarme, todos pensaron que él había sufrido un enorme perjuicio. Pero los hechos posteriores probaron que esa transacción devino en beneficiosa para todos: la persona que vendió la casa quedó satisfecha porque obtuvo un precio mucho más alto del que esperaba; yo estuve muy contento porque fui hospedado en aquella casa confortable y tranquila; y el Sr. Yoshimura no sólo escapó del bombardeo, como también, más tarde, tuvo una enorme ganancia a causa de la valorización de su inmueble. Como vemos, cuando actuamos con sentimiento de amor y deseo de ser útil al prójimo, y no con la intención de “obtener ventajas”, logramos resultados maravillosos como en este caso.
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CAPÍTULO 32
MENTE QUE CREA LA ENFERMEDAD, MENTE QUE CURA LA ENFERMEDAD
Diariamente recibo innumerables cartas con consultas sobre los más variados asuntos de la vida. Al leer las que relatan enfermedades, siempre observo la presencia de un conflicto en la mente de esas personas. La Sra. A, por ejemplo, escribe: “Muchas gracias Prof. Taniguchi, por su incansable esfuerzo en trasmitir la Verdad a todas las personas. Sé que no debería tomar su precioso tiempo, pero le escribo para pedirle orientación, porque me encuentro desesperada. Después de la guerra, yo me casé en Manchuria, y en octubre de ese mismo año, regresamos a Japón, mi esposo, mi mamá y yo. Como mi única hermana estaba viviendo en Kobe, fuimos a hospedarnos a su casa. En ese tiempo yo estaba embarazada y en marzo del año siguiente di a luz a un niño. El parto fue muy difícil, después fui operada cuatro veces y permanecí internada durante más de cien días. Como mi esposo era económicamente incapaz, mi hermana se vio obligada a asumir todos nuestros gastos. Ella tenía una tienda y financieramente estaba muy bien. Inmediatamente después del nacimiento de mi hijo, yo me separé de mi esposo por varios motivos; y cuando me dieron de alta, nuevamente fui a vivir con mi hermana y la ayudaba en la tienda. Mi hermana siempre había tenido problemas con mi madre, aun cuando ella cuidaba de su casa. Por eso finalmente prefirió que se fuese a vivir al campo. Entonces, yo me encargué de los quehaceres domésticos; al mismo
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tiempo, conseguí un trabajo extra: comencé a aceptar encomiendas de tejido porque no soportaba la idea de seguir viviendo a expensas de mi hermana. Sólo pensaba en juntar dinero y rápidamente irme de su casa. Cuando descubrió mi intención, insistió en que reflexionase mejor y me dijo: “Aunque encuentres un trabajo, no podrás sobrevivir solamente con un salario. Si enfermas, ¡seré yo, finalmente, quien tendrá que cuidarte! Será mejor si tú continuas conmigo y juntas cuidamos de la tienda, porque así aseguraremos nuestro futuro”. Ante esto, y recordando los muchos favores que había recibido de ella, no tuve el valor de dejarla y terminé por permanecer en su casa, aun contra mi voluntad. Proseguí aceptando trabajos de tejido, no obstante haber desistido de mi plan de independencia, pues pensaba en una eventual necesidad. Me esforcé tanto, que terminé agotada y con fiebres constantes. Finalmente, mis pulmones se afectaron y me vi obligada a dejar de trabajar. En agosto del año siguiente, no soportando más la situación decidí huir de la casa. Sin embargo, antes, como reflejo de mi mente decepcionada con la vida, mi hijo se accidentó y quedó con graves quemaduras en la parte superior del cuerpo. Todavía me estremezco cuando recuerdo esta desgracia. Mi hermana hizo de todo para salvarlo y gracias a sus esfuerzos mi hijo escapó de la muerte. Pero, cuando el niño se recuperó completamente, transcurridos unos seis meses, hui de casa, abandonándolo. En aquel momento nada me importaba: ni la dedicación de mi hermana, ni mi deber como madre; había perdido completamente el juicio. Comencé a trabajar como empleada en un club en Osaka, pero mi salud empeoraba cada día. En ese tiempo yo ya leía la revista Seicho-No-Ie, pero mi mente en ilusión no comprendía la profunda Verdad. Al final del año siguiente, caí en cama y, entonces, regresé a la casa de mi hermana. Ella se puso muy contenta, pero yo no tenía ninguna intención de permanecer allí y conseguí otro trabajo. Mi hermana se enojó muchísimo y exigió que yo llevase a mi hijo y a nuestra madre. Así lo hice. Alquilé un departamento y los llevé a vivir conmigo. Trabajé arduamente, tenía la creencia de que el trabajo me daría ánimo y me ayudaría a curar mi enfermedad; pero como mi labor era muy “pesada” (comenzaba más o menos a las siete horas de la mañana y terminaba a las dos o tres de la madrugada siguiente), fui debilitándome cada vez más. La fiebre reapareció y finalmente comencé a expectorar
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sangre. Estuve en reposo alrededor de dos meses. Cuando regresé al trabajo, todos los síntomas se presentaron otra vez, y mi propia jefa me obligó a que descansase más tiempo. Pero si yo dejo de trabajar, no tendremos con qué vivir. Tengo la seguridad de que volveré al trabajo tan pronto baje la temperatura, pero por el momento, las circunstancias no me lo permiten. Si me internan, siento que me voy a morir de tristeza...” La primera cosa que podemos observar claramente en esta carta es la presencia de la “mente que ataca al esposo” como lo muestra el trecho: “El parto fue muy difícil; después fui operada cuatro veces... Mi esposo era económicamente incapaz y mi hermana se vio obligada a asumir todos los gastos...” Esta señora no se daba cuenta de que la “mente que ataca al esposo” fue la que hizo difícil su “parto” e hizo “cortar” su cuerpo, llevándola a “someterse a cuatro operaciones”. Los órganos genitales de la mujer no pertenecen sólo a ella; en cierta forma, también “son del esposo”. La “mente que ataca” es la mente que hiere a los demás y, por lo tanto, si ella tiene una “mente que hiere al esposo”, inconscientemente desea, herir a sus órganos genitales que también “son del esposo”. En el caso de esta señora, las cuatro intervenciones quirúrgicas con la materialización en el mundo de la forma de su “mente agresiva”. De cualquier modo, una persona que sufre de alguna enfermedad ginecológica por mucho tiempo debe reflexionar y analizar bien su mente, y transformar la “mente que ataca al esposo” en “mente que agradece al esposo". Al proceder de esta forma, todos los síntomas de la enfermedad ginecológica desaparecerán rápidamente. En otro trecho de su carta, la Sra. A dice: “...Proseguí haciendo trabajos de tejido. Pensaba en una eventual necesidad. Me esforcé tanto, que terminé agotada con fiebres constantes. Y, finalmente, mis pulmones resultaron afectados...” Este trecho n os da a entender que ella terminó por contraer la tuberculosis por haberse dedicado exa-
geradamente a tejer, lo que no es verdad. Si fuese cierto, todas las amas de casa que se dedican al tejido deberían terminar tuberculosas; eso no sucede y sólo una minoría es atacada por este mal. Entonces, el hecho de que esta señora haya contraído tuberculosis no puede haber sido “resultado de la dedicación al tejido”; debe haber alguna otra
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“causa” que produjo tal “efecto”. Según su carta, ella recibió de su hermana todo el apoyo necesario para sobrevivir desde el tiempo en que regresó a Japón y, sin embargo, escribe: “... no soporté más y hui de casa”. Esta confesión revela cuán profundo era el conflicto interno que tenía con su hermana que tanto hizo por ella. Fue exactamente ese violento conflicto en su corazón que provocó la mala circulación sanguínea en la región torácica e hizo de sus pulmones un foco para el desarrollo de los bacilos de tuberculosis. Recordemos los ejemplos de dos grandes religiosos: el maestro del budismo Hakuin y el fundador de la secta Kurozzumi, que contrajeron tuberculosis a consecuencia de violentas conmociones sentimentales. Ambos tuvieron hemoptisis varias veces, pero en el momento en que serenaron la mente dirigiéndola totalmente hacia la luz, milagrosamente se curaron sin siquiera tomar vitaminas u otros elementos nutritivos. Estos dos ejemplos confirman mi aseveración de que el estado mental de una persona influye poderosamente en las enfermedades de la región torácica. La Sra. A escribió que su hijo aún pequeño se quemó “la parte superior de su cuerpo”. En este caso, no se trata de una enfermedad de los órganos internos y sí de una quemadura provocada por un agente externo, pero desde el punto de vista del “mundo mental”, no hay interno ni externo. La “parte superior del cuerpo”, en este caso, simboliza las personas mayores. Como la “vida de un niño” está unida directamente a “la vida de su madre”, el violento conflicto en la mente de la madre con una persona mayor (su hermana, en este caso) se manifestó en forma de quemaduras en la “parte superior del cuerpo” de su amado hijo. Todo lo que aparece en este mundo es manifestación de nuestra mente. He aquí, otra de las cartas recibidas de los lectores y mi apreciación: “Profesor, aunque no lo conozca personalmente, me tomo la libertad de escribirle esta carta para pedirle orientación. Soy una asidua oyente de sus conferencias radiales trasmitidas todos los sábados. El año pasado, perdí a mi hijo de nueve meses a causa de un mal que yo le trasmití. Yo había contraído tuberculosis, pero no lo sabía y debido al contacto directo con mi hijito lo contaminé. Fue muy grande mi tristeza por la pérdida de mi pequeñito, pero me apoyé en el ejemplo de fe demostrado por mi padre, que es
