Ta Makuende Yaya

April 19, 2017 | Author: emilyio | Category: N/A
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Ta Makuende Yaya y las Reglas de Palo Monte

Natalia Bolívar Aróstegui Carmen González Díaz de Villegas

TA MAKUENDE YAYA Y LAS RELAS DE PALO MONTE MAYOMBE BRlLLUMBA KIMBISA SHAMALONGO

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Lydía Cabrera, Karl Laman: Nyanda Lagué Ndundu Ifá Omí, Danny Dawson, Robert Farrís Thompson, Padre Raúl Rodriguez Dago, Nyanda Logué Moana buriri.

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ORACIÓN AL ESPÍRITU CONGO Oh, divino redentor Congo, oh, divino redentor Congo, oh, divino redentor Congo, tú que has pasado por todas las justicias del mundo, yo fe ruego que no me dejes pasar lo que tú pasaste. Te pido que mi esposo o novio no me desamparen, que no me abandonen. A Ti Te pongo, de protector de mis causas para que no me ti/den de brujerías y todo lo malo que a mi paso se me presente. Sea mi guía en todos mis asuntos y que las cosas malas se aparten de mí y que nadie me odie y dame dicha en cualquier negocio que yo emprenda. En mi trabajo me des paz y tranquilidad y me guíes mi familia por el buen camino. DOS AVE MARÍA Para mayor dicha y suerte en la lotería, prenda una vela de cera Virgen, frente al Congo Mongolló AMÉN.

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INTRODUCCIÓN

Originarios de la región de los grandes lagos del este de África ecuatorial. muchos pueblos bantúes emigraron hacia otras regiones para escapar de los embates y la influencia de los pueblos hamitas, empeñados en sus guerras religiosas de conquista y expansión. Tras cruzar el continente en penosa marcha, una de esas oleadas migratorias bantúes se esparció en el área de forestas tropicales y sabanas que se extendía hasta el estuario del río Congo y las partes altas de los ríos Cunene, Cubango, Cuito, Chobe y Kasai. Entre esos grupos estaba parte de nuestros ancestros africanos, quienes se radicaron, en algún momento de finales del siglo XIII o principios del XIV, en la región costera de lo que se corresponde aproximadamente con lo que hoy se conoce como Angola, desde el estuario del río Congo hasta casi llegar a la desembocadura del río Kwanza, y en un pequeño territorio junto al estuario, que abarcaba la franja del actual Zaire con salida al Atlántico y el enclave de Cabinda, así como una porción de la costa de lo que posteriormente fuera el Congo Brazzaville. Esas comunidades dieron vida a una serie de formaciones estatales embrionarias, las cuales, con el decursar del tiempo, se fundieron bajo una autoridad central, si bien relativamente laxa: la del Manikongo. La tradición oral bakonga —nombre genérico de los inmigrantes bantúes que se asentaron en esa zona— cuenta diferentes historias acerca de la constitución de su reino. Una afirma que 9 de los sobrinos del Manikongo abandonaron el clan de su tío y cruzaron el río Zaire para asentarse en tierras ribereñas, fundando los 9 clanes descendientes directos del monarca. Otra, en cambio, dice que Mtinu Wene, el primer Manikongo, después de mucho guerrear, logro asentarse al sur del río Congo. Entonces distribuyó las tierras conquistadas entre sus capitanes más corajudos, que eran 9. Nueve fue, a partir de entonces, un número sagrado para esos pueblos. En el momento en que recibían el legado real, cada uno de ellos describiría así su lealtad al rey y sus hazañas en la guerra y en la paz: -Yo soy Ndumbu a Nzinga, planta trepadora que se enrolla en espiral. Mis ramas se anudan alrededor de todo el país. -Yo soy Manianga, el que está sentado. Me siento en la silla y en la estera. Yo he hecho nacer a los mvembas y a los nlazas. -Yo soy Nanga, el cojo, pero voy muy lejos. Las piedras de mi estufa son cabezas de hombres. Mi cuchara de comer es la costilla de un gran pez. -Yo soy el jefe Mankunku, aquél que todo lo derrumba Yo acometí a los ndembos, a los tambores de los poderosos. Que no venga nadie a molestarme ni con el timbal ngongie ni con e! tambor ngoma.

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-Yo soy Ngimbi, aquél que hace crecer abundantemente todo lo que nutre y alimenta. Las madiadias o falsas cañas de azúcar que se cortan por la mañana, al mediodía nuevamente se mecen al sol. -Yo soy Mbenza, aquél que rompe, que corta, que hiende. No corto las cabezas de los ratones, sino de los hombres. -Yo soy Mpudi a Nzinga, un gran pez, pero además un halcón que, pese al fuego, caza por encima de la hierba en llamas. -Yo soy Mboma Ndongo, la serpiente jiboia que deja huellas a su paso. Se arrastra por todo el Congo, por Loango. Madre que hace bien a todos los otros clanes. -Yo soy Makaba, el que reparte las tierras, pero las leyes de esas tierras quedan en mis manos, en mi poder. El núcleo del reino del Manikongo, incluyendo la porción administrada directamente por él a través de una compleja red de jefaturas, estaba al sur del estuario del río Congo, circundado por el Atlántico y los ríos Congo, Cuango y Dande. Su capital era Mbanzakongo, el moderno San Salvador del norte de Angola. Acotamos que mbanza es el término que designa la tumba del ancestro fundador de una aldea. Equivale, por derivación, a aldea principal y toma el nombre de su fundador. Mbanzakongo debe ser, pues, el sitio de enterramiento del fundador de la primera aldea que se asentó en el área. Alrededor de ese núcleo había grupos de estados más pequeños, parte del mismo complejo en el sentido de que habían sido sometidos por los bakongos, pero cuya lejanía del centro les permitía un grado no desdeñable de autonomía, si bien acataban la supremacía del Manikongo. Los tratadistas del siglo XVII coinciden en que los más importantes entre esos estados eran los de Ngoyo, Kakongo y Loango, en la costa atlántica al norte del estuario del río Congo, agrupados mucho más tarde bajo el nombre de Cabinda; el área conocida como Matamba, a caballo sobre el valle del río Cubango al sureste, y la región de Ngola, que abarcaba ambas riberas del Kwanza, y que hoy es la mayor parte de la porción central de Angola. Diremos, de paso, que Angola deriva de Ngola, nombre de uno de los principales clanes de la región, el cual, en cierto modo, es un nombre dinástico. Los pobladores del dominio del Manikongo ascendían, según estimados de los misioneros del siglo XVII, a unos dos millones y medio antes de la llegada de los portugueses en 1482. Los hombres eran formidables herreros, cazadores y guerreros. Las mujeres se dedicaban a la agricultura. Lo que encontró Diego Cao al desembarcar en esas tierras fue descrito, no sin cierta admiración y sorpresa, como un reino grande y poderoso, muy poblado y con muchos vasallos. No obstante la centralización del poder, por laxa que fuera, ese reino poderoso preservaba numerosos rasgos de la sociedad matriarcal tanto en su ordenamiento social como en sus creencias, basados ambos en el sistema de mvila o kanda, términos sinónimos que pueden ser traducidos libremente como clan.

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El kanda es el colectivo en que vive el hombre y que, a su vez, garantiza la vida de éste. Se establece sobre la base del llamado parentesco uterino. Un niño pertenece al clan de su madre quien, a su vez, pertenece al de su tío materno. Es un conjunto orgánico y místico de todos cuantos han sido paridos por mujer incluyendo, naturalmente, a los ancestros, cuyos nombres llevan los diferentes clanes. Los ancestros eran, en ese contexto, la clase, por así llamarla, preponderante. Eran los maestros dotados de un poder sobrehumano, capaces de transmitir parte de su sabiduría a sus descendientes; eran los verdaderos propietarios de la tierra, de la cual sus descendientes son los usufructuarios. Los habitantes de las tierras ancestrales ocupaban el segundo peldaño de la escala social. El clan —que en puridad ya había dejado de ser tal, puesto que estaba subordinado a un poder central— ocupaba muchas aldeas según las líneas de descendencia que se hubieran constituido a través de los tiempos. La jefatura de cada aldea pertenecía por derecho de herencia al descendiente más directo de la primera mujer de la primera línea. Ese jefe era también el sacerdote principal del culto a los antepasados, de cuya estricta observancia dependía la prosperidad del clan y sus miembros. Él era, pues, el heredero y representante de los ancestros en la tierra y, a la inversa, era también el representante de los miembros del clan ante los antepasados. Ese culto, sin embargo, está cimentado en la autoridad que se adjudicaba al padre con respecto a sus hijos, a los cuales no gobernaba —a diferencia de la madre—, pero de cuyo respeto vitalicio era acreedor por el solo hecho de haber contribuido a su concepción. La autoridad paterna sobrevivía al padre fallecido. Y sus hijos le rendían tributo después de muerto, de la misma manera que reverenciaban a los ancestros, de los cuales el padre pasaba a formar parte al morir. La existencia de un poder político central se reflejó más en la jerarquización de la divinidad y sus características funcionales que en el ordenamiento social dentro de los clanes. Y aunque la descripción y análisis de esa divinidad han llegado a nosotros por medio de los misioneros que intentaran la catequización de los bakongos, con la inevitable identificación de una deidad única con el Dios de la Iglesia Católica, lo que resulta incuestionable es que los bakongos sí tenían una deidad única: Nzambi, que puede, efectivamente, parangonarse con el Supremo Hacedor. El misionero belga R. P. J. Van Wing, quien vivió algunos años entre los bakongos a principios de este siglo, describe esa entidad divina suprema de la siguiente manera: Nzambi creó el cielo y todos los astros, y también a la primera pareja humana, de la cual desciende la humanidad entera. Nzambi interviene en la creación de cada individuo. Cuando un niño está a punto de nacer, el alma material entra por una de sus orejas, indicando que ha ocurrido el nacimiento "verdadero". Al morir el hombre, el alma material regresa a Nzambi. Acotamos como dato curioso que numerosos científicos sostienen que el sentido auditivo es lo último que se pierde en el momento de la muerte. Nzambi dispone de la vida y la muerte de todo lo existente, y castiga a los transgresores de sus leyes. Entre éstas, la principal es el respeto a los padres. Nzambi es veraz y omnisciente, está en todas partes, pero no se le representa en cosa material alguna, ni siquiera en imágenes.

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Sin embargo, Karl Laman, quien viviera largo tiempo entre los bakongos y cuya obra es material obligado de referencia para todos cuantos se interesan por las manifestaciones religiosas en el reino del Manikongo, cuenta otra historia. Es ésta: Nzambi es idéntico a Chambi, deidad cuyo culto preservaron los ancestros de los bakongos cuando abandonaron su región de origen. El concepto de Nzambi entre los bakongos probablemente debe mucho a la influencia de las primeras misiones católicas que abrieron sus puertas en el dominio del Manikongo. Según la concepción autóctona, Nzambi otorgó la vida al hombre en el momento de la Creación. Es más grande (más poderoso) que todas las demás categorías de espíritus de los muertos. Esto es importante, señala Laman, porque en las tradiciones populares bakongas los nkisi (espíritus de los difuntos) tienen una relevancia particular, especialmente Funza, creador del feto en la matriz, y Bunzi, dios tutelar del clan, de cuyo bienestar y felicidad es responsable. Los ancianos, sigue Laman, confieren a Nzambi un poder casi universal, considerándolo el dueño de todo y de todos. Nzambi no se muestra, sin embargo, a los vivos. Habita en el cielo y no baja a la Tierra, pero lo ve todo. Las líneas de la palma de la mano y los profundos surcos de la columna vertebral se conocen como la escritura de Nzambi y también como sus caminos, por los cuales penetra al cuerpo de los hombres. Pero como Nzambi dejó que la muerte reinara sobre la humanidad, su relación con ésta no es de confianza o intimidad. Por ello, Nzambi no es objeto de culto. Puesto que no se le puede conmover con ruegos, arrepentimientos u ofrendas, ocupa un lugar secundario en la imaginación popular. Algunos creen, continúa diciendo Laman, que el hombre y la mujer fueron creados en el cielo y bajados a la Tierra por un hilo de araña. También creen que una persona llamada Tuuka Zulu (el que vino del cielo) visitaba la Tierra cabalgando sobre un relámpago en calidad de enviado de Nzambi, para curar a los enfermos y resucitar a los muertos. Tuuka Zulu se convirtió más tarde en Mukulu o Nkulu, el ancestro de la humanidad, que también trajo semillas de todas las plantas útiles y en quien se originaron todos los usos y costumbres, incluso la muerte. El nombre Nzambi tiene múltiples significados, precisa Laman. Se le puede atribuir a un animal de grandes proporciones; a un cadáver, porque cuando alguien muere se transforma en un ser invisible con poderes semejantes a los de Nzambi. Como dueño del trueno y del relámpago, se le ha dado el nombre de Mpungu Bidumu, ser celestial superior que despierta a los habitantes del cielo de su sueño, parecido a la muerte. Pero también se llama Mpungo al nganga que puede ver a los muertos y a los ancestros. Esa concatenación conceptual reproducida por Laman parece más propia del pensamiento mágico bantú que la explicación de Van Wing, mediatizada a todas luces por los preceptos de su fe; explicación en la que figura, no obstante, el elemento del alma material y su forma de entrada al cuerpo humano, que también aparece en Laman. Y también refleja de manera adecuada la realidad política y social del clan: alejado físicamente del centro del poder, en términos espirituales se distancia del Ser Supremo quien, una vez que crea a sus hijos, los abandona a sus propios recursos, y permite que la muerte los arrebate de este mundo.

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¿Y cuáles eran esos recursos? Los elementos de la naturaleza: las plantas que sirvieron de sustento, cobija y medicina a los fundadores de los clanes en su peregrinación a lo ancho del continente; los animales de pelo y pluma que cazaban; las aguas que calmaron su sed y aliviaron su cansancio: la tierra que contenía las plantas y las aguas benefactoras y que, al término del largo trayecto, fue sembrada y rindió sus frutos. De ahí que las creencias venidas a Cuba desde el reino del Manikongo giren alrededor de estos elementos, en vez de haberse concentrado en la creación de un panteón politeísta, propio de las sociedades descentralizadas y secularmente sedentarias, como fuera el caso de los yorubas, por citar sólo uno de esa parte del continente trasplantado a Cuba. Los astros, y los elementos y fenómenos de la naturaleza también poseen poderes y atributos propios. El remolino, por ejemplo, tiene poderes semejantes a los de los nkisi que traen la desgracia y la desolación, quienes se trasladan de un sitio a otro valiéndose de los remolinos y las tormentas El cielo, y no Nzambi, es el dueño de la lluvia : la produce y la retiene. La lluvia gobierna a los seres humanos porque de ella depende el sustento y la buena salud de éstos. El rayo es sagrado y sirve para castigar las transgresiones humanas. La luna, y no el sol, es para los bakongos el más notable de los cuerpos celestes. Cuando hay luna nueva, la tierra tiembla porque ella se lleva las almas de las personas y los animales para ganar fuerza y "llenarse". Para ellos la luna es masculina. Su esposa es, según la región de que se trate, el lucero de la tarde o la estrella de la mañana. El sol, en cambio, es una mujer muy trabajadora que descansa poco. El y la luna están en constante conflicto. Si la luna prevaleciera, el mundo languidecería hasta extinguirse bajo su hechizo. El día en que choquen, la humanidad perecerá. Cada estrella está asociada a una actividad humana particular. Pero los cometas sólo predicen sequías prolongadas y grandes hambrunas. El río Congo es muy respetado por su inmenso poder sobre la vida de los hombres. Los ancianos cuentan que en los viejos tiempos, el río era un ser viviente que podía castigar crímenes y leer los secretos del corazón. Por eso, antes de cruzarlo, se le hacían oraciones y ruegos. Es comprensible, pues, que la base de las Reglas de Palo Monte sean los nkisi, las prendas —también llamadas, certeramente, fundamentos—, resumen de los dos sujetos de veneración de los pueblos del reino del Manikongo: los ancestros y la naturaleza y sus espíritus. Las prendas son receptáculos de formas diversas que contienen lo que Robert Farris Thompson describe como un universo en miniatura, tal y como lo perciben esos pueblos. Ellas encierran aguas, hojas, hierbas, piedras y tierras tomadas de distintos sitios; dientes, picos, garras de variados animales, junto con pequeños fragmentos de sus huesos o de un ser humano cuyo espíritu pasa a vivir en ese nkisi o receptáculo. Éste puede físicamente ser una calabaza, un atado de corteza de árbol o de tela basta, un caldero de hierro o de barro y hasta un caracol. En ocasiones especiales era también una escultura de una o más figuras humanas. Cuando alguno de los muertos ilustres del clan deseaba manifestarse para ayudar o dañar a los vivos, explica

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Laman, se "fijaba" el espíritu con resina y bilongo (medicina) a una escultura. Al incorporársele el espíritu, la estatua / receptáculo y el espíritu que había pasado a habitar en ella recibían el apelativo genérico de nkuyu. Wyatt MacGaffey en su catálogo de las prendas recogidas por Laman en el Congo, presenta múltiples tipos de estos receptáculos, entre los cuales sobresalen los siguientes por su originalidad: Mbongo Nsimba es una prenda/estatua proveniente del área que Laman llama Mayombe, ubicada al oeste de Kingoyi y Kinkenge. Sirve para la adivinación y la curación. Londa es un nkisi para las mujeres y los niños. Es muy complejo e incluye amuletos que deben usar quienes están protegidos por este nkisi, que pone énfasis en la armonía familiar. Ndundu es el nombre de una prenda que significa albino. Los bakongos creen que los albinos, como los jimaguas, son la reencamación de los espíritus del agua. Aunque este nkisi ataca a todo organismo humano, también cura muchas enfermedades. Mbundu es un nkisi hecho en forma de atado de corteza y sirve para "decir" la verdad sobre disputas locales serias. Mbundu es una de las plantas que se usan para componer este nkisi, y que le da su nombre. Mbenza es, a todas luces, un tipo de prenda muy antiguo que adopta muchas formas. En Mayombe es también el más alto de los títulos jerárquicos y el nombre de un importante clan de la región. Algunos estudiosos, según MacGaffey, la describen como objeto de un culto comunitario para abrir la matriz a una larga progenie. Por último, está el Nkisi a babonsono, o nkisi de todos. No es en realidad una prenda, sino una especie de botánica en miniatura que muchas aldeas ponen a disposición de sus moradores para proporcionarles los ingredientes básicos para componer una prenda a quienes la necesiten. Nkisi es un término que se presta a confusión, y tal vez sea el concepto de los bakongos orientales el que con mayor claridad resume su significado. Para ellos, nkisi es un objeto artificial habitado o influenciado por un espíritu y dotado por él de un poder sobrehumano. Por espíritu se debe entender, en este caso, no un alma descarnada, sino el alma de un difunto que ha tomado, por voluntad propia, después de su muerte, un cuerpo adaptado a su nuevo modo de "ser". De ahí que el término nkisi designe al espíritu y al objeto material en el cual tal espíritu "es" y puede ser dominado por un hombre. Ese objeto o receptáculo es compuesto, fabricado, por un nganga, quien es el vínculo, por así decirlo, entre los vivos y los muertos. El vocablo nganga, por sí solo, significa hacedor, pero siempre se le añade una suerte de apellido que indica su función. Así, está el nganga nkisi, término genérico comúnmente especificado por el nombre del nkisi, como ocurre en los casos del nganga ngombo (el adivino), el nganga lufu (el forjador, función muy especial y apreciada), el nganga kuka (el curandero), y el nganga bankulu, el mayor que guarda el receptáculo de los ancestros y es ministro de su culto, por mencionar sólo algunos. Todo hombre o mujer que posea un nkisi es, por lo tanto, su nganga. Dice la leyenda que el primer nkisi fue compuesto por Mukulu, un antiguo ancestro. Pero fue Mentete, el primer ser humano que descendió del cielo, quien enseñó a los hombres cómo fabricar o componer un nkisi. Los nkisi tienen aliento, pero no igual que las personas. Escuchan al nganga y hacen lo

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que éste les ordena. La vida del nkisi no termina, sino que se transmite para formar una especie de linaje. Según la tradición popular congolesa, el primer nkisi fue hecho en el agua, origen de todos los seres vivientes, e inauguró la línea de Nkosi, el destructor. Después se compusieron los nkisi de la línea de Kyere, la alegría. Así, de cada nkisi pueden "nacer" tantos otros como estime su nganga. Pero cada uno de ellos debe ser igual que el primero, cuyo nombre adoptan. El nganga mayor es quien transmite el arte de componer un nkisi a los novicios, a quienes también informa sobre sus propiedades y prohibiciones. Para poder comprender mejor la naturaleza de los espíritus ancestrales y de la naturaleza, es preciso conocer primero cómo se percibían los bakongos en tanto que seres vivos. Laman ofrece de esto una explicación detallada, que permite llegar a conclusiones sobre tal percepción mediante el significado de palabras claves que designan cada uno de los diversos componentes, visibles o no, del ser humano. Optamos por ella, pues la explicación de Van Wing, más sintética, carece de los matices que enriquecen la exposición de Laman. El hombre, dice Laman, es considerado como un ser dual, compuesto por una entidad exterior: el cuerpo físico, que se entierra y se descompone, y una entidad interna: la esencia misma del hombre. Ésta, a su vez, está compuesta por dos entidades separadas: la nsala y el mwela. Nsala es la parte del hombre que no es visible en el cuerpo exterior : es su alma o mejor, el principio de la vida. Es considerada como un ser viviente que actúa como la adivina del hombre, al cual puede abandonar momentáneamente para vagar por el mundo y conocer los acontecimientos que afectarán a su dueño en el futuro. Al norte del Congo, donde la palabra nsala no se emplea, se usa kiini (sombra), de lo cual se infiere que alli la sombra es conceptual y funcionalmente igual al alma o principio de la vida. En Mayombe y otras regiones sureñas, nsala equivale a sentido: lunzi, que podría describirse como la imagen del hombre interior, de la esencia del hombre. Para los ngangas, la nsala es visible en forma de sombra. Igual que el cuerpo físico tiene su sombra, el alma también tiene la suya. La nsala no abandona el cuerpo físico sino hasta que el hombre muere, v la sombra se separa de él. Por eso los muertos mantienen el alma de un enfermo virtualmente cautiva, obligándola a no alejarse del cuerpo físico; si no hicieran esto, toda enfermedad tendría un desenlace inmediatamente fatal. Mwela es el aliento, el órgano a través del cual el hombre vive y respira. Si abandona el cuerpo, el hombre muere. El mwela puede posesionarse de cualquier animal. Para prolongar la vida de un ser humano, se mezclan unas gotas de su sangre con las de un animal determinado para que ambos compartan el mismo aliento y la vida se prolongue. Cuando un hombre duerme, el aliento deja el cuerpo físico y vaga por otros lugares para conocer y predecir el futuro de su poseedor, actuando así en forma parecida a la nsala. Cuando el hombre muere, su aliento va al mundo de los muertos o a Kalunga, las regiones "infernales" de la Tierra. En la tierra de los muertos, la vida continúa de manera semejante a la vida terrenal, si bien carente de penas y enfermedades. La muerte, dicen los bakongos, sólo ocurre una vez y es como una recompensa. Los habitantes de la tierra de los muertos están, por lo general, divididos en dos grandes grupos: los nkuyu y los nyumba, divididos a su vez en numerosos subgrupos de

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distintas funciones, imposibles de enumerar aquí sin hacer de esta introducción un tratado. Nkuyu significa espectro, visión y también cambio, transformación. No tienen los nkuyu un lugar definido en el mundo de los muertos, sino que andan errantes por el mundo de los vivos y son susceptibles de ser capturados por un nganga. Los nyumba son aquellos que, al pasar a la tierra de los muertos, no adquieren una apariencia diferente a la que tuvieron en vida, porque no deben pagar por hechos censurables, por eso se mezclan con los vivos y muchas veces se confunden con ellos. También existen los simbi, a los que, a menudo, se confunden con los espíritus de los muertos, aunque para nada se parecen a éstos. Los simbi se manifiestan en torrentes o inundaciones súbitas que arrasan con chozas y cosechas. Un simbi no puede ser capturado y encerrado en una nganga, sino tras muchas dificultades y peligros. Alguien que, a riesgo de su vida, su salud y su razón, capture a un simbi, se convierte automáticamente en nganga, sin necesitar de otra iniciación. Al sur del Congo, el jefe de los simbi es llamado Mpulu Bunzi, pero en otras regiones se le llama Ndoona Bidi y se cree que es mujer. Anuncia la llegada de la estación seca cuando pasa por la tierra con sus huestes. El agua -salobre o dulce- es el hábitat de los simbi y sus lagunas tienen la reputación de ser muy peligrosas para quienes se acerquen a ellas. Nkadi Mpemba es una de las figuras más misteriosas de la mitología de los bakongos. Los cronistas-misioneros lo encontraron en Loango y en Mbanzakongo, y se sirvieron de él para designar a Satanás, aunque no existen evidencias de parecido entre uno y otro. Nkadi Mpemba, relata Van Wing, a partir de los testimonios recogidos entre los bakongos, es una entidad cruel y dictatorial en cuya tierra el sol nunca alumbra y desde la cual los muertos no pueden visitar a los vivos en sueños. Igualmente enigmático es Mbumba Loango, poderoso espíritu reverenciado en la zona de Mayombe, quien ocultaba su verdadera apariencia bajo el disfraz de una enorme serpiente que vivía junto al agua. En el reino del Manikongo, el término ndoki no designaba ni a un espectro, ni a un espíritu, sino a un poder, a una fuerza, transmisible por consanguinidad, que permitía a quienes la poseyeran o recibieran dominar a los espíritus de sus parientes muertos sin precisar de objeto mágico alguno. Las personas que detentaban este poder eran también llamadas ndoki. De ellas se decía que tenían la facultad de convertirse en animales de conocida ferocidad: cocodrilos, leopardos o serpientes de gran tamaño. El único objeto mágico que necesitaban esas personas era un amuleto que las ayudaban a operar tal metamorfosis. Si bien los clanes de pescadores bakongos del territorio que hoy se conoce como Cabinda rendían igual culto a los antepasados, la mayoría de sus divinidades era femenina, símbolo de la proliferación, y estaban directamente asociadas a la naturaleza. Eran llamadas "espíritus madres" y su origen parece ser muy remoto. No pocos estudiosos sostienen que se trata de deidades traídas por los primeros bantúes que se asentaron en la zona, cuya devoción