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devoto de una secta budista. Posteriormente, cuando lo escuché a usted, también alcancé una especie de súbito despertar espiritual. “Analicé la actitud mental que tenía hasta entonces y comprendí que me había equivocado en muchos puntos. Cuando me arrepentí y decidí corregirme, sentí una gran fuerza dentro de mí. ‘Dios llena mi ser con Su Vida’- esta comprensión hizo surgir en mí una profunda gratitud, valor y confianza en esta vida. Gracias a esto, me recuperé rápidamente y ahora estoy bien. Cuando mi hijo partió de este mundo de las formas, me dejó una profunda tristeza y una inmensa nostalgia. Pero al mismo tiempo, me enseñó una valiosa lección, me dio la oportunidad de reflexionar y alcanzar el despertar espiritual. Para que no sea inútil la muerte de mi hijo, me he esforzado sinceramente en mejorar cada vez más mi actitud mental. Y al analizarme noté que tenía un defecto que obstaculizaba mi relación con las demás personas: mi ‘obsesión por la limpieza’. He tratado de corregirme, pero no es fácil. En varios de sus libros, usted dice que ‘por regla, las personas tuberculosas tienen la obsesión por la limpieza’, pero en esos libros no está escrito como corregir ese defecto. Antes, cuando no me daba cuenta que era una obsesión, hasta me enorgullecía de mi gusto por la pulcritud y el orden. Pero ahora que noté cuánto mi excesiva preocupación por el aseo causa malestar e impide que me lleve bien con los demás, siento envidia de las personas que, de vez en cuando, obtienen un tiempo libre o van al cine, incluso dejando la casa en desorden. Mi suegra es una de esas personas despreocupadas que colocan los objetos en cualquier lugar, olvidan cerrar las puertas y los cajones, etc. Naturalmente, mi disgusto por sus desmanes ha sido captado por ella y terminó por crear una barrera entre nosotras. Hasta hace poco tiempo, yo me esforzaba en corregirla, pero ahora sólo pienso en corregir mi propia intransigencia en asuntos de limpieza. “Ahora sé que las personas ‘obsesionadas por la limpieza’ muchas veces ocasionan problemas y fastidian a los demás, y después sufren las consecuencias. Mi mayor deseo ahora es liberarme de este defecto. Incluso creo que sea un reflejo de mi propio comportamiento, el hecho de que mi hijastra de 5 años se muestre muy nerviosa y esté sufriendo de conjuntivitis. Pensar que es desagradable lo que todo el mundo encuentra
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desagradable, es perfectamente común. Pero este no es mi caso. Pienso que es detestable los pequeños desórdenes y hasta los leves desarreglos de los demás. Dicen que el ‘corazón amoroso no ve los defectos ajenos’. ¿No seré yo una persona fría, además de bastante emotiva? Incluso, si se trata de personas a quienes amo, no logro dejar de sentirme molesta cuando hacen alguna cosa que contraríe mi gusto por el aseo y el orden. “Le pido su orientación, profesor, para que yo pueda librarme de esa obsesión y convivir mejor con los demás. “Atentamente, B Tokio.” En la carta de la Sra. A, presentada en las páginas anteriores, está descrito el estado espiritual que la llevó a enfermarse de tuberculosis. Ya en la carta de la Sra. B que acabo de presentar, está descrito el estado espiritual que le propició curarse de la tuberculosis. Ese estado espiritual es aquel en que la persona “despierta” repentinamente, analiza su actitud ante la vida, reconoce los errores que venía cometiendo, se arrepiente; y sustituye todos los pensamientos equivocados y los sentimientos negativos anteriores por una profunda gratitud. Esta “transformación interna” posibilitó la curación de la tuberculosis en el caso de la Sra. B. Si la Sra. A, que me escribió la otra carta logra la misma “transformación interna” también se sanará. La Sra. B dice en su carta: “Dios llena mi ser con Su Vida. Esta comprensión hace surgir en mí una profunda gratitud, valor y confianza en esta vida”. Fue a partir de ese momento, que ella comenzó a recuperarse rápidamente. La muerte de un hijo siempre causa un profundo trauma en la madre. Pero la Sra. B encontró apoyo espiritual en el ejemplo de fe de su padre, así como en mis conferencias radiales; logró vencer el dolor causado por la muerte de su hijito y aceptar el hecho como una lección para su alma. En su carta, relata: “Al partir de este mundo de las formas, mi hijo me dejó una profunda tristeza y una inmensa nostalgia, pero al mismo tiempo, me enseñó una valiosa lección, dándome la oportunidad de reflexionar y alcanzar el despertar espiritual”. Y, con humildad y gratitud, agrega: “para que no sea
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inútil la muerte de mi hijo, me he esforzado sinceramente en mejorar, cada vez más, mi actitud mental”. Quiere decir que ella aceptó la muerte de su hijo como una preciosa lección para su perfeccionamiento espiritual, se arrepintió de su actitud mental equivocada de hasta entonces y se esfuerza para vivir con espíritu de gratitud. No hay enfermedad que no sane cuando las personas se arrepienten sinceramente y comienzan a sentirse gratos a Dios, al prójimo y a todas las cosas. Es natural, por lo tanto, que la Sra. B se haya recuperado rápidamente. Mientras tanto, le surgió otro problema cuando en el esfuerzo de analizar todos los aspectos de su carácter y tratar de corregir sus fallas, se dio cuenta que tenía “obsesión por la limpieza”, lo que frecuentemente fastidiaba tanto a los demás como a ella misma. Leyó en los libros de mi autoría, la afirmación de que “por regla, las personas tuberculosas tienen obsesión por la limpieza”. Desde entonces, ha hecho de todo para liberarse de esa obsesión, diciéndose a sí misma cuán perjudicial es esa conducta. Y está afligida, porque a pesar de su esfuerzo consciente, no logra librarse de esa manía. Analizando el problema, notamos que la Sra. B ahora está “obsesionada por librarse de su obsesión por la limpieza”. En otras palabras, ella “está intentando eliminar una obsesión con otra obsesión ’. Esto es exactamente como intentar disipar el humo del cigarro, agitando la mano que todavía mantiene el cigarro encendido. De esta forma, cualquier esfuerzo será inútil. El humo será disipado solamente con un abanico. De la misma manera, de nada sirve a la Sra. B preocuparse tanto con la “obsesión por la limpieza e intentar librarse de ella. Lo que debe hacer es sustituir la “mente que ve las cosas desagradables y se esfuerza para no sentirlas desagradables” por la “mente que no ve las cosas desagradables”. Para que nuestra mente comience a “no ver las cosas desagradables”, debemos practicar la Meditación Shinsokán, contemplar con los ojos del alma el mundo de la Imagen Verdadera donde todo es perfecto, y grabar en las capas más profundas de nuestro subconsciente, la Verdad de que “en este mundo no existe nada que sea realmente desagradable o repulsivo, porque en el nivel de la Imagen Verdadera todas las cosas son perfectas, sea cual sea su apariencia en el nivel fenoménico”. De la misma forma que el “vicio de beber” se cura naturalmente cuando la persona
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se libera de las frustraciones o insatisfacciones íntimas y empieza a ver el mundo como un lugar bendecido por Dios, donde todo es bueno; la obsesión por la limpieza” también desaparece cuando la persona comprende que todas las cosas de este mundo son la manifestación del Amor y Sabiduría de Dios y que no existe una sola cosa siquiera que realmente sea fea o desagradable.
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CAPÍTULO 33
ENTRENAMIENTO ESPIRITUAL PARA OBTENER LA SALUD Y LA PROSPERIDAD
Supongamos que usted esté enfermo desde hace mucho tiempo y desee curarse lo antes posible, o que usted esté frente a una dificultad económica y desee superar esa situación lo más rápidamente, o incluso que usted no tenga ninguno de estos problemas, pero sienta que le falta alguna cosa en su vida, que esté triste o aburrido y ya recurrió en vano a todo lo que pudiese llenar ese vacío. Pero, cierto día alguien le habla de Seicho-No-Ie. Le dice que allí hay un método para solucionar los problemas totalmente diferente s de los que usted conoce, que consiste en utilizar la fuerza de la “mente”. Usted se interesa, va a Seicho-No-Ie y escucha los relatos de personas que resuelven sus dificultades utilizando la fuerza “mental” y decide hacer la prueba. Entonces, le informan que la explicación detallada de ese método se encuentra en los 40 volúmenes de la colección La Verdad de la Vida y en los demás libros que he escrito. Sin embargo, usted tiene mucho apuro, quiere salvarse rápidamente. Si hablamos más claramente, quiere encontrar la llave maestra con la cual pueda solucionar todo y cualquier problema lo más fácil y rápidamente posible. En la conferencia de hoy quiero explicar especialmente a todos los que se encuentran en esta situación, el método más simple para encontrar la salud, la felicidad y la prosperidad.
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Es muy fácil proyectar el Paraíso aquí en la Tierra. Es suficiente creer firmemente en las palabras: “Cree y recibirás todo lo que pidas”. Este es uno de los principios fundamentales de la “Ciencia de la Religión” o de la “Ciencia Mental”. Hay muchas personas que dicen: “Yo todavía no estoy lo suficientemente maduro para comprender la Verdad” o “Entendí hasta cierto punto la Verdad contenida en este libro, pero creo que aún no he podido comprenderla desde el fondo de mi corazón. Debe ser por eso que todavía no he obtenido resultados”. Pero la Verdad que predicamos no es algo tan complejo que sólo lo puedan alcanzar personas de un elevado nivel de espiritualidad. Es muy simple y está al alcance de cualquier persona. Lo fundamental es saber que “Para cosechar alguna cosa es necesario, en primer lugar, sembrar”. Por ejemplo, para obtener la salud, la felicidad y la prosperidad, usted debe simplemente plantar las “semillas” de estas cosas. Y no es necesario que se preocupe, pues Dios se encargará de lo demás: las hará germinar, crecer, florecer y fructificar. Confíe en la omnipotencia de Dios que hace que las aves vuelen sin clases de vuelo; que los peces naden sin clases de natación; y que un bebé recién nacido respire y mame la leche materna sin que le hayan enseñado. Entonces repito: usted no necesita preocuparse. Dios, que es omnipotente, hace que cualquier “semilla” germine y crezca si usted la siembra. Serene su mente y viva confiando en Dios. No dude ni se impaciente al punto de “desenterrar la semilla”. Si usted hace esto, nada saldrá bien en su vida. Uno de los trechos del “Canto Evocativo de Dios” dice así: “No soy yo quien realiza mis obras, sino la fuerza de Dios Padre presente en todo el Universo”. Jesús lo dijo en otras palabras: “... el hijo, solamente hace lo que hace el Padre, por sí mismo no puede hacer nada” y esto quiere decir, que lo que parece ser “acción del hombre”, en realidad, es obra de la Fuerza de Dios, que hace que la “semilla” plantada por el hombre germine, crezca, florezca y dé frutos. Ahora que usted está consciente de que el hombre cosechará todo lo que siembra” surge la pregunta: ¿qué tipo de semilla debemos sembrar? Pero ¿qué se entiende por semilla? El gran maestro budista Kobo dijo que “La Palabra es la Imagen Verdadera". Y según la Biblia, “... el Verbo era Dios... Todas las cosas fueron hechas por medio de él...” La Imagen Verdadera’, es decir, la esencia de las “cosas” está constituida
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de palabra (Verbo). Por lo tanto, la semilla a la que nos acabamos de referir es la “palabra”. Haga lo posible para sembrar sólo buenas semillas (buenas palabras). Jamás siembre malas semillas (malas palabras). El Dr. Holmes separó de esta manera las “semillas verbales”: BUENAS SEMILLAS VERBALES
MALAS SEMILLAS VERBALES
- Yo puedo.
- Yo no puedo.
- Haré esto impostergablemente.
- Esto es imposible.
- Todo va bien.
- Nada me sale bien.
- Estoy en el camino de la realización.
- Yo desisto.
- Estoy decidido.
- No sé qué hacer.
- Tengo fe inquebrantable.
- Ya perdí la esperanza.
- Con toda seguridad lo lograré.
- No sé si podré.
- Yo amo.
- Yo odio.
- Hoy estoy radiante.
- Hoy me siento deprimido. - Tal vez no pueda dormir esta
- Esta noche dormiré bien.
noche. - Ya no tengo ninguna esperanza.
- Soy Vida. Estoy repleto de esperanza.
Todo está mal. Es el fin
- Todo está en armonía. - Estoy protegido, estoy seguro.
- Esta vida es una batalla sin fin. - Puede suceder alguna desgracia en cualquier momento.
- Dios te bendiga.
- Vete al infierno
A través de estos ejemplos, creo que usted percibió cuáles son las palabras que debe “sembrar”. Son palabras alegres, constructivas, entusiastas, optimistas, pacíficas y reconfortantes. Exprese siempre estas palabras y nunca las que constituyen “malas semillas”, es decir, palabras sombrías, ásperas, destructivas, pesimistas, de desconfianza, llenas de inseguridad y miedo. Usted no necesita ser un erudito para seleccionar las palabras, tan sólo se trata de manifestar únicamente las que se asemejan a las de la lista de “buenas semillas”. Es suficiente tener consciencia de la importancia
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del efecto de las palabras. Por eso, Jesús dijo: “No es lo que entra por la boca lo que contamina al hombre, sino lo que sale de su boca”. Es mucho más importante examinar “lo que sale de la boca”, es decir, las palabras que proferimos para ver si ellas contienen los “elementos vitales” que nos fortalecen, que examinar nuestros alimentos para ver si ellos contienen vitaminas. Jamás pronuncie palabras como: “Ya no hay esperanza”, “La crisis se agudiza cada vez más”, “Fulano es un desgraciado”, etc. Emitir palabras de este tipo equivale a esparcir semillas de hierbas malas. Analice bien el tipo de palabras que acostumbra manifestar. Si usted no goza de buena salud es porque tiene el hábito de expresar “malas palabras” sin darse cuenta. Quien acostumbra decir: “Esto es perjudicial para mi estómago”, sin duda alguna, contraerá alguna enfermedad gástrica. Hay personas que logran vivir contentas en cualquier circunstancia. Por ejemplo, si hay sol expresan alegremente: “¡Qué hermoso día! ¡Me siento bien!”; si llueve lo consideran una bendición: “Esta lluvia es benéfica, humedece la tierra reseca”; y si hace frío, manifiestan con optimismo: “Con este frío, habrá una abundante cosecha de trigo y los agricultores van a estar muy contentos. ¡Gracias Dios, todo está perfecto!”. Con certeza, tales personas serán vencedoras, saludables, bendecidas por todos y tendrán excelentes amigos. El modo más simple de transformar su destino es cambiar primero sus expresiones verbales, y luego su comportamiento y la expresión de su rostro. En sentido estricto, “Palabras” son manifestaciones verbales o escritas de nuestros pensamientos, pero nuestras actitudes y la expresión facial también son “palabras” que expresan nuestra mente. ¿No tiene usted el hábito de poner la “cara de mal humor” por cualquier cosa que no le agrade? ¿No acostumbra a manifestar en la mirada el desprecio o el fastidio que siente por las personas? ¿No gesticula para mostrar que está molesto? ¿No tiene el hábito de morderse los labios como si estuviese soportando un gran sufrimiento? Autoanalícese y si se da cuenta que tiene alguna de estas manías, deshágase de ellas inmediatamente. ¿No tendrá usted la fea costumbre de rebajar el mérito de alguien que haya practicado actos elogiables, señalando sus fallas y criticándolo?; ¿No siente envidia
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cuando ve que alguien prospera?; ¿No acostumbra ser un “aguafiestas ’ cuando ve a una persona entusiasmada con algo y le dice en tono reprobador: “Pero ¿puede ser que no sea tan bueno como piensas...?. Las personas que acostumbran comportarse de esta manera no alcanzarán grandes triunfos en la vida. Por eso, antes de expresar alguna palabra, piénselo dos veces; y si nota que estaba a punto de colocar un defecto” en alguna cosa, manténgase callado para evitar que sus labios expresen “palabras dañinas”. “Personas de mala suerte”, son las que tienen el lamentable hábito de resaltar sólo el lado negativo de todo lo que escuchan o ven. Ellas viven profiriendo palabras negativas como: “Esto me parece bueno, pero tiene un inconveniente; Fulano tiene ‘cara de santo’, pero en realidad, no es nada de eso”, etc. Yo dije “lamentable hábito” porque tales personas, al comportarse de esta manera, cierran “con sus propias manos” la puerta que conduce a la felicidad. Hay un viejo proverbio que dice: “Aquel que maldice al prójimo también cava su propia sepultura”. No piense que esto se refiere sólo a los que “maldicen” a alguien al extremo de desearle un gran mal, pues de cierto modo, también tiene que ver con los que tienen la costumbre de desprestigiar a los demás hasta en asuntos de poca importancia. Por lo tanto, si usted quiere mejorar su destino, debe, primeramente, abandonar radicalmente el mezquino hábito de hablar mal de los demás y de minimizar las cualidades ajenas. Otra cosa es necesaria: dejar de recordar los asuntos desagra dables. Deje de preocuparse por las enfermedades del pasado o la hereditariedad negativa, deje de pensar o decir que porque sus padres o antepasados cometieron esta o aquella maldad, o porque practicaron esta o aquella inmoralidad, usted también puede terminar siguiendo el mismo camino. Expulse de su mente todo y cualquier recuerdo de fracasos o errores, así como la más leve inclinación al pesimismo. En la noche, antes de dormir, analice bien el comportamiento que tuvo durante todo el día y en caso que constate que todavía posee el hábito de recordar cosas negativas, cierre los ojos y mentalice lo siguiente, durante unos quince minutos: “Este mundo es hecho por Dios y no hay nadie que sea infeliz o que tenga algún defecto. Sólo veo las cualidades de todas las personas.