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ha sobrevivido allí hasta nuestros días, aunque nos parece que mejor podría describírselas como espíritus de la naturaleza divinizados. No habitan esas deidades ni nkuyu ni nkisi, sino la tierra, las lagunas, las rocas y los bosques. La presencia en las Américas de un crecido número de esclavos pertenecientes a los diversos clanes bakongos bajo la égida del Manikongo, se debe a un cúmulo de circunstancias, entre las cuales no fue la de menor importancia la rápida catequización del Manikongo de la época, bautizado como Alfonso apenas nueve años después de la llegada de Diego Cao a la zona. Accedería al trono con el nombre de Alfonso I en 1507, ocupándolo ininterrumpidamente hasta su muerte en 1543. Fue él quien estableció las primeras relaciones con los portugueses, cuyas costumbres adoptó, y quien les suministró los primeros esclavos con destino a la colonia de Brasil. Pero cuando las exigencias de mano de obra para esa posesión portuguesa crecieron, como para que resultara imposible satisfacerlas por otra vía que no fuera la guerra, Alfonso I y sus sucesores no estuvieron dispuestos a ello. En 1575 al Congo llegó Paulo Dias de Nováis, inaugurando una nueva era en las relaciones de Portugal con el reino del Manikongo. Dias plantó su cuartel general al sur del río Congo e inició la guerra de conquista contra los bakongos de Ngola, entrenando, al propio tiempo, a bandas de nativos para la captura de prisioneros de guerra, embarcados después, como esclavos, y para la expansión de las fronteras coloniales. Para 1591, el dominio efectivo del Manikongo se había reducido a seis provincias: Bamba, Sonho, Naundi, Pango, Bata y Pemba. Casi setenta años resistió el reino del Manikongo las depredaciones portuguesas y los conflictos internos que la expansión colonial trajo consigo, antes de decidirse a presentar batalla. Los resultados fueron desastrosos. La unidad del reino se resquebrajó con enorme rapidez y para fines del siglo XVIII el dominio del Manikongo sólo alcanzaba unas pocas aldeas en la periferia de Mbanzakongo. Demasiado cercano al ojo de la tormenta colonial, el reino del Manikongo fue devastado por ella. No fue exclusivamente a Brasil adonde fueron a parar los bakongos capturados en e! reino del Manikongo. También arribaron, entre otras islas del Caribe, a Cuba, transportados a la fuerza en los navíos de cuatro empresas europeas, que fueron las encargadas de este infame comercio transatlántico entre 1696 y 1763. Tales empresas eran la Real Compañía de Guinea del Reino de Portugal, que operó la ruta a Cuba entre 1696 y 1701; la Real Compañía Francesa de Guinea, cuyo "negocio" se mantuvo vigente entre 1702 y 1712, y cuya "mercancía" consistía, principalmente, de esclavos oriundos de Angola; la Compañía del Mar del Sur, que puso la trata de las Indias españolas en manos británicas entre 1713 y 1750, excepto en períodos de guerra, y la Real Compañía de Comercio de La Habana, a la cual se le concedieron permisos para conducir esclavos a Cuba. Durante el año que duró la ocupación de La Habana por los ingleses (17621763), los británicos también realizaron numerosas ventas de esclavos. A los entrados "legalmente" se añadían los llamados esclavos de "mala entrada",

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producto de un floreciente contrabando de seres humanos. Se conoce que de tal forma llegaron a las zonas de Holguín, Santiago de Cuba, Bayamo y Baracoa, en 1749 solamente, 33 esclavos del Congo y uno de Cabinda, entre los provenientes de otros puntos de África. Diez años más tarde, y en La Habana, se realizó la venta de otros 36 hombres y mujeres traídos de la zona que abarcara el reino del Manikongo. Para finales del siglo XVI, dice Leví Marrero," la población negra en Cuba era mayoritaria. Los cronistas de la época calculaban que un 60% de la población total —la cual fluctuaba entre los 15 000 y los 20 000—, estaba constituida por africanos traídos a la Isla en calidad de esclavos y sus descendientes criollos. Entre los esclavos vendidos en el mercado cubano durante la segunda mitad de ese siglo, algunos fueron identificados como congos y ngolas. En un lapso de diez años (1578-1588), consta la venta, en el mercado habanero, de 16 congos y 25 ngolas de ambos sexos. En los primeros treinta y nueve años del siglo XVII, y en virtud de la Real Cédula, salieron de Angola 385 barcos negreros, muchos con destino a Cuba. La media de esclavos transportada en cada uno de ellos ha sido calculada en 139, y las pérdidas durante la travesía entre el 20 y el 25 de esos pasajeros forzosos en cada viaje. Desembarcados en diferentes puntos de Cuba, cientos de congos, ngolas y cabindas fueron destinados a plantaciones de caña, café y tabaco esparcidas por toda la Isla. Fueron ellos los que compusieron, en honor a los 9 reinos sagrados del dominio del Manikongo, los primeros 9 nkisi, de los cuales nacieron otros muchos. Estos, a su vez, procrearon los que, junto con aquellas prendas originales, llegarían a ser los fundamentos de las Reglas de Palo Monte en Cuba. Dos de ellas fueron hechas en Pinar del Río; una, en La Habana; dos, en Matanzas; una, en Santa Clara; una, en Camagüey, y las dos últimas en Oriente. Nómbrense las de Pinar del Río, Ndumbo a Nzinga y Mananga. Ndumbo a Nzinga fue compuesta a finales del siglo XIX y pertenecía a Saturnino Gómez, descendiente de algún esclavo de la dotación del ingenio "Santa Teresa", fundado en 1827, en el Partido de San Diego de Núñez, Bahía Honda. Con el tiempo el nombre de esta prenda devino en Ngundu Batalla Sacara Empeño. El nkisi Mananga servía a los esclavos congos de la hacienda "Candelaria" de don Francisco Javier Pedroso, alrededor de 1806. La hacienda lindaba con la Sierra del Cuzco, y en sus terrenos, donde hoy se ubica el pueblo de Candelaria, está la loma de Juan Ganga, famoso cimarrón que montó la prenda. Esta recibió el nombre de Manawanga o Mariwanga, que corresponde a Oyá, dueña de centellas y remolinos, identificada con la Virgen de la Candelaria. Mboma Ndongo fue el nkisi compuesto por los bakongos en La Habana, por el año 1812, en el antiguo caserío de Guanabo, en Guanabacoa. En esa localidad de la provincia habanera ocurrió un importante levantamiento de esclavos congos y yorubas de la dotación del ingenio "Peñas Altas". Casi todos los insumisos fueron masacrados por el mayoral Antonio Orihuela. El reducido grupo de sobrevivientes pudo escapar llevándose la krillumba de una de sus

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compañeras asesinadas llamada Regla Ngola. En lengua, Mboma es la Virgen de Regla. Los nkisi Nanga y Mankunku fueron compuestos en la provincia de Matanzas. Nanga recibió el nombre de Mundo Catalina, Manga o Nanga Nsaya. Su dueña era la familia de los Melgarez, que radicara, a finales del siglo XIX, junto a la laguna sagrada de San Agustín de Ibáñez en "Pedro Betancourt". Fue montada por esclavos del ingenio "Diana de Soler", propiedad del potentado español Juan Soler. El ingenio fue quemado poco después. Mankunku se convirtió en Mayimbe Nkunku Sacara Empeño, y procede de las lomas de Quimbámbilas, en Perico. Fue fundamentada por cimarrones, huidos del ingenio "Tinguaro" en esa jurisdicción. De esta prenda, famosa por su movilidad, nacieron otras muchas que, a su vez, se propagaron por toda la Isla. Come gallo negro y hierbas en forma peculiar. En Santa Clara los esclavos cimarrones del ingenio "Buena Vista", propiedad de Justo Germán Cantero, prepararon una prenda con el nombre de Makaba, Mbuniba Kuaba o Kaba. Esos cimarrones deambulaban por las montañas de Trinidad y las Alturas del Muerto, hasta el río Ay de los Negros, e identificaban su fundamento en la Ocha con Yewá. Makaba es una prenda de extrema sensibilidad, hecha con la krillumba de una joven negra que fuera atacada y descuartizada por las jaurías de los rancheadores durante su fuga. Ngumbi o Nkindi es oriunda de Camagüey, y encierra el espíritu de Ngumbi, nombrado en vida Ciriaco. Era éste un negro bozal cuyo cimarronaje tuvo como escenario la periferia del poblado camagüeyano de Santa Cruz del Sur. Los negros entrados por las costas de esa provincia aun después de suprimida la trata, pronto formaron grupos cimarrones los cuales, según las crónicas de la época, atacaron a Santa Cruz varias veces en el año 1851, ocasionando pérdidas humanas y materiales nada desdeñables. Las prendas de la antigua provincia de Oriente son particularmente interesantes. La que responde al nombre de Mbudi Yamboaki Nzinga fue preparada en el pueblo de Yara. La importancia histórica de esa localidad radica, entre otros hechos no menos trascendentes, en que allí se asentó el cacicazgo indio de Macaca donde fue quemado vivo el indio Hatuey el 10 de octubre de 1513. Yara fue fundada alrededor de 1730. Para 1871, su población no blanca estaba integrada por 182 libres de color v 44 esclavos. El esclavo dueño de esta prenda era Baltasar Yamboaki, de quien se dice era así llamado porque su prenda contenía la krillumba de un Yamboaki, que en congo significa indio. En el punto conocido por Peralejo, situado entre Manzanillo y Bayamo, se libró una de las más cruentas batallas de la guerra de 1895-1898. Allí fue emboscada por las fuerzas mambisas al mando de Antonio Maceo la columna del brigadier Fidel Alonso de Santocildes, quien escoltaba al general en jefe del ejército español en Cuba, Capitán General Arsenio Martínez Campos. Éste logró a duras penas romper el cerco insurrecto y dirigirse hacia Bayamo, dejando pertrechos y heridos en poder de los mambises. Pero Santocildes y muchos de sus hombres cayeron en combate. En reconocimiento al coraje de

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las huestes españolas, mambises descendientes de congos y ngolas que blandieron sus machetes en esa batalla, fundamentaron sus prendas, a fines del siglo XIX, nombradas Mbenza-Bana por su guía, en recuerdo de Santocildes y sus hombres. Una advertencia al lector antes de adentrarnos en el mundo mágico de las Reglas de Palo Monte. Hasta aquí hemos utilizado las palabras claves de estas agrupaciones religiosas a la manera en que fueron recogidas por los estudiosos que vivieron dentro de los pueblos del reino del Manikongo entre los siglos XVII y XIX. Esos vocablos adquirieron significados ligeramente distintos en Cuba, y serán éstos los que emplearemos a lo largo del resto de nuestro trabajo, y los que se incluirán en el glosario que cierra estas páginas.

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TA MAKUENDE YAYA

José R. Peón Márquez describe a Quiebra Hacha como el más extenso, poblado y rico barrio del término municipal del Mariel. Su tierra, dice, era buena para la caña, para la cría de ganado y para los frutos menores, variadísimos, sustanciosos y de una exuberancia incomparable. La fundación del barrio data, por lo menos, de 1780, y dentro de sus límites estaban enclavados los ingenios "Balbanera" (en los terrenos de la finca "Pinillos", propiedad de don Claudio Martínez de Pinillos, Conde de Villanueva), "San Felipe", "Begoña", "Tinajas" (escenario de parte de la obra cumbre de Cirilo Villaverde: Cecilia Valdés), "Angosta" y "Menocal". El primero fue levantado a fines del siglo XVIII y los otros, a principios del XIX . De la población de Quiebra Hacha a principios del siglo XIX, dice Peón Márquez que estaba compuesta por individuos de raza blanca o caucásica y negra o etiópica, habiendo, además, algo de raza amarilla. Y añade que descendientes de razas africanas de los tiempos de la esclavitud quedaban muchos aún: carabalíes, congos, lucumíes, ararás, mandingas, gangas, macuás y popós. No faltaba en Quiebra Hacha una iglesia parroquial, originalmente construida de madera y tejas, la cual, no obstante su buena factura, fue derribada por un ciclón en 1871. Sus imágenes fueron a parar a las casas de numerosos fieles, quienes las conservaron amorosamente hasta que pudieron ser expuestas en un nuevo templo, esta vez de mampostería, terminado en 1885. Un año después fue destruido, cuando el ejército mambí quemó el lugar en la campaña de la Invasión. Reconstruida nuevamente, otro ciclón —el de 1906— la echó al suelo. Finalmente, en mayo de 1911, el entonces párroco del Mariel, Balbino Ocarin Jáuregui, emprendió su reconstrucción, e inauguró la nueva parroquia el 24 de septiembre de 1912, para honrar a Nuestra Señora de las Mercedes, patrona de la localidad, cuya imagen ocupó el altar mayor, flanqueado por otros cuatro altares, destinados a la Caridad del Cobre, a Nuestra Señora del Carmen, a Santa Lucía y a San José. Sin embargo, hay otra deidad en Quiebra Hacha que Peón Márquez no menciona, pero que ocupa un sitio prominente en la devoción popular, y que cuenta con su propio lugar de adoración. Se trata del San Antonio africano, rarísima talla de madera negra, de 37 centímetros de alto Sus devotos lo han vestido con finas ropas blancas o moradas y han cubierto su cabeza con un turbante. Carece de ojos, en su lugar, el escultor hizo dos pequeños agujeros. Su nariz es más bien alargada. Una vez al año —en la madrugada del 13 de junio— un devoto lo baña con aceite. Que se sepa, esta tarea nunca ha sido realizada por una mujer a pesar de que han sido mujeres las que tradicionalmente han cuidado el templo y de que sobre todo una, María Pedro, puso extraordinario empeño en "cristianizar", por así decirlo, a este santo africano no canonizado por la Iglesia Católica, y

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por extender su culto, cosa que logró sin mucho esfuerzo, pues la imagen venía acompañada de antaño por las anécdotas de sus numerosos milagros. La capilla dedicada a él fue edificada a finales de los años cincuenta, en virtud del esfuerzo del pueblo de Quiebra Hacha. El trabajo de construcción duró casi un año. Cientos de peregrinos de todo el país concurrían a ella el 13 de junio. Especialmente bien recibidos eran los niños, a quienes agasajaban con todo género de regalos. Ese mismo día se servía la que llegó a conocerse popularmente como la comida de San Antonio, colocada sobre hojas de plátano en el piso de la capilla. Los niños, privilegiados por el favor de este santo negro, comían primero; los adultos se servían de lo que sobrara. Todos los platos eran cocidos o fritos en aceite. El arroz no figuraba entre ellos, sustituyéndolo la harina de maíz. Ese día se efectuaba también una imponente procesión, que salía de la capilla con la imagen en andas, acompañada del estandarte de San Antonio de Padua, santo franciscano cuya devoción llevaron consigo los portugueses que colonizaron el reino del Manikongo, cuya identificación con esta talla de ébano María Pedro se encargó de reforzar tras visitar Roma y entrevistarse, según dicen las crónicas de Quiebra Hacha, con e) papa Pío XII, a quien mostró una foto de la pequeña escultura. A todas luces, la señora Pedro realizó indagaciones sobre el santo católico con los frailes de la orden franciscana que fuera la que emprendió la misión evangelizadora en aquellas tierras. Los frailes convencieron a la piadosa mujer de que, al marcharse los misioneros, sus catequizados congos decidieron sincretizar al personaje del santoral católico con un dios propio, llamado Yaya, y tallaron la imagen surgida de su imaginación. El relato contado a la señora Pedro permite suponer que la estatuilla fue esculpida en el Congo, y esto debe haber ocurrido forzosamente antes de la prohibición de la trata en Cuba. En los años cuarenta, don Fernando Ortiz, después de examinarla minuciosamente, gracias a la gentileza de María Pedro, pudo comprobar que la talla era de una antigüedad asombrosa. ¿Cómo fue trasladada entonces a la Isla por aquellos hombres que viajaban sin equipaje? Ese es un dato que tal vez nunca sea esclarecido, pero los ancianos descendientes de esclavos congos y ngolas relatan que, en época de la trata, fueron atrapados y embarcados hacia Cuba siete congos reales y sus séquitos. Durante la larga travesía, enfermos de mareo y nostalgia, pidieron a Nsambi el castigo para quienes se dedicaban a tan cruel comercio. Su rey, llamado Taino, cayó al agua en el transcurso de una tormenta y murió. Las mareas se contorsionaron y los rayos se proyectaron sobre la proa del barco, sembrando el pánico entre la tripulación. Los otros congos reales: Babusa, Saluma, Botambi, Sunambiser, Tasinillen y Bakuende, lograron llegar a Cuba con vida y fueron vendidos a diversas familias, casi todas de la zona de Pinar del Río. Al morir, cada una de sus brillumbas se utilizaron para montar prestigiosas ngangas, que todavía se veneran y dan mucho que hacer en el inundo sacromágico cubano. Los informantes de la zona afirman que ya en 1800, en el antiguo ingenio de "Las Mercedes", también conocido como "Menocal", apellido de sus dueños

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don Francisco y don Pedro García Menocal, la imagen tenía su propio "templo" -una pequeña construcción de cujes y guano revestida de arcilla blanca- y una pléyade de devotos: los esclavos congos (mayoritarios en la dotación del ingenio) que venían a buscar consuelo y a llorar sus desventuras ante Ta Makuende Yaya. Cuenta la tradición oral de la zona que al ser abolida la esclavitud en Cuba, los congos fueron a refugiarse en lo que después se conoció como el Pueblo Viejo de Quiebra Hacha, llevándose consigo su imagen. La casa número 195 de la antigua calle Maceo fue su nuevo hogar, donde permaneció hasta la edificación de la capilla en la que ahora reside. ¿Cuál es, pues, la verdadera naturaleza de este San Antonio negro que tiene un nombre en Palo Monte? Más que la imagen africana de un santo católico sería muy difícil reconocer en esta rudimentaria escultura al santo varón paduano, venerado y seguramente descrito a sus discípulos africanos por los misioneros que ejercieron su labor en el dominio del Manikongo-, recuerda a las ngangas encontradas por Laman en esa zona: a las prendas más especiales y elaboradas, las que semejaban figuras humanas y escondían el bilongo en una oquedad de su base o de su cuerpo. Poca importancia tiene, creemos, que se le llame indistintamente San Antonio o Ta Makuende. La historia —y no sólo la cubana— abunda en ejemplos de identificación de las deidades de culturas autóctonas o trasplantadas con los sujetos del culto de la potencia colonizadora o dominante. Tal identificación se circunscribía a conferirles un mismo nombre en público, y en aprovechar las celebraciones oficiales para festejar también a sus deidades. Éstas y las de la Iglesia Católica podían compartir algún atributo, a más del nombre (la espada y las vestiduras rojas y blancas de Santa Bárbara y Changó, por citar el caso tal vez más conocido), pero unas y oirás nunca llegaron a fundirse, ni conceptual ni litúrgicamente. Corren infinidad de leyendas no sólo acerca de los milagros de este santo africano, sino también de su mal talante. Una de las más simpáticas cuenta que, en tiempos de la república mediatizada, un sargento de la policía, la máxima autoridad en Quiebra Hacha, negó su permiso para celebrar la procesión anual. Tarde en la noche, en víspera de la festividad y durante su recorrido de rutina, el uniformado después juraba que al pasar frente a la iglesia del pueblo se le había aparecido un negrito muy chiquito y muy bravo, quien le había increpado diciéndole: "¿Tú no va deja que la gente toca a mi?" El sargento pasó tal susto, que se apresuró a autorizar la festividad no sólo ese año, sino también en años sucesivos Cuentan asimismo los creyentes más ancianos de Quiebra Hacha. que hace mucho tiempo, a principios de este siglo, Ta Makuende se encolerizó v le viró la espalda a sus fieles Los congos que lo cuidaban, desesperados, trataron de hablarle y convencerlo, sin resultado alguno. Recurrieron entonces a los cantos y oraciones en lengua y al familiar sonido del kinfuiti hasta que Ta Makuende olvidó su enfado y volvió a darles la cara. Kinfuiti, dice don Fernando Ortiz es el nombre de un instrumento y de su toque, y también del baile que se ejecutaba con su música. Su sonido, afirma, zumba y ronca. Fue originalmente un instrumento sagrado para liturgias especiales y

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ceremonias evocadoras de los muertos, para sus funerales o para convocarlos al trabajo. Se le tiene, asimismo, como tambor de fundamento. Se tocaba en los cabildos congos hasta principios de este siglo en una habitación a la que nadie tenía acceso —como el Ekue de los abakuá— ante la prenda del Tata de la casa. A su toque, afirman muchos creyentes, "se jala muerto". Don Femando lo califica como un instrumento membranófono de fricción. En Cuba, dice Stéfano Ventura, se fabricaba ahuecando un tronco de cedro o de palma hasta dejarlo del grueso de una pulgada. Uno de sus extremos se forraba con cuero de buey, al cual se le practicaba un agujero en el centro. Por él se pasaba una tira fina del mismo cuero, con un nudo en la parte exterior. En el interior del tambor, la tira ata un trozo de caña brava que sobresale dos o tres pulgadas de la parte inferior del instrumento. Quien lo toca, debe humedecerse las manos con agua clara para poder friccionar adecuadamente la caña brava, cuya vibración se transmite a la tira de cuero, y de ésta, al cuerpo del tambor. Ésa es la vibración que llama a los espíritus de los difuntos. En ciertas ocasiones, el kinfuiti es acompañado por otros dos tambores y una guataca. En sus peregrinaciones a lo largo y ancho de la Isla en busca de las raíces africanas de la cultura nacional, don Fernando Ortiz localizó algunos kinfuiti en cabildos congos en las ciudades de Remedios y Placetas, en el central "Manatí" en Oriente, en las cercanías del batey del central "Orozco" en Pinar del Río y, por supuesto, en Quiebra Hacha, donde hoy los hacen zumbar y roncar los jóvenes descendientes de los esclavos congos y otros que, como ellos, se han adentrado en el mágico universo de las Reglas de Palo Monte.

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COFRADÍAS, CABILDOS, CIMARRONES Y PALENQUES

En la página 34 del tomo 5 de su obra Cuba: Economía y Sociedad, el historiador Leví Marrero inserta el siguiente fragmento de un documento mediante el cual la vecina María Bergaza, de Santiago de Cuba, solicitaba del Cabildo, en 1566, "un solar en el Barrio de Santo Thomas, que linda con el solar del Rey Congo". Si el cabildo al que María pedía ese pedazo de tierra era la autoridad colonial española, sobre lo que presidía el Rey Congo al que alude el documento era un cabildo africano. La historia de esas cofradías comienza poco después de la introducción de negros esclavos en nuestras islas del Caribe. Fueron cofradías y cabildos la expresión de un creciente sentido de identidad y solidaridad. Muchos esclavos, después de haber comprado su libertad, o de ser liberados por sus amos, los fundaron sobre bases de procedencia étnica. Eran entidades similares a las que existían en su región de origen. Buscaban preservar tanto sus tradiciones como lo único otro que pudieron traer consigo en el obligado viaje transoceánico: su dignidad, puesta a prueba por la depravación de sus amos, quienes a toda costa trataron de doblegar el carácter independiente de esos hombres y mujeres habituados a vivir en constante comunión con la naturaleza y sensibles a las vibraciones del mágico mundo que los rodeaba. Su español chapurreado —el manawa— que tan simpático sonaba al oído, y el constante y profundo eco de sus tambores, hicieron que el medio de comunicación de esos hombres entre sí pareciera, a quien le era ajeno, una especie de amalgama del lenguaje gestual y hablado, cuyo sonido no se diferenciaba mucho del canto. Ese habla, parido por la necesidad en Cuba, estaba —y está— salpimentado de agudas frases y refranes que mucho enseñaron a conquistadores y criollos. Desde fecha tan temprana como el siglo XVI, aparecen acaudalados vecinos, preocupados y molestos por las reuniones "de negros" en fiestas para elegir a sus reyes y reinas, y formar sus propias organizaciones sociales. Las cofradías, formadas por negros y mulatos libres, artesanos o poseedores de oficios diversos, que pudieran compararse en cierto sentido con los primeros gremios, dieron pie al surgimiento de los cabildos, basados en procedencia étnica y comunidad lingüística, con el propósito de mantener vivos sus hábitos alimentarios, sus costumbres, sus códigos éticos y sus prácticas religiosas. Fue la voluntad colectiva de esos asentamientos la que fundió su propia realidad cotidiana de maltrato y discriminación con la otra cultura traída por el colonizador. De esa convivencia de 400 años surgió nuestra identidad nacional. Las cofradías estaban bajo el amparo de alguna iglesia o de un santo patrón.