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Sólo veo que todos son felices. El mundo fue hecho por Dios y todo lo que existe en él es perfecto. Por lo tanto, yo también soy perfecto, no tengo un pasado negativo, ni caracteres hereditarios adversos. Mis aspectos negativos no pasaban de productos de mi “mente en ilusión”, que me hacía ver cosas inexistentes. En verdad, yo soy perfecto y por lo tanto, sólo puedo ser feliz, saludable, rico y simpático”. De esta manera, dormirá con el espíritu sereno. Por la “fuerza de la palabra”, esta, autosugestión realizada antes de dormir se graba en el subconsciente, y hará que desaparezcan los hábitos indeseables. El hombre tiene el consciente y el subconsciente. El consciente es la parte que está pensando y reflexionando en este momento. Sin embargo, usted debe saber que existen muchos recuerdos, casi imposibles de ser evocados en un instante, escondidos debajo de la capa del consciente de la mente. Esta parte oculta es el subconsciente. Usted debe saber también que existe una “parte misteriosa de la mente” que hace trabajar los órganos como el corazón y los pulmones a un determinado ritmo por minuto. Esta “parte misteriosa de la mente” es el subconsciente. Aunque el consciente no piense en mover el corazón y los pulmones, el subconsciente los mueve. El subconsciente, en su estado natural, es decir, cuando está totalmente libre de las interferencias del consciente es como un “almacén” de la Sabiduría de Dios. Por eso, comanda internamente los procesos fisiológicos de nuestro cuerpo y externamente trae buenas soluciones a nuestros problemas, nos orienta de tal manera que conduce todo a un buen final, guiándonos hacia la salud, felicidad y prosperidad. El subconsciente es receptivo y también trabaja conforme las impresiones y sugestiones recibidas de afuera, reproduciéndolas constantemente. Por esta razón, mientras nuestro subconsciente trabaje bajo la orientación exclusiva de Dios, los procesos fisiológicos de nuestro cuerpo se realizarán perfectamente, también nuestros proyectos se concretizarán y progresarán constantemente, pues buenas ideas surgirán naturalmente. Pero si nosotros expresamos en palabras cosas malas o pensamos en asuntos desagradables y sombríos, nuestro subconsciente recibirá la influencia de estas palabras y pensamientos perjudiciales y comenzará a trabajar de acuerdo con ellos. El proceso es más o menos el
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siguiente:
El
subconsciente
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que
tiene
una
naturaleza
receptiva
trabaja
satisfactoriamente conforme la sabiduría de Dios, pero si recibe “interferencias negativas”, entonces sucede algo comparable a una fotografía de imágenes sobrepuestas, es decir, las “malas palabras” y los “malos pensamientos” se fusionan con la sabiduría divina. Naturalmente, esto acarrea consecuencias nefastas, tales como enfermedades, fracasos en los negocios, etc. Por eso, si queremos ser saludables, felices y triunfadores en todo, no debemos pensar en asuntos negativos, desagradables, tristes o que puedan provocar rencor, sino mantener sólo pensamientos de alegría y gratitud, llenos de luz y esperanza, y únicamente expresar palabras de dicha y gratitud. Hay un buen método para lograrlo: en una hoja de papel coloque el siguiente título: “personas y cosas a las cuales debo agradecer”. A continuación, haga una lista de las personas a quienes debe grandes y pequeños favores, y de las cosas que usted no obtuvo únicamente con su esfuerzo individual y que le proporcionan comodidad y bienestar. Por ejemplo: Padres - esposo o esposa - hijos - amigos - empresa - fábrica - profesores empleados - rayos solares - aire - agua - combustible - ropa - arroz - trigo - pan - verduras - casa - mesa - papel - lapicero - libros - reloj - cabello - piel - ojos - nariz - boca - lengua - dientes - manos - pies - estómago - intestinos - pulmones - corazón - músculos - huesos -.... etc. Si usted escribe una lista de este tipo, descubrirá cuántas cosas ha recibido sin mediar su propio trabajo, sin haber realizado esfuerzos que lo hiciesen merecedor de tales dádivas. ¿Alguna vez ya agradeció a todas esas cosas, tan abundantemente ofrecidas e imprescindibles para usted?; ¿Alguna vez agradeció a Dios y a las personas que idealizaron y crearon estas cosas?. Si nunca agradeció, usted está en deuda con ellos, porque “recibió demasiado”. Pague de inmediato esta “deuda” a través del “sentimiento de gratitud”. Siempre que vea (o piense) en todas aquellas personas y cosas citadas en su lista, pronuncie mentalmente palabras de gratitud. Gran parte de sus problemas vienen de su “deuda”, es decir, del hecho de que usted no ha “pagado” los beneficios que recibió en exceso. Cuando pague esa “deuda” o “exceso de dádivas” con un real sentimiento de
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“gratitud”, estará comenzando una vida plena de salud, felicidad y triunfos. La gratitud armoniza a todo y a todos, uniéndolos en una sola Vida. Y cuando nuestro “yo” se armoniza con “todas las personas y cosas”, somos “vivificados”; por lo tanto, es natural que no enfermemos ni seamos infelices y logremos éxito en todo. Esta es la llave para alcanzar rápidamente buenos resultados en todo lo que realicemos en esta vida. Lo esencial, después del sentimiento de gratitud, es la autoconfianza. La falta de autoconfianza proviene de la insuficiencia de integración entre el “yo” y el mundo (o ambiente). Proviene del recelo de que el mundo a nuestro alrededor nos pueda dañar moralmente o perjudicar materialmente. Y esa insuficiencia de integración, ese recelo (o en otras palabras, ruptura entre el “yo” y el “exterior”), se origina en el desconocimiento de que “el mundo es uno”, y “todos los seres vivientes provienen de un Ser Omnisciente (Dios)”. Si usted quiere adquirir autoconfianza y vivir una vida maravillosa, gozar de perfecta salud y realizar con éxito todo lo que desea, es necesario comprender la Verdad de que todas las existencias provienen de un único Dios. Y el medio más rápido para alcanzar la comprensión de esta Verdad es leer reflexivamente el libro La Verdad de la Vida. Cristo enseñó: “La Verdad os libertará”. Y en el Budismo se llama Buda a la “Persona que alcanzó la auto liberación a través del conocimiento de la Verdad”. Todos los conflictos, discusiones, peleas, guerras, enfermedades, etc.,... suceden porque las personas no toman conciencia de que la Vida es “indivisible”, se olvidan de la donación recíproca y del mutuo vivificar; y se separan, lanzándose acusaciones y críticas las unas a las otras. También la enfermedad es el fenómeno que sucede cuando por la falta de conciencia de que todas las partes de un ser constituyen una sola Vida indivisible, las partes comienzan a actuar arbitrariamente y destruyen la armonía del todo. Hasta las enfermedades ocasionadas por microbios son fenómenos de la “invasión recíproca” provocados en el individuo cuando le falta la conciencia de que el “cuerpo vivo” llamado microbio y el “cuerpo vivo, llamado ser humano son “uno”. Solamente la convicción de que todas las formas de “Vida” provienen de la “Gran Vida”, que es el Dios Único y la
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confianza mutua entre todos los seres vivientes, constituyen el camino para la solución de todos los problemas, sin lucha y sin violencia. Supongamos que usted tenga en su vida algún obstáculo en su camino. Por ejemplo, que su superior no lo aprecie, no lo trate con respeto, no confíe en usted y le haga algo que lo perjudique. Usted puede pensar que él es libre de proceder como él quiera, y que por eso, no hay medio de que él cambie. Sin embargo, no es así. Usted puede hacer que la mente de su superior cambie como usted quiere, porque aunque usted y su jefe sean personas físicamente diferentes, su “Vida” y la de él están ligadas a través de la “Gran Vida”, y por esta razón, al emitir las ondas mentales apropiadas, usted podrá llegar a una perfecta comprensión con él. Usted puede pensar que su superior lo maltrata, pero si hace una auto reflexión verá que su resentimiento, su desconfianza y su miedo se proyectan en su superior y hacen parecer que él no lo aprecia a usted. Por lo tanto, si usted quiere tener una buena relación con su superior, comience por agradecerle, empiece por apreciarlo realmente. Son inútiles los servilismos o las falsas demostraciones. Usted debe tratar de estimarlo y agradecerle con toda sinceridad. Este es el mejor medio para resolver los problemas. Cuando usted comience a proceder como he dicho, se operará un repentino cambio en la actitud de su superior, él comenzará a confiar totalmente en usted y lo elevará a las más altas e importantes posiciones. Porque, en realidad, la esencia de su Vida y la de él están unidas en un único origen, ellas son “una”. Puede ser que a pesar de haber hecho la auto reflexión y haber llegado a la conclusión de que la causa de la mala relación con su superior está en su propio resentimiento hacia él, sin embargo, aún así usted no logra agradecerle o demostrarle simpatía por considerar que eso sería servilismo. Si ese es su caso, no es necesario expresar abiertamente su gratitud y simpatía. En su lugar, proceda así: en su propia casa haga la Meditación Shinsokán, visualice la figura de su superior y ore: “En Dios, yo y él somos un solo cuerpo”, y como si estuviese hablando con él, diga mentalmente: “Plasta hoy yo alimentaba resentimientos hacia usted. Le pido que me perdone. Ahora yo anulé ese resentimiento. Yo le agradezco profundamente. Muchas gracias por todo lo que ha hecho por mí.”