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A modo de ejemplo, los patronos de los zapateros eran San Crispín y San Crispiniano, mientras que la cofradía de los carpinteros radicaba en la capilla de San José, en el convento de San Francisco. Se sabe que en 1680, el obispo García de Palacios mandó suspender varias cofradías por discusiones y problemas internos, dejando sólo las más antiguas. En ese tiempo en La Habana había 18 cofradías y 6 hermandades, organizaciones funcionalmente similares a las cofradías, pero que existían sin amparo eclesiástico. Con el paso del tiempo, las cofradías se fundieron con o se transformaron en cabildos. El inteligente obispo Morell de Santa Cruz, al analizar la vida de los esclavos y de los negros y mulatos libertos, decidió en 1755, a partir de una posición innovadora, oficializar los cabildos negros, cuyas reuniones y fiestas celebradas en chozas habilitadas a esos efectos tantas quejas motivaran por parte de vecinos prejuiciados. Estos cabildos fueron colocados bajo la advocación de la Virgen, de Cristo o de algún santo particularmente popular en la época. Supervisarlos corría a cargo del sacerdote designado para ello. Los cabildos africanos que interesan a los efectos de la proliferación de las Reglas de Palo Monte en Cuba son, naturalmente, los organizados por congos y ngolas. En el barrio santiaguero de Matachín, el Cabildo español había hecho merced a un grupo de negros congos, aunque sin especificar el propósito, de un solar por el cual pagaron media annata el 22 de julio de 1731. De la lista de cabildos africanos convertidos en ermitas por el obispo Morell de Santa Cruz hemos seleccionado los siguientes, ubicados en La Habana: - Dos cabildos de congos, radicado el primero junto a la Iglesia del Santo Cristo, bajo la advocación de Nuestra Señora de los Ángeles y atendido por el capellán don José Sobrado; el segundo, localizado en La Sabana, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Piedad y atendido por el capellán don Francisco Velasco. - Dos cabildos de mondongos, uno junto a la iglesia de San Francisco de Paula, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Altagracia, cuyo capellán era don Antonio de Mora; y otro, en La Sabana, bajo la advocación de Nuestra Señora del Consuelo, atendido por el capellán don José Antonio López. - Un cabildo de luangos junto a la Iglesia del Santo Cristo (en una casa techada de tejas, mientras que los otros radicaban en bohíos), bajo la advocación de Nuestra Señora del Pilar, atendido por el capellán don Juan de Dios Rodríguez. Durante los siglos XVIII y XIX los cabildos adquirieron una importancia vital en la vida de los negros esclavos y los mulatos libertos en las zonas urbanas. Las crónicas y anales los mencionan a todo lo ancho y largo de la Isla y sus datos particulares se conservan en archivos y bibliotecas. En los listados de los cabildos formados por los descendientes de congos y ngolas en la provincia de Matanzas, se destacaron: - El de Nuestra Señora del Rosario, cuyos miembros eran congos reales, y cuya enseña —una bandera casi idéntica a la de la real familia española— era

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desplegada en días festivos. Se estima que los congos reales procedían de la región donde estaba ubicada la capital del reino del Manikongo. Pertenecían a la "nobleza" del clan, condición que hicieron valer pese a estar esclavizados. Este cabildo radicaba en la calle Velarde no. 212, donde fue organizado. En 1864 se mudó al no. 215 de esa misma calle, donde permaneció hasta su disolución en 1890. Sus sucesivos reyes eran representantes de cinco de los principales clanes del Congo. - El de los congos masimboi, organizado en 1816. Radicó en el no. 220 de la calle Manzano hasta que se disolvió en 1890. - El de los congos masinga, fundado en 1847. Para esa fecha había tal cantidad de masingas en Matanzas, que se decidió integrar otro cabildo, ubicado en la calle Mercedes no. 182, en el barrio de Pueblo Nuevo, donde permaneció hasta su clausura en 1891. - El de Nuestra Señora de la Merced, formado por mondongos, e inaugurado en 1846 en Las Mercedes, en el mismo barrio de Pueblo Nuevo. Se tienen noticias de que funcionó hasta 1893. - El de la Virgen de Belén, el más importante de los creados por los mondongos matanceros. Abierto en 1846 y radicado en la calle Velarde entre Manzaneda y Zaragoza, permaneció allí hasta 1864, año en que se trasladó a Salamanca no. 78. Se supone que se cerró en 1902. No parece existir entre los etnólogos y antropólogos consultados —y otros que ellos citan— unidad de criterios con respecto a la región exacta de Africa de la que procedía la etnia ganga (si bien todos coinciden en que es oriunda de África Occidental), y el tipo de formación socio-económica que allí tuvieron. Sin embargo, en Cuba, tanto ellos como los mandingas estuvieron muy vinculados a los congos, celebrando conjuntamente fiestas y ritos. Es por ello que hemos incluido aquí algunos de los cabildos organizados por estos otros dos grupos africanos en Matanzas. Los principales cabildos gangas en la ciudad de Matanzas fueron: - El Ganga Quiri (1816-1889), sito en la calle Manzaneda sin número Según los documentos, tuvo un solo capataz, llamado Antonio González (1840-1878) -El de la Purísima Concepción (1816-1889). Primero radicó en la calle Daoiz (?) no. 204, mudándose para la calle Velarde sin número en 1864 Alli radicó hasta 1 878, trasladándose entonces a la calle Santa Isabel no 110, donde permaneció hasta su extinción en 1 891. Sus últimos capataces fueron Pedro Tellerfa (1864-1876), Feliciano Ángulo (1876-1894) y Sahá Sastianeía (1894-1899). - El de San Fracisco (1816-1890). ubicado en la calle Daoiz (?) no. 207. Sus últimos capataces fueron Sebastián Madruga (1864-1878) y Jacobo Hernández (1878-1890). - El de la Virgen de Regla (1850-1890). Estuvo en la calle Santa Isabel no. 71 hasta su desaparición. Sus capataces fueron Juan Vidal (1850-1878) y Ricardo Noal (1878-1890). - El de San Pedro (1847-1891). Radicó en la calle Velarde sin número hasta 1864, cuando fue trasladado a la calle Santa Isabel no. 194. Documentalmente se menciona a un solo capataz: Ignacio Álvarez( 1864-1878).

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Los cabildos mandingas de la ciudad de Matanzas, mencionados en los documentos de la época, fueron los siguientes: - El de San Cayetano (1816-1900). Primero estuvo en la calle Velarde sin número, posteriormente en Manzaneda no 73, y finalmente en la calle Salamanca sin número hasta su disolución. Sus últimos capataces fueron Crispín Rey (1850-1878), Mariano Numboa (1878-1890) y Nano Numboa (1890-1900). - El de Nuestra Señora de Monserrate (1870-1899), que fue prácticamente el último en ser fundado en esa ciudad. Radicó en la calle América no. 60 y su capataz fue Domingo Rodríguez. La ciudad de Trinidad, en la provincia de Las Villas, fue sede de otro cabildo de congos reales bajo el patronato de San Antonio de Padua: el Ta Makuende Yaya que encontramos en el pueblo de Quiebra Hacha en Pinar del Río. Este cabildo fue fundado en 1845 y existe todavía. Celebra sus fiestas el 14 de junio. En su casa-templo se guarda con esmero la nganga enterrada en el patio, a la cual se le ofrenda anualmente una comida ritual. En Guanajay, provincia de Pinar del Río, también existió un cabildo de congos reales. Se tienen noticias de que su fundación ocurrió alrededor del año 1880. Nueve años después apareció un artículo en el periódico La Lucha, recogiendo quejas del vecindario por los "toques y bailes de los negros". Güines conoció un cabildo de congos reales verdaderamente original: cuenta la historia oral del pueblo, recogida por el investigador Félix Horta,16 que salían en comparsas, elegantemente vestidos, pero descalzos. En San José de las Lajas existía, en vez de cabildos, una sociedad de socorros mutuos: Nuestra Señora de los Dolores, fundada en 1881, que pervivió, según Horta, hasta 1925. Fue, a todas luces, la primera sociedad negra de este tipo. Cuando sus miembros salían en procesión, portaban estandartes, banderas y bastones de mando y marchaban al son de sus tambores, saludando a todos a la usanza de los descendientes de congos y ngolas: Salaam Alekum, Alekum Salaam. En Santiago de Cuba, donde la población negra alcanzó una elevada proporción, el cabildo del cual se conserva más información es justamente el de los congos. El rey congo José Trinidad XXV murió en Santiago en octubre de 1848 y le fueron rendidos honores póstumos solemnes por los miembros de su cabildo. Agrega el cronista don Emilio Bacardí,17 como dato curioso, que en su entierro se hizo una salva de artillería. Esas instituciones, de carácter humanitario y piadoso, procuraban la curación de los paisanos enfermos y la manumisión de aquellos de sus asociados quienes, por su moralidad y buen comportamiento, fueran considerados dignos de conseguirla a costa de los fondos aportados por las limosnas del colectivo. Además de esos actos de caridad, los cabildos, con sus festividades tradicionales, también mitigaban las penas derivadas de la triste condición de

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sus asociados, pero siempre observando un comportamiento social ordenado, pues sus reuniones raras veces dieron motivo a conductas impropias. Rogelio Martínez Furé recoge en su libro Diálogos Imaginarios'" la inauguración, en 1892, de una muy curiosa asociación llamada "La Unión Africana y sus descendientes". Su reglamento revelaba criterios modernos y cierta cultura. El objetivo de la asociación era la unión en Cuba de los africanos, el establecimiento de escuelas, pago de atención médica, y otros beneficios sociales. Y entra los propósitos mutualistas de la sociedad se incluye el de sostener el "tráfico de vapores entre África y Cuba". Entre las normas a observar por los miembros de tan pintoresca sociedad, estaba una disponiendo que "en caso de luto las señoras asistirán vestidas de blanco con cabos negros". En 1893 la asociación solicitó hacer uso de la bandera africana, ¡de su bandera!, azul, con una estrella dorada en el centro, de acuerdo con el tratado entre España y la "Asociación Internacional del Congo" (sic) del 7 de enero de 1885. El gobernador español les negó el permiso, afirmando que "no eran extranjeros los africanos en Cuba, sino que se les venía considerando como españoles". En 1894 la sociedad nombró a Williams George Emanuel "único representante de la raza africana ante el Gobierno", y en 1895 la sociedad cambió su nombre, adoptando el de "Aurora de la Esperanza". Extendió asimismo su radio legal a toda la Isla, adoptando la advocación del Santo Rey Mago Melchor. Emanuel, fundador y, según se dice, pastor protestante, proponíase refundir los diversos cabildos en una poderosa sociedad de finalidades fantásticas, que con el pago de cuotas y adjudicación de las diferentes casas de los cabildos pudiera acometer la mutualidad a gran escala, amén de monopolizar la representación de los centenares de miles de afrocubanos. Tal propósito no pasó de infeliz tentativa. En 1896 se celebró junta asistiendo representantes de los cabildos dahomé, gabalú, mina, carabalí, mandinga, mundukuka, masinga, mubanque, mundamba luamú numbara y Santa Efígenia de Guanabacoa; y después de vivas protestas resultó expulsado de la "Aurora de la Esperanza", el moreno Emanuel. No cesó ahí la "Aurora", pues el 18 de abril de 1897 reunidos Juan Sifré, presidente de los mandingas, Eusebio Zayas, presidente de los carabalíes y Federico Rencurell, presidente de los minas, acordaron un nuevo reglamento con escasas variantes. Después, la actuación de esa extraña asociación no deja rastro; pero, todavía en 1910, Emanuel dio señales de no haber abandonado sus ideas, presentándose al gobierno cómo representante de los africanos oriundos, para su civilización en el país, ante el Gobierno, y como apoderado y liquidador de los cabildos africanos, pidiendo certificados de las disoluciones de algunos cabildos. Ya en el siglo xvi se registraba la huida, individual o en grupos, de los descendientes de los pocos indios cubanos que lograron sobrevivir al régimen

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de esclavitud al que los sometió el colonizador, y de los africanos traídos a la Isla para sustituirlos como mano de obra. Los que se encontraban cerca de lomas y montañas escapaban para ponerse al amparo de los montes. Y en este empeño por emanciparse se unieron los descendientes de la población autóctona de Cuba —grandes conocedores de la tierra, de los escondites que proporcionaba, y de la forma de extraer de ella sustento y curación—, los africanos fugitivos y, según don Femando Ortiz, algunos blancos perseguidos por la justicia. Juntos, y con un solo objetivo: la libertad, lograron dar grandes dolores de cabeza al gobierno colonial y a sus antiguos amos, temerosos siempre de una revuelta por parte de un sector de la población que los superaba numéricamente. A los grupos de menos de siete fugitivos se llamaban cimarrones. Cuando éstos lograban establecer pequeños caseríos, huertos y crías de animales, y además compartían creencias religiosas, constituyendo así una organización social y económica de base, recibían el nombre de apalencados. En el siglo XIX aparecen palenques en las zonas de Pinar del Río, La Habana, Matanzas, Las Villas y Oriente. Camagüey, tierra de vastas llanuras, no era el lugar más adecuado para establecer una comunidad clandestina. Sin embargo, se sabe que las hubo en Santa Cruz del Sur. Nos atreveríamos a señalar como el más controvertido de los palenques de Oriente al de los matiabos o matiaberos. Dice de ellos don Fernando Ortiz que eran cimarrones belicosos, que estuvieron muy en contacto con las fuerzas mambisas a lo largo de la Guerra de los Diez Años. Si damos crédito al artículo de López Leiva aparecido en La Discusión de La Habana, el 13 de agosto de 1903, y que cita don Fernando, el palenque, y los apalencados tomaban su nombre de Matiabo, deidad protectora del campamento, que, por la descripción, debe haberse tratado de una prenda cubierta por un pellejo de chivo y rodeada de elementos mágicos propios de las Reglas de Palo Monte: espuelas de gallo, cuernos y tarros, collares de semillas y caracoles. El escritor mambí Ramón Roa, cuyo juicio también reproduce don Fernando, calificó a esa agrupación de secta endiablada y misteriosa. Sin el desconcierto que por desconocimiento causara la devoción de aquellos esclavos insumisos en López Leiva y en Roa, Ortiz aclara que los matiabos eran, obviamente, una secta bantú, y se inclinaba por ubicarlos como provenientes de Angola, argumentando que los hombres traídos de esa porción del reino del Manikongo fueron famosos hacedores de desórdenes dondequiera que fueron llevados en América hispana. Los matiabos, añade, debieron organizarse, como solían hacer los Tatas Ngangas en África y después en Cuba, como una cofradía o sociedad secreta de juramentados para fines, en aquellas circunstancias, tanto de defensa como de agresión. Pero los más grandes y poderosos palenques orientales estaban ubicados en la Sierra Maestra, en las alturas de Mayan, en las montañas que rodean a Guantánamo y en las alturas de Baracoa. Llamábanse Sigua, Limones, Toa, Bumba, Maluala, To's Tenemo, Bruto, Yagruama, Caujerí y Nkimba. Tenemos razones para creer que el palenque Nkimba fue organizado por negros sacados

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del Congo, donde existía una sociedad secreta exclusivamente masculina, para la defensa del clan y sus miembros, que llevaba ese mismo nombre. Pero el más temido y respetado entre ellos lo fue, sin duda, el Palenque del Frijol, ubicado en la sierra de ese nombre. Al otro extremo de la Isla, en la loma del Cuzco, en Arroyo Grande, en las sierras del Rosario y de los Órganos en Pinar del Río —en las zonas que se corresponden con las jurisdicciones de Guanajay, Bahía Honda, San Cristóbal y Pinar del Río— hubo asentamientos de negros de diferentes etnias que se acomodaron a una unidad religiosa bajo un solo guía o jefe. Es posible encontrar en los anales históricos y en la tradición oral, que algunas de las grandes familias de mayomberos quienes adoraban, a la usanza de su país, a los espíritus de los ancestros, y cuyas ngangas llevaban nombres de reyes del Congo y Angola, habían incorporado a sus ritos reminiscencias de la cultura arará. Ése fue el caso de las prendas con el nombre de Akaró, en tributo al rey de los rayos y los truenos reverenciado ayer y hoy en el territorio que ocupa la actual República de Benin. Cuentan documentos de la época que en la noche del 14 de julio de 1822 bajó de la Sierra de las Ánimas hasta la hacienda de Cabañas —donde se apalencaba un número grande de negros—, propiedad de José Ramón de Rojas, una cuadrilla del palenque de Pascual y Pancho Mina, célebre por sus acciones en toda la zona. Constaba esa cuadrilla de 21 hombres y 10 mujeres. Asaltaron el potrero de la hacienda e hirieron al mayoral con el fuego de los fusiles que llevaban, haciéndolo huir. Incendiaron todas las fábricas, mataron todos los animales que pudieron, y habrían hecho mayores destrozos si no se hubiera reunido un número considerable de vecinos para rechazarlos. El 20 de marzo de 1839, el rancheador Francisco Estévez informaba a la Junta de Fomento que todos los cimarrones de un palenque próximo al río San Francisco, en la jurisdicción de Santa Cruz de los Pinos habían logrado escapar, "dejando atrás armas, ropas, calderos y brujerías". El propio Estévez, en sus correrías por Vuelta Abajo, mencionaba con frecuencia el hallazgo de "hasta diez o doce bolsas de cuero llenas de brujerías". La reiteración de este hecho revela, decía, "la regresión hacia las viejas prácticas culturales africanas, facilitada por la ausencia, prácticamente total, de educación religiosa entre los esclavos, aun en el área de Vuelta Abajo, tan inmediata a La Habana". En la región central de Cuba, en lo que se conoce como el triángulo Cienfuegos-Trinidad-Sagua la Grande, ubicado en las montañas de Trinidad, se registró la existencia de palenques de esclavos que huían del Valle de los Ingenios y de las haciendas vecinas. La actividad de esos palenques fue relevante sobre todo en el siglo XIX, con el auge de la industria azucarera en Cuba. Hemos logrado ubicar uno llamado Ndembo, suponemos que en homenaje a la sociedad secreta de ese mismo nombre fundada por los ancestros en el Bajo

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Congo. Este grupo de apalencados, en su afán de regresar a su África lejana, practicaba el rito de la muerte y la resurrección, en el cual se componían ngangas que, según ellos, contenían los misterios da la muerte. Quién sabe si al revivir estos ritos usuales en las prácticas de los primeros mayomberos, lograron su finalidad: el regreso espiritual, ya que no físico, a su tierra natal. Entre los jefes de los palenques a todo lo largo y ancho de la Isla hubo también mujeres cuya fiereza y audacia les valieron la entrada en la historia de la lucha por la libertad. Ejemplos de ello son la Madre Melchora, de la zona de Vuelta Abajo; Manga Saya, de Perico; Ma´Teodora, de la loma del Cuzco, y muchas otras que pertenecían a las dotaciones traídas del dominio del Manikongo. El coronel Joaquín de Miranda y Madariaga escribía desde Guanajay con fecha 27 de agosto de 1825 al Capitán General Francisco Dionisio Vives lo siguiente: Los acontecimientos últimamente acaecidos en algunas fincas del sur parece tenían por objeto aumentar los palenques del Cuzco. Estos sucesos los graduará cada cual según su modo de ver, y quizás los marquen de indiferentes, pero los hombres prácticos en las revoluciones mirarán en ellos resultados de otros principios, capaces de esparcir una llama devoradora que arruine este edificio social. Hablando con la verdad que me inspira el conocimiento del país, diré que V.E. y las demás autoridades se encontrarían en las circunstancias más espinosas en el momento en que se insurreccionase la esclavitud de uno solo de los partidos de los que contienen ocho o diez mil siervos, que destruyesen el corto número de blancos que viviesen diseminados entre ellos, que incendiasen las fincas y se encaminasen al Cuzco, arrastrando tras sí la negrada de algún otro partido... Los 50 ó 60 vecinos del Cuzco, con sus 3,000 negros viven en la agonía y la alarma, sufriendo los ataques de los cimarrones. Los más ausentan sus familias y muchos abandonarán sus establecimientos si no se adoptan medidas que afiancen su seguridad." ¿Cuál sería el destino de esos esclavos insumisos y muchas veces también insurrectos, con el advenimiento de la pseudorrepública en Cuba? Un punto natural de reunión pueden muy bien haber sido los solares o cuarterías, míseras viviendas colectivas que proliferaron en toda la Isla y donde hubieron de pasar sus últimos años muchos de aquellos veteranos no blancos de nuestras guerras de independencia que decidieron radicarse en las ciudades. Allí arrastraría la mayor parte de sus descendientes una existencia igualmente escuálida, refugiada en la religión de sus mayores como única esperanza para salir de la pobreza y la discriminación. Todavía los vecinos más antiguos de lo que fuera la Calzada de Vives, en La Habana, recuerdan uno de esos solares, el de los Carretones de los Congos, llamado así por la procedencia de sus primeros residentes.

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LAS RELIGIONES AFROCUBANAS: PATRIMONIO DE LOS PUEBLOS

La sociedad cubana ha observado, como lo han hecho en todas las épocas todos los conglomerados humanos, las conductas aceptadas por la época en la que a sus miembros les tocó vivir. Las clases cuyos intereses dominaron la política y las actividades económicas principales hasta el siglo xix y cuyas vidas transcurrieron en un medio en el cual la población de origen africano —y por esa razón, su influencia— era no sólo mayoritaria, sino que estaba inseparablemente unida a su vida diaria, dejaron plasmadas sus vivencias sobre esa coexistencia en ocasiones nada pacífica, en numerosos relatos y obras literarias y plásticas que son parte de nuestro patrimonio nacional. Aquellos hombres y mujeres —igual que ahora hacen muchos de nuestros contemporáneos— acudían, algunos abierta y otros solapadamente, a los conocimientos ancestrales de los africanos, de sus descendientes y de los mestizos de indio y africano quienes les servían de curanderos, comadronas, nodrizas y hasta de confidentes, transmitiéndoles, con sus curas y cuidados, la sabiduría heredada por vía de la tradición oral o surgida de la necesidad de subsistir en un medio desconocido. A través de la lectura de documentos que nos han sido mostrados por viejos religiosos, hemos podido constatar cómo estos blancos fueron paulatinamente identificándose con las manifestaciones religiosas de origen africano: la Regla de Ocha o Santería, la Sociedad Secreta Abakuá, las Reglas de Palo Monte y las creencias de los descendientes de las etnias arará, ganga e iyesá, formando un complejo religioso realmente criollo. La tradición oral del pueblo de Bahía Honda cuenta cómo Casanova, dueño del central "Orozco" en Pinar del Río, ofrecía cada año un perro a la maza del central cuando daba inicio a la molienda. Éste era un sacrificio a OggúnSarabanda, dueño de los hierros, para que la maquinaria no sufriera rupturas durante la zafra, y la molienda se desarrollara de la manera más rápida y productiva. Otros dueños de centrales se hacían de la vista gorda y dejaban que sus subalternos ofrecieran sacrificios, fiestas a sus orishas y npungos, para que la molienda se efectuara sin tropiezos. Gaspar Antigua, alcalde de Yaguajay, y Ventura Blanco de La Antigua, presidente de los concejales de ese término municipal de la provincia de Las Villas, buenos conocedores de la historia local, fueron rayados en la prenda del gran congo Ta Managua, famoso por sus poderes sobrenaturales. Los presidentes José Miguel Gómez, Alfredo Zayas, Gerardo Machado, Carlos Prío Socarras, Fulgencio Batista (y también su hermano Panchín), practicaban

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la Santería y el Palo y eran respetados en los juegos Abakuá. Alfredo Zayas era, además, espiritista, médium y vidente. Los tristemente recordados esbirros batistianos Laurent, Orlando Piedra y Esteban Ventura se dedicaban también a estas prácticas. Muchos de los que caían en sus manos recibían un trato diferente, y no eran torturados o golpeados hasta la muerte, si se trataba de cofrades del mismo tronco o gajo: les estaba prohibido infligir daño a cualquiera de sus hermanos de religión. Y en la actualidad, ¿quién sabe cuántos han buscado silenciosamente la protección de las Reglas de Palo Monte o de algunas de las otras manifestaciones religiosas afrocubanas?

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DOS RELATOS DE LA TRADICIÓN ORAL

De la fusión de algunos pequeños ingenios de la zona de Quiebra Hacha ("San Pablo", "Santiago de Cañas" y "San Juan Bautista") surgió el ingenio "San Ramón", fundado en 1878 por don Ramón Balsinde, rico propietario de esclavos y de plantaciones cañeras. Cuentan los viejos informantes que alrededor de este ingenio había una arboleda de frondosas y verdes ceibas nacaradas: ngunda naribé, que así se llama a estos árboles en congo. Cuando el trabajo agotador daba un pequeño receso a los sufridos negros de la dotación, éstos con gusto oían al que más tarde sería conocido como "Manca Perro", cimarrón de alto voltaje, rebelde bozalón negro, cuya gran capacidad narrativa lo convertía en el relator por excelencia de cuentos de su Congo lejano, de su tierra que vería cuando, según decía, volara al encuentro de su cultura a la hora de la muerte. Narraba que la ceiba —árbol sagrado que sustituyera al baobab africano— adquirió un valor inigualable en una guerra entre Nsasi y los brujos de una temida tribu de las selvas de Mayombe. Nsasi corría o, por mejor decir, volaba en su haz de luz, en un rayo, huyendo despavorido de los mpolos (polvos) que sus enemigos venían soplando sobre él sin descanso. ¿Qué había hecho nuestro héroe? Le había robado un carnero a su rey, el Manikongo, y éste, sin siquiera reflexionar sobre el asunto, había mandado a un ejército de nkuyos para que lo atraparan. Las ceibas, que veían a Nsasi con mucha simpatía, decidieron rápidamente y sin contradicciones darle cobija. Una de ellas rugió, abriendo su tronco de espinas para que Nsasi se refugiara en él, salvando su vida. Cuando los nkuyos se acercaron, cayeron siete rayos fulminantes y ellos, asustados, se alejaron corriendo e implorando piedad. Por eso a las prendas, además de llamarlas Nsasi, les dicen también Siete Rayos en recuerdo de esa escabrosa situación. Cuenta otra leyenda (en congo, cuento o leyenda se dice munika-munika) que en el barracón del ingenio "Balbanera", fundado en 1800 y propiedad del Conde de Villanueva, en las tierras del pueblo o caserío de Quiebra Hacha, vivió un negro, de estatura considerable y fortaleza inigualable, procedente del Congo. Se llamaba Coballende. Este hombre sin escrúpulos convivía a escondidas con mujeres de toda la gama cromática y esto lo enfermó de la sangre y de la piel. Los viejos le daban sus sabios consejos. Pero Coballende, airado, se hacía el sordo. Y llegó el buen día en que con su miseria humana contaminó a muchos en el barracón. El dueño del ingenio lo expulsó de sus propiedades cuando prácticamente estaba ya a las puertas de la muerte. Abochornado, se retiró a la sierra que ahora se conoce como De Los Condenados (bautizada en recuerdo de este caso) cerca del Mogote de la Jagua, y se tendió a la sombra de un frondoso laurel. Con el cansancio de las noches en vela, de las caminatas interminables y de los dolores de sus llagas, quedó adormecido. Su sueño, intranquilo y apesadumbrado, lo llevó a imaginarse encuentros con los ancestros de su misma etnia, dejados en su lejana África. Allá, entre rayos, centellas y truenos que estremecían los cielos y las nubes encapotadas, se le apareció su dueño y señor: Nsasi, su hermano, que había desaparecido en una tormenta. Dulcemente le habló, y le dijo que se

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limpiara con laurel, maíz, álamo y siempreviva para que todos sus males acabaran. Al despertarse, Coballende hizo lo que le orientó su hermano y rápidamente, después de un baño en el río Caiguanabo, donde se mecían los nenúfares y lirios entre el murmullo de sus aguas cristalinas, renació a la vida. Se coronó como rey de estos parajes y vivió muchos años. Viejos y jóvenes acudían a oír sus sabios consejos, a curarse y a festejar. Eje de numerosas leyendas, se escucha su voz en las montañas y en las ruinas del "Balbanera", increpando a su amo que lo abandonó a su destino.

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LA REGLA DE MAYOMBE

Mayombe es un vocablo congo que significa magistrado, jefe superior, gobernador, denominación o título honorífico. Llámase mayombero al hechicero de tradición conga, oficiante de la regla que se conoce como Palo Monte, la cual rinde culto a los muertos y a los espíritus de la naturaleza. Mayombe es, en resumen, la íntima relación del espíritu de un muerto que, junto con los animales, las aguas, los minerales, las tierras, los palos y las hierbas, conforman el universo adorado por los descendientes cubanos de los hombres y mujeres traídos del reino del Manikongo. Establecidos inicialmente en Pinar del Río, donde hubo un gran asentamiento de esta procedencia, fueron actores de diversos cimarronajes. Su personalidad, a un tiempo inquieta y reservada, los llevaba a huir hacia las lomas. Los espíritus de aquellos alzados contra la esclavitud, asesinados por los tristementes famosos rancheadores —hombres sin escrúpulos dedicados por dinero a la busca y captura de esclavos fugitivos—, pasaron con el tiempo a formar parte esencial de los fundamentos o prendas de los mayomberos actuales. La historia —o por mejor decir, el árbol genealógico de algunas de estas prendas que toman el nombre de su muerto— se incluye en otra sección de este trabajo. En algunas zonas de Cuba se conservan aún con gran pureza, debido al apego de sus devotos a la ortodoxia religiosa, las prácticas de Mayombe heredadas y guardadas con celo y transmitidas oralmente de generación a generación desde el siglo XVI hasta el presente. Esas prácticas se basan en la interrelación con los espíritus de los ancestros y de los muertos y con las vibraciones de todo cuanto hay en la naturaleza. Popularmente se conoce a sus seguidores como mayomberos, Padres o Yayis Ngangas, nganguleros, paleros y así sucesivamente, hasta ir a dar al despectivo nombre de brujo. Denota esta última denominación el desconocimiento, por parte de quienes la emplean, del amor a la naturaleza que profesan los mayomberos y el respeto de que son acreedores por sus profundos conocimientos de los secretos y misterios de la naturaleza, y del ser humano con todas sus virtudes y defectos. Víctimas de la difamación de las autoridades coloniales primero y pseudorrepublicanas después, esos creyentes guardaron su saber en bibliotecas individuales: sus memorias, el mejor centro de referencias que la humanidad siempre ha tenido a su alcance. Vayamos, pues, al encuentro de Mayombe en una antigua casa de descendientes de esclavos en Pinar del Río, situada en la loma del Cuzco: los Batalla Sacara Empeño. Su hogar es la zona ubicada entre el poblado de Cabañas y los alrededores del antiguo ingenio "La Luisa", en El Callao. Se recoge en la historia de esta familia que Rufino Fernández (llamado Ta Rufino, descendiente probado de un rey congo), el blanco Manuel

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(descendiente de gallegos) y Fermín Cueto (que respondía por Ta Guapito) le entregaron al difunto Primitivo Arrieta (también conocido como el Chino Arrieta) un fundamento o nganga: Cuaba Batalla Sacara Empeño. El Chino Arrieta fue un gran defensor de la ética del Mayombe puro, que no admite elementos de otras manifestaciones religiosas. Legó a sus ahijados métodos y tratados virtualmente desconocidos por los que se agrupan en otras casas seguidoras de esta práctica. Por los estudios realizados sobre esta rama de la mayombería, extendida por todo Pinar del Río, La Habana (sobre todo los poblados de Guanabacoa y Regla), Matanzas y Villa Clara, hemos constatado que su liturgia se ha conservado pura, dando origen a las ramas conocidas como Brillumba, Shamalongo y Kimbisa del Santo Cristo del Buen Viaje. Las ceremonias mayomberas han preservado la impronta de los ancestros, sin asimilar aporte alguno de la Ocha, el espiritismo o el catolicismo. Sus ngangas, que contienen todo lo que en el plano tierra tiene vida (pues para el africano y sus descendientes, todo vibra, hasta la materia que hombres de otras culturas consideran muerta), son de tamaño pequeño, como las de los antiguos clanes del reino del Manikongo, que eran trasladadas de un lugar a otro, según las necesidades de aquellos pastores y recolectores nómadas, después transformados en labriegos, forjadores y guerreros, y que constituían el eje principal de la vida del clan. El mayombero no adora simultáneamente a varios poderes, como lo hacen las otras ramas que se desprenden de la mayombería. Su principal fundamento es Nsasi Siete Rayos, nombre genérico que se da a toda prenda mayombera. Estas prendas siempre van acompañadas de un nkuyo o lucero, con el cual se abre el cuarto donde se "juega" Palo, y al cual se puede describir como una prenda en miniatura; y de una mpaka, montada en un tarro de chivo o de toro, que es uno de los instrumentos auxiliares de la adivinación. Los viejos mayomberos descendientes de congos y ngolas suelen emplear un refrán que refleja su total confianza en el poder de sus creencias ancestrales: "Nganga buena, nunca tercia." Para los congos asentados en Cuba, Nsasi significa lugar de enterramiento de los jefes y también antílope o venado. Es, asimismo, como ya hemos visto, el nombre del micromundo que contiene el nkisi principal. Nsasi está dentro de un caldero de barro cocido, sellado con tierra, que incluye los huesos de nfumbe de diversos animales, así como aguas recogidas en distintos sitios. Se le sacrifica carnero y jicotea en casos especiales. Sarabanda, a diferencia de Nsasi, se nutre de sangre de chivo. Es curioso que para el llanto del mayombero se sacrifique un chivo, mientras que esto es un sacrificio de rutina para alimentar a Sarabanda. Se llora al mayombero y se alegra a Sarabanda. Estas son las contradicciones propias de los desprendimientos del eje de esas manifestaciones, que se adoran a todo lo largo y ancho de nuestra bella isla del Caribe. A partir de la prenda funciona el colectivo en su totalidad. Ella simboliza la unidad del clan y otorga jerarquía y poder a su dueño sobre quienes lo rodean. Todas las manifestaciones sociales —el arte, la economía, la política, la guerra, la religión— se subordinan, por decirlo en términos contemporáneos, a los consejos del poseedor de este receptáculo.

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La consagración hermana a los hombres y los agrupa en torno a la prenda. Su principio consiste en el intercambio de sangre, como la forma más expresiva de manifestar los sentimientos de vínculo familiar y solidaridad. Pero el mayombero es muy cuidadoso al aceptar a un nuevo ahijado. Puesto que guardan con tanto celo sus conocimientos, velan para que el que los reciba sepa guardarlos igualmente bien. De ahí que muchos practicantes no tengan siquiera un solo ahijado. Para un verdadero y escrupuloso Padre o Madre Nganga, un ahijado debe observar estrictamente una serie de normas de conducta con respecto a su vida familiar y pública. El aprendizaje del neófito suele durar largos años, y acabará teniendo en su haber un cúmulo de conocimientos sobre el monte y las propiedades de los palos que más fuertes vibraciones emiten. Se convertirá, en suma, en un verdadero sabio sobre las virtudes de la flora. El Tata Nganga es el responsable de ejecutar el rito de iniciación, consistente en hacer marcas con un objeto cortante sobre el cuerpo del que se inicia, extrayéndole sangre que se vierte sobre el receptáculo mágico y se añade a la bebida sacramental. El iniciado es el primero en beberla, y después el restó de los cofrades. Queda explicado así que se ha realizado una consagración con el nfumbe que rige el fundamento. De hecho, esto implica un sacrificio, una ofrenda : se ha dado parte de la energía vital del hombre,—su sangre— para enriquecer a la prenda y. Espiritualmente, al individuo. Éste adquiere un carácter más amplio como ente social, pues esta consagración no obedece únicamente a motivaciones de carácter religioso, sino (también a profundas convicciones acerca del rol que corresponde a cada individuo en su contexto social. El compromiso religioso es para los mayomberos, un compromiso social. Antes de llegar a la consagración, han de llevarse acabo las ceremonias que enumeramos a continuación: el vaticinio de la consagración: los baños purificadores; la matanza de animales y la preparación del yamboso: la entrada al cuarto: la ceremonia de reafirmación; el rayamiento y, por último, el brindis y el saludo. Para vaticinar si un individuo necesita y puede iniciarse, el ngangulero hace uso de sus recursos de adivinación a través de un registro o consulta. Para efectuarlo, emplea la mpaka mensu, tarro de chivo o toro sellado con un trozo de espejo. A través del espejo el futuro padrino, luego de hacer algunos conjuras mágicos, verá lo que le depara el destino al individuo y se lo transmitirá verbalmente, corroborando la veracidad de lo que le dice mediante preguntas al fundamento con fula o con shamalongo. En caso de que la iniciación sea indicada, se fija la fecha de la ceremonia teniendo en cuenta las condiciones sociales, la conducta moral y el estado de salud del individuo, cuya vida sexual debe ser intachable y cuyas dolencias, si las tuviera, deben conocer tanto él como el ngangulero, v los factores naturales, es decir, la posición de los astros, sobre todo de la luna. Nunca se debe proceder a una iniciación cuando la luna está en cuarto menguante. Es preferible hacerla cuando esté en cuarto creciente. Es muy favorable para el individuo que se le inicie en los días que marcan los cambios de estaciones.

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Los animales, los objetos y los derechos necesarios para la consagración son: dos gallos, una botella de aguardiente, una de vino seco, una de miel de abejas, algunas velas, tabaco y un pañuelo blanco. El monto del derecho será el que marque el ngangulero, nunca excediéndose de la mayor cantidad que tradicionalmente se cobra. El baño que deberá tomar quien se inicia se prepara minutos antes de la ceremonia de la consagración, en una cazuela de barro o en una palangana grande. Se vierten en el recipiente el agua y las hierbas, ripiándolas antes con las manos hasta casi macerarlas. A esto se añade el aguardiente, el vino seco, la miel de abejas, chamba, fula y un huevo, previamente autorizado, ya que en esos momentos quien se inicia debe ponerse en posición de penitencia. El ngueyo pasa al baño con los ojos vendados, los pantalones remangados hasta más arriba de las rodillas y sin camisa. Mientras se le baña, el Akpuón canta todo lo que se está haciendo y describe los sentimientos espirituales que embargan a quien está a punto de ser consagrado. Después de limpiar con las hierbas el cuerpo del ngueyo, se le rocía con todas las bebidas antes mencionadas. En un rincón del cuarto donde se vaya a efectuar la ceremonia de iniciación, o a todo lo ancho de esa habitación, se disponen palos, ramas y hierbas figurando el monte. El piso también se cubre con hierbas finas. En ese cuarto se encuentra el fundamento principal, rodeado por otras prendas, luceros y receptáculos mágicos de otros Padres Ngangas. El animal a sacrificar es un gallo, cuyas espuelas y guías de la cola han de estar en óptimas condiciones. Mientras el Akpuón entona su canto, se presenta el gallo al fundamento principal, frente al cual el ave generalmente queda sumida en un letargo. Para despertarla, se entona otro canto, y mientras un ngangulero la sujeta, el mayordomo, con el mbele previamente autorizado, toma la cabeza del gallo y le arranca plumillas de ella y de las patas, las alas y el lomo. Los cantos prosiguen mientras se sacrifica el animal y se deja correr su sangre por encima del fundamento, hasta que se deposite en la jicara que contiene el yamboso. Inmediatamente, éste se tapa con un trozo de tela roja y se coloca en un lugar donde no pueda derramarse. La cabeza del animal sacrificado se pone sobre el fundamento y el cuerpo se coloca nuevamente sobre el piso frente a la prenda. Con las manos en forma de cruz sobre su lomo, se le oprime contra el suelo para que "cante" por última vez. Se cubre la nganga con las plumas del gallo; con las que han caído al piso se limpia la sangre. Se hace un pequeño atado con todas ellas, se compactan con las manos y se ponen ante la prenda. Esta y el piso se limpian de inmediato, para borrar los restos del sacrificio y ponerlo todo en orden. Ya terminada la ceremonia del baño, se lleva al ngueyo hasta la puerta del cuarto Malongo, y el encargado de conducirlo allí toca enérgicamente a ella tres veces. Se intercambian las preguntas y respuestas del ritual, tras lo cual se abre la puerta. En ese momento, y antes de traspasar el umbral, se hace girar al ngueyo sobre sí mismo. Acompañándolo con cantos, se le conduce al pie del fundamento, donde deberá permanecer arrodillado. Se le interroga entonces sobre los motivos que lo han llevado a rayarse y, según la formación que le haya dado su padrino, se le alecciona para que sepa cómo deberá comportarse después de su iniciación para cumplir con la ética mayombera. Se procede a

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colocar la prenda sobre la cabeza del iniciado. Con la devoción y solemnidad requeridas por el momento, el padrino toca la nganga con el mbele y entona un rezo, mientras se flamea la navaja con que se efectuarán las marcas rituales y se le rocía con aguardiente. El Akpuón comienza a entonar su canto cuando se sopla aguardiente en la parte alta de los pectorales del iniciado. Mientras dura el rezo cantado, se hacen las incisiones en el pecho, si es hombre, y en la espalda si la que se inicia es una mujer: __ __ __

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Terminada esta parte de la ceremonia, se llega al momento mismo de la consagración. Se vierte la sangre que haya quedado en la navaja echándole aguar- diente al instrumento sobre la nganga y el yamboso. Se solicita permiso a Nzambi y se le da de tomar al iniciado la bebida sacramental. Si al iniciado le han dado a tomar o comer algo en algún momento de su vida para hacerle daño, la bebida sacramental hará que lo vomite. En ese caso, se le dará de beber otra vez, para que se sepa que ha nacido un nuevo gajo. La consagración queda así terminada. Dos nganguleros tomarán al iniciado por ambos brazos, ayudándolo a ponerse en pie, mientras cantan y unen los dedos índice y pulgar, simulando atrapar entre ellos la luz de las velas. Se quita la venda que durante toda la ceremonia ha mantenido cubiertos los ojos del iniciado, y se le frotan los párpados. El iniciado saluda al fundamento cruzando las manos tres veces ante sí y tocando el piso con los nudillos. Saluda después a su padrino a la usanza conga: ambas manos se cruzan y giran sobre el vértice de la base de ambos pulgares, primero hacia arriba y luego hacia abajo, diciendo: Salaam Alekum, Alekum Salaam. Después saluda a todos los presentes de igual forma, brindándoles aguardiente por orden jerárquico, al son de un canto que anuncia el nacimiento de un pino nuevo, de un mayombero. Mientras se canta y se comparte bebiendo malafo mputo, malafo sese, chamba y café, se reparten tabacos para el deleite de todos. Las guías de la cola del gallo se distribuyen entre los asistentes y la lengua del ave se tira con violencia hacia el techo, donde permanecerá pegada hasta que sea utilizada para algún trabajo. Por último, los presentes cuentan anécdotas e historias sobre tiempos pasados, sobre la colonia, sobre acontecimientos de este siglo y, por supuesto, hacen muchas críticas a los nuevos cofrades. El juramento de un nuevo ngangulero se hace en una sola potencia, pues sólo existe una cabeza, que lo regirá y ayudará de por vida con sus vibraciones más positivas. Éstas, encerradas y selladas en la prenda, le darán tranquilidad y desenvolvimiento en el largo camino de la vida y lo ayudarán a bien morir.

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LA BRILLUMBA

La Brillumba nace del Mayombe, pero ha sido muy influenciada por la Ocha y algunas manifestaciones acriolladas del espiritismo. Esta mezcla puede encontrarse en todas las ramas de Palo Monte, que no son excluyentes de otras creencias. De hecho, la mayoría de sus seguidores son también católicos La Brillumba surgió a finales del siglo pasado. Su núcleo original puede situarse geográficamente en la provincia de Matanzas, donde la religiosidad popular tiene profundas raíces, y donde coexisten la Ocha, el Palo Monte, la Sociedad Secreta Abakuá y los cultos y deidades de los descendientes de ararás, gangas, iyesás y muchas otras etnias africanas que practican aquellos ritos parecidos a los que la desaparición física de quienes los trajeron a Cuba, antes de que pudieran difundirlos, han hecho casi caer en el olvido. Esta rama del Palo Monte es la conjunción del Mayombe, la Ocha y —siempre presente— el espiritismo a la usanza criolla. Los que en el siglo pasado se dedicaban a practicar algún culto, solamente lo hacían de acuerdo con sus formas más puras, aquéllas que vivían en sus recuerdos y eran transmitidas por la tradición oral. Pero, al paso de los años, aislados de sus orígenes, esos cultos fueron adquiriendo estilos propios y uniéndose a los de otros grupos con los que más se relacionaban en la vida cotidiana, aunque no fueran los de su misma etnia. Las iniciaciones en las distintas casas de Brillumba difieren en la forma de hacer las marcas y en el instrumento que se emplea para ello. Los viejos Tatas las realizaban a la usanza de sus mayores, con espuelas de gallo o, mejor aún, de gavilán. Pero esto ha caído en desuso y sólo continúan haciéndolo las casas de tradiciones ortodoxas o en las zonas rurales del país Los cortes o trazos son profundos, para que la sangre corra sobre la prenda y ésta pueda identificar a sus hijos. Mientras se practican las incisiones, se canta el siguiente mambo: '"Menga va correr, como corre tintorera o guarironga " La sangre que queda en el instrumento se enjuga con un poco de aguardiente sobre la prenda. Hasta no hace tanto, muchas iniciaciones se hacían en el campo, en ceremonias privadas a las cuales únicamente asistían los padrinos v el mayordomo o bakonfula, por considerarse ritos de profunda comunión con los espíritus. Sólo después se dirigían todos a la casa donde se efectuaba una fiesta con la concurrencia de otros ahijados y amigos y parientes de los iniciados. También era costumbre en las casas de respeto llevar al iniciado al nfinda y dormir junto a las tumbas para que éste recibiera las vibraciones de los espíritus, y para demostrar su entereza. Puesto que la Regla de Palo Monte se basa en el pacto con el nfumbe, desde el momento en que se marca a una persona ésta recibe las emanaciones y la protección que brindan los nfumbes a sus seguidores. Generalmente es el "perro de prenda" quien hace el rayamiento, para que el iniciado reciba las

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vibraciones del nfumbe de la prenda. En ese momento, se eleva un canto para que el espíritu se posesione del nuevo gajo. En algunas casas, donde saben que el iniciado puede ser "prendido" por el nfumbe, no lo dejan salir hasta que haya sido posesionado, demostrando así el poder de la casa. Cuando esto ocurre en la iniciación de un mayombero, sus mayores ponen en su mano un kisengue o bastón de muerto, que usualmente es una de las tibias del nfumbe. Pero en las tierras de Brillumba, Shamalongo y Kimbisa, lo dotan de un garabato, cargado mágicamente según la costumbre de cada una de esas tres ramas. Hemos podido observar que algunos de estos bastones que representan al nfumbe están remata- dos por una cabeza tallada y una moña de tela negra. Es tradición que el nuevo iniciado duerma la víspera de la ceremonia en la casa de sus padrinos junto a la nganga. Antiguamente permanecían allí 21 días con sus noches. Actualmente, sin embargo, se ha perdido este rigor : se permite a los iniciados regresar a sus casas inmediatamente después de la ceremonia, y llevar una vida normal, sin el recogimiento de antaño. Esto se aparta de la ética y la tradición de las primeras generaciones de cubanos descendientes d congos y ngolas. Sarabanda-Oggún, señor de todos los metales, es el guía principal de los brillumberos. Cuando los Tatas, personajes enigmáticos e introvertidos, fueron abordados por religiosos que tenían asentado un orisha, pero que querían incursionar en el Palo, tan íntimamente asociado a las fuerzas de la naturaleza, se estableció la interrelación entre la Brillumba y la Ocha. Algunas casas comenzaron a montar ngangas en cuyo contenido constaba una fracción del fundamento del orisha que tuviera asentado el iniciado. Como los descendientes de congos y ngolas adoran también los elementos de la naturaleza —el aire, el fuego, el agua, la tierra—, fabricaron sus ngangas con elementos de la Ocha. Esas prendas recibieron nombres en congo, a los cuales se añadían los "apellidos" de la nganga original. Así quedaban complacidos los que tenían asentada Ocha, y los mayomberos seguían practicando sus ritos de forma pura, tal como se los enseñaran sus padrinos. Pongamos un ejemplo de esta conjunción: Tiembla Tierra-Obbatalá es el camino de la prenda, pero su apellido es el de la nganga de la que nació la prenda Batalla Sacara Empeño. En acápites aparte se tratan tanto la interrelación entre las deidades de la Ocha y las ramas de Palo, como lo que gustamos en llamar el árbol genealógico de algunas prendas, para mejor comprensión de esta simbiosis Aunque las formas que adopta la iniciación son similares, actualmente se omiten algunos de los pasos a seguir por descuido, por "modernismo" o por desconocimiento de las prácticas más ortodoxas. Hemos podido comprobar, asimismo, que muchos oddunes de Ifá prohíben tener prendas o rayarse. Antiguamente esto no ocurría. Y nos preguntarnos por qué ahora se prohibe tanto la mayombería. El lucro está haciendo estragos

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entre los religiosos. Es hora de reflexionar sobre el respeto que debemos a nuestras tradiciones, a nuestros antepasados y a sus enseñanzas. La Brillumba, como el Shamalongo, la Kimbisa y el Mayombe, son nuestras, como son estas tierras en las que se asientan y de las que se nutre la religiosidad popular. No hay que dejar que manos inescrupulosas tergiversen esta expresión tan importante de la cultura nacional. Respetemos el legado místico del que es depositario el pueblo cubano.

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LA REGLA DE MALONGO, XIANMALONGO, XIANLOANGO O SHAMALONGO

Diversas leyendas se cuentan sobre la fundación de los reinos de Kakongo y Loango, de donde vinieron muchos de los esclavos que echaron sus raíces en Cuba, estableciendo la Regla de Shamalongo. Éstas son algunas de ellas. I Cuenta la historia, que el gran Nganga Ngoio envió a sus propios hijos a cruzar el río Zaire para fundar los reinos de Kakongo y Loango. Este rey, de gran fortaleza y voluntad, tuvo un tercer hijo con una esclava blanca, antepasa- do de la dinastía de los llamados "Condes de Sonyo o Soyo". El rey de Kakongo, antes de subir al trono, debía casarse con una princesa de sangre real del Congo, mientras el rey de Loango debía casarse con una princesa de Kakongo. Sus pueblos eran nómadas y se expandieron por extensas franjas de África, ocupando los actuales territorios de Angola y Cabinda y partes de Zaire y el Congo. En una de esas peregrinaciones, cuenta la leyenda que esos pueblos cruzaron el río Lulondo, límite natural del reino Kakongo, también llamado Mbele por un arrecife en forma de cuchillo que se adentra en sus aguas. Dato curioso es que en Cuba, los creyentes de las Reglas de Palo Monte llaman al cuchillo precisamente así: mbele. Dice asimismo la leyenda que Vua Li Mabene, la de los 9 senos, originó los 9 clanes descendientes del Rey del Congo. Ella amamantó a los sobrinos del rey, quienes pudieron atravesar el río con la fortaleza que les dio su nodriza, fortaleciendo a su vez a sus descendientes. A partir de esa leyenda, el número 9 adquirió un carácter sagrado para congos, ngolas y sus descendientes, así como para los creyentes cubanos esclavizados, libertos y criollos. II Makongo era uno de los sobrinos del Rey del Congo, quien tenia un fiel esclavo llamado Lencha. Su gran habilidad era extraer vino y aceite del palmiche. Las muambas y el vino hacían del rey un hombre feliz. Un día, Lencha dejó el vino fermentar durante tres dias, y se lo llevó al rey, quien lo bebió con satisfacción y sin medida, desconociendo los efectos de este vino más fuerte. El rey se hundió en un profundo letargo, y como sus sobrinos tampoco conocían los efectos de las libaciones excesivas, lo creyeron muerto por la mano de su esclavo. Una versión de la leyenda cuenta que los sobrinos decidieron ahorcarlo en las ramas de un baobab. Otra, que lo quemaron vivo. Lo cierto es que el rey, al volver en sí, montó en cólera por la acción de sus sobrinos y los mandó a matar como habían matado a su fiel siervo. Los sobrinos escaparon a la cólera de su tío cruzando el río Zaire, y Makongo distribuyó las tierras, formando 9 reinos.

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III Con el rey Makongo viajaba su hermana, nombrada Mangoio. Ella insistió en que la dejaran vivir cerca del mar, Kalunga, al que tanto adoraba. Después de mucho discutir, su hermano le dejó soldados y esclavos y le entregó un nkisi protector, metido en un ntande. Al dárselo, le advirtió que nunca lo pusiera sobre el suelo, y así aseguraría que la cuidaría para siempre. Mangoio y su cortejo partieron en su largo viaje hacia el mar. Al llegar a su destino, pusieron su equipaje en tierra y se tendieron a dormir sobre la arena, exhaustos del fatigoso viaje. Al despertar, Mangoio se percató de que no podía levantar el ntande que contenía el nkisi y, asustada, mandó llamar a su hermano. Éste la recriminó por su descuido y le dijo que, en lo adelante, el bosquecillo donde habían acampado sería llamado Nto Ntande y sería el límite de sus tierras, el punto de reunión de ambos y el sitio para tratar los problemas de los dos reinos. A Makongo le quedaría prohibido llegar al mar por la falta cometida por su hermana. Después de recrearnos con las leyendas sobre la fundación de la tierra Loango, de donde toma el nombre esta manifestación religiosa, es preciso explicar el significado del vocablo Xianmaloango, acriollado como Shamalongo. Para sus adeptos, Xian significa espíritu de gran fortaleza y complejidad, pero espontáneo, directo y emprendedor, mientras que Longo o Loango es el nombre de la tierra africana de Loango, donde tuvo su origen esta rama. El Dictionnaire Kikongo-Français incluye en su página 466 el vocablo Iwangu, cuyas acepciones contribuirían a ampliar el sentido que litúrgicamente se da a la denominación de esta rama de las Reglas de Palo Monte. Lwangu, dice el diccionario, es nombre propio de clan y, además, significa grande, formidable. Es, asimismo, el nombre que recibe una hierba de fuerte olor capaz de matar a las aves de corral que se alimentan de ella, y también nkisi para santificar o purificar. La forma de trabajar de esta rama de Palo está fuertemente influenciada por la Regla de Ocha o Santería. Sus seguidores se identifican con sus orishas, y sus trabajos son con flores, hierbas, despojos y rogaciones. Pero también toma mucho del así llamado Espiritismo Cruzado. Los devotos del Shamalongo tienen guerreros en calidad de guardieros, que adoptan distintas formas: de ave, de garabato y de muñecos confeccionados con palos duros, llamados luceros. Sus nkisis tienen el mismo fin que los de las demás ramas: proteger y proporcionar prosperidad a sus dueños y a los ahijados de éstos. El interés fundamental del Shamalongo es dar servicio a los creyentes por módicos precios. Sus prendas han sido montadas a través del "brincamiento" de las de Mayombe, como un gajo o desprendimiento de ellas. Pero su interior refleja más la tendencia espiritual de su dueño, invocando a sus espíritus protectores, el primero de los cuales sería el de la tierra Loango. Una de las características del Shamalongo es, precisamente, que al no contener nfumbe, la nganga no necesita ser llevada a determinados sitios durante ciertos períodos de tiempo, como las prendas mayomberas y brillumberas.