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Haga este tipo de mentalización durante unos veinte minutos, por lo menos, una vez por día. Si coloca en práctica este método, rápidamente obtendrá excelentes resultados.
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CAPÍTULO 34
LA VERDADERA RECONCILIACIÓN
En una conferencia en Kyoto, encontré a la anciana Kyu Baba de la provincia de Okayama de quien hablé en mi otro libro, A Cartilha da Vida (La cartilla de la Vida). Como cité en aquel artículo, con un simple cambio mental esta señora logró curarse de un tumor del tamaño de una taza pequeña, que le había aparecido en la axila. Después de saludarla, le pregunté: -¿Usted vino especialmente para esta conferencia? -No -respondió ella -estoy haciendo una especie de gira, escuchando las conferencias de varios profesores en diferentes lugares. -Entonces, es como si usted estuviese haciendo un tour, ¿no es así? -le dije bromeando y ambos nos reímos. Después conversamos un momento, y entonces, ella me contó el caso de un parto sin dolor -Mi nuera estaba a punto de dar a luz por primera vez, pero como no sentía dolores, no sabía si había llegado la hora o no. Aun así, me pidió que llamará a la partera. Cuando llegó y vio que la parturienta prácticamente no sentía ningún dolor dijo: “Todavía va a demorar una hora más. Volveré más tarde” y se fue. Inmediatamente, mi nuera se quiso levantar para tender la cama, pero yo le dije: “No es necesario que te levantes. Permanece así como estás. Conversemos un poco”. Yo me senté al borde de la cama y las dos continuamos hablando. En broma, comenté: “¿Dices que tienes la
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impresión de que el bebé está por nacer, pero tú sabes cómo nace una criatura? ¿Si de arriba, de abajo, de la boca o del ombligo?” A mi nuera le pareció tan gracioso lo que yo le dije, que comenzó a reír. Y fue así que, súbitamente, el trabajo del parto comenzó. Cuando nos dimos cuenta, el bebé ya había nacido. Fue un parto provocado por la risa. Como la partera estaba ausente, quedamos un poco confusas. Cargando al bebé, sin cortar el cordón umbilical, la mandé llamar urgentemente. Al recordar esta historia, sonrío sin querer, debido a su matiz humorístico. Pero si analizamos este episodio, veremos que contiene una valiosa lección. Nos hace comprender que lo normal es que todo parto sea así: fácil e indoloro, y eso siempre es posible cuando la madre mantiene su estado espiritual de forma correcta. Cualquier mujer puede tener un parto sin dolor, si está reconciliada con todas las cosas de universo. En la “Revelación Divina de la Gran Armonía” está escrito: “ Reconcíliate con todas las cosas del cielo y de la tierra”. Pero eso no quiere decir que debemos reconciliarnos con las “cosas falsas”, nada más que por condescendencia. La idea de que el parto es doloroso no pasa de una equivocación, es decir, una “idea falsa”. Por lo tanto, tomar por verdadera esta “idea falsa” y aceptarla sumisamente no es “reconciliarse”, sino “condescender”. En la medida en que somos condescendientes, el parto será doloroso. Reconciliarse realmente con todas las cosas significa reconciliarse con la Imagen Verdadera (aspecto verdadero y perfecto) de esas cosas abandonando el pensamiento equivocado. De esta manera, reconciliarse con el acontecimiento llamado “parto” es reconciliarse con la Imagen Verdadera del parto, es decir, comprender la verdad de que el hombre es hijo de Dios, y que por lo tanto, es imposible que su nacimiento ocasione dolor. Reconocer la Imagen Verdadera de todas las cosas y creer plenamente en ello esto sí es reconciliarse de verdad. No se trata de admitir la existencia real de los aspectos negativos y aceptarlos por condescendencia, sino saber que tales aspectos son inexistentes; y creer sólo en el aspecto positivo y saludable de todas las personas y cosas. Aunque alguien esté enfermo y nos hable de sus sufrimientos, debemos rechazar estas quejas y decirle: “¡Tenga valor! ¡Eso no es nada!” Esta es la actitud de la “verdadera reconciliación”.
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No debemos concordar con las quejas y expresar: “Realmente usted está desanimado y demacrado; su pulso también está demasiado acelerado. No es sin motivo que sufre”. Concordar con los lamentos de una persona enferma puede parecer una actitud bondadosa que está en conformidad con el “espíritu de reconciliación”, pero esto es “falsa reconciliación” o “condescendencia” con respecto al “falso aspecto, el fenoménico”. Es necesario diferenciar bien la condescendencia (falsa reconciliación) y la verdadera reconciliación. Recuerdo un caso que sucedió en el tiempo en que realizábamos grandes conferencias en el Auditorio Público de Nagoya. En una de esas ocasiones, yo había cenado en el 3er. piso y estaba descansando un poco, esperando la reunión nocturna que se acercaba, cuando surgió un anciano de muletas, arrastrando las piernas que casi no se doblaban. Él se aproximó y comenzó a hablar: -Profesor, una vez yo fui llevado a la Sede Central. En aquella época, no lograba moverme ni un poco. Estuve en cama durante 20 años debido a una parálisis que fue secuela de un derrame. Pero aun así, cuando llegué a la Sede Central, el profesor me dijo: “En realidad, la enfermedad no existe. Usted es hijo de Dios y es perfectamente capaz de caminar”. Estas palabras penetraron en mí, de tal forma, que repentinamente comencé a andar. Pero mi acompañante que tenía pena de mí, me cargó hasta la salida y después ya no caminé más. Entonces, me dije a mí mismo: “Así no puede ser”. Comencé a esforzarme, intentando levantarme de varias formas, pero no lo logré. Sólo ahora mejoré lo suficiente y puedo caminar con muletas. Hablando de esta manera, el anciano caminaba como arrastrando su cuerpo. Entonces, yo le dije: -Usted no está enfermo. Y no debe usar esas muletas tan pesadas. ¡Es más fácil caminar sin ellas! A esta altura del diálogo, ya se había reunido un pequeño grupo a nuestro alrededor. Y delante de ellos, le indiqué al anciano: -¡Arroje esas muletas! -Si hago eso, voy a caer -respondió el anciano. -¡No hay peligro! ¡Le garantizo que va a ser más fácil si no tiene que cargar esas
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muletas tan pesadas!, afirmé enérgicamente; y finalmente, él tiró las muletas. -¡Vamos, camine! ¡Usted puede caminar! Cuando le hablé, el anciano que hasta entonces se aferraba a las muletas como si no lograse mantenerse en pie sin ellas, comenzó a caminar. El público aplaudió. Estimulado por los aplausos, el anciano caminaba, como un bebé que estaba dando sus primeros pasos, por el piso de cemento del patio bastante amplio del 3 a piso. De haber caído, hubiera sentido mucho dolor, pero aun así él caminaba satisfecho. Como se acercaba el inicio de la reunión nocturna lo dejé allí, y el público permaneció a su alrededor, asombrado por el hecho de que aquel señor había dejado las muletas y caminaba sin auxilio de nada, ni de nadie. Considerar “inexistente” la enfermedad manifestada en el cuerpo puede parecer una actitud contraria a la “reconciliación con todas las cosas”, pues aparentemente “estamos en conflicto con la realidad”. Sin embargo, es apenas el aspecto fenoménico del asunto. En realidad, al afirmar que “no hay enfermedad” estamos asumiendo la actitud de la “verdadera reconciliación” porque nos estamos reconciliando con la Imagen Verdadera (aspecto verdadero) del hombre. En la Imagen Verdadera, todo hombre es saludable y capaz de moverse libremente. Aceptar naturalmente este “aspecto verdadero” saludable y normal es la reconciliación. En el caso relatado, el anciano expresa que “cuando visitó la Sede Central y escuchó (de mí) la afirmación de que la enfermedad no existe y que, en realidad él era capaz de caminar, súbitamente comenzó a hacerlo; pero volvió a quedarse paralítico cuando su compañero, por compasión, lo cargó en la espalda”. Podemos explicar esto de la siguiente forma: el anciano logró caminar cuando reconoció su Imagen Verdadera saludable y normal, pero perdió nuevamente la capacidad de locomoción cuando sugestionado por la lástima de su acompañante, volvió a ver sólo su “aspecto falso” (aspecto fenoménico, imperfecto) y dejó que su Imagen Verdadera perfecta permaneciese encubierta. En otras palabras, primero, él había logrado la “verdadera reconciliación”, pero después cayó en la “falsa reconciliación”, es decir, fue “condescendiente con su aspecto fenoménico imperfecto”. Puede parecer un acto de bondad escuchar las quejas de alguien que se dice
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enfermo y concordar: “Es verdad, usted está indispuesto, su apariencia no es la de una persona saludable”. Sin embargo, esto equivale a aumentar la “ilusión” que encubre la Imagen Verdadera y hace que la persona “sea condescendiente” con la apariencia fenoménica llamada enfermedad. Como consecuencia, esa persona va a empeorar en vez de mejorar. Lo mismo se puede decir con relación a la educación infantil. Si vemos a un niño que se golpea y le decimos: “¡Oh! ¡Pobrecito!” e inmediatamente lo socorremos, él no tomará la iniciativa de levantarse por sí mismo. Y la repetición del hecho hará que el niño pierda el espíritu de independencia. Por lo que fue explicado anteriormente podemos comprender que “mirar sólo el aspecto fenoménico y condescender con sus imperfecciones” no es un acto de verdadera bondad. Ser realmente bondadoso con el prójimo significa ayudarlo a exteriorizar la perfección de su Imagen Verdadera, sin considerar los defectos aparentes. Condescender con el “aspecto fenoménico imperfecto” de las personas no es ser verdaderamente bondadoso. Como esto es sólo una “reconciliación” superficial constituye un acto caritativo “sin profundidad”.