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Las prendas del Shamalongo, a diferencia de las prendas mayomberas, llevan en su interior una matari (piedra) recogida en la loma, el río, el mar o el monte, según la procedencia de su guía y del orisha que adore su poseedor. Las piedras aportan a las prendas del Shamalongo las vibraciones de los poderes de cada uno de los lugares en que fueron encontradas. Algunas prendas del Shamalongo, y también de la Brillumba, llevan en su interior imanes, herraduras, crucifijos, armas de fuego y cuchillos. Y en Shamalongo también incluyen una bolsa con 14 oraciones de diferentes santos, las que servirán de guía a la prenda. En algunos casos incluyen agua bendita "para que no se las confunda con las prendas judías", sobre las cuales hablaremos después. Generalmente, el creyente de esta rama se raya primero en condición de hijo y, más adelante, solicita a su padrino trabajar la prenda para ser Padre. Junto con el padrino o mayor, el creyente prepara una prenda a la que se le da un camino espiritual, "brincándola", o sea, recibiendo las vibraciones de la prenda original, sin que la que se elabore contenga nfumbe. Con ella, el ahijado aprenderá a trabajar por medio de sus guías espirituales, y del guía protector de su prenda. Los devotos del Shamalongo tienen una gran aceptación como "paleros espirituales", utilizando en muchos casos oraciones propias del espiritismo, así como llores, hierbas y cantos muy asociados a los rituales espiritistas. A muchos de estos Padres o Madres no se les enseña cómo entrar a un nso nganga donde se esté "jugando" Palo, ni tampoco se les adiestra en los cantos que en él se entonan —los muy famosos cantos de puya—, recreación criolla de los que cantaban los esclavos congos y ngolas. Esos cantos exacerban los ánimos, al punto de que muchas veces se inician trifulcas por lo tajante de sus letras y lo picaresco de sus alusiones.

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LA REGLA KIMBISA DEL SANTO CRISTO DEL BUEN VIAJE La Regla Kimbisa del Santo Cristo del Buen Viaje es un producto netamente cubano. Fue fundada a mediados del siglo XIX por Andrés Facundo de los Dolores Petit. Este hombre sorprendente y profundamente místico era, al mismo tiempo, Terciario de la Orden de San Francisco del pueblo de Guanabacoa, devoto de la Regla de Ocha, Issué de Bakokó Efor en la Sociedad Secreta Abakuá y Padre Nkisi de la Regla que él mismo fundara. Aunque no hemos podido encontrar pruebas de que Petit fuera también Hermano Masón, en la liturgia y los ritos kimbiseros se aprecian rasgos de la Masonería. La Regla Kimbisa difiere del Mayombe y de la Brillumba en que su creador trató de incluir en ella no sólo algunos de los ritos y conceptos de las otras manifestaciones religiosas afrocubanas, sino también del espiritismo y del catolicismo. Es posible afirmar, pues, que si hay en Cuba una práctica religiosa real y deliberadamente sincrética, ésta es la Regla Kimbisa. Stéfano Ventura describe a sus seguidores —y también a los practicantes del Shamalongo— como paleros espirituales. Lydia Cabrera escribiría que los iniciados en la Kimbisa se comprometen a hacer el bien valiéndose de los secretos del negro y del blanco. En efecto, Petit trató de hacer Ilegar a sus seguidores el mensaje de fraternidad universal de los primeros cristianos santificados por la Iglesia Católica; de respeto por las tradiciones y de solidaridad con la familia ampliada de los abakuá; de devoción por los antepasados, fuente de sabiduría y de ayuda para sus descendientes, característica tanto de la Regla de Ocha como de las Reglas de Palo Monte, y de comunión con esos ancestros y con otros espíritus benéficos a través del trance mediúmnico, a la usanza del espiritismo, y de los sistemas de adivinación que emplea la Kimbisa. Este elevado empeño está presente en toda la liturgia creada por Petit, cuyos rezos y exhortaciones instan a sus seguidores a obrar y a vivir en la rectitud y la bondad. Un análisis somero de la Regla Kimbisa resultará suficiente para mostrar cuan vinculados están en esa liturgia diversos aspectos de las religiones que se practicaban en la Isla en vida de Petit. Comenzaremos por las jerarquías de un templo kimbisa —templo que, generalmente, es una habitación en la casa de un jerarca de la Regla, en la que se guardan los objetos del culto—, sus funciones, y lo que pudiera considerarse sus equivalencias en la mayombería, comenzando de mayor a menor.

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Jerarquía Kimbisa Padre o Madre Maestro

Primer Capacitado Segundo Capacitado Auxiliares del Segundo Capacitado, también llamados Apóstoles del Camino si son hombres, y Siervas, si son mujeres

Funciones : Rige el templo

Equivalente Padre o Yayi Nganga

Cuida el fundamento y vela por la pureza de los Bakonfula o Mayordomo ritos y de los iniciados auxilia al Primer Capacitado y lo Barresuelos sustituye si fuera necesario Llevan los trabajos al lugar que indique el Ngueyos Padre o la Madre maestro

San Luis Beltrán, santo católico, es el guía de los templos Kimbisa, pero la prenda, nganga o fundamento es, al igual que en las otras ramas de las Reglas de Palo Monte, el objeto principal de adoración, y, sólo pueden manipularla los Padres o Madres Maestros y los Primeros Capacitados. En la ceremonia de iniciación se presta juramento ante el Cristo crucificado (hay que recordar, de paso, que Petit introdujo el crucifijo entre los abakuá) que está presente en todos los ritos y trabajos de la Regla Kimbisa. Sus seguidores llevan siempre al cuello sus propios crucifijos después de dotarlos de una carga mágica. Pero es San Luis Beltrán quien da su conformidad para la iniciación de un ngueyo. Las deidades que reverencian los kimbiseros son las más populares del santoral católico, y sus respectivas identificaciones con los orishas yorubas. Así resulta fácil enumerar algunas, a mero de ilustración, a partir de los nombres que les dan los seguidores de esta rama: Tiembla Tierra, Mamá Kengue; Virgen de las Mercedes; Obbatalá. Centella Ndoki, Mariwanga ; Virgen de la Candelaria; Oyá. Nsambia Munalembe; San Francisco; Orula. Sarabanda; San Pedro; Oggún. Nsasi Siete Rayos; Santa Bárbara; Changó. Tata Nfumbe; San Lázaro; Babalú Ayé. Mamá Chola, Chola Wengue, Nª Señora de la Caridad del Cobre; Ochún. Baluande, Madre de Agua; Virgen de Regla; Yemayá. Los kimbiseros han incluido en sus devociones a otras dos figuras propias del catolicismo. Son ellas el Santísimo Sacramento —Kunankisi— y el Santo Cristo: Nkisi.

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En la Kimbisa, los santos comen lo mismo que en la Ocha. Por ejemplo, Baluande come gallo y pato; Mama Chola, gallina; Tiembla Tierra, paloma ; Centella Ndoki , gallina ; Sarabanda, gallo v chivo. Los espíritus protectores de la casa nunca son olvidados. Es costumbre ofrecerles ajiaco, que se coloca en el patio de la casa o en el baño. Se confecciona con cuanta vianda y especia se tenga a mano, y se le pueden añadir trozos de ternilla o de carne, pero nunca sal. Se sirve en una cazuela de barro y se rodea de una taza de café amargo, dulces, un vaso de agua clara, una jicara con aguardiente, un tabaco y un cigarro. Después, con el bastón de muerto, que en Kimbisa es un garabato con una carga mágica, se golpea el suelo nombrando, sin olvidar a ninguno, a los muertos que de una u otra forma han tenido que ver con la casa y al muerto principal de la prenda, pidiéndoles su conformidad con la ofrenda. El ajiaco permanece durante 7 días en el lugar, al cabo de los cuales se deja en el monte, bajo una mata de aroma. A diferencia de los santeros y de los otros seguidores de las otras ramas de las Reglas de Palo Monte, los kimbiseros no son muy dados a emplear palos y polvos en sus trabajos. Como los espiritistas, prefieren las hierbas, las flores y los perfumes. Trabajan mucho con la albahaca, pero también con la hierba que se conoce como pata de gallina —y que ellos llaman kimbansa—, dedicada a Sarabanda, igual que el piñón botija, la maloja, el jobo, el anamú, la diez del día, la hierba de Guinea, el bledo morado y las hojas de la pimienta. La uva caleta, el ítamo real, el marpacífico, la siguaraya, la ruda, la ceiba, la artemisa y el rompezaragüey están entre las plantas de Nsasi Siete Rayos. Mamá Chola trabaja con flor de agua, limo del río, verdolaga, albahaca cimarrona, botón de oro, canutillo morado, helecho hembra, girasol y prodigiosa, entre otras plantas. La lista sería interminable si nos refiriéramos a las plantas de cada una de las deidades. La primera prenda que, según Stéfano Ventura, recibe un iniciado en la Kimbisa, es un Sarabanda, deidad guerrera quien, al decir de Lydia Cabrera, ha incorporado a las suyas algunas de las características de Ochosi y Elegguá. Estaríamos, pues, ante los guerreros de la Ocha, reunidos en una misma entidad. En el interior de la prenda se coloca una piedra que deberá ser traída por la persona para quien se prepara ese fundamento. La piedra no representa al nfumbe de la nganga, sino al santo que guía a su dueño. El nombre de ese santo será también el de la prenda. Los kimbiseros acostumbran a llamar semanalmente a los espíritus de sus ngangas en presencia de sus ahijados. Éstos realizarán las tareas indicadas por los espíritus. Lo primero que debe probar quien quiera iniciarse en la Kimbisa es que es persona de honor y de moralidad intachable. No obstante, será objeto de vigilancia temporal, igual que ocurre con los aspirantes a abakuá y los seguidores del Mayombe, para verificar si lo que de él se dice se ajusta a la verdad. Si así fuera, se procede a iniciarlo en una ceremonia que se realiza de

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día, después de dar de comer a la prenda. La iniciación consiste, básicamente, de un rayamiento: 7 marcas para los hombres y 9 para las mujeres. Pero el interrogatorio a que es sometido el ngueyo antes de rayarlo, acerca de sus motivos para ingresar en la regla, y las exhortaciones que se le hacen después de iniciado, reflejan claramente que lo que se espera de él es que obre con altruismo cristiano para cumplir la misión de cuidar y curar cuerpos y almas. Igual que en la iniciación del Shamalongo, se da de beber del secreto al ngueyo. Cada Padre o Madre Maestro tiene su fórmula particular para preparar este brebaje, y la guarda celosamente, compartiéndola sólo con su Primer Capacitado. Este aspecto del ritual también se denomina Yamboso, y se realiza después de bañar al ngueyo para la ceremonia. El sacrificio de animales que se efectúa en su transcurso es el de gallos: los animales de cuatro patas se reservan para ritos más importantes. En la Kimbisa, los registros o consultas evidencian préstamos tanto de la Regla de Ocha como del espiritismo. Se coloca una estera en el piso, y sobre ella, un vaso de agua con un gajo de albahaca. En ocasiones, el vaso se cubre con un paño rojo o azul. Para augurar, se emplean el coco, los caracoles, el espejo o el trance mediúmnico, muy frecuente. Padres y Madres, Capacitados e iniciados "reciben inspiraciones", que en espiritismo se denomina "pasar muerto"; es decir, son poseídos por espíritus que hablan a través de ellos. Los iniciados —y también los que no lo son— reciben como protección los llamados collares de guerra después de haberse registrado al pie de la prenda. Los collares de los iniciados comen sobre la prenda en las ocasiones festivas. Los de los no iniciados comen en plato aparte así como los macutos o resguardos de unos y otros, después de haber sido enjugados en el omiero. Los talismanes, amuletos, resguardos, brebajes y pociones para hechizar son preparados por todas las jerarquías. Pero su elaboración la dirigen el Arcángel San Miguel, San Antonio, San Luis Beltrán y San Benito de Palermo, quienes indican al iniciado en trance de inspiración lo que ha de hacerse. Entre otras, los kimbiseros celebran dos ceremonias importantes para proteger a los fieles: el cambio de vida, procedimiento empleado tanto por los santeros como por las otras ramas de Palo para transferir a un objeto cualquiera el padecimiento mortal que aqueje a una persona. Ese objeto, junto con ropas del enfermo, se entierra en el cementerio para burlar a la muerte. Y el hermoso rito de rogar la cabeza, que también se practica en la Ocha, para aclarar el pensamiento, proporcional paz espiritual y fortalecer al guía y protector del individuo.

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FIRMAS: PATIPEMBA O KATIKANPOLO MUNANTOTO Las firmas o jeroglíficos significan, en las Reglas de Palo Monte, grabar lo sagrado. La mayoría de las culturas más antiguas, tales como las de Egipto, la India, Mesopotamia, Abisinia y China, basaban en la luz del sol y en el lucero del ocaso o de la aurora sus dibujos o jeroglíficos para llamar a la presencia extrasensorial que sabían ejercía su influencia sobre cada momento de la vida de esos pueblos. Podemos definir esas firmas, pues, como el Yo interior, como la interrelación de las vibraciones de la naturaleza y los entes pensantes sensibles a ellas. Cada ser humano se identifica con una firma. Del mismo modo, cada nganga o su nfumbe estará "personalizado" por un trazo que en parte es producto de la interpretación, tal vez de la fantasía, pero cuyos rasgos básicos serán muy semejantes a los de sus padrinos. Cuando un ngueyo pasa los ritos de la iniciación sus padrinos confeccionan una firma que lo distinguirá de los iniciados en otras casas. Asimismo, recibirá su nombre en la Regla en la cual se haya iniciado o rayado. Este nombre formará parte del apellido, por llamarlo de alguna forma, de la nganga de sus mayores. Ahora bien, cuando un ngueyo se inicia como Padre o Madre, usará su nombre más el nombre y el trazo de la prenda que recibirá. De esta forma podrá comunicarse con el espíritu que la habita. Cada movimiento en los ritos de las Reglas de Palo Monte es precedido por los trazos mágicos. Se quema la fula para "despertar" las vibraciones de todos los elementos de la naturaleza y al nfumbe que está lecando (durmiendo), en espera de las órdenes y también, ¿por qué no?, de las ofrendas que se le hagan por sus intervenciones en las peticiones de los creyentes. Cuando un ngueyo visita otra casa, traza su firma en el suelo y si, por casualidad, la olvidara, hará una parte de la de su padrino. Es preciso aclarar que ningún mayombero, Taita Nganga, ngangulero o brillumbero trazará su firma completa: todos ellos mantienen la creencia, tan antigua como antiguos son estos ritos, de que si hay algún enemigo, puede apoderarse de la firma y destruir a su dueño o inhabilitar el poder de su prenda mediante hechicerías. Los viejos mayomberos descendientes de los súbditos del Manikongo son extremadamente desconfiados y tienen como lema un refrán que ilustra cuan discretos son al hablar de su culto: "Amigos mismos, son enemigos." Como desconfían de la conducta futura de sus semejantes, afirman que "si enseñan uno, se guardan dos", ya que en cualquier momento de emoción, por celos profesionales, o molesto por alguna observación de sus mayores, cualquier cofrade puede convertirse en un enemigo. Y esto sería peligroso si

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conociera los puntos débiles de la casa en que ha sido iniciado. Por eso los mayomberos son tan ricos en refranes: "Amigo de tres días no se le enseñan los fondos." Y, "amigo de hoy puede ser enemigo de mañana". Toda firma, resumiendo, dice quién es el individuo, su carácter, sus padres, sus relaciones espirituales y el camino de su nganga y la casa a la cual pertenece. El círculo, base de todas las firmas de paleros, se divide en cuatro partes, vertical y horizontalmente, cruzándose las líneas divisorias en ángulo recto y pasando por un punto central. En lo alto está el cielo: nsulo; en el medio, en la línea horizontal, está la tierra: ntoto, y al otro lado está kalunga, el mar. En el punto inferior se encuentra kumangongo, que quiere decir el interior de la tierra, o sea, el país de los muertos. Para los congos y sus descendientes existen tres regiones limitadas en si mismas: la tierra y el mar, que son el mundo visible, y el espacio celestial, donde habitan dioses, npungus y espíritus de quienes otrora fueran seres humanos vivos. NSULO NTOTO KALUNGA KUMANGONGO Todas las Reglas de Palo Monte trazan sus firmas con yeso blanco, con carbón y algunas con yeso amarillo. El color blanco está identificado con la muerte y el amarillo con la vida; aunque generalmente se usa el blanco para trabajos y en la iniciación. El negro se usará cuando se determina hacer un trabajo para causar daño con la nganga. Por la belleza que estas firmas encierran, por su místico significado, por sus trascendentales misterios, han sido la inspiración de pintores y artesanos. Pero con pena vemos que las usan de cualquier manera, sin que medie una investigación previa, con la seriedad que su empleo y difusión requiere, aunque sea con un propósito puramente estético. Las firmas que a continuación reproducimos son simples muestras de las que emplean cada una de las cuatro ramas de las Reglas de Palo Monte en Cuba, haciendo constar sus respectivos significados. Llamamos una vez más la atención del lector hacia la belleza de estos trazos.

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SISTEMAS ADIVINATORIOS DE LAS REGLAS DE PALO MONTE Las distintas ramas de las Reglas de Palo Monte tienen sus propias formas de predecir el futuro, de aconsejar al iniciado cuál debe ser su comportamiento y de qué manera puede resolver sus más complejos e íntimos problemas. Examinemos, pues, las similitudes y diferencias de cada uno de esos oráculos, nacidos todos de la Regla de Mayombe, cuyos seguidores no admiten la intromisión de otras manifestaciones religiosas. En Mayombe, la comunicación con el espíritu del nfumbe se establece de forma directa: el dueño de la prenda habla, reflexiona, consulta, en estrecha unión espiritual con la fuerza sobrenatural de la cual es poseedor. Sus instrumentos para la adivinación son: la mpaka mensu, la fula directa o con nkulo (güira), el plato blanco y el trance mediúmnico, que ocurre cuando el perro de prenda es poseído por el espíritu que habita en la nganga. Pasemos a explicar. El registro con la mpaka mensu (el tarro de toro o chivo) o el vititi mensu (el tarro sellado con un espejo), "cargado" mágicamente como si fuera una prenda, sostenido por el Padre Nganga, es la forma más directa de apreciar las vibraciones que emanan del nfumbe que encierran. En una forma sencilla y reflexiva, con la videncia propia de todos los seguidores de estas manifestaciones, le hablará al consultado y le hará las recomendaciones que requiere su futuro desarrollo. Hemos presenciado cómo, al llamado de su Taita o Yayi, las mpakas se mueven, saltan y se despiertan, poniendo en evidencia la vida espiritual que anima en su interior. Cuando son preguntas sencillas para las cuales se desea una respuesta inmediata, se traza la firma de la nganga, y sobre ella se colocan 7 montoncitos de fula. Se sopla sobre la prenda humo de tabaco y se la rocía con aguardiente. tras lo cual se procede a formular la pregunta pidiéndole que queme 3 de esos montoncitos o que haga arder 3, salte 1, y queme los otros 3. Si se quisiera hacer una demostración más difícil, uno o varios montoncitos de fula se taparán con una güirita o nkulo. Después de llamar al espíritu de la nganga con rezos susurrados en lengua, se prenderá la fula, pero la llama no tocará los nkulos, respondiendo en esa forma. Otra forma muy popular de adivinar entre Padres y Madres Ngangas es la siguiente: cuando se celebra una sesión o juego, se pone en pie a la persona que se quiere registrar. El Tata toca con un plato blanco la cabeza, los hombros, el pecho, y las piernas de la persona, y después de mostrarlo a los cuatro vientos y a los cuatro puntos cardinales, lo pasa sobre la llama de una vela encendida al pie de la nganga para ahumarlo. En el plato irán apareciendo

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diversas figuras que el Padre interpretara y, a partir de esa interpretación, formulará sus recomendaciones. También hemos podido apreciar la exactitud de hechizos a distancia, dirigidos a países muy lejos de nuestra isla del Caribe. Cuando se prepara a un ngueyo cuyas dotes extrasensoriales para comunicarse con el espíritu del nfumbe de la prenda de su padrino resultan evidentes, se le somete a ciertos ritos de prueba verdaderamente complejos ante el conjunto de los ahijados más allegados. Si al cabo de ellos se entiende que el iniciado está apto para esta transición posesional, se le entrena para fungir como "perro de prenda". Puede darse el caso de ahijados de una casa, quienes tienen su propia prenda, pero "pasan el muerto" del padrino; y también ocurre que un ngueyo únicamente pase el espíritu de la nganga de la casa a que pertenece. Cuando estas posesiones ocurren en presencia de un investigador, éste puede realmente quedar satisfecho, pues sólo excepcionalmente pueden presenciarse estos trances. El espíritu se posesiona del "perro" y éste pierde el contacto con el mundo que lo rodea, llegando a cometer actos de una increíble fiereza contra su propio cuerpo, que se retuerce, se engarrota, se deforma. No es inusual que el poseso se hiera y en fin, cometa actos de rebeldía propios de un preso: de ese nfumbe esclavo capaz de cualquier cosa por obtener la libertad y pasar al mundo de la tranquilidad y de la paz. En estos trances, los iniciados llegan a la adivinación de una forma violenta; hablan y suplican, teniendo siempre a alguien que los ayude a salir de ese trance y a controlarse para no llegar a provocarse la muerte. La Brillumba utiliza los mismos métodos de adivinación que el Mayombe, pero, además, interpreta los presagios por medio de los nkobos o shamalongos. A los creyentes de la rama Brillumba les gusta emplearlos, pues dan respuestas rápidas. Sin embargo, los verdaderos hijos de Mayombe no los utilizan. Los nkobos son conchas abiertas que, en número de 7,14 o 21, se leen igual que tradicionalmente se hace con los cauris. Los nkobos son preparados ritualmente antes de que puedan ser empleados. La prenda tiene que dar su consentimiento para que el Tata o la Yayi se dedique a la adivinación. Llegados aquí hay que apuntar que el caracol o la concha son el medio de enlace con el nfumbe de la prenda, pues ellos, como tal, son mudos. A modo de ilustración, si se tiran 7 nkobos y 1 cae boca arriba, significa muerte por problemas personales, y envidia o celos si son 2 los que caen en esa posición. El nfumbe de la nganga pide entonces el rayamiento inmediato del consultante y, si éste está ya iniciado, es necesario que se le entregue un resguardo o un gajo de la prenda de su padrino. Si son 3 nkobos los que caen boca arriba, el consultante está perseguido por la justicia y hay que actuar con premura para evitar malas consecuencias. Si son 4, no hay firmeza en el creyente y se le deben dar pruebas para su confirmación. Si son 5, hay dudas sobre la persona, e inestabilidad; si 6, debe darle comida a la prenda de su padrino para que logre desenvolvimiento. Siete nkobos boca arriba significan que el devoto debe registrarse con un babalawo, pues es un orisha quien lo reclama; se investiga si debe hacerse santo o recibir una prenda "brincada" con Ocha. Si ninguno de los nkobos cae boca arriba, hay que actuar con premura

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para tratar de romper la letra que indica desgracia y muerte. Según la cantidad de nkobos que caigan boca arriba en el acto de adivinación, se sabrá quién habla por ellos. Ejemplificamos: 0: Centella o Mañunga; 1: Coballende; 2: Mamá Chola; 3: Nsasi Siete Rayos; 4: Nsasi en su camino de paz; 5: Madre de Agua (Batalundi); 6: Preso (Ochosi) y 7: Tiembla Tierra: no tiene problemas. Muchas casas o nso nganga interpretan la tirada de los nkobos según el significado que le da la Ocha, y también de acuerdo con los espíritus que se posesionan de quien efectúa el registro. Para leer el oráculo, los seguidores de la tierra Malongo o Shamalongo utilizan la mpaka colgada de un hilo. Al entrar en trance de comunicación con su nfumbe, éste hará que la mpaka gire. Por sus vibraciones y por la extrema sensibilidad del Padre o la Madre, el nfumbe logrará transmitir las recomendaciones y los mensajes dirigidos al consultante. Recordamos al lector que la Regla de Malongo o Shamalongo tiende hacia el espiritualismo. Por ello sus prendas contienen oraciones, crucifijos, matari (indispensable en todas las ngangas), y sus trabajos se hacen con hierbas, flores, incienso, perfumes; son despojos que alejarán las malas influencias, limpiezas que traerán la luz y las vibraciones positivas a los creyentes. Los seguidores de la Regla Kimbisa del Santo Cristo del Buen Viaje, verdadero ejemplo de sincretismo religioso, se dedican a curar, limpiar y exorcizar, preparando todo tipo de fórmulas exclusivas para cada caso. En estado de trance, se posesionan de ellos espíritus tan elevados como su guía espiritual: San Luis Beltrán, vírgenes, arcángeles, santos católicos, orishas yorubas, nkisis y, según cuentan sus iniciados, también el diablo que adopta todo tipo de "disfraces" tratando de engañar al poseso y desvirtuar la labor que se esté realizando. Entre sus sistemas adivinatorios están los cocos, que emplean de la misma manera que en la Regla de Ocha, obteniendo respuestas simples y directas según la forma en que caigan. Por ejemplo, en Alafia, hablan San Francisco y Santa Bárbara; en Otawe, Santa Bárbara, la Virgen de Regla y San Norberto; en Okana, San Lázaro, los Eggun y Santa Bárbara, y en Oyekun, la Candelaria (Yansá) y Santa Bárbara. Los kimbiseros también utilizan los nkobos o conchas, después de "iniciarlos" lavándolos con omiero y ofreciéndoles sangre para que vibren y tengan la vititi necesaria. Se hace la tirada de nkobos después de invocar a los espíritus, santos, arcángeles, etcétera. Los nkobos "hablan" de acuerdo con las marcas: si caen más boca arriba en la primera tirada que en la segunda, se pide la mano derecha de quien se consulta. Por el contrario, si en la primera tirada caen más nkobos boca abajo que en la segunda, se le pide la mano izquierda. Este sistema es sumamente complejo. Por ello trataremos de simplificarlo a través del ejemplo más sencillo: si 1 solo de los nkobos de la tirada cae boca arriba, es una letra mala; por lo tanto, no se lee y se le da un tratamiento a los nkobos igual que se da aI diloggún. Si caen 2 boca arriba, hablan Los Ibeyi, San Pedro y Nkuyo; entonces se pide vista a

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Santa Lucia, a San Roque y a San Pablo. Si son 3 los que caen boca arriba, habla San Pedro —Oggún—; si son 4, Santa Bárbara, Los Ibeyi y los Cuatro Vientos. Cinco nkobos boca arriba son la palabra de Chola Wengue —la Caridad del Cobre—; mientras que 6 lo son de Santa Bárbara —Nsasi— y los Cuatro Vientos; 7, la de Baluande —Yemayá—; 8, la de Mamá Kengue —Las Mercedes—; 9, Mariwanga y San Lázaro; 10, Mariwanga y San Lázaro, pero también Chola Wengue. Por el 11 hablan Nkuyo —San Pedro—, la Caridad del Cobre y Santa Bárbara. Por el 12, Santa Bárbara y Las Mercedes; por el 13, San Lázaro, Sarabanda y Mariwanga: es una mala letra. Por el 14 habla Centellita; por el 15, Chola Wengue y por el 16, Nkisi y Las Mercedes. Los kimbiseros registran frente al altar, sentados en esteras sobre las que colocan un vaso de agua y una ramita de albahaca. Según la casa de la cual "nazca" a veces pondrá un espejo para que ayude a mirar con claridad. A la usanza de los ritos católicos, queman incienso para propiciar un buen registro.

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¿NGANGA CRISTIANA? ¿NGANGA JUDÍA? En Ogbe Ojuani, oddun de Ifá, máxima expresión de la sabiduría africana, habla una letra que representa el principio del mundo interior de la Tierra, y predice el nacimiento de la división de Mayombe en santa y judía. Por esta razón, y para evitar contratiempos, quien se registra debe apartarse de las Reglas de Palo Monte en general. También los oddunes Ogbe Otura y Otura Ofún advierten al religioso sobre las consecuencias que pueden acarrear las prácticas de estas manifestaciones religiosas, tan profundamente interesantes, sin embargo, cuando se analiza su verdadera naturaleza. Algunos estudiosos sostienen que en Cuba funcionan dos ramas distintas de las Reglas de Palo Monte: la buena y la mala, como anotara la eminente investigadora Lydia Cabrera, quien aseguraba que los seguidores de estas ramas acuden a Nzambi para hacer el bien, y a Kariempemba, Kadiempembe o Lukankasi para hacer el mal. Antes de la llegada de los portugueses al territorio del reino del Manikongo y, por supuesto, mucho antes de que comenzara el tráfico de esclavos, los pueblos bantúes allí asentados carecían de un concepto y una representación similares a lo que los católicos llaman el diablo. No quiere esto decir que carecieran igualmente de un criterio sobre el bien y el mal; lejos de ello. Pero ese criterio identificaba esencialmente al bien como una acción o hecho beneficioso para el clan y sus miembros, y al mal, como lo contrario. Por eso, tal vez, resultó tan difícil y fue tan epidérmica la labor evangelizadora de los misioneros entre esos pueblos. Nuestros estudios sobre las Reglas de Palo Monte en Cuba nos han llevado a concluir que, en realidad, hay una sola clase de nganga, que el Tata o la Yayi emplea para hacer bien o mal. Que la nganga cumpla con la tarea que se le encomiende sólo depende de que su dueño o dueña tenga los conocimientos necesarios para ponerla a "trabajar". Muchos informantes, para dramatizar el alcance de sus fuerzas espirituales, cuentan de sus prendas leyendas aterradoras. Afirman que están fundamentadas con las krillumbas de asesinos, de muertos por violencia, de locos, y que por ello les ofrendan gatos negros y las cimbran a medianoche. Insisten en que sus prendas trabajan con los espíritus buenos o malos que están encerrados en ellas, según el objetivo que se propongan. Pero, en realidad, el espíritu con que se monta una prenda es uno solo y obedecerá sin discusión el mandato de su dueño sólo si éste sabe darle las órdenes pertinentes en lengua, usar los cantos adecuados, llamar a sus padrinos que están nfuiri para que lo ayuden y, en fin, agradecerle por lo que le fuera concedido a él o a sus ahijados.

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Recogemos a continuación un "tratado" haitiano sobre las fuerzas del mal y sobre cómo montar una nganga supuestamente dedicada al trato con los espíritus oscuros.

PACTO HAITIANO CON KADIEMPEMBE O LUKANKASI Para montar una nganga ndoki, ya que es diablo, hay que pactar con él para que confirme la nganga. Primero se va al cementerio, por la noche o por el día, semidesnudo o desnudo. Se prende una vela en la mano izquierda, se coge un poquito de alcohol en la mano derecha y se llama a Lukankasi. Se le pide lo que desea, y se mata un gato negro. Las personas que quieran sellar este pacto deben beber de esta sangre. El cuerpo del gato se descuartiza. Parte de él se entierra en una loma; otra parte, en el cementerio y otra, bajo un laurel o una ceiba. Cuando esté disecado, se saca y se da a estos restos, con mucho secreto, la sangre de otro gato negro. Esta ceremonia se realiza con otras personas que entren en el pacto. Un hombre de pura confianza llevará, siempre en la noche, la cabeza del gato sacrificado al cementerio; se le mete en una jicara, se le echa pitahalla, maní, ajonjolí, hojas de plátano, miel de abejas, un poquito de vicaria, vino seco, aguardiente y se deja allí durante 7 días. Al cabo de ese tiempo se frota ese brebaje en los ojos y se le pide a Lukankasi vista y poder. Así queda cumplido el pacto. El kinfuiti debe tocarse con mucho secreto en todas las ceremonias. Los kini-kini de la nganga ndoki se hacen como muñecos de palo. Se cargan con nfumbe y con todo lo que lleva una nganga. A uno se le hace una boina de piel de gato, y al otro, una de piel de perro. Ambos muñecos estarán cargados con perro y gato negros, llevando principalmente en la carga los dientes de estos dos animales, que siempre serán rivales. Los muñecos se amarrarán con cadenas por los pies a las patas del kindembo.

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KINI-KINI Y CHICHEREKÚES Para los congos, ngolas y sus descendientes cubanos, las tallas de madera, de rasgos toscos pero claramente humanos, en cuya base se coloca la carga mágica que los hace desplazarse en la noche para cumplir las órdenes de Tatas y Yayis, son temibles personajes que aparecen una y otra vez en la tradición oral. Para los creyentes de las Reglas de Palo Monte, de tanto arraigo popular, sobre todo en las provincias de Pinar del Río y Matanzas, esas figuras fabricadas con ciertas maderas de propiedades especiales son espíritus que infunden pavor. Los kini-kini de las Reglas de Palo Monte equivalen a los chicherekúes de la Regla de Ocha o Santería. Su función principal es la de ser los ejecutores certeros de los mandatos de sus amos, cualesquiera que tales mandatos sean. Y la forma de prepararlos depende de la casa a la que van a servir. Las maderas que se utilizan para su confección son el cocuyo, el jobo, el matanegro (también llamado bejuco baracoa), el palo moruro, el palo ramón y el sabicú. Después de hecha la escultura, se lava con ruda cimarrona, atipóla, ponasí, rompezaragüey y jobo. Muchos de los dueños de estos muñecos trituran las hojas de esas plantas en una palangana con agua de coco. Quedan entonces listos para recibir la carga mágica, que consiste de fragmentos pulverizados del nfumbe de la nganga de su amo, ciempiés, arañas, mancaperros, caballitos del diablo, grillos, bibijaguas, camaleones, iguanas, aura tiñosa, lechuza y murciélago. Con esta mezcla se rellena la cavidad que para ello se dejó en la base de la escultura. De acuerdo con el propósito para el que haya sido concebido, también se puede lavar la escultura con cocimientos que acentúen determinadas facultades. Así, la infusión de hojas de jobo le impartirá una fuerza sobrenatural, que posibilitará su traslado a enormes distancias; el de matanegro o bejuco baracoa les evitará contratiempos a la hora de desplazarse; el de palo ramón se emplea para que el espíritu del nfumbe, que le dará movilidad y vida, quede bien "atrapado". Una vez preparados, se les ofrece a los kini-kini la sangre de un gallo y de un carnero, y se procede a adornarlos y vestirlos, tras lo cual se les sopla aguardiente, la tradicional chamba y humo de tabaco. Ya están "trabajados" y listos para obedecer los mandatos de sus amos. Atención: los kini-kini deben vivir fuera de la habitación donde duermen sus dueños. Como son picaros y traviesos, pueden provocarles algún que otro susto en los momentos de reposo, haciéndoles cosquillas en los pies o hablándoles al oído. Y no se puede negar que esto, en la quietud de la noche, resulta impresionante. Tienen también estos muñecos la mala costumbre de chiflar y mover muebles; si se trata de sillones, son capaces de mecerse en ellos durante horas, a toda velocidad.

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Muchos descendientes de africanos recuerdan que por el año 1916, los religiosos afrocubanos fueron perseguidos con saña por las autoridades de la pseudorrepública. Los dueños de esos entes mágicos los hicieron desaparecer entonces, escondiéndolos o enterrándolos para que no fueran descubiertos. Cuentan esos informantes que en los campos, en los solares abandonados, en ciertas zonas y barrios conocidos por su religiosidad, estas figuras continúan errantes, produciendo pánico en quienes se topan con ellas. Son aquellos kinikini cuyos amos murieron sin advertir de su existencia a familiares o cofrades para que les impidieran seguir deambulando sin que nadie controlara sus acciones. Numerosos Tatas y Yayis fallecen dejando a estos seres con un objetivo específico que ellos se empeñan en cumplir. Y así van pasando a poblar las leyendas y tradiciones de pueblos y campiñas, amedrentando a quienes los encuentran en cualquier noche oscura, en la soledad de un regreso tardío al hogar. No hay que ofender a estos espíritus, pues nunca sabemos qué intenciones tienen cuando se cruzan en nuestro camino.

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EL MAJÁ (MBOMA O ÑOCA) Y SU IMPORTANCIA EN LAS REGLAS DE PALO MONTE Muchos paleros descendientes directos de las etnias del reino del Manikongo, y de las de origen arará, trabajan con majaes. Históricamente, la serpiente ha sido considerada como un animal sagrado. En el Apocalipsis aparece como el Diablo, como Satanás en su lucha contra el poder divino. Es también atributo de Santa Margarita y de Santa María, de quienes se dice lucharon contra ella y la vencieron. Aparece en forma de dragón junto al Apóstol Felipe y con San Silvestre; el Arcángel Miguel puso su pie sobre la cabeza de ese ofidio en señal de victoria. Para la Iglesia Católica representa el poder maligno, la causa de la derrota del Hombre, redimido por Cristo. Sin embargo, los paleros utilizan el majá —sustituto cubano de la serpiente— en sus ngangas, donde vive para realizar diferentes trabajos, todos ellos de beneficio para el hombre. Conocemos a través de Teodoro Díaz Fabelo que el majá del Tata Juan José, oriundo del pueblo de Abreu, trabajaba como una prenda: el ofidio mismo era una prenda, llamada María Dolores, muy respetada y querida por los ahijados y seguidores del Tata. En Yaguajay, el congo musundi Ta Benito, tenía dos majaes educados, a los cuales usaba, entre otras cosas, para despojar de espíritus oscuros o de cualquier otro problema a los creyentes que se consultaban con él. Los dos majaes obedecían a los agudos silbidos de Ta Benito. En varias casas congas en los pueblos de Remedios, Placetas, Sancti Spíritus, Cifuentes, Matanzas, La Habana y Pinar del Río hubo majaes conocidos como prendas, que llegaron a ser famosos por sus acertados encantamientos. Actualmente, en casa de los Tatas Pedro y José, en el municipio habanero de Marianao, pudimos ver dos grandes ñocas viviendo en sus ngangas. Y como dato curioso, en la ciudad de La Habana, en casa de una mujer dedicada a los ritos de la mayombería, viven tres grandes majaes que se pasean libremente por las zonas aledañas. Esos majaes responden a los apelativos de Guille, Guillermo v Guillermina. La Madre o Yayi explica que ellos depuran constantemente el ambiente con sus vibraciones positivas, logrando que las malas influencias no entren a su nso nganga (casa). Para conjuros mágicos, se emplea la grasa de estos animales, así como su piel, sus dientes y sus vibraciones, que son tenidas como inmejorables para lograr cualquier objetivo.

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LO QUE COMEN LOS FUNDAMENTOS O NGANGAS Para los religiosos cuyos antepasados procedían del Congo o Angola, y para los criollos que con tanta devoción heredaron de sus mayores el culto a los muertos y a sus espíritus encerrados en las ngangas, una de las ceremonias más importantes es darles de comer la menga (sangre) que los vivifica y estimula. Esta acción puede ser por agradecimiento o simplemente para cumplimentar al espíritu por la tranquilidad que ha proporcionado a la casa (nso nganga) y a sus hijos. Veamos, pues, qué comen las prendas de las distintas ramas de las Reglas de Palo Monte en Cuba. A las prendas mayomberas puras, de las cuales son depositarios los religiosos más ortodoxos—como, por ejemplo, las de la casa de la rama Batalla Sacara Empeño, de la loma del Cuzco, en las inmediaciones del central "Orozco"—, se les ofrece gallo criollo, carnero (meme) y jicotea. En casos extremos se les sacrifica toretes, gavilán (wángala), caraira (kálele), lechuza (sunsundamba) y aura tiñosa (mayimbe). Todos los sacrificios deben ser efectuados después de ponerse el sol, tradición ésta que observan todas las ramas de las Reglas de Palo Monte, cuyos devotos sostienen que, por ser la sangre muy caliente y poner en ascuas al nfumbe de la prenda, puede provocar riñas y altercados. A Mamá Lola, nganga fina y delicada, como también a Mayimbe Nkimba y a Mamá Tengue, se les ofrece la sangre de gallos blancos y de chivos de igual color. En vez de aguardiente, beben vino seco con canela, y se las rocía con agua de colonia. Según cuentan algunos informantes, provienen del pueblo de Perico, en la provincia de Matanzas, aunque después han pasado por Jovellanos y Agramonte: ellas son prendas viajeras. Mariata, conocida nganga que data del tiempo de la colonia y responde al nombre de una famosa esclava conga, come gallos y chivos negros, mientras que Sacara Empeño, de Matanzas, cuyo espíritu varón no sólo tiene una gran fuerza sino también excelentes dotes para resolver casi cualquiera de los contratiempos de nuestra azarosa vida cotidiana, come de todo, y todo lo acepta gustoso. De Mariata se cuenta que hay depositada en su interior una piedra de rayo, como en algunas Nsasi, y que cuando truena, hay que aplacarla, amarrándola fuertemente, porque se va con el rayo que la busca para abrazarla con sus fogosos bríos. Ngola Labana, fundamentada en secreto, al amparo del silencio de las conspiraciones en los barracones del ingenio por negros esclavos llegados a la capital (La Habana), procedentes de Angola, come también chivo y gallo.

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A Nbemba Luna Nueva, prenda que se juramentó cuando la luna estaba en esa fase y que, por lo tanto, estuvo expuesta a sus rayos, se le da sangre de gallo, jicotea, lechuza, tiñosa y jutía. Como todas, es muy segura en sus respuestas a ahijados y allegados. Tumbiroña, famosa por las menciones que de ella se hace en cantos de puya, come tiñosa, gato y perro. A una hermana de Campo Santo, ocasionalmente, se le da una iguana enfurecida para que la aplaque. Cuando sus prendas cimbran por cargas excesivas, los descendientes de Mayombe del central "Orozco" les hacen redondeles de frutas criollas dejándolas por espacio de 7 días para que sus frescos efluvios las tranquilicen. Para no hacer esta lista interminable, terminaremos diciendo que conocemos por boca de quienes guardan celosamente sus prendas, que de vez en cuando les ofrecen sapos, majaes, lagartijas, alacranes, ratones, arañas peludas y cualquier otro animal que se le antoje a su imaginación. Según investigaciones realizadas en algunas casas de paleros, a las prendas que se han fundamentado con gato, perro y majá no se les da la sangre de esos animales. Es preciso aclarar que para los mayomberos ortodoxos, el majá —mboina o ñoca— es un reptil sagrado. Quien tiene la posibilidad de hacerse de uno, lo mantiene viviendo con su nganga. Muchos de los viejos informantes adivinan y despojan con ellos, sintiéndose especialmente honrados por la intima relación que se establece entre el Taita o la Yayi Nganga y el mboma o ñoca. Lydia Cabrera" en su extenso e intenso tratado sobre las Reglas de Palo Monte, reproduce de boca de sus informantes que las "Mbumba de los makuá que vivían cerca del 'Covadonga', eran hembras. Cuando las majasas están ruinas y son señoritas salen de sus cuevas a babosearse unas a otras y con las babasas que destilan en esos chiqueos y la tierra, se forma una piedra que el Tata... recoge para fundamentar su prenda. Esta Mbumba Kuaba es como Yewá, la santa lucumí. Su dueño no puede tener mujer, ni marido su dueña". Y más adelante: "'Otra Wanga makuá. Guachinango, se nutría con ungüento de soldado, que se compraba en las boticas, y... candela. No se le rociaba aguardiente." Algunos mayomberos. Brillumberos, nganguleros y Padres Nkisi siguen las costumbres de sus hermanos en la Regla de Ocha y se abstienen de comer lo que su nganga degusta con deleite. Sin embargo, los mayomberos de las zonas del Cuzco y Cabañas y del central "Orozco" cocinan lo que van a brindarle a iniciados, Taitas y Yayis con la carne de lo sacrificado en la cena del Cumbite Saura. Cuando han convertido al carnero y al gallo sacrificados en un sabroso asado al carbón, con mojo de ajo y naranja agria —acompañado por el clásico frijol negro ablandado desde el día anterior, arroz blanco, chicharrones y la muy gustada yuca salcochada con maní tostado y pilado, en mojito de naranja agria —, se sientan sobre el suelo en círculos alrededor de los cocineros y el Akpuón o gallo eleva su canto explicando lo que los hermanos van a comer y repitiendo el estribillo:

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"Cumbite Saura. que bueno está..." se pasan los platos, y con deleite se observa la ética del antiguo esclavo, que compartía con sus hermanos todo cuanto se cocía en su olla. Muchos informantes que son practicantes ortodoxos de estas manifestaciones llegadas a Cuba a principios del siglo XVI, prefieren no comer quimbombó el cual, por ser resbaloso, les restaría firmeza para realizar sus diversos trabajos mágicos. Si por alguna casualidad en una fiesta los posee algún espíritu que les exige probar este vegetal, acto seguido se les lava la boca con ceniza y nunca, por ninguna razón, se les dice que lo comieron. Cuando se les da de comer a las prendas, también forman parte de este ritual las mpakas, los vititi mensu y los luceros de la familia y de los ahijados que puedan transportar sus receptáculos mágicos hasta el sitio de la ceremonia. Quien tenga resguardos, los pondrá en una güira para que reciban las vibraciones de la sangre que vitaliza a los espíritus que los acompañan. Cuando por alguna razón, no se tiene dinero para ofrendar gallo, carnero o chivo a la prenda, el Taita o la Yayi se hará una pequeña cortada, dándole a beber gotas de su propia sangre, uniéndose más espiritualmente al nfumbe, que dará su ayuda sin remilgos ni tardanzas.

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LA GURUNFINDA O NGURUNFINDA: EL OSAIN DE LOS PALEROS El yimbi o espíritu de la naturaleza que habita en este receptáculo es parecido al Osain de los descendientes de yorubas y ararás, y al del Nasakó de la Sociedad Secreta Abakuá, todos grandes conocedores de las propiedades de la flora y la fauna, de la influencia que ejercen sobre el hombre las fases de la luna, los fenómenos solares, el movimiento de las mareas, la potencialidad de los ríos en fin el universo en que vivimos. Se le encierra, si es posible decirlo de esta manera en su güiro, en un carapacho de jicotea, en la cabeza de una jutia previamente sometida a procedimientos secretos para evitar su descomposición. A diferencia del Osain de los santeros, lleva kankoma de nfuiri. Es una deidad sumamente especial: sólo los sabios o aquellos a quienes se les considera dignatarios de estos espíritus pueden dedicarse a su culto. De acuerdo con los caminos que el oficiante le dé, así habrá una o más entidades que trabajen para su dueño. Para ello se les llama en lengua: Andudu Yambaka Butanseke. Su forma más natural es la de dos raíces retorcidas, con las cuales se hace un bastón con el que se baila y se despoja in situ. Este garabato que así es como se le llama, debe ser de guayabo o de yamao. Osainistas y hechiceros los agitan para Ilamar a las poderosas fuerzas de la naturaleza. El Osain o Ngurunfinda es propio de todos los pueblos de África, que lo adoran bajo diversos nombres. Lydia Cabrera lista algunos de los que se le dan genéricamente a los espíritus que habitan en estas ngurunfíndas, dependiendo del sitio de donde provienen: si del monte, Simbi o Yimbi; de las aguas (ríos y lagunas) Mbuiri o Nkisi Masa; de Madre de Agua, Nkisi Mbumba; de Padre de Agua, Kisimbia Kimasa; de la manigua, Nkisi Minseke. La ngurunfinda que alberga el espíritu de un antepasado se denomina Bakulu, mientras que la que alberga uno maléfico recibe el apelativo de Nkuyo. Y la que encierra el espíritu que habita en el majá es la Nkisi Mboma. Los viejos mayomberos elaboraban una ngurunfinda destinada a alejar a la policía cargando el carapacho de una jicotea macho con plumas de Mayimbe, palo cambiavoz y espinas de zarza. Le ofrecían chivo, jicotea y gallo grifo para garantizar su efectividad. Una ngurunfinda de paleros incluye polvos de jicotea, loro, tojosa y cotorra, bejucos wakibanga y sapo, lengua y ojos de gallo, dientes y colmillos de nfumbe y también su quijada, un puñado de ntoto de su tumba, el nombre del nfumbe y un mechón de sus cabellos, 7 bibijaguas vivas y 7 semillas de mate.

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Antes de cerrarla, se le echa malafo y después de sellarla se la entierra 21 días debajo de una ceiba, orientada hacia el sol naciente. Muchos creyentes continúan erróneamente convencidos de que si la entierran en lunes, martes o miércoles, tendrá lo que llaman camino judío; y camino cristiano si la entierran en jueves , viernes o sábado. Estos Osain de paleros traen bienestar y prosperidad al Tata y a su familia.

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LA MUJER EN LAS REGLAS DE PALO MONTE

Para la mujer, fuente universal de la vida, eje de la familia, las Reglas de Palo Monte, como muchas religiones así llamadas primitivas, tienen una serie de reservas y de exclusiones en sus ritos sacromágicos. Llamadas ndumbas, y de acuerdo con su jerarquía, Madres, Yayis o madrinas, ocupan un lugar secundario, no protagónico, en los ritos más importantes: la elaboración de las prendas o ngangas, las ceremonias de iniciación y la matanza de animales de cuatro patas. Es éste un fenómeno conocido y sufrido por mujeres de todo el mundo, que profesan cualquier religión, que parece querer aislar a la mujer de las prácticas que involucran, en gran medida, al mundo interior, a la espiritualidad. La Yayi o Madre Nganga llega a poseer prenda sólo cuando deja de menstruar; esta condición es tabú para todas las mujeres aún en edad de gestar. A las mujeres que han dejado atrás esa época de su vida, cuyas casas adquirieron una fama que ya es histórica, y que han tenido múltiples ahijados, les está prohibida, sin embargo, la acción de rayar, de iniciar a un aleyo. Esto está reservado para su padrino o, en su defecto, a su bakonfula (mayordomo). El sacrificio de animales de cuatro patas —y, en casas ortodoxas, inclusive de animales de plumas— les está vedado, así como el montaje de una prenda. Ambos ritos están reservados para los hombres, y para los mayores de esta rama religiosa. Las mujeres a quienes se les llama madrinas son aquéllas que aún menstrúan y por ello, aunque estén iniciadas, no deben tener un íntimo contacto con las prendas, sobre todo en ese momento de cada mes. Es preciso aclarar que las mujeres no pueden ser, bajo ningún concepto, "perro de prenda". Pueden, en cambio, recibir en un momento dado las vibraciones del nfumbe que habite una nganga, pero nunca llegarán a pasar o materializar a dicho espíritu con la fuerza con que éste se manifiesta cuando los Padres Ngangas preparan a un iniciado. En el transcurso de nuestra investigación de campo, sin embargo, hemos encontrado casas que poseen "perros de prenda" que se materializan a través de una mujer. Aunque si los mayomberos ortodoxos realizaran determinadas pruebas, la incapacidad de los padrinos de la casa quedaría demostrada, así como la falta de seriedad de la casa en cuestión. Ya son motivo de leyendas tres famosas Madres Ngangas: Manga Saya, Ña Filomena y Na Secundina. La primera fue una conocida cimarrona de la zona del central "Orozco" y las dos últimas lo fueron en Matanzas, donde hubo notables concentraciones de esclavos traídos del Congo y Angola.

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Manga Saya, esclava de las plantaciones del central "Orozco", fue famosa por su belleza, su porte de reina y sus vastos conocimientos de las propiedades curativas de las hierbas. Era codiciada por amos y esclavos. Y el mayoral, quien tampoco la dejaba en paz, decidió darle un castigo, ya que sus requerimientos amorosos no daban resultado, y la condenó a un bocabajo público. Los negros quisieron también ser victimas de este trato injurioso dado a su preferida, y escondidos, tramaron su huida a la loma del Cuzco, lugar donde se refugiaban numerosos apalencados. Manga Saya logró escapar y huir por bosques y montañas, ríos y arroyuelos y se radicó en el palenque de la loma del Cuzco. Allí también había encontrado santuario un gran cimarrón llamado Juan Ganga, quien dejó su nombre impreso en esas lomas cerca del pueblo de Candelaria. Ella y Juan Ganga hicieron curas tan milagrosas por medio de las hierbas preparadas con el agua cristalina de los arroyos, que grande llegó a ser su fama y popularidad: hasta los rancheadores tenían temor de adentrarse en la zona de operaciones de ambos. No obstante, les remitían enfermos desahuciados, sobre todo a los que perdían la razón, ya que Manga Saya y Juan Ganga tenían forma de curarlos, valiéndose de las propiedades de las ceibas y los efectos del sol y la luna. Veamos quiénes eran las no menos famosas Ña Filomena y Ña Secundina. Desde su Congo natal estas dos robustas mujeres fueron traídas como esclavas al ingenio "Santa Amalia", fundado en 1853 en el pueblo de Cimarrones, muy famoso por ser sus bosques circundantes amparo para esclavos huidos. El pueblo de Cimarrones (actual "Carlos Rojas" en la provincia de Matanzas) fue fundado en 1765 y desde su fundación, a la orilla del camino real de La Habana a Santiago de Cuba, se hizo famoso por su población esclava que practicaba curas milagrosas por medio de las hierbas y hojas recogidas en esta fértil zona. De estas mujeres de mediados del siglo XIX dicen las leyendas que devolvieron la vida a hombres a quienes se daban por muertos, dedicándoles noches de rezos en lengua, de despojos y de órdenes para hacerlos regresar a la vida terrenal. Estas historias corren de padres a hijos y dan por ciertas las dotes curativas y de resurrección de Ña Filomena y Ña Secundina, dos grandes Madres Ngangas cuyas prendas fueron elaboradas por ellas mismas, a la usanza de su Congo natal. Rindamos merecido homenaje a estas mujeres que trajeron sus ritos sacromágicos y les dieron raíces en nuestra tierra del Caribe, dejando atrás el resentimiento producido por su condición de esclavas y de mujeres marginadas en las distintas manifestaciones religiosas afrocubanas.