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CAPÍTULO 35
EL CAMINO QUE CONDUCE A LA RIQUEZA INFINITA
Cuanto más aumenta la verdadera riqueza más comodidad y beneficio traerá a la humanidad, y jamás será un efecto de la explotación. La riqueza que es el resultado de la explotación no es riqueza verdadera. Esta no fue recibida verticalmente de Dios, pues fue obtenida horizontalmente de otras personas. Muchos piensan enriquecerse comprando barato y vendiendo caro, o trabajando poco y ganando mucho. Si lucrásemos comprando de una persona algo que infaliblemente va a subir de precio y así obtener ventajas, ello constituiría claramente una explotación. Si deseamos recibir “mucho” dando “poco”, es decir, trabajando y ofreciendo poco, también constituiría una explotación. La verdadera riqueza debe ser el fruto de los actos de “donar”. Para obtener la riqueza, primeramente, debemos tener la idea correcta de lo que es la riqueza. No debemos pensar que la “riqueza” es una cosa limitada. Si imaginamos una “riqueza limitada”, nosotros ya estaremos limitando la riqueza. Solamente cuando imaginamos una riqueza ilimitada es que podremos concretizar la “riqueza ilimitada”. Para imaginar la “riqueza ilimitada” no debemos pensar que la “riqueza” esté constituida de monedas, billetes o cualquier otra cosa de forma definida. Las monedas y los billetes son limitados. Por esta razón, mientras identifiquemos la “riqueza” con las monedas o las cédulas estaremos imaginando la “riqueza” como algo limitado y, por lo tanto, no lograremos concretizar la riqueza ilimitada. Todo lo que tiene forma es
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“sombra” y la “sombra” es pasajera. Por eso, si buscamos cosas que tienen forma, en realidad, buscamos cosas pasajeras. En lugar de buscar las cosas que tienen forma definida, debemos buscar la fuente de donde las cosas se originan. Y para ello, debemos pensar en la “riqueza” y en “Dios” como un todo. Jesucristo combatió la “riqueza” que se opone a Dios con estas palabras: “No puedes servir a Dios y a las riquezas”. También, cuando Jesús ayunó a la orilla del río Jordán por cuarenta días y cuarenta noches, se le apareció Satanás que desde la cima de un monte muy alto, le mostró todas las riquezas y le dijo: “Todo esto te daré si de rodillas, me adoras”. Jesús le respondió: “Retírate Satanás, porque está escrito: Al Señor tu Dios adorarás y sólo a Él rendirás culto”. Este episodio muestra claramente que Satanás simboliza la tentación de los sentidos. La búsqueda de la “riqueza” que se percibe a través de los sentidos se contrapone a la búsqueda de Dios. Entonces ¿buscar la “riqueza” es oponerse a la voluntad de Dios? No. Lo que Jesús dijo fue que no se debe buscar la “riqueza que se opone a Dios”. La equivocación está en el hecho de que las personas sirven a Dios, que es la fuente de toda la belleza y la abundancia y, simultáneamente buscan la “riqueza” en otros lugares y a ellos sirven, ignorando que la verdadera riqueza y Dios son una sola unidad. Como Dios es el todo de todo, la riqueza está contenida en Él. Por lo tanto, es innecesario buscar la “riqueza" aisladamente. Es suficiente que busquemos a Dios. Este es el motivo por el cual Jesús respondió: “Retírate Satanás porque está escrito: Al Señor tu Dios adorarás, y sólo a El rendirás culto”. No es necesario que adoremos a Satanás que nos promete todas las riquezas del mundo, pues si adoramos a Dios, que es el todo de todo, tendremos todo, incluso la riqueza. Al respecto, Jesús dijo: “Busca, pues, en primer lugar, el reino de Dios y Su justicia y todas las demás cosas te serán dadas por añadidura”. Esto significa que si buscamos las cosas del Mundo de la Imagen Verdadera, las otras cosas, es decir, las cosas del mundo fenoménico también llegarán. Dios es el todo de todo. Nosotros nacemos de Dios y somos hijos de Dios. El hombre es la suprema auto realización de Dios y por eso tiene dominio sobre todas las otras cosas creadas por Dios. Por lo tanto, como suprema autorrealización de Dios, podemos ordenar y determinar dónde debe permanecer la “riqueza”. Si mentalizamos:
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“¡Aparece, riqueza!”, aparecerá la riqueza y si mentalizamos: “¡desaparece riqueza!”, desaparecerá la riqueza. Sin embargo, la mayoría de las personas mentaliza: “¡Desaparece de aquí riqueza!” Si se procede así, es natural que se concretice la pobreza en lugar de concretizarse la riqueza. En primer lugar, si queremos concretizar la riqueza, en vez de mentalizar la riqueza limitada, debemos mentalizar a Dios, la fuente de la riqueza ilimitada, en Quien la riqueza ya está concretizada. Dios es el todo de todo y todo lo que existe en el Universo se originó de la Palabra de Dios (Vibración de la Gran Vida Vibración de la Gran Sabiduría - Idea). Incluso, en este momento se está efectuando la creación por las Palabras de Dios; sin embargo, como el hombre nació como “centro consciente” de la creación de Dios, la forma y la dirección de los hechos que se originan de Dios pasaron a ser determinadas por la palabra del hombre (pensada y pronunciada), y por eso, los pensamientos y las palabras del hombre desempeñan un papel importante en la creación de los hechos del mundo fenoménico. De esta manera, la cantidad de nuestra fortuna está unida a nuestro concepto de “riqueza”. Si queremos obtener mayor riqueza, debemos tener presente que ella viene del Ser Infinito llamado Dios, y que las cosas no suceden como si estuviésemos pasando de unos a otros una riqueza limitada. Si comprendemos que la riqueza es algo que fluye de una fuente de provisión infinita y que aumenta cuánto más la usamos en cosas necesarias, este pensamiento servirá como modelo de concretización y, realmente, se materializará una riqueza abundante. Sin embargo, no es suficiente pensar que la fuente de la provisión de la “riqueza” es infinita. Si la fuente de toda riqueza es Dios necesitamos reconocer que todas las riquezas actuales (por pequeñas que puedan ser) son dádivas de Dios y agradecer. Si no agradecemos las cosas que tenemos actualmente, no nos serán dadas otras cosas. Pero esto no quiere decir que Dios se niega a dar las dádivas a quien no agradece. Significa que quien no sintoniza con la trasmisión actual no logrará sintonizar con la trasmisión siguiente. Agradecer es sintonizar con la dádiva recibida. Si nosotros sintonizamos con la trasmisión de las siete horas de la mañana, estaremos automáticamente sintonizados con la transmisión siguiente y, de esta manera, captaremos sus programas.
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Comencemos por agradecer a todos los objetos que utilizamos: el pañuelo, el lapicero, el cuaderno, una hoja de papel, etc. Agradezcamos a todas las cosas que nos rodean. A partir de ese momento, sorprendentemente las dádivas comenzarán a fluir a nuestra vida. Por más que actualmente aparezcan la pobreza y la imperfección a nuestro alrededor, esto no significa la imperfección o escasez de dádivas divinas. Aunque, actualmente no aparezca en nuestro aparato de radio el programa trasmitido o se presente de forma imperfecta, no significa que la transmisión sea imperfecta. Es como si la frecuencia de las ondas de nuestro aparato de radio no estuviese sintonizada con la de la emisora. Por eso, si sintonizamos con la frecuencia de las ondas de la emisora de Dios, podremos recibir todas las dádivas divinas, así como el aparato de radio debidamente sintonizado puede recibir los programas que son trasmitidos. Para que podamos sintonizar mejor con la frecuencia de las ondas de la emisora de Dios, debemos agradecer los programas que estamos recibiendo actualmente. Incluso más, debemos dirigir el pensamiento, no hacia la pobreza o imperfección eventualmente manifestadas, sino a la provisión infinita y a la perfección que se encuentran detrás de las apariencias imperfectas, conscientes de que estas nada más son la proyección de nuestro propio pensamiento. La provisión de Dios que aún no se manifiesta en el mundo fenoménico es semejante a las ondas de radio que todavía no son captadas por el receptor. Para captar esta provisión todavía invisible, debemos actuar creyendo que ella ya existe. En verdad, la fuerza de la imaginación es la fuerza creadora que hace visible las cosas del mundo invisible. Al principio, cuando Dios creó este mundo, la materia todavía no había sido creada, y por eso, los instrumentos materiales aún no existían. Por esta razón. Dios utilizó el poder del pensamiento para crear todas las cosas del cielo y de la tierra. Entre las fuerzas mentales, existe una que hace posible crear cosas en la mente que aún no existen materialmente y que se llama “fuerza de la imaginación”. Dios creó todas las cosas con la fuerza de imaginación. Entonces, la imaginación es la fuerza motriz que crea las cosas a partir de la “nada”. Todos nosotros poseemos en nuestro interior esa fuerza motriz. Si la utilizamos siempre, la riqueza infinita se concretizará naturalmente.
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Stevens Hatfield interpretaba de esta manera el siguiente trecho bíblico “Dijo Dios: que haya luz y hubo luz”: “Luz es comprensión, es pensamiento. Nosotros también tenemos en nuestro interior esa misma luz, es decir, el pensamiento. Sin embargo, el mayor drama es que los pensamientos que tenemos son más tiniebla que luz, más negativos que positivos”. Por esta razón, nuestro pensamiento crea la infelicidad, la pobreza o la enfermedad; y muchas son las personas que sufren con esto. Debemos pensar en la felicidad, en la prosperidad y en la salud. Lo que pensamos durante mucho tiempo es lo que se materializa en el mundo fenoménico. Por eso, es natural que se materialicen las infelicidades, la enfermedad o la pobreza, si pensamos en ellas constantemente. Si tenemos más pensamientos negativos como: “¿Se enfermará mi hijo?”, “¿Perderé mi trabajo?”; “¿Desaprobaré los exámenes?”, serán mayores las probabilidades de que tales situaciones se materialicen. Como dijo Cristo: “Que sea conforme tu fe”, se concretiza lo que creemos firmemente, porque la “fuerza de la imaginación” es reforzada por la creencia y, entonces, se vuelve “fuerza creadora”. Antes de más nada, debemos creer que Dios es nuestro Padre, que Él es Amor infinito, Sabiduría infinita, Riqueza infinita; y que Él nos protege, nos orienta y nos beneficia en el sentido de proporcionarnos una vida con salud y prosperidad. Visualicemos esta escena. Es inherente al hombre, como hijo de Dios, el derecho a ser feliz, saludable y próspero. Tal vez, alguien piense equivocadamente que “visualizar que el hombre es hijo de Dios” significa imaginar como “real” una cosa que “es irreal”. Sin embargo, el hecho de que el hombre sea hijo de Dios no es una simple fantasía, es la pura verdad. El hombre es el ser más elevado entre todos los seres creados por Dios y sólo a través de él, podrá concluirse la obra de Creación de Dios en sus mínimos detalles. Por eso, Dios protege al hombre, lo orienta, lo beneficia y le da todos los recursos y fuerzas necesarias. Debemos pues, creer que la Voluntad de Dios Padre es ver al hombre próspero. Para que podamos prosperar, necesitamos eliminar todo y cualquier pensamiento de carencia o de fracaso, y visualizar siempre en nuestra mente el aspecto de la Imagen Verdadera donde ya recibimos la dádiva infinita como hijos de
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Dios. Conforme logremos visualizar este aspecto se manifestará la provisión infinita en este mundo fenoménico. Pero no debemos permanecer con los brazos cruzados pensando cómodamente que es suficiente creer en la provisión infinita de la Imagen Verdadera del hijo de Dios para que todo en nuestra vida se ordene sin que tomemos alguna iniciativa. Dios no es “materia”; por eso, cuando decimos que la provisión infinita viene de Dios, no queremos decir que de Sus manos salen volando las “riquezas materiales”. Dios es Amor y Sabiduría. Por lo tanto, recibir la provisión infinita de Dios significa recibir la Sabiduría de Dios. El rey Salomón, considerado el hombre más rico de la historia del pueblo judío no oraba: “Señor dame riquezas”, sino: “Señor dame sabiduría”, y él fue el hombre más rico de aquella época. También el rey de la industria automovilística Henry Ford llegó a ser el hombre más rico del mundo a través de la sabiduría, utilizándola en la elaboración de los proyectos de producción de automóviles y en la administración de su empresa. Pero estos dos hombres no se adormecieron, contentándose solamente con recibir la sabiduría. Ellos actuaron conforme la Sabia orientación recibida de Dios. Dios jamás derrama externamente la “riqueza material” en el hombre. Él realiza las obras, manifestando su fuerza creadora a través del hombre. Por lo tanto, el hombre es una especie de canal por donde fluye la fuerza de Dios. Y si ese canal estuviera obstruido por la suciedad llamada “mente perezosa” y no da libre paso a la fuerza de Dios, la riqueza infinita no podrá manifestarse. Es muy importante que nosotros recibamos la Sabiduría de Dios. Y para eso es necesario que nosotros analicemos mucho “sobre qué queremos recibir la orientación de Dios” y una vez identificado nítidamente el problema tomemos serenamente la postura de oración, cerremos los ojos y con las manos juntas, entonemos el “Canto Evocativo de Dios” (que se encuentra en el inicio de la Sutra Sagrada Lluvia de néctar de la Verdad). Mentalicemos varias veces cada estrofa, comprendiendo profundamente su significado. De esta forma, relajamos completamente nuestro cuerpo, deshacemos todas las tensiones y nos entregamos totalmente a Dios. Después, visualicemos la imagen de que el problema ya está resuelto y nos concentramos en ella. Por ejemplo, si el problema es la falta de colaboradores para nuestro proyecto, debemos visualizar una