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CASTIGOS Dicen los viejos mayomberos: "Ojo malo no me mira, boca mala no me habla, pie malo no me brinca, mano mala no me toca, espina mala no me hinca." Cuando se deciden a consagrar un nuevo gajo en una casa de prestigio, se investiga y evalúa su comportamiento individual y familiar para decidir su entrada a la casa y no verse obligados después a lamentar haberlo iniciado y tener que castigarlo severamente. Estos castigos van desde una reprimenda privada ante sus padrinos o pública ante los demás cofrades, hasta los castigos corporales y espirituales. Ejemplos de esto hemos visto en casas de prestigio, como la de Madioma Ca, por rebeldía y desorden moral durante una ceremonia de respeto. En silencio, se acostó boca abajo al ngueyo en el suelo ante la prenda donde nació y ante sus padrinos y, con la parte plana del machete, se le propinaron 21 planazos en la espalda. Esto lo enseñó que con la casa en la que fue rayado e iniciado, no se juega. Aunque siempre es advertido con sabios consejos por el Taita o la Yayi, si la falta es muy grave y el ngueyo no responde y sigue haciendo de las suyas, se le incapacita por medio de distintas ceremonias de tener vista, o sea, de ejercer la adivinación por medio de la mpaka mensu o el vititi mensu. Como los iniciados "nacen" de la casa de sus padrinos, llevan en sus prendas elementos de las prendas de aquellos. Por lo tanto, pueden obrar invocando a su nfumbe para que las controle. Por esto, observar el código de conducta que rige los vínculos padrino/ahijado es tan importante. Un ngueyo desobediente o ambicioso puede dejar sin fuerzas a las prendas de sus mayores y controlarlas a través de las firmas: los trazos mágicos que se les enseña a los iniciados como Padre y Madre a la hora de la íntima comunión con el espíritu de su prenda, que lo protegerá de por vida. Terminemos, pues, con un refrán de nuestros sabios descendientes de congos y ngolas: "Para andar seguro, salude al camino y no brinque lindero "

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BAILES, TAMBORES Y OTROS INSTRUMENTOS MUSICALES DE LOS CONGOS Y NGOLAS

Cuentan algunos ancianos de Pinar del Río, que allá por 1844 o 1845 nació el esclavo Sabá Caraballo, hijo de un congo cimarrón de la zona de Bahía Honda. Sabá pasó buena parte de su vida de adulto fugitivo y escondido en el monte. Fue capturado en una ocasión y, como castigo, le cortaron una oreja. Pero logró fugarse nuevamente, llegando a nuclear en torno a sí a un grupo de cimarrones que se convirtió en el terror de las tropas españolas. Este grupo celebró su primera fiesta de tambores el 13 de junio de 1897, al mismo tiempo que su libertad. Los congos y ngolas llegados a Cuba reprodujeron en la isla sus tambores sagrados y profanos, la voz colectiva que convocaba a orishas y nfumbes y ayudaba a pasar los escasos ratos de ocio de esos hombres y mujeres que comenzaban a echar raíces en esta isla del Caribe. Los tambores, generalmente, recibían nombres de personas famosas o muy respetadas. Por ejemplo, en Sagua, hay uno llamado Catalina Manga Saya que se usa en toques de makuta; en Pinar del Río hay tres para toques de yuca, cuyos nombres: José Martí, Antonio Maceo y Máximo Gómez, aparecen pintados en sus cajas de resonancia. Los toques y bailes más famosos de estas etnias son los de yuca, que a todo lo largo y ancho de la Isla retumbaron para alegría de los esclavos y sus descendientes. De antiguo, el conjunto de tres tambores: yuca o caja, mula y cachimbo, repicaba en el plenilunio. Cuenta la tradición oral que fueron estos tres cueros los que primero se oyeron en Cuba, lo cual no tiene nada de extraño, pues entre los primeros esclavos llegados aquí, la mayoría provenía del reino del Manikongo. En el central "Orozco" de Pinar del Río, de larga tradición de paleros, se le llamó también kumbi al tambor yuca, que daba el pie a los famosos cantos de puya de paleros y nganguleros, que muchas veces terminaban en trifulcas sangrientas. Un buen palero no admite burlas. La orquesta consta de siete instrumentos: tres tambores unimembranótonos, dos maracas de pulsera, una guataca, una muela y cualquier otro percusivo metálico. Cuando el tambor yuca se toca en las fiestas del campo, suele enterrarse ligeramente, de costado: su tocador cabalga sobre él, para poder manejarlo con más exactitud y gracia. Estos tambores, de elegante esbeltez, llamaron la atención de pintores y escritores del siglo XIX, quienes los describieron en sus libros y los reprodujeron en sus litografías. Muchos de los tamboreros, cuando los hacen sonar, se ponen unas maraquitas en las muñecas, hechas de pequeñas güiras, a las cuales cargan mágicamente en secreto para que, a la hora de los cantos de puya, no vayan a ser objeto de

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maleficios o maldiciones, por parte de los envidiosos o por quienes salen ma parados en estas contiendas verbales, que se sabe cómo comienzan, pero no cómo terminan. A este conjunto de tambores se le llama ngoma. El de yuca recibe el nombre de ngoma ndin ndinga: el que más habla. El cachimbo responde por ngoma muana, tambor niño. Otros informantes les llaman samba ngoma, muña nkanda y muana ngoma. A la orquesta completa, en algunos pueblos de Matanzas, se la llama Musukina. Conocemos que antaño, en algunas antiguas casas de paleros, al comenzar una fiesta en la cual se tocaban los tambores yuca, se rociaba a éstos con cerveza inglesa en vez del aguardiente tradicional, y nos preguntamos, si para ese festejo a los npungus, los nfumbes y las ngangas, en que se reunían los amigos, ¿era esa clase de cerveza la que se vendía en las bodegas del pueblo? Don Femando Ortiz" dice que los tambores yuca se usan para tocar música profana, mientras que los makuta se emplean para la religiosa. Para ver los toques de yuca actualmente es preciso ir a Matanzas, Trinidad o Sagua la Grande. En los barrios habaneros de Pueblo Nuevo, Pocitos y Marianao se tocaba yuca hasta mediados de este siglo. Yuca es también un baile que se efectúa en dos partes: la primera, del coqueteo de las parejas que, en fila y frente a frente, se contonean al ritmo de la música, insinuándose sensualmente; y la segunda, cuando, al toque de los tambores, los movimientos se vuelven más explosivos y eróticos hasta llegar al final en el llamado "vacunao", en que el hombre ataca al golpe del tambor y la mujer acepta este rito sexual o lo rechaza. Si lo acepta, se deja acariciar en las caderas y entre las risas de los presentes, llega al acoplamiento coreográfico con su pareja. Algunas veces el hombre, para obligar a la mujer a arriesgarse, deja caer su sombrero o un pañuelo para que ella lo recoja y así la sorprende; por supuesto, si ella quiere ser sorprendida. También con ese nombre y con el de la danza de maní es conocida una forma danzaría totalmente bélica, de violencia guerrera, que se ejecuta blandiendo palos y simulando, según algunos autores, encuentros entre tribus opuestas, con el puño cerrado al contrincante por encima de la cintura. Este baile pugilístico era exclusivamente masculino; se admitían apuestas, pues podía llegar a ser extremadamente peligroso y violento. El maní no tenía una coreografía determinada y era frecuente la participación simultánea de muchos danzarines. Los tambores que lo acompañaban se llamaban "de candela", y formaban una orquesta de tres unimembranófonos. Hubo grandes maniseros en Trinidad, en las comarcas aledañas a La Habana y en Matanzas. Sobre la famosa conga hay diversas opiniones. Algunos investigadores sostienen que nació de la makuta y otros, de la yuca; pero, lo que es inobjetable es que su origen es congo.

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Las maracas se emplean en las fiestas de puya de los mayomberos. Son pequeñas, están hechas de güiro y se las llaman nzanzi. Se las puede encontrar en prestigiosas casas de viejos paleros en Matanzas. En Sagua la Grande y Trinidad se las llaman nsansa o ensansa. En La Habana se les usa con el mismo fin y reciben el nombre de masamba. Con ellas también se llama a los espíritus de los nfumbes para que atiendan a las peticiones de los creyentes. Los descendientes de congos en primera y segunda generación usaban también dos maraquitas en las muñecas o los tobillos, cuando bailaban al compás de la orquesta de tambores yuca y tocaban el kinfuiti. Éstas recibían el nombre de kindembo y kikori. En el famoso cabildo congo de Kunanlumbo de Sagua eran empleadas para bailar el makuto. Los tambores llamados makuta son unimembranófonos abiertos. Se usan para bailes y toques rituales. Son dos y se encuentran sobre todo en las zonas rurales de Pinar del Río, Matanzas y Las Villas. Makuta se le llama al nkisi que habita dentro de un pequeño caracol, un diente de jabalí o un cuerno de toro o novillo que se utiliza como resguardo por los Tatas y las Yayis. Makuta también significa baile ritual para los espíritus de las prendas, el cual siempre comienza con una invocación a los npungus o nkisis que habitan en el nso nganga. En algunos nso nganga hemos podido observar que, sobre un altar improvisado y obedeciendo a la necesidad de los primeros paleros que fueron traídos a Cuba de disfrazar sus creencias, se encuentran las imágenes en estampas o talladas de San Antonio, Santa Efigenia o el Santo Rey Mago Melchor. A los tambores makuta se les hacen ofrendas y sacrificios antes de cualquier ceremonia. La comida que éstos reciben es la sangre del gallo y los iñales : las vísceras a las cuales se les añade jengibre, pelotas de maíz con ñame, pimienta de Guinea y aguardiente, soplándoles humo de tabaco y encendiéndoles velas. El sacrificio es imprescindible, pues los tambores no tocarían a gusto si antes no se les diera cuenta, derramando sobre ellos la sangre vivificadora. Al morir un tamborero de makuta se oye a los tambores sonar por sí solos. A algunos hay que castigarlos, flagelándolos con hojas de palma, para que respondan y percutan en los momentos de las honras fúnebres. Los nganguleros de fines del siglo pasado y principios del actual tocaban un tamborcito pequeño, sin nombre, que vivía al lado de la prenda y se tocaba para ciertos conjuros, llamando al nfumbe para que cumpliera determinadas órdenes de su dueño. En el cabildo de congos mumboma Nuestra Señora de Regla, que a finales del siglo XIX radicaba en la calle habanera de Jesús Peregrino, esquina a

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Oquendo, tenían un tambor vertical, hecho de madera de cedro, con una hendidura a todo lo largo que se percutía golpeándolo con palitos. Sobre él estaba esculpida una figura sacrosanta, representando el espíritu del tambor, e cual respondía por Mumboma. Se conoce un tamborcito membranófono, también de los congos mumboma de Matanzas, llamado mutisanguisi. Se fabrica con cuero de caballo y tiene una forma tubular. Este tamborcito es usado en ritos sumamente misteriosos y secretos, como los cambios de vida, que se realizan en el cementerio. En Pinar del Río y al norte de Las Villas, los descendientes de congos y ngolas usan dos tambores bimembranófonos llamados masikilu. Los percutían cada hora y media cuando ocurría una defunción en los bateyes y pueblos cercanos. Pertenecen a los llamados nsombo de los congos reales. KarI Laman los cita en su diccionario señalando que en el Congo suenan junto con las trompas de marfil. En Las Villas, Matanzas y Pinar del Río aún se encuentra un tamborcito hecho de jicara, que sirve únicamente para llamar al nfumbe de una nganga determinada. El famoso palero del norte de Las Villas, Enkoria Kuata, tenía uno, que producía un sonido ronco y profundo. En Guanabacoa existía una pequeña agrupación llamada Los Changanis, de origen congo, cuyo culto estaba mezclado con los de la Ocha y la Sociedad Secreta Abakuá. Tenía esta agrupación una orquesta de instrumentos de origen africano, pero con innovaciones criollas, como los tambores "tarabilla". Son éstos tres tambores bimembranófonos, y uno más, unimembranófono y vertical. En esta orquesta se observa la integración de las tres manifestaciones más importantes de nuestra religiosidad popular: la Ocha, el Palo y la Sociedad Secreta Abakuá. En el cabildo congo de Kunalumbo, en Sagua la Grande, hay un tambor pequeño que se toca en honor a Nzambi, llamado nsumbi. Su nombre puede derivarse de Nzambi, Dios supremo, o de Nsamba, que significa tatuaje, herida que se inflige cuando se inicia un nuevo gajo. Encontramos un instrumento tocado por los antiguos descendientes de congos y ngolas llamado sambi. Es un arco que tensa una sola cuerda. Su caja de resonancia es una güira colocada en medio de un sostén. Se toca con una varilla de madera. Popularmente se le conoce como buru-mbumba, que significa hablar con el nfumbe de la nganga o con los espíritus de los ancestros. Este instrumento tan peculiar ha caído en desuso y raramente se oye hoy día en Las Villas, en los antiguos caseríos habitados por los descendientes de esas etnias. En los ritos mortuorios se escucha un instrumento parecido al anterior, cuya güira está a un extremo del sostén. Se le llama vele y su arco se fabrica con el resistente bejuco rascabarriga. Su sonido transmite la voz gangosa de los nfumbes.

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Hemos sabido que todavía hay uno en la prestigiosa casa de Madioma Ca, en el reparto habanero La Fortuna. Los congos musundi tenían un tambor llamado balumpemba, hecho con un tronco de yagruma. Se adornaba con plumas de loro y se le daba la categoría de jefe. Se utilizaba para arrear la nganga y atar a una persona a la voluntad del Tata. Aunque mpemba significa tiza, en este caso quiere decir espíritu del mal, de la hechicería maléfica. Hay dos formas de llamar a los ndokis y a los nkisis: las palmadas en el pecho, y los silbidos agudos. Al ritmo de las palmadas se entonan cantos, rezos y puyas a la nganga; con los silbidos se alerta al espíritu de la prenda para que trabaje y se le azuza para que no se duerma. Los descendientes de la casa de la rama Batalla Sacara Empeño y ÑungaÑunga utilizaban un güín de moña, hecho de caña muy liviana, del tamaño del muerto y coronado con plumas de mayimbe en un rito en el cual, al son de las palmadas, se le daba conocimiento al muerto de su estado, conminando a su espíritu a alejarse de su casa, su nganga y sus pertenencias, y a elevarse, para que de esta forma protegiera a sus ahijados y a su familia. Se agitaba el güín en forma circular para que emitiera un sonido sibilante. Los Taitas silbaban al unísono para llamar al espíritu. Los devotos de la Regla Kimbisa del Santo Cristo del Buen Viaje utilizan, para acompañar los cantos o rezos, las pencas de palma llamadas matonde (que significa "hablar" en la jerga de los mayomberos) o bayas de flamboyán con las que golpean el suelo para despertar a los poderes que vibran en la tierra, o las agitan en el aire para llamar a los espíritus que nos rodean. Muchas veces, al entonar cantos tomados de la liturgia católica o del espiritismo, los kimbiseros se acompañan con el sonido de estos instrumentos naturales o con palmadas. Del África Central y del Congo en particular son las llamadas "m'bichi" de las cuales los negros cubanos hicieron derivar las marímbulas. Instrumentos musicales de cierta complejidad, las marímbulas consisten de láminas vibrantes de metal, sujetas a una caja de resonancia, que puede ser de madera, calabazas u otros materiales. Su nombre proviene de yímbula, que significa baile, toque, diversión colectiva. Cuando se juega palo, o se celebran determinadas ceremonias, se emplea el verbo "yimbular". Hay curiosas variedades de marímbulas, hechas de carapachos de jicotea, animal sagrado que se ofrenda a los nsasi. Los llamados congos mundongo usaban una marímbula llamada mutekenguiyi, vocablo cuya traducción libre significa: "que la fuerza del espíritu actúe en la nganga o en los kini-kini". En la loma de la Cucaracha, barrio de Los Cocos, en el poblado habanero de Guanabacoa, vivía un gran ngangulero llamado Ño Julio, que tenía una marímbula muy especial, de 7 teclas.

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Los congos y ngolas, tan musicales que con sus palmadas hacían de la música corporal todo un arte, fueron capaces de elevar hasta la cima este arte profundo de sus selvas africanas. El fuá, que popularmente significa "que se fue de este mundo", es un aparato monocorde muy simple. Consta de una cuerda que se fija a una rama y baja verticalmente para amarrarse a un palito, el cual el tocador tensa con sus dedos, haciéndolo vibrar. En todos los ritos de las llamadas religiones primitivas se han empleado, tradicional y profusamente, las pieles de los animales, las uñas y las plumas que representan puntos vitales de potencia. Por ejemplo, las garras y uñas son la fuerza del animal; las plumas, la ligereza del vuelo; los dientes, la durabilidad; las pieles, el símbolo de la fuerza espiritual y de la realeza. Por eso casi todos los reyes y jefes africanos las utilizaban para valerse de sus poderes. Los tambores eran, a su vez, la máxima expresión sonora de esta simbología. Muchos mayomberos y Tatas Ngangas frecuentemente agitan una tibia del nfumbe para llamar a la vida, inquietar o sacudir al espíritu para que obre según se le ordene. En las casas de los mayomberos es costumbre sacrificar un gallo a la prenda y, después de arrancarle las plumas, ponerlo en el suelo y apretarlo fuertemente para que emita los últimos sonidos. Así no le quedará ninguna voz y el mensaje irá directamente a Nzambi junto con la sangre del ave. Los mayomberos suelen, asimismo, cavar un hueco donde se pone la nganga. El hueco se cubre con una yagua a la cual golpean con un garabato para despertar al nfumbe y hacerlo partícipe de las ofrendas o de las fiesta que se esté celebrando. Las guatacas, que siempre acompañan a las orquestas de los descendientes de congos y ngolas, reciben en Cuba los apelativos de ngongui o ngunga, que significa campana, pues los descendientes de los esclavos procedentes de los territorios portugueses generalmente eran catequizados en sus tierras, en el siglo XVI, en capillitas con pequeños campanarios.

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LLANTO POR UN NFUMBE Cuando muere un Tata o una Yayi Nganga, se reúnen sus padrinos y sus ahijados para decirle el último adiós. El primer paso de esta compleja ceremonia -que involucra el sacrificio de gallos y de un animal de cuatro patas, y cuyo objetivo es hacer que la persona fallecida cobre conciencia, por así decirlo, de su nuevo estado- es trazar la firma de la prenda del muerto y quemar fula para dar cuenta del ritual que se llevará a cabo. Alrededor de la nganga, ya cubierta con un paño negro y algodón, se colocan 4 cepas de plátano y 4 velas y se sacrifica el gallo, tirándolo con fuerza contra el suelo. Su sangre se vierte sobre el fundamento, que queda abierto durante 9 días. En el recinto donde se vela al muerto, se toma la medida de la estatura de todos cuantos participarán en el velorio, y se inician los rezos rituales. Se procede entonces a sacar el cadáver de su féretro y, a la voz del Akpuón, se le baila, pasándolo de un doliente a otro, mientras se golpea el suelo con un garabato. Uno de los cantos que se elevan llama a la persona muerta por sus nombres en español y en lengua para que su espíritu reconozca a sus hermanos en vida. Hecho esto, el cuerpo vuelve al féretro. Los presentes se limpian con sus respectivas medidas y las colocan dentro del féretro. Después se quema fula hacia afuera, para dar cuenta de que ese muerto va a ser enterrado. Su espíritu, sin embargo, regresará donde su prenda. Y su familia de sangre y de religión tiene 9 días para llorarlo y, a la vez, conminarlo a alejarse de los sitios en que vivió e hizo sus devociones. Pasados esos 9 días, se procede al sacrificio del animal de cuatro patas, segundo paso de la ceremonia que se inició el día en que el difunto fue sepultado. Aún vivo, el animal es lavado con mamba. Esta se prepara con prodigiosa, albahaca, frescura, verbena, ceiba, trocitos de capa de tabaco, vela, aguardiente y vino seco. Antes de sacrificarlo, se le topa con todos los presentes: a las mujeres en los hombros, y a los hombres, en los genitales. Se abre un hueco semejante a una tumba, en cuyo fondo se colocan algunas velas. Mazos de la hierba Ilamada kimbansa se amarran con tiras de tela negra y se colocan alrededor de las velas. Por último, se hace una loma con tierra de cementerio y de bibijagüero. Sobre esta loma se sacrificará a la prenda el animal de cuatro patas, un chivo si el muerto fue en vida Tata o Yayí Nganga; un gallo, si el falleció era un ngueyo. El animal sacrificado se coloca sobre el paño negro que cubre la nganga, junto con los mazos de kimbansa y las velas. Se hace un atado con todo esto y se echa en la tumba simulada, que se tapa con tierra. Sobre ella se ponen abundantes flores frescas. Los rezos para que el muerto tenga conocimiento de su nuevo estado y lo acepte, acompañan todos los pasos de este prolongado ritual.

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ANEXOS El OBISPO MORELL DE SANTA CRUZ OFICIALIZALOS CABILDOS AFRICANOS, DONDE NACIÓN LA SANTERÍA CONVIRTIÉNDOLOS EN ERMITAS. Señor: En esta ciudad hay un considerable número de negros libres y esclavos. Con la novedad de mi arribo a ella, fue tan excesivo el tropel de sus negocios e impertinencias, para cuyo despacho acudieron a mí, que no quedándome tiempo para los más principales de mi obligación, me vi precisado a valerme del Padre don Manuel José Rímcón prepósito de la congregación del oratorio de San Felipe de Nerí, de esta ciudad; para descargar sobre él este cuidado.

QUE SE APLICASEN A APRENDER SUS LENGUAS Dile comisión para que los oyese, y al mismo tiempo evacuase verbalmente, sin estrépito de figura de juicio las dependencias que trajeran pertenecientes a la jurisdicción eclesiástica, que en las tocantes a la secular interpusiese sus oficios para que estos pobres fuesen atendidos como personas miserables, y que lo propio practicase con los amos de los que fuesen esclavos. Mándele que los instruyese en la doctrina cristiana, y les asistiese en la hora de su fallecimiento, porque vivían y morían como brutos. y para que estas funciones se practicasen con más satisfacción le previene, por fin, cuidara de que sus congregantes se aplicasen a aprender las lenguas de las naciones de los mismos negros. LOS CABILDOS DONDE TOCABAN SUS TUMBAS Este fue el primer paso que dí en alivio de estos infelices. que se hallaban totalmente abandonados, corno si no fuesen cristianos, ni capaces de salvación, Después fui informado que en los días festivos se congregaban en 21 casas, las dos de teja y las 19 de paja, que tenían en los barrios altos. intramuros con título de cabildos a tocar unos instrumentos llamados tumbas; que al son de ellos y de una gritería destemplada se entretenían los varones, mezclados con las hembra bailes extremadamente torpes y provocativos, a la usanza de su tierra. Y que para colorear estas funciones se entregaban a la bebida de frucanga y aguardiente, hasta perder el juicio y desbocarse en los demás excesos que de tales antecedentes podían seguirse. Estos eran, en suma, los ejercicios con que los etíopes de ambos sexos santificaban las fiestas en esta ciudad,

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EL OBISPO PREDICA EN LOS CABILDOS Varias veces me lamenté, con sujetos celosos, sobre estos desordenes tan escandalosos y graves, para ver si como prácticos del país podían ministrarme consejo para el remedio. Todos sin embargo, se encogían de hombros, diciendo que siempre se habían tolerado por evitar los mayores daños que pudieran originarse en caso de no hallarse divertidos en esta ocupación. No satisfecho mi escrúpulo con semejante respuesta, tenté el medio suave de ir por turno a los mismos cabildos a administrar el sacramento de la confirmación y rezar el Santo Rosario con los de aquel gremio, delante de una imagen de Nuestra Señora que llevaba conmigo. Concluido este acto, la dejaba colocada en el mismo lugar, encargándoles la continuación de su culto y devoción, tan santa corno provechoso, Este fue el segundo paso.

UN MINISTRO PARA CADA CABILDO El tercero se reduce a que, habiendo reconocido el buen efecto de mi idea, proyecté poner en cada cabildo un ministró eclesiástico para que, en los días festivos acudiese de tarde en tarde a enseñarles la doctrina cristiana y las oraciones, rezando en ellos el Santo Rosario y que les advirtiese que, en caso de ofrecérseles algunas dependencias se las comunicasen para dirigirles al acierto de ellas. y que cuando alguno se hallase gravemente enfermo, le diese aviso para concurrir a disponerle y auxiliarle en la hora de la muerte. Contemporáneamente previne a los tales ministros que, en punto de cesación de bailes e instrumentos no les hablasen palabra, hasta ver si ellos mismos se llamaban, abrían los ojos y reconocían sus abominaciones, daban de mano a estos entretenimientos, o a lo menos los reglaban a un método irreprensible.

LOS CABILDOS BAJO LA AVOCACION DE LA VIRGEN El arbitrio es tan reciente que sólo en dos días festivos ha podido practicarse; pero con tal suceso, que todos los han abrazado con singular afecto y sensible devoción, La de los carabalíes del cuarto cabildo se han distinguido en pedir se les conceda celebrar la fiesta a la Concepción Purísima de la Madre de Dios. Estos movimientos, verdaderamente cristianos, me indujeron a caracterizar los cabildos

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FIRMAS FIRMAS

SARABANDA MUÑUNGA TARAMBELE NDOKI Zarabanda: Brillumba sincretiza a San Pedro. Tarambele: Brillumba sincretiza a San Roque. Muñunga: Ánima Sola: Antonia Gervasio (Creencias Populares). Ndoki: Representación del espíritu malo. Flecha central: Guerra - Luna en Menguante. Flecha Horizontal: 7 rayos para guerra. O: Espíritus malos. +:Espíritus buenos. Flecha que envuelve la central: ñoca o majá (fuerza protectora). Semicírculo: Representación de la loma donde va el trabajo y las 9 flechas representan el cementerio.