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escena en que nos encontramos rodeados de colaboradores y concentrar el pensamiento en esa imagen. Lo importante es visualizar el ambiente que deseamos para nuestro proyecto y grabar con los ojos de la mente nuestra propia imagen trabajando activamente dentro de ese ambiente. Si lo que impide el pleno desarrollo de nuestro proyecto es la falta de salud, también debemos proceder de la misma forma: imagine su cuerpo radiante de salud y grabe esa imagen con los ojos de la mente. Debemos mantener nuestra mente en estado receptivo, lista para recibir la fuerza de Dios. Es suficiente fijar con los ojos de la mente durante algún tiempo la “imagen que visualizamos” creyendo que “ya nos fue otorgado”, tal como si completáramos el tiempo de exposición necesario para fotografiar un objeto. No debemos dudar de su concretización ni buscar interferir con la inteligencia de la razón en el proceso de realización de nuestro deseo. Es suficiente creer que ya existe lo que deseamos y recibirlo dócilmente, agradeciendo. Es muy importante el agradecimiento; jamás olvidemos de agradecer. Jesucristo al resucitar a Lázaro y al repartir cinco panes para cinco mil personas, agradeció anticipadamente a Dios. De este modo, después de mentalizar varias veces las cosas deseadas y las palabras de gratitud, finalizamos la oración. Pero tan pronto abrimos los ojos y vemos la situación real negativa, muy diferente de lo que acabamos de visualizar con tanto entusiasmo, no debemos tener pensamientos pesimistas como: “Estoy perdido. Oré, pero nada cambió”. Si volvemos a tener pensamientos pesimistas, estaremos anulando todas las imágenes positivas que visualizamos durante la oración y destruyendo todo el “filme” en el cual acabamos de fotografiar la Imagen Verdadera. De esta forma, no será posible revelar esta “película” (concretizar en el mundo fenoménico las imágenes visualizadas). Por eso, necesitamos creer que el aspecto que visualizamos durante la oración ya está concretizado, por peor que parezca la situación actual; y cada vez que encontremos algún tiempo libre debemos mentalizar las palabras de agradecimiento. Neguemos todo pensamiento que considera “que existe” lo que no deseamos. Imaginemos en nuestra mente la escena de que somos felices y prósperos, la escena de que se realizan todos nuestros proyectos, la escena de que están realizados todos nuestros planes y donde todos nuestros familiares viven saludables, armoniosos y
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alegres. Imaginemos todo esto, agradeciendo (no debemos olvidar que imaginar es “crear”). Hecho esto, entreguemos el resto en las manos de Dios. “Entregar el resto en las manos de Dios” no quiere decir “quedarse con los brazos cruzados, sin hacer nada”. Dios está trabajando dentro de nosotros. Por eso, “entregar en las manos de Dios” significa que usted debe, como “representante autorizado” de Dios, colocar en práctica inmediata y espontáneamente las ideas de Dios que surgen naturalmente de su interior. En este sentido, podemos decir que este mundo fenoménico es una obra de arte realizada conjuntamente por Dios y el hombre. Quien mueve el “pincel” de acuerdo con la Sabiduría de Dios logrará pintar el más lindo “cuadro” de la vida. La Sabiduría de Dios jamás fracasa. Su provisión infinita nunca se agota por más que la utilicemos. Si nosotros tenemos la verdadera fe en la provisión y sabiduría infinita de Dios, nos entregamos totalmente a Él y actuamos según Su voluntad, no habrá necesidad de temer a la pobreza, infelicidad o enfermedad. Dios desea que el hombre prospere porque Dios es la fuente de la riqueza infinita y el hombre es el centro consciente de la manifestación de Su fuerza creadora. En otras palabras, la provisión infinita de Dios podrá ser manifestada solamente a través del hombre. Concienticemos que el hombre tiene la misión de prosperar. No pensemos que solamente los pobres podrán entrar en el Reino de los Cielos. Cuando Jesús dijo que la condición para entrar en el Reino de los Cielos es “ser pobre”, se refería a las personas de corazón humilde y sin astucia. Por eso, en otra oportunidad, él manifestó: “Si no se vuelven como niños, de ningún modo entrarán en el Reino de los Cielos”. Ser “pobre de corazón” es, por lo tanto, tener el corazón dócil y obedecer como un niño las enseñanzas del Padre. Para realizar algún proyecto en sociedad con Dios es necesario que nos movamos conforme Su voluntad, como si fuésemos un lápiz o un pincel en Sus manos; por lo tanto, el deseo de prosperar sólo mediante la oración sin trabajar, es equivocado. Por último, el acto más importante y necesario consiste en destinar la décima parte de la riqueza que recibimos para las obras de Dios. Hay religiones que piden a sus fieles que ofrezcan espontáneamente la décima parte de sus ingresos a Dios (si en el
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momento no hay ingresos, se ofrece de otra forma la décima parte de lo que posee). Esto constituye la primera manifestación de la gratitud del hombre al Ser Supremo por todas las gracias que ha venido recibiendo hasta ahora. De esta forma, sintonizamos con la vibración de la provisión infinita de Dios y manifestamos el progreso y la prosperidad en nuestra vida fenoménica. En el diario “Chugai Nippo” del día 28 de noviembre de 1950 se publicó la siguiente nota de una adepta de cierta religión: Vivía en Kyoto una viuda que trabajaba como costurera, quien a muy duras penas lograba ganar para vivir. Sin embargo, cuando se hizo adepta de esta religión, súbitamente, su clientela aumentó de tal manera que ella ya no lograba atender a todos los pedidos. Para manifestar su alegría y gratitud a Dios hizo la promesa de ofrecer todos los días una gran suma de dinero a la iglesia a la que pertenecía y pasó todo un año cumpliendo la promesa. Ahora, se volvió una verdadera empresaria y ofrece trabajo a las personas necesitadas...” Muchas instituciones religiosas se sustentan solamente con donaciones y ofrendas de sus adeptos. Pero Seicho-No-Ie no exige a sus adeptos que hagan donaciones. Yo vine manteniendo el movimiento de Seicho-No-Ie cediendo todas las ganancias obtenidas de los seminarios y publicaciones. Por consiguiente, ella es sustentada exclusivamente por mis donaciones. Consecuentemente, hubo adeptos de Seicho-No-Ie que solamente “recibían” las gracias y, por eso, no prosperaban. Esas personas decían: “En Seicho-NoIe me curé de una enfermedad, pero no hizo ningún milagro en mi situación económica”. Esto sucedió porque solamente yo practicaba el acto de “dar” y no motivaba a los adeptos a hacer lo mismo, pues me incomodaba tener que solicitarlo. “DA Y RECIBIRÁS” ES LA LEY DE LA CIRCULACIÓN ECONÓMICA. Esta es la razón por la que Buda decía a sus discípulos: “Justamente en la época de hambre es que ustedes deben pedir ofrendas a las personas”, porque la carencia es el resultado de no haber practicado el “acto de dar”. Más detalles respecto a cómo prosperar podrá ser encontrado en el libro Invitación a la Prosperidad, Vol. 1 y 2 de mi autoría (Solamente está publicado en español el volumen.
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EPÍLOGO
No creo equivocarme si señalo que este libro, similar a las obras de Connie Méndez, está escrito “en palabras de a centavo”; es decir, como es una transcripción de las enseñanzas radiales que diera el Dr. Masaharu Taniguchi en los años 60’; eh, allí su verdadero valor: “Está al alcance de la comprensión de todas las personas, por poco que sea su nivel intelectual”; y es eso lo que me ha motivado a escanearlo y colgarlo en la red, como una contribución a la gente más humilde que poco conoce sobre estos temas realmente “liberadores” (No libra del “pecado o karma”, la “enfermedad”, la “pobreza” y “el miedo a la muerte”; que no son sino ilusiones, espejismos o falsedades, porque no tienen “existencia real” como nuestra verdadera esencia o Jisso). En ese sentido y con las disculpas del caso a quienes lucran con los libros del Dr. Masaharu Taniguchi, contraviniendo la voluntad del Dr. Taniguchi para la libre difusión de los temas espirituales y de actualidad; vuelvo a indicarles los LINKs de descarga gratuita de los libros del Dr. Taniguchi y del Dr. Katsumi Tokuhisa colgados hasta el momento; siempre recordándoles que: Si podéis comprar un original, hacedlo; pero si estáis atravesando un duro momento económico (temporal e ilusorio, por supuesto); entonces podéis descargarlo, comunicando de éste hecho a vuestros amigos y familiares, que bien podrían encontrar en estos libros, la solución a la infinidad de problemas que aqueja a ésta sociedad moderna. Los LINKs, son: 1) PEDAGOGIA SEICHO NO IE - MASAHARU TANIGUCHI: https://es.scribd.com/doc/299063671/Taniguchi-Masaharu-Pedagogia-deSeicho-No-Ie ó https://es.scribd.com/doc/299063671/ 2) LA LLAVE DE LA PROVISIÓN INFINITA - MASAHARU TANIGUCHI:
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DR. MASAHARU TANIGUCHI
https://es.scribd.com/doc/256058761/La-LLave-de-La-Provision-InfinitaMasaharu-Taniguchi?post_id=100002551280857_796792787082423#_=_ ó https://es.scribd.com/doc/256058761/ 3) TU PUEDES CURARTE A TI MISMO DE MASAHARU TANIGUCHI: https://es.scribd.com/doc/241850703/TANIGUCHI-Masaharu-Tu-puedescurarte-a-ti-mismo-pdf
ó https://es.scribd.com/doc/241850703/
4) EL LIBRO DE LOS JOVENES - MASAHARU TANIGUCHI: http://es.scribd.com/doc/175882830/TANIGUCHI-Masaharu-El-Libro-de-losJovenes ó
http://es.scribd.com/doc/175882830/
5) LA VERDAD DE LA VIDA - MASAHARU TANIGUCHI: http://es.scribd.com/doc/190159052/Taniguchi-Masaharu-La-Verdad-de-La-Vida ó
http://es.scribd.com/doc/190159052/
MEIREM.
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