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CENTELLA SÁCARA EMPEÑO Sincretismo en la Brillumba con el Ánima Sola. Flechas a la izquierda para guerrear y a su vez abrir el camino hacia un trabajo para el daño. En la firma central obedece a la comunicación con el espíritu de la prenda-Nganga para trabajar el mal que se desee. Las cruces tratan de nivelar los efectos del trabajo para mal oficiados por el Tata o Padre. — Los círculos corresponden a los espíritus malos. — Las flechas enroscadas representan la ñoca, majá de Santamaría, oriundo de Cuba. — La flecha que envuelve al círculo es para cimbrar a esos espíritus y que obedezcan el mandato del Ngueyo (iniciado) que lo pide.

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LUCERO El triángulo del que parte la flecha central significa el fuego que al encender la Pula (pólvora) hace vibrar al espíritu que vive en la prenda o Nganga La flecha en posición vertical alcanza lo superior. Las flechas que se cruzan: una indica dualidad entre lo físico y lo mental y la otra representa estos dos grandes poderes.. — El sol es el símbolo de lo infinito. Las flechas interiores representan la ampliación de lo físico y lo mental. — Las 3 flechas superiores significan el movimiento fluido de lo físico y lo mental.

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FIRMA PARA LA BEBIDA RITUAL LLAMADA KIMBANSA Bebida ritual de la iniciación. En las güiras en que beben al estilo de la comunión de los Ngueyos (iniciados) y hermanos, se trazan las 3 flechas en el fondo para que ningún daño pueda llegar a los que la beben.

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MAMÁ KENGUE OBBATALÁ (OCHA-SANTERIA) – LAS MERCEDES (CATOLICISMO) — El triángulo representa el fuego que significa pureza y fuerza. — El círculo rodeado de rayas paralelas de 2 en 2 representa el sol y el punto interior representa el nacimiento del ser humano. Por lo tanto, el ser humano está bajo la jurisdicción de Olofi (Dios). —

Las líneas paralelas que rodean el sol son los pilares de la sabiduría,

La flecha de dos puntas está dirigida al infinito progresivo o regresivo. — Las flechas superiores significan el movimiento fluido de lo físico y lo mental,

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FIRMA DE KALUNGA – El círculo representa la luna llena que influye en la fuente vital: el agua. Mismo el mar que el río. – La flecha vertical representa el mar en toda su universalidad y misterio profundo. – La flecha horizontal representa los ríos caudalosos, riachuelos, pocetas, lagunas que convergen en el mar. Son las venas de la Tierra. -- El majá o ñoca es la protectora de todas estas fuerzas místicas en su conjunto. – Las cruces representan la espiritualidad de la Nganga.

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KENGUE OBBATALÁ (SANTERÍA) - LAS MERCEDES (CATOLICISMO) Las flechas con las formaciones irregulares representan ríos, mares, tempestades, lomas: la creación en su universo. La flecha central, la firmeza en la tierra (Ntoto) y la firmeza en el firmamento (Nsulu).

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NKUYO - ELEGGUÁ (SANTERÍA) - ÁNIMA SOLA (CATOLICISMO) - Flecha central hacia el Norte es el punto vital de esta firma y representa la oscuridad. - Flechas horizontales apuntando hacia el Oeste morada de vibraciones negativas. X y O: Balance de estas fuerzas unidas por la ñoca o majá, protectora del bien y el mal.

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BALUANDE YEMAYÁ - 7 MARES EN TORMENTA – Flecha vertical: eje central del Nfumbe-Espíritu. -- Flechas horizontales formadas por los 7 mares: Mar Caribe (turbulento), Mar del Norte (muy turbulento), Mar Rojo (normal), Mar Negro (normal), Mar Báltico (turbulento), Mar Caspio (tranquilo) y Mar Muerto (tranquilo). – El triángulo significa el fuego (que quema), – Los semicírculos representan el plomo y el hierro.

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NKUYO - LUCERO MUNDO - SAN SEBASTIÁN — La flecha vertical representa el destino de este lucero. Las flechas horizontales indican los caminos: Oeste, la oscuridad y el Este, la luz. — La ñoca o majá significa la protección. — El círculo significa el espíritu y el + la materia.

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NKUYO - LUCERO – El sol representa el símbolo de lo infinito, La flecha vertical es el destino al infinito. La flecha dirigida hacia el Este representa la línea del destino en desarrollo. La flecha dirigida al Oeste representa la vida oculta del espíritu. Los círculos en este caso representan el infinito. – Las cruces representan la materia de la que está formada la Nganga (tierra, agua), o sea, el microcosmos. -- La foca o majá representa la fuerza protectora de este mundo.

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FIRMA PARA ESPANTAR UN ESPÍRITU – Flecha central indica en este caso el camino a seguir por el espíritu perturbado cuando ha sido desencarnado. La flecha irregular representa un espíritu que en vida fue un signo astrológico de agua, por lo tanto es río. – Las cruces y los círculos son las vibraciones positivas y negativas en contraposición y equilibrio,

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– El signo de la izquierda es un creciente de la conciencia que fluye hacia arriba al círculo del espíritu, repitiéndose para terminar finalmente con la línea recta inclinada para alcanzar su objetivo, terminando en la flecha del deseo. – Las dos flechas superiores indican la dualidad entre el mal físico y el mental.

7 RAYOS BATALLA Firma que representa la batalla por posición religiosa. — Los signos encerrados en un cuadrado son de ifá Babá Eyiogbe para ayuda y seguridad. — + Con el espíritu de la prenda o Nganga.

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CENTELLA NDOKI - Trazo central representa la presencia de poderes y fuerzas mágicas. - Trazo diagonal representa la busca de soluciones al cimbrar el espíritu de la Nganga en camino de Centella - Oyá. - Luna nueva que gobierna. - Nkuyo de protección.

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7 MUNDO SARABANDA — 7 representa un número cabalístico: 7 mundos, 7 reinos del Congo. — O representa la Tierra. ----+ representa los 4 puntos cardinales. — La flecha central representa protección para la guerra. ----El sol poniente, espíritus de la naturaleza. — Petición para desenvolvimiento. — Petición de mujer joven,

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TRONCO GUERRA PISA RAYO - Flecha central representa en este caso su firmeza en la tierra a partir del espíritu de un congo, - Triángulo que significa el fuego, renacimiento espiritual, fuerza que se exterioriza para la finalidad del trabajo. - Calavera en representación del espíritu congo de la prenda o Nganga Círculo interior con las 8 tierras que forman la Nganga o prenda: 4 esquinas, casa, cementerio, río, hospital, policía, loma y bibijaguero. - Círculo exterior el cielo con Venus, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno, Plutón y Mercurio. - Los dos triángulos representan las lomas jimaguas en posición Este y Oeste. - El triángulo invertido dirigido a la realidad y la materia. La firma de la izquierda, la palma reafirmándose en la tierra, símbolo de Siete Rayos Nsasi, L-a casa eje de la situación del Ngueyo y el símbolo del dinero, problema constante de esta firma. - La ñoca o majá, fuerza protectora de la casa del Tata y del Ngueyo (iniciado). Las líneas horizontales el destino y el final donde se pondrá la fula (pólvora) para iniciar o terminar el trabajo,

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KUNANQUISA (ODUDÚA) TIEMBLA TIERRA – MAMÁ KENGUÉ (OBBATALÁ) — El triángulo representa el fuego del interior de la Tierra, el renacimiento ritual El semicírculo apoyado en una línea vertical representa el creciente de la conciencia, la línea del destino que lucha en dirección ascendente para llegar a manifestarse como percepción espiritual. — Los círculos representan la realidad concreta del mundo de los conocimientos,

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FIRMA DE NFUMBE EN CAMPO SANTO (KAMBONFINDA) — El círculo representa las oscuras profundidades del mundo de lo desconocido y de la espiritualidad. — Las líneas que se cruzan representan lo armónico en el trabajo que se va a realizar. — Las 2 flechas entrecruzadas en este caso se convierten en la materia.

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NFUIRI – Flecha central que se dirige al infinito de su inmaterialidad. – Círculos atravesados con flechas es el espíritu en una dirección: la naturaleza animal y en la otra, la espiritual, – El triángulo dividido en dos representa la materia y el espíritu que se despiden en su representación material de la Krillumba con 6 elementos que conformaron al difunto. – La flecha que entrelaza la parte inferior es la representación de la ñoca, o majá, guardián de la espiritualidad del muerto.

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CHOLA Nganga dedicada a la luna en creciente en la palma. Flecha central atravesada por el lucero de la madrugada atrayendo fuerzas y vibraciones benéficas a su dueño, apoyada en flecha doble que significa la fuerza que libera los caminos. Lucero de la madrugada representado por Júpiter.

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PARA ARREAR FULA (PÓLVORA) — La flecha central vertical indica en este caso: acción. --- La línea horizontal indica la encrucijada. --- La flecha en diagonal indica el destino para el trazo de esta flecha doble. — El primer círculo indica la fuerza espiritual interior. — El segundo círculo indica la fuerza espiritual que ofrece y recibe. ---- La ñoca o majá significa la fuerza protectora y guía hacia el infinito, — Las cruces y círculos significan las vibraciones positivas y negativas. — Las calaveras significan el Nfumbe perturbador de las acciones que rodean al Tata, Yayi (madre) o el ngueyo (iniciado).

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TRAZO CON CENIZA PARA DESBARATAR MAKUTO JUDÍO Van dirigidos a desbaratar los trabajos que son hechos para el mal del que se consulta. El círculo representa el espíritu del Nfumbe que ha sido dedicado para el daño (se le llama judío). La línea horizontal es el camino interrumpido por las encrucijadas del consultante, Las flechas cruzadas inferiores significan los grandes poderes físicos y mentales y círculo de espíritu que se levanta poderoso en su fluir hacia la flecha de la derecha que tiene el significado de dirigir estos poderes al desenvolvimiento positivo.

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TIEMBLA TIERRA. Nganga o prenda dedicada al dueño de las cabezas, Obbatalá en la Santería o Regla de techa. — Flecha central y las 3 horizontales su marca, de la Nganga o prenda de la casa a que pertenecen. — Las flechas que lo rodean significan los astros que la protegen, influencian en su fase positiva. --- A la izquierda Júpiter, Venus y Mercurio y a la derecha Urano y Neptuno. — Las cruces pequeñas en la flecha central, la marca para quemar la Fula (pólvora) con la que se abre o cierra toda ceremonia, en el munanso o casa de los mayomberos.

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REMOLINO 4 VIENTOS - OY Á Nganga perteneciente a la casa o munanso de Manga Saya del siglo xix, a la derecha se encuentra el Nkuyo o Lucero que abre cualquier ceremonia de las casas de Palo, La flecha central es la palma, árbol sagrado de los religiosos. – Flechas horizontales representan en este caso la firmeza que le da Nsasi Siete Rayos. – Cruces del medio, lugares donde se quema la fula para buscar: 1) La apertura y 2) Darle conocimiento al espíritu del trabajo que se va a realizar. – Las flechas entrecruzadas representan el símbolo del majá o ñoca estrechamente vinculado con el agua y con los espíritus que viven con los mayomberos para su custodia y fuerza protectora.

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MUNDO VITITI La Cruz corresponde al palo con que además del espíritu del Nfumbe, se ha fundamentado la Mpaka Mundo Vititi. Este palo se llama Tengue y Songa en lengua bantú. -- Las cruces son para quemar fula (pólvora) y obtener respuesta. – Y los círculos son de dónde proviene: de la tierra Malongo (Congo-Angola), –

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MARIETA DEL SIGLO XIX EN PERICO (PUEBLO DE MATANZAS) -- Flecha central y la que atraviesa el círculo representan en esta prenda tan importante y potente el fundamento material. Tienen los 8 elementos: tierra, aire, agua, fuego, madera, metal, azufre y mercurio. — El círculo representa la luna llena en plenitud de fuerzas sobrenaturales. — Los semicírculos representan las fuerzas espirituales de la esclava por la que se le dio el nombre a esta prenda

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VIENTO MALO - MONTE OSCURO: OYÁ (SANTERÍA) - LA CANDELARIA (CATOLICISMO) — Las flechas apuntando hacia el sur representan el calor (epidemias y enfermedades). — O y las X por sus posiciones cargan el trabajo hacia la negatividad. — La ñoca o majá protege al Tata que hace el trabajo. — Las flechas entrecruzadas son las encrucijadas. — Los árboles son: jagüey (Sandu); Álamo (Machuso); Ceiba (Nkania). — La luna creciente a luna llena, propensa para trabajos conflictivos.

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NKUYO LUCERO 3 flechas posición en el numanso (casa) para despedir al espíritu de la prenda o Nganga y cerrar las ceremonias,

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MUNDO BATALLA XIX TIERRA DE LOANGO (Angola) procede del siglo — La flecha central con el símbolo de la ñoca o majá en la parte más baja es la guerra implícita en esta prenda fortalecida para estos efectos. — Las 4 flechas que la atraviesan representan los 4 elementos: aire, fuego, agua y tierra. El círculo es la tierra en su universo. — Los O y las cruces representan los planetas: Venus (armonía), Martes (agresividad), Júpiter (orden y sabiduría), Saturno (lo viejo, lo antiguo, lo rígido), Urano (tensión y explosión), Neptuno (imaginación, intuición) y Plutón (in- consciente colectivo).

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CUYE LUBAMBA Nganga o prenda en honor a San Antonio de Padua llamado también el Santo Congo por ser el patrono de los portugueses que ocuparon las tierras del Congo y Angola. -- La flecha central es la firmeza en tierra cubana con las flechas horizontales en los departamentos que estaba dividida la isla de Cuba en la Colonia: Oriente, Occidente y Central, -- La ñoca o majá representa las vibraciones protectoras para su dueño o Tata. -- Las 4 flechas superiores atravesadas por una flecha fraccionada representan la travesía del esclavo en 4 puertos o embarcaderos desde su captura en el antiguo reinado del Congo, a La Española, y a dos embarcaderos en Cuba: Santiago y Trinidad. Esta firma es el recuerdo de su travesía en condiciones infrahumanas y su promesa al Santo Congo por su vida. Data del siglo XVIII.

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LOS ANIMALES Y LAS PLANTAS: SUS VIRTUDES LOS ANIMALES Arriero o Harriero: Ave común, de caza fácil y buena. Su color es moreno bermejo. Al anochecer, prorrumpe en un canto monótono y continuado, que va creciendo y menguando gradualmente. Canta a ciertas horas de la noche, principalmente cuando hay luna. Se le conoce también con el nombre de guacaica. Es mensajero del mal; su canto anuncia los cuartos y las medias horas. Se utilizan sus huevos para amarres. Es la ofrenda que más aprecia Osain. Hace hablar a los kini-kini y chicherekúes. Carpintero: Jefe de todos los pájaros: su llamado es una orden. Su lengua es inapreciable para los nkangues mayomberos. Cocodrilo y Caimán : Dice la leyenda que los cocodrilos nacen cuando hay tormentas eléctricas pues Nsasi le da poder a sus huevos. Sus colmillos tienen virtudes insospechadas y en su cabeza hay dibujada una cruz que posee el poder de la protección. Se encuentra sólo en las costas al sur de Cuba. Se dice que quien mata a un caimán adquiere sus características. El caimán habita en ambas costas de la Isla. Judío: Tiene propiedades muy especiales para la confección de las ngangas, los nkuyos y las mpakas pues les confiere fuerza y desenvolvimiento. Kereketé: Considerado el más feo de todos los pájaros. Pertenece a los espíritus del mal. Se le considera la más indiscreta de las aves; por eso, para enredar a dos personas, se les soplan polvos de kereketé. Lechuza: Es la mensajera de la hechicería y está asociada con los espíritus del mal. La muerte es parte de su imagen, pero también la sabiduría. Trabaja de noche. Loro: Tiene propiedades mágicas conferidas por Olofi; es símbolo de importancia. Para hacer brujería se emplea en polvos y se le dan a tomar a la persona a quien se quiere hechizar. Loro Guacamayo: Tiene tres colores, almagrada la cabeza, el medio del cuerpo amarillo y verdoso hacia la cola. El tamaño del ave es mediano. Tiene las mismas propiedades mágicas del loro. Loro de Guinea: Especie de papagayo o loro que viene de ese país de África. Tiene las mismas propiedades mágicas del loro. Mayimbe (aura tiñosa): Por su alto vuelo, por su vista y olfato prodigiosos y por alimentarse de carroña, es considerada un ave sagrada. Mensajera de la tierra y de Nsambi, de npungus y de nkisis. La palabra aura es voz indígena de la Guayana. Mayito: Al igual que el totí, con el cual comparte cualidades, es muy buscado por los mayomberos.

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Sabanero: Se desplaza con agilidad y su vista se pierde en el infinito. Muy potente para ngangas, mpakas y nkuyos. Totí: Pájaro tan negro como la noche sin estrellas. Es ladrón de nacimiento y vuela en bandadas.

LAS PLANTAS Albahaca: En congo: Mecheiso. Sirve para despojos atrae la buena suerte y obra contra los malos ojos. Los hermanos de la Regla Kimbisa se santiguan con ella cada viernes para librarse de las malas influencias. Artemisa: En congo. Dioké. Muy importante en despojos, fricciones y cocimientos. También tiene propiedades abortivas. Carbonero: En congo, Naona, Pánkunia Matari. Es fundamental en tisanas para mantenerse sexualmente en forma. Espanta Muerto o Anamú: Se utiliza para maleficios en los meses de octubre, noviembre y diciembre. Sus efectos, durante el resto del año, son benéficos. Se utiliza para arrancar los espíritus maléficos. No se conoce su nombre en congo. Frescura: No se conoce su nombre en congo, se la considera como una planta que da suerte y refresca los espíritus perturbados. Guayacán: En congo, Yunkaguá. Los paleros lo reconocen como el palo más fuerte del monte y más duro para hechizos; le llaman guinda vela, tomando el nombre de una prenda famosa del siglo XIX. Con él se dominan todas las situaciones. Jía Brava: Se dice que es una planta que pare la avispa (Luguakame); es muy respetada por los viejos mayomberos, quienes sostienen que a ella van los espíritus oscuros y del mal. Jiquí: Llamado Ntuenke y Bótta en congo. Sirve para quitarse cualquier brujería. El corazón de esta planta fortalece las ngangas. Júcaro Bravo o de Uña: Totoine para los congos. Los viejos mayomberos lo aprecian mucho en sus trabajos Laurel: En congo: Cereke. Dicen los viejos paleros: "Abajo del laurel, yo tengo mi confianza." El espíritu del laurel protege todos los trabajos del Padre o Yayi Nganga. El laurel es habitáculo de todos los espíritus, y a su sombra éstos son invocados Lechero: Magnífico para limpiar las casas, echándolo en agua de jicotea; quita las malas influencias. Palma Real: En congo, Maba, Lala, Dunkende. Es habitáculo de Nsasi, de npungus, ndokis y nkuyos de los nfumbes. Se utiliza para todo tipo de brujería. Es mágica y simboliza la fortaleza, la energía, las fuerzas de la naturaleza. Representa la isla de Cuba en todo su misticismo. Palo Ayúa: En congo: Lungá Kuma. Se utiliza para todo tipo de resguardos, sobre todo los que se preparan para los niños. Es muy efectivo y rápido.

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Palo Cuaba: En congo: Kisiabolo, Inkita, Nkunia Bonda Nsua. Se le ofrece unas gotas de la sangre de quien vaya a recogerlo. Acostumbra a esconderse de quienes lo buscan. Palo Moruro: En congo: Kasaoasa, Kinpase. Se utiliza para lo bueno y para lo malo, en venganzas y para hacer los famosos kini-kini, que deambulan de noche aterrorizando a las personas. Palo Ramón: Uno de los principales palos en las Reglas de este mismo nombre: agarra bien al espíritu del nfumbe, posesionándose de él. Con su madera se hacen los kini-kini. En congo, se le llama Cuaribao , Nkitán kitán , Moluyaba y Nkento. Palo Tengue: Para los congos: Nfita, Nkunia Cheche Cabinda. Es el palo más fuerte que se usa en Mayombe, respetado y saludado por todos los Padres y Yayis de las Reglas de Palo Monte. Palo Yaya : Koromeni y Mbékese en lengua conga Yaya significa madre. Es un palo fundamental en las prendas. Cuando se va a guerrear, se utilizan sus virtudes mágicas. Sirve en todas direcciones. Yaba: Nkasa Kadiampemba en lengua conga De ella se dice que ciega a los enemigos. Se utiliza con fines maléficos. Según los informantes los brebajes venenosos que con ella se hacen son famosos por su efectividad.

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INDICE INTRODUCCION TA MAKUENDE YAYA COFRADIA, CABILDOS, CIMARRONES Y PALENQUES LAS RESLIGIONES AFROCUBANAS: PATRIMONIO DE LOS PUEBLOS DOS RELATOS DE LA TRADICION ORAL LA REGLA MAYOMBE LA BRILLUMBA LA REGLA DE MALONGO, XIANMALONGO, XIANLOANGO O SHAMALONGO LA REGLA KIMBIZA DEL SANTO CRISTO DEL BUEN VIAJE FIRMAS: PATIPENBA O KATIKANPOLO MUNANTOTO SISTEMA ADIVINATORIO DE LA REGLA DE PALO MONTE ¿NGANGA CRISTIANA? ¿NGANGA JUDIA? PACTO HAITIANO CON KADIEMPEMBA O LUKANKASI KINI-KINI Y CHICHEREKUES EL MAJA (MBOMA O ÑOCA) Y SUS IMPORTANCIA EN LA REGLA DE PALO MONTE LO QUE COMEN LOS FUNDAMENTOS O NGANGAS LA GURUNFINDA O NGURUNFINDA: EL OSAIN DE LOS PALEROS LAS MUJERES EN LAS REGLAS DE PALO MONTE CASTIGOS BAILES, TAMBORES Y OTROS INSTRUMENTOS MUSICALES DE LOS CONGO Y NGOLAS LLANTO POR UN NFUMBE ANEXO EL OBISPO MORELL DE SANTA CRUZ OFICIALIZA LOS CABILDOS AFRICANOS, DONDE NACIO LA SANTERIA, CONVIRTIENDOLOS EN ERMITAS CANTOS MAYOMBEROS NUMEROS CONGOS ABECEDARIO FIRMAS LAS DEIDADES: SIN PROBLEMAS DE IDENTIDAD LOS ANIMALES Y LAS PLANTAS: SU VIRTUD ARBOL GENEALOGICO DE LA LINEA DE MAYOMBE EN CUBA Y “ BATALLA SACARA EMPEÑO ”, ORIGINARIO DEL PINAR DEL RIO GLOSARIO BIBLIOGRAFIA CONSULTADAS

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Ta Makuende Yaya y las Reglas de Palo Monte

Desembarcados en diferentes puntos de Cuba, cientos de congos, ngolas y cabindas fueron destinados a plantaciones de caña', cate y tabaco esparcidas por toda la Isla. Fueron ellos los que compusieron, en honor a los 9 reinos sagrados del dominio del Manikongo, los 9 primeros nkisi, de los cuales nacieron otros muchos_ Éstos, a su vez, procrearon los que junto con aquellas prendas originales, llegaron a ser los fundamentos de las Reglas de Palo Monte en Cuba. Dos de ellas fueron hechas en Pinar del Río; una, en La Habana; dos. en Matanzas;. una, en Santa Clara; una, en Camagüey y las dos últimas en Oriente. Las de Pinar del Río se nombran Ndumbo a Nzinga y Mananga; con el tiempo el n9mbre de la primera prenda devino en Ngundu Batalla Sácara Empeño. En La Habana Mboma Ndongo fue el nkisí compuesto por los bakongos en 1812, en el antiguo caserío de Gu~nabo en Guanabacoa; en lengua, Mboma es la Virgen de Regla. Los nquisi Nanga y Mankunku fueron compuestos en la provincia de Matanzas: Nanga recibió el nombre de Mundo Catalina, Manga o Nanga Saya; Mankunku se convirtió en Mayimbe Nkunku Sácara Empeño. En Santa Clara los esclavos cimarrones prepararon una prenda con el nombre de Makaba, Jvfbumba Kuaba o'Kaba. Oriunda de Camagüey es Ngumbi o Nkíndi que encierra el espíritu de Ngumbi, un negro bozal cimarrón. En Oriente la prenda nombrada Mbudi Yamboaki Nzinga pertenecía a Baltasar Yamboaki, de quien se dice era así llamado porque su prenda contenía la krillumba de un yamboaki, que en congo significa indio; la otra prenda de esta provincia sería Mbenza-Bana nombrada así por los mambises descendientes de congas y ngolas que blandieron sus machetes en la batalla de Peralejo en recuerdo ante el coraje mostrado por el brigadier español Santocildes y sus hombres. De estas prendas nacerían las Reglas de Palo Monte en Cuba." Natalia Bolívar Aróstegui (La Habana, 1934). En 1955 inicia sus estudios de metodología de la investigación y etnografía afrocubanas, especializándose en Etnografía y Folklore bajo la tutela de don Fernando Ortiz y Lydia Cabrera. Fue directora de los Museos Nacional, de Bellas Artes, Napoleónico y Numismático. Ha asesorado obras para cine, teatro y televisión relacionadas con su especialidad y publicado numerosos artículos en Cuba y el extranjero. Es autora, entre otros, de los siguientes libros: Los orishas en Cuba, lfá: su historia en Cuba, Opolopo Owó y coautora de Miras y leyendas de la comida afrocubana. Carmen Gonzáles Díaz de Villegas (La Habana, 1940). Durante veinte años trabajó en la Dirección de África del Ministerio de Relaciones Exteriores y posteriormente se desempeñó como investigadora en el Centro de Estudios de África y Medio Oriente. Ha publicado numerosos artículos y resúmenes de investigación en revistas especializadas en Cuba y el extranjero. Es autora, entre otros, de los siguientes libros: Sobre los hombros ajenos y La política norteamericana para África Meridional y es coautora de Mitos y leyendas de la comida afrocubana.

Natalia Bolívar Aróstegui y Carmen González Díaz de Villegas

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